La Corona en llamas: conflictos económicos y sociales en la independencia iberoamericana

Citation preview

Col-leccio América, 24

LA CORONA EN LLAMAS. CONFLICTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA INDEPENDENCIA IBEROAMERICANA

José A. Serrano, Luis Jaúregui (eds.)

Qfj UNIVERSITAT ja u m e * I

2010

BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Dades catalogràfiques

La Corona en llamas. Conflictos económicos y sociales en la independencia iberoamericana / José A. Serrano, Luis Jaúregui (eds.).  Castelló de la Plana : Publicacions de la Universitat Jaume I, D.L. 2010 p.; cm.  (Amèrica ; 24) Bibliografia. ISBN 978-84-15443-02-5 1.Amèrica Llatina – Condicions econòmiques – 1806-1830, Guerres d’independència. 2.Amèrica Llatina – Condicions socials – 1806-1830, Guerres d’independència. I. Serrano, José Antonio, ed. II. Jaúregui, Luis, ed. III. Universitat Jaume I. Publicacions.IV. Sèrie. Amèrica (Universitat Jaume I) ; 24 338(8) “1806/30” 316.7(8) “1806/30”

Dirección de la colección Amèrica: Vicent Ortells Chabrera

© De los textos: los autores y las autoras, 2010 © De la presente edición: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2010 © Ilustración de la cubierta: Revolución de Arequipa, Anónimo. Óleo sobre lienzo, 85 x 105 cm. ­Museo Nacional de Arqueología, Antropología Historia del Perú, Lima, Perú.

Edita: Publicacions de la Universitat Jaume I. Servei de Comunicació i Publicacions Campus del Riu Sec. Edifici Rectorat i Serveis Centrals. 12071 Castelló de la Plana Fax: 964 72 88 32 http://www.tenda.uji.es e-mail: [email protected]

ISBN: 978-84-15443-02-5 DOI: http://dx.doi.org/10.6035/America.2010.24

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

CONTENIDO

PRESENTACIÓN......................................................................................................... 7 INTRODUCCIÓN Luis Jaúregui y José Antonio Serrano Ortega Conflictos económ icos y sociales en la independencia ib eroam erican a... 9 Antonio García de León Algaradas, sediciones y tumultos en el Sotavento veracruzano, 1716-1808 ................................................................................................................................. 13 Mariano Martín Schlez Diego d e Agüero y los fu n dam en tos económ icos d e la clase dom inante en el Río d e la Plata tardo colon ial (1770-1810)...................... 27 Emilio Fabián Harari H acen dados en arm as. Una aproxim ación del estudio económ ico de la dirección del Cuerpo d e Patricios (Buenos Aires, 1806-1810)............61 Guillermina del Valle Pavón Mercaderes agraviados. El derrocamiento del virrey José de Iturrigaray en 1808....................................................................................87 Juan Andreo García Plata m exican a p a r a la guerra española, el bienio d e la ju n ta central suprem a de España e Indias (1808-1809)........... ........................... 105 Gabriel Di Meglio Sanculotes despiadados: la participación política popu lar en la Buenos Aires revolucionaria (1810-1820).......................................... 123

5

Adriana Gil Pólvora en m anos de m ujer Las luchas d e M anuela Antonia durante la guerra d e independencia. Veracruz 1 8 1 5 ................................ 155 Adolfo Meisel Roca La crisisfiscal de Cartagena en la era de la independencia, 1808-1821....... 173 Adriana Naveda Chávez Hita Participación d e esclavos de las hacien das azu careras en la guerra d e Independencia. El nuevo orden constitucional........................................ 197 Fernanda Núñez B. «Por portar pantalones. ..»La construcción del género en los relatos d e la Guerra d e indepen den cia........................................................................ 207 Ileana Parra Grazzina El negocio cacaotero entre M aracaibo y Veracruz en la coyuntura em an cipadora ...................................................................................................... 227 Rosalina Ríos Zúñiga Un tumulto p o r el alza del p recio del m aíz en Fresnillo, Zacatecas, 1 8 1 0 .................................................................................................... 251 Gerardo Sánchez Díaz La ferreria d e Coalcom án y la guerra de In depen den cia............................ 273 María Luisa Soux Guerra y lucha popu lar en el alto perú: sublevación y guerrilla. 1809-1825.............................................................................................................. 295 Arlene y Germán Cardozo Galué Urdaneta Quintero Campesinos y tembleques: movimientos sociales y participación p op u laren la configuración de la Venezuela rep u blica n a...................... 317

PRESENTACIÓN

Ciento cincuenta historiadores e historiadoras se reunieron en el Puerto de Veracruz a fines de noviembre de 2008 en torno a una amplia temática relacio­ nada con las independencias hispanoamericanas en el marco del V Congreso In tern acio n a l Los p rocesos d e in depen den cia en la A m érica Española. Estos Congresos se inscriben en una serie de eventos que, dirigidos por una red de historiadores e historiadoras, pretenden fomentar, conectar y discutir los múltiples enfoques, interpretaciones así como temáticas de las independencias en Iberoamérica. La primera de estas reuniones tuvo lugar en la ciudad de Morelia, México, en 1999, organizada por el Colegio de Michoacán y el Instituto Nacional de Antropo­ logía e Historia de México. Las subsecuentes reuniones se llevaron a cabo en la Universidad de Zulia (Maracaibo,Venezuela, 2002), en la Universität Jaume I (Cas­ tellón, España, 2004), y en la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga, Colombia, 2006), hasta regresar a México en 2008. Estas reuniones periódicas concentraron los esfuerzos de muchas otras ins­ tituciones culturales de los países mencionados y tuvieron éxito al fomentar la investigación comparada y promover una década de estudios, con miras a una conmemoración mucho más razonada del Bicentenario de los procesos históri­ cos de independencia americanos. De entre los textos presentados en el encuentro, en este libro se ofrecen al lector quince ensayos seleccionados en torno a los temas de los intereses econó­ micos, los conflictos endógenos y exógenos de las distintos grupos de poder y subalternos así como las revueltas, rebeliones o motines que en el universo social y étnico de la América española van a estallar en esta coyuntura insurgente.

7 Índice

INTRODUCCIÓN

CONFLICTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA INDEPENDENCIA IBEROAMERICANA Luis jaúregui Instituto Mora

José Antonio Serrano Ortega El Colegio de Michoacán

La mayor parte de los trabajos que tiene en frente el lector refieren a actores sociales que fueron apareciendo en los años previos a las luchas de indepen­ dencia o durante las luchas mismas. En el ámbito económico, los ensayos tienen que ver con los impactos de la guerra, así como los financiamientos de la misma. Ambos fueron protagonistas del enfrentamiento que acabó con la Corona en llamas. Si bien la historiografía social cuenta con antiguos y muy distinguidos traba­ jos, la de carácter económico es relativamente nueva; aparece frente la imposibili­ dad de explicar desde las ideologías del siglo xx los movimientos revolucionarios acaecidos en las primeras dos décadas del siglo anterior. Cierto es que los trabajos de historia económica se han hecho más descriptivos, pero también han aporta­ do una visión más amplia a las causas y consecuencias de aquellas luchas. Así, por ejemplo, gracias a los ensayos contenidos en este libro conocemos las formas de financiamiento de la Junta Central de Sevilla en contra del ejército francés, financiamiento que en parte provino de las tesorerías americanas. Y bien que el esfuerzo en contra de Napoleón terminó en 1814, pues ahora sabemos cómo se vieron fuertemente afectadas las finanzas neogranadinas frente a la reducción de ingresos de la real caja de Cartagena. Sólo queda imaginar lo que hubiera su­ cedido en España y en América sin los recursos necesarios para llevar a cabo las independencias de ambos territorios.

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

También en el ámbito económico, el presente volumen muestra aspectos de innegable novedad. Conocemos ahora las causas del derrocamiento del virrey Iturrigaray en Nueva España, concluimos que parte del descontento que se dio en Nueva España a finales de la primera década del siglo xdc resultó de la propia autoridad virreinal, quien antagonizó al propio grupo que apoyó durante varios años. Estas nuevas problemáticas no sólo amplían nuestra visión del pasado sino que también nos obligan a plantearnos preguntas novedosas e imaginativas que permitirán ver aquel pasado de una forma más cercana a como fue y no como lo interpretan las visiones desde el presente. En el mismo ámbito, ahora conocemos un poco mejor cómo se pertrechaban de armas los insurgentes novohispanos, ello abre la posibilidad de trabajos sobre la tecnología militar en aquel espacio, los cuales han estado ausentes de la historiografía tradicional y reciente.También reconocemos ahora que algunos circuitos mercantiles no se obstaculizaron con la guerra o se recuperaron casi inmediatamente. Sabemos que tal fue el caso del cacao de Maracaibo; ahora queda preguntar si el comercio lo desempeñaban los mismo grupos, o si involucraban a los militares, nuevos protagonistas de las nue­ vas naciones americanas. La mayor parte de los trabajos que aquí se presentan tienen que ver con as­ pectos sociales. Al respecto, aquí entendemos a dicha variable como la que tiene que ver con actores sociales, cómo construyen sus lealtades, cómo combaten en una situación de inestabilidad política, etc. El tema es apasionante pues fue precisamente en las primeras décadas del siglo xix que en Iberoamérica se hace presente la diferencia entre las clases sociales: los privilegiados y la plebe. Fue entonces cuando se puede hablar de «lucha de clases», concepto que no está muy de moda pero que bien puede extraerse de trabajos como los que aquí se presentan. En el tema de nuevos actores, aquí se presenta un trabajo sobre la aparición de «la plebe» en el Buenos Aires de la época un aspecto que se presenta ante una realidad de miedo, escasez y hambre y que lleva a algún autor a preguntarse si resulta pertinente la división entre insurgentes y realistas, común en la histo­ riografía novohispana, frente a un conjunto de lealtades frágiles como se vio en otros espacios americanos. De forma similar, el caso bonaerense y sus momentos de invasión externa con formación de milicias, difumina en cierta medida las categorizaciones impuestas desde afuera y obliga al estudio de la realidad parti­ cular; clases dominantes o plebeyas son solo un ámbito histórico y no pueden ser definidas desde una perspectiva ahistórica. Es esta misma perspectiva, siempre que se estudia la guerra de independencia, sobre todo la de Nueva España, con sus movimientos sociales definidos por diver­ sas características regionales, surge la pregunta si aquella conflagración se trató de una guerra civil, una (u tra) rebelión, o simplemente una suma de agravios que surgieron a la par del movimiento del padre Hidalgo de 1810. Tres trabajos de 10 Índice

INTRODUCCIÓN

este libro exploran «levantamientos» de este tipo; incluso surge la pregunta si las propias mujeres buscaron levantarse de la manera como eran tradicionalmente tratadas. El asunto es por demás apasionante y lleva a múltiples cuestionamientos sobre aquella realidad; por ejemplo, ¿acaso fueron las mujeres excluidas de la historiografía (hasta apenas hace unos pocos años) sólo porque se «quitaron los pantalones» y regresaron a los hogares? Muy conveniente para los caballeros his­ toriadores de antaño y por demás divertido y apasionante para las y los jóvenes estudiosos de hoy día. Y resulta también interesante preguntar si el discurso político que las nuevas naciones, y quizá también España, se generó en la guerra en sí o en este conjunto de movimientos sociales que no tuvieron que ver con autonomía, independencia, etc., sino que los tumultos provocados por el aumento en los precios del maíz, o por abusos de los terratenientes fueron generando el discurso, y el catecismo, propio de las primeras décadas del periodo nacional. Uno de los aspectos más interesantes de compilar trabajos que produce un congreso tan importante como los que aquí se apuntan es percatarse de lo nove­ doso de los enfoques y de las enormes posibilidades que reuniones académicas como esta. Esperamos que los trabajos futuros enriquezcan nuestro conocimien­ to del pasado. Finalmente queremos hacer constar nuestro agradecimiento al Servicio de Publicaciones de la Universität Jaume I de Castellón por publicar este volumen que creemos que contribuye al mejor conocimiento de la historia de las Indepen­ dencias americanas.

Índice

ALGARADAS, SEDICIONES Y TUMULTOS EN EL SOTAVENTO VERACRUZANO, 1716-1808 Antonio Garda de León INAH

Un lugar común en la historiografía mexicana ha consistido en ver todos los conflictos ocurridos en la Nueva España del último siglo colonial como «movi­ mientos precursores de la independencia», unificando en una apreciación gene­ ral lo que en realidad fue un conjunto de situaciones regionales de muy diversa complejidad. Una de las razones para desglosar aquí los motines y revueltas que se dieron en el sur de Veracruz en el siglo que antecede a la independencia, es precisamente analizar cuáles eran realmente las circunstancias en que estos conflictos se dieron: pues en ese largo periodo, si bien fueron acumulativos y pa­ recían responder a causas similares en toda la Nueva España, estuvieron aislados entre sí y no eran producto de un proyecto común de hacer confluir todos esos eventos en la sublevación de 1810. Al contrario, obedecieron a circunstancias muy particulares del entorno social en el que se dieron; y, contrariamente a lo que se cree, nunca pusieron en entredicho la fidelidad a la Corona -ni mucho menos la seguridad del reino-, pues eran una respuesta a abusos concretos de las diferentes autoridades locales. Su consigna común era «Viva el rey y muera el mal gobierno», marcando los límites de una serie de derechos adquiridos por las comunidades y otras corporaciones desde siglos atrás, supuestamente aseguradas por la lejana autoridad real pero violadas por funcionarios y alcaldes. Así, la disolución del «consenso colonial»1 fue paulatinamente desarrollándose, enmar­ 1. Como lo llama John Lynch, América Latina..., 2001, p. 81: «Como un entendimiento informal entre la Corona y sus súbditos americanos. La “Constitución no escrita” establecía que las decisiones principales se tomaran por medio de consultas informales entre la buro­ cracia real y los súbditos coloniales del rey». Las reformas borbónicas intentaron modificar 13 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

cada primero por los sucesos posteriores a la guerra de sucesión y como efecto del debilitamiento de la Corona española ante la presión de las otras grandes po­ tencias europeas -en particular por Inglaterra-, en el primer tramo del siglo; has­ ta la segunda mitad, cuando el desarrollo del «libre comercio» y de las reformas impulsadas por Carlos III, apresuraron la disolución del consenso que mantenía unido al conglomerado iberoamericano. En la Nueva España, esta circunstancia se desarrolló sobre todo a raíz de las reformas aplicadas por el visitador José de Gálvez desde 1766, que significaron una revisión total del estatuto metrópoli-colonia y la limitación de todos los de­ rechos autonómicos ganados desde antes por el «reino» de la Nueva España. Para ello, la creación de un ejército propio, subordinado al rey en la defensa contra los enemigos del imperio, jugó un rol primordial. En esta nueva concepción geoestratégica, el puerto de Veracruz constituía un emplazamiento vital orientado al Gran Caribe y al comercio atlántico, y por lo mismo, sujeto a las acechanzas inglesas desde la toma de La Habana en 1762.Y si bien es cierto que ningún motín se presentó en esta plaza, el hecho de que los acontecimientos que aquí nos ocupan surgieran en la red territorial de su comer­ cio interior inmediato, alertaron a las autoridades y fueron la razón principal de haberlos reprimido, en tanto que se daban en una frontera de guerra que había que defender a toda costa. En el Sotavento veracruzano,2 y a lo largo del siglo, un fuerte proceso de campesinización había modificado paulatinamente los entornos de la «plebe co­ lonial» de la región -compuesta en su mayoría de campesinos pobres y libres.3 Se había desarrollado también un importante auge del contrabando que fue durante siglos parte intrínseca de la vida del litoral, y hubo un aumento significativo de la frontera agrícola a partir de la deforestación con fines navales en las cuencas del Papaloapan y el Coatzacoalcos (en particular, la extracción de maderas para el astillero de La Habana). Se dio entonces, un aumento de la demanda fiscal y este estatuto de «usos y costumbres», transformando la naturaleza del gobierno civil y militar de todo el conglomerado español. 2. Hoy se conoce como «Sotavento» a la cuenca baja del Papaloapan. Aquí nos referimos a una región más amplia, el Sotavento colonial, tal y como fue descrito por don Miguel del Corral en 1777, en los prolegómenos de la creación de la Intendencia de Veracruz. Este Sotavento original comprendía las jurisdicciones de Veracruz Nueva, Cosamaloapan, Guaspaltepec, Los Tuztlas y Acayucan: poco más de 40 mil kilómetros cuadrados en el territorio de 54 municipios actuales del centro y sur de Veracruz, dos de Oaxaca (Tuxtepec y Loma Bonita, que eran parte de Guaspaltepec) y dos del actual Tabasco (Cárdenas y Huimanguillo, que eran de Acayucan). El presente texto es un resumen de un capítulo de nuestro libro en preparación Tierra adentro, mar en fuera. La Veracruz colonial y su costa de Sotavento, 3. Y cuyos contornos precisos los podemos detectar en los censos de pardos y morenos libres que se levantaron en función de la creación de las milicias de defensa después de 1767: en la Veracruz Nueva, el interior de Cosamaloapan, la ribera derecha del Papaloapan, el sur de Los Tuztlas, el río San Juan Michapan y el oriente de Acayucan (Huimanguillo). 14 Índice

ALGARADAS.

SEDICIONES

Y TUMULTOS

EN

EL

SOTAVENTO

VERACRUZANO

de las obvenciones religiosas pueblo por pueblo, y, por último, un clima de des­ obediencia favorecido por el estado de guerra y el escaso control de los mandos militares sobre las milicias de pardos y morenos, reorganizadas y movilizadas en la defensa costera desde 1767. Pero como en todos los procesos de este tipo, las cosas no resultan lo sufi­ cientemente claras, pues una multitud de intereses aparecieron detrás de esos conflictos, mientras que la resistencia a los cambios generados por el mercado, y después, por las reformas impuestas desde España, involucraron muchas veces cacicazgos locales que tenían ya establecidas fuertes relaciones de privilegio y excepción,que no estaban dispuestos a perder. En consecuencia, estos acontecimientos reflejaban las realidades locales e in­ volucraban a los actores sociales que estaban ahí desde antes: principalmente indios de comunidad, negros y mulatos libres, y criollos de origen europeo; aun­ que con el paso de los años, estos movimientos incluyeron también a la creciente población de campesinos libres (propietarios, arrendatarios y sin tierra) que se había desarrollado en los intersticios de las haciendas, las comunidades y los prin­ cipales nodos de la red comercial. Estos reagrupamientos tendieron a crear nue­ vas autonomías regionales y municipales, reacomodos territoriales y hegemonías políticas, que se expresaron en la creación de pueblos, el fortalecimiento de los cabildos anteriores -o del poder de los señores de la tierra- y un crecimiento de las identidades de grupo que sobrepasaba a menudo, los entornos locales previos. Pero además, en los movimientos aquí mencionados se expresaron nuevas solida­ ridades de grupo, étnias y de clase, que rompían con el orden establecido y con la separación de las «castas», tal y como habían sido impuestas por el orden colonial: de allí la emergencia del «acton> de carácter «popular» que agrupaba muchas veces a sectores anteriormente separados por las divisiones estamentales. Indudablemente, la crisis del imperio y la creciente debilidad del Estado colo­ nial, que se manifestaron con fuerza en los reacomodos de poder, en la sustitución de las alcaldías mayores por subdelegaciones del sistema de intendencias desde 1778 y en el impacto social y económico de las reformas borbónicas, condiciona­ ron estos eventos que eran, además, el reflejo de una gran cantidad de movimien­ tos que sacudieron la paz pública de la Nueva España durante la segunda mitad del siglo. Aumentaron las actividades portuarias, hubo crecimiento económico reflejado en el cobro de alcabalas y otros impuestos, se vigorizó el tráfico in­ terno que caracterizó los años postreros del régimen colonial, se fortaleció una burguesía comercial en el Consulado de Veracruz (1795) y, consecuentemente, se militarizó el litoral. Todo ello ocasionó múltiples efectos en una población que se desajustaba cada vez más de las formas de control colonial tradicional. Podemos también asegurar que los conflictos tendieron a desarrollarse en las zonas de «fricción económica», en regiones que tenían tasas de crecimien­ to mayores, o que fueron afectadas por el dinamismo de la actividad comercial; 15 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

y que detrás de cada uno de ellos aparecen siempre intereses enfrentados de funcionarios locales, señores de ganados y dueños de mayorazgos, inversionistas ligados al tráfico mercantil, así como plantadores de tabaco, caña de azúcar y algodón; quienes a menudo mueven los hilos de la discordia y promueven las desobediencias de los sectores bajo su influjo, o su poder. Algunas localidades y cabeceras multiétnicas, así como puertos fluviales e interiores, fueron escenario de estos conflictos. En otros casos, el despojo de tierras o los cobros excesivos de impuestos civiles y religiosos detonaron la violencia. Las primeras rupturas, que a finales del siglo se intensificaron gracias al ma­ lestar creado por el impacto de las reformas borbónicas, en realidad empezaron en las tierras bajas del Sotavento desde la segunda década del siglo, cuando estas reformas ni siquiera se imaginaban: pues de hecho respondían a dinámicas más generales, que se fueron complicando en la medida en que el imperio, el conglo­ m erad o españ ol, se desagregaba y entraba en una crisis económica y política que terminó por hacer estallar el control sobre sus virreinatos y colonias. Por primera vez, desde el siglo xvi, el Sotavento largamente despoblado se convertía en una posible nueva fuente de recursos en virtud de su paulatino crecimiento natural. La valorización de ciertos cultivos, como el tabaco (con la consiguiente localiza­ ción del monopolio de su producción en la Real Fábrica de Tabacos de Orizaba) y el algodón, así como la reorientación productiva que devino en una pérdida de importancia de la ganadería -por la caída de la demanda en los mercados urbanos del Altiplano-, ocasionaron, además de la natural expansión de la frontera agríco­ la, nuevos reacomodos y sobresaltos inesperados. Podemos así distinguir, por lo menos, dos escenarios distintos de resistencia que aparecen a lo largo del siglo. Primeramente, y en gran medida como efecto de lo ocurrido después de la guerra de sucesión, se da el ciclo de las fugas de los esclavos de las plantaciones de azúcar y tabaco hacia los montes interiores: un cimarronaje de autodefensa que no es necesariamente una rebeldía premeditada. Este cimarronaje de larga duración tiene más que ver con la estructura econó­ mica y social -ya decadente para la época-, del modelo esclavista en la región azucarera de Córdoba, que se entrevera con la reactivación de las fundaciones de pueblos, ya no en la antigua forma de congregaciones y desplazamientos forzo­ sos -pues los asentamientos indígenas no daban para tanto-, sino aprovechando las nuevas inconformidades, ataques y fugas de negros y mulatos. Es así como se da por un lado, el crecimiento del campesinado libre y, por otro, algunos movi­ mientos de población que eran producto de las guerras exteriores entre España e Inglaterra en el marco del Gran Caribe: guerras que de manera recurrente se hacían presentes en el litoral.4 En todos los casos era un poblamiento negociado 4. Como la fundación, después de 1762, del pueblo de San Carlos de los Indios de la Florida (Antigua Veracruz), hoy Úrsulo Galván, creado con indios amulatados de las naciones 6 Índice

ALGARADAS.

SEDICIONES

Y TUMULTOS

EN

EL

SOTAVENTO

VERACRUZANO

gracias al interés de los virreyes de hacer de la costa una región menos hostil y más poblada; y en este caso, es la Corona la principal interesada en contar con esta población libre para su incorporación en las milicias. En este caso el benefi­ cio es mutuo: contar, por un lado, con una fuerza dispuesta a la defensa; y, por el otro, adquirir la libertad y los privilegios agregados por la condición y la lealtad militar. Así, el largo periplo que transcurrió desde el estallido de las primeras pertur­ baciones cíclicas de las esclavonías,5 desde principios del siglo x v iii hasta 1769, y que culminó con la fundación de un pueblo de negros y mulatos liberados -Santa María Guadalupe de los Morenos de Amapa-,6 nos muestra también un complejo proceso de negociación y represión, y, en el fondo, la transformación económica de la época, en donde la esclavitud de los negros y mulatos resulta­ ba necesariamente prescindible y obsoleta, más o menos gravosa para amos y esclavos. En función de este cambio, la clase propietaria se dividió a lo largo de estos desacuerdos en dos bandos bien delimitados: de un lado, los amos esclavistas de Córdoba y Orizaba -sin duda el sector más atrasado y dependiente de estas formas de trabajo; del otro-; los dueños de ganados y alcaldes mayores -pero principalmente los jefes militares después de la llegada de Villalba-, quienes pug­ naban por un cambio de política y el establecimiento de relaciones basadas en el trabajo asalariado, movilidad de la mano de obra y fuerza de trabajo que abas­ teciera al puerto en tiempos de paz, al tiempo que se movilizara militarmente ante las eventuales amenazas. Lo más interesante es que en la base de todo este largo proceso se desarrolló, como política de las autoridades y de los ganaderos (en especial el mayorazgo de La Estanzuela), algo que podemos llamar cim arron aje tu telado, que de manera intrínseca derivó en una poderosa presión social ejercida sobre los amos cautivos de su atraso, en un cambio de mentalidad y en una integración más exitosa de los afroveracruzanos en el seno de la sociedad colonial del Sotavento.7 yamase y apalachina trasladados a Veracruz desde el presidio de Panzacola, después de la ocupación inglesa de Cuba y la Florida. Cf. García de León, 1996. 5. Una «esclavonía» era el conjunto de esclavos de todas edades y de ambos sexos bajo el control de una unidad de producción o un amo. 6. Es la actual ranchería de Amapa, del municipio de Tuxtepec, Oaxaca. En 1609-1613 otro pueblo había sido fundado con negros cimarrones a los que se dio la libertad: San Lo­ renzo de los Negros (hoy Yanga). En ambos casos, los cimarrones fueron apadrinados por el mayorazgo fundado por Gaspar de Rivadeneira, centrado en la gigantesca hacienda de La Estanzuela. Tanto la ciudad de Córdoba (en 1616) como San Lorenzo de los Negros y Amapa, fueron fundados en tierras cedidas por este mayorazgo. 7. El caso lo hemos resumido de varios expedientes de archivo, en especial de: a g n m , Tierras. 3543: 23-88v, 1767-1769 / Tomo subtitulado Geografía del país, fundaciones de pu e­ blos; «Negros cimarrones y fundación de Amapa». También de varios recorridos de campo por la región y de fuentes de segunda mano que se refieren al caso desde diferentes ópticas: 17 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La misma negociación también revela aspectos «modernos» en el trato político de ciertas autoridades hacia los rebeldes y fugitivos, en donde siempre aparece el reconocimiento, a veces tímido, de que los sectores inconformes se merecían un mejor destino en tanto eran portadores de argumentos escritos y dictados por la racionalidad.8 En todo caso, las fugas habían sido propiciadas9 por los mensaje­ ros y «agentes aliados» de los alcaldes mayores de Teutila y Cosamaloapan, y del poderoso dueño del Mayorazgo de la Estanzuela, quienes en realidad necesitaban fuerza de trabajo libre y asalariada para introducir el cultivo del algodón en la parte del Papaloapan que ellos controlaban, permitiendo que los cimarrones se «arrancharan» en sus jurisdicciones.10 Por otra parte, un buen contingente de los

PatríckJ. Carrol, «Mandinga: The Evolution of a Mexican Runaway Slave Community...», 1977; Octaviano Corro, Los cimarrones en Veracruz y la fu ndación de A m apa..., 1951; Adriana Naveda, «Insumisos, rebeldes, huidos y cimarrones en Veracruz...», 1988, y «De San Lorenzo de los Negros a los Morenos de A m a p a . 2000; William Taylor, «The Foundation of Nuestra Señora de Guadalupe de los Morenos de Amapa», 1970; y Fernando Winfield, «La sublevación de esclavos en Córdoba en 1735», 1984; y del mismo autor, Los cimarrones de M azateopan.. 1992. 8. Don Andrés Fernández de Otáñez, caballero de la Orden de Calatrava y Alcalde mayor de Teutila, llegará a ser el personaje más interesado en una salida negociada de las rebeliones de esclavos. En 1769 comunicaba al virrey que «habiendo sido llamados ante mi el negro Fernando Manuel, y Pablo de los Reyes, sargento y cabo de la cuadrilla que al presente está arranchados en los parajes que llaman Palacios, Breve Cocina y Mandinga a las riberas de Amapa de esta jurisdicción, y hécholes saber las conveniencias que les resultan en lo espiritual y temporal de reducirse a población fija en un terreno sano y a propósito para poder trabajar sus milpas con sosiego, y mantenerse de ellas sin necesidad de andar errantes y causar perjuicios, ofreciéndolos coadyuvar para su logro, han condescendido gustosos, presentándome una Memoria de los que son, con un escrito en que con mucha racionalidad piden lo que conduce al presente caso, a cuyo tenor he examinado a seis testigos, los cinco ancianos y el otro de mediana edad, de todo conocimiento de los sucesos de ellos y de la tierra...» ( a g n m , op. cit., 24). 9. Según Francisco Adán, quien rememora las sublevaciones, en 1735 «no hubo otro principio de este ruidoso y costoso movimiento que el haber los cimarrones por sí, o por terceras personas, hecho entender a los esclavos de las haciendas que eran libres. Y ya fuese por el innato deseo que todos tiene de sacudir el yugo de la servidumbre, o por la maligna inclinación que es regular en gente de esta condición, sin atender a la despreciable calidad y pésima nota de sus autores, que, como si lo hubiera dicho el Espíritu Santo bastó para que. habiéndose comisionado a don Agustín Moreno para la visita de los Ingenios, levantasen todos la voz apellidando libertad, cuyo nombre siempre ha sido peligroso entre esclavos y cautivos. Así se agavillaron en la Hacienda de Omealca, llamándose a pueblo. Y de allí salían a los caminos a robar, y cometer con barbaridad todo género de insultos y hostilidades», 10. Según el mismo documento, otras autoridades eran favorables a una solución nego­ ciada, pues «por el año de treinta y cuatro consultó un cura (en cuyo distrito había distintos esclavos fugitivos) a este Superior Gobierno, que estaban viviendo bárbaramente y murien­ do sin sacramentos en los montes. Y que convendría concederles la libertad y reducirlos a pueblo, o agregarlos a otros de la jurisdicción. Apadrinaba el alcalde mayor de La Antigua la pretensión, representando que no habiendo esperanza de que se redujesen a la servidumbre según el mucho tiempo que andaban fugitivos, se les concediese la libertad, pues estaban ellos prontos a venir de paz y entregarse» (f. 79). 18 Índice

ALGARADAS,

SEDICIONES

Y TUMULTOS

EN

EL

SOTAVENTO

VERACRUZANO

cimarrones se alistó en el nuevo ejército y se estableció en los alrededores del puerto en tierras del Mayorazgo de Santa Fe. El segundo escenario eran las «repúblicas de indios» confinadas por el cre­ cimiento de los pueblos y que subsistían como barrios o parcialidades en los principales nodos de la red dendrítica del mercado interior. Eran alzamientos es­ porádicos y recurrentes que sucedían al interior de las cabeceras y pueblos esta­ blecidos, como ocurrió enAcayucán, San Andrés Tuztla o Tlacotalpan; en donde estas repúblicas se hallaban en un fuerte proceso de mestizaje, al tiempo que constreñidas por los intereses económicos de los grupos dominantes habitantes de esas cabeceras. Después, se extendieron a otras repúblicas más marginadas, causando un clima de violencia; como ocurrió desde fines del siglo, en Huimanguillo, situado en una región alejada y en donde convivían los pueblos nahuas con los grupos de mulatos libres establecidos en esa región, hoy perteneciente a Tabasco, que generó así un proceso de separación política de la Intendencia de Veracruz que terminó por unirla a los intereses centrados en Villahermosa.11 Otro factor lo configuró después la misma crisis rural y de los precios agríco­ las, agudizada desde 1795,y que precipitó la migración a las ciudades del interior y al mismo puerto de Veracruz. La gota que colmó el vaso de estos factores con­ dicionantes fue, generalmente, una intensificación de las obligaciones fiscales, impuestas tanto por las autoridades civiles como las eclesiásticas; o bien, por los repartimientos forzosos de mercancías que se intensificaron justo antes de la creación de las intendencias. Así que podemos claramente dividir el siglo en dos momentos: tomando como punto de referencia el antes y el después de las reformas que se iniciaron hacia 1767.Y ya en la segunda fase, además del desajuste creado por las reformas económicas y militares en una zona de frontera litoral, otra de las medidas que ge­ neraron reacciones fue la instauración del régimen de intendencias en 1778. Con ello, las antiguas alcaldías mayores pasaron a ser «subdelegaciones», perdiendo parte de los atributos de poder y autonomía que habían configurado los más re­ cientes cacicazgos. En ese entonces, y a nivel regional, el poder de la intendencia se concentró en Veracruz, sede de su intendente y gobernador, ayudando a cen­ tralizar las decisiones sobre la defensa y la seguridad pública interior, pero despla­ zando el poder de los funcionarios locales. En la costa de Veracruz la sensación era de desaliento y rencor, pues a una situación de crecimiento exponencial del comercio, con todos los beneficios que esto acarreaba, se le seguía una política de freno a los poderes regionales, concentración de las decisiones y excesivo control fiscal. Es por ello que las elites regionales se pronunciaron cada vez con mayor autonomía y se vieron frecuentemente involucradas en situaciones de conflicto o de abierto desafío contra el poder central y sus representantes. Bajo 11. Cf. Samuel Rico Medina, 2004. 19 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

este manto se cobijaron rebeliones y motines, o de plano los encabezaron: prin­ cipalmente en las localidades que eran sedes de subdelegación, centros mercan­ tiles y puntos de encrucijada del comercio. Por último, lo que era una reacción local y esporádica a los abusos, pudo adquirir sentido a partir de 1808, cuando la crisis del imperio justificaría la «independencia»: término que en aquel contexto significaba, más bien, autonomía o recuperación de la legitimidad de la Corona que una separación de la metrópoli. Para colmo, y según varias evidencias en la medida en que avanzaba el siglo, el pacto colonial llegaba a su fin, y con él la primacía del consenso negociado, que había sido la red sutil sobre la que descansaba la larga estabilidad de la región y de toda la Nueva España. Desde el punto de vista de la Corona, la prioridad era reforzar el control imperial, mantener a los americanos en su estatus dominado y crear un piso fiscal del que nadie pudiera escapar Pero ninguna de esas medidas fue adecuada para el momento y para los distintos lugares y provincias de aquel conglomerado político diverso.Tampoco sirvieron para frenar el ímpetu autono­ mista de los peninsulares, de los criollos y de las nuevas elites coloniales, las que se habían impuesto sobre las burocracias del Antiguo Régimen que habían con­ trolado la situación hasta antes de la puesta en marcha de las reformas borbóni­ cas. Así que, la mayoría de los sectores, y ante la presión de las reformas, se sentía agraviada y confundida mientras acumulaban resentimientos profundos. La militarización, acelerada en 1797 con motivo de la enésima guerra con In­ glaterra creó un estado de alarde que duró seis años, propiciando el abandono de los cultivos, pues la mayor parte de la población adulta -«todo el que es capaz de montar a caballo y tomar una lanza»- fue movilizada o acuartelada, mientras otros huían al interior para escapar al reclutamiento militar.12A esta situación se vino a sumar, el 3 de marzo de 1793 la violenta erupción del volcán San Martín Tuztla, que cubrió de ceniza un área muy extensa, y el surgimiento en 1799 de un brote de fiebre amarilla que causó muchas muertes en el litoral y la casi desapari­ ción de algunos pueblos, en especial la cabecera de Santiago Tuztla.13Y a pesar de la precaria subsistencia agrícola, la sequía de 1802 alcanzó a afectar la ganadería 12. En los primeros años del xix, el barón de Humboldt lo percibió: «La intendencia de Veracruz tiene demasiada tropa con relación al corto número de sus habitantes; y como el servicio militar molesta al labrador, le hace huir de la costa por no verse forzado a entrar en los cuerpos de lanceros o milicianos. Las levas que se hacen para la marina real también se repiten demasiado a menudo y se ejecutan de una manera harto arbitraria. Hasta ahora el gobierno ha descuidado todos los medios de aumentar la población de esta costa desierta. De un tal estado de cosas resulta mucha falta de brazos y una carestía de víveres que contrastan singularmente con la gran fertilidad del país» (T. II: 303). 13. a g n m , Hospital de Jesús. 265, 20: 1-25, 1799: «Expediente formado sobre la Peste experimentada en la Villa de Santiago Tuztla y provincia tomadas a beneficio de su Común de Yndios por el actual Justicia Don Manuel María Blanco». En este documento aparece una larga lista de apellidos tuztecos, de origen nahua, español y africano; la mayoría de los cuales sigue en uso en esa región. 20 Índice

ALGARADAS,

SEDICIONES

Y TUMULTOS

EN

EL

SOTAVENTO

VERACRUZANO

de abasto al puerto, creando una situación de carestía y malestar popular en las zonas de producción.14 Esta situación del campo, paradójica en la medida de darse a finales de un periodo considerado como «de crecimiento», repercutió sobremanera en la vida comercial y marca definitivamente el inicio de la crisis que desembocará en los acontecimientos de la guerra de independencia. Lo importante es que esta coyuntural ralentización de la economía era percibida como consecuencia directa de las políticas de la Corona y de las medidas opresivas de los subdelegados de cada jurisdicción. Lo paradójico es que las milicias de pardos y morenos, reclu­ tadas entre los campesinos libres y los esclavos liberados desde 1766, servirán a la postre como base de apoyo de las guerrillas insurgentes que precipitarán la emancipación del reino de la Nueva España; dirigidas por algunos caudillos realistas (Antonio López de Santa Anna y Guadalupe Victoria) que terminarán uniéndose a Iturbide en la fase final de la guerra civil. Y es que los motines de todo tipo se habían multiplicado en lo más agudo de la crisis y no tardaron en estallar de manera violenta a partir del golpe de estado contra el virrey Iturrigaray, en septiembre de 1808: lo que generó dos años des­ pués, y en la mayor parte del territorio de la Nueva España, una de las guerras civiles más largas y complejas del continente americano.

CIMARRONES Y ARRANCHADOS Entre 1735 y 1769 ocurren varios levantamientos de los esclavos negros de los trapiches de la región de Córdoba y Orizaba, que escapan a la «cuenca cimarrona»

14. Don Joaquín Arrióla, quien fue encargado de informar a Quirós sobre la parte inme­ diata a sotavento, refiere, en 15 de diciembre de 1806, lo que sigue: «Tlalixcoyan se halla a 12 leguas al sur de la plaza de Veracruz. Se extiende su jurisdicción seis leguas al norte hasta un paraje llamado Tepetacalco. Por el sur está el río de Tenapalula, que hay de este pueblo 8 leguas por el este hasta a Boca de Tatayan [...] Tiene en su circuito cinco haciendas de ganado mayor que son Paso del Toro, Joluca, Cuyucuenda, Concepción y La Estanzuela. Excede de 1500 habitantes de todas edades y sexos, tiene como 60 ranchos regulares y chi­ cos de cría de ganado mayor, lo cual va cada vez a menos así por la mortandad en la Seca del año pasado como en la continua saca de vacas para el nacateo de Veracruz [distribución para las carnicerías, llamadas en Veracruz «nacaterías», del nahua nakat, «carne»], que desde luego se sorberá todo si no se pone algún remedio. Tiene 12 ranchos de siembra de algodón, grandes, con 60 fanegas de tierra cultivada, y de medianos y chicos una infinidad de ellos. Por los años de 95, 96 y 97 había en esta jurisdicción dos tantos más de siembras que en la actualidad, pero con el motivo de haberse expulsado los indios ha ido en mucha decadencia. A esto se agrega que los dueños de las tierras no procuran más que tiranizar a los infelices llevándoles ocho y diez pesos por una cuartilla de sembradura, y aunque Su Majestad (que Dios guarde) en su Real Cédula de 1802 manda moderar el excesivo canon de 8 pesos que se cobraban por fanega, ellos lo han entendido al revés y cargan doble» («Noticias estadísticas...», en Florescano, 1976 : 81). 21 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

de los actuales Tierra Blanca y Cosamaloapan, refugiándose en los montes de Mazateopan (Teutila), hacia la «banda de Jalitatuani»,la ribera suroeste del río deAmapa. Demandan libertad y fundar un pueblo a semejanza de San Lorenzo de los Negros (fundado con los cimarrones de Ñanga hacia 1613). Se crea un bando irreducible conducido por Macute y otro «negociador» dirigido por Fernando Manuel, quienes se unen a las milicias creadas por Juan de Villalba en 1766. Represión militar a las revueltas, violencia extrema de los esclavos hacia sus amos, y creación de «ranchos» o kilom bos tolerados por el dueño de La Estanzuela, Ovando y Rivadeneira. La fac­ ción de Femando Manuel captura a M acute y los suyos y los entrega al brazo crimi­ nal de Córdoba para su ejecución. En 1769, a instancias del propietario y del Alcalde mayor de Teutila se funda, en tierras de Jalitatuani y Soyaltepec (expropiadas por La Estanzuela) el pueblo de negros libres Santa María Guadalupe de los Morenos de Amapa, cuyo primer alcalde fue Femando Manuel.

PRIMEROS DESAJUSTES Enero de 1716, se subleva la comunidad de San Andrés Tuztla (Marquesado del Valle), opuesta al pago de un «arancel» decretado por el obispo de Oaxaca. El alcal­ de mayor toma el partido de la «república de indios» (que incluye mestizos, negros, mulatos y españoles pobres). Es la comunidad más poblada del Sotavento y mayor que su cabecera, Santiago Tuztla. Los caciques indios (Pérez de Tapia) toman el ban­ do de las autoridades y colaboran en la represión. Esto tendrá secuelas en 1811. En 1723 la república de indios inserta en el puerto fluvial deTlacotalpan (Vera Cruz Nueva), se inconforma contra las «extorsiones excesivas y servicios invo­ luntarios» ordenados por el teniente del Partido. Los españoles del lugar apoyan al teniente y los nahuas agricultores y pescadores de su república resisten y son encarcelados. Coincide con un crecimiento de la actividad comercial del muelle. En 1743 y en 1765, los indios deTlacotalpan se vuelven a sublevar pidiendo la expulsión de los españoles de sus tierras y pesquerías. En el primer caso, usan una calavera como «bandera del alboroto», mientras arrecian las presiones econó­ micas y agrarias sobre la república de indios, constreñida al barrio de San Miguel. Se aprisiona a las autoridades indias y a algunos cabecillas de los motines. En 1750 ocurre la «masacre de San Andrés Tuztla» durante las procesiones del Viernes Santo de ese año. El pueblo, en su mayoría indígenas nahuas, ataca a las tropas y milicias de Veracruz que desfilaban en la procesión. El motivo es la opo­ sición al reclutamiento de los indios y mulatos libres. En la represión mueren más de 50 personas y los cabecillas son encarcelados y fusilados. El cacique Miguel de Tapia toma el bando de los soldados y su cacicazgo es desconocido.

22 Índice

ALGARADAS,

SEDICIONES

Y TUMULTOS

EN

EL

SOTAVENTO

VERACRUZANO

REACCIÓN A LAS REFORMAS BORBÓNICAS En 1777-1778 ocurrió un motín en Santa Ana Soconusco, una comunidad nahua cercana a Acayucan, en una disputa sobre una mina de sal («saltierra»). La comunidad fue reprimida por miembros de la Santa Hermandad de Acayucan, aunque recuperó el control del pozo de sal. El 29 de septiembre de 1783 estalla enTlacotalpan la «sublevación del día de San Miguel», durante la fiesta de su barrio indígena. La demanda es de tierras y aguas y la expulsión de los españoles, criollos, negros y mulatos que dominan la vida local; así como la supresión de repartimientos y trabajos forzosos, diezmos y alcabalas. Se captura a los tahtoqu es o principales y a varios sublevados. En febrero de 1786 ocurre un suceso en la comunidad nahua de Acula (Cosamaloapan). Los comuneros demandan tierras y acceso a los sitios sagrados ocu­ pados por las haciendas de La Estanzuela y la de los marqueses de Uluapan. Ocurre la ocupación ritual del sitio arqueológico de Ahuateopan, en tierras de Uluapan y son capturados, por don Miguel del Corral, 66 indios de comunidad. Serán libe­ rados por inconsistencia de los cargos: ellos alegaban estar solamente llevando a cabo un rito ancestral. En 1783 había ocurrido allí un motín contra el cura del lugar, también por problemas religiosos. En octubre de 1787 ocurre la conocida «rebelión de Acayucan» (cabecera de su comarca), contra los repartimientos y trabajos forzosos. El motín permite el linchamiento del gobernador indio y la persecución del Alcalde mayor. Participan indios y mulatos dirigidos por Gaspar de los Ríos y su mujer. Los comerciantes locales controlan el poder, el comercio, la producción de algodón, ixtle y gana­ dería mayor. La revuelta es sofocada por don Miguel del Corral. Los supuestos cabecillas fueron capturados. En 1801, dos emisarios del pueblo popoluca de Tecciztepec (Acayucan) son capturados enTlacotalpan y llevados presos a Veracruz. Regresaban de entrevistar­ se con un «rey indio» que se había proclamado como tal enTlaxcala. Son liberados, aunque Tecciztepec se queja de que varios propietarios españoles les habían des­ pojado de sus tierras. En 1808, sin embargo, el común de Tecciztepec ofrece do­ nar sus cajas de comunidad para la defensa del rey de España. En 1805 ocurre la rebelión del trapiche El Potrero (Córdoba). Los negros es­ clavos ajustician a varios dueños de trapiches y se levantan en armas atrayendo a muchos otros esclavos de la región. Demandan la abolición de la esclavitud y el levantamiento es sofocado por 3 mil soldados al mando del virrey Iturrigaray. Los rebeldes se dispersan creando asentamientos cimarrones, que se unirán en 1810 a las tropas del cura de Zongolica, quien se decía seguidor de Hidalgo y descen­ diente del emperador Moctezuma. En septiembre de 1808, los indios, mulatos y negros libres de Chacaltianguis (Guaspaltepec y luego Cosamaloapan), en la margen derecha del Papaloapan, que 23 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

mantienen conflictos de tierras con los marqueses de Uluapan, se enfrentan a las autoridades judiciales que pretendían aprehender a unos «borrachos». El motín causa varios muertos y detenidos. La totalidad de los pobladores de la margen derecha del río se sublevan contra las autoridades locales. Entre 1781 y 1817 ocurren varios motines y desobediencias en la región de Huimanguillo (Acayucan); en inconformidad por la escasa atención civil y eclesiástica en este confín de la Intendencia de Veracruz que terminó por unirse aTabasco des­ de 1855. En 1781 se dio la rebelión de Félix de la Cruz contra el Obispado de Oaxaca, y en la guerra de independencia la famosa «sublevación de los pardos», dirigida por Atanasio de la Cruz contra las disposiciones de las autoridades de Acayucan. Se había dado allí un crecimiento de la población de mulatos libres, productores de cacao y aguardiente, en una zona de contrabando y bandolerismo. Los sectores inconformes fueron base de las guerrillas insurgentes desde 1811 a 1817.

REVUELTAS MÁS DIFÍCILES DE REPRIMIR FRECUENCIA DE MOTINES Y REVUELTAS EN EL SOTAVENTO

u

Motines previos a la independencia

ARCHIVOS agn m

,

Archivo General de la Nación, México.

24 Índice

ALGARADAS,

SEDICIONES

Y TUMULTOS

EN

EL

SOTAVENTO

VERACRUZANO

BIBLIOGRAFÍA J., «Mandinga: The Evolution of a Mexican Runaway Slave Community, 1735-1827», Comparative Studies in Society andHistory. Vol. 19, n° 2, Cambridge, University Press, 1977, pp. 488-505. C o r r o , O ctaviano , Los cim arrones en Veracruz y la fu n d ación d e Amapa, Méxi­ co, 1951. D e l g a d o C a l d e r ó n , A l f r e d o , A cayucan; tierra sublevada. La rebelión indígena d e 1787, Unidad Regional de Culturas Populares del Sur de Veracruz / H. Ayuntamiento de Acayucan, Acayucán, 1989. — «La República de Indios de Tlacotalpan. Rebeliones indígenas durante la Colonia», en G em a L o z a n o y N atal (coord.), Con el sello d e agua. Ensayos históricos sobre Tlacotalpan. iv ec / in a h , México, 1991, pp. 71-101. F l o r e s c a n o , E n r iq u e e I sabel G il S á n c h e z (cornp.), Descripciones económ icas re­ gionales d e Nueva España. Provincias del centro, sureste y su r 1766-1827, fuentes para la Historia Económica de México, sep / in a h , III, México, 1976. G a rcía d e L e ó n , A n t o n io , «Indios de la Florida en La Antigua, Veracruz, 17571770. Un episodio de la decadencia de España ante Inglaterra», Estudios de Historia N ovohispana ( iih - unam ) , Vol. 16, México, 1996, pp. 101-118. — «Sobre los orígenes comerciales del Consulado de Veracruz: comercio libre y mercado interno a fines del siglo xviii (1778-1795)», en H a u s b e r g e r , B e r n d y A n t o n i o I b a r r a (eds.), Comercio y p o d er en Am érica colonial. Los consulados d e com erciantes, siglos x v ii ^ x ix , Iberoamericana-Vervuert-Instituto Mora, Madrid-Frankfurt am Main, 2003, pp. 131-144. H a m n e t t , B rian R., Política y com ercio en el sur de México, 1750-1821, im c e , México, 1976. — «Absolutismo ilustrado y crisis multidimensional en el periodo colonial tar­ dío, 1760-1808», en J o s e f i n a Z o r a i d a V á z q u e z (coord.), Interpretaciones del siglo x v iii m exicano. El im pacto de las reform as borbónicas, Nueva Imagen, México, 1992, pp. 67-108. H u m b o l d t , A leja n d r o d e , Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España (1802), Estudio preliminar de Juan A . Ortega y Medina, México, Porrúa, 1984. L y n c h , J o h n , Am érica Latina, entre colonia y n ación , Barcelona, Crítica, 2001. N av ed a C h á v e z - H ita , A d r ia n a , Esclavos negros en las hacien das de Córdoba, Veracruz, 1690-1830, Xalapa, Centro de Investigaciones Históricas/uv, 1987. — «Insumisos, rebeldes, huidos y cimarrones en Veracruz, Nueva España», en J a im e d e A lm eida (org.), Cam inhos d a Historia d a Am érica no B rasil Ten­ dencias e contornos d e um cam po historiográfico, Brasilia, a n p h la c , 1998, pp. 549-557. C a r r o l , P atrick

25 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

— «De San Lorenzo de los Negros a los Morenos de Amapa: cimarrones veracruzanos, 1609-1735», en Riña C á c e r e s , (comp.), Rutas de la esclavitud en África y Am érica Latina. San José, Universidad de Costa Rica, 2001. pp. 157-174. Rico M e d in a , S a m u e l , «La conspiración de los pardos: Atanasio de la Cruz en Huimanguillo, 1814-1817», Documento de trabajo, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, 2004. S m it h , A d a m , Investigación sobre la naturaleza y causas d e la riqueza d e las naciones, México, f c e , México, (1776) 1958. T a y l o r , W illiam B., «The Foundation of Nuestra Señora de Guadalupe de los Morenos de Amapa», The Americas, Vol. x x v i, Washington d c , Academy of American Franciscan History, abril 1970, pp. 439-446. V a n Y o u n g , E r ic , La crisis del orden co lo n ia l Estructura agraria y rebeliones populares d e la Nueva España, 1750-1821, México, Alianza, 1992. W in ifield C a pit a in e , F er n a n d o , «La sublevación de esclavos en Córdoba en 1735», La P alabra y el Hombre, nueva época, n° 50, Xalapa, Universidad Veracruzana, abril-junio 1984, pp. 26-30. — Los cim arrones d e M azateopan, Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz, 1992.

26 Índice

DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS DE LA CUSE DOMINANTE EN EL RÍO DE LA PLATA TARDO COLONIAL (1770-1810)_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Mariano Martín Schlez U n iv ersid a d N a cio n a l

d e la

P lata- c o n ic e t

OBJETIVOS, OBSERVABLE, FUENTES Y CATEGORÍAS DE ANÁLISIS En la historiografía contemporánea suele ser soslayado el problema de a quié­ nes nos referimos cuando hablamos de clase dominante en las colonias españo­ las en América, repercutiendo en la presición o impresición de sus principales representantes y sus mecanismos específicos de reproducción social. Algunos trabajos plantean como hipótesis la existencia de un personal político especí­ fico, cuya unidad la establece, fundamentalmente, el hecho de ser parte de la burocracia real. Estas investigaciones relegan los fundamentos económicos de su reproducción social y su lugar en las relaciones de producción predominan­ tes, apelando a la capacidad de dichos a actores para moverse libremente en la sociedad, adaptándose a las diferentes coyunturas a través de su habilidad para insertarse en diferentes redes. En este sentido, existe un acuerdo en caracterizar que los comerciantes coloniales, núcleo del poder político y económico en la Colonia, obtenían parte de su ganancia del sobreprecio obtenido por la venta de sus mercancías en mercados distantes. Sin embargo, la naturaleza social de su reproducción suele desdibujarse al realizarse generalizaciones encontradas, con poco asidero en datos empíricos. Por ejemplo, mientras algunos investigado­

27 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

res han caracterizado que «casi todos los comerciantes poseen estancias»,1 otros plantearon que no invertían en tierras rurales, prefiriendo comprar los cueros a los hacendados.2Ambas posturas desatienden las posibles diferencias en los patrones de acumulación, englobando a un conjunto de realidades diferenciadas bajo el rótulo de «comerciantes». No diferenciar a quienes realizan actividades produc­ tivas de quienes se reproducen gracias a un privilegio político que habilita una punción a la circulación, es el principal mecanismo para concluir la imposibili­ dad de «predecir» cualquier tipo de alianza política basada en intereses materiales equivalentes. Si todos son comerciantes, y hay comerciantes en ambos lados de los bandos enfrentados en la revolución, no hay forma de encontrar ninguna ley que determine la movilización de estos individuos.3 Sin embargo, si nos atenemos a un estudio detallado de la naturaleza social de la reproducción de estos sujetos, observaremos que, lejos de un divorcio entre sus actividades económicas y polí­ ticas, encontramos una ligazón imposible de separar. Este trabajo intenta realizar un aporte a esta problemática, partiendo de la hipótesis de que existe en la colonia una dominación política y económica cuyo corazón se expresa en los comerciantes monopolistas, por lo que comenzamos a llevar adelante esta tarea a través del estudio de un caso singularmente significa­ tivo: Diego de Agüero. Comerciante español, Agüero es uno de los principales consignatarios rioplatenses de las casas gaditanas. Como tal, es un reconocido dirigente del grupo denominado comúnmente como «monopolista». Aliado incondicional de Martín de Álzaga, el líder de la oposición al proceso revolucionario de mayo de 1810, participa activamente de la vida política porteña como funcionario del cabildo y del consulado de Buenos Aires. Agüero es, además, tío y socio de Miguel Fer­ nández de Agüero, autor de la representación de los comerciantes monopolistas gaditanos que, en 1809, se enfrentó a la representación d e los h acen d a d os, del revolucionario Mariano Moreno. Confirman la importancia de nuestro observable la inexistencia de estudios sobre su persona y el escaso número de investigacio­ nes sobre comerciantes monopolistas en el Río de la Plata tardo colonial. Comenzaremos a dilucidar la base material de Diego de Agüero apelando a tres tipos de fuentes. Observaremos la relación que mantiene con las casas co­ merciales gaditanas, sus contactos en la Península y el volumen monetario de su giro legal, a través de los registros de navios. Como esta fuente abarca hasta el año 1810, el periodo 1810-1820 lo hemos cubierto con los libros de entradas y salidas de mercaderías de la aduana porteña y con los papeles de la capitanía del puerto. Corroboraremos el volumen de envío de dinero y metálico a España

1. Segreti, Temas, 1987. 2. Socolow, Mercaderes, 1991. 3. Moutoukias, «Power», 1989. 28 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

con los libros de registros de caudales. Nos aproximaremos a los mecanismos utilizados por Agüero para obtener el metálico en América, conoceremos sus ac­ tividades económicas y los mercados y consignatarios que estructuran su giro recurriendo a su correspondencia privada y comercial.Vale destacar que son uti­ lizados en este artículo por primera vez siete copiadores de cartas de Diego de Agüero, hallados en marzo de 2006 en un viejo baúl del Museo Histórico Nacio­ nal de Buenos Aires. Finalmente, nos servirán también algunos aspectos de docu­ mentos judiciales y administrativos, que revelan interesantes cuestiones sobre las relaciones de fuerza en la sociedad rioplatense tardo-colonial. Las fuentes utili­ zadas se encuentran en las salas m, vn, rx, x y x iii del Archivo General de la Nación ( a g n b a ) y en el Archivo Histórico del Museo Histórico Nacional ( m h n ) , ambos de la Argentina. Con respecto a las categorías de análisis, buscaremos marcar los límites de los estudios basados en el concepto de «redes», para explicar lo que consideramos un proceso más complejo que la simple agregación de individuos en torno a afinidades simbólicas. Utilizaremos lo que consideramos el marco teórico más apropiado para resolver los problemas que aquí nos planteamos, el marxismo clásico, por lo que realizaremos un análisis en torno al concepto de clase social.4 El examen de las categorías que dominan el campo académico -y la elección de preguntas que implican otros conceptos como más pertinentes- exceden el espacio de este artículo. Sin embargo, puede consultarse dicha trayectoria en trabajos anteriores.5

EFECTOS POR METÁLICO: CÁDIZ Y EL RÍO DE LA PLATA A fines del siglo xvm, las mercancías no circulan libremente por los mercados debido a la ausencia de la libre concurrencia. El Estado impone una serie de impuestos a la circulación con el objetivo de aumentar sus rentas y los comer­ ciantes deben estar habilitados por un permiso para traficar. Diego de Agüero era uno de estos comerciantes debidamente autorizados por la corona.6 El estudio de los registros de navios y caudales nos permitirá acceder al tráfico atlántico legal de Diego de Agüero. Estas fuentes nos aportan valiosos datos de su giro atlántico: 1) períodos en que se realiza el tráfico; 2) socios y consignatarios; 3) mercados de compra y venta; 4) volumen monetario de mercancías recibidas; 5) volumen

4. Marx, Luchas, 19735. Schlez, «Sólo», 2007. 6 . a g n b a , Sala IX, Consulado, Legajo 3, Expediente 10. 29 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

E N LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

de caudales remitidos a la Península; y 6) mercancías traficadas.7 Pasemos a un breve resumen de estos datos.

Mercados, socios u consignatarios Debido al aislamiento entre los mercados, los comerciantes se veían obliga­ dos a establecer, en las ciudades a las que destinaban sus productos, una especie de agentes delegados, que recibían y distribuían los géneros, para luego enviar las remesas a la metrópoli originaria. Estos mercaderes, llamados consign atarios, recibían las mercancías (consignaciones) y podían actuar de forma individual o asociados entre sí. No cualquiera estaba en posición de transformarse en uno de ellos, ya que poseían un poder político para traficar, otorgado por el Estado espa­ ñol y auspiciado por las casas comerciales de Cádiz. Quienes llegaban a ser parte de este selecto grupo podían, al mismo tiempo, vender mercancías por «cuenta propia» y representar a estas casas comerciales, recibiendo, según marcaba la ley, un 9% de ganancia sobre las ventas.8 Sin embargo, cuando los comerciantes se asocian al interior de los mercados americanos, y consignan sus mercancías entre sí, la comisión se reduce al 4 por ciento.9 Diego de Agüero representa a las casas comerciales gaditanas y, para realizar sus ventas, posee socios y consignatarios en los principales mercados americanos. Las relaciones que establece son varia­ das. Posee consignatarios en Cádiz, que le envían mercancías desde la Península y a quienes les remite, paralelamente, la mayor cantidad del metálico. También se relaciona con diferentes comerciantes porteños que reciben sus mercancías cuando debe ausentarse y actúa, al mismo tiempo, como nexo entre diferentes regiones e individuos. En estos casos, se limita a recibir y reenviar mercancías y dinero, a través de los principales mercados americanos y España. Para clarificar este tipo de relaciones realizamos cuadros diferenciados, ponderando la jerarquía de los contactos a través de dos variables: su duración en el tiempo y el número de transacciones realizadas.

7. Dado que se trata de su principal socio y es imposible discriminar cuáles son activi­ dades separadas y cuáles no, hemos incluido las mercancías remitidas a Miguel Fernández de Agüero y los caudales por él enviados a la Península. Los años 1790/91/92 se encuentran incompletos debido a la ilegibilidad de la fuente por encontrarse en mal estado. 8. Arazola Corvera, Hombres; 1998. 9. Ver, por ejemplo, los resúmenes de cuenta realizados por Diego de Agüero y Salvador de Trucios donde se consigna este 4% de comisión para el consignatario, a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 146, 335 y 370. 30 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

CUADRO 1 SOCIOS Y CONSIGNATARIOS GADITANOS DE DIEGO DE AGÜERO10

Consignatarios y socios

Periodo déla relación

N° de Consignatarios y socios transac­ ciones

Periodo N° de transac­ déla relación ciones

Ignacio Díaz Saravia

17841799

40

Juan Diez Moreno

1785

1

Miguel Fernández de Agüero

17871803

24

Francisco Antonio de las Cuebas

1786

1

Juan de Dios Bailes y Requesans

17851796

14

Juan Quintian Pote

1786

1

Tomás de Carranza y Compañía

17791786

10

Miguel Izquierdo e Hijo 1788

1

Manuel de Céspedes

17921796

10

Juan Enrique Rosales y Compañía

1788

1

Juan Martín Comba

17941802

7

Juan Manuel Caviedes

1789

1

Juan Ángel de Molinuevo

18041809

6

José Danino

1790

1

Bartolomé Lopetedi

17861809

5

Juan José de Uría

1792

1

10. Todos los cuadros de este acápite han sido confeccionados a partir de a g n b a , Sala EX, División Colonia, Sección Gobierno, Registros de Navios, 1770, 1771 (43-5-4; 43-5-5), 1772 (435-6), 1773 (43-5-7), 1774 (43-5-8), 1775 (43-5-9), 1776 (43-5-10), 1778 (43-5-11; 43-6-1), 1779 (43-6-2; 43-6-3); 1780, 1781, 1782 (43-6-4), 1783 (43-6-5); 1784 (43-6-6; 43-6-7; 43-6-8); 1785 (43-6-9; 43-7-1; 43-7-2; 43-7-3; 43-7-4); 1786 (43-7-5, 43-7-6, 43-7-7, 43-7-8, 43-7-9, 43-7-10); 1787 (43-7-11, 43-7-12, 43-8-1, 43-8-2); 1788 (43-8-3, 43-8-4, 43-8-5, 43-8-6, 43-8-7, 43-8-8); 1789 (43-8-9, 43-8-10, 43-8-11, 43-8-12, 43-9-1); 1790 (43-9-2, 43-9-3, 43-9-4); 1790-1791 (27-3-5, 273-6, 27-3-8, 27-3-9, 27-3-10); 1792 (43-9-5, 43-9-6, 43-9-7, 43-9-8, 43-9-9, 43-9-10); 1793 (43-9-11, 45-1-1); 1794 (45-1-2, 45-1-3); 1795 (45-1-4); 1795-1796 (45-1-5); 1796 (45-1-6, 45-1-7); 1797 (45-1-8); 1798 (45-1-9); 1799 (45-1-10); 1800-1802 (45-1-11); 1802 (10-4-6); 1803-1805 (4-10-8); 1805-1810 (10-5-1); Registros de Caudales, 1717-1809 (16-1-3); 1738-1790 (25-7-4); Sala XIII, Contabilidad Colonial, Aduana, Registros de Navios, 1803 (40-3-2, 40-2-5, 40-2-6, 40-2-7, 40-2-8, 40-3-1, 40-3-2, 40-3-3); 1804 (40-7-1, 40-7-2, 40-7-3, 40-7-4, 40-7-5, 40-7-6, 40-7-7, 40-7-8, 40-7-9, 40-7-10); 1805 (40-10-5, 40-10-6, 40-10-7, 40-10-8); 1806 (41-2-5, 41-2-6); 1807 (41-3-9); 1808 (414-9); 1809 (41-5-5, 41-5-6, 41-5-7, 41-5-8); Registro de Caudales, 1768-1778 (46-2-24), 1784-85 (46-2-25), 1786-87 (46-2-26), 1788-89 (46-3-2), 1789-1790 (46-3-4), 1791-1792 (46-3-6), 1792-93 (46-3-8), 1794-1796 (46-3-7), 1802-04 (46-3-9). En los cuadros 1, 2 y 3 consideramos por transac­ ción 1 envío por barco, ya sea de efectos o dinero. En caso que distintos comerciantes realicen envíos al mismo individuo en el mismo barco se contabiliza cada uno de ellos. 31 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

CUADRO 1 (Continuación)

Consignatarios y socios

Periodo de la relación

Consignatarios y socios N° de transac­ ciones

José Fernández de Cossio

17921794

5

Manuel García Fernán­ dez

1793

1

Luís de Estrada

17941795

5

José Feliz Canales

1785

1

Juan Antonio de la Quintana

17841786

4

José Ignacio de Hemas

1794

1

Pablo Páez Jaramillo

17851786

3

Mateo Díaz Saravia

1795

1

Esteban Ventura Mes­ tre

18031804

3

José Rodríguez y García

1795

1

María del Rosario Díaz 1802Saravia 1809

3

Antonio Beau

1796

1

José Gabriel de Villar y Urtusaustegui

1786

3

Miguel Díaz Saravia

1802

1

Alberto García y Canale

1806

3

José de Uría y Guereca

1802

1

Lucas Ignacio Fernán­ dez

1785“ 1786

2

Domingo Fernández Berdeja

1802

1

Pedro Páez Jaramillo

1785

2

Bernardo Gregorio de las Heras

1803

1

Agustín de Arribillaga

1790

2

Juan José de Laje

1803

1

Francisco de Bustamante y Guerra

17941795

2

Manuel Jacinto Retes

1803

1

Alejandro de Soto

1802

2

Juan Francisco Martínez 1804

1

Ramón Savater

1804

2

Domingo de Heras

1806

1

Justo de Gainza

1785

1

Rovira y Ferrer

1809

1

Fuente: a g n

ba,

Periodo N° de transac­ de la relación ciones

Salas IX y XIII, Registros de Navios.

Como podemos ver en el cuadro, Agüero negocia con una importante can­ tidad de comerciantes gaditanos, aunque el grueso de sus relaciones se cir­ cunscribe a una decena de exportadores. En primer lugar, la compañía que más se extiende en el tiempo y con la que Agüero realiza mayor cantidad de 32 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

transacciones, es la de Ignacio Díaz Saravia. Ella parece interrumpirse, debido al fallecimiento de Díaz Saravia, pero continúa hasta 1809, a través de su esposa, María del Rosario Díaz Saravia. El segundo en la lista no es otro que su sobrino, y principal socio en Buenos Aires, Miguel Fernández de Agüero, que viaja perió­ dicamente a Cádiz para realizar en persona los envíos hacia el Río de la Plata.11 También se destaca la relación con Juan de Dios Bailes y Requesans,Tomás de Carranza y Compañía, Manuel de Céspedes, Juan Martín Comba y Bartolomé Lopetedi. Es notable que Agüero, a comienzos del siglo xix, parece realizar un esfuerzo por establecer relaciones con nuevos consignatarios. Es así como ini­ cia negocios con Juan Ángel de Molinuevo, Esteban Ventura Mestre y Alberto García Canale. Pasemos a la segunda categoría de comerciantes vinculados con Agüero, es decir, aquéllos en que reciben sus mercancías cuando debe ausentarse y quie­ nes delegan en él la misma tarea cuando se encuentran fuera de Buenos Aires. El cuadro 2 nos muestra que, nuevamente, quien encabeza la lista es Miguel Fernández de Agüero, seguido por algunos de los principales comerciantes monopolistas porteños, como Juan Antonio Zelaya, Casimiro Francisco de Necochea, Sebastián de Torres, Miguel Marqués de la Plata, Juan Ignacio Ezcurra, José Hernández, José de Martín González, Saturnino Saraza, Manuel de Basualdo, Juan Antonio Lezica, Juan Esteban de Anchorena, Jaime Alsina y Verjés y Juan José Lezica. Al igual que con los gaditanos, a pesar de existir una enorme canti­ dad de comerciantes vinculados,Agüero parece relacionarse regularmente con no más de quince.

11. A los 13 años de edad, Miguel es traído desde España por Diego de Agüero, que para ese entonces ya era un gran comerciante y estaba casado con Petrona Gregorio Espinosa, también hija y nieta de comerciantes. Cuando aún tenía sólo un hijo varón, acudió a España para garantizar la continuidad de la línea comercial. Dieciséis años más tarde, en 1794, Mi­ guel, a los 29 años, se casó con su prima carnal, la hija de Diego, María Ignacia Agüero, de 21 años de edad. Según Susan Socolow, al redactarse el «capital» (acumulación del novio pre­ via al casamiento) de la boda entre Miguel e Ignacia, «queda claro que Miguel, comerciante activo en el comercio con Potosí, había estado bajo la tutela económica de su tío antes del matrimonio». Socolow, Mercaderes, 1991, p. 31. «Entre las sumas que se le debían a Miguel hay 1.529 pesos que le debía el padre de su esposa, ‘...la negociación que ha girado... el dho marido con su padre [Diego Agüero] por cuenta a mitad’. Sin embargo, en la lista de deudas de Miguel había 24.708 pesos que él le debía a su tío, un dinero que sin duda le dieron para ayudarlo a establecerse en los negocios». Ver a g n b a , Registro de Escribano 6 , 1795, folios 132-5v, Capital de Miguel Fernández de Agüero, citado en Socolow, Mercaderes, 1991, p. 45 y Facultad de Filosofía y Letras ( u b a ) , Documentos p ara la historia argentina, Tomo X, Padro­ nes de la Ciudad y Campaña de Buenos Aires (1725-1810), citado en Socolow, Mercaderes, 1991, p. 31. 33 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

CUADRO 2 INDIVIDUOS QUE AGÜERO REEMPLAZA CUANDO SE AUSENTAN Y QUE RECIBEN SUS EFECTOS CUANDO NO SE ENCUENTRA EN BUENOS AIRES

Individuo

Miguel Fernández de Agüero Juan Antonio Zelaya Casimiro Francisco de Necochea

Periodo de la relación 1789-1809 1785-1804 1784-1792

Sebastián de Torres 1796-1803 Miguel Marqués de 1787-1788 la Plata Juan Ignacio Ez1803-1804 curra

N° de Individuo recepcio­ nes Manuel Antonio 47 de Somarriba Juan Esteban 20 de Anchorena Jaime Alsina y 13 Verjés

Periodo de la relación

N° de recepcio­ nes

1792

2

1803

2

18061809 18081809

2

10

Carlos Somoza

2

5

Manuel Antonio del Moral

1783

1

5

Manuel de Arana

1784

1

José Hernández

1804-1809

5

Pablo Ruiz de Gaona

1785

1

José de Martín González

1785-1786

4

Joaquín Pinto

1785

1

Saturnino Saraza

1785

4

1785

1

1784-1785

4

1785

1

1787-1809

4

1786

1

Carlos Camufro

1806-1808

4

1786

1

Miguel Tollo Francisco Díaz Labandera

1784

3

Gaspar de Santa Coloma Doctor José Pa­ checo Miguel de Lizarazu Juan Antonio de Gimeno Martín de Sarratea

1787

1

1784-1785

3

José Cevallos

1784

1

Juan José Lezica

1803-1805

3

1788

1

Juan Agustín No­ guera

1806

3

1789

1

Santiago Castilla

1785

2

1791

1

Cristóbal Avecilla Miguel Sáenz Juan Antonio de la Quintana

1786-1790 1786-1787

2 2

Juan de Gurruchaga Petrona Gregorio de Espinosa Domingo Antonio de Uretegui Félix Grau Ramón de Rozas

1792 1802

1 1

1784

2

Francisco Torres

1804

1

Manuel de Basualdo Juan Antonio Lezica

34 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

CUADRO 2 (Continuación)

Individuo

Isidro José Balbastro Anseimo de la Cruz Bernardo Gregorio de las Heras Bernardino Viana

Fuente: a g n

ba,

Perìodo de la relación

N° de Individuo recepcio­ nes

Perìodo de la relación

N° de recepcio­ nes

1787

2

José Torres

1804

1

1790-1792

2

Francisco Major

1804

1

1790-1792

2

Narciso Marull

1806

1

1792

2

_

_

-

Salas IX y XIII, Registros de Navios.

Veamos ahora el tercer tipo da vínculos unidos por Agüero, es decir, cuando actúa como nexo entre diferentes mercados e individuos. El cuadro 3 nos ofrece un panorama un poco más amplio del giro de Agüero, mostrándonos que sus activi­ dades se extendían hasta los mercados de Santiago y Concepción de Chile, Potosí, La Paz y Quito. El número de consignatarios y transacciones parece demostrar que Buenos Aires y Santiago de Chile son los mercados más importantes al interior de su giro, mientras que confirman a Juan de Dios de Bailes y Requesans, Ignacio Díaz Saravia, Tomás de Carranza y Bartolomé Lopetedi como a sus principales socios gaditanos. En América, José Ramírez de Saldaña,la Compañía de Miguel de la Cavareda, Bartolomé de Ariznavarreta (Santiago); Joaquín de Obregón Cevallos (Potosí); y Manuel José Guisado (Quito), son sus principales contactos. Cuando Agüero remite dinero desde el interior del mercado americano, ge­ neralmente el mecanismo es el siguiente: un agente le envía el dinero con las instrucciones de lo que necesita, Agüero lo recibe en Buenos Aires y lo registra en el primer navio que sale, hacia el destino solicitado (generalmente Cádiz). Sólo en coyunturas bélicas, o cuando el envío es el resultado de un pago a Agüero, el dinero permanece en el puerto de Buenos Aires sin ser remitido nuevamente hacia otro destino. El consignatario le manda a Agüero o bien que del dinero en­ viado tome su comisión y los gastos de embarque o, si los quiere enviar intactos, que incluya todos los gastos en su cuenta corriente. Los envíos son a personas específicas pero, como posiblemente el receptor no se encuentre en el momento de llegada de la remesa, se menciona también a un socio como posible destina­ tario. El mismo mecanismo, pero con sentido inverso, se repite cuando, desde la Península, se destinan mercancías a distintos comerciantes a través de Agüero. En esta actividad, su posición es clave: geográficamente se encuentra en Buenos Aires, uno de los principales puertos comerciales, y, por sus relaciones sociales y políticas, él es el nexo que deben utilizar los diferentes mercaderes para llegar al puerto español. Así lo testimonian las cartas dirigidas a Agüero: 35 Índice

LA

CUADRO 3

C OR O NA

INDIVIDUOS RELACIONADOS A TRAVÉS DE DIEGO DE AGÜERO

33 13 11 8 6

Juan Antonio de la Fuente

1784

Manuel García y Fernández José Retomillo Pablo Páez Jaramillo Felipe Lorente

1 1 1 1 1 1

6

Manuel de Arias

Juan Martín de Aguirre

1774

3

Antonio Mayo

1787

1

Viuda de Aguirre Hijo y Necochea Andrés de Campino

1795-1796 1774

3 2

Juan Domingo Ruiz Juan Antonio de la Quintana

1791 1792

1 1

1787

2 2 2 2

Nicolás Antonio de Herboso y Sa­ ravia Lucas de Hortañón

1794

1

Luis Francisco de Gardeazábal Gabriel José de Fresno Domingo Thomás Terri Juan Esteban de Ezpeleta

1795 1795 1796 1796 1796

1 1 1

Cristóbal Javier de Isturiz

1802

Francisco de Sales Reyna -

1803 -

1 1

Roque Jacinto Huici

1781

1 1 1 1 1

1 1

-

IBEROAMERICANA

Agustín Villota

1791 1802-1803 1774 1774 1774 1774

INDEPENDENCIA

Matheo Díaz Saravia María del Rosario Díaz Saravia Juan Antonio de Arteaga José de Toro Andrés de Goycolea

1788

LA

Juan Martínez Francisco García Nieles

EN

1787-1792

1785 1785 1785 1785 1786

Y SOCIALES

1784-1796 1783-1796 1785-1786 1796-1804 1785-1802

ECONÓMI COS

Juan de Dios Bailes Ignacio Díaz Saravia Tomás de Carranza

CONFLI CTOS

N° de transac­ ciones

L L AMAS.

Periodo N° de transac­ ciones déla relación

Periodo de la relación

Bartolomé Lopetedi Nicolás de la Cruz y Compañía Juan Enrique Rosales

Cádiz

Individuos

Individuos

EN

Mercado

Índice

CUADRO 3 (Continuación) Mercado

Madrid

Individuos

Periodo de la relación

N° de transac­ ciones

Individuos

Manuel José Cabezas

1792-1796

Presbítero Martín de Sotomayor

1783 1795 1796

7 1

Francisco del Portillo Nicolás Fernández Ribera Francisco Antonio Montes

Feliz Gil Justo Cosío Tomás de Carranza

Pablo Páez Jaramillo

1783-1784

3 3 3 2 2

José Ignacio Flemas María Tercia Casas

1785-1786 1794—1802 1785-1796 1788 1792-1794 1794 1795 1774

2 2 2 1

Fray Juan de Dios Herrera y Man­ zana Joseph Montreal Ramón Rosales y Compañía

1785 1785 1788

Melchor de la Xara

1792

Manuel Fonegra Benito Rueda Manuel de Villegas Manuel de Cosio Joaquín de Obregón Cevallos Angel Francisco Sigler

1794 1794 1794 1795 1795 1795 1796 1796 1796 1796

1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1

1

Ana María de Canas Francisco Javier Colapos

1

Luis Martínez de Mata

1 1 1 1

Antonio Nadal y Narrer María Teresa García Francisco Díaz y Orejuela

1803

1 1 1

-

-

-

1796 1802 1802 1802

1

ECONÓMICOS

1 1

José Ramírez Francisca Echavarría

1783 1784 1784 1784

Juan de Oría

Francisco Antonio Bulnes José Rodríguez y García

1793 1794 1794

FUNDAMENTOS

Fabián de Guinea José A, Mesa José Sebastián de Sotomayor

Reynaldo Bretón Juan Martín Comba

LOS

Buenos Aires

7 4

Y

Agustín Martínez Fermín de Garaicochea

1784-1785 1785-1786

_

AGÜE R O

Gregorio Collantes y Estrada Pedro Páez Jaramillo

_

1 1 1

DE

Pedro Fernández Balmaceda Lucía de la Torre Mugica

1

1796 1796 1802

DI E GO

Francisco López

1

Periodo Nó de transac­ ciones de la relación

Índice

CUADRO 3 (Continuación)

21

Antonio Causino

1774

1

1784

7

1774

1

Bartolomé de Ariznavarreta Juan Manuel de la Cruz

1793-1796 1785-1788 1787-1792

7 6 4 2

Conde de la Conquista Cofradía de Nuestra Señora del Rosario

1774 1774

1 1 1 1 1

Francisco Bezamilla

Potosí La Paz

Bernardino Uría Illanes

Quito

Manuel José Guisado

Fuente: a g n

r a,

Salas IX y XIII, Registros de Navios.

1788 1789 1791 1791 1796

1

María Josepha Morandé Pedro García de la Huerta Manuel Fernández Ramírez Celedonio de Villota

1785 1803-1804

1 6

Juan José de la Quintana Valentín de Ochagavía

1785 1792

1785-1786

3 1

-

1795 1792-1796

1 1 1

7

Patricio Antonio Carbajal -

1803

-

1796 -

1 1 1 1 1 1

1 1 1 -

IBEROAMERICANA

José Urrutia y Mendiburu Joaquín de Obregón Cevallos Raymundo Mannes

2

Phelipe Mercado Pedro de Larrea

INDEPENDENCIA

Concep­ ción de Chile

2

1787

LA

Francisco de Echavarría Juan Antonio Díaz

1785-1786 1787-1788 1774 1774 1774 1774

1785 1786

EN

Lorenzo Anadu

2

Micaela de Ipinza Fulgencio Rodenas

Y SOCIALES

José Manuel de Barrena y Com­ pañía María del Rosario Larraín Joaquín de Bustamante

1781-1785 1784-1785

María Josefa de Salas Roque Jacinto Huici

ECONÓMI COS

1784-1796

CONFLI CTOS

José Ramírez de Saldaña Miguel de la Cavareda y Com­ pañía

L LAMAS.

Individuos

EN

N° de transac­ ciones

C OR ONA

Periodo de la relación

Ramón Rosales Salvador Trucios

Santiago de Chile

Periodo N° de transac­ de la ciones relación

Individuos

LA

Mercado

Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

Muy Señor mío, de mi mayor estimación: en cumplimiento de mi cargo y de las órdenes que tengo de Cádiz de los Señores Don Juan de Dios Bailes y Requesans y Don José Rodríguez y Saravia, se me hace preciso continuar mis remesas direc­ tamente a usted en esta atención y pongo en noticia de que [...] tengo entregado cuatro mil pesos fuertes a Don Manuel de Bustamante, quien en la ocasión pre­ sente hace viaje a esa ciudad de Buenos Aires, y por el conocimiento que remito adjunto se impondrá usted pertenecen dichos pesos a Don José Rodríguez y García vecino de Cádiz, y llegado que sea dicho Señor Bustamente a esa, se servirá usted mandar recoger dichos pesos y darle el destino que dichos Señores tengan a usted comunicado.[...] José Marcos Rey, Santiago de Chile, 10 de abril de 1795.12 También el Gobierno de Chile se vale de Agüero para fletar, desde Santiago hasta España, efectos (comestibles y ropa de la tierra) y 100.000 pesos.13

Volumen monetario de envíos de efectos y remesas de caudales Analicemos ahora el volumen monetario del giro comercial de Agüero, princi­ palmente la cantidad de mercancías recibidas desde Cádiz, medida en su equiva­ lente monetario, y el monto de caudales hacia allí remitidos.

CUADRO 4 REMESAS DE CAUDALES ENVIADAS A LA PENÍNSULA POR DIEGO DE AGÜERO (1 7 7 4 -1 8 0 2 )

2 0 0 .0 0 0 -

150.000

.

100.000 -

50.000

.

Valores expresados en pesos fuertes. Se redondea al peso superior a partir de 4 reales. Fuente: a g n b a , Salas EX y XIII, Registros de Navios.

12. a g n , b a , Sala VII, Legajo 761, foja 510. El español antiguo ha sido adaptado para faci­ litar su lectura. 13. a g n , b a , Sala IX, Licencias y Pasaportes, Letra A-LL, Libro 1, Hojas 76 y 77. 39 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S V S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

CUADRO 5 MERCANCÍAS REMITIDAS DESDE CÁDIZ DESTINADAS A DIEGO DE AGÜERO (1779-1809)

Datos construidos en base a los avalúos de mercancías en el puerto de Cádiz. Valores expresados en pesos fuertes. Se redondea al peso superior a partir de 4 reales. Fuente: a g n b a , Salas IX y XIII, Registros de Navios.

El primer dato evidente es que Diego de Agüero comercia exclusivamente con el puerto de Cádiz. Mientras otros comerciantes rioplatenses reciben mercan­ cías de puertos como Málaga, La Coruña, Barcelona, Madrid, Tenerife, Vigo, Gijón, Tarragona, Mallorca, Islas Canarias, La Habana, Santiago de Cuba, Río de Janeiro, Hamburgo, e incluso desde los flamantes Estados Unidos de América, Agüero tan sólo recibe efectos desde Cádiz y hacia allí se dirige el metálico americano remiti­ do.14 Los datos parecieran demostrar que los envíos de efectos desde la Península estuvieron precedidos por remesas en dinero realizadas por Agüero. Es así como los 41.963 pesos enviados en 1774 y 1778 fueron correspondidos con un pe­ queño envío de mercancías por un valor de 4 389 en 1779. El aumento notable de remesas en 1783 y 1784 (133.317 pesos) habilitarían el envío equivalente de efectos de castilla (132.712 pesos). Se desprende también que, a pesar de un envío de remesas en 1773, las re­ formas borbónicas potenciarán el giro de Agüero, fundamentalmente a partir de 1783, cuando aumenten tanto la cantidad de mercancías recibidas, como el metálico remitido. Por otro lado, existe una correlación entre la detención del tráfico y el desarrollo de las guerras europeas. Agüero no recibe mercancías en­ tre 1780-1783, ni envía remesas entre 1779 y 1782, es decir, que la guerra entre España y Gran Bretaña, que se extendió entre 1779 y 1783, bloqueó su giro co­ 14. Tan sólo 1.385 pesos son remitidos a Madrid y 517, a la Coruña. Para profundizar so­ bre el tráfico dirigido a estos puertos puede consultarse Fontana y Bernal, Comercio, 1987. 40 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

mercial.15Años después, las guerras con Francia (1793-1795) y con Gran Bretaña (1796-1802), aunque no le impidieron la remisión de caudales a la Península (que sí se detienen entre 1797 y 1801), bloquearon su recepción de efectos a lo largo de todo ese periodo. A pesar de un nuevo envío de remesas en 1802, y de la recepción de una mínima cantidad de efectos entre 1803 y 1809,1a reanudación del enfrentamiento con Inglaterra en 1804, la posterior derrota deTrafalgar -con el consecuente bloqueo portuario- y la invasión francesa de 1808, serán obstácu­ los demasiado grandes de sortear. La Revolución de Mayo de 1810 acabará final­ mente con la relación de Diego de Agüero con el puerto de Cádiz, destruyendo el monopolio que sustentaba su acumulación.Tras la revolución, Agüero no envía ninguna remesa más a la Península y ya no recibe mercancías remitidas desde allí.16 El contenido del giro comercial muestra que, básicamente, Agüero importa en Buenos Aires efectos de Castilla y remite desde allí, metálico y dinero amonedado, que aparece en los registros bajo la común denominación de pesos.17También son exportados a Cádiz el cobre chileno y los cueros rioplatenses.18 El saldo de la balanza entre América y España nos muestra una notable transferencia de dinero y metálico hacia la Península: mientras que recibe mercancías por 485.784 pesos, remite a Cádiz más del doble, 982.594 pesos. Esta enorme cantidad de dinero enviado cobra real dimensión cuando observamos el total enviado a lo largo de su carrera por otros grandes comerciantes como Manuel de Basavilbaso (4 051 847 pesos), Juan Antonio de Lezica (2.856.332 pesos), Gaspar de Santa Coloma (1.147.617 pesos), Agustín Casimiro de Aguirre (801.434 pesos), Juan Esteban de Anchorena (380.648 pesos), Bernardo Sancho Larrea (319.721 pesos),Vicente de Azcuénaga (315.640 pesos), José Martínez de Hoz (276.674 pesos) o Martín de Álzaga (235.437 pesos).19 Para ponderar esta cantidad de dinero remesada podemos apelar también a una fuente cualitativa, como las M em orias de Antonio Alcalá Galiano, donde afirmaba que «un millón de pesos fuertes (en Cádiz no se

15. Lynch, España, 1999. 16. Los registros de navios propiamente dichos finalizan en 1810. Para observar si Diego o Miguel Fernández de Agüero continuaron recibiendo o enviando mercancías a la península hemos consultado, de la Sala III del a g n b a , los registros de la Capitanía del Puerto, que con­ signan todos los informes elevados al capitán del puerto de Buenos Aires, informándole de las entradas y salidas de mercancías y sus consignatarios. Para confirmar este dato revisamos también las guías de aduana, que muestran las entradas y salidas de mercancías, de la Adua­ na de Buenos Aires. Ver a g n b a , División Contaduría Nacional, Sala III, Capitanía del Puerto (1810-1818), Cajas 1 a 8 y Sala X, Guías de aduana, 1814 (37-1-15), 1817-18 (37-1-16), 1818 (37-1-17), 1819 (37-1-18), 1820 (37-1-19). 17. Estos pesos viajan a Europa bajo la forma de diversas monedas, como pesos de 128 cuartos, doblones de a 16 pesos, doblones de oro, plata, plata doble o plata cuño antiguo. 18. Profundizaremos en el contenido del giro comercial en el siguiente acápite. 19- Según datos recabados por Eduardo Saguier, Genealogía de la tragedia argentina (1600-1900), Buenos Aires, 2007, en línea: http://www.er-saguier.org/obras/gta/Tomo-II/ Seccion-F/Cap-18/Cuadros/00-cuADR-D-3.pdf. [Consulta 10 de marzo de 2009-3 41 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

solía contar por reales) era lo que se atribuía a tres o cuatro de las personas más acaudaladas.Tener cien mil pesos se reputaba estar muy bien».20 Estos datos colo­ can a Diego de Agüero como a uno de los comerciantes que más dinero ha reme­ sado al puerto de Cádiz, en calidad de consignatario de sus casas comerciales. En esta transferencia de valor de un territorio a otro, los comerciantes mono­ polistas, a través de sus intercambios, son los responsables de trasladar las ganan­ cias hacia España. El predominio de la ruta de Cádiz y la constante vehiculización del excedente hacia allí demuestran la estrecha relación colonial entre España y sus colonias hacia fines del siglo x v iii y principios del x r x . Para conocer los mecanismos utilizados para transformar esos efectos en di­ nero debemos dirigir nuestra atención a las actividades económicas desarrolladas por Diego de Agüero en América.

EL MERCADO INTERNO AMERICANO Describir cuándo, qué y dónde Agüero compra y vende mercancías nos per­ mitirá obtener una primera imagen de los mecanismos utilizados para obtener metálico. Para esto utilizaremos los voluminosos copiadores de cartas privadas y comerciales, que abarcan el periodo 1770-1802 (con algunas piezas aisladas que llegan hasta 1810) y la correspondencia recibida por Agüero.Vale aclarar que el sitio donde adquiere la mercancía puede no coincidir con su lugar de pro­ ducción. Por nuestra parte, seguiremos su recorrido desde que llega a manos de Agüero (generalmente desde su compra) hasta que se deshace de ella (venta o consignación), lo que tampoco quiere decir que el producto no siga recorriendo caminos hacia otros mercados. Es fundamental tener en cuenta que, en la mayo­ ría de las ocasiones, Diego de Agüero no es más que un eslabón en una cadena mayor. Es decir, no suele vender al consumidor final, sino que funciona como un nexo entre comerciantes de mercados distantes. El cuadro 6, realizado a partir de la correspondencia comercial de Agüero, nos ayuda a profundizar en su tráfico, complementando la información de los registros de navios. En primer lugar, confirmamos la centraüdad de Cádiz, ya que desde ese puerto llega la mayoría de los productos traficados y hacia allí se di­ rigen, además de las remesas en dinero, las dos principales producciones del Reino de Chile y del Río de la Plata: el cobre y el cuero.21 En Buenos Aires, Agüero compra también esclavos, que llegan desde África en barcos negreros, para ser revendidos allí o internados en el continente, con dirección a Mendoza, Santiago y el Alto Perú. La única mercancía producida en territorio bonaerense y traficada

20. Álzaga, Cartas, 1972. 21. No mencionamos la cascarilla porque sólo conocemos un envío a España. 42 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

por Agüero es el cuero.Vemos, entonces, que Buenos Aires ocuparía el lugar, en el último cuarto del siglo x v i i i , de centro consumidor y redistribuidor de mercancías, quedándose con un porcentaje de metálico en su carácter de intermediaria del tráfico entre las regiones. También confirmamos que el otro gran mercado americano en el giro de Agüe­ ro es el de Santiago de Chile. Allí, vende, fundamentalmente, efectos de castilla, hierro, yerba y libros con el objetivo de conseguir dinero y cobre. Asimismo, las cartas traslucen un mundo más rico y complejo de mercados y mercancías, que incluye las ciudades de Córdoba, Mendoza, Tucumánjujuy, Paraguay y Lima.

CUADRO 6 MERCANCÍAS TRAFICADAS POR DIEGO DE AGÜERO Mercado

Mercancías compradas

Mercancías vendidas

Cádiz

Efectos de Castilla, hierro, alimen­ tos

Cobre, cascarilla, cueros

Málaga

-

Cueros

Buenos Aires Efectos de Castilla, esclavos, cue­ ros, libros, muebles y madera

Efectos de Castilla, hierro, cobre, Vino, cascarilla, Ropa de la tierra, azúcar

Santiago de Chile

Cobre, loza de las monjas

Efectos de Castilla, hierro, yerba, Esclavos, libros, cigarros

Mendoza

Vino, aguardiente (caldos), casca­ rilla

Efectos de Castilla, hierro, escla­ vos, libros, tabaco, azogue, ali­ mentos, chocolate

Paraguay

Yerba, tabaco

Ropa de la tierra

Lima

-

Esclavos

Tucumán

-

Efectos de Castilla

Jujuy

-

Efectos de Castilla

Potosí

Ropa de la tierra

-

Fuente: a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Archivo de Diego de Agüero y m h n , Archivo Histórico, Fondo General, Subfondo Libros copiadores y contables de los siglos xvmy xix, Copiadores de cartas de Diego de Agüero.

Para clarificar esta información, esquematicemos el mecanismo utilizado por Agüero para transformar los efectos recibidos desde Cádiz en dinero: en Buenos Aires recibe efectos de Castilla, que son llevados a Potosí, donde adquiere dinero y ropa de la tierra, que será llevada a Paraguay Allí la intercambiará por yerba y 43 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

tabaco, ambas monedas de la tierra muy apreciadas en los mercados americanos, que serán exportadas a Santiago y Mendoza para obtener, cobre, dinero o algún producto que pueda ser vendido en el mercado de Buenos Aires. Es así como el tráfico con Mendoza y lima se explica por la posibilidad de obtener dinero en forma segura: el vino y el aguardiente eran dos mercancías muy consumidas en Buenos Aires y los esclavos eran comprados en efectivo en el mercado peruano. Además de mercado consumidor y proveedor de ciertos productos, Mendoza funcionaba como un centro redistribuidor: las diferentes mercancías (incluidos los esclavos), que no eran vendidas allí, podían seguir su camino hacia el norte, rumbo al Perú, o hacia la cordillera, camino a Chile. Por otro lado, parecería que los efectos enviados a Jujuy yTucumán son realizados con el objetivo de ser tro­ cados directamente por dinero, ya que no tenemos noticias que Agüero reciba de estas regiones ningún producto. Esta imagen más general del giro de Agüero se traduce también en una estruc­ tura comercial más compleja, que se expresa en un mayor número de socios y consignatarios en los mercados americanos. Veamos un resumen de ellos.

CUADRO 7 MERCADOS Y CONSIGNATARIOS DE DIEGO DE AGÜERO Mercado

Consignatarios y socios

Buenos Aires

Agustín Casimiro de Aguirre, Juan Pedro Aguirre, Julián Gregorio de Espinosa, Juan Ángel Lascano, Rafael Mazón, Pedro Manuel de Velasco, Juan Antonio Lezica

Santiago de Chile

Salvador Trucios, Pedro Landueta, Lucas Fernández Leyva, Amaro Rodríguez, Juan Thomas Echevenz, Pedro Andrés de Azagra, Reynaldo Breton, Juan Antonio Fresno, José Marcos Rey, José María Formos

San Juan

Pedro Echagaray

Mendoza

Pedro Ortiz, Joseph Sevastian de Sotomayor, Pedro Marin, Sevastian Indiano y Ganzué, Pedro Espinóla, Thomas Reynaldo y Bruguera

Tucumán, Salta y Potosí

Manuel José Galup y Francisco de Giondra

Fuente: agn

ba,

Sala VII, Legajo 761, Archivo de Diego de Agüero.

Estos vínculos parecen demostrar que Agüero posee un consignatario princi­ pal que redistribuye, al interior de su mercado, efectos a comerciantes minoristas

44 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

o de zonas alejadas.Al mismo tiempo, este agente realiza las cobranzas, lleva una cuenta corriente a nombre de Agüero -y posee una en Buenos Aires- y es el responsable de enviar el dinero que se recauda o redistribuir las mercancías que no pueden ser vendidas. Es decir que reproduce, a menor escala, su propio papel como consignatario de mercancías llegadas desde Cádiz. Esta es una descripción básica de la estructura comercial americana montada por Agüero para trocar los efectos en dinero y remitirlos a la Península. Veamos ahora, sucintamente, las demás actividades económicas que potenciaron la acu­ mulación de Diego de Agüero.

OTRAS FORMAS DE ACUMULACIÓN

Préstamos monetarios y fiado Una de las primeras y principales actividades desarrolladas por Diego de Agüero fue el préstamo de dinero a diferentes comerciantes que, por distintas coyunturas, se veían necesitados de efectivo. De hecho, la primera actividad de la que tenemos noticia es el otorgamiento de un préstamo: en 1768 su­ ministró a Manuel Gallegos, comerciante de cueros, 3.748 pesos ^4 reales.22 Conocemos estos datos gracias a un juicio de Agüero contra el deudor. El conflicto tiene su origen en la incapacidad de Gallegos para devolver el dine­ ro prestado. Ante esto, Agüero intenta saldar el problema transfiriéndole una deuda propia, para que Gallegos pueda saldarla en cueros. Este hecho nos po­ sibilita observar uno de los mecanismos por los cuales los comerciantes maximizaban su obtención de metálico: no aceptaban que sus deudores salden sus deudas en productos e intentaban no pagar las propias en dinero. Claro que éste era, debido a la escasez de circulante, un objetivo complicado de alcanzar. Cuando la deuda no podía ser cobrada en dinero, Agüero buscaba obtener los productos americanos que más rápidamente podían ser transformados en dinero. Es el caso del cobre, privilegiado a la hora de cancelar deudas por su facilidad para ser revendido. En 1774, por ejemplo, Agüero le solicita a su consignatario chileno Salvador Trucios que le cobre una deuda de 405 pesos 3 reales, en «cobre labrado». Al mismo tiempo, le pide que «dho cobre [...] cuando lo reciva procure salir de el en esa al precio que pueda».23 Claro está que los deudores, en numerosas oportunidades, intentan trocar el acuerdo para abonar en productos de menor valor, a lo que los grandes comerciantes siempre responden con firmeza, apelando al Estado si es necesario. En 1775,

22. 23.

agn b a , agn

BA,

Sala IX, Tribunales, Legajo G -ll, Expediente Buenos Aires, Sala VII, Legajo 761, Foja 34.

6.

45 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

el contador José Antonio intenta pagar una deuda pautada en productos la­ brados en cobre, en especias (polvos) y Agüero no lo permite de ninguna manera.24 En algunos casos en que las deudas eran cobradas recibiendo otros medios de pago, podían resultar un mecanismo de expropiación de medios de vida de pequeños comerciantes y productores directos. Manuel Gallegos, por ejemplo, a falta de dinero, se vio obligado a saldar parte de su deuda entregán­ dole a Agüero una de sus carretas.25Al momento de establecerse el préstamo, el deudor otorgaba una pesada garantía. Como el chocolatero Francisco Arbona, que para que Agüero le adelante azúcar para poder trabajar, ofrecía «mi persona y bienes, muebles, y raíces havidos y por haver», aceptando la acción del aparato jurídico colonial en caso de no poder devolver el préstamo: «Doy poderío [...] a las Justicias, y Señores Jueces de su Majestad a cualquier partes y lugares que vean, para que a su cumplimiento me compelan y apremien por todo rigor en forma y conforme a Derecho».26 Estos documentos no eran re­ dactados en vano ya que, efectivamente, muchos deudores no podían pagar lo pautado. Es el caso de Arbona, que no pudo devolver el dinero y, en 1784, sus bienes fueron embargados y ejecutados por el Estado, en beneficio de Agüero, que ya había solicitado una investigación para conocer todos los bienes expropiables: «Que se hade servir la justificación [...] mandar que comparezcan los mozos que serbian an la Cafeteria y Confituria y que bajo juramento [...] de­ claren donde existen los efectos, plata y alajas correspondientes al expresado Arbona».27 El proceso termina con el chocolatero embargado y preso. En otras oportunidades, Agüero ordena cobrar deudas a pedido de sus alle­ gados y también las salda. Por ejemplo, en 1775, le solicita aTrucios que cobre una deuda de 282 pesos que posee Juan Caldera con Gonzalo Doblas28 y, en 1782, le abona 200 pesos a Bernardo Sancho Larrea por un préstamo que éste le otor­ gó a la esposa de Echevenz, en 1777.29Veamos ahora un resumen de la actividad prestamista de Agüero, desprendido de su correspondencia.

24. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 76. 25. a g n b a , Sala IX, Tribunales, Legajo G -ll, Expediente 6. Probablemente Manuel Ga­ llegos sea la misma persona que Manuel Gallego, uno de los inquilinos de Agüero que son intimados judicialmente a pagar y a desalojar la propiedad, a g n b a , Sala IX, Solicitudes Civiles. Libro 1, Letra A-B, Foja 33. 26. a g n b a ,Sala IX, Tribunales, Legajo 100, Expediente 12, Foja 2, 27. a g n b a ,Sala IX, Tribunales, Legajo 100, Expediente 12, Foja 3. 28. a g n b a ,Sala VII, Legajo 761, Foja 60. 29. a g n b a ,Sala VII, Legajo 761, Foja 395. 46 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

CUADRO 8 PRÉSTAMOS DE DINERO OTORGADOS POR DIEGO DE AGÜERO (1768-1799) Monto

Beneficiario

Actividad

3.748 130

Manuel Gallegos Ana María Herrero

1775

1.206,6 64

José Ant. Zipriano Rodrigo

1775

36

Josef Sebastián Sotomayor

Comerciante Esposa del contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Sobrino del contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Allegado al contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile

1775 1775

7.019 3-318

1775 1775 1775 1775 1777

24 4.078,6 20 636 750

José Raminos y Juan Varanilla Martín Salzer y Miguel Pesur de Cotapos María del Carmen Díaz Varios José Antonio Díaz Amaro Rodríguez Ana María de Herrero

1777

1.300

Ana María de Herrero

1778

300

Pedro Andrés de Azagra

1778

1.700

Pedro Javier de Azagra

1779

683,2

Pedro Javier de Azagra

1780 1780 1781 1781

6.000 6.000 3.000 1.979,6

Juan Antonio de Lezica José Antonio de Lazcano Antonio Ugarte y Cortázar Francisco Bruno de Rivarola

1782 1782

1.000 152

José Francisco Lazcano Juan Thomás Echevenz

1786 1787

1.590 500

Pablo Páez Jaramillo Juan Thomás Echevenz

1789

200

Juan Thomás Echevenz

1796

250

Martín de Álzaga

Año de solici­ tud 1768 1773 1774

__

— Comerciante Esposa del contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Esposa del contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Superintendente de Azogue del Reino de Chile Familiar del contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Familiar del contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Comerciante Allegado a comerciante Allegado a comerciante Comerciante y Asesor del Consula­ do de Buenos Aires Allegado a comerciante Contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Comerciante Contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile Comerciante

47

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

CUADRO 8 (Continuación)

Año de Monto solici­ tud 1796 150 1796 250 100 1797 50 1797 50 1797 550 1799

Beneficiario

José María del Castillo José María del Castillo José María del Castillo José María del Castillo José María del Castillo Mateo Díaz Saravia

Actividad

Comerciante Comerciante Comerciante Comerciante Comerciante Comerciante

Totales 46.833,5 Los valores monetarios están expresados en pesos fuertes de a ocho reales.

Fuente: a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Archivo Diego de Agüero y Sala IX, Tribunales, Legajo G -ll, Expediente 6.

A pesar que estos datos deben completarse con los registros notariales de la ciudad de Buenos Aires, la correspondencia de Agüero nos permite aproximarnos a algunos de los beneficiarios de los préstamos realizados por Agüero. Esta pri­ mera aproximación parecería confirmar que los comerciantes, burócratas y sus familiares y allegados son sus receptores: Salvador deTrucios, Domingo Belgrano Pérez, Pedro Andrés de Azagra, José María del Castillo y Martín de Álzaga, son algu­ nos de ellos. La ventaja de recurrir a esta fuente es que podemos llegar al verdade­ ro solicitante del préstamo, que escribe a Agüero solicitándolo, más allá de quien figure en los documentos oficiales, que se reducen a mostrar el monto y la firma del beneficiario directo.30Además de que la correspondencia nos permite aproxi­ marnos también a la conciencia de Agüero, a través de ciertos comentarios que, en confidencia, les hace a sus consignatarios, expresando su moral y su visión del mundo: luego de prestarle al recién llegado José Antonio Díaz 20 pesos, le co­ menta aTrucios «dho Diaz viene de España según me parece a aprender a hablar franzes, mejor le hubiera estado haverse impuesto en el oficio de su padre».31 Como vemos, los préstamos parecen acompañar toda la carrera comercial de Agüero, desde 1768 hasta 1799. En ellos habría invertido unos 46 833 pesos, a los que deberíamos sumarle, para aproximamos a las ganancias que le habrían aporta­ do, el 5% que habitualmente se cobraba por este servicio.32 Sin embargo, estaríamos sólo ante una aproximación muy vaga, ya que cobrar el dinero prestado no era

30. Por ejemplo, todos los préstamos a Ana María Herrero son, en realidad, otorgados a su esposo, el Contador del Tribunal de Cuentas de Chile, Thomas Echevenz y Zipriano Reyes recibe 64 pesos en calidad de sobrino de Pedro Andrés de Azagra. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 51. 31. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 102. 32. Gelman, Mercachifle, 1996, p. 128. 48 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

para nada sencillo en la colonia, A pesar de contar con el Estado, las distancias y el quiebre de los pequeños comerciantes fomentaban la dilación en los pagos. Por ejemplo, en 1775, Juan Caldera no pudo abonar su deuda, de más de 200 pesos, con Agüero «por haber padecido el quebranto de que le comisaron la que traía de esa en el transito de la Cordillera». Agüero se ve obligado a perseguir a sus deudo­ res, que muchas veces viajan por América, dificultándose su localización.33 En esta cuestión, Agüero contaba con la fiel colaboración de SalvadorTrucios, que hacía las veces de cobrador de deudas atrasadas. Signo de su lealtad es la remesa de 1775 (un año de numerosos préstamos), cuando le envía 15 267 pesos 4 reales, en concepto de las deudas que Agüero le había encargado cobrar, aunque todavía no había podi­ do cobrar todo, poniendo de su propio peculio el dinero faltante.34 Los préstamos tenían otro ribete: el adelanto de mercancías. Los protocolos notariales ( a g n b a ) , nos permitirán aproximarnos al fiado al interior del mercado americano.

CUADRO 9 FIADO AL INTERIOR DEL MERCADO AMERICANO (1774-1808) Fiado en pesos

Año

Fiado en pesos

1774

-

2.407 3.842

1793 1794

4.970

1775 1778

12.685 33.950

1795 1796 1800 1801 1802

12.241 18.721 54.711 6.500

18.651 48.671

1803 1804

26.668

1805 1806 1807 1808

Año

1783 1784

-

1785 1786 1787 1788 1789 1790

33.943 6.456 51.007

54.989 74.714 25.509 _

1.324

1791 1792 1.636 TOTAL 493.235 Los valores monetarios están expresados en pesos fuertes de a ocho reales.

Fuente: a g n

33. 34.

ba,

agn b a , agn b a ,

Sección Tribunales, Protocolos Notariales.

Sala VII, Legajo 761, Fojas 77, 78 y 84. Sala VII, Legajo 76l, Fojas 66 y 67. 49 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Como vemos, el número total es similar al volumen monetario de efectos re­ cibidos desde Cádiz, lo que expresa que Agüero habría otorgado buena parte de sus mercancías en forma de fiado al interior. La explicación de este hecho remite a lo ya dicho anteriormente por otros investigadores: en la sociedad colonial, la gran mayoría de las consignaciones era al fiado, al igual que las ventas. No existía forma de que un comerciante desarrolle su actividad sin recurrir a él. Por otro lado, así como los préstamos eran una actividad recurrente de los comerciantes más poderosos, también se contaba entre sus actividades prestar determinados servicios, por ejemplo, administrar fortunas ajenas. La viuda de un comerciante, Catalina de Pizarro, peticionó a la corte para que nombrara a Diego de Agüero «guardián financiero» de su hijo, Miguel José Caviedes, en lugar de ella. Opinaba que el capital requería de un buen comerciante que garantizara un uso provechoso y afirmaba que «una mujer por su mismo sexo y calidad no puede entrar en aquellos manejos y negocios que son indispensables para el acrecenta­ miento de bienes».35 Los préstamos, en síntesis, son un claro ejemplo de cómo la usura reproduce al capital mercantil, que no reinvierte sus ganancias en la producción, sino que se reproduce a través de mayores punciones a la circulación.

Negocios inmobiliarios Diego de Agüero estuvo vinculado al negocio de los bienes raíces, más especí­ ficamente, al alquiler de propiedades urbanas. No sólo alquilaba sus propiedades, sino que también era el apoderado de Tomás de Echevenz, contador del Tribunal de Cuentas del Reino de Chile, que adquirió predominancia gracias a que recibió, en 1778, una importante cantidad de propiedades en Buenos Aires de parte de su esposa Ana María Herrero.36Ya en 1778 vendió una estancia en Luján, que fuera de su suegro, Juan de Herrera, a Alonso González por 2.178 pesos 1 real.37 En septiembre de 1780, a raíz de cierto descontento en el manejo de sus negocios por parte de Matheo Ramón de Álzaga, como el descuido en el manejo del Mo­ nasterio de Santa Catalina de Córdoba o del Convento de la Merced, en Buenos

35. a g n b a , Sucesiones 5342, Testamentaria de Don Manuel Caviedes, 1788, citado en Socolow, Mercaderes, 1991, p. 50. 36. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 3. Al momento de firmarse dicho traspaso de bienes el representante en Buenos Aires de Echevenz era, todavía, Mateo Ramón de Álzaga. El traspaso a Diego de Agüero comienza a realizarse en julio de 1780 y se confirma finalmente en abril de 1781. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 5. 37. a g n b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 271 a 274. 50 Índice

DIEGO



AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

Aires,38 Echevenz pasa a ser representado por Diego de Agüero.39Al momento del traspaso, tiene a su favor, en Buenos Aires, 4.194 pesos 3 34 reales,40 monto que se incrementará rápidamente bajo la gestión de Agüero: en 1780, le vende una casa a Manuel de Basavilbaso en 21.000 pesos y una chacra a Manuel José de Borda en 6.520 pesos.41 Entre las propiedades más importantes de Echevenz se incluía un solar en la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo) y la chacra «De Castro», sita a dos leguas y media de la ciudad. Por una deuda impagada, sabemos también que era el propietario de la casa donde funcionaba el Tribunal de Cuentas en Buenos Aires. Un reclamo de Agüero ante el Gobierno colonial nos aproxima al costo de los alquileres de casas de lujo en la Buenos Aires de 1781. El valor anual del alquiler de la casa delTribunal de Cuentas era de 450 pesos. El reclamo se inició cuando la deuda, de 15 meses, ascendía a 562 pesos.42 El juicio se resolvió a favor de Echevenz y Agüero el 7 de marzo de 1782, fecha en que se ordenó saldar la deu­ da definitiva, ya que la casa había sido adquirida por Miguel de Azcuénaga.43 La deuda, por un año, once meses y veintisiete días, ascendía a 895 pesos 6 reales y fue finalmente cobrada el 2 de junio de 1783. Esta casa se encontraba en la Plaza mayor, lindando con el Palacio Episcopal, la calle «De las Ánimas» y con la casa de Vicente de Azcuénaga. Por ella, Echevenz cobró la misma suma abonada por Basavilbaso, 21.000 pesos, lo que nos habla de un patrón en el costo de las casas de lujo en la Buenos Aires colonial. Pero además de casas lujosas, Echevenz alquilaba pequeños cuartos a un cos­ to mucho más bajo que rondaba, hacia 1779, los 5 pesos mensuales.44 Cuando, en 1780, Agüero recibe el manejo de sus negocios, confecciona un cuaderno a 38. Tras asumir los negocios de su nuevo representado, Agüero realiza una serie de ventas con el objetivo de cumplir con varios pagos atrasados sobre censos y capellanías de propie­ dades eclesiásticas. Por ejemplo, con la venta de la casa comprada por Azcuénaga le abona a Juan José Lezica, apoderado de las monjas cordobesas, $4.103, mientras que, $572, van para la capellanía de Cayetano Fernández de Agüero, a g n b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 386 a 392. 39. agn b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 269 y 270. 40. Claro que no obtiene esta ganancia neta, ya que también posee numerosas deudas que son debidamente contabilizadas por Álzaga en el resumen de cuenta que le pasa a Agüe­ ro. Ver agn b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 345 a 356. 41. La carta tiene por motivo principal instruir a Agüero sobre la defensa de sus intereses en un juicio frente a José Andonaegui, que intenta detener la venta de una casa a Miguel de Azcuénaga. agn b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 267, 268, 270, 572 y 591. 42. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 6. Echevenz llega a obte­ ner esta casa ya que perteneció a la abuela de su mujer, Ana María Herrero, a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 9. 43. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 22. El «clan» familiar Azcué­ naga - Santa Coloma eran uno de los más importantes propietarios de Buenos Aires. En 1794, Gaspar de Santa Coloma le alquila una de sus casas al Tribunal del Consulado de Buenos Aires, a un costo mensual de $720 (que por necesidad de arreglos se fijarán, finalmente, en $750). Ver a g n b a , Consulado de Buenos Aires, 1936, p. 218 y p. 244. 44. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 273 y 274. 51 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

partir de los datos otorgados por su ex apoderado, Matheo Ramón de Álzaga. Una mirada a su contenido nos da una idea más acabada del negocio inmobiliario en la Colonia.

CUADRO 10 COSTOS DE ALQUILERES DE PROPIEDADES ADMINISTRADAS POR AGÜERO EN BUENOS AIRES (1780) Costo

Tipo de contrato

Casa

$450

Anual

Esquina y trastienda

$15

Mensual

1 Cuarto

$4

Mensual

2 Cuartos

$12 (los dos)

Mensual

1 Cuarto

$5

Mensual

1 Cuarto

$6

Mensual

1 Cuarto

$5

Mensual

Upo de Propiedad

Ingreso mensual

$84,5

Ingreso anual

$1.014

Fuente: agn

ba ,

Sala VII, Legajo 761, Fojas 568 a 576.

Como ya dijimos, en la casa funcionaba el Tribunal de Cuentas. En los dos cuartos unidos el inquilino poseía una barbería.45 En el caso de los contratos mensuales, el cuaderno de cobros muestra que, generalmente, los pagos se hacen en forma anual o, incluso, en períodos de tiempo mayores. La actividad inmobiliaria tampoco puede considerarse una actividad produc­ tiva, ya que Agüero no construye casas con el objetivo de venderlas o alquilarlas, sino que comienza a realizar esta actividad cuando ya se encuentra establecido como un gran comerciante, invirtiendo su dinero en una actividad que profundi­ za los rasgos descritos anteriormente.

45.

agn b a ,

Sala VII, Legajo 761, Foja 569.

52 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

Capellanías Diego de Agüero fundó, en 1804, una capellanía «principal de 20 pesos» a favor de su sobrino, Juan Manuel Fernández de Agüero. Esto lo sabemos gracias a que, en 1805, la Real Hacienda le exigió el pago del 15%, gravamen impuesto por el rey a dicha acción. Según la defensa de Agüero, ese 15%, que equivaldría a la suma de 300 pesos, no debería ser exigido, ya que el escribano, en el momento de la fundación, no le informó de este gravamen real. De haberlo hecho, él tal vez no habría realizado tal fundación. Pero esta no es una actitud individual de Agüero. En su alegato firman, además, 24 dueños de capellanías que, por diversos motivos, solicitan los eximan del mismo pago adeudado.46 Quienes también poseen capellanías, «sobre las casas [...] en la fuente del sur de la Plaza mayor de esta Ciudad»,47 son JuanThomás de Echevenz y su esposa. En 1782, a través de Agüero, le abonan a su hijo, Julián Cayetano Fernández de Agüero, sacerdote de la Catedral de Buenos Aires, 171 pesos 6 reales, por seis años de réditos, a razón de 28 pesos 5 reales al año.48 En su libro de cuentas, Agüero da cuenta de varios pagos más, realizados en nombre de Echevenz, por capellanías y censos: 100 pesos pagados por un censo sobre una casa; 600 pesos entregados a Juan José Lezica, apoderado del Monasterio de Santa Catalina de Córdoba del Tucumán, por otro censo; 120 pesos pagados al Convento de la Merced y 71 pe­ sos, nuevamente cobrados por el cura Cayetano Fernández de Agüero, por otra capellanía sobre una casa.49 En 1782, Agüero le abona también a Lezica 1.703 pesos por una deuda total de 3.000 pesos, resultado de siete años y ocho meses que debía al mismo Monasterio.50Al corroborar el traspaso de Álzaga a Agüero, Echevenz confirma la existencia de una capellanía sobre una estancia en Luján, transferida a Alonso González, de 75 pesos anuales.51 Agüero también posibilita cumplir los últimos deseos caritativos de los devo­ tos comerciantes rioplatenses. En 1787, la esposa de Juan Thomás de Echevenz se encuentra enferma gravemente. Echevenz le informa a Agüero que ella «determi­ nó por su última voluntad se hiciese la donación de quinientos pesos para costear un altar de mi Sra. Sta. Ana en esa Catedral».52 Echevenz realizó su pedido a Agüero el 1 de febrero de 1787 y Josefa Tijano murió, finalmente, el 7 de febrero de 1787. En su respuesta, Agüero le informa que un altar en la Catedral de Buenos Aires

46. a g n b a , Sala IX, División Colonia, Sección Gobierno, Hacienda, Legajo 124, Expediente 3161, 34-6-2. 47. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 375. 48. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 374 y 375. 49- a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 571 a 576. 50. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 384 y 385. 51. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 381. 52. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 458, 460, 462 y 463. 53 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

tiene por costo unos 2 OOO pesos, a lo que Echevens le solicita que intente con­ seguir los 1 500 pesos faltantes entre los «muchos devotos» de la ciudad. Manuel de Basavilbaso será uno de los contribuyentes y el altar se comenzará a construir de manera que luego pueda completarse con las limosnas cotidianas de los fieles. Claro está que Agüero fue quien prestó ese dinero.

¿DE DÓNDE SALE LA GANANCIA? LA REPRODUCCIÓN SOCIAL DE AGÜERO Y LA NATURALEZA DEL COMERCIO MONOPOLISTA La descripción anterior nos muestra que la dinámica básica del tráfico de Agüero es obtener efectos de Castilla en Cádiz y llevarlos hacia los mercados don­ de puede realizar su venta en efectivo para, luego, enviar remesas en dinero hacia la península. Sin embargo, no resulta tan fácil obtener el metálico. En la mayoría de las ocasiones, Agüero debe intercambiar sus mercancías para obtener otro producto y será este último el posible de ser convertido en metálico en algún otro mercado americano. Esto ocurre con el cobre (chileno), la yerba (paraguaya, santafesina y misionera), el vino (mendocino) y la ropa de la tierra (potosina): su adquisición se basa en la alta necesidad de estos productos en los mercados americanos, y en la posibilidad de que estos pueden ser intercambiados por di­ nero finalmente. A estas actividades comerciales, Agüero sumaba los préstamos monetarios y los negocios inmobiliarios. Es así como Diego de Agüero posee el corazón de su acumulación en el tráfico con Cádiz. Los informes epistolares de sus consignatarios confirman la importan­ cia del puerto gaditano, al expresar el grave perjuicio sufrido cuando el vínculo se ve interrumpido por algún motivo: Este comercio o los que por mejor decir los componen se hallan mui consterna­ dos por la falta de los dos Registros Principe San Lorenzo y Aurora, que salieron de Cádiz con muchos intereses desde el día 5 de enero y hasta el presente no sabemos de su paradero con la noticia de no haver arribado al Callao el dia 8 de Agosto. 53 Esta dependencia del monopolio es la que determina el enfrentamiento con los enemigos de España y todo aquel que busque aniquilar este privilegio. El avance de las mercancías producidas bajo las relaciones sociales capitalistas in­ glesas amenazaba la ganancia de los monopolistas, que veían en su competencia el origen de su crisis.Trucios escribe a Agüero, en 1781: «Con las novedades que acaecen en esa por el recelo de la venida de ingleses, no se si usted habrá muda­

53. Salvador de Trucios, 14 de Septiembre de 1775,

agn ba ,

Sala VII, Legajo 761, Foja 88.

54 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

do de parecer en asunto a la venta de los efectos que existen de su cuenta en mi poder».54 La misma situación se repite cuando una fragata portuguesa (probablemente con productos ingleses) arriba al Río de la Plata afectando la ganancia de los co­ merciantes monopolistas: Con ocasión de que se advierte probablemente el destino de una Fragata portu­ guesa desde Cádiz para ese Río de la Plata con registro de ropas y considerando que con su llegada atemperara el precio del paño grana y azul de primera me veo en la precisión de molestar la atención de usted para que se sirva propor­ cionarme trece varas del primero y misma cantidad del segundo.55 La correspondencia da cuenta de cómo incluso las reformas borbónicas asus­ tan a los comerciantes monopolistas, que temen la llegada de una mayor cantidad de mercancías competitivas: El Real decreto de Libre comercio nos tiene en gran consternación pues según opiniones se espera que estos puertos se han de llenar de navios y con los efectos que pasasen de esa a esta ha de haber muchas baraturas y pérdida de interesados lo que servirá a usted de gobierno. Salvador de Trucios, Santiago de Chile, 12 de agosto de 1778.56 En cambio, el negocio se vuelve redituable cuando existe escasez de mercan­ cías y es posible inflar los precios, acrecentando la ganancia: «He tenido la suerte de encontrar esta Plaza sumamente escasa y principalmente de los artículos que elegí concurriendo mucho la cobardía que tuvieron los de este comercio así como fueron traídos los 60 mil pesos hubieran sido 200 se despacharían con bre­ vedad y ventajas»,57 relataba José María Formos a Diego de Agüero, desde Santiago de Chile. Una transacción de vinos puede darnos una aproximación de la ganancia obtenida por Agüero. En 1776, el consignatario mendocino Pedro Ortiz reclama 1.629 pesos por 210 botijas de vino enviadas. Teniendo en cuenta que el costo del flete hasta Buenos Aires fue de 940 pesos y la venta de cada botija rondó entre 16 y 18 pesos, la venta de la mercadería habría aportado unos 3.780 pesos, es decir, una ganancia para Agüero de 2.151 pesos, lo que nos da una idea de la rentabilidad de este tipo de negocios. La correspondencia nos otorga varios 54. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 339. 55. Juan Thomas de Echevenz, Santiago de Chile, 5 de Agosto de 1781. a g n b a , Sala Vil, Legajo 761, Foja 343. 56. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 175. 57. José María Formos, Santiago de Chile, 10 de mayo de 1802. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 538. 55 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

ejemplos que ilustran los esfuerzos realizados por los comerciantes por subir el precio de venta al máximo: queda en mi poder el corte de vestido de terciopelo aprusinado y el de chupa de tesu que usted me dirigió en el actual correo, en un envoltorio franco perte­ neciente uno y otro a su primo Don Gregorio Bernardo de Las Heras, para cuya venta haré las diligencias posibles, así para la mayor brevedad como para el mejor precio, valiéndome para este fin de la nota que me incluyó usted de sus prin­ cipales costos en España, contentándome sobre ellos en un 50 % si lo pudiere conseguir.58 La diferencia de precios es también evidente en la venta del cobre chileno. Trucios escribe en 1782: Al retorno del convoy que se juntara en Montevideo pudiera proporcionarse la venta del cobre que tengo en poder de usted a 16 pesos quintal y tal ves por mas en la inteligencia de valer en Cádiz a 24 J/2 pesos a que se vende el que usted embarco de mi cuenta en el Príncipe San Lorenzo, y de no valga en esa el precio de a 16 pesos lo mantendrá usted en su poder hasta mi segunda orden.59 El carácter totalmente aleatorio de los precios se expresa mejor en las órde­ nes de Agüero de «vender por el precio que sea posible».60 En numerosas oportu­ nidades, ella es la única disposición que guía a sus consignatarios en los mercados americanos.

CONCLUSIONES Diego de Agüero es parte del circuito comercial conocido como «ruta de Cá­ diz», pues une el puerto peninsular con los principales mercados americanos: Buenos Aires, Mendoza, JujuyTucumán, Santiago de Chile, Paraguay, Lima y Potosí. Las transacciones por él realizadas tienen por objetivo enviar la mayor cantidad de dinero y metálico a la Península. Para esto vende efectos de Castilla y, en oca­ siones, intercambia estos productos por otros, para revenderlos en los mercados 58. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 218. 59. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 411. 60. O «la venda usted en aquella Capital por el precio mejor que pueda», a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 122. En otras cartas Agüero confía en quesu consignatario «procurará el ma­ yor beneficio que el tiempo ofrezca», a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 126. Este tipo de órde­ nes es común para los comerciantes monopolistas de la época. En 1806, Martín de Álzaga le solicita a su socio en Cádiz, que venda los cajones de cascarilla que le remitió desde América «al mejor precio que sea posible, y lo permita la plaza». Álzaga, Cartas, 1972, p, 87. 56 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

americanos y obtener dinero o alguna de las producciones exportables: cobre y cueros, fundamentalmente. Este primer acercamiento nos permite concluir que Agüero ocupó un lugar de privilegio en la sociedad colonial basado en el poder político feudal. Lo que le garantiza a Agüero la posibilidad de comerciar sin competencia es su «habili­ tación», es decir, el permiso de la Corona y las constantes restricciones contra comerciantes competidores. Su ganancia, entonces, aparece como una forma de enajenación sobre la circulación que toma la forma de renta. Las mercancías acumuladas no representan un «capital», porque no son el producto de relacio­ nes capitalistas. Es así como el monopolio gaditano es el principal sostén de su acumulación, asentada en la diferencia obtenida entre la compra y la venta de productos entre mercados lejanos, desconociendo los compradores los pre­ cios de origen.61 El interés común que unifica a Agüero y a los monopolistas es la defensa de este monopolio, cuyo objetivo esencial es retardar la tendencia niveladora entre valor y precio, es decir, la tendencia al reconocimiento de valores sociales.62 Mientras que el feudalismo impulsa esta acción, la creciente producción capitalista a nivel mundial fomenta la unidad entre valor y precio, eliminando el carácter arbitrario de los precios, que es el origen de la ganancia de los comerciantes monopolistas.Agüero pertenece, entonces, a una clase so­ cial: una burguesía subsidiaria del feudalismo español, por lo que lucha por la preservación de sus intereses y combate toda tendencia que amenace la fuente de su reproducción social. Su ganancia y reproducción dependen, entonces, de relaciones políticas feudales, a saber, del mantenimiento del sistema colonial y del monopolio comercial español. La expansión de la Revolución francesa, que dará inicio a las guerras europeas, comenzará a dislocar su giro comercial. Las medidas implementadas por España, ante el bloqueo de Cádiz, que autorizaron el comercio con naciones neutrales y puertos extranjeros, profundizarán esta desarticulación. El triunfo de la Revolución de Mayo terminará por aniquilar las prerrogativas que le permitían a Diego de Agüero acumular, destruyendo el origen de su poder social: el Estado feudal español y el conjunto de relaciones sociales precapitalistas que lo sostenían.

61. La aleatoriedad de los precios de las mercancías coloniales es manifiesta en la co­ rrespondencia de Agüero. En una cuenta por la venta de 210 botijas de vino, que envió a su consignatario en Mendoza Pedro Ortiz, le advierte: «Por 3.011 pesos, 4 reales, importe total de la venta de dichas botijas a distintos sujetos y precios a que han sido vendidas como por menor»*, a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 146, 62. Marx, Capital, 2000. 57 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

ARCHIVOS Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina. Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, Argentina.

a g n ba, m hn,

BIBLIOGRAFÍA Cartas ( 1806-18079, Bs. As., Emecé Editores, 1 9 7 2 . Hombres, barcos y com ercio d e la ruta CádizBuenos Aires (1737-1757), Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1998. F o n t a n a , J o s e p h , B er n a l , A. M., El com ercio libre entre España y Am érica Latina, 1765-1824 , Madrid, Fundación Banco Exterior, 1987. G aravaglia , J u a n C a r l o s , «Un capítulo del Mercado interno colonial: el Paraguay y su región (1578-1682)», en Nova A m ericana, I, Torino, 1978. G aravaglia , J u a n C a r l o s , M ercado interno y econ om ía colonial, México, Grijalbo, 1983. G arcía B a q u e r o G o n z á l e z , A n t o n io , C ádiz y el Atlántico, 1717-1778: el com ercio colonial español bajo el m onopolio g ad itan o, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 2 vol., 1976. G e lm a n , J o r g e , De m ercachifle a gran com erciante. Los cam inos del ascenso en el Río d e la Plata colonial, u n ia r a , España, 1996. J o h n s o n , L y m an y T á n d e t e r , E n r i q u e (comp.), Econom ías coloniales. Precios y salarios en Am érica Latina, siglo x v iii, Buenos Aires, f c e , 1992. L e G o f f , J a c q u e s , M ercaderes y banqueros en la E dad Media, Bs, As., Eudeba, 1975. L y n c h , J o h n , La España del siglo xvrn, Barcelona, Crítica, 1999. M a r x , C a r l o s , Las luchas d e clases en F ran cia, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1973. M a r x , C a r l o s , El Capital, f c e , México, t. III, 2 0 0 0 . M o u t o u k ia s , Z a c a r ía s , -Power, Corruption, and Comerse: The Making of the Local Administrative Structure in 17th Century Buenos Aires», en Hispanic Am erican Review, primer trimestre 1989R o m a n o , R u g g ie r o , «Movimiento de los precios y desarrollo económico: el caso de Sudamérica en el siglo xviii», en Desarrollo Económ ico, v. 3, núm. 1, abrilseptiembre, 1965, pp. 31-43. R o s a l , M. A., «Transportes terrestres y circulación de mercancías en el espacio rioplatense (1781-1811)» en Anuario ie h s , III, Tandil, 1988. S c h l e z , M a r ia n o , «¿Sólo una cuestión de management? Un balance del estudio de los comerciantes rioplatenses coloniales», en XI fo rn a d a s Interescuelas Tucum án, Departamentos de Historia, 2 0 0 7 . Á l z a g a , M a r tín d e ,

A ra zo la C o r v er a , M aría J e s ú s ,

58 Índice

DIEGO

DE

AGÜERO

Y

LOS

FUNDAMENTOS

ECONÓMICOS

A., Temas d e historia colonial: com ercio e injerencia extran­ jera, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1987. S o c o l o w , S u s a n , L o s m ercaderes del Buenos Aires virreinal: fa m ilia y com ercio, Buenos Aires, De la Flor, 1991.

S e g r e t i , C a r l o s S.

59 Índice

HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO DE LA DIRECCIÓN DEL CUERPO DE PATRICIOS (BUENOS AIRES, 1806-1810) Emilio Fabián Harari Universidad de Buenos Aires-CONICET

El proceso político que se inaugura en Buenos Aires en junio de 1806, con la primera invasión inglesa, parece ostentar, sobre la historia de la capital del Virreinato del Río de la Plata, ciertas características que lo transforman en único en la historia argentina. Desató un enfrentamiento por el cual la gran mayoría de la población masculina activa tuvo acceso a las armas, en calidad de voluntario o veterano. No es extraño, en este contexto, que el suceso haya sido especialmente resaltado por los contemporáneos, ya sea mediante testimonios directos, ya sea a través de memorias. El hecho en cuestión es el armamento y formación militar, más o menos dis­ ciplinada según el caso, de 8.276 habitantes masculinos entre los 14 y 50 años1 de todas las clases, sobre una población de alrededor de 40.000 almas.2 Semejante despliegue se realizó en el marco de la creación de 17 cuerpos voluntarios, que remitían al lugar de origen (como vizcaínos, catalanes, andaluces, gallegos, patricios o arribeños) o a su condición y oficio (castas y labradores).3A ellos se agregaron cinco cuerpos veteranos. Esta formación se realizó en los meses que van desde septiembre a noviembre de 1806.

1. Véase Nuñez, Ignacio, Noticias, 1952, Tomo I, anexo I y Roberts, Carlos, Invasiones, 2000, pp. 232-233. 2. Sokolow y Johnson afirman que, para 1810, Buenos Aires contaba con 42.540 habitan­ tes. Véase, Socolow y Johnson, «Población», 1980. Por su parte, Comadrán Ruiz calcula la cifra de 41.281 habitantes para 1805. Véase Ruiz, Evolución, 1969, p. 98. 3. a g n A, IX, 26-7-7. 61 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

E N LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

El fenómeno repercutió fuertemente sobre sus protagonistas y observadores. La percepción general de los contemporáneos fue la de una irrupción masiva de elementos subalternos en la vida política y un aflojamiento de las barreras sociales. Así el principal dirigente del proceso, Santiago de Liniers, relataba, en su carta al emperador Napoleón Bonaparte de junio de 1807, las particularidades extraordinarias de la situación: Puede considerarse, qué no trabajaría yo en los once meses después de echar a los ingleses de Buenos Aires, para hacer guerrero a un pueblo de negocian­ tes, labradores y ricos propietarios [...] Además de esto, la subordinación, tan necesaria para hacer obrar los grandes ejércitos con utilidad, ¿cómo podía esta­ blecerse entre gentes que se creen todos iguales? Muchas veces el dependiente de un negociante rico, era más apto para el mando que su patrón acostumbrado a mandarlo con despotismo, y que venía a ser su subalterno; me fue preciso vencer todos estos obstáculos y una infinidad de otros.4 Dentro de este proceso, la milicia Cuerpo de Patricios cumple una función predominante. Es la organización militar más numerosa y la que ejerce las accio­ nes determinantes en la llamada Revolución de Mayo. Su comandante, Cornelio de Saavedra, será quien decida el momento indicado para el alzamiento y quien ejerza la presidencia de la Junta Provisional Gubernativa, institución que reem­ plaza al Virrey. La composición social de las milicias no fue abordada, hasta ahora, en tér­ minos monográficos. Las pocas hipótesis que se han presentado remiten a afir­ maciones generales. Para Halperín Donghi, la composición de los voluntarios se restringe a «los comerciantes ricos, los funcionarios del gobierno, los tenderos y los artesanos».5 En particular la dirección está compuesta por «los que tienen ocupación en niveles altos y medios de la burocracia virreinal».6 Se excluye aquí a las clases sociales que conforman al agro-colonial, en particular a los propietarios rurales. Gabriel Di Meglio, por su parte, señala la participación de lo que llama la «plebe urbana».7 Este término tiene dos limitaciones: en primer lugar, no da cuen­ ta de la gran heterogeneidad que puede encontrarse en esa «plebe», término que remite al discurso de la clase dominante; en segundo, se restringe la participación en las milicias a las clases del ámbito urbano. Si bien la historiografía ha dedicado una gran parte de los esfuerzos en exa­ minar el proceso de militarización, no ha prestado una atención proporcional al Cuerpo de Patricios. Sólo hemos encontrado tres trabajos dedicados enteramente 4. a g í . Carta original de Don Santiago de Liniers al Emperador Napoleón Bonaparte, 20 de julio de 1807, en Mitre, Historia, 1957, p. 91. 5. Halperín Donghi, «Militarización», 1978, p. 128. 6. Idem, p. 149. 7. Véase, Di Meglio, Viva, cap. 2. 62 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

al cuerpo. El primero es el del teniente primero, Alberto Scunio, escrito en 1967 y publicado por el Círculo Militar.8 Se trata de una breve historia de más de 100 años del Regimiento, desde su fundación hasta 1910. Se recoge allí información fáctica, pero no es el objetivo del autor un análisis exhaustivo. La hipótesis cen­ tral del texto es que el Regimiento habría sido un puntal en la construcción del Estado argentino. Se trata de un estudio que no repara en cada una de las circuns­ tancias y no tiene por objetivo probar rigurosamente sus afirmaciones. El segundo es un texto relativamente más reciente; se trata de un libro de Isidoro Ruiz Moreno y Miguel Ángel de Marco, llamado Historia del regimiento 1 de infantería Patricios de Buenos Aires? Esta obra repasa, en pocas páginas, las vicisitudes del regimiento desde su fundación hasta la actualidad. Se trata de un texto sumamente ameno e informativo, con una gran cantidad de láminas alusivas. Sin embargo, su objetivo tiene más bien un afán de divulgación y su contenido es sumamente fáctico. El tercer trabajo fue editado recientemente por Ismael Pozzi Albornoz y se concentra exclusivamente en analizar la fecha exacta de la creación del Cuerpo.10 Estamos entonces, ante un vacío historiográfico que este trabajo intenta suplir.

METODOLOGÍA DE TRABAJO Y USO DE LAS FUENTES Esta ponencia tiene por objetivo examinar la composición social del Cuer­ po de Patricios, en los años que van desde 1806 a 1810. Con este término nos referimos a la participación y peso de las diferentes clases sociales que presenta al interior, dicha conformación política. Como el Cuerpo de Patricios es la or­ ganización miliciana más importante de estos años -tanto en número como en influencia-, constituye un caso significativo a la hora de comenzar a dar respues­ tas sobre cuáles son las clases que se ven interpeladas por la crisis e intervienen activa y organizadamente en el proceso revolucionario. Este apartado propone, por lo tanto, una aproximación a ello a través de un determinado corpus de fuentes disponibles. Por supuesto, el estudio de uno de estos elementos, aún con ser sumamente valioso, no pretende agotar el problema. Nuestra investigación, en este aspecto, presenta una serie de límites y requiere de ciertas aclaraciones. Con respecto a los primeros, podemos señalar una restricción empírica y otra teórica. El límite empírico se refiere a las fuentes estipuladas y a sus alcances. La información obtenida en el corpus seleccionado no nos ha permitido identificar plenamente la pertenencia de clase de los individuos en cuestión. Ello implicaría

8. Véase Scunio, Alberto, Patricios, 1967. 9. Ruiz Moreno, Isidoro y De Marco, Miguiel Ángel: Historia, 2000. 10. Véase Pozzi Albornoz: Creación, 2006. 63 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

un estudio sumamente detallado de cada uno, lo que excede esta instancia de investigación, en algunos casos, y las fuentes disponibles, en otros. Sin embargo, sí creemos haber logrado un primer acercamiento a partir de comprobar su vín­ culo con la producción agraria, la restricción de sus actividades al ámbito co­ mercial, su pertenencia al artesanado o al ejercicio de funciones intelectuales. Con lo cual, podríamos evaluar una hipótesis hasta ahora poco explorada y cuya respuesta se juzgaba negativa: el peso de la campaña en los enfrentamientos re­ volucionarios. El Cuerpo de Patricios constaba de 1.265 miembros en 1806, según el padrón de reclutamiento.11 De ese total hemos obtenido información de 1.062 miembros, lo que constituye un 84% de ese universo. La dirección del cuerpo está compues­ ta por 113 dirigentes.12 De ellos, logramos reconstruir los datos de entre 64 y 73 casos, según la variable, lo que representa entre un 57% y un 65% de los casos. Para el caso de los subalternos, hemos conseguido relevar datos de 989 miembros sobre 1.178, es decir, de un 84%. En ambos casos, como en el total, creemos estar examinando un porcentaje representativo de la población total del cuerpo. Las fuentes consultadas son los censos y padrones de la ciudad y campaña de Buenos Aires entre 1778 y 1815,1a documentación judicial existente en la Sala IX del Archivo General de la Nación y ciertas fuentes editas, en particular, memorias y autobiografías. En el caso de la campaña, utilizamos los censos de 1778,13 1779,14 1789,15 181216y 1813/15.17 Estos no siempre abarcan el conjunto del mundo rural bonae­ rense. En el de 1778, se relevan partidos de Areco, Baradero, Magdalena, Matanza, Merlo, San Isidro y San Nicolás. El de 1779, los partidos de Baradero, Arrecifes, Cañada Honda, Las Hermanas, Magdalena, Pergamino y San Isidro. En el de 1789 están las jurisdicciones de Areco, Fontezuelas, Luján, Magdalena y San Pedro. En el de 1812 las de Areco, Chascomús, Ranchos, Rojas, Salto, el Fortín de San Claudio de Areco y el de Melincué. En 1813 aparecen relevados los partidos de Areco Arri­ ba y Matanza. Por último, para 1815, encontramos los de Areco Arriba, Arrecifes, Baradero, Chascomús, Lobos, Magdalena, Luján, Morón, Pergamino, Pilar, Quilmes, Rosario, San Fernando, San Isidro, San José de Flores, San Nicolás, San Pedro y San Vicente.

11. Cálculos propios sobre la base de la Facultad de Filosofía y Letras, Documentos, 1919, t. XII, pp. 320-321. 12. ídem. Incluimos a aquellos elementos que se agregaron luego, como Juan José Viamonte y Lucas Obes. 13. a g n A, IX, 9-7-6. 14. ídem. 15. a g n A, IX, 9-7-7. 16. a g n A, IX, 10-7-2. 17. a g n A, X, 8-10-4. 64 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

Para el caso de la ciudad, relevamos el censo de 1778,18 el de 1794,19 el de 1806,20 el de 181021 y el de 1812. Asimismo, relevamos el empadronamiento de extranjeros de los años 1804,1806 y 1809. Por último, relevamos el censo de comerciantes habilitados de 1798.22 Por último, recurrimos al padrón de maes­ tros artesanos realizado en 1791.23 Los censos no se encuentran completos: faltan algunos cuarteles. Varias páginas, asimismo, se encuentran en malas condiciones. Con todo, se trata de un estudio más completo que el realizado en la campaña. A ello se debe sumar el hecho de que el censo de campaña más completo, el de 1815, acontece en un año de plena guerra, donde muchos de estos hombres po­ drían estar ausentes o en funciones gubernamentales. El segundo corpus utilizado son los juicios y nombramientos que se encuen­ tran en la Sala IX del Archivo General de la Nación ( agn a) . Como nuestro interés se centra en averiguar la pertenencia económica del individuo, hemos descartado toda información referente a sus servicios militares, bajas o alguna otra que no permita dilucidar su condición económica. El tercer corpus son los Registros Notariales, donde pueden constatarse la compraventa de tierras. No hemos relevado el conjunto de registros. Nuestra búsqueda tomó como referencia el trabajo de Eduardo Saguier, que analiza las genealogías inmobiliarias en los partidos de Areco, Arrecifes,Arroyos, Capilla del Señor, Las Conchas, Luján, Magdalena, Matanza y San Isidro.24Al establecer cierta coincidencia con los nombres, nos dirigimos a la documentación citada, para ve­ rificar los datos sobre fuentes primarias. Asimismo, tomamos como referencia el apéndice documental sobre giros de los comerciantes. En este caso, al igual que el anterior, verificamos en el agn a los registros. El cuarto corpus se refiere a la documentación editada, como las memorias o autobiografías de protagonistas o testigos de la época. Puede objetarse que mu­ chos de esos testimonios tienen un carácter retrospectivo antes que documental. Sin embargo, las posibles distorsiones se remiten a los avatares políticos y a las consideraciones causales. La información acerca de la propiedad rural, urbana o su vinculación con las casas comerciales de Cádiz de determinados individuos ocupa allí, más bien, un lugar secundario, referido al escenario o circunstancia en la que se desarrolla lo que el autor desea explicar.

18. AGN A, IX, 9-7-6. 19. Facultad de Filosofía y Letras, Documentos, 1919, T. XII. 20. a g n A, IX, 9-7-7. 21. a g n A, IX, 10-7-1. 22. a g n A, IX, 9-7-7. 23. a g n A, IX, 9-9-7. 24. Saguier, Debate, en linea: http://www.er-saguier.org, t. XIII, cap, 5, apéndice docu­ mental 65 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

E N LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

De acuerdo a la información del corpus de fuentes delimitadas, establecimos un criterio de aglutinación, particularmente para la dirección. En primer lugar, aque­ llos individuos que tengan propiedades agrarias o residan en la campaña. Este crite­ rio presenta el inconveniente de ser susceptible de aglutinar peones y estancieros. Sin embargo, en el elemento de conducción no encontramos peones. Tampoco en este estudio nos concentraremos en la magnitud de cabezas de ganado o tamaño de la propiedad o número de esclavos, peones y/o agregados, aunque si en las fuentes estudiadas proporcionan esa información queda consig­ nada. Por lo que podemos deducir que se trata de organizadores de la producción rural, agraria o ganadera, en calidad de productores directos y/o explotadores. La ventaja es que nos permite ponderar el peso de la campaña en la revolución. La segunda agrupación propuesta es la que se relaciona con el gran comercio. Se trata de individuos que aparecen en los censos como comerciantes o registran operaciones de importancia en la documentación judicial. Quedan excluidos de esta categoría los transportistas, los tenderos, los pulperos y toda forma de comer­ cio de menudeo. Como en eí caso anterior, tampoco aquí nos concentraremos en distinguir los montos. La desventaja de esta aglutinación es que reúne a comer­ ciantes monopolistas con traficantes que responden al comercio de cueros en el circuito que se opone al de Cádiz y pugnan por el librecambio. En ese sentido, se estaría engrosando, tal vez artificialmente, la magnitud de elementos vinculados a la clase dominante. El problema que se suscita es que una delimitación al interior de este grupo requeriría una exhaustiva investigación del personaje en cues­ tión y de su entorno familiar, ya que muchas veces el individuo aún es joven y el objeto de estudio pasa a ser el padre o algún tío. Asimismo, en un futuro ha­ bría que realizar una periodización de cada una de sus transacciones, ya que nos encontramos en una etapa de transición donde algunos comerciantes vuelcan sus inversiones al mundo rural, mientras que otros deciden vincularse al tráfico de cueros. Por lo tanto, tomamos en forma provisoria a todos los comerciantes en un solo bloque. Trabajamos, entonces, con la suposición menos conveniente a nuestra hipótesis. En más de una ocasión, nos encontramos con grandes comerciantes que a su vez, sostienen propiedades y/o explotaciones rurales. En esos casos, se ha de­ cidido colocarlos en el primer grupo. Puede objetarse que, aún organizando la producción agrícola o ganadera, el comercio representa un mayor porcentaje de sus ganancias.25 Sin embargo, hay dos motivos que justifican el criterio elegido. En primer lugar, porque parece corresponder mejor al objetivo de medir el peso de los intereses agrarios en la organización. En segundo lugar, una mirada de largo plazo nos permite apreciar una progresiva gravitación del mundo rural 25. Tal es la hipótesis que sugiere Jorge Gelman en su estudio sobre Domingo Belgrano Pérez, véase Gelman, Mercachifle, 1996. 66 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

en la economía. Por lo tanto, aún en el caso de que en ese temprano momento no ocupara un lugar preponderante, porta, no obstante, las potencialidades de un futuro desarrollo. Un tercer grupo lo conforman los artesanos. Se trata de una clase social que se desenvuelve como un estamento. En este caso, intentamos profundizar sobre su lugar en el gremio: maestro, oficial o aprendiz. Se trata de elementos que, sin pertenecer a las capas más explotadas, forman parte de las subalternas, aunque, en este caso, pue­ dan oponerse al programa burgués que implica transformarse o desaparecer. El cuarto grupo lo conforman los intelectuales. Nos referimos a todos aquellos que ostentan un título y ejercen profesiones liberales, sea en la administración, sea en forma independiente. Esta categorización no excluye la afirmación de que los intelectuales no son una clase en sí misma, sino la prolongación de las funcio­ nes de cada clase social. En los casos en que hemos logrado identificar su perte­ nencia a tal o cual clase, se los ha excluido de este grupo. Hemos agrupado aquí a los individuos que no hemos podido consignar su pertenencia social, más allá de su profesión. No obstante, su presencia expresa la participación de elementos disociados de la producción directa, aunque no en todos los casos de la adminis­ tración técnica más general. Por último, hemos incluido la categoría tendero, para el comercio de menudeo, dependiente, en el caso de haber hallado algún miem­ bro con esa sola denominación; y carreteros, por el mismo motivo. En cuanto a los oficios, hemos encontrado una segunda fuente. Se refiere a una documentación consignada en la Real Hacienda, en el año 1807 bajo el rótulo de «gastos de guerra», donde los diferentes cuerpos deben justificar su solicitud de pago de sueldos. Así, cada oficial designado presenta un listado de todos los ofi­ cios de sus miembros.26 En el caso de Patricios, es Manuel Belgrano quien presen­ ta la lista entera de los miembros y sus oficios, así como los sueldos que corres­ ponderían y el monto total que debería abonarse. El documento, sin embargo, no consigna otras variables. Así, hemos utilizado el censo de 1806/1807 para relevar otras variables que contribuyen a la caracterización del contenido social, tales como la propiedad de vivienda propia y/o de casas o cuartos en alquiler, la posesión de esclavos, criados y/o agregados o el calificativo de Don. Asimismo agregamos variables que permiten aproximarnos al perfil demográfico como la edad, la procedencia y la composición de su familia. Para homogeneizar estos últimos datos, se ha tomado preferentemente la información disponible en 1806. En los casos en los cuales no fue posible, se ha consignado la fecha más cercana de 1810 y a la edad se le ha quitado tres años, que es la diferencia que presentan los casos que se encuentran en 1806 y en 1810. A continuación presentamos los resultados de la dirección y los elementos subalternos. 26.

AGN

A, XIII, 22-10-9. 67 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

LA DIRECCIÓN En este apartado procuraremos avanzar sobre una sistematización de los da­ tos obtenidos. En principio, nos referiremos a la pertenencia a los grupos sociales que constituyen un avance a la caracterización de clase: hacendados/labradores, comerciantes, artesanos, tenderos, profesionales y dependientes. La investigación alcanza, como ya especificamos, a 73 casos positivos, lo que constituyen el 66% de los elementos de la dirección. El grupo que presenta una mayor cantidad de elementos es el vinculado a la producción rural, con 37 casos. En segundo lugar, los comerciantes, con catorce. En tercer lugar, los llamados profesionales, con nueve. En cuarto, los artesanos, con nueve. Por último, dependientes, tenderos y carreteros, con dos, dos y uno, respectivamente. Así, el grupo de hacendados/labradores representa un 33-3% del total y el 50.7% de los casos comprobables. Los comerciantes representan el 11.7% de los casos totales y el 17.8% de los casos comprobables. Los profesionales, el 8% de los casos totales y el 12% de los comprobables. Los artesanos, el 8% y el 12% respectivamente.Los dependientes, el 1.7% y el 2.7%.Los tenderos, el 1.7% y el 2.7. Por último el carretero, el 0.8% y el 1.35 por ciento. En cuanto a su carácter de propietarios, relevamos 70 casos. De ellos, 58 miembros son propietarios de sus viviendas, de los cuales hemos comprobado que 18 miembros tienen propiedades en alquiler,ya sean ellos mismos o su padre. Por último hemos hallado a doce miembros que no son propietarios y viven como inquilinos o agregados. Por lo tanto, podemos concluir que los propie­ tarios comprobados representan un 51% del total de los miembros y un 83% de los casos relevados. Los no propietarios, un 11% del total y un 17.4% de los casos positivos. Aquellos que tienen propiedades en alquiler representan el 26% de los casos relevados y un 31% de los propietarios. (Véanse los gráficos 3 y 4 para mejor sistematización.) Otra de las variables que los padrones permiten examinar es la propiedad de esclavos o criados. Nuestro extenso relevamiento ha dado con 45 miembros que, efectivamente, cuenta con ellos y 25 miembros que no, lo que suma un total de 70 casos. Estos datos arrojan un 40% de miembros con esclavos del total y un 64% de los casos positivos. Aquellos que no tienen esclavos ni criados representan el 22% y el 38%, respectivamente (véase gráficos 5 y 6). El promedio de esclavos por caso positivo es de 3.6 por individuo. En cambio, si nos circunscribimos a los propietarios de esclavos, el promedio es de 5.6 por individuo. Como el cálculo del promedio puede no ser representativo, en tanto que elimina los casos extre­ mos, hemos configurado un cuadro con las frecuencias. Descartamos a aquellos individuos que viven con sus padres. 68 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

C uadro I F recuen cia de número d e esclavos en pr o pied a d d e los miembros de la d irección

Frecuencia

cantidad

Porcentaje

Un esclavo

7

16.6

De 2 a 5 esclavos

22

52.3

De 6 a 10 esclavos

7

16.6

Más de 10

6

14.2

Total

42

100

Como vemos, ia mayor parte de los miembros tiene entre uno y cinco esclavos. Aquellos que gozan de una gran cantidad de personal doméstico son, entonces, mi­ noritarios. Los miembros de la dirección que tienen agregados son 17, frente a 40 casos en que no se consignan. Los agregados en casas, quintas, chacras o estancias suman 44 de los miembros. Así, podemos especificar que los individuos que pudi­ mos comprobar que tienen agregados expresan un 15% del total de la dirección y un 30% de los casos positivos. Aquellos que no poseen agregados representan el 35% del total de la dirección y el 70% de los casos positivos. El promedio de agrega­ dos por individuo, tomando en cuenta sólo aquello que los ostentan, es de 2.5. En el padrón militar de 1806, todos los miembros de la dirección aparecen con el calificativo de D on?1 Sin embargo, en los padrones de ciudad de 1806 y 1810 no todos los individuos gozan de tal atributo. Se han consignado 81 casos, lo que representan el 71% del total. Así, hemos confeccionado un cuadro en el que se sistematiza la información obtenida en torno a este ítem.

C uadro 2

Uso

d el Don en los miembros de la dirección d el cuerpo

Cantidad

Porcentaje sobre muestra

Porcentaje sobre total

Don

69

85.1

61

No Don

12

14.8

10.6

Total

81

100

71.6

27. Facultad de Filosofía y Letras, Documentos, 191, pp. 320-321. 69 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Como vemos, el porcentaje de individuos con el atributo Don es muy alto. No obstante, a diferencia del padrón militar, no es extensivo a todos los miembros. Puede observarse, así, un pequeño núcleo de elementos sin esa consideración. En cuanto al origen de los miembros, es curioso que hayamos incluido este ítem, ya que el nombre del cuerpo remite a los nacidos en la ciudad capital. Sin embargo, no todos los miembros han nacido en Buenos Aires. Pues bien, hemos relevado 64 casos. De ellos, 59 son originarios de Buenos Aires, dos de Montevi­ deo, uno de Portugal, uno de Potosí y uno de la Rioja. Claramente, la gran mayoría de los miembros ha nacido en la capital del Virreinato. En cuanto a la información acerca de la composición familiar de los miembros, hemos obtenido información sobre 73 casos. De ellos, 42 resultaron casados, 29 solteros y 2 viudos. Por lo tanto, los relevados como casados representan el 37% de la dirección y el 57.5% de los casos. Los solteros que hemos logrado verificar representan el 25.6% del total de la dirección y el 40% de los datos positivos. Los viudos representan el 1.7% y el 2.7 respectivamente. El promedio de edad, al momento del reclutamiento (1806) es de 31.5 años, sobre 65 casos. Sin embar­ go, como en el caso de los esclavos, deberíamos examinar las frecuencias para verificar la representatividad del promedio.

C uadro 4 F recuen cias de edad de los miembros de la dirección d el cuerpo ( 1 8 0 6 )

Frecuencia

Cantidad

Porcentaje

De 14 a 20 años

8

12.3

De 21 a 30 años

22

33.8

De 31 a 40 años

24

36.9

Más de 41

11

16.9

Totales

65

100

Así, vemos que la mayor cantidad de casos se ubican entre los 21 y los 40 años. En cuanto a su descendencia, de los miembros relevados, hemos encontrado 34 individuos con hijos y 35 sin ellos. El promedio de hijos es de 1.2 sobre los 69 casos y 2.6 sobre los 34 que tienen hijos. La diferencia con los casos que hemos relevado de estado civil (73 contra 69) se debe a que en muy pocas ocasiones el

70 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

individuo está casado, en casa de su hermana/o y no se puede determinar si son sus hijos o no.

LOS ELEMENTOS SUBALTERNOS La composición social del Cuerpo de Patricios quedaría incompleta si no presentamos al grueso del cuerpo, aquel que constituye el elemento más nu­ meroso, aunque no ejerza funciones de dirección. Se trata de los miembros sub­ alternos, aquellos que se ubican desde el grado de sargento hasta el de simple soldado. Como anticipamos, sobre un total de 1.178 miembros hemos relevado 743 individuos en los padrones de ciudad de 1806. Es decir, un 63% sobre el to­ tal de los elementos subalternos. Se trata de los casos en los que el censo refirió que el hombre en cuestión se encontraba en el Cuerpo de Patricios. La información disponible es despareja e incompleta. En algunos cuarteles se relevan variables que en otros no. En ciertos cuarteles tan sólo se consigna el nombre, si es Don y la milicia en la que sirve. Por otro lado, los padrones de ciudad de 1806 no están completos, por lo que un amplio espectro de individuos subalternos ha quedado fuera del estudio. Para examinar la composición social, se sistematizaron los datos en torno a seis variables: el oficio, el calificativo de D on, la propiedad de su vivienda y la propiedad de esclavos.También nos ocupamos de categorías demográficas como la edad, su estado civil y la cantidad de hijos. Comenzaremos con las categorías que pueden remitirnos a una caracterización de clase para luego avanzar sobre las demográficas. La primera categoría que nos puede acercar a una definición de clase social es la consignación del oficio de los individuos. Para ello utilizamos los resultados del relevo realizado por Manuel Belgrano en 1807 y presentado en la Real Hacien­ da.28 Se consignan allí los oficios de 989 subalternos: sargentos, cabos y soldados. Presentaremos los resultados en bruto agrupados según el mismo criterio que el anterior y luego los totales. Hemos agrupado a la información en categorías. La primera son los jornaleros, se ubican allí todos los individuos a los que se les refiera como peones, jornaleros, mozos, dependiente o alguna ocupación manual que no esté vinculada a la actividad para sí o no sea considerada un oficio, por ejemplo, estibador en los puertos.Todos ellos comparten la característica de ofre­ cer su mano de obra y, por lo tanto, tener algún grado de carencia de medios de producción y de vida. Bajo el rótulo labradores hemos puesto a todos aquellos que parecen tener alguna explotación rural, aunque no sabemos si la tienen en propiedad, en arriendo o en agregación. Nos referimos, en todos esos casos, a 28.

AGN

A, XIII, 22-10-9. 71 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

individuos que parecen gozar del acceso a la tierra. Luego, nos ocupamos de aquellos que parecen estar ligados a las manufacturas en carácter de menestra­ les. Dentro de ese universo, realizamos una distinción: por un lado, los maestros y, por el otro, los oficiales y aprendices. La razón de esta diferenciación es que los primeros se ubican en la dirección y se agregan trabajo, que les brindan los segundos. Restan numerosos elementos que no especifican el tipo de relación social que tienen. Sin embargo, podemos aventurar que no se trata de trabajado­ res en relaciones gremiales. Esto, porque aquellos que lo están son consignados y se trata de un mismo informante, a lo sumo colaboradores suyos relevaron la información. Puede haber alguna desidia por parte del informante o poca especi­ ficación por parte del miembro del cuerpo, pero tomamos como supuesto que el grado de acercamiento es mucho más específico que el que realizan los censistas. Ahora bien, descartar el trabajo gremial no parece hacer avanzar demasiado en su caracterización. Lo que sabemos es que nos encontramos aquí con un universo móvil que abarca dueños de su propia tienda, trabajadores por cuenta propia y peones más calificados, amén de combinaciones varias entre estas condiciones. Jornaleros: peón de quinta: 3; ejercicio de campo: 1; jornalero: 185; peón: 62; peón de obra: 1; peón carpintero: 1; peón de albañil: 2; cargador de barcos: 1; depen­ diente: 3; mozo de panadería: 1; peón de panadería: 6; peón de hornero: 2; mozo de café: 6. mozo de tienda: 7; mozo de pulpería: 11; empleados: 1; peón de carretas: 1; mozo de confituras: uno. Artesanos: lomillero: 7; cordonero: 5; bordador: 1; cuerdero: 1; herrero: 16; ta­ labartero: 1; platero: 20; broncero: 4; botero: 5; oficial de botero: 1; aserrador: 1; barbero: 17; panadero: 7; hornero: 21; cafetero: 5; confitero: 1; chocolatero: 3; hornista: 1; tallista: 1; silletero: 14; aguatero: 9; armero: 1; tejedor: 1; velero: 2; sastre: 35; sombrerero: 10; cigarrero: 1; carpintero: 92; tonelero: 124; zapatero: 10; relojero: 2; curtidor: 1; escuelero: 3; hojalatero: 1; carretero: 4; pintor: 3; peinero: 51; albañil: 4. Maestros: maestro de pala: 1; maestro platero: 1; maestro de carretas: 1; maestro de albañilería: 1. Aprendices y oficiales: aprendiz de platero: 1; aprendiz de carpintero: 6; apren­ diz de zapatero: 2; oficial herrero: 2; oficial platero: 7; oficial de sastre: 3; oficial carpintero: 3; oficial zapatero: 2; oficial albañil: 3; oficial barbero: 1; oficial silletero: 1. Cuentapropistas: pescador: 3; verdulero: 2; chachero: 3; trajinista: 12; repartidor de pan: 6; carretillero: 17; cazador: 2. Labradores: quintero: 30; hortelano: 6; labrador: 3; chacarero: 2. Veamos ahora los totales, una vez agrupados:

72 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

Cuadro 8 Composición

de los elementos subalternos según informe de

Clasificación

Manuel Belgrano

Cantidad

Porcentaje

Artesanos

492

50.2

Jornaleros

295

30.1

Labradores

41

4.2

Comerciantes

39

4.0

Profesionales

27

2.8

Cuentapropistas

45

4.6

Oficiales y aprendices

31

3.2

Maestros

4

0.4

Sin oficio

6

0.6

980

100.0

Totales

Los resultados tienen puntos de contacto con los que presenta el censo, pero ciertas diferencias. El primer lugar, se mantiene el predominio de los «artesanos», aunque disminuya del 67.4% al 50% como aparece en el censo 1806/1807. Den­ tro de esta amplia categoría, sólo se consignan cuatro maestros, que pueden di­ ferenciarse de los oficiales y aprendices debido a su carácter de organizadores de la producción. Los maestros, en ese sentido, ocupan el lugar de receptores del trabajo excedente de los últimos. El predominio de las categorías «oficiales» y «aprendices» en el informe de Belgrano es secundado por los jornaleros, al igual que los datos fragmentarios de los censos. En tercero, observamos a diferencia de la información censal, una mayor proporción de los labradores. Volvamos ahora a los censos. En cuanto al uso del D on, relevamos 652 casos en los que se consigna fehacientemente si se usa o no. Se trata del 55% de los casos totales, que arrojaron los siguientes resultados.

73 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

C uadro 9

Uso

d e l D on en los elementos subalternos d el cuerpo

(1806)

Porcentaje

Porcentaje sobre datos positivos

420

35.65

64.41

70

5.94

10.73

Total no Don

490

41.59

75.15

Don

162

13.75

24.84

652

55.34

100

Cantidad

Sin «Don» Su padre/madre

Totales

Observamos que, a diferencia de los elementos de dirección, en los subal­ ternos aquellos que no ostentan la categoría de D on constituyen un porcentaje sumamente alto, aún tomando el conjunto de los 1.178 miembros. Si bien no se trata de una categoría relacional, nos permite comprender la estratificación social. En cuanto a la propiedad de su vivienda, el censo nos brindó información sobre 471 casos, casi el 40% del total de los miembros. Allí encontramos que 171 individuos viven en una casa de su propiedad, mientras que 258 son inquilinos y 42 viven en calidad de agregados. Es decir, del total de los casos tomados, un 63.7% no tiene casa propia, del cual un 9% es agregado.

C uadro 10 P ro pietario s de vivienda de los elem entos subaltern os d el cuerpo ( 1 8 0 6 )

Cantidad

Porcentaje sobre el total

Porcentaje sobre los casos positivos

Agregados

42

3.56

8.917

Inquilinos

258

21.9

54.77

Total no propietarios

300

25.4

63 .6

Propietarios

171

14.51

36.30

Totales

471

3 9 .9 8

100

74 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

Por lo tanto, la mayoría de los miembros de los elementos subalternos no posee casa propia y debe alquilar o, en algunos casos, entrar en relaciones de agregación. No encontramos tampoco personajes que tuvieran casas, cuartos o esquinas en alquiler. La propiedad de esclavos es otra de las variables que permite un acercamien­ to a la clase social. En este caso, el censo nos devuelve la información sobre la propiedad, la cantidad o la ausencia de esclavos de 617 individuos. Este número representa el 52.3% del total de la subalternidad. De ese número, sólo el 19 5% tiene esclavos, mientras que el 80.5% no posee esclavos ni criados. Cuadro II Propiedad de

esclavos de los elementos subalternos del cuerpo

Cantidad

Porcentaje sobre el total

(1806)

Porcentaje sobre casos positivos

Con esclavos

120

10.18

19-44

Sin esclavos

497

42.19

80.5

Totales

617

52.37691

100

Observando la tabla 7, podemos deducir que el porcentaje de individuos sin esclavos es alto aun tomando la totalidad de los miembros subalternos. Los 120 propietarios de esclavos tienen, entre todos ellos, 319 esclavos. El promedio de esclavos por propietario es de 2.6. Como esa cifra puede ocultar resultados más altos y más bajos, elaboramos un cuadro con las frecuencias:

Cuadro 12 Frecuencias

de los propietarios de esclavos de los elementos subalternos

Frecuencia

Cantidad

1 esclavo

54

2 esclavos

22

3 esclavos

16

Entre 4 y 10

25

Más de 10 Total

(1806)

3 120

75 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

El cuadro 12 proporciona evidencia de que la gran mayoría de propietarios de esclavos (66 sobre 120), no tiene más de uno o dos esclavos. Aquellos que pueden ostentar una cantidad de esclavos propia de grandes comerciantes o importantes hacendados (más de 10) son sólo 3 miembros. Asimismo procuramos analizar al grupo social numeroso de la muestrarios artesanos, y su relación con la propiedad de esclavos. Los resultados arrojaron que de 165 artesanos, sólo 27 (16%) posee esclavos y que 138 (84%) no ostenta esclavos. Por lo tanto, podemos inferir que la mayoría de estos artesanos no presenta signos de xana importante acumulación ni del comportamiento propio de los importantes maestros gremiales de Europa. El paso siguiente será analizar el origen de estos individuos. En principio, es preciso aclarar que formalmente el cuerpo convoca a los habitantes nacidos en la capital y que encontramos otros cuerpos destinados a los nacidos en otras pro­ vincias o en la península. El censo nos brindó la información de 538 miembros, el 45% del total del objeto estudiado. Para comenzar el análisis, presentamos el cuadro de los datos que muestra el censo. Cuadro 13 Origen Origen

de los miembros de los elementos subalternos del cuerpo

Cantidad

España

1

Andalucía

2

Granada

1

Galicia

1

Buenos Aires Córdoba

507 2

La Rioja

1

Mendoza

2

Salta

1

San Luis

1

Santa Fe

3

Tucumán

1

Paraguay

9

Montevideo

1

Chile

1

Portugal

2

Cabo Finisterre

1

Turquía Totales

(1806)

1 538

76 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

Puestos así, los datos parecen dispersarse. Sin embargo, si agrupamos a los individuos por regiones podríamos tener un panorama algo distinto. Cu adro 16

Origen

de los sectores subalternos, por regiones

Cantidad

Peninsulares

Porcentaje sobre datos positivos

Porcentaje sobre el total

5

0.92

0.42

22

4.08

1.86

507

94.23

43.03

Otros

4

0.74

0.33

Total

538

100

45.67

Total provincias del Virreinato y Chile Buenos Aires

La preponderancia de los originarios de Buenos Aires es muy grande; sin em­ bargo, un 6% de elementos inmigrantes no parecería un porcentaje menor para un cuerpo destinado exclusivamente a los nacidos en la capital. En cuanto al estado civil, los padrones proporcionan los datos de 705 miem­ bros, un 60% del total del observable. En él, encontramos 419 individuos solte­ ros, 276 casados y 10 viudos. Lo que resulta un 35% de solteros del total de los elementos subalternos y un 59.5% de la muestra. Estos datos estarían mostrando un predominio de los individuos solteros sobre los casados. Se abren aquí dos hipótesis: se trataría de un grupo con un elevado período vital prenupcial o esta­ ríamos ante individuos de baja edad.

Cuadro 17 Estado civil

de los elementos subalternos del cuerpo

(1806)

Cantidad

Porcentaje del total

Porcentaje de casos positivos

Casados

276

23.42

39.14

Solteros

419

35.56

59.43

Viudos

10

0.84

1.41

Totales

705

59.84

100

77 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Los padrones de ciudad de 1806 proveyeron información de la edad de 405 casos, un 34.4% del total de los subalternos. Para identificar la edad predominante hemos recurrido a dos métodos. El primero es calcular el promedio, lo que nos arrojó el resultado de 26.4 años. Sin embargo, este cálculo en una muestra tan grande corre el riesgo de perder de vista la posible heterogeneidad, ya que elimi­ na los datos de los extremos. Para solucionar este problema, elaboramos una tabla de frecuencias de acuerdo a determinados rangos de edad.

Cu ad ro 18 Frecuencias de edad de lo s elem entos su b altern o s ( 1 8 0 6 )

Frecuencia

Cantidad

Porcentaje

Hasta 20 años

129

31.85

De 21 a 30

174

42.96

De 31 a 40

72

17.77

De 41 a 50

26

6.41

Más de 50

4

0.98

Total

405

100

La tabla 8 muestra que los casos se concentran en las edades menores de 30 años, con un leve predominio en los que se sitúan entre los 20 y los 30. Por lo tanto, complementando la información obtenida sobre el estado civil, parece arrojar elementos subalternos relativamente jóvenes. Las causas por las que se ca­ racterizan como jóvenes, puede deberse a que estaríamos frente a familias de bajos ingresos y escasa acumulación, por lo que el padre de familia debía permanecer económicamente activo. La segunda, que sean en su mayoría hijos de inmigrantes cuyos padres estarían alistados en cuerpos pertenecientes a otras nacionalida­ des. La muestra tomada de la información sobre los individuos alistados en 1806 y que ocuparon funciones subalternas muestra el predominio del artesanado, se­ guido por el significativo peso de los jornaleros. En el universo analizado obser­ vamos que en pocas ocasiones los individuos son propietarios de su vivienda; generalmente deben pagar una renta o someterse al agregamiento. Un bajo porcentaje posee esclavos y entre los que sí los tienen, predominan quienes tienen uno o dos. En general se trata de hombres nacidos en Buenos Aires, solte­ ros y cuya edad ronda los 20 años.

78 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

CONCLUSIONES En primer lugar, observamos una significativa participación del mundo rural en la dirección del cuerpo, ya sea sobre el total de miembros, ya sea sobre la muestra que hemos tomado. En términos cuantitativos, podríamos asegurar que, como mínimo, uno de cada cuatro miembros de la dirección tiene vínculo con la producción rural. De la muestra tomada, el porcentaje se acerca a la mitad de los ellos. Este resultado resulta novedoso si se tiene en cuenta el peso de la cam­ paña, tanto en términos demográficos como en términos económicos. Además, demográficamente, mientras en la ciudad habitan alrededor de 40.000 personas, en la campaña lo hacen sólo 6.000.29 En cuanto al peso económico, los estudios demuestran ampliamente el predominio del comercio de metales sobre el de cueros. En términos cualitativos, observamos que el grupo ligado a la producción rural ocupa importantes posiciones en la dirección. Dos de los tres comandantes son hacendados. El tercero, comerciante, dirige un cuerpo que será suprimido y cuyo comandante será acusado de conspiración. En total el grupo hacendado coloca ocho miembros en la plana mayor. Claro que no se trata del único cuerpo y que, en principio, la milicia tiene un objetivo concreto que es rechazar una probable segunda invasión. Sin embargo, estamos refiriéndonos al cuerpo más numeroso y que, luego de la invasión, siguió activo políticamente. Por último, no se intenta aquí negar la participación de otros grupos sociales en el proceso abierto en 1806. Por el contrario, hay trabajos que demuestran que el grupo de comerciantes se había organizado.30 Lo que bus­ ca enfatizar esta investigación es la importante participación en este cuerpo, del grupo que denominamos hacendado. El grupo llamado comerciante logra cierto peso si tomamos los porcentajes en términos absolutos: un 11% respecto al total y casi el 20% de la muestra. Podría argumentarse, además, que los poderosos comerciantes constituyen una minoría de la población y que, por lo tanto, debería compararse su participación con el censo total de la ciudad. Sin embargo, en términos puramente cuantitativos, la clase mercantil no carece de miembros como para llenar un mayor espacio en la dirección del cuerpo. La indiferencia de ciertos sectores ante el problema no parece una hipótesis plausible. Manuel Belgrano relata minuciosamente la pre­ ocupación general que provocaba la disputa por los lugares de dirección.31 En la 29. Véase Garavaglia, Pastores, 1999. 30. Véase Guzmán, «Dormir», 2004. 31.«... confieso que desde entonces empecé a ver las tramas de los hombres de nada para elevarse sobre los del verdadero mérito; y a no ser tomado por mí mismo la recepción de votos, acaso salen dos hombres oscuros, más por sus vicios que por otra cosa, a ponerse en la cabeza del cuerpo numeroso y decidido [...] Recayó al fin la elección en dos hombres que 79 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Plana Mayor, por ejemplo, los comerciantes sólo ubicaron a cuatro elementos (en caso de que Eustaquio Díaz Vélez efectivamente haya sido un comerciante), dos de los cuales pierden protagonismo (Domingo y José María Urién). Debemos aclarar que hemos trabajado con la hipótesis menos favorable, por la cual, los elementos en duda quedaron fuera del grupo vinculado al mundo rural. Esto quiere decir que una introspección más minuciosa podría arrojar resul­ tados que incrementaran el número de hacendados/labradores. Por el contrario, los comerciantes tienen, en las fuentes del período tratado, mayor visibilidad. Más aún, muchos elementos finalmente hacendados figuran en las primeras fuentes consultadas y en la bibliografía especializada como comerciantes, en tal caso se encuentra Cornelio Saavedra. Por último, dentro de estos comerciantes no hemos hecho la distinción entre quienes fundamentan su acumulación en el tráfico de metales y quienes se especializan en el cuero; entre aquellos que bregan por la apertura y los que defienden el monopolio. Por lo tanto, podríamos aventurar la hipótesis de que en el caso de los comerciantes ligados al monopolio estaría­ mos cercanos al techo. El caso de los denominados profesionales resulta sorprendentemente mino­ ritario y expresa las características sociales de la milicia. Una milicia destinada a un objetivo puramente militar, como la defensa de una plaza, debería tener en su mando a personal estrictamente militar. Es decir, aquellos militares profesionales en servicio. Sin embargo, en el cuerpo más numeroso, de ellos hay una participa­ ción sumamente baja en un sentido absoluto y ninguno de sus tres comandantes es militar de carrera. Por lo tanto, una primera conclusión podría ser que en la milicia, el carácter político predomina al estrictamente militar, desde sus comien­ zos. Los artesanos tienen un peso importante, teniendo en consideración que no constituyen parte de la clase dominante ni tienen acceso a lugares especiales en la política local. Es, tal vez, una de sus primeras manifestaciones políticas en términos institucionales. En cuanto a su origen y su pertenencia estamental. La gran mayoría procede de Buenos Aires y se le denomina Don. Es cierto que en las fuentes censales no todos gozan de esta atribución, pero sí en los padrones de reclutamiento. Un porcentaje muy alto de miembros es propietario y, de este grupo, un tercio tiene casas en alquiler. Estos datos podrían ser una expresión de las restricciones de las clases más explotadas para acceder a la dirección del cuerpo. Sin embargo, encontramos un 17% del muestrario que debe pagar un alquiler o que está en relación de agregamiento, lo que podría dar cuenta del proceso de intervención eran de algún viso, y aún ésta tuvo sus contrastes que fue preciso vencerlos, reuniendo de nuevo las gentes a la presencia del general Liniers, quien recorriendo las filas conmigo oyó por aclamación los nombres de los expresados, y en consecuencia quedaron con los cargos y se empezó el formal alistamiento», en Belgrano, Manuel, «Autobiografía», en Eudeba, 25 de Mayo, 1968, p. 22. 80 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

política en lugares donde las clases habían asumido una posición pasiva anterior­ mente. En cuanto a la propiedad de esclavos, encontramos que el 39% de los miem­ bros totales y el 64% de los casos positivos. Sin embargo, el hecho de que un 36% del muestreo no tengan esclavos demuestra la importante participación de clases que no han logrado una acumulación como para gozar de personal doméstico, algo que en el período constituye un elemento valioso. En cuanto a la edad, observamos una relativa juventud (31.6 años) en el pro­ medio y una importante magnitud de solteros (40% del muestreo). Decimos re­ lativamente jóvenes, porque se trata de lugares de conducción. En cambio, los comandantes ostentan edades más avanzadas: Saavedra tiene 47 años, Romero 52, y José Domingo Urién, 37. En cuanto a los hijos, hay una paridad entre quienes tienen hijos (35 miembros) y quienes no tienen (34 miembros). El promedio de hijos (2.6) nos devuelve la imagen de familia más bien nuclear de 4 o 5 miem­ bros. De acuerdo a la edad promedio, al porcentaje de solteros y a la cantidad de miembros sin hijos, podemos aventurar la hipótesis que una significativa parte de los elementos que se incorporan al cuerpo aún no habrían construido su propia carrera económica o política. Tomando el conjunto de los p u n tos analizados en ambos casos, la muestra de los miembros de la dirección es, en principio, más homogénea. En todos los casos se ubica por encima de la mitad de los miembros totales. En cambio, la in­ formación sobre los subalternos puede llegar a expresar sólo el 21% de los casos totales. El análisis de los grupos sociales en uno y otro caso nos presenta un peso significativo en la dirección de los organizadores de la producción rural frente a un predominio del artesanado, en la subalternidad. En el primer caso, observamos una mayor heterogeneidad con un 19% de comerciantes, un 10% de profesionales y un 8% de artesanos. En cambio, en el segundo caso hay una fuerte preponde­ rancia de los artesanos, seguidos a considerable distancia por los jornaleros. En cualquier caso, si pudiéramos proyectar los datos obtenidos, estaríamos en con­ diciones de concluir que los sectores subalternos están compuestos en su gran mayoría, por productores directos. En cambio, la dirección parece mayormente desvinculada del trabajo manual y más cercana a la dirección. Asimismo, mientras el mundo rural parece cobrar un inusitado peso en la dirección, en la subalterni­ dad, la ciudad parece imponerse. La propiedad de esclavos/criados es un elemento ciertamente diferenciador. En la dirección hallamos un leve predominio de aquellos que son propietarios (64% contra el 46%), aunque quienes carecen de esclavos/criados tienen cierta presencia. En general, los propietarios tienen entre 1 y 5 esclavos, por lo que no puede hablarse de individuos que vivan en la exuberancia. Aun así, esta condi­ ción contrasta con las predominantes en los subordinados. Allí los individuos con 81 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

esclavos son una minoría y más de la mitad de ésta no tiene más que uno. Es decir, de un lado, se encuentran individuos cuya acumulación les ha permitido com­ prar esclavos o incorporar criados y acceder a la explotación del trabajo ajeno. En el otro, hombres que cuya actividad no parece permitirles una acumulación importante. La propiedad de la vivienda es una expresión del grado de riquezas que ha ob­ tenido un individuo. En la dirección observamos un amplio predominio de aque­ llos que son dueños de su casa, un tercio de los cuales tiene una o más viviendas en alquiler. Como contraste, el 63% de los elementos subalternos debe pagar una renta. Por lo tanto, su actividad económica no le permite siquiera adquirir una vivienda y debe entrar en relaciones por las cuales se lo somete a una punción de trabajo excedente (alquiler). En cuanto a la categoría D on, puede observarse la diferencia entre una inmi­ nente unanimidad en el trato hacia los miembros de la dirección y un 24% de ellos, en la muestra de los subordinados. Es cierto que el padrón militar de 1806 presenta diferencias con los censos de ciudad, pero aún con estas discrepancias, el porcentaje de hombres con el rótulo Don es sumamente elevado en la direc­ ción. Así, estamos frente a personajes con cierta consideración social, frente a hombres con escaso reconocimiento. Su trabajo manual podría ser una de las razones. Si en los p u n tos que se refieren al grado de riqueza hallamos innegables contrastes, el análisis de las edades y del estado civil presenta ciertos acerca­ mientos. En efecto, mientras en la dirección predominan los elementos entre los 20 y los 40 años, en los subordinados lo hace el grupo entre 10 y 30. Si bien observamos una mayor juventud en el segundo caso, en ambos constatamos el significativo peso de las edades que van de los 20 a los 30, y un bajo número de hombres maduros. Así, mientras la dirección presenta cierta paridad entre casados y solteros, los subalternos muestran un leve predominio de solteros. Con lo cual, podríamos concluir que estamos ante hombres que están en los comienzos de su vida política y económica. Con lo cual, tienen una carrera por delante. Con la evidencia aquí presentada, cobra fuerza la hipótesis que el Cuerpo de Patricios constituye una alianza en cuyo comando se afirma un significativo peso de los productores rurales, con una reducida participación mercantil, que esta­ blece lazos con el artesanado urbano, en mayor medida, y con los jornaleros, en menor. Así planteado podríamos afirmar el predominio en el cuerpo de las clases ligadas al control y/o dirección de la producción. Los hacendados o los maestros gremiales ejercen una función de dirección sobre otros. Los pequeños producto­ res independientes (agrarios o artesanos) lo hacen sobre sí mismos. Los artesanos aún trabajando para un maestro tienen aún el control del proceso de trabajo y el saber indispensable para reproducirlo. Podríamos afirmar que los jornaleros 82 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

se encuentran en una situación similar, en la medida que nos encontramos en momentos muy lejanos a la expropiación del saber del productor directo, propio de momentos avanzados del desarrollo del capitalismo. Lo que resulta pertinente resaltar es que se trata de clases ligadas a la producción rioplatense. El examen de la información permite formular una segunda hipótesis: el li­ mitado peso de la clase dominante y la abultada participación de las clases más explotadas. Los comerciantes, como vimos, no presentan un peso significativo en la dirección.Asimismo, no encontramos esclavos (en realidad, hemos hallado uno solo) en los subordinados. Los artesanos constituyen una clase que osten­ ta su conocimiento y posee sus propios reglamentos. Los maestros explotan el trabajo ajeno y los oficiales o aprendices ponen un límite y pueden llegar incluso a erigir, con el tiempo, su propio gremio. Por lo tanto, con los datos que poseemos, podemos plantear la hipótesis que la composición social del Cuerpo de Patricios ostenta una fuerte gravitación de las clases subalternas y una importante gravitación de aquello que está en vías de constituirse en un proletariado.

ARCHIVOS ag n a

Archivo General de la Nación, Argentina.

BIBLIOGRAFÍA El Virreinato del Río d e la Plata: su organización militar, Buenos Aires, Círculo Militar, 1992 (1935). Las Invasiones Inglesas, 2 t., Buenos Aires, Bernard, 1939. C a n s a n e i x o , O r e s t e C a r l o s , De súbditos a cu id ad an os. Ensayo sobre las libertades en los orígenes republicanos, Buenos Aires 1810-1852, Buenos Aires, Imago Mundi, 2003. Di M e g l i o , G a b r i e l, «Un nuevo actor para un nuevo escenario. La participación política de la plebe urbana de Buenos Aires en la década de la Revolución», Boletín del Instituto de Historia Argentina y A m ericana «Dr. Emilio Ravign an i », 3o serie, n° 24, segundo semestre de 2001. — ¡Viva el bajo pueblo! La p lebe u rban a d e Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo, 2006. E u d e b a (comp.), 2 5 d e Mayo. Testimonios-Juicios-Documentos, Buenos Aires, B e v e r in a , J u a n ,

eud eba, 1 9 6 8 .

S., Gran B retaña y la Argentina en el siglo xix, Buenos Aires, Edi­ ciones Solar, 1992 (1966).

Fern s, H a r ry

83 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Pastores y labradores d e Buenos Aires, Buenos Aires, De La Flor, 1999. G elm a n , J o r g e , De m ercachifle a gran com erciante: los cam inos del ascenso en el Río d e la Plata Colonial, Sevilla, Universidad Internacional de Andalucía, 1996. G o n z á le z B e r n a l d o , P ilar , «La Revolución francesa y la emergencia de nuevas prácticas de la política: la irrupción de la sociabilidad política en el Río de la Plata revolucionario (1810-1815)», en Boletín del Instituto de Historia Argen­ tina y A m ericana «Dr. Emilio Ravignani», serie 3ra., n° 3, primer semestre de 1991. G o y r e t , J o s é T e ó f il o , «Huestes, milicias y ejército regular», en Nueva Historia de la N ación Argentina, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, Planeta, 1999. G r o u ss a c , P a u l , Santiago de Liners, Conde de Buenos Aires, Buenos Aires, Ciu­ dad Argentina, (1909). G u z m á n , T o m á s , «‘Dormir abrazados a las armas’. El Tercio de Gallegos como organización política contrarrevolucionaria», en R azón y Revolución, n° 14, otoño de 2004. H a lper ín D o n g h i , T u l io , Revolución y guerra. F orm ación de u na elite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Sigo xxi, 1972. — «Militarización revolucionaria en Buenos Aires, 1806-1815», en H alperín D o n g h i , T u l io , (comp.), El ocaso del orden colonial en H ispan oam érica, Buenos Aires, Sudamericana, 1978. M it r e , B a r t o l o m é , «Historia de Belgrano y de la independencia Argentina», en Obras Completas, Buenos Aires, Kraft Ltda., 1938. N u ñ e z , I g n a c io , Noticias Históricas, Buenos Aires, Orientación Cultural Editores, 1952 (1852). P a l o m b o , G uillerm o y P o z z i A l b o r n o z , I sm ael , La organización m ilitar en el Plata Indiano: la gu arnición de Buenos Aires 1680-1810, B u e n o s A i r e s , I n s t i t u t o d e H i s t o r i a M il ita r A r g e n t i n a , 2005. Pozzi A l b o r n o z , I sm ael , Creación del Regimiento d e Patricios. Un nuevo aporte p a r a su historia, Buenos Aires, Dunken, 2006. R o b e r t s , C a r l o s , Las invasiones inglesas, Buenos Aires, Emecé, 2000 ( I a edición en 1938). Ruiz, C o m a d r á n , Evolución dem ográfica argentina durante el periodo hispano (1535-18100, Buenos Aires, Eudeba, 1969. Ruiz M o r e n o , I s id o r o y D e M a r c o , M ig u el Á n g e l , Historia del regimiento 1 d e in­ fa n tería Patricios de Buenos Aires, Buenos Aires, Edivérn, 2000. S a g u i e r , E d u a r d o , Un D ebate Histórico In conclu so en la A m érica Latina (1600-2000). Cuatro siglos d e lu cha en el espacio colon ial p er u a n o y rioG aravaglia , J u a n C a r l o s ,

84 Índice

HACENDADOS

EN

ARMAS.

UNA

APROXIMACIÓN

DEL

ESTUDIO

ECONÓMICO

p ía te m e y en la argen tin a m odern a y con tem p orán ea, publicado en línea: http://www.er~saguier.org. S c u n io , A l b e r t o , Patricios, Buenos Aires, Círculo Militar, 1967. S o k o l o w , S u sa n y J o h n s o n , L y m a n , «Población y espacio en el Buenos Aires del siglo xviii», en Desarrollo E conóm ico, n° 79, Buenos Aires, 1980.

85 Índice

MERCADERES AGRAVIADOS. EL DERROCAMIENTO DEL VIRREY JOSÉ DE ITURRIGARAY EN 1808_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Guillermina del Valle Pavón Instituto de Investigaciones Dr. José M a. Luis Mora, México

El vacío de poder que se presentó en Nueva España en 1808, a raíz de las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, dio lugar a que los miembros del ayun­ tamiento de la ciudad de México propusieran formar una Junta de Gobierno que detentara la soberanía del virreinato, a semejanza de las que se habían formado en España. El virrey José de Iturrigaray apoyó dicha propuesta, sin embargo, ante la confusión que generó la alternativa de sancionar a alguna de las juntas cons­ tituidas en la Península, se negó a reconocer a la Suprema de Sevilla y tomó varias medidas para fortalecer su autoridad. El desplazamiento a la capital de las unidades militares acantonadas en Aguascalientes y Celaya generó gran inquietud entre los comerciantes de México y Veracruz. En consecuencia, una facción de los mercaderes miembros del Consulado de México1 destituyó por la fuerza al virrey José de Iturrigaray, en septiembre de 1808. El presente ensayo tiene el propósito de esclarecer algunas preguntas fun­ damentales relacionadas con el derrocamiento del virrey José de Iturrigaray en 1808. Entre otras cuestiones veremos quiénes fueron los promotores de dicho movimiento, cuáles fueron los motivos que los guiaron y qué fuerzas los apoya­

1. El Consulado era la corporación en que se agrupaban los mercaderes de la ciudad de México. Constituido en 1594, el monarca le había otorgado el monopolio de la aplicación de la justicia mercantil, la asociación y la representación. Estos privilegios le permitieron ex­ tender sus funciones a los ámbitos fiscal y financiero, así como transformarse en una de las corporaciones más poderosas de Nueva España. Véase al respecto Valle Pavón, «Privilegios», 1999 y «Expansión», 2002. 87 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

ron para llevar a cabo dicha acción. La historiografía ha plantado que los dirigen­ tes del levantamiento contra Iturrigaray se propusieron impedir que prosperara el plan autonomista del cabildo de la ciudad de México y el debate político gene­ rado a raíz de las abdicaciones reales. El mercader y hacendado Gabriel de Yermo, quien encabezó dicha conspiración, fue acusado por el mismo José de Iturrigaray y sus defensores, de haber destituido al virrey porque había lesionado sus inte­ reses, además de acusarlo de usurero y contrabandista. Lucas Alamán pretendió defender a Gabriel de Yermo de dichos ataques.2A continuación veremos la forma en que el virrey José de Iturrigaray perjudicó los intereses de Gabriel de Yermo y de otros destacados mercaderes y empresarios de la ciudad de México, algunos de los cuales participaron en la conspiración de 1808, y cómo la destitución de dicho virrey los libró de padecer daños mayores.

DISPOSICIONES CONTRA LOS MERCADERES DE MÉXICO En las últimas décadas del siglo xvm y la primera del siglo xdí, la Corona espa­ ñola se vio envuelta en guerras sucesivas contra Inglaterra y Francia, las cuales dieron lugar a una sangría de caudales sin precedentes. Para satisfacer las nece­ sidades apremiantes del real erario se recurrió a una política de endeudamiento creciente en la metrópoli y en América, la cual llegó a sus límites en Nueva Es­ paña a fines del siglo x v h i .3Además de la presión fiscal creciente y la creación del monopolio de tabaco, la Real Hacienda había obtenido empréstitos por más de 12 millones de pesos, principalmente a través de la intermediación del Consula­ do de México. Aun cuando también se había recurrido al Tribunal de minería y a los consulados de Guadalajara y Veracruz.4 El conflicto bélico contra Gran Bretaña, desatado en 1804, dio lugar a la de­ manda urgente de caudales por parte del monarca. José de Iturrigaray se esforzó por generar la mayor cantidad posible de recursos fiscales para remitirlos a la metrópoli. El virrey decidió aplicar la ley de consolidación de vales reales, hasta sus últimas consecuencias, y puso mayor empeño en elevar la recaudación de ciertos derechos reales, como el que se imponía a la producción del aguardiente de caña en las jurisdicciones de Cuernavaca y Cuautla. Por otra parte, Iturrigaray, apoyó las disposiciones introducidas por el cabildo de la ciudad de México para mejorar el abasto de carne e introducir un nuevo impuesto sobre el mismo. Estas medidas perjudicaron a varios de los mercaderes más importantes del Consulado

2. Alamán, Historia, 1985, t. I, pp. 243. 3. Al respecto pueden verse Valle Pavón, Consulado, 1997; Manchal, Bancarrota, 1999. 4. Valle Pavón, Consulado, 1997 y «Empréstitos», 1998. 88 Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

de México, algunos de los cuales tendrían una participación relevante en el de­ rrocamiento del virrey Iturrigaray.

Oposición a la consolidación de vales reales La guerra contra Inglaterra acrecentó las necesidades económicas de la Corona, que se veía imposibilitada de obtener nuevos créditos en España y en América. En consecuencia, en diciembre de 1804, se emitió la real cédula de consolidación de vales reales que ordenó incautar los fondos de las ins­ tituciones eclesiásticas en todo el Imperio. A diferencia de la metrópoli, en donde el clero disponía de sus caudales, en Nueva España la mayor parte de las corporaciones religiosas los habían prestado a propietarios de tierras que podían brindar garantías hipotecarias. Los acreedores eran, fundamentalmen­ te, grandes hacendados y productores agrícolas de menores dimensiones, así como mercaderes y mineros. La medida representó un golpe duro para di­ chos sectores debido a que en Nueva España, cuando se otorgaban capitales a réditos se hacía por tiempo indefinido y las restituciones solían hacerse a voluntad del acreedor. Además, según vimos, la Corona llevaba más de treinta años drenando capitales del virreinato a través de diversas medidas fiscales y crediticias. De acuerdo con la ley de consolidación, los titulares de los créditos en cuestión tenían que devolver los capitales que habían recibido, o una parte proporcional de los mismos. Por las condiciones en que habían contraído dichos créditos, los acreedores no tenían planeada su devolución. En conse­ cuencia, muchos no pudieron restituir el dinero que habían recibido, por lo que vieron sus propiedades confiscadas o amenazadas de embargo.5 La Junta de Consolidación afectó a unos cuarenta mercaderes del Consulado de Méxi­ co que eran deudores de los fondos de las corporaciones eclesiásticas. Dichos negociantes pagaron a la caja de consolidación parte de los capitales que les adeudaban, los cuales representaron poco más de 520.000 pesos, entre 1805 y 1808. La lista de los principales mercaderes consulares que se vieron obli­ gados a restituir capitales a la real caja de Consolidación puede verse en el cuadro número 1.

5. Marichal, Bancarrota, 1999, pp. 161-163; Wobeser, «Gestación», 2002, 89 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

C uadro n ú m ero I P rin cip ale s m ercaderes d e l con sulado de M éxico que restitu yero n capitales a la caja DE CONSOLIDACIÓN ENTRE 1 8 0 5 Y 1 8 0 8

Mercaderes

capital restituido

Cortina, conde de la

72.645

Chávez, José Martín

17.030

Hurtado, José Manuel

15.900

Manzano, José María

16.944

Yermo, Gabriel de

86.900

Fuente: Wobeser, Dominación, 2002.

Las cantidades restituidas por los mercaderes del Consulado representaban una parte mínima de sus débitos, en la mayoría de los casos. Estas sumas fueron saldadas luego de haber llegado a un acuerdo con la Comisión de la consolida­ ción, con respecto a los plazos en los que pagarían la totalidad de la deuda. Ga­ briel de Yermo, quien adeudaba más de 400.000 pesos, se resistió a satisfacer las demandas de la Comisión de la Consolidación. El mercader accedió a realizar la composición de sus deudas y a pagar la cantidad que se le exigió, después que se le amenazara con embargar las propiedades que amparaban los préstamos que había recibido.6 En Nueva España la ley de consolidación encontró una oposición generali­ zada, sin embargo, el virrey José Iturrigaray se empeñó en llevarla a cabo, aun cuando pudo no aplicarla, como sucedió en Chile.7 El mismo Iturrigaray mani­ festó a las autoridades de la metrópoli que decretada su aplicación hubo «visos de complot».8 El cabildo de México, al igual que otras ciudades del virreinato, pidió la abolición del decreto de consolidación en un enérgico documento que presen­ tó en septiembre de 1805.9 Entonces se encontraba a la cabeza del cabildo el Mar­ qués de Santa Cruz de Inguanzo, uno de los hombres más prominentes de Nueva

6. Ibid. 7. Ladd, Nobleza, 1984, p. 145. 8. De Iturrigaray a Soler, México, 23 de septiembre de 1805, en Sugawara, Deuda, 1976, p. 46. La resistencia al mencionado decreto quedó evidenciada en las numerosas represen­ taciones escritas por corporaciones, labradores, mineros y comerciantes, las cuales fueron publicadas por Sugawara, Ibid. 9. Dicho documento puede verse en Sugawara, Deuda, 1976, pp. 27-35. 90 Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

España. El Marqués contaba, entre otros honores, el de ser caballero de la Orden de Calatrava, contador mayor honorario, tesorero general del ramo de cruzada del Arzobispado de México y miembro destacado del Consulado de mercaderes de la misma ciudad.10 Es muy probable que los mercaderes que adeudaban capitales eclesiásticos apoyaran la protesta presentada por el consejo urbano. De hecho, en las últimas décadas del siglo xvra y las primeras del xix, varios de los miembros más distinguidos de la corporación mercantil tuvieron una activa participación en el cabildo de la ciudad de México.11 Mediante la ley de consolidación, la Corona se apropió de los capitales de las corporaciones eclesiásticas, uno de los pilares del sistema de crédito de Nueva Es­ paña. En consecuencia, se extrajeron del virreinato diez millones quinientos mil pesos, cuando menos.12 Las instituciones y miembros del clero a quienes pertene­ cían los fondos incautados, de acuerdo con la ley de consolidación de vales reales, recibieron en garantía certificados de la deuda pública que aseglaraban el pago de una tasa de interés del 3% anual.13 Si se cobraron los réditos comprometidos, debió haberlo sido sólo por unos años, dado que el movimiento insurgente dio lugar a la quiebra de la Real Hacienda virreinal y, unos años después, se produjo la independencia. Cuando se presentó la crisis política surgida a raíz de la invasión napoleó­ nica, en julio de 1808, la Comisión de la Consolidación llevaba más de tres años ejerciendo presión sobre los deudores de los fondos eclesiásticos para que restituyeran los capitales que habían recibido. Entonces José de Iturrigaray mandó suspender las enajenaciones y las recaudaciones forzosas, en un intento por acabar con la inconformidad que había generado la aplicación del decre­ to de consolidación de vales reales. En adelante, únicamente quedó vigente la obligación de hacer cualquier nueva imposición de capitales en la real caja de Consolidación.14

10. Don Pedro de Alonso de Alies Díaz Ynguanzó, marqués de Santa Cruz de Ynguanzó, vecino de la ciudad de México, facultad para fundar y mayorazgo, a g í , Indiferente 1609. 11. Véase al respecto Meissner, «Representación», 1996, pp. 19-25, 28. 12. «Sobre la deuda de la Real Hacienda y medio de restablecer su crédito, México, 21 de febrero de 1817». b n m , ms. 19,702-23. De acuerdo con Hamnett, las estimaciones sobre el monto recaudado por concepto de la Consolidación fluctúan entre 10.500.000 pesos y 12.750.000 pesos. Hamnett, «Appropriation», p. 100. Gisela von Wobeser coincide con la primera cifra. Wobeser, Gestación, 2002, p. 824. 13. Jurídicamente, dichas enajenaciones se realizaban en forma de préstamos, no de expropiaciones, por lo que la Corona se comprometió a expedir títulos de propiedad a los dueños de los bienes en cuestión y a pagar réditos del 3% anual sobre los montos enajenados. Wobeser, «Protestas», 2001, p. 56, nota 4 y p. 5914. Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 287, 288. 91 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

El pago de derechos sobre el aguardiente de caña en Cuernavaca Los mercaderes que se dedicaban a la producción del aguardiente de caña, también conocido como chinguirito, tuvieron un serio enfrentamiento con el virrey José de Iturrigaray por motivos de carácter fiscal en 1808. Los funcionarios de la Real Hacienda, en 1806, decidieron intervenir en la jurisdicción de Cuernavaca, en donde la recaudación sobre la producción del aguardiente de caña había disminuido de manera alarmante en los últimos años. Al parecer, dicha reduc­ ción se debía a que el administrador de la aduana de Cuernavaca había llegado a un acuerdo con los productores de la bebida espirituosa, por su propia cuenta. Cuando los oficiales del erario virreinal quisieron llegar a un arreglo con los pro­ ductores y comerciantes de Cuernavaca, estos se resistieron a pagar más, por lo que el virrey José de Iturrigaray tuvo que intervenir para esclarecer el problema e imponer los intereses del erario virreinal. Los fabricantes de chinguirito de Cuernavaca formaban parte de una poderosa facción de mercaderes miembros del Consulado de la ciudad de México. Estos ha­ bían adquirido las principales haciendas azucareras de las jurisdicciones de Cuer­ navaca, Cuautla de Amilpas e Izúcar en las últimas décadas del siglo xvrn. Según ha mostrado Ernest Sánchez, estos negociantes habían logrado controlar el abasto de la mayor parte del azúcar y el aguardiente de caña que se comercializaba en las ciudades de México y Puebla,15 dos de los principales centros de redistribución de mercancías del virreinato. La relación que mantuvo este grupo de mercaderes con la Real Hacienda, constituye el mejor ejemplo del poder que detentaba. La elaboración del aguardiente de caña había estado prohibida en Nueva Es­ paña para favorecer las compras de las bebidas procedentes de la metrópoli. Con el apoyo del contador general de la renta de tabaco, Silvestre Díaz de la Vega, los productores de azúcar habían conseguido que la Corona autorizara la explota­ ción del chinguirito en el virreinato, en 1796. La posibilidad de poner a la venta dicha bebida espirituosa había incrementado de manera singular la rentabilidad de la producción del azúcar, al favorecer el aumento en el precio de la miel que se utilizaba como materia prima para su producción.16 En el Reglamento para la fábrica y venta del aguardiente de caña de 1796, se estableció el derecho de indulto de permiso para la fabricación de la bebida, a razón de seis pesos por barril.17Los mercaderes dueños de las haciendas azucare­ ras consideraron que dicho gravamen era muy elevado, por lo que enviaron una representación a la Corona para que reconsiderara el asunto. Mientras esperaban

15. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 285-287, 292, 293; y «Comerciantes», 2003. 16. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 87, 227-229; Lozano, El chinguirito, 1995, pp. 101125. 17. Reglamento para la fábrica y venta del aguardiente de cañ a, art. 9o, en Ibid., p. 296. 92 Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

la determinación del monarca, la Real Hacienda virreinal empezó a cobrar por la producción del chinguirito mediante el establecimiento de igualas.18A través de éste sistema, el administrador del ramo de aguardiente de caña llegaba a un acuer­ do con cada uno de los productores y comerciantes sobre el monto anual que debían pagar por concepto de las ventas que realizaban. En las jurisdicciones de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas, las cuotas de las igualas se establecieron de acuerdo con la estimación del número de cueros o barriles que tenían los fabri­ cantes de aguardiente.19 Según ha mostrado Ernest Sánchez, a principios del siglo xix el administrador de la aduana de Cuernavaca rebajó el monto de las igualas sobre la producción de aguardiente. Así lo indica la notable disminución que presentó la recaudación de dicho gravamen, la cual pasó de 43.200 pesos en 1797, a 15.940 pesos en 1806, aun cuando los fabricantes reconocían haber producido una cantidad de barriles 99% mayor. Además, el precio de la miel se había incrementado más de cinco veces entre 1796 y 1806, de modo que los hacendados azucareros ha­ bían visto disminuir el costo del barril de aguardiente en un 50%. El fiscal de la Real Hacienda llevó a cabo una serie de averiguaciones para conocer los motivos por los que habían reducido los rendimientos del gravamen sobre el aguardiente de caña. El funcionario encontró que la base a partir de la cual se habían esta­ blecido las igualas vigentes era de 1 peso 2 reales por barril, en lugar de los seis pesos establecidos en 1796, lo que representaba una rebaja cercana al 63%.20 Los principales hacendados azucareros de Cuernavaca, que fabricaban aguar­ diente, elaboraron un informe a través del cual pretendieron demostrar que el sistema de igualas vigente beneficiaba a la Real Hacienda.21 Sánchez Santiró ha revelado cómo, de acuerdo con dicho documento, se producían 12.553 barriles de chinguirito en la jurisdicción, lo que hubiera representado una recaudación de poco más de 73-300 pesos, si se hubiera aplicado el cobro de seis pesos por barril. Como una solución mediadora, el fiscal de la Real Hacienda propuso a los productores de aguardiente celebrar una iguala por 43.000 pesos, monto inferior en 200 pesos al que se había establecido en 1797. Sin embargo, los hacendados se negaron a aceptar dicha propuesta, con el argumento de que el aguardiente que fabricaban no sería competitivo, debido a que en otras receptorías se habían establecido igualas por sumas inferiores. La disputa entre la Real Hacienda y los hacendados de Cuernavaca se agudizó debido a que estos últimos habían dejado

18. Alamán, Historia, 1995, t. 1, pp. 240-242; Black, «Conflict», 1980, pp. 106, 107. 19. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 268. 20. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 86, 302-305. 21. Dicho informe fue firmado por Agustín Pagaza, Jaime Salvet,Antonio Velasco, Manuel Francisco Gutiérrez, Pablo Gutiérrez, Ángel Pedro Puyade, Manuel Sáenz de Santa María y Gabriel de Yermo, de los cuales sólo los dos primeros no pertenecían al Consulado. 93 Índice

LA CO R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

de pagar los derechos de fabricación de aguardiente en 1806, cuando se había abierto el expediente sobre el pago de igualas en Cuernavaca. El conflicto creado entre el erario virreinal y los productores de aguardiente dio lugar a la intervención del virrey en 1808. Iturrigaray ordenó a los encargados de la Real Hacienda separar el ramo de aguardiente de caña de la aduana de Cuer­ navaca y envió un visitador a dicha jurisdicción para que restableciera el monto de las igualas, con base en el cobro del indulto a seis pesos por barril. De acuerdo con el informe del visitador, los hacendados y fabricantes de chinguirito podían y debían pagar los seis pesos establecidos, además de las deudas que habían con­ traído con el erario regio.22 De acuerdo con un estado de cuenta presentado por el fiscal de la Real Hacienda, en noviembre de 1808, los 87 individuos que se habían negado a satisfacer el gravamen adeudaban poco más de 142.000 pesos.23 Entre los principales deudores se encontraban los hacendados azucareros que eran miembros del Consulado: Gabriel de Yermo debía 7.298 pesos,24Antonio Velasco de la Torre 9.295 pesos y Vicente Eguía 7.772 pesos, cantidades que suma­ ban 24. 365 pesos, monto equivalente al 22% de la deuda. Manuel del Valle y José de Acha, quienes también eran miembros de la corporación mercantil, adeudaban montos mucho menores.25 Entre los mercaderes de México que poseían haciendas productoras de aguar­ diente de Cuernavaca también se encontraba José María Manzano, quien, al igual de Gabriel de Yermo, además de tener que afrontar el alza de gravámenes sobre el aguardiente, tuvo que restituir parte de sus deudas al fondo de Consolidación. Iturrigaray dictó otra serie de medidas que afectaron a los productores de aguardiente. En abril de 1807 ordenó a varios subdelegados, incluido el de Cuer­ navaca, que tomaran las disposiciones más severas para extinguir la producción de mezcal, gran parte del cual era elaborado por los fabricantes de chinguiri­ to. Casi un año después mandó a dichos funcionarios regular la elaboración de aguardiente, con la advertencia de que serían canceladas las licencias de los pro­ ductores que no se apegaran a las nuevas regulaciones. Las políticas emprendidas por el virrey causaron gran descontento, el cual debió haberse agudizado cuando se conoció la noticia de que el rey había otorgado un permiso especial para in­

22. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 304, 305. 23. El fiscal de Real Hacienda calculó en 112,126 pesos los derechos que adeudaban los fabricantes de aguardiente de Cuernavaca por los barriles para cuya extracción de la juris­ dicción se habían pedido guías, y agregó 15.000 pesos por concepto de los que se habían consumido dentro del mismo distrito. Informe delfiscal de Real Hacienda, José María de Arce, México, 30 de noviembre de 1808. a g n , alcabalas, v. 131, fs. 121, 122. 24. Alamán afirmó que Gabriel de Yermo no estaba comprendido entre los deudores de derechos por concepto de la fabricación de aguardiente. Alamán, Historia, 1985, t. 1, p. 242. 25. La nómina completa de los deudores puede verse en el Informe del fiscal de Real Hacienda, José María de Arce, México, 30 de noviembre de 1808. a g n , alcabalas, v. 131 > fs. 121, 122. 94 Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

troducir aguardiente de La Habana, en Veracruz y Campeche, en enero de 1807. Es probable que los productores y comerciantes de chinguirito esperaran que el virrey, cuando menos, informara a las autoridades de la metrópoli acerca de los perjuicios que ocasionaba la medida mencionada en la agroindustria del azúcar de las jurisdicciones afectadas, como había hecho el gobernador de Campeche. Sin embargo, Iturrigaray no hizo nada por proteger a los productores de aguar­ diente.26

Medidas contra los abastecedores de carne a la ciudad de México Durante el Gobierno de José de Iturrigaray, el grupo de negociantes que tenía a su cargo el suministro de la carne que se consumía en la ciudad de México, vio sus ganancias reducidas como consecuencia de la modificación de las condicio­ nes del contrato que habían realizado con la ciudad. El consejo urbano introdujo cambios en el convenio que había realizado con Gabriel de Yermo con el propó­ sito de mejorar la calidad de la carne que se consumía en la ciudad. Mientras que el virrey limitó el privilegio que tenía dicho abastecedor para vender la carne de manera exclusiva. Unos años después, Iturrigaray impuso un nuevo gravamen sobre el abasto de carne a la ciudad, el cual también afectó el contrato negociado con los mercaderes y criadores de ganado. El cabildo debía garantizar el bien común, por lo que una de sus principales funciones era la regulación de los precios. En consecuencia, el ayuntamiento de México remataba públicamente el suministro de carne de res y carnero a la ciu­ dad. La concesión se otorgaba a quien ofreciera dicho producto al precio más bajo, persona que era conocida como el «obligado». Éste operaba junto con otros mercaderes y criadores de ganado para garantizar el suministro del gran núme­ ro de animales que demandaba la población de la capital. Entre 1800 y 1808 el ingreso de reses a la ciudad de México fluctuó entre 17.000 y 19.000 animales.27 Por tratarse de un monopolio la provisión de carne a la ciudad era un negocio sumamente redituable.28 A partir de la década de los setenta del siglo xvm, el obligado fue, por lo ge­ neral, uno de los principales mercaderes miembros del Consulado de México. Al inicio del siglo xix, hubo algunos años en los que no se presentaron posturas para rematar la provisión de carne a la ciudad, por lo que el ayuntamiento co­ misionó a un grupo de vecinos prominentes para realizar dicho servicio. Estos

26. Black, «Conflict», 1980, p, 108. 27. La provisión de carne de cerdo estaba a cargo del gremio de tocineros. Quiroz, «Estanco», 2003. 28. Van Young, 1989, p. 61. 95 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

sujetos, por lo general, fueron los mismos mercaderes que en otros años habían fungido como obligados y sus abastecedores.29 En 1804 Gabriel de Yermo desempeñaba el cargo de «obligado» del abasto de carne a la ciudad de México. Entonces el ayuntamiento prohibió el suministro de reses muertas, tras haber comprobado que en los últimos años se había ele­ vado la introducción de dichos animales en perjuicio de los consumidores. Yer­ mo pidió al cabildo que le reembolsara las pérdidas que le ocasionaba dicha restricción, debido a que en el acuerdo establecido con el ayuntamiento estaba autorizada la entrega de reses ciegas y muertas, siempre que la carne no estuvie­ ra podrida. Por otra parte, el mercader había protestado, en diciembre de 1803, cuando el virrey había limitado el privilegio que tenía el obligado para vender la carne de manera exclusiva, al autorizar a los toreros a expender los animales que mataban en las corridas de toros.30 Las demandas de Yermo no fueron satisfechas, por lo que el mercader quiso cobrarse por su propia cuenta. Cuando estaba por concluir el contrato del abasto de carne, se negó a pagar al ayuntamiento 12.350 pesos que adeudaba. Yermo ar­ gumentó que debía ser compensado por las pérdidas que le habían ocasionado las ventas de carne fuera de la plaza de toros, así como la prohibición de expender las reses muertas. El ayuntamiento declaró ilegal el proceder de Yermo y lo forzó a pagar el adeudo mencionado.31A través de esta medida fueron sancionados los cambios que dicha corporación había introducido en el contrato del abasto de carne. Por comisión del ayuntamiento en 1807, el abasto de carne a la capital quedó en manos de José María Fagoaga, Bernardo de Palacio, Francisco Alonso Terán, Gabriel de Yermo y el Marqués de Santa Cruz de Inguanzo. Los tres últimos eran miembros prominentes del Consulado de México, mientras que el Marqués de Santa Cruz de Inguanzo, además, era un importante criador de ganado.32 En di­ ciembre de dicho año Jo sé de Iturrigaray introdujo un nuevo gravamen sobre la venta de carne, cuyos productos se destinarían a financiar la construcción del canal de Huehuetoca. Al parecer, el virrey impuso dicho tributo a pesar de las ob­ jeciones de los oidores y el fiscal de lo civil. Los abastecedores pidieron al consejo urbano y al virrey que dicho arbitrio quedara al margen de su contrato, el cual se había negociado con anterioridad. No obstante, el virrey confirmó la imposición

29. Ladd, Nobleza, 1984, pp. 68-74; Quiroz, «Carne», 2000, pp, 78, 4l6, 418. 30. Ladd, Nobleza, 1984, pp. 100-102; Quiroz, «Estanco», 2003. Según Mier, hasta entonces los toreros habían tenido que vender al obligado los animales que mataban a la mitad de su precio. Mier, Historia, 1986, t. 1, pp. 175, 176. 31. Black, «Conflict», 1980, pp. 102, 10332. Don Pedro de Alonso de Alies Díaz Inguanzo, Marqués de Santa Cruz de Ynguanzó, vecino de la ciudad de México, facultad para fundar y mayorazgo, a g í , Indiferente 1609. 96 Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

del nuevo impuesto por considerar que tenían prioridad las obras que se realiza­ rían en beneficio de la ciudad.33 Un día después de haber encarcelado al virrey Iturrigaray, Gabriel de Yermo pidió la cancelación de la ley de consolidación y la revisión de los derechos que gravaban las principales actividades que realizaba. En los meses siguientes se sus­ pendió totalmente la consolidación de vales reales,34 se abolió el nuevo derecho sobre la carne,35 se redujo el gravamen sobre la fabricación de aguardiente y la anulación de la contribución que gravaba la producción de pulque.36 En septiem­ bre de 1810 se revisaron las restricciones que se habían impuesto al contrato del remate de carne de la ciudad de México durante la administración de Iturrigaray. El virrey Francisco Javier Lizana mantuvo los cambios, pero recomendó que se aumentara considerablemente el precio de la carne, en razón de las pérdidas que ocasionaban a los abastecedores los cambios que había introducido el ex virrey.37 Ese mismo año fue reformado el reglamento para la fábrica y venta del aguardien­ te con el objeto de beneficiar a los productores.38

IMPLICADOS EN EL ATENTADO CONTRA EL VIRREY ITURRIGARAY Gabriel de Yermo reivindicó con sus actos, y por escrito, su liderazgo en el atentado que condujo a la destitución del virrey José de Iturrigaray39 Unos años después, Juan López Cancelada y Lucas Alamán identificaron como los principa­ les artífices de dicho complot al mismo Gabriel de Yermo, a José Martínez Barenque y a Santiago Echeverría, los tres miembros del Consulado de México y del

33. Black, «Conflict», 1980, pp. 99, 100. 34. Por decreto de 8 de octubre de 1808, el virrey Pedro de Garibay, con acuerdo de la Audiencia y la Junta de Consolidación, mandó suspender totalmente la aplicación de cédula de consolidación de vales reales, bajo el supuesto de que ya no se recibía depósito alguno. Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 287, 288. 35- El virrey Garibay suprimió el nuevo impuesto sobre la carne el 13 de octubre de 1808. Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 100, 291. Desde 1788 Yermo había manifestado los perjuicios que generaban los elevados gravámenes que se imponían a la comercialización de la carne. Yermo, «Sobre«, 1934, pp. 68, 69. 36. En 1787 Yermo había pedido a las autoridades de la Metrópoli la reducción de dere­ chos sobre la producción y comercialización del pulque, porque, según afirmó ^soporta de unos años a esta parte, unos derechos que exceden el 250% sobre su costo principal», Yermo, «Sobre«, 1934, p. 63. 37. Alamán, Historia, 1985, t. I, p. 103. 38. Lozano, Chinguirito, 1995, p. 190. 39. «Representación de D. Gabriel de Yermo a la Junta de Sevilla, en que rectifica el informe del Real Acuerdo de México relativo a la deposición del virrey Iturrigaray, 12 de noviembre de 1808% en García, Documentos, 1985, t. II, pp. 275-284. 97 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Regimiento de Comercio.40 Otros mercaderes consulares menos destacados, José María Landa Jo sé Llaín y Rafael Canalías, al día siguiente del golpe se presentaron a recibir órdenes del virrey recién nombrado.41 De acuerdo con las listas de los sujetos que tomaron parte en la deposición del virrey Iturrigaray, los miembros del cuerpo mercantil tuvieron una notable parti­ cipación en dicho evento. De los trescientos treinta individuos que intervinieron en el atentado, pertenecían al Consulado ochenta y uno, cifra que representa cerca de la mitad de los ciento setenta mercaderes que fueron registrados en la corporación mercantil en 1807. El resto de los conspiradores pudieron haber sido parientes, socios, cajeros o dependientes de los mercaderes identificados, así como de aquellos que apoyaron el atentado sin comprometerse personalmente. También participaron corredores, comerciantes de menor rango, tenderos y vina­ teros, así como algunos mercaderes del puerto de Veracruz.42 Otros miembros del cuerpo mercantil que colaboraron directamente en el atentado contra Iturrigaray fueron: Vicente Eguía, José de Acha y Manuel del Valle. Estos tres mercaderes, al igual que Gabriel de Yermo, formaban parte del grupo de propietarios de haciendas azucareras y productores de aguardiente en Cuernavaca, que habían sido conminados a pagar los derechos que adeudaban por concepto de la fabricación del chinguirito.43 De los abastecedores de carne para la ciudad de México, únicamente Yermo aparece en la lista de los conspiradores. No obstante, es posible que Juan y Francisco de Alies, quienes también están re­ gistrados, hubieran colaborado en el atentado por comisión de Antonio González Alonso, quien había heredado el título de Marqués de Santa Cruz de Inguanzo, de Pedro Alonso de Alies. Como vimos, el Marqués era criador de ganado y se en­ contraban la cabeza del ayuntamiento de México cuando éste cuerpo elaboró su representación en contra de la consolidación de vales reales. Es importante detenernos en el caso del Marqués de Santa Cruz de Inguanzo, quien, al parecer, tenía motivos personales para estar a favor de la destitución de José de Iturrigaray. El monarca había concedido el título de Marqués a Pedro Alonso de Alies, en 1795, con la licencia para crear el mayorazgo correspondiente. Sin embargo, a la muerte del marqués, acaecida en 1802, no se había establecido

40. Yermo tenía grado de soldado, Martínez Barenque, Echeverría y Landa el de grana­ deros. 41. Juan López Cancelada, «La verdad sabida y buena fe guardada. Origen de la espantosa revolución de Nueva España comenzada en 15 de septiembre de 1810. Defensa de su fidelidad. Cádiz, Imprenta de D. Manuel Santiago de Quintana. Edición facsimilar [1811]», en López Cance­ lada, Defensa, 1989, pp. x l v , x l v iii , x l i x ; Alamán, Historia, 1985, t. 1, p, 239. 42. Valle Pavón, «Consulado», 1997, pp. 446-470. 43. En la misma situación se encontraban otros golpistas que no pertenecían al Consu­ lado, éstos eran Lorenzo García Noriega, José de Lara, José González, José Pacheco y José Rodríguez. Informe del fiscal de Real Hacienda, José María de Arce, México, 30 de noviembre de 1808, a g n , alcabalas, v. 131, fs. 121, 122. 98 Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

dicha fundación. Al cabo de dos años, se ordenó al virrey que diera a los albaceas de Alonso de Alies un término perentorio para instituir el mayorazgo. En 1807, Iturrigaray informó que Antonio González Alonso, el segundo marqués, había pe­ dido que se declarara que había cumplido con poner de manifiesto el estado del testamento, porque no se habían podido concluir los inventarios debido a la anti­ güedad de los giros de la Casa y a que la guerra impedía la correspondencia con la Península. Por instrucciones del contador general de la América septentrional, el virrey ordenó a González Alonso que, antes de septiembre de 1808, debía haber cumplido con el testamento del primer marqués y fundado el mayorazgo, de lo contrario se procedería al secuestro de bienes.44 De la imposición de este plazo perentorio podría deducirse el interés que el segundo marqués pudo haber teni­ do en el derrocamiento de Iturrigaray. Por lo que se refiere a los sujetos que fueron obligados a restituir los capitales que adeudaban a la caja de Consolidación, participaron en la conjura, además de Gabriel de Yermo, José Manuel Hurtado, Joseph Martínez Barenque, Ramón Gon­ zález Pérez, Manuel Pasquel y Manuel Fernández Romaña, pariente de Joaquín, que era quien estaba matriculado en el Consulado.45 Es muy importante destacar que el derrocamiento del virrey Iturrigaray pudo realizarse por el hecho de que la ciudad de México era resguardada por el Re­ gimiento urbano del comercio y el Escuadrón urbano, cuerpos que eran con­ trolados por los mercaderes del Consulado. El primero estaba constituido por la mayor parte del comercio establecido de la capital,46 con excepción de los panaderos y los tocineros que formaban el Escuadrón urbano.47Tal circunstancia facilitó el desalojo de la guardia de caballería que custodiaba los patios interiores del Palacio, hizo posible la entrega de la guardia del virrey a los conjurados y les permitió acceder a las habitaciones de Iturrigaray.48

44. Sobre fundación del vínculo o mayorazgo que debe correr unido al título de San Juan de Ynguanzo, 14 de diciembre de 1807. a g í , Indiferente, 1609. 45. Otros conspiradores afectados por la ley de consolidación eran Luis de la Fuente, Pedro González y José de la Peña, quienes no pertenecían al Consulado. Agradezco a la doctora Gisela von Wobeser haberme proporcionado la información sobre los deudores de la real caja de consolidación. 46. De los 1.094 integrantes del Regimiento de comercio, aproximadamente 93 eran miembros del consulado; el resto eran comerciantes de menor relevancia, muchos de los cuales dependían del abasto y/o financiamiento de los mercaderes consulares: cajoneros, tenderos, alaceneros, corredores, vinateros, azucareros, libreros, merceros, cederos y otros pequeños comerciantes. Valle Pavón, Consulado, 1997, anexo 2. 47. San Vicente, «Exacta», 1990, p. 171. Gabriel de Yermo reconoció el mérito que habían tenido el regimiento urbano del comercio y el escuadrón urbano en la destitución de Iturrigaray, «Representación de Gabriel de Yermo a la Junta de Sevilla, en que rectifica el informe del Real Acuerdo de México relativo á la deposición del Virrey Iturrigaray. 12 de noviembre de 1808», en García, Documentos, 1985, t. II, dto. cxx, p. 277. 48. Alamán, Historia, 1985, t. 1, p. 245; Mier, Historia, 1986, t. 1, pp. 178, 179. 99 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

De los miembros del regimiento urbano del comercio que colaboraron en el atentado contra el virrey, llama la atención, además de la importante participa­ ción de los cajoneros, tenderos y mercaderes, la de los vinateros. Los vendedores de vino debieron haber tenido vínculos de dependencia y lealtad con los abas­ tecedores de aguardiente.49Además, compartían con los productores y abastece­ dores del chinguirito la inconformidad por los excesivos derechos que gravaban dicha bebida.50 Por otra parte, el regimiento del comercio se había transformado en una pieza clave para la defensa de la ciudad de México como consecuencia de las sucesivas guerras en que se había visto implicada la Corona. Los capitanes del regimiento eran destacados mercaderes del Consulado, cuyos intereses y privilegios depen­ dían de la relación con España. Es muy posible que algunos de ellos pensaran en la posibilidad de que la crisis en la Península pudiera conducir al rompimiento del vínculo colonial, sobre todo, después de la negativa de Iturrigaray a reconocer a la Junta Suprema de Sevilla. De hecho, Gabriel de Yermo manifestó su temor porque el debate político condujera a las masas a la violencia, situación que, no dudaba, desembocaría en la independencia.51 Esta opinión fue compartida por los miembros de la Audiencia.52 Algunos capitanes del regimiento urbano del comercio que no participaron en la maniobra contra José de Iturrigaray, tampoco se opusieron a que se tomara preso al virrey, quizá para evitar posibles desórdenes, en los que sus negocios serían el principal blanco de ataque.Así había sucedido en el motín que se había producido en la misma ciudad de México en el año de 1692, el cual había dado lugar a la creación de dicho regimiento. La importancia de tener bajo control al regimiento urbano del comercio, se pone de manifiesto por el hecho de que sus dos oficiales mayores, el coronel Joaquín Colla y el sargento mayor Martín Ángel Michaus, fueron rápidamente destituidos, después de haberse manifestado en contra de la forma en que había sido depuesto el virrey José de Iturrigaray, con quien habían tenido una estrecha relación.53

49. Los únicos tres sargentos que participaron en el atentado contra Iturrigaray fueron un corredor y dos vinateros. 50. En 1798 un tabernero que había sido aprendido por contrabando de aguardiente afirmaba que la venta de dicha bebida no era buen negocio en razón de que «dejaba una cortísima utilidad por el subido precio en que se compra a los fabricantes y el monto de los derechos reales y municipales». Lozano, Chinguirito, 1995, p. 190. 51. Véase al respecto la versión del mismo Yermo. «Representación de Gabriel de Yermo...», en García, documentos, 1985, t. II, dto. cxx, p. 27952. Meissner, «Representación», 1996, p. 31. 53. Colla fue suspendido de su empleo y Michaus fue mandado por unos meses al Castillo de Perote. Alamán, Historia, 1985, t. 1, p. 257.

100 Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

CONSIDERACIONES FINALES Gabriel de Yermo y otros mercaderes que encabezaron la conjura contra José de Iturrigaray, tenían como uno de sus principales objetivos destituir al virrey que atentaba contra sus privilegios e intereses económicos. Iturrigaray se empeñó en aplicar la ley de Consolidación de vales reales, que al confiscar los capitales de las corporaciones eclesiásticas, obligó a los acreedores a restituir la mayor parte de los capitales que adeudaban. Mercaderes, hacendados y mineros que habían recibido préstamos del clero de manera indefinida se vieron obligados a restituirlos, ante la amenaza de embargo, en una época de aguda escasez de circulante. El virrey también tomo medidas para forzar a los productores y tratantes de aguardiente de caña a pagar los derechos que consideraban elevados, así como los adeudos que habían acumulado con el erario virreinal.Y, por último, el pequeño grupo de mercaderes y criadores de ganado que abastecían de carne a la ciudad de Méxi­ co, vio modificadas las condiciones de su contrato y tuvo que afrontar el pago de un nuevo gravamen. Además, hubo casos notables, como el del Marqués de Santa Cruz de Inguanzo, a quien la deposición del virrey lo salvó del secuestro de parte de sus bienes. Gabriel de Yermo padeció de manera singular las consecuencias de las me­ didas dictadas por el virrey José de Iturrigaray, de modo que no resulta extra­ ño que planeara y encabezara la conspiración que dio lugar a su destitución. Al descontento con la administración de Iturrigaray, se sumó el temor de muchos mercaderes de que se resquebrajara el orden social en la ciudad de México y se rompiera el vínculo colonial que sustentaban gran parte de sus privilegios. Ante esta situación se movilizó un importante sector de mercaderes del Consulado, quienes llevaron a cabo el atentado de 1808, con la colaboración de sus cajeros, dependientes y otros comerciantes. Los conspiradores contaron con el apoyo de importantes sectores del Regimiento urbano del comercio y del Escuadrón Urbano. Esto fue posible debido a la influencia que los mercaderes ejercían sobre los miembros de dichos cuerpos, por tratarse de individuos cuya subsistencia de­ pendía de la actividad comercial. En el caso de los vinateros, éstos también habían sido afectados por la política fiscal aplicada por el virrey Iturrigaray. Los individuos que entonces se encontraban a la cabeza del Consulado, el Regimiento urbano del comercio y el Escuadrón Urbano, no estuvieron presentes en el atentado de 1808. Este fenómeno podría explicarse porque la destitución del virrey José de Iturrigaray representaba un atentado contra el orden estable­ cido. Es importante tener en cuenta que los mercaderes que organizaron y lleva­ ron a cabo la insurrección habían fundado su riqueza y poder, en gran medida, a partir de los privilegios adquiridos y las relaciones constituidas como miembros del cuerpo mercantil. Por último, debemos considerar la participación e influen-

101

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

cia que muchos de los mercaderes en cuestión tenían en el Regimiento urbano de comercio, corporación que dependía del Consulado de México.

ARCHIVOS ag í agn bn m

Archivo General de Indias. Archivo General de la Nación, Biblioteca Nacional de Madrid.

BIBLIOGRAFÍA A. COLECCIONES DOCUMENTALES, DOCUMENTOS IMPRESOS Y OBRAS DE LA ÉPOCA Historia de México desde los prim eros movimientos que p rep a ­ raron su independencia en el añ o de 1808 hasta la época presente, 5 vols,, México, Instituto Cultural Helénico / Fondo de Cultura Económica (Clásicos de la historia de México), 1985. C a n c el a d a , J u a n L ó p e z , D efensa de la Nueva E spaña, México, Miguel Ángel Porrúa, 1989. G a r c ía , G e n a r o , Documentos históricos m exicanos, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1985. M ie r , F ray S ervand o T eresa d e , Historia d e la Revolución d e Nueva España, a n ­ tiguamente llam ada A nahuac, o verdadero origen y causas d e ella con la relación d e sus progresos hasta el presente añ o d e 1813, México, Instituto Cultural Helénico, Fondo de Cultura Económica, 1986. S a n V ic e n t e , J u an M a n u e l d e , «Exacta descripción de la magnifica corte mexicana, cabeza del nuevo americano mundo, significada por sus esenciales partes, para el bastante conocimiento de su grandeza» [1768], en La ciu d ad d e Méxi­ co en el siglo xvrn (1690-1780). Tres crónicas, prólogo y bibliografía Antonio Rubial García. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, (Cien de México), 1990. S ug aw ara , M a s a e , La deu da p ú blica d e España y la econom ía novohispana, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Colección Científica, núm. 28, 1976. Y e r m o , J u an A n t o n io , «Sobre todo género de agricultura en Nueva España, Méxi­ co, 22 de abril de 1788», en Documentos p a r a la historia económ ica de México, vol. II. Cuadro de la situación económ ica Novo-Hispana en 1788, México, Publicaciones de la Secretaría de la Economía Nacional, 1934.

A lamán , L ucas ,

102

Índice

MERCADERES

AGRAVIADOS

B. FUENTES SECUNDARIAS «Conflict among the Elites; the Overthrow of Viceroy Iturrigaray, México 1808», tesis, (Ph. D.), Tulane University, Ann Arbor, Mich., 1980. H a m n e t t , B rian R., «The Appropriation of Mexican Church Wealth by the Spanish Bourbon Government: the Consolidación de Vales Reales, 1805-1809», en Jo u rn a l o f Latin Am erican Studies, 1969, 1, n° 2, pp. 85-113. H u e r t a , M aría T e r e s a , Empresarios del a z ú c a r en el siglo xix, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia (Colección divulgación), 1993. L a d d , D o ris M., La n obleza m exican a en la época de la Independencia, 17801826, México, Fondo de Cultura Económica, 1984. L o z a n o , T e r e s a , El chinguirito vindicado. El contrabando d e aguardiente de ca ñ a y la política colonial, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas (Serie historia novohispana, n° 51), 1995. M a r ic h a l , C a r l o s , «Una difícil transición fiscal. Del régimen colonial al México independiente, 1750-1850», en Carlos Marichal y Daniela Marino, compi­ ladores, De Colonia a Nación. Impuestos y política en México, 1750-1860, México, El Colegio de México, 2001. — La ban carrota del virreinato. Nueva España y las fin a n z a s del Lmperio es­ pañol, 1780-1810, México, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, 1999, pp. 97-161 M e is sn er , J o c h e n , «De la representación del reino a la Independencia. La lucha constitucional de la elite capitalina de México entre 1761 y 1821», en Historia y grafía. Universidad Iberoam erican a, n°. 6, 1996. Q u ir o z , E n r iq u e t a , «Del estanco a la libertad: el sistema de la venta de carne en la ciudad de México (1700-1812)», en V alle P avón (coord.), M ercaderes, com ercio y consulados en Nueva España en el siglo xvin, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, c o n a c y t , 2003, pp. 191-223. • — «La carne: entre el lujo y la subsistencia. Mercado, abastecimiento y precios en ciudad de México, 1750-1812», México, El Colegio de México (tesis de doctorado), 2000. S á n c h e z S a n tir ó , E r n e s t , A zúcar y poder. Estructura socioecon óm ica de las al­ caldías m ayores d e C uernavaca y Cuautla d e Amilpas, 1730-1821, México, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Editorial Praxis, 2001. — «Comerciantes, mineros y hacendados: la integración de los mercaderes del consulado de la ciudad de México en la propiedad minera y azucarera de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas (1750-1821)», en G uillerm ina d el V alle P avón (coord.), Mercaderes, com ercio y consulados en Nueva España en el siglo xvrn, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, c o ­ n a c y t , 2003, pp. 159-190. B lack, Law ren ce,

103 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

E N LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

«Expansión de la economía mercantil y creación del Consulado de México», en Historia M exicana, Centro de Estudios His­ tóricos, El Colegio de México, vol. II, núm. 3, (202), enero-marzo, 2002, pp. 517-557. — «Oposición de los mercaderes de México a las reformas comerciales me­ diante la resistencia a otorgar crédito a la corona», en C arm en Y u st e y M atilde S o u t o (coord.), El com ercio exterior d e México, entre la qu iebra del sistema im perial y el surgimiento de una n ación (1713-1850), México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, Universidad Veracruzana, 2000, pp. 84-109. — «los privilegios corporativos del Consulado de comerciantes de la ciudad de México», en Historia y grafía, Universidad Iberoamericana, n° 13, 1999, pp. 203-223. — «Los empréstitos de fines de la colonia y su permanencia en el Gobierno de Iturbide», en J o s é A n t o n io S er r a n o y Luis J á u r eg u i (coordinadores), H acien da y Política. Las fin a n z a s pú blicas en la Prim era República Federal M exicana, México, El Colegio de Michoacán / Instituto de Investigaciones Dr. José Ma­ ría Luis Mora, 1998, pp. 49-78. — El Consulado d e com erciantes d e la ciu d ad d e México y las fin a n z a s novohispanas, 1592-1827, México, Tesis de doctorado, Centro de Estudios His­ tóricos, El Colegio de México, 1997. W o b e s e r , G isela v o n , D om inación colonial. La consolidación de vales reales en Nueva España 1804-1809, México, u n a m , iih / Coordinación de Humanida­ des, 2002. — «Gestación y contenido del Real Decreto de Consolidación de Vales Rea­ les para América», en Historia Mexicana, v. LI, núm. 4, abril-junio, 2002, pp. 809-814. — «Protestas de los novohispanos en contra del Rey de España, 1805-1808», en Memorias d e la A cadem ia M exicana d e la Historia, t. XLVI, 2001. V a lle P a v ó n , G uillerm in a d e l ,

104 Índice

PLATA MEXICANA RARA LA GUERRA ESPAÑOLA. EL BIENIO DE LA JUNTA CENTRAL SUPREMA DE ESPAÑA E INDIAS (1808-1809)_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Juan Andreo García Universidad de Murcia

El periodo de tiempo transcurrido entre mayo de 1808 y febrero de 1810, escasos veinte meses que van desde los primeros levantamientos peninsulares a la creación del Consejo de Regencia y que prácticamente coincide con el mandato de la Junta Central Suprema,1 a juicio de numerosos historiadores, fue una época a la que algu­ nos han denominado como los «dos años cruciales»2 o «un bienio transcendental»,3 y cuyo estudio y análisis, no cabe duda, aporta muchas claves que ayudan a entender lo que, para el profesor Guerra, fue el tránsito a la Modernidad y la gestación de las independencias.4 No vamos a entrar en este poliédrico asunto que en la actualidad está en pleno debate. Solamente vamos a revisar una cuestión que pudiera parecer demasiado puntual ante la magnitud del planteamiento general antes hecho. No ha sido escaso el empeño que durante años, historiadores de un lado y otro del Atlántico que se han dedicado a estudiar la época crucial de la crisis del Antiguo Régimen colonial español en el periodo de inicios de la llamada guerra de la Independencia, se han manifestado, intentando dar respuesta, entre otras mu­ chas cuestiones esenciales, a un momento clave de la Historia de España y de sus posesiones en América como acabamos de citar, sobre un asunto considerado por muchos de ellos como fundamental; tal asunto se explicita en una doble pregunta: 1. La Junta Central Suprema de España e Indias se instala en Sevilla en 25 de septiem­ bre de 1808 y una vez invadida Andalucía por las tropas francesas, después de la batalla de Ocaña, se retira a Cádiz y luego a la Isla de León donde el 29 de enero de 1810, nombra un Consejo de Regencia, 2. Guerra, Modernidad, 1993, p. 115. 3. Chust, 1808. La eclosión juntera, 2007, p. 11. 4. Guerra, op, cit. 105 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

En primer lugar, ¿de dónde sacó la Junta Central Suprema los fondos necesarios para sostener la guerra contra el invasor francés? Entre otras medidas de singular importancia (convocatoria de Cortes, proclamación de la Real Orden de enero de 1809 declarando la igualdad entre la Península y sus colonias), la llegada de tales fondos fue una de las acciones más decisivas para desbaratar algunos de los planes de Napoleón, ya que se pudieron acometer empresas de carácter militar que oca­ sionaron algunos reveses decisivos al ejército francés, al menos durante un año,5 dieron el tiempo suficiente para la emergencia de toda una generación de militares y líderes que marcarían con su presencia el futuro de los acontecimientos, amén de la también decisiva organización del apoyo británico. No en vano, Miguel Artola opina que la mayoría de los cuerpos provincianos peninsulares estuvo de acuerdo en que la Junta Central debería funcionar como un Gobierno de defensa nacional con el fin de librar una guerra de liberación 6 y, evidentemente, así fue. En segundo lugar, ¿a cuánto ascendió el monto de esos fondos? Si considera­ mos que el corto periodo de Gobierno de la Junta Central Suprema de España e Indias fue decisivo, y lo fue sin duda no sólo para la península sino también, de forma muy clara, para las posesiones españolas en América, podremos entender aún más lo importante de aclarar ambas cuestiones. Así lo han entendido todos los historiadores que han tratado el asunto.7 Casi todos coinciden en que la res­ puesta al primer interrogante fue la plata y la ayuda Americana la que en mayor medida mantuvo el esfuerzo de la Junta Central, ya que los recursos económicos metropolitanos se vieron enormemente mermados, primero por la fragmenta­ ción hacendaría,8 y después por la presión a que los habitantes de la península se vieron sometidos al sostener sobre sus espaldas ejércitos y partidas militares que les gravaban con todo tipo de cargas económicas, más o menos de buen grado. La respuesta a la segunda cuestión también ha sido abordada por numerosos historiadores, pero en este caso ha sido difícil aportar las cifras definitivas y las que se han dado no terminan de coincidir entre ellas. Es evidente que la dispersión documental en el complicado sistema hacendístico español y la ya mencionada cir­ cunstancia histórica derivada de la crisis bélica, han hecho muy dificultosa la tarea. 5. Es importante destacar que es en la época de la Junta cuando se logra detener al ejér­ cito francés; la Junta se constituye el 21 de septiembre de 1808 y es sustituida por la Regencia el 31 de Enero de 1810. 6. Artola, La España de Fernando VIL, 1968, p. 68. 7. Entre otros, Lucena, «LaJunta Central», 1985, p. 55. Del mismo autor, «Los préstamos del Consulado», 1977, vol. xxxri, pp. 154-167. Andreo, «El comercio veracruzano», en Lucena, Andreo, et.al. El comercio del Caribe, 1983, pp. 41-62; del mismo autor, «El tráfico marítimo del puerto de Veracruz», 1986, núm. 7, pp. 23-30. Klein, «La economía de la Nueva España», 1985, núm. 136, pp. 561-609. Del mismo autor, Lasfinanzas americanas de imperio español, 1680-1809, 1999; Merino, Las cuentas, 1987. Marichal, «Las guerras imperiales», 1990, xxxtx: 4, pp. 881-904. Vega, «Los primeros préstamos», 1990, xxxix:4, pp. 909-931. Landavazo, «La fidelidad al Rey», 1999, xlvui: 3, pp. 493, 521. 8. Marichal, «Beneficios y costes», año xv, 1997, n° 1, p. 495. 106 Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

Con la pretensión de aportar algún elemento clarificador es por lo que a raíz de algunos estudios realizados hace años sobre el comercio de Veracruz con la España del bienio 1808-1810, pudimos consultar una rica documentación que nos va a permitir aportar datos, creemos que interesantes, al debate sobre el monto total de la aportación americana, en este caso del Virreinato de la Nueva España, al menos durante los primeros y decisivos años de la denominada guerra contra Napoleón. Para empezar hay que decir que, si bien es cierto que las manifestaciones «fidelistas» de carácter político o moral en el Virreinato fueron muchas y variadas a partir del momento en que la Gazeta d e México del 16 de julio de 1808 publicara las noticias que el navio Ventura había traído desde España, muy pronto se convirtieron además, en manifestaciones de carácter económico. Las formas de lealtad y fidelidad se tra­ dujeron en cantidades de dinero mediante fórmulas que, como afirma Landavazo, no eran sólo fórmulas de una política fiscal9 que ya venían utilizándose, sino que «ade­ más pueden inscribirse dentro de una coyuntura política de enorme significación y pueden percibirse como una respuesta explicable en el marco del tradicionalismo de los valores propios de una relación entre vasallo y Rey». Esto no era nuevo. Desde tiempo atrás la colonias había soportado estoica­ mente, unas veces con más agrado y otras menos, la carga impositiva que la Co­ rona había establecido para el mantenimiento de los sucesivos conflictos bélicos, sobre todo con la Gran Bretaña.10 «El donativo gracioso» y los préstamos fueron «una costumbre» desde las últimas décadas de siglo xviii y primeras del x i x .11 Se­ gún Carlos Marichal, esa presión fiscal, derivada de los conflictos internacionales en el último cuarto del siglo x v iii, «generaron una serie de tensiones que fueron el preludio de las guerras de independencia».12 Una de las posesiones con mayor peso específico en esa labor fue el Virrei­ nato de la Nueva España que, por ese vital cordón umbilical que constituyó la vía Veracruz-Cádiz, enviaría durante el bienio 1808-10 una enorme cantidad de dinero. Concretamente estamos en disposición de hablar de una cifra total que gira en torno a los sesenta millones de pesos fuertes.13 México, o mejor la Nueva España, en esos precisos instantes, más que nunca y a pesar de todo, podía tener el dinero que España necesitaba.14

9. Así lo afirman trabajos ya citados de Carlos Marichal y Josefa Vega. 10. Landavazo,«La fidelidad al Rey», 1999, xlvüi: 3, p. 501. 11. Vega, «Los primeros préstamos», 1990, xxxix: 4, p. 90912. Marichal, «Las finanzas en la», 2003, p. 402. Según Marichal la sucesión de conflictos fue la siguiente: la guerra contra Gran Bretaña, 1179-1783, la guerra contra la Convención Francesa (1795-1798), la primera guerra naval contra Inglaterra (1796-1802), la segunda gue­ rra naval contra la misma potencia (1805-1808) y finalmente la guerra contra Napoleón (18081814). 13. Andreo, «El comercio veracruzano», 1983, p. 62 y del mismo autor: «La última crisis del comercio», 1979. 14. Garner, «Exportaciones», vol. xxi, núm. 4, pp. 588-589. 107

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Tradicionalmente la plata mexicana había solventado muchas de las necesida­ des económicas de la metrópoli y del Imperio, además de pagar también la admi­ nistración civil y militar novohispana. La Casa de la Moneda de México era la ceca más importante del imperio y, en consecuencia, del mundo conocido. A finales de la década de los ochenta del siglo xvm acuñaba un promedio de veinte millo­ nes de pesos; pocos años después, en 1796, llegó a los 24.3 millones de pesos, para subir a 26.1 en 1804. A partir de ese momento, aunque no se puede hablar de hundimiento, bajan un poco las cifras que oscilaron entre los 20.5 millones en 1808 y 24.7 en 1809.15 Las cifras que nosotros hemos podido comprobar no se alejan mucho de los anteriormente citadas. Si hacemos caso de D.José María Quirós, secretario del Real Consulado de Veracruz, la plata acuñada por la Casa de Moneda Mexicana en 1808 fue de 21.886.500 pesos fuertes16, de los que según él, por cuenta de particulares se exportaron 11.863.044;en 1809,1a cifra de plata acuñada fue 26.172.982 pesos fuertes, de los cuales, por cuenta de particulares, se exportaron 21.793.700.17 Tres son los niveles que, según Carlos Marichal, se pueden considerar en lo que hace al papel específico de la Nueva España en el tema de las finanzas imperiales: I o La tesorería de la Nueva España tenía la función de mantener, en todo el ámbito virreinal, sus fuerzas defensivas y sus diversos presidios. 2oTenía un papel destacado en la estructura defensiva en el entorno asiático y caribeño. Sin el situado novohispano, no hubiesen podido mantenerse esas vitales partes del Imperio. El caso de Cuba, por ejemplo. 3oA finales del período colonial, la Nueva España llegó a ser la responsable de casi el 75% del total de las remesas enviadas desde las colonias a la Tesorería General de España.18 Ante la situación provocada por la invasión francesa de la península, pese a estar sufriendo una considerable situación de crisis económica,19 la Nueva España res­ pondió a la metrópoli en la medida de sus posibilidades de forma que fray Servando Teresa de Mier afirmó: «La guerra es más cruel para nosotros que para España, que al fin la hace con nuestro dinero».20 Estas palabras dejan entrever un sentimiento

15. Hamnett, «Absolutismo ilustrado», 1992, p. 72. Para ver de modo global la evolución de la amonedación y extracción de plata a lo largo de la segunda mitad del siglo xvm véase, Pérez Herrero, Plata y libranzas, 1988, gráfico p. 187. 16. En adelante las cifras que damos en pesos se refieren a pesos fuertes y emplearemos las siglas ps.fs. 17. Lerdo de Tejada Comercio exterior, 1853- Los Apéndices 21 y 21 contienen las balan­ zas del comercio de Veracruz durante los años 1808-1809. 18. Garavaglia y Marchena, América Latina, v. n, 2005, pp. 14-15. 19. Andreo/'El comercio», 1983, pp. 41-62. En este trabajo se hace un recorrido sobre la situación de crisis agrícola que afectó a toda la Nueva España a principios del siglo xix. 20. Lynch, Las revoluciones, 1976, p. 339, cita a fray Servando Teresa de Mier. 108 Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

que hacía años se había arraigado profundamente en algunos sectores del pueblo mexicano y que no tardaría mucho en manifestarse con rotundidad. Al evaluar las aportaciones de plata que durante el bienio 1808-1809 hizo la Nueva España a la causa española, podemos afirmar que los caudales salidos por Veracruz lo hicieron fundamentalmente por tres conceptos: 1) en concepto de donativos; 2) en concepto de préstamos, siempre claro, a cambio de un elevado interés para el prestamista y 3) en concepto de Situado.21 Normalmente estos caudales eran extraídos vía España, por cuenta de la Real Hacienda e iban direc­ tamente a sufragar los gastos bélicos asumidos por la Junta Central; pero no hay que olvidar los caudales que, por cuenta de particulares, salieron en estos años para el pago de las mercancías comerciadas y otros negocios.22Todos estos ren­ glones estarían comprendidos en lo que se puede considerar extracción legal de capitales; la ilegal, producida por el contrabando, es imposible de calcular. Como ya se hizo en su momento,23 los estudios sobre el comercio y el tráfico marítimo entre estos dos puertos, nos dieron ciertas claves para la completa com­ prensión de la magnitud de la ayuda prestada por la Nueva España a la solución de la crisis suscitada en la Península a raíz de la Invasión francesa. A pesar de ello, como antes decíamos, aún no se ha realizado, en detalle, el conteo real de las ci­ fras de caudales que la Nueva España aportó en la mencionada coyuntura. Basán­ donos pues, en una fuente tradicional, como las balanzas y memorias realizadas por el secretario del Consulado de Veracruz, don José María Quirós,24y la revisión de la documentación existente en el Archivo General de Indias, hemos procura­ do una muestra significativa sobre el monto, el origen y destino de los caudales 21. Le Riverend, «Relaciones», 1983, pp. 87 a 96. El situado era el dinero que la metrópoli orde­ naba enviar a su cuenta a las colonias que no poseían fuente propia de extracción de oro y plata. Los grandes almacenes de este situado eran la Nueva España y el virreinato del Perú, y entre las colonias que recibían éste, la principal fue Cuba, isla que sería el centro del comercio en el «seno» -golfo- y entre esta zona y la metrópoli, y que necesitaba gran cantidad de dinero para mantener este comercio y su propia administración. Le Riverend cita textualmente «los situados o caudales públicos que la Hacienda Real de México transfería a La Habana para atender a los gastos estatales de orden militar y administrativo, fueron un factor de importancia en el desenvolvimiento econó­ mico de Cuba durante el período anterior a 1800». Desde luego, la situación siguió manteniéndose tras esa fecha, sólo que quizás la ampliación del comercio cubano con otras naciones, sobre todo con los e u a , hizo que la hacienda cubana necesitase menos del situado mexicano, sin llegar por supuesto a prescindir de él. El mismo autor recoge, que el último situado recibido en La Habana, según La Sagra, fue en 1806, y sigue afirmando que Villanova muestra que hubo alguno posterior a 1810. Pues bien, nosotros hemos podido comprobar que en los años de 1808 y 1809 también hay envíos de situado mexicano a Cuba. Cfr. Andreo, «El comercio», 1983, pp. 41-62. 22. Lerdo De Tejada, Apuntes históricos,1857 apéndices 21 y 22. Según estas balanzas rea­ lizadas por Don José María Quirós, ya aclaramos que durante 1808 se exportaron por cuenta de particulares la cifra de 11.863.044 ps.fs. en plata y oro. Durante 1809 se exportaron por el mismo concepto la cifra de 21,793.700 pesos fuertes. 23. Ortiz de la Tabla, El comercio exterior, 1978. Andreo, «El comercio veracruzano», 1983. García-Baquero, Comercio colonial, 1972. 24. Lerdo de Tejada, Apuntes históricos, 1857, apéndices 21 y 22. 109 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

E N LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

remitidos a través de Veracruz que vinieron prácticamente todos, curiosamente, en navios de guerra. Decimos curiosamente porque el sistema de escolta de los mercantes por Navios de Guerra era algo que se empleaba desde el siglo xvi y, aunque las flotas quedaron suprimidas a mediados del x v iii, el sistema siguió uti­ lizándose ocasionalmente; en el caso que nos ocupa, en 1808, la Corona, aliada de nuevo con la Gran Bretaña, y ante el peligro del corso francés ordenó que los navios mercantes fuesen escoltados por la Flota Real.25Así pues, durante el bienio estudiado, toda la plata llegaría, no escoltada, sino directamente transportada en navios de Guerra o en buques británicos

1808: SALIDA DE CAPITALES ACUMULADOS En agosto de este año llegaron a Veracruz con destino a México los comisionados de la Junta de Sevilla, donjuán Gabriel de Jabat y el coronel don Manuel Francisco de Jáuregui, cuyo propósito era hacer que el virrey reconociese a aquélla y la socorriese con recursos pecuniarios.26 Iban además autorizados para deponer al virrey en caso de que éste se resistiese a aquellos propósitos, como de hecho ocurrió.Ante la postu­ ra tibia y demasiado prudente del virrey27,postura que se consideró «afrancesada» por algunos sectores de la población capitalina, estos comisionados, al frente de un nume­ roso grupo de peninsulares depusieron a José de Iturrigaray, nombrando en su lugar como virrey de la Nueva España a don Pedro Garibay que, de inmediato, publicó una proclama en la que «verdaderamente se hablaba de los desastres sufridos por las ar­ mas españolas contra los invasores franceses» e incitaba a contribuir para repararlos con los oportunos auxilios de dinero.28Antes de ésto, en octubre de 1808, «el Virrey Garibay envió a Veracruz nueve millones de pesos sacados de las cajas reales, de los cuales seis se embarcaron en el navio San Ju sto,mandado por el marqués del RealTesoro, y los restantes fueron embarcados en dos fragatas de guerra inglesa y remitidas a España. Además se reunieron grandes sumas de donativos distinguiéndose por su generosidad y patriotismo varios «españoles acaudalados».29 Parece ser que éste fue el precio que pagaron los amotinados para que la península viese con buenos ojos el cambio operado en la colonia. Pues bien, las cifras que acabamos de citar y que reco­ ge Francisco de Paula Arrangoiz, suponen una fuerte cantidad de dinero que hemos podido comprobar. Las dos fragatas inglesas que trajeron dinero fueron: 25. Lucena, «La Junta Central», 1985, pp. 55-70. 26. Lerdo de Tejada, Apuntes históricos, 1857, vol. n, p, 14. 27. Reconocida la Junta de Sevilla, el 31 de agosto, esa misma noche Iturrigaray recibe la misma propuesta por parte de la Junta de Asturias al día siguiente convoca otra sesión de jun­ ta general que revocara el reconocimiento otorgado a la de Sevilla. Para el relato minuciosos de los acontecimientos, Guedea, «La Nueva España», 2007, pp. 95-97. 28. , Historia de 1942. vol. i, p. 273. En la nota 17, cita que esta proclama se publicó en la Gaceta de México el 29 de abril de 1809. 29. Arrangoiz, México desde 1808-1867\1870, vol. i, p. 61.

i 10 Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

La fragata de guerra de S.M.B. Diamante , que llegó a Cádiz el 24 de diciembre de 1808 y que trajo la suma de 1.696.344 pesos fuertes, y la fragata de guerra SM.B. Melpómene , que llegó a Cádiz el mismo día con la suma de 1.605.466 de pesos. Posteriormente, el 1 de febrero de 1809, llegó a Cádiz el navio de guerra San Justo procedente de Veracruz y La Habana30 El San Justo trajo la suma total de 6.753*133 ps.fs., además de cuatro cajones de alhajas y barretos de plata y oro, una barra y tejo de oro 31. Aparte de esas cantidades de las cajas reales, cada uno de estos buques traía una cierta cantidad de donativos, a saber: la fragata de SM.B. Melpómene un total de 104.445 pesos fuertes. La fragata SM.B. Diaman­ te llevaba 190.403 por el mismo concepto32, y el navio de guerra San Justo un total de 125.404 pesos.33Añadiendo a estas cifras los 138.898 recolectados por la Real Hacienda34 resulta que, en concepto de donativos para la guerra, este año de 1808, la Nueva España aportó la cifra de 559.155 pesos fuertes. Cifra bastante 30. agí, El San Justo sale de La Habana el 29 de diciembre donde había embarcado 21719 pesos con destino a la Junta Central, que acusa recibo el 18 de Abril de 1809- Ultramar 126, núm. 4. Junta de Sevilla al Juez de Arribadas de Cádiz. Alcázar de Sevilla, 18 de abril de 180931.agí, Arribadas, 263. Documento de relación de caudales y efectos venidos de Indias a cuenta de la Real Hacienda, desde 1808 a 1816, ambos inclusive. 32. agí, Arribadas, 26l. Relación de caudales traidos a cuenta de la Real Hacienda por las fragatas de S.M.B. Melpomene y Diamante. La fragata de SM.B, Diamante, traía en donativos: Donativos de Puebla de los Ángeles....................................................................110,000 ps.fs. Donativos de Guadalajara...................................,.........................................................60 ps.fs. Donativos del Consulado de Veracruz................................................................... 32.256 ps.fs. Mitad del realizado por el cabildo dela Catedral de Guadalajara.......................30.000 ps.fs. Mitad de los vecinos de Veracruz............................................................................17.087 ps.fs. TOTAL..............................................................................................................190.000 ps.fs. El resto pertenecía a las Cajas Reales La fragata de S.M.B. Melpomene: Donativo de los vecinos de Veracruz.................................................................... 36.000 ps.fs. Donativo de los vecinos de Guadalajara................................................................. 5-589 ps.fs. Mitad del realizado por el Cabildo de la Catedral de Guadalajara....................30.000 ps.fs. Donativo del Consulado de Veracruz.................................................................... 32.256 ps.fs. TOTAL..........................................................................................................104.445 ps.fs . El resto perteneciente a las Cajas Reales Dichas fragatas llevaban además dinero por cuenta de particulares. La Melpómene, traía 50.000 pesos de plata para la «Compañía de los Cinco Gremios Mayores de Madrid»; agí, Ind. General, 2285. 27 de diciembre de 1808. Hemos comprobado además que los comandantes de las dos fragatas pidieron el 2,5% del valor del dinero que transportaban, como pago de este servicio, cifra que ascendía a 82.544 ps.fs.; en agí, Audiencia de México, 2374. Nota de la llegada de las dos fragatas dirigida al juez de la Real Hacienda. 14 enero 1809. 33. agí, Audiencia de México, 2374. Carga del navio de guerra San Justo. Su totalde peso en plata era de 8.630,008 p.fs, r/v y 1 ms. De los que, 21.798 eran donativos del Consulado de Veracruz; 103.611 eran donativos de otros cuerpos de la ciudad. Que hacían un total de 125.404 pesos fuertes. El resto pertenecía a las Cajas Reales exceptuando 2.068.924 pesos fuertes de plata que eran por cuenta de particulares. 34. agí, Audiencia de México, 2942. Documento índice-sumario general de ramos de la cuenta de cargos de 1808.

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

elevada si se compara con los donativos que la Junta Central de Caracas remitió en los mismos años 253.345,51/2con lo que se consideraron agotados los ámbitos monetarios venezolanos.35A ésto debemos añadir las cifras que, en concepto de situado, salieron este mismo año: Situado de Campeche...................................................................... 403.181 ps.fs. Situado de Marina de La Habana.................................................... 500.000 ps.fs. Situado de tierra de La Habana...................................................... 530.000 ps.fs. Total..... 1.436.850 ps.fs.36 Situado en Panzacola......................................................................... 3.577 ps.fs.37 Podemos apreciar que casi el 75% de este situado salía hacia la isla de Cuba, con lo cual se puede comprender hasta qué punto el comercio cubano esta­ ba sustentado por el mexicano. Son explicables, pues, las insistentes quejas del Consulado de México a la Corona, sobre cómo a pesar de tener la concesión del comercio exclusivo de harina con la isla, ésta hizo en todo momento lo que le convino saltándose e interpretando las órdenes reales y perjudicando al co­ mercio veracruzano,38 realizando comercio ilícito con puertos norteaméricanos, donde era muy apreciado el azúcar a cambio de productos mucho más baratos que los del puerto jarocho. Así pues, el total de los caudales salidos este año de la Nueva España en con­ cepto de donativos y situados a cuenta de la Real Hacienda ascendió a la cantidad de 11.630.671 pesos. Si unimos lo que José María Quirós nos especifica en sus balanzas como salido por cuenta de particulares resulta que, de un modo total, este año salieron porVeracruz 23.493.715 ps.fs.,39 cantidad que prueba el esfuer­ zo que se realizó y que justifica la escasez de fondos por parte de las Cajas Reales en los años siguientes.

1809: LOS PRÉSTAMOS; EL RECURSO DE LA METRÓPOLI Desde principios de este año tenemos noticias sobre la colecta de donativos que venía realizándose en el Virreinato para sustentar la guerra contra los fran­ ceses en la Península. Hasta el viernes 7 de julio se habían recaudado, según las

35. Lucena, «El Donativo Patriótico», 1978, v. l x i , p. 15. 36. a g í , Audiencia de México, 2942. Cfr. Nota 16. 37. Le Riverend, op. cit., No constata el situado en Cuba. 38. Hemos podido comprobar este fraudulento comercio de exportación llevado a cabo por Cuba, llevando géneros y efectos extranjeros como si fuesen nacionales a las demás colo­ nias españolas, causando graves perjuicios, ya que incluso podían vender productos existen­ tes en las mismas colonias a un precio más bajo. Andreo, «El comercio», 1983, pp. 41-62. 39. García-Baquero, op. cit., pp. 193 y 200. Ante las cifras que acabamos de citar, son de extrañar las que nos da este autor. I 12

Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

gacetas, 1,505,351 pesos fuertes.40 En ellas se recogen pormenorizadamente los contribuyentes y autores de estas donaciones, lo cual nos permite ver cómo en este papel sobresalían los españoles afincados en la colonia. Estos, además de contribuir con su dinero a los intereses patrios buscaban el propio interés, y ca­ pitaneados por Gabriel de Yermo41, viendo que la poca energía del virrey Garibay ponía en peligro la dirección de la colonia, y a instancias de la Junta Suprema de Sevilla, depusieron a éste y nombraron virrey al arzobispo don Francisco Javier Lizana y Beaumont, «de cuya acendrada fidelidad no podía dudarse y era respetado por sus virtudes».42 Pocos días después de la toma de posesión del nuevo, virrey, llegó a México el comisionado inglés sir Andrés Cochrane Johnstone,43 enviado por su Gobierno para recaudar los tres millones de pesos que la Gran Bretaña ha­ bía prestado a España para guerra con Francia.44Además dicho comisionado tenía un permiso dado por el Gobierno español el 13 de mayo de este año para sacar de la Nueva España diez millones de pesos, los cuales serían pagados en Londres por la casa de D. Thomas Murphy, a quien se facultó para recibir y embarcar en Veracruz los caudales que se entregasen hasta completar dicha suma. Estas circunstancias pusieron en un grave aprieto a la Nueva España, ya que los fondos de las Cajas Reales estaban agotados. Ante la insistencia del Sr. Cochrane, el arzobispo virrey se dirigió a algunos cuerpos de ciudadanos y particulares para que hiciesen un préstamos o adelanto por dicha cantidad, reembolsable con los primeros ingresos de las Cajas Reales. La prontitud con que se recaudó la cifra de 3,179,835 ps.fs., prueba no sólo la fidelidad de la Nueva España sino también el deseo de realizar inversiones seguras, ya que antes de la fecha fijada, se empeza­ ron a cobrar dichos préstamos con un interés del seis por ciento.45 40. agí, Gazeta extraordinaria de México, vol. xvi, núms. 79-83- Listas de donativos para la metrópoli. Se podría pensar que hacia finales del año, las cifras se duplicarían pero, como no tenemos constancia de esto, recogemos las cifras que en estas gacetas se expresan. 41. Para la historia del personaje y de su influyente familia véase, entre otros: Huerta, «La Familia», 1983, v. rv, pp, 46-65. 42. agí, Audiencia de México, 1633- Gazeta de México del sábado 24 de septiembre de 1808. Vol.xv, núm. 102, p. 703 y ss. 43. agí, Audiencia de México, 2374. Estado que manifiestan los caudales remitidos a la península por cuenta de la Real Hacienda de México durante el gobierno del virrey arzobispo Lizana. 15 de enero de 1810. 44. Lerdo de Tejada, op. cit, p. 48; Arrangoiz, op. cit., p. 64, y p. 283. En la nota 30 véase cómo se atestigua que a su paso por la ciudad de Puebla, dicho comisionado, deseando unos cuadros de Murillo habidos en el convento del Carmen, le fueron regalados de inmediato. 45. Lerdo de Tejada, op. cit, p. 48-49. Estos préstamos se empezaron a cobrar desde el 6 de septiembre de ese año; op. cit., pp. 284-285, y agí, Gacetas de México, v. xvi, núm. 102 fol. 761 y núm. 105, fol. 787. Todas la fuentes consultadas coinciden en que fueron pocos los mexicanos que con­ tribuyeron a tales préstamos, aunque no se puede negar que dado el fuerte interés de rendi­ miento, algunos se dejaron llevar. Entre las personas que más se distinguieron destacan los miembros y allegados a la audiencia de México, además, claro, de otros altos cargos penin­ sulares, con todos se puede hacer la siguiente relación: 113 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Con todo, la medida más impopular entre los criollos acaudalados fue la or­ den de 23 de mayo, por la que la Junta Central Suprema pidió a la Nueva España un préstamo voluntario de veinte millones de pesos fuertes, para cubrir gastos de guerra en la metrópoli. Esta suma era muy difícil de recaudar, como lo mani­ festó claramente Abad y Queipo, arzobispo de Michoacán, en una exposición que envió al virrey el 12 de agosto, proponiendo en su lugar otras soluciones. Así lo transmitió el Virrey a la Junta Central, la cual respondió que se siguiese adelante con la solicitud. No obstante, Lizana no dio ningún paso en tal sentido, lo que sería una de las causas de su caída a mediados del año 1810.46 En el apartado de situado de moneda, durante el periodo de tiempo que trans­ currió desde la toma de posesión del Virrey Lizana hasta enero de 1810, se extra­ jeron por Veracruz las siguientes cantidades:47 - Remitidos a La Habana en el bergantín de guerra Lince para sus atenciones y las de Puerto Rico.......................................... 450,000 ps.fs. - Remitidos a Sto. Domingo con el comisionado de aquel gobierno, teniente de fragata D. José Melgarás..................... 100,000 ps.fs. -Remitidos a Panzacola en la goleta P roserpin a........................150,000 ps.fs. -Prontas a enviar a Filipinas en la nave M agallanes.................500,000 ps.fs. Total...................................................................... 1,200,000 pesos fuertes.

Antonio Basoco.......................................................................................................200.000 ps.fs. Alonso de Terán, Prior del Consulado.................................................................200.000 ps.fs. Tomás Domingo de Acha.................................................................................... 150.000 ps.fs Gabriel de Iturbe................................................................................................... 100.000 ps.fs Sebastián de Heras................................................................................................ 100.000 ps.fs Juzgado de capellanías.......................................................................................... 75.000 ps.fs Eusebio García........................................................................................................ 60.000 ps.fs Cabildo Ecles. de México...................................................................................... 50.000 ps.fs El Consulado............................................................................................................ 50.000 ps.fs Yermo................................................................................................. ...................... 50.000 ps.fs Miembros de la Audiencia Escalante.................................................................... 50,000 ps.fs Eguía......................................................................................................................... 50.000 ps.fs Norieg....................................................................................................................... 50.000 ps.fs Otros comerciantes................................................................................................. 55.000 ps.fs Mexicanos El Marqués del Apartado.................................................................... 80.000 ps.fs El Marqués de Guadiola........................................................................................... 10.000 ps.fs Además de 400,000 ps.fs., que el Arzobispo hizo tomar a la fuerza de la casa del Duque de Terranova, Marqués de Oaxaca, descendientes de Cortés, aunque en la relación figuraba como préstamo voluntario de D. Manuel de Santa María, Gobernador de su estado y mar­ quesado. 46. Op. cit., pp. 285-286, y Arrangoiz, op. cit., p, 73. 47. a g i, Audiencia de México, 2374, Estado de los caudales remitidos a las provincias americanas en concepto de situado. I 14 Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

En cuanto a los caudales extraídos por Veracruz a cuenta de la Real Hacienda, hemos constatado los siguientes:48 En el navio de guerra San Francisco d e P au la, que llegó a Cádiz el 6 de agosto de 1809 desde Veracruz y La Habana se traía un total de 3.361.869 ps.fs., inclui­ dos donativos;49 además hemos podido comprobar que por cuenta del Ramo de Consolidación llevaba también, procedente de Guatemala, la cantidad de 558.535 ps.fs., y procedentes de Filipinas otros 87.920.50 El navio de guerra San R am ón , procedente de Veracruz y que llegó a Cádiz el 22 de diciembre de 1809 con un total de 1.500.000 ps.fs.51, traía además un cajón de alhajas,52 y parte del dinero que el comisionado británico Sr. Cochrane había

48, agí, Arribadas, 263. Relación de caudales y efectos venidos de Indias a cuenta de la Real Hacienda desde 1808 a 1816. 49- agí, Ibid. Documento de carga de caudales que llevan los buques S. Fulgencio del Callao y el S. Francisco de Paula de Veracruz. Fechado en Cádiz, 9 de Octubre de 1809. En este último navio venían los siguientes caudales: 1.500 ps.fs. Pertenecientes al depósito hidrográfico. 258.134 ps.fs. Pertenecientes al Monte Pío militar. 31.182 ps.fs. Pertenecientes al juzgado de bienes de difuntos. 50 ps.fs. De los Oficiales del Supremo Consejo de Indias. 2.000 ps.fs. Del Real Tribunal del Consulado de México al Supremo Consejo de Indias. 30 ps.fs. Comisos de una fragata procedente de Filipinas. 136.174 ps.fs. Recaudados por la Tesorería de Veracruz de V4 parte de Comisos de 1808. 50. agí, Creemos que los procedentes de Guatemala se debían en parte a los doce mi­ llones que se recaudaron en la Nueva España por el llamado «Embargo Eclesiástico», Así se insinúa en Arribadas, 263. Documentos de carga del Navio S. Francisco de Paula, 51. agí Audiencia de México, 2381. Notas impresas del recibo de caudales por parte del Ordenador de la Real Hacienda de Indias. Fechado en Cádiz, 30 de Diciembre de 1809. Se­ gún el documento el millón quinientos mil pesos que llevaba el Navio de Guerra San Ramón provenían de: Utilidades líquidas de la Casa de la Moneda..................................................... 375.000 ps.fs. Caudales correspondientes a S.M..................................................................... 1.125.000 ps.fs. Además se especifica que el navío de guerra San Francisco de Paula, sale de Veracruz siendo virrey D. Pedro Garibay, los demás lo harán bajo el mandato del Virrey Lizana. 52. Posiblemente ese cajón de alhajas contenía parte de las joyas requisadas a don José de Iturrigaray la noche del 15 al 16 de septiembre de 1808, fecha en que fue depuesto de su cargo, joyas que presumiblemente habían sido compradas para la reina. Decimos parte de las joyas porque se sabe que desaparecieron y nunca fueron encontradas una gran parte de ellas, según se comprueba en las facturas de compra de tan importante tesoro. Sobre este tema, ligado muy estrechamente con la situación de crisis política creada en septiembre del 1808, se puede consultar el curioso e interesante trabajo de Salvador Bernabeu, «Perlas para», 2009. Según este autor, las joyas embarcadas, que no eran toda la colección, tuvieron un avalúo de 60.000 pesos, avalúo del que no se fiaba Melchor de Aretio, maestre de plata del navío San Ramón , por lo que solicitó que se le eximiera hacerse cargo del arcón por el valor que se había especificado en la ciudad de Veracruz, por miedo a tener que responsabilizarse a la llegada a la península España «el concepto de los peritos que en aquel puerto deben de inter­ venir en el avalúo del recibo, puede muy bien diferenciar en notable cantidad con respecto al aprecio que hagan los de aquí, cediendo tal diferencia en grave perjuicio mío», pp. 154-155. I 15 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

cobrado en el virreinato; pero al salir del puerto, el capitán D. Thomas Maling, comandante de la fragata de S.M.B. U ndertead, se opuso a que el buque español portase dichos caudales, por lo cual éstos se desembarcaron.53 En el navio de guerra San L ean dro -cuya llegada no se registra en Cádiz,54 pero nos consta que salió deVeracruz días después del navio de guerra San R a­ m ó n - iban parte de los caudales del Ramo de Consolidación junto a otros cauda­ les con un total de 1.500.000 ps.fs. Además, llevaba el resto del dinero cobrado por el Sr. Cochrane. Sin embargo todos estos caudales llegaron a Cádiz en las fra­ gatas inglesas U nderstead y E thalion en febrero de 1810.55 Es probable que esta anomalía tuviese el mismo origen que la ocurrida al San Ramón\ es decir, que los comandantes de las fragatas inglesas prefiriesen llevar el dinero cobrado por el comisionado inglés ellos mismos, por lo que embarcaron ese dinero y el resto del que llevaba el San Leandro con intención de «ahorrarle el viaje a España» a dicho buque desde Puerto Rico, donde sucedió el incidente. Según el «Estado que manifiesta los caudales remitidos a la península durante el gobierno del Virrey Lizana», documento en el que se comprueban los caudales de los buques anteriores, podemos apreciar que, a finales del año, salió para la península otro cargamento de plata en el navio de guerra Asia, con un caudal por cuenta de la Real Hacienda de cuatro millones de pesos fuertes.56Así pues, el total de caudales que se extrajeron por Veracruz en este año de 1809, fue el siguiente: ~ Navio San Francisco de P a u la .............................................3-361.869 ps.fs. - Navio San R am ón .................................................................. 1.500.000 ps.fs. - Navio San Leandro {U ndersteady E th alion )................... 1.500.000 ps.fs - Navio A sia.................................. ...... .......................... ................ 4.000.000 ps.fs - Situado............................................................................................1.200.000 ps.fs ~ Dinero satisfecho por la Nueva España al Sr. A. Cochrane Johnstone, como pago al préstamo que el gobierno inglés hizo al español y llevado a Inglaterra por las fragatas Understead y Ethalion................................................................. 3.000.000 ps.fs. Total....................................................................................... 14.561.869 ps.fs. De este dinero sólo llegó a España una cantidad estimada en 10.361.869 ps.fs., cifra que difiere un tanto de las que recogen algunos autores como A. García 53. agí, Indiferente general. 1808. Notificación dada el 28 de agosto de 1809 por el Inten­ dente de Veracruz a la Hacienda de Indias. 54. agí, Arribadas, 2ó3- Documento con relación de Caudales venidos desde 1808 por cuenta del ramo de Consolidación. Fechado en Cádiz, 26 de abril de 1811. Al margen en una nota se habla de este hecho. 55. Ibidem. En este mismo documento se constata la llegada de estos buques ingleses. 56. agí, Audiencia de México, 2374. Estado de caudales remitidos a la Península durante el mandato del virrey arzobispo Lizana. Fechado en México, 15 de enero de 1810. t 16

Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

Baquero-González y V. Gebhardt. Según el primero llegaron a la Depositaría de Indias, procedentes de Veracruz y La Habana, 16.000.000 ps.fs., cifras que no concuerdan con las nuestras si tenemos en cuenta que García Saquero incluye los caudales venidos por cuenta de particulares. El segundo autor opina que en este año llegaron de las colonias españolas -no sólo de la Nueva España- cerca de 15.000.000 ps.fs., lo que sólo se corresponde si se trata de cifras parciales, bien de particulares o bien de la Real Hacienda.57 Uniendo a la cifra que nosotros hemos establecido, el dinero que, según Quiros, salió este año por cuenta de particulares (21.793 700 ps.fs.), resulta un total extraído de 36.355.569 de pesos. No hemos podido comprobar si en estos cau­ dales iban incluidos parte de los doce millones de pesos recaudados en la Nueva España gracias al Embargo Eclesiástico (decreto de consolidación de vales reales), y que se empezó a enviar a la metrópoli en 1809 pues antes, debido a la guerra con la Gran Bretaña, no se había podido expedir.58 Este dinero se remitió poco a poco, a lo largo de varios años y desde luego, según, Lynch, no de un modo inte­ g r ó la que los «funcionarios que lo recaudaron incluido el Virrey, se repartieron en concepto de comisión medio millón de pesos».59 Este secuestro de la riqueza de la Iglesia mexicana alertó a los eclesiásticos y perjudicó la economía novohispana, y sobre todo ocasionó, según el mismo autor que acabamos de citar, una ruptura de confianza con respecto a la metrópoli que se manifestaría claramente en el proceso revolucionario. La consecuencia: ¿el agotamiento monetario de la Nueva España? Durante estos dos años, por cuenta de la Real Hacienda entre préstamos, do­ nativos y situado, salieron por Veracruz un total de 26.192.540 pesos fuertes de la siguiente manera: - De las Cajas Reales y préstamos.......................................... 21,491.184 ps.fs. - De situado de moneda..................................................... ....... 2.636.850 ps.fs. - Donativos para la guerra............................................ ;............2.064.506 ps.fs. Uniendo a estas cifras las citadas a principio del capítulo como salidas por cuenta de particulares, resulta que en 1808 salieron de Veracruz 23.493.715 ps.fs. en plata acuñada, labrada y oro;60 por los mismos conceptos, durante 1809, salió la 57. García-Baquero, op. cit., pp. 195 y 220. Gebhardt, Historia, v, 1863, rv, p. 472. 58. Lynch, op. cit., pp. 337.338. El llamado «embargo eclesiástico» o consolidadación de vales reales empezó a recaudarse a partir de la R.O. de 26 de diciembre de 1804, según ésta, se ordenaba el secuestro de los fondos de Caridad de la Iglesia mexicana y su envío a España en concepto de consolidación de vales, y que debido a las protestas y al descontento del clero, dejó de cobrarse por R.O. del 4 de enero de 1809. 59. Ibídem, p. 339. 60. Lerdo de Tejada, Comercio, Apéndices 21 y 22. Especifica las siguientes cantidades en oro y plata labrada: 117

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

cifra de 36.355.569 ps.fs.En total los dos años arrojaron un monto de 59.849.284 pesos fuertes. CAUDALES REMITIDOS POR CUENTA DE LA REAL HACIENDA 1808

C a ja s R e a le s

D o n a tiv o s 4 ,8 8 %

T o t a l C a u d a le s : 1 1 .6 3 0 .6 3 1 p s .f s .

CAUDALES REMITIDOS POR CUENTA DE LA REAL HACIENDA 1809

C a ja s R e a le s 6 0 ,8 2 % L

S it u a d o 8 ,2 5 % t D o n a tiv o s 1 0 ,3 3 %

Ww

P ré sta m o p a g a d o a la G . B re ta ñ a 2 0 ,6 0 %

T o t a l c a u d a le s : 1 4 .5 6 1 .8 6 9 p s .f s .

1808 en oro 9.720 ps.fs. 1809 en oro 13.052 ps.fs. En plata 19.460 marcos. 118 Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

En conclusión, podemos afirmar que la aportación que el virreinato novohispano hace a la causa de la lucha contra el invasor francés durante el bienio de la Junta Central supuso el 44% del total de capitales exportados por el puerto de Veracruz. La gran escalada de salida de capitales se produjo desde septiembre del año 1808 hasta diciembre de 1809, período que coincidió casi por completo con el mandato de la Junta Central Suprema de Indias. La cifra que hemos citado colo­ ca a estos dos años entre los primeros en importancia en la exportación de plata mexicana; y no es de extrañar que algunos historiadores, como Hamilton entre ellos, hablen de esta época como la que presenció la segunda gran invasión de Europa por parte del numerario mexicano.61 Estas cifras son esclarecedoras del esfuerzo económico que la guerra de la Independencia española supuso para la América española, especialmente para el virreinato de la Nueva España y de la impotencia de éste para seguir sosteniendo la dura marcha que le imponía la metrópoli, tan dura que al final de 1809, seguía en pie la petición, por parte de la Junta Central, de un préstamo de veinte millo­ nes de pesos. Como consecuencia de este saqueo económico, las Cajas Reales de la Nueva España quedaron exhaustas, sin poder resarcirse de las crisis por sí solas y quedando por tanto incapaces de enfrentarse a un problema revolucionario, que se iniciaría a partir de 1810.62 Problema entre cuyas múltiples aristas, una tenía, indudablemente un trasfondo económico. Lo cierto es, y estamos plenamente de acuerdo con los que opinan que, sin los ingresos y aportes de la Nueva España, la guerra de Independencia peninsular hubiese sido muchísimo más dura y, así mismo que, el proceso de destesorización culminado con la Real Cédula de Consolidación de vales Reales de 1804,63 tiene su verdadero y completo colofón durante este bienio.

ARCHIVOS agí

Archivo General de Indias.

BIBLIOGRAFÍA Historia de México desde 1808 a la Independencia, México, Jus, 1942, Vol. 1, p. 273. En la nota 17, cita que esta proclama se publicó en la Gaceta d e México el 29 de abril de 1809.

A l am á n , L u c a s ,

61. Vicens, Historia económica, 1972, p. 496 y 497. Cita a Hamilton que afirma: «La oleada de numerario producida en los años de 1810 fue superior a la del s. xvi». 62. Garavaglia y Marchena, América Latina, 2005, pp. 7-29 63. Pérez Herrero, «El México Borbónico», 1992, p, 126. I 19 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

«La última crisis del comercio colonial mexicano: época de la Junta Central Española y los primeros movimientos emancipadores novohispanos, 1808-1810, Memoria de licenciatura inédita, Murcia, 1979. — «El comercio veracruzano durante la etapa emancipadora, 1808-1812. La crisis económica prerrevolucionaria. La nueva España durante el Bienio 1808-1809», en L u c e n a , M a n u e l A n d r e o , et. al.} El com ercio del Caribe con España a com ienzos del siglo xix, Caracas, Universidad de Alcalá de Henares y Universidad de Murcia, 1983, pp. 41-62. — «El tráñco marítimo del puerto de Veracruz durante la etapa de la Junta Cen­ tral Suprema de España e Indias», Áreas, Revista d e Ciencias Sociales, n° 7, Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Editora Regional, 1986. A r r a n g o iz , F ra n cisco d e P a u l a , México desde 1808-1867\México, Jus, 1870, Vol 1, p. 61. A r t o l a , M ig u e l , La España d e F ernando VII, Madrid, Espasa Calpe, 1968. B e r n a b e u , S alvad o r , «Perlas para la Reina. Aportaciones al estudio de la industria perlífera en la Nueva España, 1790-1809», Estudios d e Historia Novohispana, n° 15, 1995, pp. 129-158, consultado en: www.biblioteca.org.ar/zip22. asp?texto=92056, el 9 de marzo de 2009. C h u s t , M a n u e l (coord,), 1808. La eclosión ju n tera, México, f c e , 2007. G aravaglia , J . C., y M a r c h en a , J u a n , Am érica Latina d e los orígenes a la In de­ pen den cia. II La sociedad colonial Ibérica en el siglo xvni, Barcelona, Crítica, 2005. G a r n er , R ic h a r d L., «Exportaciones de circulante en el siglo xvni (1750-1810)», Historia M exicana 124, México, El Colegio de México, v. xxi, n° 4, pp, 588589. G e b h a r d t , V íc t o r , Historia General d e España y sus In dias, Barcelona, Librería del Plus Ultra, 1863, vol. iv. G u e d e a , V ir g in a , «La Nueva España», en C h u s t , M a n u e l , 1808. La eclosión jun tera en el m undo hispano, México, 2007, pp. 95-97. G u er r a , F ran ço is X avier , M odernidad e Independencias Ensayos sobre las revolu­ ciones hispánicas, F.C.E., México, 1993. H a m n e t t , B rian R., «Absolutismo ilustrado y crisis multidimensional en el perío­ do colonial tardío, 1760-1808», en Z o ra id a V á z q u e z , J., Interpretaciones del siglo xm m exicano. El im pacto d e las reform as borbónicas, México, Nueva Imagen, 1992, pp. 67-108. H u er t a , M aría T e r e s a , «La Familia Yermo 1750-1850», en Relaciones. Estudios de Historia Social, núm., Colegio de Michoacán, 14, 1983, vol. iv, pp, 46-65K l ein , H., «La economía de la Nueva España, 1680-1809: Un análisis a partir de las Cajas reales», en Historia M exicana, 34, n° 136, México, Colegio de México, 1985, pp. 561-609. A n d r e o G a r c ía , J u a n ,

120

Índice

PLATA

MEXICANA

PARA

LA

GUERRA

ESPAÑOLA

— Las fin a n z a s am erican as d e imperio español, 1680-1809, México, México, Instituto José María Mora, 1999. L a n d a v a z o , M. A., «La fidelidad al Rey. Donativos y préstamos para la Guerra contra Napoleón», Historia M exicana, x l v iii : 3, México, El Colegio de Méxi­ co, 1999, p. 501. L e R iv er en d B r u s o n e , J u l io , «Relaciones entre Nueva España y Cuba, 1518-1820», Revista d e Historia M exicana, n° 37, México, El Colegio de México, 1983. L e r d o d e T e ja d a , M ig u e l , Apuntes históricos d e la heroica ciu d ad d e Veracruz, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1857, vol ii , p. 14. L u c e n a S a lm o r a l , M a n u e l , «Los préstamos del Consulado de Cádiz a la Junta Cen­ tral Suprema», en Anales d e la Universidad d e M urcia, xxxii, Universidad de Murcia, 1977. — »El donativo patriótico hecho por Venezuela a España para ayudar a sufragar los Gastos de la guerra de Independencia peninsular», en Boletín d e la A ca­ dem ia N acional de la Historia, l x i , Caracas, Academia Nacional de Historia, marzo 1978. — «La Junta Central Suprema de España e Indias y el comercio americano», Es­ tudios d e Historia Social y Económ ica d e América, n° 1, Alcalá, Universidad de Alcalá de Henares, 1985. L y n c h , J o h n , Las revoluciones hispan oam ericanas 1808-1826, Barcelona, Ariel, 1976. M a r ic h a l , C a r l o s , «L as g u e r r a s i m p e r i a l e s y l o s p r é s t a m o s n o v o h i s p a n o s , 17811804», e n Historia M exicana, xxxix:4, M é x i c o , E l C o l e g i o d e M é x i c o , 1990, p p . 881-904. — «Beneficios y costes fiscales del colonialismo: Las remesas americanas a Es­ paña, 1760-1814», en Revista de Historia E conóm ica, año xv, u n e s c o , 1997, n° 1. — «Las finanzas en la construcción de las nuevas naciones latinoamericanas, 1810-1880», en M iñ o G r ija lb a , M a n u e l , (coord.), Historia General de Am érica Latina, Vol. vi. u n e s c o , 2006. M e r in o , J. R, Las cuentas d e la adm inistración central española, 1750-1820, Madrid, 1987. O r t iz D e L a T a b l a , J avier , El com ercio exterior d e Veracruz, 1778-1821. Crisis de depen den cia, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1978. P é r e z H e r r e r o , P e d r o , Plata y libranzas. La articulación com ercial del México B orbónico, México, El Colegio de México, 1988. — «El México borbónico: ¿Un “éxito” fracasado?», en Z o ra id a V á z q u e z , J. (co­ ord.), Interpretaciones del siglo xvm m exicano. El im pacto d e las Reform as B orbónicas, México, Nueva Imagen, 1992.

121 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

primeros préstamos de la Guerra de Independencia, 18091812», Historia M exicana xxxix:4, México, El Colegio de México, 1990. V icen s - V iv e s , J a im e , Historia econ óm ica de España, Barcelona, Vicent-Vives, 1972. V e g a , J o s e f a , «Lo s

122 Índice

SANCULOTES DESPIADADOS: IÂ PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR EN LA BUENOS AIRES REVOLUCIONARIA (1810-1820)_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Gabriel Di Meglio U n iv er sid a d

de

B u e n o s A ires /

c o n ic e t

Una de las características del periodo independentista en Iberoamérica es que implicó la irrupción en la esfera política de sectores que antes apenas si tenían contacto con ella. Ese fue el caso en la ciudad de Buenos Aires: en las décadas que siguen a las revolución que tuvo lugar en mayo de 1810 la participación de quie­ nes ocupaban el estrato inferior de la pirámide social porteña urbana, la p le b e o b a jo p u e b lo , fue muy destacado; fue una caja de resonancia de las decisiones y acciones de la elite porteña y también contribuyó a delinear cómo iban a ser las cosas en el futuro proximo. Es más, no es posible comprender la política porteña de la época si no se atiende a la participación plebeya. En las páginas que siguen trataré de mostrar por qué. La totalidad de los habitantes de Buenos Aires que no eran considerados de color blanco -negros, pardos y trigueños- era parte de la plebe -salvo mínimas excepciones-, pero también había una gran cantidad de plebeyos blancos que a diferencia del resto de la población blanca, no recibían antes de sus nombres el título d on /d oñ a. Aquellos que tenían ocupaciones sin calificación eran general­ mente plebeyos, al igual que la mayoría de quienes realizaban tareas manuales, incluyendo a muchísimos artesanos pobres y casi todos los oficiales y aprendices de artesanías. Además, claro está, quienes se ganaban la vida como bien podían: los mendigos y los pobres que vivían de la caridad y de la limosna, eran también miembros de la plebe. Someramente, el bajo pueblo de Buenos Aires incluía en sus filas a todos los que compartían una posición subalterna en la sociedad por su color, ocu­

123 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

pación, falta de «respetabilidad» -el título d o n /d o ñ a -, pobreza material, leja­ nía de las áreas de decisión política, extendido analfabetismo, inestabilidad laboral, movilidad espacial frecuente, sus lugares de sociabilidad, dificultades para formar un hogar propio, y situación de dependencia de otros (como ocurría con la mayoría de los que vivían en casas ajenas). Este amplio grupo era altamente heterogéneo, multiétnico y multiocupacional, internamente je­ rarquizado (un artesano pobre y un mendigo sin duda no se pensaban como parte del mismo conjunto). En suma, la plebe incluía a buena parte de los artesanos, a esa suerte proletariado urbano y a los esclavos, que más allá de la crucial diferencia de no ser libres compartían muchos de los rasgos marcados con el resto.1

I La plebe que residía en las capitales dieciochescas y decimonónicas tenía más posibilidades que otros integrantes de las clases populares de influir o dialogar con el poder político, simplemente porque éste tenía su sede allí. Pero en Buenos Aires, capital desde 1776 de un vasto virreinato, las autorida­ des no conocían la presión popular que era común en Europa y otras regio­ nes americanas. Eso comenzó a cambiar con el ataque británico al Río de la Plata de 1806, que implicó la ocupación de la ciudad durante un mes. Una vez obtenida la reconquista, se reunió un cabildo abierto con el fin de impedir el regreso a Buenos Aires del virrey Sobremonte, quien la había abandonado ante la invasión. Varios miembros del «populacho» se contaron entre esa agi­ tada multitud.2 Otra consecuencia de ese evento fue la formación de una serie de cuerpos milicianos voluntarios que incluyeron a casi toda la población masculina adulta en sus filas (más de 7.500 personas sobre un total de alrededor de 40.000 ha­ bitantes). Esa milicia luchó contra una segunda invasión británica, que fue de­ rrotada al año siguiente, pero la nueva estructura militar no fue desmovilizada cuando las alianzas europeas cambiaron a raíz de los sucesos españoles de 1808 y el peligro de un tercer ataque se diluyó. Los plebeyos que formaban parte de la milicia empezaron a participar en la vida pública no militar cuando en enero de

1. La mayor parte del material de este artículo proviene de un libro: Di Meglio, ¡Viva el bajo pueblo/, 2006; allí me extiendo sobre las características de la plebe y las razones del uso de esa categoría. Algunas partes fueron publicadas en mi capítulo «Las palabras de Manul La plebe porteña y la política en los años revolucionarios», en Raúl Fradkin (ed.), ¿Y el pueblo donde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008. 2. Diario de un Soldado, 1960, p. 39. 124 Índice

S¿ N C UL OTE S DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

1809 dirimieron con su presencia en la plaza mayor -la Plaza de la Victoria- un conflicto entre el cabildo y el virrey a favor de éste. Esa solución novedosa volvió a darse un año más tarde. Cuando el 25 de mayo de 1810 las noticias de la caída de la Junta Central de Sevilla y el grueso del territorio español en manos de Na­ poleón impulsaron a un pequeño grupo de revolucionarios a deponer al virrey para formar una junta, la presencia en la plaza de algunos cuerpos milicianos que los apoyaban terminó de definir la situación a su favor.3 No está muy claro si hubo una participación popular por fuera de la milicia en el comienzo de la revolución. El 21 de mayo hubo un primer movimiento: me­ nos de mil personas, muchas de ellas reclutadas entre el bajo pueblo por algunos agitadores, se juntaron delante del cabildo.4 El virrey «franqueó tropas para que tomaran las avenidas de la plaza, a fin de estorbar que entrase a ella el popula­ cho y que hubiese tranquilidad». La multitud fue dispersada sin violencia por el cuerpo miliciano de patricios, pero la petición que elevó solicitando un cabildo abierto fue aceptada. La reunión fue pautada para el día siguiente, 22 de mayo, y fueron invitadas 450 personas pertenecientes a la parte «principal y más sana» de la sociedad.5 Se evitaba así la repetición de una agitación similar a la de 1806. Se hicieron presentes 251 personas, de las cuales 169 votaron a favor de destituir al virrey. Uno de los invitados que no fue a la asamblea dijo luego que allí «se discu­ tió y votó al gusto de la chusma». El virrey y otros observadores sostendrían poco más tarde que la razón de que 200 personas no hubiesen concurrido fue que las tropas no los dejaron pasar. A la vez, denunciaron que habían estado presentes algunos pulperos y «muchos hijos de familias inhabilitados de votar en estas cir­ cunstancias» por su edad.6 Tres días más tarde, el 25 de mayo, una pequeña multitud conducida por agi­ tadores como Domingo French y Antonio Beruti se congregó frente al cabildo para exigir la formación de una Junta de Gobierno sin la intervención del virrey; los apoyaba, a prudente distancia, el regimiento de patricios. Es muy difícil poder determinar la composición de esa convocatoria, pero es claro que no fue muy numerosa: uno de los integrantes del cabildo, Leiva, salió al balcón principal para anunciar la formación de la junta que se había hecho en nombre del pueblo y vio una plaza casi vacía; «¿dónde está el pueblo?», ironizó entonces.7 La amenaza del uso de violencia ejercida por los revolucionarios fue decisiva para su triunfo. El petitorio que presentaron al cabildo, «fue firmado por los jefes y varios oficiales urbanos, todos naturales de acá y por otros individuos de baja 3. Para la milicia formada en 1806 véase Halperín Donghi, «Militarización...», 1978. He analizado el desarrollo de la milicia en otros trabajos, véase Di Meglio, «Milicia...», 2007. 4. Halperin Donghi, Revolución y Guerra, 1972, p. 163. 5. Levene, «Los sucesos...», 1941, p. 23. La cita es del «Diario de un testigo», 1960, p. 3204. 6. Pazos, «Carta...», 1960, p. 4299; Romero, «Memoria...», 1960, p. 4250. 7. Citado en Levene, «El 25 de mayo», 1941, p. 51. 125

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

esfera, armados todos, pidiendo la voz y con amenazas la deposición del presi­ dente y vocales de la Junta, y que se reemplazasen con los que ellos nombraban». Un opositor a la revolución sostuvo que la llevaron adelante unos «tupamaros» que hicieron todo «por la fuerza y con amenazas públicas ante el mismo cabildo»; otro se quejó de que el ascenso de la Junta se logró «con el apoyo de lo ínfimo de la ple­ be alucinada» y que «la mayor y mejor parte del pueblo nada tuvo en el asunto», un tercero denunció que la noche del 24 hubo revolucionarios «escapados por la plaza cargados de pistolas, y cometiendo varios insultos en las casas de los capi­ tulares. Al día siguiente entraron en el cabildo, y obligaron al cuerpo a que apar­ tase al virrey con el nombre del pueblo».8 Por supuesto, los vencedores negaron haber sido violentos y que hubiera habido plebeyos: «no hubo más pueblo que los convocados para el caso:[...] no habiendo corrido nada de sangre, extraño en toda conmoción popular».9Aunque el cambio fue protagonizado por integrantes de la elite,entre los revolucionarios actuaron evidentemente algunos personajes de origen popular, pero no es claro exactamente quiénes. Uno de los efectos de la revolución fue que el Gobierno se volvió más pre­ sente que antes tanto por su presión para ganar adhesiones populares y recur­ sos, como por la que ejerció para perseguir a los enemigos de la nueva situa­ ción. Pronto el bajo pueblo porteño empezaría a cumplir el posible papel de una plebe capitalina, participando en eventos que provocaron cambios en un gobierno cuyas decisiones afectaban a buena parte del que fue hasta 1810, el virreinato del Río de la Plata. La primera intervención popular en ese sentido tuvo lugar en las jornadas del 5 y 6 de abril de 1811. Su causa radicó en un conflicto desencadenado dentro de la Junta entre dos facciones: los seguidores del moderado presidente Cornelio Saavedra y los que se consideraban herederos de las posturas radicales impulsadas por el fallecido secretario Mariano Moreno. El nuevo problema era que cuando se cortaron los vínculos con la metrópoli se terminó también la posibilidad de lo­ grar la habitual decisión a los conflictos entre grupos en Buenos Aires. Así, como en enero de 1809, en 1811 la solución no estuvo en un lejano palacio sino en las calles porteñas. En aquella oportunidad se habían movilizado tropas para dirimir la lucha entre un virrey y un cabildo ante la ausencia de un árbitro superior, pero no se impugnó la legitimidad del origen del poder de uno y otro. En cambio, aho­ ra ninguna regla era indiscutible. Como forma de resolver el conflicto a su favor, los saavedristas organizaron una movilización: una multitud, apoyada por el grue­ so de las tropas de la capital, se presentó ante el cabildo y le entregó en nombre del p u eb lo un petitorio para ser dirigido a la Junta. La solicitud fue rápidamente

8. Orduña, «Informe..,», 1960, p, 3228; Anónimo, «Carta...», 1960, p. 4287; Orduña, op. cit., p. 4326; anónimo [2], «Diario...», 1960, p. 3238. 9. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3763. 126 Índice

SANCULOTES

DESP/ADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

aprobada y desembocó en la expulsión de los vocales morenistas, que fueron desterrados de la ciudad. La revolución de 1810 se había originado en la reasunción de la soberanía por parte del pueblo ante el vacío del poder por la prisión del rey español y la caída de la Península en manos francesas. Ese pueblo se refería, de acuerdo a la tradición pactista española, a la ciudad como una comunidad política. ¿Quiénes lo integraban? En el periodo colonial los vecinos, hombres con casa poblada en la ciudad. Pero el límite de la vecindad había ido variando y era en buena medida subjetiva: dependía de quién lo juzgara, por lo tanto, no era tan claro el conjunto integrado al pueblo y el que no lo estaba. Los organizadores de la movilización de 1811 consideraron a la plebe suburbana como parte del pueblo. Un morenista que asistió al acontecimiento denunció que los saavedristas buscaron apoyo en «los arrabales», congregando gente en los mataderos ubicados al oeste de la ciudad. «Se apeló a los hombres de poncho y chiripá contra los hombres de capa y de casaca», afirmó, «entre esta población cándida e incauta, tan pura en materia de agitaciones políticas, y todavía tan subordinada aun a las más simples autoridades del régimen arbitrario, se encontró cuanto había faltado en la población de la ciudad, esto es, hombres que se prestasen a dar la cara sin embozo, y que creyesen enteramente fácil arrastrar aquella clase de po­ blación a ejercer en masa el derecho de petición que por primera vez iba a resonar en sus oídos». Entre los presentes, «casi todos no sabían escribir y necesitaban buscar quienes firmasen a su ruego», al tiempo que, «los que sabían escribir no eran tan expertos en el manejo de la pluma como lo eran en el de los instrumentos de labranza».10 Otro testigo se quejó de que el cabildo accedió a las exigencias, «suponiendo pueblo a la ínfima plebe del campo, en desmedro del verdadero vecindario ilustre que ha quedado burlado [...] bien sabían los faccio­ sos que si hubieran llamado al verdadero pueblo, no habría logrado sus planes el presidente»; pero el verdadero pueblo, es decir la elite, «ha tenido que callar, por temor a la fuerza».11 Una parte de los asistentes provenía de las quintas que rodeaban a la ciudad. El principal referente del movimiento fue Tomás Grigera, «sólo conocido hasta ese día entre la pobre clase agricultora», un alcalde con más poder que el habitual puesto que se había dedicado por encargo de la Junta a demarcar cuarteles “ju­ risdicciones- «en las quintas de esta capital»; ello le había hecho recorrer profusa­ mente los alrededores de Buenos Aires «desde Barracas hasta el bajo de la Recoleta».Terminó la tarea en marzo de 1811 y es evidente que tejió buenas relaciones mientras la efectuó.12 Es posible que otros de los presentes fueran habitantes de 10. Núñez, «Noticias...», 1960, pp. 452, 453 y 457. 11. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3786. 12. Archivo General de la Nación [en adelante a g n ], sala IX, cabildo de Buenos Aires. Archi­ vo, 1811, legajo 19-6-3, 110. La cita que inicia el párrafo en Núñez, «Noticias...», 1960, p. 453127 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

la campaña propiamente dicha, de más allá del cinturón de quintas, aunque el que se congregaran en una noche al oeste del matadero indica que posiblemente la mayoría habitase cerca de la ciudad. Los opositores al movimiento resaltaron que los concurrentes fueron conducidos por autoridades, es decir por los alcaldes que dependían del cabildo. Efectivamente, el petitorio fue firmado por algunos alcaldes de hermandad, que ejercían sus funciones en la campaña, y por una serie de alcaldes de barrio de la ciudad, concretamente los de los cuarteles 6 ,8 ,1 5 ,1 7 y 19 (menos el segundo, todos de la periferia urbana). Puesto que los alcaldes li­ deraron la convocatoria, se hace evidente que también hubo varios plebeyos que residían en la ciudad entre la multitud. Los ponchos y los chiripás eran prendas corrientes en la campaña pero también en el ámbito urbano -de hecho, la gran movilidad laboral y residencial da cuenta de que muchos de los plebeyos fueron urbanos y rurales a la vez, pasando periodos en ambos espacios. El énfasis puesto por los observadores en un movimiento de los d e p o n c h o se debe a su sorpresa al verlos actuar políticamente. Es indudable que muchos plebeyos acudieron siguiendo a los alcaldes. Pero éstos no apelaron sólo a su influencia -siempre eran elegidos entre vecinos pres­ tigiosos de los barrios- sino que utilizaron un argumento que dada su importan­ cia figuró primero en el petitorio: el pueblo declaraba que «es su voluntad, que se expulsen de Buenos Aires a todos los europeos de cualquier clase o condición».13 Este era un motivo evidentemente más incisivo que el rechazo a ciertos miem­ bros de la Junta, y aunque desplazar a éstos era el objetivo de los saavedristas, el otro parece haber sido el elemento que movilizó a los del bajo pueblo. Como poco antes los morenistas habían defendido la permanencia de los peninsulares en la ciudad, la identificación entre unos y otros fue fácil. No en vano la exigencia de expulsión de los europeos fue el primer punto del petitorio y el desplaza­ miento de los diputados recién figuró en el quinto: los organizadores explotaron lo que verdaderamente interesaba a los concurrentes. La antinomia americanopeninsular no era nueva, pero se fue tornando violenta a lo largo de 1810. La plebe, principalmente integrada por americanos y africanos, soportaba en el período virreinal la superioridad que en todos los espacios tenía un peninsu­ lar por su origen, sus ventajas para obtener trabajos y crédito en las redes creadas por personas de su misma región, facilidades en el mercado matrimonial, y des­ tacada posición en el comercio minorista. La Revolución abrió la posibilidad de expresar esos resentimientos, al politizarlos. El hecho de que los saavedristas decidieran impulsar una movilización popu­ lar obedeció a que fue la única manera que hallaron de legitimar su acción. Con­ taban con el apoyo de casi toda la guarnición militar, con lo cual nadie hubiera 13. Gaceta de Buenos Aires, 1910, t. II, p. 282. El petitorio se reprodujo entero en la Ga~ zeta Extraordinaria del 15 de abril de 1811.

128 Índice

SANCUL07ES

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

podido oponérseles; pero desplazar por la fuerza a vocales que ocupaban sus cargos legalmente, era algo difícil de presentar como legítimo. Por eso se apeló a la plebe, discreta pero efectivamente apoyada por las tropas, para dotar de legi­ timidad a la acción: el p u eb lo exigía la modificación. Él era el poseedor de la so­ beranía y era a quien el Gobierno representaba, su razón de existencia. El evento significó así un cambio en Buenos Aires: al hacer uso del derecho de petición ante el cabildo, la plebe empleó un derecho antes no utilizado colectivamente por sus miembros. Era una novedad: la jornada del 5 y 6 de abril, entonces, amplió al pue­ blo de Buenos Aires. Y también permitió que una movilización popular lograra cambios en el Gobierno. Nada volvería a ser igual. En septiembre del mismo 1811,1a guerra que el Gobierno revolucionario con sede en Buenos Aires había iniciado contra los enemigos del nuevo sistema, los leales al Consejo de Regencia, comenzó a volverse problemática. Luego de una gran derrota revolucionaria en el Alto Perú se vivió un gran descontento en BuenosAires. Se organizó un cabildo abierto cuyo resultado fue el desplazamiento de los saavedristas del poder y el reemplazo de la Junta por un Triunvirato. Los pro­ tagonistas intentaron evitar que se repitiera la concurrencia de abril apostando tropas para que «no entrasen negros, muchachos ni otra gente común [...] a fin de que no hubieren desórdenes»; según un testigo, se permitía la entrada «a toda persona decente, y la estorban a las mujeres de todas clases, y gente de medio pelo».14 El hecho de que se pensara en impedir la participación popular muestra que ésta era ya parte del juego político. Ello volvió a mostrarse en julio de 1812, cuando se conoció en la ciudad la intención de un grupo de españoles de organizar un movimiento contrarrevolu­ cionario; los lideraba el héroe de la defensa de la ciudad contra los británicos en 1807, Martín de Álzaga. La población se agitó de manera inédita ante la noticia y no la calmó el hecho de que treinta y tres de los implicados fueran condenados a muerte y ejecutados. El Gobierno se preocupó por la conmoción plebeya y le ordenó al cabildo «que por ningún título se permitan reuniones del populacho, ni en los cuarteles, ni en los cuerpos de guardia, ni en algún otro punto».15 De todos modos, un grupo de milicianos y gente no alistada, que días antes había solicitado se les otorgaran armas para evitar una posible invasión realista, acusó al gobierno de cobardía y atacó a algunos de sus integrantes. El triunviro Bernardino Rivadavia fue acosado en la calle por un grupo hostil, la vivienda de otro de los magistra­ dos, Feliciano Chiclana, «fue insultada por una multitud, sus vidrios fueron rotos, y ante ella se cantaron y vocearon improperios», al tiempo que en la casa de Juan Martín de Pueyrredón se dejaron pasquines con amenazas.16

14. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3800; Echavarría, «Diario...», 1960, p, 3624. 15. Acuerdos del Extinguido cabildo [en adelante a e c ], 1927, t. V, p. 272. 16. Citado en Canter, «El año...», 1941, pp. 489 y 490. 129 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S ¥ S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La agitación pasó sólo coyunturalmente, porque el 8 de octubre del mismo 1812, «hubo otra revolución o sacudimiento volcánico también hijo legítimo del 5 y 6 de abril de 1811», que provocó la caída de los triunviros, «y se nombraron en pueblada otros tres».17 En esta oportunidad se reunieron en la plaza de la Vic­ toria los cuerpos militares, grupos de plebeyos y varios miembros de la elite que respondían a la Logia Lautaro. Se presentó, en nombre del pueblo, un petitorio al cabildo solicitándole que reasumiera el mando y que el Gobierno renunciara. Con el objeto de intimidar, algunos grupos habían apedreado la casa de Pueyrredón y la de uno de sus hermanos antes de la llegada de las tropas a la plaza. Ahora bien, los plebeyos no habían acudido siguiendo a la Logia Lautaro, club político secreto que sólo congregaba a hombres de la elite y que pese a sus posiciones ra­ dicales en cuanto a declarar la independencia, establecer una república e incluso a propugnar cierto igualitarismo, nunca estimuló la participación del bajo pue­ blo.18 La presencia plebeya en esta oportunidad se debió entonces a la acción de un ex integrante del triunvirato Ju an José Paso, quien se sumó a la movilización promoviendo sus propios intereses. Su hermano Francisco tenía vínculos estre­ chos con dos abastecedores de forraje de algunos cuarteles militares, Antonio e Hilario Sosa, a quienes su actividad les había dado influencia en las quintas subur­ banas. Los dos estamparon sus firmas en el petitorio y parecen haber conducido una «peonada» a la plaza. También había alcaldes con sus seguidores, como en abril de 1811; junto a una firma del petitorio se aclaraba «que ande muera mi Alcalde muero yo José Martínez».19Al ser la concurrencia tan variada, la delibera­ ción acerca de quiénes iban a integrar el nuevo gobierno se dilató. La reelección de Paso como triunviro fue indudablemente asegurada por la presencia de su numeroso grupo de adherentes. Los nuevos gobernantes fueron aprobados por el cabildo y de ese modo la Logia Lautaro -dos de cuyos integrantes formaron ese segundo triunvirato- se apoderó de la dirección de la Revolución. Su victoria demostró que la combinación de parte de la elite, las tropas y apoyo plebeyo se había transformado en una forma eficaz para el cambio político en Buenos Aires. «La deposición de todos los gobernantes el 8 de octubre de 1812», argumentó un indignado Saavedra al ser juzgado por su responsabilidad en las jornadas de 1811, «¿no fue idénticamente lo mismo que el 5 y 6 de abril? Plebe en la plaza y tropas sosteniéndola causaron aquella novedad [...] el decantado 5 y 6 de abril al que después se llama sucio y despreciable, como si los del 23 de septiembre [de 1811] y 8 de octubre hubiesen sido muy limpios, y decentes».20

17. Posadas, «Autobiografía», I960, p. 1420. 18. González Bernaldo, «Producción...», 1991 19. a e c , 1927, t. V, p. 352. Para Paso y los Sosa véanse Canter, «El año.,,», 1941, y Halperin Donghi, Argentina, 1985, 20. Saavedra, «Instrucción...», I960, p. 1122. 130 Índice

5ANCUL0TES

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

Con excepción de la influencia personal de los Sosa, hay pocos indicios sobre las razones de la presencia de plebeyos el 8 de octubre de 1812. En una conver­ sación pública, el pardo Santiago Mercado, alias C hapa, dijo que en esa fecha se habían usado veintiséis mil pesos para sobornar a militares y a otros a fin de que participaran del movimiento. El mismo Mercado -que se ocupaba de «trajinar en el comercio y andar comprando y vendiendo»- fue denunciado en enero de 1813 por estar supuestamente involucrado en una conspiración contra el Triunvirato (lo acusaron de haber afirmado que «había de ver destruido al actual Gobierno»), dirigida por Francisco Paso y con intervención de los Sosa. Se probó que Santiago Mercado tenía una relación con Paso y que había habido gente de distinta condi­ ción social vinculada a un posible movimiento que no se produjo.21 Las facciones no eran ya únicamente divisiones del grupo dirigente, sino que había miembros de los sectores medios, como los Sosa, y plebeyos, como Mercado, integrados a ellas. El periodo de predominio de la logia implicó un gran esfuerzo para ganar la guerra por parte de los revolucionarios, lo cual incrementó notablemente la pre­ sión gubernamental para obtener soldados. Las levas en la ciudad se hicieron muy intensas, afectaron principalmente a la plebe, y las quejas por las arbitrariedades cometidas en ellas se volvieron frecuentes; en particular, el reclutamiento forzoso de hombres alistados en la milicia. Los esclavos empezaron a ser «rescatados» por el Estado para servir en el ejército y los presos fueron enviados a combatir. En marzo de 1815 se movilizó a muchos peones de panaderías, perjudicando la pro­ ducción de ese alimento básico en la dieta de los porteños.22 Simultáneamente se aplicó un impuesto sobre el pan para financiar la guerra, todo lo cual provocó un aumento en su precio.23 La medida afectó, obviamente, a la plebe urbana, y contri­ buyó al odio popular contra el segundo Director Supremo -cargo creado en 1814 en lugar del Triunvirato- Carlos de Alvear, líder de la logia. La crisis general del sistema revolucionario a la que se llegó en 1815 jugó también su parte, así como el estilo altivo de Alvear, quien según un comerciante inglés «había introducido una costumbre desconocida incluso en la época de los virreyes, la de aparecer en público seguido de una importante escolta formada por granaderos a caballo». Todavía en 1820, un observador comentó que Alvear «era odiado por la multitud, las clases inferiores del pueblo».24

21. a g n , X, 29-9-8, Sumarios Militares, 83a. 22. a g n , X, 30-10-1, Policia-Órdenes, 188. Las quejas por la presión reclutadora pueden verse en los legajos de Solicitudes Civiles y Solicitudes Militares de 1814 y 1815 ( a g n , sala X). Para los rescates de esclavos véase Goldberg y Jany, «Algunos...», 1966; para la importancia del pan, Garavaglia, «El pan...», 1991. 23. a e c , 1927, t. vi, p. 405. 24. En orden: Robertson, Cartas..., 2000, p, 220; Iriarte, Memorias, vol. 1, 1944, p. 253. 131 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

En abril de 1815 una columna del ejército se levantó en la campaña de Buenos Aires contra el Gobierno, y en la ciudad el cabildo decidió sumarse; «llamó al pue­ blo a toque de campana» y reasumió el mando. Buena parte de la población porteña lo apoyó activamente, armándose y acantonándose en la Plaza de la Victoria y sus alrededores.25 «El despotismo de la multitud» estaba de regreso, sostuvo un alvearista que fue agredido: «en lo alto de la noche del 15 al 16 de abril estropean mi casa a golpes,y continuó un tumulto popular todo el día 16». Uno de los impul­ sores de la asonada lamentó «las irregularidades», que se debían «a la intervención en ella de hombres exaltados que las circunstancias impedían reprimir».26 Los milicianos se mostraron «resueltos a sepultarse antes que entregarse a Alvear» y buena parte de la población parecía decidida, «si Alvear entraba en la ciudad, a defenderla hasta el último extremo».27 Ante tamaña decisión, el Director se vio forzado a renunciar y tuvo que marchar al exilio. Desde ese momento y hasta 1820, si bien la agitación política se mantuvo en Buenos Aires, no se registraron movilizaciones de importancia con participación plebeya.

II La desigualdad era legal en la sociedad colonial. Todos los habitantes eran su­ mamente celosos de sus derechos e incluso los más explotados de la sociedad in­ tentaban que ellos fueran respetados; así, los indígenas y los esclavos solían acudir a la justicia cuando consideraban que los funcionarios con los que debían lidiar o sus amos no respetaban algún derecho. Con la Revolución hubo un cambio muy importante en esta cuestión: si numerosos plebeyos -entre ellos muchas mujeressiguieron acudiendo a la justicia y reclamando a las autoridades cuando creían que sus derechos habían sido vulnerados, los hombres movilizados militarmente tuvieron la posibilidad de reclamar de modo menos ordenado, con las armas en la mano. La cuestión de los derechos fue una de las que más generó acciones populares entre 1810 y 1820, en forma de motines militares. El primero fue «el motín de las trenzas». Cuando en 1811 la guerra contra los enemigos de la Revolución empezó a alargarse y a complicarse, el Gobierno -el primer Triunvirato- buscó profesionalizar y mejorar la disciplina de las tropas. Los ajustes en ese sentido crearon tensiones en el regimiento de patricios (sur­ gido en 1806 para agrupar a los nacidos en la patria, es decir Buenos Aires), que 25. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3872. 26. Respectivamente: Posadas, «Autotobiografía», 1960, p. 1461; Álvarez Thomas, «Memo­ rándum...», 1960, p. 1728. 27. La primera cita en la «Carta de Fray Cayetano Rodríguez a Agustín de Molina» (26 de abril de 1815) y la segunda es una afirmación del cónsul estadounidense Halsey, ambos cita­ dos en Canter, «La revolución...», 1944, pp. 391 y 397. í32 Índice

SANCUL0TE5

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

desembocaron en un levantamiento armado. Se inició cuando, ante la ausencia de varios soldados en la lista realizada en el cuartel del cuerpo la noche del 6 de diciembre, un teniente anunció que cortaría la trenza de aquel que faltase en otra ocasión. La trenza era un símbolo exclusivo del cuerpo y las palabras del teniente fueron contestadas por los soldados: uno dijo que «eso era quererlos afrentar»; otro, que «primero iría al Presidio» y varios gritaron que «más fácil les sería cargarse de cadenas que dejarse pelar».28 El comandante del regimiento, Ma­ nuel Belgrano, fue informado del evento y ordenó a los oficiales que «si se movían los acabasen a balazos», pero no pudo evitar que a poco de su partida estallara la sublevación (en el cuartel había unos 380 integrantes del cuerpo). Belgrano regresó pero fue rechazado con gritos de «muera», y tras su retirada los soldados se armaron, tocaron el tambor para congregarse en el patio y liberaron a los pre­ sos del cuartel, al tiempo que obligaron a los oficiales a abandonar el recinto. Un testigo sostuvo que «se levantaron los sargentos, cabos y soldados, desobedecen a sus oficiales, los arrojan del cuartel, insultan a sus jefes, y entre ellos mismos se nombran comandantes y oficiales, y se disponen a sostener con las armas» sus reclamos, «imposibles de ser admitidos, siendo entre ellos la mudanza de sus jefes, y nombrando a su arbitrio otros».29 Un rasgo fundamental del motín fue que sus dirigentes eran sargentos, cabos y soldados; es decir, plebeyos. La plebe proporcionaba a la gran mayoría de los integrantes de la tropa, y la elite, a los oficiales; los últimos recibían el don antes de sus n o m b re s, los primeros prácticamente jamás. Fueron algunos cabos los que redactaron el petitorio que fue alcanzado al Gobierno. En el primer punto se defi­ nía el eje del reclamo: «quiere este cuerpo que se nos trate como a fieles ciudada­ nos libres y no como a tropa de línea».30 La protesta se originó porque la tropa del cuerpo quería ser considerada miliciana: eran ciudadanos y no soldados vetera­ nos. Los oficiales no se habían visto afectados por la creciente profesionalización militar, que les garantizaba una posición encumbrada en la nueva estructura, pero la tropa se sentía perjudicada. Los patricios sentían que sus derechos no habían sido respetados, lo que permite explicar la intransigencia que mantuvieron en las negociaciones, a pesar de que en seguida fueron rodeados por tropas de línea sig­ nificativamente más numerosas. Además, los rebeldes solicitaron un cambio en la oficialidad, principalmente proponiendo al capitán Juan Pereyra, quien había in­ tegrado el cuerpo, como comandante en lugar de Belgrano. Más que señalar que aquel organizara el movimiento -no fue siquiera sospechado por el gobierno- la demanda indica la misma situación: recuperar a Pereyra, que «tenía en el cuerpo

28. Citado en Fitte, El motín..., 1960, pp. 86 y 87, 29. Beruti, Memorias Curiosas, 2001, p. 191* 30. Citado en Fitte, El motín..., 1960, p. 92. 133 Índice

SANCULOTES

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

sido reemplazado por un fuerte hastío. El director supremo decidió enviar a la mayoría de las tropas porteñas regulares a doblegar a las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, que no obedecían al Gobierno central y que habían sido atacadas varias veces sin resultado. El director le pidió al cabildo, que estaba a cargo de las milicias, que convocara al tercer tercio cívico, cuerpo miliciano formado por pardos y morenos, a una revista en la plaza de la Victoria. Inmediatamente apare­ cieron pegados en la puerta del cuartel pasquines denunciando que «los querían acuartelar y hacer veteranos», rumor que empezó a circular con fuerza entre la tropa. Según un oficial, «en el cuartel fueron aconsejados todos los soldados por los sargentos y cabos para que no permitiesen ser acuartelados, porque después les harían veteranos». Una medida de ese tipo contradecía el derecho miliciano de servir sin abandonar la propia casa.36 Los suboficiales y los soldados se resistieron a marchar a la plaza de la Victoria y forzaron al cabildo a realizar la reunión en la Plaza de Monserrat, en el corazón del área de residencia de la población negra libre de la ciudad.Y a pesar de que la convocatoria fue sin armas, los milicianos concurrieron a la revista portando sus fusiles. Una vez en Monserrat, el alcalde de primer voto les comunicó que efectivamente la compleja situación de la hora hacía necesario que se acuarte­ laran. De acuerdo con un oficial del cuerpo, a esa demanda «todos contestaron tumultuosamente que no querían, siguiéndose a esto una descompasada gritería la que obligó a hacer tocar un redoble imponiendo silencio». Un soldado contó más tarde «mientras hablaba el cabildo, los cabos y sargentos, por que eran pa­ gados, no les dijeron nada, pero los miraban y hacían señas con los ojos, para que cuando acabasen de hablar gritasen todos no queremos».37 Los miembros del cabildo pidieron a los sargentos y cabos que presentaran ordenadamente sus reclamos, y «a esto salieron varios cabos y sargentos e hicieron presente que de ningún modo querían los ciudadanos consentir en ser acuartelados, que estaban haciendo un Servicio bastante activo». El cabildo aceptó «y entonces el Sargento Mayor, después de tomar la venia correspondiente, mandó desfilar la compañía de Granaderos y a los demás sobre ésta para que se retirasen pero que aunque así lo verificaron al poco rato se sintió un tiro a este se siguieron varios unos con bala y otros sin ella como dando a saber que ya habían sido prevenidos».38 A los pocos días se levantó un sumario para juzgar a los responsables. Un soldado aseveró que nadie le aconsejó gritar, sino que «gritó y desobedeció por su propio motivo y por seguir a los demás siguió con la grita y oposición».39Tes­ timonios de este tipo no abundan en la documentación judicial, en la cual los 36. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957. Declaraciones de los granaderos José Vélez y Hermenegildo Andujar. 37. Ibid., Declaraciones del teniente coronel don Nicolás Cabrera y de Igarrabal. 38. Ibid., declaración de Cabrera. 39. Ibid., declaración de un granadero (no hay nombre) que era carpintero. 135

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

implicados suelen intentar despegarse de los hechos; la afirmación muestra el peso que los derechos tenían en esa sociedad y la legitimidad que los implicados veían en su defensa. Un cabo de destacado papel en la protesta insistió con que «la compañía de Granaderos quería seguir haciendo el Servicio como antes, y que aun les recargasen el Servicio si esto era necesario pero que no convenían en ser acuartelados».40 Quizás nadie hubiera discutido lo legítimo de defender un dere­ cho, pero la forma de llevar adelante esa defensa era lo que estaba en cuestión: la Revolución había abierto la posibilidad de hacerlo con las armas en la mano y eso preocupaba fuertemente a las autoridades y a la elite porteña. Lo temible tras el «escándalo tumultuoso», decía un cronista, era que «sus miras se adelantaban a más altos fines».41 La preocupación hacía que se condenase a un movimiento de este tipo como un tum ulto: una reunión clandestina, ilegal y por ende ilegítima. Por eso los participantes de la protesta rechazaron esa clasificación: «no es tumul­ to», le dijo un soldado a su capitán, «queremos pedir lo que es de derecho».42 Esa convicción mantuvo viva la movilización después de la revista del cabildo. Un grupo comenzó a organizar un encuentro para esa misma noche, con al argu­ mento de que las autoridades querían «desarmarlos y que era preciso, y se iban a reunir a las 10 de la noche en el hueco de la Concepción al oír un tiro, en donde debían morir si iban veteranos», y que para la ocasión «habían comprado cartu­ chos a los soldados veteranos». Un soldado recibió municiones de un colega del segundo tercio, y varios creían que «los del segundo están con nosotros». Algunos propusieron «resistir el que los desarmasen y para irse hacia las quintas» de los alrededores de la ciudad. Un soldado, Santiago Manul, fue acusado por un tendero y un oficial de haber dicho frente a un grupo de changadores un discurso que por su contundencia no es fácil de hallar en acontecimientos de este tipo: «Aquí no tenemos padre ni madre, vamos a morir en defensa de nuestros derechos. El gobierno es un ingrato, no atiende a nuestros servicios, nos quiere hacer esclavos, yo fui con seis cartuchos al cuartel y por el momento conseguí quien me diese muchos».43 Finalmente, la reunión tuvo lugar en el hueco de la Concepción, pero los asis­ tentes fueron desarmados y presos por cívicos de caballería y vecinos armados que los sorprendieron. Enseguida «se echó un bando imponiendo pena de la vida al negro que se encontrase armado» y se capturó a algunos implicados, aunque otros huyeron. El Director Rondeau decidió indultar a todos para que volvieran a sus casas y a su tercio.

40. Ibid., declaración del cabo Pedro Duarte. 41. Beruti, Memorias Curiosas, 2001, p. 297. 42. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957, declaración del capitán Sosa. 43. Ibid., Declaraciones de Igarrabal, de los granaderos de la Rosa y Seguróla, informe al gobernador intendente y Declaración de Manuel de Irigoyen. 136

Índice

SANCUZ. OTES

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

También en el ejército hubo motines conducidos por soldados y suboficiales, es decir por plebeyos. No voy a describirlos aquí por falta de espacio, pero en general se produjeron por animosidad contra los oficiales o para reclamar pagos atrasados.44 Esta serie de reclamos puntuales fue moldeando una práctica de mo­ vilización plebeya, extendida no solamente por las reacciones generadas en cada ocasión ante situaciones de injusticia, sino también por la difusión que debían hacer los suboficiales y soldados que rotaban de un cuerpo a otro. No era infre­ cuente que un regimiento se disolviese o que se creara uno nuevo al cual eran enviados efectivos de otro; se explicita en muchas filiaciones -fojas de serviciosque están presentes en los sumarios militares.45

III En el periodo colonial se consideraba que la patria era por un lado, el lugar específico en el que se había nacido, y a la vez, formaba parte de una trinidad identitaria clave: Dios, P atria y Rey. El respeto por la religión y la fidelidad al rey constituían las bases del orden social junto al patriotismo, el amor a una «tierra padre». P atria era un concepto que tenía una directa referencia sentimental: era la comunidad amplia en la que se vivía y la devoción por ella era el compromiso con el bien común. A la patria había que defenderla, servirla, salvarla y liberarla; se transformó en el principal principio identitario después de la Revolución. El haber prestado servicios a la patria se convirtió en un elemento fundamen­ tal para legitimar las acciones de una persona. Por ejemplo, en 1818 se desató una pelea en una pulpería porque uno de los presentes que discutía con otro le reprochó «anda tú con toda tu alma que jamás has hecho un servicio a la Patria». Quienes pedían dinero o favores del Gobierno mencionaban ese servicio como justificación. Un ejemplo de tantos: en 1815, el soldado Pascual Albarat solicitó que se le pagaran sueldos atrasados apelando a que «sirvió a la Patria 2 años 9 meses impulsado del deseo de sacrificarse como buen americano en su obse­ quio» y durante años hubo decenas de solicitudes a las autoridades en las cuales quien pedía lo hacía en nombre de «los constantes servicios que ha prestado á la causa de la Patria». Incluso las mujeres, que no podían servir en la forma más habitual, la participación militar, acudían al motivo en sus solicitudes: en 1812, Paula Besón explicó que pedía una gracia «impulsada del amor y fidelidad hacia su Patrio suelo».46 Aquellos que sostenían que habían servido a la patria creían 44. Para detalles sobre esos motines véase ¡Viva el bajo pueblo!, 2006, pp. 171-17945. Véase también Comando en Jefe del Ejército, 1971. 46. En orden: «Sumario formado contra Aniceto Martínez», a g n , X, 27-4-2a, Causas Crimi­ nales; a g n , X, 8-7-4, Solicitudes Militares; a g n , X, 12-4-4, Solicitudes militares (1821); a g n , X, 6-6-11, Solicitudes Civiles y Militares. 13 7

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

que esa acción les había brindado derechos en el sistema a cuya conformación habían contribuido. Apenas llegada al poder en 1810,1a Primera Junta había impulsado la identifi­ cación de la causa revolucionaria con la causa de la patria, y fue realmente exitosa en obtener apoyo popular (cuidándose muy bien de conseguirlo sin alterar el orden social). Las celebraciones por las victorias obtenidas u otras noticias felices, así como los aniversarios de la Revolución, se transformaron en grandes reuniones en espacios públicos en las cuales buena parte del bajo pueblo mostraba junto al resto de la sociedad su adhesión a la nueva situación. En estas manifestaciones públicas participaban las mujeres, que no lo hacían en las prácticas políticas que he analizado hasta aquí, concentradas en manos masculinas. Distintos testimonios de viajeros y porteños de la elite marcan la importante presencia popular en las fiestas.47 Generalmente fueron pacíficas y estuvieron cuidadosamente organiza­ das por las autoridades; devinieron una vía de expresión política armoniosa. Sólo en ciertas ocasiones, la impronta plebeya en algunas -no preparadas con tiempo sino improvisadas ante la llegada de una noticia agradable- generó malestar entre la elite. Ese fue el caso en noviembre de 1811, cuando las campanas repicaron en toda la ciudad por una victoria menor en el Alto Perú. Un cronista anónimo escribió en el periódico oficial que salió a la calle a festejar pero no pudo llegar a la Plaza de la Victoria porque se topó con mucha gente que caminaba en sentido contrario: «el primer trozo se componía de una multitud de soldados, chusma y gente de color, unos y otros con visajes y demostraciones groseras, en vez de gri­ tar viva la patria, llenaban el aire de expresiones groseras que ni el papel puede sufrir». Había soldados (mayoritariamente plebeyos), chu sm a (despectiva forma de llamar a la plebe) y gente d e color (acá diferenciada de la chu sm a blanca) celebrando de una manera desagradable para el escritor. «Todos los mozos de tienda (europeos los más) y las señoras que aun estaban en sus casas», continúa su relato, «salieron a sus puertas, ventanas y balcones, pero insultados aquellos con el funesto epíteto de sarraceno y avergonzadas éstas al oír las palabras inde­ centes de la vanguardia, se encerraron repentinamente, por no ser espectadores de una escena tan desagradable; quise hacerles una reconvención amistosa, y el tono agrio con que me contestaron me obligó a desistir de la empresa y volverme a casa, a llorar en secreto esta desgracia».48 El caso muestra no sólo la importante participación popular en el evento sino también su fuerte animadversión con­ tra los peninsulares, con los cuales la dirigencia revolucionaria tenía una actitud ambigua. El epíteto sarracen o se usó muchísimo en esa década para nombrar e 47. Hay excelentes descripciones en Beruti, Memorias Curiosas, 2001; Núñez, «Noticias. I960; y Robertson, Cartas..., 2000. Para análisis de los festejos revolucionarios véanse Halperín Donghi, Revolución y Guerra, 1972; Munilla, «Celebrar...», 1995; Garavaglia, «A la na­ ción...», 2000 y Di Meglio, /Viva... 2006. 48. Gaceta de Buenos Aires, 1910, t. m, p. 37. 138 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

de Patricios más prestigio que Saavedra», era volver a elegir a los oficiales, como se había hecho en 1806,31 Junto a las protestas centrales se percibe un aspecto social: cuando el teniente que lanzó la amenaza de cortar las trenzas recibió las réplicas indignadas de los soldados, retrucó a su vez que si cortarles el pelo era una afrenta «él también es­ taría afrentado pues se hallaba con el pelo cortado». Pero otro soldado, «en tono altanero», le gritó «que él tenía trajes y levitas para disimularlo».32 La ropa era muy cara y eso la convertía en un símbolo de prestigio. Por eso, la vestimenta era una marca muy clara de diferencia social: sólo la elite porteña usaba levitas, casacas y trajes. Los sectores medios y la plebe se vestían con chaquetas o ponchos. En los últimos años coloniales, un jornalero hubiera necesitado más de un mes de su sueldo para poder adquirir un pobre vestuario completo.33 Los esclavos solían usar viejas prendas de sus amos, que con el tiempo se iban deteriorando. Muchos plebeyos tenían las ropas hechas jirones y en los juicios se ven frecuentes quejas de quienes decían no tener con que tapar su «desnudez». Así, la referencia a la levita del teniente marcaba con resentimiento la distancia social entre oficiales y tropa. Tanto el triunvirato como el obispo fueron enviados a mediar, exigieron que para considerar el petitorio los rebeldes debían abandonar las armas, pero los amotinados se negaron a abandonar su posición. El soldado Juan Herrera sostu­ vo «que no se dejaban engañar» y que si no les aceptaban el petitorio era mejor «morir como chinches». La tensión fue en aumento y en un momento dado se em­ pezaron a intercambiar disparos, a partir de lo cual las tropas leales que sitiaban el cuartel comenzaron un violento ataque. En un cuarto de hora los patricios se rindieron o intentaron escapar.34Al menos ocho de los rebeldes murieron en el combate y cuatro sargentos, tres cabos y cuatro soldados fueron «degradados, pa­ sados por las armas, puestos á la expectación pública»; otros diecisiete integrantes de la tropa fueron penados a diez años de presidio.35 Los mismos miembros del Triunvirato fueron los jueces.Tres compañías fueron disueltas por haber iniciado la «sedición». El regimiento, que hasta entonces había sido el más prestigioso de Buenos Aires, perdió su posición de número uno del ejército y fue relegado al quinto lugar; el nombre patricios fue extendido a todos los cuerpos militares. Unos años después, en febrero de 1819,y por motivos cercanosalos de 1811, hubo otro gran motín miliciano. La situación era diferente: la guerra no estaba empezando sino que era ya larga y el entusiasmo revolucionario inicial había 31. Halperín Donghi, Revolución y Guerra, 1972, p. 205. La cita en Fitte, El motín..., i 960, p. 99. 32. Ibid, p. 72. 33. Johnson, «La historia...», 1992. 34. Fitte, El motín..., I960, pp. 91 y 100-108, 35. Gaceta de Buenos Aires, 1910, t. m, p. 49. 134 Índice

5ANCUÍ.0TES

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

insular a los españoles: remitía a los moros, combinando la situación de extran­ jero con la de hereje.49 Ese odio plebeyo hacia los peninsulares -que como ya vimos había sido de­ cisivo para la movilización de abril de 1811- volvió a expresarse abiertamente al descubrirse la Conspiración de Álzaga. Cuando él fue ejecutado, «fue su muerte tan aplaudida que cuando murió se gritó por el público espectador viva la Patria varias veces», y a continuación «aún en la horca lo apedrearon, y le proferían a su cadáver mil insultos, en términos que parecía un Judas de sábado santo».Tirar piedras y quemar a un muñeco que representaba a Judas era lo que un viajero llamó una de las «diversiones de la plebe»: se colgaban en las calles «muñecos de trapo rellenos de cohetes y combustibles. En la noche del sábado se les prende fuego y don Judas estalla entre los gritos de la multitud».50 La agitación plebeya era importante: el 8 de julio se esparció el rumor de que habían desembarcado los marinos de Montevideo -ciudad leal al Consejo de Regencia y enemiga de la Revolución- para apoyar a los conspiradores, y mucha gente se reunió en la plaza y en los cuarteles militares, lista para la defensa.51 Rumores de todo tipo recorrían la ciudad y su origen era muchas veces expresamente falso: un oficial llamado Atanasio Duarte, que había sido expulsado de la ciudad en diciembre de 1810, bus­ có congraciarse con el Gobierno para poder volver y le escribió contando que había lanzado noticias apócrifas para soliviantar a los paisanos, «diciéndoles que los Europeos intentaban [...] pasar a cuchillo a todo Patricio de siete años para arriba». Una mirada escatológica similar estaba presente en una canción anónima denominada «La conjuración española abortada», cuya letra decía, «los Faraones crueles /Tuvieron previsto / No dejar con vida / al Viejo ni al niño» Cas reminiscencias bíblicas eran evidentes). Una ola de delaciones se esparció por la ciudad, acompañada de acciones violentas; en ambas la plebe tuvo un papel principal. Después de una denuncia, se encontraron armas enterradas en la casa del gallego Santiago Martínez, por lo cual fue ejecutado; también se condenó a muerte a algunos «piratas de Montevideo» capturados en la ciudad; la casa de la mujer de un peninsular que cayó preso fue saqueada; el moreno Francisco Morís descubrió a un pulpero peninsular guardando armas en su corral; varios españoles fueron enjuiciados por testimonios que los acusaban de verter frases

49. Flores Galindo, Buscando..., 1993, p. 252. 50. La primera cita en Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3830; la segunda en Un inglés, Cin­ co..., 1986, p. 129- Para análisis de la quema del Judas, y su uso político en otros momentos, véanse Fradkin, «Historia...», 2000, y Salvatore, «Fiestas...», 1996. 51. «Carta de Olleros a José Lino de Echevarría» (10/7/1812), citado en Canter, «El año...», 1941, p. 487. 139 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

como «que ha de llenar la bocacalle de su casa de patricios ahorcados» o «que los Europeos vencerían a los Patricios».52 Ese mismo mes, dos miembros «rebajados» del cuerpo de patricios (¿habrían dejado de pertenecer a él por el motín de las trenzas?), Antonio Leytes -alias G arito- y Leonardo Herrador, asaltaron una pulpería. Entraron en la esquina y le preguntaron al dueño «si era Americano o Sarraceno»; el pulpero confesó que «era Español europeo, a que le dijeron dese Ud. preso», dado que los ladrones sos­ tenían, pistola en mano, que «venimos de orden de Gobierno por denuncia por las Armas que Ud. tiene y tres mil pesos que están aquí pues de lo contrario le va a Ud. la vida».53 El robo a los peninsulares tiene dos caras: brindaba, por un lado, una excusa válida para engañar a los damnificados y, era a la vez, una cuidadosa elección del blanco en la que seguramente jugó la animadversión ya comentada, estimulada por la convulsión de esos días. El 24 de julio el Gobierno publicó otra proclama que anunciaba el fin de las ejecuciones, dado que ya habían sido castigados los líderes. Pero no se frenó la conmoción: esa noche una multitud marchó hasta la iglesia de San Nicolás y colgó paños azules y blancos de las ventanas, colores que identificaban a los patriotas. En seguida el Gobierno proclamó por bando que se prohibía a los pe­ ninsulares tener pulperías y que en todos los oficios debía contratarse a «hijos del país»;54 también se dispuso una nueva requisa de armas entre los europeos. Muchos de ellos fueron asimismo confinados en la villa de Luján, a cincuenta kilómetros de Buenos Aires, como medida precautoria.55 Las primeras medidas no se cumplieron a largo plazo, pero es claro que si se tomaron fue para desarmar la agitación popular. La disyuntiva del momento era am erican o o sarracen o , polarización que contribuyó a integrar del lado am erican o a todos los que no eran peninsulares, incluidos los africanos. Un letrado escribió que el plan de los europeos era asesi­ nar a los integrantes del Gobierno, «desterrar todos los hijos del país los indios, las castas y los negros, porque el proyecto era que no hubiese en esta capital un solo individuo que no fuese español europeo», y remataba que el fin era «volver a los americanos a una situación más servil que la pasada».56 La separación de la socie­ dad en dos partes, que no respondían a la división colonial, era muy clara. Dentro de la porción americana la jerarquía social no se modificó -incluso los españoles

52. Todas las citas y casos descriptos en a g n , X, 6-7-4, Conspiración de Álzaga, excepto la canción, en Cancionero popular (1905: 159). 53. Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 34-2-34, Juzgado del Crimen, 19. 54. Canter, «El año...», 1941, p. 481. 55. Hubo una «orden general de internación de Europeos»; véase el pedido de Josefa Xil para que regresara de Luján su marido, un zapatero peninsular, que fue denegado, en a g n , X, 6-6-12, Solicitudes Civiles y Militares (26 de octubre de 1812). 56. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3830. 140 Índice

SANCULOTES

D E S P I A D A D O S : LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

europeos de la elite que adhirieron a la nueva causa continuaron gozando de su posición privilegiada- pero se fue quebrando su contenido formal. La identificación con la patria empezó así a incluir un aspecto social. La Revo­ lución se proclamó como una regeneración patriótica, y apeló a la identificación de la población con Buenos Aires en contra de sus nuevos enemigos, los m an d o­ n es, que progresivamente fueron a su vez identificados con los europeos. En su entusiasta adhesión a la causa, los plebeyos se apropiaron y también contribuye­ ron a delimitar sus premisas, como cierto igualitarismo o la idea de independen­ cia; sin duda influyeron decisivamente en la radicalización de la posición contra los peninsulares. La intransigente caracterización de éstos como enemigos de la patria implicaba una impugnación a su posición social, generalmente superior a la de los plebeyos porteños. La causa de la Revolución, causa patriótica, fue vivida como una empresa colectiva y en ella se subsumieron las tensiones sociales de la época. Las sospechas contra los sarracen os continuaron a lo largo de toda la guerra de independencia. Por ejemplo, en 1816, el soldado Dionisio Diez denunció al español Ángel Villegas por «demostraciones de alegría que manifestó al saber la derrota en el Perú de nuestro ejército comandado por el Sr. Gral. Don José Rondeau» (en el desastre de Sipe-Sipe en 1815, último intento revolucionario de apoderarse del Alto Perú); un fraile franciscano no pudo aportar pruebas contra el acusado pero sí llamó la atención sobre «el concepto público que tiene di­ cho Villegas de un enemigo de la Causa y Sistema de la América». La comunidad condenaba a Villegas; la justicia no lo hizo por falta de evidencia.57 En 1818 tuvo lugar un hecho similar: el soldado Pedro Castro oyó en una pulpería a un gallego hablando «contra Nuestro sistema que decía que pronto habíamos de sucumbir» y cantando «con eco alto una Copla de mucho obsequio a la Europa y en las expresiones que hacían aunque con embozo poco concepto y favor a la Patria». Otros testigos lo corroboraron y el pulpero agregó que gritaba «yo muero por el rey y por la ley».58 Los plebeyos estaban atentos a las expresiones contrarrevolu­ cionarias y a finales de la década, las noticias de que en España se preparaba una gran expedición contra el Río de la Plata aumentaron sus denuncias contra los peninsulares. Además, algunos también podían dirimir asuntos que no fueran de índole política con ellos acusándolos de oponerse a la patria. Lascitastextualesquesehanidoconsignandomuestrancómoentrelapoblación porteña se extendía una cadena de conceptos positivos: nuestro sistem a-A m ér ic a -la cau sa-lapatria\ y éstos se enfrentaban con los m a n d o n es-sa rra cen o sla Europa-e\ rey. Esa no había sido la antinomia en el inicio de la Revolución, se había ido delineando con el devenir de la guerra y se había aclarado completa­ 57. 58.

agn, agn,

IX, 32-7-8, Criminales, 62. IX, 32-7-8, Criminales. El acusado era Vicente Fernández. 141

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

mente con el retorno de Fernando VII al trono en 1814. Los peninsulares que nunca se plegaron al nuevo orden seguían silenciosamente reconociendo al mo­ narca, con lo cual apareció una clara oposición entre éste y la «santa causa» de la Patria. Un ejemplo: en 1819 el zapatero gallego Baltasar Suárez fue acusado de negarse a realizar una patrulla diciendo «que él era vasallo del Rey y no soldado de la Patria y que sólo serviría al Rey».59 La vieja tríada se había roto: la religión no se discutía, pero ahora el rey se oponía a lo que resultó ser más importante: la patria. El rey rechazado pasó no sólo a ser el rey de España sino también la Monarquía. En cambio, si la patria había adoptado una forma de Gobierno republicana -así era de hecho desde que se impuso la soberanía del pueblo en 1810- una y otra se fueron equiparando para quienes combatieron en su nombre. No hubo un monarquismo popular rioplatense ni se han registra­ do evidencias de nostalgias plebeyas del rey; por el contrario, la actitud parece haber sido la que expresó en sus versos el payador oriental Bartolomé Hidalgo, muy popular en Buenos Aires: «el Rey es hombre cualquiera», decía, «no se nece­ sitan reyes / para gobernar los hombres / sino benéficas leyes».60 Con el fin de la guerra, el alejamiento de la amenaza de la expedición espa­ ñola -que en vez de embarcarse se rebeló contra Fernando VII- y el triunfo del sistema republicano, la tensión con los peninsulares que seguían residiendo en la ciudad perdió intensidad. Los elementos de conflictividad social insertos en esa animadversión se fueron trasladando al descontento popular con algunos de los resultados de la guerra, al rencor hacia algunos beneficiados durante su desarro­ llo y hacia la ingratitud de las autoridades. Bartolomé Hidalgo lo expresó muy bien en 1821 -por entonces residía en Buenos Aires- cuando sostuvo que «desde el día memorable / de nuestra revolución» había entrado mucha plata y mucho oro en la capital... pero en tanto que al rigor / del hambre perece el pobre, / el soldado de valor, / el oficial de servicios, / y que la prostitución / se acerca a la infeliz viuda / que mira con cruel dolor / padecer a sus hijuelos; / entre tanto, el adulón, / y el que de nada nos sirve / y vive en toda facción, / disfruta de gran abundancia / y como no le costó / nada el andar remediao / gasta más pesos que arroz. / Y, amigo, de esta manera / en medio del pericón / el que tiene es don Julano / y el que perdió se amoló: / sin que todos los servicios / que a la Patria le emprestó / lo libren de una roncada / que le largue algún pintor.61

Mientras los que no habían hecho nada se habían apropiado de la riqueza en los años revolucionarios, los que arriesgaron su vida por la causa de la patria, y 59- a g n , X, 27-4-2a, Causas Criminales. 60. Hidalgo, Cielitos..., 1967, pp. 26 y 31. 61. Ibid., p. 48. 142 Índice

SA N C U L 07 E S D E S P I A D A D O S :

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

las viudas de los que la perdieron, estaban inmersos en la pobreza. Percepciones como esa contribuyeron a crear un clima de descontento social que estaría pre­ sente en las participaciones populares en la política porteña de las décadas de 1820 y 1830.

IV Para la población negra de Buenos Aires, y en particular para los esclavos, la reconfiguración de la noción colectiva de p a tr ia significó un cambio simbólico importante. Un esclavo llamado Ventura, que pertenecía a Martín de Álzaga, fue quien denunció la conspiración que preparaba su amo. El Gobierno le otorgó en premio su libertad y llevar una leyenda que decía «por fiel a la Patria»; otro de los criados de Álzaga se refirió posteriormente al amo muerto como «el traidor».62 Para muchos la p a tr ia empezó a ser un horizonte de libertad, en particular para los hombres, dado que varios fueron comprados por las autoridades a sus amos o a veces donados por éstos para la guerra (además el Estado confiscó en varias oportunidades esclavos pertenecientes a peninsulares para usarlos en el ejército). La promesa de ser libres aguardaba al final del servicio. En cuanto a los que ya lo eran, su lugar social subalterno se mantuvo -n egro fue en ocasiones un insulto, al igual que m ulato, incluso en boca de los plebeyos- pero simbólicamente tuvieron un ascenso al entrar en el bando americano junto a los blancos y el resto.63 Para los que sirvieron militarmente, eso les daba derechos. En 1820 un oficial ebrio insultó a sus soldados, que eran casi todos morenos, diciéndoles que eran unos «negros trompetas» (una expresión de desprecio que significaba «hombre bajo y de poca utilidad», según el diccionario de la Real Academia Española de 1803). Luego empujó a uno de ellos, quien le contestó «que por qué le pegaba, que re­ parase que era el cabo de la guardia, y que aunque era negro no era un trompeta sino un cabo de la Patria».64 Sus camaradas provocaron una gritería en contra del oficial que por poco no terminó en un motín. ¿Era posible una respuesta así de parte de un negro antes de la Revolución?, probablemente no. Esa identificación de los morenos con la patria tuvo larga vida. «He sido testigo», sostuvo un viajero

62. Las distinciones a Ventura en a g n , X, 6-7-4, Conspiración de Álzaga; el otro caso en X, 6-6-12, Solicitudes Civiles y Militares, petición de «El moreno Juan» ( I o de agosto de 1812). Para la cuestión de la integración véase Bernand, «Entre pueblo,..», 2003. 63. Negro como insulto en «Sumaria e información contra Vizente Gomes...» (1814), a g n , X, 27-4-2, Causas Criminales; mulato en la declaración del capitán Sosa en a g n , X, 30-3-3, Sumarios Militares, 957, en la que describe que alguien usó los insultos: «Picaro Mulato in­ decente». 64. a g n , X, 29-10-2, Sumarios Militares, 146.

agn,

Í 43

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

francés al comenzar la década de 1830, «de su entusiasmo y de la ardiente alegría que les brota ante la palabra Patria».65 La libertad de vientres sancionada en 1813 contribuyó sin duda a la adhesión de los negros a la causa revolucionaria, y varios empezaron a apelar a esa decisión para buscar su libertad. Una esclava africana que recibió el nombre de Juana de la Patria, dijo que había naufragado en un barco en las playas de Montevideo con unos compañeros y, como el gobierno había prescripto que «los que naciesen y pisasen estos puertos fuesen libres, pide que se declare si es o no libre junto con sus compañeros». Algo similar ocurrió con Sebastián Tejera, quien había sido es­ clavo en la Banda Oriental; cuando fue enviado al servicio de una familia en Bue­ nos Aires se dirigió a las autoridades apelando al «soberano decreto de 1813 por el cual debe quedar libre».66 Las solicitudes al Gobierno para defender derechos eran muy frecuentes, a través de la intervención de algún escriba. Por ejemplo, Jerónima Díaz y Medina protestó ante las autoridades porque su sobrina, que era libre, recibía en una casa en la que trabajaba el trato de esclava, debido a lo cual se fugó. Intervino el alcalde de barrio, quien «viéndonos que somos imbéciles, que somos pobres, de una condición baja aunque honrada, no ha hecho sino obligarnos a que la entreguemos bajo [amenaza] de penas». Su alegato terminaba asegurando que «la persona libre no debe conocer servidumbre, ni esclavitud sobre su condición: el Gobierno ha jurado sostener este privilegio; y si esto es cierto, ¿por qué por fuerza se ha de entregar al servicio a una muchacha contra su voluntad?».67 El proceder no era nuevo: durante los tiempos coloniales los es­ clavos solían presentarse ante la justicia para protestar contra malos tratos de sus amos y a veces consiguieron mejorar su situación.68 Lo que cambió después de 1813 era que la misma institución de la esclavitud comenzó a ser minada por la apropiación que hicieron los implicados de la libertad de vientres. Dos años, después el moreno libre Hilarión Gómez, sostuvo que «todo respira el desterrar la esclavitud y en nuestro sistema se han declarado todos los partos libres».69 La causa de la patria evidenció asimismo cierta tensión racial. La criada negra de doña Juana Arandia, llamada María, fue duramente golpeada por dos españoles europeos en una pulpería, por haber insultado a uno de ellos tras una discusión diciéndole «gallego, puto, judío y ladrón».70 Los términos empleados por María fueron usados con un fin denigratorio, por lo cual queda claro que gallego -bue. 65. Isabelle, Viaje..., 1943, p. 135. 66. Ambos en a g n , X, 11-1-4, Solicitudes Civiles (1819). Lamentablemente no constan las resoluciones. 67. a g n , X, 10-9-6, Solicitudes Civiles (1819). 68. Perri, «Hábitos...», 199969. a g n , X, 8-9-4, Solicitudes Civiles y Militares, 21 de junio de 1815. 70. «Demanda puesta por doña Juana Arandia contra los españoles Antonio Morán y su compañero F. Mojo sobre el castigo que dieron a una criada...«; a g n , Tribunal Criminal, M-l (1819). 144

Índice

SANCUÍ.OTES

DESPIADADOS:

LA

PA R T I C I PA C ¡ Ó N

POLÍTICA

POPULAR

na parte de los pulperos de Buenos Aires eran de ese origen- era equivalente a los otros insultos. "Elju d ío era considerado un enemigo de la Cristiandad desde el medioevo y ese lugar había sido afianzado por el Concilio deTrento. La Revolu­ ción permitió a los esclavos liberar algunos resentimientos y legitimó la animosi­ dad contra un enemigo blanco: los peninsulares. En el motín de los pardos y morenos de 1819, esa tensión racial estuvo más presente: un vecino observó preocupado «que un negro velero y cojo se distin­ guió en sus gestos y amenazas a los Blancos».71 No es posible saber si ese ven­ dedor de velas pertenecía al tercio o si se agregó a la agitación. Lo que es muy probable es que la percepción de una animosidad contra los blan cos debe haber ayudado a que diversos vecinos se sumaran a los cívicos de caballería en la opera­ ción nocturna que desarmó en el hueco de la Concepción a los amotinados.

V Los Gobiernos revolucionarios heredaron el atributo de ser considerados una figura paternal, como ocurría antes con el rey. En las solicitudes de la población pueden leerse fórmulas «Vuestra Excelencia como padre de los naturales de ésta» (la ciudad), «VE. es el Padre de la República», o apelando al «paternal corazon de VE.».72 También otra institución era percibida como paternal, por su misión de pre­ servar el bien com ú n . «El cabildo era la autoridad más inmediata del pueblo, era la cabeza, el padre, y sus hijos como a tal lo adoraban, lo respetaban, le tributaban un culto voluntario, una devoción exaltada». Cuando en 1820, Buenos Aires vivió un complejo periodo político, un oficial sostuvo que «el Excelentísimo cabildo es nuestro padre, y a él sólo debemos obedecer».73 El cabildo se ocupaba del abasto de alimentos para la ciudad y por eso tomaba recaudos para «que nunca se ve­ rifique que el publico sufra escasez de carne» ni que hubiese problemas con el pan, los dos principales componentes de la dieta de los porteños. Asimismo, bus­ caba regular los precios para evitar malestares entre la población: en 1813, ante el «escandaloso precio a que en el día se vende la carne al público, con el más grave perjuicio de éste», convocó a los abastecedores para definir cuál iba a ser el precio en cada estación, dado que en invierno subía.74A la vez, el ayuntamiento se encargaba de pagarle sus pensiones a viudas y huérfanos de víctimas de la guerra, 71. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957, parte de don Eustoquio Díaz Vélez. 72. a g n , X, legajos 8-9-4 (1815), 11-1-4 y 10-9-6 (1819), Solicitudes Civiles. Para el rey como padre véase (Schaub, 1998). 73. En orden: Iriarte, Memorias, vol. 1, 1945, p. 31; a g n , X, 29-10-6, Sumarios Militares, Conspiración del I o de octubre de 1820. 74. a e c , 1927, t. VI, p. 601, y t. V, p. 617. 145 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

de vestir a los presos, de auxiliar a familias que sufrían una inundación, de ayudar con créditos a labradores en dificultades, de solicitar la reducción de cargas fisca­ les sobre los artesanos cuando éstos estaban en una mala situación, de escribir los bandos destinados a la población, de dar discursos en las celebraciones públicas, de organizarías, y de dirigir a los alcaldes de barrio y sus tenientes.75 Uno de sus integrantes, el defensor de p o b r es , intercedía entre éstos -incluidos los esclavosy el Gobierno. La legitimidad de su poder no era discutida por nadie. No es casualidad que la participación política de la plebe porteña desde 1810 hubiera sido en buena medida articulada por el cabildo. A él se dirigieron las pe­ ticiones de los «movimientos del pueblo» como los de abril y septiembre de 1811 o el de octubre de 1812, mientras que en otras ocasiones, como en abril 1815, fue el mismo cabildo el que convocó a la población a la acción política.

VI La politización de los espacios urbanos permitió la difusión y la transmisión del repertorio de prácticas políticas populares moldeado en 1811: la interven­ ción en las luchas facciosas, la presencia en fiestas y otras manifestaciones públi­ cas, los motines militares dirigidos por plebeyos. La permanente movilidad del bajo pueblo -residencial, por las dificultades para pagar alquileres, laboral, por la fragilidad de la estructura ocupacional, geográfica, por la guerra y las migra­ ciones- conllevó la propagación de ideas y recuerdos, comunicados en los luga­ res de sociabilidad plebeya. Las pulperías, las plazas, los mercados, los atrios de las iglesias y los cuarteles militares se empaparon de política. Allí circulaban los rumores, se entonaban canciones patrióticas, se leía la prensa en voz alta inclu­ yendo a los analfabetos, se debatían las decisiones del gobierno y se discutían los avatares de la guerra. Esa función transmisora de los espacios urbanos se hizo clara en el sumario que se levantó después del motín del tercer tercio cívico en 1819. Durante el proceso, un juez le preguntó a algunos de los milicianos negros qué otros levan­ tamientos ocurridos en la ciudad habían presenciado. El soldado Remigio Rodrí­ guez respondió que «conmociones que ha oído son las de Patricios», es decir, el motín de las trenzas, «y la que ha visto ha sido la de Álzaga en las que la pena que se ha impuesto ha sido según ha oído y visto la de muerte y que en la primera, según ha oído decir, fueron nueve y en la segunda vio unos cinco o seis y los 75. Los bandos están recopilados en a g n , X, legajos 44-6-7 y 44-6-8, Gobierno. Para el resto de las actividades mencionadas véase a e c , 1927, t. V, pp. 104, 174; t. VII, pp. 87, 189, 434 y 636; asistencia a inundados de Barracas en t. VII, pp. 330-4, 355 y 384; asistencia a labradores en t. VI, p. 28; protección a artesanos en t. V, p. 194; un discurso de un regidor en mayo de 1812 en t. V, p. 2l6. 146

Índice

5ANCUÍ.0TES

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

demás oyó decir que fueron muchos».76 Rodríguez conocía bien el antecedente de un motín miliciano y que los responsables habían sido ejecutados; se había enterado -incluso el número era bastante correcto- por boca de otros. Él mismo había estado entre la multitud que presenció algunos de los fusilamientos en la agitación de julio de 1812; del resto le contaron. Las reuniones informales en espacios públicos eran una de las vías principales para la reproducción de las prácticas políticas.

VII En 1820 el Gobierno central creado por la Revolución se desmoronó. Surgió así la provincia de Buenos Aires. Durante ese año, la situación política en ella fue sumamente convulsionada y la inestabilidad fue la regla. La sucesión de comple­ jos enfrentamientos facciosos, en los cuales el papel de la milicia fue decisivo, se cerró en octubre tras un levantamiento del segundo y el tercer tercio cívico, junto al pequeño batallón fijo (del ejército regular). El tercero era el cuerpo de pardos y morenos, mientras que el segundo reunía a los habitantes de los suburbios. La causa del alzamiento fue el rechazo de esos grupos, aliados con el cabildo, al retorno al poder del grupo moderado que había dirigido el Gobierno entre 1816 y 1820, al que consideraban de regreso con la designación del general Mar­ tín Rodríguez como gobernador. Los sublevados se hicieron fuertes en la Plaza de la Victoria y Rodríguez huyó. La tropa estaba exaltada y los oficiales tenían que contenerla.77 El levantamiento fue liderado por el cabildo y por algunos militares que go­ zaban de popularidad en la ciudad. También intervinieron en la organización al­ gunos pulperos que eran a la vez capitanes del segundo tercio cívico, a quienes un contemporáneo llamaba «tribunos de la plebe».78 Entre los participantes, unos ochocientos en total, no sólo estuvieron los cívicos y los soldados del batallón fijo: se denunció que un esclavo que trabajaba en una panadería se fugó «y se incorporó entre las gentes que se hallaban en la Plaza».79 Rodríguez volvió a la ciudad a la cabeza de fuerzas milicianas de la campaña y se dispuso a asaltar la Plaza de la Victoria. Ante el inminente ataque, los diri­ gentes del levantamiento procuraron conseguir un acuerdo. Uno de ellos quiso convencer a los de la plaza que se retiraran hacia sus cuarteles: «me dirigí a la 76. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957. 77. Lo declaró el capitán N. Martínez, prisionero de los alzados, en a g n , X, 29-10-6, Su­ marios Militares, 279. 78. Iriarte, Memorias, 1944, vol. 1, pp. 244 y 271. 79. Pertenecía a Pedro Bureñigo; a g n , X, 12-4-4, Solicitudes militares, 1821. El número de participantes en Herrero, «Un golpe...», 2003147 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

recova, y hablando con firmeza y resolución a los cívicos, les hice presente la ne­ cesidad que había de evitar más derramamiento de sangre, y ellos, demostrando mucha oposición, se resistían al abandono de sus puestos [...] Don Ángel Pacheco contuvo a un cívico que me iba a tirar».80 Mientras negociaban, la caballería de Rodríguez atacó sorpresivamente y los cívicos comenzaron a resistir sin esperar órdenes. Según un oficial que combatió a favor del gobernador, los del tercer tercio no escuchaban a sus jefes, «cargaban las armas sin su conocimiento y que parecía no le obedecían».81A un suboficial se le ordenó «que todos se retirasen,y no obedeciéndolo los demás, lo ejecutó el que confiesa», mientras que un oficial afirmó que no logró «contener a la gente y privar que se siguiese el fuego que ellos habían empezado sin su orden por hallarse comiendo» (ambos testimonios eran poco creíbles, pero es interesante que pudieran esbozarlos aprovechando que la situación fue verdaderamente caótica).82 Después de un primer combate, los del gobierno volvieron a ofrecer la rendición, pero «en vano algunos de su jefes y los parlamentarios [...] manifestaban a la chusma despechada que serían pasados a cuchillo: ella les amenazaba fusilarlos si no se retiraban [...] muchos facciosos metidos tras de los pilares de la Recova nueva en la vereda ancha pre­ firieron morir a rendirse».83 La batalla siguió y «todos revueltos se mataban unos a otros sin compasión»; hubo entre trescientos y cuatrocientos muertos.84 Final­ mente, la victoria fue de Rodríguez. Los que se sublevaron fueron los tercios con mayoría plebeya en sus filas, el segundo y el tercero, mientras que los integrantes del primer tercio cívico, que agrupaba a la gente del centro de la ciudad, «concurrieron con sus personas en favor de la conservación del orden»; como dijo uno de sus oficiales, lucharon «por la autoridad legítima».85 Esa impronta plebeya generó un gran temor social entre la elite porteña. Un testigo llamó a los alzados «los sanculotes despiadados, los de los ojos colorados»; otros se lamentaba de que «la patria se ve en una verdadera anarquía, llena de partidos y expuesta a ser víctima de la ínfima plebe, que se halla armada, insolente y deseosa de abatir a la gente decente, arruinarlos e igualarlos a su calidad y miseria»; un tercero sostenía que si Rodríguez hubiera sido vencido el resultado habría sido «el saqueo de Buenos Aires, pues la chusma estaba agolpada en las esquinas envuelta en su poncho, esperando el éxito; y si la intrepidez de

80. De la Quintana, «Manifiesto...», I960, p. 1400. 81. a g n , X, 29-10-6, Sumarios Militares (expediente sin número). 82. Ibid., 275, declaraciones del tambor Felipe Gutiérrez y de Epitacio del Campo. 83. «Carta de José María Roxas a Manuel José García», en Saldías, Buenos Aires..., 1988, p. 255. 84. La cita en ibid. Las cifras de muertos en Forbes, Once años..., 1936, p. 85; Iriarte, Memorias, vol. 1, 1944, p. 368; Haigh, B o s q u e j o s 1920, p. 146. 85- Solicitud de Hilario Martínez, a g n , X, 11-7-4, Solicitudes Civiles y Militares; y testimo­ nio del teniente del primer tercio donjuán Arrasain, a g n , X, 30-1-3, Sumarios Militares, 586. 148 Índice

SANCU/.0TE5

DESPIADADOS:

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

los colorados no vence en el día, esa misma noche se les une 4 o 6 mil hombres de la canalla y es hecho de nosotros».86 La intransigencia de los miembros de la tropa, que quisieron resistir desoyen­ do a muchos de sus oficiales es comprensible si se tienen en cuenta los diez años de movilización política y guerrera. Frente a los vacíos de poder de 1820, mu­ chos plebeyos compartieron las posiciones políticas de los capitulares y ciertos militares, y luego de una experiencia de una década de movilización, llegaron a defenderlas intransigentemente más allá de la voluntad de sus jefes. Como consecuencia del episodio, el cabildo perdió la conducción de las mili­ cias cívicas, que quedaron bajo la jurisdicción del gobernador de Buenos Aires.87 Al año siguiente, los tercios fueron disueltos y se reorganizó la milicia urbana, con menos efectivos, en la denominada Legión P atricia. La elite triunfante buscaba así eliminar las posibilidades de desorden, y también las vías de intervención ple­ beya en la política. Sólo lo lograría parcialmente: las décadas siguientes volvieron a contar a la plebe como uno de los actores de la escena política porteña, y varias tensiones sociales y raciales iban a seguir canalizándose en ella. La política porteña no iba a poder separarse de su impronta plebeya.

ARCHIVOS agn a

Archivo General de la Nación, Argentina. Sala X.

BIBLIOGRAFÍA A cuerdos del Extinguido cabild o d e Buenos Aires, Buenos Aires, Archivo Ge­ neral de la Nación, serie IV, ts. IV al VIII, 1927. Á lvarez T h o m a s , J o s é , «Memorándum para mi familia», B iblioteca d e Mayo. Co­ lección d e obras y docum entos p a r a la historia argen tin a, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. II, vol. 2, I960. A n d r e w s , G e o r g e R e í d , Los afroargentin os d e Buenos Aires, Buenos Aires, Ed. de La Flor, 1989. A n ó n im o , «Carta sin firma a José Ignacio Gorostiza y José Antonio Chavaría», B iblioteca d e Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. V, I960. Anónimo [2]: «Diario de los acontecimientos», B iblioteca d e Mayo, Buenos Ai­ res, Senado de la Nación, t. IV, I960.

86. En orden: Iriarte, Memorias, vol, 1, 1944, p. 370; Beruti, «Memorias...», I960, p. 3933; «Carta de José María Roxas...», en Saldías, Buenos Aires..., 1988, p. 25587. a e c , 1927, t. IX, p. 297. 149 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

«Entre pueblo y plebe: patriotas, pardos, africanos en Ar­ gentina (1790-1852)», en N . N a r o (ed.), Blacks, Coloureds a n d N ational Identity in Nineteenth-Century Latin A m erica, Londres, Institute of Latin American Studies - University of London, 2003. B e r u t i , J u a n M a n u e l , «Memorias curiosas» en B iblioteca d e Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. IV, I960 [y Memorias Curiosas, Buenos Aires, Emecé, 2001]. C ancionero p op u lar de la Revista d e D erecho, Historia y Letras, compilado y reimpreso por Estanislao Zeballos, t. I, Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1905. Ca n s an e l l o , O r e st es C., De súbditos a ciu dadan os. Ensayo sobre las liberta­ des en los orígenes republicanos. Buenos Aires, 181 0 -1 8 5 2 , Buenos Aires, Imago Mundi, 2003. C a n t e r , J u a n , «El año x i i , las asambleas generales y la revolución del 8 de oc­ tubre», en A cadem ia N acional d e la H istoria, Historia d e la N ación Argen­ tina desde sus orígenes hasta la organ ización definitiva en 1862, Buenos Aires, vol. V, 2o sección, 1941. C a n t e r , J u a n , «La revolución de abril de 1815 y la organización del nuevo di­ rectorio», en Historia d e la N ación Argentina desde sus orígenes hasta la organ ización definitiva en 1862, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, vol. VI, I o sección, 1944. C h ia r a m o n t e , J o s é C a r l o s , «Vieja y nueva representación: los procesos electo­ rales en Buenos Aires, 1810-1820», en A n t o n io A n n in o (coord.), Historia d e las elecciones en Iberoam érica, siglo xix, Montevideo, Fondo de Cultura Económica, 1995. C o m a n d o e n J e f e d e l E j é r c i t o , Reseña histórica y orgán ica del ejército argenti­ no, Buenos Aires, Biblioteca del oficial, Círculo Militar, 1971. D e la Q u in t a n a , H il a r io , «Manifiesto del coronel don Hilarión de la Quintana, para justificar su conducta en los acaecimientos de los días los días 3, 4 y 5 de octubre de 1820, en la ciudad de Buenos Aires. Copiado de los nú­ meros 8 y 9 del Restaurador Tucumano», B iblioteca d e Mayo. C olección de obras y docum entos p a r a la historia argen tin a, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. II, v. 2, I960. D iario de un sold ad o, Buenos Aires, Archivo General de la Nación/Comisión Nacional Ejecutiva, I960. D i M e g l io , G a b r ie l , ¡Viva el bajo pu eblo! La p leb e u rban a d e Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo, Buenos Aires, Prometeo, B erna n d , C a rm en ,

2006

.

— «Milicia y política en la ciudad de Buenos Aires durante la guerra de Inde­ pendencia, 1810-1820», en M . C h u s t y J. M a r c h en a (eds.), Las arm as d e la

150 Índice

SANCULOTËS

DESPIADADOS;

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

n ación . In depen den cia y ciu d a d a n ía en H ispan oam érica (1750-1850), Madrid/Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2007. E c h ev a r r ía , J u a n J o s é , «Diario de Juan José Echevarría con referencias a los sucesos de Buenos Aires del 5 a 6 de abril de 1811 y las elecciones de septiembre del mismo año», B iblioteca d e Mayo. Colección d e obras y d o ­ cum entos p a r a la historia argen tin a, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. IV, I960. F i t t e , E r n e s t o , El motín d e las tren zas, Buenos Aires, Fernández Blanco,

I960. B u scan do un In c a . Iden tidad y utopía en los Andes, México, Grijalbo, 1993. F o r b e s , J o h n M., Once añ os en Buenos Aires (1820-1831), Buenos Aires, Emecé, 1936. F r a d k in , R a ú l , «Historia, memoria y tradición: la fiesta de la Quema del Judas en Luján», en C uadernos d e Trabajo, n° 17, Universidad de Luján, 2000. G aceta d e Buenos Aires. 1810-1821 (1910), Edición facsimilar en 6 t.s, Bue­ nos Aires, Junta de Historia y Numismática Argentina y Americana. G aravaglia , J u a n C a r l o s , «El pan de cada día: el mercado del trigo en Buenos Aires, 1700-1820», Boletín del Instituto d e Historia Argentina y A m erican a «Dr. Em ilio Ravignani», tercera serie, n° 4, Buenos Aires, 1991. — «A la Nación por la Fiesta: las fiestas mayas en el origen de la Nación en el Plata», Boletín del Instituto d e Historia Argentina y A m erican a «Dr. Emilio R avignani», tercera serie, n° 23, 2000. G o l d b e r g , M a rta y J a n y , L a u r a , «Algunos problemas referentes a la situación del esclavo en el Río de la Plata», IV Congreso In tern acion al d e Historia de A m érica, Buenos Aires, 1966. G o l d m a n , N o e m í , Historia y lenguaje. Los discursos d e la Revolución d e M ayo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1992. G o n z á l e z B e r n a l d o , P il a r , «La Revolución francesa y la emergencia de nuevas prácticas de la política: la irrupción de la sociabilidad política en el Río de la Plata revolucionario (1810-1815)», en Boletín d el Instituto d e Historia argen tin a y am erican a «Dr. E. R avignani», tercera serie, n° 3, 1991. H a ig h , S a m u e l , Bosquejos d e Buenos Aires, Chile y Perú, Buenos Aires, La Cul­ tura, 1920. H a lp e r in D o n g h i , T u l i o , «Militarización revolucionaria en Buenos Aires, 18061815», en T . H a lp er in D o n g h i , El ocaso d el orden colon ial en H ispan oam é­ rica , Buenos Aires, Sudamericana, 1978. — Revolución y guerra. F orm ación d e u n a élite dirigente en la Argentina criolla, México, Siglo xxi, 1972. — Argentina. De la Revolución d e In depen den cia a la C onfederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1985. F l o r e s G a l in d o , A l b e r t o ,

151 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

«Un golpe de estado en Buenos Aires durante octubre de 1820», A nuario del ie h s , n° 25, Tandil, u n c p b a , 2004. H id a l g o , B a r t o l o m é , Cielitos y diálogos patrióticos, selección por Horacio Jorge Becco, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 2004. I r ia r t e , T o m á s , M emorias, vol. 1 ; M em orias, vol. 3 , Buenos Aires, Sociedad Impresora Americana, 1 9 4 4 y 1 9 4 5 . I s a b e l l e , A r s è n e , Viaje a Argentina, Uruguay y B rasil en 1830, Buenos Aires, Editorial Americana, 1943* J o h n s o n , L y m a n , «La historia de precios de Buenos Aires durante el período vi­ rreinal», en J o n h s o n y E. T a n d e t e r , E conom ías coloniales. Precios y salarios en A m érica Latina, siglo xvrn, Buenos Aires, f c e , 1992. L e v e n e , R ic a r d o :, «L o s sucesos de Mayo» y «El 25 de mayo», en Historia d e la N ación Argentina desde sus orígenes hasta la organ ización definitiva en 1862, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, vol. V, 2o sección, 1941. L ó p e z , V ic e n t e F i d e l , Historia d e la República A rgentina} vol. 5, 6, 7, 8, 9 y 10, Buenos Aires, G. Kraft, 1913. M u n il l a , L í a , «Celebrar en Buenos Aires. Fiestas patrias, arte y política entre 1810 y 1830», en a a w , El arte entre lo p rivado y lo p ú b lico , VI Jornadas de Teoría e Historia de las Artes, Buenos Aires, c a í a , 1995. N u ñ e z , I g n a c io , «Noticias históricas de la República Argentina», B iblioteca de M ayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. I., I960. O r d u ñ a , F r a n c is c o d e , «Informe oficial del subinspector del Real Cuerpo de Artillería de Buenos Aires», B iblioteca d e M ayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. V, I960. P a z o s , R a m ó n , «Carta de D. Ramón Manuel de Pazos a D. Francisco Juanico», B iblioteca d e Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. V, I960. P e r r i , G l a d y s , «Hábitos, comportamientos y estrategias de peones y esclavos en Buenos Aires, fines del siglo xvm-principios del xrx. Una aproximación a través de los expedientes judiciales», Red de Estudios Rurales ( r er ) - Programa de Estudios Rurales ( p r o e r ) , Buenos Aires, mimeo, 1999. P o sa d a s , G e r v a s io , «Autobiografía», B iblioteca d e M ayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. Il, vol. 1, I960 R o b e r t s o n , J o h n P a r ish y W illiam P a r is h , Cartas d e S u dam érica, Buenos Aires, Emecé, 2000. R o m e r o , «Memoria para servir a la historia de la revolución de Buenos Aires el año 1810», B iblioteca d e Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. V, I960. S a a v ed r a , C o r n e l io , «Instrucción de Saavedra a Juan de la Rosa Alba», Bibliote­ c a d e Mayo, Buenos Aires, Senado de la Nación, t. II, vol. 1, I960. H e r r e r o , F a b iá n ,

152 Índice

5ANCUÍ.0TES

DESPIADADOS;

LA

PARTICIPACIÓN

POLÍTICA

POPULAR

B ajo la C am pan a del ca b ild o, Buenos Aires, Gui­ llermo Kraft Ltda., 1950. S a l d ía s , A d o l f o , B uenos Aires en el C entenario, Buenos Aires, Hyspamérica, t. I, 1988. S a lv a t o r e , R ic a r d o , «Fiestas Federales: representaciones de la república en el Buenos Aires rosista», Entrepasados, n° 11, 1996.

S á e n z V a l ie n t e , J o s é M a r ía ,

153 Índice

PÓLVORA EN MANOS DE MUJER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA. VERACRUZ 1815 Adriana Gil

Antonio, la actitud con que has enfrentado el dolor y la adversidad a tu corta ed a d te h a convertido en un valiente guerrero. Tu ejemplo h a sido mi inspiración. Con todo mi am or de m adre, estas líneas van p o r ti.

Corría el mes de mayo de 1815 y la ciudad de Veracruz desde hacía aproxi­ madamente tres años permanecía asediada, sitiada y sin comunicación hacia el interior del territorio, ya que los caminos que conducían al altiplano habían sido tomados por los insurgentes. De manera que, los sentimientos que prevalecían en los corazones del grueso de la población tenían que ver con la incertidumbre, el miedo y la desesperación producto de la amenaza, la escasez, el hambre y la enfermedad. Una mañana de fines del mes de mayo, Manuela Antonia de Santa María una mujer de 35 años ingresó alrededor de las nueve a la tienda del pulpero Miguel Abascal suplicándole le guardara «dos paradas de cartuchos de fusil con bala y como una libra de munición de agua» ya que los guardias de las puertas de la muralla no se las dejarían sacar. Horas más tarde, sobre las cinco, Manuela Antonia regresó a la tienda del pulpero a recoger las municiones que le había encarga­ do para unos minutos después, al salir por una puerta cercana al matadero ser

155 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

registrada por los patriotas1 quienes le encontraron además de los cartuchos y municiones, algunos comestibles y un frasco de aguardiente. De ahí, la mandaron presa sospechosa del delito de infidencia.2 La detención de Manuela Antonia por supuesta implicación con los rebeldes no es un caso asilado de este momento histórico. María José Garrido afirma que muchas mujeres durante la guerra de Independencia fueron detenidas, juzgadas, sentenciadas y en muchos casos ejecutadas por el delito de infidencia. Pese a que es escasa la bibliografía que aborda el tema de la insurgencia femenina, Garrido sostiene que algunas de las actividades rebeldes protagonizadas por mujeres eran seducción de la tropa -al parecer la más común-, asistencia a insurgentes heri­ dos, abastecimiento de alimentos, espionaje, conspiración y contrabando de men­ sajes, armas, pólvora, balas y municiones.3 Desde esta perspectiva, y considerando el avance de los insurgentes en esta guerra que devastaba a la Nueva España -colonia más preciada para la Corona española-, a los ojos de los militares rea­ listas muchas actividades y hechos podían levantar sospechas y ser motivo para apresar a presuntos infidentes. Más aún si se descubría a una mujer con pólvora en las manos y aguardiente en el bolsillo. A Manuela Antonia nunca se le pudo probar el delito de infidencia, pero aun así, fue condenada a pasar unos meses recluida en la llamada casa de recogidas de la ciudad, alejada de sus pequeños hijos.4 Durante el proceso siempre negó cual­ quier vínculo con los insurgentes y se defendió ante los tribunales argumentando ser una ranchera de las orillas de la laguna de Mandinga casada con Domingo Antonio Flores, señalando que ambos eran cazadores y que vivían desde hacía tiempo de la venta del producto de la caza. Que los cartuchos embalados los ha­ bía comprado a un sargento de las compañías urbanas llamado Juan Correa, para poder cazar y alimentar a su familia en esos tiempos de hambre y escasez. No obstante, las autoridades realistas decidieron imponerle una pena, tanto a la mujer como al sargento que le vendió los cartuchos de pólvora, de nombre Juan Correa.5La sospecha que despertó Manuela por comprar pólvora y balas a 1. Entonces se les llamaba patriotas a los realistas. a g n m , Criminal, vol.: 1 exp. 5 , fojas: 199- 226 . 3. Garrido, 2003, p. 170, 4. Si comparamos el calvario que tuvieron que sufrir las mujeres de Pénjamo a manos de militares realistas que seguían las órdenes del coronel Agustín de Iturbide cuando éste fue comandante general de las tropas del Bajío y segundo del ejército del norte, nos dare­ mos cuenta que Manuela Antonia corrió con mejor suerte, A las mujeres de Pénjamo se les detuvo y encarceló sin formárseles causa por poco más de dos años, el caso careció de los procedimientos legales comunes en la época y fueron sometidas a graves vejaciones. Cfr; Garrido, p. 170. 5 . Es importante mencionar que este proceso criminal se inició no sólo contra Manuela Antonia de Santa María sino también contra «Luis Correa sargento de las compañías urbanas, acusados de haber vendido e'1 segundo dos paradas de cartuchos de fusil con bala a la pri­ mera». No obstante, en el presente trabajo analizaré las representación social que mujeres 2.

156

Índice

PÓLVORA

EN

MANOS

DE

MUJ ER.

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

un militar de la ciudad se basaba en lo común que era el que mujeres de campo, como se les solía decir, surtieran de municiones y armas a los insurgentes, así lo afirmaron las autoridades en las actas del proceso. Los realistas consideraron que dicho castigo, era un escarmiento no sólo para Manuela Antonia y para Juan Correa, sino también para cualquiera que pensara en comerciar comprando y/o vendiendo pólvora, cartuchos, balas, municiones.Ya que el Gobierno había dado órdenes para que ningún particular pudiera vender y/o comprar pólvora; órdenes que se hicieron más estrictas en ese momento ante las convulsiones políticas y sociales por las que atravesaban y por el peligro que representaba para la causa realista la colaboración de mujeres, para abastecer, apoyar e informar a los rebel­ des. No es objetivo en este trabajo indagar si Manuela Antonia fue víctima de inju­ rias o si era disidente, ya que en las actas que dan testimonio del proceso criminal y fuente fundamental de este trabajo,6 lo único que queda claro es que nunca le pudieron probar el delito de infidencia pese a haber sido detenida con la pólvora en las manos. Su participación con los rebeldes quedó en las actas sólo como una sospecha, como una suposición que careció de pruebas contundentes ya que como tal aparece mencionado constantemente en las actas de dicho proceso, también era común en esos tiempos de miseria ante la paralización del tráfico y del comercio, que la gente de Veracruz subsistiera mediante otras actividades como la cacería y la pesca. Lejos de asumirme como juez, mi tarea como historiadora es desmontar el texto que hoy tenemos como huella del pasado y situarlo en el momento históri­ co que lo produjo para reconstituirlo al analizar los testimonios que dejaron en las actas del juicio, las distintas voces que lo conformaron: la de la mujer juzgada y las de otros hombres y mujeres que estuvieron ahí presentes. Con ello, podremos aproximarnos a develar el concepto de m ujer sospechosa, en tal momento de la historia, bajo estas distintas miradas. De manera que, ésta no será la historia épica de una mujer que es apresada por defender la causa insurgente, ya que las fuentes utilizadas no nos conducen por ese camino. Más bien, la interpretación de dichas fuentes dentro del contex­ to histórico en que fueron producidas, nos aproxima a un tiempo y un espacio donde la lucha por la supervivencia de sus familias era una de las prioridades de la mayoría de las mujeres, independientemente de su filiación y/o preferencias políticas.Y es que cualquier guerra en el peor de los casos significa sufrimiento y muerte, en el mejor, escasez.

como Manuela Antonia de Santa María, al analizar los documentos que dejan testimonio de la mirada de los otros. 6. Archivo General de la Nación ( a g n ) Criminal, vol. 1, exp. 5, ff. 199-226. 157

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Hay dos situaciones con respecto a la ciudad de Veracruz que resulta indis­ pensable destacar para comprender el contexto en el que se desenvuelve esta historia. Primera, mientras que otros pueblos, villas y ciudades de la Nueva España se encontraban ardiendo en llamas y sumidos por la destrucción de la guerra de Independencia, la ciudad de Veracruz permanecía indigente pero intacta hasta ese momento. Desde siglos atrás,Veracruz había sido por su estratégica situación geográfica la perla preciosa del virreinato: asediada y por lo mismo protegida. Ahora, durante la guerra civil se encontraba amenazada de asalto y rodeada de in­ surgentes que habían avanzado hasta la zona de tierra caliente por el camino real. Pero hasta 1815,1a amenaza no dejaba de ser eso, una amenaza, porque la ciudad guarnecida y amurallada había permanecido inexpugnable, impenetrable en la medida de lo posible. Es decir, no había sido violentamente atacada, ni escenario de derramamiento de sangre por enfrentamientos entre realistas e insurgentes. La otra situación que es fundamental subrayar, es la ocupación del camino Real a Veracruz a mano de los rebeldes. El hecho de que tuvieran tomadas las vías de acceso por tierra, ocasionaba infinidad de percances y dificultades, entre ellas, el casi nulo flujo de información y la carencia de noticias oficiales provenientes del interior del territorio, por lo que la población permanecía en ignorancia con respecto a lo que pasaba en otros sitios tierra adentro a no ser por los rumores extraoficiales. Más grave aún era el problema de la pronunciada carestía de ví­ veres, ya que sólo llegaban por mar a precios exorbitantes. A ello se aunaba la falta de dinero por el escaso movimiento comercial pues lo poco que se lograba recaudar, era para auxiliar a la guarnición que también era escasa, mientras que los hospitales se abarrotaban de soldados enfermos.7Así la miseria, el hambre y la muerte por enfermedades marcaban el ambiente del vecindario de Veracruz, en este momento histórico. Recordemos que desde su fundación, la ciudad de Veracruz vivía y se mante­ nía del tráfico y del comercio, que dependía obligadamente de las vías de comu­ nicación que comunicaban con el Altiplano. Pero si para este momento, dichas rutas estaban tomadas por los insurgentes, quienes cobraban exorbitantes contri­ buciones a los arrieros que se aventuraban a circular con productos y víveres y corrían el riesgo de ser víctimas de saqueo, es posible imaginar los percances que ello provocó al comercio de Veracruz y cómo afectó la vida diaria y emociones de sus habitantes. Hay que añadir la inestabilidad política. Apenas en 1812 el vecindario había ju r a d o la constitución de Cádiz adhiriéndose a sus principios, para dos años des­ pués, entre julio y agosto de 1814 recibir noticias provenientes de la metrópoli de

7. Para ver los percances que sufrían las tropas en el puerto, la necesidad de recurrir a tropas expedicionarias procedentes de la península y las vicisitudes que éstas tuvieron que enfrentar en el puerto de Veracruz, Cfr. Archer, 2008, pp. 197-228. 158 Índice

PÓLVORA

EN

MANOS

DE

MUJ ER.

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

que Fernando VII ordenaba suprimir el régimen constitucional y las instituciones liberales, e instauraba de nuevo el absolutismo. De esos acontecimientos sí tenía información oficial la ciudad de Veracruz porque llegaba vía marítima en goletas correo desde la España y se recibían las noticias de primera mano.8 De manera extraoficial y a través de rumores que corrían de boca en boca en el muelle, callejones y plazas se habrán enterado también de la instauración del congreso insurgente enApatzingan en el mes de octubre de 1814. Tal y como lo refleja el proceso criminal que abordaremos a continuación, la situación de inestabilidad política, la crisis económica y la revuelta social desen­ cadenaban sentimientos de incertidumbre y angustia colectiva; no obstante, se luchaba por subsistir a pesar de las duras circunstancias. Como se dijo, ésta no es la historia épica de una mujer insurgente, pero sí es un homenaje a todas esas mu­ jeres, hoy desconocidas y anónimas, que como Manuela Antonia de Santa María arriesgaron su vida y libertad por la supervivencia de sus familias en momentos de crisis.

PÓLVORA A CAMBIO Luis Correa, sargento de las compañías urbanas, se encontraba en la calle in­ mediata a la recoba cuando le vendió a Manuela Antonia de Santa María -a quien conocía desde hacía mucho- la pólvora y municiones a cambio de cuatro reales. Según consta en la declaración de Santa María, en otras ocasiones el mismo sar­ gento Correa le había vendido «pólvora y balas para cazar y vender en la plaza». No recordaba qué cantidad, ni cuántas veces le había comprado a Correa pól­ vora, pero sí se la había surtido éste en otras ocasiones. Luis Correa, quien además de militar dijo ser de oficio cazador en las inmediaciones de la ciudad, declaró que esa mañana había salido de su casa buscando alimento para que su familia comiera: ... y encontró a la expresada (Santa María) en la inmediación de la recoba pre­ guntándole si tenía alguna pólvora que venderle, a lo que contestó que sí pues llevaba dos paradas de cartuchos que le dio en cuatro reales, con lo que compró pan y chocolate y llevó a su casa. Tomando luego una caña de pescar se dirigió al muelle y se ocupó todo el día pescando hasta que lo arrestaron.9

8. Incluso el ayuntamiento de Veracruz se había adelantado a ju rarla Constitución de Cá­ diz en 1812 con las ceremonias correspondientes y ante numerosa concurrencia del público de la ciudad, sin la acostumbrada y obligada autorización de las autoridades virreinales -por la incomunicación de los caminos- y sin saber con certeza qué ciudades y villas habían jurado o no, mostrando así el cabildo su autonomía, Gil, 2008, p. 99-100. 9. a g n , Criminal, vol. 504, exp. 5, fojas 199-226. 159 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

El intercambio «clandestino» de municiones y pólvora de mano en mano en­ tre militares y la población era de lo más común a pesar de su prohibición, dada la necesidad y el hambre en esos tiempos de escasez por la obstrucción del ca­ mino real. La guerra afectaba también el bolsillo de los militares acuartelados en el puerto10 y el virrey Calleja mostraba su irritación al observar que en las plazas realistas se comerciaba con los rebeldes. Por ello a Calleja le parecía estratégico y prioritario liberar el camino real de las gavillas de insurgentes y «bandidos».11 El hecho de que el apresado sargento Correa hubiese obtenido la pólvora de manos de su mujer Valentina Mendoza, quien en su declaración admitió haberla adquirido a través de un soldado, nos confirma lo común que era dicha práctica. Valentina declaró que cuando el convoy estuvo la última vez en la ciudad, un soldado que pasó por su casa le había vendido los cartuchos embalados, y que esa mañana del mes de mayo su marido los había tomado para llevar comida a la casa: sin tener que comer, dinero, ni alhaja que empeñar, tomó los cartuchos su ma­ rido para venderlos como así lo hizo en cuatro reales llevando a su casa esta cantidad empleada en pan y chocolate con que se socorrieran.12 Pese a estar prohibido, la gente tenía que recurrir a la venta de cartuchos, ba­ las y pólvora ante la carencia de comida, y en este tráfico de compra y venta, las mujeres tenían una importante implicación. El convoy al que hizo referencia Va­ lentina Mendoza, al parecer arribó al puerto sobre los primeros meses del año de 1815 y fue conocido como el «convoy sietemesino» porque al mando del coronel Luis del Águila tardó siete meses en llegar de la ciudad de México a Veracruz por la obstrucción del camino. SegúnTrens, este convoy lo componían 4.500 muías «cargadas con mercancía y mil trescientas con plata y grana, sufrió una serie de vicisitudes, hasta que por fin pudo llegar aVeracruz en marzo de 1815, principal­ mente por los ataques de que fue objeto en puente del Rey».13 10. Alfredo Ávila menciona cómo a principios de 1812, en el cuerpo de artillería de la ciudad de Veracruz se estaba fraguando una conspiración con el fin de dar un golpe, derrocar a las autoridades y establecer una junta de gobierno. Uno de los involucrados que fue dete­ nido, el artillero Francisco Molina, «se quejó amargamente de la penosa situación del cuerpo de artillería, al que no se habían pagado sus sueldos». Ávila, 2008, pp. 164-165. 11. Ortiz, 2008, p. 187. Desde su visión como estratega militar, Calleja consideraba una prioridad que se liberara el camino real del poder de los insurgentes: «cuya apertura, por la interesante comunicación con esa metrópoli y la conveniencia del tráfico interior, miré siempre como un objeto de la mayor preferencia». Ver también carta de Calleja al ministro de guerra del 31 de octubre de 1814 en Ortiz (comp.) 2008, pp. 187-188. Al parecer de Calleja, la resistencia de los jefes de división o de provincia al cumplimiento de órdenes superiores y la evasión de responsabilidades para perseguir a los rebeldes, entorpecía cualquier plan militar. 12. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, fojas 199-226. 13. Trens, 1992, p. 136. 160 Índice

PÓLVORA

EN

MANOS

DE

MUJ ER,

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

Las vicisitudes en el tráfico y comercio y sus repercusiones en las necesida­ des básicas de la población de la ciudad de Veracruz, se reflejan constantemente en el sentir de aquellos que fungieron como testigos durante el proceso que nos ocupa. Por ejemplo, Francisco Avilés, también sargento de las compañías urbanas, atestiguó a favor de Juan Correa y declaró que lo conocía desde hacía 30 años y que siempre había sido aficionado a la caza «particularmente ahora que ha to­ mado la cacería valor en la plaza y que se dificultan otros medios para buscar la vida».14 También don José María Bosío un teniente de caballería de la plaza que fungió como defensor del acusado Juan Correa destacó «la amarga situación de no tener con que alimentarse él y su familia»: careciendo de otra alhaja que vender o empeñar,.. por lo que las toma (los pa­ radas de cartuchos) como único remedio a su urgente necesidad y las vende a la Santa María sin persuadirse en cometer en ello el menor crimen.15 Así, mientras las granadas aún no estallaban dentro de la ciudad de Veracruz, ni los fusiles habían sido disparados derramando sangre en sus calles y plazas; la pólvora y las balas sí circulaban de mano en mano en el interior del recinto. Por­ que mientras las batallas cobraban vidas a las afueras y a muy corta distancia de la amurallada y protegida ciudad, el hambre y la enfermedad eran fantasmas de la guerra que sí cundían en su población y barruntaban de casa en casa. Lo cual en ocasiones obligaba a desafiar órdenes y hacía tambalear las lealtades. A final de cuentas ¿qué tan subversivo podría ser cambiar pólvora por pan y chocolate para sobrevivir?

LOS DILEMAS DE LA LEALTAD Y LA PARANOIA COLECTIVA Tal y como se anotó en las actas del proceso, el asunto del sargento Correa y de Manuela Antonia era de «muy poco monto» para las autoridades de Veracruz, pero aun así, consideraron debía observarse con particular cuidado la «furtiva extracción de municiones de guerra de esta plaza»: las circunstancias del día piden con imperio el que se mire con mucha delica­ deza, con particularidad la furtiva extracción de municiones de guerra de esta plaza que sirven para los infames enemigos del rey y de la patria tengan en con­ vulsión este país perpetrando enormes crímenes como asesinatos, robos...16 14. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226. 15. Ibidem. 16. Ibidem. 161

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Así, el gobernador consideró indispensable informar al virrey Calleja de lo ocurrido debido a que «éste y otros expedientes le darán luces del Estado de esta plaza y sus inmediaciones».17 Calleja en la misiva que había enviado en el recién pasado octubre de 1814 al ministro de guerra comunicando lo prioritario de recuperar el camino real de mano de los enemigos por los enormes percances ocasionados al quedar «un tráfico perjudicialísimo bajo el amparo y protección de los rebeldes», explicaba cómo «todos los habitantes de pueblos y caseríos inmediatos» al camino se con­ vertían en insurgentes atraídos por las jugosas contribuciones que éstos exigían y que obligadamente pagaban todos los que tenían que transitar por ahí.18 Por otro lado, desde junio del año de 1814, los comerciantes del puerto de Ve­ racruz se habían entendido con los rebeldes por mediación de Guadalupe Victo­ ria, para transitar sus mercancías por el camino real a cambio del pago de ciertas contribuciones, ya que la falta de protección del Gobierno arriesgaba el sistema de convoyes establecido. Molestos los realistas acusaron a los comerciantes de apoyar la insurrección con tales acuerdos y Calleja dispuso severas disposiciones sobre el tráfico. Nada de esto mejoró el tránsito por el camino y el comercio con Cádiz siguió suspendido.19 En este convulsionado contexto donde el sistema de lealtades y obediencias parecía desmoronarse y las complicidades se tejían por momentos a favor de los insurgentes debido al poder que les otorgaba el tener el control del derrotero, cundía la paranoia entre las autoridades realistas. A sus ojos era común que se establecieran «relaciones ilícitas» entre realistas y los insurrectos bajo el pretexto del hambre y la escasez y existía el temor y la gran preocupación de infiltraciones de rebeldes al interior de la amurallada ciudad.20 La paranoia era colectiva. El vecindario estaba aterrado sobre todo después del 10 de agosto de 1814, cuando una partida de insurgentes al mando de Guadalu­ pe Victoria intentó asaltar Veracruz justo a orillas de la muralla. Los patriotas de ex­ tramuros que ya habían sido alertados de los planes que éstos tenían para tomar la ciudad salieron a enfrentarlos al amanecer en el sitio del «caño del fraile» y los rebeldes tuvieron que protegerse en un médano que separaba «el callejón de los ventorrillos» desde donde se batieron a fuego hasta casi las diez de la mañana.

17. a g n . Criminal, vol 504, exp. 5, ff. 199-226. 18. Archer afirma que los arrieros tenían que pagar un impuesto rebelde de tres pesos por cada carga «para pasar con seguridad«: «En marzo de 1815, el gobernador de Veracruz, Quevedo, informó a Calleja que los viajeros al puerto tenían que pagar ahora un impuesto rebelde llamado el “pisaje” por el derecho a pasar desde el interior del país a Veracruz». Ar­ cher, 2008, p. 211. 19. Trens, 1992, p. 139. 20. Archer, 2008, p. 211. 162 Índice

PÓLVORA

EN

MANOS

DE

MUJ ER.

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

Muchas horas de pánico y angustia para el vecindario que desde el interior de sus casas del recinto amurallado presenciaron la bélica escena* Este ataque tan inmediato a la ciudad tuvo en grande alarma a su vecindario durante todo el día, repitiéndose después con frecuencia iguales sustos, siem­ pre que se dejaban ver algunos grupos de gentes sobre los médanos que se hallaban a corta distancia de la población, y todavía años posteriores,., apenas se anunciaba la aproximación de los insurgentes o de gentes que lo parecían, se cerraban precipitadamente todas las puertas de las casas y de todos los estable­ cimientos públicos como si ya estuvieran los enemigos dentro de los muros.21 En este contexto cualquiera podía levantar sospechas, desde un sargento de las compañías urbanas que como Juan Correa llevaba 22 años «de servir a Su Majes­ tad en la gloriosa carrera de las armas»,22 hasta una mujer de campo como Manuela Antonia de Santa María que decía ser cazadora. Por otro lado, recordemos que apenas unos meses antes -en octubre de 1814- se había establecido el congreso de los insurgentes con la promulgación de la constitución de Apatzingán, lo que también despertó rabia e indignación entre los realistas. De ahí que meses después, a principios del año de 1815, estu­ viese en marcha una campaña de ayuntamientos realistas como el de Xalapa, el de Córdoba, el de Orizaba y el de Veracruz cuyo fin era deslegitimar al congreso de los rebeldes y reafirmar la lealtad al rey: esta villa de Xalapa, en la parte que reside la autoridad jurisdiccional del actual cuerpo político, no ha contribuido ni autorizado en manera alguna a ios bandi­ dos bárbaros que se suponen diputados del soñado y ridículo congreso mexica­ no ni a otros cabecillas de la rebelión para que se representen a nombre de los pueblos, ni a ninguna otra junta, ni asociación de los traidores.23 Además se publicitaba a través de bandos y actas de fidelidad al rey, la lealtad a la figura real: pues este recto ayuntamiento temeroso a Dios, a quien los perversos rebeldes ofenden, amante del rey su señor natural, a quien respetan como delegado de Dios en la tierra, y afectos a la patria, que por bondad del gobierno rigen, pu­ blican y confiesan.. ,24

21. Lerdo, 1850, pp. 124-125. 22. Así lo sostuvo el defensor del sargento Juan Correa en el proceso judicial. 23. Acta de fidelidad al rey levantada por el cabildo de Xalapa, en cumplimiento al bando publicado el 24 de mayo con motivo de la instalación del congreso de insurgentes. Trens, 1992, p. 138. 24. Ibidem. 163 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Tres años atrás, hacia 1812, cuando la Constitución de Cádiz arribó al puerto de Veracruz a bordo de la goleta correo la Cantabria, el ayuntamiento de dicha ciudad hizo todo un despliegue de propaganda política para publicitar la nueva constitución y arraigar en la población la adhesión a las instituciones liberales en medio de la crisis política, económica y social que ya por esos años atravesaba el país.25 En este sentido, para los porteños, la guerra desde su estallido fue -como lo afirma Juan Ortiz- más «política que de armas».26 Recordemos que todos los miembros del ayuntamiento de Veracruz eran comerciantes ultramarinos y la paralización del comercio afectaba en gran me­ dida sus intereses. De ahí que a ellos también les conviniera más, hacer política que tomar las armas.27 Pero, ¿no es también la política terreno fértil para que germine la intriga, la traición o la sospecha? Esa fragilidad de lealtades e «ilícitas relaciones» que parecían advertir autoridades realistas de la decadente Nueva España, ¿cómo habrán sido vividas -por ejemplo- por los patriotas del puerto? ¿Qué sentimientos y emociones entrarían en conflicto en este convulsionado escenario: la lealtad, la complicidad, el miedo, la obediencia, la paranoia, la com­ pasión? Veamos qué pistas nos ofrecen sus miradas hacia Manuela Antonia, la mujer sospechosa.

MIRADAS DE CONDENA HACIA LA MUJER SOSPECHOSA La mirada del delator La aprehensión de Juan Correa y Manuela Antonia de Santa María se debió a las sospechas que la mujer despertó en el pulpero Miguel Abascal. En su declara­ 25. Gil, 2008, p. 99. 26. Juan Ortiz (2008:185), afirma que: -La experiencia demostró a los oficiales penin-

sulares que la guerra que libraban era más “de política que de armas”. Así, era la tropa la encargada de promover entre la población, la justicia de la causa realista, las ventajas de su gobierno, etcétera. Ortiz agrega que este tipo de política realista fue muy efectiva ya que se logró la pacificación de los pueblos, pero que desafortunadamente hay muy pocos estudios que aborden la guerra desde esta perspectiva». 27. Al respecto tenemos el ejemplo de los Murphy, una importante familia de malague­ ños que una vez instalados en la Nueva España destacaron como empresarios, políticos y diplomáticos, ya que sus redes y asociaciones con casas mercantiles inglesas -Casa Gordon y Murphy- les permitieron consolidarse privilegiadamente en el comercio trasatlántico. Existe evidencia de que los Murphy también colaboraban con la sociedad secreta de los Guadalu­ pes, «un grupo que buscó sobre todo que el país alcanzara mayor autonomía con la forma­ ción de un Gobierno alterno y, para lo cual negociaron tanto con la insurgencia como con las autoridades establecidas». En particular Mateo Lorenzo Murphy era correo de dicha sociedad secreta y al mismo tiempo fungía como regidor del ayuntamiento de Veracruz, incluso en 1812 estuvo presente en todos los actos de la jura de la Constitución gaditana como miembro del cuerpo capitular de la ciudad de Veracruz. Cfr. Souto, 2001, p. 249 y Gil, 2008, p. 112. 164 Índice

PÓLVORA

EN

MANOS

DE

MUJ ER.

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

ción éste aseguró que cuando la Santa María le suplicó que le guardara las paradas de cartucho con balas y las municiones, accedió «con objeto de ver si llevaba más, siempre asegurándose en dar parte al ayudante de patriotas Manuel Galván». Para cuando la mujer volvió a su tienda a recoger la pólvora encargada, Abascal ya ha­ bía avisado a un muchacho llamado Albino Bravo que era guardia en el cuartel de extramuros con el fin de que la detuviera y avisara al cuartel: «lo que así se efec­ tuó llevándola a este paraje y registrándole los serones que no se le encontraron otras cosas sino un frasco de aguardiente y las paradas referidas».28 ¿Manuela Antonia sabría que el pulpero Miguel Abascal a quien le había dado a guardar su pólvora, era también teniente de patriotas? Aunque el defensor de ésta aseguró que ella lo sabía, lo cual, según él, era una prueba de que la mujer no actuaba con malas intenciones, pensamos que probablemente no estaba en­ terada. Resulta ilógico y contradictorio que sabiendo que Abascal era un teniente de patriotas, ella le suplicara que le guardara los cartuchos embalados por temor a ser descubierta por los patriotas de las puertas de la muralla y del cuartel de extramuros. Si Manuela Antonia se estaba aventurando a correr el riesgo, ¿cómo iba a entregarse a los patriotas a través de un teniente, si su plan era escapar al campo con la pólvora oculta para no ser descubierta? Aunque en estos tiempos, todos los residentes de una ciudad se conocían, se sabía quién era cada quién y se tenía información pormenorizada de su persona; es posible que Manuela Antonia haya ignorado que Abascal era teniente de patriotas, porque a pesar de que la mujer iba seguido a Veracruz a vender el producto de la caza a la plaza, residía en su rancho de Mandinga situado a cinco leguas del puerto. Miguel Abascal, el pulpero y teniente de patriotas, representa la figura del delator. En las sociedades del Antiguo Régimen nada podía vivirse a escondidas ni en secreto, la vida era pública y la mirada y palabra del otro contribuían a la construcción del honor y del deshonor. El poder de la palabra: hablar del otro, denunciarlo, delatarlo, injuriarlo, exhibirlo era algo tan común como la fragilidad de la honra. Así, al igual que en las plazas y la calle, las pulperías además de ser sitios dónde se expendían a menudeo comestibles y efectos varios, también eran espacios donde a la vez que se compraba y se vendía, se charlaba, se platicaba, se daba rienda suelta a la lengua y a la circulación del rumor.29 En tales tiempos de crisis, como pulpero dedicado al comercio, Abascal debió haber padecido los percances él mismo ¿qué podía vender en esos momentos en su tienda? ¿a qué precios?, ¿quiénes podían comprarle lo poco que podría tener? Si la gente pudien­ te -que era una minoría- ya estaba huyendo hacia España para salvar su vida y sus caudales, mientras que el resto de la población sobrevivía principalmente de la cacería, de la pesca o de lo que podía. Evidentemente, en este crítico momento 28. a g n . Criminal, vol. 504, exp, 5, fojas 199-226. 29. Farge, 1987, pp. 194-195. 165 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

de fragilidades y tensiones se agudizaba el estado de alerta de las personas y la desconfianza y la sospecha salían a flote a la primera provocación. La compañía de patriotas de extramuros se había establecido en julio de 1812 por órdenes del gobernador de plaza con el objeto de: «patrullar los barrios de la población extramuros de la ciudad, hacer algunas salidas a los ranchos inmedia­ tos en persecución de los sublevados, imponer a las partidas de éstos que solían presentarse en las inmediaciones y proteger a los hortelanos y «labradores fieles» que principiaban entonces a establecer de nuevo sus siembras en los sitios que «antes ocupaban los rebeldes».30 Así, Miguel Abascal, al delatar a la Santa María, cumplía con su deber como patriota, ya que la pólvora y las balas en manos de la mujer, la habían hecho parecer sospechosa ante sus ojos.

La mirada de la autoridad Para Quevedo, quien en ese entonces fungía como gobernador de la plaza, el caso era sumamente dudoso. Su punto de vista era que Manuela Antonia había comprado las paradas de cartuchos «con el objeto de abastecer a algunos para que hagan la guerra». Ya que, según él, las mujeres de campo eran con seguridad las proveedoras de los cartuchos embalados y de armas a los insurgentes: Las mujeres del campo son las seguras conductoras de los cartuchos embalados, armas, en ello se debe poner mucho cuidado, y espantar con el rigor a hombres que privados de la razón, no tratan más que de llenar de sangre una tierra que en otro tiempo fue feliz. El caso a la verdad parece dudoso, a lo menos así se presenta según la pintura, esto es, si Luis Correa vendió las paradas movido de necesidad y sin fin depravado a Manuela Antonia de Santa María y ésta las com­ pró con el objeto de abastecer a algunos para que hagan la guerra, que juzgo lo más cierto por el modo en que extrajo los cartuchos y no haber dicho desde luego y antes que se los encontrasen, la causa y razón por qué los portaba.31 A los ojos de Quevedo, de los dos sospechosos y enjuiciados en este proceso, la que tenía más visos de culpabilidad y traición era la mujer. A su parecer, el sargento Luis Correa había vendido la pólvora movido por la necesidad y «sin fin depravado» y Manuela Antonia la había comprado para abastecer a los enemigos, y así lo suponía por la forma tan sospechosa en que intentó sacar los cartuchos de la ciudad. 30. Lerdo afirma que esta primera compañía de «patriotas de extramuros» estuvo com­ puesta de cien hombres de infantería y cuarenta de caballería, al mando del teniente del regimiento fijo de aquella plaza D. Pedro Monzón. También se alistaron en esta compañía algunos de los «cabecillas» insurgentes indultados. Lerdo, 1850, p. 99. 31. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226. 166 Índice

PÓLVORA

EN

NANOS

DE

MUJ ER.

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

Entonces, es posible que el gobernador no tuviera la menor duda de que Manuela Antonia llevaba las paradas de cartuchos para dárselas a su marido Domingo Antonio Flores, a quien imaginaba seguramente mezclado con los in­ surgentes; pero le hacían faltas pruebas. Por ello pidió hacer las averiguaciones pertinentes, ya que consideraba necesario darle un escarmiento ya que reos que cometían delitos similares, solían conseguir su libertad con facilidad y reincidían, según él, para complacencia y gusto de los rebeldes: Ya tengo dicho varias veces que la facilidad con que tales reos consiguen su li­ bertad, conduce a que repitan iguales excesos, y que impunemente abastecen a los bandidos de estas inmediaciones de cuanto necesitan, así lo estamos viendo y así lo publican ellos mismos sin reboso alguno, como lo manifiestan varios expedientes, por consiguiente es de creer que hay muchas y muchos de la clase de Manuela Antonia, están encargados de la conducción de municiones.32 Asimismo destacó que se debía «poner en debida consideración» a la mujer de Luís Correa, Valentina Mendoza, quien también le despertaba sospechas y consi­ deró la posibilidad de que estuviese mezclada con los insurgentes: la mujer del mismo (Correa), no pudo haber comprado los cartuchos embalados para que cazase porque no hay donde pueda hacer de caza mayor, sino es con eminente peligro de su vida, a menos que sea insurgente, y sólo podrá verificar­ lo con Pichiches y otra aves que andan en la inmediata playa o laguna cercana de Doña Beatriz.33 De manera que, a los ojos del gobernador Quevedo las sospechosas y cul­ pables por su complicidad con los rebeldes eran las mujeres, a diferencia de su mirada indulgente hacia el hombre involucrado en el caso, el sargento Correa. Los argumentos en que basaban sus suposiciones eran: lo común que era que las mu­ jeres de campo como Manuela Antonia abastecieran a los rebeldes; lo común que era que las mujeres familiares de insurgentes les apoyaran de ésta y otras formas más; y que los cartuchos embalados consignados que habían estado en manos de Valentina Mendoza y pasado a manos de la Santa María solían ser utilizados para hacer caza mayor, es decir para animales grandes o «para la destrucción de hombres» y que por las inmediaciones cercanas a la ciudad no había fauna para efectos de hacer caza mayor, sólo en tierra más adentro, lo que representaba «emi­ nente peligro de su vida, a menos que sea insurgente».34

32. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226. 33. Ibidem. 34. Ibidem. ¡67 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S , C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

E N LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

La mirada de recelo de las autoridades realistas hacia las mujeres que creían insur­ gentes,la expone también María José Garrido en su trabajo sobre las mujeres de Pénjamo, quien afirma que éstos las consideraban «aún más criminales que los hombres». Y que «fiadas en el sexo han sido el conducto para seducir a toda clase de vivientes valiéndose de cuanto atractivo tienen». Esto era lo que a los ojos de los realistas las hacía peligrosas y difíciles de combatir, y no tanto su condición femenina. Incluso en el Bajío tachaban de prostitutas a mujeres que reivindicaban la causa insurgente.35

La mirada de la defensa La vendedora de «cacería muerta». Im agen construida p o r testigos Como ManuelaAntonia y Juan Correa sospechosos por el delito de infidencia no podían ser condenados por la falta de pruebas, las autoridades ordenaron que se hiciera una «averiguación de su conducta» y Mateo Manjón y Marcos Freire comparecieron bajo juramento para hacer sus declaraciones sobre el comporta­ miento de la Santa María. El primero de ellos, Mateo Manjón, de oficio pulpero afirmó que conocía a Manuela cuando él vivía en Boca del Río y solía verla pasar por ahí de camino a la ciudad de Veracruz cargando «verduras, frutas y venados y cacería muerta» con el fin de venderla en la plaza, «no dando mala nota de su persona».También añadió que a su marido no lo conocía, pero que sabía que era tirador.36 El segundo declarante Marcos Freyre de oficio tendero repitió lo dicho por el anterior: ... que conoce a Manuela Antonia de Santa María por haberla visto pasar por Boca del Río conduciendo a esta plaza verdura y cacería desde su rancho situa­ do en Mandinga sin haberle notado mala conducta ni mezcla en la insurrección, que a su marido lo conoce por la misma razón y sabe es tirador, no pudiendo informar sobre su conducta por haberlo tratado poco.37 Entre la ig n o rad a, la inocencia y el «candor natural» d e M anuela Antonia Don Joaquín Núñez, alférez de caballería de la segunda compañía urbana de Izúcar y agregado al regimiento de caballería de esta plaza nombrado defensor de ManuelaAntonia de Santa María para este proceso, representa la imagen de la sos­ pechosa como una mujer con un candor natural, sin malicia, ni doblez. Ingenuidad 35. Garrido, 2003, pp. 180-181. 36. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226. 37. Ibidem. 168 Índice

PÓLVORA

EN

MANOS

DE

MUJ ER.

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

que era prueba de su inocencia porque ¿quién sería tan estúpido e ignorante de entregarle de sus propias manos a sus enemigos la pólvora con que habrían de atacarle?: Si a quien se delata reo, se juzgara por la denuncia, y no por las pruebas, Ma­ nuela Antonia de Santa María sería delincuente, no así en esta, porque no tiene una en su contra como VSS lo tendrán ya penetrado según lo que manifiesta el proceso, pues procedió con un candor natural, sin doblez, ni malicia en haberle dejado a guardar las dos paradas de cartuchos a Miguel Abascal, porque mi defensa no ignoraba, era Patriota de Extramuros o Teniente de ellos [...] ¿habrá quien sea tan estúpido e ignorante, que ponga en depósito de su contrario, las armas con que lo ha de ofender? De acuerdo al documento que nos ocupa, un auditor había afirmado que los cartuchos embalados cómo los que se le habían confiscado a la Santa María eran comúnmente utilizados para «caza mayor» o «destrucción de hombres». Ar­ gumento que fue debatido por su defensor quien arguyo que los cazadores «los aprovechan por cortaditas o para hacer con ellos municiones economizando de este modo en su ejercicio para la mayor utilidad». El defensor declaró también que todos los testigos habían avalado la bue­ na conducta de Manuela Antonia y que su inocencia era patente, aún y cuando hubiera tenido conocimiento de la prohibición de comprar pólvora y armas, ya que lo que la motivaba para hacerlo era la buena intención «de buscar un medio lícito de que subsistir» e incluso agregó: «podré seguramente decir que la misma naturaleza la defiende». Así, el defensor destacó en su discurso la ingenuidad e ignorancia implícitas en el proceder de la mujer con el fin de darle fuerza al argumento de sus «bue­ nas intenciones», ya que lo que le interesaba apuntalar a éste, es que la pólvora y balas que le habían sido descubiertas eran para alimentarse ella y su familia, y así, hacerle frente a las duras circunstancias por las que se atravesaban. Para terminar, apeló al abandono al que estaban sometidos sus hijos pequeños al llevar ya casi dos meses presa y suplicó al Consejo que la Santa María fuera puesta en libertad: A vista pues de estos testimonios que favorecen a mi defensa y el haber sufrido cerca de dos meses en la cárcel con abandono de sus inocentes hijos, suplico a la benignidad de este sabio consejo se sirva mandar sea puesta en libertad.38 Finalmente, aunque a los dos sospechosos no se les pudo probar el delito de infidencia, el consejo de guerra decidió condenar a Juan Correa a dos meses de servicio en el hospital de San Sebastián y a Manuela Antonia de Santa María a 38.

agn.

Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226. 169 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

pasar dos meses recluida en la casa de recogidas de la ciudad de Veracruz por la venta y compra de dos paradas de cartuchos embalados.

EPÍLOGO. LA AVENTURA DE CORRER EL RIESGO Debo de confesar que la primera vez que me acerqué al documento del pro­ ceso de Manuela Antonia y Juan Correa, esperaba encontrar en sus líneas la figura de una mujer inmersa de lleno en la lucha insurgente. Como por ejemplo, Manue­ la Medina, capitana de Morelos a quien hace alusión Juan Nepomuceno Rosains en su diario de la toma de Acapulco en 1813. Rosains se expresa de ésta, como mujer extraordinaria a quien la junta le dio el título de capitana porque había hecho varios servicios a la nación, pues había levantado una compañía y se había hallado en siete acciones de guerra. O esperaba descubrir en la Santa María, una imagen similar a la de María Teresa Barragana, mujer insurgente de la región a quien hacia 1812 los conspiradores Eva­ risto Molina, José Rosado y José García -todos del cuerpo de artilleros de Veracruzle habían prometido la entrega del puerto de Veracruz a cambio de dinero. Lo cual no llegó a efectuarse debido a que los conspiradores fueron descubiertos.39 No obstante, y a pesar de la aparentemente anodina imagen de la Santa María que me había dejado la primera lectura del documento, su figura seguía resultán­ dome atrayente: ¿una mujer en medio de la guerra civil intentando engañar a los guardias patriotas sacando a escondidas de la ciudad aguardiente, pólvora y balas pese a las prohibiciones existentes? Lo arriesgado de sus actos, la convertían ante mis ojos en una mujer valiente y audaz, porque si correr el riesgo en tiempos de paz resultaba peligroso, imaginemos lo que significaba en tiempos de guerra. Sa­ bía que el documento podía aportar mucho más si se profundizaba en su lectura y si se intentaba un ejercicio historiográfico. En efecto, haber rastreado las huellas de la mujer: su intento fallido de huida con las municiones, su detención y cateo en el cuartel de extramuros a manos de los patriotas, su juicio y sus meses de prisión alejada de los suyos, me introduje­ ron a un momento crucial en la historia de Veracruz. Un momento de incertidumbre y miseria para los habitantes de la ciudad y de fragilidad de lealtades entre militares, comerciantes, autoridades, mujeres de campo y de la ciudad que osci­ laban entre las rupturas y las alianzas dependiendo de los intereses particulares de cada uno. Así, grupos del vecindario a veces se encontraban en complicidad con los insurgentes y a veces reafirmaban su lealtad a los realistas. Estas ambi­ güedades y tensiones reflejan el horizonte convulsionado que prevalecía en este momento histórico por el desmoronamiento de la monarquía en la Madre Patria 39. Ávila, 2008, p. 166. 170 Índice

PÓLVORA

EN

MANOS

DE

MUJ ER.

LAS

LUCHAS

DE

MANUELA

ANTONIA

y el resquebrajamiento de un sistema de creencias instituido por el poder desde tiempos inmemoriales que como hemos visto trastocaba el imaginario colectivo en ámbitos locales como Veracruz.40 Además, conforme profundizaba en la investigación, la figura de Manuela An­ tonia de Santa María iba adquiriendo mayor relevancia ante mis ojos. Una mujer intrépida que había desafiado el peligro, corrido el riesgo y asumido sus consecuencias.Vivir en medio de la guerra, es vivir en el límite de la vida y de la muerte, en el borde del dolor y la supervivencia... Era esa delgada línea, el resorte que impulsaba a seguir luchando. Hoy me pregunto, ¿qué más da saber a qué bando pertenecía Manuela Anto­ nia? ¿O que tan relevante resulta indagar si pertenecía o no a bando alguno? Si ya hemos visto cómo para 1815 en la ciudad de Veracruz las pertenencias a los grupos eran ambivalentes y el sistema de lealtades era tan frágil como la misma situación política, económica y social de la Nueva España. De manera que, el caso de Manuela Antonia me hizo reflexionar sobre los desafíos historiográficos que debemos enfrentar los historiadores de cara al bicentenario de la Independencia.41 ¿Hasta dónde resulta pertinente seguir pensando la historia de la Independencia como la lucha entre partidos antagónicos como: insurgentes vs. realistas, peninsula­ res vs. criollos o la idea preconcebida de sujeción colonial vs. independencia? ¿No deberíamos repensar «la historia de bronce» de los héroes patrios y rescribirla desde las circunstancias propias del México que nos está tocando vivir? Actualizar los textos del pasado con nuevas interrogantes para obtener respuestas que rompan con viejos esquemas de la historia oficial para reescribirla. Pienso que ese es nuestro reto, ese es el riesgo que nos corresponde correr y asumir como historia­ dores interesados en revisar, problematizar y reescribir la historia de nuestro país. Una historia nueva, viva, activa, de hoy

ARCHIVOS agn m

Archivo General de la Nación, México.

BIBLIOGRAFIA I., «Las tropas expedicionarias españolas en la guerra de inde­ pendencia de México, 1810-1822» en O r t iz , J uan (coord.), Revisión histórica d e la guerra d e independencia en Veracruz, Xa-lapa, Universidad Veracruzana, 2008, pp. 197-228.

A r c h er , C h r isto n

40. Gil, 2001. 41. Rozat, 2008, pp. 17-34. 171 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

«Conspiradores y sociedades secretas. Veracruz y Xalapa, 1808-1812», en O r t iz , J u an (coord.), Revisión histórica d e la guerra d e inde­ p en d en cia en Veracruz, Universidad Veracruzana, 2008, pp. 161-176. F a r g e , A r l e t t e , «Familias. El honor y el secreto» en A r ie s , P h il ip pe y D u b y , G e o r g e s , Historia d e la vida Privada. La com unidad, el Estado y la fam ilia , Tomo 6, Madrid, Taurus 1987. G a r r id o , M a ría J o s é , «Entre hombres te veas: las mujeres de Pénjamo y la Revolu­ ción de independencia» en D isidencia y Disidentes en la Historia d e México. México, u n a m , 2003. G i l M a r o ñ o , A d r ia n a , La fiesta com o texto: prácticas culturales y representacio­ nes sociales en La ju ra d e Carlos IV. Veracruz 1790, tesis de Maestría en Historiografía por la UAM-Azcapotzalco, México, 2001, p. 174. — «De vasallos a ciudadanos? Los comerciantes de Veracruz entre el antiguo régimen y el liberalismo gaditano» en O r t iz , J u a n (coord.), Revisión Histórica de la Guerra de independencia en Veracruz, Xalapa, Universidad Veracru­ zana, 2008, pp. 99-122. L e r d o D e T e ja d a , M ig u e l , Apuntes Históricos d e la ciu d ad d e Veracruz, 2 Tomos, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1850. O r t iz , J u a n , «Los gobiernos realistas en Veracruz» en O r t iz , J u an (coord.), Revi­ sión histórica de la guerra d e independencia en Veracruz, Xalapa, Universi­ dad Veracruzana, 2008, pp. 177-196. R o z a t , G u y , «La nación entre memoria e historia. La independencia como dis­ curso pedagógico de la nación» en O r t iz , J u a n (coord.), Revisión histórica de la guerra d e independencia en Veracruz, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2008, pp. 17-34. Souro M a n t e c ó n , M a t il d e , Mar abierto. La política y el com ercio del consulado de Veracruz en el ocaso del sistema imperial, El Colegio de México-Centro de Estudios Históricos, 2001, p. 367. T r e n s , M a n u e l B., «La guerra de independencia. 1808-1821», en Historia d e Ve­ racruz, tomo III, Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz / Secretaría de Educación y Cultura, Xalapa, 1992, p. 215. Á v il a , A l f r e d o ,

172

Índice

LA CRISIS FISCAL DE CARTAGENA EN LA ERA DE LA INDEPENDENCIA, 1808-1821* Adolfo Meisel R o a

INTRODUCCIÓN En los primeros años del siglo x t x , Cartagena de Indias era uno de los puertos fortificados más importantes del Caribe hispánico. Su economía estaba en clara expansión, así como su población, que era la segunda del Virreinato de la Nueva Granada. Cuando se creó el virreinato, a comienzos del siglo xvrn, incluso se con­ sideró en hacerla la capital del mismo. La idea se descartó, pues se argumentó que podía ser vulnerable a los ataques navales. Sin embargo, en ese siglo hubo virreyes que nunca llegaron a Santa Fe y se establecieron en el puerto durante todo su mandato. Cuando se iniciaron los sucesos que llevarían a la independencia de España, Cartagena estuvo siempre muy decidida por la causa patriota. Esto, a pesar de que dependía de los dineros que, vía el situado, le enviaban las otras provincias para cubrir sus enormes gastos militares, que eran la base de su prosperidad. En este trabajo estudiamos las finanzas públicas de Cartagena, entre 1808 y 1821, para entender cómo se afectaron por la lucha por la independencia y, así mismo, cómo afectaron esa lucha. Buena parte de la información que se utiliza, y que proviene del Archivo de Indias en Sevilla, España, no había sido publicada hasta ahora. Por esa razón, y porque la historiografía tradicional no le dio la de­ bida importancia a los aspectos económicos de la Independencia, creemos que * Trabajo presentado en el VII Simposio Sobre la Historia de Cartagena, Banco de la Re­ pública-Observatorio del Caribe Colombiano, 12-14 septiembre, Teatro Heredia-Adolfo Mejía, Cartagena. 2007. El autor agradece los comentarios de Salomón Kalmanovitz, María Aguilera, Jaime Bonet, Irene Salazar, Julio Romero y Joaquín Viloria.

173

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

se abre una perspectiva sobre este período, que permite entender mejor algunos debates y sucesos que hasta hoy no eran suficientemente claros. En la segunda sección, se analiza de manera sucinta como eran los ingresos y egresos de la Caja Real de Cartagena antes de 1811, así como algunos aspectos del comercio exterior. En la tercera parte, se discute la crisis fiscal que se vivió en el periodo 1811-1815 y las diferentes medidas que tomaron los patriotas para mitigarla. Luego, se trata la difícil coyuntura fiscal de los años de la Reconquista, cuando la economía local, y sus finanzas públicas, se habían empobrecido debido a la guerra de Independencia. Finalmente, se presentan unas conclusiones.

LA ECONOMÍA DE CARTAGENA ANTES DE LA INDEPENDENCIA En la década anterior a la independencia, la economía de Cartagena de Indias se afectó mucho por las guerras imperiales que España libró contra Inglaterra, 1796-1802 y 1805-1807. Por un lado, esas guerras traumatizaban el comercio exterior, de gran importancia para una ciudad portuaria, pues el comercio legal en ocasiones llegaba a una virtual parálisis perjudicándolo en gran medida, pero que resultaban un gran estímulo para el contrabando, que de hecho se incremen­ taba enormemente, tal como lo comenta el comerciante José Ignacio de Pombo, en sus diferentes informes que preparó entonces para el Consulado de Comercio de la ciudad.1 Pero, por otro lado, la economía cartagenera se beneficiaba de la lucha inter­ imperial, ya que recibía del resto del Virreinato de la Nueva Granada y de Quito un subsidio anual, llamado situ ad o, para mantener la tropa y las fortificaciones, y para invertir en la ampliación de las instalaciones militares.2 Entre las ciudades fortificadas del Caribe, después de La Habana, fue Carta­ gena la que recibió un mayor situado, tanto en valor absoluto como per cápita.3 El influjo de recursos fiscales que recibía Cartagena vía el situado era tan grande que se convirtió en el motor de su dinámica económica. En el primer quinquenio del siglo xix, 1801-1805, el situado representó el 53,1% de los ingresos fiscales de Cartagena, que en términos per cápita era la ciudad del virreinato con mayores ingresos fiscales. 1. José Ignacio de Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, Procultura, Bogotá, 1986. 2. Aunque en sentido estricto el situado se refería a los fondos destinados a pagarle los sueldos a los soldados y los oficiales, aquí lo usamos para referirnos a las transferencias enviadas con esa finalidad a Cartagena, así como a las de mantenimiento y construcción de fortificaciones y demás gastos militares. 3- Adolfo Meisel Roca, «¿Situado o contrabando? La base económica de Cartagena de Indias a fines del Siglo de las Luces», en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca, Car­ tagena de Indias en el siglo xvjii, Cartagena, Banco de la República, 2005. 174

Índice

LA CRI S I S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

Es necesario tener en cuenta esa dependencia que tenía Cartagena del situa­ do para sufragar sus gastos, pues ayudará para entender mejor los aspectos eco­ nómicos de la Primera República cartagenera (1811-1815) y de la Reconquista (

1816- 1821).

Las finanzas coloniales de un puerto fortificado Los ingresos fiscales de la Caja Real de Cartagena en el periodo anterior a la declaración de Independencia absoluta, en 1811, fluctuaban alrededor de un millón de pesos de plata y los egresos eran una suma más o menos similar (véase cuadro 1).

C u adro I Prom edio a n u al d e l carg o y data de la T e so re ría de C artagena 1 8 0 5 - 1 8 1 9

Años 1 8 0 5 -1 8 1 0 1814 1 8 1 6 -1 8 1 9

Valor cargo

Valor data

9 9 7 .1 6 6

8 1 1 .6 5 4

2 .6 5 5 .9 4 1

2 .6 1 8 .7 0 0

6 3 7 .0 8 8

4 9 9 .3 8 2

Nota: El cargo son los ingresos de la Tesorería y la data los egresos. En razón de que las prácticas contables de la época incluían no sólo algunas existencias, como lo sobrante en caja del año anterior, y pagos en tránsito, las cifras han sido depuradas para evitar dobles contabilizaciones. Fuente: Para 1805-1810 y 1818-1819, Archivo General de Indias, Santa Fe, varios lega­ jos y Cuba. Para 1816-1817, Archivo José Manuel Restrepo. Para 1814, Manuel Ezequiel Corrales, Autógrafos de varias personas de gran distinción y elevado carácter oficial, Biblioteca Fernández de Madrid, Cartagena, 1889.

Más de la mitad de los ingresos totales estaba representada por los situados que recibía de Quito y Santa Fe. Los otros ingresos, que seguían en orden de importancia, eran el estanco del tabaco, los derechos de aduana y el estanco del aguardiente. En 1805, un año más o menos típico, el situado representó el 57,1% de los ingresos totales. La suma del situado con tabaco, aduana y aguardiente se elevó al 80,8% de los ingresos (véase cuadro 2). Es muy importante señalar que los ingresos de tabaco y aguardiente eran el resultado del poder de consumo de los habitantes del puerto, que era creciente y muy vital en razón de la inyección permanente de recursos vía el situado.

175 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Se debe mencionar que Cartagena tenía el monopolio del comercio exterior del virreinato y por eso tenía unos ingresos por derechos de aduana que se pa­ gaban sobre las mercancías que exportaba e importaba todo el virreinato. Es decir, que éste era una especie de subsidio adicional que recibía Cartagena para financiar sus gastos militares, por cuanto ese ingreso era generado por la activi­ dad económica de todas las provincias, las cuales, por lo tanto, hubieran podido reclamar iguales derechos sobre esos ingresos y la necesidad de compartirlos, como de hecho lo hicieron las provincias del interior desde los primeros años de la república. Este punto lo trataremos más adelante.

Cuadro 2 Composición

del cargo de la tesorería de la Real

Concepto

Hacienda de Cartagena, 1805

%

Situado

57,1

Tabaco

13,7

Aduana

6,7

Aguardiente

3,3

Otros

19,2

Total

100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

La composición del gasto muestra lo central que eran para Cartagena su guar­ nición y sus fortificaciones. En 1805, por ejemplo, el 86,4% de los gastos de la Caja Real local se destinaron a fines militares (incluyendo el hospital, pues era un hospital militar). El principal egreso lo constituían los sueldos y las prestaciones militares (véase cuadro 3). Los cientos de soldados profesionales del Regimiento Fijo, las decenas de ofi­ ciales y suboficiales y los artesanos, empleados y sirvientes que estaban al servicio de la tropa y la marina, recibían su remuneración de esta fuente, de manera direc­ ta o indirecta. La función militar, era la razón de ser de la prosperidad cartagenera al iniciarse el siglo xix.

176

Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

ÉN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

Cuadro 3 Composición

de la data de la tesoreria de ia

Real Hacienda de Cartagena, 1805

Concepto

Sueldos y prestaciones militares Consignación de guardacostas Suministrado a la marina para buques sueltos Gastos de hospital Sueldos de políticos y Real Hacienda Otros Total

% 42,9 35,2 5,4

2,9 2,9 10,7 100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

Aspectos del comercio exterior por Cartagena La aspiración de Cartagena, así como de muchas provincias de la América Española desde fines del siglo xvm, era poder comerciar con todos los países del mundo sin las trabas mercantiles que imponía el régimen colonial. La obligación de comerciar con puertos españoles -que a menudo sólo hacían el transbor­ do de mercancías llegadas del norte de Europa-, encarecía las importaciones de productos por parte de los americanos, lo cual incentivó un activo comercio de contrabando. Para reducir ese contrabando el comerciante José Ignacio de Pombo proponía que se redujeran a un mínimo los derechos de importación sobre los artículos que no se producían localmente, pues:4 «... como dice Smith, en la aritmética de las aduanas, no sólo dos y dos no componen cuatro, sino que por lo general cuatro y cuatro hacen solamente dos». Con la invasión de los ejércitos de Napoleón a España y la crisis del comercio exterior peninsular, las colonias americanas tuvieron la oportunidad de comer­ ciar libremente con otras naciones, excluyendo a Francia y sus colonias. El análisis de los impuestos pagados en 1809 a la aduana por los comerciantes de la ciudad nos da una idea muy clara de los sitios con los que se comerciaba y quiénes eran algunos de los importadores más prominentes. En 1810,1a Suprema Junta de Cartagena de Indias formalmente hizo una aper­ tura del comercio exterior de la provincia, por medio de un decreto cuyo artículo primero decía:5 4. Pombo, op. cit., p. 79. Pombo se refiere a Adam Smith. 5. a jm r, «Suprema Junta de Cartagena y su Provincia vista del expediente promovido por el Procurador General, para el arreglo del sistema de comercio», Cartagena, 1810. 177 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

El puerto de Cartagena de Indias queda abierto para el comercio con todas las naciones aliadas y amigas de la España libre que en la actualidad son, y en adelante fueren; y en el funesto caso de que sea aquella subyugada por la Francia, (con la cual en ninguno podrá abrirse el comercio sin una paz general), lo continuará solo con las que soliciten la amistad de la América española, y reconozca la independencia. De acuerdo con la base de datos que hemos construido con los registros del Libro R eal Com ún y G eneral d e Cargo y D ata d e la R eal A du an a d e Carta­ gena, en 1809, el 50,9% de las importaciones del puerto llegó de Jamaica. Otro 9,7% y 0,5% venían de Londres y Trinidad, respectivamente; del Imperio Británico provenía el 61,1% de las importaciones.Además,de Estados Unidos llegó el 19,4% de las mercancías, así que más del 80% provenía de fuera del mundo hispánico (véase cuadro 4). Corrobora ello que sólo las imposiciones coloniales habían lo­ grado mantener una hegemonía hasta esa época del comercio legal a través de los puertos de España.

Cuadro 4 Importaciones

de

Cartagena de Indias

Origen

con origen fuera del Virreinato de u

Valor (Pesos de plata)

Nueva Granada, 1809 Participación %

Jamaica

71.366

50,9

Estados Unidos

27.246

19,4

Londres

13.653 12.964

9,7

Cádiz Cuba

4.884

3,5

Málaga

2.031

1,4

Zaragoza

1.978

1,4

Puerto Rico

944

0,7

Trinidad

659

0,5

La Guaira

653

0,5

Otros

3.871

2,8

Total

140.249

100,0

9,2

Fuente: Archivo General de la Nación, Sección Colonia, Libro Real Común y General de Cargo y Data de la Real Aduana de Cartagena, 1809, y cálculos del autor.

178 Índice

LA CRISIS

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

El valor de los impuestos de aduana cancelados en 1809 por los diferentes comerciantes de la ciudad muestra la jerarquía relativa en ese momento de los diferentes grupos familiares. En primer lugar aparece Manuel Gnecco con el 17,6% del total. Sobre Gnecco no hay mucha información, pero parece que era un comerciante peninsular. En 1795 en la lista de los principales comerciantes de Cartagena con España aparece un Agustín Gnecco, pero no sabemos si tenían una relación familiar.6 Manuel Gnecco también hizo importaciones en 1809 con Rafael Salión Juan Antonio Ugarrizajuan Bautista Campo Juan Yncera y Gregorio Gómez (véase cuadro 5).

Cuadro 5 Valor de

las importaciones realizadas por los principales comerciantes de

Comerciante

Cartagena de Indias, 1809

Valor (pesos de plata)

Participación %

Manuel Gnecco

33.906

17,6

José Casamayor

9.274

4,8

Juan de Dios Amador

8.448

4,4

Manuel Gnecco y Rafael Salion

7.729

4,0

José Blanco

7.531 7.522

3,9

Manuel Demetrio Vega y Diego Espinosa Juan Berengue

6.481

3,4

Tomás Andrés Torres

3,9

6.257

3,2

Juan Antonio Ugarriza

5.203

2,7

Lázaro María Herrera

4.693 3.810

2,4 2,0

Gregorio Gómez

3.332

1,7

Juan Yncera

3.334

1,7

Juan Bautista Campos

3.071

1,6

2.794

1,4

Juan Jorge Peoli y Tango Juan Antonio Ugarriza, Manuel Gnecco, Juan Bautista Campo, Juan Yncera y

Juan Antonio Ugarriza, José Blanco, Domingo Botet, Diego Espinosa y José María Guerra

6 , agn c., Relación de los individuos del comercio de España y del país que existen en esta Plaza, con expresión de sus dependientes, calle y casa de habitación, Cartagena, 23 de mayo, 1795, Sección Colonia, Censos varios departamentos, Tomo VI, ff. 98-115.

179 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Cuadro 5 (continuación) Comerciante

Valor (pesos de plata)

Participación %

Miguel Gnecco

2.601

1,3

Juan de Francisco Martin

2.472

1,3

Ramos, Juan Bautista Ramos

2.357

1,2

Joaquin David

2.329

1,2

Gerardo Torres

2.207

1,1

Manuel José del Castillo

2.174

1,1

2.110

1,1

Juan Bengoechea, Antonio Romay, José

Manuel José del Castillo, Juan de la Cruz y Francisco Porras Juan Vicente Romero Campo Total

2.109

29,7

140.249

100,0

Nota: Se incluyeron aquellos que en 1809 realizaron transacciones de comercio exterior por más de 2.000 pesos de plata. Algunos aparecen varias veces, ya que en ocasiones ha­ cían pagos con otras personas. Fuente: Archivo General de la Nación, Sección Colonia, Libro Real Común y General de Cargo y Data de la Real Aduana de Cartagena, 1809, cálculos del autor.

En 1809, después de Manuel Gnecco, quien más pagó derechos de aduana fue José Casamayor, con el 4,8%. En 1795, Casamayor era dependiente del comer­ ciante Ramón de Posadas.7 Le seguía Juan de Dios Amador, hijo del comerciante gaditano Esteban Baltasar Amador, quien en las décadas finales del xvin fue uno de los más prominentes hombres de negocios de la ciudad. Con los hermanos y cuñados, entre quienes estaban los también comerciantes José Arrázola Ugarte y José Ignacio de Pombo, los Amador conformaron una exitosa red de comercio que incluía a Cádiz, La Guaira y Guayaquil Juan de Dios fue uno de los firmantes del Acta de Independencia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811. Además, fue Gobernador del Estado Soberano en 1815. A fines de ese año emigró hacia las islas del Caribe con los defensores de la ciudad que escogieron el exilio antes que rendirse ante el sitio impuesto por las tropas de Morillo.8 Otro de los comerciantes que aparece en un lugar destacado en 1809 en los pagos a la aduana de Cartagena es Tomás de Andrés Torres. A diferencia de Ama­ 7. Ibid. 8. Sobre los Amador, véase, Adolfo Meisel Roca, «Entre Cádiz y Cartagena de Indias: la red familiar de los Amador» en Luis Navarro García (coord.), Elites urbanas en Hispanoamérica, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005.

Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN LA ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

dor, de Andrés Torres se opuso a la independencia. Este comerciante era oriundo de Soria, Castilla la Vieja, y había llegado a Cartagena en 1787.9 Fue prior del Consu­ lado de Comercio. En 1810 fue uno de los comerciantes españoles que financió una contrarrevolución del Cuartel del Fijo que fracasó y que llevó a que se tomaran re­ presalias contra el y sus asociados, como Juan de Francisco Martin y Juan Yncera.

LA CRISIS FISCAL EN LA PRIMERA REPÚBLICA, 1811-1815 La crisis fiscal afectó a Cartagena de Indias desde 1809, ya que desde ese mo­ mento el valor anual del situado empezó a reducirse. Quito, por ejemplo, dejó de enviar su situado anual a Cartagena desde ese año. En 1809 el situado fue sólo el 78,8% del año anterior, 1808, que fue un año regular al respecto. En 1810 la reducción fue más severa, sólo fue 34,8% de lo que había sido en 1808. Algunos dirigentes de la ciudad, como el comerciante Tomás de Andrés Torres, expresaban sus dudas sobre el curso que estaban tomando los acontecimientos políticos locales, máxime cuando existía una gran dependencia de las remesas del situado que recibía de las provincias del interior:10 ... yo quisiera que se me dijere, aun en la hipótesis, negada de ser justo tal procedimiento, para el caso de ser bloqueada la Plaza, que recursos son con ios que cuenta Cartagena. Desgraciadamente aun los escasos que pudiera prometerse de su propia Provincia se han sustraído. De la que fue capital del Reino, Santa Fe, por sus propias últimas comunicaciones vemos que nada hay que esperar. Las otras provincias del Reino de donde pudiéramos prometernos sufragios han reconocido el Consejo de la Regencia y es de creer firmemente que en el caso de ser afligida por ordenes del mismo Supremo Consejo, excusarían auxiliarnos sabiendo que no se había admitido al gobernador de la plaza... No hay pues otros puntos de donde prometerse recursos, porque La Habana subsiste sin novedad en su territorio y si algunos franquease seria seguramente como los demás contra Cartagena. 9. Para la información sobre Tomás de Andrés Torres nos basamos en Ripoll, María Te­ resa, La elite en Cartagena y su tránsito a la República. Revolución política sin renovación social, Uniandes-Ceso, Bogotá, 2006, pp. 53-55. 10. a c p , Memorial de don Thomas de Andrés Torres a las autoridades explicando su con­ ducta en la deposición del Gobernador Montes y su posición en la Junta que lo reemplazó en el gobierno, Cartagena, 3 de noviembre de 1810. 181 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Con que quedamos reducidos a lo que rinda la Administración de Aduana y rentas estancadas del casco de Cartagena, y aun estas tristes esperanzas problemáticas, por que no está fuera del orden que nuestros propios puertos y los de los ingleses cerrasen a nuestro comercio para que por todas partes quedáramos aislados. ¿Cuál sería en tan amarga circunstancia la suerte de Cartagena y de sus habitantes? ¡Horroriza el considerarlo!

Una de las cosas que hicieron las autoridades de Cartagena para mitigar la crisis fiscal fue la obtención en 1811 de un préstamo de 30.000 pesos entre los principales comerciantes y hacendados de la ciudad, de acuerdo a unos valores establecidos por el Consulado de Comercio. A José Casamayor, quien en 1809 fue el segundo comerciante que más pagó derechos a la Aduana de Cartagena, le correspondió prestar 1.000 pesos, como constó en el recibo que le expidieron:11 El Sr. Don José Casamayor ha entregado en estas reales cajas la cantidad de mil pesos que han cabido en el prorrateo de treinta mil pesos formado por los Sres. prior y cónsules del Real Consulado en orden de la Suprema Junta y en calidad de empréstito para atender a las urgencia del erario. Cartagena, 29 de agosto de 1811. Son: 1.000 ps. La situación fiscal de Cartagena se agravó a raíz de la declaración de inde­ pendencia absoluta el 11 de noviembre de 1811. Claramente, no había ninguna posibilidad de que aquellas provincias que aún conservaban alguna lealtad hacia la Corona española iban a enviar a Cartagena la parte del situado que les co­ rrespondía. Además, una de las primeras consecuencias de la fragmentación que produjo la invasión napoleónica a España fue la fragmentación política y fiscal de las colonias en América.12 Hasta 1808, las cajas reales menores superavitarias en­ viaban sus excedentes a la cajas principales y estas a su vez a la caja principal del virreinato, que era la de Santa Fe. Finalmente, la caja de Santa Fe de Bogotá envia­ ba los excedentes consolidados a Cartagena, vía situado, o a España, como aporte

11. Barriga, Femando, Finanzas de nuestra prim era independencia, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1998, p. 59. 12. Irígoin, María Alejandra, «Macroeconomic Effects of Spanish American Independence: The Effects of Fiscal and Currency Fragmentation, 1800s-1850s», 63th Annual Meeting, Nash­ ville, Economic History Association, Sept. 19-21, 2003182 Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN LA ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

de la colonia a las finanzas de la Corona. Al no existir el sistema coercitivo que producía estas transferencias, cada provincia empezó a decidir qué hacer con los excedentes. Muchas optaron por usarlos para cubrir sus propias necesidades, como sucedió con Quito desde 1809.13A1 respecto, North,Weingast y Summerhill, señalan que el régimen colonial era de tipo autoritario, donde la Corona tenía los mecanismos para hacer cumplir las obligaciones que imponía.14 El caso de las transferencias fiscales asignadas a las distintas cajas reales es una muestra de ellos. Una vez que desapareció la autoridad de la Corona se empezó a construir muy lentamente para las necesidades apremiantes de la lucha por la independencia, un orden político más democrático que dependía del consenso. El 30 de marzo de 1812, Manuel RodríguezTorices, vicepresidente del Estado Soberano de Cartagena, en carta enviada al presidente de Cundinamarca expresó la frustración de los cartageneros con la actuación en materia fiscal de las provin­ cias del interior:15 Los clamores de Cartagena han sido desatendidos hasta ahora por casi todas las provincias, sus amigas y compañeras del Reino... Sin embargo, la percepción que había entre algunos dirigentes de las provin­ cias del interior era que Cartagena estaba usurpando las facultades que le corres­ pondían a las provincias unidas en materia fiscal y de comercio exterior para beneficio de sus propias finanzas:16 A pesar de que el acta de federación a la cual se había sujetado aquella provincia, los productos de las aduanas de los puertos correspondían ai gobierno de la unión, lo mismo que dictar los reglamentos según los cuales se debían exigir los derechos, ninguna de estas disposiciones se observaba. 13. Esta misma situación se presentó en el Virreinato de la Nueva España. El historiador Luis Jáuregui señala que desde 1810 se cayeron los ingresos de la Caja Real de ciudad de México, ya que las cajas regionales empezaron a atender, en mayor proporción de lo que lo hacían antes, sus propias necesidades. Luis Jáuregui, «La caída de la caja de México en la guerra de Independencia: una perspectiva institucional» (sin publicar), 2003. 14. North, Douglas, William Summerhill y Barry Weingast, «Order, Disorder and Economic Change: Latin America vs. North America», en Bueno de Mesquita, Bruce y Hilton Root (eds.), Governing fo r Prosperity, New Haven, Yale University Press, 2000, p. 29. 15. Restrepo, José Manuel, Documentos importantes de Nueva Granada, Venezuela y Colombia, Tomo V, Bogotá, Imprenta Nacional, 1969, p. 63. 16. Restrepo, José Manuel, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Tomo I, Medellín, Bedout, 1974, p. 300. 183 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Esta pertenencia de los derechos de aduana al Gobierno de la unión era un hecho nuevo. Dentro del régimen colonial los derechos de aduana eran un ingre­ so exclusivo de Cartagena, algo definido por las autoridades y sobre las cuales las provincias no tenían derecho a reclamar nada. En el Gobierno republicano, estos se convirtieron en ingresos de la nación, a la cual tenían derecho todos los ciudadanos. Desde la óptica de las provincias del interior, el que Cartagena no los compartiera en los años críticos de la primera república se convirtió en un factor adicional para no enviarle el situado. Para enfrentar la crisis fiscal, la dirigencia patriota cartagenera apeló a varias estrategias. Tal vez la más innovadora fue la impresión y puesta en circulación, por primera vez en la historia de lo que hoy es Colombia, de billetes de papel moneda.También se acuñaron monedas de cobre de medio y de dos reales.17 Es­ tas monedas cartageneras fueron las primeras monedas republicanas en todo el territorio de lo que fue el Virreinato de la Nueva Granada.18 La Convención de 1812 se vio obligada a financiar un ejército que combatiera a la provincia de Santa Marta, ya que estaba impidiendo el tráfico comercial de Carta­ gena con el interior del virreinato por el río Magdalena. Para ello aprobó la emisión de 300.000 pesos en papel moneda y 10.000 pesos en monedas de cobre.19 Con el tiempo las emisiones de papel moneda se elevaron a 1.000.000 de pesos. Los billetes del Estado Soberano de Cartagena eran de curso forzoso. Es decir, que de acuerdo a la ley tenían que ser aceptados en los pagos. Un documento de 1814 señalaba que:20 Circuló este papel y todos eran obligados a admitido bajo pena del duplo. Con el se celebraban toda especie de contratos, se hacían pagos y se redimían principales. Poco tiempo después de emitido el papel moneda, éste se empezó a depreciar con respecto a la moneda de plata, que era la que entonces mayormente circula­ ba. Sobre esto señaló el historiador José Manuel Restrepo:21 17. Henao, Ignacio, «La moneda en Cartagena, siglos x v ii a xix», en Calvo, Haroldo y Adol­ fo Meisel (eds.), Cartagena de Indias en el siglo xvrn, Bogotá, Banco de la República, 2005, p. 140. 18. Henao, Ignacio, Panorama histórico de la moneda en Colombia en los 125 años del Banco de Bogotá, Bogotá, Panamericana, 1995, p. 21. 19. Jiménez Molinares, Gabriel, Los mártires de Cartagena de 1816, Cartagena, Imprenta Departamental, 1947, p. 297. 20. «Probidad política o reflexiones sobre la obligación que tiene Colombia, de reconocer la deuda que contrajo el Estado Soberano de Cartagena para amortizar el papel moneda que emitió en los años 1812 y 1813», Imprenta de Espinosa, Bogotá, 1814, p. 4. 21. Restrepo, José Manuel, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Tomo I, Medellín, Bedout, 1974, p. 222. 184

Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN L A ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

Ya comenzaban a sentirse los males que producía el papel moneda. Después de su emisión corrieron pocos días sin que principiara a bajar en todos los cambios y contratos. En el momento se hizo distinción en las ventas, cuando se pagaba en metálico o se daba en papel. Muy pronto fue el demerito de un diez por ciento, y creció rápidamente hasta haber una gran diferencia; cien pesos en papel valían diez y seis en oro y aun menor cantidad.

En una comunicación enviada el 8 de marzo de 1813 desde la Hacienda Ba­ rragán, al norte de la ciudad, donde se encontraba temporalmente retirado de la vida política y tratando de superar problemas de salud, José María García Toledo, líder de una de las principales facciones políticas en que se dividió la dirigencia local desde el 11 de noviembre de 1811, le expresó a su amigo Joaquín Camacho lo siguiente:22 Amigo, estamos malísimamente; esta provincia ha padecido mucho con la entrada de Rebustillo en las sabanas y con la falta de dinero. El papel pierde infinito y yo creo que no se acabara el número de descontentos.

Además de la depreciación con respecto a la moneda de plata y oro, hubo otro problema con los billetes impresos en Cartagena en 1812-1813: la falsificación. Por esa razón, las autoridades del Estado Soberano tuvieron que tomar algunas medidas de emergencia. El 31 de agosto de 1814, el presidente gobernador Ma­ nuel Rodríguez Torices hizo saber que el Poder Legislativo había sancionado lo siguiente:23 Urgiendo una medida que fruste radicalmente cualesquiera falsificaciones que se intenten de

22. Martínez Delgado, Luis, Noticias biográficas del procer don Joaquín Camacho, Bogotá, Academia de Historia, 1954, p. 248. 23. a jm r , El ciudadano Manuel Rodríguez Torices, Presidente Gobernador del Estado de Cartagena de Indias a los habitantes de cualquiera condición ... Cartagena, 31 de agosto de 1814. ¡85 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

los billetes o papel moneda del Estado de Cartagena, la Camara de Representantes en sesión del 27 del que expira ha acordado: «Que se abran nuevas láminas con dibujos diferentes y se haga una nueva edición para recoger toda la circulante. Que los nuevos billetes salgan con la firma de un secretario de la legislatura y un Ministro del Tesoro Público en el reverso, y lo sean el C. Mauricio José Romero y el C. Marcos Fernández de Sotomayor... Que las clases de billetes se reduzcan a solo cinco: a saber de a peso, a dos, cuatro, ocho y diez y seis... Que con estrellas u otro signo se exprese el numero de pesos para gobierno de los que no saben leer...

También fue pionera Cartagena en la acuñación de las primeras monedas re­ publicanas. Un texto del 11 de julio de 1812 dice:24 Hoy ha empezado a circular la moneda de cobre que, para facilitar el cambio de billetes, mandó acuñar en cantidad de diez mil pesos la Convención General. La moneda es redonda, del tamaño de un real coronario, pero de valor de medio real exclusivamente.

La monedas de cobre tenían por el anverso un texto que decía: «Estado de Cartagena», arriba aparecía «Vi», y abajo «1812». El reverso presentaba una indíge­ na sentada debajo de una palmera de coco que sostenía en la mano una granada abierta que pica un turpial.25 Otra medida que ayudó a aliviar parcialmente el desequilibrio fiscal fue la expropiación de bienes de los enemigos de la independencia. Por ejemplo, en 1814 las confiscaciones fueron el quinto ingreso de la tesorería cartagenera, de acuerdo con el valor, y una suma mayor que lo que en 1815 le enviaron en dinero las provincias del interior a la ciudad para apoyarla, sin mucho entusiasmo, en la preparación para resistir el sitio de Morillo.

24. Fosalba, Rafael, Estudios históricos y numismáticos, Caracas, Ministerio de Educación Nacional, 1944, p. 106. 25. Henao, Ignacio, «La moneda en Cartagena, siglos x v ii a x k » , en Calvo, Haroldo y Adol­ fo Meisel (eds.), Cartagena de Indias en el siglo x v jii , Bogotá, Banco de la República, 2005, p. 140. 186 Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN LA ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

Otro recurso fiscal de emergencia usado por los patriotas desde 1812 fue la expedición de patentes de corso. Es decir, que se permitió que barcos corsarios que navegaban bajo la bandera de Cartagena emprendieran en forma privada una guerra marítima contra las embarcaciones españolas. Los propietarios de los barcos se podían quedar con las riquezas después de pagarle al Estado un impuesto. En 1814 ese derecho se estableció en 40% de las mercancías deco­ misadas.26 A pesar de las dificultades financieras los patriotas cartageneros hicieron algu­ nas reformas fiscales que aunque reducían los ingresos de tesorería eran conve­ nientes desde el punto de vista de la equidad o de la eficiencia económica. Una de las medidas fiscales más importantes desde el punto de la justicia social fue la abolición en 1812 del tributo anual per cápita que pagaba cada hombre adulto in­ dígena. Este era uno de los impuestos más regresivos desde el punto de vista de la distribución del ingreso. Para la provincia de Cartagena tal impuesto no era muy importante, pues para la época, muy pocos indígenas lo pagaban. Por ejemplo, en 1808 se recaudaron unos 4.000 pesos por este concepto. El edicto que abolió el tributo indígena en 1812 decía lo siguiente:27 La Suprema Junta de esta provincia que no cesa de velar sobre los intereses, prosperidad, y felicidad de los pueblos que gobierna, removiendo todos los obstáculos que se opongan a tan sagrado objeto; no ha podido olvidarse de la miseria; ignorancia, servidumbre, y envilecimiento a que se había reducido la casta indígenas de este fértil y hermoso país, conocida con el nombre de indios: y habiendo tomado en consideración sus sagrados derechos, y sus padecimientos por las vejaciones que sufren de los curas y arrendadores de tributos... convencidos de que la verdadera causa y origen de tantos males era el injusto tributo personal, o capitación con que estaban gravados; deseosa desde luego de ocurrir a su remedio sacándoles del inicuo pupilaje en que el arbitrario antiguo gobierno los había reducido; con este motivo, elevándolos desde luego a la clase de

26. Llano, Rodrigo, «Hechos y gentes de la Primera República, 1810-1816», http:/www//lablaa.org/blaavÍrtual/letra-p/primera/cartagenal.htm 27. a jm r, La Suprema Junta de esta provincia que no cesa de velar sobre los intereses..., 1812. 187 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

ciudadanos libres, mejorando su educación, su suerte y su existencia,., ha decretado 1) que desde el día 1 de julio próximo, quedan extinguidos los tributos personales o capitación de los indios. 2) que desde ese día quedan igualmente extinguidos los sínodos o pensiones que se pagaban a los curas doctrine­ ros de los pueblos de indios. El análisis de los ingresos y gastos de Cartagena durante 1814 muestra varios aspectos de mucho interés para la historia política y económica de la ciudad en el año anterior a la caída de la primera República. Los datos del cargo muestran que lo enviado por otras cajas en ese año fue sólo el 3% del total de ingresos. Además, es bueno señalar que los ingresos por moneda de cobre fueron bastante importantes, el 18,7% del total.

Cuadro 6 Composición d e l

cargo de la tesorería de la

Real Hacienda de Cartagena, 1814

C o n ce p to

%

Aduana

38,2

Tabaco

24,6

En moneda de cobre

18,7

Confiscación

53

Caudales recibidos de otras cajas

3,0

Otros

10,2

Total

100,0

Fuente: Manuel Ezequiel Corrales, Autógrafos de varias personas de gran distinción y elevado carácter oficial, Biblioteca Fernández de Madrid, Cartagena, 1889.

188 Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN L A ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

Cuadro 7 Composición de la data de la tesorería de la Real Hacienda de Cartagena, 1814

C o n ce p to

%

Gastos de guerra extraordinarios

27,1

Caudales remitidos al ejército del Magdalena

21,8

Sueldos militares

21,0

Caudales entregados a la marina

16,7

Gastos de artillería

3,9

Sueldos civiles

3,0

Gastos del hospital militar

2,2

Gastos de fortificaciones

1,0

Otros

3,1

Total

100,0

Fuente: Manuel Ezequiel Corrales, Autógrafos de varias personas de gran distinción y elevado carácter oficial, Biblioteca Fernández de Madrid, Cartagena, 1889.

Las cifras de la data para 1814 muestran que los gastos militares se elevaron al 94% del total. Solo la financiación del ejército cartagenero en el Magdalena consumió el 21,8% de los gastos. La situación fiscal de Cartagena se volvió desesperada a lo largo de 1815. El 17 de febrero de ese año había partido de Cádiz una flota de 59 embarcaciones y 10.602 soldados en seis batallones bajo el mando de Pablo Morillo. El 23 de julio la flota llegó a Santa Marta. Ya era claro que su próximo objetivo era atacar Cartagena. Para prepararse para el inminente sitio las autoridades patriotas apelaron a diferentes medidas económicas de emergencia. Una de ellas fue la de enviar al teniente coronel Martín José Amador a las sabanas de la provincia para que recau­ dara un préstamo de 40.000 pesos, así como que consiguiera provisiones para la plaza. Otras medidas de emergencia fueron el decomiso de las monedas de cobre que llevaran el cuño de Cartagena, Caracas o Zacatecas; el decomiso de joyas par­

f89 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

ticulares de valor y el decomiso de plata y oro de las iglesias, incluyendo cálices y custodias.28 El 15 de agosto, es decir, sólo una semana antes de que Cartagena quedara completamente cercada por los españoles, se decretó un empréstito entre los po­ bladores que por la urgencia se publicó por bando. Era tal la situación de escasez de recursos de las personas consideradas pudientes, que algunas tuvieron que pagar en especie sus aportes. Por ejemplo,Vicente García del Real entregó el 16 de agosto cuatro marcos y una onza y cuatro ochavas de plata.29 Una carta dirigida al Gobierno general de las provincias unidas al Gobernador del Estado Soberano de Cartagena el 5 de agosto de 1815, cuando ya Morillo se preparaba para navegar desde Santa Marta, muestra el drama que vivían los defen­ sores de Cartagena ante la falta de solidaridad de las provincias del interior:30 La causa de la Nueva Granada va a decidirse muy pronto en esta plaza, y crea U.S. que esta decisión será irrevocable. Por más esfuerzos que haga Cartagena, en el estado de aniquilación en el que se halla reducida, no es tiempo de hacer­ nos ilusiones y de confiar en que puede asegurarse un triunfo en sólo espíritu y disposiciones. Venga dinero, todo el que se pueda, aún haciendo los más grandes sacrificios, que probablemente serán los últimos y posponiendo cualquier otro destino a que se apliquen actualmente, que debe ceder, como todo, al grande objeto de salvar la existencia. Venga, repito, dinero, y pronto, y podré entonces responder del suceso; no vi­ niendo, mis mayores esfuerzos quedarán paralizados, el espíritu público podrá desmayar, la defensa tendrá que acomodarse a nuestra miseria y no a los peli­ gros, y el éxito será en extremo dudoso. Desafortunadamente para Cartagena, los escasos 80.000 pesos que a última hora le enviaron para ayudar a financiar la defensa del puerto las provincias del interior, cayeron en manos de los españoles.31Así mismo, cayeron en manos de los españoles 50.000 pesos que Martín Amador había recaudado en las sabanas. El 7 de septiembre de 1805, es decir, cuando ya la ciudad esta sitiada, el co­ mandante Manuel del Castillo reportó:32

28. Lemaitre, Eduardo, Historia general de Cartagena, T. 3, Bogotá, El Áncora Editores, 2004, pp. 115-116. 29- Barriga, op.cit., p.76. 30. Jiménez Molinares, Gabriel, Los mártires de Cartagena de 1816, Tomo II, Cartagena, Imprenta Departamental, 1947, p. 201. 31. Porras Troconis, Gabriel, La magna epopeya de Cartagena, El sitio del año 1815, Bo­ gotá, Editorial Temis, 1965, p. 46. 32. Barriga, op.cit., pp. 78-80. 190 Índice

LA CRI SI S F I S C A L

DE C A R T A G E N A

EN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

... no quedan en caja hoy ni mil quinientos pesos, sin poder esperar ningún otro empréstito o contratación forzada, porque la pobreza del vecindario es constante y conocida al mismo gobierno. Tras resistir durante 105 días el sitio impuesto por los españoles, los defenso­ res de Cartagena, antes que rendirse, prefirieron el riesgoso camino de la emigra­ ción hacia las islas del Caribe, en una improvisada flotilla de 13 embarcaciones. A las dos de la tarde del 5 de diciembre de 1815 se clavó la artillería de San Antonio y el Revellín, de la plaza y de San Felipe, y sus guarniciones bajaron. El co­ ronel Luis F. Rieux, quien estuvo presente durante estos hechos, los narró así:33 ... al anochecer se principió la evasión por el muelle del arsenal en un silencio y orden sin ejemplo; momento que su recuerdo producirá una sensación eterna a los que han podido superar tal escena, llevando consigo grabado el dolor de sus inútiles esfuerzos, separándose de un suelo tan estimable, de tantos conciudada­ nos que no podían compartir la misma resolución por sus desfallecimientos...

LA CRISIS ECONÓMICA Y FISCAL DURANTE LA RECONQUISTA, 1816-1821 La economía de Cartagena que encontró Morillo en 1816 estaba arruinada, al igual que la mayoría de los habitantes que sobrevivieron el sitio y que no ha­ bían emigrado. El nuevo Gobernador español de la provincia comentó sobre la situación:34 Ni un comerciante, ni un labrador, ni un artesano o menestral, todos habían emigrado o perecido o no tenían medios para ejercitar su profesión. A pesar-de esto, tuvieron que sufrir los habitantes de esta provincia una contribución de 84.000 pesos y las raciones y gastos del Ejército Pacificador que acabó de destruir cuanto el torrente de desgracias anteriores había perdonado. Cuando se comparan las finanzas públicas de Cartagena de 1816 a 1821 con los ingresos y gastos de 1805-1810, en los años de la Reconquista las cifras son bastante inferiores. En efecto, los ingresos de la caja cartagenera fueron 36% más bajos en 1816-1819, en comparación con 1805-1810. La razón para ello era que la economía del Virreinato de la Nueva Granada se había empobrecido desde

33. Ibid., p. 57. 34. Bossa Herazo, Donaldo, Cartagena independiente. Tradición y desarrollo, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1967, p. 11. 191

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

mediados de la década de 1810 y, por lo tanto, los impuestos que se recaudaban eran menores (véase cuadro 8). Al analizar un año mas o menos típico del último periodo de dominio español, 1819, se observan varias cosas que merecen ser destacadas. Lo primero es que el situado sólo representó el 18,9% de los ingresos totales, mientras que antes de la independencia siempre superaba el 50%. Además, llama la atención que en ese año un impuesto temporal produjo el 8,9% de los ingresos. Ello muestra que los habitantes de Cartagena todavía seguían haciendo enormes sacrificios económi­ cos para sufragar los costos militares de la guerra (véase cuadro 8).

C uadro 8 Composición d e l cargo de la te so re ría de la R e a l H acienda de Cartag en a, 1819

C o n ce p to

%

Situado

18,9

Subvención de guerra

17,3

Tabaco

16,0

Impuesto temporal para el Estado

8,9

Aduana

8,5

Aguardiente

4,7

Otros

25,7

Total

100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

Por el lado de los egresos, su estructura en 1819 refleja que los gastos militares seguían representado la abrumadora mayoría, 92,4%. En esto no hubo ninguna variación (véase cuadro 9).

192 Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN L A ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

Cuadro 9 Composición

de la data de la tesorería de la

Concepto Sueldos y prestaciones militares

Real Hacienda de Cartagena, 1819

% 71,1

Consignación de la marina

7,6

Gastos de hospital

7,1

Gastos de fortificaciones

3,6

Sueldos de políticos y Real Hacienda

3,2

Gastos de artillería .

3

Otros

4,4

Total

100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

Al retirase las tropas españolas de Cartagena el 10 de octubre de 1821, tras el asedio que dirigió el general Mariano Montilla, la ciudad estaba postrada econó­ mica y demográficamente. Un cónsul francés que la visitó en 1822 señaló que:35 Cartagena, uno de los más bellos puertos del mundo, en la actualidad no ofrece más que un espectáculo de miseria y estancamiento comercial.

CONCLUSIONES El análisis de las finanzas públicas de Cartagena en el periodo 1808-1821 es de gran interés para entender tanto procesos de larga duración como la transi­ ción de la economía de este puerto de la colonia, a las primeras décadas de la república, así como de corta duración: los sucesos políticos que se dieron en estos años de la independencia y las dificultades fiscales para defender la plaza en 1815. El problema de fondo resultó siendo que Cartagena jugaba un papel central dentro de la estrategia defensiva de un imperio colonial que competía con otras potencias, principalmente Inglaterra y Francia. Para cubrir los costos de la de­ 35. Laffite Caries, Christiane, La costa colombiana del Caribe, Bogotá, Banco de la Repú­ blica, 1995, p. 199. 193 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

fensa de la ciudad las autoridades fiscales del Virreinato de la Nueva Granada ordenaban que las demás cajas reales subsidiaran la de Cartagena. Una vez des­ aparecida la autoridad de la Corona, ocurrió una fragmentación fiscal y monetaria y las demás provincias o dejaron de entregar remesas a Cartagena, o lo hicieron por un valor mucho menor, pues habían ganado cierto grado de autonomía para asignar sus gastos. La autonomía de la Primera República cartagenera desde un principio fue frá­ gil, pues había logrado la autonomía política en 1811 cuando declaró la independen­ cia absoluta de España, pero siguió siendo fiscalmente dependiente de las provincias del interior del virreinato para financiar su enorme guarnición y sus fortificacio­ nes. Una vez que se logró la independencia de la Nueva Granada en 1821, la im­ portancia militar de Cartagena decayó, y por lo tanto los gastos militares, y los situados que los financiaban, también declinaron. Ello explica en buena parte la decadencia económica y demográfica de la ciudad durante casi todo el siglo x í x y, sobre todo, de 1821 a 1870.

ARCHIVOS agí acp agn a jm r

c

Archivo General de Indias. Archivo de Celedonio Piñeres. Archivo General de la Nación (Colombia). Archivo José Manuel Restrepo.

BIBLIOGRAFÍA Finanzas de nuestra prim era indepen den cia, Bogotá, Acade­ mia Colombiana de Historia, 1998. B o ssa H e r a z o , D o n a l d o , Cartagena independiente, Tradición y desarrollo, Bo­ gotá, Ediciones Tercer Mundo, 1967. F o s a l b a , R a fa el , Estudios históricos y numismáticos, Caracas, Ministerio de Edu­ cación Nacional, 1944. H e n a o , I g n a c io , P an oram a histórico d e la m oneda en Colom bia en los 125 años del B an co de Bogotá, Bogotá, Panamericana, 1995. — «La moneda en Cartagena, siglos x v ii a xíx», en H a r o ld o C alvo y A d o l f o M e is e l , (eds.), Cartagena de Indias en el siglo xvm, Bogotá, Banco de la República, 2005. I r ig o in , M aría A lejan d r a , «Macroeconomic Effects of Spanish American Inde­ pendence: The Effects of Fiscal and Currency Fragmentation, 1800s~1850s», B a r r ig a , F e r n a n d o ,

194

Índice

LA CRI SI S

FISCAL

DE C A R T A G E N A

EN

L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

63^ Annual Meeting, Economic History Association, Nashville, Sept. 19-21, 2003. Jim é n e z M o l in a r e s , G a b r i e l, L o s mártires d e Cartagena de 1816, Cartagena, Im­ prenta Departamental, Tomo II, 1947. L a f f it e C a r ie s , C h r is t ia n e , La costa colom bian a del Caribe, Bogotá, Banco de la República, 1995. L e m a it r e , E d u a r d o , Historia gen eral de Cartagena, Tomo 3, Bogotá, E l Áncora Editores, 2004. L l a n o , R o d r ig o , «Hechos y gentes de l a Primera República, 1810-1816», en linea: http :/www//lablaa .org/blaavirtual/letra-p/primera/Cartagena 1 .htm, s/f. M a r t ín e z D e l g a d o , L u is , Noticias biográficas del p rocer don fo a q u in Camacho, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1954. M e isel R o c a , A d o l f o , «Entre Cádiz y Cartagena de Indias: la red familiar de los Amador» en Luis N avarro G a rcía (coord.), Elites u rbanas en H ispanoam érica, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005. — «¿Situado o contrabando? La base económica de Cartagena de Indias a fi­ nes del Siglo de las Luces», en H a r o l d o C alvo S t ev en s o n y A d o l f o M eisel R o c a , Cartagena de Indias en el siglo xvrn, Cartagena, Banco de la República, 2005. N o r t h , D o u g l a s , W illiam S u m m er h ill , y B a r r y W e in g a s t , «Order, Disorder and Eco­ nomic Change: Latín America vs. North America», en B u e n o d e M esq u it a , B r u c e a n d H ilto n R o o t (eds,), G overningfor Prosperity, e u a , Yale University Press, 2000. P o m b o , J o s é I g n a c io d e , Comercio y contraban do en Cartagena d e Indias, Bo­ gotá, Procultura, 1986. P o rras T r o c o n is , G a b r ie l , La m agna epopeya d e C artagena. El sitio del añ o 1815, Bogotá, Editorial Temis, 1965. R e s t r e p o , J o s é M a n u e l , D ocumentos importantes d e Nueva G ranada, Venezuela y Colombia, Tomo V, Bogotá, Imprenta Nacional, 1969. — Historia d e la Revolución d e la República d e Colombia, Tomo I, Medellín, Editorial Bedout, 1974. R ip o l l , M aría T e r e s a , La elite en Cartagena y su tránsito a la República. Revolu­ ción política sin renovación social, Bogotá, Uniandes-Ceso, 2006.

195

Índice

PARTICIPACIÓN DE ESCLAVOS DE LAS HACIENDAS AZUCARERAS EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA. EL NUEVO ORDEN CONSTITUCIONAL Adriana Naveda Chávez Hita Universidad Veracruzana

La villa de Córdoba, perteneciente al hoy Estado de Veracruz y que se halla cercana a este puerto, tiene una continua historia relacionada con la esclavitud procedente de lo que hoy es el continente africano. Durante todo el siglo xvni, dos mil congos, carabalíes, matambas y sus descendientes produjeron riqueza a unas pocas familias de hidalgos cordobeses; lucharon por su libertad con movi­ mientos cimarrones, huyeron, se casaron o unieron entre sus iguales o con indios y españoles y trataron sistemáticamente de encontrar la libertad por vía legal, es decir, comprándola y algunas veces recibiéndola de sus dueños. Estos temas han sido ya abordados, aquí solamente describiremos la participa­ ción de los esclavos que trabajaban en las haciendas azucareras cordobesas du­ rante la guerra de Independencia; señalaremos tanto el fin del sistema esclavista por derecho, como un breve repaso de aquellas constituciones donde se intenta­ ron insertar legalmente las figuras del esclavo y sus descendientes, por igual. Las fugas de esclavos y las cartas de libertad, que habían existido durante los siglos xvn y xvm, continuaron hasta el momento en que esclavos y libertos se incorporan masivamente a la guerra de Independencia. En 1812, cuando los esclavos de las haciendas azucareras se levantan casi todos en demanda de la libertad, es muy posible que hayan llegado hasta sus oídos las proclamas abolicio­ nistas que Hidalgo y Morelos lanzaron en 1810, así como las discusiones de las Cortes Extraordinarias que promulgarían la Constitución de Cádiz. Tal situación desarticuló en mucho las actividades productivas y destruyó plantíos e instalacio­ nes dado el saqueo de animales y por la falta de brazos para el trabajo. La región

197 Índice

LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

E N LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

cordobesa presentó un cuadro de completo decaimiento económico, del que no logrará restablecerse hasta después de 1840, con el cultivo del café.

ESCLAVOS EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Con la condición de que los condujera al palenque en donde se encontraban escondido los esclavos huidos, se dio en 1805, libertad a un esclavo de la hacien­ da de Ntra. Sra. de Guadalupe.1 La sospecha de un alzamiento masivo atemorizó a los cordobeses. Sin embargo, es hasta 1812 cuando las demandas de libertad y las proclamas abolicionistas de Hidalgo y Morelos hicieran mella en la región; en marzo de 1812 Francisco Severino seguidor de Morelos, subleva a los esclavos de las haciendas del Potrero y San José de Abajo; Juan Bautista, mulato, libera a los esclavos de la hacienda deToluquilla fundando alojamientos insurgentes.2 Escla­ vos y libertos siguen un esquema de lucha que anteriormente habían utilizado los cimarrones: el alzamiento, fundación de palenques, libertad de facto, con la intención de alcanzar una libertad por derecho, al fin de la guerra. Para Morelos, las villas de Córdoba y Orizaba representaban un territorio importante para des­ estabilizar económicamente al gobierno español, ya que ahí se encontraba las cosechas y la fábrica de tabaco. Los hacendados cordobeses más que defender al monarca español defienden la propiedad de sus esclavos y sus haciendas y se convierten en fieros realistas; para los esclavos la lucha por la independencia es la lucha por su libertad y por ello engrasan las filas insurgentes. En 1813-14 se sublevan los esclavos de varias haciendas3 y a partir de enton­ ces la lucha se intensifica ocasionando la desarticulación productiva de la región; los hacendados se quejan de sus haciendas demolidas y los cosecheros de la escasez de los tabacos recogidos ya que los trabajadores del tabaco eran en su mayoría milicianos que integraron el bando realista. Los esclavos de las haciendas San Francisco de Paula, alias, La P eñ uela, San Miguel y Santiago la Concepción, alias Palm illas, además de alzarse se llevan el ganado internándose en la sierra. Estos sucesos nos hacen preguntarnos cuántos esclavos habrán aprovechado las revueltas independentistas preconizadas en la región para huir definitivamente. Los documentos no lo indican, pero pudo haber sido tal la confusión, que familias enteras desaparecieran escondiéndose o huyendo. El hecho es que no se sabe a

1. Archivo Notarial de Córdoba, 1 abril de 1805. 2. Adriana Naveda, Guerra de Independencia en Córdoba, Veracruz. Narración de un tes­ tigo, (Recopilación y edición), Xalapa, Universidad Veracruzana, 2007, p. 37. 3. Ibid., pp. 50-63. 198 Índice

LA P A R T I C I P A C I Ó N

DE E S C L A V O S

DE L A S

HACIENDAS

AZUCARERAS

ciencia cierta si los esclavos destruyeron las haciendas y huyeron o si se integra­ ron al grupo de los insurgentes. En 1817 cuando los insurgentes se retiran de la región, los esclavos que que­ dan en las haciendas sufren las represalias de los hacendados, quienes asesinaban al esclavo que permaneciese ahí: incendian sus casas, violan esclavas, suspenden el sustento y vigilan permanentemente.4Aun así, en 1818 se levantaron 80 escla­ vos capitaneados por José María Alegre, quemando la Hacienda de la Concepción de Llave .5 Al decir del historiador Herrera Moreno, en 1819, la región estaba pacificada pero en completo desastre;6 se emitían continuos poderes para conseguir dinero, así como cartas de obligación y cartas poder para recoger ganados robados. El binomio azúcar y tabaco había sufrido una crisis severa, y en un intento por revivir las agroindustrias, aunado a un auge en el cultivo del café que protagoni­ zaron Latinoamérica y el Caribe, se intensificó su siembra en la región cordobesa; había empezado a propagarse desde 1800. Junto al resarcimiento del cultivo del azúcar y tabaco coexistieron tres cultivos que generaron la agroindustria cordo­ besa, dando fama y riqueza a la región. Una tierra que siempre necesitará mano de obra para cultivar, recolectar y procesar los productos; por ello seguirá siendo una región de emigrantes, no ya de esclavos pero sí de individuos en gan chados procedentes de las poblaciones más pobres del país: las zonas indígenas de Oaxaca, Puebla y Tlaxcala.

EL NUEVO ORDEN CONSTITUCIONAL Y LA ESCLAVITUD En 1808, Napoleón Bonaparte invade España. Madurada la autodeterminación del criollo continental y ansioso por realizar las aspiraciones de desarrollo de su oligarquía, la prisión en Bayona de Fernando VII, pone en peligro la autoridad mo­ nárquica en toda Hispanoamérica. Surgen las juntas provinciales y se desencade­ na la lucha por la independencia. Nueva España no es ajena a esta situación revo­ lucionaria que habrá de comenzar en 1810. Conminada por el avance francés en su territorio y la necesidad de recursos, el Consejo de Regencia convoca a cortes extraordinarias, incluso a sus colonias. Numerosos son los diputados mexicanos que asistieron a Cádiz, incluyendo los de Veracruz. El diputado de Tlaxcala, Miguel Guridi y Alcocer junto con Ramos Arizpe en 1810, en las reuniones preparatorias a las cortes, habían propuesto «la abolición del tráfico de esclavos». A mediados de 1811 se propone la abolición progresiva de la esclavitud con indemnización. 4. I b i d p. 84. 5. Ibid., p. 38. 6. Moreno Herrera, El cantón de Córdoba, Xalapa, Citlaltépetl, 1978, p. 233. 199 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S , C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Influido por la reciente revocación del mercado de negros por Gran Bretaña, el diputado español Agustín Argüelles apoyó la propuesta. Sin embargo, los diputa­ dos por la isla de Cuba se opusieron decididamente a tratar un asunto que ellos no consideraban imperativo y amenazaron con suprimir los apoyos financieros si se ponía a discusión en las cortes extraordinarias un tema tan peligroso para la es­ tabilidad de su colonia. La diferencia de actitudes ante la esclavitud era dada por las características esenciales económicas en ambos territorios: en la isla de Cuba se desarrollaba vertiginosamente por aquel entonces la plantación con mano de obra esclava; mientras que en México era sustancial disminuir esta fuerza de tra­ bajo, incluso en aquellos territorios donde se había empleado durante dos siglos, como en la región de Córdoba. La economía colonial de los siglos x v ii y xvin que descansaba en la mano de obra india y esclava, no experimentó un cambio inme­ diato con la edición de las constituciones del siglo xdc -la de Cádiz en 1812, la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos de 1824 y la editada en el estado de Veracruz en 1825. Pasaremos ahora a reseñar los intentos ilustrados de incluir al ex-esclavo en la legalidad de las constituciones. La Constitución de Cádiz, motivada por la guerra popular contra el invasor francés en la Península, influida por la Ilustración y la Revolución francesa, llegó a las Antillas en el momento en que comenzó el auge de la producción azucarera y la demanda masiva de bozales,7 en contraste con otros lugares americanos. En Nueva España, ya había pocos esclavos; la población indígena se recuperaba y contribuía al empleo mayor de mano de obra libre; es decir, que ya casi no se compraban esclavos de África. Esta afirmación puede generalizarse, incluso, para las zonas productoras de azúcar: Morelos, Puebla, o centros urbanos: el Bajío y la ciudad de México. Y para Veracruz, son las zonas de Xalapa y Orizaba, sin embar­ go, las características de la villa de Córdoba fueron diferentes. A fines del siglo xvni los esclavos superaban en número a los libertos. De un total de 1.878 personas que vivían en las haciendas, 1.264 eran en 1788 de condición esclava.8 En otras colonias americanas, como Cuba o Colombia que pertenecían a la Corona espa­ ñola, o en partes del hoy Brasil, el esclavo se organizó en plantaciones de azúcar y café para ganar en productividad y rendimiento. La Constitución de 1812 no contempló la abolición de la esclavitud, sino que dio categoría de español al liberto; serían españoles los descendientes de africa­ nos que se distinguieran por su talento, buena conducta, amor a la patria, además debían ser hijos legítimos y que, entre otras cosas, tuvieran capital propio, cosa di­ 7. Se decía de un esclavo africano: recién sacado de su país. Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. (N. de la R.) 8. Adriana Naveda, «Esclavitud en Córdoba: composición y distribución racial, 1788», en Jornadas de Homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán, Xalapa, Gob. del Estado de Veracruz, 1988, p. 218. 200 Índice

LA P A R T I C I P A C I Ó N

DE E S C L A V O S

DE L AS

HACIENDAS

AZUCARERAS

fícil entre los afromestizos libres de la Nueva España. ¿Quién en esa sociedad tan estratificada, descendiente de africano podría llenar los requisitos de ciudadano que se otorgaba por excepción? Ni siquiera el hijo reconocido, fruto de la unión de un español encumbrado y una mujer conga criolla, como podría ser el caso del famoso pintor mulato Juan Correa de la ciudad de México, no pudo tener carta de ciudadanía por su ascendencia africana, al igual que no se le permitió casarse con una española por el mismo argumento.9 Estas condiciones resultaron bastante severas para los descendientes de afri­ canos quienes en su mayoría eran hijos ilegítimos. En las villas y ciudades algunos libertos tenían un oficio calificado, eran sastres, zapateros, arrieros, y en las hacien­ das azucareras los libertos al igual que los esclavos tenían puestos importantes en el trapiche: maestro de azúcar, purgador, punteros y las mujeres, cortadoras de caña, cocineras, etcétera. Los libertos quedaban limitados en su condición de «ciu­ dadanos» porque la mayoría era sirvientes domésticos, y la Constitución de Cádiz limitaba a los sirvientes de ser ciudadanos. Fue común encontrar referencias de pardos libres que no firmaron por no saber, y se convirtió en otra restricción para poder participar en las elecciones. Es interesante notar como las juntas locales electorales estaban autorizadas para cuestionar a algún individuo que les parecie­ se que no estaba calificado como español.10 La Constitución de la República mexicana de 1824 promueve los derechos de libertad civil, igualdad, y propiedad de los ciudadanos, en el caso de la villa de Cór­ doba, es el fin de los privilegios de los hacendados «hijosdalgos», sinónimo de noble­ za. En ningún momento se habla de la esclavitud o de una igualdad entre hombres. Se especifica la obligación de la nación a proteger los derechos del hombre y del ciudadano. Ser ciudadano estaba limitado, igual que el acceso a la ilustración a unos cuantos a la que no pertenecían ni la masa de indios ni los descendientes de esclavos, favorecidos supuestamente con la primera Constitución. La Constitución veracruzana de 1825, basada en la de Cádiz afirma:«... Todos los veracruzanos nacen libres aunque sus padres sean esclavos». Las limitaciones para ser ciudadano se suavizan, así sólo se les suspenderá la ciudadanía al trabajar en el servicio doméstico, tener conducta notoriamente viciada o por no saber leer y escribir. El modelo liberal dio legalmente cabida al discurso esclavista, pero ignoró la presencia de los descendientes de esclavos, es decir, los derechos de los afromestizos. Las primeras tres constituciones no tomarían en cuenta las proclamas y 9. Juan Correa fue pintor, mulato, de la ciudad de México. Véase Elisa Vargas Lugo, Juan Correa su vida y su obra, México, u n a m , 1994. 10. Horscht Piertschmann, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nue­ va España. Un estudio político-administrativo. México, f c e , 1996. p. 101; Véase Virginia Guedea «El Pueblo de México y las elecciones de 1812» en Democracia mexicana. Economía, po­ lítica, sociedad. México, Instituto de Investigaciones Legislativas, SEp/Conacyt, 1994, p. 125. 201 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

bandos que los independentistas hicieron al respecto. Hidalgo y Morelos abolie­ ron la esclavitud en 1810, el primer bando fue el del cura Hidalgo, el 9 de octubre que dice: Prevengo a todos los dueños de esclavos que luego inmediatamente que llegue a su poder esta superior orden, los pongan en libertad, otorgando las necesarias escrituras de alahorría... so pena capital y confiscación de bienes. El 17 de noviembre Morelos decreta: ,.. todos los habitantes no se nombrarán en calidades de indios ni mulatos ni otras castas, sino todas generalmente americanos, no habrá esclavos en lo su­ cesivo.11 El 6 de diciembre de ese mismo año Hidalgo decreta, Que todos los dueños de esclavos deberán darles su libertad dentro del término de 10 días. El 14 de septiembre de 1813 Morelos afirma [...] que la esclavitud se proscriba para siempre lo mismo la distinción de castas. En el Congreso Constituyente de 1824 presidido por Guadalupe Victoria se decreta: ... queda para siempre prohibida la esclavitud y todo tráfico de esclavos proce­ dentes de cualquier potencia y bandera quedando libres al pisar tierra. Por supuesto, en México el nuevo régimen municipal preconizado por Cádiz encontró resistencia entre sus oligarquías y fue, posiblemente, el toque definitivo para decidirse a buscar la independencia. Un visitante de la ciudad de México describe así esos años: En cuanto al régimen municipal que es lo mejor que ofrece la Constitución de las Cortes, podría ser un poco precoz en un país que, en cierto sentido, está me­ nos avanzado en civilización y tiene menos educación política que España. La gran extensión del territorio permite las vejaciones que cometen ciertos alcaldes y regidores, difíciles de evitar. Los alcaldes de los pueblos tienen aún a su dispo­ sición el cepo, pena aflictiva por lo cual se castiga la insubordinación, o ciertos delitos ligeros. Es fácil imaginar que con frecuencia la pasión y lo arbitrario se

11. a m c , Rosa Guadalupe Sánchez, Xa Independencia de México, México, Instituto Mora, 1984, p. 72, v. 56, f. 78. 202 Índice

LA P A R T I C I P A C I Ó N

DE E S C L A V O S

DE L AS

HACIENDAS

AZUCARERAS

aplican en esas correcciones. Sea como sea, la municipalidad de México es un poder que representa el elemento democrático de la capital.12 Sin embargólas fuerzas que profundamente terminaron por demoler el siste­ ma de explotación esclavista en la región no provinieron de los negros libres y de su ejemplo de resistencia. En el interior mismo de la esfera productiva se habían formado condiciones que erosionaron aceleradamente el empleo de la esclavitud como método de trabajo. La emergente fuerza de trabajo libre, producto de las mezclas raciales y del desarrollo global de la economía, suplió a grandes pasos a los esclavos. Durante la segunda década del siglo xix llegó a su fin la institución del trabajo esclavo. Esta afirmación es válida en lo esencial para la Nueva España, como para Córdoba en particular. En la zona además de la lucha insurgente de los esclavos por su libertad, se materializó con fuerza una tendencia perceptible desde déca­ das atrás, y que consistía en la liberación del trabajo esclavo y su transformación paulatina en trabajo asalariado. La incorporación masiva de los esclavos de Cór­ doba a la guerra de la independencia fue entonces el último jalón de un proceso, que en lo político jurídico se ponía acorde a transformaciones objetivas en el plano material. Vicente Segura, jefe del cantón de Orizaba al que entonces perte­ neció Córdoba, señaló en 1826 a esclavos como trabajadores asalariados: la ley no los ha declarado libres (a los esclavos) pero desde el año de 1812 lo son de hecho y su trabajo se les paga... emigran a otros cantones y cada día se cuentan menos en el de Córdoba Es lógico entonces, que a partir de 1812 se suspendan casi totalmente las ventas de esclavos, sólo se vende una esclava en 1816. Ante las revueltas en las haciendas y la inestabilidad del negocio azucarero, difícilmente resultaba una inversión comprar esclavos, por el curso de los acontecimientos éstos acabarían por ser libres y se perdería su valor. En 1812, año de la sublevación, se suspenden las libertades; entre 1813 a 1827, se dieron de nuevo. Otro caso que también apoya nuestras suposiciones y que además presenta rasgos muy interesantes es el siguiente: la Junta Cívica de Xalapa distribuyó varias comisiones, una de ellas fue la recolección de dinero para pagar a los dueños de es­ clavos parte de su valor, así el 15 de septiembre de 1827 se da la libertad a tres esclavas: por celebrarse el día de mañana en esta República y esta villa el aniversario del primer grito de libertad pronunciado en Dolores... deseoso este vecindario y tro­ 12. Ibid., p. 139. 203 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

pas que en el residen de marcarlos con hechos que remitan a la posteridad y me­ moria de tan santo día... El 29 de diciembre, Micaela Josefa Gándara, vecina de Córdoba, tiene dos esclavas de más de 60 años... a las que graciosamente ha decidido liberar por precio de 150 pesos que se hallan depositados en la villa de Jalapa... y quedaron sobrantes del dinero que se recolectó para manumitir los (esclavos) que le fueron (liberados) el día 16 de septiembre del presente año de 1827. Las libertades anteriores nos muestran cómo los remanentes de la esclavitud son liberados mediante actos en los cuales se mezcla la beneficencia con la efeméride patriótica, siendo que la esclavitud había sido abolida en varias ocasiones. Para 1829 cuando Vicente Guerrero dicta el definitivo decreto de abolición de la esclavitud, podemos afirmar que prácticamente no había esclavos en la zona, éstos se habían transformado en trabajadores asalariados. Resta realizar estudios que muestren cómo se dio este cambio, si los mismos esclavos ahora libres per­ manecieron como trabajadores asalariados en las haciendas o si en ellas tuvieron que emplear a otros trabajadores. La integración de los descendientes de los originales africanos traídos forzada­ mente a la región estudiada no fue fácil, su incorporación a la sociedad estamentada y racista encontraba grandes dificultades. Esclavos ya libres o manumitidos que seguían trabajando en las haciendas como «personas libres» tuvieron que soportar los remanentes del sistema esclavista asentado en la mentalidad de los amos por al menos dos siglos, prejuicio social y racial derivado de una esclavitud que estaba muy reciente. Los cambios políticos sucedidos no variaron radical­ mente la ideología de los hacendados, en 1816, se entabla un juicio criminal en contra del capitán de milicias corazas don Francisco de la Llave, dueño de la hacienda de San José de Abajo por la muerte de Martín, mulato libre, arriero. El mulato venía de traer cargas a la hacienda cuando el dueño le ordenó «de inme­ diato presentarse ante él». Al parecer al arriero le pareció más importante llevar a su bestia a pastar y descansar primero y después presentarse ante su patrón. Ello fue suficiente para que el propietario de la hacienda desenvainara su espada y se la enterrara causándole la muerte. El proyecto constitucional que eliminaba las castas y supuestamente con ello, los conflictos raciales, prometiendo además la ciudadanización de los habitantes era un proceso que se desarrollaba lentamente. El ejemplo anterior, indica, además cómo en época de conflicto social las reglas de sumisión se desbaratan, el mulato desobedece la orden y el hacendado lo sigue tratando como a un esclavo. En la primera mitad del siglo xix cuando ya estaba abolida la esclavitud y queda prohibido denominar las personas por su calidad, en la villa de Córdoba persisten antiguas prácticas de segregación para designar a las castas. En las de­

204 Índice

LA P A R T I C I P A C I Ó N

DE E S C L A V O S

DE L AS H A C I E N D A S

AZUCARERAS

nominaciones asentadas en los registros pueden apreciarse una muy particular visión que denota una clara discriminación hacia los grupos inferiores. Se inscri­ ben las «clases» de personas, y se asienta la nacionalidad de algunos extranjeros, por ejemplo hay dos franceses, un italiano y dos españoles. Sin embargo, resalta una nueva forma de registrar a los cordobeses. A todas las personas ya mestizadas se les denomina «mejicanos» y a las personas que tienen fenotipo visiblemente africanos o indígenas, se les llama «indios» o «negros.» Es decir que los «mejicanos» eran toda la mezcla, producto de los tres gru­ pos. Españoles criollos, mestizos, castizos, quizá incluían a los mulatos blan­ cos... pero los individuos con fenotipo claramente africano o indígena no se les integró como «mejicanos». Hago esta aclaración porque la historia narrada en este trabajo no termina aquí, sigue siendo una historia sobre el rechazo y la lucha por la integración social de individuos de ascendencia africana y de los pueblos de indios.

ARCHIVOS am c anc

Archivo Municipal Córdoba, Veracruz. Archivo Notarial de Córdoba, Veracruz.

BIBLIOGRAFÍA Agricultura e industria textil en Veracruz, Xalapa, Univer­ sidad Veracruzana, 1965. G u e d e a , V ir g in ia , «El Pueblo de México y las elecciones de 1812» en D em ocracia m exicana. Econom ía, política, socied ad , México, Instituto de Investigacio­ nes Legislativas, SEp/coNAcyr, 1994. A d ria n a N av ed a (ed.), Guerra d e In dependen cia en Córdoba, Veracruz. N arra­ ción d e un testigo. (Recopilación y edición), Xalapa, Universidad Veracru­ zana 2007. M o r e n o H e r r er a , E n r iq u e , El Cantón de Córdoba. Apuntes d e geografía, estadísti­ ca, historia, Córdoba, Tip. La Prensa de R. Valdecilla y comp., 1892. N av ed a C h avez H ita , A d r ia n a , Esclavos negros en las hacien das azu careras de Córdoba, Veracruz, 1690-1830, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1987. — «El censo de 1788, análisis poblacional de ranchos y haciendas en la villa de Córdoba», en Población y estructura u rban a en México, siglos xvm y x jx . Xalapa, Universidad Veracruzana, Instituto Mora / uam -i, 1996. F l o r e s c a n o , E n r iq u e ,

205 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un estudio político-administrativo, México, f c e , 1996. S á n c h e z R o s a , G u a d a l u p e , La Independencia de México, México, Instituto Mora,

P ier tsc h m a n n , H o r s c h t ,

1984. V argas L u g o

Ma, E lisa , Juan Correa su vida y su obra, México,

unam ,

1994.

206 Índice

((POR PORTAR PANTALONES...» LA CONSTRUCCIÓN DEL GÉNERO EN LOS RELATOS DE U GUERRA DE INDEPENDENCIA* Fernanda Núñez B. INAH-Veracruz

A la guerra americanas vamos con espadas crueles a darle muerte a Callejas ya a ver al señor Morelos. L lam ada a las mujeres*

LAS MUJERES EN EL REUTO HISTÓRICO SOBRE LA INDEPENDENCIA En estos tiempos de conmemoración nacional, cómo escribir acerca de las mujeres que participaron en la independencia de México sin caer en la seductora trampa del clásico panegírico nacionalista, tan socorrido por nuestros ancestros decimonónicos que convirtieron a unas cuantas en heroínas y dejaron a las de­ más, la mayoría, fuera de los reflectores de la posteridad. El problema radica sobre todo, como siempre que queremos acercarnos a mu­ jeres del pasado, en encontrar sus huellas, rastros de su presencia en escritos con­ temporáneos o mejor aún, en cartas de su puño y letra en las cuales ellas mismas relataran sus acciones, su propia visión de la guerra y sus motivos para participar en ella. En fin, cualquier evidencia física que nos permitiera inscribirlas hoy, con

* Agradezco los comentarios y sugerencias de Martha Terán, Jaime Cuadriello y Moisés Guzmán para mejorar la ponencia presentada en el V Congreso Los Procesos de Independen­ cia en la América Española, Veracruz, noviembre de 2008, que fue la base de este artículo. ** Citado por Arrom, Mujeres, 1988, p. 53.

207

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

el papel de participantes activas, de atrevidas combatientes, jefas de gavillas de in­ surrectos, avezadas teóricas, o incluso como simples peones, -no por ello menos importantes-, en lo que fue la larga y azarosa tarea de fabricación de la Nación. Porque hoy, después de décadas consagradas a vindicar el papel de las muje­ res en la Historia, nadie puede poner en duda el hecho de que muchas, muchí­ simas, participaron activamente en las guerras por la independencia, y no sólo representando el tradicional papel subalterno que la Historia les había asignado en el mejor de los casos, o el de acompañantes, cocineras, enfermeras o amantes. Desde el Grito de Dolores ya los primeros testigos oculares se dieron rápidamen­ te cuenta del papel fundamental de las mujeres en ese tan particular tipo de le­ vantamiento popular que tomó la lucha militar para conseguir la independencia.1 Así lo confirmó, un siglo después, el historiador Genaro García haciendo una de las primeras revisiones exhaustivas sobre ese periodo: «las mujeres mexicanas simpatizaban con la causa de la Independencia, porque existían pocas que no fueran madres, esposas, hijas o hermanas de los insurrectos, y sobre todo, porque casi ninguna dejaba de amar entrañablemente la tierra donde había nacido».2 En los documentos que sacó a la luz ellas eran omnipresentes, como escribía el ofi­ cial realista don Manuel Hidalgo al Virrey, en el pueblo de Sultepec, es necesaria la mayor firmeza no sólo por lo rebelde de aquel punto, «sino por no haber una mujer que no sea una verdadera insurgenta y haber sido éstas las que en 7otro tiempo fueron causa de las desgracias de muchos soldados. Por ello se publica un Bando en el que se conmina al arrepentimiento del indulto a todo el pueblo, so pena de fusilar a todo el mundo».3 Los oficiales realistas que instruían las causas de las mujeres apresadas en los diferentes enfrentamientos con los grupos insurgentes, se dieron pronto cuenta que: «uno de los mayores males que hemos tenido desde el principio de esta gue­ rra y (que) ha sentado más la opinión de la rebeldía, son las mugeres, que fiadas en el sexo han sido el conducto para seducir a toda clase de vivientes, valiéndose de cuanto atractivo tienen».4 Endebles rastros, es cierto, pero que nos muestran que las mujeres de esa época no fueron ni meros títeres, ni accesorios prescindibles en las luchas por la Independencia, y que falta aún por hacerse un fundamental trabajo de memoria para encontrarlas y explicitar el trabajo historiográfico que revele cómo y por qué sólo algunas pasaron las pruebas de la posteridad y la razón por la cual hoy el panteón nacional incluya tan pocas «heroínas». 1. Varias mujeres acompañaban al padre Hidalgo cuando fue capturado el 19 de marzo de 1811, sin embargo, no conocemos ningún nombre, aunque se hicieron largas listas de los hombres capturados al mismo tiempo, Kenter, Socio-political Role of Women, 1975, p. 2. 2. García, Documentos históricos mexicanos, exp. xxx, p. 427. 3. Ibid., p. 427. 4. Ibid., p. 378. 208 Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES...»

LA C O N S T R U C C I Ó N

DEL G É N E R O

En este artículo intentaré desarrollar dos tipos de participación femenina en esas guerras de una época marcada por una gran diferencia en los estatutos socia­ les: la de las conocidas heroínas nacionales que deben su fama nacional probable­ mente al hecho de pertenecer a las clases pudientes, y la de las desconocidas y populares «soldadas» apenas salidas del anonimato popular. Nos gustaría mostrar esos momentos historiográíicos cuando las necesidades discursivas de relatar la violencia de la guerra y la inclusión de esas mujeres en ella, hacen tambalearse los ideales y clichés clásicos sobre el género. Ya que aunque las mujeres fueron pieza clave en esa violencia social e incluso su activa participación fue aplaudida por sus propios contemporáneos, el relato histórico nacional elaborado décadas después sólo privilegiará a ciertas mujeres, e irá minimizando su participación guerrera, para regresarlas finalmente a los estereotipos de género. Confirmando una vez más, la dificultad que tiene la Historia, para aceptar la indiferenciación de las fronteras entre géneros y sus identidades sexuales. El hecho de que la independencia se haya logrado después de una concatena­ ción de movimientos populares más o menos espontáneos y poco centralizados dificultó probablemente que se construyera rápido un sólido panteón de héroes y heroínas de la Independencia. Para que se lograra ese objetivo se necesitó de un lento y laborioso trabajo colectivo, «que requirió la aceptación de una unifica­ da opinión entre los distintos grupos que buscaron dar rumbo al nuevo Estado independiente».5 Por otra parte, no debemos olvidar que de manera paralela a la confusión habida para la construcción de una pedagogía nacional por medio de héroes y símbolos patrios, la escritura de un relato histórico nacional sólido y coherente sobre la Independencia fue larga y difícil no sólo por el tipo de mo­ vimiento popular que lo inauguró o el enfrentamiento fratricida que duró diez años, sino también por las ambigüedades que prevalecieron en su desenlace.

LA FABRICACIÓN AZAROSA DE U S HEROÍNAS NACIONALES Si el proceso de construcción de los héroes masculinos fue difícil, -el ejemplo más claro sería el del caso de Hidalgo-6, el de las heroínas fue aún más accidenta­ do y azaroso. Buscando las huellas de las mujeres en la gesta de la Independencia, nos dimos cuenta de la dificultad enorme que tuvieron, por más actos heroicos cometidos en su momento, para entrar al panteón nacional, que como todos sa­ bemos, estuvo diseñado para los Hombres, aunque paradójicamente, la Patria ha sido representada generalmente desde la formación de los estados nacionales por figuras femeninas que hacen referencia justamente a su actuación guerrera. Ya 5. Tecanhuey, «La imagen de las heroínas mexicanas», 2003, p. 71. 6. Ramírez, «Hidalgo en su estudio», 2003. 209 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

desde la doble tradición antigua y cristiana occidental, las biografías de mujeres ilustres fueron importantes fuentes para la pedagogía tanto individual como co­ lectiva. Pero si la representación de la Patria moderna es femenina, la inclusión de las mujeres de carne y hueso en los panteones nacionales no fue jamás cosa sen­ cilla y, sin embargo, ese difícil trabajo sobre las figuras heroicas nacionales puede ser un hilo metodológico interesante que seguir, porque nos permite observar la evolución de la mirada social, aunque dominada por los hombres, hacia la partici­ pación de las mujeres -de todas las demás- en el destino nacional ulterior. En la revisión que la historiadora Alicia Tecanhuey lleva a cabo de las obras de los tres historiadores-políticos de la primera parte del siglo xix: Bustamante,Mora yAlamán, para examinar la manera en que cada uno de ellos había registrado la actuación de doña Josefa Ortiz de Domínguez, nuestra venerada Corregidora, en el Grito de Dolores el 16 de septiembre de 1810 y que, según la vulgata naciona­ lista, inicia el movimiento de independencia, se ve claramente la dificultad de la que hablábamos. Si bien en las tres diferentes versiones se proyectaron imágenes distintas de doña Josefa y de su actuación, en las tres se la representa, como de pasada, como «la esposa del Corregidor» o la «mujer de Domínguez», como un actor accidental, emocional y en cierto sentido, irresponsable y perverso. Sin embargo, tanto en Mora como enAlamán ya se proporcionan los argumentos que más ade­ lante, y desde otra postura ideológica, prefiguran la heroificación del personaje.7 De tal manera que, ya para 1884, Francisco Sosa la puede pintar como la seduc­ tora de su marido a quien ella habría inducido a abrazar la causa de la Indepen­ dencia y, como si eso fuera poco, incluso recuerda que gastó la mayor parte de su fortuna personal en fomentar la insurrección.8 La imagen de Leona Vicario tampoco estuvo exenta de vicisitudes, y más por que se la identificaba con una de las facciones federalistas radicales al lado de su marido Andrés Quintana Roo. Lucas Alamán, enemigo político de la pareja, intentó minimizar sus actividades durante la guerra diciendo que sólo había sido movida por su amor a su marido y no por un patriotismo sincero y consecuente.9 Es famosa la respuesta que Leona le escribió en 1831,10 así como el apoyo que la 7. Tecanhuey, op. cit., p.76. 8. Sosa, Biografías de mexicanos distinguidos, p. 4639. Tecanguey, op. cit., p. 80. La autora maneja la hipótesis de que además de las diver­ gencias políticas y la debilidad general de los grupos en conflicto, otro obstáculo para la construcción de heroínas en la historia nacional podría ser la vigorosa imagen de la Virgen de Guadalupe. Predominaba aún la historia teológica que afirmaba que la libertad y la indepen­ dencia mexicana alcanzadas a principios del xix habían sido obra de la providencia, porque Dios, a través de la guía de la Santísima Virgen María de Guadalupe, había destinado a Méxi­ co para conservar el depósito de la fe. El discurso cívico y la ritualidad pública no lograron desprenderse hasta mediados del siglo de la omnipresencia de la explicación religiosa y de la presencia rectora de la imagen guadalupana, p. 77. 10. Extracto de la carta se encuentra en Arrom, op. cit., p. 56, y en Tecanhuey, op. cit., p. 80. 210 Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES...»

LA C O N S T R U C C I Ó N

DEL GÉ NE RO

sociedad le brindó en esa disputa, pues ya eran harto conocidas del público sus enormes esfuerzos, su coraje y valentía así como el dineral que había gastado en pro de la independencia. Y es que la lentitud con la que se oficializó a las heroínas corrió paralela a la conclusión de las confrontaciones fracciónales y a la unificación de los grupos, así como a la edificación de un sistema de educación como medio eficaz para for­ mar a los ciudadanos y forjar en ellos la lealtad ciudadana a través de la enseñanza de la historia patria.11 A pesar de que pocos años después de pasada la Independencia, se comenzó a construir una memoria nacional con nombres e historias puntuales relatando la participación de algunas mujeres en las luchas armadas, como se puede ver ya en el Calendario que José Joaquín Fernández de Lizardi escribe en 1825,y poco des­ pués, en sus Noticias biográficas de insurgentes mexicanas , 12 en donde rescata las heroicas hazañas de algunas mujeres como Mariana Rodríguez Lazarín, María Fermina Rivera, doña Manuela Herrera, y otras; no fue sino hasta 1910, cuando el historiador Genaro García sacó a la luz importantes documentos históricos de archivos, que documentaban la gran participación femenina en las guerras por la Independencia reuniéndolos en un volumen conmemorativo. Con este volu­ men quiso paliar un vacío historiográfico, así como lo que consideraba como una gran injusticia social, ya que muchas de las mujeres que habían dado su sangre o arriesgado sus vidas por la independencia eran completamente desconocidas del público al comenzar la otra gran conmoción histórica mexicana. Para entonces, en 1910, sólo pocas, como doña Josefa Ortíz y Leona Vicario,13 habían logrado traspasar la barrera del tiempo y obtener el estatuto de heroicas «madres de la patria» que tan bien conocemos todos hoy Unas décadas antes, el historiador Francisco Sosa había intentado explicar a sus contemporáneos el porqué de aquel silencio y el malestar masculino frente a esa activa participación femenina en un ámbito tan público como fue siempre el de la guerra, bastión indiscutible de la masculinidad. Su Biografías de mexi­ canos distinguidos escrita en 1884 incluye a 294 hombres y sólo a 9 mujeres, y de la independencia, únicamente nuestras ya conocidas Josefa y Leona logran colarse, ahí explica que:

Politicastros son llamadas las mujeres cuyo nombre resuena en las discordias in­ testinas, para demostrar qué desdén merecen las que asisten a conciábulos en que se trata de perturbar la tranquilidad pública, por ruines cuestiones de partido.

11. Tecanhuey, op. cit., p. 78. 12, Apéndice incluido en el libro de Genaro García. 13- Ese mismo año Genaro García escribe, Leona Vicario. Heroína insurgente, México, Ed. Innovación, 1910. 21 I Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Heroínas se llama a las que desafían los peligros, sacrifican su bienestar,.. cuan­

do se trata de una causa noble, santa, heroica, sublime, como la de la libertad de la patria, entonces, si la mujer despliega ese entusiasmo, esa abnegación que la caracterizan y ayuda al hombre, no sólo es aplaudida y admirada, sino que en el corazón de cada ciudadano se le erige un altar, y la gratitud nacional transmite a las subsecuentes generaciones su nombre.14 Los historiadores porfiristas que en su afán pedagógico nacional escriben bio­ grafías sobre las mujeres de la Independencia, como Francisco Sosa, Luis González Obregón o Genaro García, afirmaron que las mujeres fueron en su mayoría adictas a la causa independentista, así como lo fue la mayoría de la población masculina, afirmaciones entusiastas de todo un pueblo unido contra el colonizador, pero esa unanimidad no nos permite hoy entender muy bien entonces por qué la guerra duró tantos años y hubo tantas destrucciones. Sea como haya sido, en esa época era necesario construir firmemente el mito del heroico insurgente, irreprochable, lu­ chando desinteresadamente por la liberación de la Patria. Su generosidad y caballe­ rosidad innata e intachable permitió a estos historiadores afirmar que los insurgen­ tes jamás fusilaron a una mujer realista; mientras que los realistas, a quienes tocaba el papel de los malos de la historia, cometieron numerosas infamias y vejaciones e incluso fusilaron a heroicas mujeres del campo insurgente. El discurso nacional tuvo que inventar sus lugares comunes y mitos explicati­ vos, aunque sea más que probable que tengamos que reconocer que la represión realista haya sido mucho más cruenta que la acción de los patriotas, porque éstos buscaban más bien hacer adeptos y seducir a los que no se atrevían a tomar parti­ do por la Independencia; mientras que el campo realista buscó a toda costa man­ tener un estado por medio de la violencia y el terror, para impedir que las masas indecisas apoyaran a los insurgentes, y así, para ellos, las mujeres de insurgentes identificados fueron consideradas como un factor estratégico clave, rehenes idea­ les, para tratar de disuadir a los hombres de dejar las armas y de pedir indultos.

MARIANAS CONTRA GUADALUPANAS Silvia Arrom mostró hace más de 30 años que algunos observadores sociales de la época independentista describieron a ciertas mujeres con una conciencia política sumamente desarrollada y cita los conocidos casos de mujeres notables por su valentía y arrojo, que sabiendo los riesgos que corrían, no tuvieron reti­ cencias en sumarse a las filas independentistas. Pero también recuerda que las actividades de las mujeres realistas fueron menos visibles en el registro histórico

14. Sosa, op. c i t pp. 635-636. 212 Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES

.» LA C O N S T R U C C I Ó N

DEL G É N E R O

porque fueron las vencidas; aunque se sabe muy bien que unas patriotas maña­ nas organizaron a más de 200 mujeres en la ciudad de México.15 Arrom afirma que ésta fue la primera organización femenina secular en la ciudad de México. Fundada por doña Ana Iraeta de Mier, viuda de un oidor de la Audiencia, con el simbólico propósito inicial de proteger a la Virgen de los Remedios, patrona del ejército realista, haciendo guardias frente a su imagen resguardada en la catedral, o pagándole a las esposas de soldados pobres para que las hicieran en vez de las ricas.16 Este ejemplo pronto fue copiado por mujeres de otras provincias. La Vir­ gen de los Remedios fue vestida de generala para lo que la armaron con un bastón de mando y al Niño con una espadita, incluso hubo el proyecto de nombrarla Generalísima de la armada del rey de España.17 No se conoce tampoco mucho sobre la acción política o militar real de estas patriotas marianas, como pudo haber sido el acopio de víveres y dinero, el cuida­ do de los heridos o el de desplazados por la guerra, el espionaje y por supuesto la seducción a los tibios e indecisos, tareas que realizaban sus hermanas insurgen­ tes, y sólo se las reduce a ellas también, a una actividad tan mujeril como la de coser la imagen de la Virgen en las banderas del ejército, para contrarrestar los estandartes de los insurgentes que llevaban el de Ntra. Sra. de Guadalupe. Hoy podemos pensar que fue más que probable que esas patriotas marianas hayan colaborado eficazmente con el esfuerzo de guerra español, además de recolectar fondos y desempeñar múltiples actividades de apoyo.18 Esperamos haber mostrado, a partir de los pocos datos dispersos que encon­ tramos disponibles, que a pesar de que muchísimas mujeres fueron víctimas ino­ centes de las crueldades de una guerra que las sorprendió, otras, pudieron decidir de antemano su adhesión a la causa, y lo hicieron con una clara conciencia de su actuar y de los peligros que representaba.

UNA SOCIABILIDAD DE ANTIGUO RÉGIMEN No debemos olvidar que las mujeres que vivieron en los tiempos de la inde­ pendencia habían nacido en las últimas décadas del siglo xvrn. Siguiendo las bo­ rrosas biografías de algunas de las más conocidas, podemos constatar que fueron educadas y cultas, muchas incluso poseedoras de un buen patrimonio personal.

15. El Pr. Dr. D. Juan Bautista Díaz Calvillo aseguró en uno de sus sermones, que el fervor miliciano inspiró la formación de un batallón de señoras, patriotas marianas, formado por dos mil quinientas señoras, las cuales hacían guardias a la efigie de los Remedios alternándose de tres en tres en la Catedral, González, Vida de México, 1911, p. 57. 16. Kenter, The Socio-Political role of Women, 1975, p. 87. 17. González, op. cit., p. 55. 18. Kenter, op. cit.; Arrom, op. cit., p. 51. 213 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Estas señoras, además, tuvieron firmes opiniones políticas y las defendieron pú­ blicamente a pesar del peligro. Las más atrevidas, como Leona Vicario, pertene­ cieron incluso a organizaciones clandestinas, como la de Los Guadalupes, a la que proporcionó apoyo económico. Uno de los rasgos fundamentales de ese tipo de sociabilidad de Antiguo Régi­ men al que pertenecieron estas mujeres de las clases superiores era que asistían o tenían en sus casas «tertulias», es decir, reuniones sociales en las cuales se congre­ gaban los familiares de una casa y sus invitados. La historiografía contemporánea está revalorando ese escenario social fundamental para el desarrollo de la cultura y el entrenamiento femenino a la vida política en la primera mitad del siglo xix y no sólo como un lugar en donde el «bello sexo» demostraba sus habilidades en el canto y la poesía, o la pericia adquirida en algún instrumento musical, ador­ nos imprescindibles para la mujer culta de entonces. En esas reuniones abiertas se exponían y discutían los problemas políticos cotidianos, locales y nacionales, afirmaban opiniones y críticas y ultimaban matrimonios que eran muchas veces alianzas entre grupos familiares extendidos. Las tertulias tenían también un pa­ pel pedagógico, los oyentes de ambos sexos podían acceder al conocimiento de autores y temas vigentes en la ciencia, la filosofía y la política, y fueron un medio fundamental para relacionar a las mujeres con el mundo de las letras y la expre­ sión escrita.19 Es conocidísimo el caso de Doña Josefa Ortiz, Sosa señala: Era una mujer dotada de extremada hermosura y sentimientos más hermosos aún... aunque, como estaba prohibido que la mujer mexicana aprendiera a es­ cribir, para evitar que contrajese relaciones amorosas, sólo se le enseñó a leer en el Colegio de las Vizcaínas. Ahí conoció a su marido con quien se casó y pro­ creó 12 hijos... Abrazó la causa de la libertad con ardor y entusiasmo y trabajó incesantemente por ella, y como no sabía escribir, apeló al ingenioso recurso de recortar las letras de los impresos y con ellas, juntándolas con laboriosidad de que solo una mujer es capaz, hacía sus escritos para influir en la política. Pe­ gaba las letras sobre papel de china, y como una cohetera le servía de correo, ocultaba el papel entre los cohetes y daba a los conjurados oportunos avisos... hizo más, indujo a su esposo a abrazar la causa de la independencia y gastó la mayor parte de su fortuna en ello.20

19. Infante, «De la escritura personal», 2008, pp. 78-79. 20. Sosa, op. c i t 462. A pesar de su deseo de «vindicar a las mujeres», nos impresiona la ceguera de esos autores decimonónicos, porque si bien es posible que doña Josefa no lograra adquirir en su Colegio mucha pericia en la escritura, mandar mensajes a través de letras de molde o recortadas de impresos, siempre es escribir. Y si utilizó ese artilugio, seguramente era para que su mensaje fuera más claro y legible para sus destinatarios insurgentes, quienes a lo mejor no tenían mucha pericia en la lectura. 214 Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES...»

LA

CONSTRUCCIÓN

DEL

GÉNERO

Es una pena que nuestro Fiat de la independencia, sea recordada por la memo­ ria histórica, como alguien que «no sabía escribir», y que «sólo escuchaba detrás de la puerta» lo que la llevó a actuar «clandestinamente»,21 cuando la mayoría de la población tanto de hombres como de mujeres tampoco sabía leer ni escribir, y lo importante en su caso, como el propio Sosa reconoce en ese mismo artículo, es que era ella la que organizaba en su casa las tertulias con los rebeldes a las que acudía el mismísimo Allende que pretendía a una de las hijas del Corregidor. Asi­ mismo, otros autores no dejaron de señalar su fuerte carácter y el incontestable ascendiente que tenía sobre su marido. Doña Josefa, por ejemplo, «para quien la democracia era un dogma», no aceptó en 1821 ser la primera dama de honor del emperador Iturbide, cargo que rechazó «con frases sumamente enérgicas». Sosa escribe también que no tuvo consideraciones para escribir horrorizada a Hidalgo para recriminarle los excesos de la plebe en la toma de Granaditas.22Y que, ya en la república, fue estrecha su relación con Gómez Farías y con el general Victoria a quien, no obstante, corrió de su casa porque no hizo nada para detener el saqueo del Parián en 1828. Doña Mariana Rodríguez de Toro, casada con el rico minero y probado patrio­ ta don Manuel Lazarín, entonces alguacil mayor de guerra, tenía también en la ciudad de México una conocida tertulia en su casa, «una sociedad de americanos merecedores de ese nombre», según Fernández de Lizardi,23 en donde la política era tema frecuente de conversación. Durante una de esas tertulias, la dueña de la casa presentó un plan para tomar al virrey Venegas como rehén para obtener la liberación de Hidalgo, y ante la sorpresa de los contertulios, la tradición dice que los arengó exclamando: «¿Acaso ya no hay hombres en América?», con lo que logró convencer a todos y dirigir la conspiración que fue descubierta en 1811, por lo que ella permaneció en prisión 10 largos años, padeciendo enfermedades, y a lo largo de dicho periodo jamás delató a nadie. La cultura de estas mujeres es también harto conocida. La necrología de María de la Luz Ureaga y Gutiérrez, aparecida en el P an oram a d e las señ oritas M ejica­ n as en 1842, el mismo año de la muerte de doña Leona Vicario, afirma que esta respetable mujer nacida en Valladolid en 1784 y adicta a la causa de la indepen­ dencia, era cultísima ya que sus padres, «conociendo las bellas disposiciones que manifestaba su hija desde temprana edad, confiaron su educación a su hermano con quien estudió la lengua latina y los clásicos, que después le sirvió mucho para enseñarle a su hijo, y sobre todo, para escribir poemas a la patria, una vez conquistada la independencia». 21. Gutiérrez, «Mujeres Patria-Nación», 2000. Esta autora afirma incluso que las mujeres en la época colonial no pudieron acceder a la «comunidad imaginaria» ya que eran analfabetas. 22. García, op. cit,, p. 465. ¿Habrá utilizado el mismo método laborioso de recortar y pegar? 23. Noticias biográficas de insurgentes mexicanas, Apéndice, García, op.cit. p. 474. 215 Índice

LA C O R O N A

EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

La bella, rica y joven Leona Vicario, nacida en el emblemático año de 1789, es aprehendida cuando estaba traduciendo la obra del famoso autor francés Francois Salignac de la Mothe-Fenelon, Las aventuras de Telémaco, hijo de Ulises. En la correspondencia que le es confiscada en su aprehensión muestra que es ella la que nombra con seudónimos sacados de sus lecturas de esas obras francesas a los insurgentes para comunicarse en clave con ellos; jamás delatará a ninguno, a lo largo de su interrogatorio. Asimismo en su proceso sale a relucir su gran cultura y educación, así como los libros que había leído.24 En su N ecrología, Bustamante afirma que leía a los clásicos, que sabía historia y política y que pintaba muy bien. También sabemos que una vez consumada la independencia, no tuvo temor en tomar la pluma para asentar públicamente sus convicciones políticas.

MUJERES QUE NO SABÍAN LATÍN... Podemos escuchar a muchas mujeres cuando son acusadas o aprehendidas por hablar claramente a favor de la causa independiente, no sólo a la rica y educada Leo­ na Vicario, quien al parecer gritaba desde el balcón de su casa: «¡vivan mis herma­ nos independentistas!», para consternación de su tío y tutor, o a la augusta matrona doña Josefa, que en el camino hacia su prisión iba proclamando a los cuatro vientos su adhesión a la causa e intentaba seducir a los que la conducían, sino también la voz de la sencilla esposa de un zapatero a quien se pretende fusilar. Bernarda Espinosa fue aprehendida porque había vertido proposiciones a fa­ vor de los rebeldes. Para sus captores realistas, no había duda de que esa mujer debía ser fusilada, sin embargo, no se atrevieron a llevar a cabo tal escarmiento público ya que los insurgentes tenían en su poder a treinta y siete soldados rea­ listas, quienes piden: Esta mujer que en mi sentir nunca será buena, ya que las proposiciones que ha vertido son demasiado escandalosas...Digo que se corra la voz de que va a las Recogidas de México, y en el camino con el mayor sigilo, previos auxilios espirituales, sea muerta, pasándola por las armas por la espalda como a tal traidora...25

24. También estaba leyendo el Teatro Critico de fray Benito Gerónimo Feijoo, que junto con el Telémaco, aparecen censurados por el Index de 1790. En su Declaración a las auto­ ridades, su prima y acompañante, Francisca Fernánez afirmó que Leona había leído: Clara Harlowe de Richardson, La huerfanita inglesa de La Place, la Idea del Universo de Hervás y Panduro, La Historia Natural, General y Particular de Buffon, el Nuevo Robinson de Campe, Kenter, op. cit., pp. 33-34. 25. Extracto de la causa instruida contra doña María Bernarda Espinosa por haber hecho demostraciones de júbilo con motivo de una derrota de las tropas realistas, 19 septiembre 1815-30 de mayo de 1817. García, op. cit., p. 374. 216 Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES...»

LA

CONSTRUCCIÓN

DEL

GÉNERO

O cuando toda la gente que visitó a María del Rosario Valderrama en su cama, por estar recién parida, la convencen de autodenunciarse ante la Inquisición por­ que despotricó contra el Santo Oficio, hablando también muy mal del virrey y de Napoleón.26 A pesar de que corrían enormes riesgos al tomar partido por la causa inde­ pendiente, encontramos muchos casos en el ramo Infidentes que nos permiten escuchar bien claro las opiniones de las mujeres. Por supuesto que somos cons­ cientes de que sólo una minoría de mujeres era la que asistía a salones o tertulias, leía o escribía cartas o peticiones; la gran mayoría de la población no sabía leer ni escribir, sin embargo, participó activamente en las guerras, cuando llegaron a sus pueblos o ciudades y no pudieron hacer otra cosa más que ayudar y apoyar a sus hermanos, maridos, padres, hijos y vecinos. También a ellas podemos cata­ logarlas de heroínas, ya que sufrieron castigos ejemplares por callar y no revelar nada al bando realista. Afirmaban: en virtud de que el Consejo comprobó su sospecha se resuelve que se vote la pena a que se han hecho acreedoras para que les sirva de escarmiento a otros... ya que estas mujeres se negaron al descubrimiento de los individuos en quie­ nes está reconcentrada la maldad de propagar sus inicuas ideas en la presente revolución, cuya existencia dimana en mucha parte de mujeres semejantes a éstas, de quienes los cabecillas insurgentes se han valido para recibir noticias de cuanto pasa en la ciudad...27 La rudeza con que fueron tratadas las mujeres de Pénjamo en 1814, apresadas por Iturbide con todo y sus hijos sin formárseles causa alguna, muestra que las autoridades reales estaban convencidas de que eran pieza clave para atraer a los maridos, hijos, parientes, novios o amasios a que dejasen las armas y se acogieran al indulto, o para impedir que ellas los auxiliasen.28 Como lo escribe claramente Iturbide al virrey en 1816, cuando tomó prisione­ ras a más de 100 mujeres de Pénjamo: la hermana del rebelde cabecilla clérigo Uribe y la otra prima de Bribiesca... han tenido la audacia de explicarse a favor de la rebelión; y esta clase de mujeres en mi concepto, causan a veces mayor mal que algunos de los que andan aga­ villados, por más que se quieran alegar leyes a favor de este sexo, que si bien debe considerarse por su debilidad para aplicarle la pena, no puede dejarse en 26. Denuncia que doña María del Rosario Valderrama hace al Tribunal de la Inquisición, de las simpatías que ella y otras personas tenían por los insurgentes y del desprecio que veían los edictos de ese Tribunal, 31 de octubre de 1810, Ibid., p. 304. 27. Valladolid, 16 de septiembre de 1811, Ibid., p. 326 28. Garrido, «Entre hombres te veas», op. cit. 217 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

libertad para obrar males y males de tanta gravedad: considérese el poder del bello sexo sobre el corazón del hombre, y esto solo bastará para conocer el bien o el mal que pueden producir...29 Una de ellas, sospechosa de ser la amante de un rebelde, fue hecha prisionera cuando se encontraba arando su tierra y había dejado a su bebé en su cuna y por más que gritaba para que no lo abandonaran cuando se la llevaban, ahí lo dejaron y desesperada no sabía qué había sido de él. Iturbide responde que «esos tristes acontecimientos son inevitables en la guerra, pero la madre subsiste mantenida en mi casa desde entonces y en servicio de mi muger... ya tengo dicho a mis hombres que se conduzcan bien.. .».30 En efecto, encontramos que uno de los cas­ tigos para las «rebeldes» era el de ir a servir a la casa de la esposa del capitán de turno, o de cocinera, lavandera o enfermera de la tropa, probablemente sufrieron peores atropellos si el General no les ordenaba qu e se condu jeran bien.

UNAS AGUERRIDAS CAPITANAS: CUERPO-GÉNERO-GUERRA DE GUERRILLA Como vimos, una de las acusaciones más frecuentes contra ellas fue la de seducción, pero en el sentido de persuadir, de seducir a los realistas a desertar y de animar a los indecisos a unirse al bando insurgente, que es lo que supo hacer tan bien nuestra ilustre Leona Vicario. Sin embargo, una revisión de los casos juzgados por Infidentes nos permite ver otro tipo de delitos de los que se acusó más frecuentemente a las mujeres: llevar y traer mensajes, contrabandear armas y municiones, espionaje, conspiración, abastecimiento económico, guiar a los re­ beldes por los caminos, curar a los heridos, llevar agua a los soldados, enterrar a los muertos y, a veces, también por portar armas y ser auténticas soldadas. Es de éstas últimas de quienes escribiremos para concluir esta ponencia. Fer­ nández de Lizardi escribía, «es imposible reducir a (algún) numero a las heroicas americanas, aun en la clase de las pobres como la muger de Albino García quien montada a caballo como hombre, con el sable en la mano a la cabeza de la divi­ sión de García entraba la primera a los ataques».31 El informe que el realista Villasana rindió al Virrey sobre la aprehensión de doña Prisca Marquina de Ocampo, que «con sus charreteras y sable» había acom­ pañado a su esposo, el jefe insurgente don Antonio Pineda en sus combates, y que había evitado que él se acogiera al indulto, es claro, muchas mujeres también tomaron las armas cuando tuvieron que hacerlo.

29. García, op. cit,, p. 391. 30. Ibid. 31. Fernández de Lizardi, Noticias Biográficas, op. cit, p. 478. 218

Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES..,»

LA C O N S T R U C C I Ó N

DEL G É N E R O

El pensador mexicano cita los casos de doña María Fermina Rivera, viuda de José María Rivera, muerto en el cerro de Chichihualco en 1821 peleando al lado de Guerrero, quien «cogía el fusil de uno de los muertos y sostenía el fuego al lado de su marido con el mismo denuedo y bizarría que pudiera un sol­ dado veterano». O el de doña Manuela Herrera, hija de familia, por lo que hizo socorros cuantiosos a los insurgentes, quemó una de sus haciendas para que no la tomaran los realistas y anduvo con su hermano con los insurgentes de Mina, quien los acogió en su rancho del Venadito, donde fue hecha prisionera la misma noche que sorprendieron a Mina, le saquearon su plata, alhajas, dinero, y sufrió mil insultos. Dice que por su patriotismo y mérito, «se halla elogiada en papeles públicos de Londres y los Estados Unidos». También se refiere a otra mujer de «Huichapan, cuyo nombre ignoramos, pero vive pensionada por el gobierno y cuyos documentos existen en la Secretaría de Guerra, ella levantó a sus expensas una división, se puso al frente de ella, dio algunas acciones a los realista y en una, se quedó sola haciendo fuego.. ,».32 En efecto, si pensamos un poco en la guerra de guerrillas, la participación de las mujeres no sólo era necesaria, sino imprescindible. Los hombres levantados en armas se unían a los rebeldes y se iban a pelear o esconderse y atacar desde los cerros o las inmediaciones de los poblados y tanto las mujeres, como el resto de la población, eran vitales para que ellos lograran sobrevivir, eran su enlace con el mundo, para llevar y traer noticias, armas, medicinas, agua, comida. Muchas veces las mujeres no podían quedarse en los poblados arrasados y tenían que seguirlos al monte o huir a otros poblados, entraron así a las guerras, de uno u otro bando, forzadas por las circunstancias. Recordemos que esos ejércitos, tanto realistas como patriotas, no tenían unidades oficiales de abasto que se encargaran de pre­ parar alimentos, ni de proporcionar otros servicios a los soldados, así que depen­ dían enteramente de las mujeres. Si bien muchos contaban con sus mujeres o las de sus propias comunidades, otros, dependían de las mujeres que ellos pagaban para que compraran o prepararan sus alimentos, y además todas llevaban consigo a sus hijos, iban embarazadas o parían en los campos de batalla.33 Incluso en la prisión era imprescindible tener contactos fuera para sobrevivir. Carlos María de Bustamante describe la fundamental ayuda de doña Manuela García Villaseñor, «mi esposa y compañera en la revolución desde el añol813» para sobrevivir los 13 meses que estuvo preso en San Juan de Ulúa, «esta virtuosísima mujer me auxi­ lió, socorrió y sostuvo sin que me faltase nada, nada, aunque ella sufrió las mayo­

32. Ibid., p. 478. 33. Fenómeno que se reproducirá un siglo después en la Revolución Mexicana, como lo muestra Salas, «Las soldaderas en la Revolución mexicana», 2003, p. 160. 219 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

res privaciones y muchos ultrajes del gobernador y además una fuerte fiebre y 7 meses de cuartanas que iban a terminar sus días».34 El caso de la persecución a un cabecilla insurgente nos muestra que las mu­ jeres con niños pequeños eran las que pagaban muchas veces el precio más alto, seguramente al verse cercados, los rebeldes huían dejándolas atrás, pensando que por ser del «sexo débil» se les perdonaría más fácil, veamos las duras condiciones en las que se encontraban en 1818: ... en uno de aquellos montes encontré una vereda, muy delgada y subí por ella toda la noche hasta que en una barranca muy honda y montosa encontré la Gavilla del Rebelde Teodoro Rosales, compañero del difunto cabecilla Mar­ celino Sánchez; me eché sobre ella y logré matarles 4, quitarles una escopeta, 4 machetes y cogerles 4 mugeres, entre ellas la del cabecilla Marcelino y a un hijo de éste, muy mal herido, que por ser muy joven no lo he pasado por armas; dos mujeres salieron heridas de bala, una en un muslo, la otra de los pechos, ésta tenía una criatura recién nacida, la que tuvo la desgracia de morir, pero al­ canzó a que se le echase el agua del bautismo, que mandé la echara un sargen­ to. El rebelde Rosales y otro van heridos, esta gavilla se componía de 8 hombres con 3 armas de fuego. El cabecilla Eugenio Brigida no se hallaba allí, me dicen las mujeres que había salido un día antes, pero no sabían su destino...35 El caso de la veracruzana doña María Josefa Martínez, viuda de Miguel Montiel, permite ver el papel fundamental de una aguerrida capitana que servía de enlace entre bandos rebeldes. El Coronel Manuel de la Concha, vecino y cosechero de tabaco en la villa de Orizaba, relata cómo fue que la atrapó: Fue apresada por una de mis guerrillas en el pueblo de San Antonio inmediato al volcán de Orizaba, en compañía de su asistente Marroquín, con quien estaba asociada de otros rebeldes que se fugaron con precipitación... Es constante en el valle de san Andrés Chalchicomula que esta mujer comandaba varonilmente y con el mismo traje de hombre con que fue cogida, una partida de 12 rebeldes de más confianza que capitaneó su marido Montiel, por cuya muerte se com­ prometió ella a sostenerlos sin otra recompensa que el de que la acompañaran y ayudaran a exigir las contribuciones de aquel territorio, con las cuales sostenía aquellos y a sí misma, viviendo en un rancho distante de dos leguas al monte del volcán. Con esta partida servía además para descubrir los movimientos de la tropa cuando llegaba a San Andrés en cuya operación fue presa, como ella mis­ 34. Comunicación de D. Ciríaco de Llano al Virrey Apodaca, en que transcribe otra del Comandante de Tepeyahualco, relativa a la esposa del Lie Bustamante y nota de este, 30 de junio de 1817, García, op, cit., pp. 468-469. 35. Comunicación de don Eutimio Rionda al Teniente Coronel Francisco Rionda, en que le da cuenta de haber sorprendido a la compañía del insurgente Rosales, aprehendiendo a cuatro mujeres, heridas dos de ellas, 12 de octubre de 1818. García, op. cit., p. 436. 220

Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES...»

LA C O N S T R U C C I Ó N

DEL

GÉNERO

ma confesó, para darle parte al cabecilla de rebeldes Couto que estaba entonces con su gavilla en el pueblo de Maltrata. Según este relato, muchos vecinos agradecieron a las tropas realistas la apre­ hensión de esta mujer, «asegurando que les era más perjudicial que ninguno de los rebeldes no sólo por la violencia con que les exigía las contribuciones, sino también por la seducción que hacía a todos, vejando agriamente a los que no seguían su partido».36 Su atribulado padre, don Nicolás Martínez, vecino y también cosechero de ta­ baco de la villa de Orizaba, como el propio Coronel Manuel de la Concha, escribe suplicando por la libertad de su hija ya que consideraba excesivo el castigo a pri­ sión perpetua impuesto en el Recogimiento de Santa María Egipciaca de Puebla. El padre apela a la piedad de sus captores, y trata de exculparla argumentando la inocencia de una víctima del «ciego torrente de la revolución», que primero había arrastrado a su marido al lado de los facciosos, y luego, ya viuda y con niños huér­ fanos, la había forzado a salir de su casa para conseguir los víveres necesarios para el sustento de su familia. Alega que ahí se había encontrado fortuitamente con el asistente de su marido, justo cuando las tropas de don Manuel de la Concha an­ daban por ese rumbo. Asegura que María Josefa era una verdadera mujer de su casa, que jamás había abrigado ideas revolucionarias, que no iba armada, que traía enaguas, ya que el pantalón sólo lo usaba debajo de ellas y por comodidad cuan­ do montaba a caballo. Que se encontraba ya obediente y sumisa en su reclusión pero con el corazón oprimido, por hallarse grávida «y en los meses mayores», pero sobre todo, afirmaba, porque se le creía delincuente. El padre promete tenerla bajo su techo bien vigilada y controlada, dando en garantía una fianza, con el aval de dos personas solventes; pero además, ofrece un donativo de 300 pesos para socorrer a las tropas del ejército del sur, cantidad nada deleznable, «que le quitará a su larga y pobre familia». El capitán contesta que era verdad que no se le habían encontrado armas en el momento preciso del arresto, pero que su ayudante, «Marroquín portaba una excelente escopeta, que era la que ella manejaba cuando se le ofrecía... y que también se le cogieron a todos sus caballos bien pertrechados». Afirma asimismo que: su propio traje de mujer sólo lo usaba para entrar en Orizaba, Córdoba y Puebla a observar los movimientos de la tropa y saber las disposiciones de sus respec­ tivos comandantes, para noticiarlos a los rebeldes principalmente a Couto, que fue el que sucedió a su marido Montiel en el mando de su gavilla. No es cierto 36. Extracto del expediente relativo a la solicitud de libertad hecha por D. J. Nicolás Mar­ tínez a favor de su hija doña María Josefa, acusada de capitanear insurgentes, 23 de diciembre de 1816-19 de junio 1817. García, op. cit, pp. 410-422. 221

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

lo que dice su padre de que usaba pantalón bajo las enaguas por comodidad, y sí lo es que en el acto de su prisión no se le encontró el menor traje de mujer. También ignoro que tenga hijos, pues ella respondió no haber tenido sucesión alguna. Todas esas razones le permitieron confirmar que era absolutamente necesaria su reclusión, al menos, «por el tiempo que dure esta revolución, ya que su sexo la libertó de otra pena a que sus excesos la habían hecho acreedora». Sabemos que no podemos extendernos en el tema del travestismo, sin embar­ go, no podemos dejar de señalar la importancia que revestía entonces el hecho fundamentalmente trasgresor de «portar pantalones». Razón por la cual el padre de María Josefa tiene que apelar varias veces a la feminidad y a insistir que su desgraciada hija no era un «fenómeno de su sexomanía armándose con traje de varón, capitaneando a los rebeldes y causando con sus operaciones más daño a la Patria y al Trono que los cabecillas principales.. .».Aunque tal vez tuviera que llevar pantalones bajo las enaguas; le preguntaba a sus captores, «¿qué daño podía hacer una infeliz viuda cargada de hijos y muy próxima a parir, cuando no se le había probado ningún cargo y sólo por chismes se le había condenado a la reclu­ sión perpetua?». La contraparte afirma: que en consideración a su sexo, se ha librado de ser pasada por las armas, res­ pecto a que el portarlas ella en traje de hombre y capitanear a varios rebeldes, daba lugar bastante para aplicarle aquella pena... Y que en San Antonio el Alto no faltó quien me asegurase que las seducciones de esa mujer y sus operaciones varoniles causaban más daño que cualesquiera de los cabecillas principales. Por ello me parece que se ha hecho acreedora a un encierro perpetuo. Todos confirman que esa mujer, tan poco mujer, ya que ni siquiera había con­ fesado tener hijos, era como los hombres: cruel, manejaba armas, montaba a caba­ llo y la prueba irrefutable de su mal proceder era justamente que portaba panta­ lones. ¿Qué más pruebas de su disimulo y mal actuar que el tratar de confundir? Recordemos que en el Antiguo Régimen el disfraz sólo era tolerado en el marco de los carnavales. Fuera de esos momentos de ruptura del orden social, siempre se penó a aquellos que trataban de ocultar o de usurpar la identidad no sólo ge­ nérica, sino de estamento ó de raza representada en el vestir.37

37. Al parecer, también una de las hijas de Hidalgo lo acompañaría en sus campañas militares vestida de soldado. Aún no se sabe si ella fue la famosa Fernandita, que entró a Guadalajara disfrazada en una carroza cerrada cuatro días después de que lo hiciera Hidalgo apresado. Kenter, op. c i t pp. 107-109. 222

Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES...»

LA C O N S T R U C C I Ó N

DEL G É N E R O

Así podemos también entender la gran sorpresa que causó a sus liberadores la valiente Leona Vicario cuando aceptó disfrazarse de negra para escapar a su prisión. Se quedaron atónitos cuando «a pesar de que amaba su hermosura como la aman todas las mujeres, convino en desfigurarse y pasar por una negra horrible africana al salir de la garita, con una pomada con la que quedó tan prieta como una negra atezada.. .».A los temores expresados: «Señorita, va Ud. a quedar horri­ ble», ella contestaba impávida, «no importa, aunque parezca una furia infernal, como logre contribuir a la felicidad de mi patria».38 Logrando así burlar la «fuerte» vigilancia en las garitas, ya que a nadie se le ocurrió que una mujer distinguida se atreviera a disfrazarse de negra. El hecho de portar pantalones fue factor fundamental para no concederle al padre de la capitana orizabeña el permiso de tenerla depositada en su casa, ni siquiera porque se encontraba grávida y a punto de parir. Pensaban que una mujer así, podría escaparse en cualquier momento de la tutela paterna y se­ guir cometiendo fechorías, ya que «si su padre la hubiera recogido después de que enviudó,habría cumplido con su deber y librado al público de los prejuicios que ha cometido esta mujer». Tampoco podemos pasar por alto el hecho de que muchas de esas mujeres tenían hijos pequeños consigo en el momento de sus aprehensiones. Algunas incluso, como nuestra venerable doña Josefa Ortiz embarazada de su último hijo, o como la aguerrida capitana orizabeña Ma. Josefa, a punto de parir y con otros tres de pequeña edad. La misma Leona Vicario dio a luz a su hija «en una cueva» en plena campaña. Otras, como ya vimos, fueron encarceladas e incluso balaceadas con sus hijitos al pecho.Y otras más fueron fusiladas por insurgentas. Indudable­ mente el hecho de ser mujer en esa larga decena de luchas fratricidas debió de haber sido durísimo: raptos, violaciones, asesinatos; la muerte de los seres queri­ dos fueron el precio que muchísimasde ellas pagaron.

CONCLUSIONES Si bien los panegiristas que escribieron después de consumada la Indepen­ dencia sobre nuestras heroicas mujeres no dejaron de señalar la varonil entereza, el indomable carácter y la fuerza y energía poco común de muchas de las que se unieron a la causa de la libertad, todos ellos insisten después en regresarlas al cauce femenil tradicional. Si en un primer momento estas mujeres apasionadas brillaron con su actuar para ayudar al «tránsito repentino de la esclavitud a la libertad y participaron en el espectáculo grandioso de una nueva nación... olvidando la debilidad de su sexo, 38. Bustamante, Necrología, p. 3. 223 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

animadas de una fuerza que ellas mismas ignoraban...», «una vez apagados los fuegos de la Independencia por la que tanto suspiraban y a cuya consecución co­ operaron en cuanto pudieron», se entregaron de lleno a la práctica de las virtudes hogareñas. Así lo hizo María de la Luz Ureaga y Gutiérrez y, según su N ecrología ya citada, «entonces brilló más que nunca la bondad de su alma... se dedicó a la beneficencia, a aliviar las penas de sus semejantes, murió siendo buena hija, bue­ na madre y buena esposa». Carlos María de Bustamante, cuya mujer estuvo también presa por defender sus mismos ideales políticos, no dice otra cosa en la N ecrología de nuestra ilustre Leona Vicario: se metió en tantos compromisos y aflicciones... dinero, ropa, alhajas, todo lo sacrificaba gustosa para dar impulso a nuestra revolución... sufrió largas pere­ grinaciones, hambre, desnudez y desdichas y jamás indicó cobardía mugeril, por el contrario, alentaba con decisión varonil, despreciando la muerte y los cadalsos, sin embargo después, su casa fue el asilo de pobres y su piedad no tuvo límites cuando se consagró a llenar las obligaciones de buena ciudadana, fiel esposa y madre. Hacer como si las mujeres regresaron sin rechistar al redil hogareño, fue la manera discursiva de indicar que las grandes épocas de revolución habían ter­ minado, la mujer de pantalones y fusil pertenecía al conjunto de las imágenes de la violencia y subversión popular revolucionaria que una nueva burguesía en el poder debía conjurar así como al espectro de la revolución. A lo largo del siglo xix, en efecto, las mujeres tuvieron que conformarse, al menos en teoría y públicamente, con ese papel ideal que los hombres elaboraron cuidadosamente para ellas. Soy consciente de que en este artículo no he hecho otra cosa más que juntar datos dispersos ya publicados, sin embargo, el tema de la participación femenina en esta guerray su posterior reflejo en el relato histórico me pareció un tema rico en enseñanzas y poco explotado aún por la historiografía. Me permití traerlo a la pa­ lestra para tratar de convencer a otros investigadores especialistas y a los jóvenes en formación de la importancia de trabajar este tema más a profundidad.

ARCHIVOS agn m

Archivo General de la Nación (México). Infidencias.

224 Índice

«POR

PORTAR

PANTALONES...»

LA C O N S T R U C C I Ó N

DEL G É N E R O

BIBLIOGRAFÍA Las mujeres d e la ciu d ad d e México, 1790-1857, México, Siglo xxi, 1988. Artículo N ecrológico, Panorama de las señoritas mejicanas, México, Imprenta de Vicente García Torres, 1842. B ustam ante C arlos M a . d e , «Necrología», El Siglo D iez y Nueve, Ciudad de México, 25 de agosto de 1842. F e r n á n d e z d e L iz a r d i , J o sé J o a q u ín , «Noticias biográficas de insurgentes mexica­ nas», Apéndice en G en a r o G a r c ía , Documentos históricos m exicanos. Obra conm em orativa del prim er centenario d e la In dependen cia d e México, Tomo V, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1910 (edi­ ción facsimilar, s e p , 1985). G a r c ía , G e n a r o , Documentos históricos m exicanos. Obra conm em orativa del prim er centenario,de la Independencia d e México, Tomo V, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1910. (Edición facsimilar, s e p , 1985.) G a r r id o A s p e r ó , M a ría J o s é , «Entre hombres te veas: las mujeres de Pénjamo y la Revolución de Independencia», en F e l ip e C a s t r o , M a r t h a T e r á n , (eds.), D isidencia y disidentes en la Historia d e México, México, u n a m , 2003. pp. 169-189. G o n z á l e z O b r e g ó n , L u is , La vida d e México en 1810, México, Innovación, 1979 ( I a. Ed. 1911). G u t iér r e z C h o n g , N a t iv id a d , «Mujer, Patria-Nación. México 1810-1920», La Ven­ tana, Revista de estudios de género, núm. 12, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2000. I n fa n te V a r g a s , L u c r e c ia , «De la escritura personal a la redacción de revistas femeninas. Mujeres y cultura escrita en México durante el siglo xix», R elacio­ nes, 113, vol. xxix, invierno 2008. pp. 69-101. K e n t e r , J a n e t R., The S ociopolitical Role ofW om en in the M exican Wars o fln dependence, 1810-1921, Tesis de doctorado, Loyola University of Chicago, 1975. R a m ír e z , F a u s t o , «Hidalgo en su estudio: la ardua construcción de la imagen del Pater Patriae mexicano», M a n u el C h u s t , V íc t o r M ín g u ez (eds.), La construc­ ción del héroe en España y México (1789-1847), Valencia, Universität de Valencia, 2003. S a la s , E l iz a b e t h , «La soldadera en la Revolución Mexicana: la guerra y las ilusio­ nes de los hombres», en H e a t h er F o w l e r -S alam ini, M a r y K ay V a u g h a n (eds.), Mujeres del cam po m exicano, 1850-1990, Morelia, El Colegio de Michoacán, ic sh - b u a p , 2003A r r o m , S ilvia M a r in a ,

225 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

S o s a , F r a n c is c o ,

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Biografías de mexicanos distinguidos, (1884) México, Porrúa,

1998, (Col. Sepancuantos n° 472.) «La imagen de las heroínas mexicanas», M a n u el C h u s t , V íc t o r M ín g u e z (eds.), La construcción del héroe en España y México (1789-1847), Valencia, Universität de Valencia, 2003.

T e c a n h u e y , A l ic ia ,

1.500 mujeres en nuestra conciencia colectiva. Catálogo biográfico de mujeres en México, México, Documentos y estudios de muje­

T ovar R a m ír e z , A u r o r a ,

res, 1996. «Cuerpos femeninos, cuerpos de patria. Los iconos de nación en México: apuntes para un debate», en Historias, núm. 65, sept.-dic., México, INAH, 2006.

T u ñ ó n , J u l ia ,

La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821, México, Fondo de Cultura Económica, 2006.

V a n Y o u n g E r ic ,

226 Índice

EL NEGOCIO CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ EN LA COYUNTURA EMANCIPADORA lleana Parra Grazzina Universidad del Zulia, Venezuela

INTRODUCCIÓN1 Bajo el dominio hispánico, las transacciones mercantiles de las provincias ve­ nezolanas se cimentaron en complejas redes de comercialización que vincularon los centros productivos y de acopio, con los puertos de destino final, caribeños y trasatlánticos. No cabe dudar del afianzamiento de los nexos mercantiles in­ terprovinciales que se establecieron en la larga duración colonial, si se toma en cuenta la inestabilidad del comercio directo entre la Península y sus puertos ul­ tramarinos. En consecuencia, el negocio cacaotero activó estas redes de comercializa­ ción, dado que fue el cacao -codiciada almendra, de exquisito aroma y calidad, y de buen precio- el principal fruto de exportación de las antiguas provincias venezolanas. Caracas, a través de La Guaira y Maracaibo, constituyeron los puertos principales de exportación, que además compitieron por el control de las rutas hacia el Caribe, tras venderse en el puerto novohispano de Veracruz. 1. Esta ponencia se presenta como avance de investigación del proyecto «Dinámicas lo­ cales, negocios y rutas de comercialización en la cuenca del lago de Maracaibo, siglos xvii-xx» de la red de líneas de investigación Formación del Estado nacional en Venezuela adscrita al Centro de Estudios Históricos de la Facultad de Humanidades y Educación y al Laboratorio de Historia de la Arquitectura y Urbanismo Regional de la Facultad de Arquitectura y Diseño, financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (c o n d e s ), Universidad del Zulia.

227

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

En el caso de la ciudad-puerto de Maracaibo, la estructuración del negocio cacaotero se activó, en un principio, por alta demanda del cacao gibraltareño, solicitado desde las plazas de Cartagena de Indias y Veracruz; desde las prime­ ras décadas del siglo x v ii bajo el dominio de los Austrias. Luego, con la dinastía borbónica del siglo xvm, la Compañía Guipuzcoana monopolizó su exportación hasta el cierre de la empresa, justo cuando las medidas liberales peninsulares desencadenaron un giro en la comercialización interprovincial iberoamericana con los puertos extranjeros, a finales del siglo xvm y principios del siglo xix. Es en estos últimos tiempos, que se consolidó el eje mercantil Cúcuta-MaracaiboVeracruz de la Carrera de Veracruz, precedente histórico-contextual que explica la continuidad del negocio cacaotero (iniciado desde el siglo x v ii en la coyuntura de ruptura con el modelo colonial hispano. Pese a las declaratorias independentistas en las provincias venezolanas y las consecuentes repercusiones en las áreas productivas, centros de acopio y rutas de circulación en la cuenca del lago de Maracaibo, éstas no interrumpieron el tradicional y secular comercio cacaotero que el puerto marabino había arraigado con Veracruz. La anterior periodización, resultante de la interpretación historiográfica y documental, es la que ha guiado el desarrollo del proceso que sustenta dicho trabajo. Analizar los inicios, continuidad y persistencia del comercio cacaotero entre Maracaibo y Veracruz, desde el siglo xvii hasta los turbulentos inicios del xix, re­ quiere considerar la combinación de intereses económicos y poderes dominan­ tes de la Corona con intereses particulares y familiares de las redes establecidas entre vascos, catalanes, criollos y extranjeros en la Carrera de Veracruz, así como también, apreciar su inserción en la complejidad de mercado mundial de la agro exportación, en momentos del desarrollo desigual y competitivo del capitalismo europeo. Ello singularizó el proceso histórico en las diferentes fases constitutivas de exportación cacaotera desde Maracaibo. Por tal razón, se busca demostrar, en el presente trabajo, que la incertidumbre política y los conflictos bélicos de la coyuntura emancipadora en las provincias venezolanas no incidieron estructuralmente en el comercio de exportación del puerto de Maracaibo, en general, ni interrumpieron el negocio cacaotero con Veracruz en particular. Novedad temática, si se toma en cuenta que muchas de las provincias iberoamericanas resultaron desvastadas económicamente por los con­ flictos bélicos del periodo emancipador ante la disminución agrícola y mano de obra, la difícil comunicación vial y la tropelía de los ejércitos entre otras causas. La provincia de Maracaibo no secundó inicialmente las propuestas caraqueñas de independencia, pues los intereses locales y regionales eran incompatibles a sus planteamientos, en consecuencia, no arriesgaba su autonomía económica y política. En principio, la explicación de esta conjetura se sustenta en la amplia pro­ ducción investigativa del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del

,

)

228 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

Zulia cuyo eje de análisis han sido los estudios históricos locales y regionales. Por otra parte, específicamente para el tema en cuestión, resultó medular el análisis comparativo de los estudios histórico-económicos realizados por Eduardo Arcila Farías C om ercio entre Venezuela y M éxico2 y los de Belín Vázquez «El puerto de Maracaibo: elemento estructurante del espacio social marabino (siglo xvm)»3 y «El comercio exterior de Maracaibo en el marco de la crisis y ruptura con la monar­ quía borbónica (1781-1821)»,4 cada uno de significativa contribución historiográfica sobre el comercio maracaibero. La lectura interpretativa y comparativa entre las fanegas5 de cacao contabilizadas por Arcila Farías y los navios de despa­ cho cacaotero registrados por Vázquez, permitió respaldar y cohesionar históri­ camente, la conjetura en cuestión. En razón de la ausencia de archivos coloniales en Maracaibo, el soporte documental de los respectivos estudios de Arcila Farías y Vázquez producto de la investigación en archivos extranjeros, ha resultado de primer orden para reconstruir este proceso. Igualmente, la invalorable obra del maestro don Agustín Millares Cario, Archivo d el Registro P rincipal de M ara­ caibo. Protocolos de los antiguos escriban os, 1790-1836. ín d ice y extractos,6 ha subsanado en gran medida, la escasez de fuentes primarias, para reconstruir los asientos jurídicos-mercantiles, según las antiguas escribanías, de gran interés como fundamento histórico en dicha investigación.

MARACAIBO: LA CIUDAD-PUERTO EN LAS RUTAS DEL CARIBE Los estudios locales y regionales de la historia comercial caribeña han demos­ trado que la relación interprovincial en América fue uno de los fenómenos más importantes durante el dominio de la Monarquía hispánica. En este contexto y en razón a sus posiciones geográficas, las provincias venezolanas de Caracas, Ma­ racaibo, Cumaná, Barinas, Guayana y Margarita, de relativa autonomía económica y hasta política, se articularon a la compleja red comercial caribeña y atlántica, vinculados por mercados, mercaderes, rutas y puertos. Así, desde sus respectivos puertos garantizaban y drenaban las mercaderías demandadas por los puertos ca­ ribeños y peninsulares, hispanos y extranjeros, bien por la vía de las transacciones legales o bien por la del contrabando.

2. México, El Colegio de México, 1950, p. 324. 3. En Cuadernos de Historia, Maracaibo, Universidad del Zulia, 1986, n° 14, p. 184. 4. En Historia y cultura. Revista de la Facultad de Ciencias Humanas, Cartagena, Univer­ sidad de Cartagena, 1994, n° 2, pp. 91-107. 5. Fanega. Medida de capacidad para áridos que, según el marco de Castilla, tiene 12 ce­ lemines. Celemin. Medida antigua superficial que en Castilla equivalía a 537 m2. (N. de la R.), Diccionario de la Lengua Española (22a ed.). http://www.rae.es/rae.html. 6. Maracaibo, Centro Histórico del Zulia, 1964, p. 363. 229 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La presencia del comercio interprovincial se puso de manifiesto, dado a que durante largos periodos y por causas diversas, las provincias vieron interrumpidas la navegación y abastecimiento directos con España; situación ésta motivada por las características del régimen comerciarla irregularidad del sistema de flotas o a los conflictos bélicos, que afectaron directamente la normalidad de los intercambios desde la Península con las posesiones ultramarinas. Ello derivó en la intensificación que hicieron las provincias del tráfico comercial con Nueva España, Cartagena de Indias, Santo Domingo, La Habana, Puerto Rico y otros puertos del Caribe, inclu­ yendo las extranjeras, como respuesta a la precariedad e inestabilidad comercial con la Península. En el caso de la provincia de Maracaibo la articulación con los puertos cari­ beños hispanos y extranjeros se mantuvo desde finales del siglo xvx hasta las déca­ das coyunturales de la emancipación americana del siglo xix, bajo los matices de las políticas monopólicas y restrictivas de los Austrias y Borbones, cuya dinámica estructural caracterizó históricamente a Maracaibo por su condición portuaria en la relación capitalista mundial, aún en los tiempos de construcción republicana, luego de la ruptura definitiva con España.7 Por consiguiente, la provincia y puerto de Maracaibo integró la red comercial, bajo la enorme gravitación económica que alcanzó la sociedad novohispana en el ámbito de los dominios españoles en la vertiente caribeña, de este lado del océano Atlántico.8 Es en este orden de ideas, que se entiende el preeminente comercio expor­ tador del cacao como fruto principal de las provincias venezolanas y sobre cuyo comercio se fundaron las relaciones mercantiles con la Nueva España.9 El cacao de Caracas como el de Maracaibo, tuvieron una difusión poco extensa dentro del territorio de Nueva España, pues, generalmente se consumían, en las áreas com­ prendidas desde la región de Veracruz a la ciudad de México, como Jalapa, Orizaba y Puebla; cabe señalar la gran diferencia entre las cantidades que llegaban al puerto veracruzano y las que subían a la capital virreinal.10Tal discernimiento se hace en el entendido de que existieron otras provincias americanas abastece­ doras de cacao a la Nueva España, aparte de la producción propia novohispana.

7. Ampliamente demostrado en Ileana Parra Grazzina, Proceso de conformación de la Provincia de Mérida, La Grita y ciudad de Maracaibo. 1574-1676, Sevilla, 1984, Tesis docto­ ral, inédita. Belín Vázquez «El puerto de Maracaibo: elemento estructurante del espacio social marabino (siglo xvm>, en Cuadernos de Historia, Maracaibo, n° 14, Universidad del Zulla, 1986, y Germán Cardozo Galué, M aracaibo y su región histórica. El circuito agroexportador, 1830-1860, Maracaibo, Editorial de la Universidad del Zulia, 1991. 8. Arcila, Comercio, 1950, pp. 19-20 9. Ibid., p. 36. 10. Ibid., p. 80. 230 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO

Y VERACRUZ

Asegura Kicza, que la mayor parte del cacao de la colonia procedía de tres áreas: Tabasco, Guayaquil y los de Caracas y Maracaibo, desde Venezuela.11 Por otra parte, la importancia que el cacao adquirió en Europa y la preferencia que los consumidores dieron al producto venezolano, colocaron a sus provincias de origen al frente de los productores agrícolas de España en el continente ame­ ricano, atrayendo las miradas de otras naciones mercantiles como Holanda, Ingla­ terra, Francia y Dinamarca.12 Por el puerto marabino se exportaron con destino al Caribe, harinas, azúcares y panelas, lienzos de algodón, cacaos, tabaco, cueros, añil, palo de brasil, entre otras mercaderías abastecedoras. Las mismas se producían de la amplísima región de la cuenca del lago de Maracaibo, algunas de sus tierras bajas y ribereñas, otras descendían de los valles y las altas sierras andinas, por vía de caminos muleros o rutas fluviales, afluentes del Lago. La circulación de las mercaderías rebasaba más allá de los límites políticos administrativos de la provincia de Maracaibo, también procedían de otros centros productores, o bien de la provincia de Vene­ zuela o bien del Nuevo Reino de Granada. Toda la producción requería del Lago de Maracaibo como canal mercantil para sus conexiones caribeñas y atlánticas, convirtiéndose entonces Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, en el puerto de obligado paso de los navios, favorecido por suubicación,enlaentradaysalidadel Lago. Este privilegio ambiental fue aprovechado históricamente por la socie­ dad y autoridades maracaiberas para sus beneficios e intereses económicos y de poder, desde el siglo xvi hasta tiempos republicanos en los inicios del siglo xx, cuando la explotación petrolera desplazó radicalmente las exportaciones agrícolas.

ANTECEDENTES DEL NEGOCIO CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ: INICIOS EN EL SIGLO XVII. MONOPOLIO DE LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA EN SIGLO XVIII Una riqueza, distinta a la del oro, plata o de las perlas, generó el negocio del cacao despachado desde la ciudad-puerto de Maracaibo hacia el Caribe, desde el siglo xvii hasta inicios del siglo xix, razón por lo cual se denominaba en los predios caribeños como ca ca o d e M aracaibo, cuando en realidad la procedencia de la cotizada almendra era de regiones comarcanas del sur del lago de Maracaibo y de los valles andinos neogranadinos.

11. Kicza, Empresarios, 1986, p. 85. 12. Arcila, Comercio, 1950, p. 37. 231 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La región de Gibraltar, de grandes extensiones de cacagüales silvestres, situa­ da al sur, en el piedemonte lacustre-andino,13 fue el territorio de origen de las primeras exportaciones, por lo que se estableció la ruta del cacao a través del vaso comunicante lacustre hacia Maracaibo rumbo al Caribe. Desde los inicios, su cultivo y comercio estimularon el atesoramiento en productores y mercaderes hispanos y extranjeros, en tanta magnitud que llegó a utilizarse el cacao como moneda, en ocasiones que el circulante faltara.14 A partir de la década de los setenta del siglo xvi,las fuentes indianas conocidas como relaciones geográficas, señalan y destacan la existencia de cacao originario en el occidente de Venezuela. Juan López de Velazco al referirse sobre el poblamiento de Mérida desde 1561, resaltó la abundancia de comida y de ca ca o com o el d e N ueva Españ a.15 Con apreciación parecida, los alcaldes de Nueva Zamora de Maracaibo, Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, en 1579, advierten el provechoso comercio de mercaderías y cacao en el Nuevo Reino, de establecerse la navegación por el río Pamplona hacia la Laguna.16 Desde las primeras décadas del siglo x v i i , el comercio cacaotero se activó entre los puertos de Maracaibo y los caribeños de Veracruz y Cartagena de In­ dias. Muchos testimonios documentales dan fe de ello. Como el de Juan Pacheco Maldonado, gobernador de la provincia de Mérida y La Grita en 1626. Ponderaba la calidad del cacao de Gibraltar y su cuantiosa ganancia mercantil derivada del comercio, ... se ha ennoblecido [...] en tanto grado que los reinos de la Nueva España, donde se sabe se beneficia, no llegando a la bondad y calidad de lo que en esta dicha provincia, se viene [...] a la dicha ciudad de Gibraltar, trayendo por él mucha suma de oro y plata y otros fructos y géneros muy preciosos...17

13. Gibraltar fundada en 1592 era puerto lacustre de la provincia de Mérida, adscrita a la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, por donde se exportaban todas las mercaderías de los pueblos andinos hacia el Caribe y Atlántico 14. a g í , 1.000 granos de cacao = 8 reales de plata; 500 granos = 4 reales de plata; 250 granos= 2 reales; 125 granos = 1 real de plata y 62 - granos Vi real de plata. Ordenanzas hechas por Juan de Aguilar, Corregidor de San Antonio de Gibraltar, Mérida 15 de agosto de 1610, Santa Fe, 51, ramo 2. 15. «Corografía de la Gobernación de Venezuela y de la Nueva Andalucía. 1571-1574», en Arellano Moreno, Relaciones geográficas, 1964, p, 10. 16. Descripción de la ciudad de Nueva Zamora, su término y laguna de Maracaibo de Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga. 1579, en Arellano Moreno, Relaciones geográficas, 1964, pp. 211-212. El lago de Maracaibo en las fuentes indianas lo denominan la Laguna. 17. Testimonio del Capitán Juan Pacheco Maldonado para que se funde un convento de monjas en Mérida. Mérida 9 de enero 1626, f. 9r-10. a g í . Santa Fe, legajo 133 en Ramírez, De la p iedad a la riqueza, 2005, t. 1, p. 112. 232 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

Nueva España era el centro de mayor demanda cacaotera. Según los libros de la Albóndiga de la ciudad de México, en 1638, entraron 296 cargas de Maracaibo junto a 143 cargas de Caracas, de un total de 1653 cargas y en 1639 las entradas fueron de 378 y 307 respectivamente.18 Fue tanta la compra cacaotera, que propició en Gibraltar la celebración de famosas ferias hasta, aproximadamente, la séptima década del siglo x v i i , quizás la única en provincias venezolanas. La noticia más antigua que se tiene de nexos particulares entre mercaderes en el negocio cacaotero de Maracaibo a Veracruz, data de 1645. Antonio Mén­ dez Chillón, un veterano mercader portugués, residente en Veracruz desde 1629 y gran importador de cacao, había negociado la compra de cacao con su so­ cio Antonio de Orozco, vecino de San Antonio de Gibraltar. En esta oportunidad la remesa de 667 Vi millares de cacao fue transportada al puerto veracruzano en la fragata Nuestra Señora de la Concepción de Francisco Álvarez.19 La época dorada de producción cacaotera en Gibraltar se frenó durante una coyuntura histórica que marcó su disrupción económica. Causas articuladas y estructurales de eventos naturales como sismos e inundaciones y arremetidas humanas de indígenas y piratas en la década de 1670, ocasionaron la progresiva decadencia entre mediados y finales del siglo xvn20 y condicionaron los cambios en la economía cacaotera.21 En consecuencia, con la reducción del moviento portuario gibraltareño a su mínima expresión, el comercio andino-lacustre se reorientó a otros espacios territoriales de la cuenca lacustre, no ya por Gibraltar, sino utilizando los ejes flu­ viales del Zulia, Escalante y Catatumbo para drenar el comercio de mercaderías, entre los cuales se encontraba el cacao. El puerto de Maracaibo reforzó su plaza como centro receptor y re-distribuidor de productos con los puertos de Veracruz, Las Antillas mayores y menores, españolas, holandesas, francesas e inglesas, Cartagena y Río de Hacha.22A lo largo del siglo xvin, Maracaibo se constituyó en el único puerto embarcadero-despa­ chador del eje comercial Cúcuta-Veracruz. En este sentido, el espacio lacustre fue un factor contextual históricamente determinante dado que era el Lago de Maracaibo el único medio de comunicación para la comercialización que vincu­ laba dichas áreas cacaoteras a las vías marítimas caribeña y atlántica. 18. Arcila, Comercio, 1950, pp. 37-38. 19. Ferry, Robert, «Trading Cacao: a View from Veracruz, 1629-1645», Nuevo Mundo Mun­ dos Nuevos, Debates, 2006, http://nuevomundo.revues.org [Consulta 11-7-20063. 20. Altez, Parra y Urdaneta, «Contexto», 2005, t. l x x x v iii , n° 352. 21. Informe del Cabildo de Maracaibo sobre invasiones de piratas, 4-6-1681, en a g í , Santa Fe, legajo 219. a g í , Informe del Cabildo del Espíritu Santo de la Grita sobre ataques de piratas. 24-9-1678 Santa Fe, 219. Comunicación de Diego Carrasquilla, oidor de la Audiencia de Santa Fe. La Grita 29-10-1641, Santa Fe, 25 ramo 1, n° 26a, folio 5. 22. Vázquez, «El puerto», 1986, pp. 48, 58, 59, 69, 73. 233 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Durante la primera mitad el siglo xvra, en la provincia de Maracaibo, que era independiente de la de Venezuela, el negocio lícito alternaba con las transaccio­ nes ilegales cacaoteras, especialmente con los neerlandeses.23A tal extremo llegó el comercio no registrado -en el que se encontraban implicados gobernadores de la Provincia y mercaderes criollos y españoles- que una real cédula de 1752, otorgó concesión a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas de extender el monopolio para la comercialización del cacao a Maracaibo, bajo la condición, eso sí, de que la empresa rindiera cuentas separadas sobre su actividad mercantil en la provincia de Maracaibo. Una vez establecidas las operaciones de los vizcaínos en el puerto de Mara­ caibo, el monopolio se amplió hasta los valles tachirenses, como también a San Faustino y los valles de Cúcuta en la parte oriental neogranadina, anulando los asientos otorgados a particulares con anterioridad. Los funcionarios de la Compañía contaron con el respaldo y confianza de las autoridades locales y provinciales de Maracaibo y las virreinales neogranadinas.24 Los crecientes intercambios con el puerto de Veracruz, de cacao por plata de Ve­ racruz, acaudalaron rápidamente a los vizcaínos, ventaja utilizada para afianzarse y articularse al espacio social relacionado al eje mercantil Cúcuta-MaracaiboVeracruz. Los nuevos inmigrantes, bajo el patrocinio de la empresa arraigaron sus negocios con las antiguas familias dueñas de haciendas cacaoteras y comer­ ciantes del mencionado eje; de manera que fueron creando redes y consumando matrimonios con miembros de la nobleza terrateniente tradicional.25 En consecuencia, la vulnerabilidad de la misión de la Compañía, por velar y fomentar los intereses monárquicos, se iba agudizando cada vez más, con las prác­ ticas mercantiles desleales efectuadas por sus propios funcionarios. La exclusivi­ dad de la Compañía, de fijar los precios de los productos de compra-venta, entre otras atribuciones, le proporcionó a sus agentes y factores, la oportunidad de privilegios y beneficios socio-económicos; situación que no desaprovecharon, pues, detentaban oficialmente el monopolio cacaotero. De agentes de la Com­ pañía pasaron a ser propietarios de embarcaciones y haciendas, a comerciantes en el eje Cúcuta-Maracaibo-Veracruz; se convirtieron en arrendatarios de las aduanas terrestres y fluvio-lacustre, ocuparon cargos en los gobiernos locales, desde donde manejaban las decisiones políticas a su favor, al lograr canalizar así sus motivaciones y aspiraciones personales.26 Por lo tanto, el contrabando, una de las principales acciones a combatir por la Compañía, no disminuyó; por el contrario, continuó siendo promovido, ahora por los propios vizcaínos. A partir de 1781, por orden borbónica, la Compañía perdió 23. 24. 25. 26.

Arauz, El contrabando, 1984, t. 1, p. 102. Vázquez, «El puerto», 1986, pp. 79-83. Vázquez y Berbesí, «Los comerciantes», 1999, pp. 29-30. Vázquez y Berbesí, «Comerciantes y negocios», 2005, pp. 100-101.

234 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

su privilegio exclusivo y quedó abierto el comercio legal a las colonias extranje­ ras y neutrales, como alternativa para solucionar el decadente tráfico directo con España. Así en 1784, se canceló definitivamente la empresa.

EL NEGOCIO CACAOTERO EN EL CONTEXTO DEL COMERCIO LIBRE: COLONIAS EXTRANJERAS AMIGAS Y NACIONES NEUTRALES (1778-1795-1806) En el último tercio del siglo x v i i i , los problemas financieros de la Monarquía borbónica llevaron a la reestructuración de su política económica para enfrentar la crítica situación del Gobierno hispánico agravada aún más por los conflictos socio-políticos, la pérdida de los mercados ultramarinos, la gran evasión fiscal y la fuerte competencia económica de Inglaterra, Francia y Holanda. Ante semejante situación, el Gobierno borbónico dispuso entre muchas me­ didas el Reglamento de Aranceles de Comercio Libre del 12 de octubre de 1778,27 ordenación que declaraba abierto el tráfico directo entre la mayoría de los puer­ tos americanos y españoles y determinaba la fijación de aranceles para todos los géneros y frutos, tanto españoles como extranjeros. En este marco legal, se desencadenó una serie de medidas posteriores, que restringieron casi al mínimo las prácticas exclusivistas de la Compañía Guipuzcoana hasta considerarse su cierre, como fue la orden que limitaba la exportación cacaotera en 5.000 fane­ gas anuales para los comerciantes exportadores del producto desde Maracaibo a Veracruz.28 Como referentes para valorar la magnitud y desventaja de la imposición que afectaba el negocio tradicional del cacao, varios testimonios revelan los inconve­ nientes de la medida. El intendente de Caracas, Francisco de Saavedra, rememo­ raba que hacia el año de 1713 la provincia de Maracaibo producía 9.000 fanegas de cacao.29 En la misma tónica, un informante anónimo relacionaba en Madrid, que en 1778 habían llegado las extracciones a 14.400 fanegas de cacao para Ve­ racruz y España.30 Opinión parecida manifestó el gobernador de la provincia de Maracaibo, Francisco Arce en 1784 -año en que se cerró la Compañía- que sólo

27. AGs, Real Orden comunicando la aplicación del Reglamento de 12 de octubre de 1778 a los navios despachados por la Guipuzcoana, Sección Dirección General de Rentas, II Re­ mesa, legajo 571. Derechos Reales a pagar por los barcos de la Guipuzcoana en La Guaira y Maracaibo que deben considerarse como puertos mayores, a g n , Caracas, Reales Órdenes, t. VI, fols, 317-317 vto., en Vázquez y Berbesí, «Comerciantes y negocios», 2005, pp. 102-10328. a g n , Disposiciones del Intendente de Caracas 1778, Bogotá, Fondo de Aduanas, t. 1, fols. 360-373, Vázquez y Berbesí, «Comerciantes», 2005, p. 103. 29. «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe del Segundo Intendente de Caracas, Don Francisco de Saavedra», Leal, «La provincia de Maracaibo», 1984, p. 493 30. Noticias de las provincias de Maracaibo y Barinas, 1787, en Arellano Moreno, Rela­ ciones, 1964, p. 414. 235 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

de las haciendas de las márgenes lacustres se recogían de 25 a 30 mil fanegas de cacao y de las riberas del río Chama, afluente del lago de Maracaibo, se acopiaban de 8 a 9 mil fanegas.31Testimonios éstos que por una parte, sirven para medir el detrimento económico de la referida orden para los intereses de la Guipuzcoana y por otra, permiten inferir la realidad del creciente e incesante tráfico cacaotero por la vía legal, sin contabilizar el comercio no registrado. En opinión de Eduardo Arcila Farías, a lo largo del siglo xvni, la economía de la provincia de Maracaibo parecía haber dependido de la de Nueva España, similar­ mente a la que había unido a Caracas con el virreinato. Según cuentas de 1778, de más de 10.899 fanegas de cacao que salieron por Maracaibo, 8.790 se destinaron a Veracruz y las restantes 1.210 a España.32 Igualmente afirma y demuestra, que este tráfico se intensificó hacia la última década del siglo xvni en la que se remi­ tieron por el puerto de Maracaibo 75.507 fanegas de cacao. Más aún, se logró la máxima exportación en la primera década del siglo x e s con 1 0 1 . 0 2 6 fanegas.33 Al amparo de las franquicias de libre comercio promovida por la política liberal de la metrópoli y luego de la derogación de la Compañía Guipuzcoana los productores y negociadores de las provincias venezolanas fortalecieron antiguas relaciones comerciales y crearon otras nuevas, que aunque no desplazaron a las hispanas, demostraron las ventajas de la concurrencia combinada de extranjeros y peninsulares. Sin embargo, hacia finales del siglo xvin para el Gobierno peninsu­ lar, la situación era otra distinta a la esperada, tras la disposición de tantas medi­ das. No se vigorizó el comercio directo entre España y América; por el contrario, el régimen de comercio libre dislocó las relaciones económicas que se fundaban sobre la reglamentación y privilegios; aumentó la bonanza económica en la ma­ yoría de las provincias americanas, fortaleciendo más bien, los intereses locales al desarrollarse la competencia comercial.34 A ello se le suma, el efecto rebote que las guerras anglo-hispana (1779-1783; 1797-1802; 1804-1808) e hispano-francesa (1793-1795) causaron en el ya de­ cadente tráfico directo peninsular-americano, situación ésta que impulsó la ins­ trucción de disposiciones oficiales autorizando los intercambios con las colonias extranjeras «amigas» y navios de bandera neutral, a fin de recuperar las pérdidas

31. Informe sobre el estado de la Provincia de Maracaibo y manera de remediar su deca­ dencia, dirigido al secretario de Estado, por el coronel Francisco Arce, Gobernador de dicha provincia, en 1784. Boletín del Archivo Nacional, Caracas, 1943, n° 114 pp. 248. En, Arcila, Comercio, 1950, p. 49. 32. a g n , Informe de la Contaduría General de Maracaibo. Caracas, Intendencia, v. 7, en Arcila, Comercio, 1950, pp. 79-80. 33. Ibid., p. 80. En este contexto, Maracaibo y Caracas compitieron en la venta del cacao a Nueva España y aunque parezca paradójico, también establecieron alianzas para hacer frente a los compradores de Veracruz, todo ello se entiende en el marco de los beneficios en la oferta y demanda. I b i d p. 35. 34. I b i d pp. 30-31. 236 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

de la recesión comercial de la metrópoli. Es el incremento del comercio interpro­ vincial y local en desmedro del comercio peninsular-americano de finales del si­ glo xv h i y principios del xix, la coyuntura histórica que redimensionó los vínculos mercantiles de Maracaibo con el Caribe. El panorama que ofreció su comercio exterior demostró que, aparte de las permanentes y cuantiosas operaciones de contrabando, las declaraciones de guerra favorecieron el habitual comercio con extranjeros.35 El escenario de acaudalado beneficio para los comerciantes, generado por el negocio delcacao con Veracruz,desde el siglo x v i i , estimuló corrientes migratorias de negociantes y agentes comerciales a la provincia de Maracaibo,ahora en el con­ texto del comercio libre. Ya se había iniciado con los vascos, a raíz del estableci­ miento de la Compañía Guipuzcoana;luego continuó con el arribo de sectores de la sociedad catalana,en los últimos años del siglo x v iii, consolidándose a comienzos del siglo x i x .36A ello se le suma, la significativa presencia de los neerlandeses de Cura­ zao yAruba, no tanto en calidad de inmigrantes, sino en razón de la cercanía insu­ lar al puerto marabino y costa lacustre. Sus vínculos comerciales, de antigua data, se incrementaron en la coyuntura secular del siglo xviii y x r x , bien por vía legal y más por las transacciones no registradas. Curiosamente y como dato revelador de la presencia activa neerlandesa: desde 1799 aparece registrado en los protocolos de Maracaibo, la calle o barrio Curazao de la ciudad-puerto.37 Por otra parte, la preeminencia de los vascos y catalanes es manifiesta hasta en la forma de asentar sus negocios en los registros protocolares, así por ejem­ plo se identificaban y distinguían como «del comercio de Barcelona, Cataluña o Bilbao» y «residentes en Maracaibo».38 Puede afirmarse que la red vasco catalana, arraigada en el espacio social del eje cacaotero Cúcuta-Maracaibo-Veracruz se estructuró por su articulación a la Carrera de Veracruz, ello le imprimió especifi­ cidad histórica en el siglo x v iii , al tradicional comercio de Maracaibo en el Caribe. La activación de dicho eje cacaotero es concomitante con el repunte comercial veracruzano. Durante este periodo, la extinción de la flota y el consecuente cese de la feria de Jalapa hicieron que el puerto de Veracruz se convirtiera: ... en un punto de depósito del comercio de Europa con la Nueva España, a donde iban necesariamente a hacer sus compras todos los comerciantes del interior de la colonia [...] en el año de 1778 en adelante [...] hasta observarse...

35. Vázquez, «El comercio exterior», 1986, pp. 93-94. 36. Fue don Ignacio Baralt y Torres, cadete de milicias y comerciante, el primer catalán en llegar a Maracaibo, por cierto procedente de Veracruz. Vázquez y Berbesí, «Los comerciantes» 1999, p- 34. 37. Millares Cario, Archivo, 1964, pp. 63-64. 38. Ibid., p. 41. 237 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

los fuertes caudales que llegaron a reunirse entre los comerciantes avencidados allí, para no dudar del incremento que entonces tuvo el giro mercantil...39 Referente al tráfico interprovincial desde Maracaibo, Vázquez demuestra en el lapso de las décadas entre 1781 y 1801, la tendencia del comercio combinado y alternado entre extranjeros e hispanos (criollos o peninsulares), así como el decaimiento progresivo del tráfico directo con la Península (contrariamente a lo esperado según el Reglamento de Comercio Libre de 1778), en un minucioso balance del movimiento naviero del puerto marabino, en función de las entradas y salidas de embarcaciones.40 Señala Vázquez que, entre 1781 y 1795, de un total de 125 navios, aventaja Veracruz con 59, le siguen 23 de Curazao; 15 de San Sebastián; 10 de Cádiz y 6 de Santo Domingo. Como es de notar, Veracruz compite con el puerto neerlandés de Curazao en los primeros lugares. La autora sostiene que a pesar del restable­ cimiento de la paz entre 1783 y 1793, para dicho lapso el comercio directo con España no terminó de levantarse; las operaciones mercantiles continuaron favo­ rables al comercio intercolonial en manos de capitales privados.41 Simultáneamente, en Caracas la situación era distinta, las relaciones mercanti­ les con España crecieron; en gran medida las exportaciones de cacao aumentaron después del Reglamento de Comercio Libre de 1778.Ya en 1786,1a exportación por el puerto de La Guaira, había alcanzado a más de 78.000 fanegas de cacao con destino a España; en 1789 subieron a unas 104.000 fanegas; en 1794 alcanzaron 111.000. En la última década del siglo xviii, Caracas envió a España un promedio de 80.000 fanegas anuales. Durante ese mismo lapso, los cambios operados entre Caracas y Maracaibo fueron a la inversa respecto a la exportación a Veracruz y se refleja en el despacho numérico de navios entre 1784 y 1795: Caracas descendió a 13 navios, en cambio, Maracaibo lo acrecentó a 57 navios.42 Según Arcila Farías, la declinación y término del comercio de Caracas con la Nueva España no significó la ruptura del comercio de las provincias venezola­ nas con dicho virreinato, pues, a medida que las remesas de Caracas disminuían, aumentaban las de Maracaibo, llegando a alcanzar así un lugar importante como exportador de cacao a Veracruz.43 39. Lerdo de Tejada, Apuntes, 1858, p, 239. 40. Vázquez, «El comercio», 1994, p. 94, balance elaborado según fuentes del Archivo General de Indias ( a g í ) , Archivo General de Simancas ( a g s ) y Archivo General de la Nación de Caracas ( a g n c). 41. Siguen 4 de Coruña; 3 de Puerto Príncipe; 2 de Río de Hacha y 1 de Cuba, Málaga y Yacomelo respectivamente; Ibid., p. 94-95. 42. Arcila, Comercio, pp. 307-308. 43. a h h , «En 1805, el Consulado de Veracruz declaró en la Balanza de Comercio corres­ pondiente al año anterior, que de las 20.000 fanegas introducidas en dicho puerto eran 12.000 de Maracaibo y 8,000 de Tabasco, habiendo cesado el de Caracas, que antes se introducía y 238 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

Más aún y en este escenario, gran repercusión local significó la Real Orden del 25 de mayo de 1793, por la cual se declaró el puerto de Maracaibo como puerto menor, a solicitud de su cabildo y respaldo del gobernador de la provin­ cia Joaquín Primo de Rivera.44 La mencionada disposición favoreció el comercio de la provincia al quedar libre de todo derecho, incluso del de alcabalas, con todos los puertos habilitados de la América hispana. Maracaibo sacó provecho inmediato de esta gracia y cinco embarcaciones suyas descargaron gruesas porciones de ca­ cao en Veracruz, exenta totalmente de impuesto, extrayendo con igual franquicia frutos y efectos de la Nueva España.45 En el trienio de 1796 y 1799, por el puerto de Maracaibo, de un total de 246 navios: 44 son de Curazao; 42, de Santo Domingo; 37, de Veracruz (descendien­ do a un tercer lugar); 34, de Río de Hacha; 30, de Cuba; 15, de colonias amigas.46 Vázquez confirma el incremento del comercio interprovincial, a raíz de la aper­ tura al comercio con los neutrales y colonias extranjeras. Los registros señalan el aumento del comercio exterior de Maracaibo, en cuatro años prácticamente se duplicaron de 125 a 246 navios, que evidencia un activo tráfico no sólo con los puertos extranjeros de Curazao y colonias «amigas» (sin especificar), sino tam­ bién los hispanoamericanos. Mientras que a la inversa ocurrió con los puertos peninsulares. Asegura la autora, que los tratantes extranjeros convirtieron a los puertos en centros proveedores y compradores de los productos y géneros de trato y que además fueron propietarios de las embarcaciones, que arrendaban a comercian­ tes o capitanes ingleses, holandeses, suecos, daneses, judíos y españoles. En este sentido, demuestra que el giro comercial desde y hacia las Antillas absorbió el 61,7% del total de los intercambios; las colonias extranjeras y colonias amigas ocuparon el 31,7% y las españolas, en manos del capitalismo europeo, absorbie­ ron el 30%; los puertos neogranadinos de Río de Hacha, Santa Marta y Cartagena, sumaron el 77,4%; Veracruz el 15%, en tanto que las relaciones mercantiles con

ahora va desde allí a la metrópoli». Informe de José Donato de Austria, Secretario de la Junta de Gobierno del Consulado de Veracruz, 7 de enero de 1804. Consulado de Veracruz, Res­ guardos. México, Ibid., 1950, pp. 307-308 44. Gobernó la provincia de Maracaibo entre 1787 y 1794. Oriundo de Veracruz; nació en 1734 y murió en Maracaibo en 1800, era Brigadier de los Reales Ejércitos, inició su carrera militar en 1751, como cadete del Batallón fijo de la Corona en la plaza de Veracruz. Berbesí, Ligia «Genealogía social de los gobernadores de la Provincia de Maracaibo 1787-1812», en Procesos históricos. Revista de Historia y Ciencias Sociales, Mérida-Venezuela, Universidad de los Andes, 2004, http:.//www.saber.ula.ve/procesoshistóricos. 45. Arcila, Comercio, 1950, pp. 228-229. La Real Orden también se emitió para Villahermosa y Campeche. 46. Vázquez, «El comercio exterior», 1994, p. 97. Siguen 12 de Cádiz; 9 de Santa Marta y Cartagena; 7 de Saint Thomas; 5 de Yacomelo y Santa Cruz; 2 de Puerto Rico y España; 1 de Jamaica y Yaquen, respectivamente. 239 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

los puertos españoles de Cádiz y otros sin especificar, sólo alcanzaron el 5,6% del total del movimiento comercial.47 Entre 1801 y 1806, de un total de 571 navios: 90 corresponden a las colonias amigas; 89, de Puerto Rico; 88, de Cuba; 53, de Veracruz (descendiendo al cuarto lugar); 48, de Río de Hacha y 41 de Norteamérica.48 En los primeros años del siglo xix, el panorama era más desalentador a los efectos de la balanza comercial del Gobierno hispano, pero favorecedor para el comercio interprovincial caribe­ ño: los conflictos bélicos continuaban beneficiando las pretensiones hegemónicas de las naciones capitalistas de captar mercados para la compra-venta y, en consecuencia, aumentaba la bonanza económica en los puertos locales y regio­ nales. Del total de registros en el puerto de Maracaibo, un 61% del movimiento naviero correspondió con los enclaves europeos por medio de los buques de bandera neutral, sumados con las posesiones hispánicas bajo la acción del co­ mercio extranjero, mientras que los puertos españoles de Cádiz, San Sebastián y Santander apenas alcanzaron el 5,9%- En términos generales, se deduce que más de la mitad de las operaciones mercantiles estuvieron controladas por el comer­ cio extranjero. En 1801, la diáspora de comerciantes ocurrida desde Santo Domingo por la ocupación deToussaint de Louverture en la parte española de la isla, repercutió en Maracaibo y en su espacio socio-comercial, al arribar al puerto un grupo de evadi­ dos y evadidas, que al solicitar refugio, lograron prontamente la avecindad y par­ ticipación en las actividades mercantiles. En los registros protocolares se distin­ guieron como em igrados d e Santo Dom ingo,49 quienes habían sido funcionarios reales, contador y tesorero de las cajas de Santo Domingo, también escribanos públicos, comerciantes y tenderos, algunos de ellos de origen catalán. Con su arraigo, aumentó el gremio de negociantes de Maracaibo, sumándose así a la red vasco-catalana. Otro indicador de las transacciones y alianzas mercantiles y su radio de acción desde el Caribe hasta el Atlántico constituyeron los numerosos poderes generales y específicos, reseñados en los antiguos protocolos de Maracaibo.50 Los mismos fueron otorgados entre comerciantes y funcionarios avecindados o residentes

47. Ibid., pp. 96-97. 48. Le siguen: 31 de Saint Thomas; 28 de Cartagena y Santa Marta; 27 de Santo Domingo 27; 16 de Cádiz; 9 de España; 6 de Curazao, Santander y Santa Cruz; 3 de Yacomelo y San Sebastián; 2 de Martinica, Isla de San Bartolomé y Santo Domingo francés; 1 de Yirimia, Aruba y Guadalupe y 18 sin especificar, Ibid., p. 98. 49. Rafael Calero, Buenaventura Oliver y Barges, Martín Mueses, Cristóbal Cerdá, José Antonio Mestre, José Antonio Carbonell, Miguel Pérez, Bartolomé de Linaza, Cristóbal Fabre, Salvador Gómez, José Buenaventura Luyando, María de Toledo, Roque Alonso y Moreno, Vicenta Jaén, Diego Jobel Camarena, Teresa Morillas, Ildefonso Pérez, Agustín Más y Rubí, Francisco Ferrer, Domino Vilardell entre otros. Millares Cario, Archivo, 1964, pp. 133-167. 50. Véase Millares Cario, Archivo, 1964. 240 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO

Y VERACRUZ

en puertos caribeños y peninsulares -criollos o extranjeros- sin distinción- de género. La lectura acuciosa de los cuantiosos protocolos permite la reconstruc­ ción del amplio espectro de relaciones comerciales entre Maracaibo, Cartagena, Veracruz, La Habana, Santo Domingo, Puerto Rico, Santa Marta, Curazao, Jamaica, La Guaira, Puerto Cabello, Cumaná, Barcelona (España) y Bilbao. Los poderes se otorgaban para todo tipo de transacción: venta, reventa o compra (esclavos, ber­ gantines, cacao,) cobro o pago de deudas, representaciones en pleitos civiles, criminales, eclesiásticos y seculares, fianzas en general. También es importante la información sobre los testamentos de extranjeros avecindados en Maracaibo y los testamentos de los nativos con vínculos en el extranjero.51 Particularmente dentro del común de los protocolos, llama la atención al­ gunos poderes otorgados a vecinos y comerciantes de Veracruz para cobrar y percibir deudas de las Cajas Nacionales de México y Veracruz52 o el encargo que hicieron don Felipe Quintana y su esposa doña María Chiquinquirá Pirela, veci­ nos de Maracaibo, a don Manuel Gil de la Torre, comerciante de Veracruz, para «que distribuya por su cuenta 50 pesos en la Lotería de México».53 Todo indica que hasta las transacciones menudas de la vida cotidiana no se escapaban sí ello preservaban los intereses económicos.

EL NEGOCIO CACAOTERO EN EL CONTEXTO DE LAS DECLARACIONES INDEPENDENTISTAS 1807-1821 Si bien el proceso emancipador americano comenzó a afectar la regulari­ dad de algunos de los circuitos mercantiles atlánticos-caribeños, éste no incidió significativamente en el comercio exterior de Maracaibo, ni trastocó en forma radical las tradicionales transacciones mercantiles de las exportaciones andinaslacustres al Caribe por el puerto marabino. Específicamente hasta 1821, fecha cuando se oficializó la ruptura de Maracaibo con la Monarquía borbónica, los sectores dirigentes maracaiberos representados en el cabildo local y el gobierno provincial, lograron cautelosamente mantener la relativa estabilidad política y la

51. Entre otros, el testamento de doña Leonor Cordero, natural de Tlacotalpan, provincia de Veracruz y el de Joaquín Primo de Rivera, natural de Veracruz y exgobernador de la pro­ vincia de Maracaibo. Millares, Archivo, 1964, pp, 112 y 124. 52. a r p e z , Poderes que otorgan don Joaquín de Amadeo, don Francisco García, don Tomás Sordo, don Jaime Precios y compañía a don Félix de Aguirre del comercio de Veracruz. 21 de junio de 1813 y 8 de julio de 1813, A-09-244 y A-09-258. 53. a r p e z , Encargo que hacen Felipe Quintana y María Chiquinquirá Pirela a Manuel Gil de la Torre para que distribuya 50 pesos en la Lotería de México, 26 de marzo de 1813, A-09191. 241 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S V S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

postura de rechazar la propuesta de Caracas, en razón de conservar su autonomía para resguardar sus intereses económicos.54 El comportamiento político de los sectores de poder y financiero marabino queda reflejado en el incesante movimiento naviero .Así, entre 1807 y 1821, en ple­ nos conflictos entre monárquicos y republicanos, de un total de 588 embarcacio­ nes, 168 son de Curazao; 65, de Cuba; 57, de Río de Hacha; 44, de Veracruz; 38, de Colonias amigas y 35, de Puerto Rico.55 Dichas cifras, analizadas por Vázquez, des­ tacan el continuo movimiento mercantil del puerto marabino como plaza expor­ tadora y receptora también de manufacturas y efectos europeos, redistribuidos a Maracaibo desde los puertos americanos, sean hispanos o extranjeros. Es de resaltar en este contexto, el sostenido comercio con Veracruz pese al periodo coyuntural de las primeras décadas del siglo xix. Por otra parte, las cantidades que maneja Arcila Farías entre 1790 y 181956 sobre las remesas cacaoteras des­ pachadas a Veracruz, desde Caracas y Maracaibo, también dan muestra de que el comercio portuario marabino no se paralizó, con todo y sus fluctuaciones. Esto, sin considerar además, las transacciones por vía del contrabando, forma oculta pero real de la dinámica portuaria.

Caracas

Maracaibo

1790-1799

23.030 fanegas

74.150 fanegas

1800-1809

18.930 »

90.590 »

1810-1819

8.486 »

46.878 »

50.446 «

211.618 »

Totales

En términos generales, bien, desde la perspectiva del movimiento naviero según Vázquez o bien, desde las exportaciones de fanegas de cacao según Arcila Farías, se deduce que en la coyuntura emancipadora americana, ni las acciones separatistas ni aún los conocidos sismos de 1812 en las provincias venezolanas, llegaron a suspender las actividades mercantiles ni interrumpieron la dinámica portuaria de Maracaibo; no fueron lo suficientemente desestructurante como

54. Vázquez, «El comercio exterior», 1994, p. 100. 55. Le siguen: 32 de Santo Domingo; 27 de Araba; 24 de Santa Marta; 17 de Jamaica; 10 de Cartagena; 9 de Cádiz, 4 de Baltimore, NewYork, Filadelfia; Santa Cruz y sin especificar; 3 de Salem, España y Portobelo; 2 de Boston, San Bartolomé y Martinica y 1 de Amalia, Norfolk, Málaga y New Orleans. Ibid., p. 101. 56. Extractos de la Gazeta de México 1784 a 1800» y «Balanza de Comercio de 1801 a 1819% Arcila, Comercio, 1950, pp. 308-311. 242 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

para llevar al descalabro económico. Las cifras de alzas y bajas, aún cuando no corresponden a series completas, de manera alguna reflejan un cese de las expor­ taciones, Vázquez comprueba que en los primeros años del xix, el cacao ocupó el primer lugar de exportación remitidos a Veracruz, río de Hacha, colonias extran­ jeras del Caribe, Puerto Rico, Cuba, Norteamérica y Santo Domingo. Le seguían los azúcares y cueros. En cuanto a los renglones de importación, a excepción de la plata de Veracruz, los géneros y efectos suntuarios representaron el mayor volumen de las compras.57

MARACAIBO. DE LA FIDELIDAD, A LA RUPTURA CON LA MONARQUÍA HISPÁNICA: IDEALES REPUBLICANOS Y NEGOCIOS Para finales del siglo xvin y principios del xix, simultáneamente a la consolida­ ción del comercio del puerto Maracaibo, se estructuraron grupos de poder, arti­ culados por los comerciantes criollos y extranjeros de la carrera de Veracruz. Los mismos grupos se fortalecieron mediante vínculos de parentesco que les llevó a constituir familias notables y de abolengo en la sociedad local para la época. En un rápido ascenso social, lograron ocupar cargos y desenvolverse como ediles del gobierno local cuya influencia capitular rebasó los límites administrativos municipales al ámbito provincial. En el entendido que estos sectores represen­ tan una minoría social, tales especificidades han de considerarse, para interpretar históricamente la adecuación y ajustes del comportamiento económico local, en particular el comercio portuario, durante la coyuntura política emancipadora. A partir de 1808 y en el escenario de los sucesos conflictivos ocurridos en la Península, las prácticas sociales y políticas de la elite maracaibera reflejaron acciones de solidaridad, fidelidad y lealtad, según fuese el caso, en la compleja disputa entre monárquicos y republicanos, por la lucha del poder y el control de los espacios. Como en el resto de Iberoamérica, en las provincias venezolanas se gestaban cambios de orden institucional y político del modelo colonial. Sus cabildos en representación de las sociedades locales constituían el epicentro.58 Es así que, durante el periodo álgido contextual de 1808 y 1812, el cabildo maracaibero pre­ sentó en su seno una asamblea equilibrada de miembros criollos y peninsulares, tanto en cargo de elección [alcaldes y procuradores], como en las regidurías.59

57. Vázquez, «El comercio exterior» 1994, pp. 103-105. 58. Berbesí, Ligia, «Maracaibo ante la independencia nacional», Tierra Firme, 2004, octu­ bre, n° 88 pp. 449-468, http://www.scielo.org [citado 30 de junio 2008]. 59. José I. Baralt Sánchez, Felipe Quintana, José de Almarza, Manuel de Linares, Agustín Más y Rubí, José Simón Baralt, José Domingo Rus, maracaiberos y comerciantes la mayoría, Joaquín de Amadeo y Juan E. Ramírez, vascos comerciantes, Ramón Correa, ceutí y militar 243 Índice

L A C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S E N LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

A dicho ayuntamiento le correspondió enfrentar los primeros momentos de la crisis de legitimidad de la monarquía y desplegar acciones a objeto de convocar consensos políticos y muestras de lealtades, que oscilaron desde el apoyo irres­ tricto del cabildo local al gobierno monárquico, hasta la ruptura definitiva y la oficialización en 1821 de la adhesión al Gobierno de Colombia. Desde ese mismo seno del cabildo comenzaron a evidenciarse fracturas y a trastocarse la alianza política que legitimaba a la autoridad monárquicaen el acon­ tecer de las provincias venezolanas y americanas. Cada vez más, por tanto, se agudizaban las tensiones entre monárquicos y republicanos. En 1811, y después de la declaración de independencia caraqueña se generaron acciones y pronun­ ciamientos desafectos al orden monárquico, justamente entre algunos miembros del cabildo que originalmente se habían identificado con su apoyo irrestricto al Gobierno monárquico.60 En un complejo entramado socio-político de ratificaciones y desafecciones, las acciones y manifestaciones legitimadoras y des-legitimadoras de lealtad mo­ nárquica, durante estas cruciales décadas, abonó el terreno que generó la rup­ tura definitiva de la provincia de Maracaibo con la monarquía hispana, en cuya promoción no escapaban españoles americanos y maracaiberos dedicados a los negocios y a la política en la ciudad. En sesión pública de 28 de enero de 1821, el cabildo local, presidido por el gobernador Francisco Delgado, acordó declarar al pueblo de Maracaibo, libre e in­ dependiente del Gobierno español.61 Como concluye Berbesí, la fachada fidelista que había unido a los hombres del cabildo maracaibero, desde 1808, desapareció y cedió paso a la declaración de la libertad e independencia plena, pronunciando su adhesión al gobierno colombiano. El deslinde de las posturas políticas con­ dujo a la adopción progresiva y definitiva del ideal republicano en el marco del pensamiento liberal ilustrado de la época. Por ello se entiende que algunos de los fidelistas más comprometidos de 1810, a escasos años cambiaran su inclina­ ción política y se identificaran y aliaran al nuevo proyecto,62 con la clara visión de articular intereses y vinculaciones de negocios, parentesco y amistad a los ideales republicanos, en todo caso, vale decir que la acción oficial se mezcló con negociaciones particulares. Por lo tanto, la coyuntura de ruptura con el modelo colonial hispano no impacto drásticamente el comercio exterior de Maracaibo, de carrera Sebastián de Esponda y José I. Baralt y Cavé, catalán, Diego de Meló, portugués y comerciante, José Perozo, José H, Rodríguez y Francisco Miguel Roldán, José H. Monsant, Luís de Mendoza sin información. Ibid., 449-468. 60. José Ignacio Baralt, Diego de Meló, José Antonio Almarza entre otros. Ibid., pp. 449-

468. 61. Acta del cabildo de Maracaibo de 28 de enero de 1821, en Juan Bessón, Historia del Zulia, Maracaibo 1945, t. II, citado por Berbesí, Ibid., pp. 449-468. 62. Juan Evangelista Ramírez, Diego de Meló, Lucas Baralt, Luis Andrés Baralt y José Hipólito Monsant., entre otros. Berbesí, Ibid., pp. 449-468. 244 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

ni trastocó las tradicionales transacciones mercantiles de las exportaciones andinas-lacustres al Caribe por el puerto marabino. De hecho,Maracaibo en los inicios de la repúblicay a lo largo de todo el siglo xix, continuó siendo puerto de exportación de las áreas andinas, del oriente neogranadino y de sus costas lacustres, en el nuevo contexto mundial de relaciones capitalistas y centros de poder. El negocio cacaotero descendió vertiginosamente ante el impacto de la fuerte demanda cafetalera, por lo cual las exportaciones se articularon a capitales europeos y norteamericanos. Los tradicionales agentes mercantiles hispanos de las redes de comercialización fueron desplazados por hombres de negocios procedentes de las Antillas inglesas, holandesas y danesas, con experiencia en el tráfico del Caribe y hacia Europa.63

CACAO DE MARACAIBO POR PLATA DE VERACRUZ Parecía estar fuera de toda discusión la superioridad de los cacaos de las pro­ vincias venezolanas en aquellas partes donde había consumo de su derivado: el chocolate. En efecto, los cacaos dulces de Maracaibo y Caracas eran de mayor pre­ cio, tanto por sus propiedades como por su escasez y aún, entre estos dos lugares de origen, había controversia por su calidad. El de Maracaibo gozaba de prestigio, aspecto a destacar en numerosas referencias testimoniales. En opinión de los Oficiales Reales de Veracruz en 1778 era «sin disputa de me­ jor calidad y limpieza».64Arcila Farías sostiene que si el comercio de Veracruz prefe­ ría por entonces el de Maracaibo, no era sólo en razón de su sabor, sino al superior beneficio del grano en el lugar de origen, causa por la cual llegaba a la Nueva Es­ paña en mejor estado de conservación. Por la vulnerable naturaleza del cacao, la conservación del fruto significó uno de los mayores problemas en los cosecheros para su exportación. Los cuidados que se tuviesen con el grano para mantenerlo seco y limpio, servían para distanciar el proceso de descomposición...65 ... En Maracaibo usan mayor limpieza pues cuidan de tener unas que llaman barbacoas, que son unos tendidos o tarimas de otate o ramas en que lo ponen a asolear, y esto es por lo que el cacao de Maracaibo está limpio y no empolvado, como el de Caracas y otros parajes en que lo asolean arrojado al suelo...66

63. Cardozo, Maracaibo, 1991, pp. 16 y 25. 64. a g n m , Informe de los Reales Oficiales de Veracruz, Industria y Comercio, v. 13, ff. 9 y ss., en Arcila, Comercio, 1950, p. 44. 65. Arcila, Comercio, 1950, p. 44. 66. Orozco y Berra, Apéndice, 1855, p. 420. 245 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Lo que es indiscutible es que el chocolate, derivado del cacao, llegó a ser un artículo de primer orden en Nueva España, «una pasión y hábito social, y para muchos una adicción física».67 Su alto y masivo consumo justificó la creciente demanda del cacao, lo que obligó a ocupar la atención de los gobernantes novohispanos para asegurar el abastecimiento proporcional al consumo de este fruto en el virreinato.68 Por otra parte, aquellas provincias que no disponían de otros productos de alta demanda en los mercados hispanos de entonces, vieron en el cacao el rubro más valioso para el comercio exterior. Por consiguiente, la exportación de re­ mesas cacaoteras significaba la garantía del retorno en plata fuerte de Veracrtuz, a los puertos de despacho. En el caso del puerto de Maracaibo, no queda duda, que activó la circulación numeraria y constituyó fuente de atesoramiento en los negociadores de cacao del eje Cúcuta-Maracaibo-Veracruz. En las dos primeras décadas del siglo xix, los valores totales por concepto de exportación e importación de diversos rubros, muestran un panorama del dinero en movimiento en torno al puerto marabino. Así, entre 1801 y 1806 se registraron 1.832.310 pesos y 5 reales por ventas y 896.932 pesos con 3 reales por compras. Luego, el lapso de 1807 a 1815 evidencia el descenso de las exportaciones casi a la mitad, a 953.542 pesos con 1 y Vi real, pero inversamente, los capitales por importación aumentaron a 1.460.118 y 2 reales. No se pueden indicar las estima­ ciones desde 1816 a 1821 porque los registros no indican los valores.69 Vázquez comprueba, que en lo referente a los renglones de importación, los géneros y efectos suntuarios se llevaban el mayor volumen de las compras. Otros indicadores de la circulación monetaria evidencian los testamentos de los notables de Maracaibo, como el caso de José Badell en 1815, quien declaraba como de su propiedad: ... 232 pesos en moneda de oro de cordón; en plata mexicana columnaria, 25 pesos y seis reales; en pesetas de Maracaibo, moneda extinguida por el Gobier­ no, entre buenas y malas, esto es del legítimo cuño y falsificadas, con mucha liga estas últimas, 1.019 pesos y cuatro reales; en macuquina mexicana, 26 pesos y medio reales.70 La información es ilustrativa, si se analiza en el emergente contexto de acuña­ ción de monedas patriotas, realistas, de plata o cobre, macuquina y papel moneda

67. Ferry, Robert, «Trading Cacao: a View from Veracruz, 1629-1645» Nuevo Mundo Mun­ dos Nuevos, Debates, 2006, http://nuevomundo,revues.org [consulta 11-7-2006]. 68. Arcila, Comercio, 1950, p. 38. 69. agn c, Real Hacienda, Libros de Contabilidad, t.s 1830, 1833, 1836, 1837, 1844, 1847 en Vázquez, «El comercio», 1994, pp. 103-105. 70. Millares Cario, Archivo, 1964, p. 193. 246 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO

Y VERACRUZ

de las provincias venezolanas para solventar la deficiencia monetaria local y pro­ vincial.71 Particularmente, es de notar, que conjuntamente circulaban las monedas mexicanas y las pesetas de Maracaibo. La circulación monetaria no descendió drásticamente en Maracaibo porque su comercio vinculado con Veracruz no fue interrumpido, como ocurrió en Caracas; de Nueva España provenía el dinero que cubría la mayoría del gasto público de la administración de hacienda pública.72 Entre 1811 y 1817, los problemas del circulante se sintieron agudamente en aque­ llas localidades y provincias que experimentaron los cambios intermitentes de gobiernos patriotas a gobiernos realistas. Este no fue el caso de la provincia de Maracaibo. Tales apreciaciones, conllevan a revisar las interpretaciones historiográficas acerca de la devastación generalizada de las provincias venezolanas en la coyun­ tura emancipadora y ello se fundamenta si se atiende históricamente las econo­ mías locales y regionales articulados a los mercados foráneos. Es innegable el proceso desestructurante de la expansión de la gesta eman­ cipadora a lo largo de las primeras décadas decimonónicas, pero, las reacciones desencadenadas en las provincias venezolanas y los efectos económicos, sociales y políticos se concretaron en diferentes magnitudes y niveles según los ritmos históricos de las localidades y regiones venezolanas, como fue el caso del puerto y provincia de Maracaibo.

CONSIDERACIONES FINALES La masiva ingesta y la necesidad social del consumo del chocolate en Nueva España crearon una compleja economía cacaotera en el ámbito caribeño, que ar­ ticuló centros productores y sus puertos de despacho con el puerto novohispano de Veracruz. El puerto de Maracaibo capitalizó las exportaciones del cacao autóctono de la comarca profunda sur lacustre y que se dio a conocer en el mundo caribeño como Cacao de Maracaibo, cuando en realidad no era silvestre, ni se producía en la ciudad-puerto, los lugares de origen, eran otros. En los inicios del negocio cacaotero del siglo x v i i , el fruto procedía de los valles gibraltareños. Luego se comerció los cacaos de los valles colindantes tachirenses y cucuteños durante el siglo xvm, en el controversial periodo que abarcó desde el monopolio de la Com­ 71. a g í , En Maracaibo, su Capitán General, Femando Miyares, ordenó el 13 de marzo de 1813 la acuñación de monedas de cobre de Vi y 1 real, que debían sustituir el papel moneda, pero estas monedas no contaron con la aceptación del público y su falsificación fue impor­ tante. Leg. 715, Libro Manual de las Cajas Nacionales de la Provincia de Maracaybo, de cargos de Ministros Principales, Año 1813, en Stohr, Macuquinas, 1992, p. 129. 72. Ibid., p. 14. 247 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

pañía Guipuzcoana hasta la apertura del comercio libre y el tiempo, a principios del siglo xix, de las declaraciones de independencia. La consolidación del eje mercantil Cúcuta-Maracaibo-Veracruz combinó inte­ reses económicos y poderes dominantes del gobierno monárquico con intereses particulares y locales en la provincia de Maracaibo. Complejas y extensas redes familiares entre vascos y catalanes arraigados en Maracaibo, criollos y extranjeros se insertaron al negocio cacaotero en el escenario del mercado competitivo de la Carrera de Veracruz, durante el siglo x v iii . Al punto, que la dinámica portuaria marabina no se desestructuró por los sucesos de la coyuntura emancipadora ibe­ roamericana, en las primeras décadas del siglo xix. Ante los cambios en el orden institucional y político, del régimen monárqui­ co al proyecto republicano y en el nuevo contexto de relaciones comerciales, el comercio portuario de Maracaibo redimensionó sus exportaciones en cuanto al género de mercancías, representantes de nuevas casas comerciales extranjeras y diferentes puertos de destino final caribeños, atlánticos y europeos, en el siglo xix. La exportación cacaotera disminuyó al tiempo que aumentaron los despachos de café y tabaco, ahora bajo el control de agencias británicas y norteamericanas, transitando hacia los puertos de Curazao, Nueva York, Saint Thomas, Boston, Ja­ maica, Filadelfia, Liverpool, entre otros muchos.

ARCHIVOS Archivo General de Indias. AGN B Archivo General de la Nación, Bogotá. AGN C Archivo General de la Nación, Caracas. AGN M Archivo General de la Nación, México. AGS Archivo General de Simancas. ahh Archivo Histórico de Hacienda, México. a r p e z Archivo del Registro Principal del Estado Zulia.

AGI

BIBLIOGRAFÍA «Contexto y vulnerabilidad de San Antonio de Gibraltar en el siglo x v i i : una coyuntura desastrosa», Boletín d e la A cadem ia N acional de la Historia, Caracas, 2005, t. l x x x v iii , num. 352, pp. 181-209. A r a u z , C e le s tin o , El contrabando holandés en el Caribe durante la prim era mi­ tad del siglo x v iii , Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela 1984, v. 168, t. 1. A l t e z , R o g e l io , I lean a P arra y A rlen e U r d a n eta ,

248 Índice

EL N E G O C I O

CACAOTERO

ENTRE

MARACAIBO Y VERACRUZ

Arcila Farías, Eduardo, Comercio entre Venezuela y México en los siglos xvii y xviii, México, Colegio de México, 1950, p. 324.

Arellano Moreno, Antonio, Relaciones Geográficas d e Venezuela, Caracas, Bi­

blioteca de la Academia Nacional de la Historia. Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 1964, v. 70. Cardozo Galué, Germán, M aracaibo y s u región histórica. El circuito agroexpor tador, 1830-1860 , Maracaibo, Editorial de la Universidad del Zulia, 1991. Kicza, J ohn, Empresarios coloniales. Fam ilias y negocios en la ciu d ad d e México durante los Borbones, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 285. Leal, Ildefonso, «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe del Se­ gundo Intendente de Caracas, don Francisco de Saavedra», Boletín de la A cadem ia N acional de la Historia, Caracas, 1984, t. i x v i i , núm. 267, p. 493. Lerdo de Tejada, Miguel, Apuntes históricos d e la heroica ciu d ad de Veracruz, p reced id o d e una noticia d e los descubrimientos hechos en las islas y en el continente am ericano, y d e las providencias dictadas p o r los Reyes de Espa­ ñ a p a r a el gobiern o d e sus nuevas posesiones, desde el prim er viage de don Cristóbal Colón, hasta qu e se em prendió la conquista d e México, México, Imprenta de Vicente García Torres, 1858, t. m. Millares Carlo, Agustín, Archivo del Registro Principal de M aracaibo. Protocolos de los antiguos escribanos. 1790-1836. ín dice y extractos, Maracaibo, Cen­ tro Histórico del Zulia, 1964, p. 363. Orozco y B erra, Manuel, Apéndice a l D iccionario Universal d e Historia y de Geografía. Colección d e artículos relativos a la República M exicana, México, Imprenta de J, M. Andrade y F. Escalante, 1855. Parra Grazzina, Ileana, Proceso d e conform ación d e la Provincia d e Mérida, La Grita y ciu d ad d e M aracaibo. 1574-1676\ Sevilla, tesis doctoral inédita, 1984. Ramírez, Luis Alberto, De la p ie d a d a la riqu eza. Convento de Santa Clara de M érida 1651-1874, Mérida, Archivo Arquidiocesano de Mérida, 2005, t. 1. Stohr, T omás, M acvqvinas de Venezuela. Venezuelan Cobs, Caracas, Gráficas Armitano C.A., 1992, p. 210. Unceín Tamayo, Luis, «Maracaibo y varios aspectos de los siglos dieciséis y die­ cisiete», Boletín d e la A cadem ia N acional de la Historia, t. l x i v octubrediciembre 1981, núm. 256. Vázquez, Belín, «El puerto de Maracaibo: Elemento estructurante del espacio so­ cial marabino (siglo x v iii)» en Cuadernos de Historia, Maracaibo, Universidad del Zulia, 1986, núm. 14, p. 184. Vázquez, B elín, «El comercio exterior de Maracaibo en el marco de la crisis y ruptura con la monarquía borbónica (1781-1821)» en Historia y Cultura. Revista d e la Facultad de Ciencias H um anas, Cartagena, Universidad de Cartagena, 1994, núm. 2, pp. 91-107. 249 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Vázquez, Belín y Ligia Berbesí, «Los comerciantes de la carrera de Veracruz en

la formación de la élite maracaibera (1780-1821)» en Presente y Pasado. Re­ vista de H istoria, año IV, núm. 8, Mérida Venezuela, julio-diciembre, 1999, pp. 25-51. Vázquez, Belín y Ligia B erbesí, «Comerciantes y negocios en Maracaibo, 17521812» en B elín Vázquez y Gabriela Dalla Acosta, (coords.), Empresarios y em ­ presas en A m érica Latina (siglos xvni-xx), Maracaibo, Universidad del Zulia, 2005, pp. 99-115.

250 Índice

UN TUMULTO POR EL ALZA DEL PRECIO DEL MAÍZ EN FRESNILLO, ZACATECAS, 1810 Rosalina Ríos Zúñiga UNAM

Al qu e a ca p a re el trigo, el pu eblo lo m aldecirá; Mas la bendición recaerá sobre quien lo venda. Proverbios XI, 2 6 1

En 1810, una noche de mediados de octubre,1una multitud se congregó en el centro de la villa y mineral de Fresnillo para solicitar a las autoridades la rebaja del precio del maíz. La gente no descansó hasta que les fue concedida la peti­ ción y se destituyó al alcalde de la alhóndiga. Semanas más tarde, en noviembre,2 varios de los participantes en esas acciones fueron aprehendidos y procesados. Se les acusó no sólo de ser instigadores del tumulto3 mencionado, sino también de ser insurgentes. Sin duda, la cercanía de ambas situaciones -el tumulto y la insurgencia- llevaron a que la primera de estas acciones fuera confundida con el empuje de las maniobras realizadas en la zona por las fuerzas de Miguel Hidalgo. * Citado en Thompson, «Economía», 1995, p. 211. 1. En realidad el dato no es preciso en las fuentes consultadas pero trabajo para ubicarlo mejor. 2. El expediente sobre el proceso seguido a los personajes aquí analizados fue abierto en 30 de noviembre de 1810 y cerrado en 1818. Véase Archivo General de la Nación, México [en adelante a g n m ], Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, «Proceso de Pablo Palos, José Ricardo Dávalos Morales, Apolunio Pina y Martín Rosales», Sombrerete, 1811, fs. 162-299. 3. El tumulto o revuelta, según Natalia Silva Prada, «era una forma de representación in­ formal a través de la acción (violenta) y no por escrito». Tenía legitimidad en el caso de que fallara la impartición de justicia esperada por los vasallos «cuestionaba de esa forma el orden sociopolítico -poniendo en peligro- que hacía imposible la consecución del bien común». Véase Silva Prada, Política, 2007, pp. 56-57. 251

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

En efecto, tales acciones, comandadas por el lugarteniente Baltasar Muciño -un aguerrido mulato-, habían tomado la ciudad de Fresnillo a principios de noviem­ bre, como parte del plan rebelde para lanzar la ofensiva en contra de las tropas de las provincias internas y así posibilitar el avance por el Camino Real de Tierra Adentro. Dominado Fresnillo, se pretendía continuar con la toma de Sombrerete, después la de Durango y de ahí, Saltillo. Dado ese plan, se comisionó para esa misión al mencionado Muciño, a José Mariano Sotomayor, a Juan Parada y a Fran­ cisco Bustos. El proyecto, como sabemos por los resultados de la insurgencia, no prosperó, sin embargo, un pasaje de la toma de esa ciudad relatado en un caso de infidencia, nos ofreció la oportunidad de conocer al mencionado tumulto cuyos motivos -según las declaraciones de varios de los aprehendidos con esta causatuvieron que ver más con el alza del precio del maíz a la población, ejercida por el alhondiguero, y no con una intención abierta encaminada hacia la insurgen­ cia.4 ¿Qué tanto de cierto había en estas versiones? ¿Cuál fue la importancia del tumulto y su autonomía respecto de la insurgencia? ¿Cuánto revela de las con­ diciones materiales y políticas en la Intendencia de Zacatecas previo al estallido de la guerra de Independencia? ¿Cómo se conectó con los hechos generales de la insurgencia? Como otros estallidos de esos años, el tumulto de Fresnillo quedó perdido para la historiografía precisamente por la relación inmediata que las propias au­ toridades del lugar establecieron entre el mismo y las acciones de la lucha insur­ gente. De hecho, los individuos aprehendidos lo fueron -como se dijo- no sólo por estar involucrados en delitos de infidencia, sino también por su participación en el tumulto. Si bien no se encuentran muchos datos de esta acción colectiva, el análisis de aquellos que sí ha sido posible localizar hasta el momento, me permi­ tieron acercarme al conocimiento tanto de las circunstancias locales que llevaron a tal movilización, a algunos actores participantes -que pertenecían a grupos marginados-, a sus motivos y a sus consecuencias, así como a comprender el en­ tretejido del asunto local tanto de la insurgencia como de la independencia, pues aquellos criollos, simpatizantes al llamado Ayuntamiento Americano5 que se había 4. Con el término insurgencia me refiero a la lucha política y armada encabezada por Hidal­ go y que logró mover a una gran mayoría de la población. En términos de David Galula, citado por Hamnett,«... es una lucha prolongada conducida metódicamente, paso a paso, para alcan­ zar objetivos intermedios específicos que conduzcan finalmente al derrocamiento de un orden existente...; sus comienzos son tan vagos que determinar con exactitud cuándo empieza una insurgencia es un problema jurídico, político e histórico [...], aunque es cosa que no se puede predecir, la insurgencia se desarrolla lentamente y no es un accidente, porque en la insurgencia aparecen líderes y se hace mover a las masas. Hamnett, Raíces, 1990, p. 635. Como es sabido, en 1808 las circunstancias en la península generaron respuestas de autonomía en las posesiones coloniales. En Zacatecas, como en los otros lugares del reino, un sector importante de individuos ofreció una contestación al vacío de poder creado en España debido a la invasión francesa. En principio, en 1809 pudo observarse el predominio de poder del ayuntamiento de la capital zacatecana sobre la Intendencia, que fue sentando 252 Índice

UN T U M U L T O

POR

EL A L Z A

DEL

PRECIO

DEL

MAÍZ

EN

FRESNILLO

formado en Zacatecas -como sucedió en paralelo en otros lugares de la Nueva España-, se vieron también involucrados en los hechos aquí descritos. Si bien son numerosos los trabajos que mencionan la guerra de Independencia en Zacatecas, hasta hace muy poco se le ha dedicado un estudio más completo y directo: se trata de la tesis doctoral de Héctor Sánchez Tagle, «Insurgencia y contrainsurgencia en Zacatecas, 1810-1813»,6 en la que el autor trata de demostrar que la lucha por la independencia en Zacatecas pasó por la contrainsurgencia, pues la insurgencia no duró más allá de unos cuantos meses. Además, con gran acierto, el autor intenta un acercamiento a los diferentes actores sociales involu­ crados, en particular a los grupos populares. Otros autores que se han acercado al tema han privilegiado el enfoque de las élites, tal es el caso del tradicional estudio de Elias Amador o los más recientes de Frederique Langue,7 Mercedes de Vega8 y Mariana Terán.9Además de la historiografía particular sobre Zacatecas, en los estudios de Eric Van Young, La otra rebelión.™ y Brian Hamnett, R aíces de la insurgencia en M éxico,n encontramos también menciones sobre lo que fue la movilización popular en Zacatecas, sin embargo, no se profundiza demasiado en ello, y salvo una mención breve de Sánchez Tagle,12 ningún otro autor hace alusión al tumulto que tuvo lugar en Fresnillo un poco antes de la entrada de los insurgentes a dicha villa.

bases para los ensayos y cambios subsiguientes. Particularmente posibilitó la diferenciación de grupos políticos al interior de la élite zacatecana, pues conformada por peninsulares y criollos, aún proponía la idea de que se debía establecer un nuevo pacto entre el rey y sus súbditos de ultramar. En ese sentido se le puede reconocer como un ayuntamiento «pactista». Sin embargo, las ideas autonomistas ya eran manejadas por algunos individuos. Precisamente, poco después, en medio del calor de las discusiones legislativas en Cádiz y del inicio de la insurrección popular en la Nueva España tras el levantamiento de Hidalgo en septiembre de 1810, se realizó una de las creaciones más importantes de esos momentos: la instalación de un Ayuntamiento Americano. El sentido de esta acción fue que puso a los criollos auto­ nomistas zacatecanos en el centro de la política. Era una manera de materializar sus ideas mediante una nueva cultura política, que habían adquirido y adoptado poco a poco y en la que conceptos como representación y soberanía se volvieron centrales a sus aspiraciones y a la defensa de sus intereses. Si bien la duración de este ensayo fue breve, sin embargo, les permitió a los integrantes de dicho ayuntamiento la práctica de la «política moderna» y su unión, por un breve lapso, con la insurgencia, que también tuvo corta vida, pues la contra­ insurgencia fue la que orientó la culminación del proceso de independencia en Zacatecas. Véase Ríos, «Insurgencia», 2009, pp. 19-20. 6. Sánchez Tagle, «Insurgencia», 2005. 7. Langue, Señores, 2000, 8. De Vega, Dilemas, 20059. Terán, «Lealtad», 2008, pp. 289-323. 10. Van Young, Otra Rebelión, 2006. 11. Hamnett, Raíces, 1990. 12. Sánchez, «Insurgencia», 2005, pp. 82 y 83. 253 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La historiografía sobre el tema de la insurgencia13 ha señalado la crisis de sub­ sistencia como uno de los factores de mayor peso en el levantamiento popular, si bien, como señala Jesús Hernández Jaimes en un artículo reciente,14 la inter­ pretación de algunos historiadores no se queda en la explicación de lo material como el elemento que llevó a la gente a adherirse a la lucha armada, pues autores como JohnTutino y Brian Hamnett han vinculado lo material a lo político, mien­ tras que otros, como Eric VanYoung, lo han dirigido más a lo cultural. Sin embar­ go, una explicación clara del fenómeno no se ha logrado del todo hasta el momento.Y parecería que poco se puede agregar con un caso como el que aquí nos ocupa; no obstante, al tratarse de un asunto casi inédito, en el que se muestran las dificultades materiales y sociales que existían para los sectores populares de esta zona minera debido a la escasez de maíz, agravadas por el abuso del poder de las autoridades locales y la inminencia de la propagación de la lucha insurgen­ te, se confirma que existía una latente revolución social en la época. En todo caso, en este trabajo, que forma parte de un estudio más amplio titu­ lado «Insurgencia y marginalidad en Zacatecas (1808-1821)»,15 sostengo que el tumulto de Fresnillo fue un antecedente directo del estallido de la insurgencia en Zacatecas porque derivó de un contexto general de crisis económica, social y política de la época, que también afectaba a esta provincia, aún cuando todavía es negado.16 Muestra también el estrecho vínculo que se dio entre miembros de los grupos populares con aquellos de la élite gracias al papel desempeñado por algunos individuos que funcionaban como intermediarios. Los documentos utilizados en su elaboración pertenecen al ramo Infiden­ cias17 del Archivo General de la Nación. La exposición está dividida de la si­ guiente manera: primero reconstruyo en lo posible las acciones del tumulto y sus causas; enseguida presento a algunos de los individuos participantes en el mismo; tercero, introduzco las acciones propias de la guerra que hicieron posi­ ble vincular la acción popular con los hechos más generales de la lucha por la independencia en Zacatecas, y cierro con unas consideraciones finales en las que trato de darle su sentido al tumulto de Fresnillo.

13. Florescano, Precios, 1969; Florescano y San Vicente, Fuentes, 1976; Tutino, Insurrec­ ción, 1987. También Van Young, Otra Rebelión, 2006, Hamnet, Raíces, 1990. 14. Hernández Jaimes, «Crisis», 2007, p. 68. 15. Rosalina Ríos Zúñiga, «Insurgencia y marginalidad en Zacatecas, 1808-1821», manuscri­ to entregado para su publicación en un libro colectivo coordinado por la Dra. Ana Carolina Ibarra sobre La insurgencia en el norte, abril de 2009. 16. Señala Terán: «Es difícil asegurar que la insurgencia en Zacatecas se haya debido a las condiciones de hambre de la población o a la desigualdad entre criollos y peninsulares. Las crisis de epidemias y de hambre en Zacatecas se dieron a lo largo del siglo xvm (1714, 1727, 1734, 1736, 1781-1786, 1769-1787)». Terán, «Lealtad», 2008, p. 291. 17. Véase nota 3. 254 Índice

UN T U M U LT O

POR

EL A L Z A

DEL

PRECIO

D E L M A f Z EN F R E S N I L L O

EL TUMULTO: LOS HECHOS Y MOTIVOS Sin especificar fecha exacta, varios testigos en el proceso seguido a participan­ tes en la guerra declararon que un mes antes de la llegada de los insurgentes a la ciudad de Fresnillo, esto es, en octubre de 1810, «cuando ni asomo había de la insurrección», muchos quejosos en contra del alhondiguero local, D. Manuel Aranda, se agolparon una tarde frente a la tienda de D. Antonio Cosío, el procurador de la villa y mineral del Fresnillo. El motivo fue que hacía ya algún tiempo Aranda malversaba las medidas del maíz y las daba a más del precio estipulado. La gente, enojada por cómo se comerciaba con «su necesidad», había acudido en multitud a manifestarse en contra del funcionario. A estas alturas, quizá mediados de octubre, ya se habían conocido en la pro­ vincia las noticias de la insurrección de Hidalgo y, de hecho, se sabía del avance de las tropas insurgentes hacía la provincia. No debió resultar extraño que, de entre la multitud agolpada frente a la tienda de Cosío, se dejaran escuchar gritos de enojo que decían «Mueran los gachupines,Viva la Virgen de Guadalupe», como se estaba haciendo común en muchos lugares de la Nueva España por donde iban pasando los insurgentes. Después de un rato sin haber conseguido resultado alguno y sin dejar de gritar, la muchedumbre se retiró de ese lugar para dirigirse con don Manuel de los Ríos, «vecino republicano» de Fresnillo, a solicitarle que pidiera al cabildo local la remoción del citado Aranda, quien descaradamente abu­ saba de su poder. De los Ríos, ante la petición de la multitud, les contestó que: «no era para dárseles todo ese gusto, y menos quitarlo improvisa[da]mente, pues el alhondi­ guero tenía que rendir cuentas y hacer entrega de las semillas; pero que siendo indiferente al Ayuntamiento tener ese u otro [funcionario], que lo propondría, y dentro de quince días se mudaría.. ,».18 Esta respuesta apaciguó a los amotinados. Además de esa intervención, la del cura del lugar también fue importante para calmar los ánimos de la gente, la que, por cierto, no incurrió en mayor violencia que las expresiones verbales mencionadas y en transgredir el orden pues, como lo declaró un testigo, Don José Rafael del Real, «a nombre del soberano gritaron a su antojo alAlcayde de las Alhondigas D. Manuel Aranda, atropellando los fueros de los jueces, y p o n ien d o d e au to rid a d p r o p ia a qu ien se les a n to jo ,..».19 A los pocos días, el alhondiguero fue removido de su puesto, información que queda confirmada porque ya no se le encontró en funciones a mediados de noviembre, cuando ocurrió la entrada de los insurgentes a la villa de Fresnillo. Por lo que señalan ios datos, a nadie se le aprehendió por ese asunto, sin embar­

18. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 173-173v. 19. Ibid., f. 1Ó3. Las cursivas son mías. 255 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

go, en diciembre, varios de quienes participaron en el hecho fueron arrestados, acusados tanto de ser insurgentes como de haber intervenido en el tumulto de semanas atrás, entre ellos José Ricardo Dávalos,20 Agustín Garivaldo,21 Apolonio Piña y Pablo Palos. El tumulto de Fresnillo no fue de gran magnitud, pues logró ser controlado en breve por las autoridades locales; sin embargo, confirma en parte la dinámica económico-social que se vivía en la Nueva España en ese año de 1810. ¿Cuál era la situación de esta villa o de la provincia en general en la época para que se hubiese llegado a una manifestación de la naturaleza mencionada? ¿Se trató úni­ camente de un caso singular dentro de la provincia? De acuerdo con Hamnett, la minería zacatecana estaba en auge a fines del si­ glo xvm y principios del xix; sin embargo, las ganancias estaban siendo apropiadas por unos cuantos: la oligarquía que poseía o administraba las minas y haciendas; mientras que el resto, los operarios, perdían ingresos y sus niveles de vida se de­ terioraban.22A esa situación particular se agregará un hecho cíclico como fue la crisis agrícola y de subsistencia, que entre los años de 1809 a 1811 afligió en ge­ neral a la Nueva España.23Ambos factores, sin duda, incidieron en el surgimiento de diferentes tipos de descontento, y de ahí, al surgimiento de manifestaciones populares, ya fueran motines, tumultos o rebeliones las que, dado su carácter, eran más bien locales, pero que terminaron por ser parte de la insurgencia. En particular, el temporal de 1809 afectó a la zona comprendida entre San Luis Potosí y Zacatecas, perdiéndose en gran parte la cosecha de maíz y obteniéndose poco de otros granos, como el trigo, así lo señala el informe de la provincia del año 1809 enviado por el intendente José Peón Valdés.24 Debido a esto, el maíz se elevó bastante en Mazapil y San Luis Potosí en el mes de septiembre, «que es el tiempo de más escasez por estar entre el consumo de la cosecha del año anterior y el de la cosecha del nuevo. Tanto en Mazapil como en Sombrerete se perdió toda la cosecha de maíz: se esperaron rendimientos muy modestos en Nieves, Jerez, Fresnillo yAguascalientes». Así, en ese septiembre, el precio de la harina [de trigo] era ya de 10 a 12 pesos por carga25 en Zacatecas, Aguascalientes, Fresnillo, 20. I b i d fs. 171-171v. 21. Ibid., f. 172. 22. Hamnett, Raíces, 1990, pp. 120-121. 23. «Informes sobre el estado del temporal y las cosechas, 1809-1811», en Florescano y San Vicente, Fuentes, 1976, pp. 33-38. También Véase Miño Grijalva, Mundo, 2001, p. 30. Miño señala que: «... la combinación sequías-heladas, ocurridas en vastas extensiones geográficas pudo ser determinante en 1691-1692, 1749-1750, 1785-1786 y 1807-1810. Ninguna de las otras sequías produjo hambre o muerte, solo una, a finales del siglo x v i i , originó además problemas políticos», p. 30. Las cursivas son mías. 24. «Informe», en Florescano y San Vicente, Fuentes, 1976, pp. 49 y 50. 25. El maíz, el trigo y el frijol se pesaban como sigue: 4 cuartillos, que equivalían a 1 almud (7.568 litros); 12 almudes equivalían a 1 fanega (90.5 litros); y 2 fanegas eran igual a 1 carga (181.630 litros). Véase Hamnett, Política, 1976, p. 18. 256 Índice

UN T U M U L T O

P O R EL A L Z A

DEL PRECI O

DEL

MAÍZ

EN F R ' E S N I L L O

Jerez y Juchipila y de 15 pesos en Nieves, Mazapil y Sombrerete; después llegaría a subir más en algunos lugares.26 De hecho, en estas regiones hubo precios más altos que en la capital. En cuanto al maíz, en el sur de la intendencia costaba de 2 hasta 2 y medio pesos por fanega, mientras que en Nieves y Sombrerete de 3 a 3 y medio pesos;y en Mazapil de 4 a 5,cuando en tiempos normales y abundantes una fanega costaba de uno a un peso 2 reales; por otra parte, se advierte que en el norte de la provincia resultaba más caro adquirirlo. Aunado a lo anterior, también hubo problemas con el abasto del mercurio utilizado en la extracción de la plata, lo que redundaría en la disminución de las labores mineras y, por tanto, en la falta de trabajo para los operarios. Un dato más directo de cómo se daba el abastecimiento y también el aumento de precios del importantísimo grano y hacía las diferencias en los precios en el sur o norte de la intendencia lo proporciona otro informe sobre el partido ela­ borado en 1806: En las haciendas del Bañon, Mezquite, Pozo Hondo, San Antonio, Río de Medi­ na, Rancho Grande, Ábrego, Trujillo y Santa Cruz, con otros ranchos y estancias y sus anexos, el total producto de maíces en años abundantes era de 23 a 25.000 fanegas y su valor es de 6 a 8 reales; en años medianos a 12 reales y en los estériles desde 3 a 5 pesos fanega; y estos maíces se consumen en los precisos gastos y sustento de los sirvientes y el residuo se expende en este Real, el de Sombrerete, Chalchihuite y sus inmediaciones.27 Es decir, las haciendas más grandes producían el maíz u otros granos para su venta externa y consumo interno; dependiendo de sus excedentes se vendía en los lugares más lejanos de la provincia. En tiempos de sequías, obviamente, sus precios aumentaban. Ahora bien, importa saber cuánto ganaban los trabajadores en esa época y cuanto era lo que necesitaban de maíz para su subsistencia. Algunos datos al respecto los ofrece Miño Grijalva: «en 1801 el salario agrícola era de 6 pesos, más tres almudes de ración semanal, cantidad que variaba de acuerdo con el puesto». Sin embargo, también podía variar de hacienda a hacienda o, en su defecto, cuan­ do no se entregaba la ración, entonces aumentaba la paga en un 30 o 40%.28 En el sur de Zacatecas, la ración semanal consistía en dos almudes semanales por traba­ jador (cerca de 15 litros u 11 kilogramos). Una familia media, de 6 integrantes, se calcula que podía vivir con 23 litros o 17 kilos; es decir, si recibía dos almudes era

26. Hamnett, Raíces, 1990, pp. 128-129, 139-141. Véase Florescano, Precios, 1969, pp. 68102; y Van Young, La otra, 2006, pp. 143-187. 27. Varios autores, Descripciones, 1976, especialmente sobre Fresnillo en las pp. 111-133 y 113. 28. Miño Grijalva, Mundo, 2001, p, 295. 257 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

insuficiente. Ahora bien, no era el único alimento de los trabajadores, pues ade­ más, como alimentos primarios consumían también chile, frijol, carne, sal, man­ teca o sebo; y secundarios, como arroz, azúcar, piloncillo, queso, trigo, queso de tuna, entre otros. Ocasionalmente consumían alimentos suntuarios, como dulces, chocolate y bebidas alcohólicas.29 Sin embargo, el 90% de su alimentación consis­ tía en los primarios, y el maíz era básico. Por otro lado, no deben considerarse solamente a los trabajadores agrícolas en un análisis como el que aquí seguimos, pues también hay que contar a los operarios de minas o aquellos individuos independientes, dedicados a oficios o al comercio al menudeo, quienes debían comprar el grano en la albóndiga y que en tiempos de escasez debieron sufrir todavía más los aumentos al precio del grano. Por lo que toca específicamente a Fresnillo y su situación de esos momentos, debe señalarse primero la ubicación que tenía la villa. Ésta distaba de la ciudad de Zacatecas 11 leguas comunes; era cabecera de subdelegación y comprendía también a la villa de Jerez de la Frontera, a quince pueblos de indios, a tres con­ gregaciones y a 23 haciendas de campo. De acuerdo al informe de 1803, del in­ tendente Rendón, en tiempos anteriores había producido grandes cantidades de plata, pero en ese entonces sólo rendía anualmente de 28 a 30 mil marcos, que se ensayaban y quintaban en la Caja Principal de Zacatecas y se conducían en barras a México, «de donde retorna [ba] su importe en numerario y en géneros y efectos nacionales, del Reyno y del extranjero para la provisión de sus habitantes».30 Tres años después, en otro informe, se confirmaba el estado de decadencia de la villa y real de Fresnillo pues se dijo, refiriéndose a la huida de algunos pro­ pietarios mineros: Harían florecer un real que antes de ahora fu e de crédito p or la bondad y docili­ dad de sus metales de crecidas leyes de oro y plata y en el cual habiendo disfru­ tado los antepasados la cima del mineral hasta llegar a las aguas, enriquecidos con sus productos se ausentaron a otras provincias y no dejaron más que la memoria de haber existido en este lugar, cuya decadencia es tan notoria con sumo sentimiento de los patriotas y con notable quebranto de los intereses del rey p or los quintos.31 La población de la villa, según los datos proporcionados en el informe pre­ sentado por Manuel Díaz de los Ríos en noviembre de 1806, consistía aproxima­ damente de «900 familias con 4.814 personas de ambos sexos y de todas edades, las cuales eran: 1.468 españoles, 1.621 mestizos, 973 indios, 738 mulatos y 14 29. Ibid., p. 295. 30. Provincia, 1953, pp. 11-13. 31. Varios autores, Descripciones, 1976, pp. 122-123. 258 Índice

UN T U M U L T O

P O R EL A L Z A

DEL P R E C I O

DEL

MAÍZ

EN F R E S N I L L O

esclavos».32 La población total de la subdelegación estaba compuesta, al parecer, de 13.000 habitantes. Así, aún cuando no contamos con datos sobre la situación exacta de Fresnillo en los meses previos al tumulto que aquí se relata, por las evidencias generales de la crisis agrícola reportada por las autoridades, así como las peticiones que se hicieron durante el tumulto, queda claro que esta villa y subdelegación en general sufría los estragos de la misma, es decir, falta de empleo por la decadencia de la minería, y carestía y falta de abastecimiento por la crisis agrícola, como lo confirma un indígena llamado Martín Morales a quien se le aprehendió «por insurgente».33 Morales, a quien se le acusaba de infidente, era un indígena de unos 20 años quien no manifestó su oficio cuando fue interrogado. La acusación más fuerte que pesaba sobre él era haber robado maíz de R an cho Grande, una de las hacien­ das productoras de maíz más importantes de Zacatecas. Él negó haber sido rebel­ de, mas declaró que había robado 2 cargas de maíz «... que entre alguna plebe robaron a un arriero que iba de tránsito [hacia la hacienda mencionada] movidos de su necesidad, y que esto fue antes que entraran los insurgentes, y que le parece que todo el atajo se lo repartirían entre los que llegaron después».34 Si bien no se le acusa de haber participado en el tumulto, sin embargo, su relato confirma que había una situación difícil de abastecimiento de maíz para los sectores mar­ ginados de la población, entre ellos los indígenas -a los que Morales pertenecía-, que los llevó al robo del grano. Nótese, además que, si en Inglaterra, según lo muestra Thompson, el trigo te­ nía un peso muy importante para la mayoría de la población, su contrapartida en la Nueva España, como sabemos, era el maíz.35 Su falta o carestía llevaba a la gente a robarlo o a amotinarse por él, de esa manera se reclamaba un precio justo para el grano. La presumible situación de decadencia del mineral de Fresnillo pudo consti­ tuir un telón de fondo del abuso de autoridad cometido contra los consumidores de parte de quien administraba el abasto de granos en la localidad, y que llevaron al amotinamiento de la población más necesitada en octubre de 1810, en una

32. Varios autores, Descripciones, 1976, pp. 111-133- También véase Macías, «Minería», 1988, pp. 31-53. 33- a h e z , Poder Judicial, Criminal Colonial, caja 13, exp. 34. Ibid, fs. 190-191 v. Las cursivas son mías. 35. Sobre la definición de economía moral de la multitud señala Thompson: «Es posible detectar en casi toda acción de masas del siglo x v iii alguna noción legitimadora. Con el con­ cepto legitimación quiero decir que los hombres y las mujeres que constituían la multitud creían estar defendiendo derechos o costumbres tradicionales; y en general, que estaban apoyados por el amplio consenso de la comunidad. En ocasiones este consenso popular se veía confirmado por una cierta tolerancia por parte de las autoridades, pero en la mayoría de los casos, el consenso era tan marcado y enérgico que anulaba las motivaciones de temor o indiferencia», Thompson, op. c i t 1995, p. 216. 259 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

acción colectiva directa, racional y con ciertos objetivos, que, como lo señala Thompson, respondía más a una noción legitimadora que a una respuesta me­ ramente espasmódica de la multitud; pues se defendían derechos y costumbres tradicionales bajo la idea del buen gobierno, apoyadas por el consenso de la co­ munidad, es decir, se hacía uso de la llamada «economía moral de la multitud».36 Por tanto, el tumulto fue la reacción quizá común ante un agravio de la natu­ raleza que se menciona y al no ser el único, terminó por decidir, a muchos de los participantes en el mismo a también adherirse, posteriormente a la insurgencia. Enseguida vamos a acercarnos a algunos de los individuos que estuvieron involu­ crados en los hechos.

LOS ACTORES Fresnillo, como el resto de la provincia, se componía de una población con una mayoría mestiza, indígena y mulata, sin faltar, la parte criolla y española. Cómo puede inferirse de los documentos, de entre quienes ocupaban la parte baja de la pirámide de esa sociedad surgieron los que, como se dijo por las au­ toridades, instigaron a la población para que se sublevara; los cuales pasaron, posteriormente, a adherirse a la filas de la insurgencia. En efecto, antes se señaló que fueron cuatro sujetos los que fueron aprehen­ didos y señalados como insurgentes; a tres de ellos se les inculpó, además, como principales responsables en el tumulto; ellos estuvieron sujetos a proceso judi­ cial. Sus nombres eran José Ricardo Dávalos, Agustín Garivaldo, Apolonio Piña y Pablo Palos. Los tres primeros fueron capturados en diciembre de 1810, sin embargo, permanecieron en prisión alrededor de seis meses antes de que fueran atendidos sus procesos, es decir, hasta junio de 1811. Después de los primeros interrogatorios, Dávalos y Garivaldo fueron liberados, mientras que los dos res­ tantes continuarían por varios años bajo proceso. Veamos quiénes eran y de qué sectores procedían. Apolonio Piña era un mestizo de 37 años avecindado en Fresnillo, de ejercicio comerciante al menudeo, pues dijo en su interrogatorio tener un puesto -supon­ go que en el mercado al aire libre. Fue hecho preso no solo por su participación en el tumulto, sino también por ayudar a los insurgentes cuando éstos entraron a Fresnillo. Algunos testigos dijeron que se trataba de un sujeto vago y m alentreten id o, cargos que no negó, pero sí que hubiera sido de los rebeldes, pues dijo que solamente fue «seducido [por] siete días por [ellos] como muchos en Fresnillo, donde la plebe se levantó, siguiendo el ejemplo de Zacatecas».37 En una segunda

36. Ibid, p. 216. 37. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 175-176. 260 Índice

UN T U M U L T O

POR

EL A L Z A

DEL

PRECIO

DEL

MAÍZ

EN F R E S N I L L O

declaración, expresó con más detalle algunos aspectos que involucraban a las autoridades del lugar con la insurgencia, asunto del que nos ocuparemos en el siguiente apartado. Otro de los acusados de instigar el tumulto fue Agustín Garivaldo, también un mestizo de 23 años quien no señaló tener un oficio en particular. Se decía que había gritado consignas en contra de las autoridades, que había atropellado a los jueces y logrado poner en su lugar «a quien se le había antojado».38Al ser interro­ gado sobre el tumulto, Garivaldo dijo: Que es cierto que lastimados él y muchos de la infamia con que escalfando las medidas del m aíz el citado alhondiguero les daba o vendía a más del precio se­ ñalado, fueron con el procurador todos juntos a pedirle que quitase aquel hom­ bre, y no encontrando remedio, ocurrieron con su común amparo D. Manuel de los Ríos, quien suavizando su queja y como miembro de aquel Ayuntamiento, les dixo que tuviesen paciencia, que tomaría las providencias convenientes para que se quitase... 39 Es decir, no negó su participación en el tumulto, pero sí haber sido insurgente, pues agregó que el tumulto ocurrió mucho tiempo antes de todo eso. Por su parte, José Femando Dávalos, otro acusado de instigador, solamente señaló ser vecino de Fresnillo y que no había sido insurgente. Explicó, como Garivaldo, que el tumulto había sido causado por los abusos del alcalde de la alhóndiga, y que no tenía que ver con la insurgencia. Pablo Palos, español de 39 años y ejercicio platero, tenía una situación más complicada: era acusado de participar en el tumulto y además de ser un comi­ sionado de los insurgentes a quien Fernando Iriarte, capitán insurgente, le había encomendado lo siguiente: En la jurisdicción de Fresnillo, Sierra de San Mateo y demás aprehendan las personas de los europeos embargando sus bienes y dando cuenta exacta para mi conocimiento. Quartel general de Zacatecas, nov. 9 de 1810. El mariscal Iriarte.40 Se le aprehendió también porque había vendido algunos géneros y otras cosas que le había dejado un comerciante español Ju an Calera, vecino deAguascalientes, es decir, se le señalaba por no responder a la confianza depositada en él.41 En esta situación, que conforma en realidad otro caso aparte al que no entraremos,

38. Ibid., f. 163. 39- Ibid., f. 172. 40. a g n M, Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, f. 166. 41. Ibid, fs. 186-188v. 261 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

intervinieron en los interrogatorios la mujer de Palos y otros vecinos, como testi­ gos para tratar de salvarlo. Así, retomando el análisis del tumulto, no se dice en los documentos el tamaño de la multitud, ni tampoco contamos con otros datos de individuos participantes en el mismo, pero el testimonio de estos cuatro actores principales nos sugiere su procedencia de los sectores populares de la población -es decir, mestizos y criollos empobrecidos-, quienes, por lo que declaran, estaban concientes de que existían dificultades de subsistencia para ellos y una situación de suyo marginal Lo que los orilló no sólo a las acciones colectivas emprendidas por parte de la población, principalmente robo de maíz o la petición de su rebaja a los precios justos -como lo establecía la «economía moral de la multitud»-, sino también los determinó a decidir su adhesión a la insurgencia o a cualquier cosa que fuera esta protesta. ¿Pero, cómo fue que se conectaron con ella? ¿En qué tipo de acciones participaron? ¿Actuaron con independencia política o fueron utilizados por las elites? Pasemos ahora a tratar de contestar en lo posible estas preguntas.

LAS ACCIONES QUE CONECTARON EL TUMULTO CON LA INSURGENCIA Apolonio Piña, uno de los sujetos aprehendidos y procesados por su partici­ pación en el tumulto de Fresnillo y también, según se le acusaba, en la insur­ gencia, pidió presentar una segunda declaración que fue realizada a mediados de 1811. En ella, tal vez con la esperanza de salvarse, terminó por confesar la confabulación que existió entre los insurgentes, el subdelgado de Fresnillo, Juan de Dios Jacquez,y el alcalde don Juan José García. Esas declaraciones nos remiten a la conexión que hubo entre la situación material de Fresnillo, el tumulto que describimos y la insurgencia.Todavía más, nos sugieren la relación existente entre las elites criollas y los sectores populares, con individuos como Piña jugando el papel de intermediarios . En efecto, Piña agregó en su declaración que un día,«... estando en su pues­ to con su hermano, llegó don Pablo Casas con orden del subdelegado don Juan de Dios Jacquez y del alcalde don Juan José García en nombre del Rey para que fueran a buscar una vigas a la hacienda de don Pedro Michela Jáuregui con que

poner unos arcos para recibir a los insurgentes que venían de Zacatecas».42 Además, señaló que los amenazaron y que le dijeron que, de rehusarse, serían apresados ambos hermanos. Con estas declaraciones, el proceso que se le seguía dio un giro que llevó a llamar tanto a las autoridades involucradas como a otros testigos, y nos permitió conocer cómo se habían desarrollado los hechos más

42.

agn m ,

Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 192v-193.

262 Índice

UN T U MU L T O

POR

EL A L Z A

DEL

PRECIO

DEL M A Í Z

EN

FRESNILLO

propiamente de la insurgencia en la intendencia de Zacatecas y cuáles habían sido los partidos formados en la provincia.43 De acuerdo a los planes de los jefes insurgentes, como ya se dijo, se pretendía tomar Fresnillo, pues era necesario en su intento de continuar hacia Sombrerete, Durango y después, quizá, el Saltillo. Habían sido escogidos cuatro lugartenientes para lograr este plan, entre ellos un mulato llamado Baltasar Muciño. Para ese momento, la situación general era la siguiente: los criollos del llamado Partido Americano dominaban en la provincia y tenían a sus hombres adscritos a los diferentes órganos de gobierno de las subdelegaciones. En el caso de Fresnillo, Juan de Dios Jacquez era el subdelegado y fue, por lo que se sabe, el encargado de preparar de manera subrepticia la entrada a la villa de una partida insurgente al mando de Baltasar Muciño; las huestes rebeldes comandadas por Fernardo Iriarte, el más alto mando en Zacatecas, se encontraban acampadas en la capital provin­ cial, a donde habían entrado el 2 de noviembre de 1810. Al poco tiempo, un ban­ quete fue ofrecido por los padres franciscanos a Iriarte y su gente en el Convento de Guadalupe, pues varios frailes simpatizaban con los rebeldes, entre ellos se contaban los padres Ornoz y Moreyra así como Antonio de Iriarte, quien después se uniría a los insurgentes como capellán. En el transcurso de su campaña por Zacatecas, Fernando Iriarte atrajo muchos elementos a la causa rebelde. Entre los elementos que se unieron se encontraba un tal Víctor Rosales, que pasaría a ser uno de los proceres locales. Unos días después de una celebración organizada para los insurgentes en el convento de Guadalupe, se anunciaría su arribo a Fresnillo, que fue un poco antes de mediados de noviembre, según consideró. Es aquí donde entran en actividad las autoridades locales del mineral con el fin de preparar el recibimiento de las huestes de Iriarte.Así, de acuerdo a los testimonios presentados por quienes re­ cibieron acusaciones de ser simpatizantes de los insurgentes, se pidió por parte del gobierno a dos o tres individuos que los ayudaran a organizar la entrada de Muciño. Uno de ellos fue Apolonio Piña, quien se mencionó al inicio de este apar­ tado y a quien también se le llegó a atribuir el mote de «capitán de los ladrones insurgentes».44A él le fue solicitado, según su propio relato, que fuera a recoger, junto con su hermano, unas vigas para colocar un arco a la entrada de la ciudad, lo que al parecer cumplieron. Piña después señaló que Jacquez era del partido de los insurgentes al igual que el citado Casas y sus hijos, y muchos otros, y que trataba de convencer a la gente de que se uniera a su causa. Que por eso Jacquez solía acompañar a Muciño a sus bailes y fandangos. Para precisar más la relación estrecha que hubo entre Piña y el subdelegado cabe mencionar que, como lo de­ claró el primero, una ocasión anterior había caído en prisión, sin embargo, salió 43. Sobre este punto puede verse el artículo de Mariana Terán citado anteriormente. 44, a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, f . 162. 263 Índice

L A C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

libre gracias a los oficios del subdelegado, quien se lo echaría en cara cuando lo confrontó.45 Es decir, todo hace suponer que los criollos utilizaban a individuos como Piña para lograr ciertos propósitos, sin embargo, no siempre los resultados eran los que esperaban. Debido a las acusaciones vertidas por el interrogado de ser el subdelegado Jacquez y su subordinado contrarios a «la justa causa», fueron éstos llamados a declarar por la Junta de Seguridad y Requisición de Sombrerete. Como era de esperarse, negaron tales acusaciones y, en cambio, procuraron echar más tierra sobre algunos individuos, como los que llamaron despectivamente «los Piñas», de quienes dijeron que eran: chifises y mitoteros [que ellos] alborotaron al lugar con esas invenciones, pues es constante y público que en la entrada de los insurgentes mostraron los dichos Piñas la mayor satisfacción y gusto conociéndoseles la particular adhesión al partido de infidencias que siempre han tenido. El declarante Ju an Pablo de Casas, señaló que nunca le había parecido la in­ surrección y que él solamente había estado presente en «cumplimiento de su deber», pues era guarda mayor y supo por otros que los más «insolentados y alta­ neros habían sido los Piñas faltando a toda obediencia y subordinación a todos los respectos debidos». Agregó asimismo que ellos no habían sido insurgentes y que los Piñas no necesitaban ser sugeridos por nadie ni aconsejados... ... pues en todo tiempo es constante se han manifestado los primeros en las bu­ llas y alborotos, mucho más en tiempos de revolución, en el que como llevo de­ clarado, no hubo otros que se portaran en la villa con mas iniquidad e infam ia, como es público y notorio, entregados a todo genero de excesos sin respecto ni contención alguna, insultando sin provocaciones a cuantos encontraban por que se les figuraba y creyeron que ellos ya nos dominaban.46 Juan García del Olmo, otro regidor del ayuntamiento, reiteró lo dicho sobre Piña al decir que era: ... hombre pésimo, despreciable, escandaloso, vicioso, vago y malentretenido... incorregible [...] que desde que comenzó la infame insurrección [...] que de parte de noche andaba por las calles alborotando el lugar form an do pandillas con varios de la plebe, capitaneando con su cabecilla, [...] la noche que en esta villa entró con su gavilla y división el insurgente y comandante Baltazar Muciño

45. Ibid., fs. 192-193. Las cursivas son mías. 46. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 213-217v. 264 Índice

UN T U M U L T O

POR

ÉL A L Z A

DEL

PRECIO

DEL

MAÍ Z

EN

FRESNILLO

gritaba y hacia gritar el dicho Piña a voz en cuello que viva el Sr. Comandante Musiño y mueran los gachupines....A1

Por lo dicho en esas declaraciones, puede inferirse que los Piñas tenían una capacidad de convocatoria y organización de su propia gente, pues eran capaces de formar, como se dijo en tono peyorativo, «pandillas...»; virtud que de la cual las elites podían hacer uso según sus necesidades en algunos momentos, pero que, en otros, las temían. Lo cierto es que se utilizó a este personaje como in­ termediario entre elites y grupos populares para hacer posible la entrada de los insurgentes a Fresnillo. Mientras se hacían mayores cargos a «los Piñas» -como se les conocía en el lugar-, en cambio, en apoyo a los criollos del ayuntamiento, un grupo de vecinos «republicanos» y miembros del clero envió una carta para hacer constar la buena conducta y adhesión al rey del subdelegado Jacquez.48 Incluso, señalaron la de­ fensa que hizo de bienes que los «insubordinados» pretendieron robar a varios vecinos del mineral y también de la prisión que sufrió cuando un grupo de insur­ gentes vino de Zacatecas por él, que lo aprehendieron y se lo llevaron por varios días, hasta que el capitán Fernando de Iriarte convino en soltarlo. Pese a esto, Piña se sostuvo en sus declaraciones, pero de manera evidente comprendía que las autoridades inculpadas no reconocerían haber pertenecido al partido insurgente; si bien aceptó «su mala conducta y vicios», reiteró una vez más que no había sido rebelde,49 aunque aquí también resulta claro que tampoco, a estas alturas, le convenía decir que lo había sido, pues necesitaba protegerse. Todavía más, otros declarantes introdujeron un nuevo escenario en todo el suceso, pues alguien dijo que un buen día tanto Jacquez como Juan José García, alcaldes, se habían presentado en la hacienda de Platas de don Joaquín de Miquela Jáuregui junto con un tal D.Arcadio Campero, quien portaba «pú­ blicamente vara como la insignia de la Real Justicia», y le dijeron que era el co­ misionado para aprehender a los europeos allí presentes.50Al día siguiente de esto, según dicho testimonio, fue cuando se apersonó Piña en dicha hacienda mandado por dicho Campero a solicitar las barras y las vigas para el arco de entrada de los insurgentes. De esa forma, se pretendía exculpar a Jacquez y García de su adhesión a la insurgencia, cuando era evidente que solamente habían delegado su mando al dicho Campero.51

47. Ibid., f. 271. Las cursivas son mías. 48. Ibid., fs. 218-219. Firman 16 bachilleres que deben ser los clérigos y otros tantos individuos. 49. a g n M, Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, f. 234. 50. Ibid, fs. 264v. 51. Ibid., fs. 2ó4-265v. 265 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Los datos anteriores pertenecen al proceso que se siguió a los involucrados en la insurgencia zacatecana, es decir, son posteriores a los hechos del tumulto desarrollado en Fresnillo, sin embargo, importaba recuperarlos por dos cues­ tiones: primera, porque nos sugieren los posibles lazos entre un conflicto de carácter local provocado por el aumento del precio del maíz y el estallido de la insurgencia; y, segunda, porque muestran la cambiante situación de los sujetos que participaban en la guerra, quienes actuaban conforme circunstancias. Así, de acuerdo a lo que se sabe, por algunos días y con la plena complacencia de las autoridades criollas que habían decidido apoyar a los insurgentes, se man­ tuvo el campamento rebelde en Fresnillo con el fin ya señalado de continuar el avance de la insurgencia hacia el norte. Precisamente, en la euforia de esos días, el 13 de noviembre de 1810, Muciño emitió en el real y villa de Fresnillo una P roclam a a los am erican os,52 la que pretendía ganar adeptos en el norte de la intendencia. Paralelamente, ordenó a Vital Medrano, otro de los importantes lu­ gartenientes insurgentes de la región de Nieves y Río Grande, a que llevara la Pro­ cla m a a esas zonas. Mientras tanto, José Antonio Sandi, un teniente insurgente quien había sido cabo de dragones provinciales de Nueva Galicia -cuerpo del que desertó-, permanecería en Fresnillo, de donde se dirigiría a Mazapil, misión que ya no le fue posible cumplir porque lo aprehendieron los realistas cuando cayó Fresnillo en poder de éstos.53 En efecto, los problemas comenzaron pronto, pues doce días después de la llegada a Zacatecas de los insurgentes, esto es a mediados de noviembre de 1810, Iriarte había tenido que acudir a San Luis Potosí para tratar de contener el ataque contrainsurgente que avanzaba por ese lado, sin embargo, eso llevó a que se le quitara presión a la ciudad de Zacatecas. En el camino, Iriarte comisionó a Martín Herrera, otro de sus lugartenientes, para tomar Pinos, donde «Hay un escuadrón con tres compañías de dragones y un cuartel que aún no está acabado».54 Cuando Herrera llegó a dicho Real, liberó a los presos y reclutó a algunos de ellos, como venían haciendo los insurgentes a su paso por diferentes ciudades. Al mismo tiempo, cabe señalar que las diferencias entre Iriarte y el Conde de Santiago de la Laguna se hicieron más evidentes, pues el segundo, junto con la mayoría del ayuntamiento americano, no apoyaba las medidas radicales de los insurgentes. En particular, desaprobaban la ejecución de españoles y la confis­ cación de sus bienes.55 Hacia el 3 de diciembre comenzaron a avistarse por los vigías rebeldes las avanzadas del ejército contrainsurgente. En la propia ciudad de 52. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 18, fs.285-285v. La proclama circuló por varias subdelegaciones de la provincia de Zacatecas. La referencia es de la interceptada en la subdelegación de Nieves, acción en la que se involucró al subdelegado Juan de Aguilar. 53. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 14, fs, 104-107. 54. Varios autores, Descripciones, 1976, p. 100. 55. García, «Guerra», 1999, pp. 404-405. 266 Índice

UN T U M U L T O

POR

EL A L Z A

DEL

PRECIO

DEL

MA Í Z

EN

FRESNILLO

Zacatecas se preparaba la defensa, pues para mediados de diciembre la ciudad se encontraba amenazada militarmente por dos frentes: en el norte, la contrainsurgencia, en el sur, la insurgencia. Hacia el 14 de diciembre, una avanzada del ejér­ cito de tierra adentro se aproximó a la ciudad de Zacatecas. De hecho, al regreso de Iriarte a Zacatecas, el Conde Santiago de la Laguna había ya renunciado a su cargo (18 de diciembre) y abandonado la ciudad. Por tanto, Iriarte, que preparaba el asalto a Sombrerete, se ve precisado a regresar a Zacatecas, donde llegó el 20 de diciembre, momento en el que se recrudeció la acción contra los españoles. Así, entre el 23 y 24 de diciembre se aprehendió a varios de ellos y se les recluyó en los conventos de Santo Domingo y Guadalupe de la ciudad de Zacatecas. El 25 de diciembre se libraría la que será llamada como «batalla de Santiagui11o», en Fresnillo, entre las fuerzas insurgentes y contrainsurgentes, éstas últimas comandadas por el teniente José Manuel Ochoa. Se trató, sin duda, de una de las más importantes y decisivas contiendas del avance de la insurgencia hacia el norte. Los realistas, sin haber vencido, recuperan Fresnillo pues los insurgentes después de esa batalla, regresan a Zacatecas. Al parecer el ejército rebelde quedó bastante maltrecho pues no pudo acudir, tres semanas después, a la batalla de Puente de Calderón, motivo que después le sería imputado a Iriarte como trai­ ción y que propiciaría su ejecución. El año de 1811 comenzó con relativa calma, sin embargo, habría elecciones y nombramiento de cabildo de la capital zacatecana. Mientras tanto, Hidalgo se preparaba para la mencionada batalla en Puente de Calderón la que, como sa­ bemos, concluyó en una dolorosa derrota. Tras ésta se dirigió con sus huestes a la ciudad de Zacatecas a donde llegó el 28 de enero. Allí permaneció 6 días y después partió hacia Saltillo, perseguido muy de cerca por Calleja. Estos aconte­ cimientos terminaron por desintegrar al grupo político que había dominado el ayuntamiento de la capital zacatecana desde la huida de las autoridades españo­ las. Unos se adherirían a la insurgencia, otros colaborarían a partir de entonces con la contrainsurgencia. En la segunda mitad de febrero de 1811 las avanzadas de dos ejércitos insur­ gentes entraron en contacto con el norte de Zacatecas: los de Mariano Jiménez y las de Rafael Iriarte, que venían del sur y se dirigían a Saltillo. Podemos decir que allí terminó el momento más álgido de la insurgencia en la provincia. Todavía, al regreso de los insurgentes del norte, hubo otra breve estadía de éstos en esa ciu­ dad, incluso con un breve gobierno de Ignacio López Rayón, que dejó vislumbrar un reavivamiento de la insurgencia en la zona, mas no se concretó. En cambio, las acciones bélicas se trasladaron a otras partes de la intendencia.56

56. Véase Sánchez, «Insurgencia», 2005. 267 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

CONSIDERACIONES FINALES En este trabajo tratamos de analizar el carácter, relación e importancia que tuvo el tumulto de Fresnillo de 1810 con la insurgencia en Zacatecas; asimismo, considerar el papel de algunos individuos como intermediarios entre las elites y los sectores populares. En primer lugar, si bien no profundizamos en la situación económica que guardaba la producción minera, porque no era el objetivo el aquí, sí pudimos ca­ racterizar el declive que en particular sufría el mineral de Fresnillo para la época; asimismo, probamos la manera en la que afectó a la zona la crisis de subsistencia de los años 1807-1810, que debido a las sequías afectó la producción de maíz y, por tanto, a la población. En ese marco, podemos sugerir que el tumulto que tuvo lugar en Fresnillo en octubre de 1810 estalló debido tanto a la crisis de subsisten­ cia que sufría la provincia como al abuso de poder de una autoridad local. Pudiera interpretarse que fue una acción aislada, autónoma, sin embargo, precisamente, vista desde la perspectiva de su enlace a numerosos acontecimientos similares que ocurrían en otros lugares de la Nueva España, la conclusión más acertada es comprenderla como forma de manifestación popular contra agravios coyunturales o estructurales, y que formó parte de la serie de hechos que culminaron en lo que propiamente fue el estallido de la insurgencia en Zacatecas. En segundo lugar, encontramos a un par de sujetos jugando el papel de inter­ mediarios entre los sectores populares y las élites criollas, sugiriendo las ligas que fueron necesarias para llegar a la insurrección. Apolonio Piña era uno de ellos; se trataba de uno de tantos sujetos marginales de la época; como otros menos notorios. Cobra una importancia central en los hechos narrados no sólo por su condición marginal sino también por su actitud contestarla contra el poder es­ tablecido o en transición, como era el caso. Las diversas expresiones peyorativas sobre su persona, la utilización que de él quisieron hacer las autoridades, pero, a la vez, su empeño por denunciar estas acciones, dejan en claro -hasta donde es posible observar- el carácter rebelde e independiente de muchos como él que se convertían en peligrosos para el poder. Por cierto, Piña, junto con otros involucrados en el caso, no fueron indultados sino hasta junio de 1818.57 ¡Siete años después de haber sido consignado, pese a que hacia 1814 parecía haberse resuelto favorablemente el caso a su favor! Finalmente, el análisis de este tumulto, es decir, de un caso más de moviliza­ ción popular, nos lleva a reflexionar de nuevo sobre el problema de las causas del estallido de la revuelta popular en la Independencia. No pretendemos resolver nada aquí, sino apuntar que si bien no puede decirse de manera absoluta que se debió únicamente a cuestiones materiales -si es que aún no fueran convincentes 57.

agn m ,

Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9,

f.

299.

268 Índice

UN T U M U L T O

POR

EL A L Z A

DEL

PRECIO

DEL

MA Í Z

EN

FRESNILLO

las explicaciones que relacionan causas materiales con las políticas o cultura es-, entonces debe buscarse otra explicación. Cito la aseveración de Hernández Jai­ mes: Es obvio pues que los desgastados niveles de vida de los grupos populares novohispanos no son razón suficiente para explicar la insurgencia de los pobres. Parece más razonable suponer que se trató de una confluencia de condiciones estructurales con profundo arraigo en las relaciones sociales novohispanas con otras de naturaleza coyuntural y externas. Las evidencias sugieren, como han observados varios historiadores, que existía un estado de malestar general en la Nueva España; con algunas variantes regionales...

Desde ahí puede sugerirse que: «Esa confluencia de condiciones estructurales

con profundo arraigo en las relaciones sociales novohispanas con otras de naturaleza coyuntural y externas », «ese malestar» existente en la época, como lo llama este autor, tienen que ver desde mi punto de vista, con el surgimiento de fenómenos de marginalidad, que se agudizan en momentos de crisis, como lo fue en los años previos al estallido de la insurgencia, pero que están condicionados de tiempo atrás. Sin duda, tendría que probarse esa hipótesis con estudios que enfoquen el problema desde esta perspectiva y con base en un espectro geográfico más am­ plio. Por ahora, aquí se esboza de manera general cómo ocurrió un tumulto en Fresnillo, sitio donde se pensaba no había existido crisis de subsistencia; se avan­ zó en el cuándo y quiénes participaron así como en la manera en que se vinculó con el proceso más general de la insurgencia; es necesario continuar con este tipo de investigaciones para acercarnos a comprender y explicar con mayor pro­ fundidad las raíces de la insurgencia, sobre todo, vista como Otra rebelión , según la ha llamado con mucho tino, Eric Van Young.

ARCHIVOS agn

Archivo General de la Nación, México. Ramo Infidencias.

BIBLIOGRAFÍA Los dilemas de la organización autónoma, Zacatecas, 18081 8 3 2 , México, El Colegio de México, 2005.

D e V e g a , M erced es,

269 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

F l o r e s c a n o , E n r iq u e ,

México, —

ERA,

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Precios del maíz y crisis agrícola en México 1708-1810,

1969.

Fuentes para la historia de la crisis agrícola (18091811). Selección documental , México, un am / Coordinación de Humanida­

y V ic to r ia S an V ic e n t e ,

des, Imprenta Universitaria, 1985. G arcía G o n z á l e z , F r a n c is c o , «Guerra y consumación de la independencia en Zacatecas», en [ag n ], Consumación de la independencia, 2 vols., T. II, Méxi­ co, Dirección General de Publicaciones, a g n , 1999, pp. 389-412. Raíces de la insurgencia en México, Historia Regional, 175018 2 4 , México, Fondo de Cultura Económica, 1990. — Política y comercio en el sur de México, 1 7 5 0 -1 8 2 1 , México, Instituto Mexi­ H a m n e t t , B rian ,

cano de Comercio exterior, 1976. H e r n á n d e z J a im e s , J e s ú s , «Crisis de subsistencia e insurgencia popular en la Nueva España: entre la infidencia y la lealtad» en A lic ia M a y e r , (coord.), México en tres momentos: 1 8 1 0 -1 9 1 0 -2 0 1 0 . Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana. Retos y perspectivas. I, México, iih / u n a m , 2007, pp. 61-74. — La provincia de Zacatecas en 1 8 0 3 - Informe del intendente Don Francisco Rendón al Real Tribunal del Consulado de Veracruz. Zacatecas, 1953, Facsí­

mil preparado por Salvador Vidal. L a n g u e , F r e d e r iq u e ,

Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo

xvui, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.

«La minería en Fresnillo durante el gobierno de Francisco García Salinas», en Relaciones: Estudios de Historia y Sociedad , num. 34, 1988, pp. 31-53.

M a c ía s , C a r l o s ,

El m undo novohispano. Población, ciudades y economía, siglos xvny xviii, México, Fondo de Cultura Económica / Colegio de México,

M iñ o G rijalva , M a n u e l ,

Fideicomiso Historia de las Américas, 2001. Ríos Z ú ñ ig a , R o sa lin a , «Comercio indígena en Zacatecas a fines del siglo xvni. Análisis de un documento (1792)», en J o r g e S ilva R iq u e r y A n t o n io E s c o b a r (coord.), Mercados indígenas en México, Chile y Argentina, siglos xviii-xix, México, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora-Centro de Investi­ gaciones y Estudios en Antropología Social, 2000, pp. 116-147. La política de una rebelión. Los indígenas frente al tumulto de 1692 en la Ciudad de México, México, Colmex, 2007.

S ilva P ra d a , N atalia ,

«Insurgencia y contrainsurgencia en Zacatecas, 18101813», tesis doctoral en historia, Zacatecas, Universidad Autónoma de Zaca­ tecas, 2005. T erá n F u e n t e s , M a rian a , «Por lealtad al rey, a la patria y a la religión. Los años de transición en la provincia de Zacatecas, 1808-1814», en M exican Studies/ Estudios mexicanos , vol. 24, núm. 2, 2008, pp. 289-323. Sán ch ez T a g le, H é c t o r ,

270 Índice

UN T U M U L T O

T h o m pso n ,

POR

EL A L Z A

DEL

PRECIO

DEL

MAÍ Z

EN

FRESNILLO

E. P., «La economía “moral” de la multitud en la Inglaterra del siglo

xviii», en Costumbres en com ú n , Barcelona, Crítica, 1995. T u t in o , J o h n , De la insurrección a la revolución en M éxico, México, e r a , 1987. V a n Y o u n g , Eric, La otra rebelión . La lucha p o r la independencia de México, 1810-1821 , México, Fondo de Cultura Económica, 2006. V a r io s A u t o r e s , Descripciones económ icas d e la Nueva Españ a. Provincias del Norte, 1790-1814 , México, s ep / in a h , 1976.

271 Índice

LA FERRERÍA DE COALCOMÁN Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Gerardo Sánchez Díaz Universidad Michoacana

Durante la época colonial, la actividad minera, especialmente la extracción y beneficio de metales preciosos como el oro y la plata, fue una de las prácticas eco­ nómicas más importantes en el virreinato de la Nueva España. Desde el siglo xvi, poco a poco se fueron descubriendo importantes yacimientos que dieron origen a grandes fundos mineros, como los Reales de Minas de Guanajuato, Pachuca, Zacatecas,Taxco,Tlalpujahua y Otzumatlán. Cada uno de estos lugares tiene sus propias características de evolución histórica, que han sido abordadas tanto por investigadores nacionales como de instituciones extranjeras.1 Para la segunda mi­ tad del siglo xvni y primeros años del xix, se observa un gran interés de la Coro­ 1. Acerca de la evolución de estos centros mineros durante la época colonial, véase: Luis Chávez Orozco. La minería en la Nueva España a postrimerías del siglo xvrn, México, Secretaría de Economía Nacional, 1938; Walter Howe, The Mining Guild ofNew Spain an d its Tribunal General, 1770-1821, New York, Greenwood Press, 1968; Oscar Alatriste, Desarrollo de la industria minera y de la comunidad minera de Hidalgo del Parral durante la segunda mitad del siglo xvrn, (1765-1810), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1985; Peter J. Bakewell, Minería y sociedad en el México colonial: Zacatecas, 1546-1700, México, Fondo de Cultura Económica, 1977; David A. Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1971; Phillip Lance Headley, Minería y sociedad en el Centro Minero de Santa Eulalia Chihuahua, 1709-1750, México, Fondo de Cultura Económica, 1980; Gilda Cubillo, Los dominios de la plata: el precio del auge, el peso del poder. Empresarios y trabajadores en las minas de Pachuca y Zimapán, 1552-1620. México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991; Frédéric Langue, Los señores de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo xvrn, México, Fondo de Cultura Económica, 1999; Laura Pérez, Minería y sociedad en Taxco durante el siglo xvrn, México, Universidad Iberoamericana, 1996; María Eugenia Romero, Minería y guerra. La economía de Nueva Es­ pañ a, 1810-1821, México, El Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 273 Índice

LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

na española por impulsar la actividad minera en sus dominios americanos. De esta forma, se editó un conjunto de ordenanzas,2 informes, memorias y tratados técnicos,3 como los elaborados por Fausto Elhúyar y Friedrich Sonneschmid, que pretendieron favorecer e impulsar, tanto el trabajo de extracción como el benefi­ cio de minerales, a través de mejores métodos.

EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE IÁ FERRERÍA DE COALCONÁN En los últimos años del siglo xvin y primeros del x e x , la minería novohispana enfrentó graves obstáculos como la insuficiente provisión de azogues y la carestía del hierro empleado en la elaboración de herramientas utilizadas en las minas, metal que era traído de Vizcaya. Por ese tiempo, a causa de la guerra entre Ingla­ terra y España, se suspendieron los envíos de hierro y azogue. Ante esta grave amenaza, que podría ocasionar la paralización completa de los trabajos mineros, el Real Tribunal de Minería comisionó al mineralogista Andrés Manuel del Río, profesor del Real Colegio de Minería, para que estableciese una ferrería en Coalcomán, en la vieja provincia de Michoacán.4 Con su diligencia característica, el ilustre profesor madrileño se trasladó a la mencionada población, que en ese tiem­ po era un reducido asentamiento, poblado en su mayoría por indígenas. Desde su llegada a Coalcomán, Andrés Manuel del Río tuvo que lidiar con la carencia de elementos de toda clase y hasta con la incomprensión de las autoridades loca­ les que ahuyentaban a los trabajadores con sus absurdos sistemas de tributación y ponían muchas trabas con los sistemas alcabalatorios.

1997; David Carbajal López, La minería enBolaños, 1748-1810. Ciclos productivos y actores económicos, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, 2002. 2. Reales Ordenanzas p ara la dirección, régimen y gobierno del importante cuerpo de Mi­ nería de Nueva España y de su Real Tribunal General, Madrid, 1783, existe una nueva edición impresa en París a mediados del siglo xix con el título abreviado de: Ordenanzas de minería. París, Librería de Rosa Bouret y Cía., 1851. 3. Entre otros documentos acerca del interés por impulsar la explotación minera, pueden verse los escritos de José Joaquín de Eguía, Memoria sobre la utilidad e influjo de la minería en el Reino, necesidad de su fom ento y arbitrios de verificarlo, México, Imprenta de la Oficina de donjuán Bautista de Arizpe, 1819; Juan Lucas Lazaga y Joaquín Velásquez de León. Repre­ sentación que a nombre de la minería de esta Nueva España hacen al Rey Nuestro Señor los apoderados de ella, México, Felipe Zúñiga Ontiveros, 1784. 4. María Eugenia Romero Sotelo, Minería y guerra. La economía de Nueva España, 18101821, México, El Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997, pp. 29-33; José Joaquín Izquierdo, La prim era casa de las ciencias..., pp. 203-204; Arturo Arnaiz y Freg. «D. Andrés Manuel del Río y su ilustre magisterio en México», Andrés Manuel del Río y su obra científica, México, Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, 1966, pp. 31-32; Vito Alessio Robles, El ilustre maestro Andrés Manuel del Río, México, s. e., 1937, p. 20. 274 Índice

LA

FERRE RÍA

DE

COALCOMÁN

Y LA

GUERRA

DE

INDEPENDENCIA

Por ese tiempo, Coalcomán era una población aislada y con escaso número de habitantes. Era cabecera de curato y en lo civil dependía de la jurisdicción de Maquilí. Según una descripción de la época, el pueblo estaba situado: ... en una espaciosa cañada que forman las encumbradas montañas que nom­ bran de Ahuijullo y Aguililla, y fertiliza un río que tiene el nombre del pueblo.,. es república de indios, con su alcalde regidor, mayordomo de rey y dos topiles o ministros, cuya elección celebran el día de San Mateo de cada año, con las mismas formalidades que en la cabecera. Tiene iglesia parroquial en que se mantiene un cura clérigo que ejerce la juris­ dicción eclesiástica y da el pasto espiritual a su feligresía, compuesta por vein­ ticinco familias de españoles y treinta de mulatos avecindados unos en el mismo pueblo, otros arranchados en sus pertenencias y otros en los puestos de Ticuiluca y Cópala, el primero distante nueve leguas hacia el oriente y el segundo doce por el poniente y cincuenta y nueve indios tributarios que se han empadronado en la nueva cuenta, matrícula de cincuenta enteros y diez y ocho medios del idioma mexicano, aunque bien instruidos en nuestro vulgar castellano.5 En el mismo informe, redactado a fines del siglo xvm, se muestra de esta ma­ nera el paisaje y las condiciones para el desarrollo agrícola: El temperamento es caliente, aunque con mediación a templado, por cuyo mo­ tivo y por la abundancia de agua del río que corre por la cañada, es el terreno propio y muy fértil para siembra de caña dulce, como se experimenta en los cortos pegujales, que se hayan plantados, que dura la planta fructificando ca­ torce años en un propio terreno sin transplantarla, y sólo con regular beneficio de quemar la hoja que queda después del corte y echar el riego en tiempo oportuno, pero los indios no se dedican, como debieran al beneficio, siembra y cultivo de esta planta de que les resultaría considerable utilidad, así por su pobreza como por su innata desidia, excitándose solamente en cortas siembras de maíz y chile por ser también las tierras propias y fértiles para estas semillas y en sacar cera, y la resina del copal de que abundan los montes con cuyo corto comercio logran satisfacer los reales tributos y las obvenciones eclesiásticas que es a lo único que aspiran.6 Como se observa, los indígenas, hablantes del náhualt o mexicano, eran el sector principal de la población asentada en la jurisdicción de Coalcomán. Los indígenas tenían sus propias autoridades, formaban una compañía de flecheros que tenía por encomienda turnarse la vigilancia de la costa con los habitantes 5. a g n , Ramo Historia, Vol. 73. Descripción topográfica de los pueblos del Partido de Motines del Oro. Hecha por el subdelegado de Tlazazalca, Juan de Zárate, año de 1789, ff. 176-177. 6. Ibid.} ff. 177-178. 275 Índice

LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

E N LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

de otros pueblos como Maquilí, Ostula, Coire y Pómaro. La vida comunitaria de los indígenas de Coalcomán giraba alrededor de dos cofradías o hermandades, una bajo la advocación de nuestra Señora de la Limpia Concepción del Hospital y la otra de las Benditas Ánimas del Purgatorio. Limpia Concepción contaba con un patrimonio de trescientas cabezas de ganado vacuno y sesenta yeguas, de cuyos productos se pagaban dos pesos semanales al cura párroco por las misas del sábado, dos por las misas dedicadas a los indios difuntos y veinte pesos por cuatro funciones que se celebraban al año. La cofradía de las Benditas Ánimas poseía cincuenta cabezas de ganado y doce yeguas. De sus productos se pagaban al párroco los mismos derechos por misas, además de una arroba de cera para las velas del altar. Los ganados de ambas cofradías pastaban en tierras de la comunidad y sus cuidados eran atendidos por los indios cofrades que se turnaban para ello. Por otro lado, en el reporte de las condiciones naturales del entorno de Coal­ comán, el visitador Juan de Zárate, centró la atención en la riqueza minera que percibió en su recorrido por la región, dice: las montañas y los cerros que circundan el valle, según la común opinión de los vecinos, son por lo regular minerales de plata, y en la actualidad se hayan des­ cubiertas dos vetas vírgenes, la una en un paraje o cerrito de Los Colomos, dis­ tante media legua del pueblo al poniente, con ley de plata y acero, que trabaja don Francisco Caraza, vecino del pueblo de Taretan, que la tiene ya registrada y la otra, en la montaña o paraje de El Saucito, distante del pueblo legua y media hacia el norte, que ha descubierto pocos días hace y comenzado a trabajar con grandes esperanzas, porque sus metales muestran tener bastante ley de plata.7

En otro informe, suscrito por Diego de Lazaga el 23 de octubre de 1792, como presentación a un amplio P adrón d e p o b la d o r es españ oles, m estizos y p a r d o s d el P artido d e M otines, se hizo énfasis en los yacimientos ferruginosos localizados en las montañas de Coalcomán. En la parte central del documento se asienta: En el pueblo de Coalcomán hay vetas de fierro de extraordinaria anchura, y según me informaron, hizo un vecino el experimento de su beneficio; y, sin embargo, la falta de oficinas, el quintal y diez y ocho libras de superior calidad le tenían de costo, siete pesos y dos reales. También hay imán superior, pues hice se sacasen algunas piedras, y aunque fueran de la superficie de la tierra me parecieron de entera virtud, por lo cual hice una carga que por lo estropeado de las bestias dejé en Pátzcuaro, con

7. Ibid., f. 178.

276 Índice

LA

FERRERÍA

DE

COALCOMÁN

Y LA

GUERRA

DE

INDEPENDENCIA

encargo que me la mandasen, y aún no ha aparecido, pero si no ha extraviado presentaré su calidad.8

Tal era el panorama económico y social que el mineralogista Andrés Manuel del Río encontró a su llegada a Coalcomán. En breve tiempo efectuó varios reco­ rridos para reconocer los yacimientos ferrosos y determinar cuales eran los de mayor importancia. Según afirma Santiago Ramírez, el trabajo de Andrés Manuel del Río desde su llegada a Coalcomán fue intenso. Se ocupó de reconocer los cria­ deros de fierro y las fundiciones ya establecidas y encontró que eran defectuosas, entre otras razones, por el sistema de soplo que utilizaba brazos, y aquellos, explo­ tables; notando la escasez de gente, que se propuso remediar. Para ello, contrató operarios en Zapotlán el Grande, Apatzingán y Colima. A la vez recogió noticias de la localidad, y conforme a ellas, con fecha 8 de enero de 1806, indicó al Tribunal la conveniencia de estudiar con mayor detenimiento los criaderos de Halo y San Sebastián, inmediatos a Zapotlán el Grande, cuya indicación aprobó el Tribunal con fecha 29 de enero del año de 1807. El 2 de marzo, Andrés Manuel del Río rindió al Real Tribunal de Minería el informe correspondiente, en el que decía: y del reconocimiento hecho de los criaderos de Halo Chico, junto a Maquilí, del de San Sebastián, junto a Zapotlán el Grande, y de los del Halo Grande, con una travesía de 200 leguas, resultó que los mineros de Zapotlán y del Halo Grande, de hierro magnético y rojo con algún espejado, todo revuelto, son poco a propósito para fundirlos a la catalana, y menos para producir acero, aunque en el país saquen alguno a costa de muchísimo carbón. Los del Halo Chico, de hierro pardo, como aquí [en Coalcomán], y de aguas y maderas abundan­ tes, serían muy buenos si no fuera por la escasez de gente y la dificultad de la extracción del hierro y acero que se labrase, mayor aún que la de aquí [en Coalcomán], por cualquier rumbo que se quisiera hacer, en virtud de la aspereza de los caminos.9

A su regreso de esa larga expedición, Andrés Manuel del Río se ocupó en bus­ car un sitio a propósito para utilizar el agua del río de Ixtala, en las instalaciones 8. a g n , Ramo Padrones, Leg. 21, Diego de Lazaga, Descripción del Partido de Motines, México, 23 de octubre de 1792. El documento fue publicado en Anuario de la Escuela de Historia, n° 3, Morelia, Universidad Michoacana, 1988, pp. 243-247; también se encuentra glo­ sado en Raúl Arreóla Cortés. Coalcomán. Monografías municipales del Estado de Micboacán, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1980, pp. 126-133. 9. Santiago Ramírez, Biografía del Sr, D. Andrés Manuel del Río. Primer catedrático de mineralogía del Colegio de Minería, México, Imprenta del Sagrado Corazón de Jesús, 1891, pp. 30-31. Por la información hasta ahora conocida, no queda claro en dónde se ubicaban los yacimientos ferrosos que abastecían de mineral fundible a la ferrería instalada por Andrés Manuel del Río en Coalcomán. 277 Índice

LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

de la ferrería, «decidiéndose después de tres nivelaciones, por uno que, necesitan­ do 3.300 varas de zanja, era preferible a otro que no demandaba más que 500, por tener en éste que abrirse el acueducto en roca dura, y aquel en tierra vegetal».10 De esa forma, en poco tiempo se construyó un canal de casi tres kilómetros de longitud para aprovechar las aguas del río Ixtala para mover los martinetes utiliza­ dos en la trituración de los minerales ferrosos, antes de colocarlos en los hornos. Por otro lado, reunió víveres para sus trabajadores y se dedicó a construir los hor­ nos, yunques y martinetes,11 indispensables para el inicio de los primeros ensayos de la ferrería. Cuando al parecer todo estaba resuelto para operar las instalaciones, el pro­ fesor del Río se enfrentó a diversos problemas técnicos, que gracias a su ingenio pudo resolver, como lo relataría en un informe presentado en 1810: Cuando fui comisionado por el Real Tribunal General de Minería, para esta­ blecer la ferrería de Coalcomán, me creí dichoso por tener a mano la obra moderna, elegante y magistral de la Peyrouse, la cual según su autor, es fruto de diez años de observaciones hechas, no en una, sino en varias ferrerías de su es­ pecie, me creí afortunado, digo, así como el que pensando tener que vadear un río caudaloso, se encuentra de improviso con un puente recién construido, que parece reunir la solidez a la hermosura. Y como se repite varias veces en dicha obra que el seguir sus reglas y preceptos es el modo casi infalible de acertar, la consecuencia natural que yo sacaba era, que debía pegarme al pie de la letra y seguir las pisadas de mi mentor, temiendo solamente que se me ocultasen en alguna parte y me extraviase. Pero la instrucción que he sacado por lo general, aunque en algunas cosas me ha servido mucho, es: que el tono decisivo de nada sirve en las materias que esperan cada día nuevos progresos de la observación, y que a lo más se puede decir: repetid mis experimentos, y sino os salieren bien, variadlos conforme a los principios de una sana teórica: es decir en otros términos que los libros que se piensa escribir meramente para prácticos, son los que menos les sirven a los prácticos regularmente.12 10. Ibid. pp. 31. 11. Para una descripción técnica de los yunques y martinetes, como elementos primor­ diales en las instalaciones de una ferrería, véase: Carmen Ceballos Cuerno, A rozasy ferrones. Las ferrerías de Cantabria en el Antiguo Régimen, Universidad de Cantabria, 2001; Manuel Corbera Millán. La siderurgia tradicional en Cantabria, Oviedo, Septem Ediciones, 2001. 12. El naturalista y abogado francés Felipe Picot de la Peyrouse, nació en Toulouse en 1744 y murió en 1818. Durante muchos años ocupó el puesto de abogado general de la Cámara de Aguas y Bosques del Parlamento de Toulouse. Entre 1800 y 1806, se desempeñó como alcalde de su ciudad natal. Fue inspector de minas de París, miembro y secretario perpetuo de la Academia de Toulouse, correspondiente a la de París, Además, ejerció el ma­ gisterio en la Escuela Central de Toulouse en la que fue profesor de Historia Natural. Su obra científica la componen varios libros sobre botánica y uno acerca de ios sistemas modernos de fundición de metales. Entre sus principales libros destacan sus famosos Traité sur les mines de fe r et lesforges du comté d efo ix desclasant, Toulouse, 1786 obra que llevó Andrés Manuel del Río a Coalcomán y que he podido examinar en fotocopia, gracias a la localización que 278 Índice

LA

FERRERÍA

DE

COALCOMÁN

Y LA

GUERRA

DE

INDEPENDENCIA

Más adelante, al hacer una valoración crítica del manual de fundiciones de la Peyrouse, hecho con base y para realidades distintas a la ubicación geográfica de Coalcomán, el mineralogista madrileño dice: Así me ha sucedido en la parte más importante de la fundición, las dimensiones de los hornos, que la Peyrouse supone tan esenciales, que una pulgada de diferencia produce los resultados más funestos, y por esta razón se guarnecen traslados con chapas gruesas de hierro, para que no varíe la figura en las fun­ didas. Ahora pues al construir mi horno con la escala en la mano, hallé tanta ambigüedad, tanta confusión y hasta contradicciones, que aún el día de hoy ignoro, cuales son las decantadas medidas del autor: cosa bien extraña en un hombre que por lo general es bastante claro y muchas veces difuso, de suerte que no se a qué atribuir su concisión y oscuridad en este punto. Una de dos: o él nunca midió los hornos por sí mismo, sino que se contentó con las medidas que le dieron, unas en un tiempo y otras en otro, según lo dislocadas que las pone, o quiso hacer misterio de la parte más esencial, y entonces pudo haberlo hecho de toda la obra, y haberla sepultado para siempre. No siendo mi ánimo deprimir su mérito, me atengo a lo primero, pues a lo que se dirige este discurso es a pedir luces a todos los inteligentes, para dar la mayor perfección a aquel establecimiento de Coalcomán.13 Después de vencer diversas dificultades técnicas, se le presentaron otras en el momento de iniciar el proceso de operación de los hornos y en los primeros ensayos de fundición, como más tarde relató en uno de sus informes: Yo sabía que el requisito necesario para fundir bien es que la llama circule per­ fectamente el todo el crisol, y así se hace la prueba antes de fundir, de echar unos carbones, y dar soplo a ver si este los hace girar alrededor. Jamás lo pude conseguir por las medidas del autor, -refiriéndose nuevamente a Peyrouse- y por lo mismo tampoco que se separase la escoria perfectamente del hierro pero lo conseguí por mis medidas que puedo mirar como propias, de que no hago misterio, y que pongo aquí en nota para no embarazar el discurso.14 Todavía hizo el antropólogo Alfredo Herrera López. Además, Peyrouse fue autor de otras obras como: Figures de la flore des pyrinées, avec des descriptions, des notes critiques et des observations. París, 1795-1802; Monographie du genre saxifrage, 1810; Histoire abrégée des plants des pyri­ nées et itinéraire des botanistes daus contrées, Toulouse, 1813. Véase Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1921, t. xuv, p. 569. 13. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán, leído en los actos de minería», Suplemento a l Diario de México, t. XII, n° 1629, México, 18 de marzo de 1810. 14. En nota aclaratoria a pie de página, Andrés Manuel del Río dio mayores detalles so­ bre la forma, medidas y volumen de los hornos que construyó, mismos que resultaron tener «Veinte pulgadas francesas tiene de ancho el lado perpendicular de la sangradera por abajo, y veintidós de alto: veintidós y media de ancho al lado de la tobera, veintiuna la rustina o el lado opuesto a la sangradera con tres pulgadas de inclinación hacia fuera en cuatro y medio pies de altura, y otras veintidós y media el contraviento o pared opuesta al soplo, con seis 279 Índice

LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

no hubiera llenado mi objeto, si sabiendo que el soplo debe ir derecho desde el principio hasta el fin, sin quiebras ni tortuosidades, no hubiese hecho girar el crisol alrededor de su centro, aproximándolo hacia la pared de la tobera una pulgada por el lado de la sangradera, y retirándolo otra por el opuesto, que es uno de dos métodos que propone el autor como absolutamente idénticos, pero ni lo son, ni el otro me han producido buenos efectos. Esto lo entenderá luego luego, cualquier práctico en estos hornos, y yo no me precio de más claridad, que la que es propia de la Peyrouse en otros puntos, como es el de las bóvedas de soplo.15

En el mencionado informe, Andrés Manuel del Río da otros pormenores de cómo buscó sus propias alternativas técnicas para resolver los problemas que se le presentaron en la primera etapa de construcción de los hornos de la ferrería, dice: ... Me salieron al principio algo bajas, aunque de las mismas dimensiones que trae el autor, [se refiere a la obra de Peyrouse] por no haber tenido entonces un barómetro. Aquí podría soltar la carcajada un práctico y exclamar: ¿qué tie­ ne que ver el barómetro con una ferrería? Y sin embargo, es cierto que tienen estrecha relación. Las bóvedas que en país frío fundan perfectamente el hierro, en un país templado, en que el aire este más raro y tenga menos masa en un volumen dado deben no bastar. Por fortuna, pude aumentarles fácilmente cerca de cuatro pies de altura y conseguí el intento. El chasco habría sido si hubiese puesto fuelles de madera de las dimensiones de los de Europa, que no es tan fácil agrandarlos, como aumentar la caída del agua en una bóveda. Después que tuve barómetro vi que se mantenía allí a trescientas líneas o veinte y cinco pulgadas, altura ciento ocho varas mayor que la de la Villa de Córdova, que según D. Juan Josef de Oteyza es de mil y cuarenta varas sobre el nivel del mar; y contrayéndonos a nuestro objeto, el barómetro era una escala exacta de las variaciones diarias de los hornos por lo relativo al soplo. De esto no hablan palabra la Peyrouse ni otros, sin duda porque no se les ofreció notar semejan­ tes diferencias; pero establece el primero como regla casi general, que bóvedas

altas o soplo fuerte produce hierro dulce, y bóvedas bajas o soplo flojo produce más acero , lo cual merece mucha restricción, a pesar de que parece conforme a teórica, pues con el soplo fuerte debía acabarse más pronto la fundida, tocarle menos carbón al hierro, y salir este menos acerado. En efecto reuní los soplos de los dos hornos para fundir en uno solo con ventajas aparentes al principio, aunque nunca me cuadró que subiese tanto la llama porque me indicaba que no se cebaba en el metal, y que el crisol era chico para tanto soplo; y examinada bien la cosa el invierno pasado en que el aire estaba más denso, vimos con ad­ miración bajar las gotas de metal fundido por delante de la tobera enteramente pulgadas de inclinación hacia fuera en veintisiete de altura». Andrés Manuel del Río. «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán,..». 15. Andrés Manuel del Río, op. cit., «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán.. 280

Índice

LA

FERRERÌA

DE

COALCOMÁN

Y LA

GUERRA

DE

INDEPENDENCIA

negras, esto es, que iba atropellada la fundida, que las partes terreas vitrificadas arrastraban consigo las metálicas, y no se hacía la separación correspondiente; y en prueba de ello en cuando disminuí el soplo, bajaban las gotas blancas y brillantes.16

Finalmente, después de practicar varias experiencias de ensayo-error y supe­ rar diversas dificultades, advirtió que para tener éxito en la empresa de fundición, además de las adaptaciones tecnológicas también era necesario tener en cuenta las características físicas de la composición orgánica de los minerales ferrosos empleados en la fundición: De este hecho inferí, que hay metales que no dejan fundirse apresuradamente, por ejemplo, el de Coalcomán, que es un hierro pardo con mucho manganeso, el cual necesita acaso fundirse lentamente con el hierro, y le da quizá el aguan­ te, la consistencia y dureza que lo caracterizan, no necesitando que se calcen las bocas ni las cabezas de las barrenas, bien que hay hierro fuerte con las mismas propiedades, al que no se le supone manganeso ninguno; no obstante cuando sale granujiento en la fractura y agrio, como sucede pocas veces, pienso que es una liga verdadera de hierro y manganeso, acaso con exceso del último.17

En su disertación, al hacer nuevas reflexiones sobre los modelos tecnológicos recomendados a los fundidores en la obra de la Peyrouse, en forma crítica, de acuerdo a sus experiencias en la ferrería de Coalcomán, comenta que el experto en fundición también tenía que tomar en cuenta otros elementos, sobre todo los minerales asociados a las sustancias ferrosas, como el manganeso, del que dice: ... el influjo de este en la formación del acero lo confiesa el autor, [nuevamente se refiere a Peyrouse] pues observó que siempre que abundaba en los metales,

salía mayor cantidad de acero en todas lasferrerías generalmente, y que cuando escaseaba o faltaba del todo, salía menos o nada absolutamente, y en su lugar hierro solo . [A renglón seguido, se le olvida, y dice que] el hierro espático no produce acero , siendo así que tiene una cuarta parte de manganeso, que todo el mundo lo llama metal de acero por excelencia, y que acredita serlo en Estiria, donde se fabrica tanto, y en nuestra España donde era tan famoso el acero antiguo; [después de esto vuelve a contradecirse, afirmando]: lo producen las

hematinas en abundancia. La verdadera hematina o sanguina que es la roja, no produce acero p or ningún método conocido, sino por el de cimentación, que conviene a todo hierro bien labrado, y solo la p ard a o hierro pardo p or el manganeso que contiene, y quizá también p or estar revuelto con sus minerales. Desde la primera vez que leí esta obra, había notado este trastorno de ideas

1ó. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán...», op. cit. 17. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán...», op. cit. 28 í Índice

LA C O R O N A EN L L A MA S , C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

mineralógicas, pero no lo extrañé mucho, porque puede uno ser buen fundidor y mal mineralogista.18 Por fin llegó el gran día en que Andrés Manuel del Río pudo ver los primeros resultados. Según estima uno de sus biógrafos: El 29 de abril de 1807, -fecha que debe señalarse en los fastos de la industria siderúrgica- la ferrería de Coalcomán produjo el primer hierro, que resultó de muy buena calidad. Bajo la dirección del señor del Río, continuó la extracción y fundición de excelente metal y los productos de esta ferrería fueron utilizados con gran aceptación en los trabajos mineros.19 Una vez que fueron superados los problemas técnicos, e iniciadas las primeras experiencias en la producción del fierro, se tuvieron las primeras muestras que resultaron ser de buena calidad, y una vez que se hicieron correcciones a las imperfecciones advertidas en las primeras experiencias, se procedió a nuevas horneadas, de las que sacaron de dieciocho arrobas de mineral, cuatro arrobas y diecisiete libras de fierro de buena calidad. En estas experiencias hubo un incidente que pone de relieve la lealtad y modes­ tia del Sr. del Río, de cuyas cualidades más que de un testimonio encontramos en su ejemplar y larga vida. Trabajaba a su lado un maestro herrero llamado Dionisio Pillado, quien creyéndose más competente que su entendido director, pidió a éste uno de los hornos para hacer unos ensayos a su modo y el Sr. del Río se los franqueó luego luego... el resultado fue poco satisfactorio y el Sr. del Río al dar cuenta al Tribunal dice con una moderación que le honra Pi­ llado no ha salido muy bien; pero son los primeros experimentos. Sin embargo, el horno quedó inutilizado y hubo necesidad de reponerlo casi por completo. De esa forma, de los errores también se sacaron nuevas experiencias. Sólo así, este primer modelo científico y tecnológico, plantado en tierras michoacanas logró consolidarse.20 Poco después de esa contingencia, y tomando nuevas precauciones, se llegó a mejores resultados, según se desprende del informe que con fecha 12 de mayo de 1807, Andrés Manuel del Río remitió al Tribunal de Minería, en el que en cierto sentido triunfal decía: En cinco o seis horas fundo veinticuatro arrobas de metal crudo, y saco zama­ rras caldeadas de seis, siete, y siete y media arrobas de fierro estirado, tanto que

18. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán...», op. cit. 19. Vito Alessio Robles, op. cit., p. 21. 20. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., p. 33. 282 Índice

LA

FERRERÍA

DE

COALCOMÁN

Y LA

GUERRA

DE

INDEPENDENCIA

como se puede con el pequeño martinete, al que estamos tratando de sustituir por otro mayor, mientras Pillado acaba los cilindros. Sin embargo, no me doy por satisfecho, y espero más producto de mis hornos franceses en cuanto los fundidores se impongan mejor en la maniobra de ellos, por estar acostumbrados solamente al castellano.21

El 12 de agosto de ese año, el director de la ferrería presentó nuevas eviden­ cias de que el trabajo continuaba con éxito y se hacían esfuerzos por alcanzar mejores resultados, dice: Esto cada día va mejor, a Dios gracias. Antes de ayer fundí en seis horas y me­ dia, treinta y seis arrobas de una clase de metal crudo, y el producto fue nueve arrobas y cinco libras de fierro; y ayer he fundido la misma cantidad de otro metal, también crudo, en el mismo tiempo y me ha dado una hermosa zamarra de once arrobas y diez libras. Sigo sacando bolas o zamarras de once y doce arrobas, limpias, en el espacio de seis a siete horas y de cualquier modo están ya vencidas las dificultades de la fundición, de suerte que no necesito realmente de fundidor ninguno.22

No obstante los buenos resultados que hasta esa fecha se obtenían, el trabajo en la ferrería se vio nuevamente afectado por la poca pericia demostrada por el auxiliar de fundición Dionisio Pillado, que por su falta de prudencia y cuidado en la operación de los hornos, fue separado de su responsabilidad como personal de apoyo en la ferrería.23 Esa situación trajo las primeras dificultades, ya que el men­ cionado fundidor presentó varias acusaciones en contra de Andrés Manuel del Río ante el Tribunal de Minería, las cuales que fueron aclaradas más adelante. Unas semanas después, a mediados de diciembre de ese año ocurrió el fallecimiento, en Coalcomán, del administrador de los fondos de la ferrería Juan Manuel López, quien fue sustituido en el cargo por el estudiante José Mariano de Oteyza, quien poco después, debido al aviso de una grave enfermedad de su madre, tuvo que viajar de urgencia de Coalcomán a la Ciudad de México en los primeros días de enero de 1808 y regresó hasta mediados de marzo, acompañado de otro estudian­ te de nombre Rafael Cardoso. El exceso de trabajo y las presiones para vencer las dificultades operativas de la ferrería, pronto trajeron a Andrés Manuel del Río sus primeros quebrantos de salud, al presentarse síntomas de reumatismo, que le em­ pezaron a afectar el cerebro. Sin embargo, unos días de descanso le permitieron la recuperación y se reincorporó nuevamente a sus actividades encaminadas ahora a lograr el mejoramiento de las instalaciones de la ferrería.

21. Ibid. 22. Ibid., pp. 33-34. 23- Arturo Arnáiz y Freg, Andrés Manuel del Río..., op. cit., p. 41. 283 Índice

LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

De esa forma, el 24 de octubre de 1808, quedó concluido un nuevo martinete con peso de 50 arrobas, pero poco después se presentó otro problema, su alum­ no Manuel de Herrera,24 que tanto le había auxiliado, pidió licencia para regresar a la Ciudad de México a atenderse de una enfermedad. Sin embargo, el impacto de la producción de la ferrería de Coalcomán, pronto se dejó sentir en las instalacio­ nes mineras novohispanas, mediante envíos de remesas para la elaboración de las diversas herramientas requeridas para la extracción de minerales. Así, la calidad del fierro labrado en Coalcomán no dejaba que desear: de la primera remesa que hizo a Guanajuato, a donde llegó el 18 de agosto de 1808, el Sr. Casimiro Chovell,25 administrador de La Valenciana, tomó cuatro tro­ zos para experimentarlos, y tan pronto como hizo la experiencia compró toda la cantidad existente; habiendo tenido igual acogida las remesas posteriores. El acierto con que fue establecido y guiado el tratamiento metalúrgico, unido a la buena clase del fierro, dieron el resultado que era de esperarse; y el mismo del Río, fijándose en las piezas más delicadas, en cuanto a que más necesitan toda la solidez y resistencia que sólo puede dar un tratamiento perfecto, las almadanetas de los mazos y las chapas de los morteros, afirma que estas piezas resultaron de mejor clase y de mayor duración que las de Vizcaya.26

24. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., pp. 34-35. Del mismo autor Noticia histórica de la riqueza minera de México y su actual estado de explota­ ción, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1884, p. 17. 25. Casimiro Chovell nació en 1775 y murió en 1810. Ingresó al Colegio de Minería en 1792, en mayo de 1798 fue enviado a Guanajuato a realizar trabajos prácticos, en donde por sus excepcionales conocimientos fue nombrado administrador de la mina La Valenciana. Fue simpatizante del movimiento de Independencia. El cura Hidalgo le dio el nombramiento de coronel del ejército insurgente y le encomendó la fabricación de armas y cañones destinados a la insurrección. A fines de noviembre fue aprehendido por el brigadier Félix María Calle­ ja con otros ex alumnos del Colegio de Minería que trabajaban en Guanajuato, entre ellos Ramón Fabié, nativo de Manila; José Mariano Jiménez y Rafael Dávalos. Jiménez y Dávalos fueron fusilados el 26 de noviembre, en tanto que a Chovell y Fabié se les ejecutó en la horca a la entrada de la Alhóndiga de Granaditas. Más adelante, su profesor Andrés Manuel del Río le dedicó un nuevo mineral encontrado en La Valenciana al que llamó chovelia, «en honor del patriota Casimiro Chovell». Santiago Ramírez, Datos p ara la historia del Colegio de Minería, México, Imprenta del Gobierno Federal, 1890, p. 218; Clementina Díaz y de Ovando, Los ve­ neros de la ciencia. Crónica del Real Seminario de Minería, 1792-1892, México, Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, t. I, pp. 190-191; Roberto Moreno de los Arcos, «Las instituciones de la industria minera novohispana», Miguel León Por­ tilla, Jorge Gurriá Lacroix, Roberto Moreno y Enrique Madero Bracho, La minería en México. Estudio sobre su desarrollo histórico, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978, pp. 149-150; Manuel Castillo Martos, Minería y metalurgia. Intercambio tecnológico y cultural entre América y Europa durante el período colonial español, Sevilla, Bogotá, Muñoz Moya y Montraveta editores, 1994, pp. 208-209. 26. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., pp. 34-35. 284 Índice

LA F E RRERÌ A

DE C O A L C O M Á N

Y LA G U E R R A

DE I N D E P E N D E N C I A

Él 22 de febrero de 1809, el Tribunal de Minería le pidió a Andrés Manuel del Río que volviera a la Ciudad de México a pasar el tiempo de aguas y a restablecer­ se de los males que le aquejaban. Poco después le fiie ratificado nuevamente ese ofrecimiento, de forma que el 7 de mayo, atendiendo tal petición, el mineralogista madrileño salió de Coalcomán con rumbo a Guanajuato y de ahí continuó a la Ciudad de México, y dejó al frente de la ferrería a sus discípulos José Mariano de Oteyza y Manuel Cardoso.27 Una vez volvió a la Ciudad de México, presentó un informe de sus actividades realizadas en Coalcomán, que incluyó un reporte de los gastos efectuados en el proceso de construcción de las instalaciones de la ferrería, que según Santiago Ramírez, dice: En la cuenta presentada de los gastos, desde el 25 de noviembre de 1805 hasta igual fecha de abril de 1809, los gastos ascendieron a noventa y ocho mil qui­ nientos nueve pesos y dos reales. Con una minuciosidad que revela su dedica­ ción, con una exactitud que pone en relieve su lealtad y con un orden que es el mayor testimonio de sus dotes administrativas, presentó el día 9 de noviembre de 1810 la cuenta general de la negociación por los tres años y cinco meses que la tuvo a su cargo, en la que aparece un saldo a su favor de cuatrocientos dieci­ séis pesos y cinco reales. Prueba irrecusable de la pureza de su manejo. Esta cuenta fue presentada al señor Lazo de la Vega, fiscal contador de Minería, por auto de diez de noviembre, quien en una minuciosa glosa hace algunas observaciones en su pedimento de ocho de octubre de 1811. El Tribunal, en auto del día 10, pasa el pedimento al Sr. del Río, por quince días, para que in­ forme; y este señor, con fecha 24, rinde el Informe pedido, en el que se somete a un riguroso análisis de cada una de las catorce observaciones que le hacen por el Fiscal, a cuyo poder vuelve el expediente por auto del 25, quien repite su procedimiento modificando el sentido de las observaciones hechas el 16 de noviembre.28 El resultado de la comisión desempeñada y los trabajos emprendidos por An­ drés Manuel del Río, en la Ferrería de Coalcomán fueron de tal manera satisfac­ torios, que el mismo fiscal contador, en su pedimento del día 5 de noviembre de 1811 le expresó en estos términos: los servicios que hizo se recomiendan por cualquier aspecto que se consideren, pues la ferrería se calificó, con sobrado fundamento, no sólo útil, sino necesaria para beneficiar a los mineros. Su establecimiento demandaba la particular instruc­ ción y conocimientos que poseía el indicado don Andrés y además de un trabajo no común, a causa de cuanto se iba a hacer era nuevo en el reino; y si a estas consideraciones se une la de que aquellos climas son tan perjudiciales a su sa­ 27. Santiago Ramírez, Datos para la historia del Colegio de Minería..., op. cit., pp. 210-211. 28. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., pp. 36-37. 285 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

lud, que apenas hubo quien se empleara en la Negociación que no la perdiera, debe confesarse que por lo así expuesto, como por haberla dejado en buen es­ tado el referido don Andrés, se granjeó un distinguido mérito. Que las naciones todas, por bárbaras que sean, han convenido en el principio que dicha la voz de la naturaleza, de que deben considerarse los premios con los servicios. En esta atención, siendo del agrado de V.S. se servirá declarar tenerlo merecido los hechos por don Andrés, y guardar el que estimare correspondiente a ellos.29 Después de su separación de Coalcomán durante varios meses, Andrés Ma­ nuel del Río continuó realizando gestiones para promover el mejor funciona­ miento de la ferrería. El 20 de julio logró que el Real Tribunal de Minería solicitara la liberación del derecho de alcabala del fierro producido en Coalcomán que se encontraba depositado en la aduana de México y que serviría para apoyar las obras que se realizaban en el Colegio de Minería. Más adelante, por intervención suya, el Real Tribunal de Minería ordenó al Factor que procediera a recoger 39 tercios de fierro procedente de Coalcomán y los entregara a Manuel Tolsá para sus obras en el Colegio.30 En los meses siguientes, las gestiones de Andrés Manuel del Río continuaron a favor de los técnicos que laboraban en la ferrería de Coalcomán. El 25 de noviem­ bre de 1811, apoyó la solicitud de Manuel de Herrera para que se le cubriera un adeudo de 224 pesos y cuatro reales por los servicios extraordinarios que años antes había prestado en la ferrería y presentó un nuevo informe de lo invertido en el proyecto tecnológico de Coalcomán.31 El 20 de octubre de ese año, los miembros de la Diputación Minera de Guanajuato, después de analizar el mencio­ nado informe, comunicaron las siguientes observaciones a los ministros del Real Tribunal de Minería: Por la nota 18 aparece haberse gastado en la ferrería de Coalcomán noventa mil pesos, cantidad que parece ya más que suficiente para semejante proyecto, en el cual parece igualmente que se debe tirar ya a desquitar alguna cosa del principal en provecho del fondo, y en provecho de los mineros; a cuyo favor ha sido hasta ahora más útil lo que trabajó esta minería en Coalcomán con quebranto de su fondo de cuatro a seis mil pesos y está siendo el cultivo del dicho por par­ ticulares. No criticamos el establecimiento, y sólo si insinuamos sencillamente que se evite en cuanto se pueda el gasto de máquinas costosas, que se tire a lo principal, esto es, sacar fierro con abundancia de cualquier modo.32

29. 30. 31. 32.

I b i d p. 36. Ibid., p. 223. Ibid., p. 224. Clementina Díaz y de Ovando, Los veneros de la ciencia..., op. cit., p. 477.

286 Índice

LA FERRERÌ A

DE C O A L C O M Á N Y L A G U E R R A

DE I N D E P E N D E N C I A

LA FERRERÌA DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Poco después de iniciada la insurrección de Dolores, el cura Miguel Hidalgo envió instrucciones a varias poblaciones invitando a sus simpatizantes a sumarse al movimiento insurgente. Las noticias del levantamiento pronto llegaron a la Villa de Colima y a principios de octubre de 1810, se unieron a la causa independentista los criollos Ramón Brizuela, José Calixto Martínez Moreno, apodado Cadenas, Pedro Regalado y Manuel Llamas, quienes al frente de más de un centenar de hombres iniciaron la campaña de apoyo al movimiento acaudillado por Hidalgo en varios pueblos del sur de Jalisco y el suroeste de Michoacán.33 Unos meses des­ pués, las tropas insurgentes al mando de José Calixto Martínez Moreno y Pedro Regalado llegaron a Coalcomán, se apoderaron de las instalaciones de la ferreria y se dieron a la tarea de transformar, auxiliados por los indígenas, el fierro fundido que encontraron, en armas para la causa insurgente. Así, «los operarios se hicieron cargo y aprovecharon bien las enseñanzas de sus maestros, pues no solamente fabricaron armas sino municiones para los ejércitos revolucionarios. Las municio­ nes de fierro hechas en Coalcomán fueron una novedad, pues los realistas no las hacía sino de bronce».34 La noticia de que los insurgentes se habían apoderado de la ferreria y que es­ taban fabricando armas y municiones, pronto alarmó a las autoridades virreinales de Colima y la Nueva Galicia, ya que temían que una vez pertrechados, lanzarían una ofensiva sobre ciudades como Colima y Guadalajara. Por esa razón, el coman­ dante realista José de la Cruz diseñó un plan de ataque a los insurrectos acanto­ nados en Coalcomán. Sobre ello, Lucas Alamán escribió que: teniéndose noticia de que los insurgentes, dueños de la ferreria de Coalcomán, establecida por el Tribunal de Minería durante la escasez de fierro que causó la guerra con Inglaterra para proveer de éste a las minas, se aprovechaban de ella para fundir cañones, municiones y otros útiles de guerra y siendo de temer que desde aquel punto intentasen tomar Colima, hizo Cruz que marchasen desde esa ciudad dos divisiones, la una a cargo del subdelegado de la misma Juan Nepomuceno Cuellar y la otra bajo las órdenes del capitán D. Miguel de la Mora, para que siguiendo diversos caminos, cayesen a un tiempo sobre Coalcomán, impidiendo la fuga de los insurgentes. Esta combinación no pudo tener efecto por los obstáculos del camino que los de Coalcomán intentaron defender, aunque luego los abandonaron y Mora llegó antes que Cuellar a aquel mineral, en el que encontró gran cantidad de fierro fundido e inutilizó las máquinas no pudiendo 33- Archivo Histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Sección antigua, 1810-1821, Copia de algunos documentos existentes en el Archivo de la Secretaría del Ayun­ tamiento Constitucional de Colima, relativos a los principales acontecimientos que ocurrieron en ese Estado durante el periodo de la Guerra de Independencia, 34. Raúl Arreóla Cortés, Coalcomán..., op, cit., p. 162. 287 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

dejar guarnición, con io que se perdió el gasto muy considerable que se hizo para plantarlas.35 La toma de Coalcomán y la ocupación de la ferrería por parte de los realistas, ocurrió el 29 de noviembre de 1811. La acción fue descrita en un parte de guerra, publicado en la G aceta del G obierno d e M éxico, en donde se puede leer que Juan Nepomuceno Cuellar y Miguel de la Mora: se apoderaron de los cañones y de muchas cureñas, que a toda prisa estaban labrando, herramientas y máquinas para montar por lo menos veinte, [caño­ nes] encontraron también mil arrobas de fierro fundido y como ciento treinta quintales poco más o menos del llamado bergajón y mucha madera a manera de camas... Cuellar tuvo a sí mismo su encuentro en la marcha persiguiendo una avanzada de rebeldes que se apareció en el monte, llegó al paraje donde en punto ventajoso tenían dispuesta su fortaleza con estacada doble, vallado y troneras y no halló en ella más que utensilios de cocina, muchas vestimentas, veintitrés ridículos monos de trapo, bien que la gente destinó a perseguir la avanzada referida se trajo catorce caballos ensillados, algunas mudas de ropa, dos bastones, tres lanzas y una escopeta que abandonó aquella gente en su fuga.36 Una vez que se retiraron las tropas realistas de Coalcomán, los insurgentes volvieron a ocupar el lugar, rehicieron, en parte, las instalaciones de la ferrería y continuaron haciendo municiones y armas para la causa libertadora. Ante el temor de ser atacados nuevamente por los realistas, los jefes de la insurgencia dispusieron que parte del fierro fundido fuera llevado a otros lugares en los que se instalaron fraguas y talleres para hacer cuchillos, lanzas, machetes y piezas de artillería. Por lo menos, se tiene noticia de dos sitios: uno en el rancho de El Ci­ ruelo y otro en la comunidad indígena de Maquilí.Al enterarse de ello, los coman­ dantes realistas que controlaban Colima, lanzaron una nueva ofensiva en contra de los rebeldes de Coalcomán a fines de enero de 1813. Las tropas realistas, al mando de Manuel Basavilbaso, entraron al territorio insurgente por el rumbo de Coahuayana, en donde sorprendieron a un grupo de rebeldes y les hicieron cinco prisioneros y liberaron a catorce personas simpatizantes del rey que se encontra­ ban detenidas. Luego marcharon sobre Maquilí en donde destruyeron las fraguas

35. Lucas Alamán, Historia de México. Desde los primeros movimientos que prepararon su independencia hasta la época presente, México, Imprenta de J. M. Lara, 1850, t. II, p. 403; véase también Lucas Alamán, Memoria sobre el estado de la agricultura e industria de la Re­ pública que la dirección de estos ramos presenta al Supremo Gobierno, México, Imprenta de J. M. Lara, 1843, p. 32. 36. Gaceta del Gobierno de México, t, III, n° 193, México, 5 de marzo de 1811, pp. 240241. 288 Índice

LA F ERRE R Í A DE C O A L C O M Á N Y LA G U E R R A

DE I N D E P E N D E N C I A

en las que los insurgentes hacían armas, detuvieron a ocho indígenas e hirieron a otros. Durante la marcha de los realistas a Coalcomán, al pasar por el Puerto del Ciruelo, sorprendieron a cien indígenas honderos de las comunidades nahuas de Maquilí y Ostula que resguardaban un taller para la fabricación y reparación de armas. En el parte de guerra, rendido por el jefe realista, se asienta que: en El Ciruelo puso en precipitada fuga a 100 indios honderos que resguardaban aquel puesto, hizo 6 prisioneros, entre ellos al herrero que componía las armas de la gavilla y destruyó todas las fábricas, materiales y utensilios que tenían para fundición de artillería. De El Ciruelo regresó prontamente al punto en que había apostado el destacamento, discurriendo que allí ocurriría la chusma confiada en el escaso número de que se componía dicho destacamento. En efecto, una reunión de más de 250 rebeldes capitaneados por Manuel y Pedro Regalado, desde las 8 de la mañana estaban haciendo fuego contra Solórzano y sus pocos valientes, que sin embargo se sostuvieron gallardamente hasta las 3 y media de la tarde en que llegó el comandante Basavilbaso. Entonces, cargando ambos la canalla la derrotaron completamente y destacaron para el alcance, por no po­ derlo hacer la caballería ya cansada en cuesta tan fragosa y escarpada, a la infan­ tería que avanzó hasta las cumbres, precisando a los enemigos a despeñarse por los voladeros. Perdieron los valientes en esta acción a un cabo y tres soldados muertos de la infantería y dos de la caballería, con más algunos contusos, nin­ guno de gravedad. Murieron de la canalla de 65 a 70, el número de heridos fue tal, que quedaron notables vestigios de sangre por la cuesta, se les tomó toda su remonta que pasaba de 200 caballos y muías, con porción de sillas de montar y todas sus escopetas, bayonetas, cartucheras, machetes, lanzas y una caja».37 Después de este descalabro, los insurgentes se dispersaron y más adelante se reunieron nuevamente en Coalcomán y desde ahí emprendieron campañas sobre varios pueblos del sur de Jalisco, e intentaron tomar nuevamente Colima.38 Además, se esforzaron en poner nuevamente en operación las instalaciones de la ferrería para seguir haciendo armas y municiones. Eso motivó una nueva incur­ sión de las tropas realistas a la región. Los hechos ocurrieron en los primeros días de noviembre de 1812. Pedro Regalado, auxiliado de un grupo de indígenas de Coalcomán, tendió una emboscada a los realistas en un estrecho camino, entre los ranchos de Tehuantepec y El Tejón. Veamos cómo relata el acontecimiento el jefe insurgente en una carta al Dr. José Sixto Verduzco, vocal de la Suprema Junta Nacional Americana: 37. a g n . Operaciones de Guerra, Vol. 149, f- 45v. 38. Archivo Histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Sección antigua, 1810-1821. Copia de algunos documentos existentes en el Archivo de la Secretaría del Ayun­ tamiento Constitucional de Colima relativos a los principales acontecimientos que ocurrieron en ese Estado durante el periodo de la guerra de Independencia. 289 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

me retiré del punto de Zinicuila con la finalidad de emboscarme con mi gente que no pasaba de cincuenta hombres, en un estrecho del camino por donde debía de pasar una partida enemiga de cuatrocientos; el 6 por la mañana se en­ cañonaron en efecto por la cañada, donde descargué sobre ellos una inmensa multitud de piedras; retrocedieron inmediatamente, se desbarrancó la mayor parte, encontré en las cañadas veinte y tres cadáveres; les tomé cinco fusiles y catorce retacos, de nuestra parte no hubo la menor contingencia.39 La acción mereció un elogioso comentario de Verduzco, quien mandó publi­ car la carta en Ilustrador A m ericano, para que otros jefes insurgentes se entera­ ran de esa ocurrencia que había propiciado una victoria sobre las tropas del rey por un puñado de hombres adictos a la causa de la libertad.40 A principios de 1814, los comandantes realistas proyectaron una nueva ofen­ siva en contra de los insurgentes acantonados en Coalcomán. En la primera quin­ cena de febrero, mediante la colaboración de algunos traidores, los dirigentes de la insurgencia, Pedro Regalado, Manuel Llamas y Francisco Villavicencio, fueron aprehendidos durante de la noche, mientras dormían, en Coalcomán y en medio de un gran sigilo fueron trasladados a Colima en donde las autoridades realistas les siguieron un juicio sumario y los condenaron a la pena capital. En el parte de guerra enviado por el comandante realista Juan Antonio Solórzano al Mariscal de campo José de la Cruz, el 2 de marzo, le informaba: Estando yo bien asegurado de que no había riesgo de gavillas, despaché para Coalcomán una escolta de 12 soldados de caballería y 4 de infantería escogi­ dos, al mando del subteniente de caballería don Agustín Béjar, corto el número porque así convenía y al abrigo de los montes para no ser vistos, caminando lo más por las noches en 3 días, sin entrar al pueblo de Coalcomán llegaron a él; estaban distantes de dicho pueblo divididos por diferentes vientos los cabecillas Pedro Regalado, quien se dice Coronel, con su secretario Francisco Villavicen­ cio y Manuel Regalado, llamado Sargento mayor; a la media noche del día 19 del vencido inmediato de febrero, el oficial Béjar les cayó y cogió presos a los 3 malvados, pasando con ellos por la orilla del pueblo con el mayor silencio sin ser descubierto y están bien asegurados en esta villa a disposición de vuestra señoría. Se ha hecho buena presa; estos cabecillas son los que han estado insultando e incomodando mucho tiempo, como vuestra señoría sabe a Colima, pueblos, haciendas y rancherías del contorno; tendremos ahora mayor sosiego. Toda la 39. J. E. Hernández y Dávalos, Colección de documentos p ara la historia de la guerra de Independencia de México de 1808 a 1821, México, José María Sandoval Impresor, 1880, t. IV, pp. 466-467. 40. Ilustrador Americano, n° 33, sábado 28 de noviembre de 1812, p. 110, J. E. Hernández y Dávalos, Colección de documentos..., op. cit., t. IV, pp. 663-664, 290 Índice

L A F ERRE RÍ A DÉ C O A L C O M Á N

Y LA G U E R R A

DE I N D E P E N D E N C I A

escolta merece premio, porque todos se portaron bien y sufrieron en los montes bastantes trabajos, pero recomiendo a vuestra señoría en particular el grande mérito del subteniente Agustín Béjar y de los dos vigías, uno que salió de esta villa y otro de Coalcomán que nos llevó a las casas en donde se hallaron los cabecillas y ayudó a aprehenderlos.41 Ante los acontecimientos antes señalados, los insurgentes al igual que los in­ dígenas de Coalcomán se dispersaron ante el temor de nuevas incursiones de los realistas. Prácticamente el pueblo de Coalcomán quedó despoblado debido a que los indígenas fincaron sus viviendas en diversos puntos del Valle de Coalcomán y la sierra y al final de la guerra, en el año de 1822, según datos demográficos apor­ tados por Lejarza, sólo quedaban 66 habitantes.42

ARCHIVOS agn a h in a h

Archivo General de la Nación, México. Archivo Histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

BIBLIOGRAFÍA Historia de M éxico. Desde los prim eros movimientos qu e p rep a ­ raron su independencia hasta la época presente, México, Imprenta de J. M. Lara, 1850, t. II, p. 403. — M emoria sobre el estado d e la agricultura e industria de la República que la dirección d e estos ram os presenta a l Supremo Gobierno, México, Imprenta d e j. M. Lara, 1843, p. 32. A l a t r iste , O s ca r , Desarrollo d e la industria m inera y de la com u n idad m inera d e Hidalgo del Parral durante la segunda m itad del siglo xvm} (1765-1810). México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1985. A lessio R o b l e s , V i t o , El ilustre maestro Andrés M anuel del Río. México, s.e., 1937, p. 20. A rn a iz y F r e g , A r t u r o , «D. Andrés Manuel del Río y su ilustre magisterio en México», en Andrés M anuel del Río y su obra científica, México, Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, 1966, pp. 31-32. A r r e ó l a C o r t é s , R a ú l , Coalcom án. M onografías m unicipales del Estado d e Michoacán , Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1980, pp. 126-133.

A l am á n , L u c a s ,

41. a g n , Operaciones de Guerra, Vol. 150, Exp. 40, ff. 121-121v. 42. Juan José Martínez de Lejarza, Análisis estadístico de la Provincia de Michoacán en 1822, México, Imprenta Nacional del Supremo Gobierno en Palacio, 1824, p. 151. 291 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Minería y sociedad en el México colonial: Z acatecas, 15461700, México, Fondo de Cultura Económica, 1977. B r a d in g , D avid A . Mineros y com erciantes en el México borbónico (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1971. C a rba ja l L ó p e z , D a v id , La m inería en Bolaños, 1748-1810. Ciclos productivos y actores económ icos. Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, 2002. C a stillo M a r t o s , M a n u e l , Minería y m etalurgia. Intercam bio tecnológico y cul­ tural entre Am érica y Europa durante el periodo colonial español, Sevilla, Bogotá, Muñoz Moya y Montraveta editores, 1994, pp. 208-209. C e ba ll o s C u e r n o , C a r m e n , Arozas y ferrones. Las ferrerías d e C antabria en el a n ­ tiguo régimen. Universidad de Cantabria, 2001. C h á v e z O r o z c o , L u is, La m inería en la Nueva España a postrim erías del siglo x v iil México, Secretaría de Economía Nacional, 1938. C o r b e r a M illán , M a n u e l , La siderurgia tradicional en C antabria, Oviedo, Septem Ediciones, 2001. C u b il l o , G il d a , Los dom inios de la p la ta : el p recio del auge, el p eso del poder. Em­ presarios y trabajadores en las m inas d e P achu ca y Zimapán, 1552-1620, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991. D e E g u ía , J o s é J o a q u ín , Memoria sobre la utilidad e influjo d e la m inería en el Reino, n ecesidad d e su fom en to y arbitrios d e verificarlo, México, Imprenta de la Oñcina de don Juan Bautista de Arizpe, 1819. D e l Río, A n d r é s M a n u e l , «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán, leído en los actos de minería», Suplemento a l D iario d e México, México, tomo x i i , n° 1629, 18 de marzo de 1810. D í a z y d e O v a n d o , C le m e n tin a , L o s veneros de la ciencia. Crónica del Real Semi­ nario d e Minería, 1792-1892, México, Facultad de Ingeniería de la Universi­ dad Nacional Autónoma de México, 1998, tomo I, pp. 190-191. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-A m ericana, Madrid, Espasa Calpe, 1921, tomo x l iv , p. 569. H a d l e y , P h illip L a n c e , M inería y sociedad en el Centro Minero d e Santa Eulalia Chihuahua, 1709-1750, México, Fondo de Cultura Económica, 1980. H e r n á n d e z y D ávalo s , J. E., Colección d e docum entos p a r a la historia d e la gu e­ rra d e In dependen cia de México d e 1808 a 1821, México, José María Sandoval Impresor, 1880, tomo IV, pp. 466-467. H o w e , W a l t e r , The Mining Guild ofN ew Spain a n d its Tribunal General, 17701821, New York, Greenwood Press, 1968. L a n g u e , F r é d é r i c , Los señores de Zacatecas. Una aristocracia m inera del siglo x v iii , México, Fondo de Cultura Económica, 1999. B a k ew ell, P eter J ,

292 Índice

LA F E R R E R Í A

DE C O A L C O M Á N Y LA G U E R R A

DE I N D E P E N D E N C I A

Representación que a nom bre de la m inería d e esta Nueva España hacen a l Rey Nuestro Señor los apoderados d e ella, México, Felipe Zúñiga Ontiveros, 1784. M a r t ín e z d e L e ja r z a , J u a n J o s é , Análisis estadístico d e la Provincia d e M ichoacán en 1822, México, Imprenta Nacional del Supremo Gobierno en Palacio, 1824, p. 151. L a z a g a , J u a n L ucas y J o a q u ín V e l á sq u e z d e L e ó n ,

M o r e n o d e lo s A r c o s , R o b e r t o , «L as i n s t i t u c i o n e s d e l a i n d u s t r i a m i n e r a n o v o h i s p a n a » , M ig u e l L e ó n P o r t ill a , J o r g e G urriá L a c r o d í , R o b e r t o M o r e n o y E n r iq u e

La m inería en México. Estudio sobre su desarrollo histórico, 1978, p p . 149-150. P é r e z , L a u r a , M inería y socied ad en Taxco durante el siglo xvrn, México, Univer­ sidad Iberoamericana, 1996. R a m ír e z , S a n t ia g o , Biografía del Sr. D. Andrés M anuel del Río. Prim er catedrático d e m ineralogía del Colegio d e Minería, México, Imprenta del Sagrado Cora­ zón de Jesús, 1891, pp. 30-31. — Datos p a r a la historia del Colegio d e M inería, México, Imprenta del Gobier­ no Federal, 1890, p. 218. — Noticia histórica de la riqueza m inera d e México y su actu al estado d e ex­ plotación, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1884, p. 17. Reales O rdenanzas p a r a la dirección, régimen y gobierno del importante cuer­ p o de M inería d e Nueva España y de su R eal Tribunal General, Madrid, 1783, existe una nueva edición impresa en París a mediados del siglo xix con el título abreviado de: O rdenanzas de minería. París, Librería de Rosa Bouret y Cía., 1851. R o m e r o S o t e l o , M aría E u g e n ia , M inería y guerra. La econ om ía d e Nueva España, 1810-1821, México, E l Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997. M a d ero B r a ch o ,

M é x ic o , U n iv e rsid a d N a c io n a l A u tó n o m a d e M é x ic o ,

293 Índice

GUERRA Y LUCHA POPULAR EN EL ALTO PERÚ: SUBLEVACIÓN Y GUERRILLA I 809-1825 María Luisa Soux

,

Universidad Mayor de San Andrés La Paz

Uno de los temas de debate de la historiografía boliviana ha sido la participa­ ción que tuvieron los grupos populares en general y los indígenas en particular en el proceso de Independencia. Su tratamiento historiográfico ha variado desde los primeros cronistas de la guerra del siglo xix hasta la actualidad, relacionando a las primeras con imaginarios y visiones propias de una sociedad liberal y excluyente, obviando la participación de estos grupos, resaltando a los héroes criollos o, por el contrario, mostrándolos como masa, sin una organización y muchas ve­ ces perjudiciales para el desenvolvimiento de las tropas regulares.1 A partir de la década de los sesenta del siglo xx,la historiografía fue modificán­ dose. Una de las obras pioneras fue El indio en la In depen den cia de Alipio Valen­ cia Vega, aunque su análisis resaltaba la visión del indio como la víctima de ambos ejércitos, dentro de una lucha por motivos ajenos.2 En la década de los setenta, Charles Arnade, en su libro La d ram ática insurgencia d e S o liv ia , retomó el tema destacando la ambigüedad en la lucha popular y su faccionalismo interno más que su acción contra las tropas del rey.3 En el caso de la lucha de guerrillas, llega

1. Luis Paz, en Historia del Alto Perú hoy Bolivia dice, por ejemplo, al tratar el tema del apoyo de Cáceres a Castelli: «Cáceres fue escoltando al ejército con las masas de indios que pudo reunir, los cuales no dejaban de prestar a los patriotas alguna ayuda para los transpor­ tes, aunque por lo general servían de estorbo», p. 156. 2. Alipio Valencia Vega, El indio en la independencia, Imprenta Progreso, La Paz, 1962. 3. Charles Arnade, La dramática insurgencia de Bolivia, La Paz, Juventud, 1979, pp. 5365 (publicada en inglés seis años antes). Arnade relata con lujo de detalles las circunstancias de la muerte de Eusebio Lira y la división en facciones en 1817, dejando de lado muchos 295 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

a la conclusión de que lo que movía a los guerrilleros era el afán de aventura: «La guerra de la Independencia ofreció una excepcional oportunidad para la aventu­ ra, una vida libre y relajada, dejando a un lado la ley».4 Frente a esta posición, René Arze Aguirre en Participación p o p u la r en la in depen den cia d e B olivia5planteó más bien la hipótesis de que los indígenas y los grupos populares lucharon en la guerra con objetivos propios de carácter económico-social. Finalmente en los últimos años y desde una nueva óptica, Marie Danielle Démêlas en La invención p olítica Bolivia, Perú y E cu ador en el siglo xix6 relaciona la lucha indígena con una visión propia: el a w q a , el tiempo de guerra. No se trataba entonces de una lucha política o social, sino de un destino religioso, de una representación de la sociedad tradicional, de una gu erra total? El presente trabajo añade a las anteriores otra propuesta: la de la participación política de los grupos indígenas en actos planificados y organizados desde su propia «cultura política» con estrategias propias que establecían alianzas y juegos de redes sociales complejas. Esta visión rescata a los indígenas y a sus autoridades como actores políticos, que luchan por sus propios objetivos y también negocian espacios y opciones políticas con los dos bandos en lucha.8 De acuerdo con Eric Wolf, los campesinos suelen asumir una confrontación di­ recta sólo cuando se combinan adecuadamente un conjunto de factores como in­ justicias intolerables y rupturas de los canales de comunicación o cuando ciertas coyunturas locales, regionales o nacionales les permiten actuar de manera abierta

otros momentos del relato de Vargas que describe, más bien, acciones concertadas, actos de verdadera entrega y una forma de organización estable. 4. Op. cit., p. 65. 5. Tesis de licenciatura presentada a la Carrera de Historia de la u m s a y publicada con el título de Participación popular en la independencia de Bolivia. 1979. 6. Marie Danielle Démelas, La invención política. Bolivia, Perú y Ecuador en el siglo xix. Plural - i f e a , 2003. 7. Dice Démêlas, «En aymara, el aw qa es el tiempo de la guerra, a la vez que el momento constitutivo en que se separan las cosas. Según Bertonio, aw qa significa ‘enemigo, contrario en los colores y elementos, contrario es el negro de lo blanco, el fuego del agua’ [...] La guerra aimara sería, pues, el enfrentamiento de dos principios absolutamente opuestos, irreconci­ liables, y tales que el desenlace del combate no podía ser sino la victoria total o la derrota sancionada por la muerte». (2003: 241-242). 8. Para Eric Van Young en La otra rebelión, los propósitos campesinos de participar en la contienda fueron únicamente incidentales, lo que no significa que ésta sea una acción prepolítica, sino plenamente política, pero que no está encauzada hacia la conformación de un estado-nación, sino a la defensa de comunidades estructuralmente antecesoras del estado y vistas en cierto sentido como existentes fuera de él, en una visión que Van Young llama localocéntrica (p. 29). Citado en Antonio Escobar Ohmstede y Romana Falcón (coord.), Los ejes de la disputa. Movimientos sociales y actores colectivos en América Latina, siglo xix, Cuadernos a h í l a , Frankfurt, 2 0 0 2 . 296 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

y ofensiva al quebrarse la fuerza de las élites o del Estado,9 eso fue precisamente lo que ocurrió durante el proceso que analizamos. Teniendo en cuenta la anterior propuesta para el estudio de la actuación in­ dígena durante el periodo de la independencia en Charcas, planteamos que las comunidades indígenas y sus autoridades, asumieron dos formas diferentes de posicionarse frente a la incertidumbre generalizada. Si las condiciones eran fa­ vorables, podían organizarse de forma autónoma o aliarse con los insurgentes para llevar a cabo sublevaciones indígenas generales, pero si veían que no tenían opciones de triunfo, se replegaban a sus comunidades buscando cumplir lo es­ trictamente necesario con los dos grupos en pugna, en una estrategia de cautela, esperando a ver hacia qué lado se inclinaba la balanza.10 Esto no significa que los indígenas no comprendieran lo que se ponía en juego en la contienda, sino todo lo contrario; significa más bien que su proyecto político fundamental era mante­ ner el mayor equilibrio posible entre Estado y comunidades, de tal manera que se garantice el acceso a la tierra y a sus recursos. Por lo tanto, eran conscientes de que una definición apresurada de apoyo a uno u otro bando podía llevarlos a situaciones dramáticas y al fracaso de su propio proyecto. Así, las comunidades y sus autoridades aprovecharon los intersticios que se presentaban en medio del conflicto para garantizar su propio proyecto. Por otro lado, las posiciones indíge­ nas, al ser precisamente estratégicas, variaban constantemente. Por esta razón no es raro encontrar que conviven comunidades que apoyaban a los bandos indistin­ tamente, e inclusive parcialidades y familias que ayudaban a ambos ejércitos. Para analizar la propuesta anterior, presentaremos de forma sintética las estra­ tegias indígenas en tres momentos específicos del proceso de independencia en el Alto Perú: durante la conspiración y la sublevación indígena que cubrió toda la región altiplánica (1809-1812); en la etapa de los llamados caudillos insurgentes (1812 y 1814) y durante la etapa de las guerrillas, tomando como caso la guerrilla de Ayopaya (1814-1825). En cada uno de estos momentos la forma de participa­ ción puede parecer diferente, sin embargo, se hallan también posturas y estrate­ gias que se mantienen a lo largo de todo el proceso.

9. Eric Wolf, Peasant Wars, citado por Antonio Escobar Ohmstede y Romana Falcón, op. cit., pp. 12. 10. Antonio Escobar Ohmstede y Romana Falcón (coord.), Los ejes de la disputa. Movi­ mientos sociales y actores colectivos en América Latina, siglo xix, Frankfurt, Cuadernos de a h íl a , 2002. Los autores citan a James Scout quien sostiene que: «los campesinos, siervos, esclavos, negros, prisioneros y demás grupos que ocupan los escaños más bajos de la escala social no pueden tomar el riesgo que implica un desafío abierto y frontal al sistema por lo que las rebeliones grandes y sostenidas resultan ser eventos históricos sumamente escasos, De hecho, están menos interesados en cambiar las grandes estructuras del estado que en lograr que en su vida cotidiana y concreta el sistema los agreda lo menos posible» (2002: 12). 297 Índice

L A C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

LA CONSPIRACIÓN Y LA SUBLEVACIÓN INDÍGENA (1809-1810) La crisis dei Imperio español llevó a las ciudades altoperuanas de Chuquisaca y La Paz a crear sus propias juntas de gobierno el 25 de mayo y el 16 de julio de 1809 respectivamente. En estos movimientos hubo participación popular. En Chuquisaca, el mulato Francisco Ríos, alias el «Quitacapas», promovió el levanta­ miento popular que acompañó el movimiento juntero de los oidores y el cabildo, sublevando a la plebe;11 por su parte, el movimiento paceño favoreció la parti­ cipación indígena proponiendo para la junta tuitiva el nombramiento de tres caciques, representantes de cada uno de los partidos de la intendencia.12 Estas pri­ meras experiencias fracasaron; el «Quitacapas» fue apresado pocos días después y los caciques paceños corrieron la misma suerte que el resto de los participantes de la Junta Tuitiva. Paralelamente, se iba gestando un amplio movimiento indígena y popular que tuvo, a su vez, dos etapas: una primera, de conspiración y luego otra, de subleva­ ción abierta. Desde el análisis de las estrategias seguidas, es importante analizar los siguientes puntos: las redes de organización, el discurso político y las alianzas con los otros movimientos insurgentes. Desde el análisis de las redes de organización, se puede establecer que en la etapa de la conspiración se articularon redes muy complejas y variadas, lo que nos hace pensar que estos lazos existían con anterioridad. Por un lado, se halla una posible red de caciques, inmersos en una lucha anterior por el reconocimien­ to de su autoridad, dentro de un contexto de crisis de los cacicazgos coloniales,13 cuya cabeza más visible era el cacique de Toledo (Oruro) don Manual Victoriano Aguilario deTitichoca; la otra red se relacionaba con la lucha revolucionaria que 11. Francisco Ríos fue apresado en Oruro cuando aparentemente intentaba llegar a La Paz para participar en el movimiento de julio. El expediente sobre su actuación en Chuquisaca, que se halla en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, ha sido trabajado por Gunnar Mendoza. En él se percibe la posición de la plebe frente al vacío de poder central y a la posición de los poderes locales. Algunos de los puntos rescatados en el juicio explican, por ejemplo, la forma en la que se organizó la cholada contra el Presidente de la Audiencia, la tensión existente entre los miembros del cabildo, el rol jugado por el Alcalde del Cusco y su propia acción como dirigente de uno de los grupos de la plebe que asaltó la casa del presi­ dente Pizarra, ( a b n b . Em. N° 12. 1810. fs. 34v - 4lr). 12. «... pues el cabildo llegó a incorporar en calidad de Vocales representantes’ a Fran­ cisco Figueredo Incacollo y Catari, indio principal de Yungas, (quien fue el encargado de la defensa de la zona) Gregorio Rojas de Omasuyos y José Sanco de Pacajes...» en José Luis Roca, 1809. La revolución de la Audiencia de Charcas en Chuquisaca y en La P az, Plural, La Paz, 1998, p. 8913. Este tema ha sido trabajado por varios investigadores entre los que se hallan Scalett O’Phelan y Nuria Sala. Sobre la región de Charcas el trabajo más importante es el de Sinclair Thomson en Cuando sólo reinasen los indios, Muela del Diablo, Aruwiyiri, 2006, que explica detalladamente el problema de la crisis del sistema cacical y la democratización del poder en las comunidades o ayllus, a fines del siglo xvin. 298 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

acompañó a los movimientos juntistas de La Paz, más específicamente, las figuras del escribano Juan Manuel de Cáceres y otras autoridades subalternas de la inten­ dencia de La Paz que habían escapado de la ciudad luego del fracaso de la junta; la tercera red, la menos estudiada hasta hoy, se relaciona con un movimiento con base en Chuquisaca y Cochabamba, que tenía aparentemente un proyecto políti­ co incluyente pero con bases indianas. Estas redes se cruzaron a inicios de 1810 en Chuquisaca, donde los grupos procedentes de Oruro y La Paz se encontraron con el tercer grupo, cuya figura principal era el prebendado de la catedral de La Plata, don Andrés Jiménez de León y Mancocápac, un personaje enigmático que se decía descendiente de los incas y que aparentemente tenía una posición ideo­ lógica radical en contra de la presencia española en América.14 De acuerdo a los documentos, la conspiración indígena se puso en marcha hacia abril de 1810, con la circulación de varios documentos y la organización de una sublevación abierta en el pueblo de Toledo, bajo la dirección del mismo Titichoca.15 Para julio, la conspiración había sido descubierta, Cáceres fue apresado y el resto de los participantes habían escapado hacia diversos lugares. Durante la investigación realizada para capturar a los cabecillas se pudo encontrar entre los documentos dos que nos permiten percibir la propuesta política del movimiento. La primera era una carta enviada supuestamente desde Cochabamba al deán Te­ rrazas, uno de los principales ideólogos del movimiento del 25 de mayo de 1809 que presentaba la siguiente argumentación: debía organizarse un movimiento de apoyo al rey, por parte de los «indios verdaderos» con apoyo de los «indios de pellejo blanco», para liberarlo no sólo de los impíos franceses sino también de las autoridades subalternas en Charcas, consideradas también impías y judías, que conspiraban en ese momento contra el rey preso.16 Esto implicaba un movimien­ to conspirativo contra las autoridades de la Audiencia que habían traicionado a Fernando VII; al mismo tiempo, el movimiento era inclusivo ya que consideraba tanto a indígenas, mestizos y criollos, pero a partir de una dirección de los llama­ dos «indios verdaderos» con la alianza de los «indios de pellejo blanco», en una evidente alusión al color de la piel. Era un movimiento indígena no tanto porque participaran sólo éstos sino, sobre todo, por su autoidentificación como tales: indios verdaderos y de piel blanca fieles al Rey pero no a sus autoridades. El segundo documento lleva por título: Interrogatorio qu e resulta a fa v o r de los indios d e las com u n idades en g e n era l Se trata de una lista de agravios de

14. Sobre este personaje ver el artículo de Roberto Etchepareborda, «Un pretendiente al trono de los Incas: el padre Juan Andrés Xíménez de León Manco Cápac», en Revista de la Es­ cuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, csic, vol, 24. Art. 23, 1967, p. 1717. Agradezco a Luis Miguel Glave el proporcionarme este artículo. 15. Marcos Beltrán Ávila, Sucesos de la guerra de independencia del año 1810, Oruro (1918) 2006, p. 76. 16. a h m e . Consejos 21299. Exp. 1815. También en a n b . Colección Gabriel René Moreno. 299 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

12 puntos que contemplaban: el uso ilegítimo del tributo (punto 1), la explotación de la mita (punto 2), los cobros abusivos por parte de autoridades civñes (punto 3), eclesiásticas (punto 4) y étnicas (punto 6), la injusticia como práctica (puntos 5 y 8), el robo (punto 7), la explotación en el trabajo (puntos 9 y 10), la traición (punto 11) y la apropiación de bienes (punto 12). En relación al nombramiento de autoridades, el mismo documento se planteaba en los puntos 5 y 6 la par­ ticipación indígena en la elección de los subdelegados y jueces (punto 5) y el de los caciques y curas (punto 6).17 Este documento, a diferencia del anterior, plantea como objetivos de la lucha temas de exclusivo interés indígena y desde una visión que apoya nuestra hipótesis sobre la cultura política que acompañó a los movimientos indígenas, es decir, el de la existencia de lo que Tristan Platt ha llamado un «pacto de reciprocidad» por el cual el Estado garantizaba la propiedad de la tierra mientras las comunidades pagaran el tributo. Por ello, el documento no se opone al tributo en sí, sino a su uso ilegítimo por parte de las autoridades en ausencia del rey legítimo. Para que se pueda dar este pacto, era importante, al mismo tiempo, el reconocimiento por parte de la Corona de las autoridades originarias, «buenos de las comunidades para que los pobres indios no padezcan

17. I o. Primeramente que los indios no han de pagar tributos, hasta que se sepa a quién se ha de contribuir, los que se retendrán en poder de los mismos tributarios, porque los que han pagado desde ahora tres años, que es cuando el rey fue muerto por los franceses a traición, están gastando los intendentes, presidentes, oidores, obispos en las arreadas de soldados para sus alzamientos contra los pobres americanos. 2o. Se suprimirá la mita de Potosí; porque ya no hay minas que hacen metales y los azogueros no hacen más que armar latrocinios contra los pobres indios y tenerlos cautivos peor que en Turquía. 3o. Se quitará la paga de alcabalas a los indios por sus trajines y comercio que hacen con los efectos de Castilla. 4o. Se quitarán las atenciones como los entierros, óleos, alfarerarquías y todos los latrocinios de los curas, pues con el dinero que perciben les sobra y cuan demasiadamente por todos, para el trabajo que impenden que no es predicar, no doctrinar personalmente ninguna de las almas de los pobres indios para su salvación. 5a. Se quitarán los subdelegados porque éstos no son más que unos ... que sin administrar recta justicia, no hacen otra cosa que robar de los indios y causarles daño, y en este caso se nombrarán jueces a elección de las comunidades. 6a. Se qui­ tarán los caciques que fuesen ladrones, y a los curas piratas, y se nombrarán otros buenos de las comunidades para que los pobres indios no padezcan como cautivos, esclavos en tierras infieles. 7a. Que las comunidades se repartirán los bienes de los ladrones chapetones... por cantidad, y de los criollos traidores que con ellos se han aunado para dar contra los naturales del Reino. 8a. Que no les cobrarán a las comunidades de los indios ningunos derechos de los pleitos y procesos que siguieren sea en comunidad o en particular. 9a. Que ninguno ha de ocupar a los indios sin pagarles sus diarios jornales. 10a. Que ninguno ha de ser osado de harcar muías, ni otros cargadores de los pobres indios sin pagarles primero los fletes justos según las distancias y leguajes. 11a. Que no se ha de consentir en los pueblos de los indios a los mestizos vecinos que fueran ladinos y traidores. 12a. ítem, se ha de prohibir que ningún hacendado ha de tener opción de quitar, o interrumpir en las tierras de las comunidades... a h m Consejos 21299. Interrogatorio que resulta a favor de los indios de las comunidades en general, fs. 2 - 2v. Citado también en René Arze Aguirre, Participación popular en la inde­ pendencia deB olivia, La Paz, Don Bosco, 1979, pp. 127-128. 300 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

como los cautivos, esclavos en tierras infieles», como dice el ítem número 6o del documento. Un tercer punto de la estrategia fue el de la alianza con otros grupos insurgen­ tes. Los conspiradores esperaban que hasta diez mil personas de La Paz y Charcas se unieran a ellos. En este punto, es lógico pensar que los diez mil hombres serían las tropas indígenas que se aliarían con las del primer ejército porteño dirigido por Balcarce y Castelli, situación que se ve con claridad en una carta encontrada entre los papeles de los conspiradores que decía: A los indios Capitanes enteradores, o curas y demás cédulas de la extinta [mita] Se les debe hacer dar los versos que van glosados a su favor, y lo mismo a los demás naturales de Pacajes, Omasuyos, Chucuito, Puno, etc. haciendo copiar muchos de su tenor y se les mande entender con un lenguaraz, especialmente en el partido de Porco para que se apronten a reunirse con los 1500 soldados que vienen a nuestro favor que están prontos a cumplir el contenido del plan, que un José de tal les ha de llevar entro de 25 días a mas tardar y no hagan caso de los que los curas, y el subdelegado les dijeren algo; que para desprisionar a dichos indios son bastantes los citados versos que corren con n° 4 los que deben servir igualmente para los de Corque, Andamarca, Poopo, Toledo, Challapata, Challacollo, Guari, Condo Condo, Quillacas, Culta y otros pueblos que deben entrar unos en la mita y otros con comercio en la Villa...18 Por lo que se puede extraer de la documentación anterior, la conspiración se hallaba organizada en varios grupos que debían recorrer el área rural tomando contacto con las autoridades indígenas, como los capitanes de mita; la informa­ ción debía hacerse oralmente por medio de un lenguaraz y debía evitarse hablar tanto con las mujeres y niños como con los vecinos de los pueblos. Esto signifi­ ca que las estrategias se dirigían específicamente a la población indígena y que los vecinos mestizos eran considerados como poco fieles a la conspiración. En resumen, desde nuestro punto de vista podemos afirmar que, más allá de la per­ tenencia étnica de algunos de los cabecillas, la conspiración giraba en torno a un movimiento indígena que podía relacionarse con otros estamentos, pero buscaba lograr sus propios fines. Se trataba, entonces, de una alianza estratégica más de que de una lucha en común. Aparentemente, la conspiración había sido controlada y sus cabecillas se ha­ llaban presos o prófugos; sin embargo, el triunfo de Suipacha y la llegada del primer ejército auxiliar porteño a Chuquisaca hicieron que la misma resurgiera. Manco Cápac se alió al ejército porteño en la región de Tupiza donde fue nom­

18. Doc. cit. fs. 2v, Los pueblos de indios citados en el documento se hallan en la región de Oruro, correspondiendo los de Corque y Andamarca al partido de Carangas y el resto de pueblos citados al de Paria. 30 í Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

brado capellán,19 Cáceres fue liberado en Chuquisaca y se conoce que acompañó con sus huestes a Juan José Castelli y los suyos en su avance hacia Oruro y el Des­ aguadero. En cuanto aTitichoca, se sabe que su cargo como cacique de Toledo y Sicaya le fue devuelto por órdenes del mismo Castelli.20 Luego de la derrota de Guaqui, la organización indígena no se dispersó, por el contrario, los documentos hacen ver que frente al retroceso de las tropas de Balcarce y Castelli y al retorno de las tropas cochabambinas a los valles, fueron los grupos indígenas los que mantuvieron la insurgencia en toda la región altiplánica. Si bien desaparecen de los documentos oficiales los nombres de algunos de los cabecillas como Jiménez de Mancocápac21y Manuel Victoriano Aguilario de Titichoca,22 Juan Manuel de Cáceres continuó como caudillo de la sublevación indígena que se extendió hasta ocupar un amplio espacio geográfico que se ex­ tendía desde las provincias altiplánicas del Perú hasta las cabeceras de valle de la intendencia de Cochabamba. En esta segunda etapa del movimiento indígena, que duró casi un año -me­ diados de 1811 a mediados de 1812- se mantuvo parte de los objetivos y estra­ tegias de la etapa anterior, aunque no se cuentan ya con documentos que espe­ cifiquen sus posiciones políticas y sus acciones son más estratégicas, basadas en una mayor dependencia de los objetivos porteños; así, el objetivo estratégico fue cortar el paso entre la frontera del Desaguadero y la ciudad de Potosí, donde se había instalado el ejército virreinal dirigido por José Manuel de Goyeneche, al mismo tiempo que buscaban apropiarse de los tributos para mantener la insur­ gencia. Las primeras acciones de esta segunda etapa de la sublevación se dieron en Caquiaviri, capital del partido de Pacajes (Intendencia de La Paz) matando al cacique y apropiándose de 12.000 pesos del ramo de tributos.23 Para agosto de 19. Etchepareborda, op. cit. 20. Archivo Judicial de Poopó, n° 1184. Toledo 1811. Dice el documento: «Por cuanto con motivo de la restitución del cacicazgo de Toledo a Manuel Titichoca el año pasado por órdenes de la Junta que hubo en Chuquisaca, entró también en su poder la cobranza de Sicaya...» f. 3r. 21. Se sabe por el trabajo de Etchepareborda que la propuesta política radical de Man­ cocápac no era del agrado de Balcarce, aunque Castelli lo apoyaba constantemente. Con­ sideraba Balcarce que el odio que le tenían los españoles a Mancocápac era muy fuerte y el sentimiento era recíproco por parte de Mancocápac; por lo tanto, era contraproducente mantenerlo en el ejército auxiliar. (Etchepareborde, op, cit., p. 1719). Luego de la derrota de Guaqui, Mancocápac se retiró junto con el ejército, sin embargo, ai perder el apoyo de Caste­ lli empezó su calvario solicitando durante mucho tiempo que lo consideraran como capellán, lo que no lo logró debido a los cambios producidos en el ejército rioplatense. 22. Se conoce por documentos judiciales de Oruro que luego de la derrota del ejército auxiliar porteño, el cacicazgo le fue quitado nuevamente. Sobre su vida posterior se conoce únicamente que murió en 1813 en Llica, en circunstancias desconocidas. 23- Colección Documental Emilio Gutiérrez de Quintanilla, ( c d e g q ) Guerras de la Inde­ pendencia, Buenos Aires, 1973. Carta n° 1: El subdelegado de Chuchito, Tadeo Gárate al gobernador Intendente de Puno, don Manuel Quimper (1973: 17). 302 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

1811, los indígenas habían cercado la ciudad de La Paz, utilizando una estrategia parecida a la que treinta años antes había seguido Tupac Katari.24 La estrategia de la alianza continuaba ya que uno de los cabecillas del cerco, Bernardo Calderón, natural de La Paz y de «baja esfera»,25 había asegurado ser comisionado de don Francisco del Rivero, Gobernador e Intendente de Cochabamba, noticia con la que se confirmaba la relación existente entre los indígenas y los cochabambinos y la existencia de un plan cuidadosamente preparado para impedir el avance de las tropas virreinales.26 Si durante la etapa de la conspiración la alianza se había dado sobre todo con las tropas porteñas, en esta segunda etapa, una vez que los rioplatenses habían fracasado en Guaqui y habían huido hacia el sur, la alianza indígena se dirigió a los cochabambinos, que habían luchado también al lado de los porteños en Guaqui. Esto significa que si bien aparentemente se había dado un cambio de alianza, en realidad se trataba de una sola en la cual participaban los tres grupos: porteños, cochabambinos e indígenas, una constante que se repetirá a lo largo del proceso de independencia en lugares como Mizque y Ayopaya. El plan de los sublevados era invadir el puesto del Desaguadero, convocando a los indios de Guaqui,Tiahuanacu yTaraco, (localidades pertenecientes a la orilla este), así como a los de Guacullani y Zepita (situadas en el margen suroeste), para envolver al ejército virreinal. Frente a la imposibilidad de controlar la sublevación con los ejércitos regulares, se decidió avisar de forma urgente a la Audiencia del Cuzco y al Virrey para que «en lo posible abrevie la marcha del digno Coronel Pomacagua».27 El avance del batallón de naturales del Cuzco, comandado por Mateo García Pumacahua y de las tropas de Azángaro, dirigidas por Manuel José Choquehuanca se realizó a lo largo del mes de octubre. A fines de ese mes, se hallaban ya en el sitio del Desaguadero. La retoma del altiplano quedó entonces en manos de los caudillos indígenas que provenían del virreinato del Perú, en algunos casos por medio de escaramuzas y en otros mediante el ofrecimiento de un indulto general. Estos hechos confirman la propuesta sobre la posición estratégica de los grupos indígenas, que se aliaban con uno y otro bando dentro de un juego político de lograr los mejores beneficios para su causa.

24. La sublevación de Julián Apasa o Tupac Katari se dio en el marco de la sublevación general de indios en el año 1781. Su punto central fue el cerco a la ciudad de La Paz que duró más de seis meses. Sobre este tema ver los trabajos de María Eugenia del Valle de Siles, La rebelión de Tupac Katari. 25. Beltrán Ávila, op. cit. p. 85. 26. Es interesante analizar el comportamiento de los cochabambinos que en 1810 fueron enviado a Oruro para controlar el levantamiento de Titichoca, y que en 1811 se hallaban como aliados del nuevo levantamiento indígena. Este tema ha sido abordado por René Arze en Participación popu laren la independencia de Bolivia, 1979. 27. c d e g q . Cartas n° 136 y 137. 303 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

A pesar del debilitamiento de la sublevación general, ésta continuó varios meses más, con acciones de hostigamiento a las tropas virreinales. No fue sino a mediados de 1812 cuando, de acuerdo a los informes de Goyeneche, el altiplano de La Paz y Oruro y los valles de Cochabamba fueron «pacificados». La represión se concentró en los cabecillas y sus familiares que fueron obligados a dejar sus cargos y muchas veces fueron perseguidos por las autoridades virreinales.

LOS CAUDILLOS INSURGENTES Y LA POSICIÓN INDÍGENA Entre 1812, cuando se debilitó la sublevación indígena, hasta la aparición de los diversos grupos guerrilleros ya organizados en un sistema de guerrillas, hacia fines de 1813, se dio una etapa en la que una multitud de grupos desorganizados se dedicaron a atacar algunos pueblos, estancias y haciendas con el fin de apro­ piarse del ganado, las cosechas y, sobre todo, del tributo, siguiendo directrices de otros caudillos mayores. Esta etapa puede denominarse como la de los «caudillos insurgentes.28 Esto significa que a lo largo de unos dos años, coincidentes con el avance de las tropas porteñas dirigidas por Belgrano, los «caudillos insurgentes» se movieron por diversas regiones del territorio. Más allá del rescate de las acciones de algunos de estos caudillos, nos centra­ remos en establecer las características de sus estrategias, sus relaciones con los ejércitos porteños y cómo se constituyeron en un puente entre la sublevación indígena y las diferentes guerrillas altoperuanas, así como su relación con el tema del cobro del tributo, ya que en la mayoría de los casos, los caudillos insurgentes no se enfrentaron directamente a las tropas del rey que controlaban la región, sino que se dedicaron a atacar a las comunidades. Sus objetivos eran convencer de buena o mala manera a los comunarios para que los siguieran y apropiarse del tributo con el cual apoyarían económicamente a los grupos combatientes favora­ bles a los porteños, además de llenar en algunas ocasiones sus propios bolsillos. Estos caudillos asumieron una posición que se hallaba entre la de un caudillo popular, un defensor de los indígenas frente al ejército del rey y un aventurero. Esta estrategia de lucha respondía a las mismas estrategias del ejército real que combinaba, a su vez, dos tipos de acciones: por un lado, los ejércitos regulares, apoyados a veces por milicias de vecinos, se movían entre las ciudades como 28. Planteo la idea de la existencia de un sistema coordinado de los grupos guerrilleros en el texto: María Luisa Soux «Las guerrillas Alto Peruanas y la participación popularen la guerra de Independencia», Salamanca, 2007, en oposición a la idea defendida por la historiografía tradicional de que estos grupos actuaron de forma autónoma bajo la dirección de sus caudi­ llos, lo que llevó a su identificación como republiquetas. El texto se basa en la corresponden­ cia establecida entre Juan Antonio Álvarez de Arenales y los principales jefes guerrilleros del Alto Perú, en la cual se dan instrucciones sobre las estrategias de lucha, esta correspondencia se halla en el fondo Farini del Archivo General de la Nación en Buenos Aires. 304 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

Cochabamba o La Paz y presentaban batalla frente a otros ejércitos también re­ gulares, ya sean los rioplatenses o los cochabambinos; por el otro lado, pequeñas partidas se encargaban de desmantelar a los grupos irregulares. A pesar de que las tropas de García Pumacahua habían logrado desmantelar la sublevación indígena, la posición del ejército real siguió siendo difícil durante gran parte de 1812 al extremo que el 16 de mayo se escribía en los documen­ tos de Cajas Reales de Oruro, que no se habían podido enviar remesas hacia el Cusco porque todos los caminos se hallaban «ocupados por los insurgentes».29A este problema se sumaba la dificultad para cobrar el tributo, que había sido ofi­ cialmente derogado por la Constitución gaditana y «por efecto de la revolución experimentada en los contribuyentes».30 Sin embargo, en el segundo semestre, el ejército real se fue fortaleciendo, controlando y «pacificando» la región, tal como informaba el Virrey Abascal al Secretario del Despacho de Indias: Tengo la mayor satisfacción en comunicar a Vuestra Excelencia para que se sirva trasladarlo al Supremo Consejo de Regencia la agradable noticia de que de resultas del paseo militar que las columnas del Ejército Real hicieron por las cuatro provincias del Alto Perú pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata, han quedado y continúan aquellos naturales en la mayor tranquilidad, bendi­ ciendo la mano bienhechora que les ha roto las cadenas con que los oprimían los disidentes de Buenos Aires.31 A pesar del optimismo del virrey, la región estaba lejos de ser controlada, so­ bre todo en el área rural, debido a las acciones llevadas a cabo por estos «caudillos insurgentes». Entre éstos podemos contar con caudillos criollos como Centeno, Lanza o Aldunate, que recorrieron gran parte de la geografía de Charcas organi­ zando cuadrillas insurgentes, y también con caudillos indígenas, entre los cuales podemos citar a Blas Ari y a Jacinto Paco. A través de sus historias podemos aden­ trarnos en analizar sus estrategias.

29. a g n . Lima. Leg 1153. C53. 30. Informe del subdelegado sustituto de Paria, Sánchez de Velasco, en el que advierte que no puede cobrar el tributo de San Juan del año anterior, a g n . Lima. Leg 1153. C.53. Sán­ chez de Velasco había sido nombrado subdelegado por las autoridades porteñas, así que es posible que, además de la sublevación indígena hubiera también falta de interés del mismo subdelegado para entregar los tributos al otro partido. 31. Archivo General de Indias, Estado, 74, n° 8.1. «El Virrey del Perú instruye de la tranqui­ lidad que disfrutan las cuatro provincias del Alto Perú pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata y de las nuevas ventajas conseguidas por el Ejército Real sobre el de los insurgentes de esa parte». Es interesante comprobar que a pesar de que el Alto Perú pasó a depender ad­ ministrativamente del virreinato peruano, el Virrey consideraba que dependía del Virreinato de Buenos Aires, lo que significa que, en realidad, la situación de dependencia del Alto Perú no quedaba clara. Este hecho puede explicar muchas de las peculiaridades del proceso de independencia de esta región. 305 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

A inicios de 1812 apareció en la región del partido de Paria un nuevo caudillo indígena, Blas Ari, quien se convirtió en un dolor de cabeza para las autoridades locales. A lo largo de varios meses, Ari y un grupo de insurgentes recorrió gran parte del partido de Paria atacando a los viajeros, obligando a las autoridades indígenas a entregar el dinero del tributo y, en otras oportunidades, recibiendo donativos en los pueblos con el objetivo de apoyar a los insurgentes. A través del expediente de captura de algunos cómplices de Blas Ari se puede saber algo de su accionar. Los rebeldes fueron apresados en el camino de Pampa Aullagas, donde aparentemente el grupo asaltó a algunos viajeros. Les quitaron va­ rios bienes, entre los que se hallaban fuentes de plata, palanganas, confiteras, otra vajilla de plata, además de un breviario, un libro, alguna ropa, joyas y otras cosas más, que fueron ocultadas por la esposa de Ari, Manuela Colque, en la estancia de Aruuma, de donde eran oriundos. Por su parte, parece ser que otros objetos fueron escondidos en las casas de otras mujeres como María Rufina y Tomasa viuda de Ocsa. Entre estos objetos se hallaban un poncho azul de algodón y una carabina que pertenecía al cura de Salinas de Garci Mendoza, algunos objetos de altar del cura de Condo y «ochenta pesos de la plata que dice ser de agua ardiente que fueron de los costeños y se vendió en Pampa Ullagas».32 Por el informe sobre su captura se ve que no se trataba únicamente de un gru­ po dedicado al asalto de caminos, sino de un conjunto de personas que llevaban a cabo acciones ilegales con el objetivo de apoyar a los insurgentes. De acuerdo al informe del alcalde pedáneo encargado de la captura, la misma se había dado: pasando a la estancia de Aruuma con sesenta indios de Guarí, Condo Condo, Quillacas y Pampa Ullagas con sus respectivos mandones, que fueron Don Ma­ nuel Pacheco, Don Antonino Gonzales, Don Gabriel Choqueticlla, Don Manuel Puri, y Don Bernardo Morales cacique de Pampa Ullagas; y sus alcaldes quienes con el ultimo y el alcalde nuevo de Aruuma me han acompañado hasta este pueblo, donde he venido conduciendo a los citados reos con escolta de veinte indios que han venido de resguardo y he entregado los saqueos que en poder de la mujer de Ari pude encontrar según el recibo que le incluyo...33 Junto a los bienes incautados se encontró también doscientos pesos prove­ nientes del tributo del pueblo de Pampa Aullagas y doscientos treinta pesos que venían del donativo voluntario que los indios del común del pueblo de Toledo habían reunido para la corona y que Ari había también saqueado. Hasta este mo­ mento, se presentaba a Blas Ari como un simple asaltante de caminos que saquea­ ba los bienes de los viajeros; aparentemente era ese el objetivo de las autoridades 32. a b n b . Sobre los saqueos que realizó Blas Ari por el camino a Pampa Aullagas bajo inventario de los bienes que llevó, 09-04-1812. fs. 35r-36r. 33- Op. cit., fs. 36r. 306 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

locales, el de mostrarlo como un delincuente común. Sin embargo, la presencia de los indios de varios de los pueblos del partido y de sus autoridades o mando­ nes para apoyar la captura de los insurrectos nos muestra ya la forma como se es­ tablecían alianzas permanentes entre las autoridades de la corona y los indígenas. Aparentemente, el interés por parte de las autoridades indígenas de los pueblos de capturar a Blas Ari se debía precisamente a que les había quitado el dinero del tributo, por lo que los caciques y cobradores deberían reponerlo con sus propios bienes. En este punto vemos nuevamente la conflictiva situación de los caciques, quienes se hallaban entre dos fuegos: el de la Corona y el de los insurgentes; esto les impedía que tomaran partido libremente, adaptándose lo mejor que podían a la fuerza hegemónica del momento. Esta situación se vio con más claridad en el caso de don Bernardo Guallpa, ca­ cique gobernador del pueblo de Culta, que fue apresado por el alcalde pedáneo de Challapata por no enterar a tiempo el tributo. Él justificó su tardanza explican­ do que algunos meses antes, el alcalde pedáneo de Culta, Juan de Dios Aduviri, llegó al pueblo con una orden del insurgente Blas Ari para recoger el dinero de los tributos, lo que tuvo que cumplir entregándole todo lo recaudado, que suma­ ba doscientos pesos. En este caso, si se hubiera tratado de un asaltante común, Ari no hubiera contado con la alianza del alcalde pedáneo de Culta ni hubiera buscado la entrega aparentemente legal del monto del tributo.34 De todo lo anterior, podemos presumir que Blas Ari organizó un grupo de insurgentes cuya principal función era recolectar dinero para mantener la suble­ vación en un momento en que el movimiento indígena de Cáceres se hallaba ya casi controlado. Ari recorrió prácticamente todo el partido de Paria; empezó en Toledo, al norte, donde se apropió de la contribución voluntaria; luego pasó por Culta, al este, donde se alió con el pedáneo y consiguió el dinero del tributo; final­ mente llegó hasta Pampa Aullagas y Salinas de Garci Mendoza, al sur, donde logró conseguir una serie de objetos que pensaba vender para obtener dinero, como lo había hecho con el aguardiente de los costeños. Los documentos no dan mayores luces sobre acciones posteriores al apresamiento de sus allegados. Es posible que su gran movilidad espacial le permitiera escapar de la justicia y refugiarse en alguna de las regiones menos controladas de los valles. En todo caso, las correrías de Blas Ari y los suyos por toda la región que rodeaba el lago Poopó coincidió en gran parte con la etapa en la cual los porteños de Castelli habían dejado ya el Alto Perú y se preparaba el ingreso del segundo ejército, por lo que la recaudación de dinero suficiente para mantener la insurgencia se hacía indispensable.

34.

a jp .

No. 1177. Culta 1812. 307 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Otro fue el caso de Jacinto Paco, indígena aliado a los caudillos Baltasar Cárde­ nas y José Miguel Lanza.35 La imagen de estos dos caudillos aparece ligada especí­ ficamente al pueblo de Toledo en los meses de mayo y junio de 1812, cuando, de acuerdo a los testimonios presentados en un expediente ubicado en el Archivo de Poopó, aparecen complicados en un intento de insurrección indígena al mo­ mento del envío del mitayos a Potosí. De acuerdo a los testimonios, los hechos sucedieron de la siguiente manera: El 16 de mayo de 1812, cuando los alcaldes y otras autoridades se hallaban en el pueblo de Toledo organizando el despacho de los mitayos a Potosí, llegaron al pueblo los insurgentes dirigidos por Baltasar Cárdenas y José Miguel Lanza. El alcalde mayor, Jacinto Paco, ordenó a varias de las autoridades indígenas que den alojamiento a los insurrectos y que entregue cada uno cinco cargas de papa y veinticinco corderos, obligándolos a alzarse a favor de la Junta. De acuerdo con los testimonios, los caudillos Cárdenas y Lanza se alojaron en la casa de Pedro Cayoja, donde permanecieron cuatro días. Las tropas insurgentes realizaron paseos y marchas militares en el pueblo, consumiendo lo que las autoridades indígenas les habían entregado. Aparentemente, eran varios los pobladores de Toledo que apoyaban a los in­ surgentes, empezando por el alcalde mayor Jacinto Paco, el cacique Pedro Cayoja y otros. De acuerdo al testimonio de Mariano Berríos, él mismo, como músico, había salido «a recibirlos antes de la entrada a Toledo con vivas y aclamaciones para hacer más solemne el arribo de éstos».36 De la misma manera, otro indio llamado Casimiro Torres, «como caudillo general era uno de los exploradores de los entrantes y salientes de los caminos que él era uno de los encargados para que no pasase nadie por las balsas (puente flotante de balsas de Totora que se ubica sobre el río Desaguadero en el camino entre Oruro y Toledo)».37 El apoyo de Toledo a los insurgentes fue aparentemente muy importante: otro de los indios del lugar, Manuel Hidalgo, trabajó con los insurgentes como espía y anunció a Cárdenas y Lanza que las tropas del rey se aprestaban a salir de Oruro, por lo que los caudillos salieron del pueblo acompañándolos varios de los habitantes, entre ellos el mismo Hidalgo. ¿Por qué gran parte de la población indígena de Toledo, empezando por sus autoridades se plegaron a los caudillos Cárdenas y Lanza? Una de las respuestas 35. Baltasar Cárdenas aparece como caudillo de guerrilla hasta 1815, cuando se lo acusa de traición y deja de ser nombrado como jefe guerrillero. Por su parte, José Miguel Lanza fue el último comandante de la Guerrilla de Ayopaya, desde 1821. Éste fue el único grupo guerrillero que se mantuvo en la lucha hasta 1825 y, como compensación, su comandante Lanza fue nombrado por Sucre Jefe político del departamento de La Paz. Lanza murió en Chuquisaca en abril de 1828 defendiendo a Antonio José de Sucre del golpe de estado que lo obligó a renunciar a la presidencia. 36. ajp. No. 1176. 1812. Toledo, s/f. 37. Op. cit., s/f. 308 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

puede ser que los caudillos habían asegurado que bajo su Gobierno ya no habría mita. Luego de la salida de Cárdenas y Lanza de Toledo, el espíritu de insurrección de algunos de los indios del pueblo no se extinguió; uno de ellos fue precisamen­ te Jacinto Paco, quien siguió hacia Andamarca, un pueblo cercano pero pertene­ ciente ya al partido de Carangas, con el objetivo de levantar a la población a favor de los insurgentes. De acuerdo al testimonio: Que estando nuestro pueblo en el arrepentimiento de sus yerros un indio del pueblo de Toledo nombrado Jacinto Paco, después que pasó los alzados Cár­ denas y Lanza, por aquel dicho pueblo vino el citado Paco, con grande imperio a seducir otra vez a nuestras gentes, y ponerlos en movimiento diciendo que el venia cerca de Coroma donde se hallaba la junta y que convenía que se re­ clutase nuestras gentes a esperar a dicha junta que llegaría dentro de cinco o seis días a nuestro pueblo, que él del mismo modo pasaba a Toledo a hacer lo mismo llevando comisiones de un tal Plaza, y con este motivo mandó que todos le vendieran obediencia; a este tiempo llegó el bando de vuestra majestad dando noticia del triunfo de las armas del Rey en Cochabamba con lo que partió a correr este indio y quedo disuadido nuestro pueblo de las malas seducciones que introdujo este.38 A partir de los casos anteriores se puede seguir las estrategias seguidas por los caudillos insurgentes en sus correrías en el área rural. El pillaje, acompañado por la toma del tributo para sustentar sus acciones, como en el caso de Blas Ari, o el apoyo a los caudillos criollos, en el de Jacinto Paco, formaba parte de las estrate­ gias para mantener la insurgencia en momentos de repliegue. Otra estrategia fue el establecer alianzas con las autoridades indígenas locales para lograr la entrega del tributo o para enviar mensajeros para que vayan convenciendo a las comuni­ dades de recibir y dar hospedaje a los insurgentes.También formaba parte de la estrategia indígena el organizaban bailes y música para recibir a los caudillos con el objetivo de mostrar su adhesión a la causa. Es probable que muchas veces esta adhesión no fuera sino una estrategia para evitar enfrentarse a tropas armadas y que el recibimiento fuera parecido cuando eran tropas del rey las que llegaban a los pueblos. Sin embargo, queda claro que también existían indígenas que comul­ gaban verdaderamente con una u otra causa, con los peligros que esta posición entrañaba cuando la coyuntura se modificaba. Este parece ser el caso de Jacinto Paco, que más allá de ordenar un buen recibimiento a los caudillos Cárdenas y Lanza, viaja posteriormente hasta Andamarca para organizar el recibimiento allá. Por esta razón, Jacinto Paco tuvo que escapar al conocerse el fracaso de las tropas insurgentes en Cochabamba a fines de mayo de 1812. 38. Op. cit., s/f. 309 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

LA PARTICIPACIÓN INDÍGENA EN LAS GUERRILLAS A pesar del optimismo, el dominio realista del Alto Perú no estaba consoli­ dado. En Buenos Aires se reorganizó nuevamente el ejército, confiándose su di­ rección a Manuel Belgrano. Éste inició un nuevo avance hacia el norte y luego de controlar la región de Tucumán, derrotó al ejército realista en Salta, el 20 de febrero de 1813. A mediados de 1813, la situación del Alto Perú se presentaba de la siguiente manera: en Oruro se hallaba el cuartel general del ejército Real, en el cual la de­ rrota de Salta había provocado una gran crisis interna. Los juramentados habían debilitado la unidad y la situación era tan inestable que Goyeneche, pretextando la muerte de su padre y problemas nerviosos había renunciado a su puesto.39 Las regiones de los valles y del Sur se hallaban nuevamente convulsionadas con la llegada del nuevo ejército auxiliar y se organizaban en sendos grupos regulares e irregulares para apoyar a Belgrano; sólo La Paz se hallaba controlada por el vi­ rreinato peruano. Mientras el ejército virreinal se envolvía en conflictos internos, la avanzada del ejército porteño, bajo el mando de Díaz Vélez se asentaba en Potosí. Al mismo tiempo, el partido de la Patria se había reorganizado frente al ingreso del ejército auxiliar, a partir de los grupos de caudillos que se habían organizado en diferentes lugares del Alto Perú. De acuerdo a Luis Paz, La provincia de Chayanta, enclavada en la parte montañosa entre Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, era el cuartel general de estas tropas colecticias, poco temibles en el campo de batalla; pero que importaba mucho contar con ellas, sobre todo atendida la posición topográfica del territorio que ocupaban. Entre los caudillos que más ascendiente tenían sobre los indígenas, se contaba Baltazar Cárdenas, a quien Belgrano había dado el título de coronel, y que a pesar de la caída de Cochabamba [en mayo de 1812] se había mantenido firme en la provincia de Chayanta, refugiado en sus inaccesibles montañas.40

39. a g í Diversos 3. Año 1813, n° 2 D8. Cartas de Goyeneche al Virrey Abascal. Dice que la situación es estable y que Tacón ha tomado la plaza de Oruro. Escribe lo siguiente: «Mi estado actual no me permite dar cuenta de la gravedad de los ocurrimientos, no tengo cabeza para seguir mandando...». También relata que ha habido muchas deserciones sobre todo de los paceños, a g í . Diversos ÓBIS. n° 5. La salida de Goyeneche del mando del ejército Real y la crisis del mismo, es un hecho lleno de tensión y que involucró a los más importantes miembros del gobierno virreinal. 40, Luis Paz, op. cit., tomo II, p. 236. 310 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

EN

EL A L T O

PERÚ

El ejército real no perdió el tiempo frente al avance porteño. El nuevo coman­ dante Joaquín de la Pezuela reorganizó el ejército.41 Belgrano, por su parte, recién se puso en movimiento en septiembre de 1813 y, tras una serie de escaramuzas se enfrentó al ejército del rey en Vilcapugio, a fines de septiembre. La batalla fue en­ carnizada y ganada finalmente por el ejército del rey, lo mismo que enAyohuma. Luego de esta nueva derrota Belgrano y los restos del segundo ejército auxiliar se retiraron a Potosí y de allí pasaron a Jujuy, dejando el Alto Perú. Después de la retirada de Belgrano, quedaron como gobernadores de Cochabamba y Santa Cruz -los dos territorios aún controlados por los patriotas- An­ tonio Álvarez de Arenales e Ignacio Warnes respectivamente. El altiplano quedó controlado firmemente por el ejército real, que adelantó su cuartel general hasta Tupiza y su vanguardia hasta Salta, mientras que en los valles se desarrolló duran­ te los años 1814 y 1815 una serie de idas y venidas de ambos ejércitos. Paralela­ mente a la lucha entre los ejércitos regulares, se organizaron grupos más estables de montoneras o guerrillas en varias regiones del Alto Perú. El general Belgrano, al momento de retirarse del Alto Perú, nombró como go­ bernador de Cochabamba y comandante general de las armas patriotas al Co­ ronel Juan Antonio Álvarez de Arenales. Pronto se hizo insostenible su posición en Cochabamba, por lo que decidió tomar el camino hacia Vallegrande, donde aumentó sus fuerzas, formando un batallón de infantería de 165 fusileros y dos escuadrones de caballería, además, se le incorporaron algunos caudillos con su propia gente y armas.Al mismo tiempo, y de acuerdo con Luis Paz, los grupos de guerrilleros de otras regiones del Alto Perú se sublevaron en apoyo de la Patria. Al mismo tiempo que estas operaciones preparatorias tenían lugar, se subleva­ ban a favor de los patriotas los indios del Chaco a los largo del Pilcomayo, los caudillos Cárdenas, Padilla y Umaña insurreccionaban al partido de La Laguna en la provincia de la Plata, y se conmovían de nuevos las poblaciones a espaldas de Blanco.42 De esta manera, se creó un verdadero sistema de guerrillas que, dirigido por Álvarez de Arenales, contemplaba una relación de alianza y dependencia con los otros caudillos altoperuanos. Durante todo el año 1814, el sistema de guerrillas puso en jaque a los ejércitos realistas dirigidos por Pezuela. En la vanguardia del sistema, en la región sur y oriental del Alto Perú se hallaban los grupos guerrille­ ros de Padilla y Umaña; detrás de esta avanzada, se encontraba el ejército gue­ rrillero de Arenales, que marchaba constantemente entre Cochabamba, Mizque, 41. Además del cuartel general en Condocondo, Pezuela repartió su ejército en Caracollo, Sorasora, Poopó, Urmiri. Guancané y Ancacato, controlando todos los pasos desde Chayanta. a g n Lima. Cajas Reales. Leg. 1153. C 56. 42. Paz, Historia general del alto Perú, hoy Bolivia, 1919, p. 274. 311 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Vallegrande, la frontera de Chuquisca y la Cordillera chiriguana apoyando y orga­ nizando los grupos guerrilleros; finalmente, en la retaguardia se hallaba Warnes, que controlaba ya las tierras bajas. En esta lucha se combinaban constantemente dos tipos de grupos en armas. Los grupos regulares, como eran los de Arenales y Warnes, se podían mover en un territorio donde ejercían un cierto grado de dominio. Se encontraban organi­ zados en grupos de infantería y caballería y podían presentar batalla abierta, sin embargo, la vanguardia, que se insertaba en territorio dominado por los realistas, tenía otro tipo de organización. Sus comandantes o caudillos, como fue el caso específico de Manuel Asencio Padilla, no tenía un puesto de mando concreto en el sistema de organización del ejército y el gobierno porteño, como sí lo tenían Arenales y Warnes, además, sus tropas no se organizaban como un ejército regu­ lar, sino con un sistema mucho más abierto y flexible, que les permitía adentrarse en terreno enemigo, hostigar al enemigo y escapar sin presentar una batalla abier­ ta. Fue este sistema el que adoptó con más pertinencia el nombre de guerrilla. El número de guerrillas fue numeroso, de las más importantes fueron las de Larecaja, Ayopaya, La Laguna y Cinti, además de las organizaciones regulares de Mizque, Vallegrande y Santa Cruz. La principal preocupación de Arenales para 1814 fue la falta de auxilio por parte del Gobierno porteño (el tercer ejército auxiliar comandado por Rondeau) que no enviaba armamento ni tropas para apoyar al ejército del Alto Perú. A pesar de la capacidad organizativa de Arenales, el sistema de guerrillas de los años 1814 y 1815, no pudo mantenerse organizada debido sobre todo a dos causas: la pri­ mera fue la nueva derrota del ejército auxiliar porteño, esta vez bajo la dirección de Rondeau, la segunda fue la reinstauración del sistema de antiguo régimen y el fortalecimiento del ejército real bajo la dirección de Pezuela. A la larga, Arenales tuvo que retirarse de la organización del sistema de guerrillas, dejando a cada grupo bajo la dirección de un caudillo. De esta forma, el sistema integrado que había buscado coordinar las fuerzas de la patria se vio sobrepasado tanto por la fortaleza de los realistas como por la división y las rencillas dentro de los mismos grupos y caudillos de la patria.Tras la salida de Arenales del Alto Perú, cada grupo se independizó, conformando lo que Bartolomé Mitre llamó las Republiquetas. Si bien las ciudades y algunos poblados se hallaban controlados por el ejérci­ to, las continuas reclutas, la confiscación de animales y cosechas, la exigencia del pago del tributo y los abusos cometidos por los soldados en los pueblos promo­ vían una insurrección permanente, dirigida ya sea por los caudillos locales, las autoridades tradicionales o por los mismos grupos de insurgentes organizados en guerrillas que aprovechaban la falta de un apoyo a los ejércitos virreinales por parte de la población para dirigir levantamientos y ataques. Se impuso, entonces la guerra de guerrillas y, una vez vencidos los grandes caudillos como Muñecas,

312

Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

Padilla, Camargo y otros,43 la organización bajó a los grupos más pequeños en una situación que desgastaba al ejército real. Dice Luis Paz sobre esta etapa: Era una lucha desesperada contra la propiedad para asaltar los ganados, y con caudillos y cabecillas que no se acabarían nunca. En el momento que se retira­ ba una expedición de un lugar que creía haber dominado con apoderarse de sus ganados y talar sus campos, volvía a insurreccionarse con nuevos jefes. El ejército real se gastaba y fatigaba en estas correrías, y las relativas ventajas que obtenía no compensaban sus sacrificios y sus pérdidas.44 La estrategia del ejército real tuvo que ser modificada. El principal enemigo no era ya el ejército porteño, sino el numeroso grupo de tropas irregulares, formadas por criollos, mestizos e indígenas que se ubicaban en los valles, desde Larecaja al norte hasta Tarija al sur. A través del Diario de José Santos Vargas, publicado con el nombre de D ia­ rio d e un C om an dan te d e la indepen den cia a m erica n a 45 podemos conocer la historia de uno de estos grupos irregulares, la llamada División de los Valles, más conocida como guerrilla de Sicasica y Ayopaya. El diario describe, además de los movimientos y constantes encuentros entre la guerrilla y las tropas realistás, la forma de organización y las estrategias de lucha dentro de la misma guerrilla. Roger Mamani en su artículo «Eusebio Lira, el caudillo y el poder»,46 que ana­ liza la figura y las estrategias del primer comandante de la guerrilla de Ayopaya, sostiene que la mayor fuerza de Lira fue precisamente su capacidad para con­ vocar a la población indígena de la región. Al preguntarse las razones sobre la capacidad de convocatoria de Lira, argumenta Mamani que una de ellas fue el apoyo territorial, es decir, la existencia de relaciones y redes previas, sobretodo con los pueblos de Mohoza y Cavari, cercanas a donde se hallaba la hacienda fa­ miliar del caudillo. A la muerte de Lira, de acuerdo al Diario de José Santos Vargas, gran parte de los pueblos ubicados en los valles entre La Paz y Cochabamba se hallaban bajo su mando, Los pueblos eran, en el partido de Sicasica, en el primer pueblo de su nacimien­ to Mohoza, Cavari, Inquisivi, Ichoca, Yaco, Quime, Capiñata, Colquirí, Haraca; 43. A lo largo de 1816, las tropas realistas fueron cercando a los diferentes grupos gue­ rrilleros apresando y ejecutando a sus caudillos. En esta etapa fueron muertos los caudillos Padilla, de la Laguna, Camargo, de Cinti, Warnes, de Santa Cruz, Muñecas, de Larecaja. De los grandes grupos guerrilleros sólo quedaron con vida Arenales, que tuvo que huir a la Argenti­ na y Lira, comandante de la guerrilla de Ayopaya que mantuvo activo a su grupo. 44.Paz, op. cit,, p, 538. 45. Con introducción y estudio de Gunnar Mendoza, Siglo xxi, México. 46. Roger Mamani: «El comandante Eusebio Lira, el caudillo y el poder» en Revista Jiw asan Sarnaqawisa, Anuario de Investigación de la Carrera de Historia u m s a , La Paz, 2008, pp. 95-117. 313 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

en el partido de Chulumani (que es Yungas) Suri y Sircuata; en el partido de Hayopaya eran su capital Palca, Machaca, Morochata, Charapaya, Choquecamata, Leque, Calchani y Yani. Así con estos pueblos se sostuvo el Comandante Lira en defensa de la Patria, libertad e independencia americana del gobierno español.47 Otro punto importante fue la existencia de una jerarquía militar entre los combatientes indígenas, con la existencia de oficiales indios con grados de co­ mandantes, capitanes, capitanes de indios y sargentos. Entre estos oficiales resal­ tan Andrés Simón, comandante general de indios de la patria, y Miguel Mamani, capitán de indios a caballo, ambos oriundos de Sicasica y con grados paralelos a los que tenían los guerrilleros criollos y mestizos. La jerarquía implicaba también una organización estratégica de tipo militar que, de acuerdo con Mamani presen­ taba una organización si se quiere paralela entre las tropas criollas y mestizas y las tropas indígenas. Dice: Cada compañía tenía su oficialidad propia, es así que cada una de ellas tenía su Capitán que estaba al mando de la misma, sus Teniente, Subteniente, Alférez, Sargentos y Cabos, al mando de los cuales se subdividía la tropa, conformada en su gran mayoría por indios. La indiada misma tenía su propia oficialidad, ésta estaba encabezada por el Co­ mandante General de Indios que fue, como ya lo dijimos, Don Andrés Simón. Detrás de él venían un sinnúmero de capitanes indios, sargentos y cabos. Los más insignes de estos eran el Capitán de indios a Caballo Miguel Mamani y el Capitán de la doctrina de Mohoza, Mateo Quispe.48 La idea de que los indios constituyeron únicamente una masa informe que apoyaba circunstancialmente a la guerrilla es rebatida por este trabajo que mues­ tra, más bien, la existencia no de una subordinación de los indios a los caudillos de guerrilla, sino de un sistema de alianzas basado tanto en la pertenencia terri­ torial -pueblos enteros que se plegaban a la lucha-, como en una organización estable de carácter militar donde la única diferencia fue el uso de armas. Si bien existía una división de indios a caballo, dirigida por Miguel Mamani, la estrategia de lucha de las tropas indígenas fue la del uso de armas contundentes, funda­ mentalmente la honda y las piedras, por lo que se ubicaban en las regiones altas y a los costados de los grupos criollos que portaban armas de fuego. Desde esta perspectiva, la participación indígena en las guerrillas fue estratégica, al confor­ mar sistemas de organización paralelos que seguían a un caudillo criollo-mestizo, pero que, al mismo tiempo, mantenían a sus propios caudillos indígenas. Pode-

47. Vargas [1852] 1982: 197, citado por Mamani, op cit., p. 108. 48. Mamani, op. cit., p. 112. 314 Índice

GUERRA Y LUCHA

POPULAR

E N EL A L T O

PERÚ

mos decir, entonces, que en el caso de la guerrilla de Ayopaya, la propuesta de 1809 de la alianza entre «indios verdaderos» e «indios de pellejo blanco» para una lucha conjunta se mantenía en la práctica.

BIBLIOGRAFÍA La dram ática insurgencia de B olivia, La Paz, Juventud, 1979. Participación p op u lar en la independencia d e B olivia, La Paz, Don Bosco, 1979. B e l t r á n Á v i la , M a r c o s , Sucesos d e la guerra de Independencia del a ñ o 1810. La Paz, IFEA—IEB—ASDI SAREC, 2006 (1910). G u t iér r e z d e Q uin tan illa , E m il io , Guerras de la In dependen cia, Buenos Aires, Comando en Jefe del Ejército, Colección Documental, 1973. C o r t e z , M a n u e l J o s é , Ensayo sobre la historia de B olivia, Beeche, 1861. D é m èla s , M arie D a n ie ll e , La invención politica. Bolivia, Perú y E cu ador en el siglo xix. Plural - if e a , Lima, 2003. E s c ó b a r O h m s t e d e , A n t o n io y R o m a na F a lc ó n (coords.), Los ejes de la disputa. Mo­ vimientos sociales y actores colectivos en A m érica Latina, siglo xix, Frankfurt, Cuadernos a h íl a , 2002. E t c h e p a r e b o r d a , R o b e r t o , «Un pretendiente al trono de los Incas: el padre Juan Andrés Ximénez de León Manco Cápac», en Revista d e la Escuela d e Estudios H ispanoam ericanos, Sevilla, scic, voi 24, art. 23, 1967. M a m a n i , R o g e r , «El comandante Eusebio Lira, el caudillo y el poder», en Revista Jiw asan Sarnaqawisa, Anuario de Investigación de la Carrera de Historia, La Paz, Universidad Mayor de San Andrés, 2007. P a z , L uis , Historia General del Alto Perú, hoy Bolivia, t o m o II, S u c r e , s / e , 1919. R o c a , J o sé L u is , La revolución d e la A udiencia d e C harcas en C huquisaca y en La P az, La Paz, Plural, 1998 (1809). Soux, M aría L u is a , «Los discursos de Castelli y la sublevación indígena de 18101811», en C arm en M e E v o y y A n a M aría S tu v e n (eds.), La República peregrina. Hombres d e arm as y letras en Am érica del Sur. 1 8 0 0 - 1884, Lima, iep - if e a , 2007. — Autoridad, p o d er y redes sociales. Laja 1800-1850, tesis presentada para obtener el grado de maestría en la Universidad Internacional de Andalucía, La Rábida, 1999 (inédita). T h o m s o n , S in clair , Cuando sólo reinasen los indios, La Paz, Editorial Muela del Diablo-Aruwiyiri, 2006. V a l e n c ia , V e g a A l ip io , El indio en la independencia, La Paz, Imprenta Progreso,

A r n a d e , C h a rles ,

A r z e A g u ir r e , R e n e ,

1962 .

315 Índice

CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN POPULAR EN LA CONFIGURACIÓN DE LA VENEZUELA REPUBLICANA Arlene Urdaneta Quintero Germán Cardozo Galué Universidad del Zulia

INTRODUCCIÓN1 En esta ponencia se reflexiona sobre los factores motivadores, relaciónales y de distinción que favorecieron las acciones colectivas conflictivas protagoniza­ das por dos bandos rivales a inicios de la Venezuela republicana. Las remembran­ zas de los tiempos monárquicos, aclamaciones al semidiós Bolívar y añoranzas de una Colombia irrealizable -pero prometedora de una libertad poco entendida-, se exteriorizaron en aclamaciones como «viva el rey», «mueran los blancos», «fin a la nobleza», «bolivarianos, alzad las voces», «la salvación es volver a Colombia», «constituirnos en un país hanseático» o «separarnos de Venezuela». Estas aclama­ ciones expresaban los cambios estructurales introducidos a partir del proceso de independencia. Cinco años, que por su carácter transitorio, deben ser consi­ derados como parte de un continuo histórico iniciado en la provincia de Maracaibo por los miembros de su cabildo al desconocer en 1810 la convocatoria de Caracas para constituir la «Junta conservadora de los derechos de Fernando VII». El «pueblo», junto con el sector notable local, se apropió de los espacios pú­ blicos de la ciudad para arremeter contra todo aquel que pretendiera desenga­ 1. Esta investigación se inscribe en el proyecto «Colectivos sociales, participación ciuda­ dana y escenarios urbanos» del programa de investigación «Localidades y regiones históricas en la construcción de la nación en Venezuela» Universidad del Zulia/Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Venezuela. 317

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

ñarlos o amenazara con apagar la esperanzadora visión de una vida más justa y prometedora. Lo hizo a través de acciones lideradas por los miembros de los «partidos» Campesinos y Tembleques que reflejaban las tendencias sociales del momento, llegando a polarizar la opinión pública en la provincia de Maracaibo, hoy estado Zulia. Tales acciones colectivas evidencian los alcances de las pro­ puestas libertarias y el establecimiento de nuevas instituciones en la transición del régimen monárquico al republicano. Las diversas formas que adquirieron las acciones colectivas involucradas en estos movimientos sociales se expresaron como fuerzas centrípetas y centrífugas locales y regionales en conjunción con las tendencias nacionales. Se aspira profundizar el análisis social de este proceso en el marco de la pedagogía política desarrollada por los sectores dirigentes, difusores del nuevo ideario nacional, quienes aspiraban moldear al ciudadano a partir de la existen­ cia de intereses comunes, tradicionales o creados, para favorecer su continuidad y acceso al poder. Los diversos colectivos fueron gradualmente asimilando los alcances de la representatividad institucional republicana e irrumpieron en la sociedad con renovada fuerza legitimada por los postulados liberales reconoci­ dos en las constituciones, y constituyeron un importante factor de tensión en la configuración del ciudadano republicano. El detonante fue el proceso electoral convocado por la constituyente vene­ zolana en 1830. Acciones individuales, promovidas inicialmente por los «nota­ bles», fueron trascendiendo hacia otros grupos, que en pocos meses asumieron protagonismo; grupos heterogéneos, articulados por relaciones de solidaridad y motivados por un discurso esperanzados que por su carácter inédito sorpren­ dían a los ciudadanos responsables de construir la nación según las leyes repu­ blicanas. Los acontecimientos protagonizados por estos colectivos sociales 2 se radicalizaron en 1834 y 1835, cuando las acciones violentas culminaron con el apresamiento de las principales autoridades, y luego con una guerra civil para separar la provincia de Maracaibo de la nueva República de Venezuela, así como el restablecimiento de Colombia.3

2. En este caso no se trata de colectivos sociales lato sensu y considerados como for­ mas de asociación de individuos que resultan del ejercicio profesional o prácticas religiosas. Hablamos stricto sensu de colectivos sociales de carácter coyuntural y temporal, articulados para alcanzar un objetivo común, organizado, inicialmente a partir de individualidades que emergen en la corta y mediana duración como líderes para enfrentar a determinados adversa­ rios, lograr negociaciones políticas, impulsar obras de interés personal o público, entre otras demandas resultantes de las contradicciones propias de una sociedad desigual. Colectivos, aglutinados en bandos diametralmente opuestos, donde la claridad doctrinal se pone en duda, dado su carácter espontáneo y difuso además de la gran movilidad de sus miembros entre una fracción y otra. 3. En esta ponencia se presentan reflexiones fundamentadas en el estudio de un proceso local que exige precisiones descriptivas; no se omiten ni olvidan los referentes contextúales

Índice

CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS

SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

Hasta el momento en que se recrudecieron las acciones públicas, la partici­ pación popular en los escenarios públicos se había limitado a corear o abuchear las decisiones del ayuntamiento en la plaza mayor de la ciudad, en correspon­ dencia con la cultura política monárquica. Las acciones militares habían sido limitadas, pues la provincia no se había incorporado activamente al proceso de Independencia,4 a excepción de la batalla naval de Lago de Maracaibo en 1821 y algunas acciones de «guerrilla» en algunos de sus cantones. Por tanto, la guerra de independencia no fue un factor movilizador en la sociedad marabina como pudo ocurrir en otras provincias venezolanas: fueron los movimientos sociales protagonizados por los Campesinos y Tembleques y los liderazgos emergentes los que introdujeron modalidades en la práctica política republicana.

EN LA ANTESALA DE LA REPÚBLICA El proceso de Independencia venezolano sorprendió a los habitantes de la provincia de Maracaibo en momentos que se trababa de recuperar la economía regional. Los años del creciente comercio cacaotero, muy bien posicionado en los mercados americanos y europeos desde el siglo xvi, había entrado en deca­ dencia durante el siglo x v i ii luego que las áreas productivas gibraltareñas fueron impactadas por una «coyuntura desastrosa» en la cual confluyeron factores natu­ rales (inundaciones, plagas, terremotos, deslaves de tierra) y antrópicos (ataque de piratas e indígenas y rivalidades entre los principales puertos lacustres).5 Éstas eran las más ricas áreas productivas en explotación por cuanto las planicies de Perijá y sur del lago de Maracaibo aún estaban bajo control de comunidades indígenas que entorpecían el comercio con las ricas tierras del virreinato de la Nueva Granada a través del valle de Cúcuta. A inicios del siglo xix, los productos enviados desde la provincia de Maracai­ bo ya no podían competir con los de otros puertos de la Capitanía General de Venezuela, que gozaban de tratos preferenciales.6Al declarar España a Maracaibo como puerto mayor, se limitó el ingreso de embarcaciones para el comercio disminuido por la barrera natural que imponía la entrada al lago y sus productos fueron pechados con impuestos superiores a los de otras provincias, como la de Caracas. En consecuencia, para estos años, los productos de la provincia de Maracaibo no podían rivalizar en los mercados americanos; en opinión de alguregionales y nacionales que explican a sociedades políticas de pertenencia, de larga trayec­ toria y singularidad. 4. Tibaud, Repúblicas; 2003. 5. Altez, Parra y Urdaneta Q., «Contexto», 2005. 6. Saavedra, «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe», en Leal, «La provincia de Maracaibo», 1984, pp. 487-503. 319 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

ñas autoridades locales fue aquella una de las causas del empobrecimiento de la provincia. Además, la disminución de ingresos se vio agravada por el compromi­ so de sufragar los gastos de tres compañías de tropas para salvaguardarla de los ataques de los filibusteros.7 A diferencia de la provincia de Caracas,8 la de Maracaibo se había visto en la necesidad de sobrecargar a la población con elevados y variados impuestos so­ bre productos destinados para el comercio y consumo como la sal, azúcar, carnes y otros frutos con la pretensión de incrementar los ingresos y atender los asun­ tos públicos. Es probable también que, por consejo del intendente Saavedra, al frente de la Capitanía General de Venezuela, sobrevinieran recortes en los gastos públicos y despidos entre los empleados públicos, para «hacer economías» y por considerar algunos «empleos inútiles y ociosos» (mal pagados y por tanto pro­ pensos a «vender su obligación»); aquella autoridad también sugería eliminar la cuarta compañía veterana, pues «pocos gastos de defensa necesita una provincia que por pobre difícilmente tentará al enemigo».9 Los informes de José Domingo Rus, representante de la provincia de Mara­ caibo en las corte de Cádiz entre 1812 y 1814, ofrecen una visión más amplia de la sociedad marabina. En pequeños poblados, esparcidos en el amplio territorio que circunda el lago de Maracaibo, estaban distribuidas más de ciento seis mil almas, de las cuales unas cuarenta mil estaban ubicadas en la ciudad-puerto de Maracaibo.10 La numerosa población indígena, no incluida en el cómputo ante­ rior, era en su mayoría guajira (w ayúu)\de unos cuarenta mil de ellos, catorce mil eran guerreros belicosos y dominaban amplios territorios junto con los caribes (motilones) ubicados al occidente y sudoeste de la cuenca; se mantenían «a dis­ tancia» de la sociedad mestiza criolla por las barreras naturales que imponía el medio o por las fronteras militares establecidas como «la línea» de Sinamaica para mantener bajo control a la temida nación w ayúu .11Algunos eran comprados en Maracaibo por familias «con recursos» y se dedicaban a actividades domésticas o de servicio en condiciones de esclavitud, aunque no eran considerados legal­ mente como tales; eran los «recogiditos» a los cuales se les salvaba de la barbarie cristianizándolos y civilizándolos. La presencia de población esclava negra no era tan numerosa en la provincia a causa de la decadencia de la producción cacaotera; por esta misma causa los «morenos» que se dedicaban a esta actividad en el cantón Gibraltar vivían en

7. Ibid, p. 501-502. 8. Mckinley, Caracas, 1993. 9. Saavedra, «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe...», en Leal, op. cit., 1984, p. 503. 10. No se cuenta con datos oficiales sobre la población para estos años, son estimaciones derivadas de informes de autoridades emitidos en distintos momentos, 11. Paz, «La sociedad wayúu», 2000. 320 Índice

CAMPESINOS Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

libertad en las haciendas arruinadas.12 De allí que a inicios de la república los pardos o mestizos constituyeran el sector social más numeroso de la provincia de Maracaibo. Considerados como «españoles que por cualquier línea traen su origen de África» habían perdido toda esperanza de que se reconocieran sus de­ rechos como ciudadanos por el artículo 18 de la constitución de Cádiz de 1812; 13 constituían, la fuerza laboral más importante para los notables, además de ser un sector en ascenso que aspiraba a un mayor reconocimiento social. Ocupaban plazas militares o eran comerciantes y artesanos, propietarios o rentistas; algunos ocupaban oficios que garantizaban un ingreso seguro. Todos estos sectores distaban de los «notables», amenazados éstos por la sig­ nificativa disminución de sus caudales y por disposiciones que consentían a los pardos igualarse.14 Los blancos nobles, y los no tan nobles, eran legitimados con el reconocimiento de las mayorías, ocupaban los principales cargos públicos y habían constituido grupos familiares consolidados como notables mediante cimentadas relaciones familiares y de parentesco que se extendían hacia sus homólogos en tierras andinas.15 Figuran como colectivos conservadores de sus valores, costumbres y estilos de vida de los antiguos linajes, abiertos a las nuevas corrientes de pensamientos, pero recelosos de cualquier cambio que alterara su estatus en la sociedad. Fueron, en su mayoría los que asumieron el control del cabildo al momento de mantener la lealtad a la regencia y de decidir la no incorporación de la pro­ vincia al movimiento de Independencia liderado por Caracas; sin embargo, entre el sector más joven y liberal surgieron tres movimientos independentistas entre 1810 y 1812.16 La mayoría conservadora fue la que decidió en 1821 la ruptura con la monarquía e incorporación como república independiente de Venezuela a Colombia; también figuraron como protagonistas de los movimientos sepa­ ratistas del departamento Zulia de Colombia en 1829.17 Fue éste el sector que 12. Rodríguez, Manumisión, 2001. 13. Maldonado, M aracaibo, 2003, pp. 96-97. 14. Fueron muchas las quejas por la «Pragmática de 1803» que fijaba la edad para contraer matrimonio sin permiso paterno; José Domingo Rus hizo particular énfasis en la necesidad de que esta disposición se modificara, alegaba: «A vista de las castas de aquellas provincias, cuya consideración sólo iba a dar en tierra con las clases distintas, pues allí no faltan familias de primer orden, y hay también otras del estado llano o blancos de la última especie, que adquiere la nobleza que se llama personal y pasa a los hijos», Rus, M aracaibo, 1969, p. 98. 15. Vázquez y Varela, «Bases teórico metodológicas», 1996 y Vázquez y Berbesí «La familia Baralt-Sánchez», 1996. 16. Millares Cario, M aracaibo} 1977. 17. La decisión de incorporarse a Colombia generó opiniones contrapuestas: unos consideraban que era ilegal y protestaban en contra de las crecientes contribuciones exigidas; otros la «atacan por el escandaloso método de vida y heterodoxo lenguaje que profesan varios ciudadanos, beligerantes y permanentes, que sin más estudio, que el de media docena de novelitas» opinaban sin juicio; unos terceros, «más inhumanos» «nos condenan de malvados u odian extremadamente, no habiendo oído otras sólidas razones» y otros «raza de antipatriotas» 321 Índice

LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

concedió poderes a su representante en las Cortes de Cádiz para que negociara en 1812 su lealtad a cambio de la erección de la Capitanía General de Maracai­ bo que integrara el occidente de la actual Venezuela y parte del nororiente de Colombia. Además, fue el más beneficiado con la creación del departamento Zulia al ser integrado a Colombia, territorio que era casi el mismo que había sido considerado por Rus en sus peticiones a las Cortes de Cádiz, y fueron ellos, finalmente, quienes pactaron con los dirigentes caraqueños para que se recono­ cieran sus fueros en la República venezolana centro federal.Todas estas gestiones contribuyeron a apuntalar a Maracaibo como capital de la entidad. Eran líderes con un discurso regionalista y constitucionalista, defensores a ultranza de la au­ tonomía provincial, y habían demostrado su capacidad de convenir acuerdos en momentos de crisis. Los levantamientos, conspiraciones, asonadas y protestas fueron predominan- temente acciones civiles que públicamente expresaban sus preferencias a favor o en contra de los pronunciamientos del cabildo. A excepción de los aconteci­ mientos ocurridos en 1822, cuando las fuerzas armadas asumieron un rol protagónico, a un año de declarada la Independencia, la provincia fue subyugada por las tropas monárquicas de Francisco Tomás Morales las cuales arremetieron en contra de la población respaldadas por numerosos indígenas wayúu\ este suce­ so sumó a la causa republicana los grupos aún recelosos de la nueva forma de gobierno. Expulsado Morales en 1824, se inició el proceso republicano del ahora departamento Zulia que integraba los antiguos territorios de la provincias de Ma­ racaibo,Trujillo y Mérida,y se engrandecía con los de Coro. Durante estos años el concejo municipal no pudo funcionar de manera regular y luego fue definiti­ vamente abolido en 1828 cuando el libertador-presidente asumió la magistratura de Colombia con poderes absolutos.18 La guerra no había sido un factor movilizador en la provincia como ocurría en territorios de la otrora Capitanía General de Venezuela. Eran minoría los militares destacados durante la gesta y beneficiados por las nuevas disposiciones que los distinguían como ciudadanos, activos constructores de la nación;19 recibieron los reconocimientos, cargos y riquezas necesarios para diferenciarse del resto sin

egoístas quienes suspiran por España «al considerarse destituidos de ciertos gajes rateros, que en tiempo habían». El Correo Nacional, Maracaibo, 16 de junio de 1821, n° 2. 18. Várela, «Estructura», 1995, p. 67 19. Las leyes republicanas venezolanas a partir de 1819, en consideración a la importan­ cia de la guerra y el rol mesiánico de las tropas libertadoras comandadas por Simón Bolívar, habían dado una significativa importancia al ciudadano-soldado que luego se transfiguró en soldado-ciudadano: «el título de militar autorizaba el paso de la condición de ciudadano pasivo a la de ciudadano activo. Este reconocimiento público de los militares expandió sus deberes más allá de lo estrictamente relacionado con el ejército. De defensores de la patria pasaron a convertirse en sostenedores del poder instaurado» aspecto que comenzó a cambiar a partir de la constitución de 1830. Hébrard, «Ciudadanía», 1999, p. 137. 322 Índice

CAMPESINOS Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

importar color de la piel ni origen notable. Parece ser otra historia lo relativo a los niveles de participación cuando se da la convocatoria a elecciones según las leyes aprobadas por el congreso constituyente. Por primera vez, las mayorías no sólo tuvieron la posibilidad de acceder a los escenarios públicos y participan en la designación de las nuevas autoridades, muchos ocuparon por meses los nue­ vos cargos de empleados públicos al apropiarse del proceso; aspecto que lucía muy esperanzador en una sociedad deprimida económicamente.

«QUEDÓ CONJURADA LA TEMPESTAD» La nueva república sería constituida en 1831 después de que el congreso constituyente estableciera los mecanismos para organizarse. Siete meses de ar­ duo trabajo legislativo culminaron con la elaboración de la primera constitución venezolana y las leyes necesarias para el funcionamiento de las provincias, entre ellas la de elecciones; en el ínterin, siguieron rigiendo las leyes colombianas. A medida que se conocían las nuevas disposiciones se comenzaron a oír voces de descontento las cuales expresaban añoranza por la Monarquía, Colombia y el Gobierno de Bolívar; sobre todo al conocerse las contradicciones entre el discurso liberal y las restricciones a la ciudadanía, al proceso censitario y a la autonomía.20 Fallaron los intentos de mantener la armonía en la transición de Colombia a Venezuela al aprobar leyes donde ninguna autoridad podía imponer ni sustituir a un subalterno (ni el gobernador al jefe político ni éste a los concejales o los alcaldes ni estos a los jueces de paz); por el contrario la posibilidad de ocupar estos cargos con amplias atribuciones pareció influir en la tenaz decisión de de­ fender cada nombramiento. La inamovilidad temporal de los cargos agudizó las tensiones políticas. La vía para constituir la república quedó trazada con la ley de elecciones de 6 de octubre de 1830; las asambleas parroquiales y luego los colegios electorales escogerían al presidente, vicepresidente de la república, senadores y diputados provinciales, quienes, a su vez, propondrían el resto de autoridades (alcaldes, municipales, síndicos procuradores y jueces de paz, quienes, a su vez, elegirían a los empleados de los distintos despachos). Sin embargo, la junta reguladora, que funcionaría sólo por una vez -dado el carácter inédito del proceso-, declaró nulas las elecciones de Maracaibo por considerar que no existía quorum; esta decisión fue ratificada tres meses después por el Congreso Nacional.21 20. Várela, «Estructura», 199521. Para los electores la declaración de nulidad de las elecciones conjuraba la tempestad. Consideraban que el gobernador hacía lectura equívoca de las leyes lo cual Favorecía a los notables de siempre. Los que se empeñaron en anular las elecciones fueron los padres del 323 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

Fue precisamente este proceso electoral el que propició el funcionamiento de un nuevo tren de gobierno en todos los cantones y el factor detonante de las movilizaciones masivas protagonizadas por los colectivos maracaiberos a partir de 1831. Ofreció la posibilidad de renovar algunas autoridades locales y sustituir a aquellas que hasta el momento respondían a intereses de la red de leales aso­ ciados a las familias notables. Se destapaba la «caja de Pandora», que en el caso particular de la provincia de Maracaibo, se expresó a lo largo del siglo xix, en una sistemática lucha por controlar el proceso electoral para garantizar los favores e influencias de los administradores de la cosa pública.22 El conflicto iniciado en la ciudad de Maracaibo en 1831 por los bandos rivales de Campesinos y Tembleques, fue visto por los habitantes del resto de la provin­ cia como una posibilidad de incidir en el nombramiento de quienes debieran estar al frente de los destinos públicos locales. Los grupos se polarizaron según redes de lealtades construidas en torno a los candidatos a las jefaturas de paz, el cargo más apetecido en los cantones pues había sido en la capital donde se concentraban las principales funciones administrativas y contaba con el mayor número de empleados públicos. Esta situación se expresó claramente en el cantón Gibraltar donde su pobla­ ción, mayormente morena, propietaria, labradora y cosechera alegaba que Fe­ liciano Cepeda, los había liberado de quienes con sus «inquinas de ambición, orgullo y despotismo» eran victimas.23 Tras una larga relación de improperios bando Campesino, y los Tembleques los seguidores del primer colegio electoral defendidos enérgicamente por Ramón Troconis con quien era imposible razonar. Él sería el líder de los Tembleques, a cuya causa iría sumando progresivamente otros seguidores. 22. En diciembre de 1830 en un artículo titulado «Elecciones» se evidenciaba la preocupa­ ción sobre este tema. Se señalaba«... ¿cómo podríamos un sólo instante mirar con indiferencia la suerte de nuestro cantón, de esta provincia, la nuestra propia individual, que va a depender casi del todo de la Diputación de Maracaibo? ¿Y esta Diputación podrá corresponder a los objetos que se ha propuesto el legislador, y a las esperanzas del pueblo, si los electores hacen el nombramiento de diputados en ciudadanos ineptos, desaplicados o corrompidos? ¿Y estos electores no obrarán de ese modo, si ahora los sufragantes parroquiales dan su voto para tal destino en personas que están marcadas con semejantes defectos?», El Atalaya, Maracaibo, 12 de diciembre de 1830, n° 3. (Cursivas de los autores.) 23. a r p e z . En este cantón se habían registrado tempranamente manifestaciones por los cargos locales. A modo de ejemplo se puede destacar cómo en el 29 de julio de 1820 en el puerto lacustre de San Pedro se vio sorprendida la población por la estrepitosa entrada en la iglesia del teniente de justicia Sebastián de la Barrera, quien acompañado de otros morenos, que como él, formaban parte del partido Senú a cuyos miembros se les había ofrecido la «pretensión de ser ciudadanos» a cambio de su continuidad en el cargo; en un espontáneo acto de nueva juramentación de la Constitución monárquica y con el deseo de demostrar su poder, daban «voces» y armaban «algarabías». Barrera, autoproclamado como «padre de los morenos» trastocó el tradicional orden en la ubicación de las bancas de la iglesia colonial, levantó de los sitiales de preferencia a sus habituales ocupantes (algunos blancos que aún quedaban en la región y otros morenos, «cosecheros y labradores») y sentó a «su gente». Si este acto no había sido convincente, se dedicó junto con sus partidarios a cantar, bailar y a 324 Índice

CAMPESINOS Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

contra quienes consideraban sus enemigos, afirmaban así los autores del pasquín firmado por «Unos hijos del país»: ¿Hasta cuando irreligiosos queréis dejarnos en paz? ¿Hasta cuando ladrones queréis abusar de nuestra humildad, y nuestro silencio? Tenéis el arrojo de llamar desgraciados al cantón Gibraltar; pero sabemos por qué; porque afor­ tunadamente descansa de ti, habiéndote arrojado de su seno, cohechadores: porque te se acabó la dictadura, el manejo, el compinche, el estafamiento, y la preponderancia que a imitación del tirano, y a costa de los infelices aspirabas. Nosotros levantamos las manos hacia el cielo por vernos libres de las uñas de tanta rapiña.24 En la ciudad de Maracaibo, donde en sus cuadras compartían y vivían las principales autoridades provinciales (diputados, concejales, jefe político, coman­ dante de armas, administradores de las rentas y otros cargos civiles y militares menores), las tendencias de la población eran definidas por grupos que capi­ talizaban a su favor los resentimientos de una mayoría que encontraba nuevos espacios para expresar su inconformidad por la manera como eran manipulados por los otros ya identificados como embaucadores. El éxito de los Tembleques para lograr un apoyo masivo era precisamente articular y sumar a su favor a los adversarios de aquellos que siempre habían estado al frente de la provincia y habían hecho muy poco en beneficio de amplios sectores huérfanos de atención y de repuestas sociales.25 Los líderes de los Campesinos tenían en su contra el color de la piel, los ape­ llidos rimbombantes, los títulos nobiliarios, los lucrativos negocios, sus propieda­ des y hasta el privilegio que habían detentado de vivir en las inmediaciones de la plaza mayor o parroquia Matriz, escenario social donde se discriminaba a los habitantes de las barriadas circundantes (El Empedrao, El Saladillo, Los Haticos). amenazar a los posibles opositores con disparos al aire al frente de sus casas. Algunas de las décimas recogidas en el expediente rezaban: «dicen los habladores / que muera la calavera / vivan las constituciones / viva el capitán Barrera». Prometiendo bailes y licor recitaba: «le­ vántate amigo mío / levántate compañero / viva la constitución / viva el teniente Barrera». Expediente judicial en contra del teniente Barrera en Sección Criminales, n° D-02-03 24. «Al respetable público de Maracaibo. Necesaria es la luz, para los envueltos en tinie­ blas», Gibraltar 8 de abril de 1831, impreso por Fernando Garbiras. Este cantón marabino fue uno de los más contestatarios, hasta bien avanzado el siglo xix; se dedicó a expulsar a las autoridades blancas «impuestas por Maracaibo», al son de tambores y blandiendo machetes amenazadores al ritmo de los Chimbangueles (baile al toque de tambores); las nuevas autori­ dades arrinconadas en el muelle lacustre del puertecillo no tenían más opción que embarcar­ se con sus familia de regreso a su ciudad de origen. Las leyes republicanas habían legitimado a estos morenos como propietarios y ciudadanos, muchos de ellos se habían autoliberado. 25. En este ínterin nombraron nuevas autoridades. En algunos casos los elegidos se resis­ tieron a ocupar los cargos alegando la ilegitimidad de las elecciones; en consecuencia fueron apresados. 325 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

A su favor detentaban la representación de las instituciones, del orden y del éxito por lo que contaron con el respaldo de los también numerosos sectores agremia­ dos según sus oficios (marineros, plateros, queseros, navegantes, carpinteros). És­ tos se veían amenazados por los mestizos en ascenso, autodenominados «brazos de cobre», quienes a diferencia de sus contendores utilizaban las plazas de sus ba­ rriadas u otros sitios populares de concentración (gallera, mercado, muelle) para reunirse y protestar al expresar su inconformidad y exigir, de manera encendida y en ocasiones violenta, los derechos que legítimamente eran reconocidos por la constitución y las nuevas leyes republicanas. Los líderes Tembleques, considerados por los rivales como arribistas, no lo eran en la región sino en los escenarios de la administración pública; también ha­ bían sido excluidos aunque algunos de ellos procedían de importantes familias de comerciantes. Se sumaron a los resentimientos de los «brazos de cobre» que en el juego de las tensiones, propias de años de definición política, chocaron ine­ vitablemente entre sí haciendo de la ciudad de Maracaibo el escenario de luchas que no se habían vivenciado ni durante los años de la Independencia. Años que eran considerados como de la «independencia de Maracaibo» pero no de España sino de los «de siempre», de aquellos enquistados en el poder, producto de la cultura del antiguo régimen, quienes habían olvidado e ignorado a las mayorías que vivían en condiciones infrahumanas y de opresión social. En un pasquín anónimo de 1833 se hace referencia a la existencia de un sec­ tor de la sociedad marabina, autodenominado «zamba clase» quienes acusaban a los «Borbones Caraqueños» de tenerlos como inferiores e incapacitados para ocupar cargos de importancia.Al respecto señalaban: ... Se quebró el cetro de España, se destruyó el imperio de Bolívar y va a comen­ zar el de los Borbones Caraqueños, y si no ¿cómo nos están encapando poco a poco cuando no hijos natos, otros tantos como ellos, y todos nosotros conside­ rados como imbéciles para obtener empleos? :[...] Y para lograr no ponemos en estos cuidados, hoy van nulidades, tal como la última que acaba de llegar... Para tú y yo que no aspiramos a otros empleos que gozar de los derechos que nos concedió la naturaleza, los cuales nos tienen usurpados...26 Tres años antes habían circulado pasquines que revelaban los conflictos en­ tre mestizos y blancos, identificados los primeros con sectores de la milicia des­ contenta por la separación de Colombia. Convocaban a actos violentos contra los blancos y la nobleza; señalaban los pasquines «desfijados» de puntos estraté­ gicos en la ciudad: «no más nobleza», son una «caterva de picaros que nos ha es­ clavizado habiéndolos hecho libres», «unos ladrones, alerta contra esos blancos». Se preguntaban «¿hasta cuándo negros, zambos y mulatos? ¿Hasta cuando nos 26.

agn

v, Sección de Interior y Justicia, t. XXIX, ff. 266-266 v. (La cursiva es mía.)

326 Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

han de mandar esos perversos blancos? Nosotros hemos formado a la patria para ellos y nos hemos quedado sin virgo y sin dinero, pero infelices para quien nos están robando nuestros derechos, vida y hacienda».27 El sector mestizo, ocupado en actividades artesanales o de servicio, era un numeroso sector en pugna que enfrentaba no sólo a las autoridades caraqueñas sino también a los «notables» marabinos, sus explotadores. En otro pasquín se acusaba abiertamente a los propietarios Manuel J. Amador y a Lucas Baralt como individuos sin moral por adular y plegarse a las autoridades caraqueñas, las cua­ les, sistemáticamente, arremeten contra el pueblo: ... Si el gobierno más sabio y más vigilante, no tuviese otro objeto más que el de hacer sus súbditos dichosos, no se verían en Maracaibo tantos vagos, ambi­ ciosos, malhechores, ladrones y asesinos como los que infestan la sociedad. La moral del pueblo es muy poco considerada en este país; y el gobierno no se ocupa más que de hacerlos enteramente desgraciados por su poca energía. Aquí el hombre honrado es esclavo de picaros y pendolistas, pues ya hemos palpado que no es dueño de gozar libremente del fruto de su trabajo por arrancarlos con impuestos, imaginarios y perversos, lo poco que posee... 28 El paréntesis abierto luego del proceso electoral de 1831 y la ocupación de nuevos hombres en los cargos públicos de los cantones provinciales favoreció que transitoriamente individuos de esta «zamba clase» accedieran a los cargos públicos mientras se hacían las consultas al congreso sobre la legitimidad de estas elecciones. Con ello se inició un proceso que no dio marcha atrás: la deci­ dida pretensión de unos de acceder a los cargos y la de otros de conservar sus influencias. Al declarar el congreso nulas las primeras elecciones provinciales y retomar los Campesinos el control, las acciones se recrudecieron. Gradualmente los Tembleques fueron sumando nuevas adhesiones que hicieron de una ten­ dencia de unos pocos, inicialmente contestataria, una acción colectiva cada vez más generalizada que permitió que el descontento trascendiera a expresiones de protesta. El discurso de la igualdad, libertad, hermandad, justicia, compasión y progreso era compartido por los dirigentes de ambos bandos que hacían gala de un discur­ so liberal y progresista influenciado por las tendencias modernas. La solidaridad construida entre los Tembleques, reforzada por un discurso esperanzados fue un componente que propició la construcción de una identidad colectiva para favo­ recer el encuentro entre disímiles individuos, unidos ahora por el interés común de alcanzar un mejor modo de vida, sin que esto implicara una clara postura ideo­ 27. a r f e z , Sumaria criminal sobre conspiración instruida en contra de Alejo Soto en el año de 1830, Sección Criminales D-20-13. 28. a g n v, Sección de Interior y Justicia, t. XXIX ff. 293-293 v. (La cursiva es mía.) 327 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

lógica en beneficio de un definido proyecto político. Es de presuponer que los vínculos personales construidos por estos individuos serían el soporte de esta red de lealtades populares difícil de rehacer por la poca evidencia documental; en algunos sumarios de los juicios se pueden precisar algunas de estas relaciones (familiares, amistad, compadrazgo, de trabajo); sin embargo, fue el contexto elec­ toral el que contribuyó con el descontento objetivado en las luchas eleccionarias y el que surgieran nuevas maneras de lograr ventajas y beneficios sociales que hasta el momento se les habían negado. El conflicto reflejaba posiciones individuales y colectivas; en el bando Cam­ pesino se destacaban personalidades que, al ocupar importantes cargos públicos en el Congreso Nacional o Diputación Provincial, debían defender los intereses de la provincia frente a un centralismo cada vez más amenazante. Estas personali­ dades descollaban por su discurso regionalista en defensa de la autonomía admi­ nistrativa y política, reconocida en el principio federal suscrito en la constitución centro federal de 1830; el objetivo era garantizar la representatividad e ingresos fiscales para oxigenar a las insuficientes rentas públicas, además de los legítimos fueros y privilegios reconocidos en el pacto de asociación venezolana.29 Por el contrario, los líderes del «partido» Tembleque se dedicaban a denunciar el estado lamentable de la provincia, ineficacia de las autoridades y abandono de los necesitados; también se ocupaban en denunciar las jugadas políticas de sus contendores. Aprovechaban cualquier oportunidad, desliz o contradicción para debilitar a su enemigo, descubrirlo ante las masas y hacerle «la vida imposible» para impedir una marcha cómoda o armonizada con los «hermosos preceptos que prometía el régimen republicano». Este discurso de denuncia, expuesto inicialmente en una «guerra de plumas» y luego en acaloradas alocuciones y enfrentamientos públicos, favoreció que los sentimientos de injusticia individuales se convirtieran en una creencia comparti­ da para construir una identidad del «nosotros» al distinguirse de «ellos». Un deta­ llado seguimiento a las hojas sueltas que circularon en 1831, cuando se iniciaba el conflicto, sugiere las diferencias entre ambos grupos en torno a las cuales se construyó un discurso diferenciador e identificador. Los Campesinos se conside­ raban «amenazados por el irrespeto a los derechos ciudadanos», el cual se exten­ día a sus esposas, familia y propiedades; se consideraban los que actuaban con «razonamiento, justicia y de manera civilizada» por ser «moderados, sosegados y calmados, no débiles. Eran los que consideran que la razón no se encuentra en la anarquía».30

29. Urdaneta Quintero, Tiempos defederación, 2008. 30. Fueron localizadas once hojas sueltas publicadas por cada bando en 1831 impresas en Maracaibo por Fernando Garbiras. 328 Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES;

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

A juicio de los Campesinos, losTembleques eran lo opuesto a sus principios: un movimiento que nació «por un hombre que haciéndose superior a todo ha mirado en nada ni el atropellar los ciudadanos, ni derrocar los principios, ni vio­ lar las garantías»; siete individuos, «enemigos de la ley», movidos por su voluntad de «por sí y ante sí», quienes han infringido la constitución y el proceso electoral para establecer un colegio electoral que por su ilegitimidad nunca ha existido. Estos actos, han promovido en las mayorías la «anarquía convulsiva», las «erupcio­ nes del encono» y «han provocado el contraprincipio de la soberanía absoluta: como siempre ha desconocido legitimidad en todo poder sin límites cualquiera que sea su origen». Sin embargo, los Tembleques se reconocen para el momento como autori­ dades que «ejercen legalmente sus funciones», quienes «han sufrido opresiones, injusticias» por desconocerse sus «servicios importantes a Venezuela», soldados que «no han perdido las consideraciones ni los derechos de tal», amenazados por «procesos legales viciados» que pretenden matarlos «con cuchillo de palo». Cali­ fican a los Campesinos con múltiples adjetivos donde se destacaba el hecho de que eran liberticidas, vengativos, ladrones, criminales, tumultuosos, altivos, ambi­ ciosos, dictadores, manipuladores, estafadores, prepotentes, rapiña, victimarios, orgullosos, despóticos, quienes pretendían «manchar el honor de otros» con pala­ bras «llenas de veneno mortífero de vuestro rencor», pretenden «echar por tierra el brillo de las nuevas autoridades».Afirman losTembleques desde Gibraltar: «se intitulan ciudadanos y nosotros les decimos perecidos y mal intencionados; que brotando el veneno de la venganza por estar fuera, y porque no han podido llevar a efecto sus depravadas intenciones», hacen esfuerzos para deponer a las nuevas autoridades. Otra mirada, aún imparcial, apuntalaba cómo los miembros de ambos bandos han sido vejados; los Campesinos «pretenden como de fuerza tener el aura popu­ lar» cuando «la decisión no toca a otro que al pueblo» y a losTembleques quienes son los que «desean empleos» hay que «dejarlos con su manía, que el Gobierno sabe a quién darles». Les aconsejaban tener juicio y olvidarse de «cuestiones aca­ loradas que no dan sino disgustos a los espectadores»; además, insisten en el carácter fraternal de los marabinos, pues todos somos «hermanos y venezolanos» y a nosotros nos desagradan «partidos que nos degradan»; se advertía que esta desunión los debilitaba y amenazaba con que «nos tengan de peor condición que a los africanos». A los pocos meses de haberse iniciado los conflictos y enfrenta­ mientos, expresaba «un anciano» en un volante en el que hacía referencia a los diversos calificativos que se daban: Por tanto señores, tengamos juicio. Escríbase por la prensa lo que nos ilustre y dejémonos de poner leña al fuego para que nos abrasemos. No ignoro lo que ha pasado como Argos que he sido de todo, por lo mismo siento que los males

329 Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

sigan incrementándose. Déjense de Plaza, Saladillo, Papa, Aristócratas, Bolivia­ nos, y que sé yo qué más, y vamos a lo principal que más nos conviene que es la unión...31 Las nuevas opciones abrían un espacio esperanzador de una mejor calidad de vida al ser atendidos los principales problemas cotidianos de supervivencia. En una sociedad profundamente religiosa, esta esperanza no entraba en con­ tradicción con los preceptos difundidos por la iglesia católica, pues se corres­ pondía con el milagro de la intervención divina. En este contexto favorable a la movilización, ocurrió un importante cambio donde se pasó de las acciones de protestas de grupos dispersos que compartían un criterio compartido, a una acción común para lograr un objetivo que se consideró de todos; para ello, se construyeron los nuevos espacios de encuentro y protesta. En medio de tal ambiente de discursos liberales, reclutamientos forzosos y prácticas de exclusión se abrieron caminos a la insurgencia de sectores popula­ res que hasta el momento habían dedicado sus mayores esfuerzos a sobrevivir. En la provincia de Maracaibo -a diferencia de otras en Venezuela- la participación en acciones militares no fue un factor movilizador durante la Independencia, a excepción de ciertos apoyos logísticos, de suministros y refuerzos a las fuerzas aliadas, conspiraciones urbanas o guerrillas rurales. El rango militar otorgado en las constituciones venezolanas a algunos personajes, siendo luego destacados como ciudadanos constructores de la nación, no se extendió ampliamente hacia otros sectores, a excepción de contadas personalidades que apoyaron a Simón Bolívar y la defensa de Colombia; ello sumó un escenario adicional de confron­ tación. Las opciones parecieron surgir en el bando que gradualmente los aglutinó: los Tembleques. Durante años, prevaleció la incógnita de las razones de este nombre que parecía aludir despectivamente a personas temerosas, inseguras, afeminadas o enfermas. Recientemente se localizó en un periódico marabino de fines del siglo xix una serie de artículos escritos por el médico Manuel Dagnino quien hacía un nostálgico balance de estos hechos con el personal interés de justificar las acciones de José Aniceto Serrano, nacido políticamente bajo la protección de los Campesinos y quien se mudó al bando contrario cuando debió escoger la opción más acorde con sus ambiciones. Señalaba Dagnino, contrariamente a lo presumido, que el término Tem bleque había surgido despectivamente de sus contendores al hacer alusión a la fogosa personalidad de Ramón Troconis.32 31. «Suspensión de opiniones electorales», Maracaibo, 1831, impreso por Fernando Garbiras. Señalaba algunas de las tendencias presentes en los diferentes escenarios del conflicto. 32. «Don Aniceto Serrano. Estudios biográficos e históricos del 1834 a 1844», diez artícu­ los publicados secuencialmente en el periódico maracaibero Las Noticias durante el mes de enero de 1892, núm. 424-431. 330 Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

Éste, como líder, temblaba de ira y coraje al hacer sus presentaciones públicas. Se entremezclaba con el pueblo común en los mercados, galleras, calles, plazas de los barrios, muelles y, desde sus propios escenarios, en campaña permanente, se hacía notar con su voz impetuosa y con discursos incandescentes al criticar a «los otros» contraponiéndolos a un «nosotros» haciendo alarde de contar con las soluciones efectivas en beneficio de todos. En este discurso de confrontación, se fue definiendo este orador; encarnación de la política moderna, quien con su temperamental comportamiento le dio el nombre de Tembleques a dicho grupo y que gradualmente se convirtió en el referente identitario de quienes luchaban por un trato más justo y reivindicaciones sociales. Por el contrario, el nombre del bando opuesto, Campesino, no hacía alusión a las masas que se desempeñaban en las actividades del campo. Nada más alejado de la realidad en una ciudad portuaria, tan árida como sedienta, imposibilitada para desarrollar una provechosa actividad productiva que fuera más allá del cul­ tivo de frutas y verduras para el consumo local. Una ciudad dinamizada por las actividades comerciales y de servicios necesarias para atender las demandas de locales y visitantes favorecidos por las ventajas ofrecidas por el lago de Maracai­ bo. Los del bando C am pesino eran la antítesis de lo que su nombre presumía: propietarios de hatos ubicados en las zonas más frescas de la planicie de Mara­ caibo, se dedicaban en sus ratos de esparcimiento^ hacer política. Se reunían, conspiraban y acordaban las acciones que seguir que luego eran comunicadas a sus leales en la ciudad por sus trabajadores o «campesinos», con un ininterrum­ pido tránsito epistolar. Por tanto, el apelativo otorgado al «partido» Campesino aludía a los sectores más privilegiados de la ciudad, a las familias más encumbradas, aliados entre sí durante centurias para conservar y acrecentar fortuna. Bando al que se sumaban otros sectores sociales intermedios que también dependían de esta actividad co­ mercial para sus pequeños negocios: consignatarios, revendedores, proveedores y ejercían otras funciones de servicio, además de aquellos que disfrutaban de un sueldo como empleados públicos, y otros más que dependían directamente de su patrón. Respondían a la línea establecida por la necesidad de mantener el orden y garantías institucionales.Tal fue «el pueblo» que soportaba a los Campesi­ nos, protagonistas de los enfrentamientos con los Tembleques, que en ocasiones tenía desenlaces fatales; los motivaba la defensa de un statu qu o garantía de supervivencia. Entonces, Campesinos representaba a los ricos, ilustrados, políticos experi­ mentados, los blancos, la nobleza, los notables y todos aquellos que garantiza­ ban el orden, la estabilidad, y la continuidad, sostenían un discurso liberal en lo político pero conservador en lo social, identificándose con las tendencias de liberales y conservadores sin distinción alguna. Además en Caracas se debatían por el control del Estado. Por su parte,Tembleques aglutinaban a las nuevas au­ 331

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAM ERICANA

toridades, sectores emergentes, a los que aspiraban ser empleados públicos, a los descontentos, los desesperanzados y aquellos que a toda costa estaban dispues­ tos a defender la esperanza que el señor Troconis ofrecía, aunque para ello tu­ vieran que «torcer» las leyes y «obligar» a las instituciones. Grupos heterogéneos y difusos, difíciles de identificar en cuanto no respondían a una organización de gobierno; se los identifica cuando unos se refieren despectivamente a los otros y cuando coyunturalmente se expresaban a través de las movilizaciones. Para los actores sociales del momento, lo que sucedía respondía a dos visio­ nes totalmente distintas de un mismo hecho, las posiciones más radicalizadas resumían las opiniones.Así, para los Campesinos era un producto del «dogma mal entendido y mal aplicado de la soberanía radical», que es el «predicamento de la anarquía, el arma de las facciones» que deslegitima al gobierno establecido.33 Para los Tembleques «todo es para acabar con nosotros, pero el supremo acabará con vosotros... los verdaderos criminales y los que merecéis la horca por sus arbitrariedades a mano absoluta con que habéis usurpado la mano del pobre».34

DE NUEVO LAS ELECCIONES A mediados de 1834, una infracción en la ley de elecciones por parte de los Tembleques colmó la paciencia de los Campesinos, quienes se manifestaron en contra. Ramón Enríquez, alcalde primero municipal apoyado por los miembros del concejo, procedió a nombrar los conjueces que debían presidir las asambleas primarias y a los jueces de paz, función que le correspondía al jefe político Lino Celis como presidente del concejo municipal, sostén incondicional del bando Campesino.35 De estas elecciones surgirían los electores para nombrar al pre­ sidente de la república, congresistas y diputados de la legislativa, quienes, a su vez, elegirían a la mitad de los miembros del concejo municipal y propondría la terna para que el ejecutivo nacional seleccionara al gobernador de la provincia. Si en 1831 la confrontación llegó al enfrentamiento entre los dos bandos, tres años después, la pugna se radicalizó a la luz de los conflictos protagonizados por

33. «Contestación al republicano», Maracaibo, 18 de abril de 1831, impreso por Fernando Garbiras, 34. «Al respetable público de Maracaibo. Necesaria es la luz para los envueltos en tinie­ blas», Gibraltar, 8 de abril de 1831, impreso por Fernando Garbiras. 35. Según lo establecido por la Constitución de 1830, en cada parroquia, mensualmente la autoridad civil y algunos vecinos escogidos por el concejo municipal del cantón, formaban parte de la lista de posibles sufragantes. La lista se publicaría con los requisitos necesarios para ser elector. Cada dos años, el primero de agosto habría en cada parroquia una asamblea com­ puesta de los ciudadanos que pudieran sufragar, presidida por el juez de la parroquia unido a cuatro jueces, quienes seleccionarían a aquellos que elegirían a los nuevos miembros del congreso y al presidente de la república. 332 Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

los seguidores de ambas tendencias quienes no lograban encontrar puntos de encuentro.36 La constitución de 1830 había establecido la forma mixta centro-federal para la organización de la república; esta organización confusa y contradictoria abría otros espacios de luchas entre los intereses locales y centralistas. La primera, sos­ tenía la tradición autonómica en las provincias y, con ello, las posibilidades de un gobierno que respondiera a las necesidades de la Venezuela profunda y respon­ día, a su vez, a la necesaria centralización de un Estado nacional en construcción. El discurso que utilizaban los Campesinos para enfrentar a Caracas ante las res­ tricciones de los fueros autonómicos impactado por los controles en los ingresos provinciales (aduanas, papel sellado, impuestos a la importación y exportación, timbres fiscales, entre otros) 37 era el mismo utilizado por los Tem bleques para exigirles a aquellos el justo reconocimientos de sus derechos y beneficios. En las ciudades capital de provincia se ubicaban las autoridades que repre­ sentaban al gobierno central: gobernador, jefe político, jueces de paz, autoridades administrativas y militares; también los defensores de la autonomía provincial: diputados y demás autoridades municipales. En los cantones, las municipalidades representadas por el concejo y presididas por el jefe político, velaban por los derechos e intereses locales. Contextualmente los enfrentamientos entre Cam­ pesinos yTembleques se insertaban en las tensiones habidas entre las tendencias centralista y autonomista presentes en la provincia. El gobernador, máxima au­ toridad y representante del poder ejecutivo nacional, era el blanco de los prin­ cipales ataques. El jefe político, representante del gobernador en todos los cantones y hom­ bre de confianza, debía hacer cumplir en los cantones medidas -en ocasiones impopulares-, para mantener el orden público; al presidir también el concejo municipal recibía las mayores presiones de las localidades. La ambigüedad de las leyes sumaba factores adicionales de tensión en cuanto intromisión en las atribuciones de los funcionarios y era motivo de permanentes enfrentamientos dirimidos, ocasionalmente, por la intervención de la corte suprema de justicia, decisiones que, con frecuencia, llegaban de manera tardía e inoportuna pues contravenían los acuerdos internos logrados entre las autoridades. De esta ma­

36. Se publicaron en 1834 periódicos para defender una y otra causa. En apoyo a los Campesinos La Cotorrera, y El hijo del Rayo y a favor de los Tembleques El Follón; lamenta­ blemente no fueron localizados. Pineda, 100 años, 1994, pp. 17-19. 37. Estas limitaciones administrativas fueron en la práctica parcialmente atenuadas con la creación de impuestos provinciales y municipales, al igual que por empréstitos forzosos a los lugareños. 333

Índice

LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

ñera se concretaba la ley orgánica de provincia que había establecido las moda­ lidades de la fórmula mixta de la constitución.38 Los cambios estructurales introducidos por la república estuvieron sellados por el modelo centro-federal. La autonomía municipal se encontraba entorpeci­ da y limitada por el complicado sistema político que regía las provincias; con ello también se limitaba el acceso a los cargos concejiles y otros del poder local. Era el origen del caos administrativo que hasta el momento había vivido el país: se «fió a las diputaciones provinciales toda la parte legislativa del poder municipal, y a los gobernadores la parte ejecutiva de ese mismo poder; pero hizo a las diputaciones, además de responsables por sus actos, dependientes del congreso general, y a los gobernadores, dependientes del poder ejecutivo, como sus agentes naturales e inmediatos, a la vez que, como primeros magistrados en sus provincias, debieran ejercer con independencia sus funciones municipales».39 En 1834, la actitud del alcalde Enríquez, el «Tembleque más odiado»,40 res­ pondía a la necesidad de conservar las redes solidarias y lealtades entre sus par­ tidarios en función de las relaciones de dominio favorecidas por la organización político administrativa de la provincia. Para los Campesinos su actuación era cla­ ra evidencia de una nueva maniobra de su bando para controlar el resultado de las elecciones primarias y con ellas los tan añorados empleos; se señaló como su cómplice al gobernador de la provincia, Ramón de Fuenmayor, quien, informado de lo acontecido según refirió el síndico procurador Manuel Freitas en su expo­ sición a la diputación provincial, «desatendiendo la evidente justicia del reclamo, dejó violada la ley, y se declaró incompetente, favoreciendo de este modo al par­ tido que había cometido aquel atentado». Este comportamiento era considerado como intencional, «con el fin malicioso de coartar la libre expresión de la volun­ tad general, y que los ciudadanos que lo componen continuasen repartiéndose

entre sí los destinos de la provincia y gozándola cual si fuese una cautiva que le hubiese tocado en botín (para usar la expresión de un héroe de la patria) o

como si ella fuera el patrimonio de esa oligarquía su opresora».41Ante este estado

38. Ley de Organización y Régimen Político de las Provincias de 14 de octubre de 1830 y de 24 de abril de 1838. 39. González Guinán, Historia, tomo VI, pp. 64-65. Mensaje de José Tadeo Monagas al Congreso de 1857. Una especie de maraña política trababa la vida y el ejercicio del poder, mezcla de la herencia monárquica y de las nuevas propuestas liberales que originaron desde inicios de la república continuas consultas a la presidencia y congreso de la república para determinar el alcance de la competencia de unos y otros mandatarios, locales, provinciales y nacionales. 40. a g n V, comunicación, Maracaibo, 29 de diciembre de 1835, Sección de Interior y Justicia, t. CVIII, f. 257 v. 41. a g n v, comunicación, Maracaibo, 5 de noviembre de 1834, Sección de Interior y Jus­ ticia; t. XCIII, f. 203 v, (La cursiva es mía.) 334

Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

de cosas, los Campesinos optaron por dirigirse una vez más al ejecutivo nacional, haciendo formal la denuncia contra el alcalde Enríquez. De nuevo, como había ocurrido en 1831, el elemento detonante de las ac­ ciones conflictivas fueron las elecciones, más por su significado de movilidad social que por constituir un espacio de participación democrática; la construc­ ción del lenguaje identificador de los unos para distinguirse de los otros estaba relacionada con las modalidades de intervención en los procesos electorales. Los líderes hacían gala, en distintos puntos de la ciudad, de su capacidad oratoria con discursos «incendiarios» destinados a exacerbar los ánimos; en contacto directo con las masas, daban muestras evidentes de valentía y arrojo para distinguirse de sus opositores. Para este momento, cualquier pretensión de continuidad en el poder o acción destinada a controlar las elecciones era interpretada bajo la consideración de los sucesos ocurridos desde 1831 y los resentimientos de gru­ pos; como repuesta se activaban las antiguas solidaridades y lealtades, a medida que se promovían acciones para alcanzar objetivos diametralmente opuestos e irreconciliables. Mientras se esperaba la respuesta del gobierno central, los ánimos se caldea­ ron azuzados con la publicación de periódicos y pasquines para hacer públicas denuncias en contra del bando contrario; acciones espontáneas de protestas o tumultos en distintos puntos de la ciudad expresaban el malestar popular, sobre todo de los Tembleques excluidos por la nulidad de las elecciones. Esta práctica originada a inicios de la república impactaba a los colectivos, inundados de con­ ceptos liberales contrapuestos a apelativos donde se «denigraban los conceptos más sanos, las reputaciones más bien cimentadas».42 En este clima de confusión llegó la respuesta del ejecutivo sobre el proceso inducido por Enríquez; las elecciones fueron declaradas ilegales con lo cual se daría de nuevo inicio al proceso electoral. Las elecciones se dieron el primero de agosto con un claro triunfo Campesino. Sin embargo, al querer el gobernador actuar directamente para controlar el conflicto e intervenir en las elecciones, los Campesinos lo encarcelaron en el Castillo de San Carlos. Para reforzar la decisión, se ampararon en una representación remitida al ejecutivo nacional firmada por más de trescientos «padres de familia y vecinos» donde se solicitaba la deposi­ ción del gobernador por pertenecer al bando Tembleque.43Alegaban que con su 42. a g n v , carta del Gobernador de la Provincia, Ramón de Fuenmayor, al Secretario de Interior y Justicia. Maracaibo, 14 de Julio de 1834, Sección de Interior y Justicia, t. XCII, f. 212. 43. Un seguimiento prosopográfico de los firmantes de la representación ha permitido identificar casi cien de los firmantes en cuanto a profesión, propiedades, cargos políticos, problemas judiciales, actividad económica, filiación a la masonería, etc. Del mismo modo se precisaron entre los firmantes, maestros y artesanos agremiados como: pintores, carpinteros, impresores, cafetaleros, sastres, albañiles y plateros. Otros, a quienes no se pudo identificar profesión o posición económica aparecieron en las elecciones posteriores de 1837 como 33 5

Índice

LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

deposición regresaría «la tranquilidad pública» al «salvar la provincia de la anar­ quía y de la guerra civil».44 El malestar popular de este momento y la capacidad de movilizar personas se manifestaron en la magnitud de la revuelta de 1834. Era evidente que la sociedad marabina no sólo estaba enfrentada entre sí, sino también a Caracas y al poder que esta capital representaba; sólo hay que recordar los adjetivos que le daba el pasquín al gobierno centralista, para imaginar el alcance de la oposición; el apelativo de «borbones caraqueños» refería ala continuidad del dominio colonial representado en Maracaibo por las mismas familias notables, dado el carácter pacifico que había ostentado la transición de la monarquía a la república y que contaba con el apoyo de Páez, con quien pactaron. El apoyo popular a los Cam­ pesinos también era evidente y preocupaba a los Tembleques, acusándolos de utilizar medios «nada nuevos y más efectivos» para captar la voluntad del pueblo. Para restarle importancia al carácter popular y masivo del conflicto marabino, Rafael Urdaneta -general militar zuliano, héroe de la Independencia enviado a dirimir entre las partes- informaba al gobierno nacional de que las acciones co­ lectivas obedecían a la «natural propensión de este pueblo a reunirse donde hay cualquier cosa que ver», esta tendencia de curiosear «fue engrosando el número de los peticionarios hasta formar un tumulto».45 Lo incuestionable resultaba ser el carácter inédito de estas movilizaciones y la espontánea participación de los individuos en las protestas. Al carecer los Tembleques de apoyo militar para enfrentarse al gobernador interino que estaba respaldado por las dos columnas del Batallón Boyacá, aque­ llos acudieron al comandante Cecilio Bravo, antigua figura militar de la Inde­ pendencia que residía en Perijá; de inmediato aceptó conducir las maniobras contra Maracaibo para «conservar esta ciudad como parte integrante del Estado de Venezuela, y que en ella [...] se obedezca y observe su constitución, y que se establezca el orden legal alterado...»46 Con esta acción, el conflicto que se había centrado en Maracaibo transcendió con mayor fuerza hacia los cantones rurales donde se «armó y engrosó su grupo con la gente que animaban en los montes», y se prepararon para atacar sin aceptar los tratos de paz que proponía el go­ bierno provisional. El conflicto trascendía de enfrentamientos civiles urbanos a electores o funcionarios en algún cargo de la provincia. No se pudo precisar información de unas 200 firmas de las cuales muchas están bajo la figura «por» o «a ruego de». Al hacer el seguimiento nominal se pudo comprobar que muchas de estas personas firmaron posterior­ mente otras representaciones. 44. a g n v , representación, Maracaibo 25 de Julio de 1834. Sección de Interior y Justicia, t. XCII, f. 292-301 v. 45. a g n v, Informe del general Rafael Urdaneta, Maracaibo, 29 de diciembre de 1834. Sección de Interior y justicia, t. CVIII, f. 257 v. 46. a g n v , Comunicación de Cecilio Bravo al Secretario del Interior. Maracaibo 25 de diciembre de 1834, Sección Interior y Justicia, t. XCIII, f. 330 v. 336

Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

acciones organizadas comandadas por militares; para fines de año ya se habían enfrentado ambas fuerzas de manera violenta en varios puntos de la provincia con bajas de ambos bandos y numerosos heridos. Debilitado, el comandante Bra­ vo solicitó una tregua en espera del pronunciamiento nacional con la esperanza de que fuera favorable a su causa. Para las fechas en que se produjeron los choques armados, ya el ejecutivo había tomado importantes decisiones que habían sido publicadas en la G aceta d e Venezuela del 3 de diciembre de 1834, para darle legitimidad. Resolvió el ejecutivo que se declarara alterado el orden público en la ciudad de Maracaibo e ilegal al gobierno provisional de Lino Celis; además se desconocían las autori­ dades militares y se anunciaba el envío del General Urdaneta, apoyado por las fuerzas militares de Coro, como comandante de armas.47 El 29 de diciembre se presentó Urdaneta en Maracaibo solo sorpresivamente, después de dejar acan­ tonadas sus tropas en Casigua, en la vecina provincia de Coro. De inmediato se reunió con los Campesinos quienes lo recibieron con los mayores honores y la mejor disposición para resolver la crisis. En pocos días quedó restablecido el orden aunque con resistencia a reponer a las autoridades legítimas. Sin embargo, privó la «cordura» y consiguió que las personas más influyentes del partido Cam­ pesino cedieran. De este modo la reposición no fue «un acto de las armas sino de la obediencia voluntaria del Gobierno».48 La fácil solución del conflicto por parte de Urdaneta, manejada su influencia con acierto por Páez, no es de extrañar. Era miembro de una de las más importan­ tes familias de Maracaibo, figura idolatrada por las masas por su lealtad a Bolívar y acciones militares durante la Independencia, miembro de la Logia de Hermanos Regeneradores de Maracaibo, propietario, y socio de comerciantes locales. Du­ rante los años colombianos (1823 a 1827) había sellado alianzas de amistad con diversos sectores; por ello, en el informe confidencial que envió el poder ejecuti­ vo puede observarse una velada defensa de los intereses Campesinos: La composición de los partidos Campesinos y Tembleques hará conocer a vues­ tra señoría que la superioridad es por el primero. Notabilidad de personas, influencia, fortuna y número forman de este partido una masa que el otro no pudiera ya contestar si no hubiera cometido los actos ilegales del 10 de Noviem­ bre, así pues, debiendo decir a vuestra señoría la verdad para que el gobierno pueda formar un juicio exacto de las cosas, no puedo ocultar que ni aun socie­ dad se encuentra aquí si no entre los Campesinos pues que hasta las mujeres

47. a g n v, Informe del Ejecutivo nacional, Sección de Interior V Justicia, t. XCIII, f. 420. 48. a g n v, Oficio enviado al Despacho de Guerra y Marina. Sección de Interior y Justicia, t. CVIII, f. 262-264. 337

Índice

LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S

ECONÓMICOS Y SOCIALES

EN LA I N D E P E N D E N C I A

IBEROAMERICANA

sostienen con calor su partido: que esta es una verdadera lucha de la demagogia y el populacho contra la mayor y más sana parte de esta población.49 Para el Gobierno nacional, la opinión de Urdaneta era altamente confiable, quedaba sellada la opinión sobre los dos partidos: los Tembleques eran los opor­ tunistas que con su demagogia habían logrado apoyo del «populacho», descalifi­ cando así a esta parte del pueblo, considerándolos ciudadanos no útiles para la república; los Campesinos le parecían sin embargo, como el sector mayoritario y formado por los ciudadanos útiles y constructores de la nación, «la parte sana». El acuerdo logrado entre los Campesinos y el gobierno nacional se deduce de anali­ zar la manera de hacer política del presidente de Venezuela, general José Antonio Páez, quien trataba de sellar alianzas con los sectores que sumaban a su proyecto de país, dado que para estos años su posición aún estaba afectada por su traición a Bolívar al liderar la separación de Venezuela de Colombia.50 Páez, según acos­ tumbraba, conservó la organización del poder marabino, sin ocasionar cambios sustanciales, y selló una alianza incondicional con el sector más influyente que se mantuvo mientras estuvo activo políticamente en el país. El resultado de las elecciones realizadas en 1834 evidenció el alcance del acuerdo; de los diez votos correspondientes a la provincia, ocho fueron a favor de Carlos Soublette, candi­ dato de Páez, dos por Santiago Marino, de la misma línea, y ninguno para José María Vargas, candidato opositor al paecismo . 51 Los conflictos entre los dos bandos llegaron a otro nivel en 1835. Las movili­ zaciones sociales protagonizadas hasta el momento prepararon el terreno para ampliar las nuevas acciones que involucrarían a otros sectores sociales: militares y población de los cantones rurales; las experiencias y fracasos de los años ante­ riores ayudaron a afinar los mecanismos de protesta y confrontación. La nueva rebelión liderada por los Tembleques fue apoyada en esta oportunidad por los hermanos Bravo, líderes rurales en Perijá, y por Francisco María Paría, del cantón Altagracia; en nombre de la federación y aclamando a Santiago Mariño, se enfren­ taron al gobierno local en manos del bando opositor. Estos encuentros serían más organizados y violentos que los anteriores: la meta era volver a Colombia. En este escenario se desató una guerra civil que se sumó al movimiento nacional denominado «Revolución de las reformas».

49. a g n v, Informe del general Rafael Urdaneta, Sección de Interior y Justicia, t. CVIII, f. 227-228. (La cursiva es mía.) 50. Pérez Vila, «El Gobierno», Política, 1976, p. 58. 51. González Guinán, Historia, 1954, p. 263. 338

Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

CONCLUSIONES Las acciones colectivas conflictivas protagonizadas por bandos antagónicos y rivales luego de la Independencia y a inicios de la república en Venezuela se explican a la luz de los conflictos sociales preexistentes propios de una sociedad desigual y de los cambios estructurales introducidos por el proceso de indepen­ dencia. Las tensiones heredadas de la organización monárquica y la difusión de un discurso liberador e igualador fueron el marco contextual que propició un primer escenario de participación, directa o indirecta, de una ciudadanía amplia­ da frente a las oportunidades que ofrecía el inédito proceso electoral. Un sentido exacerbado de injusticia aunado al de indignación polarizó a la población en dos grupos disímiles, difusos y antagónicos que, al enfrentarse, tras­ cendieron en la vida pública. Autodenominados partidos, actuaban de manera espontánea sin una jerarquía y organización definida, azuzados por las cualidades oratorias del líder en turno. Estos actores sociales rompieron pretéritas lealta­ des y construyeron nuevas solidaridades en torno a un discurso esperanzador, constructor de una efímera identidad colectiva que ofrecía la quimera de una mejor calidad de vida a través de un empleo asalariado o de cierta influencia entre las autoridades de turno. Los grupos de presión estaban articulados por una fraternidad oportunista, algunas preexistentes y otras construidas en la diná­ mica del proceso y franquearon los intereses individuales para construir sus pro­ pios marcos referenciales a través de una acción compartida. Fueron expresión de la manera cómo se había objetivado el tema electoral y de cómo los asuntos de la república pasaron de ser un asunto de los demás a uno personal y que daba sentido a las diversas protestas. Este proceso fue posible por la definición de diversos escenarios de confron­ tación: unos aún añoraban la monarquía y al rey, otros conspiraban por restituir la Colombia bolivariana, soñaban con una república hanseática independiente o apoyaban a Venezuela pero sin renunciar a la autonomía provincial. En este contexto, las acciones conflictivas protagonizadas por los Campesinos y Temble­ ques lograron coyunturalmente drenar las tensiones de tan disímiles demandas a medida que fueron mutando en el dinámico proceso. En cinco años, de «guerra de plumas» y escaramuzas aisladas, se pasó a enfrentamientos masivos y violen­ tos hasta desembocar en guerra civil; con escenarios urbanos y rurales que gra­ dualmente involucraron nuevos liderazgos de facciones cada vez más amplias y radicalizadas.

339 Índice

LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S E N L A I N D E P E N D E N C I A

IBEROAM ERICANA

A R C H IV O S arpez agn

Archivo del Registro Principal del Estado Zulia.

v Archivo General de la Nación, Venezuela.

BIBLIOGRAFÍA Altez, Rogelio, Ileana Paura y Arlene Urdaneta Q., «Contexto y vulnerabilidad de

San Antonio de Gibraltar en el siglo xvii: una coyuntura desastrosa» en B o­ letín de la A cadem ia N acional d e la Historia, t. lxxxviii, Caracas, Academia Nacional de Historia, octubre-diciembre, 2005, núm. 352, B esson, J uan, Historia del Estado Zulia, Maracaibo, Banco Hipotecario del Zulia, 1973. Cardozo Galué, Germán, M aracaibo y s u región histórica. El circuito agroexpor ~ tador 1830-1860, Maracaibo, Universidad del Zulia, 1991. González Guinán, Francisco, Historia constitucional de Venezuela, xv tomos, Ca­ racas, Presidencia de la República, 1954. Guzmán, Pedro, Apuntaciones Históricas del Estado Zulia, (2a ed), Maracaibo, Universidad del Zulia, Dirección de Cultura, 1967. Hébrard, Veronique, «Ciudadanía y participación política en Venezuela, 18101830», Independence a n d Revolution in Spanish Am erica: Perspectives a n d Problems, Londres, Universidad de Londres, 1999Leal, Ildefonso, «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe del se­ gundo intendente de Caracas: don Francisco de Saavedra», en Boletín d e la A cadem ia N acional de la Historia, t. lxxvii, Caracas, julio-septiembre, 1984, núm. 2ó7. Maldonado, Zulimar, M aracaibo en la Independencia. Jo sé dom ingo Rus, Mara­ caibo, Universidad de Zulia, 2003. Mckinley, Michael, C aracas antes d e la In depen den cia, Caracas, Monte Ávila Editores, 1993. Millares Carlo, Agustín, M aracaibo y la In dependen cia d e Venezuela 18101812, Maracaibo, Universidad del Zulia, 1977. Parra Pérez, Carracciolo, Marino y las guerras civiles, La revolución d e las refor­ m as, Madrid, Cultura hispánica, 1958. Paz Reverol, Carmen, «La sociedad wayüu: identidad y resistencia. Siglos xviii mediados xdí», Maracaibo, Maestría en Historia de Venezuela, Universidad del Zulia, 2000. Pérez Vila, Manuel, «El Gobierno deliberativo hacendados, comerciantes y ar­ tesanos frente a la crisis 1830-1848», en Política y econ om ía en Venezuela (1810-1976), Caracas, Fundación John Boulton, 1976. 340 Índice

CAMPESINOS

Y TEMBLEQUES:

MOVIMIENTOS

SOCIALES

Y PARTICIPACIÓN

Pineda, Alicia, 100 añ os de periodism o en el Zulia, Maracaibo, Universidad del

Zulia, 1994. Rodríguez, Marisol, M anumisión y abolición en la provin cia d e M aracaibo

(1818-1864), Maracaibo, Acervo Histórico del Estado Zulia, 2001. Rus, J osé Domingo, M aracaibo a principios del siglo xix. Refundición d e las obras tituladas A gerepropatria y M aracaibo representada en todos sus ramos, Ma­ racaibo, Universidad del Zulia, 1969. Tibaud, Clément, Repúblicas en arm as. Los ejércitos bolivarianos en las guerra d e la In dependen cia de Colom bia y Venezuela, Bogotá, Planeta Colombiana, 2003. U rdaneta Q uintero, Arlene, Tiempos d e fed era ció n en el Zulia. Construir la n a ­ ción en Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2008. Varela, Nirso, «Estructura de poder político e ideal autonomista en Maracaibo en los comienzos de la república 1830-1835», Maracaibo, Maestría en Historia de Venezuela de la Universidad del Zulia, 1995. Vázquez, Belín y Ligia Berbesí «La familia Baralt-Sánchez como modelo de la elite maracaibera durante las últimas décadas borbonas», M emorias del IV Con­ greso N acional de Historia Regional y Local, Ciudad de Guayana, 1996. — y Nirso Varela, «Bases teórico metodológicas para identificar la elite mara­ caibera», M emorias del TV Congreso N acional de Historia R egional y Local, Ciudad de Guayana, 1996.

341

Índice