La contrasubversión como política: La doctrina de guerra revolucionaria francesa y su impacto en las FF.AA. de Chile y Argentina 9789560011619, 9560011618

Imbuidos del ambiente de la Guerra Fría, las fuerzas armadas latinoamericanas comenzarán tempranamente (finalizando la d

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La contrasubversión como política: La doctrina de guerra revolucionaria francesa y su impacto en las FF.AA. de Chile y Argentina
 9789560011619, 9560011618

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Historia h CARGO DE ESTA COLECCIÓN: Julio Pinto

La contrasubversión como política Aportes para el estudio de la doctrina de guerra revolucionaria francesa y su impacto en las FF.AA. de Chile y Argentina durante la guerra fría

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Tipografía: Karmina impreso en los talleres de lom

Miguel de Atero 2888, Quinta Normal

Impreso en Santiago de Chile

La contrasubversión como política Aportes para el estudio de la doctrina de guerra revolucionaria francesa y su impacto en las FF.AA. de Chile y Argentina durante la guerra fría

Cristian Gutiérrez Tapia

índice

Prólogo 113 Introducción 119

Capítulo 1: La especificidad de la violencia I 23 Violencias y contexto | 23 Lo «absoluto» en la violencia política | 26

Capítulo 2: La doctrina de guerra revolucionaria francesa. Una idea en clave colonial I 29 Las ideas en su marco: Francia y la guerra revolucionaria | 29

Colonialismo y representación en la idea represiva francesa | 30

La guerra fría: del partisanismo a la guerra revolucionaria | 35 «Á corsaire corsaire et demi». El aprendizaje francés | 37 La estructura «subversiva» | 43 Organización administrativa y policial | 43 Organización militar: el arma del Viet Minh | 44 Las fases de la guerra revolucionaria | 48

Argelia: la representación de la guerra revolucionaria en la doctrina francesa | 51

¡Al modo de los paras! La contra francesa | 54 El método y la praxis | 56

Capítulo 3: La contrasubversión como política I 63 El factor político de lo militar | 63

América Latina en la Escuela Superior de Guerra de París (ESG de París) | 66 Argentina: «gorilas» y antiperonistas | 69 Occidentales y católicos: la misión francesa y la contrarrevolución en Argentina | 75

El tratamiento de la subversión en los manuales del ejército argentino. Una copia a medida de la DGR francesa | 8o Manual secreto «Operaciones sicológicas», N° RC-5-2 | 81 Manual secreto «Operaciones contra la subversión urbana», N° RC-8-3 | 84 Manual «Operaciones contra fuerzas irregulares», N° RC-8-2 de 1969 | 87

De nuevo las fases | 91 Manual secreto de «La Unidad de Inteligencia», N° RC-16-5 de 1973 | 93

Manual «Operaciones contra elementos subversivos (proyecto)», N° RC-9-1 de 1975 I 95

Una metodología exportable: la contra en Chile 1105 La hora de las definiciones 1107

La subversión imaginada 1111

Chile en las aulas de la ESG de París 1115 Chile en el primer curso de contrarrevolución 1118 El poder de las ideas 1121 El golpe de Estado y la contrasubversión como política 1124

Los planes y la subversión urbana 1127 Conclusión: la Dina y el tratamiento de la subversión interna 1132

Las fases (otra vez) 1136

Bibliografía 1139

«Y si mañana es como ayer otra vez, lo quefue hermoso será horrible después». Charly García, «Cerca de la Revolución».

Un agradecimiento eterno a la historiadora Olga Ulianova, quien orientó parte importante de este trabajo.

Para él amor de todas mis vidas: mi hija Violeta.

Prólogo

El escenario político internacional abierto tras la Segunda Guerra Mundial (1945) se encuentra marcado por el creciente enfrentamiento entre las dos grandes superpotencias de la época: EE.UU. y la Unión Soviética. A partir de 1948 (bloqueo de Berlín), este enfrentamiento -económico, social, político e ideológico (guerra fría)- alcanzó sus niveles más álgidos de desarrollo en las periferias (Medio Oriente, Corea, sudeste asiático y África del Norte), sin llegar a precipitar un enfrentamiento directo entre las dos potencias hegemónicas1. Efectivamente, la acentuación de los conflictos tras la Segunda Guerra Mundial produjo cambios profundos en el orden político global, en la correlación de fuerzas entre los bandos en disputa y en la forma de concebir y operativizar la lucha contra el adversario. En este mismo contexto se acentuaron los procesos de descolonización tanto en África como en Asia, situación que influyó de manera importante en la formación de la nueva izquierda o izquierda revolucionaria latinoamericana de la década de 196o2. El surgimiento de estos movimientos de liberación nacional ofreció nuevas alternativas para la construcción de un programa revolucionario (anticapitalismo y antiimperialismo) e instaló la sublevación armada como un modelo de acción política exitosa: Revolución China (1949), Revolución Vietnamita (1954), Revolución Argelina (1962). Se trataba de un fenómeno nuevo que se desarrollaba precisamente en países en los cuales el capitalismo, como sistema económico, no había alcanzado su plena madurez. Lo anterior cuestionaba, en buena medida, las teorías estructuralistas del marxismo, que suponían que los procesos revolucionarios tenían que darse en primer lugar en los países de capitalismo avanzado3.

Un estudio general sobre el fenómeno en Burleigh, Michael, Pequeñas guerras, lugares remotos (insurrección global g la génesis del mundo moderno), Taurus, Madrid, 2014. Estos procesos han sido analizados por Bessis, Sophie, Occidente g los otros. Historia de una supremacía, Alianza, Madrid, 2002.

Estos intelectuales y militantes políticos, profundamente comprometidos con los cambios revolucionarios, adguirieron gran notoriedad en América Latina y sus trabajos (en especial las síntesis de su pensamiento

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Uno de los fenómenos políticos que alcanzó mayor incidencia a escala regional y global fue la Revolución Cubana. Efectivamente, la toma del poder en Cuba por el Movimiento 26 de Julio, en 1959, y el posterior proceso de construcción del socialismo de la década de 1960 se transformaron en un desafío teórico y político para el conjunto de la izquierda a escala global. Por otro lado, la intensificación de los enfrentamientos sociales durante la década de 1960 permitió visibilizar a nuevos actores político-sociales. Se produjo una revalorización de los movimientos campesino, indígena, de pobladores y estudiantil, movimientos que, hasta ese momento, habían constituido categorías secundarias en la construcción del movimiento social revolucionario* 24. Pero, por otra parte, la Revolución Cubana también desencadenó una serie de reacciones entre aquellos que miraron con preocupación el fenómeno revolucionario. Así, el imperialismo norteamericano y las clases dominantes locales dieron origen a la Alianza para el Progreso (1961), la Doctrina de Seguridad Nacional y la Estrategia de Contrainsurgencia. Posteriormente, el ascenso de las luchas populares, en el contexto de la máxima influencia de la Revolución Cubana, detonó una serie de golpes militares que se iniciaron con el derrocamiento del gobierno de Joao Goulart en Brasil, en marzo de 19645. Efectivamente, tras el triunfo de la Revolución Cubana, y bajo la directa supervisión del Departamento de Estado norteamericano, el Pentágono y sus aliados en la OTAN iniciaron un sistemático proceso de formación de los oficiales de las FF.AA. latinoamericanas, asentado en dos pilares fundamentales: la Doctrina de Seguridad Nacional y la Estrategia de Contrainsurgencia. Este modelo, aplicado previamente por los franceses en el sudeste asiático y en el norte de África, fue adoptado y adaptado por los norteamericanos para combatir la subversión en la región6. Los procesos formativos, que tuvieron su centro operativo en la Escuela político) circularon ampliamente en la región. Entre los más conocidos habría que señalar a Ernesto «Che» Guevara, Frantz Fanón, Ho Chi Minh, Patrice Lumumba, Kwame Nkrumha y Vo Nguyen Giap. De la Peña, Guillermo, «Las movilizaciones rurales en América Latina desde c. 1920», en Bethell, Leslie (editor), Historia de América Latina. Política y sociedad desde 1930, Vol. 12, Crítica, Barcelona, 1997, pp. 193-280 y Feder, Ernest, Violencia y despojo del campesino: Latifundismo y explotación, Siglo XXI Editores, México, 1978, pp. 173-262. En relación con estos temas ver Weis, W. Michael, «The twilight of Pan-Americanism: “The Alliance for Progress, neo-colonialism, and non-alignment in Brazil, 1961-1964”», The International History Review, 23: 2, Oxford, 2001, pp. 322-344 y Velásquez Rivera, Jesús, «Historia de la Doctrina de Seguridad Nacional», Convergencia, 9:27, Toluca, 2002, pp. 11-39. El ideólogo de la DSN fue el militar francés Roger Trinquier, que participó de las guerras de Indochina y Argelia. Su trabajo La guerra moderna y la lucha contra las guerrillas (Editorial Herder, Barcelona, 1965),

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de las Américas, en Fort Gullick y en la zona del canal en Panamá, permitieron la homogenización política-ideológica de los ejércitos latinoamericanos en torno a un anticomunismo militante y generaron las condiciones para la organización de destacamentos armados especializados en la lucha contrainsurgente* 7. De esta manera, situaciones como la derrota del ejército de Fulgencio Batista, a manos de una milicia irregular, no debían volver a repetirse. En cuanto a sus contenidos, la Doctrina de Seguridad Nacional surgió en el contexto de la guerra fría para designar al enemigo interno de la civilización cristiano-occidental: el comunismo, por supuesto aliado de la URSS. En este contexto, toda pretensión de cambio revolucionario en cualquier lugar del mundo y particularmente en América Latina era contraria a los intereses de EE.UU. Los procesos revolucionarios constituían un atentado contra el orden norteamericano y, en consecuencia, se convertían en una guerra de agresión contra los EE.UU. que debía ser respondida con el poderío militar del país, igual que si se tratara de una agresión armada extranjera. En este diseño, los ejércitos latinoamericanos pasaban a ser un eficaz aliado, ya que ayudaban a mantener el orden interno, permitían fortalecer la defensa hemisférica, difundían el anticomunismo y contribuían a recuperar para las FFAA el respeto (temor) del pueblo. La estrategia de contrainsurgencia asumía como finalidad neutralizar o aniquilar a los sectores más radicalizados del movimiento popular, que objetivamente se constituían en un elemento de desestabilización del régimen de dominación. Para ello, la estrategia de contrainsurgencia se proponía destruir al enemigo, conquistar bases de apoyo social e institucionalizarse. Fue a través de esta estrategia que los regímenes de fuerza en América Latina derrotaron o neutralizaron política y militarmente a la insurgencia, sentando las bases de la transición a la democracia restringida. En su libro La contrasubversión como política, Cristian Gutiérrez Tapia aborda, precisamente, la génesis de la política contrasubversiva adoptada por los Estados latinoamericanos a comienzos de la década de 1960, destacando la fuerte influencia que tuvo en ella la experiencia adquirida por los militares franceses en las guerras de descolonización. publicado originalmente en 1961, se convirtió en el manual de formación de los oficiales latinoamericanos. En este manual se explícita, sin ambigüedades, gue la tortura es el método más eficiente para obtener información del adversario. Sobre este tema ver también Rivas Nieto, Pedro y Rodríguez Fernández, María, «La política de las armas. Conflicto armado y política en tiempo de insurrección», Revísta Enfoques, 8:13, Santiago de Chile, 2010, pp. 31-50.

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Chateau, Jorge, Segundad nacional y guerra antisubversiva, FLACSO, Santiago de Chile, 1983.

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El estudio de Cristian, en consecuencia, aporta elementos novedosos al análisis de la violencia política en el período y, en especial, a los fundamentos doctrinarios que estuvieron presentes en la guerra contra el comunismo desplegada por el Estado y sus organismos de seguridad en las década de 1960,1970 y 1980. Cabe señalar, también, que Cristian desarrolla un estudio comparado (algo bastante excepcional en trabajos de esta naturaleza), relevando el desarrollo de la doctrina antes referida al interior de las fuerzas armadas de Chile y Argentina. Este ejercicio, por lo demás muy bien logrado, permite reconocer los fundamentos comunes subyacentes a las políticas de seguridad y su proyección en los diseños operativos conjuntos. Lo anterior es el resultado de un riguroso y sistemático trabajo de fuentes. Efectivamente, Cristian logró reunir y compulsar una amplia literatura especializada en la materia (fundamentalmente los trabajos de los teóricos de la DSN), a la vez que dispuso de prensa escrita y documentos oficiales del Estado. El texto que tuvimos a la vista se organiza en tres capítulos, cuyo hilo conductor es la política contrasubversiva, tanto en su diseño teórico como en su dimensión operativa. En el capítulo 1 («La especificidad de la violencia»), el autor instala su análisis en dos perspectivas teóricas relevantes. Primero, el siglo XX construye sus propias formas de violencia, derivadas del desarrollo específico del capitalismo y, en particular, de las políticas y tecnologías de la destrucción. No es posible, por lo tanto, comprender el terrorismo de Estado sin hacerse cargo de las particularidades en el desarrollo del capitalismo latinoamericano y la defensa del mismo que realizaron los ejércitos de la región. Por otro lado, y apoyándose especialmente en Cari Schmitt, sostiene que las guerras partisanas y antipartisanas, derivadas de los requerimientos del cambio revolucionario o de la pretensión de conservación reaccionaria, profundizaron las «enemistades», convirtiendo los conflictos armados en guerras brutales. El capítulo 2 («La doctrina de guerra revolucionaria francesa») considera varios aspectos que podemos identificar como el contexto de génesis de la política contrasubversiva. Uno de ellos refiere a la incidencia que adquirió la guerra partisana en diferentes lugares de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. La misma, como se ha acreditado recientemente, tuvo alcances de guerra de liberación en los Balcanes (Yugoslavia y Grecia), mientras que en otras regiones dio origen a verdaderas guerras civiles (Francia, Italia, Polonia, Estados bálticos, Ucrania)8. Estos fenómenos no pasaron inadvertidos para las autoridades políticas y militares A sangre y fuego. De la guerra civil europea (1914-1945), Universítat de Valencia, Valencia, 2009.

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de los países occidentales en la postguerra. La «Cuarta República Francesa», por ejemplo, pretendió resistir los procesos de descolonización de la década de 1950 a través de una dura fórmula de control social y político. En ese sentido, la política colonial de Francia en este período fue la continuidad de aquella impulsada en el marco de la «repartición del mundo» de 1884-1885 (Conferencia de Berlín) y del darwinismo social (Joseph Arthur de Gobineau), que predominaba entre las élites francesas coloniales. Cabe señalar, además, que el ejército francés de 1945, a diferencia de las arrolladoras tropas napoleónicas de comienzos del siglo XIX, de las experiencias coloniales exitosas de la segunda mitad de esa misma centuria y del rol gravitante que las armas francesas jugaron en la Gran Guerra (1914-1918), no se ganó claramente un lugar en el podio de los vencedores al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Las tropas francesas fueron derrotadas y humilladas entre mayo y junio de 1940 y su posterior participación en la guerra no logró lavar claramente esa afrenta. Por el contrario, a partir de 1941 fue el Partido Comunista francés el que destacó como una de las organizaciones más importantes a escala europea en la formación de guerrillas antifascistas. Cabe tener en consideración estos aspectos en el análisis de la cultura política que el ejército francés desarrolló en relación con su experiencia reciente, así como respecto de la «amenaza» militar que reportaba el enemigo interno. No es extraño, entonces, que enfrentados los militares franceses al escenario de la guerra de descolonización, tanto en Indochina como en Argelia, hayan conceptualizado a los guerrilleros del Viet Minh y del Frente de Liberación Nacional como expresión de continuidad del Ejército Rojo y, por ende, como amenaza directa al orden colonial y al sistema de vida occidental. Cabía entonces sistematizar todos los aprendizajes de la guerra partisana a efectos de arrebatarle el control de la población a la guerrilla y provocar su posterior aniquilamiento. En el último capítulo («La contrasubversión como política») se enfatiza que la política anticomunista de las FFAA de Chile y Argentina no tiene su origen en la estrategia de contrainsurgencia de la década de 1960, sino que la misma arranca de los procesos de profesionalización de los ejércitos de fines del siglo XIX. Es decir, el anticomunismo forma parte del acervo político e histórico de los mandos militares de la región. No obstante, la Escuela Francesa actualizó ese anticomunismo a los requerimientos de la guerra contrasubversiva que exigía el escenario de la guerra fría y lo hizo, en especial, mediante los cursos para oficiales que se impartieron (hasta la década de 1980) en la Escuela Superior de Guerra de París. En Argentina, y dadas las peculiaridades de su evolución política, el anticomunismo de los militares devino en antiobrerismo y, junto con ello, en antiperonismo. Lo anterior se explica, además, porque las principales organizaciones subversivas

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de la década de 1950 y 1960 (Resistencia Peronista, Uturuncos y Montoneros) se identificaban, precisamente, con el movimiento político liderado por Juan Domingo Perón. En Chile, por el contrario, la fuerte influencia social y política de los partidos marxistas (Comunista y Socialista), en el movimiento obrero y popular, se revelaba como la principal amenaza. Muchos de estos militares que portaban una cultura anticomunista y antiobrera llegaron hasta París para recibir instrucción en guerra contrasubversiva. En este punto radica la principal contribución de este libro, al ampliar la mirada sobre el diseño y transferencia de la estrategia contrasubversiva y, junto con ello, al precisar los alcances de la misma en el despliegue del terrorismo de Estado en la región. Un libro, por lo tanto, imprescindible para conocer y comprender mejor nuestra historia reciente. Igor Goicovic Donoso

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Introducción

«La explosión de una granada en su refugio le hizo despedirse de la civilización greco-latina-cristiana. Cuando recobró el sentido estaba al otro lado... entre los comunistas».

Jean Larteguy, Los Centuriones, 1961.

«Una gran cantidad de alumnos ignoraba a Platón, a Sócrates y a otros que significan la cultura greco-romana y el resto de la occidental».

Comisión Especial de Consulta sobre Seguridad «El proceso marxista-leninista en Chile», 1974.

Las dictaduras militares que asolaron el Cono Sur durante las décadas del 60 y 70 en el siglo XX inauguraron profundas modificaciones en las relaciones sociales de los países que soportaron estos regímenes de terror. Esta reestructuración profunda de las sociedades se llevó a cabo a través del uso masivo de la violencia como forma de dominación y disciplinamiento social. El que el terror y el miedo fuesen masivos no quiere decir que haya sido una práctica dejada al azar, sino que todo lo contrario, el uso de métodos y técnicas para infundir este miedo a sujetos puntuales, y mediante ellos al resto de la sociedad, nos habla de un proceso com­ plejo, profundo y racionalizado de utilizar esta violencia. En este trabajo, al señalar que la contrasubversión fue concebida como una política por las autoridades de facto, luego de los respectivos golpes de Estado en Chile y Argentina, estamos haciendo referencia a que el accionar represivo no sólo fue, como se sabe, una sumatoria de violencia aniquiladora, sino que además un conjunto de planes y acciones tendientes a conseguir lo más rápido posible la adhesión de la población y su desconexión con los grupos «subversivos» insertos en ella, objetivo previo para derrotar políticamente al «enemigo interno». Se sabe que el aspecto militar de la izquierda revolucionaria de la época no podría, aun en el mejor de los escenarios, resistir el embate de las FF.AA. nacionales bien constituidas y equipadas, por lo que el énfasis -tal y como ocurrió en otras latitudes- no fue sólo la lucha armada, sino que además la lucha política: ganar la

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mente y el «corazón» de la población civil. De ahí que se entiendan los operativos cívico-militares, o los programas de empleo que tempranamente comenzarán a utilizarse para ir, con rasgos claros de populismo, conquistando a la masa de trabajadores, pobladores y obreros empobrecidos que veían de a poco cómo la imagen romántica del guerrillero comenzaba a desaparecer tras los toques de queda, las detenciones nocturnas, los centros clandestinos de tortura y exterminio y finalmente, la desaparición. Lo anterior era un aspecto central, por mucho que parezca una obviedad, dentro de la lógica contrasubversiva que imperaba en parte importante de las FF.AA. latinoamericanas, incluidas también las chilenas. Esta lógica nos permite, además, entender la especifidad de la violencia que se llevó a cabo durante la dictadura, la que junto al aniquilamiento del «enemigo interno» contenía operativos en zonas empobrecidas de los suburbios de Santiago, así como desplazamientos «forzados» de un grupo no menor de personas, inventando comunas guetos para romper, según la lógica represiva, el soporte que en poblaciones marginales se les entregaba a los «subversivos»1. Esta lógica se nutrió tempranamente de postulados europeos y más tarde norteamericanos, con los cuales se fue definiendo desde lo local, y en contacto con otros países del Cono Sur que compartían regímenes dictatoriales, una forma específica y pragmática de leer la realidad sociopolítica local, regional y global. En este sentido y sin minimizar el impacto que pudo representar la influencia norteamericana mediante viajes de estudio o programas económicos de cooperación, sostenemos que estos contactos no se dieron exclusivamente en dirección «norte-sur», sino que serán las propias dinámicas del sur las que irán modelando relaciones interamericanas con influencias y contactos multidireccionales, en donde la llamada «subversión» fue «descubierta» en el campo global, resignificada a la luz de los procesos sociales locales y combatida bajo el manto de doctrinas que se entrecruzaban por los cuarteles del Cono Sur de manera pragmática. En otras palabras: Además del viejo militarismo y la ideología político-militar estadounidense, los militares latinoamericanos acudieron a los principios desarrollados en Francia para confrontar los movimientos de independencia en Indochina y Argelia. Los franceses habían creado la «doctrina de la guerra revolucionaria» y tácticas de «contrainsurgencia», elementos que Al respecto se puede revisar el trabajo de César Leyton, Geopolítica y ciudad gueto: erradicaciones eugenésicas en la dictadura militar. Santiago de Chile 1973-1990. En Leyton, César (et al.). «Bulevar de los pobres. Racismo científico, higiene y eugenesia en Chile e Iberoamérica, siglos XIX y XX». Ocho Libros Editores. Chile, 2015.

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fueron fundamentales para la elaboración doctrinaria y su aplicación práctica. Sobre estas bases, los militares construyeron la Doctrina de Seguridad Nacional, que sirvió para legitimar un militarismo de nuevo cuño (Leal, 2003:79).

En este contexto, la experiencia de las FF.AA. francesas, primero en Indochina y después en Argelia, será vista como una verdadera escuela para parte importante de las FF.AA. latinoamericanas, quienes comenzaban a preocuparse, terminada la II Guerra Mundial, por una nueva manifestación de la lucha política. Esta preocupación, más allá de las diferencias que cada país contiene, será similar sobre todo luego de los respectivos golpes de Estado, lo que corresponde a la preocupación por la emergencia de la guerra contrasubversiva. Siguiendo en esta dirección, un hecho central para el presente trabajo será el que acontezca en octubre de 1961 en la Escuela Superior de Guerra de Argentina, ya que durante ese mes y a lo menos por dos meses se llevará a cabo el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, al que asisten como alumnos miembros de las FF.AA. de 14 países, entre ellos EE.UU. Para el caso de Chile, creemos que mediante los participantes nacionales en el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, así como aquellos miembros del ejército que tempranamente (hacia finales de la década del 50) estarán en París y Argelia, sumados a los militares miembros de la DINA enviados a Brasil, a Manaes, en donde algunos militares franceses impartirán clases, se hará una importante recepción de la doctrina francesa.

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Capítulo i: La especificidad de la violencia

«[...] En efecto, estamos en guerra. Pero decir que es una guerra contra el comunismo, por ejemplo, es una excesiva simplificación. Estamos en guerra contra una circunstancia histórica, contra los aspectos negativos de la condición humana, contra nosotros mismos... esta guerra (contra la subversión) hay que librarla más que nunca en el alma. Se lucha para convencer más que para vencer». General del ejército uruguayo Esteban Cristi, 1977.

Violencias y contexto El filósofo y sociólogo alemán Max Horkheimer, en su obra Crítica a la razón instrumental, señalaba que en el campo de la razón podemos hallar una de tipo subjetiva y otra objetiva, siendo esta última una especie de herencia del pensa­ miento platónico, aristotélico e incluso escolástico, que apunta a que el grado de racionalidad de la vida de un hombre podía determinarse conforme a su armonía con la totalidad (naturaleza, hombre, instituciones, etc.). Contraria a esta forma de razón está, según Horkheimer, la razón de tipo subjetiva, que precisamente ha sido la «triunfante» en los últimos siglos (al menos más marcadamente desde el siglo XVIII), en el modo en que los hombres se relacionan entre sí y con su medio: la totalidad. Este tipo de razonamiento subjetivo, en palabras del pensador alemán: Tiene que habérselas esencialmente con medios y fines, con la adecuación de modos de procedimiento a fines que son más o menos aceptados y que presuntamente se sobreentienden. Poca importancia tiene para ella la cuestión de si los objetivos como tales son razonables o no. Si de todos modos se ocupa de fines, da por descontado que también éstos son racionales en un sentido subjetivo, es decir, que sirven a los intereses del sujeto con miras a su autoconservación, ya se trate de autoconservación del individuo solo o de la comunidad, de cuya perdurabilidad depende la del individuo (Horkheimer, 2007:15).

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La razón de tipo subjetiva, instrumental y al servicio de determinados fines, se vio materializada de manera cruenta durante el siglo XX en los numerosos casos de violencias (exterminio, genocidios y matanzas) que pueblan de manera lamentable las páginas de la historia. La banalización, en último término, de los métodos represivos y desaparecedores, como ya lo ha trabajado de manera lúcida Hannah Arendt, fue una muestra del extremo que puede tomar la utilización y sobrevaloración de este tipo de razonamiento instrumental. En este sentido, al hablar del siglo XX y sus violencias no estamos situando a este período necesariamente como el más violento, sino que como aquel en donde la técnica, sustentada en una posición filosófica, social y política determinada, acompañada de los procesos industriales afines, fue el engranaje que articuló una forma específica de violencia, propia de un estado de las cosas determinado. Dicho esto, creemos importante subrayar la complejidad que reviste el estudio de la violencia, ya que esta es fruto de procesos dinámicos y diversos que interactúan en momentos específicos de la historia. Una mirada larga en la historicidad de la violencia nos permite acercarnos a sus propias dinámicas, a sus ritmos y a las relaciones que ella funda entre sujetos, grupos de sujetos o entre éstos y las estructuras. Para el caso chileno, el estudio de la violencia ha sido escaso (salvo los trabajos de historiadores o historiadoras como Verónica Valdivia, Julio Pinto, Sergio Grez, Igor Goicovic, Gabriel Salazar, Sebastián Leiva o Mario Garcés, entre otros) o sólo acotado a una óptica «conservadora que ha hegemonizado los estudios históricos a la hora de analizar las conductas e intervenciones de los sectores populares» (Goicovic, 2004:124). Así las cosas, la violencia por lo general se compone de partes enfrentadas, lo que implica también, generalmente, «una acción de imposición, que puede efectuarse o no con presencia de fuerza física» (Aróstegui, 1994:30). En esta línea podemos afirmar que la violencia, entendiendo su propia historicidad, es un recurso dentro de las relaciones sociales que ha estado presente históricamente a la hora de resolver conflictos, es una construcción cultural y, como tal, sus formas o manifestaciones en distintos periodos de la historia no son las mismas. Como sostiene Goicovic: La violencia, como construcción histórica, surge de la relación conflictuada entre los dispositivos institucionales de poder -que pretenden establecer y supervisar un orden social coactivo-y las manifestaciones de resistencia y transgresión desplegadas por los sujetos populares. La expresión concreta de esta dialéctica de la violencia adquiere, a lo menos, tres dimensiones: contra los cuerpos, contra los bienes y contra el pensamiento. De la misma manera, los hechos violentos, sean estos institucionales o protagonizados por los sectores populares, se desencadenan en escenarios social y culturalmente construidos (Goicovic, 2006:75).

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En una línea similar y para el contexto de los anos sesenta, Julio Aróstegui plantea que: El incremento de la violencia social y política en sus diversas manifestaciones, operado en los años sesenta en todo el mundo, fue sin duda una derivación directa y constatable de la primera gran crisis global en la segunda postguerra y de las relaciones difíciles entre el mundo occidental y los espacios no-desarrollados a partir de la mitad del siglo. Resultado de los albores de una crisis mundial generalizada -la de los primeros años sesenta-, del empeoramiento de las condiciones en los países más desfavorecidos de América del Sur, África y Asia, y de los nuevos movimientos sociales en Europa y América, el fenómeno era también, desde luego, un reflejo de la guerra fría, de la discusión de espacios de influencia a escala mundial entre las grandes potencias de entonces (Aróstegui, 1994:18-19).

La situación histórica en la que se centra el presente trabajo, por lo tanto, localiza por una parte a la violencia, y la violencia política puntualmente, en la larga duración, y por otra parte, de manera central, se sitúa en la especifidad de la violencia durante el desarrollo de la guerra fría en Chile y América Latina. En este período se pueden ver nítidamente los sujetos y las propuestas que estos encamaban, enfrentándose en el campo de las ideas, de los métodos y físicamente apelando a la violencia política como medio para alcanzar el poder o como recurso para mantenerlo. Por ejemplo, entre 1961 y 1968, alguna forma de conflicto civil violento ocurrió en 114 de los 124 más grandes países y colonias (Arriagada, 1986: 194). Para el caso chileno, no obstante, como señala Igor Goicovic: A diferencia de lo ocurrido en otros países de la región, como Argentina, tras la caída del gobierno de Juan Domingo Perón (1955), o Colombia, después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán (1948), la violencia política aguda tendió a convertirse en un fenómeno recurrente sólo después del golpe de Estado de 1973 (Goicovic, 2014:4).

Con todo, y más allá de la materialización o visibilización del enfrentamiento propiamente tal, como expresión de la violencia política en Chile, creemos oportuno poder aportar (para el caso chileno) con aspectos situados en la lectura que, sobre todo desde las FF.AA. chilenas, se hacía principalmente del período abierto tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

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Lo «absoluto» en la violencia política Uno de los aspectos que según varios autores (Bernstein, Ansaldi, Schmitt, Callejas, entre otros) es característico de los años de la guerra fría es lo diametralmente opuesto que aparecerán los distintos proyectos de sociedades que se disputan la hegemonía global. Esta radicalidad de las posiciones se funda puntualmente con la Segunda Guerra Mundial, en un proceso que daría por aniquiladas las relaciones y regulaciones al interior de la guerra entre Estados que hasta ese momento se habían dado. Lo que venía de ahí en más era un tipo de conflicto, de guerra, que dejaba atrás cualquier intención de regulación, de normatividad y se entregaba, por el contrario, a una «deshumanización» del enemigo, que dejaba su carácter de enemigo relativo y pasaba a ser enemigo absoluto, radicalmente un opuesto al que no sólo había que derrotar, sino que, y por sobre todo, aniquilar. Arriagada detalla: En el siglo XVII, el principal objetivo militar era la conquista de la ciudad capital del enemigo; posteriormente, para Napoleón y para Clausewitz, esa meta era el aniquilamiento del ejército adversario; luego, los generales de la Segunda Guerra Mundial luchaban por la posesión de las grandes áreas económicas y, finalmente, hemos llegado a este nuevo tipo de guerra donde el objetivo es el control de los habitantes de un Estado determinado (Arriagada, 1986:173).

Siguiendo esta línea interpretativa -y sólo en este aspecto- nos interesa incluir lo que plantea Cari Schmitt sobre la violencia y su transformación en enemistad absoluta sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial. Schmitt parte de la diferenciación que existiría entre lo que él denomina ius publicum europaeum (es decir, las normas y regulaciones vigentes para la guerra tras el tratado o «paz» de Westfalia), en donde enemigos luchan en el campo de batalla en ejércitos claramente identificables, en un conflicto en donde los contrincantes no son vistos como criminales, por lo que bastaría con derrotarlos, no con aniquilarlos. Frente a este tipo de regulación, frente a esta «forma» de lidiar en el campo de batalla que como hemos señalado (siguiendo a Schmitt) se habría agotado durante la primera pos Guerra Mundial, surge un tipo de guerra en donde prima la enemistad absoluta: la guerra partisana. Al respecto, el citado autor plantea que «el partisano moderno no espera ni gracia ni justicia del enemigo. Dio la espalda a la enemistad convencional con sus guerras domesticadas y acotadas, y se fue al ámbito de otra enemistad verdadera, que se enreda en un círculo de terror y contraterror hasta la aniquilación total» (Schmitt, 2013:29). Sobre el partisanismo de Schmitt volveremos más adelante,

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bástenos por el momento sólo como elemento de análisis para lo específico de la violencia política durante el periodo de estudio. La enemistad verdadera o absoluta de Schmitt es lo que caracteriza a la violencia política durante la guerra fría, ya que mientras la hostilidad convencional da por sentado el valor y la importancia del enemigo, la hostilidad real [absoluta] exige que odiemos al enemigo; mientras la enemistad convencional presupone oponentes de fuerza equiparable, a menudo la hostilidad real se asocia con notables desigualdades entre los dos oponentes y esto, a su vez, explica por qué el terror, el engaño y el camuflaje son los únicos medios de los que dispone el lado débil en contra de los fuertes. Mientras la unidad a la que pertenece la enemistad convencional es el Estado y su foro es una guerra entre Estados, [la hostilidad real se asocia] con las guerras civiles y coloniales cuya unidad fundamental es el grupo partisano (Bernstein, 2015:79).

Para Schmitt, estas caracterizaciones de la enemistad se ven claramente representadas y potenciadas durante la guerra fría, puesto que durante esta época se desafiarían «todas las distinciones clásicas entre guerra, paz y neutralidad, política y economía, militares y civiles, combatiente y no-combatiente, y se apoya únicamente en la distinción entre amigo y enemigo, de la cual obtiene su origen y su esencia» (Bernstein, 2015: 80)2. En otras palabras, para Schmitt la guerra «devino en guerra total3 y de aniquilación», ya que «se convirtió en acciones policiales contra criminales que deben ser aniquilados por métodos propios de la guerra naval4 que ahogan a la población y no distinguen combatientes de nocombatientes» (Tripolone, 2014:368). Así, con la gran guerra, según Schmitt, se abría el tiempo de la guerra total, de la aniquilación. Por esto, el enemigo durante la guerra fría (y su prolongación hasta nuestros días con las nuevas modalidades de la guerra) perdería su calidad de humano, pasando a ser un no humano que deber ser aniquilado, «extirpado» como un enemigo mortal. En síntesis, y siguiendo a Arriagada, esta guerra es total a lo menos en lo siguiente:

Para una revisión crítica de este y otros postulados sobre la violencia de Cari Schmitt, ver Richard J. Berstein, «Violencia. Pensar sin barandillas». GEDISA Editorial, España, 2015.

«Schmitt afirma que fue el mariscal alemán Erick Ludendorff, con su Der Totale Kríeg, quien hizo famoso el concepto de “guerra total” y le otorgó una fuerza irresistible. Cuando escribe La guerra total en 1935, Ludendorff estaba comprometido con el nazismo y su intención, según creemos, no es más que preparar al pueblo alemán para algo que, según él, iba a ocurrir [...], la segunda guerra total» (Tripolone, 2014:369). Ver Tripolone, Gerardo, «La Doctrina de Cari Schmitt sobre el derecho internacional», disponible en .

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1.

Debe terminar con la derrota completa del vencido.

2.

Es una guerra de carácter político, económico, psicosocial y sólo en último término militar.

3.

En esta guerra no cabe distinguir períodos de paz de períodos de guerra.

4.

Es una guerra sin tiempo, donde impera la lógica de la «agresión permanente»5.

Lo que nos hace bastante sentido con el estado de excepción prácticamente permanente de la dictadura chilena.

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Capítulo 2: La doctrina de guerra revolucionaria francesa. Una idea en clave colonial

Las ideas en su marco: Francia y la guerra revolucionaria Como se ha señalado, las ideas que transitan, se quedan o se alejan de la región en plena guerra fría son las que orientarán los pasos culturales, doctrinales y po­ líticos de los países de esta parte del mundo en su relación con Estados Unidos, pero también con otros países como Alemania y Francia. Es decir, la relación de dependencia de los países latinoamericanos se entiende más como una relación de pragmatismo que una de dependencia total. En parte esto se explica, en palabras de Josehp Tulchin, porque la propia política exterior norteamericana en la década del 50 no tendrá como objetivo central los países de América Latina. Lo anterior, siguiendo al mismo autor, debido a las «amenazas» políticas realizadas por la URSS en varias regiones del mundo, lo que llevó a los Estados Unidos a emplear fondos públicos para luchar contra el subdesarrollo y la miseria en lugares como la India, Corea y el sudeste de Asia, así como para reconstruir Europa, todo ello en nombre de la seguridad nacional. Latinoamérica fue tratada de manera diferente, no tanto por la tradición que situaba a la región como especial y diferente del resto del mundo, aunque esto se mencionó como la razón en algunas ocasiones, [si no por la impresión] de que la región estaba relativamente a salvo de la invasión o la subversión soviética y, por tanto, se le asignó una baja prioridad en la política global de Estados Unidos (Tulchin, 1998:9)6.

No será por azar entonces que, tal y como se verá más adelante, sea a fines de la década del 50 cuando se produzcan los primeros contactos (tras la Segunda Guerra Mundial) entre militares chilenos y latinos en la Escuela Superior de Guerra de París, en donde se estudiará la nueva forma que adopta la guerra, incluyendo viajes de «estudio» a Argelia en plena guerra contra el ELN-FLN argelino.

Traducción propia. Documento disponible en http://www.jstor.org/stable/i65788.

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Colonialismo y representación en la idea represiva francesa En una conferencia dictada en 1952, titulada «Une arme du Viet Minh, Les hiérarchies paralléles», el coronel francés Charles Lacheroy7 comenzó su análisis sobre la organización política, militar y administrativa del Viet Minh insertando un extracto de la Constitución soviética de entonces: Artículo 126: De acuerdo con los intereses de los trabajadores y para el desarrollo de la iniciativa de las masas en materia de organización y de actividad política, la ley garantiza a los ciudadanos de la URSS a afiliarse a las organizaciones sociales (sindicatos, cooperativas sindicales, organizaciones juveniles, organizaciones deportivas y de defensa, sociedades culturales, técnicas y científicas), mientras que los ciudadanos más activos y más conscientes de la clase obrera y otras capas de trabajadores se unen en el Partido Comunista de la URSS, que es la vanguardia de los trabajadores en su lucha por el fortalecimiento y desarrollo del sistema socialista y es el líder de todos los organismos fundamentales del trabajo, tanto social como estatal (Anne-Catherine, et al., 2012:46).

La preocupación del citado coronel por cómo se organiza el Viet Minh no es una preocupación marginal. El centro de las discusiones del ejército francés de mediados del siglo XX girará en torno al modo de operar, tanto estratégica como psicológicamente, del ejército popular. Pero además, el hecho de que inserte un extracto de la Constitución soviética, justo el extracto en donde se hace énfasis en la necesidad de organización de los obreros en sindicatos, cooperativas y otras, nos permite entender el por qué del título de la conferencia y su preocupación por las jerarquías paralelas del Viet Minh, que no es otra cosa que el Partico Comunista articulado en diversas organizaciones. Estas representaciones que parte de las FF.AA. galas comenzarán a reproducir y transmitir estarán marcadas por las experiencias personales de algunos de sus principales referentes. Es el caso, por ejemplo, de Roger Trinquier, cuyos postulados estarán profundamente influidos por algunos métodos utilizados por Napoleón a comienzos del siglo XIX. Así lo relata Aussaresess, general francés que compartirá experiencias con Trinquier tanto en Indochina como en Argelia: «él [Trinquier] señalaba que había que actuar de manera similar a Napoleón en las villas renanas conquistadas, en donde había comenzado a enumerar las residencias para el control de sus habitantes» (Aussaresess, 2001:115). Por su parte, Charles Lacheroy, otro de quienes comenzarán, luego de la derrota en Indochina, a formular una 7

Todas las citas del coronel Lacheroy utilizadas en el presente trabajo son traducciones propias desde la obra original en francés.

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«nueva» arma de lucha contra la «subversión», era un oficial francés egresado de la Academia General Militar de Saint-Cyrien en 1927. En Siria descubrirá la guerra del desierto y la importancia de las operaciones psicológicas cuando entre en contacto con antiguos compañeros de Lawrence de Arabia8, lo que sin duda, tras su paso por Indochina y su aterrizaje en Argelia, pondrá en práctica y estará dispuesto a masificar. En esta línea, Jean Larteguy, un corresponsal francés de guerra, quien aparte de presenciar la derrota gala en Indochina, registrará en su excelente novela Los Centuriones (que dicho sea de paso fue utilizada por parte del ejército norteamericano hace unos años en su invasión a Irak y Afganistán9, por los métodos que en ella aparecen de cómo derrotar a la subversión) el día a día de los militares galos en territorio asiático. En uno de sus pasajes puede leerse: En este asunto, la equivocación reside en querer concebir la guerra desde Saigón y desde París, esforzándose en creer que es posible aislar la península vietnamita del resto del mundo asiático y comunista y que podemos entregarnos tranquilamente a nuestra operacioncilla de reconquista colonial. ¡Estúpido! La guerra hay que verla desde Moscú y desde Pekín (Larteguy, 1977:89).

Estas representaciones se enmarcan en un momento específico del desarrollo político francés de post guerra, cuando el Partido Comunista galo verá un importante incremento de sus partidarios. Esto, a los ojos de quienes atribuían los males sociales y la agitación de las colonias a la intervención de Moscú, representaba una verdadera guerra encubierta que el comunismo internacional libraba contra la sociedad «occidental y cristiana». En el fondo, no se entendía que los movimientos nacionalistas que se observaban en Asia y África fueran una ola gigantesca que tenía más relación con la necesidad de liberación que con una intromisión extranjera en sus demandas. Frente a estas demandas locales, las fuerzas colonialistas, por lo general, insistieron en mantener su poder en las colonias bajo lógicas que implicaban «proyectos constitucionales destinados al fracaso por su pretensión de inmovilizar a una masa en movimiento [y en último término] se recurrió a la fuerza bajo el nombre de “pacificación” Cfr. Gabriel Périés y David Servenay. «Una guerra negra. Investigación sobre los orígenes del genocidio ruandés (1959-1994)». PROMETEO, Argentina, 2011.

Noticia disponible en http://elpais.com/diario/2o11/o2/27/necrologicas/12987612o1_85o215.html y en http://www.infobae.com/2o11/o2/23/1o19595-murio-el-novelista-que-inspiro-la-estrategia-los-EE. UU.-irak-y-afganistan/.

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u “operaciones policiales”, justificada mediante la afirmación de que el orden existente, aceptado por la población, era perturbado únicamente por una minoría de “agitadores” influidos por teorías subversivas o por potencias extranjeras» (Grimal, 1985:10). En otras palabras, las lecturas que de la realidad social y política de las colonias se hacían desde las «metrópolis» olvidaban que en no pocos casos las guerras coloniales se transformaron en guerras contra el hombre blanco, y el factor racial más concretamente, aun el odio racial, aportó aquí un elemento de cohesión y de entrega que jamás habría podido crear la comprensión por masas analfabetas de las complicadas lucubraciones ideológicas de Marx o de Lenin (Arriagada, 1986:191).

Así, el período aquí abordado corresponde, en materia de movimientos de liberación, a lo que el propio Grimal ha situado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta 1954 con las luchas coloniales en Asia, y desde 1956 hasta 1963 con el mismo proceso, pero en territorio africano. En esta época se materializan ideas antiguas pero que, a luz de los nuevos procesos, se van a ver fortalecidas. En este sentido, ...a diferencia de las colonias inglesas10, donde el consejo legislativo próximo al gobernador podía hacer oír la voz de la población, las grandes asambleas que se habían creado con distintos nombres en los territorios franceses tenían un mero papel consultivo en materia económica y financiera. Los representantes de la población autóctona nombrados por la Administración seguían siendo minoría y deliberaban por separado (Grimal, 1985:74).

Esta situación será la que a la larga, en un escenario de movilización social como lo fue el abierto tras la Segunda Guerra Mundial, irá configurando las posiciones de las colonias francesas en relación a la metrópoli. Esto, además, será aquello que porfiadamente la política francesa pasará por alto, auto-convenceriéndose de que las «rebeliones», como se señaló antes, son obra de la larga mano comunista. Lo anterior se explica, además, por los resultados positivos que, sobre todo durante los primeros años post II Guerra Mundial, tendrá el comunismo francés. Así, por ejemplo, en el período que va desde 1945 hasta 1951 (con fluctuaciones entremedio), el PCF obtendrá importantes resultados en lo que respecta a diputados:

Que no estuvo sin embargo exenta de represión a la comunidad nativa, baste recordar la matanza de Amritsaren 1919.

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Elecciones de diputados en Francia 1945-19781

Diputados

oct1945 jun 1946 oct1946 jun 1951 nov 1956 nov1958 nov 1962 mar 1963 jun 1968 mar 1973 mar 1978

Front National

UF52

Gaullistas

RPF 121

CNRS 22

UNR 189

Diversos de derecha

RI53

CR14

ind8i

UNR 229

UNR 200

UDR 294

UDR 184

RPR 150

9

9

15

16

Union pourla Démocratie Fr.

U121

Mouv. Rép. Populaire / C.D.S.

150

166

173

95

83

57

36

PD41

PD27

MR 31 CDP 23

CDS (UDF)

R. Gauche Rep. (Radical-UDSR)

71

52

69

93

TI

31

44

(Féd)

(Féd)

(MR)

(UDF)

12

1O

89

104

5

1

Mouv. Radicaux Gauche/PRG

S.F.LO. / Partí Socialiste

146

128

102

107

95

Otros de izquierda

40

65

F117

2

2

4

73

34

73

86

486

485

486

488

P. Communiste Franjáis

159

153

182

103

150

10

41

Otros

7

9

29

15

7

4

11

total

586

586

627

625

595

546

476

F57

Para entender las elaboraciones discursivas de quienes estarán a la cabeza represiva, primero en Indochina y luego en Argelia, es necesario comprender el marco temporal en el que estas ideas vieron la luz. En un escenario de post guerra, con bloques de poderes configurándose por doquier, con las colonias organizándose para exigir y luchar por su autodeterminación y, por último, con un escenario político marcado en Francia, al menos en los primeros años después de la II Guerra, por el «ascenso» del comunismo, serán los elementos que en la elaboración de los mapas mentales y en la configuración de la cultura política* 12 del " 12

Información obtenida desde http://www.historiaelectoral.com (visitado el 17 de diciembre de 2015). Entendemos por cultura política a aquella que «pretende indagar cómo percibe una población el universo de relaciones que tienen que ver con el ejercicio del mandato y la obediencia, y cómo las asume, qué tipo de actitudes, reacciones y expectativas provoca, y de qué manera éstas tienen un impacto sobre el universo político». Asimismo, el «código subjetivo que forma la cultura política abarca desde las creencias, convicciones y concepciones sobre la situación de la vida política hasta los valores relativos a los fines

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ejército francés permitirán la materialización de ideas antiguas con ropaje nuevo en una situación histórica polarizada. Desde un enfoque periodístico, Robín, en su conocido trabajo Escuadrones de la muerte: La Escuela Francesa, señala que el Partido Comunista Francés (PCF), En el momento de las primeras elecciones legislativas de la IV República, el 10 de noviembre de 1946, se transforma en el primer partido de Francia, con el 28,8 por ciento de los sufragios escrutados [e incluso es elegido] presidente del consejo, en enero de 1947, el socialista Paul Ramadier [quien] confía el Ministerio de Defensa al comunista Francois Billoux, lo que provoca algunos rumores en el seno del Estado Mayor (Robín, 2005:51).

Casi una década después de lo que se señala en la cita anterior, y si bien no está en el gobierno, el PCF sigue en alza. Así lo demostraba un documento confidencial enviado, en enero de 1955, desde la embajada de Chile en Francia al Ministro de Relaciones Exteriores chilenos: El éxito de los comunistas está dentro del momento histórico en que vivimos y vive especialmente Francia. Un motivo inmediato de este éxito radica, a no dudarlo, en que en las revendicaciones [sic] sociales, los intereses materiales de las clases trabajadoras no son de importancia exclusiva. Son, por lo menos en Francia, de carácter ideológico y la mística ocupa en ellos un lugar importante13.

En otro documento confidencial enviado desde la Embajada de Chile en Francia al Ministerio de Relaciones Exteriores chileno, que nos resulta interesante por el análisis político y de las representaciones que realizan algunos miembros de ejército francés sobre el momento que viven y en cómo la «metrópoli» está resolviendo el tema de la colonización francesa en territorio del «África negra francesa», se indica que, desde el 26 de junio de 1956, ...tanto parlamentarios como electores apuran una solución que dé resultados concretos [para] los dos países bajo tutela francesa, Togo y Camerún, que se encaminan rápidamente hacia un régimen de autonomía interna [...] El voto favorable de la Asamblea Nacional responde a los deseos de libertad que ahora empiezan a manifestarse en forma inequívoca deseables de la misma, y las inclinaciones y actitudes hacia el sistema político, o alguno de sus actores, procesos o fenómenos políticos específicos». Cita extraída de Peschard, Jacqueline, «La cultura política democrática», en Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, Núm. 2. México, 2001. Versión PDF en http://b¡bl¡o.jur¡dicas.unam.mx/l¡bros/l¡bro.htm?l=497 (visitado el 26 de diciembre de 2015). Documento confidencial n°l3/l, página 1, del 05 de enero de 1955: Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

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en la mayoría de las regiones del África negra y, por otra parte, tienen un valor psicológico destinado a influenciar favorablemente a Francia en el curso de los debates que actualmente se desarrollan en el seno de la ONU, concernientes al problema de Argelia (Documento confidencial n° 173/2)13 14.

La guerra fría: del partisanismo a la guerra revolucionaria Tal y como lo describe Cari Schmitt en su obra Teoría del Partisano. Acotamiento al concepto de lo político, en donde hace un recorrido sobre este tipo específico de conflicto que mucho tiene que ver con el desarrollo de la guerra revolucionaria, un primer esbozo de este tipo de contienda lo hallamos en la resistencia española a la invasión francesa a comienzos del siglo XIX (1808-1813), donde, según Schmitt, se observa cómo el pueblo resiste a un ejército regular bien armado. Lo anterior resulta interesante ya que las propias batallas lideradas por Napoleón, en la mirada de un militar prusiano de la época, serán consideradas como un «partisanismo de gran escala» (Schmitt, 2013:23-24). Otro caso que nos muestra Schmitt de una resistencia partisana es la respuesta de partisanos rusos que en 1812 frenaron el avance francés hacia Moscú, siendo este hecho catalogado por Tolstoi como un ejemplo de que el partisano ruso es el «portador de las fuerzas elementales de la tierra rusa que sacude al famoso emperador Napoleón con todo su brillante ejército como a un bicho molesto» (Schmitt, 2013:30). En la obra de Schmitt, junto con encontrar el trayecto desde el partisanismo a la guerra revolucionaria (lo que diferencia a una de la otra es la guerra psicológica, según el simple pero ilustrativo esquema del francés Georges Bonnet15: guerra partisana + guerra psicológica = guerra revolucionaria), hallamos uno de los elementos centrales de la tesis de este breve trabajo, que es la dinámica de enfrentamiento entre el partisano o el «rebelde» de la guerra fría, que termina por hacer variar los métodos de las fuerzas regulares que combaten a los rebeldes, usando sus mismas tácticas. En otras palabras y siguiendo a Schmitt, «en el círculo infernal del terror y contraterror, la lucha contra los partisanos suele ser, muchas veces,

Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile. Documento confidencial n° 173/2 del 13 de febrero de 1957. Cfr. Martins Filho, Joao Roberto. «A educagao dos golpistas: cultura militar, influencia francesa e golpe de 1964». Disponible en: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:DUScoLrDfRo):w ww2.ufscar.br/uploads/forumgolpistas.doc+&cd=l&hl=es-4l9&ct=clnk&gl=cl.

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el fiel reflejo de los métodos de los partisanos mismos» (Schmitt, 2013:31)16. Esto adquiere mayor interés cuando en páginas más adelante leamos al propio coronel Manuel Contreras, verdugo a cargo de la DINA, reflexionar en el mismo sentido de las líneas antes citadas. Estas reflexiones son propias de su tiempo, ya que durante el siglo XX las guerras no responderán tanto a la guerra entre Estados (está liquidada según Schmitt), sino a conflictos propios de la guerra revolucionaria. Una guerra revolucionaria de partidos, que es un conflicto eminentemente político, por lo tanto, una respuesta efectiva no debiera descartar lo central de lo políticoideológico de este tipo de conflictos. Lennin y Mao, por su parte, harán importantes aportes a la conceptualización de la guerra revolucionaria, basados en sus propias experiencias. Sobre todo Mao, quien piensa «desde el punto de vista partisano» (Schmitt, 2013:71) y es quien más aportará a la guerra revolucionaria. La guerra revolucionaria, según declara Mao, es «nueve décimos guerra no abierta, no regular y solamente un décimo guerra militar abierta [por lo tanto el] partisano es el combatiente de los citados nueve décimos de una estrategia que deja nada más que el último décimo a las fuerzas de combate regulares» (Schmitt, 2013: 71-72), siendo, no obstante, este último décimo decisivo para el propósito de conquista del poder. Esto es central en todo el despliegue contrarrevolucionario, desde los paracaidistas galos en Indochina, pasando por Argelia y llegando hasta América Latina, pues los métodos apuntarán precisamente a estos «nueve décimos» en un rol policíaco-militar y político que tendrá en el control de las comunidades, los allanamientos nocturnos y el uso de la tortura (junto a los centros clandestinos necesarios para llevarla a cabo) el factor que posibilitará el combate a la subversión, especialmente urbana. Por ende, los militares profesionales franceses se encontrarán frente a la materialización de las tácticas partisanas puestas a punto en el contexto de la guerra fría, guerra que para Mao no es más que la adaptación de la enemistad a las circunstancias con medios que no son abiertamente violentos. En Indochina, la guerra «colonial de estilo clásico tropezó con la guerra revolucionaria» (Schmitt, 2013:73). Este tropiezo, como se verá en las páginas siguientes, es lo que algunos militares franceses (principalmente el general Raoul Salam) aplicarán en el desarrollo de una doctrina con base en la guerra psicológica, de tipo subversiva e insurreccional, que fue difundida en círculos militares y especializados desde la Escuela Superior de Guerra de París, en momentos en que esta teoría se ponía a Las destacadas son nuestras.

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punto en las calles argelinas. Y es que en Indochina, el general Salam y su ejército verían el escenario ejemplar de una moderna guerra revolucionaria plenamente desarrollada, en donde unos campesinos indochinos ponían a correr a un batallón de excelentes soldados galos. Salam pondría en práctica el pensamiento de Mao, así como aquellas experiencias de la guerrilla española en contra de Napoleón que encontraba en la literatura. Con todo, en Argelia, Salam y sus «paras» verían cómo a pesar de todo el aparataje contrasubversivo, «400.000 soldados franceses bien equipados lucharon contra 20.000 partisanos argelinos, con el resultado de que Francia terminó renunciando a su soberanía sobre Argelia» (Schmitt, 2013:77).

«Á corsaire corsaire et demi»17. El aprendizaje francés

«Así, pues, aquel era uno de los responsables de la división 308, la mejor, la más eficiente y preparada de todo el ejército popular. Aquel campesino salido de su arrozal le había derrotado. A él, Glatigny, descendiente de una de las grandes dinastías militares de Occidente, para quien la guerra era un oficio y una razón de vivir». Jean Larteguy, Los Centuriones.

Como se ha venido señalando, será sobre todo tras la II Guerra Mundial que las tensiones coloniales en territorio asiático se acelerarán, radicalizándose en algunos casos los conflictos que harán de esa zona una zona roja de violencias (principalmente la denominada Indochina Francesa: Camboya, Laos, Vietnam del Norte y Vietnam del Sur). En este escenario, el conflicto colonial entre Francia e Indochina se llevará a cabo entre 1945 y 1954, años en que el ejército francés y el ejército popular de Ho Chi Minh se enfrentarán arduamente hasta que estos últimos logren, tras la batalla de Dien Bien Phu, la victoria sobre los galos. Este conflicto nos interesa en la medida en que permitirá a parte del ejército derrotado francés hacer una profunda reflexión en torno a la batalla librada (perdida) frente 17

Puede traducirse como «A corsario, corsario y medio», que es una conclusión similar a la que llegó el general francés Raoul Salam al repetir la frase que «contra partisanos hay que luchar a la manera partisano». Esta frase será calcada a la expresada por Manuel Contreras en escritos de su autoría en el Memorial del Ejército de Chile (que más adelante se insertan), al señalar que la guerra de guerrillas se gana matando guerrilleros y luchando (según diría en una entrevista a revista Ercilla que también se inserta) en sus mismas condiciones.

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a un ejército de carácter irregular, es decir no profesional. Dicha reflexión girará en torno a la interrogación sobre el tipo específico de batalla librada, sus compo­ nentes más novedosos, el rol de la población civil y el carácter ideológico de ésta. Por tanto, un escenario interno en que el comunismo marcaba un alza importante en adhesión electoral, sumado al fracaso militar (con agudas críticas hacia la metrópolis) en el campo internacional, irán dando forma a la teoría contrasubversiva francesa y a las reflexiones metodológicas aplicadas en Argel en la década del 50. Fruto de estas representaciones y reflexiones, los militares galos elaborarán todo un corpus doctrinal en que sistematizan su experiencia bélica en Indochina y señalan las directrices a seguir para lograr derrotar lo que ellos denominan como un nuevo tipo de guerra, en donde lo que importa no es tanto la superioridad tecnológica no humana, sino más bien el uso correcto de la sicología sobre la población. Decía Lacheroy en una de sus charlas, en relación al tipo de conflicto con que se encontrarían los militares franceses enviados a Indochina, que: Tendrás que lidiar con una estrategia muy pasada de moda. No aprenderás nada nuevo en lo táctico. La metodología que ahí se aplica no tiene nada que ver con la utilizada en las guerras mundiales del ayer y aun en las de mañana [...] cuando llegues a casa de la guerra de Indochina date prisa y olvida todo lo que hiciste (Ane-Catherine, et al., 2012:74).

De lo anterior se desprende una visión del conflicto, por un lado, despectiva desde el punto de vista del «profesionalismo» militar, ya que no es lo mismo este tipo de guerras que aquellas grandes guerras libradas en el escenario europeo. Pero, por otro lado, es algo vergonzoso que conviene olvidar apenas se pueda. Además, el que se indicara que nada tenían que aprenderlos miembros del ejército francés enviados a combatir a Indochina, ya que las tácticas y estrategias ahí utilizadas estaban obsoletas, alude al factor principal de lo que será la doctrina de guerra revolucionaria y, por sobre todo, lo central que recogerán los ejércitos (o parte de ellos) latinoamericanos en sus diversos contactos con esta metodología: el tipo de guerra que se lidiará de ahí en más tendrá un carácter diferente. Lo diferente será que toda la población (local) puede estar participando de la guerra sin que los propios militares lo sepan, es decir, cualquiera puede ser el enemigo, el que vende pan o el que te entrega el periódico. Así estaba organizado el Viet Minh, que era un ejército irregular conformado por campesinos y pobladores que sin embargo lograron doblegar a un ejército profesional y superior en número y armas. Ahora bien, estas tácticas que los rebeldes de Indochina utilizarán para resistir la violencia colonial francesa no serán del todo novedosas y formarán parte, como

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se ha visto, de una tradición de guerras partisanas que serán puestas a punto tanto teórica como militarmente en el contexto de la guerra fría. En este sentido, los orígenes de la insurgencia del Viet Minh «tenían su raíz en la extrema injusticia social, política y económica de la sociedad vietnamita» y precisamente para eliminar estas condiciones, El Viet Minh luchó no sólo contra los franceses sino también contra un sistema social arcaico. La organización permanente, las discusiones políticas y las exitosas reformas sociales le dieron al Viet Minh un apoyo entusiasta en el camp, ya que campesinos tradicionales «atrasados» se habían convertido en revolucionarios (Wingerter, 1978:16).

En otras palabras, y aquí radica uno de los aspectos medulares de todo el entramado contrarrevolucionario francés, no sólo se establece un método de lucha, no es solamente un reduccionismo belicista el acto de resistir la violencia gala, sino que en el Viet Minh hay concepciones de transformación social que son transversales en lo económico, político, ideológico, psicológico, etc. Así también lo entendió el propio coronel Lacheroy, quien en su conferencia de 1954, titulada «La champagne d’Indochíneou une legón de guerre révolutionnaire», explicó el tipo de guerra a la que se enfrentaban: ¿Cuál es el nuevo elemento introducido por la guerra de Indochina en los diseños y patrones de nuestras fuerzas armadas? Esto es lo que las potencias comunistas llamaban la «guerra revolucionaria» y que en el fondo es un paso más, un gran paso en la dirección de la «guerra total» a la que parece, por desgracia, llegará el mundo. No es ni Ho Chi Minh ni Mao Tse-Tung quien la descubrió. Sus principios y leyes se han estudiado en Occidente por Lenin, Liddell Hart y Lawrence. Pero hay que reconocer que es Mao quien ejerce la influencia más profunda sobre el comando Viet Minh [...] Nuestro oponente ha impreso a la guerra revolucionaria de Indochina la singularidad de una guerra total (Ane-Catherine, et al., 2012:76).

Esta guerra, siguiendo lo planteado por el coronel Lacheroy, si tenía algo de novedoso era precisamente aquello que Mao impulsaba a sus seguidores y que Lacheroy denomina como la guerra total, en donde la guerra de tipo revolucionaria era un paso más en esta guerra total. Pero, ¿qué entienden los militares galos por guerra revolucionaria o moderna? Un primer factor que de esta experiencia se extrae y que es decisivo para comprender la guerra moderna es que en ella, según Trinquier: «la cooperación de la población civil representa uno de los objetivos vitales de toda la lucha [...] las tácticas y

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operaciones militares son todas buenas y convenientes, pero resultan de poca utilidad práctica si se ha perdido la confianza de la población entre la cual se está combatiendo (Trinquier, 1961:10). El propio Lacheroy será quien entienda cuál es el rol que compete a la retaguardia en este nuevo tipo de enfrentamiento: «Detuvimos a un comisario político, en 1952 creo, y este hombre tenía con él un pequeño libro escrito en vietnamita. Lo hice traducir en el acto, pues trataba de guerra revolucionaria en la China de Mao Tse-Tung». Y agrega el citado coronel: Lo leí y pensé que desde la época en que este libro existía debía tener algunos ejemplares en Francia, pero estaba poco difundido y era prácticamente desconocido en el ejército. Entonces reflexioné y me dije que en el fondo había allí cosas que son un poco tontas y que todo el mundo conoce, pero había algo que es importante y que responde a la pregunta que yo me hacía, respecto del papel que se les da a las retaguardias, es decir a las poblaciones. Y lo dice claramente: las poblaciones, las retaguardias son más importantes que todo el resto, que el número de divisiones y que el valor de los generales que las mandan. Mao Tse-Tung lo dice, lo escribe y, reflexionando sobre eso, me dije que sí... Y una cosa curiosa, un poco particular, que comprendí mal al principio, es que no sólo estaban [los civiles] implicados por la fuerza en el asunto, sino que poco a poco se iban incorporando intelectualmente y hasta sentimentalmente. La propaganda ayudaba y lentamente el hecho de estar comprometidos nos ponía en la óptica adversa. He aquí cómo y por qué tuve la idea de difundir esto (Périés, et al., 2011:53).

Un primer factor entonces, y que resultará vital en el aspecto doctrinal francés, será la importancia de la población civil dentro de la guerra moderna. Así pues, la disputa, según se desprende del texto de Lacheroy, será por las mentes de las personas, para despojarlas, según planteaban los militares franceses, de la subversión. De ahí que el soldado, además de su papel represivo, participara en tareas de beneficio hacia la comunidad (apoyo en campamentos, ayuda en catástrofes naturales, etc.), pues sólo así se estaría neutralizando el terror con que la subversión lograba inmovilizar a la población. Con todo, no debiera sorprender el rol de la población en este modo de combate, ya que hacia finales del siglo XIX será precisamente la población lo que Francia aniquilará en Vietnam, entendiendo que la aldea es el motor inicial de toda la unidad social vietnamita. Esto, porque el insurgente: Logra disociar la población de la contrainsurgencia para controlarla físicamente, para conseguir su apoyo activo para ganar la guerra, ya que, en el análisis final, el ejercicio del poder político depende del acuerdo tácito o explícito de la población o, en el peor caso,

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de su sumisión. Así, la batalla por la población es una de las características principales de la guerra revolucionaria (Galula, 1964:6).

El factor psicológico por ende y el terror, según Lacheroy, que la organización clandestina del Viet Minh infundía en la población local hacían que ésta cooperara ya sea pasivamente (en silencio) o de manera más activa con los fines de la organización. Aquí hay que resaltar, eso sí, que el interés de los oficiales franceses por el «arma psicológica» se vio fortalecido Por las experiencias personales de algunos de ellos en los campos de detenidos en Indochina, donde fueron sometidos por sus vencedores vietnamitas a procesos de reeducación y de «lavados de cerebro». Pero sobre todo, en el caso de la mayoría de ellos, este entusiasmo era una demostración del enorme atractivo que para la mentalidad totalitaria tiene la idea de que los hombres pueden ser psicológicamente condicionados (Arriagada, 1986:197).

Un segundo factor es la intensidad en tiempo de un conflicto de guerra revolucionaria o irregular. Así, tiempo y población son elementos centrales en el desarrollo de un conflicto de tipo revolucionario o «moderno» en palabras de Trinquier. De esta manera lo expresan los análisis de Galula, militar francés ya citado, cuando señala que: El insurgente ha involucrado a la población en el conflicto desde su inicio, la participación activa de la población era de hecho una condición sine qua non para su éxito. Después de haber adquirido la ventaja decisiva de una población organizada y movilizada de su lado, ¿por qué dejaría de hacer uso de un activo que da a sus fuerzas regulares la fluidez y la libertad de acción que la contrainsurgencia no puede alcanzar? Siempre que la población se mantiene bajo su control, el insurgente conserva su libertad para rechazar la batalla, excepto en sus propios términos. En 1947, los nacionalistas chinos lanzaron una ofensiva contra Yenán, la capital comunista, en el norte de Shensí. Se la llevaron sin dificultad; el gobierno comunista y las fuerzas regulares fueron evacuadas de la zona sin una pelea. Poco después, sin embargo, la población, las milicias locales y un pequeño núcleo de las tropas guerrilleras y regionales comenzaron a hostigar a los nacionalistas, mientras unidades regulares comunistas atacaron sus líneas de comunicación. Los nacionalistas fueron finalmente obligados a retirarse, sin haber ganado nada y habiendo perdido mucho en el asunto (Galula, 1964:12).

Lo mismo que expresa Galula para el caso de los nacionalistas chinos, lo podemos observar en el conflicto franco-indochino, en donde un ejército irregular, sumado a combatientes profesionales y el apoyo vital y central de la población local, logró

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un triunfo histórico sobre las ambiciones coloniales francesas. El ejército francés tomó por la vía de la derrota militar las lecturas de Mao Tse-Tung y la experiencia en Indochina para desarrollar los postulados centrales de su teoría de la guerra revolucionaria, en donde resulta un papel fundamental, como se ha señalado, obtener la confianza de la población civil. Por su parte, Trinquier, en su obra ya citada y a modo de autocrítica, expresa lo siguiente en relación a lo que es la guerra revolucionaria: Nuestro defecto consiste, empero, en que persistimos en estudiar un tipo de guerra que no existe ya y, posiblemente, jamás volveremos a pelear, mientras ponemos muy poca atención a las razones que motivaron nuestra derrota en Indochina y en la que vamos a experimentar en Argelia [...] El resultado de esta poca visión es que el ejército no está preparado para hacer frente a un adversario que utiliza armas y métodos que el propio ejército desconoce (Trinquier, 1961:27-28).

Este desconocimiento al que hace referencia Trinquier se debe a que el tipo de guerra que se libraría -según su análisis- en el futuro (escrito en la década del 60 del siglo pasado) sería diferente a las clásicas formas en que éstas se desarrollaban. Como se ha señalado anteriormente, la guerra revolucionaria, más que una invención, era una adaptación de tácticas utilizadas desde hace años. La guerra moderna (subversiva o revolucionaria), por lo tanto, ya no es el choque entre dos ejércitos convencionales, sino que «el choque de una serie de sistemas -político, económico, psicológico y militar- que tiende a derrocar al gobierno existente en un país para sustituirlo por otro. Para alcanzar esta meta, el agresor explota hasta el límite la tensión interna del país, en su parte ideológica, social, religiosa, económica, etc.» (Trinquier, 1961:31). En consecuencia, se debía conocer muy bien el tipo de organización que se tenía al frente para así comprender mejor este nuevo tipo de guerra. El coronel Lacheroy será uno de los que más se introduzca al estudio de la organización que los derrotaría, como ya se indicó, definitivamente hacia 1954- Un estudio profundo del Viet Minh permitirá al ejército francés comprender la naturaleza del conflicto que quedaba atrás, pero, además -y como punto crucial-, le permitirá nutrir teórico-metodológicamente su doctrina contrasubversiva que sería puesta en práctica en la Argelia de la segunda mitad de la década del 50.

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La estructura «subversiva» Un aspecto importante de la lectura que se hace del conflicto franco-indochino será el de la estructura de la organización clandestina. Entre los documentos -señalaba el coronel Lacheroy- «tomados al enemigo se encuentra un esquema detallado de este sistema complejo. El oficial colonial descubre allí una respuesta capital a sus interrogantes: el enemigo es ante todo un organigrama, un conjunto de “jerarquías paralelas”, que encierra a las poblaciones» (Périés, et al., 2011:54). Esta organización territorial, tal como lo indica González Callejas, se debió en parte a la prolongada lucha contra el propio colonialismo francés en Indochina. Ahí el «grupo guerrillero Viet Minh (o Viet Nam Doc Lap Dong Minh) pudo confirmar la validez de la táctica maoísta, articulándose como movimiento político e instrumento insurreccional en tres escalones (guerrilleros, fuerzas móviles y fuerzas principales), y organizando una estructura militar a escala local, regional y nacional» (Callejas, 2013:283), configurándose un entramado que en lo general estaría conformado de la siguiente manera: Defensa Nacional (Dir. de Propaganda)

Interior del Viet Minh (Dir. de Propaganda)

Asuntos Exteriores (Dir. de Propaganda)

Zona francesa

Ejército regular

Tropas provinciales de guerrilla

Regiones

Representación consular

Jerarquía administrativa del Viet Minh y jerarquía militar francesa

Divisiones

Comandantes militares provinciales

Provincias

Consulados ruso y chino

Regimientos

Comandantes militares de las delegaciones

Delegaciones

Partidos comunistas extranjeros

Batallones

Comandantes militares délas villas

Villas

Compañía

Caseríos

Secciones

Grupo de 10 familias

Fuente: Anne-Catherine, et al., 2012.

Organización administrativa y policial Toda la administración rebelde del Viet Minh, siguiendo a Lacheroy, reposa sobre el Comité Ejecutivo de Resistencia (CRE en francés). Ahora bien, cada territorio está dividido jerárquicamente (este asunto será crucial en la confección teóricorepresiva de la doctrina francesa), sobre todo en Sud Vietnam: grupo de provincias,

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delegaciones y villas, siendo este último, en palabras del coronel Lacheroy, «sólo un comité político-militar que concentra el poder» (Anne-Catherine, et al., 2012: 100). Esta división territorial y jerarquizada del territorio es un factor que resultará del todo novedoso para el ejército francés, al punto que será incorporada como táctica contrasubversiva (o contrarrevolucionaria) utilizando el mismo método, es decir, si el «enemigo» se organizaba de esa manera, había que incorporar dicha organización para poder derrotar a ese enemigo. Por lo tanto, la represión que se dejará caer sobre todo en Argel tendrá como pilar la división de la ciudad en territorios, subterritorios, manzanas y grupos de casas.

Organización militar: el arma del Viet Minh

El asunto central de la organización militar del Viet Minh es el ordenamiento por provincias, villas, aldeas, etc. Así por ejemplo, «las tropas regionales se articulan en batallones o compañías. Normalmente están bajo el mando de los “grupos de provincias” militares» (Anne-Catherine, et al., 2012:106). Otro factor decisivo es, como ya se ha mencionado, el apoyo local. Y en materia de organización armada, tanto las tropas locales de autodefensa como las milicias guerrilleras de los pueblos y villas fueron una herramienta poderosa del ejército popular. Así, un pueblo cual­ quiera del Sud Vietnam estaba por lo general organizado de la siguiente manera: Esquema de organización militar del Viet Minh a nivel de pueblo

XADOIBO (comandante del pueblo)

Elementos guerrilleros del pueblo

Tropas populares de autodefensa del pueblo

Fuente: Anne-Catherine, et al., 2012.

Esquema de organización militar del Viet Minh a nivel de delegación (o circunscripción)

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HUYEN DOI BO (comandante militar de la delegación)

Fuente: Anne-Catherine, et al., 2012.

Este organigrama continuaba su estructura (que contemplaba, como hemos visto, el pueblo o villa que era la estructura más pequeña, con cuerpos de autodefensa populares y con fuerzas guerrilleras locales; la delegación o circunscripción, que contenía muchos pueblos y compañías, y secciones de guerrilla centralizadas) con la organización a escala provincial, según se señala en el esquema siguiente:

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Esquema de organización militar del Viet Minh a nivel provincial

TINH DOI BO (comandante militar provincial)

Comité del comandante Secretario particular Oficina del Tinh Doi Bo Estado Mayor

Yen Doi Bo

Doi VT. 3 (fuerzas especiales de acción terrorista): hasta3 ciudades bajo el control de la provincia franco-vietnamita

Comité de defensa de ciertos puntos de apoyo del Viet Minh (si los hay)

Formación provisional de combate

Formación provisional de combate

TIEN DOAN TAPTRUNC (batallón de intervención de la provincia)

- Comité político -Administración/ finanzas - Comité de producción -Servicio de enlaces y comunicaciones -Servicio de salud -Taller internacional de armamento

DAI DO (batería de artillería)

Tropas de defensa de ciertos puntos de apoyo del Viet Minh

Fuente: Anne- Catherine, et al., 2012.

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En el caso del accionar urbano del Viet Minh, la estructura estaba compuesta (tomando como ejemplo el accionar dentro de un pueblo) por los distintos mandos militares del Viet Minh (por lo general la zona era dividida en 4 ó 5 y en cada zona había un comandante militar al mando). En cada una de estas zonas existe una estructura (DOAN) compuesta por «un jefe y una docena de agentes encargados de recopilar información y de la búsqueda de sitios para operaciones de sabotaje y terrorismo» (Anne-Catherine, et al., 2012:109). El siempre citado coronel Lacheroy detalla: [...] uno de estos planes después de su estudio es aceptado por el comité de mando VT. 3. [El equipo] que estudió, propuso y desarrolló el plan para la ejecución recibe el refuerzo de uno o más TO (células de acción) pertenecientes a una fuerza de acción especial, el DOIHANH DONG, bajo la VT. 3, que se especializa en la realización de tareas en la ciudad (Anne-Catherine, et al., 2012:109).

Así, a modo de graficar la organización de esta estructura, el esquema de operaciones en un área urbana sería el siguiente:

Comandante de DOI VT.3 (un jefe, un subjefey dos comisarios)

DOANi (estructura compuesta por un jefe y varios agenes)

DOAN 2 (estructura compuesta por un jefe y varios agenes)

DOI HANH DONG (de 40 a 50 combatientes)

DOAN 3 (estructura compuesta por un jefe y varios agenes)

TO2 (célula)

TOi (célula)

Fuente: Anne-Catherine, et al., 2012.

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TO3 (célula)

Etc.

Esta forma de organización piramidal, en donde cada rincón del territorio estaba cubierto por alguna expresión organizacional del Viet Minh, es lo que, en la mente de los combatientes franceses, posibilitaba un control total de la población, logrando, como señala el citado coronel, que mediante este «sistema de control político-policial de una perfección maquiavélica», la población local, que además estaba bajo el influjo propagandístico del Viet Minh, tuviese altos grados de «obediencia e incluso de fanatismo» (Anne-Catherine, et al., 2012:118). En síntesis, este tipo de organización con la que contaba el Viet Minh fue lo que impresionó a los militares franceses en Indochina, entre ellos al muy mencionado coronel Lacheroy, quien definirá esta estructura como Jerarquías paralelas, que no es más que una vasta red de asociaciones que atrapan a cada individuo desde el nacimiento hasta la muerte en una impermeable e impresionante red. Esta verdadera «tela de araña» es muy efectiva en la organización de las relaciones sociales, utilizando un modelo racional y sistemático que predispone al individuo a recibir un adoctrinamiento intensivo (Villatoux, 2002:39)18.

Este nuevo escenario bélico, diferente a los enfrentamientos entre ejércitos que se habían dado hasta el momento, incluso diferente a las guerras de guerrillas utilizadas desde hacía tiempo como método de confrontación, será uno de los principales problemas con que los Trinquier y compañía tendrán que lidiar en Indochina.

Las fases de la guerra revolucionaria

Una de las características de la guerra revolucionaria, según sus teóricos amplia­ mente citados hasta aquí, es su accionar paulatino hacia la conquista del poder. En la apariencia, según la doctrina francesa, de la calma y de la «paz» se está fraguando un proyecto violento y subversivo que pronto hará explosión. Por eso, en palabras de Galula se puede hablar de una guerra «fría» revolucionaria y una guerra «caliente» revolucionaria, o lo que Trinquier y Lacheroy denominan como los cinco pasos de la guerra revolucionaria. Siguiendo este análisis, en la guerra «fría» revolucionaria

Traducido del original en francés.

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El insurgente opera principalmente en el área legal y sólo en parte al margen de la legalidad, a través de sus tácticas de subversión. Puede o no haber sido reconocido como un insurgente, y si se le ha identificado como tal, sólo la policía y algunas personas en el gobierno, en general, se dan cuenta de lo que se avecina (Galula, 1964:47).

Este aparente estado de las cosas en calma también lo ha descrito Lacheroy, quien caracteriza este periodo como la primera fase en donde «No hay nada. Luego de golpe, sin previo aviso... las bombas estallan» (Robin, 2005: 60). Esta etapa de la guerra revolucionaria, señala el mencionado autor: Es importante para conseguir titulares en las portadas de los periódicos, crear y mantener un clima de inseguridad y asegurarse de que, en unas pocas semanas o meses, la discusión local, nacional y mundial asuman que se enfrentan a un problema (Anne-Catherine, et al., 2012:166).

Poco a poco la guerra se va «entibiando» y las acciones de los insurgentes, según la doctrina francesa, comienzan a dar muestras de su radicalización o de su calentamiento. El citado coronel sostiene que cuando la población comienza a ser aterrorizada por las acciones violentas de la insurgencia, y las autoridades locales o nacionales ya no pueden contar con la denuncia de la población de los actos terroristas, la segunda fase o etapa de la guerra revolucionaria está en marcha, ya que «el adversario ha ganado la batalla por la complicidad del silencio» (Anne-Catherine, et al., 2012:167). Este recrudecimiento de las tácticas que la «subversión» utiliza en su objetivo máximo y a largo plazo de hacerse del poder, continúa en un tercer paso o fase (siempre siguiendo a Lacheroy) cuando, sobre todo en el plano político-popular, el oponente introduce «núcleos activos en la masa amorfa». Estos núcleos activos «actuando como fermento se esfuerzan por transformar gradualmente la complicidad pasiva del silencio en una complicidad activa, es decir, los espectadores neutrales pasan entonces a ser partidarios fanáticos» (Anne-Catherine, et al., 2012:168). La cuarta fase de una guerra de tipo revolucionaria, según la doctrina francesa, se caracteriza por un recrudecimiento de los elementos armados de la subversión, articulando su accionar entre focos semi-regulares y elementos regulares de la guerrilla. Así, según lo plantea el citado coronel Lacheroy,

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El adversario busca aumentar su control sobre la población mediante el incremento de la «cantidad y calidad de los núcleos activos». Y también comienza a diferenciarse. Mientras algunos se ocupan de las cuestiones locales, otros se especializan en las organizaciones juveniles... etc. (Anne-Catherine, et al., 2012:168).

Finalmente, la quinta y última fase se da cuando existen zonas bajo control absoluto de las tropas regulares de la guerrilla y cuando las jerarquías paralelas comienzan ya un trabajo más marcado con la población local en lo que respecta a las técnicas de moralidad. Por otro lado, en esta definitiva etapa, las autoridades locales son reemplazadas paulatinamente por las autoridades de la insurrección que basan además su legitimidad en un poderoso aparato político-popular y militar. La importancia que revisten estas cinco fases confeccionadas por los militares franceses combatientes y derrotados en Indochina, guarda relación con la forma en que fueron leídas en distintas realidades (ya que la doctrina francesa permeará distintos países de Europa, Norteamérica y Sudamérica) las emergentes movilizaciones sociales, especialmente de las décadas del 60 y 70 del siglo XX. Las fuerzas armadas de los países latinoamericanos, incluido Chile claro está, analizarán la coyuntura política interna de cada país, teniendo presente en mayor o menor medida las experiencias de Francia, primero en Indochina y después en Argelia, lugar este último desde donde no sólo llegaban noticias que eran atentamente seguidas en este sector del planeta, sino que además presentó al ejército francés la oportunidad de sacarse la rabia de la derrota por un lado y, por otro, llevar a la práctica la fresca doctrina francesa de la guerra revolucionaria. En definitiva, había un «nuevo» tipo de guerra, como lo explica el coronel Lacheroy: Nos encontramos con que el más fuerte es derrotado por los más débiles. ¿Por qué? Porque las normas que utilizamos para sopesar las fuerzas, las normas tradicionales, están obsoletas. Tenemos una nueva forma, una nueva guerra tanto en su diseño como en sus logros. Es esta forma de guerra la que llamamos «guerra revolucionaria» (AnneCatherine, et al., 2012:176-177).

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Argelia: la representación de la guerra revolucionaria en la doctrina francesa

Francia no salía del todo de su derrota en Indochina cuando la caldera colonial volvía a estallar, esta vez en Argelia. Ahí, principalmente el Frente de Liberación Nacional Argelino y su brazo armado, el Ejército de Liberación Nacional, llevarán a cabo una rebelión con la intención de independizarse del poder colonial francés, debilitado y humillado tras su paso por Indochina. Ahora, el ejército francés usaría todos los medios para mantener bajo su control un territorio estratégico para la defensa del territorio galo, como lo era parte de África. La posesión, señalaba el general de la Fuerza Aérea francesa Pierre Bodet, «es indispensable para Europa. Perdidas las costas mediterráneas de África, Europa occidental sería militarmente neutralizada e incapaz de una resistencia prolongada» (Périés, et al., 2011:48-49). Por eso, mantener el orden interno a como fuera lugar sería una urgencia que Francia y su decadente poder colonial asumían como una bandera de lucha. El análisis del general Bodet tiene una clara relación con la realidad francesa de mediados del siglo XX: por un lado, con la derrota militar en Indochina y por otro, con el complejo escenario que se vive en Argelia, por lo que había que mantener los focos de rebelión «en un lugar cerrado herméticamente» (Périés, et al., 2011: 49). Este es el principal objetivo francés post Indochina y será en parte lo que conjugue (de la mano de «teóricos» de la guerra de Indochina) el pensamiento doctrinal francés que será aplicado en Argelia. El conflicto, como sugiere Mazzei, «era otra muestra del proceso de descomposición del imperio colonial francés, comprometiendo a la inestable IV República Francesa en una nueva y larga guerra librada ahora en un vasto territorio cercano a la metrópoli y con casi un millón de habitantes de origen europeo (los pied-noirs)» (Mazzei, 2011:109). Esta vez, eso sí, el ejército francés tenía bajo el brazo una doctrina poderosa que necesitaba la prueba final para ajustarla y aplicarla. La doctrina va a tener, sobre todo desde 1954, un nivel de difusión-aceptación importante en los círculos militares franceses que ya se sumergían en la realidad argelina. Así por ejemplo, en abril de 1955, En presencia de un conjunto de generales en el Instituto de los Altos Estudios de Defensa Nacional (IHEDN), fascina a tal punto a su auditorio que quince días más tarde es integrada al gabinete del Ministro de Defensa. [Además] se imprimen 25.000 ejemplares de su exposición en IHEDN y tras varias conferencias logra reunir, en julio de 1973, a centenas de oficiales de reserva y en actividad en el aula magna de la Sorbona (Périés, et al., 2011:55).

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En este sentido, para poder derrotar al nuevo enemigo en Argelia, Roger Trinquier sugiere que: Tenemos que empezar por darnos cuenta de que en la guerra moderna no estamos luchando frente a un determinado grupo armado esparcido en un determinado territorio, sino frente a una peligrosa y bien armada organización clandestina cuyo papel principal es imponer su voluntad a una población. La victoria podrá darse cuando logremos destruir esa organización (Trinquier, 1961:35).

Esa era una de las lecciones principales que recogían los franceses tras su experiencia en Sud Vietnam y también lo que Lacheroy pensaba al respecto. Lo de Indochina quedaba amargamente atrás, dejando lecciones valiosas en lo que se configuraría como el método represivo francés. Las palabras de Lacheroy y Trinquier tendrían nombre y apellido tras su arribo a Argelia: Frente de Liberación Nacional y ELN argelino. Esa era la organización clandestina que debía ser derrotada, el enemigo con quien se tendrían que disputar la población civil mediante una herramienta novedosa: la acción psicológica. Esta acción, como hemos venido señalando, resultará vital tanto para el insurgente como para la contra, siendo explotada (según la doctrina francesa) por agitadores internos que tensionan las condiciones de cada país en su beneficio insurreccional. Pero, se preguntará Galula, «¿Cómo puede el insurgente tener la esperanza de atraer a la población lejos de la contrainsurgencia, para su control y para movilizarla a su favor?». Y agrega el citado autor: «Al encontrar partidarios entre la población, cuyo apoyo irá desde la participación activa en la lucha hasta la aprobación pasiva, la primera necesidad básica es una causa atractiva, sobre todo en vista de los riesgos que implica» (Galula, 1964:13). Una buena causa que explote el descontento local es vital (siempre siguiendo los postulados doctrinales franceses) para el éxito «subversivo». Así, en un país industrializado, si se apela al proletariado se tiene una chance importante de recepción y apoyo, lo mismo que si se habla del campesinado en un país subdesarrollado. Por lo tanto, en el caso franco-indochino y franco-argelino que nos convoca, el dominio colonial era automáticamente una buena causa, al igual que en Indonesia, Túnez, Marruecos, Chipre, Congo Belga, etc. La naturaleza de esa causa puede ser económica, social, política, etc. Lo verdaderamente importante, según la doctrina francesa, es que la insurgencia explotará todos los problemas para lograr adhesión a su proyecto, agudizando al máximo los problemas internos. Así lo describe Galula:

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En China, los comunistas tomaron inicialmente la posición marxista clásica a favor de los trabajadores (1921-1925). Luego se activa la causa nacional del Kuomintang, por la unificación de China en contra de los señores de la guerra (1925-1927). Después de la escisión del Kuomintang-comunista, se enfocaron en gran medida en favor de los campesinos pobres, a través de la promoción de la reforma agraria mediante políticas radicales (1928-1934). Más tarde, la agresión japonesa se convirtió en la cuestión central en China y los comunistas defendieron con fervor patriótico dicha agresión (1927-1945) (Galula, 1964:18).

En consecuencia, el conflicto argelino es interpretado por estos teóricos, en las primeras horas, como una manifestación clara del mecanismo general de la subversión mundial. Desde esta perspectiva, para los mapas mentales franceses, la Unión Soviética, en lugar de atacar frontalmente el Oeste de una manera convencional, pretende eludir las defensas de éste mediante un dispositivo estratégico, cuyo primer hito se ha logrado en el lejano Oriente (Corea e Indochina) antes de ganar el sur de Europa a través de África del Norte y Argelia (Villatoux, 2002:40).

En Argelia, entonces, se ofrecía un escenario ideal para los franceses en varios sentidos. Primero, servía para limpiar las heridas de la derrota frente al ejército de Ho Chi Minh. Segundo, debido a las lecciones sacadas de esta derrota y en especial de la forma de operar del ejército popular, contaban los galos con una herramienta contrasubversiva lista para operar en contra del FLN y el ELN argelino. Tercero, para poder contrarrestar el accionar insurgente, la contra francesa asimilará algunos rasgos centrales, tanto en la organización como en los métodos utilizados, de la «subversión», factor central en la doctrina de guerra revolucionaria. Pero, además, el caso argelino era leído en perspectiva de la guerra fría, por lo tanto, lo que ahí sucedía era nada más que la puesta en escena de los deseos y planes de la Unión Soviética, que aparecía en el horizonte francés de mediados del siglo XX como el enemigo a derrotar en este conflicto que era total, entre el mundo libre, como decían, versus el mundo del totalitarismo comunista internacional. Villatoux, en relación al arma psicológica utilizada por la contra francesa en Argelia y aprendida en Indochina, comentaba: La creencia de la existencia de unas fuerzas enemigas ocultas que buscan desestabilizar a la población y manipular tanto la política, la economía, lo militar, como a los intelectuales, para un mejor uso de ellos y así destruir el potencial de defensa de la nación, pronto será un profundo pensamiento militar francés de la posguerra y hasta principios de 1960. Además, proporcionaba una base para pensar, lo que parece más relevante en un entorno internacional complejo dominado por la guerra fría y el surgimiento de un nuevo enemigo: la Unión Soviética (Villatoux, 2002:37).

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¡Al modo de los paras! La contra francesa

«Comprendimos tarde que para ganarle al Viet Minh debíamos adueñarnos de la noche [...] Por suerte en Argelia no cometimos el mismo error». Larteguy, 1961:37.

Según Larteguy, el corresponsal francés que cubrirá la derrota gala en Indochina, la noche pasó a convertirse en el escenario ideal tanto para la organización clandestina del Viet Minh, como para los franceses para derrotar a dicha organización. Un acercamiento al por qué de la importancia de la noche en dichas operaciones nos lo entrega el ya citado coronel Lacheroy: Dentro de las áreas que «controlamos militarmente» y donde se encuentra el gobierno vietnamita, nuestro adversario ha logrado mantener «islas de inseguridad», lugares numerosos e interconectados poruña red de comunicaciones clandestinas y por lo general nocturnas, que atacan posiciones militares y torres de vigilancia, o incluso cruzan de un lado a otro (Ane-Catherine, et al., 2012:78).

De ahí que la contra tenga un lugar privilegiado en la noche (toque de queda mediante), para poder destruir estos enlaces y conexiones que operan de manera clandestina. Además, como se ha venido señalando, será por la experiencia de Indochina que los militares franceses darán forma a este método efectivo, capaz de traspasar las fronteras nacionales para combatir al comunismo internacional. Trinquier analiza todo el aparato político y militar del que será el enemigo a aniquilar en Argel a mediados de la década del 50: el FLN y su brazo armado, el ELN argelino. Lo primero es desmembrar, según plantea el militar francés, la organización subversiva, por lo que se da a la tarea de hacer un esquema de la organización del FLN argelino. La organización política del Frente de Liberación Nacional -escribirá Trinquier- «se basaba en semicélulas de tres miembros, entonces la célula, el semigrupo, el grupo y el subdistrito estaban a la orden de un líder de distrito» (Trinquier, 1961:37). Serán estos aspectos similares (como ya se expuso en puntos anteriores) del FLN y ELN argelino con la organización del Viet Minh en Indochina, lo que lleve al ejército francés a leer (sin diferenciar una experiencia de otra y, como

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se mencionó párrafos atrás, obstinado con el «peligro» comunista internacional) la sublevación argelina no como la reivindicación de demandas independentistas, sino como una expresión del largo brazo soviético. El desmembramiento que menciona Trinquier se hace teniendo en cuenta la estructura de funcionamiento del FLN y del ELN. Un esquema excelente para este análisis es el que nos proporciona el mayor francés Hervé Pierré (2009), tanto del FLN como del ELN: Organización política y administrativa del FLN argelino

Fuente: Hervé Pierré, 2009.

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Organización militar del ELN argelino WU7FSAADI

Fuente: Hervé Pierré, 2009.

El método y la praxis

«Tengo la impresión de que esta derrota de Dien Bien Phu, donde ustedes (recalcó el ustedes) han sido vencidos por sus antiguos colonos, va a tener grandes repercusiones en Argelia y será la estocada que cortará los últimos lazos entre nuestros dos pueblos. Por medio de nuestrafe podremos comenzar a dar a Argelia una historia y una personalidad».

Larteguy, 1961:52.

Para derrotar a un enemigo clandestino, diseminado en la población y que posee un ejército irregular de combatientes, era necesario hacer uso de técnicas hasta entonces no utilizadas, al menos no sistemáticamente, por las fuerzas contra­

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subversivas. Este método, estas técnicas, serán los que darán forma a la guerra contrarrevolucionaria francesa en Argelia. Lo que es más importante aun es que serán estas técnicas las que comenzarán a ser monitoreadas en terreno por militares y norteamericanos en pleno desarrollo del conflicto, lo que, al menos para el caso chileno, resulta interesante de analizar sobre todo en un momento en que el ejército de nuestro país, de mediados de siglo XX, por un lado estará en la búsqueda de nuevos referentes doctrinarios a que arrimarse y, por otro, estará volviéndose cada vez más crítico del poder político nacional. Hemos venido señalando que un aspecto fundamental en el desarrollo de la guerra moderna es la población civil, así lo entendió tempranamente Mao TseTung y, por medio de sus escritos y la experiencia de la derrota, también lo habían aprendido los franceses. La acción psicológica, entonces, será una herramienta crucial. Ahora, la parte defensiva de la acción psicológica es la acción que tiene como misión, siguiendo a Lacheroy, «conquistar las poblaciones por medio de campañas de información -difusión de panfletos, encuentros con escritores, proyecciones de filmes-, pero también por una acción social: construcción de escuelas o programas de vacunación» (Robín, 2005:71). Así es que «poco a poco arriban a Argelia los “paras” de los ex cuerpos expedicionarios de Extremo Oriente con la rabia en las entrañas y las ganas de hacerla estallar para vengar las humillaciones padecidas, pero también para aplicar las famosas “enseñanzas de la guerra de Indochina”» (Robín, 2005:93). Estos militares de elite, poseedores de una cultura política propia, con sus propios ritos y mitos, serán los encargados de reprimir al FLN argelino, utilizando para esto las enseñanzas que, en la Escuela Superior de Guerra de París, ya se han dictado en cursos regulares: la experiencia de Indochina y la guerra revolucionaria. Para desarrollar el trabajo de eliminación de la subversión argelina, los paras llevarán a cabo tareas propias de los cuerpos policíacos, pero que estos últimos no podían utilizar para ganar, porque no estaban preparados para pelear este tipo de guerra. Este trabajo, siguiendo los postulados de Trinquier que son los ejes del método contrarrevolucionario, se hará de la mano de la población civil, objetivo central, como se ha insistido, en este tipo de enfrentamiento. Por lo tanto, «El control de las masas a través de una severa organización, algunas en combinación con otras organizaciones semejantes, constituye en estos momentos el arma básica de la guerra moderna» (Trinquier, 1961: 65). Agrega el citado autor:

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Primero, tenemos que designar un hombre enérgico e inteligente en cada ciudad, que, ayudado por distintos colaboradores, pueda construir una fuerte organización con el mínimo de ayuda de las autoridades. Esto puede hacerse así: el líder designado dividirá la ciudad en distritos, al frente de los cuales colocará a un jefe con tres ayudantes. Éstos, a su vez, dividirán los distritos en subdistritos, designando jefes y ayudantes para cada uno. Finalmente, cada edificio o grupo de casas recibirá un jefe y dos o tres ayudantes, los cuales estarán en contacto directo con el pueblo (Trinquier, 1961:65).

El párrafo precedente forma parte importante de la metodología represiva desarrollada por los paras franceses en Argel y será, en lo fundamental, aquello central que tras el conflicto argelino comience a migrar, vía ex combatientes franceses, a Latinoamérica, que ya vive en algunos casos regímenes dictatoriales que necesitan de una técnica eficaz en el combate a la subversión. La nueva metodología, que se implementa sistemáticamente en Argel, no sólo se trata de técnicas especialmente creadas para un tipo nuevo de conflicto -laya reiterada guerra revolucionaria-, sino que además se trata de un conjunto global de atribuciones políticas y jurídicas necesarias para poner en curso dichas técnicas. Así, los principales debates girarán en torno al rol de la justicia en este tipo de conflicto, que, si bien se entiende como guerra, no lo es en los términos clásicos de ésta, por lo que se requiere una adecuación de la legalidad; en otras palabras, una legalidad de excepción para combatir la subversión. El declarar estado de guerra, de sitio o de excepción, de parte o todo el territorio nacional, es fundamental para que el ejército tome pleno control del territorio y, de esta manera, pueda desarrollar el método represivo antes descrito. Una vez se implemente esta excepción constante, esta legalidad a medida para derrotar a la subversión, comenzará a disponerse de una serie de recursos para lograr el éxito de la operación. Según Robín (2005:114), entre estos recursos o medidas, que empezarán a desarrollarse, los más importantes son:



La centralización de la información.



La asignación de residencia: esta medida administrativa debe permitir conservar a los individuos arrestados por el tiempo que sea necesario, a fin de que puedan ser interrogados, confrontados, reinterrogados a la luz de nuevos arrestos y mantenidos en el marco de la búsqueda de información y no en el de procedimientos judiciales.



Realizar pesquisas durante el día y la noche.

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El permiso de la circulación de personas y bienes.



La prohibición de reuniones públicas o privadas.

La división de la ciudad en zonas y éstas a su vez en subzonas, en grupos de casas y habitantes será uno de los factores característicos de la metodología contrarrevolucionaria francesa. Esta división de la ciudad está orientada a uno de los trabajos ya mencionados con anterioridad y junto al de la población civil es uno de los pilares en los que se funda la doctrina contrarrevolucionaria: la búsqueda de información y el trabajo de inteligencia. Para dichos efectos comienzan los paras a instalarse en distintos lugares que serán utilizados para doblegar la subversión. Uno de estos lugares es Villa Sésini, «un palacio morisco que se convertirá en uno de los lugares consagrados de la tortura» (Robín, 2005:131). En una entrevista que diera Paul Aussaresses, uno de los líderes de los paras en Argel, a la periodista Marie Monique Robín, cuyo trabajo hemos venido citando, señalaba aspectos cotidianos de la puesta en práctica de la metodología contrasubversiva: -Los oficiales de inteligencia daban a sus regimientos el nombre y la dirección de la gente sospechosa: «hay doscientos tipos para agarrar en tu sector». Toda esa gente resultaba agrupada tras su arresto, por eso se habló de redadas... -¿Quién procedía a efectuar los arrestos grupales? -Los comandos de paras que operaban sobre todo a la noche, porque a la noche uno estaba seguro que los iba a encontrar, por el toque de queda. -¿Luego se los interrogaba? -Sí. -¿Y había consignas para los interrogatorios? -Consignas verbales... -¿Qué les decían? -Nos decían: «hay que quebrar la capacidad del FLN para cometer atentados, y para eso hace falta conseguir información a cualquier precio, a cualquier precio...». -¿Ypara usted eso quería decir hacer uso, eventualmente, de la tortura? -¡Qué pregunta estúpida! ¡Por supuesto que comprendía la tortura! -En cuanto a la información, ¿qué se hacía con ella? -Se reacciona enseguida enviando a los hombres a buscar a los nuevos sospechosos. Si no, no sirve de nada: cuando un tipo es arrestado, sus camaradas lo saben rápidamente y se marchan, cambiando de dirección... (Robin, 2005:133).

Perfectamente el extracto anterior pudiera corresponder a un agente (civil o militar) de las dictaduras chilena o argentina, en su labor de perseguir y derrotar lo que ellos consideraban como la subversión.

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El trabajo de interrogatorio debía ser conducido por gente capacitada, apta para tal labor, de lo contrario se arriesgaba a un mal trabajo y al potencial escape de los subversivos que permanecían libres. Por eso resultaba fundamental dirigir de manera correcta los interrogatorios, utilizando para esto, y de forma eficaz, la tortura. Gracias a esta «eficacia» en los interrogatorios, los parasy sus jefes lograron reconstruir el organigrama del FLN. Se le preguntaba a un detenido por el nombre de su jefe «y uno iba al jefe y enseguida yo tenía un dibujante que diseñaba un gran boceto y lo llenaba para remontar las arborescencias hasta lo alto de la estructura piramidal del FLN [...] Nada de cortar orejas, sino de lo que se llama “picana” [...] se hacía un trabajo muy rápido, ¡a la manera de los paras!» (Robín, 2005:137). Este trabajo se debía realizar en lugares especialmente creados para tales efectos. Es así como comienzan a surgir por toda Argel los centros de alojamiento provisorio o centros clandestinos de detención. Incluso, al leer testimonios de dichos lugares parecieran ser de los sobrevivientes de la ESMA, El Olimpo o Villa Grimaldi: «Después de quince días, un mes, dos meses en los sótanos de Villa Sésini, del “casino de la cornisa” o en otra parte, la prisión se presenta como un santuario, ya que el arresto se convierte en oficial y uno puede escribirle a su familia, a su abogado, beneficiarse de un mínimo de garantías. Al principio uno está al abrigo de nuevos interrogatorios policiales y de recaer en las garras de los torturadores» (Robín, 2005:139). El centro clandestino, lugar de tránsito y de clasificación de prisioneros, se ubicaba dependiendo de los sectores, zonas y subzonas en que la ciudad había sido dividida siguiendo el método contrasubversivo. El carácter secreto de las detenciones y de las torturas será uno de los pasajes más oscuros de las dictaduras chilena, argentina o uruguaya, entre otras, como lo fue en Argel a mano de los paras, verdaderos técnicos de la guerra moderna. Junto con el centro clandestino -o producto de esto- comienza otro tipo de terror, uno que tiene un doble componente, la eliminación práctica y el disciplinamiento social: la desaparición. En otra de las entrevistas realizadas por Robín (2005:146) se puede leer: -Nuestro trabajo comenzaba al caer la noche [...] embarcaba prisioneros de los que no se había podido sacar nada y en general, hubieran hablado o no, no salían vivos de Tourelles; o bien me confiaban prisioneros en mal estado y en ese caso... -¿Los hacían desaparecer? -Desaparecían...

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-¿Esta técnica de la desaparición fue inaugurada durante la batalla de Argel? -¡Sí! No era posible emprender una acción judicial para toda la gente que uno encerraba.

Junto a este aspecto práctico de la desaparición está también el del disciplinamiento social mediante el miedo y el terror. Esta técnica racionalizada fue usada ampliamente en los centros de detención clandestinos de Argel por los paras, quienes, tras desencuentros con De Gaulle en relación a la forma en que éste llevaría la política exterior con Argelia, fundaron una organización al margen del ejército francés para sembrar el terror y defender lo que para ellos era la Argelia francesa. Dicha organización será conocida como la O.A.S.19 (Organización Armada Secreta). Sin embargo, «los atentados y la violencia indiscriminada no pudieron impedir los acuerdos de Évian, que culminaron con la independencia de Argelia en julio de 1962» (Mazzei, 2011:111), por lo que los paras, en su mayoría ex combatientes de Indochina y Argelia, comenzaron a buscar nuevos horizontes -de manera clandestina por ser muchos de ellos buscados por la justicia al cometer atentados contra De Gaulle- en donde poder plasmar sus conocimientos y poder defender al mundo greco-latino-cristiano de la amenaza comunista internacional. Fuera donde fuera.

Al respecto se puede consultar las siguientes obras: Dard, Olivier, «Voyageaucoeur de L'OAS». PERRIN, Francia, 2005; Fleury, Georges, «Histoire de L'OAS». GRASSET, Francia.

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Capítulo 3: La contrasubversión como política

El factor político de lo militar

Como hemos señalado, el anticomunismo tanto en Chile como en Argentina no es un elemento exclusivo de los años de guerra fría, sino que es un aspecto recu­ rrente al menos desde finales del siglo XIX que va a ir de la mano del desarrollo político de ambas naciones, con sus particularidades correspondientes. Esto puede explicarse, como sostiene Amagada, por una parte, por la existencia De una activo movimiento socialista y anarquista que reproducía en estos países los grandes temas del anarquismo y de la Segunda Internacional. [Por otra parte] las misiones militares prusianas -para los casos de Chile y Argentina-y francesas -en los casos de Brasil, Perú y Uruguay- traían en su bagaje una fuerte ideología en contra de estos movimientos intemacionalistas que ellos acusaban de enemigos de la patriay del Estado nacional. Tal fue la primera gran oleada anticomunista en los ejércitos del Cono Sur (Amagada, 1986:183).

Estos actores políticos comenzaron a ser vistos tempranamente como enemigos o al menos como una amenaza que se debía mantener al margen por todos los medios posibles, en una visión cargada de conspiración que buscaba claramente crear miedo y odio en el resto de la población para manipularles y luego, cuando la angustia neurótica fuera tal, suplantar las libertades y dar paso a regímenes autoritarios que reprimiesen con vigor a estos «agentes del caos y del desorden». Pero además, desde el punto de vista de las culturas políticas y las representaciones, bástenos recordar que tanto en Chile como en Argentina la influencia militar prusiana se hará sentir con fuerza desde finales del siglo XIX2Oy comienzos del XX21, influencia que no sólo toca la formación militar sino que además, como se mencionó 20

Cfr. Brahm García, Enrique. «Preparados para la guerra. Pensamiento militar chileno bajo influencia alemana 1885-1930». Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2002.

21

Cfr. Corbalán Márquez, Luis. «Nacionalismo y Autoritarismo durante el siglo XX en Chile. Los orígenes 1903-1931». Ediciones UCSH, Chile, 2009.

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antes, influye en la representación que se hace de la sociedad en su conjunto. Así, por ejemplo, El romanticismo decimonónico transferido a los militares chilenos se caracterizó por su énfasis en las emociones y la pureza de las intenciones [...] de allí la autodefinición de las fuerzas armadas como representación intocada de la nacionalidad. Esta unión esencial se realizaba en los cuarteles bajo la férrea dirección de una oficialidad germanizada y elitista que dirigía un contingente de extracción popular [...] En la práctica política del uniformado chileno, estas influencias se expresaron en la convicción de que su papel profesional implicaba necesariamente zambullirse en la política y tomar el control del poder para transformar al país, respondiéndole así al alma nacional (Varas, et al., 2011:21).

No es una sorpresa esta forma de observar la realidad política de otras latitudes que realizan las FFAA. Por ejemplo, en el contexto de comienzos del siglo XX, las razones de los argentinos Para acudir a Alemania fueron las mismas que tuvieron a la vista los gobernantes de nuestro país: el ejército prusiano era en esa época la más formidable máquina de guerra [...] Esta tendencia de los ejércitos a adoptar internacionalmente una forma común tiene también origen en factores de otra índole [...] Ellos se autoperciben [sic] como patriotas, pero ala vez como miembros de una comunidad universal: la militar (Arriagada, 1986:22).

Lo anterior es reforzado por el general de la Fuerza Aérea de Chile Nicanor Díaz Estrada, quien llegó a ser director de la Academia de Guerra Aérea en 1971 y 1972 y a partir de 1973 asumió como subjefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, cuando señala, en relación a este sentimiento de rechazo de las corrientes socialistas y anarquistas que tenían las FFAA nacionales desde comienzos del siglo XX, que Siempre aparecieron las fuerzas armadas como una contraposición al socialismo, al marxismo. Entonces, en algunas épocas esto se agravaba. Le voy a recordar los años 30: al principio de la década del 30 triunfó en Francia el Frente Popular y el 36 fue la Revolución Española, entonces lógicamente el pensamiento de los militares chilenos estaba con los militares españoles y con la derecha francesa [...] El triunfo de los nacionalistas en España, el triunfo de Franco, despertó en algunos militares un ideal de jefe, ¿comprende? Soñaban con ser los libertadores de Chile del marxismo y de las fuerzas de izquierda [...] algunos se sentían llamados, predestinados para esto [...] Yo le recuerdo a usted que el general Pinochet salió de la Escuela Militar el año 36, el mismo año de la sublevación en España (Marras, 1988: 99).

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Esta visión es similar a la del coronel del ejército chileno Carlos Molina Johnson, cuando plantea, respecto al contexto histórico de finales del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, que se «empieza a abandonar aquel sentido cristiano que la influencia hispánica incorporara en nuestra sociedad y, por supuesto, lo mismo ocurre con el consenso político» (Molina, 1989:89). Acerca de socialistas y anarquistas nacionales, el citado coronel añade que estos grupos que se originan bajo la influencia de la cuestión social o en función de determinadas concepciones que sobre el hombre y la sociedad provienen del viejo mundo [...] plantean abiertamente la supresión de las fuerzas armadas. Se distinguen entre ellos los movimientos socialistas y anarquistas que, a través de sus propios medios de difusión escritos, fustigan a los miembros de las instituciones castrenses (Molina, 1989: 90).

Así, a la larga, el fin político de este pensamiento militar está dado por la idea de sentirse predestinados a salvaguardar el «orden moral de la Patria» y para eso la observación de la coyuntura política y militar de otras latitudes resulta fundamental. En este punto resulta interesante incluir lo que Weber plantea como los rasgos distintivos de la política. Según este autor, la política se trata de: a) un quehacer que tiene que ver con actos humanos, con acciones sociales. Por ende las conductas políticas suponen la existencia de otros seres humanos que también están dotados de razón y voluntad; b) la política supone una actividad de índole directiva, por lo tanto está orientada a dirigir, a imponer nuestras propias orientaciones valorativas a los demás e incluso a intentar determinar el comportamiento de los otros; c) se trata de un tipo de actividad que es autónoma, es decir que es específica y, por añadidura, diferente de otras, lo que implica que tiene su propia lógica y reglas del juego22. Ahora bien, la visión y la praxis políticas llevadas a cabo por las FFAA latinoamericanas, o a lo menos por los dos países aquí analizados, tienen un componente fuertemente agonal23, es decir, un componente de confrontación amigo/enemigo claramente marcado. Esta visión se condice, por una parte y como se señaló al comienzo, con los pilares mismos del nacimiento del Estado moderno y, por otra, con la situación histórica específica de mediados del siglo XX. Esto, siguiendo esta línea interpretativa y a la luz de los acontecimientos en plena guerra fría, ya que la distinción política específica, «aquella a la que pueden 22

Cfr. Paul Latorre, Adolfo. «Política y Fuerzas Armadas». Editorial El Roble, Chile, 2015.

23

Cfr. Mouffe, Chantal. «Política y pasiones. El papel de los afectos en la perspectiva agonista». Editorial Universidad de Valparaíso, Chile, 2016.

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reconducirse todas las acciones y motivos políticos, es la distinción de amigo y enemigo. Lo que ésta proporciona no es desde luego una definición exhaustiva de lo político, ni una descripción de su contenido, pero sí una determinación de su concepto en el sentido de un criterio» (Schmitt, 1991:56). En otras palabras y siempre en esta línea, El pensamiento auténticamente político sólo puede producirse si previamente se reconoce que en él subyacen ineludiblemente una división de pareceres y un potencial antagonista [...] su objetivo es constituir un «nosotros» frente a un ellos, lo que implica que, en determinadas condiciones, esa relación adopte la forma de una confrontación antagónica del tipo amigo/enemigo (Mouffe, 2016:22).

A la luz de lo expresado por los miembros de las FFAA durante el período aquí abordado, y de lo ocurrido tras los respectivos golpes de Estado y las prácticas represivas aniquiladoras de las dictaduras del Cono Sur, pareciera quedar clara esta forma de entender la práctica política como una verdadera estrategia de guerra. Pero no de cualquier guerra, como se ha visto, sino de una donde la población civil es la clave. América Latina en la Escuela Superior de Guerra de París (ESG de París)

Será con el gran telón de fondo de la guerra fría que los ejércitos latinoamericanos comenzarán a seguir, con mayor o menor importancia, los acontecimientos bélicos internacionales, sobre todo lo que pasa con Francia en territorio asiático y con posterioridad lo que pase con el ejército norteamericano en dicho lugar. Y es que tras la Segunda Guerra Mundial y más marcadamente tras el triunfo revolucionario cubano de 1959, la preocupación por la «subversión» y la guerrilla comenzarán a tomarse las páginas de las publicaciones de las fuerzas armadas latinoamericanas, detallando las experiencias de otras latitudes en este asunto. En medio de procesos revolucionarios en marcha, de amenazas nucleares y de una cada vez más demandante población organizada, las FF.AA. latinoamericanas se darán cita no sólo, como se ha señalado, en la escuela del canal (Escuela de las Américas de los EE.UU.) sino que también acudirán a Francia para formarse -en años en que la lucha francesa está en pleno apogeo en Indochina y Argelia- en la doctrina de guerra revolucionaria de ese país.

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Interesante en este aspecto resulta comprobar que entre la post II Guerra Mundial y 198o24 serán un total de 93 miembros de las FF.AA. latinoamericanas los que pasarán por la ESG de París. En el cuadro posterior se muestran los nombres, países y años de las promociones de los alumnos latinos en Europa, excluyendo a los argentinos y chilenos, a los que incluiremos en las páginas que siguen25: Miembros de las FFAA latinoamericanas graduados de la ESG de París entre 1947 y 1980

Nombre

Promoción

País

IRIARTE-PAZ

Mario

75

Bolivia

1961

LEMAITRE

Robert

67

Bolivia

1953

SÁNCHEZ

Sergio

63

Bolivia

1949

BONA

AIkindar-Machado

76

Brasil

1962

BRASIL

Aridio

72

Brasil

1958

CAMPOS DE ARAGAO

José

67

Brasil

1953

CARDOSO

Miguel

66

Brasil

1952

CESAR LUCENA BARBOSA

Edouardo

83

Brasil

1969

Apellido

Año

COLONIA

Ülydio-Romulo

64

Brasil

1950

DA SILVA CAMPOS

Antonio

75

Brasil

1961

DE ALBUQUERQUE POTYGUARA

Irapaon

65

Brasil

1951

DE BASTOS CRUZ

Jorge

82

Brasil

1968

DE BIZARRIA MAMEDE

Jurandir

62

Brasil

1948

DEMENEZES-PAES

Walter

69

Brasil

1955

DE PAULA

Guercio-Osario

79

Brasil

1965

DESANTÜANNA

Job-Lorena

88

Brasil

1974

DE TOLEDO CAMARGO

José

78

Brasil

1964

ENALDO RODRIGUES DE SIQUEIRA

José

90

Brasil

1977

JATAHY

Nelly

68

Brasil

1954

1973

LUDWIG

Rubem-Carlos

87

Brasil

MACEDO-COSTA

Benjamín

71

Brasil

1957

MENDES

Melio

73

Brasil

1959

MOREIRA DE SOUZA

Eliano

86

Brasil

1972

MUSSOI

Sady-Bomi

77

Brasil

1963

NOGUEIRA

Dyrceu-Aranjo

70

Brasil

1956

Este período ha sido seleccionado porque engloba los dos procesos contrasubversivos que estudiamos: el chileno y el argentino.

La información ha sido recopilada por el autor desde la página web de la Escuela Superior de Guerra de París: http://www.ecole-superieure-de-guerre.fr/promotions/6l/io6/.

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Apellido

Nombre

Promoción

País

Año

PEDROZO

Germano

93

Brasil

1979

SEABRA DE NORONHA

Inaldo

81

Brasil

1967

SOUTO-MALAN

Alfredo

61

Brasil

1947

TAVARES

Sébastiao-Antonio

94

Brasil

1980

VASCONCELLOS

Elnio

92

Brasil

1978

VAZ DE MELLO

Ary

85

Brasil

1971

VILLELA

Carlos

74

Brasil

1960

HAUZEUR-LAVERDE

Alberto

76

Colombia

1962

JIMÉNEZ CARVAJAL

Valentín

85

Colombia

1971

MUÑOZ-RIVAS

Eduardo

62

Colombia

1948

TORRES

Hernando

69

Colombia

1955

HERDOIZA-CELLEGOS

José

70

Ecuador

1956

ANTÚNEZ DE MAYOLO MÉNDEZ

Alejandro

86

Perú

1972

BENAVIDES Y BENAVIDES

José Miguel

62

Perú

1948

CÁRDENAS CARO

Lorenzo

83

Perú

1969

CAVERO CALISTO

Arturo

71

Perú

1957

CHACÓN TEJADA

Luis

93

Perú

1979

DE LA FLOR VALLE

Miguel Ángel

73

Perú

1959

EGUSQUIZA

César

61

Perú

1947

FREYRE

Julia

76

Perú

1962

GALLEGOS VENERO

Enrique

72

Perú

1958

GIRALMORZÁN

Carlos

63

Perú

1949 1964

QUEVEDO FARFÁN

Carlos

78

Perú

ROMERO ACCINELLI

Hernán

75

Perú

1961

SALINAS SEDO

Jaime

89

Perú

1975

SOTERO PEIRANO

José Manuel

80

Perú

1966

ROSENDE

Raúl

77

Uruguay

1963

ALFONZO RAVARD

Rafael

65

Venezuela

1951

ANGARITA TRUJILLO

Rafael

71

Venezuela

1957

ARAQUE ROJAS

Luis-Alfredo

74

Venezuela

1960

ARNAL

Amaldo

77

Venezuela

1963

AUGE-GUILLEN

Raphaél

72

Venezuela

1958

CARRILLO

Luis

73

Venezuela

1959 1956

CASTRO-BECERRA

Rodolfo

70

Venezuela

CHALBAUD-TROCONIS

Pedro

75

Venezuela

1961

FERNÁNDEZ-BOLÍVAR

Víctor

76

Venezuela

1962

FERRERO-TAMAYO

Luis

79

Venezuela

1965

GARCÍA-VILLASMIL

Martín

67

Venezuela

1953

HIGUERA CASTELLANOS

Víctor

87

Venezuela

1973

LANZ CASTELLANO

Luis

83

Venezuela

1969

PÉREZ-TENREIRO

Tomás

63

Venezuela

1949

68

Apellido

Nombre

Promoción

País

Año

RIGORES

Bernardo

76

Venezuela

1962

ROMERO-CELIS

Jorge

80

Venezuela

1966

YEPEZDAZA

Jacobo-Efraín

84

Venezuela

1970

De inmediato salta a la vista la gran cantidad de alumnos graduados de la ESG de París que tienen países como Brasil que fueron gravitantes a la hora de formar, armar y/o acompañar a las dictaduras militares del Cono Sur. Venezuela y Perú son otros países que cuentan para el período de la muestra con una alta cantidad de militares graduados de la escuela gala. Sumando a los miembros de las FF.AA. de los países que acá estudiamos, podemos graficar el total de graduados latinoamericanos desde la ESG de París entre 1947 y 1980: Graduados de la ESG de París (Países de América Latina 1947-1980)

Argentina: «gorilas» y antiperonistas Junto a Brasil, Argentina será otro de los países que sumen graduados de la ESG de París y será además el país en donde en 1961 se llevará a cabo el Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, materializando y difundiendo a militares que no han viajado a la escuela francesa los temas que ahí se tratan.

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Importante es dejar en claro que el presente apartado está lejos de ser un estudio en detalle de los procesos sociopolíticos de Argentina de la segunda mitad del siglo XX. Nos interesa principalmente resaltar los puntos de encuentro entre la experiencia francesa en Argelia puntualmente y la Argentina del proceso. Para el caso trasandino existen un sinnúmero de trabajos de muy buena calidad que hacen referencia más profunda a su realidad política de mediados del siglo XX. Se sugiere consultar los lúcidos trabajos de Gabriel Périés, como «Un Modéle D’Échange Doctrinal Franco-Argentin: Le Plan Conintes 1951-1966», aparecido en Armées Et Pouvoirs En Amérique Latine (2004). Otro trabajo interesante del mismo autor es «De Argelia a la Argentina: estudio comparativo sobre la internacionalización de las doctrinas militares francesas en la lucha anti-subversiva. Enfoque institucional y discursivo», aparecido en el libro de Inés Izaguirre (2009) «Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. 1973-1983, de la editorial Eudeba. Por último, del mismo autor se recomienda leer «Les représentations de la guerre dAlgérie dans le champ révolutionnaire argentin» (1961-1975), aparecido en el libro de Catherine Brun (Ed.) Algérie D’une Guerre A L’Autre (2014). Por otro lado, existen diversos autores que abordan la relación franco-argentina en temas de contrasubversión, siendo tratada de manera abierta, a diferencia de nuestro país, permitiendo un mayor número de trabajos que analizan el asunto, dentro de los cuales se pueden destacar los buenos asunto de autores como Mario Ranalleti, Une présense francaise fonctionnelle: les militaires franeáis en Argentine aprés 195526 y La guerra de Argelia y Argentina. Influencia de la inmigración francesa desde 194527; de Daniel Mazzei, La misión militarfrancesa en la Escuela Superior de Guerra y los orígenes de la guerra sucia, 1957-1962*-, de Carlos Guerrero Velázquez, El impacto ideológico de la Escuela Francesa sobre

Ranalletti, Mario. «Une présence francaise fonctionnelle: les militaires francais en Argentine aprés 1955». En Revista Matériaux pour l'histoire de notre temps, n° 67, 2002. Disponible en http://www.persee.fr/ web/revues/home/prescript/article/mat_O769-32o6_2OO2_num_67_l_4O24Ol.

Ranalletti, Mario. «La guerra de Argelia y Argentina. Influencia de la inmigración francesa desde 1945». En Anuario de Estudios Americanos, Vol. 62, N° 2, año 2005. Disponible en http://estudiosamericanos. revistas.csic.es/index.php/estudiosamericanos/article/viewArticle/57. Mazzei, Daniel. «La misión militar francesa en la Escuela Superior de Guerra y los orígenes de la guerra sucia, 1957-1962». En http://elt0p0blindad0.c0m/files/Articul0s/06.%20Terr0rism0%20de%20Estad0%20 y%2oDoctrina%2ode%2oSeguridad%2oNacional/Mazze¡,%2oDaniel.%2oLa%2omision%2omilitar%2O francesa%2oen%2ola%2oEscuela%2oSuperior%2ode%2oGuerra%2oy%2olos%2Oorigenes%2O de%2ola%2oGuerra%2oSucia.pdf.

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el ejército argentino29; de María Oliveira-Cézar, El aprendizaje de la Guerra Contrarrevolucionaria30, entre otros. Uno de los primeros países, como se ha dicho, en comenzar a analizar el método francés en su lucha interna contra la «subversión terrorista», junto a Brasil, será Argentina. No sólo parte de sus uniformados comenzarán a recepcionar las noticias del método galo desde sus autoridades políticas en Europa, sino que además estarán en los cursos de guerra contrarrevolucionaria que se dictan tras la experiencia en Indochina en la Escuela Superior de Guerra de París, por lo que las transferencias teórico-discursivas asumirán un rol no menor en la elaboración de mapas mentales que serán vitales para definir con posterioridad quiénes formaban parte de la subversión interna argentina desde la década de los 6os hasta los 8os. Tal como ocurre con Chile, en Argentina, tras la II Guerra Mundial, el predominio norteamericano en cuanto a doctrina militar será, aun no siendo el único, el que guíe las directrices de acción y pensamiento al interior de las filas. Será sobre todo tras el derrocamiento de Perón en 1955 que la doctrina norteamericana comience con más fuerzas a reemplazar a la alemana31, siendo notorio un periodo de «desperonización» de las fuerzas armadas argentinas. Tal y como lo propone Mazzei, En el marco de la sustitución de la doctrina de defensa se dio un mayor interés por nuevas formas de guerra, no tradicionales, surgidas en el marco de la Guerra Fría: la Guerra Nuclear o Atómica y la Guerra Revolucionaria. En ese contexto también se eclipsó, definitivamente, la influencia alemana sobre el Ejército argentino, siendo reemplazada por el predominio de las tradiciones militares norteamericana y francesa (Mazzei, 2011:106).

En este contexto de ebullición social, que se condice con el estado en que se encontraban varios países de la región, incluido el nuestro, el año 1956 se llevará a cabo un levantamiento de militares «peronistas» que será fuertemente reprimido 29

30 31

Guerrero Velásquez, Carlos. «El impacto ideológico de la Escuela Francesa sobre el ejército argentino». En Revista Persona y Sociedad, Vol. XXV, N° 2, año 2011. Disponible en http://biblioteca.uahurtado.cl/ UJAH/856/txtcompleto/txtal31208.pdf Oliveira-Cézar, María. «El aprendizaje de la Guerra Contrarrevolucionaria». En Revista Todo es Historia, N° 435- Disponible en http://www.mediafire.com/view/7spt4cape44ar2aw.

Al respecto se puede ver Warren Schiff, «The influence of the Germán Armed Forces and War industry on Argentina. 1880-1914». En http://www.jstor.org/discover/lo.23O7/25l2OO2?uid=3737784&uid=2&u id=4&sid=2HO4O28928o9l; además, los trabajos de Goñi, Uki, «Perón y los alemanes. La verdad sobre el espionaje nazi y los fugitivos del Reich», Sudamericana, Buenos Aires, 1998; Goñi, Uki, «La auténtica Odessa. La fuga nazi a la Argentina de Perón», Paidós, Buenos Aires, 2002.

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por el gobierno presidido por Aramburú, produciéndose innumerables muertes. Este acontecimiento nos interesa ya que tras este hecho de violencia extrema contra los «alzados» se irá configurando al interior del ejército un grupo decididamente antiperonista, los gorilas, quienes además de antiperonistas compartirán un elemento central: su anticomunismo. Sin embargo, es necesario señalar que a diferencia de Chile, los militares argentinos tenían más de una experiencia de involucramiento en la política nacional trasandina desde la década del 30. Ahora bien, en la década del 50 este anticomunismo en el ejército transandino se verá fortalecido con la llegada a «la Comandancia en Jefe del Ejército de Carlos Severo Toranzo Montero, el más duro de los jefes antiperonistas, que durante dos años ejerció una tutela pretoriana sobre el presidente» (Romero, 2010:144). Durante la administración de Frondizi (1958-1962) y tras esta «desperonización» de las FF.AA argentinas, comenzará a girar el periscopio doctrinal trasandino en busca de nuevas materias más atingentes a la realidad nacional, regional y global. De esta búsqueda resulta interesante mencionar el abandono de la Doctrina de Defensa Nacional, cuyo eje estaba centrado en la defensa fronteriza de ataques externos, pasando a un pensamiento doctrinal que centra el peligro no fuera de las fronteras sino que, como bien se sabe, al interior mismo de cada nación. Surgen, por lo tanto, temáticas de preocupación central en este nuevo momento del orbe, una será la preocupación por el tema nuclear y otra será por el tema de la guerrilla, la subversión o revolución. Tempranamente Argentina, ya bajo la administración de Aramburú, comienza a observar con interés aquello que se está llevando a cabo en Argelia y que se resume como la lucha contra la subversión comunista internacional. La lectura que hacen aquellos militares sindicados como los «gorilas», provenientes mayoritariamente del ejército, sobre una parte del peronismo de mediados del siglo XX argentino va en la línea de entenderlo como una expresión más de la amenaza comunista y subversiva que ya se expresaba en otras realidades y que por lo tanto debía ser cortada de raíz32. Este periodo es crucial a la hora de analizar la conformación doctrinal y la elaboración discursiva de buena parte de los militares argentinos. Tal como sostiene Mario Ranalletti, la década de 1950 a 1960 fue fundamental para el futuro de las relaciones militares entre Francia y Argentina. «En el plano militar, el período que comenzó en 1955, con la caída del presidente Juan Domingo Perón 32

Cfr. op. cit. Mazzei, Daniel, p. 132.

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por un nuevo golpe de Estado, será el de formación de los futuros oficiales que asumirán la responsabilidad gubernamental en el momento del golpe militar del 24 de marzo de 1976» (Ranalletti, 2002:104). Por otra parte, uno de estos militares que resultará crucial para la circulación de ideas y modelos entre los ejércitos francés y argentino será el coronel Carlos Rosas, quien tras la caída de Perón impulsará la llegada de militares franceses a la Escuela Superior de Guerra de Argentina, así como el envío de personal argentino a la Escuela Superior de Guerra de París. Así lo explícita en un documento el coronel francés AR Bernard, quien fuera agregado militar en la embajada de Francia en Argentina: Después de la revolución de septiembre [de 1955], el Ejército Argentino se está reorganizando y es interesante tener en cuenta que algunos de sus miembros más influyentes miran a Francia para tomar ideas o modelos. Ya informé acerca de la instalación de un lugar adicional para una pasantía en nuestra ESG [Escuela Superior de Guerra]. La acción del Coronel Rosas propone reestructurar la EMG [Estado Mayor] de acuerdo con las normas francesas (Ranalletti, 2002:104; Oliveira-Cézar, 2003:74).

El coronel Rosas junto a otros militares argentinos se darán cita en la ESG de París, sobre todo durante las décadas del 50 y 60, como se muestra en el siguiente cuadro33:

Cuadro elaborado por el autor con base en la información de la Escuela Superior de Guerra de París. Disponible en: http://www.ecole-superieure-de-guerre.fr/promotions/6l/io6/.

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Personal de las FF.AA. argentinas graduado de la ESG de París

Apellido

Nombre

Promoción

País

Año

Rojas

Aurelio-Adolfo

62

Argentina

1948

Arriban

Víctor-Jorge

65

Argentina

1951

Rosas

Carios-Jorge

67

Argentina

1953

Tibiletti

Pedro

68

Argentina

1954

Hure

Nicolás

69

Argentina

1955

Mom

Maurique-Miguel

70

Argentina

1956

López Aufranc

Alcides

71

Argentina

1957

Daneri

Edgardo

72

Argentina

1958

Correa

Daniel

73

Argentina

1959

Aguirre

Carlos

74

Argentina

1960

Carranza-Zavallia

Juan

75

Argentina

1961

Sarmiento

Julio

75

Argentina

1961

Gutiérrez-Morchio

Juan

76

Argentina

1962

Alonso

Adán-José

TI

Argentina

1963

García-Fiorito

Guillermo

79

Argentina

1965

Arguindegui

Joige

81

Argentina

1967

Dapia

Charles

83

Argentina

1969

Schollaert

Albert

85

Argentina

1971

Gerona

José-Luis

94

Argentina

1980

Total

19

Esta mayor cercanía entre militares franceses y argentinos también permeará otras instancias de las relaciones sociales trasandinas, como por ejemplo el impulso del integrismo católico de extrema derecha (lo que excede el presente trabajo). Pero además, las estrechas relaciones de cooperación franco-argentina en las décadas del 50 y 6o permitirá la recepción y transferencia de escritos y manuales utilizados por parte del ejército galo en su lucha contra la subversión comunista internacional, siendo central este factor en lo que se refiere a la difusión doctrinal francesa en Argentina en un primer momento y al resto de los países del Cono Sur en un segundo momento. Esta transferencia se debe en parte a la temprana llegada de militares franceses a Argentina, quienes traen no sólo la derrota humillante en Dien Bien Phu, sino que, sobre todo, un método que estaba siendo puesto en práctica en Argelia y que estaba listo para ser probado en otras latitudes. En este sentido, siguiendo a Ranalletti, «la misión militar francesa se trasladó a la Escuela

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Superior de Guerra en 1957 y los oficiales franceses enviados a Argentina -como el teniente coronel Patrice de Naurois, el teniente coronel Frangois Peter Badie, el coronel Robert Louis Bentresque, el teniente coronel John Henry Nougués o Gran Esnon- eran muy apreciados por sus colegas argentinos en el período 1955-1965» (Ranalleti, 2002:105).

Occidentales y católicos: la misión francesa y la contrarrevolución en Argentina Como ya se ha mencionado, no serán pocos los militares argentinos que comiencen, especialmente entre 1955 y 1965, a interesarse en la metodología francesa. Algunos de ellos de renombre y otros de más bajo perfil, tendrán diversa participación en los sucesos represivos tras el golpe de 1976. Entre los más importantes discípulos de los franceses podemos encontrar [...] al general de división Carlos Rosas, quien introdujo a los franceses en Argentina y que llegaría a ser comandante del II Cuerpo (Rosario) [...] los generales de división Nicolás Cándido Hure, quien propusiera en 1964 el plan de reorganización del ejército para aumentar su eficacia en la guerra moderna, y Osiris Villegas, subjefe del Estado Mayor que ya retirado estuvo bajo Onganía al frente del Consejo Nacional de Seguridad y escribió tratados de guerra revolucionaria y seguridad nacional. [También al] general de división Alcides López Aufranc, el único que estuvo quince días en Argelia en plena guerra y que llegaría a comandante del III Cuerpo (Córdoba) y luego a jefe del Estado Mayor bajo la presidencia del general Alejandro Agustín Lanusse (Oliveira-Cézar, 2003:74).

Estos personajes, algunos de ellos claves en el accionar represivo tanto nacional como provincial argentino, recibieron los conocimientos en los múltiples viajes de intercambio desde Argentina a Francia y viceversa que se realizaron entre 1950 y 1970. Siguiendo a María Oliveira-Cézar, se puede señalar a modo de ejemplo que [...] en 1958,120 cadetes argentinos de la Escuela Superior de Guerra, de la Escuela Superior Técnica del Ejército y de la Escuela Superior de Información viajan a Francia y hacen un alto de dos días en Argelia. En mayo de 1966, la Escuela Superior de Guerra Aérea francesa viaja a la Argentina y en noviembre de 1966 devuelve la visita la Escuela de Aviación Militar argentina. En octubre de 1967 viaja la Escuela Nacional de Guerra argentina, en septiembre de 1968 es la Escuela de la Fuerza Aérea francesa la que se desplaza, en marzo de 1970 le toca el tumo a la Escuela Superior de Guerra Aérea Francesa y así sucesivamente (Oliveira-Cézar, 2003:74).

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Este ir y venir de elementos militares argentinos, en algunos casos al lugar mismo (Argel) en donde la teoría estaba siendo puesta en práctica, significará también la circulación de las ideas de la doctrina de guerra revolucionaria francesa. En este contexto, por firma de Frondizi, se ejecuta una de las primeras manifestaciones de la lucha contra la subversión en el país vecino, con el plan de Conmoción Interna del Estado (CONINTES), en que junto con declarar el estado de sitio se pone bajo el mando militar a las policías federales para llevar a cabo una violenta represión34. Uno de los principales personajes en la introducción del estudio doctrinario francés en los cuarteles argentinos fue Carlos Rosas, quien, «según todas las fuentes consultadas», es señalado «como el verdadero inspirador de este giro hacia las doctrinas francesas sobre Guerra Revolucionaria» y quien, además, «había sido agregado militar en Francia y alumno de la Ecole Supérieure de Guerre de París hasta 1955» (Mazzei, 2011:107). No había duda que la guerra que se libraría al interior de cada Estado y con métodos diferentes sería contra el comunismo internacional. En el horizonte argentino, los montoneros y algunas fracciones del peronismo, a los que se unirían el PRT-ERP, entre otros, eran la expresión viva de este enemigo multiforme que socavaba en sus narices la civilización greco-latina y cristiana a la que se pertenecía. Al respecto, Daniel Mazzei en su trabajo incorpora algunos testimonios de ex militares argentinos que nos aproximan a la profundidad a la que llegaron los postulados franceses. En uno de ellos, el general Ramón J. Camps señala: El enfoque francés era más correcto que el norteamericano; aquél apuntaba a la concepción global y éste al hecho militar exclusiva o casi exclusivamente [...]. El conflicto mundial en curso, para ellos, no era pues ideológico ni psicológico, ni frío, ni tibio ni caliente. Es la guerra en la cual cada adversario emplea todas las fuerzas disponibles, violentas y no violentas, para hacer ceder al otro beligerante, conquistarlo u obligarlo a renunciar a sus objetivos políticos (Mazzei, 2011:112).

El general Acdel Vilas, quien fuera el primer jefe del «Operativo Independencia», agrega: Reconozco, y lo digo con orgullo, que desde antiguo venía prestando atención a los trabajos sobre el particular editados en Francia -y traducidos en la Argentina o en España- de oficiales de la OAS y del Ejército francés que lucharon en Indochina y en Argelia. [...] En base a la experiencia recogida a través de estos clásicos del tema [...] comencé a impartir órdenes (Mazzei, 2011:112). Decreto secreto, S 9880/1958. Bs. As., 14/11/1958. Texto completo en: http://www.infoleg.gov.ar/ infoleglnternet/anexos/2O5OOO-2O9999/2O9O52/norma.htm (visitado el 15/02/2014). - 76 -

Esta penetración doctrinal en parte importante del ejército argentino quedará demostrada en los contenidos de los manuales de procedimiento, de operaciones y tácticas que dicha institución comienza a crear para formar a la joven oficialidad militar. Entre los documentos que hemos tenido a la vista podemos mencionar (más adelante los analizaremos en profundidad) los siguientes35: •

El manual N° RC-16-4 de 1967, titulado «EXAMEN DE PERSONAL Y DO­ CUMENTACIÓN».



El manual N° RV-200-10 de 1968, titulado «SERVICIO INTERNO».



El manual reservado N° RC-5-2 de 1968, titulado «OPERACIONES SICO­ LÓGICAS».



El manual N° RC-8-3 de 1969, titulado «OPERACIONES CONTRA LA SUBVERSIÓN URBANA».



El manual N° RC-8-2 de 1969, titulado «OPERACIONES CONTRA FUERZAS IRREGULARES». Tres tomos.



El manual secreto N° RC-16-5 de 1973, titulado «LA UNIDAD DE INTELI­ GENCIA».



El manual reservado N° RE-16-60 de 1974, titulado «CONTRAINTELIGEN­ CIA. Medidas de Contrainteligencia».



El documento secreto N° RC-9-1 de 1975, titulado «OPERACIONES CONTRA ELEMENTOS SUBVERSIVOS (PROYECTO)».



El manual reservado N° RE-9-51 de 1976, titulado «INTRODUCCIÓN DE LUCHA CONTRA ELEMENTOS SUBVERSIVOS».



El manual reservado N° RE-10-51 de 1977, titulado «INSTRUCCIÓN PARA OPERACIONES DE SEGURIDAD».



El manual reservado N° RC-16-1 de 1977, titulado «INTELIGENCIATÁCTICA».

Para la presente investigación se debe agradecer la ayuda de Juan Marco Candeloro, Secretario de la Comisión de Apoyo a los Juicios por delitos de lesa humanidad de Mar del Plata, Argentina. Algunos de estos documentos están disponibles en http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/document/ document.htm.

En cada uno de estos manuales y documentos, tanto públicos como secretos, se desarrollan los temas centrales que dan vida a la doctrina de guerra revolucionaria francesa, es decir, la importancia de la división territorial en el actuar contra la subversión (zonas y sub-zonas) y la correcta dominación de la población civil para disputarla a los subversivos (acción psicológica). Así lo deja en claro Agustín Feced, por entonces Jefe de la Policía de una de las unidades zonales de Argentina (declaraciones que por lo demás reflejan los postulados franceses): Una vez detenidos elementos probablemente subversivos, a raíz de los elementos que probaban que eran subversivos, se informaba al Comando del Cuerpo de quien dependía yo operacionalmente, aconsejando la detención, y el que resolvía respecto de la detención era el Comando del Cuerpo. Los canales de información que poseíamos nosotros, propios, de la propia fuerza, en base a declaraciones de detenidos, establecían la existencia de otros elementos y procedíamos a su búsqueda y detención (Águila, 2008:51).

La adopción de la doctrina francesa en su periodo de mayor influencia (19571962) posibilitó, como lo afirma Mazzei, «un impacto demasiado violento en el Ejército, que desequilibró psicológicamente a una parte importante de los cuadros superiores y creó una hipersensibilidad y psicosis anticomunista sumamente perjudicial» (Mazzei, 2011:135). Esta psicosis de la que bien habla Mazzei fue en definitiva lo que permitió la aceptación de planteamientos y posturas foráneas como si fueran propias (entendiendo que ninguna recepción es pura ni automática). El comunismo internacional era representado en Argentina, según los militares encantados con la doctrina francesa, por el peronismo. Además, el «aporte» francés fue bien recibido por parte importante de la iglesia católica argentina, que de la mano castrense y en pleno desarrollo de la guerra fría veía cómo el mundo era debilitado por las fuerzas del mal (comunismo), ante las cuales debían armarse. En esta línea, y como lo describe Ranaletti, En un intrincado entramado silogístico, todo esto se encadenaba como proposiciones lógicas irrefutables -su fundamento último se hallaba en la religión católica-, dando origen a un esquema de pensamiento que puede resumirse de la siguiente manera: toda protesta social encubría, detrás de las reivindicaciones sociales, económicas o políticas, una acción tendiente a debilitar al occidente «católico»; el objetivo era subvertir el orden establecido para acabar con la civilización «occidental y cristiana». Lo dicho permitía poner en práctica todo tipo de acciones, aun las más crueles e inhumanas, para defender a la «civilización» amenazada de muerte (Ranaletti, 2005:288).

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En resumidas cuentas, y siempre siguiendo a Ranaletti (2005), la matriz francesa aportó decisivamente al menos en los siguientes ámbitos: 1.

la operación ideológico-discursiva de transformar a todo activista político en un «subversivo»;

2.

la consolidación en el imaginario militar argentino de la idea de que una tercera guerra mundial ya había comenzado (algo anticipado por Perón), de la cual los fracasos colonialistas franceses (Indochina, Suez, Argelia) y la Revolución Cubana eran la confirmación;

3.

la idea de que toda protesta social era el resultado de la acción encubierta del «comunismo internacional», fuera cual fuere su signo político y su objetivo;

4.

la idea de que la guerra fría era un enfrentamiento entre «civilizaciones», es decir, el Occidente capitalista y católico frente a la Unión Soviética, empeñada en destruir dicha civilización occidental para instalar el «materialismo ateo», en una extemporánea recuperación del pensamiento político medieval.

Estas directrices serán asumidas en parte importante por las FF.AA. latinoamericanas, quienes, seguros que la guerra (imaginada) se manifestaba por doquier bajo la figura del subversivo/a (también imaginado), veían en los manuales transcritos, traducidos o en los cursos de formación en la Escuela Superior de Guerra de París, o en el laboratorio represivo en que se había convertido Argel, una manera eficaz y actualizada de enfrentar a este nuevo enemigo (interno) que asechaba al occidente cristiano. Un elemento no debe quedar fuera del análisis del impacto doctrinal francés en la Argentina de los años sesentas y setentas: la migración de les pieds-noirs desde Argelia hacia Argentina. Y es que tras la nueva derrota gala (esta vez más política que militar), con los acuerdos de Evian que ponían fin a la presencia colonial francesa en Argelia, los franceses de Argelia buscarán nuevas tierras para asentarse. Así, por ejemplo, a comienzos del mes de enero de 1964, Un grupo de sesenta familias desembarca en el puerto de Buenos Aires [...] Durante los dos años siguientes, otros cinco grupos se agregarían, conformando un total de ciento cincuenta familias oficialmente registradas en el marco de esta emigración. El 19 de octubre de 1964 se firmó el acuerdo entre los gobiernos, que incluía interesantes ventajas para los «colonos». Entre Ríos, Formosa (El Colorado), Chaco, Salta (Rosario de Lerma), Río Negro (Valle Azul) y San Juan fueron los lugares de destino asignados a las familias

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pieds-noirs que desembarcaron en el puerto de Buenos Aires esperando encontrar tantas oportunidades como en Argelia, pero sin la presencia de los árabes (Ranaletti, 2005:294).

Los principales destinos fueron España y Argentina. Esta migración incluye, según plantea Ranaletti, «los sentimientos de éxodo y exilio muy presentes en los individuos que la componen». Además, siempre citando al mismo autor, «dos características presentaban la mayoría de los franceses que llegaban a la Argentina con la derrota del colonialismo en África del Norte y en Extremo Oriente a cuestas: un furioso anticomunismo y un catolicismo exacerbado» (Ranaletti, 2005:293). Algunos de estos desplazados desde territorio argelino hacia tierras sudamericanas eran prominentes miembros de la Organización Armada Secreta (OAS)36, quienes, beneficiándose de los programas de asentamiento en Argentina de los años sesenta, pudieron no sólo escapar de juicios que en Francia los esperaban, sino que además algunos de ellos llegaron a colaborar de manera directa o indirecta en la construcción de este imaginario llamado lucha contra la subversión, ahora en Argentina, ya que estos colonos «se encontraron con una sociedad crispada por los avances sociales y económicos logrados por los trabajadores algunos años antes y en estado de agitación, por lo que creían que eran signos de la presencia de un enemigo interno y la “expansión” de la “subversión” comunista en el cuerpo social» (Ranaletti, 2005:296). El tema les era familiar, las características además fueron leídas con las mismas limitaciones analíticas y los recién llegados creían en los mismos fantasmas (el comunismo y sus demonios locales). Ahora bien, aquellos galos que partían a «una nueva aventura en tierras lejanas en el interior del país, como los colonos, fueron ajenos a los problemas políticos nacionales, pero quienes se instalaron en las grandes aglomeraciones (como Buenos Aires y Mendoza) rápidamente pudieron recuperar antiguos hábitos y prácticas» (Ranaletti, 2005:296). El tratamiento de la subversión en los manuales del ejército argentino. Una copia a medida de la DGR francesa

Para el caso argentino es importante recalcar que incluso antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 ya se habían establecido diversas tareas legislativas y de reorganización zonal del país, para poder combatir el peligro subversivo. Junto a 36

Nos referimos a Hervé Faure, Nicole y Michel Bésineau, Bertrand de Perseval, Yves Gardes (responsable de la «organización de masas» de la OAS), Paul Gardy (último jefe máximo de la OAS), el capitán Bertrand de Gorostarzu, Alain Serrien, entre otros. Ver Ranalletti, Mario, op. cit., pp. 295-296.

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esto, los manuales con los que eran educados los nuevos miembros del ejército comenzaban tempranamente a difundir lo sustancial de la metodología francesa. Lo anterior se desprende a la hora de revisar algunos de estos documentos oficiales del ejército argentino, públicos o secretos, que empiezan ya en la década del 6o a dar forma a la contrasubversión. Manual secreto «Operaciones sicológicas», N° RC-5-2 En noviembre de 1968, siendo Comandante en Jefe del ejército argentino el general Alejandro Agustín Lanusse, se publicaba de manera reservada -a diferencia de los manuales púbicos RC-16-4 de 1967 y RV-200-10 de 1968- el manual Operaciones sicológicas», documento N° RC-5-2. En éste se daban las directrices generales de lo que se entenderá por una operación de tipo sicológica, así como funciones y tareas específicas a seguir para poder desarrollar una acción de este tipo, ya que tal y como lo señala el mismo documento en sus primeros puntos, «Este reglamento complementa a todos los reglamentos de conducción» (Ejército Argentino, 1968:1). El manual además clarifica la terminología utilizada. Así, una acción sicológica será entendida como un recurso «permanente de la conducción que regula el empleo de métodos, técnicas y medios que influyen sobre el campo síquico de determinado público» (Ejército Argentino, 1968:2). A su vez, una operación sicológica es un «empleo planeado de una acción sicológica para influir en la conducta y actitudes, a fin de favorecer o perjudicar a determinado público». Finalmente, la guerra sicológica se entiende como «el enfrentamiento de un conflicto llevado a cabo por la estrategia nacional, fundamentalmente a través de la acción sicológica, para influir en los grupos hostiles a fin de lograr los objetivos políticos» (Ejército Argentino, 1968:2). El documento, siguiendo de cerca los lincamientos galos al respecto, indica cuáles serán las finalidades de las operaciones de tipo sicológicas. Algunas de ellas son:

a.

Disminuir la moral y la eficiencia enemigas.

b.

Incitar y coordinar la subversión de una población.

c.

Contrarrestar la propaganda y subversión enemigas.

d.

Motivar la colaboración de neutrales e indiferentes.

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Estas finalidades de una operación sicológica, sobre todo las mencionadas en las letras c) y d), se insertan en relación directa con aquellas que desde la derrota francesa en el Dien Bien Phu venían siendo desarrolladas por este ejército en materia de combate contra la subversión37. De ahí que no sorprenda que el manual señale que estas operaciones se usarán durante:

a.

La guerra fría, generalizada y limitada.

b.

Las operaciones no convencionales.

c.

Las operaciones contra fuerzas irregulares.

d.

Los planes y programas contra prisioneros de guerra y civiles internados.

e.

Las operaciones de asuntos civiles.

Todos estos puntos nos recuerdan los manuales y la argumentación teórica de los postulados franceses. Por otra parte, y siempre siguiendo lo dispuesto en este manual, las operaciones sicológicas, al utilizarse como apoyo de las operaciones militares, ayudan al logro de diversas tareas estratégicas. Las operaciones contrasubversivas son una de ellas. Al respecto, el manual establece que «en las zonas liberadas u ocupadas podrá el enemigo ejecutar acciones subversivas aisladas y/o esporádicas. En estas situaciones [se llevarán a cabo] las OS [operaciones sicológicas] a efectos de inducir a la población a abstenerse al movimiento subversivo» (Ejército Argentino, 1968:127). El documento, finalmente, incorpora elementos centrales de la metodología francesa, en especial aquellos explicitados en las conferencias y cursos dictados por Lacheroy, en materia de infiltración y trabajo sicológico para derrotar a las fuerzas irregulares. Las operaciones contra fuerzas irregulares, indica el documento: Serán aquellas operaciones conducidas contra los elementos irregulares enemigos. Ellas incluirán las medidas políticas y militares planeadas para combatiry eliminar a los elementos irregulares dentro de una zona determinada. Las operaciones contra fuerzas irregulares podrán desarrollarse durante la guerra limitada o después de ella, y serán más comunes en situaciones de guerra fría o generalizada (Ejército Argentino, 1968:143).

No es que las técnicas sicológicas sean una invención por parte del ejército francés. Se entiende que este método, largamente utilizado en la guerra, aquí se pone en valor sólo en lo que concierne a los aportes franceses al respecto.

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Agrega el citado manual, en una reflexión que ya hiciera Galula y que nutre el método francés38, que: La causa fundamental de la subversión en gran escala, manifestada por acciones agresivas abiertas y/o encubiertas, radicará generalmente en el descontento de cierta parte importante de la población con las condiciones políticas, económicas, etc., prevalecientes en una zona determinada. Generalmente, tales zonas podrán caracterizarse como de insuficiente desarrollo, bajo nivel de vida, malas condiciones sanitarias, insatisfacción política, etc. En este ambiente, las OS, en apoyo de operaciones contra fuerzas irregulares, deberán apoyar un programa nacional tendiente a modificar las causas que motivaron la subversión, a la par que apoyar las operaciones militares (Ejército Argentino, 1968:143).

Los objetivos de estas tareas de acción sicológica no son muy nuevos respecto de aquellos establecidos en el combate de la subversión argelina por parte de los paras franceses, es decir, y siguiendo lo explicitado en el manual, estas operaciones en el marco de la lucha contra fuerzas irregulares buscan «lograr el apoyo de la masa del pueblo al gobierno legal (nacional o local)», esperando obtener los siguientes resultados:

a.

Inducir a la defección y al descontento entre los elementos insurgentes.

b.

Neutralizar el apoyo civil a las fuerzas irregulares enemigas.

c.

Disuadir a los civiles de cualquier actividad insurgente.

d.

Ganar la confianza de los elementos no comprometidos de la población.

e.

Ganar, conservar y fortalecer el apoyo de la masa de la población civil.

f.

Fomentar y mantener la moral de las fuerzas legales.

En definitiva, se busca ganar las mentes de la población a la par de aniquilar a la subversión, en lo que puede ser un resumen que gráfica lo que fueron las dictaduras chilena y argentina en los años setenta y ochenta.

Que como ya se señaló en la primera parte de este trabajo, también influyó en el mundo militar norteamericano de mediados del siglo XX, cuyos integrantes modificarán estos postulados para expandirlos a través de los cursos dictados en la Escuela de las Américas de Panamá, sobre todo en la década de los sesenta y setenta.

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Manual secreto «Operaciones contra la subversión urbana», N° RC-8-3 Siendo aún Comandante en Jefe del ejército argentino Alejandro Agustín Lanusse, se elaboró otro manual cuyo objetivo era el combate a la subversión, esta vez urbana. El «Manual secreto de operaciones contra la subversión urbana», de julio de 1969, es un instrumento doctrinal en donde se expresan de manera clara y por­ menorizada las líneas directrices de la guerra revolucionaria, con las adecuaciones realizadas por el ejército argentino. Tal como lo señala el propio documento, el manual busca «Satisfacer las necesidades de conducción de las fuerzas terrestres que operan en un teatro de operaciones o zona de emergencia, en los cuales una subversión urbana constituya una manifestación principal o muy importante de la actividad enemiga que ya ha sobrepasado a las fuerzas de seguridad» (Ejército Argentino, 1969:2). El manual, al igual que aquellos escritos de militares franceses, navega por las causas que llevan a la proliferación de actos considerados como de subversión urbana, repasando la importancia, como ya se ha explicado en este trabajo, de la acción sicológica en la población civil, y revisando el por qué, el cómo y el cuándo de dichos actos en un teatro de operaciones cualquiera. Asimismo, el manual detalla los distintos niveles de «subversión», pasando por la peligrosidad de un tumulto de personas descontentas, hasta acciones planificadas y organizadas para cometer algún acto de sabotaje armado. Esta amplitud de lo que se entiende por subversivo es lo que llevó a la dictadura argentina, junto a la chilena, a ser de una brutalidad racionalizada en extremo. A la hora de precisar cómo combatir a dichos elementos subversivos, el manual es claro y coincidente con los manuales galos. Así, entre las finalidades que recalca al analizar las operaciones de seguridad en un área urbana destacan:

a.

Aislar a la población del enemigo, evitando que éste se valga de aquélla como masa de maniobra.

b.

Consolidar a la población a través de medidas físicas y sicológicas, a fin de que apoye decididamente a las fuerzas legales.

c.

Reprimir a los grupos enemigos para neutralizarlos o destruirlos.

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Además, el manual explicitará la importancia que reviste la población civil tanto para los elementos subversivos como para las fuerzas represivas. Sin el apoyo popular, señala el instrumento militar, El enemigo nada conseguirá. Para él, por lo tanto, resultará vital la conquista de este aspecto. Difícilmente conseguirá el apoyo total, pero le será suficiente contar con el apoyo de una parte de la población y la indiferencia de la mayoría para iniciar sus operaciones. [...] En la subversión urbana, el factor humano tendrá una especial gravitación porque constituirá el medio fundamental sobre el cual se apoyará la insurrección (Ejército Argentino, 1969:24).

El citado documento, añade que Un ambiente subversivo impondrá la necesidad de actuar en un clima de inseguridad y a veces de zozobra, de lucha frecuentemente solapada, donde la población jugará un rol importantísimo. Para un ambiente tal, las fuerzas legales deberán ser preparadas mediante un sólido adoctrinamiento y con medios adecuados. [...] La subversión podrá presentarse combinadamente con las operaciones convencionales y con distintos sistemas de armas, complicando el ambiente y aportando un número ilimitado de matices que darán complejidad a distintas situaciones (Ejército Argentino, 1969:25).

Esta descripción del ambiente en que se llevará a cabo la lucha contrasubversiva se condice bastante con aquel ambiente que se nos presentaba en los distintos manuales galos: una lucha solapada, es decir, oculta. Oculta sobre todo en la población, por lo tanto, ese oculto es visible a la vez que invisible, de ahí la necesidad para lasfuerzas legales de utilizar mecanismos distintos a los que hasta ese momento se venían utilizando. De ahí también que la metodología francesa aparezca tan útil y atractiva para una América Latina explotando en movimientos sociales organizados, pero además atractiva para un imperio que ponía sus ojos en un triunfante Vietnam, ya que Estados Unidos será quien rápidamente contacte a parte de los militares franceses para conocer su método, resignificarlo, aplicarlo y enseñarlo. Uno de los elementos que más llama la atención del método francés es la división y subdivisión de la ciudad en zonas. El manual argentino que revisamos no deja afuera este aspecto central, a nuestro entender, de la maquinaria represiva tanto de la dictadura argentina como de la chilena39: Uno de los elementos que más recuerdan nuestras familias es la impresión y miedo que daba al salir a la calle y ver en cada manzana y cuadra a militares de cara pintada, con armamento de guerra, observando la cotidianidad de un país cercenado. Eso respondía precisamente a esta lógica de subdivisión del territorio urbano.

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Para facilitar la identificación y consecuentemente el empleo de las fuerzas legales, se podrá dividir una ciudad en tres tipos de zonas diferenciadas, a saber: a) zona urbana verde. Será aquella en donde exista normalmente el orden. La vida de la población se desarrollará en paz y tranquilidad relativas. La seguridad constituirá una acción de rutina [...] b) zona urbana roja. Será aquella más vulnerable a la acción de la subversión. El enemigo la preferirá para su accionar. Si bien estará bajo el control permanente de las fuerzas legales, el enemigo tendrá suficiente libertad de acción en la misma y normalmente estará en capacidad para llegar a controlar algunos sectores [...] c) zona urbana amarilla. Será aquella faja de transición entre la zona urbana verde y la roja. Ni las fuerzas legales ni el enemigo ejercerán sobre ella un control efectivo (Ejército Argentino, 1969:31).

Esta clasificación de las zonas según su potencial desarrollo de fuerzas subversivas o irregulares será la que permita la implementación táctica de la división zonal en Argentina, con la consecuente represión en sus distintos niveles. El área urbana argentina fue dividida, utilizando la lógica de seguridad anteriormente descrita, en áreas, sub-áreas, sectores y sub-sectores, los que tenían un control policial y/o militar para la neutralización subversiva. Junto con lo anterior, el documento aquí citado dará las luces de cómo operarán en el campo urbano los diversos comandos militares, quienes, para conseguir aniquilar a la subversión, deberán instalar distintas bases de combate en puntos estratégicos de la ciudad. Estas bases de combate, en términos más cotidianos, serán los distintos centros clandestinos que emergerán en puntos diversos de la ciudad. El manual expresa lo siguiente: 1) Los elementos de las fuerzas terrestres que ejecuten operaciones de seguridad en zonas urbanas establecerán bases de combate desde las cuales operarán. 2) Una base de combate será el punto de partida de todas las operaciones a llevar en contra de los elementos subversivos dentro de la zona de responsabilidad de un determinado elemento. 3) Una base de combate contendrá los elementos esenciales de comando, de control, de comunicaciones, de apoyo de comando y servicios para apoyo de combate del elemento correspondiente. 4) Las bases de combate se ubicarán en forma tal que faciliten el desarrollo de las operaciones dentro de la zona y su propia seguridad [...] (Ejército Argentino, 1969:37).

Y agrega el citado manual, en relación a la acción sicológica tanto de la subversión como de las fuerzas legales, que Un movimiento de insurrección urbana tratará de ejercer un control sicológico y físico sobre la población. Dicho control lo logrará por una red de dirigentes que operará de manera abierta o encubierta en las distintas manzanas o barrios de la ciudad. [...] La

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insurrección urbana hará un intenso empleo de la acción sicológica para obtener y mantener el apoyo civil. [...] Será esencial para las fuerzas legales poseer, recuperar y mantener el control sobre la población urbana. Hasta tanto ello no se logre, este control pasará a ser un objetivo de primera prioridad. Para ello se buscará, en primer lugar, separar a la masa de los ciudadanos de los elementos subversivos. En segundo lugar, restablecer el control policial sobre los sectores reconquistados. Finalmente, desarrollar en ellos rápidas y eficaces medidas de recuperación y orden y una oportuna acción sicológica destinada a evitar que la subversión continúe ejerciendo algún tipo de control sobre los individuos más reacios al poder legal (Ejército Argentino, 1969:39).

El extracto anterior, donde hemos resaltado líneas centrales, es a nuestro entender clarificador a la hora de revisar los puntos de contacto doctrinales. Leerlo es leer los postulados que ya hiciera Mao y que fueran estudiados, entre otros, por los franceses derrotados por dichas ideas, quienes al elaborar y compendiar en manuales algunas de sus tácticas usadas en Argelia estarían brindando una herramienta poderosa al resto de países que verán en esas páginas un mecanismo válido de combate a la subversión mundial y sus expresiones locales. Manual «Operaciones contra fuerzas irregulares», N° RC-8-2 de 1969

Los tres tomos que componen este estudio son una muestra más de cuánto inte­ rés despertó en el ejército argentino el tema del combate contrasubversivo. Por su extensión, sólo tomaremos algunos aspectos relevantes para nuestro trabajo. Clarificador resulta el poder observar el detalle gráfico de cómo se establecía en terreno una operación de seguridad en una localidad urbana:

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0

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Fuente: Manual «Operaciones

contra fuerzas irregulares».

Un elemento presente en cada uno de los manuales hasta aquí revisados ha sido el control de la población local. El separar a la masa civil del poder «subversivo» será, así como lo fue en Argelia para los franceses, una misión central en que el ejército argentino (y podemos decir con propiedad que también el chileno) dedicará particular interés. Tal como se observa en la figura anterior, el control por manzanas será una de las instancias más focalizadas del método represivo aquí analizado. El manual entrega detalles que, querámoslo o no, nos recuerda lo que Trinquier escribió para derrotar al FLN-ELN argelino décadas atrás:

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El control por manzanas se establecerá dividiendo cada manzana en sectores. Se nombrará un jefe residente por manzana. Los jefes de familia y negocios de cada sector deberán dar parte sobre todos los movimientos de personas al jefe del mismo, incluyendo la llegada y salida de sus propias familias o empleados, vecinos y extranjeros. Los jefes de sector informarán al jefe de manzana sobre todos los movimientos del sector. El jefe de manzana elevará diariamente un informe a la autoridad designada sobre los movimientos que son regulares. Se informará inmediatamente sobre la presencia de personas extrañas y otros incidentes irregulares (Ejército Argentino, 1969, tomo 1:51-52).

El manual también es explícito en cuanto a la conformación tipo de una organi­ zación clandestina:

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Fuente: Manual «Operaciones

contra fuerzas irregulares».

El tomo I del manual aquí analizado repara en aquello que es central -y que hemos venido reiterando-para este tipo de conflicto. Así, señala que la contrasubversión deberá centrarse en tres elementos claves: 1) mejorar las condiciones de vida de la población, ya que se entiende que la guerra de tipo revolucionaria (siguiendo a los

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teóricos franceses, replicados en los manuales argentinos) pasa principalmente por las condiciones de vida desfavorables de la mayoría de la población; 2) control de la población y de los recursos, y 3) operaciones de contraguerrilla. El mejorar las condiciones de vida de la población es uno de los elementos principales para separar a la masa civil del accionar subversivo (esto sumado al control policíaco obviamente). Así se entiende este tipo de guerra de carácter psicológica. El documento aquí citado sostiene en relación al mejoramiento de la calidad de vida de la población, que ésta: Podrá materializarse en la construcción o rehabilitación de los medios de transporte y comunicaciones, escuelas, hospitales y templos; la ayuda en programas para el mejoramiento de la agricultura, siembra, cosecha o elaboración de productos; la distribución de alimentos, ropa y asistencia médica de emergencia, etc. [...] La acción cívica militar, con tales programas, buscará el apoyo, la lealtad y el respeto de la población hacia las autoridades constituidas, como así también hacia las fuerzas armadas, al demostrar la preocupación del gobierno por mejorar el bienestar del pueblo [...] La acción cívica militar deberá ser explotada mediante una adecuada difusión en todos los niveles (locales, regionales y nacionales), a fin de crear una imagen de progreso (Ejército Argentino, 1969, tomo 1:81).

Todo esto, como ya se indicó, tenía el objetivo de aislar a los subversivos, ya que la población es el principal margen de ocultamiento de las fuerzas irregulares clandestinas. Por eso, junto con el mejoramiento de la calidad de vida, se desarrollará todo un trabajo de control de la población para «identificar y neutralizar a los elementos subversivos, sus organizaciones y actividades» (Ejército Argentino, 1970: 81). Este trabajo de control será ejecutado, según lo recomienda el citado manual, por las fuerzas de seguridad, no por las fuerzas armadas. Algunas de las principales medidas40 para controlar a la población serán, de acuerdo al manual analizado:

a.

El control de las vías de comunicación.

b.

El registro y la captura.

c.

El control por manzanas.

d.

La prohibición de reuniones y concentraciones ilegales.

e.

La confiscación y el control de tenencia de armas.

Hemos destacado aquellas que consideramos centrales para el presente trabajo.

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f.

El establecimiento del toque de queda.

g.

La suspensión de los derechos individuales.

h.

La censura de los medios de difusión públicos.

El tomo II del citado manual centra su análisis en el desarrollo, caracterización y combate de la guerrilla. En tanto, el tomo III, que junto al tomo I son los que expondremos en extractos en este trabajo por ser más atingentes a nuestra temática, se dedica al estudio de la guerra revolucionaria, siendo aún más claros los contactos, recepciones e influencias en sus postulados con aquellos establecidos a mediados del siglo XX por los franceses. Así, a la hora de definir lo que se entiende por guerra revolucionaria, el documento señala: La guerra revolucionaria responde, por su finalidad, a la clasificación de guerra ideológica. Es la que desarrolla el comunismo internacional para imponer la doctrina marxista en el mundo, abarcando todos los campos de la actividad humana. Esta guerra se llama revolucionaria por cuanto busca un cambio radical en todas las estructuras y hasta en la misma concepción de la vida. La guerra revolucionaria se desarrolla permanentemente en forma subversiva y a veces, localmente, en forma clásica [...] Tratándose de una guerra ideológica, no podrá finalizar definitivamente con una transacción, sino que su fin significará la victoria total de uno de los bandos en pugna (Ejército Argentino, 1969, tomo III: 1).

A su vez, define la contrarrevolución como «aquella que se opone abiertamente a la hegemonía comunista y también abarca todos los campos de la actividad humana». La responsabilidad en la conducción de este tipo de guerra «estará a nivel nacional y necesitará de la participación de todos los organismos gubernamentales. Por ello será necesario que las fuerzas armadas estudien este tipo de guerra en su totalidad, pues deberán coordinar su acción con la del conjunto del país» (Ejército Argentino, 1969, tomo III: 1-2).

De nuevo las fases Al igual que las etapas de la guerra revolucionaria mencionadas en las primeras páginas de este trabajo, y que fueran teorizadas por los militares franceses, el manual argentino establece también 5 fases en la evolución de la guerra revolucionaria:

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Primera fase: Despliegue e infiltración. El objeto de esta fase es la de or­ ganizar un aparato revolucionario dentro de la población [...] Cuando el aparato revolucionario esté organizado, se iniciará la agitación dentro de la sociedad a atacar.



Segunda fase: Desvinculación de la población con el poder legal. Por medio del temor se buscará hacer replegar a la población sobre sí misma, para que no participe en la lucha del lado de las fuerzas del orden. Se manifestará por medio de desórdenes, sabotajes, terrorismo sistemático y/o selectivo, agitación y propaganda en favor de la ideología comunista, todo lo cual contribuirá a crear un clima revolucionario.



Tercera fase: Control de la población. Esta fase permitirá el dominio físico y sicológico de la población ya que permitirá encauzarla en la dirección fijada por la revolución.



Cuarta fase: Creación de zonas dominadas. Se crearán zonas dominadas cuando sólo subsista en ellas una administración rebelde, permitiendo por consiguiente la formación de un gobierno revolucionario.



Quinta fase: Ofensiva general. Cuando las zonas dominadas sean suficiente­ mente extensas y el resto del país presente condiciones favorables, se pasará a la ofensiva general, tanto civil como militar. Con el triunfo de esta fase se logrará el reemplazo del gobierno legal por el gobierno revolucionario.

Estas fases no se diferencian mucho de aquellas propuestas por Galula, Lacheroy o Trinquier, entre otros, situando el problema de la subversión a nivel de lucha global ideológica y de carácter total. Al detenernos, encontramos que al referirse sobre aquellas estrategias utilizadas por la guerra de tipo revolucionaria, pareciera ser la descripción de la estructura del Viet Minh más que el análisis propio de las estructuras locales. Al respecto, el manual señala que los medios que empleará la estrategia general abarcarán todos los órdenes. Los más importantes serán los siguientes:

a.

El Partido Comunista Internacional.

b.

Los partidos comunistas nacionales.

c.

Los frentes internacionales.

d.

La diplomacia.

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e.

La acción económica.

f.

La asistencia técnica.

g.

La ayuda y/o presión militar.

h.

La vinculación cultural.

Manual secreto de «La Unidad de Inteligencia», N° RC-16-5 de 1973

Uno de los objetivos centrales, junto con el de la conquista de la población civil, será el de desarrollar un eficaz trabajo de inteligencia, medio por el cual se logrará dicha conquista de la masa civil. Así se entendió en Indochina, en Argelia y entre los militares latinoamericanos, incluidos, claro está, chilenos y argentinos. Según detalla el manual mencionado, la misión de la Unidad de Inteligencia será la de «realizar, en forma permanente, las actividades de inteligencia que le competen y las que le ordene el comando del cual depende». Además, señala el documento, entre sus funciones estarán:



Proponer el reclutamiento y despliegue del personal para realizar las acti­ vidades ejecutivas de su responsabilidad.



Realizar las actividades de investigación que expresamente se ordenen.

Dentro de las capacidades de la Unidad de Inteligencia estará, siempre siguiendo el citado documento:

Ejecutar los procedimientos técnicos de las siguientes actividades de in­ teligencia:



1.

Reunión de información.

2.

Contrainteligencia.

3.

Sabotaje.

4.

Subversión.

5.

Actividades sicológicas secretas.

La estructura de un batallón de inteligencia seguirá por lo general la pauta de la imagen que se inserta a continuación, en donde aparecen la jefatura y su respectivo estado mayor, así como las unidades y sub-unidades.

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Manual «Operaciones contra elementos subversivos (proyecto)», N° RC-9-1 de 1975 Otro de los manuales que creemos central de destacar es el titulado Operaciones contra elementos subversivos». En él se despliegan, de manera similar a algunos ya mencionados, los preceptos básicos referentes a la subversión, la contrasubversión y las organizaciones subversivas. Como ha podido apreciarse, Argentina ya estaba totalmente preparada, por la coyuntura política específica que le tocó vivir desde mediados del siglo XX en adelante, para hacer frente a este nuevo tipo de guerra, de ahí la profunda producción (en comparación con Chile) sobre este asunto. El manual en lo específico reemplaza a algunos que ya revisamos, pues expresa que «tiene por finalidad establecer nuevas orientaciones y bases doctrinarias sobre la participación de la fuerza en la lucha contra la subversión», para lo cual, agrega, «se hace necesario reordenar y actualizar las prescripciones y terminologías en vigencia» (Ejército Argentino, 1975:1). Así, el presente manual viene a reemplazar otros anteriores como los tres tomos del manual «Operaciones contra fuerzas irregulares» (RC-8-2) y el manual de «Operaciones contra la subversión urbana» (RC-8-3). El documento es fundamental a la hora de develar los contactos (ya esbozados en manuales anteriores) franco-argentinos en materia doctrinal. Así, el manual explícitamente señala que: En el contenido de este reglamento se ha procurado condensar doctrina adaptándola a nuestro ambiente nacional; en particular, la referida a procedimientos de ejércitos que han actuado en operaciones contra elementos subversivos, los que en la mayor parte de los casos cumplían una etapa de la llamada «Guerra Revolucionaria». La diferencia fundamental de aquellos casos (Indochina, Argelia, Vietnam, etc.) y el propio radica en que en ellos se desarrollaba una lucha de pueblos que se rebelaban contra la dominación de una potencia extranjera, ejercida de hecho, como en los dos primeros o a través de un gobierno títere, como en el último [...] En nuestro caso, la subversión no puede invocar esa razón sin falsedad (Ejército Argentino, 1975:2).

De manera similar a los manuales anteriormente descritos, el presente documento doctrinal analiza las fases, los alcances y las formas de lucha que adoptarán tanto las fuerzas subversivas como las «legales». Coincidirá que el elemento central de disputa con la subversión es la población civil. Al analizar la estructura organizacional de la subversión, presenta un esquema similar a los desarrollados por los franceses a

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la hora de estudiar al Viet Minh. Así, según el manual, en una organización básica subversiva existirá una jerarquía superior que puede ser extranjera y que patrocina el accionar subversivo. Una jerarquía política será la que secunde a la anterior y será la que resida en el propio país de desarrollo de la subversión. Le seguirá una jerarquía político-militar según la figura clásica que se presenta a continuación:

Jerarquía Superior (I) --------- j-------

I

A esta estructura básica, idéntica a aquellas analizadas por los galos de mitad del siglo XX, le seguirá otra estructura más compleja de tipo celular, que en definitiva será la que utilicen principalmente las organizaciones clandestinas latinoamericanas de los años sesenta y setenta:

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