Júbilos de Lima
 9783968693217

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PEDRO DE PERALTA BARNUEVO

JÚBILOS DE LIMA

Edición de Ignacio Arellano

Iberoamericana - Vervuert 2022

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BIBLIOTECA INDIANA Publicaciones del Centro de Estudios Indianos/ Proyecto Estudios Indianos-PEI Universidad de Navarra Universidad del Pacífico (Perú) Editorial Iberoamericana Dirección: Ignacio Arellano, Celsa Carmen García y Martina Vinatea Coordinador: Elio Vélez Comité asesor: Trinidad Barrera, Universidad de Sevilla Miguel Donoso, Universidad de los Andes, Santiago de Chile Andrés Eichmann, Academia Boliviana de la Lengua Paul Firbas, Stony Brook University, The State University of New York Pedro Lasarte, Boston University Raúl Marrero-Fente, University of Minnesota, Minneapolis Alfredo Matus, Academia Chilena de la Lengua, Santiago de Chile Rosa Perelmuter, University of North Carolina at Chapel Hill Sara Poot-Herrera, University of California, Santa Barbara José Antonio Rodríguez Garrido, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima

Biblioteca Indiana, 53

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47) Derechos reservados © Iberoamericana, 2022 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2022 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-288-9 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96869-320-0 (Vervuert) ISBN 978-3-96869-321-7 (e-book) Depósito Legal: M-9781-2022 Diseño de la cubierta: Marcela López Parada Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

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ÍNDICE

Prefacio y dedicatoria...................................................................... 7 Prólogo. El autor y la obra. Breves notas..................................... 9 Elementos y objetivos de la fiesta. Generalidades.................................. 13 Los Júbilos de Lima. Circunstancias externas y estructura....................... 15 Glosas a los Júbilos.................................................................................. 20 La introducción general. Marco espacial e histórico........................ 20 Las fiestas......................................................................................... 22 Excurso primero. El desfile de los naturales.................................... 27 Excurso segundo. El carro de la pompa triunfal.............................. 38 Invocación de clausura..................................................................... 40 Procedencia del texto............................................................................ 41 Bibliografía........................................................................................ 43 Júbilos de Lima.................................................................................... 47

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PREFACIO Y DEDICATORIA

Mis objetivos en las presentes páginas son muy limitados: no me propongo irrumpir de manera impetuosa en cuestiones tan provocativas como las identitarias —aunque algo habrá que decir— o el criollismo más o menos militante —asuntos suscitados sobre todo por la sección que protagonizan los naturales en la fiesta descrita en este documento—, sino ofrecer a un lector moderno interesado en esta tipología textual, tan abundante en el Siglo de Oro (Alenda y Mira, 1903), una edición de los Júbilos de Lima lo más limpia posible, acompañada de un aparato de notas que pueda ayudar a la comprensión de las referencias que Peralta disemina por su texto —algunas apuntadas en las acotaciones marginales, otras sin aviso especial—, y prologada por someros comentarios de los aspectos que considero más notables. *** Esta edición va dedicada a don Hernando Orellana Pizarro, p­ atrono y presidente de la Fundación Obra Pía de los Pizarro, cuya generosa ayuda y liberal entusiasmo ha impulsado el Proyecto de Estudios Indianos (PEI) en cuyo marco se desarrollan las publicaciones a la que este breve volumen pertenece. Sea, pues, modesto testimonio de nuestro agradecimiento. Ignacio Arellano. Puebla de los Ángeles, diciembre 2021

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Prólogo EL AUTOR Y LA OBRA. BREVES NOTAS

El «doctor Océano»1, como fue llamado Peralta por la amplitud de sus conocimientos y apetitos intelectuales, nace en Lima en 1664, y en esa ciudad fallece en 1743. Ocupa, pues, un territorio entre siglos, que además corresponde a un cambio de estirpe en la monarquía hispánica, que pasa de la Casa de Austria a la de Borbón. Partidario de los nuevos monarcas y aficionado a las cosas de Francia, se suele situar en el camino hacia la Ilustración, aunque buena parte de sus textos pertenecen a los estilos del Barroco, como esta misma relación de las fiestas que se edita aquí. Ambas vertientes no escapan a la agudeza de Riva-Agüero, quien en el capítulo sobre Peralta inserto en sus Estudios de literatura peruana escribe: Con el testamento de Carlos II y los progresos del partido borbónico, predominante en Castilla e Indias, no tuvo ya que recatar sus férvidas simpatías; y se despachó a su gusto en la Parentación por la muerte del último soberano español austriaco (impresa en Lima el año de 1701). Allí inserta una larga elegía en francés, que comienza: Reines de la douleur, déesses de l’effroi... con la apología más vibrante de los Borbones y de Francia y las sabidas aclamaciones al allanamiento fraternal de las barreras pirenaicas, y la prenda de unión entre las dos grandes naciones por la persona del nuevo rey hispano (1962, p. 177).

1  Ver Luis Alberto Sánchez, El doctor Océano... (1967). Para una introducción algo elemental a la figura de Peralta ver Romero Rivera, 2017.

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Y sitúa la erudición del limeño en la genealogía barroca de la ávida curiosidad, mencionando algunos precedentes significativos: El famoso D. Pedro de Peralta, matemático y físico, ingeniero, poeta, historiador y panegirista oficial, que para nuestro Virreinato fue como un Pico de la Mirándola longevo, encaja muy bien, por la universalidad de sus aptitudes y estudios, entre el coro de sus contemporáneos, los escritores españoles de las épocas de Carlos V y Felipe II2: el Arzobispo D. Juan de Caramuel, D. Francisco Antonio de Artiga y Artieda, D. Gabriel Álvarez de Toledo, el jesuita Casani, el mejicano D. Carlos de Sigüenza y Góngora, y hasta el mismo D. Diego de Torres; eruditos formidables, ciclópeos, casi todos políglotos y un tanto estrafalarios, que así trataban de astrología, geometría y fortificaciones, como de antigüedades sacras y profanas, y a la vez componían versos líricos, épicos o dramáticos (1962, p. 167).

Destaca en efecto, Peralta, por su múltiple erudición, que el padre Feijoo evoca en la semblanza inserta en el discurso que dedica a los «Españoles americanos»: En Lima reside don Pedro de Peralta y Barnuevo, catedrático de prima de matemáticas, ingeniero y cosmógrafo mayor de aquel reino, sujeto de quien no se puede hablar sin admiración, porque apenas (ni aun apenas) se hallará en toda Europa hombre alguno de superiores talentos y erudición. Sabe con perfección ocho lenguas, y en todas ocho versifica con notable elegancia. Tengo un librito, que poco ha compuso, describiendo las honras del señor duque de Parma que se hicieron en Lima. Está bellamente escrito, y hay en él varios versos suyos harto buenos en latín, italiano y español. Es profundo matemático, en cuya facultad o facultades logra altos créditos entre los eruditos de otras naciones, pues ha merecido que la academia real de las Ciencias de París estampase en su historia algunas observaciones de eclipses que ha remitido; y el padre Luis Feville, doctísimo mínimo y miembro de aquella academia, en su Diario, que

2  Debe de haber alguna errata o un lapsus de Riva-Agüero: los escritores de la época de Carlos V y Felipe II no son contemporáneos de Peralta, como el texto parece indicar. Entiendo que Riva-Agüero quería decir que en el coro de los contemporáneos de Peralta, entre los escritores limeños de entresiglos, Peralta encaja muy bien con los escritores anteriores que cita, y también con alguno más cercano como Sigüenza y Góngora o Torres Villarroel. En el texto de Riva Agüero, 1938, p. 241, se lee lo mismo.

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imprimió en tres tomos en cuarto, le celebra mucho. Lo mismo hace monsieur Frezier, ingeniero francés, en su Viaje, impreso. Es historiador consumado, tanto en lo antiguo como en lo moderno; de modo que sin recurrir a más libros que los que tiene impresos en la biblioteca de su memoria, satisface prontamente a cuantas preguntas se le hacen en materia de historia. Sabe con perfección (aquella de que el presente estado de estas facultades es capaz) la filosofía, la química, la botánica, la anatomía y la medicina. Tiene hoy sesenta y ocho años o algo más; en esta edad ejerce con sumo acierto, no sólo los empleos que hemos dicho arriba, mas también el de contador de cuentas y particiones de la real audiencia y demás tribunales de la ciudad, a que añade la ocupación de presidente de una academia de matemáticas y elocuencia que formó a sus expensas. Una erudición tan vasta es acompañada de una crítica exquisita, de un juicio exactísimo, de una agilidad y claridad en concebir y explicarse admirables. Todo este cúmulo de dotes excelentes resplandecen y tienen perfecto uso en la edad casi septuagenaria de este esclarecido criollo (Teatro crítico universal, tomo IV, discurso VI, II, 10).

En la entrada (debida a Víctor Peralta Ruiz) del Diccionario biográfico electrónico de la Real Academia de la Historia de España hallará el lector interesado numerosos detalles sobre el escritor, que resumo en las líneas siguientes, remitiendo para más datos a Peralta Ruiz, quien le atribuye el conocimiento de seis idiomas (no los ocho que señalaba Feijoo): el latín, el portugués, el inglés, el griego, el francés y el italiano. En 1687 escribe en griego el poema Apolo Fúnebre, en lamento por el terremoto de aquel año que causó graves daños en Lima y el Callao. Se ocupa de cuestiones médicas y morales a propósito del nacimiento de un niño con dos cabezas en sus Desvíos de la naturaleza o tratado del origen de los monstruos (1695). Con la nueva dinastía dedica varios poemas panegíricos a Felipe V de España y a Luis XIV de Francia. Antes de los Júbilos de Lima, escribe la relación de la entrada del virrey marqués de Castelldosrius (en 1707), que titula Lima triunfante, glorias de América, juegos pitios, y júbilos de la Minerva peruana en la entrada que hizo su excelencia en esta muy noble y leal ciudad, emporio y cabeza del Perú (1708), texto en el que af loran algunos motivos posteriores, como la corografía de Lima, la atención a la historia de la monarquía (no hay en este caso presencia especial de los naturales, como la habrá en los Júbilos de Lima), los elogios al virrey, o la carga erudita para

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e­jemplificar o justificar personajes y conductas, y para construir el edificio cultural de la celebración, centrado en este caso sobre todo en el recibimiento en la Universidad de San Marcos y en el certamen literario que celebraba las virtudes del nuevo virrey en las composiciones poéticas en torno al símbolo de la palma, emblema heráldico del marqués, en cuyo escudo figuraban doce palmas. La erudición de Peralta es reconocida por el virrey, que lo nombra catedrático de prima (la plaza más prestigiosa) de matemáticas en la Universidad de San Marcos, donde llegó a ser rector. En su calidad de Cosmógrafo mayor del reino edita un almanaque astronómico, y de su interés en la arquitectura militar da fe su tratado Lima inexpugnable, discurso hercotectónico o de defensa por medio de la fortificación de este grande emporio (1740), dejando inédita otra serie de trabajos sobre música, aritmética y náutica. No menos atención prestó a los temas de política: elogió el gobierno de los virreyes Ladrón de Guevara (Imagen política del gobierno del Excmo. Señor D. Diego Ladrón de Guevara), y Diego Morcillo (con tres obras: El Júpiter Olímpico, El Templo de la Fama Vindicado y el Diálogo de la Justicia y la Verdad), y en la ya mencionada Lima triunfante, al marqués de Castelldosrius. Al virrey marqués de Villagarcía, sucesor del virrey marqués de Castelfuerte, presentó El Cielo en el Parnaso, cartel del certamen poético que ofrece, dedica y consagra afectuosa, rendida y reverente la Real Universidad de San Marcos de Lima [...] al excelentísimo señor D. Antonio Joseph de Mendoza Sotomayor y Caamaño, marqués de Villagarcía (1736). En este género la obra que se considera mejor expresión de sus ideas políticas es la relación del gobierno del marqués de Castelfuerte («Esta relación de gobierno es considerada una de las más importantes del siglo xviii, al lado de las memorias de los virreyes Manuel de Amat y Junyent y Francisco Gil de Taboada y Lemus», Peralta Ruiz, sin fecha ni paginación). Relacionadas con este campo deben contarse las obras históricas Historia de España vindicada (1730) y Lima fundada o Conquista del Perú (1732, en verso, a la manera de una epopeya que narra las hazañas de Francisco Pizarro), en las que se basa sobre todo en fuentes eruditas, aunque muestra a veces su preocupación por no disponer de materiales de primera mano3. 3  Sobre la concepción de la tarea historiográfica en Peralta, ver Pérez Magallón, 2009.

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Escribió también piezas dramáticas como la comedia Afectos vencen finezas, o la traducción de Rodoguna de Corneille, poesías varias, etc. Dentro de su producción me interesa recordar en el panorama de mis objetivos los textos que describen las fiestas celebrativas en diversas ocasiones, o actividades relacionadas con este tipo de actos. Ya he mencionado la Lima triunfante, a la entrada en Lima del virrey Castelldosrius, y El cielo en el Parnaso, al marqués de Villagarcía. Añádanse el Cartel del certamen. El Júpiter Olímpico. Para la festiva celebración poética que consagra reverente la Real Universidad de San Marcos de Lima, emporio del Perú, al Excmo. Señor D. Fray Diego Morcillo [...] en ocasión de su fausto feliz recibimiento en sus escuelas (1720); la Relación de la sacra festiva pompa que en reverente acción de gracias de la exaltación a la cardenalicia dignidad del eminentísimo señor D. Fr. Gaspar de Molina y Oviedo, obispo de Málaga... (1739), y sobre todo los Júbilos de Lima (1723), que edito en este volumen4. Elementos y objetivos de la fiesta. Generalidades El gran universo de la fiesta barroca5 incluye muchas variedades (entradas reales y virreinales, carnavales, Corpus Christi, júbilos por victorias militares...), entre las cuales resultan especialmente notables las que se organizan en la ocasión de beatificaciones y canonizaciones (para las de ámbito sacro) y las relacionadas con la familia real (las civiles y cortesanas). En los diversos componentes estructurales de la fiesta6 (proclamación, procesiones, arquitecturas efímeras y exhibiciones de imágenes, despliegue jeroglífico y emblemático, representaciones teatrales,

También cabe recordar que a Peralta se debe el programa iconográfico del arco triunfal erigido en Lima para la cabalgata del 3 de diciembre de 1724, en aclamación del nuevo rey Luis I, que por cierto ya había fallecido a causa de las viruelas (en agosto de ese año). Las fiestas limeñas para esta ocasión las describe Fernández de Castro y Bocángel, en el Elisio peruano..., 1725. Para ellas hizo Peralta una loa que acompañó a la comedia de Zamora Amar es saber vencer y el arte contra el poder, representada en la celebración del palacio del virrey marqués de Castelfuerte el 9 de febrero de 1725. Ver Rodríguez Garrido, 2000 y 2017. 5  Ver para distintas fiestas (sobre todo hagiográficas) y diversos elementos de las mismas Arellano, 2007, 2008, 2009a, 2009b, 2010, 2013. 6  Ver Torres Olleta, 2009, para completos análisis de los distintos componentes de las fiestas hagiográficas que se pueden muy bien aplicar a estas cortesanas. 4 

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Escribió también piezas dramáticas como la comedia Afectos vencen finezas, o la traducción de Rodoguna de Corneille, poesías varias, etc. Dentro de su producción me interesa recordar en el panorama de mis objetivos los textos que describen las fiestas celebrativas en diversas ocasiones, o actividades relacionadas con este tipo de actos. Ya he mencionado la Lima triunfante, a la entrada en Lima del virrey Castelldosrius, y El cielo en el Parnaso, al marqués de Villagarcía. Añádanse el Cartel del certamen. El Júpiter Olímpico. Para la festiva celebración poética que consagra reverente la Real Universidad de San Marcos de Lima, emporio del Perú, al Excmo. Señor D. Fray Diego Morcillo [...] en ocasión de su fausto feliz recibimiento en sus escuelas (1720); la Relación de la sacra festiva pompa que en reverente acción de gracias de la exaltación a la cardenalicia dignidad del eminentísimo señor D. Fr. Gaspar de Molina y Oviedo, obispo de Málaga... (1739), y sobre todo los Júbilos de Lima (1723), que edito en este volumen4. Elementos y objetivos de la fiesta. Generalidades El gran universo de la fiesta barroca5 incluye muchas variedades (entradas reales y virreinales, carnavales, Corpus Christi, júbilos por victorias militares...), entre las cuales resultan especialmente notables las que se organizan en la ocasión de beatificaciones y canonizaciones (para las de ámbito sacro) y las relacionadas con la familia real (las civiles y cortesanas). En los diversos componentes estructurales de la fiesta6 (proclamación, procesiones, arquitecturas efímeras y exhibiciones de imágenes, despliegue jeroglífico y emblemático, representaciones teatrales,

También cabe recordar que a Peralta se debe el programa iconográfico del arco triunfal erigido en Lima para la cabalgata del 3 de diciembre de 1724, en aclamación del nuevo rey Luis I, que por cierto ya había fallecido a causa de las viruelas (en agosto de ese año). Las fiestas limeñas para esta ocasión las describe Fernández de Castro y Bocángel, en el Elisio peruano..., 1725. Para ellas hizo Peralta una loa que acompañó a la comedia de Zamora Amar es saber vencer y el arte contra el poder, representada en la celebración del palacio del virrey marqués de Castelfuerte el 9 de febrero de 1725. Ver Rodríguez Garrido, 2000 y 2017. 5  Ver para distintas fiestas (sobre todo hagiográficas) y diversos elementos de las mismas Arellano, 2007, 2008, 2009a, 2009b, 2010, 2013. 6  Ver Torres Olleta, 2009, para completos análisis de los distintos componentes de las fiestas hagiográficas que se pueden muy bien aplicar a estas cortesanas. 4 

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s­ermones, danzas, música, certámenes poéticos y de ingenio, fuegos artificiales, etc.) entra una gran variedad de elementos espectaculares, extraídos de las fuentes más variadas. La estructura de la fiesta mantiene un esquema básico, perceptible en la descripción de Peralta para las de Lima, con pompa más o menos asombrosa según las circunstancias del evento y la categoría de los personajes y ocasiones dignos de celebración. Algunos elementos pueden reiterarse a lo largo de un festejo (procesiones, cabalgatas, fiestas de toros y cañas, espectáculos pirotécnicos, comedias, bailes, certámenes poéticos...). Habitualmente el volteo de campanas, las músicas de tambores, clarines, chirimías y otros instrumentos, y el despliegue nocturno de luminarias y fuegos artificiales dan comienzo al programa festivo. Tras la proclamación de la fiesta los comisarios y encargados de los diversos actos llevan a cabo su cometido, implicando a distintos estamentos de la ciudad: en Lima especialmente los gremios y los representantes de los naturales, todos impulsados por las autoridades civiles y eclesiásticas. Uno de los objetivos evidentes de las fiestas es provocar un asentimiento emotivo del público, al que se asocia a la exaltación de los santos (en fiestas de canonización o beatificación) o de los reyes y príncipes, como en el caso de la fiesta limeña que nos concierne. Para conseguirlo se despliegan todas las estrategias religiosas, políticas y estéticas necesarias de una puesta en escena lo más fastuosa posible, a la que contribuyen todos los sistemas de signos propios de una verdadera representación teatral, en la que las autoridades proponen un sistema de valores por medio de todo tipo de mecanismos comunicativos, expresivos y conativos para reforzar y asegurar la lealtad al sistema que se exhibe: vistosidad de vestuario en desfiles bien jerarquizados, joyas esplendentes, músicas, máquinas efímeras de función casi siempre emblemática (especialmente en forma de arcos triunfales y otro tipo de arquitecturas urbanas perecederas), y todo tipo de diversiones (los infaltables toros, pero también fiestas venatorias, juegos de sortija y alcancías, batallas alegóricas...), entre las que no faltan las mascaradas grotescas y las funciones risibles, como se verá. Se produce de este modo un circuito de mutua relación entre el que gobierna y los gobernados, que no escapa a la percepción de Peralta, quien recuerda al comienzo de la sección de «paseos, máscaras y pompa triunfal» que

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La aprobación del que gobierna es el más eficaz estímulo del que obedece; es otro segundo imperio con que precisa sin mandar, de suerte que el servicio que aplaude se hace precepto para el que desea. Virtud es que tiene el agrado del superior hacer fecundos los empeños y dar posteridad a los obsequios. Hácese gloria de la aceptación y se aspira como a premio a la siguiente. Hay entre el príncipe y el súbdito cierta correspondencia de generosidad, pues de la manera al primero los favores empeñan al segundo los méritos para otros. Así la gozosa complacencia con que su excelencia aprobaba y aplaudía el obsequio de cada pompa, era un poderoso incentivo y un tácito pero infalible inf lujo para la siguiente. Así añadiendo los gremios a la nobleza de su propria emulación la eficacia de esta gloria, continuaron discurriendo nuevos y más ilustres regocijos.

Doctrina (religiosa o política) y diversión son las dos bases que sustentan las fiestas, que en lo esencial muestran características semejantes en sus versiones hagiográficas o cortesanas. Muchas de ellas se han conservado a través del género de las relaciones de fiestas y solemnidades, de las cuales es buena muestra la de Peralta. Los Júbilos de L ima. Circunstancias externas y estructura El informativo título de la relación precisa las circunstancias de las celebraciones que se describen: Júbilos de Lima y fiestas reales que hizo esta muy noble y leal ciudad, capital y emporio de la América austral, en celebración de los augustos casamientos del serenísimo señor don Luis Fernando, Príncipe de las Asturias, nuestro señor, con la serenísima señora Princesa de Orleans, y del señor rey cristianísimo Luis Décimo Quinto con la serenísima señora doña María Ana Victoria, infanta de España. Ordenadas y dirigidas por el excelentísimo señor don Fray Diego Morcillo Rubio de Auñón, arzobispo de la Plata, virrey, gobernador y capitán general de los reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, y escritas por el doctor don Pedro de Peralta Barnuevo y Rocha, contador de cuentas y particiones de esta Real Audiencia y catedrático de prima de matemáticas en esta real universidad.

Dos casamientos augustos se comunican a los reinos de España. Cuando llega la real cédula de 18 de diciembre de 1721 anunciando

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La aprobación del que gobierna es el más eficaz estímulo del que obedece; es otro segundo imperio con que precisa sin mandar, de suerte que el servicio que aplaude se hace precepto para el que desea. Virtud es que tiene el agrado del superior hacer fecundos los empeños y dar posteridad a los obsequios. Hácese gloria de la aceptación y se aspira como a premio a la siguiente. Hay entre el príncipe y el súbdito cierta correspondencia de generosidad, pues de la manera al primero los favores empeñan al segundo los méritos para otros. Así la gozosa complacencia con que su excelencia aprobaba y aplaudía el obsequio de cada pompa, era un poderoso incentivo y un tácito pero infalible inf lujo para la siguiente. Así añadiendo los gremios a la nobleza de su propria emulación la eficacia de esta gloria, continuaron discurriendo nuevos y más ilustres regocijos.

Doctrina (religiosa o política) y diversión son las dos bases que sustentan las fiestas, que en lo esencial muestran características semejantes en sus versiones hagiográficas o cortesanas. Muchas de ellas se han conservado a través del género de las relaciones de fiestas y solemnidades, de las cuales es buena muestra la de Peralta. Los Júbilos de L ima. Circunstancias externas y estructura El informativo título de la relación precisa las circunstancias de las celebraciones que se describen: Júbilos de Lima y fiestas reales que hizo esta muy noble y leal ciudad, capital y emporio de la América austral, en celebración de los augustos casamientos del serenísimo señor don Luis Fernando, Príncipe de las Asturias, nuestro señor, con la serenísima señora Princesa de Orleans, y del señor rey cristianísimo Luis Décimo Quinto con la serenísima señora doña María Ana Victoria, infanta de España. Ordenadas y dirigidas por el excelentísimo señor don Fray Diego Morcillo Rubio de Auñón, arzobispo de la Plata, virrey, gobernador y capitán general de los reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, y escritas por el doctor don Pedro de Peralta Barnuevo y Rocha, contador de cuentas y particiones de esta Real Audiencia y catedrático de prima de matemáticas en esta real universidad.

Dos casamientos augustos se comunican a los reinos de España. Cuando llega la real cédula de 18 de diciembre de 1721 anunciando

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los compromisos, el reino del Perú, gobernado en este momento por el virrey fray Diego Morcillo, se dispone a celebrar con lealtad y entusiasmo tan fausto acontecimiento, y proclama las fiestas limeñas que son narradas en esta relación. Mazzotti (2002, versión electrónica sin paginar) traza el contexto histórico de esta pieza de Peralta: Al ser los Júbilos de Lima una pieza poco difundida dentro de la abundante obra de Peralta, no sorprende que no se le haya dedicado la atención debida. Aparentemente es sólo la crónica de un acontecimiento festivo realizado en la Ciudad de los Reyes durante los primeros meses de 1722 por la noticia de las bodas del mismo Luis Fernando, Príncipe de Asturias, con la Princesa de Orleans, y de la Infanta María Ana Victoria con el Rey Luis XV de Francia. Como se ve, al tratarse de dos matrimonios de inigualable rango que fortalecían el dominio borbónico sobre España y sus virreinatos, las respectivas ciudades súbditas del mundo hispano no podían menos que hacer gala de su fidelidad a la Corona y realizar las más elocuentes demostraciones de su alegría por la felicidad de la familia real. Es así como en el Perú estas celebraciones concentraron la atención de las autoridades virreinales y congregaron a todos los sectores sociales, que participaron de una u otra forma en las numerosas máscaras, desfiles, corridas de toros, juegos de cañas, fuegos artificiales y demás espectáculos públicos.

El rey de Francia Luis XV tenía once años y la infanta de España María Ana Victoria de Borbón, Mariannina —hija de Felipe V y de Isabel de Farnesio (segunda esposa de Felipe)— tres. La infanta fue trasladada a la corte francesa con menos de cinco años, con intenciones de efectuar el matrimonio cuando cumpliera doce, según los acuerdos preparados por el regente de Francia, Felipe II de Orleans, tío abuelo de Luis XV. La muerte del duque de Orleans cambió la situación: el nuevo regente francés, duque de Borbón, consideró que era urgente tener un heredero del trono de Francia, y que María Ana Victoria era muy niña, por lo que se acordó la boda de Luis XV con la princesa polaca María Leszcynzka. Mariannina regresó a Madrid, y terminó casándose con José I de Portugal. El otro matrimonio era el del futuro Luis I de España (hijo de Felipe V y su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya) con Luisa Isabel de Orleans, una de las siete hijas del duque Felipe II de Orleans, regente de Francia, padrino de bautizo de Luis y muñidor de los matrimonios.

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El 9 de enero de 1722 se realizó el intercambio de las princesas en la Isla de los Faisanes, cerca de la desembocadura del Bidasoa, y de soberanía compartida entre Francia y España. El 20 de enero de ese año se celebró la boda de Luis y Luisa Isabel en el palacio del duque de Lerma. Las esperanzas que Peralta manifiesta por la unión de las dos casas reales en virtud de ambos matrimonios no se cumplirían: el de María Ana Victoria no se llevaría finalmente a cabo, y el comportamiento de Luisa Isabel resultó cuando menos extravagante, aunque su marido no tuvo que soportarlo mucho tiempo, pues el 21 de agosto de 1724 Luis I murió de viruela en Madrid, apenas con diecisiete años y menos de ocho meses de reinado. Felipe V, que había abdicado, volvió a asumir el trono, y Luisa Isabel fue enviada de vuelta a París. Pero en abril de 1722 Peralta puede proyectar en la descripción de las extraordinarias fiestas de Lima una imagen de grandeza pacífica, al menos en su retórica narrativa, y proponer —algo común en el género tanto de la fiesta como de su ref lejo textual— un vínculo cordial entre los reinos, súbditos y gobernantes de la monarquía hispánica en los comienzos de una nueva etapa instaurada con los Borbones. En el exordio de su relación queda explícito el objetivo fundamental de la fiesta y por tanto de su representación textual: Siempre han sido los públicos gozos en celebración de las acciones de los príncipes los más preciosos tributos de su veneración, pues siendo el amor el deudor que los rinde y el tesorero que los recoge de sí mismo, los hace tanto más profusos cuanto los pretende augmentar más eficaz. Son los homenajes del alma, que hechos sobre el semblante, producen como feudos las demonstraciones. Son una mutua inf luencia de fineza en que los súbditos se inspiran unos a otros la lealtad, de suerte que en un círculo de vasallaje, el afecto que nace de la fidelidad vuelve a engendrarla más robusta. Con las voces de las festivas muestras se hace fama el imperio y aplauso la obediencia, con que reducida toda la sujeción a gloria se hace el poder eternidad. La alegría, que sin gasto de pensamientos hace más que la razón con el de los discursos, fácilmente arraiga la inclinación al príncipe, siendo esta especie de fiestas unas cortes del júbilo en que aclaman a la majestad los corazones. Y esta firmeza de dominación que así establecen es una mejorada extensión que dentro de un imperio se tiene todos lo que puede conquistar, siendo la fuerza para adquirirlos un modo de poseerlos en la capacidad sin el recelo de aventurarlos en la suerte.

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Como se habrá advertido, la idea central de esta apertura del texto, proclama que las alegrías festivas establecen un círculo de vasallaje en el que el monarca recibe el afecto de los súbditos, que a su vez experimentan el gozo de las celebraciones que comparten de algún modo. Peralta es muy consciente, claro está, de que estos mecanismos apelan a la emoción, más que a la razón («La alegría, que sin gasto de pensamientos hace más que la razón con el de los discursos, fácilmente arraiga la inclinación al príncipe»), de manera que los vasallos se entretienen en sus alegrías olvidando sus fatigas, como expresa con toda claridad Rodrigo Caro en el pasaje que cito en la nota al texto: Suelen asimismo los reyes hacer grandes gastos en fiestas públicas, toros, cañas, torneos, justas, sortijas, máscaras y comedias, gastando en ellas no liberal sino pródigamente. No condeno estos regocijos públicos, con que el pueblo se entretiene, desechando y olvidando la melancolía que le causa la pobreza [...] siempre se ha tenido por buena razón de Estado alegrar los vasallos. Para este fin inventaron los griegos los juegos olímpicos, istmios, nemeos y píticos, y los romanos los apolinarios, seculares, gladiatorios, comedias y tragedias.

No se interpreten estos textos como denuncia crítica de la máquina de propaganda a la que José Antonio Maravall asimila —excesivamente desde luego— toda la cultura barroca, sino como constatación de un mecanismo considerado legítimo: buena razón de Estado. Fácil sería acumular citas en este sentido. Valga solo una más, de la empresa 42 de Diego de Saavedra Fajardo (Idea de un príncipe político cristiano), quien aconseja al príncipe tener en cuenta la necesidad de divertir al pueblo para que pueda soportar el contrapeso de sus trabajos: De estas artes han usado todas las repúblicas para instruir el pueblo, mezclándole la enseñanza con lo dulce de los juegos y regocijos públicos [...] Las luchas, los torneos, las cañas y otras fiestas semejantes, escuelas son donde se aprenden las artes militares, y juntamente son de gusto y divertimiento al ánimo. Así conviene traer al pueblo con dulzura a las conveniencias del príncipe y a sus designios. Caballo es que se rinde al halago, y, pasándole suavemente la mano, se deja domar, admite el bocado, y sufre después el peso, la vara y el hierro.

Y en la empresa 72 insiste:

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No es menos conveniente divertir alguna vez con fiestas públicas al pueblo, para que descanse y vuelva con mayores fuerzas a renovar los trabajos, en los cuales cebe sus pensamientos; porque cuando está triste y melancólico los convierte contra su príncipe y contra los magistrados, y cuando le conceden sus divertimientos ofrece el cuello a cualquier peso, y, degenerando de su valor y bríos, vive obediente.

En una fiesta como la descrita en los Júbilos, no se trata solo de divertir al pueblo con prácticas de buena razón de Estado, sino de promover una fusión afectuosa entre los distintos componentes de la sociedad y de todos ellos con el príncipe y las autoridades que lo representan. En este panorama resulta significativa la inserción en la fiesta y en su relato de la sección específica protagonizada por los naturales, con la procesión de los Incas que gobernaron desde el Cuzco extensos territorios antes de la llegada de Pizarro y sus españoles, presencia que ha suscitado diversas valoraciones en la crítica, de las que me ocuparé en su momento. Peralta dispone su relación alternando pasajes de elogios al virrey y a los monarcas y príncipes, con ref lexiones históricas y con los pasajes netamente descriptivos de la fiesta, siempre desde un prisma panegírico e hiperbólico en el escenario de una Lima exaltada a las dimensiones de una Roma o Atenas de Indias, transmutada por su lealtad a la Corona en una nueva Madrid. El esquema del texto podría establecerse, aproximadamente, como sigue: [1] Introducción general [1.1] Exordio [1.2] Breve descripción del Perú y estado del Perú [1.3] Estado de la monarquía de España [2] Las fiestas [2.1] Acción de gracias y orden para las fiestas [2.2] Fiestas de plaza [2.2.1] Breve descripción de Lima y su Plaza Mayor [2.2.2] Fuegos de la primera fiesta y Fiesta primera [2.2.3] Fuegos de la segunda fiesta y Fiesta segunda [2.2.4] Fuegos de la tercera fiesta y Fiesta tercera [2.2.5] Fiesta cuarta [no tiene apartado de los fuegos] [2.2.6] Fuegos de la quinta fiesta y Fiesta quinta [2.2.7] Fuegos de la sexta fiesta y Fiesta sexta7 7 

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No tiene epígrafe específico para la sexta fiesta, pero sí descripción.

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[2.3] Paseos, máscaras, carreras y pompa triunfal [2.3.1] Desfile de los reinos de la Corona [2.3.2.] Fiestas de los originarios naturales [2.3.2.1] Compendio del origen y serie de los Incas [2.3.2.2] Primera real máscara. Desfile de los Incas [2.3.3] Segunda máscara y pompa triunfal [3] Invocación final al príncipe.

Sigue el índice de gremios, fuegos y fiestas. Pero convendrá mirar un poco más de cerca estos Júbilos y sus aspectos más relevantes. Glosas a los Júbilos La introducción general. Marco espacial e histórico Tras las líneas introductorias ya comentadas en las que plantea la función de las fiestas públicas, Peralta aborda en dos breves secciones complementarias la descripción y el estado del Perú, como evocación del espacio geográfico e histórico en el que la fiesta se desarrolla, motivo que había tratado ya en Lima triunfante. En la «Breve descripción del Perú» los detalles geográficos apenas reclaman la atención del cronista, que dedica este corto fragmento a evocar una visión paradisiaca de clima eternamente primaveral y sobre todo de inagotable riqueza («paraíso y mineral del mundo»), reino de Plutón, dios de la opulencia. Las venas de oro de Illimani y Carabaya, o las de plata de Potosí, se presentan como superiores a las más famosas de la antigüedad. La enumeración de estas y de los ríos auríferos sirve de hipérboles ennoblecidas por la materia clásica para describir la realidad de «lo que hasta aquí ha parecido imposible quimera de deseo o ficción celebrada del encarecimiento». Algo más extenso es el pasaje del «Estado del Perú», que se sitúa cronológicamente en las circunstancias coetáneas, y que consiste fundamentalmente en un elogioso recorrido por las virtudes de gobernante del arzobispo Diego Morcillo, virrey en dos ocasiones, la segunda correspondiente al momento de los esponsales regios, y al que Peralta presenta como un verdadero restaurador del Perú, prudente y sabio —«No quisiera exceder los límites de una ingenua relación

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[2.3] Paseos, máscaras, carreras y pompa triunfal [2.3.1] Desfile de los reinos de la Corona [2.3.2.] Fiestas de los originarios naturales [2.3.2.1] Compendio del origen y serie de los Incas [2.3.2.2] Primera real máscara. Desfile de los Incas [2.3.3] Segunda máscara y pompa triunfal [3] Invocación final al príncipe.

Sigue el índice de gremios, fuegos y fiestas. Pero convendrá mirar un poco más de cerca estos Júbilos y sus aspectos más relevantes. Glosas a los Júbilos La introducción general. Marco espacial e histórico Tras las líneas introductorias ya comentadas en las que plantea la función de las fiestas públicas, Peralta aborda en dos breves secciones complementarias la descripción y el estado del Perú, como evocación del espacio geográfico e histórico en el que la fiesta se desarrolla, motivo que había tratado ya en Lima triunfante. En la «Breve descripción del Perú» los detalles geográficos apenas reclaman la atención del cronista, que dedica este corto fragmento a evocar una visión paradisiaca de clima eternamente primaveral y sobre todo de inagotable riqueza («paraíso y mineral del mundo»), reino de Plutón, dios de la opulencia. Las venas de oro de Illimani y Carabaya, o las de plata de Potosí, se presentan como superiores a las más famosas de la antigüedad. La enumeración de estas y de los ríos auríferos sirve de hipérboles ennoblecidas por la materia clásica para describir la realidad de «lo que hasta aquí ha parecido imposible quimera de deseo o ficción celebrada del encarecimiento». Algo más extenso es el pasaje del «Estado del Perú», que se sitúa cronológicamente en las circunstancias coetáneas, y que consiste fundamentalmente en un elogioso recorrido por las virtudes de gobernante del arzobispo Diego Morcillo, virrey en dos ocasiones, la segunda correspondiente al momento de los esponsales regios, y al que Peralta presenta como un verdadero restaurador del Perú, prudente y sabio —«No quisiera exceder los límites de una ingenua relación

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con expresiones que suenan a meditadas alabanzas, pero, ¿qué culpa puede tener la narración de que parezcan panegíricos los hechos?»—, mencionando en concreto algunas de las medidas tomadas —militares y económicas—, contra las invasiones enemigas, reparación de fortificaciones y navíos, en orden a la explotación justa de las minas de Huancavelica, sobre el manejo de censos y salarios... Habiendo conseguido este capaz y benéfico gobernante que «la nave de este vasto meridional imperio» navegara pacífica y felizmente, llega el aviso de «tan gloriosos augustos himeneos», recibido con el júbilo que era de esperar por el virrey, y Lima se transforma en Madrid para celebrarlos. El pasaje, que había empezado con la loa del arzobispo Morcillo, termina con el elogio del príncipe Luis, al que se compara, en una exhibición erudita de motivos clásicos, con figuras de la antigüedad: Es un compuesto soberano de regias perfecciones y un extracto de lo más puro e inmortal del cielo, el cual le dio para inf luencias lo mejor que tenía entre sus luces, como que parece que le formaba para mostrar al mundo cómo habían sido los héroes y como debían ser los reyes, dotado de una majestuosa prudencia que ha mucho tiempo que excede la edad, y de un real ingenio que ha muchos días supera la enseñanza. [...] ¿Qué príncipe ha prometido más que el nuestro? ¿No son hazañas sus virtudes, pues defendiéndose con ellas de su misma alteza vence con lo que se modera lo que puede? Esperanzas son estas que nos hacen tiernamente juzgar que es el Ascanio de Eneas y el Alejando de Filippo, gloria uno y otro de sus padres y confianza cumplida de sus reinos; que con más razón que el Marcelo de Augusto es las delicias de su imperio, y que de la manera que los jóvenes Escipión y Pompeyo no solo restituyeron la potencia de Roma, sino que la exaltaron a su mayor auge, no solo recobrará el esplendor de España sino que la elevará al mayor poder.

Integra en este encomio un resumen de las virtudes que definen al buen príncipe y que atribuye a Luis de Borbón: valor, justicia, benignidad, liberalidad y religión. Al comentario sobre el estado del Perú sucede el dedicado al «Estado de la Monarquía de España», donde trata sucesos recientes y la situación general de los asuntos políticos, con las consecuencias de la Guerra de Sucesión, las pérdidas territoriales resultantes del Tratado de Utrecht, la Guerra de la Cuádruple Alianza, y otras fatigas, que

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considera superadas con los matrimonios anunciados, «gloriosísima alianza entre las dos augustas ramas de Borbón», inicio de una nueva etapa de paz y grandeza, como ejemplifica Peralta con otra serie de matrimonios que a lo largo de la historia afianzaron las alianzas hispano-francesas, confirmando con la apelación a la historia la conveniencia de los enlaces previstos: Las favorables consecuencias de esta regia amistad al Estado y a la religión son las que consideradas añadieron nuevos motivos al gozo, y nuevos impulsos a la demostración.

Las fiestas El inicio de la fiesta corresponde al mecanismo habitual: volteo de campanas y luminarias por toda la ciudad de Lima, con misa solemne de acción de gracias a la que concurren todas las principales autoridades desde el virrey al cabildo y regimiento, tras lo cual se distribuyen los encargos de los eventos festivos a los alcaldes ordinarios y al cabildo, que a su vez nombran los comisarios responsables de llevar a cabo el programa con la colaboración de los gremios: en esta cadena de jerarquías el impulso dado por el virrey lo ejecutan finalmente los gremios, en un proceso de actos compartidos en diversos niveles, que ref leja de algún modo el propósito de unión en un solo organismo de todos los miembros del cuerpo político. La parte más extensa de la relación se ocupa de describir las actividades de las «Fiestas de plaza» y los «Paseos, máscaras, carreras y pompa triunfal». Con la misma técnica vista en la introducción general, Peralta aborda en las primeras páginas de esta sección el escenario, con una «Breve descripción de Lima» que incluye una específica de la Plaza Mayor, espacio principal de las más notables acciones festivas. En el más amplio distrito idílico del Perú se sitúa Lima, de clima privilegiado y riquezas abundantes. La corografía de la Ciudad de los Reyes que esboza Peralta ref leja una urbe ideal, en la línea de otros elogios de la ciudad, como los citados por Martina Vinatea en su estudio de la Fundación y grandezas de la muy noble y muy leal Ciudad de los Reyes de Lima (1687) de Rodrigo de Valdés:

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Las descripciones enfervorizadas de Lima se inician con la obra del franciscano Buenaventura de Salinas y Córdoba, publicada en 1630; y la del jesuita Bernabé Cobo, que permaneció inédita hasta 1882, pero cuyo manuscrito seguramente era conocido en el colegio de San Pablo. La finalidad de estas obras era describir una de las capitales más importantes del Nuevo Mundo a los ojos de los europeos y también —mediante la alabanza— manifestaba un intento de reivindicación de la patria criolla, cuya literatura se inicia con estas obras. (Vinatea, 2018, p. 73)

En su fecundo valle reina eterna la primavera, y los frutos nunca se ausentan, detalle en el que se puede ver un eco de un famoso pasaje de la Odisea (canto VII) que describe el maravilloso jardín en tierra de los feacios, cuyos frutos ‘no se pierden ni faltan, ni en invierno ni en verano: son perennes; y el Céfiro, soplando constantemente, a un tiempo mismo produce unos y madura otros. La pera envejece sobre la pera; la manzana, sobre la manzana; la uva, sobre la uva; y el higo, sobre el higo’... Peralta la concibe como centro de toda América, y hasta Europa y África le tributan sus productos más preciosos, pero lo que más la ensalza —más allá de la suntuosidad de sus edificios que la hacen una Roma peruana— es su culto religioso, su nobleza y lealtad, y un desarrollo cultural que la convierte en «la Salamanca de las Indias», o «la Atenas de América». La propensión erudita de Peralta sigue produciendo comparaciones con modelos antiguos, más o menos históricos y legendarios, o míticos8: en el ámbito de una ciudad como la evocada, las fiestas más famosas de los primeros siglos quedarán superadas por los modernos: Si se atiende a lo soberano del asumpto jamás le igualarían las mayores, pues ni las famosas que en los primeros siglos instituyó el grande Hércules en los Juegos Olímpicos para celebración de la alianza jurada entre los argonautas, ni las que en Cartagena ejecutó Anibal en las pomposas fiestas con que solemnizó sus nupcias con Himilce, ni las célebres que Ataúlfo hizo en Narbona en honor de su real casamiento con Placidia, podrían ser dignas de aplaudir tan importante alianza ni de aclamar tan altos himeneos. Nunca hallarían el júbilo ni el vasallaje suficientes señales de su culto para solemnizar sus glorias, aunque no contentos con humanos honores pudiesen discurrirles los divinos, aunque pidiesen a la ciega Antigüedad las mesas y ambrosías celestiales con que fingió que los dioses 8 

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Ver las notas al texto para todos estos motivos y menciones.

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celebraron las nupcias de Tetis y Peleo, o las riquezas y los dones con que ideó que exaltaron las de Cadmo y Harmonía, a quien imaginaron que cada deidad honró con el presente más proporcionado a su virtud.

La descripción de la Plaza Mayor que cierra esta sección añade nuevas ponderaciones9 y exhibe los conocimientos arquitectónicos del cronista, que utiliza un lenguaje técnico —orden compósito, dórico, cornisa, basa...— para trazar el plano de este espacio central y privilegiado, «porque debiendo ser la Plaza Mayor a un tiempo el teatro de toda esta real magnificencia, y el papel principal de su hermosura requiere que se insinúe su noticia, la copia brevemente así la pluma». A partir de este momento se suceden en el mismo orden los comentarios correspondientes a las fiestas que transcurren entre el 11 y el 24 de abril, las cuales serán seguidas por la pompa triunfal que cierra los actos. Cada una de las fiestas de plaza se abre (descontando alguna irregularidad menor) con la descripción de los fuegos artificiales de una noche, y se continúa con la fiesta del día siguiente, cuya descripción se inicia sistemáticamente con las corridas de toros. La estructura es siempre la misma. Los fuegos se organizan en forma de construcciones o «máquinas» efímeras que se disuelven en ceniza al quemarse, y que generalmente tienen valores simbólicos: para la primera fiesta son una fortaleza, una torre, una columna que sustenta una corona, y un castillo. Al día siguiente la plaza rebosa de público, cada sector «en los lugares propios». Desfilan los alcaldes, alguaciles, lacayos de lujosas libreas, los alabarderos de la guardia, con todas las ceremonias pertinentes, y exhibición de adornos y telas de vivos coloridos, brocados de oro y plata, terciopelo carmesí, paño azul, grana orlada de franjas de plata, brocados de oro verdegay con f luecadura del mismo precio, de modo que «la confusa variedad de sus colores, que hacía de aquel un pensil animado, la música de los clarines que provocaban a la lid y la extensión del circo, formaban un concento de admiraciones y alegrías». Los toros no defraudan las expectativas, empezando el espectáculo con La catedral es «la maravilla del Perú», los arcos son «excelsos» y «hermosos», el ventanaje «hermoso», la galería del palacio virreinal «majestuosa»; en el centro de este foro se levanta «el milagro de una fuente», «hermosa máquina de bronce», de «sublimes tazas»... 9 

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doce toreadores cómicos en disfraz de arlequines, y siguiendo con la lucha de toros y lebreles de oreja. Esta misma disposición se reitera en los días siguientes. Las máquinas pirotécnicas de la segunda fiesta son más interesantes que las anteriores. Correspondieron a los herreros y espaderos, que montaron un león nemeo y una hidra (dos triunfos de Hércules, «símbolos de los que podría obtener nuestro augusto príncipe de fieros enemigos y monstruosas ligas»), un castillo y finalmente una fragua, alusiva al arte del gremio encargado. La descripción de los toros de este día no tiene especial relevancia. Los terceros fuegos y fiesta prosiguen la tónica general, destacándose en este día el suceso de un toro díscolo, sometido por el valor del marqués de Monte Rico, y la habilidad de un toreador que cabalgó otro toro como si fuera un caballo bien domado. El comentario de estas variantes taurinas arrastra la mención de otro notable toreador natural de Tucumán, que prendía los toros con lazo y los desjarretaba con un cuchillo con suma celeridad, asombrando a los espectadores con su destreza carnicera, y que empezó su actuación en la cuarta fiesta, del día 19 de abril, y de un exhibicionista más, que a pie firme ensartó con su lanza un toro desde la frente al anca... Los fuegos más complejos y que merecen algunas palabras se prendieron en la noche del día 20 (quinta fiesta), empeño del gremio de plateros. Constaban de ocho elegantes máquinas: 1 y 2: dos grandes naves que representaban aquellas en que Colón descubrió América y Pizarro llegó al Perú, 3: una excelsa pirámide coronada por un ave fénix, cuyo simbolismo no es necesario anotar, y adornada en sus caras por fuentes, palanganas, urnas y aguamaniles, jeroglífico de las riquezas del Perú y del gremio de los plateros, 4: estatua gigante de Hércules con la piel del león, 5: un trono elevado sobre el que pendía una nube esférica, que se abría para dejar ver una corona de oro, símbolos del trono y corona que se le prevenían al príncipe. Sobre la nube un dosel y encima del dosel una estatua de la alada Fama, 6: otra nube que contenía un globo que representaba la esfera celeste, y que al abrirse incendiado debía mostrar una galaxia de astros encendidos, 7: un conjunto de cinco grandes jarras que ostentaban las lises emblema de la casa real de Francia, 8: un carro triunfal con un león en la proa (animal emblemático de la monarquía española) en cuyas garras sujetaba el escudo de las armas de

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Castilla y León. En la popa una estatua del príncipe, a cuyos pies se veía la alegoría de América, ofreciendo a su alteza real una barra de oro.

Se habrá advertido la intensa configuración emblemática de todos los elementos: las naves, la pirámide, el ave fénix, Hércules, nubes, esferas celestes, corona, trono, f lores simbólicas y escudos de armas, o la figura alegórica del Nuevo Mundo, personaje muy reiterado, a menudo junto con las alegorías de las otras partes del mundo en las procesiones y desfiles de las fiestas barrocas10. En el caso de las fiestas hagiográficas el emblematismo suele tener un sentido religioso, con máquinas de fuegos que representan a los santos por un lado y a las fuerzas diabólicas, que acaban consumidas por el fuego punitivo. En el caso de las fiestas políticas y cortesanas, después de la exhibición del mensaje simbólico, se provoca la admiración con la vorágine visual y sonora de la cohetería: Pirámides, colosos y tronos a un tiempo resplandecientes y abrasados, haciendo magnificencia de la ruina formaban delicia del estruendo. Los aparadores relevados transformaron sus fuentes en joyeles en que no ya diamantes, sino carbunclos luminosos se engastaban. Jamás aquella materia celestial, cuyo movimiento es luz y cuyo embarazo es trueno, escondida en aquel polvo obscuro que la guarda hizo más pompa de su velocidad ni su poder. En fin cinco volcanes disparando en la última pieza al cielo sus centellas fueron cinco Tifeos que vomitaron fulminados cada uno un Flegra de rayos de su seno.

En la fiesta del día 21 regresan los arlequines toreadores o el estafermo que suelta bandadas de pájaros, sin nada especial que merezca mayores comentarios, y lo mismo puede decirse de las siguientes, que incluyen una fiesta venatoria con adornados sabuesos y lebreles, una nueva actuación del diestro de Tucumán, y otra suerte algo grotesca Ver Arellano, 2007, 2008 para las representaciones de América en fiestas hagiográficas barrocas. Ahí recuerdo por ejemplo la de Cesare Ripa en su Iconología, que inspira muchos otros ejemplos, y en la cual América es una mujer desnuda con cabellos revueltos, armada de arco y f lechas, que lleva un ornamento de plumas y pisa una cabeza humana y un caimán… o los grabados de Philip Galle en que lleva una cabeza cortada en la mano, lanza y un papagayo, arco, f lechas y plumajes, o de Martín de Vos, que la representa cabalgando un armadillo, con plumas, arco y f lechas. 10 

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ejecutada por un enano torero de extrema habilidad. Destaca quizá la escena parateatral del asalto a una torre artillada, que intenta un héroe a lomos de un caballo alado, al parecer una especie de autómata, hasta que rendidos expugnador y plaza asediada se consumieron en el fuego. Una segunda variedad de actos festivos la constituyen los paseos o desfiles, las máscaras y la pompa triunfal que clausura la serie. La primera cabalgata se componía de cuarenta personas que representaban cada una un reino, Estado, provincia o ciudad capital de la monarquía española, cuya gala vestimentaria evoca Peralta con la atención habitual a este detalle de los desfiles, uno de cuyos elementos indispensables era la riqueza y colorido de los trajes, adornos de los caballos, y esplendor de las insignias: La costosa gala de los vestidos en que se alternaban con diversos colores las estofas del más lucido terciopelo, de la más fina grana y del brocado más brillante relevados de la plata y el oro ya en realzados recamos, y ya en preciosas franjas; la copia de los plumajes que siguiendo la divisa del traje formaban una tremolada primavera, la generosidad de los caballos, la riqueza de las sillas, el adorno de los jaeces formados de lazos y encintados vistosos de tela componían una lustrosa y noble pompa.

A esta primera cabalgata suceden las «Fiestas de los originarios naturales», que es la parte de la relación que más ha atraído el interés de los pocos comentaristas que se han ocupado de los Júbilos de Lima. Excurso primero. El desfile de los naturales. Interpretaciones Resulta explicable, dado el escenario indiano de las fiestas, que los pobladores originarios participen de manera especial en estas cabalgatas de los reinos sujetos a la Corona11. De las palabras de Peralta parece desprenderse que los naturales participan, como todos, en los espectáculos de cada gremio al que pertenecen12, pero además se les reserva (de acuerdo con los deseos Ver para un comentario general sobre las fiestas barrocas, y en particular estas de naturales en el xviii, Parra Ortiz, 2009. 12  Algunos comentaristas como Mazzotti (2002) creen que «habían sido separados de los gremios a los que pertenecían» para formar el desfile particular, pero no parece necesaria ni evidente esta segregación. 11 

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del virrey y de los representantes de los mismos naturales) un lugar específico. Dado que el núcleo de las fiestas de los naturales consistió en las representaciones de los reyes prehispánicos, considera necesario Peralta dar una serie de noticias históricas, lo que lleva a cabo en el «Compendio del origen y serie de los Incas», que sirve de prólogo a la descripción propia de la fiesta. En este compendio repasa la serie de los Incas desde Manco Cápac, primer fundador mítico de la estirpe, hasta Huáscar, el último. Recoge diversas noticias de varias fuentes, comenta episodios de los reinados, presta atención a los símbolos de la realeza inca, que describe y nombra, precisando cuando procede sus significados simbólicos (llauto, mascaypacha, paco, usuta, uncos, cumbi, chipani, champi...). El lector tiene a su disposición en el mismo relato editado las consideraciones de Peralta sobre las virtudes y hazañas, conquistas y prácticas políticas, conf lictos, logros y fracasos de los Incas. Sí cumple subrayar que Peralta utiliza fuentes diversas, no solo la muy importante del Inca Garcilaso (Comentarios reales), sino también las de Buenaventura de Salinas, fray Juan Torquemada, fray Jerónimo Román, Juan Flórez, Agustín de Zárate, Antonio de Herrera, el padre Acosta, o Antonio de Calancha, como se advertirá con más precisión en las notas al texto. La segunda sección («Primera real máscara»), eminentemente descriptiva, es una continua hipérbole de la riqueza y vistosidad13 de la cabalgata en la que desfilaron los Incas en orden inverso al ­cronológico Para los detalles de la indumentaria, elementos heráldicos, etc. de este desfile ver Millones, 1995 y sobre todo Perissat, 2000, quien escribe, por ejemplo: «En la creación de la indumentaria de las mascaradas prevalece el mestizaje, un mestizaje de formas y de materiales, de signos y motivos. La pervivencia del traje tradicional es un fenómeno raro. Los elementos de base siguen presentes —la túnica, el manto, el pectoral de plumas, las sandalias— pero se reconstruyen en función de los gustos de la época. Todos los demás detalles son, en su totalidad, creaciones coloniales: la corona-turbante, las tocas heráldicas, los mascarones, los adornos (encajes, pedrería, motivos bordados y no insertos en el tejido del cumbi, motivos figurativos y no geométricos) aducen abundantes pruebas de la aculturación de los indios de Lima y sus alrededores. Seguramente, estos desfiles carecían de autenticidad pero eran, ante todo y para todos, unos impresionantes espectáculos barrocos, donde todo atraía la mirada y deslumbraba. La rehabilitación de la historia inca pasa también por ahí. El esplendor de los desfiles no puede sino resaltar el valor de la belleza de los personajes representados. La riqueza y la belleza física y moral son inseparables dentro de las mentes de los siglos xvii y xviii, 13 

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(empezando con Huáscar y terminando con Manco Cápac) con sus séquitos y danzas. Fueron representados por nobles naturales de la región, que se identifican casi siempre en las acotaciones marginales. La descripción más extensa se dedica a Huáscar; probablemente repetir con la misma extensión los comentarios de los restantes Incas habría resultado en exceso fatigoso. Valga el ejemplo de un fragmento para hacerse idea de las características del género: Seguíase el mismo emperador majestuosamente montado sobre un generoso caballo, adornado de hermoso jaez de cintas de tela, ya pendientes al aire y ya enlazadas en f lorones; y de silla y gualdrapilla de terciopelo azul bordado de oro y plata. Ostentábase coronado de llauto real, en que los diamantes, las esmeraldas y las perlas formaban ordenadas una armonía de esplendores. Pendíale a la frente la borla carmesí, y sobre ella tremolaba una alta pluma de oro, a cuyos lados dos brillantes culebras mordían por los extremos un iris refulgente; blasón ordinario de estos reyes. Entre la borla y pluma iba la unancha (que significa insignia) compuesta de una rica joya. Caían de una y otra parte del llauto las orejeras de oro. Vestía manta rosada de rico brocado, orlada de preciosa franja, con bordes también de oro a las esquinas, camiseta de raso liso nácar recamada de realces de oro y plata, y guarnecida de encajes de igual precio, y mangas voladas de finísimos nevados. Rodeaba hermosamente el cuello el regio sipe (o muceta imperial) que antiguamente formado de plumas se imitaba entonces con cintas de varios colores artificiosamente encarrujadas. Brillábanle un sol de oro, pendiente de una cadena de preciosas joyas en el pecho, y en los hombros, en las rodillas y en los pies los pumas, que significan leones, y son mascarones también de oro. Pie y pierna a la romana, noblemente desnudos, se adornaban esta de un f lueco negro que sobre ella pendía airosamente y aquel de rica ojota. Ostentaba en uno y otro brazo preciosos anillos de que usaban los Incas y llamaban chipani, engastada en ellos luciente pedrería. Empuñaba en la diestra el champi de oro (arma que en una breve asta cuya punta era solo un f lorón, llevaba una segur atravesada a la manera de nuestras alabardas, la cual era el cetro de los Incas), traje e insignias que llevaron los demás siguientes. Hizo este papel el cacique del famoso valle de Pachacámac, nombrado don Francisco Taulli Ghumbi Saba, decendiente de don Alonso Saba y de Cuysmanco (soberano que fue según arriba se ha expresado de estos vecinos valles) como también del Chimo mencionado. como lo eran en la Antigüedad greco-latina» (2000, p. 647). En la fiesta de toros que sigue al desfile los naturales participan con indumentaria «a la española».

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Estas fiestas de los naturales insertas en el programa general de la celebración limeña han provocado una serie de interpretaciones que conviene examinar más de cerca, casi siempre centradas en la cuestión identitaria y reivindicaciones criollas-indigenistas. Destaca en primer lugar una valoración de la postura del autor y del significado del texto estribada en la supuesta novedad de la presencia indígena en estas celebraciones, interpretada a su vez habitualmente como rasgo identitario y de reivindicación sociocultural y étnica. Rodríguez Garrido, por ejemplo (2017, p. 312) a propósito de otra cabalgata posterior (del 3 de diciembre de 1724) con semejante desfile de los incas, en la proclamación del ascenso al trono de Luis I (descrita en su Elisio peruano, por Fernández de Castro y Bocángel) apunta que «uno de los aspectos más notables y novedosos fue la participación de los naturales en demostraciones propias». Sin embargo, esta parada de 1724 no suponía especial novedad, ya que constituía una reutilización de la idea, estructura y seguramente materiales, de la precedente evocada por Peralta14. ¿Pero la presencia indígena en la procesión de 1722 es realmente una novedad? José Eduardo Cornelio (2016), en los capítulos que dedica a los Júbilos de Lima, cree que la inclusión de los indígenas «no deja de provocar una serie de incógnitas sobre su propósito último» (2016, p. 39), pero que en todo caso mostraría la adscripción de Peralta «a una causa identitaria que rebasa los límites de su propia identidad, de su propio lugar de enunciación» (p. 8), y que supondría una determinada estrategia manifestada en la «inclusión indígena en una ceremonia sin precedentes» (p. 54), que se sale «del libreto establecido» para este tipo de ceremonias (p. 99). En otros lugares de su tesis insiste en que la presencia indígena en las fiestas oficiales «no era habitual hasta antes de 1722» y que «canaliza no solo un deseo de los representantes de la república de indios en su participación en un decisivo ritual del poder, sino que anuncia una temprana colaboración interétnica» (p. 7). Esta reutilización no es extraña. En los desfiles de enero de 1623, en Puebla, se reiteran detalles del cortejo de Moctezuma, disposición de séquitos, estandartes, etc. que habían estado presentes en Méjico mes y medio antes, en una cabalgata del 26 de noviembre de 1622 en celebración de las canonizaciones de san Ignacio, san Francisco Javier, santa Teresa y san Isidro. Ver Arellano, 2007, 2008. 14 

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El convencimiento de Cornelio, empero, se basa en una defectuosa información15. Porque es un hecho la abundante presencia de indígenas en las fiestas, tanto civiles como religiosas o hagiográficas, que en este sentido funcionan de la misma manera. Los indígenas americanos no solo figuran en fiestas celebradas en las Indias, sino también en Europa. Podría quizá pensarse que en las llevadas a cabo en ciudades españolas peninsulares los indios aportaban el elemento exótico y pintoresco, y que en las de Indias alcanzaban otras dimensiones, pero dejando a un lado ahora la discusión sobre las complejas y posibles funciones de estas representaciones, el caso es que se documentan desfiles de indígenas y de reyes prehispánicos en muchas ocasiones16. En 1622 desfilaron en la ciudad novohispana de Puebla varios reinos en los que anduvieron san Ignacio y san Francisco Javier, entre ellos el Imperio mejicano, con sus insignias, armas, ropajes y estandartes con letras alusivas. En las mismas fiestas de canonización, en Madrid, según la relación de Monforte y Herrera, desfiló en primer lugar la alegoría de América, delante de cuyo carro iban veinticuatro de sus indios, con propios trajes; delante de cada cuadrilla iba un paje armado, llevaba en la rodela las armas de aquella nación. Salieron en primer lugar los araucanos, convertida su ferocidad en gala con jaquetilla de tela, pasamano de plata, jubón y calzones anchos de tela de plata, etc. [hay una extensa descripción del vestuario]... Seguíanse los brasiles, y delante su paje de armas con las de su nación; iban vestidos de velillo dorado, matizado de varias f lores, capotillo de dos haldas abierto por los lados, y cogido en lugar de botones con cintas de seda... Cerraban las cuadrilla de América los mejicanos con vaquerillos de tela de plata, y terciopelo dorado sin ceñir, media manga También perjudica mucho al trabajo de Cornelio el entusiasmo por la jerga al uso, llena de archivos coloniales, agencias criollas, ciudades letradas, espacios de producción de discurso cultural, semiosis colonial, campos de producción cultural, economías del afecto, que llegan a provocar que se refiera a la buena memoria de Peralta como «archivo personal (mental)»... El problema es que la jerga funciona como una máquina que constriñe la lectura del texto y arrastra una carga de prejuicios que orientan las interpretaciones sin apoyos textuales ni contextuales precisos. Si se elimina la traducción jergal del trabajo de Cornelio, la sustancia de su tesis podría reducirse en muchas decenas de páginas. 16  Para los ejemplos que menciono a continuación y la localización de las relaciones pertinentes remito a Arellano, 2007, 2008, de donde tomo algunas líneas y textos. 15 

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abierta, aforrada en tabí azul, largueados de franjas de plata [...] Seguíase América en un bizarro carro [...] Estaba encima del trono un caimán, o cocodrilo de plata muy al natural, y encima América vestida de vaquero de damasco azul con pasamanos de plata, y f lueco encarnado de plata...

Las fiestas mexicanas de 1622 son especialmente ricas en motivos indígenas: América fue representada por un estudiante del Colegio de la Compañía de Jesús, en figura del emperador Moctezuma, a quien «acompañaban seis reyes sujetos a su imperio»: Los dos de ellos iban de azul con tilmas de lo mesmo con rapacejos de oro, cubiertas de velillo de plata, que decían «Ignasio» y «Javier», cacles [sandalias] argentados a la usansa de la tierra y tiaras de espolín asul cubiertas de perlas [...] llevaban al cuello collares grandes de oro de que iban pendientes águilas de oro y en ellas engastadas muchas esmeraldas y armas desta tierra [...] Seguíanse los otros dos reyes, todos de blanco y en las tilmas, que eran de raso, pintadas en unos escudos las armas de Méjico [...] Delante de los seis reyes iban más de sincuenta de sus vasallos [...] llevaban en las manos f lores contrahechas al modo de sus bailes, otros macanas, que son armas de que ellos usan [...] Iba después [...] Montesuma, emperador desta tierra, vestido a su usansa con camisa, calsón randado con puntas y encaje [...] tiara imperial [...] Llevaba ensima formado un tunal de oro y plata y ensima un águila de oro... (Méjico, 1622, pp. 523-524)

El que llevaba el guión aparejaba su caballo con un curioso aderezo de tigre con clavazón dorada. Otros, en figura de indios ancianos con vestidos pertinentes, portaban un broquel con las armas de Moctezuma y una macana dorada. Destacan en lugar privilegiado las armas de Méjico: «un águila sobre un tunal que tenía en la boca y mano derecha asida una culebra» pintada en medio de una laguna, con muchas embarcaciones de la tierra y aves acuáticas: era un artificio alto de cinco varas y se movía con ruedas ocultas. Llegado el cortejo a vista de los santos, habló Moctezuma: Pues sois águilas los dos de tan encumbrado vuelo, hoy remontadas del cielo halláis cielo par de Dios. [...]

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Razón es que aunque mi pluma alabaros no meresca hoy el águila os ofresca de sus armas Montesuma.

En el virreinato del Perú se ref leja la misma práctica. En la silva 14 de las Fiestas de Lima por el nacimiento del príncipe Baltasar Carlos (1632), Carvajal y Robles describe el desfile de los reyes que se han unido al cetro de Castilla, entre ellos, el bravo Huáscar Inga y Motezuma del Pirú y Nueva España heroicos reyes que el famoso Cortés y el gran Pizarro les quitaron el cetro de la mano para dar más Imperio al castellano (p. 160).

Luis Millones (1995) estudia la representación de la nobleza indígena en la serie de cuadros (¿1670-1678?) que reproducen las procesiones del Corpus en el Cuzco bajo el gobierno eclesiástico del obispo Manuel Mollinedo, apuntando que «en estos cuadros, como en otros testimonios sobre desfiles y procesiones, es notable el contrapunto de las “naciones” (indígena y europea) que concurrían» (p. 52). Según Arzáns de Orsúa y Vela en su Historia de la Villa Imperial de Potosí, hubo desfiles incas en el Corpus de Potosí de 1555 y en las fiestas de 1659 por el nacimiento del príncipe Felipe Próspero. También se incluyeron en el programa festivo de estas últimas cuatro comedias a cargo de los nobles indígenas, según Arzáns, que tenían por argumentos el origen de la dinastía Inca, los triunfos de Huayna Cápac, las tragedias de Cusi Huáscar y la ruina del imperio Inca, seguidas de un cortejo de Incas desde Manco Cápac hasta Sayri Túpac, «que en aquella sazón vivía y molestaba a los españoles vecinos del Cuzco y de Huamanga con sangrientas guerras»17.

Ver Perissat, 2000, pp. 628-629, donde plantea algunas dudas sobre la veracidad de las descripciones de Arzáns y los detalles que da sobre los argumentos de las comedias, que implicarían algunos aspectos poco aceptables para las autoridades vigentes. 17 

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Dejando asentada la presencia habitual de los indígenas y sus emperadores y reyes en las fiestas concernidas, otra cuestión es la lectura que se haga de ello. Tal como las ve Perissat (2000), Estas mascaradas se reducen a una simple representación de la dinastía de los incas, de sus séquitos, de sus trajes, sin desarrollo dramático; esencialmente barrocas en su forma, tienen sus orígenes, así como las mascaradas hispánicas, en los triunfos del Renacimiento europeo y asumen toda la escenografía típica de la comedia de corte (p. 624).

Miró Quesada (1966, p. 147) no concede demasiada trascendencia a las que describe Peralta: en los Júbilos, afirma, «los Incas solo surgen como decorativas y exóticas comparsas entre fiestas de plaza, corridas de toros, paseos, máscaras, carreras y pompa triunfal». Creo que Miró Quesada simplifica el asunto. No es muy retorcido pensar que semejantes exhibiciones implicaran diversos objetivos y funciones, entre las cuales es normal la de ostentación de la propia importancia de los actores participantes, o la de expresar la lealtad a la monarquía por medio de la misma participación18, e incluso, en algunos casos, la de reivindicar determinadas prerrogativas... En ese sentido la glosa de Mazzotti (2002) parece bastante razonable: Los Júbilos..., sin embargo, encierran importante información acerca del sentido que un erudito como Peralta otorgaba a las versiones indígenas del pasado incaico y a determinadas historias de los incas publicadas durante el siglo xvii, como los propios Comentarios reales. [...] Las tensiones políticas y sociales del momento, así como el fortalecimiento de una identidad étnico-nacional criolla serán, de este modo, el correlato de mi lectura, y fuente segura para el entendimiento de un poema que ha sido consuetudinariamente visto como una abigarrada suma de elogios a los conquistadores, casi un anacronismo que en el siglo xviii aún echaba mano de un género, el de la épica culta, ya en proceso de desaparición. Asimismo, como contrapeso de la Historia de España vindicada (de 1730), la Lima Fundada podrá ser considerada como una historia del Perú que parte del concepto de la superioridad criolla para el afianzamiento de 18  Participación reclamada por las mismas autoridades —lo cual no significa que consistiera necesariamente en una imposición opresiva— como signo de lealtad.

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una tradición histórica y cultural de estirpe europea en el antiguo país de los incas.

Palabras que pueden complementarse con las de Parra Ortiz (2009) quien juzga que tales representaciones sirven, entre otras cosas, como medio para privilegiar ciertos intereses políticos de las elites indígenas, así como para subrayar el protagonismo de ciertos grupos y celebrar ciertas tradiciones y linajes. Este privilegio no debe entenderse como un acto malintencionado, sino como una manifestación natural del orden de cosas en la «nación de indios». Las fiestas de naturales no solo permitían esta interacción entre el Estado y la nación de indios, sino que ref lejaban tensiones y acomodos dentro de la propia «nación de indios». Por ello, en estas fiestas, representadas en Lima, destaca la participación de caciques e indios «nobles» básicamente de la costa norte, así como la caracterización de un gobernante «originario» (pre inca) de la misma región (el gran Chimo). Por ejemplo, tanto en las relaciones incluidas en El día de Lima como en los Júbilos de Lima de Peralta, los indios crean una representación gloriosa del pasado incaico en el que además incluyen la figura de un gobernante costeño anterior a los incas, comunicando con ello, no solo la mezcla de dos tradiciones, la española y la cuzqueña, sino también la necesidad de reivindicar un supuesto legado político local (p. 1)

Tal valoración no tiene nada, creo, de complicado ni carece de fundamento. Más excesiva es la obsesión que muestra José Eduardo Cornelio (2016) por convertir a los Incas de Peralta en modelo pedagógico de buen gobierno enderezado como lección para el rey de España, en una lectura que en mi opinión invierte el sentido de la relación limeña y que está lastrada por la insistencia en la dimensión ‘identitaria’ y reivindicativa del Incario y los criollos. Muy poco aceptables son las efusiones como la que afirma que Peralta en los Júbilos de Lima propone, desde la ambigüedad que marca la subjetividad criolla, que los Incas son modelos de gobierno que pueden servir de «espejos morales» tanto al Rey como a los príncipes. El espejo de la historia, que debe servir como ref lejo de enseñanza a los monarcas sobre el arte del gobierno, se traslada al Nuevo Mundo y hace de la historia de los Incas, en la pluma del criollo, un muestrario ideal para un buen gobierno que anteponga

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el bien común entre los súbditos, tal como lo hicieron entre los indios del Perú esos monarcas de la antigüedad. Peralta propone, entonces, una nueva poética que explique la presencia indígena, la presencia de los Incas y la importancia de esa presencia en la fiesta colonial (p. 9).

Afirmaciones que se reiteran con variantes a lo largo de su tesis19 en apoyo de la idea que ve expuesta en Peralta, de una «monarquía mestiza» (p. 63), idea que desde luego no aparece por ningún lado en el texto de los Júbilos, y que es invención del estudioso. Para Cornelio la equiparación del rey de España como un Inca más responde a «hacer del Imperio español una continuación legítima del Tawantinsuyo» (p. 69). En realidad, las cosas suceden al revés. Si se aplicara al texto de Peralta un método de lectura semejante a la tipológica 20 que se aplica a la Biblia podría entenderse que el Imperio Inca, la benignidad (relativa) de los Incas, la intuición de una deidad suprema, etc. son anuncios del mejor Imperio y mejores gobernantes (los hispánicos) que sucederán al Tawantinsuyo. Pero del mismo modo que el Nuevo Testamento no tiene su legitimidad por ser continuación «legítima» del Antiguo, sino por la autoridad de Cristo, el Imperio hispánico no supedita su legitimidad a la imitación de los Incas en tanto «espejos» de buenos gobernantes. Por lo demás el encarecimiento de las virtudes incas que aduce Cornelio no responde exactamente a los hechos textuales de los Júbilos de Lima 21. El rasgo más general atribuido a los Incas es el de la benignidad y el empeño en realizar conquistas pacíficas, más por la persuasión que

19  Igualmente excesivas, porque es excesivo pensar que en la evocación de los Incas «instaura un espejo moral en el que los Reyes hispanos pueden ref lejarse y aprender a ser mejores gobernantes» (p. 14). 20  La tipología entiende que personajes y sucesos del Antiguo Testamento adelantan de manera simbólica a los del Nuevo: así Abel o Isaac son tipos de Cristo, Ruth o Abigaíl de la Virgen o de la Iglesia, el Arca de Noé tipo de la nave de la Iglesia, etc. 21  Apunta certeramente Mazzotti: «De Garcilaso se extraerán sobre todo testimonios del esplendor material de los incas, mientras que poco o mal se aceptará la abundante cornucopia de virtudes con que el autor de los Comentarios baña a sus paradigmáticos y casi atemporales gobernantes cuzqueños» (2002).

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por la fuerza, rasgo que se toma de la visión garcilasiana22, pero no hay más detalles que puedan conformar un modelo de príncipe (que a la fuerza ha de ser cristiano). Si se repasa la serie que dispone Peralta y el retrato de los sucesivos Incas destaca Manco Cápac, que se compara con famosos legisladores como Licurgo, Numa, Zalmoxis o Confucio. Sinchi Roca se caracteriza por su talento y valor, como Mayta Cápac. Lloque Yupanqui es figura ambigua, para unos buen gobernante, para otros perverso; Peralta acaba concediéndole el estatuto de virtuoso aceptando el juicio de Garcilaso, y le atribuye religión y benignidad, sin más desarrollos de sus capacidades políticas. Cápac Yupanqui queda manchado con el vicio de la codicia y avaricia. Inca Roca se retrata como valiente y aficionado a las mujeres, al par que sabio y fundador de escuelas, pero incurre, como Cápac Yupanqui, en la tacha de la codicia. Si Yahuar Huácac Inca inicia su reinado como justo y valeroso, al final abandona vergonzosamente el trono por temor a la invasión de los chancas, a los que vence su hijo Viracocha, cargado de laureles guerreros pero inclinado a la lujuria. De los que siguen, Pachacútec, según Calancha, fue sodomita; según Garcilaso reprimió el pecado nefando, y aunque Peralta opta de nuevo por el testimonio de Garcilaso, la figura del Inca queda comprometida. Su sucesor Inca Yupanqui queda omitido en la procesión, debido a cierta confusión entre los historiadores, pero en el Compendio se califica de «Augusto de los Incas», juicio muy positivo que alcanza igualmente a Tópac Inca Yupanqui, el «Amasis y Trajano de los Incas». De Huayna Cápac, Inca decimosegundo, se recuerdan sus varias conquistas, pero introduce la pésima medida de dividir su reino entre Huáscar y Atahualpa, este último calificado de tirano cruel... De manera que, aunque en conjunto salgan bien librados, no están los Incas exentos de vicios inaceptables para un modelo de buen gobernante según los «espejos de príncipes», y las cualidades que se les asignan resultan bastante formularias, suficientemente exaltadoras como para constituir una imagen positiva de su gobierno, pero no tan contundentes como para constituirlos en modelo privilegiado Visión algo ingenua en los mismos Comentarios reales desde el momento en que sistemáticamente se pondera esta condición pacifista de las conquistas incas, pero siempre con el apoyo de un ejército que actúa cuando se considera necesario. 22 

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­ frecido a los reyes de España como guía y ejemplo de superior jeraro quía y fuentes de legitimación. Ya lo explica Peralta: con la caída del último Inca Mejoró el imperio de dueño, y aseguró la eternidad. Propagaban aquel los incas con la religión: ¿qué mucho que fuese título para adquirirle la verdadera cuando la falsa lo había sido para dilatarle? Así estos reglados bárbaros, que compensaban con la grandeza la ignorancia y amaban la virtud sin conocerla, se hicieron capaces de corregir aquel defecto y de lograr esta ventaja.

Excurso segundo. El carro de la pompa triunfal La pompa triunfal supone la culminación del programa de festejos. Se reproduce parcialmente la muestra de los Incas («viéronse las mismas guardas y los mismos reyes con la misma magnificencia y variedad»), con danzas y batallas entre las tropas del Chimo y las de Pachacútec, y la curiosidad de dos pigmeos que conducen una vicuña cargada de cofres dorados. Se encomienda al Inca Lloque Yupanqui la proclamación de vasallaje al rey de España, el Inca católico: «¡Viva el Inca católico, monarca de dos mundos. Viva el invicto don Felipe Quinto, nuestro señor, que Dios prospere, y vivan los serenísimos príncipes de Asturias, nuestros señores!», después de lo cual siguen los carros23, en primer lugar dos que llevan representadas en figura de montes las minas de Carabaya y Potosí, con pinturas y motes alusivos, y luego el más importante, cifra de todos los mensajes contenidos en

Comp. Parra Ortiz, 2009, p. 3: «La fiesta, como se ha señalado, incluía una sección de carros alegóricos decorados con elementos de inspiración mitológica, literaria, emblemática e histórica. Esta iconografía tenía como propósito presentar una imagen del imperio definida por su tradición romana, por su carácter universal, tecnológico, militar, jurídico e infinito (15). Esto muestra por ejemplo que dichas fiestas fueron encargadas por caciques e indios de la nobleza con acceso a la educación, al conocimiento de la mitología, el latín y la simbología del poder» (Parra Ortiz, 2009, p. 3). No tenemos constancia de quién fue el responsable de las composiciones emblemáticas, quizá el mismo Peralta. Las fuentes de los motes de la pompa triunfal corresponden a las inclinaciones eruditas y a los autores favoritos del relator, especialmente Claudiano, cuya frecuencia es además explicable por la adecuación al caso de su Epitalamio de Honorio y María. 23 

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el programa entero de las fiestas, el carro de la pompa triunfal de los regios esponsales, tirado por seis caballos lujosamente adornados. El carro de la pompa triunfal despliega un complejo diseño emblemático, con abundancia de elementos simbólicos que rodean a las imágenes de los reyes, que encarnaron «los jóvenes más proporcionados en edad y en hermosura de semblante». La composición evoca, en efecto, la estructura de los emblemas o empresas: una imagen visual acompañada de un lema o mote —en el caso de Júbilos de Lima textos en latín extraídos de autores clásicos: Horacio, Virgilio, Claudiano sobre todo—, y una letra o glosa que comenta el conjunto. En la proa del carro triunfal aparece un león que sujeta con una garra un globo y con la otra una espada, símbolo del poder de la Corona española; y una empresa de dos brazos unidos por las diestras que asían una antorcha como la del dios Himeneo. El mote («Lumine et fulmine») explica, con la ayuda de la glosa, que el poder de la augusta unión puede iluminar pero también fulminar al enemigo. Otras inscripciones provenientes de Claudiano, Horacio y Virgilio exploran nuevos matices panegíricos, con el complemento de las letras en castellano: Hoy de los incas peruanos el fiel culto se mejora, pues el esplendor adora de soles más soberanos. Logra hoy de Lima el anhelo ser celeste maravilla; pues con muchos soles brilla como no pudiera el cielo.

Luceros, soles, estatua de la Fama, el dios Himeneo con un escudo de lises francesas, las armas de Lima que en lugar de la estrella llevaban cuatro soles, con el mote horaciano «et soles melius nitent», alegorías de Europa, América y Lima, y de virtudes expresivas de la actitud de los pobladores de la ciudad en las circunstancias de la celebración (la Lealtad, la Voluntad y la Fineza, asistidas de algunas pallas con rica vestimenta), etc. componían una imagen admirable especialmente ponderada por Peralta:

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Parecía entonces que aquel carro se había desprendido del firmamento, o que se prevenía para subir a componer en nuestro polo otra constelación más luminosa que la que en el Árctico conducen los Triones. Si aquellos dos grandes maestros de la griega y latina poesía, Homero y Virgilio, hubieran visto este alto triunfo, sin duda le hubieran aplicado sus nobles descripciones con idea más viva que con la que hicieron el primero la de la fingida reina de las diosas y el segundo la del rey del Lacio, uno y otro en sus lucientes carros, pues ni a Juno pudieron discurrir los antiguos más regia hermosura que la de ambas princesas; ni el rey Latino podía tener para ir, como canta aquel poeta, más derecho a los rayos del sol, su abuelo, de que se mostraba coronado, que los originales de los dos augustos príncipes a los resplandores que dejó a sus semblantes su famoso abuelo...

Nuevos fuegos, toros, comedias («insignes», pero cuyo título y autores omite a pesar de que añade un comentario de cierta extensión y las hace superiores a cuanto conoció la antigüedad, a las óperas italianas y a los espectáculos teatrales de Madrid). Invocación de clausura La clausura total adquiere la forma de una invocación al príncipe reiterando la fidelidad al trono, y las esperanzas de un feliz imperio bajo su futuro gobierno en compañía de su regia consorte: Y tú, numen augusto, admite allá en estos doseles que ha hecho aun más que políticos altares, celestiales aras tu virtud, estas siempre tenues postradas oblaciones de una obligación que toda es voluntad, y de un vasallaje que todo es empeño [...] logras augusta unión de la deidad más alta que te hace más soberano de rendido, prole gloriosa y futuro origen de grandes monarcas: Magnorum soboles Regum, parituraque reges, por quien se reúnen las lises a las lises y vuelven a hacerse tronco las borbonias ramas, que pudiera merecer solo por su regia hermosura lo que por su sangre; digna consorte hoy de tanto esposo y después de tanta monarquía: Digno nectenda viro, tantique per orbem consors Imperii. [...] Y así contemplad, ¡oh mortales envidiosos de nuestra fortuna!, cuál debe ser nuestra alegría por todo lo que está siendo su virtud. Juzgad cuál debe ser la complacencia de tener un príncipe que desde ahora ha podido exceder los méritos de todos...

Esperanzas, como ya he dicho, que no iban a cumplirse, frustradas por la temprana muerte de Luis I.

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Procedencia del texto Mi texto procede de la edición de Lima, Imprenta de la calle de Palacio, por Ignacio de Luna y Bohorques, 1723, única fuente de la relación, que manejo en el ejemplar de la Biblioteca Nacional de España, R/3641, digitalizado en ­http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=­0000089678&page=1. Las acotaciones marginales las traslado a notas de pie de página, excepto las que funcionan a modo de epígrafes de secciones, que las trato como titulillos incorporados al cuerpo del texto. Dispongo, para mayor facilidad de lectura, la distribución en párrafos, y puntúo según mi criterio, aplicando en general los criterios del GRISO (Grupo de Investigación Siglo de Oro de la Universidad de Navarra).

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BIBLIOGRAFÍA

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JÚ BILOS DE LIM A Y F I E STA S R E A L E S que hizo esta muy noble y leal ciudad, capital y emporio de la América austral, en celebración de los augustos casamientos del serenísimo señor don Luis Fernando, Príncipe de las Asturias, Nuestro Señor, con la serenísima señora Princesa de Orleans, y del señor rey cristianísimo Luis Décimo Quinto con la serenísima señora doña María Ana Victoria, Infanta de España. ORDENADAS Y DIRIGIDAS POR EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR Don Fray Diego Morcillo Rubio de Auñón, arzobispo de la Plata, virrey, gobernador y capitán general de los reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, Y ESCRITAS por el Doctor Don Pedro de Peralta Barnuevo y Rocha, contador de cuentas y particiones de esta Real Audiencia y catedrático de prima de Matemáticas en esta real universidad. En Lima en la Imprenta de la Calle de Palacio. Por Ignacio de Luna y Bohorques. Año de 1723.

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DESCRIPCIÓN DE LAS FIESTAS REALES

Noticia de los augustos casamientos y aparatos de su celebración Siempre han sido los públicos gozos en celebración de las acciones de los príncipes los más preciosos tributos de su veneración, pues siendo el amor el deudor que los rinde y el tesorero que los recoge de sí mismo, los hace tanto más profusos1 cuanto los pretende augmentar más eficaz. Son los homenajes del alma, que hechos sobre el semblante, producen como feudos las demonstraciones. Son una mutua inf luencia de fineza en que los súbditos se inspiran unos a otros la lealtad, de suerte que en un círculo de vasallaje, el afecto que nace de la fidelidad vuelve a engendrarla más robusta. Con las voces de las festivas muestras se hace fama el imperio y aplauso la obediencia, con que reducida toda la sujeción a gloria se hace el poder eternidad. La alegría, que sin gasto de pensamientos hace más que la razón con el de los discursos, fácilmente arraiga la inclinación al príncipe, siendo esta especie de fiestas unas cortes del júbilo en que aclaman a la majestad los corazones. Y esta firmeza de dominación 2 que así establecen es «profusso» en el impreso. El amor de los súbditos, ‘como deudor y tesorero a la vez hace más profusos o abundantes los tributos de su veneración cuanto más los quiere aumentar’. Parece una expresión redundante, arrastrada por el objetivo de una ponderación exaltadora. No señalaré en nota las erratas evidentes, que corrijo sin más. 2  Todo el pasaje: ‘estos mecanismos de celebraciones consiguen que los súbditos se sometan al dominio del monarca, que incluye bajo su imperio o mando todos los vasallos mediante el asentimiento de su emoción, y es más eficaz este tipo de mecanismos, que los de la razón; no necesita gastos de pensamientos pues apela a lo emotivo’. No se puede expresar más claramente el funcionamiento de la estrategia. Comp. Rodrigo Caro: «Suelen asimismo los reyes hacer grandes gastos en fiestas públicas, toros, cañas, torneos, justas, sortijas, máscaras 1 

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una mejorada extensión que dentro de un imperio se tiene todos lo que puede conquistar, siendo la fuerza para adquirirlos un modo de poseerlos en la capacidad sin el recelo de aventurarlos en la suerte. Costumbre fue la de estos universales regocijos que aprendió la política de la religión, la cual comenzó en la Antigüedad a solemnizar los sucesos de sus héroes, y los beneficios de sus dioses con aclamaciones de festivos juegos, en que pasando las aras al estadio hacía ofrenda de la destreza y sacrificio del esfuerzo de los hombres. Así instituyó Argos los Nemeos a Hércules, por un león destrozado3, y Delfos los Pitios a Apolo, por una serpiente abatida4; y así Roma dedicó a Júpiter los Capitolinos5, por los senones repelidos. Los que en regias y pomposas fiestas han consagrado la nobilísima ciudad de Lima, capital y emporio6 de estos amplísimos dominios, a la celebración de los casamientos del serenísimo señor don Luis Fernando, príncipe de Asturias, nuestro señor, con la serenísima señora

y ­comedias, gastando en ellas no liberal sino pródigamente. No condeno estos regocijos públicos, con que el pueblo se entretiene, desechando y olvidando la melancolía que le causa la pobreza: y de estas fiestas solo hallo escrupulosas las de toros, por el riesgo a que se ponen los que salen al coso; y las comedias, por lo que dañan a las costumbres: pero esto pide particular discurso. Las demás fiestas que son ensayos militares son muy necesarias para levantar el espíritu a las armas, y para habituarse a ellas, y siempre se ha tenido por buena razón de Estado alegrar los vasallos. Para este fin inventaron los griegos los juegos olímpicos, istmios, nemeos y píticos, y los romanos los apolinarios, seculares, gladiatorios, comedias y tragedias» (CORDE). 3  Argos, Nemeos, Hércules, león: en la región de la Argólide, según una de las versiones de la leyenda, se instituyeron los juegos Nemeos en memoria de la victoria de Hércules sobre el león de Nemea, que aterrorizaba a los pobladores hasta que Hércules lo mató. 4  Delfos, Pitios, Apolo, serpiente: en el santuario de Delfos se organizaban los juegos Píticos, en homenaje a Apolo, vencedor de la serpiente Pitón. Eran uno de los cuatro juegos panhelénicos, junto con los Nemeos, los Ístmicos y los Olímpicos. Comp. Rodrigo Caro: «Los certámenes píticos se celebraban en honra de Apolo, porque venció la serpiente Pitón, de donde tomaron el nombre. El que era vencedor en ellos era coronado con laurel, pendientes de la corona manzanas» (CORDE). 5  Capitolinos: los instituyó Marco Furio Camilo en el 387 a.C., en honor de Júpiter Capitolino, y en memoria de haber salvado el Capitolio del ataque de los galos (senones, pueblo galo) mediante el aviso de los famosos gansos del Capitolio, que con sus graznidos anunciaron el ataque enemigo. 6  emporio: «Cualquier ciudad donde concurren para el trato y comercio muchas y varias naciones de todas partes» (Aut).

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princesa de Orleans, hija del serenísimo señor duque regente de la Francia7, y del señor rey cristianísimo8 Luis Décimo Quinto con la serenísima señora doña María Ana, infanta de España, han sido tan magníficas que sin pedirle nada a la ponderación tienen todo lo que ha menester para lucir su realidad. Breve descripción del Perú El reino del Perú, superior y principal provincia de la América Austral, segunda parte9 de este orbe que destinó la Providencia para colonia de la España, paraíso y mineral10 del mundo, en cuyos valles, llanuras de una inmensa costa, los tiempos son casi todos de una pieza11, porque se han transformado en primavera, y en cuyos montes, cadena de una vasta cordillera, los pedernales son todos riqueza, porque se han convertido en oro y plata, donde parece que el sol con semillas de luz12 hace una continuada cosecha de metales, y donde (también ­ abitaba como se dijo en España antiguamente)13 pudiera decirse que h 7  duque regente: doña Luisa Isabel, princesa de Montpensier, que casó con el príncipe de Asturias, era hija del regente de Francia, don Felipe, duque de ­Orleans. 8  cristianísimo: era el calificativo de los reyes de Francia, así como el de «católicos» era el de los españoles. Comp. Fray Prudencio de Sandoval: «Francisco, I de este nombre, por la gracia de Dios rey de Francia cristianísimo» (CORDE). 9  segunda parte: parece considerar dos partes en este orbe nuevo o Nuevo Mundo, el virreinato de la Nueva España y el de Perú. A menos que se refiera a toda la América Austral, como segunda parte del mundo o Nuevo Mundo. Por los detalles que siguen parece pensar concretamente en el Perú. 10  mineral: «Metafóricamente se toma por principio, origen y fundamento, que produce o fructifica abundantemente alguna cosa» (Aut): en especial, en este caso, en minerales preciosos. 11  Quiere decir que no hay estaciones, sino que todo el año tiene un mismo clima primaveral. 12  semillas de luz: se creía que los metales crecían en las minas por inf lujo de determinados planetas; el oro era engendrado, según estas creencias, por el sol; la plata por la luna... 13  Eran famosas en la Antigüedad las minas de Hispania, de oro, plomo, hierro, cobre, plata… de las que habla Plinio, por ejemplo (Historia natural, lib. 3, 3): «Abunda casi toda Hispania en metales de plomo, hierro, plata, oro y cobre, y la Citerior, demás de esto, en piedras transparentes y no menos la Bética en minio». Ver por ejemplo Blázquez Martínez y García-Gelabert, 2013.

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Plutón14, subterránea deidad de la opulencia; donde solo el rico Illimani y la famosa Carabaya15, entre otros muchos, igualan cuanto las Asturias y la Galicia producían de precioso, pues en montañas y torrentes de oro hacen verdad lo que hasta aquí ha parecido imposible quimera de deseo o ficción celebrada del encarecimiento, y donde hallándose en cualquiera provincia un repetido Potosí16 excede cada una cuanto Bebelo dio a Anibal17 y tributó Cartagena a los romanos, a cuyas regiones parece que se ha trasladado cuanto producían en sus 14  Plutón: o Pluto, dios del inframundo, de la agricultura, de la abundancia y las riquezas. Comp. Arce de Otálora: «llama el adagio al dios Plutón, que es el dios de las riquezas, timidus Pluto, porque siempre vive con sobresalto y miedo de perderlas»; Pérez de Moya: «De aquí sale Pluto, que es la riqueza» (CORDE). 15  Illimani, Carabaya: el Illimani es una montaña en la actual Bolivia, cerca de la ciudad de La Paz; Carabaya en la región de Puno, era famosa por sus explotaciones de oro fino; comp. Ricardo Palma, «Entre los manuscritos de la Biblioteca de Lima existe un libro, de autor anónimo […] uno de sus capítulos está consagrado a hablar extensamente de las riquezas de Potosí y el Titicaca. Dice que desprendido en 1681 un crestón del Illimani, se sacó de él tanto oro, que se vendía como el trigo o el maíz, y que en tiempo del virrey marqués de Castelfuerte se compró por su orden una pepita que pesaba cuarenta y cuatro libras» (CORDE); Herrera sobre el beneficio del oro: «Sácase en estas Indias en tres maneras: la primera es en pepita, que son pedazos enteros, sin mezcla de otro metal, que no tiene necesidad de ser beneficiado por fuego […] La segunda manera es en piedra, que es una veta que nace en la misma piedra […] La tercera se saca en polvo y es la mayor cantidad, y esto se halla en los ríos o lugares por donde ha pasado algún torrente de agua; y los ríos de estas Indias tienen mucho, especialmente en los reinos de Chile, el Quito, Nuevo Reino de Granada, y en los principios del descubrimiento hubo muchos en las islas de Barlovento. El más subido es lo de Carabaya, en el Perú, y lo de Valdivia, en Chile, porque llega a veintitrés quilates y medio, y aún pasa» (CORDE). 16  Potosí: no hace falta anotar la fama de las riquezas de Potosí, que quedó en referencia proverbial. 17  Bebelo, Anibal: el pozo de Bebelo, junto a Cartagena, era de plata; en la lengua clásica la acentuación de Anibal es aguda; comp. Plinio, Historia natural, libro 33, 6: «Cosa es admirable que duren hasta ahora en España los pozos que comenzó Anibal, que retienen los nombres que les dieron sus inventores, y desos hasta hoy se llama uno Bebelo, que dio a Anibal cada día trescientas libras»; Cascales: «Polibio, tratando de las minas de plata que los romanos tenían en Cartagena, dice que no trabajando en el pozo llamado Bebelo más que cuarenta hombres, sacaban cada día valor de veinticinco mil reales»; Carrillo Laso: «Cerca de veinte estadios de esta Cartagena están los famosísimos pozos de Anibal. Veinte estadios apenas son una legua; la redondez de los pozos, de estadios cuatrocientos, más de diez y seis leguas. Cada pozo tuvo nombre de su inventor; el más aventajado

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venas el Oriente y el Ofir18, y cuanto contenían en sus cauces el Tajo y el Pactolo19, donde es experiencia lo que fue fábula en los pomos de oro de las Hespérides20 y en las delicias de las Islas Fortunadas21, que en plantas prodigiosas parece que tienen particulares árboles de vida, tesoros más útiles de la naturaleza. se llamó Bebelo y dio cada día a los cartaginenses trescientos pondos, que son las libras que dijimos» (CORDE). 18  Ofir: es el nombre de un país nombrado en la Biblia como productor de oro fino, al parecer situado al norte del golfo de Arabia. La mención más conocida es a la f lota que armó Salomón (1 Reyes, 9, 26-28; otros: Job, 22, 24; 28, 16). Funciona como metonimia del oro y las riquezas. 19  Tajo, Pactolo: ríos que, según motivo conocido, llevaban en sus aguas oro. Pactolo era el dios del río homónimo en Asia Menor. Hijo de Zeus y Leucotea, durante los misterios de Afrodita desf loró, sin saberlo, a su propia hermana Demódice. Al caer la cuenta, se arrojó al río Chrysorrhoas (‘el río de oro’), que tomó tras su suicidio el nombre de Pactolo. Está también relacionado con el mito del rey Midas. Comp. Gómez de Tejada: «vi la imperial Toledo, coronada de su santo templo, alcázar, y muros, a quien guarnece el Tajo con sus cristales y engasta con sus arenas de oro. Después admiré su majestad, su policía, nobleza, y religión. Llevome los ojos el cristalino y aurífero Tajo»; Feijoo: «En la antigüedad fue celebradísimo el Pactolo, río de la Lidia en la Asia Menor, no solo en las plumas de los poetas, mas también en las de historiadores y geógrafos, por la copia de sus arenas de oro» (CORDE). 20  pomos de oro de las Hespérides: las ninfas Hespérides guardaban un maravilloso jardín con un árbol de manzanas de oro. Comp. Cov.: «fueron dichas Hespérides, del nombre de su padre. Estas tenían en las extremas partes de África unos huertos amenísimos. Fingieron los poetas haber en ellos unos árboles que llevaban las manzanas de oro, empero guardábalas un dragón que jamás dormía ni cerraba los ojos. Hércules, por mandado de Eristeo, fue allá y mató al dragón y se llevó aquella fruta». 21  Fortunadas: o de los Bienaventurados, especie de paraíso: comp. Fray Vicente de Burgos: «Fue en el tiempo pasado opinión entre los paganos, segund cuenta Plinio hablando de las Islas Fortunadas, entre las cuales hay una do crecen todos los bienes sin los labrar e son los árboles verdes e llenos de frutos e las mieses e olivas crecen en lugar de yerbas e por la grand abundancia de bienes que ende crecen los paganos e gentiles pensaban que ende fuese el paraíso, pero no puede ser verdad» (CORDE). Hay muchas referencias a estas Islas Afortunadas en la literatura clásica; comp. Estrabón: «Las islas de los Bienaventurados se encuentran delante de Mauritania hacia los confines de occidente, en la región en que se halla el extremo occidental de Iberia, y el mismo nombre asegura que fueren consideradas afortunadas per hallarse en la proximidad de estos lugares» (Geografía, 1.1.5). Plinio dedica el cap. 32 del libro 6 de Historia natural a las islas Afortunadas, entre las cuales menciona a Ombrión, Junonia, Capraria y C ­ anaria.

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Estado del Perú El Perú, digo, se hallaba, como se halla, debajo del gobierno del excelentísimo señor don fray Diego Morcillo Rubio de Auñón, arzobispo de la Plata22, que como su virrey le regía en nombre de su majestad (que Dios prospere). Sus aciertos pedían aparte otra extensión. Solo diré que su excelencia, segunda vez deseado por los públicos votos de este reino, y segunda vez promovido a su gobierno23 (mérito y merced sin ejemplar24) entró en él pisando sobre ruinas25 y hoy continúa entre prosperidades, de suerte que sin necesidad de conjeturas donde se ven las providencias debe decirse que fue dado para la felicidad de estos dominios. Pudiera juzgarse que solo la Fortuna, fantasma26 fabricado para el culto o para las quejas de los hombres, ha sido a quien debe sus dichas su excelencia, pero cuando se ha visto la

A veces se identifican con las Hespérides: comp. Fernández de Oviedo: «las islas cercanas, que llaman las islas Fortunadas, e los poetas las llaman Hespérides, nombradas de Héspero. Mas yo creo quel Tostado se engañó en pensar que los poetas dicen Hespérides a las Fortunadas o de Canaria, ni tampoco los historiales; porque dice Solino (De mirabilibus mundi, capítulo LXVIII) estas palabras: Ultra Gorgades Hesperidum insulae sunt, sicut Sebosus afirmat, dierum quadraginta navigatione in intimos maris sinus receserunt. Estas Gorgades, según Tolomeo e todos los verdaderos cosmógrafos, son las que agora se llaman de Cabo Verde, generalmente, y en particular se dicen por los modernos isla de Mayo, isla Brava, etc. Pues si desde las Gorgades, en navegación de cuarenta días están o se hallan las Hespérides, no pueden ser otras, ni las hay en el mundo, sino las que están al Hueste o Poniente del dicho Cabo Verde»; Meneses: «donde los más sabios astrólogos y cosmógrafos e historiadores no hallaron tierra, antes los que más descubrieron llegaron solamente hasta las islas Fortunadas, que llaman Canarias» (CORDE). 22  Fray Diego Morcillo fue arzobispo de la Plata en Charcas (actual Sucre) desde 1714 a 1723, gobernador interino del Perú en 1716 y virrey desde 1720. 23  segunda vez: primera vez como interino en 1716, desde agosto a octubre; cuando toma el cargo Carmine Nicolás Caracciolo. En 1720 Morcillo entra ya como virrey titular. Peralta Barnuevo pronunció precisamente un discurso en su honor y loanza, en los actos que la Universidad de San Marcos preparó para el recibimiento del virrey. Este segundo mandato duró desde el 26 de enero de 1720 al 14 de mayo de 1724. 24  sin ejemplar: ‘sin ejemplo’ (que no ha tenido otro caso igual, excepcional). 25  sobre ruinas: probablemente alude a los efectos de los terremotos de febrero de 1716 en varios lugares del Perú, además del sentido general. 26  fantasma: ficción, figura imaginaria, fantástica, no real, porque, como dice el título de un auto de Calderón No hay más Fortuna que Dios.

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correspondencia de los sucesos a las máximas y la proporción entre las prevenciones y los accidentes, se manifiesta que ha andado en aquellas la inspiración o la prudencia, y que en estos han parecido los expedientes vaticinios. No quisiera exceder los límites de una ingenua 27 relación con expresiones que suenan a meditadas alabanzas, pero ¿qué culpa puede tener la narración de que parezcan panegíricos los hechos? Había pues su excelencia atendido a todas las defensas del reino contra las amenazadas invasiones28, había hecho ejecutar dos expediciones navales con celeridad no experimentada aun en los más aprestados arsenales, había enviado a su majestad, como muestras de su obsequio lo que aún todavía no ha sido presente de monarca alguno, a cuya suma añadidas las que antes y después ha remitido, hacen dudar en su excelencia si es más milagro el ánimo que la copia 29 de la ofrenda. Había despachado todos los situados30 establecidos para la manutención del ejército de Chile y de las plazas de Valdivia y Panamá, baluartes por una y otra parte de esta América, pagando también acá en proporcionados socorros cada mes lo que ha parecido necesario para el presidio del Callao31, puerto en que había hecho formar las baterías32 que suplen hoy el defecto de su muro en las partes donde le halló arruinado al líquido pero poderoso ímpetu del mar, que a un mismo tiempo le pica y le bate. Había asistido a la célebre mina de Guancavelica 33 con tan ingenua: franca, sincera, sin adulaciones ni simulaciones. invasiones: hubo muchos episodios de corsarios que atacaron puertos del Perú, como George Shelvocke el de Paita, John Clipperton, etc. 29  copia: abundancia. 30  situado: «Usado como substantivo, se toma por el salario, sueldo, o renta que está señalado sobre algún efecto» (Aut). 31  presidio del Callao: fortaleza del Callao. Se refiere a las primeras murallas, construidas a mediados del xvii por el virrey don Pedro de Toledo, y derruidas por un terremoto en 1746. La Fortaleza del Real Felipe (iniciada en 1747 y construida bajo el gobierno de los virreyes Manso de Velasco y Amat y Junyent) es posterior al texto de Peralta. 32  batería: conjunto de piezas de artillería. 33  Guancavelica: las minas de mercurio de Huancavelica eran muy importantes para el beneficio del oro y la plata. La célebre mina a que se refiere Peralta debe de ser la de Amador de Cabrera: comp. José Acosta: «Y aquel asiento de minas que llaman Guancavelica se pobló de españoles y de indios que acudieron, y hoy día acuden a la labor de las dichas minas de azogue, que son muchas y prósperas. Entre todos, es cosa ilustrísima la mina que llaman de Amador de Cabrera, por 27 

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numerosas ­cantidades que aun en muchos gobiernos juntos no se han remitido iguales, en atención a su importancia, siendo su metal34 el espíritu de todos los preciosos, el volátil que todo lo fija y el fugitivo que todos los recoge. Había pagado las pensiones de la mayor parte de los censos impuestos sobre el real erario y los salarios de ministros, aun excluyéndose a sí mismo en la satisfacción del proprio. Había concluido el contrato que llaman asiento35 con el comercio de este reino, como único medio de asegurar las rentas de los reales derechos, negocio no imaginado, como desesperado, en los gobiernos pasados. Había dispuesto el reparo de las dos grandes naves, capitana y almiranta36, que surtas37 algunos años ha en el puerto las había juzgado inútiles la aprensión, haciendo reducirse a la mayor ruina lo que podía servir de la mayor defensa, y considerando por la experiencia de la propria vista y de las personas más inteligentes en la arquitectura naval que en fortaleza y velocidad cada una podía ser una plaza en el mar, incontrastable y volante38 a un mismo tiempo, había ajustado su total restitución, que siendo como una nueva fábrica en que han de ir corregidos los defectos que en ellas se notaban, hubiera sido mucho más costosa de los que pudiera parecer si no la hubiera encomendado su excelencia al celo de los ministros que rigen el comercio. otro nombre la de los Santos, la cual es un peñasco de piedra durísima empapada toda de azogue, de tanta grandeza, que se extiende por ochenta varas de largo y cuarenta en ancho, y por toda esta cuadra está hecha su labor en hondura de setenta estados, y pueden labrar en ella más de trescientos hombres juntos, por su gran capacidad. Esta mina descubrió un indio de Amador de Cabrera llamado Navincopa, del pueblo de Acoria; registrola Amador de Cabrera en su nombre; trajo pleito con el Fisco, y por ejecutoria se le dió el usofruto de ella por ser descubridor. Después la vendió por doscientos y cincuenta mil ducados, y pareciéndole que había sido engañado en la venta, tornó a poner pleito, porque dicen que vale más de quinientos» (CORDE). 34  su metal: el azogue o mercurio. 35  asiento: como dice el texto, cierto tipo de contrato u obligación que contrae alguien a cambio de ciertas concesiones. 36  capitana, almiranta: la capitana era el navío Sacramento, botado en Guayaquil en 1692. Se reformó en 1724. La almiranta era el navío Nuestra Señora de la Concepción, construido en Guayaquil el mismo año que el Santísimo Sacramento y se reformó en la misma fecha que el anterior. 37  surtas: ancladas. 38  incontrastable y volante: esto es, firme (como una fortaleza) y volante (como una nave, que se mueve). No parece, sin embargo, que fueran navíos muy notables.

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Había repelido del puerto del Callao y expelido de todo el mar Pacífico la f lota de navíos franceses39, que con máscara de unión pretendían el daño, y con pretexto de hospitalidad ofendían la ley, intentando un comercio prohibido por ambas coronas, y en fin había conseguido con una suave pero eficaz política despachar la armada a Tierra Firme, aun a vista de aquellos bajeles, cuyo recelo no entibió los ánimos, porque afianzaba toda la feria40 su firmeza, suceso a que añadía otro imposible la experiencia de la pérdida padecida en la última ocasión pasada, pero que le obtuvo felizmente su excelencia haciendo de la misma libertad en que dejó los ánimos la mayor fuerza para compelerlos, cuando al mismo tiempo hacía de las celeridades del despacho (a que asistió incesante) persuasiones de la conveniencia. Han sido estas aquellas dos grandes puertas con que su excelencia ha cerrado por el sur el mar y le ha abierto por el norte, restituyendo a Panamá todo lo que le había usurpado el Cabo de Horno. Bienes han sido estos de la naturaleza de los que en la creación recibió el mundo, en quienes la complacencia de gozarlos embaraza el empeño de aplaudirlos, y la misma extensión del beneficio acorta al agradecimiento. Por esto espera deber esta ciudad a su excelencia su restitución a aquel antiguo f loreciente estado que gozaba, fortuna que hará justamente decretar a su nombre el título de su restaurador, que le dará más gloria que la que ha dado a muchos el de fundador, puesto que reparar aún suele ser más arduo que erigir cuanto va de un corto principio a un gran remedio, y de la virtud de producir al milagro de resucitar. Así conducía su excelencia la nave41 de este vasto meridional imperio, que en el inmenso océano que mide tiene su popa en el círculo antártico y pasa con su quilla el ecuador. Así por la inf luencia de su felice genio comunicaba el mar su nombre de Pacífico a la tierra que gozaba estos aciertos como que se debía prevenir de fortunas para recibir a la mayor42, cuando llegó a esta ciudad el aviso, en que su majestad

39  franceses: en 1722 comunicaba el virrey al Consejo de Indias la captura de diez navíos franceses que intentaban un comercio ilegal. 40  feria: ‘comercio, actividad mercantil’. Era famosa la feria de Portobelo, sobre la cual el virrey tomó ciertas medidas para su mejor funcionamiento. 41  nave: metáfora tópica para referirse al Estado, ‘la nave del Estado’. 42  fortunas: juego de palabras: ‘prevenía tempestades (fortunas, lenguaje marinero), para recibir la mayor fortuna de estas noticias provenientes de la corte real’.

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se sirvió de participar a su excelencia por su real cédula43 la unión de tan gloriosos augustos himeneos44. El júbilo de su excelencia fue no de quien aplaudía sino de quien recibía los aplausos, pues interesado por duplicado título, se dudaba si tenía más parte por la representación que por el amor. Pero en breve hizo ver que en quien excedía la fineza al carácter para con su rey, debía superarle para con su príncipe, y que en esta ocasión con otra especie de imagen más vital representaba a su monarca como padre para copiarle hasta el afecto. Lima entonces, a cuya fidelidad añadía el ejemplo de su gobernador otro fervor, se transformó en Madrid con tal perfección que hasta la distancia que le diminuía la igualdad en la dicha le augmentaba el exceso en la fineza. Era su regocijo un júbilo de fe, que hacía crecer su mérito sin la posesión. Era su alcance como el de aquellas visuales máquinas, esto es, los grandes telescopios, que hechos para la mayor distancia sirven en ella más activos. Es verdad que hay príncipes que no necesitan de la presencia para la adoración: pónese en el altar la Fama y forma el bulto45. La de nuestro príncipe es una fama que nace y ya es adulta, una fama que tiene ya las cualidades por acciones y las esperanzas por hazañas. En lo que es está diciendo todo lo que ha de ser, a quien de la manera que a su augusto padre le conquistó el valor su mismo imperio, le ha conquistado ya el amor su misma herencia. Es un compuesto soberano de regias perfecciones y un extracto de lo más puro e inmortal del cielo, el cual le dio para inf luencias46 lo mejor que tenía entre sus luces, como que parece que le formaba para mostrar al mundo cómo habían sido los héroes y como debían ser los reyes, dotado de una majestuosa prudencia que ha mucho tiempo que excede la edad, y de un real ingenio que ha muchos días supera la enseñanza. Las esperanzas de los príncipes corresponden a hazañas en los demás mortales, o porque para ser gloriosos se tienen andada toda la

Al margen «De 18 de diciembre de 1721». himeneos: bodas. 45  bulto: ‘volumen de una estatua’; basta con su fama para que estos príncipes parezcan presentes en los altares, aunque no tengan presencia material. 46  influencias: alude a la creencia de que los astros y las disposiciones del cielo inf luyen en las vidas y destinos de las gentes. 43 

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grandeza a que estos aspiran con sus hechos, o porque los unos sirviendo de aliento a toda una corona, animan más con lo que prometen que los otros con lo que ejecutan. ¿Qué príncipe ha prometido más que el nuestro? ¿No son hazañas sus virtudes, pues defendiéndose con ellas de su misma alteza vence con lo que se modera lo que puede? Esperanzas son estas que nos hacen tiernamente juzgar que es el Ascanio de Eneas y el Alejando de Filippo47, gloria uno y otro de sus padres y confianza cumplida de sus reinos; que con más razón que el Marcelo48 de Augusto es las delicias de su imperio, y que de la manera que los jóvenes Escipión y Pompeyo49 no solo restituyeron la potencia de Roma, sino que la exaltaron a su mayor auge, no solo recobrará el esplendor de España sino que la elevará al mayor poder. Su valor conquistará siempre con justicia, y su justicia gobernará siempre con felicidad. Su benignidad le hará parecer padre, y su moderación le hará ser compatriota de sus súbditos. Su liberalidad le hará favorecer el mérito, y su religión le hará exaltar el culto. Y en fin, su sabiduría y su virtud harán su imperio a un tiempo f loreciente y católico, sin que las delicias de la abundancia puedan introducir los excesos de la profanidad. Esto es lo que toda la monarquía espera y lo que consideraba el fidelísimo amor de esta ciudad para encenderse en tiernos júbilos, y más cuando atendía el augusto vínculo con que hoy su príncipe volvía a unir la rama de Borbón francesa a la española, como una prenda de poder y una fianza de gloria, que se hará tanto más perpetua cuanto la asegura el consorcio recíproco de su majestad cristianísima50 con la señora reina doña María Ana Victoria51, nuestra infanta, dirigido uno 47  Ascanio, Alejandro: Ascanio es el hijo de Eneas y Alejandro Magno el de Filipo de Macedonia. 48  Marcelo: era sobrino del emperador Augusto, y fue designado primer sucesor al Imperio. Se casó con Julia, hija de Augusto. Su temprana muerte segó su trayectoria como posible emperador. 49  Escipión, Pompeyo: se refiere a Quinto Cecilio Metelo Escipión, que fue cónsul junto con Pompeyo en el 52 a.C., y suegro de este. No fue uno de los Escipiones más importantes. La figura de Pompeyo, el rival de César, es suficientemente conocida. 50  majestad cristianísima: el epíteto de «cristianísimos» era el habitual de los reyes de Francia. 51  María Ana Victoria: «Fue hija del rey de España Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio. Conocida familiarmente por Mariannina, a los tres años se concertó su boda con el rey de Francia Luis XV, de once años, y la de su

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y otro (por lo que ha tocado a la corona de Francia) por el regio incomparable genio de su alteza real, el señor duque de Orleans52. Estado de la monarquía de España El estado en que se hallaba la monarquía de España era, si no tan dilatado en su extensión como antes, más firme en su poder, cuya seguridad, quietud y gloria se deben a toda aquella real grandeza de ánimo de su majestad, que se ha compuesto de su valor y su constancia, habiendo sido el príncipe que más ha debido a las adversidades, pues ellas han sido las sombras que han relevado más las robusteces de su esfuerzo y las claridades de sus triunfos53. Así ha sido el heredero de su mismo soberano espíritu, aún más que de su real predecesor. Así ha sido el soldado que siempre se ha servido a sí mismo de ejército, y su virtud el celestial derecho que ha confirmado, allá donde se decretan los reyes para el mundo, el infalible que tenía a sus estados. Rara vez se ha visto otro monarca que en dos ocasiones, casi dejado el trono y apartado de su corte, le haya recuperado tan feliz, si se exceptúa en los anales al famoso Demetrio (a quien llamaron Expugnador de las Ciudades)54, aunque ni tan grande en las cualidades ni tan próspero en el fin. Experiencia que asegura que si en las dos mayores pérdidas que padeció España por las conquistas de romanos y de árabes hubieran hermano Luis, futuro Luis I, con Luisa Isabel de Orleans, para asegurar la paz con Francia. Fue a la Corte francesa (1722) con menos de cinco años para que se educara en dicha Corte, ya que iba a ser reina de Francia. Se había estipulado que llevara 500.000 escudos de dote, que no llegaron a hacerse efectivos. La infanta debía renunciar a sus derechos a la Corona española y se efectuaría el matrimonio cuando ella llegara a los doce años. Este acuerdo había sido llevado a cabo por el duque de Orleans, regente de Luis XV, y cuando murió y fue sustituido en la regencia por el duque de Borbón, este rompió lo pactado con respecto a la boda de María Ana Victoria (febrero de 1725)» (Cristina Segura, https://dbe.rah.es/ biografias/11565/maria-ana-victoria-de-borbon). 52  duque de Orleans: Felipe II de Orleans, tío abuelo de Luis XV, fue regente de Francia entre 1715 y 1723. Luisa Isabel de Orleans, la novia del príncipe de Asturias, era hija suya, como ya se ha anotado. 53  sombras... relevado: al contrastar con las sombras se subrayan las claridades; relevado: exaltado, engrandecido. 54  Demetrio I de Macedonia, llamado Demetrio Poliorcetes, ‘expugnador de ciudades’ (294 a.C.-288 a.C.)

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sido de este porte de generosidad los príncipes que la poseían, o se le hubiera Rodrigo55 parecido, de poco hubieran servido a la ruina ni la desunión de sus provincias ni la conspiración de sus traidores56. No fueron más terribles aquellas invasiones que las que han inundado a España en su reinado57, pues si la segunda fue más numerosa, no fue de tan valerosas y diestras naciones, y sin embargo aun reducida la suma de las cosas al último peligro (trance en que la Francia ofrecía a su majestad un recobro poco menos augusto que el de un trono) se resolvió todavía a resistir. Defensa fue de patria, no de reino, porque amaba la España más como origen que como corona, y en los altares ofendidos le daba la religión más voces que el Estado. Pero uno y otro se debió a su majestad, que no sé si tiene aún más derecho al agradecimiento que al vasallaje de sus súbditos, habiéndose adquirido con más gloria el nombre de defensor que el de monarca. Después de la total reducción de Cataluña58, se hallaba su majestad pacífico soberano de toda la España, cuyo imperio solo con el de un Nuevo Mundo, si se atiende a su peso, vale más que cuando se veía acompañado de extraños Estados. En ellos ha perdido lo costoso59 y le ha quedado lo útil; le han usurpado el embarazo con que le han hecho del despojo la potencia, y cuantas provincias le han desasido son escenarios que le augmentan y hombres de que la pueblan. España sola, cuando llegó a unirse todo lo que poseía, fue capaz de adquirir cuanto ha perdido, y con los demás reinos pudo a veces perder cuanto adquirió. Ahora es gloria suya el gemido de aquellos, y con el llanto de haberla perdido por dueño pagan la sinrazón de haberla tenido por tirana. En este estado se hallaba recobrada cuando volvieron malignos inf lujos a descomponerle esta prosperidad. Levantósele una terrible 55  Al rey Rodrigo se atribuye la pérdida de España a manos de los musulmanes. 56  traidores: alude a la leyenda de la traición del conde de Ceuta, don Julián, que apoyó la invasión musulmana para vengarse de la violación de su hija, la Cava Florinda, cuya belleza atrajo la lascivia de don Rodrigo. 57  Alude a la guerra de Sucesión (1701-1713) entre los partidarios de Felipe de Borbón y los del archiduque Carlos de Austria. 58  Barcelona, último resto de la guerra, capituló en 1714. 59  Por el tratado de Utrech (primero y segundo 1713) se dividen los reinos de la Monarquía Hispánica: Países Bajos, Nápoles, Cerdeña, Milán quedaron bajo el cetro del emperador (Carlos VI), Sicilia pasó al duque de Saboya, etc.

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tempestad60 a que sirvieron de rayos los mismos auxilios, pero aún le fueron más sensibles unas nieblas de aprehensiones opuestas, exhaladas de erradas intenciones. No contenta la desgracia con los pasados males continuaba contra ella aquel rencor con que la ha hecho objeto de aquellas pretensiones y designios que la hacen para los deseos y recelos mayor de lo que para las hostilidades la discurren. Pero en fin quiso el cielo hacerle aparecer en la tormenta el Cástor y Pólux61, esto es, la duplicada luz de la nueva gloriosísima alianza entre las dos augustas ramas de Borbón con los reales himeneos referidos, cuya unión producirá unos espíritus62 de amor y de concordia que, engendrándose en los corazones de los reyes, circulen por los políticos cuerpos de las dos naciones. Será este un afecto formidable a todos los que queriendo hacerle susto propio, por evitarle amenaza, solicitaren encontrarle ruina. Así, habiendo tenido España con qué pagar a Francia bien tan alto, quedará más feliz y más perpetuamente afianzada la buena correspondencia entre tan grandes reyes que lo que allá se celebró de la de Honorio y Estilicón por medio de los recíprocos consorcios del primero con María, hija de segundo, y de este con Serena, hermana de aquel emperador63, en cuya ocasión dijo de Estilicón Claudiano que compensaba las alianzas y restituía el tálamo que había recibido64. Varón que habiendo merecido ser el regente del imperio merece Alusión a la Guerra de la Cuádruple Alianza, que acabó con el tratado de la Haya en 1720. 61  Cástor y Pólux: así llamaban los marinos antiguos a la luminosidad que al final de una tormenta brillaba en lo alto de los mástiles, y que se consideraba señal del fin de la borrasca. Es lo que los marineros cristianos del Siglo de Oro llamaban el fuego de San Telmo; metonímicamente ‘paz’. 62  espíritus: en el sentido de ‘corpúsculos mínimos, partículas sutiles’. Mediante el intercambio de estos espíritus, que se transmitían por la mirada, se producía, según las ideas de la época, el enamoramiento. 63  Honorio (384-423) fue emperador del Imperio Romano de Occidente desde el 395. Se apoyó en el general Estilicón, cuya hija María casó con el emperador. Estilicón casó a su vez con Flavia Serena, sobrina e hija adoptiva de Teodosio I (padre de Honorio: Serena era hermana de Honorio por el hecho de haber sido adoptada como hija por Teodosio). 64  Indica en nota al pie: «En promissa tibi Stilico iam vota peregit. / Iam gratae redicere vices. Connubia pensat./ Acceptum reddit thalamum natoque repnit / quod dederat genitor», Claud. De Nupti. Hon. et Mariae. Son los vv. 302-305 de este poema de Claudiano (Epitalamio de Honorio y María): ‘Estilicón ha cumplido su promesa; se hizo el intercambio feliz y te paga su matrimonio, devuelve el casamiento que ha recibido y regresa al hijo lo que recibió del padre’. 60 

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también aquí que le pidamos los elogios de aquel grande poeta para aplicarlos a más alto príncipe, publicando ser digno de que se le hayan encomendado los monarcas, de que se deban y se confíen a su acierto las prendas de tan grandes príncipes y de que se le hayan entregado las riendas del gobierno de tan grande reino65. Así debe España esperar de tan estrecho mutuo vínculo la unión más firme que jamás haya experimentado con la Francia. Será el recíproco afecto de estas dos naciones aún más puro que el que se mantuvieron cuando los dos más ínclitos Alfonsos, el Tercero (a quien llamaron Magno) y el Sexto66, lograron los reales himeneos, el uno de Amelina (llamada Jimena) y el otro de la grande Constanza, madre feliz de la famosa Urraca de quien su majestad desciende, en cuyo reinado llegó a tanta estrechez el nudo de esta alianza que renovando la sincera que vio la Antigüedad entre celtas e iberos se connaturalizaron muchos caballeros franceses en España, de los que habían venido en auxilio suyo para la conquista de Toledo67, con exenciones que según se discurre68 fueron origen del nombre que de francos se da no solo a los generosos por virtud sino a los libres de tributo por nobleza. Así han sido siempre estas sagradas nupcias, como unos benignos aspectos celestes69 que han traído la serenidad a estos dos reinos, virtud En nota al pie «Dignus cui reges [Dignus quem legeres], dignus cui pignora tanti / principis & rerum commendarentur habenae. Claudian. ubi supra»; vv. 307-308, con algunas diferencias según las ediciones: ‘él es digno de haberlo elegido, digno de encomendarle los hijos de emperador tan grande, y las riendas del gobierno....’. 66  Alfonso III de Asturias, llamado el Magno (852-910), casó con Sancha Jimena Amelina Garcés, cuya ascendencia es debatida, aunque se suele considerar hija de García Íñiguez de Pamplona. Alfonso Sexto de León, «el Bravo», casó en 1079 con Constanza de Borgoña, matrimonio del que nació doña Urraca de León «la Temeraria». 67  Alfonso VI conquistó Toledo en el 1085. 68  Al margen: «Joan de Mariana, lib. 9, cap. 16». Este capítulo de la Historia general de España de Mariana trata de «Cómo se ganó la ciudad de Toledo». Al comentar la af luencia de aliados dice que «De los franceses, por estar más cerca, vino mayor número; gente muy alegre y animosa [...] a los que de ellos se quedaron en España para avecindarse y poblar en ella, los reyes les otorgaron muchas exempciones y franquezas, ocasión según yo pienso, de que procedió llamar en la lengua castellana comúnmente francos a los hombres generosos, como a los hidalgos, y que no pagan pechos». 69  aspectos celestes: configuración de constelaciones, que estudiaban los astrólogos para examinar sus inf luencias. 65 

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con que han obrado desde el primer rey católico de España. A la real mano de Clodosvinda, hermana de Childeberto rey de Francia, debió el glorioso Recaredo la paz70, que aun triunfante había tanto deseado después que a la santa princesa Ingundis había debido San Hermenegildo su conversión71, y por su martirio la suya toda España. Con Isabela, hija de Enrico Segundo, obtuvo Filipo el Prudente la paz de Cambresi72 con las joyas de ciento y noventa y ocho plazas, que restituidas a España sirvieron de adorno a la nupcial pompa. Otra grande Isabela, copia no desigual de la Católica, esto es la augusta hermana de Luis el Justo, decimotercio de Francia, y la heroica Ana, hija del piadoso73 Felipe Tercero en los de España fueron las mutuas soberanas prendas de sus paces74, por medio de los reales casamientos con el príncipe de esta corona (después Filipo el Grande) y con aquel monarca: paralelo, el más vivo del que hoy celebran nuestros gozos. Y en fin, la hermosa María Luisa, gloria entonces de Orleans, fue el gaje que dio al Segundo Carlos la paz de Nimega75. Cada una de estas regias beldades ha sido el pacífico iris76 que ha traído la serenidad de los dos reinos y la agradable aurora que ha conducido sus mejores días. Pero más que todos pacífico y brillante es el anuncio que hoy promete la concordia. Mejor iris se forma, mejor aurora amanece en cada imperio, más durable aseguran la tranquilidad y el resplandor, más Recaredo casó en segundas nupcias con Clodosvinda, hija de Sigerberto I de Austrasia; en el 587 Recaredo se bautizó en la fe católica. 71  Se atribuyen a Ingunda (católica) inf luencias en la conversión de su marido San Hermenegildo (arriano). Ver, por ejemplo, el auto de Sor Juana Inés de la Cruz, El mártir del Sacramento. 72  Al margen «Año de 1519». Felipe II casó en terceras nupcias con Isabel de Valois, segunda hija de Enrique II de Francia. La paz de Cateau-Cambresis (1559) puso fin a un periodo de guerras entre España y Francia. 73  Felipe III «el Piadoso», era conocido por su piedad y devoción religiosa, como Felipe II por su prudencia. 74  Al margen «Año de 1615». Isabel de Borbón, hermana de Luis XIII «el Justo» (1601-1643), se casó el 18 de octubre de 1615 con el infante Felipe, futuro Felipe IV de España, y el mismo día Luis XIII se casó por poderes con Ana de Austria, hija de Felipe III y Margarita de Austria. 75  Al margen «Año de 1679». María Luisa de Orleans fue reina consorte de España entre 1679 y 1689 por su matrimonio con Carlos II de España, celebrado después de la Paz de Nimega (1678) entre España y Francia. 76  iris: recuérdese que el arco iris es la señal que Dios pone en el cielo después del diluvio, como muestra de la alianza con el hombre, y la promesa de que no habrá otro diluvio universal. 70 

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perpetua será la unión que inf luyen cuanto va de una llama que consolida lo diverso a un fuego que llega a unir lo semejante, y de una virtud que se afirma en la propia raíz a la que comunica extraño tronco; lazo en que conservando el poder su distinción cobra el amor su identidad. Las favorables consecuencias de esta regia amistad al Estado y a la religión son las que consideradas añadieron nuevos motivos al gozo, y nuevos impulsos a la demostración. Acción de gracias y orden para las fiestas La inmediata que mandó hacer su excelencia fue la que manifestaron en todas las iglesias las campanas con aquel mudo77 ruido con que habla su alegría, a que sucedió en las noches de los tres días subsecuentes la iluminación de toda la ciudad, en cuyas luces pareció que se habían pasado a arder los corazones. Y porque haciendo culto la gratitud al cielo comenzase el regocijo por donde había comenzado el beneficio, el día siguiente asistió su excelencia, acompañado de los ministros de esta Real Audiencia y Tribunal de Cuentas, y de los alcaldes, cabildo y regimiento de esta ciudad, a la misa solemne que en acción de gracias por tan próspera nueva había dispuesto se cantase en la iglesia catedral, como se ejecutó, por el venerable deán y cabildo eclesiástico de ella, que en sede vacante78 gobernaba, con la sagrada pompa debida a tal motivo. Encomendó luego su excelencia el aparato de las fiestas y su distribución a los referidos alcaldes ordinarios, que lo son don Melchor Malo de Molina y Espínola, marqués de Monte Rico79, y don Juan Josef de Aleaga Sotomayor y Oyagüe80; y al mismo cabildo, orden 77  mudo: supongo que se refiere a que las campanas no forman un lenguaje articulado, aunque sí hacen ruido. 78  sede vacante: periodo en el que una diócesis queda sin obispo. Morcillo, mientras se desempeñaba como virrey, debió delegar las funciones de obispo a su sobrino Pedro Morcillo, obispo auxiliar. 79  Melchor Malo de Molina fue segundo marqués de Monterrico, hijo de Melchor Malo de Molina y Aliaga y de doña Mencía de Espínola, dama del Cuzco. Fue elegido alcalde ordinario de Lima en 1723. 80  Aliaga Sotomayor nació en Lima en 1694. Queda en Lima la Casa de Aliaga, solar de la familia. Era alcalde ordinario el mismo año que Malo de Molina, como dice Peralta.

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que impuesto a su celo añadió nueva llama a su fervor, como la luz del sol cuando excita la virtud de los mejores astros. Eligiéronse por universales intendentes o comisarios de aquellas a don Enrique Lobatón y Hazaña y a don Diego Carrillo de la Presa81, escribano mayor del Mar del Sur; uno y otro regidores perpetuos de esta ciudad, los cuales señalaron en los gremios entre quienes se habían dividido estas festivas muestras los subalternos que en cada uno habían de cuidar de la especie de pompa y regocijos que ofreciesen. La prontitud con que desde luego82 comenzó el pueblo a discurrir su desempeño, el fervor de la aplicación y la liberalidad en el gasto formaban ya unas anticipadas fiestas en que la prevención era magnificencia del deseo, la cual dejaba ver la grandeza del cumplimiento por la de la disposición. Tanto punto de honor aun en las clases últimas, y tanto esmero de afectos en tan grande distancia, eran circunstancias en que desde luego esperaba esta ciudad aventajarle aun a las fiestas que a tales asuntos hayan ideado las mayores cortes. Que la grandeza se ejercite donde habita y el amor se encienda donde goza, no es tanto como que se manifieste aquella en lo común, y que este se inf lame en lo remoto. Sin embargo, aun a pesar del celo fue preciso suspender el principio de estos júbilos por el devoto penitente tiempo de la Cuaresma, que se siguió inmediato a su distribución; pasado el cual dieron glorioso auspicio con la santidad de la Pascua las sagradas alegrías a las públicas.

Enrique Lobatón había sido alcalde ordinario en 1713; Diego Carrillo de la Presa, IV conde de Montemar, nació en Lima hacia 1695; fue regidor y alcalde ordinario de Lima, además de escribano mayor del mar del Sur. 82  desde luego: ‘inmediatamente, sin dilación’. 81 

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FIESTAS DE PLAZA

Breve descripción de Lima Es la ciudad de Lima, si no de las mayores del orbe en el número de sus habitadores, de las mejores en el temperamento de su situación, y de las más opulentas en la copia de su abundancia y sus riquezas. Preside a un Nuevo Mundo con que desquita la población con el imperio, sirviéndole de grandeza el predominio. Después que con el descubrimiento de la América comenzaron a manifestar los españoles que podían los hombres seguir al primer móvil83, haciéndose planetas de la tierra, y que un ángulo de la Extremadura produjo en los famosos Cortés y Pizarro dos césares vasallos, que hicieron mayores que los romanos a sus reyes; después, digo, que con la conquista de esta parte austral dio el segundo más provincias a España y a la Iglesia que las que Hércules y Dionisio caminaron, desbaratadas otras plantas84 la fundó aquel héroe debajo del sagrado auspicio de los tres santos reyes que tiene por patronos85. Yace en el paralelo duodécimo86, y su meridiano dista del primero poco más de trescientos y un grados de la equinoccial. A pesar de lo adusto87 de su zona, se conserva tan intacta a los rayos del sol como a los de la esfera, pues como si en su fecundo valle fuese cada mes un abril y tuviese en 83  primer móvil: la más externa de las esferas celestes, según la idea del universo como serie de esferas concéntricas en cuyas órbitas se desplazan los planetas. Los españoles muestran que el hombre puede desplazarse en la esfera terrestre más allá de lo que hasta entonces se había hecho. 84  Desechados otros diseños y posibles emplazamientos. 85  Al margen «Año de 1535». Lima es la «Ciudad de los Reyes» en honor a los Reyes Magos. 86  Al margen «En 12 gr., 15 min. de latitud austral y en 301 gr., 25 min. de longitud». 87  adusto: quemado, es decir, afectado por el sol.

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cada árbol un laurel88, ni la abrasan ardores ni la fatigan tempestades. Las f lores y los frutos no se ausentan, sino se alternan en sus campos89. Ella ve andar a toda la América en sus calles, pues cuanto desde La Paz hasta el Darién se lava en oro, cuanto desde Potosí hasta el Marañón se funde en plata, y cuanto desde La Margarita90 a Panamá se cuaja en perlas, todo le sirve de tributo y lustre; y haciendo su oriente a Europa y su occidente al África, le amanece la una con lo más perfecto y le saluda a la otra con lo más precioso. Su longitud topográfica, que corre de oriente a poniente entre el sexto y séptimo rumbo91, es de tres millas, siendo su latitud la mitad de aquel espacio fuera del burgo, que es bien dilatado. Cuando de este la separa el Rímac (río que con poca inversión le dio su nombre)92 la une a él un puente, que con siete grandes arcos se eleva en altura de treinta y cinco pies a que corresponde igual su latitud. Cíñela un muro de treinta y tres baluartes que testifican su extensión. En sus hermosos templos manifiesta una suntuosidad que la hace una peruana Roma, teniendo la magnificencia tan puesta en su lugar que aunque en lo demás la asiste bien la arquitectura, parece que solo en las aras ostenta sus realces. Pero lo que sobre todo excede a su fábrica es su culto, en que hace ver todo el Perú consagrado de ofrenda en sus riquezas, formando dádivas a Dios de sus inf lujos. En las letras puede decirse que es la Salamanca de las Indias, y hablando con la antigüedad, la Atenas de la América, donde siendo cada colegio un liceo hace inferir que su universidad es una academia compuesta de muchas. laurel: se creía desde la antigüedad que los laureles protegían de los rayos. Parece eco del canto VII de la Odisea, descripción de la tierra de los feacios: «En el exterior del patio, junto a las puertas, hay un gran jardín de cuatro yugadas, y alrededor del mismo se extiende un seto por ambos lados. Allí han crecido grandes y f lorecientes árboles: perales, granados, manzanos de espléndidos frutos, dulces higueras y verdes olivos. Los frutos de estos árboles no se pierden ni faltan, ni en invierno ni en verano: son perennes; y el Céfiro, soplando constantemente, a un tiempo mismo produce unos y madura otros. La pera envejece sobre la pera; la manzana, sobre la manzana; la uva, sobre la uva; y el higo, sobre el higo». 90  La Margarita: isla en las costas de Venezuela, famosa por la extracción de perlas, actividad a la que debe su nombre (margarita ‘perla’). 91  rumbo: ángulo medido en el plano horizontal entre el norte y la dirección de avance del barco, medido en círculo; se representaban en la rosa de los vientos, símbolo en forma de círculo, que incluye treinta y dos rumbos. 92  Rímac: el nombre del río, con poca modificación se convierte en «Lima». 88  89 

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Su nobleza es un extracto de toda la de España y es el mérito de todo el Perú, puesto que aquella le ha enviado su lustre y este le debe su conquista. Ojalá la desgracia y la distancia del soberano sol que adora no estuvieran para reducir su esplendor a obscuridad. Su fidelidad y celo van desde luego a manifestarse en sus demonstraciones, que han sido maravillas de su amor. Si se atiende a lo soberano del asumpto jamás le igualarían las mayores, pues ni las famosas que en los primeros siglos instituyó el grande Hércules en los Juegos Olímpicos93 para celebración de la alianza jurada entre los argonautas, ni las que en Cartagena ejecutó Anibal en las pomposas fiestas con que solemnizó sus nupcias con Himilce94, ni las célebres que Ataúlfo hizo en Narbona en honor de su real casamiento con Placidia95, podrían ser dignas de aplaudir tan importante alianza ni de aclamar tan altos himeneos. Nunca hallarían el júbilo ni el vasallaje suficientes señales de su culto para solemnizar sus glorias, aunque no contentos con humanos honores pudiesen discurrirles los divinos, aunque pidiesen a la ciega Antigüedad las mesas y ambrosías celestiales con que fingió que los dioses celebraron las nupcias de Tetis y Peleo96, o las riquezas y los dones con que ideó que exaltaron las de Cadmo y Harmonía97, a quien imaginaron que cada deidad honró con el presente más proporcionado a su virtud. Pero como es más fácil que decienda la alteza del objeto a admitir lo posible del obsequio que el que este suba a su nivel, confiada en lo primero dispuso el suyo esta ciudad con las mayores muestras de que fue capaz. Decretáronse estas reducidas a festivos juegos, mejores que los que la Antigüedad comenzó en sus estadios y continuó en sus circos y

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Según la leyenda los Juegos Olímpicos los instituyó Hércules en honor de

Zeus. 94  Himilce, hija de Mucro de Cástulo, casó (en 221 o 220 a.C.) con Anibal (acentuación aguda en la época) para establecer la alianza entre Oretania y Cartago. El matrimonio se celebró en la actual Cartagena. 95  Gala Placidia, hija del emperador Teodosio, casó con Ataúlfo en Narbona en enero del 414. 96  Tetis y Peleo celebraron sus bodas en el monte Pelión, con asistencia de los dioses, que regalaron a Peleo una lanza maravillosa hecha por Hefesto y Atenea. 97  En sus bodas Harmonía recibió como regalo una toga y un collar forjado por Hefesto, y regalado a Harmonía por Afrodita o Atenea, según algunas versiones del mito. Era un collar que traía la desgracia a su poseedor. La referencia de Peralta no es muy afortunada en el contexto.

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anfiteatros, pues sin la atrocidad ni el horror tuvieron solo la destreza y el deleite. En aquellos era inhumanidad divertimiento, y se hacía suplicio de la fiesta, siendo los hombres estrago de los hombres y los brutos. Perecían vendidos los bárbaros gladiatores al recíproco golpe de las armas, y los débiles siervos a la inevitable fuerza de las garras, siendo en aquellos una funesta esgrima, juego y combate a un mismo tiempo, y en estos una desigual lid, caza de humanos hecha para regocijo de las fieras. Pasó a carnicería la solemnidad y hubo quien98 trasladando al anfiteatro el África hizo jugar en un día cinco mil. Pero en las fiestas que hizo esta ciudad todo fue admiración, y nada horror. Es verdad que las de toros lo son a toda otra nación que la española, la cual por lo mismo que posee los más fieros del mundo en su Jarama ha visto siempre los más valientes toreadores en sus plazas; pero, o por una propensión esforzada de los ánimos o por un alegre ensayo a los combates, ha puesto tan en uso esta osadía que ha pasado en ella la temeridad a diciplina, y el susto a placer. Por esto fueron uno de los principales que se eligieron para demonstración de tanto gozo las de diversas corridas de toros, que adornadas de varios alegres embelesos, y precedidas de repetidos fuegos de artificio, hicieron por espacio de un mes un periodo de júbilos, pocas veces cursado del mayor alborozo y en pocas ocasiones cumplido por el mayor poder. Llegó el día undécimo de abril, en que parece que amaneció por aurora la alegría y que el sol asistió en el hemisferio a ver las fiestas. En todo el estío precedente se había visto embarazado de las nubes pero por todo el tiempo de estos regocijos, aun habiendo comenzado ya el otoño, lució tan claro y tan continuo que parece que quiso también el cielo iluminarse, o que de la manera que registra siempre a nuestro monarca sus dominios gustó ilustrar al hijo sus obsequios. Y porque debiendo ser la Plaza Mayor a un tiempo el teatro de toda esta real magnificencia, y el papel principal de su hermosura requiere que se insinúe su noticia, la copia brevemente así la pluma.

Al margen «Tito Vespasiano». El emperador Tito inauguró el Coliseo el año 80 d.C., con una de las fiestas más extraordinarias que narran los cronistas y poetas, como Marcial... La cifra de cinco mil animales pudo recogerla Peralta de Suetonio, Vida de los doce Césares, «cinco mil animales salvajes de todo tipo en un solo día» (Tito, VII.3). 98 

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Situada en un perfecto cuadro de trecientos y noventa y seis pies de lado, tiene al oriente meridional la iglesia catedral, cuya fachada, repartida en tres cuerpos y labrada de piedra no inferior al mejor mármol, contiene tres grandes puertas, de las cuales la media descuella formada de orden compósito99, y las colaterales siguen los módulos del dórico100. Recientemente reparada y perfecta, y coronada por uno y otro lado de dos torres, de las cuales comenzada la una y la otra nuevamente acabada al celo de un grande ministro101, con simetría, adorno y altura digna de tal templo, es hoy la maravilla del Perú. Acompáñale otro segundo, que lo es, aunque menor, el Sagrario, ilustre residencia de los curas. En los dos lados de la plaza, que miran al medio día occidental y al occidente septentrional, reinan dos grandes pórticos formados de excelsos arcos y de fuertes cuadradas columnas de orden dórico, cuya obra sostiene desde la cornisa al segundo cuerpo, que adornado de hermoso e igual ventanaje se ciñe en cada lado por una amplia y continuada galería contenida de una artificiosa balaustrada. En el lado que de esta mira opuesto al templo catedral, yacen las casas del cabildo, distinguidas con doce hermosos arcos. Al oriente septentrional se ve el palacio, que aunque antes del último horrible terremoto era magnífico, sin embargo suple hoy la falta del segundo cuerpo con una majestuosa galería, en que ilustra las públicas funciones la presencia de los señores virreyes y ministros. En el centro de este gran foro se levanta el milagro de una fuente, hermosa máquina de bronce que en su basa adornada de multiplicadas sierpes y leones, y en sus sublimes tazas que corona una estatua de la Fama vierte y recibe el agua, ya en cascadas, ya en caños que hacen como una sonante lluvia de cristal. Esta propria grandeza con la que le añadía la fábrica compósito: un tipo de orden arquitectónico clásico mixto. dórico: el más antiguo de los órdenes de arquitectura clásicos. Su representante más famoso es el Partenón. 101  Al margen «El marqués de Casa Concha». José de Santiago Concha y Méndez Salvatierra, I marqués de Casa Concha. Nacido en Lima (1667) y fallecido en la misma ciudad en 1741. Letrado y oidor en Indias, caballero de la Orden de Calatrava, etc. «En Lima se desempeñó como superintendente de policía por comisión del virrey príncipe de Santo Buono (1716), tuvo también a su cargo el cuidado de la construcción de las torres y portada oriental de la iglesia Catedral de Lima, concluidas en el año de 1732, y dirigió los trabajos de la fábrica interior del Convento de las Trinitarias de Lima» ( Javier Barrientos, https://dbe.rah.es/ biografias/23503/jose-de-santiago-concha-y-mendez-salvatierra). 99 

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de los tablados que se erigieron para el concurso de las fiestas, con doce órdenes de asientos y de gradas, en nada cediera si aún durasen ni a la del circo romano ni a la del anfiteatro de Pompeyo102; y hoy no cedería a las mayores plazas, si el peligro de los terremotos no hubiera contenídola en su altura. Fuegos de la primera fiesta. Día 11 de abril Viéronse en ella desde la mañana puestas cuatro máquinas103 de fuegos, prevenidas para suplir el día104 al ausentarse. La primera representaba una fortaleza de cuatro lados, con un torreón que en medio de ella se elevaba, teniendo en las cortinas gran número de fingidos fusiles que como por troneras se asomaban, y en los ángulos cuatro centinelas que habían de ser cuatro Vesubios105. La segunda una alta torre. La tercera una excelsa columna que sobre el plinto de su capitel sostenía una corona, y cuyo escapo o cuerpo ceñía una artificiosa escalera o caracol, hecho como para facilitar la subida a su eminencia. La cuarta un castillo de campaña. Llegó la noche y se volvió a partir dejando solo el tiempo y no las sombras, porque encendida toda la plaza quedó la luz en su lugar. Adornadas de varios órdenes de iluminaciones la nueva hermosa torre y la fachada de la iglesia catedral, y brillando con infinitas hachas106 las balaustradas de las galerías y balcones, ilustrados de lanternas los tablados y el suelo de hogueras, viéndose como globos de esplendor las que eran pirámides de fuego, nos parecía tener ya las cabezas dentro del firmamento, o que las estrellas se habían venido a estar entre nosotros. En el concurso que fue innumerable y que, a no haber tenido los asientos que se habían fabricado para las demás fiestas, no hubiera hallado lugar, ninguno podía estar oculto. Comenzó desde luego una continuada tempestad de girándulas o cohetes que parecían rayos con que fulminaba la tierra las tinieblas de la esfera o exhalaciones que subían llamas para bajar lluvias de luz. Dieron señal 102  El teatro de Pompeyo fue el primer edificio de Roma fabricado en mármol. Fue también famoso por sus enormes dimensiones. 103  máquina: artificio, construcción, estructura determinada. Queda clara la acepción en las descripciones siguientes. 104  suplir el día: porque la luz de los fuegos simulará en la noche la diurna del sol. 105  Vesubio: volcán cercano a Nápoles. Metonimia por ‘volcán’. 106  hacha: vela gruesa de cera.

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para el incendio de las piezas varias ruedas de fuego, que cruzándose a ángulos rectos en el aire se impelían y se retiraban por las cuerdas, que atravesadas les servían de senda al movimiento. Encendiéronse luego aquellas ordenada y sucesivamente, repitiéndose en sus intervalos el impetuoso juego de las ruedas. Verlas brillantes al principio lisonjear con el agrado de la luz, y después terribles confundir con el ruido de las cargas; parecer iluminadas torres y hacerse horribles baterías, de donde en mil torcidos giros salían mil áspides de fuego que amenazaban y se encogían en el aire, era un divertimiento en que la vista hacía solo el lance al riesgo, y gozaba la imaginación de la alegría. Debiose esta demonstración al cuidado del primer gremio107 y de sus comisarios. Fiesta primera. Día 12 de abril El siguiente día comenzó el noble cabildo de esta ciudad la primera corrida de toros. Llenáronse de numerosos circunstantes las galerías y tablados, y rebosó el pueblo por techos y torres. Ocupó su excelencia en la galería su dosel acompañado de la Real Audiencia y Tribunal de Cuentas. Concurrieron también al político culto de tan alta fiesta los demás en los lugares proprios, o que se habían prevenido, esto es, incógnito el cabildo eclesiástico, el Santo Oficio de la Inquisición, el cabildo secular y la Real Universidad. El Colegio Real y Mayor de San Felipe, y el Tribunal del Consulado108 seguían en la galería de palacio después de los primeros tribunales, y los reales colegios de San Martín y del Seminario de Santo Toribio109 vieron en los asientos que les ha destinado noblemente la costumbre. 107  El primer gremio era el de mercachif les, tabaqueros y cajoneros (ver al final el índice de gremios). 108  El Tribunal del Consulado de Lima era un juzgado establecido a principios del xvii (aunque había sido creado por Felipe II en 1593), y que entendía en pleitos de asuntos comerciales. 109  El Seminario de Santo Toribio fue el primer seminario de América (fundado en 1591 por el arzobispo Toribio de Mogrovejo, con el nombre de Santo Toribio de Astorga, el mismo que llevaba el fundador, que sería canonizado en 1726). Tras la canonización de Mogrovejo el nombre del seminario ya no hizo referencia a Santo Toribio de Astorga, y pasó a ser Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo.

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Resplandecía así en honor y autoridad la plaza, y para dar ilustre principio a la función salieron a las dos horas de la tarde los alcaldes que quedan mencionados, airosamente montados en hermosos y diestros caballos, cuya espalda adornaban ricas sillas y pendientes, la una de terciopelo carmesí recamado de preciosa bordadura y la otra de un brillante brocado de oro y plata. Precedidos de los ministros de vara110, y seguidos de número competente de lacayos lucidamente adornados de libreas de grana y paño fino, orladas de franjas de plata, después de haberse presentado a su excelencia con la reverencia acostumbrada, pasearon la plaza para reconocer el buen orden del concurso y componerle solo con las jurisdicciones de la vista. Siguiolos inmediatamente la compañía de alabarderos de las guardas de su excelencia, distinguidos con vestidos de paño fino azul guarnecidos de plata. Precedíala a caballo su teniente lustrosamente adornado, regíala después don Pedro de la Fuente y Rojas111, gobernador que había sido de Guancavelica y entonces capitán de la de a caballo de las mismas guardas, el cual iba en lugar del maestre de campo don Francisco de Villalta, su tío, capitán de aquella, por hallarse gravemente enfermo. El aire de la gentil presencia, la destreza en el manejo y la singular excelencia del generoso bruto que montaba adornado de precioso jaez de silla y guadrapilla de terciopelo carmesí orlado de plata que después alternó con otra de brocado de oro verdegay112 con f luecadura113 de igual precio, le componían un admirable lucimiento digno de la grandeza del asumpto y de toda la atención del teatro. Llegó así con su compañía delante de su excelencia, y haciendo la triplicada reverencia pasó al despejo de la plaza, dividiéndose aquella por mitad para este efecto. Y habiendo ejecutado esta función, e incorporádose la compañía, repitió don Pedro la misma submisión a su excelencia y dejando aquella tendida en fila debajo de su galería se retiró subiendo a asistir a su lado para comunicar sus órdenes; circunstancias de solemnidad que repetidas en las públicas asistencias siguientes tendrán por satisfecha su descripción con la presente. ministros de vara: alguaciles, cuya insignia era una vara. Pedro Andrés de la Fuente Rojas (1679-1734) fue un noble que desempeñó diversos cargos; capitán de caballos de la guardia del virrey, contador mayor del Tribunal de Cuentas, gobernador de Huancavelica y superintendente de la mina de azogue, alcalde ordinario de Lima, etc. 112  verdegay: verde claro. 113  fluecadura: guarnición de f lecos. 110  111 

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En este estado era la mejor parte de la fiesta el teatro de ella, siendo la hermosura del concurso preludio a la fiereza de los toros. La gala de los trajes, la confusa variedad de sus colores, que hacía de aquel un pensil114 animado, la música de los clarines que provocaban a la lid y la extensión del circo, formaban un concento de admiraciones y alegrías. Entraron luego en la plaza doce elegidos toreadores, que graciosamente vestidos eran unos arlequines115 de capa y espada, que haciendo risa el riesgo burlaban la fiera con el donaire y con el lance. La admirable destreza de los que estos y otros ejecutaron, el furor con que acosaron varios lebreles de oreja116 algunos toros, el venatorio divertimiento de numerosos pequeños animales de caza que ocultos en el seno de un grande estafermo117 salieron impelidos al bote118 de la fiera que le imaginó viviente (aborto correspondiente a tal preñez) fueron alegres circunstancias que hicieron la tarde bastantemente festiva y deliciosa; a que dio fin el cortejo de abundantes suavísimos dulces, confituras y bebidas heladas, de cuya magnificencia esparcida grande parte al pueblo, imitaba los dones arrojados con que alegraban al romano sus emperadores. Fuegos de la segunda fiesta. Día 13 de abril Tocó al gremio119 que se dirá después en su índice, la función de los segundos fuegos, los cuales con iguales iluminaciones se encendieron en otras cuatro grandes piezas. Veíanse en ellas las figuras del león nemeo y de la hidra lernea120, a quien por una cabeza que le cortaban renacían dos; triunfos de Hércules y símbolos de los que podrá obtener

pensil: jardín colgante; en general jardín muy f lorido. arlequines: máscara de la commedia dell’arte; en este contexto ‘bufón, máscara graciosa’. 116  lebreles de oreja: perros que sujetaban por la oreja a los toros; lebreles y alanos estaban especializados en esta práctica. 117  estafermo: muñeco giratorio para juegos de destreza a modo de torneo en el que el justador debía evitar ser golpeado por el estafermo al girar. El toro al atacar al estafermo libera los animalillos que lleva encerrados. 118  bote: golpe. 119  Gremios 21 y 22, herreros y espaderos. Ver índice de gremios al final. 120  Dos de los más conocidos trabajos de Hércules, vencer al león de Nemea y la hidra de Lerna, sierpe de cuyo cuello cortado renacían nuevas cabezas. 114  115 

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nuestro augusto príncipe de fieros enemigos y monstruosas ligas. A cuyos artificios seguían los de un grande castillo y de una excelsa fragua cuya punta se elevaba hasta cuarenta y ocho pies de altura, jeroglífico del arte121 que ejercía el gremio que ejecutó este obsequio. Acompañaron estos fuegos los de innumerables que giraban en cuerdas, o que arrojados al aire le herían a un mismo tiempo y le ilustraban. Segunda fiesta. Día 14 de abril Repitió el día siguiente segunda corrida de toros el cabildo. Hay empeños que hacen de una cumbre a que llegan escalón para otra que desean, y más cuando les da la mano un celo superior. Así, los comisarios, no contentos con el primer cuidado, subieron de un esmero en otro, mayormente cuando los elevaba el inf lujo de su excelencia con sus órdenes. Creció así el suceso de esta segunda fiesta, y dio un paso más arriba el regocijo. Los toros parece que aprendieron más fiereza y los toreadores más valor. Los de a caballo, que fueron cuatro escogidos, y los de a pie, al golpe del rejón y del puñal triunfaron tan felices que no hubo fiera que arrojase fulminante el coso que no la viese el circo fulminada. Fuegos de la tercera fiesta. Día 16 Siguió a esta solemnidad la de los terceros fuegos, ejecutada por el gremio a quien se habían señalado122, el cual con un celo que imitaba como que competía, formando lisonja de la emulación, hizo arder en la noche que le perteneció seis elevadas máquinas. Las cuales representando defendidos castillos, excelsas agujas123 y corpulentos Etnas, aquellos disparándose recíprocos tiros y estos después de la llama despidiendo el trueno, añadieron nueva magnificencia y nueva admiración a las pasadas.

Es decir, jeroglífico del arte de los herreros, gremio que se ocupó de estos fuegos. 122  Gremio 18, coheteros. 123  agujas: obeliscos. 121 

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Tercera Fiesta. Día 17 Correspondió al fuego la lid y a la grandeza de las piezas la ferocidad de los toros, que se jugaron al cuidado del cuarto gremio124, y de su adjunto en el siguiente día; el cual asustando al principio con un riesgo hizo, si no un triunfo del esfuerzo, una gloria del ánimo. Paseaban la plaza los alcaldes dirigiéndose a la galería de su excelencia cuando rompió un fiero toro las puertas del coso, acometió por donde pasaban poco menos que indefensos (sino de su valor) por la desprevención para tal lance. Separáronse a lo improviso del asalto y continuando el marqués de Monte Rico dentro del mismo terreno que ocupaba, volvió hacia él la fiera, pero por más que le amagó a la grupa del caballo y que los ministros y lacayos se habían esparcido, no le pudo obligar más que a una corta evolución de las que se hacen aun con las prevenciones del rejón. Correspondió así a la grandeza del espíritu con que iguala al lustre de su sangre, y a la expectación del concurso, que confiaba lo mismo que temía. Aplaudiole este el noble desprecio del peligro, pasando en cuenta de victoria la firmeza y, enlazada la fiera, continuaron los dos alcaldes su paseo. Lidiáronse después los toros, que se hallaron tan fieros que parecieron trasladados de los bosques de Jarama125. Cada uno era la máquina y el arma despedida siendo en su frente el arco la saeta126. Con todo esto lo que parecía horror al circunstante, solo era juego al toreador; osadía que adelantó la de uno que transformando en doméstico bruto el más feroz de aquellos, le redujo a las leyes del freno y de la espuela127. Con los de aquella tarde, ¿qué importarían los que en la Antigüedad jugaban las fieras al abrigo de los portátiles canceles, o con la ventaja de las f lechas? ¿Qué hicieron aquellos tímidos hombres de Tesalia128, 124  Según el índice los toros correspondieron a los gremios 4 y 25, panaderos y pasteleros (su adjunto). 125  Eran muy famosos los toros de la ribera del Jarama. 126  Nótese la ingeniosidad algo retorcida del pasaje: cada toro era una máquina de guerra, un arma; en su frente el arco (la forma de los cuernos; juego de palabras con arma que dispara saetas), es decir, los cuernos son como la saeta que hiere. La saeta es aquí el mismo arco (de la cornamenta). 127  Montó al toro como si fuera un caballo domado. 128  Se suelen atribuir los juegos taurinos a los habitantes de Tesalia. El emperador Claudio, entre otros, fomentaba estos espectáculos con toreadores de Tesalia, según cuenta Suetonio.

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que traídos por Claudio como prodigios de destreza, después de haber corrido en repetidos giros alrededor del circo los toros que habían de montar, lo obtenían domados estos del cansancio, haciendo de la debilidad del bruto fuerza propria? En fin, no hubo acá alguno de cuya ferocidad no triunfasen la punta o el rejón, bien que algunos caballos costearon la victoria o el escape de los dueños. Cuarta fiesta. Día 19 Dio el mismo gremio segunda corrida, cuya fiesta se contentaría con la igualdad a la pasada si no la hubiese excedido en la circunstancia de la maravillosa destreza con que un toreador natural de Tucumán vencía el más robusto de estos terribles animales, dudándose si era mayor la facilidad que la presteza. Pues como si atase una tendida red, o llevase en la cuerda que usaba algún encanto, siguiendo a caballo cualquier violento toro lo prendía en la carrera con el lazo, sin que jamás falsease el tiro. Enlazarle, ceñirle, desjarretarle el pie, punzarle el cuello y caer la fiera era todo una acción en que las precedentes parecían pensamientos para la última, añadiéndoles nueva extrañeza la de ser el instrumento de todo este triunfo el leve acero de un corto cuchillo. Acompañó a esta la felicidad con que otro, esperando osado al toro en el lugar inmediato a las puertas del coso, donde llevaba entera la fiereza, enristrada firme en la tierra el asta de una grande lanza atravesó desde la frente al anca a uno de los más feroces que quiso hacer de su fiereza su ruina. Fuegos de la quinta fiesta. Día 20 Sucedió en la celebración el empeño del quinto gremio129, y de los demás que se le unieron. Amanecieron en la plaza con el día las fábricas de fuegos que a la noche se habían de jugar. Viéronse ocho elegantes máquinas de quienes las dos primeras eran dos grandes naves que habían de servir como en representación de aquellas con que los ínclitos Colón y Pizarro descubrió el uno la América y llegó al

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Los plateros, como se dice luego y recoge el índice.

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Perú el otro, más dignas cada una de fama que la célebre de Argos130. La tercera, una excelsa pirámide de cuatro lados que semejante en la figura a las egipcias no hizo menor milagro su esplendor que aquellas su grandeza. Era el área de su basa de ducientos y veinticinco pies cuadrados131, teniendo quince en cada lado, y su altura medía treinta y seis. Coronábala un fénix que había de tenerla por palma en que abrasar sus plumas132 para consagrar sus cenizas al sol de nuestro príncipe. Servían sus cuatro superficies de magníficos aparadores, que adornados de diversas piezas de oro y plata, fuentes, palanganas, urnas y aguamaniles relevados133 formaban de cada una un precioso hieroglífico de la riqueza del Perú en la materia, y del ejercicio del gremio en el arte, siendo el de los plateros. La cuarta era una estatua gigantea de Hércules con la piel del león134 revuelta a un brazo y armada la mano diestra de la clava, como que quería ser holocausto de quien era anuncio, o como que asistía a ilustrar las fiestas de un orbe a donde no llegó con sus viajes. La quinta formaba un elevado trono de igual altura a la pirámide, como imagen del que en los pechos tenía su alteza real, y del que, aunque tarde, le esperaba en su glorioso imperio. Sobre él pendía una esférica nube, que en su seno ocultaba como real parto una corona de oro que había de producir abriéndose al tiempo de su incendio, símbolo de la que se le prevenía como augusta herencia. Sobre la nube se elevaba un dosel de que aquella pendía firme en cuatro columnas de hermosa arquitectura, coronando toda la obra un volante bulto de la Fama135.

130  El navío Argo, construido por Argos, fue la embarcación de los argonautas, en su expedición a la Cólquida para conseguir el Vellocino de oro. Se consideraba el primer navío que navegó por alta mar. 131  Un pie cuadrado equivale a 0,077 m 2. La pirámide tenía unos 5 m. de lado en la base y más de 13 m de altura. Medidas aproximadas. 132  Según la leyenda solo existía un ejemplar de ave fénix, que al cumplir su edad (de más de 600 años) se incendiaba al sol y de las cenizas renacía una nueva ave fénix. El ave fénix es símbolo de lo raro, extraordinario, maravilloso, inigualable, del renacimiento, etc. 133  relevados: con labores en relieve. 134  La piel del león de Nemea muerto y desollado por Hércules en uno de sus trabajos. 135  Una estatua (no pintura, sino imagen de bulto) de la Fama, a la que se representaba con alas (de ahí lo de «volante») para ir esparciendo las noticias por todos los lugares.

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La sexta pieza era otra nube que contenía dentro de su seno un globo o esfera que representaba la del cielo, y abriéndose encendida al fuego de cuatro cohetes de cuerda le había de mostrar lleno de tantos astros cuantas luces había de brillar. La séptima era de cinco grandes jarras, que colocadas sobre un trono de dos gradas ostentaban varias lises136 o azucenas, ocultando en su cóncavo espacio otros tantos volcanes en que fuesen hipócritas las f lores de las llamas. La octava era un carro triunfal adornado de varia pintura, cuya proa ocupaba un generoso león que llevaba pendiente de ambas garras el escudo de las armas de Castilla y León. En la popa se veía sobre un trono sentada una perfecta majestuosa estatua del príncipe nuestro señor, a cuyos pies estaba inclinada una figura que representaba la América, en acción de ofrecer a su alteza real una barra de oro, como el más noble tributo de sus venas. Un tan grande aparato lucía desde luego, aun sin brillar, y hubiera sido fiesta aun sin arder. Por esto fue tan grande el concurso que se previno al juego de sus fuegos que, inundando la plaza desde su pavimento hasta sus tablados y su altos, excedía bien el número de treinta mil almas; pues no conteniendo al pueblo ni aun el temor del fuego, parecía que estrechado con las mismas máquinas pretendía cada uno arder con ellas. Iluminada la plaza, el suelo todo hogueras y el aire todo antorchas, habiendo sido antes el fuego de una de las piezas nuncio de la siguiente pompa, comenzó su marcha el triunfal carro que interiormente esclarecido hacía parecer que su materia era la luz. Después de haber paseado dos lados de la plaza, llegaba a dar vista por el del cabildo a la galería y dosel de su excelencia, que siempre asistió con la Real Audiencia a estas funciones, cuando cogiendo en medio al carro las dos hermosas naves, que iluminadas se movían de vuelta encontrada, le hicieron una salva137 real con el fuego que representaba en los costados de cada una el cañón de tres andanadas, concluida la cual, revirando por contramarcha, repitieron como en escaramuza otras dos salvas. En aquel estado el luminoso carro parecía el del sol, pasando por dos nuevas y fúlgidas constelaciones, o que la nave de Argos duplicada se había lises: f lor emblemática de la realeza francesa. salva: saludo, que se solía hacer a las personas importantes disparando artillería sin balas, y también con músicas. 136  137 

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trasladado del polo a aquel zodíaco de luz, aunque por otra parte se podía pensar que como a príncipe de dos océanos saludaban al nuestro aquellas naves. Llenó después multitud de cohetes el aire de fuego, de estallido y luz, y mediando en los intervalos los de cuerda en el orden de las noches precedentes, se fueron encendiendo las máquinas que quedan referidas. ¿Qué harían con el esplendor las que solo con la grandeza eran milagros? Cada una parecía un girón del firmamento si brillaba, y un compendio de Troya cuando ardía. Pirámides, colosos y tronos a un tiempo resplandecientes y abrasados, haciendo magnificencia de la ruina formaban delicia del estruendo. Los aparadores relevados transformaron sus fuentes en joyeles en que no ya diamantes, sino carbunclos luminosos se engastaban. Jamás aquella materia celestial, cuyo movimiento es luz y cuyo embarazo es trueno, escondida en aquel polvo obscuro que la guarda hizo más pompa de su velocidad ni su poder. En fin cinco volcanes disparando en la última pieza al cielo sus centellas fueron cinco Tifeos138 que vomitaron fulminados cada uno un Flegra de rayos de su seno. Quinta fiesta. Día 21 Dieron los mismos gremios el siguiente día la fiesta de toros correspondiente, cuya alegre función adornaron de varios divertimientos, ya de doce toreadores vestidos todos de un color con el gracioso traje de arlequines, y ya de diversos estafermos que burlaban las fieras; entre los cuales sirvió de un extraño y agradable espectáculo el de ver al choque de una producirse hermosa turba de diversos pájaros, pareciendo la frente del feroz animal como una duplicada cornucopia de aves que esparcidas al aire le adornaron. Jamás se vio lance más dentro de la amenaza, ni más fuera del riesgo, nunca más fuerte ni más ligero golpe139. Viose adornada la fiereza de los toros ya con estrellas de plata con que emulaban el del celeste signo, ya con pendientes y arreos 138  Tifeo era uno de los Titanes rebelado contra Zeus, quien lo fulminó. Tifeo, ardiendo, incendiaba todo por donde pasaba; Zeus lo sepultó bajo el Etna, cuyas erupciones se supone que son las respiraciones de Tifeo. Flegra es la llanura donde los titanes o gigantes se enfrentaron a los dioses. Su nombre significa ‘campo de llamas’, y de ahí la mención de Peralta. 139  Ligero por la ligereza de las aves. Juego ingenioso.

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proprios del arte referido140, y ya con vistosos penachos de plumas y de llamas con que mezclaron en la tarde el susto y la delicia. Fuegos de la sexta fiesta. Día 23 Con el fuego del celo andaban ya los pechos en cuenta de artificios, y así cumpliendo con su naturaleza subía en cada fiesta a más altura. Dispusieron los comisarios de los siguientes gremios141 los que había de ser principio de las suyas. Fueron estas seis prodigiosas moles de diversas figuras, de las cuales la menor se contenía en veintisiete pies de altura. La primera formaba una vasta granada, cuyos adustos142 granos habían de ser impetuosos cohetes. La segunda una inmensa jarra, que de urna de Baco había de pasar a ser oficina de Vulcano143. La tercera un excelso ciprés, árbol proporcionado para nido de unas Furias144 que habían de volar abrasadas al fuego de la pieza, como para desterrar de las fiestas las desgracias. La cuarta un castillo de tres cuerpos sobre que se había de abrir un iris refulgente, como anuncio de una eterna paz. La quinta y sexta se formaban de una roca o torre, que se elevaba en treinta y nueve pies de altura, a la cual había de asaltar en un caballo alado un héroe semejante al fingido Belerofonte cuando acometió la Quimera en el Pegaso. Jamás perdió con más razón su nombre aquella noche145, ni jamás se hizo por el espacio de dos horas más continuo fuego en el combate más reñido. Podía entonces decirse que era el Mongibelo146 de las plazas la de Lima, una Libia147 resplandeciente de fuego en que sirviendo de arenas las centellas y de monstruos las máquinas cruzaban por el Propios del arte de la platería. Al margen «13 y 14». Bodegueros y taberneros. 142  adustos: quemados, o destinados a ser quemados. 143  Oficina de Vulcano por ser Vulcano el dios del fuego y contener esta jarra cohetes. 144  Furias: deidades de la ira y la venganza; eran tres: Alecto, Tesífone y Megera. Tenían la cabellera de serpientes y llevaban en las manos un puñal y un látigo. 145  Por estar tan iluminada que parecía día. 146  Mongibelo: otro nombre del volcán Etna. 147  Libia: por ser tierra desértica (llena de arena) y abundante en fieras y monstruos. Los límites de la Libia del Siglo de Oro eran mucho más amplios que los actuales. Comp. Martínez de la Plaza: «¡Oh dura encina y áspera serpiente, / y de ánimo más fiero / que las que habitan en la Libia ardiente» (CORDE). 140  141 

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aire con resonantes silbos serpientes y quelidros148 ardientes, cerastas y anfisbenas luminosas; una oficina de faustos y brillantes meteoros en que sirviendo de nubes los humos y exhalaciones las girándulas149 se veían volantes lámparas y nuevas estrellas. Terminó el juego de las lucientes fábricas con el del castillo o roca referida, que al pretenderla entrar con repetidos recios asaltos, el fingido héroe se defendía a iguales cargas; hasta que consumidos expugnador y plaza de sus mismas armas, se dio cada uno por rendido y por triunfante en sus cenizas. En fin fue incesante en toda la función el fuego, ocupando los intervalos del que hacían las piezas continuas salvas de fuertes morteros y repetidos giros de numerosos cohetes de cuerda; y feneciendo al tiempo de estallar la invención última en un incendio universal de innumerables ruedas que se habían puesto en la ceja de todos los tablados, se vio la plaza llena a un tiempo de una luz, que en infinitos torbellinos de centellas la coronaba y la encendía; símbolo de la victoria a que esta brillante fiesta aspiraba obtener de todas las demás. No podía dejar de corresponder a tal grandeza la del siguiente día, ejecutada por los mismos gremios. Y así nació con él el alegre adorno de la plaza, viéndose su hermosa pila llena en todas sus tazas de tanto número de f loridas macetas, que formando un pensil de espumas y verdores era fuente y jardín a un mismo tiempo; en que se dudaba si el agua que se despeñaba a las tazas, producía las plantas, o las plantas que coronaban estas la arrojaban. Ceñían vistosamente su ámbito espacioso los militares tafetanes de diversas banderas que tremolando al aire parecía que las batía el obsequio en reverencia de la fiesta, o que alistaban debajo de sí los alborozos. Ofrecieron a su excelencia los comisarios la llave del coso de plata dorada, hermosa por la labor y magnitud con una cinta de oro de la obra más preciosa; acompañando a aquella un haz de exquisitas garrochas guarnecidas de virolas150 también de plata, que seguían el lucimiento de la llave. Lidiáronse los toros con el mayor número de regocijos que podían discurrir el celo quelidro: una variedad de serpiente (le llama ardiente no solo porque aquí es metáfora para los fuegos artificiales, sino porque se atribuía a su veneno una calidad ardiente), como las cerastas (serpientes cornudas) y anfisbenas (serpiente de dos cabezas, una en cada extremidad). Son menciones habituales en los catálogos de sierpes del Siglo de Oro. 149  girándulas: ruedas pirotécnicas que sueltan al girar los cohetes. 150  virola: especie de abrazadera de metal que refuerza el extremo de la garrocha. 148 

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y el afecto. Entraron osados toreadores, señalados con lucidas divisas encarnadas. Sucediéronles diestros cazadores vestidos de paisanos con abarcas, monteras y fusiles. Previniéronse sabuesos y lebreles adornados de collares y lazos de cintas, con que ya mezclando y ya alternando los afanes, el venatorio con el de la lid, unas veces embelesaba al concurso la destreza de los lances y otras el acierto de las puntas, entrando hasta el susto a hacerse parte de la complacencia; unas encantaba el vuelo de las aves, que como en otras tardes arrojadas de los estafermos al golpe del toro, daban de un espanto sin riesgo en el mayor peligro, encontrando los tiros del fusil, y otras repetía la admiración que siempre causaba la magia del lazo con que el diestro del Tucumán postraba las fieras, habiendo él solo estancado el empleo de cuatro hombres que con las desjarretaderas apenas podían lograr aquella alevosía de toreo. Pero no fueron estos solos los que costearon el deleite, porque también le pagaron a su turno varios ciervos, que prevenidos en una verde maleza (parto que supusieron a la fuente) saliendo de ella, y corriendo por aquel campo jamás pisado de sus leves huellas fueron seguidos de los canes, que en las paradas151 manifestaban su impaciencia con tal velocidad que pareció que habían salido unidos con la presa. De esta caza, después que se corrieron varios toros, se pasó a la que más robusta se ejecutó con otros, entre cuya ferocidad y la de los lebreles arrojados152 se trabó como otras veces una sangrienta lid, en que se vio cómo con la constancia y el coraje triunfa de la más grande fuerza la menor. Dispusiéronse toros que, en compendio de fieras y volcanes, como si no les bastase la llama del furor, acometiesen con la punta y con el fuego; más terribles que los que vomitándole guardaba el famoso vellocino153. No sirvió de menos alegría el jocoso personaje de un toreador a caballo que apenas pareciendo en la silla se hacía más sobresaliente de pequeño. Era este un breve enano, infante de treinta años, tan fuerte y tan diestro jinete que en los certámenes de las carreras, que con premios o apuestas suelen servir de divertimiento y ejercicio a las puertas de esta ciudad, ha sido el que más veces ha vencido. Salió a la española con gala de golilla y jaez correspondiente a su decoro, usurpando en paradas: detención de los perros para mostrar la pieza al cazador. Es decir, lucha de lebreles con toros. Ya se ha anotado el modo en que estos perros sujetaban a los toros por la oreja. 153  Al Vellocino de oro lo custodiaban unos toros de bronce que arrojaban fuego por la boca. 151 

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él el oropel, el papel y otras riquezas semejantes su lucimiento a los brocados y a las cintas. Pero no pasando la ironía del porte hasta el rejón, le manejó de suerte que pudo hacer sintiese el toro realidad lo que parecía ficción en la persona. No desdijeron de la magnificencia de aquellas demonstraciones la variedad y gracia de estos juegos (sales mudos, discurridos para la vista en aquel teatro) pues no habiendo repugnado a la romana seriedad los de las venaciones ni los de histriones y los mimos con que alternaban en semejantes fiestas sus grandezas, no parecieron ajenos de las nuestras. De esta suerte se hizo la tarde tan alegre y magnífica que pudiera haberla envidiado para sus gozos la misma Roma, pues sobrándole agrados no le faltaron ni la fiereza de las lides ni las fatigas del monte, ni el deleite de los donaires que acostumbró en su circo y su anfiteatro. Repitieron segunda fiesta los gremios referidos, para la cual, como para la última de las que celebraron, parece que había reservado su celo el exceso del mayor empeño; conociendo que es arte de los aciertos dejar en que poder crecer y ser menores para acabar excelsos. Así fue esta corrida la que perfeccionó todo el obsequio, componiéndose la excelencia de los de esta clase de la fiereza y la inocencia cuando media entre sus extremos la destreza; la cual deja feroz al animal y libre al hombre. Ejecutaron los toreadores de a caballo y los de a pie las maravillas que necesitaron para no hacer temeridades los arrojos. Tocó después al undécimo gremio154 y sus adjuntos otra fiesta de toros, en la cual pretendiendo igualar la precedente se vieron no inferiores esmeros de divertimiento, de perfección y regocijo, con que por entonces se concluyeron las de esta especie, las cuales deben entenderse duplicadas, si se advierte haber precedido a cada una las de aquellos ensayos, que haciéndose por la mañana llama el vulgo encierros, y que siendo los prólogos de las funciones suelen salir mejores que las obras. Alegraron algunas veces en estos al concurso juegos de espada negra155, en que la gimnástica moderna ha corregido la atrocidad de los antiguos gladiatores. 154  El de los carpinteros. En el índice atribuyen la misma fiesta en que aparece el undécimo gremio a los gremios 2, 3, 8, 12, 15, 16, 17, 19, 20, 23, 24, 26 y 27: pintores, escultores, doradores, carroceros, sastres, sombrereros, botoneros, olleros, paileros, fundidores de bronce, toneleros, zapateros y curtidores. 155  espada negra: la de hierro, sin filos y con un botón en la punta, usada para entrenamientos de esgrima. La espada blanca era la de combate, con punta y filos.

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PASEOS, MÁSCARAS, CARRERAS Y POMPA TRIUNFAL

La aprobación del que gobierna es el más eficaz estímulo del que obedece; es otro segundo imperio156 con que precisa sin mandar, de suerte que el servicio que aplaude se hace precepto para el que desea. Virtud es que tiene el agrado del superior hacer fecundos los empeños y dar posteridad a los obsequios. Hácese gloria de la aceptación y se aspira como a premio a la siguiente. Hay entre el príncipe y el súbdito cierta correspondencia de generosidad, pues de la manera al primero los favores empeñan al segundo los méritos para otros. Así la gozosa complacencia con que su excelencia aprobaba y aplaudía el obsequio de cada pompa, era un poderoso incentivo y un tácito pero infalible inf lujo para la siguiente. Así añadiendo los gremios a la nobleza de su propria emulación la eficacia de esta gloria, continuaron discurriendo nuevos y más ilustres regocijos. En cuya consecuencia el primero dispuso el de un paseo o cabalgada que logró ejecutarse en la siguiente forma. Salieron en el día señalado a esta demonstración cuarenta personas magníficamente adornadas a caballo, representando cada una un reino, Estado, provincia o ciudad capital de la española monarquía. La costosa gala de los vestidos en que se alternaban con diversos colores las estofas del más lucido terciopelo, de la más fina grana y del brocado más brillante relevados de la plata y el oro ya en realzados recamos, y ya en preciosas franjas; la copia de los plumajes que siguiendo la divisa del traje formaban una tremolada primavera, la generosidad de los caballos, la riqueza de las sillas, el adorno de los jaeces formados de lazos 156 

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imperio: ‘autoridad, facultad de mandar’.

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y encintados vistosos de tela componían una lustrosa y noble pompa. Llevaba cada uno en el siniestro brazo el escudo de las armas del dominio que representaba, pero tan sembrado de rica pedrería (que ya en las orlas, ya en los timbres y ya en los mismo blasones se ingería) que parecía que cada uno se había transformado de regio escudo en constelación o signo luminoso, formando un zodíaco de armas que a nuestra vista no cedían ni al broquel de Orión157 ni al león celeste. Seguían a cada uno número copioso de lacayos que vestidos de costosas libreas alumbraban al caballero con sus hachas. El orden de la marcha fue inverso respecto de la precedencia que tienen los reinos por escrito, según la costumbre que se tiene en los paseos; y así habiendo dado la cortesanía de los de Castilla y León que precedían su lugar al Principado de Asturias, como asumpto principal de las augustas fiestas, se ostentaba su actor con la mayor grandeza llevando el escudo de sus armas, gloria propria de un Estado que habiendo sido el primogénito del valor de España en su recobro158, se debía como título a los augustos de sus reyes. Entraron de esta suerte en la plaza, y aunque no habiendo todavía anochecido era corto el esplendor que las luces participaban a la marcha, repitiendo segunda vuelta a aquella, a tiempo que ya la noche poseía el hemisferio lograron estas sus ref lejos con aquel augmento que les dan las sombras sus contrarias, conque, iluminados adornos y joyas, se vio la pompa en toda su hermosura. Fiestas de los originarios naturales Concluidas así las fiestas de plaza de los gremios se descubren ahora en su teatro las magníficas apariencias de otras, a cuya grandeza difícilmente igualarían las mayores. Fueron estas las festivas demonstraciones que ejecutó el rendido celo de los originarios naturales, que de los antiguos moradores de este reino habitaban en esta ciudad y en sus contornos. Con una especie de provechosa desunión159 los había su 157  broquel: especie de escudo; alude al llamado «escudo de Orión», fila de estrellas en la zona occidental de la constelación de Orión. En la mitología a Orión (uno de los gigantes) se le representa por un guerrero con arco, espada o maza, protegiéndose con un escudo. 158  La Reconquista comenzó en Asturias. 159  provechosa desunión: es decir, los naturales tuvieron una sección propia, específica. Hubo muchos naturales formando parte de los gremios mencionados,

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excelencia separado de los demás gremios, entre los cuales se hallaba mezclada las más f lorida parte de ellos, como maestros y oficiales de todos ejercicios, atendiendo al empeño con que unidos en un cuerpo harían más vigorosos los esmeros. Dictamen que le comprobó luego la experiencia, como se va a manifestar. Concurrió tan rendida como activa la súplica de su maestre de campo y comisarios, deseosos de no confundir su amor en el de otros afectos, gloriosa avaricia que los hacía más profusos. Pero porque habiendo sido en la mayor parte de las plausibles funciones que ejecutaron principales las representaciones de los reyes que dominaron este reino antiguamente, es necesario insinuar sus noticias. Por no quebrar con ellas la serie de su descripción me ha parecido conveniente adelantar aquí un breve diseño de su historia.

como artífices y maestros de sus ejercicios, pero se les reservó también esta actuación propia para mejor resaltar sus características propias. Su actuación consistió sobre todo en representar a sus antiguos reyes, los Incas. A partir de este momento traza Peralta un resumen de la historia de los Incas, apoyándose sobre todo en el Inca Garcilaso.

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COMPENDIO DEL ORIGEN Y SERIE DE LOS INCAS

Si hubiese un arte para los descubrimientos de los siglos, como le ha habido para los de las tierras, no estuvieran tan incógnitos aquellos aun después de pasados, cuando estas no se hallan tan ignoradas aun antes de inquiridas, confusión que es un segundo caos en que quedan los países después de poblados. Por esto, si hay alguna nación de cuyo origen no se halle cierta o probable noticia es la de los habitadores de estas grandes regiones, que aun no tuvieran nombre si no se le debieran al accidente o al arbitrio, con que, si no frisa con el diluvio su principio, cualquiera otro de los que le señalan es tan dudoso que aún es más apreciable su ignorancia. Y así, suponiendo que aquí se trasladaron algunos de aquellos primitivos universales fundadores de la prosapia de Noé160, descubridores sin conquista, dirigidos en aquellas segundas arcas de sus naves por la aguja de la divina Providencia, y dejando aquellos fragmentos de historia que con grandes desiertos de noticia se derivan en una incierta tradición por cuatro edades, de que fueron cabezas Huari Viracocha, primer ascendiente, Huari, Purun y Uno de los mitos corrientes hace descender a los pobladores originarios del Perú de Noé. Comp. Poma de Ayala: «Purun Runa, descendiente de Noé que salió delubio, su multiplicó de Uari Vira Cocha Runa y de Uari Runa» (CORDE). Para las cuatro edades de los indios ver Poma de Ayala, Corónica y buen gobierno. Buenaventura de Salinas comenta las teorías relativas a la descencia de Noé en Indias en el cap. I de Memorial. No anoto las referencias para las cuales considero suficientemente claro el mismo texto, que explica lo que es llauto, borla, mascapaycha, etc., ni añado pasajes paralelos de episodios, lugares o pueblos de la historia de los Incas, que con pocas variaciones podrían extenderse mucho apelando a las crónicas y relatos de diversos autores. Sí localizaré o copiaré algunos pasajes de las fuentes explícitamente indicadas por Peralta (Garcilaso, Salinas, Calancha...). 160 

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Auca (todos con el apellido de Runa, que en su idioma significa hombre)161 hasta Manco Inca, origen de sus últimos monarcas, desde quien procede entero el real tronco que cortó la voluntad del cielo, diremos solo de estos, como de quienes hay memoria más segura, cuyo principio y sucesión son como se siguen. Vivían aquellos infelices y ricos moradores tan bárbaros que en una república de vicios mandaban estos igualmente, cuando queriendo el infierno establecer sobre este un reino de ídolos, hizo legislador al engaño y ley a la superstición. Una mujer lasciva, bárbara Venus de esta región, nombrada Mama Huaco, habiendo dado luz un bello infante, deseosa de establecer el reino y el monarca, le pasó de su seno al de una gruta, de donde habiendo antes divulgado entre los ciegos pueblos que el sol quería favorecer sus cultos con su estirpe, enviándoles por dueño de su imperio un hijo de su luz, vestido aquel con traje que no desmintiese el nacimiento, colocado en la cumbre de un eminente monte le manifestó a la incauta plebe162. Coronábale una angosta faja de diversos colores, que ceñida en varias vueltas a la cabeza hacía el oficio de diadema, llamada en su idioma llauto, de que pendía de una sien a otra un purpúreo f lueco (nombrado mascapaycha) que los españoles 161  Sigue Peralta a fray Buenaventura Salinas, Memorial, cap. I: «de unos en otros poseyeron el Pirú los reyes Ingas más de quinientos y once años, habiéndolo tenido antes los primeros cuatro capitanes y caudillos de otras tantas edades. En la primera Huari Viracocha Runa, en la segunda Huari Runa, en la tercera Purun Runa y en la cuarta Auca Runa»; comp. Poma de Ayala: «historias de nuestros antepasados agüelos y mis padres y señores rreys que fueron antes del Ynga y después que fue desde Uari Vira Cocha Runa y Uari Runa y Purun Runa, Auca Runa, Yncap Runan, y de los dichos doze Yngas» (CORDE). 162  Al margen: «F. Buenaventura de Salinas. Memorial de las historias del Nuevo Mundo. Cap. I». Escribe Salinas: «entre todas la más hermosa mujer, y más sagaz, llamada Mama Huaco, deshonestísima y lasciva con extremo hízose preñada con ayuda del demonio y habiéndola industriado en lo que había de hacer, el hijo que parió sin ser sentida de nadie, se lo entregó a una hermana suya, eminente hechicera, tenida en gran veneración de toda aquella gente, llamada Pilcosisa; criose el muchacho en una cueva y sótano profundo llamado Tambo Toco, hasta la edad de cuatro años y publicando entreambas que dentro de pocos días había de salir al mundo y aparecer en Pacaritambo, lugar junto al Cuzco, un infante hermosísimo, para que como rey y absoluto señor fuese obedecido y venerado en toda la tierra, por ser hijo natural del Sol, que como Dios Supremo que adoraban lo había de enviar desde el cielo, para que los gobernase y que este se llamaría Mango Capac Inga...». Continúan los detalles de la vestimenta, etc., que Peralta sigue de cerca. Remito a Salinas para comprobar los términos de la paráfrasis de Peralta.

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llamaron después borla. Adornábase de orejeras y de abarcas, nombradas paco y usuta (que hoy dicen ojotas) y de otros dijes, arreos todos de oro; vestía purpúrea manta y camiseta azul. La reverberación del sol en la riqueza del adorno con que usurpaba el infante la filiación a aquel metal, primogénito de este planeta163; el culto con que la madre y su hermana Pilcosisa, puestas a sus dos lados de rodillas le adoraban; la belleza del rostro y la forma del traje, extraordinaria en el país, fueron todos testimonios bastantes a la credulidad para pasarse a religión, y hacer punto de fe la obediencia con que le aclamaron monarca de su imperio venerándole verdadero hijo del sol. Menos razón tuvieron para creer a Hércules hijo de Júpiter, a Eneas de Venus, a Rómulo de Marte y del mismo sol al sabio Orfeo los antiguos. Llamose Manco Cápac Inca, y casado después con su propia madre hizo el horrible incesto origen de su real prosapia. Otro principio, diferente en el modo, refiere un ilustre autor164 que oyó de uno de sus mayores incas, quien sin hacer mención de la cueva ni de la apariencia referida, le dijo haber sido estos primeros soberanos, hermanos, y no hijo y madre como se ha insinuado. Con la misma diversidad escriben otros diciendo haber venido este linaje de poderosos de la grande laguna Titicaca, adornados de las orejeras que los distinguían (motivo del nombre que les dieron de orejones) cuyo superior se decía Zapalla Inca165 haber fundado al Cuzco y reinado cada monarca de ellos, ocupando el trono por fortuna o violencia, y no por sucesión legítima, hasta haberle obtenido Manco Cápac. Y en fin otros166 refieren la fábula de la salida que hicieron de unas cavernas en Pacaritambo tres o cuatro hombres hermanos, Porque el oro se creía era engendrado en las minas por inf lujo del sol. Al margen «Inca Garcilaso, Coment. del Orig. de los Incas. Parte I., lib. 1, cap. 15». Los datos que aquí se comentan están en el libro I, cap. 17, donde Garcilaso considera hermanos a Manco Cápac y Mama Ocllo Huaco. 165  Al margen «August. de Zarate. Historia del descubrimiento de las Indias, lib. I, cap. 10». Ese capítulo trata «Del origen de los reyes del Perú, que llaman Ingas»: «al principal de ellos le llamaron Zapalla Inga, que es solo señor [...] Estos Ingas comenzaron a poblar la ciudad del Cuzco [...] iba sucediendo en este señorío el que más poder y fuerzas tenía, sin guardar orden legítima de sucesión». 166  Al margen «Fray Ger. Roman, Republ. del mundo, parte 3, lib, 2, cap. 11. Ant. de Herrera Decad. 5, l. 3, c. 7». Se trata de las obras Repúblicas del mundo, de Fray Jerónimo Román, y la Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales, conocida como Décadas, de Antonio de Herrera y Tordesillas. Román escribe en el lugar alegado: «hay 163 

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a­ compañados de igual número de hermanas, todos hijos del sol (los cuales hay quien167 diga que fueron siete) de quienes unos afirman haberse llamado el primero Manco Cápac, otros Ayar Cachi u Ayarache, al cual los naturales atribuían la fuerza de obrar varios prodigios, el orden para la fundación de aquella ciudad y de su templo, y las insignias arriba insinuadas, con que a fuerza de muchas tradiciones casi se quedan sin alguna, confusión que aun padeciéndose en historias de naciones políticas es mucho más propia de una en quien no habiendo testimonios, aun las mismas fábulas no eran noticias. Pero siendo entre todas la más recibida la que en primer lugar se ha dicho, la seguimos contentándonos con la uniformidad con que todas concuerdan, señalando por principio de esta estirpe al referido Manco Cápac, y por lugar primero de su salida el de la cueva de Pacaritambo; principalmente las que dan dos historiadores, los cuales deben preferirse, el uno por la recomendación del materno origen168 y el otro por la de haber seguido la información que por real orden se hizo inmediatamente a la conquista de los históricos sucesos de estas Indias169.

un lugar de los más antiguos de aquella tierra llamado Pacaritango en el que hay ciertas cuevas hondas y oscuras y en ellas según se tiene por averiguado vivieron tres hermanos con tres hermanas suyas, que eran juntamente mujeres, [..] el mayor dellos se llamaba Ayarudio, el segundo Ayarancia, el tercero Ayarmando [...] ya grandes y de edad salieron todos seis de aquellas cuevas de Pacaritango con intención de poblar adonde después fue la ciudad del Cuzco»; Herrera: «cuentan también [...] que en Pacaritambo [...] no lejos del Cuzco parecieron tres hombres y tres mujeres, que se llamaban Ayarache, Aranca y Ayarmango, y las mujeres Mamacola, Mamacona y Mamaragua». 167  Al margen «P. Jos. de Acosta. Historia natural de las Ind. l. 6, cap. 19». Escribe el padre Acosta en ese lugar: «El título con que conquistaron y se hicieron señores de toda aquella tierra, fue fingir que después del diluvio universal, de que todos estos indios tenían noticia, en estos Ingas se había recuperado el mundo, saliendo siete de ellos de la cueva de Pacaritambo; y que por eso les debían tributo y vasallaje todos los demás hombres, como a sus progenitores». 168  Al margen «Inca Garcilaso ubi supra». 169  Al margen «P. Joseph de Acosta. Histo. natur. de las Indias lib. 6 c. 20». Dice Acosta en ese lugar: «El primer hombre que nombran los indios, por principio de los Ingas, fue Mangocapa; y de éste fingen, que después del diluvio salió de la cueva o ventana de Tambo, que dista del Cuzco cinco o seis leguas. Este dicen, que dió principio a dos linajes principales de Ingas: unos se llamaron Hanancuzco, y otros Urincuzco, y del primer linaje vinieron los señores que conquistaron y gobernaron la tierra».

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Manco Cápac, primer Inca Fundó pues Manco Cápac la ciudad del Cuzco, y fue el Licurgo de esta bárbara gente, con tal sabiduría y tal fortuna que no menos puede blasonarle el Perú que Roma a su Numa, a su Zalmoxis Tracia y aun la China modernamente conocida a su Confucio170. Sirviose del respeto del cielo para el suyo, valiéndose del sol como aquel romano de Egeria y como Sertorio de Diana171. Dio a sus pueblos por dios a aquel planeta que divulgaba padre para hacer también hija la regia adoración de la divina. ¿Qué mucho172 que el deseo de reducir bárbaros lo hiciese publicarse hijo del sol, cuando el anhelo de engañar políticos hizo a Alejandro exaltarse hijo de Júpiter173? Para estrechar más el vasallaje con la majestad discurrió otra prosapia de mercedes con que ennoblecerlos concediendo a todos los que le habían aclamado monarca el apellido real de Incas, y los blasones de llauto común (que era de color negro y de una vuelta), de los pacos u orejeras, y del cabello corto. Aseguró a sus pueblos la religión con templos, y la corona a sus descendientes con sus leyes. Dejó a estos por insignias que reservó para la majestad el llauto regio y la mascapaycha, esto es, el diadema y borla referida, la cual dice un ilustre patrio autor174 de los citados haber sido siempre carmesí, contra lo que otros escribieron175; sin embargo de lo cual, habiendo 170  Ejemplos de grandes legisladores: Licurgo en Esparta; Numa Pompilio (segundo rey de Roma) en Roma; Zalmoxis, divinidad o sabio, según las fuentes (sobre todo Herodoto, Diógenes Laercio, y otros) entre los tracios getas. 171  Según la leyenda la ninfa Egeria inspiraba la sabiduría de Numa Pompilio, con quien se casó; Tito Livio en su Historia de Roma, 1, 19 escribe que Numa se esforzó por promover el temor de los dioses, que pensaba era la inf luencia civilizadora más fuerte, y para esto fingió que había tenido conversaciones nocturnas con la ninfa Egeria. De Quinto Sertorio se decía que llevaba junto a sí una cierva blanca a la que atribuía ser mensajera de la diosa Diana, para obtener la obediencia de los bárbaros. 172  ¿Qué mucho...: ‘¿qué tiene de extraño...’. 173  La ceremonia en la que Alejandro se corona como hijo de Júpiter se llevó a cabo en el templo de Amón, en Egipto. 174  Al margen «Garcilaso part. 1, lib. 1, cap. 22 y lib. 6. c. 28». En el primer lugar escribe Garcilaso que el llauto del Inca era «de todas colores»; en el segundo dice que la borla del rey «era colorada». 175  Al margen «Fr. Buenaventura de Salin. Memor. c. 1». Salinas dice que la borla de Manco Cápac fue verde, y las de los Incas siguientes cada una de color diferente: Sinchi Roca y Lloquiyupanqui carmesí, Mayta Cápac azul, etc.

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usado en las fiestas siguientes los que representaron estos reyes de los diversos colores que aquellos refieren, los pondremos en la forma con que se adornaron aunque creemos lo primero. A estos augustos timbres añadieron después los sucesores el de dos plumas de color blanco y negro que sobre la borla tremolaban, las cuales eran de las alas de un ave llamada corequenque, de cuya especie decían que nunca se hallaba más que un par en el pequeño lago que en el desierto de Villacanuta baña el pie de su nevada sierra176. Pájaros que hicieron misteriosos la raridad y la prohibición de usar otros sus plumas, duplicado real fénix de la América, tenido por símbolo de sus primeros reyes, que siendo solos, hermanos y esposos, podían bien significarse con dos únicas aves, consortes y hermanas, si no es que aunque hubiese otros, los hiciese capaces de esta aplicación la singularidad de andar siempre pareados, añadida a la de su hermosura. Sinchi Roca, segundo Inca Cuando el cielo dispone la exaltación de alguna monarquía da también la fuerza del que la ha de levantar, y así hizo nacer de Manco a Sinchi Roca (pronunciada la R suavemente) rey segundo de esta línea, dotado de todo aquel talento y valor que la reciente de los incas necesitaba para su firmeza y extensión. Manifestolo así, excitando la natural pereza de los súbditos con los ejercicios de la paz y prestándoles aptitud para las empresas de la guerra, bien que no necesitó de sus afanes habiendo sido un pacífico conquistador, que con las armas del culto y de la persuasión extendió a varias provincias los estrechos confines de su imperio.

Al margen «Garcilaso p. 1, lib. 6. c. 28». Dice Garcilaso que traía el Inca en la cabeza «dos plumas de los cuchillos de las alas de una ave que llaman Corequenque. Es nombre propio en la lengua general, no tiene significación de cosa alguna [...] Las plumas son blancas y negras a pedazos [...] Las aves que tienen estas plumas se hallan en el despoblado de Villcanuta [...] los que las han visto afirman que no se ven más de dos macho y hembra, que sean siempre unas, ni de dónde vengan ni dónde críen no se sabe ni se han visto otros en el Perú [...] Parece que semeja esto a lo del ave fénix». 176 

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Lloque Yupanqui, tercer Inca Sucediole su hijo Lloque Yupanqui, príncipe que ha tenido la desgracia de la contrariedad con que los escritores tratan a su fama, haciéndole unos tan perverso177 como otros virtuoso178 tan aborrecido de los suyos por sus vicios como celebrado por sus virtudes. Pero siendo el renombre que le dieron de Yupanqui (que en su lengua corresponde a famoso, naciendo del verbo yupani, que significa referir) testigo irrefragable de su mérito, deberemos dar el voto a favor. Los laureles militares aunque no todas veces son legítimas pruebas de la excelencia de un soberano, porque los suele arrancar violenta la injusticia, cuando los cultiva magnánimo el valor son los mejores testimonios de su gloria. Así, los que obtuvo este rey en las grandes conquistas que hizo de grandes provincias lo califican hazañoso. Eran los principales carácteres179 de estos monarcas la religión y la benignidad, con que en todas sus empresas eran unos oradores armados que comenzaban con la razón lo que amenazaban con la fuerza. En ningunos sirvió más el culto a la ambición ni el ara al trono, dándoles el sol en el templo tantos dominios como los que registran sus luces en su zona. Adoraban en lo interior una suprema causa, a quien sin imagen alguna daban superior y más íntima veneración, y llamaban alma o el que anima al mundo (que esto dice el nombre de Pachacámac que le daban180) pero ignorantes mezclaron el esplendor y las tinieblas. No usaron los sangrientos sacrificios humanos de que algunos los culpan, porque antes los desterraron en cuanto conquistaban181. En fin hace gran lástima ver 177  Al margen «Fr. Ant. Calancha. Chro. de S. Aug. l. 1. c. 15; Salinas. Mem. ca. 1»; escribe Calancha: «Fue lascivo, f lojo y mal querido y ejecutaba cruelmente la pena contra los f lojos»; y Salinas: «Fue mal agestado, de ánimo civil y perversa inclinación, lascivo y f lojo, y vivió siempre aborrecido de su reino». 178  Al margen «Garcilas. p. 1, l. 2. c. 17»; «el nombre Yupanqui fue nombre impuesto por sus virtudes y hazañas» (Garcilaso). 179  Es la acentuación usual en la época. 180  Al margen «Garcilaso p. 1, lib. 2. c. 2», que se titula «Rastrearon los Incas al verdadero Dios Nuestro Señor»; a la divina majestad «llamaron Pachacámac, es nombre compuesto de Pacha, que es mundo universo, y de Cámac, participio de presente del verbo Cama, que es animar [...] Pachacámac quiere decir el que da ánima al mundo universo». 181  Al margen «Garcilaso tom. 1. lib. 2. c. 8»; «no sacrificaron carne ni sangre humana con muerte, antes lo abominaron y prohibieron, como el comerla, y si algunos historiadores lo escribieron fue porque los relatores los engañaron».

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toda la bondad de una ley natural malograda con solo un error. Venció Lloque Yupanqui a los de Ayaviri, y sojuzgó las grandes provincias de los Collas y Chucuito, haciendo la suavidad con que después de la victoria trataba aun a los más tenaces enemigos, triunfo de paz con que reducía a los demás. Mayta Cápac, cuarto Inca Sucedió a Lloque Yupanqui el príncipe Mayta Cápac, cuarto Inca, llamado el Melancólico por cierto genio que suele ocultar en la profundidad del pensamiento la alegría, no porque le abatiese la tristeza; antes sí le sirvió de estímulo al valor con que triunfó en la guerra, conquistando las grandes provincias de los Charcas y haciendo lindero a sus victorias aquel monte que era ya depósito y había de ser fuente de la mayor riqueza, el Potosí famoso. Venció varias batallas, recibió de paz a las provincias de Laricasa y Sancauan, ganó a Hatun Pacasa, acabó de reducir los Collas, pasó hasta Chuquiabo, hizo célebre el puente de Apurímac con que se le rindieron varias provincias hasta Arequipa. Tuvo de diferentes mujeres cincuenta hijos, de suerte que puede decirse que fue el Hércules inca, no solo por el glorioso esfuerzo, sino por la fecunda prole semejante a la que aquel héroe logró en el mismo número de las Tespíades182. Acompañó esta fortuna con la de gozarlos compañeros de sus laureles en las guerras, y con la de poseer tantos tesoros que pudo hacer herederos de muchos a sus ídolos. Cápac Yupanqui, quinto Inca El quinto Inca fue Cápac Yupanqui, hijo mayor del precedente. La tristeza que en él producía el accidente comicial183, o de corazón, que le oprimía repetido, engendró en él otro de espíritu, con que no menos oprimía a los vasallos; como fue el de atesorar inmensas riquezas (corroborantes de alegría y antídotos de divertimiento con Engañado por Tespio (rey de Tespias, en Beocia), que quería descendencia del héroe, Hércules engendró cincuenta hijos en las cincuenta hijas de Tespio, que se fueron sucediendo cada noche en el lecho de Hércules, quien pensaba que era siempre la misma. 183  accidente comicial: epilepsia o gota coral. 182 

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que hasta los poderosos se reparan) para lograr el que deseaba. A cuyo efecto hizo que se buscasen en las entrañas de la tierra estos remedios, descubriéndose muchas minas de oro y plata. Pasó el gusto a codicia, y fue esta en él tan insaciable que hizo promulgar como leyes de la usurpación dos especiales: la primera, que diesen alimentos a sus ídolos, como que no sembrándose en los astros estaban expuestos a una penuria celestial; y la segunda, que todos se enterrasen con las preseas de oro que tuviesen, para hacer los sepulcros unas segundas minas de la muerte, de donde pudiese cavar junto a los huesos las riquezas; razón porque obtuvo la mísera antonomasia de avariento. Conquistó la hermosa provincia de Yanahuara, las de los aymaras y quechuas, redujo los valles de la costa correspondientes al distrito de Cuntisuyo, y se extendió en la sierra a varias provincias del distrito de Collasuyo. Inca Roca, sexto Inca Sucedió a este su primogénito Inca Roca, sexto rey a quien llamaron el Arrogante y Hablador por el resonante tono de la voz184. No fue menos valiente ni menos inclinado a mujeres que su generoso abuelo Mayta Cápac, antes sí le excedió tanto en lo último que aseguran autores clásicos haber tenido seiscientos hijos, que vivos todos a un tiempo le servían en el palacio y le acompañaban en la campaña. Fue el primero que emprendió la conquista de los Chunchos, en que su general Anticusillo obró hazañas que dejaron célebre su nombre entre estas gentes. Redujo por la parte del norte o Chinchasuyo los chancas, nación que dominaba las provincias de Andahuaylas y otras, las cuales conservaron el rencor dentro del mismo rendimiento. Más nobles se le acabaron de entregar los charcas, gente que por la parte del sur se extiende dilatada; en quien aunque fuerte y valerosa, el conocimiento de la virtud de la nación conquistadora y el respeto de su religión hicieron todo el triunfo, que hubiera sido difícil a sus armas. Recibieron al rey con cánticos de bendición, haciendo himnos de adoración los que pudieran ser llantos de ruina. Así se entrega la libertad cuando se ve que se mejora. Fue Inca Roca sabio hasta fundar escuelas públicas, 184  Cita aquí, en todo el pasaje, casi a la letra a Salinas, cap. 1: «Llamáronle el arrogante y hablador, por el sonido de la voz [...] dicen que llegó a engendrar seiscientos hijos».

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en que sus amautas, o filósofos, enseñasen lo que alcanzaban las ciencias185. Pero como rara vez hay virtud que labre a todos perfiles, la razón no dejó de manchar estas glorias con el anhelo a las riquezas; el cual en imitación de su padre le hizo acechar los bienes de los vasallos con pretexto de estatutos y de penas, o para fabricar ídolos de oros o para hacer el suyo este metal186. Yahuar-Huácac, séptimo Inca No hay error más promptamente castigado que el vano temor de los presagios, disponiendo la aprehensión el ánimo para la realidad con que hace el golpe del amago y del recelo de la ruina la ruina, como sucedió en el rey Yahuar-Huácac, hijo del precedente y séptimo Inca. La sangre con que en los ojos nació por accidente187 se la aplicaron por nombre, y por agüero, dando a entender que la había llorado (que es lo que significa yahuarhuacac) y que le servía de señal infausta. Deseó por esto, sin embargo del valor que manifestó en las guerras que hizo siendo príncipe, conservarse pacífico, haciendo la quietud asilo contra el riesgo. Fue justo hasta desterrar su primogénito adonde guardase los ganados del sol, por no poder reducir su fiero natural. Tuvo este en el campo una visión, en que un hombre con crecida barba y vestidura talar hasta los pies, al cual llamó Viracocha, y adoró por dios, le advirtió de un gran levantamiento con que las provincias septentrionales a su corte amenazaban a su padre, prometiéndole a él continuo su favor en los peligros. Participola al padre y la verificó el suceso contra su desprecio, hallándole tan incrédulo el aviso como le tenía fácil el agüero. Con la evidencia de aquel y el temor de este, sabiendo que venían a invadirle los chancas poderosos, desamparó la corte; socorriola heroico el desterrado príncipe, y en fin vencidos los rebeldes Al margen «Garcilaso p. 1. lib. 4. c. 19». El capítulo se titula «De algunas leyes que el rey Inca Roca hizo, y las escuelas que fundó en el Cuzco y de algunos dichos que dijo». 186  Al margen «Calancha lib. 1. c. 15. Salin. Memor. c.1». Calancha: «Ordenó ídolos de oro y estableció las leyes de su padre, holgándose más de la muerte de sus vasallos por heredarlos después de sepultados, que verlos en su servicio»; Salinas: «Despojaba a sus vasallos de lo que tenían, con color de leyes y estatutos que hacía». 187  Salinas, cap. 1: «Cuentan las historias que lloró sangre cuando nació». 185 

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con el auxilio de los quechuas, restituyó el imperio casi ya perdido. Fue tan rudo el combate que la sangre vertida corrió arroyo, de que es padrón el nombre del lugar, llamado después por ello Yahuarpampa, que significa campo de sangre, y el mismo príncipe hizo creer que para su victoria había el cielo formado soldados de las piedras. Desposeyó a su padre como inútil, pero dejándole todo lo que no fue el cetro, ambición que acreditada antes con la hazaña acabó de ilustrarla con la vida. Tomó el nombre del que adoró por dios, llamándose Viracocha, y fue el octavo inca. Viracocha, octavo Inca Perdonó benigno a los rebeldes chancas, dilató el imperio con la reputación, siendo esta tal que recibía por ofrendas las provincias, como fueron las del Tucumán. No despreciaban estos reyes a los que se les rendían voluntarios, como Sesostris en Egipto, el cual para ultraje de los que se le entregaban les fijaba columnas en que esculpida la imagen de una mujer era símbolo de su cobardía, siendo quien a estos pueblos los obligaba a sujetarse, no el temor de la fuerza sino el amor a la virtud188. En fin murió este rey cargado de laureles, aunque hubiera sido más glorioso si como dicen que conoció que el Dios verdadero era solo uno y quiso destruir la idolatría, lo hubiera ejecutado, sin dejar en poder de su afecto su razón, embarazado de las mujeres y las concubinas, dominio de la pasión de que tomó ella posesión allá en el corazón del mayor sabio. Enterrose con sus tesoros, que llegaron a ser innumerables, ordinaria superstición de los antiguos, con que hacían pueril a la inmortalidad y que desde los egipcios, griegos, y aun romanos ha pasado a los indios orientales. Halló aquellas riquezas en Sacsahuana aquel rebelde189 que pudiera haber sido afrenta del nombre de Pizarro, si la gloria del primero fuera capaz de obscurecerse con su infamia; pero donde logró el tesoro perdió la suerte con la vida.

Este es uno de los argumentos habituales del Inca Garcilaso, poco verosímil si tenemos en cuenta las dinámicas de conquista. 189  Al margen «Gonzalo Pizarro». Fue apresado por las tropas reales de Pedro de la Gasca en la batalla de Jaquijaguana (9 de abril de 1548), en la pampa de Sacsahuana, y condenado a muerte y decapitado al día siguiente. 188 

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Pachacútec, noveno Inca Sucedió a Viracocha su hijo Pachacútec, noveno Inca, y en este rey se encuentra igual contrariedad entre los escritores que en Lloque Yupanqui, afirmando unos haber sido tan vicioso que pasó hasta el horrible exceso de que Sodoma fue cuna y hoguera190; y otros no solo digno de fama por sus hazañas y sus prendas, sino por el castigo de aquel feo pecado191, ¡contradicción notable acusar del delito al mismo que le corrigió! Pero debiendo preferir entre estos al que no solo heredó con la sangre las noticias, sino que las maneja individuales y omitiendo cuanto se halla desordenado en los demás, pues confundiendo a este rey con su padre le atribuyen sus sucesos, le reconocemos justo y hazañoso. De otra suerte no hubieran este ni otro persuadido con la rectitud a los que pudieran horrorizar con el exceso. De este modo redujo a su dominación los huancas, de que era principal parte la provincia de la fértil Jauja. Destinó a su conquista y a otras por general a su hermano Cápac Yupanqui, generoso príncipe, el cual hizo en aquella atroz gente mayor victoria que la de sujetarlos al imperio, la de rendirlos a la razón desterrándoles las crueldades que ejecutaban y las abominaciones que tenían, siendo la principal la de adorar y de comer los canes, de que preciaban decender, con que hacían sus víveres sus dioses. Con mayor facilidad redujo Cápac las provincias de Tárama y Bombón no menos abundantes. Volvió de allí contra otras al oriente, en que obtuvo unas de paz y otras de guerra. Castigó en la de Huaylas el horrible pecado referido, y habiendo sojuzgado del norte al sur y de los llanos a la nevada cordillera dilatadas regiones, entró triunfante en la corte, donde le recibió su hermano glorioso. Envió este después a aquel con el príncipe Inca Yupanqui a la conquista de los huaras, piscobambas y conchucos, cuya ferocidad después de una porfiada guerra domaron tío y sobrino con el hambre, y perdonaron con la clemencia acostumbrada. Recibieron al prudente Al margen «Calancha l. 1. c. 15. Salin. Memor. c. 1». Según Calancha «Este Pachacutec fue dado a toda maldad y eran los más de su tiempo sodomitas»; para Salinas «Fue dado a todo género de abominaciones y en su tiempo eran casi todos sodomitas». 191  Al margen «Garcilaso p. 1, l. 6, c. 10 y 11». En el capítulo 10 recorre virtudes y hazañas de Pachacútec; el 11 se titula «De otras provincias que ganó el Inca y de las costumbres dellas y castigo de la sodomía», «en la provincia de Huaylas castigó severísimamente algunos sométicos». 190 

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curaca Huamachuco con toda su provincia; la cual dejaron ennoblecida con los privilegios que su amor les mereció. No hallaron de este humor a los de Cajamarca, que fuertes y obstinados resistieron hasta que aquellos príncipes hicieron de la paciencia en contemporizar los combatientes y de la benignidad en regalar los prisioneros, un duplicado ataque con que los obligaron a rendirse. Siguiéronlos los de otras provincias, y repitieron segundo triunfo en la ciudad del Cuzco, de donde volviendo a allanar otras, las sojuzgaron con igual esfuerzo, y entre ellas la jactanciosa Chincha, entonces poderosa. No contentos con la copia de tantas palmas aspiraron a todas las que les podían producir los demás valles, pero reinando en muchos de ellos desde el de Runahuaná hasta el de Chilca el generoso Chuquimancu, hallaron resistencia capaz de marchitarles las pasadas, si como era valiente hubiese sido este príncipe sagaz. Eran aquellos pueblos habitados cada uno de treinta mil vecinos, principalmente el de Huarcu, poder con que no se harán repugnantes ni el título de rey en el señor, ni la constancia de la fuerza en los combates. Lo que si admirará es cuánto ha podido devorar el tiempo, pues aun no ha dejado lo creíble. Pudo Chuquimancu embarazarles el paso en el río, y no habiéndolo hecho penetraron fácilmente los incas hasta el Huarcu, donde fue cruel la guerra por más que aquellos príncipes la resistían. Enduraban la saña por sojuzgar benignos, con que eran los principales defensores de sus invadidos. Por esto siendo el contraste que estos opusieron el más vigoroso que hubiesen experimentado los incas, fue necesario mudar tres veces el ejército, y hacer de los cuarteles otro Cuzco, hasta que estrechado de la hambre se rindió Chuquimancu con ruegos que le obtuvieron no solo el perdón, sino las dádiva, encontrando en estos príncipes, aun los más obstinados, donde temían el castigo, el beneficio. Pasaron adelante y hallando igual poder en Cuysmancu, rey de otros cuatro valles, solicitaron de paz su reducción. En el primero de estos yacía el famoso templo en que adoraba aquella gente al hacedor del universo, con el nombre de Pachacámac, de quien le tomó el valle, aunque sin imagen alguna por no tener visible idea de su divinidad, lumbre de la razón tan tibia que se quedaba en la sombra, confundiéndola con las tinieblas de la igualdad con que daban el culto a efigies de viles animales. Aun sin este conocimiento prestaba el suyo los del siguiente llano a un ídolo tan pródigo de oráculos que por la frecuencia con que hablaba le llamaron Rímac, cuyo nombre pasó al valle y el de este invertido a esta ciudad, como sea dicho.

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Facilidad que sin los misterios de la trípode192 ni el costo de las pitonisas le hizo tan célebre como al de Apolo en Delfos, y al de Latona en el Egipto. La experiencia de la fortuna del vecino y la semejanza de la adoración ablandaron el ánimo de Cuysmancu, haciendo que pasase la igualdad en el culto a confederación en el dominio, o antes a reconocimiento en el poder. Y así se concluyó que del tempo de Pachacámac se expeliesen los ídolos, como indignos de ladeársele193 en las aras; que se desterrasen los sacrificios de hombres vivos, y en fin reduciendo los dioses a concierto, que adorasen al sol en los valles como en la corte al Rímac. Ajustado lo cual dieron los vencedores tercera vuelta al Cuzco, no solo cargados de sus trofeos sino acompañados del mismo Cuysmancu, con quien entraron iguales en la pompa haciendo compañero de triunfo al sojuzgado. Quedó así el templo del Pachacámac sin los ídolos, mas no libre por esto del demonio, cuyo ardid recurrió a suponer en sí la identidad del que adoraban, usurpándole el nombre para restablecer el engaño con la luz. Después que en el espacio de algunos años hubo gozado Pachacútec los frutos de sus glorias, quiso acabar de dominar cuanto en los valles se extendía hasta los límites de Cajamarca, donde ya imperaba por la sierra; empresa a que destinó solo a su hijo y en que halló mayor dificultad que en las pasadas, porque el Chimu, que poseía todo lo que hay de costa desde Chancay hasta Trujillo, resistió tan fuerte que jamás se hizo tan cruel guerra por los incas. Pero después que en cada valle, y especialmente en el de Santa (delicia entonces y hoy lástima de todos) se combatió animosamente, y que reforzado el ejército inca perdieron los enemigos con la esperanza la osadía, impelido de los suyos aquel régulo se vio obligado a implorar la clemencia de aquellos a quienes había despreciado la amistad. Piedad que obtuvo luego, porque la que salía a buscar a los contrarios jamás se retiraba aun ofendida, siendo esta en los ilustres incas una benignidad guerrera que parece que solo vencía para perdonar. Rendían, como la razón, para instruir; y así dejando dueño al Chimu de su Estado debajo del ­reconocimiento

trípode: especie de pequeña mesa con tres patas que servía para ceremonias de adivinación en los lugares de oráculos; los que menciona el texto eran especialmente famosos en la antigüedad. 193  ladeársele: ponerse al lado. 192 

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del imperio, volvió a la corte el príncipe lleno de los blasones que había de heredar. Dilatada más que nunca así la monarquía le dio el gran Pachacútec nueva grandeza con sus órdenes, siendo un nuevo legislador de su gobierno, en quien las semillas de la razón se extendieron a producir solas cuanto se fecundaron con el cultivo en muchos sabios. Dejó por heredero aún más de su prudencia que de su corona al príncipe Inca Yupanqui, a quien confunden los historiadores con su padre, haciendo un rey de ambos y cercenando un famoso a su linaje, error que convence bien claramente el insigne Inca Garcilaso194. Y aunque siguiendo esta equivocación los naturales representaron en las siguientes fiestas solo doce reyes hasta Huáscar, omitiendo a Inca Yupanqui, lo advertimos aquí creyendo solo a aquel autor a quien demás de los motivos que hemos ya insinuado le acredita la claridad con que encargado de la confusión, la desvanece. Parece que mientras el grande imperio de los incas se encaminaba más a la ruina se dilataba a más espacio, como los ríos caudalosos que donde van a fenecer se esparcen más. Y era en la verdad querer el cielo hacer la extensión del dominio prevención para la del evangelio, y que fuesen sus empresas conquistas que se había de hallar hechas la que los había de rendir. Inca Yupanqui, décimo Inca Sucedió Inca Yupanqui el Bueno, décimo monarca de su estirpe, a su padre el famoso Pachacútec; y apenas ciñó la borla meditó después de visitar su reino (cuidado heredado de sus predecesores y en que más podían blasonarse hijos del sol) romper las puertas de la impenetrable cordillera, y pasar a ver todo el oriente a sus regiones. Ejecutolo así, sirviéndole el gran río Amarumayu de guía y de pasaje a un mismo Al margen «Part. 1, l. 6. c. 34»; comp. el lugar alegado: «A esto dos reyes padre y hijo confunden los historiadores españoles, dando los nombres de ambos a uno solo. El padre se llamó Pachacútec, fue su nombre propio, el nombre Inca fue común a todos ellos [...] Pues como los indios, contando las hazañas de sus reyes y nombrando sus nombres dicen Pachacútec Inca Yupanqui entienden los españoles que es nombre de un rey solo, y no admiten al hijo sucesor de Pachacútec, que se llamó Inca Yupanqui, el cual ambos apellidos por nombre propio y dio el mismo nombre Inca Yypanqui a su hijo heredero». 194 

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tiempo. Encomendó a las aguas una f lota de balsas que compensaba la magnitud de las mayores con el número, habiendo sido las que serían necesarias para el transporte de diez mil hombres con sus víveres. Fue esta la vez primera que experimentaron los incas contraria a la suerte porque lo quiso la naturaleza, de quien solo pudieron ser vencidos. Pero con todo esto después de muchos encuentros sujetaron por uno y por otro margen de aquel río la fiereza de los chunchos, y descubrieron aquella gran provincia que por su grande ardor es como una fértil Libia de la América, esto es, la de los Mojos, capaz de formar un dilatado reino; donde llegaron tan disminuidos en el número que se contentaron con la amistad, ya que no podían obtener el triunfo. Reservaba para sí el cielo esta conquista por medio de aquellos varones para quienes no hay bárbaros ni riesgos, trofeos animados de sí mismos, que llevan su victoria en su fatiga. Discurrió el Inca desquitar con mayor hazaña este desaire. Pagole el sur el agravio del oriente y Chile dominado por la una parte le dio mayor gloria que cuanta la otra pudiera producirle, empresa en que el camino fue el mayor triunfo, teniendo en dos vastos desiertos dos piélagos de arenas en que cada jornada era un naufragio. Llevar sus armas desde Atacama a Maule, con número de cincuenta mil hombres, conducir innumerables víveres y vencer feroces enemigos fue gloria hasta entonces no imaginada de los predecesores; y en qué no hubiera parado Inca Yupanqui si el valor de los purumaucaes no le hubiera detenido el curso en un sangriento combate en que Marte, con iguales víctimas, quiso mantener igual su inclinación, estilo con que desde entonces ha dejado allí suspenso su favor. Glorioso el Inca con la fortuna de haber dado a su imperio una extensión que podía formarle otro distinto, aplicó el ánimo a las cosas políticas. Fue el Augusto de los incas, que después de llenar su Estado de trofeos, le ilustró con sumptuosos edificios, y erigió para el culto grandes templos y calas de vírgenes, insignias perennes de la majestad de los Estados. A este rey atribuyen algunos la fábrica del gran Templo del Sol en la ciudad del Cuzco, pero fue porque con la riqueza que le añadió pudo merecer el título de fundador, pues Manco le había ya erigido195. 195  Al margen «Garcilaso p. 1, l. 3, c. 20. Fr. Buenaventura de Salin. Memor. c. 3». El capítulo de Garcilaso se titula «La descripción del Templo del Sol y sus grandes riquezas», «Atribuyose el edificio de aquel templo al rey Inca

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A vista de esta maravilla si no tuviesen el arte a su favor, todas juntas las demás del orbe parecerían cenizas fabricadas y fragmentos puestos en labor, pues su materia hizo verdad lo que fue fábula para el palacio del mismo sol aun en el cielo. Veíase en él brillar el oro, ya en la imagen de este astro en el altar, ya en lo interior de sus paredes y ya en lo exterior de las cornisas y las puertas; ya sirviendo de sillas a sus difuntos reyes, ya de nichos que enriquecidos de noble pedrería eran doseles de los vivos, ya de tapices en las aulas de los sacerdotes; y ya de urnas para el uso del templo. Hasta el iris, que solo en las nubes es color, lucía allí riqueza, el trueno y el rayo tempestad preciosa. La plata en las Salas de la Luna, de Venus y de las estrellas (que no adoraban como dioses sino como familia fúlgida del sol) formaba esferas más resplandecientes que las de estos astros. Y en fin en un magnífico jardín se ostentaba como una brillante primavera en que se veían uno y otro metal creciendo en plantas y brotando en f lores, andando en animales y volando en aves. Vergel, que aun no siguieron en sus Elisios los antiguos, pero que en este imperio tuvo otros muchos semejantes196. Esta misma grandeza augmentada en el templo que hizo famosa la isla del grande lago Titicaca, donde sobraban en cúmulos de oro las ofrendas, excede cuanto los más ricos imperios poseyeron; más digno por esto de admiración que aquellas dos pirámides que en el célebre estanque197 del Egipto le eran ­ upanqui, abuelo de Huayna Cápac, no porque él lo fundase, que desde el priY mer Inca quedó fundado, sino porque lo acabó de adornar»; Salinas, en el cap. 3, en seguimiento de Garcilaso: «Atribuyen el edificio de aquel templo al rey Inca Yupanqui, abuelo de Guaynacaba, no porque él lo fundase, sino porque él y Guaynacaba lo acabaron de adornar». Remito a la descripción de Garcilaso para los detalles del famoso templo. 196  Al margen «Garcilaso p. 1. l. 3.c. 24». Cito a Garcilaso, título del capítulo: «Del jardín de oro y otras riquezas del templo, a cuya semejanza había otros muchos en aquel imperio»; y describe plantas y animales de oro en el jardín. 197  Al margen «Meris». Comp. Herodoto, Historia, libro II (Euterpe), 149: «causa todavía mayor admiración el lago llamado Meris, cerca del cual está edificado ese laberinto. Su contorno es de tres mil seiscientos estadios, que son sesenta esquenos, [...] En el centro, más o menos, se levantan dos pirámides, cada una de las cuales sobresale cincuenta brazas del agua, y debajo del agua tienen construido otro tanto; y encima de cada una se halla un coloso de piedra sentado en su trono. Así, las pirámides tienen cien brazas, y las cien brazas son justamente un estadio de seis pletros, midiendo la braza seis pies o cuatro codos, pues el pie tiene cuatro palmos y el codo, seis».

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excelsas islas y padrones. Magnificencia que igualaba la de los palacios de sus reyes, a quienes solo distinguía el culto. Jamás aquellos astros se vieron tan bien tratados en Delfos, en Éfeso, ni Chipre; ni jamás los egipcios, los persas, ni los griegos admiraron tanta opulencia en sus monarcas, aunque blasonen los tesoros de Rampsineto, los tributos del primer Darío y el cabineto de Alejandro198. No se contentó el Inca con dar la perfección al mayor templo y pasó a dar principio a la más grande fortaleza199. Fue esta otra segunda maravilla digna de poner sus muros al lado de los de Menfis y de los de Ecbatana; y su interior obra a vista de la pirámide de Queopes y del labirinto de Meris200. Parecía en ella verdad lo que fue fábula en los gigantes que pusieron montes sobre montes. Fábrica de escollos en que era el mayor arte no tenerle, donde sin perder punta ni omitir vacío con recíproco encaje de hueco y prominencia se hacía de muchas desigualdades una igualdad universal. Conducir a mano montañas, elevar sin máquinas los riscos (en que piedras de treinta y ocho pies de largo excedían las que de treinta tuvieron las pirámides), unirlos sin la mezcla y ajustarlos sin la juntera ni la escuadra fueron milagros que han hecho discurrir por artífice al encanto; prodigio a quien no sé si iguala o excede el del gran patio y sala que yacían cerca de la laguna de Chucuito, el primero de noventa pies de lado en cuadro, y la segunda tesoros de Rampsineto: según Herodoto (II, 121) Rampsinito, primer faraón de la IV Dinastía, «Cuentan que este rey poseyó tanta riqueza en plata que ninguno de los reyes que le sucedieron llegó a sobrepasarle, ni siquiera a acercársele»; Herodoto narra un curioso cuento sobre cómo robaron a Rampsinito sus tesoros, que ahora no hace al caso. La riqueza del rey persa Darío es proverbial, y lo mismo la de Alejandro, de igualmente proverbial generosidad. 199  De la fortaleza del Cuzco (Sacsahuaman) escribe Salinas, por ejemplo, «La obra mayor, y de más soberbia, que mandaron hacer para mostrar su poder, y majestad, fue la fortaleza del Cuzco, cuyas grandezas son increíbles a quien no las vio, y al que las vio con atención, le hacen imaginar si son hechas por vía de encantamento, y que las hicieron demonios, y no hombres». 200  La opulencia arquitectónica de Menfis y Ecbatana es bien conocida, lo mismo que las pirámides. El laberinto de Meris lo describe Herodoto con grandes ponderaciones (Historia, II, 147): «construyeron un laberinto, algo más allá del lago Meris situado cerca de la ciudad llamada de los Cocodrilos. Yo lo vi, y en verdad es superior a toda ponderación. Si uno sumara los edificios y obras de arte de los griegos, las hallaría inferiores en trabajo y en costo a dicho laberinto, aunque es ciertamente digno de nota el templo de Éfeso y el de Samo. Aun las pirámides eran sin duda superiores a toda ponderación, y cada una de ellas digna de muchas grandes obras griegas, pero el laberinto sobrepasa a las pirámides». 198 

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de cuarenta y cinco en longitud y veintidós en latitud, a que correspondía altura competente, labrados con pavimento, paredes, puerta y techumbre todos de una pieza201; obra mucho más admirable que la capilla de Latona en el célebre templo que a esta falsa deidad erigieron en la ciudad de Buto202 los egipcios, pues aunque también formaba de una piedra, era solo una pieza la labrada. Tópac Inca Yupanqui, Inca undécimo Siguió a Inca Yupanqui su primogénito Túpac o Tópac (que quiere decir resplandeciente) Inca Yupanqui, undécimo monarca, y en su reinado se descubre otro teatro de mayores conquistas, habiendo pasado a ver a su nuevo orbe la mitad, esto es, los países que sujetos y ulteriores a la línea equinoccial se extienden a varias regiones. Después de la visita de su imperio se dirigió con poderoso ejercicio a dilatar por Cajamarca sus confines. Acometió a los huacrachucos y a los chachapoyas, y después de superado lo inaccesible de los sitios, de domada la pertinacia con que los primeros manifestaron en sangrientos combates su fiereza, y de vencida la constancia con que los segundos correspondían a su nombre (porque el de chachapoya significa hombres fuertes) los obligó a unos y a otros a rendirse. No resistieron menos los de

201  Al margen «Garcilaso p. 1. l. 3. c. 1»; «En Tiahuanacu, provincia del Collao, entre otras hay una antigualla digna de inmortal memoria, está pegada a la laguna llamada por los españoles Chucuitu cuyo nombre propio es Chuquiuitu. Allí están unos edificios grandísimos, entre los cuales está un patio cuadrado de quince brazas a una parte y a otra, con su cerca de más de dos estados de alto. A un lado del patio está una sala de cuarenta y cinco pies de largo y veinte y dos de ancho, cubierta a semejanza de las piezas cubiertas de paja que vuestra merced vio en la casa del Sol en esta ciudad de Cozco. El patio que tengo dicho, con sus paredes y suelo, y la sala y su techumbre y cubierta y las portadas y umbrales de dos puertas que la sala tiene, y otra puerta que tiene el patio todo esto es de una sola pieza, hecha y labrada en un peñasco». 202  Comp. Herodoto, Historia, II, 155: «en esa ciudad de Buto hay un santuario de Apolo y de Ártemis. Y el templo de Leto, en el cual está el oráculo, es una obra en sí grandiosa; y tiene un pórtico de diez brazas de alto. Pero diré lo que causa mayor maravilla de cuanto allí puede verse: hay en ese recinto de Leto un templo construido de una sola piedra, así en alto como en largo; cada pared tiene iguales dimensiones: cuarenta codos cada una. El tejado del techo es otra piedra, cuyo alero tiene cuatro codos».

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Cajamarquilla y otros pueblos, pero al fin sojuzgados dieron ejemplo a los de Moyabamba para que se entregasen sin dificultad, suerte que también corrieron los de la gran provincia de Huancabamba, que hubiera vendido caro el triunfo si la bárbara desunión de sus naciones no hubiera debilitado su poder. No siempre continúa en amistad igual con Marte la fortuna, y así detuvo este torrente de conquistas el dique que pudieron ponerle las belicosas provincias de Casa, de Ayahuaca y Callua, de que se componía una formal república; la cual uniendo la prudencia al esfuerzo contrastó de suerte la potencia enemiga, que pasaron de ocho mil hombres los que mataron al famoso Tópac, pérdida escandalosa a su grandeza y que creciera a mayor número, si este con el ardid y paciencia no hubiera estrechado aquella gente hasta que mudado el despecho en consideración, se le rindieron. Pausó con esto su valor y se aplicó a perfeccionar la maravilla de la fortaleza que comenzó su padre. Conquistó después la provincia de Huánuco, que hermosa y fuerte manifestaba compatible la delicia del suelo con el vigor del ánimo, motivos porque privilegiada y erigida en capital de otras, mereció Templo del Sol y casa de vírgenes, honor solo concedido a las provincias de primera clase, cuya grandeza se hace inferir del número de los que le ministraban su asistencia, que era de treinta mil personas. Redujo luego a su obediencia Tópac la famosa nación de los cañaris, que haciendo bien la cuenta de su poder con el de este monarca, reconocieron el alcance de la fuerza y le pagaron con la sujeción. Fue esta tan afectuosa como lo manifestaron en las guerras de Huáscar y Atahualpa, fidelidad que después continuaron en la conquista con los españoles, en la cual el afecto de uno que pasó a su partido fue ejemplo que produjo el amor de los demás. ¿Qué harían con las finezas los que aún eran benéficos con las obstinaciones? Mostrolo Tópac Yupanqui con las de los cañaris, singularizando sus favores de suerte que el templo que allí les fabricó en la provincia de Tomebamba (en que se veía sembrado el suelo de vasos llenos de oro y cubiertos de muros de láminas de este mismo203 metal) hacía émula su riqueza de la del principal del Cuzco; como de la de su palacio la magnificencia del que allí Al margen «Garcilaso p. 1. l. 8. c. 5 con Pedro de Cieza cap. 44»: «Pedro de Cieza, capítulo 44, dice largamente de la riqueza que había en aquellos templos y aposentos reales de las provincias de los cañaris hasta Tumipampa, que los españoles llaman Tomebamba». 203 

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erigió, donde puertas y colgaduras de oro, adornadas aquellas de esmeraldas y turquesas preciosas, y estas de plantas y animales brillantes, hacían considerarse tan grande prodigio el tributo como la aplicación. Rindiéronse después varias provincias que corren de Tomebamba a Quito, a quienes dio cultura y religión. Ofreciéronsele los huancavilcas y otras naciones occidentales a las mencionadas, y pidiéronle gobernadores y maestros, más fue para darles un salario de muerte en premio de su benéfica asistencia, maldad que hubiera castigado Túpac si no le hubiera parecido más conveniente el disimulo. Después de la quietud de algunos años, no sosegando con la gloria que poseía, volvió a donde había dejado sus últimos triunfos para hacerlos a largo paso proseguir. Partió segunda vez a Tomebamba, entró en las provincias subsecuentes y sojuzgadas en la marcha llegó a la de Quito, cabeza del reino de su nombre, que imperada de proprio rey emulaba en grandeza a la de Cuzco. Las grandes empresas ocupan para moverse espacios grandes, y así lo fue el que duró esta guerra, en que no queriendo Tópac desmentir su carácter ni justificar el derecho de la resistencia con la crueldad de la invasión se dilató bastante tiempo. Eran los incas los Fabios de las Indias, que ganaban con lo que no hacían 204. Llamó aquel rey al príncipe Huayna Cápac (nombre que significa joven rico de gloria y de virtudes) y reforzado con mayores tropas le dejó substituto en la conquista, quedando su prudencia por fiadora de su juventud. Excedió el príncipe toda la esperanza, hizo el ardor paciencia y la paciencia triunfo, rindiendo lento lo que no quería destruir veloz. Murió el rey de Quito, a quien la prevista desgracia por no dejarlo morir más quitó la vida con el amago que hizo a la honra. Fue esta muerte la decisión de aquella empresa, entregósele con ella todo el reino, cuyos principales y vasallos experimentaron mayor fortuna de vencidos que de libres. Amó esta conquista de manera que, teniéndola como primogénita de su valor, pareció a los rendidos herencia y no victoria. Extendiola a las provincias de Quillacenca, Pasto y Otavalo. Volvió triunfante al Cuzco, donde casó segunda vez con su segunda hermana, llamada Raba Ocllo, por la esterilidad de Pilcu Huaco, su primera mujer; y después con Mama Runtu, su prima hermana, estilo que siguieron aquellos reyes por 204  Alude a Quinto Fabio «Cunctator», que en la segunda guerra púbica usó la táctica de la dilación contra los ejércitos de Aníbal, aceptando solo la batalla cuando veía condiciones ventajosas.

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encerrar en su sangre su nobleza y hacer de su prosapia un tronco que estuviese más bello sin las ramas. Murió Tópac Yupanqui dejando igualmente gloriosa su memoria por su virtud y hazañas, que su estirpe por las de su heredero, a quien encargó el castigo de los huancavilcas. Fue este rey el Amasis205 y el Trajano de los Incas, no habiendo sido el primero más benigno en Egipto ni el segundo en Roma más magnánimo. Casi descubrió al sol su origen, buscándole en el archivo de la naturaleza, y conoció que no era dios. Estableció Consejo y ministros de Justicia y Hacienda, siendo para esta admirable el modo de los cálculos que usaba esta nación, los cuales ajustaba por ciertos nudos que llamaba quipos en que los colores de los hilos formaban los números, haciendo una aritmética tejida de matices. Huayna cápac, duodécimo Inca Sucedió a su padre el ínclito Huayna Cápac, duodécimo Inca. La primera felicidad de su reinado fue el nacimiento del infeliz Huáscar. Celebró los primeros pasos de su infancia con la obra de la gran cadena de oro206, alhaja que han hecho más famosa que sus quilates los deseos, la cual llamada huasca en su lenguaje, le dio el nombre, olvidando el de Inti Cusi Hualpa que tenía. Hízola para que asidos de ella sus grandes, danzasen en las fiestas del nombre que había de poner al príncipe, aunque tan difícil de mover su grave peso como lo manifiesta su longitud, que era de ducientas y treinta y tres varas, con grueso correspondiente a su grandeza. Más podía parecer presagio de la muerte que magnificencia del natal cadena hecha en honor de quien rindió la vida prisionero. 205  Amasis: quinto rey de la XXVI Dinastía en Egipto. En general se considera que fue un astuto y eficaz gobernante, aunque algunas fuentes lo suponen demasiado inclinado a la bebida. Trajano es modelo de buen emperador. 206  Esta cadena la mandó hacer el Inca para una danza ceremonial en ocasión del destete de Huáscar. Garcilaso de la Vega rememora una conversación con su tío abuelo sobre esta cadena: «me dijo que tomaba los dos lienzos de la Plaza Mayor del Cuzco, que es el ancho y el largo de ella, donde se hacían las fiestas principales, y que (aunque para el bailar no era menester que fuera tan larga) mandó hacerla así el Inca para mayor grandeza suya y mayor ornato y solemnidad de la fiesta del hijo» (Comentarios reales, libro 9, cap. 1).

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Pasó luego a acabar de sujetar por la costa lo que faltaba para igualar su imperio con lo mediterráneo de los países que corren hasta Quito. La experiencia del gobierno en el valle de Chimo había producido en los vecinos un agrado que era ya envidia de la sujeción, y así admitieron la de Huayna Cápac como que la buscaban, ejemplo que seguido de los demás le hizo después dueño de cuanto hasta Tumbes se dilata, cuya conquista reservó para otra expedición. Retirose a Quito, volvió después a reducir a Tumbes, cuyo país era el Estado del deleite y la habitación de los excesos bárbaros, que uniendo la delicia y el horror ceñían guirnaldas y adoraban leones, bailaban festivos y sacrificaban inhumanos, ofreciendo a sus ferinos dioses los corazones de los hombres. Pero, aunque temidos de los vecinos, no pudiendo resistir tanto poder siguieron la fortuna de los demás pueblos. Castigó a los rebeldes huancavilcas, que como queda dicho pidieron maestros y fueron sus verdugos. Mandó degollar la décima parte de los curacas y jefes que dieron el orden, y en la plebe sacar perpetuamente dos dientes altos y dos bajos a cada persona, castigo que tuvieron por perdón y memoria de que hicieron timbre para que en las cabezas de unos fuese cada ejemplo un freno de su malignidad, y en los labios de los otros cada palabra un padrón de su delito. Sujetó los habitadores de la isla de la Puna, que entonces pensaban formar una república pequeña, pero habiéndose rendido con reservada rebelión luego que se retiró el emperador al tiempo de ir transportando por el mar sus capitanes incas, falseadas las balsas, cortando las cuerdas de su unión, los hicieron morir sumergidos o atravesados en las ondas, estrago que consumió la mayor parte de la sangre real, y que erradamente presumieron medio seguro de su libertad. Lloró el Inca la nueva, enlutó el traje y castigó el insulto, aunque no halló rigor que igualase a la atrocidad de la osadía. Rebeláronse también los chachapoyas con muerte de gobernadores y soldados, pero con mejor suerte en el castigo. Llegaba ardiente a darle con poderoso ejército, opusiéronle uno de mujeres, que llevaban sus lágrimas por armas. Conducíalas una de las regias concubinas que tuvo su padre, y por esto madrastra del emperador, la cual era natural del país. El ruego de esta hizo poner de parte de su lamento la bondad el príncipe, y triunfó así el rendimiento de la pena.

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No hizo más Coriolano207 con las romanas que Veturia y Volumnia condujeron, ni mereció mejor el templo que en memoria de su piedad consagraron a la Fortuna femenina. No omitieron aun esta circunstancia los perdonados, cuyo agradecimiento hizo con tres muros sagrado el lugar en que obtuvieron la clemencia. Nada negaba Huayna Cápac a aquel hermoso hecho. Extendiose hasta Manta, capital de la provincia de su nombre, que a la adoración del mar, de peces, de leones y de tigres común a las demás, añadía la de una esmeralda de la magnitud de un huevo de avestruz, diosa de joyas a quien como si el cielo se hubiese convertido en mina, ofrecían sus vecinos por víctimas otras menores208. El vicio de Sodoma y el casamiento con la condición de ensayar a la novia los parientes y amigos del marido, eran torpezas autorizadas de su estilo. Rindiéronse al poder, no a la razón del Inca. Siguieron su fortuna otras provincias, entre las cuales hubo algunas tan bárbaras que juzgó que en ellas aun el dominio se envilecía con la sujeción, y la corrección se ajaba con el vicio, diciendo: «Volvamos, que estos no merecen tenernos por señor»209. Rebelose la provincia de los caranques en los extremos términos del reino de Quito, con tal furor que no solo hicieron morir los gobernadores y ministros del Inca, sino que ofrecieron a sus dioses su sangre, y comieron sus cadáveres. Castigolos como a los pasados, aunque después de duros choques, haciendo degollar tantos rebeldes que la laguna en que se hizo el suplicio quedó como un líquido padrón de su memoria, llamándose Yahuar Cocha (o laguna de sangre). Ningún monarca hubo más benigno ni más grande, y ninguno padeció más rebeliones, o porque ninguno sujetó hombres más bárbaros o porque

Coriolano, patricio romano enemigo de la plebe, desterrado de Roma, aliándose con los volscos, atacó la ciudad. Detuvo su asedio por los ruegos de las mujeres de Roma capitaneadas por Veturia (madre de Coriolano) y Volumnia, su esposa. 208  Comp. Garcilaso, lib. 9, cap. 8 sobre la provincia de Manta: «Adoraban la mar y los peces que más en abundancia mataban para comer. Adoraban tigres, y leones, y las culebras grandes y otras sabandijas [...] adoraban en el valle de Manta [...] una gran esmeralda, que dice era poco menor que un huevo de avestruz [...] los indios venían de muy lejos a le adorar y sacrificar, y traer presentes de otras esmeraldas menores, porque los sacerdotes y el cacique de manta les hacían entender que era sacrificio y ofrenda muy agradable para la diosa esmeralda mayor». 209  La fuente de esta frase del Inca parece también Garcilaso, lib. 9, final del cap. 8. 207 

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los motines se hacían ya preludios de la ruina, paroxismos del Estado que prevenían la crisis de su muerte. Había casado Huayna Cápac con la hija del difunto rey de Quito, y de ella había tenido a Atahualpa, a quien amó de suerte que le hizo heredero de aquel reino con aparente consentimiento del príncipe Huáscar, en cuyo Estado, después de haberle formado funestos presagios la tierra con horribles movimientos, el mar con inundaciones tempestuosas, el aire con un águila rendida de neblíes, el fuego con un rayo fulminado a su palacio, el cielo con infaustos cometas y formidables cercos de la luna (agüeros fatalmente interpretados de sus magos, como siempre tenidos por señales210 de la destrucción de los imperios) y últimamente la Fortuna con la noticia de la primera nave211 que descubrió y dio nombre al Perú, concordada con el antiguo oráculo que para aquel tiempo tenía amenazada por extranjeras gentes la universal ruina de su imperio; falleció ordenando entre otras cosas que, cumpliéndose en el número de los doce reyes señalado por la celeste predicción para la translación de aquel a extraños dueños, y presumiendo que serían los que ya aparecían en el mar, los recibiesen obedientes, como a hombres en todo ventajosos212; motivo el más eficaz213 por su veneración, en los ánimos de los peruanos para su rendimiento. Fue Al margen varias referencias: «Crinemque timendi sideris et terris mutantem regna cometen. Lucan. l. 1. Non unus crine corusco regnorum eversor, rubit lethale cometes. Silius l. 8. Plutarch in Caesar. Dio. Casi. l. 41. Tertulian. ad Scapul. c. 5. Baronius et Spondan. anno 68». La primera cita es de la Farsalia de Lucano, vv. 528-529 ‘y la cola del terrible astro, el cometa transtornador de reinos’; la siguiente es de Silio Itálico, Punica, lib. 8, vv. 636-637, ‘no solamente un cometa de cabellera refulgente, astro destructor de reinos, brilló de manera nefasta’; las alusiones siguientes remiten a la vida de César de Plutarco (Vidas paralelas), en la Historia romana de Dion Casio hay muchas referencias a los cometas como malos agüeros; la siguiente referencia es a Tertuliano, Ad Scapulam (Tertulo Scapula, procónsul romano en África que había iniciado una persecución contra los cristianos), obra en la que Tertuliano advierte de la cólera de Dios contra los impíos perseguidores de cristianos, y menciona signos de esta ira divina (signa imminentis irae Dei), como lluvia, fuego, truenos portentos, etc. Finalmente alude al cardenal Baronius a través del epítome de Henri Spondanus, Annales ecclesiastici Cæsaris Baronii in Epitomen redacti (París, 1612), número 14 del año 68: «De prodigiis a Domino praenunciatis» (terremotos y otras señales de hambres y pestes...). 211  Al margen «De Vasco Núñez de Balboa». 212  Al margen «Pedro de Cieza, cap. 44. Francisco López de Gómara, c. 115, citados por Garcilaso p. 1, l. 9, c. 15». 213  Al margen «Garcilaso ubi supra». 210 

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esta como una institución del vaticinio que pudo hacer sucesión de la conquista. No era nuevo estilo del cielo enviar o permitir estos avisos de la ruina o de la mudanza de los imperios, que así lo sintió el de los persas, fenecido en Darío; así el de la libertad romana perdida en Pompeyo; así el de los judíos desolado en Agripa, y así el de los godos extinguido en Rodrigo. Exaltose en este rey a su mayor grandeza la monarquía de los incas, pero fue no como los cuerpos celestes, que suben para girar, sino como los graves, que se elevan para caer. En obsequio suyo hicieron sus amantes vasallos los dos célebres caminos, que corrían desde Quito hasta Cuzco, de los cuales habiendo fabricado el primero, para que fuese a esta corte por la sierra fue preciso nivelar precipicios por sendas y levantar montañas por calzadas; y habiéndose hecho el segundo para cuando volviese por los llanos, fue este en los amenos valles un jardín continuado y en los desiertos arenales un perpetuo dique, que con grandes maderos cortaba aquellos piélagos terrestres, obras, que extendidas por quinientas leguas, fueron más prodigiosas que cuanto trabajaron en obeliscos los egipcios, ni elevaron en moles los romanos; y que solo pudiera igualarse por la de los caminos que estos dirigieron, conducidos de todo el imperio hasta la columna que colocada en Roma se llamaba el Millar de oro214, por ser el término de todos, si estos fuesen trabajo de fábricas y no mera medida de distancias. Huáscar, décimotercio Inca Dividió Huayna Cápac el Estado para extinguir la sangre. Sucediéronle Huáscar en el Cuzco y Atahualpa en Quito. Por ley primera del imperio era este individuo215 y solo pertenecía al primogénito que nacido de consorte hermana conservase el linaje real por ambas líneas; y así pidió a Atahualpa Huáscar, ya que no la restitución, el reconocimiento del reino separado. Fingiole dar aquel, y enviando las tropas que remitía como ejército con pretexto de concurso que asistía

El «Milliarum aureum» fue un monumento que erigió el emperador Augusto cerca del templo de Saturno, en Roma. Las piedras miliares señalaban en las calzadas romanas las distancias de mil pasos dobles romanos (1,5 km más o menos). 215  individuo: esto es, que no se podía dividir, indivisible. 214 

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como obsequio, hizo invasión del homenaje. Conoció tarde Huáscar el engaño, salió al encuentro a los generales Quisquiz y Chalcuchima, y dada la batalla, quedó vencido y prisionero con muerte de ciento y cincuenta mil hombres de ambas partes. Después de este destruyó el tirano otro segundo ejército de príncipes, haciendo dar atroces muertes a ducientos hermanos, y a millares de otros parientes de la sangre real. Victorioso temió aun a los más débiles de sus mismos rendidos, y por esto no perdonó sexo ni edad, desnudando todo el real tronco de sus brotes. No vieron los siglos más impío fratricida, aunque se acuerden los partos de su Fraates, y de su Abimelec los siquemitas216; los cuales apoyaron sus tronos sobre las cabezas, el uno de treinta, y el otro de setenta hermanos destrozados. Por esto, castigando Dios una atrocidad con un rigor, se mereció el de la muerte, que aún más que el orden de Pizarro le dio el ardid del falso intérprete217. Aun después de vencido por aquel grande héroe, temeroso de Huáscar, que desde su prisión de Jauja recurrió a los españoles, tenidos por deidades semejantes a su dios Viracocha (nombre que por esto les quedó), le hizo dar la muerte, poderoso para el suplicio de un monarca el que no lo era para su libertad; cruel aun cuando no podía ser tirano, y en fin tan inhumano con su gente que pudo ser a esta su pérdida recurso. Fraates: Fraates IV de Partia, al que se acusa (ver Dion Casio, Historia romana, XLIX, 23.9) de haber matado a 29 hermanos y a su padre para dominar el reino. Abimelec, rey de Gerar, con ayuda de los siquemitas mató a 70 de sus hermanos; solo escapó Jotán. Abimelec gobernó por tres años a Israel. 217  En diversos relatos de los hechos interviene el intérprete de Pizarro, de nombre dudoso (casi siempre se le llama Felipillo), al que se atribuye haber traducido mal, provocando el enfrentamiento y la muerte de Atahualpa. Unas veces se habla de traición del intérprete; otras de incompetencia lingüística. Comp. Garcilaso: «Llegado a la interpretación que al Rey Atahualpa le hicieron es de advertir en las condiciones de Felipe, indio trujumán y faraute de aquel auto; que era natural de la isla de Puna y de gente muy plebeya, mozo que aún apenas tenía veinte y dos años, tan mal enseñado la lengua general de los incas, como en la particular de los españoles: y que la de los incas la aprendió, no en el Cuzco, sino en Túmbez, de los indios que allí hablaban como extranjeros bárbara y corruptamente, que como al principio dijimos, sino son los naturales del Cuzco, todos los demás indios son extranjeros en aquel lenguaje y que también aprendió la lengua española sin que nadie se la enseñase, sino de oír hablar a los españoles, y que las palabras que más de ordinario oía eran las que decían los soldados bisoños, voto a tal, juro a tal, y otras semejantes y peores y aunque era bautizado había sido sin ninguna enseñanza de la religión cristiana, ni noticia de Cristo nuestro señor con total ignorancia del credo apostólico». Ver Ferreiro Vázquez, 2013. 216 

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Así acabó a manos de sí misma, aun antes de su caída, esta prosapia. Mejoró el imperio de dueño, y aseguró la eternidad. Propagaban aquel los incas con la religión: ¿qué mucho que fuese título para adquirirle la verdadera cuando la falsa lo había sido para dilatarle? Así estos reglados bárbaros, que compensaban con la grandeza la ignorancia y amaban la virtud sin conocerla, se hicieron capaces de corregir aquel defecto y de lograr esta ventaja. Así terminó en el número de doce reyes la cuarta monarquía de los asirios desde Nino el Segundo a Baltasar, y así mantuvieron el renombre de césares los doce que contó a Roma desde el grande Julio a Domiciano. Eximiéronse al furor de Atahualpa algunos míseros restos de esta real estirpe, de quienes los principales fueron Manco Cápac (que se coronó segundo de este nombre) y Paullu, no legítimo. Del primero, que en la guerra que hizo a los españoles casi pudo sofocar en su cuna su conquista, nacieron Cusi Titu, que murió en Vilcabamba; Túpac Amaro, que falleció infeliz; y Sayri Túpac, que se rindió voluntario y se llamó don Diego, el cual casado antes del baptismo con su hermana Cusi Huarque, coya, fue tronco de los marqueses de Oropesa y de Alcañices, grandes de España, por doña María Coya, primera marquesa, su nieta; como hija de doña Beatriz, mujer que fue de Martín García de Loyola, gobernador de Chile. De Paullu, llamado don Cristóbal (que contra su hermano asistió fiel a los conquistadores) fue hijo don Carlos, y nieto don Melchor Carlos Inca, que en España fue honrado con las mercedes de la cruz de Santiago, y de considerable renta. Salváronse otros Incas, y entre ellos la Palla que fue madre del ilustre Garcilaso, hija de un hermano legítimo de Huayna Cápac. Así acabaron aquellos monarcas, de cuya mano pasó a España por orden aun del más grande de ellos mismos su imperio, tan glorioso que su virtud y buen gobierno (rectificado aun por los mismos218 que le conquistaron) hacen creer, si se atiende a lo eterno, que no fue castigo sino premio; no pérdida sino adelantamiento, su mudanza. Así fenecieron sus heroicas vidas, pero para restituirse a mayor fama parece que han querido lo que no pudieron ofrecer presentes consagrar Al margen «Declaración de Mancio Sierra de Leguízamo en su testamento. Calancha, l. 1, c. 15». El principal tema de la cláusula testamentaria (testamento de 18 de septiembre de 1589) del capitán Mancio Sierra es reconocer el buen gobierno de los incas y el mal ejemplo de los conquistadores, instando al rey a que enmiende la corrupción instaurada. 218 

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pasados porque ninguno quedase sin parte de esta gloria. Todos juntos va ahora a verse cómo formaron una pompa, en que fueron a un tiempo triunfadores y rendidos tan magníficos que pudieron los originales que animan la verdad histórica, quedar envidiosos de las copias que adornaron las festivas muestras. Dedicaron así al heredero del grande Inca español, y al hijo del más augusto sol, el mayor homenaje de su júbilo y las mejores víctimas de su adoración.

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PRIMERA REAL MÁSCARA

La primera fiesta de las que discurrió el amor de esta fidelísima nación en celebración de sus augustos príncipes, dirigido por el cuidado de doce elegidos comisarios animados por la disposición de su corregidor, el maestre de campo don Melchor de la Peña y Lillo (a cuyo infatigable celo se debió tan alto desempeño), fue la de un paseo de los que comúnmente llama máscaras España, y se reducen a una escénica representación de personas sin el disfraz de los semblantes. Llegó el día para ella señalado, y habiendo la fama adelantado en expectaciones lo que después había de dar en aplausos, abiertos los diques a la curiosidad, inundó esta a la tarde la plaza de concurso. Asistió en su galería su excelencia con la Real Audiencia y Tribunal de Cuentas, siguiéndose los demás en la forma que ya se ha referido. Trajeron a su excelencia el aviso deseado del paseo algunos oficiales militares destinados para pedir su superior licencia. Entró el maestre de campo del regimiento de los naturales de esta ciudad, nombrado don Salvador Puycon (principal director de estas funciones) acompañado del sargento mayor y número de comisarios y ayudantes. Oyose desde luego resonar en la plaza la alegre música de varias chirimías que jugaban cuatro indios vestidos de camisetas recamadas de vivos matices y de mantas del más fino tejido del país, que terciadas al hombro llevaban todo el aire que en su uso antiguo no tenían; ceñida la frente del general adorno de la trenza o faja que entonces era de oro, y calzado el pie de sus ojotas219 que ataban con lazos de lucidos cordones. Acompañados de la militar armonía de los timbales hacían un concento en que hasta el golpe era sonoro. Entró después de ellos en la plaza la real máscara, la cual enviando a la vista todo junto el 219 

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Ya las ha definido antes como ‘abarcas’.

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l­ucimiento parecía un movible brillante vergel, en que las telas y las joyas eran las hojas y las f lores, entre las cuales esparcidas las perlas hacían el oficio del rocío. Cada hermoso brocado por la variedad de los colores y el esplendor del oro era el iris y el sol a un mismo tiempo. Veíanse en jaeces y trajes, en cintas y lenceados, todos los rosicleres del aurora, y los candores de la nieve mantenidos entre las más activas reverberaciones de un luciente día. Nunca en la riqueza de la más fina pedrería parece que brillaron mejor aquellos depósitos de luz, que a un tiempo la envían y la guardan, prestando solidez a los ref lejos. Parecía que hacían allí muestras de sus tesoros y artificios tan bien como las minas del Asia las playas de la América y las oficinas de la Europa. Admirábase allí lo más precioso de Decán y Golconda 220, lo más neto de la Margarita y Panamá221, y lo más rico de París y Holanda. Todo este adorno era pompa debida a la grandeza de los más poderosos y más benignos monarcas que tuvo un nuevo mundo, esto es, a los césares incas que juntos salían a formar una ofrenda de la fidelidad y afecto con que sus pósteros aclamaban mejor dueño. Es verdad que no usaron en sus siglos mucha parte del aparato que traían, no habiendo tenido caballos ni sedas, pues solo eran llevados en andas de oro sobre los hombros de sus caballeros, pero se unió de suerte a la materia de las estofas la forma de los trajes, y la hermosura de la edad moderna a las propriedades de su antigüedad, que parecía más proporcionada la majestad allí donde más diverso el uso. Precedía a todos una festiva danza que formaban doce indios que representaban ser vasallos del gran Chimo, rey que como se ha dicho fue de grande parte de estos valles, en cuyas camisetas, mangas y demás vestidura la riqueza del raso y del brocado iba envidiosa de la fineza y blancura de las puntas, que por orlarlos los cubrían como copos de nieve que se esparciesen sobre f lores, o como las espumas de un torrente cuando inundan las plantas de un jardín. Al impetuoso repetido movimiento de la danza parecían un enjambre de cisnes que batían las alas a compás, brillándoles en la frente un sol de oro, y en la parte posterior una luna creciente de plata, como insignias que usaban

El Decán es un territorio en la Idia, y Golconda un reino y fortaleza en el centro del mismo subcontinente, zonas productoras de diamantes. 221  Margarita: isla perlífera, en el Caribe. Lo más «neto» alude las perlas más puras o netas. 220 

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los grandes del Chimo referido, y armados de macanas222 o segures doradas formaban con estas a diversos lazos unos combates festivos en que los acometimientos eran alegrías. Seguíase el acompañamiento del emperador Huáscar Inca, el Dócil, compuesto de doce señores de la real sangre, caballeros del famoso militar orden que tenían con la insignia de las orejeras de oro, los cuales armados de dardos representaban los principales grandes y capitanes que vivían en el tiempo de la conquista de este reino. Ceñían la frente del llauto negro que les pertenecía, adornado de entrelazados hilos de perlas y rica pedrería. Vestían mantas y uncos, o camisetas, de un tejido finísimo de lana carmesí que llaman cumbi, sembrado de diversas f lores. Precedía a esta guardia un capitán, o alférez mayor, que le llevaba en una asta enarbolado el escudo de las armas concedidas a la estirpe de este monarca. Huáscar Inca Seguíase el mismo emperador majestuosamente montado sobre un generoso caballo, adornado de hermoso jaez de cintas de tela, ya pendientes al aire y ya enlazadas en f lorones; y de silla y gualdrapilla de terciopelo azul bordado de oro y plata. Ostentábase coronado de llauto real, en que los diamantes, las esmeraldas y las perlas formaban ordenadas una armonía de esplendores. Pendíale a la frente la borla carmesí, y sobre ella tremolaba una alta pluma de oro, a cuyos lados dos brillantes culebras mordían por los extremos un iris refulgente; blasón ordinario de estos reyes. Entre la borla y pluma iba la unancha (que significa insignia) compuesta de una rica joya. Caían de una y otra parte del llauto las orejeras de oro. Vestía manta rosada de rico brocado, orlada de preciosa franja, con bordes también de oro a las esquinas, camiseta de raso liso nácar recamada de realces de oro y plata, y guarnecida de encajes de igual precio, y mangas voladas de finísimos nevados. Rodeaba hermosamente el cuello el regio sipe (o muceta imperial) que antiguamente formado de plumas se imitaba entonces con cintas de varios colores artificiosamente encarrujadas223. Brillábanle un sol de oro, pendiente de una cadena de preciosas joyas en el pecho, 222  223 

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macana: especie de garrote de madera dura, a veces con filo de pedernal. encarrujadas: con arrugas menudas.

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y en los hombros, en las rodillas y en los pies los pumas, que significan leones, y son mascarones también de oro. Pie y pierna a la romana, noblemente desnudos, se adornaban esta de un f lueco negro que sobre ella pendía airosamente y aquel de rica ojota. Ostentaba en uno y otro brazo preciosos anillos de que usaban los incas y llamaban chipani, engastada en ellos luciente pedrería. Empuñaba en la diestra el champi de oro (arma que en una breve asta cuya punta era solo un f lorón, llevaba una segur atravesada a la manera de nuestras alabardas, la cual era el cetro de los Incas), traje e insignias que llevaron los demás siguientes. Hizo este papel el cacique del famoso valle de Pachacámac, nombrado don Francisco Taulli Ghumbi Saba, decendiente de don Alonso Saba y de Cuysmanco (soberano que fue según arriba se ha expresado de estos vecinos valles) como también del Chimo mencionado. Llevaba Huáscar a sus dos lados a estos mismos señores, los cuales iban solamente diversos en los distinctivos de la majestad, no en los lucimientos del ornato. Sobresalía Cuysmanco con llauto de diamantes, un sol de oro en la frente por unancha y borla carmesí en la sien (diferencia con que la usaban los príncipes feudatarios o vasallos), manta nácar y camiseta blanca, uno y otro de brocato de oro y plata; y champi diferente del real en varias puntas en que remataban el f lorón y la segur. Competíale el Chimo con precioso llauto y media luna en la frente, de cuya parte cóncava se levantaban tres rayos, cuyas puntas adornaban tres estrellas de plata; manta y camiseta de brocado y con macana o segur de oro por cetro proprio suyo. Llevaba al emperador un rico quitasol de terciopelo carmesí Chuquimanco, soberano que fue de algunos valles. Huayna Cápac A distancia competente sucedía el acompañamiento de Huayna Cápac el Grande, formado de doce Incas y precedido del alférez mayor, que representaban al general Quisquiz y arbolaba el escudo de las armas llevando a sus lados a Ruminaui y Chalcochima, valerosos capitanes. Iban estos señores armada la cabeza de ciertos morriones altos llamados mamaypacras, guarnecidos de dos alillas a los lados cuyas puntas, arqueadas hacia dentro, formaban como una media luna a la manera de la tiara de los pontífices hebreos. Vestían mantas airosamente terciadas y camisetas de rasos de diversos colores, orladas unas

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y otras de finos lenceados; empuñando en la diestra ciertos dardos que llevaban adornada de plumas toda el asta, y en la siniestra escudos cuadrados (que llaman pulcancas) acompañados de sus ondas. Seguíalos el famoso emperador sobre el más diestro bruto, ceñido de refulgente llauto y borla mezclada de color blanco y carmesí, sobre que volaban dos bellas plumas de oro. Adornábase de manta de brocado blanco y camiseta partida de telas de oro y nácar; de sipe y sol del pecho, de anillos y ojotas; todo ilustrado de aquel resplandeciente adorno de perlas y diamantes que requería la majestad de tal monarca. Fue actor de este papel don Francisco Inquill Túpac, noble principal de Cuzco. Tópac Yupanqui Continuaba la real marcha el séquito de Tópac Yupanqui el Ínclito, compuesto de ocho Incas que lucían con igual adorno a los antecedentes, diversos solo en las camisetas y en las armas; siendo aquellas de delicado cumbe carmesí matizado de varios colores y bordado de airosas figuras de animales y pájaros hermosos; y estas de unos dardos de la madera que llaman chunta, cuya punta parecía formada de tres arpones, o de uno escamado de tres puntas. Precedíalos su alférez con el escudo regio de sus armas. Veíase después de aquel emperador, coronada de borla azul la majestuosa frente, en cuya mitad resplandecía por insignia un iris que parecía formado de las irradiaciones de la riqueza de su traje, sobre que se elevaba un castillo rodeado de banderas y coronado de una alta pluma de oro, símbolo que demonstraba el vuelo que habían cogido sus conquistas. Vestía manta anteada o de tornasol y camiseta verde, uno y otro de lucida tela imitando este último color el terciopelo que adornaba la silla del caballo, la cual realzada de oro y plata, seguía bien los resplandores del jaez entrelazado de velillo finísimo de plata. Pachacútec Seguíase el acompañamiento de Pachacútec Inca Yupanqui el Hazañoso, que formado de los curacas (o príncipes) de las naciones que domó, era a un mismo tiempo guarda y triunfo; eran estos en número de diez, los de los huancas, táramas, huaylas, cajamarcas y otros que

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quedan dichos. Adornábanse de manta negra y camiseta leonada, una y otra matizadas de varios colores; ceñida la frente de llauto común timbreado de tres plumas, y armados de ciertas astas que remataban en rosas de puntas bien doradas, y de pulcancas o escudos colchados de diversas plumas, como naciones fieras de montañas. Cerraba esta marcha el Inca referido, coronado de igual diadema a los demás de que pendía purpúrea borla y sobre que volada brillante pluma de oro. Lucía con manta verde y camiseta anteada224, uno y otro de excelente brocado; guarnecidas la primera de fina franja de oro y la segunda de f lueco ancho de plata; con sipe, sol, chipani (o manilla) y ojotas en que el oro, las perlas y diamantes eran el género de que se cortaba el lucimiento, empuñando por cetro el champi de oro. Competía esta grandeza el porte del caballo, cuya blancura hermoseaban jaez de rico encintado y silla recamada de bordadura de oro y plata. Viracocha Veíase luego la majestad del Inca Viracocha el Invencible, acompañado de ocho grandes Incas airosamente vestidos de camisetas blancas bordadas de f lores nácares, y guarnecidas de labradas puntas, en quienes el algodón con un precioso engaño fingía las delicadezas del lino y usurpaba sus lustres a la seda; condecorada la frente de llauto y mascarón de oro, como la sien de la pendiente borla, manejaban en la diestra una asta que rematada en un f lorón de oro hacía el oficio de una clava. Iba el Inca tan bien representado como que llevaba en su rostro toda la gloria de sus hechos. Ilustrábale las sienes un llauto con veces de laurel y la frente un águila brillante, acompañada de borla azul y pluma de esmeraldas, imitación de la del pájaro que amaba; adornábale manta y camiseta, ambas purpúreas, a que seguían las demás insignias, llevando en la diestra el champi de paz que se formaba de una asta de oro terminada en un f lorón con una aguda punta.

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anteada; de color del ante, amarillo anaranjado.

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Yahuar-Huácac Iba después el Inca Yahuar-Huácac el Ominoso, cortejado de otros ocho señores vestidos de mantas y camisetas negras finamente bordadas y vistosamente guarnecidas de f luecos carmesíes; llevando en la diestra ciertos dardos de oro (que llaman huypos) terminados en delgadas clavas armadas de numerosas puntas; iguales en lo demás a los pasados. El Inca ceñía borla blanca, unancha de diamantes y pluma de igual precio, ostentaba manta azul de brocado sembrada de graciosas lagartijas de plata, y camiseta parte de lustroso terciopelo fondo negro y parte del mismo carmesí. Vibraba champi militar de oro cuya punta, formada de muchas y atravesada de una segur que con otras componía una perfecta estrella, era una arma que lucía terriblemente hermosa. Inca Roca Seguíale Inca Roca el Sabio, precedido de su alférez mayor y de la guarda de otros ocho Incas, que armados de clavas o huypos de plata se adornaban de mantas de delicado cumbe vistosamente matizado, y camisetas de los más preciosos brocatos de oro y plata de la China, sembrados de f lores que relevaba la viveza de sus finos colores. Montaba el Inca soberbio bruto sobre silla de felpa carmesí, bordada a escarches de oro y plata. Coronábase de borla encarnada y de plumas, en que los esmaltes y las piedras preciosas imitaban con ficción entonces superior a la verdad los colores de las más bellas aves. Cubrían el hombro y pecho manta rosada de brocado guarnecida de f luecos de oro y plata, y camiseta de terciopelo fondo negro sembrado de motas de brillante entorchado, resplandeciendo las demás insignias con riqueza correspondiente a las pasadas. Cápac Yupanqui Sobresalía luego el Inca Cápac Yupanqui el Valeroso, asistido de semejante guarda cuya librea era un rico cumbe azul y nácar, aquel en la manta y este en la camiseta, que salpicado de f lores batidas de oro y plata competía las más lucidas telas. Pendía a la majestuosa frente

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borla azul, y a la espalda purpúrea manta y camiseta verde; uno y otro recamado de costoso realce. Mayta Cápac Sucedía inmediato Mayta Cápac, que llamado el Melancólico, con un antiperístasis225 de gozo iba desvaneciendo el genio con la gloria. Acompañábanle ocho señores a quienes prestaba noble ornato el traje acostumbrado, cortado de lustroso raso matizado de diversas f lores y guarnecido de volantes puntas. Montaba airoso caballo y distinguía la majestad con borla azul, manta encarnada de preciosa tela orlada de rica franja de oro, y camiseta blanca bordada de variedad de fieras y de aves del país, esto es, de leones y de tigres rapantes, de águilas y de halcones generosos. Lloque Yupanqui Ostentábase después Lloque Yupanqui el Afamado, cuya guardia precedida de su guión o escudo, semejante en número de caballeros a las pasadas se señalaba con traje de cumbe azul y rosado, en manta y camiseta, uno y otro taraceado de elegantes labores y guarnecido de encajes de oro y plata; con mangas de cintas de brocado orladas de finas puntas blancas y con las demás insignias proprias de su sangre. Regía el Inca un fogoso caballo adornado de silla de terciopelo carmesí con gualdrapilla sembrada de f lores de plata de martillo. Ilustraba la majestad con llauto de diamantes y borla carmesí, con manta de tela amarilla y camiseta de precioso brocado columbino perfilada de f luecos de oro; y en lo demás lucía proporcionadamente todo joyas y cadenas de oro, y todo cintillos de diamantes.

225  Coincidencia de dos cualidades contrarias, una de las cuales excita con su oposición el vigor de la otra.

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Sinchi Roca Seguíale Sinchi Roca el Pacífico, con séquito igual al precedente, cuya divisa era el color anteado en camisetas de excelente raso. Manejaba hermoso bruto con jaez vistoso de fino velillo, y cintas de color nácar y celeste, rematadas en bien formadas rosas, y silla de rica bordadura de oro y plata. Brillaba fúlgido llauto ondeado de pedrería y perlas con borla carmesí; manta y camiseta de brocado nácar guarnecida de encajes y f luecos de plata; y en el pecho seis joyas que formaban como los eslabones y las llamas de un toisón, que imitaba el sol de oro. Manco Cápac Últimamente cerraba la augusta marcha Manco Cápac el Sabio, primer ascendiente de la real estirpe y origen de su imperio; que más modesto que aquellos reyes226 de quienes cada uno quiso llamarse sol, se contentó con el título de hijo de este monarca de los astros, fundador, como se ha dicho, de aquella gran ciudad que tan bien como las de Tebas y Heliópolis, pudo decirse ciudad del mismo sol por su famoso templo, pues por este mereció que la reverenciasen como numen, haciendo aun del lugar de la adoración otra deidad. La guarda que llevaba compuesta de doce ilustres capitanes era pompa y parecía culto. El regio alférez enarbolaba en asta de oro el primitivo escudo, que era timbre y le llevaba como imagen. En campo verde ostentaba este un fiero tigre al pie de dos copadas plantas de hortaliza, símbolo aquel de la fiereza que redujo, y estas de la cultura que enseñó, y dos coronadas sierpes a los extremos de un iris hermoso (hieroglífico de la prudencia y de la benignidad que ejercitaba)227 de cuyo medio pendía una lámina, o unancha de oro y de esta una purpúrea borla de que naciendo dos cordones remataban por uno y otro lado en las figuras del sol y de la luna. Oprimía el grande Inca un generoso caballo, de cuyo cuello era vistosa gala un rico jaez, y cuya espalda adornaba silla de terciopelo carmesí, bordada de realces de oro y plata. La majestad del noble 226  227 

Al margen «Los persas». Las serpientes son emblema de la prudencia; el arco iris de la paz y benig-

nidad.

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a­ ctor que le representaba228 manifestara desde luego que era el primero, aunque cuando el lugar no lo dijera. Toda la riqueza del adorno, aun siendo superior a la de los demás, se veía inferior a la grandeza que respiraba la presencia, y así le fingía menos hijo del sol el lucimiento que el semblante. Cada uno de estos reyes al tiempo de acercarse de frente a la galería de su excelencia excitaba el caballo airosamente a una corta carrera a media rienda, terminándola en una majestuosa cortesía que hacía besando e inclinando el regio cetro por tres veces. Pero como los pinceles de la luz, que hallan en los objetos la imagen y el color a un mismo tiempo, no imprimen de una vez una infinita variedad, fue preciso para que se acabase de gozar la innumerable de tanta grandeza, repetirla en segundo paseo por la plaza; el cual ejecutado con igual admiración dieron fin los sentidos para que comenzasen perpetuos los aplausos. Toros y comparsa de cuadrillas No contento el empeño de los originarios naturales con la demonstración pasada discurrieron segunda fiesta en que lucir su afecto. Llegó el día para ella señalado, asistió en su galería su excelencia con la Real Audiencia y Tribunal de Cuentas, siguiéndose los demás en la forma que ya se ha referido. Salieron los dos alcaldes de esta nación decorosamente vestidos de golilla con joyas en sombreros y pecho y cabos o mangas de tela, montando caballos bien enjaezados. Hicieron el paseo con la ceremonia acostumbrada. Siguiolos una numerosa compañía de sesenta hombres, todos igualmente armados de coletos y adornados de mangas blancas con fina guarnición de puntas. Precedíala un teniente vestido de terciopelo de color violado con bordadura de oro, y la regía como capitán el comisario general de su caballería, don Lorenzo de Avendaño, noble natural, con rica gala de terciopelo azul, preciosa joya y airosa pluma blanca en el sombrero, manejando un brioso caballo adornado de silla de brocado y jaez correspondiente, y habiendo después de la precisa reverencia despejado la plaza, puestas su centinelas, se retiró subiendo a asistir al lado de su excelencia cuya benignidad y aceptación franquearon a esta nación las 228 

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Al margen «D. Ventura Sonco Cusi Huallpa, noble principal del Cuzco».

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honras de ejecutar estas funciones con las prerrogativas y el estilo con que las hace la española. Lidiáronse después algunos toros, tan feroces que solos pudieron haber sido cumplido regocijo; y luego que el sol despejó también la plaza de su ardor, pedida la licencia, entraron en ella ricamente adornados treinta y dos hombres naturales a caballo, divididos en cuadrillas, de que representaba cada una ocho caballeros de distintas naciones. La primera de españoles, vestidos de golilla con hermosos plumajes, joyas en los sombreros y en los pechos y cabos de brocado o de bordaduras de oro y plata. La segunda de franceses militares, con airoso traje de guerra a la moderna. La tercera de turcos, con vistosos turbantes, marlotas y demás partes de su moda. La cuarta de incas, en la manera que salieron adornados en la máscara precedente. Todos montaban caballos ricamente enjaezados, y todos eran seguidos de lacayos vestidos de lucidas libreas. La agilidad en las escaramuzas en que cada nación usaba diestramente de sus armas, la promptitud en las evoluciones, el ímpetu en dar la caza a los contrarios, el acierto en disparar las alcancías229 y en fin, el hermoso laberinto de giros y carreras diversas de acontecimientos y de fugas recíprocas, sin yerro en el torno ni desliz en la silla, como describió el mayor poeta otra igual fiesta230 se admiraron como circunstancias que hicieron aún más plausibles estos juegos que cuando los enseñó el hijo de Aquiles231 a los griegos y a los troyanos el de Eneas232. Festivo certamen, que por su representación se alcancías: bolas huecas u ollas de barro; se usaban en el juego de las alcancías, especie de batalla en la que se arrojaban estos proyectiles. 230  Al margen «Ut quondam Creta fertur Labyrinthus in alta / parietibus textum caecis iter ancipitemque / mille viis habuisse dolum, qua signa sequendi / Falleret indeprensus et irremeabilis error; / haud alio Teucrum nati uestigia cursu / impediunt texuntque fugas et proelia ludo. Virgl. lib. 5 ubi late Cerda». Es cita de Eneida, V, vv. 588-593, descripción de los juegos fúnebres en memoria de Anquises; ‘Como dicen que en otro tiempo el laberinto de Creta, con sus mil recovecos traidores y ciegos, formaba una inextricable madeja, en que todos se perdían sin remedio, así los hijos de los Teucros cruzan y mezclan los rastros de sus caballos en la carrera, tejiendo en su juego fugas y batallas’. La mención de Cerda remite al Comentario a los seis primeros libros de la Eneida de Juan Luis de la Cerda (P. Virgilii Maronis posteriores sex libri Aeneidos: argumentis, explicationibus, notis illustrati / auctore Ioanne Ludouico de la Cerda toletano, Lugduni: sumptibus Horatii Cardon, 1617), al que remite en otras ocasiones. 231  Al margen «Pirro». 232  Al margen «Ascanio». 229 

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llamó enoplio233 o bélico, y trasladado por los romanos a su circo pasó a los árabes, y se conserva en los españoles a un tiempo como muestra de júbilo y como ensayo del valor. En el celo de los directores de estas fiestas, animado por el relevante aprecio que de ellas hizo su excelencia el fin de una pompa era escalón para otra. Terminaban estas como los movimientos de los astros, que donde acaban una revolución comienzan otra. Y así se discurrió la tercera, y más magnífica, a que pudo el empeño adelantarse desahogando en la amplitud de tres funciones el fervor que no cabía en la estrechez de un solo día. En este número eran las que, como más ilustres, se hacían solo en cada siglo, llamadas por esto seculares. Consagrábanse a los que presumían príncipes del cielo como hijos de Júpiter, Apolo y Diana. Abríanlos con un paseo o precesión magnífica en que se veneraban las imágenes de los demás dioses. Seguíanse a este los regocijos ya de las danzas de los salios y de las lides de las fieras, ya de las carreras de los caballeros y de las pompas de los carros, y ya en fin de las comedias en el teatro234. Parece el paralelo vaticinio, pero ¿qué más se hubieran querido aquellos falsos númenes que ser sombras de dos augustos hijos del Júpiter de España, a quienes mejor que a los de Antonio y Cleopatra conviniera representarse como Apolo y Diana si la verdad de su grandeza no estuviera más allá de la falsedad de esta lisonja? ¿Qué más hubieran deseado aquellos siglos que ser símbolo de estas eternidades, ni los juegos que en aquellos se hacían que ser figura de las fiestas que hoy se han ejecutado?

233  enoplio: ritmo antiguo, que correspondía a la marcha militar y a las danzas con armas. 234  Al margen «Zosim. l. 2. Rainssant Disertatio. sur les medailles des jeux seculaires. Blondus de Roma triumph. l. 2. Morery Dict. Jeux seculaires». Alude sucesivamente a Zósimo, historiador griego de fines del siglo v d. C. Trata en el lib. 2, caps. 1-7, de los juegos seculares; a la Dissertation sur douze medailles des jeux seculaires, de Rainssant de Reims, hay edición de Versailles, Françis Muguet, 1684; Flavius Blondus, De Roma triunfante (1479); y al abate Louis Moreri, que trata abundantemente de los juegos seculares en su Grand Dictionaire historique, que tuvo 20 ediciones entre 1674 y 1759.

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SEGUNDA MÁSCARA Y POMPA TRIUNFAL

Vino el día asignado a la más grande pompa. Para verla pareció que hasta el aire se poblaba, no ya recibiendo sino saliendo a recibir los ojos la ref lexión de los objetos. Tal fue el número y tal el lucimiento del concurso, que parecía principio inmóvil de la fiesta, no habiendo jamás sabido Lima que era tan grande ni magnífica como en esta ocasión. Nunca asistió su excelencia con más favorable aceptación, ni brilló el sol con mejor luz. Hicieron su paseo los alcaldes y la guarda su despejo, cuyo capitán lució con nueva y más lustrosa gala. Corriéronse más feroces toros. Pero todo siendo grande por sí, fue preludio de la mayor pompa porque se costease con otra fiesta el esperarla. Hay maravillas que para la admiración no necesitan de la novedad, o porque la produce la razón más que el sentido o porque este no ha podido agotar sus perfecciones; tiene siempre que dar de sí lo prodigioso y no se gasta lo perenne. La vista es el cincel del alma, que lo que no puede fijarse en estatuas lo labra a repetidos golpes en ideas. Y así, haciéndose perfección de los objetos el ansia de los ojos, se repitió en la plaza como principio de la pompa triunfal que se esperaba, el paseo del primero día. Salió la misma danza de los grandes del Chimo, viéronse las mismas guardas y los mismos reyes con la misma magnificencia y variedad; y todo tan diverso que aún les quedó mucho que ver a los deseos. Añadiose a tantas raridades la de dos insignes pigmeos de ambos sexos de la misma nación, en quienes siendo uno y otro de veinte años, iba la pequeñez en cuenta de grandeza, reliquia de gente y humana quinta esencia en que se veía un hombre aun no igualado a una rodilla. Llevaba gobernada de cordones de oro una vicuña de su porte, con la carga de dos cofres dorados en que conducían sus tributos. Al tiempo de pasar el emperador Pachacútec delante de su excelencia, los

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vasallos del Chimo, que con festivos movimientos precedían a Huáscar haciendo insulto de la danza y evoluciones las mudanzas, acometieron a los de la guarda de aquel monarca que los conquistó. Y siendo la vez primera que pareció la rebelión agrado, los unos con las armas de las macanas de oro, y los otros con las de las hondas, que en vez de piedras se veían disparar dorados pomos, trabaron entre sí un combate en que corrió sangre de alegría y se hicieron prisioneros los afectos. Seguían a Pachacútec algunos indios chunchos, cuya conquista hizo su hijo el Inca Yupanqui (a quien omitieron en esta representación siguiendo a los historiadores que como queda advertido, le confundieron con su padre) los cuales pareciendo un compuesto de brutos y de aves, todo fiereza el cuerpo y pluma el traje, iban coronados y vestidos de la cintura a lo inferior de las de varios pájaros, ostentando desnudo el pecho y brazos; y a pesar del horror que inspiraban ya con el rostro y talle taraceados de diversos colores, y ya con el arco y f lecha que empuñaban, daban lugar a todo el adorno que podía prestarles la hermosura de las perlas en cuellos y brazos, y al donaire de varios loros, que en la mano cantaban a sus príncipes más ciertas alabanzas que las que aprendieron las que aclamaron a Safón, y el tordo que saludó a Octaviano235. Pasados otros reyes llevaban cuatro príncipes Incas, delante de Lloque Yupanqui, las esquinas de una alfombra de precioso cumbe, como que servía a las plantas de este grande monarca cuando antiguamente Safón: según la leyenda el cartaginés Safón enseñó a unos pájaros a repetir «Safón es Dios». Covarrubias, Emblemas morales, I, 71 atribuye esta impiedad a Annón, siguiendo a Luciano, Eliano y otras fuentes, pero también menciona una estratagema semejante de Safón. La anécdota se reitera en muchos textos del Siglo de Oro. Lo del tordo de Augusto es también muy conocido. Así lo leemos en El donado hablador de Alcalá Yáñez: «Entraba triunfando en Roma Augusto César, premio que daban los romanos a los valerosos capitanes que habian vencido alguna guerra; y por haber sido aquella victoria de tan grande importancia para el imperio romano, muchos días antes que llegase el emperador le fueron previniendo las fiestas que le habían de hacer a su recibimiento; y entre los romanos que se apercibieron para aquel día, fue un pobre oficial, que a un tordo que había criado le enseñó a que dijese: Salve, César Augusto; Dios te guarde, César Augusto. Llegose el tiempo que esperaban del triunfo, y llegando a la casa del romano, comenzó el tordo a dar grandes voces, diciendo: Sálvete Dios, victorioso César Augusto. Cayole tan en gracia al emperador, que mandó le llevasen el tordo a su palacio, y al dueño se le pagó de suerte que quedó con suficiente hacienda él y sus hijos» (CORDE). 235 

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las trasladaba del oro de sus andas a la tierra. Fue este rey el primero que comenzó a extender su imperio con su brazo y a lograr como fruto de sus conquistas su riqueza y así, ofreciéndola como tributo a los augustos príncipes, llevaba en su recámara doce acémilas que con magnífico aparato cargaban cada una dos grandes barras de a­ cendrada plata, conducidas de cuatro gentiles hombres adornados con el lucimiento que los de las guardas. Luego que llegó delante de su excelencia, dando de espuelas al inquieto bruto y terminando la corta carrera en tres rendidas cortesías, esparció al aire número copioso de monedas, y con más preciosa profusión estas gloriosas voces: «¡Viva el Inca católico, monarca de dos mundos. Viva el invicto don Felipe Quinto, nuestro señor, que Dios prospere, y vivan los serenísimos príncipes de Asturias, nuestros señores!». Resonó la aclamación del pueblo y fueron los corazones a ser ecos. Hizo el corregidor igual demonstración de donde estaba. Pero su excelencia, que no necesitaba de la potestad para exceder en el afecto y que excedería al mismo Perú si se arrojase ofrenda, recibiendo como imagen, y volviendo como víctima mejorado el culto, esparció varias sumas que enriquecieron el aire de doblones. Siguió a Lloque Yupanqui Sinchi Roca con la grandeza del día precedente, y sucediendo a este famoso Manco Cápac añadió a la primera magnificencia la de otra especie de acémilas del país, semejantes a los camellos del Asia 236, que con proporcionado adorno llevaban cada una dos barras de oro. Precedíale entre los de su guarda un grande de sus Incas que iba de capitán con lucimiento solo distinto del real en la augusta insignia de la borla, el cual luego que se presentó a la vista de su excelencia jugó la pica con la misma, si no mayor, destreza que antes había ostentado con la bandera un noble alférez. Marchaba un trozo237 de treinta hombres de a caballo que formaban una corta aunque ilustre compañía, luciendo decorosamente vestidos a la moda española, regidos de un capitán y de un teniente que en caballos y en galas, en joyas y plumas, no tenían que envidiar el lustre más sobresaliente. Seguíanse en dos carros los dos famosos minerales de Carabaya y Potosí, estatuas de montes tan propriamente labradas, así en las bocas Llamas o alpacas. trozo: cada una de las dos partes, vanguardia y retaguardia, de una columna de soldados. 236  237 

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de sus minas como en el trajín de sus trabajadores, que parecía haberse trasladado los circunstantes a la solicitada aspereza de sus sitios; inmensas arcas de la riqueza del Perú, graneros del sol y de la luna y labirintos donde es la confusión el hilo de oro238, más dignos de celebrarse que el mauritano Atlante y el tesálico Olimpo, fingido apoyo el uno y claro engaste el otro de la esfera; y más útiles que el Parnaso y el Helicón, fabulosos alcázares de Apolo, pues verdaderamente sostienen el mundo en sus tesoros y los preside el sol con sus inf lujos. En el primer carro, a un lado de la boca del monte de Carabaya, se veía pintado un frondoso árbol cargado de resplandecientes pomos de oro, que cogían varias manos con este mote: AVRICOMOS DECERPUNT ARBORE FOETUS 239.

Y al otro lado un lucero, irradiando con sus luces la cumbre de un monte con esta letra: Al astro que hoy me ilustra la eminencia, formaré mi oblación de su inf luencia.

En la parte o superficie opuesta a la de la boca, lucía otro semejante árbol, curvado al peso de sus ramos de oro con este mote: FULGENTES VIRIDI RAMOS CURVATA METALLO 240

En el segundo carro se ostentaba en la misma forma, a un lado de la entrada de la mina del monte de Potosí, pintada una terrestre esfera sobre una ara construida de varas de plata con esta letra:

Alusión ingeniosa al laberinto de Creta en el que Teseo mató al Minotauro, consiguiendo salir luego recogiendo el hilo que Ariadna le había dado y que había desenrollado en el trayecto de ida. 239  Al margen «Ex Virgil. l. 6»; v. 141 «auricomos quam quis decerpserit arbore fetus», ‘quien ha cortado primero los brotes del árbol de dorada cabellera’ (solo quien ha cortado las ramas doradas del árbol consagrado a la Juno infernal puede penetrar los secretos del Hades...). 240  «Ex Claud. 2. Rapt»; es el v. 291, ‘un árbol precioso con brillantes y frondosas ramas curvas con brillo metálico’. 238 

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HINC SACRAE MANDANTUR OPES, ORBISQVE TRIBUTA 241.

Y al otro lado la siguiente: Por más que rinda su precioso fruto, al príncipe glorioso de dos orbes aun el rey de los montes no es tributo.

En fin, siguiose el triunfal carro, asumpto de todas las pompas y expectación de todos los concursos, portátil palacio de las augustas copias242 y peregrino altar de las regias imágenes de los mayores príncipes del universo. Revestido de excelente pintura con perfiles y relieves de oro, era tirado de seis caballos adornados de hebillaje de plata y borlas de seda nácar y oro, y gobernados de cocheros vestidos de golilla, con cabos también de oro y joyas en los pechos. En la brillante proa un león rapante con una garra puesta sobre un globo, y en la otra airosamente levantada una luciente espada era símbolo del poder y majestad de España. Sucedía al globo, en la frente del carro, la elegante pintura de una empresa, en que se veían dos brazos que uniendo las diestras asían una brillante tea, que parecía ser la de Himeneo; cuyo fuego a un tiempo difundía hermosos esplendores y fulminaba horribles rayos, con este mote243: LUMINE ET FULMINE.

Y a esta composición: A esta augusta unión divina, en que a la fe y la discordia, es mucha luz la concordia, el poder mucha ruina, claro el Perú se ilumina, y cuando glorias no extrañas 241  Al margen «Ex Claudiano. Panegyr. Manlii Theod». Referencia a Claudiani Panegyricus de consulatu Manlii Theodori, v. 38. 242  copias: parejas. 243  Toda esta sección describe una serie de emblemas, elementos típicos de estas fiestas. La letra ‘ilumina y fulmina’ hace referencia a las dos actitudes de un rey: da luz, pero también puede abrasar a los enemigos y merecedores de castigo.

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da al astro de las Españas infieren sus alborozos donde son triunfos los gozos como serán las hazañas.

En el lado diestro de la misma proa se leía esta inscripción: VELATQUE PIOS, COMMVNIS LAVREA CVRRVS 244.

En el siniestro se advertía esta otra: TU GRAVI CURRU QUATIES OLYMPUM 245.

En el lado diestro de la testera o popa del mismo regio carro se distinguía esta divisa: EXTREMOS LATE DOMINANTE PER INDOS 246.

Y más abajo delineados doce astros, y en el horizonte un sol que nacía con estas letras: SOLEMQUE SUUM SVA SIDERA NORVNT247 Hoy de los incas peruanos el fiel culto se mejora, pues el esplendor adora de soles más soberanos.

244  Al margen «Ex Claud. de tertio Cons. Honor». Alude al Panegírico del tercer consulado de Honorio, v. 133. Pasaje sobre la austeridad de los antiguos, que iban en carros triunfales bajo la sombra de una simple rama de laurel. 245  Al margen «Ex Horat, l. 1 Carm. Od. 12», ‘en pesado carro sacudiendo el Olimpo’; la oda es en honor de Augusto, pero el pasaje se refiere a Júpiter, protector de Augusto, rey de los dioses, que estremece el Olimpo con su carruaje y lanza sus rayos contra los partos y otros enemigos de Roma. 246  Al margen «Ex Claud.». Es texto procedente del Panegyricus de Quarto Consulatu Honorii Augusti, v. 257, ‘dominas los indios más alejados’. 247  Es texto de la Eneida, libro 6, v. 641, ‘conocen su propio sol y propias estrellas’.

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En la siniestra parte de la misma popa se leía: DVCIT INSIGNI DOMITOS TRIVMPHO INCLITVS INDOS 248.

Y debajo se veían las armas de Lima, que en lugar de la estrella ostentaban cuatro lucientes soles con este mote: ET SOLES MELIVS NITENT249.

Y esta letra: Logra hoy de Lima el anhelo ser celeste maravilla; pues con muchos soles brilla como no pudiera el cielo.

En la espalda de la excelsa popa se admiraban a un lado vivamente delineados los dos inmortales hermanos Pólux y Helena, resplandecientes hijos de Júpiter y Leda, conocidos por la apacible estrella con que cada uno ilustraba su fúlgida frente; a quienes sentados sobre un carro tirado de dos alados cándidos caballos, desde el cielo coronaba de su luz el mismo Júpiter con este mote y debajo los siguientes versos: PIO COMPLEXVS PIGNORA CURRV. Progenies Ledaea sedent in vtroque relucent frater, utroque soror. Similis chlamys eff luit auro250.

248  Al margen «Ex Horat, l. 1 Car. Od. 12». Es adaptación de vv. 54-56: «egerit iusto domitos triumpho / sive subiectos Orientis orae / Seras et Indos», referidos al poder del César, ‘...ya ostente en su triunfo los partos domados que amenazaban al Lacio, o sujete en las comarcas orientales a los seres y los indos’. 249  Es de Horacio, Carmina, libro 4, oda 5, v. 8, ‘los soles brillan más’. 250  Al margen «Ex Claud. De quart. Cons. Honor». Son los vv. 205, 207-208, ‘abrazó a sus hijos en un carro refulgente’, ‘los hijos de Leda se sientan en el cielo, en cada uno se ref leja el otro, el hermano en la hermana y la hermana en el hermano, visten túnica dorada...’. El sentido de la cita lo explica el contexto enseguida.

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A otro lado se veían coronados un hermoso lucero y un refulgente sol, con esta divisa y los siguientes hexámetros: AUGUSTE PARITER FULGENT251. Quis non Luciferum roseo cum Sole videri creditit, aut iunctum Bromio radiare Tonantem?252

Y en medio esta letra: Con el lucero español, el Febo francés se ostenta, y con mutua luz augmenta, cada uno el regio arrebol, nueva aurora, nuevo sol los esposos son brillantes, y los astros dos radiantes de María Ana y Luis gloriosos más que los de Leda hermosos, gloria son de dos Tonantes.

Cubría la popa del pomposo carro un pabellón real, volado sobre dos pilares de bruñida plata, y coronado de una alígera estatua de la Fama. Formada aquella253 de una porción de círculo, servía de igual trono a las copias de los augustos soberanos que en ella se ostentaban, llevando nuestros serenísimos príncipe y princesa en medio las majestades cristianísimas del rey y reina de Francia; para cuya representación se eligieron los jóvenes más proporcionados en edad y en hermosura de semblante, con todo aquel magnífico adorno de brocados y diamantes, de collares y mantos correspondientes a la alteza y propios de la majestad de cada real sacra persona. A sus espaldas asistía Himeneo, que con una brillante coyunda parecía ceñir los regios esposos, llevando en una mano un escudo que blasonaba las francesas lises. Ocupaban el inferior resto del carro de frente a testera varios

‘brillan con pareja excelencia’. Al margen «Ex Claudiano. de tertio Cons. Honor»; son los vv. 134-135, ‘¿quién no creyó ver el lucero matutino junto al brillante sol, o refulgir juntos Baco y el Tonante Júpiter?’. 253  aquella: la popa del carro. 251 

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personajes que significaban la Europa, la América y Lima; la Lealtad, la Voluntad y la Fineza asistidas de algunas pallas254 con trajes y riqueza competentes; luciendo todas con el séquito de las tres Gracias, como estrellas que seguían sus soles y como canoras musas que formaban a un tiempo el Parnaso y el carro a sus Apolos, oficio que cumplieron ya con una bien armoniosa loa que cantaron delante de su excelencia y ya con varios dulces ritmos que entonaban en la marcha. Luego que la pompa llegó a la galería se abrió en el aire una pendiente nube, de que fueron relámpagos de pluma varias aves, y rayos de oro muchas brillantes hojas y monedas, que se acompañaron de las que repitió esparciendo su excelencia. Parecía entonces que aquel carro se había desprendido del firmamento, o que se prevenía para subir a componer en nuestro polo otra constelación más luminosa que la que en el Árctico conducen los Triones255. Si aquellos dos grandes maestros de la griega y latina poesía, Homero y Virgilio, hubieran visto este alto triunfo, sin duda le hubieran aplicado sus nobles descripciones con idea más viva que con la que hicieron el primero la de la fingida reina de las diosas y el segundo la del rey del Lacio256, uno y otro en sus lucientes carros, pues ni a Juno pudieron discurrir los antiguos más regia hermosura que la de ambas princesas; ni el rey Latino podía tener para ir, como canta aquel poeta, más derecho a los rayos del sol, su abuelo, de que se mostraba coronado257, que los originales de los dos augustos príncipes a los resplandores que dejó a sus semblantes su famoso abuelo; que habiendo verdaderamente sido el sol de Europa, ostentó siempre a este astro por divisa 258 como asumpto de la virtud aún más que como insignia del

Al margen «Princesas de la sangre real de los incas». Triones: las siete estrellas principales de la constelación de la Osa Mayor. 256  Al margen «Homer. l. 5. Iliad. Versibus decem et tribus, quaeos Latinos reddidit Cerda Aeneid. v. 21. n. 14. ibi: Lucentes auro velox Saturnia Juno / Aptat equos: Hebe currusque rotasque volucres / Aeratas circumferrato subligat axi / Octonis radiis, est aureus ambitas illis, etc.». El mismo texto localiza los pasajes. 257  Al margen «Ingenti mole Latinus / Quadriiugo vehitur corru, cui tempora circum / Aurati bis sex radii fulgencia cingunt / Solis avi specimen. Virgil. l. 12». Son los vv. 161-164 del libro mencionado, ‘Latino sobre su cuadriga, con las sienes coronadas de doce refulgentes rayos de oro, emblema de su abuelo, el Sol’. 258  Al margen «Con el mote: Nec pluribus impar». Era el lema de Luis XIV de Francia, con el emblema del sol; el sentido del mote ha sido muy discutido: ‘superior a todos’, ‘igual a muchos (soles)’, ‘no menor a nadie’, ‘de inigualable 254  255 

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poder. Así describió el discreto Claudiano259 el triunfal carro en que Teodosio llevó dos príncipes, sus hijos, tan semejantes que brillaba cada uno con los esplendores recíprocos del otro. Solo a la vista de aquella, aunque desigual, animada copia 260 de nuestro augusto Luis pasó a ternura en el concurso el júbilo. Menos vieron los ojos que los corazones. Vieron desde allí un príncipe que es envidia de los mismos enemigos, los cuales lo son más por lo mismo que nos imitan en lo que juzgamos, siendo en ellos temor todo lo que en nosotros esperanza. Prenda clara del amor del cielo, pues nos ha dado en ella lo mejor de la tierra, que siendo heredero de la España por derecho, lo debiera ser por mérito del universo. En su celestial persona gozamos dádiva lo que aun habiéndonos sido necesidad, no pudo ser deseo; y si cuando no le gozásemos buscásemos en todas las cortes del mundo un sucesor para nuestro invicto Filipo no podríamos elegir otro, ni le hallaríamos igual. No hubiera su majestad hecho tanto en dar a España el orbe como en darle tal príncipe, pues no tuviera ella tanto en aquel dominio como en esta esclavitud. Nos contentábamos con adorarle hijo y ya inauguramos padre, hallándose el trono cuando siempre los recibía en estado de dar soberanos a muchas coronas, y de tener ramas para muchos troncos. Gloria es este consorcio con que nos jura domicilio la Fortuna, bien que se ha puesto a censo eterno261 de felicidades. Así lo contemplaba Lima al ver aquella magnífica representación, la cual feneció habiendo repetido el triunfo el giro de la plaza y los sagrados tribunales del Santo Oficio de la Inquisición, y cabildo eclesiástico (a quienes hizo toda la marcha cortés acatamiento) esparcido al pueblo copiosas muestras de un amor que tuvo la facultad de ponerles su cuño al lado del príncipe.

esplendor’, etc. Luis XIV mismo comenta que pretendía expresar que sería capaz de gobernar otros imperios, como el sol ilumina muchos reinos. 259  Al margen «Laetior augurio genitor, natisque superbus / Iam paribus, duplici sultus consorte redibat, etc. Ut supra de quart. Cons. Honor.». Son los vv. 203-204, ‘alegre por el augurio y orgulloso de sus hijos, ya iguales, el padre abraza a sus hijos [en un brillante carro]...’. 260  animada copia: el joven que lo representaba en el desfile. 261  censo eterno: o perpetuo; lenguaje jurídico; censo es un tipo de contrato por el que se sujeta un inmueble al pago de una cantidad anual. El perpetuo no se podía redimir. El redimible se llamaba «censo al quitar».

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Lo que sobre todo mueve en el ánimo mayor admiración es considerar que hayan hecho estas magnificencias los que más distantes podían estar de ellas, advertir que tenues vasallos hayan podido imitar monarcas poderosos con tal grandeza que aun cuando podían más hicieran menos; y en fin ver en manos tan cortas ofrendas tan gigantes, principalmente en medio de la cruel peste que ha consumido grande parte de esta nación con furor igual al que padeció la América septentrional en otras dos calamidades semejantes262, de las cuales llegó la una hasta la pérdida de dos millones de hombres, y es que no se contentaba el amor con hacer maravillas que no fuesen milagros, ni el júbilo con manifestar regocijos que no fuesen recobros. Cerró inmediatamente el ilustre cabildo de esta ciudad el círculo festivo de sus júbilos como le había comenzado, habiendo sido estos torrentes de gozo que terminaron allí donde tuvieron su principio, incluyéndose en sus fiestas en aquel seno en que le comprehenden sus realces. Previno a la última que ejecutó el regocijo de unos fuegos que dieron los escribanos como para dar a las fiestas con un signo de luz263 un testimonio de grandeza, formados de cuatro máquinas que en sus formas fueron alegorías brillantes del ejercicio de sus plumas, con que dio luciente fin esta especie de demonstraciones de alegría derivada desde la antigüedad, si ya no en el uso de los artificios que no alcanzó, en el de las iluminaciones que con sostenidas antorchas y pendientes lámparas en las fiestas y convites reales hacían una guerra a las tinieblas en que triunfaban de la noche264; costumbre en que fue célebre la Al margen «Años de 1548 y de 1576, gobernando don Martín Enríquez Torquemada. Monarc. Indian. tom. 1. l. 5. c. 22»; dice Torquemada: «El año de mil y quinientos e setenta y seis, gobernando este virrey, sobrevino a los naturales indios una mortandad y pestilencia, que duró por tiempo de más de un año [...] hallose que habían sido los muertos más de dos millones [...] excedió esta mortandad a la pasada del año de mil y quinientos cuarenta y cinco». Torquemada habla de 1545 y 1576. 263  signo de luz: alude ingeniosamente (agudeza de proporción) a los signos de los escribanos (dibujo personal, especie de rúbrica), con los que sellaban los documentos para autentificarlos. 264  Al margen «dependent lychni laquearibus aureis / Incensi et noctem f lammis funalia vincunt. Virgili. l. 1. Silius. lib. 11. Statius lib. 1 Thebaid.». Referencias a Eneida, 1, vv. 726-727 ‘cuelgan encendidas las lámparas del dorado techo y derrotan las antorchas con su luz a la noche’; Silio Itálico, seguramente evoca lib. 11, vv. 177-279 de Punica: «aspera mensa / pondera caelati fulgent antiquitus auri. / eripiunt f lammae noctem, ‘... rústica mesa... las llamas rescatan la ­oscuridad de 262 

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ciudad de Sais, en Egipto265, por la grande fiesta de las hachas con que hecha toda una nocturna víctima de luces solemnizaba a Marte con el concurso de toda la región, pudiendo también haber sido estas en las nuestras símbolo de aquellas teas con que autorizaban las ilustres nupcias266, como se celebraron las de Orfeo267 y las de la princesa hija del rey Agamenón 268. Siguiose inmediata una admirable corrida de toros en que se epilogaron todos los agrados y destrezas de las precedentes, siendo también la última de esta clase de fiestas cuyo origen en España (si creemos a quien lo asegura)269 debido a los casamientos de la noche’; Estacio, Tebaida, 1, vv. 519-521: «... leuare manu ac disponere mensas./ ast alii tenebras et opacam uincere noctem / adgressi tendunt auratis uincula lychnis», ‘disponen las mesas, otros conquistan la oscuridad de la noche cuyas cadenas vencen con cirios dorados’... Son descripciones de banquetes en los que la luz de las antorchas vence a la noche. 265  Al margen «Herodot. l. 2»; Herodoto, 2, 62: «Cuando se reúnen en la ciudad de Sais, en la noche del sacrificio, encienden todos muchas lámparas al aire libre alrededor de sus casas. Las lámparas son unos platillos llenos de aceite y sal, en los cuales sobrenada la mecha que arde la noche entera. Esta fiesta se llama la Candelaria. Los egipcios que no concurren a esta fiesta observan la noche del sacrificio y todos encienden también lámparas, de modo que no sólo arden en Sais, sino por todo el Egipto. Hay un relato sagrado sobre la causa por la que ha deparado a esta noche sus luminarias y sus honras». 266  Al margen «Multus Hymenaeus oriebatur, / Longe autem ab ardentibus facibus lumen in voluebatur / Hesiodo. in Herculis Scuto. Nec coniugis unquam / Praetendi taedas. Virgil. lib. 4 Ubi Cerda». Era costumbre acompañar a las novias con antorchas en las bodas. Cita a Hesíodo, descripción del escudo de Hércules, y a Virgilio, Eneida, lib. 4, vv. 338-339 ‘nunca del esposo / te ofrecí las antorchas...’. 267  Al margen «Ovid. in Nuptii Orphei». Metamorfosis, X, vv. 4-7, Orfeo reclama la presencia de Himeneo en sus bodas: «adfuit ille quidem, sed nec sollemnia verba / nec laetos vultus nec felix attulit omen./ fax quoque, quam tenuit, lacrimoso stridula fumo / usque fuit nullosque invenit motibus ignes», ‘asistió, pero ni palabras solemnes ni rostro alegre ni felizmente trajo su augurio; la antorcha que llevaba solo exhalaba un humo oscuro y no había fuego en sus movimientos’. 268  Al margen «Cerda in lib. 4. Virg. Ubi supra n. 4». Alude a las fingidas bodas de Aquiles con Ifigenia, pero no apuro la cita. 269  Al margen «Ocaris Nobiliario del Nuevo Reino de Gran. t. 1. Árbol 2. § 239, fol. 426». Remite a Juan Flórez Ocáriz (1612-1692), escribano de cámara y Mayor de la Gobernación del Nuevo Reino de Granada, autor de las Genealogías del Nuevo Reino de Granada. La cita referida es: «El año de 1100 empezaron en España a correr toros por fiestas públicas, tomándolo de los romanos, que lo usaron antes, como se escribe en la vida del emperador Tiberio; y para solemnizar

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doña Elvira y doña Sol, hijas del Cid Rui Díaz de Vivar primero con los infantes de Carrión, y después con don Ramiro y don Pedro, hijos el uno del rey de Navarra y el otro del de Aragón, príncipes y princesas excelentes, parece que se previno festivo paralelo proporcionado a nuestros júbilos. Hasta aquí habían gozado los ojos los efectos de la pública alegría, y pedían justamente su arte los oídos, quería hacer también sus magnificencias la razón. Debían también jugarse armonías y ostentarse elogios. Para esto se pasó del circo al teatro de la manera que lo usaban los antiguos en sus juegos escénicos. Ejecutáronse dos insignes comedias270 con acierto y grandeza, en que no tuvieron que envidiar las más famosas representaciones de las mayores cortes de la Europa. Son estas obras una animada historia en que la poesía o cría los sucesos o los viste, visibles sueños en que se traspone la razón con la armonía de los sentidos. Forma en ellas la pintura el lugar, la música el agrado, la moral la sentencia y la misma poesía el ritmo y la invención; observando aquellas tres difíciles unidades de acción, de tiempo y de lugar. Todo se admiró junto en ambas fiestas con riqueza de trajes tan magnífica que en telas y diamantes excedió cuanto hasta entonces se había ostentado. Dio la primera el gremio decimoquinto271 con sus adjuntos, y la segunda el primero272, porque cerrase todas las que hicieron los de la ciudad el que con sus fuegos había formado el preludio a la primera. La comedia con que este ilustró el teatro, precedida de una loa armoniosamente ejecutada y mezclada de varios intermedios y bailes graciosamente alternados, excedió cuanto la antigüedad griega y latina celebró en sus escenas, y pudo igualar cuanto la Italia canta en óperas, cuanto París delinea en perspectivas, y en fin, cuanto Madrid discurre en metros. Lo innumerable del concurso fue desde luego aplauso anticipado, pues aun habiéndose destinado para el teatro el amplio espacio del segundo patio del palacio, apenas tuvo lugar sino poco menos que penetrado. Pocas fiestas ha visto Lima ni el mundo iguales, pues ni puede haber habido

más las bodas de las hijas del Cid Rodrigo de Vivar con los infantes de Carrión y después con los infantes de Aragón y Navarra se lidiaron». 270  Muy insignes serían, pero no considera necesario mencionar ni los títulos ni los autores. 271  Los sastres. 272  Mercachif les, tabaqueros y cajoneros.

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celo más ardiente que el de un virrey sin paralelo ni pudo el empeño de un Perú ser menos magnífico, ni pedía menor obsequio la mayor gloria de la Europa. Así acabaron todas las que en el periodo de tres meses hizo esta ciudad, no inferiores proporcionadamente ni a las que aplaudió Viena ni a las que admiró Versalles (aunque entren en este número los placeres de su isla encantada273) en celebración de los reales himeneos de las augustas María Teresa y Margarita, nuestras infantas. Así manifestaron sus gremios y naciones su fidelidad, así ostentó su nobilísimo cabildo su fervor, superior en esta ocasión a cuanto siempre ha demostrado su lealtad; y así hizo brillar el ánimo de su excelencia aquellas inf luencias que como las del sol han debido corresponder a las actividades de su luz, siendo como una segunda causa universal en el orbe de la monarquía; puesto que aun donde no la asiste su presencia la anima el calor de sus obsequios. Su amor a su rey ha pasado en su sagrado compuesto de cualidad a forma, y de afecto se le ha vuelto espíritu, porque solo parece que existe en cuanto sirve. Por eso puede decirse de su excelencia lo que de otro ministro274 cuando fue fiel ponderó el poeta más discreto, esto es, que en las mercedes a que le ha exaltado su majestad la Fortuna se adorna con su mérito, siendo el mejor de los gobernadores y el más feliz de los prelados. Ornatur Fortuna viro275. Optime ductorum, fortunatisime patrum.

Y tú, numen augusto, admite allá en estos doseles que ha hecho aun más que políticos altares, celestiales aras tu virtud, estas siempre tenues postradas oblaciones de una obligación que toda es voluntad, y de un vasallaje que todo es empeño. Tú, ¡oh joven real héroe!, eres el lazo más firme entre la monarquía y el monarca, el vaticinio y la felicidad para su gloria. Tú solo puedes hacer tu imperio el mayorazgo de la tierra, siendo príncipe de España para ser rey del orbe, pues si

273  «Los placeres de la Isla Encantada» se llamó la gran fiesta inaugural del complejo palaciego de Versalles. 274  Al margen «Estilicon», ya anotado. 275  Al margen «Claud. de Nupt. Honor. et Mariae»; Claudiano (Epitalamio de Honorio y María), vv. 328 y 334, ‘la Fortuna se adorna con un hombre’, ‘el mejor de los caudillos, el más afortunado de los padres’.

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le discurriera tu valor con solo hacerte ver, le dejarías sin libertad y lleno de fortuna. ¿Quién, ¡oh príncipe más bello que el sol!, al ver tu esplendor no se ofreciera esclavo y pediría las cadenas mejor que de su Honorio lo pensó su gran panegirista celebrando sus augustas nupcias?276, «Princeps corusco sidere pulcrior» quis cum micantem te prope viderit, non optet ultro servitium pati? Quis non catenas arripiat libens, collo que proscat vincula libero?

Pero sin necesitar que añada grandeza el orbe a quien es dueño de dos, en el imperio de tu invicto padre desees solo gozar tus triunfos, en él ames solo ser príncipe y decirte padre277: Hic magnos potius triumphos, Hic ames dici pater atque princeps.

Y pues en él es donde fueron tu cuna los trofeos278, y para hacerte príncipe la naturaleza te inauguró sobre los escudos de los tuyos, de la manera que para hacerlos reyes lo acostumbraban con los ínclitos godos279 de que vienes, pues en él, antes que puedas regir los leales pueblos (dicha que tarde de esperanza y se eternice de ejercicio) has tomado el imperio de tu pecho, venciendo la arduidad de hacer reinar la juventud en los sentidos mejor que se aplaudió a Atalarico280, pues 276  Al margen «Claudian. In Nuptias Honor. et Mar. Fescennina». Cita el primer verso y luego el pasaje de los vv. 30-33; ‘príncipe más hermoso que un astro refulgente’; ‘viendo tu hermosura ¿quién no te ofrecerá su servidumbre?, ¿quién no cogerá voluntariamente las cadenas y ofrecerá su cuello aún libre, a tu sujeción?’. 277  Al margen «Horat. l. 1 Carm. Od. 2», ‘Aquí anheles solemnes triunfos y ser llamado padre y príncipe de la ciudad’. 278  Al margen «Reptasti per scuta puer Regumque recentes / Exuviae tibi ludus erant. Claudian. de tert. Cons. Honor.». Son los vv. 23-24 de De tertio Consulatu Honorii Augusti, ‘de niño gateabas entre los escudos, los despojos ganados por los reyes eran tus juguetes’. 279  A proclamar al rey los godos lo elevaban sobre un escudo. 280  Al margen «Mirabili temperamento concordiae antequam possit populos regrese, suis iam coepit moribus imperare. hoc est profecto difficillimum regnandi genus exercere iuvenem in suis sensibus principatum. Casiod. Var. l. 11.1».

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en él logras augusta unión de la deidad más alta que te hace más soberano de rendido, prole gloriosa y futuro origen de grandes monarcas: Magnorum soboles Regum, parituraque reges281, por quien se reúnen las lises a las lises y vuelven a hacerse tronco las borbonias ramas, que pudiera merecer solo por su regia hermosura lo que por su sangre282; digna consorte hoy de tanto esposo y después de tanta monarquía: Digno nectenda viro, tantique per orbem consors Imperii283. En él es donde esperamos que tus acciones nos hagan continuar en aclamaciones de triunfos todo lo que hemos manifestado en muestras de júbilos, excediendo estos (al adorarte heredero aún más de las virtudes y del valor del gran Filipo, que de su mismo cetro) a todos los gozos de los hombres de la manera que tus celestiales cualidades exceden los méritos de todos los reyes. Y así mejor que a Ascanio pudiera discurrir Virgilio284, que te decía Apolo: «inf lámaste desde hoy más285, ¡oh augusto joven!, animado de un nuevo heroico ardor, que así se va a los astros». Vive hijo hoy, y mañana progenitor de reales númenes, que todas las guerras terminarán con razón en gloria de tu estirpe. Macte nova virtute puer, sic itur ad astra, Diis genite et geniture Deos, iure omnia bella Gente sub Asaraci fato ventura resident286.

Y así contemplad, ¡oh mortales envidiosos de nuestra fortuna!, cuál debe ser nuestra alegría por todo lo que está siendo su virtud. Juzgad Referencia de Vaniae de Casiodoro, en su elogio a Atalarico, ‘con un admirable temperamento conciliador, antes de que la gente regresara a casa, había comenzado a dominar su carácter. Es difícil, en efecto, que los jóvenes de las familias poderosas se ejerciten en el dominio de sus sentidos’. 281  No lo acota, pero es cita de Claudiano (Epitalamio de Honorio y María), v. 253, ‘descendientes de grandes reyes que procrearán reyes’. 282  Al margen «Quamvis aliena fuisses / principibus regnum poteras hoc ore mereri. Idem Claudi. ubi supra.», vv. 262-263, ‘aunque fueses de otro país pudieras merecer el reino por tu hermosura’. 283  Al margen «Ibidem». Son los vv. 276-277 del citado epitalamio, ‘se necesita un digno héroe, consorte para el imperio del orbe’. 284  Se anota este pasaje unas líneas más abajo (libro 9, v. 641 de la Eneida). 285  desde hoy más: desde hoy en adelante. 286  Al margen «Virg. l. 9, v. 641». Son los vv. 641-643 ‘muy bien ese nuevo valor, muchacho. Así se sube a las estrellas, hijo de dioses que serás padre de dioses, y todas las guerras cesarán bajo la estirpe de Asáraco que nos mandan los hados’.

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cuál debe ser la complacencia de tener un príncipe que desde ahora ha podido exceder los méritos de todos, como del ya referido Atalarico lo dijo Casiodoro: Aestimate, quale eis esset de tali herede gaudium, qui merita potuit transire cunctorum287. Y dejadnos pedir con ruego ardiente al cielo (si queréis hacer también felicidad vuestra atención) que viva a siglos por hazañas, y dure a inmortalidades por aplausos.

287  Al margen «Casiodor. l. 11 Var.». Referencia de Vaniae de Casiodoro, 1, 11, 20, ‘considera cuánta alegría sería para ellos un heredero que puede transmitir los méritos de todos’.

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ÍNDICE DE LOS GREMIOS DE LIMA, QUE CONCURRIERON Y CONTRIBUYERON A LAS FIESTAS REALES

1 Mercachif les, tabaqueros y cajoneros. 2 Pintores. 3 Esculptores. 4 Panaderos. 5 Plateros. 6 Tiradores de oro288. 7 Batihojas. 8 Doradores. 9 Cereros. 10 Mantequeros. 11 Carpinteros. 12 Carroceros. 13 Bodegueros.

14 Taberneros. 15 Sastres. 16 Sombrereros. 17 Botoneros. 18 Coheteros. 19 Olleros. 20 Paileros. 21 Herreros. 22 Espaderos. 23 Fundidores de bronce. 24 Torneros. 25 Pasteleros. 26 Zapateros. 27 Curtidores.

Índice de los fuegos y las fiestas 1 Fuegos de la primera fiesta. Gremio 1. Primera fiesta. Toros. El ilustre cabildo de la ciudad. 2 Fuegos de la segunda fiesta. Gremios 21, 22. Segunda fiesta. Toros. El ilustre cabildo. 3 Fuegos de la tercera fiesta. Gremio 18. Tercera fiesta. Toros. Gremios 4 y 25.

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tirador de oro: aurífice que reduce a hilos el metal.

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Cuarta fiesta. Toros. Los mismos. 4 Fuegos de la quinta fiesta. Gremios 5, 6, 7, 9 y 10. Quinta fiesta. Toros. Los mismos. 5 Fuegos de la sexta fiesta. Gremios 13 y 14. Sexta fiesta. Toros. Los mismos. Séptima fiesta. Toros. Los mismos, Octava fiesta. Toros. Gremios 2, 3, 8, 11, 12, 15, 16, 17, 19, 20, 23, 24, 26 y 27. Novena fiesta. Paseo de los reinos. Gremio 1. Décima. Máscara real 289. Undécima. Toros. Comparsa de cuadrillas y alcancías. Duodécima. Real máscara. 6 Fuegos de la última fiesta de toros. Los escribanos. Decimatercia. Última fiesta de toros. El cabildo. Decimacuarta. Comedia. Los gremios de la octava fiesta. Decimaquinta. Comedia. Gremio 1.

289  Para las fiestas décima, undécima y duodécima se anota al margen: «Los naturales de este reino, vecinos de esta ciudad y sus contornos».

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