Introduccion Al Estudio De Las Perversiones

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Hugo B. Bleichmar

Introducción al estudio de las perversiones La teoría del Edipo en Freud y

Ediciones Nueva Visión Buenos Aires

© 1980 por Ediciones Nueva Visión S A iC Tucumán 3748, Buenos Aires, República Argentina Queda hecho el depósito que marca ¡a ley 1 1.723 Impreso en la Argontina/Printed in Argentina Prohibida la reproducción total o parcial

PR ESEN TA CIO N

Durante 1975 en el Centro de Docencia e Investigación abordamos el tema de las perversiones como parte de un proyecto más amplio centrado alrededor del papel que desempeñan las relaciones inter­ subjetivas en la psicogénesis de los diferentes cuadros psicopatológicos. En la presente publicación se reproducen siete clases que diéramos en aquella oportunidad, las que en realidad sirvieron de introducción al tema. E n un principio nos resistimos a que las ciases aparecieran en forma de compilación: era urticante para un cierto pudor intelectual el carác­ ter más bien esquemático que tenían y la intención pedagógica que simplificaba muchas problemáticas. Sin embargo un argumento nos decidió para que fueran impresas: tratan de presentar en una forma raciona! tópicos que ofrecen grandes dificultades de lectura. En este sentido pueden servir de ayuda para ubicar al lector ante los textos originales, pudiendo decirse, como es costumbre en estos casos, que no ios reemplazan sino que obligan a una remisión a los mismos. A q u í la aseveración está más que justificada.

Vamos a comenzar con el problema del Complejo de Edipo en la teoría psicoanalítica, planteando algunas cuestiones como para ir orientando la lectura. Con respecto al Complejo de Edipo existen, en Freud, tres momen­ tos de síntesis que pueden ser tomados como tres elaboraciones sucesi­ vas. La primera es la exposición que Freud hiciera en la carta que envia­ ra el 15 de Octubre de 1897 a Fliess, exposición que retoma en " L a In ­ terpretación de los sueños" en el apartado sobre "Muerte de seres que­ ridos". La segunda síntesis es la que Freud realizara en*"Psicología de las masas y análisis del Y o " (cap. V II) y en " E l Y o y el E llo " (cap. I I I , E l Y o y el Superyo). Y el tercer momento podemos considerar que comienza en el trabajo " L a organización genital infantil" (1 9 2 3 ), y concluye en el artículo del 31 sobre la Sexualidad Femenina. Cuando nosotros decimos que existen tres momentos o tres form ula­ ciones de Freud, nos estamos refiriendo a aquellos lugares de la obra en que intenta explicitar una teoría con la cual está trabajando. Y como en toda expücitación que un autor hace de su teoría existe en realidad un recorte y una selección, nos encontramos entonces con una situación m uy particular: algunas de las formulaciones son incompletas con. ves­ pecio al trabajo que Freud presenta, por ejemplo, en los histoiiules clínicos. Sucede algo bastante similar al trabajo sobre " L o Inconscien­ te" de la Metapsicología: en él Freud intenta una síntesis del conoci­ miento del inconsciente que, sin embargo, no contempla suficiente­ mente toda la elaboración freudiana sobre el tema del inconsciente, tal como se desprende de los trabajos existentes hasta ese momento. Por lo tanto hay que diferenciar entre la síntesis que un autor realiza —la forma en que un autor se representa su propia te o ría - y la puesta en práctica de su teoría más allá de la representación que ese autor se haga. Con esto estamos retornando, en otro nivel, toda una problemáti­ ca que ya trabajamos el año pasado: la diferencia existente entre el ser y

(a representación que se toma como reflejando a ese ser. En este caso tomamos por un lado la explicitación que se realiza de la teoría, pero por el otro,1a puesta en acción de esa teoría que puede mostrar puntos de fractura con respecto a la misma explicitación. Partiendo de la explicitación, decía, se pueden encontrar tres conceptuaüzaciones en Freud con respecto al Edipo, Comencemos con la que aparece en la carta a Fliess de Octubre del 97, la del cap. de "Muerte de seres queridos" y la mencionada en "U n tipo especial de elección de objeto hecha p o r el hom bre", ei artículo de 1910. Freud plantea lo que ya todos sabemos pero que en su época significó una revolución: el deseo amoroso al progenitor del sexo opuesto y el deseo hostil frente al progenitor del mismo sexp, deseo hostil que culmina en el de muerte. Es en ese trabajo "Un tipo'especial de elección de objeto frx h a p o r / h om bre" que Freud acuña por primera vez en su obra escrita la expresión Complejo de edipo.. Previamente había utilizado Edipo, por éjemplo en " L a Interpretación de los sueños" cuando plantea el mito del Edipo, pero recién entonces utiliza la expresión "Com plejo de Ed ip o ". Van a ver que no es por un mero interés de erudición que hago hincapié en que la expresión "Complejo de Edipo" aparece en 1910. Lo que estoy ubicando es una problemática y una conceptuaüzación, que ya queda implicada por la elección de una expresión como Complejo de Edipo y que corresponde a una época definida. El término Complejo había sido utilizada por ei grupo suizo de Bleuler y Jung, con quien Freud había empezado a intercambiar científicamente. Freud toma de Jung lo básico del concepto denotado por complejo. En Jung com plejo estaba implicando un conjunto de ideas cargadas afectivamente que era capaz de guiar el curso asociativo. E l primer uso del término "complejo" to hace Freud en 1906, en un trabajo en el cual nos vamos a detener porque ha sido prácticamente olvidado en Psicoanálisis y creemos que ofrece interés teórico: " E l Psicoanálisis y el establecimiento de los hechos en los procedimientos legales", escrito poco tiempo después de entrar en contacto con Jung. En ese artículo Freud explica los experimentos de Jung, y de ahí va a surgir ei concepto de complejo. Dice así: "L o s experimentos que ellos llevaron a cabo (se refiere a Bleuler y Jung) adquirieron su valor por el hecho de que ellos supusieron que la reacción a la palabra estímulo no podía ser una cuestión de azar sino que debía estar determinada por un contenido ideacional presente en la mente del sujeto que reaccionaba". Les recuerdo los experimentos de Jung: se daban palabras-estímulo

V se registraban las asociaciones. La respuesta dfi acuerdo a la teoría nc era por azar sino que ése estímulo caía sobre una estructura presente del sujeto, y la respuesta nos informaba sobre la misma. Dice Freud: "Se ha hecho costumbre nombrar como complejo a un contenido ideativo de este tipo que es capaz de influenciar la reacción a fa palabra estím ulo". Es decir, que Freud toma ese sentido que es el que va a ser utilizado en su teoría. Y poco más adelante en el mismo artículo dice: "Esta influencia —se refiere a la del complejo ideativo— actúa ya sea porque ia palabra estímulo toca al complejo directamente, o porque el complejo logra hacer una conexión con la palabra a través de lazos intermedios". ¿Cuál es la importancia de ésto? Acá hay toda una teoría del funcionamiento psíquico y de ¡a asociación de ideas: la teoría del< determínismo. La teoría es de que aquéllo que preexíste a la palabra estímulo es decisivo para la organización de la respuesta. El modelo que plantea es el siguiente: 1o) algo existente dentro del psiquismo del individuo, 2o) un estímulo y 3o) un efecto. La primacía no está dada por el estímulo sino por el existente. Esta idea constituye en Freud una verdadera estructura formal, cuyas versiones particulares las vamos a reencontrar en el análisis de tos sueños, de la transferencia, de las producciones psicopatológicas. A si: I o)

Existente

2o)

Deseo reprimido

+

Estím ulo contingente

Efecto

Resto diurno

Producción onírica

Viejas relaciones

Persona dei analista

Transferencia clínica

de objeta, fanta­ sías, emociones an estada de re­ presión

4 °|

Herencia + expe­

Acontecimiento

Producción

riencias infantiles

desencadenante

sintomática

Lo importante a retener aquí es que el resto diurno, la persona del analista o el acontecimiento desencadenante adquieren su eficacia no por lo que son en sí mismo sino por su conexión con el existente.

Más aún, lo que determina que de la diversidad de estímulos presentes alguno dé ellos se convierta en resto diurno es exclusivamente que "despierta" e! complejo. A tal punto esto es así para Freud que entiende a la transferencia clínica como algo que está en el paciente listo para aprovechar a la figura del analista —éste sería la famosa pantalla neu­ tra— para abrirse paso. Más allá de la verdad que esté contenida en esta suposición lo que ilustra es un modelo general: lo previo constituye a lo posterior en significativo * . Obsérvese entonces que lo que podría verse como simplemente una teoría de la asociación de ideas es algo más, es toda una concepción de la estructura y de) funcionamiento psíquico como lo evidencia el que la reencontremos en el sueño, en la transferencia y en las series comple­ mentarias de la formación de síntomas. Resulta entonces que con el tér­ mino complejo Freud lo que estaba planteando es que hay aigo que existe en el sujeto, frente a lo cual un elemento externo actúa ya sea como un disparador que evoca, o como algo que permite la exteriorización de aquéllo que pugnaba por abrirse paso. De esta manera se puede entender porque Freud dice en esta primera época de su teorización, que el complejo de Edipo es central: hay un conjunto de sentimientos, de aptitudes, de emociones, de ideas —ai cual llama complejo—, que existen en el chico y que orientan su relación hacia sus padres. ¿Por qué hago el énfasis en un conjunto de ideas, sentimientos, afectos que existen en el chico? Porque toda esta caracterización de! complejo de Édipo aparece centrada en el análisis de io que le pasa ai chico. Es un existente que en función de sus pulsiones se orienta de determinada manera frente a sus padres. Más aún, si tuviéramos que elegir una metáfora o algún modelo que permitiera visualizar ésto podríamos decir que en esta concepción el chico es el equivalente a un imán dentro de un campo magnético; el imán ya tiene propiedades de por sí, independientemente del campo magnético y en función de

*

Hay por supuesto un otro modelo an F ro u d qua rompa con ia lirwaiidsd da ) - o es e! significante an Saussure y sin embargo guarda una cierta i, juaxió n con lo anterior, ésto es io que se conoce, como derivación de un concepto. En toda derivación de un concepto hay un mantenimiento de alguna de las características dei concepto original. Pero al mismo tiempo aparecen nuevas propiedades quo on las del concepto derivado. Tiene su ventaja y su desventaja el mantener el m:smo término para denominar al nuevo concepto derivado. Uno se podría preguntar por qué para el concepto derivado se utiliza el término de falo y no se utiliza un nuevo término, dado que el utilizar el término de falo pareciera que es el mismo concepto que el original. Igualmente cuando Lacan habla de significante pareciera que se está refiriendo al significante saussuriano y no es así. El mantenimiento del mismo término para designar un nuevo concepto tiene el incon­ veniente qye predispone a ‘a confusión, tiene la ventaja de que introduce una continuidad y una relación entre dos campos articulados. Si cuando se deriva un concepto, utilizando para designar al nuevo concepto el término que designaba al concepto anterior, tenemos en cuenta que se trata de una derivación, podremos gozar de la ventaja de articularlo con el carneo anterior y obviar el inconveniente de que caigamos en la confusión de creer que es ¡o mismo. Después de esta digresión, volviendo a Freud, su descripción de la subjetividad dei niño en relación al falo reconoce dos momentos: un primer momento de ia fase fálica con la creencia de que todos tienen pene; el pene nunca falta en esas condiciones y ni siquiera está planteada la posibilidad de que ésto ocurra; el chico cree que todos tienen pene; recuerden a Juanito no solamente con los seres animados sino también con los objetos; no está planteado para él que pueda no existir ei pene. En realidad se trata de un preconcepto, la generalización—a partir de una experiencia singular—. Como él tiene pene entonces todos los seres tienen pene. No existe en su psiquismo considerada la posibilidad de que alguien no tenga pene. Para ser más ciaro aún a riesgo de redundar: no es que él reconozca que alguien no tiene pene y reniegue de este

conocimiento, sino que no está planteada la cuestión de qué existen seres sin pene. Este es un primer momento en ia subjetividad del chico. Pero hay un segundo momento dentro mismo de la fase fálica en que el pene es un presente,.presente en ei sentido de existente, pero que se puede perder; aparece así la angustia de castración en el varón; o que se ha perdido en la niña (de acuerdo a ¡a visión del varón), o que no lo recibió (de acuerdo a la visión de la niña). O sea que en este segundo morhento de la fase fálica, aunque el varón se considera a sí mismo como dotado de pene, piensa que puede perderlo y cree que la niña no lo tiene porque lo perdió. La niña considera que eí varón tiene pene, es Completo y que ella no io tiene pues no se io dio la madre. E l pene es entonces una presencia que se define en relación a una ausencia posible y una ausencia que se hace posible en relación a una presencia supuesta. Ahora bien, qué significa en Freud la oposición fálico-castrado: pri­ mero la oposición entre presencia—ausencia del pene, o sea significa pe­ ne presente—pene ausente; segundo la oposición entre máxima valora­ ción y mínima valoración. Fíjense que decimos que en Freud ia oposi­ ción fálico castrado significa dos oposiciones: presencia/ausencia de pe-, ne, y máxima valoración versus mínima valoración. Se realiza entonces una correlación, en la subjetividad del chico: el pene es a la ausencia del pene como la máxima valoración es a la mínima valoración. Inclusive se podría representar como una ebuación, donde en el primer término estuviera: pene

máxima valoración

ausencia de pene

mínim a valoración

Freud en "Algunas consecuencias psíquicas, después de señalar el lechazo de. la niha al reconocimiento de su falta de pene dice: "Después de que una mujer ha tomado conocimiento de la herida a su narcisi¡;mo, ella desarrolla como una cicatriz, un sentimiento dé inferioridad", o sea que la nona correlaciona no tener pene con el ser inferior. Es la correla­ ción a la cual yo me refería recién. Y una segunda cita —en ''L a organi­ zación sexual infantil"— dice: “ el chico cree que solamente ias muyeres no valiosas han perdido sus genitales, mujeres que con toda probabi­ lidad eran culpables de impulsos inadmisibles similares a ¡os suyos, las mujeres a las que él respeta —como su madre— retienen su pene por un largo tiempo". Esta cita es muy importante porque muestra

estrictamente la correlación entre presencia de pene y máxima valora­ ción, ausencia de pene mínim a valoración. Es decir que fálico en Freud (no solamente en Lacan, sino en Freud) implica valioso, mientras que castrado es no valioso. Entonces en Freud falo es lo que completa, el narcisismo satisfecho, el Y o Ideal. Además por algo Freud sostiene que el Complejo de castra­ ción es angustia da castración en el hombre y envidia dei pene en la mujer, és decir sentimiento de inferioridad frente al hombre. ¿Qué es lo que se desprende de todo esto? Que en una lectura cuidadosa de Freud castración implica por un lado sin pene pero tam­ bién implica pérdida de la identificación con él Y o Ideal, es decir que hay dos niveles en Freud mismo de acuerdo a las citas que expuse, en que se puede leer el concepto de castración. Por un lado como angustia frente a la pérdida dei pene, pero básicamente como la pérdida de la identificación con la máxima valoración, de acuerdo a lo que habíamos visto el año pasado como la pérdida de la identificación qon el Yo Ideai. *

Ei falo en la teoría lacaniana Veamos ahora en Lacan el concepto de falo. En realidad estamos retrabajando el tema porque ya lo habíamos introducido en nuestra reunión anterior. Por ello se va a producir un cierto nivel de redun­ dancia. Hay que diferenciar el falo en la estructura edípica, o sea el falo simbólico en la estructura edípica, dei faio en la subjetividad. ¿Qué quiero decir con falo simbólico en la estructura edípica y falo en la subjetividad? Una cosa es el papel que en la caracterización teórica de! Edipo juega ese significante que es el falo como articulador mayor de la teoría, y otra cosa es cómo lo viva un sujeto que esté inserto en esa estructura. Un desvío para aclarar conceptos. Lacan utiliza lo imaginario y lo simbólico para diferenciar dos maneras bajo las cuales algo puede estar organizado. Supongamos, a modo de ilustración, el caso de ¡as imágenes del contenido manifiesto de un sueño. Para el soñante esas imágenes representan lo que ellas muestran. Si en el contenido manifiesto aparece *

V er " L a depresión, un estudio psicoanalítico. M.V.

do r ejemplo un barco, ésto es lo que significa para el soñante. Sin embargo, después de analizado el sueño, ei B A R C O por su vinculación con B A R C A , éste con N O E, y esta palabra con N O EM I, puede estar representando a la chica de ese nombre. La imagen del barco cuando ella no es sino un barco se halla en lo imaginario. Cuando ya no es una embarcación, sino otra cosa a través de una serie de elementos articula­ dos pertenece al orden simbólico. En síntesis: un elemento pertenece a lo imaginario cuando es algo en s í foismo; y a lo simbólico cuando adquiere valor en relación a otros elementos, de modo que un elemento en sí no es simbólico o imaginario sino que depende del tipo de articulación en ia que entre. Se podría pensar que en lo imaginario no existe ningún tipo de articulación, que ésta sena privativa de lo simbólico. Sin «mbargo el problema no reside en la oposición articulado versus no articulado, sino en las características que tenga la articulación. A sí por ejemplo cuando tas imágenes del sueño se presentan siendo lo que son para el soñante, hay en ello un tipo de articulación: ellas se pueden diferenciar entre sí, no se confunden pues conforman un sistema de diferencias. Si así no fuera ni siquiera tendrían el carácter de imágenes particulares que recor­ tan de determinada manera el campo de la percepción. Pero lo que las caracteriza es la fijeza de lo que son. Un ejemplo de lo imaginario de Lacan que permite corroborar estas afirmaciones: la imagen en el espejo de la fase del mismo nombre está articulada con la percepción del chico de su incoordinación sensoriomotor. Si la imagen especular apare­ ce como completa es por oposición a esta últim a. Si el cuerpo aparece como fragmentado es por oposición a la imagen especular. Pero esta articulación de oposiciones, en que cada una es ia condición de posibili­ dad de la otra, el fenómeno de ia fase especular es en Lacan el ejemplo paradigmático de lo. imaginario. Y ello es así pues si bien la imagen en el espejo tiene un correlato opositivo el chico se identifica con ella: él es esa imagen. A h í, en la imagen está él. Para ver la diferencia de io anterior con un ordenamiento simbólico volvamos al ejemplo del sueño Barco—Barca—Noé—Noemí. En este caso algo —el Barco— puede ser otra cosa, puede sustituir, no tiene valor fijo sino que depende de su articulación con los otros elementos. Las relaciones del parentesco son un ejemplo de un orden simbólico pues alguien, ubicado en una trama, no es de por s í sino en relación a los otros elementos. Alguien es padre porque hay un hijo y viceversa. Alguien es sobrino porque hay un tío que lo es pues hay un hermano o

hermana que e? padre o madre. Pero además alguien puede ser hijo, padre de su hijo, tío del hijo de su hermana y sobrino dei hermano de su madre de acuerdo a quien se remita en su relación. No es ni algo en sí mismo, ni tampoco tiene un valor fijo. Los sistemas matemáticos son otro ejemplo de orden*simból¡co ,co^ mo así también la lógica simbólica en que ios símbolos no significan nada sino que se relacionan con otros símbolos a través de operaciones que les otorgan v^lor. El lenguaje es el ejemplo por excelencia de orden simbólico. No solamente porque los fonemas constituyen sistemas de oposiciones y se delimitan en el seno de los mismos» sino además porque las palabras pueden ser sustituidas por otrts palabras, como lo demuestra ei ejemplo del diccionario en que las definiciones de palabras son reemplazos de unas por otras. Además las palabras pueden no querer significar lo que aparentan sino servir para decir otra cosa. Pero acá una aclaración importante para nosotros como psicoanalis­ tas. Que el lenguaje sea un orden simbólico no quiere decir que siempre que en un sujeto aparezcan palabras nos encontramos en presencia de lo simbólico. Si están coaguladas en su significación, si sólo son lo que dicen y nada más, si su valor no depende del sistema con el que se articulan nos encontramos en el registro de lo imaginario. Un buen ejemplo es el del esquizofrénico que toma un refrán no en su sentido figurado sino litera!. En este caso las palabras tienen un valor fijo , y dicen para él sólo una significación coagulada. Volviendo ahora al falo simbólico en la estructura edípica se puede encontrar una aproximación a éste en " L a significación del fa lo ", cuan­ do Lacan dice: " E l falo aquí se esclarece por su función. E l falo en la doctrina freudiana no es un fantasma, sí es necesario entender por aquéllo un efecto imaginario. No es tampoco como tal un objeto (parcial, interno, bueno, malo, etc.), en la medida en que este término tienda a apreciar la realidad interesada en una relación. Ei es aún menos el órgano, pene o clítoris que simboliza". Remarco "el falo en la doctrina freudiana", porque acá el énfasis de Lacan cuando dice que el falo no es un represen tabla, es porque interpreta a! falo no desde la subjetividad de los que están en la situación edípica, sino desde una teoría que caracteriza al Edipo y la variación de sus tiempos en función de cómo queden ubicados los personajes en relación ai falo. (E n el primer tiempo el chico es el falo de la madre sin saberlo y ésta por poseerlo a aquél es la madre fáiíca. En el segundo tiempo ambos dejan

de ser el fsío y de tenerlo respectivamente, pero todavía hay un'personaje que lo es: el padre. En el tercero nadie lo es, el falo queda instaura­ do en la cultura más allá de cualquier persona. El falo se tiene pero no se es). Planteado así el falo simbólico en la estructura recurramos nueva­ mente al sím il que diéramos en la clase anterior. Recuerdan la metáfora del anillito en el círculo, etc. E l falo simbólico sería el anitlito. Digo sería porque obviamente no es una entidad de orden material. De acuerdo a las posiciones que va tomando el anillito va marcando el valor de los personajes. Entonces hay una organización del juego, una determinada regla del juego: aquél al que le cae el anillito ése tiene determinado un valor. En ese sentido al existir una ley que fija posiciones en base a un elemento en circulación estamos dentro de la caracterización de un orden simbólico. El falo en la doctrina es precisamente el equivalente del anillito, eso que en su circulación va determinando posiciones, independientemente que un sujeto se llegue a dar cuenta jamás que está determinado por eso. Más aún en el primer momento del primer tiempo del Edipo, el chico no tiene idea de que está determinado por el deseo de la madre.

Falo en la subjetividad Veamos ahora cómo aparece el falo en la subjetividad, es decir qué características poseen las representaciones que se hacen los personajes que están involucrados en la estructura edípica. La representación que se hace alguien del falo puede tener las ca­ racterísticas pertenecientes a lo imaginario, o por el contrario la forma de estar articulada su representación con otras representaciones, ser del tipo de las que sirven para definir a un orden simbólico. En la subjetividad habrá pues un “ falo—representación" que podrá estar estructurado de dos maneras: a) Siguiendo las leyes de organiza­ ción que son propias de lo imaginario; b) Siguiendo las leyes de organiza­ ción que son propias del orden simbólico. Veamos el falo que en la subjetividad está estructurado de acuerdo a lo imaginario. En la pág. 91 de "La s formaciones de! Inconsciente" hay una cita que justifica traerla in extenso por su importancia: "De hecho el niño

se interesa primero en toda dase de objetos antes de hacer esa expe­ riencia privilegiada que hemos descripto con ei nombre de fase del espejo y que íe abre nuevas posibilidades: la de situar ai falo en tanto objeto imaginario, con ei que el niño debe identificarse para satisfacer e! deseo de la madre, y que se enriquece con esa cristalización de i Y o bajo ia forma de imagen del cuerpo." Vamos a ver las partes de esta cita: a) "antes de hacer esa experiencia privilegiada", estamos en a! orden de ¡a subjetividad, de algo que es experienciado; b) "sitúa al falo en tanto objeto imaginario con el que el niño debe identificarse"; ésto no debe entenderse como que el niño tiene el concepto de falo, él tiene ei cuerpo como aquéllo que lo com­ pleta, es decir aún cuando eso ni lo llame falo ni para él tenga ninguna vinculación con el pene; c> "para satisfacer el deseo de la madre y que se enriquece cqn esa cristalización del Y o bajo la forma de imagen de! cuerpo", ésta sería la primera imagen fálica; no significa que eS chico esté haciendo la ecuación imagen dei cuerpo / falo, imagen del cuerpo / pene, sino que para el chico esa imagen del cuerpo, imagen totalizante que le contrarresta la sensación dada por la incoordinación sensorio motriz aparece como la compietud y por lo tanto es lo que la teoría designa como imagen fálica. Hay otra cita del falo ¡pág. 552, "E c rits") que dice: "Objeto imagi­ nario con que el sujeto se identifica", y aclara Miller, que es un epistemólogo de la escuela lacaniana que ha hecho una lectura muy cuidadosa de Lacan: "Falo imaginario, especie bajo la cual el sujeto se representa a s í" {pág. 906 de los "É c rits"). A este falo imaginario Lacan lo llama también imagen fálica (pág. 552). Ahora bien, falo imaginario o imagen fálica es la designación en ia teoría de la forma bajo ¡a cual el sujeto se representa a sí mismo. ¿Cuáles son los atributos de esta imagen fálica? Porque no cualquier representación de sí es falo imaginario o imagen fálica. Falo imaginario es la forma bajo ia cual ei sujeto se representa a sí cuando ésta tiene determinados atributos y uno esencial: la perfección. Imagen fáiica es aquéllo a lo que no le falta nada. ¿Para qué? Para ser perfecto, ya que lo es por antonomasia. Falo imaginario es así todo !o que completa una falta de per­ fección, anulando la imperfección. El niño cuando se identifica al falo imaginario es la perfección. La perfección en ese momento existe como una categoría cognitiva y él identificado con «i falo es ia per­ fección.

La expansión narcisista es como derivación la experiencia subjetiva de felicidad dada por el vivirse como perfecto. En el momento de la identificación con el falo imaginario la cues­ tión de la falta no está planteada para el chico. Ahora bien, ¿qué se quiere decir con la afirmación de que cuando el chico se identifica con el falo la falta no está planteada? ¿Acaso se quiere decir que no existe el concepto de falta en el psiquismo? ¿Que no existen las categorías completo / incompleto? No es así, y hay una cita de Lacan en el "Seminario sobre las relaciones de objeto" que muestra claramente que cuando el chico se identifica al falo tiene las categorías cognitivas de completo / incompleto. La cita dice: " E n la experiencia especular el sujeto descubre (palabra ftjue evidentemente está aludiendo a un orden de la subjetividad) una totalidad en relación a la cual a él le falta algo; en la relación primordial con la madre él hace la experiencia (nuevamente hace la experiencia se está refiriendo al orden de la subjetividad) de lo que le falta a ésta" (lo que está entre paréntesis es comentario nuestro). Veamos las dos partes primeras de la cita: "relación especular", su incoordinación muscular hace que su imagen en el espejo se le apa­ rezca como completa, está por lo tanto la categoría completa / incom­ pleta, como una unidad indisoluble, pero el chico se representa bajo Sa imagen de completo. O sea: él tiene la categoría de incompleto —su incoordinación sensorio-motriz percibida- pero él se ve en un espejo y dice "éste soy y o " ; entonces él se representa como completo. La categoría de completo e incompleto está, pero la especie bajo la cual él se representa -com o diría Miller— es la especie de completud, de per­ fección, por lo tanto el falo. Lo mismo pasa en la relación primordial. El chico descubre que a la madre le falta algo, que es él mismo en tanto falo lo que le falta a ella. Lo necesita a él, él la completa. Esto no quiere decir que el chico sepa que la madre simboliza en él al falo. El simplemente se siente el causan­ te de la felicidad de la madre, experiencialmente el que es perfecto; en esta representación de él en tanto perfecto, desde la teoría se la llama falo, pero el chico —como decía antes— no se vive como un pene, sino como aquéllo que constituye la felicidad de la madre. Concluyendo: el chico hace la experiencia de que a la madre le falta algo —él mismo— pero como io tiene a él entonces no le falta nada, es madre fálica, es completa. Ahora bien, hay otra cita de Lacan que pareciera en contradicción

con lo anterior. Dice en ei mismo Seminario dé las relaciones de objeto: "pero qué va a suceder cuando e! chico al descubrir ia diferencia de sexos descubra también que su madre no tiene falo y que desea en éí otra cosa que él m ism o". Si comparamos las dos citas pareciera que hay una contradicción. Porque en la primera (" ... en ia relación primordial con !a madre él hace la experiencia de lo que !e falta a ésta, si falo "), pareciera que habría descubierto el falo en tanto falo. En la* segunda, sin embargo, dice: "Qué pasa cuando el chico al descubrir la diferencia de sexos descubre también que su madre no tiene falo'*. Entonces pare­ ciera que hay dos momentos de descubrimiento del falo. ¿Cómo se debe interpretar el cotejamiento entre las dos citas? ¿Se trata dei mismo falo? En la relación primordial se trata dei falo imaginario, pero lo va a tener en cuanto el hijo sea el falo. Si bien a la madre le falta algo —el falo— como él lo es, entonces a la dupla madre / hijo ya no le falta nada porque está completa, desde el momento que !a madre lo tiene a él. En cambio, en la segunda cita falo designa a algo que es diferente de él. E l chico ya no es lo que completa a la madre, el falo se independiza del chico; él ya no es el falo. Lo que comprueba es que la madre fo desea a él porque estaba representando —sin saberlo— para la madre una otra cosa. Y en ia medida que él estaba representando para ia madre una otra cosa significa que hay una distancia entre aquéllo que representa para la madre y lo que es él. El simboliza al falo pero no lo es. S« entiende entonces por qué Lacan dice que la castración simbólica permite el acceso al orden simbólico. No sólo porque el sujeto queda ubicado como elemento en una estructura, porque nace a una subjetivi­ dad independiente, sino porque se posibilita la categoría cognitiva de símbolo como algo articulado, relacionado con una cadena y no algo en s í mismo. En efecto cuando el chico es el falo, desde su subjetividad no es que él lo representa, lo es. No está el falo y algo que lo simboliza, pero que es diferente de !o simbolizado. Esto es lo que sucede desde la subjetividad del chico. Pero desde la madre que s í accedió a su Edipo y simboliza, el chico es un símbolo del falo, lo representa para su inconsciente. O sea, que en ese encuentro entre el deseo de la madre y el deseo del chico, el chico es ei falo sin que haya diferencia con el Falo desde la subjetividad del chico, pero, desde la madre es la simbolización en el chico del falo. Ahora bien, cuando el chico accede a la castración simbólica, accede a que ya no es el falo sino que el falo es otra cosa, o sea que hay algo que representa otra cosa, está por lo tanto toda la distancia del símbolo

y lo simbolizado. Y por lo tanto el chico captaría y entraría en un tipo de construcción donde existe una simbolización, dado que una cosa remite a otra cosa, se refiere a otra cosa, está en reemplazo de otra cosa. El falo empieza s aparecer en un ordenamiento diferente del imagi­ nario con que se presentaba en el 1er. tiempo del Edipo. En Lacan, por la castración se inscribe el falo en tanto simbólico. Una cita de! Semina­ rio sobre las relaciones de objeto: "Para comprenderlo hay que'distir»guir nuevamente entre el plano imaginario y el orden simbólico, o sea entre la inferioridad que puede sentir la mujer por no tener pene o por tener uno muy pequeño y la ausencia / presencia del falo simbólico, ausencia / presencia de la castración que implica para la niña no tersar el falo pero que puede recibiría". Fíjense que para que sigo sea el falo simbólico en Lacan no basta con sentir que no se tiene el pene. La cita dice: "para comprender hay que distinguir nuevamente entre al plano imaginario y el orden sim bólico". O sea, en el plano del orden imagina­ rio ia mujer está reconociendo que no tiene pene con respecto a un pene existente, o por tener uno muy pequeño —el el ítoris— con respecto a otro grande se siente inferior. Hay un reconocimiento de algo que está sobre la posibilidad de que no esté, es decir que lo tiene el varón y ella no lo tiene, pero igual Lacan lo ubica en el plano imaginario. Lo que caracteriza al falo simbólico no es, por tanto, la oposición presencia / ausencia, sino que lo ausente puede ser sustituido por otra cosa que lo representa. No se tiene falo pero se lo puede reemplazar. Y un orden en que algo puede ser sustituido por otra cosa, en que no hay valores fijos es, como habíamos visto antes, lo propio de un orden simbólico. E l hijo puede reemplazar al falo. Sintetizando, el falo simbólico en la subjetividad tiene los siguientes atributos: 1) Algo que se puede tener pero no se es. Se puede tener el falo pero no hay nadie que lo sea. 2) Se lo puede perder. En el caso de que el falo esté representado por el pene éste se puede perder por la castración. El varón tiene el pene pero ya nunca más'en forma segura y definitiva, siempre podría ser castrado. La niña desde la perspectiva de! varón lo tenía y lo perdió por la castración. Desde la perspectiva de la niña no lo tiene porque la madre no se lo dio, pero es una ausencia sobre la base de una presencia supuesta. 3) Es algo que circula, se da, se recibe. Ei varón lo recibe del padre a través del uso de suppene, ia niña del hijo que recibe de aquél. 4) Puede ser reemplazado por otra cosa. Se establecen equivalencias simbólicas, pero se mantiene la distan­ cia entre el símbolo y lo simbolizado.

Una fantasía * puede estar organizada de acuerdo a un ordenamiento simbólico si cumple con tas condiciones que sirven para definir a éste. Puede por el contrario pertenecer a lo imaginarioímás puro si su signifi­ cación está coagulada, aisiatía de una articulación en la que desempeñeel papel de un significante. Todo ei orden de !a subjetividad está com­ puesto por representaciones, es imaginado, pero el problema es en qué forma, siguiendo qué leyes combinatorias. Aún cuando imaginario en Lacan tenga como origen, para la elección del término a la relación con una imagen —fase del espejo— no todo lo formado por imágenes es imaginario."Lo importante con la dife­ renciación entre imaginario y simbólico es el caracterizar dos modos bajo los cuales se organizan determinados elementos, independiente­ mente de qué son en s í, sean imágenes o palabras. Es algo que guardauna cierta similitud con la diferenciación que Freud hiciera entre Inconsciente y Preconsciente. El Inconsciente con sus leyes de falta de contradicción, de atemporalidad, de tendencia a la descarga, de regularsa por el principio del displacer—placer, por su poca consideración por la realidad externa, por regirse por el Proceso Prima­ rio (libre desplazamiento y condensación) fue en uri principio correla­ cionado con la cualidad de no conciencia y de reprimido. De ahí la denominación de Inconsciente para ese modo de existir lo psíquico. Sin embargo en el traba j o " Lo Inconsciente" Freud dice: "Más aún, en los seres humanos debemos estar preparados para encontrar condicio­ nes patológicas en las cuales tes dos sistemas (se refiere ai Inconsciente y al Preconsciente) alteran o aun intercambian tanto su contenido como sus características''. (Standard E d ., V ol. X |jV , p. 189, subrayado nuestro)! Por características Freud se está refiriendo al modo de funcionamiento. Y después en el cgp. siguierite ilustra córtio el psicótico esquizofrénico posee un funcionamiento consciente que sigue las leyes del inconsciente. Además, el propio qontenido manifiesto del sueño, que se produce en la consciencia del soñante, se organiza de acuerdo a las leyes del In­ consciente: hay personajes da distintos tiempos simultáneamente pre­ sentes (atemporalidad), alguien está muerto y habla (falta de contra­ dicción), etc., etc. Que la causa de este tipo de organización de lo consciente sea su vinculación con- lo reprimido no resta importancia a que lo consciente se rija por leyes que sirven para definir a lo in­ *

N a » deba da confundir imaginario —una forma da organización— con imagi­ nado o con fanta«ía.

consciente. Por otra parte en eí capítulo que sigue a la cita de " L o inconsciente" que consignamos —aquel titulado " V Comunicación entre ¡os sistemas"— Freud concluye que la diferencia que había hecho entre lo inconsciente y lo Preconsciente no es tan tajante. En efecto, hay fantasías con un alto grado de organización, coh'erentes, lógicas que se hallan reprimidas y no simplemente desatendidas. E s decir que no se podrían, hacer conscientes por una simple catexis de atención. Con lo cual existen entidades reprimidas organizadas de acuerdo a las leyes del Preconscien­ te (recuérdese que Freud hrace aquí la metáfora de los mestizos). Si a ésto le agregamos ios ejemplos det contenido manifiesto de los sueños y del pensamiento consciente del esquizofrénico nos encontra­ mos ante entidades que desde el punto de vista de ias leyes de organiza­ ción pertenecen a un sistema y desde el punto de vista de su relación conlla cualidad de conciencia a otro. Por algo Freud reiteradamente insiste en tratar de independizar a ¡as leyes de organización de un sistema de ia cualidad de >conciencia y por ello dice: "Por lo tanto la consciencia (como propiedad) no se halla en una relación simple con los diferentes sistemas o con la represión" (Standard E d .( vol. X I — X I V , p. 192). Y poco más adelante: "Cuanto más buscamos obtener un camino hacia una perspectiva metapsicológiea de la vida mental, tanto más debemos aprender a emanciparnos de ia importancia del síntoma de ser consciente", (p. 193). En síntesis: aún cuando en su origen una forma de .existir lo psíquico en relación con ia conciencia —su cualidad de inconscientesirviera para nombrar también a un modo de funcionamiento, la no concordancia sistemática entre la cualidad de conciencia y el tipo de organización nos aporta evidencia de que lo significativo no es tal correlación sino las leyes de organización. Si el Psicoanálisis ha merecido la atención de los que se dedican a las ciencias del hombre no ha sido ni por la difusión de una moda, por ei peso de su práctica profesional, por sus éxitos o fracasos terapéuticos sino porque aporta un modelo de cómo pueden estar articulados elementos que no siguen las leyes de ia lógica clásica. Sería in­ teresante pensar cuáles pueden haber sido los troncos comunes que permitieron pensar en campos tan diversos como el de la Psicología y el de la lógica, la lógica del Inconsciente por un lado y las lógicas modales, las plurivalentes y ias llamadas disminuidas, todas desarro­ lladas en este siglo. En caso de que un tal proyecto encontrase

alguna concreción no sería más que la repetición tan frecuente en (a historia del pensamiento de que algunas grandes ¡deas o preocu­ paciones impregnan una época y producen efectos en campos di­ versos.

En primer lugar una aclaración: cuando en la descripción del Edipo que realiza Lacan se habla de madre o padre, lo que se está denominan­ do tras esos términos son determinadas posiciones que puede ocupar un personaje, o mejor aún las funciones que realiza. Dado el tipo de familia existente en nuestra sociedad las funciones designadas por esos nombres son frecuentemente desempeñadas por los que efectivamente son los padres o madres reales. Sin embargo, si un padre tiene con su hijo una relación dual, en la que el deseo de éste es ser el objeto del deseo de aquél, en que el chico es el falo del padre y gracias a ésto, éste no se reconoce como castrado, sino que es fálico, entonces ese padre real puede ocupar la posición de lo que en el primer tiempo se llama madre. Vayamos ahora al estudio del segundo tiempo del Edipo. Dice Lacar en "La s formaciones del Inconsciente": " E l padre interviene efectiva­ mente como privador de la madre en doble sentido, en tanto priva al niño del objeto de su deseo y en tanto priva a la madre del objeto fálico. A q uí hay una sustitución de ia demanda del sujeto, al dirigirse hacia el otro, he aquí que encuentra al Otro del otro, su le y ". Veamos los elementos de esta, cita que parece verdaderamente un juego de palabras: a) Con respecto al niño: "priva al niño del objeto de su deseo", el niño deja de ser el falo de la madre, vé que ésta prefiere a otro que río es él, porque supone que aquél tendría algo que él no tiene. Lacan considera como esencial que la madre desea al padre, o sea que se vuelve del hijo al padre. Es aquí donde se puede ver que tiene importancia la madre real, lo que realmente haga la madre. b) Con respecto a la madre: para que haya privación efectiva del objeto fálico es esencial no sólo que la madre cambie al chico por el pa­ dre sino que éste no quede ubicado como totalmente dependiente del deseo de la madre. Si ésto no sucede 'madre se cbnsetva como riyyivr

fálíca: tendría en este caso con el padre el mismo tipo de relación dual, narcisista que poseía con el chico; ella sería en estas condiciones lo que determinaría el deseo del otro. A esto se refiere Lacan cuando en la pág. 90 de "La s formaciones del Inconsciente" habla; "sobre los efectos que tiene que la madre haya dictado la ley ai padre, como sucede cuan­ do ésta está muy enamorado de aquélla o también cuando el padre se mantiene muy a distancia y sus mensajes llegan poi intermedio de la madre". Se puede ver entonces que es posible que haya pérdida del valor fálico para si chico pero con conservación de la madre fálica. Esta retie­ ne sus atributos fálicos en otro, en este caso el padre, que depende de ella totalmente. Sería equivalente a la situación en que la madre prefi­ riera a un hermano del niño: este hermano pasa a ser el falo. Ya no lo es el niño primero, pero la que sigue siendo la ley, la que enviste a su total voluntad a otro del valor fálico, o por el contrario se lo priva también a su total arbitrio continúa siendo la madre. Hay que diferenciar entonces colapso narcisista de castración simbó­ lica. En el colapso narcisista —pongamos por caso el nacimiento de un hermano que pasa a ser el preferido— el chico deja de ser el falo, el Y o Ideal. El hermano pasa a serlo. Oe modo que colapso narcisista es la pérdida de la identificación con el valor fálico, o como planteamos en otra oportunidad es la pérdida de la identificación con el Y o Ideal. En la castración simbólica, en cambio, el niño reconoce que a la madre le falta algo que lo debe de buscar en otra parte, corresponde al momento en que el niño deja de ser el falo y éste pasa a existir para él como entidad independiente de tin personaje. Por ello la castración simbólica para completarse * exige que el chico reconozca que hay algo más allá no sólo de él —el falo— sino también de. la posibilidad de la madre de instaurarlo, de dotar a su total arbitrio del falo al personaje que a ella se le ocurra; que ella a su vez está sometida a un orden que le es exterior. Esto es lo esencial de la castración simbólica: en el psiquismo del chico es el reconocimiento de la castración de la madre, y de toda persona, incluido el padre. Se aclara ahora la última parte de la cita cuando dice: "A q u í hay una *

"Para completarse" quiera indicar que en el 2o. tiempo dei Edipo es inicia ¡a castración simbólica con la castración de la madre, pero recién cuando en ei tercer tiempo at padre aparezca como castrado se habrá producido la totalidad del movimiento que lleva a independizar al falo y a la ley de todo personaje real.

sustitución de la demanda del sujeto: al dirigirse hacia el otro (por lo tanto el semejante, el otro de la relación especular, la madre), he aquí que se encuentra al Otro del otro, su Le y ". O sea, el chico al dirigirse a su madre encuentra que hay un Otro, en este caso Otro como el lugar de ia ley o significando a la ley, a la cual la madre debe someterse. Por lo tanto la castración simbólica no es el pasaje de la dominación de la ma­ dre a la dominación del padre, sino que consiste en la instauración dei falo como algo que está por fuera de cualquier personaje, de la madre o del padre, que no se lo puede poseer a su solo arbitrio. Es por eso que el falo se instituye en la cultura como una entidad desde la cual todos quedan ubicados como castrados simbólicamente. ¿Cómo aparece en el segundo tiempo el padre interdictor, el padre terrible? Esto es lo que piantea Lacan en la pág. 89 de "L a s formacio­ nes dsl Inconsciente": " E n el discurso de la madre, como mediada por ésta. Vlenos velado por consiguiente que en ia primera etapa, pero aún no revelado". ¿Por qué no revelado? Por el hecho de que todavía el padre en tanto algo que está por fuera de la madre y de un personaje en particular, o sea en tanto que padre simbólico no está totalmente consti­ tuido. En este segundo tiempo de pasaje todavía el chico cree que el padre es el falo, y continúa la cita: "interviene a título de mensaje para la madre y , por lo tanto, para el niño, a título de mensaje sobre un men­ saje: una prohibición, un no. Doble prohibición. Con respecto al niño: no te acostarás ^on tu madre. Y con respecto a la madre: no reintegrarás tu producto. A q uí el padre se manifiesta en tanto o tro", dice Lacan, y significativamente coloca otro con minúscula, o sea que el padre se ma­ nifiesta en tanto otro, no en tanto ley; en tanto un semejante con el cual el chico rivaliza. Continúa la cita: " Y el niño es profundamente sacudido en su posición de sujeción (al deseo de la madre): el objeto del deseo de la madre es cuestionado por la interdicción paterna". Esta representación del padre interdictor, como padre terrible no es el padre simbólico. Por el contrario,tiene los atributos, por un lado, de la madre del primer tiempo —es el que dicta la ley y no aquél que está en representación de la m ism a-, por eso Lacan utiliza la expresión "el padre interdictor", "el padre terrible"; hay un matiz de ironía en lo de "padre terrible", aparece como terrible pero en realidad esto no es más que una impostura, o sea tiene ei atributo presuntuoso de dictar la ley. Además aparece como siendo el falo —porque en la subjetividad del chico es aquél que lo desplaza en el deseo de la madre—, o sea para él chico es lo que él no es, por lo tanto sería perfecto, es aquéllo

que él pasa a sentir que no es-‘ el falo. Es una representación imagina­ ria, en el sentido de que es algo en sí mismo. Para captar un poco más el concepto de ese padre terrible h&y un artículo de Moustafá Saffouan, que es un miembro destacado de la escuela lacaniana, en su libro "Estudios sobre el Edipo" que publicó Du Seuil. El estudio se llama " L a figura del Padre Ideal". Este es el padre imaginario que aparece como ún interdictar; es ei padre que en el mito de "Tótem y Tab ú" corresponde al padre omnipotente de la horda primitiva. Y acá se requiere una aclaración: cuando decimos que el Padre Ideal o padre imaginario es aquél que en el mito de "Tótem y Tabú" corresponde al padre omnipotente de la horda primitiva nos referimos a que en la descripción m ítica de la horda primitiva había alguien que funcionaba como un interdictor que poseía a las mujeres, que castraba a los hijos, y que después fue muerto. Es Padre Ideal dentro del momento que describe el mito de ia horda primitiva. Pero cuando se realiza la muerte del padre, y nosotros desde aquí nos estamos refiriendo a ese padre de la horda primitiva —desde la situación actual— como un padre no existente en este momento, como un padre que dictó la ley, ya no cumple el mtismo papel que en la situación original describe el mito como que cumplía. O sea en la situación original del mito, suponiendo que hubiera existido esa con­ dición, para los personajes ese padre terrible era la Ley, no ¡a re­ presentaba sino que la era. Mientras que para nosotros, en la re­ presentación que nos hacemos de aquella situación m ítica, la ley nos viene desde la muerte de ese padre como plantea Freud en "Tótem y Tabú". A partir de ahí se edifican una serie de regulaciones, etc. Entonces ese padre en tanto muerto, con todas las consecuencias que se derivan origina una ley que está más allá de un personaje particu­ lar en este momento, de modo que ahora sí va a pasar a tener los atributos del padre simbólico. Como digresión, Saffouan es realmente un personaje que merece la mayor de las admiraciones. Es el traductor al árabe de " L a Inter­ pretación de los sueños" Ésto es en cierta medida un homenaje a todos aquéllos que introducen eft un dominio determinado una teoría muy importante; es el papel qué cumplió López Ballesteros para nosotros. Con todas las imperfecciones de la traducción, realmente significó para la gente hispano habíante la apertura ai Psicoanálisis. Volvamos a la castración simbólica. ¿Por qué se llama castración simbólica? En primer lugar castración es utilizado en sentido metafó­

rico: la castración en el sentido concreto, literal, sería el corte de una parte del cuerpo que se separa del resto. El elemento que constituye la base de la comparación, de la metáfora es: algo que se corta, o una separación entre dos partes. En el caso de la castración simbólica se introduce un corte, una separación entre la madre y el hijo, pero al •mismo tiempo para cada uno se produce un corte y una pérdida. El chico se separa del falo, pierde su identificación con él, deja de ser el falo. La madre pierde a su falo, deja de poder instaurar el falo a volun­ tad y de tenerlo. O sea, metafóricamente, la unidad niño—falo / madre— fálica se corta, entre ambos, y se le corta algo a cada uno de los dos integrantes de la cupla. E l segundo término —"sim bólico"— alude primero a que no es real en el sentido concreto de castración como pérdida del pene, pero ésto no es lo más importante; lo más importante es que designa en la teoría al corte mismo, es decir en la descripción de la estructura edípica caracteriza a esa separación con las distintas propiedades que adquieren después los elementos a partir de! corte. Los miembros individuales, el chico, la madre, el padre podrán representarse, imaginar de diversas maneras esa castración, pero la castración simbólica no es la forma bajo la cual alguien se imagina la castración, sino la descripción teórica de esa circunstancia del corte en la estructura edípica. La castración simbólica al ser para el chico la pérdida de la iden­ tificación con el falo y para la madre la pérdida del falo —en tanto una posesión de la que puede dotar o privar a alguien—, no está rela­ cionada con el pene sino con el falo, en el sentido que tiene falo en Lacan. Por eso Lacan dice en el Seminario de las relaciones de objéto: " L a castración no es nunca real sino simbólica y concierne a un objeto imaginario, el falo ". Ahora bien, si un objeto —el pecho, el pene, las heces— pasan a quedar investidos de valor fálico, representan al falo, entonces la pérdi­ da de los objetos será vivida como pérdida del falo. La conclusión es entonces que la castración designa: a) en la teorización de la estructura edípica, al corte; b) en la subjetividad, a la pérdida d^Kfalo, cualquiera sea la forma en que se represente a éste. Otro articulador teórico al cua! debemos aludir es el de "padre sim bólico". Caracterizada la castración simbólica existe en la estructura edípica una posición o lugar: la del padre simbólico. Es cualquiera o cualquier cosa que ejerza la función de la castración simbólica, o sea que el padre simbólico se define en función de la castración simbólica.

E l que ejerza la castración o io que la ejerza constituye el padre simbóli­ co. Dice Lacan, en "Las formaciones del Inconsciente", en la pág. 86: " L a existencia de un padre simbólico no depende del hecho deque en una cultura dada se haya más o menos reconocido; el vínculo entre coito y alumbramiento, sino que haya o no algo que responda a esa fun­ ción definida por el hombre—de!—padre" (subrayado m ío). Como habíamos dicho no tiene por qué ser ei padre reai. En una cultura en que se realice el culto de los antepasados como aquéllos que crearon la ley a la que todos deben acatar, incluida la madre, esos ante­ pasados desempeñan la función del padre simbólico. En efecto, si la madre reconoce ante su hijo que ella misma no puede hacer lo que quie­ re, que hay algo exterior a lo que se debe someter, que su hijo no le pertenece sino que también está sometida a ese sistema de regulaciones fijados por la tradición y atribuidas a los muertos en un acto de legisla­ ción, el que la madre se presente así implica una restricción de su poder sobre su hijo; éste se ubica entonces no en relación al deseo de ella sino a un orden compartido por todos y no detentado con exclusividad por nadie. El mito de los antepasados desempeña entonces la función de (a castración simbólica pues corta la unidad narcisista madre—fáiica / hijo—falo, e instaura una ley que está más ailá de cualquier personaje real, inclusive del propio padre del sujeto, con lo cual también cuando ss realiza la castración simbólica no solamente queda castrada ia madre sino que queda castrado el padre, como alguien que debe depender de un otro orden exterior a él. Con lo anterior nos introducimos en el concepto de ley. La ley en Lacan es la regulación que está más allá del deseo o voluntad de un individuo. El prototipo de la ley es la prohibición del incesto. Es una ley de la cultura que regula los intercambios sexuales. Un individuo particular puede actuar en representación de la ley pero no serla para que se hable de orden simbólico. Si-en el primer tiempo del Edipo la madre es la ley para el chico esta ley no pertenece en realidad al orden simbólico y en sentido estricto no merece el cali­ ficativo de ley. Cuando la madre ya no es la ley, recién en ese momento queda separada la madre de aquélla, la madre—personaje queda ubicada en relación a esa otra cosa independiente que es la ley. Resumamos entonces cuál es la articulación entre castración simbó­ lica, padre simbólico y le y;la podríamos plantear de la siguiente manerapar la operación de la castración simbólica, que es ejercida por ei padre simbólico, el niño deja de representarse como siendo el falo y

la madre de ser faitea en ¡a medida en que inviste al chico del atributo fálico; la madre pierde su identificación con la ley, con ser aquéllo que le dicta; la ley como entidad más alfa de un personaje queda instau­ rada. Por ello se puede decir que el padre simbólico es el prom otor de la ley. Veamos ahora otro articulador, aquél que se conoce como "Nombre —del—padre". A l ejercer el padre simbólico su función de castración simbólica, produce en la subjetividad del chico el reemplazo de la ley omnímoda del deseo de la madre por la ley como instancia exterior a todo personaje. Esto queda inscripto de maneras muy diverges. Para cada uno asumirá una forma particular, pero lo importante es que en el psiquismo del chico aparece como algo que limita el poder de la ma­ dre. Este algo, cualquiera sea !a forma bajo la cual se le representa al sujete, ya sean las Tablas de la Le y, la tradición, las normas morales, etc., produce los siguientes efectos: I o: Reemplazo del poder de ¡a madre por la ley. 2°: Determina que el chico que era el falo deje de serlo, que éste se instaure como algo más allá de todo personaje; de algo que se es pasa a instaurarse como algo que se tiene, que se da y se recibe; es decir pasa a ser falo simbólico. En.este sentido la castración simbólica produ; ce en el psiquismo la emergencia de la significación fálica, entendiendo por ésta al falo en tanto simbólico. Por lo tanto si es algo que reemplaza a otra cosa, si está en un encadenamiento que le otorga valor, si produce efectos de significación, reúne los atributos que para Lacan entran en la caracterización del significante. Ahora bien, a este significante se lo llama en la teoría el "Nombre—del-Padre". O sea, que se puede caracterizar al "Nombre— del—Padre" como ia expresión que en la teoría designa al significante que inscribe en la subjetividad del chico a la fundón del padre simbóli­ co. Pero si el "Nombre—del—Padre" es la inscripción en el psiquismo de la función del pjadre simbólico implica obviamente a la castración simbólica y prorFípeve la instauración de la ley, ya que no hay padre simbólico sin castración simbólica y sin ley; no existen el uno sin el otro, sino que se implican. Veamos ahora una cita de Lacan que pese a lo compleja que apa­ rece en un primer momento resulta clara si se ubican los términos que ella utiliza en un cierto vocabulario lacaniano. Lacan'dice en el trabajo "De una cuestión'preliminar a todo tratamiento posible de la-psicosis", pág. 583: " E l Nombre—del—Padre, es decir el significante que en el Otro,

en tanto que fugar del significante es ef significante del Otro en tanto que lugar de la le y ". Veamos qué es lo que significa. La clave está en el significado de Otro. Otro significa dos cosas: por un lado código y además ley. 0 sea que en el código —el lugar del significante, el Otro— hay un significante. 0 en otros términos: en el lugar del significante hay un significante que ubica un lugar, el lugar de la ley. Donde era el lugar (lugar como un espacio que puede ser ocupado, que no es algo en sí mismo) de la madre como ley absoluta aparece la Le y. La cita quiere decir entonces que el Nombre—del—padre es el signifi­ cante que instaura el lugar de la ley dentro del código. ¿Por qué la expresión Nombre del Padre? La expresión intenta subrayar la conexión con el contexto bíblico en que se realiza la invo­ cación " E n el nombre del padre...", o sea en representación de una auto­ ridad últim a que sería la ley misma. Cuando en el contexto bíblico se dice "en el nombre del Padre", el que lo dice no es la ley, está actuando en representación de, invocando. Por eso lo que se quiere indicar con el Nombre—del-padre es que algo queda inscripto en la ley, y los perso­ najes como actuando en representación de la misma. En el texto bíblico las Tablas de la Ley le son entregadas a Moisés; éste actúa en represen­ tación de el Dios y él no es la ley. La ley es identificada con la figura del Padre Eterno, pero no con Moisés. Por eso dice Lacan en el discurso de Roma en e! 53, el texto que se titula “ Función y campo de la palabra" en la pág. 98 de Lectura estructuralísta: " E n el nombre de! padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la función simbólica que desde el albor de los tiempos históricos identifica su persona con ia figura de la le y ". O sea desde el albor de tos tiempos históricos, desde esos tiempos a los cuales remiten los textos sagrados, se identifica Dios con la ley, o sea con aquél que realiza ¡a ley, que la legisla, pero a partir de esa legislación ya no hay nadie más que sea la ley, ' todos actúan en representación de etla. A q u í resulta necesario disipar varios equívocos posibles: el pri­ mero, al decirse que el padre simbólico realiza la castración simbó­ lica sobre la madre y el chico se puede pensar que es necesaria la pre­ sencia física de una persona real, que si por ejemplo una madre vive sola con su hijo la falta de padre ocasionará la no existencia de padre simbólico. Esto no es así. La madre puede imaginar una pareja para ella, desearla y de esa manera introducir un padre inexistente pero que cum­ ple !a función del padre simbólico como capaz de señalar al chico que hay alguien que está más allá de él que a la madre le falta, con lo que

se produce esta circunstancia la castración simbólica a través de un elemento imaginado, elemento imaginado que al jugar la función del pa­ dre simbólico estructura la cupla madre / hijo en relación a él. * ' Lo deseado por la madre más allá del chico puede incluso no ser una persona real o imaginada. Supongamos una madre pintora, que sus cuadros, su éxito artístico es más importante para ella que su hijo mis­ mo; éste siente que hay algo más allá de ella que la madre desea. El no es el falo de ella: el falo serían sus cuadros, pero ésto no basta para que sea castración simbólica. Puede ser colapso narcisista si ¡a madre mantiene una relación con sus cuadros en que estos son su falo y ella es fálica porque los posee. Ella no está castrada, el hijo no es el falo pero la madre sí es fálica a través de los cuadros. Mirado desde el chico la madre continuará siendo idealizada, figura omnipotente, que en vez de verlo a él como falo ve así a sus cuadros; se produce rivalidad con el cuadro—falo, rivalidad equivalente a la que se tendría con un hermano. Pero bastará que la madre considere que sus cuadros se tienen que ajustar a determinados cánones.estéticos, que si no cumplen estos requisitos sus cuadros no valen, para que ella entonces ya no sea mujer fálica, en el sentido de que ya no instaura a voluntad eí faío. Que ella admita la existencia de algo que está más allá de ella, de su voluntad —un ordenamiento exterior— posibilita la castración simbó­ lica. Lo anterior nos lleva a poder concluir que cuando se dice que eí padre simbólico efectúa la castración simbólica no se presupone que hay alguien que ejecuta una acción sino que hay algo, que puede sí ser alguien, en relación a lo cual la madre queda ubicada como no siendo la ley. Más aún el padre real puede no hacer nada, ser débil, pero ante los ojos de la madre ser alguien que es deseado, cuya palabra escucha —co­ mo dice La ca n - e igual tiene lugar la castración. ¿Cómo se compatibiliza ésto con lo que Lacan dice en el Seminario de las relaciones de objeto? Recordemos el texto: "Sólo se vive el complejo de castración si el padre real juega realmente su juego". O sea que el padre real tiene importancia, tanto más cuando la madre ten­ ga demasiada tendencia a conservar al hijo en el lugar del falo. En ese *

Es interesante ésto de que un elemento imaginado pueda desempeñar un papel simbólico, porque este elemento imaginado no pertenece a un orden imaginario sino quo está articulado en un orden «¡mbóltco como lo seftalsmos en el capítulo anterior.

caso si padre rea! puede contrarrestar esa tendencia. A su vez si ei padre rea! es totalmente incapaz de ponerse a ia altura que le exige su fuñe íón con todo !a madre podrá encontrar en otro elemento real o imaginado al padre simbólico. 0 sea, que ei padre real es tanto o m.ís importante cuando mayor sea la tendencia de la madre a excluir al pa­ dre simbólico. Hay circunstancias en que el padre reai para poder produ­ cir la castración simbólica tiene que realizar algo semejante a una verda­ dera violación en la cupla madre—fálica / hijo—falo. En síntesis: se trata de un verdadero balance. Ei elemento tercero rsgi será tanto más importante cuanto más tendenciatenga lamadre de !a relación dual a conservar ese papel, y viceversa. £1 segundo equívoco a disipar es el de suponer que un padre fuerte, en el sentido de dominante y autoritario, es más apto para pro­ ducir la castración simbólica. Por lo que se verá es todo lo contrario. Si un padre es el poder omnímodo, arbitrario, despótico en su familia, actúa como aquéllo que llamamos la función madre de la relación dual. Entonces no realiza la castración simbólica; tanto el hijo como la ma­ dre real se colocan frente a él como esclavos de sus deseos, el padre en vez de representar la ley, lo es. O sea mantiene la esencia de Sa rela­ ción dual. El caso prototípico en este sentido es ei dei padre de Schreber. Recuerden: padre terrible, figura caracterizada de la sociedad germana, autor de múltiples libros, dueño de gimnasios, que fijaba la ley a su voluntad. En sus libros de enseñanza mostraba cómo su meta era que el padre se convirtiera en omnímodo para su hijo. En este caso el padre real de Schreber es la función madre de la relación dual, de modo que Schreber desde ese punto de vista permaneció sin que se realizase en él la castración simbólica. Por eso dice Lacan en el tra­ bajo " D e u n a c u e stió n p r e lim in a r a to d o tra ta m ie n to p o s ib le de ¡a p s ic o s is " : "Pero aquéllo sobre io que nosotros queremos insistir es que no es únicamente de la manera como la madre se acomoda a la persona del padre que convendría ocuparse, sino de! caso que ella ‘haga de su palabra, de su autoridad, es decir del lugar que ella reserva al Nombre—del—Padre en la promoción de ia le y ", y continúa: "Más aún la relación del padre con la íey debe ser considerada en sí misma, pues allí se encontrará ia rizón de esta paradoja por ia cual los efectos devastadores de la figura paterna se observar» con particular frecuencia en les casos en tjae ei padre tiene realmente la función de legislador o se aprovecha, que él sea en verdad de aquéllos que hacen las leyes o se colocan como pilares de la ley, en mpdelo de ia medida de la

integridad o de la devoción, en virtuoso o en exim io ...", y concluye la cita diciendo: " Y para decirlo todo, de excluir del Nombre—del—Padre de su posición en el significante". Lo decisivo no es por lo tanto.que el padre venga a reemplazar a la madre en su lugar de amo absoluto, de omnipotente, pues eso deja igual ai sujeto en la relación dual frente a un personaje que es la ley, sino que éste venga como tercero a indicar que el otro no es el amo absoluto, que el otro tiene que aceptar a su vez una !ey. Pero a su vez en el tercer tiempo del Edipo el padre debe ser también alguien que acepte la ley, o sea castrado por su parte.

La presentación de hoy es un exponente de las dificultades de tipo pedagógico que resultan de que tengamos entre los alumnos de! curso dos niveles de formación diferentes, con expectativas que también di­ vergen. Algunos alumnos nos soiicitan una lectura lo más exhaustiva posible de! Edipo lacani^no. Quieren entender párrafos que les han resultado oscuros. Nos pidfn no pasar a otro tema hasta que hayamos agotado, dentro de las limitaciones de nuestro conocimiento de Lacan, lo que podamos aclarar. Otros alumnos, por el contrario, tienen tanta necesidad de conocer aspectos básicos de la Psicopatología Psicoanalítica que el detenimiento en la pormenorización de un aspecto parcial les representa un verda­ dero lujo. Nosotros nos encontramos así sometidos a una doble demanda, las que por otra parte nos parecen legítimas por igual. El Centro Docente debe ser un lugar en el que nos podamos internar por vías sofisticadas y que incluso puedan llegar hasta demostrarse como estériles. El poder arribar mediante un trabajo serio a desechar una teoría, a ver sus fallas y sus aportes, es productivo porque en el proceso se han ido delimitando más claramente las problemáticas. Más aún el rechazar una concepción errónea, cuando se puede decir en qué no acierta, implica necesaria­ mente hacerlo por contraste con respecto a aquéllo que queda marcado como verdadero. Toda eliminación del error se hace sobre la base de une afirmación de la verdad, que surge así a la luz. Al mismo tiempo el Centro Docente debe de proveer de información básica de! tipo de aquélla que ya tiene una cierta carta de ciudadanía en ei conocimiento, y que además permita operar en la práctica. Es muy probable que la forma organizativa que podría satisfacer la doble demanda sería la existencia de seminarios especiales y sepa­ rados de los cursos generales. Sin embargo las disponibilidades docentes nos impiden por el momento una diversificación así. El Centro es una

estructura en desarrollo, que debemos cuidar contra dos mutilaciones: una la de cerrarse a las necesidades formativas de amplios sectores insertos en una práctica que los requiere; la otra, la de que se convierta en una "escuelita" de bajo nivel sin aspiraciones de producción científi­ ca. El justo equilibrio es un ideal nunca alcanzable. Inclusive el plan­ tearlo así en términos de dicotomía es ya una deformación. Hoy en ¡a primera parte de la reunión quizá oscilemos hacia el polo de la demanda de un tipo de alumnos. Con saberlo creemos que ya hemos dado ün paso para no quedarnos fijados a esa posición. Entremos ahora en materia y detengámonos en la metáfora paterna, así llamada en la teoría lacaniana. Lacan define la metáfora como la fórmula de la sustitución signifi­ cante y ¡a escribe de la siguiente manera:

s

t

1

X

S

En la fórmula un significante S reemplaza a otro sig n ificantes', te­ niendo este último un significado x, desconocido para el sujeto, ya que la producción del significado s tiene lugar como consecuencia de la sustitución significante. El tachar S ' es para indicar que en la operación de la metáfora queda eliminado, simplificado en el sentido matemático del término. Una aclaración sobre esta fórmula: en primer lugar Lacan utiliza las fórmulas matemáticas para ¡lustrar algo en forma analógica. No se deben entender en el sentido matemático estricto. Una indicación de eso es que la fórmula de la metáfora no es una ecuación {no aparece el signo igual entre los dos términos sino una flecha). La flecha esa tie­ ne el sentido de indicar que esta operación produce un producto. No conozco indicaciones de dónde Lacan sacó la flecha, pero si uno tuviera que pensar en un contexto en donde la flecha tiene un significado de producir algo es en las ecuaciones químicas, en donde el primer término de la fófmula produce e! segundo término. * De cualquier manera por el uso que hace Lacan 'de la flecha resulta *

En matemáticas no es así, al manos en lo que conozco; en el cálculo infinite­ simal se emplea la flecha para indicar que algo tiende a un limite; se pone por ejemplo x tiende a 0, anotándolo x te el sentido de que x produzca 0.

) 0. En este caso no tiene evidentemen­

evidente que significa que como consecuencia de una operación se pro­ duce algo. Tomemos ahora un ejemplo de metáfora que da Lacan en las "Form aciones del Inconsciente". En el cap. 11 del trabajo de Freud sobre el chiste —aquél en que Freud plantea la técnica del chiste— se halla la afirmación: " y tan cierto como que Dios debe velar por mi bien, doctor, yo estaba sentado junto a Salomón Rothschild y él me trató como a un igual, muy famillionariamente". O sea, que aparece la palabra famillionario que sustituye en el discurso manifiesto a fam iliar y a millonario. Supóngase que se hubiera dicho: "me trató de una manera fam iliar", hubiera sido un sentido de la frase; "me trató de una manera millonaría ", hubiera sido un otro sentjdo de la frase. Pero con ambos signifi­ cantes (fam iliar y millonario), por la condensación»"famillonariamerite", surge un nuevo sentido que no estaba ni en fanryliar ni en millonario. O sea me trató tan famillonariamente significa: como un millonario puede tratar. No dice que lo trató como un millonario ni como un fami­ liar, aparece la ironía de que cuando un millonario trata de manera fam iliar ésta no deja de reflejar la existencia del millonario. O sea que lo importante de acá es que como consecuencia de la sustitución de un significante por otro se produce algo nuevo que no estaba previa­ mente. Esto ess|p que se quiere señalar con la fórmula de ia metáfora: por la sustitución de este significante S ’ por el significante S, eri el segundo término de la fórmula de la metáfora aparece algo que es un significado que no estaba previamente. Ahora veamos cuál es el sentido que tiene el término metáfora ha­ bitualmente. Tomemos primero antes que una definición un ejemplo de metáfora, por ¡ejemplo "el barco surca las aguas". Es evidente que ésto está queriendo decir que así como tfn arado atraviesa la tierra dejando un surco, de igual manera el barco al atravesar las aguas deja una estela que parece un surco. Por eso se ha dicho que la metáfora , es en realidad una analogía implícita y se diferencia del símil en el que la analogía sería explícita; ejemplo de simil será "el barco atraviesa el agua dejando una estela como el arado atraviesa la tierra produciendo el surco". Vayamos a las definiciones de metáfora que dan distintos dicciona­ rios. El Robert da- como definición: "Procedimiento de lenguaje que consiste en una transferencia de sentido por sustitución analógica". ¿Por qué habla de transferencia de sentido? Porque cuando se dice: "el barco surca las aguas" gracias a la palabra "surca" se transfiere al

movimiento del barco los caracteres del movimiento del arado. El Webster dice: "U na figura de lenguaje usando una clase de objeto o idea en lugar de o tra ". E l Diccionario de la Real Academia dice: “ Tropo (figura de retórica) que consiste en trasladar el sentido recto de las voces en otro figurado en virtud de una comparación tácita". Los ejemplos que da son: ¡as perlas del rocío, la primavera de la vida, refrenar las pasiones. En estas definiciones aparecen dos aspectos a destacar: algo sustitu­ ye a otra cosa (surca en vez de navegar), y segundo, existe una transfe­ rencia de sentido, se pasa sentido de uno a otro. Tomemos los ejemplos que plantea la Real Academia: "las perlas del ro c ío ". Fíjense que perlas ¡a imagen que sugiere es ia de ser redondas, bellas, brillantes, etc., o sea el conjunto de notas características que les permiten a Uds. dar la connotación de perlas. R o cío también sugiere la idea de algo que es una gota, redondeada, que es brillante, etc. Existe una cierta similitud entre perlas- y rocío, pero no son exactamente iguales; gracias a que se dice las perlas del rocío, a rocío se le transfiere el sentido que tiene perlas y por eso introduce algo más, por ejemplo que son bellas, que son valoradas, etc.; se introduce un cierto criterio estético con respecto al rocío que si no sería una mera descripción de esas gotas redondeadas de agua. Pero esto aparece gracias a una transferencia de sentido y a una cierta similitud existente entre ambos elementos. Fíjense en ia otra metáfora que da el Diccionario de la Real Academia, "la primavera da la vida"; acá hay una comparación im plícita: la primavera es una época del año, es una época de esplendor, de vigor, de rebrote, todas las cosas que Uds. quieran dar como notas características del concepto de prima­ vera. 0 sea que él año tiene estaciones, tiene períodos; la vida también tiene períodos mejores o peores. De modo que al mejor período de la vida se lo llama primavera de la vida. La primavera es a las estaciones del año como el mejor período de ia vida es a la vida en totalidad. En ­ tonces cuando se dice "primavera de ia vida" se está diciendo el mejor período de ia vida; pero lo que yo quiero señalar es que hay una analogía existente antes de que se produzca la metáfora: la primavera es una estación del año, así como la vida tiene períodos. Por lo tanto de­ cir "la primavera de la vid a" se basa en una analogía existente, la posibilidad de que el año y la vida se dividan en períodos algunos de los cuales son mejores o no tienen características que son consideradas mejores que las de otros períodos. O sea sobre la base de una analogía previa se produce una traslación y una creación de sentido.

Comparemos ésto con lo que plantea Lacan. En Lacan no hay una analogía previa entre los objetos o entre los conceptos, no hay sim ilitud de sentido que sirva de base a la metáfora. Por ejemplo entre familiar y millonario no existe ninguna analogía de sentido. Si existe una analo­ gía es entre los significantes y no entre los significados que tienen. O sea familiar y millonario no tienen ninguna relación de sentido entre s í; cuando en vez de ambos aparece "m e trató de una manera familiionaria ", surge un nuevo sentido. Y lo importante entonces es esta creación de seatido^ue se pro­ duce por la combinación del significante, porque de eso se trata: de una particular combinación. Como consecuencia de que se combinan de una manera determinada —se combinan fam iliar y millonario— se produce un nuevo sentido. Por ello se entiende qué es lo que quiere decir Lacan cuando plantea qu? ei significante no es el registro de un sentido previa­ mente existente, o sea que en un significante simplemente se inscriba un sentido como podría aparecer en la teoría del signo saussuriano en que hay un significante y hay un significado, y que éste se inscribe en el primero —teoría de la doble cara del signo— sino que el significante es un creador de sentido en su combinación. Y que esta creación de sentido se produce específicamente por la combinación del significante en base a propiedades de éste. Acá hay un punto que valdría la pena discutir y que lo dejo para los trabajos prácticos para no recargar la exposición, cómo queda intro­ ducido el significado en todo esto y si en realidad más que una combi­ nación de significantes no se trata de una combinación de signos polisémicos que son los que permiten la constitución de una nueva significa­ ción. Apunto a lo que a mi juicio no está suficientemente aclarado en la teoría del significante lacaniano, aún cuando quede insinuado con los llamados puntos de almohadillado o de "cap itó n", que es el nombre que utiliza Lacan para abrochamiento del sentido y del signi­ ficante. Ahora bien, qué es lo que retiene entonces Lacan del concepto de metáfora: que algo sustituye a otra cosa; pero en lo que hace hincapié es que en esa sustitución se produce una significación que previamente no existía. Lo notable es que en las definiciones de ios diccionarios no está, esta segunda parte en la cual hace énfasis Lacan. En las defini­ ciones se habla de una figura de lenguaje usando una dase de objeto o idea en lugar de otra para sugerir una similitud o analogía entre ambos. O si no dice "procedimiento de lenguaje que consiste en una transferen-

cía de sentido por sustitución analógica" o si no en ei Diccionario, de la Academia "tropos que consiste en trasladar el sentido recto de las voces en otro figurado en virtud de una comparación tácita". O sea, que lo que se acentúa es la analogía existente, no el producto que aparece en el segundo término de la metáfora. Esto no significa que no se haya visto, a tal punto que en todas fas ejemplificaciones queda muy claro que hay una producción de sentido. A io que me refiero es que en las definicio­ nes explícitas de los diccionarios no se toma en cuenta aquéllo que sí Lacan enfatiza, y que pone en primer plano un aspecto esencial del descubrimiento freudiano. Ahora bien, planteado así el concepto de metáfora en Lacan, éste lo utiliza para hablar de la metáfora paterna, que ia escribe de la siguien­ te manera: N o m b r e — d e l— Padre

------ “

D e se o de la m ad re

D e se o d a la m ad re Z ! 1 S ig n ific a d o al su je to

* ~— “

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Nombre—del—Padre

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O sea, que cuando el deseo de la madre, que dominaba totalmente al chico, es sustituido por ei Nombre—del—padre en la subjetividad del chico aparece la significación fálica. Veamos cada elemento de la metáfora: Nombre—del—Padre fue ca­ racterizado en la clase anterior. Deseo de la madre, quiere decir que el chico no desea de por sí sino que su deseo le viene de aquélla. La A simboliza al Otro (Autre en francés), es decir al código. Falo es aquél que se puede perder, intercambiar por un hijo. El hecho de que falo está bajo A es porque la significación fálica depende del código compartido. Significado al sujeto (Signifié au sujet), no conocemos ningún lugar en !a obra escrita de Lacan en que quede aclarado. Se podría entender la expresión de la siguiente manera: que el deseo de la madre deje significado al sujeto en el sentido de que aquéllo que el sujeto significa —es—resulta producido por el deseo de la madre. Además el ''significado al sujeto" que ocupa el mismo lugar que la " x " —significación descono­ cida— de la fórmula general de la metáfora dada al comienzo de la clase, indicaría que antes que el individuo se libere dei deseo todopode­ roso, y capaz de crear de pór s í la significación de lo que aquél es, no se podría hablar de sujeto. Antes de la metáfora paterna ei individuo no sería sujetó, sino que tmergería como consecuencia de ella. Como Consecuencia del reemplazo que realiza el significante Nom­ bre—del—Padre del Deseo de la madre se produce en el segundo térmi­

no la significación fálica. Por lo tanto metáfora paterna es pues la operación de sustitución en el código del peseo de la madre por el Nombre—del—Padre, lo que induce la significación fálica. Veamos ahora el tercer tiempo del Edipo: nuevamente no voy a tratar hoy de hacer toda una exposición detallada del tercer tiempo del Edipo sino me voy a detener en aquellos aspectos que pueden ofrecer una cierta dificultad. En primer lugar, producida la castración simbólica el hijo deja de ser el falo, tampoco lo es el padre como lo era en el se­ gundo tiempo; la madre deja de ser la ley, tampoco lo es el padre. E l falo pasa a ser algo que se podrá tener o carecer de él pero que no se es ; la ley pasa a ser una instancia en cuya representación un personaje pueda actuar pero no lo será. 0 sea que en el tercer tiempo del Edipo quedan instauradas la ley y el falo como instancias que están más allá de cualquier personaje. Segundo, al no ser el chico el falo deja de estar identificado con el Y o Ideal y se identificará con el Ideal de! Y o . Recuerden que Lacan plantea que en el tercer tiempo se produce la identificación con el Ideal del Y o . Recordemos entonces las diferencias entre Y o Ideal e Ideal del Y o en la teoría lacaniana y vamos a entrar en una precisión que no habíamos dado el año pasado porque entonces nos habíamos aproximado desde el punto de vista básicamente de Lagache. E l Y o Ideal es ia imagen de perfección narcisista, representa a un personaje dotado de atributos, de perfección, completud, omnipotencia. El Ideal del Y o , en cambio, es para Lacan ("Observación sobre el informe de Daniel Lagache") una constelación de insignias. Esta es la frase en la que vale la pena detenerse: el Ideal de! Y o es una constelación de insignias, y la palabra clave es insignia. Las insignias son un distintivo que lleva alguien para señalar que está ocupando un lugar, desempeñan­ do una función, teniendo un papel, que queda indicado a través de las mismas. O sea la insignia es un testimonio, un símbolo de que alguien ocupa un lugar determinado. Fíjense en lo que dice el Robert de la palabra insignia: "marca exterior y distintiva de una dignidad, de una funcipn, de un grado...". ¿Qué es lo que señala con marca exterior y distintiva? Que es un emblema, un símbolo, de la misma manera que los galones que utiliza un militar son la marca exterior y distintiva de una determinada dignidad; si él tiene los galones significa que no es en s í mismo el grado que aquéllos marcan sino que es aquél que participa de los atributos de una clase determinada de BgM#«aiefeJ|Qtpnces ia

rnsígmá es un elemento materia! significante que ubica al que la posee. Se entiende la cita de Lacan en "L a s formaciones del Inconsciente" cuando dice: " L a identificación que produce el Ideal del Y o es una puesta en relación del sujeto no con la persona del padre sino con cier­ tos elementos significantes de los que es el soporte, digamos las in­ signias del padre. El sujeto se presentará pues bajo la máscara, bajo las insignias de la masculinidad". Veamos las partes de esta cita: el sujeto se relaciona, se ubica en relación a, no a la persona total del padre como sí fuera un Yo Ideal con el cual se identifica y él sería ese Y o ideal, sino con ciertos elementos significantes de los que el padre es soporte. E l padre no es ese Yo Ideal, el padre real simplemente actúa como un soporte, de la misma manera que el que está adentro de un uniforme es soporte de una determinada investidura. ¿Qué significa: se presentará bajo la máscara? La idea es la del teatro griego donde una persona —el actor— revistiéndose con determinada máscara pasa a ocupar el tugar del personaje; lo permanente es el personaje, mientras el sujeto que ocupa ese personaje es contingente, es simplemente el soporte de una determinada función. Ahora lo que nos podemos preguntar es: ¿pero acaso el Y o Ideal no se presenta también bajo'la forma de determinados rasgos que hacen que aquél que los posea lo sea, sea el Y o Ideal? ¿Acaso no es un elemen­ to particular inclusive material, visible, una marca lo que constituyen los bucles, el color de los ojos, o cualquier otra característica que sirve para convertir a un chico en el falo de la madre y por lo tanto en el Y o Ideal? ¿Cuál es entonces la diferencia entre un rasgo que va a producir la imagen del Y o Ideal y el rasgo cuya identificación va a pro­ ducir el Ideal del Y o ? , porque en ambos casos son rasgos ios que son to­ mados para que alguien sea el Yo Ideal y el Ideal del Yo. La diferencia no eitá^sirnplemente en que uno —el Yo Ideal— sería una imagen total, porriúe sttynpre es un rasgo particular el que convierte a alguien en un Y o Ideal. Un intento de respuesta para diferenciar entre los -íipos de rasgos cuya identificación dará lugar al Y o Ideal o al Ideal del Y o sería decir que la diferencia radica en el tipo de rasgo, en su naturaleza; si es del orden de lo sexual, de marcar la diferencia anatómica de los sexos ese rasgo sería por esencia algo que va a constituir el ideal del Y o . En ese sentido uno podría leer —bajo esta perspectiva— la cita de Lacan cuando habla del Ideal del Yo como lo que "está orientado hacia lo que en el deseo del sujeto representa un papel tipificante,

el hecho de asumir la mascuHnidad o la fem inidad", y se podría pensar que aquellos rasgos que hacen asumir la masculinidad o ia feminidad son por su esencia, por sus características, por su temática, por su contenido, ¡o que define al Ideal del Y o , y se diferencia de otros rasgos que serían Y o ideal, como por ejemplo !a fuerza, la belleza, la inteligencia, ate. Pero ésto no fs así. De igual modo que la diferencia entre lo imaginario y lo simbólico no dependa de la naturaleza en s í del elemento en cuestión, sino dei tipo de articulación con ios otros ele­ mentos. De la misma manera un elemento —pongamos por ejemplo la conducta sexual hacia la mujer en al hombre— podrá servir para que esa individuo se identifique al Yo ideal, o por el contrario ser una insignia de que pertenece a la ciase de los hombres y no de las mujeres, por lo tanto constituir un ideal del Y o . Veamos uno y otro caso. Si su con­ ducta sexual hapia las majares lo hace sentir que él es el supermacho, ie produce la safisfgeción narcisista de sentirse perfecto, si gracias a s$a conducta se ve como ia imagen dei hombre por antonomasia, si $e siente ser el falo, entonces esa conducta en particular, ase rasgo, seré sí rasgo distintivo de! Y o Ideal. 8¡ por el contrario su conducta sexual hacia la mujer rasura de que al ubicarse él como hombre y al ser lo propio de éste el actuar de esa manera él termina identificándose con esa conducta, que es la de su sexo por pertenecer a la clase da los hombre^ ese elemento será parte dei Ideal del Y o . O sea por ser un miembro 4a ase conjunto y no él el conjunto en sí mismo, su conducta sexual será una consecuencia y una insignia de su pertenencia. Como consecuencia de tener esa insignia —la conducta sexual— él pasará a constituir un miembro más de la cíase de los hombres. Es la diferencia entre tener el falo y serlo. Por aso Lacan dice en "L a s formaciones de! inconsciente" (pág. 103} que ál ideal del Y o está orientado hacia lo que en si deseo del sujeto representa un papel tipificante, el hecho de asumir la masculinidad o la feminidad. ¿Qué quiere decir tipificante? Esta es la palabra central en la cita. Tipificar algo significa ubicar dentro de un tipo, es decir en un conjunto. Significa clasificar como perteneciente a una ciase de objetos, en este caso Ja de Sos hombres o la de las mujeres. Por lo tanto ¿I ideal dei Yo está orientado hacia lo que en el deseo dei sujeto representa un papel tipificante, o sea es ia insignia que ie permite que el sujeto poseyéndolo quede tipificado como siendo hombre, como per­ teneciendo a ia ciase de los hombres. De modo qus se el Yo ¡daal pero m tiene un rasgo, que a modo de insignia, de galorses, lo ubican

como perteneciendo a un grupo; esta eoroteiación de rasgos-es ei ideal det Yo. Tercero, derivado de lo anterior, se desprenden dos consecuencias que se producen en ei tercer tiempo del Edipo: a) la aceptación de la ley. A l aceptar la ley, la ley que se acepta por antonomasia es la ley del incesto, que no sólo prohíbe la relación sexual con ia madre sino que la posibilita con otras mujeres. Por eso tacan dice que en el tercer tiempo el padre aparece como permisivo y donador, o sea que el padre posibilita. Mientras que aparecía como prohibidor y terrible en el se­ gundo tiempo, en el tercer tiempo realizada la castración simbólica la ley es "no te acostarás con tu madre pero sí con cualquier otra m ujer". El padre aparece como aquél que otorga ei derecho a ¡a sexualidad y como consecuencia se produce la asunción de ia identidad de ser sexuado, identidad acorde con la naturaleza anatómica de cada uno. Fíjense que hay que asumir la identidad sexual acorde con la natura­ leza anatómica de cada uno. Por eso se habla de una normativización del Edipo, no de una normalización dei Edipo. Lá palabra a io que quiere hacer referencia es a que trata de que el sujeto entre en una nor­ ma, en una ley, se inscribe, en ei tfercer tiempo del Edipo, en una de­ terminada norma de regulación de loá intercambios sexuales. Lo central de todo ésto es que Ib, identidad no es algo que derive de por sí, de la observación de la propia anatomía, fino que se llega a ser aquéllo que se es. O sea lo que trata de plantear ei Edipo lacaniano es que a través de la evolución deí Edipo se llega a tener como identidad sexual aquéllo que anltómicamente se es. Entonces la normativización es la inscripción del sujeto en una norma de ia cultura. Ahora bien, lo anterior daría para discutir muchos aspectos poco claros y otros cuestionables. Sería útil fetrabajar en las reuniones de las comisiones, la idea de que el Edipo lacaniano no es una simple retraducción a otro léngüaje del Edipo freudiano; el Edipo lacaniano se puede decir —utilizando la expresión de Lacan— que es una metáfora del freudiano, en el sentido de que es una sustitución de algo con una producción de nuevas significaciones, se crea sentido. Lo que resultaría interesante discutir es qué es lo que se conserva y qué es io que se crea, que previamente no estaba incluido en el Edipo freudiano. Acá tenemos nuevamente todo el concepto de derivación que nosotros habíamos introducido para hablar del falo cuando dijimos que el falo lacaniano era una derivación dei concepto de falo freudiano pero que al mismo tiempo sé creaba algo nuevo que no estaba incluido. Recuerden que

habíamos hecho la observación de que por un lado la derivación impli­ caba un beneficio en el sentido de que era producción de conocimiento, pero que por otro lado al conservar la misma denominación para la teoría derivada que para la teoría origina! se prestaba a la confusión. El últim o aspecto que me gustaría plantear hoy es si el Edipo lacaniano es o no una estructura que deba entenderse como dando cuenta genéticamente de la evolución de! chico. En Lacan los tiempos del Edipo aparecen planteados por un lado co­ mo describiendo en su sucesión la evolución que sufre el chico, como si éste fuera pasando de una etapa a otra en el curso de un desarrollo. Pese a los reclamos de la escuela lacaniana y a su indudable esfuerzo en desprenderse de todo enfoque genético—evolutivo, de los textos lacanianos se desprenden citas, como aquélla en que Lacan dice "que para cuando el chico hace ia experiencia de que a su m adre..." que dejan deslizar una diacronía concreta, correlacionada con determinados pro­ gresos evolutivos, inclusive fechables (por ejemplo la fase del espejo entre los seis y los dieciocho meses). Creemos que ei Edipo lacaniano merece reservas si se lo pretendiera ver como una sucesión de etapas a cumplir por el chico. Más aún, la psicología evolutiva requiere de estudios especializados y no se so­ lucionan con interpolaciones a partir del adulto. Se plantea aquí una situación bastante sim ilar a ia que encontramos en la teoría kleiniana de las posiciones. Uno puede tomar la descripción de la posición esquizoparanoide y de !a posición depresiva como dando cuenta de la evolución dei lactante en el primer año de vida, y ésto parece bastante objetable; pero uno ¡a puede tomar como haciendo una descripción estructural de determinadas constelaciones, más allá de que eso ocurra o no a nivel de tai o cual período, y como algo que sirve para caracteri­ zar a determinada configuración de ansiedades, de relaciones de objeto, de defensas, etc. Creemos que éste es el caso con el Edipo lacaniano. Puede ser bas­ tante objetable el tratar de darle un carácter de validez genética y sumirnos en contradicciones sin salida, y sin embargo nos puede pro­ veer —en cambio— de un valioso instrumento que permita describir de­ terminadas configuraciones intersubjetivas en relación a la ley, al narci­ sismo, la ubicación del deseo, es decir todos esos articuladores teóricos que hemos estado trabajando. Otra cuestión sobre la cual quisiéramos alertar es sobre el in­ tento lacaniano de correlacionar los diferentes tiempos del Edipo

con los cuadros psicopatológicos. Se dice ya como una especie de dictamen que la forciusión del Nombre—dei —Padre es la causa de la psicosis, etc., etc. Creemos que la relación entre la descripción lacaniana del Edipo y ios cuadros psicopatológicos es no sóio trochísim o más compleja y menos resuelto que lo que aparece en los trabajó* lacanianos, sino que éstos padecen a nuestro juicio de un error básico de enfoque, aún cuando la aseveración pueda parecer poco cauta. Para ser- más cia­ ros: no es que pensemos que io que falta es desarrollar, trabajar, pro­ fundizar la correlación entre el Edipo lacaniano y los cuaóroé psicopato­ lógicos sino que dudamos que a partir del primero se puedan justificar los segundos. Los cuadros psicopatológicos son estructuras fcomplejas, aún no definidas en cuanto a la articulación de sus elementos. Pro­ vienen de un agrupamiento descriptivo, agrupamiento de síntomas cuya lógica interna es débil. De acuerdo a ios articuladores teóricos que se empleen se podrían inclusive reagrupar los síntomas de manera diferen­ te, formando otras unidades diagnósticas. Es una recaída en el empiris­ mo más elemental el pensar que se puede aceptar la nosología de las unidades tal como nos la presenta la psiquiatría dejándolas tal cual y que la función de nosotros, analistas, sería ia de explicar 1a causa de esas unidades. Un paso previo es el de ver si desde los articulados teóricos del Psicoanálisis forman en verdad esas unidades o si por el contrario es necesario redefinirlos desdé aquéllos. En este sentido nos parece una empresa epistemológicamente mejor orientada tomar el Edipo lacaniano —los artiduladores teóricos que en él co n flu ye n - y tratar de delimitar entidades que se caracterizan, por ia ubicación frente a ia ley, al narci­ sismo, a la castración, a la identificación especular, etc.

E i. FETIC H IS M O (Introducción)

El fetichismo constituye una oportunidad excepcional para examinar una serie de problemas centrales dé ¡a teoría psicoanal ítica que trascien­ den ia importancia de esta perversión. Iremos indicándolos a medida que progresemos en el tratamiento del tema. E n "Tres ensayos para una teoría sexual" Freud diferencia entre condición fetichista y fetichismo. Ésta distinción nos servirá de guía para una serie de reflexiones. La condición fetichista es el irequisíto que debe cumplir ei objeto sexual a fin de que tenga ese carácter para ei sujeto, para que pueda devenir en objeto de su deseo. Esto nos señala ya que el objeto sexual no lo es de por sí, por su simple naturaleza, si­ no en la medida en que posea determinados atributos que sean significa­ tivos para ese individuo en particular. Se trata entonces de examinar cuáles son las circunstancias, pero sobre todo los mecanismos que con­ ducen a que un rasgo se convierta en condición del amor (recuérdese el Hombre de los Lobos y su fijación al trasero de la mujer). Por otra parte no es casual que en ese mismo texto, en que Freud habla de la condición fetichista, recuerde a Binet, quien ya en 1887 ha­ bía sostenido que: "todo el mundo es más o menos fetichista en el amor, y que hay una dosis constante de fetichismo en el amor más nor­ m al". * Tenemos entonces que en la "condición fetichista" —que está á mi­ tad de camino entre el amor normal y el fetichismo— se conserva lo que Freud llama ei fin sexual normal: "el acopiamiento de ios genitales en el acto conocido como copulación" **. E l hecho a explicar aquí es cómo sobre un atributo no esencial al acto mismo de la copulación pue­ de recaer ia sobrevaloración que sería propia del objeto sexual. Freud Tomado b partir éa J.B . Pontai ís, en su trabajo da presentación ai número sobre Objetos daf Fetichismo, Gallimard, 1970. * * "T ras Ensayos para una teoría sexual", St. Ed„ pág. 149.



dice, en ese mismo trabajo: " . . . e! punto de contacto (del fetichismo) con lo normal está provisto por la esencial sobrevaloración psicológica del objeto sexual que inevitablemente se extiende a todo lo que está asociado con é l" *. Con lo de inevitablemente está indicando que no se trata de algo ocasional, sino que es una forma esencia! del funcionamien­ to psíquico: el fenómeno del desplazamiento, del valor o del interés que se produce con todo lo que asociativamente esté ligado con aquéllo que es significativo para ei sujeto, desplazamiento que no se produce sola­ mente con el objeto de deseo sino también con lo displacentero, como el caso de las fobias lo ilustra suficientemente. Pero el punto a destacar en el caso de la "condición fetichista" o del amor normal es que el desplazamiento no tiene un carácter defen­ sivo: no por ser estimulante el rasgo que ha devenido en "condición" el sujeto deja dé ser estimulado por el genital. El fin sexual normal se con­ serva, 1$ copulación no es evitada. Por algo Freud utiliza la expresión "se extiende", es decir utiliza un término que tiene la connotación de que algo, sin abandonar su posición anterior, abarca nuevas áreas.** Es que el desplazamiento en Freud no sólo es un fenómeno al servicio de la defensa sino algo que caracteriza al funcionamiento psíquico, tanto al Proceso Primario —en que hay libre desplazamiento de cargas— como al Proceso Secundario en que el desplazamiento es de pequeñas cargas, pero desplazamiento al fin. A diferencia de este tipo de desplazamiento, en el caso del fetichismo se produce un fenómeno m uy singular: "el fetiche se separa de una per­ sona en particular y deviene el sólo objeto sexual" ***. El fetiche está entonces en una relación inversa con respecto al genital: si uno es esti­ mulante entonces no el otro. E l fetiche es excitante, sóbrevalorado, en reemplazo del genital. * "Tres ensayos para una teoría sexual” , St. Ed., pág. 154 * * No se puede manos de ha car notar ia similitud que existe entre este tipo de desplazamiento no defensivo, en que ai afecto que "produce una idea puede ser causado por otra con ella asociada y el fen&meno del condicionamiento pavloviano: la campana que por contigüidad temporal produce el efecto de la comida. También similitud con lo que en la Teoría del Aprendizaje se llama “ generalización dei estim ulo". Esta similitud no es casual tino que deriva de ia Psicología Asociaciónista en ia que evidentemente abrevaron tanto Freud co­ mo Pavlov. * * * "Tres Ensayos", St. Ed., p¿$. 154.

Que el genital pase a ser indiferente para la conciencia del sujeto, o que le inspire horror como plantea Freud no es lo esencial, sino que sea sustituido. La noción de sustituto que aparece así en juego en el caso di*i fetiche lejos de ser privativa de esta anomalía, es capital en toda : la Psícopatología freudiana: el síntoma histérico es sustituto de otra cosa que permanece por fuera de la conciencia, igual con la fobia, con; la obsesión, con el recuerdo encubridor, con el contenido manifiesto del sueño en vez del contenido latente. En todos estos casos e! sustituto permite que algo no sea sabido por el sujeto: función defensiva de desconocimiento. Pero volvamos ahora al fetichismo' trá’t la digresión que intentaba señala^ que su conceptualización es en la obra freudiana el resultado de la aplicación de un modelo psicopatológico básico. El fetiche aparece ya en "Tres Ensayos" cumpliendo la finalidad de evitar el desarrollo de angustia. Aún cuando no está desarrollado el concepto de castración Freud dice, en la nota agregada en 1915: " E l Psicoanálisis ha demostra­ do que el fenómeno puede ser también accidentalmente determinado por la ocurrencia de una temprana disuación de la actividad sexual debi­ da al temor, que puede apartar al sujeto del fin sexual normal y alentar­ lo a buscar un sustituto para el mismo". Pero la evitación del desarrollo de angustia mediante el uso del fetiche no es totalmente equiparable a la evitación fóbica, como por ejemplo el adolescente que se masturba por temor a iniciar el contacto con el obje­ to sexual, pero que lo hace con la conservación de la imagen y del deseo de ese. objeto sexual. La foto del desnudo que puede actuar como estí­ mulo en la masturbación, aún cuando se la disponga a total voluntad (control omnipotente), como también sucede con el fetiche, se diferen­ cia sin embargo claramente de éste: el fetichista ha hecho una modifica­ ción en el objeto de su deseo, gracias a que algo está sobrevalorado, el genital deja de estarlo. * Para aclarar más aún el carácter defensivo del fetiche vayamos ahora *

Esto nos está ya indicando que posa a que el control -omnipotente es un elemento en la constitución del objeto fetiche no es definitorio. Ya volveremos m is adelanta sobre ei problema de la articulación de condiciones necesarias para la producción d » una estructura psicopatológica. Aquí, simplemente, queríamos destacar una vez más que un rasgo de una estructura psicopatológica, por más prominente que aparezca en ésta, no te lo pueda considerar especí­ fico en su génesis si también existe en otras;

sí artículo def "Fetichism o" de 1927. En él Freud propone la tesis de que el fetiche es el sustituto del pene de la madre. Dejemos de lado ahora la adhesión o no que debamos prestar a este enunciado. En ese artículo el propósito del fetiche es permitir !a renegación de la cas­ tración, es la prueba de triunfo sobre ella (así como su afirmación). El fetiche, sustituto del pene materno -p o r contigüidad témporo—espacia! o por analogía— permite seguir creyendo que aqué! existe y por lo tanto que la castración no es una eventualidad que pueda ocurrirle ai sujeto. Veamos un poco más en detalle una de las posibilidades que Freud entrevee como capaz de contribuir a la constitución dei objeto fetiche: el chico espiando desde abajo el genital femenino en el momento en que la mujer se desnuda elige como fetiche a! pie, ia ropa interior, o ef vello pubiano, porque ahí se "cristaliza" el último momento en que la mujer podía ser considerada como fálica. Se ha producido entonces un despla­ zamiento del falo prejuzgado como existente hacia algo que está conti­ guo témporo—espacialmente. Pero el desplazamiento no es en s í lo que crea el fetiche, sólo relaciona el falo con lo contiguo. Se requerirá por lo menos una operación adicional para que lo contiguo devenga en fetiche: el mecanismo de la renegación. Comparemos ésto con lo que pasa en e! recuerdo encubridor: el des­ plazamiento posibilita la relación entre aquéllo que tiene carácter trau­ mático y aquéllo que quedará en la conciencia como recuerdo encubri­ dor. Pero si hubiera sólo desplazamiento se recordaría tanto al suceso traumático como aquel acontecimiento que por antecederle o sucederle pasa a cargarse del mismo valor psíquico. En el recuerdo encubridor se olvida, se reprime —en el sentido restringido del término— uno de los elementos, el que de por s í tiene carácter traumático, y el cargado por desplazamiento es el que queda en la conciencia*. Si tiene algún sentido mantener la diferencia entre renegación y represión, entonces el despla­ zamiento no es de por sí defensivo, sino en la medida en que se articula con otros mecanismos. ** *

Este cumple el papel de contracetexis con respecto al suceso reprimido, m & acepción que tiene contracetexis en el artículo cobra ia represión.

* * Otra opción sería por supuesto llamar desplazamiento a Sa articulación entre el fenómeno de te extensión y el proceso defensivo m omo, pero como i o* proce­ sos defensivos serían distintos —represión, renegación, efe.—, habría que postu­ lar entonces diferentes tipos de desplazamiento. No noa paraca ofracar ninguna ventaja el englobar bajo un término a estructuras complejas que tienen eompo-

Pero sería un error el ver que el carácter defensivo del sustituto con­ siste solamente en que mantiene algo por fuera de la conciencia. Si sim­ plemente se excluyera el conocimiento de la castración de la conciencia, pero ésta quedase afirmada en el inconsciente, el sujeto tendría angustia aunque no supiera por qué. Sería la angustia sin objeto, angustia flo­ tante, que terminaría al fin uniéndose a un objeto en la conciencia para convertirse en miedo, tal cpmo lo plantea Freud en "Inhibición, síntoma y angustia". El objeto al que se uniría cum pliría el mismo papel que en ia racionalización ejerce ei argumento racionalizador que permite ju stifi­ car un existente. En ia constitución del fetiche interviene además del ocultamiento a la conciencia la realización de deseos, como Freud se preocupara insis­ tentemente en mostrar su participación tanto en los fenómenos norma­ les como patológicos. Para ir viendo este segundo factor comencemos por el sueño.' Si el contenido manifiesto fuera simplemente el resultado del ocultamiento a la conciencia de un contenido penoso reprimido, si sólo se tratase de un efecto de la censura, habría una angustia que apa­ recería como inapropiada para el contenido manifiesto pero cuya exis­ tencia estaría asegurada por el significado de los pensamientos latentes del sueño. En el sueño hay además un verdadero trabajo de transforma­ ción de la condición angustiante que constituye su motor, transforma­ ción efectuada por la realización de deseos. * En el sueño algo es transformado, modificado con respecto a una primera condición displa­ centera. Se contrarresta el displacer con un contenido a través de darse como realizado el deseo. Tomemos el sueño de la inyección de Irm a, inclusive en el nivel preconsciente en el que transcurre el análisis que m iM

que n diferencian entre tí, y que por lo tanto luego obligan a una

clasificad6n también diferencial de esas estructuras. *

De paso digamos que en alguna oportunidad se intentó crear una falsa oposi­ ción entra la tests de que el sueffo es una realización de dáseos y la de que constituye ia elaboración de una situación traumática. En Freud el deseo surge a punir de un astado de tansión y cuando ei deseo se realiza as precisamente en ia anulación d» esa tensión. Por lo tanto realización de dáseos y elaboración ds la situación traumática constituyen dos formas de expresar lo mismo: la superación dei «crem ento de tansión psíquica. Recuérdese ti respecto que Freud define en ai cap. Vil la realización de deseos como ei movimiento que va del polo de! displacer al del placer. (Por ej. d s la “ tensión de oo casd ad " a la “ experiencia da satisfacción**}.

Freud hace de él. Si en lo único en que consistiría el sueño sería en no dejar saber a la conciencia que Freud se siente afectado en su narcisismo por las imputaciones que supone le hizo su amigo Otto, o si lo ocultado a la conciencia fuera su culpabilidad por la imprudencia profesional en el empleo de la cocaína, entonces el contenido manifiesto se lim itaría a no tener incluidos esos temas, a no saber nada de ellos. Pero si Freud concluye su análisis diciendo que el sueño nos muestra un deseo realiza­ do, es porque en él se ha producido algo que va más allá de la mera ausencia, del ocultamiento. Otto es el culpable, el irresponsable, no Freud. El deseo realizado implica esa transformación. Y aún más, si apelamos a ia bella interpretación que hace Erikson dei sueño de Freud * éste realiza el deseo de poseer sexualmente a Irma. Lo digno a ser reteni­ do aquí es que la realización de este deseo sexual es totalmente in­ consciente, reprimido,' para Freud, como lo corrobora el hecho de que se escape a su propio autoanálisis, quedando indicada la labor de la cen­ sura en la alusión a que en determinados puntos no desea continuar el análisis. En " L a interpretación de los sueños" realización de deseos y oculta­ miento por la censura están articulados. Se realiza un deseo, pero como éste es rechazado por "las tendencias dominantes en la vida anímica del sujeto" la conciencia no debe entecarse de aquéllo. El ocultamiento sur­ ge para desconocer ei deseo no aceptado, evitando así la producción.de angustia que implicaría su percatación. Pero que la realización de deseos y ocultamiento a ia conciencia estén articulados, no nos debe hacer con­ fundir sobre los alcances de una y otra: en el caso del ocultamiento la única angustia que se evita es la que surge por el conocimiento conscien­ te; la realización de deseos, en cambio, es capaz de transformar el signifi­ cado inconsciente de una situación. En este sentido la realización de deseos constituye una modificación de la economía psíquica, yaque es capaz de intervénir en la supresión del desarrollo de angustia. Ei oculta­ miento defensivo, lo más que puede hacer es que la conciencia desco­ nozca la representación que ocasiona el desarrollo de angustia, es decir en él caso de que se percate de la existencia de la angustia no sepa a qué adscribírsela. ** •

"Pskjuiatría Pticoanailtica" de H.P. Knight, Cap. "P sica m a litit da lo* sueño*”,

de Erikson, sd/Hormé. ** Oaem o» qua mi la discusión acarea da si los afectos son únicaroants consejan­

tes o también puedan existir como ¡neorucian tas sa podría colocar la discusión

Volvamos ahora al caso del fetichismo. S í en éste el fenómeno se circunscribiera a excluir, de la conciencia el conocimiento de que la ausencia de pene en la mujer —que sí acepta en la conciencia *—, es el resultado de la castración, y que él por lo t^nto está expuesto a ella, se encontraría en la siguiente situación: en la conciencia los hombres tienen pene —él incluido—, las mujeres no. Corpo ideas reprimidas, en cambio: la falta de pene en la mujer indica q|ue la ¡castración es una amenaza que pende sobre él. Este saber inconsciente lo tendría constan­ temente en un estado de angustia flotante, angustia sin objeto conocido. Pero en el fetichista ha tenido lugar además de la defensa frentf al saber consciente una verdadera transformación: mediante la ecuación fe­ tiche = falo, ecuación inconsciente, se afirma en el inconsciente que la madre tiene falo, que la castración no existe. Esto permite "renegar" —verieugnung— de la castración. Pero, ¿dónde es la renegación? : en el inconsciente. Si la ecuación fetiche = falo es inconsciente, resulta obvio entonces que la creencia que hay falo es en el inconsciente reprimido. A l que "se engaña" no es a la conqiencia, ya que en ella sí se reconoce que la mujer no tiene pene. Lo anterior plantea algo muy singular: la renegación de la castración** tal como aparece descripta en el caso particular del fetichismo, se pro­ duce en el inconsciente. La escisión no es entre el Consciente y el In­ consciente. Basta como evidencia de ello el siguiente párrafo del artícu­ lo del Fetichismo: "en muy sutiles ejemplos tanto la renegación como la afirmación de la castración han intervenido en la constitución del fetiche en sí mismo. Este era el caso de un hombre cuyo fetiche era un suspensor anatómico que podía ser usado como pantaloncito de baño. Este trozo de vestimenta cubría enteramente los genitales y ocultaba la distinción entre ellos. El análisis mostró que significaba que las mujeres estaban castradas y no lo estaban". Es decir el fetiche tenía un doble significado inconsciente: renegaba y afirmaba la castración, la escisión