Historias De Un Encuentro

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Sociedad de Misiones Africanas

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Historias de un encuentro

P r i m e r a edición: octubre 2010 © Paco Bautista Rodríguez EDITA:

Sociedad de Misiones Africanas C/ Asura, 34 (28043) Madrid Tlf.: 91 300 00 41 email: [email protected] www.misionesafricanas.org D I S E Ñ O Y MAQUETACIÓN:

Tarma, estudio gráfico IMPRIME:

Alsur, S.C.A. ISBN: 978-84-936077-3-9 DEP. LEGAL: GR-3.974/2010 Impreso en España

Las presentes páginas pretenden ser un sentido homenaje al primero de los españoles que llegó a Dahomey (actual República de Benin) en la costa occidental de África, Francisco Fernández Rodríguez. Nació el 20 de marzo de 1825, en el barrio de Ral, de la parroquia Santiago de Castillones, en el municipio de Pantón, de la diócesis y provincia de Lugo. El 5 de marzo de 1851 fue ordenado sacerdote por Monseñor Santiago Gil, en su diócesis natal. Ingresó en la SMA* de Lyon en marzo de 1860. El padre Francisco Fernández fue elegido por el padre Planque, Superior de la SMA, junto con el italiano Francisco Borghero y el francés Edde, para fundar la Misión de Dahomey. El Superior vio siempre en Fernández "un hombre lleno de celo". La expedición llegó a las playas de Ouidah (Dahomey) el 18 de abril de 1861 e instalaron la nueva misión en el fuerte portugués, que aún se conserva en buen estado. El tercero de los compañeros, el malogrado Edde, había muerto en alta mar y le dieron sepultura junto a la tumba del fundador, Marión de Bresillac, que reposaba en Freetwon (Sierra Leona). * Sociedad de Misiones Africanas

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Desde los comienzos de su estancia en suelo africano la salud del padre Fernández se mostró precaria con frecuentes crisis de fiebre y dolores estomacales. No obstante, empleó todas sus fuerzas en la educación de los niños y en el cuidado, más que maternal, de cuantos enfermos se acercaban a él. Esto le valió la admiración y el aprecio de la gente del lugar. En el fuerte portugués, Borghero y él habían fundado un colegio para los niños más pobres y un dispensario médico. La salud del padre Fernández fue empeorando paulatinamente y en abril de 1863 se agravó de manera alarmante. Falleció el 3 de noviembre, a la edad de 43 años, con "los más vivos sentimientos de fe y de piedad". Sus restos fueron inhumados en el fuerte portugués, donde se le puede visitar en la actualidad. Francisco Fernández Rodríguez fue el primer misionero SMA que murió en tierra africana. La semilla sembrada por su cuerpo y su entrega no han sido en vano. El Distrito español de la SMA le rinde un merecido homenaje con motivo de los 150 años de su llegada a suelo africano, y le dedica las páginas de este relato en las que su espíritu, sobre todo cuando cuidaba a los enfermos y se ocupaba de los más desamparados, está muy presente entre nosotros. PACO BAUTISTA RODRÍGUEZ, SMA

PRÓLOGO

Estimado lector: para facilitar la lectura de la obra quiero dar unas pinceladas a modo de introducción para explicar el porqué de la novela y el contexto en el que ésta se fue gestando. El objetivo es bien sencillo: mostrar el pasado y el presente de la Sociedad de Misiones Africanas a aquellas personas que no conocen quiénes somos ni el trabajo que realizamos. Para este fin he compuesto un relato en dos partes. Me inspiro en la primera expedición misionera que llega a Benin, entonces llamado Dahomey, en abril de 1861 compuesta por un italiano, Francisco Borghero, y un español de Lugo, Francisco Fernández. En su primera parte la novela intenta recrear lo que estos personajes vivieron, dialogando con la cultura local, descubriendo sus costumbres y presentándoles el Evangelio. La escolarización de los niños, el cuidado de los enfermos y la visita a Glelé (el rey del pueblo que los acogía) son algunas de las actividades que marcaron sus vidas y animaron su entrega. En la segunda parte presento la actividad que realizamos en el norte de Benin. Es un trabajo de primera evangelización de pequeñas comunidades que van surgiendo acá y allá, interesadas en la palabra de Jesús, y a las cuales, con entusiasmo y sin escatimar esfuerzos, les dedicamos nuestra vida.

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Esta idea surge tras la lectura de "El cuadrante", libro del teólogo gaditano José Luis Sicre, quien presenta de forma novelada los evangelios para acercarlos al gran público. Lo hace de una manera tan pedagógica y amena que en mí surgió la pregunta de si sería capaz de servirme de su metodología para presentar la SMA a las personas que la desconocen por completo. Espero haberlo conseguido. A tu juicio, estimado lector, confío el veredicto. La novela fue escrita en Motril, en la terraza de la cafetería El Morgana. Allí, papel y bolígrafo en mano, como un bohemio, fui desgranando uno a uno todos los capítulos que luego pasaba al ordenador cuando llegaba a casa. La hice mientras acompañaba a mi madre en el último año de su vida, un año marcado por el cáncer que terminó con sus días pese a la batalla que con una enorme dignidad supo presentarle. Esta novela la inicié en una lluviosa tarde del 9 de abril de 2008, y la terminé el 19 de junio del mismo año, justo dos días antes de qué mi madre falleciese. Algo me impulsaba a escribir y escribir casi de forma compulsiva, y lo hacía intuyendo el inminente final, que, a la postre, se precipitó de manera inesperada. Quería terminar la novela con ella en vida. Y así fue. A Dios agradezco aquel azar, aquella coincidencia o tal vez el designio misterioso que lo hizo posible. A mi madre Encarnación, como no podía ser de otra manera, le dedico, el conjunto de las páginas que siguen. Ella está detrás de cada párrafo de manera sigilosa y discreta, velando por su hijo, pese a lo doloroso de su enfermedad, para que éste sea capaz de sacar lo mejor que lleva dentro y dejarlo en un papel. El 21 de junio Encarnación nos dejaba, en el décimo aniversario de mi ordenación sacerdotal. Este es el contexto espiritual y humano que está como telón de fondo en la presente obra. Ojalá estas páginas te ayuden a descubrir la SMA o, al menos, a acercarte, aunque sea un poco, a nuestra herencia, de la 8

que nos sentimos orgullosos, y a nuestros proyectos, que nos configuran cristiana y humanamente en el servicio a los más pobres del continente africano. Te dejo ya con el relato. Adéntrate con la mirada limpia y el corazón inquieto. Déjate llevar por las emociones y aprende cuanto puedas. Ellos, los más olvidados del planeta, sin ser como nosotros, pues pertenecen a otro continente, a otras culturas, pueden aportarnos valores más valiosos de lo que pensamos. Si disfrutas al leer la novela tanto como yo al escribirla, habrá valido la pena. Seguro que al final te surge una de las palabras más humana y más hermosa: GRACIAS. PACO BAUTISTA, SMA M A D R I D 2 7 DE ENERO DE 2 0 1 O

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PARTE PRIMERA

Por fin estaba en el avión rumbo a Cotonou. El viaje MadridParís transcurrió con total normalidad, aunque en el aeropuerto francés tuvo que soportar los controles rutinarios de seguridad que tantas molestias causaban a la mayoría de los pasajeros. Se había levantado a las cinco y media de la mañana. A las seis ya estaba en el aeropuerto de Barajas para facturar el equipaje. Lo condujo un compañero, y un matrimonio amigo se pegó el madrugón para decirle adiós. También estaban la madre y la hermana de Carlos. No era la primera vez, pero siempre resultaba difícil despedirse de la familia, especialmente de la madre. No los volvería a ver en dos o tres años, cuando llegasen las nuevas vacaciones. Ahora estaba confortablemente instalado en su asiento. Tenía por delante seis horas de vuelo y, como siempre, solía emplearlas en la lectura, pues lo relajaba y le hacía olvidar el respeto, por no decir miedo, que le producían los aviones. Abrió una carpeta y se dispuso a leer las memorias de uno de los primeros misioneros que llegaron a Benin, en aquella época Dahomey. El misionero vivió en la segunda mitad del siglo diecinueve. La coincidencia de que ambos tuviesen el mismo "