Hispania en el siglo II d.C.: Circulación y perduración de la moneda 9781407309101, 9781407338910

This research deals with the coin circulation in Hispania in the 2nd century AD, and is based on the numismatic findings

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Hispania en el siglo II d.C.: Circulación y perduración de la moneda
 9781407309101, 9781407338910

Table of contents :
00.00. Portada.pdf
00.01.Índice.pdf
00.02. Prólogo.pdf
00.03. Abstract.pdf
00.03. Introducción.pdf
01. Levante.pdf
02. Valle del Ebro.pdf
03. Vertiente Cantábrica.pdf
04. Meseta Norte.pdf
05. Meseta Sur.pdf
06. Valle del Guadalquivir.pdf
06. Valle del Guadalquivir.2.pdf
06. Valle del Guadalquivir.3.pdf
07. Fachada Atlántica.pdf
08. CONCLUSIONES.pdf
Anexo. Cronología.pdf
Bibliografía.pdf
Indice 1. Figuras.pdf
Indice 2. Índices Analíticos.pdf
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ÍNDICE
PRÓLOGO
ABSTRACT HISPANIA IN 2ND CENTURY AD: THE CIRCULATION AND PERMANENCE OF THE COINS
INTRODUCCIÓN REFLEXIONES EN TORNO AL MÉTODO, ANTECEDENTES Y MARCO DE LA INVESTIGACIÓN
CAPÍTULO 1 EL LEVANTE PENINSULAR
CAPÍTULO 2 EL VALLE DEL EBRO
CAPÍTULO 3 EL NORTE PENINSULAR. LA VERTIENTE CANTÁBRICA
CAPÍTULO 4 LA MESETA NORTE PENINSULAR. LA CUENCA DEL DUERO
CAPÍTULO 5 LA MESETA SUR PENINSULAR
CAPÍTULO 6 EL VALLE DEL GUADALQUIVIR Y LA COSTA ANDALUZA
CAPÍTULO 7 LA FACHADA ATLÁNTICA
REFLEXIONES FINALES EL FENÓMENO MONETARIO EN LA HISPANIA DEL SIGLO II D.C.
ANEXO CRONOLOGÍA
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE FIGURAS, TABLAS Y GRÁFICOS
ÍNDICES ANALÍTICOS

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BAR S2327 2012

Hispania en el siglo II d.C. Circulación y perduración de la moneda

ARIAS FERRER

Laura Arias Ferrer

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.

B A R

BAR International Series 2327 2012

Hispania en el siglo II d.C. Circulación y perduración de la moneda

Laura Arias Ferrer

BAR International Series 2327 2012

Published in 2016 by BAR Publishing, Oxford BAR International Series 2327 Hispania en el siglo II d.C. © L Arias Ferrer and the Publisher 2012 The author's moral rights under the 1988 UK Copyright, Designs and Patents Act are hereby expressly asserted. All rights reserved. No part of this work may be copied, reproduced, stored, sold, distributed, scanned, saved in any form of digital format or transmitted in any form digitally, without the written permission of the Publisher.

ISBN 9781407309101 paperback ISBN 9781407338910 e-format DOI https://doi.org/10.30861/9781407309101 A catalogue record for this book is available from the British Library

BAR Publishing is the trading name of British Archaeological Reports (Oxford) Ltd. British Archaeological Reports was first incorporated in 1974 to publish the BAR Series, International and British. In 1992 Hadrian Books Ltd became part of the BAR group. This volume was originally published by Archaeopress in conjunction with British Archaeological Reports (Oxford) Ltd / Hadrian Books Ltd, the Series principal publisher, in 2012. This present volume is published by BAR Publishing, 2016.

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ÍNDICE

PRÓLOGO

V

ABSTRACT. Hispania in 2nd Century AD: the Circulation and Permanance of the Coins

IX

INTRODUCCIÓN. Reflexiones en torno al método, antecedentes y marco de la Investigación

1

1. Metodología de la Investigación La selección del material numismático utilizado La problemática de la Investigación 2. Historia de la Investigación Los estudios sobre circulación monetaria en Occidente Los estudios sobre circulación monetaria en Hispania 3. La compartimentación del espacio 4. El contexto histórico. Hispania en el siglo II d.C. CAPÍTULO 1. El Levante Peninsular 1. El área litoral catalana Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones 2. El área valenciana. El litoral entre el valle del Ebro y el cabo de La Nao Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones 3. El Sureste Hispano. La cuenca de Alicante-Murcia y el área litoral Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones 1.4. Una visión general del conjunto del Levante CAPÍTULO 2. La Depresión del Ebro Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos

1 1 2 3 4 5 6 8 15 16 16 18 19 20 22 24 28 30 34 35 37 37 38 41 42 44 46 49 50 53 54 55 58 58 61 63 67 73 74 76 76 78

Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones CAPÍTULO 3. El norte peninsular. La Vertiente Cantábrica Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones CAPÍTULO 4. La Meseta Norte Hispana. El Valle del Duero 1. La zona septentrional de la Meseta Norte Hispana Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones 2. La zona meridional de la Meseta Norte Hispana Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones 3. Una visión general del conjunto de la Meseta Norte Hispana CAPÍTULO 5. La Meseta Sur Hispana

81 81 82 83 87 88 90 90 90 94 95 97 98 101 104 104 108 108 110 114 117 120 124 125 125 126 126 128 130 133 133 134 135 139

Algunas cuestiones previas. Breves anotaciones en torno a los siglos I y III d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Conclusiones CAPÍTULO 6. El Valle del Guadalquivir y la costa andaluza Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones

II

140 140 141 141 143 143 144 147 149 150 151 152 156 159 161 161

CAPÍTULO 7. La Fachada Atlántica

167

1. Los territorios al Norte del Duero de la Fachada Atlántica. El extremo noroccidental peninsular Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones 2. Los territorios al Sur del Duero de la Fachada Atlántica Introducción. El siglo I d.C. El siglo II d.C. Aprovisionamiento Dispersión de los hallazgos Valores en circulación La moneda y los contextos arqueológicos Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Conclusiones 3. Una visión general del conjunto de la Fachada Atlántica

169 170 171 171 173 175 178 183 183 185 185 189 189 190 194 196 197 198 200

REFLEXIONES FINALES. El fenómeno monetario en la Hispania del siglo II d.C.

203

ANEXO . Cronología

213

BIBLIOGRAFÍA

215

1. Siglas y abreviaturas utilizadas 2. Fuentes literarias citadas 3. Bibliografía general empleada 4. Bibliografía general sobre el periodo

215 215 219 237

ÍNDICE DE FIGURAS , TABLAS Y GRÁFICOS 1. Figuras 2. Tablas 3. Gráficos

241 241 242 243

ÍNDICES ANALÍTICOS

247

1. Índice de Fuentes Literarias 2. Índice de Autores 3. Índice Geográfico

247 247 250

III

PRÓLOGO

Nunca es tarea fácil abordar una investigación afín a cualquiera de los ámbitos relacionados con la Historia debido, principalmente, a la escasez de fuentes con las que contamos y a la gran parcialidad de los datos registrados. Aún así, decidimos afrontar un estudio dedicado al análisis de la circulación monetaria en la Hispania del siglo II d.C., basándonos en los hallazgos numismáticos que, a lo largo del tiempo, han sido recogidos y recopilados en numerosos trabajos e investigaciones de diversa índole. Brevemente, creemos que es importante hacer referencia a los límites cronológicos establecidos dentro de lo que se ha venido a denominar en este trabajo como siglo II. Hemos decidido englobar dentro de esta horquilla cronológica, el periodo que se desarrolla entre el nombramiento de Nerva como emperador del Imperio romano en el año 96 d.C. y la muerte de Cómodo, producida en el 192 d.C. Geográficamente, nos situamos concretamente en el conjunto del territorio peninsular, incluyendo los actuales estados de España y Portugal y excluyendo de nuestro análisis las islas Baleares. Dicha investigación hunde sus raíces en una serie de trabajos previos dedicados al análisis del fenómeno monetario en la Región de Murcia durante el Alto Imperio, en primer lugar, y del Levante peninsular durante el siglo II d.C., posteriormente. Los interesantes resultados obtenidos nos hicieron ver la oportunidad de ampliar el marco de nuestra investigación, abarcando en esta ocasión el estudio de todo el ámbito peninsular.i Nuestra labor no se limita a una recopilación de material numismático y a su catalogación y exposición, sino que, a lo largo de las páginas siguientes, intentaremos analizar toda la información que nos es posible extraer del mismo, aunando las ciencias históricas y arqueológicas para poder contextualizar y complementar la interesante información que el registro numismático nos ofrece. Un aspecto que queremos destacar en esta investigación es la gran atención prestada a los contextos arqueológicos. Éstos aportan destacada información que permite completar y contrastar aquélla obtenida del análisis de las emisiones del siglo II d.C. De esta manera, podemos acercarnos a la composición del circulante propio del siglo II, pudiendo conocer la importancia de la denominada moneda residual en cada uno de los núcleos en los que poseemos dicha información.ii Igualmente,

posibilita el conocimiento de los valores que más frecuentemente se encuentran en el registro arqueológico, que pueden ser comparados con las tendencias observadas en el aprovisionamiento. Aplicamos, pues, dos puntos de análisis diferenciados: qué sucede con la moneda acuñada durante el siglo II d.C. (qué moneda llega a la península, qué valores son frecuentemente aprovisionados, qué perduración poseen en el registro arqueológico,...) así como cuál es el panorama que el registro arqueológico nos ofrece para este siglo II, independientemente de la fecha de emisión de los ejemplares (qué emisiones circulaban conjuntamente, qué valores encontramos en el registro arqueológico,...) complementando la información que la moneda, exenta de contexto arqueológico, nos ofrece. Para abordar este estudio, se han delimitado diferentes áreas de análisis a partir de los límites físicos más importantes. Por ello, vamos a encontrar la siguiente zonificación: Levante peninsular, Valle del Ebro, Vertiente Cantábrica, Meseta Norte, Meseta Sur, Valle del Guadalquivir y litoral andaluz, y Fachada Atlántica. En cada una de las áreas geográficas establecidas pretendemos analizar diversas cuestiones relacionadas con el fenómeno de circulación de la moneda, como son: a. el ritmo de aprovisionamiento de moneda durante el siglo II d.C., intentando averiguar la intensidad y frecuencia con la que la moneda llegaba a la península. Para ello hemos utilizado todo el material numismático del que fuera conocido, con concreción, su emisor. b. la dispersión de los ejemplares, a partir de la realización de un mapa de hallazgos que nos permita observar con claridad la permeabilidad de los diferentes núcleos urbanos y rurales respecto al fenómeno monetario. Para ello se han utilizado todas aquellas monedas de las que era conocida su procedencia con exactitud, que en este caso es el grueso del material. c. la evolución de los valores a lo largo del siglo II d.C. y la mayor o menor representatividad de cada denominación. Han sido considerados todos aquéllos de los que era conocido su valor, y omitido aquéllos que eran nombrados como “bronces” o “pequeños bronces” por la imprecisión de los términos.iii d. la perduración de la moneda, basándonos en los datos que nos aporta el ejemplar y su registro arqueológico. Han sido analizadas todas aquellas monedas, independientemente de su fecha de emisión, que habían

i

Matilla, Arias, 2005, 905-914; Arias, 2006a; Arias, 2006b, 161-176; Arias, 2006c, 101-110. ii Como “moneda residual” entendemos aquella moneda emitida con anterioridad al momento de pérdida y que ha permanecido, por lo tanto, en circulación durante un prolongado espacio de tiempo. La importancia que dicha moneda posee entre el circulante durante toda la Antigüedad

provoca que el uso del adjetivo “residual” sea discutible. Aún así, su utilización en el texto se debe únicamente a cuestiones prácticas, al ilustrar el fenómeno que queremos analizar: la presencia de moneda no contemporánea a la formación de los estratos de aparición. iii Cf. p. 1.

sido halladas en contextos datados en el siglo II, al igual que se han intentado conocer los contextos de aparición de las monedas acuñadas durante el siglo II d.C. aparecidas en excavación.

en la Hispania del siglo II d.C., pero se trata de un trabajo basado en la estadística. Hemos de tener en cuenta que se trabaja sobre una muestra del total de monedas que pudieron existir, habiendo intentado recoger para ello el mayor número posible, a partir del empleo de todas las fuentes documentales a nuestro alcance. No nos es posible conocer la cantidad total de monedas que llegaron a la Península en el siglo II. Pero tampoco podremos nunca conocer dicha cantidad, por lo que hemos de trabajar con este tipo de muestreos que nos permiten proyectar y obtener resultados aproximados a lo que pudo ser la realidad.

Los aspectos señalados serán tratados por igual y con el mismo orden en cada una de las áreas geográficas en las que hemos dividido el territorio peninsular. En los casos en los que nos sea posible, se intentará ofrecer una imagen del fenómeno monetario antes y después del periodo cronológico seleccionado, es decir, introduciremos brevemente qué sucede durante el siglo I d.C. y la primera mitad del siglo III d.C., buscando un correcto marco comparativo en el que encuadrar las conclusiones obtenidas y poder observar así la evolución del fenómeno.

Para diagnosticar la validez de la muestra obtenida será necesario utilizar diversos medios que complementen este primer análisis, como son la arqueología, las fuentes literarias, etc. que ilustran diversos aspectos de Hispania durante esta centuria. El contraste de dicha información nos permite conocer sobre qué datos o sobre qué áreas geográficas poseemos una información sesgada. Podemos advertir, por tanto, que el mayor sesgo que presenta la muestra es la falta de publicaciones en ciertas áreas geográficas que, con seguridad, tuvieron monedas y donde éstas debieron circular, además, con gran frecuencia. Hacemos referencia, especialmente, a los núcleos urbanos donde la presencia monetal constatada es mínima y a la entonces rica y poblada provincia de la Baetica, en especial el entorno del valle del Guadalquivir, entre otros. La escasez documentada en dichos espacios nos permite diagnosticar que las conclusiones allí obtenidas han de ser consideradas como un punto de partida para la ampliación del estudio y análisis conforme la investigación avance en estos territorios.

El análisis de tales aspectos nos ofrecen múltiple información que puede ser enlazada con el devenir histórico de la Península Ibérica. A través de la moneda podemos adentrarnos en numerosas cuestiones de índole histórico, como el análisis del proceso inflacionario que parece documentarse a finales del siglo II y que caracteriza al siglo III d.C., la adaptación y uso de la economía monetal de los diferentes territorios hispanos, determinando, en este sentido, el mayor o menor grado de adaptación a la economía de mercado propia del ámbito romano; la evolución de los núcleos urbanos y rurales donde se haya podido constatar presencia monetal o la mayor importancia de uno u otro ámbito como focos económicos en cada periodo; la constatación, o no, de cambios en los comportamientos monetales relacionados con fenómenos de inestabilidad política (invasiones, guerras, usurpaciones, ...) o económica, etc.

Pese a estos inconvenientes, si es que lo son, creemos que los resultados obtenidos son una muestra clara de la abundantísima información que las fuentes materiales pueden aportar al conjunto de la Historia, habiendo sido obtenidos unos resultados que, desde luego, no defraudarán al lector.

Por supuesto, somos conocedores de las múltiples limitaciones que un trabajo de tales características posee. En primer lugar, señalar lo transitorio de todo trabajo basado en el análisis de elementos o materiales arqueológicos. Los datos sobre los que se sustenta el aparato teórico de la investigación pueden variar al día siguiente de su finalización, tras la aparición de un importantísimo conjunto monetal en un contexto cronológico perfectamente definido y que matice la información aquí vertida, por ejemplo. Ante esta argumentación, hacemos nuestras las palabras de A. Balil, “todo intento de síntesis basado en datos arqueológicos debe considerarse de antemano como provisional o simple exposición de un status quaestionis”.iv Aún así, el interés de este tipo de trabajo estriba en las nuevas aportaciones o visiones que puede ofrecer, mayoritariamente con hipótesis, sabiendo que hemos de mantenernos siempre flexibles ante nuevos materiales que amplíen, complementen, ratifiquen o desmientan los planteamientos y premisas en un principio manifestadas.

Agradecimientos Muchas son las instituciones, investigadores, compañeros y amigos que han contribuido al desarrollo y consecución de este trabajo. A riesgo de dejar a algunos de ellos en el tintero, dedico estas breves líneas a destacar su labor. En primer lugar, agradecer la oportunidad que la editorial Archeopress, a través de la Serie Internacional de los British Archaeological Reports, nos ha brindado. La calidad, proyección internacional y excelente difusión de sus trabajos suponen un verdadero impulso para el desarrollo de la investigación arqueológica e histórica. Por otra parte, no podría haber llevado a cabo esta investigación sin la ayuda económica recibida por parte del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, a través de la concesión de una Beca Predoctoral de Formación de Profesorado Universitario, disfrutada entre enero de 2003 y diciembre de 2006, que me permitió dedicarme en

Somos igualmente conscientes de que no contamos con la totalidad de los datos numismáticos que pudieron circular iv

Balil, 1981, 118.

VI

exclusividad a su preparación. Gracias a los complementos ofrecidos por dicha beca tuve la oportunidad de visitar destacados centros de investigación, como el Institute of Classical Studies de Londres, bajo la tutela del Prof. M.H. Crawford, el Seminar für Alte Geschichte de la Universidad de Heidelberg, bajo la tutela de Prof. Dr. G. Alföldy, y la Komission für Alte Geschichte und Epigraphik des Deutschen Archäologischen Instituts de Munich, bajo la tutela del Dr. H.R. Baldus. Dichas estancias me posibilitaron el acceso a un sinfín de bibliografía específica sobre el siglo II d.C. y sobre la materia en cuestión. De la misma manera, las ayudas de viajes concedidas por la Fundación Cultural Esteban Romero y el Deutscher Akademischer Austauschdienst (DAAD) me permitieron la visita al Instituto de Historia del Centro Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, donde conté con la tutela y consejo de la Dra. Mª. Paz GarcíaBellido, y al Abteilung Alte Geschichte del Institut für Geschichtswissenschaft de la Universidad de Bonn, bajo la tutela del Dr. Michael Rathmann, a quien agradezco la especial insistencia con la que me animó a llevar a cabo el proyecto de preparación de la investigación para su publicación. Junto a él, destaco entre mis agradecimientos la inestimable ayuda y la siempre rápida respuesta de la Dra. Sabine Panzram, cuyas gestiones han sido determinantes para la realización de este volumen.

misma manera, he de agradecer las facilidades concedidas por los propios arqueólogos de las ciudades de Cartagena y Mérida para la consulta directa de los hallazgos numismáticos obtenidos en el transcurso de las excavaciones de los últimos años, y cuyo material no había sido todavía publicado vi. Por supuesto, el éxito de este trabajo recae sobre mis dos directores de investigación, el Prof. Dr. Juan Manuel Abascal Palazón y el Prof. Dr. Antonino González Blanco, catedráticos de Historia Antigua de las universidades de Alicante y Murcia, respectivamente, a quienes he de agradecer sus consejos, asesoramiento y múltiples gestiones. Junto a ellos, señalar la constante supervisión y ayuda en materia administrativa de Mª Dolores Ayala, el Dr. Joaquín Lomba, el Dr. Rafael González, y el Dr. Jose Antonio Molina Gómez, así como por parte del personal docente e investigador de los Departamentos de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Murcia, y del Departamento de Prehistoria, Historia Antigua, Arqueología y Filología Griega y Filología Latina de la Universidad de Alicante. No puedo cerrar el trabajo sin agradecer a mis múltiples familiares, compañeros y amigos su constante apoyo, ayuda y compañía, destacando a todos aquellos que me acogieron en sus hogares (Juan Gallardo, Eva Mª Martí, Carmen Pérez Maestro, mi familia madrileña, oscense y alicantina), a Jota y Julia, simplemente por su amistad, y a los compañeros de Mérida, que me han hecho adicta a esta encantadora ciudad. La necesaria movilidad que la realización de una investigación conlleva me ha posibilitado conocer a excelentes investigadores que ya considero como grandes amigos, como son Sara Pernas y Valentín Martínez, que lograron amenizar las numerosas tardes de trabajo (y que continúan amenizando), Simon Mahony, Eva Oberle y Anna Ginestí Rosell, valedores y garantes de mi comunicación en otras lenguas, y Tanja Seegler, que ayudó a que las horas pasaran de una manera inusualmente veloz. Pero especialmente agradecida estoy a mis padres, por su incondicional apoyo en todos estos años, y a mis hermanos, a los que siempre tengo presente, recordando especialmente las tardes que mi hermano Daniel pasó indexando topónimos, labor retomada por mi padre durante su obligado reposo. No puedo cerrar este apartado sin agradecer a Alejandro su ayuda,

Mis agradecimientos también deben ir destinados a distintos Profesores y Doctores especializados en la materia, como son Gonzalo Matilla, Gloria Mora, Adela Cepas, Marta Campo, Pere Pau Ripollès, Carmen Alfaro (†), Paloma Otero, Carmen Marcos, entre otros, quienes han ayudado a mi investigación a través de las múltiples observaciones realizadas en cada una de las presentaciones que sobre el tema he podido realizar. Igualmente, añadir la ayuda recibida por los Profesores y Doctores Bartolomé Mora, Alicia Arévalo, Almudena Domínguez, Rui M.S. Centeno y Pedro Mateos a la hora de recopilar y completar la información de áreas geográficas dispersas, contestando rápidamente a todas mis cuestiones. De manera especial cabría mencionar la atención recibida por parte de la Dra. Nuria Lledó, quien me permitió la consulta de su tesis doctoral, mientras aún permanecía inédita, para la correcta realización y consecución de la investigación en el área levantina, y de los doctorandos Tomás Hurtado y Marta Gómez, al proporcionarme interesante y diversa información sobre la numismática hispana, a la que no hubiera podido acceder sin su ayuda.

de Cartagena, Julio Trelis, del Museo Arqueológico Municipal de Crevillente, Josep Maria Segura, del Museo Arqueológico Municipal de Alcoy, a Teresa Barrientos, coordinadora del Departamento de Documentación del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, y a Luís Hidalgo, por su perfecta organización del innumerable material arqueológico que gestiona. vi Por ello he de agradecer la inestimable ayuda prestada para la correcta, y completa, elaboración de este trabajo a Martín Guillermo Martínez, Mª José Madrid Balanza, Mª Ángeles Martínez, Gonzalo Matilla Séiquer y Luis de Miquel Santed al permitirme el análisis directo de los materiales hallados en cada una de las excavaciones que han llevado a cabo en la Región de Murcia. Igualmente, he de agradecer a los arqueólogos del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida la consulta y uso de los materiales numismáticos aparecidos en las excavaciones realizadas en el casco urbano.

Igualmente estimable es la ayuda ofrecida por los directores y personal de los Museos Arqueológicos Municipales de Lorca, Cartagena, Crevillente y Alcoy, y el personal del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, por ofrecerme en todo momento las facilidades necesarias para consultar sus fondos, así como la información requerida en cada uno de los casosv. De la v

Mi agradecimiento, por tanto, a Andrés Martínez y Juana Ponce, del Museo Arqueológico Municipal de Lorca, Elena Ruiz, Miguel Martín Camino y Miguel Martínez Andreu, del Museo Arqueológico Municipal

VII

asesoramiento, compañía y gran dedicación, así como los enormes ánimos insuflados durante todos estos años. Con compañía semejante la solitaria tarea de la investigación siempre se hace más llevadera. A todos ellos, muchas gracias. Laura Arias Ferrer Murcia, Junio 2011.

VIII

ABSTRACT HISPANIA IN 2ND CENTURY AD: THE CIRCULATION AND PERMANENCE OF THE COINS

This research deals with the coin circulation in Hispania in the 2nd century AD, and is based on the numismatic findings compiled in many and varied works and researches. Chronologically, it covers the period between the government of Nerva and the death of Commodus, from AD 96 to 192. Geographically, it spans the Roman territories of the Iberian Peninsula, which includs the modern countries of Spain and Portugal. In spite of being part of Hispania, the Balearic Islands have been excluded from this research, because they constitute a geographical group completely separate from the peninsular territory, and they would need exclusive attention. It is necessary to compartmentalize the space to be able to make a thorough study about any aspect that requires detailed observation. Because of this, it was decided to establish different geographical partitions as we condider that the orography determines the introduction, acceptance and evolution of the currency in the territory, rather than the ancient administrative borders. This territorial partition has been fixed according to the most important geographical borders. In this way, we are going to define the areas as: peninsular Levant, Ebro Valley, Cantabrian zone, North Meseta, South Meseta, Guadalquivir Valley and Andalusian coastal, and Atlantic area. In each zone, we want to concentrate on different questions that are related to the coin circulation, such as: - the rate of the coin supply; trying to know its intensity and frequency in the peninsula. To do that, we need to know for certain the issuing emperor. - the dispersion of the coins; starting from the realization of a map with the coin findings, which allows us to observe clearly the permeability of the different urban and rural centres with regard to the monetary phenomenon. To do this, we need to know the exact provenance of the findings. - the evolution of coin values throughout the 2nd century AD, and how approximately representative each one is. Only those with a known value have been considered - the survival of the coins, starting from the information of the coin and its archaeological context. The coins analyzed were those, which have been found in 2nd century contexts, independently of the date of minting, and those which were minted in the 2nd century with known find contexts. All these points are dealt with in this order in each of the geographical areas that we have described. Where it is possible, we give some brief information about the monetary phenomenon, before and after the chronological period selected: 1st and 3rd century AD. We want to be

able to establish an evolution and find a good setting where we can compare and locate the conclusions. All these aspects offer us a variety of information, which can be analysed and included in the historical development of the Iberian Peninsula. This research offers new information from an historical and archaeological source based on the coin circulation. Of course, it is recognised that this work has several limitations. First, we have to recognise the transitory character of every study whose basis is the analysis of archaeological elements or materials. The information that is used can be updated after the work is completed, based on new evidence if an important group of coins is found in a good chronological context. This can change the statistics and hence the conclusions that have been established in that study. Even so, the interest of this kind of work lies in the new points of view which can be offered through building new hypotheses. But we need to be aware that this study should be flexible in view of new findings, which increase, complete, confirm or refute the approaches and premises manifested. We are also conscious of the fact that we are not able to consider the totality of the coins which circulated in Hispania in the 2nd century AD. It is not possible for us to ever know the total amount of coins that arrived at the Iberian Peninsula, and because of that, we have to work with this sampling, which allows us to have an approach to what the reality could be. Despite all these limitations, we believe that the results are a good sample of the abundant information that these sources could contribute to the history of Hispania. The ideas included in this study, are very varied, but they have only one objective: they try to make the comprehension and understanding of the task easier. In this way, together with the pure numismatic study, we have included an introductory chapter which allows us a preliminary approach to this subject, dealing with the methodology, historiography and the geographical and chronological context. It is very difficult to put together a short abstract about this study, without writing at length about both quantifying and numerical data, which would make the final comprehension of the study more difficult. For this, we will sum up only the final reflections. Firstly, throughout the High Empire, the coin supply of the 2nd century AD shows a reduction when compared to the abundance of the Julio-Claudian period, but stability

in relation to the Severan time. But we can not speak about a homogeneous coin distribution in Hispania, because we have verified the peculiarities of each area. The coin of Nerva is usually well represented in the Iberian Peninsula, and, in most cases, its coins show the highest supply of the period. After Nerva, the frequency of the coins of Hadrian is also high, with an excellent rhythm of supply, especially inland. The coins of Trajan and Antoninus Pius are quite high, but irregular. We must note the important presence of the coins of Trajan in the peripheral areas, and the good supply of the coins of Antoninus Pius in the centre of the Peninsula, especially in the non-urban centres. The coins of Marcus Aurelius show a similar very irregular supply with very low rates in Hispania as a whole, but with a good representation in some areas, such as Levant or Lusitania. The coins of Commodus are really scarce, although in some settlements, quite the minority, they show a recuperation as for before.

also related to military facts, could be the rise in the coin supply in the south of the Atlantic area during the period of Marcus Aurelius. Perhaps the military problems in Baetica during these years could have had an effect in the nearer territories, included the Lusitania Province. Furthermore, we read in the Historia Augusta that a period of instability occurred in this province during the government of Marcus Aurelius.vii The deployment of the army to put down this situation could account for this increase. As to the dispersion of the coins in the territory, we can see a common line that helps us think of the Romanization as an evolutionary process, in which each area was going to be incorporated, sooner or later. The paradigm for this process was the territory situated in Baetica province and the coastal area of the Tarraconense province. Starting with the Levant peninsular (coastal area of Tarraconense), we can appreciate the gradual enrichment of the rural areas, which promoted an increasing dispersion and a movement of the coin inland, towards the areas which were not well communicated with the main road network or were situated far from the main urban centres. This expansion of the coins occurred at the same time as the change of the economic guidance of the elite (who gradually moved their interests from the city to the rural areas). The city was no longer the main centre of social promotion and the maintenance of their status there became very expensive.viii These elites noticed that the investment in the land was a new method to consolidate and improve their wealth. Together with them, the population moved to find new jobs in those new settlements. The people moved to the new properties, and the coin also moved with them. This phenomenon is observed in the Levant area in the middle of 2nd century AD. This process began in Baetica a little earlier, perhaps at the end of the 1st century and the beginning of the 2nd century AD., but we can not see this as clearly there as in Levant because the coin finds are not so abundant.

According to the general tendency, at the end of the 2nd and the beginning of 3rd century AD the cities of Hispania suffer a fall in the number of coins. The decrease of the urban activity and the construction and investment frenzy that had taken place in these centres, could be seen as an argument that explains this situation. We can also allude to the individual evolution of each city, and its respective agri, to explain this decrease. The evidence of a recession in the Hispanic exports, and the new economic and commercial orientation after this resulting from the African provinces supplying the metropolis and the imperial provinces, could be one more reason for this reduction in the coin supply. Even so, we must take into account extrinsic reasons, because the decrease in the supply during the reign of Commodus was something general in the whole Empire, even in the Italian Peninsula as well. But there are other reasons, which can explain the fluctuation, which we have seen during this period. The coin supply was dependent on public expenditure in the provinces. These expenditures are mainly the army supply and the investment in creation and improvement of the infrastructure. Sometimes we can relate the evolution of the coin supply with political-military events, or with the testimony of construction and reparation of different infrastructures. This relation is quite clear in the Atlantic area, where the high concentration of coins of the first-half of the 2nd century AD, could be related to the road network policy of Nerva, Trajan, and Hadrian. We can also speak about the issues of Hadrian in Italica (Santiponce, Sevilla), and the maximum quantity that these coins represented, according to the great investment made in the city during this period to build the monumental city of Nova Urbs. In addition, the coins of Marcus Aurelius were also important, and produced a rise in the coin supply. This time, we can relate this fact to the arrived of one vexillatio of Legio VII Gemina in the city, as a result of the attacks and incursions of the people of north Africa (mauri) in the Baetica Province. In the same way, and

The transformation that occurred in the relationship between the country and the city does not imply the decay and ruin of the urban centres. If their appearance changes because they cease being the centre of representation of the elites, and the constructive impulse decreases with the perimeter reduced, these centres suffer, instead, a reorientation in their activities or continuity such as becoming administrative centres. An example that can show us this tendency is the case of Levant, where the cities continue being the redistributive centres of all products that come from the nearby ager, in spite of appearing to have experienced this process of movement of the economic axes. Other geographical areas following this trend seem to occur a little later. Our analyses do not allow us to give any indication about the situation beyond the 3rd century vii viii

X

Hist. Aug., Marc. 22, 11. Fernández Ubiña, 1979, 186; Abascal, Espinosa,1989, 227-230.

AD, because our study ends in AD 192. To do that, we would have to use other testimonies, which could tell us something about these circumstances. In the case of the Celtiberia, M. Salinas writes about an incipient transformation around the second half of 2nd century that will be especially evident in the 3rd century.ix The area of Valladolid shows a similar evolution.x

circulation is one of the main elements which helps us to know if a developed economy exists, where the coin's worth is not because of its monetary value but its extrinsic value.xi But, of course, there are detractors of this theory. K.W. Harl insists that the absence of coins is not sign of a society without monetization, because coins are lost accidentally and not always with a direct cause to prompt the loss.xii We must add to this last point further considerations, such as, for example, the different intensity of the archaeological surveys in each area, which would determine the quantity of finds; the slow and limited publication of the archaeological materials and the different degree of attention that the coins receive; as well as these there is also the level of density of the population of an area, which determines the number of coins in circulation and the likelihood of their being lost, as we have said before.

The late incorporation of the Atlantic area and the Cantabrian zone in the Romanisation process accounts for their special evolution. Probably the abundance of the hoards which have been found can be understood because of this late incorporation of the coin and the monetary economy. This is especially remarkable in the area now known as Galicia. We can find something similar in the Roman-republican period, when the abundance of this kind of testimony in the territories under Roman dominion was very usual. The introduction and diffusion of the coin in the territories, where it was not a usual and daily element, suggest hoarding and conservation. Perhaps this is what was happening in the north Hispania, where the coin was still considered to be an element of prestige and with the enough intrinsic value to be hoarded, rather than simply an element of exchange with a nominal meaning.

Despite all these determining factors, we think that it is important to keep these reflections, because they are not so improbable if we remember the importance of exchange in society during modern and contemporary historical periods.

Before the generalization of the investment in the rural areas, we have to note one point, which we will discuss briefly. The analysis of the dispersal of the coins has helped us to appreciate the high concentration of coins found near to the urban centres and the Roman road network, and its great scarcity in the rest of the land. Of course, the density of the population in the rural areas is less, which means that the possibility of losing a coin (which is transported by the inhabitants) is also smaller (proportionally). But the lack of the presence of coin during long periods of time, which we find in some areas, reveals a problem that is very difficult to resolve: the degree of monetization of the Roman society at that time, in the case of Hispania.

In relation to the values of the coins that have been found, we can quickly see the importance of the sesterces among the currency of the 2nd century from the period of Nerva's government. We can see it especially inland (North Meseta, Atlantic area, Cantabrian zone), where we can also note the high number of denarius (proportionally), which have been found. But this information must be made more precise. In the area of Valencia, the peninsular South-East and the South Meseta, the asses are the value which appears most frequently in the supply circuits, during the first-half of the 2nd century at least. Between the governments of Hadrian and Antoninus Pius, the sesterces begin to be more common in circulation. Besides these areas, in the centres of Emporiae (Ampurias, Gerona), Italica (Santiponce, Sevilla) and Carteia (San Roque, Cádiz) the asses are very important during the whole century, and in Bracara Augusta (Braga), Conimbriga (Coimbra), Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) and Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) ases are found in quantities equal to sesterces.

The scarcity of bronze coin among the findings from the rural areas, before the generalization of the antoninianus, could point to a limited monetization of these societies, being further from the commerce of the cities and the big transactions which were made there. These small rural villages could feed their economy with the traditional system of the exchange of goods where the coin had no place. The change could come about from the generalization of the antoninianus, from about AD 260, when this currency is abundant and appears everywhere. The coin seems to be then accessible to every citizen of the Roman Empire. Concerning this, R. Duncan-Jones and D.R. Walker describe a rare monetized period, when the coin is specially concentrated in the army, the cities and the traders, at least until near AD 260. According to D.R. Walker, the introduction of a coin of less real value in

We can find in the reflections of A.H.M. Jones concerning the role of the Roman cities in the society and organization of the territory, an explanation for this different data. The industrial and economic activities were not a determinant factor in the cities, which were mainly dedicated to housing the imperial administration and being the centre of representation of the urban elites. Although the city was also a place of trading and a centre to redistribute all the products which come from the nearer territories, these activities had more or less

ix

xi

x

Salinas, 1996, 203. Pérez Centeno, 1990, 213; 1998b, 297

xii

XI

Duncan-Jones, 1998, 22; Walker, 1988, 304. Harl, 1996, 3-4.

importance depending on the bonds and degree of dependence on the surrounding ager. Only in the cases where the cities had a very strong bond with their surrounding ager, and where the cities were able to have a high population density surrounding them that the concentration of this activity in the city could be possible.xiii Those cities that had to keep control of a vast territory and did not have a close link with the rural centres appeared to be more economically independent.

together account for about 7% of the total. The presence of asses in these contexts shows us that this currency was still used, despite the fact that they do not usually come to the peninsula in the supply circuits of this century. Related to this last question, the need for these small value coins (quadrans, semisses, and especially asses), and their lower supply, shows that this currency was kept in daily circulation. This demonstrates that the coins minted previously were kept in circulation together with the recently minted coins. In this study, we were able to check that the earlier coins represented more than 50% of the real coin in circulation, as a complement to the supplied currency.

The larger presence of asses in a specific environment shows that the main daily use was for small exchanges. We find a high quantity of asses in the port centres, which show intense commercial activity. Examples are Emporiae (Ampurias, Gerona), Carteia (San Roque, Cádiz), Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) and Levant enclave, and concentrated around the most important harbours of Saguntum/Grau Vell (Sagunto, Valencia), Valentia (Valencia), Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante) and Carthago Nova (Cartagena, Murcia), together with the cities of Italica (Santiponce, Sevilla), Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), Conimbriga (Coimbra) and Bracara Augusta (Braga). These large centres, with a noteworthy development in the 2nd century AD, could be the commercial centres of the surrounding areas, and could favour the quick diffusion of the coin in the surrounding areas.

In the 2nd century AD., the earlier coins represent about 51% of the total of those which were found in contexts of that century. Among them, the pre-Augustan coins represented only 18%, decreasing their representation gradually. Those minted during the 1st century AD have a better representation, especially the Julio-Claudians issues, whose supply was similarly abundant. The JulioClaudian issues are 25% of the total, and the Flavian coins are nearly 9% (according to the weak supply of these issues during the second half of the 1st century AD.). Together with these earlier coins, the currency minted during the 2nd century AD. (contemporary to the date of the stratigraphy) represents 49% of the total.

The scarcity of asses in the other centres does not mean that the bond between the city and rural settlement were nonexistent, but probably this was less determinant, as their administrative, financial, and organizational character were more important. We can find then an explanation for the larger representation of sesterces and denarius in these areas, because these types of activities needed a constant supply of multiple coin values to be able to maintain the whole administrative, political, and military expenditure.xiv With regard to this last point, the Cantabrian area, North Meseta and peninsular Northwest (excepting Bracara Augusta), show a high concentration of denarius in the cities, and sesterces are found more frequently than asses.

The currency minted during the 2nd century AD stays well represented during the 3rd century AD (especially the first half of this century), because it accounts for 46% of the findings in these contexts. That shows us the importance of these issues during that time, and their contribution to cover the necessities of the coin of the Severan period, when the supply was characterized by its weakness. From the 3rd century AD, the pre-Augustan issues were in the minority, and the typical currency of the High Empire was also scarcer. The generalization of the antoninianus from AD 260-270 and the Diocletian reform of the currency system encouraged the gradual disappearance of the ancient coin standard characteristic of the High Empire, which now began to be obsolete.

In the cities of the Lusitania province and the Guadalquivir Valley, the presence of denarius and sesterces is the lowest quantity, and they are more usual in the rural centres. In this case we can note the importance of the large estates, where the production, exportation, and commercial activities are concentrated. These territories have a currency characteristic of large commercial activities, but without the small daily exchange.

To conclude, we have to emphasise what information has been given to us by the coins. Through the analyses of the coin supply rhythms from Rome to each centre and the areas of the Peninsula, we could know one more fact about their economic evolution. At the same time, we could combine this with the different information that the literary, epigraphic and archaeological sources have given us. If we use this information together with the dispersal of the coins and with their date of minting, we can establish some variation in relation to the movement of the economic focus from the cities to the rural areas, which was first established at about the 3rd century AD. The early confirmation of this phenomenon in Baetica province, in the Portuguese region of Alentejo and Algarve, and in Levant, allows us to confirm the early

On the other hand, we must also note the importance of the asses in the archaeological contexts which are dated to the 2nd century. Among the values found in the stratigraphy of that century, the asses account for more than 53% of the total although we can still find smaller values in these contexts: quadrans and semisses which xiii xiv

Jones, 1974, 37-38. Jones, 1974, 25-26.

XII

inclusion of these areas in this process, which seems evident in the last third of the 2nd century AD. Besides, we have seen with this analysis the different dispersion lines of the coins, which were specially concentrated in the area surrounding the urban centres and the road network, and were notably scarce in the remaining territory. This conduct emphasizes the importance of the problem, still controversial, concerning the true degree of monetization of Roman society during at least the High Imperial period. This subject has been stated above, with all its problems and determinant factors.

But, in spite of the more frequent arrive of coins of greater value which are multiples of the as (for example sesterces), the archaeological contexts show us the continuity of asses, and divisional coins in daily circulation. The coins of less value still stayed in the pockets of the people during the 2nd century AD at least. The analysis of the earlier coins, which stayed in circulation many years after their minting, is a very interesting and new focus for current research. These kinds of studies are nowadays very useful, because they offer us much objective information about the currency that actually was in circulation during a specific period. It makes no difference to us if these coins were thrown away or were lost: the most important thing is that these coins were kept in the pockets of the people until that loss or abandonment.

In the same way, the analysis of the values of the coins which have been found has shown us the gradual inflationary tendency which seems to start in the 3rd century AD. The presence of a majority of sesterces among the values, which were supplied by Rome, particularly from the middle of 2nd century AD, is a further sign of the changes that prices and income suffered during this century. We can also find this testimony in the literary and epigraphic sources.

I hope that the information found in this work, contributes to future numismatic research.

XIII

INTRODUCCIÓN REFLEXIONES EN TORNO AL MÉTODO, ANTECEDENTES Y MARCO DE LA INVESTIGACIÓN

Previamente a la lectura del cuerpo de la investigación, consideramos necesario un primer acercamiento a la materia con el único objetivo de facilitar la comprensión y entendimiento del trabajo realizado. De esta manera, señalamos brevemente en las líneas subsiguientes la metodología utilizada, donde se señalan los criterios de selección de material numismático y la problemática encontrada. A continuación, es analizada la bibliografía más importante existente con anterioridad a la elaboración del trabajo, que nos permite conocer los antecedentes en la investigación y las principales tesis vigentes relacionadas con nuestra temática, planteamiento, método y contexto. Igualmente, consideramos de gran importancia establecer el marco geográfico en el que nos vamos a centrar, siendo imprescindible mostrar claramente cuál es el espacio central de nuestra investigación y qué criterio ha sido elegido a la hora de compartimentar los datos recogidos. Por último, no podíamos comenzar con nuestra disertación sin introducir brevemente el contexto en el que nos movíamos, es decir, qué acontecimientos tuvieron lugar en suelo hispano durante el siglo II d.C., época y espacio en el que nos movemos. 1. METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN

hallazgo numismático, sin llegar a precisar su valor o características físicas, ni siquiera de manera aproximada. A la hora de registrar los valores monetales, la problemática reside en la poca precisión en las denominaciones utilizadas para su descripción, debido al uso del término "bronce" para describir el valor de la moneda. En ocasiones encontramos, junto a esta denominación, el módulo de la moneda, pudiendo entonces aproximarnos al valor del ejemplar en cuestión. Aquellos bronces cuyo diámetro rondaba los 27-29 milímetros han sido considerados como sestercios. Igualmente, reciben esta consideración los que aparecen calificados como "grandes bronces". Más difícil de precisar son aquéllos cuyo módulo ronda los 25-26 milímetros, al poseer tanto ases como dupondios unos diámetros muy similares, en ocasiones coincidentes. La misma problemática conlleva la atribución de un valor determinado para los denominados "medianos" y "pequeños bronces". Este término bien pudiera corresponderse con ases como con dupondios, o bien con semis y cuadrantes, que, aunque infrecuentes en este periodo, siguen siendo acuñados hasta el gobierno de Antonino Pío, por lo que han de ser igualmente tenidos en cuenta.

Para la realización de esta investigación contamos con un número total de ejemplares que asciende a 2810, hallados todos ellos en territorio peninsular y emitidos entre el año 96 y 192 d.C.

En los casos en los que, además, no era precisado el número concreto de monedas que habían sido documentadas, apareciendo únicamente el término “monedas” (o “bronces”) se han contabilizado tan sólo como dos ejemplares, ya que constituye el número mínimo de monedas que puede conformar el depósito, pese a que pueda tratarse de un número infinito de ejemplares.

Pese al destacable número de monedas documentadas, contamos con un pequeño inconveniente a la hora de afrontar su estudio. En la mitad de los casos, las monedas son fruto de hallazgos fortuitos o de recogidas de superficie. En estos casos, los datos conocidos acerca del contexto arqueológico de aparición son prácticamente nulos, lo que nos priva de una información de gran valía, ya que los contextos de aparición nos mostrarían cuál es el tipo de moneda que realmente se encontraba en circulación en el siglo II d.C. Tan sólo contamos con 275 monedas del siglo II d.C. de las que conocemos el contexto concreto de pérdida, que suponen un 10% de la muestra obtenida.

Todos estos vacíos de información provocan que los trabajos de recopilación, y su posterior análisis, sean realmente difíciles de realizar, obteniendo una información parcial que difícilmente puede ser resuelta, ante la imposibilidad de revisar personalmente todos los ejemplares que han sido publicados de esta manera. Por ello, debido a esta imprecisiones, en cada uno de los análisis parciales realizados se han utilizado tan sólo aquellas monedas que proporcionaban la correcta y necesaria información para el aspecto concreto estudiado, por lo que en cada uno de los apartados jugamos con diferentes números totales de ejemplares, adaptándonos a la información ofrecida en cada caso.

Otro importante problema que encontramos en la recogida del material numismático es la destacable parcialidad y escasa concreción de los datos publicados. Usualmente encontramos los términos "moneda" o "bronces", como vocablo común para mencionar un

La imposibilidad de controlar, conocer y acceder a la información original utilizada, provoca una dificultad añadida a la hora de evaluar la calidad de los datos y su interpretación. Conocer de primera mano todo el material numismático que puede ser cuantificado es una labor por el momento inabarcable, por lo que hemos de intentar

La selección del material numismático utilizado

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA encauzar y evaluar los datos que la historiografía nos ofrece de la mejor manera que nos sea posible. Hemos de hacer alusión a los criterios seguidos a la hora de seleccionar el material numismático utilizado. En principio hemos contado con todas aquellas monedas procedentes de excavaciones de las que hemos podido tener conocimiento, bien sea a través de publicaciones de diverso carácter, bien gracias a la importante información ofrecida por los propios excavadores que, en numerosas ocasiones, han permitido un estudio directo de los ejemplares aparecidos. A esta serie de hallazgos monetales le hemos sumado, además, aquéllos de los que tan sólo teníamos una breve mención de su aparición (sin una descripción detallada) pero cuya procedencia era conocida, y una serie de noticias ofrecidas por los primeros eruditos que trataron de realizar una recogida de material más o menos exhaustiva. Las noticias que dichos escritos nos proporcionaban nos han permitido completar parcialmente los vacíos numismáticos de determinadas áreas, enriqueciendo el panorama numismático con estas aportaciones.

especial al aportarnos una valiosa información acerca de la moneda circulante en el momento de su pérdida. El criterio utilizado para diferenciar los conjuntos atesorados de los denominados “monederos” se basa, en primer lugar, en la información aportada por los excavadores encargados de la extracción y estudio directo del material exhumado. En los casos en los que se carece de estos datos, se atiende principalmente a la composición del conjunto: el valor de las piezas que lo integran, el estado de conservación de las mismas, el número de monedas contabilizadas y el lugar del hallazgo.1 Un ejemplo de los denominados “monederos” es el documentado en Els Munts (Altafulla, Tarragona), que constituye una de las mejores muestras para el análisis de la perduración de la moneda del siglo II d.C. en la circulación monetaria.2 De la misma manera ha sido considerado el hallazgo de la villa romana de los Torrejones en Yecla (Murcia),3 el conjunto de la calle Caballero de Cartagena (Murcia),4 el aparecido en la domus A del Solar Romeu de Sagunto (Valencia),5 el de la villa romana de Benicató (Nules, Valencia),6 el aparecido en el área denominada Morería en Mérida (Badajoz),7 el de Río Verde (Málaga) 8 y los dos conjuntos hallados en Aloria (Amurrio, Álava).9 Creemos que estos conjuntos no son comparables a los grandes depósitos monetales constatados en diversos núcleos rurales de Hispania, donde éstos son los únicos testimonios monetales en los lugares de hallazgo.

Por otro lado, hemos decidido prescindir de las colecciones formadas por particulares y de todas aquellas monedas localizadas en los fondos de los diversos museos peninsulares que no contaran con una plena fiabilidad en lo que respecta al lugar de procedencia de las mismas, pese a que, probablemente, muchas de ellas pertenezcan a ámbitos locales o, a lo sumo, regionales. Creemos preferible reservar estas colecciones para estudios de otra índole, que no vean alterados sus resultados por las particulares características de este material, al tratarse en su mayoría de material previamente seleccionado, que podría desvirtuar cualquier información referente a la evolución e importancia de los valores en circulación, los ritmos de aprovisionamiento, y la dispersión de los ejemplares.

La problemática de la investigación Hay diversas cuestiones en torno a la investigación que queremos resaltar en este apartado. Principalmente nos referimos a la cuestión relativa a la representatividad de la muestra obtenida para el análisis numismático realizado. Haciéndonos eco de las reflexiones de Ch. Howgego, hemos de tener en cuenta que la moneda perdida es usualmente la de menor valor, ya que la búsqueda de las más valiosas (cualitativamente) se realiza con más esmero.10 Por lo tanto, vamos a encontrar normalmente reflejadas en los registros arqueológicos las monedas de menor valor o cuantía. Pero, precisamente por ello, resulta un registro válido para el análisis de la tendencia económica de cada periodo, ya que establece,

Otro caso especial es el de los tesorillos de moneda documentados, considerando como tales aquellos conjuntos intencionalmente ocultados en un momento determinado, y que podrían constituir un ahorro paulatino por parte de un particular. Estos “tesorillos” no han sido incluidos en la contabilización general de moneda que aparece representada mediante gráficas, ya que, en la mayoría de las ocasiones, desvirtúan en gran medida los porcentajes obtenidos para algunos periodos. La documentación de un “tesorillo” en un determinado punto de una región no evidencia la llegada efectiva de moneda a ese punto concreto, sino la de un personaje determinado que se dispuso a su ahorro y/o ocultación, sin implicar que las gentes del lugar participaran de una economía monetarizada.

1

C. Brenot, X. Loriot y D. Nony, diferencian entre tesoros de tesaurización y tesoros de circulación. Los primeros estarían compuestos de mejores monedas, ejemplares de mayor valor y menos usados. En cambio, los tesoros de circulación supondrían un corte accidental de la circulación en curso por un hecho fortuito, pudiendo contener monedas de muy diversa valía y estado (Brenot, Loriot, Nony, 1999, 17). 2 Cf. p. 26. 3 Amante, 1985-1986, 240. Cf. p. 53 (n. 251) y p. 62 (Tabla 29). 4 Miquel, Subias, 1997, 51; Lechuga, 2002, 201. Cf. p. 62 (Tabla 29). 5 Llorens, Ripollès, 1995, 218; Martínez Mira, 1995-1996, 123; Lledó, 2004, 308. Cf. p. 43 (Tabla 15 y n. 199). 6 Ripollès, 1977b, 148; Gusi, Olaria, 1977, 107-108. Cf. p. 45 (n. 211). 7 Información obtenida gracias a M. Alba Calzado. Cf. p. 196. 8 Mora Serrano, 1999-2000, 129-138. Cf. pp. 158-159. 9 Cepeda, 2001, 89-91. Cf. pp. 91-92 y 96 (Tabla 39). 10 Howgego, 1992, 3-4.

Por el contrario, aquellos conjuntos que aparecen en un contexto arqueológico concreto, que obedecen más a una pérdida ocasional que a un ocultamiento (los llamados “monederos”), han sido contabilizados junto a los hallazgos esporádicos que conformarían el conjunto de moneda, no atesorada, que se mantiene en circulación. Aún así, estos “monederos” serán tratados de manera 2

Método, Antecedentes y Marco de la Investigación al menos, la evolución de los valores mínimos del momento.

Debido al gran interés que esta etapa ha despertado en la historiografía, resulta de gran dificultad el realizar una correcta revisión de las figuras de estos emperadores, y del siglo II d.C. por extensión, en la bibliografía existente.13 Por ello, vamos a centrar nuestra atención en las obras dedicadas al estudio de la circulación monetaria, especialmente en la bibliografía generada en la Península Ibérica. Las primeras publicaciones al respecto se sitúan a comienzos de la década de los 70, y, pese a no superar los cuarenta años de antigüedad, es una disciplina que parece gozar ya de gran madurez en sus planteamientos, siendo numerosos los trabajos realizados en este sentido.

Debemos hacer igualmente alusión a los condicionantes que determinan la frecuencia de aparición de ejemplares en un yacimiento. En primer lugar, las características propias del yacimiento juegan un importante papel en el número de hallazgos. Las áreas urbanas, los entornos de las zonas de mercado y los centros de carácter comercial, así como las áreas con presencia militar, nos proporcionarán un mayor número de monedas que los yacimientos rurales dedicados a la explotación agrícola (por ejemplo). Pero es igualmente decisiva la mayor o menor actividad arqueológica y científica que dicho enclave sufra. Por ello, a lo largo del trabajo vamos a observar diversos vacíos territoriales provocados por la falta de estudios arqueológicos y numismáticos, sin que esto sea síntoma de una ausencia de actividad económica y de intercambio monetal.11

Existe un importante interés por la moneda desde tiempos remotos, pero este interés estaba centrado especialmente en particulares atraídos por la belleza de las piezas y que centraban su atención en la estética de la moneda, en sus elementos externos. Esta tendencia será característica de todo el siglo XVI, XVII y XVIII, momento en el que se desarrollan múltiples trabajos de carácter descriptivo centrados principalmente en los aspectos artísticos de la moneda.

Haciendo hincapié de nuevo en la representatividad del material analizado, hemos de recordar que hacemos uso en todo momento del método estadístico. Como se comentaba al introducir este estudio,12 y como recordamos ahora, el único sesgo que podemos apreciar en nuestra muestra es la falta de publicaciones en ciertas zonas en las que, con seguridad, la presencia monetal era fuerte. Si bien las conclusiones obtenidas en áreas con deficiente información pueden variar notablemente con el avance de los trabajos en este sentido, al menos constituyen un punto de partida sobre el que ampliar y comparar la nueva información obtenida. La investigación numismática es una ciencia en constante crecimiento, y nuevos datos pueden verificar o modificar cualquier hipótesis lanzada, por lo que ha de ser constantemente actualizada, especialmente en estos lugares donde el análisis cuantitativo se muestra deficiente.

En el siglo XIX, la numismática y los estudios relacionados con esta ciencia sufren un importante impulso, comenzando a aparecer nuevos puntos de vista. Pero no será hasta el siglo XX cuando se supere la clasificación y descripción de las monedas y colecciones, por otro lado necesaria, intentando ir más allá de los aspectos externos y tomando la moneda como un instrumento más para la elaboración de la Historia. No sólo se considera la moneda como un objeto artístico, si no que se le concede un nuevo carácter como objeto arqueológico.14 Bajo esta nueva consideración, la Numismática aparecerá relacionada con múltiples ciencias, como son la Economía, la Historia Política, la Historia del Arte, la Arqueología, la Historia, la Epigrafía, la Toponimia antigua, etc. aportando valiosos datos a cada una de ellas.15

A lo largo del trabajo, ponemos el acento en todas estas cuestiones, esperando que futuros trabajos no caigan en los errores comentados, que eluden numerosos datos que resultan de gran importancia para la investigación numismática, y que los vacíos que encontramos a lo largo de la geografía peninsular puedan ser con el tiempo subsanados, enriqueciendo, nunca mejor dicho, la investigación de este esencial aspecto de la Historia Antigua.

Dentro de los múltiples y variopintos enfoques que puede poseer la investigación numismática, nos centrarnos en un aspecto muy específico de la misma: el análisis de la vida de la moneda a través de la observación de su circulación, y su relación con la evolución del territorio peninsular. Y al estudio de esta tendencia dedicamos las siguientes páginas.

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No es intención de este trabajo realizar una labor crítica acerca de la múltiple bibliografía generada en torno a las figuras protagonistas de este periodo. Aún así, hemos considerado oportuno incluir como apéndice al trabajo un listado de bibliografía básica que ha de ser consultada para poder evaluar la labor de Nerva, Trajano, Adriano, y los dinastas antoninos, a la que remitimos para el análisis de los aspectos concretos de sus biografías. Cf. pp. 237-239. 14 Beltrán Martínez, 1987 (1950), 11. 15 Acerca de la evolución de la numismática en España remitimos a los trabajos realizados por G. Mora (1997, 175-201; 1999, 27-37), B. Cacciotti (Cacciotti, Mora, 1995, 351-359), B. Mora y T. Volk (2002, 179-204), y la introducción realizada a la obra Historia Monetaria de Hispania Antigua publicada en 1998 (1ª ed. de 1997), realizada por C. Alfaro, A. Arévalo, M. Campo, F. Chaves, A. Domínguez y P.P. Ripollès (A.A.V.V., 1998).

2. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN El siglo II es un periodo crucial en el desarrollo de la Historia del Imperio Romano, destacando la trascendencia de las grandes figuras protagonistas de este periodo, como son Nerva, Trajano, Adriano y los emperadores antoninos. 11

Al respecto, son interesantes las advertencias de F. Chaves (1992, 1312-1313). 12 Cf. p. VI .

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Los estudios sobre circulación monetaria en Occidente

monedas halladas tras el hundimiento de un barco en la costa de Aquitania en torno al 159-161 d.C., contabilizándose un total de 3996 monedas recuperadas. Junto a estos trabajos, la celebración del “13th Oxford Symposium on Coinage and Monetary History” en febrero de 1993, con la temática Coin Finds and Coin Use in the Roman World, será una evidencia más del calado que esta nueva orientación, basada en el estudio de las monedas en relación directa con la arqueología, posee entre los investigadores.

Si bien han sido numerosos los estudios relacionados con cuestiones de tipo económico, destacando los trabajos realizados por R. Duncan-Jones, F. de Martino, S. Mrozek, J.-P. Callu, K. Greene, entre otros, que nos permiten analizar la moneda en un contexto económico y financiero, mucho menos prolífica ha resultado la bibliografía referente al análisis de los diferentes aspectos relacionados con la circulación monetaria en el Occidente del Imperio Romano, ya no sólo en el siglo II d.C., sino en lo relativo al periodo altoimperial en su conjunto.

En un intento de compilación de las características de la circulación monetaria del bronce en el Occidente romano, A.S. Hobley (1998) establece un patrón de comportamiento para el periodo 81-192 d.C., centrándose especialmente en los testimonios recopilados para Gran Bretaña, Germania, Galia, e Italia. Los aspectos principalmente desarrollados por este autor son los relacionados con las labores de producción y aprovisionamiento de moneda desde la ceca de Roma, así como el análisis de las denominaciones y tipos monetales aparecidos con más frecuencia. El posterior trabajo de C. Brenot, X. Loriot y D. Nony (1999) analiza similares cuestiones, pero desde el gobierno de Marco Aurelio hasta Constantino I (161-337 d.C.), tratando las características propias de la evolución del numerario del siglo II d.C. de manera bastante breve.

Los primeros análisis del fenómeno monetario en el Occidente del Imperio se basaban principalmente en el análisis de los atesoramientos y conjuntos monetales, y en la evolución de los valores que aparecían contenidos en ellos. En estos casos, el siglo III d.C. era el predilecto, intentando observar en las pautas de atesoramiento el momento en el que se produjo la sustitución de los valores característicos del sistema monetario altoimperial al antoniniano. Un primer trabajo que podríamos mencionar al respecto, es el realizado por S. Bolin (1958). En él se analizan los valores característicos del sistema monetario altoimperial romano, describiendo la evolución que sufren cada una de las denominaciones a lo largo del tiempo, los procesos de devaluación de la moneda y sus múltiples reducciones, intentando establecer su verdadero valor en el mercado. Basa su estudio principalmente en las monedas que han sido atesoradas con anterioridad al final del siglo III, límite de su trabajo. Años después, M. Thirion (1967) realizará un análisis de los tesoros hallados en Bélgica. T.V. Buttrey (1972) llevaría a cabo un análisis de la circulación monetaria del bronce (o más bien del sestercio) en la Galia durante el siglo III d.C., a partir del estudio de un tesoro perteneciente a un zapatero de Bordeaux. En él compara el escaso abastecimiento de sestercios del siglo III d.C. en Francia con los diferentes países que conformaban el Imperio de Occidente, y analiza la perduración de antiguos ejemplares. Centrado en el mismo periodo cronológico, R. Reece (1973 y 1981) intentará extender sus observaciones a todo el Occidente romano, aunque su atención se centrará especialmente en Italia, Francia e Inglaterra.

Reflejo del interés que este tipo de trabajos poseen en el ámbito de la investigación son los numerosos proyectos abiertos en diversas universidades y centros de investigación europeos en este sentido. Varios ejemplos son los trabajos realizados por C. Gazdac sobre la circulación monetaria en la provincia de Dacia, entre los gobiernos de Trajano y Constantino I, dentro del proyecto Apvlvm de la Universidad Humboldt de Berlín; el estudio que el Departamento de Numismática de la Universidad de Bolonia lleva a cabo, bajo la supervisión de E. Ercolani, sobre la romanización en el valle del Po a través de los testimonios monetales; el análisis de la circulación monetaria en el Illyricum dirigida por el Departamento de Numismática del Museo Arqueológico de Zagreb, bajo la supervisión de I. Mirnik; y el proyecto que la Comisión Numismática que la Academia Austriaca de las Ciencias (Österreichische Akademie der Wissenschaften) realiza sobre los hallazgos de moneda en la Styria romana entre el siglo II a.C. y el V d.C., o los diversos trabajos que el Abteilung der Archäologie und Geschichte der römische Provinzen sowie der Hilfswissenschaften der Altertumskunde de la Johann Wolfang Goethe-Universität Frankfurt junto con la Akademie der Wissenschaften und der Literatur de Mainz llevan a cabo sobre los territorios germanos, entre otros.

Extendiendo el estudio del fenómeno monetario a los hallazgos aislados producidos en las excavaciones arqueológicas, y abriendo nuevas líneas de análisis, I. Pereira, J-P. Bost y J. Hiernard, (1974) realizarán un detallado estudio de los hallazgos producidos en la ciudad de Conimbriga (Coimbra), siendo pioneros en este tipo de estudios, y que marcarán un hito en la historiografía numismática, con especial repercusión en los trabajos realizados en la Península Ibérica. Este trabajo será seguido por otros muchos con una misma orientación, desvelar toda la información posible que puede aportar la moneda, especialmente si está dotada de un contexto cronológico concreto. Es de destacar en este sentido el trabajo realizado por R. Étienne y M. Rachet (1984) sobre el tesoro de Garonne, donde se realiza un estudio de las

Todos estos trabajos abrirán nuevas y numerosas perspectivas a la investigación numismática y proporcionarán importantes elementos de referencia para poder realizar una visión más global y completa de todos los aspectos relacionados con la circulación monetaria en el Imperio romano. Además, la proliferación de nuevos proyectos destinados a la realización de grandes Bases de Datos, donde serán registradas las monedas existentes de 4

Método, Antecedentes y Marco de la Investigación cada uno de los periodos cronológicos y horizontes geográficos del Imperio romano,16 dotará a la disciplina numismática de una gran vitalidad.

este sentido, es necesario mencionar la labor de aquellos eruditos que, interesados por estas cuestiones, comenzaron a recopilar prematuramente tanto los hallazgos que de manera fortuita se iban produciendo, como las monedas que iban a parar a manos de particulares, dejando testimonio de un número importante de ejemplares que, de otra manera, se hubieran perdido irremediablemente.

Los estudios sobre circulación monetaria en Hispania Los últimos treinta años han marcado un antes y un después en la investigación numismática de la Península Ibérica.17 Con anterioridad, la historiografía se había centrado especialmente en la identificación y localización, mediante las evidencias numismáticas, de algunas ciudades antiguas mencionadas en las fuentes, heredando una tradición que ya era evidenciada en el siglo XIX.18 En este sentido, hemos de mencionar y destacar los necesarios trabajos realizados por los grandes maestros de la Numismática, herederos de las primigenias obras del padre Flórez, A. Delgado y J. Zobel, como son A. Vives y Escudero, P. Beltrán Villagrasa, F. Mateu y Llopis, A. Beltrán Martínez, O. Gil Farrés, A.M. de Guadán, J.M. de Navascues y de Juan, L. Villaronga, y los avances realizados, gracias a su labor, en el conocimiento de la moneda antigua en general y de la hispánica en particular.19

Entre estos autores hemos de destacar los trabajos de F. Mateu y Llopis, quién, desde 1940, inició una sistemática recopilación de los ejemplares localizados en la península, indicando en cada caso el lugar donde se había producido el hallazgo y, si eran conocidas, las circunstancias del mismo. Sus recopilaciones de hallazgos, publicadas año tras año, nos permiten, aún hoy, reconstruir la riqueza numismática de muchos lugares de los que no existe apenas testimonio monetal. F. Mateu y Llopis conocía la importancia del estudio de los hallazgos aislados de moneda20 y abrió las puertas, con su inigualable trabajo, a una nueva línea de investigación, que intentaría enlazar la moneda con todo un complejo proceso histórico y arqueológico, que nos permitiría conocer no sólo el "nacimiento", sino la "vida" completa hasta el momento de pérdida, su "muerte", de los ejemplares.

Sin embargo, era evidente que la Numismática nos podía ofrecer mucha más información que aquélla destinada principalmente a la clasificación. Para ello, la moneda debía ser estudiada en su contexto de hallazgo, en el lugar donde la pieza había sido localizada (que no emitida), aportándonos entonces nuevos datos sobre la circulación de la moneda y los ritmos económicos de cada enclave analizado. Será a partir de los años setenta cuando la historiografía comience a considerar estas premisas.

Pionero en esta nueva línea de investigación fue el trabajo de R. Martín Valls acerca de la circulación monetaria en época ibérica,21 donde utilizaba la moneda como elemento básico para el análisis económico e histórico de las poblaciones indígenas. Una vez planteada esta tendencia sólo sería cuestión de tiempo que empezara a dar importantes frutos, apareciendo numerosos estudios de carácter monográfico acerca del análisis de la circulación monetaria en diversos puntos de la geografía peninsular. Así, en 1974 es publicado el estudio de circulación monetaria de la ciudad de Conimbriga (Coimbra).22 Poco tiempo después, en 1980 y 1982, serán publicados sendos trabajos de P.P. Ripollès acerca de la circulación monetaria en la zona levantina, uno limitado al área valenciana y un segundo en el que recoge el material numismático republicano y julio-claudio del área costera levantina de la provincia Tarraconense.23 A lo largo de esta década de los ochenta se multiplicarán las publicaciones, saliendo a luz pública el exhaustivo análisis de la circulación monetaria de la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), realizado por J.M.

Estos trabajos se basarán principalmente en el análisis y clasificación de las monedas procedentes de colecciones privadas, de los fondos que albergan los museos, y de los hallazgos que, poco a poco, se van produciendo en las diversas excavaciones realizadas en la península, realizando una recopilación de materiales con procedencia más o menos cierta que nos permitiera afrontar un análisis de las características propuestas. En 16

Como es, por ejemplo, el proyecto liderado por el Ashmolean Museum (Oxford, Reino Unido), bajo la dirección de Ch. Howgego para recopilar las monedas emitidas en el siglo II d.C., o la NUMIDAT-WEB, base de datos online del proyecto Fundmünzen der Antike coordinado desde la Akademie der Wissenschaften und Literatur de Mainz. 17 Ya nos advertía R.M.S. Centeno de la importancia de las nuevas tendencias que comenzaban a despuntar en la Numismática de los años setenta: "a década de setenta deste século marca um ponto de viragem na investigação numismática na Península Ibérica que, então, ganha uma nova dinâmica e rigor científico com a introdução e generalização de novos métodos e técnicas de análise e com substancial alargamento da comunidade científica nesta área do saber" (Centeno, 1995, 376). 18 Mora, 1999, 33 y 35. 19 Hemos de destacar pues las pioneras obras de E. Flórez (1757-1758), A. Delgado (1871-1876) y J. Zobel de Zangróniz (1878) y las primeras obras acerca de la numismática hispánica de los posteriores especialistas Vives, 1926; Beltrán Martínez,1950; Gil Farrés, 1966; Guadán, 1969; Navascues de Juan, 1969-1971; Villaronga, 1979, entre otros. Además no podemos dejar de mencionar la importante labor que A. Beltrán Martínez llevo a cabo para la ciencia Numismática, al impulsar y promover la organización de los Congresos Nacionales de Numismática, celebrados periódicamente desde 1972.

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Acerca del valor de las colecciones numismáticas: "Puede además dar argumentos acerca de las localizaciones imprecisas y para el estudio de las expansiones de una moneda siempre que la colección de que se trate esté formada de manera espontánea y sea hija de la arqueología de una provincia o ciudad (…) El estudio de los hallazgos es todavía joven entre nosotros, casi en realidad comienza ahora a efectuarse de un modo sistemático y constante; para él aportan preciosos elementos las colecciones locales, pues que a ellas fueron a parar muchas piezas de reiterada persistencia en el lugar en el que se formó la colección, producto de los hallazgos esporádicos o de conjunto, o resultado de la masa de numario que siempre queda en un país o región cuando han nacido aquéllas en éstos" (Mateu y Llopis, 1952b, 225). 21 Martín Valls, 1967. 22 Pereira, Bost, Hiernard, 1974. 23 Ripollès, 1980a; Ripollès, 1982.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Gurt,24 el estudio de R.M.S. Centeno sobre el Noroeste peninsular,25 el de J.F. Blanco García acerca de la antigua ciudad de Cauca (Coca, Segovia),26 la labor conjunta de J.-P. Bost, F. Chaves, G. Depeyrot, J. Hiernard, y J.-C. Richard a partir de los hallazgos de Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz),27 y el realizado por J.M. Abascal sobre el Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante),28 entre otros.

El conjunto peninsular es un ámbito demasiado extenso y heterogéneo como para poder ser tratado en su conjunto, por ello vemos necesaria la compartimentación del territorio susceptible de ser analizado. La dificultad de esta labor estriba en la necesidad de establecer unas fronteras para el análisis de unos fenómenos culturales, sociales o económicos que, en su origen, no debieron poseerlas, y en la mayor o menor idoneidad de los límites territoriales a aplicar.

La década de los noventa no será menos fructífera. En este periodo, los grandes núcleos urbanos de la antigüedad dejan de ser el principal centro de atención del análisis monetario y pasan a cobrar mayor protagonismo los pequeños enclaves rurales y el análisis de las vías de comunicación. Al respecto, encontramos la monografía de M. Campo acerca de la circulación monetaria en la villa romana de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia),29 el trabajo de S. Fontela sobre el Valle del Guadalentín,30 el de A. Alberola y J.M. Abascal sobre el Valle del Vinalopó,31 y el correspondiente a los hallazgos monetarios del Grau Vell (Sagunto, Valencia), realizado por M. Gozalbes Fernández.32 Los últimos trabajos realizados en este sentido son el publicado por C. Blázquez en 2002,33 acerca de la circulación monetaria en torno a la Vía de la Plata, y el realizado por N. Lledó acerca de la circulación monetaria en época imperial en las principales ciudades, y su ager, de la provincia Tarraconense mediterránea.34

Para la realización de esta investigación se ha optado por delimitar el territorio peninsular atendiendo únicamente a límites geográficos. Las grandes regiones fisiográficas que encontramos en la Península Ibérica son las depresiones del Ebro y del Guadalquivir, la Meseta y sierras interiores y las cordilleras periféricas. Es importante tener en cuenta las alineaciones orográficas que circundan la Meseta, gran unidad central que articula el relieve peninsular, ya que dificultan las posibilidades de comunicación entre el conjunto peninsular a la vez que crean un verdadero mosaico repleto de contrastes, naturales y humanos. Las diferencias climáticas que propicia dicha diversidad geográfica determinan las características biogeográficas del conjunto peninsular. La mayor o menor riqueza de suelos, el tipo de vegetación y los recursos hídricos existentes, influirán en los recursos y las actividades económicas de los grupos humanos asentados. Un ejemplo de esta diversidad es puesta de relieve por L.A. Curchin al describir la riqueza propia del conjunto peninsular: “In arid south-eastern Spain, the hinterland of Cartagena, esparto grows in abundance; this hardy grass was woven into stout ropes by the Romans. The Extremadura steppelands provided pasturage suitable for ranching. The two Castiles with their heavy, dry earth served as the granary of Spain, while the rich soils of Andalusia and the east coast were well adapted to olives and grapes. The combination of arable soil and underlying mineral resources made Spain the richest region of the Roman Empire”.36

Paralelamente a todos estos trabajos podemos encontrar una cantidad innumerable de artículos sobre tesoros, fondos monetarios de museos y colecciones particulares, recopilaciones de hallazgos, memorias de excavaciones, y diversas investigaciones directamente relacionadas con la circulación monetaria en diversos puntos de la geografía peninsular a partir del estudio de pequeños conjuntos monetales. La proliferación de este tipo de trabajos contribuye en gran medida al conocimiento y configuración del fenómeno monetario en la Hispania romana. 3. LA COMPARTIMENTACIÓN DEL ESPACIO

La geografía peninsular jugará ya un papel primordial a la hora de la penetración y conquista del ejército romano. La riqueza de sus suelos y sus materias primas, la accesibilidad y comunicación, y la mayor o menor permeabilidad de las sociedades indígenas, serán determinantes para el establecimiento del poder romano en la Península y el grado de aceptación del bagaje cultural y material que porta consigo el establecimiento de la administración romana. En este sentido, el litoral sur y este peninsular presentan un alto grado de asimilación de la cultura romana, debido tanto a la temprana incorporación a la órbita romana como por las previas influencias griegas y fenicias, que proporcionaron un grado de urbanismo y desarrollo económico que facilitaría en gran medida la adaptación a los patrones económicos y organizativos propiamente romanos. Un importante elemento que ha de ser tenido en cuenta es el gran interés que estas tierras proporcionaban para la

El espacio geográfico en el que se centra la investigación es el conjunto de la Península Ibérica, excluyendo, por tanto, de este análisis las Islas Baleares, al constituir una unidad geográfica con sentido propio.35

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Gurt, 1985. Centeno, 1987. Blanco García, 1987. 27 Bost, Chaves, Depeyrot, Hiernard, Richard, 1987. 28 Abascal, 1989. 29 Campo, 1990. 30 Fontela, 1992. 31 Alberola, Abascal, 1998. 32 Gozalbes Fernández, 1999. 33 Blázquez Cerrato, 2002. 34 Lledó, 2004, 2007. 35 Acerca de los hallazgos producidos en las islas Baleares y las principales características de su circulación monetaria, remitimos a Campo, 1976, 61-71; Campo, Fernández, 1977, 89-101. 25 26

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Curchin, 1991, 15.

Método, Antecedentes y Marco de la Investigación

Figura 1: Mapa en el que aparecen señaladas las áreas geográficas a partir de las que será analizado el material numismático registrado.

inversión y explotación por parte de las élites itálicas, potenciando el desarrollo económico de estas áreas. En un segundo lugar quedan situados los lugares limítrofes a estos prósperos territorios. En el valle del Ebro, la Meseta Sur y el área meridional de Portugal hasta la cuenca del Tajo, el grado de asimilación se presenta más debilitado. La incorporación algo más tardía de estos núcleos a la esfera de acción de Roma, el sustrato cultural indígena con el que contaban y el menor interés económico que estos territorios podían despertar, son claves para entender la debilidad de la presencia itálica en estos territorios menos urbanizados.37 A partir de este punto, el grado de asimilación de la cultura romana se presenta más debilitado conforme más avanzamos hacia el norte y oeste de la Península.38

Se han tomado como divisoria los principales sistemas montañosos que caracterizan el relieve hispano, así como las cuencas fluviales y los valles de los ríos que describen. De esta manera, se definen siete áreas geográficas: Levante, Valle del Ebro, Vertiente Cantábrica, Meseta Norte, Meseta Sur, Valle del Guadalquivir y área litoral andaluza, y Fachada Atlántica. Cada uno de estos espacios serán a su vez compartimentados en aquellos casos en los que la abundancia de material numismático no permita una observación clara del fenómeno, aunque a posteriori sea realizada una puesta en común de cada uno de los aspectos observados para cada territorio, estableciéndose una reflexiones finales para el área geográfica señalada. El Levante se circunscribe al área definida por la Cadena Costero-Catalana, las sierras surorientales del Sistema Ibérico, las estribaciones de la Cordillera Bética y el cauce del río Andarax. El Valle del Ebro se ciñe básicamente a la propia Depresión del Ebro, resultando el espacio que se desarrolla entre los Pirineos, la Cadena Costero-Catalana, el Sistema Ibérico y los Montes Vascos. La Vertiente Cantábrica aparece delimitada por el propio Mar Cantábrico, los Pirineos, la Cordillera Cantábrica y el valle del río Eo. Al sur de la Cordillera Cantábrica se desarrolla la Meseta Central, compartimentada en Meseta Norte y Meseta Sur, a partir

Atendiendo a esta diversidad y a todas las cuestiones señaladas, la división territorial que establecemos se basa principalmente en las regiones fisiográficas descritas y en las diferentes áreas económicas que pueden ser delimitadas a partir de los diferentes recursos que sus suelos nos proporcionan.

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Al fin y al cabo la ciudad es consideraba como uno de los principales focos desde el que se propagaría la cultura romana hacia los núcleos rurales. 38 Curchin, 1991, 55.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA del Sistema Central. Sierra Morena se configura como el límite norte del Valle del Guadalquivir, siendo los sistemas Béticos y el valle del río Andarax la frontera oriental y el río Guadiana la occidental. Tan sólo nos queda por definir la Fachada Atlántica, que se extiende por todo el occidente peninsular bañado por las aguas del océano Atlántico y posee como límite oriental los Montes de León, las sierras que conforman los rebordes de la Meseta Central, y el cauce del Guadiana.

figura de Domiciano, parece que se inicia una etapa caracterizada por la cordialidad de los emperadores para con el senado y la conciliación entre ambos poderes políticos. Al fin y al cabo, Nerva (96-98) fue elegido por el propio Senado para suceder al último representante flavio, con lo que no podía ser hostil hacia lo que representaba, y de los que recibía, además, el máximo apoyo. Además, el propio sistema de adopción por el que optarían los monarcas del siglo II d.C., basado en la elección de “el mejor”, intentaba evitar el sentido patrimonial del cargo, aspecto que no era del agrado de la clase senatorial. La habilidad de estos emperadores estribaba en la capacidad de conjugar los intereses senatoriales con los del ejército, ya que, pese al carácter electivo del cargo, éste siempre quedaba circunscrito a un ámbito grato a los militares.41

Con esta compartimentación no intentamos crear núcleos estancos, sino tan sólo mostrar tendencias que habrán de ser completadas y puestas en relación con las propias de las áreas circundantes. 4. EL CONTEXTO HISTÓRICO. HISPANIA EN EL SIGLO II.

Esta política conciliadora, por la que recibirá el apoyo de sendas fuerzas vivas del Estado, será complementada con una preocupación por la sociedad romana, especialmente por las clases más desfavorecidas, siendo destacable la política social, inaugurada por Nerva, y mantenida por todos los representantes políticos de este siglo II d.C., donde se incluía el reparto de tierras entre las familias menos pudientes y la creación de unas instituciones alimentarias, alimenta, para ayudar a los niños que así lo necesitaran, entre otras medidas de carácter social.

Tanto la historiografía tradicional como las fuentes clásicas existentes para este periodo, son bastante generosas a la hora de describir los años centrales del denominado Alto Imperio, aunque la implicación política de los principales autores clásicos que dejaron constancia de la labor de estos emperadores, protagonistas de nuestro estudio, y que han sido el fundamento teórico para las subsiguientes afirmaciones, no nos permita separarnos en demasía de la versión oficial y de la propia propaganda imperial para la creación de un contexto general sobre el que situar la evolución de Hispania a lo largo de este siglo II.

En cuanto a los aspectos relacionados con las finanzas, parecían ya debilitadas desde principios del reinado de Nerva, y fueron acentuadas por su política de desgravaciones. Frente a esta situación, según asevera F. Chaves, la posterior política de Trajano no contemplaba acrecentar los recursos mediante una política de restricciones y aumento de cargas fiscales, por lo que optaría por una política económica de cariz proteccionista que, por otra parte, elevaría los gastos estatales.42 A este aspecto, se le suman otros gastos asumidos por el estado como son la organización y financiación de los alimenta antes comentados, la fuerte política edilicia y, especialmente, los gastos relativos a la preparación de las numerosas campañas bélicas que tuvieron lugar durante el gobierno de este emperador.

Las palabras de Zósimo, quien compara la labor de Nerva, Trajano, Adriano y los dinastas antoninos, con sus antecesores y predecesores, nos acercan a la realidad de los textos clásicos. “A continuación accedieron al gobierno hombres valiosos -Nerva, Trajano, tras éste Adriano, Antonino Pío y la biga de los hermanos Lucio y Vero- que se esforzaron en reparar muchos de los daños acaecidos y, además de recuperar cuanto habían perdido sus predecesores, añadieron posesiones hasta entonces inexistentes. Pero cuando Cómodo, el hijo de Marco, accedió al poder, no sólo se entregó a usos tiránicos, sino también a vesánicos desmanes”.39 Lejos de querer parafrasear los datos ya existentes acerca de la labor política, militar y social, de estos emperadores,40 nos limitaremos a mencionar, en líneas generales, aquellos hechos o acontecimientos que consideramos de interés para nuestros objetivos y que pudieron tener alguna implicación en la evolución de la circulación monetaria de la época, especialmente en lo referente al área hispana.

Uno de los aspectos más destacados de esta serie de emperadores es su política exterior, que romperá el periodo de pax establecido por Augusto.43 Pero, igualmente destacable, es el interés por la evolución propia de las provincias, que se verá reflejado en la importante labor urbanística y constructiva llevada a cabo especialmente en la primera mitad de la centuria, y que tendrá un gran reflejo en Hispania. Si ya el edicto de latinidad dictado para las provincias hispanas por

En cualquier caso, tras la muerte de Domiciano, el 18 de agosto del año 96 d.C., se inicia un nuevo periodo, con el nombramiento de Nerva como emperador. Respecto al gobierno inmediatamente anterior, representado por la

41

Pérez Centeno, 1990, 7. Chaves, 1993, 97. 43 Hemos decidido omitir las directrices y acontecimientos relacionados con la política exterior antonina que no estén estrechamente vinculadas al devenir histórico de la Península Ibérica, por la extensión del tema. Aunque, debido a la implicación que éstas tendrán en la evolución propia de la economía imperial, creo oportuno incluir al final de este trabajo una tabla cronológica donde se enumeran los principales acontecimientos de este siglo II d.C. Cf. p. 213. 42

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Zos. I, 6-7. Para el conocimiento concreto de cualquiera de los aspectos que rodea la política imperial, la situación financiera y la vida cultural del siglo II d.C., remitimos a la bibliografía recogida al efecto. Cf. p. 237-238. 40

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Método, Antecedentes y Marco de la Investigación Vespasiano significó un importante impulso para las ciudades peninsulares,44 las numerosas inversiones en mejoras de infraestructura y la actividad edilicia de los emperadores hispanos, como se ha venido denominando a Trajano y Adriano, dotarán a esta provincia de la grandeza característica de una de las áreas más fuertemente romanizadas del Imperio.

Además de la propia productividad de los productos hispanos, G. Chic destaca la importante fuente de riqueza que significó para la economía hispana, especialmente para la Baetica, la idoneidad de los transportes fluviales y marítimos y la ubicación estratégica que, unida a su producción, permitía un correcto y fácil abastecimiento a las tropas acantonadas en Britannia y en el limes renano, a través de las rutas atlánticas.48 El transporte marítimo resultaba altamente rentable para el abastecimiento de estos núcleos septentrionales, beneficiando además a los productores y comerciantes hispanos, especialmente del sur peninsular. La activa política exterior trajanea favorecerá en gran medida a estos sectores de la población, alcanzando un máximo en su desarrollo.

Pero, dejando a un lado las directrices políticas llevadas a cabo por estos emperadores, que quedan muy lejos de ser el centro de la exposición, nos centraremos en conocer los acontecimientos que tuvieron lugar en Hispania en estos momentos decisivos de la etapa altoimperial, como preludio de la destacable transformación política, económica y militar, producida durante el siglo III d.C. Pocos datos poseemos acerca del devenir histórico de la Hispania del siglo II, especialmente durante la primera mitad de dicha centuria, ya que escasa es la información que al respecto encontramos en las fuentes. E. Cizek sitúa Hispania, y especialmente la Baetica, como una provincia altamente significativa en el seno del Imperio Romano en estos momentos, debido a las importantes fuentes económicas de las que goza.45 Hemos de destacar entre éstas las relacionadas con la agricultura y los productos de ella derivados. Así, el aceite de oliva hispano, especialmente el procedente de la provincia Baetica, gozará de gran fama y poseerá un amplio mercado. El vino de la Tarraconense, sobre todo el de la Lacetania, tendrá similar prestigio, y la abundancia y calidad de los cereales hispanos, entre otros muchos productos, será igualmente destacada. Además, contamos igualmente con otras fuentes de riqueza, como son la producción de garum, la ganadería46 y la riqueza minera de la Península. Pese a que las importantes minas de plata del entorno de Cartagena parecen estar en recesión en torno al siglo I d.C., las de la zona jienense, Castulo, Sierra Morena y las minas de Vipasca y Aljustrel mantienen todavía una alta productividad. En las minas de Sierra Morena y el área de Huelva y el Alentejo se extrae igualmente cobre, y el área extremeña, el norte de Lusitania y el Noroeste peninsular, todavía poseen gran importancia la explotación del estaño y las minas de oro.47

Pero la estabilidad y riqueza económica con la que contaba la Península Ibérica durante los primeros momentos del siglo II d.C. parece sufrir algunos avatares una vez avanzada la centuria, que la historiografía actual no coincide en valorar con cierta unanimidad. Ciñéndonos a la información vertida en las fuentes clásicas, la Historia Augusta deja entrever signos de agitación y malestar entre los hispanos provocados tanto por el endurecimiento general de las condiciones financieras, como por el excesivo número de levas que fueron realizadas, quizás con motivo de las guerras trajaneas y el necesario mantenimiento de los limites bajo el gobierno de Adriano.49 Estas quejas se repetirán una vez más durante el reinado de Marco Aurelio, tras los nuevos reclutamientos para sostener la defensa de los limites, bastante activos en estos momentos. 50 Igualmente, un nuevo indicio de rebelión en el seno de las provincias hispanas lo vemos en el intento de Cornelius Priscianus, gobernador de Hispania Citerior, de hacerse con el poder imperial o levantarse contra el emperador, en el año 145 d.C., acto por el cual sería llevado ante el Senado y condenado por realizar acciones hostiles contra la paz de la provincia de Hispania.51 Sin embargo, los aspectos más destacados en las fuentes son las incursiones que diferentes pueblos ajenos al Imperio realizaran sobre la Península Ibérica durante los 48

Chic, 2000, 93. Hist. Aug., Hadr. XII 4. 50 Hist. Aug., Marc. XI, 7. 51 Cornelius Priscianus fue un senador que seguramente había ocupado un consulado sufecto antes del año 138, y que en el 145 d.C. se encontraba en Hispania como gobernador provincial de un territorio en el que debían existir tropas para respaldar una secesión, es decir, la provincia Hispania Citerior. En las fuentes tan sólo aparece una escueta referencia a esta figura en un fragmento de los Fasti Ostienses y en la vida de Antonino Pío (Hist. Aug. Pii 7, 4). Según aparece señalado en los Fasti Ostienses, en el año 145 d.C. se celebró en Roma el juicio contra el senador Cornelius Priscianus, al ser acusado de intentar un levantamiento en Hispania contra el emperador. Según comenta la Historia Augusta, éste había intentado establecer un gobierno propio en la Península Ibérica, pero se suicidó antes de ser condenado. Sobre la figura de Cornelius Priscianus, y los acontecimientos que tuvieron lugar en la Península Ibérica en el año 145 d.C., remitimos a los trabajos de A.R. Birley (1966, 117-118), G. Alföldy (1969, 28, y 1977, 78, 200, 229 y 269), R. Syme (1971, 38 y 40), J. Arce (1981, 102-105), P. Le Roux (1982, 461, n. 29), y A. Caballos (1990, 348-349, n. I 14).

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Como concreta J. Santos Yanguas, junto con el ius Latii los individuos adquirían el ius comercii, derecho a comprar y vender, a adquirir y transferir bienes y propiedades patrimoniales, a realizar contratos, y actuar en todas las cuestiones relacionadas con el comercio. Santos Yanguas, (J.), 1984, 83. 45 Cizek, 1983, 70. 46 Acerca de la economía ganadera en Hispania, remitimos al trabajo de J.M. Blázquez (Blázquez, 1957, 159-184), quien destaca especialmente la importancia de esta actividad económica en ciertas partes de la Península Ibérica, como son el conjunto de la Meseta Central y el Norte peninsular (Blázquez, 1957, 160), y la gran fama adquirida por una especie concreta de ganado, los caballos (Blázquez, 1957, 162). 47 Sobre la riqueza de Hispania en época romana, al menos en el siglo I d.C., son interesantes las múltiples indicaciones que realiza Plinio en su Naturalis Historia: Plin. Nat. VIII 73, 191; IX 65, 141; XIV 8, 68, 71; XV 3, 8; XVI 12, 32; 32; XVIII 18, 79-80; 21, 95; 89-90; XIX 2, 9-10; 7, 26-27; 8, 28-30; 43, 152; XXI 39, 80; XXII 3, 3; XXXI 43, 93-94; XXXIII 21, 78; 31, 96-97; 40, 118-121; XXXIV 2, 4; 49, 164-165; XXXVI 45, 160-162; XXXVII 77, 203; XXXIX 128-129.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA gobiernos de Marco Aurelio y Cómodo. Hacia el año 171 d.C., grupos procedentes del norte de África, que ya se encontraban activos durante el gobierno de Antonino Pío, acometerán una serie de incursiones hacia la Península Ibérica que afectarán directamente a la provincia hispana de la Baetica. Ante este hecho, dicha provincia hubo de cambiar su status político-administrativo, pasando de provincia senatorial a la categoría de provincia imperial, con la presencia de un ejército comandado directamente por un legatus del Emperador. La legión encargada de hacer frente a la embestida mauri sería la Legio VII Gemina, única acantonada en Hispania.52 Se considera que existieron dos incursiones, separadas entre ellas por un pequeño intervalo de tiempo. Una primera entrada de agentes mauritanos pudo producirse entre los años 171173 d.C. y, poco después, una segunda oleada, que parece situarse entre los años 175 y 178 d.C., o incluso 180 d.C., existiendo menos datos para la concreción de este segundo episodio “bélico”. Dichas incursiones parecen ser magnificadas por la Historia Augusta, que nos habla de una práctica devastación de las provincias hispanas. 53 Igualmente, las consecuencias de estas incursiones parecen haber sido sobrestimadas, viéndose en ellas el desencadenante que justificase una reducción comercial y productiva de la Baetica a finales de esta centuria.54 Las investigaciones actuales parecen minimizar las consecuencias de estas incursiones, aludiendo a su carácter esporádico y su objetivo de saqueo, más que de ocupación y destrucción.55

banda de desertores y gente descontenta en general, y constituir un pequeño ejército que se dedicaría al pillaje y saqueo por tierras galas e hispanas, amenazando en Hispania las tierras levantinas de la provincia Tarraconense. Este movimiento aparece mencionado en las fuentes como bellum desertorum, dando muestra de la envergadura del hecho.58 Si bien la magnitud de las acciones de Materno pudieron ser engrandecidas por Herodiano, autor que relata dicho acontecimiento,59 nos muestran, al menos, la situación de descontento que pudo existir en las provincias respecto al poder central, que tienen como consecuencia estos movimientos, más o menos engrandecidos, que testimonian la ruptura del equilibrio en las provincias. Teniendo en cuenta estos acontecimientos de carácter político-militar, que denotan sin duda cierta inestabilidad e inseguridad en territorio hispano en el último tercio del siglo II d.C., hemos de señalar otros muchos aspectos que explican las causas que propiciaron la transformación en la economía hispana que parece documentarse en este periodo. Para ello será necesario remitirse al propio devenir económico y social de la Península Ibérica, siendo posiblemente mucho más determinantes para su evolución que los efectos causados por los agentes externos recientemente comentados, que provocarán daños momentáneos y reparables. En el caso de Hispania, J. Muñiz Coello 60 evidencia la dureza de las condiciones tributarias y el desgaste de las economías locales hispanas a mediados del siglo II d.C. por la presencia de los curatores reipublicae,61 la documentación de condonaciones y remisiones de deudas, y la realización de los primeros repartos gratuitos de alimentos en ciudades hispanas. Así mismo, los límites impuestos a las ciudades de la Baetica sobre los gastos a realizar en los juegos de gladiadores, especialmente de aquellas ciudades con problemas financieros, muestra la preocupación estatal por el estado de las finanzas hispanas, llamando a la prudencia.62 G. Alföldy añade a estos argumentos la apreciación de un progresivo decrecimiento de la capacidad económica de las ciudades hispanas, debido a la menor representación de homines novi, hispanos en el Senado romano, al igual que las consagraciones de las élites urbanas en oficios públicos, o, incluso, la disminución de las representaciones artísticas de estas clases sociales.63 Para explicar esta situación, se hace alusión a la fuerte política de inversión

La Historia Augusta también hace alusión a problemas internos en la Lusitania bajo el gobierno de Marco Aurelio, que fueron exitosamente apaciguados.56 En ocasiones, esta inestabilidad en la Lusitania ha sido puesta en relación con las citadas incursiones, que pudieron afectar a esta provincia hispana, pero no se puede afirmar con certeza dicha hipótesis.57 Poco después, en el 186 d.C., las bandas lideradas por Materno provocarán una similar situación de inestabilidad en el área oriental peninsular. Éste antiguo soldado del ejército romano, sería capaz de reunir a una 52

Publius Cornelius Anullinus fue enviado como gobernador con rango de procónsul a la Baetica en el año administrativo 170-171. Su llegada a Hispania debió coincidir con la invasión de la Baetica por los mauri norteafricanos, lo que le permitió ponerse al frente de la Legio VII Gemina, transferida al sur de Hispania para hacer frente a la invasión. Según G. Alföldy, los éxitos militares de ese año junto al gobernador de la Hispania Citerior Caius Aufidius Victorinus le proporcionarían el prestigio del que dependería el resto de su carrera. Caius Aufidius Victorinus fue gobernador de la Hispania Citerior y de la Baetica hacia los años 171-172 d.C. (Caius Aufidius Victorinus: Alfödy, 1985, 91109, 1987a, 473-475 y CIL VI 41140) (Publius Cornellius Anullinus: Alföldy, 1970, 389-390; Castillo, 1982, 496-497; Alföldy, 1987b, 303324, y 1989, 289-292; Caballos, 1990, 99-101, nº 48; Eck, 1996, 216). 53 Hist. Aug., Marc. 21, 1-2; Sev. 2, 4. 54 Alföldy, 2000, 460. 55 Al respecto, es interesante el análisis realizado por M. Benabou sobre las interpretaciones de estas incursiones y el desarrollo y cronología de las mismas, que serán recogidas posteriormente por J. Arce (Benabou, 1976, 147-154, con especial interés de las notas 145 y 161; Arce, 1988, 41-42). 56 Hist. Aug., Marc. 22, 11. 57 Acerca de la interpretación del texto de la Historia Augusta en este sentido remitimos a Arce, 1988, 46.

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Una mención a la “guerra de los desertores” aparece en Hist. Aug., Com. 16, 2, aunque sin mucha concreción. 59 Hdn. I 10, 3. 60 Muñiz Coello, 1986, 347. 61 Nueva figura introducida por Trajano encargada de velar por las haciendas municipales con problemas financieros que aparecen en Hispania bajo el reinado de Marco Aurelio. 62 Según aparece en una tabla de bronce hallada en Italica (Santiponce, Sevilla), en 1888, conservada en el Museo Arqueológico de Madrid. Dicho bronce trata sobre la aprobación de una propuesta de reglamentación del precio del combate de gladiadores, y parece que fue emitido en los años 176-178 d.C. CIL II, 6278; FIRA I, 49; ILS, 5163. 63 Alföldy, 1998, 24-25, Alföldy, 2000, 460. Ya observado para la ciudad de Tarraco por Christie, Loseby, 1996, 40.

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Método, Antecedentes y Marco de la Investigación que las élites hispanas acometieron durante finales del siglo I y la primera mitad del siglo II d.C., rivalizando las ciudades hispanas en monumentalidad y crecimiento. Dicha situación provocaría una carestía importante de las magistraturas urbanas, a la par que un desinterés cada vez mayor por su desempeño.64

Un indicio más sobre las dificultades que la comercialización del aceite bético podría estar atravesando durante la segunda mitad del siglo II d.C., es la intervención directa del Estado en este ámbito, que anteriormente estaba relegado a la iniciativa de las élites locales. Hasta el gobierno de Marco Aurelio, los transportes para la comercialización del aceite bético habían sido organizados mediante iniciativa privada, ejerciendo el Estado un simple papel de control. A partir de Marco Aurelio, aparecen unos procuradores especiales que se harán cargo de organizar y centralizar este negocio. A ojos de G. Alföldy, la aparición de este fenómeno de intervencionismo estatal siempre indica las dificultades de tipo económico y político por las que atravesaría el sector en cuestión.69

No obstante, la situación de descontento no sólo procedía de la fuerte política de levas y las medidas financieras adoptadas, necesarias para sostener las empresas bélicas del Estado, como atestiguaba la Historia Augusta, sino que parecen ser constatadas ciertas dificultades en la economía hispana, en cierto modo ajenas a la propia política exterior y a los problemas militares que afectaron a la Península en la segunda mitad de esta centuria. Parece documentarse, arqueológicamente, una menor efectividad de las minas del Noroeste hispano a finales del siglo II y comienzos del III d.C., a la vez que se observan dificultades en el comercio de minerales que iban de Lusitania a través de la Baetica en busca de los puertos de la costa atlántica meridional. L.A. Curchin señala la importancia que a partir del año 100 d.C. comenzaron a poseer las provincias de Britannia y el área de los Balcanes en el aprovisionamiento de metales al Imperio, sumándose a este elenco la adquisición de las minas de oro de la Dacia por Trajano, que restarán protagonismo al mineral hispano. Contemporáneamente, las explotaciones asentadas en la Península, por su parte, comienzan a resultar más costosas, debido al agotamiento de los filones más accesibles.65 Todo ello provocará una reducción de la producción minera, y una consiguiente disminución de las exportaciones.

Pero esto no significa, desde luego, el colapso de la Hispania romana, sino simplemente un cambio en su política económica y comercial, una nueva situación a la que habrá de adaptarse. Las ciudades hispanas optarían por una reorientación de su comercio, disminuyendo el peso específico de Italia en las exportaciones, que serán sustituidos por un incremento de las relaciones comerciales con el norte de África, los puertos béticos y del sureste hispano, y con las Galias, en el caso de los puertos del norte,70 además del mantenimiento del importante abastecimiento de los ejércitos acantonados en el limes germánico. Paralelo a este proceso, ha sido documentado un empobrecimiento y reducción del perímetro urbano de diversas ciudades peninsulares durante esta segunda mitad del siglo II d.C., a la vez que parece producirse una creciente tendencia a la formación de grandes latifundios y una mayor vitalidad de los núcleos rurales.71 Este proceso es especialmente notable en algunos enclaves del Levante peninsular. La ciudad de Carthago Nova (Cartagena, Murcia),72 y el ager asociado a ella,73 habrían entrado en un periodo de cierto estancamiento apreciable desde finales del siglo I d.C., tras el abandono de las minas del entorno de la antigua urbs, que arqueológicamente es constatado por la reducción de su perímetro urbano. Ilici (Elche, Alicante) y el Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante) ven igualmente menguado su potencial económico y comercial durante esta segunda centuria y el siglo III d.C.74 Esta misma situación la encontramos en Lucentum (Tossal de Manises, Alicante), Edeta (Lliria, Valencia), Baetulo

A mediados del siglo II d.C., y especialmente durante el siglo III d.C., el papel económico del norte de África se verá incrementado, ascendiendo las exportaciones africanas a un lugar privilegiado dentro del ámbito del Mediterráneo occidental.66 Los anteriormente tan cotizados productos de la Baetica parecen dejar de llegar a Roma,67 o al menos en la cantidad en la que lo hacían anteriormente, descendiendo especialmente la importación del aceite allí producido. Esta tendencia es constatada a partir de la desaparición de sellos de ánforas procedentes de la Baetica en el Monte Testaccio de Roma y en Ostia. La sustitución de las producciones hispanas en los mercados extrapeninsulares por aquéllas procedentes de diversos puntos del norte de África será un proceso paulatino y que habrá de motivar un cambio en las relaciones comerciales, al menos con la metrópoli.68

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Alföldy, 1998, 25. Acerca de la evolución de esta procuratela en el siglo III d.C., bajo la dinastía severa, remitimos a Remesal, 1996, 195221. 70 Pérez Centeno, 1999, 430. 71 Rostovtzeff, 1957, 150; Vidal Bardán, 1987-1988, 149; Pérez Centeno, 1999, 432; Lechuga, 2002, 198. 72 Abandono de ciertos sectores de la ciudad que es constatado arqueológicamente, Martín Camino, Vidal Nieto, 1991, 280. 73 Este proceso regresivo se observa en diferentes lugares del entorno del Campo de Cartagena (Baños, 1990, 379; Baños, Chumillas, Ramírez, 1991-1992, 201); proceso regresivo que continuará con un sucesivo abandono de numerosos enclaves de la región a lo largo de los siglos II y III d.C. (Martínez Rodríguez, 1991-1992, 214; San Nicolás, 1987-1988, 249; Murcia, 1997-1998, 226; Ruiz Valderas, 1987-1988, 179; Ramallo, Ros, 1988, 168). 74 Abascal, 1989, 90.

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Abascal, Espinosa, 1989, 227-229; Pérez Centeno, 1990, 8. Curchin, 1991, 136. Remesal, 1996, 221. 67 Vidal Bardán, 1987-1988, 151; Arce, 1998, 359. 68 Curchin, 1991, 131; Nony, 1998, 129. J. Remesal advierte que a lo largo del siglo III d.C. se produce un cambio en la comercialización del aceite bético, pero que ello no significa un descenso o decaimiento de su producción y distribución. Los tipos anfóricos parecen haber cambiado, así como los centros receptores de estos nuevos contenedores. Remesal, 1983, 115 y 129. 65 66

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA (Badalona, Barcelona), Iluro (Mataró, Barcelona), Iesso (Guissona, Lérida) e Ilerda (Lleida).75 El caso más destacable sea quizás el de Emporiae (Ampurias, Gerona),76 que a partir de época flavia sufrirá un progresivo proceso de abandono, quedando este importantísimo núcleo urbano y comercial con un escasísimo número de población residual a finales del siglo II y comienzos del III. En conexión con el área levantina, la ciudad de Ercavica (Castro de Santaver, Cañaveruelas, Cuenca) parece experimentar cierto declive hasta el reinado de Domiciano, manteniéndose con reducida actividad durante el siglo II d.C., momento en que parece ser destruido el foro,77 y Segobriga (Cabeza de Griego, Saelices, Cuenca) y Valeria (Valeria, Cuenca) parecen sufrir un periodo recesivo progresivo que no permitirá su continuidad como centros urbanos en época tardía.78 Igualmente sucede en los territorios de la Baetica. A lo largo del siglo II d.C. parecen detectarse síntomas de recesión en algunas ciudades como Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz), Italica (Santiponce, Sevilla), Munigua (Villanueva del Río y Minas, Sevilla), a lo que se sumará la ciudad de Gades (Cádiz) en el siglo III d.C.79 El proceso observado en el restante territorio peninsular parece ser, por el momento, menos destacado, siendo el siglo II un periodo de continuidad y, en algunos casos, de desarrollo urbanístico y económico, retrasándose hasta el siglo III este proceso recesivo en los casos en los que éste tuvo lugar.

El problema se vuelve más acuciante cuando, durante el gobierno de Marco Aurelio, vuelve a crecer la tensión entre los partos y Roma, que obligaría a una nueva ofensiva en el limes oriental, dejando desprotegida la frontera danubiana. Esto provocará el movimiento de los sármatas y germanos hacia el interior del Imperio. Además, parece ser que el ejército había quedado debilitado por la aparición de una epidemia entre los soldados del ejército oriental, que posteriormente se extendería hacia otras partes del Imperio. El esfuerzo a realizar en estos momentos no podía ser mayor, siendo necesaria una demostración del poder de Roma para contener todas las tensiones existentes dentro y fuera del Imperio. Pero ésta no llegaría, ya que, tras la muerte de Marco Aurelio en el limes germano, su hijo, Cómodo, decidirá abandonar dicho frente,83 siendo síntoma indiscutible de la debilidad de Roma para afrontar los problemas fronterizos. El mantenimiento de estas necesarias empresas bélicas recaerán en el conjunto del Imperio, siendo un peso extra a soportar por las economías ciudadanas, que ya mostraban signos de agotamiento. A nivel monetario, podemos observar cómo se asiste a un proceso progresivo de devaluación de la moneda de plata, al recurrirse en repetidas ocasiones a lo largo de esta centuria al rebaje de la ley de la moneda, ante la apremiante necesidad de dinero para paliar los altos costes que los múltiples frentes activos provocaron a lo largo de este siglo II. Ya Trajano realizó una primera reducción de la proporción de plata en el denario, tras la anterior reforma realizada por Nerón. Esta medida será especialmente utilizada por Cómodo, aunque no será demasiado notoria hasta las constantes devaluaciones de moneda a las que asistimos a partir del reinado de Septimio Severo, cuando el denario pasará a contener menos del 50% de plata. Las fuertes devaluaciones realizadas entonces se ponen en relación directa con las guerras civiles que sacudieron al Imperio tras la muerte de Cómodo, y que, de nuevo, provocarían una nueva convulsión en las arcas estatales.84

El retraimiento de la vida ciudadana parece fundamentarse en un cúmulo de circunstancias, que se centran especialmente en cierto agotamiento financiero y en un cambio de mentalidad de las elites hispanas, al que hemos hecho alusión brevemente en páginas anteriores. 80 J.M. Abascal y U. Espinosa aluden a una “economía recalentada”, provocada por la fuerte actividad inversora de las élites hispanas en colonias y municipios por encima de la capacidad del sistema productivo, que se vería además dañado por el aumento de la fiscalidad para el sostenimiento de las fronteras.81 La reducción del poder adquisitivo de las élites provocará una menor inversión en el enriquecimiento y monumentalización de la ciudad. El concepto de ciudad como lugar de representación de las élites dejará de sostenerse, experimentándose al mismo tiempo un cambio en la mentalidad de éstas que provoca diversas transformaciones en los modos de producción, tendiéndose a una evolución de los sistemas de explotación basada en el nuevo impulso y desarrollo de las áreas rurales. G. Alföldy añade además la emigración de numerosos miembros de las élites urbanas hacia la Península Itálica, tras la orden emitida por Trajano en la que se les instaba a invertir en Italia.82

En Hispania, se ve materializado este momento de dificultades económicas y financieras en restricciones del tipo de las que observamos en el bronce de Italica (Santiponce, Sevilla),85 o en la necesidad de realizar determinadas remisiones de deudas a diferentes ciudades. La apremiante situación alcanzada durante el gobierno de Marco Aurelio y Cómodo, hunde sus raíces en un proceso iniciado con bastante anterioridad, y que fue arrastrado durante todo el siglo: la fuerte expansión llevada a cabo por Trajano y el costoso mantenimiento de ésta durante todo el periodo, a la que se le suman el desgaste progresivo de las provincias, principales sostenedoras de la maquinaria imperial. Según establece M. Rostovtzeff, en su ya clásico estudio sobre Social and Economic History of the Roman Empire, la política llevada a cabo

75

Cepas, 1997, 149-150, 144, 138, 148, y 166-167 respectivamente. Campo, Ruiz de Arbulo, 1986-1989, 161. 77 Cepas, 1997, 186-187. 78 Cepas, 1997, 224. 79 Cepas, 1997, 233. 80 Cf. p. 11. 81 Abascal, Espinosa, 1989, 227-229, Pérez Centeno, 1990, 8. 82 Alföldy, 2000, 461. 76

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Rostovtzeff, 1957, 371-3. Bolin, 1958, 234. 85 CIL II, 6278; FIRA I 49. Cf. p. 10 (n. 62). 84

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Método, Antecedentes y Marco de la Investigación por Trajano será un pesado lastre para el pueblo romano, tanto económicamente como humanamente, y será determinante para los años venideros.86 Pese a los ingentes gastos militares que supusieron las guerras dácicas, y las grandes cantidades de dinero utilizadas a continuación para la realización de la amplia actividad edilicia llevada a cabo tanto en Roma e Italia, como en las provincias, no fue acompañada de un incremento de impuestos que hubiera contrapesado el excesivo esfuerzo económico realizado.87 El estado financiero en el que quedaría el Imperio tras el gobierno de Trajano explicaría la política a seguir por los restantes emperadores del siglo II, especialmente austera a partir de Antonino Pío.

ciudades como Italica (Santiponce, Sevilla), cuyas élites pudieron verse altamente involucradas en este proceso.91 Por lo tanto, podríamos concluir este comentario acerca del siglo II d.C., con la constatación de la existencia de dos realidades diferencias para este periodo. Por un lado los datos que la arqueología nos ofrece, que nos muestran una progresiva desaceleración económica de numerosos puntos del orbe romano, a la vez que un paulatino proceso de transformación y cambio, especialmente de las élites ciudadanas, en sus sistemas de producción y, por tanto, en sus modos de vida y que se verá fuertemente reflejado en el desarrollo de las ciudades. Por otro lado, la sensación de inmutabilidad y estabilidad de las estructuras sociales y económicas que nos muestra la literatura clásica y la historiografía, achacando todo problema y retracción a agentes externos, como pudieran ser las incursiones “bárbaras” del siglo III, ocultando para la posteridad los problemas de fondo ya apreciados desde tiempos de Trajano.

Una evolución similar es apreciada por G. Alföldy para el caso concreto de Hispania: “Thus, in the history of Roman Spain, the reign of the Flavian and Antonine emperors were not homogeneous. An apogee was reached under the Flavian emperors and in the first decades of the second century; thereafter, under Hadrian and Antoninus Pius, a decline set in. This did not lead into a general crisis or to a collapse, not even during the third century. But the long period of growth and often spectacular prosperity and success in the economic, social, political and cultural spheres dating back to the late republic, and receiving fresh impetus under Augustus, the Flavian emperors and Trajan, was at an end”.88 Establece los antecedentes de la situación expresamente manifiesta bajo el reinado de Marco Aurelio, en tiempos anteriores, a partir del reinado de Adriano, a través de la observación de la reducción del papel político y del potencial económico de las élites ciudadanas.89 Parte de estas élites hispanas se verán además afectadas por la política de confiscaciones realizada por Septimio Severo tras su llegada al poder. 90 Tras la victoria de Septimio Severo sobre Clodio Albino en el 197 d.C. siguieron una serie de medidas de castigo para aquéllos que habían apoyado la causa del vencido, encontrándose entre éstos gran parte de los aristócratas hispanos. Las repercusiones de esta medida se desconocen para el caso de la Península Ibérica, pero a ellas se aluden, por ejemplo, para explicar el declive de

No volvemos a tener noticias de los acontecimientos que son vividos en la Península Ibérica hasta tiempos de Galieno (253-268 d.C.), cuando una serie de tribus bárbaras comienzan sus correrías por el interior del Imperio. Las fuentes documentan la llegada de estas “hordas bárbaras” a la Península Ibérica durante la segunda mitad del siglo III d.C., pero esta penetración tuvo un carácter transitorio, como camino hacia África, donde finalmente se asentaron.92 Estas primeras incursiones afectarían especialmente al área litoral de la Tarraconense, aunque no sabemos la intensidad y consecuencias reales que estos movimientos tuvieron sobre las poblaciones romanas que encontraron a su paso. Acerca de este tema, la arqueología parece poner en duda la gran magnitud de este fenómeno, y lo relega a un hecho puntual, sin consecuencias determinantes para el devenir histórico y continuidad de la mayoría de los enclaves existentes, dejando a un lado la imagen de ruina y desolación que las fuentes y la historiografía tradicional relatan.93 Pero esta discusión queda relativamente al margen de nuestro estudio actual.

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Blázquez, 1991, 306; Ventura, 1993, 210. Aur. Vict., Caes. 33, 1; Eutr. VIII, 6, IX 8; Oros., Hist. 7, 22, 7-8. 93 Acerca de este tema, las consecuencias de las invasiones germánicas sobre la Península Ibérica, y la situación de las ciudades en este siglo III d.C. son interesantes las monografías de Cepas, 1997, y Pérez Centeno, 1999, donde revisan y actualizan este tema.

86

92

Rostovtzeff, 1957, 355-6. 87 Rostovtzeff, 1957, 357. 88 Alföldy, 2000, 461. 89 Alföldy, 2000, 460. 90 Hist. Aug. Sev. 12, 14.

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CAPÍTULO 1 EL LEVANTE PENINSULAR

Consideramos como área levantina el territorio que, a lo largo de la costa mediterránea, se extiende desde las estribaciones de los Pirineos, al norte, hasta alcanzar el Golfo de Almería, al sur. El límite oriental lo constituye la propia línea litoral, mientras que la frontera occidental del territorio delimitado es creada a partir de la Cadena Costero Catalana, las sierras ibéricas del Maestrazgo, Gúdar y Javalambre, las sierras béticas de Alcaraz, María y los Filabres, y el cauce del río Andarax. Por lo tanto, quedan incluidas en nuestro estudio las actuales provincias de Gerona, Barcelona, Tarragona, Castellón, Valencia, las comarcas albacetenses de Almansa y Hellín y los territorios situados al Este del río Cabriel, la Región

de Murcia y la mitad oriental de la actual provincia de Almería. Debido a la extensión del área seleccionada y al extenso material numismático recogido, es conveniente realizar una segunda compartimentación del espacio, que nos permita afrontar el análisis numismático con un mayor detalle, comodidad y claridad. De nuevo, atenderemos a cuestiones geográficas para determinar los espacios, siendo el litoral catalán, la Depresión de Valencia y los valles de los ríos Segura y Vinalopó, junto al litoral murciano y almeriense, las principales áreas en las que centraremos nuestra atención.

Figura 2: Mapa geográfico del Levante Peninsular.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA La densidad de material numismático responde a la abundancia de trabajos de carácter arqueológico y numismáticos realizados en el área levantina, especialmente en los territorios murcianos y valencianos. Gracias a los trabajos de síntesis sobre el fenómeno monetario realizados por P.P. Ripollès, J.M. Abascal y N. Lledó, entre otros, podemos incluso establecer con bastante exactitud las características previas a la llegada del numerario del siglo II d.C. y su posterior evolución, durante época severa. La zona de Almería y el área catalana poseen una información más escasa al respecto, exceptuando la concentración de noticias que poseemos sobre la comarca del Maresme. Junto a la abundante literatura, hemos de destacar la importancia de los enclaves levantinos en el ámbito mediterráneo, que determinan la riqueza del territorio en cuestión. Su pronta incorporación a la órbita romana, así como las importantes influencias de las civilizaciones griegas, fenicias y púnicas sobre su suelo, determinarán la rápida asimilación e integración en los circuitos comerciales romanos. La importancia estratégica de los puertos levantinos como centros redistribuidores de los productos del interior hacia el Mediterráneo, y viceversa, convertirán esta área en un centro económico de primer orden. Esta intensa actividad comercial a gran escala conlleva, necesariamente, el manejo de moneda, por lo que su hallazgo en muy variados ambientes del litoral tarraconense no es algo que sea extraño a los ojos del arqueólogo.

Figura 3: Mapa geográfico del área litoral catalana.

Pese a que el poblamiento de esta área era principalmente de montaña, con la colonización romana se desarrolla una intensa explotación agrícola del suelo a partir de las unidades de explotación agraria que simbolizaban las villae. Acerca de este último punto, es de destacar la importancia que debieron poseer los vinos producidos en el área litoral catalana, a tenor del testimonio que nos ofrece Plinio el Viejo: “En las Hispanias, los vinos lacetanos son famosos por su abundancia, y los tarraconenses y lauronenses, por su selecta calidad”. 95 Junto a la vid, base de las exportaciones catalanas, la presencia romana potenció el cultivo del olivo y el trigo, es decir de la trilogía mediterránea.96

1. EL ÁREA LITORAL CATALANA Introducción. El siglo I d.C. Como litoral catalán entendemos el territorio delimitado por los Pirineos al norte, y el cauce del río Ebro al sur. La sierra prepirenaica de Ensija, la sierra de Castelltallat, en la Depresión Central, las sierras Comaverd, las Montanyes de Prades y la sierra de Montsant, dentro del relieve de la Cadena Costero Catalana, conforman el límite occidental.

Para abordar la labor de síntesis acerca de la situación monetaria del área litoral catalana en el periodo precedente (y posterior) al siglo II, nos basamos principalmente en el trabajo realizado por N. Lledó, acerca de las ciudades costeras de la Hispania mediterránea de época imperial, donde analiza tanto la circulación monetaria de los antiguos núcleos urbanos como la de su ager o territorium. Respecto al área catalana, se centra en Emporiae (Ampurias, Gerona), Iluro (Mataró, Barcelona), Baetulo (Badalona, Barcelona), Barcino (Barcelona) y Tarraco (Tarragona). 97 Para obtener una evolución general del área citada, hemos de aunar los diferentes datos aportados para cada uno de los núcleos analizados, en busca de un comportamiento común o divergente que nos permita ilustrar la situación monetaria del litoral catalán a lo largo de esta primera centuria.

La importancia del área litoral catalana es patente desde la temprana fundación de Emporion (Ampurias, Gerona) en el siglo VI a.C. dentro del impulso colonizador griego. Su importancia estratégica y comercial será mantenida tras la llegada y asentamiento de los romanos en estos territorios, e impulsada con la fundación y desarrollo de Iluro (Mataró, Barcelona), Baetulo (Badalona, Barcelona), Barcino (Barcelona) y Tarraco (Tarragona) como puertos comerciales a partir de los que se produciría la explotación agrícola del ager circundante. Los núcleos urbanos citados parecen mantenerse activos, aunque con matices, durante todo el Alto Imperio, a excepción de la citada Emporiae, donde a finales del siglo II e inicios del siglo III d.C. se constata un declive de la actividad urbana y una progresiva emigración, 94 abandonando su importante papel como puerto comercial en la costa norte mediterránea.

94

Respecto al aprovisionamiento, parece observarse una tendencia coincidente en los núcleos urbanos analizados. En líneas generales, el periodo julio-claudio no representa 95

Plin. Nat. XIV 8, 68, 71. Carreras i Verdaguer, 1985, 28-31. 97 Remitimos por tanto al trabajo de N. Lledó (2004, 2007) para la consulta de los datos concretos aquí recogidos para las ciudades de Emporiae (64-82), Iluro (115-122), Baetulo (160-165), Barcino (184187) y Tarraco (233-238). 96

Cepas, 1997, 147.

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Levante. Área litoral catalana

Gráfico 1: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo I d.C. en el área catalana, a partir de los datos obtenidos en las ciudades de Tarraco, Barcino, el ager de Iluro/Baetulo, y Emporiae.

Gráfico 2: Denominaciones documentadas en las ciudades de Tarraco, Barcino y Emporiae, durante el siglo I d.C.

unos índices de aprovisionamiento demasiado altos, exceptuando los registrados por la moneda a nombre de Claudio I. Comparativamente, el numerario flavio se encuentra mejor representado. Según estos datos, podríamos concluir que, en el área catalana, la evolución del aprovisionamiento monetal, pese al cese de las acuñaciones provinciales y la única y exclusiva dependencia de Roma, tiene una tendencia lentamente progresiva a lo largo de este siglo I d.C. (cf. Gráfico 1).

respectivamente. Los áureos y denarios siguen siendo minoritarios. Han sido registrados un total de dos denarios en los núcleos señalados, no alcanzando más que el 3% del numerario flavio documentado. En cuanto a la moneda divisional, se mantiene en los circuitos durante toda la primera centuria. Entre los valores que llegan a la península durante época julioclaudia éstos suman un 11% del total, aunque a partir de época flavia se aprecia una disminución en su llegada (cf. Gráfico 2).

Si atendemos a la dispersión de los ejemplares constatados, la información que hasta el momento poseemos al respecto se limita al área estrictamente costera y, dentro de ésta, al entorno de los principales núcleos de población de época romana. Por lo tanto, conocemos el intenso grado de monetización de los territoria de las ciudades analizadas, especialmente de las villae de su perímetro urbano, pero no nos es posible determinar en qué medida afectó el fenómeno monetario a los enclaves situados más al interior de éstos.

Los contextos arqueológicos datados a lo largo de esta centuria presentan igualmente a los ases como valor predominante, superando el 50% de la moneda hallada. Junto a éstos, los divisores parecen gozar de una excelente representación, sobre todo con la incorporación de los ases partidos como moneda divisional.98 En los casos analizados, la moneda divisional parece constituir un porcentaje cercano al 20%, bastante alto teniendo en cuenta la dificultad que conlleva la constatación de estas pequeñas denominaciones en excavación. En cambio, sestercios y dupondios no ocupan todavía un lugar destacado entre el numerario analizado. Tan sólo en la ciudad de Iluro, y en contextos datados en época flavia, ambos superan conjuntamente el 10% del material analizado. Los denarios son igualmente minoritarios entre los valores aparecidos en excavación, aunque la rareza de estas denominaciones en el registro arqueológico viene siendo algo habitual (cf. Tabla 1).

Atendiendo a los valores más representativos, se concluye que, tanto entre los llegados a esta área como entre los aparecidos en el registro arqueológico, el as es el valor más usualmente utilizado. Aún así, se puede observar una ligera disminución de su representatividad durante el periodo flavio, mientras que los hasta entonces esporádicos sestercios y dupondios van cobrando importancia. Entre las emisiones julio-claudias documentadas, el as constituye un 84% del total de moneda cuyo valor es conocido. Frente a éste, los sestercios y dupondios tan sólo constituyen el 1% cada uno, al igual que denarios y áureos, que no representan más del 2%. En cambio, en época flavia, los ases ven reducida su representación a un 71%, mientras que sestercios y dupondios constituyen un 9% y 10%

98

La partición de las monedas en el caso de la Península Ibérica pudo responder a la necesidad de divisores, siendo usual que este hecho se produzca sobre la moneda hispánica de bronce (Blázquez Cerrato, 1995, 304). Los ases, en concreto, eran partidos por la mitad, pudiendo circular entonces con el valor equivalente a un semis cada una de sus partes.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 1: Porcentaje de cada uno de los valores hallados en contextos arqueológicos datados en el siglo I d.C. en Baetulo, Iluro y Emporiae (*monedas partidas).

Por último, centramos nuestra atención en el análisis de la perduración de la moneda en el registro arqueológico. La información arqueológica proporcionada por las ciudades de Baetulo e Iluro nos permiten apreciar la gran importancia que la moneda preaugustea posee en los circuitos comerciales del siglo I d.C.

39%, al igual que las emisiones julio-claudias (39%). Las emisiones flavias, todavía minoritarias, alcanzan un representativo 11%.

En los contextos datados en época julio-claudia en la ciudad de Baetulo, la máxima representación obtenida para la moneda emitida por esta dinastía es del 21%. En Iluro no han sido halladas emisiones contemporáneas a la formación del estrato. En cambio, la moneda preaugustea supone un total de 61% en Baetulo, y un 100% de la composición de los estratos datados en esta primera mitad de la centuria en el caso de Iluro.

Gráfico 5: Series representadas en contextos arqueológicos datados en época flavia en la ciudad de Emporiae. Señaladas en el interior de la circunferencia las emisiones contemporáneas a la formación del estrato.

En los contextos flavios, la moneda julio-claudia aparece con más frecuencia, alcanzando un índice del 21% en la ciudad de Baetulo y un 33% en Iluro. Sin embargo, la moneda flavia no se contabiliza entre los ejemplares hallados. En Baetulo sólo han sido documentadas dos monedas de Galba, que vendrían a representar el 10% de las monedas analizadas. El caso de Iluro es todavía más significativo, ya que no aparece ningún ejemplar acuñado por esta dinastía. La moneda preaugustea sigue gozando de gran importancia en esta segunda mitad de la centuria representando en ambos casos más del 60% de los ejemplares hallados.

El siglo II d.C. Para el territorio analizado contamos con un total de doscientos sesenta y seis monedas emitidas en el siglo II d.C., que representan un aprovisionamiento de 2,77 m/a. Ésta podría resultar una cifra bastante elocuente si no fuera por el hecho de que ciento treinta y cinco ejemplares de los mismos pertenecen únicamente a la ciudad de Emporiae (Ampurias, Gerona), que constituye el 50,75% del material contabilizado en el área catalana. Aunque la muestra pueda resultar algo escueta para poder afrontar con solvencia un estudio de circulación monetaria, ésta resulta realmente excepcional, ya que contamos con un material procedente mayoritariamente de excavaciones que, para nuestra alegría, fue hallado en contextos que aparecen perfectamente datados.99 99

Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio del área litoral catalana proceden de la bibliografía siguiente: A.A.V.V., 1978, 97; A.A.V.V. (Iluro), 1997; Almagro, Lamboglia, 1959, 1-28; Avellá, 1980, 221-226; Avellá, 1991; Berges, 1970, 81-87; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137-176; Campo, Granados, 1978, 221-240; Campo, Ruiz de Arbulo, 1986-1989, 152-163; Carreras, Rigo, 1994, 183-213; Casas, 1988-1989, 9-35; Castanyer, et alii, 1993, 159-194; Clua, 2001, 71-79; Fado i Xiere, Soler i Casellas, 1979, 199-206; Gorges, 1979; Gurt, 1977, 103-104; Gurt, 1978, 10-15; Gurt, 1977, 81-89; Lledó, 2004; López Sánchez, 1996, 23-28; Martínez Mira, 1995-1996, 119-180; Martínez Mira, 20002001, 297-307; Mateu y Llopis, 1942, 215-224; Mateu y Llopis, 1943, 221-238; Mateu y Llopis, 1947-1948, 55-95; Mateu y Llopis, 1951, 203-255; Mateu y Llopis, 1953a, 91-105; Mateu y Llopis, 1953b, 273302; Mateu y Llopis, 1956, 281-289; Mateu y Llopis, 1958a, 67-78; Mateu y Llopis, 1958b, 173-191; Mateu y Llopis, 1959, 151-164; Mateu y Llopis, 1961, 141-161; Mateu y Llopis, 1967, 45-74; Padró, Ferran, Cura, 1978, 233-246; Prevosti, 1981; Ripoll, Nuix, Villaronga, 1979, 45-55; Soler i Casellas, 1979, 269-273; Tremoleda, Castanyer, Roure, 1989, 46-69; TIR, K/J 31 (Madrid. 1997). Los destacables hallazgos del yacimiento de la Font de N’Horta (Tarragona) (en total dieciocho ejemplares emitidos en el siglo II d.C.), han sido contabilizados junto al numerario aparecido en el área geográfica del Valle del Ebro. Aún así, ha de ser tenido en cuenta dicho hallazgo para establecer la continuidad del numerario entre la zona litoral catalana y la depresión del Ebro, a través de la cuenca del río Ebro y del Paso del Asno (Pas de L’Ase).

Gráfico 3: Series representadas en contextos arqueológicos datados en época julio-claudia (izquierda) y flavia (derecha) en la ciudad de Baetulo. Señaladas en el interior de una circunferencia las emisiones contemporáneas a la formación del estrato.

Gráfico 4: Series representadas en contextos arqueológicos datados en época julio-claudia (izquierda) y flavia (derecha) en la ciudad de Iluro, donde la moneda contemporánea a la formación del estrato es nula.

En Emporiae, en contextos datados en época flavia, la presencia de emisiones preaugusteas aparece reducida al

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Levante. Área litoral catalana

Gráfico 6: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de ejemplares emitidos en el siglo II d.C. en Emporiae.

Tabla 2: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C. en diferentes puntos del litoral catalán, omitiendo los hallazgos registrados en la antigua Emporiae.

Gráfico 7: Evolución del aprovisionamiento en el siglo II d.C. en diferentes puntos del litoral catalán, omitiendo los hallazgos registrados en la antigua Emporiae.

Aprovisionamiento

pese a la desaceleración de la ciudad y, posiblemente, de su actividad portuaria, la moneda de cuenta romana seguía llegando a la ciudad con unos ritmos bastante adecuados. Este hecho nos muestra la asiduidad que la moneda romana gozó entre las gentes emporitanas, ya que se mantenía entre los usos cotidianos de la ciudad pese a que las grandes transacciones comerciales hubieran quedado parcialmente relegadas a una actividad secundaria en la ciudad. La temprana acuñación de moneda en Emporiae, a partir del 450 a.C., y su destacado ritmo económico y comercial desde su fundación como colonia griega en la península contribuyeron, sin lugar a dudas, a la prolongación de los usos monetarios entre sus pobladores.

Hemos de recordar que la importancia relativa que la ciudad de Emporiae (Ampurias, Gerona) posee en la muestra realizada provoca que el comportamiento monetario de la ciudad determine en gran medida las observaciones generales del área catalana, por lo que trataremos dicho enclave de manera independiente. La evolución del aprovisionamiento de la antigua Emporiae durante el siglo II d.C. se caracteriza por el mantenimiento de los índices de aprovisionamiento registrados en época julio-claudia y flavia. Dentro del siglo II d.C. destacamos las usualmente bien representadas emisiones de Nerva, el ligero ascenso en la llegada de moneda emitida por Adriano y Marco Aurelio y el notable descenso sufrido en las emisiones de Cómodo (cf. Gráfico 6). El mantenimiento de los índices registrados en el siglo I d.C. contrasta con el periodo recesivo que parece iniciarse a partir de época flavia, y que es constatado arqueológicamente debido a la existencia de numerosos estratos de abandono datados durante los siglos I y II d.C.100 Pese a la pérdida de población que sufre la ciudad en estos momentos, todavía sigue siendo un punto de referencia dentro del comercio marítimo, aunque quizás con menor auge. Igualmente,

Los índices de aprovisionamiento observados en los diferentes centros y comarcas del área litoral catalana distan mucho de resultar homogéneos. Ya hemos señalado la importancia relativa que en Ampurias poseen las emisiones de Adriano y Marco Aurelio. La comarca litoral del Maresme muestra una tendencia totalmente contraria, siendo éstas emisiones las peor representadas entre los hallazgos constatados. Los núcleos interiores de la provincia barcelonesa, la ciudad de Tarragona y su entorno e, incluso, la comarca del Empordá, asociada a la ciudad de Ampurias, marcan una tendencia ascendente a partir del gobierno de Trajano hasta la llegada de las emisiones de Cómodo (cf. Tabla 2 y Gráfico 7).

100

Campo, Ruiz de Arbulo, 1986-1989, 161. Como causa de esta desaceleración económica de la ciudad se baraja la posibilidad de la pérdida de la primacía como puerto comercial en el área levantina, que ahora ha de compartir con los puertos de la comarca del Maresme y el Barcelonés, como Barcino y Baetulo.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Dispersión de los hallazgos

ejemplares. Si desde Granollers seguimos el valle del río Congost, adentrándonos en la comarca del Vallés Oriental hasta llegar a Vic, la antigua Ausa, existen testimonios numismáticos en La Garriga, donde fue hallado un ejemplar de Antonino Pío y otro de una de las Faustinas, en Bigues i Riells encontramos una moneda de Marco Aurelio, y en el mismo Vic ha sido documentado un ejemplar emitido a nombre de Lucio Aelio. En el término municipal de Moià se tiene constancia de presencia monetal, “desde monedas ibéricas y republicanas a modernas”.101

Los hallazgos documentados en el área catalana no son excesivamente cuantiosos, respondiendo a hallazgos puntuales procedentes mayoritariamente de intervenciones arqueológicas, por lo que la aparición de moneda queda determinada en gran medida a los intereses de excavación. La información procedente de los trabajos arqueológicos se completa con diversas noticias acerca de la aparición de moneda en diferentes puntos de la geografía catalana. Iniciamos nuestro análisis en dirección Norte-Sur, siguiendo el eje que marcaba la vía Augusta, donde encontramos zonas claras de concentración de moneda no tan relacionadas con la existencia de este eje viario como con la propia orografía.

Continuando nuestro recorrido a través del trazado de la vía Augusta, y adentrándonos en la Depresión Prelitoral, las regiones del Penedès y el Baix Llobregat se caracterizan por la escasez de ejemplares que presentan, pese a la densidad de población que parecen poseer en época antigua debido, posiblemente, a la riqueza agrícola de la zona. Tan sólo han sido documentados cinco ejemplares en la población de Vilafranca del Penedès, emitidos por Trajano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo. Algo más al interior, la población de Igualada proporciona un número indeterminado de ejemplares del siglo II d.C., junto a otros bronces.102 Dicho núcleo se encuentra situado en la comarca de l’Anoia y en la ribera del río homónimo. La conexión entre esta comarca, situada entre la Depresión Central y la Depresión Prelitoral, cruzada por la vía Augusta, se realizaría a través del río Anoia y la Conca d’Òdena. A continuación, en el Camp de Tarragona poseemos testimonios numismáticos en Santes Creus, en la comarca del’Alt Camp, donde ha sido localizado un ejemplar de Nerva, y el peculiar hallazgo producido en Els Munts (Altafulla), que ha proporcionado un total de seis ejemplares acuñados en el siglo II d.C., aunque el contexto de aparición de estos ejemplares se sitúa a mediados del siglo III d.C. Los dos enclaves citados están conectados entre sí a través del río Gaià. Además de éstos, ha sido documentado un ejemplar de Nerva en La Riba y seis en Reus.

El punto más septentrional del área litoral catalana donde es constatada presencia monetal lo constituye la antigua Emporiae, donde las numerosas intervenciones de carácter arqueológico realizadas en la ciudad aportan un total de ciento treinta y cinco monedas, el 50,75% del total documentado para esta área. La información de este núcleo urbano puede ser parcialmente completada con lo que el entorno inmediato de la ciudad nos ofrece. A este respecto, hemos de señalar los dos ejemplares, de Trajano y Antonino Pío, hallados en Mas Gusó (Albons, Gerona), y los localizados en la comarca gerundense de Pla de l’Estany. En la población de Serinyà fue hallado un ejemplar de Nerva, en Banyoles han aparecido dos monedas de Adriano, y en Vilauba (Camós) el número asciende a nueve ejemplares, entre Antonino Pío y Marco Aurelio. El área enlaza, posiblemente, con la vía Augusta a través del curso del río Fluvià. Más prolífico es el ramal de dicha vía que se adentra en la comarca del Maresme a través del río Tordera y discurre paralela a la costa, entre la Sierra Litoral y el mar, enlazando los importantes núcleos de Iluro, Baetulo y Barcino con el trazado de la vía Augusta. La comarca del Maresme, es la más prolífica en cuanto a hallazgos numismáticos se refiere, recogiendo esta área la práctica totalidad de los hallazgos del territorio barcelonés. Este altísimo número de moneda responde, sin lugar a dudas, a la alta concentración de población que ya en época romana caracterizaba a esta región. En la antigua Barcino se contabilizan veintisiete ejemplares, y en la comarca del Maresme, incluidos los núcleos de Baetulo e Iluro, podemos documentar hasta ahora veintiséis ejemplares. A excepción de los ejemplares de Marco Aurelio y de una de las Faustinas hallados en Granollers, identificada con la antigua mansio de Semproniana, en el Vallès Oriental, al fondo de la Depresión Litoral, desaparece el rastro de moneda en el entorno más próximo de la vía Augusta hasta alcanzar el núcleo urbano de Vilafranca del Penedès.

Respecto a la antigua Tarraco, sorprende la escasez de hallazgos documentados. Si bien se contabilizan veintiún ejemplares, diecinueve de ellos fueron hallados durante las excavaciones realizadas en el anfiteatro romano de la ciudad, abarcando emisiones de Trajano a Cómodo. Fuera del conjunto monetal perteneciente al anfiteatro, hemos registrado un sestercio de Faustina, sin poder concretar su adscripción, y un as de Antonino Pío a nombre de Faustina II, ambos en el área del teatro romano. A partir de Tarragona, la ausencia de hallazgos es total, desapareciendo cualquier testimonio de presencia monetal en el entorno de la vía Augusta hasta la antigua mansio de Ildum (Cabanes, Castellón). Si atendemos a la dispersión por emisiones, según el actual estado de la investigación vemos como los escasos

Atendiendo a las vías secundarias que, a través de diversos pasos naturales y aprovechando el curso de los ríos, comunican este eje, la vía Augusta, con diferentes puntos de la geografía catalana, son constatados diversos

101

Mateu y Llopis, 1951, 226. “Gran bronce de Nerón, bronces de Tito, Julia Mamaea, Trajano, Adriano, Marco Aurelio, Faustina y Diocleciano” (Mateu y Llopis, 1951, 225). 102

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Levante. Área litoral catalana

Figura 4: Mapa de dispersión de hallazgos de moneda emitida durante el siglo II d.C. en el litoral catalán.

Figuras 5-6: Evolución de la dispersión de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área litoral catalana. Son señalados los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Nerva (Ne) y Trajano (Tr).

Figuras 7-8: Evolución de la dispersión de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área litoral catalana. Son señalados los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Adriano (Ad) y Antonino Pío (AP).

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figuras 9-10: Evolución de la dispersión de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área litoral catalana. Señalamos los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co).

ejemplares acuñados durante el gobierno de Nerva aparecen dispersos únicamente en torno a los enclaves relacionados con la vía Augusta. Monedas de Nerva han sido halladas en Mataró, Ampurias y Serinyà. Los ejemplares de Trajano y Adriano, aparecen dispersos por una más vasta geografía, siendo constatados ejemplares de los mismos en prácticamente todos los puntos con presencia monetal, comenzando a aparecer en zonas más interiores que la estricta franja costera, como son los hallados en los núcleos barceloneses de Bigues i Riells, Moià o Igualada. La frecuencia de aparición de estos ejemplares es bastante alta, siendo testimonio de su correcto abastecimiento y circulación en los diferentes enclaves del área catalana.

En el caso de Emporiae, que podía haberse mostrado bastante clarificador al respecto debido a la importante muestra numismática con la que cuenta, la imprecisión de los datos respecto al valor de la pieza no nos permite extraer grandes conclusiones. El principal problema estriba en la indefinición del término as/dupondio utilizado para señalar a estos bronces. Su inconcreta atribución no nos permite obtener una cuantificación clara respecto a los mismos. Los sestercios constituyen un 32% de la muestra, mientras que los ases representan un 10%, y bajo la denominación as/dupondios se recogen un número cercano al 48%. Suponiendo que la mayoría de los ejemplares descritos bajo el término as/dupondio se correspondan con ases, como ocurre usualmente, vemos entonces como la representación de ases resultaría ligeramente más alta que la propia de sestercios. A partir de Antonino Pío, se produce una inflexión en los tipos de valores recibidos, disminuyendo la llegada de ases o dupondios en beneficio de los sestercios, que durante el gobierno de Marco Aurelio será el valor predominante (cf. Gráficos 10-11).

Igualmente frecuentes son las monedas acuñadas por Antonino Pío y Marco Aurelio, muy numerosas en los enclaves costeros, superando en ocasiones el número de las emitidas entre el 98-138 d.C. La moneda de Cómodo aparece, geográficamente, bastante dispersa. Ejemplares de Cómodo aparecen en Els Munts (Altafulla), Vilafranca del Penedés, Barcelona, Argentona y Ampurias.

Atendiendo a los datos que nos aporta el registro arqueológico, hemos de destacar que, pese a la escasa representación de los divisores entre la moneda acuñada en este siglo II que llega al área litoral, el yacimiento de Can Blanc (Argentona) nos ha proporcionado una valiosa muestra de los mismos. Ha sido documentado un as partido, dos semis de Augusto y un cuadrante de Claudio I, en estratos de uso de la segunda fase de la villa, siendo datada esta fase en el primer cuarto del siglo II d.C.103 Junto a éstos, fue documentado un as de Augusto en un nivel datado en el primer cuarto del siglo II d.C.104

Valores en circulación Grosso modo, podemos decir que tanto el as como el sestercio comparten un alto protagonismo en esta etapa, siendo discutible la prevalencia de uno u otro en este momento y en esta región. Los sestercios constituyen en este caso un 39% del total analizado, exceptuando los valores no especificados, mientras que los ases representan un 20% y los ases/dupondio un 29% (cf. Gráfico 8). Obviamente, el cambio en la frecuencia de uso del as en beneficio del sestercio fue un proceso paulatino, pero la tendencia general constatada parece mostrar que resultaba especialmente patente a partir del gobierno de Marco Aurelio. Dentro del panorama catalán es difícil defender esta premisa, ya que prácticamente todos los núcleos mantienen una igualdad constante entre ambas denominaciones a lo largo del siglo II d.C. (cf. Gráfico 9).

Sin embargo, las excavaciones llevadas a cabo en la antigua Emporiae, matizan estos datos (cf. Tabla 3). De las veinticuatro monedas localizadas en niveles datados en el siglo II d.C., conocemos el valor concreto del 103

Carreras, Rigo, 1994, 194. En el ámbito 5, U.E. 30050, apareció un as de Augusto, datado con posterioridad al 4 d.C. Esta unidad es interpretada como nivel de uso de la zona exterior norte de la villa, datada en el primer cuarto del siglo II d.C. (Carreras, Rigo, 1994, 189). 104

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Levante. Área litoral catalana

Gráfico 8: Valores monetales aparecidos en el litoral catalán, emitidos en el siglo II.

Gráfico 9: Evolución de los valores en bronce hallados en el área litoral catalana, emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 10: Monedas emitidas en el siglo II halladas en Emporiae, según valores.

Gráfico 11: Evolución de los valores en bronce hallados en Emporiae, emitidos durante el siglo II d.C.

Tabla 3: Valores aparecidos en contextos del siglo II d.C. en el área litoral catalana.

ejemplar en diecisiete ocasiones. Entre ellos quince se corresponden con ases, lo que representa el 88,24%. Indiscutiblemente, en este caso se muestra la primacía del as frente a los restantes valores del sistema monetario imperante, destacándose la importancia que dicha moneda debía tener en los bolsillos de las gentes de manera cotidiana. Los otros dos valores constatados han sido un dupondio de Trajano105 y un denario de Marco Aurelio César.106

Respecto al sestercio, que, junto al as, era el valor que más frecuentemente llegaba desde Roma, tan solo contamos con dos ejemplares hallados en excavación, un sestercio de Trajano hallado en Can Blanc (Argentona),107 y otro de Adriano hallado en Mataró, en El Carreró 47.108 Esta escasez de sestercios en el registro quizás sea explicable por la mayoritaria documentación de estratos niveles artificiales de excavación, según se intuye de la redacción de las memorias de la misma, no nos permita otorgar a esta precisión cronológica un alto grado de confianza (Almagro, Lamboglia, 1959, 7). 107 El sestercio de Trajano fue hallado en el ámbito 5, U.E. 30019, interpretado como nivel de amortización del nivel de uso de la segunda fase de la villa. Esta fase se caracteriza por algunas reformas constructivas y puntuales en algunos espacios y remodelaciones importantes de otros ámbitos y es datada en el primer cuarto del siglo II d.C. (Carreras, Rigo, 1994, 191; Lledó, 2004, 125). 108 El sestercio de Adriano apareció en la U.E. 38, en la que aparece muy poco material arqueológico. El estrato es datado en el siglo II d.C. (A.A.V.V. (Iluro), 1997, 72).

105

Este ejemplar apareció en las excavaciones de la Neapolis de Ampurias, en una de las tabernae de la ínsula de la Casa del Peristilo que flanquea la calle 1, concretamente en los estratos de abandono del local 1933 C-E (Campo, Ruiz de Arbulo, 1986-1989, 158; Lledó, 2004, 84-85). 106 Denario acuñado por Antonino Pío, a nombre de Marco Aurelio César, que aparece en niveles datados a finales del siglo II d.C. Fue hallado en el estrato II A, datado entre el 130-200 d.C., aunque el método de documentación estratigráfica seguido, que parece guiarse por

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA datados a lo largo del primer cuarto y primera mitad del siglo, momento en que la presencia del sestercio en el aprovisionamiento monetario no se supone tan fuerte como a partir del gobierno de Antonino Pío y Marco Aurelio.

monedas pertenecientes a emisiones ibéricas, una moneda provincial y tres julio-claudias, además de un as de Vespasiano.114 Más descriptivos son sendos conjuntos monetales hallados en la ciudad, e interpretados como posibles monederos. Sobre el pavimento del ala Este del criptopórtico del foro, en la U.E. 5004, aparecieron un as republicano, un as de Trajano y dos ases de Adriano. De igual manera, fue documentado en el foro de la ciudad un conjunto de 5 ases, compuesto por un as posterior al 30 d.C., posiblemente de Emporiae, uno de Domiciano, dos de Adriano y uno de Antonino Pío. La Unidad Estratigráfica en la que fueron hallados es datada a finales del siglo II d.C. 115 En el decumano A de la ciudad, en el estrato II A, apareció un ejemplar acuñado por Antonino Pío a nombre de Marco Aurelio César.116

La moneda y los contextos arqueológicos El valioso carácter de los hallazgos, al proceder la gran mayoría de éstos de excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos años, nos proporciona un muy interesante y novedoso punto de vista para la realización de este estudio, al poder determinar la composición del circulante de este siglo II, así como el uso y perduración de la moneda entonces emitida en la circulación antigua. Las intervenciones arqueológicas realizadas en las ciudades barcelonesas de Mataró, Badalona, Argentona y Sant Pol de Mar, en la provincia de Barcelona, y en la antigua Emporiae, nos proporcionan un conjunto numismático de gran valía.

Fuera del ámbito urbano, encontramos igualmente valiosa información. El yacimiento de Can Blanc (Argentona) permite observar no sólo la presencia de antiguos ejemplares, acuñados un siglo antes, sino la pervivencia de divisores en circulación, formando parte del flujo cotidiano de moneda, al menos en el primer cuarto del siglo II d.C. En estratos datados contemporáneamente, fueron halladas cuatro monedas de Augusto, un cuadrante de Claudio I y un sestercio de Trajano.117 Similar panorama nos ofrece la excavación realizada en El Moré (Sant Pol de Mar), donde en diversos contextos del siglo II d.C. se hallaron dos monedas de Emporiae, una de Celsa acuñada en tiempos de Augusto, y dos de Tiberio, además de una moneda a nombre de Faustina II.118

En la excavación realizada en la calle El Carreró, 47 (Mataró) aparece, junto a un bronce de Nerva, un ejemplar acuñado en Tarraco, en un estrato datado en el siglo II d.C.,109 contemporáneo a la unidad donde fue hallado un sestercio de Adriano.110 Del mismo modo, en los niveles excavados en el kardo maximus de la ciudad, fechados en esta misma centuria, fueron halladas una moneda ibérica, acuñada en untikesken,111 y otra de Nerva.112 La ciudad de Badalona aporta numerosos estratos con cronología estimada en el siglo II d.C. Destacamos entre ellos la aparición, en diversos solares de la ciudad, de nueve ejemplares ibéricos indeterminados, dos monedas republicanas, seis ejemplares julio-claudios, cuatro flavios, y una moneda del siglo II.113

114

En el local 1933 B de la Neapolis amporitana, fueron hallados un AE de untikesken, una moneda de Emporiae resellada, y una moneda de Claudio I. En el local 1933 C-E aparecieron tres ases ibéricos y uno de Nemausus. En el local 1933 H-I aparecieron un AE ibérico, una moneda de Agripa, otra de Claudio I y dos de Trajano (una de ellas un dupondio). En el local 1933 J-K aparecieron ases de Claudio I, Vespasiano y uno imperial indeterminado. Todos estos ejemplares fueron documentados en los estratos de abandono de la hilera de tabernae de la ínsula de la Casa del Peristilo que flanquea la calle 1, con una cronología final que puede situarse desde época flavia al gobierno de Trajano (Campo, Ruiz de Arbulo, 1986-1989, 158, Lledó, 2004, 8485). 115 Lledó, 2004, 83 y 85. 116 Material aparecido en el estrato II A, que debe situarse a lo largo del siglo II d.C., pese a que aparece cerámica algo mezclada pero con predominancia de Sigillata Clara. La cronología establecida por los autores para el estrato en cuestión se sitúa entre el 130-200 d.C. (Almagro, Lamboglia, 1959, 7). Acerca de la precisión de la cronología aportada cf. p. 23 (n. 106). 117 En el la U.E. 30050 del ámbito 5 apareció un as de Augusto, siendo datada esta unidad en el primer cuarto del siglo II d.C. Cf. p. 22 (n.104). En la U.E. 30019 del mismo ámbito, apareció un sestercio de Trajano, interpretada esta unidad como nivel de amortización del nivel de uso de la segunda fase de la villa. Cf. p. 23 (n. 107). En estratos de amortización del nivel de uso de los espacios reformados en esta segunda fase apareció un cuadrante de Claudio I (Carreras, Rigo, 1994, 194). 118 El ejemplar de Faustina II, acuñado en el 175 d.C., fue hallado en la U.E. 2054, datada entre finales del siglo I y siglo II d.C. Los dos ejemplares de Tiberio fueron hallados en las U.U.E.E. 2063 y 3042, ambas datadas a mediados del siglo II d.C. Las monedas acuñadas en Emporiae, una de ellas emitida entre el 50-27 a.C., fueron localizadas en las U.U.E.E. 2092 y 4010, datadas igualmente a mediados del siglo II d.C. Para la descripción de las monedas aparecidas, A.A.V.V., 1978, 98; Lledó, 2004, 124. Para conocer los contextos arqueológicos de aparición de los ejemplares, A.A.V.V., 1978, 49-68.

La antigua Emporiae también aporta un importante testimonio acerca de la mayoritaria presencia de ejemplares antiguos, remontándose a monedas acuñadas en época republicana. Queda patente el alto grado de participación que éstas tuvieron en la economía de, al menos, los primeros años del siglo II d.C. En los estratos de abandono de las tabernae documentadas en la calle 1 de la ínsula de la Casa del Peristilo, fechados entre finales de la dinastía flavia y el gobierno de Trajano, encontramos, junto a tres ejemplares trajaneos, seis 109

Acerca de las características concretas de sendos ejemplares no poseemos más información que la aquí especificada. Ambos aparecieron en la U.E. 49/U.E. 104, que consistía en un estrato de tierra arcillosa que contaba con escaso material arqueológico. Este estrato de amortización se puede datar en el siglo II d.C. (A.A.V.V. (Iluro), 1997, 73). 110 Cf. p. 23 (n. 108). 111 Hallada en una unidad interpretada como el derrumbe de una de las tabernae del kardo maximus de la antigua ciudad, datado el estrato en el siglo II d.C. (Lledó, 2004, 122). 112 Hallada en el relleno de una fosa del kardo maximus de la ciudad, datada esta unidad en el siglo II d.C. (Lledó, 2004, 122). 113 Hallados en contextos del siglo II d.C., junto a materiales característicos de este momento (Lledó, 2004, 167).

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Levante. Área litoral catalana

Tabla 4: Monedas halladas en contextos del siglo II en el área litoral catalana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., contemporáneas al momento de formación del estrato.

Realicemos ahora el análisis inverso, ¿en qué estratos aparece la moneda emitida en el siglo II d.C.? Por el momento, se muestra mayoritaria la presencia de ejemplares acuñados a lo largo del siglo II d.C. en contextos del siglo III d.C.

Junto a estos ejemplos, la villa de Vilauba (Camós) proporciona monedas que abarcan desde emisiones ibéricas hasta antoninianos de Claudio II, datados todos ellos en estratos formados en la segunda mitad del siglo III d.C.121

En la villa romana de Can Blanc (Argentona), en uno de sus niveles de abandono, datado en el primer cuarto del siglo III d.C., fueron hallados un dupondio y un sestercio de Trajano, un sestercio de Marco Aurelio y un as de Cómodo. Junto a las monedas del siglo II d.C. encontramos, además, un sestercio de Vespasiano, tres monedas de Claudio I y un as de Calígula.119 La temprana datación del conjunto dentro del siglo III, puede explicar, en parte, la nula presencia de moneda propia del siglo III d.C. Entre los materiales aparecidos en las unidades de Can Ximenes (El Carreró 43-45, Mataró) datadas a finales del siglo III e inicios del IV d.C., destacan la aparición de dos ases ibéricos, un as ibérico partido, dos bronces del siglo I d.C. y una moneda del emperador Galieno. En las excavaciones llevadas a cabo en la antigua Baetulo (Badalona) fue hallada una moneda de Trajano en un estrato de relleno para la construcción de una estructura, siendo datado el estrato en cuestión a finales del siglo II y principios del siglo III d.C.120

Respecto a la antigua Emporiae, en diferentes niveles de abandono del kardo B, formados a fines del siglo III, aparecen copiosos ejemplares del siglo II junto a monedas republicanas y altoimperiales,122 En la U.E. 4011 aparece, junto a un antoniniano de Galieno, un as republicano, acuñado en Roma entre el 194-190 a.C., un semis de Iltirta, un semis de Kesse y un pequeño bronce de Massalia.123 En la U.E. 5002 fueron hallados, junto a un antoniniano de Galieno y cinco de Claudio II, un as partido, un sextante (retallado de un as) de Emporion, dos ases de Claudio I, un as de Adriano, un sestercio de Antonino Pío y un as de Marco Aurelio a nombre de Faustina II.124 Por último, en el nivel de abandono U.E. 6002 fue hallado un as de Antonino Pío.125 Las excavaciones realizadas en el Foro de la misma ciudad 121

Lledó, 2004, 96, 103. Castanyer, et alii, 1993, 187; Lledó, 2004, 93. 123 La U.E. 4011 es interpretada como un nivel de abandono de la ciudad, con presencia de materiales constructivos procedentes del derrumbe de los edificios (Castanyer et alii, 1993, 160). 124 La U.E. 5002 es interpretada como un nivel de abandono, datado a partir de finales del siglo III d.C. (Castanyer, et alii, 1993, 161). 125 Castanyer, et alii, 1993, 162 y 190. 122

119

El contexto de estas piezas se sitúa en el primer cuarto del siglo III d.C. (Carreras, Rigo, 1994, 191; Lledó, 2004, 126). 120 Lledó, 2004, 169.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 5: Monedas halladas en contextos del siglo III en el área litoral catalana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., que constituyen el centro de nuestra atención.

la estancia.127 Su desgracia ha servido a la investigación para constatar el numerario que cotidianamente era utilizado en este periodo cronológico, siendo ésta la muestra más clara de la convivencia de diferentes series monetales. El conjunto de monedas que portaba el individuo constaba de dieciséis ejemplares emitidos entre Adriano y Galieno. Si bien la antigüedad de los mismos no es tan notable como en los casos anteriores, donde aparecen monedas acuñadas en el siglo II a.C. junto a antoninianos prácticamente nuevos en los circuitos de intercambio, podemos constatar la importante presencia de ejemplares del siglo II d.C. en los intercambios cotidianos, más de un siglo después de su acuñación.

también ofrecieron resultados similares, mostrando la convivencia de antoninianos con los valores tradicionales del sistema monetario romano. Los estratos datados en torno al tercer cuarto del siglo III ofrecieron monedas de Domiciano y Marco Aurelio, junto a ejemplares de Septimio Severo y Caracalla, además de antoninianos de Galieno y Claudio II.126 Pero, sin lugar a dudas, el testimonio más claro acerca de la circulación monetaria en la segunda mitad del siglo III d.C. nos lo proporcionan las excavaciones de la villa romana de Els Munts (Altafulla, Tarragona), y de las que obligatoriamente, por la importancia del hallazgo, hemos de hacernos eco. A lo largo de los trabajos arqueológicos realizados en 1996, se localizó en un estrato de destrucción y derrumbe en el interior de la estancia 4600, cerca de la puerta de entrada a la estancia 4500, los restos de un esqueleto humano, correspondiente a un individuo adulto, tendido sobre el pavimento y muy carbonizado. Cerca de su mano derecha se halló una lucerna Dressel 20 y un pequeño conjunto de monedas pegadas entre sí formando un cilindro. Posiblemente, y por la posición del cuerpo a punto de traspasar la puerta, el individuo se disponía a abandonar la estancia en el transcurso del incendio que destruyó la vivienda, pero con la mala fortuna de que fue aplastado por el derrumbe del techo de 126

Tabla 6: Composición del conjunto monetal hallado en Els Munts (Altafulla, Tarragona). En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C.

127

Lledó, 2004, 91.

26

Martínez Mira, 2000-2001, 302.

Levante. Área litoral catalana Otro interesante conjunto al respecto es el hallado en la villa de Vilauba (Camós). Fue hallado en una estancia interpretada como la cocina-almacén del complejo, en cuyo interior se hallaba una banqueta adosada sobre la que se encontraban las monedas, dentro de una olla de cerámica. La olla aparecía rota y las monedas diseminadas en un corto perímetro, debido al derrumbe del techo de la estancia sobre el contenedor cerámico. Constituye, desde luego, el monedero o “hucha” de un particular que no tuvo tiempo, no recordó, o no pudo, recuperar las monedas de su interior. El conjunto está compuesto por cuarenta y siete ejemplares, siendo el último un antoniniano de Valeriano, acuñado entre el 258-259 d.C.128

Tabla 8: Tesorillos que contienen numerario del siglo II d.C., cuyo momento de ocultación data del siglo III.

En la composición de estos conjuntos podemos observar la todavía destacada presencia del numerario del siglo II d.C., al igual que los ejemplares flavios, al menos en los dos primeros casos. Ambos conforman el 50% del numerario pese a tratarse de un material previamente seleccionado para su atesoramiento y posterior ocultación. Eso sí, muestra un numerario mucho más renovado que lo que podemos observar a través del registro arqueológico ya que, al menos, las piezas julioclaudias y preaugusteas han desaparecido de estos conjuntos monetales, por lo que se denota el escaso valor que estos ejemplares habían adquirido a lo largo del tiempo, conforme su desgaste era mayor.

Tabla 7: Composición del conjunto monetal hallado en Vilauba. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C.

En ambos conjuntos (Els Munts-Altafulla y VilaubaCamós), cuya pérdida fue accidental, la moneda emitida en el siglo II d.C. constituye más del 30% de total catalogado. Es curioso observar como en ambos casos las emisiones anteriores al siglo II d.C. ya no aparecen reflejadas.

En los contextos datados a partir del siglo IV, todavía encontramos algunos ejemplares emitidos en el siglo II d.C., pero éstos no representan un alto porcentaje respecto a los propios de las emisiones bajoimperiales. Las excavaciones realizadas en la antigua Iluro (Mataró, Barcelona) nos proporcionan contextos arqueológicos fechados a finales del siglo IV y comienzos del siglo V que parecen evidenciar esta realidad, al menos para el periodo que discurre a partir de mediados del siglo IV d.C. Los estratos de amortización del kardo maximus (Can Puig/Can Fullerachs, Mataró, Barcelona), datados en el siglo V d.C., proporcionan un cuantioso conjunto monetal que consta de unas ciento treinta y una monedas. Entre las mismas encontramos cinco monedas acuñadas con anterioridad al gobierno de Augusto, una moneda de Ebusus, un as de ikalkusken, un as de Kese, un cuadrante de Massalia y un as de Bilbilis. Además de éstas, fueron documentados un as de Nemausus, del gobierno de Augusto, un as de Tarraco, acuñado bajo el gobierno de Tiberio, y un as de Antonino Pío a nombre de Faustina I. Todas estas monedas, que habrían sido acuñadas como mínimo un siglo antes al momento de pérdida conforman el 6,10% del total hallado, un porcentaje de moneda residual significativamente bajo en comparación con las evidencias analizadas para los siglos II y III d.C. Entre estos contextos encontramos algunos ejemplares acuñados durante el siglo III, nueve antoninianos entre Galieno y Claudio II, que representarían un 6,87% del total documentado en estos niveles. El grueso de moneda se corresponde con acuñaciones realizadas a lo largo del

Algún dato complementario a lo observado puede ser extraído de los tesorillos hallados en el territorio analizado. Para el área catalana conocemos dos conjuntos, fruto de ocultaciones realizadas por particulares ante situaciones concretas de cada individuo. La ocultación de ambos conjuntos data de momentos anteriores al 250 d.C., a tenor de los últimos ejemplares que lo componen. El conjunto de El Masnou (Barcelona) fue hallado durante las obras de la Autopista A-9. En total aparecieron diecisiete ejemplares, todos ellos sestercios, pero no apareció rastro alguno del recipiente que posiblemente los contuviera.129 Como fecha post quem para datar esta ocultación monetaria poseemos el ejemplar de Filipo II (244-246). Un segundo tesorillo fue hallado entre los restos de la villa de Torre Llauder (Mataró). En un mismo escondrijo fueron halladas 188 anillas de bronce y ocho bronces. La ocultación de este último conjunto hubo de ser posterior al 235 d.C., momento en el que es fechado el último ejemplar documentado, acuñado por Severo Alejandro a nombre de Julia Mamaea.130

128

Martínez Mira, 1995-1996, 131. Mateu y Llopis, 1971, 197 (nº 1348); Gurt, 1977a, 81-89; Martínez Mira, 1995-1996, 126. 130 Martínez Mira, 1995-1996, 123. 129

27

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA siglo IV d.C., entre el 318 y 408 d.C., contabilizándose ciento catorce ejemplares (un 85,02%).131

aprovisionamiento muy inferiores a los ya analizados en el gobierno de Cómodo.

Un panorama similar nos lo ofrece el conjunto documentado en Vilauba (Camós, Gerona), donde aparecieron veintidós monedas en unidades datadas durante la primera mitad del siglo V d.C. Como en el caso anterior, las monedas con más de un siglo de antigüedad conforman el 18% del total, habiendo sido documentados un as ibérico de untikesken, un sestercio de Antonino Pío y dos de Marco Aurelio. Una menor representación poseen las monedas acuñadas durante la segunda mitad del siglo III, con un 13,63%.132

A partir del gobierno de Alejandro Severo parece aumentar el número de ejemplares en circulación, que irán creciendo paulatinamente hasta alcanzar los excelentes índices de los gobiernos de Galieno y Claudio II.

Gráfico 12: Evolución del aprovisionamiento y número de ejemplares hallados en los principales núcleos urbanos del litoral catalán, emitidos durante la dinastía severa.

El depósito monetal hallado en una cloaca del teatro romano de Tarraco, es datado en esta misma cronología. Está compuesto por treinta y una monedas que conforman lo que el autor ha venido a denominar como “tesoro de colección”, que no refleja la circulación monetaria en el momento de su ocultación, sino que fue reunido y atesorado a lo largo de un periodo más o menos extenso de tiempo. Verdaderamente, la composición del conjunto difiere en gran medida de lo hasta ahora analizado, por lo que la interpretación de este conjunto como tesorillo parece ser bastante probable en un primer análisis. La ocultación parece cerrarse a finales del siglo IV, a tenor del AE-3 de Constancio II o Constante, del tipo Fel Temp Reparatio, documentado. Este bronce será el único ejemplar acuñado en el siglo IV que forme parte del depósito, probablemente junto a un pequeño bronce totalmente frustro. Junto a éste encontramos un sestercio de Faustina, única moneda acuñada con anterioridad al siglo III que conforma este depósito. Frente a la escasez de moneda contemporánea al momento de ocultación, encontramos una gran cantidad de moneda acuñada durante la centuria anterior, contabilizándose un total de veintiocho antoninianos, veintisiete de ellos de la serie Divo Claudio. Como vemos los índices aparecen invertidos en este conjunto. Si bien la moneda con más de un siglo de antigüedad es minoritaria (3,22%), el grueso lo conforma la moneda acuñada durante la centuria inmediatamente anterior al momento de acuñación, representando un 90,32%. Igualmente escasa sería la muestra de moneda contemporánea al momento de ocultación, representando un 3,22% o un 6,45%, dependiendo de la adscripción más o menos clara del ejemplar frustro.133

Escasa información poseemos respecto al análisis de la dispersión de los ejemplares documentados, al limitarse los estudios de base para este periodo al análisis de los principales centros urbanos y de sus respectivos agri. Aún así, queremos destacar en este capítulo los diversos tesorillos, ocultaciones y conjuntos monetales, en general, hallados en estratos de destrucción, y cuya ocultación tuvo lugar a lo largo de este siglo III d.C. La proliferación de los mismos puede ser un indicio para hablar de la posible existencia de situaciones de inestabilidad, política o económica, entre otras causas. En el entorno más próximo a la vía Augusta y algunos de sus ramales, fueron localizados una serie de conjuntos monetales. Tenemos constancia de la aparición de al menos seis depósitos cuyas ocultaciones tuvieron lugar entre el 230-280 d.C.135 Antes de 1879 fue hallado en Reus un conjunto de ciento diecinueve antoninianos, cuyo último ejemplar era una emisión de Divo Claudio (post. 270 d.C.). En Tarraco fue hallado en 1888 otro tesorillo de antoninianos cuyo último ejemplar señala el periodo 267-268 d.C. como momento de ocultación. En la cercana villa de Els Munts (Altafulla), fue hallado en 1905 un conjunto compuesto por más de doscientos veintisiete ejemplares, calculándose su ocultación entre el 260-268 d.C.136 En torno a la antigua Baetulo, fue hallado el tesorillo de El Masnou, cuyo último ejemplar, un sestercio de Filipo II, data del 244-246 d.C.137 Ya hemos mencionado el tesoro aparecido en Torre Llauder (Barcelona),138 en un punto cercano a la villa romana del lugar y el horno de vidrio de la misma villa, cuyo último ejemplar es un sestercio de Julia Mamaea emitido en el 235 d.C.

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235)134 Es algo usual advertir acerca de la escasez de hallazgos que caracterizan esta etapa, especialmente entre el 193222 d.C., momento en el que se registran unos índices de

135

Sólo hemos incluido aquellos conjuntos cuya información e interpretación era más o menos clara y completa. Una completa y detallada relación de los conjuntos monetales del siglo III hallados en la Península Ibérica la encontramos en Martínez Mira, 1995-1996, 119180, y Martínez Mira, 2000-2001, 297-307. 136 Los estudios publicados sobre el conjunto de Els Munts (Altafulla) difieren entorno a su composición y fecha de ocultación. Balil, 1979, 97-99; Hiernard, 1978, 307-321; Mateu y Llopis, 1950, 53-58. 137 Cf. p. 27 (Tabla 8). 138 Cf. p. 27 (Tabla 8).

131

A.A.V.V. (Iluro), 1997, 144-145; Lledó, 2004, 141. Lledó, 2004, 103. 133 Avellá, 1980, 224; Lledó, 2004, 266. 134 Como ya se ha señalado anteriormente, la fuente principal de la que ha sido extraída la información relativa al siglo III d.C. es el trabajo de N. Lledó (2004, 2007). Cf. p. 16 (n. 97). 132

28

Levante. Área litoral catalana representando el 34% de los valores aparecidos en excavación. El sestercio aparece igualmente destacado, pero alcanzando un 18%. La moneda divisora se mantiene todavía en circulación, estando representada por cinco semises y un sextante. Los antoninianos, pese a que se concentran en aquellos conjuntos datados en la segunda mitad del siglo III, poseen una alta representación (29%). Es de destacar el alto número de ejemplares hallados en el Foro de la antigua Emporiae, en contextos datados en el tercer cuarto del siglo III, y en los diferentes niveles de abandono del kardo B, formados a fines del siglo III (cf. Tabla 27). Continuando con el análisis de los contextos arqueológicos, éstos nos permiten realizar unos breves comentarios acerca de la perduración de la moneda en el registro arqueológico, a partir de los datos ya expuestos con anterioridad.141

Figura 11: Tesorillos datados en el siglo III d.C. hallados en el área litoral catalana.

La antigua ciudad de Emporiae no ha proporcionado todavía tesorillos u ocultaciones, pero sí ofrece numerosos niveles de abandono datados en esta fecha, recogiendo la tendencia de inestabilidad, en este caso posiblemente económica, que tratamos de analizar. Igualmente, han sido documentados dos conjuntos monetales que responden más a la consideración de “monederos” que de tesorillos. Al respecto, hemos de mencionar los hallazgos producidos en las villae de Els Munts (Altafulla, Tarragona) y Vilauba (Camós, Gerona).139

En líneas generales, se puede apreciar una mayoritaria presencia de moneda anterior al siglo III d.C. Tan sólo veinte ejemplares de los sesenta y cuatro identificados (31%), fueron acuñados durante el siglo III, veintiún ejemplares se identifican con emisiones del siglo II (33%), trece fueron acuñadas en el siglo I d.C. (20%) y las diez monedas restantes (16%), son emisiones anteriores que ya circulaban en época republicana. Frente al panorama descrito para el siglo II d.C., podemos apreciar como la moneda contemporánea a la formación del estrato posee más representatividad,142 especialmente por la frecuencia de aparición de ejemplares emitidos por Galieno y Claudio II, y las series de Divo Claudio. La representatividad de moneda anterior a este siglo III d.C. es, por tanto, menor a la que mostraban los contextos del siglo II, pero es todavía importante, en torno al 69%. De ésta, el 54% de los ejemplares se corresponden con moneda acuñada a lo largo de la centuria inmediatamente anterior a la analizada, y el restante 46% se corresponde con moneda que, con seguridad, posee más de un siglo de antigüedad, habiendo sido acuñada antes del gobierno de Nerva.143

En cuanto a los valores en circulación durante este periodo, podemos apreciar como, ya en los primeros años del siglo III d.C. los sestercios habían alcanzado un destacado papel como moneda de cambio. Aunque los testimonios son escasos, entre los ejemplares analizados los sestercios representan un 62%, frente a una presencia de ases del 15,38% y un escaso 8% para los dupondios.

La difícil concreción a la hora de establecer la cronología de cada uno de los estratos adscritos al siglo III d.C., provoca la dificultad de análisis de algunos interrogantes que la investigación numismática plantea.

Tabla 9: Valores hallados en los principales núcleos urbanos del litoral catalán, emitidos por la dinastía severa.140

Pero los contextos arqueológicos datados en este siglo III d.C., desprenden otros datos. El as todavía gozaría de gran importancia en el intercambio cotidiano,

141

Cf. pp. 25-27 y Tabla 5 (p. 26). Recordemos que en los contextos datados a lo largo del siglo II d.C., la moneda emitida contemporáneamente sólo representaba un 24%, mientras que la moneda acuñada durante el siglo III constituye en esta ocasión el 31% del numerario identificado en estratos del siglo III d.C. Cf. Tabla 4 (p. 25) y Tabla 5 (p. 26). 143 Porcentajes similares a los observados en contextos fechados en torno al siglo II d.C. La moneda residual constituía el 76% del numerario hallado en estos contextos. De ésta, la moneda acuñada en el siglo I representaba un 60%, y las monedas que con seguridad poseían más de un siglo de antigüedad, anteriores al gobierno de Augusto, se correspondía con un 40%. Cf. Tabla 4 (p. 25). 142

139

Los conjuntos aparecidos en estos contextos ya han sido fruto de un exhaustivo comentario en el apartado referente al análisis de la moneda del siglo II en los contextos arqueológicos (cf. pp. 24-28). Para la información referente al conjunto hallado en Els Munts (Altafulla, Tarragona), remitimos a la página 26, y para el hallado en Vilauba (Camós, Gerona) remitimos a la página 27. 140 Los ejemplares contabilizados se corresponden con aquéllos hallados en las ciudades de Barcino, Iluro y Emporiae, a partir de los datos recogidos por Lledó (2004).

29

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 10: Valores aparecidos en contextos del siglo III d.C. en el área litoral catalana.

El siglo III d.C. es un importante momento de cambio, en lo que a materia numismática se refiere. Recordemos que en este periodo tendrá lugar la aparición de una nueva moneda, el antoniniano, y la desaparición del sistema monetario altoimperial que venimos analizando. Es por ello importante conocer el contexto concreto de pérdida de los ejemplares altoimperiales y los antoninianos, ya que determinaría de manera aproximada hasta qué momento convivieron el antoniniano y los valores característicos del sistema monetario augusteo, y cuándo éstos desaparecerían definitivamente de la circulación cotidiana.

138 y 161-180 d.C., correspondientes a los gobiernos de Adriano y Marco Aurelio. La comarca del Maresme (según los ejemplos de Barcino, Iluro y sus respectivos agri) muestra una regresión en el abastecimiento a partir del gobierno de Nerva, relacionada con la propia dinámica económica y comercial de las ciudades.145 Únicamente los gobiernos de Trajano y Antonino Pío muestran una cierta recuperación del numerario, al igual que sucede en la comarca de Anoia y Alt Penedès, a tenor de los hallazgos documentados en Igualada y Vilafranca del Penedès principalmente. En cambio, el área de Tarragona muestra la tendencia contraria, ya que parece continuar con la evolución ascendente ya observada desde época julio-claudia. Pero esta tendencia se verá frenada a partir de Cómodo y durante el gobierno de la dinastía severa. Una tendencia paralela la encontramos en la comarca de Pla de l’Estany y en las comarcas interiores de Barcelona (Osona, Bages y Vallès Oriental).

Los casos estudiados en el área catalana parecen mostrar una convivencia de ambos sistemas monetarios hasta, al menos, el gobierno de Claudio II (268-270) y la realización de las monedas de consagración del mismo. Estas emisiones son las últimas representadas en todos aquellos contextos datados en la segunda mitad del siglo III y que contenían, junto a los antoninianos, moneda altoimperial. A partir del siglo IV las monedas acuñadas durante el siglo II, e incluso las propias del siglo III d.C., comienzan a ser escasas en el registro arqueológico, y, si aparecen, es en muy bajas proporciones respecto a la moneda acuñada en el siglo IV. En estos casos, sí que se podría hablar de una verdadera residualidad de los ejemplares, ya que dicha moneda no debía formar parte, al menos de manera determinante, de los circuitos comerciales, debido a su escasa presencia y a la gran diferencia metrológica respecto a la nueva moneda bajoimperial.

Es curioso observar como en un mismo espacio geográfico podemos encontrar tendencias tan sumamente antagónicas. Los puntos álgidos en la ciudad de Emporiae se corresponden precisamente con los momentos de menor aprovisionamiento de la comarca del Maresme, y viceversa, pareciendo ser complementarios en la recepción de moneda. Los núcleos algo más alejados del área eminentemente litoral, como son la comarca de Pla de l’Estany y el interior barcelonés (Osona, Bages y Vallès Oriental) al igual que la antigua Tarraco, poseen una evolución que tiende hacia el ascenso en la recepción del numerario conforme avanza la centuria, a la par que los centros portuarios barceloneses y gerundenses van perdiendo fuerza en este sentido (cf. Gráfico 13).

Conclusiones Según el estado actual de la investigación, es difícil establecer unas causas concretas que puedan explicar dicho comportamiento monetario ya que son escasos los indicios que poseemos acerca de la evolución propia de esta área geográfica concreta y de los núcleos urbanos que la componen. El posible debilitamiento de la actividad económica en la comarca del Maresme, y la reorientación de las actividades económicas de los centros urbanos allí ubicados, como centros industriales en lugar de comerciales y exportadores,146 parece reflejarse en el registro numismático, pero no resulta tan patente en la debilitada Emporiae. La llegada de importantes flujos en época de Adriano y Marco Aurelio

En cuanto al primer aspecto analizado, el aprovisionamiento, el área catalana parece presentar una evolución ascendente en el abastecimiento de moneda, desde el gobierno de Augusto hasta el gobierno de Nerva. A partir de este momento, la tendencia difiere en cada una de las áreas vertebradas en torno a los principales núcleos de población. La ciudad de Emporiae muestra una peculiar evolución. A partir de época de Nerva se produce una tendencia descendente, que podría explicarse por el descenso de la actividad comercial de este núcleo portuario, así como por la disminución del perímetro y el descenso poblacional que pareció sufrir la ciudad a partir de época flavia.144 Pero habría que encontrar respuesta a las inyecciones de numerario experimentadas entre el 117144

145

Pese a la continuidad en el poblamiento de ambos núcleos urbanos, parece documentarse cierta disminución del radio urbano en Baetulo e Iluro, a lo largo de esta centuria (Cepas, 1997, 138 y 148), aunque sólo afectará a zonas concretas de la ciudad. 146 Pérez Centeno, 1990, 26; Cepas, 1997, 137-138, 148.

Campo, Ruiz de Arbulo, 1986-1989, 161.

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Levante. Área litoral catalana

Figura 12: Diferentes áreas señaladas en cuanto a los ritmos de aprovisionamiento en el litoral catalán.

Gráfico 13: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C. en diferentes puntos del litoral catalán.

coincide con la importante incidencia que las emisiones adrianeas y de Marco Aurelio poseen en el conjunto del Valle del Ebro y el interior peninsular, mostrando quizás la importancia relativa con la que dicho puerto pudo contar en momentos puntuales del siglo II d.C. en detrimento de los ubicados en el Maresme y Barcelonés, que sin embargo generan una mayor actividad en los gobiernos de Trajano y Antonino Pío.

evidenciarse en el valle del Ebro a partir de mediados del siglo II d.C.148 puede ser la clave del mayor papel que Tarraco pueda adquirir a partir de estos momentos. Además, la continuidad de la actividad edilicia que parece mostrar dicho enclave a lo largo del siglo III d.C., tras el auge constructivo que experimentaría durante el periodo flavio, evidencia el protagonismo que parece haber adquirido en las relaciones del interior peninsular con el Mediterráneo, en detrimento de los restantes núcleos del litoral catalán.

Al igual que parece evidenciarse en los núcleos interiores catalanes, la tendencia ascendente de la ciudad de Tarraco es ajena a las oscilaciones de los centros portuarios catalanes más septentrionales y resulta coincidente con la observada en los núcleos rurales del valle del Ebro.147 La progresiva incorporación de esta área al sistema de explotación agrícola de carácter latifundista que parece 147

En cuanto a la evolución del aprovisionamiento en los años inmediatamente posteriores al siglo III, es una característica común para esta área, y para el conjunto peninsular, los insignificantes índices de abastecimiento del periodo. Exclusivamente durante el gobierno de 148

Para apreciar esta tendencia remitimos a la Tabla 34 (p. 77).

31

Beltrán Lloris (M.), 1987, 66.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Alejandro Severo se observa una mejoría en la llegada de moneda, siendo más frecuente la aparición de ejemplares de este emperador, como preludio a la recuperación monetaria que lentamente tiene lugar en el Imperio, especialmente a partir de Gordiano III.

paulatinamente, llegando a núcleos algo más alejados y dispersos. Pero no nos es posible establecer si esta tendencia y movilidad fue continuada en los años sucesivos, ya que no tenemos información alguna acerca de la evolución y localización de los hallazgos de las monedas emitidas durante la dinastía severa. El único aspecto conocido a este respecto es el incremento del fenómeno de atesoramiento, especialmente en el área costera, en torno a la vía Augusta.150

Refiriéndonos únicamente a los aspectos relacionados con la evolución en la dispersión de la moneda en este periodo, podemos comprobar como a lo largo del siglo II los hallazgos se aglutinan en torno a las principales vías de comunicación que jalonabn el área catalana, la vía Augusta y el antiguo eje Tarraco-Ilerda, que se dirigía a tierras aragonesas. La primera vía señalada, y los itinerarios secundarios asociados a ella, muestran un intenso flujo monetario desde el inicio de la centuria, especialmente en la depresión litoral, entre el río Llobregat y el Tordera. La alta concentración de monedas aparecidas en esta área se explica en parte por su alta densidad de población en época romana, además de por los numerosos trabajos arqueológicos realizados en esta área en cuestión. Respecto a la vía que desde Tarraco se adentra en el Valle del Ebro, a través de Ilerda, presenta una escasa densidad en el flujo monetario, concentrándose los escasos hallazgos documentados en torno a la ciudad de Lleida, incluidos dentro del capítulo dedicado al análisis del Valle del Ebro.

Un estudio algo más completo puede ser realizado en el caso del análisis de los valores en circulación y la evolución de las denominaciones en uso. Analizando los aportes monetarios recibidos en el área catalana según su fecha de emisión, podemos observar como, durante el siglo I d.C., el as es el valor predominante en los circuitos de abastecimiento, constituyendo el 84% de los ejemplares julio-claudios, y el 71% de los flavios.151 A partir del periodo flavio comienza a incrementarse la presencia de los múltiplos del as, aunque éste continuará siendo la principal denominación durante todo el siglo I y gran parte del siglo II. A lo largo del siglo II se irá produciendo este paulatino ascenso del dupondio y el sestercio, este último especialmente, en detrimento del as, que quedará definitivamente relegado a un plano secundario ya en los primeros años del siglo III. De los ejemplares emitidos durante el gobierno de los Severos, hasta el momento documentados, un 62% se corresponde con sestercios y un 8% con dupondios, frente al 15 % que simbolizan los ases. Paulatinamente se observa una disminución en la llegada de moneda divisional, que desaparecerá tempranamente de los circuitos de abastecimiento, finalizándose definitivamente su emisión con Antonino Pío, quien ya no acuña semises y realizará las últimas emisiones de cuadrantes (cf. Gráfico 14).152

Los ejemplares acuñados durante el gobierno de Nerva aparecen dispersos únicamente en torno a los enclaves relacionados con la vía Augusta. Ejemplares de Nerva han sido hallados en Mataró, Ampurias y Serinyà. En cambio, la moneda de Trajano y Adriano, aparece dispersa por una más amplia geografía. La frecuencia de aparición de estos ejemplares es bastante alta, siendo testimonio de su correcto abastecimiento y circulación en los diferentes enclaves del área catalana. La moneda de Antonino Pío adquiere gran representación en el área meridional del litoral catalán (comarcas del Maresme, Barcelonés, Anoia, Alt Penedés y el Camp de Tarragona), mientras que la moneda de Marco Aurelio posee una importantísima representación, constituyendo máximos en el aprovisionamiento, en las comarcas septentrionales e interiores del litoral catalán (comarcas del Empordá, Pla de l’Estany, Osona, Bages, Vallès Oriental) además del Camp de Tarragona. La moneda de Cómodo aparece geográficamente bastante dispersa, aunque con una representación menos frecuente y numerosa. Ejemplares de Cómodo aparecen registrados en Tarragona, Els Munts (Altafulla), Vilafranca del Penedés, Barcelona, Argentona y Ampurias.149

Pero, analizando las denominaciones aparecidas en aquellos estratos datados a lo largo de los siglos I-III d.C. se nos proyecta una realidad algo diferente. Respecto al siglo I d.C. deberíamos destacar la importancia de los divisores entre los valores hallados en contextos arqueológicos. El as constituye entre un 53% y un 65%, y los divisores (semises y cuadrantes) llegan a alcanzar una representación que oscila entre el 9% (en los contextos más tardíos dentro del siglo I d.C.) y un 23%. Los múltiplos del as, en cambio, representan conjuntamente (sestercios y dupondios) un 14% del material numismático en el mejor de los casos. Durante el siglo II d.C., el as continúa siendo el valor más constatado arqueológicamente, pese a su disminución en los circuitos de abastecimiento.153

A raíz del análisis de la dispersión según los emisores, se comprueba cómo la moneda alcanzaba una difusión importante en aquellos núcleos relacionados con diferentes vías de comunicación, naturales o artificiales, principales o secundarias, despegándose del área litoral y del entorno más próximo de la vía Augusta

150

Así lo atestiguan los conjuntos hallados en Reus, Tarragona, Els Munts (Altafulla, Tarragona), El Masnou (Barcelona), Torre Llauder (Mataró, Barcelona), Ampurias (Gerona) y Vilauba (Camós, Gerona). 151 Atendiendo a la información numismática que los núcleos urbanos de Tarraco, Barcino y Emporiae aportan. Cf. p. 17 y Tabla 1 (p. 18). 152 BMC IV (1940) xiv. 153 Un ejemplo que ilustre esta afirmación es el caso de Emporiae, donde, en los niveles datados en el siglo II d.C., los ases representan el 88%.

149

Remitimos a las Figuras 5-10 (pp. 21-22) para observar la evolución en la dispersión de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C., según emisores.

32

Levante. Área litoral catalana

Gráfico 14: Evolución de los valores de bronce hallados en los principales núcleos urbanos del litoral catalán, emitidos en el Alto Imperio: Barcino, Iluro y Emporiae, obtenidos mediante el uso de los datos ya recogidos por Lledó (2004, 2007).

Gráfico 15: Evolución de los valores aparecidos en el contexto arqueológico durante el Alto Imperio.

Igualmente parece evidenciarse la continuidad del uso de los divisores.154 El sestercio, por el contrario, aparece en escasas ocasiones en estas unidades.155 Dicha tendencia continúa en aquellos estratos datados en el siglo III, donde podemos observar cómo la diferencia entre ambas denominaciones no es todavía notable, destacando la mayor presencia de ases que de múltiplos de as (cf. Gráfico 15).156

moneda hispana en los circuitos comerciales, las diferentes emisiones de época republicana poseían todavía gran importancia en los intercambios comerciales, siendo mayoritaria en los estratos datados a lo largo de esta primera centuria. Durante el siglo II d.C., la moneda preagustea aparece reducida en cuanto a su frecuencia de aparición, pero adquieren gran importancia las acuñaciones propias del siglo I d.C., especialmente las emisiones hispánicas, base de la circulación de la centuria anterior.

El registro arqueológico parece mostrar, por tanto, una ralentización del proceso inflacionario respecto a lo anteriormente observado, cuando nos basábamos únicamente en las emisiones llegadas de Roma, ya que todavía se documenta la permanencia de la moneda divisional y un alto porcentaje de ases, frente a unos escasos sestercios y dupondios.

Queda constatado por el análisis de los niveles arqueológicos datados en el siglo II que, precisamente, la moneda del siglo II es la que más inusualmente es representada, correspondiéndose con un 24% del total analizado. En algunas intervenciones, la presencia de esta moneda es prácticamente nula como muestran las excavaciones llevadas a cabo en la antigua Baetulo, donde, de las veintidós monedas halladas en excavación, sólo una se corresponde con una emisión del siglo II d.C., concretamente una moneda de Adriano hallada en la calle Temple. Las monedas que más frecuentemente aparecen en estos niveles arqueológicos, son aquéllas emitidas a lo largo del siglo I d.C., especialmente las acuñadas entre los gobiernos de Augusto y Claudio I. Las emisiones correspondientes al siglo I d.C. llegan a constituir un 45% del material hallado. La moneda preagustea ve reducida su frecuencia de aparición respecto al periodo anterior, aunque todavía posee gran importancia entre el numerario circulante, al representar el 31%.

Respecto a las cuestiones en torno a la aparición y perduración de la moneda en el registro arqueológico, hemos podido comprobar la rica información que los núcleos catalanes nos ofrecen para su estudio. Hemos visto como en el siglo I d.C., pese a la gran afluencia de 154

Recordamos los hallazgos de un as partido, dos semises de Augusto y un cuadrante de Claudio I en Can Blanc (Argentona), en estratos datados en el primer cuarto del siglo II d.C. (Carreras, Rigo, 1994, 194). Cf. p. 22. 155 Tan sólo han sido documentados un sestercio de Trajano en Can Blanc (Argentona) y otro de Adriano en El Carreró 47 (Mataró) (Carreras, Rigo, 1994, 191; Lledó, 2004, 125; A.A.V.V. (Iluro), 1997, 72). 156 Los ases suman un 34% y los sestercios en torno al 18%, pero en estos contextos ya comienza a ser notable la presencia de antoninianos, un 29%.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 16: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. en el área litoral catalana. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato.

Siguiendo esta línea, cuando más emisiones del siglo II d.C. encontramos, es en los contextos datados en el siglo III d.C., especialmente en los dos primeros tercios de dicha centuria. Las monedas de Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo, comparten protagonismo con algún ejemplar preagusteo todavía rezagado, pero que ya aparece como minoritario, y con ejemplares del siglo I d.C.

poseía ya en los circuitos comerciales debido posiblemente al desgaste propio de las piezas. Las monedas flavias y las emitidas en el siglo II, en cambio, todavía conservan su validez, formando parte integrante de estos conjuntos, formados en torno al 240-270 d.C., de una manera importante, ya que ambas series conforman el 50% del total que componen los tesorillos analizados. Igualmente, en los conjuntos monetales, la fecha que los ejemplares establecen para el fin de la convivencia entre los dos sistemas monetales imperantes en el siglo III, el basado en el as y el conformado por el antoniniano, ronda el año 270 d.C., ya que los ejemplares más modernos constatados en estos conjuntos se corresponden con emisiones de Valeriano (253-260) y Galieno (260-268).

En algunos contextos datados a partir de la segunda mitad del siglo III d.C., queda atestiguada la convivencia de los valores tradicionales del sistema monetal romano, con el nuevo valor surgido en esta centuria y que, poco a poco, sustituirá definitivamente a las antiguas denominaciones. Respecto a esto último, es de destacar como tan sólo aparecen asociados a denominaciones altoimperiales aquellos antoninianos acuñados hasta c. 270 d.C., tras las acuñaciones de consagración de Claudio II (Divo Claudio). Este hecho quizás nos aporte un término ante quem para el establecimiento de una retirada más o menos generalizada de las denominaciones tradicionales de la circulación monetaria, y del sistema propiamente altoimperial en general. Frente a esta alta residualidad, son curiosos los testimonios ofrecidos por los conjuntos de Els Munts (Altafulla) y Vilauba (Camós). En sendos conjuntos los ejemplares más antiguos se corresponden con Adriano y Antonino Pío respectivamente, mostrando la escasa importancia que, en torno al 260 d.C., debían poseer las emisiones anteriores al siglo II.

Otro hecho que atestigua la prácticamente completa desaparición de los valores propios del sistema altoimperial, es la escasez de monedas aparecidas en contextos datados en el siglo IV d.C. Los pocos ejemplares aparecidos no parecen formar parte de los circuitos de intercambio de la época, debido a la gran marginalidad de las muestras obtenidas. Encontramos ejemplares altoimperiales en contextos tardíos en las excavaciones realizadas en el kardo maximus de Iluro (Can Puig/ Can Fullerachs, Mataró), donde las monedas anteriores al momento de pérdida se corresponden con un escaso 6,10%, englobando en esta muestra desde acuñaciones de época republicana hasta monedas del siglo II d.C. 158 Igualmente, el depósito monetal hallado en una cloaca del teatro romano de Tarraco muestra similar panorama, representando la moneda cuya antigüedad supera la centuria, respecto al momento de pérdida, tan sólo un 3%. 2. EL ÁREA VALENCIANA. EL LITORAL ENTRE EL DELTA DEL EBRO Y EL CABO DE LA NAO

Gráfico 17: Importancia de la moneda residual dentro de los conjuntos monetales de Els Munts (Altafulla) y Vilauba (Camós).

Hemos venido a denominar como área valenciana al territorio comprendido entre los cauces del río Ebro y la zona de influencia del valle del Vinalopó, que será analizado junto al valle del Segura. El límite sur para este territorio queda constituido por la línea trazada entre las sierras de Aitana, la Grana, Menechaor, Mariola, Beneixama hasta alcanzar la sierra de Enguera y la Palomera.

El análisis de los tesorillos monetales ocultos a lo largo del siglo III 157 muestra un comportamiento similar, aunque la residualidad de los ejemplares es bastante menor, debido a la selección previa que el material numismático sufre para su atesoramiento. Las piezas preagusteas y julio-claudias no tienen cabida ya en estos conjuntos, mostrando el escaso valor que dicha moneda 157

Ejemplificado en las ocultaciones de El Masnou (Barcelona), Torre Llauder (Mataró, Barcelona) y Vilauba (Camós, Gerona).

158

34

A.A.V.V. (Iluro), 1997, 144-145; Lledó, 2004, 141.

Levante. Área valenciana o mayor intensidad que en los periodos precedentes. La reestructuración de la ciudad a partir del siglo III d.C. y la remodelación del foro en su segunda mitad son muestras de una continuidad de la vida urbana en Dianium, al igual que el hecho de que Xátiva se convierta en sede episcopal durante el periodo bajoimperial.162 Introducción. El siglo I d.C. Los diversos trabajos de carácter numismático que incluyen en su estudio los territorios de la Comunidad Valenciana han facilitado en gran medida el análisis y comparación de las características principales de la circulación monetaria en este territorio.163 El trabajo de P.P. Ripollès, acerca de la circulación monetaria en las Tierras Valencianas,164 constituye la principal referencia para poder recoger las tendencias observadas para el siglo II d.C. en un contexto adecuado. El principal problema que presenta dicha fuente es la imposibilidad de desgajar del análisis general las observaciones realizadas para las diversas áreas.165 Aún así, intentamos resumir las nociones que dicho trabajo nos aporta, ya que ilustran de una manera general el comportamiento en el que pueden ser englobados los territorios analizados. Igualmente, el trabajo realizado por N. Lledó también ha aportado valiosa información para la realización de un correcto marco contextual para los núcleos de Saguntum/Grau Vell y su correspondiente ager.166

Figura 13: Mapa geográfico del área valenciana y la zona litoral entre el delta del Ebro y el cabo de La Nao.

La importancia del área valenciana a lo largo del siglo II d.C. es patente en la continuidad de los principales núcleos urbanos allí ubicados, Saguntum (Sagunto) y Valentia (Valencia), y la enorme densidad de poblamiento documentado en su entorno. Según la documentación arqueológica, Saguntum mantiene durante finales del siglo I y primera mitad del siglo II un auge económico y comercial, visible tanto en la ciudad como en el territorium circundante. Será en el siglo III cuando parece decaer la producción y actividad propia de la ciudad; proceso probablemente iniciado a mediados del siglo II d.C., aunque los indicios arqueológicos al respecto no son todavía demasiado claros.159 De la misma manera, Valentia permanece plenamente activa durante el siglo II d.C. Aunque se especula sobre un cierto retraimiento económico a mediados del siglo III d.C., no queda claramente documentado arqueológicamente.160

Comenzando por el análisis del aprovisionamiento de moneda, podemos observar una constante y regular aportación de numerario durante todo el periodo julioclaudio, con un fuerte incremento de manera generalizada en el gobierno de Claudio.

Tabla 11: Aprovisionamiento de moneda en la Comunidad Valenciana durante el siglo I d.C. (Ripollès, 1980, 153 y 158).

Respecto a los restantes enclaves que jalonan el área analizada, es escasa la información conocida al respecto. Según el estado actual de la investigación, parece que la antigua Lesera (Moleta des Frares, El Forcall) cesa su actividad a partir del siglo III d.C., ya que dejan de aparecer materiales que documenten algún tipo de actividad a partir de entonces.161 Edeta (Lliria) parece sufrir más tempranamente este proceso recesivo, al ser escasas las evidencias arqueológicas relativas a los siglos II y III d.C., y prácticamente inexistentes para los siglos IV y V d.C. En cambio, los núcleos de Dianium (Denia) y Saetabis (Xátiva) parecen gozar de una continuidad en el poblamiento, aunque no sabemos si con una menor, igual

162

Para la evolución de Dianium (Denia, Alicante) Cepas, 1997, 144; y para el caso de Saetabis (Xátiva, Valencia), Cepas, 1997, 152. 163 La información que ilustra el siglo I d.C. procede de diversas fuentes, por lo que los índices, número de hallazgos y porcentajes varían entre unas u otras fuentes bibliográficas utilizadas. La diferencia en las cuantificaciones de los materiales reside en el uso de diferentes criterios a la hora su realización, al optar por una selección concreta y desigual del material numismático elegido. Por ejemplo, el uso o no de los ejemplares depositados en los fondos de los museos, o de aquéllos que engrosan las colecciones particulares de procedencia incierta, aunque se suponga mayoritariamente local. 164 Ripollès, 1980a. 165 Al recoger todo el material numismático de la Comunidad Valenciana en conjunto, no es posible desgajar las observaciones realizadas, por ejemplo, para la provincia alicantina, de la que tan sólo el sector nororiental es incluido en este apartado. 166 Lledó, 2004, 279-383.

159

Cepas, 1997, 152-154; Pérez Centeno, 1999, 55. Cepas, 1997, 158-160; Pérez Centeno, 1999, 59-60. 161 Cepas, 1997, 149 y 252. 160

35

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 18: Evolución del aprovisionamiento en la Comunidad Valenciana en el siglo I d.C., según el índice moneda/año.

Tabla 12: Monedas emitidas en el siglo I halladas en la Comunidad Valenciana, según valores (a partir de Ripollès, 1980, 149-158).

Durante el gobierno de Augusto y Tiberio, la circulación monetaria se nutría especialmente de las emisiones hispanas, que verán disminuida su representación bajo el gobierno de Calígula, respondiendo a la intención de sustituir progresivamente el numerario provincial por las acuñaciones imperiales. La fuerte representación de moneda de Claudio responde a la gran cantidad de imitaciones de moneda oficial romana que comenzarán a circular por todo el Imperio, intentando solventar el vacío de aprovisionamiento monetario que sufrirían las ciudades tras el fin de las emisiones provinciales. En cambio, durante el gobierno de Nerón, y los breves gobiernos de Galba y Vitelio, se produce un importante descenso en la llegada de moneda,167 que se verá paliado con la entrada del numerario flavio, que vuelve a registrar los índices de época julio-claudia, pese al ligero descenso del gobierno de Domiciano (cf. Gráfico 18).

sentido, destacan las vías que discurren por los valles de los ríos Magre, Turia y Palancia.169 Un alto grado de monetización se constata en el territorium de Saguntum,170 mostrando una circulación monetaria significativa, al compás del núcleo del que dependen, al menos para este siglo I d.C. Su ubicación en el área litoral mediterránea y en la salida de una excelente vía natural de paso, el valle del río Palancia, a la vez que la posesión de un destacado puerto comercial, determina el alto número de hallazgos producidos. Si nos centramos en el análisis de los valores en circulación, se puede observar una ligera evolución en la composición de la circulación del siglo I d.C. Ante el claro predominio del as frente a los múltiplos del mismo durante la primera mitad del siglo I d.C., con una casi nula representación de dupondios y un escasísimo número de sestercios, vemos como, a partir del gobierno de Nerón, comienza a ser más frecuente la aparición de sestercios, aunque todavía sigue siendo el as la denominación predominante en el bolsillo de los ciudadanos (cf. Tabla 12).

En el caso valenciano, podemos individualizar además la evolución propia de la ciudad de Saguntum, que muestra una tendencia particular. En dicho centro urbano, el emperador más altamente representado es Tiberio, con un índice de aprovisionamiento de 1,26 m/a, entre cinco y seis veces superior al índice que alcanzan las emisiones de Augusto y Claudio I, con 0,22 m/a y 0,23 m/a respectivamente. La explicación a esta inversión en las cifras de representatividad de los emperadores responde a las importantes acuñaciones que la ciudad de Saguntum realizaría en época tiberiana.168 La dinastía flavia conseguirá mantener los índices anteriores, al igual que los primeros representantes del periodo analizado.

De manera más concreta, podemos observar esta misma evolución en la ciudad de Saguntum y su territorium. Durante la dinastía julio-claudia el as se mantiene como el valor más representado, y los divisores todavía son característicos del aprovisionamiento del momento, contabilizándose seis ejemplares, que representan un 14,29%.171 Igualmente, en el ager saguntino el as constituye el 81,82% de los valores documentados, mientras que sestercios y dupondios, con uno y cuatro ejemplares respectivamente, constituyen el 7,58%. Destaca la presencia de divisores (9,09%).172 En época flavia, las denominaciones representadas en el aprovisionamiento monetario sufren una evolución significativa. En Saguntum el as continúa manteniendo su importancia (54,55%), pero observamos como los divisores han desaparecido del numerario flavio y, en

Continuando con el análisis de la dispersión de los ejemplares por el territorio, podemos apreciar cómo los hallazgos se sitúan principalmente en la zona costera y en el entorno más próximo de la vía Augusta. Se ha documentado algún otro ejemplar en zonas del interior, pero aparecen siempre relacionados con vías de comunicaciones, tanto artificiales como naturales. En este 167

El autor sugiere que podría ser producido por el cierre de la ceca de Roma y el mantenimiento en circulación de monedas de imitación de Claudio I (Ripollès, 1980a, 155), aunque es probable que, simplemente, el suministro de Roma continuara siendo tan deficiente como lo había sido hasta el momento, por lo que el aprovisionamiento de moneda descendería de manera obligada, y sería necesario recurrir a la moneda ya circulante para llenar esos vacíos (Arias, 2005, 94). 168 Lledó, 2004, 293-294.

169

Para el análisis de la dispersión de la moneda del siglo I d.C. remitimos a Ripollès, 1980a, 159 y mapas 36-38 en Anexos. 170 Los límites establecidos para el territorium de Saguntum son el río Millars, al norte, la actual Puçol, al sur, y una línea paralela a la costa que discurriría por Azuébar (Lledó, 2004, 279). 171 Lledó, 2004, 292. 172 Lledó, 2004, 294.

36

Levante. Área valenciana cambio, son ahora más frecuentes los sestercios y dupondios, con un 11,36% y 22,73%, respectivamente.173

fabricación de ánforas, ladrillos y cerámica común, que tuvo una ocupación entre los siglos I y III d.C.177

En esta ocasión no nos es posible ofrecer una comparación entre los valores que llegan al área valenciana en el siglo I d.C. con aquéllos que aparecen registrados arqueológicamente en contextos del siglo I d.C., lo que nos hubiera mostrado un matiz más para el perfecto conocimiento de los valores en circulación, al margen de los circuitos de aprovisionamiento. La carencia de información al respecto provoca que no podamos afrontar esta segunda parte del estudio, quedando a expensas de la publicación de nuevos datos.

Aprovisionamiento Para el conjunto del área valenciana, destaca la importante llegada de moneda durante los primeros años del siglo II d.C., siendo los gobiernos de Nerva y Adriano los periodos álgidos. El elevado índice de aprovisionamiento monetario documentado bajo el gobierno de Nerva (3,5 m/a), desciende ligeramente bajo el gobierno de Trajano, alcanzando las 2,58 m/a. Pero pronto es recuperado, y superado, con el alto aporte monetario observado durante el gobierno de Adriano, que ronda las 4,43 m/a. A partir de estos momentos, la masa monetaria comenzará a disminuir, hasta los índices mínimos del gobierno de Cómodo. Dicha tendencia descendente proseguirá durante la práctica totalidad del gobierno de la dinastía severa.

El siglo II d.C. El total de monedas acuñadas durante el siglo II d.C. documentadas en el territorio designado asciende a doscientos sesenta y tres ejemplares, que indican un índice de aprovisionamiento para el periodo de 2,74 monedas/año.174 Pese a la correcta representación del material numismático, las características de éste no son las idóneas para un estudio de circulación, debido a la escasez de información respecto a sus contextos de aparición. Mayoritariamente, son hallazgos descontextualizados, de los que únicamente conocemos su lugar de procedencia, al tratarse de hallazgos ocasionales en superficie. La excepción la constituyen los datos procedentes de la excavación realizada en la calle Gerard Ferrando, nº 90 (Lliria), que ha proporcionado un interesante conjunto numismático en contextos del siglo II y III d.C.,175 al igual que la excavación realizada en el solar Romeu (Sagunto), habiendo sido hallado un número significativo de ejemplares en el interior de una domus que fue destruida c. del 240 d.C.176 En la provincia de Alicante destacamos los datos procedentes del yacimiento de La Almadrava (Setla, Miraflor), alfar dedicado a la

Gráfico 19: Evolución del aprovisionamiento de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área valenciana.

Señalamos escuetamente el ritmo de aprovisionamiento propio de los núcleos situados en la Depresión de Valencia. La gran densidad de hallazgos producidos en esta área y en las zonas aledañas, conectadas a ésta a través del propio litoral y las numerosas cuencas fluviales de diversa entidad que recorren el territorio, nos permite concebir este espacio como un conjunto, ya que no son patentes grandes vacíos de hallazgos que nos hagan pensar en un aislamiento de los núcleos interiores. Las cuencas de los ríos Palancia, Turia y Cabriel, y los valles de Cofrentes, Albaida y Planes, entre otros, serán determinantes para la introducción del fenómeno monetario en estas áreas. En este caso, el ritmo en la llegada de numerario de Trajano se puede equiparar al apreciado para el gobierno de Antonino Pío y Marco Aurelio. El correspondiente a Cómodo marca de nuevo en esta ocasión un descenso en el aprovisionamiento, aunque continúa estando representado en el área con un índice de 0,67 m/a.

173

A partir de la información ofrecida por Lledó, 2004, 302. Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio del área valenciana proceden de la bibliografía siguiente: A.A.V.V., 1978; A.A.V.V. (Teruel), 1980; Abad Varela, 1988, 363-375; Abascal, Gisbert, 1990-1991, 133-160; Aranegui, 1980, 59-84; Arasa, Ripollès, 1996, 405-418; Arroyo, Mata, Ribera, 1989, 363-391; Chiner, López, Gozalbes, 1998, 233-240; Falcó, 1985, 167-183; Falcó, 1989, 265-279; Fletcher, Alcácer, 1956, 135-168; Gusi, Olaria, 1977, 101-144; Hurtado, 2002, 405; Lledó, 2001, 111-129; Lledó, 2004; Llorens, 1984, 249-265; Llorens, 1987-1988, 427-440; Llorens, Ripollès, 1995, 217-228; Marot, Llorens, 1996, 151-180; Martínez Mira, 1995-1996, 119-180; Mateu y Llopis, 1945-1946, 233-276; Mateu y Llopis, 1947-1948, 55-95; Mateu y Llopis, 1951, 203-255; Mateu y Llopis, 1952, 225-264; Mateu y Llopis, 1953a, 91-105; Mateu y Llopis, 1953b, 273-302; Mateu y Llopis, 1956, 281-289; Mateu y Llopis, 1958a, 67-78; Mateu y Llopis, 1958b, 173-191; Mateu y Llopis, 1959, 151-164; Mateu y Llopis, 1960, 189; Mateu y Llopis, 1961, 141-161; Mateu y Llopis, 1967, 45-74; Mateu y Llopis, 1972, 127-154; Mateu y Llopis, 1977, 65-88; Mateu y Llopis, 1979, 121-147; Mateu y Llopis, 1981, 89-136; Mateu y Llopis, 1985-1986, 47-71; Pérez Negre, 1999, 115-132; Ribera, Bolufer, 2000, 197-210; Ripollès, 1977a, 243-272; Ripollès, 1977b, 145-154; Ripollès, 1980; Ripollès, 1980b, 211-215; Ripollès, 1981, 223-246; Ripollès, 1985, 319-356; Vidal González, 1989, 343-361. 175 Lledó, 2001, 111-129. 176 Llorens, Ripollès, 1995, 217-228; Chiner, López, Gozalbes Fernández, 1998, 233-240. 174

Gráfico 20: Evolución del aprovisionamiento en el siglo II en la Depresión de Valencia y territorios asociados, obviando los ejemplares aparecidos en Saguntum (Sagunto, Valencia) y Santa Bárbara (Vilavella, Castellón).

Desgajamos de este análisis los núcleos interiores sitos en las estribaciones del Sistema Ibérico y el Maestrazgo, al encontrarse, en cierta medida, aislados de los anteriores 177

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Abascal, Gisbert, 1990-1991.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA territorios, observándose un gran vacío entre esta área, la Depresión Valenciana y el litoral castellonense. Solamente ha sido registrada moneda en los núcleos de Morella, Castellfort y La Moleta des Frares (El Forcall), en la provincia de Castellón, y en Iglesuela del Cid (Teruel). Los materiales aportados por estos yacimientos presentan igualmente un punto álgido en el aprovisionamiento, observado en época de Adriano. Los ejemplares de Trajano y Antonino Pío completan el monetario del área, siendo prácticamente nula la llegada de moneda a la zona en los momentos iniciales y finales de la centuria. La importancia en la llegada de moneda a estos territorios durante la primera mitad del siglo II d.C. es digna de ser destacada. Esta tendencia se mostraría de acuerdo con la evolución que parece ser observada en la antigua Lesera (Moleta des Frares, El Forcall) a partir de diversos sondeos arqueológicos realizados en la ciudad, donde se documenta un progresivo abandono de las estructuras existentes a partir del siglo III d.C., con una pobreza de materiales desde estos momentos que muestra la escasa importancia que poseyó a partir de entonces.178

un dupondio de Antonino Pío. A partir de este momento, los hallazgos monetales se multiplican, destacando la importante concentración que se produce en los territorios asociados a los núcleos urbanos de Saguntum y Valentia, que testimonian la vitalidad de ambas poblaciones a lo largo de este siglo II d.C. En el tramo que discurre entre Ildum y Saguntum contamos con un total de cuarenta y cinco ejemplares, dispersos entre las poblaciones castellonenses de Vilafamés, La Pobla Tornesa, Castellón, Villarreal, Burriana, Nules, Moncofa, La Vall d’Uxó, y Almenara, a los que sumamos los treinta y cuatro ejemplares hallados en el yacimiento de Santa Bárbara (Vilavella). Saguntum y la zona portuaria de Grau Vell, han proporcionado un total de veintiocho ejemplares. En este punto, mencionamos la comarca del Alto Palancia, vertebrada por el cauce del río Palancia y sus afluentes. A tenor de los datos que la arqueología nos proporciona, debió constituir en época romana una importante ruta que permitía la comunicación entre el interior hispano y la costa levantina, poseyendo dicha área geográfica un poblamiento disperso muy importante hasta el siglo III d.C., momento en el que parece que tuvo lugar un proceso de abandono de los asentamientos allí ubicados.180 Queda constatado el flujo comercial que durante época tardorrepublicana y el siglo I d.C. debió existir en la comarca, debido a la documentación de productos importados de la Península Itálica así como la constancia de monedas acuñadas en las cecas del Valle del Ebro.181 Aún así, y teniendo en cuenta la importancia de esta vía natural de comunicación al poner en contacto los núcleos de Caesaraugusta y Saguntum, no han sido documentados para el siglo II d.C. un destacado número de ejemplares que nos permitan constatar el mantenimiento de esta intensidad comercial. Contamos con una moneda de Adriano hallada en Segorbe, y cuatro ejemplares documentados en Castellnovo, acuñados durante el gobierno de Marco Aurelio. Además de éstos, el ejemplar de Begis puede ponerse en relación con la posible vía que comunicaba el Alto Palancia, a través de este enclave, con Edeta (Lliria).182 En relación con esta vía, el núcleo turolense de Manzanera proporciona además dos ejemplares, de Trajano y Marco Aurelio.

Gráfico 21: Evolución del aprovisionamiento en el siglo II en las comarcas de Els Ports y el Maestrazgo (El Forcall, Morella, Castellfort, Iglesuela del Cid).

Dispersión de los hallazgos La principal vía de comunicación que vertebra esta área es la denominada vía Augusta que, siguiendo un sentido Norte-Sur, enlaza la antigua Tarraco con Carthago Nova, a través de Intibili (Sant Mateu o Traiguera), Saguntum, Valentia, Saetabi y el valle del Vinalopó, hasta alcanzar Ilici. En el entorno de los núcleos situados a lo largo de la misma es donde han sido localizados la gran mayoría de los ejemplares analizados, constatando una destacada actividad durante este periodo. Ya habíamos señalado el importante vacío monetario registrado en el tramo de la vía Augusta que discurre entre Tarraco e Ildum (identificada con la actual Cabanes). Desde este tramo es posible acceder a las tierras interiores mediante la vía, de carácter secundario, que partía desde Traiguera o Sant Mateu (según autores) 179 y discurría hacia la provincia de Teruel atravesando Morella y El Forcall. A los hallazgos producidos en los propios municipios de Morella y El Forcall, contabilizándose un total de siete y trece respectivamente, hay que añadir uno de Trajano documentado en Iglesuela del Cid. Retomando de nuevo la vía Augusta, el primer ejemplar documentado fue hallado en L’Arc de Cabanes, yacimiento identificado con la antigua mansio de Ildum, correspondiéndose con

Igualmente, el hallazgo de monedas en las localidades valencianas de Lliria (Edeta), Benaguasil, Domeño, y, algo más al interior, Villar del Arzobispo e Higueruelas, podría mostrarnos la transitabilidad del Valle del Turia en este periodo, al menos hasta la actual localidad de Arcos de las Salinas, donde ha sido hallado un bronce de Antonino Pío. A partir del cauce del Turia, podría establecerse un enlace con la vía que penetraba hacia Kelin (Caudete de las Fuentes) y continuaba hacia el interior de La Mancha. En este sentido, son constatados sendos ejemplares de Adriano y una de las Faustinas en 180

Acerca del poblamiento romano y vías de comunicación de la comarca del Alto Palancia, véase Járrega, 1998, 349-369. 181 Járrega, 1998, 363. 182 Arroyo, 1979, 9; Roselló, 1992, 636.

178

Cepas, 1997, 149. 179 Fletcher, Alcácer, 1956, 142, lám. II; Muñoz Catalá, 1972, 150; Roselló, 1992, 635.

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Levante. Área valenciana Sinarcas y Aliaguilla, respectivamente, y dos de Trajano y Marco Aurelio en Camporrobles.

actual Valencia. Para la observación de los hallazgos realizados en esta área remitimos al mapa de dispersión realizado a tal efecto, debido a la interminable enumeración que supondría su comentario. Únicamente destacaremos la importancia de la Hoya de Buñol y de la vía de comunicación que, a través de ésta, hubo de discurrir hacia el interior peninsular.

Si bien no encontramos referencia alguna acerca de la existencia de una antigua vía que uniera Valentia con la antigua Kelin, ciudad ibérica identificada con Caudete de las Fuentes, parece que, numismáticamente, queda evidenciada por los hallazgos llevados a cabo en el área de la Hoya de Buñol, que marcaría una nueva zona de tránsito hacia dicho núcleo. Posiblemente, éste se realizaría a través de la Hoya de Buñol y la Plana de Utiel, siguiendo el cauce del río Magre, que igualmente enlazaría con Sinarcas y Camporrobles, enclaves citados. La propia existencia de un núcleo ibérico de entidad debería ser suficiente para indicar la presencia de un antiguo camino que permitiera el acceso a esta ciudad.

En torno a la antigua Saetabis, se han contabilizado un total de cuatro ejemplares. Los testimonios monetales a lo largo de la vía Augusta continúan siendo numerosos en el tramo de la misma que discurre a través del valle del Vinalopó, y que enlaza la antigua mansio de Ad Turres (La Font de la Figuera) e Ilici. Igualmente, son dignos de ser destacados los hallazgos producidos en relación a la vía que desde Ad Turres se dirige hacia Saltigi (Chinchilla), ya en territorio manchego. La concentración que se produce en sendos núcleos nos muestra la intensidad del tránsito comercial de estos ejes viarios y la vitalidad de los núcleos situados en sus márgenes. Sendos tramos serán posteriormente desarrollados a la hora de analizar el área levantina del Sureste.

A lo largo del tramo que discurre entre Saguntum y Saetabis, que recorre la Depresión de Valencia, y que engloba las comarcas de la Ribera Alta, la Hoya de Buñol y El Camp de Túria, se documenta una alta concentración de hallazgos monetales, especialmente en el entorno de la

Figura 14: Mapa de dispersión de los hallazgos de moneda del siglo II en el área valenciana.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Además de la correcta comunicación entre Valentia e Ilici/Portus Ilicitanus (Elche/Santa Pola) que proporcionaba la vía Augusta, pudo existir una vía de comunicación paralela al litoral alicantino, que enlazaría los núcleos costeros de Dianium (Denia) y Lucentum (El Tossal de Manises, La Albufereta, Alicante), entre otros, con la vía Augusta.183 En torno a su posible trazado, han sido documentados ejemplares en Cullera, Gandía, y las localidades alicantinas de Pego, Setla-Miraflor, Denia, Benitatxell, Altea y, dentro del área del Sureste, el Tossal de Manises (La Albufereta) y la actual Alicante. Pero, además de sendas vías citadas, podemos encontrar otras rutas que permiten completar el sistema de comunicaciones de la zona. A través de una serie de corredores y pasos naturales, puede establecerse una trama viaria de carácter secundario que permitiría unir los enclaves de Saetabi, Lucentum e Ilici, a través de los pasos del Comtat y L’Alcoià.184 Pese a que la ruta que discurre a través de los valles de Alcoi sufriera en época altoimperial una gran reducción de su uso, a favor de la ruta a través del valle del Vinalopó,185 se han constatado algunos ejemplares del siglo II a lo largo de su recorrido. En relación con esta vía fueron halladas sendas monedas de Adriano en Bélgida y Cocentaina. La Vall d’Albaida, que actuaría como enlace entre las dos últimas vías descritas, también parece gozar de cierta actividad en estos momentos, al aparecer indicios de circulación monetaria en los núcleos valencianos de Castelló de Rugat, Lloc Nou de Sant Jeroni y Ador. Si analizamos la evolución de los hallazgos según los emisores, podemos observar una tendencia muy similar a la apreciada para el área catalana. La moneda de Nerva se ciñe a los núcleos litorales atravesados por la vía Augusta. Las emisiones a partir de Trajano están más frecuentemente presentes en los núcleos interiores, enlazados con el litoral a través de las vías naturales de comunicación y los diferentes ramales viarios existentes. La mejor comparativa para observar dicha evolución la podemos establecer entre el numerario de Nerva y el de Cómodo. Las emisiones de Cómodo poseen un ámbito de dispersión mayor que el apreciado para las monedas de Nerva, habiendo sido constatadas en las comarcas del Alto Palancia, el entorno de Edeta (Lliria) y la Hoya de Buñol. Pero, pese al interés que pudiera poseer este análisis, los datos numismáticos con los que trabajamos en la actualidad no son tan numerosos como para poder desarrollar con gran riqueza estas tesis, pero creemos oportuno señalar y sugerir estas cuestiones para un posible avance en su estudio. 183

Grau Mira, 2000, 41. Este trazado aparece descrito detalladamente por Grau Mira, 2000, 37. 185 La causa del declive de esta importante vía de comunicación, que concentraba en su entorno un denso poblamiento en época prerromana, parece ser debido a lo dificultoso del tránsito rodado a lo largo de este abrupto paso (Garrigós, Mellado, 2004, 205 y 210-11; Grau Mira, 2000, 45). 184

Figura 15-17: Evolución de la dispersión de los ejemplares emitidos por Nerva (Ne), Trajano (Tr) y Adriano (Ad). en el área valenciana.

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Levante. Área valenciana Valores en circulación El escaso protagonismo que habían tenido el sestercio y dupondio a lo largo del siglo I d.C. contrasta con su importante presencia en estos momentos, desbancando paulatinamente al as de los circuitos de alimentación de moneda. Ciertos atisbos de cambio en la economía monetaria eran observados a partir del gobierno de Nerón, cuando el sestercio y el dupondio comenzaban a aparecer en el panorama numismático. Durante el siglo II d.C. el as continúa siendo un valor todavía importante, de hecho alcanza una representación del 37%, pero ha perdido terreno frente al ahora usual sestercio, que llega a constituir un 36%. Con índices menores, pero igualmente importantes, se encuentra el dupondio, que alcanza un 20% de los valores documentados (cf. Gráfico 22).186 El as mantendrá su primacía hasta el final del gobierno de Antonino Pío. La única excepción al respecto la constituye el gobierno de Trajano, que registra en este caso una inusual escasez de ases para este momento concreto, documentándose tan sólo siete ejemplares frente a los trece dupondios y once sestercios que han sido hallados. Respecto a los divisores del as, se muestran altamente escasos en todo el periodo. Ha sido registrado un semis emitido por Antonino Pío en La Marchareta (Sollana), que muestra el bajo abastecimiento de estos numerales (cf. Gráfico 23). Si nos ceñimos ahora a los valores característicos de los estratos fechados en torno al siglo II d.C., podemos observar diferentes resultados a los hasta ahora expuestos. Gracias a las excelentes excavaciones, y consiguientes publicaciones, realizadas en el solar Romeu de Sagunto, y en la calle Gerard Ferrando, nº 90, de Lliria, contamos con un material excepcional para su análisis. En el primer solar fue hallado un posible dupondio de Marco Aurelio, en la U.E. 3101, datada según sus excavadores en el siglo II d.C. Las excavaciones realizadas en Lliria son más fructíferas en este sentido, habiendo sido hallados un as de Lépido, contramarcado y acuñado en torno al 44-36 a.C., un as de Vespasiano, dos ases de Adriano y un as de Antonino Pío. En la provincia de Alicante el yacimiento de La Almadrava (Setla, Miraflor) nos ha proporcionado contextos arqueológicos del siglo II d.C. con la presencia de piezas monetales: un as emitido bajo el gobierno de Antonino Pío a nombre de Marco Aurelio, un denario de Marco Aurelio y un as de Marco Aurelio a nombre de Lucilla.187

186

Para el establecimiento de los porcentajes respecto al material analizado, se han obviado aquellos hallazgos en los que no era especificado su valor, así como aquellos casos en los que eran nombrados como as/dupondio y sestercio/dupondio. 187 En relación con los contextos de aparición de los ejemplares del solar Romeu (Sagunto, Valencia), cf. p. 42 (n. 192); sobre los hallazgos de la calle Gerard Ferrando 90 (Lliria, Valencia), cf. p. 42 (n. 193); y sobre los correspondientes al yacimiento de La Almadrava (Setla, Miraflor, Alicante), cf. p. 42.

Figura 18-20: Evolución de la dispersión de los ejemplares emitidos por Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en el área valenciana.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 22: Valores emitidos en el siglo II d.C. hallados en el área valenciana.

Gráfico 23: Evolución de los valores de bronce emitidos en el siglo II d.C. hallados en el área valenciana.

Según los contextos arqueológicos, el valor mayoritariamente documentado en esta época es el as, siendo escaso el número de monedas de mayor valor aparecidas, sin poseer rastro de sestercios. Pero, sin embargo, a tenor de las tablas de aprovisionamiento anteriormente mostradas, sabemos que el sestercio llegaba a la Península en esta época de manera mayoritaria, por lo que resulta llamativa su total ausencia en el registro.

el nivel de preparación de un pavimento que, a su vez, estaba sellado por otro pavimento datado alrededor del 230 d.C.191 A tenor de estos datos, se podría deducir un rápido aprovisionamiento de moneda procedente de Roma y una aún más rápida pérdida de los ejemplares en circulación, además de una eficaz renovación de numerario, ya que no aparecen ejemplares de épocas anteriores. Junto a éstos testimonios, las excavaciones realizadas en el solar Romeu (Sagunto) aportan un posible dupondio de Marco Aurelio.192 En la calle Gerard Ferrando 90 (Lliria), los estratos datados en el siglo II d.C. ofrecieron un as de Lépido, acuñado en torno al 44-36 a.C., un as de Vespasiano y dos ases de Adriano.193 En esta ocasión vemos como, junto a los ejemplares adrianeos, perdura moneda flavia e incluso tardorrepublicana, mostrándonos una subsistencia de algunos ejemplares en la circulación.

Tabla 13: Valores aparecidos en contextos del siglo II d.C. en el área valenciana.

La moneda y los contextos arqueológicos

La presencia de moneda flavia junto a ejemplares del siglo II d.C. es frecuente tanto en el registro arqueológico como en los conjuntos monetales documentados. Los tesorillos de Torreblanca y Alaquás son buen reflejo de ello. Se trata de ocultaciones monetales cuyos últimos ejemplares parecen señalar algún momento indeterminado del siglo II d.C. pero cuya composición no recoge monedas anteriores a la dinastía flavia, a excepción de algún ejemplar de Vitelio. El conjunto de Torreblanca está compuesto por doscientas cuatro monedas de oro que abarcan desde Vespasiano hasta

Contamos con diverso material numismático hallados en contextos de excavación que iremos analizando progresivamente. Los trabajos arqueológicos llevados a cabo en la ciudad valenciana de Lliria188 nos han ofrecido interesantes resultados al respecto, al igual que la antigua Saguntum.189 En Alicante, el conjunto arqueológico de La Almadrava (Setla, Miraflor) nos aporta información de no menor valor. Junto a estos interesantes datos, hemos de tener igualmente en cuenta los tesorillos y ocultaciones que contenían monedas del siglo II d.C., aunque su particular composición tan sólo nos permitirá matizar la información anterior.

191

Fueron halladas en noviembre de1986, en las U.U.E.E. 86/3/65 y 66, estratos de relleno y nivelación del terreno, asentados sobre el suelo geológico. Son interpretados como estratos de preparación del pavimento de uno de los ambientes del taller II y, a partir de los materiales aparecidos, son situados en el segundo tercio del siglo II d.C. El pavimento que sella esta unidad se situaría hacia el 230 d.C. (Abascal, Gisbert, 1990-1991, 139 y 157). 192 Este ejemplar apareció en la U.E. 3101, estrato perteneciente a la habitación D (cocina) de la domus A, compuesto por tierra quemada con abundante material cerámico que rellena un horno, y que es datado en el siglo II (Chiner, López, Gozalbes Fernández, 1998, 235 y 237). 193 Uno de los ases de Adriano fue hallado en una unidad bajo el piso de un canal que parece situarse cronológicamente en el siglo II d.C., el resto de los ejemplares aparecieron en la U.E. 1240, unidad correspondiente al vertedero situado en la calle del área de almacenaje del complejo termal, que posee una cronología en torno al siglo II.

El yacimiento de La Almadrava (Setla, Miraflor) nos ha proporcionado tres ejemplares hallados en contextos arqueológicos de mediados del siglo II d.C., ya enumerados.190 Los dos últimos ejemplares, emitidos durante el gobierno de Marco Aurelio, aparecieron sobre 188

Calle Gerard Ferrando, 90 y Partida Mura 95 (Lledó, 2001, 111-129). Chiner, López, Gozalbes Fernández, 1998, 233-240; Llorens, Ripollès, 1995, 217-228; Martínez Mira, 1995-1996, 123; Lledó, 2004, 308. 190 Un as emitido bajo el gobierno de Antonino Pío a nombre de Marco Aurelio, un denario de Marco Aurelio y un as de Marco Aurelio a nombre de Lucilla. 189

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Levante. Área valenciana

Tabla 14: Monedas halladas en contextos del siglo II en el área valenciana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., contemporáneas al momento de formación del estrato.

Tabla 15: Monedas halladas en contextos del siglo III en el área valenciana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., que centran nuestra atención.

270 d.C.196 Similar situación nos ofrecen los hallazgos de la calle Gerard Ferrando 90 de Lliria, donde junto a un sestercio de Marco Aurelio aparece un sestercio de Gordiano II y un antoniniano de Claudio II, en un contexto datado entre el 275 y 325 d.C.197 Vemos por tanto como los sestercios y antoninianos convivían en los circuitos monetarios, al menos en la segunda mitad del siglo III. En este mismo solar, apareció además un as de Claudio I junto a monedas acuñadas a lo largo del siglo III d.C. Aparece asociado a un as de Lucilla, acuñado bajo Marco Aurelio, y a un sestercio de Septimio Severo, en un contexto arqueológico datado entre el 275 y 325 d.C.198 En el solar Romeu de Sagunto encontramos un segundo ejemplar de Claudio I, pero esta vez asociado a un depósito monetal hallado en el interior de una estancia de una domus, cuyo último ejemplar fue acuñado por Balbino (238 d.C.) (cf. Tabla 15).199

Cómodo, siendo el gobierno de este último emperador el terminus post quem para la realización de dicha ocultación.194 Acerca del conjunto monetal de Alaquás (Valencia) poseemos todavía más escasa información, ya que sólo sabemos que está compuesto por cuarenta y siete monedas que abarcan desde el gobierno de Vitelio hasta el de Trajano (cf. Tabla 14).195 Buscando un límite a la presencia de moneda del siglo II en los contextos arqueológicos, analizaremos aquellas unidades formadas con posterioridad a esta centuria, y que hayan aportado materiales numismáticos del siglo II. En el siglo III todavía son abundantes los hallazgos de moneda acuñada durante el siglo II d.C., y más minoritarios los casos en los que aparecen monedas anteriores a las emisiones del siglo II. A excepción de dos ases de Claudio I y un sestercio de Domiciano hallados en el solar Romeu (Sagunto, Valencia), ningún ejemplar va más allá del gobierno de Trajano. En la provincia de Alicante, el yacimiento arqueológico de La Almadrava (Setla, Miraflor) nos ha proporcionado un total de cuatro ejemplares hallados en un estrato de colmatación que es datado en el segundo tercio del siglo III d.C. Destaca la presencia de un sestercio de Adriano junto a ejemplares acuñados más de un siglo después, entre el 266 d.C. y el

196

Las cuatro monedas señaladas aparecieron en la U.E. 86/3/53, estrato de colmatación asentado sobre un pavimento o suelo de tierra apisonada cuya cronología se estima en torno al segundo tercio del siglo III d.C. Esta unidad documenta la caída de la cubierta, derrumbe de los muros y el abandono y destrucción del edificio (Abascal, Gisbert, 1990-1991, 157). Las fechas de emisión del antoniniano de Galieno es 266 d.C. y de los antoninianos de Claudio II 268 y 270 d.C. respectivamente (Abascal, Gisbert, 1990-1991, 139). 197 Dichos ejemplares aparecieron en las denominadas Termas Dobles, en un nivel de colmatación (90, C-(-4) N II) de un área porticada de la entrada de las termas. La cronología propuesta para esta unidad oscila entre el 275 y 325 d.C. (Lledó, 2001, 126 y 114). 198 Monedas aparecidas en las denominadas Termas Dobles, en el interior de un canal (C-(-4) N II) (Lledó, 2001, 126 y 114). 199 En el interior de la estancia E de la domus A, en la Unidad Estratigráfica 3137, apareció un depósito monetal compuesto por once sestercios (uno de Domiciano, Antonino Pío, Faustina II, Marco Aurelio, Lucilla, tres de Cómodo, uno de Severo Alejandro, Maximino y Balbino). Aparecieron, además, seis monedas dispersas en este mismo estrato (un as de Claudio I, un sestercio de Trajano, un as de Adriano, un dupondio de Marco Aurelio, y un sestercio y un dupondio frustros). Según los materiales cerámicos más modernos, se podría estimar una

194

El tesorillo hallado en Torreblanca consta de doscientas cuatro monedas de oro (“cuarenta y dos monedas de Trajano, treinta y una de Adriano, doce de Domiciano, un ejemplar de Marco Aurelio, Lucio Vero, Antonino Pío, Vespasiano, Tito Flavio, Cómodo, Nerva, Marciana, Faustina Hija, Cupina, Clotina, y Martina”). Aparecieron en el interior de una vasija, y su ocultación es datada en torno al gobierno de Cómodo (Fletcher, Alcacer, 1956, 153; Ripollès, 1980a, 33; Bost, Campo, Gurt, 1983, 170-171; Lledó, 2004, 305). 195 "Tesoro de 47 monedas que abarca desde Vitelio hasta Trajano" (Ripollès, 1980a, 158).

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA (Cervera del Maestrat),203 compuesto por cincuenta y tres monedas, que fue ocultado en una bolsa de tela de la que se ha podido recuperar un pequeño fragmento. Los ejemplares más antiguos registrados en este conjunto se corresponden con emisiones de Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Las últimas acuñaciones pertenecen al gobierno de Galieno, y fueron emitidas en el 266 d.C., por lo que la ocultación debió producirse en algún momento posterior a esta fecha. Del numerario identificado, siete ejemplares fueron acuñados durante el siglo II (13%). Los restantes fueron acuñados a partir del 222 d.C., por lo que, en este caso, la moneda antigua es menos representativa. En esta ocultación podemos observar igualmente la convivencia de antoninianos y sestercios, al estar compuesta por quince sestercios y treinta y ocho antoninianos.

Podemos advertir como la frecuencia de aparición de moneda emitida en el siglo II d.C. es bastante alta, especialmente los ejemplares acuñados a partir de Antonino Pío. De las veintisiete constatadas, tres monedas son anteriores a las emisiones del siglo II (11%), quince de ellas fueron batidas durante el siglo II d.C. (55%), y tan sólo nueve son más o menos contemporáneas a la formación del estrato (34%). Remitiéndonos a las ocultaciones que tuvieron lugar en el siglo III d.C., veremos una situación muy similar a la que el registro arqueológico nos proporciona. Una muestra indiscutible del mantenimiento en circulación de piezas antiguas es el tesoro de El Mirador (Setla, Miraflor), partida situada entre los municipios de Denia y Jávea, donde fueron halladas, en el interior de un recipiente cerámico, la no despreciable cantidad de seiscientas sesenta y nueve monedas, acuñadas entre Vespasiano y Gordiano III.200 Si atendemos a la composición del conjunto, los ejemplares acuñados entre los gobiernos de Vespasiano y Adriano (69-138 d.C.), donde quedaría englobada la moneda con más de un siglo de antigüedad respecto al momento de ocultación, representan el 28% del total. Mayor importancia posee el numerario acuñado en la segunda mitad del siglo II (138-192), por Antonino Pío, Marco Aurelio y, en menor medida, Cómodo, que alcanzan el 68%. La moneda correspondiente al siglo III, entre Septimio Severo y Gordiano III (193-240), es minoritaria en el conjunto, constituyendo tan sólo un 3%.201

Todavía seguimos encontrando ejemplares emitidos en el siglo II d.C. en contextos arqueológicos datados entre el siglo III-IV d.C., aunque ya de manera bastante esporádica e inusual. La imprecisión cronológica no nos permite saber si estos ejemplares estarían todavía en circulación a lo largo del siglo IV d.C., aunque la pervivencia en estos momentos es difícil, debido, especialmente, al cambio del sistema monetario imperante. Tan sólo poseemos dos ejemplares de los que sabemos con seguridad que aparecieron en contextos tardíos. Éstos son los correspondientes a los hallazgos producidos en la calle Gerard Ferrando nº 90 (Lliria): un as de Antonino Pío, a nombre de Faustina I, y un as de Marco Aurelio acuñado a nombre de Lucio Vero. El primero de ellos fue hallado en una tumba que parece datarse entre la segunda mitad del siglo IV y el siglo VII d.C. El segundo ejemplar apareció en las denominadas “Termas Dobles”, en un estrato de amortización datado en el mismo momento que el anterior. Si bien la cronología no es precisa en absoluto, de ambos conocemos lo tardío de su pérdida.

Es evidente la dificultad de encontrar en el análisis de las ocultaciones monetales, o tesorillos, un testimonio claro y contundente acerca de la larga perdurabilidad de la moneda, al estar constituido básicamente por moneda en buen estado y que, por lo tanto, se supone que no ha permanecido excesivo tiempo en circulación. Pero, en este caso, queda todavía patente la importancia que la moneda del siglo II poseía en la circulación del siglo III d.C. Hemos podido advertir en muchos casos la escasez de moneda y el bajo aprovisionamiento que caracterizan a la primera mitad del siglo III, por lo que, posiblemente, las emisiones del siglo II constituirían una buena reserva numismática para paliar esta disminución del numerario.202

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) El primer tercio del siglo III d.C. se caracteriza por el escasísimo número de monedas que son registradas, continuando la tendencia apreciada en los últimos años del siglo II d.C., especialmente a partir del gobierno de Cómodo.

Dicho conjunto fue ocultado a mediados del siglo III, momento en el que todavía no se había asistido a la acuñación masiva de antoninianos y a la generalización de éstos. Por ello, dicho conjunto aparece compuesto únicamente de sestercios, no estando todavía incluidos los antoninianos en este tipo de atesoramientos, pese a que ya podíamos encontrar algunos en circulación.

El aprovisionamiento medio referido al periodo de los Severos no supera el 0,88 m/a. Aún así, dicho índice se ve engrosado por la ligera recuperación que supone el gobierno de Alejandro Severo, momento en el que son acuñadas veintidós de las treinta y siete monedas halladas. A partir de Alejandro Severo, la llegada de moneda a esta área vuelve a ser algo más efectiva, alcanzando entre el año 222 y el 253 d.C. un índice de 2,32 m/a, restableciendo los niveles normales de aporte

Otro ejemplo de atesoramiento producido a mediados del siglo III es el conjunto monetal hallado en Mas d’Aragó cronología para la formación del estrato entorno a mediados del siglo III d.C. (Ripollès, Llorens, 1995, 218-219). 200 En concreto, seiscientos sesenta y ocho sestercios y un dupondio (Abascal, Olcina, Ramón, 1995). 201 Abascal, Olcina, Ramón, 1995, 10. 202 Cepeda, 1997, 260.

203

44

Gozalbes Fernández, 1996, 385; Borras i Querol, 1987, 392-393.

Levante. Área valenciana de numerario.204 Este fenómeno queda reflejado de la misma manera en la ciudad de Saguntum (Sagunto, Valencia).205 En cuanto a la dispersión de los ejemplares documentados, aparecen localizados principalmente en la zona costera, siguiendo básicamente el trazado de la vía Augusta. Pocos ejemplares encontramos en el interior valenciano, aunque parece observarse una dispersión algo mayor respecto a periodos anteriores. Quizás, el único cambio significativo es la aparición de ejemplares en el interior del valle del Comtat. Esta apreciación se puede poner en consonancia con la observación realizada para el yacimiento de La Serreta (Alcoi), donde se constata un repentino aumento de hallazgos monetarios a partir de mediados del siglo III d.C.206 En cambio, se aprecia cierta disminución de hallazgos a lo largo de los pasos naturales que conforman los cauces de los ríos Júcar y Magre. Quizás el aspecto más destacable sea la constatación de un número significativo de tesorillos. Hemos podido observar cómo a lo largo del siglo III d.C. se produjo en el litoral valenciano un destacado fenómeno de atesoramiento, especialmente importante en la segunda mitad de la centuria. Analizando la dispersión de estos conjuntos monetales, es visible su total coincidencia con el trazado de la vía Augusta. Contamos con numerosos tesoros localizados en el tramo Intibili-Saguntum:207 L’Horta Seca (Vall d’Uxó), El Madrigal (Villarreal), Les Alqueries (Villarreal),208 Mas d’Aragó (Cervera del Maestrat) 209 y Almenara (Almenara), algunos de ellos ya comentados por contener monedas emitidas en el siglo II. Mención aparte merecen los conjuntos numismáticos hallados en el solar Romeu (Sagunto), en el interior de una estancia de la denominada domus A,210 y en la villa de Benicató (Nules),211 al proceder de contextos de destrucción, por lo que no implicaría tanto una ocultación intencionada como una pérdida o abandono repentino de la moneda cotidianamente manejada.

Figura 21: Tesorillos y conjuntos monetales hallados en el área valenciana, cuya ocultación o pérdida tuvo lugar en el siglo III d.C. Con una bolsita blanca aparecen señalados los conjuntos considerados como “monederos”, y con una bolsita negra los “tesorillos”.

Pero, además de éstos, son constatados otros conjuntos monetales de similares características a lo largo de la citada vía Augusta.212 En Valentia y su entorno han sido documentados dos conjuntos monetales, uno de ellos compuesto por “monedas de Gordiano III” que aparecieron en el interior de una ampolla de vidrio.213 Durante una intervención en la calle Roc Chabás (Valencia), en 1994, fueron halladas un grupo de monedas dispersas en un nivel de incendio. La última moneda de este conjunto era un ejemplar de Divo Claudio posterior al 270 d.C. Queda añadir el cuantioso conjunto monetal hallado en la partida de El Mirador (DeniaJávea), ya comentado, cuyo último ejemplar era un sestercio de Gordiano III, datado en el 240 d.C. Además de éstos, contamos con otros tesorillos asociados al tramo de la vía Augusta que recorre el Vinalopó, que detallaremos posteriormente al centrarnos en el área del Sureste.214

204

A partir de los ejemplares contabilizados por Ripollès, 1980a, 162, para lo que se incluyen los ejemplares hallados en la provincia de Alicante. 205 Lledó, 2004, 311. 206 Garrigós, Mellado, 2004, 205. 207 Ripollès, 1999, 266. 208 En el municipio de Les Alqueries fue hallado un conjunto de monedas en el interior de un jarro, aparecido al demoler un muro de la villa. Este conjunto constaba de ciento cuarenta y cuatro antoninianos, siendo los últimos ejemplares dos antoninianos de Salonina y uno de Galieno, emitidos el 265 d.C. (Martínez Mira, 2000-2001, 299). 209 Conjunto monetal aparecido dentro de un recinto termal, compuesto por cincuenta y tres monedas agrupadas en una bolsa de tela. El último ejemplar fue emitido por Galieno en el 266 d.C. (Gozalbes Fernández, 1996, 385; Borras i Querol, 1987, 392-393, Martínez Mira, 2000-2001, 298-299). 210 Fueron hallados once sestercios formando un cilindro en un estrato de destrucción, siendo el último ejemplar un sestercio de Balbino (238 d.C.) (Llorens, Ripollès, 1995, 218; Martínez Mira, 1995-1996, 123; Lledó, 2004, 308). 211 Aparecido un conjunto de dieciséis monedas de Antonino Pío a Valeriano (253-260) en un estrato de destrucción (Ripollès, 1977b, 145154; Gusi, Olaria, 1977, 101-144).

212

Alberola, Abascal, 1998, 30; Martínez Mira, 2000-2001, 306. Mateu y Llopis, 1960, 192. 214 A lo largo de la vía Augusta, en el tramo que discurre entre Ad Turres (La Font de la Figuera) e Ilici (Elche) han sido constatados dos conjuntos monetales: uno hallado en el paraje de la D’Eula (Crevillente) cuya ocultación o pérdida tuvo lugar en algún momento posterior al 258-259 d.C., y los cuatro ejemplares hallados en el Poblado de la Absorción (Villena), de los que A. Alberola y J.M. Abascal opinan que podrían haber formado parte de un tesorillo de bronces cerrado en torno al gobierno de Gordiano III, aunque es dudosa su verdadera atribución (Alberola, Abascal, 1998, 30). 213

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Respecto a los valores documentados, el sestercio es la denominación más representada, constituyendo un 74% frente al 21% que simboliza el as. El análisis de los hallazgos producidos en la ciudad de Saguntum (Sagunto), y su entorno, ratifica este incremento de sestercios en el panorama numismático en este periodo, ya que alcanza una representación del 61% frente al escueto 15% propio del as.215

de sestercios y de emisiones netamente altoimperiales, comenzarán a disminuir de manera notable, especialmente tras la década del 260, momento en que se sitúa la completa sustitución del sistema monetario altoimperial por el antoniniano. Esta sustitución de la moneda en circulación suele hacerse especialmente patente en los tesorillos monetales, ya que se puede apreciar una tendencia general por la que los tesoros anteriores al 260 d.C. aparecen compuestos mayoritariamente de sestercios, mientras que aquéllos cuya formación se sitúa en años posteriores al 265 d.C., no suelen incluir grandes bronces, o éstos son realmente excepcionales, siendo los antoninianos totalmente predominantes.217

Gráfico 24: Valores representados en la Comunidad Valenciana, emitidos entre los años 193-235 d.C. (Ripollès, 1980, 161).

Como ejemplo, señalamos el conjunto de El Mirador (Denia-Jávea), compuesto mayoritariamente por sestercios, siendo especialmente cuantiosas las emisiones del siglo II, que constituyen el 93% de la composición. El momento de ocultación se estima con anterioridad al 260 d.C., ya que el último ejemplar documentado pertenece a Gordiano III (240 d.C.). La presencia de sestercios en un porcentaje elevado se correspondería con las pautas generales observadas en Hispania y en otros puntos del Imperio, como Galia y Britannia.218 El tesoro hallado en Mas d’Aragó (Cervera del Maestrat),219 datado a partir del año 267 d.C., presenta todavía entre sus ejemplares acuñaciones altoimperiales, siete ejemplares del siglo II, pero éstos representan un porcentaje bastante minoritario, un 13%, en comparación con los casos cotejados anteriormente. Atendiendo tan sólo a las denominaciones que componen este conjunto, entre los cincuenta y tres ejemplares que lo componen, encontramos quince sestercios, el 28% del total, y treinta y ocho antoninianos, un 72%, observando el rápido descenso de esta denominación en la composición de los atesoramientos y, posiblemente, en la circulación monetaria en general.

Estos índices se ven igualmente representados en el registro arqueológico, por lo que podemos confirmar esta tendencia a la desaparición de los valores de menor valor, e incluso del as, frente a sus múltiplos. Entre los ejemplares hallados en diversos contextos datados a lo largo del siglo III, encontramos una fuerte presencia de sestercios, que constituye el 63%, mientras que el as ha visto reducir su anterior protagonismo hasta formar tan solo parte del numerario circulante en un 18%. Los antoninianos siguen siendo todavía minoritarios en el registro arqueológico, representando el 15%, pero su protagonismo será creciente a partir de estos momentos, desbancando finalmente a sestercios y ases de los circuitos monetales.

Tabla 16: Valores aparecidos en contextos del siglo III d.C. en el área valenciana.

Los ínfimos ejemplares hallados en contextos más tardíos, han de ser entendidos como moneda que no conformaría una característica esencial de la circulación del momento, debido a su casi completa desaparición del registro arqueológico y de los atesoramientos.

Por último, centraremos nuestra atención en los ejemplares que aparecen en los contextos arqueológicos datados en este siglo III d.C. Aunque ya ha sido analizado exhaustivamente este aspecto a raíz de la observación de la perduración de la moneda del siglo II en el registro arqueológico, por lo que tan sólo realizaremos en estas líneas un breve comentario acerca de las características de este siglo III d.C.216 Se ha observado como la moneda preaugustea, julio-claudia y flavia escasea en los estratos datados en estos momentos, aunque todavía puede ser anotada su presencia en algunos casos. Mayoritariamente, será la moneda de la segunda centuria la que engrose la circulación monetaria del momento. Pero esta situación será propia, especialmente, de la primera mitad del siglo III d.C., antes de la introducción, y posterior generalización, del antoniniano. Durante la segunda mitad del siglo III los sestercios y antoninianos convivirán en los circuitos monetarios, pero la presencia

Conclusiones Los primeros años de la dinastía julio-claudia se caracterizan por una gran estabilidad en el aprovisionamiento, oscilando entre los 2,08 m/a y 2,25 m/a. Pero las abundantes emisiones claudias provocan un superávit de moneda que subsanará en parte la posterior escasez de emisiones neronianas. Pronto, las emisiones de Vespasiano vuelven a retomar los índices de aprovisionamiento registrados durante los primeros representantes julio-claudios, alcanzando 2,2 m/a, que 217

Gozalbes Fernández, 1996, 389; Callu, 1969, 129-130; Mattingly, 1932, 92. Esta tendencia puede ser apreciada igualmente en el caso francés tras la consulta de la recopilación realizada por M. Thirion (Thirion, 1967). 218 Mattingly, 1932, 92; Thirion, 1967. 219 Gozalbes Fernández, 1996, 385; Borras i Querol, 1987, 392-393.

215

Lledó, 2004, 311. Para el análisis de la composición monetaria de los estratos remitimos a las páginas 43-44 y a la Tabla 15 (p. 43). 216

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Levante. Área valenciana

Gráfico 25: Evolución aproximada del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en el área valenciana, según el índice moneda/año.

ascenderá bajo el gobierno de Tito y decrecerá de nuevo con la llegada de las emisiones de Domiciano, aunque no tan significativamente como en época neroniana.220

El correcto y constante abastecimiento observado, ha de ser puesto en relación con la actividad económica y comercial del área, especialmente de Saguntum y Valentia. El grado de monetización del territorium saguntino y el ager de Valentia queda patente por la alta concentración de hallazgos en los mismos, coincidente con la importancia de ambos núcleos.

Los índices vuelven a recuperarse durante los primeros años del periodo. Nerva, pese a su breve gobierno (96-98 d.C.), aparece bien representado en el área litoral, con un índice de aprovisionamiento de 3,5 m/a, cuyos ejemplares aparecen dispersos por diferentes puntos del litoral valenciano, siempre en relación con la vía Augusta. Los gobiernos de Trajano y Adriano mantendrán los óptimos índices alcanzados por la dinastía flavia y el gobierno de Nerva. Los cuarenta y nueve ejemplares de Trajano y los noventa y tres de Adriano suponen un índice de 2,58 m/a y 4,43 m/a respectivamente, y atestiguan un buen ritmo en el flujo de llegada de moneda. Las emisiones de ambos, especialmente de Adriano, aparecen en la mayoría de los enclaves que poseen alguna evidencia numismática, estando dispersas por toda la geografía valenciana. Este hecho da muestra de la efectiva distribución de las mismas hacia regiones del interior, que será todavía más patente en fechas posteriores.

Saguntum parece continuar durante finales del siglo I y primera mitad del siglo II con un auge económico y comercial, tanto en la ciudad como en el territorio circundante, según parece mostrar la documentación arqueológica. Será en el siglo III cuando parece decaer la producción y actividad propia de la ciudad, proceso probablemente iniciado a mediados del siglo II d.C.,221 aunque el registro numismático, hasta el momento, no parece evidenciarlo tan claramente. De la misma manera, Valentia permanece plenamente activa durante el siglo II d.C., experimentando un cierto retraimiento económico a mediados del siglo III, pero que no parece quedar claramente documentado arqueológicamente.222 La correcta marcha de estas ciudades durante el siglo II d.C. provocará la afluencia de moneda en torno a estos núcleos, acorde con las pautas generales de aprovisionamiento que venimos observando.

A partir de Adriano comienza a observarse un ligero descenso en el aprovisionamiento, aunque aún se conserva un buen ritmo en la llegada y distribución de moneda durante el gobierno de Antonino Pío y Marco Aurelio. Los cuarenta y nueve ejemplares de Antonino Pío, 2,13 m/a, y los cuarenta y uno emitidos por Marco Aurelio, 2,16 m/a, aparecen igualmente dispersos por gran parte de los núcleos valencianos, aunque se reduce la muestra de ejemplares hallados en cada emplazamiento. Cómodo muestra el índice más bajo de este siglo II, en torno al 0,92 m/a. Aún así, merece la pena destacar la dispersión de las monedas emitidas por este emperador ya que aparecen en lugares en los que éstas constituyen la única evidencia numismática, como por ejemplo Begis, donde no habíamos tenido, hasta el momento, constancia de ejemplares altoimperiales. Los restantes ejemplares aparecen relacionados con la vía Augusta y el ramal costero que se dirige hacia Dianium (Denia).

La tendencia descendente en el aprovisionamiento monetario que parecía ser apreciada desde el gobierno de Antonino Pío, se acentúa bajo el gobierno de los Severos, descendiendo los índices de aprovisionamiento hasta niveles ínfimos. La moneda severa no supera en el conjunto de la Comunidad Valenciana el 0,88 m/a, por lo que este descenso en la llegada de moneda desde Roma provocará el mantenimiento generalizado de la moneda del siglo II d.C. en la circulación. La escasa presencia de moneda severa queda atestiguada en el caso del tesorillo de El Mirador (Setla, Miraflor), donde la moneda acuñada entre Septimio Severo y Gordiano III (193-240) constituye tan sólo un 3%.223 En cambio, la moneda del siglo II d.C. hallada en este depósito constituye el 93%, conformando el grueso del conjunto y confirmando así la importancia de las emisiones del siglo II en estos momentos.224 A partir de Gordiano III comienzan a observarse ciertos indicios de recuperación en el abastecimiento de moneda, pero no será hasta c. 260 d.C. cuando veamos una

220

Los datos que ilustran la tendencia de aprovisionamiento de los siglos I y III d.C. proceden de bibliografía específica sobre la materia (ya indicada anteriormente). Como ya advertíamos (cf. p. 35), los criterios establecidos para la selección del material a utilizar, así como los diferentes criterios geográficos utilizados para la recogida de material no nos permiten realizar una comparación en total plano de igualdad. Aún así hemos visto interesante el realizar un comentario y gráfica evolutiva provisional del aprovisionamiento, como dato ilustrativo de la tendencia general observada.

221

Cepas, 1997, 152-154; Pérez Centeno, 1999, 55. Cepas, 1997, 158-160; Pérez Centeno, 1999, 59-60. Cf. p. 44. 224 Abascal, Olcina, Ramón, 1995, 10. 222 223

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA recuperación real del aprovisionamiento, tras la acuñación masiva de antoninianos a nombre de Galieno y Claudio II.

En el siglo II este lento proceso “inflacionario” será más evidente, sustituyendo paulatinamente al as en los circuitos de alimentación de moneda, y en el propio uso cotidiano. El sestercio comienza a poseer una cada vez mayor representación entre la moneda de cuenta, constituyendo un 36% de los valores que llegan al área valenciana. Junto a éste, el as continúa con una importante representación, cercana al 37%, y el dupondio se muestra como un valor igualmente frecuente, constituyendo un 20% de los valores conocidos.

Aunque el litoral valenciano siga registrando todavía altos índices de hallazgos a lo largo del siglo III, presenta ya ciertas particularidades que, en conjunción con los datos arqueológicos, nos ofrecen indicios de cambio a lo largo de esta vía Augusta. Según los datos recogidos para el tramo Intibili-Saguntum,225 se comienza a registrar un periodo de inestabilidad a partir de c. 238 d.C., como dan muestra los diversos niveles de destrucción documentados en el entorno más cercano a esta vía, además de la aparición de diversas ocultaciones.226 La consecuencia de este clima de inseguridad será el abandono progresivo de los núcleos de más fácil acceso, cercanos a las principales vías de comunicación, y el desplazamiento a zonas interiores que procuren una mayor protección. Así queda constatado, al menos para este tramo de la vía, tanto por la documentación arqueológica como por los hallazgos numismáticos del siglo IV d.C.227

Gráfico 26: Evolución de las denominaciones de moneda de bronce emitida durante el Alto Imperio en el área valenciana.

A tenor de los datos obtenidos, esta inflexión en la primacía de uno u otro valor parece ser que se produjo entre los gobiernos de Antonino Pío y Marco Aurelio, aunque como resultado de un proceso paulatino de inflación, pero que será especialmente evidente a partir de entonces, ya que durante el periodo severo el sestercio alcanzará el 74% de representación, frente al 21% del as.

Pero, junto a estas evidencias, se constata a su vez una continuidad de otros enclaves próximos a las vías y de la vida urbana en general, sin unas modificaciones que hagan pensar en una huída generalizada de la población y una regresión definitiva de la ciudad frente a los nuevos emplazamientos en altura. Habrá que atender a otras posibilidades al respecto, relacionadas con un cambio en los patrones de poblamiento, que intentaremos definir tras el análisis de los casos tratados en esta investigación.

Como comentábamos a la hora de analizar los valores característicos de este siglo II d.C., poco conocemos acerca de la importancia del áureo y denario en la circulación del momento, debido al escaso número en el que aparecen representados, y, en este caso, siempre descontextualizados. Entre la moneda julio-claudia áureos y denarios llegaron a constituir un 12% del material analizado, una cifra nada despreciable teniendo en cuenta la dificultad del hallazgo de los mismos. Pero éstos quedan reducidos a un 6% durante el siglo II d.C., limitándose la cuantificación a once denarios, y a un 5% en época severa, cuando tan sólo un denario es contabilizado entre los hallazgos.

Respecto a los aspectos relacionados con los valores circulantes, ya vimos como en el siglo I se intuía una tendencia hacia el incremento del sestercio en la entrada de moneda. Durante época julio-claudia el as constituía un 67%, frente al 17% que representaban sestercios y dupondios. Pero ya durante la dinastía flavia, ambas denominaciones, sestercios y dupondios, alcanzaban conjuntamente un 44%, aumentando la frecuencia de aparición de sestercios en la circulación. El as constituía todavía el valor predominante en el aprovisionamiento monetal, pero su importancia se veía reducida a un 52% de los valores documentados.

Comparando los datos obtenidos con los que nos ofrece el registro arqueológico, podemos concluir que se aprecia una evolución similar. Pero este proceso parece mostrarse más tardío. Las excavaciones realizadas en el Solar Romeu (Sagunto), en la calle Gerard Ferrando, nº 90, (Lliria), y en La Almadrava (Setla, Miraflor) han proporcionado diversos estratos datados en el siglo II y III d.C. A partir de las monedas halladas en estos contextos podemos observar una menor presencia en el registro arqueológico de sestercios y dupondios que la que cabría esperar, ya que, de ocho ejemplares hallados, únicamente encontramos un dupondio (12,5%), frente a los seis ases contabilizados (75%). Parece advertirse, por tanto, una escasa repercusión del sestercio en el intercambio cotidiano en este siglo II d.C., al no aparecer constatado ningún ejemplar entre los recuperados arqueológicamente. Pero, en los contextos datados en el siglo III, el sestercio pasa a constituir la principal

225

Ripollès, 1999, 265. P.P. Ripollès enumera los tesoros de L’Horta Seca (Vall d’Uxó), el conjunto numismático hallado en el solar Romeu (Sagunto), el conjunto de Benicató (Nules), El Madrigal (Villarreal), Les Alqueries (Villarreal), Mas d’Aragó (Cervera del Maestrat), Almenara y Torreblanca, algunos de ellos ya comentados por contener monedas emitidas en el siglo II (Ripollès, 1999, 266). Respecto a los depósitos monetales, hallados en territorio valenciano, recordamos los ya mencionados conjuntos de la D’Eula (Crevillente), el Poblado de la Absorción (Villena), dos conjuntos hallados en el casco urbano de Valencia, uno de ellos en la calle Roc Chabás, en Alaquás y El Mirador (Denia-Jávea). En cuanto a los niveles de destrucción, señalamos los documentados en la domus A del solar Romeu (Sagunto), los de la villa de Benicató (Nules), o el nivel de incendio documentado en la calle Roch Chabás de Valencia, todos ellos comentados. 227 Ripollès, 1999, 265-266. 226

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Levante. Sureste denominación en circulación, ya que de veintisiete ejemplares, diecisiete son sestercios (63%), mientras que el as ve reducida su presencia a un 18%, contabilizándose tan sólo cinco ases. Los dupondios siguen poseyendo una baja representación, un ejemplar, y los antoninianos, nuevo valor introducido en este periodo, todavía no gozan del protagonismo que posteriormente tendrán, ya que escasamente aparecen cuatro ejemplares en estos contextos (15%). Gráfico 27: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos II y III d.C. en el área valenciana. Aparecen destacados con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato.

Pero este tremendo salto entre lo evidenciado para el siglo II y lo posteriormente observado en los contextos del siglo III debe ser, por supuesto, matizado, ya que las evidencias arqueológicas son todavía escasas y no nos permiten realizar propuestas concluyentes. Está claro que, en el siglo II, el sestercio debió repercutir en la circulación cotidiana, formando parte de manera importante en la misma, pero el as sigue siendo todavía un valor en uso, y bastante frecuente en los bolsillos de las gentes, incluso en el siglo III d.C. Si bien el as no aparece prácticamente entre la moneda abastecida por Roma, vemos como en el registro se mantiene esta denominación mediante el uso de ejemplares acuñados con anterioridad, aunque ya de una manera más minoritaria.

3. EL SURESTE HISPANO . LA CUENCA DE ALICANTE-MURCIA Y EL ÁREA LITORAL Como Sureste hispano englobamos los valles de los ríos Vinalopó y Segura, que conforman la cuenca de AlicanteMurcia, y el área litoral alicantina, murciana y almeriense, que se extiende desde el cabo de La Nao hasta el Golfo de Almería y la desembocadura del río Andarax. El límite septentrional del área señalada lo constituye la línea trazada entre las sierras de Aitana, la Grana, Menechaor, Mariola, Beneixama hasta alcanzar la sierra de Enguera y la Palomera. A Occidente, las serranías subbéticas de Alcaraz, Segura, María, las Estancias y los Filabres marcan una divisoria entre las cuencas fluviales asociadas al río Segura y el Guadalquivir, constituyendo el límite establecido para el análisis del Sureste hispano. Por lo tanto, dentro de la zona geográfica descrita, quedarían circunscritas la actual provincia de Murcia, y parte de las provincias de Alicante, Albacete y Almería.

Pese a la escasa documentación con la que contamos para el análisis de los contextos arqueológicos, hemos podido comprobar cómo en los contextos arqueológicos datados en el siglo II se constata en el área valenciana la reducida presencia de moneda con una larga perduración. La antigüedad de los ejemplares hallados no solían superar la centuria respecto al momento de pérdida. De los ocho ejemplares existentes, seis son contemporáneos a la formación del estrato, es decir, son ejemplares del siglo II. La única evidencia de larga pervivencia en la circulación aparece en los niveles de la excavación de la calle Gerard Ferrando 90 (Lliria), donde aparecieron dos ases de Vespasiano y Lépido. Éstos son los únicos testimonios en la zona, mostrando posiblemente una rápida renovación en el numerario, que se mostraría acorde con el buen ritmo en el aprovisionamiento alcanzado durante esta centuria. Los contextos del siglo III d.C. ofrecen similar información. Pese a que la moneda acuñada con anterioridad al siglo III d.C. supera el 60% de los ejemplares documentados, éstos no poseen una gran antigüedad, ya que los más antiguos son dos ases de Claudio I y un sestercio de Domiciano. Las restantes piezas son todas ellas emisiones del siglo II d.C., siendo además mucho más numerosas aquéllas acuñadas entre Antonino Pío y Cómodo (41%). Los vestigios de moneda del siglo II d.C. hallados en contextos posteriores al siglo IV d.C., resultan minoritarios en comparación con la importante presencia del numerario bajoimperial que inundará los circuitos comerciales, no siendo ya parte integrante del sistema de los flujos comerciales del momento.

Figura 22: Mapa geográfico del área que hemos denominado como Sureste hispano.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA El área del Sureste se configura como trascendental en las comunicaciones terrestres entre la Andalucía Oriental, Valencia, y el interior peninsular, gracias a la facilidad en las comunicaciones que proporcionan la depresión prelitoral murciana, el valle del Segura y el valle del Vinalopó, ejes viarios que cortan las abruptas alineaciones béticas.

dinamismo comercial que parecía mermado en épocas anteriores.231 Frente a la actividad de Ilici y su centro portuario, Portus Ilicitanus, la cercana Lucentum (El Tossal de Manises, La Albufereta, Alicante) entra en un progresivo proceso de abandono ya desde finales del siglo I d.C., apareciendo prácticamente despoblado en el siglo III d.C.232 La posible causa que pueda explicar el temprano abandono de este centro urbano, cuyo origen se establece a finales del siglo V y comienzos del siglo IV a.C., puede deberse precisamente al desarrollo alcanzado por la cercana Ilici.233

La dureza de las condiciones naturales del área, en la que la aridez de sus suelos y lo escaso e irregular de sus precipitaciones son sus principales características, discrimina la actividad agrícola como principal actividad en la Antigüedad. En este caso, la importancia económica del área viene determinada, especialmente, por una pujante industria de salazón de pescado, alcanzando unas cotas de producción considerables, según muestra la abundancia de factorías halladas en el litoral alicantino y murciano.228 Igualmente, la importancia de la industria del esparto en estos territorios coparía gran parte de las exportaciones realizadas desde los puertos comerciales ubicados en este litoral. Junto a éstas, se muestra determinante la pujante actividad minera de las sierras del Campo de Cartagena, centrada en la explotación de galena argentífera y blenda.

En relación a Carthago Nova, es de destacar su importante carácter urbano ya en el siglo III a.C., tras la fundación de la Qart-Hadast púnica, y la riqueza minera de su hinterland. La importancia de este enclave portuario durante época republicana y el siglo I d.C. es atestiguada arqueológicamente, especialmente debido a su configuración como puerto de salida de las producciones mineras, de la industria del esparto y del codiciado garum.234 Pero, a partir del siglo II d.C. parece producirse un deterioro en el urbanismo de la ciudad, abandonándose el sector oriental de la misma y reduciéndose, por tanto, su perímetro, no viendo recuperado su anterior actividad hasta finales del siglo IV d.C.235

Como centros de salida de estas producciones, encaminadas a la exportación, hemos de destacar la importancia estratégica y comercial de los puertos marítimos de la ciudad de Ilici (Elche) y Carthago Nova (Cartagena), además de por la densidad demográfica de los territoria a ellas asociados.

Introducción. El siglo I d.C. Para analizar el periodo julio-claudio y flavio contamos con diversos trabajos de conjunto realizados para el área murciana, Ilici/Portus Ilictanus y el valle del Vinalopó.236

El Portus Ilicitanus (Santa Pola), puerto de la ciudad de Ilici, comenzó su actividad ya en el siglo IV-V a.C.229 Pero será a partir de época augustea cuando se consolide su función como puerto comercial del Mediterráneo, contemporáneamente a la adquisición del rango colonial de Ilici, debido al asentamiento de veteranos del ejército romano en la antigua ciudad indígena y en su territorium. Parte del éxito de este centro se debe también a ser escala entre la ruta comercial marítima que unía la Bética y Ostia (Lazio, Italia), o la ruta que desde la Bética recorría el litoral mediterráneo hasta la desembocadura del Ródano, importante vía fluvial que ponía en conexión el área mediterránea con el limes germánico.230 A partir del impulso recibido en época augustea, se inicia un periodo de auge y expansión económica que perdurará hasta la mitad del siglo II d.C., momento en el que parece observarse cierto descenso de la actividad comercial. Posiblemente sea debido a la mayor importancia que pudieron cobrar las importaciones africanas en este periodo, que provocará un descenso en el volumen de las exportaciones. A partir de la segunda mitad del siglo III y hasta finales del siglo IV d.C. se observa un cambio en la orientación comercial del puerto, debido al masivo testimonio de importaciones africanas, retomando el

En lo relativo a los niveles de aprovisionamiento, en el caso concreto de la Región de Murcia, se observa como el numerario emitido durante el gobierno de la dinastía julio-claudia es el más numeroso del periodo altoimperial, contabilizándose un total de ciento cincuenta y siete ejemplares, lo que representa un índice de aprovisionamiento de 1,59 m/a. El buen ritmo marcado por el gobierno de Augusto, de 1,2 m/a, continúa en paulatino ascenso durante el gobierno de Tiberio y Calígula, hasta alcanzar su punto álgido con Claudio I, momento en el que se señala un índice de 4,61 m/a, para luego descender bruscamente bajo el gobierno de Nerón (0,29 m/a).237 Este cambio de tendencia 231

Sánchez, Blasco, Guardiola, 1986, 98, Cepas, 1997, 152. Olcina, Pérez, 1998, 45. Olcina, Pérez, 1998, 48. 234 Martín Camino, 1996, 106. 235 Martín Camino, 1996, 110; Cepas, 1997, 141. 236 Abascal, 1989, 21-40; Alberola, Abascal, 1998, 95-118; Lledó, 2004, 343-350; Arias, 2005, 83-119 y 2006b, 161-176. 237 No se ha incluido en esta contabilización el tesorillo de La Torreta (Puerto Lumbreras), compuesto por doce áureos acuñados entre Tiberio hasta Vitelio: dos de Tiberio, uno de Claudio, cuatro de Nerón, uno de Galba, tres de Vespasiano y uno de Vitelio (Fontela, 1992, 54), al no ser considerado como numerario circulante y distorsionar los índices de aprovisionamiento del periodo, argumentación que ya hemos expresado anteriormente. 232 233

228

Sánchez Fernández, 2000, 69; Martín Camino, 1996, 106. Sánchez Fernández (2000, 66) señala el siglo IV a.C. como fecha de inicio de las relaciones comerciales en el Mediterráneo. En el trabajo de M.J. Sánchez, E. Blasco, y A. Guardiola (1986, 97) aparecía especificado el siglo V a.C. 230 Sánchez, Blasco, y Guardiola, 1986, 98. 229

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Levante. Sureste

Gráfico 28: Evolución del aprovisionamiento de numerario en la Región de Murcia durante el siglo I d.C.

Gráfico 29: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo I d.C. en Ilici y el Portus Ilicitanus, según el índice moneda/año.

responde al cese definitivo de las acuñaciones provinciales hispánicas, que componían de manera mayoritaria el numerario circulante bajo los gobiernos de Augusto, Tiberio y Calígula.238 Ante tal escasez de numerario no es de extrañar que la moneda anteriormente emitida continuara inserta en los circuitos comerciales durante un largo periodo de tiempo, como veremos posteriormente, ante la gran dificultad de renovación de la moneda en circulación.

significativo que el apreciado en el área murciana (cf. Gráfico 29). Atendiendo a la dispersión de los ejemplares, se observa una importante concentración en el entorno de las principales vías de comunicación, constatando la destacable actividad de las mismas, así como en el entorno de la ciudad de Carthago Nova, importante centro económico de la región en este siglo I d.C. Igualmente, el territorium de Ilici parece mostrar un alto grado de monetización, siendo elevado el número de hallazgos constatados en su ager. Su ubicación en el área litoral mediterránea y en la salida de una excelente vía natural de paso, el valle del Vinalopó, a la vez que la posesión de un activo puerto comercial, determina el alto número de hallazgos.242

El periodo que se desarrolla entre las guerras civiles y la dinastía flavia sigue la tónica marcada tras el gobierno de Nerón. Tan sólo contamos con dos monedas del periodo de las Guerras Civiles (68-69 d.C.), y con quince ejemplares flavios, manteniendo unos bajos índices de aprovisionamiento (a excepción de los ejemplares de Otón y Vitelio, que rompen brevemente esta tendencia) (cf. Gráfico 28).239

Respecto a las comarcas interiores, especialmente en el Noroeste murciano, más abrupto y montañoso, se destaca la escasez de moneda publicada.243 Este hecho, contrasta con la gran abundancia de poblamiento que parece evidenciarse en la zona, debido al alto número de villae arqueológicamente constatadas, mediante excavaciones y prospecciones realizadas en esta zona, que se localizan especialmente en el entorno de los ríos Mula y Quípar.

La evolución de Ilici y el Portus Ilicitanus240 a lo largo de la etapa julio-claudia difiere de la anterior en la tendencia descendente observable desde el periodo augusteo. Las emisiones de Claudio I parecen marcar cierta recuperación del numerario, mostrando índices muy similares a los característicos en época augustea, pero sin tratarse de la elevadísima representación constatada en la Región de Murcia. Tanto en ambos núcleos, como en el Valle del Vinalopó,241 se produce un descenso de numerario durante la dinastía flavia algo más

En cuanto a los valores que más frecuentemente son documentados, en el caso de la Región de Murcia se observa una clara predominancia de los ases respecto a la restante moneda en circulación durante el periodo julioclaudio, con unos cuarenta y un ejemplares (44%), y de los divisores de bronce (34%), frente a la poca incidencia que los múltiplos del as poseían en este siglo I d.C. En época flavia se verán reducidas dichas diferencias,

238

La moneda acuñada en Hispania representaba un 84%, mientras que la extrapeninsular, en la que queda incluida la propia de la ceca de Roma, se corresponde con tan sólo un 16%. Durante el gobierno de Claudio I, no podemos determinar qué número de ejemplares se corresponden con imitaciones de moneda oficial, debido a la dificultad de su apreciación. 239 Por la razón recién esgrimida, cf. p. 50 (n. 237), tampoco han sido contabilizados en esta ocasión los ejemplares documentados en La Torreta (Puerto Lumbreras, Murcia). 240 Abascal, 1989, 22-23 y 31; Lledó, 2004, 343-350. 241 El valle del Vinalopó muestra una misma evolución a la del Portus Ilicitanus, con un aprovisionamiento bastante regular hasta Nerón, momento en que el numerario desciende en gran medida. Pero en este caso los índices de aprovisionamiento continuarán siendo bajos, no recuperándose hasta la mitad del siglo III (Alberola, Abascal, 1998, 115-121).

242

Considerando su territorium el valle del Vinalopó y las tierras colindantes (Lledó, 2004, 335), que cuenta incluso con una monografía en relación a la circulación monetaria de este importante enclave geográfico (Alberola, Abascal, 1989). 243 Es conocida la existencia de múltiples colecciones privadas en la comarca, pero que no han podido ser todavía estudiadas, además de que se apartan del criterio de selección de material inicialmente propuesto.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 17: Monedas emitidas en el siglo I halladas en la Región de Murcia, según valores.

Tabla 18: Monedas emitidas en el siglo I halladas en Ilici y el Portus Ilicitanus, según valores.

aunque el as sigue mostrándose como el valor más usualmente abastecido (cf. Tabla 17).

arqueológicos analizados no nos permite realizar esa precisión.

En el caso de Ilici y el Portus Ilicitanus se aprecia una prácticamente nula presencia de múltiplos del as entre el numerario julio-claudio aparecido y un cambio de tendencia a partir de la llegada del numerario flavio, donde los sestercios son cada vez más frecuentes y tienden a desaparecer los divisores del as. A lo largo del siglo I d.C. el as representa un 45%, y el semis un destacado 35%, aunque ceñido a las emisiones julioclaudias, junto a una escasísima muestra de múltiplos del as, constatándose tan sólo dos dupondios (2%). Los cuadrantes, minoritarios, están todavía representados por dos ejemplares, un 2%.244 El ager ilicitano ofrece muestras similares, con un 56% de ases y un 27% de semis, frente al 15% de múltiplos del as, en los que incluimos dupondios, sestercios, denarios y áureos. Éstos se ciñen especialmente al periodo flavio.245

Tabla 19: Valores aparecidos en contextos arqueológicos en el Sureste peninsular datados en el siglo I d.C.

Respecto a las monedas de plata y de oro, es de destacar la escasez de este tipo de numerario, habiendo sido constatadas tres monedas de plata. Las monedas de oro aparecidas se corresponden con el tesorillo de áureos hallado en La Torreta (Puerto Lumbreras),246 monedas mantenidas fuera de la circulación. El hecho de que fuera la moneda utilizada para las grandes transacciones y el pago de las tropas, principalmente, provoca que no sea una moneda de uso cotidiano entre los ciudadanos de a pie, además de que su pérdida resulta menos frecuente por el valor intrínseco de la moneda. Al encontrarnos en tiempos de paz, el atesoramiento (que es donde mayormente se producen los hallazgos de moneda de plata y oro) no es algo habitual, y la escasa presencia de contingente militar en la zona podría explicar igualmente su escasez.

Hemos visto cómo, a partir de mediados de siglo, la tendencia varía ligeramente. Los ejemplares flavios constatados parecen mostrar una tendencia al abandono de las monedas de menor valor que será acentuada en las centurias siguientes, aunque, como veremos, continúen siendo documentadas en el registro arqueológico. En el caso concreto de Ilici-Portus Ilicitanus y su territorium, el as ha perdido su preponderancia, destacando los valores superiores al mismo, que representan ya un 45% (cf. Tabla 18).

Para conocer qué moneda circulaba en este periodo, hemos de cotejar la información que nos proporcionan los contextos arqueológicos. Para el conjunto del Sureste, tan sólo contamos con los ejemplares documentados en el 247 PERI CA-4 (Cartagena), las excavaciones llevadas a cabo en el casco urbano de Monteagudo, y las de los Baños Romanos de Fortuna, que nos pueden ofrecer una primera visión al respecto.

Si observamos los datos que nos ofrece la arqueología, atendiendo exclusivamente a los valores y no al momento de acuñación, podemos comprobar cómo se constata igualmente la tendencia comentada. La aparición de un mayor número de ases y divisores que de moneda de mayor valor nos muestra el más frecuente uso de éste. La no evidencia de múltiplos del as en el registro arqueológico no evidencia el no uso de dicha moneda, sino, simplemente, una menor frecuencia en la pérdida. En este estudio no puede ser matizada la evolución que el numerario en circulación pudo experimentar a lo largo de la centuria, ya que la datación de los contextos

En la excavación llevada a cabo en el PERI CA-4 de Cartagena se han documentado dos niveles datados en el siglo I d.C. que nos han proporcionado dos ases romanorepublicanos, datados entre el 217 y 89 a.C., un as romano-republicano emitido entre el 179-170 a.C., y un as altoimperial cuya cronología no es posible precisar por 246

Fontela, 1992, 54. Plan Especial de Reforma Interior. Cartagena, zona 4. Excavación dirigida por Mª. J. Madrid Balanza, quien ha permitido la consulta y estudio de las monedas allí aparecidas y ha facilitado la información arqueológica necesaria para su contextualización. 247

244 245

Lledó, 2004, 343 y 347. Lledó, 2004, 349 y 351.

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Levante. Sureste

Tabla 20: Monedas halladas en contextos del siglo I d.C. en el Sureste peninsular, indicándose el yacimiento, la serie, el periodo de emisión, y el número de ejemplares de cada serie.

el mal estado en que se encontraba.248

centuria. Aún así vemos la vigencia de la moneda hispánica y julio-claudia, incluso de las imitaciones de Claudio, ya que aparecen insertas en la circulación característica de época flavia. Pero, si son escasos los ejemplares acuñados en el siglo I d.C. en los estratos datados precisamente en esa centuria, ¿cuándo entonces es más frecuente encontrar dicha moneda?

Un segundo ejemplo a considerar es el de las excavaciones realizadas en el casco urbano de Monteagudo. En aquellos estratos que han sido fechados entre época de Augusto y mitad del siglo I d.C. encontramos dos monedas ibéricas, de la ceca de Castulo y Kelse, un as romano-republicano del siglo II a.C., seis monedas hispánicas de Carthago Nova e Ilici, y una moneda claudia de imitación, además de dos cuadrantes de época julio-claudia.249 Por último, comentar el caso de la excavación llevada a cabo en Fortuna, donde, la habitación 4 de la zona “Hospedería”, aportaba un conjunto numismático compuesto por dos ases de Claudio de imitación, un as altoimperial frustro y una moneda hispánica en bastante mal estado.250

Pues bien, la moneda julio-claudia y flavia aparece especialmente representada en el siglo II d.C. En Cartagena, la calle Duque 25-27, el PERI CA-4 y la calle San Diego, y en Lorca, la calle Eugenio Úbeda, nos ofrecen moneda del siglo I d.C. en estratos fechados en el siglo II d.C. Más esporádicos son los hallazgos de estos ejemplares en los estratos del siglo III d.C. Tan sólo aparecen documentados un as de Calígula en Los Torrejones (Yecla) 251 y un dupondio de Tiberio (23-32 d.C.) en la calle Eugenio Úbeda (Lorca), ambos en contextos de la segunda mitad del siglo III d.C.

Los resultados obtenidos del análisis de estos casos es bastante peculiar, ya que, en el primero de ellos, podemos comprobar que la moneda acuñada dos siglos antes continúa todavía en vigencia en estos momentos, siendo moneda de cuenta común entre la población. El caso que muestra el PERI CA-4 es especialmente destacable al tratarse de la ciudad de Cartagena, ya que debido a su gran actividad en el siglo I d.C., a su carácter portuario y a la posesión de ceca propia a principios de la citada centuria, debería contar con una renovación de numerario bastante más efectiva. La muestra de Monteagudo presenta igualmente numerario bastante antiguo en la composición de estas unidades, pero parecen indicar un mayor uso de moneda reciente, ya que de las doce monedas que componen la muestra, nueve son numerario julio-claudio. Fortuna presenta un material algo más coetáneo al momento en que es datado el estrato, al menos toda la moneda analizada pertenece a la misma

Cuando ya parece ser que perdemos casi completamente el rastro de la moneda julio-claudia es a partir de finales del siglo III d.C. La excepción hasta el momento la constituyen los ejemplares hallados en las excavaciones del Teatro Romano de Cartagena, que aparecen asociados a niveles bizantinos.252 El siglo II d.C. El numerario del siglo II d.C. en el área del Sureste posee una adecuada representación, contabilizándose un número de trescientos cinco ejemplares, que representa un ritmo de aprovisionamiento de 3,17 m/a.253 Dentro de 251

Moneda hallada junto a otros nueve ejemplares en el espacio entre un rebanco y un muro de una habitación de la villa de Los Torrejones (Yecla), ocultación datada a partir de la fecha de la última moneda emitida, un sestercio de Gordiano III acuñado en el año 241 d.C. 252 Se han podido documentar diez ejemplares que incluyen ases y semises de emisiones ibéricas e hispano-latinas y algún sestercio altoimperial (Lechuga, 2000, 334). 253 Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio del Sureste proceden de la bibliografía siguiente: Abascal, 1989; Abascal, Alberola, 2007; Abascal, Olcina, Ramón, 1995; Alberola, Abascal, 1998; Amante, 1985-1986, 235-257; Arroyo, 1985a, 139-156; Borràs I Querol, 1987, 379-397; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137-176; Brotons, 1989, 156-164; Fletcher, Alcácer, 1956, 135-168; Fontela, 1992; González Prats, Abascal, 1987, 183-197; Gorges, 1979; Hernández García, 1996, 339358; Lechuga, 2000, 33-349; Lechuga, 1984, 155-159; Lechuga, 1995, 375-383; Lechuga, 2002, 191-206; López, Salmerón, 1993, 115-129; Lozano, 1794; Lledó, 2004; Llobregat, 1974, 91-104; Llorens, 1984, 249-265; Llorens, Ripollés, 1995, 217-228; Llorens, Ripollès, Doménech, 1997; Martín Camino, Vidal Nieto, 1991, 271-280;

248

La U.E. 18147, interpretada como nivelación o relleno constructivo relacionado con el pavimento 18171 altoimperial (adscribible a la fase augustea), nos ha proporcionado dos ases romano-republicanos, basados en el sistema uncial y por lo tanto datados entre el 217 y 89 a.C. La U.E. 15051, nivel de abandono o colmatación sobre un suelo altoimperial (15060) asociado a la habitación número 1, que quizás pueda poseer una cronología del siglo I d.C., ha proporcionado igualmente dos monedas, un as romano republicano emitido entre el 179-170 a.C. (Sear 141, Crawford 160/1) y un as altoimperial cuya cronología no es posible precisar por el mal estado en que se encontraba, totalmente frustro. 249 Información proporcionada por M. Pérez Asensio, en un trabajo todavía inédito sobre los hallazgos realizados en el casco urbano de Monteagudo. 250 Estos ejemplares aparecieron en la U.E. 1001, en el interior de la habitación 4 de la Zona Hospedería, interpretado como el momento de abandono de las estructuras localizadas, estando datado a finales del siglo I d.C. (Lechuga, 1996, 221-224).

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA esta cantidad hemos de tener en cuenta la importancia de los datos numismáticos aportados por Ilici, el Portus Ilicitanus y Carthago Nova. En dichos centros urbanos se han constatado un total de sesenta y tres, veintitrés y treinta y tres ejemplares, respectivamente, emitidos en el siglo II d.C. Destacamos igualmente la alta presencia de ejemplares en el entorno de la actual Jumilla, donde se contabilizan un total de cincuenta y siete ejemplares. Este hecho responde principalmente a que J. Lozano Santa (1794), natural de Jumilla, quien nos aporta el mayor número de noticias sobre hallazgos numismáticos para la Región de Murcia, realizó una minuciosa descripción y búsqueda de lo aparecido en su comarca natal, seguramente de manera más exhaustiva que la acometida en las restantes localidades murcianas. De ahí la alta representación de moneda que presenta este núcleo murciano. Esta consideración habrá de ser tenida en cuenta para no sobrevalorar los hallazgos del entorno de Jumilla, siendo tratada con especial cuidado en el estudio territorial de la circulación monetaria.

tendencia descendente. Dicha evolución puede relacionarse con la propia del Portus Ilcitanus, donde se constata una ralentización de la actividad económica ya desde el gobierno de Nerón, que parece volver a experimentar un nuevo empuje momentáneo durante el gobierno de Nerva y Adriano.254 Ilici muestra ciertas variaciones. Tras una notable reducción en la llegada de moneda a la ciudad durante el gobierno de Trajano, ésta se va recuperando lentamente hasta alcanzar un adecuado ritmo tras la llegada de las emisiones de Marco Aurelio, volviendo a descender bruscamente debido a la escasez característica del gobierno de Cómodo.

Tabla 21: Número de hallazgos e índice de aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Ilici, Portus Ilicitanus y el Valle del Vinalopó. En negrita destacamos los periodos de mayor aprovisionamiento.

Similar evolución presenta la ciudad de Carthago Nova. Los índices de aprovisionamiento más altos del periodo se registran durante los gobiernos de Antonino Pío, Marco Aurelio y, en este caso, incluso Cómodo. Por el contrario, la vía que discurría desde Cartagena a través de Ilunum (Tolmo de Minateda, Hellín) y Saltigi (Chinchilla), presenta una evolución bastante diferenciada, marcando los puntos de máximo aprovisionamiento durante el gobierno de Nerva y Adriano. Los núcleos situados al Noreste de la vía presentan una evolución claramente paralela a la que era evidenciada para el valle del Vinalopó, manifestando las importantes conexiones que mantenían con esta área y su puerto comercial. La comarca del Noroeste se muestra algo anárquica en la llegada de numerario, resultando los gobiernos de Nerva y Cómodo los más prolíficos al respecto, y oscilando entre el 0,9 y 0,10 m/a los restantes ritmos de aprovisionamiento.

Aprovisionamiento En el siglo II d.C. parecen volver a retomarse los altos índices de aprovisionamiento constatados para el siglo I d.C., y que habíamos visto descender considerablemente a partir de Nerón y durante la dinastía flavia, llegándose casi a doblar las cifras obtenidas para el periodo precedente comentado. El gobierno de Nerva marca un punto álgido en el aprovisionamiento del conjunto del territorio, ya que los veintiún ejemplares constatados nos proporcionan un índice de aprovisionamiento de 10,5 m/a. La moneda trajanea llega con menor intensidad que la anterior, pero es destacable el índice de 3,53 m/a registrado. Adriano mantendrá el aprovisionamiento monetario por encima de las 3 m/a. Tras éste, desciende la especie monetal hallada en el Sureste hispano. Las emisiones de Antonino Pío descienden a un índice de 2,13 m/a, recuperándose bajo el gobierno de Marco Aurelio, momento en el que alcanzan las 2,74 m/a. Durante el gobierno de Cómodo vuelve a verse reducida la masa monetaria en circulación, habiendo sido constatado un índice de 1,92 m/a (cf. Gráfico 30).

Tabla 22: Hallazgos e índice de aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Carthago Nova, la vía hacia Ilunum, y las comarcas del Noreste y Noroeste murciano. En negrita destacamos los periodos de mayor aprovisionamiento.

Analizando el caso específico del Portus Ilicitanus y el valle del Vinalopó, se observa como el numerario de Nerva, Trajano y Adriano, es el mejor representado entre las emisiones que llegan a lo largo de este siglo II d.C., aunque marcando desde el inicio del siglo II una

Tan sólo nos queda realizar alguna observación respecto a las restantes vías que recorren el Sureste peninsular, aunque los hallazgos en las mismas no son muy prolíficos. Comenzando por el área más septentrional del territorio acotado, el entorno de la vía que une Saltigi

Martínez López, Muñoz, 1999; Martínez López, Muñoz, 1993, 323-337; Martínez Mira, 1995-1996, 119-180; Martínez Mira, 2000-2001, 297307; Martínez Rodríguez, A.; Ponce García, J., 1993, 297-329; Mateu y Llopis, 1945-1946, 233-276; Mateu y Llopis, 1954b, 249-257; Mateu y Llopis, 1955, 119-146; Melgares, 1991-1992, 103-106; Miquel, Subías, 1997, 49-56; Ramos Fernández, 1975; Ramos Folqués, 1953, 323-354; Ramos Folqués, 1956, 102-113; Ramos Folqués, 1959, 133-149; Ramos Folqués, 1963, 234-243; Ripollès, 1977b, 145-154; Ripollès, 1980a; Roldán Gómez, 1987, 37-60; San Nicolás, 1987-1988, 247-257; Sanz Gamo, 1997; Simon, 1988, 97-105; TIR, J-30 (Madrid. 2000); Vidal Bardán, 1987-1988, 143-152.

254

Abascal, 1989, 90; Sánchez, Blasco, Guardiola, 1986, 99. El Portus Ilicitanus cuenta con un total de diez ejemplares flavios, en torno al 0,37 m/a (cf. Gráfico 29, p. 51), por lo que, con la llegada de las emisiones del siglo II d.C. y la ligera reactivación del comercio, verán incrementado su abastecimiento. Sin embargo, no llegará a recuperar un correcto ritmo en la llegada de moneda, ya que pronto se tenderá de nuevo a una progresiva reducción en la entrada de moneda a mediados del siglo II d.C.

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Levante. Sureste

Gráfico 30: Evolución del aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en los territorios incluidos dentro del área del Sureste.

(Chinchilla) con Ad Turres (La Font de la Figuera), que permite enlazar el litoral valenciano, alicantino y murciano, con el área de la Meseta, proporciona una evolución diferenciada, al tratarse de un territorio a caballo entre el área de influencia murciana, valenciana y albacetense, que hubo de mantener una profunda relación respecto al devenir histórico de los núcleos del valle del Vinalopó y la Depresión Valenciana, con la que posee una perfecta conexión a través de la Vall d’Albaida, y los propios núcleos de la Meseta. La más destacada presencia de numerario de Nerva puede responder a la actividad de los enclaves costeros en estos primeros años del siglo II d.C., coincidente con la mayor entrada de moneda en el área litoral y un resurgimiento del enclave portuario del Portus Ilicitanus y el valle del Vinalopó. Tras un periodo de nulo aprovisionamiento, marcado por la inexistencia de ejemplares durante el gobierno de Trajano y Adriano, volvemos a constatar un cierto despegue a partir del gobierno de Marco Aurelio, que será superado durante el de Cómodo. Quizás este mayor empuje producido durante la segunda mitad de la centuria pueda ponerse en relación con la mayor entrada de moneda que se produce en las tierras de la Meseta Sur durante este periodo, aunque la notoria densidad de moneda de Cómodo continúa siendo inusual.

Águilas no nos permiten realizar demasiadas conjeturas al respecto.

Respecto a la vía que desde Carthago Nova se dirigía hacia Acci (Guadix) y al valle del Guadalquivir a través de Eliocroca (Lorca), presenta unas oscilaciones no menos destacadas. Los gobiernos de Nerva, Antonino Pío y, en menor medida, Trajano, constituyen los momentos álgidos en la circulación de moneda en la vía citada. Es difícil establecer una relación entre la evolución característica de este tramo viario con la que podría producirse en la continuación de la vía por territorio almeriense, debido a los escasísimos hallazgos documentados. Tendremos que esperar a poseer un mayor número de ejemplares para poder establecer alguna premisa al respecto.

En relación con la vía que unía Carthago Nova e Ilici, la nula aparición de moneda en su entorno imposibilita cualquier intento de conectar ambos puntos a partir del testimonio monetal. La fuerte presión inmobiliaria a la que se ve sometido el territorio por el que debía discurrir dicha vía y la escasez de excavaciones arqueológicas realizadas en su entorno provoca este enorme vacío en la investigación, y que debiera ser igualmente prolífico en hallazgos.

Como hemos podido comprobar, el área seleccionada dista mucho de ser homogénea, especialmente en los territorios que se muestran como zonas de transición o intermedias entre dos o más áreas geográficas. Las ciudades parecen comportarse de manera complementaria al territorio que las circunda y a las áreas geográficas cercanas, como sucede en el caso de Cartagena, Elche y sus respectivos agri. Los periodos álgidos en las ciudades coinciden con aquéllos de menor aprovisionamiento en el entorno. Dispersión de los hallazgos Para el análisis de la dispersión en el Sureste hispano tomaremos como puntos de partida los principales núcleos de carácter urbano que encontramos en esta área: Ilici-Portus Ilicitanus y Carthago Nova, junto a los principales ejes vertebradores de este territorio, los valles del Vinalopó y del Segura y las vías que, desde Carthago Nova, se dirigen a la provincia Baetica a través de Eliocroca y Baria.

La densidad de hallazgos producidos en el valle del Vinalopó y las comarcas litorales alicantinas aledañas dan muestra de la importante monetización de la zona en este periodo. Además de los hallazgos producidos en el entorno de Alicante, Santa Pola y Elche, los ejemplares dispersos en los núcleos del entorno ilustran el abundante tránsito que mantuvo esta vía, la denominada vía Augusta, a lo largo de toda la centuria. Los hallazgos se suceden en las localidades alicantinas de Villena, Sax, Petrer, Novelda, Hondón de los Frailes, Monforte, y, acercándonos al litoral, Crevillente, Campet y Agost. Enlazando dicha vía con aquélla que desde Carthago Nova y, a través de Ilunum, se dirigía al interior peninsular, el tramo Ad Turres-Saltigi presenta igualmente unos hallazgos dignos de ser mencionados. Han aportado monedas los yacimientos de Los Torrejones y Marisparza (Yecla), Cerro de los Santos (Montealegre

Tabla 23: Hallazgos e índice de aprovisionamiento de numerario durante el siglo II d.C. en las vías que recorren el Sureste peninsular. En negrita destacamos los periodos de mayor aprovisionamiento.

Únicamente quedaría por comentar la vía litoral que enlazaría Carthago Nova con el litoral andaluz a través de Baria (Villaricos, Cuevas de Almanzora), pero los dos únicos hallazgos producidos en el actual casco urbano de

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 23: Mapa de dispersión de las emisiones del siglo II d.C. en el Sureste.

del Castillo), Los Nogales (Almansa) y la propia localidad de Almansa.

En este momento parece cobrar cierta importancia la comarca del Noroeste, asociada a la vía Carthago NovaSegobriga mediante el río Argos, paso natural de comunicación entre la zona interior del Noroeste murciano y el eje viario citado. Pese a poseer un intenso poblamiento ya desde época ibérica, se había perdido rastro de la presencia de moneda en esta área a partir de época republicana. Curiosamente, todos los ejemplares pertenecientes a este periodo fueron emitidos bajo el gobierno de Antonino Pío, a excepción de un as de Marco Aurelio, marcando una fecha avanzada para la reincorporación de esta zona a la circulación monetaria. Los enclaves donde fueron hallados estos ejemplares fueron La Serreta (Cieza), Begastri (Cehegín), y Caravaca de la Cruz. Junto a éstos, se han documentado una serie de ejemplares en las estribaciones de las sierras de Alcaraz y del Segura. Poseemos testimonios monetales en las localidades albacetenses de Nerpio, Yeste, Liétor y Alcadozo.

Volviendo al área litoral, hemos de continuar nuestro análisis con la antigua Carthago Nova. Respecto a periodos anteriores, se puede apreciar un ligero descenso de moneda en la ciudad, que presenta treinta y tres ejemplares acuñados en el siglo II d.C., frente a los cuarenta y siete documentados a lo largo del siglo I d.C. Este descenso será especialmente evidente durante el siglo III d.C. y no serán alcanzados unos niveles similares a los de los primeros siglos del periodo imperial hasta bien entrado el siglo IV d.C. Esta disminución de numerario puede ser igualmente observada en torno a la vía Carthago Nova-Segobriga. Los hallazgos relacionados con esta vía se concentran casi exclusivamente en torno a Cieza, con unos quince ejemplares pertenecientes mayoritariamente a un único emplazamiento, la denominada Fuente de las Pulguinas.255 Hallazgos aislados se han producido en Murcia, La Ñora, Lorquí, Hellín, Tobarra y Pozo Cañada.

De igual manera observamos un mayor incremento de la actividad en torno a la vía Carthago Nova-EliocrocaCastulo, con una especial concentración en torno al núcleo urbano de Lorca, donde se contabilizan unos diez ejemplares en el mismo casco urbano, Los Peñones y el camino que se dirige a Torralba. Ya en la provincia de Almería, los hallazgos de Tonosa (Vélez-Rubio), Los Valencianos (Vélez-Blanco), Chirivel y El Cantal (Chirivel), completan la visión de la actividad que debió caracterizar a dicha vía.

El Noreste murciano continúa manteniendo cierta actividad. Así lo demuestra el entorno de Jumilla, donde se contabilizan un total de cincuenta y siete ejemplares.256 Los ejemplares de la Casa de la Ermita (Yecla), Pinoso, Abanilla y Fortuna, completan los hallazgos del área. 255

Lechuga, 1995, 375-383. Ya hemos hecho alusión a la principal causa que motiva la comparativamente alta representación de moneda constatada en Jumilla, siendo atribuida esta abundancia al hincapié realizado por J. Lozano Santa en la zona debido a su conocimiento del lugar, al ser natural de Jumilla. Cf. p. 54. 256

Si atendemos a la dispersión según su fecha de emisión, podemos observar la alta dependencia de la presencia de

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Levante. Sureste moneda respecto a la existencia de vías de comunicación, especialmente durante los primeros años del siglo II d.C. Las monedas de Nerva quedan básicamente limitadas a los hallazgos producidos en el entorno de la antigua Ilici y en la vía que enlaza Carthago Nova con el interior peninsular a través de Ilunum. Algún ejemplar es constatado igualmente en Fortuna, en la comarca murciana del Noreste, y en el entorno de Eliocroca. Igualmente, la Rambla del Judío se muestra también activa en la difusión de moneda, ya que podemos constatar algún ejemplar en Jumilla.

La moneda de Trajano se concentra prácticamente en los puntos señalados, si bien aumenta la densidad de hallazgos en cada uno de éstos debido al mayor número de moneda documentada. Destacan el valle del Vinalopó, el entorno de la vía Carthago Nova-Ilunum y la comarca del Noreste. Poseemos también alguna evidencia en territorio castellano-manchego, como los dos ejemplares hallados en Yeste. La moneda de Adriano queda concentrada especialmente en el valle del Vinalopó y el Noreste murciano.

Figura 24-29: Evolución de la dispersión de las emisiones del siglo II d.C. en el Sureste peninsular, según emisores. Aparecen señalados los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co).

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Pese a contar con un número menor de hallazgos, la dispersión de la moneda de Antonino Pío y Marco Aurelio es mucho más efectiva. Aparecen ahora asociadas no sólo a las vías anteriormente señaladas, que siguen los valles del Segura y Vinalopó, sino que se constata un número destacado de ellos en el entorno de Eliocroca y la vía que, a través de ésta, se dirige a la Baetica, y de las vías naturales que penetran hacia el interior de la comarca del Noroeste murciano. La zona del Altiplano, y la vía que une Ad Turres con Saltigi vuelven a mostrar ejemplares en su entorno. El mismo comentario, aunque con una presencia algo más reducida, merece la moneda de Cómodo, mostrándonos su concentración en el entorno de la vía Ad Turres-Saltigi y en la comarca del Noroeste murciano, frecuencia y densidad de aparición que ya era observada al analizar el ritmo de aprovisionamiento del área.

Si atendemos a los valores aparecidos en el registro arqueológico, podemos encontrar algunas matizaciones a lo anteriormente observado (cf. Tabla 24). Parece ser que en el siglo II d.C. el semis era todavía un valor en circulación, con una notable frecuencia de aparición. Pero, pese a la pervivencia de estos divisores en circulación, lo que es más difícil determinar es la importancia real que éstos tuvieron respecto a los restantes valores circulantes. Los ejemplares documentados presentan un alto desgaste, muestra del largo periodo mantenidos en circulación, pero, aún así, su aparición evidencia, al menos, su uso o presencia en los bolsillos de las gentes hasta el momento de pérdida o abandono. El as continúa destacando como máximo valor aparecido en estos contextos, lo que evidencia su todavía intenso uso. Pero, junto a éstos, sestercios y dupondios están comienzan a mostrarse algo más frecuentes en aquellos contextos datados avanzado el siglo II d.C., y siendo el valor predominante entre los hallazgos del siglo III d.C.257

Valores en circulación Vimos como, ya a finales del siglo I d.C., no habían sido documentados divisores de bronce entre los ejemplares recopilados. Destacaba este hecho debido a la gran abundancia de éstos durante la época augusto-tiberiana especialmente. El as se situaba como moneda de cuenta, pero con una gran importancia de los divisores y, en cambio, una carestía importante de los valores múltiplos del as, mostrando el poco uso de éstos en los intercambios cotidianos.

La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos Al igual que hemos podido comprobar con la moneda republicana, julio-claudia y flavia, las emisiones del siglo II d.C. tienen una larga pervivencia en la circulación.258 Si analizamos en primer lugar las monedas halladas en contextos datados en el siglo II d.C., podemos comprobar como, de los treinta y tres ejemplares documentados, escuetamente quince son monedas emitidas durante el siglo II d.C., constituyendo prácticamente el 50% de los ejemplares con clara adscripción cronológica. La mitad restante son acuñaciones de épocas anteriores, especialmente de la dinastía julio-claudia, apareciendo incluso algún ejemplar púnico entre el material analizado.

En líneas generales, con la entrada de las emisiones del siglo II d.C. el sestercio será el valor mayoritario en el área, con una representación del 49%. El as, en cambio, constituye tan sólo un 25% de los ejemplares en circulación. Con un valor intermedio entre ambos, el dupondio no parece que contara con un gran protagonismo. En este caso constituye tan sólo el 10% de los valores documentados de los que conocemos su denominación concreta. Los divisores, todavía cuentan con cierta representatividad, especialmente durante los primeros años del siglo II, constituyendo un 6% de la masa monetaria (cf. Gráfico 31).

Como se observaba en líneas anteriores para el siglo I d.C.,259 es la ciudad de Cartagena la que más moneda antigua muestra en circulación: un 17% se corresponde con moneda acuñada durante el siglo II d.C., las monedas del siglo I constituyen un 44%, y las monedas preaugusteas un 28%, superando a las emisiones contemporáneas al momento de pérdida. Si bien los restantes yacimientos analizados también presentan moneda de cierta antigüedad respecto al momento de pérdida, los índices de ésta son bastante más bajos y no se remontan tanto en el tiempo (cf. Tabla 25).

Atendiendo a la evolución en la representatividad de cada uno de estos valores, podemos observar que, en los primeros años de este siglo II d.C., el as continúa siendo la moneda principal de cuenta. Pero es destacable la gran importancia que rápidamente alcanza el sestercio ya en época de Trajano. A partir de Adriano el sestercio se erige como valor predominante, aunque el as todavía mantiene una representatividad importante entre los valores de cuenta. En relación a los divisores, se aprecia cómo éstos se ciñen casi exclusivamente al gobierno de Nerva, desapareciendo posteriormente del registro monetal (cf. Gráfico 32).

En cambio, cuando sí observamos un gran número de moneda emitida durante el siglo II d.C. es en conjuntos monetarios fechados durante la primera mitad del siglo

257

En la Calle Duque 25-27 (Cartagena, Murcia) se documentan dos sestercios en estratos del siglo II d.C., cf. Tabla 24 (p. 59). En estratos del siglo III d.C. ponemos como ejemplo el testimonio de la calle Caballero (Cartagena, Murcia), donde esta representación asciende a 35 sestercios (78%), cf. Tabla 30 (p. 63). 258 Cf. pp. 52-53 y Tabla 20 (p. 53). 259 Ibidem.

Respecto a áureos y denarios, señalar que, en este caso, poseen escasa representatividad, no superando el 2% y el 8% respectivamente. Nos resta destacar la mayor afluencia de los mismos durante los gobiernos de Nerva y Trajano.

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Levante. Sureste

Gráfico 31: Valores de las emisiones del siglo II d.C. documentadas en el Sureste.

Gráfico 32: Evolución de los valores que llegan al Sureste a lo largo del siglo II d.C.

Tabla 24: Valores aparecidos en contextos arqueológicos datados en el siglo II d.C. en el Sureste.

Tabla 25: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en el Sureste. En negrita se señala la moneda acuñada por Nerva, Trajano, Adriano y la dinastía antonina.

III d.C., siendo ésta la más representada. De las sesenta y cuatro monedas documentadas en estos niveles, tan sólo diecinueve han sido acuñadas en el siglo III d.C., mientras que las monedas del siglo II d.C. alcanzan los veinticinco ejemplares. J.J. Cepeda Ocampo explicaba la perduración de moneda del siglo II d.C. como característica en estos momentos debido a la disminución en la acuñación de moneda de bronce que se produce a partir de los severos.260 Todavía se constata moneda anterior al siglo II, pero ya son muy minoritarias en estos conjuntos, ya que sólo cinco ejemplares del total constatado en los contextos propios del siglo III d.C. son monedas anteriores al siglo II d.C. (cf. Tabla 26).

Con la generalización del antoniniano a partir del 260 d.C. aproximadamente, las emisiones del siglo II d.C. tenderán a desaparecer, siendo registrado un único sestercio de Adriano en niveles más tardíos,261 un as de Marco Aurelio en un contexto de abandono datado en el siglo VI d.C.,262 y un sestercio de Marco Aurelio asociado a los niveles bizantinos del Teatro romano de Cartagena.263

261

Hallado en la calle Eugenio Úbeda (Lorca), aunque en un estrato no muy definido cronológicamente, con un contexto entre los siglos III-IV d.C. 262 Calle Cassola (Águilas), en un contexto de abandono en el siglo VI d.C. 263 Lechuga, 2000, 345.

260

Cepeda, 1997, 260. Acerca de la progresiva disminución de las emisiones de bronce a partir de época severa, véase Mattingly, 1962, 21.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 26: Monedas halladas en contextos del siglo III d.C. en el Sureste, en negrita se señala la moneda acuñada por Nerva, Trajano, Adriano y la dinastía antonina.

Tabla 27: Tesorillos hallados en el área del Sureste que contienen emisiones del siglo II. En negrita aparece señalada la composición general del conjunto.

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Levante. Sureste Intentaremos igualmente ampliar nuestro análisis con la observación de los tesorillos con numerario propio del siglo II d.C. que encontramos en el área señalada (cf. Tabla 27). Con una cronología de pérdida u ocultación que pudo tener lugar a finales del siglo II d.C., poseemos el tesorillo hallado en Riópar (Albacete). Este conjunto estaba compuesto por un total de doscientos cincuenta y cinco bronces, emitidos entre Galba y Marco Aurelio. Fue hallado en el interior de una olla de barro gris, que apareció cuando se realizaban faenas agrícolas en un bancal situado al pie del cerro donde se ubica esta localidad.264 La antigüedad de los ejemplares atesorados no es demasiado destacable, donde las emisiones trajaneas y adrianeas poseen una importantísima representación. Treinta y un ejemplares del total hallado se corresponden con numerario emitido por Galba y la dinastía flavia, no superando el 16% del total.

acuñadas bajo el gobierno de Alejandro Severo, que representan un 10%, el periodo comprendido entre el 235 d.C. y las emisiones de Galieno (256-268 d.C.) ronda un 47%, conformando el grueso de la muestra. El conjunto hallado en la Boca del Puerto (VélezBlanco), está compuesto por monedas emitidas entre Nerva y Constantino. La amplitud cronológica del conjunto es demasiado extensa, y aúna ejemplares pertenecientes a muy diversos sistemas monetales, ya que, junto a las emisiones de Constantino, podemos encontrar antoninianos de Galieno y bronces altoimperiales de Nerva, Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Julia Mamaea. No conocemos la composición exacta del conjunto, por lo que no podemos estimar la importancia relativa que pudieron tener cada una de las emisiones y denominaciones respecto a la totalidad del mismo.

En Tobarra fue hallado otro tesorillo formado por dos anillos de oro y un conjunto de veintinueve áureos.265 Del mismo simplemente sabemos que contenía monedas de Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Pero, los escasos datos acerca de su composición, no permiten realizar muchas más reflexiones al respecto excepto su mera mención.

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) El periodo severo se caracteriza en todo el área del Sureste por la gran escasez de numerario documentado. Si ya el gobierno de Cómodo marcaba, en líneas generales, el inicio de un periodo de pobre abastecimiento monetario, no serán recuperados los índices de aprovisionamiento hasta la masiva entrada de antoninianos emitidos por Galieno y Claudio II.

Aunque ya pertenecientes al siglo III d.C., a partir de la cronología aportada por los últimos ejemplares contenidos, encontramos atesorada moneda del siglo II d.C. en los conjuntos hallados en el Poblado de la Absorción (Villena), La D’Eula (Crevillente), y la Boca del Puerto (Vélez-Blanco).

En el territorio murciano, el aprovisionamiento medio referido al periodo de los Severos no supera el 0,38 m/a. Aún así, dicho índice se ve engrosado por la ligera recuperación que supone el gobierno de Alejandro Severo, momento en el que son acuñadas trece de las dieciséis monedas halladas. Similares resultados son señalados para el caso de Ilici (Elche, Alicante) y el Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante), donde la escasez de los primeros representantes severos se palía, en cierta medida, por un ligero aumento con la llegada de las emisiones de Alejandro Severo. La época severa se caracteriza en la zona por unos niveles mínimos de aprovisionamiento, casi nulos, pero éstos no comenzarán a verse recuperados hasta la llegada del numerario de Galieno, a excepción de un leve atisbo de recuperación durante el gobierno de Gordiano III. El periodo entre 260-306 alcanzará una media de 1,10 m/a.267

En el Poblado de la Absorción (Villena) fue hallado un pequeño conjunto monetal formado por cuatro sestercios de Adriano a Maximino I. Probablemente no se tratara de una ocultación intencionada, sino, más bien, de una pérdida fortuita de moneda en circulación, debido a la escasa cuantía de su composición, aunque también existe la posibilidad de que formara parte de un tesorillo de bronces más amplio y que no ha llegado a nuestro conocimiento. En cualquier caso, queda testimoniada la presencia de moneda residual en la composición de este conjunto ya que junto a los sestercios de Maximino I, Julia Mamaea y Alejandro Severo, bastante cercanos en el tiempo, encontramos un sestercio de Adriano.266 El conjunto hallado en la D’Eula (Crevillente) está formado por un total de sesenta y dos bronces, de los cuales cincuenta y cinco se corresponden con sestercios y siete con antoninianos. Comprenden desde emisiones de Nerón hasta Galieno, constituyendo los ejemplares acuñados a partir de las emisiones severas la gran parte del conjunto. La moneda altoimperial está representada por catorce ejemplares, un 23%, de los cuales la práctica totalidad se corresponde con emisiones de Antonino Pío y Marco Aurelio. A excepción de las seis monedas

Tabla 28: Índice de aprovisionamiento de numerario durante época severa en la Región de Murcia, Ilici (Elche, Alicante) y el Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante).268

264

Vidal Bardán, 1987-1988, 144-149. También parte de ellas en Mateu y Llopis, 1945-1946, 266 y Roldán Gómez, 1987, 58. 265 Bost, Campo, Gurt, 1983, 170. 266 Alberola, Abascal, 1998, 30.

267

Abascal, 1989, 42-43 y 48. Para el análisis de Ilici, Lledó, 2004, 355; y del Portus Ilicitanus, Abascal, 1989, 42. 268

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA La tendencia en la dispersión de los ejemplares severos parece continuar a la precedente. A este respecto, es de destacar la gran escasez documentada en la ciudad de Cartagena, con nueve ejemplares, y la nueva aparición de numerario en el interior murciano, aunque tan sólo haya sido hallada una moneda de Alejandro Severo en el paraje de La Fuente (Caravaca de la Cruz, Murcia). Si bien un ejemplar resulta una muestra todavía escasa y no permite argumentar con claridad una evolución en la dispersión de la moneda acuñada en este momento, si será apreciable la tendencia señalada a partir de la llegada de numerario emitido durante la segunda mitad del siglo III d.C., evidenciándose una importante entrada a las zonas del interior del Noroeste murciano.

Según el testimonio que nos ofrecen las diferentes excavaciones llevadas a cabo en el área señalada, parece que la perduración de la moneda severa en la circulación monetaria es bastante corta cronológicamente hablando. Sólo es constatada la presencia de estos ejemplares en conjuntos cerrados y en algunos contextos datados en un periodo más o menos contemporáneo a su acuñación (mitad del siglo III d.C.), como son los conjuntos monetales de la calle Caballero (Cartagena) y Los Torrejones (Yecla). Un ejemplar más, un sestercio de Julia Mamaea, fue documentado en la Plaza Condesa de Peralta (Cartagena), pero en un estrato datado en el siglo V d.C. Howgego ya nos advierte de la excepcionalidad de estos casos, en los que moneda de las tres primeras centurias aparecía en contextos del siglo IV y V d.C. Por lo tanto, parecen ser éstos casos anómalos que no reflejarían las verdaderas pautas de circulación monetaria.271

Similar situación observamos en la comarca de Lorca, pudiendo encontrar algunos ejemplares en el interior de su territorio, especialmente en aquellos enclaves situados en altura. Arqueológicamente, queda constatado este desplazamiento hacia el interior de la comarca lorquina a partir de la segunda mitad del siglo III d.C., iniciándose la fundación de pequeños enclaves situados en altura en detrimento de las antiguas villae agrícolas emplazadas en el valle, quizás ante algún periodo de inestabilidad o debido a la transformación del sistema de poblamiento.269

Frente a esta primera impresión, la composición del conjunto hallado en la calle Caballero (Cartagena) nos hace ver la importancia que la moneda emitida durante el gobierno de Alejandro Severo tuvo en la circulación monetaria de la época, pese a lo limitado de los hallazgos posteriores. La moneda acuñada por este emperador constituye un 18% del conjunto, con ocho ejemplares de los cuarenta y cinco que lo componen, a la vez que evidencia un rápido aprovisionamiento al haber tenido lugar la pérdida u ocultación del mismo en un momento muy cercano al de la acuñación de estos ejemplares, como señala el último ejemplar del conjunto, un sestercio de Maximino (235-238). Pero, sea como fuere, el rastro de la moneda severa parece perderse en general rápidamente, quedando escasa constancia tanto en los hallazgos casuales como en el registro arqueológico.272

Si analizamos los valores predominantes entre el numerario severo abastecido, toda la moneda documentada en el caso murciano para este momento se corresponde con sestercios, pudiendo contabilizar un total de once sestercios recuperados para este periodo. Aunque la muestra es escasa, parece corresponderse con la tendencia apuntada durante el siglo II d.C.: un cada vez mayor protagonismo del sestercio frente al as, convirtiéndose el primero en la moneda de cambio más en uso en la época. Similar panorama nos presentan los enclaves de Ilici y el Portus Ilicitanus. En el primero de ellos, de los nueve ejemplares hallados, cuatro se corresponden con sestercios y uno con un denario, siendo los restantes bronces indeterminados. Los ases parece haber desaparecido del conjunto monetal en circulación. En el Portus Ilicitanus tan sólo ha sido documentado un denario de Septimio Severo y un sestercio de Alejandro Severo.270

Tabla 29: Monedas halladas en contextos arqueológicos datados en el siglo III d.C. con presencia de moneda severa, que aparece destacada.

Esta tendencia no sólo puede ser observada en los valores que reciben estos enclaves en el siglo III d.C., acuñados por la dinastía severa y procedentes de la ceca de Roma, sino que también puede ser constatada a través de los hallazgos arqueológicos registrados para ese periodo concreto. Así, si analizamos los contextos que han sido datados en el siglo III d.C., observamos cómo han desaparecido completamente los divisores que, en la centuria anterior, aparecían todavía de manera abundante. Incluso los ases parecen convertirse en una moneda muy minoritaria en el registro arqueológico de estos momentos (cf. Tabla 30).

En los casos que anteriormente hemos analizado se comprueba como mayoritariamente los ejemplares hallados en excavación eran perdidos largo tiempo después de su acuñación.273 Poca moneda nueva parece extraviarse. Por lo tanto, siguiendo la tónica general, la moneda severa sería documentada mayormente en contextos posteriores al momento de su acuñación, como finales del siglo III o siglo IV d.C. Pero, para estos

271

Howgego, 1985, 67, n. 100. Para ilustrar este tendencia, remitimos a la observación de la Tabla 26 (p. 60) y a la composición de algunos tesorillos ocultos durante el siglo III d.C. Cf. Tabla 31 (p. 63). 273 Cf. pp. 52-53 y Tabla 20 (p. 53) para el caso del siglo I d.C.; cf. p. 58 y Tabla 25 (p. 59) para el siglo II d.C. 272

269 270

Martínez Rodríguez, 2002, 49. Lledó, 2004, 355-356 y Abascal, 1989, 42.

62

Levante. Sureste

Tabla 30: Valores aparecidos en contextos datados en el siglo III d.C. en el área del Sureste.

momentos, parece que la circulación de la moneda característica del sistema monetaria altoimperial ya había disminuido notablemente, debido a las diferentes reformas monetarias llevadas a cabo a finales del siglo III d.C.,274 por lo que resultaría altamente difícil su pérdida casual.

Conclusiones Finalmente, podemos establecer algunas pautas de comportamiento respecto a la circulación monetaria en este siglo II d.C. en el Sureste hispano. Si nos referimos a la cuestión del aprovisionamiento, hemos podido observar diferentes periodos con mayor o menor intensidad de flujo monetario. El brusco descenso producido tras el gobierno de Claudio, motivado por el cese de las acuñaciones hispánicas, no parece ser recuperado hasta el reinado de Nerva, Trajano y Adriano. La ceca de Roma, que hasta el momento había aportado una cantidad de moneda mínima a la economía provincial, seguirá manteniendo estos bajos índices de aprovisionamiento durante los periodos subsiguientes al cierre de las cecas y al cese de las monedas de imitación (cf. Gráfico 33). Pero, durante el gobierno de Nerva, Trajano y Adriano, se observa como la llegada de moneda desde Roma es más constante y efectiva, recuperándose unos índices cercanos a los obtenidos en época augustea, aunque, como hemos visto, esta recuperación no será homogénea.

Además de los testimonios netamente arqueológicos, han sido constatados algunos conjuntos en los que la moneda severa posee algún protagonismo. El conjunto hallado en el Poblado de la Absorción (Villena) contenía, entre los cuatro ejemplares documentados, uno de Alejandro Severo y otro acuñado en nombre de Julia Mamea. A. Alberola y J. M. Abascal estiman que los cuatro ejemplares hallados podrían haber formado parte de un tesorillo de bronces cerrado en torno al gobierno de Gordiano III, aunque, debido a la escasez de los datos al respecto, es dudosa su verdadera atribución.275 La ocultación o pérdida del conjunto monetal hallado en el paraje de la D’Eula (Crevillente) tuvo lugar en algún momento posterior al 258-259 d.C., fecha de emisión del último ejemplar documentado, un antoniniano de Salonina. En dicho conjunto, son constatados seis sestercios pertenecientes a emisiones severas, aunque se ciñen todas ellas a emisiones de Alejandro Severo. De la misma manera, el conjunto hallado en el paraje de la Boca del Puerto (Vélez-Blanco) posee un número indeterminado de ejemplares emitidos por Alejandro Severo, limitándose a éstos los ejemplares severos documentados. Entre la moneda severa, podemos comprobar como los ejemplares hallados se ciñen casi en exclusiva a emisiones realizadas por Alejandro Severo, siendo verdaderamente escasos los anteriores al mismo. A excepción de la moneda de Septimio Severo, hallado en el conjunto de Los Torrejones (Yecla), los restantes hallazgos, tanto en contexto arqueológico, como en depósitos monetales y en tesorillos, pertenecen a un mismo emisor, Alejandro Severo.

El material numismático hallado en el Portus Ilicitanus parece mostrar un paulatino descenso en la llegada de numerario desde Nerva hasta Cómodo, no observándose indicios de un fuerte flujo monetario en ningún momento del siglo II d.C., pese a su carácter de puerto comercial y su localización en la vía Augusta, que parecerían asegurar un correcto suministro. En conexión con los datos que la arqueología nos ofrece respecto a la evolución de la ciudad, a partir de la segunda mitad del siglo II d.C. la actividad del puerto desciende considerablemente, repercutiendo en la ciudad, vinculada a su actividad.277 Este descenso de la actividad portuaria ya parecía ser evidenciado desde mediados del siglo I d.C., aunque se produjera un nuevo impulso entre los gobiernos de Nerva y Adriano. Pero, a partir de entonces se vería de nuevo inmerso en un aletargamiento y proceso recesivo, que se muestra acorde con la evidencia numismática.278 Si bien la época severa se distingue en la zona por unos niveles mínimos de aprovisionamiento que no sobrepasan el 0,06 m/a, éstos no comenzarán a verse recuperados hasta la llegada del numerario de Galieno, a excepción de un leve atisbo de recuperación durante el gobierno de Gordiano III y, especialmente, durante el periodo que discurre entre los años 260-306 d.C., cuando se alcanzará una media de 1,10 m/a.279 La ciudad de Ilici, en cambio, muestra unos

Tabla 31: Monedas emitidas en el siglo III halladas en conjuntos ocultos en un momento indeterminado de los siglos III-IV. En negrita se señala la composición general del conjunto.276 274

Recordamos que para poder responder a la constatante depreciación de las piezas de oro y plata que tuvo lugar a lo largo del siglo III d.C., Diocleciano llevará a cabo un importante reforma en torno al 294 d.C. que pondrá fin al sistema monetario hasta entonces imperante. 275 Alberola, Abascal, 1998, 30; Martínez Mira, 2000-2001, 306. 276 Tabla que puede ser completada con la información señalada en la Tabla 27 (p. 60).

277

Sánchez, Blasco, Guardiola, 1986, 98-99. Abascal, 1989, 90. 279 Abascal, 1989, 42 y 48. 278

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 33: Evolución del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en la Región de Murcia.

índices totalmente invertidos respecto al Portus Ilicitanus: los momentos de mayor flujo monetario en un centro se corresponden con bajadas en el aprovisionamiento en el otro.

se dirigía hacia el Tolmo de Minateda y el interior peninsular, recorriendo gran parte del valle del Segura. La evolución propia de dicha vía dista de seguir un ritmo homogéneo que nos permita asociarlo a sendos núcleos principales, por lo que posiblemente la circulación propia del valle del Segura venga determinada por la propia evolución de Carthago Nova, Ilici y los enclaves orientales de la Meseta Sur hispana.282 Únicamente así se explicarían las fuertes entradas de moneda en momentos dispares, como los gobiernos de Nerva, Adriano y Marco Aurelio, y el escaso material numismático que caracteriza los restantes periodos.

De la misma manera, el Noreste murciano parece poder contar con un mismo comentario al observado en el caso del Portus Ilicitanus y el Valle del Vinalopó, aunque, en este caso, la moneda de Cómodo aparezca algo mejor representada, respecto al numerario de Antonino Pío y Marco Aurelio, que en los casos precedentes. Una tendencia contraria es la observada en la ciudad de Carthago Nova. Si bien el siglo II d.C. significó un momento de recuperación del ritmo de aprovisionamiento respecto a la debilidad en la llegada de las emisiones flavias, no será hasta mediados del siglo II d.C. cuando se comienza a observar este cambio, obteniendo un máximo aprovisionamiento entre los gobiernos de Antonino Pío y Marco Aurelio. A partir de Cómodo, el ritmo de aprovisionamiento vuelve a descender progresivamente, no siendo recuperado hasta el siglo IV d.C.280

Una peculiar evolución han proporcionado la comarca del Noroeste murciano, en la que incluimos el valle alto del Segura y la vertiente oriental de la Sierra del Segura, y la vía que enlaza Ad Turres con Saltigi. Sendos entornos muestran una débil presencia de ejemplares a excepción de los de Nerva y Cómodo, que aportan los índices de aprovisionamiento más altos del periodo, aunque se aprecia cierta tendencia ascendente en el aprovisionamiento a partir de Antonino Pío.

Este descenso de numerario puede ponerse en relación con las dificultades económicas que debía sufrir la ciudad en estos momentos, debido al abandono y cierre de las minas de su entorno. Arqueológicamente queda constatado por el abandono de ciertos sectores de la ciudad, reduciéndose el perímetro urbano y quedando la actividad centrada en el área más próxima al teatro y al puerto. Numismáticamente también se evidencia este hecho en una diferente distribución de los hallazgos monetarios en la ciudad según épocas. La moneda púnica, republicana y altoimperial aparece generalizada hasta el momento por todos los puntos de la antigua ciudad romana. Pero la moneda bajoimperial se localiza en puntos muy concretos. La moneda del siglo III se ciñe a los hallazgos de la calle Caballero (Augusteum), y la propia del siglo IV al teatro romano y calles aledañas, coincidente con la reestructuración urbana de Cartagena entre los siglos III-IV (cf. Figura 30).281 En conexión con la ciudad de Carthago Nova, e igualmente relacionado con el entorno del valle del Vinalopó, se encuentra la vía que desde Carthago Nova

Figura 30: Evolución del perímetro urbano de Carthago Nova entre época augustea y el siglo IV d.C.283

280

Los índices señalados responden a las cuarenta y dos monedas contabilizadas para época julio-claudia, los cinco ejemplares flavios, los treinta y ocho emitidos por Nerva, Trajano, Adriano y los dinastas antoninos, los nueve ejemplares severos, y las cuatro monedas acuñadas durante la segunda mitad siglo III d.C. 281 Abandono de ciertos sectores de la ciudad que es constatado arqueológicamente (Martín Camino, Vidal Nieto, 1991, 280).

282

Cf. p. 145. Disposición del perímetro urbano realizado a partir de Martínez Andreu, 2004, 23 y 25. 283

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Levante. Sureste

Figura 31: Diferentes áreas señaladas en cuanto a ritmos de aprovisionamiento en el Sureste.

Si atendemos únicamente a la información que las monedas nos proporcionan, podemos plantear algunas observaciones en torno a la dispersión de la moneda en las diferentes etapas comentadas.284

intensidad del flujo que muestra dicha vía en territorio valenciano y catalán. Es posible apreciar ciertos cambios a partir de la segunda centuria, especialmente a partir del gobierno de Antonino Pío. Si bien se siguen manteniendo las características del periodo precedente, se observa como la moneda comienza a aparecer en los territorios del Noroeste murciano, a la vez que tanto la ciudad de Cartagena como la vía Carthago Nova-Segobriga parece registrar un menor número de hallazgos en comparación con los periodos precedentes.

La zona ligada a la ciudad de Carthago Nova registra en el siglo I d.C., durante época julio-claudia y flavia, un importante número de hallazgos en comparación a los restantes núcleos murcianos. Igual importancia posee la vía que une dicha ciudad con Segobriga. Queda también patente la trascendencia que las vías naturales poseen en estos primeros momentos del imperio, ya que podemos comprobar como la moneda llega a los núcleos situados en torno a la Rambla del Judío, que une la vía Carthago Nova-Segobriga con Jumilla, y el valle del Guadalentín, que enlaza la anterior vía con la de Carthago NovaEliocroca, que forma parte de la denominada vía Augusta.

Dicha tendencia se verá acentuada a lo largo del siglo III d.C. Si bien poseemos escasos ejemplares de moneda acuñada bajo el gobierno de la dinastía severa, que puedan evidenciarnos claramente el proceso de dispersión de moneda para este periodo, parece confirmarse lo ya observado durante el periodo precedente, que será patente durante la segunda mitad del siglo III d.C.: el valioso protagonismo que la zona del Noroeste comienza a cobrar como centro económico de la región, registrándose una mayoritaria presencia de numerario en esta área murciana.

Con los datos que hasta el momento poseemos, y a partir de la distribución de las monedas que hemos esbozado, podíamos pensar en la mayor entrada de numerario a través de las vías que unían el interior peninsular con la zona del Sureste (Caesaraugusta-Segobriga-Carthago Nova) deduciendo un mayor tráfico de mercancías y personas a través de estas vías interiores que el que pudiera haber tenido lugar por la conocida vía Augusta, que recorría el litoral mediterráneo. Pero esta hipótesis expuesta no puede ser totalmente confirmada debido al vacío documental que encontramos para al tramo de la vía Augusta que discurre entre Ilici y Carthago Nova, y la

Este hecho contrasta con el importante poblamiento que la zona posee desde época ibérica y a lo largo del Alto Imperio, que no parece verse representado de igual manera por el registro numismático con el que contamos en la actualidad. Quizás estos núcleos, menos vinculados a la ciudad de Carthago Nova por su emplazamiento geográfico, más montañoso y alejado de las principales

284

Para ilustrar esta evolución remitimos a los mapas de dispersión por emisores realizadas para el área del Sureste. Cf. Figuras 24-29 (p. 57).

65

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 34: Perduración de la moneda en los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato.

vías, hayan mantenido una economía de carácter más autárquico. La entrada definitiva del numerario en estos enclaves coincide con el momento de apogeo de muchas de estas instalaciones, que continúan la producción durante los siglos III y IV d.C., totalmente ajenos a los problemas que azotaban al Campo de Cartagena y a la mayoría de los puntos levantinos.

Por último, respecto a la perduración de la moneda en la circulación monetaria, ha de ser destacada la larga perduración de los ejemplares en los circuitos comerciales, mantenidos hasta que alcanzan un desgaste absoluto, circulando durante dos o tres siglos. En contextos datados en el siglo I d.C. todavía seguimos hallando algunos ejemplares púnicos y moneda romanorepublicana, junto a las acuñaciones hispánicas e imperiales, circulando conjuntamente sin ninguna diferenciación. A partir del siglo II d.C., se produce una paulatina desaparición de moneda romano-republicana y julio-claudia, quedando prácticamente fuera del registro arqueológico a mediados del siglo III d.C. A partir de este momento, se produce una casi total desaparición de la moneda típicamente altoimperial, las acuñaciones flavias, las emisiones del siglo II d.C. y las severas principalmente. Si bien es difícil precisar el momento en el que este hecho se lleva a cabo, éste hubo de tener lugar en algún momento inmediatamente posterior al 260 d.C. a partir de la composición monetaria de los estratos y los conjuntos documentados.

Si nos referimos únicamente a los valores monetales protagonistas de este periodo, tendremos que hacer alusión a la evolución en el uso de las diversas denominaciones que encontramos en el sistema monetario altoimperial. De un protagonismo absoluto del as durante todo el periodo julio-claudio, con gran importancia de los divisores de bronce y escasa repercusión de los múltiplos del as, pasamos a un creciente abandono de los valores más pequeños (cuadrantes y semises) y la creciente relevancia que adquieren dupondios y sestercios. Esta tendencia será observada a partir de la dinastía julioclaudia y los emperadores Nerva, Trajano y Adriano. Pese a esta evolución de los valores en uso, el as sigue siendo la moneda más corrientemente utilizada durante la primera mitad del siglo II d.C., no siendo todavía eclipsada por el pujante sestercio. Si analizamos el registro arqueológico, podemos apreciar una similar evolución, aunque parece evidenciar una mayor perduración del uso de los divisores de bronce, que todavía aparecen en contextos del siglo II d.C.

La moneda propiamente altoimperial desaparecería mayoritariamente de la circulación a finales del siglo III d.C., momento a partir del cual adquieren un protagonismo absoluto los nuevos valores y medidas, quedando relegados los sestercios y ases a un segundo plano.285 Aún así, encontramos todavía algunos ejemplares altoimperiales (e incluso anteriores) en contextos arqueológicos tardíos. Se trataría de moneda que realmente no conformaría una característica esencial de la circulación del momento, siendo altamente minoritaria. M. Lechuga, al analizar el caso del teatro romano de Cartagena, nos advierte de la existencia de un importante fenómeno de residualidad de piezas de elevado peso correspondientes a los siglos I-II d.C., halladas en contextos claramente tardíos correspondientes a la ocupación bizantina, y cuyo uso parece retomarse ante la falta de nominales de mayor peso y valor.286 Esta explicación podría justificar la postrera aparición de estos ejemplares, insertándose de nuevo en época tardía en algunos circuitos comerciales, aunque la excepcionalidad de estas muestras no nos permite sacar muchas más conclusiones (cf. Gráfico 34)

Será especialmente a partir de la segunda mitad del siglo II d.C., cuando el sestercio supere notablemente al as, pasando a situarse éste como moneda de cuenta que se mantendrá en esta destacada posición hasta la generalización del antoniniano, a partir del 260 d.C. aproximadamente. En el registro arqueológico se constata igualmente esta tendencia, desapareciendo completamente los divisores de la circulación, y descendiendo de manera notable el número de ases documentados en los contextos propios del siglo III d.C. Se contabilizan tan sólo ocho ases entre las sesenta y cuatro monedas registradas, no superando el 13% del total, una representación mínima si la comparamos con la abundancia de sestercios aparecidos, con unos cuarenta y cuatro ejemplares (69%).

285

Howgego, 1985, 67-68. Se han podido documentar diez ejemplares que incluyen ases y semises de emisiones ibéricas e hispano-latinas y algún sestercio altoimperial. Pudiera deberse a la ocupación y remodelación de la antigua ciudad que proporcionaría un buen número de hallazgos monetales, siendo reaprovechados (Lechuga, 2000, 334). 286

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Levante. Conclusiones 4. UNA VISIÓN GENERAL DEL CONJUNTO DEL LEVANTE

representación a lo largo de toda la centuria. Pese a que la observación general realizada para el área valenciana parezca mostrar igualmente dicha tendencia, el análisis diferenciado de cada una de sus zonas nos permite observar cierto mantenimiento de los índices de aprovisionamiento en Saguntum (Sagunto) y Valentia (Valencia) y su entorno, aunque, en este último, la moneda de Cómodo sí aparezca altamente reducida.

Se ha podido observar en páginas anteriores, y de manera detallada, las diferentes características de la circulación monetaria en las regiones que han sido integradas dentro del conjunto del Levante peninsular hispano. Pero hemos de encaminar nuestras conclusiones finales y principales observaciones, hacia un estudio de conjunto de estas áreas, teniendo en cuenta sus afinidades y divergencias geográficas, económicas y de poblamiento. Para ello, realizaremos un análisis de conjunto acerca de cada uno de los aspectos repetidamente estudiados en cada caso (aprovisionamiento, dispersión, valores en circulación y los tan importantes y codiciados contextos de aparición) siendo interrelacionados todos ellos hasta obtener un rico panorama, que veremos completado con la información obtenida por las diversas fuentes históricas disponibles para esta área y sobre esta temática.

Por el contrario, se aprecia un crecimiento en la entrada de moneda, especialmente a partir de mediados del siglo II d.C., en la ciudad de Tarraco (Tarragona) y su entorno más inmediato, al igual que en Carthago Nova (Cartagena). Igualmente, esta tendencia es observada en los núcleos del interior catalán (en las comarcas de Osona, Bages, y Vallés Oriental) y la comarca del Noroeste murciano, junto a las tierras albacetenses asociadas. A este respecto, es interesante destacar la evolución propia de la ciudad de Valeria (Las Valeras, Cuenca),289 relacionada con la ligera reactivación del tramo viario que discurre entre Ad Turres y Saltigi, y alguno de los altibajos que refleja el trayecto Carthago Nova-Ilunum. Sendos tramos sirven de enlace entre el Levante y el interior peninsular, por lo que no han de mostrarse ajenos a lo que sucede en los núcleos de la Meseta.

○ Heterogeneidad de los ritmos de aprovisionamiento Acerca de los diferentes ritmos de aprovisionamiento descritos, cada una de las áreas analizadas dependía, para la determinación de éste, no sólo del mayor o menor número de moneda recibido desde la ciudad de Roma, encargada de la acuñación de las piezas que circularían por la península, sino también del propio desarrollo de los núcleos de población en ellas ubicados.

Pero, englobando estas tendencias dentro del conjunto del Alto Imperio, y realizando un análisis general del periodo, vemos como las emisiones del siglo II d.C. significan un momento de transición entre las abundantes emisiones julio-claudias (especialmente en las cecas hispanas), y los escasísimos ejemplares severos constatados en el conjunto levantino.

Si bien nos encontramos en un periodo de regular aprovisionamiento por parte de la ceca de Roma, según la división establecida por R. Duncan-Jones para la moneda de bronce,287 se observa una tendencia general a la reducción de la llegada de ésta a partir del gobierno de Marco Aurelio, siendo realmente escasos los testimonios de moneda emitida por Cómodo y, menos numerosas aún, las acuñaciones severas, hasta, al menos, las emisiones de Alejandro Severo.

Uno de los casos más paradigmáticos, en este sentido, es el de la ciudad de Carthago Nova, donde el punto de máximo aprovisionamiento se había producido durante época republicana, siendo a partir de las emisiones julioclaudias cuando se puede observar un progresivo descenso que no será recuperado hasta el siglo IV d.C. La recesión experimentada en la ciudad será determinante para la propia evolución de las vías que, desde la ciudad, se dirigían hacia Ilunum (Tolmo de Minateda, Hellín) y Castulo (Linares), ya que se ven reducidos los hallazgos en ella documentados.290

Con ciertas diferencias respecto a los momentos de máximo aprovisionamiento del periodo analizado, la mayoría de los núcleos levantinos se suman a esta tendencia más o menos acentuada dependiendo del propio ritmo de la ciudad. Hemos visto como la ciudad de Emporiae (Ampurias) con algunos altibajos,288 la comarca catalana del Maresme, y el Valle del Vinalopó, poseen una marcada tendencia a la reducción en su

La ciudad de Ilici (Elche), y el centro portuario del Portus Ilicitanus (Santa Pola), sufre un proceso algo similar. El máximo momento de aprovisionamiento se produce bajo el gobierno de la dinastía julio-claudia, descendiendo paulatinamente hasta los índices mínimos que suele representar la dinastía severa en Hispania.291 El valle del

287

“The inflow of bronze coin can be divided into a period of sporadic supply (AD 43-96), a period of regular supply (97-197 AD) and a period of minimal supply from 197 onwards, when the bronze coin that was still being minted in Rome badly reached provinces north of the Alps” (Duncan-Jones, 1998, 22). 288 Pese a la tendencia descendente en el aprovisionamiento recordamos que presentaba una alta representación de moneda emitida en el siglo II. El retraimiento económico que parece sufrir la ciudad y que desembocará en su práctico abandono a finales del siglo II y comienzos del siglo III puede ser precisamente la causa que explique esta intensa aparición de ejemplares. La existencia de numerosos contextos de abandono datados en esta cronología provoca una sobrerrepresentación de la moneda de este periodo, ya que precisamente los contextos de abandono son los que más usualmente poseen presencia monetal (Campo, Ruiz de Arbulo, 1986-1989, 161).

289

Cf. p. 141 y pp. 144-145. Visión general obtenida a partir de los índices globales de aprovisionamiento para cada periodo, por lo que no se tienen en cuenta las fluctuaciones que hemos visto que tenían lugar en los puntos señalados. 291 Este descenso de la actividad portuaria ya parecía ser evidenciado en la época de Nerón a Domiciano, aunque se produjera un nuevo impulso entre los gobiernos de Nerva y Adriano, volviendo a partir de entonces al aletargamiento y proceso recesivo observado en los enclaves costeros 290

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Vinalopó, que se configura como territorium de estos núcleos urbanos, muestra una misma evolución, con un aprovisionamiento bastante regular hasta Nerón, momento en que el numerario desciende en gran medida, no recuperándose hasta la mitad del siglo III.292

relieve al describir los ritmos de aprovisionamiento de estas áreas. En el área litoral catalana es apreciada la notable concentración, coincidente con una altísima densidad demográfica, de la comarca del Maresme. Por lo demás, los hallazgos documentados en el entorno de las vías de comunicación son bastante nimios, aunque dan testimonio de su uso (pese a que éste no parezca realmente destacable). Pero son igualmente pocos los ejemplares hallados en núcleos más interiores. En las Sierras Prelitolares los hallazgos son limitados, y se ciñen al área de Banyoles y el entorno de Vic e Igualada, a ambos márgenes del río Llobregat. El entorno más inmediato de la antigua Tarraco proporciona algún testimonio numismático más para el conocimiento de la evolución del ager propio de este núcleo urbano, pero, a partir de este punto, hay un casi completo vacío de hallazgos hasta llegar a la antigua mansio de Ildum (Cabanes). La única excepción que podríamos señalar en este tramo es la aparición de moneda en los puertos interiores del Maestrazgo, en el Port de Morella, que atestiguan la frecuentación de dicho paso como enlace con las vías de comunicación del interior peninsular, especialmente en la segunda mitad del siglo II d.C.

Aún así, obviando cada una de las matizaciones descritas, logramos establecer unas pautas generales de aprovisionamiento, a las que cada uno de los núcleos, urbanos o rurales, se adaptarán en mayor o menor medida. Los gobiernos de Nerva y Adriano suelen constituir los momentos en los que se recibe mayor número de moneda (según los índices m/a), siendo mantenido este aprovisionamiento regularmente durante los gobiernos de Trajano y Antonino Pío, y, en ocasiones, Marco Aurelio, que se muestra algo más irregular. Cuando definitivamente disminuye la cantidad de moneda procedente de Roma es bajo el reinado de Cómodo, siendo mantenido, o todavía más reducido, este ritmo por la dinastía severa, hasta las acuñaciones de Severo Alejandro. Por último, enlazamos brevemente estos datos con aquéllos que nos aporta el análisis de la dispersión de los mismos, en el que nos centraremos en las líneas siguientes, para matizar las observaciones realizadas. La moneda de Nerva aparece circunscrita a los puntos más cercanos a los grandes núcleos urbanos del área costera y a las principales vías de comunicación, mientras que la moneda de Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio aparece en muy diversos puntos de la geografía levantina, observándose una mayor dispersión que la que anteriormente era apreciable con la moneda julio-claudia y flavia. El caso más destacable sea quizás el de la moneda de Cómodo, que, pese a los escasos ejemplares hallados, muestran una mayor penetración de la moneda hacia los núcleos interiores, lo que pone de manifiesto el mayor calado de la moneda en los establecimientos rurales más alejados de las urbes romanas. Este hecho da muestra del correcto aprovisionamiento y la efectiva distribución de estas emisiones (especialmente a partir de Adriano) hacia las regiones interiores, donde la presencia monetal apenas había sido atestiguada con anterioridad.

La Depresión Valenciana y el área rural entorno a Saguntum y, especialmente, Valentia siguen documentando una notable actividad, siendo muy numerosos los hallazgos que sobre esta área han sido realizados. El valle del río Palancia se ve igualmente transitado, relacionado con la vitalidad del ager saguntino. Es destacable la notable presencia de moneda en la Hoya de Buñol y la Plana de Requena-Utiel, enlazada con la depresión valenciana a través del Valle del Turia. Así mismo, y vinculado a la actividad de las anteriores ciudades, podemos observar como el tramo de la vía Augusta que discurre entre las actuales Cullera y Vilafamés, muestran una densidad de hallazgos digna de ser tenida en cuenta. Destacable es la presencia de dos ejemplares en la vía que discurría a través de los valles del Comtat y La Alcoià, que parece sufrir cierta reactivación a partir de este momento, y el aumento de ejemplares en la Vall d’Albaida y la Hoya de Buñol. Igualmente, los tramos de las vías que discurren por las estribaciones de los sistemas prebéticos y subbéticos, a través de las sierras de Crevillente y Mariola, recorriendo el valle del Vinalopó, parecen encontrarse más frecuentados que la alternativa costera. Encontramos una concentración de hallazgos importante entre las ciudades de Ilici y Saetabis, así como se atestigua la presencia de moneda en los tramos que desde Ad Turres se dirigían hacia Saltigi, a través del Altiplano murciano.

○ La penetración hacia el interior del territorium Hemos visto como, por el momento y de manera general, el número de monedas procedentes de los enclaves urbanos no se ve altamente favorecido en este periodo, descendiendo progresivamente sus aportes monetarios, sin significar con ello un cese de las actividades económicas en estos enclaves. En cambio, se aprecia un incremento de la actividad de los núcleos situados en lugares menos estratégicos y alejados, en parte, de las principales vías de comunicación, como era puesto de

El Campo de Cartagena y el Valle del Segura, por donde discurre la vía que se dirige hacia Complutum (Alcalá de Henares), presentan un mínimo índice de movilidad económica (y por lo tanto comercial) en estos momentos. Sin embargo, la comarca del Noroeste murciano comienza a presentar ciertos signos de actividad, no documentada desde época republicana. Igualmente, los

hasta el momento analizados (Sánchez, Blasco, Guardiola, 1986, 98-99; Abascal, 1989, 90). 292 Alberola, Abascal, 1998, 115-121.

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Levante. Conclusiones enclaves situados en las sierras de La Pila, el Carche, la Magdalena y Crevillente, muestran signos de una fuerte continuidad y consolidación del fenómeno monetario.

núcleos situados en el entorno de la ciudad de Carthago Nova y las vías que desde la misma partían hacia diversos puntos de la península (hacia Castulo, Complutum e IliciSaetabis). En cambio, se observa una continuidad destacable de los núcleos menos vinculados a este centro urbano, situados en las estribaciones de la Sierra del Segura, en el entorno de la antigua Begastri (Cehegín) y Asso (La Encarnación, Caravaca de la Cruz), de Sierra Espuña, y de la sierra de la Magdalena, cerca de la actual Jumilla, no estando vinculada su evolución a la propia de los núcleos urbanos costeros.

Situando estas observaciones en un proceso evolutivo, ha sido en la Región de Murcia donde mejor hemos podido obtener una secuencia de la evolución de su monetario bastante completa, comprobando como, en zonas que desde época ibérica poseían un importante poblamiento, como las comarcas del Noroeste y del Noreste, no habían sido constatados, hasta este momento, hallazgos numismáticos de interés. En el área valenciana, y en conexión con el Noreste murciano, los hallazgos de Hondón de los Frailes y Pinoso muestran igualmente esta tendencia. Ante este hecho, el inicio de la dispersión de moneda hacia las zonas rurales e interiores del Levante peninsular, creemos posible establecer que la economía de carácter monetario que parecía haberse generalizado en Hispania a partir de la conquista romana, haya tenido realmente una escasa repercusión en estos núcleos rurales con anterioridad a este periodo, pese a la fundación de numerosos establecimientos agropecuarios desde los primeros momentos del dominio romano. Quizás estos enclaves, menos vinculados a los centros urbanos por su emplazamiento geográfico, más montañoso y alejado de las principales vías, haya mantenido una economía de tipo más autárquico,293 con pagos en especie fundamentalmente, y que se irá incorporando progresivamente al sistema monetario a partir de estos momentos.

○ La moneda, los tesorillos y las “invasiones” La constatación de este mismo fenómeno, el desplazamiento de la población hacia el interior, en los núcleos situados en el tramo de la vía que discurre entre Intibili-Saguntum,294 al igual que la aparición de numerosos tesorillos y ocultaciones, especialmente en el entorno de la vía Augusta, proporciona diferentes puntos sobre los que reflexionar. P.P. Ripollès, al analizar los tesorillos aparecidos en torno al tramo Intibili-Saguntum a lo largo del siglo III d.C.,295 junto con aquéllos que igualmente encontramos en diferentes puntos del mismo eje viario,296 los ponía en relación con un clima de inseguridad e inestabilidad 297 que provocaría un desplazamiento de la población a lugares de más difícil accesibilidad y, por lo tanto, más protegidos. Ante esta situación, es de suponer que la cantidad de moneda aparecida en torno a las vías se viera reducida, de acuerdo con una supuesta disminución de tránsito a lo largo de las mismas, a la vez que la masa monetaria se desplazaría, junto a sus portadores, a núcleos más inaccesibles y protegidos.

Este movimiento de numerario aparece acompañado de un progresivo desplazamiento de la población hacia estos lugares no urbanizados y más alejados de los centros económicos altoimperiales levantinos. En la Región de Murcia es constatado un progresivo abandono de los

Atendiendo a los datos que la arqueología nos ofrece, y haciéndonos eco de la opinión de J. Hiernard,298 por la que no ha de relacionarse sistemáticamente un tesorillo con una invasión o una guerra, no podemos únicamente alegar este hecho como única motivación que provocara un desplazamiento de población, paralelo al observado para la moneda. Según el testimonio que la Historia Augusta nos ofrece, la práctica del atesoramiento parece

293

Walker, al realizar el estudio y análisis de las monedas aparecidas en Bath (Gran Bretaña), ya nos recordaba que "the great proportion of aes would have been concentrated in the hands of a comparatively small part of the populations, soldiers, townspeople, traders and their families, and that furthermore a great many coins would at any one time have been tied up in treasuries of every kind (…) it can only be the case that a large part of the population must have been hardly familiar, or entirely unfamiliar, with bronze coins", deduciendo que, para el caso de Inglaterra, una gran parte de la población rural no usaba generalmente la moneda en el periodo anterior al 260 d.C. (Walker, 1988, 304 y 305). Similar explicación es esgrimida por A. Alberola y J.M. Abascal ante la sorprendente escasez de numerario en algunos enclaves del valle del Vinalopó: "La única explicación posible hay que buscarla en el elevado volumen de los intercambios no monetarios, condiciones que favorecen menos su pérdida, una realidad que hay que aceptar hasta fechas muy tardías y extendida por toda la comarca" (Alberola, Abascal, 1998, 118). De igual manera, P.P. Ripollès destaca la concentración de los hallazgos de moneda altoimperial en el litoral valenciano, con escasos ejemplares en zonas interiores y sólo en núcleos muy poblados, ya que la localización de los hallazgos ha de ponerse en relación con núcleos romanizados que se articulan en torno a la vía Augusta (Ripollès, 1980a, 159), aunque vemos como en estos años comienzan a ampliarse el marco de dispersión de la moneda, no limitado ya al entorno más próximo de Valentia, Ilici, y Saguntum. C. Martínez López y F. A. Muñoz aluden al mismo hecho para explicar la baja presencia de monedas en la comarca de los Vélez (Almería): "la pervivencia del trueque, de los intercambios directos entre productores, e incluso de aquéllos en que el valor de la unidad monetaria es utilizado para la contabilidad sin que necesariamente sea utilizado como medio de cambio, podría ayudarnos a comprender la baja presencia de monedas” (Martínez López, Muñoz, 1999, 265).

294

Ripollès, 1999, 265. Entre ellos, Ripollès enumera los tesoros hallados en la provincia de Castellón, concretamente los de L’Horta Seca (Vall d’Uxó), el conjunto numismático hallado en el solar Romeu (Sagunto), el conjunto de Benicató (Nules), El Madrigal (Villarreal), Les Alqueries (Villarreal), Mas d’Aragó (Cervera del Maestrat), Almenara (Almenara) y Torre de Doña Blanca (Torreblanca), algunos de ellos ya comentados por contener monedas emitidas en el siglo II (Ripollès, 1999, 266). 296 Ya han sido señalados y comentados ampliamente los restantes depósitos monetales hallados en territorio valenciano, por lo que me limitaré a su enumeración: la D’Eula (Crevillente), el Poblado de la Absorción (Villena), dos conjuntos hallados en el casco urbano de Valencia, uno de ellos en la calle Roc Chabás, El Mirador (DeniaJávea), y los correspondientes al área catalana de Reus, Tarraco, Els Munts (Altafulla), El Masnou (Barcelona), Torre Llauder (Mataró) y Vilauba (Camós). 297 Corroborado por los niveles de destrucción de la domus A del solar Romeu (Sagunto), los de la villa de Benicató (Nules), o el nivel de incendio documentad en la calle Roch Chabás de Valencia, todos ellos comentados. 298 Hiernard, 1978, 311-312. 295

69

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA ser un hecho muy usual entre las costumbres de las gentes, ya que se hizo necesario legislar sobre el mismo.299 Además el debate acerca de las verdaderas consecuencias de las incursiones “bárbaras” del siglo III d.C. en la Península Ibérica está actualmente bastante desarrollado, desmitificando la dureza de las mismas y negando su determinante importancia en el proceso de “ruralización” de la Hispania del siglo III d.C., que nos ayuda a entender las diferentes causas que motivaron este movimiento.

Atendiendo a esta segunda opción, y teniendo en cuenta la cotidianeidad con la que se supone que contaba la práctica del atesoramiento, podemos únicamente argumentar que el incremento en la llegada de moneda que se produce a partir del gobierno de Gordiano III y, especialmente, Galieno y Claudio II, pudo provocar que, porcentualmente, se produjera un mayor atesoramiento, al llegar a más población, lo que hace que resulte más usual su hallazgo.

La no constatación de estratos de destrucción en la mayoría de los enclaves costeros, que se suponen afectados por estos actos de saqueo, y la escasa movilidad y abandono de los centros rurales del entorno de sus territoria, que perviven durante el siglo III y el Bajo Imperio, nos muestra la continuidad sin interrupción de la vida en la mayoría de estos centros, aunque quizás con una disminución de la densidad de población.

○ La evolución de los precios y los cambios en los valores Otro de los puntos tradicionalmente mantenidos gira en torno a la notable inflación documentada a partir de los severos. Mediante el conocimiento de la evolución que sufren los valores monetales, podremos determinar en qué medida afectó al levante peninsular, y a la economía cotidiana, este fenómeno. Para este análisis, venimos utilizando dos variantes: aquellos valores que llegan a la Península Ibérica emitidos en el siglo II d.C., y aquéllos que aparecen registrados en los contextos arqueológicos de esa época, y que, por tanto, se encontraban en uso hasta su pérdida o rechazo.

Igualmente, esta argumentación, en base a las invasiones, no parece ser completamente satisfactoria para explicar el desplazamiento de las gentes hacia el interior, y la mayor presencia monetal que allí se atestigua. Este proceso pudo ser iniciado en momentos anteriores a la llegada de los grupos francos y alamanes, ya que a mediados del siglo II d.C. ya se intuía este cambio en la dispersión de las poblaciones rurales, a la vez que se producía una reducción del perímetro urbano de las ciudades, y una menor actividad en las mismas. A su vez, como decíamos anteriormente, la colonización de áreas interiores no significaba el abandono de los enclaves costeros, que mantenían su continuidad, como muestra el caso catalán. Recientes estudios parecen hacer hincapié en un cambio en el sistema de explotación a partir del siglo II y III, que provocará una progresiva pérdida de protagonismo de las ciudades como centros poblacionales, aunque pudieron conservar su protagonismo como centros administrativos.

La tendencia general que se desprende de la observación de los valores propios de la moneda acuñada durante el siglo II, es la progresiva sustitución del as por el sestercio, acompañada de una paulatina desaparición de los divisores, que dejarán de ser acuñados bajo Antonino Pío.300 La mayor presencia de sestercios entre los valores que arribaban a la península es especialmente destacable a partir de Antonino Pío y Marco Aurelio, cuando llegan a igualar, en representación, a los ases, que hasta el momento habían constituido el grueso de los valores en circulación.

La reorientación de las relaciones comerciales romanas y el cambio de mentalidad entre las élites hispanas, provocará un mayor interés en el desarrollo de la economía rural como fuente de inversión, tendiendo hacia una progresiva extensión de las propiedades rurales hacia lugares que anteriormente no habían sufrido este proceso de explotación, creándose un sistema de latifundios y explotaciones agropecuarias que revitalizaría la vida rural. Estas nuevas motivaciones económicas, y el desplazamiento de la población hacia este horizonte económico, provocarán un movimiento paralelo de la moneda que estas gentes portaban consigo. Este movimiento, conllevará la monetización de núcleos que anteriormente no habían necesitado de este tipo de economía monetal para la subsistencia, pero que ahora deberán amoldarse a este nuevo sistema de mercado.

Pero el contexto arqueológico desprende otros datos, no menos interesantes, y que nos permiten complementar y matizar la impresión que el anterior análisis ofrece. Se puede observar cómo la presencia de ases, e incluso divisores, en contextos del siglo II es todavía bastante notoria, siendo, en cambio, escaso el número de sestercios perdidos entre estos estratos. La existencia de divisores en el registro arqueológico, muestra la pervivencia de su uso en un periodo de tiempo mayor al esperado. Si bien Antonino Pío decide cesar las emisiones de estas monedas, imaginamos que por resultar ya innecesarias en los intercambios, éstas siguen en uso durante cierto tiempo, por lo que su importancia es todavía relativa. A mitad del siglo II desaparecen de los circuitos de aprovisionamiento, y poco a poco ven reducida también su representación en los contextos arqueológicos, quedando patente el progresivo desuso de los mismos en la economía de la segunda mitad de siglo.

299

Respecto al as, es el valor más frecuentemente representado en el registro arqueológico. Si bien esta denominación disminuye en número entre la moneda

Hist. Aug. Hadr. 18.6: "Respecto a los tesoros, dispuso que si alguien se los había encontrado en sus propias fincas, se hiciera dueño de ellos; si los había encontrado en terreno ajeno, diera la mitad a su dueño; y si los había encontrado en unas fincas de dominio público, los repartiera a medias con el fisco".

300

70

Mattingly, 1936, xiv y 1940, xiv.

Levante. Conclusiones abastecida por Roma, vemos como en el registro se mantiene de manera predominante, mediante el uso de ejemplares acuñados con anterioridad. El as se mantendrá durante el siglo III d.C. en la estratigrafía en número similar al sestercio, que ahora sí aparece masivamente representado. Ya sea moneda desechada, o moneda pérdida, queda patente su vigencia.

emisiones de Galieno y Claudio II. Será en estos momentos cuando la moneda del siglo II d.C. sea predominante en el registro arqueológico, representando un 38% del total. La moneda con más de un siglo de antigüedad constituye el 30%, entre las que se incluye el numerario flavio, julio-claudio y las emisiones preagusteas, que comienzan a ser menos numerosas.

Poco conocemos acerca de la importancia del áureo y denario en la circulación del momento, debido al escaso número en el que aparecen representados, y siempre descontextualizados. ○ La importancia en la circulación de las emisiones antiguas

Gráfico 35: Composición de los estratos de los siglos II y III d.C. en el Levante peninsular.

Continuando con el análisis de los contextos arqueológicos, es destacable la larga vigencia de los ejemplares en circulación, y la escasa renovación de los mismos. Como advertíamos, sea moneda perdida o moneda desechada, es frecuente encontrar ejemplares con más de un siglo de antigüedad en los estratos datados en este siglo II, lo que demuestra, siguiendo un mismo razonamiento, la validez de su uso, al menos hasta el momento de pérdida.

Se puede concluir que, de manera generalizada, más del 60% de los hallazgos de excavación son “monedas residuales”, de las que la mayor parte suelen ser ejemplares acuñados en la centuria inmediatamente anterior a la formación de los estratos. Por ejemplo, durante el primer siglo del Imperio algunos ejemplares púnicos, la moneda romano-republicana, la hispánica y la propiamente imperial, circulan conjuntamente sin ninguna diferenciación. Pero, a partir del siglo II d.C., se produce una paulatina desaparición de moneda romanorepublicana y julio-claudia, viendo notablemente disminuida su presencia en el registro arqueológico durante el siglo III d.C., cuando es mayoritaria la presencia de emisiones antoninas.

Las diversas excavaciones realizadas en los últimos años en el Levante Peninsular, nos han ofrecido numerosos datos acerca de este punto, pudiendo aproximarnos al conocimiento de la moneda que se hallaba en circulación en este siglo II junto a las recientes acuñaciones procedentes de la ceca de Roma. Destaca la larga perduración de los ejemplares en los circuitos comerciales, mantenidos sin problema aparente hasta que alcanzaban un desgaste absoluto, tras dos o tres siglos,301 pese a la renovación de numerario constante que se supone en estos centros por los intensos flujos comerciales que sus puertos mantenían.

Atendiendo al contenido de los tesorillos, se percibe como en aquéllos que han sido atesorados a partir del 260 d.C. apenas es registrada moneda altoimperial. Será entonces cuando adquirirá un protagonismo absoluto el antoniniano, que había sido introducido progresivamente con anterioridad. Además, la adopción de un nuevo sistema monetal, introducido por Diocleciano a finales del siglo III, conllevaría posiblemente una progresiva retirada de los ejemplares altoimperiales, por lo que su gran disminución en el registro arqueológico a partir de entonces podría quedar así explicada.

A tenor de los datos registrados, podemos apreciar como el grueso de la circulación del siglo II d.C. lo compone la moneda acuñada en la centuria anterior, y la moneda con más de un siglo de antigüedad, las emisiones ibéricas y republicanas, que todavía conforman una parte importantísima del numerario. La moneda contemporánea a la formación del estrato tan sólo constituye un 33% del total, frente al 39% de monedas acuñadas durante el siglo I d.C. y el 25% correspondiente a los ejemplares preaugusteos.

Aún así, encontramos todavía algunos ejemplares altoimperiales (e incluso anteriores) en contextos arqueológicos tardíos. Si bien son escasos los hallazgos en estos contextos, se trataría de moneda que realmente no conformaría una característica esencial de la circulación del momento, siendo altamente minoritaria.302

Los contextos del siglo III aportan un panorama muy similar. La moneda propia del siglo III d.C. representa tan sólo un 30% del total hallado, pese a incluir las frecuentes

301

Acerca de este fenómeno, el mantenimiento en circulación con carácter residual de monedas antiguas, ya nos puso sobre aviso J.M. Abascal (Abascal, 1994, 143-158).

302

71

Howgego, 1985, 67-68; Lechuga, 2000, 334.

CAPÍTULO 2 EL VALLE DEL EBRO

Los límites establecidos para definir esta área son bastante claros, ya que nos ceñimos principalmente a la Depresión del Ebro. Por lo tanto, analizaremos en este punto el territorio que se extiende desde los Pirineos al Norte, los Montes Vascos al Noroeste, el Sistema Ibérico al sur y la Cadena Costero Catalana al este, que es atravesada por el Ebro a través del Paso del Asno (Pas de L’Ase), y que constituye su única salida al mar. Se delimita pues una zona de forma triangular que es regada por el río Ebro y sus afluentes. Quedan incluidas dentro de este territorio las actuales provincias de Lérida, Huesca, Zaragoza, Teruel, y La Rioja, la parte de Navarra y Álava que se extiende al sur de los Montes Vascos, los territorios tarraconenses al oeste de la Sierra del Montsant, y los enclaves sorianos y burgaleses situados al noreste de las serranías ibéricas de Cebollera, Picos de Urbión, la Demanda y Montes de Oca.

Pero esta aridez de sus suelos fue paliada en gran medida con la construcción de sistemas de irrigación, que sabemos con seguridad que se desarrollaron entre Calagurris (Calahorra) y Caesaraugusta (Zaragoza) aprovechando el agua del Ebro, y a lo largo de los caudales del Huerva, Jiloca y Aguasvivas, entre otros.304 Además de por las estructuras de carácter hidráulico detectadas, la presencia de sistemas de regadío en el valle del Ebro queda confirmada tras la aparición de la denominada Lex riui Hiberiensis, reglamentación de riegos de época de Adriano escrita sobre bronce y que fue hallada en 1993.305 Igualmente, el testimonio de Marcial sobre la existencia de cultivos irrigados en Bilbilis (Calatayud, Zaragoza) es una muestra más de ello.306 Aún así, todavía quedan espacios donde la escasez hídrica es destacable, existiendo zonas de paisajes de carácter desértico o estepario como son Los Monegros, Las Bárdenas Reales, y parte de la llanura de las Cinco Villas.

Pese a que, a primera vista, pueda considerarse ésta como un área de gran interés agrícola, debido al importante caudal de agua del Ebro y sus afluentes, y su determinante importancia como vía de comunicación, el medio natural que lo constituye no parece, en principio, ser el idóneo para el óptimo establecimiento y actividad del hombre. Pero la técnica ayudará a solventar estos condicionantes, y pronto encontraremos en el Valle del Ebro la prosperidad aludida por Marcial303.

La producción agrícola de este territorio estará constituida principalmente por el cultivo de cereales, complementado con la vid, y el olivo. La actividad ganadera, que parece constatarse en el entorno pirenaico e ibérico,307 resultará igualmente decisiva en la economía del Valle del Ebro, especialmente en las áreas más montañosas. Junto a éstas, la hortofruticultura también contó con una notable expansión gracias a los sistemas de irrigación comentados, especialmente en la cuenca del Jalón.

En general, las áreas montañosas resultan frías y sin espacios suficientes para desarrollar la agricultura, y la aridez del área central de la depresión dificulta la ocupación continua del suelo. En las comarcas pirenaicas, sólo el valle del río Aragón presenta unos excelentes recursos para el desarrollo de la agricultura, además de constituir un adecuado paso hacia las sierras interiores del Pirineo. Las sierras ibéricas presentan igualmente unos condicionantes no demasiado aptos para el desarrollo de la agricultura, lo que hace que su economía sea eminentemente ganadera. Los somontanos, tanto el Pirenaico, entre los ríos Gállego y Cinca, como el Ibérico, se muestran más aptos para el cultivo, principalmente de secano, contando con una pluviosidad mayor que la propia de la Depresión Central. La fertilidad del suelo queda pues prácticamente relegada a la ribera del Ebro y sus afluentes, especialmente conforme más nos aproximamos a la comarca del Bajo Aragón.

A estas actividades habrá que unir su importancia estratégica, al constituirse como corredor que une el Mediterráneo y la vertiente Cantábrica, que hace que adquiera un grandísimo interés para el desarrollo del comercio y las comunicaciones, siendo paso obligado para la comunicación entre los puertos levantinos y el norte peninsular. Esta área tuvo especial relevancia en el desarrollo de la conquista de Hispania por parte de Roma, ya que sirvió como lugar de acantonamiento del ejército durante las Guerras Celtibéricas (154-133 a.C.). Será a partir de este momento, pese a la temprana incorporación de estas tierras al conjunto de territorios bajo el control de Roma tras las campañas de Catón (195 a.C.), cuando los núcleos del Valle del Ebro comiencen a acuñar moneda, que proveerá especialmente a los campamentos de la zona de la Meseta.

303

Mart., Epigr: XII 31: “Este bosque, estas fuentes, esta sombra entretejida de la erguida/ parra, el manar del agua de esta acequia de riego,/ y los prados y la rosaleda que no desmerecerán a la bífera Pesto, y las hortalizas que verdean en el mes de Jano y no se hielan”, refiriéndose a la finca que le regaló a Marcela, natural de Bilbilis (sobre Marcela, Mart., Epigr: XII 21).

304

Beltrán Lloris (F.), 2005, 138. Beltrán Lloris (F), 2005, 130; 2006, 147 y 149. Cf. n. 303. 307 Blázquez, 1964, 90 y 95. 305 306

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 32: Mapa geográfico del Valle del Ebro.

Aún configurándose como una de las principales vías de comunicación de la Hispania romana, y pese al temprano inicio de sus acuñaciones, los hallazgos de moneda han sido bastante escasos. Ni siquiera podemos contar con una información destacable de la evolución de la circulación monetaria de los grandes centros urbanos de época romana enclavados en la Depresión del Ebro, cuyo número de hallazgos oscila entre los escasos dos ejemplares documentados en la antigua Osca (Huesca) y los veintiséis ejemplares de Pompaelo (Pamplona, Navarra). La antigua Caesaraugusta (Zaragoza) escasamente ha proporcionado un total de siete, escasez llamativa si tenemos en cuenta la importancia que hubo de poseer este centro como nudo de comunicaciones, y la extracción social de la población que mayoritariamente integraba la ciudad, al haber sido fundada en torno al 2712 a.C. con veteranos de las legiones IIII Macedonica, VI Victrix y X Gemina, participantes en el frente astur, una vez que acabaron las Guerras Cántabras.308

Pera ofrece para la antigua Iesso (Guissona, Lérida), aquéllos aportados por A. Domínguez para la ciudad de Zaragoza, y los resultados que J.J. Cepeda extrae del análisis numismático del País Vasco en la Antigüedad.309 Todos ellos son trabajos parciales que no pueden responder a todas las cuestiones que planteamos, pero que ilustrarán en cierta medida algunos de los aspectos que pretendemos analizar. Introducción. El siglo I d.C. Si bien no contamos con numerosos datos con los que ilustrar las características de la circulación monetaria durante la etapa julio-claudia y flavia en la Depresión del Ebro, podemos esbozar ligeramente un estado de la cuestión acerca de la temática señalada a partir de la información parcial proporcionada por determinados enclaves, y conocer así los momentos previos a la recepción del numerario de Nerva, Trajano, Adriano y los dinastas antoninos, aunque sea sólo de una manera somera y orientativa.

Además, la escasez de estudios concretos sobre circulación monetaria en cualquiera de los puntos englobados en este estudio, hace que el material con el que contemos sea bastante pobre y parcial, al no ofrecernos tampoco un adecuado contexto en el que situar los datos procedentes de la segunda centuria. El mismo problema encontramos a la hora de reconstruir el panorama numismático de los siglos I y III, en el intento de crear un adecuado contexto en el que se pudiera reflejar la evolución de la moneda del siglo II d.C. Principalmente, contamos al respecto con los datos que J.

En cuanto a la primera cuestión a abordar, la relativa al aprovisionamiento monetal, poseemos información concreta de Bilbilis (Calatayud, Zaragoza) e Iesso (Guissona, Lérida), y una aproximación a los hallazgos producidos en la ciudad de Caesaraugusta (Zaragoza).

309 308

Pera, 2001, 53-61; Domínguez Arranz, 2006, 195-212; Cepeda, 1990.

Roldán Hervás, 1974, 195; Beltrán Martínez, 1976, 228-229.

74

Valle del Ebro

Gráfico 36: Valores monetales documentados en el actual País Vasco durante el siglo I d.C. (Cepeda, 1990, 162).

Gráfico 37: Valores monetales documentados en Caesaraugusta (Zaragoza) durante el siglo I d.C. (Domínguez, 2006, 195-211).

Gráfico 38: Valores monetales hallados en contextos datados en el siglo I d.C. en la ciudad romana de Iesso (Guissona, Lérida) (Pera, 2001, 61).

Respecto a la primera de ellas, A. Domínguez y M.P. Galindo310 recogen un total de cuarenta y dos ejemplares para el periodo comprendido entre Augusto y Claudio I, iniciándose tras el total cierre de los talleres locales un periodo de gran carestía a lo largo del que tan solo se conoce un ejemplar de Vitelio y uno de Domiciano. Estos bajísimos índices registrados tras el gobierno de Claudio no se verán incrementados tras la incorporación de las emisiones del siglo II d.C. a la ciudad, ya que tan sólo han sido documentados cuatro ejemplares para todo el periodo. Una misma evolución parece ser observada en la ciudad de Caesaraugusta (Zaragoza), a partir del material recopilado por A. Domínguez.311 Pese a la parcialidad de los datos, ya que la información conocida respecto a los ejemplares es escueta, se contabilizan, al menos, un total de treinta ejemplares para el periodo comprendido entre el gobierno de Augusto y Claudio I, siendo especialmente representativas las emisiones de Augusto y Tiberio, con dieciséis y nueve ejemplares respectivamente, que señalan un aprovisionamiento mínimo de 0,39 m/a. A partir de Calígula comienza a observarse una progresiva tendencia descendente, limitándose la representación de las emisiones flavias a un as de Domiciano. Por el contrario, la ciudad de Iesso (Guissona, Lérida) parece mostrar un aprovisionamiento bastante equilibrado desde principios del siglo I d.C. hasta finales del siglo II.312

un total de cuarenta y ocho ejemplares para la época comprendida entre Octavio y Calígula, que representa un índice de 0,70 m/a, y veintiséis para el periodo ClaudioVitelio (0,92 m/a). Esta tendencia ascendente se confirma en el siglo II según los datos proporcionados por J.J. Cepeda para el área vasca, ya que obtenemos un total de ciento siete ejemplares, que representa 1,11 m/a. Respecto a la dispersión de los ejemplares julio-claudios y flavios, únicamente podemos remitirnos al último trabajo señalado, destacando su notable distribución en el entorno más próximo a las vías de comunicación, especialmente en el tramo que une Pompaelo (Pamplona, Navarra) con Tritium (Alto de Rodilla, Burgos),314 no señalando la existencia de ningún ejemplar fuera del ámbito de las mismas. En cuanto a los valores, considerando similar problemática a la aducida en el caso del aprovisionamiento monetal, J.J. Cepeda muestra el dominio indiscutible del as frente a los restantes valores monetales durante el siglo I d.C., con un 85%, siendo la representación de dupondios y sestercios realmente escasa, con un 1% y 4% respectivamente.315 Junto a éstos, los semises representan un 4% del material analizado. Los denarios y áureos representan tan sólo un 3% cada uno (cf. Gráfico 36). Igual de contundente se muestra la representación obtenida en la ciudad de Caesaraugusta (Zaragoza), donde los múltiplos del as contabilizados se ciñen a tres sestercios y dos dupondios, que representan el 13% y el 8% respectivamente. Los ases se muestran como valor predominante durante todo el periodo, constituyendo el 58% del total de ejemplares de los que conocemos su valor. Junto a éstos, los divisores poseen una representación todavía importante, ya que semises y cuadrantes suman un 13% (cf. Gráfico 37)

J.J. Cepeda nos ofrece algún dato más acerca del aprovisionamiento, pero éste se engloba en un estudio realizado para el conjunto del País Vasco, incluyendo parte de la actual Navarra, siendo imposible extraer los datos referidos exclusivamente a la zona alavesa, incluida en el Valle del Ebro, para su posterior comparación con nuestras particulares observaciones. Aún así, comentaremos brevemente los datos que J.J. Cepeda ofrece, a modo meramente indicativo.313 Se contabilizan 310

Domínguez, Galindo, 1984, 98. Domínguez Arranz, 2006, 195-211. Pera, 2001, 55. 313 Cepeda, 1990, 159. 311 312

314 315

75

Cepeda, 1990, 163. Cepeda, 1990, 162.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Respecto al análisis de los valores que usualmente encontramos en los estratos datados en el siglo I d.C., tan sólo poseemos al respecto los datos proporcionados por las excavaciones arqueológicas realizadas en la antigua Iesso (Guissona, Lérida). En dichos contextos, encontramos una predominancia absoluta del as, con una representación de un 77%, y una destacable presencia de los divisores de bronce, sumando entre cuadrantes y semises un 18% del total (cf. Gráfico 38).

destacar el alto número de piezas procedentes del yacimiento de Arcobriga (Monreal de Ariza, Zaragoza), donde se contabilizan un total de treinta y nueve ejemplares, y de Vareia (Varea, La Rioja), con treinta y siete. De la misma manera, los hallazgos quedan repartidos de manera desigual entre las diferentes áreas administrativas englobadas en el presente capítulo, siendo comparativamente la zona alavesa y Navarra donde mayor número ha sido documentado, debido especialmente a la existencia de trabajos previos al respecto.

En lo que respecta al análisis de la composición monetaria de los estratos datados en este siglo I d.C., y a la perduración de la moneda julio-claudia y flavia, nos debemos ceñir de nuevo a la información proporcionada por los trabajos arqueológicos realizados en la ciudad de Iesso (Guissona, Lérida).316 Entre la moneda hallada en estos contextos destaca la importancia que los ejemplares ibéricos poseen entre la moneda circulante, representando un 70% del total de los ejemplares hallados. La moneda contemporánea a la formación del estrato representa un limitado 26%. Ilustrativo es el caso de la Unidad Estratigráfica 124, datada según el material cerámico en la segunda mitad del siglo I d.C. En este estrato han sido hallados un total de doce ejemplares, perteneciendo once de los mismos a emisiones ibéricas y sólo uno de ellos a una emisión altoimperial, acuñado en época de Augusto en la ceca de Lugdunum. Vemos por tanto la importancia de las emisiones anteriores a Augusto en la composición del circulante. Todavía son constatados ejemplares ibéricos en estratos de cronología muy posterior, habiendo sido documentados, aunque cada vez con menor frecuencia, en contextos de los siglos II y III.

Aprovisionamiento En general se puede observar una evolución bastante lineal en el aprovisionamiento monetario, sin grandes altibajos dentro de la tendencia regresiva que se plantea para este periodo. Desde época de Nerva, cuando se constata un alto nivel de aprovisionamiento, en torno a 6 m/a, observamos como el numerario desciende lentamente hasta alcanzar un índice cercano a 2 m/a bajo el gobierno de Cómodo. Tras el gobierno de Antonino Pío, con una llegada de 2,43 m/a, la introducción de moneda por parte de Roma se verá ligeramente incrementada alcanzando un índice de 2,58 m/a durante el gobierno de Marco Aurelio, para luego volver a descender a 2 m/a en época de Cómodo (cf. Gráfico 39). Pero dentro de la tendencia general descrita para el conjunto de la Depresión del Ebro, podemos observar ligeros cambios en los niveles de aprovisionamiento entre las zonas más cercanas al levante hispano y aquéllas que se sitúan muy próximas a la vertiente cantábrica. En las primeras sí es apreciable esta tendencia a la disminución progresiva de numerario, muy atenuada hasta la llegada de las emisiones de Marco Aurelio, y quedando reducidos los índices de aprovisionamiento a la mínima expresión bajo el gobierno de Cómodo (cf. Gráfico 40).

Tabla 32: Monedas halladas en contextos del siglo I d.C. en Iesso (Guissona, Lérida).

Ebro proceden de la bibliografía siguiente: A.A.V.V. (Teruel), 1980; A.A.V.V., (Huesca), 1983; Alfaro, 1985, 137-149; Alfaro, 1988, 59-79; Andrés, Tirado, 1991, 7-64; Bona, Hernández, García, Núñez, Bienes, 1989; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137-176; Cepeda, 1990; Cepeda, 19931994, 101-108; Domínguez, 2006, 195-212; Domínguez, Escudero, Lasa, 1996; Dominguez, Galindo, 1984, 63-103; Elorza, 1974, 183-218; García Merino, Sánchez Simón, 2001, 99-111; Genera, Campo, 1980, 203-209; Gómez Santa Cruz, 1993; Gorges, 1979; Jiménez Martínez, Luezas, Saenz, Iradier, 1985, 759-769; Juste, García, 1992, 177-211; Labeaga, 1987, 7-106; López Sánchez, 1995, 3-13; Magallón, Sillières, 1994, 157-162; Martínez Mira, 2000-2001, 297-307; Mateu y Llopis, 1945-1946, 233-276; Mateu y Llopis, 1951, 203-255; Mateu y Llopis, 1953b, 273-302; Mateu y Llopis, 1955, 119-146; Mateu y Llopis, 1956, 281-289; Mateu y Llopis, 1967, 45-74; Mateu y Llopis, 1977, 65-88; Medrano, 1986, 161-171; Mezquiriz, Labé, Ramos, Sánchez, Sanz, 1993-1994, 55-100; Navascues de Palacio, 1958a, 193; Navascues de Palacio, 1958b, 33-34; Paz, 1986-1987, 333-335; Pera, 2001, 53-63; Peréx, Unzu, 1997-1998, 75-155; Saenz de Buruaga, Saenz de Urturi, 1974, 239-271; Sagredo, 1987, 531-557; Sainz Varona, 1986, 37-57; San Vicente, 1991-1992, 231-269; TIR, K-30 (Madrid. 1993); Tudanca, López, 2000, 42-54; Turiel, 1993, 15-64; Turiel, 1994, 15-27; Vidal, Casa, 1985, 78-95; Vidal González, 1989, 343-361.

Tabla 33: Monedas halladas en la U.E. 124 de las excavaciones realizadas en Iesso (Guissona, Lérida), estando datado el estrato en la segunda mitad del siglo I d.C.

El siglo II d.C. Para el conjunto del Valle del Ebro contamos con un total de doscientos noventa y tres ejemplares, que representa un índice de aprovisionamiento de 3,05 m/a. Los hallazgos documentados en este territorio proceden principalmente de noticias aisladas relativas a hallazgos superficiales.317 Dentro de esta cantidad, es importante 316 317

Pera, 2001, 59. Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio del Valle del

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Valle del Ebro

Gráfico 39: Aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en la Depresión del Ebro, según el índice moneda/año.

º Gráfico 40: Número de hallazgos y aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en la mitad suroriental del Valle del Ebro (englobando las actuales provincias de Lérida, parte de Tarragona, Aragón, y parte de Burgos y Soria).

Gráfico 41: Número de hallazgos y aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en el yacimiento de Arcobriga (Monreal de Ariza, Zaragoza).

Gráfico 42: Número de hallazgos y aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en la mitad occidental del Valle del Ebro, (Navarra, La Rioja, Álava).

Gráfico 43: Número de hallazgos y aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en el yacimiento de Varea (Logroño, La Rioja).

Un ejemplo que ilustra este comportamiento es el yacimiento de Arcobriga, ciudad situada en el Cerro Villar en Monreal de Ariza (Zaragoza), en la vía que une Caesaraugusta (Zaragoza) con Complutum (Alcalá de Henares, Madrid). En dicho yacimiento parece documentarse una ocupación desde el siglo I a.C. hasta el III d.C.,318 evolución que quizás pueda explicar esa tendencia involutiva de la moneda (cf. Gráfico 41).

entre los documentados. En el municipio de La Sotonera se observa un punto álgido en el aprovisionamiento tras las llegadas de las emisiones de Antonino Pío, que será mantenido bajo Marco Aurelio, y descenderá en gran medida bajo Cómodo.

Dentro de esta área nos interesa desgajar el yacimiento de la Font de N’Horta (Torre del Espanyol, Tarragona) y las localidades de Bolea y Puibolea (La Sotonera, Huesca), enclaves de carácter rural, algo alejados de los principales núcleos urbanos de la zona del Ebro, cuya representación numismática permite algún comentario. En ambos casos, la tendencia observada difiere de la general analizada. En la Font de N’Horta, se registra un máximo aprovisionamiento durante el gobierno de Marco Aurelio, habiéndose iniciado una tendencia ascendente en la llegada de moneda desde época de Adriano. Cómodo representa una total inflexión en el ritmo adquirido tras Marco Aurelio, ya que no es constatado ningún ejemplar 318

Tabla 34: Hallazgos e índice de aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en La Sotonera y la Font de N’Horta.

Sin duda, el carácter de los hallazgos recopilados en esta área hace bascular la gráfica realizada hacia la tendencia contraria, ya que proceden de manera mayoritaria de núcleos de carácter urbano, con una evolución más o menos paralela a la observada en Arcobriga, como es el caso de la antigua Ilerda y las localidades de su entorno.

TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Arcobriga, 51.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA El área interior de la Depresión del Ebro, es decir, las actuales provincias de Navarra, La Rioja y Álava, muestran igualmente una tendencia regresiva pero que no llega a los bajísimos niveles de aprovisionamiento de los últimos años del siglo II, manteniéndose, e incluso incrementándose ligeramente, el aprovisionamiento de moneda bajo el gobierno de Cómodo. Un ejemplo de este comportamiento lo podemos ver en Vareia (Varea, La Rioja). El mantenimiento, que incluso parece iniciar una tendencia ascendente a finales del siglo II d.C., puede deberse a la pervivencia de la ocupación de este asentamiento a lo largo de todo el Alto Imperio, perdurando hasta el siglo V d.C. (cf. Gráficos 42- 43).319

El entorno inmediato de la ciudad de Lleida nos aporta también algún indicio. Los hallazgos de Aytona (Lérida), Juneda (Lérida), Alguaire (Lérida), Tamarite (Huesca), Binaced (Zaragoza), Raïmat (Lérida), Fraga (Zaragoza) y, algo más alejado, Lanaja (Huesca) ilustran escuetamente la actividad que la ciudad pudo tener en la Antigüedad, ya que los escasos tres ejemplares hallados en el casco urbano de la antigua Ilerda (Lleida, Lérida) no aportan información suficiente como para conocer la riqueza numismática con la que debió contar dicho centro. Esta concentración de hallazgos coincide con el intenso poblamiento que el territorio comprendido entre el Segre y el Cinca poseía en época romana, debido a la fertilidad de sus tierras.

Pese a que sendas áreas presenten una tendencia a la reducción del numerario desde los primeros años del siglo II d.C., la mitad occidental de la Depresión del Ebro parece asistir a una ligera recuperación con un mejor aporte de moneda en tiempos de Marco Aurelio y Cómodo, aunque sin alcanzar los niveles adrianeos.

En la zona leridana hemos de destacar igualmente los hallazgos de Guissona, con un total de doce ejemplares para el siglo II, Montsó, con un gran bronce de Adriano, y Pont de Suert, en la que se contabilizan un número indeterminado de ejemplares, pero que, como mínimo, han de ser seis.320

Dispersión de los hallazgos

Avanzando hacia la antigua Caesaraugusta a través de la vía que enlaza los anteriores núcleos con dicho centro urbano, las ciudades de Labitolosa (La Puebla de Castro, Huesca) y Osca (Huesca) no son menos parcas en hallazgos, habiendo sido recogidos tan sólo dos ejemplares en cada una de ellas. Igualmente, la moneda de una de las Faustinas hallada en Jaca (Huesca) no nos aporta mucha más información que la mera constatación de llegada de moneda al área, aunque más ilustrativos de este fenómeno son los nueve ejemplares hallados en Bolea, junto a los cuatro de El Castillón (Puibolea), unidos por el río Sotón, que vertebra el municipio de La Sotonera (Huesca), donde quedan englobadas dichas localidades, y el ejemplar hallado en El Torreón, en Ortilla (Huesca).

La peculiaridad derivada del análisis de la dispersión de los ejemplares en el área del Ebro viene determinada por el mínimo número que encontramos en los enclaves situados a lo largo del propio cauce del río. La falta de trabajos sistemáticos de recopilación de hallazgos numismáticos y la escasez de publicaciones de carácter arqueológico que los mencionan hacen realmente difícil una labor de la índole que queremos plantear. Igualmente, la existencia de grandes despoblados en su entorno hace que los vacíos de moneda sean aún más destacables. Parece constatarse una baja presencia de asentamientos de época romana en la zona del Somontano Ibérico y las sierras del Sistema Ibérico, e igualmente en las áreas de Los Monegros y Las Bárdenas. Por lo tanto, la presencia de hallazgos monetales ha de resultar ínfima o nula en dichos enclaves.

En la orilla opuesta del Ebro, en la comarca del Bajo Aragón, tan sólo han sido documentados dos ejemplares en Cerro Castiel (Calanda, Teruel), en conexión con el río Guadalope, y cuatro ejemplares localizados en el valle del Jiloca. Uno de ellos ha aparecido en la zona de El Poyo (Calamocha, Teruel) y los restantes en Torrijo del Campo (Teruel), ambos yacimientos situados a los píes de la vía que, atravesando el valle del Jiloca, se dirige hacia Saltigi (Chinchilla, Albacete) desde Caesaraugusta (Zaragoza). Hasta el núcleo de Pozo Cañada (Albacete), no contamos con más ejemplares en esta vía. Similar situación encontramos en el valle del río Jalón y en la vía que unía Caesaraugusta (Zaragoza) y Complutum (Alcalá de Henares, Madrid), que recorre paralelamente su curso. Las ciudades de Bilbilis (Cerro de Bámbola, Calatayud, Zaragoza) y Arcobriga (Cerro Villar, Monreal de Ariza, Zaragoza), situadas en su ribera, son los únicos núcleos que han proporcionado hallazgos en esta área, habiendo

Limitándonos a las áreas donde se ha constatado presencia monetal, y comenzando la descripción por el Este, remontando el Ebro desde prácticamente su desembocadura hasta los Montes Vascos, hemos de destacar, en primer lugar, el yacimiento tarraconense de la Font de N’Horta (La Torre de l’Espanyol, Tarragona), situado en la misma ribera del Ebro. En el fondo de una balsa fueron hallados diversos materiales arqueológicos, entre los que hemos de destacar dieciocho ejemplares del siglo II. La deposición de los materiales en el interior de la balsa a lo largo de un prolongado espacio de tiempo no permite extraer ningún dato cronológico respecto al momento de perdida de los ejemplares, estando rellena de un material bastante heterogéneo, tanto desde el punto de vista funcional como cronológico, ya que podemos enmarcarlos entre los siglos II a.C. y II d.C., habiéndose hallado también un fragmento del s. XVII.

320

319

Simplemente se menciona el hallazgo de bronces de Trajano, Marco Aurelio, Antonino Pío, Adriano, Faustina (Antonino Pío), Cómodo, además de ejemplares de Maximiano, Claudio el Gótico, Gordiano III y Galieno. Estas monedas fueron halladas en el transcurso de unas obras (Mateu y Llopis, 1951, 240).

TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Vareia, Varia, 236.

78

Valle del Ebro

Figura 33: Mapa de dispersión de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C. hallados en la Depresión del Ebro.

aparecido cuatro en el entorno de Calatayud y treinta y nueve en la antigua Arcobriga.

posiblemente por las condiciones geográficas que presenta esta zona pirenaica.322

Remontando algo más el curso del Ebro, los núcleos de Augustobriga (Muro de Ágreda, Soria), Turiaso (Tarazona, Zaragoza), Calagurris (Calahorra, La Rioja) y Vareia (Varea, Logroño, La Rioja), en la margen derecha del Ebro, aportan algún ejemplar más a este listado, contabilizándose ocho, nueve y dos respectivamente.

Respecto al territorio alavés, la presencia de la vía XXXIV del Itinerario Antonino, que une los núcleos de Pompaelo (Pamplona, Navarra) y Tritium (Alto de Rodilla, Monasterio de Rodilla, Burgos), determina la presencia de importantes núcleos ya romanizados, que verán incrementar el número de explotaciones agrícolas destinadas al abastecimiento de un cada vez mayor poblamiento en la zona.323

Más numerosos son los hallazgos relaciones con la vía que desde Caesaraugusta (Zaragoza) se dirige a Pompaelo (Pamplona, Navarra), y de allí a Tritium (Alto de Rodilla, Burgos). En el entorno de la misma aparecen concentrados un número destacable de ejemplares, siempre relacionados con el paso de esta vía, o con los pequeños itinera que unen los diferentes núcleos dispersos por el área. Es pues en la zona navarra y alavesa donde mayor concentración de hallazgos poseemos. La causa que explica la mejor representación de numerario en estas zonas interiores es la existencia de los trabajos que J.C. Elorza y J.J. Cepeda321 realizaran para el área alavesa, y su consecuente labor de búsqueda y documentación. Contribuye también la importancia del valle del río Aragón, que recorre parte del territorio navarro y oscense, por su fertilidad y recursos hídricos y por la importancia como vía de comunicación hacia la actual Jaca y el puerto de Somport. En cambio, en la zona norte de Navarra apenas es constatado poblamiento,

Podemos determinar pues la existencia de diversas áreas que presentan una mayor densidad de hallazgos: el entorno de la ciudad de Lleida, el área navarra del valle del río Aragón y la zona alavesa, determinadas por la intensidad del poblamiento de las mismas, además de por los pormenorizados estudios realizadas en las mismas, como ya hemos señalado. En dichas áreas se observa, además, una evolución diferenciada si atendemos al momento de emisión de la moneda hallada. La moneda de Nerva, aunque escasa, aparece en el entorno de Pompaelo (Pamplona, Navarra), en la zona alavesa y en las ciudades de Vareia (Varea, Logroño, La Rioja) y Arcobriga (Cerro Villar, Monreal de Ariza, Zaragoza), mostrando la rápida llegada del numerario del siglo II d.C. a los enclaves más alejados de la principal arteria de comunicación que los recorre, que 322

321

323

Elorza, 1974, 183-218; Cepeda, 1990.

79

García García, 1995, 256. Cepeda, 1990, 164.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA transcurre paralela al cauce del propio río. Las de Trajano, Adriano y Antonino Pío aparecen dispersas por prácticamente todos los puntos del área descrita donde poseemos testimonio de presencia monetal. Respecto a la moneda de Adriano, hemos de destacar la importancia que adquiere ésta en el entorno de la ciudad de Lleida, donde llega a representar el 45% del numerario hallado. Las emisiones de Marco Aurelio poseen una igualmente correcta difusión, especialmente en los núcleos más septentrionales. En este sentido, es de destacar el entorno del valle del río Aragón, donde el aumento en la representación de emisiones era ya constatado durante el

gobierno de Antonino Pío, así como también puede ser observado en la zona alavesa y la ribera del Ebro riojana, que presentaban un más escaso número de moneda entre los gobiernos de Nerva y Adriano. La moneda de Cómodo seguirá esta misma tendencia, apareciendo especialmente concentrada en la zona alavesa. Frente a esta tendencia, comienza a apreciarse cierta disminución del numerario de este emperador en los enclaves situados en la mitad suroriental de la depresión del Ebro, situación ya observada al analizar los ritmos de aprovisionamiento monetal de la zona.

Figuras 34-39: Mapas de dispersión de los hallazgos de moneda emitida por Nerva (Ne), Trajano (Tr), Adriano (Ad), Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la Depresión del Ebro.

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Valle del Ebro

Gráfico 44: Valores que llegan a la Depresión del Ebro durante el siglo II d.C.

Gráfico 45: Evolución de los valores en bronce que llegan a la Depresión del Ebro durante el siglo II d.C.

Valores en circulación

excepción la encontramos en el yacimiento de Funes (Navarra), donde fue hallado un áureo de Adriano.

De las doscientas ochenta y cuatro monedas que componen el total de los ejemplares hallados en esta área, contamos para el desarrollo de este apartado con un total de doscientos seis ejemplares (cf. Gráfico 44). Las restantes muestras recogidas carecen de una especificidad que nos permita conocer con qué valores contamos exactamente o qué cronología concreta poseen.

Un panorama algo más acorde con lo que hasta ahora veníamos observando en el comportamiento de la moneda del siglo II nos lo muestran los contextos del siglo II documentados en la ciudad de Iesso (Guissona, Lérida), donde sí se observa todavía una mayoritaria presencia de ases. Si bien la muestra es bastante escueta, integrada por ocho ejemplares, podemos observar la todavía presencia de moneda divisional y la aparición de valores de plata en circulación, en este caso contemporáneo a la formación del estrato.324

En relación a las denominaciones de bronce, destaca la importantísima presencia de sestercios, que conforman el 54% de los ejemplares cuyo valor nos es conocido, mientras que el as tan sólo representa un 23%. Los dupondios, por su parte, gozan igualmente de gran protagonismo, ya que constituyen un 17% de los valores constatados. Esta alta representación de los múltiplos frente a los ases es observable en esta área ya desde principios de la segunda centuria. Durante el gobierno de Nerva los ases y sestercios se mantenían todavía en un plano de igualdad, apreciándose una ligera superioridad del as, pero ya a partir de Trajano el sestercio supone un 62% del numerario aparecido, destacando por detrás de éste los dupondios, que representan un 25%. A partir de Adriano hay un incremento en la entrada de ases, superando a los sestercios tras la llegada de las emisiones de Marco Aurelio. Esta tendencia resulta peculiar por lo inusual de la misma, ya que en la mayoría de los casos se observa una preponderancia absoluta del as frente al sestercio hasta prácticamente el gobierno de Marco Aurelio, cuando el sestercio comienza a adquirir un mayor protagonismo (cf. Gráfico 45).

Gráfico 46: Valores en bronce que aparecen en contextos arqueológicos datados en el siglo II d.C. en la Depresión del Ebro.

La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos Como hemos comentado previamente, poseemos escasísimos datos acerca de los contextos arqueológicos de excavación de los ejemplares analizados por lo que el estudio de la perduración de la moneda en esta área se presenta harto complejo. Si bien la mayoría de los ejemplares proceden de recogidas de superficie, en los casos en los que su origen arqueológico podría dar alguna noción acerca de la cronología en la que el ejemplar fue perdido, ésta no es claramente especificada. Además, la inexistencia de tesorillos o depósitos monetales ocultos o extraviados a lo largo de este siglo II no permite ampliar la información arqueológica en este sentido.

En relación a las emisiones en oro y plata, pocas observaciones pueden ser realizadas, ya que, como viene siendo habitual, su aparición es minoritaria y nada usual. En este caso contamos con dos áureos y nueve denarios, aparecidos todos ellos en hallazgos superficiales y dispersos geográficamente, aunque coincidentes con la ubicación de grandes núcleos urbanos como Osca (Huesca), Caesaraugusta (Zaragoza), Turiaso (Tarazona, Zaragoza) y Veleia (Iruña de Oca, Álava). La única

Para el siglo II, meramente contamos con los datos ofrecidos por los trabajos arqueológicos realizados en las 324

81

Pera, 2001, 61

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA ciudades de Iesso (Guissona, Lérida), y Labitolosa (La Puebla de Castro, Huesca). Iesso (Guissona, Lérida) nos ofrece un total de once ejemplares hallados en contextos del siglo II d.C., de los cuales tan sólo tres se corresponden con emisiones de los gobiernos de Trajano y Adriano.325 En la antigua Labitolosa (La Puebla de Castro, Huesca) fue hallada una moneda de Faustina II en un contexto de abandono de un edificio altoimperial. El copioso material cerámico aparecido permite datar la formación de este estrato hacia fines del siglo II d.C.326

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Haciéndonos eco, de nuevo, de la problemática observada a la hora de describir las características del fenómeno monetal en el siglo I d.C., afrontamos la descripción de su evolución a lo largo de los años que comprende el gobierno de la dinastía severa. Parece general la observación realizada sobre el aprovisionamiento en época severa, siendo constatada una notable escasez de ejemplares tanto en la ciudad de Bilbilis (Cerro de Bámbola, Calatayud, Zaragoza), como en Caesaraugusta (Zaragoza), Iesso (Guissona, Lérida) o en el caso del territorio vasco. En la ciudad de Bilbilis no se constata ningún ejemplar hasta el gobierno de Galieno;328 en Caesaraugusta (Zaragoza) se han contabilizado hasta el momento tan sólo tres ejemplares, dos sestercios o dupondios de Septimio Severo y uno de Alejandro Severo;329 en Iesso (Guissona, Lérida) se presenta un panorama similar, contabilizándose un total de tres ejemplares para un periodo de aproximadamente ciento cincuenta años.330 Cepeda destaca la escasa representación del numerario de todo el siglo III, incluso de su segunda mitad, siendo el periodo de menor representación monetal en el área vasca,331 aunque M.E. Solovera estima un mantenimiento de los niveles de aprovisionamiento de las emisiones del siglo II d.C. durante la primera mitad del siglo III d.C. para el área riojana, descendiendo durante la segunda parte de la centuria, para recuperarse lentamente ya en el siglo IV y comienzos del V d.C.

Los últimos ejemplares del siglo II d.C., hallados en un contexto arqueológico datable, son un bronce de Faustina Augusta, hallado en las excavaciones llevadas a cabo en el Colegio de los Padres Escolapios de Jaca (Huesca), que apareció junto a otras monedas en un estrato datado en el siglo III d.C., y un bronce de Adriano hallado en Iesso (Guissona, Lérida) junto a tres ejemplares ibéricos, cuyo contexto de aparición queda igualmente datado en el siglo III d.C.

Tabla 35: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en la Depresión del Ebro. Destacamos la moneda acuñada en el siglo II d.C.

Respecto a la evolución de los valores analizados, contamos con los datos numéricos ofrecidos por J.J. Cepeda para el conjunto del territorio vasco y el noroeste de Navarra, apreciándose un predominio absoluto del sestercio, que representa el 50% de los ejemplares emitidos entre Septimio Severo y Valeriano, frente a los ya minoritarios ases, que suman un 18%.332 . De la misma manera, los únicos tres ejemplares severos identificados hasta el momento en Caesaraugusta (Zaragoza) son relacionados con sestercios o dupondios, pero en ningún caso con ases.333

Tabla 36: Monedas halladas en contextos del siglo III d.C. en la Depresión del Ebro. Destacamos la moneda acuñada en el siglo II d.C.

Respecto a tesorillos que contengan emisiones del siglo II d.C., hay alguna información, aunque escueta, acerca de la aparición de un tesorillo en el casco urbano de Zaragoza, en el solar de la calle Universidad, nº 7, esquina con la calle Torrellas. Dicho conjunto estaba compuesto por ciento una monedas, concretamente sestercios, que comprendían desde emisiones de Antonino Pío hasta Alejandro Severo, junto a un denario de Bolskan y dos bronces de Constantino. Estos últimos fecharían la ocultación en la primera mitad del siglo IV d.C.327 Dicho conjunto simplemente nos permite observar la permanencia de las emisiones del siglo II d.C. hasta fechas bastante tardías, incluso en algunos conjuntos de atesoramiento.

Pero esta tendencia no es apoyada por el registro arqueológico. La ciudad de Iesso presenta en los niveles datados en el siglo III d.C. una presencia única de ases. Si bien la muestra es bastante escueta, ya que sólo se han podido recuperar cuatro ejemplares en total y todos ellos son identificados como ases.334

328

Domínguez, Galindo, 1984, 98. Hallados junto a otras monedas en las excavaciones realizadas en la calle Predicadores 24-26 y 28-30; Domínguez Arranz, 2006, 197-198. 330 Pera, 2001, 55. 331 Cepeda, 1990, 168. 332 Cepeda, 1990, 168. 333 Monedas halladas en la calle Predicadores 24-26 y 28-30; Domínguez, 2006, 197-198. 334 Pera, 2001, 59. 329

325

Pera, 2001, 59. Magallón, Sillières, 1994, 159. Los autores datan este estrato a finales del siglo II d.C. ante la presencia de Sigillatas Hispánicas y Africanas A y la ausencia de Sigillata Africana C. 327 Domínguez Arranz, 2006, 201. 326

82

Valle del Ebro Continuando con el análisis de los contextos arqueológicos, y centrándonos en el aspecto relativo a la perduración de la moneda, las excavaciones realizadas en el Colegio de los Padres Escolapios de Jaca (Huesca), nos proporciona un interesante conjunto monetal datado en el último cuarto del siglo III d.C.335 La presencia de un denario de Vespasiano y de dos bronces de Domiciano y Faustina, junto al numerario de Maximino I, Tétrico y Quintilo o Claudio II muestra la convivencia de estos ejemplares con los propios del siglo III, manteniéndose una centuria después en circulación.336

grandes núcleos urbanos que se encuentran ubicados en la zona, como son Ilerda (Lleida, Lérida), Osca (Huesca), Caesaraugusta (Zaragoza), Bilbilis (Cerro de Bámbola, Calatayud, Zaragoza), Calagurris (Calahorra, Teruel) y Pompaelo (Pamplona, Navarra), entre otras. Igualmente, la escasez de trabajos respecto a la evolución del numerario julio-claudio y severo en el área no nos permite establecer ninguna evolución concluyente al respecto, aunque, por supuesto, sí hemos podido establecer algunas hipótesis de trabajo sobre las que plantear ulteriores investigaciones. Y ahí estriba, en nuestro criterio, la relevancia de la investigación.

La ciudad de Guissona (Lérida) nos ofrece también algunos datos de interés.337 La presencia de moneda ibérica en los estratos del siglo III indica su larga perduración en la circulación y la importancia de la moneda antigua entre el circulante, existiendo sólo un ejemplar propio de época altoimperial. Se ha documentado incluso la existencia de moneda ibérica en estratos de cronología tardía (siglo V d.C.), pero ésta parece tener una consideración diferente al no tratarse de moneda circulante en el momento de formación del estrato sino, más bien, de moneda recuperada tras las diferentes remociones de tierra realizadas en algún momento del siglo V d.C. para el expolio de diverso material constructivo.338

○ El área suroriental y el sector noroccidental del Valle del Ebro y los ritmos de aprovisionamiento Con la información hasta el momento recogida, hemos podido comprobar la peculiaridad del área analizada. Es posible diferenciar dos zonas que parecen evidenciar dos ritmos algo distintos.341 Dentro de la tendencia general a la reducción del aprovisionamiento de moneda que se viene observando desde el siglo I d.C., la mitad oriental de la Depresión del Ebro parece mostrar dos importantes inflexiones en el aprovisionamiento entre los gobiernos de Trajano y Adriano, y Antonino Pío y Cómodo, apareciendo éste escasamente representado.

En esta ocasión tampoco contamos con muchos datos sobre los tesorillos datados en el siglo III. Sólo ha sido documentada la existencia de tres tesorillos, en Liédena (Navarra), Sangüesa (Navarra) e Iruña (Álava), pero de los que no nos es detallada su composición. De los dos primeros conocemos básicamente los últimos ejemplares atesorados, proporcionándonos un momento post quem para su datación. El último ejemplar del tesorillo hallado en Liédena (Navarra) se corresponde con una emisión de Quintilo, y de Póstumo o Galieno el conjunto hallado en Sangüesa (Navarra).339 Acerca del hallado en la antigua Veleia (Iruña de Oca, Álava) sabemos que estaba compuesto mayoritariamente por áureos y denarios, y que contenía emisiones desde Vitelio hasta Septimio Severo, entre los que se señala un denario a nombre de Plautila emitido entre el 202-205 d.C. Desgraciadamente no poseemos datos concretos que permitan conocer la magnitud que pudo tener el conjunto.340

Quizás esta observación para el área oriental de la Depresión del Ebro se vea algo influenciada por la tendencia observada para la propia ciudad de Arcobriga (Cerro Villar, Monreal de Ariza, Zaragoza), de donde proceden el 27% de los materiales contabilizados para este sector concreto. Según se desprende del análisis de los materiales hallados en dicho enclave, parece que la ciudad comenzará a sufrir un proceso regresivo a finales del siglo II d.C., siendo verdaderamente escasos los materiales hallados en su entorno relacionados con el siglo III d.C.342 La ausencia de excavaciones arqueológicas sistemáticas y con actualizados métodos de registro en el citado núcleo, permiten lanzar estas observaciones como meras hipótesis iniciales, pero dicha tendencia parece acompañar a la evolución que había sido constatada numismáticamente.343

Conclusiones

Aunque con escasas evidencias numismáticas, la ciudad de Bilbilis y Lleida muestran una evolución histórica similar. La ciudad catalana experimenta un descenso urbanístico a finales de la segunda centuria y durante la primera mitad del siglo III.344 El descenso en la actividad

Como hemos podido comprobar, pese a la extensión del área sometida a estudio, y la importancia con que ésta hubo de contar en la Antigüedad, no poseemos una representación de monedas que se pueda definir como abundante, especialmente en lo que se refiere a los

341

Dicha diferenciación ya había sido observada por J.M. Tudanca en su estudio sobre el Alto y Medio Valle del Ebro en el Bajoimperio, observando una diferente distribución de los productos importados, el abastecimiento monetal y la densidad urbana entre ambas zonas durante los siglos III, IV y V (Tudanca, 1997, 400). 342 Beltrán Lloris (M.), 1987, 65; TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Arcobriga, 51. 343 Cf. Gráfico 40 (p. 77) para la observación del conjunto de la mitad suroriental del Valle del Ebro, así como cf. Gráfico 42 (p. 222) para su comparación con la mitad occidental. Para el caso concreto de Arcobriga (Cerro Villar, Monreal de Ariza, Zaragoza), cf. Gráfico 41 (p. 221). 344 Payà, Gil, Lorente, Lafuente, Morán, 1996, 144; Burillo, 1996, 402.

335

Paz, 1986-1987, 335. La concreción de la cronología viene determinada tanto por las monedas halladas como por los fragmentos cerámicos, especialmente por la forma Hayes 32/58 aparecida. 336 Cf. p. 82 y Tabla 36. 337 Ibidem. 338 Pera, 2001, 59. 339 Sagredo, 1987, 549; Taracena, 1950, 11. 340 Cepeda, 1990, 269-270 y 282-292; Martínez Mira, 2000-2001, 306.

83

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 40: Zonas en las que ha sido dividida el área de la Depresión del Ebro por presentar matices en el aprovisionamiento monetal. Se distinguen el sector suroriental y el sector noroccidental.

urbana pudo motivar un descenso en la llegada de moneda al disminuir las inversiones realizadas por parte de las élites, principales poseedoras de estos elementos de cambio. En Bilbilis se registran modos de vida residuales a partir del siglo III d.C.

mantenimiento de la actividad económica de la ciudad, la alta concentración de moneda en el área alavesa y en núcleos de carácter eminentemente rural, asociados posiblemente a la ciudad de Veleia determinan la tendencia observada, donde la presencia de moneda se mantiene en unos niveles bastante estables (aunque ligeramente descendentes) durante toda la centuria. Veleia, además de ubicarse en la vía que une Pompaelo (Pamplona, Navarra) con el área de la Meseta, demuestra la importancia adquirida como nudo de comunicaciones al quedar convertida en el siglo IV d.C. en sede de la cohors I Gallica, mostrando la continuidad de su actividad desde época altoimperial.347 Además, el auge de la industria alfarera riojana, y la alta comercialización de la misma,348 serían indicativos de este mantenimiento del flujo monetario, únicamente interrumpido en cierta medida durante el gobierno de Antonino Pío.

En contraposición a la evolución de Arcobriga y Bilbilis, la evolución de los núcleos rurales del Valle del Jalón parece confirmar un enriquecimiento y crecimiento de los mismos a partir de mediados de la centuria,345 en detrimento de los anteriores. Pero la enorme dispersión de los hallazgos monetales hace imposible la comparación entre estos núcleos, de carácter urbano, con la situación característica de entornos eminentemente rurales de esta área, que pudieran confirmar las observaciones realizadas por M. Beltrán. Aunque algo más distantes, los hallazgos de la Font de N’Horta (La Torre de l’Espanyol, Tarragona) y los hallazgos producidos en Bolea y Puibolea (La Sotonera, Huesca), pueden ilustrar dicha tendencia.346 En dichos núcleos, la moneda llega de manera muy débil durante la primera mitad de la centuria, no siendo hasta el gobierno de Antonino Pío y Marco Aurelio cuando se alcancen los índices máximos del periodo. Sin embargo, en ambos casos, la moneda de Cómodo se muestra realmente escasa, significando una inflexión notable en la llegada de moneda a sendos centros.

La escasa información y datos numéricos concretos que poseemos sobre la fase precedente y posterior al siglo II nos imposibilita poder insertar ésta en una tendencia general, pero, a partir de las observaciones realizadas por diversos autores, podemos ver como el siglo II se constituye en el área como un periodo intermedio entre el correcto abastecimiento de moneda julio-claudia y el escasísimo numerario severo. ○ Las vías despoblados.

Como complemento a esta información, el área más occidental de la Depresión del Ebro muestra una tendencia igualmente descendente, pero mucho más suavizada, marcando incluso una ligera mejoría durante el último tercio del siglo II. Además de la propia tendencia observada en Vareia, acorde con el

de

comunicación

y

los

grandes

En el caso de la Depresión del Ebro, hemos de destacar la importancia de las principales vías de comunicación que lo recorren, y lo poco cuantioso de los hallazgos producidos al margen de éstas, resultando pues el principal cauce de transmisión del fenómeno monetario.

345

Beltrán Lloris (M.), 1987, 66. Cf. Tabla 34 (p. 77) para observar la evolución en el aprovisionamiento de estos núcleos, y Gráfico 41 (p. 77) para su comparación con la propia evolución de Arcobriga. 346

347 348

84

TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Arcobriga, 51. Solovera, 1987, 149-122.

Valle del Ebro Las evidencias numismáticas en el entorno de la antigua Ilerda (Lleida, Lérida), las obtenemos gracias, al flujo circulatorio de la vía Tarraco-Ilerda-Caesaraugusta, ya que, si observamos el mapa de dispersión de moneda emitida en el siglo II d.C.,349 podemos ver como la Sierra Prelitoral actúa como frontera o límite en la dispersión de moneda hacia el interior catalán, siendo evidente un vacío de hallazgos en las comarcas de la Depresión Central catalana. Este vacío numismático se corresponde con la baja densidad de población que debió poseer en época romana, muy relacionada con la aridez del clima y los pobres recursos naturales de estas regiones catalanas.350

lo tanto, del grado de romanización del mismo. En este sentido, hay que destacar el más lento proceso de romanización sufrido por algunas áreas englobadas dentro del valle del Ebro respecto a otras. En las regiones del sur de la provincia de Teruel, dicho proceso será integrado muy lentamente, y no puede afirmarse que de manera muy exitosa.. El único centro que parece que pudo poseer cierta entidad en este sentido fue San Esteban del Poyo del Cid.353 Las zonas montañosas quedarán bastante al margen de los nuevos usos llegados con la influencia itálica. La escasa ocupación y fundación de villae en las zonas más montañosas, dedicadas especialmente a la explotación de los bosques y a la ganadería, determina la poca incidencia de la economía monetaria en estas áreas. Tan sólo pueden constituir una excepción los enclaves que posean cierto valor estratégico, como el Paso del Palo o el Puerto del Somport, principales pasos de comunicación a través de los Pirineos.354 De esta manera, el número de hallazgos producidos en el área septentrional leridana, aragonesa y navarra, quedan igualmente explicados.

Los restantes hallazgos se ciñen especialmente al entorno de los principales núcleos urbanos localizados al pie de las mismas vías. Una excepción lo constituyen el conjunto de monedas hallados en el entorno del río Sotón y el río Aragón, unidos por pequeños itinera al núcleo urbano de Pompaelo (Pamplona, Navarra). Ambos casos demuestran la transitabilidad de sendos valles y la importancia de los mismos como vías de comunicación. Es de destacar, igualmente, la alta concentración de hallazgos producida en la vía que une la antigua Pompaelo (Pamplona, Navarra) con la Meseta Norte, a través de Veleia (Iruña de Oca, Álava) y Tritium (Alto de Rodilla, Monasterio de Rodilla, Burgos). La densidad de hallazgos en esta vía se debe, además de por la importancia y tránsito que la misma debió mantener durante este periodo, al exhaustivo análisis realizado por J.J. Cepeda en el área,351 siendo ilustrativo del abundante numerario que pudo circular durante el Alto Imperio por los grandes ejes que recorren este territorio.

○ La importancia del sestercio en el Valle del Ebro Si bien durante el siglo I d.C. era evidente la primacía del as sobre los restantes valores monetales, a partir de la información conocida para la ciudad de Caesaraugusta (Zaragoza) y la zona alavesa, el siglo II d.C. marca un giro inesperado en este sentido. El sestercio se erige entonces como valor predominante entre los hallazgos de la zona del Ebro, que constituyen el 54% de los valores documentados. Junto e éstos, los dupondios alcanzan el 17%, lo que demuestra la importancia de los múltiplos del as en el abastecimiento. El 23% que constituyen los ases es ciertamente un porcentaje bajísimo para este periodo, a tenor de lo observado en otras zonas hispanas. La predominancia de estos valores sobre el as queda además constatada desde los primeros años del siglo II d.C., a excepción del gobierno de Nerva y la ligera hegemonía del as frente a sestercios y dupondios durante el gobierno de Marco Aurelio. El siglo III mantiene dicha diferenciación, siendo el sestercio el protagonista indiscutible del periodo.

Hemos visto como la dureza de las condiciones de algunas de las comarcas de la Depresión del Ebro, como Los Monegros y Las Bárdenas Reales, provocan, en la Antigüedad y en la actualidad, ciertos vacíos poblacionales que igualmente quedan constatados en la inexistencia de material. Si en un primer momento resulta llamativa la observación de los citados grandes vacíos, hemos de pensar que la moneda es hallada allí donde se suceden un mayor número de asentamientos, existiendo una probabilidad más alta de que la moneda sea perdida por su superior uso. Haciendo referencia a este último punto, es digno de destacar que, si superponemos los mapas de dispersión del poblamiento en época romana con los hallazgos monetarios, podemos comprobar como éstos se muestran proporcionales, habiendo una concentración de ejemplares en aquellas áreas que efectivamente presentaban una densidad demográfica mayor.352

Gráfico 47: Evolución de los valores de bronce emitidos a lo largo del Alto Imperio. Valle del Ebro.355

De la misma manera, la intensidad en su aparición es igualmente dependiente del grado de incorporación de los diferentes núcleos a la economía monetal romana y, por

353

A.A.V.V., (Teruel), 1980, 52. A.A.V.V., (Huesca), 1983, 32; García García, 1995, 256. 355 Dicha gráfica ha sido realizada a partir de los porcentajes señalados por J.J. Cepeda (Cepeda, 1990, 162 y 168) para el entorno vasco, junto a los datos obtenidos por en la ciudad de Zaragoza, sirviendo como ejemplo del protagonismo de cada denominación en la Depresión del Ebro (cf. p. 75 para el siglo I d.C., p. 81 para el siglo II d.C., y p. 82 para el siglo III). 354

349

Cf. Figura 33 (p. 79). Arqué i Bertran (et alii), 1993, 315-316. 351 Cepeda, 1990. 352 Para ilustrar esta tendencia es orientativa la información proporcionada por TIR K-30 (Madrid. 1993) y TIR K/J-31 (Madrid. 1997). 350

85

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 48: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. en la Depresión del Ebro. Aparecen destacados con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato.

Pese a la escasa representación del as en los circuitos de abastecimiento que nutren el Valle del Ebro, el registro arqueológico muestra la importancia que los mismos poseyeron en el intercambio cotidiano, siendo las denominaciones más usualmente perdidas.

○ Algunos datos aproximativos sobre la perduración de la moneda en el registro arqueológico Son pocos los datos que poseemos para ilustrar la importancia de la moneda anterior al siglo II d.C. entre la moneda circulante en este mismo periodo en el Valle del Ebro. Nuestra información se ciñe a las excavaciones llevadas a cabo en Guissona (Lérida), La Puebla de Castro (Huesca) y Jaca (Huesca), que se limitan a un total de sesenta y ocho ejemplares hallados en contextos que pueden ser datados entre el siglo I y III d.C.357

Al respecto, es básica la información que la ciudad de Iesso (Guissona, Lérida) nos aporta. Veíamos como en los contextos del siglo I d.C. es manifiesta la supremacía del as, constituyendo un 77%. Junto a éstos, los siguientes valores en importancia numérica son los semis y cuadrantes, que constituyen el 14% y el 5% respectivamente. Frente a la abundancia de esta pequeña moneda divisional, el sestercio suponía meramente el 2% del total de la muestra, y los dupondios ni siquiera aparecían constatados. Dicha tendencia se mantiene en el siglo II d.C. El as continúa siendo el valor mayoritariamente hallado, ya que un 75% de los ejemplares son identificados con esta denominación. Los semises siguen apareciendo escuetamente en el registro, pero de los valores múltiplos del as, sestercios y dupondios, sigue sin haber rastro. El siglo III d.C. nos deja un mismo testimonio.

Es necesario hacer referencia expresa a los recuperados en la ciudad de Guissona (Lérida), debido a la grandísima importancia que el numerario ibérico posee entre las emisiones documentadas, resultando en todos los casos mayoritario. En el siglo I d.C. las emisiones ibéricas representan un 70% del material recuperado en excavación, y todavía constituye un 33% del hallado en contextos del siglo II d.C. Para el siglo III d.C. tan sólo han sido constatadas cuatro piezas en contextos arqueológicos, pero, de las mismas, tres ejemplares se correspondían con estas emisiones. Los hallazgos de Labitolosa (La Puebla de Castro, Huesca) y de las excavaciones realizadas en el Colegio de los Padres Escolapios de Jaca (Huesca), matizan los resultados. En ambos núcleos el numerario aparece algo más renovado. En el primero de los casos tan sólo contamos con una moneda de Faustina II hallada en un contexto del siglo II d.C. En Jaca, fueron recuperados un total de cinco ejemplares en contextos del siglo III d.C., correspondiéndose dos de ellos con emisiones flavias, uno a nombre de Faustina y tres que se relacionados con el momento de formación del estrato, acuñados entre Maximino I y Claudio II. Sendos ejemplos muestran un numerario algo más renovado que el primer caso.

Gráfico 49: Evolución de los valores de bronce en los contextos arqueológicos altoimperiales documentados en el Valle del Ebro.356

La escasa representatividad de valores inferiores al sestercio en el aprovisionamiento nos podría hablar de un escaso uso de la moneda para pequeñas transacciones, pero el registro arqueológico parece refrendar en este caso una afirmación totalmente opuesta

Aunando los datos que las excavaciones citadas nos ofrecen, vemos como, en todos los casos citados, el índice de residualidad supera el 50%, siendo digna de ser resaltada la importancia de la moneda con más de una centuria de antigüedad en el conjunto de la circulación (cf. Gráfico 48).

357

356

Cf. p. 76 y Tabla 32-33 para contextos del siglo I d.C.; pp. 81-82 y Tabla 35 para contextos datados en el siglo II d.C.; y p. 83 y Tabla 36 (p. 82) para el siglo III d.C.

A partir de los datos expuestos en las páginas 75, 81 y 82.

86

CAPÍTULO 3 EL NORTE PENINSULAR. LA VERTIENTE CANTÁBRICA

Hemos venido a considerar como Vertiente Cantábrica el territorio que se prolonga a lo largo de la costa cantábrica, teniendo como límites geográficos los Pirineos al Este, Los Montes Vascos y la Cordillera Cantábrica al sur, y el valle del río Eo y la sierra de Lorenzana al oeste. Dentro de los límites establecidos quedan incluidos diferentes territorios administrativos actuales, como son el extremo noroeste navarro, las provincias de Guipúzcoa y Vizcaya, la zona septentrional de Álava, y las actuales Cantabria y Principado de Asturias. El modelado fluvial del relieve que caracteriza a esta área geográfica, apreciable en los profundos y escarpados valles que recorren perpendicularmente el territorio, provoca la dificultad de comunicación entre las diferentes cuencas fluviales y sus pobladores, limitándose ésta a los tramos finales de las cuencas, prácticamente en las zonas litorales. Pese a esta alta compartimentación del terreno, todos ellos poseen una idiosincrasia similar, determinada por la accidentada orografía del terreno y la climatología, que provocará un relativo aislamiento respecto a los territorios al sur de la importante frontera natural que comporta la Cordillera Cantábrica.358 Ésta provoca igualmente la concentración del poblamiento en las áreas de relieve más llano cercanas a la costa, o en los fondos de los valles menos escarpados, donde los suelos han sido más aprovechables. Estrabón, a finales del siglo I a.C. y comienzos del I d.C., recoge algunas pautas de comportamiento de estos pueblos que denomina en su conjunto como “tribus montañesas del Norte de Hispania”, entre las que destaca su rudeza y escasa hospitalidad y comunicación con otras regiones. Pero más interesante, al menos para nuestro trabajo, es la descripción que realiza sobre los intercambios comerciales, al decirnos que “en lugar de moneda acuñada, la gente, al menos aquéllos que viven profundamente en el interior, emplean el trueque, o incluso ellos cortan piezas de plata batida y se las pasan como monedas”.359 Es muy interesante este testimonio, ya que nos introduce en la situación premonetal de estos pueblos en los inicios del Imperio, al menos los que se encontraban más al “interior”. Se refiriere posiblemente a aquéllos que habitaban en la profundidad de los valles, alejados de las costas litorales cantábricas, donde sí existía cierta actividad comercial, al menos bajo el periodo flavio, como parece mostrar la fundación de

358

Estrabón ya ponía de relieve la similitud que los pueblos que jalonaban el norte peninsular poseían, aunando el conjunto de pobladores del septentrión peninsular como “montañeses”: “Éste, como he expuesto, es el género de vida de los montañeses, y me refiero a los que jalonan el flanco norte de Iberia: calaicos, astures y cántabros hasta llegar a los vascones y el Pirene; pues el modo de vida de todos ellos es semejante” (Str. III 3, 7). 359 Str. III 3, 7.

Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria) como puerto comercial y la actividad registrada en su entorno. Los principales puntos de conexión entre el área cantábrica y los restantes territorios hispanos son los pasos de la comarca de Campoo y el Puerto de Pajares. La comarca de Campoo está situada entre el Alto Ebro y el Pisuerga, englobando tanto municipios del sur de Cantabria como del norte de las provincias de Palencia y Burgos. Se configura como un importante eje de comunicaciones entre el norte peninsular, la zona levantina y la Meseta. El río Ebro permite la comunicación con las principales vías que recorren la Depresión del Ebro hacia la costa levantina y los ríos Besaya y Camesa, éste último afluente del Pisuerga, siendo por tanto un importante medio de enlace entre la costa cántabra y la meseta castellana. No es casual la fundación en esta área de la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). En la zona asturiana, a través del valle del río Pajares, alcanzamos el Puerto de Pajares, tradicionalmente la puerta principal para la comunicación entre la zona asturiana y el área meseteña, enlazando en este punto con el valle leonés del río Bermesga, que desemboca en el río Esla, afluente del Duero. Además de los condicionantes geográficos, la particular evolución histórica del área cántabra va a determinar en gran medida la composición e importancia del fenómeno monetal. La tardía incorporación de los territorios al orbe romano, tras las denominadas Guerras Cántabras (29-19 a.C.), provoca una igualmente tardía inclusión de éstos en el proceso de romanización y en la asunción de las prácticas sociales, culturales y económicas de la metrópoli. Para conseguir una rápida integración de los territorios conquistados en la administración romana habrían de ser llevadas a cabo importantes transformaciones en el territorio, como era la apertura de vías de comunicación y un proceso de urbanización sobre los antiguos poblados indígenas.360 Éstos pasarían a constituir los principales focos “romanizadores” una vez que el área cántabra hubo quedado desguarnecida de contingentes militares tras su retirada en época de Claudio.361 Destaca en este proceso la fundación de las ciudades de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria) y Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria). La ciudad de Iuliobriga fue una fundación ex novo emplazada en la cabecera del Ebro, en la comarca de Campoo, configurada como importante nudo de comunicaciones entre la costa levantina, la meseta y la 360 361

Iglesias, Ruiz, 1998, 22. Roldán Hervás, 1974, 195.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 41: Mapa geográfico de la Vertiente Cantábrica.

costa cantábrica. Su fundación parece ser que tuvo lugar entre el 16-13 a.C., constituyéndose como el centro urbano más importante de la zona, especialmente durante los siglos I y II d.C. A partir del siglo III d.C. parece iniciarse una fase recesiva en la ciudad. Vinculado a la actividad de dicho núcleo y dependiente del mismo, encontramos el Portus Victoriae Iuliobrigenisum, que parece corresponderse con la actual Santander (Cantabria).

del Ebro por estar incluida en esta área geográfica parte del territorio vasco, concretamente la zona alavesa.363 En el conjunto del territorio vasco se contabilizan un total de cuarenta y ocho ejemplares para la época comprendida entre Augusto y Calígula, que representa un índice de 0,70 m/a, y veintiséis para el periodo Claudio-Vitelio (0,92 m/a). Esta tendencia ascendente se confirma en el siglo II cuando J.J. Cepeda señala un total de ciento siete ejemplares, que representan un 1,11 m/a.364 Completan la información sobre la situación monetaria del siglo I d.C. los trabajos de C. Fernández Ochoa sobre la Asturias romana y J. Mangas, J. de Francisco Martín y A. Pedregal sobre el área astur y leonesa. Si bien no proporcionan datos numéricos sobre los que enlazar las observaciones realizadas en los siglos posteriores, nos ofrecen interesentes nociones para comprender la magnitud de la moneda en los primeros años de la presencia romana en el área más septentrional de la península.

La fundación de Flaviobriga es algo posterior, ya que fue constituida en época flavia, entre el año 69 y 77 d.C., sobre un núcleo anterior que parece datar de época de Tiberio-Claudio, denominado Portus (S)Amanum. La importancia del enclave queda determinada por su papel comercial como punto de escala en la ruta marítima entre el Cantábrico y el sur de Francia. El registro arqueológico parece confirmar la perduración de la actividad en la ciudad hasta los siglos IV-V d.C., aunque parece sufrir un pequeño receso económico a lo largo del siglo III.

Los autores comentados parecen coincidir en la importancia del siglo I d.C. para el comienzo de la práctica monetaria en estas tierras,365 pudiéndose empezar a hablar de una incipiente circulación monetaria sólo a partir de estos momentos. A partir de Augusto se inicia cierta tendencia a la monetarización de la zona, comenzando entonces a aparecer ejemplares más dispersos por la geografía cántabra, aunque limitados especialmente a los núcleos militarizados y a las explotaciones mineras. Sin duda, la llegada de moneda a este territorio viene de la mano de las tropas romanas que, tras las Guerras Cántabras (29-19 a.C.), quedaron asentadas en la zona, especialmente en el área astur. Hasta el momento, la zona más septentrional de la península había conseguido mantenerse ajena al fenómeno romanizador. Pero, con el avance y asentamiento de las legiones romanas, lentamente quedará todo impregnado de este nuevo ambiente cultural, económico y social.

A partir de estos momentos, especialmente desde la constitución de sendos centros urbanos, la integración de los usos y costumbres típicamente romanos en los antiguos núcleos cantábricos, entre ellos el uso de la moneda en los intercambios, será un proceso paulatino que se desarrollará a lo largo de todo el periodo imperial. Resulta especialmente visible a partir de época flavia, cuando parece documentarse un crecimiento del comercio y tráfico marítimo, además de una intensificación de las explotaciones mineras en la franja litoral.362 Introducción. El siglo I d.C. Respecto al siglo I d.C. en el área cantábrica, poseemos varios estudios parciales sobre diferentes regiones administrativas actuales, que nos permiten extrapolar algunos datos de interés para conocer la evolución de la moneda en esta región.

La distribución de los hallazgos monetales en estos primeros años se ceñirán, por tanto, al entorno de los castros militarizados, a las nuevas fundaciones romanas, como Iuliobriga, de época augustea, y Flaviobriga, de

Para ilustrar el aprovisionamiento durante el siglo I d.C. en el área vasca poseemos la información proporcionada por J.J. Cepeda, ya comentados en el análisis del Valle

363

Cf. p. 75. Cepeda, 1990, 159. Fernández Ochoa, 1982, 216; Mangas, Francisco, Pedregal, 1984, 156; Cepeda, 1990, 163. 364 365

362

Iglesias, Ruiz, 1998, 22-25.

88

Vertiente Cantábrica

Gráfico 50: Evolución del aprovisionamiento de moneda durante el siglo I d.C. en la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria).

Gráfico 51: Denominaciones emitidas durante el siglo I d.C. halladas en la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria).

época flavia, y a las vías de comunicación creadas por la administración romana.

Macedonica entre los años 19 a.C. y 39-42 d.C. en el campamento de Pisoraca, y la actividad desarrollada en el entorno inmediato, parecen determinar la afluencia de moneda al área durante los gobiernos de Augusto y Tiberio. A pesar de haber sido consideradas en ámbitos geográficos diversos,367 la gran vinculación entre ambos núcleos queda patente en el registro numismático, siendo dos puntos clave en las comunicaciones entre la Meseta y la Vertiente Cantábrica y que parecen correr a la par.

Conocemos algunos datos acerca de la ciudad de Iuliobriga, relativos a los hallazgos de moneda emitida en el siglo I d.C., gracias a la recogida de material numismático hallado en la ciudad realizado por J.M. Solana.366

De la misma manera, es de destacar el leve incremento de moneda que se produce en Iuliobriga entre los gobiernos de Nerón y Vespasiano, que contrasta con la escasez monetaria de época de Claudio. Esta tendencia se muestra contraria a lo que usualmente se observa en el resto de la geografía peninsular, donde la moneda de Claudio suele marcar los máximos índices del conjunto del Alto Imperio y la moneda de Nerón suelen ser realmente escasa. Esta inflexión en la muestra coincide con un periodo de inestabilidad en la zona astur, por la que tuvo que intervenir la Legio VI Victrix, asentada en la península, entre los años 50 y 60 d.C., sin poder precisar la cronología exacta del suceso.368 Posiblemente, el movimiento de tropas desde el área del Duero hacia la Vertiente Cantábrica ocasionará un paralelo movimiento de ejemplares que llegarían igualmente a Iuliobriga, lugar obligatorio de paso desde la Meseta hacia el norte peninsular.

Gráfico 52: Hallazgos de moneda preaugustea, julio-claudia y flavia en la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria).

La pobreza de numerario ibérico y republicano es lógica, debido principalmente a la inexistencia del núcleo urbano con anterioridad a Augusto, por lo que dichos hallazgos podrían corresponderse con moneda ya en circulación que llega junto a los primeros pobladores. Resulta de gran interés observar como el grueso de moneda julio-claudia hallada en la ciudad se corresponde con los gobiernos de Augusto y Tiberio, pese a tratarse de los primeros años de fundación de la ciudad, constituyendo el 87,5% del numerario emitido durante el siglo I d.C. Frente a esta afluencia de numerario, destacamos la escasez de ejemplares batidos bajo el gobierno de Claudio, que usualmente representan los máximos de aprovisionamiento, no solo del periodo, sino de toda la etapa altoimperial. En esta ocasión, los escasos dos ejemplares hallados representan un índice mínimo de 0,15 m/a. Las emisiones posteriores siguen siendo igualmente escasas en representación, aunque algo superiores a las registradas por este emperador (cf. Gráfico 50).

Respecto a los valores documentados, éstos se corresponden mayoritariamente con ases, escaseando las denominaciones de superior valor, que se concentran en la segunda mitad del siglo I d.C., especialmente entre las emisiones recibidas en tiempos de Domiciano (cf. Gráfico 51). La importancia del as en esta ciudad es coincidente con las observaciones realizadas por J.J. Cepeda para el área vasca, donde el as llega a representar un 85% del total analizado, frente al 4% que representan los sestercios y al 1% de los dupondios.369

Para comprender la evolución del ritmo de aprovisionamiento de la ciudad de Iuliobriga, hemos de remitirnos a la evolución de la presencia militar en la vecina Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia), cuya zona de influencia se extiende hasta las inmediaciones de la ciudad cántabra. La presencia de la Legio IIII 366

367

Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia), ha sido incluida en el área septentrional de la Meseta Norte. Cf. pp. 105-106 y Gráfico 66 (p. 106). 368 Tranoy, 1981, 169. 369 Cf. p. 75 y Gráfico 50.

Solana, 1981, 250-254 y 258-259.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA El siglo II d.C.

gobiernos de Trajano y Adriano para registrar un máximo durante el gobierno de Antonino Pío y, en menor medida, Marco Aurelio. La máxima llegada de moneda a la ciudad parece producirse en momentos algo posteriores a lo que las gráficas generales, aplicadas también a los núcleos rurales, parecen mostrar. Tras el gobierno de Antonino Pío, el volumen de numerario descenderá de una manera progresiva hasta los mínimos niveles representados en el gobierno de Cómodo, concretamente 0,08 m/a, que en poco difiere al registrado bajo Adriano (cf. Gráfico 54).

Para el siglo II d.C. se contabilizan un total de ciento setenta y tres monedas para todo el territorio englobado en lo que hemos denominado como Vertiente Cantábrica, que representan un índice de aprovisionamiento de 1,8 m/a.370 La representación de cada uno de los yacimientos en los que se ha documentado moneda es bastante equitativa, destacando especialmente el número de ejemplares hallados en las dos ciudades más importantes del territorio cantábrico, Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria), con cuarenta y tres ejemplares, y Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria), con un total de catorce ejemplares, además de los trece que han sido localizados en el entorno de la ría de Bilbao.

La evolución que parece mostrar la ciudad de Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria), contrasta con la tendencia que reflejan los hallazgos realizados en la antigua Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). El máximo aprovisionamiento monetario se produce en esta ocasión durante el gobierno de Trajano, registrándose un índice cercano al 0,9 m/a. Rápidamente veremos caer estos índices durante el gobierno de Adriano y Antonino Pío, cuando se alcanzan 0,38 m/a y 0,13 m/a respectivamente, para luego volver a ascender bruscamente tras la llegada de moneda emitida por el emperador Marco Aurelio, registrándose cerca de 0,63 m/a, y de nuevo caer hasta alcanzar un 0,08 m/a en el gobierno de Cómodo (cf. Gráfico 55).

Aprovisionamiento Para aproximarnos al análisis del aprovisionamiento monetal en el siglo II d.C., jugamos concretamente con un total de ciento sesenta y seis monedas, al tener que prescindir de seis ejemplares por no conocer los datos referentes al momento concreto de emisión. A partir de los índices moneda/año obtenidos, podemos observar como la evolución del aprovisionamiento de moneda durante este periodo es bastante regular, manteniéndose algo más elevada entre los gobiernos de Nerva y Adriano. Tras Nerva, que alcanza un nivel de aprovisionamiento de 2,5 m/a, la llegada de moneda al área desciende ligeramente bajo el gobierno de Trajano y Adriano, aunque se mantiene con un índice cercano a las 2 m/a. Las emisiones de Antonino Pío registran un índice algo inferior, en torno a 1,7 m/a, que es mantenido durante el gobierno de Marco Aurelio, para luego descender hasta alcanzar un escaso índice de 0,58 m/a bajo el gobierno de Cómodo. A tenor de la gráfica resultante (cf. Gráfico 53), podemos observar como la evolución marca una ligera tendencia descendente, que será bruscamente evidenciada con la reducción en la entrada de numerario registrada durante el gobierno de Cómodo.

La suma de estas tendencias contradictorias, matizadas por los hallazgos aislados registrados en el territorio, conforman una evolución más o menos lineal y constante que hemos visto como no se corresponde con las particularidades locales. Obviando los hallazgos registrados en sendos núcleos urbanos, podemos observar como la tendencia en el aprovisionamiento que apreciábamos para la ciudad de Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria) es extensible, con matices, a los núcleos de la mitad oriental de la Vertiente Cantábrica, considerando la cuenca del río Deva y los Picos de Europa como frontera natural entre ambas tendencias. En esta área se observa como el gobierno de Antonino Pío constituye el momento de mayor afluencia de moneda en el siglo II d.C., iniciando de nuevo el descenso tras el gobierno de Marco Aurelio (cf. Gráfico 56).

Pero esta tendencia general descrita parece no corresponderse con la que parcialmente se puede observar en los principales núcleos urbanos del área y de los que, debido al aceptable nivel de hallazgos obtenidos, podemos aproximarnos ligeramente.

En cambio, en la mitad occidental de la Vertiente Cantábrica parece comportarse de manera opuesta. Tras la buena representación durante los gobiernos de Nerva, Trajano y Adriano, se inicia una tendencia descendente que será ya evidente a partir de Antonino Pío (cf. Gráfico 57)

El yacimiento de Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria) mantiene unos índices cercanos al 0,1 m/a durante los

Dispersión de los hallazgos

370

Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio de la Vertiente Cantábrica proceden de la bibliografía siguiente: Barandiarán, Martín Bueno, Rodríguez Salis, 1999; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137176; Centeno, 1987; Santos Yanguas (N.), 1994, 91-114; Cepeda, 1990; Cepeda, 2001; Esteban, Echevarría, 1991, 467-473; Fernández Ochoa, 1977, 128-168; Fernández Ochoa, 1982; Fernández Ochoa, Morillo, 1994; Gil, Villa, 2003, 59-64; Gil, Villa, 2006, 493-525; Iglesias, Muñiz Castro, 1992; Martínez Mira, 1995-1996, 119-180; Maya, 1983, 221262; Solana, 1981; TIR, K-30 (Madrid. 1993); Vega, 1982, 235-270; Vega, 1989, 395-411; Vega, Cerezo, 2003, 611-630.

Comenzando la descripción por los puntos más orientales de la Vertiente Cantábrica, a los pies de las sierras pirenaicas y el valle del Bidasoa, iremos avanzando progresivamente hacia el oeste hasta alcanzar las sierras del Macizo Galaico, donde hemos querido establecer la frontera de este bloque.

90

Vertiente Cantábrica

Gráfico 53: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica.

Gráfico 54: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria).

Gráfico 55: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria).

Gráfico 56: Evolución del aprovisionamiento en la mitad oriental de la Vertiente Cantábrica durante el siglo II d.C.

Gráfico 57: Evolución del aprovisionamiento en la mitad occidental de la Vertiente Cantábrica durante el siglo II d.C.

El valle del Bidasoa posee una interesante concentración de hallazgos, ya que los núcleos de Vera de Bidasoa (Navarra), Behobia e Irún (Guipúzcoa), han proporcionado un destacado número, contabilizándose siete, ocho y cinco ejemplares respectivamente. El as de Nerva hallado en Fuenterrabía (Guipúzcoa) cierra la serie de hallazgos registrados en su ribera.

depósitos monetales cuyo momento de pérdida se corresponde con la segunda mitad de la segunda centuria.371 Ambos fueron hallados durante las labores de excavación de diversas dependencias del citado yacimiento arqueológico. El primero de ellos, que hemos venido a denominar como Depósito A, está compuesto por dieciséis sestercios acuñados entre Vespasiano y Marco Aurelio, siendo la emisión más moderna de 162163 d.C. Dicho conjunto procede del nivel de derrumbe que cubre la dependencia M, que sella el relleno arqueológico correspondiente al periodo de utilización de esta zona en el Alto Imperio. Las monedas se encontraban apiladas, de tal forma que era perfectamente reconocible en el momento de su hallazgo la forma dejada por el contenedor perecedero en el que originalmente se encontraban, seguramente un sacculus caído desde alguno de los muros o elementos de sustentación de la cubierta del recinto. A partir de los restantes materiales hallados se estima la fecha de abandono de esta zona a inicios del siglo III. El segundo depósito documentado (Depósito B) está compuesto por treinta monedas, abarcando emisiones entre Claudio y Antonino Pío (147-148), y fue recuperado en uno de los

Continuando nuestro camino en dirección a Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria) a través de la vía que discurre por el litoral cantábrico, encontramos diversos ejemplares en las localidades de Zarautz (Guipúzcoa), Bolibar (Vizcaya), Guernica (Vizcaya), Zierbena (Vizcaya), Bilbao (Vizcaya) y Otañes (Castro Urdiales, Cantabria), todos ellos con un número no superior a los dos ejemplares. Los valles de los ríos Oria y Nervión también han proporcionado una cifra destacada de hallazgos. En el núcleo de Idiazabal (Guipúzcoa), en las riberas del Oria, se han recogido cinco ejemplares emitidos entre los gobiernos de Antonino Pío y Cómodo. Aloria (Amurrio, Álava), situado en el valle del Nervión, ha proporcionado, además de los once ejemplares aparecidos en sus proximidades, dos interesantes

371

91

Cepeda, 2001, 89-91.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 42: Mapa de dispersión de los hallazgos de moneda emitida en el siglo II d.C., documentados en la Vertiente Cantábrica.

ambientes del recinto W, al oeste del vano de ingreso. Las monedas parece que fueron ocultadas deliberadamente en una de las esquinas que forman los zócalos del recinto. Tanto por su composición, como por el contexto de aparición, son considerados como depósitos monetales no destinados al atesoramiento sino, más bien, huchas o monederos de moneda circulante que se mantenían en uso. Volveremos sobre estos conjuntos hora de analizar la composición monetaria de los estratos datados en el siglo II y la pervivencia de emisiones anteriores en la circulación, ya que dichos ejemplos ilustran perfectamente sendas cuestiones.372 El poblado de Aloria parece ser que fue ocupado inicialmente en el siglo II d.C., por ello destaca la temprana aparición de ambos conjuntos, indicándonos que sus pobladores, o al menos las gentes propietarias de esta villa, estaban ya plenamente inmersas en la dinámica comercial y económica romana, habiendo adoptado la moneda como elemento usual en las transacciones, al menos a mediados del siglo II d.C.

Adentrándonos en territorio astur, poseemos un gran vacío monetal en el territorio que se extiende entre el valle del río Deva y el Sella. Los hallazgos monetales se hallan concentrados en el entorno de la actual Oviedo (Asturias), Siero, el castro de Doña Palla (Pravia), Gijón y en las parroquias gijonesas de Fano, Deva, Tremañes, San Andrés de Tacones (Gijón) y Aroles (Vega). En el litoral asturiano restante tan sólo ha sido constatado un bronce de Adriano en Tapia de Casariego, y en las zonas interiores contamos con dos ejemplares en Tineo, en el valle del río Narcea, siete ejemplares en Grandas de Salime, procedentes de las excavaciones realizadas en el castro de Chao Sanmartín, y un tesorillo de denarios altoimperiales hallado en Pena da Ola (Monteseiro, Fonsagrada, Lugo),373 ambos en la ribera del Navia. El conjunto monetal de Pena da Ola consta de ciento siete denarios emitidos entre el siglo II a.C. y Trajano, pero que, debido a su carácter de atesoramiento, no puede ser considerado como síntoma claro de circulación monetaria, ya que, como hemos argumentado anteriormente,374 la presencia de ocultaciones intencionadas no implica la presencia monetal en la zona sino, más bien, la llegada de un agente que lo porta y lo mantiene, sin por ello llevar implícito el desarrollo y participación de una economía monetal

Retomando la línea costera, la ciudad de Flaviobriga nos proporciona un total de catorce ejemplares, todos ellos sestercios, emitidos entre Trajano y Cómodo. A partir de este núcleo, siguiendo la línea de costa cántabra, encontramos ejemplares en Santoña, Solórzano, Santander, San Bartolomé, La Rabia y Ruiseñada, todas ellas en el entorno más inmediato de la vía que desde el puerto de Flaviobriga se dirige hacia la zona astur. Las vías que a partir de éstas recorren el interior cántabro y se dirigen a la comarca de Campoo, hacia la antigua ciudad de Iuliobriga, son más parcas en hallazgos monetales, ya que únicamente en la localidad de Soscaño (Carranza, Vizcaya) y Las Fraguas (Arenas de Iguña, Cantabria) han sido documentados ejemplares del siglo II.

Hemos podido comprobar como el fenómeno monetal se limita prácticamente al entorno más próximo de las vías de comunicación y a los valles de los principales ríos de la Vertiente Cantábrica, cuyas riberas albergan los escasos asentamientos registrados en las tierras interiores, debido a los recursos mineros y agrícolas que proporcionaban, frente a las carencias económicas que el poblamiento en las montañas cantábricas podría conllevar, además de por la impracticabilidad de la mayoría de sus laderas. La mayor concentración de hallazgos se sitúa pues en el entorno de Irún (Guipúzcoa), Flaviobriga y la vía que las une, y en el entorno de las actuales Oviedo y Gijón (Asturias). La importancia del litoral vasco a lo largo de todo el siglo II se explica como consecuencia de la política llevada a cabo por la metrópoli,375 por la que se potenciarán las vías de comunicación y la navegación entre ambos puertos, además de que se fomentarán las actividades mineras que

En cuanto a la ciudad de Iuliobriga, ésta nos ha aportado un total de cuarenta y tres ejemplares, desde Trajano hasta Marco Aurelio, además de los dos ejemplares aparecidos en la cercana Camesa (Valdeolea, Cantabria) y el ejemplar hallado en Nestares (Campoo de Enmedio, Cantabria). Los hallazgos de Porquera, Olmos de Ojeda, Prádanos de Ojeda y la propia Pisoraca (Herrera de Pisuerga), localidades palentinas incluidas en el área geográfica de la Meseta Norte, demuestran la actividad que la vía que unía sendos centros poseía.

373

Centeno, 1987, 67-69; TIR, K-29 (Madrid. 1995), s.v. Pena da Ola, 84; Cavada, 2005, 50; Cavada, Villanueva, 2005, 599. 374 Cf. p. 2, donde son comentados brevemente los criterios de selección del material utilizado. 375 Esteban, Echevarría, 1991, 471; Iglesias, Ruiz, 1998, 22.

372

La composición concreta de los conjuntos puede ser observada en las Tablas 37 (p. 95) y 39 (p. 96).

92

Vertiente Cantábrica a su vez nutrirían de importante materia prima al comercio de la región. El entorno más inmediato de Iuliobriga también ha de ser destacado. Pese a la ubicación de la ciudad en la zona interior cántabra, hemos visto como ejercía un papel esencial en el control de las vías de comunicación que por ella discurrían, al erigirse como llave de acceso hacia el litoral y centro peninsular. En este siglo II se documenta además una importante actividad en la ciudad, acorde con la gran vitalidad que los núcleos cantábricos y la próxima Meseta Norte mantienen en este periodo.

Chao Sanmartín (Grandas de Salime, Asturias), que muestra una temprana incorporación del numerario, debido posiblemente a su inicial carácter militar, la moneda de Nerva queda circunscrita a la zona litoral, al igual que los ejemplares trajaneos. A partir de Adriano ya se puede comprobar una mayor efectividad en la difusión de la moneda, que se mantendrá durante los gobiernos posteriores y, más limitadamente por la mayor carestía de hallazgos, durante el gobierno de Cómodo. Es de destacar, igualmente, el descenso de la presencia monetal en la mitad occidental del área cantábrica a partir de las emisiones de Antonino Pío, quedando éstas relegadas al entorno de la actual Oviedo. Dicha tendencia ya había sido puesta de relieve al analizar el aprovisionamiento monetario del área, observándose una importante reducción en la llegada de numerario a este sector.

Si analizamos la evolución de la dispersión monetaria a lo largo de todo el siglo II, podemos apreciar un ligero desplazamiento de la moneda hacia las zonas interiores a partir del gobierno de Adriano. A excepción del castro de

Figura 43-46: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Nerva (Ne), Trajano (Tr), Adriano (Ad) y Antonino Pío (AP), en la Vertiente Cantábrica.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 47-48: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la Vertiente Cantábrica.

Valores en circulación

excepción la constituye el breve gobierno de Nerva. El único ejemplar de bronce que poseemos se corresponde con un as, pero este único ejemplar no puede representar lo que sucede en el siglo II d.C.

Atendiendo a los hallazgos de moneda de Nerva, Trajano, Adriano y la dinastía antonina documentados en la región, se observan varias peculiaridades que merecen ser destacadas. En primer lugar, hemos de destacar la importancia que los áureos y denarios poseen en el aprovisionamiento de moneda, representando un índice cercano al 10% y 12% respectivamente, cifras más que notables al estar acostumbrados a una bajísima frecuencia de aparición de estos altos valores. No menos sorprendente es la altísima representación de sestercios en la muestra, que alcanzan el 60% de los valores identificados, frente a los, en esta ocasión, escasísimos ases, que representan un 13% (cf. Gráfico 58).

La amplia predominancia de sestercios, la alta aparición de áureos y denarios, y la inexistencia de moneda divisional, nos está hablando de un tipo de circulación muy determinado, que no parece estar adaptada a las pequeñas transacciones comerciales que se puedan producir día a día. Más bien parece corresponderse con los grandes pagos, ya sean en forma de intercambios comerciales, en el pago a los soldados estacionados en la zona septentrional de la Meseta, en conexión con los puertos del Cantábrico a través de la comarca de Campoo y el Puerto de Pajares, o bien que se trate de remesas de dinero demandadas por la ciudades para hacer frente a los gastos estatales.

En cuanto a los áureos y denarios, éstos se concentran en los primeros años del siglo II, especialmente en los gobiernos de Trajano y Adriano. Son escasos los hallazgos de denarios emitidos por Antonino Pío y Marco Aurelio, y del gobierno de Cómodo no conservamos ningún ejemplar. Los hallazgos han tenido lugar en el entorno de Gijón y Oviedo, registrándose cuatro áureos en la ciudad de Oviedo, uno en Aroles (Vega), Fano (Gijón) y San Andrés de Tacones (Gijón), y un denario en el castro de Doña Palla (Pravia). Destacables son también los cuatro áureos y diez denarios aparecidos en Iuliobriga, constituyendo el 33% de los valores documentados en la ciudad. De manera más aislada, se registra un denario de Nerva en el castro de Chao Sanmartín (Grandas de Salime), tres denarios a nombre de Faustina II en La Rabia, un áureo hallado en la iglesia de Santa María en Santoña, un denario forrado de Antonino Pío en el yacimiento de Aloria, y tres áureos en los Prados de Berarín, en Irún (cf. Gráfico 59 y Figura 49).

La comparativa con la información proporcionada por el registro arqueológico es incluso más sorprendente. Los valores aparecidos en contextos arqueológicos del siglo II d.C. en el castro de Chao Sanmartín (Grandas de Salime, Asturias) muestran una presencia altísima de denarios, representando un 34% del total de los valores documentados. Junto a éstos, los sestercios y dupondios son minoritarios, en torno al 9% y 6% respectivamente, siendo los ases los valores predominantes, representando un 51% del total. Al margen de los dos conjuntos monetales verificados, en el yacimiento de Aloria (Amurrio, Álava) sólo ha sido documentado un ejemplar en contextos del siglo II d.C., concretamente un as hispánico de Tiberio, aunque la correcta contextualización del estrato resulta algo dudosa, como veremos posteriormente.376

Igualmente, hemos visto cómo es registrada una representación altísima de sestercios, siendo en todo momento superior a la obtenida por los ases. La única

376

94

Cf. pp. 95-96.

Vertiente Cantábrica

Gráfico 58: Valores representados entre los ejemplares del siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica.

Gráfico 59: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica.

Figura 49: Localización de los hallazgos de áureos y denarios emitidos en el siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica.

La muestra obtenida completa la información constatada anteriormente, ya que la presencia de ases en el registro arqueológico es indicativa, al menos, de su presencia entre los valores circulantes y su relativo uso.

Podemos finalmente añadir que, entre los tres puntos de observación realizados, se constata una importante presencia de denominaciones superiores al as, siendo los sestercios y denarios los grandes protagonistas del periodo en esta área. Los ases aparecidos en el registro arqueológico son mayoritariamente hispánicos, acuñados entre los gobiernos de Augusto y Tiberio. Tan sólo dos fueron acuñados durante el siglo II d.C. Por lo tanto, podríamos decir que la circulación monetaria se nutre de los ases anteriormente acuñados para completar el panorama monetal descrito, siendo esta moneda la más usualmente perdida.

Gráfico 60: Valores en bronce que han aparecido en contextos arqueológicos datados en el siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica.

La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos

Por el contrario, los dos depósitos monetales de Aloria amplían el número de sestercios hallados en el registro arqueológico, siendo en este caso mayoritarios. Junto a los cuarenta y dos sestercios contabilizados en total, que representan un 91% del total de los valores hallados en sendos conjuntos, han sido constatados tres denarios y un único as. Quizás, la alta representación de sestercios asociados a ambos se encuentre en relación con la datación tardía, dentro del siglo II d.C. de los depósitos hallados.377

Son exiguos los contextos del siglo II en los que haya sido constatada presencia monetal, limitándose este estudio a los hallazgos realizados en las excavaciones del castro de Chao Sanmartín (Grandas de Salime, Asturias) y Aloria (Amurrio, Álava). Incluimos dentro de este análisis los dos depósitos localizados en este último yacimiento, por su consideración como monederos. Las monedas aparecidas en el castro de Chao Sanmartín parece ser que se mantuvieron en circulación en la segunda mitad del II d.C.,378 mostrando una composición bastante heterogénea, entre la que destacan las monedas provinciales acuñadas entre los gobiernos de Augusto y Tiberio. A los hallazgos del castro de Chao Sanmartín sumamos el as hispánico emitido por Tiberio hallado en Aloria, cuya adscripción a contextos del siglo II d.C. es

Tabla 37: Valores representados en los depósitos monetales hallados en Aloria (Amurrio, Álava).

378

377

Gil, Villa, 2003, 62. Acerca de los ejemplares con contexto aparecidos en el castro del Chao Sanmartín, hemos de tener en cuenta la reciente publicación de Villa, Gil, 2006, 513-519.

Cf. pp. 91-92.

95

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 38: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica. En negrita se señala la moneda acuñada durante el siglo II d.C.

dudosa. Esta incertidumbre se debe a la escueta noticia que del ejemplar se posee, del que se afirma que fue recuperado en las inmediaciones de un recinto, en un contexto en el que la terra sigillata del siglo II d.C. era dominante,379 sin precisar la concreta contextualización del mismo o si se trataba de un estudio superficial (cf. Tabla 60).

Las monedas emitidas a partir del gobierno de Claudio I, a lo largo de la segunda mitad del siglo I d.C., representan un 23% del numerario hallado en contexto arqueológico, algo inferior a las emisiones augusteas y tiberianas, por lo que la moneda del siglo I d.C. supondría en total un 66%. La moneda contemporánea a la formación de los estratos se muestra menos abundante, constituyendo un 17% de la moneda hallada en el castro de Chao Sanmartín.

Por lo tanto, comprobamos como los ejemplares más antiguos que se mantienen en circulación durante el siglo II d.C., al menos en su segunda mitad, son los cinco denarios romano-republicanos aparecidos en el castro de Chao Sanmartín (Grandas de Salime), que conformarían un 17% de la masa monetaria aparecida en excavación. El valor intrínseco de los denarios, especialmente los romano-republicanos, que poseen un mayor contenido en plata que los acuñados en época altoimperial, provoca que sean mantenidos en circulación durante un mayor periodo de tiempo, no resultando alarmante la aparición de éstos en contextos más tardíos. Probablemente, aludiendo al trabajo de F. Gil Sendino y A. Villa Valdés sobre el citado castro, la escasa representación de moneda anterior al periodo julio-claudio pueda deberse a que el grueso de la colección llegaría al yacimiento de manos de las tropas allí asentadas, entre finales del gobierno de Tiberio y el inicio del periodo flavio.380 La cotidianeidad de los pagos y la actualidad en los intercambios comerciales de las tropas romanas provocaría una renovación constante del numerario, por lo que la llegada de moneda en esos momentos debió mantenerse alta.

Junto a estos hallazgos, destacamos los dos depósitos monetales de Aloria, denominados como Depósito A y Depósito B.382 Ambos conjuntos nos muestran, en cambio, una preferencia por los ejemplares que gozan de mayor contemporaneidad, constituyendo las emisiones del siglo II d.C. un 87% del total, y tan sólo el 11% se corresponde con moneda anterior al siglo II d.C. Entre ésta, destacamos la mayoritaria presencia de moneda flavia, ya que tan sólo un ejemplar se corresponde con una emisión julio-claudia, concretamente con un as de Claudio I.

Las monedas provinciales emitidas entre Augusto y Tiberio poseen una mayor representación, constituyendo un 43% de la masa circulante en el siglo II en el castro de Chao Sanmartín, siendo mayoritarios los ejemplares acuñados en las cecas localizadas en el valle del Ebro. F. Gil Sendino y A. Villa Valdés sostienen que la alta presencia de emisiones del valle del Ebro, de denarios y de ejemplares contramarcados con cabeza de águila, es una característica propia de los establecimientos militares del Noroeste peninsular.381

Evidenciamos pues dos realidades diferenciadas. Los circuitos de moneda cotidianos se nutren de moneda de muy variada cronología, entre la que se muestra todavía mayoritaria las acuñaciones propias del siglo I d.C.,

379

382

Tabla 39: Composición de los depósitos monetales hallados en Aloria (Amurrio, Álava) según emisores. En negrita se señala la moneda acuñada en el siglo II d.C.

Cepeda, 2001, 90. Gil, Villa, 2003, 62. 381 Gil, Villa, 2003, 62. Acerca del carácter castrense de las contramarcas de cabeza de águila, remitimos a Blázquez Cerrato, 1995, 303; 1999, 91-100; García-Bellido, 2006b, 581.

Cepeda, 2001, 89-90. Para conocer las circunstancias de aparición de ambos depósitos monetales remitimos a las páginas 91-92. Pese a que la cronología del conjunto A es establecida a comienzos del siglo III d.C., ambos son incluidos en este apartado ya que su composición es claramente representativa del siglo II d.C.

380

96

Vertiente Cantábrica especialmente los ases hispanorromanos acuñados por Augusto y Tiberio. Mas, entre la moneda que pudo haber sido reservada para un posterior uso, y que quizás no fuera cotidianamente utilizada, este índice de residualidad resulta mínimo, apareciendo mayoritariamente formado por emisiones del siglo II d.C. y, en ningún caso, por moneda con más de una centuria de antigüedad.

escasa, tanto de su composición como de la cronología estimada para la ocultación, por lo que no pueden ser analizados en detalle. Del primero de los señalados, tan sólo sabemos que fue descubierto en Coyanca, y que contenía unos cien áureos. Pero éste fue rápidamente disperso, por lo que sólo fue posible analizar siete ejemplares que fueron a parar al Museo Arqueológico de Oviedo. De éstos, se sabe que uno pertenecía a Nerón, otro a Vespasiano, y Trajano y Adriano contaban con dos y tres ejemplares cada uno.384 El conjunto de Pola de Siero fue descubierto en 1858 en el interior de un recipiente de cerámica. Dicha vasija contenía un número indeterminado de grandes bronces, en principio todos ellos adscritos a Trajano y, en general, a las emisiones antoninas.385

Gráfico 61: Composición de los estratos arqueológicos datados en la segunda mitad del siglo II d.C. en el castro de Chao Sanmartín (Grandas de Salime, Asturias) y de los depósitos monetales hallados en Aloria (Amurrio, Álava), según emisores.

Por último, respecto a la perduración de la moneda antonina en contextos posteriores al propio siglo II d.C., contamos con un sestercio de Cómodo hallado en las excavaciones llevadas a cabo en la Plaza Arcipreste Piquero de Gijón. Fue hallado en un pavimento exterior, en una unidad estratigráfica datada en el siglo IV d.C., que conservaba materiales residuales de los siglos II y III, como lo era este ejemplar de Cómodo.386

Otro conjunto monetal que puede ser comparado con el hallado en Aloria (Amurrio, Álava), es el descubierto en Pena da Ola (Monteseiro, Fonsagrada, Lugo) en 1956. Durante los trabajos de reforestación llevados a cabo en la localidad, fue hallado un recipiente de bronce que albergaba ciento siete denarios en su interior, emitidos entre el siglo II a.C. y Trajano.383 En este conjunto se muestra igualmente la gran contemporaneidad de la muestra recogida para su atesoramiento. Habiendo tenido lugar su ocultación en momentos posteriores al gobierno de Trajano, las emisiones de este último emperador se corresponden con un 45% del total. De los restantes, un 41% fueron emitidos durante los cincuenta años anteriores a dicho emperador, por lo que se trata de un numerario que cuenta con escaso tiempo en circulación (comparativamente a lo que venimos observando), correspondiéndose con acuñaciones realizadas entre los gobiernos de Nerón y Nerva. La moneda más antigua la constituyen los denarios romano-republicanos incorporados al conjunto, pero éstos resultan minoritarios, ya que constituyen exclusivamente un 7% del total documentado.

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) El siglo III d.C. en el área cantábrica se muestra difícil de recomponer, al ser el periodo menos representado en cuanto a número de hallazgos, además de poseer escasos datos acerca de la evolución de éste. M. Estebán y A.I. Echevarría informan del brusco descenso de numerario en el entorno de Irún a finales del siglo II y comienzos del siglo III d.C.,387 situación que ya observaba J.J. Cepeda para el conjunto del País Vasco, que incluso extiende a la segunda mitad del siglo III.388 C. Fernández Ochoa documenta esta desaceleración en tiempos de Cómodo también en el área astur, que no se verá recuperada hasta bien mediado el siglo III d.C., siendo bastante escasos los hallazgos monetales durante todo el siglo III.389 Pocos datos más poseemos para el siglo III d.C., a excepción de la información que puedan aportar algunos de los conjuntos monetales hallados en esta área. Al respecto, advertimos la existencia de diversos tesorillos con presencia de emisiones del siglo II en su composición y que fueron ocultados en algún momento del siglo III d.C.

Tabla 40: Composición del conjunto hallado en Pena da Ola (Monteseiro, Fonsagrada, Lugo).

Otros tesorillos que contienen emisiones del siglo II d.C. hallados en la Vertiente Cantábrica son los conjuntos localizados en Coyanca (San Salvador de Perlora, Carreño, Asturias) y Pola de Siero (Siero, Asturias), pero la información que gozamos de los mismos es realmente

384

Centeno, 1987, 56; Santos Yanguas (N.), 1994, 105; Gil, Villa, 2006, 516. 385 Centeno, 1987, 75. 386 Gil, Villa, 2006, 517 y 524. 387 Esteban, Echevarría, 1991, 471. 388 Cepeda, 1990, 168-169. 389 Fernández Ochoa, 1982, 214.

383

Centeno, 1987, 67-69; TIR K-29 (Madrid. 1995), s.v. Pena da Ola, 84; Cavada, 2005, 50; Cavada, Villanueva, 2005, 299.

97

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA En la provincia de Vizcaya, han sido documentados dos conjuntos monetales en Bolibar y en la Cueva de la Zorra (Soscaño, Carranza), aunque son pocos los datos relacionados con la composición de los mismos, por lo que la fecha de ocultación es bastante imprecisa. La información que poseemos acerca del conjunto hallado en Bolibar es realmente parcial, ya que tan sólo conocemos la adscripción de tres sestercios que pudo incluir, correspondiéndose con ejemplares a nombre de Diva Faustina, Faustina hija, y Severo Alejandro, del 231 d.C. Se estima que dicho conjunto estaba conformad por treinta ejemplares, pero no se puede establecer con seguridad cualquier otra atribución cronológica o monetal.390 El siguiente conjunto fue hallado en 1903 en la Cueva de la Zorra (Soscaño, Carranza) en el interior de un recipiente de hierro. Las noticias acerca de la composición del mismo son igualmente dudosas, estimándose la cantidad que pudo contener entre noventa y ciento siete. Al respecto, únicamente se conoce la adscripción cronológica de once que oscilan entre emisiones de Trajano y Gordiano III.391

presentan una evolución más o menos paralela, donde los años centrales de la centuria son los mejores representados. Los gobiernos de Trajano y Cómodo se caracterizan por una escasa afluencia de moneda, mientras que los restantes periodos gozan de una representación bastante adecuada, constatándose el punto álgido en el aprovisionamiento durante el gobierno de Antonino Pío. En cambio, en la mitad occidental del área seleccionada, los hallazgos numismáticos se concentran en los gobiernos de Nerva, Trajano y Adriano, estando mínimamente representadas las emisiones de Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo. Un tercer punto a diferenciar sería la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). En dicho núcleo urbano se observa una evolución discordante con la apreciada en las zonas cercanas. Los puntos máximos en el aprovisionamiento de la ciudad son los gobiernos de Trajano y Marco Aurelio, siendo el de Adriano y, especialmente, Antonino Pío y Cómodo realmente escasos. Esta evolución difiere completamente de la anotada en los núcleos litorales cántabros y en el entorno del área cercana a los centros de Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia) y Dessobriga (Las Cuestillas, Melgar de Fernamental, Burgos), situados en la Meseta Norte, a los que se encuentra estrechamente relacionados a través de la vía que los une recorriendo la comarca de Campoo. La particular evolución de Iuliobriga puede ponerse en relación con la evolución que hasta el momento parece mostrarnos el registro arqueológico de la ciudad. Este núcleo urbano sufrió cierta recesión o retraimiento a partir de mediados del siglo II d.C., ya que los materiales aparecidos en excavación se ciñen hasta el momento al siglo II d.C. como cronología más tardía.393 Hasta la realización de un mayor número de excavaciones y la publicación de nueva información al respecto, las observaciones que pueden extraerse a partir del análisis del material cerámico parecen coincidir con la reducción de numerario que experimenta la ciudad a partir de mediados del siglo II d.C.

Una mayor concreción posee el conjunto hallado en Doña Palla (Pravia, Asturias), cuya ocultación debió tener lugar a mediados del siglo III d.C. Está formado por un total de seis denarios, de los cuales tres son romano-republicanos y tres altoimperiales, emitidos por Nerón, Trajano y Póstumo. Este último ejemplar marca el término post quem para datar el conjunto, habiendo sido acuñado en el año 264 d.C.392 La composición de este tesorillo confirma el alcance de los denarios en la composición monetaria del área cantábrica, además de que demuestra la vigencia de las acuñaciones en plata romano-republicanas durante el siglo III d.C., al menos durante su primera mitad. Conclusiones El análisis del monetario del siglo II, tanto el emitido como el circulante, nos ha permitido ratificar algunas de las nociones generales sobre la circulación monetaria en el área vertidas por diversos autores en los años noventa.

El único elemento en común para todas las áreas señaladas es el drástico descenso monetal de tiempos de Cómodo, que perdurará durante prácticamente los dos primeros tercios del siglo III d.C., recuperándose ligeramente durante el periodo de la Anarquía militar.

○ La evolución de las áreas portuarias y mineras y su vinculación con el aprovisionamiento Es destacable la evolución del aprovisionamiento a lo largo de esta centuria, ya que podemos comprobar la existencia de tres focos económicos que funcionan de manera diferenciada, pese a la tendencia general observada.

Además del generalizado descenso de moneda entre el gobierno de Cómodo y Alejandro Severo, en el área cantábrica se constata un cierto proceso de aletargamiento económico que quizás se pueda poner en relación con esta situación, especialmente con la evolución propia de los enclaves situados en la zona occidental señalada.

Por un lado, tomando la cuenca del Deva y los Picos de Europa como límite natural, la ciudad de Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria) y los núcleos rurales de la mitad oriental, concentrados especialmente en el litoral,

El impulso y desarrollo que habían tenido lugar durante el periodo julio-claudio y flavio se ve ligeramente frenado durante la segunda mitad del siglo II d.C., momento a

390

Cepeda, 1990, 39-40; Martínez Mira, 1995-1996, 122. Cepeda, 1990, 28-30, 171-172; Martínez Mira, 1995-1996, 125. Tesorillo hallado durante las obras del ferrocarril Ferrol-Gijón (Martínez Mira, 1995-1996, 150; Fernández Ochoa, 1997, 152-153). 391 392

393

98

Cepas, 1997, 177.

Vertiente Cantábrica

Figura 50: Áreas en las que ha sido constatado diferente ritmo de aprovisionamiento dentro de la Vertiente Cantábrica.

partir del cual parecen disminuir los datos arqueológicos de los que se disponen, que se ha puesto en relación con un pequeño colapso sufrido por las minas del septentrión hispano durante este tiempo. Pero, pese a esta posible ralentización en la explotación minera del área cántabra, las vías de comunicación que la recorren sufren un proceso de reparación y acondicionamiento constante, por lo que se estima que el interés económico del área se mantiene, aunque centrado posiblemente en otras cuestiones. Se ha puesto de relieve la importancia que los puertos cantábricos pudieron poseer para la salida de la annona desde la Meseta para el abastecimiento de los ejércitos del limes renano, por lo que el tránsito y actividad de las mismas parece estar asegurado.394

En el área occidental ya veíamos como este proceso de expansión no es observable, ya que la progresiva reducción en la llegada de moneda a la que se asiste en esta área provoca que, a partir de las emisiones adrianeas, los testimonios monetales sean realmente escasos, ciñéndose al entorno de la actual Oviedo. Al analizar la evolución del aprovisionamiento en el área, hemos puesto de relieve la probable constatación de una reducción de la actividad minera en el entorno pero un mantenimiento de la actividad portuaria. Dicha hipótesis parece encajar, por el momento, con las observaciones realizadas a partir de la distribución y evolución de los ejemplares en el territorio cántabro. A partir de la observación de la dispersión, apreciamos como se configuran diferentes áreas donde los ejemplares numismáticos aparecen especialmente concentrados. Hemos de destacar al respecto, en sentido este-oeste, el entorno de la antigua Oiasso (Irún, Guipúzcoa). La importancia de esta área viene determinada por las excelentes condiciones que presenta el estuario del Bidasoa como fondeadero para la navegación, además de la navegabilidad de su cauce con barcos de reducido calado, poniendo en contacto este puerto natural con las minas de hierro ubicadas en Peñas de Aia (Oiartzun, Guipúzcoa). La importante dependencia de este centro con la actividad minera anterior viene determinada por el cierto estancamiento que parece sufrir dicho núcleo urbano a finales del siglo II y comienzos del siglo III d.C., paralelo al colapso o descenso de la actividad de las minas de plata y plomo de Arditurri (Peñas de Aia, Oiartzun, Guipúzcoa).396

○ La polarización de los hallazgos en torno al litoral cantábrico En cuanto a la dispersión de los ejemplares, aunque las zonas litorales presentaban hallazgos numismáticos ya en el siglo I d.C., éstos no eran todavía demasiado numerosos, siendo a partir de Trajano cuando comienza a incrementarse la presencia monetal en estos núcleos.395 En el área oriental de la Vertiente Cantábrica, la moneda continúa ciñéndose en estos primeros momentos a las vías de comunicación principales del eje viario romano, pero, con la llegada del numerario adrianeo, hemos podido observar un ligero avance de la moneda hacia los focos interiores, adentrándose desde las zonas litorales, a través de los valles cantábricos, hacia asentamientos rurales que hasta el momento no parecían contar con estos elementos de cambio. Si bien los escasos ejemplares de Cómodo que poseemos no son un indicativo concluyente, podemos observar como éstos quedan distribuidos de una manera más dispersa y alejada de los grandes centros y principales vías de comunicación del litoral frente a los que eran constatados en época de Nerva, siendo patente la progresiva generalización del uso de la moneda en estas sociedades, que comienza a dejar de estar limitado a los núcleos urbanos o militarizados.

394 395

El litoral que se extiende entre el Oria y el Deva se presenta especialmente abundante en testimonios monetales, que ilustran la importante actividad que los puertos ubicados en el área, Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria) el Portus Victoriae Iuliobrigensium (Santander, Cantabria) o el Portus Blendium (Suances, Cantabria), debieron poseer en dicha centuria. Por último, hemos de destacar los alrededores de las actuales Gijón y Oviedo, donde los hallazgos se suceden en las proximidades de la vía litoral y de la que se dirige hacia el área de la Meseta a través del Puerto de Pajares. 396

Fernández Ochoa, Morillo, 1994, 189. Para ilustrar este capítulo remitimos a las Figuras 43-48 (pp. 93-94).

Fernández Ochoa, Morillo, 1994, 151; TIR K-30 (Madrid. 1993), s.v. Arditurri, 51.

99

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Dicha concentración de ejemplares se muestra acorde con la existencia de un notable número de castros romanizados en el área, que se encontraban íntimamente relacionados con la abundante actividad minera constatada en la zona, especialmente en relación a las explotaciones auríferas de los valles fluviales y la ubicación de Lucus Asturum (Lugo de Llanera, Llanera, Asturias), el núcleo más destacado del área astur.397

Sanmartín (Grandas de Salime, Asturias) muestran una importante presencia de ases en estratos del siglo II d.C., constituyendo el 51,4% de los valores documentados. Debido al escaso abastecimiento de ases durante el siglo II, han de valerse de emisiones de épocas anteriores para poder completar sus monederos, ya que, mayoritariamente, se corresponden con emisiones de la primera mitad del siglo I d.C. Mantenerlos en circulación era necesario para poder acceder a los intercambios cotidianos.

La densidad monetal queda, por lo tanto, en concordancia con la presencia de un mayor número de hábitat. Según señalan C. Fernández Ochoa y A. Morillo, la concentración más importante de yacimientos en el área cantábrica se centrarían en la bahía de Santander, que ofrece óptimas condiciones naturales para el desarrollo de la navegación y las relaciones marítimas, al igual que, en menor medida, en las ría de Guernica y el estuario del Bidasoa,398 quedando vinculados a la actividad marítima de estos puertos naturales.

Los ejemplares hallados en excavación se limitan a la muestra obtenida en el castro de Chao Sanmartín por lo que no podemos determinar la verdadera representatividad que pudieron tener los ases en otros contextos geográficos. La importancia del as en dicho centro puede venir determinada por el carácter del mismo. Los autores atribuyen a este castro un importante componente militar, pudiendo influir en una más temprana incorporación a los intercambios mediante el uso de moneda que otros núcleos que no hayan sufrido una temprana presencia militar y, por lo tanto, no estén habituados a esta práctica.

○ ¿Podemos hablar de integración de la moneda entre la sociedad cantábrica? Pese a la constatación de numerario en el entorno de los principales centro económicos de la región, diversos estudios han puesto de manifiesto el escaso calado que la presencia romana tuvo respecto a la población indígena, pudiendo hablarse de un proceso de romanización llevado a cabo de una manera muy superficial, y centrada especialmente en el entorno de los núcleos mineros y zonas costeras.399 Dicha valoración parece concordar entonces con lo observado en relación a los valores que más frecuentemente aparecen en el conjunto de la Vertiente Cantábrica.

○ La importancia de la moneda julio-claudia como moneda de cuenta A partir del testimonio del castro de Chao Sanmartín, se observa la importancia que adquieren las monedas julioclaudias en estos contextos, representando un porcentaje importante de la composición del circulante del siglo II d.C., cercano al 66%, mientras que la moneda contemporánea a la formación del estrato, es decir, la emitida por Nerva, Trajano, Adriano y los antoninos, no superan el 17%. Hemos visto como se mostraba necesario el mantenimiento de estos ejemplares para poder acceder a los intercambios cotidianos. La necesidad del mantenimiento de estas denominaciones menores, que no aparecen entre las abastecidas por la metrópoli al área,401 quizás pueda explicar la composición de la muestra.

La substancial presencia de áureos, denarios y sestercios desde los primeros años del siglo II parece no dejar lugar a las pequeñas transacciones e intercambios, ya que no encontramos ni un solo ejemplar de moneda divisional entre los hallazgos realizados, y los ases no parecen formar parte de las denominaciones abastecidas por Roma. Los valores hallados nos estarían hablando de un comercio a gran escala totalmente al margen de los intercambios cotidianos.400

Como complemento a la información proporcionada por las excavaciones del citado castro, los conjuntos monetales hallados en Aloria testimonian la correcta actualización y abastecimiento del periodo, estando compuestos mayoritariamente por sestercios más o menos contemporáneos al momento de pérdida u ocultación de los mismos.402

El registro arqueológico parece matizar en parte este panorama, aunque hemos de analizar las características propias del yacimiento en cuestión. Los hallazgos realizados en las excavaciones del castro de Chao

401

Recordamos la importancia que sestercios, denarios y áureos parecen tener en el aprovisionamiento durante este siglo II d.C. Cf. p. 94-95. 402 Acerca de los hallazgos del castro Chao Sanmartín (Grandas de Salime, Asturias), cf. pp. 95-96; sobre los conjuntos de Aloria (Amurrio, Álava), cf. pp. 91-92 y Tabla 37 (p. 95) y 39 (p. 96). Una gráfica comparativa entre ambos hallazgos aparece en el Gráfico 61 (p. 97).

397

Maya, 1983, 227-229. Fernández Ochoa, Morillo, 1994, 164. 399 Pastor, 1983, 200, a partir del análisis de la epigrafía y la onomástica; González Echegaray, 1986, 173. 400 Cf. p. 94-95. 398

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CAPÍTULO 4 LA MESETA NORTE PENINSULAR. LA CUENCA DEL DUERO

La Meseta Norte, vertebrada por el valle del Duero, está limitada por la Cordillera Cantábrica al Norte, y por el Sistema Ibérico y las sierras de los Montes de Oca, la Demanda, Cebollera y el Moncayo al Este. El sistema Central conforma su límite meridional, con las sierras de Ayllón, Guadarrama, Gredos y Gata, mientras que el río Águeda y parte del cauce del Duero, junto a la sierra de la Culebra y los Montes de León, son las fronteras naturales occidentales. Engloba pues prácticamente la totalidad de la actual Castilla y León. Tan sólo la comarca leonesa de El Bierzo y algunos núcleos del sur de la provincia de Ávila quedan fuera de este capítulo, debido a la existencia de dos importantes fronteras naturales respecto a la Meseta, como son los Montes de León y la Sierra de Gredos, respectivamente. El relieve característico de la Meseta son los páramos, grandes altiplanicies yermas, rasas y desabrigadas donde se extienden los cultivos de trigo y centeno, y, junto a éstos, las campiñas, amplías llanuras aptas para la agricultura. De éstas, la denominada Tierra de Campos es la más representativa. Además de la agricultura de tipo cerealista, la importancia minera del área leonesa determina su riqueza económica, destacando en este sentido la cuenca del río Duerna, en especial la minas de oro de Valduerna, en las proximidades de Asturica Augusta (Astorga, León), junto con los enclaves mineros de El Bierzo, que quedan fuera de nuestro estudio. Su riqueza minera determinará la existencia de una de las principales vías de comunicación de la península, la denominada Vía de la Plata, que recorre perpendicularmente la parte occidental del territorio castellano, poniendo en contacto el entorno del Duero con las costas gaditanas. Además de las facilidades comerciales que este importante eje de comunicación proporcionaba, sería utilizada repetidas veces por los ejércitos romanos para el control del territorio lusitano y la rica zona del Noroeste peninsular.403 El área más oriental de la Meseta, desarrollada entre las sierras de los Sistemas Ibérico y Central, poseía suelos más pobres y abruptos, no demasiado aptos para el desarrollo de la agricultura, pero sí para la ganadería y pastoreo. Exclusivamente el área desarrollada entre Uxama (Burgo de Osma, Soria) y Numantia (Cerro de la Muela, Garray, Soria) mostraba una mayor riqueza agrícola, por su situación en la vega del Duero, pudiendo complementar la economía, principalmente ganadera, con las cosechas de trigo y cebada.404

403 404

Blázquez Cerrato, 2002, 15. Salinas, 1996, 119 y 123.

La penetración romana en la Meseta responde a una serie de alianzas realizadas con los beligerantes pueblos del interior peninsular a partir de las Guerras Sertorianas (8272 a.C.), que determinaría la importante presencia militar en el área. El inicio del proceso romanizador en la zona norte de la Meseta parece establecerse en el periodo inmediatamente posterior a la finalización de las guerras cántabras, en torno al 19 a.C.,405 tras el asentamiento de numerosos contingentes militares en el área, que se ve materializado en los campamentos de Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia), Dessobriga (Las Cuestillas, Melgar de Fernamental, Burgos), Segisamun (Sasamón, Burgos), Legio (León), Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), y, por un corto periodo de tiempo, en Asturica Augusta (Astorga, León). Estos núcleos campamentales se configurarán como principales centros de gestión y control del territorio, no siendo necesaria una colonización de agentes itálicos para la puesta en marcha de la dinámica económica, política y administrativa romana. Así al menos nos lo hace ver J.A. Abásolo, quien afirma que no se puede hablar de colonización en la Meseta romana, ya que parece ser que no hubo necesidad de una aportación de nuevos pobladores ni de nuevas fundaciones. Los núcleos urbanos existentes en el área, son continuadores de los antiguos emplazamientos prerromanos, no existiendo ciudades fundadas ex novo en el área señalada. El sustrato cultural céltico parece responder lentamente a los estímulos culturales propiamente romanos. J. Gómez Santa Cruz ve en el siglo II d.C. el momento en que se consolida este fenómeno de aculturación: alcanzan especial madurez los procesos de urbanización y centralización administrativa, se incrementan las explotaciones agrícolas y mineras, a la vez que se consolida la red viaria.406 Tras habernos situado geográfica e históricamente, hemos de destacar la necesidad de compartimentar el área seleccionada, debido a la extensión territorial de la misma, y a la existencia de numerosos núcleos, ya sean urbanos o militares, que poseen una alta presencia monetal, pudiendo así abordar el análisis del territorio de una manera más completa e inteligible. Por ello, hemos decidido realizar una división de la Meseta Norte a partir de su principal eje vertebrador, el río Duero, distinguiendo entre la zona septentrional de la Meseta Norte, que comprendería los diversos núcleos existentes entre el río Duero y la Cordillera Cantábrica, y la zona meridional de la Meseta Norte, que se extendería entre el río Duero y las sierras del Sistema Central. Además de por razones geográficas, la distinción entre 405 406

Abásolo, 1998, 30. Gómez Santa Cruz, 1993, 13 y 163.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Figura 51: Mapa geográfico de la Meseta Norte.

ambas partes se realiza debido a la fuerte presencia militar que encontramos en la zona septentrional de la Meseta, frente a la su escasez en la zona meridional. La presencia del elemento legionario es razón suficiente para argumentar esta división, ya que puede determinar la composición de la masa monetal de la zona donde se asienta, tanto por la mayor afluencia de moneda, como por el uso que de ésta se hace. Además, hemos de poner de relieve la diferente intensidad con la que han sido analizadas ambas áreas por los estudios numismáticos, por lo que no pueden ser tratadas en un total plano de igualdad.

torno al 25 a.C., durante el transcurso de las guerras cántabras como asentamiento de la Legio X Gemina, pronto fue habitado y constituido como núcleo urbano, erigiéndose como capital del conventus Asturum y como centro de gestión y control, a la vez que punto de partida, de las riquezas auríferas de la zona. Además, la situación estratégica de la ciudad, erigida en un punto neurálgico de las comunicaciones de la Meseta Norte, al confluir en ella las principales vías que la recorren, le aporta una especial importancia en el control y organización del noroeste peninsular.409 En esta ocasión, la monografía de T. Mañanes sobre la epigrafía y numismática romanas de la ciudad de Astorga y su entorno, junto al reciente trabajo de C. Blázquez Cerrato, serán las principales herramientas utilizadas para conocer la evolución monetaria de la ciudad.410

En la zona septentrional de la Meseta Norte, debemos centrar especialmente nuestra atención en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), capital del convento cluniense e importante nudo de comunicaciones entre el Valle del Ebro y la Meseta Norte, y la Vertiente Cantábrica y la Meseta Sur, a través de las vías secundarias que recorren verticalmente su territorium.407 En la antigua Clunia han sido recopilados un total de doscientos cuatro ejemplares, que fueron analizados por J.M. Gurt en un trabajo monográfico acerca de la circulación monetaria en la ciudad,408 sobre el que basaremos nuestro particular análisis.

Junto a ambos núcleos administrativos, analizaremos la ciudad de Tritium (Alto de Rodilla, Monasterio de Rodilla, Burgos), situada sobre un núcleo indígena romanizado en época de Escipión Emiliano, donde han sido documentados un total de veinte ejemplares del siglo II.411 Respecto a la antigua Lancia (Villasabariego, León), pese a la vitalidad que debió poseer en época flavia y a lo largo del siglo II d.C., a tenor de los materiales arqueológicos,412 la escasez de hallazgos monetales en

Pese a que la presencia monetal es menos significativa, la ciudad de Asturica Augusta (Astorga, León) no puede quedar al margen de nuestra investigación. Fundada inicialmente como campamento romano, posiblemente en 407 408

409

TIR K-29 (Madrid, 1991) s.v. Astvrica Avgvsta, 27-29; Gómez Santa Cruz, 1993, 177; Mañanes, 2000, 13. 410 Mañanes, 1982; Blázquez Cerrato, 2006a, 118-137, y 2006b, 138153. 411 TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Tritivm, 226. 412 TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Lancia, 138.

TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Clunia, 98-100. Gurt, 1985, 86-95.

102

Meseta Norte este centro urbano hace irrealizable una observación individualizada del mismo, ya que tan sólo han sido contabilizados un total de cinco ejemplares. La pobreza de materiales de Pallantia (Palencia) y Uxama (Burgo de Osma, Soria), obligan a una misma reflexión, por lo que todas ellas serán incluidas en la descripción general de la zona septentrional. La escasez de excavaciones y publicaciones referentes a los estos centros dificultan su acercamiento, aunque sin duda debieron contar con una importante presencia de moneda.

suelo a la Legio VII Gemina, que pasa a constituirse como la única tropa legionaria asentada en suelo hispano, tras la salida en tiempos de Vespasiano de las últimas legiones aquí presentes. Las excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos años parecen constatar una ocupación anterior al establecimiento del ejército en el lugar, datando este primer asentamiento de época tardoaugustea y julio-claudia.416 En Petavonium se constatan dos momentos de ocupación diferenciados, con sendos establecimientos campamentales. Los primeros contingentes romanos probablemente se corresponderían con la llegada de la Legio X Gemina, a causa de las Guerras Cántabras, que se mantendrán durante época augustea y julio-claudia. Tras su abandono, fue construido sobre éste un nuevo campamento, más reducido, que acogería al ala II Flavia Hispanorum, siendo fundado en torno a la década de los 70-80 d.C. Los testimonios arqueológicos no permiten fechar su ocupación más allá de finales del siglo II o comienzos del siglo III d.C.417

En referencia a los núcleos castrenses, englobamos dentro de los mismos los centros de Segisamun (Sasamón, Burgos), Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia), Dessobriga (Las Cuestillas, Melgar de Fernamental, Burgos), Legio (León) y Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), intentando analizar igualmente su territorio más inmediato. Es importante argumentar la presencia de Segisamun en nuestra relación, ya que su carácter militar todavía no ha podido ser constatado arqueológicamente, pese a que las fuentes antiguas413 nos informan de la existencia de un campamento de época augustea en Segisama Iulia, emplazado durante las guerras cántabras junto a una ciudad indígena.414 Ya se confirme o desmienta dicha información, la cercanía mantenida con la antigua Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia) determina igualmente la gran vinculación respecto a este núcleo, suponiéndose una evolución paralela y sin grandes diferencias entre las mismas, por lo que, a efectos numismáticos, podrían ser englobados dentro de un mismo territorium, independientemente de la entidad que éste poseyera.

Aunque no se conoce el lugar concreto donde pudo estar acantonada, la Legio V Alauda también debió estar presente en este territorio durante la ofensiva al frente astur, poseyendo posiblemente un radio de acción entre Astorga-León-Benavente.418 Pero la brevedad de su presencia en Hispania no la sitúa en un lugar trascendente en nuestra narración, ya que antes del 15 a.C. la legión ya se encontraba fuera de Hispania. La legión VI Victrix permanecería sobre suelo hispano un periodo de tiempo algo más prolongado, al menos hasta el 69-70 d.C. No se conoce su lugar preciso de acantonamiento, pero quizás pudiera ser situada en el entorno de Astorga, o en las vías que desde la ciudad se dirigen a Lucus Augusti (Lugo) o Bracara Augusta (Braga).419

La antigua Pisoraca se despliega cerca del antiguo campamento de la legio IIII Macedonica, instalada allí en torno al 20/19 a.C., tras la finalización de las Guerras Cántabras, hasta c. 39 d.C., momento en que abandona la península. Posiblemente durante el periodo neroniano, e incluso flavio, este campamento vuelve a ser ocupado por un cuerpo auxiliar de caballería, el ala Parthorum, que permanece asentado la mayor parte de la segunda mitad del siglo I y comienzos del II, junto a una unidad auxiliar, probablemente la cohors I Gallica. A partir de los primeros años del siglo II los recintos militares asentados en Herrera de Pisuerga son abandonados y la población se concentra al sur de los mismos.415 La importante presencia del ejército con anterioridad al siglo II, determinará la raigambre de las costumbres romanas en su entorno, como el uso de la moneda en los intercambios, lo que favorecerá el mantenimiento de los flujos de aprovisionamiento ante la necesidad de moneda creada.

En la zona meridional de la Meseta Sur, realizaremos igualmente un recorrido Este-Oeste de los núcleos poblacionales donde haya sido constatada presencia monetal, centrándonos especialmente en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia), antigua ciudad vaccea sobre la que se erige la ciudad romana, donde los estudios realizados por J.F. Blanco420 nos proporcionan un excelente material para conocer el desarrollo económico y monetal de su entorno más inmediato. Si bien el material numismático sometido a estudio no procede directamente de excavaciones arqueológicas, sino de recogidas selectivas de superficie, se conoce con seguridad el lugar de los hallazgos. Entre los centros analizados, hemos de destacar también la localidad de Villalazán (Zamora), donde parece constatarse la existencia de un campamento romano.421 Las monedas allí aparecidas, en los pagos de Valcuevo y Alba,

En los castra de Legio (León) y Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), sí son mantenidos los contingentes romanos durante el siglo II d.C. Legio se funda como campamento legionario en el 74 d.C., albergando en su

416

TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Legio VII Gemina, 139-140. TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Petavonium, 177-178. Carretero, 2006, 178 y 192. 418 Roldán Hervás, 1974, 199. 419 Roldán Hervás, 1974, 200. 420 Blanco García, 1987. 421 TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Villalazán, 242. 417

413

Plin. Nat. 3.26 y Ptol. Geog. 2.6.51. Roldán Hervás, 1974, 196; TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Segisamvn, 207-208. 415 Morillo, Pérez, Illarregui, 2006a, 311 y 320-322. 414

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA enriquecen en gran medida el panorama numismático de la ribera del Duero. Acerca de los restantes núcleos urbanos localizados entre el Duero y las sierras del Sistema Central, como Segovia y Salamanca, poseemos una prácticamente nula información de su evolución, siendo además bastante parcas en hallazgos en lo que al siglo II se refiere.

Galba y Vitelio provocan que el índice moneda/año utilizado sea altísimo, equiparándose a la abundante llegada de monedas de imitación de Claudio I. Para ilustrar el aprovisionamiento de moneda durante época flavia operamos con cincuenta y un ejemplares, que representan un índice de aprovisionamiento total para el periodo de 1,88 m/a. El único inconveniente a la hora de analizar el aprovisionamiento de moneda en este periodo es la imposibilidad de precisar la adscripción de un total de nueve ejemplares, debido a su estado de conservación, pudiendo tratarse de acuñaciones tanto de Vespasiano, como de su sucesor, Tito. Obviando éstos ejemplares, el gobierno de Vespasiano nos aporta un total de diez monedas, registrándose un bajísimo 0,7 m/a, recuperado bajo el gobierno de Domiciano, con una representación de 1,93 m/a, tras un periodo de nulo abastecimiento como parece ser que fue el gobierno de Tito (cf. Gráfico 62).

1. LA ZONA SEPTENTRIONAL DE LA MESETA NORTE Introducción. El siglo I d.C. A partir de la información obtenida para diversos puntos de la zona septentrional de la Meseta Norte, podemos configurar una idea general acerca de la evolución monetaria en el siglo I d.C., tomando como base los trabajos confeccionados sobre los antiguos núcleos urbanos de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), Uxama (Cerro del Castro, Burgo de Osma, Soria), Asturica Augusta (Astorga, León), Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia), y las villas rurales de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia) y La Tejada (Quintanilla de la Cueza, Palencia).422 Sobre cada uno de los aspectos que determinan la circulación monetaria (esto es, aprovisionamiento, dispersión, valores aparecidos y moneda residual) se intentará describir la situación de cada uno de los enclaves, para luego intentar definir unos comportamientos comunes.

La escasa regularidad en el aprovisionamiento de estos primeros años de circulación contrasta con la situación que podremos observar en momentos posteriores. J.M. Gurt enlaza estos enormes altibajos en la evolución monetaria con los diversos acontecimientos históricos relacionados con la ciudad. La notable actividad constructiva registrada durante el gobierno de Tiberio, cuando parece producirse la fundación de la ciudad, y Claudio I, momento en que se lleva a cabo una remodelación urbanística de la misma, están íntimamente relacionados con dos de los momentos de máxima afluencia monetaria del periodo.424 Posteriormente, el protagonismo que adquiere la ciudad de Clunia durante la etapa de las Guerras Civiles marca el tercer punto álgido registrado. La ciudad parece ser que pasó a convertirse en cuartel general de Galba durante la contienda,425 por lo que la afluencia de moneda para su financiación y el pago de las tropas quedarían así explicados.426

Respecto a la cuestión relativa al aprovisionamiento, es de destacar la consideración que J.M. Gurt realiza sobre la ciudad de Clunia, al afirmar que ésta no poseerá una circulación monetaria como tal hasta, al menos, el final de la época augustea. Si bien parece que han sido constatados ejemplares preaugusteos entre los hallazgos, éstos debían constituir parte de la circulación residual de los primeros momentos, ya que la fundación de la ciudad parece datar de época de Tiberio, por lo que hasta ese momento no se puede hablar con propiedad de circulación monetaria.423

La abundante presencia de moneda en la zona de la Meseta, y concretamente en Clunia, se justifica por la actividad registrada en la zona durante las Guerras Cántabras y los años inmediatamente posteriores, que provoca la presencia y asentamiento de un ejército estable compuesto por tres legiones y media docena de cuerpos auxiliares. Los flujos de moneda en dirección a este punto serían por lo tanto de gran importancia, debido a la necesidad de afrontar puntualmente el pago de las tropas, siendo además las cecas del Valle del Ebro el principal centro de aprovisionamiento monetal de las mismas. Por ello, Clunia se sitúa en un lugar clave para este cometido, al situarse en el iter que unía Caesaraugusta (Zaragoza), y el Valle del Ebro, con Asturica Augusta (Astorga, León).427

En cuanto a este siglo I d.C. en Clunia, destacan los índices registrados durante el gobierno de Claudio I y los años 68 y 69 d.C. Las doscientas sesenta y seis monedas constatadas en Clunia, correspondientes a emisiones julio-claudias, nos lanzan un índice de aprovisionamiento para todo el periodo de 2,80 m/a, oscilando los ritmos de llegada de moneda entre 1,07 m/a bajo el gobierno de Nerón y 5,69 m/a registradas bajo Claudio I. Un índice similar proporcionan los hallazgos de moneda emitida por Galba, del que se contabilizan once ejemplares. Los escasos dos años en los que se centran las emisiones de

424

Gurt, 1985, 74. Suetonio nos habla de la fortificación de una nueva ciudad que había sido escogida por Galba como base de operaciones de la contienda (Suet. Galba X 4), que ha sido identificada con Clunia debido a los múltiples favores que la ciudad recibiría por el mismo (Fernández Uriel, 1989, 128-130). 426 Gurt, 1985, 78. 427 Gurt, 1985, 75. 425

422

Mañanes, 1982; Gurt, 1985; Alegre, García, 1990, 45-51; Campo, 1990; García Merino, 1995, 191-198; Moreda, Martín, Herreros, 1995, 241-289; Vega, Cerezo, 2000, 157-170; Blázquez Cerrato, 2006a, 119137, y 2006b, 138-140; Blázquez, Gómez, 2006b, 203-218; Morillo, Gómez, 2006c, 338-421. 423 Gurt, 1985, 20.

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Meseta Norte. Zona Septentrional

Gráfico 62: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de moneda del siglo I d.C. producidos en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) (a partir de los datos registrados por Gurt, 1985, 41-46).

Gráfico 63: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en la ciudad de Uxama (Burgo de Osma, Soria).

Gráfico 64: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en la ciudad de Asturica Augusta (a partir de los datos de Blázquez Cerrato, 2006a, 125-132). Únicamente se han señalado los hallazgos procedentes de las excavaciones realizadas en el casco urbano de la ciudad.

Gráfico 65: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en Petavonium (a partir de los datos de Blázquez Cerrato, Gómez Barreiro, 2006b, 206-212).

C. García Merino establece algunas premisas en torno a la llegada de la moneda a la ciudad de Uxama, a raíz del análisis de los hallazgos de moneda producidos en la Casa de los Plintos.428 Esta antigua ciudad arevaca fue probablemente constituida en municipio romano ya con Tiberio.429 No será hasta este momento cuando la ciudad parece incorporarse a la circulación monetaria, lo que explicaría la escasez de hallazgos de emisiones augusteas, tanto hispánicas como procedentes de Roma, como ya sucedía en Clunia. Los únicos ejemplares augusteos documentados en las excavaciones realizadas en la citada Casa de los Plintos han aparecido en la que se ha considerado como la primera fase de esta vivienda, datada en la segunda mitad del siglo I d.C. La evolución en la llegada de numerario que caracteriza la ciudad, también es similar a la que presenta Clunia, siendo los momentos de máximo aprovisionamiento los gobiernos de Tiberio, Claudio I y, en esta ocasión, Vespasiano (cf. Gráfico 63)

centro administrativo, siendo sustituidas progresivamente las construcciones campamentales por otras de carácter civil. Dicha actividad queda constatada por la abundante presencia de moneda de Tiberio y Claudio I. La usual escasez de ejemplares flavios se constata igualmente en Astorga, viéndose reducida su presencia a un denario de Galva, un áureo, un dupondio y tres ases de Vespasiano, y dos denarios y dos ases de Domiciano (cf. Gráfico 64).430 Similar evolución se observa en Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), siendo algo más destacada la llegada de las emisiones augusteas, respecto a periodos posteriores. Destacamos la abundancia de ejemplares emitidos durante el gobierno de Claudio I y su notable descenso a lo largo de la segunda mitad de la centuria (cf. Gráfico 65). La antigua Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia) muestra una fuerte presencia de numerario durante los primeros años del siglo I d.C., concentrándose en este periodo más del 50% del documentado en el enclave. Entre éste, se muestran mayoritarios los ejemplares emitidos en época augustea, base de la circulación

En cuanto a la antigua Asturica Augusta, el establecimiento de una guarnición militar en torno al 15/10 a.C. en el solar que ocupará la ciudad, determina su activa y densa circulación monetaria durante toda la etapa julio-claudia. A finales del reinado de Tiberio y comienzos del de Claudio I dicho asentamiento sufre un cambio significativo, convirtiéndose en un importante 428 429

430

Blázquez Cerrato, 2006a, 137. No se han tenido en cuenta para analizar el aprovisionamiento monetal de la ciudad los materiales del Museo de los Caminos de Astorga, ni las colecciones particulares. Remitimos para la ampliación de esta información a Blázquez Cerrato, 2006a, 125-132 y Blázquez, Gómez, 2006a, 154-162.

García Merino, 1995, 193. TIR K-30 (Madrid, 1993), s.v. Vxama Argaela, 249-250.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 66: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en Herrera de Pisuerga (a partir de los datos de Morillo, Gómez Barreiro, 2006c, 348-384).

Gráfico 67: Evolución del aprovisionamiento monetal durante el siglo I d.C. (Agúndez Arribas, 1981-1983, 190-191).

monetaria de Herrera. El establecimiento de la Legio IIII Macedonica en Herrera de Pisuerga determina la importancia de la moneda de Augusto, que nutrirá los primeros momentos del establecimiento de esta base militar. A partir de entonces, el índice moneda/año desciende progresivamente, incluso durante el gobierno de Claudio I. Esta caída pueda deberse a la ausencia de contingentes militares en el campamento entre el 39 d.C., momento en la Legio IIII Macedonica abandona el campamento rumbo a Mogontiacum, y el gobierno de Nerón, en el que nuevas tropas auxiliares son asignados a este núcleo, el Ala Parthorum y la Cohors I Gallica (cf. Gráfico 66).431

siempre presentes acuñaciones de Claudio I y, posteriormente, los ejemplares de Vespasiano, con una importancia relativa de los emitidos por Galba y Vitelio durante el periodo de las Guerras Civiles.434 Es de destacar como en el gráfico extraído de los datos cuantificados por M.C. Agúndez el numerario flavio posee una destacable representatividad, por encima de lo que veníamos observando en los núcleos urbanos analizados, donde era predominante el numerario julioclaudio sobre éste (cf. Gráfico 67). Concluiremos este punto con la confirmación de la inclusión, aunque incipiente, de esta área en los circuitos de aprovisionamiento de moneda, limitada principalmente a los núcleos urbanos y castrenses. El fenómeno monetario parece todavía un elemento reciente, que no ha alcanzado un calado real, limitándose su uso todavía a los elementos netamente romanos, como son la administración y el ejército.

Respecto a las áreas rurales, la información que poseemos se limita a las villae palentinas de La Olmeda (Pedrosa de la Vega) y La Tejada (Quintanilla de la Cueza). La primera de ellas data del siglo IV, pero se asienta sobre un hábitat altoimperial, del que proceden un número bastante nimio de monedas altoimperiales. En total se han contabilizado dieciocho ejemplares acuñados entre Augusto y Cómodo, de los cuales cinco son emisiones julio-claudias y dos pertenecen al periodo de las Guerras Civiles. De éstas, seis han sido recuperadas en la zona del edificio bajoimperial, de mayor entidad, junto a materiales del siglo IV, por lo que no se conoce su verdadera validez como testimonio del uso monetario, ya que sólo se ha constatado su uso efectivo en el siglo IV, como moneda residual.432 Similar panorama nos ofrece el yacimiento de La Tejada, cuya villa data del siglo III, no constatándose momentos de ocupación anteriores, por lo que los escasos dos ejemplares del siglo I d.C. hallados, un as de Claudio I y un sestercio de Domiciano, poseen un marcado carácter residual.433

Acerca de la evolución de los valores monetales a lo largo de esta primera centuria, contamos de nuevo con la información aportada por el yacimiento de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos). El as es el máximo protagonista de todo el periodo, constituyendo el 85% de la masa monetaria julio-claudia, el 82% de las monedas acuñadas por Galba y Vitelio, y el 71% de los ejemplares flavios. Frente a este valor, destaca la escasa representación de los múltiplos del as (sestercios y dupondios), constituyendo el 13% de los valores registrados durante el periodo julio-claudio y el 18% del periodo de las Guerras Civiles. A partir de época flavia se observa un ligero ascenso de estos valores, registrándose ya una representación del 29%.435 Dentro de los múltiplos del as, hemos de destacar la importancia de los denarios, que constituyen un 7% del total. Respecto a la moneda divisional únicamente se ha registrado un ejemplar de Claudio I, además de una moneda partida de Augusto, que no suponen más de un 1% (cf. Tabla 41).

Unas nociones generales acerca de la situación monetaria del área en estudio las resume M.C. Agúndez en su trabajo sobre la circulación monetaria en la Meseta Norte durante los siglos I-III d.C. El monetario del siglo I d.C. es bastante reducido, siendo únicamente destacables las 431

Moreda, Martín, Herreros, 1995, 263-264; Morillo, Gómez, 2006c, 348-382. 432 Campo, 1990, 17 y 55. 433 Vega, Cerezo, 2000, 158.

434 435

106

Agúndez Arribas, 1981-1983, 186. Gurt, 1985, 46 y 82.

Meseta Norte. Zona Septentrional

Tabla 41: Valores hallados en las excavaciones llevadas a cabo en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) (Gurt, 1985, 46 y 82).

Respecto a Asturica Augusta, los valores en bronce se muestran predominantes y, dentro de éstos, el as es el protagonista indiscutible del periodo. La presencia de divisores entre los valores registrados se muestra realmente escasa, y se limita un semis de Augusto, un semis de Tiberio y un cuadrante de Claudio I. De la misma manera, el conjunto de sestercios hallados en las excavaciones urbanas no supera los tres ejemplares. Frente a estos datos, el número de ases contabilizados supera con creces la centena.436

El análisis del registro arqueológico nos proporciona además información respecto a la perduración de la moneda en los circuitos comerciales y la importancia de ases y denarios entre el circulante propio de este siglo I d.C. Los hallazgos de sendas excavaciones realizadas en Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) y Asturica Augusta (Astorga), junto a los ejemplares hallados en la Casa de los Plintos de Uxama (Burgo de Osma, Soria), son las principales herramientas de observación de este fenómeno.

La misma observación puede ser realizada en el caso de Petavonium y Herrera de Pisuerga. En el primer caso, la presencia de divisores es testimonial, limitándose éstos a un semis de Caesaraugusta de época de Tiberio. En la segunda mitad del siglo I d.C. se concentran los escasos múltiplos documentados: un sestercio de Claudio y sendos dupondios de Claudio y Tito. En cambio, el número de ases resultante es de sesenta y uno, quedando clara su supremacía.437 En Herrera de Pisuerga se contabilizan seis cuadrantes y cuatro semis, todos ellos emitidos durante la primera mitad del siglo I d.C. El reducido número de múltiplos de as (dos dupondios y dos sestercios) se concentran igualmente en esta primera mitad de siglo, a excepción de un sestercio de Domiciano. En comparación con estos datos, el número de ases documentado suma un total de doscientos nueve.438

Hemos de hacer mención al hallazgo de dos denarios republicanos en el interior del ámbito 13 de la casa 3 de Clunia, en estratos de mediados del siglo I d.C. En este mismo ámbito, pero en estratos algo posteriores, enmarcados en época flavia, encontramos un as republicano y dos ejemplares altoimperiales de Claudio I y Domiciano.440 Con una misma cronología, finales del siglo I d.C., los ejemplares hallados en el nivel V de las excavaciones de la calle General Mola (8-10) de Astorga, nos ofrecen dos ases de Augusto, un as de Claudio I y un último as de cronología indeterminada.441 Pese a que no conocemos datos concretos, P. Alegre Mancha y V. García Marcos constatan también la circulación de acuñaciones locales de Claudio I en Asturica Augusta durante la segunda mitad del siglo I y parte del II.442 Igualmente, la Casa de los Plintos de Uxama, ha proporcionado un denario republicano, acuñado por Paulo Emilio Lépido, otro de Augusto y un as de Agripa en los estratos asociados a la primera fase de la vivienda (correspondiente a la segunda mitad del siglo I d.C.). Además de estas piezas, han aparecido también monedas hispanolatinas, y ejemplares de Claudio, Nerón y Vespasiano, pero no nos son detalladas sus respectivas denominaciones ni el número concreto de ejemplares.

La apreciación general para la Meseta Norte que nos ofrece M.C. Agúndez, no difiere en demasía de lo hasta ahora comentado. Lo más destacable es la alta representación de áureos que esta muestra posee, pero esto es debido a la incorporación en el recuento realizado por la autora del conjunto de áureos de la segunda mitad del siglo I d.C. aparecido en las excavaciones realizadas en Clunia formando parte de un tesorillo, y que hemos decidido excluir por razones ya argumentadas.439

La composición de los estratos señalados, fechados mayoritariamente en la segunda mitad del siglo I d.C., muestran un numerario bastante renovado en la circulación. Los ejemplares más antiguos conservados en el registro arqueológico son los cuatro ejemplares romano-republicanos señalados, siendo tres de ellos denarios, cuya composición metálica y valor intrínseco explicarían su mantenimiento. Aún así, la moneda preaugustea supone tan sólo un 24% del total de la

Gráfico 68: Valores documentados en la Meseta Norte durante el siglo I d.C. (Agúndez-Arribas, 1981-1983, 190-191).

440

Gurt, 1985, 202-203. Los materiales cerámicos hallados junto a estos ejemplares proporcionan una cronología de finales del siglo I d.C., al aparecer TSH del último cuarto del siglo I y un fragmento de vidrio de fines del siglo I, que podría ser llevado hasta comienzos del II (Alegre, García, 1990, 45-51; Blázquez Cerrato, 2002, 59). 442 Alegre, García, 1990, 50.

436

441

Alegre, García, 1990, 50. Para conocer las denominaciones concretas de los ejemplares hallados remitimos a la consulta de Blázquez, Gómez, 2006a, 154-162. 437 Acerca de estos ejemplares: Blázquez, Gómez, 2006c, 219-222. 438 Morillo, Gómez, 2006c, , 348-384, y 2006d, 423-436. 439 Cf. p. 2.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Tabla 42: Monedas halladas en contextos arqueológicos datados en la segunda mitad del siglo I d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. En negrita aparecen señalados los ejemplares flavios, que se suponen contemporáneos a la formación del estrato.

muestra. El restante 76% se corresponde con moneda acuñada en la misma centuria en la que se produce su pérdida. Incluso entre éstas, son mayoritarias las acuñaciones de Claudio I que, de acuerdo con dataciones estratigráficas, no gozarían de más de cincuenta años.

Debido a la particularidad del área, donde el alto número de ejemplares documentado en las capitales de conventus, Asturica Augusta y Clunia, pueden distorsionar la evolución general de la zona, procuraremos realizar un análisis diferenciado de cada uno de los núcleos, determinando su representatividad dentro del comportamiento monetal del área. La abundancia de materiales con los que cuentan sendas ciudades no se debe únicamente a su importancia política y administrativa, sino a la existencia de estudios y análisis concretos de las características de la circulación monetaria en dichos centros. El trabajo de J.M. Gurt para Clunia y los realizados por T. Mañanes y C. Blázquez Cerrato para la ciudad de Astorga y su entorno,444 han sido las principales herramientas utilizadas para ilustrar la evolución monetaria de las mismas, entre otros.

La escasez de moneda anterior a Augusto debe responder a la tardía incorporación de los núcleos poblacionales a la circulación monetaria, que hemos visto que se producía en torno a la época tiberiana, por lo que la situación que se presenta es bastante lógica. La inexistencia de necesidades monetales en la zona hasta la llegada e instalación de los ejércitos con motivo de las Guerras Cántabras, provoca que no pueda existir un flujo monetario en la zona, y, por lo tanto, la llegada de emisiones preaugusteas se ve reducida a la moneda que los mismos soldados pudieran portar en su llegada a la Meseta. Con la consolidación de la presencia romana en el territorio se asistirá a una paulatina incorporación de estas sociedades a los usos y costumbres romanas, siendo el siglo II un periodo clave en este proceso.

Aprovisionamiento Para analizar la evolución del aprovisionamiento monetal en la zona septentrional de la Meseta contamos con un total de quinientos doce ejemplares, además de cuarenta y seis ejemplares de adscripción cronológica indeterminada. En líneas generales, las emisiones correspondientes al siglo II d.C. en la zona septentrional

El siglo II d.C. Los hallazgos que poseemos en la zona septentrional de la Meseta Norte son bastante abundantes, especialmente si tenemos en cuenta aquéllos que han sido documentados en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos). En total se contabilizan quinientas cincuenta y ocho monedas, de las cuales doscientas cuatro corresponden a este centro urbano, noventa y tres proceden de Asturica Augusta (Astorga, León) y ciento diez a los centros de carácter urbano que encontramos en la zona. Los restantes ciento cincuenta y un ejemplares corresponden a hallazgos realizados en los diferentes núcleos dispersos por la margen superior del Duero.443

Serna, Herreros, 1990, 463-500; Martínez Mira, 1995-1996, 119-180; Mangas, Blánquez, 1990; Mateu y Llopis, 1947-1948, 55-95; Mateu y Llopis, 1972, 127-154; Mateu y Llopis, 1975, 235-271; Moreda, Martín Serna, Herreros, 1995, 241-289; Morillo, Pérez, 1990, 443-461; Ortego, 1965, 86-97; Pérez, Blanco, Illarregui, 1999, 32-52; Rodríguez Casanova, 1999, 17-43; Rodríguez Casanova, 2002; Sagredo, 1987, 531-557; Sagredo, 1997, 123-153.; Sagredo, Pradales, 1992; Sainz Varona, 1986, 37-57; Solana, Sagredo, Hernández, 1995, 191-203; Taracena, 1946, 29-69; TIR, K-30 (Madrid. 1993); Vega, 1986-1988, 257-270; Vega, Cerezo, 2000, 157-170. Mencionar de manera especial, por la concreción de la información, la reciente publicación relativa al abastecimiento de moneda en los campamentos romanos en Hispania (García-Bellido, 2006a), que incluía el análisis pormenorizado de diversos núcleos de la Meseta Norte, como Astorga (Morillo, García, 2006a, 109-117; Blázquez Cerrato, 2006a, 118-137 y 2006b, 138-153; Blázquez, Gómez, 2006a, 154-170), Rosinos de Vidriales (Blázquez, Carretero, 2006, 195-202; Blázquez Cerrato, 2006b, 203-218 y 2006c, 219-224), León (Morillo, García, 2006b, 244-257; Morillo, Gómez, 2006a, 258-298 y 2006b, 299-303) y Herrera de Pisuerga (Morillo, Pérez, Illarregui, 2006b, 324-337; Morillo, Gómez, 2006c, 338-421 y 2006d, 422-438), entre otros. 444 Gurt, 1985; Mañanes, 1982, Blázquez Cerrato 2006a, 118-137, y 2006b, 138-153.

443

Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio de zona septentrional de la Meseta Norte proceden de la bibliografía siguiente: Abásolo, García, 1993; Alfaro, 1985, 137-149; Blázquez Cerrato, 2002; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137-176; Campo, 1990; Centeno, 1987; Franco, Herreros, Martín, 1987, 603-628; García Merino, 1995, 191198; Gómez Santa Cruz, 1993; Gorges, 1979; Gurt, 1985; Hernández, Benéitez, 1996, 103-126; Mangas, Blánquez, 1988, 83-129; Mangas, Francisco, Pedregal, 1984, 81-157; Mañanes, 1982; Martín Valls, Delibes, 1976, 411-440; Martín Valls, Delibes, 1982, 45-70; Martín

108

Meseta Norte. Zona Septentrional de la Meseta Norte se aproximan a un índice de aprovisionamiento de 5,81 m/a, oscilando entre el máximo registrado bajo el gobierno de Nerva (8 m/a) y el mínimo asociado al gobierno de Cómodo (3,25 m/a). A partir de estos datos, podemos establecer una evolución general aplicable a todo el área norte de la Meseta Norte, a la que cada uno de los núcleos englobados dentro de este marco geográfico se amoldará en mayor o menor medida.

Obviando en un primer momento las ciudades de Clunia y Asturica Augusta, que merecen una observación individualizada por razones previamente expuestas, observamos como no hay grandes cambios en la lectura de la gráfica resultante en el ritmo de aprovisionamiento propio de los grandes núcleos de población (urbanos y campamentales). Se observa un punto máximo de aprovisionamiento en el gobierno de Nerva y en los años centrales del Imperio, que disminuirá notablemente tras la llegada de emisiones de Cómodo (cf. Gráfico 69).

Vemos como la afluencia de moneda de Nerva, que alcanza un aprovisionamiento de 8 m/a, muestra un índice comparativamente alto en la alimentación monetaria desde la ceca de Roma. Tras Nerva, el índice de aprovisionamiento registrado bajo el gobierno de Trajano no supera las 5,26 m/a, recuperándose notablemente con la llegada de las emisiones de Adriano, que alcanzarán un índice de 7 m/a. Durante el gobierno de Antonino Pío vuelve a registrarse un índice de 5,17 m/a. A partir del gobierno de Marco Aurelio se inicia un paulatino descenso, con un índice de aprovisionamiento de 4,79 m/a, hasta alcanzar las 3,25 m/a bajo el gobierno de Cómodo. Pese a las oscilaciones observadas, la evolución del aprovisionamiento es bastante regular, sin llegar a marcar grandes altibajos en el suministro.

Hemos querido desgajar de estas observaciones la evolución propia de las áreas de campamento, comprobando que la evolución se muestra muy similar a la tendencia observada, con un aprovisionamiento máximo en tiempos de Adriano, con 1,29 m/a, comenzando a partir de entonces un lento y paulatino descenso hasta alcanzar un índice de 0,25 m/a bajo el gobierno de Cómodo (cf. Gráfico 70). Los ritmos de aprovisionamiento de la antigua Clunia no difieren en demasía (cf. Gráfico 71). Por el contrario, el ritmo de la ciudad de Asturica Augusta marca un momento álgido en el aprovisionamiento durante el gobierno de Trajano y Adriano, destacando de la misma manera una excelente representación del numerario emitido por Marco Aurelio (cf. Gráfico 72).

Gráfico 69: Hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II en los núcleos de carácter urbano de la zona septentrional de la Meseta Norte, sin incluir los hallazgos de Clunia y Asturica Augusta.

Gráfico 70: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos en los campamentos de la zona septentrional de la Meseta Norte.

Gráfico 71: Hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II en Clunia.

Gráfico 72: Hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II en Asturica Augusta.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 73: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos en los núcleos rurales de la Meseta Norte.

Tabla 43: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos en los núcleos rurales de la Meseta Norte relacionados con los núcleos urbanos o tramos viarios indicados.

Igualmente, destacamos la evolución propia de los enclaves rurales donde ha sido localizada moneda. Éstos se encuentran situados de manera mayoritaria en el entorno más inmediato de los grandes centros administrativos (como Clunia y Asturica Augusta) y de los castra identificados. Exceptuando los índices apreciados durante el gobierno de Nerva, se observa un maximum en la llegada de moneda en torno al gobierno de Antonino Pío, registrándose un índice de 1,96 m/a, después de la progresiva evolución ascendente que se apreciaba desde el gobierno de Trajano. Intentando averiguar la causa que pudo motivar esta diferenciación entre lo comentado en la ciudades y en su ager correspondiente, hemos podido observar como la suprarrepresentación de la moneda emitida por Antonino Pío respecto a la de Adriano, se limitaba a los pequeños centros más inmediatos a Dessobriga (Las Cuestillas, Melgar de Fernamental, Burgos), Asturica Augusta (Astorga, León), Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), y en los núcleos situados en el entorno de la vía que enlaza los dos últimos centros, especialmente en el área delimitada por las cuencas de los ríos Esla y Valderaduey. Es difícil determinar la causa que podría motivar esta diferenciación, pero quizás pueda explicarse por una más tardía incorporación al ritmo de crecimiento distinguido en las ciudades, determinando un auge de la ciudad en un primer momento, que será extensivo al ager en el siguiente periodo cronológico (cf. Gráfico 73, Tabla 43)

Dispersión de los hallazgos Afrontaremos el análisis de la dispersión del monetario documentado siguiendo una dirección muy concreta. Comenzaremos nuestro análisis de Norte a Sur avanzando por el extremo Este del área señalada. Esto significa que, en primer lugar, centraremos nuestra atención en los enclaves del entorno de la vía que desde el Valle del Ebro, a través de Tritium (Alto de Rodilla, Monasterio de Rodilla, Burgos) se dirigía a Asturica Augusta (Astorga, León), para luego tomar a continuación la vía que desde la capital del conventus Asturum se dirigía hacia Bracara Augusta (Braga), pasando por Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), y la vía que desde el mismo punto unía las capitales administrativas del conventus Cluniensis y conventus Caesaraugustanus, concluyendo nuestro análisis en las sierras del Sistema Ibérico, límite de este capítulo. Al analizar el tramo viario que unía Pompaelo (Pamplona, Navarra) con Tritium en el capítulo referido al Valle del Ebro, observábamos la intensidad de hallazgos que se habían registrado a lo largo de esta vía, especialmente durante los gobiernos de Antonino Pío y Marco Aurelio.445 Esta tendencia parece ser observada igualmente para el tramo Tritium-Dessobriga de la vía XXXII del Itinerario Antonino, que ponía en conexión la vía que, procedente del litoral cantábrico, llegaba a Dessobriga (Las Cuestillas, Melgar de Fernamental, Burgos) pasando por Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria), con la que se dirige al Valle del Ebro, y de allí, al Mediterráneo. Además, en este mismo tramo estaban ubicados cuatro núcleos de entidad, como son los propios Tritium y Dessobriga, Segisamun (Sasamón, Burgos), y Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia). Ambas cuestiones serán determinantes para justificar la alta presencia de moneda en la zona. En la ciudad de Tritium han sido contabilizados un total de veinte ejemplares, que abarcan emisiones de Trajano a

Como recapitulación, podemos diferenciar una tendencia paralela de prácticamente todos los núcleos englobados en este estudio, destacando el punto álgido que representa el numerario de Adriano, a partir del cual se comienza a observar una ligera tendencia regresiva. Las únicas excepciones al respecto las hemos encontrado en la ciudad de Asturica Augusta (Astorga, León), donde destaca el ascenso registrado en tiempos de Marco Aurelio, y en los núcleos rurales recientemente señalados, donde el punto de inflexión queda marcado en fechas de Antonino Pío.

445

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Cf. pp. 79-80, además de las Figuras 33 (p. 79) y 34-39 (p. 80).

Meseta Norte. Zona Septentrional

Figura 52: Dispersión de los ejemplares emitidos durante el siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte.

Cómodo. En Dessobriga los materiales se ciñen a tres sestercios emitidos por Antonino Pío. Entre ambos puntos se suceden los hallazgos: Atapuerca, Hurones, Villavieja de Muñó, Lantadilla, Sasamón y Osorno aportan un total de veinticuatro ejemplares emitidos entre Trajano y Cómodo.

arqueológicos documentados en las excavaciones allí realizadas parecen poner de manifiesto la existencia de dos fases de ocupación en dicho asentamiento; una primera que dataría de los años 40-50 y se prolongaría hasta el 70-75 d.C. y una segunda fase que se desarrollaría entre los años 140-150 y 190-200 d.C.446

Si nos centramos en el ramal que enlaza dicha vía con Iuliobriga, adentrándose en territorio cántabro, es de destacar el entorno más inmediato a Pisoraca. Los veinticuatro ejemplares allí hallados son complementados con los ejemplares de las localidades palentinas de Prádanos de Ojeda, Olmos de Ojeda y, algo más alejado, Porquera, jalonando el valle del Pisuerga.

Siguiendo desde la ciudad la vía XVII del Itinerario Antonino hasta llegar a las estribaciones de la Sierra de la Culebra, nos encontramos, en primer lugar, con el denario de Adriano hallado en Castrocalbón (León), en cuya localidad han sido constatados antiguos campamentos de maniobras o acuartelamientos temporales de tropas auxiliares o destacamentos legionarios durante el siglo I d.C., que parecen estar relacionados con la cohors IV Gallorum.447 En el castrum de Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), se han registrado un total de veinticinco ejemplares, y en la cercana localidad de Villaobispo (Zamora) han sido documentados sendos ejemplares de Adriano y Antonino Pío. El ambiente y tradición militar de la zona justifica la aparición de numerario, aunque no resulta demasiado copiosa.

Retomando la vía XXXII del Itinerario Antonino, se suceden los hallazgos, aunque van resultando cada vez menos frecuentes y numerosos conforme nos acercamos a Asturica Augusta. Las villas de La Olmeda (Pedrosa de la Vega, Palencia) y La Tejada (Quintanilla de la Cueza, Palencia), a sendos lados del iter, han proporcionado diez y cinco ejemplares respectivamente, a los que podemos sumar los cuatro ejemplares documentados en Saldaña (Palencia). No volvemos a encontrar testimonio numismático hasta los mismos núcleos de Lancia (Villasabariego, León) y Legio (León), con cinco y veinte ejemplares respectivamente, y sendas monedas halladas en Fresno de la Vega (León), situado al sur de León en la margen derecha del río Esla, y en Navatejera (Villaquilambre, León), villa situada junto al río Torio, afluente del Bernesga.

Una mayor concentración de hallazgos se observa en las riberas de los ríos Órbigo y Esla, especialmente en las áreas más cercanas a la vía XXVII del Itinerario Antonino, Asturica Augusta-Caesaraugusta. En esta zona concreta se suceden los hallazgos en La Bañeza (León), Quintana del Marco (León), en la ribera del Órbigo, y Arcos de la Polvorosa (Zamora), Villanueva de Azoague (Zamora), Fuentes de Ropel (Zamora), San Cristóbal (Zamora) y Cimanes (León) en las riberas del Esla. En Tierra de Campos, concretamente entre las cuencas del Esla y el Valderaduey, los hallazgos de Bolaños de Campos (Valladolid), Valderas (León) y Mayorga (Valladolid), completan el panorama. Sin embargo,

Además de los noventa y tres ejemplares contabilizados en Astorga, son de destacar los cinco hallados en Huerña (Luyego, León). Pese a encontrarse dicha población más alejada de la vía y cercana a las sierras que constituyen los Montes de León, la presencia de valiosas minas de oro en su entorno y en todo el valle del río Duerna, justifica la llegada de moneda a esta área. Los vestigios

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TIR K-29 (Madrid, 1991), s.v. Huerña, 60-61. TIR K-29 (Madrid, 1991), s.v. Castrocalbón, 41-42; Roldán Hervás, 1974, 220. 447

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA sorprende el vacío de hallazgos que se produce hasta llegar al entorno de la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), a excepción de las dos monedas de Antonino Pío halladas en Medina de Rioseco (Valladolid), los dos ejemplares de Trajano de la actual Palencia y las dos de Adriano aparecidas en Tariego de Cerrato (Palencia).

Vemos como los hallazgos parecen depender de dos factores de gran importancia: la existencia de grandes núcleos urbanos a los que se les supone una presencia monetal destacable, y la proximidad a las vías de comunicación. A este respecto, los principales puntos polarizadores que hemos percibido en la zona septentrional de la Meseta Norte son el entorno de Pisoraca-Dessobriga-Segisamun, y el área relacionada con la confluencia de los ríos Órbigo-Esla-Tera, en cuyas inmediaciones podemos situar a Petavonium. El carácter castrense de los núcleos citados nos transmite la trascendencia que la llegada y estacionamiento de los ejércitos tuvo para la expansión y adaptación del fenómeno monetal, creándose una zona de influencia directa de estos castra donde el uso de moneda aparece ya perfectamente arraigado. La relativa importancia de los ejemplares asociados al entorno inmediato de Tritium posiblemente responda a un mismo razonamiento: la cercanía a Petavonium y Segisamun, y el encontrarse ubicado en la vía que enlaza los mismos con el Valle del Ebro y con la Vertiente Cantábrica, provocaría la rápida difusión y correcto abastecimiento de estos centros. Similar razonamiento es el que podemos seguir para argumentar la mayor riqueza numismática observada en el tramo de la vía que enlaza Clunia con Caesaraugusta, que muestra, comparativamente, una mayor actividad que la zona central de la Meseta.

La abundancia de hallazgos documentados en Clunia, donde se contabilizan doscientos cuatro ejemplares, da una idea del gran calado que la moneda poseía ya en los enclaves situados en el alto valle del Duero. En su entorno, se constatan ejemplares en Santo Domingo de Silos (Burgos), Arauzo de la Torre (Burgos), Santervás del Burgo (Soria) y Santa María de las Hoyas (Soria). Tan sólo cabe hacer mención especial a los treinta y cuatro ejemplares contabilizados en Santo Domingo de Silos (Burgos). Avanzando hacia el conventus Caesaraugustanus, en el alto valle del Duero los hallazgos se limitan a la antigua Uxama (Burgo de Osma, Soria), con seis ejemplares, Rioseco de Soria y Cuevas de Soria (Soria), con un bronce cada uno, y la antigua Numantia (Cerro de la Muela, Garray, Soria), donde fueron halladas tres monedas de Nerva a Adriano. Meramente nos queda comentar los hallazgos producidos en la misma ribera del Duero. La riqueza cerealística del valle, la intensidad de poblamiento registrado en la zona y la importancia del mismo río como medio de comunicación, son razones suficientes para justificar una acentuada presencia monetal. Sin embargo, tan sólo encontramos dos yacimientos en la margen derecha del río, que es la que queda englobada en este apartado, que nos hayan proporcionado testimonios monetales. En las localidades de Almaraz de Duero (Zamora) y Villabáñez (Valladolid) aparecieron sendos bronces de Antonino Pío y Faustina, respectivamente. Estos hallazgos habrá que ponerlos en conexión con los que igualmente se han producido en la margen izquierda del río, que será tratada posteriormente, siendo igualmente escasos los yacimientos que han aportado este tipo de material, limitándose a los hallazgos realizados en Padilla de Duero (Valladolid), Madridanos (Zamora) y Villalazán (Zamora), aunque este último núcleo, de carácter campamental, ha proporcionado una cantidad considerable, ascendiendo a treinta y un ejemplares.

Respecto a la evolución observada en la dispersión del numerario, podemos destacar la temprana presencia de ejemplares en el entorno de Asturica Augusta (Astorga, León), Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora) y Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), donde ya son constatadas algunas emisiones de Nerva. A partir de este momento, el flujo monetario se mantiene de una manera constante a lo largo de todo el siglo II, habiendo una destacada presencia de monedas emitidas por Cómodo. La zona del Noreste, el área Tritium-DessobrigaPisoraca, parece incorporarse algo más tardíamente, no habiendo sido constatado ningún ejemplar emitido por Nerva y siendo todavía escasos los acuñados por Trajano en el área. Será a partir de Adriano cuando se observe una mayoritaria presencia de numerario en el entorno, siendo especialmente destacable el de Antonino Pío y Marco Aurelio.

Figura 53: Evolución en la dispersión de las monedas emitidas por Nerva (Ne) en la zona septentrional de la Meseta Norte.

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Meseta Norte. Zona Septentrional

Figura 54-57: Evolución en la dispersión de las monedas emitidas por Trajano (Tr), Adriano (Ad), Antonino Pío (AP) y Marco Aurelio (MA) en la zona septentrional de la Meseta Norte.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Figura 58: Evolución en la dispersión de las monedas emitidas por Cómodo (Co) en la zona septentrional de la Meseta Norte.

Valores en circulación

emisores bastante cercanos entre ellos. Destacamos especialmente las aportaciones de Nerva, Trajano y Antonino Pío. Hemos de hacer mención al áureo y los tres denarios de Nerva registrados, debido a la brevedad del gobierno del mismo, ya que, atendiendo al índice moneda/año, estos seis ejemplares podrían anotarse y como una entrada mínima de 2 m/a. Igualmente, los doce denarios de Trajano y los dos áureos y trece denarios de Antonino Pío marcan un índice algo superior a las restantes etapas, registrándose un índice entre 0,63 y 0,65 m/a (cf. Gráfico 76).

El estudio de los valores que llegan y circulan por esta área de la Meseta durante el siglo II d.C. se basa en el análisis de quinientas treinta y nueve monedas, de las cuales ya nos es de sobra conocida la alta representatividad de los valores asociados a Clunia (Peñalba de Castro, Burgos). Hemos prescindido para este estudio de diecinueve ejemplares que, bajo la denominación de “moneda” o “bronce”, no aportaban dato alguno de relevancia en el análisis. Un primer recuento de la moneda aparecida nos permite observar la gran representación que los valores superiores al as poseen en el aprovisionamiento monetal de esta área. Los ases constituyen tan sólo un 27% del total, mientras que sus múltiplos llegan a superar el 70%: un 49% se corresponden con sestercios, un 11% con dupondios, y un 10% con áureos y denarios (cf. Gráfico 74).

Observamos además la importante concentración de estos valores en el entorno de Tritium y Petavonium. En el entorno de Tritium (Alto de Rodilla, Monasterio Rodilla, Burgos) las monedas de oro representan más de un 9% de los valores hallados, y los denarios un 12%, por lo que estas denominaciones alcanzan un porcentaje algo superior al 21%. En el entorno de Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), donde la presencia de áureos es nula, los denarios llegan a representar más de un 16% del total de valores analizados (cf. Tabla 44, Figura 59).

Respecto a los valores en bronce, destaca el gran protagonismo del sestercio durante todo el periodo. Tan sólo durante el gobierno de Nerva se aprecia una preponderancia del as, pero que pronto cederá terreno al cada vez más destacado sestercio. Durante los gobiernos de Trajano y Adriano, el as se mantiene entre las denominaciones en uso de una manera bastante destacada, perdiendo importancia entre los valores aprovisionados a partir de ese momento (cf. Gráfico 75).

Como ya señalamos al analizar la composición monetal de la Vertiente Cantábrica, la importante presencia de estos valores metálicos puede estar íntimamente relacionada con la presencia militar en la zona, que obliga a un abastecimiento regular de este tipo de denominaciones, para poder satisfacer los pagos a los soldados. De ahí la representatividad de estos valores en el entorno de Petavonium y del área comprendida entre Tritium-Dessobriga-Pisoraca. En este último caso, la ubicación en el tramo de la vía que unía la Depresión del Ebro con la cántabra Iuliobriga, paso obligado para la conexión entre el Levante y la costa Cantábrica es un factor añadido para favorecer esta situación. Igualmente, puede ponerse en relación con la explotación de las minas de oro del entorno de Astorga y con la importancia dentro de la administración romana de las ciudades de Clunia y Asturica Augusta, aunque hemos podido comprobar que en estos últimos casos la frecuencia de aparición y su representatividad son menores.

Pese a que en conjunto no constituyan más de un 10% del total de la masa monetaria, la presencia de áureos y denarios entre los hallazgos aislados registrados ha de ser remarcada por su normal infrecuencia, a causa del alto valor intrínseco que la moneda posee, que los convierte en objetos de difícil pérdida en la Antigüedad y de codiciado hallazgo en la actualidad. Cabe destacar la regularidad en el aprovisionamiento de estos valores, marcando unos índices para cada uno de los

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Meseta Norte. Zona Septentrional

Gráfico 74: Valores monetales hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte, emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 75: Evolución de los valores monetales en bronce emitidos en el siglo II d.C. hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte.

Gráfico 76: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte.

Tabla 44: Número de hallazgos y representación porcentual de cada uno de los valores registrados en la zona septentrional de la Meseta Norte, dividido el análisis en pequeñas áreas asociadas a núcleos concretos. Destacamos los altos porcentajes de áureos y denarios obtenidos en algunos tramos de las vías que discurren entre Tritium-Pisoraca y Petavonium-Pallantia.

Figura 59: Localización de los hallazgos de áureos y denarios emitidos en el siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte, que aparecen enmarcados por un círculo.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA Teniendo en cuenta que los hallazgos producidos en la ciudad de Clunia constituyen el 37% del total de valores documentados (obviando aquellas monedas de valor indeterminado), creemos conveniente desgajar de las observaciones realizadas el caso de Clunia, realizando un análisis individualizado.

suman un total de trescientas treinta y cinco monedas cuyo valor nos es indicado con precisión, de las cuales se confirma la importante presencia de sestercios entre el monetario analizado, que constituyen un 49% del total, frente al 26% de representación que el as posee (cf. Gráfico 80). Junto a éstos, los áureos y denarios son altamente representativos, sumando un 12% del total analizado (cf. Gráfico 82).

En la ciudad de Clunia la importancia de los valores superiores al as sigue siendo destacada, representando un 67% del total, de los cuales los sestercios constituyen un 47%, los dupondios un 13% y áureos y denarios un 7%. Frente a éstos, el as constituye un escaso 30%, y los divisores tan sólo un 2% del total analizado (cf. Gráfico 77).

Respecto a los valores en bronce, las observaciones realizadas de manera general para la Meseta Norte, son coincidentes con las líneas marcadas en Clunia. En el caso de Clunia el gran distanciamiento producido entre ases y sestercios a partir del final del gobierno de Adriano se ve algo reducido, permaneciendo el as destacado entre los valores que llegan a la ciudad. El gobierno de Marco Aurelio marcará en este sentido una mayor inflexión en la presencia de éste, distanciándose definitivamente la representatividad del as frente a la del sestercio (cf. Gráfico 78-81).

Entre los valores documentados, la importancia relativa de los denarios, que constituyen un 6%, nos invita a realizar algunas apreciaciones sobre los mismos. Frente a la práctica ausencia de áureos, constatándose excepcionalmente uno emitido por Nerva, los denarios suman un total de trece ejemplares, repartidos a lo largo del siglo II de una manera bastante desigual. Los gobiernos de Nerva, Trajano y Cómodo se muestran más abundantes en este sentido, frente a la notable disminución en el aprovisionamiento de este metal a partir del gobierno de Adriano (cf. Gráfico 79). La tendencia observada en Clunia es coincidente con las líneas marcadas por el conjunto de núcleos de la zona septentrional de la Meseta Norte. El conjunto de enclaves de este territorio, una vez extraídos los datos de Clunia,

Vemos cómo la evolución en el aprovisionamiento de valores en la ciudad de Clunia y en el conjunto del territorio analizado muestran una gran coincidencia en sus características principales, siendo pues la ciudad de Clunia bastante ilustrativa de lo que sucede en el territorio restante, apreciándose ligeras diferencias entre la composición monetaria de la ciudad y la observada en los restantes territorios de la Meseta, validando las observaciones generales realizadas para el conjunto de la zona septentrional de la Meseta Norte.

Gráfico 77: Valores monetales hallados en ciudad de Clunia emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 80: Valores monetales hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., sin incluir los ejemplares hallados en la ciudad de Clunia.

Gráfico 78: Evolución de los valores monetales en bronce hallados en la ciudad de Clunia emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 81: Evolución de los valores monetales en bronce hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., sin incluir la ciudad de Clunia.

Gráfico 79: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en Clunia.

Gráfico 82: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte, sin incluir los ejemplares hallados en Clunia.

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Meseta Norte. Zona Septentrional No obstante, los contextos arqueológicos datados durante este siglo II d.C. no se muestra acordes con las observaciones realizadas. Las excavaciones llevadas a cabo en León, Rosinos de Vidriales y Herrera de Pisuerga, han proporcionado abundante material al respecto, al que sumamos un as de Antonino Pío a nombre de Faustina I, aparecido en las excavaciones llevadas a cabo en el Polígono Industrial de Peñicas (Astorga).448

Teniendo en cuenta todos estos datos, comprobamos como en contextos algo más tardíos sigue siendo mayoritaria la presencia de ases, manteniendo unos índices del 68% de los valores hallados en estos contextos. La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos Para conocer las monedas que hasta el momento han aparecido en contextos arqueológicos datados a lo largo del siglo II d.C., contamos con los datos obtenidos en las excavaciones de la Casa de los Plintos de Uxama, Astorga, León, Rosinos de Vidriales y Herrera de Pisuerga. En concreto, estas tres últimas localidades nos han proporcionado un material destacado por su concreción cronológica.

Tabla 45: Valores aparecidos en contextos arqueológicos datados en torno al siglo II en la zona septentrional de la Meseta Norte.

Las excavaciones llevadas a cabo en el casco urbano de León, concretamente en la Plaza Santo Martino, en el Edificio Botines y en Puerta Obispo, han proporcionado un total de seis ejemplares hallados en contextos datados en el siglo II d.C., y que abarcan desde emisiones augusteas hasta un ejemplar de Antonino Pío. Junto a éstas, los quince ejemplares hallados en Herrera de Pisuerga y los cuarenta y nueve procedentes de las excavaciones de Petavonium, son una muestra más que suficiente para la realización de una primera aproximación al análisis de estos contextos (cf. Tabla 46).452

Como observamos en la gráfica resultante, es evidente la importancia que el as continuaba poseyendo en la circulación cotidiana, siendo el valor que más frecuentemente es hallado en los contextos datados a lo largo del siglo II d.C. Este valor llega a representar el 67% de las denominaciones documentadas, y destaca en gran medida sobre el sestercio, tan frecuente en el aprovisionamiento de esta área, que constituye un 19% del material hallado. Junto a éstos, algunos estratos datados entre finales del siglo II d.C. y mediados del siglo III d.C., nos proporcionan semejante información. En la Casa de los Plintos de Uxama (Burgo de Osma, Soria), fueron hallados en la habitación 7, y en un mismo contexto, un as de Vespasiano y un as de Segobris.449 Las denominaciones de los restantes ejemplares aparecidos en los depósitos de dicha domus no aparecen detalladas. Poseemos también una mención de la aparición de un as hispánico de época augustea de la ceca de Ercavica en el castro de El Cerco (Sejas de Aliste, Zamora), pero en un contexto habitacional donde la amplitud cronológica es tal que no nos permite concretar el momento de circulación y pérdida del ejemplar. Dicha estructura parece datarse entre la segunda mitad del siglo I d.C. y el siglo II, aunque la aparición de determinada cerámica en este contexto abre la posibilidad de llevar la cronología hasta el siglo III d.C.450 A estos ejemplares hemos de añadir los aparecidos en las diferentes excavaciones llevadas a cabo en Astorga (León), donde la presencia de moneda en contextos datados a lo largo del siglo II y comienzos del siglo III d.C. es algo más abundante.

Con menor concreción cronológica, pero con un igual interés para este capítulo concreto, son aquellas monedas cuyo momento de pérdida queda ampliado hasta mediados del siglo III d.C., al no poder dotar de mayor concreción a los contextos de aparición de las mismas. Dentro de este grupo de hallazgos, señalamos el ejemplar del castro de El Cerco, en la localidad de Sejas de Aliste (Zamora), anteriormente comentado.453 Además, en las excavaciones llevadas a cabo en la Casa de los Plintos de Uxama aparecieron monedas en la segunda fase de la vivienda, que se corresponde con la etapa posterior a la remodelación que la original vivienda julio-claudia sufrió, tras un siniestro parcial. Esta segunda fase estaría datada entre los inicios del siglo II y un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo III d.C., cuando se produjo el abandono e incendio de la vivienda.454 Correspondientes a esta segunda fase, son los hallazgos de dos monedas hispanolatinas, una de ellas de Segobris, dos monedas de Claudio y dos piezas flavias. Un as de Vespasiano y otro de Segobris fueron hallados

Estos hallazgos proporcionan un total de veintitrés ases, tres dupondios, seis sestercios y dos denarios.451

éstos se suman los tres ases procedentes de la Sejas de Aliste y Uxama descritos. 452 Además de los citados ejemplares, fueron hallados seis ases y un sestercio altoimperiales en Petavonium, seis monedas indeterminadas en Legio y una en La Serna (Herrera de Pisuerga), todas ellas en contextos del siglo II d.C. Pero su indeterminación en la adscripción cronológica no nos permite utilizarlas en este estudio concreto. Acerca de los ejemplares hallados en dichos yacimientos, remitimos a Blázquez, Carretero, 2006, 199-201, Morillo, García, 2006b, 255-257, Morillo, Pérez, Illarregui, 2006b, 332-337. 453 As hispánico de Augusto emitido en Ercavica. Cf. p. 117, supra. 454 García Merino, 1995, 191.

448

Blázquez, Carretero, 2006, 199-201; Morillo, García, 2006b, 255257; Morillo, Pérez, Illarregui, 2006b, 332-337; Blázquez Cerrato, 2006b, 149. 449 García Merino, 1995, 195-197. 450 Esparza, 1986, 193; Blázquez Cerrato, 2002, 73. 451 La ciudad de Astorga proporciona un total de veinte ases, tres dupondios, seis sestercios y dos denarios, hallados en estratos datados entre finales del siglo I y mediados del siglo III. Cf. p. 119 (n. 458). A

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Tabla 46: Hallazgos monetales en estratos del siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. En negrita aparecen señalados los ejemplares emitidos a lo largo del siglo II d.C.

Tabla 47: Hallazgos en estratos cuya datación incluye el siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte.

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Meseta Norte. Zona Septentrional en la habitación 7 en un mismo contexto arqueológico, bajo una capa de arcilla de reparación del suelo, confirmando su contemporaneidad.455

Claudio I, que suman un total de veintiséis ejemplares. Junto a éstas, las emisiones del siglo II d.C. representan un 37%, de las que las emisiones de Trajano y Adriano, con doce y quince monedas respectivamente, conforman el grueso de los ejemplares acuñados durante el siglo II d.C.

En Astorga C. Blázquez Cerrato nos advierte de la importancia de los ases de Tiberio y Claudio I entre los hallazgos monetales en contextos en torno al siglo II d.C., seguidos en importancia por las monedas flavias y antoninas, especialmente las emisiones de Domiciano y Trajano.456 Relacionados con contextos del siglo II d.C. poseemos un as de Faustina I hallado en el Polígono Industrial de las Peñicas.457 Las restantes monedas aparecen en Unidades Estratigráficas cuya cronología puede ser llevada hasta mediados del siglo III d.C., compartiendo registro arqueológico emisiones de Nerva, Trajano, Adriano, y los emperadores antoninos, junto a ejemplares de Claudio I, Tiberio, e, incluso, algún ejemplar preaugusteo (cf. Tabla 47).458

El palacio de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) también nos aporta un interesante número de casos. Si bien no poseemos una datación cronológica de sus estratos de aparición, los conjuntos monetales en sí mismos nos pueden orientar en este sentido. En la habitación 36 del citado edificio, fue hallado un conjunto compuesto por diez ejemplares, entre los que se encontraba una moneda de Caesaraugusta acuñada en tiempos de Tiberio, junto a emisiones de Trajano, Antonino Pío y Lucilla. Igualmente, sobre el suelo de la “habitación del ara de Júpiter” fueron halladas catorce monedas, emitidas por Tiberio, Vitelio, Domiciano, Antonino Pío y otras a nombre de Agripina, Faustina I y Faustina II.460 Aunque no conozcamos el momento concreto en que se produjo la pérdida, sabemos que los ejemplares acuñados a lo largo del siglo I d.C. circulaban con normalidad junto a las emisiones del siglo II d.C. Igualmente, éstos aparecían integrando conjuntos formados a lo largo del siglo III d.C., cuya pérdida posiblemente fuera coincidente con la datación propuesta para el abandono, o destrucción, del edificio, en torno al 284 d.C.

Atendiendo a todos estos datos, comprobamos como los materiales no muestran, comparativamente, una pervivencia muy elevada, ya que su antigüedad no supera la centuria. Tan sólo el as preagusteo de Lépida y el de Turiaso, aparecidos en Astorga, se remontan a momentos anteriores a Augusto.459 La postrera incorporación de este territorio a la circulación monetaria determinará la escasa incidencia de la moneda anterior a Augusto. Por el contrario, las emisiones julio-claudias conforman el 54% de los hallazgos producidos en contextos del siglo II d.C., siendo habitual su presencia en estos contextos. De entre éstas, destacan especialmente las emisiones locales de 455

García Merino, 1995, 195-197. Blázquez Cerrato, 2006b, 140. 457 As de Faustina I hallado en la UE 115 (Blázquez Cerrato, 2006b, 145). 458 En la calle Manuel Gullón fue hallado junto a un as de Claudio I (copia occidental) un as emitido posiblemente por Marco Aurelio. Ambos aparecieron en la UE 11003, datada entre finales del siglo II d.C. y comienzos del siglo III d.C., durante los trabajos de excavación de una domus. En la Plaza Romana fueron hallados, en un estrato datado entre mediados del siglo I d.C. y principios del siglo III d.C. (UE PR/85), dos ases de Claudio I (copias occidentales), un dupondio de Antonia de la ceca de Roma, un as de Trajano, dos ases de Adriano y un as posiblemente del siglo II d.C. En el estrato PR/88/TMOS, con la misma cronología, fue documentado un sestercio de Faustina II. En la calle Santiago Crespo y Modesto Lafuente nº 3, en la excavación de las Termas Mayores, fueron hallados en la UE 201 un as preaugusteo de Lépida junto a un sestercio de Lucilla, además de un sestercio de Adriano y un as altoimperial (siglos I-II) en la UE 109. Ambos estratos fueron datados entre mediados del siglo I d.C. y mediados del siglo III d.C. En la calle Padre Blanco apareció un sestercio de Trajano en el estrato VI-4, datado entre finales del siglo I y mediados del siglo III d.C. En el estrato ET-4, datado entre finales del siglo II y principios del siglo III d.C., fueron hallados un dupondio de Tiberio, un dupondio de Trajano, un denario de Trajano, dos ases de Adriano y dos ases de los siglos I-II d.C. En el estrato IIP-3A, datado entre finales del siglo II y primera mitad del siglo III, apareció un as de Trajano. En la Calle La Cruz nº 10, durante la excavación de una domus, fueron hallados un as preaugusteo de Turiaso, un as de Tiberio, un denario de Tiberio acuñado en Lugdunum, un as de Claudio I de un taller occidental, un sestercio de Trajano, un sestercio a nombre de Faustina II, y dos ases emitidos entre los siglos I-II d.C. Todos ellos aparecieron en la UE 134, datada entre finales del siglo I y principios del siglo III d.C. (Blázquez Cerrato, 2006b, 145-151). 459 Concretamente, el as de Lépida es datado entre el 48 y 36 a.C. (Blázquez, Gómez, 2006a, 154, nº 7). 456

Tabla 48: Composición del conjunto hallado en el Palacio de Clunia.

Como complemento a esta información, añadimos el tesorillo de áureos hallado en una de las tabernas del foro de Clunia. Se trata de un conjunto de veinte áureos cuyo último ejemplar se corresponde con el gobierno de Nerva.461 En su composición monetaria podemos destacar la presencia única de moneda acuñada en la segunda mitad del siglo I, no habiendo sido atesoradas monedas de oro anteriores al gobierno de Nerón, concentrándose todas las emisiones entre el 54-98 d.C.

Tabla 49: Composición del tesorillo de áureos hallado en Clunia (Peñalba de Castro, Burgos). 460

Taracena, 1946, 67. Mateu y Llopis, 1972, 139; Palol, 1974, 97-98; Mateu y Llopis, 1975, 263; Gómez Santa Cruz, 1993, 83 y 300. 461

119

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA Respecto a los ejemplares emitidos durante el siglo II d.C. hallados en contextos posteriores, poseemos los testimonios de Clunia, Uxama, la villa romana de La Tejada (Quintanilla de la Cueza, Palencia), Astorga, León y Herrera de Pisuerga. Dichos contextos serán desarrollados a continuación, profundizando en este aspecto.462

general a toda la Meseta, aunque la general escasez de ejemplares altoimperiales con los que entonces contaba para su estudio hace que sólo podamos tomar esta estimación como meramente orientativa.465 Respecto a las denominaciones que más frecuentemente encontramos en este periodo, hemos de referirnos de nuevo a los datos que la ciudad de Clunia nos aporta. Es de destacar la prácticamente única presencia de denarios entre los hallazgos. A este periodo se corresponden un total de doce denarios, cuatro sestercios y tan sólo un as.466 La predominancia del sestercio sobre el as entre las emisiones era ya un hecho constatado durante prácticamente todo el siglo II d.C., por lo que la escasa presencia de ases no causa sorpresa.

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Como viene siendo la tónica habitual, el primer tercio del siglo III d.C. se caracteriza por una notable escasez de hallazgos. La pobreza de acuñaciones de la dinastía severa es apreciable incluso en la ciudad de Clunia. Frente a los doscientos cuatro ejemplares de Nerva, Adriano, Trajano y los dinastas antoninos que fueron hallados en la ciudad, las emisiones severas no suponen más de diecisiete ejemplares en total, lo que constituye un índice de aprovisionamiento de 0,94 m/a, siendo por tanto evidente la notable disminución de la llegada de moneda a esta área hispana.

Gráfico 84: Valores monetales hallados en la Meseta Norte y en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), respectivamente, correspondientes al siglo III d.C.

J.M. Gurt atribuye esta falta de numerario a una saturación del mercado debida al gran número de ejemplares abastecidos en épocas anteriores, que haría innecesaria la llegada de nuevas remesas. Además, puede aludirse para justificar esta notable recesión monetaria, el abandono de la zona minera del Noroeste a comienzos del siglo III d.C., por lo que el importante tránsito que la vía que unía el Ebro con el Noroeste, a través de Clunia, debió verse entonces reducido. Estos valores no se verán recuperados hasta el gobierno de Galieno, cuando de nuevo se registran unos altos índices de aprovisionamiento y la moneda parece volver a fluir con normalidad en la ciudad.463

Comparativamente, los valores aparecidos en contextos datados a lo largo del siglo III d.C. arrojan otros datos. Los hallazgos de la villa de La Tejada (Quintanilla de la Cueza, Palencia), que se suponen en circulación durante el primer tercio del siglo III, no registran ningún denario, prevaleciendo el sestercio entre las denominaciones documentadas. Siete son los ejemplares que aparecen descritos, seis se corresponden con sestercios altoimperiales, y sólo uno es un as, emitido por Claudio I.467 Éstos se suman a los hallazgos producidos en la ciudad leonesa de Astorga. En contextos del siglo III d.C. han aparecido un denario, dos sestercios, dos ases y un ejemplar con dudas en su denominación (as o dupondio).468 En el estrato 1803 de la denominada Calle A de Petavonium aparecieron un as de Bilbilis del 2 a.C., un sestercio de Trajano y un antoniniano de Alejandro Severo.469 En diversas excavaciones llevadas a cabo en la antigua Legio se contabilizan un total de un semis, cuatro ases, ocho sestercios y un denario hallados en diferentes estratos datados a lo largo del siglo III d.C. (cf. Tabla 50).470

Gráfico 83: Evolución del aprovisionamiento monetal durante la dinastía severa en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos).

En las excavaciones realizadas en la Casa de los Plintos de Uxama (Burgo de Osma, Soria) es igualmente notable esta reducción del numerario. Los ejemplares severos quedan reducidos a un sestercio de Alejandro Severo, y al restante siglo III corresponderían tres antoninianos, perteneciendo dos de ellos probablemente a Galieno y Claudio II.464

La pequeña muestra con la que contamos ilustra la importancia que progresivamente va adquiriendo el sestercio, en detrimento de los valores inferiores.

M.C. Agúndez confirma que la exigua representación de moneda para época severa es una cuestión que parece 465

Agúndez-Arribas, 1981-1983, 187. Gurt, 1985, 100. 467 Vega, Cerezo, 2000, 157. 468 Blázquez Cerrato, 2006b, 146-152. 469 Blázquez, Carretero, 2006, 200. 470 Morillo, García, 2006b, 255-257.

462

466

Acerca de las monedas aparecidas en contextos datados a partir del siglo III d.C., en la zona septentrional de la Meseta Norte, remitimos a las páginas 121-124. 463 Gurt, 1985, 96-98. 464 García Merino, 1995, 193.

120

Meseta Norte. Zona Septentrional

Tabla 50: Valores aparecidos en contextos arqueológicos datados en torno al siglo III en la zona septentrional de la Meseta Norte.

Ases y sestercios todavía permanecerán con vigencia durante la segunda mitad del siglo III, pese al gran protagonismo que cobra el antoniniano en dicho periodo. Los dos tesorillos hallados en Clunia así lo atestiguan, mostrando la convivencia de dichos valores con la recién creada denominación.471 Dentro de los escasos ejemplares altoimperiales documentados, encontramos mayor número de ases, que de sestercios, y denarios, representados éstos por un único ejemplar de Augusto. La aparición de un mayor número de ases que de múltiplos del mismo es un hecho que contrasta con lo hasta ahora observado para el siglo III d.C., donde el as ha quedado normalmente relegado a un segundo plano frente a las monedas de mayor valor.

un total de siete monedas altoimperiales que parecen constituir parte del monetario circulante durante la primera mitad del siglo III d.C., aunque no conocemos si proceden concretamente de estratos cerrados datados en este periodo.474 La ciudad de Astorga también nos ha proporcionado algunos testimonios de interés. En la calle La Cruz (nº 20-24) fueron documentados tres estratos datados en el siglo III d.C. con presencia monetal, concretamente un as de Augusto de la ceca de Roma, un as de Claudio I, un denario de Trajano, un sestercio de Adriano a nombre de Sabina, y un as/dupondio severo.475 Junto a éstos, contamos con el sestercio de Cómodo hallado en las excavaciones realizadas en la calle Padre Blanco, en un contexto correspondiente a mediados del siglo III d.C.476 No menos interesantes son los hallazgos producidos en la UE 5017 del solar de la plaza Puerta Obispo (León). En dicha Unidad, datada a mediados del siglo III d.C., aparecieron un sestercio de Domiciano, dos ases y tres sestercios de Adriano, y tres sestercios de Antonino Pío, Marco Aurelio y Caracalla, respectivamente. Con una misma cronología, la UE 1017, nos proporcionaba un as hispánico de cronología indeterminada y un denario de Caracalla. En León también fueron recuperados en estratos datados a mediados del siglo III d.C. un as de Claudio, hallado en la calle Dámaso Merino 6, un semis altoimperial en la Plaza San Martino, y un sestercio de Septimio Severo, incrustado en un pavimento hallado en la Iglesia del Palat.477

Tabla 51: Composición de los conjuntos monetales hallados en Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), cuya ocultación debió de tener lugar durante la segunda mitad del siglo III d.C.

Acerca de la perduración de la moneda en el registro arqueológico, las excavaciones realizadas en la casa 3 de la misma Clunia han aportado diversos materiales en estratos que pueden fecharse en la primera mitad del siglo III d.C. En la ampliación 7 fue documentada una moneda de Vitelio; en el ámbito 11 de esta vivienda encontramos dos monedas hispanorromanas acuñadas en tiempos de Augusto y Tiberio respectivamente; en el ámbito 13 fueron halladas una moneda hispanorromana acuñada en tiempos de Augusto y un ejemplar de Nerva; en el ámbito 22 encontramos uno de Adriano; y en el ámbito 35 se documentó una moneda de Claudio I.472

Por último, hacer mención a los ejemplares aparecidos en el estrato 1803 de la calle A de Petavonium, donde conviven un as emitido en el año 2 a.C. en la ceca de Bilbilis, con un sestercio de Trajano y un antoniniano de Alejandro Severo.478

En las excavaciones realizadas en la Casa de los Plintos de Uxama, fueron hallados un sestercio de Trajano y otro de Antonino Pío. La aparición de la moneda de Trajano sobre el suelo, entre los restos del fuego, y la de Antonino Pío entre un grupo de cerámicas que parecían caídas de un mueble, hace pensar en la contemporaneidad de la desaparición de los ejemplares respecto al incendio que asoló la vivienda, estando datado en la segunda mitad del siglo III d.C.473

474

Vega, Cerezo, 2000, 157. Los hallazgos se produjeron en las excavaciones realizadas en el Solar de la C/ La Cruz 20-24, durante las excavaciones de la casa de la muralla. En la UE 1019 fue hallado un sestercio de Sabina y un as/dupondio severo, en la UE 1016 fue hallado un as de Augusto acuñado en Roma, y en la UE 2043 un as de Claudio I y un denario de Trajano. La datación estimada para dichas UUEE se ciñe al siglo III d.C. Blázquez Cerrato, 2006b, 152. 476 En la C/ Padre Blanco, de Astorga, fue hallado un sestercio de Cómodo en el estrato III-3, cuya datación se establece a mediados del siglo III d.C. Blázquez Cerrato, 2006b, 148. 477 Morillo, García, 2006b, 256-257. 478 Blázquez, Carretero, 2006, 200. 475

En las excavaciones llevadas a cabo en la villa de La Tejada (Quintanilla de la Cueza, Palencia), han aparecido 471

Gurt, 1985, 133-145; Martínez Mira, 1995-1996, 143-144, 169, 174. Ampliamos la información relacionada con este conjunto en las páginas 123-124 y Tabla 55 (p. 124). 472 Gurt, 1985, 202-203. 473 García Merino, 1995, 197-198.

121

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Tabla 52: Hallazgos producidos en estratos datados en el siglo III d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte.

Tabla 53: Hallazgos producidos en estratos datados entre los siglos III y IV d.C.

122

Meseta Norte. Zona Septentrional La composición monetaria de los estratos analizados muestra una alta presencia de moneda del siglo II d.C., algo superior al 53%, demostrando la importancia con la que contaron estos ejemplares en el siglo III d.C. Las emisiones julio-claudias, que se constituyen como el numerario más antiguo constatado, representa un 26% del total, que, junto al ejemplar de Vitelio y los dos de Domiciano, hacen un total de trece ejemplares para el conjunto de emisiones del siglo I d.C., un 34% de la moneda hallada. Junto a éstos, los cinco ejemplares severos, únicas emisiones del siglo III d.C. constatadas, constituyen un escueto 13%. Como venimos observando, la pervivencia de la moneda altoimperial durante el siglo III d.C. es bastante alta, siendo en cambio normalmente escasa la moneda contemporánea a la formación de estos estratos.

tan sólo conocemos la cronología del último ejemplar atesorado, en torno al 270 d.C., por lo que no nos aporta mayor información que el mero testimonio de la práctica de atesoramiento en este periodo de tiempo concreto. Similar información poseemos del conjunto hallado en Zamora, datado en el 238 d.C., y del tesorillo de antoninianos de Las Cañadas (Honcalada, Valladolid).482 Más datos poseemos del conjunto monetal hallado en la carretera que desde Saceda se dirige a Castrillo de Cabrera (León), en la margen derecha del río Cabrera. Se encontró en 1987, junto a algunos fragmentos cerámicos. Estaba compuesto por cuarenta y nueve monedas que abarcan desde un ejemplar de Vespasiano, acuñado en el año 70 d.C., hasta uno de Julia Domna, con una cronología entre el 198-207 d.C.483

Similares apreciaciones se constatan si añadimos a estos números aquellos hallazgos cuyos contextos de aparición aparecen menos definidos, pudiéndose extender éstos entre los siglos III y IV d.C. Al respecto, son numerosos los hallazgos producidos en Astorga, donde podemos apreciar la mayoritaria presencia de ejemplares emitidos durante el siglo II d.C. (65%) y la importancia de las emisiones julio-claudias (35%), siendo inexistentes las correspondientes a los siglos III d.C. y posteriores, lo que ratifica las observaciones antes realizadas.479 A estos datos añadimos el semis hispánico hallado en Santa Marina, en León (cf. Tabla 53).480

Tabla 54: Composición del tesoro de Castrillo de Cabrera (León).

En Clunia fueron hallados una serie de depósitos monetales, mencionados brevemente con anterioridad,484 que nos aportan algún indicio más. Durante las excavaciones de las habitaciones 7 y 10 de la casa 3 fueron descubiertos sendos conjuntos monetales, en estratos que parecen responder a la misma formación arqueológica. El primero de ellos está compuesto por cuarenta y ocho ejemplares acuñados entre Domiciano y Tétrico II, de los cuales cuarenta y cuatro ejemplares se corresponden con antoninianos emitidos a partir de Filipo I.485 A excepción del sestercio acuñado por Gordiano, tan sólo las tres monedas restantes son anteriores al siglo III, teniendo realmente escasa representación en la totalidad del conjunto. Junto al ejemplar de Domiciano, que resulta el más antiguo, el sestercio de Trajano y el as de Adriano constituyen en total un 6% del conjunto, teniendo realmente una muy escasa relevancia. El segundo conjunto mencionado, consta de un total de veinticuatro monedas, emitidas entre Augusto y Probo, datando el último ejemplar del año 280 d.C. Junto a los ocho antoninianos del siglo III que se contabilizan, encontramos un denario y dos ases hispanorromanos emitidos en tiempos de Augusto, un as de Claudio I, un

Con una datación posterior, en el Camino de las Ánimas (Herrera de Pisuerga) fueron hallados en contextos del siglo IV-V d.C. seis ejemplares, correspondientes a un posible as hispanorromano de Augusto, un as augusteo de Bilbilis, un as de Claudio, un as de Nerón, un as de Marco Aurelio y un sestercio de Cómodo.481 Añadiremos, por último, los tesorillos monetales cuyo momento de ocultación data de este siglo III d.C., que suelen resultar bastante ilustrativos de la situación anteriormente descrita. Si bien tenemos noticias de la aparición de un tesoro en Valsadornín (Palencia) de éste 479

Todos los numismas señalados han aparecido en contextos datados entre los siglos III y IV d.C. en las diferentes excavaciones llevadas a cabo en los solares señalados. En la C/ Manuel Gullón (3-5), fueron hallados un as de Augusto/Tiberio de la ceca de Bilbilis o Turiaso (UE 9001) y un as de Augusto de la ceca de Bilbilis (UE 4020). En la C/ Calvo Sotelo nº 10 fueron hallados un as de Adriano (UE 3050) y un as de Claudio I (4043). En la C/ La Cruz (20-24) fue hallado en la UE 2036 un sestercio posiblemente de Adriano, en la UE 2036b un posible dupondio de Trajano y un as de Antonino Pío a nombre de Faustina, en la UE 2037 y 2033 sendos ases de Claudio I, en la UE 2027 y 2023 sendos sestercios de Trajano, en la UE 2026 un denario de Trajano, en la UE 2025 un as de Adriano, en la UE 2020 un sestercio de Faustina y un as indeterminado de los siglo I-II, en la UE 1017 un as posiblemente de Claudio I y un dupondio de Marco Aurelio, y en la UE 1012 un sestercio de Marco Aurelio. Blázquez Cerrato, 2006b, 146, 148, 151 y 152. La inexistencia de ejemplares del siglo IV d.C. entre los materiales hallados puede llevar a pensar en una adscripción más cercana a finales del siglo III que al propio siglo IV d.C., ya que la frecuencia de aparición de ejemplares del siglo IV suele ser alta. 480 Morillo, García, 2006b, 255. 481 Morillo, Pérez, Illarregui, 2006b, 336.

482

Para el tesorillo de Zamora, Martín Valls, Delibes, 1982, 54-62, y Sagredo, 1987, 550. Respecto al tesorillo hallado en Honcalada, TIR, K30 (Madrid. 1993), s.v. Cañadas, Las, 81, y Balil, Martín Valls, 1979, 33-34. 483 Mangas, Blánquez, 1988, 83-129; Martínez Mira, 2000-2001, 300. 484 Cf. p. 121 (Tabla 51). 485 Gurt, 1985, 133-145; Martínez Mira, 1995-1996, 143-169.

123

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA as de Domiciano y un sestercio de Adriano.486 En este caso, vemos cómo la presencia de moneda residual en el conjunto es algo superior, ya que conforma una tercera parte del total (un 33%), de las que las monedas acuñadas en el siglo I d.C. tendrán una gran relevancia.

de acuerdo en asociar la incorporación de los núcleos ubicados en la Meseta Norte peninsular a la circulación monetaria a partir del gobierno de Tiberio especialmente, considerando los escasos testimonios de moneda augustea aparecida como moneda que llegó y se mantuvo en dichos enclaves junto con sus pobladores en momentos posteriores. Este primer siglo debió constituir un periodo de fuerte aprovisionamiento monetal en el área, fácil de entender si tenemos en cuenta la significativa presencia militar y las fundaciones llevadas a cabo, con fines castrenses o administrativos. Por ello, en líneas generales, la representación de emisiones de Tiberio, Claudio I y los años 68-79 d.C. es elevada, marcando unos ritmos de aprovisionamiento destacados. El siglo II d.C. mantiene una tendencia bastante lineal, no apreciándose grandes oscilaciones en la llegada de moneda al área. A lo largo de la primera mitad del siglo II se mantienen unos altos índices de aprovisionamiento, destacando especialmente la llegada de emisiones de Adriano. Tan sólo hemos de mencionar la más tardía alimentación de los enclaves rurales en los que ha sido constatada presencia monetal, donde el mayor índice moneda/año se registra durante el gobierno de Antonino Pío. Como en otros muchos casos, la moneda de Cómodo marca el periodo de menor aprovisionamiento registrado a lo largo del siglo II d.C., a excepción de la ciudad de Clunia, donde, comparativamente, aparece bien caracterizado.489

Tabla 55: Tesorillos hallados en la ciudad de Clunia, cuya ocultación debió tener lugar a lo largo del siglo III d.C. En negrita los ejemplares acuñados en el siglo III d.C.

Además de estos dos conjuntos, sabemos de la existencia de un tesorillo más en la ciudad de Clunia, pero únicamente conocemos del mismo la cronología de su último ejemplar: una moneda de Carino a nombre de Magnia Urbica (283-285). En las cercanías del Castro de Oteruelo (León) fueron halladas un total de ciento cuatro monedas: cuarenta y siete denarios, cincuenta y seis antoninianos y un quinario.487 De éstas, diez denarios se encontraban agrupados, y el resto dispersos en un radio de 1 m², por lo que no puede establecerse con seguridad su pertenencia a un mismo conjunto. Aún así, destacaremos la presencia de tres denarios, emitidos por Trajano, Adriano y Cómodo, que aparecen junto a ejemplares severos y antoninianos de la segunda mitad del siglo III d.C.

Clunia, único enclave del que podemos trazar una evolución continuada de sus ritmos de aprovisionamiento durante todo el periodo altoimperial, puede ilustrar las observaciones realizadas para el conjunto de los territorios situados al norte del Duero, excepción hecha de la importancia que en este núcleo parecen adquirir las emisiones de Cómodo (cf. Gráfico 85).

De la misma manera, la imprecisión en la composición del tesorillo hallado en Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), no nos permite tomarlo como un hallazgo totalmente fiable. Si bien se conoce la pertenencia a este conjunto de dieciséis denarios altoimperiales, emitidos entre Vespasiano y Filipo I, no podemos determinar la importancia que éstos tuvieron en la composición del conjunto, ya que se estima que formaban parte del mismo unos quinientos ejemplares, sin conocer ningún dato relativo a los mismos.488 Aún así, atestigua la presencia de numerario flavio y del siglo II junto a ejemplares del siglo III, con plena vigencia en estos momentos, ya que son incluso objeto de atesoramiento.

En cuanto a la dispersión de los ejemplares, podemos advertir la trascendencia que las vías de comunicación y los entornos militarizados poseyeron en la distribución de moneda, al ser alrededor de éstos donde queda atestiguado un mayor número, y, en segundo lugar, en las cercanías de los grandes centros administrativos, con una presencia bastante constante a lo largo de todo el periodo.490 Respecto a los valores documentados, hemos de insistir en la destacada presencia de áureos, denarios, especialmente concentrados en torno a las antiguas Pisoraca (Herrera de Pisuerga, Palencia) y Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora), antiguos campamentos militares. Respecto a los valores en bronce, los sestercios son los valores predominantes en el abastecimiento monetal de todo el siglo II d.C., quedando

Conclusiones Si bien los datos que poseemos acerca del siglo I y III d.C. en el área sometida a estudio son bastante escasos, las referencias hasta el momento obtenidas se muestran 486

Martínez Mira, 1995-1996, 144 y 174. Mangas, Blánquez, 1990; Martínez Mira, 2000-2001, 301-302. 488 Martínez Mira, 1995-1996, 124; Martín Valls, Delibes, 1982, 54-61. 487

489 490

124

Cf. Grafico 71 (p. 109). Cf. Figuras 52 (p. 111) y 53-58 (pp. 112-114).

Meseta Norte. Zona Meridional

Gráfico 85: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del periodo altoimperial en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos).

relegados los ases a un segundo término. Frente a su pérdida de importancia en el abastecimiento monetal, los contextos arqueológicos nos muestran, sin embargo, la pervivencia de los ases y su habitual uso en los intercambios cotidianos, constituyendo el 67% de los valores hallados en estratos del siglo II d.C.491

el siglo II d.C., las emisiones julio-claudias constituyen el 54% del material numismático documentado, y aquéllas contemporáneas a la formación del estrato suman un 37%. En cualquier caso, cabe subrayar la práctica ausencia de ejemplares anteriores a Augusto, representados por un único caso, un as preagusteo de Lépida hallado en Astorga.

La polarización de los ejemplares en el entorno más próximo a los centros urbanos o con tradición militar, junto a la masiva llegada de denarios y sestercios al área, nos está transmitiendo una clara diferenciación entre las ciudades, campamentos y el territorio inmediatamente relacionado con los mismos, respecto a los pequeños núcleos dispersos por la restante geografía castellana. La llegada de moneda a las primeras áreas parece destinada a grandes pagos y transacciones, sin tener por qué implicar la adopción de un intercambio en base a la moneda de los pobladores de estos centros. Los ases constituyen todavía en el siglo II d.C. la moneda usual de cambio en las pequeñas transacciones, y éstos se muestran realmente minoritarios en esta zona. Dicha observación nos hace pensar en el escaso uso de la moneda entre las gentes allí asentadas, quedando la moneda relegada a cubrir las necesidades de los centros urbanos y el ejército todavía presente.492 J.M. Gurt asemeja las ciudades del Occidente peninsular a las propias de la provincia romana de Britannia, donde las ciudades se configuraban como centros de gestión de grandes territorios donde la presencia de Roma se hacía patente básicamente en cuestiones administrativas. La presencia de moneda de gran valor podría explicarse tanto por las necesidades financieras de dichos centros, como por la necesidad de contar cada uno de éstos con una guarnición del ejército a la que es necesario mantener.493 La exclusividad en el uso monetal para las funciones descritas, al margen de la cotidianeidad de los pobladores y las transacciones diarias, provoca que las monedas de gran valor aparezcan excesivamente representadas.

Los estratos arqueológicos datados a lo largo del siglo III d.C., nos muestran como es durante esta centuria cuando la moneda del siglo II d.C. circula más abundantemente, conformando el 53% de los ejemplares documentados. Junto a éstos, las emisiones julio-claudias pierden progresivamente protagonismo y se van retirando de la circulación, representando en este caso el 26%.

Gráfico 86: Frecuencia de las emisiones halladas en contextos de los siglos II y III d.C. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato.

2. LA ZONA MERIDIONAL DE LA MESETA NORTE Introducción. El siglo I d.C. El estudio realizado por J.F. Blanco sobre la circulación monetaria en la antigua Cauca (Coca, Segovia), proporciona una piedra angular sobre la que intentar recomponer la situación monetaria de la zona meridional del Valle del Duero, o al menos del entorno más inmediato de la ciudad de Cauca y el valle del río Eresma, en cuya ribera fue fundada. Se presenta éste como el único testimonio que nos permite acercarnos a la situación previa al siglo II d.C. en la zona, limitándose la información a los puntos desarrollados a continuación.

En cuanto a las cuestiones relaciones con la perduración de la moneda en el contexto arqueológico, se mantiene la tendencia que hasta el momento hemos podido cotejar en las restantes áreas geográficas. En los estratos datados en

En contraste con lo observado en los núcleos urbanos del norte del Duero, la ciudad de Coca presenta un numerario bastante temprano. Entre el monetario de la ciudad encontramos veinte ejemplares romano-republicanos, y treinta que se corresponden con emisiones ibéricas.494 J.F.

491

Para el análisis de la evolución de los valores monetales en la zona septentrional de la Meseta Norte remitimos a los gráficos 74-82 (pp. 115-116), y a la Figura 59 (p. 115) para el análisis sobre la distribución de áureos y denarios en el área. 492 Acerca del mantenimiento del trueque en el área de la Meseta y el Noroeste peninsular, remitimos a Santos Yanguas (N.), 1994, 110; Mangas, Francisco, Pedregal, 1984, 156. 493 Gurt, 1985, 76.

494

125

Blanco García, 1987, 149-156.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA Blanco analiza la importante correspondencia que las emisiones halladas en la ciudad poseen con las intervenciones del ejército romano en suelo hispano, coincidiendo éstas con emisiones realizadas en torno a veinte o veinticinco años antes de cada una de las intervenciones del ejército romano en la zona, hecho que también se constata en el caso de Numantia (Cerro de la Muela, Garray, Soria).495

hallazgos que corresponden a los restantes núcleos, tanto rurales como urbanos, de los que tan sólo sobresalen los hallazgos monetales que han tenido lugar en Tiermes (Soria), que se contabilizan en diecinueve ejemplares, y la localidad del Barco de Ávila (Ávila), con un total de diez. Aprovisionamiento

Ya en el siglo I d.C., las monedas hispano-romanas, emitidas por Augusto, Tiberio y Calígula, suman diecinueve ejemplares que, junto a un ejemplar de Augusto emitido por la ceca de Roma, y veinte monedas emitidas bajo el gobierno de Claudio, constituyen un ascenso en el aprovisionamiento tras la llegada de las monedas romano-republicanas e ibéricas. Dentro de estas últimas, la moneda de Claudio I constituye un elemento importantísimo, al representar un 90% del total documentado, siendo mayoritariamente monedas de imitación.496 Frente a esta altísima representación de numerario de Claudio, las monedas acuñadas por Nerón y durante las Guerras Civiles están completamente ausentes. La dinastía flavia está representada por una decena de ejemplares aproximadamente, constituyendo un índice de aprovisionamiento medio de 0,39 m/a.497

Respecto al primer punto a tratar, hemos de destacar la gran irregularidad que parece caracterizar el aprovisionamiento de esta área geográfica a lo largo del siglo II d.C., registrándose numerosos altibajos durante la centuria, hasta la caída definitiva del índice de aprovisionamiento en tiempos de Cómodo (cf. Gráfico 88). La moneda de Nerva registra un índice de 2 m/a, descendiendo de manera inmediata bajo el gobierno de Trajano hasta alcanzar 1,74 m/a, registrándose una nueva recuperación con la llegada de moneda de Adriano. Tras éste, que marca un índice de 2,33 m/a, volvemos a apreciar un nuevo descenso, situándose en parámetros cercanos a los alcanzados con la moneda de Trajano, en torno al 1,7 m/a. El gobierno de Marco Aurelio retoma el ritmo marcado por los gobiernos de Nerva y Adriano, acercándose el índice de aprovisionamiento a 2,1 m/a, para luego descender rápidamente durante el gobierno de Cómodo, hasta alcanzar el índice mínimo registrado para el periodo, 0,75 m/a. Esta irregularidad es así mismo observada en Cauca, aunque los altibajos registrados no se corresponden con la tendencia descrita. Se mantienen unos índices monetales bastante bajos durante todo el periodo, registrándose incluso una nula entrada durante los gobiernos de Nerva y Adriano. La entrada de moneda durante el gobierno de Trajano, en torno a 0,28 m/a, es igualmente escasa, siendo incluso inferior a lo que los normalmente minoritarios ejemplares de Cómodo registran en el lugar. A partir de Adriano se registra un paulatino ascenso en la entrada de moneda, hasta alcanzar el altísimo índice registrado bajo el gobierno de Marco Aurelio, que alcanza la 1,21 m/a, para luego volver a descender bajo el gobierno de Cómodo en 0,33 m/a (cf. Gráfico 89).

Gráfico 87: Evolución del aprovisionamiento del numerario republicano, julio-claudio y flavio en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia).

El siglo II d.C. Para la zona meridional de la Meseta Norte, contamos con un total de ciento ochenta monedas, lo que constituye un índice general de aprovisionamiento de 1,87 m/a.498 Es interesante destacar al respecto el importante número que de las mismas corresponden a la ciudad de Coca (Segovia), donde fueron hallados cuarenta y cinco ejemplares, que representan un 25% del total documentado en este extenso territorio. De la misma manera, el antiguo asentamiento militar de Villalazán (Zamora), concentra en su entorno un total de treinta y un ejemplares, un 17% del total. Es patente la escasez de

Totalmente contradictoria a ésta se muestra la gráfica planteada con los hallazgos producidos en Villalazán (Zamora), donde la evolución es completamente inversa. Si bien el gobierno de Nerva carece igualmente de ejemplares, el índice de aprovisionamiento registrado en época de Adriano se muestra como el más elevado, en torno a 0,62 m/a, tras haber sufrido un paulatino ascenso desde época de Trajano, que registra un 0,37 m/a. La escasa entrada de emisiones de Antonino Pío hará descender el índice de aprovisionamiento hasta alcanzar 0,13 m/a, para, tras una breve recuperación durante el gobierno de Marco Aurelio, volver a descender en el gobierno de Cómodo, alcanzando un 0,17 m/a (cf. Gráfico 90).

495

Blanco García, 1987, 199. Blanco García, 1987, 157 y 44-48. 497 Blanco García, 1987, 159. 498 Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio de zona meridional de la Meseta Norte proceden de la bibliografía siguiente: Abad Varela, 1989, 95-114; Abad Varela, 1995, 210; Abad Varela, 2001, 573-590; Alfaro, 1986, 169-185; Balil, Martín Valls, 1979; Blanco García, 1987; Blázquez Cerrato, 2002; García Figuerola, 1995, 65-124; Gómez Santa Cruz, 1993; Martín Arija, Iglesias del Castillo, Salvador, Viñé, Lorenzo, 1996, 61-79; Martínez Mira, 1995-1996, 119180; Rodríguez Almeida, 1981; Sagredo, 1981, 73-85; Sagredo, 1987, 531-557; Sagredo, 1989, 347-369; TIR, K-30 (Madrid. 1993); Vidal, Casa, 1985, 78-95. 496

126

Meseta Norte. Zona Meridional

Gráfico 88: Evolución del aprovisionamiento en la zona meridional de la Meseta Norte a lo largo del siglo II d.C.

Gráfico 89: Evolución del aprovisionamiento en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia) a lo largo del siglo II d.C.

Gráfico 90: Evolución del aprovisionamiento en Villalazán (Zamora) a lo largo del siglo II d.C.

Gráfico 91: Evolución del aprovisionamiento monetario en los núcleos urbanos y rurales de la zona meridional de la Meseta Norte a lo largo del siglo II d.C., exceptuando los núcleos de Cauca (Coca, Segovia) y Villalazán (Zamora).

Los dos puntos de máximo aprovisionamiento que veíamos que se producían en la gráfica general que englobaba todos los núcleos con presencia monetal del área señalada, se corresponden con los dos puntos de máximo aprovisionamiento que muestran sendos centros, el periodo de Marco Aurelio para Cauca (Coca, Segovia) y el gobierno de Adriano en el caso de Villalazán (Zamora). Hemos visto que el numerario de sendos conjuntos representaba prácticamente un 42% del total de ejemplares documentados, por lo que determinarán en gran medida esta visión general de la zona. Por ello, hemos decidido individualizar estos núcleos para poder obtener así un tercer punto de análisis (cf. Gráfico 91).

de hallazgos que cada uno de los núcleos aporta, a excepción de Tiermes (Montejo de Tiermes, Soria), Duratón (Segovia), Ciruelos de Coca (Segovia) y Barco de Ávila (Ávila), no nos permite realizar una mayor diferenciación por áreas de la evolución de aprovisionamiento, ya que jugaríamos con valores e índices muy bajos. Aún así, será desarrollada posteriormente una somera visualización de la diferente repercusión que cada una de estas emisiones tuvo en los diferentes núcleos de población, al afrontar el análisis de la dispersión.499

Podemos comprobar cómo este tercer nivel de agrupamiento posee una evolución intermedia. El descenso de aprovisionamiento bajo el gobierno de Trajano tras el alto índice registrado por Nerva, es rápidamente paliado con las emisiones de Adriano que, al igual que hemos visto para el caso de Villalazán, marcan el punto álgido de aprovisionamiento del periodo. Tras éste, la entrada de moneda en el área comienza a entrar en un proceso regresivo, aunque de carácter paulatino y lento, no registrándose las grandes alteraciones que constatábamos para los núcleos de Coca y Villalazán.

Tabla 56: Hallazgos e índice moneda/año de los enclaves que pueden ser sometidos a comparación: Tiermes-Duratón, Ciruelos de CocaCoca, destacando en negrita aquéllos donde queremos resaltar los diferentes comportamientos.

Por lo tanto podemos observar cómo la nula llegada de moneda de Nerva a Cauca (Coca, Segovia) y Villalazán (Zamora) contrasta con los hallazgos producidos en las restantes áreas, que muestran un índice de aprovisionamiento adecuado. El gobierno de Trajano se muestra de manera general bastante parco, pudiéndose

Aún así, los hallazgos se empeñan en dibujar un mapa confuso. Los hallazgos producidos en Duratón (Segovia) y Tiermes (Montejo de Tiermes, Soria), relativamente cercanos geográficamente, son completamente contradictorios, al igual que el intento de equiparación de Ciruelos de Coca con la cercana Coca. El escaso número

499

127

Cf. p. 128 y Figuras 61-66 (pp. 129-130).

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA describir el primer decenio del siglo II d.C. como un momento de bajo aprovisionamiento. Con la llegada de Adriano al gobierno de Roma, la entrada de ejemplares en el área sufrirá un nuevo impulso, constatándose una alta presencia en los núcleos rurales y en el área campamental de Villalazán, aunque esta remesa monetal no parece afectar todavía a la ciudad de Cauca, que, por el contrario, se verá en este sentido favorecida durante el gobierno de Antonino Pío y, especialmente, Marco Aurelio. El gobierno de Cómodo representa en todos los núcleos analizados un descenso de aprovisionamiento, preludio de lo que sucederá en el primer tercio del siglo III d.C.

Calvarrasa de Arriba, y en el valle alto del Tormes, Armenteros (Salamanca), Castro del Berrueco (El Tejado, Salamanca) y El Barco de Ávila (Ávila). A excepción de los diez constatados en El Barco de Ávila, los restantes hallazgos oscilan entre uno y dos ejemplares. No muy alejado de la ciudad de Salamanca, pero en el margen de la Vía de la Plata, aparecen dos ejemplares de Adriano en Miranda de Azán (Salamanca). En la comarca de El Abadengo (Salamanca), donde confluyen los ríos Águeda y Duero, la localidad de Cerralbo aporta dos ejemplares de Adriano y Antonino Pío, y, únidas geográficamente a esta área a través de las cuencas del Yeltes y el Águeda, los tres ejemplares de Retortillo y los dos de Ciudad Rodrigo completan la composición monetaria de la zona. La escasez de esta área puede estar relacionada con las características del entorno, donde la cultura castreña no ha sufrido una gran evolución pese a su incorporación en el ámbito romano.500

Dispersión de los hallazgos Como viene siendo habitual, comenzaremos la descripción de la distribución de los hallazgos monetarios en la zona en sentido Este-Oeste y Norte-Sur. Tomaremos por tanto como punto de partida la ciudad de Uxama (Burgo de Osma, Soria) y la vía que de ella parte hacia Segovia. A lo largo de esta vía, la localidad de Tiermes (Montejo de Tiermes, Soria) nos ofrece un destacado número de hallazgos, un total de diecinueve, centrados especialmente en los gobiernos de Trajano y Antonino Pío. Cercana a Tiermes (Montejo de Tiermes, Soria), la localidad de Retortillo de Soria (Soria) aporta al estudio escasamente un cuadrante de Adriano.

Tan sólo resta comentar qué sucede en torno al río Duero, y la vía que enlaza los dos itinera descritos. Además de los hallazgos de Villabáñez (Valladolid) y Almaraz de Duero (Zamora), ya comentados anteriormente al encontrarse en la margen derecha del río, han aportado información numismática los núcleos de Padilla de Duero (Valladolid), Madridanos (Zamora) y Villalazán (Zamora), destacando este último núcleo por su notable aportación, al contabilizarse un total de treinta y un ejemplares emitidos entre Trajano y Cómodo.

La ciudad de Segovia y su entorno, las localidades de Madrona y Fuentemilanos, suman un total de cinco ejemplares, emitidos entre Trajano y Antonino Pío. Ascendiendo por la vía que, a través de este núcleo urbano, une la Meseta Sur con el valle del Duero, su presencia aumenta, especialmente en el entorno más inmediato de la antigua Cauca (Coca, Segovia), con la constatación de ejemplares en las localidades segovianas de Carbonero el Mayor y Ciruelos de Coca en la ribera del río Eresma, y los municipios de Almenara de Adaja (Valladolid), Montejo de Arévalo (Ávila) y Arévalo (Ávila) entre los cauces del Eresma y el Adaja. Siguiendo la ribera del Adaja, encontramos los núcleos abulenses de Papatrigo, Mingorría, Muñochas, Muñogalindo y Sotalbo que, si bien no presentan un gran número de ejemplares, constatan la presencia monetal en esta área, más alejada de los grandes núcleos de población. Antes de abandonar el iter citado, hemos de hacer referencia a los hallazgos realizados en los municipios segovianos de Aguilafuente, Villafranca y Duratón.

Respecto a la distribución de la moneda emitida por cada uno de los emperadores del periodo, podemos observar cierta evolución en la dispersión de la misma. En época de Nerva los ejemplares parecen concentrarse en el área de las Hoyas de Duratón y la ribera del Tormes, siendo escasos los hallados fuera de estos dos contextos. Los hallazgos de monedas emitidas por Trajano se ciñen especialmente a las principales vías de comunicación, y al entorno de Tiermes (Montejo de Tiermes, Soria) y Cauca (Coca, Segovia). Continúa la presencia monetal en las hoyas del río Duratón, constante hasta los últimos años del siglo II d.C. En época de Adriano se constata una más alta presencia monetal, aunque sigue todavía limitada básicamente a los lugares antes citados. Quizás podamos destacar el mayor número documentado en la vía CaucaSegovia, la llegada de ejemplares a la comarca de El Abadengo (Salamanca), aunque todavía de manera escasa, y una mayor concentración en torno a Salmantica (Salamanca). Aparecen también algunos en el valle alto del río Tormes. La moneda emitida por Antonino Pío aparece más dispersa y comienza a distribuirse más eficazmente por las partes altas de los valles de los ríos Adaja y Tormes, situación igualmente observable en el caso de las emisiones de Marco Aurelio y Cómodo, que merecen similar comentario. Es de destacar esta mayor dispersión de los ejemplares emitidos en la segunda mitad de la centuria en los núcleos rurales debido al escaso

El siguiente eje viario que recorre en dirección Norte-Sur este territorio, es la denominada Vía de la Plata. En ella, los hallazgos se concentran en el entorno de la ciudad de Salamanca y en las localidades ribereñas del río Tormes. Si bien en la propia Salmantica (Salamanca) no han sido documentados, hasta el momento, ejemplares monetales de esta segunda centuria, su entorno nos proporciona algún indicio al respecto, aunque no demasiado elocuente. Siguiendo el río Tormes, los hallazgos se centran en las localidades salmantinas de Baños de Ledesma, Espino de los Doctores, San Morales,

500

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Hernández Guerra, 2001, 243-244.

Meseta Norte. Zona Meridional

Figura 60: Mapa de dispersión de los ejemplares emitidos durante el siglo II d.C. hallados en la zona meridional de la Meseta Norte.

Figura 61-63: Evolución de la dispersión de los hallazgos monetales de Nerva (Ne), Trajano (Tr) y Adriano (Ad) en la zona meridional de la Meseta Norte.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Figura 64-66: Evolución de la dispersión de los hallazgos monetales de Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la zona meridional de la Meseta Norte.

índice de aprovisionamiento que estos emperadores alcanzan en los ámbitos alejados de las ciudades. Podríamos decir que en estos momentos parece llegar menos moneda a la zona meridional de la Meseta Norte, pero ésta, en cambio, aparece bien distribuida.

Valores en circulación Como observábamos en el caso anterior, el sestercio es también el valor predominante en el área que se extiende al sur del Duero, ya que la presencia del mismo supone un 52% del total de los hallazgos contabilizados, sin tener en cuenta los diecinueve ejemplares de los que desconocemos su valor monetal concreto. Tras el sestercio, los ases y denarios poseen una destacada importancia, constituyendo un 22% y un 18%, respectivamente. Dentro de los valores de bronce, los dupondios y los divisores del as son minoritarios en el conjunto, representando un 6% y un 1% respectivamente. Los hallazgos de áureos han resultado bastante limitados, aunque la escasez de estas denominaciones entre los hallazgos aislados viene a ser una tónica bastante general, salvo excepcionales ocasiones (cf. Gráfico 92).

Se ha podido comprobar cómo los ejemplares se ciñen básicamente a las vías de comunicación, tanto las creadas por la administración romana como las vías naturales que conforman los valles de algunos ríos y que constituyeron perfectos nexos de unión entre diversos núcleos poblacionales. En este sentido, es de destacar la relevancia de los ríos Adaja y Tormes, donde los sucesivos hallazgos en torno a su curso demuestran la afluencia de moneda a estos núcleos más alejados de los principales centros y vías de época romana, especialmente a partir de los gobiernos de Adriano y Antonino Pío.

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Meseta Norte. Zona Meridional

Gráfico 92: Valores monetales hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 93: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la zona meridional de la Meseta Norte.

Gráfico 94: Valores monetales en bronce hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C.

De entre las denominaciones señaladas, hemos visto la importancia que el denario había cobrado entre los principales valores en uso. Los denarios emitidos por Trajano, Antonino Pío y Marco Aurelio son los más numerosos entre los hallazgos registrados, contabilizándose siete ejemplares para cada uno de ellos y constituyendo, además, los periodos de mayor aprovisionamiento de los mismos, según el índice moneda/año. El breve gobierno de Nerva será el momento en que mayor índice se registra, ya que los dos denarios hallados nos señalan una entrada de 1 m/a. Tras éste, las emisiones de oro y plata de Trajano son las siguientes en ser destacadas, registrando entre ambas denominaciones una entrada de 0,42 m/a. Con una mayor o menor variación, el índice de aprovisionamiento se mantiene durante los gobiernos de Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio, hasta descender en tiempos de Cómodo, donde tan sólo se ha registrado un denario (0,08 m/a). Pese a este descenso, podemos comprobar cómo la alimentación de estas denominaciones tiene un carácter bastante constante, marcando un flujo continuo en la entrada de dicha moneda (cf. Gráfico 93).

(Zamora), desgajando ambos núcleos de este inicial análisis por la importancia de la muestra en ellos obtenida. La ciudad de Cauca (Coca, Segovia) se merece similar comentario al análisis general realizado. La predominancia del sestercio entre los valores documentados es clara, constituyendo un 51% del total. Junto a éste, el denario se muestra como el segundo valor más representado, cercano al 24%, dando señal de la cuantía que los múltiplos del as tuvieron en la composición del monetario de la ciudad. Ases y dupondios se limitan a un 18% y un 7% respectivamente, resultando unos índices bastante escasos, especialmente para el as (cf. Gráfico 95). Entre las denominaciones de plata, el gobierno de Marco Aurelio marca en este caso el punto más alto en el aprovisionamiento, seguido por los denarios acuñados por Antonino Pío y Trajano. El ritmo se muestra menos regular, ya que podemos apreciar vacíos en el aprovisionamiento, pero sí parece mantener una tendencia ascendente hasta alcanzar el ritmo propio del gobierno de Marco Aurelio, cifrado en un 0,29 m/a (cf. Gráfico 96). Pese a la inexistencia de áureos entre los hallazgos registrados en la misma ciudad, sabemos de la circulación de los mismos en el área, ya que en la cercana Ciruelos de Coca (Segovia) se conservan un áureo de Trajano y otro de Adriano, junto a otro denario de Trajano y dos de Adriano, que complementan los hallazgos del entorno de Coca (Segovia).

Respecto a los valores en bronce, la predominancia de la llegada de sestercios a esta área peninsular es constatada ya desde los primeros momentos del siglo II d.C., no dejando lugar a dudas de la tremenda importancia que estos valores poseen en la vida económica de la Meseta. La escasez de divisores a lo largo de todo el periodo y, aunque menos notable, de ases y dupondios, puede ser síntoma de la existencia de limitados intercambios de pequeña escala que pudieran valerse de estas pequeñas denominaciones y de la escasa integración de la moneda en la vida económica de las gentes (cf. Gráfico 94).

La observación de la evolución de los valores de bronce a lo largo del siglo II d.C. a través de la gráfica diseñada, se hace un tanto difícil debido al vacío monetal que encontramos en época de Adriano. Aún así, podemos advertir la gran importancia que el sestercio posee desde los primeros momentos, como ya observábamos para el conjunto de la zona, aunque comparte la supremacía con

Una vez analizada la tendencia general observada, podemos centrar nuestro interés en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia), y el núcleo militarizado de Villalazán

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA los dupondios. A partir del gobierno de Antonino Pío, el sestercio se despega de los valores inferiores, marcando una diferencia destacada respecto al as y al cada vez menos frecuente dupondio. En este caso, los divisores del as continúan ausentes (cf. Gráfico 97).

Villalazán (Zamora) dentro del conjunto numismático de la zona meridional de la Meseta Norte, nos obliga a realizar un análisis diferenciado de los núcleos no vinculados con ambos centros, aunque sabemos de la notable influencia que los mismos debieron ejercer sobre los pequeños enclaves más cercanos. Aún así podemos observar ciertas divergencias, que matizan la información general representada en un primer momento.

Si establecemos una comparativa con lo que podemos observar en el yacimiento de Villalazán (Zamora), sólo podemos destacar el diferente ritmo observado en la llegada de denarios, ya que los demás items utilizados muestran similares características. Los ases y dupondios coinciden con la ciudad de Coca en su escasa representación, en torno al 16% y 3% respectivamente, mientras que sestercios y denarios siguen siendo las denominaciones más usuales entre la moneda abastecida, constituyendo un 55% y 26% respectivamente (cf. Gráfico 98). Los valores de plata representan pues un elemento importante en la composición monetaria de Villalazán (Zamora), especialmente en época de Trajano, cuando se registra una entrada de 0,21 m/a (cf. Gráfico 99). Igualmente, la predominancia del sestercio se muestra clara desde principios del periodo, manteniéndose como valor más frecuente entre los hallazgos, a excepción del gobierno de Antonino Pío, cuando se contabilizan un as, un sestercio y un denario, manteniéndose por tanto equiparados (cf. Gráfico 100).

La magnitud del sestercio respecto a los restantes valores monetales sigue ocupando un lugar destacado en la moneda recibida en estos núcleos de menor entidad, representando un 52% de los valores. Pero el as gana protagonismo al denario en esta ocasión ya que, frente al 12% que representan los denarios, los ases alcanzan una nada despreciable representación cercana al 26% (cf. Gráfico 101). Respecto a los áureos y denarios, los hallazgos de los mismos aparecen limitados a los grandes núcleos urbanos del área estudiada, especialmente en el entorno más inmediato de Cauca y de Salmantica. Éstos se corresponden con los dos áureos y tres denarios hallados en Ciruelos de Coca, y un denario hallado en San Morales, a escasos 18 km. de Salamanca. Los descubrimientos señalados en la ribera del Duero, se registran exclusivamente en el área campamental de Villalazán (Zamora) y en la cercana localidad de Madridanos (Zamora), contabilizándose ocho y uno respectivamente. Únicamente los cuatro ejemplares hallados en Duratón (Segovia) rompen esta tendencia. Los ejemplares anotados aportan una gran regularidad en el aprovisionamiento, siendo un flujo constante con una tendencia ligeramente descendente hasta la completa ausencia de dichas denominaciones en época de Cómodo.

Sólo nos resta, para completar todos los puntos de análisis posibles, el análisis de la composición del numerario de los restantes núcleos englobados en este amplio territorio. Como hemos señalado anteriormente, la envergadura de los hallazgos de Coca (Segovia) y

Gráfico 95: Valores monetales hallados en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia) emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 98: Valores monetales hallados en el yacimiento de Villalazán (Zamora) emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 96: Representación del número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento de denarios emitidos en el siglo II d.C. en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia).

Gráfico 99: Representación del número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento de denarios emitidos en el siglo II d.C. en el yacimiento de Villalazán (Zamora).

Gráfico 97: Valores monetales en bronce hallados en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia) emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 100: Valores monetales en bronce hallados en el yacimiento de Villalazán (Zamora) emitidos en el siglo II d.C.

132

Meseta Norte. Zona Meridional

Gráfico 101: Valores hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., exceptuando los hallazgos realizados en Cauca y en el yacimiento de Villalazán.

Gráfico 102: Valores en bronce hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., exceptuando la ciudad de Cauca y el yacimiento de Villalazán.

Tabla 57: Número de hallazgos y representación porcentual de cada uno de los valores registrado en la zona meridional de la Meseta Norte, dividido el análisis en pequeñas áreas asociadas a núcleos concretos.

La mayor presencia de ases entre los valores hallados provoca que la distancia entre sestercios y ases se vea en parte reducida. Durante el gobierno de Nerva y Trajano ambos valores permanecerán bastante equiparados, siendo registrados un número de hallazgos muy similares. Pero, a partir de Adriano, la llegada de sestercios será mayoritaria, reduciéndose en parte en tiempos de Cómodo, pero únicamente debido al escaso número de ejemplares contabilizados (cf. Gráfico 102).

aparece correctamente, y completamente, publicado, dificulta este análisis. Simplemente, hemos de confiar en que futuros trabajos rellenarán este considerable vacío en la investigación y resolverán las grandes lagunas que dejamos, muy a nuestro pesar, sin poder cubrir adecuadamente. Únicamente podemos mencionar la existencia de un tesorillo, hallado en la calle Valdenebro, en Coca (Segovia), en el que se cuenta con moneda del siglo II d.C. entre los ejemplares que lo componen. La estimación de la fecha de ocultación se plantea difícil ya que tan sólo se conservan dieciocho ejemplares, todos denarios y áureos, de los ochenta o cien ejemplares que se estiman que poseía dicho conjunto. En cualquier caso, el último ejemplar analizado se corresponde con un denario de Caracalla emitido el 214 d.C., por lo que el término post quem del conjunto se podría establecer a partir de este momento. Podemos constatar la vigencia de ejemplares emitidos entre Trajano y Marco Aurelio, pero sobre este conjunto nos centraremos al tratar las características de la moneda residual del periodo severo, momento al que, en principio, se adscribe.

Por lo tanto, podemos destacar un matiz en la composición monetaria que encontramos en unos u otros contextos. Respecto a los valores en bronce, la gran presencia de sestercios desde los primeros años del siglo II d.C. aparece como característica común, lo que difiere es la mayor o menor presencia de ases y su representatividad respecto a sus múltiplos. En los dos principales núcleos analizados, Cauca (Coca, Segovia) y Villalazán (Zamora), el sestercio se erige como valor predominante desde los primeros años de la centuria, y la presencia de ases parece ser más escasa que en los núcleos de menor entidad, donde el as se mantiene equiparado al sestercio durante el gobierno de Nerva y Trajano. Estas diferencias nos permiten suponer unas necesidades monetarias diferentes en los lugares señalados.

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Como ejemplo de la importancia de los ejemplares severos en el panorama monetal de la zona meridional de la Meseta Norte, poseemos el que nos aporta la propia ciudad de Coca. J.F. Blanco recoge cerca de catorce ejemplares, registrándose un índice de 0,88 m/a. Si bien podemos pensar que es un índice de aprovisionamiento aceptable,501 teniendo en cuenta la escasez característica

La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos Lamentablemente, por el momento no podemos aportar ningún tipo de información al respecto, al carecer completamente de la información pertinente para la realización de un estudio semejante. La escasez de contextos datados en el siglo II, junto a la misma pobreza de material numismático procedente de excavación que

501

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Blanco García, 1987, 165.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA del periodo, hemos de señalar que, en la cuantificación realizada, J.F. Blanco incluyó los ejemplares hallados en el tesorillo de denarios y áureos de la calle Valdenebro, en Coca (Segovia), que incluía diez denarios severos. Por lo tanto, el número de hallazgos de moneda que realmente hubiera sido mantenida en circulación (al margen de los atesoramientos producidos), quedaría limitado a un total de cuatro ejemplares, lo que representaría un aprovisionamiento de 0,09 m/a, de bastante menor cuantía.

aportan ningún indicio sobre la denominada “moneda residual”. Conclusiones Como hemos podido comprobar, los datos que poseemos para poder marcar una evolución en los diferentes aspectos que ilustran las pautas de circulación monetaria durante el conjunto del Alto Imperio son realmente mínimos, ceñidos con total exclusividad a la ciudad de Cauca. Igualmente, la carencia de datos arqueológicos y estratigráficos para enmarcar los ejemplares en una cronología concreta, no nos permite aplicar un segundo punto de análisis que pudiera determinar la composición del numerario circulante a lo largo del siglo II d.C. y el Alto Imperio, tanto en lo referente a las denominaciones como a las series monetales que conformaban la masa monetal.

Similar problemática encontramos al analizar los valores que llegan a la ciudad. Se estima la cantidad de veinte denarios y dieciocho piezas de bronce para el periodo comprendido entre los años 193 y 260, los gobiernos de Severo y las emisiones a nombre de Salonino.502 Los once denarios que obtenemos al restar aquéllos que componían el tesorillo, son también una cifra destacable, que permite confirmar la importante (y constante) llegada de moneda de plata a esta área.

Aún así, podemos resumir algunas nociones de las anteriormente expuestas que pueden resultar de interés para el análisis del conjunto peninsular.

El conjunto hallado en la calle Valdenebro (Coca, Segovia) nos va a servir, en cambio, para conocer la moneda que formaba parte del circulante del siglo III d.C., ya que es el único testimonio que por el momento poseemos al respecto. Del conjunto han podido ser analizados tan solo dos áureos y dieciséis denarios del total que debió de contener, que se estima entre ochenta o cien ejemplares. A partir de la datación del último de los ejemplares conocidos, un denario de Caracalla emitido en el 214 d.C., podemos establecer un momento mínimo de pérdida, no habiendo sucedido antes de dicho momento. El conjunto está compuesto por un áureo de Trajano y otro de Adriano, un denario de Antonino Pío y cuatro de Marco Aurelio, de los cuales dos fueron acuñados a nombre de Faustina II. Aparte del numerario propio del siglo II, encontramos cinco denarios de Septimio Severo, un denario de Geta y cuatro de Caracalla.503 Si bien somos conscientes de que nos encontramos ante un tesorillo y, por lo tanto, no es un reflejo fiel del monetario circulante en ese momento, sí puede demostrar la vigencia de las emisiones del siglo II d.C. a lo largo de la primera mitad del siglo III, como hasta el momento hemos podido atestiguar. Así mismo, la importancia que el numerario severo cobra en el conjunto, demuestra la llegada y uso de dichos ejemplares, pese a que dejen escasas huellas entre los hallazgos superficiales y los contextos arqueológicos.

Respecto a las cuestiones relativas al aprovisionamiento, hemos podido constatar cómo el conjunto de los núcleos ubicados al sur del Duero parecen mostrar un punto álgido en el aprovisionamiento con la llegada de moneda emitida por Adriano. A partir de Adriano, la tendencia observada es progresivamente descendente hasta los mínimos índices registrados durante el gobierno de Cómodo. Dentro de esta tendencia, el caso concreto de Villalazán (Zamora) difiere únicamente en la mejor representación que la moneda de Trajano y Marco Aurelio posee. Por otro lado poseemos el testimonio de Cauca donde la moneda correspondiente a los primeros años del siglo II d.C. se muestra realmente escasa. Frente a los índices de aprovisionamiento registrados a lo largo del siglo I d.C., los años que discurren entre Nerva y Adriano destacan realmente por el importante descenso que el abastecimiento monetal de la ciudad sufre. A partir de Antonino Pío se asiste a una tendencia ascendente, que finalizará en el máximo registrado bajo Marco Aurelio (cf. Gráfico 103). En relación con la dispersión de los hallazgos, se aprecia como adquieren especial representación en el entorno más inmediato de los núcleos urbanos, antiguas áreas campamentales y vías de comunicación, entre las que habría que destacar de una manera especial los valles de los ríos Tormes y Adaja, donde son más abundantes las emisiones de Adriano y Antonino Pío. Igualmente el paraje de las Hoces del río Duratón presenta una notable presencia monetal.

Conocemos la existencia de un tesorillo más en la zona meridional del Duero, un conjunto de antoninianos aparecido en el yacimiento de Las Cañadas (Honcalada, Valladolid),504 pero cuya homogénea composición, bastante cercana al momento de atesoramiento, no nos 502

Blanco García, 1987, 165. Sagredo, 1981, 73-88; Sagredo, 1987, 550; Blanco García, 1987, 165; Martínez Mira, 1995-1996, 122. 504 TIR, K-30 (Madrid. 1993), s.v. Cañadas, Las, 81; Balil, Martín Valls, 1979, 33-34. 503

El vacío que caracteriza toda el área occidental de la actual provincia de Salamanca se podría poner en relación con la escasa evolución de la cultura castreña

134

Meseta Norte. Conclusiones

Gráfico 103: Evolución del aprovisionamiento durante época republicana y altoimperial en Cauca (Coca, Segovia) (a partir de los datos obtenidos en Blanco García, 1987, 149-165).

característica de la zona. Se trata de una zona alejada de las vías de comunicación y de los centros urbanos más importantes. Salmantica, que se podría considerar el centro más romanizado de la provincia, conserva todavía en el siglo II d.C. perduraciones del mundo indígena, por lo que estos centros no pueden protagonizar todavía un importante cambio en sus estructuras. Las observaciones realizadas por L. Hernández Guerra para esta área, a partir del estudio de la epigrafía, nos indican una incorporación paulatina hacia las formas romanas, al menos desde mediados del siglo II d.C., asumiendo algunas de sus concepciones (como los hábitos epigráficos) pero con un marcado carácter local.505

conjunto, nos permite confirmar la presencia de emisiones del siglo II junto a ejemplares severos, constituyendo una parte importante de la circulación monetaria del siglo III d.C. 3. UNA VISIÓN GENERAL DEL CONJUNTO DE LA MESETA NORTE EN EL SIGLO II

Pese a que mayoritariamente se afirme que la temprana presencia del ejército romano en el área de la Meseta, en torno al siglo II a.C., provocaría una rápida incorporación de ésta a la práctica monetal, debido a la necesidad de acuñar monedas para afrontar el pago de las tropas y de los tributos que habían de ser entregados a Roma,506 el conjunto del material numismático que hemos podido analizar para el siglo II d.C. no parece confirmar dicha temprana integración, como evidencia el análisis de la dispersión de los hallazgos y las denominaciones que aparecen de manera más frecuente en el área.

El análisis de los valores en circulación nos plantea una situación muy similar a la que ya observábamos en la zona septentrional de la Meseta Norte. La importante representación de los sestercios entre los valores que alcanzan este territorio es, sin lugar a dudas, uno de los aspectos más importantes a ser destacados. Los sestercios llegan a constituir el 52% de las denominaciones abastecidas a lo largo de este siglo II d.C., siendo mayoritarias desde sus primeros años. El as y el dupondio se mantienen ambos en un segundo plano, no superando el 22% y 6% de las denominaciones, respectivamente. La importancia del sestercio es matizada en los núcleos rurales, donde el as y el sestercio se mantienen equiparados todavía durante el gobierno de Trajano, aunque pronto, a partir de Adriano, el sestercio se erige como valor protagonista entre la moneda que llega a los núcleos de la meseta.

○ La moneda de Adriano en el conjunto de la Meseta Norte Queda patente, al analizar el material procedente del conjunto de la Meseta Norte la importante representatividad que las emisiones de Adriano poseen en el conjunto de esta área geográfica. La evolución más o menos homogénea de los centros analizados nos permite trazar una tendencia en el aprovisionamiento a la que parecen adaptarse la gran mayoría de los núcleos donde ha sido constatada presencia monetal, con algunas excepciones que comentaremos a continuación.

Otra cuestión a ser subrayada es la importante representatividad de los denarios del siglo II en el conjunto de las denominaciones, que constituyen un 18% del numerario cuyo valor es conocido. Hemos visto cómo éste se ceñía, principalmente, al entorno de los grandes núcleos urbanos del área analizada, especialmente Cauca (Coca, Segovia), Salmantica (Salamanca), y el área campamental de Villalazán (Zamora).

La evolución general observada nos muestra un alto índice de aprovisionamiento durante el gobierno de Nerva, marcando de manera mayoritaria los máximos índices del periodo. Tras éste, el numerario trajaneo se caracteriza por un marcado punto de inflexión entre el alto índice de aprovisionamiento de Nerva y las frecuentes emisiones de Adriano, que constituyen el segundo punto álgido en el abastecimiento monetal. A partir de Adriano, se intuye una tendencia descendente, más o menos matizada por la mayor o menor frecuencia del numerario acuñado por Antonino Pío y Marco Aurelio. Las emisiones propias del gobierno de Cómodo

Respecto a la perduración de la moneda en el registro arqueológico, la información obtenida tras este estudio se muestra escasa. El único testimonio que poseemos es el conjunto de denarios y áureos hallado en Cauca, del que igualmente poseemos reducida información. Dicho 505

506

Hernández Guerra, 2001, 243-244.

135

Blanco García, 1987, 199 y 200; Curchin, 2004, 167.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA conformarán un mínimo en la llegada de moneda, preludio de la escasez monetal posterior.

entorno del campamento de Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora) y, asociada a ésta, la confluencia de las cuencas del Esla y el Órbigo. Menos copioso en hallazgos, por el momento, se muestra el entorno de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), Uxama (Burgo de Osma, Soria) y Numantia (Cerro de la Muela, Garray, Soria), y las vías de comunicación que por ella discurrían.

Dentro de esta tendencia general, podemos destacar las variantes que nos ofrecen los casos de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), donde la moneda de Cómodo se presenta abundante, y Villalazán (Zamora), donde la moneda de Nerva y Antonino Pío se muestra realmente escasa, marcando ambos los dos puntos de menor aprovisionamiento del periodo.507 En la ciudad de Cauca (Coca, Segovia) la moneda de Nerva no es constatada entre los ejemplares que llegan a la ciudad, así como tampoco ha sido documentado ningún ejemplar de Adriano, que resultan tan numerosos en los restantes puntos de la Meseta. La moneda de Trajano, aunque escasa, se presenta como la única evidencia de la llegada de moneda en la primera mitad del siglo II d.C. Será a partir del gobierno de Antonino Pío cuando podemos observar una mejoría en el aprovisionamiento, alcanzando un máximo durante el gobierno de Marco Aurelio, que experimentará un notable descenso durante el gobierno de Cómodo.508

En la zona meridional se producía una misma asociación entre la existencia de un núcleo urbano y la presencia monetal. En este caso son los entornos de Cauca (Coca, Segovia) y, en menor medida, Segovia (Segovia) y Salmantica (Salamanca), los que presentan una mayor concentración de hallazgos. Por otro lado, es especialmente reseñable la importancia que a lo largo del siglo II d.C., y especialmente durante los gobiernos de Adriano y Antonino Pío, adquieren los valles del Tormes y el Adaja, donde la presencia monetal sorprende por su abundancia en comparación con los restantes núcleos no urbanos de la Meseta Norte. ○ Sestercios y denarios como protagonistas del siglo II d.C.

No son excesivos los datos que poseemos acerca del devenir histórico de dichos núcleos que puedan ilustrar las diferentes tendencias observadas, ya que, tanto los enclaves urbanos como el conjunto de la Meseta Norte, parecen evidenciar un periodo de auge que sólo se verá en cierta medida debilitado a finales del siglo II d.C., momento a partir del cuál disminuyen las construcciones edilicias, se contraen los perímetros urbanos, y la población que antes ocupaban las grandes ciudades comienza a desplazarse hacia las periferias rurales,509 aspecto que ya era observado en las áreas periféricas peninsulares desde mediados del siglo II d.C., incorporadas más tempranamente al proceso urbanizador romano.

Hemos señalado para ambos sectores dentro de la Meseta Norte como los sestercios y denarios eran los valores que, comparativamente, se erigían como protagonistas del periodo, existiendo un constante flujo de los mismos y quedando el as relegado a un completo segundo plano durante todo el siglo II d.C. Dicha tendencia se ha visto en parte matizada en los núcleos rurales de la zona meridional de la Meseta, pero tan sólo para los ejemplares trajaneos, donde el as y el sestercio se equiparaban en representación. Las pautas hasta ahora observadas en la dispersión de los hallazgos constatados, que se muestran completamente dependientes de los núcleos de cierta entidad relacionados con la administración o el ejército romano, y la escasez de numerario inferior al sestercio en los circuitos de aprovisionamiento, no hace sino poner de relieve la inexistencia de un hábito en el uso de denominaciones inferiores en los núcleos ligeramente más alejados de estos focos “romanizadores”, e incluso en los mismos núcleos urbanos y campamentales. La leve constatación de moneda para los pequeños intercambios muestra la escueta repercusión de la misma en las economías familiares del lugar, no pareciendo estar integrada en los hábitos y usos de los pobladores de la Meseta Norte, o al menos no como objeto de intercambio cotidiano.

○ La continuidad de la presencia monetal en los asentamientos Es curioso observar que los hallazgos recogidos en el conjunto de la Meseta Norte mantienen una constante en el ámbito de dispersión, asociados siempre a un espacio territorial concreto y sin presentar una destacada evolución a lo largo de la centuria.510 En la zona septentrional hemos visto como los hallazgos quedaban asociados, prácticamente en su totalidad, al área territorial desarrollada entre las ciudades de Tritium-DessobrigaPisoraca, estando especialmente concentrados en las proximidades de la vía que enlaza dichos núcleos de población. Hallazgos menos numerosos y de carácter más disperso son los producidos en el entorno de las vías que unen dicha área con Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). Un segundo punto a destacar es el

La arqueología matiza dicha información. Si bien los múltiplos del as son los principales valores abastecidos, el as se mantiene todavía durante el siglo II d.C. como la denominación más cotidianamente usada para los intercambios. Al menos el registro arqueológico nos muestra la predominancia de los mismos a lo largo de esta centuria, representando el 67% de los valores documentados.

507

Para el caso de Clunia, cf. Gráfico 71 (p. 109), y para Villalazán, cf. Gráfico 90 (p. 127). 508 Para el caso de Cauca, cf. Gráfico 89 (p. 127). 509 Gómez Santa Cruz, 1993, 182. 510 Cf. Figuras 53-58 (pp. 112-114) y Figuras 61-66 (pp. 129-130).

136

Meseta Norte. Conclusiones ○ La pervivencia de la moneda

los valores abastecidos durante el periodo. Se ha comprobado como la moneda que llegaba a esta área durante el siglo II d.C. se componía principalmente de sestercios, por lo que las emisiones del siglo I d.C. mantenidas en circulación permitirían contar con los necesarios ases en las transacciones diarias.

Al respecto, poseemos una información más concreta en el área septentrional de la Meseta Norte. En los contextos arqueológicos analizados se constata una importante presencia de material julio-claudio y flavio en aquéllos que pudieron datar del siglo II d.C., coexistiendo dichas emisiones durante todo el periodo. La escasez de monedas anteriores a época augustea muestra la tardía incorporación de este territorio a la circulación monetaria (que no parece evidente hasta época augustea-julioclaudia).511 La importancia del material del siglo I d.C. en la circulación de este siglo II d.C. complementará además

De la misma manera, los contextos del siglo III d.C. muestran la pervivencia de las emisiones del siglo I d.C., más escasas, junto con los ahora mayoritarios ejemplares antoninos, complementando ambas a las emisiones propias del siglo III d.C.512

511

La escasez de material preaugusteo coincide con lo observado para la Vertiente Cantábrica, donde se limita a un 17% de los hallazgos para el siglo II d.C. Cf. p. 96-97 (Tabla 38-39 y Gráfico 61). En cambio, contrasta con lo observado para el Levante y el Valle del Ebro, donde las monedas preaugusteas conformaban el 25% y el 42%, respectivamente, de la masa monetaria en circulación en el siglo II d.C. Cf. p. 71 (Gráfico 35), y p. 86 (Gráfico 48). La más tardía llegada de los contingente romanos, y de la moneda que éstos portaban, a la Vertiente Cantábrica y la Meseta Norte, explicaría la situación observada.

512

Según los datos obtenidos en la zona septentrional de la Meseta Norte. Cf. p. 123.

137

CAPÍTULO 5 LA MESETA SUR PENINSULAR

Los límites geográficos establecidos para definir esta área se corresponden principalmente con las estribaciones de la Cordillera Subbética y las sierras de los Sistemas Ibérico, Central, y Sierra Morena. Al Este se encuentran las sierras de Alcaraz y Palomera, la cuenca del río Cabriel, junto con la Serranía de Cuenca y la Sierra de Albarracín. Al Norte, las sierras Ministra, Ayllón, Guadarrama y Gredos marcan una importante frontera natural, al igual que Sierra Morena, con las sierras de Alcudia y Madrona al Sur. Más difuso se presenta el límite occidental de la Meseta Sur. La amplitud de los valles de los ríos Tajo y Guadiana hacen que la conexión con el área extremeña y la fachada atlántica sea abierta y fluida, por lo que es difícil establecer un final al análisis del material de esta área occidental de la Meseta Sur. Hemos decidido, por tanto, seguir parte del límite occidental actual de las provincias de Ciudad Real y Toledo, llevando éste hasta la extremeña Sierra de Guadalupe y la Sierra de Gredos, englobando los valles altos de los ríos Alberche y Tiétar, que quedan incluidos en los límites administrativos de la actual provincia de Ávila. Básicamente, el área señalada se corresponde con las actuales Comunidades Autónomas de Castilla-La Mancha

y Madrid. Únicamente han sido excluidos de este análisis los territorios manchegos localizados al Sureste de las sierras de Palomera y Alcaraz (comarcas del corredor de Almansa y los Campos de Hellín), y al Este del río Cabriel, donde tan sólo la localidad de Aliaguilla ha proporcionado ejemplares, habiendo sido analizados los mismos en el área geográfica correspondiente al Levante peninsular. La causa de la inclusión del ejemplar hallado en Aliaguilla en el conjunto del Levante responde a su situación, en la vertiente oriental de las sierras de Mira y Aliaguilla, abierto al valle del Turia y enlazado, a través de la Rambla de la Torre, con el río Magre, estimándose una mejor comunicación, de manera más directa, con la zona levantina que con el área manchega. La Meseta Sur, regada principalmente por los ríos Tajo y Guadiana, se caracteriza por la aridez y lo extremo de su clima, por una agricultura destinada al cultivo del trigo, vid y olivo, con ese orden de prelación, que sería complementada, posiblemente, con la ganadería. En esta área se asientan ciudades como Segobriga (Saelices, Cuenca), Complutum (Alcalá de Henares, Madrid), Ercavica (Cañaveruelas, Cuenca) y Valeria (Valeria, Cuenca).

Figura 67: Mapa geográfico de la Meseta Sur.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA en cuestión.517 Durante los primeros años del siglo I se aprecia una escasísima presencia de ejemplares en todo el entorno del valle del Júcar, contrastando con la normal afluencia de moneda que parece apreciarse en las zonas del llano y las comarcas serranas, incluidas en este caso en el área levantina. Las gentes de la llanura y de los valles serranos adoptaron rápidamente los patrones monetales, mientras que la presencia de moneda en el valle del Júcar y las estribaciones de la sierra es bastante esporádica, aumentando progresivamente conforme avanza la centuria, pero sin alcanzar ni siquiera los valores mínimos registrados en el llano. A comienzos del siglo III parece experimentarse un cambio en el comportamiento monetal del área, disminuyendo la presencia de ejemplares en el llano, manteniéndose en las zonas de sierra, y aumentado en los núcleos del entorno del Júcar. La afluencia de moneda a esta área a partir de época de los Severos parece explicarse debido a la creación de villae en el entorno, que potenciarán la economía de la zona.518

El planteamiento urbano de la ciudad de Segobriga parece datar de época tardo-augustea y parece mostrar cierto retraimiento a partir del siglo III d.C., a tenor del abandono de las zonas monumentales que arqueológicamente es observado, siendo reutilizadas como zona de viviendas.513 La efímera riqueza de esta ciudad se debió principalmente a la importante explotación de las minas de lapis specularis (espejuelo), yeso cristalizado en láminas brillantes que fue usado como cristal de ventana, que debió sufrir una reducción a partir del siglo II d.C. Con una similar evolución a ésta, las ciudades de Ercavica y Valeria, muestran una recesión desde el III d.C., al menos en los aspectos urbanísticos.514 Complutum surge tras la traslación del núcleo original prerromano a uno nuevo, produciéndose una nueva concentración de poblamiento a cinco kilómetros del núcleo prerromano. Se comienzan a observar indicios de este nuevo asentamiento en época de Augusto, siendo paulatina la transformación de este incipiente centro en una ciudad plenamente romana, construyéndose, quizás en torno a los años 60 d.C., en época de Claudio-Nerón, lo que será el Complutum altoimperial. Será entonces cuando se dote a la ciudad de las estructuras necesarias para su funcionamiento, que permitirán su conversión en municipium en los años 73-74 d.C.515 La ciudad mantendrá sus estructuras hasta las transformaciones sufridas entre el siglo IV-V d.C.516

Acerca de la antigua Sisapo (Almodóvar del Campo, Ciudad Real), conocemos la mayor afluencia de moneda a la ciudad a partir del gobierno de Augusto, gracias a las aportaciones de diversas cecas hispánicas. Este flujo se mostrará continuo durante todo el siglo I y II. La presencia monetal en este enclave aparece determinada por su importancia minera, además de su ubicación en la vía que unía Caesaraugusta (Zaragoza) con Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), que queda evidenciado por la importante actividad edilicia del periodo y el mantenimiento de la red viaria.519

Menos información arqueológica poseemos acerca de los restantes núcleos de carácter urbano ubicados en la Meseta Sur, de los que se ha constatado presencia monetal en Libisosa (Lezuza, Albacete), Consabura (Consuegra, Toledo) y Sisapo (La Bienvenida, Almodóvar del Campo, Ciudad Real), aunque sin superar los cinco ejemplares entre todos ellos.

El siglo II d.C. Para el área señalada, encontramos un total de sesenta y ocho ejemplares emitidos en el siglo II d.C.520 Dentro de esta cantidad, quedan incluidas las veintinueve monedas que el yacimiento de Valeria (Valeria, Cuenca) aporta, por lo que la muestra a analizar se reduce a unas escasas treinta y nueve monedas para el territorio restante. La cantidad estimada es tremendamente parca si tenemos en

Algunas cuestiones previas. Breves anotaciones en torno a los siglos I y III d.C. Escasos datos conocemos acerca de la evolución numismática de la Meseta Sur, o de alguno de los centros en ella ubicados, para poder realizar una adecuada contextualización donde integrar las observaciones realizadas para el siglo II d.C. en la zona elegida. Los trabajos esbozados sobre las comarcas de la provincia de Albacete y la publicación derivada de los trabajos arqueológicos realizados en la antigua Sisapo (Almodóvar del Campo, Ciudad Real) nos permiten mostrar algunos matices al respecto.

517

Martínez Pérez, Martínez Inclán, 1989, 87-88. Los autores señalan la tesis de las invasiones e inestabilidad política del siglo III para resolver esta cuestión, aludiendo a una huida de los ciudadanos al campo debido a la escasez de alimentos y a la destrucción de las ciudades y aldeas durante las invasiones (Martínez Pérez, Martínez Inclán, 1989, 89-90). Pero, debido a la revisión a la que esta tesis está siendo sometida en la actualidad, hemos de ser prudentes a la hora de atribuir estos cambios en la distribución de la población al único fenómeno de las invasiones y la “crisis del siglo III”. 519 Arévalo, 1995, 133. 520 Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio de la Meseta Sur proceden de la bibliografía siguiente: Alfaro, Marcos, Otero, 2000, 267-296; Arévalo, 1995, 129-137; Arroyo, Mata, Ribera, 1989, 363391; Blázquez Cerrato, 2002; Curchin, 2001, 183-197; Fernández Ochoa, Caballero, 1988, 97-105; Fernández-Galiano, 1984; Gorges, 1979; Jiménez de Gregorio, 1950, 187-196; Jiménez de Gregorio, 1958, 199-204; Jiménez de Gregorio, 1963, 228-233; Jiménez de Gregorio, 1965, 174-186; Marcos, Otero, 1990, 53-59; Martínez Mira, 1995-1996, 119-180; Mateu y Llopis, 1945-1946, 233-276; Mateu y Llopis, 1972, 127-154; Osuna, et alii, 1978; Ripollès, 2001, 123-125; Rodríguez, Castelo, 2003, 257-266; Sanz Gamo, 1997; TIR, J-30 (Madrid. 2000); TIR, K-30 (Madrid. 1993). 518

Sobre la provincia de Albacete, T. Martínez Pérez y T. Martínez Inclán realizan algunas apreciaciones sobre los siglos I y III que pueden aportar algún dato de interés para observar la evolución de la moneda en el territorio

513

Cepas, 1997, 188 y 252. Cepas, 1997, 186-187, 192-194 y 252. Rascón, 1995,163-165, Cepas, 1997, 186. 516 Rascón, 1995,173-178. 514 515

140

Meseta Sur

Gráfico 104: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en los núcleos de la Meseta Sur.

Gráfico 105: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en la ciudad de Valeria (Valeria, Cuenca).

Gráfico 106: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en los núcleos de la Meseta Sur (sin incluir los hallazgos producidos en Valeria).

cuenta la extensión territorial de la misma, por lo que el análisis del monetario manchego se presenta harto difícil. Aún así, intentaremos esbozar unas líneas generales de comportamiento a partir de las cuales lanzar unas primeras hipótesis destinadas a abrir camino a futuras investigaciones.

Si examinamos los núcleos de la Meseta Sur excluyendo del análisis los hallazgos de la ciudad de Valeria (Valeria, Cuenca), que constituyen un 43% del total, podemos observar como la tendencia que refleja la gráfica realizada con los datos resultantes se muestra del todo discorde a la tendencia general que podíamos atribuir al área señalada. Desde época de Nerva se asiste a un progresivo descenso en la llegada de moneda. Entre la 1 m/a registrada por Nerva, y la nula entrada durante el gobierno de Cómodo, se suceden los valores, viéndose sólo ligeramente recuperado el ritmo de aprovisionamiento durante el gobierno de Adriano, cuando el índice asciende a 0,67 m/a (cf. Gráfico 106).

Aprovisionamiento Los sesenta y ocho ejemplares contabilizados nos proporcionan un índice monetal de 0,71 m/a para todo el siglo II d.C. en la Meseta Sur. De entre esta moneda, 0,30 m/a es el flujo correspondiente al núcleo de Valeria, y 0,41 m/a a los restantes territorios manchegos.

Dispersión de los hallazgos La tendencia general observada muestra un aprovisionamiento monetal bastante regular, con un lento, pero progresivo, aumento del abastecimiento a lo largo del siglo II d.C. El gobierno de Nerva marca un punto álgido, registrándose un índice de 1 m/a. Tras él, se estabilizará la llegada entre el 0,68 m/a de Trajano y el 0,84 m/a de Marco Aurelio, tras el cual, el numerario se reduce de manera drástica, alcanzando el 0,08 m/a durante el gobierno de Cómodo (cf. Gráfico 104).

Los escasos sesenta y siete ejemplares documentados aparecen principalmente dispersos en las zonas periféricas del área seleccionada, y, en especial, en torno a la vía que desde Caesaraugusta (Zaragoza) se dirigía a Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) a través de Complutum (Alcalá de Henares, Madrid). Tomando la vía que desde Arcobriga (Monreal de Ariza, Zaragoza) se dirigía a Complutum (Alcalá de Henares, Madrid), las localidades de Miño de Medinaceli (Soria) y Nava de Jadraque (Guadalajara) han aportado tres y dos ejemplares respectivamente. En el entorno de Complutum, Barajas (Madrid) aporta una moneda de Trajano al repertorio numismático de la zona. Descendiendo por la ribera del Jarama hacia el Tajo, Villaverde Bajo (Madrid) y Titulcia (Madrid) proporcionan un total de cuatro ejemplares emitidos por Trajano y Antonino Pío, a nombre de Faustina I. Ya en el valle del Tajo, los ejemplares de los núcleos toledanos de Santa María (Noez), Navahermosa, Vegas de Santa María (Mesegar de Tajo), El Saucedo (Talavera la Nueva), Las Herencias y Belvís de la Jara, completan la información

Los flujos de moneda que llegan al núcleo urbano de Valeria muestran también una evolución ascendente desde principios del siglo II d.C., hasta Marco Aurelio, aunque esta vez con mayores diferencias en el aprovisionamiento en cada una de las épocas. Los valores registrados durante Trajano, 0,21 m/a, descienden bajo el gobierno de Adriano a 0,1 m/a, para luego volver a ascender rápidamente, alcanzando las 0,48 m/a y 0,58 m/a bajo los gobiernos de Antonino Pío y Marco Aurelio, respectivamente. El descenso producido en el gobierno de Cómodo es también patente, ya que exclusivamente ha sido constatado un ejemplar del mismo entre el material registrado (cf. Gráfico 105).

141

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 68: Dispersión de los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la Meseta Sur.

recopilada para este tramo. Sólo nos resta comentar los dos ejemplares aparecidos en el valle del río Alberche, en las localidades de Castillo de Bayuela y La Torre de San Esteban Hambrán.

presentándose escasos los hallazgos de moneda julioclaudia en su entorno,521 vemos como la aparición de moneda de Nerva en Alcalá de Júcar y de Adriano en Alarcón parece confirmar su llegada a la zona, aunque no podamos apreciar la intensidad de la misma.

Entre los núcleos de carácter urbano que se localizan, únicamente Valeria (Valeria, Cuenca) ha proporcionado un número destacable de ejemplares, con un total de veintinueve, mientras que para Complutum (Alcalá de Henares, Madrid) contamos con sólo seis ejemplares, Sisapo (Almodóvar del Campo, Ciudad Real) cuenta con tres, y Ercavica (Cañaveruelas, Cuenca), Libisosa (Lezuza, Albacete) y Consabura (Consuegra, Toledo) con un ejemplar cada una. Igualmente escasos son los hallazgos realizados en el entorno más inmediato de estos núcleos urbanos. Fuera de los hallazgos localizados en las cercanías de la vía Caesaraugusta-Complutum-Augusta Emerita, y comenzando la descripción en sentido EsteOeste, los núcleos de Alcalá del Júcar (Albacete) y Alarcón (Cuenca), en la ribera del Júcar, han proporcionado sendos ejemplares. Pese al escaso protagonismo que parece presentar la cuenca del Júcar en cuanto a la difusión del numerario romano, observándose una tardía incorporación a los circuitos monetales y

En el entorno de la antigua Libisosa (Lezuza, Albacete), conocemos la existencia de monedas de Trajano en Balazote. Por último, las monedas de Adriano y Antonino Pío halladas en Marjaliza (Toledo), podrían ponerse en relación con Consabura (Consuegra, Toledo) y la vía que la atraviesa en dirección Noroeste-Sureste. Los significativos vacíos de moneda que percibimos en la geografía manchega sólo pueden ser completados con una sistemática publicación de los hallazgos producidos, tanto en excavación como en recogidas superficiales, y que contribuirían a perfilar un mapa más rico donde poder analizar en detalle las características apreciadas en la distribución de la moneda. Con los datos que hoy en día poseemos, tan sólo podemos destacar la intensidad de 521

142

Martínez Pérez, Martínez Inclán, 1989, 87.

Meseta Sur hallazgos en el iter Caesaraugusta-Augusta Emerita, y la constante llegada de ejemplares a los núcleos situados en su entorno, al aparecer emisiones desde época de Trajano a Marco Aurelio.

Gráfico 109: Valores hallados en los núcleos de la Meseta Sur emitidos en el siglo II d.C., excluidos los ejemplares hallados en Valeria (Valeria, Cuenca).

Valores en circulación Del total de moneda hallada, conocemos los valores correspondientes a cuarenta y siete ejemplares, que representan un 30% del total documentado. De éstos, veintiocho ejemplares se corresponden con la ciudad de Valeria (Valeria, Cuenca), por lo que contamos con diecinueve ejemplares para trazar la evolución de las denominaciones en las restantes áreas de esta región.

Gráfico 110: Valores en bronce hallados en los núcleos de la Meseta Sur emitidos en el siglo II d.C., excluidos los ejemplares hallados en la ciudad de Valeria (Valeria, Cuenca).

Analizaremos en primer lugar la documentación procedente del citado núcleo urbano, Valeria. Entre el material recuperado destaca la gran importancia que poseen los dupondios en el conjunto, que constituyen un 57% del total de valores documentados, procediendo de este núcleo todos los ejemplares contabilizados en el área. Junto a éstos, ases y sestercios se mantienen con una representación en torno al 18% y 14% respectivamente (cf. Gráfico 107). El alto número de dupondios hallado se corresponde especialmente con las emisiones de Antonino Pío y Marco Aurelio, momento en el que cobrarán gran protagonismo. Los ases y sestercios van alternando su representación a lo largo de la centuria, manteniéndose el as entre los valores más frecuentes durante los gobiernos de Trajano, Marco Aurelio y Cómodo, y el sestercio durante la época de Adriano y Marco Aurelio (cf. Gráfico 108).

A partir de los datos manejados, podemos establecer diferentes lecturas. La ciudad de Valeria recopila la totalidad de dupondios hallados en el área, siendo el valor predominante entre los ejemplares analizados. El sestercio y el as le siguen en importancia, pero sin estar excesivamente diferenciados en representación, ya que han sido documentados cuatro y cinco ejemplares respectivamente. Entre los escasos valores hallados en los restantes núcleos, incluidos en el tercer nivel de análisis, cabe destacar que los escasos áureos, denarios y sestercios aparecidos proceden mayoritariamente de los núcleos urbanos localizados en el área. Así, de los seis ejemplares hallados en Complutum (Alcalá de Henares, Madrid), dos se corresponden con áureos, uno con un denario e ignoramos el valor de las tres restantes. De la misma manera, el ejemplar documentado en Libisosa (Lezuza, Albacete) se corresponde con un sestercio, y dos de los tres hallados en Sisapo (Almodóvar del Campo, Ciudad Real) son igualmente sestercios. Por lo tanto, podemos observar como la presencia de valores múltiplos del as es mayoritaria en los centros de mayor entidad, mientras que los hallazgos dispersos de los pequeños núcleos poblacionales se corresponden principalmente con ases.

Gráfico 107: Valores hallados en Valeria (Valeria, Cuenca) emitidos en el siglo II d.C.

La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos Las excavaciones realizadas en Almodóvar del Campo, en la antigua Sisapo, han proporcionado dos ejemplares procedentes de niveles datados entre finales del siglo I d.C. y comienzos del siglo II d.C. Entre una de las viviendas excavadas en el yacimiento de La Bienvenida, apareció un semis de Carthago Nova (Cartagena, Murcia) emitido entre los años 17-18 d.C., en época de Tiberio. El estrato donde apareció el ejemplar (estrato 3) se identifica con una nueva repavimentación de la calle, estando datada entre finales del siglo I y comienzos del siglo II d.C. Cerca del patio porticado de otra de las viviendas apareció en el nivel 5 una moneda de Adriano junto a diverso material cerámico, pudiendo datarse el conjunto en el siglo II d.C.522

Gráfico 108: Valores en bronce hallados en Valeria (Valeria, Cuenca) emitidos en el siglo II d.C.

Al margen de estos ejemplares, en los restantes territorios la presencia de dupondios es nula, gozando de una mayor representación ases (con un 26%) y sestercios (con un 18%) (cf. Gráfico 109). Los ases serán los valores más abastecidos al área durante la primera mitad de la centuria, momento en el que el sestercio sustituirá a éstos como principal valor de cuenta (cf. Gráfico 110). Por último, señalar la presencia de áureos y denarios entre los valores registrados, que constituyen, entre ambos, un 8%, procediendo éstos de la antigua Complutum (Alcalá de Henares, Madrid).

522

143

Arévalo, 1995, 130-131 y 135.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Con dichos testimonios, simplemente podemos conocer la presencia de ejemplares hispanolatinos entre el numerario propio de finales del siglo I d.C. y comienzos del siglo II d.C., aunque no sabemos su importancia relativa respecto a la propia moneda de la segunda centuria, de la que también se conserva un ejemplar en estratos más o menos contemporáneos a su emisión.

○ Valeria y el conjunto de la Meseta Sur. Una tendencia discordante Se ha podido comprobar la diferencia existente entre la ciudad de Valeria y los restantes núcleos con presencia monetal de los que hemos podido obtener alguna información, pese a la paralela evolución de los principales núcleos urbanos del área, no sólo en cuestiones de aprovisionamiento, sino en los valores que usualmente parecen llegar a sendos ámbitos.

Igualmente, poseemos un testimonio más acerca de la vigencia de la moneda emitida en el siglo II d.C. en momentos ulteriores, concretamente a mediados del siglo III d.C., gracias al tesorillo de bronces hallado en las excavaciones llevadas a cabo en Valeria, en el corte realizado al Este del Ninfeo. Parece ser que las piezas aparecieron todas juntas y cercanas a restos de madera carbonizada, estimándose la fecha de ocultación o pérdida del conjunto a partir de la fecha de emisión del último ejemplar catalogado, un dupondio acuñado en el año 249 d.C. a nombre de Herennia Etruscila.523 De las quince monedas que componían el conjunto, siete de ellas son ejemplares antoninos, correspondiéndose con emisiones de Antonino Pío y Cómodo, conformando, por tanto, el grueso del conjunto. Junto a éstas, se constatan tres ejemplares emitidos en el siglo III y cinco monedas frustras.

Por un lado, la ciudad de Valeria parece ratificar un débil flujo monetario durante toda la primera mitad del siglo II d.C., siendo los ejemplares de Nerva y Adriano casi nulos en el registro monetal. Entre éstos, los ejemplares de Trajano documentados se muestran como la única fuente de aprovisionamiento del conjunto del periodo. Sin embargo, a partir de Antonino Pío parece incrementarse el ritmo de llegada de moneda a la ciudad, alcanzando un índice máximo de aprovisionamiento durante el gobierno de Marco Aurelio. Aún así, las emisiones de Cómodo y su mínima entrada vuelven a reducir en un índice mínimo la entrada de moneda a dicho núcleo. Entre las denominaciones que llegaban a la ciudad, podemos destacar la importancia que los dupondios adquieren en el abastecimiento, ya que constituyen el 57% del total de los valores catalogados. Pese a que el as parece ser la denominación protagonista entre los ejemplares trajaneos que recibe la ciudad, pronto ven reducida su presencia, comenzando entonces a ser predominantes los sestercios y, especialmente, los dupondios, grandes protagonistas del periodo en este caso concreto.

Tabla 58: Composición del conjunto hallado en Valeria, datado a mediados del siglo III d.C. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas durante el siglo II d.C.

Una tendencia bastante diferenciada nos presentan los restantes núcleos analizados en el conjunto de la Meseta Sur. En este caso, la primera mitad de la segunda centuria se caracteriza por una mayor afluencia de moneda, siendo especialmente destacables las emisiones de Nerva y Adriano, comenzando a disminuir el índice de aprovisionamiento a partir de este último. Igualmente, entre la moneda abastecida comprobamos como el as se erige como valor principal del área, que no será sustituido como mayoritario hasta el gobierno de Antonino Pío, momento en el que la llegada de ases se ve notablemente reducida en beneficio de los sestercios.

Conclusiones Ciertamente, la escasez de los datos obtenidos provoca que el análisis de esta área aparezca completamente sesgado. Sabemos que el número de monedas documentadas no pudo corresponderse con la realidad vivida en la Meseta Sur, al menos en los núcleos urbanos y las zonas de llanura próximas a las vías de comunicación. El principal problema que percibimos en el área es la poca cantidad de publicaciones de carácter arqueológico y, más concretamente, numismático que ilustren la riqueza de un área que, a tenor de la monumentalidad de los núcleos que existieron en el entorno, como Segobriga (Saelices, Cuenca), Valeria (Valeria, Cuenca), Ercavica (Cañaveruelas, Cuenca) o Complutum (Alcalá de Henares, Madrid), debió contar con un notable desarrollo en época altoimperial.

Hemos de tener en cuenta, a la hora de entender dichas divergencias, la mayor representatividad de los enclaves situados en la zona más septentrional de la Meseta Sur, en el valle del Tajo y las cuencas del Alberche y Jarama, donde la presencia monetal a partir de Antonino Pío se ve altamente reducida, como comprobábamos al analizar el ritmo de aprovisionamiento de la Meseta Norte.524 Dicha coincidencia determinaría una evolución similar de los enclaves situados en el entorno de las cuencas del Tajo, Alberche y Jarama, perfectas vías naturales de comunicación que enlazan la vertiente meridional del

En torno a las cuestiones que progresivamente hemos ido planteando, podemos esbozar algunas hipótesis iniciales de trabajo, que esperamos puedan ser desarrolladas conformen avancen los trabajos arqueológicos en el área. 523

524

Martínez Mira, 1995-1996, 127.

144

Cf. pp. 135-136.

Meseta Sur Sistema Central con las actuales tierras castellanoleonesas.

Murcia) experimentaba una cierta mejoría en la entrada de numerario. De la misma manera, el conjunto valenciano mantiene una regularidad en el aprovisionamiento durante esta segunda mitad del siglo II d.C., y se ve intensificada la circulación en el entorno de la vía que une Ad Turres (La Font de la Figuera, Valencia) con Saltigi (Chinchilla, Albacete), que enlaza en este punto con la vía que desde Caesaraugusta (Zaragoza) se dirige a Carthago Nova (Cartagena, Murcia) a través de Valeria (Valeria, Cuenca).526 Una misma evolución ascendente a lo largo de esta mitad del siglo II d.C. era observado en la comarca del Maestrat, con lo que quedaría atestiguada la importancia adquirida por los territorios interiores asociados al área levantina en esta segunda mitad del siglo II d.C.

Las monedas halladas en la cuenca del Júcar, al margen de la ciudad de Valeria (Valeria, Cuenca), no nos permiten ilustrar una tendencia clara que defina la conexión con un área determinada, pero, quizás, la propia evolución de este núcleo urbano pueda darnos alguna pista al respecto. Su concreta situación en la vía que enlaza el área levantina con el Valle del Ebro a través del interior hispano, y la posible existencia de una vía que enlazara dicho centro con la comarca de la Plana de Requena-Utiel,525 podría ser indicio de la marcada relación que dicha ciudad presenta con los núcleos levantinos. Es en esta segunda mitad de la centuria cuando hemos visto que Carthago Nova (Cartagena,

525

526

Dicha vía parece discurrir a través de las localidades valencianas de Yátova y Hortuñas, el puente de Vadocañas (Venta del Moro-Iniesta, Valencia-Cuenca), y los núcleos conquenses de Villalpardo e Iniesta (Cebrián, 2000, 50), a la que personalmente añadiría la propia importancia de la cuenca del río Magre, según los testimonios numismáticos.

La conexión entre ambas áreas geográficas había sido anteriormente atestiguada a través del análisis de los soportes y usos epigráficos, al igual que parecen documentarse similitudes estilísticas entre los epígrafes hallados en Jorquera (Albacete), en el valle del Júcar, y La Iglesuela del Cid (Teruel), en la comarca del Maestrazgo, mostrando las influencias existentes entre ambos núcleos (Cebrián, 2000, 50-51).

145

CAPÍTULO 6 EL VALLE DEL GUADALQUIVIR Y LA COSTA ANDALUZA

Pese a que los territorios seleccionados conformaran la práctica totalidad de la antigua provincia Baetica, la exclusión de los territorios del sur de la actual Extremadura en este apartado no nos permite acuñar dicho término con propiedad para citar la división territorial realizada. La exclusión del área situada entre la estribaciones occidentales de Sierra Morena y el río Guadiana responde a cuestiones puramente geográficas, ya que hemos considerado los montes de Sierra Morena como limites geográficos con entidad suficiente para ser tenidos en cuenta a la hora de conocer las limitaciones entre la comunicación de los núcleos situados al norte y al sur de los mismos. Además, la presencia del río Guadiana y la situación de las comarcas extremeñas de la Campiña Sur, La Raya, los Llanos de Olivenza y la Tierra de Barros y sus fértiles vegas, hace que nos permita una mejor asociación de éstas al devenir histórico del propio valle del Guadiana. Por tanto, los límites establecidos para el estudio de esta área son, el cauce del río Guadiana al oeste, hasta alcanzar las estribaciones de Sierra Morena, que conformaría su límite septentrional, delimitado por las sierras de Aracena, norte de Sevilla, Hornachuelos, Andújar y Madrona. Al Este se extienden las serranías subbéticas de Alcaraz, Calar del Mundo, Segura, y María, y las sierras penibéticas de las Estancias, los Filabres y Baza, junto con el cauce bajo del río Andarax. Queda englobada en este capítulo casi la práctica totalidad de la actual Andalucía, a excepción de la mitad oriental de la actual provincia de Almería y el territorio cordobés situado al norte de Sierra Morena, en las riberas del río Guadalmez, afluente del Guadiana.527 Las excelentes condiciones naturales de las tierras regadas por el río Guadalquivir lo convertían en una zona de gran prosperidad agrícola, basada en la trilogía mediterránea, que permitía mantener un nivel de producción óptimo y un excedente capaz de nutrir un intenso comercio, complementado con las fértiles tierras de las hoyas litorales.528 La riqueza propia de las regiones meridionales hispanas es constatada en las fuentes. Plinio, en el siglo I d.C., destaca la calidad de algunos de los 527

La mitad oriental de la actual provincia de Almería queda incluida en el estudio realizado sobre el Levante peninsular, concretamente en el área del Sureste (cf. pp. 49-66). Los territorios cordobeses situados al Norte de Sierra Morena, se incluyen en el análisis realizado sobre la Meseta Sur (cf. pp. 139-145). Las razones para incluirlos en dichos capítulos son únicamente geográficas, al atender al criterio de división territorial concretado a la hora de abordar la compartimentación del espacio (cf. pp. 6-8). 528 R. Thouvenot señala la agricultura como la principal fuente de riqueza de la provincia Baetica, destacando especialmente el cultivo de trigo, seguido por el olivo y la viña. Thouvenot, 1973, 231-232.

productos procedentes de la provincia Baetica y, concretamente, del área del Guadalquivir y la zona costera andaluza, como son la lana o el aceite bético, situado en calidad inmediatamente después del itálico.529 Así mismo, es destacada la importante producción de trigo en la provincia, que, junto al de Sicilia y Egipto, constituyen el principal aporte de este cereal a Roma.530 También son señalados los cardos procedentes del entorno de Corduba (Córdoba), que define como “goloso manjar”, al igual que el garum producido en Carteia (San Roque, Cádiz).531 Parece constatarse cierto nivel de especialización en la producción agrícola de esta área, siendo especialmente elevada la producción de aceite en el valle medio del Guadalquivir, y de la vid en el Bajo Guadalquivir, apareciendo el cultivo de cereales extendido por todo el valle.532 La actividad ganadera debió contar igualmente con una gran importancia como complemento de la economía del lugar, siendo extensos y de calidad los pastos que se extendían por el valle del Guadalquivir e incluso por el área litoral andaluza. La ganadería equina y bovina parecen ser las más destacadas,533 siendo consideradas de gran calidad por los autores clásicos. Acerca del paisaje de la Baetica, de la calidad de los pastos y de la prosperidad agrícola del entorno del Guadalquivir a comienzos del siglo III d.C., poseemos el testimonio de Flavio Philostrato, que muestra el vigor económico del área.534 Los enclaves costeros, menos productivos, centraban sus esfuerzos en el intercambio de productos y en la comercialización de los excedentes producidos en las zonas interiores. El propio Guadalquivir, navegable hasta Córdoba, y las vías que desde el centro peninsular se dirigían a Malaca (Málaga) y Abdera (Adra, Almería) facilitarían esta función, así como la vía costera que unía todo el litoral meridional desde Gades (Cádiz) hasta Carthago Nova (Cartagena, Murcia).535 Desde aquí, los productos de la Baetica alcanzaban, no sólo Roma, sino también Britannia, el limes renano, y el interior de la Galia.536

529

Plin. Nat. VIII 73, 191; XV 3,8. Plin. Nat. XVIII 21, 95. 531 Plin. Nat. XIX 43, 152; XXXI 43, 93-94. 532 Sánchez León, 1978, 72-73. 533 Thouvenot, 1973, 234-236. 534 “La región de la Baetica, de la que es homónimo el río, dicen que es el mejor de los países, pues ésta bien dotada de ciudades y pastos; que el río está canalizado por todas las ciudades y que está llena de toda clase de cultivos y de frutos de estación” Philostr., V.A. V, 6. 535 Sánchez León, 1978, 262-263. 536 Thouvenot, 1973, 268. 530

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y DISPERSIÓN DE LA MONEDA

Figura 69: Mapa geográfico del Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza.

La riqueza del área en cuestión aparece también determinada por la popularidad de sus explotaciones metalíferas, destacando especialmente el cobre mariano (también llamado cordubense), procedente de la zona central de Sierra Morena, y el cinabrio de la región Sisaponense, en las estribaciones septentrionales de Sierra Morena.537 Son igualmente mencionadas las minas de plomo béticas, denominadas Samariense y Antoniana, que destacan por su gran productividad, aunque la localización de ambas es incierta, al igual que las minas de plata de Baebelo, situadas en la zona minera de Cartagena o en el área de Castulo y Linares, según autores.538

tanta cantidad ni de tanta calidad como la presente en el antiguo territorio turdetano.540 La rentabilidad de estas tierras para el conjunto de la economía romana favorecería la temprana fundación y urbanización de numerosos núcleos de carácter urbano, que constituirán centros de control y administración de las ricas tierras béticas. De hecho, la Baetica es considerada como la provincia más urbanizada del Occidente romano, especialmente el valle del Guadalquivir. En este sentido, y en lo que respecta a la mayor o menor permeabilidad de los usos monetarios, será determinante la gran familiaridad con la que estos centros contaban respecto a la presencia y manejo de moneda, tanto por la anterior influencia púnica y la circulación y emisión de sus acuñaciones, como por el hecho de que gran parte de estos núcleos acuñaban moneda ya en el siglo II a.C.

Además de las mencionadas, se conoce la relevancia y productividad que debieron poseer las minas de plomo argentífero, oro y hierro de la zona meridional de Sierra Morena, la galena argentífera de su vertiente oriental y los yacimientos de plata de su sector central, así como los filones de plomo del norte de Jaén, destacando el enclave minero de Castulo (Linares, Jaén). Junto a éstos, la zona Suroeste andaluza, especialmente la actual provincia de Huelva y el área de Riotinto, destacaba por la proliferación de yacimientos de cobre, oro y plata.539 Acerca de las mismas, Estrabón nos advierte de su importancia y productividad, afirmando que, hasta el momento en el que redacta su obra no han sido hallados ni oro, ni plata, ni cobre, ni hierro, en estado natural, en

Nos interesa especialmente conocer el desarrollo y evolución de las ciudades donde la presencia monetal en el siglo II d.C. ha sido constatada más notoriamente. La ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla) y el territorium asociado a la antigua Málaga son sin duda dos puntos claves de análisis al respecto. Una de las ciudades más destacadas del área del Guadalquivir en este siglo II d.C. es la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla), cuna de los emperadores Trajano y Adriano. Poseemos escasas noticias acerca de la evolución de la ciudad en momentos anteriores al siglo II d.C., la denominada como Vetus Urbs, debido tanto a la

537

Plin. Nat. XXXIV 2, 4. Sobre las minas de plomo béticas: Plin. Nat. XXXIV 49, 164-165; TIR, J-30 (Madrid, 2001), s.v. Antonianvm Metallvm, 86; TIR, J-30 (Madrid, 2001), s.v. Samariense Metallvm, 289. Sobre las minas de Baebelo: Plin. Nat. XXXIII 31, 96-97; TIR, J-30 (Madrid, 2001), s.v. Baebelo Metallvm, 96-97. 539 Sánchez León, 1978, 65-68. 538

540

Str. III 2,8. El antiguo territorio turdetano se corresponde con la parte occidental de la Bética, englobando, aproximadamente, las actuales provincias de Cádiz, Huelva, Sevilla y el oeste de Córdoba. TIR J-30 (Madrid, 2001), s.v. Turdetani, 325-326.

148

Valle del Guadalquivir existencia de poblamiento superpuesto que dificulta los trabajos arqueológicos en esta área, como al interés que la parte nueva de la ciudad (Nova Urbs), de carácter monumental, ha despertado entre los historiadores. Desde su supuesta fundación por P. Cornelio Escipión en torno al 206-205 a.C. para alojar a veteranos itálicos, no se poseen más noticias hasta la adquisición del rango de municipio en torno a los años 16-13 a.C. A partir de este momento, se constata en la Vetus Urbs un proceso de monumentalización y marmorización acorde con su nuevo rango, siguiendo el programa propagandístico propio de la metrópoli.541

En cualquier caso, a lo largo del siglo III se asiste a la ruina de numerosos edificios de carácter público y privado, que será totalmente evidente en el siglo IV d.C., cuando los materiales constructivos de las magníficas edificaciones italicenses comienzan a ser reutilizadas para la realización de nuevos habitáculos.544 Una mayor continuidad es observada en la ciudad de Malaca (Málaga), uno de los principales puertos comerciales de la costa andaluza, desde donde era posible la redistribución de los metales cordubenses, del excedente agrícola bético y de las salazones de pescado de las factorías costeras. La monumentalización de la ciudad experimentada entre los siglos I d.C. y la primera mitad del siglo II d.C. son reflejo de la prosperidad de este enclave. Además, la alta vinculación con los territorios circundantes queda reflejada en la aparición de numerosos centros destinados a la producción de ánforas y envases de almacenamiento de las salazones y salsas de pescado producidas en la costa malagueña y en la propia ciudad.545 Sin hablar de decadencia de la ciudad, se asiste a una transformación de los espacios a lo largo del siglo III d.C., siendo invadidas las zonas propiamente urbanas (privadas y públicas) por unas cada vez más abundantes áreas industriales. Este proceso de cambio anuncia las características de la ciudad bajoimperial. Pero esta nueva orientación económica no se desarrollará en detrimento de su importante actividad comercial, ya que el puerto malagueño mantendrá su dinamismo, al igual que las vías de comunicación que lo unían con el interior bético.546

Se aprecia igualmente un cambio en la relación de la ciudad con los enclaves rurales de su entorno, al aumentar progresivamente el peso específico que la ciudad de Italica poseyó sobre estos núcleos y su importancia como centro de difusión de la cultura y hábitos propiamente romanos. Si bien a lo largo de todo el periodo republicano el papel de la ciudad debió ser bastante limitado en este sentido, ya que los núcleos rurales de su entorno inmediato no parecen presentar elementos materiales itálicos, a partir de Augusto parece observarse un cambio en las preferencias culturales de estos núcleos. Comienzan entonces a ser más frecuentes los hallazgos de cerámica propiamente romana.542 Una mayor interacción entre la ciudad y el campo podría implicar, así mismo, una mayor fluidez en el intercambio y manejo de moneda, que habría de ser comprobada con el análisis de la evolución en su aparición en el entorno de este núcleo urbano. En el siglo II d.C. se asiste a la remodelación y ampliación de la ciudad, que tradicionalmente viene siendo datada en época de Adriano, dotándola de grandes avenidas y numerosos monumentos públicos. Pero la prosperidad de la Nova Urbs resultó bastante efímera, ya que a partir de época de Marco Aurelio comienzan a ser apreciados ciertos signos de decadencia. Son varias las causas atribuidas a este proceso regresivo. El hecho de que la prosperidad de la ciudad adrianea no se hubiera basado en los recursos producidos localmente, sino en las aportaciones realizadas desde la propia Roma, podría ser la causa de la dificultad de su posterior mantenimiento, especialmente tras el agotamiento de la Hacienda imperial que era perceptible ya bajo el gobierno de Marco Aurelio. Además, a este hecho se le suma su inadecuada ubicación, ya que había sido asentada sobre terrenos fangosos que dificultaban la correcta cimentación de los edificios. También se alude a la hora de explicar la decadencia de la ciudad a la política de confiscaciones llevada a cabo por Septimio Severo en Hispania, que afectaría a Italica (Santiponce, Sevilla) y a su prosperidad económica, perdiendo las élites de la ciudad parte de su poder político y económico.543

Introducción. El siglo I d.C. Podemos conocer la situación monetaria del área bética gracias a los excelentes trabajos realizados sobre la ciudad de Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) y de Málaga y su entorno.547 A partir de sendos enclaves, intentaremos forjar una primera visión de la situación monetaria durante el siglo I d.C. en el conjunto bético. La tendencia que marcan los hallazgos de Baelo Claudia muestran un excepcional aprovisionamiento en tiempos de Claudio I y, posteriormente, Augusto y Calígula. Las emisiones de Tiberio, Nerón y de época flavia oscilan entre las 0,53 m/a y 0,61 m/a, un ritmo adecuado y

544

León, 2004, 138. Corrales, 2003, 384-385. Mora Serrano, 2001a, 129; 2001b, 130; TIR, J-30 (Madrid, 2001), s.v. Malaca, 228; Mora Serrano, 2003, 361. P. Corrales señala el inicio de este proceso a partir de mediados del siglo II d.C.; Corrales, 2003, 386-7. 547 Sobre Baelo Claudia, principalmente señalar la obra realizada por J.P. Bost, F. Chaves, G. Depeyrot, J. Hiernard y J.-C. Richard (1987). Para el caso de Málaga, hemos de acudir principalmente a los diversos trabajos de B. Mora sobre la evolución de la ciudad y la provincia de Málaga, entre otros. Acerca de la ciudad de Málaga, Mora Serrano 2001a, 123-143; 2003, 359-376; 2006, 227-260; y sobre la provincia de Málaga en general, Gozalbes Cravioto (C.), 1996, 5-18; Mora Serrano, 1982-1983, 251-260; 1993, 183-197; 1994, 133-145; 1999-2000, 129138; 2001b, 419-455; Mora, Beltrán, 1983, 69-80; 1986, 11-14; Mora, Fernández, González, 2002, 223-242; Mora, Loza, 1986, 18-23; Mora, Sedeño, 1987, 213-214, 1988, 101-111; 1989-1990, 159-170. 545 546

541

Rodá, 1997, 166; Keay, 1997, 190. Keay, 1997, 192. Blázquez, 1991, 306; Ventura, 1993, 209-210, Galsterer, 1997, 202; González Parrilla, 2005, 108. 542 543

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 111: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo I d.C. en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) (a partir de los datos obtenidos en Bost, et alii, 1987, 37-38 y 55).

Gráfico 112: Valores emitidos en el siglo I d.C. hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) (a partir de la información obtenida en Bost, Chaves, Depeyrot, Hiernard, Richard, 1987,38, 53 y 62).

Gráfico 113: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento de numerario julio-claudio y flavio en la provincia de Málaga (a partir de la información obtenida por Mora Serrano, 1982-1983, 252).

bastante equilibrado respecto a lo que se observa para la primera mitad del siglo II d.C. en la ciudad.

julio-claudio y flavio a partir de los datos recopilados por B. Mora Serrano.549 Es de destacar la importancia de las emisiones de Claudio, especialmente de las imitaciones, representando un momento álgido en el aprovisionamiento, que se mantendrá en torno a 0,3 m/a durante el gobierno de Nerón y Vespasiano, para descender bruscamente durante los gobiernos de Tito y Domiciano. Veremos como a partir de este momento, los índices monetales volverán a recuperarse.

Respecto a los valores hallados, el as y sus divisores se muestran, sin lugar a dudas, como las denominaciones que más frecuentemente podemos documentar en este siglo I d.C., representando los ases un 52%, y semises y cuadrantes un 23% y 17% respectivamente. Los sestercios y dupondios, así como los denarios, son realmente minoritarios en la muestra que poseemos. Cabe destacar la preeminencia de ases y divisores a lo largo de la primera mitad del siglo I d.C. A partir de Calígula, la llegada de divisores comienza a descender paulatinamente, aunque todavía representan un componente importante de la circulación, siempre por encima de dupondios y sestercios. Pero, a partir de Vitelio, éstos desaparecen completamente del registro monetal, iniciándose una tendencia ascendente de los valores superiores al as, que progresivamente irán resultando cada vez más representativos entre las denominaciones documentadas, aunque sin llegar a superar al as en representatividad.

Entre los valores documentados, cabe destacar la importancia que poseen los ases dentro del conjunto, constituyendo el 56% de los valores hallados, mientras que sestercios y dupondios se limitan a un 17% y 9% respectivamente. El siglo II d.C. Para el análisis de la circulación monetaria en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza, contamos con un total de doscientos sesenta y tres ejemplares con procedencia conocida, que equivalen a un aprovisionamiento de 2,74 monedas/año.550 Pese a la importancia de la

En el caso de Málaga, la abundancia de moneda en la ciudad en época republicana y julio-claudia se explica por el volumen de emisión de su propia ceca, constituyendo el numerario malagueño aproximadamente el 60% de la moneda documentada para este periodo. Dicha moneda se mantiene en circulación hasta finales del siglo I d.C. con seguridad, ya que la mayor parte de los ejemplares hallados en el núcleo urbano de Málaga proceden de estratos con dicha cronología.548 Sobre la provincia de Málaga y los ritmos de aprovisionamiento registrados, conocemos la evolución que pudo sufrir el numerario 548

549

Mora Serrano, 1982-1983, 252. Los hallazgos en los que basamos el estudio del Valle del Guadalquivir y el área litoral proceden de la bibliografía siguiente: Abad Varela, 1995a, 321-329; Andérica, 1983, 55-67; Arévalo, 1996, 51-82; Barceló, 1985, 311-317; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137-176; Bost, Chaves, Depeyrot, Hiernard, Richard, 1987; Carrilero, Garrido, Nieto, Padial, 1995, 89-108; Chaves, 1974, 205-211; Chaves, 1975, 349-356; Chaves, 1978, 465-469; Chaves, 1988, 121-137; García y Bellido, 1960; Gil Fernández, 1996, 333-404; Gil Fernández, 1997, 587678; Gil Fernández, 2001; Gozalbes Cravioto (C.), 1996, 5-18; Gorges, 1979; Martínez Mira, 2000-2001, 297-307; Mateu y Llopis, 1954a, 99110; Mateu y Llopis, 1967, 45-74; Mateu y Llopis, 1985-1986, 47-71; Mora Serrano, 1993, 183-197; Mora Serrano, 1994, 133-145; Mora Serrano, 1999-2000, 1129-138; Mora Serrano, 2001a, 123-143; Mora Serrano, 2001b, 419-455; Mora Serrano, 2003, 359-376; Mora Serrano, 550

Mora Serrano, 2001a, 127.

150

Valle del Guadalquivir representación, la poco homogénea distribución de los hallazgos por tierras andaluzas no permite la realización de un análisis de todos los territorios englobados en este estudio por igual. El escaso número de ejemplares documentados en el Valle del Guadalquivir no nos permite ir más allá de la mera descripción, a excepción del caso que presenta la antigua Italica (Santiponce, Sevilla). Merecen ser destacados los sesenta y nueve ejemplares aparecidos en las excavaciones realizadas en el Traianeum, la Casa del Planetario y en una serie de cisternas de la ciudad que nos permitirán esbozar una aproximación a la circulación monetaria de este núcleo urbano en el siglo II d.C.

tomados como un primer punto de análisis para futuras investigaciones, tan necesarias en el territorio bético, al menos para este periodo.

Respecto al área costera, el grueso de los hallazgos monetales se localizan en la actual provincia de Málaga y tierras aledañas, contabilizándose un total de noventa y ocho ejemplares, aunque la ciudad de Málaga no ejemplifique la riqueza numismática de la zona, de donde poseemos un total de seis hallazgos. La importancia numismática del territorio malacitano se debe a los intensos estudios llevados a cabo por B. Mora desde la Universidad de Málaga, quien mantiene completamente actualizada la información numismática del área. Las copiosas publicaciones existentes al respecto nos permiten conocer con claridad la situación y evolución de estos núcleos a lo largo de todo el Alto Imperio. Igualmente, la antigua Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) se muestra como un perfecto ejemplo para el análisis de un enclave costero del litoral andaluz, ya que los cincuenta y siete ejemplares en ella documentados nos permiten realizar algunas trazas respecto a la evolución de su monetario en el siglo II d.C. Algo menos abundante, pero no menos destacable, es el caso de Carteia (San Roque, Cádiz) que nos proporciona un total de veintiún ejemplares. A excepción de estos hallazgos, el resto del litoral andaluz se muestra excepcionalmente pobre. Los hallazgos realizados en la costa gaditana se reducen a los ejemplares procedentes de los núcleos urbanos de Gades y Carteia. El territorio almeriense incluido en el área andaluza se muestra más parca en hallazgos si cabe, registrándose un ejemplar en Adra y, algo más al interior, un ejemplar en Fiñana.

En líneas generales, la tendencia observada en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza se caracteriza por la importante afluencia de moneda durante los gobiernos de Nerva, cuando se registran 4 m/a, y Adriano, que supera el momento anterior, con cerca de 4,14 m/a. A partir de Adriano, los niveles descienden progresivamente, anotándose unos índices de 2,65, 1,89 y un bajísimo 0,83 m/a bajo los gobiernos de Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo, respectivamente.

Por lo tanto, esbozaremos una tendencia general orientativa para cada uno de los casos, y un análisis particular de cada una de las áreas descritas: el Valle del Guadalquivir y el caso concreto de la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla), y la costa andaluza y el caso concreto de Baelo Claudia y el territorio malacitano. Aprovisionamiento

Centrándonos en exclusiva en lo que sucede en el Valle del Guadalquivir, observamos una tendencia similar, aunque matizada por el escasísimo número de ejemplares trajaneos (cercanos a los niveles alcanzados por Cómodo), y la leve recuperación experimentada con la llegada de moneda emitida por Marco Aurelio.

Gráfico 114: Evolución del aprovisionamiento monetal en el Valle del Guadalquivir en el siglo II d.C., incluida Italica (Santiponce, Sevilla).

Esta ligera variación tiene su explicación en la significación que los ejemplares procedentes de Italica poseen en la muestra del Valle del Guadalquivir, donde la moneda de Trajano no resulta demasiado profusa y la de Marco Aurelio llega con un ritmo más adecuado que el observado para el conjunto de los núcleos del Guadalquivir. El 84% que representan sobre el conjunto de hallazgos del área, determina en gran medida el comportamiento en el aprovisionamiento de esta área geográfica concreta. Obviando los hallazgos italicenses, las inflexiones observadas parecen suavizarse, mostrando un flujo bastante estable en la llegada de moneda, a excepción del alto índice que representan la emitida por Nerva.

Si bien el caso del entorno malagueño y la ciudad de Baelo Claudia, únicos territorios sometidos a una publicación sistemática, pueden ser representativos de la situación de los territorios costeros de la Baetica, y la situación presentada para Italica (Santiponce, Sevilla) quizás fuera sintomática del acontecer del Valle del Guadalquivir, no podemos comprobar esta afinidad con acierto debido a la parquedad de los materiales obtenidos en los restantes núcleos poblacionales. Pero sí pueden ser 2006, 227-260; Mora, Beltrán, 1986, 11-14; Mora, Loza, 1986, 18-23; Mora, Sedeño, 1987, 211-217; Mora, Sedeño, 1988, 101-111; Mora, Sedeño, 1989-1990, 159-170; Mora Serrano, 2006, 227-260; Mora, Fernández, González, 2002, 223-242; Padilla, Gómez, 1995, 367-381; Padilla, Marín, 2001, 405-428; Perdigones, Gordillo, Blanco, 1986, 5560; Presedo, Muñiz, Santero, Chaves, 1982; Ruiz Delgado, 1982, 83-89; Sedeño, 1986, 106; Serrano, Atencia, 1980, 172; TIR, J-30 (Madrid. 2000).

Gráfico 115: Evolución del aprovisionamiento monetal en la antigua Italica (Santiponce, Sevilla) en el siglo II d.C.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA d.C. hasta superado el gobierno de Antonino Pío. Será el numerario de Marco Aurelio y, especialmente, Cómodo, quienes registren los índices más bajos de aprovisionamiento de todo el periodo. Gráfico 116: Evolución del aprovisionamiento monetal en el Valle del Guadalquivir en el siglo II d.C., sin incluir los hallazgos procedentes de Italica (Santiponce, Sevilla).

En cuanto al área costera andaluza, los gobiernos de Nerva y Adriano vuelven a registrar los mejores niveles de aprovisionamiento, en torno a 3 m/a y 2,76 m/a respectivamente, mientras que el gobierno de Trajano vuelve a marcar una inflexión en la llegada de numerario, descendiendo a 1,95 m/a. Tras el gobierno de Adriano, el descenso en la llegada de moneda es ya irreversible, y asistimos entonces a una constante reducción del flujo monetario hasta alcanzar los niveles señalados por Cómodo, de 0,4 m/a.

Gráfico 119: Evolución del aprovisionamiento monetal en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) en el siglo II d.C.

Los ejemplares hallados en Carteia (San Roque, Cádiz), muestran una tendencia totalmente divergente. En este caso son las emisiones de Adriano, tan frecuentemente representadas en el conjunto andaluz, las que marcan un fuerte descenso en el ritmo de aprovisionamiento monetal, que será de nuevo recuperado bajo Antonino Pío. A partir de entonces, la tendencia descendente es igualmente registrada, siendo los ejemplares de Marco Aurelio y Cómodo realmente escasos.

Gráfico 117: Evolución del aprovisionamiento monetal en la costa andaluza en el siglo II d.C., incluidos los territorios malacitanos y sendos núcleos costeros, Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) y Carteia (San Roque, Cádiz).

Gráfico 120: Evolución del aprovisionamiento monetal en Carteia en el siglo II d.C.

De nuevo en este segundo ámbito territorial hemos de insistir en la importancia que los hallazgos producidos en los territorios malacitanos y en Baelo Claudia tienen a la hora de determinar los comportamientos monetales del área costera, al representar éstos un 54% y 31% respectivamente. Por lo tanto, lo aquí observado se corresponde plenamente a la conjunción de la evolución propia del entorno de Malaca y de la ciudad de Baelo Claudia, matizados por los hallazgos documentados en la propia Carteia y los escasos dispersos por el litoral.

Como vemos, en ambos casos la evolución de los núcleos o territorios donde la presencia monetal es más fuerte, por el momento, no parecen representativos del área geográfica concreta en la que se sitúan, sin conformar una misma unidad evolutiva. Cada territorium parece funcionar al compás del propio desarrollo del núcleo urbano al que se asocia, sin mantener una interdependencia con el conjunto del territorio analizado.

Los territorios malacitanos marcan una tendencia muy similar a la que era observada en la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla), siendo las emisiones de Adriano las que llegan de manera más frecuente a este entorno. En cambio, a partir de los ejemplares adrianeos el ritmo de aprovisionamiento marca una tendencia descendente que no se verá recuperada en ningún momento de la segunda mitad del siglo II d.C., marcando una reducción importante en su recepción.

Dispersión de los hallazgos Respecto al análisis de la dispersión de los hallazgos, ya hemos advertido anteriormente cuales son los principales puntos donde aparecen focalizados los hallazgos monetales y las principales causas que explican esta situación, principalmente relacionada con la mayor o menor abundancia de trabajos relativos a esta temática concreta. Comenzando por la Depresión del Guadalquivir, y siguiendo su curso hacia su desembocadura, no van a ser constatados ejemplares numismáticos hasta el registrado en la ciudad de Castulo (Linares, Jaén), correspondiente a un as de Cómodo. Al norte del Valle del Guadalquivir, en las estribaciones de Sierra Morena, localizamos un denario de Marco Aurelio en Villanueva de Córdoba, que aporta una pista más para seguir los pasos del fenómeno monetal en tierras andaluzas. La probable vía secundaria que desde Corduba (Córdoba) se dirigía hacia Málaga a través de Antequera (Málaga), proporciona tres

Gráfico 118: Evolución del aprovisionamiento monetal en los territorios malacitanos en el siglo II d.C.

Por otro lado, Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz) parece mantener de manera algo más prolongada este correcto abastecimiento, no iniciándose esta tendencia descendente característica de la segunda mitad del siglo II

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Figura 70: Mapa de dispersión de los hallazgos de monedas del siglo II d.C. producidos en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza. Apréciese la enorme concentración de hallazgos en torno a Malaca, debido a la mayor investigación numismática a la que es sometida la zona. Los tesorillos cuya ocultación data del siglo II se señalan con una bolsita negra, y los considerados como monederos con una bolsita blanca.

Valle del Guadalquivir

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA ejemplares de Nerva, Adriano y Antonino Pío, que hemos de poner en relación con el indudable tránsito que esta vía mantuvo, atendiendo a la riqueza numismática que posee este mismo ramal en territorio malagueño. Asociados también a esta área parecen los ocho ejemplares hallados en Monturque (Córdoba), emitidos entre Trajano y Cómodo.

Si tomamos el ramal que desde Málaga se dirige a Antequera atravesando Aratispi (Cauche el Viejo, Antequera, Málaga), encontramos ejemplares en Colmenar, Casabermeja, la propia Aratispi y, finalmente, Antequera, donde se han recogido un total de doce ejemplares. Otras vías secundarias que siguen los cauces del Guadalhorce y Guadalteba también proporcionan hallazgos, aunque vemos como éstos disminuyen en intensidad conforme nos alejamos de las áreas costeras y de los principales núcleos urbanos allí enclavados. Estos son los ejemplares de Las Viñas y Teba, en la ribera del río Guadalteba, y de Archidona y Santillán en las cercanías del río Guadalhorce y de la vía que desde Antequera se dirige a Corduba. Por último, los hallazgos producidos en Alameda, Rejano (Sierra de Yeguas) y Osuna pueden ser puestos en relación con el ramal que desde Antequera se dirigía a Astigi (Écija).

Las riberas del Guadalquivir quedan completamente vacías de cualquier testimonio monetal a excepción de los ejemplares hallados en Italica (Santiponce, Sevilla), fruto de una serie de excavaciones arqueológicas, y el bronce de Trajano hallado en Alcalá de Guadaira (Sevilla). Llegando a la costa gaditana, Gades (Cádiz) se muestra discreta a la hora de brindarnos información numismática, ya que los dos hallazgos realizados en la ciudad no son altamente clarificadores. Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) y Carteia (San Roque, Cádiz), por el contrario, nos ofrecen un total de cincuenta y nueve y diecinueve ejemplares, respectivamente, procedentes de las diferentes excavaciones realizadas en los antiguos núcleos urbanos.

Respecto a los hallazgos producidos en la costa almeriense, éstos se limitan a los ejemplares de Adra y Fiñana. Este último enclave, algo más al interior, situado entre las estribaciones de Sierra Nevada y la Sierra de Baza, aparece relacionado con la costa andaluza y levantina a través de la vía que desde Acci (Guadix, Granada) se dirigía hacia el golfo de Almería, siguiendo parte del curso del río Nacimiento, afluente del Andarax.

Adentrándonos en territorio malacitano los hallazgos comienzan a aflorar con profusión. Relacionadas con la vía que une Carteia con Malaca (Málaga) encontramos ejemplares en Gaucín, en la ribera del río Guadairo, en Estepona, Las Bóvedas, Río Verde (Marbella), Istán, Mijas, Fuengirola, y en el camino que de Málaga se dirige a Churriana.

Finalmente, atendiendo a la dispersión de los ejemplares según su momento de emisión, se observa una afluencia temprana de moneda en todas las áreas donde ésta ha sido documentada, ya que la moneda de Nerva y Trajano aparecen ya dispersas a lo largo del Valle del Guadalquivir y la Hoya de Málaga y las vías que enlazan ambos ámbitos geográficos. Pese a que se registra una mayor dispersión de las monedas de Adriano, esto es debido simplemente a su destacada abundancia, al constituir el 35,5% del total de moneda hallada.

Siguiendo la vía que desde Málaga se dirige a Antequera a través de Cartima (Cártama, Málaga), aprovechando del valle del río Gualdalhorce, han sido documentados algunos en La Fuente del Sol (Alhaurín el Grande), la propia localidad de Cártama y en el yacimiento de Manguarra, en Pizarra, Alora, y la Hoya de Málaga, Coín, Guaro, Alozaina y Casarabonela.

Figuras 71: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Nerva (Ne) hallado en el Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza.

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Valle del Guadalquivir

Figuras 72-74: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Trajano (Tr), Adriano (Ad) y Antonino Pío (AP) hallado en el Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 75-76: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) hallado en el Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza.

Valores en circulación

Centrándonos en el caso concreto de los denarios, es oportuno tener en cuenta que, de los cincuenta y siete ejemplares documentados en territorio andaluz, cuarenta y seis proceden única y exclusivamente de los territorios malacitanos. Esta gran predominancia de denarios en esta área concreta responde a la labor de recogida, y posterior publicación, de los denarios aparecidos en diversos puntos de la geografía malagueña, procedentes de la recogida selectiva de material en diversos yacimientos de la zona; labor realizada por C. Gozalbes Cravioto.551 Por lo tanto, al ser material seleccionado previamente no es totalmente representativo del numerario circulante, ya que su intencionada recogida, y la omisión en la selección del material de bronce, no permite obtener una visión objetiva estadísticamente al estar basada en una información parcial. De hecho, fuera de los territorios

Los valores predominantes documentados en las tierras regadas por el Guadalquivir y en las costas andaluzas son el sestercio y el denario, aunque la alta representación de estos últimos responde a un hecho singular que especificamos posteriormente. El as se mantiene en el siglo II con una alta representación, un 28% de los valores registrados, muy cercana a la del sestercio, que supone un 34%. Los dupondios son algo más minoritarios pero llegan a representar un 13%, lo que supone que los valores de bronce múltiplos del as poseen una representación importante en la época, cercana al 47%, mientras que la aparición de divisores del mismo es totalmente nula (cf. Gráfico 121).

551

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Gozalbes Cravioto (C.), 1996, 5-18.

Valle del Guadalquivir

Gráfico 121: Valores hallados en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 122: Áureos y denarios del siglo II d.C. aparecidos en los territorios malacitanos y evolución en su aprovisionamiento a lo largo de siglo II.

malacitanos, los denarios son altamente escasos, no representando más del 1% en Italica, el 8% en el Valle del Guadalquivir, el 8% en los restantes núcleos de la costa andaluza, o el 9% de Baelo Claudia, frente al 48% que suponen en el área comentada. Aún así, obviando la mayor o menor objetividad de la muestra obtenida, queda testimoniada la llegada de numerario de plata al sur hispano, mostrando un flujo de aprovisionamiento constante a lo largo de todo el periodo, con algunas fluctuaciones. La tendencia observada es algo regresiva, desde el índice de 1 m/a registrado bajo Nerva, la llegada de numerario de plata y oro desciende progresivamente hasta alcanzar unos bajísimos niveles de aprovisionamiento en época de Cómodo, donde no se supera el 0,08 m/a. La única excepción en esta tendencia la constituye el gobierno de Adriano, cuando se experimenta una ligera mejoría respecto al índice de aprovisionamiento inmediatamente anterior (cf. Gráfico 122).

Gráfico 124: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en Italica (Santiponce, Sevilla).

Igual de frecuentes se muestran los ases entre las denominaciones documentadas en Carteia (San Roque, Cádiz), donde constituyen el 38% de los ejemplares cuyo valor ha sido identificado. Pero en este enclave mantienen su representación por encima de sestercios y dupondios durante prácticamente toda la centuria, a excepción del gobierno de Adriano y Cómodo, cuando sólo han sido documentados dupondios entre los valores hallados.

Gráfico 125: Valores hallados en Carteia (San Roque, Cádiz) emitidos en el siglo II d.C.

Respecto a los valores emitidos en bronce hemos de destacar, en general, la pujanza del sestercio a lo largo de todo el periodo, mostrándose mayoritario entre las denominaciones de bronce halladas en el área geográfica analizada, siendo, especialmente destacable durante época adrianea. Esta tendencia, aunque bastante más acentuada para el caso de los ases, es observada en Italica, donde es el valor predominante especialmente en la segunda mitad del siglo II d.C., siendo el más frecuente a lo largo de la centuria, ya que constituye un 48% del total de las denominaciones documentadas, frente al 29% y 20% que suponen sestercios y dupondios.

Gráfico 126: Evolución de los valores de bronce hallados en Carteia (San Roque, Cádiz) emitidos en el siglo II d.C.

Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) mantiene durante la primera mitad del siglo II d.C. un abastecimiento de ases y sestercios bastante equiparado. A partir del gobierno de Antonino Pío la llegada de ases desciende notablemente, siendo los sestercios los valores más usualmente representados.

Gráfico 123: Valores hallados en Italica (Santiponce, Sevilla) emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 127: Valores hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) emitidos en el siglo II.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA en el que se inscriben se sitúa en dicha cronología, no pudiendo ser en mayor medida precisados.552 Según las denominaciones documentadas, la presencia del as entre los valores circulantes en Italica entre mediados del siglo II y comienzos del siglo III es mayoritaria, constituyendo un 51% del total de los ejemplares hallados. Así mismo, hemos de destacar la presencia de divisores entre los valores aparecidos, sumando entre semis y cuadrantes un total de cuatro ejemplares, que constituyen un 5%. Si bien la representación es pequeña, merece la pena ser destacada ya que hemos podido observar cómo la llegada de divisores al área era completamente nula. Pero, aún así, siguen apareciendo en el registro arqueológico, lo que demuestran que todavía son valores en uso, aunque cada vez de manera más restringida. Los múltiplos del as, sestercios y dupondios, pese a no alcanzar la importancia del as, representan una buena parte de las denominaciones circulantes, ya que constituyen entre ambas un 42%. Los denarios, valores que difícilmente son registrados en el contexto arqueológico, están en este caso representados con un ejemplar, que al menos muestra la cotidiana circulación de los mismos, aunque de manera más minoritaria.

Gráfico 128: Evolución de los valores de bronce hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) emitidos en el siglo II d.C.

Los territorios malacitanos presentan una evolución diferente a la observada en los restantes núcleos de la zona costera. Pese a que la denominación que más se documenta sea el denario, que llega a alcanzar el 48% del total, ya hemos visto como su exagerada importancia debía ser matizada por el mayoritario registro de estos valores en colecciones privadas a raíz de recogidas selectivas. Entre los valores de bronce, el sestercio aparece destacado frente a dupondios y ases, con una representación de 62%, 14% y 24% respectivamente. En esta ocasión, los múltiplos del as resultan predominantes durante toda la centuria, especialmente a partir de Antonino Pío, cuando los ases desaparecen del panorama numismático hasta el momento documentado.

La composición del segundo conjunto al que podemos hacer mención, un depósito monetal hallado en la villa de Río Verde (Marbella, Málaga), resulta menos clarificador. Está compuesto por doce ejemplares (once sestercios y un as o dupondio), que aparecieron agrupados en el interior de una estancia y bajo un derrumbe provocado por un incendio que parece ser que tuvo lugar a comienzos del siglo III d.C., según el material arqueológico de dicha estancia.553 Su composición evidencia la importancia del sestercio en la circulación cotidiana o, al menos, el valor intrínseco que poseía.

Gráfico 129: Valores hallados en los territorios malacitanos emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 130: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en los territorios malacitanos.

Ambos ejemplos se corresponden con ambientes y contextos completamente diferenciados, lo que puede explicar las grandes divergencias observadas. En el primer caso, se trata de una domus ubicada en la misma Italica, donde la presencia de moneda divisional y la abundancia de ases muestra la importancia del numerario en las pequeñas transacciones realizadas cotidianamente, que se nutrían especialmente de estas pequeñas denominaciones. En cambio, el contexto en el que el segundo conjunto aparece es completamente diverso. Si bien la provincia Baetica, y en especial las áreas costeras, poseen una notable tradición comercial y se encuentran completamente integradas en la dinámica económica romana, una villa de carácter rural no tenía tanta necesidad de atender a pequeños pagos como los que tenían lugar en los centros urbanos. La tendencia al autoabastecimiento de estos núcleos y la compra-venta de grandes mercancías a las ciudades, que conlleva el uso de ingentes cantidades de dinero, no obliga a la posesión de pequeño numerario como el que implica la pequeña compra diaria realizada por particulares en los mercados de las ciudades.

Desde luego que este panorama se muestra sorprendente, ya que la escasez de ases en el registro monetal del conjunto andaluz no parece responder al intenso grado de aceptación que el fenómeno monetal debió poseer en esta área, acostumbrado desde fechas tempranas a su circulación de en su territorio y a un intenso tráfico comercial. La representación de ases es atestiguada de manera más destacada en los contextos urbanos, siendo verdaderamente escasa entre los materiales aislados hallados en enclaves de carácter rural. El registro arqueológico tampoco parece aclararnos en gran medida la incertidumbre creada con los resultados obtenidos del análisis de numerario del siglo II d.C., ya que podemos observar dos visiones completamente diferenciadas. Los hallazgos arqueológicos producidos en la Casa del Planetario de Italica (Santiponce, Sevilla) nos proporcionan una variada muestra de denominaciones que pudieron estar circulando en algún momento entre mediados del siglo II d.C. y comienzos del siglo III d.C. Si bien no poseemos referencia concreta a los estratos de aparición de los ejemplares señalados, el contexto general

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Chaves, 1974, 210; 1975, 355. Mora Serrano, 1999-2000, 129-138.

Valle del Guadalquivir

Tabla 59: Composición de los estratos datados a mediados del siglo II y comienzos del siglo III en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza, según denominaciones.

La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos

fue transportada por los moradores en momentos muy posteriores a su acuñación.

Como acabamos de señalar, los únicos indicios de moneda aparecida en contextos arqueológicos datados en torno al siglo II d.C. proceden de las excavaciones realizadas en la Casa del Planetario de Italica (Santiponce, Sevilla) y el testimonio que la villa romana de Río Verde (Marbella, Málaga) aporta.554

Respecto al conjunto hallado en la villa romana de Río Verde (Marbella, Málaga), cabe destacar su carácter de depósito monetal, ya que los doce ejemplares que lo integran aparecieron pegados y bajo el derrumbe de los muros y techo de la habitación E de la villa. Pese a que el último ejemplar se corresponde con un sestercio de Adriano, con una cronología en torno al 132-134 d.C., la fecha de pérdida del conjunto puede prolongarse quizás hasta inicios del siglo III d.C., ya que el material arqueológico que acompaña al conjunto así parece establecerlo.556 Es difícil saber si se corresponde con un monedero, vigente en el momento en el que un incendio destruyó la casa, o, por el contrario, se trata de un conjunto cerrado con anterioridad y que permaneció oculto hasta quedar sepultado por el colapso final de la villa. En cualquier caso, se muestra como un ejemplo muy elocuente para ilustrar la composición de la circulación de la segunda mitad del siglo II d.C. como mínimo. El conjunto está formado por dos ejemplares acuñados en el siglo I d.C., correspondiéndose con sendos sestercios de Nerón y Tito, nueve monedas del siglo II, emitidas por Trajano y Adriano, y un as o dupondio de cronología altoimperial.

En la Casa del Planetario de Italica (Santiponce, Sevilla) fueron documentadas un total de ochenta y siete monedas que parecen proceder de estratos con esta cronología. Si bien no nos es señalado el contexto concreto donde aparecieron los ejemplares, se sabe que el contexto general del ámbito se relaciona con la segunda mitad del siglo II d.C. e inicios del siglo III d.C., momento en el que se produce la construcción y abandono de la casa.555 De entre las monedas halladas, seis pertenecen a la serie ibérica y son datadas en torno al siglo I a.C., por lo que la moneda preaugustea tendría una representación de un 7% del total de moneda hallada en este ámbito. Más numerosa se muestran los ejemplares acuñados a lo largo del siglo I d.C. Además de las emisiones hispanolatinas de época de Tiberio, encontramos monedas altoimperiales procedentes de la ceca de Roma de todos los representantes de la dinastía julio-claudia, contabilizándose un total de diez monedas acuñadas con anterioridad al año 68 a.C., en torno al 11%. Además de un sestercio de Galba, han sido documentados siete ejemplares de Vespasiano y otros siete de Domiciano, conformando un total de quince ejemplares, en torno al 17%, para los años que discurren entre el 68-98 d.C. Mas los ejemplares más numerosos son los pertenecientes a Nerva, Trajano, Adriano y la dinastía antonina, sumando un total de cincuenta y cinco ejemplares, que constituyen el 63% del material contabilizado, siendo especialmente copiosos los ejemplares de Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Contemporánea a la formación del estrato es la pieza de Septimio Severo analizada, que representaría un 1%.

La composición de ambos conjuntos nos muestra una alta presencia de numerario emitido a lo largo del siglo II entre el circulante de mediados de esa centuria y comienzos del III d.C., demostrando la eficacia en la renovación de numerario de ambos núcleos. Las monedas halladas se muestran bastante cercanas al momento de pérdida, no superando la centuria de antigüedad. En el primer caso los ejemplares del siglo II d.C. se corresponden con el 64% de la moneda hallada, y en el segundo prácticamente con el 82% del total, siendo mayoritarios, además, los ejemplares acuñados a partir de época de Adriano, restándole todavía más antigüedad al conjunto. La residualidad del depósito de Río Verde (Marbella, Málaga) es mínima, ya que hemos podido comprobar que los dos ejemplares más antiguos habían sido acuñados en la segunda mitad del siglo I d.C., por lo que todavía gozarían de gran vigencia.

La aparición de un ejemplar de Adriano y otro de Antonino Pío, emitido entre los años 155-156 d.C., en el interior del muro que separaba la zona de tabernas de la propia casa, permite datar la construcción del ámbito concreto señalado a mediados del siglo II d.C. La afluencia de moneda incluso anterior a la propia existencia del habitáculo demuestra la normal circulación de la denominada “moneda residual” en la ciudad, ya que

554 555

Podemos ampliar estos resultados con los datos obtenidos a partir del análisis de los tesorillos hallados en la Sierra de Yeguas (Málaga) y en el núcleo urbano de Málaga,

Cf. p. 158. Chaves, 1974, 210; 1975, 355.

556

159

Mora Serrano, 1999-2000, 129-138.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 60: Composición monetal de los contextos arqueológicos datados a mediados del siglo II y comienzos del siglo III d.C. en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza. En negrita aparecen señaladas las emisiones del siglo II d.C., contemporáneas a la formación del estrato.

entre otros.557 El primero de ellos parece estar compuesto únicamente por sestercios altoimperiales de los siglos I y II, aunque no es posible confirmar que entre la moneda que resta por estudiar pueda hallarse algún ejemplar del siglo III d.C.558 Desconocemos la composición exacta del conjunto y la fecha del último ejemplar en él depositado, pero al menos podemos confirmar la presencia de ejemplares del siglo I junto a moneda del siglo II incluso en los atesoramientos, por lo que se supone el mantenimiento del valor de esta moneda en los circuitos monetales.

Vero, aunque se sabe que falta algún ejemplar que puede hacer variar la fecha del último ejemplar documentado en el conjunto.560

Algo más clarificador se muestra el tesorillo de aurei hallado en la ciudad de Málaga en 1722, cuya ocultación parece situarse como mínimo a finales del siglo II d.C., ya que el último ejemplar atesorado es un ejemplar de Cómodo acuñado en un momento cercano al 192 d.C.559 Los ochenta y siete áureos que componen el conjunto abarcan desde las emisiones de Nerón hasta los ejemplares de Cómodo (cf. Tabla 61).

Tabla 61: Composición del conjunto de áureos hallado en Málaga.

En ambas ocasiones podemos observar como ningún ejemplar se remonta más allá de la mitad del siglo I a.C. Pero, esta vez, la relativa juventud del numerario no responde únicamente a una eficaz renovación, sino, más bien, a los cambios producidos bajo el gobierno de Nerón.

En Italica (Santiponce, Sevilla) fue hallado un conjunto monetal compuesto al menos por ciento treinta y cinco áureos, que comprendía emisiones desde Nerón a Lucio

En Priego (Córdoba) fue hallado un tesorillo dentro de un recipiente cerámico, según testimonio del descubridor, pero tan sólo han sido analizados diecisiete ejemplares

557

Remitimos al mapa de dispersión de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C. hallados en el Valle del Guadalquivir y litoral andaluz, donde aparecen señalados los tesorillos ocultos en la segunda centuria. Cf. Figura 70 (p. 153). 558 Mora Serrano, 2001, 437. 559 Mora, Sedeño, 1988, 102.

560

160

García y Bellido, 1960, 71.

Valle del Guadalquivir del número indeterminado de los mismos que contenían el conjunto. Debido a la vaguedad de la noticia y a la imprecisión de su composición no podemos aventurar muchas reflexiones al respecto, excepto la presencia de ejemplares del siglo II, concretamente de Nerva, Trajano y Adriano, junto a algunos de Tito y Domiciano.561

Debemos subrayar la nula presencia de ases en ambos casos, habiendo desaparecido completamente de los circuitos de aprovisionamiento.

Hemos verificado la presencia de moneda del siglo II en diversos conjuntos fechados en fechas posteriores. Sólo nos resta destacar el conjunto hallado en Teba (Málaga), por la concreción de sus datos, pese a que parte del conjunto se halle disperso en la actualidad. Junto a antoninianos del siglo III aparecen denarios de Antonino Pío y Cómodo,562 evidenciando la convivencia de las dos denominaciones y la vigencia a mediados del siglo III de los valores propios del sistema altomperial, al menos para el caso de los denarios.

Gráfico 132: Valores emitidos por la dinastía severa hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) (Bost, Chaves, Depeyrot, Hiernard, Richard, 1987, 118-119).

Gráfico 133: Valores emitidos entre los años 192-260 d.C. en la provincia de Málaga (Mora Serrano, 1982-1983, 252).

Algunos datos de interés aportan las excavaciones realizadas en el núcleo urbano de Málaga, donde es constatada la presencia de numerario del siglo II d.C., e incluso emisiones anteriores, entre el circulante del siglo III d.C. Un ejemplo de lo expuesto son las excavaciones realizadas en el palacio Buenavista, en el que se documenta un sestercio de Filipo I, junto con emisiones de los siglos I y II d.C., en estratos datados en algún momento del siglo III.

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Acerca de la moneda del siglo III en territorio andaluz, básicamente conocemos los datos procedentes de Baelo Claudia y de la provincia de Málaga,563 donde es igualmente palpable la gran escasez de numerario que caracteriza la época Severa en Hispania, no observándose un incremento de especie monetal hasta el gobierno de Heliogábalo y Alejandro Severo.

Los tesorillos cuya fecha de ocultación parece rondar este siglo III d.C., muestran un panorama semejante. El tesorillo hallado en Teba (Málaga), pese a la imprecisión de los datos acerca de su composición, muestra la convivencia entre denarios y antoninianos en un momento indeterminado de la segunda mitad del siglo III. Parece ser que el conjunto estaba compuesto por una treintena de ejemplares, de los que se conocen diecinueve con seguridad. Entre éstos, encontramos un denario de Antonino Pío y Cómodo, junto a denarios de Septimio Severo y Heliogábalo (a nombre de Julia Mamaea) y un total de doce antoninianos emitidos por Gordiano III.565 Frente a este heterogéneo conjunto, el tesorillo hallado en Martos (Jaén) muestra una mayor exclusividad en su composición, limitándose la muestra a antoninianos de Galieno, Claudio II y Salonina.566

Gráfico 131: Número de hallazgos y evolución en el aprovisionamiento en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) durante el gobierno de la dinastía severa.564

En Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) destaca la altísima presencia de denarios, que constituyen el 75% de los valores que conocemos. Los tres sestercios de Alejandro Severo hallados en el conjunto constituirían el 25% restante. En la provincia de Málaga, entre los hallazgos realizados, parecen destacar los sestercios, que representan prácticamente el 69% del numerario que llega a la ciudad entre el 192 y 260 d.C., desapareciendo el as entre las denominaciones abastecidas. El dupondio se mantiene en los circuitos de abastecimiento, pero no representa más del 19%.

Conclusiones La parquedad de los datos y lo sesgado de la información, limitada a dos áreas muy concretas como son las ciudades de Italica (Santiponce, Sevilla), Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) y Carteia (San Roque, Cádiz), y la actual provincia de Málaga, dificulta en gran medida el análisis y la posibilidad de extrapolar los resultados obtenidos a los territorios colindantes, al no poseer una cantidad de materiales suficientes como para poder aportar seguridad a la comparativa que podría ser realizada. Aún así,

561

Ruiz Delgado, 1982, 83-89. Felguera, 1998, 3; Martínez Mira, 2000-2001, 300-301. Los datos acerca de la ciudad de Málaga proceden de los trabajos realizados por B. Mora Serrano: Mora Serrano, 1982-1983, 252; 2001a, 130; 2001b, 438. 564 A partir de los datos de Bost, Chaves, Depeyrot, Hiernard, Richard, 1987, 118-119. 562 563

565 566

161

Felguera, 1998, 3; Martínez Mira, 2000-2001, 300-301. Padilla, Marín, 2001, 405-428.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA marcaremos las pautas seguidas por dichos territorios, y aquéllas que parecen ofrecernos las restantes áreas comparativamente, sabiendo de la provisionalidad de este cotejo.

lineal y constante, aprovisionamiento.

sin

grandes

altibajos

en

el

La provincia malacitana presenta un punto álgido en el aprovisionamiento durante el gobierno de Adriano, comenzando a partir de entonces una tendencia descendente en el aprovisionamiento, sin intuirse ningún cambio, siendo especialmente evidente a partir del gobierno de Marco Aurelio. Por el contrario, los restantes enclaves de la costa andaluza parecen sufrir un profundo retroceso en el aprovisionamiento precisamente durante este periodo, convirtiéndose el numerario adrianeo en el que menos frecuentemente alcanza los núcleos litorales andaluces, por detrás de los ejemplares de Cómodo. La ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz) así parece igualmente evidenciarlo, siendo Nerva, Trajano y Antonino Pío quienes mejor abastecido mantienen este enclave costero. En los últimos núcleos citados es igualmente observable la reducción del numerario a partir de la llegada de las emisiones de Marco Aurelio.

○ La independencia de los diferente territoria y los núcleos urbanos La impresión obtenida tras el análisis del aprovisionamiento, realizado para las diferentes áreas comprendidas dentro del territorio señalado, parecía mostrar una total independencia respecto al conjunto, marcando ritmos de aprovisionamiento totalmente diferenciados entre el conjunto del área litoral y el entorno de Málaga, la ciudad de Carteia (San Roque, Cádiz) y la dinámica de Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz), por ejemplo, o el conjunto del Valle del Guadalquivir respecto a la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla) (cf. Gráfico 122). Cada área parece funcionar de una manera totalmente independiente, relacionada con sus propios ritmos de producción y los propios acontecimientos que interfieren en su desarrollo. Progresivamente, las explotaciones agrarias, parecían adquirir una mayor independencia respecto a los núcleos urbanos asociados conforme se desarrollaba el sistema latifundista que había comenzado a ser imperante en el territorio bético. El enriquecimiento de estos grandes propietarios, paralelo a una pérdida de poder adquisitivo de las oligarquías ciudadanas, pudo provocar una cada vez mayor desvinculación de la ciudad respecto del campo, y un mayor control de éste sobre las actividades artesanales y comerciales.567

Los únicos puntos en los que podemos seguir una evolución en el aprovisionamiento del numerario altoimperial son en el área malagueña y en la ciudad de Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz). En el caso concreto de la ciudad de Baelo Claudia, destaca la regularidad del aprovisionamiento a lo largo del periodo altoimperial. Si bien encontramos algunos momentos en los que el ritmo de aprovisionamiento asciende a volúmenes altísimos, especialmente durante el gobierno de Claudio I y, en menor medida, Augusto, los valores usuales que marca el numerario de la ciudad oscila entre los 0,42 y 0,61 m/a. Respecto a estos índices, tan sólo es observado un periodo cronológico a lo largo del cual la entrada de numerario desciende del mínimo señalado. Las emisiones de Cómodo, Septimio Severo y Caracalla marcan un índice de 0,17 m/a, el más bajo registrado en todo el periodo altoimperial, anunciado ya por la ligera caída en la llegada de moneda durante el gobierno de Marco Aurelio (cf. Gráfico 135).

Hemos visto como la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla) marcaba dos instantes de mayor aprovisionamiento monetal, situados en los gobiernos de Adriano y Marco Aurelio.568 Un primer ascenso en la llegada de moneda coincide con la política constructiva y de monumentalización emprendida por Adriano en la ciudad, que contribuiría a aumentar la llegada de moneda necesaria para alimentar el enorme impulso urbanístico realizado y la ingente mano de obra llegada a la ciudad. Aunque no poseemos demasiadas referencias al respecto, el segundo impulso en la llegada de moneda, sufrido bajo el gobierno de Marco Aurelio, pudo coincidir con la instalación de una vexillatio de la Legio VII Gemina en la ciudad, para hacer frente a las sucesivas incursiones de mauri que sobre territorio bético tuvieron lugar entre el 170-180 d.C.569 De hecho, es el único núcleo de los analizados en el conjunto del Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza donde es constatada dicha recuperación monetal.

La evolución seguida en los territorios malacitanos para el conjunto del Alto Imperio (cf. Gráfico 136) se corresponde con las observaciones realizadas por M.L. Sánchez León respecto al conjunto de la Hispania meridional, quien hace referencia al notable incremento de gasto producido con la llegada de los Antoninos en el conjunto de los territorios béticos. Este frenesí inversor, especialmente evidente en las ciudades, se verá pronto frenado, como veremos a continuación. A excepción de la ciudad de Italica y bastante matizado en Baelo Claudia570, el notable descenso producido en el conjunto de los territorios béticos del numerario de Marco Aurelio, y especialmente de Cómodo, respecto a periodos anteriores, puede ponerse en relación con dos aspectos argumentados en la historiografía para explicar la situación de la ciudad a finales del siglo II d.C. y

Aunque son escasos los testimonios que nos permiten asegurar una tendencia concreta, el entorno del Valle del Guadalquivir parece comportarse de manera diferenciada. Los hallazgos producidos muestran una evolución más 567

Sánchez León, 1978, 213. Cf. Gráfico 115 (p. 151). 569 Arce, 1988, 43. 568

570

162

Cf. Gráfico 115 (p. 151) y Gráfico 119 (p. 152) respectivamente.

Valle del Guadalquivir

Gráfico 134: Gráfico comparativo de la evolución del aprovisionamiento en Italica (Santiponce, Sevilla), Valle del Guadalquivir, la provincia de Málaga, Carteia (San Roque, Cádiz) y Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz).

Gráfico 135: Evolución del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz).

Gráfico 136: Evolución del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en la provincia de Málaga.

siglo III d.C. Por un lado, la idea de un proceso de empobrecimiento general que las élites ciudadanas béticas parecen sufrir en estos momentos, quedando concentrada la riqueza en las manos de unas cuantas familias enriquecidas con el desarrollo del sistema de explotación latifundista.571 Por otro, se alude al cambio de mentalidad que las élites parecen sufrir entonces, comienzan a sustituir la inversión en representación que hasta el momento realizaban en las ciudades, por un mayor interés en la inversión en otros sectores más productivos.572

con una menor rentabilidad de sus filones y un consecuente descenso de su productividad,573 o la paulatina sustitución del aceite bético en los mercados mediterráneos por el procedente del norte de África, que había comenzado a experimentar un notable desarrollo a partir del gobierno de Adriano.574 Junto a esto, M. Ponsich señala, al analizar la evolución de las factorías de salazón asentadas en el litoral andaluz, un mayoritario abandono a partir de finales del siglo II d.C., para cuya explicación se han aludido a diversas cuestiones.575 Ninguna de las causas esgrimidas pudo resultar determinante para la reducción en la llegada de moneda a esta área, pero quizás todas ellas coadyuvaron a la misma.

La vida en las ciudades sigue, pero ha de cambiar su orientación, dejando de ser un lugar de inversión y representación de un grupo dirigente que ya no puede, o quiere, asumir dicha iniciativa.

573

Al respecto, señalamos el análisis realizado por F. Chaves en relación a las monedas pertenecientes a los fondos de los Museos de Riotinto y del Museo Monográfico de Linares, y que se suponen procedentes de las cuencas mineras de Riotinto y Castulo, ambas en las estribaciones de Sierra Morena. En Castulo se aprecia un descenso en la llegada de moneda desde época republicana hasta el siglo II d.C., recuperándose entrado el siglo III en cierta medida. El siglo II d.C. mantiene el índice julio-claudio y flavio, pero rápidamente desciende, de manera realmente brusca, en el siglo III d.C. Dichos ejemplares no han sido incluidos en dicha investigación por la no certeza respecto al lugar de aparición (Chaves, 1987-1988, 617). 574 Acerca del descenso de la productividad de las minas, Sánchez León, 1978, 166; Curchin, 1991, 136. Acerca de la reducción del peso específico del aceite bético, Vidal Bardán, 1987-1988, 151; Arce, 1998, 359, Curchin, 1991, 131; Nony, 1998, 129, y sobre el incremento de la producción del aceite africano, junto a otros bienes de consumo, como la vajilla de mesa, Y. Zelener (2000, 223-235). 575 Ponsich, 1988, 234; Blázquez, 1996, 89-90.

Dicha explicación podría resultar satisfactoria para aclarar el retroceso de la presencia monetal en los núcleos urbanos existentes. Pero hemos visto como esta situación es igualmente constatada en el conjunto de los territorios malagueños. Podríamos traer a colación la transformación que los enclaves mineros del Sector Centro y Este de Sierra Morena parecen experimentar en estos momentos, 571

Sánchez León, 1978, 211-213. Abascal, Espinosa, 1989, 227-229, Pérez Centeno, 1990, 8. Apreciado también por Alföldy, 1998, 24-25, Alföldy, 2000, 460, en relación con la menor representación de las élites en las ciudades (cf. pp. 10-12). 572

163

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA ○ La intensa monetización del área malagueña. ¿Es un fenómeno extensible al conjunto de la Baetica?

tardía incorporación en el ámbito cultural romano junto a diversos puntos de la Sierra de Grazalema, que no se producirá hasta época flavia.577

Los hallazgos de la actual provincia de Málaga han sido los únicos que han sido sometidos a una sistemática recogida y publicación por parte de diversos autores, especialmente por B. Mora, obteniendo unos resultados sorprendentes por la abundancia y altísimo grado de dispersión de la moneda recogida. Ante este hecho, cabe preguntarse si sería este modelo aplicable a las restantes zonas del sur de la Baetica que comparten orientaciones económicas y comerciales similares a las propias de la antigua Malaca. La inexistencia de trabajos de recopilación de material numismático y la escasez de publicaciones hace que nos planteemos la duda de si esta riqueza se podría corresponder con el conjunto andaluz, una vez que hubiera sido sometido a estudios similares. De ser así, y como demuestra la alta dispersión de los ejemplares de Nerva y Trajano, la zona costera andaluza y los territorios colindantes se encontrarían ya desde comienzos del siglo II d.C. completamente integrados en el sistema de cambio basado en la moneda, por lo que la integración del fenómeno monetal sería prácticamente completa en el conjunto andaluz.

La escasa información relativa a las posiciones más interiores de este territorio, como puede ser el entorno de la Hoya de Guadix, la Hoya de Baza, o los valles altos de los ríos que recorren la geografía andaluza, no nos permiten realizar más que estas reflexiones acerca de la permeabilidad de la moneda en estos núcleos más alejados de los grandes centros urbanos y los ejes principales de comunicación. ○ La abundancia de sestercios en el conjunto de la Baetica Se ha podido ratificar como llamaba la atención la abundancia de sestercios entre el material analizado para el conjunto de la Baetica, constituyendo un 42% del conjunto de valores en bronce clasificados. Frente a éstos, el as representa un 38% y el dupondio, bastante numeroso, un 20%.578 Es curioso observar como localizamos diferencias respecto a la representatividad de los sestercios en cada uno de los territorios analizados. En la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla) los sestercios se presentan predominantes entre los gobiernos de Trajano y Adriano, cambiando la tendencia a partir de este último, cuando vuelve a hacerse patente la importancia del as en el conjunto del aprovisionamiento. Durante el gobierno de Trajano el sestercio se presenta más copioso, aunque la diferencia en la llegada de ambas denominaciones resulta nimia. La mayor afluencia de sestercios es constatada durante el gobierno de Adriano. Dicha entrada masiva de estas denominaciones de bronce puede explicarse debido a la necesidad de proveer a la ciudad de moneda para la transformación urbanística que venía siendo realizada, inversión que quizás pudo verse iniciada levemente bajo el gobierno de Trajano y que explicaría el inicio de esta tendencia.

Pese a carecer de la necesaria información numismática para realizar reflexiones de este tipo, se supone una alta presencia de ejemplares en los núcleos costeros y aquéllos situados en las vegas del Guadalquivir y sus fértiles tierras, así como una completa adopción del sistema de mercado en estas áreas, similar a lo que observamos en la zona malagueña. La tradición comercial, la temprana presencia monetal en el sur hispano, y la proliferación de cecas, son estímulos suficientes que nos inducen a pensar en el calado que la moneda en sí debió poseer a lo largo de todo el Alto Imperio. Al respecto, R. Thouvenot señala las áreas donde las villae se asentaron más profusamente, mostrando el usufructo y orientación comercial de los territorios con una alta presencia de estas explotaciones agropecuarias, que se suponen integradas en una economía en base a la moneda. La zona más densamente poblada es la Campiña de Córdoba, la segunda es la Vega de Granada, y, posteriormente, las costas de Huelva y Almería y el territorio comprendido entre el valle del Guadiana y el valle medio del Guadalquivir.576

Los restantes territorios béticos muestran una constante presencia y abundancia de sestercios entre los valores abastecidos, constituyendo en todos los casos más del 50% del numerario de bronce abastecido. Especialmente evidente es el caso del territorio malagueño, donde el sestercio constituye el 62% del numerario de bronce constatado, frente al 24% que representan los ases y el 14% de los dupondios. Dicho valor se mantendrá a lo largo de todo el periodo como aquél que más frecuentemente llega al área andaluza, superando al as desde el gobierno de Trajano y, especialmente, a partir de la llegada de las emisiones de Antonino Pío.

Aún así, podemos encontrar algunas áreas en las que estos instrumentos de cambio puedan resultar algo relativamente novedoso. Nos referimos a las zonas montañosas que, por dificultades orográficas especialmente y por las características de los suelos, no han sido tan interesantes para el establecimiento de núcleos poblacionales de cierta entidad. Un ejemplo de esta afirmación la encontramos en el valle alto del río Guadalete. El estudio del poblamiento romano en el mismo, realizado por A. Fornell, pone de manifiesto su

En cambio, las ciudades sobre las que poseemos información numismática concreta nos proporcionan 577

Fornell, 2004, 109. La información aparece desglosada en las páginas 156-159 y en los gráficos en ellas recogidos (Gráficos 121-130). 578

576

Thouvenot, 1973, 364.

164

Valle del Guadalquivir mayoritariamente moneda de menor valor. Éste es el caso de Italica (Santiponce, Sevilla) a partir del descenso en la llegada de sestercios tras el gobierno de Adriano, cuando el as vuelve a ser el valor predominante, e, igualmente, el caso de Carteia (San Roque, Cádiz), donde el 42% de los ejemplares documentados se corresponden con ases. Es difícil poder atribuir una causa concreta a este comportamiento, pero quizás la explicación se encuentre en la presencia de ciudades y los pequeños intercambios comerciales que en ellas eran realizados de manera habitual. El uso cotidiano de moneda entre los ciudadanos provoca que la necesidad de pequeñas denominaciones para abastecer al pequeño mercado y al intercambio de productos cotidianos sea constante. En los entornos rurales andaluces, donde las villae se encuentran plenamente extendidas y desarrolladas, quizás no precisen de este pequeño circulante, ya que se trata mayoritariamente de grandes explotaciones basadas en la compra-venta de productos en grandes cantidades. Los pequeños intercambios podían producirse en el entorno de las ciudades y no en estas grandes explotaciones, donde los pequeños pagos quizás no tuvieran lugar. Con el avance de la investigación al respecto podremos concretar o validar dichas hipótesis de trabajo.

encontramos ante un monedero o un verdadero tesorillo, no nos permite extraer demasiadas conclusiones al respecto. Sería interesante para poder completar el cuadro de esta manera descrito, conocer los valores predominantes en contextos arqueológicos de una villa del conjunto andaluz, donde nos fuera posible comparar con grado de igualdad las denominaciones halladas en sendos contextos, urbano y rural. ○ La escasa incidencia de la “moneda residual” Pese a que son verdaderamente escasos los contextos datados en algún momento de la segunda centuria, nos percatamos de la escasa presencia de emisiones con una antigüedad destacada que los ejemplos constatados poseen. Al respecto, únicamente cabe citar los hallazgos acaecidos en los contextos datados entre mediados del siglo II d.C. y principios del siglo III d.C. en la Casa del Planetario de Italica (Santiponce, Sevilla), y el depósito monetal hallado en Río Verde (Marbella, Málaga), con las particularidades que éste conlleva. En el primer caso, la moneda correspondiente al siglo I d.C. representa un 28% del conjunto, y la preaugustea se limita a un 7% de la muestra, mientras que la moneda del siglo II suma un 64%, destacando principalmente entre ésta las acuñadas por Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. El índice de residualidad del conjunto de Río Verde (Marbella, Málaga) es todavía menor, limitándose a un 18% de moneda acuñada durante el siglo I d.C.

Son escasos los contextos arqueológicos que nos permiten completar estas observaciones. Poseemos al respecto el material numismático aparecido en la Casa del Planetario de Italica (Santiponce, Sevilla) y el depósito hallado en Río Verde (Marbella). El conjunto hallado en Italica nos muestra la importancia del as entre las denominaciones documentadas, constituyendo un 51% del total de las denominaciones documentadas. En estos contextos, que pueden datarse de mediados del siglo II d.C y comienzos del siglo III d.C., observamos como todavía los divisores están presentes entre la moneda circulante, representando entre semises y cuadrantes un 5% del material analizado. Frente a éstos, los sestercios constituyen un 25% y los dupondios un 17%. Una visión totalmente diferente conjunto de Río Verde (Marbella, sestercios constituyen un 92% documentados. Pero, la dificultad

la proporciona el Málaga), donde los de los materiales de precisar si nos

Gráfico 137: Valores hallados en contextos de la segunda mitad del siglo II d.C. e inicios del siglo III d.C. en la Casa del Planetario (Italica, Santiponce, Sevilla) y en el depósito monetal de la villa de Río Verde (Marbella, Málaga).

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CAPÍTULO 7 LA FACHADA ATLÁNTICA

Los límites establecidos para el análisis de esta área atienden a criterios puramente geográficos, definidos principalmente por una serie de sierras y sistemas montañosos que delimitan la zona costera atlántica y los grandes valles de los importantes ríos que jalonan el territorio lusitano, penetrando hacia el interior hispano. De Norte a Sur, el límite oriental lo constituyen las sierras gallegas de Lorenzana, O Caurel y Ancares, los Montes de León, la sierra de la Culebra, y, en zona portuguesa, la sierra de Mogadouro, junto al propio cauce del río Duero. Continuando hacia el sur, el cauce del río Agueda y las estribaciones del Sistema Central, con las sierras de Malcata, las Hurdes, Peña de Francia, Vera y Gredos. Pese a la profundidad de los valles de los ríos Tajo y Guadiana, que se adentran en la Submeseta Sur hispana, hemos decidido poner fin a lo que hemos considerado como Fachada Atlántica en el punto donde las sierras meridionales del Sistema Central y las estribaciones septentrionales de los Montes de Toledo se aproximan, que coinciden aproximadamente con los actuales límites entre las provincias de Cáceres y Toledo, para el caso del Valle del Tajo, y las provincias de Badajoz y Ciudad Real para el Valle del Guadiana, coincidiendo con las elevaciones del reborde Oeste de la Meseta Central y la línea trazada entre las sierras de Guadalupe y Alcudia. A partir de este momento, las líneas montañosas que conforman Sierra Morena serán el límite sureste del territorio descrito, junto al curso alto del río Guadiana, a partir de la sierra de Adiça, hasta su desembocadura. Por lo tanto, podemos incluir dentro del análisis del territorio analizado las actuales provincias de Galicia, la zona occidental de León, correspondiente con la comarca del Bierzo, y el conjunto de Extremadura, además de todo el territorio portugués. Remitiéndonos a las divisiones administrativas de época de Augusto, y que encontramos vigentes en el siglo II d.C., se engloba en el estudio el conjunto de la antigua provincia Lusitania, a la que habría que incluir las tierras noroccidentales de la provincia Baetica (aquéllas que se extienden entre Sierra Morena y la cuenca del Guadiana) y el conventus Bracaraugustanus, Lucensis y la parte occidental del conventus Asturum. Debido a su extensión hemos visto necesaria la realización de una segunda compartimentación. Se nos ofrecía una disyuntiva a la hora de determinar el límite más propicio para afrontar este análisis, ya que tanto el río Tajo, que separa el montañoso territorio del norte de las extensas y fértiles llanuras del sur, como el río Duero, tradicional demarcación administrativa que señalaba el límite septentrional de la antigua Lusitania, al norte del cual se desarrollan las alturas del Macizo Galaico, se

mostraban dignas de ser tenidas en cuenta. Finalmente, hemos decidido optar por la segunda opción expuesta, estableciendo como divisoria el cauce del río Duero, como ya hicimos al analizar la Meseta Norte. La elección final de dicho elemento se basa en la diferente intensidad en el análisis del fenómeno monetario al que han sido sometidos ambos territorios, que nos obliga igualmente a establecer una diferenciación en el análisis cuantitativo de los datos. En relación a sendas demarcaciones, los trabajos de R.M.S. Centeno, N. Santos Yanguas, M. Cavada Nieto, M. Villanueva Acuña y S. Ferrer Sierra cubren en buena parte todo el Noroeste hispano.579 En cambio, el extenso territorio al sur del Duero presenta un notable vacío numismático cubierto por los trabajos realizados por J. da Silva Ruivo para la Estremadura portuguesa, A.M.S.P. Silva en la zona litoral de Entre Doura e Vouga, y C. Blázquez, en lo referente al entorno de la vía de la Plata.580 Resumiendo brevemente algunos datos históricos, hemos de señalar la azarosa integración de esta área en la administración romana. Tanto las tierras lusitanas como las galaicas, necesitaron de sucesivas expediciones para ser controladas. Tras las Guerras Lusitanas (147-139 a.C.), Roma consigue avanzar por territorio lusitano hasta los márgenes del Duero. A partir de entonces, se sucederán las campañas en el intento de controlar el área galaica hasta que Bruto, entre los años 139-136 a.C., consigue penetrar hacia el Noroeste llegando hasta el cauce del Miño. Para confirmar la hegemonía romana, tras diferentes manifestaciones de insumisión al poder romano de estos pueblos, César emprenderá una nueva campaña contra los mismos entre los años 61-60 a.C., avanzando por el litoral atlántico hasta la antigua Brigantium (Betanzos, La Coruña). Pero, finalmente, será Augusto quien emprenda la misión de conquistar y anexionar a Roma, de manera definitiva, los territorios situados al norte del Miño, incluyendo el área astur y cántabra en la empresa. Esta última incursión del ejército romano es denominada por la historiografía como Guerras Cántabras y se extenderá entre los años 29-19 a.C., pero se centrará especialmente en territorio cántabro, fuera del ámbito de estudio de este capítulo. Para poder llevar a cabo la consolidación definitiva del poder romano en la península, aparte de las colonias, recibirán asentamientos de veteranos muchos lugares de 579

Centeno, 1987; Santos Yanguas (N.), 1994, 91-114; Cavada, 1973, 753-762; Cavada, 1990, 209-249; Cavada, 2005, 41-70; Cavada, Villanueva, 2005, 597-623; Ferrer, 1993, 238-288. 580 Silva Ruivo, 1993-1997, 7-177; Silva, 1993-1997, 205-230; Blázquez Cerrato, 2002.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 77: Mapa geográfico del área denominada como Fachada Atlántica.

Lusitania, según A. García y Bellido, situándose los licenciados del ejército en, o junto a, lugares posiblemente conflictivos. Asentamientos de soldados en Lusitania se constatan en Tyde (Tui, Pontevedra), Ebora (Évora, Évora), Castra Gemina (Torre Alhaquime, Cádiz), Castra Vinaria (Casarabonela, Málaga), Scalabis (Santarém, Santarém), Olisipo (Lisboa, Lisboa) y Norba Caesarina (Cáceres, Cáceres). Tales colonos, según declara la lex Ursonensis, debían estar siempre prestos a empuñar las armas en defensa de los intereses de Roma.

Respecto a la riqueza propia de este territorio, es de destacar la importancia con la que la industria pesquera pudo contar en las costas portuguesas, especialmente en el litoral que se extiende al sur de Olisipo (Lisboa). Igualmente, la minería se muestra como una de las actividades más destacadas en el área, especialmente en territorio galaico. La riqueza aurífera y metalífera del Noroeste peninsular queda patente en la zona arqueológica de Las Médulas, en la comarca de El Bierzo (León), un destacable ejemplo de la importancia que la explotación de los recursos del Noroeste hispano cobraría

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Fachada Atlántica. Zona Norte en época romana. Además de ésta, existen otras áreas en el Noroeste cuya riqueza aurífera centraría la atención de Roma: la zona norte de Portugal, el eje Miño-Sil, y las dos vertientes de la cordillera astur-cántabra. El territorio lusitano presenta otras áreas de importante presencia minera; el cobre aparece en el sur del Bajo Alentejo, continuación de la zona minera de la Bética; los yacimientos de oro se encuentran en los aluviones del Tajo y afluentes centrales; el estaño, menos abundante, se corresponde con parte de las estribaciones del Sistema Central.

urbanos de Norba Caesarina (Cáceres, Cáceres), Capera (Oliva de Plasencia, Cáceres), convertida en municipio en los años 74-75 d.C., o Turgallium (Trujillo, Cáceres).583 1. LOS TERRITORIOS AL NORTE DEL DUERO DE LA FACHADA ATLÁNTICA . EL EXTREMO NOROCCIDENTAL PENINSULAR

Brevemente, han podido ser analizados los aspectos principales que caracterizan a esta área, definiéndose como un medio eminentemente rural, donde el fenómeno urbano se halla limitado a los núcleos de Lucus Augusti (Lugo), Bracara Augusta (Braga) y Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real).

En cuanto a la explotación agrícola, será en la depresión de los ríos Tajo-Sado y en las llanuras aluviales del Guadiana, junto a los pequeños valles litorales del Algarve y algunos valles fluviales del interior, donde nos vamos a encontrar prácticamente en exclusiva las villae lusitano-romanas. Éstas, parecen centrarse en la explotación de la triada mediterránea, entre otros productos que debieron tener menos importancia global. El resto del territorio occidental peninsular se muestra más apto para la ganadería, debido principalmente a la orografía del terreno.581

Lucus Augusti fue fundada por Augusto, aunque sus orígenes como campamento militar durante las Guerras Cántabras que A. Schulten le atribuía, parece no verse fundamentado en la actualidad.584 Su perfecta ubicación, como mansio de las vías XIX y XX del Itinerario Antonino, le otorga una gran importancia como nudo de comunicaciones entre las tierras interiores y el área litoral septentrional. Bracara Augusta fue fundada por Augusto entre los años 16-15 a.C. y 4-1 d.C. Escasas noticias poseemos acerca de la evolución de este núcleo urbano, convertido en sede del conventus Bracarensis. Aquae Flaviae fue fundada por Vespasiano en el último tercio del siglo I d.C., alcanzando pronto un fuerte desarrollo minero, agrícola y termal, convirtiéndose en un importante centro de referencia, en especial por su ubicación en la vía XVII del Itinerario Antonino, que enlaza las ciudades de Bracara Augusta y Asturica Augusta.

La aptitud para el desarrollo de las actividades agrícolas y la mayor explotación económica que caracteriza a las tierras al sur del Tajo, trae consigo una mayor ocupación del suelo, desarrollándose una serie de colonias y municipios que en esta área son relativamente abundantes. En las tierras al norte de la depresión del Tajo, en cambio, no aparece reflejado este intento de municipalización y romanización. La urbanización en esta área es realmente escasa, limitándose a los núcleos de Bracara Augusta (Braga) y Conimbriga (Coimbra), en territorio portugués, y Lucus Augusti (Lugo) y Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) en territorio gallego. A. Tranoy no atribuye esta escasez en el desarrollo urbano del área a un desinterés por parte de Roma, sino a la importancia que el mundo rural poseía en este ámbito, con una organización social indígena que no haría necesaria en estos momentos una nueva organización territorial mediante la fundación de ciudades.582 Así, los nuevos núcleos urbanos creados en el área noroccidental peninsular, parecen configurarse más como centros comerciales y de intercambio entre las diferentes comunidades rurales de los territorios circundantes, que como centros organizadores y administrativos. Esta última función parece estar asociada a la ciudad de Asturica Augusta (Astorga, León), que, a ojos de A. Tranoy, se erige como centro administrativo y financiero del conjunto del Noroeste peninsular. De la misma manera, las tierras orientales de la Lusitania, mantienen prácticamente durante todo el Alto Imperio su carácter eminentemente rural, donde las ciudades no llegaron a alcanzar el grado de desarrollo del litoral occidental de la península. Según afirma M. Salinas, la gran mayoría de la población de esta área vivía al margen de la organización ciudadana existente en los núcleos 581 582

Figura 78: Mapa geográfico de la zona Norte de la Fachada Atlántica.

583

Francisco Martín, 1989, 344. Tranoy, 1981, 451.

584

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Salinas, 1990, 263. Tranoy, 1981, 196-199.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Además de la fundación de estos centros urbanos, será de gran importancia la política viaria seguida por los emperadores julio-claudios, flavios y por Nerva, Trajano y Adriano para la integración del área en el conjunto peninsular. Bajo Augusto y los Julio-claudios, la creación del entramado viario respondía, principalmente, a las necesidades marcadas por la situación militar, con la reciente conquista y anexión de estos territorios al conjunto de Hispania. Será entonces cuando se lleven a cabo las vías que unen las recientes fundaciones de Bracara Augusta y Asturica Augusta, a través de Tyde (Tui, Pontevedra) y Lucus Augusti, y, una segunda vía, a través de Chaves. Durante época flavia, se desarrollará la denominada via nova, correspondiente con la vía XVIII del Itinerario Antonino, que enlazaba Bracara Augusta (Braga) con Asturica Augusta (Astorga, León). A lo largo de toda la siguiente centuria, dichas vías serán constantemente remodeladas con la intención de mantener activas las rutas existentes.585

ochenta y un ases, frente a veintidós sestercios, diez dupondios y diez denarios. Teniendo en cuenta los datos que el siglo II aporta en este sentido,587 el valor predominante a lo largo del siglo I d.C. en la ciudad de Lugo sería el as, obteniendo el sestercio una escasísima representación entre el numerario circulante, meramente testimonial. Un estudio individualizado de la situación monetaria de la ciudad de Bracara Augusta durante el periodo julioclaudio nos lo ofrece M.M. Zabaleta,588 que puede ponerse en conjunción con las observaciones realizadas por M.I. Vila a partir, principalmente, del monetario documentado por R.M.S. Centeno.589 Para la ciudad de Bracara Augusta, M.M. Zabaleta contabiliza un total de setenta y dos ejemplares acuñados durante la República y la época julio-claudia, debiendo corresponderse mayoritariamente con las segundas emisiones señaladas. Las monedas pertenecientes a las series ibéricas y republicanas debieron pertenecer a una circulación residual, que habrían llegado a la ciudad tras la fundación de la misma en época de Augusto, a manos de las tropas que llegaron al área. Acerca de los valores hallados, los datos son escuetos, limitándose a la afirmación de que se trata mayoritariamente de ases y sestercios.590 Pese a que la cifra con la que cuenta M.I. Vila se ve en parte reducida, ésta se limita al análisis de los ejemplares julioclaudios y flavios hallados en la ciudad, contabilizándose en total cincuenta y un ejemplares, que se corresponden con un índice de aprovisionamiento de 0,41 m/a. El periodo mejor representado coincide con las emisiones de Claudio I, y, tras éste, los gobiernos de Augusto y Tiberio, junto a Vespasiano y Tito (cf. Gráfico 139).

Introducción. El siglo I d.C. Realmente poseemos escasos datos acerca de la evolución monetaria de los núcleos noroccidentales de la península a lo largo del Alto Imperio. Acerca de la ciudad de Lugo, S. Ferrer aporta algunos datos de interés.586 Las monedas julio-claudias representan el momento de máximo aprovisionamiento del Alto Imperio. El inicio de la circulación monetaria en dicha ciudad se iniciaría precisamente en este momento, tras la fundación de la ciudad en tiempos de Augusto. Quizás la presencia de moneda en el área pueda relacionarse igualmente con el desarrollo de las Guerras Cántabras y la presencia militar en el entorno de la ciudad. Al respecto, las emisiones republicanas aparecen muy escasamente representadas, pudiendo además tratarse de elementos traídos con la llegada de las tropas o la fundación de la ciudad en momentos posteriores a su acuñación, ya que, como hemos señalado, la circulación monetaria en momentos previos a la conquista romana parece inexistente.

Entre las monedas registradas, se aprecia la importancia que posee el as, constituyendo el 86% de los valores conocidos. Frente a éste, no ha sido documentado ningún sestercio, y los dupondios se muestran igualmente escasos, en torno al 4%. Los denarios parecen ser las denominaciones múltiplos del as que mayor protagonismo han alcanzado dentro de la muestra, constituyendo un 9% del total de valores conocidos.

La moneda julio-claudia posee una representación de ciento setenta y ocho ejemplares, un índice de 1,44 m/a, que supone un 77,05% de la moneda hallada en la ciudad de Lugo de época altoimperial. Entre éstas, las monedas emitidas en tiempos de Augusto y las imitaciones de Claudio I son las grandes protagonistas del periodo. Tras éstos, se observa un descenso notable en las aportaciones de moneda a la ciudad, que no recuperará cierta estabilidad hasta la llegada de las emisiones de Trajano y Adriano.

Gráfico 138: Valores emitidos durante el siglo I d.C. hallados en Bracara Augusta (Braga) (a partir de los datos de Vila, 2005, 26-27).

Alguna información más sobre la evolución de los núcleos urbanos del extremo noroccidental peninsular nos la aportan Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) y la actual Bragança (Bragança). Los hallazgos no se presentan numerosos en exceso, ya que se limitan a dieciséis ejemplares para el núcleo de Aquae Flaviae y a los siete

Respecto a los valores que más frecuentemente aparecen, la dificultad de la estimación estriba en la no diferenciación de los valores entre periodos cronológicos, por lo que el cálculo mostrado se corresponde para todo el periodo altoimperial. Se contabilizan un total de ciento

587

Cf. pp. 175-178. Zabaleta, 2000, 395-399. Vila, 2005, 17-82. 590 Zabaleta, 2000, 398. 588

585 586

589

Tranoy, 1981, 220. Ferrer, 1993, 285.

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Fachada Atlántica. Zona Norte

Gráfico 139: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento en la antigua Bracara Augusta (Braga) (Vila, 2005, 26-27).

Gráfico 140: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento en la antigua Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) y la actual Bragança (Bragança) (Vila, 2005, 36-37 y 40).

hallados en Bragança. Aún así, podemos destacar la escasez de numerario flavio hallado en Aquae Flaviae, pese a la cronología de su fundación, en tiempos de Vespasiano, y la mayor concentración de hallazgos en los gobiernos de Tiberio y Claudio. La ciudad de Bragança concentra sus escasos siete ejemplares entre los gobiernos de Tiberio y Calígula, principalmente, y Tito (cf. Gráfico 140).

conjunto de hallazgos, hemos de destacar la importancia de la documentación numismática de los núcleos urbanos de Lucus Augusti (Lugo) y Bracara Augusta (Braga), donde se contabilizan un total de cuarenta y treinta y seis ejemplares respectivamente, que representan un 18% y 16% de la muestra recogida. La representatividad de ambos núcleos, tanto por el material numismático hallado como por su importancia en el área noroccidental peninsular, al constituir los principales núcleos urbanos del entorno, nos obligan a realizar reflexiones individualizadas para ambos.

Respecto a los valores, es de destacar la importancia que los denarios poseen en la muestra, resultando el 50% de los ejemplares hallados en Bragança y el 13% de los propios de Aquae Flaviae. Los ases siguen siendo los protagonistas entre las denominaciones de bronce que llegan a la ciudad, constituyendo en ambos casos un índice cercano al 50%. La presencia de sestercios se muestra todavía nula, y los dupondios aparecen representados tan sólo en la antigua Aquae Flaviae, constituyendo el 27% de los valores documentados. Los divisores del as apenas poseen representación, limitándose a un cuadrante de Claudio hallado en Aquae Flaviae.

Aprovisionamiento En los núcleos de Lugo y Braga los gobiernos de Trajano y Adriano, respectivamente, constituyen los momentos álgidos en el aprovisionamiento monetal de la centuria. En dichos centros la presencia de numerario de Nerva es bastante reducida, limitándose a un ejemplar (que simboliza un índice de 0,5 m/a). A partir de sendos emperadores, Trajano y Adriano, la llegada de moneda al área comienza a ser más débil, especialmente a partir de Marco Aurelio, en el caso de Lugo, y de Cómodo, según se observa en Braga (cf. Gráficos 142-143). Frente a dichos centros, la tendencia general observada en su entorno muestra una mayor presencia monetal a lo largo del gobierno de Nerva, documentándose un aprovisionamiento de 4,5 m/a. La moneda abastecida durante los gobiernos de Trajano y Adriano no alcanza estos altos índices, aunque todavía obtienen una adecuada

Gráfico 141: Valores emitidos durante el siglo I d.C. hallados en Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) y Bragança (Vila, 2005, 70-74).

El siglo II d.C. Para el análisis del conjunto del área noroccidental de Hispania contamos con un total de doscientos veinticuatro ejemplares, que representan un índice general de aprovisionamiento de 2,33 m/a.591 Dentro del

2000, 143-170; Gómez Santa Cruz, 1993; Gorges, 1979; Mañanes, 1976, 111-115; Martínez Mira, 1995-1996, 119-180; Mateu y Llopis, 1942, 215-224; Mateu y Llopis, 1947-8, 55-95; Mateu y Llopis, 1951, 203-255; Mateu y Llopis, 1952, 225-264; Mateu y Llopis, 1975, 235271; Rodríguez Colmenero, 1977; Rollán, 1971, 175-211; Silva Ruivo, 1993-1997, 7-177; TIR, K-29 (Madrid, 1991); Vila, 2005, 17-82. El trabajo de S. Ferrer Sierra amplía la información obtenida para la ciudad de Lugo (Ferrer, 2006a, 68-77 y 2006b, 78-90). Especialmente interesantes son las páginas dedicadas al análisis de la estratigrafía donde han aparecido monedas (Carreño, 2006, 61-67), aunque la ambigüedad de los contextos no nos permite realizar observaciones al respecto.

591

Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio de la zona norte de la Fachada Atlántica proceden de la bibliografía siguiente: Alarção, 1988; Blázquez Cerrato, 2002; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137176; Cavada, 1973, 753-762; Cavada, 1990, 209-249; Cavada, 2005, 41-70; Cavada, Rodríguez, Varela, 1998, 51-106; Cavada, Villanueva, 2005, 597-623; Centeno, 1987; Ferrer, 1993, 283-288; Franco Maside,

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico142: Evolución en el aprovisionamiento de moneda a lo largo del siglo II d.C. en Lucus Augusti (Lugo).

Gráfico 143: Evolución del aprovisionamiento monetario durante el siglo II d.C. en la antigua Bracara Augusta (Braga).

Gráfico 144: Evolución del aprovisionamiento en los núcleos no urbanos del Noroeste peninsular durante el siglo II d.C. (no teniendo en cuenta los hallazgos monetales documentados en Lugo y Braga).

Tabla 62: Número de hallazgos y evolución en el aprovisionamiento de diferentes áreas territoriales dentro del conjunto de la zona Norte de la Fachada Atlántica. En negrita aparecen destacados los índices monetales más elevados para cada área territorial.

representación, iniciándose a partir de entonces un paulatino descenso en la llegada de moneda a estos puntos (cf. Gráfico 144).

Una evolución divergente nos la muestra el Valle del Duero. Las monedas que llegan a los núcleos de la ribera del Duero se corresponden, mayoritariamente, con ejemplares de Antonino Pío y Marco Aurelio, obteniendo incluso el numerario de Cómodo una adecuada representación. Aún así, la abundancia de la moneda de Nerva y la adecuada representación de la de Trajano y Adriano nos invita a pensar en un flujo bastante constante en la zona, pero que se ve ligeramente incrementado a lo largo de la segunda mitad del siglo II d.C. Dicha tendencia se puede observar, aunque con mayor afluencia de moneda durante el gobierno de Adriano, en el entorno de Bragança y los núcleos situados en conexión con el valle alto del Sabôr, aunque, en este caso, son escasos los testimonios que poseemos para defender dicha observación con rotundidad.

Pero, dentro de esta tendencia general, podemos individualizar ciertas áreas que, por la mayor concentración de hallazgos, pueden ser analizadas de manera independiente. Los núcleos que circundan Braga amplían la información obtenida para la ciudad, observando como las emisiones de Trajano y Adriano son las protagonistas del periodo. Si observamos los hallazgos producidos a lo largo de la vía XIX del Itinerario Antonino, en el tramo que discurre por el litoral gallego, podemos observar como se produce una mayor afluencia de numerario durante los gobiernos de Nerva, Trajano y Adriano, disminuyendo considerablemente las emisiones recibidas a partir de la llegada de moneda de Antonino Pío. La misma situación es observada en el entorno de la vías que recorren el interior gallego para enlazar Lucus Augusti (Lugo) con los núcleos de Aquae Flavie (Chaves, Vila Real) y Bracara Augusta (Braga), aunque, en estos casos, la moneda de Nerva no ha sido constatada.

Por lo tanto, podemos establecer las siguientes conclusiones al respecto. Los centros urbanos las emisiones de Nerva no alcanzan el protagonismo que parecen haber adquirido en los núcleos rurales, especialmente en el entorno de la vía XIX del Itinerario Antonino, siendo, en general, los gobiernos de Trajano y Adriano los mejor representados monetariamente. La

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Fachada Atlántica. Zona Norte línea descendente marcada en el aprovisionamiento monetario desde los primeros años de la segunda centuria, observable para el conjunto del territorio, es así matizada por sendos núcleos, Lugo y Braga, y por los territorios vinculados a los mismos a través de diversas vías de comunicación. Pero, cuando sí se observa un descenso generalizado, es a partir del gobierno de Adriano. El gobierno de Antonino Pío marca en general un descenso bastante notable de moneda, al igual que la representación de la moneda de Marco Aurelio. Esta tendencia será culminada por la escasísima representación que los ejemplares de Cómodo obtienen en las gráficas. En las ciudades de Lugo y Braga no supera el 0,08 m/a, y en los restantes núcleos del área señalada rondan las 0,5 m/a, simbolizando en ambas ocasiones los aportes más bajos de la centuria. Una excepción a esta última tendencia es la evolución observada en la ribera del Duero, donde en la segunda mitad del siglo II d.C. se verá recuperado el monetario del entorno.

La vía de comunicación que enlaza la comarca del Bierzo con Lucus Augusti no ha proporcionado ningún ejemplar, en cambio, en el propio centro urbano se han contabilizado un total de cuarenta ejemplares, por lo que la llegada de moneda a este lugar queda patente. La presencia monetal en las zonas aledañas a Lugo es bastante débil, y aparece más relacionada con el área costera atlántica que con su propio entorno. Independientemente de los hallazgos producidos en la capital del Conventus Lucensis, tan sólo el castro de Viladonga (Castro de Rei), en el valle alto del Miño, aporta algún indicio más que complete el panorama numismático en la actual provincia de Lugo, con tres ejemplares emitidos entre Trajano y Antonino Pío. En dicho castro parece constatarse un nivel de ocupación principal entre los siglos III y V d.C.,592 aunque la presencia de monedas del siglo I y II nos permite pensar en la existencia de cierta actividad durante el propio Alto Imperio. En el mismo litoral, los hallazgos de Vilarnovo (Ortigueira) y Carballo de monedas de Nerva y Antonino Pío, respectivamente, y los hallados en la ribera del río Tambre, en las localidades de Cidadela (Sobrado dos Monxes), Moar (Frades), Gonzar (O Pino) y Ames, son los únicos indicios numismáticos apreciados en la actual provincia de La Coruña, que completan el mapa de dispersión de numerario de los territorios al norte de Lucus Augusti. La presencia de ejemplares en el mismo valle del río Tambre puede deberse a la existencia de un asentamiento militar en Cidadela (Sobrado dos Monxes, La Coruña), constituido como campamento de la cohors I Celtiberorum, que parece datar de principios del siglo II hasta mediados del siglo IV d.C.,593 sirviendo el valle de dicho río como perfecta vía de comunicación que enlazara el enclave militar con la costa atlántica, y permitiera así mismo las relaciones entre los núcleos situados en sus riberas.

Dispersión de los hallazgos Las observaciones realizadas pueden ser matizadas con el análisis de la dispersión de la moneda en la zona Norte de la Fachada Atlántica, ya que la visualización de los lugares de hallazgo de cada una de las emisiones puede clarificarnos la dirección de los flujos de la moneda de cada uno de los emperadores. Para la descripción de los lugares de aparición de los ejemplares analizados comenzaremos el análisis por la zona oriental, avanzando hacia Occidente a través de las vías y valles que jalonan el territorio, y desde las áreas más septentrionales, para luego acercarnos a la misma ribera del Duero, límite de esta primera parte del trabajo. Iniciaremos pues nuestro análisis en el área leonesa del Bierzo, incluida en esta área por las condiciones geográficas generadas por la presencia de los Montes de León, que limitan la comunicación con la Meseta, y la presencia del valle del Sil, que propicia una apertura hacia las tierras gallegas. Por ello, la vinculación de los núcleos del Bierzo con el territorio galaico nos parece más acertada.

A partir de la cuenca del río Tambre, la presencia monetal parece intensificarse, especialmente en los enclaves situados a lo largo de la vía que recorre la costa atlántica hacia Bracara Augusta, correspondiente a la vía XIX del Itinierario Antonino. De manera similar, la vía que enlaza las ciudades de Lucus Augusti y Bracara Augusta por el interior gallego, siguiendo desde Bracara Augusta el valle del río Homen y atravesando la actual Ourense bordeando las sierras orientales del Macizo Galaico, es bastante prolífica, sobre todo a partir de Ourense y de la localidad de Santomé (Orense).

La comarca del Bierzo está atravesada por las vías que, a través del puerto del Manzanal y, posiblemente, de las localidades de Foncebadón (León) una, y a través de los valles del Tuerto y del Tremor otra, llegan desde Asturica Augusta (Astorga, León) y se dirigen hacia la costa Atlántica. En el entorno de las mismas, antes de que se produzca su bifurcación para tomar dirección hacia Lucus Augusti o Bracara Augusta, encontramos monedas de Nerva y Trajano en Villafranca del Bierzo (León) y Lago Carucedo (León), respectivamente. No muy distante, siguiendo el cauce del río Sil, y la vía que desciende hacia Bracara Augusta, las monedas de Antonino Pío y Marco Aurelio halladas completan los hallazgos monetales del entorno.

Siguiendo por la vía del interior, es constatado un ejemplar emitido por Marco Aurelio en el tramo que discurre entre las actuales Lugo y Ourense. Fue hallado en las excavaciones realizadas en 1972 en una villa en la localidad de Rodeiro (Pontevedra). A partir del punto señalado, se suceden los hallazgos. Conectados con la vía Lucus Augusti-Bracara Augusta a través de la vía natural que conformaría el propio río Miño, San Paio de Ventosela (Ribadavia, Orense) y Cenlle (Orense), se documentan un total de tres ejemplares, emitidos por 592 593

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TIR, K-29 (Madrid, 1991), s.v. Viladonga, Castro de, 107. TIR K-29 (Madrid. 1991), s.v. Cidadela, 44-45.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 79: Dispersión de los ejemplares emitidos a lo largo del siglo II d.C. hallados en la zona Norte de la Fachada Atlántica. Los tesoros cuya ocultación ha tenido lugar en el siglo II d.C. aparecen señalados con una bolsita negra.

Trajano y Adriano. Los hallazgos de Santomé (Orense), Castromao (Celanova, Orense, identificado con la antigua Coeliobriga), Bande, correspondiente a la mansio de Aquae Quarquernae (Bande, Orense) y Baños de Riocaldo, Aquae Oreginae (Riocaldo, Lobios, Orense), donde se ubica un campamento de época flavia de una unidad militar desconocida,594 ilustran el movimiento de esta vía. De las localidades de Montederramo (Orense), Verín (Orense) y Chaves (Vila Real) proceden los hallazgos realizados en el ramal que une la vía anterior con la procedente de Petavonium (Rosinos de Vidriales, Zamora) dirección a Bracara Augusta (Braga), a través del valle del Támega. A lo largo de esta segunda vía (Petavonium-Bracara Augusta), que discurre ya por territorio portugués, poseemos los testimonios de los núcleos de Baçal (Bragança), Bragança, Paço (Vinhais, Bragança) y Pinho (Boticas, Vila Real). Los ejemplares 594

hallados en Ganade (Xinzo de Limia, Orense) y Montalegre (Vila Real) no aparecen tan directamente vinculados a las vías citadas, debido a su situación algo más al interior, en el entorno de la sierra de Gêres. Respecto a las vías que se desarrollan paralelas a la costa, los hallazgos son sucesivos. Poseemos testimonios de presencia monetal en los municipios pontevedreses de Pontecesures, Cuntis, Caldas de Reis, San Cristóbal, Vilagarcía de Arousa, Bora, Sanxenxo, Marín, Vigo, Ponteareas y La Guardia, y en los enclaves portugueses del distrito de Viana do Castelo, como son Valença, Vilarelho (Caminha), Santa María Maior (Viana do Castelo), en la propia Viana do Castelo, y en Semelhe (Braga) en el distrito de Braga. A este eje viario corresponden también los tesorillos hallados en Montes de Albar (San Mateo de Oliveira, Ponteareas, Pontevedra), Salvatierra de Miño (Ponteareas,

TIR K-29 (Madrid. 1991) s.v. Aqvae Qvarquernae, 23.

174

Fachada Atlántica. Zona Norte Pontevedra) y Meixedo (Viana do Castelo), cuya ocultación tuvo lugar a lo largo del siglo II d.C.

Duero y el Miño y la costa occidental del país, que se muestra coincidente con la dispersión de las emisiones del siglo II d.C.596

La ciudad de Bracara Augusta (Braga) aporta al conjunto un total de treinta y seis ejemplares, que se complementan con los aparecidos en su entorno más inmediato. Además de los dos ejemplares hallados en Semelhe (Braga), han sido constatados un total de dieciséis en Guimarães, Mascotelos, Santo Tirso de Prazins, Fafe y Falperra (Nogueira), en el distrito de Braga, y, algo más al sur, dos ejemplares en Vila do Conde y Alvarelhos (Trofa), en el distrito de Oporto.

Si analizamos la evolución en la dispersión de las emisiones de cada uno de los emperadores del periodo analizado, podremos observar alguna variación (cf. Figuras 80-85). Las monedas emitidas por Nerva se ciñen a los hallazgos realizados en los núcleos urbanos y en las inmediaciones de las principales vías de comunicación. Aparecen éstas concentradas especialmente en los valles de los ríos Umia y Ulla y la vega que conforman, en la comarca de Val do Salnés, cuyas extensas ensenadas favorecen la existencia de varios puertos naturales. La mayor dispersión de monedas de Trajano y Adriano en el territorio noroccidental, en contraste con aquéllas acuñadas por Nerva, se debe a la mayor densidad de estas últimas. En realidad, la presencia de ejemplares en el valle del Duero se constata desde los primeros momentos.

El valle del Duero debió constituir en sí mismo una importante vía de comunicación natural desde las tierras costeras hacia el interior peninsular. Lo prolífico de los hallazgos en la cuenca baja del Duero así lo atestiguan. A lo largo de la ribera del Duero se constatan hallazgos en los núcleos de Paços de Ferreira (Oporto), Oldrões (Penafiel, Oporto), Marco de Canavases (Oporto), Campeã (Vila Real), Andrães (Vila Real), Vilarinho de Samarda (Vila Real), Telões (Vila Pouca de Aguiar, Vila Real), Vale de Nogueiras (Vila Real), Canelas (Peso da Régua, Vila Real), Bujões (Abaças, Vila Real), São Cristovão do Douro (Sabrosa, Vila Real), Provesende (Sabrosa, Vila Real), Vilarinho de Cotas (Alijó, Vila Real) y Vilar Flor (Bragança).

La moneda de Antonino Pío y Marco Aurelio, pese al menor número documentado respecto a los anteriores emperadores, presenta igualmente una notable dispersión, estando presente, además de en el entorno inmediato de las vías, también en el interior de algunos de los principales valles, como es el valle de los ríos Maças y Angueira, afluentes del río Sabôr, y que enlazan a través de este valle fluvial con Bragança. La presencia monetal en el entorno de este valle era hasta el momento inexistente. Sin embargo, en la comarca del Bierzo dejan de ser constatadas estas emisiones. Dicha desaparición se podría poner en relación con el descenso de la actividad minera que parece constatarse a mediados del siglo II d.C., viéndose reducida, por tanto, la actividad económica de su entorno.597

Por último, queda mencionar los hallazgos realizados en Vimioso (Bragança), uno de ellos en la freguesia de Argozelo, que se corresponden con un sestercio de Antonino Pío y un bronce de Marco Aurelio, respectivamente.595 Pueden ser definidas diferentes áreas dentro de este sector noroccidental, a partir de la intensidad de hallazgos numismáticos producidos en las mismas. Respecto a la zona más oriental del territorio acotado (la comarca del Bierzo, las estribaciones de los Montes de León y las laderas de la Sierra de San Mamede) presenta unos hallazgos escasos. En el primer caso limitados a los núcleos de Villafranca del Bierzo (León) y Lago Carucedo (Carucedo, León), y a ejemplares de Nerva y Trajano, y en el segundo sin constancia alguna de presencia monetal. La zona septentrional gallega presenta similar escasez. Encontramos grandes terrenos yermos de hallazgos, si exceptuamos algunos puntos aislados del litoral noroccidental, como Vilarnovo (Ortigueira, La Coruña) y Carballo (La Coruña), la ribera del río Tambre, y los hallazgos de Viladonga (Castro de Rei, Lugo).

La escasa moneda de Cómodo documentada no nos permite añadir ninguna observación más, ya que se limita a las áreas donde ha aparecido moneda de manera más usual y desde los primeros momentos del siglo II d.C. Valores en circulación Para el conjunto del territorio gallego, podemos observar una predominancia absoluta de los sestercios en el conjunto de las denominaciones documentadas, ya que constituyen el 54%, frente al 21% que representan los ases y el 11% que suponen los dupondios. Tras los valores de bronce, siempre mayoritarios entre los hallazgos esporádicos, los áureos y denarios suponen un 5% y un 10% de la muestra, una representación nada despreciable teniendo en cuenta lo inusitado de este tipo de hallazgos (cf. Gráfico 145).

La parquedad de estas áreas es más evidente si son comparadas con la abundancia de moneda que presenta toda la esquina suroccidental del área trazada. Dicha concentración coincide con la observación realizada por A. Tranoy sobre las dispersión del poblamiento en el área noroccidental peninsular a partir del análisis de la dispersión de la epigrafía, constatando una mayor densidad de población asentada entre las cuencas del

596 595

597

Cf. Figura 79 (p. 174).

175

Tranoy, 1981, 235. Gómez Santa Cruz, 1993, 178-179.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 80-85: Evolución en la dispersión de las emisiones de Nerva (Ne), Trajano (Tr), Adriano (Ad), Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la zona Norte de la Fachada Atlántica.

176

Fachada Atlántica. Zona Norte

Gráfico 145: Valores hallados en el Noroeste hispano emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 146: Valores hallados en Lucus Augusti (Lugo) emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 147: Valores hallados en la ciudad de Braga emitidos en el siglo II d.C.

Respecto a estos últimos, merece la pena mencionar la importante aportación de áureos y denarios de los núcleos rurales, destacando por encima de los propios centros de carácter plenamente urbano localizados en el área. En la ciudad de Lugo se documentan cinco denarios y tres áureos, emitidos por Trajano, Adriano y Marco Aurelio, que constituyen una tercera parte del total analizado para estas denominaciones concretas. En la ciudad de Braga, la existencia de áureos se limita a los diversos tesorillos aparecidos en las inmediaciones de la ciudad 598 y a la noticia del hallazgo de un áureo de Trajano, además de otro de Vespasiano, que posiblemente fueran localizados en el propio casco urbano. Pero la escasa certeza en la procedencia que parece proporcionar esta mención, no nos permite incluir este hallazgo entre los contabilizados para el estudio concreto del entorno de la ciudad.599 El entorno de la ciudad de Braga ha proporcionado un total de cinco ejemplares de plata, hallados en las localidades de Semelhe, Santo Tirso de Prazins y Guimarães.

Respecto a las denominaciones de bronce, hemos observado la importancia que el sestercio cobraba entre las mismas, constituyendo prácticamente la mitad de los ejemplares documentados. Esta predominancia es constatada desde los primeros años del siglo II, ya que la masa monetaria que llega al área en época de Nerva se compone básicamente de sestercios. Los ases y dupondios suponen un complemento a estos grandes bronces, constituyendo una pequeña parte de la moneda abastecida (cf. Gráfico 148). Esta misma tendencia es observada en la antigua Lucus Augusti (Lugo). El 54% de la moneda cuyo valor conocemos se corresponde con valores múltiplos del as, ya que los sestercios constituyen un 43% y los dupondios un 11% del total de moneda analizada, mientras que los ases quedan limitados al 24% del total. Los áureos y denarios tienen una representación destacada entre el monetario, entorno al 8% y 14% respectivamente, mostrando la importante afluencia de este tipo de denominaciones a la ciudad (cf. Gráfico 146). La predominancia del sestercio frente a las restantes denominaciones se aprecian desde el gobierno de Trajano, manteniéndose como protagonista del periodo durante toda la centuria hasta el gobierno de Cómodo, cuando la prácticamente nula representación de numerario en la ciudad no nos permite realizar ningún comentario al respecto (cf. Gráfico 149). Conocemos la existencia de algún ejemplar de Cómodo entre las monedas antoninas halladas en la ciudad, pero no aparece referencia alguna a las denominaciones concretas con las que se corresponden, por lo que no pueden ser tenidas en cuenta para el desarrollo de este apartado.

La dispersión de los restantes denarios y áureos documentados no responden, en principio, a ningún patrón reconocible. Los ejemplares de Vilarnovo (Ortigueira, La Coruña), y, en parte, el hallado en Ganade (Xinzo de Limia, Orense), muestran la penetración de estas denominaciones hacia núcleos interiores más alejados de las principales vías o itinera de época romana, y los denarios constatados en Telões (Vilapouca de Aguiar, Vila Real), Provesende (Sabrosa, Vila Real) y Vila Flor (Bragança), dan testimonio de la importancia con la que contó la propia cuenca del Duero en la distribución de éstos. En el entorno más inmediato de las principales vías de comunicación, han de ser señalados los ejemplares de Santomé (Orense), Chaves (Vila Real), Pinho (Boticas, Vila Real), Bragança y Caldas de Reis (Pontevedra).

En el caso de Bracara Augusta (Braga) (cf. Gráficos 147 y 150) esta tendencia se observa claramente a partir del gobierno de Adriano. Pese a que el único ejemplar constatado perteneciente a las emisiones de Nerva se corresponda con un sestercio, la mayor abundancia de ases que de sestercios entre la moneda emitida por Trajano documentada en la ciudad nos permite retrasar, en cierta medida, la incorporación masiva del sestercio a

598

Cf. pp. 179-180. Además, en ocasiones sendos ejemplares son considerados como un tesorillo en si mismo, aunque, debido a la escasa cuantía del mismo, habría que plantear su correcta adscripción como tesorillo (Centeno, 1987, 28 (nº 11); Cavada, Villanueva, 2005, 603; Vila, 2005, 21). 599

177

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 148: Evolución en el aprovisionamiento de los valores de bronce en el siglo II d.C. en el Noroeste hispano.

Gráfico 149: Evolución en el aprovisionamiento de los valores de bronce en el siglo II d.C. en la ciudad de Lugo.

Gráfico 150: Evolución en el aprovisionamiento de los valores de bronce en el siglo II d.C. en la ciudad de Braga.

la circulación monetaria. Hemos de matizar el papel del as durante el gobierno de Trajano en Braga, ya que comparte protagonismo con los dupondios, por lo que es apreciable la importancia de los múltiplos del as entre los valores recibidos, preludio de la situación inmediatamente subsiguiente.

ofrecernos, pero la visión de éstos extraída se encontraría altamente distorsionada por su propio carácter de atesoramiento. Aún así, algunas reflexiones al respecto serán realizadas en el capítulo inmediatamente posterior. La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos Si bien carecemos de la información arqueológica que pueda ilustrar este capítulo (a excepción de los escasos ejemplares antes señalados), podemos intentar completar parcialmente la información relativa a la composición de la circulación monetaria del siglo II d.C. a partir de los abundantes tesorillos y conjuntos monetales hallados, y cuya fecha de pérdida u ocultación data de algún momento de esta centuria.

En este caso, las reflexiones realizadas no pueden ser confrontadas con los datos proporcionados por la arqueología para este siglo II d.C., al carecer de dicha información para la zona Norte de la Fachada Atlántica. Al respecto, tan sólo contamos con dos ejemplares hallados en excavación con un contexto arqueológico algo definido. En Lugo apareció una moneda de Adriano, junto a un as de Claudio I y un as de Augusto en un contexto de mediados del siglo II d.C. Un segundo ejemplar de Trajano apareció en la Plaza de Santo Domingo (Lugo), junto a una moneda de Claudio II, lo que señala un contexto que supera la mitad del siglo III d.C.600 Pero dicha información se muestra claramente insuficiente para afrontar cualquier tipo de análisis.

Pero, en primer lugar, hemos de lanzar una advertencia acerca de las características concretas del material utilizado, ya que, al fin y al cabo, no sabemos hasta qué punto la moneda incluida en los tesorillos u ocultaciones es reflejo de la que circulaba de manera cotidiana.601 Por lo tanto, vamos a analizar un material previamente seleccionado, en el que es difícil encontrar ejemplares con alto grado de desgaste y, por tanto, con larga perduración en los circuitos comerciales, así como valores de menor cuantía. Al haber permanecido dichas piezas fuera de la circulación cotidiana de manera mayoritariamente temprana, no han sido contabilizadas entre el material que hasta el momento ha venido siendo analizado, por lo que será detallada toda la información

Junto a éstos, poseemos los datos que los tesorillos y ocultaciones realizadas en el siglo II d.C. pueden 600

Las monedas de Claudio I, Adriano y Augusto (caetra) señaladas, aparecieron entre el pavimento y los cantos rodados que conformaban un pequeño cardo N/S de la ciudad de Lugo (Carreño, 2006, 62). La moneda de Claudio II y Trajano aparecieron en la Plaza Santo Domingo, sobre la superficie de una calzada ampliada y remodelada en época antoniniana (Carreño, 2006, 61). En el trabajo de C. Carreño son señalados algunos ejemplares más hallados en contextos de excavación, pero la amplitud cronológica y escasa concreción de los mismos no nos permite utilizarlos para este análisis en cuestión. Remitimos para su consulta a Carreño, 2006, 61-67.

601

Sobre la conveniencia o no del uso de tesorillos para la realización de un análisis de circulación monetaria remitimos a la discusión metodológica sobre esta cuestión (cf. p. 2).

178

Fachada Atlántica. Zona Norte correspondiente conocimiento.

a

los

mismos

para

su

perfecto

registrados tres ases de Vespasiano, un as de Tito y cinco de Domiciano. Pero el grueso del conjunto se corresponde con emisiones del siglo II, con un total de treinta y seis ejemplares, siendo especialmente abundantes los de Trajano y Marco Aurelio. Dicho conjunto fue hallado en las inmediaciones de Chaves y entregado al Museu da Reglão Flaviense alrededor de 1929, no conociéndose más noticias acerca del mismo que las aquí expuestas.604 Además de éste, ha sido hallado otro conjunto en Chaves del que sabemos únicamente que estaba formado por dieciocho denarios, uno de Trajano y el resto de Antonino Pío.605

En Lugo, durante la realización de unas obras en la Avenida José Rodríguez Mourelo, fue hallado en 1940 un conjunto de quince bronces y un denario, emitidos entre Domiciano y Adriano.602 Entre las monedas que han podido ser clasificadas, encontramos un denario de Domiciano, cuatro sestercios y un as o dupondio de Trajano y dos sestercios de Adriano, junto a ocho ejemplares que no han podido ser clasificados cronológicamente, pero que parecen corresponderse con tres sestercios y cinco ases o dupondios. El ejemplar más antiguo es un denario de Domiciano, por lo que la residualidad de la muestra parece ser mínima, constituida además por una moneda cuyo valor intrínseco le permitía una mayor perduración en la circulación que la propia de las cotidianas monedas de bronce.

El tesorillo hallado en Banagouro (Vilarinho de Samarda, Vila Real), comprende monedas desde Augusto hasta Marco Aurelio. Dicho conjunto fue hallado en 1893 por un labrador en el interior de un recipiente, conteniendo un número indeterminado de ejemplares que pudieron rondar los seiscientos. El contenido del mismo no nos es especificado, sabiendo únicamente que contuvo emisiones de Augusto, Vespasiano, Domiciano, Nerva, Trajano, Adriano y Marco Aurelio.606

Algo más extenso, por su cronología y composición, es el tesorillo localizado en la localidad de Meixedo (Viana do Castelo). En 1877 fue hallada un ánfora que contenía un total de ciento dos bronces, emitidos entre Tiberio y Lucio Vero. Pese a la amplitud cronológica que parece mostrar en un principio, tan sólo se contabiliza un ejemplar del siglo I d.C., correspondiente a un as o dupondio de Tiberio.603 Obviando los siete ejemplares de cronología indeterminada, los restantes noventa y cuatro bronces son emisiones del siglo II d.C., por lo que la contemporaneidad de la muestra es bastante evidente. Especialmente prolífica en dicho conjunto es la moneda de Adriano, del que se contabilizan un total de cincuenta y seis ejemplares, prácticamente el 60% de la moneda del siglo II d.C. del conjunto, máximo coincidente con la tendencia observada para el aprovisionamiento de la ciudad de Bracara Augusta (Braga). Respecto a los valores que lo componen, hemos de destacar la masiva presencia de sestercios, con un total de setenta y seis, frente a los seis bronces correspondientes a ases o dupondios (sin poder concretar su correspondencia a uno u otro valor).

Con una datación algo posterior, se ha documentado un pequeño conjunto de bronces hallado en la freguesia de Campeã (Vila Real). La peculiaridad del conjunto estriba en el desgaste que presentan las piezas, además de que su escueta composición (tan sólo nueve bronces), y la escasez de noticias en torno al hallazgo, hace pensar que dichos ejemplares pudieran formar parte de un conjunto mayor. Pero no hay datos que desmientan o corroboren dicha idea, por lo que tendremos que referirnos al conjunto tal y como lo conocemos en la actualidad. Los nueve bronces hallados se corresponden con emisiones de Claudio I a Cómodo, limitándose el hallazgo a un as de Claudio I, un dupondio y tres sestercios de Adriano, tres sestercios de Marco Aurelio y un sestercio de Cómodo.607 De nuevo observamos la primacía del sestercio en el conjunto (contabilizándose siete sestercios), y la escasez de moneda anterior al siglo II d.C. en el conjunto, limitada a un ejemplar de Claudio I.

En oposición a este tesorillo, el conjunto de bronces hallado en Chaves (Vila Real), presenta una composición totalmente peculiar, ya que de los setenta y ocho bronces que componían el conjunto, cincuenta y ocho se corresponden con ases, un porcentaje cercano al 74% del total, frente a los nueve sestercios y siete dupondios que completan el conjunto. Dicho depósito comprende emisiones de Augusto a Cómodo, junto a veintinueve ejemplares indeterminados, pero que debieron ser acuñados a lo largo de las dos primeras centurias de nuestra era. Entre las monedas documentadas, los ejemplares julio-claudios se limitan a tres ases de Augusto, dos de Claudio I y uno de Nerón. Las emisiones flavias aparecen algo mejor representadas, ya que son

Además de estos tesorillos de bronces, los conjuntos de áureos hallados en los alrededores de la ciudad de Braga nos aportan algunos indicios más. Se tiene constancia de la aparición de dos tesorillos cuya similar composición nos hacen dudar de que realmente no se trate de dos noticias de un mismo conjunto. La primera noticia que poseemos es la aparición de un conjunto de áureos emitidos entre Nerón y Marco Aurelio en los alrededores de la ciudad de Braga, que debía estar compuesto por cerca de trescientos ejemplares. Parece ser que cerca de doscientos fueron comprados por un inglés para algún museo de Inglaterra, pero se sabe que estaba compuesto por monedas de Nerón, Galba, Vitelio, Vespasiano, Tito, 604

Centeno, 1987, 47; Cavada, Villanueva, 2005, 604. Vila, 2005, 34. 606 Centeno, 1987, 24; Cavada, 1990, 248; Cavada, Villanueva, 2005, 607. 607 Centeno, 1987, 30; Cavada, Villanueva, 2005, 603.

602

605

Centeno, 1987, 62; Cavada, 2005, 50; Cavada, Villanueva, 2005, 598. 603 Centeno, 1987, 63; Cavada, 1990, 210; Cavada, Villanueva, 2005, 604.

179

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Domiciano, Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Lucio Vero.608 La segunda noticia al respecto concreta el hallazgo en ciento setenta y dos monedas (ciento setenta y un áureos y un denario), emitidos entre Nerón y Marco Aurelio, hallado en los alrededores de la ciudad de Braga, probablemente en torno a 1954.609 Debido a la composición señalada para ambos, será analizado exclusivamente el segundo caso mencionado ya que, ya sea un solo conjunto o bien se trate de dos, la similitud del mismo nos ofrece una información análoga. Los ejemplares más antiguos son los cuatro áureos de Nerón, único testimonio de moneda julio-claudia en la muestra, y Vitelio, del que se conserva un áureo. Junto a éstos, los veintisiete ejemplares flavios contabilizados suman un total de treinta y dos monedas propias del siglo I d.C. Las emisiones del siglo II d.C. vuelven a ser en este caso mayoritarias, ya que contamos con ciento cuarenta ejemplares, siendo especialmente destacadas las de Antonino Pío.

denario de Marco Antonio (32-31 a.C.), tres de Tiberio de la ceca de Lugdunum, uno de Calígula, dos de Vespasiano, tres de Domiciano, uno de Nerva y dos de Trajano.612 El tesoro hallado en Rabal (Trasmira, Orense), presenta similar problemática, al haber sido rápidamente disperso, sin poder llegar a conocer la composición aproximada del mismo. En este caso, han podido ser analizados ochenta y dos bronces, que se corresponden con emisiones de Tiberio a Adriano.613 Ejemplares de Adriano aparecen igualmente en los conjuntos de Moure (Vila Verde, Braga) y Vale de São Pedro (Tourém, Montalegre, Vila Real). El primero de ellos fue hallado en 1886 en el interior de un bote. De este conjunto han podido ser examinadas cinco monedas de bronce, correspondiéndose con un ejemplar de Julio César, dos de Nerón, uno de Adriano y un bronce indeterminado. Se desconoce el número que dicho conjunto pudo contener, por lo que tampoco se puede confirmar la fecha de ocultación.614

De nuevo la residualidad de la muestra vuelve a ser escasa. La moneda del siglo I d.C. no supone más de un 19%, siendo de Nerón el ejemplar más antiguo, mientras que las monedas de Antonino Pío y Marco Aurelio, suponen el 50%.

Acerca del aparecido en la freguesía de Tourém (Montalegre, Vila Real), entre 1935 y 1936, en el interior de una vasija de barro, se sabe que contuvo monedas de plata de “los tiempos de Adriano, Trajano”, habiendo sido analizados tan sólo un denario de Nerva y otro de Trajano. Se estima que el tesoro pudo haber estado constituido por unos setenta ejemplares, todos ellos de plata.615 El conjunto hallado en la freguesia de Sarraquinhos (Montalegre, Vila Real), estaba igualmente compuesto por monedas de plata, de los que se sabe que algunos fueron emitidos en tiempos de Trajano.616 Aunque no se sabe el número de ejemplares exacto que pudo contener, parece ser que el conjunto de Salvaterra do Miño (Ponteareas, Pontevedra), pudo contener algunos áureos o denarios además de unas cuarenta monedas de bronce. Únicamente han sido catalogados veinticuatro bronces, emitidos entre Nerón y Antonino Pío.617

Poseemos alguna noticia más acerca de conjuntos monetales cuya ocultación podría datar de esta segunda centuria, pero la información al respecto es bastante parcial, por lo que no pueden ser aceptados sin reservas al respecto, ya que no conocemos su composición completa y, por lo tanto, no puede ser establecida con cierta seguridad la fecha de ocultación. Aún así, son brevemente enumerados, por si pudieran aportar algún indicio a la investigación. En Vilarnovo (Ortigueira, La Coruña) fue hallado en 1929 un recipiente de metal que contenía cerca de cuatrocientas cuarenta monedas, todas ellas de plata y oro. Dicho conjunto se encuentra en la actualidad disperso, habiendo sido posible el análisis de cuarenta y una piezas del mismo, coincidiendo éstas con emisiones que abarcan desde la República, siendo datado el ejemplar más antiguo en el 123 a.C., hasta Nerva.610 En Penedones (Châ, Montalegre, Vila Real), apareció un conjunto compuesto por quince monedas de Trajano y Vespasiano. La escasez de noticias al respecto no nos permite confirmar su carácter de atesoramiento, así como que el conjunto se limite a esos quince ejemplares.611

En el Cabeço dos Castelhos Velhos (Castrelos, Bragança) fue hallado un áureo de Antonino Pío que perteneció a un tesoro encontrado en 1951. Acerca de la composición del tesoro no se poseen demasiadas noticias, pero algunos autores estiman que pudo incluir hasta nueve mil ejemplares, todos ellos de oro.618 Por último, en la ciudad de Braga fue hallado en 1896, en la Rua de Santa María, un conjunto de grandes bronces de Adriano y “otros emperadores”, sin poseer dato alguno más sobre su restante composición.619

En Montes de Albar (San Mateo de Oliveira, Ponteareas, Pontevedra), fue hallado en noviembre de 1947 un conjunto de ciento cincuenta piezas de plata en el interior de un recipiente de barro. Se han podido analizar unas trece monedas del total, entre las que encontramos un

612

Centeno, 1987, 67; TIR, K-29 (Madrid, 1991), 75. Centeno, 1987, 77-78; Vila, 2005, 46-47. Centeno, 1987, 70; Cavada, 1990, 211; Cavada Villanueva, 2005, 605. 615 Centeno, 1987, 84; Cavada, Villanueva, 2005, 607. 616 Cavada, 1990, 246. 617 Filgueira, 1956, 178; Bost, Campo, Gurt, 1983, 166; Centeno, 1987, 78-79. 618 Centeno, 1987,29. 619 Centeno, 1987, 25. 613 614

608

Centeno, 1987, 25. Bost, Campo, Gurt, 1983, 149, Centeno, 1987, 28; Cavada, Villanueva, 2005, 603. 610 Bost, Campo, Gurt, 1983, 163; Centeno, 1987, 85. 611 Centeno, 1987, 72; Cavada, Villanueva, 2005, 604. 609

180

Fachada Atlántica. Zona Norte

Tabla 63: Composición de los tesorillos hallados en la zona Norte de la Fachada Atlántica cuya ocultación sabemos que data del siglo II d.C., y tenemos nociones más o menos claras de su contenido.

Atendiendo estrictamente a la información vertida por aquellos tesorillos cuya composición es clara,620 la muestra obtenida presenta escasos ejemplares de larga pervivencia. No es constatada moneda anterior al siglo I d.C., y ésta constituye un 15% del total hallado, correspondiéndose un 4% con moneda julio-claudia y un 11% con moneda flavia. El restante 85% son emisiones del siglo II, contemporáneas a la composición de los conjuntos.

Éstos índices no reflejan las características del circulante, ya que el carácter de atesoramiento de los conjuntos les priva de la mayor neutralidad de las muestras arqueológicas, pero nos ayuda a entender la relevancia de la moneda del siglo II en la circulación del momento, la cual goza de gran importancia entre los ahorros de las gentes del momento. De igual manera, la importancia de los sestercios dentro de los atesoramientos es indicio del valor que dicha denominación todavía conserva, merecedora de engrosar los grandes conjuntos de bronces hallados en territorio gallego.

620

Para poder observar la distribución de tesorillos del siglo II d.C. en la zona norte de la Fachada Atlántica, remitimos a la Figura 79, donde aparecen señalados con una bolsita negra, añadiendo un signo de interrogación a aquéllos cuya cronología es dudosa. Cf. p. 174.

181

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Tabla 64: Tesorillos posteriores al siglo II d.C. con presencia de moneda emitida en el siglo II d.C. en su composición, hallados en la zona Norte de la Fachada Atlántica.

Encontramos moneda emitida en el siglo II formando parte de conjuntos de datación posterior, pudiendo analizar ahora su perduración entre el circulante de otras épocas, aunque únicamente a nivel de atesoramientos. A lo largo de los primeros años del siglo III d.C., pudo tener lugar la pérdida u ocultación de los conjuntos monetales hallados en la calle Castelar, de Lugo, y en Castrillo de Cabrera (León). Ambos depósitos presentan como ejemplares más tardíos acuñaciones de época de Septimio Severo, lo que nos proporciona un límite cronológico mínimo para la ocultación.

Maximino, sin conocer más datos acerca de su composición.623 La última noticia acerca de la aparición de emisiones del siglo II en este tipo de conjuntos se corresponde con el hallazgo de un tesorillo en San Andrés de Xeve (Pontevedra), en la finca denominada “O Coto”, y que abarcaría ejemplares acuñados entre Nerva y Valentiniano II.624 El conjunto, que dataría de finales del siglo IV d.C., contiene ejemplares de Nerva, Trajano, Adriano y Antonino Pío, pero no conocemos el número con los que cada uno contaría en el conjunto, por lo que hemos de conformarnos de nuevo con el mero conocimiento de su presencia en un conjunto tardío.

El tesorillo de Castrillo de Cabrera (León) fue hallado en 1987 al realizar labores agrícolas entre la carretera de Saceda-Castrillo de Cabrera y la margen derecha del río Cabrera. Está compuesto por cincuenta y dos denarios emitidos entre Vespasiano y Julia Domna (198-207 d.C.), correspondiéndose el grueso del conjunto con numerario del siglo II, cercano al 81% del total.621

Los conjuntos mencionados dan muestra de la perduración de la moneda del siglo II d.C. en tiempos posteriores a su acuñación. Al ser dos de los conjuntos muy cercanos al final del periodo analizado, podemos observar la magnitud que dichas emisiones poseían en la circulación de los primeros años de la dinastía severa, como complemento a la escasez que parece ser constatada a comienzos del siglo III d.C. Es destacable la perduración de los ejemplares del siglo II en conjuntos posteriores al siglo IV d.C., pertenecientes a un sistema monetario completamente diferente al propiamente altoimperial, hecho que no es frecuente en el conjunto de los territorios peninsulares.

El conjunto hallado en la calle Castelar (Lugo), al construir el edificio que alojaría el Banco de España, se compone por áureos de Vespasiano, Domiciano, Faustina, Marco Aurelio y Septimio Severo.622 No se conocen más datos al respecto, por lo que, aparte del testimonio de moneda del siglo II en el conjunto, no conocemos la verdadera representatividad de estos ejemplares respecto al numerario anterior y posterior. Además de éstos, en Polvarinho (Castelo Branco) fue hallado un tesorillo que contenía ejemplares de Faustina y

621

Mangas, Blánquez, 1988, 83-129; Martínez Mira, 2000-2001, 300. Mateu y Llopis, 1951, 235; Bost, Campo, Gurt, 1983, 160; Martínez Mira, 1995-1997, 121. 622

623 624

182

Mateu y Llopis, 1947-1948, 68; Martínez Mira, 1995-1996, 123. Cavada, 1972, 231-232; Bost, Campo, Gurt, 1983, 173.

Fachada Atlántica. Zona Norte Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235)

integradas las masivas acuñaciones de Galieno y Claudio II. En cualquier caso, y en líneas generales, la moneda del siglo I d.C. se muestra minoritaria, representando un 6% del total, que se corresponde con emisiones flavias. La moneda emitida en el siglo II d.C. todavía posee un gran protagonismo, ya que alcanza un 33%, y el restante 61% correspondería a emisiones propias del siglo III d.C.

La parquedad de los datos existentes en este periodo concreto hace imposible la correcta comprensión de la fase subsiguiente al siglo II d.C. y, por tanto, dificulta la obtención de cualquier tipo de conclusión acerca de la evolución y epílogo de dicha centuria.

Podemos señalar dos conjuntos monetales más, datados en la segunda mitad del siglo III d.C. Aunque entre su contenido no se cuenta con ejemplares propios del siglo II ni de la primera mitad del siglo III, merece la pena hacer mención a ellos debido a su composición, netamente de antoninianos. En Bares (La Coruña) fue hallado un tesorillo de antoninianos emitidos entre Gordiano III y Salonino Valeriano.628 Acerca del tesorillo de antoninianos hallado en Mos (Castro de Rei, Lugo) no conocemos la adscripción cronológica concreta de cada una de las piezas que contiene, pero sí son destacadas por su abundancia las emisiones de Galieno y Claudio II.629

Podemos destacar al respecto la existencia de algunos tesorillos concretos datados a lo largo del siglo III d.C.: los dos conjuntos aparecidos en la calle Castelar (Lugo) y en Castrillo de Cabrera (León), recientemente comentados al analizar la perduración de la moneda del siglo II d.C. en épocas posteriores a su acuñación.625 Hemos visto cómo ambos aportaban una fecha post quem relacionada con el gobierno de Septimio Severo. La alta presencia de ejemplares del siglo II d.C. es explicable debido a la temprana datación del conjunto respecto al siglo III d.C., que conformarían la base del circulante durante estos primeros años, como complemento al numerario severo (ya de por sí escaso en el conjunto de la península).626

Frente a la convivencia de la moneda netamente altoimperial con los popularizados antoninianos que parecía mostrar el conjunto de Algara (La Coruña), en ambos conjuntos es completamente obviada cualquier denominación diferente a los antoninianos, siendo éstos los únicamente seleccionados para el atesoramiento. Sería necesario contrastar dicha información con lo que sucede en el registro arqueológico para poder conocer si existía en estos momentos esta exclusión de numerario altoimperial o si, por el contrario, su vigencia era todavía patente y esta diferenciación era sólo producida a nivel de atesoramiento. Dejamos esta cuestión abierta a futuras investigaciones y trabajos arqueológicos en el área, aunque intentaremos darle una respuesta parcial al ser comparado con otras áreas peninsulares que sí pueden aportarnos información al respecto.

Conocemos la presencia de numerario severo en el conjunto de Algara (Noiceda, Carballo, La Coruña). Pero la imprecisión de los datos acerca de su composición no nos permite realizar muchas reflexiones al respecto. Fue hallado durante la realización de labores de labranza, habiendo sido localizado un recipiente de barro que contenía, al parecer, unas mil quinientas monedas romanas, de las que han podido ser catalogadas setenta y siete. De entre éstas se sabe que, además de los dos ejemplares de Caracalla, las restantes emisiones se correspondían con moneda acuñada entre Gordiano III y Galieno.627 La imprecisión de los datos que cada uno de los conjuntos nos aportan simplemente plantea un panorama claro respecto a la representatividad de las emisiones antiguas entre el circulante de la época, ya que los dos únicos casos de los que poseemos una cuantificación detallada se muestran completamente divergentes. En el caso del tesorillo de Algara, el 100% de su contenido fue emitido a lo largo del siglo III d.C. En cambio, en el tesorillo de Castrillo de Cabrera (León), estos ejemplares se corresponden con un 4%. La diferencia posiblemente estribe en la variedad cronológica observada en ambos conjuntos, ya que en el segundo caso, todavía no han sido

Conclusiones A raíz del análisis realizado podemos establecer algunas de las características principales del fenómeno monetario en el territorio de la Fachada Atlántica que se extiende al norte de la cuenca del Duero, y que hemos definido como el extremo noroccidental de la Península Ibérica. En cuanto al aprovisionamiento, a partir de lo observado para los núcleos urbanos de Bracara Augusta (Braga), Aquae Flaviae (Chaves) y, con menor detalle, Lucus Augusti (Lugo), podemos establecer una evolución del ritmo en la llegada de moneda a lo largo de los siglos I y II d.C. En este sentido, el siglo II d.C. supone una ligera reducción respecto al numerario emitido a lo largo del siglo I d.C., que se mostraba especialmente abundante a

625

Para el conjunto de la calle Castelar (Lugo): Mateu y Llopis, 1951, 235; Bost, Campo, Gurt, 1983, 160; Martínez Mira, 1995-1997, 121. Para el conjunto hallado en Castrillo de Cabrera (León): Mangas, Blánquez, 1988, 83-129; Martínez Mira, 2000-2001, 300. Cf. p. 182 (Tabla 64). 626 En Polvarinho (Castelo Branco) fue hallado un tesorillo cuyo último ejemplar se corresponde con una emisión de Maximino (235-238 d.C.), fuera del periodo severo. Las noticias acerca de este tesorillo son escuetas, ya que únicamente conocemos que su composición comprende emisiones a nombre de Faustina y de Maximino (Mateu y Llopis, 19471948, 68; Martínez Mira, 1995-1996, 123). 627 Cavada, 1973, 753; Martínez Mira, 1995-1996, 134-157. Cf. p. 182 (Tabla 64).

628

Cavada, 1973, 755. “Hallazgo de un tesorillo de antoninianos del s. III d.C., casi todos de los emperadores Claudio II y Galieno” (TIR K-29 (Madrid. 1991), s.v. Mos, 76). 629

183

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 151: Evolución del aprovisionamiento en Lucus Augusti (Lugo) durante los siglos I y II.

Gráfico 152: Evolución del aprovisionamiento en las ciudades de Bracara Augusta (Braga) y Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) durante los siglos I y II d.C.

partir de la llegada de numerario de Tiberio y Claudio I.

para las mismas. Así, tanto la vía XIX del Itinerario Antonino como las vías interiores que enlazaban Lucus Augusti con Bracara Augusta a través de Aquae Quarquernae (Bande, Orense), presentan sus momentos de mayor presencia de numerario entre los gobiernos de Trajano y Adriano, coincidente con los momentos de mayor aprovisionamiento monetal de sendos núcleos.

Dentro del siglo II d.C., se puede apreciar una tendencia ligeramente descendente, especialmente evidente con la escasa llegada de emisiones de Cómodo al conjunto del extremo noroccidental peninsular. Pero, dependiendo del núcleo analizado, esta tendencia es iniciada en un periodo diferenciado de tiempo.

Respecto a este último punto, es curioso observar como la vía XIX del Itinerario Antonino presenta una gran copiosidad de numerario emitido por Nerva, que representan un índice de 2 m/a, frente a la nula presencia de éste en las vías interiores. Dicha divergencia quizás nos esté manifestando el mayor tránsito que, al menos a finales del siglo I d.C., debió poseer la vía que transcurre por el litoral gallego, que además se presenta, en general, más abundante en hallazgos. La epigrafía parece confirmar igualmente la importancia de dicha vía, al haber sido atestiguadas diversas reparaciones realizadas a lo largo de la misma, en concreto en el tramo entre Bracara Augusta (Braga) e Iria Flavia (Padrón, Pontevedra) en época de Nerva, siendo la vía que mayor actividad edilicia presenta durante el gobierno de este emperador.630

En Lucus Augusti (Lugo) esta inflexión se produce a partir de la llegada de moneda de Trajano, que marca un punto álgido en el aprovisionamiento, cuando esta evolución sea patente, marcando un descenso progresivo entre las 0,84 m/a señaladas para el gobierno de Trajano y las 0,08 m/a observadas para el gobierno de Cómodo (cf. Gráfico 151). En cambio, en los núcleos de Bracara Augusta (Braga) y Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) está tendencia será evidenciada especialmente a partir de Adriano, que marca el punto máximo en el aprovisionamiento de sendos núcleos urbanos. En ambos casos, la moneda de Trajano no presenta gran abundancia, asimilándose a los índices marcados por las emisiones de Antonino Pío y Marco Aurelio. Igualmente, la disminución en la llegada de numerario es más paulatina, hasta el rápido descenso producido por las escasas emisiones de Cómodo, no variando en demasía los índices observados para los gobiernos de Trajano, Antonino Pío y Marco Aurelio. En ambos núcleos parece que las grandes inflexiones que caracterizaban la llegada del numerario a lo largo del siglo II d.C. son matizadas, y se tiende hacia una gran regularidad interrumpida por el aumento de moneda adrianea y el enorme descenso de final de siglo (cf. Gráficos 152).

Continuando con la mención a la red viaria, quizás hemos de aludir a la política edilicia de Nerva, Trajano y Adriano para poder explicar la concentración de moneda de la primera mitad del siglo II d.C. en el cuadrante noroccidental de la península. La alta concentración de miliarios relativos a construcciones y reparaciones en las vías que recorren los territorios situados en la zona analizada, da idea de la alta inversión llevada a cabo por los mismos y su preocupación por el correcto mantenimiento de estas infraestructuras.631 La llegada de mano de obra destinada a estas labores y la fuerte inversión realizada desde Roma, había de dejarnos una muestra en el registro numismático.

Las vías de comunicación que servían de unión entre los núcleos urbanos comentados, Lucus Augusti (Lugo), Bracara Augusta (Braga) y Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real), marcan una evolución acorde con la que dichas ciudades presentan, aunando las tendencias observadas

630 631

184

Nostrand, 1959, 213; Solana, Sagredo, 2006, 40. Solana, Sagredo, 2006, 40-41 y mapas 36-51.

Fachada Atlántica. Zona Norte Por otra parte, hemos de tener igualmente en cuenta que hacia finales del siglo II d.C. parece producirse una desaceleración en la productividad de las minas de oro del Noroeste peninsular,632 por lo que la disminución de moneda a lo largo de la segunda mitad del siglo II podría igualmente ponerse en relación con este menor rendimiento minero, que provocaría una retirada paulatina de las inversiones y un retroceso de la actividad de gestión de los núcleos más relacionados con este sector.

Vertiente Cantábrica, situación.634

análoga

En último lugar, hemos de referirnos a la perduración de los ejemplares antoninos en circulación y a la composición del circulante del siglo II d.C., pero la inexistencia de datos arqueológicos en los que poder encuadrar los hallazgos hasta el momento constatados, no nos permite aproximarnos al conocimiento de este aspecto como debiéramos.

En cuanto a los valores hallados, hemos de destacar la gran importancia con la que sestercios y denarios contaron en el conjunto del territorio. Los sestercios serán predominantes entre los valores que llegan a la península durante todo el siglo II d.C., manteniéndose como principal valor aprovisionado durante toda la centuria. Tan sólo en Bracara Augusta (Braga) se constata una importante presencia de ases durante, exclusivamente, el gobierno de Trajano, pero compartiendo protagonismo con los dupondios. Áureos y denarios constituyen el 15% del material numismático documentado, mostrando su afluencia al área galaica, que será especialmente abundante bajo el gobierno de Trajano. La gran dispersión que hemos podido observar al analizar los lugares de hallazgos de dichas denominaciones, nos permite comprobar el correcto abastecimiento de las mismas y su usual circulación.633 Frente a éstos, el as se configura como un valor secundario, representando tan sólo un 21% del total analizado.

Aún así, a partir de los numerosos tesorillos documentados en el territorio analizado, hemos esbozado la importancia que la moneda del siglo II tuvo en la composición de los mismos, que al menos nos ofrece unos parámetros sobre los que avanzar en la investigación. La existencia de emisiones con más de una centuria de antigüedad, entre los ejemplares que componen los conjuntos monetales hallados, no puede considerarse significativa, ya que hemos visto como, para el siglo II d.C., no alcanzaba el 15% de los ejemplares documentados. Las emisiones del siglo II d.C. son frecuentes entre los conjuntos datados en la primera mitad del siglo III d.C. y se mantendrán en los atesoramientos monetales hasta, incluso, el siglo IV d.C.

634

La leve constatación de moneda para los pequeños intercambios muestra la escueta repercusión de la misma en las economías familiares del lugar, no pareciendo estar integrada en los hábitos y usos de los pobladores de estas áreas, o al menos no como objeto de intercambio cotidiano. Cf. p. 100 para observar la situación de la Vertiente Cantábrica, y cf. p. 136 para la propia de la Meseta Norte. 635 “Integrado tardíamente dentro del mundo político romano, el Noroeste no será más que una región marginal de donde serán reclutados auxiliares y de donde se extraerá oro, sin que la civilización romana pueda verdaderamente penetrar en la población asturo-gallega” (Tranoy, 1981, 449).

Las reflexiones que se pueden extraer de esta situación, donde el as queda relegado frente a las denominaciones mayores durante todo el siglo II d.C., tanto en núcleos urbanos como rurales, resultan similares a las que ya realizáramos al analizar el caso de la Meseta Norte y la

633

encontramos

Quizás podríamos hacernos eco de las palabras de A. Tranoy para describir la situación que parece ser patente en el extremo noroccidental peninsular: «Intégré tardivement dans le monde politique romain, le NordOuest n’aurait dès lors été qu’une région marginale d’où l’on recrute des auxiliaires et d’où extrait l’or, sans que la civilisation romaine ne puisse vraiment pénétrer la population asturo-galicienne».635 En esta ocasión, la abundancia de estas altas denominaciones puede ponerse en consonancia con la explotación y tráfico comercial de la minería gallega, leonesa y portuguesa, principal fuente de riqueza de este territorio. Igualmente, los numerosos tesoros documentados en el área, y con tan variada cronología, nos ponen sobre la pista de la escasa circulación de la que gozaban los metales adquiridos, siendo preferente el atesoramiento al uso. La escasa monetización de la sociedad y el limitado uso que parece hacerse de la moneda, además de la consideración de objeto suntuario que pudo poseer, es una explicación más que nos haga entender la situación monetaria que hemos expuesto.

Hemos de conjugar sendos factores, entre otros, para poder justificar la evolución que caracteriza a esta área concreta y que difiere completamente de la observada en el Valle del Duero. Además de la destacable presencia de moneda de Nerva en el conjunto de la ribera del Duero, la segunda mitad del siglo II d.C. significa un periodo de recuperación en el aprovisionamiento, por lo que contrasta con el conjunto de territorios más septentrionales del área descrita. Una tendencia similar es la observada en el entorno de Bragança, Baçal, y, asociados a éstos a través del valle del río Sabôr, los núcleos de Vimioso y Argozelo, aunque en estos casos la moneda de Nerva no aparece constatada. La tendencia observada en los núcleos del entorno del Valle del Duero, de carácter principalmente rural, puede ser relacionada con la que parece documentarse en el conjunto de territorios englobados dentro de la zona Sur de la Fachada Atlántica, al igual que en el núcleo de Asturica Augusta (Astorga, León), donde el punto álgido en el aprovisionamiento tiene lugar durante el gobierno de Nerva y Marco Aurelio.

632

donde

Fernández Ochoa, 1983-1984, 242. Cf. p. 177.

185

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA 2. LOS TERRITORIOS AL SUR DEL DUERO DE LA

Introducción. El siglo I d.C.

FACHADA ATLÁNTICA

Para observar la evolución de los territorios que abarca este territorio concreto, poseemos escasos trabajos de conjunto que nos permitan establecer un correcto panorama. Éstos quedan básicamente limitados a las observaciones realizadas para la comarca de la Estremadura portuguesa640 y la ciudad de Conimbriga (Coimbra),641 cuyos datos serán expuestos de manera individualizada.

El área seleccionada no se caracteriza precisamente por su homogeneidad, pero la alta dispersión y escueta cantidad de hallazgos numismáticos hasta el momento documentados nos obliga a tratar el conjunto como un todo. Destacamos en este caso el río Tajo como importante límite geográfico entre el territorio extremeño y las ricas comarcas del sur del Portugal, el Alentejo, el Algarve, y el área montañosa de las sierras interiores que se desarrollan entre los ríos Tajo y Duero.

Acerca de la comarca de la Estremadura portuguesa, que engloba prácticamente la totalidad del distrito de Lisboa, y parte del de Leiria y Setúbal, sabemos que el siglo I d.C. goza de una excelente representación monetaria, ya que se contabilizan un total de ciento ochenta y siete ejemplares correspondientes a la dinastía julio-claudia y flavia, que marcan un ritmo de aprovisionamiento de 1,35 m/a. Las emisiones julio-claudias alcanzan los ciento sesenta y siete ejemplares, en torno a 1,76 m/a, destacando especialmente los gobiernos de Claudio I y Tiberio. El periodo comprendido entre las Guerras Civiles y el gobierno flavio supone un destacado descenso en el aprovisionamiento, ya que los veinte ejemplares contabilizados no superan el 0,70 m/a. Hemos de destacar en este caso los diez ejemplares correspondientes con emisiones de Tito, ya que alcanzan una representación de 5 m/a, superando incluso a las numerosas emisiones de Claudio I (cf. Gráfico 153).642 Comparativamente, el siglo II supone un periodo de cierta recuperación respecto al periodo flavio, ya que se estima un índice de aprovisionamiento en torno a 0,9 m/a.643

Las regiones del Alentejo y el Algarve sufrieron tempranamente la presencia de agentes externos a la península, recibiendo importantes influencias de fenicios, griegos y cartagineses, lo que determinará una mayor receptividad respecto al bagaje cultural que portarán los nuevos colonizadores. La prosperidad agrícola de las regiones portuguesas del Alentejo y el Algarve posibilitarán la instalación de numerosas villae en su suelo, especialmente centradas en la vid y el olivo. Igualmente, las tierras extremeñas que se extienden al sur de la cuenca del Guadiana muestran una intensa agrupación de establecimientos de carácter agrícola, como sucede en la región de La Serena, tierra favorable para el cultivo del cereal, o la cuenca del Ardila y la comarca de Tentudia, apta para el cultivo del trigo, olivo y vid.636 Además, esta área, en especial el Suroeste lusitano, se caracteriza por su riqueza minera y el desarrollo de una importante industria de salazón. El resto del área territorial que hemos encuadrado en este estudio se caracteriza por su dedicación ganadera,637 sobre todo en las tierras situadas entre el Tajo y el Duero, a excepción del área costera. La orografía del terreno de estas tierras interiores determinará el escaso desarrollo de otros sectores económicos, y el escaso interés en su explotación económica por parte de Roma, quedando, en parte, al margen de su política colonizadora.638

Si atendemos a los valores que han sido documentados, observamos la importancia que posee el as entre las denominaciones de bronce registradas en época julioclaudia, constituyendo el 69% del total. La moneda divisional aparece muy escasamente representada, ya que sólo ha sido contabilizado un ejemplar, que no supone ni siquiera el 1% de la muestra. Los múltiplos del as son algo más abundantes. Sestercios y dupondios constituyen el 6% y el 10% respectivamente. Es de destacar la alta representación de denominaciones en plata, en torno al 14% del total, del que un 12% lo constituyen los denarios y un 2% los quinarios. El único áureo hallado fue acuñado en tiempos de Nerón, no alcanzando esta denominación el 1% de la muestra (cf. Gráfico 154).

Acerca de las ciudades antiguas que jalonan este territorio, apenas poseemos información concreta sobre la evolución de las mismas a lo largo del Alto Imperio. A falta de indicios que indiquen lo contrario, las ciudades de Conimbriga (Coimbra), Olisipo (Lisboa), Capera (Oliva de Plasencia, Cáceres) y Ebora (Évora) parecen mostrar cierta continuidad en el poblamiento, aunque el avance de las excavaciones en las mismas debería concretar la información al respecto. En Mirobriga (Santiago do Cacém, Setúbal) se detectan abandonos parciales, mientras que en Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) abundan las noticias acerca de remodelaciones y transformaciones de parte de la ciudad durante los siglos III y IV d.C.639

En época flavia se produce un cambio de signo, registrándose un mismo número de ases que de sestercios, representando un 33% cada uno. Los denarios conforman una parte importante del numerario hallado, en torno al 22%, y los dupondios y semises dejan de aparecer en la muestra analizada (cf. Gráfico 155).

636

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637

641

Thouvenot, 1973, 370. González Román, 1981, 122; Alarção, 1988, 70. 638 Perestrelo, 2003, 136. 639 Cepas, 1997, 252.

Silva Ruivo, 1993-1997, 7-177. Pereira, Bost, Hiernard, 1974, 218-220. Silva Ruivo, 1993-1997, 118-119. 643 Silva Ruivo, 1993-1997, 132. 642

186

Fachada Atlántica. Zona Sur

Figura 86: Mapa geográfico de la zona sur de la Fachada Atlántica.

Gráfico 153: Evolución del aprovisionamiento monetario en la Estremadura portuguesa (Silva Ruivo, 1993-1997, 119).

Gráfico 154: Denominaciones halladas en la Estremadura portuguesa correspondientes a las emisiones julio-claudias.

Gráfico 155: Denominaciones halladas en la Estremadura portuguesa correspondientes a las emisiones flavias.

Gráfico 156: Evolución de las denominaciones halladas en la Estremadura portuguesa correspondientes a las emisiones del siglo I d.C.

187

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Gráfico 157: Evolución del aprovisionamiento monetal durante el siglo I d.C. en la ciudad de Conimbriga (Coimbra).

Gráfico 158: Denominaciones halladas en Conimbriga (Coimbra) correspondientes a las emisiones julio-claudias.

Gráfico 159: Denominaciones halladas en Conimbriga (Coimbra) correspondientes a las emisiones flavias.

El momento en el que parece que el as deja de mostrar una predominancia absoluta entre los valores que llegan al área parece corresponderse con el gobierno de Nerón, cuando ases y sestercios se equiparan, manteniendo una semejante representación hasta finales del siglo I d.C. (cf. Gráfico 156).

dupondios poseen una presencia mínima a lo largo de la primera etapa señalada, correspondiéndose con estas emisiones un 0,7% y 3% respectivamente, aunque su presencia en los circuitos de abastecimiento se verá mejorada a lo largo de la segunda mitad de la centuria, cuando alcancen ya el 12% y el 10% del material recuperado (cf. Gráficos 158-159).

En el caso concreto de la ciudad de Conimbriga (Coimbra),644 para el siglo I d.C. se contabilizan un total de ciento setenta y seis ejemplares, que rondan el 1,42 m/a. Dentro de éstos, al periodo julio-claudio corresponden ciento treinta y seis ejemplares, lo que arroja un índice de aprovisionamiento de 1,43 m/a. Además de los ritmos marcados durante los gobiernos de Tiberio y Calígula, han de ser especialmente destacadas las emisiones de Claudio I, cuando se alcanzan las 6 m/a. Tras la masiva llegada de moneda de Claudio I, mayoritariamente de imitación, los ejemplares de Nerón representan el punto más bajo en el aprovisionamiento monetario de la centuria, no superando el 0,14 m/a. Dicha tendencia será pronto recuperada con la llegada de numerario flavio que, a excepción del intervalo del gobierno de Tito (79-81 d.C.), alcanzan una media de 1,41,5 m/a. Los cuarenta ejemplares documentados para el periodo comprendido entre el 68-69 d.C. y el gobierno de Domiciano aportan un índice de 1,38 m/a, mostrando una continuidad de aprovisionamiento en cuanto al periodo inmediatamente precedente (cf. Gráfico 157).

El as se erige como principal protagonista de toda la centuria, aunque vaya perdiendo representatividad conforme avance el siglo en favor de los valores múltiplos del mismo. La irrupción del sestercio y el dupondio con fuerza se produce en Conimbriga (Coimbra) a partir del gobierno de Domiciano, ya que con anterioridad solamente habían sido documentados cinco ejemplares emitidos en época de Claudio I, correspondiéndose con cuatro dupondios y un sestercio, pero que, frente a los setenta y nueve ases contabilizados para el mismo periodo, resultan una representación bastante minoritaria, no superando en conjunto el 5% del total. A este periodo se adscriben igualmente los únicos divisores hallados en la ciudad para el periodo julioclaudio. En cuanto a las denominaciones de plata, éstas poseen una presencia destacada a lo largo de esta centuria, los trece denarios y tres quinarios julio-claudios documentados en la ciudad representan un 15% del numerario circulante, al igual que los cinco denarios flavios, que alcanzan una representatividad del 18% de los valores registrados. Las aportaciones de estas denominaciones a la circulación de la ciudad vienen de la mano únicamente del numerario augusteo y tiberiano, registrándose siete denarios y tres quinarios emitidos en tiempos de Augusto y seis denarios con la efigie de Tiberio, y de Vespasiano y Domiciano para el periodo flavio, de los que se contabilizan cuatro y uno respectivamente.

En cuanto a las denominaciones de bronce, los ases se presentan como el valor predominante durante la primera mitad de la centuria, ya que constituyen el 58% del total de los valores documentados para el periodo julioclaudio. Mantendrá su relevancia entre el circulante documentado a lo largo del periodo flavio, donde los ases representan un 32% del numerario. Los sestercios y 644

Todos los datos que ofrecemos a continuación, y que señalamos en los gráficos resultantes, proceden del análisis realizado por I. Pereira, J.P. Bost y J. Hiernard (1974, 218-220).

188

Fachada Atlántica. Zona Sur trabajo,646 especialmente al comprobar que el material carece de cualquier información respecto al lugar de hallazgo concreto en el que los ejemplares aparecieron, no pudiendo confirmar con certeza su adscripción a los yacimientos localizados en la ciudad, o en el entorno más inmediato.

A tenor de los datos consignados para sendas áreas, podemos comprobar como el aprovisionamiento julioclaudio y flavio se muestra abundante en sendos núcleos, marcando unos ritmos de aprovisionamiento que igualmente se mantendrán a lo largo de la segunda centuria. Así mismo, es evidente el gran protagonismo que posee el as a lo largo de toda la centuria, siendo el valor principal que alcanza el litoral portugués. Aún así, a partir del gobierno de Nerón, en la Estremadura portuguesa, y de Domiciano, en la ciudad de Conimbriga (Coimbra), parece apreciarse cierto cambio en la tendencia, siendo los sestercios una denominación cada vez más abundante. Una referencia especial merecen los denarios, que presentan una abundancia inusitada en este tipo de análisis.

Las posibilidades que me brindó el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida para poder afrontar el estudio de los hallazgos numismáticos producidos en las excavaciones realizadas en los últimos años en el propio núcleo urbano, me permitieron poder recopilar material inédito para enriquecer el panorama de esta área. Aún así, sorprenden los escasos veintidós ejemplares documentados en la ciudad, teniendo en cuenta su importancia dentro de la Hispania romana, como capital de la provincia lusitana y del conventus emeritense, y los intensivos trabajos arqueológicos a los que se está viendo sometido su subsuelo. La procedencia arqueológica del material obtenido asegura su adscripción a la ciudad, y ofrece algunos datos de interés a la investigación. Aunque, como contrapunto, la poca concreción cronológica de la información arqueológica asociada a los ejemplares no nos permite realizar un estudio pormenorizado de la composición monetaria de los estratos concretos del siglo II d.C., así como de la perduración de la moneda de Nerva, Trajano, Adriano y la dinastía antonina en la circulación.

El siglo II d.C. Para el análisis del siglo II d.C. en el área que hemos denominado como zona Sur de la Fachada Atlántica, que engloba los territorios lusitanos situados al sur del Duero y la Comunidad Autónoma de Extremadura (principalmente), contamos con unas doscientas veintiocho monedas, que representan un índice de aprovisionamiento general para el periodo de 2,37 m/a.645 Hemos de destacar la relevancia que las ciudades de Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) han significado para la contabilización general de los hallazgos, ya que han aportado un número destacable de ellos. Los sesenta y seis ejemplares documentados en la ciudad de Conimbriga (Coimbra) proceden de la monografía dedicada al estudio de la circulación monetaria en dicho núcleo urbano que I. Pereira, J-P. Bost y J. Hiernard publicaron en 1974. El detallado estudio realizado no ha sido hasta la fecha actualizado ni completado por nuevos análisis, por lo que se convierte en la única fuente de consulta susceptible de ser utilizada para el caso concreto de la citada población. Por su parte, la actual Mérida no posee ningún estudio concreto sobre los hallazgos acontecidos en suelo emeritense. Si bien C. Blázquez integró la ciudad en su estudio sobre la Vía de la Plata, las fuentes numismáticas utilizadas en el caso de Mérida se limitaron a los fondos del Museo Nacional de Arte Romano, sito en dicho núcleo. Ya hemos comentado en varias ocasiones nuestra negativa al uso de este tipo de colecciones en este

Por último, hemos de destacar los estudios de J. da Silva Ruivo, acerca de la circulación monetaria de la Estremadura portuguesa, y A.M.S.P. Silva acerca de la subregión portuguesa de Entre Douro e Vouga, que completan y enriquecen el mapa de hallazgos del área.647 Aprovisionamiento En cuestiones de aprovisionamiento, la tendencia general observada resulta peculiar debido a la magnitud que la moneda de Marco Aurelio parece adquirir dentro del numerario del siglo II d.C. Podemos observar cómo, después de los usuales altos índices de aprovisionamiento alcanzados con la llegada de moneda de Nerva al área, éstos descienden hasta alcanzar un índice de 2,32 m/a durante el gobierno de Trajano, que se mantendrá e incrementará durante el gobierno de Adriano, registrándose un 2,48 m/a. Tras éste, el nivel de aprovisionamiento parece descender en cierta medida, hasta las 1,78 m/a registradas para el gobierno de Antonino Pío, para luego recuperarse durante el gobierno de Marco Aurelio, cuando se alcanzan las 2,63 m/a, resultando el índice más alto para el periodo, después del registrado con la llegada de las emisiones de Nerva. Durante el gobierno de Cómodo el numerario vuelve a descender, situándose algo por debajo del índice registrado durante el gobierno de Antonino Pío, en torno a 1,42 m/a (cf. Gráfico 160).

645

Los hallazgos monetales en los que basamos el estudio de la zona Sur de la Fachada Atlántica proceden de la bibliografía siguiente: Abad Varela, 1995b, 207-214; Abascal, 1996a, 275-280; Alarção, 1988; Alarção, Étienne, Mayet, 1990; Arévalo, 1996, 51-82; Biers, 1988; Blázquez Cerrato, 2002; Bost, Campo, Gurt, 1983, 137-176; Cavada, 1990, 209-249; Cavada, Villanueva, 2005,597-623; Centeno, 1987; Curchin, 2001, 183-197; Dias, Cardoso, 2003, 323-327; Estácio da Veiga, 1971; Estácio da Veiga, 1972; Étienne, Malaroun, Mayet, 1994; Gimeno, Langa, 1992, 97-114; Gorges, 1979; Jiménez Ávila, 1990; Magallón, Sillières, 1994, 157-162; Martínez Mira, 1995-1996, 119180; Mateu y Llopis, 1958b, 173-191; Mateu y Llopis, 1947-1948, 5595; Mateu y Llopis, 1945-1946, 233-276; Mateu y Llopis, 1951, 203255; Mateu y Llopis, 1961, 141-161; Pereira, Bost, Hiernard, 1974; Silva, 1993-1997, 205-230; Silva Ruivo, 1993-1997, 7-177; Silva, Centeno, 1980, 57-78; Soria, 2003, 157-160; TIR, J-29 (Madrid. 1995); Vidal González, 1989, 343-361.

646

El criterio de selección de material queda especificado al atender a la metodología de la investigación. Cf. p. 2. 647 Silva Ruivo, 1993-1997, 7-177; Silva, 1993-1997, 205-230.

189

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Dicha tendencia coincide con el ritmo de aprovisionamiento constatado en la ciudad de Conimbriga (Coimbra), así como en el entorno de las vías que unen dicho centro urbano con Olisipo (Lisboa) (cf. Gráficos 161-162). En ambos puntos se observa una misma progresión, algo más acentuados los altibajos que observábamos en la gráfica general. Si bien el máximo aprovisionamiento se produce gracias a la llegada de moneda de Adriano (exceptuando el registrado durante el gobierno de Nerva). El gobierno de Marco Aurelio también ejemplifica una importante recuperación respecto al periodo inmediatamente anterior, marcando un buen ritmo en la llegada de moneda. En el caso de la ciudad de Conimbriga el ritmo alcanzado por Marco Aurelio es sostenido durante el gobierno de Cómodo, algo que sorprende por lo escaso e inusual de las emisiones de éste último en Hispania, que hasta el momento tendían, de manera mayoritaria, a marcar un mínimo en el aprovisionamiento registrado para la segunda centuria.

ciudad son considerablemente minúsculos, especialmente durante el gobierno de Adriano, que alcanzan un 0,1 m/a. El gobierno de Marco Aurelio significará entonces un importante impulso en el aprovisionamiento, alcanzando un 0,47 m/a, al representar sus ejemplares el 40% del material numismático documentado para el siglo II (cf. Gráfico 163). La gran dispersión de los restantes ejemplares, y el escaso número de hallazgos que presentan cada uno de los enclaves donde éstos se han producido no permite realizar mayores apreciaciones. El conjunto de estos núcleos, principalmente pequeños enclaves alejados de los grandes centros urbanos, presentan, en general, un mayor aprovisionamiento en época de Trajano, registrándose un índice de 1,16 m/a, que descenderá durante mediados de la centuria hasta alcanzar un 0,7 m/a con las emisiones de Antonino Pío, para recuperarse de nuevo en época de Marco Aurelio. Tras éste, el nivel de aprovisionamiento de moneda se vuelve a situar en torno a 0,42 m/a (cf. Gráfico 164).

En la actual Mérida podemos observar como, tras la llegada de moneda de Nerva, los índices registrados en la

Gráfico 160: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de moneda del siglo II d.C. en el área definida como Fachada Atlántica, en los territorios situados al Sur del Duero.

Gráfico 161: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos en la ciudad de Conimbriga en el siglo II d.C.

Gráfico 162: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos en la vía Olisipo-Conimbriga y en el ramal que discurre paralelo a ésta y a la costa en el siglo II d.C.

Gráfico 163: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos en Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) en el siglo II d.C.

Gráfico 164: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos de moneda del siglo II d.C en el conjunto de los restantes núcleos de la zona Sur de la Fachada Atlántica, no incluidos en los anteriores muestreos.

190

Fachada Atlántica. Zona Sur Por lo tanto podemos destacar la importancia que el numerario de Nerva, en menor medida el de Trajano, y, principalmente, el de Marco Aurelio, poseyó en el área analizada. Cabría preguntarse si esta afluencia de numerario en este periodo concreto no se podría poner en relación con la presencia del ejército en territorio lusitano debido a las incursiones de mauri que tuvieron lugar en el Sur hispano, como ya observamos que pudo suceder en la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla), o como consecuencia de los levantamientos e inestabilidad que tuvieron lugar durante el gobierno de Marco Aurelio en dicha provincia.648

Podríamos aludir a la orografía propia de la zona más septentrional del área delimitada para intentar comprender la escasez que se observa, pero esta pobreza de ejemplares es extensible a zonas abiertas y con grandes posibilidades agrícolas, como son las tierras regadas por los ríos Tajo y Guadiana. Además de los sesenta y seis ejemplares hallados en Conimbriga (Coimbra), el tramo viario que enlaza dicha ciudad con Olisipo (Lisboa) presenta un destacado número de hallazgos, más abundantes conforme nos acercamos al destino indicado. Los hallazgos de Pelmá (Alvaiázere, Leiria), Ferreira do Zêzere, Tomar, Torres Novas, Santarém, en el distrito de Santarém, y Olhalvo (Alenquer), Vila Franca de Xira y Loures, en el distrito de Lisboa, ilustran el tránsito de esta vía, al igual que los hallazgos de Arneiro (Maceira), Golpilheira (Batalha), Bárrio (Alcobaça), Roliça (Bombarral), en el distrito de Leiria, y Cadaval (Lisboa), ponen de manifiesto la igual importancia del ramal costero de la misma. El entorno de las localidades de Torres Vedras, Sintra y Cascais, todas ellas en el distrito de Lisboa, con un total de veinticuatro ejemplares, complementan la información recogida para la antigua Olisipo, donde tan sólo han podido ser documentados cinco ejemplares. Posiblemente vinculados también a este centro urbano, por la cercanía geográfica, los centros de Setúbal (Setúbal) y Heredade do Escatelar (Montijo, Setúbal) han proporcionado tres y un ejemplares respectivamente, correspondiéndose con monedas emitidas entre Trajano y Marco Aurelio.

Dispersión de los hallazgos Para el análisis de la dispersión del numerario emitido durante el siglo II d.C. por territorio lusitano vamos a retomar la vía que desde Bracara Augusta (Braga), y a través de Conimbriga (Coimbra), se dirigía a Olisipo (Lisboa), derivando a partir de éste hacia los núcleos situados más al interior, pero que pudieron estar conectados a través de los valles y cuencas fluviales que surcan este territorio regado por los ríos Tajo y Guadiana. Una vez alcanzado Olisipo tomaremos la vía que se dirige hacia la capital de la Lusitania, Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), analizando los hallazgos monetarios documentados en territorio extremeño y el Algarve portugués en último lugar. En la misma ribera del río Duero, el bronce de Antonino Pío hallado en Pedroso es el primer testimonio monetario que encontramos. Aparte de éste, la margen derecha del río no ha aportado mayor número de monedas, en claro contraste con la abundancia observada en la otra orilla, incluida en el análisis de la zona Norte de la Fachada Atlántica.

Tomando dirección hacia Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), únicamente podemos hacer mención a la moneda de Antonino Pío hallada en Coto Biscaia, en la freguesia de Gáfete (Crato, Portalegre), en relación con la vía que discurre por las zonas aledañas de la cuenca fluvial del Tajo, y al sestercio de Adriano hallado en Évora (Évora).

En el tramo de la vía que discurre entre Bracara Augusta y Conimbriga son constatados algunos ejemplares en Fiães (Feira, Aveiro), Covões (Cantanhede, Coimbra) y San Martinho, en la freguesía de Sepins (Cantanhede, Coimbra), emitidos entre Adriano y Marco Aurelio. Podemos poner en relación con esta vía, gracias a la comunicación que favorece el valle del río Balsemao, el áureo hallado en São Pedro de Balsemao (Viseu), sin que ningún núcleo del entorno amplíe la representación monetal del área. Igualmente, sendos áureos hallados en Guarda (Guarda) y Belmonte (Castelo Branco), pueden ponerse en relación con la vía de comunicación abierta por el valle del río Zêzere, a través de las sierras de Lousã, Alvelos y Estrela. Aunque la penetración de la moneda en esta comarca, Beira Alta, también pudo producirse a través del río Côa. En relación a esta vía natural de comunicación, podemos señalar el áureo de Antonino hallado en Quinta do Emidio, en la freguesia de Longroiva (Meda, Guarda).

Es difícil continuar una ordenada descripción de los ejemplares documentados, ya que la dispersión de los mismos dificulta su enumeración. En el entorno más inmediato de Mérida, y en relación con la Vía de la Plata, tomando dirección a Salmantica (Salamanca), el yacimiento de las Torrecillas (Alcuéscar, Cáceres) proporciona un denario de Marco Aurelio. Continuando por esta vía, vamos a encontrar ejemplares en las cercanías de los actuales límites provinciales de Cáceres y Salamanca. En el yacimiento de Cáparra (Oliva de Plasencia, Cáceres) fueron hallados dos, de Trajano y Marco Aurelio. La localidad de Baños de Montemayor (Cáceres), nos ofrece un número algo mayor de ejemplares, un total de once bronces del siglo II. Éstos se corresponden con dos sestercios y dos dupondios de Trajano, un sestercio y un as de Antonino Pío, dos sestercios y un as de Marco Aurelio, un as de Cómodo, y un dupondio asociado a las emisiones del siglo II, pero sin poder determinar su adscripción concreta. Estos hallazgos han de ponerse en relación con los que tenían

648

Hist. Aug., Marc. 22, 11.

191

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA lugar en la actual provincia de Salamanca, y que han sido comentados en capítulos anteriores.649

dos ejemplares en la propia Augustobriga (Talavera la Vieja, Peraleda de la Mata, Cáceres). Una vez superado el actual límite provincial de Cáceres, los hallazgos vuelven a resultar algo más numerosos,651 pudiendo quedar atestiguada la vitalidad de esta vía en el siglo II d.C.

Asociados al tránsito de esta vía y al ramal que partía de ésta para alcanzar la ciudad de Mirobriga (Ciudad Rodrigo, Salamanca), encontramos el denario de Trajano y los dos sestercios de Adriano y Cómodo hallados en Valverde del Fresno (Cáceres), junto a los dos denarios de Nerva y Adriano registrados en Cespedosa de Agadones (Salamanca). Los dos ejemplares procedentes de El Raso de Candeleda (El Raso, Ávila) quizás puedan ponerse en relación con esta vía a través del valle del Tiétar, aunque puede señalarse igualmente la mayor cercanía al tramo de la vía XXV del Itinerario Antonino que discurre entre Augustobriga (Talavera la Vieja, Peraleda de la Mata, Cáceres) y Caesarobriga (Talavera de la Reina, Toledo). Por último, en relación a este tramo de la Vía de la Plata, en el yacimiento de El Algibe (Aliseda, Cáceres), en la ribera del río Salor, fueron halladas en superficie “monedas de bronce y plata” del emperador Trajano, sin que sepamos el número de ejemplares concretos con los que podemos contar.

Finalmente nos resta incluir en nuestra descripción los hallazgos acontecidos en el Suroeste portugués, las regiones del Baixo Alentejo y el Algarve, relacionados con las vías que recorren el territorio. El yacimiento de São Cucufate (Vila de Frades, Vidigueira, Beja), villa de mediados del siglo I d.C. reconstruida en el siglo II d.C.,652 aporta un total de seis monedas, entre las que se contabilizan un sestercio de Adriano, uno de Antonino Pío, un denario forrado, un sestercio y un dupondio de Marco Aurelio, y un sestercio de Cómodo. La antigua Pax Iulia (Beja, Beja) ha aportado dos ejemplares, al igual que la Mirobriga portuguesa (Santiago do Cacém, Setúbal), donde ha sido documentado un sestercio de Antonino Pío en las excavaciones realizadas en el mismo núcleo urbano. Los hallazgos de Panõias (Ourique, Beja) y Aroeira (Martim Longo, Alcoutim, Faro), completan el panorama numismático del Suroeste portugués.

Si tomamos ahora la misma vía, pero el tramo que, por tierras pacenses, se dirige desde Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) hacia Italica (Santiponce, Sevilla), tan sólo es destacable el dupondio de Adriano hallado en el yacimiento de Hornachuelos (Ribera del Fresno, Badajoz), poblado indígena romanizado que podría identificarse con la antigua Fornacis, relacionado con las minas de plomo y plata del Cerro de las Cruces. El ejemplar hallado representa el último testimonio numismático del área, y se relaciona con el abandono del poblado, acontecido en momentos posiblemente algo anteriores.650 Dicho ejemplar representa la única evidencia numismática hasta el momento constatada en Tierra de Barros. El valle del río Ardila se muestra algo más prolífico. Los yacimientos de El Chorlito (Oliva de Frontera, Badajoz), El Pomar (Jerez de los Caballeros, Badajoz) y Medina de las Torres (Badajoz) han proporcionado un total de tres ejemplares, complementado con el conjunto de denarios hallado en La Bóveda (Jerez de los Caballeros, Badajoz), cuya ocultación parece posterior al 128 d.C., que comentaremos posteriormente.

Por último, la vía XXI del Itinerario Antonino, que recorre el litoral meridional portugués, es enriquecida con los hallazgos producidos en el distrito de Faro, en Caldas de Monchique (Monchique), Monte Molião (San Sebastião, Lagos), Silves, Luz de Tavira (Tavira) y Quinta do Arroio, en las cercanías de la antigua Balsa (Torre de Tavira). Hemos podido observar como la dispersión de los ejemplares no ofrece ningún indicio claro acerca de sus pautas de distribución en territorio lusitano. La mayor concentración observada en el entorno de Olisipo (Lisboa) responde únicamente a la mayor intensidad en el análisis monetal del área en cuestión, gracias al trabajo de A.M.S.P. Silva.653 Podría ser reseñable la mayor escasez de hallazgos en el cuadrante nororiental del territorio analizado, es decir el área comprendida entre la vía Bracara Augusta-Olisipo, y los ríos Tajo, Águeda y Duero. Los hallazgos en esta área se limitan a los de las localidades de Viseu, Belmonte (Castelo Branco) y Guarda, con tan sólo un ejemplar cada uno, resultando por tanto una muestra bastante escueta. Dichos núcleos se encuentran situados en los valles altos del ríos Dao y Zêzere.

En relación a las vías que, desde Mérida, parten hacia el interior peninsular, son atestiguados algunos ejemplares en las localidades pacenses de Mengabril y Cabeza del Buey, en la vía que se dirige hacia Sisapo, y en Cogolludo (Orellana la Vieja, Badajoz), Tamurejo (Badajoz) y El Viso (Córdoba).

Las localidades de Cespedosa de Agadones (Salamanca) y Valverde del Fresno (Badajoz), no son incluidas dentro de esta área, debido a la cercanía que presentan respecto a la vía que une Mirobriga (Ciudad Rodrigo, Salamanca) con la Vía de la Plata. Estos dos últimos núcleos presenta una destacable constancia en la presencia de moneda, ya que son constatados ejemplares de Nerva, Trajano,

La vía que recorre el Noreste extremeño en dirección hacia Complutum (Alcalá de Henares, Madrid) presenta una escasez destacable, habiendo sido documentados sólo 649

Cf. pp. 128-130, donde se analiza la circulación monetaria en la zona sur del Duero (dentro del área definida como Meseta Norte), concretamente a las Figuras 60-66. 650 Jiménez Ávila, 1990, 102; TIR, J-29 (Madrid, 1995), s.v. Fornacis, 80-81.

651

De nuevo remitimos al análisis de la dispersión de los ejemplares en la zona sur del Duero. Cf. pp. 128-130. 652 TIR, J-29 (Madrid, 1995), s.v. S São Cucufate, 143. 653 Silva, 1993-1997, 205-230.

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Fachada Atlántica. Zona Sur Adriano y Cómodo. En cambio, los tres hallados en los núcleos más interiores se corresponden con Trajano (ejemplar localizado en Guarda) y con Marco Aurelio, siendo todos ellos áureos.

obtenida, ya que exclusivamente contamos con tres ejemplares para establecer dicha valoración. En los restantes casos, no se aprecia una evolución destacable del aprovisionamiento, ya que, desde los primeros momentos, la moneda llega principalmente a los núcleos directamente relacionados con las principales vías de comunicación o, los que no aparecen en el entorno inmediato, están asociados a cuencas fluviales que permiten fluidas comunicaciones con núcleos sitos en dichos itinera.

La mayor presencia de ejemplares de Marco Aurelio en los núcleos sitos en el cuadrante nororiental sería la única particularidad que el análisis de la dispersión de los hallazgos, según emisores, podría desprender. Y, aún así, es difícil de sostener por la escasez de la muestra

Figura 87: Mapa de dispersión de la moneda emitida durante el siglo II d.C. hallada en los territorios de la zona Sur de la Fachada Atlántica.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Valores en circulación

rondan el 9% y los ases rondan el 16%. Desde el gobierno de Nerva, el sestercio se erige como valor principal en los circuitos de abastecimiento de estos núcleos, constituyendo en estos lugares el principal valor de cambio durante el siglo II d.C. Los dupondios aparecen de manera importante durante el gobierno de Trajano, por encima del as. Pero esta tendencia se invierte a partir del gobierno de Adriano, cuando la llegada de dupondios desciende en beneficio de los ases, cuyo aprovisionamiento se mantiene más o menos equilibrado hasta el gobierno de Cómodo (cf. Gráficos 167-171).

La importancia del sestercio entre las denominaciones que llegan al área es patente en la notable representación de los mismos entre el conjunto de valores documentados en la zona Sur de la Fachada Atlántica. Los cien ejemplares contabilizados representan prácticamente un 53% de aquellas denominaciones cuya adscripción concreta conocemos. Junto a áureos y denarios, que rondan el 3% y el 11%, y dupondios, que suponen un 9%, los valores múltiplos del as constituyen la base del sistema monetal de la zona. La representación de los ases queda limitada a un 22% del total de los valores hallados (cf. Gráfico 168).

Una mención especial merecen los áureos y denarios documentados en estos núcleos, ya que constituyen una parte importante del numerario circulante. Entre ambos rondan el 20% de los valores documentados, contabilizándose cinco áureos (35%) y quince denarios (15%). La importante presencia de los mismos se debe al constante aporte de estas denominaciones al área, exceptuando los gobiernos de Antonino Pío y Cómodo. Los dos ejemplares de Nerva marcan un buen ritmo a inicios de la centuria, que se situará en el gobierno de Trajano en torno al 0,32 m/a, y será mantenido por Adriano, que marcará un índice de 0,38 m/a. El gobierno de Antonino Pío registra un descenso en este sentido, ya que los dos denarios constatados durante este periodo representan un 0,17 m/a. El gobierno de Marco Aurelio, en cambio, aporta un total de 0,37 m/a, que descenderá rápidamente ante la nula aparición de estas denominaciones durante el gobierno de Cómodo (cf. Gráfico 172).

De la misma manera, en Mérida los sestercios constituyen el grueso de las denominaciones que en conjunto llegan a la ciudad en el siglo II d.C., representando un 68% frente al 18% que suponen los ases. Si bien la diferencia es abrumadora, éstos pertenecen mayoritariamente a emisiones posteriores al gobierno de Adriano. Durante el gobierno de Nerva la denominación más representativa parece ser el dupondio, que se equipara con el as en época de Trajano, y se ven superados (escuetamente) por el sestercio, que llega algo más abundantemente en este periodo que las anteriores denominaciones. Pero la llegada de múltiplos del as cae en tiempos de Adriano, quedando equiparados los hallazgos de sestercios y ases adrianeos. Los dupondios desaparecen en este momento, y ya no vuelven a ser constatados entre la moneda recibida en la ciudad durante todo el siglo II d.C. Los gobiernos de Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo marcan el ascenso definitivo del sestercio frente al as, que comienza a ser, comparativamente, minoritario (cf. Gráficos 165-169). La ciudad de Conimbriga marca una misma cronología para el ascenso definitivo del sestercio como moneda principal en los circuitos de abastecimiento. La primera mitad del siglo II d.C. se caracteriza por la alternancia entre el as y el sestercio como valores más importantes entre las denominaciones registradas, pero sin llegar a marcar una gran distancia entre la representación de cada uno de estos valores, manteniéndose más o menos equiparados. Puntualmente durante el gobierno de Adriano es manifiesta cierta supremacía del as, terminando rápidamente a lo largo del gobierno de Antonino Pío, cuando el sestercio arrebata ya completamente el protagonismo a esta denominación y se erige como valor predominante en los circuitos de aprovisionamiento (cf. Gráfico 166-170).

Gráfico 165: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en la ciudad de Augusta Emerita (Mérida, Badajoz).

Gráfico 166: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en la ciudad de Conimbriga (Coimbra).

En cambio, los restantes núcleos dispersos por el territorio seleccionado, tanto urbanos como rurales, cuyo número de ejemplares no permite una observación individualizada, marcan en conjunto una tendencia diferenciada respecto a los núcleos citados. El sestercio resulta el valor predominante entre los valores abastecidos que han sido documentados desde los primeros momentos del periodo analizado, constituyendo una representación cercana al 54% entre los valores concretos conocidos. Frente a éstos, los dupondios

Gráfico 167: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en los territorios de la zona Sur de la Fachada Atlántica, a excepción de los ejemplares hallados en Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida).

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Fachada Atlántica. Zona Sur

Gráfico 168: Valores hallados en la zona Sur de la Fachada Atlántica, emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 169: Valores hallados en la ciudad de Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 170: Valores hallados en la ciudad de Conimbriga (Coimbra), emitidos en el siglo II d.C.

Gráfico 171: Valores hallados en la zona Sur de la Fachada Atlántica emitidos en el siglo II d.C., a excepción de Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz).

Gráfico 172: Hallazgos e índice de aprovisionamiento de áureos y denarios en la zona Sur de la Fachada Atlántica emitidos en el siglo II d.C., a excepción de los ejemplares de Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz).

Si analizamos los contextos arqueológicos con presencia monetal sorprende la gran importancia que en los mismos presentan los sestercios. Para dicho análisis nos centramos en el sestercio de Antonino Pío recuperado en las excavaciones llevadas a cabo en la antigua Mirobriga (Santiago do Cacem, Setúbal) y los hallazgos producidos en diversas excavaciones realizadas en el casco urbano de Mérida (Badajoz).654

No conocemos la cronología exacta de los contextos en los que dichos ejemplares fueron recuperados, ya que las dataciones establecidas para los estratos analizados se corresponden simplemente con la denominación “altoimperial”. Sin embargo, la presencia de ejemplares del siglo II en los mismos nos aporta, al menos, una fecha post quem para el conjunto. La moneda aparecida en dichos contextos se corresponde de manera mayoritaria con acuñaciones realizadas a partir del gobierno de Adriano. Tan sólo el as de Trajano hallado en la Barriada de Los Milagros de Mérida (Badajoz) y el dupondio de Nerva recuperado en la Avenida Lusitania (Mérida, Badajoz) pueden adelantar la cronología de formación de los estratos a la primera mitad del siglo II d.C. En ambos casos, hemos podido observar como los valores se correspondían con denominaciones inferiores al sestercio, por lo que dicha tendencia podría resultar acorde a lo que observábamos a partir del análisis de las monedas del siglo II que llegaban a este centro urbano.

Tabla 65: Valores hallados en contextos arqueológicos con cronología altoimperial en la zona Sur de la Fachada Atlántica.

654

Un dupondio de Nerva hallado en el solar ubicado entre la Avenida Lusitania, la calle Barcelona y la calle José Echegaray, un as de Trajano hallado en la Barriada de Los Milagros, dos sestercios de Antonino Pío y Marco Aurelio recuperados en las excavaciones del Circo Romano, un dupondio de Domiciano y un sestercio de Adriano documentados en el conjunto procedente de las excavaciones del solar Morería, y el conjunto de sestercios emitidos entre Trajano y Cómodo hallado en el antiguo solar de Campsa. Las circunstancias del hallazgo de dichos ejemplares son especificadas a continuación (cf. p. 196).

Las monedas restantes pudieron extraviarse en un momento indeterminado entre la segunda mitad del siglo II y, posiblemente, principios del siglo III, por lo que una mayor presencia de sestercios en el registro monetal

195

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA podría resultar algo más razonable, especialmente si responde a una cronología más cercana al siglo III d.C.

Campsa. Acerca del primero de ellos, sabemos que fue hallado en la trinchera 18, de la insula V de las excavaciones llevadas a cabo en Morería en el año 1992. Las monedas que componían el depósito se hallaban ocultas bajo un pavimento de tierra batida y envueltas en una especie de saquito, del que se conservaba el imperdible de metal que lo cerraba. No conocemos la composición exacta del conjunto, ya que se encuentra pendiente de publicación, pero sabemos que entre el material atesorado se encontraba un sestercio de Adriano y un dupondio de Domiciano del 90-91 d.C.659 Más interesante, por la mayor información con la que contamos, se muestra el conjunto hallado en el antiguo solar Campsa, compuesto por trece monedas de bronce que aparecieron asociadas a un derrumbe datado en época altoimperial,660 que, a tenor de la composición del conjunto, puede datarse a finales del siglo II d.C. A excepción de cuatro ejemplares que se presentan ilegibles, y uno emitido por Domiciano, los restantes ocho se corresponden con numerario emitido entre el gobierno de Trajano y Cómodo. La escasa “residualidad” del mismo parece mostrarnos un aprovisionamiento de moneda verdaderamente actualizado.

La moneda del siglo II y los contextos arqueológicos Pese a que los hallazgos realizados en la ciudad de Conimbriga y Augusta Emerita procedan directamente de excavación, la información relacionada con la estratigrafía, que nos permitiría una contextualización concreta del hallazgo numismático, es bastante escueta o imprecisa. Según nos advierte J. Alarcão y R. Étienne para el caso de Conimbriga, parece ser que las continuas remociones de terreno con fines agrícolas realizadas sobre el yacimiento causaron que el material aparecido durante los trabajos arqueológicos se encuentre muy mezclado, siendo especialmente difícil el poder determinar estratos cerrados con material homogéneo. Sin embargo, han podido ser datados con cierta precisión algunos espacios como el Foro, que aporta una cronología augustea y flavia, algunas insulae de cronología claudiana, y la segunda construcción de las grandes Termas del Sur de la ciudad, que parecen datar de época trajanea.655

Además de estos testimonios, poseemos información arqueológica de un ejemplar hallado en Mirobriga (Santiago do Cacém, Setúbal). Éste se corresponde con un sestercio de Antonino Pío, que fue hallado en el locus 002 de la habitación 12 de las excavaciones llevadas a cabo en el núcleo urbano. La datación del estrato de aparición del ejemplar no aparece muy claramente especificada, ya que simplemente se indica que puede ser datado después de mediados del siglo II d.C., posiblemente a partir del ejemplar aparecido,661 dejando abiertas las posibilidades cronológicas del conjunto.

En el caso concreto de Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), la escasez de contextos concretos responde a la amplitud cronológica con la que los estratos arqueológicos son datados generalmente, en horquillas que recogen todo el Alto Imperio (siglos I-II d.C.), por lo que resulta difícil analizar la perduración de las piezas en el siglo II d.C. ya que meramente podemos estimar como contextos claros del siglo II d.C. aquéllos que cuentan con moneda de dicha centuria. En este sentido, podemos decir que en el casco urbano de la ciudad, han aparecido varias monedas del siglo II d.C. procedentes de contextos más o menos contemporáneos a la emisión del ejemplar. En las excavaciones llevadas a cabo en el solar sito entre la Avenida Lusitania, la calle Barcelona, y la calle José Echegaray fue hallado un dupondio de Nerva en un estrato datado en época altoimperial, en este caso en el siglo II d.C.656 En la Barriada de los Milagros apareció un as de Trajano, junto a otro bronce totalmente calcinado, en una incineración datada en época altoimperial.657 Una adscripción altoimperial parece otorgarse igualmente al estrato situado sobre una calzada de dioritas cercana al Circo Romano de la ciudad, donde aparecieron un sestercio de Antonino Pío a nombre de Faustina I, y un sestercio de Marco Aurelio en honor de Antonino Pío divinizado.658

Podemos completar y contrastar la información obtenida con la que nos pueden ofrecer los conjuntos monetales hallados en el área, y cuya ocultación pudo datar del siglo II d.C. Al respecto, el conjunto aparecido en 1981 en La Bóveda (Jerez de los Caballeros, Badajoz), resulta bastante elocuente.662 En el interior de un pequeño recipiente de cerámica fueron hallados doce denarios emitidos entre Vespasiano y Adriano, correspondiéndose el último ejemplar con un denario de este último cuya fecha de emisión oscila entre el 125-128 d.C. El tesoro hallado en Pelmá (Alvaiázere, Leiria) en 1751, sabemos que contenía más de ochenta áureos, denarios y bronces, emitidos por Vitelio, Vespasiano, Tito, Nerva y Trajano.663 No nos son ofrecidos más detalles al respecto, desconociendo la verdadera representación de cada una de estas emisiones en el conjunto.

Junto a éstos, merece la pena destacar los depósitos monetales hallados en Morería y en el antiguo solar de 655

Pereira, Bost, Hiernard, 1974, xi. Se corresponde con la intervención 8055, dirigida por la arqueóloga Guadalupe Méndez, habiendo sido hallado el ejemplar en la U.E. 54. 657 Se corresponde con la intervención 8036, dirigida por el arqueólogo Andrés F. Silva en mayo del 2001, habiendo sido hallado el ejemplar en la U.E. 4. 658 Se corresponde con la intervención 2631, dirigida por la arqueóloga Eulalia Guijón. 656

659

Excavación dirigida por Miguel Alba. Intervención 8024, dirigida por Ana Mª Bejarano. 661 Biers, 1988, 183. 662 TIR, J-29 (Madrid, 1995), s.v. Santa Ana, Valle de, 140; Blázquez Cerrato, 2002, 37. 663 Bost, Campo, Gurt, 1983, 164. 660

196

Fachada Atlántica. Zona Sur

Tabla 66: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en la zona Sur de la Fachada Atlántica. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas durante el siglo II, más o menos contemporáneas al momento de pérdida.

Tabla 67: Conjuntos monetales cuya fecha de ocultación data, con cierta seguridad, del siglo II d.C. Zona Sur de la Fachada Atlántica.

d.C.).667 En Borralheira (Teixoso, Covilhã, Castelo Branco) aparecen monedas de los siglos I y II junto a emisiones severas. Dicho tesorillo fue hallado en 1953, y estaba compuesto por un collar, un par de pendientes, cuatro anillos de oro, y cuatro fragmentos de collares de plata, junto a un número indeterminado de monedas de las que tan sólo se pudieron recuperar cuarenta áureos acuñados entre Nerón y Septimio Severo.668

Poseemos alguna otra noticia relativa a la existencia de tesorillos que contuvieron algún ejemplar del siglo II, aunque los datos acerca de la composición e, incluso, sobre los últimos ejemplares constatados o la fecha de ocultación estimada, es bastante parca. En Talavera la Real (Badajoz) fue hallado un tesorillo de monedas de oro, del que sabemos que la mayoría pertenecían a Nerón y Trajano, aunque no poseemos más información al respecto.664 En Nandufe (Tondela, Viseu), fue hallado un conjunto de áureos y denarios que contenía, entre otros, ejemplares de Nerva, Trajano y Adriano.665 Algo posterior, podría ser el conjunto hallado en São Mamede (Roliça, Bombarral, Leiria), cuya composición concreta no es conocida debido a su rápida dispersión. Aún así, se sabe que contuvo denarios de Tiberio, Trajano, Antonino Pío, y Marco Aurelio.666

Los primeros años del siglo III d.C. La dinastía severa (193-235) Al igual que sucedía al intentar esbozar una evolución del numerario julio-claudio y flavio, para la primera mitad del siglo III d.C. únicamente contamos con los datos relativos a la Estremadura portuguesa y a la ciudad de Conimbriga (Coimbra).669

Ejemplares del siglo II son documentados igualmente en conjuntos ocultos con posterioridad. Se sabe que el tesorillo hallado en São João Baptista (Monte Real, Leiria) contenía bronces de Faustina y Marco Aurelio junto a ejemplares severos y uno de Filipo I (244-246

Respecto a la primera de las áreas citadas, tan sólo han sido documentados seis ejemplares para el conjunto de emisiones severas, correspondiéndose con dos denarios 667

Martínez Mira, 1995-1996, 127. Bost, Campo, Gurt, 1983, 148. 669 Gracias a los estudios ya citados: Silva Ruivo, 1993-1997, 7-177 para la Estremadura portuguesa, y Pereira, Bost, Hiernard, 1974, 22-23 para la ciudad de Conimbriga. 668

664

Blázquez Cerrato, 2002, 52 y 151; TIR J-29 (Madrid. 1995), s.v. Talavera la Real, 150. 665 Bost, Campo, Gurt, 1983, 163. 666 Silva Ruivo, 1993-1997, 32.

197

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA de Septimio Severo, un denario, un sestercio y un dupondio de Caracalla, y un sestercio indeterminado adscrito a este periodo.670

Conclusiones Hemos visto como la densidad de hallazgos producidos en los territorios de la zona Sur de la Fachada Atlántica no se presta a excesivas reflexiones al respecto.676 Especialmente, hay que tener en cuenta el escaso material procedente de las regiones del Algarve y el Alentejo portugués, cuyas tierras concentraron a la mayoría de la población lusitana en época romana. La mayor densidad que presenta el litoral entre Olisipo (Lisboa) y Conimbriga (Coimbra) se debe a los trabajos y recogidas realizados por J. da Silva Ruivo y A.M.S.P. Silva. Aún así, podemos destacar brevemente las observaciones realizadas para el conjunto de territorios englobados en este estudio.

En la ciudad de Conimbriga (Coimbra) la muestra resulta igualmente escasa, limitándose a doce ejemplares, que rondan el 0,28 m/a. Éstos aparecen además mayoritariamente concentrados a final del periodo, durante el gobierno de Severo Alejandro (222-235 d.C.). Además de un sestercio de Didio Juliano, son documentados dos denarios emitidos por Septimio Severo, un sestercio de Caracalla y dos denarios y seis sestercios de Severo Alejandro.671 Como podemos comprobar, la importancia de denarios y sestercios a lo largo del periodo es destacable, desapareciendo cualquier indicio de denominaciones inferiores en los circuitos de aprovisionamiento de estos núcleos. Es de destacar la afluencia de denarios que parece tener lugar bajo el gobierno de Septimio Severo, ya que los cuatro ejemplares hallados en el conjunto de los núcleos analizados se corresponden todos ellos con denarios.

Respecto a los ritmos de aprovisionamiento, hemos podido observar la gran homogeneidad que presentan los diferentes núcleos analizados dentro del territorio, que marcan una tendencia general que parece mostrar un descenso en el aprovisionamiento desde época de Nerva, que registra el máximo índice, y que se verá recuperado en tiempos de Marco Aurelio en todos los núcleos observados. Tan sólo hemos de destacar el matiz que representa al respecto la ciudad de Conimbriga (Coimbra) y el tramo de la vía de comunicación que se desarrolla entre dicho centro urbano y Olisipo (Lisboa). En sendos entornos, la tendencia se muestra algo más irregular y, además de estos dos momentos cronológicos, sobresale la llegada de emisiones de Adriano, que marcan un índice superior al propio de tiempos de Marco Aurelio. Hemos podido apreciar como tendencias similares eran apreciadas tanto en el área lusitana del Valle del Duero, como en Italica (Santiponce, Sevilla) y Asturica Augusta (Astorga, León), enlazadas a las anteriores áreas territoriales por diversas vías de comunicación.

Si bien no contamos con monedas aparecidas en contextos arqueológicos datados en este siglo III d.C. en el área, podemos realizar un breve acercamiento a este fenómeno a través del análisis de los conjuntos monetales atesorados a lo largo de esta centuria, con las limitaciones que el análisis de estos peculiares conjuntos conlleva. Hemos comentado con anterioridad el conjunto hallado en São João Baptista (Monte Real, Leiria) en 1807, en el interior de un recipiente que contenía varias monedas de bronce,672 de las que se conocen tan sólo cuatro de los ejemplares que pudo poseer. Éstos se corresponden con un bronce de una de las Faustinas, un bronce probablemente de Marco Aurelio, un sestercio de Alejandro Severo y un bronce de Filipo II.673 Si bien no conocemos la composición concreta del conjunto, simplemente constatamos la presencia de moneda del siglo II en dicho conjunto, que mínimamente debió ser cerrado a mediados del siglo III d.C.

Dentro del conjunto del Alto Imperio, el siglo II parece situarse en una tendencia descendente en el aprovisionamiento respecto al periodo julio-claudio y, en el caso de Conimbriga (Coimbra), también flavio. Resulta un momento de transición entre la abundante moneda julio-claudia, en la que las emisiones de Claudio I jugarán un gran papel, y los escasísimos ejemplares severos que poseemos para los núcleos señalados. Dicha comparativa puede ser establecida gracias a los datos obtenidos para la ciudad de Conimbriga (Coimbra) y la Estremadura portuguesa, en los que se aprecia claramente la tendencia anotada (cf. Gráficos 173-174).

Más escuetas son las noticias que poseemos acerca de los conjuntos de São Miguel (Abrantes, Santarem) y Arruda dos Vinhos (Lisboa) de los que se conoce la existencia de numerario severo en su composición. En el conjunto de São Miguel fue hallado un bronce de Severo Alejandro junto a otros datados en la primera mitad del siglo III d.C.674 En Arruda dos Vinhos, sabemos que, al menos, contenía monedas de Julia Mamaea y Maximino.675

Debido a la gran escasez de ejemplares constatados para un territorio que se presenta verdaderamente extenso, y a la gran dispersión que éstos presentan, nos es difícil realizar cualquier precisión en relación a su distribución. La mayor densidad de población de la zona meridional de la Lusitania, los territorios al sur del Tajo, no aparece acompañada de una más intensa presencia monetal.

670

Silva Ruivo, 1993-1997, 137. Pereira, Bost, Hiernard, 1974, 22-23. 672 Cf. p. 197. 673 Martínez Mira, 1995-1996, 127. 674 Martínez Mira, 1995-1996, 125. 675 Mateu y Llopis, 1947-1948, 68; Martínez Mira, 1995-1996, 123. 671

676

198

Cf. Figura 87 (p. 193).

Fachada Atlántica. Zona Sur

Gráfico 173: Evolución del aprovisionamiento en la ciudad de Conimbriga (Coimbra) durante el periodo altoimperial.

Gráfico 174: Evolución del aprovisionamiento en la Estremadura portuguesa durante el periodo altoimperial.

En contraposición, la constatación de ejemplares en los núcleos ubicados entre las cuencas del Tajo y el Duero, territorio que se supone ajeno al proceso romanizador, evidencia la llegada de moneda a esta área.677 Sólo el avance de los estudios sobre el fenómeno monetario en sendas áreas nos permitirá desarrollar este tipo de apreciaciones.

as quede definitivamente relegado a un segundo plano dentro del material aprovisionado, configurándose el sestercio como el principal valor que llega a las tierras lusitanas. Dicha tendencia aparece igualmente reflejada en la composición de los estratos arqueológicos datados a lo largo de esta centuria.679 Frente a esta tendencia, los restantes núcleos observados muestran una predominancia absoluta del sestercio desde los primeros años del periodo analizado. Éstos comportamientos divergentes nos hacen ver la importancia que los múltiplos del as poseen entre el numerario que los núcleos rurales del entorno de la Lusitana reciben, constituyendo denarios y sestercios la base del numerario registrado.

Algún dato más podemos adelantar sobre los valores que usualmente llegan a estos enclaves. A este respecto, es de destacar la importancia que denarios, áureos, y sestercios, poseen entre el conjunto documentado. La afluencia de sestercios al área ya vimos como comenzaba a ser usual a partir de los gobiernos de Tito y Domiciano, acentuándose en este siglo II d.C. hasta la completa desaparición del as en el siglo III d.C.

Áureos y denarios han sido hallados, mayoritariamente, en contextos rurales, donde constituyen un 5% y un 15% respectivamente. Los testimonios que nos ofrecen las ciudades de Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) muestran, en cambio, una escasez de estas denominaciones, al no haber sido hallado ningún áureo entre el material hallado y no superar los ejemplares de plata el 5% de los valores documentados en ambos núcleos. Esta situación es similar a la que observábamos en la actual Andalucía donde los ases mantienen todavía cierta representación en las ciudades, al menos durante la primera mitad del siglo II d.C., mientras que el ámbito rural recibe mayoritariamente valores superiores al as.680 Los testimonios que poseemos acerca del siglo III en la ciudad de Conimbriga (Coimbra) y la Estremadura portuguesa, acentúan dicha tendencia. Los ases dejan de ser constatados entre el material analizado, mostrándose mayoritarios los sestercios y denarios, que constituyen el grueso del numerario. Los diez sestercios documentados representan un 55%, y los denarios un 39% del total. Al margen de éstos, tan sólo ha sido hallado un dupondio (6%) que representaría la denominación de menor valor

Gráfico 175: Evolución de los valores en bronce hallados en la zona Sur de la Fachada Atlántica678 .

A este respecto, es reseñable la mayor importancia que adquieren los sestercios en este mismo contexto, en relación a la representatividad propia de los ases. De nuevo tomando las ciudades de Conimbriga y Augusta Emerita como modelo del comportamiento de las ciudades del área analizada, observamos como ases y sestercios se mantienen durante la primera mitad del siglo II d.C. bastante igualados en representación. Será a partir de la llegada de las emisiones de Antonino Pío cuando el 677

Alarçao, 1988, 2. Hemos de advertir que los datos obtenidos para los siglos I y III d.C. se limitan a las denominaciones documentadas en la ciudad de Conimbriga (Coimbra) y la Estremadura portuguesa. Aún así, representa orientación para observar el fenómeno en la evolución de las denominaciones que llegan a esta área. 678

679 680

199

Cf. p. 195. Cf. pp. 164-165.

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA localizada en estos territorios, acuñada bajo la dinastía severa.

El territorio comprendido entre las ciudades de Lucus Augusti (Lugo), Bracara Augusta (Braga) y Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real), especialmente en el entorno de las vías que relacionan dichos enclaves, la evolución se correspondía con un aumento de moneda entre los gobiernos de Trajano y Adriano, siendo este primer tercio del siglo II d.C. el más prolífico en hallazgos. A partir del numerario de Adriano, se inicia una línea descendente que no será recuperada hasta bien entrado el siglo III d.C. Dentro de este conjunto podíamos observar ciertas divergencias en la composición, como, por ejemplo, la mayor afluencia de moneda de Nerva en el entorno de la vía XIX del Itinerario Antonino (en especial en el tramo que discurre paralelo al litoral gallego) que en las vías interiores que recorren el territorio, relacionado, posiblemente, con un mayor tránsito y circulación a lo largo de la misma.

Por último, sólo nos restaría abordar la importancia de la pervivencia de la moneda entre el circulante en el territorio señalado. Al respecto, poseemos escasos testimonios y de un carácter bastante sesgado. Ya hemos hecho referencia a la particularidad de los estratos en los que poseemos testimonio monetal, de los que tan sólo conocemos su adscripción al siglo II, como mínimo, por la existencia o no de moneda del siglo II entre el material hallado,681 ya que la adscripción genérica como estratos altoimperiales no permite realizar muchas precisiones si no es por el elemento monetal. De ahí, en parte, la escasa “residualidad” de la muestra, ya que el estudio se basa únicamente en estratos en los que dichas emisiones eran características. Por lo tanto, los resultados distan mucho de ser los esperados, ya que las observaciones realizadas pueden aparecer falseadas por las características propias del material analizado. Aún así, hemos visto como de los catorce ejemplares recuperados en la ciudad de Mérida, en estratos que pudieron datar del siglo II d.C., sólo encontramos un ejemplar emitido en el siglo I d.C., que además se corresponde con un dupondio de Domiciano, por lo que la pervivencia en circulación es reducida.

Intentando encontrar una explicación que responde al porqué de esta inflexión, quizás podemos hacer alusión a diversas causas. Por un lado, los hallazgos epigráficos muestran una fuerte inversión en la red viaria durante la primera mitad del siglo II d.C.,683 que determinaría una importante entrada de moneda en el área y una notable llegada de mano de obra y, con ella, de los salarios percibidos durante su trabajo. El copioso número de miliarios hallados en el cuadrante noroccidental de la Península Ibérica podría ser una de las causas por las que el numerario de la primera mitad del siglo II d.C. adquiriera un mayor protagonismo que el propio de la segunda mitad del siglo II d.C., cuando este interés por la inversión en materia viaria parece descender. Otra de las causas, que explicaría el descenso que paulatinamente se produce en la segunda mitad del siglo II d.C. puede centrarse en el retraimiento experimentado en la producción minera del Noroeste peninsular, que parece ser que tuvo lugar a finales del siglo II d.C. El descenso de la minería de oro provocó el abandono inmediato de algunos de los castros dedicados a este sector productivo,684 y pudo producir igualmente una desaceleración en la actividad propia de los núcleos de gestión de esta actividad. Aún así, este descenso fue igualmente observado en los territorios englobados en la mitad occidental de la Vertiente Cantábrica, pudiendo quizás establecerse un descenso en la actividad portuaria y mercantil del cuadrante noroccidental de la península.

La significación del numerario del siglo II queda igualmente reflejada en la composición del conjunto monetal hallado en el antiguo solar de Campsa, considerado como “monedero” por las características propias del contexto de aparición.682 Dicho conjunto aparece formado exclusivamente por ejemplares del siglo II, por lo que parece quedar patente la gran renovación de numerario que hubo de poseer la antigua capital de la provincia Lusitania. 3. UNA VISIÓN GENERAL DEL CONJUNTO DE LA FACHADA ATLÁNTICA

Hemos podido observar como el conjunto de la Fachada Atlántica no resulta demasiado homogéneo, constituyendo la cuenca del Duero una frontera natural perfecta a la hora de analizar las divergencias entre ambos territorios. ○ Dos tendencias divergentes en el conjunto de la Fachada Atlántica A partir de lo observado en los ritmos de aprovisionamiento y el análisis de la dispersión de los ejemplares hallados, han sido constatadas dos tendencias principales que caracterizan a un conjunto concreto de territorios.

Paralelamente a esta reducción en la llegada de numerario en los territorios al norte del Duero a mitad del siglo II d.C., se produce una recuperación del aprovisionamiento en el Valle del Duero y el conjunto de la zona Sur de la Fachada Atlántica. En el Valle del Duero esta recuperación de numerario se produce durante el gobierno de Antonino Pío, siendo mantenida con la llegada de las emisiones de Marco Aurelio. En el conjunto de los territorios englobados en la provincia Lusitania esta mejora se experimenta con la llegada de las emisiones de Marco Aurelio: la primera mitad de la

681

683

682

Cf. p. 196. Cf. p. 196 y Tabla 67 (p. 197).

684

200

Solana, Sagredo, 2006, 40-41, mapas 36-51. Fernández Ochoa, 1983-1984, 242.

Fachada Atlántica. Reflexiones Finales centuria marcaba un buen ritmo en la llegada de moneda, alternando la mayor o menor afluencia de numerario para cada zona entre los gobiernos de Nerva, Trajano o Adriano, registrando todos ellos una reducción durante el gobierno de Antonino Pío. Tras éste el numerario emitido por Marco Aurelio supone una recuperación.

ocasiones, a dupondios, durante los gobiernos de Nerva, Trajano y Adriano, especialmente en las ciudades de Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz). En ambas ciudades la representación de ases y sestercios aparece más o menos equilibrada hasta la llegada masiva de sestercios en tiempos de Antonino Pío, quedando el as reducido a un número mínimo de ejemplares. En los núcleos urbanos situados al norte del Duero, esta tendencia es menos evidente. Lucus Augusti (Lugo) tan sólo muestra una ligera representación del as por encima del sestercio durante el breve gobierno de Nerva, siendo a partir de entonces el sestercio el máximo valor aprovisionado. En Bracara Augusta (Braga), por su parte, los ases llegarán de manera importante durante el gobierno de Trajano que, junto a los dupondios, serán los valores mejor representados entre el 98-117 d.C. A partir de entonces el sestercio copa los flujos de moneda que alimentan la ciudad.

Esta afluencia de emisiones de Marco Aurelio también era registrada en Asturica Augusta (Astorga, León) e Italica (Santiponce, Sevilla), marcando dichos núcleos urbanos tendencias completamente divergentes a las observadas en las respectivas áreas geográficas en las que habían sido englobadas.685 En la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla) la llegada de estas emisiones podía ponerse en relación con la presencia de una vexillatio de la Legio VII Gemina en la ciudad, destinada allí para refrenar las sucesivas incursiones de mauri que, entre el 170-180 d.C., desembarcaron en las costas béticas.686 Igualmente, la Historia Augusta hace alusión a la existencia de una serie de problemas internos en la Lusitania bajo el gobierno de Marco Aurelio,687 que igualmente serán apaciguados.

La importancia de los grandes valores monetales en los núcleos rurales, donde aparecen más tempranamente que en los entornos urbanos, era una situación ya observada en el conjunto de la provincia Baetica.688 Dicha tendencia nos pone sobre aviso acerca del escaso nivel de los pequeños intercambios en los entornos rurales. Si bien el movimiento de grandes sumas de dinero parece un hecho asumido, en estos casos relacionados con la intensa explotación de los entornos mineros, y las explotaciones agrícolas de los territorios al sur del Tajo, y el tráfico comercial resultante de estas actividades, la escasez de ases en el registro numismático no ilustra una misma riqueza comercial a pequeña escala. La mayor presencia de ases en el entorno de algunas de las ciudades analizadas, como Bracara Augusta (Braga), Conimbriga (Coimbra), o Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), puede ponernos sobre la pista del valioso carácter de mercado que pudieron poseer las mismas, centrándose en ellas la cotidianeidad de las pequeñas transacciones.

La posible movilización del ejército romano asentado en Hispania, para hacer frente a las invasiones o razzias de mauri y los levantamientos e inestabilidad que presenta la provincia Lusitania durante el gobierno de Marco Aurelio, puede ser una de las causas que produzca este incremento de numerario. Al fin y al cabo, el ejército es uno de los máximos portadores de moneda dentro del conjunto social romano. La afluencia de moneda al área pudo producirse a través de las principales capitales administrativas, como son Asturica Augusta (Astorga, León), capital del conventus Asturum donde está instalada la Legio VII Gemina, y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), capital de la provincia Lusitania, y, por último, Italica, al ser receptora de una vexillatio de la legión asentada en Hispania durante estos momentos. ○ Denarios y sestercios como protagonistas del siglo II d.C., especialmente en los entornos rurales

○ Algunos datos acerca de la renovación de numerario en el Occidente peninsular: la importancia de los tesorillos en el análisis numismático

A la hora de analizar las denominaciones que llegan al área denominada como Fachada Atlántica, se han podido constatar dos tendencias igualmente divergentes entre los territorios situados al norte y al sur de la cuenca del río Duero. En ambos territorios la presencia de sestercios y denarios ha de ser subrayada, ya que supera en términos generales a los ases durante todo el siglo II d.C., aunque con ciertos matices. Al respecto, los núcleos urbanos de los que poseemos información monetaria suficiente como para analizar la evolución de sus denominaciones, muestran como los ases acompañan en importancia a sestercios y, en

Son escasos los testimonios que poseemos acerca de ejemplares aparecidos en contextos arqueológicos con cronología altoimperial, que nos permitan afrontar un análisis pormenorizado acerca de la perduración de la moneda en el área. Únicamente las excavaciones realizadas en el casco antiguo de Mérida (Badajoz) y el testimonio de Mirobriga (Santiago do Cacem, Setúbal) ilustraban esta tendencia. A partir de estos datos, podíamos ver la gran importancia que la moneda del siglo II poseía en contextos datados en algún momento de esa misma centuria, ya que ésta constituía un 87% de los materiales hallados en esto contextos.689

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688

Para el caso de Asturica Augusta, cf. Gráfico 72 (p. 109) para observar su evolución concreta, y a las páginas 109-110 para su comparativa con las zonas aledañas. Para el caso de Italica, cf. Gráfico 115 (p. 151) y a las páginas 151-152 y 162-163. 686 Arce, 1988, 43, Hist. Aug. Marc. 21, 1-2. 687 Hist. Aug., Marc. 22, 11.

Cf. pp. 164-165. Porcentaje obtenido a través de los datos consignados en la Tabla 66 (cf. p. 197), teniendo en cuenta las monedas con una adscripción cronológica concreta. Poseemos veinte ejemplares hallados en contextos datados posiblemente en el siglo II d.C., de los cuales catorce son ejemplares emitidos por Nerva, Trajano, Adriano y los antoninos, y dos 689

201

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Igualmente, los numerosos tesorillos registrados a lo largo de todo el periodo altoimperial en los territorios situados al norte del Duero, dentro del área denominada como Fachada Atlántica, nos hace ver la importancia de la moneda emitida en el siglo II en los atesoramientos, apareciendo incluida en conjuntos muy posteriores a su momento de acuñación, incluso en aquéllos que datan del siglo IV d.C.690

La escasa concentración temporal de los tesorillos documentados no nos da indicios de que fueran producidos a causa de ningún acontecimiento traumático, no pudiendo atribuir a ningún hecho de tipo histórico la abundante documentación de dicho uso. Ante la situación que nos muestra su distribución, podemos establecer una opción que pueda satisfacernos: no se producía la movilidad de la moneda ya que no existía una tradición en la que ésta fuera el instrumento principal para el intercambio, por lo que la moneda recibida era acumulada, siendo entonces un objeto digno de ser atesorado por lo extraordinario del mismo y por el propio valor intrínseco que poseía.

La relevancia del fenómeno del atesoramiento en el área norte de la Fachada Atlántica parece indicarnos la escasa movilidad que afectó al numerario de mayor valor que llegaba al área, que hemos visto que, además, es el mayoritario entre los hallazgos casuales documentados.

son de Domiciano. De los cuatro restantes únicamente se puede establecer su probable adscripción altoimperial (siglos I-II d.C.), por lo que no han sido tenidos en cuenta para calcular el porcentaje señalado. 690 Cf. pp. 178-181 para la observación de las características y dispersión los tesorillos hallados en la zona Norte de la Fachada Atlántica cuyo momento de ocultación data del siglo II d.C. Cf. p. 182 para aquéllos cuya ocultación data de fechas posteriores a dicha centuria. Para el caso de la zona Sur de la Fachada Atlántica, cf. p. 196 para los tesorillos correspondientes al siglo II d.C. y cf. p. 197 para momentos posteriores.

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REFLEXIONES FINALES EL FENÓMENO MONETARIO EN LA HISPANIA DEL SIGLO II D.C.

Es difícil resumir con brevedad todo lo expuesto hasta el momento sin caer en reiteraciones de información y en un exceso de cuantificaciones y datos numéricos, que pueden dificultar la comprensión final del análisis numismático realizado. Ya hemos abrumado al lector con un sinfín de datos, gráficos y tablas que ponían de manifiesto los comportamientos particulares de cada área geográfica analizada para cada uno de los aspectos protagonistas de nuestro estudio: aprovisionamiento, dispersión, valores en circulación y perduración de la moneda en el registro arqueológico. Por lo tanto, nuestra intención es, únicamente, resaltar aquellos datos que nos pueden proporcionar algún punto de interés para conocer la historia y evolución de la Península Ibérica a lo largo del siglo II d.C., descubriendo las conexiones existentes entre cada uno de los territorios desarrollados, las convergencias y divergencias que el conjunto peninsular presenta, e incorporándolas en el propio devenir histórico de las provincias hispanas. ○ La evolución del aprovisionamiento en el territorio peninsular En líneas generales, dentro del conjunto del Alto Imperio la moneda del siglo II d.C. marca una reducción respecto al abundante material julio-claudio, pero un periodo de estabilidad en relación a la importante reducción constatada en época severa. Pese a esto, no se puede hablar de una homogénea distribución de moneda en el conjunto de los territorios hispánicos, habiendo podido comprobar las peculiaridades que cada área, e incluso cada núcleo, presentan. Aunando la información vertida al respecto, hemos analizado la evolución del aprovisionamiento de moneda en los territorios hispánicos durante cada uno de los periodos en los que puede ser dividida esta centuria, observando unas características generales aplicables, en mayor o menor medida, al conjunto de áreas analizadas. Es la moneda de Nerva la que presenta generalmente mejor representación en el conjunto peninsular, mostrando normalmente unos correctos índices de aprovisionamiento que, en la mayoría de los casos, constituyen los máximos del periodo. A.S. Hobley atribuye la alta representación de moneda de Nerva a la tendencia de los emperadores a acuñar en los primeros años de gobierno el mayor número de ejemplares, buscando una rápida propaganda, por lo que en los dos años de gobierno se concentrarían un gran número de emisiones.691 Tras éste, la frecuencia de aparición de las emisiones de Adriano es bastante alta, marcando unos 691

Hobley, 1998, 7.

excelentes ritmos de aprovisionamiento en la mayoría de los casos, especialmente en el interior peninsular. La moneda de Trajano y Antonino Pío se muestran muy irregulares al respecto, marcando en ocasiones notables reducciones en su llegada. Es de destacar la fuerte presencia de emisiones del emperador hispano en las áreas periféricas de la Península Ibérica, y el correcto aprovisionamiento en época de Antonino Pío en el centro peninsular, especialmente en los núcleos de carácter no urbano. La moneda de Marco Aurelio presenta igualmente una gran irregularidad en su abastecimiento, marcando unos índices bastante reducidos en conjunto, pero constituyendo un notable aporte para algunas áreas del Levante y para el conjunto de la Lusitania. La moneda de Cómodo se muestra realmente escasa, aunque en algunos núcleos, bastante minoritarios, ésta marca una recuperación en cuanto a momentos anteriores. Este es el caso del tramo de la vía Ad Turres-Saltigi, y el Noroeste murciano, el área de Tarragona-Vilafranca del Penedès (Barcelona), en Saguntum (Sagunto, Valencia), en Carthago Nova (Cartagena, Murcia), en la vía EliocrocaAcci, en Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), en Cauca (Coca, Segovia), en Vareia (Varea, Logroño) en el conjunto noroccidental del Valle del Ebro y en el tramo portugués del Valle del Duero. La disminución de la actividad urbana y del frenesí edilicio y de inversión en ellas producido puede ser un argumento más que avale el descenso de especie monetal a finales del siglo II d.C. y comienzos del siglo III en las ciudades hispanas. De la misma manera podemos aludir a la evolución propia de cada una de las ciudades, y de sus respectivos agri, para explicar este descenso. La constatación de una cierta recesión en las exportaciones hispanas y la puesta en práctica de una nueva orientación económica y comercial, tras ser sustituida por las provincias africanas para el abastecimiento de la metrópoli y las provincias imperiales, puede haber sido causa de esta reducción en la llegada de moneda, especialmente para explicar la que se produce en la Baetica. La caída del aprovisionamiento producido durante el gobierno de Cómodo se muestra general al conjunto del Imperio, ya que es constatada incluso en la propia Península Itálica,692 continuando con unos índices mínimos durante todo el periodo severo, por lo que

692

Sobre la reducción del numerario de Cómodo, Hobley, 1998, 6, y sobre la débil llegada de moneda severa Duncan-Jones, 1998, 22, quien define dicho periodo como un momento de aprovisionamiento monetal mínimo para el conjunto imperial. Dicha escasez provocará la necesidad de acuñar monedas de plata de imitación en las provincias renanas y danubianas (Kunisz, 1980, 132).

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA

Figura 88: Áreas diferenciadas en cuanto a ritmos de aprovisionamiento a tenor de las observaciones realizadas en cada uno de los territorios analizados, brevemente resumidas en líneas anteriores. Éstas áreas se han establecido atendiendo únicamente a los ritmos de aprovisionamiento obtenidos, obviando los límites territoriales establecidos para el trabajo (que aparecen señalados tenuemente sobre el mapa).

parece responder a causas extrínsecas al propio devenir histórico de la península.

R. Duncan-Jones establece las causas por las que la moneda se disemina desde las cecas de origen, principalmente Roma en nuestro caso, a los restantes territorios del Imperio. El aprovisionamiento de moneda aparece fuertemente determinado por los gastos públicos que ha de afrontar el estado, que se centran especialmente en el suministro al ejército para el caso de las provincias.694 A este aspecto, creo que podemos añadir los diferentes gastos ocasionados por la inversión en la creación y mejora de todo tipo de infraestructuras en las mismas. Por lo tanto, podemos intentar enlazar la evolución del abastecimiento con acontecimientos político-militares y con el testimonio de construcción y reparación de las diversas infraestructuras existentes.

Aún así, todos los argumentos esgrimidos no serán inconveniente para la masiva llegada de moneda acuñada por Claudio II y Galieno, que aparecerá por doquier. Pero, necesitamos buscar más argumentos que expliquen las fluctuaciones que hemos observado a lo largo de todo el periodo, y que, para el conjunto del siglo II d.C., parecen no corresponderse con la evolución de la producción monetaria observado por A.S. Hobley.693

Hemos observado algunos casos en los que esta relación parecía bastante clara. Por ejemplo, recordamos el caso de la zona Norte de la Fachada Atlántica, donde la alta concentración de ejemplares en la primera mitad del siglo II d.C. podría ponerse en relación con la política viaria

693

A.S. Hobley establece un ritmo de producción a partir del análisis de los hallazgos efectuados en las provincias de Britannia, Galia, Germania e Italia. A partir de los mismos, y a excepción del gobierno de Nerva, que marca un máximo importante, la producción de moneda se incrementa conforme avanza el siglo II d.C., desde el 0,49 a 0,85 monedas por día entre los gobiernos de Trajano y Marco Aurelio, aunque con la llegada del gobierno de Cómodo la llegada de numerario experimente una notable caída, general a todas las áreas, incluso en la misma Italia (Hobley, 1998, 6).

694

204

Duncan-Jones, 1998, 108.

Reflexiones Finales seguida por los propios emperadores de este periodo concreto, Nerva, Trajano y Adriano.695 Podríamos mencionar igualmente, el máximo que las emisiones de este último representan en la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla), de acuerdo con la fuerte inversión realizada en dicho periodo para la construcción y monumentalización de la denominada como Nova Urbs. Un nuevo auge en la llegada de moneda se produce durante el gobierno de Marco Aurelio, siendo el único núcleo de los analizados en el conjunto del Valle del Guadalquivir donde es constatada dicha recuperación. Esta vez, hemos de poner en relación dicho incremento con la posible instalación de una vexillatio de la Legio VII Gemina en la ciudad ante los ataques e incursiones que los grupos mauri realizaron sobre territorio bético.696 Igualmente relacionado con hechos de tipo político o militar, puede ser el aumento en la llegada de numerario producido en época de Marco Aurelio en el área que hemos querido denominar como zona Sur de la Fachada Atlántica. Quizás el movimiento de tropas y las incursiones que tuvieron lugar en la provincia Baetica repercutieron en estas tierras circunscritas en su mayoría a la antigua provincia Lusitania. Aún así, la Historia Augusta señala un periodo de inestabilidad en dicha provincia precisamente durante el gobierno de Marco Aurelio. La actuación del ejército para sofocar esta situación podría haber motivado igualmente el incremento experimentado.697 La escasa información arqueológica o histórica relativa a las restantes áreas no nos permite la exposición de relaciones tan claras como las que mantenemos en esta ocasión, aunque hemos de reseñar el importante condicionamiento que supone la propia evolución social y económica del territorio a la hora de analizar la repercusión del numerario en cada una de las áreas geográficas descritas. Por ello, creemos de gran importancia vincular estas observaciones con las obtenidas a partir del análisis de la dispersión de los ejemplares. ○ La dispersión de los ejemplares en el territorio: la evolución del área urbana y de los espacios rurales en el conjunto peninsular Al analizar los ritmos de aprovisionamiento de cada una de las áreas geográficas descritas, en conjunción con la dispersión propia del material en el territorio, y las características del mismo, hemos podido observar una pauta común que parece repetirse en gran parte del territorio y que nos hace pensar en la romanización como un proceso evolutivo en el que cada uno de los territorios acaba por incorporarse, más o menos temprana o tardíamente. 695

Cf. p. 172 para la evolución y p. 184 para las conclusiones, a partir del análisis de la red viaria realizado por J.M. Solana y L. Sagredo (Solana, Sagredo, 2006, 40-41). 696 Cf. p. 162. 697 Hist. Aug., Marc. 22, 11.

El paradigma del proceso que proponemos lo conforma el conjunto de los territorios situados en el entorno de la Baetica y el área litoral de la provincia Tarraconense. Comenzando por el conjunto levantino, hemos podido apreciar como el paulatino enriquecimiento de las áreas rurales provocaba una cada vez mayor dispersión y penetración del numerario en las zonas más interiores o alejadas de las principales vías de comunicación. Esta mayor expansión era reflejo de los nuevos objetivos y orientaciones económicas de las élites, que desembocaría en el progresivo traslado del eje económico de la urbs al ager. La ciudad había dejado de mostrarse como el principal centro de promoción social y comenzaba a resultar costoso su mantenimiento,698 por lo que verán en la inversión en el ámbito rural un nuevo medio para consolidar y acrecentar su riqueza. Junto a éstos, la población se desplaza, intentando ocupar los puestos de trabajo que los nuevos latifundios creados comienzan a demandar, por lo que podemos asistir a un proceso de emigración de la población y de todos los bienes que portan consigo, entre ellos la moneda. En el conjunto del Levante parece tener lugar este fenómeno a mediados del siglo II d.C. Este mismo proceso había sido constatado con cierta anterioridad en el conjunto de la Baetica, habiendo comenzado posiblemente ya con el cambio de centuria.699 En este caso, el registro numismático no nos presenta un cambio en las pautas de distribución por que éste ya se había producido con anterioridad. Tan sólo podemos comentar una particular tendencia que posiblemente podamos atribuir a este proceso de cambio, la importante presencia de denarios en ámbitos rurales. El traslado de los centros económicos y de transacción de la ciudad al campo debe ser la causa que explique la presencia de este tipo de numerario en los ámbitos rurales y la desaparición del mismo en los ambientes urbanos. La incorporación a este proceso de las restantes áreas geográficas peninsulares parece algo más tardía. Nuestro análisis no puede aportar muchos indicios más acerca de esta situación a partir del siglo III d.C., ya que se detiene tras el asesinato de Cómodo en el 192 d.C. Para ello, hemos de seguir otro tipo de testimonios que puedan 698

J. Fernández Ubiña opina que este proceso se inicia por el intento de la oligarquía de desvincularse de las obligaciones impuestas por la ciudad, como son el mantenimiento de la plebe urbana improductiva, costear obras públicas, pagar unos impuestos que iban en progresivo ascenso, etc. para lo que optaron por abandonar la ciudad y refugiarse en sus grandes posesiones (Fernández Ubiña, 1979, 186). Dicha decisión parece fundamentarse en un proceso que J.M. Abascal y U. Espinosa analizan en detalle: era imposible el mantenimiento de las fuertes inversiones realizadas en la infraestructura ciudadana a lo largo de la primera mitad del siglo II, que se habían producido por encima de la capacidad productiva de las propias ciudades. Además los problemas financieros que sacudieron el Imperio, ante la necesidad de sostener los problemas fronterizos y las empresas bélicas derivadas, producirán una necesidad de moderación del gasto, una elevación de los impuestos y un intervencionismo estatal en las haciendas ciudadanas que cortarán la libertad de las elites y los beneficios obtenidos de su acción en las ciudades (Abascal, Espinosa, 1989, 227-230). 699 Sánchez León, 1978, 213.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA avalar dichas circunstancias. Para el caso de la Celtiberia, M. Salinas señala una incipiente transformación en torno a la segunda mitad del siglo II, pero que será especialmente evidente en el siglo III.700 Para el área vallisoletana M.R. Pérez Centeno constata una evolución similar.701

Pero existen factores externos, ajenos a la denominada “ruralización” de la población hispana, que pueden explicar la crítica situación de muchos centros de carácter urbano que vieron menguar su potencial económico durante el siglo II y, especialmente, durante el siglo III d.C. E. Gozalbes aprecia este declive urbano en todo el tramo costero desde la zona portuguesa a la valenciana, debido a un descenso en el comercio marítimo y las actividades pesqueras e industriales derivadas,703 aunque la causa más barajada se viene relacionando con la readaptación comercial de los productos béticos tras la cada vez más pujante presencia de las producciones africanas en el ámbito mediterráneo.

No poseemos información sobre la evolución de la Fachada Atlántica Norte y el conjunto de la Vertiente Cantábrica en este sentido, pero su tardía entrada en la órbita romana contribuyó sin duda a su especial evolución, además de que la concentración de la población en el ámbito propiamente urbano parece ser bastante menor.702 Al respecto, quizás debamos hacer hincapié en el hecho de su tardía incorporación a las costumbres y modos romanos para encontrar una explicación a la abundancia de tesorillos que son documentados, especialmente en la actual Galicia. Podríamos encontrar un símil en la abundancia de este tipo de testimonios a lo largo de la época republicana en el conjunto territorial que entonces se hallaba bajo el dominio romano. La introducción y difusión de la moneda en territorios donde no había sido un elemento usual o cotidiano provocó su inicial atesoramiento y conservación. Este comportamiento puede ser el que observemos en el Norte peninsular en estos momentos, cuando todavía se encontraba en un estadio inicial en la incorporación de los usos monetales entre el conjunto de la población, considerando todavía la moneda como un elemento de prestigio y atesoramiento más que como un medio de cambio con significado principalmente nominal.

Previamente al proceso descrito, antes de que la inversión en los ámbitos rurales comenzara a verse generalizada, hemos de señalar un aspecto en el que nos gustaría detenernos, que desarrollamos a continuación. El análisis de la dispersión de los ejemplares por el territorio peninsular nos ha permitido apreciar la alta concentración de moneda producida en el entorno más próximo a los centros urbanos y vías de comunicación, y la gran escasez que encontramos en el territorio restante. Por supuesto, la densidad de población en estos ámbitos, alejados de las áreas urbanas y las vías de comunicación es bastante menor, por lo que la pérdida de moneda (transportada por los pobladores) ha de ser proporcionalmente más reducida. Pero la nula presencia que se constata en ocasiones, durante largos periodos de tiempo pone el acento en un problema que es altamente difícil de resolver. Éste consiste en conocer el grado de monetización que pudo caracterizar a la sociedad romana en estos momentos. La escasa presencia de moneda de bronce entre los hallazgos producidos en los ámbitos rurales, con anterioridad a la generalización del antoniniano, nos podría hablar de una escasa monetización de estas sociedades, más alejadas de los hábitos comerciales de las ciudades y de las grandes transacciones en ellas realizadas. Dichos pequeños núcleos podían alimentar su economía con un sistema tradicional de trueque entre los que la moneda no tendría cabida por el momento.

La transformación sufrida en la relación campo-ciudad no ha de significar la decadencia y ruina de los centros urbanos. Si bien su fisonomía cambia, ya que dejan de ser centros de representación de las élites, disminuyéndose el impulso constructivo, y reduciéndose el perímetro de muchas de ellas, parecen sufrir, en cambio, una reorientación de sus actividades, o una continuación como centros meramente administrativos. Un ejemplo que ilustra esta tendencia es el caso levantino donde, pese a haber sido constatado este proceso de traslación de los ejes económicos, las ciudades allí enclavadas continúan manteniéndose como centros redistribuidores de los productos producidos en el ager circundante. La excepción la constituyen los centros portuarios situados en la comarca del Maresme y el entorno del valle del Vinalopó, que parecen entrar en un periodo de decadencia a la par que se ve acrecentada la actividad económica de los puertos aledaños de Cartagena y Tarragona, respectivamente, al menos según parece mostrarnos hasta el momento el registro numismático.

El cambio parece producirse a partir de la generalización del antoniniano, a partir del 260 d.C. aproximadamente, cuando esta denominación aparece por doquier y de manera abundante. La moneda parece que comienza a ser entonces accesible a todos los ciudadanos del Imperio romano, comenzando una generalización del uso monetario que no parece ser constatada en la misma medida durante todo el periodo altoimperial, y mucho menos el republicano. Al respecto, R. Duncan-Jones y D.R. Walker afirman que se trata de un mundo escasamente monetizado, estando concentrada la moneda en el ejército, las ciudades y los comerciantes, al menos hasta el 260 d.C., momento en el que se generaliza el antoniniano. Según D.R. Walker la

700

Salinas, 1996, 203. Pérez Centeno, 1990, 213; 1998b, 297. Al respecto, N. Santos Yanguas sostiene que, pese a la incorporación de las poblaciones del Norte peninsular al ámbito jurídico romano, no tendría por qué aparecer asociado al fenómeno de la urbanización al no producirse una concentración de gente en nuevos enclaves dotados de infraestructura urbana (Santos Yanguas (N.), 2005, 71). 701 702

703

206

Gozalbes Cravioto (E.), 1999, 4.

Reflexiones Finales introducción entonces de una moneda de escaso valor real en la circulación, es uno de los principales elementos que nos puede hablar de una economía desarrollada, donde la moneda es considerada por su valor extrínseco y no por su valor real.704 Pero, por supuesto, existen detractores de este tipo de pensamiento que realmente nos hacen dudar de la idoneidad de nuestras reflexiones. Al respecto, K.W. Harl hace hincapié en el hecho de que la ausencia de moneda no es indicio de desmonetización de una sociedad, ya que la moneda es perdida de manera accidental y no siempre se dan las causas para que se produzca dicha pérdida.705 Se ha insistido igualmente a lo largo de la investigación en la idea expresada por K.W. Harl, a la que hemos de sumar otras muchas cuestiones como son la diferente intensidad de los estudios arqueológicos a los que cada territorio es sometido, que determina el número de hallazgos, la lenta y escasa publicación de los materiales arqueológicos de muchas de las áreas analizadas, el diferente interés con el que el material arqueológico es tratado, que en muchas ocasiones nos hace obviar la presencia o no de determinado material, etc., además del condicionante señalado inicialmente, la mayor o menor densidad de población de un núcleo concreto, determinará el número de monedas en circulación y su mayor o menor posibilidad de pérdida. Pese a todos estos condicionantes, creo que es muy interesante mantener este tipo de reflexiones abiertas, ya que no resultarían tan descabelladas si hacemos un poco de memoria histórica y recordamos la importancia que el sistema de trueque ha gozado entre la sociedad a lo largo de la historia moderna y contemporánea. ○ La importancia de los sestercios en el conjunto peninsular Tras el análisis pormenorizado de cada una de las áreas, hemos podido comprobar la importancia que los sestercios poseían entre las emisiones del siglo II d.C. que alcanzaban suelo hispano a lo largo de toda la centuria, formando parte de la circulación de manera destacada ya desde tiempos de Nerva. Este comportamiento es especialmente observable en el conjunto de los enclaves de carácter rural y algunos centros urbanos, especialmente los ubicados en zonas interiores, donde la alta representación de denarios documentados ha de ser igualmente destacada. La excepción a esta afirmación la constituyen el conjunto del área valenciana, donde los hallazgos se concentran en la Depresión Valenciana, el Sureste peninsular, donde éstos quedan limitados a las principales vías de comunicación que lo recorren y a la comarca del Noreste murciano, y el conjunto de la Meseta Sur. En dichos territorios, el as se mantiene como la moneda que más frecuentemente aparece entre los circuitos de 704 705

Duncan-Jones, 1998, 22; Walker, 1988, 304. Harl, 1996, 3-4.

alimentación, al menos durante la primera mitad de la centuria, hasta la llegada de emisiones de Antonino Pío en el primer y tercer caso, y de Adriano en el segundo. Además de estas áreas territoriales, en los núcleos urbanos de Emporiae (Ampurias, Gerona), Italica (Santiponce, Sevilla) y Carteia (San Roque, Cádiz) los ases se mantienen todavía de manera mayoritaria entre el material analizado, y, con una representación algo inferior, y bastante igualados con los sestercios, Bracara Augusta (Braga), Conimbriga (Coimbra), Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) y Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz), constatan una alimentación de ases todavía notable. Podemos encontrar en las reflexiones de A.H.M. Jones sobre el papel de las ciudades en época romana una explicación a este comportamiento divergente. El papel de las actividades industriales y económicas en el seno de las ciudades no debió jugar un papel determinante, dedicadas especialmente al mantenimiento del aparato administrativo imperial y a la representación de las élites urbanas. Pese a que la ciudad se constituyera como lugar de mercado y redistribución de los productos procedentes de los territorios más cercanos, esta actividad tenía una mayor o menor relevancia en el seno de la misma dependiendo de la relación y grado de dependencia con el ager circundante. Únicamente las ciudades que se encontraran fuertemente arraigadas, y con esto imaginamos que se referirá igualmente a la densidad de población que pueda ser capaz de aglutinar en su entorno, se producirá la concentración de esta actividad en la ciudad.706 En aquellas ciudades que deban controlar un extenso territorio y no mantengan una vinculación estrecha con los núcleos rurales, éstos se mostraran económicamente más independientes, siendo ellos mismos los protagonistas de los propios intercambios, trasladándose entonces esta actividad a los propios ambientes rurales.707 La mayor presencia de ases en un entorno concreto evidencia una mayor cotidianeidad de los pequeños intercambios, más si tenemos en cuenta la abundancia que éstos presentan en núcleos de marcado carácter portuario y que muestran una intensa actividad comercial, como son Emporiae (Ampurias, Gerona), Carteia (San Roque, Cádiz), Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) y los enclaves levantinos, concentrados alrededor de los importantes puertos de Saguntum/Grau Vell (Sagunto, Valencia), Valentia (Valencia), Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante) y Carthago Nova (Cartagena, Murcia). Las ciudades de Italica (Santiponce, Sevilla), Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), Conimbriga (Coimbra) y Bracara Augusta (Braga), grandes enclaves con un 706

Jones, 1974, 37-38. A este respecto, E. Cerrillo constata una escasa vinculación de las ciudades respecto al entorno rural, que se prolongará durante todo el Alto Imperio, siendo reducidas las muestras de importaciones del siglo II y III d.C. en los núcleos rurales (Cerrillo, 1998, 345). En este caso dicha vinculación será valorada a partir de las denominaciones que aparecen en cada uno de los ambientes. 707

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA debilitada élite urbana.711 Dicha desconexión entre el campo y la ciudad, y el propio control de las grandes explotaciones rurales sobre el comercio, destinadas a la exportación de aceite y vino principalmente, puede favorecer la situación observada, concentrando dichos enclaves un numerario característico de los grandes centros comerciales.

notable desarrollo en el siglo II d.C. Este hecho parece igualmente manifestar la valiosa vinculación que dichas ciudades pudieron mantener con sus respectivos territoria, erigiéndose como centros comerciales de las áreas en las que se ubican y rompiendo la tónica que E. Cerrillo parecía constatar para el conjunto peninsular.708 Estos centros urbanos y la actividad que en los mismos se desarrolla favorecerá la rápida difusión de la moneda de cuenta por aquellos núcleos a ellos vinculados. A este respecto podemos aludir a la relación que efectivamente S.J. Keay establece para la ciudad de Italica (Santiponce, Sevilla) y su entorno a partir de época augustea.709

En resumen, hemos realizado una distinción entre, en primer lugar, núcleos urbanos con un marcado carácter comercial dentro del conjunto de territorios que aglutinan, en segundo lugar, centros urbanos cuya función de control y administración pudo primar respecto al carácter comercial, y, por último, aquellas áreas rurales que parecen mostrar una alta actividad económica que bien pudiera relacionarse con un sistema de explotación latifundista y de comercialización de los productos.

La escasez de ases en los restantes núcleos no significa que en los mismos dicha actividad e interrelación campociudad fuera inexistente, pero, probablemente, ésta fuera menos determinante, prevaleciendo su carácter administrativo, fiscal y de control y organización del territorio. En este caso, encontraríamos así explicación a la mayor representación que los múltiplos del as, especialmente sestercios y denarios, poseen entre el conjunto numismático documentado en determinadas áreas. Al fin y al cabo, las ciudades sufren un necesario y constante abastecimiento de este tipo de moneda para poder afrontar los grandes pagos que necesariamente genera un núcleo de estas características, siendo las grandes denominaciones las más frecuentes para este tipo de gastos.710

Aún así, hemos de advertir que la escasez de testimonios con los que contamos para el conjunto de ambos territorios, de gran extensión y muy activos económicamente, no nos permite realizar juicios concluyentes. Pero, pese a esta abrumadora presencia de sestercios entre el numerario abastecido, especialmente durante la segunda mitad del siglo II d.C., es de destacar la importancia que los ases adquieren entre los hallazgos realizados en contextos del siglo II d.C. Entre los valores documentados en estratos de dicha cronología, los ases constituyen más del 55% de las monedas documentadas, conformando una parte importante de la circulación. Igualmente, todavía encontramos divisores entre los hallazgos producidos, representando cuadrantes y semises un 6% del circulante. Si bien es razonable que éstos aparezcan más frecuentemente entre las piezas extraviadas (por su menor valor intrínseco), hemos de tener en cuenta que su presencia en contextos del siglo II d.C. es prueba más que suficiente del mantenimiento de estas pequeñas denominaciones entre la moneda de cambio, pese a la notable reducción de su llegada y posterior cese de sus emisiones.712

Respecto a este último punto, hemos podido observar una diferenciación en la distribución de sestercios y denarios entre los territorios al Norte y Sur de la península. El área cantábrica, el conjunto de la Meseta Norte, y el Noroeste peninsular (a excepción de Bracara Augusta), presentan una importante concentración de denarios en los núcleos urbanos, respondiendo a la situación antes comentada. Su carácter de centro administrativo, y la superficialidad de la dominación romana sobre estos territorios, explicarían la escasa permeabilidad del fenómeno monetario, limitado éste al entorno más inmediato de las vías y, especialmente, a los antiguos centros campamentales, que parecen mostrar una mayor interacción con las zonas más inmediatas. Al menos, son capaces de concentrar un mayor número de testimonios en su entorno. En las ciudades del área lusitana y el Valle del Guadalquivir la presencia de sestercios y denarios es mínima, constatándose un mayor número en los núcleos de carácter eminentemente rural. En este caso hemos de resaltar la notable concentración de grandes explotaciones agrarias en esta área, así como poner de relieve la cada vez mayor desvinculación de estas propiedades respecto a la dinámica propia de las ciudades, debido a la gran fuerza de esta nueva aristocracia latifundista frente a la cada vez más

Tabla 68: Valores monetales registrados en contextos del siglo II d.C. en el conjunto de la Península Ibérica.

○ La prolongada pervivencia de la moneda Enlazando con las últimas reflexiones realizadas en torno al numerario que encontramos en contextos del siglo II d.C., la necesidad de moneda de cuenta provocará el mantenimiento en circulación de aquéllas acuñadas con

708

Cf. nota anterior (n. 707). Keay, 1997, 44 y 192. A.H.M. Jones señala una larga serie de actividades y pagos que una ciudad ha de afrontar diariamente, siendo necesario un correcto abastecimiento y entrada de grandes denominaciones para solventar estas necesidades, tanto salarios de funcionariado, como vigilancia, limpieza,... (Jones, 1974, 25-26). 709 710

711

Sánchez León, 1978, 213. Recordamos que éstos dejan de ser emitidos por Antonino Pío (Mattingly, 1936, xiv y 1940, xiv) (cf. p. 70). 712

208

Reflexiones Finales

Gráfico 176: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. en la Península Ibérica. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación de los estratos.

anterioridad, perviviendo emisiones antiguas (con más de una centuria de antigüedad) de manera prolongada. Hemos podido constatar la importancia de estas emisiones a lo largo de todo el periodo altoimperial, constituyendo al menos un 50% de la moneda en circulación, como complemento a la moneda abastecida desde la ceca oficial, en ocasiones escasa. Centrándonos en la información que nos aportan los contextos del siglo II d.C., los estratos se componen en un 57% de emisiones anteriores a su momento de pérdida. Entre éstas, los ejemplares preaugusteos conforman el 19%, descendiendo progresivamente su representación. Aquéllas acuñadas durante el siglo I d.C. poseen una mejor representación, destacando entre éstas las emisiones julio-claudias, que constituyen un 27% del total analizado. Los ejemplares flavios, junto con los emitidos durante las Guerras Civiles, se reducen a un 11%. Los débiles índices de aprovisionamiento registrados para estas emisiones (flavias y Guerras Civiles) en el conjunto peninsular explican su escasa presencia entre los hallazgos realizados y su escueta repercusión en la circulación. Frente a éstos, el numerario emitido durante el siglo II d.C. representa un 43% del total, una cifra nada despreciable en comparación con el 41% que representan las acuñaciones del siglo I d.C. en los contextos datados en esta primera centuria, y el escaso 28% de las emisiones del siglo III en los estratos formados contemporáneamente a su emisión. La moneda del siglo II d.C. se mantendrá con una excelente representación durante el siglo III d.C., conformando el 43% del material documentado, mostrándonos la importancia que estas emisiones tuvieron a la hora de cubrir las carencias que el débil aprovisionamiento severo pudo producir (cf. Gráfico 176). A partir del siglo III d.C. las emisiones preaugusteas, ya entonces minoritarias, y las altoimperiales comienzan a resultar realmente escasas entre los hallazgos realizados, no constituyendo una parte determinante del numerario en circulación. La generalización del antoniniano a partir del 260-270 d.C. y la reforma del sistema monetal llevada a cabo por Diocleciano contribuirían a que las emisiones basadas en un patrón altoimperial, ya obsoleto, fueran poco a poco desapareciendo de la circulación.

Sobre la progresiva desaparición de las emisiones altoimperiales a partir de la introducción del antoniniano se han esgrimido muchas teorías. H. Mattingly nos hacía observar que, con la depreciación de la moneda a partir de Septimio Severo, el sestercio tenderá a ser considerado más como una moneda de valor que como moneda de cambio.713 Siguiendo esta línea de pensamiento y de acuerdo con la ley de Gresham, la moneda mala retira a la buena de la circulación. Por ello, el sestercio pasaría a ser una moneda preferente para la conservación y atesoramiento, debido a su propio valor intrínseco, desapareciendo rápidamente de los circuitos económicos. La teoría esgrimida por H. Mattingly resulta posiblemente válida para explicar su disminución en los circuitos comerciales. Pero, la notable reducción de ejemplares altoimperiales incluso en los atesoramientos formados en momentos posteriores al 260-270 d.C., hace que tengamos que rechazar esta teoría como explicación a la práctica desaparición de numerario altoimperial. Una nueva opción al respecto, puesta de manifiesto por algunos autores, se basa en una posible desmonetización que tuviera lugar en este periodo, siendo retirados los ases, dupondios y sestercios de la circulación para la refundición de las piezas y aprovechamiento de su contenido metálico.714 Ch. Howgego nos habla de una reacuñación de moneda realizada por Póstumo (259268),715 para la que hubo de realizarse una recogida, y posterior refundición, de toda la moneda en uso en este momento. Igualmente, Zósimo señala una similar recogida y refundición de moneda durante el gobierno de Aureliano, si bien se refiere exclusivamente a las monedas de plata, pero que quizás pudo tener una similar aplicación en las monedas de bronce.716 Sea cual fuera la causa, se aprecia una notable reducción de estas emisiones en los contextos datados a partir del siglo III d.C., e, igualmente, una escasa representación en los atesoramientos.717 713

“In the Aes coinage, the average weight of the main denomination, the sestertius, which had fallen continuosly from Septimius Severus onwards, continued its decline both in weight and fineness of the denarius, the sestertius tended to move towards the position of a value rather than a token coin”, Mattingly, 1962, 21. 714 Callu, 1969, 129; King (A.), 1981, 61; Gozalbes Fernández, 1996, 390. 715 Howgego, 1985, 67. 716 Zos. I 61, 3. “(Aureliano) llegó incluso a distribuir entre el pueblo, y tras adoptar las medidas necesarias para que los miembros de la plebe hiciesen entrega de la moneda adulterada, nuevas piezas de plata, con lo que alejó la confusión de los tratos comerciales”. 717 Remitimos a los trabajos de Mattingly, 1932, y Thirion, 1967, para observar el aspecto comentado.

209

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA ○ Una última valoración

Pero, pese a la cada vez más frecuente llegada de moneda múltiplo del as, el registro arqueológico nos mostraba la vigencia de los ases, e incluso, en ocasiones, de la moneda divisional, matizando este crecimiento observado. La moneda de menor valor todavía tenía cabida en los bolsillos de los ciudadanos, al menos en el siglo II d.C. Debido a la necesidad de divisores, la moneda acuñada con anterioridad era mantenida en circulación, ya que comenzaba a desaparecer de los circuitos de aprovisionamiento. El análisis de la perduración de la moneda ha sido uno de los aspectos que más interés ha despertado en la investigación actual, debido a la relativa novedad que supone este aspecto dentro del análisis numismático, desde que J.M. Abascal nos pusiera sobre aviso sobre la problemática que conlleva la datación arqueológica a través de material numismático debido a la perduración de la misma en el registro arqueológico.719 Este tipo de estudios, que nos permite conocer con más detalle la vida concreta de la moneda, son de gran utilidad al ofrecernos una información objetiva sobre qué moneda era la que realmente circulaba en un momento determinado. Ya sea moneda desechada, o moneda perdida accidentalmente, ésta había sido conservada en el bolsillo de las gentes hasta su pérdida o abandono, hablándonos entonces de las necesidades, de los usos cotidianos y del circulante característico de cada momento.

Al término de esta investigación podemos sentirnos satisfechos del trabajo realizado, ya que hemos visto alcanzados los objetivos inicialmente propuestos para el análisis del fenómeno monetario en el conjunto de la Península Ibérica. En nuestro afán de superar la mera labor recopilatoria y descriptiva del material numismático utilizado, hemos podido conocer la múltiple información que la moneda logra aportar al análisis histórico de cada una de las áreas en las que ha sido dividido el territorio peninsular, y a la evolución de Hispania en general. Pero, ¿qué información nos ha proporcionado la moneda? A través del análisis de los ritmos de aprovisionamiento de moneda desde Roma a cada uno de los centros y áreas peninsulares hemos podido conocer un matiz más de la evolución económica de cada uno de ellos, a la vez que han podido ser relacionados con la diversa información que las fuentes literarias, epigráficas y arqueológicas nos proporcionan. Enlazando dicha información con la dispersión propia de los ejemplares hallados y con el momento de emisión de los mismos, podemos establecer algunas matizaciones respecto al fenómeno de traslación de los focos económicos a las áreas rurales, que quedaba generalmente establecida en torno al siglo III d.C. La temprana constatación de este fenómeno en la provincia Baetica, en las regiones portuguesas del Algarve y el Alentejo, y en el Levante peninsular nos permite confirmar la más temprana inclusión de estas áreas en este proceso, que parece evidente en el último tercio del siglo II d.C.

○ Nuevas perspectivas Pese a que el trabajo realizado responde a muchos de los interrogantes planteados para el estudio de la Hispania del siglo II d.C., creemos que todavía es largo el camino que queda por recorrer. Somos conscientes de que la Numismática es una ciencia en constante movimiento y en la que es necesaria una continuada renovación, por lo que las tesis aquí expuestas pueden ser variadas, completadas o confirmadas con el avance de nuevos trabajos arqueológicos que enriquezcan el panorama numismático. La escasa información hasta el momento existente acerca de los precios y salarios relativos al siglo II d.C., el reducido número de contextos datados en este periodo y la igualmente pobre representación de moneda emitida en el siglo II d.C. aparecida en contextos arqueológicos datados con mayor o menor precisión, son puntos que creemos que el tiempo y el avance de las investigaciones podrían completar y perfeccionar.

Además, hemos visto como un análisis semejante permite apreciar las diferentes pautas de dispersión de la moneda, concentrándose ésta especialmente en los entornos más próximos a los centros urbanos y las vías de comunicación, siendo bastante más escasos, cuando no nulos, en el territorio restante. Dicho comportamiento ponía de relieve el problema, todavía controvertido, sobre el verdadero grado de monetización del conjunto de la sociedad romana, al menos durante el periodo altoimperial, que hemos expuesto con todos sus problemas y condicionantes. Igualmente, a partir del análisis de los valores monetales hallados, hemos podido remarcar la progresiva tendencia inflacionaria que parece eclosionar en el siglo III d.C., pero que ya queda patente a lo largo de esta centuria. La mayoritaria presencia de sestercios entre los valores aprovisionados desde Roma, especialmente a partir de mediados del siglo II d.C., es un signo más de la evolución que precios y salarios sufrirían en esta centuria, y de la que dan testimonio igualmente las fuentes literarias y epigráficas.718

Junto a esto, la imposibilidad de conocer personalmente todo el material numismático aparecido en la Península Ibérica ha dificultado cubrir en su totalidad aquellos espacios donde las publicaciones de carácter arqueológico y numismático escaseaban. Una cuestión, que ha sido planteada a lo largo de la obra, es el análisis en profundidad de los patrones económicos

718

Brevemente, recordamos como durante el siglo I d.C. los ases constituían la base de la circulación, siendo escasísimos los sestercios, que se limitaban prácticamente al periodo flavio. A finales del siglo I d.C. el sestercio comienza a sustituir progresivamente al as, erigiéndose definitivamente como la principal denominación abastecida a la Península Ibérica desde Roma a mediados del siglo II d.C. Aún así,

continuaban llegando ases al territorio hispano y éstos aparecen todavía en los contextos arqueológicos. En el siglo III d.C. el sestercio es prácticamente el único valor de bronce abastecido por Roma. 719 Abascal, 1994, 143-144.

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Reflexiones Finales que rigen en los entornos más rurales de la península. Un análisis desde un punto de vista antropológico de los ambientes rurales en época romana quizás nos ayudara a entender la verdadera representatividad de la moneda en estas sociedades.

propia Italia, donde se encuentra ubicada la única ceca que abastece de moneda a todo el Occidente romano, planteamientos que esperamos puedan ser desarrollados en un futuro.

Por último, creo que sería de gran interés poder comparar las características de la circulación monetaria observadas para la Hispania del siglo II d.C., con las propias de otras provincias de diversa índole, como pueden ser las provincias militarizadas de Britannia y Germania, o la

Finalmente, sólo queda esperar que las bases asentadas con este trabajo sirvan como precedente y referente para la continuación de la investigación numismática en Hispania.

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ANEXO CRONOLOGÍA

96 98 101-102 105-106 106 114 115 116 117 123 132-135 135 136 138 139 140-142 140-145 142 145-152 152 148 152-153 154-155 157-158 158 161 163 166 167

169 171-174 172-173 175 177 179 180 184 185 186 187-188 188 192

Muerte de Domiciano. Proclamación de Nerva como emperador. Muerte de Nerva. Proclamación de Trajano como emperador. Primera Guerra Dácica. Dacia se convierte en estado vasallo. Segunda Guerra Dácica. Dacia pasa a ser provincia romana. Conquista del reino nabateo. Creación de la povincia de Arabia. Comienzo de la ofensiva contra los partos. Anexión de Armenia. Ocupación de Dura Europos. Constitución de la provincia Mesopotamia. Toma de Seleucia y Ctesifonte. Levantamiento judío en Mesopotamia, Judea, Egipto, Cirenaica y Chipre. Abandono de la parte meridional de Mesopotamia hasta Dura Europos. Muerte de Trajano en Selinunte. Proclamación de Adriano como emperador. Viaje de Adriano a Hispania. Sublevación de Judea. Victoria final sobre los judíos y conversión de Judea en provincia de Siria Palestina. Adopción de L. Aelio César, otorgándole el imperio proconsular y la potestad tribunicia. Muerte de L. Aelio César. Adopción de Antonino Pío, quien adoptará a Marco Aurelio y a Lucio Vero. Muerte de Adriano. Proclamación de Antonino Pío como emperador. La tribu céltica de los brigantes, al NE de Inglaterra, es derrotada. Victoria sobre las poblaciones de la Baja Escocia. Victoria sobre los germanos. Construcción del muro de Antonino. Problemas en Mauritania Tingitana y Cesariensis. Restablecimiento de la paz en Mauritania Tingitana y Cesariensis. Conflictos en Siria Palestina y en Acaya. Revuelta campesina de Egipto. Conflictos en Britannia. Operaciones contra Dacia. Reocupación del muro de Antonino, que había tenido que ser abandonado. Muerte de Antonino Pío. Proclamación de Marco Aurelio como emperador y asociación de Lucio Vero. Ofensiva de los partos contra Armenia y Siria. Recuperación de Armenia. Éxito romano en Media. Anexión de parte de la Alta Mesopotamia a Roma. Armenia y Osroene se mantienen como reinos vasallos. Invasión del Nórico por los marcomanos. El brote de peste originado entre las tropas orientales, es introducida en Oriente y llega a Roma. Los cuados, marcomanos y sármatas yázigos cruzan el Danubio hacia Aquileya. Los cuados atacan Pannonia Superior y los sármatas yázigos amenazan Dacia. Invasión del Norte de Italia. Muerte de Lucio Vero. Cuados y marcomanos atacan los campamentos de Vindobona y Carnutum, derrotando al ejército romano. Victoria contra los cuados y marcomanos. Rebelión en Egipto de los pastores del Delta. Incursiones de mauritanos en Baetica. Segunda oleada de incursiones de mauritanos en la Baetica y Lusitania. Revuelta de Avidio Cassio, gobernador de Siria. Vuelven a surgir enfrentamientos en el frente del Danubio. Victoria romana sobre los mauritanos. Victoria romana sobre los cuados y marcomanos. Muerte de Marco Aurelio. Cómodo emperador. Acuerdo de paz en el frente danubiano. Problemas en Dacia y Britannia. Abandono definitivo del muro de Antonino. Incidentes en Pannonia Superior e Inferior. Motín del ejército de Britannia. Rebelión de Materno. Reaparición de la peste. Problemas en la frontera danubiana. Muerte de Materno. Muerte de Cómodo. Pertinax es proclamado emperador.

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ÍNDICE DE FIGURAS, TABLAS Y GRÁFICOS

FIGURAS Figura 1: Mapa en el que aparecen señaladas las áreas geográficas a partir de las que será analizado el material numismático registrado. Figura 2: Mapa geográfico del Levante Peninsular. Figura 3: Mapa geográfico del área litoral catalana Figura 4: Mapa de dispersión de hallazgos de moneda emitida durante el siglo II d.C. en el litoral catalán. Figuras 5-6: Evolución de la dispersión de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área litoral catalana. Son señalados los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Nerva (Ne) y Trajano (Tr). Figuras 7-8: Evolución de la dispersión de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área litoral catalana. Son señalados los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Adriano (Ad) y Antonino Pío (AP). Figuras 9-10: Evolución de la dispersión de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área litoral catalana. Señalamos los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co). Figura 11: Tesorillos datados en el siglo III d.C. hallados en el área litoral catalana. Figura 12: Diferentes áreas señaladas en cuanto a los ritmos de aprovisionamiento en el litoral catalán. Figura 13: Mapa geográfico del área valenciana y la zona litoral entre el delta del Ebro y el cabo de La Nao. Figura 14: Mapa de dispersión de los hallazgos de moneda del siglo II en el área valenciana. Figura 15-17: Evolución de la dispersión de los ejemplares emitidos por Nerva (Ne), Trajano (Tr) y Adriano (Ad). en el área valenciana. Figura 18-20: Evolución de la dispersión de los ejemplares emitidos por Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en el área valenciana. Figura 21: Tesorillos y conjuntos monetales hallados en el área valenciana, cuya ocultación o pérdida tuvo lugar en el siglo III d.C. Con una bolsita blanca aparecen señalados los conjuntos considerados como “monederos”, y con una bolsita negra los “tesorillos”. Figura 22: Mapa geográfico del área que hemos denominado como Sureste hispano. Figura 23: Mapa de dispersión de las emisiones del siglo II d.C. en el Sureste. Figura 24-29: Evolución de la dispersión de las emisiones del siglo II d.C. en el Sureste peninsular, según emisores. Aparecen señalados los lugares donde han sido hallados ejemplares emitidos por Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co). Figura 30: Evolución del perímetro urbano de Carthago Nova entre época augustea y el siglo IV d.C Figura 31: Diferentes áreas señaladas en cuanto a ritmos de aprovisionamiento en el Sureste. Figura 32: Mapa geográfico del Valle del Ebro. Figura 33: Mapa de dispersión de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C. hallados en la Depresión del Ebro. Figuras 34-39: Mapas de dispersión de los hallazgos de moneda emitida por Nerva (Ne), Trajano (Tr), Adriano (Ad), Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la Depresión del Ebro. Figura 40: Zonas en las que ha sido dividida el área de la Depresión del Ebro por presentar matices en el aprovisionamiento monetal. Se distinguen el sector suroriental y el sector noroccidental. Figura 41: Mapa geográfico de la Vertiente Cantábrica. Figura 42: Mapa de dispersión de los hallazgos de moneda emitida en el siglo II d.C., documentados en la Vertiente Cantábrica. Figura 43-46: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Nerva (Ne), Trajano (Tr), Adriano (Ad) y Antonino Pío (AP), en la Vertiente Cantábrica. Figura 47-48: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la Vertiente Cantábrica. Figura 49: Localización de los hallazgos de áureos y denarios emitidos en el siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica. Figura 50: Áreas en las que ha sido constatado diferente ritmo de aprovisionamiento dentro de la Vertiente Cantábrica. Figura 51: Mapa geográfico de la Meseta Norte. Figura 52: Dispersión de los ejemplares emitidos durante el siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. Figura 53: Evolución en la dispersión de las monedas emitidas por Nerva (Ne) en la zona septentrional de la Meseta Norte. Figura 54-57: Evolución en la dispersión de las monedas emitidas por Trajano (Tr), Adriano (Ad), Antonino Pío (AP) y Marco Aurelio (MA) en la zona septentrional de la Meseta Norte. Figura 58: Evolución en la dispersión de las monedas emitidas por Cómodo (Co) en la zona septentrional de la Meseta Norte. Figura 59: Localización de los hallazgos de áureos y denarios emitidos en el siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte, que aparecen enmarcados por un círculo. Figura 60: Mapa de dispersión de los ejemplares emitidos durante el siglo II d.C. hallados en la zona meridional de la Meseta Norte. Figura 61-63: Evolución de la dispersión de los hallazgos monetales de Nerva (Ne), Trajano (Tr) y Adriano (Ad) en la zona meridional de la Meseta Norte. Figura 64-66: Evolución de la dispersión de los hallazgos monetales de Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la zona meridional de la Meseta Norte. Figura 67: Mapa geográfico de la Meseta Sur. Figura 68: Dispersión de los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la Meseta Sur. Figura 69: Mapa geográfico del Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza. Figura 70: Mapa de dispersión de los hallazgos de monedas del siglo II d.C. producidos en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza. Apréciese la enorme concentración de hallazgos en torno a Malaca, debido a la mayor investigación numismática a la que es sometida la zona. Los tesorillos cuya ocultación data del siglo II se señalan con una bolsita negra, y los considerados como monederos con una bolsita blanca. Figuras 71: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Nerva (Ne) hallado en el Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza. Figuras 72-74: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Trajano (Tr), Adriano (Ad) y Antonino Pío (AP) hallado en el Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza. Figura 75-76: Evolución en la dispersión del numerario emitido por Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) hallado en el Valle del Guadalquivir y el área litoral andaluza. Figura 77: Mapa geográfico del área denominada como Fachada Atlántica. Figura 78: Mapa geográfico de la zona Norte de la Fachada Atlántica. Figura 79: Dispersión de los ejemplares emitidos a lo largo del siglo II d.C. hallados en la zona Norte de la Fachada Atlántica. Los tesoros cuya ocultación ha tenido lugar en el siglo II d.C. aparecen señalados con una bolsita negra.

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Figura 80-85: Evolución en la dispersión de las emisiones de Nerva (Ne), Trajano (Tr), Adriano (Ad), Antonino Pío (AP), Marco Aurelio (MA) y Cómodo (Co) en la zona Norte de la Fachada Atlántica. Figura 86: Mapa geográfico de la zona sur de la Fachada Atlántica. Figura 87: Mapa de dispersión de la moneda emitida durante el siglo II d.C. hallada en los territorios de la zona Sur de la Fachada Atlántica. Figura 88: Áreas diferenciadas en cuanto a ritmos de aprovisionamiento a tenor de las observaciones realizadas en cada uno de los territorios analizados, brevemente resumidas en líneas anteriores. Éstas áreas se han establecido atendiendo únicamente a los ritmos de aprovisionamiento obtenidos, obviando los límites territoriales establecidos para el trabajo (que aparecen señalados tenuemente sobre el mapa).

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TABLAS Tabla 1: Porcentaje de cada uno de los valores hallados en contextos arqueológicos datados en el siglo I d.C. en Baetulo, Iluro y Emporiae (*monedas partidas). Tabla 2: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C. en diferentes puntos del litoral catalán, omitiendo los hallazgos registrados en la antigua Emporiae. Tabla 3: Valores aparecidos en contextos del siglo II d.C. en el área litoral catalana. Tabla 4: Monedas halladas en contextos del siglo II en el área litoral catalana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., contemporáneas al momento de formación del estrato. Tabla 5: Monedas halladas en contextos del siglo III en el área litoral catalana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., que constituyen el centro de nuestra atención. Tabla 6: Composición del conjunto monetal hallado en Els Munts. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C. Tabla 7: Composición del conjunto monetal hallado en Vilauba. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C. Tabla 8: Tesorillos que contienen numerario del siglo II d.C., cuyo momento de ocultación data del siglo III. Tabla 9: Valores hallados en los principales núcleos urbanos del litoral catalán, emitidos por la dinastía severa. Tabla 10: Valores aparecidos en contextos del siglo III d.C. en el área litoral catalana. Tabla 11: Aprovisionamiento de moneda en la Comunidad Valenciana durante el siglo I d.C. (Ripollès, 1980, 153 y 158). Tabla 12: Monedas emitidas en el siglo I halladas en la Comunidad Valenciana, según valores (a partir de Ripollès, 1980, 149-158). Tabla 13: Valores aparecidos en contextos del siglo II d.C. en el área valenciana. Tabla 14: Monedas halladas en contextos del siglo II en el área valenciana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., contemporáneas al momento de formación del estrato. Tabla 15: Monedas halladas en contextos del siglo III en el área valenciana, según emisiones. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas en el siglo II d.C., que centran nuestra atención. Tabla 16: Valores aparecidos en contextos del siglo III d.C. en el área valenciana. Tabla 17: Monedas emitidas en el siglo I halladas en la Región de Murcia, según valores. Tabla 18: Monedas emitidas en el siglo I halladas en Ilici y el Portus Ilicitanus, según valores. Tabla 19: Valores aparecidos en contextos arqueológicos en el Sureste peninsular datados en el siglo I d.C. Tabla 20: Monedas halladas en contextos del siglo I d.C. en el Sureste peninsular, indicándose el yacimiento, la serie, el periodo de emisión, y el número de ejemplares de cada serie. Tabla 21: Número de hallazgos e índice de aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Ilici, Portus Ilicitanus y el Valle del Vinalopó. En negrita destacamos los periodos de mayor aprovisionamiento. Tabla 22: Hallazgos e índice de aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Carthago Nova, la vía hacia Ilunum, y las comarcas del Noreste y Noroeste murciano. En negrita destacamos los periodos de mayor aprovisionamiento. Tabla 23: Hallazgos e índice de aprovisionamiento de numerario durante el siglo II d.C. en las vías que recorren el Sureste peninsular. En negrita destacamos los periodos de mayor aprovisionamiento. Tabla 24: Valores aparecidos en contextos arqueológicos datados en el siglo II d.C. en el Sureste. Tabla 25: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en el Sureste. En negrita se señala la moneda acuñada por Nerva, Trajano, Adriano y la dinastía antonina Tabla 26: Monedas halladas en contextos del siglo III d.C. en el Sureste, en negrita se señala la moneda acuñada por Nerva, Trajano, Adriano y la dinastía antonina. Tabla 27: Tesorillos hallados en el área del Sureste que contienen emisiones del siglo II. En negrita aparece señalada la composición general del conjunto. Tabla 28: Índice de aprovisionamiento de numerario durante época severa en la Región de Murcia, Ilici (Elche, Alicante) y el Portus Ilicitanus (Santa Pola, Alicante) Tabla 29: Monedas halladas en contextos arqueológicos datados en el siglo III d.C. Aparecen destacados los ejemplares emitidos por la dinastía severa. Tabla 30: Valores aparecidos en contextos datados en el siglo III d.C. en el área del Sureste. Tabla 31: Monedas emitidas en el siglo III halladas en conjuntos cuya ocultación tuvo lugar en un momento indeterminado de los siglos IIIIV. En negrita aparece señalada la composición general del conjunto. Tabla 32: Monedas halladas en contextos del siglo I d.C. en Iesso (Guissona, Lérida). Tabla 33: Monedas halladas en la U.E. 124 de las excavaciones realizadas en Iesso (Guissona, Lérida), estando datado el estrato en la segunda mitad del siglo I d.C. Tabla 34: Hallazgos e índice de aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en La Sotonera y la Font de N’Horta. Tabla 35: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en la Depresión del Ebro. Destacamos la moneda acuñada en el siglo II d.C. Tabla 36: Monedas halladas en contextos del siglo III d.C. en la Depresión del Ebro. Destacamos la moneda acuñada en el siglo II d.C. Tabla 37: Valores representados en los depósitos monetales hallados en Aloria (Amurrio, Álava). Tabla 38: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica. En negrita se señala la moneda acuñada durante el siglo II d.C. Tabla 39: Composición de los depósitos monetales hallados en Aloria (Amurrio, Álava) según emisores. En negrita se señala la moneda acuñada en el siglo II d.C. Tabla 40: Composición del conjunto hallado en Pena da Ola (Monteseiro, Fonsagrada, Lugo). Tabla 41: Valores hallados en las excavaciones llevadas a cabo en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) (Gurt, 1985, 46 y 82). Tabla 42: Monedas halladas en contextos arqueológicos datados en la segunda mitad del siglo I d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. En negrita aparecen señalados los ejemplares flavios, que se suponen contemporáneos a la formación del estrato. Tabla 43: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos en los núcleos rurales de la Meseta Norte relacionados con los núcleos

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18 19 23 25 26 26 27 27 29 30 35 36 42 43 43 46 52 52 52 53 54 54 55 59 59 60 60 61 62 63 63 76 76 77 82 82 95 96 96 97 107 108 110

Índice de Figura, Tablas y Gráficos urbanos o tramos viarios indicados. Tabla 44: Número de hallazgos y representación porcentual de cada uno de los valores registrados en la zona septentrional de la Meseta Norte, dividido el análisis en pequeñas áreas asociadas a núcleos concretos. Destacamos los altos porcentajes de áureos y denarios obtenidos en algunos tramos de las vías que discurren entre Tritium-Pisoraca y Petavonium-Pallantia. Tabla 45: Valores aparecidos en contextos arqueológicos datados en torno al siglo II en la zona septentrional de la Meseta Norte. Tabla 46: Hallazgos monetales en estratos del siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. En negrita aparecen señalados los ejemplares emitidos a lo largo del siglo II d.C. Tabla 47: Hallazgos en estratos cuya datación incluye el siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. Tabla 48: Composición del conjunto hallado en el Palacio de Clunia. Tabla 49: Composición del tesorillo de áureos hallado en Clunia (Peñalba de Castro, Burgos). Tabla 50: Valores aparecidos en contextos arqueológicos datados en torno al siglo III en la zona septentrional de la Meseta Norte. Tabla 51: Composición de los conjuntos monetales hallados en Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), cuya ocultación debió de tener lugar durante la segunda mitad del siglo III d.C. Tabla 52: Hallazgos producidos en estratos datados en el siglo III d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. Tabla 53: Hallazgos producidos en estratos datados entre los siglos III y IV d.C. Tabla 54: Composición del tesoro de Castrillo de Cabrera (León). Tabla 55: Tesorillos hallados en la ciudad de Clunia, cuya ocultación debió tener lugar a lo largo del siglo III d.C. En negrita los ejemplares acuñados en el siglo III d.C. Tabla 56: Hallazgos e índice moneda/año de los enclaves que pueden ser sometidos a comparación: Tiermes-Duratón, Ciruelos de CocaCoca, destacando en negrita aquéllos donde queremos resaltar los diferentes comportamientos. Tabla 57: Número de hallazgos y representación porcentual de cada uno de los valores registrado en la zona meridional de la Meseta Norte, dividido el análisis en pequeñas áreas asociadas a núcleos concretos. Tabla 58: Composición del conjunto hallado en Valeria, datado a mediados del siglo III d.C. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas durante el siglo II d.C. Tabla 59: Composición de los estratos datados a mediados del siglo II y comienzos del siglo III en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza, según denominaciones. Tabla 60: Composición monetal de los contextos arqueológicos datados a mediados del siglo II y comienzos del siglo III d.C. en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza. En negrita aparecen señaladas las emisiones del siglo II d.C., contemporáneas a la formación del estrato. Tabla 61: Composición del conjunto de áureos hallado en Málaga. Tabla 62: Número de hallazgos y evolución en el aprovisionamiento de diferentes áreas territoriales dentro del conjunto de la zona Norte de la Fachada Atlántica. En negrita aparecen destacados los índices monetales más elevados para cada área territorial. Tabla 63: Composición de los tesorillos hallados en la zona Norte de la Fachada Atlántica cuya ocultación sabemos que data del siglo II d.C., y tenemos nociones más o menos claras de su contenido. Tabla 64: Tesorillos posteriores al siglo II d.C. con presencia de moneda emitida en el siglo II d.C. en su composición, hallados en la zona Norte de la Fachada Atlántica. Tabla 65: Valores hallados en contextos arqueológicos con cronología altoimperial en la zona Sur de la Fachada Atlántica. Tabla 66: Monedas halladas en contextos del siglo II d.C. en la zona Sur de la Fachada Atlántica. En negrita aparecen señaladas las monedas emitidas durante el siglo II, más o menos contemporáneas al momento de pérdida. Tabla 67: Conjuntos monetales cuya fecha de ocultación data, con cierta seguridad, del siglo II d.C. Zona Sur de la Fachada Atlántica. Tabla 68: Valores monetales registrados en contextos del siglo II d.C. en el conjunto de la Península Ibérica.

115 117 118 118 119 119 120 121 122 122 123 124 127 133 144 159 160 160 172 181 182 195 197 197 208

GRÁFICOS Gráfico 1: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo I d.C. en el área catalana, a partir de los datos obtenidos en las ciudades de Tarraco, Barcino, el ager de Iluro/Baetulo, y Emporiae. Gráfico 2: Denominaciones documentadas en las ciudades de Tarraco, Barcino y Emporiae, durante el siglo I d.C. Gráfico 3: Series representadas en contextos arqueológicos datados en época julio-claudia (izquierda) y flavia (derecha) en la ciudad de Baetulo. Señaladas en el interior de una circunferencia las emisiones contemporáneas a la formación del estrato. Gráfico 4: Series representadas en contextos arqueológicos datados en época julio-claudia (izquierda) y flavia (derecha) en la ciudad de Iluro, donde la moneda contemporánea a la formación del estrato es nula. Gráfico 5: Series representadas en contextos arqueológicos datados en época flavia en la ciudad de Emporiae. Señaladas en el interior de la circunferencia las emisiones contemporáneas a la formación del estrato. Gráfico 6: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de ejemplares emitidos en el siglo II d.C. en Emporiae. Gráfico 7: Evolución del aprovisionamiento en el siglo II d.C. en diferentes puntos del litoral catalán, omitiendo los hallazgos registrados en la antigua Emporiae. Gráfico 8: Valores monetales aparecidos en el litoral catalán, emitidos en el siglo II. Gráfico 9: Evolución de los valores en bronce hallados en el área litoral catalana, emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 10: Monedas emitidas en el siglo II halladas en Emporiae, según valores. Gráfico 11: Evolución de los valores en bronce hallados en Emporiae, emitidos durante el siglo II d.C. Gráfico 12: Evolución del aprovisionamiento y número de ejemplares hallados en los principales núcleos urbanos del litoral catalán, emitidos durante la dinastía severa. Gráfico 13: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de los ejemplares emitidos en el siglo II d.C. en diferentes puntos del litoral catalán. Gráfico 14: Evolución de los valores de bronce hallados en los principales núcleos urbanos del litoral catalán, emitidos en el Alto Imperio: Barcino, Iluro y Emporiae, obtenidos mediante el uso de los datos ya recogidos por Lledó (2004). Gráfico 15: Evolución de los valores aparecidos en el contexto arqueológico durante el Alto Imperio. Gráfico 16: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. en el área litoral catalana. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato. Gráfico 17: Importancia de la moneda residual dentro de los conjuntos monetales de Els Munts (Altafulla) y Vilauba (Camós). Gráfico 18: Evolución del aprovisionamiento en la Comunidad Valenciana en el siglo I d.C., según el índice moneda/año. Gráfico 19: Evolución del aprovisionamiento de moneda emitida en el siglo II d.C. en el área valenciana. Gráfico 20: Evolución del aprovisionamiento en el siglo II en la Depresión de Valencia y territorios asociados, obviando los ejemplares aparecidos en Saguntum (Sagunto, Valencia) y Santa Bárbara (Vilavella, Castellón). Gráfico 21: Evolución del aprovisionamiento en el siglo II en las comarcas de Els Ports y el Maestrazgo (El Forcall, Morella, Castellfort,

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17 17 18 18 18 19 19 23 23 23 23 28 31 33 33 34 34 36 37 37 38

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Iglesuela del Cid). Gráfico 22: Valores emitidos en el siglo II d.C. hallados en el área valenciana. Gráfico 23: Evolución de los valores de bronce emitidos en el siglo II d.C. hallados en el área valenciana. Gráfico 24: Valores representados en la Comunidad Valenciana, emitidos entre los años 193-235 d.C. (Ripollès, 1980, 161). Gráfico 25: Evolución aproximada del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en el área valenciana, según el índice moneda/año. Gráfico 26: Evolución de las denominaciones de moneda de bronce emitida durante el Alto Imperio en el área valenciana. Gráfico 27: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos II y III d.C. en el área valenciana. Aparecen destacados con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato. Gráfico 28: Evolución del aprovisionamiento de numerario en la Región de Murcia durante el siglo I d.C. Gráfico 29: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo I d.C. en Ilici y el Portus Ilicitanus, según el índice moneda/año. Gráfico 30: Evolución del aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en los territorios incluidos dentro del área del Sureste. Gráfico 31: Valores de las emisiones del siglo II d.C. documentadas en el Sureste. Gráfico 32: Evolución de los valores que llegan al Sureste a lo largo del siglo II d.C. Gráfico 33: Evolución del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en la Región de Murcia. Gráfico 34: Perduración de la moneda en los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato. Gráfico 35: Composición de los estratos de los siglos II y III d.C. en el Levante peninsular. Gráfico 36: Valores monetales documentados en el actual País Vasco durante el siglo I d.C. (Cepeda, 1990, 162). Gráfico 37: Valores monetales documentados en Caesaraugusta (Zaragoza) durante el siglo I d.C. (Domínguez, 2006, 195-211). Gráfico 38: Valores monetales hallados en contextos datados en el siglo I d.C. en la ciudad romana de Iesso (Guissona, Lérida) (Pera, 2001, 61) Gráfico 39: Aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en la Depresión del Ebro, según el índice moneda/año. Gráfico 40: Número de hallazgos y aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en la mitad suroriental del Valle del Ebro (englobando las actuales provincias de Lérida, parte de Tarragona, Aragón, y parte de Burgos y Soria). Gráfico 41: Número de hallazgos y aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en el yacimiento de Arcobriga (Monreal de Ariza, Zaragoza). Gráfico 42: Número de hallazgos y aprovisionamiento monetal durante el siglo II d.C. en la mitad occidental del Valle del Ebro, (Navarra, La Rioja, Álava). Gráfico 43: Número de hallazgos y aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en el yacimiento de Varea (Logroño, La Rioja). Gráfico 44: Valores que llegan a la Depresión del Ebro durante el siglo II d.C. Gráfico 45: Evolución de los valores en bronce que llegan a la Depresión del Ebro durante el siglo II d.C. Gráfico 46: Valores en bronce que aparecen en contextos arqueológicos datados en el siglo II d.C. en la Depresión del Ebro. Gráfico 47: Evolución de los valores de bronce emitidos a lo largo del Alto Imperio. Valle del Ebro Gráfico 48: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. en la Depresión del Ebro. Aparecen destacados con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato. Gráfico 49: Evolución de los valores de bronce en los contextos arqueológicos altoimperiales documentados en el Valle del Ebro Gráfico 50: Evolución del aprovisionamiento de moneda durante el siglo I d.C. en la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). Gráfico 51: Denominaciones emitidas durante el siglo I d.C. halladas en la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). Gráfico 52: Hallazgos de moneda preaugustea, julio-claudia y flavia en la ciudad de Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). Gráfico 53: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica. Gráfico 54: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria). Gráfico 55: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en Iuliobriga (Retortillo, Campoo de Enmedio, Cantabria). Gráfico 56: Evolución del aprovisionamiento en la mitad oriental de la Vertiente Cantábrica durante el siglo II d.C. Gráfico 57: Evolución del aprovisionamiento en la mitad occidental de la Vertiente Cantábrica durante el siglo II d.C. Gráfico 58: Valores representados entre los ejemplares del siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica. Gráfico 59: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica. Gráfico 60: Valores en bronce que han aparecido en contextos arqueológicos datados en el siglo II d.C. en la Vertiente Cantábrica. Gráfico 61: Composición de los estratos arqueológicos datados en la segunda mitad del siglo II d.C. en el castro del Chao Sanmartín (Grandas de Salime, Asturias) y de los depósitos monetales hallados en Aloria (Amurrio, Álava), según emisores. Gráfico 62: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de moneda del siglo I d.C. producidos en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos) (a partir de los datos registrados por Gurt, 1985, 41-46). Gráfico 63: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en la ciudad de Uxama (Burgo de Osma, Soria). Gráfico 64: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en la ciudad de Asturica Augusta (a partir de los datos de Blázquez Cerrato, 2006a, 125-132). Únicamente se han señalado los hallazgos procedentes de las excavaciones realizadas en el casco urbano de la ciudad. Gráfico 65: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en Petavonium (a partir de los datos de Blázquez Cerrato, Gómez Barreiro, 2006b, 206-212). Gráfico 66: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del siglo I d.C. en Herrera de Pisuerga (a partir de los datos de Morillo, Gómez Barreiro, 2006c, 348-384). Gráfico 67: Evolución del aprovisionamiento monetal durante el siglo I d.C. (Agúndez Arribas, 1981-1983, 190-191). Gráfico 68: Valores documentados en la Meseta Norte durante el siglo I d.C. (Agúndez-Arribas, 1981-1983, 190-191). Gráfico 69: Hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II en los núcleos de carácter urbano de la zona septentrional de la Meseta Norte, sin incluir los hallazgos de Clunia y Asturica Augusta. Gráfico 70: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos en los campamentos de la zona septentrional de la Meseta Norte. Gráfico 71: Hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II en Clunia. Gráfico 72: Hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II en Asturica Augusta. Gráfico 73: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos en los núcleos rurales de la Meseta Norte. Gráfico 74: Valores monetales hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte, emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 75: Evolución de los valores monetales en bronce emitidos en el siglo II d.C. hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte. Gráfico 76: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte. Gráfico 77: Valores monetales hallados en ciudad de Clunia emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 78: Evolución de los valores monetales en bronce hallados en la ciudad de Clunia emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 79: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en Clunia. Gráfico 80: Valores monetales hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., sin incluir los ejemplares

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42 42 46 47 48 49 51 51 55 59 59 64 66 71 75 75 75 77 77 77 77 77 81 81 81 85 86 86 89 89 89 91 91 91 91 91 95 95 95 97 105 105 105 105 106 106 107 109 109 109 109 110 115 115 115 116 116 116 116

Índice de Figura, Tablas y Gráficos hallados en la ciudad de Clunia. Gráfico 81: Evolución de los valores monetales en bronce hallados en la zona septentrional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., sin incluir la ciudad de Clunia. Gráfico 82: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la zona septentrional de la Meseta Norte, sin incluir los ejemplares hallados en Clunia. Gráfico 83: Evolución del aprovisionamiento monetal durante la dinastía severa en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos). Gráfico 84: Valores monetales hallados en la Meseta Norte y en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos), respectivamente, correspondientes al siglo III d.C. Gráfico 85: Evolución del aprovisionamiento a lo largo del periodo altoimperial en la ciudad de Clunia (Peñalba de Castro, Burgos). Gráfico 86: Frecuencia de las emisiones halladas en contextos de los siglos II y III d.C. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación del estrato. Gráfico 87: Evolución del aprovisionamiento del numerario republicano, julio-claudio y flavio en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia). Gráfico 88: Evolución del aprovisionamiento en la zona meridional de la Meseta Norte a lo largo del siglo II d.C. Gráfico 89: Evolución del aprovisionamiento en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia) a lo largo del siglo II d.C. Gráfico 90: Evolución del aprovisionamiento en Villalazán (Zamora) a lo largo del siglo II d.C. Gráfico 91: Evolución del aprovisionamiento monetario en los núcleos urbanos y rurales de la zona meridional de la Meseta Norte a lo largo del siglo II d.C., exceptuando los núcleos de Cauca (Coca, Segovia) y Villalazán (Zamora). Gráfico 92: Valores monetales hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 93: Representación de áureos y denarios entre los hallazgos monetales del siglo II d.C. en la zona meridional de la Meseta Norte. Gráfico 94: Valores monetales en bronce hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 95: Valores monetales hallados en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 96: Representación del número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento de denarios emitidos en el siglo II d.C. en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia). Gráfico 97: Valores monetales en bronce hallados en la ciudad de Cauca (Coca, Segovia) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 98: Valores monetales hallados en el yacimiento de Villalazán (Zamora) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 99: Representación del número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento de denarios emitidos en el siglo II d.C. en el yacimiento de Villalazán (Zamora). Gráfico 100: Valores monetales en bronce hallados en el yacimiento de Villalazán (Zamora) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 101: Valores hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., exceptuando los hallazgos realizados en Cauca y en el yacimiento de Villalazán. Gráfico 102: Valores en bronce hallados en la zona meridional de la Meseta Norte emitidos en el siglo II d.C., exceptuando la ciudad de Cauca y el yacimiento de Villalazán. Gráfico 103: Evolución del aprovisionamiento durante época republicana y altoimperial en Cauca (Coca, Segovia) (a partir de los datos obtenidos en Blanco García, 1987, 149-165). Gráfico 104: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en los núcleos de la Meseta Sur. Gráfico 105: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en la ciudad de Valeria (Valeria, Cuenca). Gráfico 106: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento durante el siglo II d.C. en los núcleos de la Meseta Sur (sin incluir los hallazgos producidos en Valeria). Gráfico 107: Valores hallados en Valeria (Valeria, Cuenca) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 108: Valores en bronce hallados en Valeria (Valeria, Cuenca) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 109: Valores hallados en los núcleos de la Meseta Sur emitidos en el siglo II d.C., excluidos los ejemplares hallados en Valeria (Valeria, Cuenca). Gráfico 110: Valores en bronce hallados en los núcleos de la Meseta Sur emitidos en el siglo II d.C., excluidos los ejemplares hallados en la ciudad de Valeria (Valeria, Cuenca). Gráfico 111: Evolución del aprovisionamiento durante el siglo I d.C. en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) (a partir de los datos obtenidos en Bost, et alii, 1987, 37-38 y 55). Gráfico 112: Valores emitidos en el siglo I d.C. hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) (a partir de la información obtenida en Bost, Chaves, Depeyrot, Hiernard, Richard, 1987,38, 53 y 62). Gráfico 113: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento de numerario julio-claudio y flavio en la provincia de Málaga (a partir de la información obtenida por Mora Serrano, 1982-1983, 252). Gráfico 114: Evolución del aprovisionamiento monetal en el Valle del Guadalquivir en el siglo II d.C., incluida Italica (Santiponce, Sevilla). Gráfico 115: Evolución del aprovisionamiento monetal en la antigua Italica (Santiponce, Sevilla) en el siglo II d.C. Gráfico 116: Evolución del aprovisionamiento monetal en el Valle del Guadalquivir en el siglo II d.C., sin incluir los hallazgos procedentes de Italica (Santiponce, Sevilla). Gráfico 117: Evolución del aprovisionamiento monetal en la costa andaluza en el siglo II d.C., incluidos los territorios malacitanos y sendos núcleos costeros, Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) y Carteia (San Roque, Cádiz). Gráfico 118: Evolución del aprovisionamiento monetal en los territorios malacitanos en el siglo II d.C. Gráfico 119: Evolución del aprovisionamiento monetal en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) en el siglo II d.C. Gráfico 120: Evolución del aprovisionamiento monetal en Carteia en el siglo II d.C. Gráfico 121: Valores hallados en el Valle del Guadalquivir y la costa andaluza emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 122: Áureos y denarios del siglo II d.C. aparecidos en los territorios malacitanos y evolución en su aprovisionamiento a lo largo de siglo II. Gráfico 123: Valores hallados en Italica (Santiponce, Sevilla) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 124: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en Italica (Santiponce, Sevilla). Gráfico 125: Valores hallados en Carteia (San Roque, Cádiz) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 126: Evolución de los valores de bronce hallados en Carteia (San Roque, Cádiz) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 127: Valores hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) emitidos en el siglo II. Gráfico 128: Evolución de los valores de bronce hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 129: Valores hallados en los territorios malacitanos emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 130: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en los territorios malacitanos. Gráfico 131: Número de hallazgos y evolución en el aprovisionamiento en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) durante el gobierno de la dinastía severa Gráfico 132: Valores emitidos por la dinastía severa hallados en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz) (Bost, Chaves, Depeyrot, Hiernard, Richard, 1987, 118-119). Gráfico 133: Valores emitidos entre los años 192-260 d.C. en la provincia de Málaga (Mora Serrano, 1982-1983, 252). Gráfico 134: Gráfico comparativo de la evolución del aprovisionamiento en Italica (Santiponce, Sevilla), Valle del Guadalquivir, la provincia de Málaga, Carteia (San Roque, Cádiz) y Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz).

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116 116 120 120 125 125 126 127 127 127 127 130 130 130 132 132 132 132 132 132 133 133 134 141 141 141 143 143 143 143 150 150 150 151 151 152 152 152 152 152 157 157 157 157 157 157 157 158 158 158 161 161 161 163

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Gráfico 135: Evolución del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz). Gráfico 136: Evolución del aprovisionamiento durante el Alto Imperio en la provincia de Málaga. Gráfico 137: Valores hallados en contextos de la segunda mitad del siglo II d.C. e inicios del siglo III d.C. en la Casa del Planetario (Italica, Santiponce, Sevilla) y en el depósito monetal de la villa de Río Verde (Marbella, Málaga). Gráfico 138: Valores emitidos durante el siglo I d.C. hallados en Bracara Augusta (Braga) (a partir de los datos de Vila, 2005, 26-27). Gráfico 139: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento en la antigua Bracara Augusta (Braga) (Vila, 2005, 26-27). Gráfico 140: Número de hallazgos y evolución del aprovisionamiento en la antigua Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) y la actual Bragança (Bragança) (Vila, 2005, 36-37 y 40). Gráfico 141: Valores emitidos durante el siglo I d.C. hallados en Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) y Bragança (Vila, 2005, 70-74). Gráfico142: Evolución en el aprovisionamiento de moneda a lo largo del siglo II d.C. en Lucus Augusti (Lugo). Gráfico 143: Evolución del aprovisionamiento monetario durante el siglo II d.C. en la antigua Bracara Augusta (Braga). Gráfico 144: Evolución del aprovisionamiento en los núcleos no urbanos del noroeste peninsular durante el siglo II d.C. (no teniendo en cuenta los hallazgos monetales documentados en Lugo y Braga). Gráfico 145: Valores hallados en el Noroeste hispano emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 146: Valores hallados en Lucus Augusti (Lugo) emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 147: Valores hallados en la ciudad de Braga emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 148: Evolución en el aprovisionamiento de los valores de bronce en el siglo II d.C. en el Noroeste hispano. Gráfico 149: Evolución en el aprovisionamiento de los valores de bronce en el siglo II d.C. en la ciudad de Lugo. Gráfico 150: Evolución en el aprovisionamiento de los valores de bronce en el siglo II d.C. en la ciudad de Braga. Gráfico 151: Evolución del aprovisionamiento en Lucus Augusti (Lugo) durante los siglos I y II. Gráfico 152: Evolución del aprovisionamiento en las ciudades de Bracara Augusta (Braga) y Aquae Flaviae (Chaves, Vila Real) durante los siglos I y II d.C. Gráfico 153: Evolución del aprovisionamiento monetario en la Estremadura portuguesa (Silva Ruivo, 1993-1997, 119). Gráfico 154: Denominaciones halladas en la Estremadura portuguesa correspondientes a las emisiones julio-claudias. Gráfico 155: Denominaciones halladas en la Estremadura portuguesa correspondientes a las emisiones flavias. Gráfico 156: Evolución de las denominaciones halladas en la Estremadura portuguesa correspondientes a las emisiones del siglo I d.C. Gráfico 157: Evolución del aprovisionamiento monetal durante el siglo I d.C. en la ciudad de Conimbriga (Coimbra). Gráfico 158: Denominaciones halladas en Conimbriga (Coimbra) correspondientes a las emisiones julio-claudias. Gráfico 159: Denominaciones halladas en Conimbriga (Coimbra) correspondientes a las emisiones flavias. Gráfico 160: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos de moneda del siglo II d.C. en el área definida como Fachada Atlántica, en los territorios situados al Sur del Duero. Gráfico 161: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos en la ciudad de Conimbriga en el siglo II d.C. Gráfico 162: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos en la vía Olisipo-Conimbriga. y en el ramal que discurre paralelo a ésta y a la costa en el siglo II d.C. Gráfico 163: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos en Augusta Emerita (Mérida, Badajoz) en el siglo II d.C. Gráfico 164: Evolución del aprovisionamiento y número de hallazgos producidos de moneda del siglo II d.C. en el conjunto de los restantes núcleos de la zona sur de la Fachada Atlántica, no incluidos en los anteriores muestreos. Gráfico 165: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en la ciudad de Augusta Emerita (Mérida, Badajoz). Gráfico 166: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en la ciudad de Conimbriga (Coimbra). Gráfico 167: Evolución de las denominaciones de bronce a lo largo del siglo II d.C. en los territorios de la zona Sur de la Fachada Atlántica, a excepción de los ejemplares hallados en Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida). Gráfico 168: Valores hallados en la zona Sur de la Fachada Atlántica, emitidos en el siglo II. Gráfico 169: Valores hallados en la ciudad de Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), emitidos en el siglo II d.C. Gráfico 170: Valores hallados en la ciudad de Conimbriga (Coimbra), emitidos en el siglo II. Gráfico 171: Valores hallados en la zona Sur de la Fachada Atlántica emitidos en el siglo II d.C., a excepción de Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz). Gráfico 172: Hallazgos e índice de aprovisionamiento de áureos y denarios en la zona Sur de la Fachada Atlántica emitidos en el siglo II d.C., a excepción de los ejemplares de Conimbriga (Coimbra) y Augusta Emerita (Mérida, Badajoz). Gráfico 173: Evolución del aprovisionamiento en la ciudad de Conimbriga (Coimbra) durante el periodo altoimperial. Gráfico 174: Evolución del aprovisionamiento en la Estremadura portuguesa durante el periodo altoimperial. Gráfico 175: Evolución de los valores en bronce hallados en la zona sur de la Fachada Atlántica. Gráfico 176: Importancia de la moneda residual dentro de los contextos arqueológicos datados en los siglos I, II y III d.C. en la Península Ibérica. Aparecen destacadas con una circunferencia aquellas emisiones contemporáneas a la formación de los estratos.

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163 163 165 170 171 171 171 172 172 172 177 177 177 178 178 178 184 184 187 187 187 187 188 188 188 190 190 190 190 190 194 194 194 195 195 195 195 195 199 199 199 209

ÍNDICES ANALÍTICOS

1. ÍNDICE DE FUENTES LITERARIAS Aurelio Víctor (Aur Vict) 13 (n. 92) Estrabón (Str) 87, 148 Eutropio (Eutr) 13 (n. 92) Herodiano (Hdn) 10 Historia Augusta (Hist Aug) X, 9, 10, 11, 13 (n. 90), 69, 191 (n. 643) 201, 205 Marcial (Mart) 73

Orosio (Oros) 13 (n. 92) Philostrato (Philostr) 147 Plinio El Viejo (Plin) 9 (n. 47), 16, 103 (n. 413), 147, 148 (n. 537-538) Ptolomeo (Ptol) 103 (n. 413) Suetonio (Suet) 104 (n. 425) Zósimo (Zos) 8, 209

2. ÍNDICE DE AUTORES Abad Varela, M. 37 (n. 174), 126 (n. 498), 150 (n. 550), 189 (n. 645) Abascal Palazón, J.M. 6, 11 (n. 64, 74), 12, 16, 37 (n. 174, 177), 42 (n. 191), 43 (n. 196), 44 (n. 200, 201), 45 (n. 212, 214), 47 (n. 224),50 (n. 236), 51 (n. 240-242), 53 (n. 253), 54 (n. 254), 61 (n. 266-268), 62 (n. 270), 63 (n. 275, 278-279), 68 (n. 291, 292), 69 (n. 293), 71 (n. 301), 163 (n. 572), 189 (n. 645), 205 (n. 698), 210 Abásolo, J.A. 101, 108 (n. 443) Agúndez Arribas, M.J. 106, 107, 120 Alarção, J. 171 (n. 591), 186 (n. 637), 189 (n. 645), 199 (n. 677) Alberola, A. 6, 45 (n. 212, 214), 50 (n. 236), 51 (n. 241-242), 53 (n. 253), 61 (n. 266), 63, 68 (n. 292), 69 (n. 293) Alegre Mancha, P. 104 (n. 422), 107 (n. 436, 441, 442) Alfaro Asins, C. 3 (n. 15), 76 (n. 317), 108 (n. 443), 126 (n. 498), 140 (n. 520) Alföldy, G. 9 (n. 51), 10 (n. 52, 54, 63), 11, 12, 13, 163 (n. 572) Amante Sánchez, M. 2 (n. 3), 53 (n. 253) Andérica Frías, J.R. 150 (n. 550) Andrés Valero, S.A. 76 (n. 317) Aranegui Gascó, C. 37 (n. 174) Arce, J. 9 (n. 51), 10 (n. 55, 57), 11 (n. 67), 162 (n. 569), 163 (n. 574), 201 (n. 686) Arévalo González, A. 3 (n. 15), 140 (n. 519-520), 143 (n. 522), 150 (n. 550), 189 (n. 645) Arias Ferrer, L. 36 (n. 167), 50 (n. 236) Arroyo Ilera, R. 37 (n. 174), 38 (n. 182), 53 (n. 253), 140 (n. 520) Atencia Páez, R. 151 (n. 550) Balil, A. 28 (n. 136), 123 (n. 482), 126 (n. 498), 134 (n. 504) Baños Serrano. J. 11 (n. 73) Barandiarán, I. 90 (n. 370) Barceló, P.A. 150 (n. 550) Beltrán Fortes, J. 149 (n. 547), 151 (n. 550) Beltrán Lloris, F. 73 (n. 304-305) Beltrán Lloris, M. 31 (n. 148), 83 (n. 342), 84 (n. 345), Beltrán Martínez, A. 3 (n. 14), 5, 74 (n. 302), Beltrán Villagrasa, P. 5 Benabou, M. 10 (n. 55) Benéitez González, C. 108 (n. 443) Bienes Calvo, J.J. 76 (n. 317) Biers, W.R. 189 (n. 645), 196 (n. 661) Birley, A.R. 9 (n. 51) Blanco García, J.F. 6, 103 (n. 420), 108 (n. 443), 125-126, 126 (n. 495498), 133, 134 (n. 502-503), 135 (G. 103, n. 506) Blanco Jiménez, F.J. 151 (n. 550) Blánquez, C. 108 (n. 443), 123 (n. 483), 124 (n. 487), 182 (n. 621), 183 (n. 625) Blázquez Cerrato, C. 6, 17 (n. 98), 96 (n. 381), 101 (n. 403), 102, 104 (n. 422), 105 (G. 65-66, n. 430), 107 (n. 436, 437, 441), 108 (n. 443444), 117 (n. 448, 450, 452), 119, 120 (n. 468, 469), 121 (n. 475, 476, 478), 123 (n. 479), 126 (n. 498), 140 (n. 520), 167, 171 (n. 591), 189 (n. 645), 196 (n. 662), 197 (n. 464) Blázquez Martínez, J.M. 9 (n. 46), 13 (n. 91), 73, 149 (n. 543), 163 (n. 575) Bolin, S. 4, 12 (n. 84) Bona López, I.J. 76 (n. 317)

Bost, J.-P. 4, 5 (n. 22), 6, 18 (n. 99), 43 (n. 194), 53 (n. 253), 61 (n. 265), 76 (n. 317), 90 (n. 370), 108 (n. 443), 149 (n. 547), 150 (G. 111, 112, n. 550), 161 (G. 131-132), 180 (n. 609, 610, 617), 182 (n. 622, 624), 183 (n. 625), 186 (n. 641), 188 (n. 644), 189, 191 (n. 591), 196 (n. 655, 663), 197 (n. 665, 668, 669), 198 (n. 671) Brenot, C. 2 (n. 1), 4 Burillo Mozota, F. 83 (n. 344) Buttrey, T.V. 4 Caballero Klink, A. 140 (n. 520) Caballos, A. 9 (n. 51), 10 (n. 52) Cacciotti, B. 3 (n. 15) Callu, J-P. 4, 46 (n. 217), 209 (n. 714) Campo, M. 3 (n. 15), 6 (29, 35), 12 (n. 76), 18 (n. 99), 19 (n. 100), 23 (n. 105), 24 (n. 114), 30 (n. 144), 43 (n. 194), 53 (n. 253), 61 (n. 265), 67 (n. 288), 76 (n. 317), 90 (n. 370), 104 (n. 422), 106 (n. 432), 108 (n. 443), 150 (n. 550), 171 (n. 591), 180 (n. 609, 610, 617), 182 (n. 622, 624), 183 (n. 625), 196 (n. 663), 189 (n. 645), 197 (n. 665, 668) Cardoso, J.P. 189 (n. 645) Carreras i Verdaguer, C. 16 (n. 96) Carreras Vidal, N. 18 (n. 99), 22 (n. 103, 104), 23 (n. 107), 24 (n. 117), 25 (n. 119), 35 (n. 154, 155) Carretero Vaquero, S. 103 (n. 417), 108 (n. 443), 117 (n. 448, 452), 120 (n. 469), 121 (n. 478) Carreño, C. 171 (n. 591), 178 (n. 600) Carrilero, M. 150 (n. 550) Casa Martínez, C. de la 76 (n. 317), 126 (n. 498) Casas i Genover, J. 18 (n. 99) Castanyer i Masoliver, P. 18 (n. 99), 25 (n. 122-125) Castelo, R. 140 (n. 520) Castillo, C. 10 (n. 52) Cavada Nieto, M. 92 (n. 373), 97 (n. 383), 167, 171 (n. 591), 177 (n. 599), 180 (n. 609, 611, 614, 616), 182 (n. 624), 183 (n. 627, 628), 189 (n. 645), 199 (n. 602-607) Cebrián Fernández, R. 145 (n. 525, 526) Centeno, R.M.S. 5 (n. 17), 6, 90 (n. 370), 92 (n. 373), 97 (383-385), 108 (n. 443), 167, 170, 171 (n. 571), 177 (n. 599), 179 (n. 602-604, 606, 607), 180 (608-615, 617-619), 189 (n. 645) Cepas Palanca, A. 12 (n. 75, 77-79), 13 (n. 93), 16 (n. 94), 30 (n. 145146), 35 (n. 159, 162), 38 (n. 178), 47 (n. 221, 222), 50 (n. 231, 235), 98 (n. 393), 140 (n. 513-515), 186 (n. 639) Cepeda Ocampo, J.J. 2 (n. 9), 44 (n. 202), 59, 74, 75, 76 (n. 317), 79, 82, 83 (n. 340), 85, 88, 89, 90 (n. 370), 91 (n. 371), 96 (n. 379, 382), 97, 98 (n. 390, 391) Cerezo Sánchez, T. 90 (n. 370), 104 (n. 422), 106 (n. 433), 108 (n. 443), 120 (n. 467), 121 (n. 474) Cerrillo Martín de Cáceres, E. 207 (n. 707), 208 Cizek, E. 9 Clua Mercadal, M. 18 (n. 99) Corrales Aguilar, P. 149 (n. 545, 546) Crawford, M.H. 53 (n. 248), VII Cura, M. 18 (n. 99) Curchin, L.A. 6, 7 (n. 38), 11, 135 (n. 506), 140 (n. 520), 163 (n. 574), 189 (n. 645)

HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Chaves Tristán, F. 3 (n. 11, 15), 6, 8 (n. 42), 149 (n. 547), 150 (G. 112, n. 550), 151 (n. 550), 158 (n. 552), 159 (n. 555), 161 (G. 131, 132), 163 (n. 573) Chic García, G. 9 Chiner, P. 37 (n. 174, 176), 42 (n. 189, 192) Christie, N. 10 (n. 63) Chumillas López, A. 11 (n. 73)

Gordillo Acosta, A.M. 151 (n. 550) Gorges, J.-G. 18 (n. 99), 53 (n. 253), 76 (n. 317), 108 (n. 443), 140 (n. 520), 150 (n. 550), 171 (n. 591), 189 (645) Gozalbes Cravioto, C. 149 (n. 547), 150 (n. 550), 156 Gozalbes Cravioto, E. 206 Gozalbes Fernández de Palencia, M. 6, 37 (n. 174, 176), 42 (n. 189, 192), 44 (n. 203), 45 (n. 209), 209 (n. 714), 46 (n. 217, 219) Granados, J.O. 18 (n. 99) Grau Mira, I. 40 (n. 183-185) Greene, K. 4 Guadán Lacaris, A.M. de 5 Guardiola, A. 50 (n. 229-231), 54 (n. 254), 63 (n. 277), 68 (n. 291) Gurt Esparraguera, J.M. 6, 18 (n. 99), 27 (n. 129), 43 (n. 194), 53 (n. 253), 61 (n. 265), 76 (n. 317), 90 (n. 370), 102, 104, 105 (G. 62), 106 (n. 435), 106 (T. 41), 108, 120, 121 (n. 471, 472), 123 (n. 485), 125, 150 (n. 550), 171 (n. 591), 180 (n. 609, 610 y 617), 182 (n. 622, 624), 197 (n. 665, 668), 196 (n. 673), 183 (n. 625), 189 (n. 645) Gusi Jener, F. 2 (n. 6), 37 (n. 174), 45 (n. 211)

Delgado, A. 5 Delibes de Castro, G. 108 (n. 443), 123 (n. 482), 124 (n. 488) Depeyrot, G. 6, 149 (n. 547), 150 (n. 550), 161 (G. 131, 132) Dias Diogo, A.M. 189 (n. 645) Domínguez Arranz, A. 74, 75, 76 (n. 317), 82 (n. 327-329, 333) Duncan-Jones, R. IX, 4, 67, 203 (n. 692), 204, 206, 207 (n. 704) Echevarría Olaiz, A.I. 92 (n. 375), 90 (n. 370), 97 Eck, W. 10 (n. 52) Elorza, J.C. 76 (n. 317), 79 Escudero y Escudero, F. de A. 76 (n. 317) Esparza Arroyo, A. 117 (n. 450) Espinosa Ruiz, U. 11 (n. 64), 12, 163 (n. 572), 205 (n. 698) Estácio da Veiga Affonso dos Santos, M.L. 189 (n. 645) Esteban Delgado, M. 90 (n. 370), 92 (n. 375), 97 (n. 387) Étienne, R. 4, 189 (n. 645), 196

Harl, K.W. XI , 207 Hernández García, J.D. 53 (n. 253) Hernández Guerra, L. 108 (n. 443), 128 (n. 500), 135 Hernández Vera, J.A. 76 (n. 317) Hernández, F.M. 108 (n. 443) Herreros Ventosa, M.L. 104 (n. 422), 106 (n. 431), 108 (n. 443) Hiernard, J. 4, 5 (n. 22), 28 (n. 136), 69, 106, 149 (n. 547), 150 (G. 112, n. 550), 161 (G. 131, 132), 186 (n. 641), 188 (n. 644), 189, 196 (n. 655), 197 (n. 669), 198 (n. 671) Hobley, A.S. 4, 203, 204 Howgego, C.J. 2, 5 (n. 16), 62, 66 (n. 285), 71 (n. 302), 209 Hurtado Mullor, T. 37 (n. 174)

Fado i Xiere, R. 18 (n. 99) Falcó Fuertes, V. 37 (n. 174) Felguera Herrera, I. 161 (n. 562, 565) Fernández Ochoa, C. 88, 90 (n. 370), 97, 98 (n. 392), 99 (n. 394, 396), 100, 140 (n. 520), 185 (n. 632), 200 (n. 684) Fernández Ruiz, J. 15 (n. 550), 149 (n. 547) Fernández Ubiña, J. X, 205 (n. 698) Fernández Uriel, P. 104 (n. 425) Fernández, J.H. 6 (n. 35) Fernández-Galiano, D. 140 (n. 520) Ferran, A.M. 18 Ferrer Sierra, S. 167 (n. 170), 171 (n. 591) Fletcher Valls, D. 37 (n. 174), 38 (n. 179), 43 (n. 194), 53 (n. 253) Flórez, E. 5 Fontela Ballesta, S. 6, 50 (n. 237), 52 (n. 246), 53 (n. 253) Fornell Muñoz, A. 164 Francisco Martín, J. de. 88, 108 (n. 443), 125 (n. 492), 169 (n. 581), Franco Hernández, M. 108 (n. 443) Franco Maside, R.M. 171 (n. 591)

Iglesias del Castillo, L. 126 (n. 498) Iglesias Gil, J.M. 87 (n. 360), 88 (n.362), 90 (n. 370), 92 (n. 375) Illarregui, E. 103 (n. 415), 108 (n. 443), 117 (n. 448, 452), 123 (n. 481) Iradier Santos, E. 76 (n. 317) Járrega Domínguez, R. 38 (n. 180, 181) Jiménez Ávila, J. 189 (n. 645), 192 (n. 650) Jiménez de Gregorio, F. 140 (n. 520) Jiménez Martínez, C. 76 (n. 317) Jones, A.H.M. XI, XII, 207, 208 (n. 710) Keay, S.J. 149 (n. 541, 542), 208 King, A. 209 (n. 714) Kunisz, A. 203 (n. 692)

Galindo, M.P. 26 (n. 317), 75, 82 (n. 328) Galsterer, H. 149 (n. 543) García Calvo, J. 76 (n. 317) García Figuerola, M. 126 (n. 498) García García, M. L. 79 (n. 322), 85 (n. 354) Garcia Marcos, V. 104 (n. 422), 107, 108 (n. 443), 117 (n. 448, 452), 120 (n. 470), 121 (n. 477), 123 (n. 480) García Merino, C. 76 (n. 317), 104 (n. 422), 105, 108 (n. 443), 117 (n. 449, 452), 119 (n. 455), 120 (n. 466), 121 (n. 473) García Serrano, J.A. 76 (n. 317) García y Bellido, A. 150 (n. 550), 160 (n. 560), 168 García, R. 108 (n. 443) García-Bellido, M.P. 96 (n. 381), 108 (n. 443) Garrido, O. 150 (n. 550) Garrigós i Albert, I. 40 (n. 185), 45 (n. 206) Genera, M. 76 (n. 317) Gil Farrés, O. 5 Gil Fernández, R. 150 (n. 550) Gil Sendino, F. 90 (n. 370), 95 (n. 378), 96, 97 (n. 384, 385) Gil, I. 83 (n. 344) Gimeno Salvador, M.C. 189 (n. 645) Gisbert, J.A. 37 (n. 174, 177), 42 (n. 191), 43 (n. 196) Gómez Barreiro, M. 104 (n. 422), 105 (G. 65, n. 430), 106 (G. 66, n. 431), 107 (n. 436-438), 108 (n. 443), 119 (n. 459) Gómez Sánchez, E. 151 (n. 550) Gómez Santa Cruz, J. 76 (n. 317), 101, 102 (n. 409), 108 (n. 443), 119 (n. 461), 126 (n. 498), 136 (n. 509), 171 (n. 591), 175 (n. 597) González Echegaray, J. 100 (n. 399) González Martín, J. 149 (n. 547), 151 (n. 550) González Parrilla, J.M. 149 (n. 543) González Prats, A. 53 (n. 253) González Román, C. 186 (n. 637)

Labé Valenzuela, F. 66 (n. 317) Labeaga Mendiola, J.C. 66 (n. 317) Lafuente, A. 83 (n. 344) Lamboglia, N. 18 (n. 99), 23 (n. 106), 24 (n. 116) Langa Ortega, M.T. 189 (n. 645) Lasa García, C. 76 (n. 317) Le Roux, P. 9 (n. 51) Lechuga Galindo, M. 2 (n. 4), 11 (n. 71), 53 (n. 250, 252, 253), 56 (n. 255), 59 (n. 263), 66, 71 (n. 302) León Alonso, P. 149 (n. 544) López Campuzano, M. 53 (n. 253) López de Calle, C. 76 (n. 317) López Piñol, M. 37 (n. 174, 176), 42 (n. 189, 192) López Sánchez, P. 18 (n. 99), 76 (n. 317), Lorenzo Morán, J.F. 126 (n. 498) Lorente, A. 83 (n. 344) Loriot, X. 2 (n. 1), 4 Loseby, S.T. 10 (n. 63) Loza Azuaga, M. L. 149 (n. 547), 151 (n. 550) Lozano Santa, J. 53 (n. 253), 54, 56 (n. 256) Luezas Pascual, R.A. 76 (n. 317) Lledó Cardona, N. 2 (n. 5), 6, 16, 18 (n. 99), 23 (n. 105-107), 24 (111115, 118), 25 (n. 119-122), 26 (n. 126), 28 (n. 131-134), 29 (n. 140), 33 (G. 14, N. 155), 34 (n. 158), 35, 36 (168, 170-172), 37 (173-175), 42 (n. 188, 189), 43 (N. 194, 197, 198), 45 (n. 205, 210), 46 (n. 215), 50 (n. 236), 51 (n. 240, 242), 52 (n. 244, 245), 53 (n. 253), 62 (n. 270), 81 (n. 288) Llobregat, E.A. 53 (n. 253) Llorens Forcada, M.M. 37 (n. 174, 176), 42 (n. 189), 44 (n. 199), 2 (n.

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Índice de Autores 5), 45 (n. 210),53 (n. 253)

Padró, J. 18 (n. 99) Palol, P. de 119 (n. 461) Pastor Muñoz, M. 100 (n. 399) Payà, X. 83 (n. 344) Paz Peralta, J.A. 36 (n. 317), 83 (n. 335) Pedregal, A. 88, 108 (n. 443), 125 (n. 492), Pera, J. 74, 75 (G. 38, n. 312), 76 (n. 316, 317), 81 (n. 324),82 (n. 325, 330, 334), 83 (n. 398) Perdigones Moreno, L. 151 (n. 550) Pereira, I. 4, 5 (n. 22), 88 (n. 644), 186 (n. 641), 189, 189 (n. 645), 196 (n. 655), 197 (n. 669), 198 (n. 671) Perestrelo, M.S.G. 186 (n. 638) Ponsich, M. 163 Pradales Cipres, D. 108 (n. 443) Presedo Velo, F.J. 151 (n. 550) Prevosti, M. 18 (n. 99)

Magallón Botaya, M.A. 76 (n. 317), 82 (n. 326), 189 (n. 645) Malaroun, Y. 189 (n. 645) Mangas, J. 88, 108 (n. 443), 123 (n. 483), 124 (n. 487), 125 (n. 492), 182 (n. 621), 183 (n. 625) Mañanes Pérez, T. 102, 104 (n. 422), 108, 108 (n. 443), 171 (n. 591) Marcos Alonso, C. 140 (n. 520) Marín Díaz, M.A. 151 (n. 550), 161 (n. 566) Marot, T. 37 (n. 174) Martín Arija, A.M. 126 (n. 498) Martín Bueno, M. 90 (n. 370) Martín Camino, M. 11 (n. 72), 50 (n. 228), 53 (n. 253), 64 (n. 281), 234, 235 Martín Serna, M. 104 (n. 422), 106 (n. 431), 108 (n. 443) Martín Valls, R. 5, 108 (n. 443), 123 (n. 482), 124 (n. 488), 126 (n. 488), 134 (n. 504) Martínez Andreu, M. 64 (n. 283) Martínez Inclán, T. 140, 142 (n. 521) Martínez López, C. 54 (n. 253), 69 (n. 293) Martínez Mira, I. 2 (n. 5), 18 (n. 99), 26 (n. 127), 27 (n. 128-130), 28 (n. 155), 37 (n. 174), 42 (n. 189), 45 (n. 208-210, 212), 54 (n. 253), 63 (n. 275), 76 (n. 317), 83 (n. 340), 90 (n. 370), 98 (n. 390-392), 108 (n. 543), 121 (n. 471), 123 (n. 483-485), 124 (n. 486-488), 126 (n. 498), 134 (n. 503),140 (n. 520), 144 (n. 523), 150 (n. 550), 161 (n. 562-565), 171 (n. 591), 182 (n. 621-623), 183 (n. 621-627), 189 (n. 645), 197 (n. 667), 198 (n. 673-675) Martínez Pérez, T. 140, 142 (n. 521) Martínez Rodríguez, A. 11 (n. 73), 54 (n. 253), 62 (n. 269) Martino, F. de 4 Mata Parreño, C. 37 (n. 174), 140 (n. 520) Mateu y Llopis, F. 5, 18 (n. 99), 20 (n. 101, 102), 27 (n. 129), 28 (n. 136), 37 (n. 174), 45 (n. 213), 54 (n. 253), 61 (n. 264), 68 (n. 320), 76 (n. 317), 108 (n. 443), 119 (n. 461), 140 (n. 520), 150 (n. 550), 171 (n. 591), 182 (n. 622, 623), 183 (n. 625, 626), 189 (n. 645), 198 (n. 675) Mattingly, H. 46 (n. 217, 218), 59 (n. 260), 70 (n. 300), 208 (n. 712), 209 Maya, J.L. 90 (n. 370), 100 (n. 397), Mayet, F. 189 (n. 645) Medrano Marqués, M.M. 76 (n. 317) Melgares Guerrero, J.A. 54 (n. 253) Mellado Rivera, J.A. 40 (n. 185), 45 (n. 206) Mezquiriz Irujo, M.A. 76 (n. 317) Miquel, L.E. de 2 (n. 4), 54 (n. 253) Mora, G. 3 (n. 15), 5 (n. 18) Mora Serrano, B. 2 (n. 8), 149 (n. 546, 547), 150 (G. 113, n. 548-550), 150, 151, 158 (n. 553), 160 (n. 558-559), 161 (G. 133, n. 563), 164 Morán, M. 83 (n. 344) Moreda Blanco, J. 104 (n. 422), 106 (n. 431), 108 (n. 443) Morillo Cerdán, A. 90 (n. 370), 99 (n. 394, 396), 100, 103 (n. 415), 104 (n. 422), 106 (G. 66, n. 431), 107 (n. 438), 108 (n. 443), 117 (n. 448, 452), 120 (n. 470), 121 (n. 477), 123 (n. 480, 481) Mrozek, S. 4 Muñiz Castro, J.A. 90 (n. 370) Muñiz Coello, J. 10, 151 (n. 550) Muñoz Catalá, A. 38 (n. 179) Muñoz, F.A. 54 (n. 253), 69 (n. 293) Murcia Muñoz, A.J. 11 (n. 73)

Rachet, M. 4 Ramallo Asensio, S. 11 (n. 73) Ramírez, J.A. 11 (n. 73) Ramón Sánchez, J. 44 (n. 200, 201), 47 (n. 224), 53 (n. 253) Ramos Aguirre, M. 76 (n. 317) Ramos Fernández, A. 54 (n. 253) Ramos Folqués, A. 54 (n. 253) Rascón Marqués, S. 40 (n. 515, 516) Reece, R. 4 Remesal Rodríguez, J. 11 (n. 66, 68, 69) Ribera i Lacomba, A. 37 (n. 174), 140 (n. 520) Richard, J.C. 6, 149 (n. 547), 150 (G. 112, n. 550), 161 (G. 131, 132) Rigo Jovells, A. 18 (n. 99), 22 (n. 103, 104), 23 (n. 107), 24 (n. 117), 25 (n. 119), 33 (n. 154, 155) Ripoll, E. 18 (n. 99) Ripollès Alegre, P.P. 2 (n. 5, 6), 3 (n. 15), 5, 16, 35, 36 (T. 12, n. 167, 169), 37 (n. 174, 176), 42 (n. 189), 43 (n. 194, 195), 44 (n. 199), 45 (n. 204, 207, 210, 211), 46 (G. 24), 48 (n. 225-227), 53-54 (n. 253), 69, 140 (n. 520) Rodríguez Almeida, E. 126 (n. 498) Rodríguez Casanova, I. 108 (n. 443), 140 (n. 520) Rodríguez Colmenero, A. 171 (n. 591) Rodríguez González, X. 171 (n. 591) Rodríguez Salis, J. 90 (n. 370) Roldán Gómez, L. 54 (n. 253), 61 (n. 264) Roldán Hervás, J.M. 74 (n. 308), 87 (n. 361), 103 (n. 414, 418, 419), 111 (n. 447) Rollán García, M. 171 (n. 591) Ros Sala, M.M. 11 (n. 73) Roselló i Verger, V.M. 38 (n. 179, 182) Rostovtzeff, M. 11 (n. 71), 12, 13 (n. 86-87) Roure i Bonaventura, A. 18 (n. 99) Ruiz, A. 87 (n. 360), 88 (n. 362), 92 (n. 375) Ruiz de Arbulo, J. 12 (n. 76), 18 (n. 99), 19 (n. 100), 23 (n. 105), 24 (n. 114), 30 (n. 144), 67 (n. 288) Ruiz Delgado, M.M. 151 (n. 550), 161 (n. 561) Ruiz Valderas, E. 11 (n. 73) Saenz de Buruaga Blázquez, J.A. 76 (n. 317) Saenz de Urturi Rodríguez, F. 76 (n. 317) Saenz Preciado, P. 76 (n. 317) Sagredo San Eustaquio, L. 76 (n. 317), 83 (n. 339), 108 (n. 443), 123 (n. 482), 126 (n. 498), 134 (n. 503), 184 (n. 630, 631), 200 (n. 683), 205 (n. 695) Sainz Varona, F.A. 76 (n. 317), 108 (n. 443) Salinas de Frías, M. XI, 101 (n. 404), 169, 206 Salmerón Juan, J. 53 (n. 253) Salvador Velasco, M. 126 (n. 498) San Nicolás del Toro, M. 11 (n. 73), 54 (n. 253) San Vicente, J.I. 76 (n. 317) Sánchez Delgado, A.C. 76 (n. 317) Sánchez Fernández, M.J. 50 (n. 228-231), 54 (n. 254), 63 (n. 277), 68 (n. 291) Sánchez León, M.L. 147 (n. 532, 535), 148 (n. 539), 162, 163 (n. 571, 574), 205 (n. 699), 208 (n. 711) Sánchez Simón, M. 76 (n. 317) Santero Santurino, J.M. 151 (n. 550) Santos Yanguas, J. 9 (n. 44) Santos Yanguas, N. 90 (n. 370), 97 (n. 384), 125 (n. 492), 167, 206 (n. 702)

Navascues y de Juan, J.M. de 5 Navascues y de Palacio, J. 76 (n. 317) Nieto, B. 150 (n. 550) Nony, D. 2 (n. 1), 4, 11 (n. 68), 163 (n. 574), Nostrand, J.J. van 184 (n. 630) Nuix, J.M. 18 (n. 99) Núñez Marcén, J. 77 (n. 317) Olaria de Gusi, C. 2 (n. 6), 37 (n. 174), 45 (n. 211), Olcina Domenech, M. 44 (n. 200, 201), 47 (n. 224), 50 (n. 232, 233), 53 (n. 253) Ortego, T. 108 (n. 443) Osuna Ruiz, M. 140 (n. 520) Otero Moran, P. 140 (n. 520) Padial, B. 150 (n. 550) Padilla Arroba, A. 151 (n. 550), 161 (n. 566)

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Sanz Gamo, R. 54 (n. 253), 140 (n. 520) Sanz Mosquera, J.A. 76 (n. 317) Schulten, A. 169 Sedeño Ferrer, D. 149 (n. 547), 151 (n. 550), 160 (n. 559) Silva Ruivo, J. da 167, 171 (n. 591), 186 (n. 640, 642, 643), 187 (G. 153), 189 (n. 645, 647), 197 (n. 666, 669), 198 Silva, A.C.F. da 189 (n. 645) Silva, A.M.S.P. 167, 189 (n. 645, 647), 192, 198 Sillières, P. 76 (n. 317), 82 (n. 326), 189 (n. 645) Simon García, J.L. 54 (n. 235) Solana Sainz, J.M. 89, 90 (n. 370), 108 (n. 443), 184 (n. 630, 631), 200 (n. 683), 205 (n. 695) Soler i Casellas, A. 18 (n. 99) Solovera San Juan, M.E. 82, 84 (n. 348) Soria Sánchez, V. 189 (n. 645) Subias, E. 2 (n. 4) Syme, R. 9 (n. 51)

Turiel Ibáñez, M. 76 (n. 317) Varela Barrio, C. 171 (n. 591) Vega de la Torre, J.R. 90 (n. 370), 104 (n. 422), 106 (n. 433), 108 (n. 443), 120 (n. 467), 121 (n. 474) Ventura Martínez, J.J. 13 (n. 91), 149 (n. 543) Vidal Bardán, J.M. 11 (n. 67, 71), 54 (n. 253), 61 (n. 264), 76 (n. 317), 126 (n. 498), 163 (n. 573) Vidal González, P. 37 (n. 174), 76 (n. 317), 189 (n. 645) Vidal Nieto, M. 11 (n. 72), 53 (n. 253), 64 (n. 281) Vila Franco, M.I. 170, 171, 177 (n. 599), 179 (n. 605), 180 (n. 613) Villa Valdés, A. 90 (n. 370), 95 (n. 378), 96, 97 (n. 384, 386) Villanueva Acuña, M. 92 (n. 373), 97 (n. 383), 167, 171 (n. 591), 177 (n. 599), 179 (n. 602-604, 606-607), 180 (n. 609, 611, 614, 615), 189 (n. 645) Villaronga, L. 5, 18 (n. 99) Viñé Escartín, A.I. 126 (n. 498) Vives y Escudero, A. 5 Volk, T. 3 (n. 15)

Taracena, B. 83 (n. 339), 108 (n. 443), 119 (n. 460) Thirion, M. 4, 46 (n. 217, 218), 209 (n. 717) Thouvenot, R. 147 (n. 528, 533, 536), 164, 186 (n. 636) Tirado Martínez, J.A. 76 (n. 317) Tranoy, A. 89 (n. 368), 169, 170 (n. 585), 175, 185 Tremoleda i Trilla, J. 18 (n. 99) Tudanca Casero, J.M. 76 (n. 317), 83 (n. 341)

Walker, D.R. XI, 69 (n. 293), 206-207 Zabaleta Estévez, M.M. 170 Zelener, Y. 163 (n. 574) Zobel de Zangróniz, J. 5

3. ÍNDICE GEOGRÁFICO Abaças (Vila Real) 175 Abanilla (Murcia) 56 Abdera, vid. Adra Abrantes (Santarém) 198 Absorción, Poblado de la. vid. Villena Acci. vid. Guadix Ad Turres. vid. Font de la Figuera, La Ador (Valencia) 40 Adra (Almería) [Abdera] 147, 151, 154 Agost (Alicante) 55 Aguilafuente (Segovia) 128 Águilas (Murcia) 55, 59 (n. 262) Alameda (Málaga) 154 Alaquás (Valencia) 42, 43, 48 (n. 226) Alarcón (Cuenca) 142 Albons Bellaire (Gerona) 20 Albufereta, La. vid. Alicante Alcadozo (Albacete) 56 Alcalá de Guadaira (Sevilla) 154 Alcalá de Henares (Madrid) [Complutum] 68, 77, 78, 139, 141-144, 192 Alcalá de Júcar (Albacete) 142 Alcobaça (Leiria) 191 Alcoutim (Faro) 192 Alcoi (Alicante) 45 Alcuéscar (Cáceres) 191 Alenquer (Lisboa) 191 Algara (La Coruña) 183 Algibe, El. vid. Aliseda Alguaire (Lérida) 78 Alhaurín el Grande (Málaga) 154 Aliaguilla (Cuenca) 39, 139 Alicante (Alicante) [Lucentum] 11, 40, 50, 55 Alijó (Vila Real) 175 Aliseda (Cáceres) 192 Almadrava, La. vid. Miraflor-Setla Almansa (Albacete) 15, 56 Almaraz de Duero (Zamora) 112, 128 Almenara (Castellón) 38, 45, 48 (n. 226), 69 (n. 295) Almenara de Adaja (Valladolid) 128 Almodóvar del Campo (Ciudad Real) [Sisapo] 140, 142, 143, 148, 192 Alora (Málaga) 154 Aloria. vid. Amurrio Alozaina 154 Alqueries, Les (Villarreal) 45, 48 (n. 226), 69 (n. 295) Altafulla (Tarragona) 2, 20, 22, 26-29, 32, 34, 69 (n. 295) Altea (Alicante) 40

Alto de Rodilla. vid. Monasterio de Rodilla Alvaiázere (Leiria) 191, 196 Alvarelhos (Trofa) 175 Ames (La Coruña) 173 Ampurias (Gerona) [Emporiae] XI-XII, 12, 16-20, 22-25, 29, 30, 32, 33, 67, 207 Amurrio (Álava) 2, 91, 92, 94-97, 100 Andrães (Vila Real) 175 Antequera (Málaga) [Aratispi] 152, 154 Aquae Celenae. vid. Caldas de Reis Aquae Flaviae. vid. Chaves Aquae Oreginae (Riocaldo). vid. Lobios Aquae Quarquernae. vid. Bande Aratispi. vid. Antequera Arauzo de la Torre (Burgos) (MN Sept) 112 Arc de Cabanes, Le. vid. Cabanes Archidona (Málaga) (VG) 154 Arcobriga. vid. Monreal de Ariza Arcos de la Polvorosa (Zamora) 111 Arcos de las Salinas (Teruel) 38 Arditurri (Peñas de Aia). vid. Oiartzun Arenas de Iguña (Cantabria) 92 Arévalo (Ávila) 128 Argentona (Barcelona) 22-25, 32, 33 (n. 154, 155) Argozelo (Bragança) 175, 185 Armenteros (Salamanca) 128 Arneiro. vid. Maceira Aroeira (Daroeira). vid. Martim Longo Aroles. vid. Vega Arruda dos Vinhos (Lisboa) 198 Astigi. vid. Écija Astorga (León) [Asturica Augusta] 101-105, 107-112, 114, 117, 119121, 123, 125, 169, 170, 173, 185, 198, 201 Asturica Augusta. vid. Astorga Atapuerca (Burgos) 111 Augusta Emerita. vid. Mérida Augustobriga. vid. Muro de Agreda Augustobriga. vid. Talavera la Vieja Aytona (Lérida) 78 Azán. vid. Miranda de Azán Baçal (Bragança) 174, 185 Badalona (Barcelona) [Baetulo] 11, 12, 16-18, 19 (n. 100), 20, 25, 28, 30 (n. 145), 33 Baebelo 148 Baelo Claudia. vid. Bolonia Baetulo. vid. Badalona

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Índice Geográfico Balazote (Albacete) 142 Banagouro. vid. Vilarinho de Samarda Bande (Orense) [Aquae Quarquernae] 174, 184 Banyoles (Gerona) 20, 68 Bañeza, La (León) 111 Baños de Bande. vid. Bande Baños de Fortuna. vid. Fortuna Baños de Ledesma. vid. Ledesma Baños de Montemayor (Cáceres) 191 Baños de Riocaldo (Bubaces). vid. Lobios Barajas (Madrid) 141 Barcelona (Barcelona) [Barcino] 16, 17, 19 (n. 100), 20, 22, 29 (n. 140), 30, 32 (n. 151), 33 Barcino. vid. Barcelona Barco de Ávila, El (Ávila) 126-128 Bares (La Coruña) 183 Baria (Villaricos). vid. Cuevas de Almanzora Batalha (Leiria) 191 Begastri (Cabezo Roenas). vid. Cehegín Behobia. vid. Irún Beja (Beja) [Pax Iulia] 192 Belmonte (Castelo Branco) 191, 192 Belvis de la Jara (Toledo) 141 Benaguasil (Valencia) 38 Benavente (Zamora) 103 Benicató. vid. Nules Benitatxell (Alicante) 40 Betanzos (La Coruña) [Brigantium] 167, 168 Bienvenida, La. vid. Almodóvar del Campo Bierzo, Comarca del 102, 168, 173, 175 Bigues i Riells (Barcelona) 20, 22 Bilbao (Vizcaya) 90, 91 Bilbilis. vid. Calatayud Binaced (Huesca) 78 Boca del Puerto. vid. Vélez Blanco Bolaños de Campos (Valladolid) 111 Bolea. vid. Sotonera, La Bolibar (Vizcaya) 91, 98 Bolonia (Tarifa, Cádiz) [Baelo Claudia] XI , XII, 6, 12, 149-152, 154, 157, 159, 161-163, 207 Bombarral (Leiria) 191, 197 Bora (Pontevedra) 174 Borralheira. vid. Teixoso Boticas (Vila Real) 174, 177 Bóveda, La. vid. Jerez de los Caballeros Bóvedas, Las (San Pedro de Alcántara, Málaga) 154 Bracara Augusta. vid. Braga Braga (Braga) [Bracara Augusta] XI, XII , 103, 110, 169-175, 177-180, 183-185, 191, 192, 200, 201, 207, 208 Bragança (Bragança) 170-175, 177, 185 Brigantium. vid. Betanzos Bujões. vid. Abaças Burgo de Osma (Soria) [Uxama] 101, 103-105, 107, 112, 117, 120, 121, 128, 136 Burriana (Castellón) 38

Campoo de Enmedio (Cantabria) 87, 89-92, 98, 110, 136 Camporrobles (Valencia) 39 Can Blanc. vid. Argentona Can Ximenes. vid. Mataró Cañadas, Las. vid. Honcalada Cañaveruelas (Cuenca) [Ercavica] 12, 139, 140, 142, 144 Canelas (Peso da Regua) 175 Cantal, El. vid. Chirivel Cantanhede (Cantanhede, Coimbra) 191 Cáparra. vid. Oliva de Plasencia Capera (Cáparra). vid. Oliva de Plasencia Caravaca de la Cruz (Murcia) 56, 62, 69 Carballo (La Coruña) 173, 175, 183 Carbonero el Mayor (Segovia) 128 Carranza (Vizcaya) 92, 98 Carreño (Asturias) 97 Cartagena (Murcia) [Carthago Nova] XII, 2, 6, 9, 11, 38, 50-59, 62, 6469, 143, 145, 147, 148, 203, 206, 207 Cártama (Málaga) [Cartima] 154 Carteia. vid. San Roque Carthago Nova. vid. Cartagena Cartima. vid. Cártama Carucedo (León) 173, 175 Casa de la Ermita. vid. Yecla Casabermeja (Málaga) 154 Casarabonela (Málaga) [Castra Vinaria] 154, 158 Cascais (Cascais, Lisboa) 191 Castellfort. vid. Morella Castellnovo (Castellón) 38 Castellón de la Plana (Castellón) 38 Castelló de Rugat (Valencia) 40 Castillo de Bayuela (Toledo) 142 Castillón (Puibolea). vid. Sotonera, La Castra Gemina. vid. Torre Alhaquime Castra Vinaria. vid. Casarabonela Castrelos (Bragança) 180 Castrillo de Cabrera (León) 123, 182, 183 Castro de Doña Palla. vid. Pravia Castro de Oteruelo. vid. Oteruelo Castro de Rei (Lugo) 173, 175, 183 Castro de Santaver. vid. Cañaveruelas Castro del Berrueco. vid.Tejado, El Castro del Cerco. vid. Sejas de Aliste Castro de Chao Sanmartín. vid. Grandas de Salime Castro Urdiales (Cantabria) [Flaviobriga] 87, 88, 90, 91, 92, 98, 99 Castrocalbón (León) 111 Castromao. vid. Celanova Castulo. vid. Linares Cauca. vid. Coca Cauche el Viejo. vid. Antequera Caudete de las Fuentes (Valencia) 38, 39 Cehegín (Murcia) [Begastri] 56, 69 Celanova (Orense) [Coeliobriga] 174 Cenlle (Orense) 173 Cerco, El (castro). vid. Sejas de Aliste Cerralbo (Salamanca) 128 Cerro Castiel. vid. Calanda Cerro de los Santos. vid. Montealegre del Castillo Cerro Villar. vid. Monreal de Ariza Cervera del Maestrat (Castellón) 44-46, 48 (n. 226), 69 (n. 295) Cespedosa de Agadones (Salamanca) 192 Cidadela. vid. Sobrado dos Monxes Cieza (Murcia) 56 Cimanes de la Vega (León) 111 Ciruelos de Coca (Segovia) 127, 128, 131, 132 Ciudad Rodrigo (Salamanca) [Mirobriga] 128, 192 Clunia. vid. Peñalba de Castro Coca (Segovia) [Cauca] 6, 103, 125-128, 131-136, 203 Cocentaina (Alicante) 40 Coeliobriga (Castromao). vid. Celanova Cogolludo. vid. Orellana la Vieja Coimbra (Coimbra) [Conimbriga] XI, XII, 4, 5, 169, 186, 188-191, 194199, 201, 207 Coín (Málaga) 154 Colmenar (Málaga) 154 Complutum. vid. Alcalá de Henares Conimbriga. vid. Coimbra

Cabanes (Castellón) [Ildum] 20, 38, 68, 79, 80 Cabeço dos Castelos Velhos. vid. Castrelos Cabeza de Griego. vid. Saelices Cabeza del Buey (Badajoz) 192 Cáceres (Cáceres) [Norba Caesarina] 168, 169 Cadaval (Lisboa) 191 Cádiz [Gades] 12, 147, 151, 154 Caesaraugusta. vid. Zaragoza Calagurris. vid. Calahorra Calahorra (La Rioja) [Calagurris] 73, 79, 83 Calamocha (Teruel) 78 Calanda (Teruel) 78 Calatayud (Zaragoza) [Bilbilis] 73, 74, 78, 79, 82-84 Caldas de Mochique (Mochique) 192 Caldas de Reis (Pontevedra) [Aquae Celenae] 174, 177 Calvarrasa de Arriba (Salamanca) 128 Camesa. vid. Valdeolea Caminha (Viana do Castelo) 174 Camós (Gerona) 20, 25, 27-29, 32, 34, 69 Campeã (Vila Real) 175, 179 Campet (Alicante) 55

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Consabura. vid. Consuegra Consuegra (Toledo) [Consabura] 140, 142 Córdoba (Córdoba) [Corduba] 147, 152, 154 Corduba. vid. Córdoba Coto Biscaia. vid. Gafete Covões. vid. Cantanhede Coyanca (Perlora). vid. Carreño Crevillente (Alicante) 45 (n. 216), 48 (n. 226), 55, 61, 63, 68, 69 (n. 296) Cuestillas, Las (Dessobriga). vid. Melgar de Fernamental Cueva de la Zorra (Soscaño). vid. Carranza Cuevas de Almanzora (Almería) 55 Cuevas de Soria (Soria) 112 Cullera (Valencia) 40, 68 Cuntis (Pontevedra) 174

Golpilheira (Batalha) 191 Gonzar (O Pino, La Coruña) 173 Grandas de Salime (Asturias) 92-97, 100 Granollers (Barcelona) 20 Grau Vell. vid. Sagunto Guadix (Granada) [Acci] 55, 154, 203 Guarda (Guarda) 191-193 Guardia, La (Pontevedra) 174 Guaro (Málaga) 154 Guernica (Vizcaya) 91, 100 Guimarães (Braga) 175, 177 Guissona (Lérida) [Iesso] 12, 74-76, 78, 81-83, 86 Hellín (Albacete) 15, 56, 139 Heredade do Escatelar (Canha, Montijo) 191 Herencias, Las (Toledo) 141 Herrera de Pisuerga (Palencia) [Pisoraca] 89, 92, 98, 101, 103-107, 108 (n. 443), 110-112, 114, 115, 117, 120, 123, 124, 136 Higueruelas (Valencia) 38 Honcalada (Valladolid) 123, 124 Hondón de los Frailes (Alicante) 55, 69 Hornachuelos. vid. Ribera del Fresno Horta Seca. vid. Vall d’Uxó Hortuñas (Valencia) 145 (n. 525) Huerña. vid. Luyego Huesca (Huesca) [Osca] 74, 78, 81, 83 Hurones (Burgos) 111

Chã (Montalegre, Vila Real) 180 Chao Sanmartín (castro). vid. Grandas de Salime Chaves (Chaves, Vila Real) [Aquae Flaviae] 169-172, 174, 177, 179, 183, 184, 200 Chinchilla (Albacete) [Saltigi] 39, 54, 55, 58, 64, 67, 68, 78, 145, 203 Chirivel (Almería) 56 Chorlito, El. vid. Oliva de la Frontera Churriana. vid. Málaga Denia (Alicante) [Dianium] 35, 40, 44-47, 48 (n. 226), 69 (n. 296) Dessobriga (Cuestillas, Las). vid. Melgar de Fernamental Deva. vid. Gijón Dianium. vid. Denia Domeño (Valencia) 38 Doña Palla (castro). vid. Pravia Duratón (Segovia) 127, 128, 132

Idiazabal 91 Iesso. vid. Guissona Iglesuela del Cid (Teruel) 38, 145 (n. 526) Igualada (Barcelona) 20, 22, 30, 68 Ildum. vid. Cabanes Ilerda. vid. Lleida Ilici (La Alcudia). vid. Elche Ilunum?. vid. Minateda Iluro. vid. Mataró Iniesta (Cuenca) 145 (n. 525) Iria Flavia. vid. Padrón Irún (Guipúzcoa) [Oiasso] 91, 92, 94, 97, 99 Iruña de Oca (Álava) [Veleia] 81, 83-85 Istán (Málaga) 154 Italica. vid. Santiponce Iuliobriga. vid. Retortillo (Campoo)

Ebora. vid. Évora Écija (Sevilla) [Astigi] 154 Edeta. vid. Lliria Elche (Alicante) [Ilici] 11, 38-40, 45 (n. 214), 50-55, 57, 61-65, 67-69 Eliocroca. vid. Lorca Emporiae. vid. Ampurias Ercavica (Castro de Santaver). vid. Cañaveruelas Espino de los Doctores (Salamanca) 128 Estepona (Málaga) 154 Eula, La d’. vid. Crevillente Évora (Évora) [Ebora] 168, 186, 191 Fafe (Fafe, Braga) 175 Falperra. vid. Nogueira Fano. vid. Gijón Fiñana (Almería) 151, 154 Flaviobriga. vid. Castro Urdiales Fonsagrada (Lugo) 92, 97 Font de la Figuera, La (Valencia) [Ad Turres] 39, 45 (n. 214, 216), 55, 58, 64, 68, 145, 203 Font de N’Horta (Torre de l’Espanyol, Tarragona) 18 (n. 99), 77, 78, 84 Forcall, El (Castellón) [Lesera] 35, 38 Fortuna (Murcia) 52, 53, 56, 57 Frades (La Coruña) 173 Fraga (Huesca) 78 Fraguas, Las. vid. Arenas de Iguña Fresno de la Vega (León) 111 Fuengirola (Málaga) 154 Fuente de las Pulguinas. vid. Cieza Fuente del Sol, La. vid. Alhaurín el Grande Fuentemilanos (Segovia) 128 Fuenterrabia (Guipúzcoa) 91 Fuentes de Ropel (Zamora) 111 Funes (Navarra) 81

Jaca (Huesca) 78, 79, 82, 83, 86 Jávea (Alicante) 44-46, 48 (n. 226), 69 (n. 296) Jerez de los Caballeros (Badajoz) 192, 196 Jorquera (Albacete) 145 (n. 526) Jumilla (Murcia) 54, 56, 57, 65, 69 Juneda (Lérida) 78 Labitolosa. vid. Puebla de Castro, La Lago Carucedo. vid. Carucedo Lanaja (Huesca) 78 Lancia. vid. Villasabariego Lantadilla (Palencia) (MN Sept) 111 Ledesma (Salamanca) (MN Mer) 128 Legio. vid. León León (León) [Legio] 101, 103, 111, 117, 120, 121, 123 Lezuza (Albacete) [Libisosa] 140, 142, 143 Libisosa. vid. Lezuza Liédena (Navarra) 83 Liétor (Albacete) 56 Linares (Jaén) [Castulo] 9, 56, 67, 69, 148, 152, 163 (n. 575) Lisboa (Lisboa) [Olisipo] 168, 186, 190-192, 198 Lesera (Moleta des Frares). vid. Forcall, El Lobios (Orense) [Aquae Oreginae] 174 Longroiva (Meda) 191 Lorca (Murcia) [Eliocroca] 53, 55-58, 59 (n. 261), 65, 203 Loures (Lisboa) 191 Lucentum (Tossal de Manises). vid. Alicante Lucus Austurum. vid. Lugo de Llanera Lucus Augusti. vid. Lugo Lugo [Lucus Augusti] 103, 169-173, 177-179, 182-184, 200, 201 Lugo de Llanera (Llanera, Asturias) [Lucus Asturum] 100 Luyego (León) 111

Gáfete (Évora) 191 Ganade. vid. Xinzo da Limia Gandía (Valencia) 40 Garriga, La (Barcelona) 20 Gades. vid. Cádiz Garray (Soria) [Numantia] 101, 102, 112, 126, 136 Gaucín (Málaga) 154 Gijón (Asturias) 92, 94, 97, 98 (n. 392), 99

252

Índice Geográfico Luz de Tavira (Tavira, Faro) 192

Muro de Ágreda (Soria) [Augustobriga] 79

Lleida [Ilerda] 12, 32, 77-80, 83, 85 Lliria (Valencia) [Edeta] 11, 35, 37, 38, 40-44, 48, 49 Lloc Nou de Sant Jeroni (Valencia) 40

Nandufe (Tondela, Viseu) 197 Nava de Jadraque (El Ordial, Guadalajara) 141 Navahermosa (Toledo) 141 Navatejera (León) 111 Nerpio (Albacete) 56 Nestares (Cantabria) 92 Noez (Toledo) 141 Nogales, Los. vid. Almansa Nogueira (Braga) 175 Noiceda (Carballo, La Coruña) 183 Norba Caesarina. vid. Cáceres Novelda (Alicante) 55 Nules (Castellón) 2, 38, 45, 48 (n. 226), 69 (n. 295, 297) Numantia. vid. Garray

Maceira (Leiria) 191 Madridanos (Zamora) 112, 128, 132 Madrigal, El. vid. Villarreal Madrona (Segovia) 128 Malaca. vid. Málaga Málaga (Málaga) [Malaca] 147-154, 159-162, 164 Mamede. vid. Roliça Manguarra. vid. Cártama Manzanera (Teruel) 38 Marbella (Málaga) 2, 154, 158, 159, 165 Marchareta, La (Valencia) 41 Marín (Pontevedra) 174 Marisparza. vid. Yecla Marjaliza (Toledo) 142 Martim Longo (Alcoutim) 192 Martos (Jaén) 161 Más d’Aragó. vid. Cervera del Maestrat Mas Gusó. vid. Albons Bellaire Mascotelos (Guimarães) 175 Masnou, El (Barcelona) 27, 28, 32 (n. 150), 34 (n. 157), 69 (n. 296) Mataró (Barcelona) [Iluro] 12, 16-18, 20, 22-25, 27, 29 (n. 140), 30, 32-34 Mayorga de Campos (Valladolid) 111 Meda (Guarda) 191 Medina de las Torres (Badajoz) 192 Medina de Rioseco (Valladolid) 112 Meixedo (Viana do Castelo) 174, 179 Melgar de Fernamental (Burgos) [Dessobriga] 98, 101, 103, 110-112, 114, 136 Mengabril (Badajoz) 192 Mérida (Badajoz) [Augusta Emerita] XI, XII , 2, 140-143, 186, 189-192, 194-196, 199-201, 207 Mesegar (Toledo) 141 Mijas (Málaga) 154 Minateda (Hellín, Albacete) [Ilunum?] 54, 55, 57, 64, 67 Mingorría (Ávila) 128 Miño de Medinaceli (Soria) 141 Mirador, El (Denia-Jávea) 45-47, 48 (n. 226), 69 (n. 296) Miraflor-Setla (Alicante) 37, 40-44, 47, 48 Miranda de Azán (Salamanca) 128 Mirobriga (Castelho Velho). vid. Santiago do Cacém Mirobriga. vid. Ciudad Rodrigo Moar. vid. Frades Moià (Barcelona) 20, 22 Moleta des Frares, La. vid. Forcall, El Monasterio de Rodilla (Burgos) [Tritium] 75, 79, 85, 102, 110, 112, 114, 115, 136 Moncofa (Castellón) 38 Monforte del Cid (Alicante) 55 Monreal de Ariza (Zaragoza) [Arcobriga] 76-79, 83, 84, 141 Montalegre (Vila Real) 174, 180 Monte Molião. vid. San Sebastião Montealegre del Castillo (Albacete) 55-56 Montejo de Arévalo (Segovia) 128 Montejo de Tiermes (Soria) [Tiermes] 126-128 Monteagudo (Murcia) 52, 53 Montederramo (Orense) 174 Montes de Albar (San Mateo de Oliveira). vid. Ponteareas Monteseiro (Pena da Ola). vid. Fonsagrada Montijo (Setúbal) 191 Montsó (Lérida) 78 Monturque (Córdoba) 154 Moré, El. vid. Sant Pol de Mar Morella (Castellón) 38, 68 Moure (Vila Verde, Braga) 180 Muela de Garray. vid. Garray Munigua. vid. Villanueva del Río y Minas Muñochas (Padiernos, Ávila) 128 Muñogalindo (Ávila) 128 Munts, Els. vid. Altafulla Murcia (Murcia) 56

Oiartzun (Guipúzcoa) 99 Oiasso. vid. Irún Oldrões (Penafiel) 175 Olhalvo (Alenquer) 191 Olisipo, vid. Lisboa Oliva de Frontera (Badajoz) 192 Oliva de Plasencia (Cáceres) [Capera] 169, 186, 191 Olmeda, La. vid. Pedrosa de la Vega Olmos de Ojeda (Palencia) 92, 111 Orellana la Vieja (Badajoz) 192 Ortigueira (La Coruña) 175, 177, 180 Ortilla (Huesca) 78 Osorno (Palencia) 111 Osuna (Sevilla) 154 Otañes (Cantabria) 91 Oteruelo (León) 124 Ourense (Orense) 173 Ourique (Lagos) 192 Oviedo (Asturias) 92-94, 97, 99 Padrón (Pontevedra) 184 Paço (Vinhais) 174 Paços de Ferreira (Oporto) 175 Padilla de Duero (Valladolid) (MN Mer) 112, 128 Palencia (Palencia) [Pallentia] 103, 112, 115 Pallantia. vid. Palencia Pamplona (Navarra) [Pompaelo] 74, 75, 79, 83-85, 110 Papatrigo (Ávila) 128 Pax Iulia. vid. Beja Pedrosa de la Vega (Palencia) 6, 104, 106, 111 Pedroso-Pedrosinho (Vila Nova de Gaia) 191 Pego (Alicante) 40 Pelmá (Alvaiázere) 191, 196 Pena da Ola (Monteseiro). vid. Fonsagrada Penafiel (Oporto) 175 Peñalba de Castro (Burgos) [Clunia] 5, 102, 104-110, 112, 114, 116, 119-121, 123-125, 136, 203 Penedones. vid. Chã Peñas de Aia. vid. Oiartzun Peñones, Los. vid. Lorca Perlora (Coyanca). vid. Carreño Petavonium. vid. Rosinos de Vidriales Petrer (Alicante) 55 Pinho (Boticas) 174, 177 Pino, O (La Coruña) 173 Pinoso (Alicante) 56, 69 Pisoraca. vid. Herrera de Pisuerga Pizarra (Málaga) 154 Pobla Tornesa (Castellón) 38 Poblado de la Absorción. vid. Villena Pola de Siero. vid. Siero Polvarinho (Castelo Branco) 182, 183 (n. 626) Pomar, El. vid. Jerez de los Caballeros Pompaelo. vid. Pamplona Pont de Suert (Lérida) 78 Ponteareas (Pontevedra) 174, 180 Pontecesures (Pontevedra) 174 Porquera de los Infantes (Palencia) 92, 111 Portus Blendium. vid. Suances Portus Ilicitanus. vid. Santa Pola

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HISPANIA EN EL SIGLO II D.C.: CIRCULACIÓN Y PERDURACIÓN DE LA MONEDA Portus Victoriae Iulobrigensium. vid. Santander Poyo, El. vid. Calamocha Pozo Cañada (Albacete) 56, 78 Prádanos de Ojeda (Palencia) 92, 111 Prados de Berarín. vid. Irún Pravia (Asturias) 92, 94, 98 Priego (Córdoba) 160 Provesende (Sabrosa) 175, 177 Puebla de Castro, La (Huesca) [Labitolosa] 78, 82, 86 Puerto Lumbreras (Murcia) 50 (n. 237), 51 (n. 239), 52 Puibolea. vid. Sotonera, La

Santaver (Castro de Santaver). vid. Cañaveruelas Santervás del Burgo (Soria) 112 Santes Creus (Tarragona) 20 Santiago do Cacém (Setúbal) [Mirobriga] 186, 192, 195, 196, 201 Santillán. vid. Antequera Santiponce (Sevilla) [Italica] X- XII, 10 (n. 62), 12, 13, 148, 149, 151, 152, 154, 157-165, 191, 192, 198, 201, 205, 207, 208 Santo Domingo de Silos (Burgos) 112 Santo Tirso de Prazins (Salvador de Briteiros, Guimarães) 175, 177 Santomé (Orense) 173, 174, 177 Santoña (Cantabria) 92, 94 Sanxenxo 174 São Cristovão do Douro. vid. Provesende Saõ Cucufate. vid. Vila de Frades São João Baptista (Monte Real, Leiria) 197, 198 São Mamede. vid. Roliça São Martinho (Sepins). vid. Cantanhede São Miguel (Abrantes, Santarem) 198 São Pedro de Balsemao. vid. Viseu Sarraquinhos (Montalegre, Vila Real) 180 Sasamón (Burgos) [Segisamun] 101, 103, 110-112 Saucedo, El. vid. Talavera la Nueva Sax (Alicante) 55 Scalabis. vid. Santarém Segisamun. vid. Sasamón Segobriga. vid. Saelices Segorbe (Castellón) 38 Segovia (Segovia) 104, 128, 136 Sejas de Aliste (Zamora) 117 Semelhe (Braga) 174, 175, 177 Sepins (Perdulhais). vid. Cantanhede Serinyà (Barcelona) 20, 22, 32 Serreta, La. vid. Alcoi Serreta, La. vid. Cieza Setla. vid. Miraflor-Setla Setúbal (Setúbal) 191 Siero (Asturias) 92, 97 Sierra de Yeguas (Málaga) 154, 159 Silves (Faro) 192 Sinarcas (Valencia) 39 Sintra (Lisboa) 191 Sisapo (Bienvenida, La). vid. Almodóvar del Campo Sobrado dos Monxes (La Coruña) 173 Sollana. vid. Marchareta, La Soscaño (Cueva de la Zorra). vid. Carranza Sotalbo (Ávila) 128 Sotonera, La (Huesca) 77, 78, 84 Suances (Cantabria) [Portus Blendium] 99

Quinta do Arroio. vid. Tavira Quinta do Emidio. vid. Longroiva Quintana del Marco (León) 111 Quintanilla de la Cueza (Palencia) 104, 106, 111, 120, 121 Rabal. Vid. Trasmira Rabia, La (Cantabria) 92, 94 Raïmat (Lérida) 78 Raso de Candeleda, El. vid. Raso, El Raso, El (Ávila) 192 Rejano. vid. Sierra de Yeguas Retortillo (Campoo de Enmedio, Cantabria) [Iuliobriga] 87-94, 98, 110, 111, 114, 136 Retortillo (Salamanca) 128 Retortillo de Soria (Soria) 128 Reus (Tarragona) 20, 28, 32 (n. 150), 69 (n. 296) Riba, La (Tarragona) 20 Ribadavia (Orense) 173 Ribera del Fresno (Badajoz) 192 Río Verde. vid. Marbella Riocaldo. vid. Lobios Riópar (Albacete) 61 Rioseco de Soria (Soria) 112 Rodeiro (Pontevedra) 173 Roliça (Bombarral) 175, 191, 197 Rosinos de Vidriales (Zamora) [Petavonium] 101, 103-105, 107, 108 (n. 443), 110-112, 114, 115, 117, 120, 121, 124, 136, 174 Ruiseñada (Comillas, Cantabria) 92 Sabrosa (Vila Real) 175 Saelices (Cuenca) [Segobriga] 12, 56, 65, 139, 140, 144 Saetabis. vid. Xátiva Sagunto (Valencia) [Saguntum] XII, 2, 6, 35-39, 41-43, 45-48, 67-69, 203, 207 Saguntum. vid. Sagunto Salamanca (Salamanca) [Salmantica] 104, 128, 132, 135, 136, 191 Saldaña (Palencia) 111 Salmantica. vid. Salamanca Saltigi. vid. Chinchilla Salvatierra de Miño. vid. Ponteareas San Andrés de Tacones. vid. Gijón San Andrés de Xeve (Pontevedra) 182 San Bartolomé (Udías, Cantabria) 92 San Cristóbal de Entreviñas (Zamora) 111 San Cristóbal (Arealonga). vid. Vilagarcía de Arousa San Esteban del Poyo del Cid (Teruel) 85 San Martinho. vid. Sepins San Mateo de Oliveira. vid. Ponteareas San Morales (Salamanca) 128, 132 San Paio de Ventosela. vid. Ribadavia San Roque (Algeciras, Cádiz) [Carteia] XI, XII, 147, 151, 152, 154, 157, 161-163, 165, 207 San Sebastião (Lagos, Faro) 192 Sangüesa (Navarra) 83 Sant Mateu (Castellón) 38 Sant Pol de Mar (Barcelona) 24 Santa Bárbara. vid. Vilavella Santa María de las Hoyas (Soria) 112 Santa María Maior (Viana do Castelo) 174 Santa María. vid. Noez Santa Pola (Alicante) [Portus Ilicitanus] XII , 6, 11, 40, 50-52, 54, 55, 61-64, 67, 207 Santander (Cantabria) [Portus Victoriae Iuliobrigensium] 88, 92, 99, 100 Santarém (Santarém) [Scalabis] 168, 191

Talavera de la Reina (Toledo) 192 Talavera la Nueva (Toledo) 141 Talavera la Real (Badajoz) 197 Talavera la Vieja (Cáceres) [Augustobriga] 192 Tamarite (Huesca) 78 Tamurejo (Badajoz) 192 Tapia de Casariego (Asturias) 92 Tarazona (Zaragoza) [Turiaso] 79, 81 Tariego de Cerrato (Palencia) 112 Tarraco. vid. Tarragona Tarragona (Tarragona) [Tarraco] 10 (n. 63), 16, 17, 19, 20, 28, 30-32, 34, 38, 67, 68, 69 (n. 295), 85, 204, 206 Tavira (Faro) 192 Teba (Málaga) 154, 161 Teixoso (Covilhã, Castelo Branco) 197 Tejada, La. vid. Quintanilla de la Cueza Tejado, El (Salamanca) 128 Telões (Vila Pouca de Aguiar) 175, 177 Tiermes. vid. Montejo de Tiermes Tineo (Asturias) 92 Titulcia (Madrid) 141 Tobarra (Albacete) 56, 61 Tolmo de Minateda. vid. Minateda Tomar (Santarem) 191 Tonosa. vid. Vélez Rubio Torralba, Camino a. vid. Lorca Torre Alhaquime (Cádiz) [Castra Gemina] 168 Torre de Doña Blanca. vid. Torreblanca

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Índice Geográfico Torre de Esteban Hambrán, La (Toledo) 142 Torre de l’Espanyol (Tarragona). vid. Font de N’Horta Torre Llauder (Mataró) 27, 28, 32 (n. 150), 34 (n. 157), 69 (n. 296) Torreblanca (Castellón) 42, 43 (n. 194), 48 (n. 226), 69 (n. 295) Torrecillas, Las. vid. Alcuéscar Torrejones, Los. vid. Yecla Torreón, El. vid. Ortilla Torres Novas (Santarem) 191 Torres Vedras (Lisboa) 191 Torreta, La. vid. Puerto Lumbreras Torrijo del Campo (Huesca) 78 Tossal de Manises (La Albufereta). vid. Alicante Tourém (Montalegre, Vila Real) 180 Trasmira (Orense) 180 Tremañes (Gijón, Asturias) 92 Tritium. vid. Monasterio de Rodilla Trofa (Oporto) 175 Turiaso. vid. Tarazona

Vila do Conde (Oporto) 175 Vila Franca de Xira (Lisboa) 191 Vila Pouca de Aguiar (Vila Real) 175, 177 Viladonga. vid. Castro de Rei Vilafamés (Castellón) 38, 68 Vilafranca del Penedès (Barcelona) 20, 22, 30, 32, 302 Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) 174 Vilar Flor (Bragança) 175, 177 Vilarelho (Caminha) 174 Vilarinho de Cotas (Alijó) 175 Vilarinho de Samarda (Vila Real) 175, 179 Vilarnovo. vid. Ortigueira Vilauba. vid. Camós Vilavella (Castellón) 37, 38 Villabañez (Valladolid) 112, 128 Villafranca (Segovia) 128 Villafranca del Bierzo (León) 173, 175 Villalazán (Zamora) 103, 112, 126-128, 131-136 Villalpardo (Cuenca) 141 (n. 525) Villanueva de Azoague (Zamora) 111 Villanueva de Córdoba (Córdoba) 152 Villanueva del Río y Minas (Sevilla) 12 Villaobispo (Zamora) 111 Villaquilambre (Navatejera, León) 111 Villar del Arzobispo (Valencia) 38 Villarreal (Castellón) 38, 45, 48 (n. 226), 69 (n. 295) Villaricos (Baria). vid. Cuevas de Almanzora Villasabariego (León) [Lancia] 102, 111 Villaverde Bajo (Madrid) 141 Villavieja de Muñó (Burgos) 111 Villena (Alicante) 45 (n. 214), 48 (n. 226), 55, 61, 63, 69 (n. 296) Viñas, Las (Málaga) 154 Vinhais (Bragança) 174 Vipasca (Aljustrel, Beja) 9 Viseu (Viseu) 191, 192 Viso, El (Córdoba) 192

Uxama. vid. Burgo de Osma Valdeolea (Cantabria) 92 Valderas (León) 111 Vale de Nogueiras (Vila Real) 175 Valduerna (León) 101 Valença (Viana do Castelo) 174 Valencia [Valentia] XII, 35, 38-40, 45, 47, 50, 67, 68, 69 (n. 293), 207 Valencianos, Los. vid. Vélez Blanco Valentia. vid. Valencia Valeras, Las (Cuenca) [Valeria] 12, 67, 139-145 Valeria. vid. Valeras, Las Vall d’Uxó (Castellón) 38, 45, 48 (n. 226), 69 (n. 295) Valsadornín (Palencia) 123 Valverde del Fresno (Cáceres) 192 Varea (Logroño, La Rioja) [Vareia] 76-79, 84, 203 Vareia. vid. Varea Vega (Gijón, Asturias) 92, 94 Vegas de Santa María. vid. Mesegar Veleia. vid. Iruña de Oca Vélez-Blanco (Almería) 56, 61, 63 Vélez-Rubio (Almería) 56 Venta del Moro (Valencia) 145 (n. 525) Vera de Bidasoa (Navarra) 91 Verín (Orense) 174 Viana do Castelo (Viana do Castelo) 174 Vic (Barcelona) 20, 68 Vidigueira (Beja) 192 Vigo (Pontevedra) 174 Vila de Frades (Vidigueira) 192

Xátiva (Valencia) [Saetabis] 35, 39, 68, 69 Xinzo da Limia (Orense) 174, 177 Yátova (Valencia) 145 (n. 525) Yecla (Murcia) 2, 53, 55, 56, 62, 63 Yeste (Albacete) 56, 57 Zamora (Zamora) 123 Zaragoza (VE) [Caesaraugusta] 38, 65, 73-75, 77-79, 81-83, 85, 104, 111, 112, 140-143, 145 Zarautz 91 Zierbena (Vizcaya) 91

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