Guerras del siglo XX: experiencias y representaciones en perspectiva global 9874963190, 9789874963192

La guerra constituyó un fenómeno omnipresente a lo largo del “siglo XX corto”, que tuvo un impacto pluridimensional en e

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Guerras del siglo XX Experiencias y representaciones en perspectiva global

Guerras del siglo XX Experiencias y representaciones en perspectiva global

María Inés Tato Ana Paula Pires Luis Esteban Dalla Fontana coordinadores

Rosario, 2019

Guerras del siglo XX. Experiencias y representaciones en perspectiva global / María Inés Tato ... [et al.]; coordinación general de María Inés Tato; Ana Paula Pires; Luis Esteban Dalla Fontana. - 1a ed.Rosario : Prohistoria Ediciones, 2019. 212 p.; 23 x 16 cm. - (Actas / Carolina A. Piazzi y M. P. Polimene; 37) ISBN 978-987-4963-19-2 1. Historia. 2. Guerra. I. Tato, María Inés, coord. II. Pires, Ana Paula, coord. III. Dalla Fontana, Luis Esteban, coord. CDD 909.82

Imagen de tapa: portada de Caras y Caretas, núm. 871, 12 de junio de 1915. Maquetación de tapa: Estudio XXII Maquetación de interiores: Georgina Guissani Edición al cuidado de Carolina A. Piazzi. Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales. TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS HECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723 © María Inés Tato; Ana Paula Pires; Luis Esteban Dalla Fontana © de esta edición: Email: [email protected] www.prohistoria.com.ar Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor. Este libro se terminó de imprimir en Mutigraphic, Buenos Aires, Argentina, en el mes de mayo de 2019. ISBN 978-987-4963-19-2

Índice Introducción María Inés Tato, Ana Paula Pires y Luis Esteban Dalla Fontana ............................... 09 Fuerzas Armadas, Estado y sociedad en la Argentina de los siglos XX y XXI ¿Qué se puede aprender de una historia social y cultural de los militares y de la guerra en el siglo XIX? Germán Soprano ....................................................................................................... 13 Eduardo Munilla. Una biobibliografía Bárbara Raiter ........................................................................................................... 31 La Gran Guerra y los escritores militares argentinos Luis Esteban Dalla Fontana ...................................................................................... 45 La Primera Guerra Mundial y su influencia en la Armada Argentina, 1914-1927. Una aproximación Agustín Daniel Desiderato ........................................................................................ 63 Emociones en guerra. Las crónicas de Roberto J. Payró durante la ocupación alemana de Bélgica en la Primera Guerra Mundial María Inés Tato ......................................................................................................... 77 La traducción como argumento: Augusto Bunge frente a la Gran Guerra Cinthia Meijide ......................................................................................................... 97 Entre la paz y el conflicto: Portugal y la Gran Guerra (1914-1916) Ana Paula Pires ....................................................................................................... 115 El deporte y la Gran Guerra (1914-1919) Rita Nunes .............................................................................................................. 133 ¿Creando Nuevos Vecinos? La propaganda de guerra norteamericana en Brasil y Argentina (1942-1945) Ursula Prutsch ......................................................................................................... 151 Las comunidades eslavas en la Argentina durante la Guerra Fría: el caso del nacionalismo eslovaco en las décadas de 1940 y 1950 María Valeria Galván .............................................................................................. 175

Injerencias de la Unión Soviética y de los Estados Unidos en la Guerra afgano-soviética (1979-1989) ..................................................................................................... 189 Gustavo Carrère Cadirant Los autores y las autoras ......................................................................................... 207

INTRODUCCIÓN María Inés Tato Ana Paula Pires Luis Esteban Dalla Fontana

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omo en otros campos de la disciplina histórica, el desarrollo de la historia cultural desde la década de 1970, fuertemente imbricada en sus orígenes a la historia social, repercutió hondamente en los estudios sobre la guerra.1 Si estos se hallaban tradicionalmente orientados al análisis de batallas y de la conducción militar de los conflictos, el “giro cultural” amplió notablemente el horizonte de indagación y –de la mano de otras disciplinas como la sociología, la antropología, la economía, la psicología y la literatura– incorporó nuevos objetos de estudio y nuevas metodologías. La historia de la guerra dejó de estar centrada exclusivamente en las estrategias y en los altos mandos militares para incorporar, entre otros tópicos, las experiencias de los combatientes y de diferentes actores de la sociedad civil, las representaciones, la memoria, el género.2 Asimismo, los estudios sobre la guerra también se vieron influidos por otras corrientes historiográficas, como la historia global, que contribuyeron a expandir su alcance.3 De esta manera, se ha llegado incluso a reexaminar la –hasta no hace mucho– tajante distinción entre beligerantes y neutrales, advirtiéndose que países formalmente fuera de la guerra o con un involucramiento marginal en ella experimentaron, sin embargo, sus efectos e incluso protagonizaron una intensa movilización en torno a ella.4 La guerra económica, la propaganda, el reclutamiento de soldados para los ejércitos beligerantes, el humanitarismo, son solo algunos ejemplos de los múltiples impactos de las guerras del siglo XX en regiones y países periféricos en relación con las mismas. Los trabajos reunidos en este libro se encuentran en la intersección de esas dos tendencias historiográficas: la historia social y cultural de la guerra, y la historia global. En tal sentido, se proponen contribuir a estas áreas de estudio al enfocar diversos aspectos de conflictos armados del siglo XX en varias latitudes y, especialmente, en la 1 2

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BURKE, Peter ¿Qué es la historia cultural?, Paidós, Barcelona, 2006. BOURKE, Joanna “New military history”, en HUGHES, Matthew y PHILPOTT, William J. –editores– Palgrave Advances in Modern Military History, Palgrave Macmillan, London, 2006; BLACK, Jeremy War and the Cultural Turn, Polity Press, Cambridge, 2012; EVANS, Martin “Opening up the battlefield: War studies and the cultural turn”, en Journal of War and Culture Studies, 1 (1), 2008. MUEHLBAUER, Matthew S. y UBRICH, David J. –editores– The Routledge History of Global War and Society, Routledge, Basingstoke, 2018. COMPAGNON, Olivier y PURSEIGLE, Pierre “Geographies of Mobilization and Territories of Belligerence during the First World War”, en Annales HSS (English Edition), 71 (1), 2016.

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Argentina, y al establecer un diálogo entre diferentes escalas de análisis, de lo global a lo local. En este volumen predominan los trabajos dedicados a la Primera Guerra Mundial, que en los últimos años –y sobre todo en el marco de la reciente conmemoración de su centenario– han experimentado un enorme avance, destacándose particularmente los estudios tributarios de la historia cultural de la guerra.5 El capítulo de Germán Soprano traza un balance historiográfico del campo de los estudios sobre la guerra y los militares en la Argentina. El autor constata el desigual desarrollo de los análisis que enfocan el siglo XIX y los consagrados al siglo XX. En tanto los primeros constituyen una línea de indagación sólida y asentada, los abocados a la siguiente centuria se hallan en un estado incipiente –aunque promisorio– de avance. Soprano ofrece una necesaria reflexión acerca de las ventajas de la interdisciplinariedad y de los posibles diálogos con la producción historiográfica sobre el siglo XIX, que pueden contribuir a consolidar y enriquecer el abordaje de la temática bélica en los siglos XX y XXI. En su artículo, Bárbara Raiter aborda el impacto de los conflictos limítrofes entre Argentina y Chile sobre el desarrollo de la práctica del tiro en asociaciones civiles de comienzos del siglo XX. A través del seguimiento de la trayectoria del general Eduardo Munilla, que operó como nexo entre el ámbito estatal y la sociedad civil, la autora da cuenta de la centralidad de la noción del ciudadano en armas, consagrado a la defensa nacional, en el desarrollo del aparato estatal y de las asociaciones de tiro. Los dos siguientes capítulos enfocan a un actor hasta ahora soslayado en los estudios locales sobre la Gran Guerra: los profesionales de la guerra. Luis Esteban Dalla Fontana analiza las lecciones que miembros de distinto rango del Ejército Argentino extrajeron de este conflicto fundacional del siglo XX. A través del análisis de dos publicaciones oficiales (la Revista del Ministerio de Guerra y la Revista del Círculo Militar) que funcionaron como tribunas para la expresión de sus ideas, el autor reconstruye las enseñanzas proporcionadas por la guerra en materia de nuevas técnicas y estrategias bélicas, y asimismo las reflexiones que alimentó acerca del rol del estado y de sus fuerzas armadas en un mundo en plena transformación. Por su parte, Agustín Desiderato analiza, a través de diversos escritos de marinos argentinos, el impacto de la Primera Guerra Mundial en la Armada. La importancia que durante el conflicto cobró la guerra naval generó un debate en su seno acerca de la necesidad de proveer a la defensa nacional y de impulsar la modernización, preocupaciones que se verían reflejadas en la política oficial de adquisición de materiales que efectuará esa arma en la década de 1920. El capítulo de María Inés Tato se centra en la experiencia del escritor argentino Roberto J. Payró en la Bruselas ocupada por las tropas alemanas. Desde la perspectiva de la historia de las emociones, la autora interroga las crónicas de este intelectual 5

HORNE, John “End of a paradigm? The cultural history of the Great War”, en Past and Present, 242, febrero de 2019.



Introducción

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–publicadas en las páginas de La Nación entre 1914-1915 y 1918-1922– y, a través suyo, reconstruye las vivencias, las impresiones y las expectativas experimentadas por la población de la capital belga en el contexto traumático de la guerra y de la ocupación. Cinthia Meijide aborda en su trabajo a otra figura del campo intelectual argentino, el escritor Augusto Bunge. Admirador de Alemania en un ámbito dominado por la francofilia, Bunge se dedicó a la traducción de dos piezas de literatura de guerra en lengua alemana: El hombre es bueno, de Leonhard Frank, y Hombres en la guerra, de Andreas Latzko. La autora examina las estrategias que desplegó desde ese rol para la difusión de la cultura germana en un marco francamente adverso a la misma. El capítulo de Rita Nunes aborda una temática aun poco explorada sobre las vivencias de los soldados durante la Primera Guerra Mundial: la práctica deportiva. La autora analiza la organización de los deportes en Portugal antes del conflicto para luego examinar su contribución al esfuerzo bélico. En su artículo, Nunes estudia además la importancia de los Juegos Interaliados, competencia deportiva organizada en paralelo a la Conferencia de Paz. El trabajo de Ana Paula Pires se interna en otro escenario de la Gran Guerra y en los vericuetos de la diplomacia. La autora enfoca la política exterior de Portugal entre 1914 y 1916, interesándose por su evolución desde la neutralidad a la beligerancia. Pires destaca que en ese viraje desempeñó un rol central la voluntad portuguesa de mantener –e incluso de ampliar– su estatus imperial a través de la defensa de sus colonias africanas. En su artículo, Ursula Prutsch se aboca al estudio de las estrategias de propaganda implementadas por Estados Unidos en Brasil y en Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. A partir del relevamiento de las principales iniciativas de la Office of Inter-American Affairs (OIAA), la autora explora la diplomacia cultural norteamericana y su objetivo de alinear a Sudamérica con la causa de los Aliados. María Valeria Galván se interesa en su artículo por los efectos de la guerra fría en la comunidad eslovaca residente en la Argentina. Los avatares del orden político checoslovaco tras la Segunda Guerra Mundial, inserto en la órbita soviética, produjeron tensiones y divisiones internas entre las distintas oleadas de inmigrantes de esa comunidad, cuyas interacciones y cuyos contactos con el gobierno argentino son analizados por Galván. Por último, Gustavo Carrère Cadirant se ocupa de uno de los conflictos emblemáticos de la segunda guerra fría: la guerra de Afganistán. Su trabajo reconstruye el intervencionismo de los Estados Unidos y de la Unión Soviética en territorio afgano y el rol subordinado que ambas superpotencias le atribuyeron a la comunidad local en sus respectivos proyectos. El presente libro es el resultado del IV Workshop Diálogos entre Experiencias y Representaciones de las Grandes Guerras del Siglo XX, organizado por el Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra del Instituto Ravignani, unidad ejecutora UBA/

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CONICET; por la Facultad del Ejército de la Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF); y por la Universidade Nova de Lisboa. Realizado el 3 y 4 de octubre de 2018 en la Facultad de Ingeniería del Ejército-UNDEF, el evento reunió a más de una veintena de investigadores de instituciones académicas argentinas y extranjeras especializados en el estudio del fenómeno bélico desde diferentes ángulos. Aquí se recoge una selección de los trabajos presentados en esa oportunidad. Los coordinadores de este volumen quieren expresar su reconocimiento a las instituciones que hicieron posible su publicación: la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, a través del FONCyT; la Universidad de Buenos Aires, a través de un proyecto UBACyT; y la Universidade Nova de Lisboa, a través de la Fundação para a Ciência e a Tecnologia. Asimismo, a la editorial Prohistoria por albergarlo en su catálogo.

Fuerzas Armadas, Estado y sociedad en la Argentina de los siglos XX y XXI ¿Qué se puede aprender de una historia social y cultural de los militares y de la guerra en el siglo XIX? Germán Soprano

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Introducción n mis investigaciones etnográficas e históricas sobre defensa nacional y militares en la Argentina de los siglos XX y XXI, pude constatar que la prolífica producción de conocimientos en ciencias sociales desarrollada desde 1983 ha estado prioritaria y casi exclusivamente concentrada en el análisis de las ideologías y la participación política de las conducciones superiores del Ejército –y, en menor medida, de la Armada y la Fuerza Aérea– en su actuación en golpes de estado entre 1930 y 1983, y en las doctrinas e intervenciones represivas sobre diversos actores políticos y de la sociedad civil, en especial con el terrorismo de estado de 1976-1983. Si se revisa la historia argentina del siglo XX, no han faltado buenas razones académicas y políticas para promover esos énfasis temáticos. Asimismo, podemos verificar que se ha priorizado el estudio de lo militar o de los militares en su autonomía, diferencias y oposición respecto de lo civil o de los civiles, unos atributos sociales cuya interpretación, en realidad, no debería asumirse como un presupuesto de las investigaciones sino más bien como un hecho situacionalmente dado y, por ende, de validez histórica relativa. Afortunadamente, algo de ese sesgo ha ido cambiando en los últimos años en la medida en que se profundizó el estudio de las relaciones o afinidades existentes entre las conducciones castrenses y sectores de la dirigencia política, altos funcionarios del Poder Ejecutivo y Judicial, empresarios y miembros de la cúpula eclesiástica. Ese sesgo ideologicista o politicista –permítanme el neologismo– colocado en la autonomía y extrema singularidad de lo castrense en la figura de sus conducciones superiores ha orientado la definición de problemas, objetos, hipótesis y la elección de fuentes documentales o de testimonios en las investigaciones historiográficas, politológicas y sociológicas acerca de los militares. Una consecuencia de ese sesgo es que se tendió a desconsiderar –y no exagero– la comprensión de actores y temas relevantes tales como el estudio de los oficiales jefes, oficiales subalternos y suboficiales, dando cuenta de sus adscripciones y auto-adscripciones de clase social, étnicas y regionales; la composición social de sus matrimonios y de sus familias; sus identidades políticas y religiosas (especialmente cuando no son católicos); su membresía en y relaciones con

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diversas organizaciones de la sociedad civil; sus inserciones en el mercado, el Estado y/o la sociedad civil cuando pasan a situación de retiro o solicitan o son dados de baja de su Fuerza, entre otros temas desatendidos. Contrariamente a lo que sucede en la Argentina, el estudio de esos tópicos es significativo en las agendas académicas de las ciencias sociales anglosajonas y europeas. Su comprensión no supone necesariamente en esos lares –ni lo sería aquí– una desideologización o despolitización de los valores, ideas y comportamientos castrenses, sino más el reconocimiento de sus complejas relaciones con y/o sus inscripciones en otras dimensiones sociales. Paradójicamente, esas tendencias predominantes en la producción académica argentina sobre las Fuerzas Armadas en los siglos XX y XXI –el énfasis en la autonomía castrense respecto de la sociedad y la desatención de los atributos sociales que los militares comparten con los civiles– descuidaron temas fundamentales como la educación, los perfiles y las trayectorias profesionales castrenses; las identidades y las formas de sociabilidad de cada arma, especialidad, aptitud especial y/o promoción o camada de militares; las representaciones de género que definían al “soldado”. Sus concepciones y prácticas de la “guerra convencional” y aun sus experiencias como combatientes en la denominada “guerra revolucionaria” o “lucha contra la subversión” pocas veces han sido comprendidas desde las perspectivas de los propios actores castrenses, dado que los analistas en general y lógicamente se han identificado con las víctimas del terrorismo de estado. De modo que en estas páginas buscaré demostrar, por un lado, que el recurso a enfoques y métodos desarrollados por la etnografía y la historia social e historia cultural de los militares y de la guerra constituye una alternativa teórico-metodológica adecuada para abordar estas nuevas cuestiones en el estudio de las Fuerzas Armadas y los militares argentinos en los siglos XX y XXI. Y, por otro lado, destacar que un mejor conocimiento y diálogo con la producción historiográfica sobre la política y la construcción del Estado, los militares y otras fuerzas de guerra, y las guerras en el Río de la Plata y la Argentina del siglo XIX –relativamente más orientada por enfoques de historia social e historia cultural y en interlocución más estrecha con la antropología– nos permitiría a los científicos sociales especializados en las Fuerzas Armadas en los siglos XX y XXI promover un estudio más genuinamente comprehensivo de los militares en el Estado y la sociedad, así como sobre sus concepciones y prácticas específicas de lo militar y de la guerra o las guerras. Dicho recurso analítico supone advertir que aquello que se tomará prestado de la historiografía sobre el siglo XIX no puede desanclarse, sin las debidas precauciones, de sus coordenadas históricas singulares. Quisiera insistir, por último, en que este capítulo no es ni pretende ser un estado del arte, sino una revisión amplia y diversa sobre la historiografía de la guerra, los militares y otras fuerzas de guerra que espera favorecer un diálogo más estrecho entre los especialistas que investigamos estos temas en la historia argentina de los siglos XX y XXI con aquellos que se ocupan de esos tópicos en el siglo XIX. Dicho en otros términos, advierto que, aunque estos últimos quizá echen en falta algunos autores y textos



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correspondientes a su periodo, esas ausencias, no obstante, bien podrán compensarse en beneficio de los primeros, quienes estimo tienen en este artículo una orientación básica para explorar la lectura de la literatura sobre el siglo XIX, advertir cuán prolífica y diversa es en enfoques y temas de estudio y, por esto mismo, cuán estimulante resultaría su aporte para una historia social y cultural de la guerra, los militares y otras fuerzas de guerra en la Argentina de los siglos XX y XXI. A continuación procuraré demostrar los argumentos enunciados en el estudio de: a) perfiles y trayectorias de militares, sus inscripciones, relaciones e identidades sociales; b) los militares y las guerras; c) el combate y los combatientes. Por cierto, estas tres cuestiones no agotan la agenda de temas a problematizar desde la presente perspectiva de análisis.1 Perfiles y trayectorias de militares, sus inscripciones, relaciones e identidades sociales Los estudios sociológicos, politológicos e historiográficos han tendido a enfatizar en los análisis sobre las Fuerzas Armadas de América Latina en los siglos XX y XXI la autonomía de lo militar respecto de lo civil, las intervenciones de las conducciones superiores castrenses en la política nacional y las acciones represivas sobre diversos sectores políticos y de la sociedad civil. El caso argentino no se ha sustraído a esa tendencia dominante. Por el contrario, la historiografía sobre el siglo XIX ha comprendido a los militares en múltiples inscripciones sociales e interlocuciones con diversos actores de la época. Aclaro que aquí me referiré principalmente a las investigaciones sobre militares –oficiales y tropa– y no a aquellas que han estudiado las milicias, guardias nacionales, montoneras, fuerzas indígenas, mercenarias, entre otras fuerzas de guerra.2 Podrá decirse rápidamente en favor de ello que por entonces las esferas de la vida social no se encontraban diferenciadas (al menos en términos relativos) como es posible reconocerlas en los siglos XX y XXI y que, por ende, la oposición civil-militar no era tan marcada, si bien –como me advirtiera Alejandro Rabinovich– los jefes milicianos tendían a ver a los militares del ejército de línea como “otros”. De modo que, aunque 1

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Agradezco a Valentina Ayrolo –que me invitó a exponer una primera versión de este trabajo en las VII Jornadas de Historia del Siglo XIX en la Universidad Nacional de Mar del Plata en abril de 2018– y a Susana Bandieri, Enrique Mases, Francisco Camino, Gabriel Rafart y Andrea Belén Rodríguez, que comentaron una segunda versión en la Universidad Nacional del Comahue. También estoy en deuda con Darío Barriera y Alejandro Rabinovich por la lectura de una versión del manuscrito y por sus precisos y generosos comentarios. Y con María Inés Tato, que confió en que el mismo podía dialogar con la propuesta de este libro. Los errores u omisiones son de mi exclusiva responsabilidad. Sobre el concepto de otras fuerzas de guerra: GARAVAGLIA, Juan Carlos “Prólogo”, en GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra en la construcción del Estado. América Latina, siglo XIX, Prohistoria- Ediciones/State Building in Latin America, Rosario, 2012, pp. 9-13; RABINOVICH, Alejandro La société guerrière. Pratiques, discours et valeurs militaires dans le Rio de la Plata, 1806-1852, Presses Universitaires de Rennes, Rennes, 2013.

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el argumento de las diferencias relativas reconocidas por los actores sociales o por los analistas a las relaciones entre lo militar y lo civil en el siglo XIX y los siglos XXXXI guarde alguna eficacia, al menos en mi opinión, antes que expresar una realidad indiscutida es, por un lado, una construcción social relativa (a un cierto contexto y sujetos) y, por otro, un énfasis académico y aún político predominante de quienes estudian a los militares en el periodo que va de 1900 al presente, que ven una oposición demasiado taxativa entre lo civil y lo militar. Un relevamiento de la literatura correspondiente al siglo XIX –eventualmente al siglo XVIII– producida por historiadores en las universidades e instituciones científicas argentinas muestra que han investigado tópicos desconsiderados –con contadas excepciones– por académicos que estudiamos la guerra, los militares y otras fuerzas de guerra en los siglos XX y XXI.3 ¿Qué temas? - Los perfiles y trayectorias sociales de los oficiales; sus relaciones con las elites sociales y políticas; su reclutamiento, formación y desarrollo de sus carreras militares; su participación en la política.4 3

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Algunas de esas excepciones: GUBER, Rosana Experiencia de halcón. Ni héroes ni kamikazes: pilotos de A4B, Sudamericana, Buenos Aires, 2016; BADARÓ, Máximo Militares o ciudadanos. La formación de los oficiales del Ejército Argentino, Prometeo, Buenos Aires, 2009; BADARÓ, Máximo Historias del Ejército Argentino. 1990-2010: democracia, política y sociedad, Edhasa, Buenos Aires, 2013; FREDERIC, Sabina Las trampas del pasado: las Fuerzas Armadas y su integración al Estado democrático en Argentina, FCE, Buenos Aires, 2013; FREDERIC, Sabina; MASSON, Laura y SOPRANO, Germán Fuerzas Armadas en democracia. Percepciones de los militares argentinos sobre su reconocimiento, Prohistoria, Rosario, 2015; SOPRANO, Germán ¿Qué hacer con las Fuerzas Armadas? Educación y profesión de los militares argentinos en el siglo XXI, Prometeo, Buenos Aires, 2016; SOPRANO, Germán “Perfil social y educación de los cadetes en el Colegio Militar de la Nación (1952-1955). Un análisis a partir de la biografía de Martín Antonio Balza”, en Revista de Historia Épocas 16, 2017, pp. 137-180; SOPRANO, Germán y MELLADO, Virginia “Militares y elites en la Argentina del siglo XX y XXI. Problematizando definiciones teóricas y usos empíricos de las categorías”, en Población & Sociedad. Revista de Estudios Sociales 25 (2), 2018, pp.157-188; MELLADO, Virginia “La formación y educación de las elites dirigentes en una provincia del interior argentino: la experiencia de la escolarización en los liceos militares (Mendoza, segunda mitad del siglo XX)”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana, en prensa; MALAMUD, Marina “Tendencias sociodemográficas del reclutamiento militar en la Argentina actual”, en Military Review, julio-agosto 2010, pp. 1-8. OYARZÁBAL, Guillermo Los marinos de la Generación del Ochenta, Emecé, Buenos Aires, 2005; MARCHIONNI, Marcelo “Entre la guerra y la política. Las elites y los cabildos salto-jujeños en tiempos de Güemes”, en BRAGONI, Beatriz y MATA, Sara –compiladoras– Entre la Colonia y la República. Insurgencias, rebeliones y cultura política en América del Sur, Prometeo, Buenos Aires, 2008, pp. 217-244; RABINOVICH, Alejandro “Obedecer y comandar. La formación de un cuerpo de oficiales en los ejércitos del Río de la Plata, 1810-1820”, en Estudios Sociales, 2011, pp. 41-67; AYROLO, Valentina; LANTERI, Ana Laura y MOREA, Alejandro “Repensando la ‘Carrera de la Revolución’. Aportes a la discusión sobre las trayectorias políticas entre la Revolución y la Confederación (Argentina. 1806-1861)”, en Estudios Históricos III (7), 2011, pp. 1-27; GONZÁLEZ LEBRERO, Rodolfo “La educación militar en Buenos Aires entre 1820 y 1830”, en GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra…, cit., pp. 241-286; MOREA, Alejandro “El Ejército Auxiliar del Perú y la gobernabilidad del interior, 1816-



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La construcción de liderazgos militares o político-militares.5 Los perfiles y las trayectorias sociales de la tropa; sistemas de reclutamiento, instrucción y adiestramiento militar, movilización y desmovilización; sus experiencias en unidades militares específicas y su participación como miembros de aquellas en la política y en las campañas militares.6

1820”, en Prohistoria 18, 2012, pp. 6-49; MACCHI, Virginia “Guerra y política en el Río de la Plata: el caso del Ejército Auxiliar del Perú (1810-1811)”, en Anuario de la Escuela de Historia 3, 2012, pp. 78-96; MOREA, Alejandro “Soldados para la Independencia. Algunas notas sobre las características del cuerpo de oficiales del Ejército Auxiliar del Perú”, en Nuevo Mundo, Mundos Nuevos 4, 2013, pp. 1-19; MOREA, Alejandro “Matrimonio y algo más. Vínculos y estrategias en la construcción de carreras políticas de los Oficiales del Ejército Auxiliar del Perú. 1816-1830”, en LANTERI, Ana Laura –coordinadora– Actores e identidades en la construcción del Estado nacional (Argentina, siglo XIX), Buenos Aires, Teseo, 2013, pp. 27-62; CODESIDO, Lucas “Militarización de la política y política de guerra en el Ejército Argentino. Faccionalismo, lealtades políticas y mecanismos de promoción de los jefes y oficiales durante el proceso de construcción del Estado”, en Historia Caribe 9 (24), 2014, pp. 131-161; MOREA, Alejandro “El Ejército Auxiliar del Perú durante la conducción de José Rondeau (1814-1816)”, en Revista de Estudios Marítimos y Sociales 7/8, 2015, pp. 11-33; MOREA, Alejandro “Perfil de los oficiales del Ejército Auxiliar del Perú en el contexto revolucionario rioplatense. 18101820”, en Revista de Historia Iberoamericana 8 (2), 2015, pp. 102-131; MOREA, Alejandro “El legado de la guerra. La carrera política de los oficiales del Ejército Auxiliar del Perú: Abraham González y el gobierno de Tucumán (1816-1821)”, en Anuario IEHS 31 (1), 2016, pp. 37-60; MOREA, Alejandro “Los oficiales del Ejército Auxiliar del Perú en la construcción de los estados provinciales, 1820-1831”, en Páginas. Revista Digital de la Escuela de Historia 19, 2016, pp. 122-148; REGUERA, Andrea “Los edecanes de Juan Manuel de Rosas. La confianza en la delegación y representación personal del poder”, en Travesía 19 (1), 2017, pp. 51-76. DE MARCO, Miguel Ángel Bartolomé Mitre, Emecé, Buenos Aires, 1998; PASQUALI, Patricia San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Emecé, Buenos Aires, 1999; MATA, Sara Los gauchos de Güemes. Guerras de independencia y conflicto social, Sudamericana, Buenos Aires, 2008; FRADKIN, Raúl ¡Fusilaron a Dorrego!, Sudamericana, Buenos Aires, 2008; BRAGONI, Beatriz San Martín. De soldado del Rey a héroe de la nación, Sudamericana, Buenos Aires, 2010; MÍGUEZ, Eduardo Mitre montonero. La Revolución de 1874 y las formas de la política en la organización nacional, Sudamericana, Buenos Aires, 2011; DE MARCO, Miguel Ángel Belgrano. Artífice de la nación, soldado de la libertad, Emecé, Buenos Aires, 2012; DE MARCO, Miguel Ángel San Martín. General victorioso, padre de naciones, Emecé, Buenos Aires, 2013; DE MARCO, Miguel Ángel Güemes. Padre de los gauchos, mártir de la emancipación, Emecé, Buenos Aires, 2014; DI MEGLIO, Gabriel Manuel Dorrego. Vida y muerte de un líder popular, Edhasa, Buenos Aires, 2014; MÍGUEZ, Eduardo Bartolomé Mitre. Entre la Nación y la Historia, Edhasa, Buenos Aires, 2018. SALVATORE, Ricardo “Reclutamiento militar, disciplinamiento y proletarización en la era de Rosas”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana 5, 1992, pp. 25-47; MAYO, Carlos y LATRUBESSE, Amalia Terratenientes, soldados y cautivos. La frontera, 1736-1815, Biblos, Buenos Aires, 1998; MASES, Enrique Estado y cuestión indígena. El destino final de los indios sometidos en el sur del territorio (1878-1910), Prometeo/Entrepasados, Buenos Aires, 2002; DI MEGLIO, Gabriel “Soldados de la revolución. Las tropas porteñas en la guerra de Independencia (1810-1820)”, en Anuario IEHS 18, 2003, pp. 39-65; DI MEGLIO, Gabriel ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre Revolución de Mayo el rosismo, Prometeo, Buenos Aires, 2006; FRADKIN, Raúl –editor– ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en el Río de la Plata, Prometeo, Buenos Aires, 2008; MACÍAS, Flavia y PAROLO, Paula “Guerra de independencia y reordenamiento social. La militarización en el norte argentino (primera mitad del siglo XIX)”, en Iberoamericana X (37), 2010, pp. 19-38; RABINOVICH,

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La producción de un orden jerárquico, el ejercicio del mando y la obediencia, la disciplina e indisciplina y los conflictos en las organizaciones militares, considerando sus relaciones con las formas de sociabilidad e identidades de los oficiales y la tropa.7 La existencia/coexistencia de diferentes tradiciones militares y sus relaciones con las sociedades a las que pertenecen los militares y la tropa o con aquellas sociedades en las que los ejércitos se despliegan y/o combaten; por ejemplo, tradiciones coloniales, revolucionarias, posrevolucionarias, europeas, criollas.8

Alejandro “La militarización del Río de la Plata, 1810-1820. Elementos cuantitativos y conceptuales para un análisis”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana 37, 2012, pp. 1-32; RABINOVICH, Alejandro Ser soldado en las Guerras de Independencia. La experiencia cotidiana de la tropa en el Río de la Plata, 1810-1824, Sudamericana, Buenos Aires, 2013; FRADKIN, Raúl “¿Elegir a los comandantes? Los desafíos de la guerra y el gobierno de los pueblos en el Litoral rioplatense”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, Sudamericana, Buenos Aires, 2015, pp. 111-136; CODESIDO, Lucas “Militarización de la política…”, cit.; RABINOVICH, Alejandro Anatomía del pánico. La batalla de Huaqui o la derrota de la revolución (1811), Sudamericana, Buenos Aires, 2017; BORUCKI, Alex De compañeros de barco a camaradas de armas. Identidades negras en el Río de la Plata. 1760-1860, Prometeo, Buenos Aires, 2017; CONTE, Diego “Servicio de armas en los jóvenes/menores, Buenos Aires. 1850-1880”, en Revista de Historia del Derecho 54, 2017, pp. 53-75; DAVIO, Marisa Morir por la Patria. Participación y militarización de los sectores populares en Tucumán. 1812-1854, Prohistoria, Rosario, 2018. SERULNIKOV, Sergio “Motines urbanos contra el ejército regular español. La Plata, 1782-1785”, en BRAGONI, Beatriz y MATA, Sara –compiladoras– Entre la Colonia y la República…, cit. pp. 95-124; FRADKIN, Raúl “La conspiración de los sargentos. Tensiones políticas y sociales en la frontera de Buenos Aires y Santa Fe en 1816, en BRAGONI, Beatriz y MATA, Sara –compiladoras– Entre la Colonia y la República…, cit. pp. 169-192; RABINOVICH, Alejandro “El fenómeno de la deserción en las guerras de la revolución e independencia del Río de la Plata: 1810-1829)”, en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe 22 (1), 2011, pp. 33-56; RABINOVICH, Alejandro “Obedecer y comandar…”, cit.; RABINOVICH, Alejandro “La imposibilidad de un ejército profesional: Ramón de Cáceres y el establecimiento de procedimientos burocráticos en las fuerzas del Río de la Plata. 1810-1830”, en Quinto Sol 17 (1), 2013, pp. 1-24; FRADKIN, Raúl “Los usos de la violencia: la campaña de Buenos Aires durante la década de 1810 vista a través de los sumarios y partes militares”, en Illes i Imperis 15, 2013, pp. 11-27; MOREA, Alejandro “Las deserciones en el Ejército Auxiliar del Perú durante las guerras de independencia en el Río de la Plata. 1810-1820. Una aproximación cualitativa”, en Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos, Número Especial, 2015, pp. 159-197. ABÁSOLO, Ezequiel “Estilo militar de gobierno y disciplinamiento de la administración virreinal rioplatense bajo los Borbones”, en Revista de Historia del Derecho 33, 2005, pp. 13-67; FRADKIN, Raúl “Tradiciones militares coloniales. El Río de la Plata antes de la revolución”, en HEINZ, Flavio –compilador– Experiências nacionais, temas transversais: subsídios para uma história comparada da América Latina, Oikos, São Leopoldo, 2009, pp. 74-126; ABÁSOLO, Ezequiel “La militarización borbónica de las Indias como trasfondo de las experiencias políticas revolucionarias rioplatenses”, en Rechtsgeschichte-Legal History 16, 2010, pp. 154-164; TARRAGÓ, Griselda “Espacio, recursos y territorio: la Gobernación del Río de la Plata durante el reinado de Felipe V”, en MAZÍN, O. y RUIZ IBÁÑEZ, J. J. –editores– Las Indias Occidentales. Procesos de incorporación territorial a las Monarquías Ibéricas, Colegio de México/Red Columnaria, México, 2013, pp. 281-327; RABINOVICH, Alejandro “Las guerras civiles rioplatenses: violencia armada y configuraciones



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Fuerzas Armadas, Estado y sociedad

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El asociacionismo militar entre los oficiales y en la tropa.9 El fuero militar, desde las ordenanzas militares de Carlos III hasta las reformas en la justicia militar de fines del siglo XIX.10 La formación, desarrollo y crisis de las organizaciones militares en sus relaciones con la guerra, la economía, la fiscalidad y la construcción de los Estados.11

identitarias (1814-1852)”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit., pp. 137-158; BIROLO, Pablo Militarización y política en el Río de la Plata colonial. Cevallos y las campañas militares contra los portugueses. 1756-1778, Prometeo, Buenos Aires, 2015; RABINOVICH, Alejandro “Una independencia, dos caminos. La disputa por la estrategia militar de la revolución”, en RABINOVICH, Alejandro et al 200 años de la Independencia Argentina, Honorable Senado de la Nación, Buenos Aires, 2017, pp. 33-56. 9 BANDIERI, Susana “La masonería en la Patagonia. Modernidad liberal y asociacionismo masón en Neuquén (1884-1907)”, en Estudios Sociales 38, 2010, pp. 9-38; RABINOVICH, Alejandro “Las órdenes militares en tiempos revolucionarios. El republicanismo y la posibilidad de una aristocracia militar. Río de la Plata, Chile y Perú, 1810-1824”, en Revista Universitaria de Historia Militar 5 (9), 2016, pp. 15-32; BORUCKI, Alex De compañeros de barco a camaradas de armas…, cit. 10 ABÁSOLO, Ezequiel El derecho penal militar en la historia argentina, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Córdoba, 2002; FAZIO, Juan Alfredo “Reforma y disciplina. La implantación de un sistema de justicia militar en Argentina”, en X Jornadas Interescuelas/ Departamentos de Historia, Rosario, 2005; CODESIDO, Lucas “Zacarías Segura, ‘Salteador y Montonero’. El ‘caso Segura’: justicia militar versus justicia civil en la segunda mitad del siglo XIX. Polémicas en la Cámara de Senadores y la prensa en junio de 1869 por los alcances del fuero militar”, en Cuadernos de Marte. Revista Latinoamericana de Sociología de la Guerra 3, 2012, pp. 223-248; CODESIDO, Lucas “Las ordenanzas militares de Carlos III en la justicia militar argentina: segunda mitad del siglo XIX”, en Revista Contemporânea 4 (2), 2013, pp. 1-24; HARARI, Fabián “La población miliciana ante la justicia militar en Buenos Aires (1810-1823). Una comparación entre la ciudad y la campaña”, en Revista de Indias LLXV (164), 2015, pp. 489-528. 11 MÍGUEZ, Eduardo “Guerra y Orden Social en los orígenes de la nación argentina, 1810-1880”, en Anuario IEHS 18, 2003, pp. 17-38; SCHMIT, Roberto Ruina y resurrección en tiempos de guerra. Sociedad, economía y poder en el oriente entrerriano posrevolucionario, 1810-1852, Prometeo, Buenos Aires, 2004; SCHMIT, Roberto –compilador– Caudillos, política e instituciones en los orígenes de la Nación Argentina, UNGS/Prometeo, Buenos Aires, 2015; BUCHBINDER, Pablo Caudillos de pluma y hombres de acción. Estado y política en Corrientes en tiempos de la organización nacional, UNGS/ Prometeo, Buenos Aires, 2004; GARAVAGLIA, Juan Carlos Construir el estado, inventar la nación. El Río de la Plata, siglos XVIII-XIX, Prometeo, Buenos Aires, 2007; DE LA FUENTE, Ariel Los hijos de Facundo. Caudillos y montoneras en la provincia de La Rioja durante el proceso de formación del Estado nacional argentino (19853-1870), Prometeo, Buenos Aires, 2007; BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo Un nuevo orden político. Provincias y Estado nacional. 1852-1880, Biblos, Buenos Aires, 2010; GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra…, cit.; RABINOVICH, Alejandro “Primero guerra, luego revolución. Halperin Donghi y el proceso de militarización del Río de la Plata”, en Anuario Facultad de Ciencias Humanas 11, 2014, pp. 1-5; LANTERI, Ana Laura Se hace camino al andar. Dirigencia e instituciones nacionales en la `Confederación´ (Argentina, 1852-1862), Prohistoria, Rosario, 2015; GARAVAGLIA, Juan Carlos La disputa por la construcción nacional argentina. Buenos Aires, la Confederación y las provincias (1850-1865), Prometeo, Buenos Aires, 2015; ETCHECHURY BARRERA, Mario Hijos de Mercurio, esclavos de Marte. Mercaderes y servidores del estado en el Río de la Plata (Montevideo, 1806-1860), Prohistoria, Rosario, 2015; GARAVAGLIA, Juan Carlos “Guerra y finanzas en la Argentina unificada, 1864-1872: la guerra del Paraguay y la misión De la Riestra en Londres”, en Quinto Sol 20 (3), 2016,

Guerras del siglo XX

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Las relaciones solidarias y/o conflictivas entre las fuerzas militares y otras fuerzas de guerra –milicias, guardias nacionales, montoneras, fuerzas indígenas, mercenarias, entre otras fuerzas de guerra.12

Los temas y los textos hasta aquí referidos pueden ofrecernos a los historiadores de los siglos XX y XXI una adecuada aproximación a la diversidad de cuestiones que vale la pena explorar en el estudio de las organizaciones militares, los militares –oficiales y tropa– y sus relaciones con los actores de la política y de las sociedades en las que se inscriben y/o con las cuales interactúan. Sin embargo, todavía no hemos visto más específicamente cómo nuestros colegas han comprendido las formas de concebir y de hacer la guerra, así como las perspectivas y experiencias que sobre el combate tuvieron sus protagonistas. Avanzaremos sobre esas dos cuestiones a continuación. Los militares y las guerras Una consecuencia del énfasis politicista o ideologicista del estudio de los militares en los siglos XX y XXI es que solo contamos con investigaciones parciales referidas a los orígenes del servicio militar obligatorio y unas pocas referidas a sus manifestaciones durante la última dictadura y hasta su suspensión en 1994.13 Considero además que un pp. 1-33; BARRIERA, Darío “¿Qué nos enseña la historia de las instituciones judiciales? Algunos apuntes sobre la lenta historia de la separación de funciones”, en BANDIERI, Susana y FERNÁNDEZ, Sandra –coordinadoras– La historia argentina en perspectiva local y regional, Teseo, Buenos Aires, 2017, Tomo 2, pp. 133-186. 12 Dado que las otras fuerzas de guerra no están situadas en el centro del análisis de este artículo, consigno algunos trabajos de referencia que demuestran las relaciones entre fuerzas militares y esas otras fuerzas de guerra: FRADKIN, Raúl y RATTO, Silvia “Presiones estatales y respuestas sociales: la experiencia del Ejército de Observación sobre Santa Fe. 1815-20”, en SANTILLI, Daniel; GELMAN, Jorge y FRADKIN, Raúl –compiladores– Rebeldes con causa. Conflicto y movilización popular en la Argentina del siglo XIX, Prometeo, Buenos Aires, 2014, pp. 81-120; ETCHECHURY, Mario “Regularizar la guerra, disciplinar la sociedad. Una nota sobre el reclutamiento de fuerzas de guerra mercenarias durante la última etapa de la ‘Guerra Grande’. 1848-1852”, en GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra…, cit. pp.287-318; RATTO, Silva “‘Haremos lo posible para asegurar y tranquilizar la frontera’. La defensa de la frontera bonaerense durante la década de 1850”, en GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra…, cit. pp. 357-380; FRADKIN, Raúl “Fuerzas militares y milicias y configuración de un espacio fronterizo (1760-1820)”, en BARRIERA, Darío y FRADKIN, Raúl –coordinadores– Gobierno, justicias y milicias. La frontera de Buenos Aires y Santa Fe. 1720-1830, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 2014, pp. 209-250. 13 GUBER, Rosana De chicos a veteranos. Memorias argentinas de la Guerra de Malvinas, Antropofagia, Buenos Aires, 2004; SILLA, Rolando “Ahora todo va a cambiar. El Servicio Militar Obligatorio como rito de pasaje de la adultez masculina”, en Mosaico. Trabajos en antropología social y arqueología, 2005, pp. 24-29; LORENZ, Federico Las guerras por Malvinas, Edhasa, Buenos Aires, 2006; GARAÑO, Santiago “The Opposition Front against the Compulsory Military Service (FOSMO). The Debate over Conscription and the Human Rights Activism in the Post-Dictatorship Argentina”, en Genocide Studies and Prevention 5, 2010, pp. 174-190; GARAÑO, Santiago “Soldados sospechosos. Militancia, conscripción y fuerzas armadas durante los años setenta”, en Contenciosa 1, 2013, pp.



Fuerzas Armadas, Estado y sociedad

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estudio comprehensivo del “servicio militar obligatorio” supondría no solo continuar indagando en su incidencia en la ciudadanización/ nacionalización de la población, en el control y en el disciplinamiento de los grupos subalternos y/o en la construcción de masculinidades,14 sino también en sus implicancias para la defensa nacional, la doctrina, la organización, las funciones, el despliegue territorial, las finanzas de las Fuerzas Armadas, así como en su gravitación en las configuraciones profesionales de oficiales y suboficiales, y en las identidades y formas de sociabilidad castrenses.15 En definitiva, carecemos de estudios comprehensivos que aborden esta institución estatal fundamental de la sociedad argentina a lo largo de casi todo el siglo XX. Otra consecuencia de aquel énfasis es que se desatendió el análisis de las concepciones y prácticas de la guerra o de las guerras según las perspectivas y experiencias de los propios militares, especialmente de la “guerra convencional”, es decir, contra Fuerzas Armadas de otros Estados. Si la función de una Fuerza Armada en un Estado contemporáneo es garantizar los intereses vitales de la nación contra amenazas externas mediante el recurso al ejercicio del monopolio socialmente legítimo de la violencia estatal letal (conforme a una definición bastante extendida), poco sabemos acerca de las concepciones y prácticas de los militares argentinos sobre esa “guerra convencional”. En relación con el Ejército, por ejemplo: ¿cuáles eran la doctrina, organización, despliegue, instrucción, adiestramiento, alistamiento, armamento, materiales y equipos de las unidades de infantería, caballería, artilleros, ingenieros, comunicantes en el marco de hipótesis de conflicto vecinales con Chile y Brasil desde fines del siglo XIX hasta la década de 1980? ¿Cómo fue concebido y puesto en práctica en 1978 el denominado “Operativo Soberanía” por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea 1-16; LAFFERRIERE, Guillermo y SOPRANO, Germán “El servicio militar voluntario en las Fuerzas Armadas Argentinas entre el final del siglo XX y principios del XXI”, en Conjuntura Austral, Vol. 5, núm. 24, 2014, pp. 17-44; LAFFERRIERE, Guillermo y SOPRANO, Germán El Ejército y la política de Defensa en la Argentina del siglo XXI, Prohistoria, Rosario, 2015; LORENZ, Federico La llamada. Historia de un rumor de la posguerra de Malvinas, Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán, San Miguel de Tucumán, 2017. 14 RODRÍGUEZ MOLAS, Ricardo El Servicio Militar Obligatorio. Debate Nacional, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1983; BERTONI, Lilia Ana Patriotas, nacionalistas y cosmopolitas. La construcción de la nacionalidad en la Argentina a fines del siglo XIX, FCE, Buenos Aires, 2001; SILLITTI, Nicolás “El Servicio Militar Obligatorio y la ‘cuestión social’: apuntes para la construcción de un problema historiográfico”, en Pasado Abierto 7, 2018, pp. 265-275. 15 QUINTERNO, Hugo Fuego amigo. El Ejército y el poder presidencial en Argentina (1880-1912), Teseo, Buenos Aires, 2014; GUEMBE, María Laura “De la ciudadanía en armas al servicio militar obligatorio”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras de la historia argentina…, cit., pp.269286; AVELLANEDA, Aldo “Racionalidad militar e ingreso voluntario al Ejército a fines del siglo XIX. Ideas, sueños e hipótesis de una batalla perdida”, en Estudios Sociales del Estado 3 (6), 2017, pp. 124-156; AVELLANEDA, Aldo “El ciudadano de las barracas. Genealogía del servicio militar como problema y preocupación en los cuadros militares argentinos en la esquina de los siglos XIX-XX”, en Coordenadas. Revista de Historia Local y Regional 1, 2017, pp. 57-86; GARAÑO, Santiago “CuraMalal. Un ensayo del Servicio Militar Obligatorio en 1897”, en Páginas. Revista Digital de la Escuela de Historia 19, 2017, pp. 9-33.

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Guerras del siglo XX

previendo una invasión a Chile? ¿Cuáles fueron las experiencias de combate específicas de la infantería, artillería de campaña y antiaérea, infantería de marina, de las compañías de comandos, los pilotos de la Fuerza Aérea y aeronavales en la Guerra de Malvinas?16 ¿Cómo fue la participación de unidades de la flota de mar de la Armada en la primera Guerra del Golfo Pérsico? Estos son indicios muy elocuentes del escaso desarrollo de investigaciones en historia social e historia cultural o de etnografías sobre las Fuerzas Armadas y los militares en la Argentina de los siglos XX y XXI. Por el contrario, sí disponemos de calificadas investigaciones sobre la incorporación y las adecuaciones normativas en el Estado nacional –y en Ejército en particular– de las “doctrinas” denominadas “francesa de la guerra revolucionaria”, “norteamericana de la guerra contrainsurgente” o “de la seguridad nacional”, esto es, de diferentes concepciones y prácticas de la “guerra no convencional”. Asimismo, conforme las investigaciones judiciales por crímenes de lesa humanidad han progresado, es posible disponer de más amplios y diversos conocimientos sobre los dispositivos represivos y las modalidades que asumió la “lucha” o “guerra contra la subversión” en la década de 1970 y, en particular, con el terrorismo de estado de la última dictadura. Pero si se descuenta el análisis de testimonios y escritos de connotados responsables y ejecutores de la represión, estas investigaciones se han concentrado fundamentalmente en las dimensiones doctrinarias, los dispositivos represivos institucionales o parainstitucionales de las Fuerzas Armadas y de Seguridad y el registro del punto de vista de las víctimas del terrorismo de estado, antes que en las perspectivas y experiencias de los oficiales y suboficiales del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea en actividad en aquellos años, hayan estos estado directamente involucrados, relacionados en forma más o menos mediata o bien no vinculados con la comisión de crímenes de lesa humanidad. Que actualmente el testimonio público de un militar acerca de aquellos sucesos pueda resultar judicializable –derivando tanto en citaciones a una declaración testimonial o una indagatoria– es una determinación social que pesa sobre cualquier iniciativa de hacer avanzar las investigaciones en este sentido, pero no es un obstáculo insalvable si se lo aborda libre de preconceptos, se asegura el acceso a los entrevistados, la 16 Entre esas excepciones, véanse CORBACHO, Alejandro “Factores organizacionales y desempeño en combate: la experiencia de la IMARA en Malvinas”, en Serie Documentos de Trabajo 255, Ucema, Buenos Aires, 2003, pp. 1-24; MELARA, Pablo 80 días en Malvinas. El accionar de la Agrupación de Buzos Tácticos durante el conflicto bélico del Atlántico Sur, Tesina de Licenciatura en Historia, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2010; RODRÍGUEZ, Andrea Belén “Cotidianeidad y guerra. Experiencias de los integrantes del Apostadero Naval Malvinas en el conflicto del Atlántico Sur”, en Antítese 2 (4), 2009, pp. 937-968; LORENZ, Federico “Gran Malvina. Una mirada a la experiencia bélica desde los testimonios de sus oficiales”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 41 (2), 2014, pp. 225-257; POZZIO, María “La experiencia de las mujeres en Malvinas: de la Sanidad Militar al reconocimiento”, en Cuadernos de Marte. Revista Latinoamericana de Sociología de la Guerra 8, 2015, pp. 129-157; GUBER, Rosana Experiencia de halcón…, cit.; SOPRANO, Germán “El Ejército Argentino y la guerra convencional en la segunda mitad del siglo XX. Reflexiones a partir de la experiencia de la artillería en la Guerra de Malvinas”, en Contenciosa. Revista sobre violencia política, represiones y resistencias en la historia iberoamericana 8, 2018.



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confidencialidad de sus dichos y se evitan las citas textuales resultantes de las entrevistas, de las conversaciones informales o del trabajo de campo etnográfico. Ahora bien, soy consciente de que, si descontamos a los cultores de la denominada “historia militar”17 y algunos incisivos análisis precursores de Tulio Halperin Donghi,18 el estudio de la guerra, los militares y otras fuerzas de guerra en la sociedad rioplatense de los siglos XVIII y XIX solo ha cobrado mayor relevancia en la historiografía argentina desde principios del siglo XXI. En la promoción de ese renovado interés se destaca desde un comienzo la original, diversa y constante producción de Raúl Fradkin, tal como se aprecia en las referencias bibliográficas de este artículo. Con arreglo a los resultados de esta historiografía, conocemos mejor las formas y los sentidos que asumen las guerras en diferentes grupos sociales/sociedades en distintos periodos históricos en el Río de la Plata o en la Argentina en ese extenso periodo.19 17 Miguel Ángel De Marco e Isidoro Ruiz Moreno son actualmente dos consagrados historiadores militares miembros de la Academia Nacional de Historia: DE MARCO, Miguel Ángel La Guerra del Paraguay, Planeta, Buenos Aires, 1995; DE MARCO, Miguel Ángel La guerra de la frontera. Luchas entre indios y blancos. 1536-1917, Emecé, Buenos Aires, 2010; RUIZ MORENO, Isidoro Campañas militares argentinas, Planeta, 2005/2009, Buenos Aires, 5 Tomos. En la Nueva Historia de las Nación Argentina, publicada en 1999/2000, los artículos referidos el ejército regular, las milicias y las campañas militares fueron escritos por José Teófilo Goyret y Miguel Ángel De Marco. 18 HALPERIN DONGHI, Tulio “Militarización revolucionaria en Buenos Aires, 1806-1815”, en HALPERIN DONGHI, Tulio –compilador– El ocaso del orden colonial en Hispanoamérica, Sudamericana, Buenos Aires, 1978 [1968], pp. 121-158; HALPERIN DONGHI, Tulio Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002 [1972]; HALPERIN DONGHI, Tulio Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (17911850), Prometeo, Buenos Aires, 2005 [1982]. Para una revisión crítica: DI MEGLIO, Gabriel “La guerra de independencia en la historiografía argentina”, en CHUST, Manuel y SERRANO, José Antonio –editores– Debates sobre las independencias iberoamericanas, AHILA, Madrid, 2007, pp. 27-45. 19 DEL RÍO, Walter Memorias de expropiación. Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia. 1872-1943, Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2005; BRAGONI, Beatriz y MATA, Sara “Militarización e identidades políticas en la Revolución Rioplatense”, en Anuario de Estudios Americanos 64 (1), 2007, pp. 221-256; QUARLERI, Lía Rebelión y guerra en las fronteras del Plata. Guaraníes, jesuitas e imperios coloniales, FCE, Buenos Aires, 2009; VEZUB, Julio Valentín Saygüeque y la Gobernación Indígena de las manzanas. Poder y etnicidad en la Patagonia septentrional (18601881), Prometeo, Buenos Aires, 2009; SALOMÓN TARQUINI, Claudia Largas noches en La Pampa. Itinerarios y resistencias de la población indígena (1878-1976), Prometeo, Buenos Aires, 2010; SERULNIKOV, Sergio Revolución en los Andes. La era de Túpac Amaru, Sudamericana, Buenos Aires, 2010; FRADKIN, Raúl “Las formas de hacer la guerra en el litoral rioplatense”, en BANDIERI, Susana –compiladora– La historia económica y los procesos de independencia en la América Hispánica, Prometeo, Buenos Aires, 2010, pp. 167-215; FRADKIN, Raúl y RATTO, Silvia “El botín y las culturas de la guerra en el espacio litoral rioplatense”, en Amnis 10, [en línea] 2011, (Consulta: 22 de noviembre de 2018); FRADKIN, Raúl “Guerra y sociedad en el litoral rioplatense en la primera mitad del siglo XIX”, en GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra en la construcción del Estado…, cit., pp. 319-356; ETCHECHURY BARRERA, Mario “Una guerra en busca de sus autores. Algunas notas metodológicas sobre la conflictividad regional en el Río de la Plata (1835-1845)”, en Illes i Imperis 15, 2013, pp. 71-100; RABINOVICH, Alejandro “Las guerras civiles rioplatenses…”, cit.; RABINOVICH, Alejandro “La militarización del

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A pesar de esos progresos de la historiografía sobre los siglos XVIII y XIX en relación con el estudio de la guerra, los militares y otras fuerzas de guerra, creo no equivocarme si afirmo que conocemos mucho más sobre milicias, guardias nacionales, indios amigos y fuerzas indígenas en general, antes que sobre el Ejército de línea.20 También es probable que el estudio de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay no haya alcanzado aún en la historia social y cultural hecha en Argentina el interés que merecería si se la considera como una de las más importantes de la segunda mitad del siglo XIX a nivel mundial junto con otras contemporáneas como la Guerra de Crimea, la Guerra de la Secesión Norteamericana, la Guerra Austro-Prusiana o la Guerra Franco-Prusiana. Quizá esas diferencias de énfasis sean expresivas de ciertas elecciones y afinidades políticas además de las académicas: por un lado, se enfoca a las milicias y guardias nacionales como vía de acceso al proceso de constitución de los sujetos político-militares de los Estados provinciales o del ciudadano-soldado del Estado nacional moderno.21 Por otro lado, se estudian las fuerzas de guerra indígenas (amigas o enemigas) reconociendo la resistencia ancestral de los pueblos originarios y también la existencia de relaciones interétnicas, fronteras porosas y alianzas entre

Río de la Plata, 1810-1820…”, cit.; ESCOLAR, Diego; SALOMÓN TARQUINI, Claudia y VEZUB, Julio “La ‘Campaña del Desierto’ (1870-1890): notas para una crítica historiográfica”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit., pp. 223-248; LORANDI, Ana María “Guerra e independencia en los países andinos. La ‘traumática transición’”, en Andes. Antropología e Historia 26 (1), 2015, pp. 1-24; ETCHECHURY BARRERA, Mario “Aventureros, emigrados y cosmopolitas. Hacia una historia global de las guerras en el Río de la Plata (1836-1852)”, en PolHis 20, 2017, pp. 21-52; FRADKIN, Raúl “Saqueos en tiempos de revolución. Apuntes sobre la experiencia rioplatense”, en DI MEGLIO, Gabriel y SERULNIKOV, Sergio –compiladores– La larga historia de los saqueos en la Argentina. De la Independencia a nuestros días, Siglo XXI, Buenos Aires, 2017, pp. 25-42. 20 Dos estudios específicamente centrados en el Ejército de línea en la organización nacional: AUZA, Néstor Tomás El ejército en la época de la Confederación. 1852-1861, Círculo Militar, Buenos Aires, 1971; CODESIDO, Lucas Armar al Estado, construir la Nación. La nacionalización de las fuerzas armadas en la Argentina y su vinculación con el proceso de construcción del Estado argentino entre 1862-1880, Tesis de Doctorado en Historia/UNLP, La Plata, 2016. 21 La literatura sobre milicias/guardias nacionales ha permitido construir un mapa de sus realidades en diferentes Estados provinciales, ciudades y áreas rurales. Destaco trabajos precursores de GARAVAGLIA, Juan Carlos “Campesinos y soldados: dos siglos en la historia rural del Paraguay”, en Economía, sociedad y regiones, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1987, pp. 193-26; GARAVAGLIA, Juan Carlos “De Caseros a la Guerra del Paraguay: el disciplinamiento de la población campesina en el Buenos Aires posrosista (1852-1865)”, en Illes i Imperis 5, 2001, pp. 53-80; GARAVAGLIA, Juan Carlos “Ejército y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares. 18101860”, en Anuario IEHS 18, 2003, pp. 153-187; SABATO, Hilda La política en las calles: entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880, Sudamericana, Buenos Aires, 1998; SABATO, Hilda Buenos Aires en armas: la Revolución de 1880, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008; CANSANELLO, Oreste Carlos De súbditos a ciudadanos. Ensayo sobre las libertades en los orígenes republicanos. Buenos Aires. 1810-1852, Imago Mundi, Buenos Aires, 2003. Para un análisis del tema: CANCIANI, Leonardo “Las Guardias Nacionales en Argentina durante la organización nacional: balances y perspectivas historiográficas”, en História Unisinos 16 (3), 2012, pp. 391-402.



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diferentes grupos sociales y sociedades indígenas y criollas.22 Y, por último, la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay suscitó y sigue suscitando el oprobio político y moral por sus efectos en este último país, en la configuración del orden geopolítico regional en el Cono Sur y en el impacto en la conformación del Estado y sociedad nacional argentina.23 El combate y los combatientes Si la perspectiva anglosajona –más específicamente huntingtoniana– de las relaciones civiles-militares continúa dominando los estudios sobre Fuerzas Armadas en Argentina y en América Latina, también es cierto que una revisión de la literatura historiográfica sobre los siglos XVIII y XIX en la región revela la fuerza que viene teniendo el recurso a, por un lado, la historia social y la historia cultural de la guerra como la producida por John Keegan o Geoffrey Parker, y, por otro, una antropología histórica de la guerra que tiene por referencia a autores como Stéphane Audoin-Rouzeau.24 De este modo, preguntas propias de una “historia militar” más tradicionales como quiénes son los combatientes, cómo combaten, por qué ganan o pierden una batalla, etc. aparecen respondidas a la luz de estas renovadas perspectivas (o, cuanto menos, renovadas en nuestras tierras, pues Marc Bloch la había explotado en La extraña derrota… allá por el año 1940).25 Desde esa óptica han sido exploradas cuestiones como: - Las doctrinas, estrategias, organizaciones, armamentos y tácticas del combate de la caballería, infantería y artillería en los ejércitos.26 22 De la producción sobre relaciones interétnicas en las fronteras de sociedades indígenas y criollas destaco como hito investigaciones precursoras de Raúl Mandrini: “Desarrollo de una sociedad indígena pastoril en el área interserrana bonaerense”, en Anuario IEHS 2, 1987, pp. 71-98. 23 Para una reciente revisión del debate historiográfico argentino sobre la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, BARATTA, María Victoria “La Guerra del Paraguay y la historiografía argentina”, en História da Historiografia 14, 2014, pp. 95-115; GARAVAGLIA, Juan Carlos y FRADKIN, Raúl –compiladores– A 150 años de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, Prometeo, Buenos Aires, 2016. 24 KEEGAN, John Historia de la guerra, Turner, Madrid, 2014; PARKER, Geoffrey –editor– Historia de la guerra, Akal, Madrid, 2010; AUDOIN-ROUZEAU, Stéphane Combattre. Une anthropologie historique de la guerre moderne (XIXè-XXè siècle), Seuil, París, 2008. 25 BLOCH, Marc La extraña derrota. Testimonio escrito en 1940, Crítica, Madrid, 2009. 26 FRADKIN, Raúl “Tradiciones militares coloniales…”, cit.; RABINOVICH, Alejandro “De la historia militar a la historia de la guerra. Aportes y propuestas para el estudio de la guerra en los márgenes”, en Corpus. Archivos Virtuales de la Alteridad Americana 5 (1), 2015, pp. 1-5; RABINOVICH, Alejandro Anatomía del pánico…, cit.; RABINOVICH, Alejandro “Una independencia, dos caminos…”, cit. pp. 33-56; RABINOVICH, Alejandro “El cuerpo, las armas y el combate. Hacia una antropología histórica de la guerra”, en Diferencia (s). Revista de Teoría Social Contemporánea, 2018, pp. 86-110; RABINOVICH, Alejandro y ZUBIZARRETA, Ignacio “A modo de introducción: Clausewitz a caballo (o hacia una teoría de la guerra y la política aplicada al Río de la Plata”, en Programa de Interuniversitario de Historia Política [en línea] http://historiapolitica. com/foros/movilizacion-militar/ (Consulta: 26 de diciembre de 2017); CODESIDO, Lucas “Guerra y política en Buenos Aires. Michel Foucault y la revolución de 1880”, en Cuadernos de Marte. Revista Latinoamericana de Sociología de la Guerra 13, 2017, pp. 243-270.

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Los combates, batallas y campañas militares.27 Las perspectivas y experiencias de oficiales y tropa resultantes de su participación en batallas como combatientes.28 La incidencia de los perfiles sociales y culturales de los combatientes en su desempeño en el combate.29

Esta historiografía debería ser una referencia para los estudios sobre militares y la guerra en los siglos XX y XXI, pues ofrece buenas orientaciones para definir, problematizar y analizar cuestiones relativas a las concepciones y prácticas de la guerra, el combate y los combatientes en la Guerra de Malvinas, pero también las experiencias militares en la denominada “guerra revolucionaria” o “lucha contra la subversión” de la década de 1970.30 El estudio de esta última cuestión demandará necesariamente una comprensión en diálogo o en simultáneo con las concepciones y prácticas de los miembros de organizaciones armadas irregulares acerca de la “guerra revolucionaria” 27 CAMOGLI, Pablo Batallas por la libertad. Todos los combates de la guerra de la independencia, Aguilar, Buenos Aires, 2005; RABINOVICH, Alejandro “La máquina de guerra y el estado: el Ejército de los Andes tras la caída del Estado central del Río de la Plata en 1820”, en GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra…, cit., pp. 205-240; BIROLO, Pablo “Movilización militar y conflictividad en el Río de la Plata colonial. La conquista de Colonia del Sacramento en 1762”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit., pp. 49-68; SERULNIKOV, Sergio “Del asedio al Cuzco a la toma de Puno. Transformaciones de la experiencia bélica durante la revolución tupacamarista”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit., pp. 69-90; GALLO, Klaus “La batalla de Buenos Aires. Las invasiones inglesas y su escenario de guerra”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit., pp. 91-110; DI MEGLIO, Gabriel “Guerra de ladrones. La Argentina contra Brasil (1825-1828)”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit., pp. 159-182; DAVIO, Marisa “Entre tensiones y resistencias: la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1837-1839)”, en LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit., pp. 183-204; BIROLO, Pablo Militarización y política…, cit.; RABINOVICH, Alejandro “Una independencia por y para la guerra: la estrategia militar de la Revolución y sus consecuencias”, en TERNAVASIO, Marcela et al Crear la independencia. Historia de un problema argentino, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2016, pp. 55-72; RABINOVICH, Alejandro “Una independencia, dos caminos…”, cit.; RABINOVICH, Alejandro Anatomía del pánico…, cit.; DI MEGLIO, Gabriel “El saqueo y la muerte. El día después de la batalla de Caseros en Buenos Aires”, en DI MEGLIO, Gabriel y SERULNIKOV, Sergio –compiladores– La larga historia de los saqueos en la Argentina…, cit., pp. 43-62. 28 RABINOVICH, Alejandro “El fenómeno de la deserción…”, cit., pp. 33-56; Ser soldado en…, cit.; Anatomía del pánico…, cit. 29 RABINOVICH, Alejandro “La gloria, esa plaga de nuestra pobre América del Sud. Ethos guerrero en el Río de la Plata durante la Guerra de la Independencia, 1810-1824”, en Nuevos Mundo, Mundos Nuevos [en línea] http://journals.openedition.org/nuevomundo/56444; DOI: 10.4000/nuevomundo.56444; “Las guerras civiles rioplatenses…”, cit., pp. 137-158; Anatomía del pánico…, cit. 30 LORENZ, Federico Cenizas que te rodearon al caer. Vidas y muertes de Ana María González, la montonera que mató al jefe de la Policía Federal, Sudamericana, Buenos Aires, 2017; SOPRANO, Germán “Violencia política y terrorismo de Estado en la Argentina de la década de 1970. Perspectivas y experiencias de los ‘combatientes’ desde una historia social y cultural de la guerra”, en Autoctonía. Revista de Ciencias Sociales e Historia 1, enero-junio de 2019.



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y la “guerra popular prolongada”, pues los militares no siempre han detentado o detentan el monopolio social y/o jurídicamente legítimo de la violencia física letal y, por ello, los combatientes no siempre han sido ni son militares encuadrados en Fuerzas Armadas estatales. Como muestra la historiografía del siglo XIX, también existieron otras fuerzas de guerra. Por último, el recurso a una historia social y a una historia cultural de la guerra ha redundado en la historiografía producida recientemente en el análisis de las perspectivas y las experiencias acerca de la guerra de los no combatientes, pues las guerras han sido y son vividas más próxima o distantemente por diversas personas y de diferentes modos.31 Reflexiones finales En el año 2013 fui invitado por Juan Carlos Garavaglia y Eduardo Zimmermann a presentar el libro que editaron en 2012 con Juan Pro Ruiz Las fuerzas de la guerra en la construcción del Estado, América Latina, siglo XIX.32 Acepté la propuesta con entusiasmo y algo de irresponsabilidad, pues, como dije al comenzar aquella presentación, “sigo los debates de la historiografía sobre el siglo XVIII y XIX, pero no soy especialista en la historia rioplatense o Argentina de ese periodo”. Juan Carlos interrumpió mis dichos y retrucó diciendo que, efectivamente, no era especialista en el periodo, pero sí lo era en los temas militares y de la guerra. Y agregó algo sobre lo cual insistiría en otras oportunidades: es preciso no dar por supuesto que en la historia militar y de la guerra de la Argentina el cambio del siglo XIX al XX es una bisagra o parteaguas absoluto y, por ende, hay que estudiar continuidades y cambios, así como producir análisis comparados de actores, procesos, instituciones, etc. sobreponiéndonos a la naturalización que nos impone o nos autoimponemos con esa demarcación temporal.33 Siempre he sido un lector irrespetuoso de las fronteras disciplinares y de los compartimentos temáticos estancos en las investigaciones sociales, pero aquellos dichos quedaron resonando en mi cabeza y conforme se presenta la ocasión, procuro explorar en el desafío que este sabio, generoso y afectuoso maestro nos propuso a quienes estudiamos guerras, militares y otras fuerzas de guerra en tierras rioplatenses, argentinas, sudamericanas y latinoamericanas en los siglos XVIII, XIX, XX o XXI. 31 OTERO, Hernán La guerra en la sangre. Los franco-argentinos ante la Primera Guerra Mundial, Sudamericana, Buenos Aires, 2009; LORENZ, Federico “Otras marcas. Guerra y memoria en una localidad del sur argentino (1978-1982)”, en BOHOSLAVSKY, E.; FRANCO, M.; IGLESIAS, M. y LVOVICH, D. –compiladores– Problemas de historia reciente en el Cono Sur, Universidad Nacional de General Sarmiento/Prometeo, Buenos Aires, 2010, Vol. 1, pp. 125-146; TATO, María Inés La trinchera austral. La sociedad argentina ante la Primera Guerra Mundial, Prohistoria, Rosario, 2017. 32 GARAVAGLIA, Juan Carlos; PRO, Juan y ZIMMERMANN, Eduardo –editores– Las fuerzas de guerra…, cit. Los artículos sobre el Río de la Plata y la Argentina del siglo XIX fueron escritos por Eduardo Zimmermann, Alejandro Rabinovich, Rodolfo González Lebrero, Mario Etchechury Barrera, Raúl Fradkin, Silvia Ratto, Evangelina de los Ríos, Carolina Piazzi y Juan Carlos Garavaglia. 33 SOPRANO, Germán y RABINOVICH, Alejandro “Para una historia social de la guerra y los militares en Sudamérica. Perspectivas de historia comparada, conectada y de largo plazo. Siglos XIX-XX”, en PolHis. Revista Bibliográfica del Programa Interuniversitario de Historia Política 20, 2018, pp. 5-19.

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En los últimos años en pos de ese desafío se sentaron hitos en la historiografía producida y enseñada en la Argentina. Destaco algunos. La concreción de seminarios de posgrado en universidades, paneles/mesas temáticas en eventos académicos y dossiers en revistas de historia que tienen por objeto el estudio de la guerra, los militares y otras fuerzas de guerra, con énfasis en las perspectivas y los métodos de una historia social y una historia cultural de la guerra.34 La conformación y consolidación del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra, coordinado por María Inés Tato y María Valeria Galván en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, es un espacio de referencia para la producción de renovadas investigaciones, conferencias y debates sobre el estudio histórico de la guerra desde diversas perspectivas, entre las que se destaca el recurso a la historia social y cultural de la guerra y su comprensión desde una historia global o de historias conectadas. La publicación en 2015 del original libro Guerras de la historia argentina, compilado por Federico Lorenz, en el que participaron reconocidos historiadores y antropólogos; si bien cada autor se ocupó de una cierta época, espacio y actores sociales, su estudio introductorio y artículos ofrecen una plataforma indispensable para avanzar en una comprensión más totalizadora y en el largo plazo de la guerra, los militares y otras fuerzas de guerra.35 Y no debe olvidarse que la guerra ha sido –y tradicionalmente es– tema de los “historiadores militares” y de los militares como profesionales, que tienen en el Grupo de Historia Militar –con dirección de Miguel Ángel de Marco– un ámbito de referencia en la Academia Nacional de Historia.36 34 Entre las ofertas de posgrado cabe destacar la Maestría en Historia de la Guerra de la Facultad de Ejército de la Universidad de la Defensa Nacional, única oferta de posgrado en la Argentina abocada sistemáticamente al estudio histórico de la guerra. En el ámbito de las Jornadas InterescuelasDepartamentos de Historia de Mar del Plata del año 2017 funcionaron tres mesas en las que se abordaron temáticas militares, de la guerra y de la defensa nacional desde el siglo XVIII hasta los albores del siglo XXI. Y si bien no todas las ponencias presentadas en esas mesas estaban directamente relacionadas con los enfoques y métodos de una historia social y cultural de la guerra, cabe consignarlas: “Las grandes guerras del siglo XX corto y su impacto en la Argentina”, coordinada por Valeria Galván y Bárbara Raiter; “Historia de las Fuerzas Armadas, la Guerra y la Defensa Nacional en la Argentina del Siglo XX”, coordinada por Andrea Belén Rodríguez, Germán Soprano y Federico Lorenz; y “Guerra, historia, sociedad e intelectuales. Abordajes desde la historia y las ciencias humanas”, coordinada por Mariano Millán y Marcelo Summo. Asimismo, la Asociación Argentina de Investigadores en Historia organizó el 15 de noviembre de 2018 el Encuentro “Las guerras: sus historias y los historiadores”, en el cual participaron historiadores especializados en el tema en el Río de la Plata/Argentina para los siglos XVIII, XIX y XX: Raúl Fradkin, Alejandro Rabinovich, Gabriel Di Meglio, Gustavo Paz, María Victoria Baratta, María Inés Tato, Vera Carnovale como expositores, y Marcela Ternavasio y Fabio Wasserman como moderadores. 35 LORENZ, Federico –compilador– Guerras en la historia argentina, cit. Los artículos fueron escritos por Federico Lorenz, Lía Quarleri, Pablo Birolo, Sergio Serulnikov, Klaus Gallo, Raúl Fradkin, Alejandro Rabinovich, Gabriel Di Meglio, Marisa Davio, María Victoria Baratta, Diego Escolar, Claudia Salomón Tarquini, Julio Vezub, María Laura Guembe, Hernán Otero, Santiago Garaño, Andrea Belén Rodríguez y Roberto Amigo. 36 El Grupo de Historia Militar de la Academia Nacional de Historia hasta el presente se aboca principalmente al estudio del siglo XIX. En los últimos años publicó una obra colectiva con textos de



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Pienso que, dando continuidad a esas iniciativas intelectuales e institucionales, tanto individuales como colectivas, podremos explorar respuestas a preguntas como: ¿cuál ha sido el lugar específico de los militares como grupo social en las sociedades rioplatense o argentina y su incidencia en las configuraciones del poder político y estatal? ¿Qué sectores sociales nutrieron la conformación de la oficialidad y la tropa? ¿Cuál ha sido la gravitación de los militares, lo militar, la militarización y el militarismo en la producción de las identidades y formas de sociabilidad de diferentes grupos sociales y sociedades? ¿Qué concepciones y prácticas de la guerra existieron y/o predominaron?, entre otras. Creo también que las respuestas a estos interrogantes deberían proponerse, por un lado, sobreponerse a la naturalización de un corte temporal taxativo en el 900 y, por otro, exceder el estrecho marco de las interpretaciones nacionalistas de lo nacional, valiéndose del recurso a la comparación sistemática, el reconocimiento de historias conectadas y/o la inscripción de actores sociales, instituciones, políticas, eventos y procesos locales en historias trasnacionales o globales.

Miguel Ángel De Marco, Ariel Eiris, Hernán Cornut, Diego Soria, Guillermo Palombo, Luis M. de Igarzábal Clause, Julio Luqui-Lagleyze, Guillermo Oyarzábal, Enrique Dick, Rafael Barni, Eduardo L. F. Anschütz, Diego Cejas y José Luis Picciuolo: DE MARCO, Miguel Ángel et al Guerra de la independencia. Una nueva visión, Buenos Aires Ciudad/Emecé/Academia Nacional de Historia, Buenos Aires, 2013.

Eduardo Munilla. Una biobibliografía

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Bárbara Raiter

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Introducción ste capítulo explora las ideas, consideraciones y valores que sostuviera el general Eduardo Munilla alrededor de la práctica del tiro de guerra entre los ciudadanos en las primeras décadas del siglo XX en la Argentina. En la Argentina las primeras sociedades dedicadas a la práctica de tiro nacieron a mediados del siglo XIX en el seno de las colectividades suizas e italianas. Esta práctica se extendió a conjuntos más amplios de la población durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. En esos años se crearon numerosas sociedades de tiro por todo el país, tanto en grandes ciudades como en pequeños pueblos, que en su mayoría tomaron el nombre de tiro federal. Esta expansión se vio impulsada por un clima de opinión favorable que, preocupado por los conflictos limítrofes con Chile,2 consideró la práctica de tiro entre los ciudadanos en sociedades creadas para tal fin como algo necesario e importante para la defensa nacional.3 El crecimiento de la práctica de tiro contó además con el apoyo del Estado nacional, que creó dos agencias destinadas a vincularse con las sociedades de tiro, a organizar la provisión a las sociedades de recursos monetarios y materiales –en particular el fusil máuser modelo argentino–4 y a regular la práctica de tiro de guerra entre los ciudadanos. La primera 1 2

Este trabajo forma parte de la investigación de mi tesis doctoral. LACOSTE, Pablo “Chile y Argentina al borde de la guerra (1881-1902)”, en Anuario del Centro de Estudios Carlos Segreti 1, 2001; LACOSTE, Pablo La imagen del otro en las relaciones de la Argentina y Chile (1534-2000), FCE, Buenos Aires, 2003; BERTONI, Lilia Ana Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad argentina a fines del siglo XIX, FCE, Buenos Aires, 2001. 3 Las décadas de mayor creación de sociedades de tiro fueron la última del siglo XIX y la primera del XX. Ocho sociedades de tiro nacieron antes de 1890, 30 entre 1890 y 1899, 68 entre 1900 y 1909, y finalmente 25 nacieron en la década de 1910. Hemos explorado la relación entre creación de sociedades de tiro y las hipótesis de conflicto con Chile y Brasil en RAITER, Bárbara “Las sociedades de tiro y la posibilidad de la guerra con Chile. Argentina en el cambio de siglo XIX-XX”, en I Workshop Diálogos entre experiencias y representaciones de las grandes guerras del siglo XX. Impactos en Argentina y América Latina, GeHiGue, IHAyA, FFyL, UBA, Buenos Aires, 26 de noviembre de 2015. 4 Únicamente el Estado nacional podía comprar los fusiles máuser: “el máuser está excluido de la circulación […] la ley prohíbe su importación y el Gobierno lo tiene encajonado en sus depósitos” (La Prensa, 27 de junio de 1895). La relación entre el Estado nacional y las sociedades de tiro se evidencia en múltiples artículos periodísticos; véase, por ejemplo, “Asociaciones populares de instrucción militar. Nuevas fundaciones” (“todos los presidentes, directorios y socios de estos centros de buenos ciudadanos […] no tienen reparo en venir a pedir, precisamente a quien puede y debe darlos, los medios, los elementos, los consejos que necesitan para emplear con provecho del país, todo ese rico tesoro de buena voluntad que los ha congregado”, en La Prensa, 24 de febrero de 1895); “Asociaciones

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de éstas fue la Inspección General de Tiro, creada en 1901, y la siguiente fue la Dirección Nacional de Tiro y Gimnasia, creada en 1905.5 El coronel Eduardo Munilla estuvo al frente de esa Dirección desde fines de 1905 hasta fines de 1918, cuando se retiró del Ejército con el grado de general.6 En este trabajo nos centraremos en la figura de Eduardo Munilla. Nos interesa en particular marcar qué ideas, consideraciones y valores guiaban a Munilla, ya que de él dependían las políticas que la Dirección llevó (o intentó llevar) adelante durante el periodo considerado.7 Elegimos el título de biobibliografía porque creemos que las ideas de Munilla sobre el tiro de guerra ciudadano y las características que debía tener el ejército, en particular la idea de instrucción militar por sobre la de servicio militar, estuvieron fuertemente influenciadas por su recorrido público y militar personal. Eduardo Munilla (1858-1930) ingresó al Ejército como Aspirante en 1875 y se retiró con el grado de General en 1918 –al superar la edad máxima permitida por la ley– y luego de haber revistado en la fuerza por 49 años, 4 meses y 12 días, por lo que le correspondió el pase a retiro con sueldo íntegro.8 El mismo Munilla refiere que él pertenecía a lo que se llamaba –ya en esa época– el viejo ejército, es decir, que se formó en las propias filas, sin haber sido alumno del Colegio Militar o de la Escuela

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de tiro e instrucción militar” (“el centro de tiro de Azul solicitó y recibió manuales de instrucción de caballería e infantería”, en La Prensa, 22 de marzo de 1895). La creación de ambas agencias se legitimó en las leyes de servicio militar obligatorio 4031 de 1901 (llamada Ley Riccheri) y 4707 de 1905 (denominada Ley Godoy). La Dirección General de Tiro, como las otras direcciones generales del Ejército, estaba bajo la autoridad directa del Ministro de Guerra (COMANDO EN JEFE DEL EJÉRCITO Reseña histórica y orgánica del Ejército Argentino, Círculo Militar, Buenos Aires, 1971; RODRÍGUEZ, Augusto Reseña histórica del Ejército Argentino, 18621930, Círculo Militar, Buenos Aires, 1964). La Inspección General de Tiro fue creada por medio del decreto 3715 del 27 de mayo de 1901 y la Dirección General de Tiro por el decreto 4091 del 1 de mayo de 1905. Eduardo Munilla se retiró del Ejército al cumplir la edad máxima reglamentaria. Al parecer, intentó seguir al frente de la Dirección General de Tiro, pero no pudo hacerlo ya que ésta era considerada mando de tropa y por lo tanto un oficial retirado no podía cumplir ese rol (“El general Eduardo Munilla. Su retiro del ejército”, en Tiro Nacional Argentino 94-95, abril-mayo de 1918, pp. 31-32; “La Dirección General de Tiro”, en Tiro Nacional Argentino 96, junio de 1918, pp. 59-60). La Dirección General de Tiro tuvo un primer Director, el coronel Carlos Sarmiento, entre mayo y noviembre de 1905 (“Dirección General de Tiro. Cómo inició sus funciones”, en Tiro Nacional Argentino 2, agosto de 1910, p. 60). Las resoluciones, reglamentaciones e iniciativas que hiciera la Dirección datan de los primeros meses de 1906, cuando Munilla era ya Director. El coronel Carlos Sarmiento pasó a retiro en 1905 por razones de edad dispuestas en la ley 4707. Su ascenso le fue otorgado luego del combate de los Corrales, en la revolución de 1880. Al retirarse del Ejército no abandonó la vida política, ya que se trasladó a San Juan, donde gravitó en la oposición al gobernador y abogó por la intervención federal de la provincia. En 1908 fue electo senador nacional por esa provincia (FURLANI, Patricia; MONLA, María y PELANTAY, Mónica “El coronel Carlos Sarmiento egresado del Colegio Militar, protagonista político en la transformación provincial”, en II Congreso Nacional de Historia Militar, Instituto de Historia Militar Argentina, Buenos Aires, 2001 [1999], Tomo 1, pp. 109 y subsiguientes.) Archivo Histórico del Ejército (AHE), Sección Legajos Personales, Legajo Personal de Eduardo Munilla, folios varios.



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Superior de Guerra, del mismo modo que gran parte del personal militar del periodo. El proceso de profesionalización del Ejército, aunque tiene antecedentes –por ejemplo– en medidas tomadas durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento (18681874), se concentra a partir de la década de 1890, con la reorganización completa de las fuerzas militares, incluyendo la reforma organizativa y de mandos, el código de justicia militar, la organización de escuelas específicas de formación profesional, entre otras.9 Eduardo Munilla, hasta su ascenso a coronel en 1899 y su destino en la Capital Federal, revistó casi toda su carrera militar en el arma de Infantería, especialmente en el 8vo Batallón.10 En palabras de Manuel Prado, Munilla fue un “militar criado y hecho en las filas y en campaña, sin otra base que la del Colegio Nacional”, a quien su estadía en campamentos y fortines sirvió de “entrenamiento físico y de preparación intelectual”.11 Las ideas de Munilla sobre la práctica del tiro de guerra entre los ciudadanos y el papel de las sociedades de tiro y del Estado con relación a éstas aparecieron expresadas en las Memorias de la Dirección General de Tiro, las páginas de la revista Tiro Nacional Argentino (editada por la Dirección desde 1910), en un trabajo presentado ante el Censo General de Educación titulado “El tiro de guerra en la República Argentina” (junto al capitán Fausto Portela) en 1909 y en su libro La Defensa Nacional, de 1916.12 En este artículo consideraremos esos escritos y otro conjunto de trabajos incluidos en su legajo personal oficial (estudios, cartas, propuestas, informes). También consideraremos una biografía escrita por Manuel Prado, muy probablemente como forma de presionar para el ascenso a general de Munilla,13 titulada Cuarenta años de vida militar. Rasgos biográficos del Coronel D. Eduardo Munilla, de 1913, que incluye un conjunto de documentos, cartas y presentaciones que el mismo autor declara haber obtenido de los archivos privados de Munilla (algunos de estos documentos están incluidos en el legajo personal de Munilla, mientras que otros se publicaron en La 9 10 11 12

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DICK, Enrique La profesionalización en el Ejército Argentino (1899-1914), Dunken, Buenos Aires, 2014, p. 44 PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar. Rasgos biográficos del Coronel D. Eduardo Munilla, Estudio Gráfico Centenario, Buenos Aires, 1913; AHE, Legajo Personal de Eduardo Munilla, folios varios. PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar…, cit., pp. 70-71. MUNILLA, Eduardo (coronel) y PORTELA, Fausto (capitán) “El tiro de guerra en la República Argentina”, en Censo General de Educación, Buenos Aires, Talleres de Publicaciones de la Oficina Meteorológica Argentina, 1910, Tomo III. Monografías; MUNILLA, Eduardo (general) La Defensa Nacional. Ideas y conceptos que la inspiran, Librería La Facultad, Buenos Aires, 1916. En la obra de Prado hay múltiples referencias a lo que él considera postergaciones inexplicables de los ascensos de Munilla, por ejemplo, en 1890, cuando, a pesar de tener un desempeño sobresaliente en el enfrentamiento con los revolucionarios, no fue ascendido hasta un año después –mientras que otros oficiales fueron ascendidos en batalla; otro ejemplo fue la postergación de su ascenso hasta 1899, a pesar de su desempeño en la intervención en Santiago del Estero en 1898. Cada vez que Prado realiza alguna de estas referencias, introduce la idea de injusticias pasadas y la esperanza de equidad futura en el ascenso a general de Munilla (hecho que no ocurrió hasta dos años después de publicada su obra).

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Defensa Nacional).14 Para analizar la biografía escrita por Prado, como así también el trabajo que Munilla presentara con Portela al Censo Nacional de Educación, debemos tener presente que ambos hombres fueron colaboradores subordinados a Munilla. En efecto, Fausto Portela fue el primer redactor de Tiro Nacional Argentino, desde julio de 1910 hasta diciembre de 1912, momento en que fue reemplazado en esa función por Manuel Prado.15 Orígenes de las sociedades de tiro Una primera aproximación a las ideas de Eduardo Munilla sobre la práctica del tiro de guerra entre los ciudadanos puede ser realizada a partir del análisis de la historia que él construyó sobre esta práctica y sobre el espacio donde ésta tuvo lugar: las sociedades de tiro. Esta historia tenía el objeto de diferenciar claramente el momento en que Munilla escribe y actúa al frente de la Dirección General de Tiro de un pasado que ha sido dejado atrás, que ha sido superado. Munilla sostiene que la práctica del tiro en la Argentina había nacido asociada a un deporte recreativo característico de las colectividades inmigrantes suizas. En particular, resalta las sociedades de tiro suizas de San José (Entre Ríos, fundada en 1859), Esperanza y San Jerónimo (Santa Fe, en 1866) y la sociedad tiro suizo de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires, fundada en 1872.16 Ubica un segundo conjunto de sociedades de tiro, fundadas en un momento posterior –aunque sin identificar claramente la fecha–, en las sociedades nacidas de “un móvil político”.17 Estas sociedades –y también las suizas– formaron parte para Munilla de “nuestras convulsiones políticas”, participando de “nuestras luchas internas”18 durante el siglo XIX. Eduardo Munilla estuvo personalmente involucrado en algunos de estos conflictos: la revolución del ’80 (en el 8º de infantería) y la revolución del ’90 (en el 1º de infantería). Es significativo que, en la propia declaración de foja de servicios de 1901, Munilla declarara como acciones de guerra en las que participara los combates de Corrales (en 1880) y de Plaza Libertad (en 1890).19 En ambas oportunidades, Munilla formó parte de las fuerzas nacionales. En los relatos de estos acontecimientos, los conflictos aparecen calificados como “una lucha entre hombres de honor” donde “una 14 PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar…, cit.; MUNILLA, Eduardo La Defensa Nacional…, cit.; AHE, Legajo Personal de Eduardo Munilla, folios varios. 15 Manuel Prado colaboró con Munilla como redactor de Tiro Nacional Argentino hasta el número 95 en 1918, cuando fue reemplazado por el mayor Félix Toledo. Su reemplazo coincide con el pase a retiro de Munilla. 16 MUNILLA, Eduardo y PORTELA, Fausto “El tiro de guerra...”, cit., pp. 45-46; MUNILLA, Eduardo La defensa nacional…, cit., p. 40; RAITER, Bárbara “Las sociedades de tiro suizas e italianas en la Argentina”, en Cuadernos del MUNTREF (en prensa). 17 MUNILLA, Eduardo La defensa nacional…, cit., p. 41. 18 MUNILLA, Eduardo y PORTELA, Fausto “El tiro de guerra…”, cit., p. 45. 19 AHE, Legajo Personal de Eduardo Munilla, folios varios. Eduardo Munilla incluye en sus acciones de combate las batallas de Puán, Masallé y Aldecora, de 1876, en la región de frontera con el indio.



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legión de bravos […] se batían por la ordenanza, como otros lo hacían por el honor”.20 Sin embargo, movimientos revolucionarios posteriores a la revolución de 1890, de los que Munilla también formó parte, no son declarados en su legajo. Nos referimos a su presencia en Corrientes en 1893 (de la mano de la intervención federal a la provincia) y en Santiago del Estero (1898) también formando parte de la intervención federal. En su legajo personal únicamente hemos encontrado su renuncia al nombramiento como jefe de policía de Santiago del Estero en 1898, así como una felicitación por su actuación allí.21 Sabemos, sin embargo, que participó de la intervención federal en Corrientes en 1893 por la biografía de Prado, quien sostiene que los informes sobre su actuación, bajo las órdenes del General Garmendia durante la intervención de Marco Avellaneda, fue magnífica.22 Ahora bien, estos “orígenes” de las sociedades de tiro, son distinguidos por Munilla muy claramente de la función que estas asociaciones y el tiro de guerra adoptaron en nuestro país “como elemento orgánico en la instrucción militar del ciudadano”, ligado a las necesidades que imponía “el conocimiento del máuser”. Este sería un tercer y definitivo origen de las sociedades de tiro, el de un movimiento que para Munilla estuvo dirigido por Luis María Campos, el general Francisco Reynolds, Alberto Casares, Marcelo Torcuato de Alvear, Tomás Santa Coloma y Carlos Morra.23 Este movimiento se fortaleció “con motivo de nuestras diferencias internacionales”, cuando se crean nuevas sociedades.24 Así, sostiene Munilla, en los albores del siglo XX “el estado […] decidió hacer suya esta obra de robustecimiento del poder militar en la República, por medio del culto ciudadano por el tiro de guerra”. En ese momento, el Estado “no tuvo que principiar, sino alentar, ayudar, crear también nuevas sociedades, pero a base de lo existente”.25 La figura principal en este periodo fue, para Munilla, el Ministro de Guerra, general Pablo Riccheri, ya que “a él debe el tiro la fuerza inicial que lo ha encauzado en los rumbos que hoy sigue, preponderante y victorioso”.26 En ese momento, al amparo de la ley 4031, el Estado nacional creó la Inspección General de sociedades de tiro, dirigida por Carlos Morra, quien fuera uno de los organizadores del Tiro Federal Argentino.27 20 PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar…, cit., p. 95. Estas citas corresponden específicamente a la revolución de 1890. Consideraciones similares aparecen sobre la revolución de 1880 en la misma obra y también en MUNILLA, Eduardo La Defensa Nacional…, cit. 21 AHE, Legajo Personal de Eduardo Munilla, folios varios. 22 PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar…, cit., p. 110 y subsiguientes. Las referencias a la presencia de Munilla como jefe de la plaza de Corrientes en esta obra aparecen para expresar que nuevamente –al igual que después de la revolución de 1890– Munilla no fue ascendido, a pesar de tener magníficas actuaciones dentro de las “fuerzas nacionales”. 23 MUNILLA, Eduardo La Defensa Nacional…, cit., p. 42 24 MUNILLA, Eduardo y PORTELA, Fausto “El tiro de guerra…”, cit., p. 45. 25 MUNILLA, Eduardo y PORTELA, Fausto “El tiro de guerra…”, cit., p. 46. 26 MUNILLA, Eduardo La Defensa Nacional…, cit., p. 42. 27 VÁZQUEZ LUCIO, Oscar Historia del Tiro Federal Argentino de Buenos Aires, Eudeba, Buenos

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Sin embargo, para Munilla, la consolidación de este camino se dio en la gestión de Godoy como ministro de guerra, con la creación de la Dirección General de Tiro y Gimnasia, al amparo de la ley 4707. Para Munilla, fue esta Dirección la que tomó en sus manos la definitiva organización de la práctica del tiro de guerra entre los ciudadanos en las sociedades de tiro. En síntesis: los orígenes de las sociedades de tiro y de la práctica del tiro de guerra responderían a una tríada: el deporte recreativo suizo, la sociabilidad política revolucionaria en la década del 1880 y finalmente la práctica patriótica de los ciudadanos de conocer el arma nacional y estar preparados para la defensa del país en el contexto conflictivo con Chile, después del cual –para Munilla– las “sociedades inspiradas en propósitos altamente patrióticos, alejadas en absoluto de la política, [continuaron sus acciones] consagradas con singular dedicación a la tarea de enseñar y difundir el tiro de guerra”.28 En esta lectura de Munilla cobra sentido que no haya en sus obras referencia a las revoluciones radicales ni a otros conflictos políticos que involucraran enfrentamientos con armas posteriores a 1890; así puede decir que las sociedades de tiro no hacían política.29 La práctica de tiro legítima, entonces, no estaba ligada a móviles deportivos o recreativos30 ni a móviles políticos:31 debía estar inspirada en móviles patrióticos de

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Aires, 1987. Morra fue el autor de una obra que presentaba propuestas para la organización del tiro federal al general Francisco Reynolds, como presidente de la comisión directiva organizadora. En esa obra se presenta una propuesta de estatutos, de prácticas de tiro, concursos, campeonatos, y también de construcción de polígonos (MORRA, Carlos Guía de las asociaciones de tiro, Peuser, Buenos Aires, 1895). Las primeras disposiciones de la Inspección General de Tiro aparecieron publicadas en la revista El Stand, editada por el Tiro Federal Argentino, radicado en la Capital Federal (El Stand 2, 19 de octubre de 1902, p. 6). MUNILLA, Eduardo La Defensa Nacional…, cit., p. 46. La insistencia por parte de la revista Tiro Nacional Argentino, especialmente en sus notas editoriales, sobre la prescindencia política de las sociedades de tiro es significativa y tenía un carácter performativo. Hemos abordado esta cuestión en RAITER, Bárbara “Discursos y prácticas. La política en las sociedades de tiro”, en Revista de la Escuela Superior de Guerra 588, noviembre-diciembre de 2014, pp. 147-165. Son muchas las referencias a que la práctica del tiro trasciende al deporte y a la recreación, tanto en Tiro Nacional Argentino como en las Memorias del Ministerio de Guerra y de la Dirección General de Tiro. Se insiste allí en que los concursos y campeonatos, que ofrecen premios, son un medio para acercar a los ciudadanos a una práctica patriótica y no un fin en sí mismos. Hemos explorado parcialmente esta cuestión en RAITER, Bárbara “’Que cada ciudadano sea un buen tirador’. Ciudadanía y Nación a través de los editoriales de Tiro Nacional Argentino”, en PolHis 15, enero-junio de 2015, pp. 47-65 [en línea] http://polhis.com.ar/index.php/PolHis/article/view/79, y “Ciudadanos y soldados. El Tiro Federal Concordia de la República Argentina, 1898-1923”, en Revista Universitaria de Historia Militar 5 (9), enero-junio de 2016, pp. 33-51 [en línea] http://ruhm.es/index.php/RUHM/article/view/154. Esta exclusión de la política es un elemento que las sociedades de tiro comparten con otros espacios de sociabilidad. Para Leandro Losada esto se explica por la búsqueda de atemperar conflictos intraelites y evitar las fracturas de clubes y ámbitos de sociabilidad tan frecuentes entre 1850 y 1880, por eso –sostiene– tanto el Jockey Club (1882) como el Círculo de Armas (1885) tenían disposiciones que evitaban las discusiones políticas (LOSADA, Leandro “El ‘régimen oligárquico’ y la aristocracia republicana. Identidades sociales y proyecciones políticas”, en Investigaciones y Ensayos 65, julio-



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defensa nacional. Ese sería entonces el sentido, el objetivo, que debieran seguir las sociedades de tiro y por eso para Munilla el Estado creó la Inspección General de Tiro y la Dirección General de Tiro: para regular y asistir a las sociedades de tiro en su función primordial de formar ciudadanos prestos a la defensa nacional. De este modo, legitima tanto las agencias estatales creadas en 1901 y 1904 como a las sociedades de tiro nacidas en la década de 1890, como el Tiro Federal Argentino de la Capital (18911895), el Tiro Federal de La Plata (1895) y todos los demás tiros federales del país. La preparación de ciudadanos para la defensa nacional Desde la Dirección General de Tiro, Eduardo Munilla realizó un conjunto de acciones que tenían como objetivo la preparación de los ciudadanos para la defensa nacional. Una de las primeras medidas que impulsó fue la reorganización de los reglamentos de enseñanza de tiro en los polígonos de las sociedades de tiro y en los colegios secundarios. El proyecto de reglamento fue presentado ante el Ministerio de Guerra acompañado de una carta el 20 de febrero de 1906. En dicha presentación, Munilla justificaba los cambios reglamentarios en la reciente ley orgánica del ejército promulgada el año anterior. Para Munilla, la ley 4707 “ha hecho necesaria la modificación del reglamento actualmente en uso, por tener relación directa con la anterior ley militar”. En su presentación, Munilla resumía “las modificaciones más sustanciales dándose las razones que aconsejan su adopción”. La primera de ellas afectaba la clasificación de las sociedades de tiro y, consiguientemente, la adjudicación de subvenciones monetarias por parte del Estado. A su criterio, éstas se hacían hasta el momento “tomando en consideración la importancia de la localidad, el número de socios y la capacidad del polígono”. Munilla proponía reemplazar el criterio de otorgamiento de subvenciones monetarias considerando “proporcionalmente al número de reservistas, menores enrolados y estudiantes que hayan ejecutado ejercicios de tiro” durante un periodo anual. Según él, estos cambios reglamentarios tenderían a que “las sociedades populares de tiro den preferencia a los ejercicios de carácter militar sobre los de índole puramente recreativa”.32 Este proyecto, aprobado por decreto del Poder Ejecutivo Nacional, se publicó más tarde con el nombre de Manual militar para la instrucción de tiro y gimnasia en los polígonos e institutos de enseñanza secundaria.33 Vemos aquí una intencionalidad expresa de separar la práctica del tiro entre los ciudadanos de una actividad recreativa, fortaleciendo en su lugar el carácter patriótico. Este cambio en los criterios de otorgamiento de subvenciones monetarias fue acompañado por una gira de inspección que realizó un nuevo relevamiento y

diciembre de 2017, pp. 135-157). 32 AHE, Sección Legajos personales, Legajo Personal de Eduardo Munilla, folio 151 y subsiguientes. El decreto de aprobación del proyecto es del 2 de mayo de 1906. 33 DIRECCIÓN GENERAL DE TIRO Manual militar para la instrucción de tiro y gimnasia en los polígonos e institutos de enseñanza secundaria, Buenos Aires, Roma, 1906.

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clasificación de las sociedades de tiro existentes34 y también por fuertes actividades de propaganda para estimular a los ciudadanos a acercarse a las sociedades y a la práctica del tiro. Entre esas actividades de propaganda se distinguen la difusión de los llamados “beneficios del tiro”, es decir, la disminución del tiempo de servicio militar obligatorio a los que probaran por medio de exámenes teóricos y prácticos su pericia en el tiro. Esta propaganda incluía la colocación de carteles con los artículos correspondientes de la ley en los locales de las sociedades de tiro, en las oficinas postales, en las oficinas cabecera de los distritos de reclutamiento y también a través de artículos periodísticos en revistas (El Stand, Tiro Nacional Argentino) y en diarios, como La Prensa o La Nación y otros periódicos locales y regionales. En los periódicos y revistas se publicaban los nombres de aquellos hombres que habían aprobado sus exámenes de tiro y así disminuido su tiempo de servicio militar.35 Esta información tenía carácter oficial y era suministrada periódicamente por las autoridades oficiales del tiro. Otras actividades destinadas a vincular a los ciudadanos a las sociedades y la práctica de tiro fueron la organización de concursos de tiro. A efectos de recibir sus subvenciones mensuales, las sociedades de tiro debían cumplir (entre otras disposiciones) con un concurso anual de tiro exclusivo para reservistas, menores enrolados y estudiantes. En este punto, las Memorias de la Dirección General de Tiro eran explícitas y asociaban directamente la asistencia de tiradores a los polígonos de las sociedades a las acciones que la Dirección realizaba: “…el enorme aumento de menores enrolados y estudiantes […] son debidos exclusivamente a la divulgación de las precitadas ventajas” [la disminución del tiempo de conscripción, pero también –y a modo de compensación] “la Dirección General ha fomentado la celebración de concursos de tiro, en los que invariablemente debía incluirse un número reservado exclusivamente a Reservistas, cuyos premios […] eran otorgados por la Dirección. Durante el año se han celebrado 53 de estos torneos”.36 En la promoción de estas actividades, la Dirección General de Tiro centraba sus esfuerzos en el grupo de individuos sobre los cuales tenía autoridad: reservistas, menores enrolados y estudiantes. Resulta de interés el hecho de que la Dirección considerara necesario no solo insistir en la obligatoriedad de la práctica de tiro para dichos 34 “El resultado de esta primera inspección evidenció la […] imperiosa necesidad y la urgencia de la intervención oficial en las sociedades de tiro, siquiera fuese para salvar de un desastre inminente y fatal la resultante de tantos esfuerzos patrióticos” (“Extractos de la Memoria de 1905”, en Tiro Nacional Argentino 2, agosto de 1910, pp. 60-63). 35 “Tiro Federal Argentino”, en La Prensa, 4 de octubre de 1905. 36 DIRECCIÓN GENERAL DE TIRO Y GIMNASIA Memoria 1907, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Militar, Buenos Aires, 1908, p. 15.



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grupos, sino además estimularla a través de actividades que resultaran de interés para estos individuos, fuera la disminución del tiempo de servicio militar o la obtención de premios en los concursos y campeonatos. Una muestra de esto la tenemos en la organización de dos campeonatos específicos para estos grupos de individuos: el de la Bandera de los Reservistas (desde 1908) y el de Colegios. La Dirección General de Tiro regulaba estos concursos y campeonatos al aprobar sus reglamentos, entregar premios, organizar el traslado de jugadores y participar de estos por medio de sus autoridades, fuera como jueces o como oradores en las jornadas de entregas de premios. Los concursos y campeonatos eran difundidos en Tiro Nacional Argentino y periódicos nacionales y regionales, que luego publicaban reseñas de los mismos. El Campeonato a la Bandera se realizó por primera vez en 1908 a iniciativa del Tiro Federal de Concordia y fue incorporado como reglamentario por la Dirección General de Tiro en 1910; a partir de entonces, la Dirección costeó los premios que allí se distribuían y gestionó el traslado de los tiradores con las empresas ferroviarias. El campeonato se disputó por última vez en 1913, siendo suspendido por las reducciones presupuestarias que se realizaron en todos los ministerios nacionales en 1914.37 En el Campeonato de la Bandera participaban equipos de tres reservistas, menores enrolados o estudiantes por sociedad de tiro que hubieran cumplido el año anterior los ejercicios obligatorios. La sociedad cuyo equipo resultara vencedor no podía presentar el mismo equipo al año siguiente, ni los tiradores podían representar a otra sociedad. La competencia se realizaba con fusil máuser modelo argentino, a una distancia de 350 metros, con un máximo de 30 tiros, 10 en cada una de las tres posiciones de tiro reglamentarias (de pie, rodilla, cuerpo a tierra) contra un blanco de cabeza a zonas.38 El Campeonato Nacional de Colegios se realizó entre 1907 y 1913 bajo una reglamentación dispuesta por la Dirección General de Tiro. Era un campeonato por equipos integrados por 20 tiradores por colegio seleccionados por medio de la combinación de sorteo (entre todos los alumnos que hubieran recibido instrucción de tiro) y designación por parte del colegio (que probablemente escogiera a los mejores tiradores). La primera parte del campeonato era una ronda clasificatoria donde participaban todos los colegios que dictaban instrucción militar. La segunda parte era el campeonato propiamente dicho entre los 20 colegios mejor clasificados. El campeonato se realizaba en la localidad donde estuviera el colegio que hubiera resultado ganador el año inmediato anterior. La Dirección General de Tiro organizaba el traslado de los jugadores, aportaba los premios a entregar y sus miembros participaban de los campeonatos como jueces y como autoridades en los actos de entrega de premios.39 37 “Nuestras sociedades de tiro. La de Concordia”, en Tiro Nacional Argentino 122-123, agostoseptiembre de 1920, pp. 270-72. Hemos abordado parcialmente el análisis de este Campeonato en RAITER, Bárbara “Ciudadanos y soldados…”, cit. 38 “Reglamento de la Dirección General de Tiro y Gimnasia para polígonos oficiales e institutos de enseñanza secundaria”, en Tiro Nacional Argentino 31-32, enero-febrero de 1913, pp. 552-576. 39 La Prensa, 15 de marzo de 1909; MUNILLA, Eduardo La defensa nacional…, cit., pp. 87-91. Hemos

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En síntesis: todas las actividades que realizaba o promocionaba la Dirección General de Tiro y todos los discursos que emitía hacían referencia a la necesidad de formar ciudadanos hábiles en el manejo del arma nacional, que era el fusil máuser argentino. Esto tiene dos dimensiones. La primera de ellas es que el espacio principal donde los ciudadanos practicaban tiro eran los colegios secundarios y las sociedades de tiro. Por otra parte, el máuser era un arma compleja, que era necesario conocer para manejarla correctamente y de la que además únicamente el Estado nacional era el comprador y distribuidor. De allí la necesidad de publicar un manual específico para la instrucción de tiro con máuser y la obligación de las sociedades de tiro de cumplir con las reglamentaciones oficiales para poder obtener fusiles, cartuchos y blancos de tiro. El Estado nacional, a través de la Dirección, regulaba y controlaba los espacios y las formas de la práctica de tiro entre los ciudadanos. La segunda dimensión a la que hacíamos referencia es que, al fomentar la Dirección General de Tiro la práctica de tiro con el arma nacional, el máuser se convierte en un objeto que legitima esa práctica en términos de valores: se aprendía a tirar para defender la nación, para convertirse en ciudadanos viriles, fuertes, preparados para la defensa nacional, que practican un deporte patriótico, que excede la recreación y es una suerte de realización como ciudadano: “El ciudadano va dejando de considerar como una obligación, encarnándose en sus costumbres para terminar por considerarlo como una necesidad o entretenimiento útil. Para lograr este resultado, la Dirección General, no ha omitido esfuerzo alguno […] por una incesante propaganda ha hecho conocer las obligaciones que la Ley Orgánica del Ejército impone y todos los medios para cumplirlas, como así mismo las ventajas que la misma ofrece. Se han distribuido profusamente carteles […] y cédulas personales […]. Por otra parte, es un deber de esta repartición dejar constancia del patriótico desinterés con que ha sido secundada por todas las autoridades nacionales, provinciales y comunales […] Las sociedades de tiro han contribuido eficazmente y con el patriotismo de siempre, a hacer fácil la tarea, y han rivalizado en ocasiones en iniciativas tendientes al desarrollo y afición del tiro”.40

presentado un primer análisis del Campeonato de Colegios en RAITER, Bárbara “La práctica de tiro en los menores enrolados y estudiantes en Argentina a comienzos del siglo XX”, en V Jornadas de Estudios sobre la Infancia. Experiencias, políticas y desigualdades, Universidad Nacional de San Martín/Universidad Nacional de General Sarmiento/CONICET/Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, agosto de 2018. 40 DIRECCIÓN GENERAL DE TIRO Y GIMNASIA Memoria 1908, G. Graft, Buenos Aires, 1909, pp. 5-6.



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El tiro ciudadano y el ejército “Las sociedades de tiro de la República se reaniman […] Recibidas ya algunas subvenciones que se les adeudaban, el movimiento comienza, el entusiasmo renace una vez más […] Los pedidos de munición, el envío de blancos se activa y la realización de concursos es frecuente […] Las sociedades deben aprovechar esta situación de espíritu popular para una mayor propaganda, arrastrando hacia el stand a toda la juventud argentina. Ya hemos dicho que a los reservistas hay que vincularlos en calidad de socios, porque ellos constituyen el verdadero nervio del Ejército nacional formando su primera línea. De hoy en adelante, y como siempre, el gobierno mirará a las sociedades con preferente atención, dándoles todo lo que les corresponde a fin de que cumplan con la sagrada misión que se han impuesto por patriotismo”.41 La nota citada contiene varios elementos característicos de las ideas de Munilla sobre la práctica de tiro y el ejército presentes también en sus otros trabajos, en especial los tópicos de la práctica de tiro entre los ciudadanos, en particular entre los jóvenes, como práctica patriótica y deber moral, que se realiza en las sociedades de tiro bajo auspicio, apoyo y control del Estado nacional. Por ejemplo, en La Defensa Nacional aborda diferentes cuestiones sobre la organización del ejército, como la formación de clases, la formación de oficiales, etc. y dedica muchas de sus páginas no al problema de organización y formación de cuadros de mando en el ejército, sino al reclutamiento de soldados y a la práctica del tiro de guerra entre los ciudadanos en las sociedades de tiro. En esta obra diferencia la idea de instrucción obligatoria de servicio obligatorio, prefiriendo la primera por sobre el segundo, focalizando en lo que considera dos problemas de la ley 4707: no todos los ciudadanos recibían instrucción de tiro, ya que por razones presupuestarias el sorteo exceptuaba a algunos del servicio militar, y además el tiempo de servicio para aquellos que sí lo hacían resultaba escaso e insuficiente.42 Munilla proponía que la única razón para la excepción del servicio militar fueran los exámenes que demostraran la pericia en el tiro: “esta ventaja hará que los ciudadanos se apresuren a cumplir con su obligación de tiradores con el aliciente de eximirse del servicio”. De este modo, se eliminaría el sorteo, que implicaba que, por cuestiones de azar “quedan grandes cantidades de jóvenes que no vienen a cumplir con el precepto igualitario y constitucional: todo argentino debe armarse en defensa de la patria…”, y además se dignificaría a la juventud al evitar la “maraña tenebrosa del tráfico de las excepciones falsas, conseguidas por medios innobles”.43 41 “Perspectivas”, en Tiro Nacional Argentino 6, diciembre de 1910, p. 161 (resaltado en el original). 42 MUNILLA, Eduardo La defensa nacional…, cit., pág. 31-33. 43 Estas citas corresponden a un trabajo que Munilla preparara para el Congreso Científico del Centenario

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Para Munilla resultaba fundamental que todos los hombres recibieran instrucción de tiro y estuvieran familiarizados con el manejo del máuser, objetivo que se lograría en distintos espacios y momentos de su vida, desde la participación en batallones escolares y cuerpos gimnásticos, hasta la práctica de tiro reducido (especialmente en los colegios secundarios) y la de tiro en las sociedades de tiro: “De este modo llegaremos a tener el desiderátum de los pueblos modernos; la nación armada, no en el sentido de un militarismo aplastador de la economía nacional que no cuadra en nuestro país, sino en el ciudadano armado, apto para ofrecer en si un elemento más de valía en la defensa nacional. Y el único medio de llegar a este fin conveniente a la nación es el tiro de guerra, que prepara al ciudadano desde su vida civil, con su comodidad y sin que le restrinja la libertad que necesita también para ser factor eficiente en el desarrollo económico del país La multiplicación conveniente de los polígonos de tiro […] tiende a solucionar a satisfacción el alto problema de la defensa nacional […] porque en ellos se maneja nuestra arma de guerra y se preparan los ciudadanos en beneficio directo de la nación”.44 En La Defensa Nacional Munilla retoma estas ideas y sostiene que una de las enseñanzas de la Primera Guerra Mundial fue que lo que necesitaban los ejércitos modernos era soldados con puntería, habilidad que se obtiene en los stands de tiro. Lo que allí no puede aprenderse, disciplina y orden de fuego, es fácilmente adquirido en poco tiempo de movilización como soldados, siempre y cuando ya fueran hábiles tiradores.45 Las razones para sostener esta posición eran entonces técnicas: la instrucción en el tiro permitiría que los hombres estuvieran preparados en caso de necesidad de movilización para la guerra.46 Conocer el fusil de guerra era, para Munilla, una obligación y que elevara a sus superiores para ser incluido en él. No sabemos si finalmente lo fue, pues no lo hemos encontrado publicado. El trabajo está reproducido en PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar…, cit., pp.187-189; las notas donde solicitaba su aprobación se encuentran en AHE, Legajo Personal de Eduardo Munilla, folios varios. 44 PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar…, cit., pp. 184-185. 45 MUNILLA, Eduardo La Defensa Nacional…, cit., p. 56. 46 En este punto diferimos de la interpretación de Aldo Avellaneda, quien sostiene que las ideas que guiaron los debates sobre el servicio militar obligatorio no se basaban en consideraciones técnicas de instrucción militar sino en el papel que jugaba el servicio militar obligatorio en la vida social y cultural (AVELLANEDA, Aldo “El ciudadano de las barracas. Genealogía del servicio militar como problema y preocupación en los cuadros militares argentinos en la esquina de los siglos XIX-XX”, en Coordenadas. Revista de Historia local y regional 1, enero-julio de 2017, pp. 57-86). La preocupación de Munilla contiene los dos elementos: la preocupación por la vida social y cultural, la alfabetización, la integración nacional de los hijos de extranjeros, pero también consideraciones técnicas militares.



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patriótica de todos los hombres; incluso propuso que en las libretas de enrolamiento –documento común de todos los varones en la vida pública– se incluyeran los registros de la práctica de tiro, a fin de que los hombres se vieran compelidos a practicarlo ante el “temor natural de ser descubierto en cualquier momento de una debilidad de espíritu o de una desidia manifiesta en sus obligaciones para la defensa nacional”.47 Conclusiones En el recorrido bibliográfico de Munilla, hemos repasado su mirada y su proyecto sobre el tiro de guerra ciudadano, el cual era pensado como un deber patriótico y no como un deporte recreativo, una obligación moral de todos los ciudadanos para estar preparados para la defensa nacional. Las palabras con las que finaliza el trabajo presentado ante el Censo General de Educación en 1909 son significativas: “que el ideal sea: la nación en armas y cada ciudadano un buen tirador!”48 Las acciones en la Dirección General de Tiro, los discursos y los trabajos publicados de Munilla interpelaban a distintos públicos: sus superiores del Ejército, los poderes públicos (ejecutivos y legislativos municipales, provinciales y nacionales), las comisiones directivas y los presidentes de las sociedades de tiro, las empresas y particulares (por ejemplo al gestionar pasajes que permitieran trasladar a los tiradores a los concursos y campeonatos, o bien los premios a entregar en estos) y, por último, al conjunto de la sociedad. El contenido es justamente lo que nos permite distinguir los públicos a los que los discursos se dirigían. Las notas de Tiro Nacional Argentino donde se multiplicaban los exhortos al entusiasmo de las sociedades de tiro y los tiradores, los carteles propagandísticos de los beneficios del tiro y los programas de los concursos y sus premios se dirigían a las autoridades de las sociedades de tiro y al público general. Sin embargo, las referencias a los fondos del tiro –para él siempre insuficientes– en Tiro Nacional Argentino, en las Memorias de la Dirección, o las propuestas alternativas de fondos para la actividad en La Defensa Nacional, tenían como interlocutores a sus superiores militares y a los poderes públicos. En este punto, es interesante marcar la forma retórica que utilizaba Munilla, en particular en La Defensa Nacional. Todas sus reflexiones y propuestas comenzaban siempre expresando que no estaba realizando una crítica, y que solo pretendía aportar observaciones o reflexiones. Sin embargo, la crítica era permanente, al igual que la proposición de cambios. Un ejemplo claro lo constituye la forma de reclutamiento que analizamos en el apartado anterior. En nombre de la ley 4707, a la que no critica en absoluto, Munilla proponía un cambio rotundo de las prácticas efectivas de las formas de reclutamiento Riccardo Forte analiza también al servicio militar obligatorio como una forma de intervención de la oficialidad del ejército en la conflictividad social y política del país (FORTE, Riccardo Fuerzas armadas, cultura política y seguridad interna. Orígenes y fortalecimiento del poder militar en Argentina (1853-1943), Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2003). 47 PRADO, Manuel Cuarenta años de vida militar…, cit., p.190. 48 MUNILLA, Eduardo y PORTELA, Fausto “El tiro de guerra…”, cit., p. 88.

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sostenidas en la ley, eliminando el sorteo y reemplazándolo por la excepción debida a la práctica de tiro.49 Si consideramos su grado de éxito, la recepción de las ideas de Munilla parece haber sido relativa. Ninguno de los cambios que propuso en las formas de reclutamiento tuvo eco en el Ejército o en el ámbito legislativo. El modelo de servicio militar obligatorio introducido en la ley 4031 se consolidó y subsistió hasta la presidencia de Carlos Menem (1989-1995), siendo el sorteo y las razones médicas los medios principales para exceptuarse del servicio militar. Por otra parte, todos los exhortos sobre las insuficiencias de los fondos para el tiro tampoco parecen haber sido exitosos; de hecho, el presupuesto de la Dirección para la promoción del tiro ciudadano disminuyó año tras año, primero cuando los recursos de la tasa militar pasaron a rentas generales en 1912 y de manera más marcada a partir de 1914, al igual que el resto de las partidas presupuestarias nacionales. Esta disminución de los recursos de la Dirección obligó de hecho a suspender los campeonatos de la Bandera de Reservistas y de Colegios, a la vez que disminuyeron notablemente los subsidios extraordinarios para la construcción de nuevos polígonos en las sociedades de tiro existentes o nuevas, hasta prácticamente desaparecer hacia 1919. Por otro lado, si consideramos el interés del conjunto de la sociedad por el tiro, debemos indicar que, mientras Tiro Nacional Argentino continuaba reseñando notas donde se expresaban los éxitos y la vitalidad del tiro entre la población, la presencia de esta práctica en la prensa nacional disminuye progresivamente, en especial al avanzar la década de 1910. Las notas periodísticas sobre las sociedades de tiro y la práctica de tiro eran menos y ocupaban un espacio menor, en general en la sección deportiva, restringidas a los resultados de los concursos de las sociedades más importantes. El interés social por la práctica de tiro disminuyó, de lo que era consciente la propia Dirección General de Tiro, cuando sostenía que era necesario redoblar los esfuerzos para que el entusiasmo por el tiro no decayera entre la juventud, que tenía otras “distracciones, más variadas […] pero evidentemente no tan sanas, ni tan viriles, ni tan patrióticas”.50

49 Los analfabetos, sin embargo, no serían exceptuados por completo del servicio militar obligatorio, sino que disminuirían su tiempo de servicio a seis meses (MUNILLA, Eduardo La Defensa Nacional…, cit., pp. 101 y subsiguientes). 50 “Extractos de la Memoria de 1912”, en Tiro Nacional Argentino 35, mayo de 1913, p. 102.

La Gran Guerra y los escritores militares argentinos Luis Esteban Dalla Fontana “Cuando se piensa, se escribe. Cuando en un ejército poco se escribe es porque poco se piensa” Teniente Coronel Maligne1

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Introducción principios del siglo XX, el ejército había iniciado un periodo de profesionalización impulsado durante la segunda presidencia de Julio A. Roca que incluía el perfeccionamiento de los oficiales en la Escuela Superior de Guerra creada en 1900. A raíz de esto, muchos de los conocimientos adquiridos en las aulas y a través de experiencias en el país o el extranjero –así como las propias ideas sobre la transformación en ciernes– quedaron reflejados en los artículos que la Revista del Ministerio de Guerra (RMG) y la Revista del Círculo Militar (RCM) publicaron durante los años de la Gran Guerra. Muchos de ellos estaban vinculados al desarrollo tecnológico que interesaba desde hacía años a raíz de las guerras ruso-japonesa y balcánicas; otros al nuevo conflicto y a las enseñanzas que dejaba, a su impacto en la profesión militar y en la sociedad, en la política, en la economía y en la cultura, tanto en Europa como en Argentina. Varios textos eran informativos, pero gran parte de ellos profundizaban el análisis tratando de demostrar que la guerra estaba transformando al mundo, sin dejar de comparar la realidad propia con la de otros países. Asimismo, el Ministerio de Guerra difundía en forma de artículo órdenes, disposiciones y normas legales que guardaban relación con la preparación profesional y su aplicación en caso de conflicto, con la intención manifiesta no solo de comunicarlas sino de exigir su estricto cumplimiento. Aunque a simple vista la diversidad de los temas tratados induce a pensar que no existía una línea editorial definida, esto está muy lejos de ser así. En ambas revistas hay un meridiano que devela una parte del pensamiento de la época y que no era otro que el concepto de la nación en armas, en la que el ejército adquiría un papel preponderante. Los artículos escritos con un lenguaje claro, directo y una elevada riqueza gramatical dejan en evidencia algunas de las líneas que dinamizarían la transformación del ejército, proceso durante el cual se aplicarían los resultados de lo que se había

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MALIGNE, Augusto A. Historia y crítica militares, Librería Moderna de Bernardo Loubière, Buenos Aires, 1913, p. 38.

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gestionado desde fines del siglo XIX y que luego se combinaría con las ideas surgidas durante la primera posguerra mundial. Las recomendaciones del Ministerio Uno de los primeros artículos publicados luego del inicio de las hostilidades trataba sobre la convención referida al derecho de guerra realizada en 1907, en La Haya, con la participación de varios países –incluida la Argentina– en la que se determinaron las características que debían reunir los ejércitos para ser considerados fuerzas enfrentadas y las normas sobre el tratamiento de prisioneros de guerra, enfermos y heridos. Allí se expresaba que “los beligerantes no tienen un derecho ilimitado en cuanto a la elección de los medios [para] perjudicar al enemigo” y que quedaba expresamente prohibido mucho de lo que –paradójicamente– estaba sucediendo en la entonces reciente guerra europea.2 También se informaba sobre los ciudadanos alemanes que habían sido llamados al servicio militar entre 1894 y 1912, clasificándolos según el género y trabajo que realizaban, agregando que era “interesante comparar el número de soldados que dispone para la guerra cada uno de los […] Estados continentales [concluyendo que] Alemania y Francia son los que más exigen de sus respectivas poblaciones”. Y junto con esos datos se publicaba lo acontecido desde el asesinato de Sarajevo hasta los primeros combates en el Frente Oriental, Francia y Bélgica, mencionando que el rey Alberto I iba al frente de su ejército que, en teoría, debía mantenerse ajustado a la neutralidad frente a cualquier conflicto.3 Asimismo, se reproducían órdenes firmadas por el ministro advirtiendo que se habían detectado “muchas deficiencias […] en la instrucción, gobierno y comando” de las reparticiones, por lo que los comandantes debían hacer cumplir las normas tal como se hacía en otros países y comprobar que sus subordinados las conocieran. Reconvenía además sobre la actitud que los militares debían adoptar frente a las incomodidades propias de la profesión en campaña y a cuestiones vinculadas con la guerra, ya que “el oficial que tuviere orden absoluta de conservar su puesto [de combate] a todo coste, lo hará”.4 Esto último guardaba relación con lo que estaba sucediendo en Europa, donde la lucha a cualquier precio solo había provocado decenas de miles de bajas durante las primeras operaciones. Habían pasado dos meses desde la invasión alemana y la victoria aliada en el Marne, las derrotas de los rusos en Prusia Oriental, a la vez que

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HANNEMA, S. “Convención. Referente a las leyes y costumbres de la guerra terrestre”, en RMG 260, septiembre de 1914, pp. 695-712 [en línea] http//www.icrc.org. “La Guerra Actual”, en RMG 260, septiembre de 1914, pp. 713-714, 748; PAYRÓ, Roberto Corresponsal de guerra, Biblos, Buenos Aires, 2009 [1914], p. 615. “Leyes, decretos y disposiciones vigentes en el Ejército”, en RMG 261, octubre de 1914, pp. 795-804.



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sus éxitos en Galitzia frente a las tropas de los Habsburgo y también el fracaso de éstas en la straffexpedition5 frente a Serbia. No podemos asegurar que el ministro haya ordenado publicar aquello al conocer el dramatismo de la guerra, pero es un hecho que uno de los medios de difusión de su ministerio se esmeraba en recomendar y exigir el cumplimiento de las cuestiones vinculadas con la profesión militar justamente cuando aquello estaba ocurriendo en el Viejo Mundo y se sabía que buques británicos y alemanes navegaban por el Pacífico y el Atlántico Sur con intenciones de adueñarse del control marítimo.6 Las enseñanzas que dejaba la guerra Mientras la Revista del Ministerio de Guerra informaba a sus lectores sobre esos asuntos, algunos militares comenzaron a opinar sobre el conflicto, entre ellos el Mayor Francisco de Arteaga, quien iniciaba “una serie de trabajos que se propone publicar sobre la actual guerra europea, tratando el asunto bajo el punto de vista técnico militar”.7 Por su parte, la Revista del Círculo Militar difundía un resumen en el que su autor –con el seudónimo de X.X.– dejaba en evidencia el impacto de la expansión del conflicto sobre la capacitación de los oficiales y expresaba su satisfacción por la “nueva era” que comenzaba para la Escuela Superior de Guerra, que había alcanzado “la mayoría de edad”, ya que todos sus profesores eran argentinos. Efectivamente, luego de una estadía iniciada en 1900 se había dado de baja a los últimos alemanes que quedaban, mientras que el suizo Alphonse Disserens, a quien X.X. consideraba como un argentino más “por su antigüedad y adaptación al medio [y] decano de los profesores militares”, permanecería unos años más impartiendo la asignatura Guerra de Sitio, que se había creado como complemento de Fortificación.8 Para ello había firmado un contrato que estipulaba su sueldo en “$ 500 o/s [oro sellado]”.9 X.X. agregaba que le parecía “muy bien inspirado” el criterio con que se habían elegido los temas de Historia de la Guerra, ya que se reunía “una prolija información diaria sobre los acontecimientos” actuales. Y cuando se refería a Fortificación y Guerra de Sitio, expresaba que era vital su desarrollo en virtud de lo que estaba sucediendo en Europa, destacando las “brillantes conferencias” de Disserens. A tal punto había llegado la influencia de los episodios europeos, como así también la batalla naval en Malvinas y la presencia de buques alemanes e ingleses en el Atlántico Sur, que X.X. resaltaba que en las asignaturas de Disserens los trabajos en clase “Expedición criminal”, en BANKS, Arthur A military atlas of the first world war, Pen & Sword, South Yorkshire, 2001, p. 99. 6 Santa Fe, 6 de agosto de 1914, p. 3, col. 1. 7 “Bibliografía”, en RMG 260, septiembre de 1914, p. 748. 8 X.X. “Escuela Superior de Guerra. Labor nacional aplicativa”, en RCM 169, enero de 1915, pp. 57-58. 9 Archivo General del Ejército (AGE) Legajo 3907; Boletín Militar 3794, 4 de marzo de 1914, p. 197; ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA (en adelante ESG) Libro Histórico, 1914, pp. 242, 251, 261.

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han sido complementados con salidas mensuales al terreno, [de] interés especial pues comprendían el estudio de la [defensa] de la Capital Federal […] y la organización de una cabeza de puente de maniobra [en Paraná practicándose un] Juego de Guerra de sitio.10 Estas demostraciones de reconocimiento hacia el suizo no son privativas de X.X., sino que también pueden observarse en los informes de sus superiores, que tienen una redacción muy similar a la de este anónimo autor. Pero la guerra no había estimulado solamente el profesionalismo de los militares ni el prestigio de Disserens había quedado solo en el ámbito de la Escuela Superior de Guerra, sino que había trascendido hasta los oídos de la Armada, que requeriría sus servicios calificados.11 En el mismo sentido, X.X. aplaudía la incorporación de la materia Arte Naval, que sería impartida por un marino, dado que, al igual que Transportes Militares, constituía una “parte indispensable del bagaje que debe llevar el oficial que se inicia en las tareas del E.M. [Estado Mayor]”. No menor fue la satisfacción de este anónimo autor –quien tenía una información precisa y acabada de lo que ocurría en la Escuela Superior de Guerra con sus profesores, alumnos y materias– al observar los cambios en la enseñanza de idiomas, por lo que encomiaba “la idea […] de sustituir el alemán por el portugués […] de mucha mayor utilidad que aquél. […] Bástenos decir que desde 1909 se estudia el castellano en la Escuela de Guerra del Brasil”.12 Es evidente que los episodios europeos habían movilizado al ámbito militar. No es extraño observar junto a los comentarios de X.X. o a las reconvenciones del general Ángel Allaria –ministro de Guerra– otros artículos referidos al equipo que portaba el infante de beligerantes y neutrales: “vestuario, armas, mochila a la espalda [y] a las caderas, morrales, bota, canana y cinturón”.13 Asimismo, se refleja el impacto del conflicto en los estudios que el mayor Justo Diana publicó sobre la “conducción y manejo de grandes unidades en el Ejército Francés”, en uno de los cuales hacía notar que “los grandes principios que rigen para el empleo de [sus] tropas son […] los mismos que prescriben nuestros Reglamentos”, enfatizando la importancia de propiciar y mantener la unidad de criterio profesional antes de llegar al combate.14 Este último concepto era fundamental, puesto que su ausencia había causado no pocos dilemas estratégicos y desastres tácticos que eran y serían motivo de estudio en las aulas militares. Por ejemplo, las contradicciones entre Helmuth von Moltke y Franz Conrad von Hötzendorf –y luego entre éste y Erich von Falkenhayn– sobre dónde debía estar el esfuerzo principal de la alianza germano-austriaca. O la decisión del 10 X.X. “Escuela…”, cit., pp. 58-59. 11 AGE, Legajo 3907, pp. 3, 23, 28-29. 12 X.X. “Escuela…”, cit., p. 60. 13 “Peso de la carga del Soldado de Infantería en los principales ejércitos”, en RCM 170, febrero de 1915, p. 96. 14 DIANA, Justo “Conducción y manejo de las grandes unidades en el Ejército Francés”, en RCM 171, marzo de 1915, pp. 161-162.



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primero de ellos de modificar las pautas del plan en lo que se refería a la distribución de las fuerzas que invadían Bélgica. Así también, la iniciativa del general Alexander von Kluck de cambiar la dirección del primer ejército alemán ofreciendo su flanco al sexto francés y contribuir con ello a la derrota del Marne. O las disidencias entre los franceses y los ingleses sobre cómo debían dirigir las operaciones contra la invasión alemana y aplicar el plan XVII, al que el autor hacía indirecta alusión. O las que existían entre los alemanes sobre si el teatro principal estaba a orillas del Sena o en las riveras del Bug.15 Todo ello se observa en la problemática tratada por Diana y por otros militares que escribieron en esa época y hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Muchas de esas consideraciones también quedarían reflejadas en la revista de la Escuela Superior de Guerra, donde puede observarse que la postura referencial sobre la Gran Guerra fue una constante en las ideas de la mayoría de los autores.16 Una demostración de ello es un artículo sobre la transformación que el conflicto provocaba en la doctrina y los procedimientos para operaciones ofensivas y movimientos, dándole un lugar relevante a la guerra de posiciones que parecía “querer imponerse como axioma a las guerras futuras”. No obstante, se concluía que no podrían llevarse a cabo de la misma forma en “una guerra entre Estados sud-americanos, visto la diferencia existente en la situación militar de las naciones europeas y la de nuestros países”.17 Eso respondía a la instrumentación del servicio militar obligatorio para poblaciones como las de los países beligerantes, que en su mayoría superaban en seis, siete o más veces la población de Argentina, resultando en unos ejércitos numerosos en teatros de operaciones limitados.18 Esto, junto a los flancos apoyados en las fronteras de los estados neutrales o en el mar, había provocado que en el oeste europeo no pudieran realizarse los ataques envolventes propiciados por la doctrina schlieffeneana y la solución en el nivel táctico y operacional hubiera derivado en sangrientas ofensivas frontales y de ruptura con las que los franceses creían haber resucitado su élan, perdido un poco más de cuarenta años atrás en las afueras de Sedán. Esas ofensivas terminarían chocando con las densas líneas de fortificaciones, que ejercerían una fuerte resistencia frente al asedio de la artillería y los asaltos de 15 ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA Estudios y Comunicaciones de Información 78, 1931, p. 50; BANKS, A. A military…, cit., p. 103; FALKENHAYN, Erich El comando supremo del ejército alemán y sus decisiones esenciales, 1914-1916, Biblioteca del Oficial, Buenos Aires, 1920; VOLKMAN, Erich Historia de la Conflagración mundial 1914-1918, Editora Internacional, Berlín-Buenos Aires, 1922, p. 226; VAN CREVELD, Martin Los abastecimientos en guerra, EME, Madrid, 1985, p. 191; TUCHMAN, Barbara Los cañones de agosto, Península, Barcelona, 2004, pp. 49-108. 16 ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA Estudios y comunicaciones…, 69, octubre de 1930, pp. 442, 458; Estudios y comunicaciones…, 99, 1933, pp. 515-517. 17 “Experiencias de la guerra actual”, en RMG 276, enero de 1916, p. 1. 18 Tercer Censo Nacional, Talleres Gráficos de L. J. Rosso, Buenos Aires, 1916; RCM 154, octubre de 1913, p. 253.

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infantería que dejarían los campos atestados de cadáveres. A todo ello había que agregarle el armamento moderno en constante evolución y las modificaciones que sufriría la concepción estratégica del conflicto europeo, pero en lo que se refería a “los inmensos territorios de la América del Sur” no podía tomarse en consideración la posibilidad de desarrollar una guerra de posiciones, ya que no llegarían a cubrirse con los reducidos ejércitos americanos. No obstante, surgían de la guerra “una serie de innovaciones de suma importancia para la instrucción de las distintas armas y ramos administrativos del ejército”.19 A raíz de esta última conclusión, se abordaba un análisis detallado de la artillería, que destacaba la importancia de su empleo coordinado con otras tropas –en especial con la infantería– al punto que sería necesario exigir estrictamente a los artilleros el conocimiento de sus procedimientos tácticos. Se subrayaba la relevancia que habían adquirido el enmascaramiento, las posiciones cubiertas, el ocultamiento de las insignias, el cambio de los uniformes vistosos, la dispersión de tropas y armas, la profundidad de los dispositivos y la instalación de puestos de observación equipados con eficaces medios de comunicación y visión lejana, alertándose sobre el impresionante consumo de munición registrado durante las operaciones modernas. Se explicaba la forma en que debían combatir los infantes, cómo y cuánto marchar, ya que, dada la movilidad y la rapidez que exigían los combates recientes, se habían realizado desplazamientos ininterrumpidos a pie de hasta cincuenta kilómetros diarios sin descanso, concluyendo respecto de la caballería que “lanza y sable no pueden luchar más contra el fusil moderno y la ametralladora”. Sin embargo, se agregaba, los jinetes no estaban condenados a la inactividad, solo tenían que alinear su táctica con la de la infantería para poder continuar prestando “servicios muy apreciables, como lo demuestra el ejemplo de la 1ª división de Caballería alemana en Prusia Oriental”, que había mantenido en jaque al primer ejército ruso del general Rennenkampf mientras el octavo alemán destruía al segundo más al sur, entre el 23 y el 31 de agosto de 1914 en las cercanías de Tannenberg, y su comandante –el general Samsonov– se suicidaba en el bosque de Willenberg.20 El artículo –que probablemente fuese la transcripción de las partes menos reservadas de los informes de los agregados militares– transmitía datos y experiencias que impactaban sobre la exploración y las medidas de seguridad en combate y el empleo de los aviones cada vez con mayor frecuencia y con diferentes tipos de misiones. Asimismo, detallaba aspectos vinculados a la administración y las comunicaciones, 19 “Experiencias de la guerra actual”, en RMG 276, enero de 1916, p. 2. 20 “Experiencias de la guerra actual”, en RMG 276, enero de 1916, p. 7; KNOX, Alfred With the Russian army 1914-1917, Hutchinson, London, 1921, pp. 87-88, 119; GOLOVINE, Nicolás Historia de la campaña de 1914 en el frente ruso, Círculo Militar, Buenos Aires, 1928, pp. 198, 202; DANILOV, Yuri Rusia en la guerra mundial, 1914-1917, Círculo Militar, Buenos Aires, 1928, p. 203; ARCHIVO DE ESTADO ALEMÁN La guerra mundial de 1914 a 1918-Tomo II, Círculo Militar, Buenos Aires, 1927, p. 232; BANKS, Arthur A military…, cit., pp. 96-97.



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los alojamientos, la incidencia del despliegue y la movilidad de los abastecimientos en campaña y todo lo referido a la alimentación y al servicio médico en operaciones. Un apartado especial lo ocupaban las fortificaciones: cómo construirlas, defenderlas o atacarlas, tanto las que estaban emplazadas en llanura, montaña o selva como las que daban protección a una cabeza de puente sobre un curso de agua. Se percibe como evidente que el tema de las fortalezas mantenía ocupado al personal del ministerio, ya que habían demostrado su utilidad táctica y estratégica. En un similar orden de ideas, se publicaba un artículo sobre la batalla del Marne firmado por un Mayor Guido, de quien no ha sido posible comprobar datos fehacientes, ya que los que figuran en los archivos disponibles no coinciden exactamente con el nombre del autor.21 No sería extraño que lo haya firmado con seudónimo, lo que se repite en otros textos firmados por autores como Guerrero, Bayoneta, Capitán Marks, G, Montaña, Montañés, Mochila, etc., o el mismo X.X., cuyas opiniones contenían alguna crítica a la política de defensa nacional o a la vida interna del ejército. En el caso de Guido, su texto revela una marcada admiración por los franceses, mencionando que “la salvadora batalla del Marne sintetiza el derecho, para la Francia, de una larga vida de fortuna y de gloria,” agregando que muchos datos los había extraído de un folleto que decía haber traducido.22 Esas expresiones sobre la causa francesa no son un dato menor en momentos en que la influencia germana era una constante entre muchos oficiales argentinos. El factor tecnológico Como ya se mencionó, los cambios tecnológicos preocupaban a los escritores militares, dado que a pocos meses de iniciada la contienda había escalado la fiebre por encontrar el arma que permitiera la victoria definitiva, lo cual, lejos de propiciar el final de la catástrofe, no hizo más que prolongar la agonía, agravada por la apertura de otros frentes de combate a raíz de la imposibilidad de desbordar las líneas de trincheras por los flancos estratégicos y envolver a los ejércitos en campaña.23 En ese marco, es destacable un informe sobre el uso del avión, un sistema que junto con el tanque y el submarino serían de los más revolucionarios entre los aplicados en operaciones. Se refería al “examen y estudio de la granada ideada por el [mayor Luisoni] destinada a ser arrojada desde aeroplanos”, con datos que incluían desde las características de la espoleta hasta las modificaciones que favorecían la seguridad de su empleo. Luego de las experiencias obtenidas con el nuevo dispositivo, se concluía que las granadas funcionaban bien, eran seguras y de fácil manejo, pero su efecto destructivo era inferior al de las ofrecidas por firmas extranjeras.24 21 AGE, Legajos 5855, 5856, 5857, 5860. Otros con apellido similar nacieron después de 1927. 22 MAYOR GUIDO “Marne”, en RMG 289, febrero de 1917, p. 104. 23 STEVENSON, David 1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial, Sudamericana, Buenos Aires, 2014, pp. 134-137. 24 “Granada para aeroplanos”, en RCM 170, enero de 1915, pp. 121-123.

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Otro autor mencionaba una serie de “reflexiones aplicables a nuestro país” en virtud de la imposibilidad de importar materias primas o productos relacionados con la logística militar, dado que el enlace con Europa a través del mar era cada vez más difícil y habían aumentado los buques de guerra extranjeros en aguas territoriales que se aprestaban a dar cumplimiento a las orders in council que se emitían desde Londres para obstaculizar el comercio de los beligerantes con los países neutrales.25 Por ello, el autor escribía que había que instalar fábricas propias de explosivos y proyectiles: “se llenaría con ello una sentida necesidad, con lo que hasta las industrias nacionales serían beneficiadas y la Defensa Nacional quedaría asegurada para todas las contingencias del futuro”.26 También la Revista del Ministerio de Guerra difundía un texto parecido sobre la apertura de fábricas y sus ventajas, afirmando que era “una urgente necesidad” pensar en la industria bélica. Su beneficio abarcaba un amplio espectro, que involucraba no solo al ámbito militar sino también al político, económico y comercial, sin dejar de alertar sobre la fábrica militar que Brasil tenía instalada y que le permitía reducir sus compras en el extranjero.27 Asimismo, hay un claro indicio de que las experiencias de la guerra se vivían de cerca, al anunciar que el Capitán Francisco Torres acababa de publicar un estudio concienzudo consagrado a las futuras necesidades militares del país en íntimo consorcio con la capacidad y rendimiento económico de nuestro suelo, [titulado] Ferrocarriles Nacionales (Transportes militares) [inspirado] en el proyecto presentado a la H. C. de Diputados de la Nación por el […] General […] Aguirre, atinente a la creación del Consejo Superior de Defensa Nacional.28 La guerra como fenómeno social Un capitán diplomático Junto a estos comentarios técnicos figuran algunos artículos en los que puede percibirse cómo la situación europea impactaba como fenómeno social y político, como el que se publicó sobre una entrevista realizada al Capitán Jorge B. Crespo por el diario A noite de Río de Janeiro. Allí se le preguntó “sobre el tema de actualidad, la limitación o equivalencia del armamento”, tema que en su opinión debía ser abordado y solucionado por la política. Y respecto del auge del militarismo, contestó que “el militar es solo un ciudadano como cualquier otro en todo el territorio de la nación. Ya ve Ud. que, por ese lado, el tal peligro de las guerras americanas se esfuma por entre las corrientes del progreso y de la civilización”. Pero ante la insistencia del corresponsal 25 DALLA FONTANA, Luis Esteban “Ante una inesperada caída. La neutralidad de 1914-1918 y la economía argentina”, en Revista ESG 586, 2014, pp. 11-35. 26 BARRERA, Raúl “De la guerra actual. Explosivos”, en RCM 172, abril de 1915, p. 273. 27 MÜLLER, Juan “¿Conviene establecer en el país fábricas de pólvora y explosivos?”, en RMG 288, enero de 1917, pp. 17-21. 28 “Ferrocarriles Nacionales”, en RMG 277, febrero de 1916, p. 154.



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sobre la apariencia “alarmante” que daba la preparación militar argentina, el capitán agregaba que el gobierno “en todas las páginas de su historia ha sabido grabar con letras de oro el respeto soberano a todos los tratados” y que eran los gobernantes y no los militares quienes debían mantener ese equilibrio.29 Crespo había ingresado a la Escuela Superior de Guerra en 1911 y egresado en 1913 con certificado de Estado Mayor. Además de haber sido alumno de profesores argentinos, había recibido clases de varios extranjeros y un año después sería destinado a la legación diplomática en Brasil y seleccionado para prestar servicios en Alemania “durante dos años en cuerpos de sus respectivas armas”, aunque esta última comisión nunca se concretaría.30 Sus expresiones claras y determinantes –así como las preguntas del periodista– no estuvieron fuera de contexto, porque algunas de las razones de la Gran Guerra fueron la activación del sistema de alianzas internacionales y la idea de que el uso de las armas era un método seguro para el logro de los objetivos políticos. Asimismo, al momento en que se publicaba este artículo los cambios producidos tenían un impacto trascendente en todos los ámbitos: la doctrina francesa de la ofensiva a toda costa estaba fracasando y las olvidadas fortalezas recobraban su valor después de que habían sido relegadas casi con desprecio por los gobiernos en cuanto a su mantenimiento y por la concepción táctica y estratégica del movimiento y el ataque como lo único válido para el pensamiento militar. Una parte de la “aplanadora rusa” había sido aniquilada en Prusia Oriental por un ejército tres veces inferior; los combatientes de los Habsburgo sangraban frente a Serbia y frente a los rusos en los Cárpatos, mientras el Plan Schlieffen había fracasado después del Marne, llevando a los tan mentados ejércitos de masas a estacionarse y enterrarse en centenares de kilómetros de inmundas y deprimentes trincheras en las que los hombres parecían haber perdido el sentido de solidaridad luchando por su supervivencia.31 La humanidad estaba a las puertas de presenciar la escalada de la guerra al estadio de general, global o mundial: ya no era la tercera balcánica. Tanto las cuestiones políticas y diplomáticas como las atrocidades denunciadas por Roberto Payró y la muerte de algún argentino en combate32 daban cuenta de la gravedad de los sucesos, cuya influencia alcanzaba a los escritores militares, quienes advertían la transformación en ciernes que también impactaría en la sociedad argentina.33 29 “Preparación militar sin carácter alarmista”, en RCM 169, enero de 1915, pp. 46-48. 30 ESG Libro Histórico, cit., 1913, pp. 174, 177, 193, 213, 215, 234, 261; AGE Legajo 3475. 31 TRAVERSO, Enzo A sangre y fuego, Prometeo, Buenos Aires, 2009, pp. 173-174; HINDENBURG, Paul Out of my life, Harper & Brothers Publishers, New York and London, 1921, p. 169; DENIKIN, Anton The Russian turmoil, Hutchinson, London, 1922, p. 30; TUNSTALL, Graydon Blood on the snow, University Press of Kansas, Kansas, 2010; BUTAKOV, Jaroslav Cómo el embajador búlgaro se convirtió en un general ruso [en línea] http://www.stoletie.ru/territoriya_istorii/kak_bolgarskij_posol_ stal_russkim_generalom_2010-10-13.htm (Consulta: 3 de octubre de 2018). 32 Crítica, 25 de abril de 1915, p. 2, col. 1-2. 33 Santa Fe, 6 de agosto de 1914, p. 2, col. 3 y 7 de octubre de 1914, p. 2, col. 3; TATO, María Inés La

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El punto de vista de un soldado De la misma forma, tal impacto puede observarse en un artículo vinculado con la exaltación de la guerra como fenómeno, que resulta curioso no tanto por su contenido como por quien lo firmaba: un estudiante –Ismael Mercado– incorporado al Regimiento I de Infantería como aspirante a oficial de reserva en virtud de la ley del servicio militar.34 Mercado exponía su opinión sobre lo que significaba la guerra, preguntándose si era necesaria y admitiendo que las opiniones al respecto estaban “muy divididas”. Seguramente –agregaba– la mayoría de las personas diría que era “un retroceso de la civilización y hasta […] un crimen. [Tal] contestación os será dada no solamente por personas incultas, sino muchas veces, y he aquí lo que mayor extrañez me causa, por personas que poseen una vasta educación”.35 Tratando de explicar una cuestión cuyo análisis aún hoy resulta complejo, Mercado decía estar convencido de que, si aquellas personas hubiesen estudiado algo más que la tragedia de la guerra, seguramente habrían visto “los beneficios que puede reportar para los pueblos y pensarían lo contrario”. Agregaba que las circunstancias eran propicias para opinar contra ella, pero que difícilmente hubiera muchos que lo hicieran en forma adecuada y reconocía que “jamás en la historia de la humanidad se ha visto una hora más trágica que la que nosotros estamos viviendo”.36 Concluía su introito afirmando que el choque armado, aunque ingente sacrificio, era “en pro de la civilización y del progreso de la especie humana”, y en su defensa resaltaba sus virtudes económicas, basándose en datos que demuestran que se encontraba lo suficientemente informado sobre el conflicto y la historia de los beligerantes, y que poseía un dominio aceptable de las teorías que circulaban entre los académicos europeos para justificar la violencia armada como medio de solucionar los problemas que la más alta política no había podido resolver durante la paz. Argumentaba que “el sacrificio que reclaman los armamentos es el precio que pagan las naciones por su seguridad” y citaba a algunos autores extranjeros, enfrentando a un pacifista inglés con un académico alemán y concluyendo que “ante una situación semejante, se impone la sensación de que las razones ordinarias del pacifismo pierden todo su peso”. La guerra era un asunto propio del “hombre viril”, quien la aceptaría por terrible que fuera; su precio “resulta trivial […] y se da por admitido que el depositario de los intereses nacionales no puede titubear cuando la protección de ellos exige que tal precio se haga efectivo”.37 A esta altura del texto, se percibe cierta desinformación o tal vez una deliberada exclusión de los datos que figuraban en diarios y revistas de importante circulación en

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trinchera austral. La sociedad argentina ante la Primera Guerra Mundial, Prohistoria, Rosario, 2017. Libro Histórico del RI 1 “PATRICIOS”, diciembre de 1913. MERCADO, Ismael “La guerra como un mal necesario”, en RCM 170, febrero de 1915, pp. 97, 107. MERCADO, Ismael “La guerra como un mal necesario”, en RCM 170, febrero de 1915, pp. 97-98. MERCADO, Ismael “La guerra como un mal necesario”, en RCM 170, febrero de 1915, pp. 99-101.



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Argentina y que estaban muy lejos de aquella trivialidad de la que hablaba el autor con relación al precio en vidas pagado en los combates europeos. En los meses siguientes al inicio de la guerra se había publicado que dos ejércitos rusos habían sido aniquilados y que en Bélgica las atrocidades y los fusilamientos de inocentes eran métodos frecuentes; circulaban noticias sobre la toma de Amberes, las batallas de la frontera y la del Marne, los buques hundidos y los marinos ahogados, y otros sucesos con decenas de miles de muertos, heridos y prisioneros o desaparecidos.38 La realidad era evidente para cualquier habitante de Argentina porque, además de esas noticias, los compradores europeos de carnes y granos criollos se estaban disputando a muerte la hegemonía en el mar, perjudicando el comercio y la economía local. Los feriados cambiarios y el cierre de las entidades financieras habían convencido a muchos ciudadanos sobre la convulsión que crecía día tras día, llevándolos a los bancos a retirar su dinero.39 Las fotografías y los informes oficiales que reproducían periódicos y revistas daban cuenta de un desastre generalizado que afectaba directamente a las personas, a los gobiernos y al sector militar europeo, que hasta el momento no había podido resolver el conflicto, provocando su agravamiento.40 Así también se habían publicado artículos, fotografías, noticias y caricaturas que mostraban de qué se trataba el conflicto, de los cuales podía deducirse que la guerra europea con todos sus efectos era algo más que un sacrificio trivial. En virtud de la tan elaborada prosa de Mercado, es dable inferir que él pudo haber tenido acceso a esas y a otras publicaciones, pero en la segunda mitad de su artículo insistía con las comparaciones para justificar el título y contraponerlo al discurso pacifista, encontrando ventajas en el predominio militar de un país sobre los otros. En esta parte mencionaba a algunos autores alemanes, ingleses, franceses y estadounidenses –incluyendo a Theodore Roosevelt– y hacía algunas referencias a la inevitabilidad de la guerra y a su vinculación con las leyes naturales que regían la vida del planeta y que, ignoradas, solo conducían a una ficción, agregando que el arbitraje internacional era negar lo inexorable y no entender el significado de la guerra.41 Mercado insistía sobre la necesidad del choque armado, mas poco o nada decía sobre su significado real, dejando en evidencia que aquel entusiasmo con el que muchos europeos concurrieron a ofrecer sus servicios para colaborar en la escalada de la violencia humana estaba latente también en este joven autor, de la misma manera que en algunos integrantes de las comunidades extranjeras asentadas en el país.42 Finalmente, cerraría su texto reafirmando que “la naturaleza tiene por ley la destrucción 38 PAYRÓ, Roberto Corresponsal de guerra, cit., pp. 631-642; La Prensa, 14 de enero de 1915, p. 8, col. 3, y 4 de mayo de 1915, p. 8, col. 2-3, p. 9, col. 1 y 2; STONE, Norman The Eastern Front, 1914-1917, Penguin, London, 1998, TUNSTALL, Graydon Blood…, cit. 39 Caras y Caretas 828, 15 de agosto de 1914, p. 56, y 829, 22 de agosto de 1914, p. 73. 40 La Prensa, 4 de enero de 1915, p. 8, col. 1 y 2, y 14 de enero de 1915, p. 8, col. 3. 41 MERCADO, Ismael “La guerra como un mal necesario”, en RCM 170, febrero de 1915, pp. 103-104. 42 Santa Fe, 28 de mayo de 1915, p. 2, col. 4-5; Caras y Caretas 828, 15 de agosto de 1914, pp. 22, 56, 72, y 837, 17 de octubre de 1914, p. 6; TATO, María Inés La trinchera austral…, cit.

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mutua […] el tiempo actual pertenece todavía a la fuerza, y la fuerza solo existe en los ejércitos [y] estoy plenamente convencido de que la guerra es necesaria […] es un producto de la necesidad de vivir”.43 La utopía enfrentada a la realidad En un marco similar, otros articulistas aludían al conflicto como un hecho de la naturaleza humana, transmitiendo que el pacifismo no era más que un conjunto de vagos ideales. Así escribía el teniente Julio Cayetano Chechi con una prosa solemne, por momentos lapidaria, enfrentando a la guerra mundial –único hecho tangible– con el razonamiento de los pacifistas. No se consideraba contrario a la paz, pero tampoco admitía las “sofistiquerías [sic] de los detractores de la guerra”. Más allá de lo que pensaran estos últimos, proclamaba que lo suyo era en defensa de la realidad, sin la intención de entrar en discusión con quienes, persiguiendo fines desconocidos, hacían tanto daño a sus países. Los consideraba utópicos porque, a pesar de todo, aún se resistían a dejar de lado su teoría del mundo pacífico con la que habían envuelto a “una muchedumbre ávida de comodidad” y tenían aún el coraje de culpar al militarismo por el desastre de Europa.44 Se puede inferir que Chechi era un buen lector de los autores que citaba –o al menos sabía de ellos– y de los periódicos que circulaban en el país, a los que alude mencionando “los estudios profundos sobre la transformación del espíritu de los pueblos en lucha” escritos y publicados desde todos los sectores políticos, incluidos los miembros del socialismo alemán, quienes hasta hacía poco tiempo habían denostado la “causa de las armas [divulgando] sus cantos más revolucionarios contra el régimen ‘militarista’ [y] son en el presente los más ardientes propagandistas” de los mismos principios que antes difamaban. Protestaba contra esa realidad que era producto de la conveniencia de quienes, creyéndose “apóstoles” –falsos para él– eran despreciados por la “sensatez más elemental”, a quienes ninguna sociedad podía entregarles la potestad de dirigir los destinos del país porque la nación que olvidase “el elemental y principal deber de prepararse para su defensa, comete un verdadero caso de suicidio colectivo”. Seguidamente, hacía una analogía entre la mente del individuo y la “psiquis” del conjunto, diciendo que lo que pensara el primero se replicaría en los demás, especialmente todo aquello vinculado con los vicios del “materialismo decadente”.45 Consideraba que las masas populares poseían escaso poder de decisión y fuerza de carácter, que eran manipuladas porque no tenían un sentido común por el que vivir y luchar. Por ello, sería responsabilidad del Estado encontrar un motivo superior a cualquier interés particular y aún más al momento de estallar una guerra, cuando cada sujeto se cohesionaría con el resto. Esa nación unida por un objetivo común triunfaría al enfrentarse con otras que carecían de tales lazos. La conflagración europea 43 MERCADO, Ismael “La guerra como un mal necesario”, en RCM 170, febrero de 1915, p. 107. 44 CHECHI, Julio “Realidad y utopía”, en RCM 172, abril de 1915, pp. 286-287; AGE Legajo 16609. 45 CHECHI, Julio “Realidad y utopía”, en RCM 172, abril de 1915.



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lo estaba demostrando: ya no podía hablarse de la decisión del gobierno por sí solo, sino que eran los pueblos los que resolvían marchar a la lucha para sobrevivir o expandirse. Todo ello lo confrontaba con lo que enunciaban los pacifistas, dueños de la idea de que para terminar con los conflictos era menester conformar “un gran estado mundial”, algo que ya había intentado el Imperio Romano y que, por la falta de una verdadera articulación entre sus pueblos, finalmente había caído.46 ¿Cómo haría esa gran y única nación para gobernarse? ¿Sería su Parlamento tan equitativo que nunca desfavorecería los intereses de los pueblos más pequeños? ¿Cómo sería el ejército de semejante entidad? Según Chechi, no sería posible tanta inclusión, era una utopía pacifista con la que se perderían “los incalculables bienes morales que suministra la guerra” y se dejaría de lado el “acicate actual del progreso nacional” para ir a caer en el “amodorramiento más terrible de la especie”. Con algo de ironía exponía que los argumentos de los pacifistas eran los mismos que sostenían los bandos enfrentados en el conflicto para lograr la hegemonía e imponer su cultura, “un nuevo factor de lucha”. No le quedaban dudas sobre que todo aquello era una inútil utopía porque nada había de perjudicial para el engrandecimiento de los pueblos si el mundo mantenía su heterogeneidad. Con este denso discurso cruzado por la filosofía, la naciente sociología, la política y las teorías militares, Chechi llegaba a exponer el mensaje que venía preanunciando: “¡Yo descarto abiertamente la realización de esa quimera, a la que no pudo llegar la religión cristiana, más difundida indudablemente que la Internacional Obrera, y proclamando una tesis más natural, más sentimental, más digna y sugestionadora, desde que se extiende más allá del mundo terreno, hasta la ultravida! ¿Qué es el afán de la diferenciación de clases, sino la prosecución del deseo de castigar al universo con una lucha sórdida, baja y ruin, y por otra parte imposible?”47 De esta forma, y aclarando que no pretendía extenderse demasiado “en la defensa de esta concepción divina, extrahumana, que es la guerra, desde que el canon de la vida de la materia es la eterna mutación por la lucha”, iniciaba la última fase de su texto cargando con más fuerza contra los “denigradores satíricos de la lucha armada” que querían ridiculizarla. Finalmente, hacía un llamado a sus camaradas para que continuaran con constancia y valentía la enorme labor que tenían como “hacedores” y “afianzadores de la patria”, dado que era el ejército el que jamás había desfallecido “ni un instante cuando la mente desviada de la turba, movida por los resortes de viles exotismos criminales, desconoció el supremo símbolo de la nacionalidad: nuestra

46 CHECHI, Julio “Realidad y utopía”, en RCM 172, abril de 1915, p. 288. 47 CHECHI, Julio “Realidad y utopía”, en RCM 172, abril de 1915, pp. 288-290.

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bandera!” Y cerró con una alusión directa al efecto que la guerra había provocado sobre la utópica idea del pacifismo.48 Este panegírico fue uno de los productos que, como consecuencia de la exacerbación de los ánimos que provocó la Gran Guerra, se publicaron en la Revista del Círculo Militar, que era mensualmente distribuida a los socios –quienes sumaban en 1915 un total aproximado de mil oficiales de todos los grados y jerarquías–49 y también a aquellas personas que, sin serlo, se avenían a pagar por adelantado los tres pesos que representaba la suscripción trimestral o el peso con veinte centavos que costaba el número suelto.50 Sin fuerzas morales no hay ejército que valga La Revista del Ministerio de Guerra transcribió un texto sobre la trascendencia que cobraban las fuerzas morales para un país en guerra, destacando que la superioridad moral –y no solamente la material– era decisiva para alcanzar la victoria, un factor que influía sobre el comportamiento de las tropas en combate. Más allá de que tal cuestión no implicaba una nota de originalidad, es probable que los editores hayan considerado relevante no solo la calidad del texto sino la procedencia, ya que cuando se publicó el artículo Estados Unidos mantenía tensas relaciones neutrales a raíz de su apoyo logístico a los Aliados.51 Así también, es dable inferir que era de interés para los integrantes de un ejército como el argentino, que estaba consolidando su rol –según ellos lo entendían– de elemento aglutinante de una ciudadanía heterogénea a través de la instrumentación del servicio militar. Si bien la referencia a “la fuerza moral de la nación” estaba orientada principalmente a un país en guerra o próximo a enfrentarla, se hacía notar que la mejor manera de lograrla era contar con un ejército profesional que estuviese imbuido de un “verdadero espíritu nacional” basado en el convencimiento de los ciudadanos incorporados. No obstante, el ejército no cargaba con la exclusiva responsabilidad de los resultados de una guerra, sino que eran los “estadistas” quienes determinaban los factores que gravitaban decididamente en ello, tales como la oportunidad de su inicio, la cantidad de fuerzas disponibles y provistas, el grado de espíritu nacional con el que el país contribuiría a la lucha, etc.52 Junto a éste abundan en las revistas muchos artículos vinculados a las funciones de los ciudadanos civiles y militares y a cómo organizar un país entero para enfrentar un probable conflicto armado. Así lo sintetizaba Torres en otro texto que comenzaba vinculando a la “cultura e independencia económica de un país” con el tipo de fuerzas CHECHI, Julio “Realidad y utopía”, en RCM 172, abril de 1915, pp. 291-292. RCM 171, marzo de 1915, pp. 231-242. RCM 169, enero de 1915, p. 80. La Prensa, 2 de enero de 1915, p. 4, col. 4; TOOZE, Adam El diluvio. La Gran Guerra y la reconstrucción del orden mundial, Crítica, Barcelona, 2016, pp. 29-110. 52 “Las fuerzas inmateriales de una nación en guerra”, en RMG 277, febrero de 1916, p. 151.

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armadas. Fundamentaba la idea en la historia de los países que se habían destacado en las guerras del pasado militarizándose en aras del progreso, demostrando que el militarismo no era un obstáculo para la grandeza nacional.53 Torres afirmaba que la inclusión de voluntarios o mercenarios en defensa de un país en peligro ya había dado nefastas lecciones; tal el caso de Gran Bretaña que, a pesar de haber movilizado gran cantidad de efectivos para combatir, continuaba desangrándose frente a los alemanes sin poder lograr una victoria decisiva. Esto se debía a que las batallas modernas exigían ejércitos que estuviesen instruidos al momento de iniciar las operaciones, con integrantes formados en el hábito del progreso. La nueva guerra exigía un ejército permanente, ya que la derrota militar guardaba idéntica relación con la disminución de inversiones implementada antes de su estallido y con la inexistencia de un espíritu nacional. Esos aspectos quedaban totalmente neutralizados cuando una nación poseía un ejército en el cual se formaba el “ciudadano-soldado que nuestra seguridad reclama, porque será más completa y profunda la preparación militar del pueblo”.54 La cuestión regional Celebrando la amistad No es un dato menor mencionar que se había agasajado en los salones del Círculo Militar a los cancilleres de los países firmantes del tratado ABC, quienes habían llegado a la Argentina con motivo del 105° aniversario de la Revolución de Mayo acompañados por sus delegaciones militares. En esa oportunidad, el General Riccheri, presidente del Círculo, dirigió a los presentes un discurso que, más allá de cumplir con una simple formalidad, marcaba una tendencia que primaba en la mayoría de los militares argentinos y que la guerra y el servicio militar obligatorio estaban contribuyendo a fortalecer. En él se refirió a los cambios sobre la organización y la finalidad de los ejércitos, transformados en instrumentos modernos cuyos integrantes sabían cómo congeniar los propósitos de paz de un tratado como el que acababa de refrendarse y la finalidad última de la profesión de un soldado, la guerra.55 Luego de la respuesta del canciller brasileño agradeciendo el agasajo y refiriéndose a los ejércitos modernos, habló el Director de la Academia de Guerra de Chile recordando la obra de los próceres y señalando que con el ABC se había dado una garantía de “fraternidad, solidaridad y respeto mutuo” a los Estados firmantes que hoy contemplaban “con el alma dolorida el espectáculo de la vieja y querida Europa ensangrentada [del que obtenían] positivas enseñanzas”.56 53 TORRES, Francisco “El Ejército Argentino. Ventajas de su existencia permanente”, en RMG 281, junio de 1916, pp. 413-414. 54 TORRES, Francisco “El Ejército Argentino. Ventajas de su existencia permanente”, en RMG 281, junio de 1916, pp. 422-423. 55 “Visita de los Cancilleres del A.B.C”, en RCM 172, abril de 1915, p. 355. 56 “Visita de los Cancilleres del A.B.C”, en RCM 172, abril de 1915, p. 358.

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Es evidente que la realidad de la guerra ocupaba gran parte de los temas sobre los que los militares discutían y a los que destinaban sus estudios, comparándola con lo que vivía el continente americano en esos días. Si bien los intercambios de agradecimientos y deseos de confraternidad estaban en boca de quienes participaban de eventos similares, también es cierto que el pensamiento político, comercial y militar de algunos estaba más cercano a un espíritu de competencia y primacía que de auténtica comunidad regional. ¿Argentina presa de una coalición enemiga? Luego de cuatro años de iniciada la guerra, algunos argentinos expresaban la evidente influencia de la catástrofe después de haber observado los cambios que se estaban produciendo sobre las ideas que los teóricos militares habían difundido en los primeros años del siglo XX vinculadas a la necesidad de establecer parámetros claros sobre la defensa nacional. En este sentido, en la Revista del Círculo Militar se publicó un artículo esclarecedor del pensamiento militar de la época. Para su autor, la Gran Guerra era un claro ejemplo de lo que significaba dirigir la mirada hacia el lugar equivocado cuando de cuestiones de política interna e internacional se trataba y cuando un país no propiciaba la conjunción de los factores estratégicos para preservar su existencia ni la preparación para enfrentar el último estadio capaz de solucionar los grandes problemas nacionales. A pesar de que el “cosmopolitismo y las utópicas teorías de la patria universal” intentaron influir sobre el sentimiento de nacionalidad como medio para evitar cualquier enfrentamiento, ahí estaba la guerra europea con sus millones de muertos y sus ríos de sangre derramada. Ir contra ello significaba desconocer los intereses de los hombres y de los gobiernos que los dirigían; despreocuparse de la defensa nacional y creer que ésta correspondía solo a la conformación material de los medios militares representaba una negación de la realidad.57 En ese marco, el teniente coronel Benedicto Ruzo se cuestionaría si su propia patria podía seguir viviendo tranquila sin preocuparse por los aspectos que hacían a la seguridad nacional. Admitía que “las naciones de organización democrática”, a raíz de los cambios periódicos de gobernantes, podían albergar una “peligrosa inestabilidad”, particularmente en lo que se relacionaba con la política exterior, que era la mejor herramienta para mantener el equilibrio ante las ambiciones de otros países. Agregaba que en Argentina había primado la despreocupación, provocando que se llegara a la antesala de una guerra con Chile y luego a la obligatoriedad de un pacifismo a ultranza.58

57 RUZO, Benedicto “El problema de nuestra preparación militar”, RCM 210, julio de 1918, pp. 1225, 1231. 58 RUZO, Benedicto “El problema de nuestra preparación militar”, RCM 210, julio de 1918, pp. 12331234.



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El militar, oriundo de Catamarca y que se había capacitado en Alemania entre 1909 y 1911,59 describía la situación geoestratégica de la Argentina, que limitaba con cinco naciones con intereses en común, y advertía sobre la probabilidad de que “los vínculos más estrechos” se vieran alterados. Al referirse a Chile, explicaba sus pretensiones de expansión, hacía referencia a lo estrecho de su territorio contrapuesto a lo inmenso y despoblado de la Patagonia como así también al servicio militar, a la preparación de las Fuerzas Armadas y al presupuesto que se había aprobado en ese país, porque el pueblo chileno exigía “mantener los efectivos incorporados a las filas [y por ello] la movilización está preparada en forma segura y puede efectuarse rápidamente, tal vez tanto como en Alemania y Francia”.60 Afirmaba que la Argentina aparecía rodeada y pretendida también por los demás países de la región. El aparente equilibrio y el permanente espíritu de paz que en nuestro país se fomentaba podían llegar a romperse ante la supuesta concreción de una confabulación en su contra. “¿Dónde estaría el eje o centro de esa coalición posible? ¿Al Oeste o Noreste?” Se cuestionaba si ese episodio estaba próximo o lejano y se alertaba sobre la necesidad de pensar en lo que significaría la acción combinada de dos o más vecinos. En consecuencia, proponía la creación de “un Consejo de la defensa nacional” como los de Francia, Italia y Alemania, no para entrometerse en los “asuntos que incumben solo al Estado Mayor” sino para encargarse de las cuestiones que le permitieran al país “soportar con éxito el peso de la guerra”. En Alemania todo se pensaba y se decidía sobre la base de un auténtico sentimiento de “conveniencia nacional establecida con la cooperación” de ese Consejo, que impedía la alteración de los intereses nacionales y hacía que el Imperio fuese depositario de la admiración del mundo entero. A propósito de todo esto, no dejaba de recordar que en Chile sucedía algo similar, gracias a que durante muchos años el general Körner –de origen germano– había organizado el sistema defensivo desde su rol de Inspector General del Ejército.61 Reflexiones finales Los artículos analizados demuestran que la Gran Guerra significó para los militares argentinos algo más que un acontecimiento solamente europeo y que tanto la Revista del Ministerio de Guerra como la Revista del Círculo Militar fueron una plataforma donde muchos de ellos pudieron expresar sus ideas sobre una catástrofe sin precedentes que había embestido sin piedad contra los cimientos del mundo en el cual les había tocado vivir.

59 AGE Legajo 11709. 60 RUZO, Benedicto “El problema de nuestra preparación militar”, RCM 210, julio de 1918, pp. 12391241. 61 RUZO, Benedicto “El problema de nuestra preparación militar”, RCM 210, julio de 1918, pp. 1251, 1253.

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La guerra había dejado de ser de un día para el otro el escenario en el que se preveían los cuarteles de invierno. Muy por el contrario, se había transformado en una lucha sin cuartel que para estos escritores conformaba un compendio de experiencias del cual obtener enseñanzas para la profesionalización del ejército y la consolidación de la nacionalidad. En ese sentido, los textos indican que se estaba concretando el plan de reorganización militar proyectado por el gobierno en 1900. Las ideas de estos autores compartían la misma intención que Roca y sus ministros habían manifestado al impulsar una reforma estructural para responder a una “necesidad capital de la guerra moderna” y para que se sentaran las “bases definitivas y estables [del] ejército de la República,” una organización que llegaría a estar conformada por un elemento permanente y otro de la reserva, similar a los ejércitos europeos que combatirían a partir de 1914.62 Asimismo, de muchos de los artículos analizados es dable inferir que la combinación que significaban la profesionalización del ejército, los profesores alemanes, la capacitación de los oficiales argentinos en el exterior, la ley del servicio militar, la guerra en Europa y la alta tasa de inmigrantes –entre otros factores– estaban dando como resultado en el seno del ejército un incremento del concepto que entendía a la institución armada como el mejor vehículo hacia la organización de la sociedad en su conjunto. Por último, es evidente la libertad intelectual con la que estos autores se expresaron y la amplitud de criterio de quienes los leyeron, permitiendo que a raíz de la gran catástrofe europea escribieran lo que pensaban y haciendo de ambas publicaciones una tribuna de intercambio intelectual y controversia profesional que no solo fue útil en su época, sino que nos permite entender hoy un poco más y desde otro ángulo una parte de la compleja historia de nuestro país.

62 Proyecto de organización del Ejército de la Nación, Arsenal Principal de Guerra, Buenos Aires, 1901, pp. 71-75.

La Primera Guerra Mundial y su influencia en la Armada Argentina, 1914-1927 Una aproximación Agustín Daniel Desiderato1

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Introducción urante la Primera Guerra Mundial, la República Argentina, a pesar de su rígida postura neutral y de su lejanía del teatro de guerra europeo, vivió los efectos de una “lucha implacable por el control de los suministros internacionales de materiales de guerra y alimentos”.2 Al igual que otras naciones, había quedado en una delicada situación frente a las estrategias y armas empleadas por los beligerantes.3 El impacto y las consecuencias de la guerra en los países metropolitanos ha sido objeto de mucha atención académica, mientras que algunas regiones como América Latina han sido relativamente descuidadas.4 Sin embargo, en las últimas décadas han surgido nuevas perspectivas de trabajo que parecen cambiar esta tendencia. Por un lado, la historia global, que permite incorporar las conexiones con otras geografías.5 Por otro, el concepto del giro cultural, que estudia el impacto de la guerra en otros ámbitos como la sociedad civil,6 algo “útil en espacios como el latinoamericano, donde no existió un involucramiento militar directo en la contienda, pero sí se registraron importantes repercusiones que excedieron la diplomacia y la economía para abarcar lo

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Agradezco los comentarios y sugerencias de Leandro Moledo Falla, Osvaldo Daniel Orsili Rando y Nicolás Fernán Rey durante la elaboración de este trabajo. 2 “The maritime war was a relentless struggle for control over international supplies of war materials and food” (traducción propia), en HORNE, John –editor– A Companion to World War I, Wiley-Blackwell, Chichester, 2012, p. xviii. 3 RINKE, Stefan y KRIEGESMANN, Karina “Latin America”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War, Freie Universität Berlin, Berlín, 2015; RINKE, Stefan Latin America and the First World War, Cambridge University Press, Cambridge, 2017. 4 ALBERT, Bill South America and the First World War. The impact of the war on Brazil, Argentina, Peru and Chile, Cambridge University Press, Cambridge, 1988, p. 2. “…the Great Depression and the Second World War redirected historians´ attention to other topics and the First World War lost its place of interest in historiography for a long time” (Traducción propia), en RINKE, Stefan “Historiography 1918-Today (Latin America)”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit. 5 CONRAD, Sebastian What is global history?, Princeton University Press, Princeton, 2016. 6 BLACK, Jeremy War and the Cultural Turn, Polity Press, Cambridge, 2012.

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social y lo cultural”.7 Así pues, la Primera Guerra Mundial recobró protagonismo. En una primera etapa, los investigadores comenzaron a analizar sus efectos en el escenario local, principalmente desde un enfoque económico y diplomático. Posteriormente, surgieron desarrollos basados en la historia social y cultural del conflicto.8 Las repercusiones de la contienda en las fuerzas armadas argentinas también han recibido cierta atención, sobre todo en el aspecto político y social.9 Sin embargo, es el ejército, y no la marina, el centro de estos trabajos. Esto se debe al irrelevante lugar que ocupa el mar en el esquema geopolítico y estratégico del país, y a los conocimientos técnicos que requieren los estudios navales.10 De hecho, la marina argentina se ha mantenido relativamente aislada de la sociedad militar y ausente del escenario histórico nacional.11 El objetivo de este trabajo es analizar algunas de las publicaciones, estudios y conferencias de marinos argentinos, entre 1914 y 1927, y explorar de qué manera la TATO, María Inés La trinchera austral. La sociedad argentina ante la Primera Guerra Mundial, Prohistoria, Rosario, 2017, p. 12. 8 DEHNE, Phillip On the far western front. Britain’s first world war in South America, Manchester University Press, Manchester, 2009; DÍAZ ARAUJO, Enrique Yrigoyen y la guerra, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 1987; LANUS, Juan Archibaldo Aquel Apogeo. Política internacional argentina, 1910-1939, Emecé, Buenos Aires, 2001; RAYES, Agustina “Los destinos de las exportaciones y la neutralidad argentina durante la Primera Guerra Mundial”, en Política y cultura 42, diciembre de 2014, pp. 31-52; SIEPE, Raimundo y LLAIRÓ, Montserrat Yrigoyen, la Primera Guerra Mundial y las relaciones económicas, CEAL, Buenos Aires, 1992; SOLVEIRA DE BÁEZ, Beatriz Rosario La Argentina, el ABC y el conflicto entre México y Estados Unidos 1913-1916, Centro de Estudios Históricos, Córdoba, 1994; VAN DER KARR, Jane La Primera Guerra Mundial y la política económica argentina, Troquel, Buenos Aires,1974; WEINMANN, Ricardo Argentina en la primera guerra mundial. Neutralidad, transición política y continuismo económico, Biblos, Buenos Aires, 1994. 9 POTASH, Robert El ejército y la política en la Argentina, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986, Tomo I; ROUQUIÉ, Alain Poder Militar y Sociedad Política en la Argentina, Hyspamerica, Buenos Aires, 1986, Tomo I; CORNUT, Hernán Pensamiento Militar en el ejército argentino. 1920-1930. La profesionalización, causas y consecuencias, Grupo Argentinidad, Buenos Aires, 2017; DALLA FONTANA, Luis Esteban “Comienza el final del largo siglo XIX. La Gran Guerra”, en Revista de la Escuela Superior de Guerra 585, 2013, pp. 49-83; DALLA FONTANA, Luis Esteban “Los militares argentinos dijeron… La Gran Guerra en las publicaciones militares entre 1914 y 1918”, en Revista de la Escuela Superior de Guerra 591, 2015, pp. 65-100; FORTE, Riccardo “Génesis del nacionalismo militar. Participación política y orientación Ideológica de las fuerzas armadas Argentinas al comienzo del siglo XX”, en Signos Históricos 1 (2), diciembre de 1999, pp. 103-155; JOHNSON, John The military and society in Latin America, Stanford University Press, Stanford, 1964; LIEUWEN, Edwin Arms and Politics in Latin America, Council on Foreign Relations, New York, 1961; SCENNA, Miguel Ángel Los militares, Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1980; WHITE, Elizabeth German Influence in the Argentine Army, 1900 to 1945, Garland, New York, 1991. 10 OYARZÁBAL, Guillermo Los marinos de la generación del ochenta, Emecé, Buenos Aires, 2005, p. 15. 11 ROUQUIÉ, Alain Poder Militar…, cit., p. 101. Varun Sahni afirma que, fuera de sus historias oficiales, son escasos los estudios sistemáticos sobre la Armada Argentina (SAHNI, Varun “Not Quite British: A Study of External Influences on the Argentine Navy”, en Journal of Latin American Studies 25 (3), octubre de 1993, p. 491). 7

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contienda impactó en ellos y en la Armada Argentina. Sin agotar el tema ni exponerlo en su totalidad, buscamos generar algunas vías de aproximación a un estudio que, a nuestro entender, se encuentra poco abordado en la historiografía. Los cuadros navales argentinos frente a la guerra marítima Las teorías y principios de Alfred Mahan y Julian Corbett “eran la biblia de las armadas europeas al iniciarse el siglo”.12 En los años previos a la Gran Guerra, los británicos tenían la marina mercante más grande del globo, transportando el 43 por ciento de todo el comercio marítimo mundial.13 Por esa razón, estaban obligados a proteger sus rutas comerciales con una potente flota de guerra.14 Cuando se inició la contienda, la Royal Navy estableció un bloqueo naval con el propósito de negarle al Imperio alemán el acceso al Atlántico.15 En consecuencia, Alemania solo podía importar o exportar materiales utilizando naves y puertos de naciones neutrales como los Países Bajos, Dinamarca y Noruega.16 La primera batalla de envergadura ocurrió a fines de agosto de 1914 en la bahía de Heligoland, donde una escuadra británica de más de cuarenta embarcaciones se impuso sobre una pequeña fuerza alemana.17 Las pérdidas sufridas llevaron al Káiser Guillermo II a tomar una postura defensiva. En adelante, se operaría con una guerra de guerrillas,18 empleando pequeñas escuadras y buques que navegaban en solitario 12 HOWARD, Michael La guerra en la historia europea, FCE, México, 1983, p. 219. Ambos sostenían que la victoria en el mar dependía del poder marítimo de superficie. Para más información, ver MAHAN, Alfred Influencia del Poder Naval en la Historia (1660-1783), Editorial Partenón, Buenos Aires, 1946; CORBETT, Julian Stafford Some Principles of Maritime Strategy, Naval & Military Press, Londres, 2009. 13 “They not only had the world´s largest navy in 1914, but they also had the largest merchant navy and carried 43 per cent of the world´s seaborne trade in their ships” (traducción propia), en WRAGG, David 5 Minute History: First World War at Sea, The History Press, Gloucestershire, 2014, p. 119. 14 El Acta de Defensa Naval de 1889 adoptó el “two power standard”, que establecía que la armada británica debería tener al menos el mismo número de barcos que la sumatoria de las siguientes dos flotas rivales. En 1912 esta proporción se reemplazó por una del 60% sobre la segunda armada más poderosa, que en esos momentos era la alemana (SUMIDA, Jon Tetsuro In defense of naval supremacy: Financial limitation, technological innovation and British naval policy, 1889-1914, Naval Institute Press, Annapolis, 2014, pp. 13-18). 15 El bloqueo naval fue distante. La flota británica era tan grande que no podía permanecer en alta mar por periodos prolongados de tiempo. Asimismo, estaría protegida de submarinos enemigos (STEELE, Chuck “Grand Fleet”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit., 2016. 16 STRACHAN, Hew “The First World War as a global war”, en First World War Studies 1 (1), 2010, pp. 3-14. 17 La pequeña isla de Heligoland se encontraba muy próxima a la desembocadura del río Elba y de los puertos alemanes como Wilhelmshaven. En este sentido, tenía un alto valor estratégico (OSBORNE, Eric The Battle of Heligoland Bight, Indiana University Press, Indiana, 2006, pp. 8-9). 18 EPKENHANS, Michael “Alfred von Tirpitz”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit., 2016.

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en calidad de corsarios.19 Esta estrategia provenía de la escuela francesa, Jeune École, desarrollada durante el siglo XIX, que recomendaba el uso de pequeñas y poderosas unidades para combatir una flota más grande, y corsarios contra el comercio enemigo.20 El desarrollo de algunos enfrentamientos muy cerca del escenario argentino, como la Batalla de las islas Malvinas,21 generó alerta en sus cuadros navales. El pensamiento general era que, si la guerra llegaba al territorio, la Armada debería estar en condiciones de defender al país. El 15 de diciembre de 1914 Esteban de Loqui escribió sobre el rol marítimo que debía tener la República Argentina, a partir de sus propias necesidades y características geográficas: “…necesitamos para nuestra defensa todos los elementos y clases del combate naval; nuestro gran estuario del Plata tiene su defensa primordial en la colocación de minas submarinas, de torpederos y submarinos; esto ha sido señalado y determinado desde mucho tiempo por todas nuestras autoridades navales. Pero también necesitamos las grandes unidades para destruir al enemigo en alta mar. Nuestros posibles adversarios están lejos de nuestras costas y seguramente no es con submarinos que vendrán a atacarnos en el Plata, Bahía Blanca y los Golfos de la Patagonia. Vendrán con dreadnoughts y cruceros poderosos para embotellar nuestras grandes unidades y dejarán para el resguardo de sus costas y puertos la defensa volante. La batalla decisiva tendrá lugar en alta mar donde los buques menores como submarinos y torpederos están fuera del radio de acción”.22 En su opinión, había que esperar al final de la contienda para saber cuáles eran las unidades más importantes y necesarias. Por lo pronto, el rol de la marina sería 19 El SMS Emden operó en el océano Índico hundiendo diecisiete mercantes en solo tres meses, hasta que fue destruido el 9 de noviembre de 1914. Su segundo comandante, Hellmut von Mücke, escribió un relato con sus experiencias vividas a bordo de la nave (VON MÜCKE, Hellmut La odisea del famoso crucero alemán 1914, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 2010). Para una lectura más profunda sobre la guerra corsaria, ver DE LA SIERRA, Luis Corsarios alemanes en la Gran Guerra (1914-1918), Juventud, Buenos Aires, 1985. 20 Para más información ver ROKSUND, Arne The Jeune École: The Strategy of the Weak, Leiden, Brill, 2007. 21 Luego de su victoria en la Batalla de Coronel, la escuadra del vicealmirante Maximilian von Spee fue destruida en la Batalla de las islas Malvinas el 8 de diciembre de 1914. Para más información, ver HALPERN, Paul “Battle of the Falklands”, en en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit., 2015; BÉZZOLA, Eugenio Luis Admiral Graf Spee. Un nombre con protagonismo en aguas sudamericanas en las dos Guerras Mundiales, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 2016. 22 DE LOQUI, Esteban “Carta al Director”, en Boletín del Centro Naval [BCN] 366-367, junio-agosto de 1914, p. 347.

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estrictamente defensivo, incorporando los elementos mínimos para la defensa del territorio nacional. Mientras tanto, la guerra continuaba y los alemanes seguían buscando ventajas tácticas sobre sus rivales. El 16 de diciembre de 1914 algunos de los puertos ingleses de la costa oriental como Scarborough, Hartlepool y Whitby fueron bombardeados desde el mar.23 Meses después, en las cercanías del banco de Dogger, una pequeña fuerza alemana se enfrentó a su par británica, aunque sufrió graves pérdidas.24 A continuación, el Reino Unido ajustó más su bloqueo y declaró a la totalidad del Mar del Norte como zona de guerra. En lo sucesivo, todos los buques, incluyendo los neutrales, tendrían prohibido el paso. En respuesta, Berlín inició una guerra submarina sin restricciones25 el 4 de febrero de 1915, hundiendo en aguas británicas todos los buques mercantes con material bélico a bordo, sin previo aviso.26 Esto impactó en los hombres de la marina argentina, que veían cómo los beligerantes violaban las reglas del combate naval: “…esta contienda […] ante todo es una guerra científica; son los mismos hombres de hace cien años que pelean también con la misma energía y coraje, pero con maquinaría de incomparable valor con respecto a destrucción; el heroísmo de los soldados y marinos ha crecido en razón directa de las numerosas bajas que producen las terribles armas modernas. El valor personal, nada vale en estos días si no es combinado con la tenacidad unida a la instrucción técnica del combatiente”.27 El empleo de minas marinas, submarinos y torpederos mostraba que la Primera Guerra Mundial era, ante todo, una guerra científica. No había lugar para el valor personal ni para el heroísmo: “Vemos realizar actualmente y mucho más que lo hubiéramos creído los sueños de nuestra juventud con respecto a la lucha naval y 23 WRAGG, David “5 Minute History…”, cit., pp. 103-107. 24 WRAGG, David “5 Minute History…”, cit., pp. 53-58. 25 ABBATIELLO, John “Atlantic U-boat Campaign”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit., 2016. 26 El uso de buques de guerra contra el comercio estaba reglamentado. Antes de atacar, se debía registrar la embarcación y velar por la seguridad de la tripulación, sea transportándolos en el propio barco, delegando a parte de sus hombres para maniobrar la nave rendida a un puerto amigo o poniéndolos en botes salvavidas cerca de la costa. Sin embargo, estas reglas ponían en riesgo a los submarinos y el alto mando alemán entendió que debía ignorarlas. Para más información, ver KARAU, Mark “Submarines and Submarine Warfare”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit., 2017. Para un repaso detallado del contexto jurídico de la época, ver BARBOZA, Julio Derecho Internacional Público, Zavalía, Buenos Aires, 2008, pp. 28-33. 27 DE LOQUI, Esteban “Carta al Director”, en BCN 378-379, julio-agosto de 1915, p. 290.

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terrestre. Todo lo escrito admirablemente por […] Julio Verne ha dejado de ser ficción y el hombre ahora emplea en combates sanguinarios todas las conquistas científicas que ha hecho […] los coeficientes requeridos son tonelaje, velocidad y metal, y esto está probado por las batallas de Coronel, Malvinas, Heligoland y Mar del Norte. […] la mina marina, el submarino y los veloces torpederos son los que actúan […]. El acorazado, el vapor correo, el velero y el carbonero que atraviesa las zonas de guerra es la víctima de esas temibles armas. No hay código internacional ni convenciones que los proteja; la guerra es la guerra….”.28 Benjamín Villegas Basavilbaso siguió también los acontecimientos de la contienda. Retirado de la Armada, escribió un breve artículo donde se desarrollan algunos temas vinculados a la guerra corsaria y al uso de cruceros auxiliares: “La guerra europea nos ha demostrado la insuperable eficacia de los cruceros auxiliares. Es innecesario recordar la perturbación sufrida por el comercio inglés durante los primeros meses de la guerra. La presencia de un reducido número de buques armados fue suficiente para debilitar el sea power británico, y ya sabemos qué significa en la economía de esa gran nación la pérdida –aunque fuera por breve tiempo– de sus varias veces secular dominación marítima”.29 Para el autor, la estrategia germana, hasta aquí influenciada por los principios de la Jeune École, estaba teniendo éxito. Sin embargo, la guerra submarina irrestricta empezó a mostrar sus efectos más negativos, especialmente por los conflictos que generó entre las naciones neutrales. Después de los hundimientos del RMS Lusitania y del SS Arabic, las protestas del gobierno estadounidense de Woodrow Wilson obligaron a los líderes alemanes a cambiar su estrategia.30 Decidida a romper el bloqueo y recuperar su acceso al Atlántico, la flota alemana forzó un combate en superficie en la Batalla de Jutlandia,31 aunque sin éxito.32 En 28 DE LOQUI, Esteban “Carta al Director”, en BCN 378-379, julio-agosto de 1915, p. 291. 29 VILLEGAS BASAVILBASO, Benjamín “Los cruceros auxiliares. Su evolución ante el derecho internacional”, en BCN 384-385, enero-febrero de 1916, p. 669. 30 MEDLOCK, Chelsea “Sinking of Lusitania”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit., 2014. 31 CIRILLO, Roger Jutland: World War I’s Greatest Naval Battle, University Press of Kentucky, Kentucky, 2015. 32 “En cuanto a los resultados estratégicos de la batalla, puede decirse que fueron limitados, en el sentido de que no se alteró la situación existente. Los británicos conservaron su capacidad de mantener el bloqueo y la consiguiente libertad de desplazar fuerzas y mercaderías por mar” (PERTUSIO, Roberto Luis y MONTENEGRO, Guillermo El poder Naval y el entorno geopolítico (1890-1945), Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 2004, p. 184).

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adelante, y hasta el final de la guerra, el Káiser Guillermo II nunca volvería a poner en riesgo a sus acorazados.33 La República Argentina había recibido los acorazados Rivadavia y Moreno,34 fruto de contratos firmados antes de la contienda. Sin embargo, promediando el año 1916, el entonces presidente Victorino de la Plaza emprendió una política de reajuste, que afectó a los fondos destinados al ejército y a la marina.35 Esta situación, que se sumaba a la imposibilidad de adquirir nuevo material debido a las suspensiones que proveedores estadounidenses y europeos debieron encarar por la guerra, causó malestar entre los cuadros navales.36 El vicealmirante y ministro de Marina Jorge Pablo Sáenz Valiente, preocupado por la escasa inversión estatal, señaló al Congreso Nacional la crítica situación que vivía la fuerza: “Durante años, nuestro país se ha resistido a todo gasto extraordinario destinado al refuerzo de nuestra flota […] La guerra actual muestra las deplorables consecuencias que acarrea este último criterio adoptado como norma de gobierno”.37 Para salir del estancamiento proponía, por un lado, fomentar una industria nacional para explotar, transportar y comercializar los recursos naturales del litoral marítimo argentino. Por otro, impulsar el descubrimiento y explotación del petróleo38 para lograr el autoabastecimiento y evitar su compra en el exterior.39 Estos proyectos nunca vieron la luz, pero no dejaron de tener vigencia entre muchos hombres de la Armada. 33 En otros escenarios, como el Mediterráneo, el Báltico y el Adriático, los combates fueron menores, empleando unidades ligeras como los submarinos (OSBORNE, Eric “Naval Warfare”, en UTE, Daniel; GATRELL, Peter; JANZ, Oliver; JONES, Heather; KEENE, Jennifer; KRAMER, Alan y NASSON, Bill –editores– 1914-1918-online…, cit., 2014. 34 El Rivadavia llegó al país el 27 de agosto de 1914, mientras que el Moreno lo hizo el 26 de febrero de 1915. Su construcción había sido autorizada en 1908 por el Poder Ejecutivo y fue emprendida por los astilleros Fore River Shipbuilding Corporation, de Quincy, y New York Buildings Company, de Nueva Jersey (VENTURINI, Francesco Nahuel “Adquisiciones y controversias en torno a los acorazados Moreno y Rivadavia”, en Revista Digital del Instituto Universitario Naval 3, 2011). 35 “La Marina de Guerra se vio imposibilitada de encarar la reparación de los buques con más años de servicio, situación que se agravó a raíz de la aguda crisis de combustible, provocando que los navíos permanecieran en sus fondeaderos con pocas posibilidades de zarpar. También entró en crisis la planificación de las construcciones de destacamentos y bases navales” (FIGUEROA, Mauro Fernando “El desarrollo naval argentino. Avances y retrocesos (1922-1938)”, en Revista Digital del Instituto Universitario Naval 2, 2010, p. 10). 36 Prueba de ello fueron los contratos que la República Argentina había celebrado con Alemania y Francia para la construcción de torpederas y que fueron rescindidos al iniciarse la guerra (LUQUILAGLEYZE, Julio Mario “Los aspectos navales de las relaciones argentino - germanas entre 1910 y 1930”, en Temas de historia argentina y americana 4, diciembre de 2005, p. 132). 37 SÁENZ VALIENTE, Jorge Pablo “Prólogo de la Memoria del Departamento de Marina. Ejercicio 1915-1916”, en BCN 391-393, agosto-octubre de 1916, p. 260. 38 “La primera Guerra Mundial reveló a los países contendientes […] el valor del petróleo como combustible de uso bélico y la importancia estratégica derivada del control de los yacimientos a nivel mundial” (MAYO, Carlos; ANDINO, Osvaldo y GARCÍA MOLINA, Fernando La diplomacia del petróleo (1916-1930), Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1983, p. 32). 39 “La preocupación de la Armada sobre la necesidad de lograr el autoabastecimiento para movilizar sus

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El 8 y el 12 de junio de 1916 en el Instituto Popular de Conferencias, en el salón de actos públicos del diario La Prensa, Segundo Storni dictó dos conferencias.40 Allí desarrolló la política naval que debería impulsar el país, conforme a sus características y ubicación geográfica, entendiendo que la Argentina era una economía exportadora y que la interrupción del comercio era algo que no se podía permitir: “La primera lección y la más grave es que la guerra de gran corso se desencadena sobre nuestras rutas comerciales […]. La segunda gran lección de la guerra es la eficacia del submarino […]. Esto nos permitiría hacer insostenible la situación de cualquier escuadra que pretendiera atacarnos en la boca del Plata”.41 Storni estableció un programa naval inmediato, cuyo propósito fundamental era la defensa de los intereses marítimos nacionales. Se precisaba de una flota mercante, una marina de guerra y una serie de bases a lo largo de las costas argentinas a efectos de otorgar soporte estratégico mediante reparaciones y reabastecimientos: “Para la defensa próxima, es decir, para asegurar los sectores del Río de la Plata y Bahía Blanca, necesitamos por ahora, además de iniciar el establecimiento naval del Tuyú: Una escuadrilla de seis submarinos, como mínimo; dos parques de volación; seis cañoneros minadores […]; abundante material de minas que podremos construir en el país. […] Por lo que a la escuadra de mar se refiere […] creo que por algunos años nos detendremos en su incremento, por lo menos mientras no se destruya la fórmula de equilibrio que hemos enunciado como fruto de la experiencia de nuestras relaciones de vecindad. […] La escuadra argentina tendrá siempre por misión fundamental resguardar los intereses argentinos en el mar”.42 Las ideas y los planes de Storni eran compartidos por otros marinos. Es el caso de Esteban Repetto, que escribió sobre la necesidad de incorporar acorazados, submarinos, buques condujo a que sus oficiales más destacados reclamaran una actitud decidida por parte de la institución y del Estado argentino” (PONTORIERO, Gustavo Adrián “Fuerzas Armadas y desarrollo energético en la Argentina: el papel de la Marina de Guerra en la primera mitad del siglo XX”, en H-industri@: Revista de historia de la industria, los servicios y las empresas en América Latina 6 (10), 2012, p. 2). La falta de combustible perjudicó el desempeño de la escuadra argentina, recortando sus días de navegación (RODRÍGUEZ, Horacio La Armada Argentina y el petróleo (una historia olvidada), Instituto Nacional Browniano, Buenos Aires, 2000, pp. 30-31). 40 Sus ideas han recibido influencias intelectuales de Alfred Mahan y Friedrich Ratzel (TRIPOLONE, Gerardo “Segundo Storni, el mar y la desespacialización de la política”, en Geopolítica(s). Revista de estudios sobre espacio y poder 6 (1), 2015). 41 STORNI, Segundo Rosa Intereses Argentinos en el Mar, Centro Naval, Instituto de Publicaciones Navales, 1967, Buenos Aires, pp. 103-106. 42 STORNI, Segundo Rosa Intereses Argentinos en el Mar, cit., pp. 117-119.

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destructores y torpederos para aumentar el poderío naval argentino y garantizar la defensa de sus costas y de su comercio.43 De igual modo, Pedro Segundo Casal dictó el 27 de diciembre de 1916 una conferencia en el Centro Naval en la que resaltaba los mismos puntos: “La aparición del submarino tiene ya algunos años, pero su manifestación como elemento de guerra positivo, real, es completamente reciente […] En realidad, el submarino es el representante más completo de la insidia y de la sorpresa”.44 Iniciado el año 1917, la Argentina envió diez oficiales a los Estados Unidos para prestar servicios, capacitarse y adquirir conocimientos en las nuevas armas. Por un lado, Gonzalo D. Bustamante, Héctor Antonio Vernengo Lima y Juan B. Galfrascoli fueron a servir a los acorazados. A ellos “se deben las mejoras introducidas en nuestro sistema de dirección de tiro y su orientación según las enseñanzas de la última guerra”.45 Por otro lado, Ricardo Fitz Simon, Ceferino M. Pouchan y Marcos Antonio Zar sirvieron en la Naval Air Station de Pensacola.46 Finalmente, Osvaldo Lajous, Osvaldo María Repetto, Eduardo Aquiles Ceballos y Vicente Ferrer, fueron destinados a la Escuela de Submarinos de New London, Connecticut, donde intervinieron en pruebas y actuaron como instructores.47 Sus experiencias darán origen a una serie de escritos, que serán muy importantes después de la guerra.48 Por estos tiempos, los escritos de Manuel Domecq García sobre su experiencia a bordo de unidades navales durante la guerra ruso-japonesa49 fueron republicados por el Ministerio de Marina. Los acontecimientos de la Gran Guerra le habían otorgado un renovado vigor, ya que confirmaban la idea de una flota de guerra, eficiente y moderna, como el núcleo de cualquier defensa o resistencia.50 Con la flota de alta mar todavía anclada en puerto, Berlín decidió reiniciar la guerra submarina sin restricciones. La campaña obtuvo rápidos logros, pero provocó incidentes con las naciones neutrales.51 Entre ellas, con Estados Unidos, que ingresó 43 REPETTO, Esteban Contribución al Estudio de la Defensa Naval, Ministerio de Marina, Buenos Aires, 1916. 44 CASAL, Pedro Segundo “Submarinos Modernos”, en BCN 394-396, noviembre-enero de 1916, p. 449. 45 FERRER, Vicente “Apreciaciones sobre el submarino después de la guerra. Algunas cosas curiosas de los submarinos”, en BCN 421, marzo-abril de 1920, p. 569. 46 BURZIO, Humberto Armada Nacional. Reseña Histórica de su origen y desarrollo orgánico, Departamento de Estudios Históricos Navales, Buenos Aires, 1960, pp. 146-147. 47 Su desempeño fue sobresaliente. Finalizada la guerra, el Congreso estadounidense les otorgó la Victory Medal por sus servicios prestados (DESTEFANI, Laurio Manual de Historia Naval Argentina, Talleres Gráficos de la DIAB, Buenos Aires, 1980, p. 228). 48 La práctica de enviar marinos argentinos a la Armada de los Estados Unidos se mantuvo hasta el final de la guerra. En 1918, el teniente de fragata José Oca Balda y los alféreces Ramón A. Poch y Alberto Teissaire se adiestraron allí, hasta regresar a la República Argentina en 1920 (DESTEFANI, Laurio “Manual…”, cit., p. 228). 49 Para más información, ver DOMECQ FORN, Horacio y ÁLVAREZ FORN, Hernán Manuel Domecq García. La foja de un marino, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 2016. 50 DOMECQ GARCÍA, Manuel Guerra ruso-japonesa (1904-1905). Estudio sobre la preparación y eficiencia de la Marina Japonesa, Ministerio de Marina, Buenos Aires, 1917, Vol. I-V. 51 En el caso argentino, los buques cargueros Monte Protegido, Oriana y Toro, fueron hundidos entre

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a la contienda en abril de 1917, inclinando la balanza en favor de los Aliados.52 En el ámbito naval, la adopción de nuevos medios como la navegación en convoy, los destructores, los aviones, los hidrófonos y las cargas de profundidad, disminuyó la eficacia de los submarinos alemanes.53 Mientras tanto, el bloqueo británico empezaba a sentirse en la economía alemana.54 Con la abdicación de Guillermo II, el nuevo gobierno alemán de Max von Baden inició conversaciones diplomáticas en octubre de 1918, buscando firmar la paz bajo condiciones dignas. La llegada del armisticio puso fin a las hostilidades y la Armada Imperial alemana recibió la orden de rendirse el 11 de noviembre de 1918. La posguerra y el camino hacia la modernización En agosto de 1914 las ocho principales potencias navales eran, de mayor a menor, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Francia, Japón, Italia, Rusia y Austria-Hungría.55 Sin embargo, para 1918 las marinas de los vencidos habían desaparecido. Lo mismo ocurrió con la armada del imperio ruso, que quedó prácticamente anulada luego de la Revolución de 1917. Así pues, Gran Bretaña continuó ocupando el puesto de primera potencia, aunque Japón y Estados Unidos, que habían desarrollado programas navales durante la contienda, le seguían de cerca.56 Con la posguerra llegaron las reflexiones y las discusiones. Una de las principales era el rol que la Armada Argentina debería adquirir en el futuro. Para algunos marinos, como Pedro Segundo Casal, el secreto de la victoria de los Aliados se encontraba en su dominio del mar: “El empleo de los submarinos y sus importantes resultados han dado a los Imperios Centrales la esperanza de conquistar el mar […] pero, por muy desarrollada que esté esa nueva arma, su cometido actual es muy superior a lo que puede dar”.57

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abril y junio de 1917 por submarinos alemanes. Estos incidentes fueron utilizados por el gobierno estadounidense para incitar el ingreso argentino a la guerra, aunque sin éxito (TATO, María Inés “La trinchera austral…”, cit., p. 121). “En ese contexto, la guerra submarina a ultranza declarada por Alemania y la entrada de los Estados Unidos al conflicto marcaron un corte profundo” (COMPAGNON, Olivier América Latina y la Gran Guerra. El adiós a Europa (Argentina y Brasil, 1914-1939), Crítica, Buenos Aires, 2014, p. 330). HOWARD, Michael La guerra en la historia europea, FCE, México, 1983, pp. 221-222. Para una información más profunda, recomendamos OFFER, Avner “The Blockade of Germany and the Strategy of Starvation”, en CHICKERING, Roger y FORSTER, Stig –editores– Great War, Total War. Combat and Mobilization on the Western Front, 1914-1918, Cambridge University Press, Cambridge, 2000, pp. 169-188. IMPERIALE, Juan “La evolución del acorazado. Parte V: desde la primera guerra mundial a nuestros días”, en BCN 810, enero-abril de 2005, p. 73. TRUEBA, Adolfo Morales “El escenario naval tras la Primera Guerra Mundial”, en Revista de Estudios en Seguridad Internacional 3 (2), 2017, p. 158. CASAL, Pedro Segundo “Influencia del dominio marítimo”, en BCN 413, agosto-octubre de 1918, pp. 203-235.

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Para otros, el uso del submarino no debería desestimarse. La cuestión era qué tipo de unidad se debería adquirir. Lucio González opinaba que las necesidades del país eran, en primer término, proveer a la defensa de sus puertos y de sus costas, y luego contribuir a las necesidades de una guerra ofensiva. En consecuencia, se debían adquirir “dos tipos de sumergibles, el de costas de 600 toneladas y el de escuadra de 1200”.58 Osvaldo Repetto, en cambio, sostenía que el submarino debía ser de tipo oceánico, porque era el que mejor se adaptaba a las condiciones del país: “…la misión de nuestros submarinos sería, pues, prevenir la llegada de transportes, actuando contra ellos en mar abierto a centenares de millas de nuestras bases. Sería también su misión atacar las unidades de la escuadra bloqueadora. Por sus características debieran ser capaces de operar en plena mar, y, dadas las condiciones especiales de nuestra configuración marítima y las dificultades de aprovisionamiento […] debieran ser capaces de permanecer en el mar largos periodos, aguardando la oportunidad para intentar sus ataques”.59 Así y todo, los planes de adquisición de submarinos no dejaban de lado la necesidad de una modernización de la flota de guerra argentina. Para hombres como Esteban de Loqui, la defensa de los intereses marítimos seguía precisando de potentes unidades de superficie. En este sentido, era necesaria una mayor inversión: “…hemos perdido buques, hemos visto perjudicado nuestro comercio importador y de exportación por la falta de tonelaje y por consiguiente nuestros presupuestos y finanzas en general han sido desequilibrados […] Es claro que […] nuestro inmenso futuro como país productor, nuestras dilatadas costas cuya soberanía debemos defender vigilantemente hacen necesaria una escuadra adecuada al propósito”.60 De cualquier modo, llegaba el año 1920 y la ansiada modernización todavía no se concretaba. Los oficiales que habían prestado servicios en la marina estadounidense, como Vicente Ferrer, se encontraron con un negativo escenario al regresar al país. No había materiales para efectuar las mínimas prácticas y la Armada Argentina estaba en completo estado de abandono.61 Gabriel Albarracín protestaba por la antigüedad del 58 GONZÁLEZ, Lucio “Necesidad del empleo del sumergible en nuestra armada”, en BCN 416, mayojunio de 1919, p. 83. 59 REPETTO, Osvaldo “Contribución al estudio de nuestra política naval sobre submarinos”, en BCN 413, agosto-octubre de 1918, pp. 263-266. 60 DE LOQUI, Esteban “Carta al Director”, en BCN 415, marzo-abril de 1919, pp. 687-689. 61 “Regresados al país, sin material de esa naturaleza, algo más difícil de adquirir por su precio y las necesidades accesorias que crea, no hemos podido realizar obra práctica, sino en pequeñas cosas adyacentes. Por lo tanto, no nos queda otra cosa que hacer en favor del submarino, conocedores de

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material flotante, ya que más de la mitad de los barcos existentes habían sido botados al agua entre 1890 y 1903: “No es conveniente que dejemos que el tiempo nos haga olvidar nuestros sobresaltos de ayer. La guerra que termina, al extender en su faz marítima a todos los océanos, atrajo a nuestras costas y a las puertas del Río de la Plata las incómodas correrías de las naves adversarias. Y la República Argentina, con su debilidad intrínseca de pequeña potencia, se encontró empeñada, frente a los orgullosos beligerantes, en la difícil tarea de defender una neutralidad batida por intereses poderosos, y hasta sus derechos de soberanía desconocidos en extralimitaciones propias de los apasionamientos de la guerra”.62 El final de la guerra había reiniciado los circuitos económicos mundiales que permitieron al nuevo presidente, Marcelo Torcuato de Alvear, y a su ministro de Marina, Manuel Domecq García, sostener una postura favorable a la incorporación de tecnologías y medios navales.63 En un mensaje dirigido al Congreso Nacional en 1923, Alvear señaló que, salvo algunas unidades, todo el resto del material tenía más de treinta años.64 Con la ley 11222, del 20 de septiembre de 1923, que autorizó la inversión de 9.500.000 pesos oro, se habilitaron los fondos que repararon y modernizaron algunas de las unidades existentes. Con ese dinero también se adquirió nuevo material como torpedos, minas submarinas y bombas de profundidad, entre otros.65 En 1926 se sancionó la ley 11378, de Renovación de Material Naval, que destinó 75.000.000 de pesos oro para la adquisición, en un término de diez años, de cruceros ligeros, destructores, submarinos, buques hidrógrafos, necesarios para reemplazar el obsoleto material existente.66 La primera etapa del cumplimiento de la ley comenzó en 1927,

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su importancia, sino escribir y hablar para convencer a nuestros lectores y oyentes de la necesidad imperiosa de incorporar a nuestra escuadra esa arma formidable de guerra, de la cual muy pocos quizás habrán vislumbrado el verdadero poder, mientras nuestro gobierno se decide a ello, consigue los fondos necesarios y estudia los problemas, no muy fáciles por cierto de resolver, que creará para nosotros tal adquisición.” (FERRER, Vicente “Apreciaciones sobre el submarino…”, cit., p. 569). Miguel Tanco, teniente de fragata, escribía sobre los submarinos, mencionando y analizando sus aspectos operacionales, sus maniobras de ataque y los medios para contrarrestarlos (TANCO, Miguel “Submarinos”, en BCN 420, enero-febrero de 1920, pp. 471-478). ALBARRACÍN, Gabriel “Armamentos Navales”, en BCN 422, mayo-junio de 1920, pp. 18-53. “A partir de 1918, se produjo un reajuste positivo de la actividad económica gracias a la recuperación del comercio exterior [...]. En la década de 1920, la economía argentina retomó el sendero de crecimiento abandonado en 1914, si bien a un ritmo notoriamente menor” (KOROL, Juan Carlos y BELINI, Claudio Historia económica de la Argentina en el siglo XX, Siglo XXI, Buenos Aires, 2012, p. 65). PRESIDENCIA ALVEAR 1922-1928 Compilación de mensajes, leyes, decretos y reglamentaciones. Tomo I, Talleres Gráficos de Gerónimo Pesce, Buenos Aires, 1928, p. 139. BURZIO, Humberto “Armada…”, cit., p. 126. BURZIO, Humberto “Armada…”, cit., p. 131.

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año en el que se firmaron contratos con firmas europeas, que entregaron las unidades en los plazos establecidos.67 A modo de cierre Las tácticas y las estrategias empleadas por los beligerantes, junto al desarrollo de algunos combates muy cerca del litoral marítimo nacional, generaron alerta en los hombres vinculados a la Armada Argentina. En este sentido, comenzaron a discutirse las mejores estrategias para defender la soberanía y los intereses marítimos del país. Las teorías de Alfred Mahan y Julian Corbett, que tenían preeminencia en la época, destacaban la importancia de la supremacía en el mar como factor de poder. Sin embargo, mantener una poderosa flota de superficie, que dominara el espacio marítimo, demandaría grandes inversiones y desarrollos tecnológicos que la República Argentina no estaba en condiciones de sostener. Frente a este escenario, cobró interés la escuela francesa Jeune École, que priorizaba la defensa por sobre el ataque mediante el uso de pequeñas y poderosas unidades. Bastaba con disponer de submarinos, cruceros, destructores y bases de apoyo para proteger el litoral y garantizar la presencia soberana en los mares territoriales. No obstante, y a pesar de las exigencias de algunos cuadros navales, no se encararon reformas durante la contienda. Luego de la firma del armisticio, la Armada Argentina quedó obsoleta y así se mantendría hasta finales de la década de 1920. Con la llegada de Marcelo Torcuato de Alvear a la presidencia y con el ministro de Marina Manuel Domecq García se avanzó en un complejo plan de compra y actualización. Esta política de modernización, que respondía a demandas largamente sostenidas, no se realizó en el vacío. Por el contrario, aprovechó las enseñanzas de la Primera Guerra Mundial y la intensa producción bibliográfica de muchos hombres vinculados, directa e indirectamente, a la Armada Argentina.

67 Para una lectura más profunda sobre las modernizaciones encaradas por la Armada, ver LUQUILAGLEYZE, Julio Mario “Los aspectos...”, cit., pp. 133-135; FIGUEROA, Mauro Fernando “El desarrollo naval...”, cit., pp. 17-21. Sobre aspectos técnicos de las nuevas unidades adquiridas véase BURZACO, Ricardo Acorazados y Cruceros De La Armada Argentina, Eugenio B, Buenos Aires, 1997; BURZACO, Ricardo Submarinos de La Armada Argentina 1933-2000, Eugenio B. Ediciones, Buenos Aires, 2000; TAMBURINI, Francesco; IÑURRIETA, Verónica Elvira y PAZ, Roberto Marcelo Historia de Submarinos. Los tarantinos 1933-1960. Argentina, elSnorkel, Buenos Aires, 2009.

Emociones en guerra Las crónicas de Roberto J. Payró durante la ocupación alemana de Bélgica en la Primera Guerra Mundial María Inés Tato

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Introducción esde 1909, Roberto J. Payró (1867-1928) residía en Bruselas con su familia, combinando su profesión de escritor con el rol de corresponsal del matutino La Nación, que con sus 100.000 ejemplares diarios era el segundo periódico más leído de la Argentina.1 Autor de notables relatos costumbristas, como El casamiento de Laucha, Pago Chico y Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira, caracterizados por su estilo irónico e incisivo, también fue pionero de las crónicas de viaje en la Argentina, reunidas en La Australia Argentina. Excursión periodística a las costas patagónicas, Tierra del Fuego e Islas de los Estados y En las tierras del Inti. Como corresponsal de La Nación dio amplias muestras de su condición de perspicaz observador de la realidad social a través de sus contribuciones sobre diversos aspectos de la cultura, la política, la economía y la historia belgas, publicadas en las columnas tituladas “Cartas informativas” y “Visiones y lecturas”. Asimismo, recolectó y compiló tradiciones folklóricas valonas y flamencas, que serían publicadas póstumamente bajo el título de El diablo en Bélgica (1953). Al estallar la Primera Guerra Mundial, Payró decidió permanecer en la capital belga a fin de ofrecer a sus lectores un relato de primera mano de los acontecimientos, a pesar de los riesgos que entrañaba esa decisión. Como rememoraría poco después de concluida la contienda, “[m]e había quedado en Bélgica considerando que ese era el puesto en que podía ser realmente útil a mi diario y a mis convicciones, sin disimularme molestias y posibles peligros, pero sin exagerarme tampoco las unas ni los otros”.2 Sus contribuciones periodísticas tomaron la forma de un diario personal y cubrieron desde las vísperas de la guerra hasta septiembre de 1915, viéndose entonces interrumpidas hasta el final del conflicto. Sus crónicas de guerra han sido analizadas desde diferentes perspectivas, enfatizando su valor periodístico y su lugar en la carrera literaria de Payró3 o su rol de mediador cultural entre los horrores de la guerra y 1 2 3

Guía periodística argentina, Antonio F. Le Rose and Montmasson, Buenos Aires, 1913, pp. 63-64. PAYRÓ, Roberto J. “La dominación alemana en Bélgica”, GERCHUNOFF, Alberto y BILIS, Aarón –editores– El Álbum de la Victoria, E. Danon, Buenos Aires, 1920, sin paginación. Un trabajo pionero en este sentido es VANBIESEM de BURBRIDGE, Martha “Un Argentin témoin de la guerre: la Belgique occupée vue par Roberto Payró”, en Textyles 32-33, 2007, pp. 97-223. Su autora

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sus lectores argentinos.4 Sin embargo, en tanto egodocumentos, también proporcionan un prisma desde el que acceder al impacto individual de la contienda.5 Dada la inmediatez de estas crónicas en relación con los acontecimientos que narran, se pueden vislumbrar más cabalmente las emociones de los actores sin las mediaciones que el tiempo y que la lectura retrospectiva de los hechos imprimen a otros egodocumentos como las memorias. En esta línea, el presente capítulo se propone explorar los escritos de Payró correspondientes al periodo de la guerra y de la inmediata posguerra a fin de reconstruir su experiencia individual y la intersección de ésta con las vivencias y las percepciones colectivas de sus contemporáneos. A tal fin, el análisis se enmarcará dentro de la perspectiva de la historia de las emociones.6 Este enfoque resulta particularmente útil para estudiar las experiencias individuales y sociales en contextos traumáticos como las guerras, cuando la violencia y los sentimientos se encuentran estrechamente imbricados, y la intensidad de las emociones se amplifica.7 El propio Payró era plenamente consciente del valor de sus escritos en tanto testimonio de primera mano de la dimensión emocional que la guerra movilizaba: “Yo no puedo ver […] sino un pequeñísimo rincón del escenario en que se desarrolla este drama colosal, rincón más reducido aún por el aislamiento en que el invasor nos mantiene y que estrecha cada día. Pero lo que […] este Diario refleja con mayor o menor intensidad es la serie de emociones que se apoderan de nuestro ánimo, en estos días terribles, con las sensaciones que despiertan en nosotros las

recopiló poco después la totalidad de las crónicas de Payró publicadas en La Nación en el volumen PAYRÓ, Roberto J. Corresponsal de guerra. Cartas, diarios, relatos (1907–1922), Biblos, Buenos Aires, 2009. 4 TATO, María Inés “Wartime Europe through the eyes of Argentine war correspondents”, en Colloque International Altérités en guerre. La Grande Guerre comme moment interculturel?/International Conference Encountering the Other in Wartime: The Great War as an intercultural moment?, International Society for First World War Studies, París, 26 y 27 de septiembre de 2013. 5 Los egodocumentos son fuentes (como memorias, autobiografías, diarios o correspondencia personal) en las que el autor escribe sobre sus acciones, pensamientos y sentimientos, dejando traslucir así su subjetividad (DEKKER, Rudolf “Introduction”, en DEKKER, Rudolf –editor– Egodocuments and History. Autobiographical writing in its social context since the Middle Ages, Hilversum Verloren, Rotterdam, 2002, p. 7). 6 Acerca de esta tendencia analítica, actualmente en pleno desarrollo, véanse entre otros REDDY, William M. The navigation of feeling. A framework for the history of emotions, Cambridge University Press, Cambridge, 2001; FREVERT, Ute Emotions in History: Lost and Found, Central European University Press, Budapest, 2011; PLAMPER, Jan The History of Emotions. An Introduction, Oxford University Press, Oxford, 2015. 7 DOWNES, Stephanie; LYNCH, Andrew y O’LOUGHLIN, Katrina “Introduction. War as emotion: cultural fields of conflict and feeling”, en DOWNES, Stephanie; LYNCH, Andrew y O’LOUGHLIN, Katrina Emotions and war. Medieval to Romantic Literature, Palgrave MacMillan, Basingstoke, 2015, pp. 1, 6.



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vicisitudes de la vida diaria; es la manera de ver y de sentir esa vida misma desde nuestro sitio de observación”.8 La guerra se acerca En rigor de verdad, el estallido de la Gran Guerra no sorprendió a nuestro corresponsal, que ya la había vaticinado en 1912 a raíz de la escalada del conflicto de los Balcanes, que a su juicio conduciría al inevitable involucramiento de las potencias europeas.9 La crisis de julio de 1914 confirmó su presunción, llevándolo a afirmar que “Todo esto huele a pólvora”.10 En sus colaboraciones a La Nación, Payró describió la atmósfera angustiante de las vísperas de la guerra: la movilización preventiva del ejército belga; la repatriación de oficiales de reserva alemanes y franceses; las manifestaciones pacifistas; el pánico financiero; las corridas bancarias; el acaparamiento de provisiones; la aparición de ediciones especiales de los diarios y la paralización del comercio; indicios todos de “la inminencia de una gran catástrofe”.11 Tras la invasión alemana de Bélgica el 4 de agosto y la consiguiente violación de su neutralidad, el panorama se hizo mucho más incierto ante el control oficial de la información y la autocensura de la prensa, fundados ambos en necesidades estratégicas de defensa nacional. Payró no ocultó su desconfianza respecto de las noticias difundidas por el gobierno belga, que contrastaban con las versiones propaladas por los numerosos refugiados que comenzaban a afluir a la ciudad: “¿Será verdad que el invasor se halla tan próximo, mientras las noticias oficiales nos lo pintan en retirada, rechazado en todas partes? ¿O el miedo, hace, como siempre, ver visiones? ¿Quién nos ha engañado, el gobierno o los que vienen a refugiarse en Bruselas?”12 Sin embargo, los testimonios de los vecinos de las zonas invadidas y una lectura entre líneas de los comunicados oficiales pronto lo hicieron concluir que “resulta evidente que los alemanes están a las puertas de Bruselas”.13 A pesar de esta certidumbre, a Payró le costó un gran esfuerzo procesar y aceptar el hecho irrefutable de la entrada de las tropas alemanas a la ciudad el 20 de agosto, que apenas mencionó en su crónica, aludiendo brevemente al desfile de los pelotones 8 9 10 11 12

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PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. La guerra vista desde Bruselas”, sin fecha, publicado en La Nación (en adelante LN) el 23 de marzo de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 806. PAYRÓ, Roberto Cartas informativas. El temor de la guerra, fechado en octubre de 1912 y publicado en LN el 21 de noviembre de 1912, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 272-275. PAYRÓ, “Cartas informativas. Amenazas”, fechado en julio de 1914 y publicado en LN el 19 de agosto de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 582. PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo”, fechado el 30 de julio de 1914 y publicado en LN el 9 de septiembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 600. PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, fechado el 14 de agosto de 1914 y publicado en LN el 22 de noviembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, p. 662. Sobre el éxodo de refugiados a las ciudades y la consiguiente difusión de información sobre las atrocidades alemanas, véase DE SCHAEPDRIJVER, Sophie La Belgique et la Première Guerre mondiale, Peter Lang, Bruselas, 2006, pp. 77, 104. PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, fechado el 14 de agosto de 1914, cit., p. 663.

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y al izamiento de la bandera alemana en el ayuntamiento.14 La incredulidad y la sensación de irrealidad persistían en él al día siguiente, llevándolo a señalar: “Nadie ha podido dormir tranquilo y todos nos levantamos muy temprano con la loca esperanza de que las cosas hayan cambiado radicalmente desde anoche, y de que los alemanes no estén ya en Bruselas”.15 Bajo el yugo alemán No obstante, esa ilusión pronto se desvaneció: la presencia de las tropas del invasor se incrementó en los días subsiguientes, se publicó el primer edicto alemán y comenzaron las requisas forzosas, instaurándose el régimen de ocupación. Asimismo, el aislamiento informativo se profundizó, al igual que el escepticismo de Payró respecto de la información oficial: “Estamos en una cárcel, separados completamente del mundo. Lo ignoramos todo, hasta lo que pasa en la misma Bruselas.16 Estamos rodeados de misterio, vivimos de conjeturas. Si nos llega una noticia, no tenemos medio alguno de comprobarla.17 Estamos condenados a no tener más noticias que las que los alemanes quieren darnos en sus carteles […] según los carteles oficiales alemanes, ni mueren, ni son heridos, ni retroceden nunca. Siguen adelante en todas partes, invencibles, sin recibir un rasguño, conquistando pueblos, provincias y países con solo presentarse”.18 La ansiedad alrededor de la guerra y el aislamiento informativo estimularon la aparición de un mercado clandestino de noticias, en el que diarios de las ciudades belgas aun no invadidas y de naciones vecinas como los Países Bajos, Francia o el Reino Unido se cotizaban a precios exorbitantes, lo que reflejaba el alto riesgo de una actividad severamente castigada por las autoridades de la ocupación.19 La inquietud social alimentó la especulación y las conjeturas, y derivó en la omnipresencia del rumor en 14 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, fechado el 20 de agosto de 1914, publicado en LN el 27 de noviembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, p. 680. 15 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, fechado el 21 de agosto de 1914 y publicado en LN el 27 de noviembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, p. 680. 16 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, fechado el 23 de agosto de 1914 y publicado en LN el 27 de noviembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, p. 682. 17 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 16 de septiembre de 1914 y publicado en LN el 30 de marzo de 1915, en Corresponsal de guerra…, p. 834. 18 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 23 de septiembre de 1914 y publicado en LN el 2 de abril de 1915, en Corresponsal de guerra…, p. 845. 19 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 23 de septiembre de 1914 y publicado en LN el 2 de abril de 1915, en Corresponsal de guerra…, p. 846.



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la vida de Bruselas. Aunque los rumores solían ser alarmantes, también expresaban la necesidad de certidumbres, de darle sentido a la situación estresante que encerraba la ocupación, de mantener la unidad y la moral frente al invasor, de proporcionar esperanza; en suma, actuaban como una estrategia de supervivencia. Payró advirtió que, tras la profusión de rumores mayoritariamente absurdos, operaban en muchos casos móviles bienintencionados: “Muchos [los] inventan con el generoso fin de mantener el buen ánimo del pueblo, y no dejar que el desaliento se apodere de él”.20 “Sospecho que más de un patriota se preocupa de poner en circulación rumores optimistas, para contrarrestar el efecto producido en el pueblo por los carteles alemanes, que cantan sin cesar el triunfo de sus armas. Entre estos patriotas, habrá, sin duda, algunos mejor intencionados que ilustrados y a estos debemos las noticias inverosímiles que nos llegan casi todos los días. Otros, los menos, aciertan, gracias a sus conocimientos y a su inteligencia, a mantenerse dentro de las posibilidades y hacer aceptar sus invenciones hasta por los escépticos”.21 La guerra instaló nuevos hábitos sociales y prácticas emocionales directamente relacionados con esa ansiedad de noticias e hizo surgir nuevas interacciones colectivas. La discusión de los rumores y de la prensa clandestina se convirtió casi en una liturgia social, que ocupaba una cantidad considerable del tiempo de la población: “…nunca falta quien, no habiendo podido procurarse el diario, acude a preguntar lo que dice, reanudando así la conversación iniciada en la mañana, y que ocupa la tarde, hasta la hora de salir. Se sale al fin, con el propósito de distraerse siquiera un momento, paseando por los alrededores; pero […] la preocupación es demasiado profunda para poder apartarla, y los pies nos conducen subconscientemente hasta el tranvía que ha de llevarnos a la reunión cotidiana de amigos ‘bien informados’, en la que se discuten con animación, a veces acaloradamente, los últimos sucesos, durante horas enteras […] A la hora de comer sería de un negro egoísmo no repetir en casa lo que, bueno o malo, falso o verídico, se ha cosechado fuera, y apenas 20 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, fechado el 24 de agosto de 1914 y publicado en LN el 28 de noviembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, p. 683. 21 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 28 de septiembre de 1914 y publicado en LN el 28 de marzo de 1915, en Corresponsal de guerra…, p. 850.

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se acaba de vaciar el saco, llega invariablemente algún otro grupo de amigos con quienes forzoso es volver a empezar”.22 Payró observó que la guerra se había convertido en la única obsesión de la sociedad, en una psicosis colectiva, en un círculo vicioso: “Monomaníacos de la guerra, dormimos en plena acción militar, y el cerebro sigue el impulso recibido durante todo el día, fingiéndonos batallas y matanzas, incendios y saqueos, fusilamientos y violaciones… No sé cómo la gente no se vuelve loca con esta vida de continua tensión. Quizá lo esté. Quizá la generalización de la locura no nos permita advertirla en los otros ni en nosotros mismos […] Y este estado enfermizo del criterio y aun de la atención se manifiestan de una manera más o menos aguda en todos los sexos y en todas las clases sociales”.23 Esta monomanía se retroalimentaba de ciertos consumos culturales que nutrían y reavivaban el fervor bélico: “Las señoras mismas leen novelas militares, La guerra y la paz de Tolstoi; La Débâcle de Zola;24 los relatos de Erckmann-Chatrian25 […] Los hombres preparados estudian la organización militar, los tratados de alianza, la historia diplomática de estos últimos tiempos y corren tras de los pocos diarios que se introducen clandestinamente en Bruselas. Y de este modo la conversación no sale jamás del círculo de la guerra”.26 La ocupación alemana había introducido una drástica disrupción en las rutinas tradicionales de la sociedad bruselense: “…estas noches son largas, muy largas. A las nueve se han cerrado todos los cafés y las casas de comercio, y antes de las diez ya no 22 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, sin fecha, publicado en LN el 2 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit. pp. 699-700. 23 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, sin fecha, publicado en LN el 2 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit. pp. 700-701. 24 Ambientada en la guerra franco-prusiana. 25 Émile Erckmann (1822-1899) y Alexandre Chatrian (1826-1890) fueron dos escritores franceses coautores de novelas históricas muy populares narradas desde una perspectiva nacionalista y antigermana. 26 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, sin fecha, publicado en LN el 1 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra, cit., pp. 698-699.



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andan tranvías. Apenas si entre las nueve y las doce resuenan en las aceras los pasos de algunos transeúntes retrasados y en el aire el murmullo de alguna discreta conversación”.27 El sonido –o su ausencia– suelen cobrar una centralidad inusual en tiempos de guerra,28 que posee una “huella acústica” que ahoga todo sonido alternativo.29 La Bruselas ocupada fue enmudeciendo y la música fue virtualmente desterrada en señal de luto colectivo por la guerra, constituyendo un indicador muy claro del humor social.30 La contracara de ese silencio luctuoso era el sonido ambiguo de los cañones, desesperadamente auscultado por los bruselenses en busca de indicios de los avances de las operaciones militares y, por ende, investido de la facultad de despertar ilusiones o de desatar el pánico: “…se piensa en descansar cuando el cañón no truena a lo lejos, porque entonces se le escucha tratando de interpretar su voz y penetrar el misterio de la noche y la distancia. ¿Qué dice? ¿Contra quién ruge? ¿Nos amenaza? ¿Nos anuncia la liberación?”31 “…según se acerca o se aleja, aviva o amortigua las esperanzas […] Por momentos oímos sus estampidos tan próximos, que el combate parece desarrollarse a las puertas mismas de la ciudad. Pero después los ecos se ensordecen, pierden su intensidad, llevándose un poco las ilusiones que sostienen aún a este pobre pueblo”.32 El tronar del cañón constituía un sonido omnipresente que parecía instaurar un nuevo régimen de temporalidad regulador de las actividades sociales. En efecto, su voz contribuía a alterar la percepción del tiempo, a desdibujar las fronteras entre el día y la noche, a establecer una experiencia elástica de la temporalidad, oscilante entre el

27 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, fechado el 31 de agosto de 1914 y publicado en LN el 29 de noviembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 688. 28 DAMOUSI, Joy “Sounds and Silence of War: Dresden and Paris During World War II”, en DAMOUSI, Joy y HAMILTON, Paula –editores– A Cultural History of Sound, Memory, and the Senses, Routledge, Basingstoke, 2016. 29 MCLOUGHLIN, Kate Authoring war. The literary representation of war from the Iliad to Iraq, Cambridge University Press, New York, 2011, p. 23. 30 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 29 de septiembre de 1914 y publicado en LN el 5 de abril de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 854. 31 PAYRÓ, Roberto “Diario de un incomunicado (La guerra vista desde Bruselas)”, sin fecha, publicado en LN el 2 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra..., cit., p. 700. 32 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 28 de septiembre de 1914 y publicado en LN el 28 de marzo de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 850.

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presente perpetuo y desgastante de la espera a la súbita irrupción del ataque y la deducción de sus implicancias.33 Una peregrinación a las ruinas Periodista nato, Payró estaba ansioso de obtener información confiable sobre la invasión alemana y las atrocidades que se le atribuían a sus tropas, para lo cual necesitaba superar los obstáculos derivados de la falta de noticias y de las particularidades de la ocupación de Bruselas, una situación peculiar de la que el propio Payró se percataba: “Bruselas goza de un régimen excepcional, extremadamente benigno si se lo compara con el que pesa sobre otras desgraciadas poblaciones”.34 En efecto, la continuidad de la presencia de diplomáticos extranjeros en la capital belga atenuó los rasgos más violentos desplegados por el invasor en otras áreas del país, mostrando que las experiencias de la ocupación diferían según la importancia estratégica de cada localidad, entre otras circunstancias.35 Nuestro corresponsal pudo acceder a un relato de primera mano sobre la violencia de la invasión y de la ocupación a través de su primogénito, Roberto Jorge, quien se había enlistado como camillero en la Cruz Roja. A pedido de su padre, a su regreso de los campos de batalla puso por escrito sus vivencias, que fueron reproducidas en las columnas de La Nación.36 No obstante, Payró se mostró decidido a obtener por su propia cuenta un panorama más amplio y directo de los acontecimientos bélicos. Aprovechando un relajamiento temporario de las restricciones a la libre circulación de las personas, un amigo suyo (cuya identidad preservó) obtuvo un permiso de las autoridades alemanas para viajar por la región comprendida entre Bruselas, Amberes y Lovaina, acompañado de varias personas, entre ellas nuestro corresponsal y su hijo Roberto.37 El viaje fue realizado 33 Para el análisis de diferentes percepciones del tiempo durante la Gran Guerra, véase HALEWOOD, Louis; LUPTAK, Adam y SMYTH, Hanna –editores– War Time: First World War Perspectives on Temporality, Routledge, Basingstoke, 2018. 34 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado la primera semana de noviembre de 1914 y publicado en LN el 20 de abril de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 913. 35 DE SCHAEPDRIJVER, Sophie La Belgique…, cit., p. 116. Para otra experiencia peculiar de ocupación de una ciudad belga, véase DE SCHAEPDRIJVER, Sophie Bastion: occupied Bruges in the First World War, Hannibal, Brujas, 2014. 36 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 14 de septiembre de 1914 y publicado en LN entre el 27 y el 29 de marzo de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 823-832. María Ana Bettini, la esposa de Payró, se enlistó también en la Cruz Roja, en su caso como enfermera voluntaria en un hospital de Bruselas (LARRA, Raúl Roberto J. Payró. El novelista de la democracia, Editorial La Mandrágora, Buenos Aires, 1960, p. 227). 37 El viaje había sido organizado y dirigido por el pedagogo Alexis Sluys. Los otros acompañantes de Payró fueron el violinista belga Mathieu Crickboom, el especialista en folklore Isidoor Teirlinck y el corresponsal de El Liberal de Madrid, Ricardo Aznar Casanova (Carta de Alexis Sluys al Ministro de Guerra belga, fechada en Bruselas el 30 de septiembre de 1919) [en línea] idesetautres.be/upload/



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en automóvil e incluyó numerosas paradas de control de documentación, atravesando varias de las denominadas “ciudades mártires” y también pequeñas aldeas.38 Viajes de Payró

Mapa elaborado por Paulo Gonzalo Pires.

En esta “peregrinación a las ruinas”, como Payró tituló sus contribuciones, o “conmovedora peregrinación al Calvario belga”, como la denominó en otra ocasión,39 registró con consternación un paisaje arrasado por las nuevas técnicas bélicas: “No se veía un alma. No se oía un rumor. Era la soledad de una ruina antigua, sin belleza, y el corazón comenzó a oprimírsenos ante ese primer cuadro de la guerra moderna”.40 Durante el viaje, Payró contrastó los lugares devastados con sus propios recuerdos de ellos, preguntándose con nostalgia: “¿Cómo describirlos? ¿Cómo variar la ALEXIS%20SLUYS%20LETTRE%20MANUSCRITE%2019190930.zip (Consulta: 30 de octubre de 2018). 38 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 16 de octubre de 1914 y publicado en LN el 17 de abril de 1915, y “Diario de un testigo. Peregrinación a las ruinas”, sin fecha, publicado en LN el 4 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 902-903, 711-718, respectivamente. 39 PAYRÓ, Roberto “La dominación alemana en Bélgica”, cit. 40 PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. Peregrinación a las ruinas”, sin fecha, publicado en LN el 4 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 711.

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monótona repetición de las mismas palabras: ruinas, escombros, montones de ruinas, hacinamiento de escombros?”41 El autor de Pago Chico describió sus sentimientos ante la destrucción con palabras elocuentes: “estupefacción”, “desolación”, “horror”, “catástrofe”, “visiones de espanto”, “angustia”.42 En el transcurso y después de su excursión a las ruinas, el silencio reinó en la comitiva, en una patente expresión del carácter incomunicable e inenarrable de las percepciones personales y de la inexistencia de un léxico capaz de transmitir las emociones despertadas por el espectáculo de la destrucción:43 “El único monótono comentario que se nos escapaba era: ‘¡Qué horror! ¡qué horror!’, y sin embargo habíamos llegado harto tarde para encontrar aquellas ruinas sembradas de cadáveres destrozados. No veíamos más que la materialidad exterior de aquella catástrofe provocada por la mano y ¡ay! la inteligencia del hombre”. La evaluación de su periplo fue descorazonadora: “…mis ojos vieron otros muchos cuadros de horror. Pero no me quedan ánimos para evocarlos ahora. Solo acierto a repetir que Bélgica es una inmensa ruina, un campo de desolación […] nunca, nunca, volverá a ser lo que ha sido, por bien que se le compense su heroico sacrificio, por mucho que sus laboriosos hijos se esfuercen por curar sus heridas. […] ya no será la que conocí y amé antes de la brutal agresión, antes del salvaje ensañamiento de sus amigos de ayer”.44 Días después de esta perturbadora experiencia, Payró emprendió un viaje a Ámsterdam para enviar su correspondencia a La Nación y para arreglar futuros despachos, reencontrándose con las realidades sombrías de la guerra. Nuestro autor se desplazó desde Bruselas a Moelingen en automóvil y, tras cruzar la frontera, a Maastricht a pie, tomando desde allí un tren a Ámsterdam (Figura VI – 1). Dio cuenta de haber encontrado durante el viaje “huellas de la catástrofe, pero mis ojos estaban ya habituados a las ruinas, y el sentimiento se amortigua por la costumbre…”,45 evidenciando así la normalización de la experiencia disruptiva de la guerra. Por otro lado, registró el categórico contraste entre la lúgubre realidad cotidiana de Bruselas y la animación 41 PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. Peregrinación a las ruinas”, sin fecha, publicado en LN el 4 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 717. 42 PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. Peregrinación a las ruinas”, sin fecha, publicado en LN el 4 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 711–718. 43 Acerca del silencio y de los desafíos de encontrar un lenguaje adecuado para representar la guerra, véase MCLOUGHLIN, Kate Authoring war..., cit., pp. 135–138. 44 PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. Peregrinación a las ruinas”, sin fecha, publicado en LN el 4 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 713. 45 PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. En Holanda”, fechado en noviembre de 1914 y publicado en LN el 28 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 745.



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de Ámsterdam y La Haya. Este breve contacto con la sociedad holandesa le ofreció un efímero retorno a la normalidad, un alivio temporal a la angustia producida por la experiencia de la ocupación, “una ráfaga de aire puro para un asfixiado”,46 una “escapatoria fuera de la campana neumática”.47 Sin embargo, su fugaz estancia en los Países Bajos también significó una súbita inmersión en la realidad: “Allí vi con espanto el triangulito que quedaba de Bélgica y en que combate el rey a la cabeza de su minúsculo ejército [véase la Figura VI - 1]; allí vi que la línea de los aliados estaba lejos, muy lejos […] Y al comprender que habíamos estado forjándonos ficciones sin un átomo de fundamento […] me pregunté por qué aberración cerebral, por qué contagio suspenso en la atmósfera, se llega a creer sin pruebas que es realidad el simple deseo, junto con todo un pueblo que vive en la ilusión, y quizá también de la ilusión…”.48 Una crónica interrumpida En el transcurso de su peregrinaje por la Bélgica ocupada, Payró investigó personalmente los casos de dos víctimas de la violencia alemana que guardaban una relación directa con la Argentina: el vicecónsul honorario en Dinant, Rémy Himmer, ejecutado durante la invasión de esa “ciudad mártir”, y el canciller del Consulado General en Amberes, Juan Teodoro Le Maire, fallecido durante el bombardeo de la ciudad.49 El corresponsal de La Nación entrevistó in situ a los familiares de Himmer y a testigos del hecho, y recibió informaciones del ministro Blancas y del agregado militar argentino, coronel Lorenzo Bravo. A la ejecución de Himmer se sumó la destrucción de la bandera y del escudo del consulado, el saqueo de su edificio y el incendio de los archivos. El gobierno argentino ordenó a sus legaciones en Bruselas, Berlín y La Haya que investigaran el caso y terminó por aceptar la explicación del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, que negó que se hubieran agraviado los símbolos nacionales y que afirmó que las tropas alemanas desconocían el status diplomático de Himmer. En consecuencia, se dio por concluido el incidente. En el caso de Le Maire, su muerte fortuita en el marco del bombardeo de Amberes no impactó sobre las relaciones argentino-germanas.50 46 PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. En Holanda”, fechado en noviembre de 1914 y publicado en LN el 30 de diciembre de 1914, en Corresponsal de guerra..., cit., pp. 754–755. 47 PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado en la primera semana de noviembre y publicado en LN el 19 de abril de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 911. 48 Idem, p. 912. 49 PAYRÓ, Roberto “Diario de un testigo. Dos representantes argentinos muertos en la guerra”, fechado el 20 de octubre de 1914 y publicado en LN el 17 de noviembre de 1914, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 641–642. 50 Archivo Histórico de Cancillería (AMREC), Legajo AH/0044/1 Fusilamiento del vicecónsul argentino

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Estas crónicas tuvieron un fuerte impacto en la opinión pública argentina y también en algunos órganos de prensa europeos.51 La difusión de esta perspectiva acerca de la guerra condujo a los diplomáticos y comerciantes germanos radicados en Buenos Aires a alertar a las autoridades de la ocupación en Bruselas.52 Como resultado, en septiembre de 1915 se allanó por primera vez su casa de la Avenida Brugmann 327, en la comuna de Uccle, incautándose muchos de sus escritos y papeles personales, entre ellos el manuscrito de El capitán Vergara.53 Se lo acusó de “publicaciones hechas contra Alemania y mandadas desde Bruselas por conductos particulares violando las disposiciones alemanas que prohíben todo envío de correspondencia que no pase por la censura”.54 Meses después, tras un nuevo allanamiento, se le agregaron los cargos de “posesión de escritos y documentos prohibidos por la censura”.55 No obstante, Payró nunca fue procesado, permaneciendo en una suerte de limbo judicial durante el resto de la guerra y siendo amenazado con ser internado en un campo de prisioneros civiles en Alemania, multado y, durante varios meses, obligado a presentarse diariamente ante la Kommandatur.56 La documentación diplomática recoge solo estas acusaciones que pesaban oficialmente sobre Payró. Sin embargo, es posible que en este prolongado conflicto operaran otras razones no explicitadas por las autoridades de la ocupación. Según algunas fuentes, en los interrogatorios a los que fue sometido el escritor argentino se le preguntó por un eventual contacto con la enfermera británica Edith Cavell, ejecutada en 1915 en Bruselas por colaborar con la resistencia belga.57 Por otra parte, como atestiguara

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en Dinant Sr. Himmer, y Legajo AH/0044/2 Muerte del canciller del Consulado Gral. en Amberes, Sr. Lemaire a consecuencia del bombardeo de esa plaza. El periódico parisino Le Figaro tradujo los artículos de Payró sobre Dinant, que fueron reproducidos más tarde por los periódicos belgas Le XXe siècle (“Pires que des sauvages. Les massacres de Dinant. Le Consul Argentin, M. Himmer, fusillé”, 17 de diciembre de 1914) y L’Echo Belge (“A Dinant”, 26 de diciembre de 1914). PAYRÓ, Roberto “La dominación alemana en Bélgica”, cit. Según recordaría nuestro autor, le habían incautado “unos cuantos kilogramos de papel manuscrito, noticias y apuntes dactilografiados […] diversos folletos y libros, ejemplares de diarios franceses e ingleses –que me habían costado más que su peso en oro–, números de La Libre Belgique pesadilla de la policía alemana, varias caricaturas […] el papel de calcar en la máquina usado, mi libro de direcciones” (PAYRÓ, Roberto “La dominación alemana en Bélgica”, cit.). Sus papeles fueron trasladados luego a Berlín y volverían a su poder recién en 1920, cuando la Comisión Interaliada de Recuperaciones se los restituyó (PAYRÓ, Julio E. “Prefacio”, en PAYRÓ, Roberto J. El diablo en Bélgica, Quetzal, Buenos Aires, 1953, p. 9). AMREC, Legajo AH/0056/1 Bélgica. Detención del ciudadano argentino Roberto J. Payró, por autoridades alemanas en Bruselas, Nota del ministro argentino Alberto Blancas al Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina (MRREE), José Luis Murature, fechada en Bruselas el 24 de septiembre de 1915, f. 3. AMREC, Legajo AH/0056/1, Nota de Blancas al MRREE, fechada en Bruselas el 6 de febrero de 1917, f. 41. AMREC, Legajo AH/0056/1, Nota de Blancas al MRREE, fechada en Bruselas el 26 de enero de 1916, foja 10; y Nota de Blancas al MRREE, fechada en Bruselas el 22 de febrero de 1917, ff. 52-53. LARRA, Raúl Roberto J. Payró, cit., p. 248; PAYRÓ, Roberto “Mi abuelo”, en Corresponsal de



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tras la guerra el pedagogo Alexis Sluys, cercano a Payró, este habría dado refugio en su casa a 55 soldados belgas heridos que habían huido de los alemanes y facilitado luego su retorno al frente.58 Es factible que las autoridades de la ocupación tuvieran indicios de esta faceta del compromiso activo del escritor con la causa belga, pero que carecieran de evidencias que los respaldaran más allá del plano de la sospecha. Las tensas relaciones que la situación de Payró generó entre la legación argentina en Bruselas y las autoridades de la ocupación derivó en que el gobierno argentino delegara la gestión de su repatriación en el ministro argentino en Alemania, Luis B. Molina. La condición del gobierno alemán para acceder a esta solución para el caso era que, previamente a su retorno a la Argentina, el escritor pasara algunas semanas en Berlín, donde se le entregaría el pasaporte. El escritor se negó a hacerlo, dado que consideró que no existían garantías reales para su retorno a la Argentina: “[esa condición] me autorizó a todo orden de sospechas: […] podía tratarse de ejercer presión sobre mí antes de darme en Alemania el permiso definitivo, y en vista de mi inevitable negativa a aceptar imposición alguna que me restase una vez fuera, someterme con cualquier pretexto a un régimen de violencia que conozco demasiado y que sería aun más duro en aquel país, pues allí caería, sin atenuaciones de derecho internacional, bajo la acción de las leyes y decretos alemanes”.59 En consecuencia, Payró permaneció en Bruselas hasta el final de la guerra. Los continuos incidentes con las autoridades locales impidieron su trabajo y condujeron al cese del envío de sus contribuciones a La Nación y a lo que definió como “una situación moral y materialmente insostenible”.60 El perjuicio moral al que aludía nuestro autor derivaba del continuo hostigamiento de las autoridades de la ocupación, tendiente a “circunscribir mi campo de acción hasta paralizarme por completo”. Payró estableció un nexo directo entre la persecución de la que era objeto y sus reportes a La Nación: “Estas correspondencias no tuvieron la virtud de agradarles, pero culpa es de sus hechos, no de mis palabras”.61 Señaló que, tras el primer incidente con las autoridades germanas,

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guerra..., cit., pp. 22-23. Sobre el rol de Cavell, véase DEBRUYNE, Emmanuel Le réseau Edith Cavell. Des femmes et des hommes en résistance, Racine, Bruselas, 2015. Carta de Alexis Sluys al Ministro de Guerra belga, cit. Roberto Pablo Payró reitera también esta información (PAYRÓ, Roberto Pablo “Mi abuelo”, cit.). AMREC, Legajo AH/0056/1, cit., Nota de Blancas al MRREE fechada en Bruselas el 15 de agosto de 1917, f. 220. AMREC, Legajo AH/0056/1, Nota de Roberto J. Payró a Alberto Blancas, fechada en Bruselas el 22 de enero de 1918, f. 217. AMREC, Legajo AH/0056/1, Nota de Roberto J. Payró a Alberto Blancas, fechada en Bruselas el 22 de enero de 1918, f. 218.

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“…no volví a enviar escrito alguno a ‘La Nación’ ni a nadie, no adopté el papel de agitador, no provoqué en forma alguna al ocupante: me limité a observar y a tomar nota de lo que observaba, para escribir más tarde, una vez terminada la guerra, los resultados de este examen, justo e imparcial en lo humanamente posible. Esta actitud correcta y tranquila no satisfizo tampoco a las autoridades alemanas, probablemente deseosas de suprimir mi voluntad y mi pensamiento…”.62 “[Estos incidentes] habían durado meses enteros, como si se quisiera prolongarlos para mantenerme en continua zozobra, quitándome la tranquilidad de espíritu que exije [sic] toda labor intelectual”.63 Ese malestar moral fue reforzado por las constantes amenazas de ser enviado prisionero a una fortaleza alemana y por la actitud hostil del gobierno argentino frente a sus reclamos, excepción hecha del ministro Blancas, a quien reconoció por su constante y valiente respaldo.64 Desde el punto de vista material, Payró calificó su situación como “precaria e insostenible, aun cuando poseamos algunos modestos bienes en la Argentina, lo que debiera ponernos al abrigo de la miseria”. La miseria encontraba sus raíces en el bloqueo económico aliado y en los los rigores de la economía de guerra y de las exacciones del régimen de ocupación, que tempranamente habían originado una crisis humanitaria que se profundizaría a lo largo de la contienda.65 A raíz de la crisis, el escritor argentino se había visto obligado a “recurrir al crédito que, pese a la evidente benevolencia de mis amigos, imposibilitados como yo, ha acabado por agotarse. He tenido, pues, que vender alhajas, muebles y libros para acudir a las necesidades más 62 AMREC, Legajo AH/0056/1, Nota de Roberto J. Payró a Alberto Blancas, fechada en Bruselas el 22 de enero de 1918. 63 AMREC, Legajo AH/0056/1, Nota de Roberto J. Payró a Alberto Blancas, fechada en Bruselas el 22 de enero de 1918, f. 219. 64 AMREC, Legajo AH/0056/1, Nota de Roberto J. Payró a Alberto Blancas, fechada en Bruselas el 22 de enero de 1918, ff. 221-223. El ministro argentino en Alemania, Juan B. Molina, y el asesor letrado del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, Eduardo Sarmiento Laspiur, condenaron reiteradamente la actitud y las demandas de Payró, así como la protección que le brindaba Blancas. 65 Acerca de la situación económica y social de Bélgica en este periodo, véase DE SCHAEPDRIJVER, Sophie La Belgique…, cit. La gravedad de la crisis alimentaria belga dio lugar a la formación de entidades transnacionales de ayuda humanitaria que fueron muy activas a lo largo de la contienda, como la Comisión para el Socorro de Bélgica (Commission for Relief of Belgium), creada y dirigida por Herbert Hoover. El propio Payró había apelado a la solidaridad argentina en sus crónicas, instando a los lectores a efectuar donaciones para el Comité Central de Asistencia y Alimentación (Comité Central de Secours et d’Alimentation), que distribuía en Bélgica la ayuda recaudada por la Comisión de Hoover (PAYRÓ, Roberto “La destrucción. La guerra vista desde Bruselas (Diario de un testigo)”, fechado el 9 de octubre de 1914 y publicado en LN el 12 de abril de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 883). Sobre la ayuda humanitaria argentina destinada a Bélgica, véase TATO, María Inés La trinchera austral. La sociedad argentina ante la Primera Guerra Mundial, Prohistoria, Rosario, 2017, pp. 80-81.



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imperiosas, pero este medio no tardará en faltarme también. Entonces tendré que acudir, aunque poseyendo bienes, a los socorros de la beneficencia”.66 Si las crónicas de Payró del primer año de la guerra transmitían la creciente sensación de sofocación, de agobio, de desesperanza, de incertidumbre que producía en él la experiencia de la ocupación de Bruselas, sin duda estas emociones se intensificaron a partir de 1915 con el hostigamiento de las autoridades alemanas y la interrupción forzada de su labor. El enemigo ya no solo sitiaba Bruselas, sino que la invadía al irrumpir violentamente en las consciencias individuales: “En la ciudad sitiada el cerco se detiene al pie de las fortificaciones; en la invadida se prolonga hasta el mismo interior de los hogares”.67 El retorno a la normalidad La victoria aliada tomó a Payró por sorpresa, probablemente como resultado de la combinación del control de los flujos de información por el ocupante, que había contribuido a instalar el mito de la invencibilidad alemana,68 y de la naturaleza compleja de la experiencia del tiempo en la guerra, percibido como una continuidad constante, como un presente perpetuo.69 Nuestro corresponsal describió así su asombro y sus sentimientos encontrados ante el final de la tragedia de la guerra: “Pese a las fiestas ruidosas, a las revistas brillantes, al paso de las tropas aguerridas, a las manifestaciones […] a los vítores, las músicas y los aplausos, fuerza es confesar que no habíamos salido aún completamente de nuestro estupor y que no nos dábamos exacta cuenta del milagro […] El paso de las sombras a la luz ha sido harto brusco para no dejarnos deslumbrados. […] La horrible pesadilla había durado cincuenta y dos meses y no era posible ahuyentar de un golpe sus fantasmas. Solo ahora volvemos a entrar, y eso poco a poco, en el pleno dominio de nuestras facultades. Convalescemos de una enfermedad que pudo ser mortal, renaciendo lentamente a la vida. Pero, aunque el regocijo se prolongue y se haga más consciente y completo, aún nos sentimos sobrecogidos por el recuerdo de las matanzas, las devastaciones, la tiranía quisquillosa e implacable, la exacción, la estrechísima escasez en que hemos vivido, el hambre que nos amenazaba”.70 66 AMREC, Legajo AH/0056/1, cit., foja 223. Posteriormente, el gobierno argentino actuó como intermediario de varios giros efectuados desde la Argentina por allegados al escritor. 67 PAYRÓ, Roberto “La dominación alemana en Bélgica”, cit. 68 DE SCHAEPDRIJVER, Sophie La Belgique…, cit., p. 238. 69 MCLOUGHLIN, Kate Authoring war…, cit., pp. 107-108. 70 PAYRÓ, Roberto “A guisa de prólogo”, fechado el 9 de diciembre de 1918 y publicado en LN el 27 de

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Hasta su regreso definitivo a la Argentina en 1922, Payró evocó la experiencia de la guerra en Bélgica en algunos de sus artículos para La Nación. Uno de los más emotivos se centró en su visita al principal teatro de la contienda en territorio belga: los campos de batalla del Yser. En una suerte de reedición de su “peregrinación a las ruinas” de 1914, el escritor recorrió la región en torno a las ciudades de Ypres, Dixmuda y Nieuwpoort (Figura VI – 1), “que han quedado arrasadas, como tantas otras ciudades y aldeas, hasta sus cimientos, y cuyas comarcas son hoy pantanos estériles, campos de desolación”;71 “[d]e cuando en cuando, como un oasis, se ve un rincón de tierra indemne; pero, en general, todo ha desaparecido: aldeas, caseríos, capillas, granjas, y en vano se consultaría el mapa tratando de orientarse, pues no queda en la comarca un solo punto de referencia”.72 Tras historiar la decisión de los altos mandos belgas de inundar las llanuras del río Yser como estrategia para detener el avance alemán en octubre de 1914, Payró describió “las llagas y cicatrices” que los combates en ese frente dejaron sobre el otrora fértil paisaje: un “montón de ruinas, ennegrecidas por los incendios, de muros desplomados, de ladrillos hechos polvo, de hierros retorcidos, de vigas carbonizadas […] muñones de troncos negros, árboles decapitados a cañonazos”.73 Las trincheras eran tal vez la huella más lacerante en el paisaje de la región y ante ellas nuestro corresponsal se mostró profundamente conmovido y empático con quienes durante cuatro años se vieron forzados a habitarlas: “Cuando se penetra en ellas no es posible dejar de estremecerse pensando que en aquel cenagal, en aquella atmósfera nauseabunda, han vivido, siempre prontos a combatir y a sacrificarse, seres humanos, civilizados, conscientes, generosos, convertidos en trogloditas, empapados, ateridos de frío, bajo la continua amenaza de las balas, de las granadas, de las marmitas, de los torpedos aéreos, de los gases ponzoñosos, de las minas que pueden explotar donde menos se piensa, del bombardeo de los aeroplanos, sin agua que beber […] la guerra ha retrotraído la región a las épocas prehistóricas…”.74 De su visita a los campos de batalla del Yser, Payró extrajo otra vez como lección el repudio absoluto a la guerra:

febrero de 1919, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 1045. 71 PAYRÓ, Roberto “El campo de batalla de Bélgica”, fechado el 18 de diciembre de 1918 y publicado en LN el 1 de marzo de 1919, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 1053. 72 PAYRÓ, Roberto “El campo de batalla de Bélgica”, fechado el 18 de diciembre de 1918 y publicado en LN el 1 de marzo de 1919, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 1057. 73 PAYRÓ, Roberto “El campo de batalla de Bélgica”, fechado el 18 de diciembre de 1918 y publicado en LN el 1 de marzo de 1919, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 1054-1055. 74 PAYRÓ, Roberto “El campo de batalla de Bélgica”, fechado el 18 de diciembre de 1918 y publicado en LN el 1 de marzo de 1919, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 1056-1057.



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“Monótona y angustiosa es esta descripción, pero más monótona, más deprimente, es aún la realidad. Imagine el lector que este campo de batalla, este campo de desolación, ocupa mil de los treinta mil kilómetros cuadrados de Bélgica […] Esto es lo que ha cosechado la desmedida ambición humana: la miseria, el desierto y la muerte…”.75 “Visitar esta región es como recorrer un país trastornado por tremenda convulsión volcánica […] un paisaje lunar sin vegetación, sin vida animal, donde solo a fuerza de heroísmo ha podido sostenerse el hombre. Visitarlas, recorrerlas, es hallarse bajo el peso de abrumadora pesadilla, de la que solo puede sacarse un resultado provechoso: la condenación indignada de la guerra…”.76 Los recuerdos de la contienda emergieron también en artículos dedicados a la prensa clandestina, a la deportación de trabajadores belgas a Alemania para servir en las industrias de guerra, al impacto en Bruselas de la revolución alemana de noviembre de 1918 y a la cobertura de algunos escándalos públicos, relativos a los especuladores que medraron con las necesidades de la población durante la ocupación y al colaboracionismo con el enemigo.77 Asimismo, las tres conferencias que el escritor dictó en su fugaz paso por Buenos Aires en 1919 versaron sobre la experiencia bélica.78 Sin embargo, luego de 1918 el grueso de sus colaboraciones periodísticas estuvo dedicado al futuro de Bélgica y de Europa. A diferencia de las referidas a la guerra, estas crónicas abandonaron el tono intimista y emotivo para adoptar un tenor neutro e informativo, expresando así la voluntad de su autor de dar vuelta la página y dejar atrás las traumáticas vivencias de los tiempos de la ocupación. A modo de conclusión Roberto Payró fue sin duda un testigo privilegiado del advenimiento de la Primera Guerra Mundial desde su puesto de observación como corresponsal de La Nación 75 PAYRÓ, Roberto “El campo de batalla de Bélgica”, fechado el 18 de diciembre de 1918 y publicado en LN el 1 de marzo de 1919, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 1059-1060. 76 PAYRÓ, Roberto “El campo de batalla de Bélgica”, fechado el 18 de diciembre de 1918 y publicado en LN el 1 de marzo de 1919, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 1054. 77 PAYRÓ, Roberto “Los alemanes en Bélgica. La prensa durante la ocupación”, publicado en LN el 13 de junio de 1919; “Recuerdos de la ocupación alemana. Tinieblas, hielo, soledad”, publicado el 24 de febrero de 1919; “La revolución alemana en Bélgica. Su primer aniversario”, publicado el 10 de noviembre de 1919; 1110-1117; “Zeep”, publicado el 14 de marzo de 1920; “Un gran proceso político y un arresto sensacional en Bélgica”, publicado el 23 de enero de 1921; “Los grandes procesos de la guerra: el derrotismo en Bélgica”, fechado en enero de 1921 y publicado el 17 de abril de 1921, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 1069-1081, 1033-1034, 1123-1132, 1173-1182, 1196-1211, respectivamente. 78 Las conferencias se titularon “La mujer belga en la guerra”, “La prensa clandestina en Bélgica” y “La invasión de Bélgica”.

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en la capital belga. Desde allí narró, con trazos notablemente vívidos, su estallido, la violación de la neutralidad de Bélgica y su posterior invasión y ocupación, en crónicas profusamente documentadas, basadas en la consulta y en la contrastación de múltiples fuentes: información oficial de ambos bandos, prensa belga e internacional, relatos de testigos directos de los acontecimientos y, en la medida en que las restricciones impuestas por las autoridades de la ocupación se lo permitieron, en investigaciones de campo propias en los escenarios de los hechos. De esa manera, se esforzó por ofrecer a sus lectores argentinos un análisis lo más actualizado, veraz y objetivo posible. En consecuencia, sus contribuciones periodísticas son de una notable riqueza informativa, aun cuando –como lo reconocía él mismo– se hallaban severamente limitadas en su alcance por el aislamiento comunicacional que la guerra en general y el régimen de ocupación en particular imponían a la circulación de noticias. Sin embargo, Payró no fue un mero testigo que observó pasivamente los dramáticos acontecimientos que registró, sino también un actor que los experimentó y padeció intensamente, transmitiendo a sus lectores sus vivencias y emociones profundas, compartidas con los habitantes de la Bruselas ocupada. En ese sentido, en sus colaboraciones periodísticas se intersectan las emociones individuales y las colectivas. Este trabajo se propuso, precisamente, recuperar de sus crónicas la dimensión emocional de la guerra, las prácticas emocionales asociadas a la experiencia de la guerra y de la ocupación: la importancia social que adquiría el rumor; la obsesión por la guerra y las nuevas rutinas sociales asociadas a ella; la rejerarquización del sonido y del silencio; la transformación de la percepción del tiempo; el desarrollo de una mentalidad de asedio. Las crónicas de nuestro autor también permiten acceder al conjunto de valores y de respuestas emocionales a la guerra compartidas por el autor y por la mayor parte de la sociedad belga. Payró consideró que la experiencia de la guerra había actuado como un catalizador de la verdadera naturaleza de los individuos y de la sociedad, y que había hecho aflorar sus mejores cualidades, como el coraje, la empatía, la disposición al sacrificio y la resiliencia: “…el pueblo belga, que acaba de mostrarse tan noble y tan valeroso […] necesitaba, para exteriorizar sus virtudes, la terrible tragedia en que su país es héroe y víctima […] sensual, rico, burgués, vivía en la impasibilidad a que invitan la paz y la abundancia, y parecía despreocupado de las altas ideas y los hondos sentimientos generosos. […] guardaba, sin embargo, inagotables reservas de energía, de patriotismo, de inteligencia, de abnegación, que solo pedían una oportunidad para, en bien de la comunidad, derramarse como raudal fecundo”.79 79 PAYRÓ, Roberto Un ciudadano: el burgomaestre Max”, fechado en noviembre de 1914 y publicado en LN el 29 de enero y el 2 de febrero de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit., p. 779.



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En sus crónicas, esas virtudes estaban paradigmáticamente representadas por tres figuras destacadas. En primer lugar, por el alcalde de Bruselas, Adolphe Max (18691939), que rehusó cooperar con las autoridades de ocupación y fue por ello deportado a Alemania.80 En segundo lugar, por el cardenal Mercier (1851-1926), cuya carta pastoral constituyó casi un manifiesto en pos de la resistencia frente al invasor.81 Finalmente, por un héroe anónimo, un anciano que –bajo el nombre ficticio de Monsieur Dagimont, usado por Payró para preservar su identidad– actuó como nexo entre los soldados belgas y sus familias, encargándose de la entrega en persona de la correspondencia intercambiada entre ambos.82 La contracara de esos valores socialmente apreciados en el marco de la guerra estaba encarnada por las autoridades de la ocupación y por los ciudadanos belgas que, por debilidad o interés, cooperaban con ellas o no contribuían a la “unión sagrada”, como los colaboracionistas y los especuladores. La propia trayectoria de Payró durante la Gran Guerra refleja esas virtudes socialmente valoradas por sus contemporáneos. Este “Quijote argentino”, como lo definiera su amigo Alberto Gerchunoff precisamente por esa conducta,83 aun a costa del riesgo personal que corría bajo el estado de sitio de la ocupación alemana, manifestó un fuerte compromiso con la causa de Bélgica. Su activismo se manifestó, como hemos visto, en la denuncia de la violencia y de las arbitrariedades del invasor, en su campaña para la recaudación de ayuda humanitaria, en el involucramiento de su familia en actividades solidarias de la Cruz Roja y en la cooperación con la resistencia belga dando refugio en su hogar a soldados heridos. Este compromiso le fue posteriormente reconocido por el rey de Bélgica, que lo designó Oficial de la Orden de Leopoldo II en 1921 y, cinco años más tarde, le otorgó la Cruz de Caballero de la Orden de Leopoldo.84 En suma, las impresiones y las experiencias en tiempos de guerra que Payró volcó en sus crónicas ofrecen un prisma a través del cual examinar las emociones individuales y colectivas en una situación límite que cuestionó todas las certidumbres y que puso decisivamente a prueba la resiliencia de la sociedad belga.

80 PAYRÓ, Roberto “Un ciudadano: el burgomaestre Max”, fechado en noviembre de 1914 y publicado en LN el 29 de enero y el 2 de febrero de 1915, en Corresponsal de guerra…, cit. 81 PAYRÓ, Roberto “Bélgica invadida. La pastoral de monseñor Mercier”, fechada en febrero de 1915 y publicado en LN el 11 de marzo de 1915; “Bélgica invadida. El cardenal Mercier. Su respuesta al general von Bissing”, sin fecha, publicado el 16 de abril de 1916, en Corresponsal de guerra…, cit., pp. 1025-1030. 82 PAYRÓ, Roberto “Monsieur Dagimont. Correo del soldadito belga”, sin fecha, publicado en LN entre el 15 y el 19 de julio de 1915, en Corresponsal de guerra..., cit., pp. 999-1021. Desde marzo de 1915, una organización clandestina de la resistencia belga –Le Mot du Soldat (La Palabra del Soldado)– se encargó de la tarea de pasar correspondencia de contrabando entre el frente del Yser y los territorios ocupados (DE SCHAEPDRIJVER, Sophie La Belgique…, cit., p. 117). 83 GERCHUNOFF, Alberto Retorno a don Quijote, Sudamericana, Buenos Aires, 1951, pp. 43-53. 84 PAYRÓ, Roberto “Pablo, Mi abuelo”, cit., p. 21.

La traducción como argumento: Augusto Bunge frente a la Gran Guerra Cinthia Meijide

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n 1919 Augusto Bunge (1877-1943) publicó una traducción de la obra literaria del alemán Leonhard Frank,1 Der Mensch ist gut (El hombre es bueno, 1917) y un año después concluyó la traducción del libro Menschen im Krieg (Hombres en la guerra, 1917) del húngaro Andreas Latzko.2 Ambas ediciones cuentan con

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Leonhard Frank (1882-1961) fue un escritor expresionista alemán. Su primera obra Die Raüberbande (La banda de ladrones, 1914) obtuvo un importante éxito en Alemania y recibió por ella el premio Fontane. Su activa defensa del pacifismo durante la Primera Guerra Mundial lo condujo al exilio en Suiza, donde permaneció hasta el final de la guerra. En Zúrich publicó una novela autobiográfica, Die Ursache (La causa, 1916), y escribió las cinco novelas cortas que integran Der Mensch ist gut; la primera de ellas, Neue Jugend (Nueva juventud), fue publicada en Berlín y prohibida inmediatamente por la censura. No obstante, este libro, que exponía el horror de la guerra desde la perspectiva de las víctimas civiles, logró sortear la censura y difundirse de manera clandestina en Alemania. Según señala Lila Bujaldón, el libro llegó a los soldados alemanes del frente ruso en una edición de 500.000 ejemplares hecha en papel de diario por los socialdemócratas. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, Frank retornó a Alemania, donde permaneció hasta el ascenso al poder de los nacionalsocialistas. En 1933 migró a Zúrich y posteriormente a París, Londres y los Estados Unidos, donde vivió hasta 1950, año en que retornó a Munich. Entre sus obras más importantes se encuentran Der Bürger (El ciudadano, 1924), Karl und Anna (Carlos y Ana, 1926), Bruder und Schwester (Hermano y hermana, 1929), Von drei Millionen drei (Tres en tres millones, 1932) y Links, wo das Herz ist (A la izquierda, donde está el corazón, 1952). En la novela Tres en tres millones Frank narró los avatares de tres desocupados alemanes que durante el periodo de entreguerras migraron a Argentina. Para una la semblanza de Frank y la lectura del lugar que ocupan las fuentes argentinas en su novela, BUJALDÓN, Lila “Escenas de la crónica argentina de los años 30 en la novela alemana de la desocupación: Von drei Millionen drei de Leonhard Frank”, en ROHLAND DE LANGBEHN, Regula; VEDDA, Miguel y WAMBA GAVIÑA, Graciela –editores– Anuario argentino de germanística, VII, Buenos Aires, 2011. Andreas Latzko (1876-1943) fue un escritor pacifista de origen húngaro. Durante la Primera Guerra Mundial participó como oficial del ejército austrohúngaro en el frente del Isonzo. Enfermo de malaria y herido en la guerra, consiguió refugiarse en Suiza, donde escribió y publicó las seis novelas cortas de inspiración autobiográfica que integran Menschen im Krieg. El libro fue un importante éxito de ventas y se tradujo rápidamente a otras lenguas. No obstante, todos los países involucrados en la contienda lo prohibieron y el comando del ejército degradó a Latzko. En 1918 publicó Friedensgericht (El tribunal de la paz), Der wilde Mann (El hombre salvaje) y Frauen im Krieg (Mujeres en la guerra), con motivo de la conferencia internacional de mujeres socialistas celebrada en Berna. Un año después publicó Der letzte Mann [El último hombre]. Al finalizar la guerra, Latzko se mudó a Munich y posteriormente a Salzburgo, donde se desempeñó como periodista. En 1929 escribió su novela Sieben Tage (Siete días) y dos años después se trasladó a Ámsterdam, donde vivió hasta su muerte (“Latzko, Andreas”, Katalog der Deutschen Nationalbibliothek [en línea] https://portal.dnb.de/opac.htm (Consulta: 17 de enero de 2019); “Latzko, Adolph Andreas”, en Österreichisches Biographisches Lexikon 1815–1950, Viena, Verlag der Österreichischen Akademie der Wissenschaften, Vol. 5, 1972, pp. 43-44 [en línea] www. biographien.ac.at (Consulta: 17 de enero de 2019).

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extensos prefacios en los que el traductor expuso observaciones político-literarias y anécdotas personales vinculadas a las escenas de descubrimiento y traducción de los textos. Temáticamente las obras mencionadas dan cuenta del impacto de la Primera Guerra Mundial en la literatura escrita en lengua alemana y el libro de Latzko forma parte de lo que se conoce como “literatura del frente”, en tanto sus autores participaron activamente en la contienda.3 Pierre Bourdieu observó que la circulación internacional de las ideas despoja a los textos de sus contextos originarios de producción y circulación. De esta manera, textos producidos en contextos distantes adquieren significaciones particulares propias de nuevas lecturas y lectores que imprimen sobre las obras categorías de percepción y problemas específicos del campo local.4 Las traducciones de Bunge operan sobre el fondo de la extensa polémica que mantuvo dentro del Partido Socialista respecto del lugar que correspondía asignar a la Kultur alemana durante los años de la guerra y en la inmediata posguerra. En este trabajo se analizan las operaciones de traducción, selección y marcación textual efectuadas por Bunge en tanto intervenciones políticas y literarias dentro del campo intelectual argentino de la época. Traducir la guerra, interpretar el conflicto Propongo leer las traducciones de Augusto Bunge como parte de sus estrategias de posicionamiento e intervención política dentro del campo intelectual argentino de comienzos del siglo XX. Para señalar el lugar que ocupan las traducciones de las novedades literarias del frente alemán entre las estrategias de posicionamiento desplegadas por Bunge, es necesario tomar en consideración las características que reviste el campo intelectual local y la colocación particular de Augusto Bunge en esta escena. Como señalan Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, las condiciones propias del campo intelectual del periodo deben ser pensadas en términos de transición, en tanto “lo que caracteriza este momento de emergencia de un campo intelectual diferenciado es la trama de elementos arcaicos, propios de la estructura social precedente, y novedosos”.5 En el umbral del siglo XX, los gentlemen escritores típicos de la segunda mitad del siglo XIX compartían la escena con jóvenes escritores que encontraban nuevas vías de acceso e iniciación cultural, distantes de la trama de relaciones familiares y sociales que conformaban la “buena sociedad”. Como integrante de la elite porteña, Augusto Bunge mantenía vínculos con lo más granado de la sociedad, al tiempo que sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y su incorporación al

3 Sobre los escritores-combatientes, véase BEAUPRE, Nicolas Écrire en guerre, écrire la guerre. France - Allemagne 1914-1920, CNRS, París, 2006. 4 BOURDIEU, Pierre “Las condiciones sociales de la circulación internacional de las ideas”, en Actas de la investigación en Ciencias Sociales, Vol. 145, 2002. 5 ALTAMIRANO, Carlos y SARLO, Beatriz Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Siglo XXI, Buenos Aires, 2016, pp. 165-167.



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Partido Socialista lo pusieron en contacto con intelectuales, escritores y estudiantes universitarios provenientes de sectores sociales menos acomodados.6 Los intelectuales desempeñaron un papel significativo en la construcción de representaciones y valoraciones de la guerra y sus consecuencias. Como observa Olivier Compagnon, “a través de la prensa, de conferencias y por medio de asociaciones o de ligas especialmente creadas, los intelectuales desempeñan un papel de primer plano en la cristalización y en la difusión de representaciones de una guerra que agita lo que consideran entonces como el corazón del mundo civilizado”.7 La mayoría de ellos participó de una indisimulable aliadofilia, o más específicamente de una francofilia cara a la tradición de las elites intelectuales argentinas. A este factor decisivo en la configuración del campo intelectual local de las primeras décadas del siglo XX hay que agregar que la distancia respecto de la cultura alemana “se incrementaba por el monopolio de las comunicaciones ejercido por el Reino Unido tras el desencadenamiento de la conflagración”.8 Para el momento del estallido de la guerra, Bunge era un miembro destacado del Partido Socialista Argentino y la creciente aliadofilia del Partido, que hacia 1917 cobra un carácter elocuente, no estaba en sintonía con sus preferencias por la cultura y la ciencia alemanas. Durante los primeros años del conflicto bélico desencadenado en Europa, Bunge publicó diversos artículos en La Vanguardia, órgano de prensa del Partido Socialista, en los que destacó las responsabilidades de las naciones en pugna y reivindicó la cultura alemana, distanciándola de la asociación inmediata con las ambiciones políticas y militares del Imperio. Algunos de estos artículos fueron recogidos por el propio Bunge en 1918 bajo el título de Polémicas. Como observa Claudia de Moreno, estos artículos “fueron las credenciales para el inicio de una polémica entre el Comité Directivo del periódico y Augusto Bunge, quien vería retaceados los espacios en el diario, de acuerdo a las circunstancias políticas”.9 6

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Como señala Eduardo Cárdenas y Carlos Payá, “Augusto había descubierto el problema social al iniciar sus estudios de medicina. Venía de un mundo acomodado que lo había preservado del conocimiento de esas duras realidades. Fue visitando los conventillos como practicante de vacuna que ‘percibió cuán mal organizada estaba la vida, cuánto sufrimiento inútil, cuánta barbarie y violencia mantenían al estado social vigente’, según escribió después” (Augusto Bunge, Memorias inéditas, en CÁRDENAS, Eduardo José y PAYÁ, Carlos Manuel La familia de Octavio Bunge, Sudamericana, Buenos Aires, 1995, p. 279). Para una historia de la familia Bunge, ver también CÁRDENAS, Eduardo José y PAYÁ, Carlos Manuel La Argentina de los hermanos Bunge. Un retrato íntimo de la elite porteña del 1900, Sudamericana, Buenos Aires, 1997. COMPAGNON, Olivier América Latina y la Gran Guerra. El adiós a Europa (Argentina y Brasil, 1914-1939), Crítica, Buenos Aires, 2014, p. 68. TATO, María Inés “Contra la corriente. Los intelectuales germanófilos argentinos frente a la Primera Guerra Mundial”, en Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas / Anuario de Historia de América Latina 49, 2012, p. 209. DE MORENO, Claudia “¿Cultura o civilización?: Augusto Bunge y la Primera Guerra Mundial”, en Épocas. Revista de Historia 5, 2012, p. 37. A partir del análisis del léxico y las citas referidas en La Vanguardia, Magalí Chiocchetti constata que “las voces de los países centrales aparecieron poco entre las citas. En general, el accionar alemán

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En el frente intelectual local tanto como en las trincheras europeas, el año 1917 fue clave para el desarrollo de las disputas respecto del lugar que debía asumir la sociedad y el gobierno argentino ante una contienda que se extendía demasiado: los incidentes diplomáticos con Alemania, los hundimientos de buques de bandera nacional consecuencia de la guerra submarina a ultranza declarada por Alemania y la entrada en la guerra de los Estados Unidos agitaron los ánimos de aliadófilos y neutralistas.10 Como consecuencia de esta coyuntura y como parte de una estrategia de diferenciación respecto del gobierno radical de Yrigoyen, el Partido Socialista profundizó su preferencia por la Triple Entente y sus diputados votaron en el Congreso la ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania.11 Augusto Bunge, quien estaba entre los diputados por el bloque socialista, se abstuvo en esta votación, lo que dio a sus detractores nuevos argumentos para reprochar su sospechosa germanofilia. Si desde el estallido de la guerra, Bunge había remarcado su discordancia con la creencia generalizada de que la misma había sido iniciada por las ambiciones del Reich alemán, el año 1917 marcará un punto de tensión singular en sus relaciones con la dirección del Partido Socialista, en tanto la mencionada abstención y sus intervenciones en pos del sostenimiento de la neutralidad serán sospechadas de germanofilia, con todo el peso negativo y peyorativo que el adjetivo importaba en la época. En su defensa, volvería a insistir en el carácter imperialista de la guerra, haciendo hincapié en las ambiciones del bando aliado. Para oponerse a la representación generalizada de una Alemania imperialista, brutal y desbocada, Augusto Bunge tradujo las obras literarias de Latzko y Frank, ambas aparecidas en Europa en 1917. La sangre y la lengua: pecados de origen La preeminencia de las fuentes de información aliadas sumada a la tradicional francofilia de las elites intelectuales argentinas arrojó como resultado la circulación de obras literarias e informativas producidas por intelectuales y combatientes del bando aliado. En este contexto, las preferencias culturales de Bunge motivaron fuertes controversias y disputas, no solo en el seno del Partido Socialista, sino en el círculo más amplio de se dio a conocer a través de las mismas fuentes que mostraron los movimientos del sector aliado”. En su estudio, Chiocchetti constata la presencia de fuentes prioritariamente aliadas en las páginas de La Vanguardia (CHIOCCHETTI, Magalí “La Vanguardia y la Primera Guerra Mundial. Una construcción y confrontación de identidades políticas”, en Cuadernos de H Ideas. Revista electrónica sobre comunicación, política y sociedad 1 (1), diciembre 2007). 10 TATO, María Inés La trinchera austral. La sociedad argentina ante la Primera Guerra Mundial, Prohistoria, Rosario, 2017. 11 Como señala Daniel Campione: “El Congreso extraordinario del PS de fines de abril de 1917, convocado a partir del viraje hacia posiciones rupturistas del bloque parlamentario, dio lugar a un sorpresivo triunfo de las opiniones contrarias a la Guerra, y colocó la situación en un punto de crisis que se revelaría como no susceptible de ser revertido” (CAMPIONE, Daniel “¿Partido revolucionario o partido de gobierno? La fundación del Partido Socialista Internacional”, en CAMARERO, Hernán y HERRERA, Carlos Miguel –editores– El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Prometeo, Buenos Aires, 2005, p. 147).



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la intelectualidad argentina del periodo. Con motivo de la publicación de El culto de la vida, un extenso ensayo publicado por Bunge en 1915, Leopoldo Lugones escribió en el diario La Nación un artículo en el que reprochaba a Bunge una supuesta preferencia por la autocracia alemana que compartiría con los círculos militares argentinos. El autor de El Payador justificaba estas preferencias ideológicas en los “vínculos de raza” de Bunge.12 La respuesta no se hizo esperar y la réplica a Lugones no sería la única instancia de escritura en la que Bunge tuviera que distanciarse de las ambiciones del Imperio alemán. Las desaprobaciones a su preferencia cultural por el mundo germánico aparecerían sucesivamente bajo la forma de una crítica a la ligazón sanguínea, a la que Bunge respondió con manifiesto hartazgo en un debate sostenido con Enrique Dickmann en las páginas de La Vanguardia. Allí denunciaría las “antipatías ciegas” que colocaban a la cultura y al pueblo alemán bajo el signo único del imperialismo. Como Lugones, Dickmann reducía el neutralismo de Bunge a “la raza, el instinto atávico de la sangre, la cultura y la educación”. En un artículo titulado “La guerra a la paz”, recogido en Polémicas, Bunge respondió: “Como ésta es ya la tercera o cuarta vez que se sacan a relucir cuestiones de raza y de atavismo con motivo de opiniones mías sobre la guerra, y hasta con motivo de elogios a instituciones alemanas o a autores alemanes, ha de tolerarse que, sin hacer polémica, deje asentados algunos puntos. No he nacido ni me he criado en ninguno de los países envueltos en la guerra; tengo parientes de mi mismo apellido, de los cuales he conocido personalmente a algunos, en Holanda, Bélgica, Francia y Rusia, y no he conocido ni queda ninguno en Alemania. Mis simpatías y opiniones en la guerra no pueden, pues, ser inclinadas en el sentido en que lo están ni por lazos de origen ni por lazos de parentesco. ¿Pueden decir lo mismo quienes no las toleran? Veamos ahora los ‘atavismos’. Argentino hijo de argentinos, tengo tres cuartos de sangre de vasco y español, y si bien veo con mucho agrado mezclada a ella la ‘mancha’ de un cuarto de sangre alemanaescandinava, de mis abuelos solo he conocido a la abuela materna, argentina hija de argentinos […] y educada por un erudito francés. Y he recibido en este cosmopolita suelo, desde la infancia, una educación cosmopolita y políglota, que me ha capacitado para elegir de cada cultura lo que mejor me ha parecido. De manera que “el instinto atávico de la sangre, de la educación y la cultura” llama a mi espíritu

12 LUGONES, Leopoldo “El culto de la vida”, La Nación, 21 de noviembre de 1915, en BUNGE, Augusto Polémicas, Cooperativa Editorial Buenos Aires, Buenos Aires, 1918, pp. 173-182.

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a una universalidad que desearía, pero no pretendo, de los que no piensan ni sienten como yo, y tienen otros atavismos”.13 Bunge expuso su conocimiento de la lengua alemana como un “valioso instrumento” que lo posicionaba como mediador cultural con el campo intelectual germanoparlante. Asimismo, exhibió en reiteradas ocasiones su linaje familiar para que sus detractores no fundaran allí la crítica a su posicionamiento político ante la guerra.14 Su preferencia por el mundo de la ciencia y la cultura alemanas debía mostrarse compatible con la defensa de los intereses nacionales, por lo que se veía obligado a exhibir el pasaporte argentino para validar sus argumentos. Como ha observado María Inés Tato, “…durante los primeros años de la guerra, el centro de los argumentos esgrimidos por el heterogéneo campo germanófilo consistía en desmentir la leyenda negra que le atribuía a Alemania la responsabilidad exclusiva del conflicto […] para lo cual subrayaron los móviles económicos y geopolíticos de la Triple Entente y su esencia imperialista. A partir de 1917 el eje de sus disputas se desplazó a la defensa a ultranza de la neutralidad, atacada por su supuesta funcionalidad a los intereses germánicos, y a la reafirmación de la compatibilidad de sus afinidades culturales con su identidad de argentinos, compatibilidad cuestionada por sus adversarios”.15 Augusto Bunge expuso todo el abanico de argumentos señalados; en febrero de 1915 escribió: “el principal responsable de la guerra es el capitalismo imperialista”.16 Dos años después, en el discurso pronunciado en el Congreso extraordinario socialista de abril de 1917, dijo: “declaro que soy resuelto e irreductible partidario de que la república, hoy más que nunca, no se deje arrastrar en la vorágine de la guerra, pues abrigo la convicción de que intervenir en ella sería desastroso para el país”.17 Más allá de los debates respecto del lugar que Argentina debía asumir frente a la contienda, Bunge coincidía con sus contemporáneos en la evaluación de la guerra y sus consecuencias como el umbral que abrió “la crisis del siglo; el estallido de una cota que se le hacía demasiado estrecha; el comienzo de una metamorfosis de la 13 BUNGE, Augusto “La guerra a la paz”, cit., p. 235. El resaltado me pertenece. 14 En su artículo “‘Internacionalismo’ sui generis” (1916), Bunge vuelve a la carga contra quienes lo acusan por sus “vínculos de raza” o “intenciones germanizantes” y escribe: “en cuanto a lo de ‘germanizante’ […] ¿Es que con ese epíteto se quiere rubricar una lista negra de intelectuales argentinos, complementaria de la de comerciantes por cuya completa aplicación velan ciertos pasquines que se dicen argentinos? Si por “germanizante” se entiende a los argentinos reos del delito de poseer el alemán, de tratar de utilizar ese valioso instrumento cultural en bien propio y de su país, y de confesar su aprecio por la cultura alemana, ¡hágaseme el honor de incluirme en dicha lista negra cuanto antes si no lo estuviera ya!” BUNGE, Augusto “‘Internacionalismo’ sui generis”, cit., p. 205. 15 TATO, María Inés “Contra la corriente…”, cit., p. 223. 16 BUNGE, Augusto “Consecuencias de la guerra”, cit., p. 186. 17 BUNGE, Augusto “Una disidencia”, cit., p. 209.



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humanidad”.18 En el mismo sentido, en 1919 Carlos Ibarguren pronunció un ciclo de conferencias en la Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres en las que evaluó las consecuencias literarias de la guerra. Estas conferencias fueron publicadas posteriormente bajo el título de La literatura y la gran guerra. Allí Ibarguren señalaba que “el siglo de la ciencia omnipotente, el siglo de la burguesía desarrollada bajo la bandera de la democracia, el siglo de los financieros y de los biólogos, se hunde, en medio de la catástrofe más grande que haya azotado jamás a la humanidad”.19 Como Bunge, Ibarguren también constataba un abrupto cambio de época producto del estallido de la guerra que, de este lado del Atlántico, implicaría una redefinición de los vínculos intelectuales de las elites locales con una Europa arrasada. Al respecto, Compagnon señala que: “[n]o hay contradicción fundamental entre el hecho de tomar acta de la agonía de la civilización de la Belle Époque y perseguir un comercio intelectual con los europeos que realizaban la misma constatación. Es en ese sentido que hay que interpretar el éxito de la literatura que testimonia los horrores de la guerra y el de los ensayos que analizan la decadencia de Occidente”.20 Como observamos anteriormente, el señalamiento de las ambiciones del Reich alemán como el principal instigador de la guerra se transformó en moneda corriente entre los predominantes círculos aliadófilos. En su intento por asignarle un lugar central a la cultura alemana y abogar por el sostenimiento de la neutralidad argentina frente a la guerra, Bunge emprendió la traducción de las obras literarias mencionadas. “La contramarca de París”: estrategias para justificar la circulación local de la literatura alemana del frente Así como el desarrollo de la guerra motivó pronunciamientos y evaluaciones del conflicto por parte de los intelectuales argentinos, también modificó las condiciones de producción y circulación nacional de los libros que traficaban estos debates. Verónica Delgado y Fabio Espósito señalan que “el estallido de la Primera Guerra Mundial provocó una retirada transitoria de las casas editoras provenientes de las naciones beligerantes, lo que ofreció al libro de factura nacional una excelente oportunidad de ganar espacio en un mercado en expansión”.21 En este contexto proliferan distintos proyectos y empresas editoriales; tal es el caso de la Cooperativa Editorial Buenos 18 BUNGE, Augusto “Consecuencias de la guerra”, cit., p. 190. 19 IBARGUREN, Carlos La literatura y la gran guerra, Cooperativa Editorial Buenos Aires, Buenos Aires, 1920, p. 7. 20 COMPAGNON, Oliver América Latina y la Gran Guerra…, cit., p. 310. 21 DELGADO, Verónica y ESPÓSITO, Fabio “1920-1937. La emergencia del editor moderno”, en DE DIEGO, José Luis –director– Editores y políticas editoriales en Argentina, 1800-2000, FCE, Buenos Aires, 2006, p. 59.

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Aires, dirigida por Manuel Gálvez, cuñado de Augusto Bunge, cuyo catálogo cuenta con las Polémicas de Augusto Bunge y el libro de crítica literaria La literatura y la gran guerra de Carlos Ibarguren. Las traducciones de Frank y Latzko fueron publicadas por la Editorial Pax en 1919 y 1920, respectivamente. En paralelo a su edición como libro, El hombre es bueno apareció como folletín en La Vanguardia durante los meses de julio y agosto de 1919. Por su parte, en 1920 Bunge publicó el prefacio a Hombres en la guerra en la revista Nosotros. Asimismo, entre los meses de mayo y agosto del mismo año se publicó en las páginas de Claridad. Revista quincenal socialista de crítica, literatura y arte un fragmento del prefacio escrito por Bunge a Hombres en la guerra y dos de los relatos que integraban el volumen de Latzko, uno de ellos transcripto de la revista España, publicado con anterioridad a la versión de Bunge. Además, en sucesivos números de la revista se anunciaba que “Hombres en la guerra ha sido traducido por el Dr. Augusto Bunge, con toda fidelidad, y se pondrá a la venta en breve al precio de $ 2.00 el ejemplar”.22 La operación de traducción de las obras de Frank y Latzko constituye una opción singular y significativa de intervención en el debate político suscitado a nivel local con motivo de la Gran Guerra. Es necesario tener presente que las traducciones de Hombres en la guerra y El hombre es bueno aparecen en el mercado local una vez finalizada la conflagración. No obstante, Bunge identificaba una continuidad de la guerra “con otros medios”. Asimismo, señala la persistencia de la germanofobia despertada con motivo de la guerra. En el prefacio a la obra de Latzko escribió: “La simiente de odio y brutalidad que la matanza organizada por los gobernantes sembró a todos los vientos, que su violencia hipócrita consecutiva a la ‘paz’ sigue sembrando, continúa su germinación siniestra y dando sus venenosos frutos; a veces hasta en los países neutrales, donde todavía vemos subsistir ejemplares de esa triste ralea –cada vez más escasos, sea dicho para honor de la especie humana– de los folicularios calumniadores y difamadores de pueblos en masa, eco servil de odios y prejuicios ajenos”.23 Tanto Hombres en la guerra como El hombre es bueno son alegatos literarios contra la guerra desatada en Europa y Bunge eligió traducir las dos obras para evidenciar que la denuncia de la criminalidad de la guerra no constituía un patrimonio exclusivo de 22 Claridad. Revista quincenal socialista de crítica, literatura y arte 1 (6), 1920 [en línea] http:// americalee.cedinci.org/portfolio-items/claridad/ (Consulta: 12 de enero de 2019). Claridad fue editada durante 1920 por la fracción del Partido Socialista que impulsaba la organización de un congreso extraordinario en el que se decidiera la inclusión del Partido en la Internacional Comunista. En sus páginas, Augusto Bunge dejó constancia de disidencias que no encontraban espacio en La Vanguardia, órgano de prensa del Partido Socialista. 23 BUNGE, Augusto “Prefacio”, LATZKO, Andreas Hombres en la guerra, Pax, Buenos Aires, 1920, p. 10.



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los intelectuales naturales de los países aliados. No obstante, la circulación local de la literatura del frente producida en el bando de las Potencias Centrales sería significativamente inferior durante todo el periodo. En los años de la Gran Guerra, las figuras de Henri Barbusse y Romain Rolland se convirtieron en la medida de la literatura. Particularmente, Le Feu [El fuego, 1916] se posicionó rápidamente como la novela de la guerra por antonomasia y con ella debían medirse las producciones literarias de las Potencias Centrales. Por este motivo, Bunge apelaría a la crítica de los citados autores franceses respecto de la obra de Latzko y Frank como instancia de legitimación y valoración por la vía francesa de la literatura producida en lengua alemana. Mediante esta operación de traducción literaria del alemán al español, pasando por la instancia de legitimación en la crítica francesa, Bunge buscaría asignar a la cultura alemana un lugar prominente dentro de los modelos civilizatorios europeos. A contrapelo del consenso aliadófilo, se recortaban las operaciones de lectura y traducción que efectuaba Augusto Bunge como intentos de rescatar la producción cultural alemana. En su artículo “Consecuencias de la guerra”, Bunge escribió: “Amemos en buena hora –y sepamos ser sus discípulos– a la Francia de Voltaire, de Berthelot y de Zola; pero reservemos nuestra libertad de amar y de escuchar también a la Alemania de Goethe, Kant, Wagner y Marx. Reservemos, como Molière, nuestra libertad de coger nuestro bien allí donde lo encontremos, en París o en Berlín, en Japón o en Zululandia. Y desdeñemos con santo desdén esa puerilidad que se traga con enternecedor eclecticismo de avestruz todo lo que viene de Paris, porque tiene el brillo de París, y se rehúsa a todo lo demás, a no ser que París lo contramarque; y entonces, ya es admirable, o más bien dicho, subadmirable”.24 A propósito del pasaje citado anteriormente, De Moreno señala que la visión de Bunge “sobre la porción de la intelectualidad argentina portadora de la influencia de la cultura francesa, cristaliza en una imagen que se degradó en estereotipo […] a la vez que hacía de la guerra el momento clave para cultivar formas propias de concebir la realidad”.25 Si bien Bunge exponía el cliché de la marca parisina sobre los consumos culturales de la elite, esa “contramarca de Paris”, que Bunge identificaba y denunciaba como principal mecanismo de legitimación de las literaturas que circulaban en el marcado local, sería también el ardid que acompañaría a su tarea de traducción. La estrategia de Bunge para poner en circulación las obras literarias del frente producidas por Latzko y Frank consistiría en traducir del alemán al español y legitimar su obra de traducción en la valoración que la crítica francesa de Rolland y Barbusse efectuaran de estas obras. Dicho rápidamente: si Barbusse y Rolland señalaban a El hombre es 24 BUNGE, Augusto “Consecuencias de la guerra”, cit., p. 192. 25 DE MORENO, Claudia “Ernesto Quesada y Augusto Bunge: germanismo, cultura y guerra”, en Temas de Historia Argentina y Americana 23, 2015, p. 160.

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bueno o a Hombres en la guerra como literatura valiosa, entonces valía la pena que los intelectuales locales accedieran a las novedades literarias del frente alemán. En sus prefacios, apelaría a la crítica de los autores franceses o a la comparación de las obras que traducía con Le Feu o Clarté. Si, como creía Ibarguren, la literatura francesa representaba “el valor más alto de la literatura universal, desenvuelta entre dos grandes guerras, 1814-1919”,26 entonces la producción literaria en lengua alemana debía medirse con la literatura nacional que las elites locales colocaban en el lugar dominante y pasar por la instancia de aprobación francesa. El prefacio de Bunge a Hombres en la guerra incluía un apartado titulado “El hombre – Su boceto por Barbusse”. En el primer párrafo de este título leemos: “Latzko es un escritor ilustre desde años atrás, aunque en este lejano rincón del mundo, a donde solo llegan inmediatos los ecos de París y Madrid, lo hayamos descubierto tan solo con esta obra. La revista Forum, iniciada en Munich en abril de 1914 con el propósito de ‘formar una vanguardia internacional contra la guerra, las prédicas de odio entre los pueblos, la adoración de la fuerza […]’ menciona en su lista áurea de colaboradores el nombre de Andreas Latzko al lado de los más ilustres precursores alemanes, de G. Bernard Shaw, de Jean Jaurés, de Romain Rolland, de Leonhard Frank mismo”.27 Luego de poner en serie los nombres de Latzko y Frank junto al de Jaurés y Rolland, Bunge incorporó algunos párrafos de un “bello y noble artículo de Henri Barbusse, que es a la vez un sentido homenaje a la obra de Lazko, doblemente precioso por ser de quién es”.28 El comentario de Barbusse incluía la siguiente valoración: “Latzko es, sin disputa, uno de los más grandes escritores que cuenta ahora en el mundo. Ha descrito el horror de la guerra […] con acentos cuya potencia y profundidad no han sido jamás igualadas”.29 Una vez que había quedado claro el valor que Barbusse asignaba a la obra de Latzko, Bunge incorporaba inmediatamente otro apartado con el título “Un comentario de Romain Rolland”. Allí escribió: “Bajo el sugestivo título de Les Precurseurs, el noble escritor francés Romain Rolland reunió el año pasado en volumen […] los artículos periodísticos que durante la guerra dedicara a los principales literatos de espíritu afín. Los que en medio de la catástrofe, erguidos sobre el oleaje de las más brutales pasiones de odio y destrucción, tuvieron la valentía de protestar contra la guerra como un crimen en sí mismo […] 26 27 28 29

IBARGUREN, Carlos La literatura…, cit., p. 13. BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., p. 17. BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., p. 20. El resaltado me pertenece. BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., pp. 21-22.



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Entre esos ‘precursores’ figura Latzko, a cuyo libro Menschen im Krieg dedicó un extenso comentario analítico intitulado L’Homme de Douleur, que lleva fecha de Noviembre de 1917. Nadie más autorizado que Romain Rolland para comentar la obra y el escritor. Me permito por eso extraer sus principales párrafos”.30 A continuación, introducía la crítica de Rolland a la obra de Latzko. Bastan las citas extractadas para evidenciar el procedimiento: se trataba de afirmar el lugar central del “noble escritor francés”, para luego apuntar que no había “nadie más autorizado que Romain Rolland para comentar la obra” y señalar a Latzko mediante la cita de Rolland como “un precursor” y “espíritu afín”. Era justamente la afinidad entre Rolland y Latzko la que justificaba la traducción, que una vez acreditada por la crítica francesa podría ponerse en circulación en el ámbito local y evidenciar, a partir del contenido y la estructura narrativa de la obra, la humanidad pacifista de aquellos que pelearon en el bando alemán. La estrategia de Bunge consistía en refractar en el prisma francés la literatura producida en lengua alemana y simular que era en la crítica francesa donde estas obras se descubrieron y adquirieron su valor. La incorporación de la crítica francesa al estudio previo realizado sobre el libro de Latzko permitió a Bunge colocar la obra en pie de igualdad con la de Frank y Barbusse. Nuevamente, el gesto consistía en acercarlas al modelo de literatura del frente francés: “Y las circunstancias que la inspiraron dan a la creación de Latzko –como a las de Frank y de Henri Barbusse– el mérito moral de haber percibido la maldad y la estupidez de la guerra imperialista en medio de los alaridos de victoria de sus prójimos: cuando su propio país, el propio ejército, se consideraba virtualmente vencedor. Comprendió –y lo da a entender en el episodio central– que en una guerra como esa no hay en realidad más ‘vencedores’ que el puñado de quienes la dirigen y aprovechan”.31 Lo que acercaba a las obras mencionadas no eran sus procedimientos compositivos ni su valor estrictamente literario, antes bien su comprensión de la guerra como una guerra imperialista –así también la caracterizaba el propio Bunge. El trabajo de traducción y comparación permite sostener y reforzar la interpretación política de la contienda efectuada por Bunge: si la guerra no producía más que victorias para quienes “la dirigen y aprovechan”, entonces era posible objetar retrospectivamente toda posición favorable a la intervención de Argentina en la guerra o a la ruptura de relaciones con el Imperio alemán. Como Latzko, Frank y Barbusse, Bunge también percibió oportunamente la “maldad y la estupidez” de la guerra imperialista.

30 BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., p. 25. El resaltado me pertenece. 31 BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., p. 17.

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Cuando faltaba la crítica de las autoridades intelectuales francesas, Bunge apelaba a la comparación de la obra que traducía con las consagradas novelas del frente francés. En el prefacio a El hombre es bueno repitió el paralelismo de la obra que traducía con El fuego: “Por la nobleza de su arte y de su espíritu y la afinidad del tema, la comparación entre El fuego del francés Henry (sic) Barbusse y El hombre es bueno del alemán Leonhard Frank, se presenta espontánea al espíritu. Y de ella resultan una perfecta antítesis el uno del otro. Tan perfecta que se complementan. Antítesis en el estilo, en la técnica de la composición, en la manera de encarar el asunto”.32 En una nota al pie, Bunge escribió que “en muchas páginas, Claridad parece haberse inspirado en El hombre es bueno, a juzgar por las coincidencias, hasta de vocabulario”.33 En esta ocasión, Bunge señaló que la influencia de la obra de Frank se extendía hasta el léxico empleado por Barbusse. El prefacio a El hombre es bueno estuvo organizado principalmente para acentuar el distanciamiento político de Bunge tanto de la ideología “espiritualista evangélica” que organizaba la percepción de los personajes de la novela, como del posicionamiento político cercano al espartaquismo que el propio Frank sostuvo en la inmediata posguerra. A diferencia de Hombres en la guerra, donde todas las valoraciones críticas estaban condensadas en el prefacio y las notas al pie se incorporaban para efectuar aclaraciones vinculadas exclusivamente a la traducción de vocablos o referenciar locaciones o sucesos históricos aludidos en la obra, la edición de El hombre es bueno incluía un sistema de notas al pie incorporadas al texto literario y destinadas a polemizar con la “ideología de autor” que Frank traficaba a través de sus personajes. En una de estas notas Bunge escribió: “El autor, y esto ya lo habrá podido verificar el lector, es, como en general los artistas de su generación, un individualista romántico; y es un espiritualista evangélico, creyente en que la idea, la fe religiosa y el sentimiento de los individuos dirigen la historia. No ve […] que las causas del achatamiento espiritual que lamenta […] yacen en los cimientos económicos de la sociedad burguesa […] Ese punto de vista egocéntrico explica también que Frank –por boca de todos sus personajes principales– atribuya la guerra exclusivamente a estados de alma y hábitos mentales, como cualquier liberal burgués, pasando por alto las causas económicas profundas”.34

32 BUNGE, Augusto “Prefacio”, en FRANK, Leonhard El hombres es bueno, Pax, Buenos Aires, 1919, p. 16. 33 BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., p. 13. 34 BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., pp. 150-151.



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En El hombre es bueno el sistema de citas se organizaba con fines pedagógicos destinados a conjurar la seducción del texto: el lector debía mantener una distancia ideológica y crítica frente a un texto literario escrito por un “individualista romántico”. Asimismo, Bunge aprovechó el espacio abierto en el texto mediante el corpus de citas para repartir equitativamente la “crueldad bestial” entre ambos bandos beligerantes. Anotó al pie: “‘La Nación’ ha publicado un relato de Roberto Payró sobre un episodio atroz de la ocupación alemana en Bélgica, el cual, aun prescindiendo del nombre que lo abona, produce la impresión de ser literalmente verídico. No menos significativas, en la obligada parquedad del régimen de la censura, son algunas páginas de El fuego, en que Henry (sic) Barbusse pinta escenas vividas por él. La elocuencia muda y terrible de los hechos, y una que otra alusión, ponen de relieve la deshumanización, la crueldad bestial y automática a que se llegó en la guerra en ambos campos combatientes”.35 En la misma nota, Bunge incorporó fragmentos seleccionados de El fuego que servían como prueba literaria de la crueldad ejercida por las tropas francesas, operando un desplazamiento de lo literariamente verosímil a lo literalmente verídico. Las crueldades alemanas que Payró narró en sus crónicas belgas eran equiparadas a la violencia del ejército francés que Barbusse describía en El fuego. De este modo, se intentaba operar un reparto equilibrado de las culpas y las violencias ejercidas por ambos bandos beligerantes: a cada exceso alemán le correspondía un exceso francés. Por otra parte, Bunge incorporó a la estructura argumental de sus prefacios las escenas personales de descubrimiento de las obras. Así como la obra de Latzko fue descubierta por la crítica francesa, posteriormente fue el propio Bunge quien descubrió las obras de Latzko y Frank a partir de sus ediciones originales en lengua alemana y no pudo evitar traducirlas para ponerlas al alcance del público lector argentino. El ejemplar de El hombre es bueno llegó a manos de Bunge por intermedio de dos oficiales aviadores alemanes que habían arribado a la Argentina luego de transportar al profesor Nicolai de Berlín a Copenhague a mediados de 1918.36 Los oficiales 35 BUNGE, Augusto “Prefacio”, cit., p. 159. El resaltado me pertenece. 36 Georg Friedrich Nicolai (1874-1964) fue un importante médico de origen alemán. Con el estallido de la guerra en 1914, escribió el “Manifiesto a los europeos”, que fue suscripto por Albert Einstein, Wilhelm Julius Foerster y Otto Buek. Con la publicación de este escrito perdió sus puestos de profesor en la Universidad de Berlín y de cardiólogo de la familia del emperador Guillermo. Sus posturas pacifistas lo obligaron a exiliarse en Dinamarca, adonde llegó con la asistencia de los oficiales que menciona Augusto Bunge. En 1922 Nicolai emigró a Argentina, donde permaneció hasta 1932 y se desempeñó como catedrático en la Universidad Nacional de Córdoba. Posteriormente se trasladó a Chile, donde vivió hasta su muerte en 1964. En 1917 publicó Die Biologie des Krieges (La biología de la guerra), donde examinaba las causas psicológicas de la guerra. Traducido rápidamente a varios idiomas, en Argentina circuló una edición local de l932 con prólogo de Romain Rolland (CABELLO, Felipe “El

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“expusieron su proyecto de editar aquí, en alemán, ciertos libros sobre la guerra que habían traído consigo editados en Suiza y contrabandeados a través de las censuras imperial y aliada”.37 Bunge propuso editar los libros en español y un periodista que acompañaba a los oficiales en la cita lo motivó a emprender la tarea de traducción: “Quedó el libro arrumbado diez días sobre mi mesa, entre una montaña de papeles en desorden, si bien cuidadosamente reservado, porque se trataba de un ejemplar quizá único en toda América. Un sábado, en una hora libre, aprovechada para clasificar provisionalmente todo eso, me cayó de nuevo en las manos. Carátula gris, severa y elegante. Leonhard Frank, El Hombre es Bueno. Décimo a décimo quinto millar. Zúrich, 1918. En la página blanca interior, arriba, una sola línea: “A las generaciones que vienen”. Todo eso me gusta. Examino el índice, abro el primer capítulo; y el epígrafe que lleva, tomado del evangelio, me anuncia el espíritu romántico, iconoclasta y a la vez místico, del todo”.38 A continuación, introdujo un pasaje en el que describía la frenética lectura de la obra e inmediata traducción. Estas escenas personales reforzaban el lugar del traductor como mediador cultural entre el campo intelectual local y el germanoparlante. Si el ejemplar de El hombre es bueno llegó a Bunge de manos de oficiales alemanes, el libro de Latzko lo hizo por la mediación del líder del Partido Socialista, Juan B. Justo. Esta vez fue el dirigente del Partido quien aportó una instancia de legitimación adicional a la tarea del traductor: “El ejemplar que me ha servido tiene también su pequeña historia, lo mismo que el de El hombre es bueno. Como éste hasta hace poco, sigue siendo posiblemente único en estas tierras de América. Como él, atravesó milagrosamente el cordón sanitario de las censuras aliadas. Lo trajo de Suiza a mediados de 1919 Juan B. Justo, quién me lo cedió gentilmente para traducirlo”.39 Era el propio Juan B. Justo quien facilitó a Bunge el acceso al volumen de Hombres en la guerra, colaborando indirectamente con su defensa de la cultura alemana y proporcionando una instancia de legitimación adicional a la traducción que emprendía. Para controlar su versión, el traductor también tuvo acceso a la edición francesa de Hombres en la guerra, facilitada por el diputado socialista Antonio De Tomaso, quien

gran europeo Georg Friedrich Nicolai: médico y pacifista. Berlín, Alemania, 1874-Santiago, Chile, 1964”, en Revista Médica de Chile 141 (4), 2013, pp. 535-539). 37 CABELLO, Felipe “El gran europeo…”, cit., p. 9. 38 CABELLO, Felipe “El gran europeo…”, cit., p. 10. 39 BUNGE, Augusto Prefacio a Hombres en la guerra…, cit., p. 29.



La traducción como argumento 111

robó el ejemplar en el congreso internacional socialista de Berna.40 En los prefacios a ambas obras, Bunge señaló el manejo de primera mano de las versiones en lengua alemana y la exclusividad de los volúmenes que leía y traducía. Las literaturas de los bandos beligerantes Para finalizar, propongo revisar algunas consideraciones de Ibarguren respecto de las características que a su juicio presentaba la literatura nacida de las trincheras de la Primera Guerra Mundial y retomar sus valoraciones sobre la calidad de la literatura del frente alemán, sobre todo porque, en el caso de Ibarguren, la opción decidida por la literatura francesa resulta provechosa para contrastarla con los juicios de Bunge. En La literatura y la gran guerra, Ibarguren observaba que las producciones literarias alemanas “no han circulado fuera de Alemania ahogada por el bloqueo, y muy pocos libros de esta naturaleza han llegado hasta nosotros”.41 Las fuentes que conocía y citaba eran principalmente francesas y a partir de ellas valoraba las escrituras del frente enemigo: “En Francia, un distinguido historiador, Albert Pingaud, ha hecho un estudio acerca de la guerra vista por los combatientes alemanes, el que –descartando el explicable apasionamiento que turba algunas de sus páginas y ofusca muchos de sus juicios–, suministra interesantes informaciones acerca del carácter y fisonomía de la literatura germana de guerra”.42

40 En el prefacio, Bunge narró el episodio en que De Tomaso había robado el libro: “Fue compañero de viaje del ejemplar del original alemán, pero por otras vías –el secreto del vehículo conviene guardarlo como si fuera un secreto de Estado– uno de la traducción en idioma francés que en el mismo país [Suiza] adquirió Antonio de Tomaso. Pero eso de ‘adquirió’ es relativo. Hay muchas maneras de ‘adquirir’. De Tomaso no compró en una librería el ejemplar que ha traído. Lo había buscado con empeño, porque oyó a varios colegas del congreso internacional de Berna hablar con entusiasmo del libro de Andreas Latzko, que declaraban superior al de Barbusse por su fuerza evocadora de lo íntimo de la guerra. Pero no lo encontró en librería alguna. Le dijeron que la edición en francés, de pocos millares, se había agotado en seguida a pesar de venderse solo en Suiza. Hasta que una mañana descubrió un ejemplar poco antes de iniciarse la sesión del congreso. Al que madruga, Dios lo ayuda. Lo encontró en el pupitre de un colega. Hacía frío, y los bolsillos de los sobretodos son grandes. Y fueron vanas todas las pesquisas del respetable secretario Huysmans para hallar el valioso libro perdido por un congresal, a pesar del empeño con que le ayudó de Tomaso. Agradecido por la colaboración, Huysmans ayudó luego a éste a ponerse el sobretodo cuando se despidió de él. Esto último no me lo ha contado de Tomaso, pero es de suponerse. Esta verídica historia, que cuento con autorización del ‘culpable’, no solo permite valorar mejor la primicia que hoy se ofrece a los lectores argentinos, sino que es también un ejemplo de ‘socialización sin indemnización’, pues el histórico ejemplar ha estado circulando sin descanso desde que llegó a Buenos Aires” (BUNGE, Augusto “Prefacio”, en Hombres en la guerra…, cit., pp. 30-31). 41 IBARGUREN, Carlos La literatura…, cit., p. 216. 42 IBARGUREN, Carlos La literatura…, cit., p. 217.

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En el mismo pasaje dio cuenta de la lectura de las traducciones efectuadas por Bunge y repitió el gesto de valoración de la obra de Latzko a través de la crítica de Rolland. No obstante, la crítica del autor de Jean-Christophe no le alcanzó a Ibarguren para asignar a la literatura alemana un lugar destacado dentro de las literaturas nacionales europeas. En cuanto a la obra de Frank, repitió el procedimiento de comparación con El fuego, pero, a diferencia de Bunge, utilizó esta comparación para quitarle valor literario a la obra del escritor alemán: “Los cuadros presentados por Leonhard Frank, en una forma que tienen, a veces, la incoherencia del delirio, han de provocar, sin duda, sugestión en la masa popular. No es esta una obra artística en la que el autor, como Barbusse en Le Feu, haya trabajado primores procurando dominar, con una literatura refinada, el espíritu del lector”.43 Si Bunge apelaba a la comparación con la obra de Barbusse y a la crítica de Rolland para legitimar y dotar de valor a la literatura que traducía, Ibarguren manejó las mismas fuentes para efectuar el movimiento contrario y afirmar la superioridad y preeminencia de la literatura francesa. De esta manera, Ibarguren concluyó que “el imperio alemán, fundado por la victoria de 1870, fue pobre para la literatura; esa victoria dio a los germanos un considerable poder político, un inmenso acrecentamiento económico, una tensión gigantesca de fuerza y de energía; pero no aportó nada notable al patrimonio literario de Europa.44 Ibarguren reconocía que no conocía ni manejaba las fuentes literarias alemanas producidas al calor de la guerra, pero la crítica francesa de Pingaud le resultaba suficiente para impugnar en bloque a la literatura nacional alemana. Contra este tipo de esquematismo que colocaba del lado alemán el poder político y la potencia económica y despreciaba su producción cultural en el campo de las ciencias y las artes, reaccionaba Bunge. Sus traducciones pueden leerse en el debate que sostuvo de manera directa e indirecta con las opciones literarias y culturales de intelectuales como Ibarguren y del sector mayoritario de la elite local. Esta disputa por el valor de las literaturas nacionales escritas al calor de la guerra constituye una manifestación específica de los modos de establecer o cuestionar los vínculos intelectuales de las elites locales con sus referentes europeos. Las traducciones de Bunge constituyeron una parte importante de su argumentación en contra de la guerra y operaron como intervenciones políticas en defensa de la cultura alemana. No obstante, tal como señala Lila Bujaldón en un esclarecedor artículo, la traducción de El hombre es bueno significó “una verdadera primicia para la Argentina del expresionismo alemán, auténtica novedad de estilo que en primer término solo se adjudicó a las falencias de un traductor apresurado”.45 Las dificultades que mencionó Bunge en su tarea de traducción derivadas de lo que identificó como 43 IBARGUREN, Carlos La literatura…, cit., p. 237. 44 IBARGUREN, Carlos La literatura…, cit., p. 96. 45 BUJALDÓN, Lila “La recepción de Leonhard Frank en la Argentina”, en Actas del IX Congreso ALEG, Concepción, Chile, 1998, p. 417.



La traducción como argumento 113

un estilo “ultramodernista”, “rocalloso” y “complicado”, constituyeron las primeras evaluaciones críticas en el campo local del expresionismo alemán que “llega de la mano del socialismo y del pacifismo”.46 Si bien podemos arriesgar que la motivación central de Bunge para emprender la tarea de traducción consistió en insistir en que el pacifismo no era un patrimonio exclusivo del bando aliado, en la Argentina de los años 1920 la disputa política arrojó una importante novedad estética.

46 BUJALDÓN, Lila “La recepción de Leonhard Frank...”, cit., p. 422.

Entre la paz y el conflicto: Portugal y la Gran Guerra (1914-1916) Ana Paula Pires

L

Introducción a historiografía de la Gran Guerra ha vivido un terremoto científico en los últimos veinticinco años, que se ha traducido en un giro hacia el estudio de la sociedad y de la cultura. Esta revisión de las líneas de investigación favoreció el análisis comparativo y los enfoques transnacionales.1 La historia de la participación de Portugal en la Gran Guerra estuvo dominada por un enfoque centrado en los aspectos militares y diplomáticos, especialmente a partir de los primeros años de la década de 1990, cuando se publicaron los trabajos de Fraga2 y Teixeira.3 Esta naturaleza “bicéfala” de la historiografía portuguesa adquiere mayor importancia si tenemos en cuenta la enorme laguna que, a pesar de la renovación historiográfica que tuvo lugar a partir de 2010 –momento en que se celebró el primer centenario de la instauración de la República– continúa existiendo en torno al estudio de la posición ambigua que caracterizó a la República entre 1914 y 1916. De hecho, los estudios publicados se han concentrado en el análisis de las razones que llevaron a Portugal a intervenir en el conflicto, dejando de lado el estudio sistemático de la evolución de la posición portuguesa desde agosto de 1914 hasta la declaración de beligerancia en marzo de 1916. Este texto pretende llenar un vacío en este ámbito, ofreciendo una periodización más detallada en relación con la evolución de la posición portuguesa en la Primera Guerra Mundial para comprender las presiones y las divisiones internas de los republicanos –intervencionistas y no intervencionistas– e identificar los objetivos que llevaron a la transformación de una posición de neutralidad no declarada en beligerancia activa a partir de marzo de 1916. La guerra en Europa: crónica de una indefinición La República Portuguesa aún no había cumplido cuatro años cuando el 28 de junio de 1914 el heredero al trono austrohúngaro Francisco Fernando y su esposa, la duquesa de Hohenberg, fueron asesinados por Gavrilo Princip en Sarajevo. Un mes más tarde, el embajador de Portugal en París, João Chagas, escribía en su diario: “Día de 1

JONES, Heather “As the centenary approaches: the regeneration of First World War historiography”, en The Historical Journal 56, septiembre de 2013, pp. 857-878. 2 FRAGA, Luís Manuel Alves de Portugal e a Primeira Grande Guerra. Os objectivos políticos e o esboço da estratégia nacional 1914-1916, Universidad Técnica de Lisboa, Instituto de Ciencias Sociales y Políticas, Lisboa, 1990 (mimeografiado). 3 TEIXEIRA, Nuno Severiano O Poder e a Guerra, Editorial Estampa, Lisboa, 1996.

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ansiedad; solo se habla de la guerra, pero los periódicos de mañana todavía dejan entrever un atisbo de esperanza para frenarla…”.4 El 23 de julio, después de la garantía dada por Guillermo II de que, en caso de guerra, Alemania se alinearía con el Imperio austrohúngaro, Viena dirigió un ultimátum a Serbia. En los primeros días de agosto, cinco de las principales potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Rusia, AustriaHungría y Alemania) estaban ya en guerra y solamente Italia conseguiría permanecer neutral. La muerte de Francisco Fernando y de su esposa Sofía fue noticia de portada en los periódicos portugueses el 29 de junio.5 Los textos publicados un día después de la muerte del heredero al trono austrohúngaro analizaban la personalidad del archiduque y rendían cuentas de la tumultuosa historia de amor que lo había unido a Sofía, pero las implicaciones de su muerte en la evolución de la política internacional y el respectivo impacto en el estallido de una guerra en Europa no se relatarían hasta días más tarde.6 Hasta los primeros días de agosto no hubo en la prensa portuguesa ninguna referencia a la participación de Portugal en una hipotética guerra a escala europea. Es cierto que Afonso Costa en mayo del año anterior, cuando ocupaba el cargo de primer ministro, había advertido de la tensión que se vivía en la región de los Balcanes, llamando la atención de los diputados ante la necesidad del país de prepararse para la guerra: “Portugal, una República de dos años y medio, no debe hacer ese esfuerzo desde el punto de vista de la defensa terrestre, marítima y colonial, por espíritu de guerra, de aventura; pero tiene la obligación de observar el mapa de Europa, y ver cuál es su situación y prepararse para sostenerla”.7 Cuando estalló la guerra en Europa, la República Portuguesa era un país con una población rural en su mayoría analfabeta (80%) y con un régimen incapaz de generar paz social o de asegurar la estabilidad política del Gobierno. Además de las divisiones CHAGAS, João Diário I – 1914, Ediciones Rolim, Lisboa, 1986, pp. 112-113. “A tragedia de Sarajevo. Os funerais das vítimas só se realizarão a 9 de Julho”, A Capital, 29 de junio de 1914, p. 1; “O herdeiro do trono d’Austria e a esposa assassinados a tiros de pistola. O arquiduque Francisco Fernando e a duquesa Sofia passavam numa rua de Sarajevo quando foram alvejados por uma bomba. Escaparam no primeiro atentado e a multidão vitoriou-os. Momentos depois produziu-se o segundo atentado e um e outro sucumbiram aos ferimentos recebidos”, O Século, 29 de junio de 1914, pp. 1 y 5. Véase también el artículo publicado en el periódico República al día siguiente: “Assassinato dos arquiduques de Áustria. Os funerais”, República, 30 de junio de 1914, p. 2. 6 “A tragédia de Sarajevo. A sua influência na política internacional pode originar uma guerra europeia”, A Capital, 4 de julio de 1914, p. 1. 7 Véase FERREIRA, David História Política da Primeira República Portuguesa (1910-1915), I Parte, Livros Horizonte, Lisboa, 1973, p. 99, VICENT-SMITH, John As Relações políticas luso-britânicas, 1910-1916, Livros Horizonte, Lisboa, 1975, p. 75. Cabe destacar la forma en que meses más tarde Afonso Costa, cuando se pronunció sobre la organización de la defensa militar del país, confesó al Parlamento que la realización del programa pasaba por la presentación de una propuesta de designación de una Comisión de Defensa Nacional que incluyera una mayoría de parlamentarios a quienes el gobierno debía encargar la elaboración de un proyecto de ley para la organización de la defensa del país (Diário da Câmara dos Deputados, 86.ª Sesión Ordinaria del 3er Período de la 1.ª Legislatura, del 1 de mayo de 1913 (nocturna), p. 6). 4 5

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internas entre monárquicos y republicanos, continuaba realizándose la reorganización del ejército, promulgada el 26 de mayo de 1911.8 La reforma se asentaba en el principio de que los ejércitos permanentes eran “instituciones liquidadas”,9 por lo que el nuevo ejército republicano debía estar formado por unidades repartidas por todo el territorio, compuestas por un núcleo profesional que perdía importancia para dar lugar a ejércitos milicianos que debían basarse en un sistema de reclutamiento, instrucción y movilización adecuado. La reforma, hecha contra la voluntad del ejército y apoyándose en una población mayoritariamente analfabeta, sería aniquilada por el estallido de la Gran Guerra. Fue en medio de esta inestabilidad política que Portugal tomó conocimiento de la declaración de guerra de Alemania a Francia y la invasión de Luxemburgo el 3 de agosto de 1914. Se afirmaba entonces en las páginas del periódico A Capital que la guerra que estallaría en Europa no admitía “Estados neutrales”.10 Al día siguiente, cuando Alemania declaró la guerra a Gran Bretaña, A Capital informó que Portugal tomaría “en todas las circunstancias, la actitud que […] le impusiera su honra, su lealtad y sus tradiciones”.11 El periódico República, afín al Partido Republicano Evolucionista, afirmaba en su editorial que Portugal debía “esperar en una calma expectativa el desarrollo de los acontecimientos”.12 Gran Bretaña había entrado en la guerra al lado de Francia, pero en los próximos dos años la posición de Portugal seguiría sin ser clara. Sidónio Pais, entonces jefe de la legación de Portugal en Berlín, envió al ministro de Asuntos Exteriores un telegrama en el que declaró en tono de reclamo: “En lo que a nosotros concierne, no se sabe nada, pero los alemanes piensan que más tarde o más temprano deberemos participar en la guerra, y calculan que esa participación no será a su favor”.13 Portugal y el Reino Unido se encontraban vinculados desde 1373 por el tratado anglo-portugués, la alianza defensiva diplomática más antigua del mundo, lo que obligaba al gobierno portugués (un gabinete minoritario apoyado por el presidente de la República, Manuel de Arriaga) a actuar de acuerdo con la monarquía británica.14 La posición geoestratégica de los territorios portugueses en África, junto con la dimensión periférica, económica y financieramente débil de la metrópoli, justo 8 Diário do Governo 122, 26 de mayo de 1911. 9 Diário do Governo 122, 26 de mayo de 1911. 10 “A conflagração europeia: os alemães não só entram em França e ocupam o Luxemburgo, mas invadem a Bélgica e a Holanda. A situação geral na Inglaterra”, A Capital, 4 de agosto de 1914, p. 1. Véase también COSTA, Gomes da Portugal na Guerra. A Guerra nas colónias 1914-1918, Portugal-Brasil, Lisboa, 1925, p. 12. 11 “A conflagração europeia: os alemães não só entram em França e ocupam o Luxemburgo, mas invadem a Bélgica e a Holanda. A situação geral na Inglaterra”, A Capital, 4 de agosto de 1914, p. 1. 12 “¡Viva a República Portuguesa!”, República, 4 de agosto de 1914, p. 1. 13 Portugal na Primeira Guerra Mundial (1914-1918). As negociações diplomáticas até à declaração de Guerra, Tomo I, Lisboa, 1997, p. 37. 14 RAMOS, Rui A Segunda Fundação, Vol. 6 de MATTOSO, José –director– História de Portugal, Editorial Estampa, Lisboa, 2001, p. 434.

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después del asesinato de Francisco Fernando, era claramente inestable, lo que forzó a la República a limitarse a observar la evolución de la situación internacional. A pesar de la alianza secular que mantenía con Portugal, Gran Bretaña había discutido en secreto dos veces con Alemania (en 1898 y en 1912-1913) el reparto de las colonias portuguesas en África. A principios de enero de 1914, el ministro de Asuntos Exteriores inglés Edward Grey escribió al embajador inglés en Francia, Francis Bertie, informándolo de la conversación que había mantenido con el embajador francés en Londres, Paul Cambon, en la que el diplomático se mostró preocupado por el territorio de Cabinda, de dominio portugués, durante la Conferencia de Berlín.15 Cambon temía que Alemania, sobre la base del acuerdo anglo-germánico, evocase el uso de derechos de preferencia sobre el territorio,16 llevándolo a considerar los acuerdos como una posible amenaza, aunque lejana, a su colonia de Madagascar. Cuando estalló la guerra, se encontraba en Angola una misión de ingenieros, agrónomos y médicos alemanes, acompañados por los portugueses, que estaban a cargo del estudio del potencial comercial, mineral, agrícola e industrial de la provincia.17 La misión –de la que formaban parte como representantes del Gobierno portugués Manuel Maria Coelho y Carlos Roma Machado de Faria e Maia– tuvo entre otros objetivos el estudio de la conexión ferroviaria desde el suroeste de Alemania con una futura línea ferroviaria en el sur de Angola. Poco después del inicio de las hostilidades en Europa, las tropas alemanas cruzaron la frontera y atacaron las guarniciones portuguesas en el sur de ese país y en el norte de Mozambique, causando inestabilidad y rebelión en el territorio de las zonas recientemente pacificadas por los portugueses. El inicio de la Gran Guerra ha sido descrito por algunos historiadores como uno de los factores que impidió la división de las colonias africanas entre británicos y alemanes,18 dando a las pequeñas potencias como Portugal y Bélgica la capacidad de garantizar no solo la integridad de sus respectivos imperios coloniales, sino también la posibilidad de perseverar en su expansión.19 Después del 1° de agosto de 1914 –día de la declaración de guerra de Alemania a Rusia– el ministro de Asuntos Exteriores portugués, Freire de Andrade, telegrafió al ministro de Portugal en Londres, Teixeira Gomes, pidiéndole que aclarara con el Foreign Office cuál debía ser la posición que debía adoptar Portugal ante el conflicto. 15 National Archives of the United Kingdom (NAUK) FO371/2083, carta de 6 de enero de 1914 enviada por Sir Edward Grey a F. Bertie. 16 National Archives of the United Kingdom (NAUK) FO371/2083, carta de 6 de enero de 1914 enviada por sir Edward Grey a F. Bertie. 17 National Archives of the United Kingdom (NAUK) FO371/2083, carta de 6 de enero de 1914 enviada por sir Edward Grey a F. Bertie, pp. 283-284. 18 SAMSON, Anne World War I in Africa: the forgotten conflict among the European powers, I.B. Tauris, Londres, 2012. 19 PIRES, Ana Paula y FOGARTY, Richard S. “África e a Primeira Guerra Mundial”, en Ler História 66, 2014, pp. 41-61.

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Al día siguiente, Teixeira Gomes informó al jefe de la diplomacia portuguesa que el subsecretario de Estado, sir Eyre Crowe, entendía que Portugal debía permanecer neutral, pero sin declararlo.20 Esta posición permitió a Londres evitar una situación de igualdad entre todas las facciones en conflicto respecto a una declaración de neutralidad, con lo que además podía solicitar apoyo logístico a la República Portuguesa si así lo deseaba. Freire de Andrade entendía que: “Al no declarar la neutralidad, afirmación que el derecho internacional no exige, somos neutrales, y debemos cumplir con los deberes de neutralidad”.21 Sin embargo, esta posición no era clara y el 3 de agosto la noticia de la declaración de guerra de Inglaterra a Alemania fue recibida con cierta inquietud.22 ¿Neutrales? El 4 de agosto, en un telegrama dirigido al jefe de la legación británica en Lisboa, Lancelot Carnegie, Edward Grey aconsejó nuevamente a Portugal no proclamar la neutralidad, asegurando que “en caso de ataque por parte de Alemania contra cualquier posesión portuguesa, se considerará que el Gobierno de su Majestad está obligado por las estipulaciones de la alianza anglo-británica”.23 Gran Bretaña pretendía que Portugal se mantuviera neutral sin tampoco declararlo explícitamente. Detrás de la posición del gobierno británico se hallaba la cuestión estratégica de que los puertos del Atlántico y África pudieran llegar a ser utilizados por la Royal Navy, así como la posibilidad de que se permitiera el paso de las tropas británicas por los territorios coloniales portugueses. Tres días más tarde, el presidente del Ministerio, Bernardino Machado, pronunció un discurso ante el Congreso de la República. En su declaración, permaneciendo fiel a los compromisos en virtud de la alianza, afirmó que Portugal tenía “suficientes recursos propios [...] y un pueblo laborioso, garante del honor y el prestigio de la Patria”24 y, absteniéndose de declarar la neutralidad, dejó en claro que no había ninguna intención de ruptura del gobierno portugués con Alemania y el Imperio austrohúngaro. Vale la pena tener en cuenta que para la diplomacia de Londres la declaración de Bernardino Machado permitía a Portugal desempeñar el papel de “colaboracionista aliado”, capaz de proporcionar piezas de artillería o de garantizar el derecho de paso de las tropas sin que, sin embargo, entrara en confrontación directa

20 COSTA, Gomes da Portugal na Guerra. A Guerra nas Colónias 1914-1918, Portugal-Brasil, Lisboa, 1925, p.12. 21 Portugal na Primeira Guerra Mundial..., cit., p. 25. 22 Véase al respecto la opinión manifestada en la primera página del Jornal do Comércio: “Estábamos convencidísimos, a pesar de que los telegramas recibidos anteayer de madrugada son poco tranquilizadores, que no se daría la conflagración general de que tanto se hablaba y tanto se temía” (“A Guerra na Europa”, O Jornal do Comércio e das Colónias, 4 de agosto de 1914, p. 1). 23 Portugal na Primeira Guerra Mundial..., cit., Tomo I, p. 17. 24 Diário do Senado, sesión de 7 de agosto de 1914, p. 2.

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con los imperios centrales, orientación que, por lo demás, era también del agrado de Alemania.25 La declaración de Bernardino Machado dio origen ese mismo día a la celebración en Lisboa de una manifestación de apoyo a los Aliados. En la misma sesión se votó la ampliación de poderes, concediendo al gobierno las facultades necesarias para “garantizar el orden en todo el país y salvaguardar los intereses nacionales, así como acudir a emergencias extraordinarias de carácter económico y financiero”.26 Pero la situación política exterior asumida por Portugal todavía no estaba definida: en Berlín, Sidónio Pais afirmó que seguía ignorando la posición del Gobierno, limitándose a asegurar ante la diplomacia alemana “nuestra orientación de mantenernos fuera del conflicto, a menos que las obligaciones del Tratado, cuyo texto desconocía, nos forzaran a emprender otro camino”.27 A su vez, João Chagas no tenía ninguna duda en afirmar que “la imprecisión de la política portuguesa en ese momento estaba produciendo el peor efecto sobre la opinión de este país”.28 Chagas defendía que Portugal se declarara beligerante, abandonando cualquier idea de neutralidad. El ministro de Asuntos Exteriores, en una circular dirigida a los demás miembros del Gobierno y a los ministros de Portugal en Londres y Madrid, justificaba por qué Portugal no se había declarado neutral: “…no declaramos la neutralidad ya que, teniendo un tratado de alianza con Inglaterra, no lo deberíamos hacer, pues, de un momento para el otro y cuando nos lo solicitara Inglaterra, podríamos tener que faltar a los deberes de ser neutrales. Inglaterra de momento no ha pedido nuestra ayuda y nos ha recomendado prudencia constantemente. ¿Y por qué? ¿Por timidez propia o porque temen que no se la demos? Seguro que no, porque nuestras declaraciones han sido firmes. Pero la verdad es que la ayuda que podemos dar a Inglaterra actualmente es pequeña y no le compensaría verse obligada a defender nuestro territorio y también el de nuestras colonias […] No nos deben ser indiferentes las indicaciones del Gobierno inglés y, menos aún, su manifiesta voluntad de que procedamos con la mayor pru-

25 Para Ferreira Martins, que a partir de 1917 desempeñó la función de subjefe del Estado Mayor del Cuerpo Expedicionario portugués, la declaración que había hecho Bernardino Machado ante el Parlamento no dejaba lugar a dudas: “Desde el 7 de agosto, antes de esta declaración categórica del Parlamento de República, ninguna nación en el mundo podría contestar el firme propósito de la nación portuguesa, nadie podría sorprenderse de que Portugal se colocase abiertamente en cualquier momento, al lado de su antiguo aliado, prestándole toda la ayuda que para este solicitara en nombre de esa alianza” (MARTINS, Ferreira –director– Portugal na Grande Guerra, Volume I, Editorial Ática, Lisboa, 1934, p. 36). 26 Ley 275, Diário do Governo 137, I Serie, 8 de agosto de 1914. 27 COSTA, Gomes da Portugal na Guerra..., cit., p. 14. 28 MARTINS, Ferreira –director– Portugal na Grande Guerra..., cit., p. 58.

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dencia y sin excesos, corroborada por las recomendaciones verbales que ha efectuado mediante sus Representantes”.29 Este deseo de Gran Bretaña está presente en toda la correspondencia intercambiada entre Edward Grey y Freire de Andrade. El 29 de agosto este último, refiriéndose a una conversación con Lancelot Carnegie, afirmó: “Me mostró una nota de Sir Ed. Grey, fechada del día 13, en la que nos decía que no declaráramos la neutralidad y, si nos pedían explicaciones, dijéramos que no lo hacíamos por ser aliados de Inglaterra y que esta se encontraba en estado de guerra, pero que cumpliéramos los deberes de ser neutrales”.30 En la madrugada del 24 de agosto una fuerza militar alemana había atacado el puesto portugués de Maziua en Mozambique, ataque en el que murió el jefe. Sin embargo, el incidente no provocó que Portugal abandonara la posición ambigua en la que se encontraba. Freire de Andrade escribió a Sidónio Pais para justificar la razón de la posición portuguesa: “Portugal no declara la neutralidad porque, al ser un aliado de Gran Bretaña, está dispuesta a cumplir en firme y fielmente los deberes que le debe, si se los solicitaran. Nuestro deseo es permanecer ajenos al conflicto. No dudaríamos en tomar parte, si la Alianza así nos invocara, cuando Inglaterra nos lo solicite, pero fuera de esa obligación de lealtad, procederemos como neutrales. Nos regimos por nuestros compromisos con Inglaterra y por nuestros propios intereses”.31 En el verano de 1914, cuando comenzó la guerra en Europa, el ejército portugués había tenido solo tres periodos de entrenamiento y se encontraba en plena reorganización y, como tal, estaba más orientado a la defensa interna que a cualquier tipo de intervención en Europa o en África. Estaba razonablemente equipado, aunque no se encontraba al nivel operativo de las fuerzas militares de la mayoría de los estados europeos. Portugal no tenía ninguna fábrica de armas y “la artillería y la infantería eran insuficientes para entrar en campaña”.32 Freire de Andrade, en una circular enviada al Gobierno y a los ministros de Portugal en Londres y Madrid, tomó una posición muy clara sobre las dificultades asociadas a una intervención militar portuguesa en la guerra: “¿Y cuál será la ayuda que podríamos dar en tropas organizadas y preparadas? En vista de las grandes masas de hombres involucrados en las operaciones, esa ayuda sería pequeña. Y de todo esto resulta 29 Circulares del 9 y 17 de agosto de 1914 enviadas por el ministro de Asuntos Exteriores a los otros miembros del Gobierno y los ministros de Portugal en Londres y Madrid (Portugal na Primeira Guerra Mundial, cit., pp. 25-26). 30 MARTINS, Ferreira –director– Portugal na Grande Guerra, cit., Volumen I, pp. 57-58. 31 MARTINS, Ferreira –director– Portugal na Grande Guerra, cit., Volumen I, p. 58. 32 MARTINS, Ferreira –director– Portugal na Grande Guerra, cit., Volumen I, p. 25.

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que, si quisiéramos movilizar al ejército, no podríamos reunir en armas más de 50.000 o 55.000 hombres, insuficientemente equipados y con munición […] Nuestros soldados, en caso de guerra, se portarían con su antigua y legendaria valentía, pero hoy la guerra carece de una larga preparación de las tropas que se involucran en ella y estando nuestro Ejército en período de reorganización, ¿estarán suficientemente preparados? No me pronuncio sobre este punto, pero el hecho de que combatieran en territorio extranjero contra las mejores tropas del mundo en cuanto a disciplina y preparación para la guerra, ¿no sería exponerlos a condiciones en que no les baste su excepcional valentía?”33 Al servicio de su majestad El 10 de octubre, bajo el pretexto de que el gobierno francés solicitaba el envío de piezas de artillería a Portugal (el Partido Demócrata impuso la condición de que el equipo fuese acompañado por tropas portuguesas), Edward Grey escribió un memorando pidiendo a Portugal abandonar la posición “ambigua” en la que se encontraba y colocándose activamente al lado de Gran Bretaña y de sus aliados.34 Esto planteó nuevas dudas sobre la posición portuguesa. En el informe que dirigió Edward Grey al embajador británico en España, Arthur Hardinge, informó que Gran Bretaña había aconsejado a Portugal adoptar, “an attitude of benevolent neutrality [una actitud de neutralidad benévola]”, concluyendo que “her co-operation might entail on us increased responsibilities in regard to the protection of her colonies, but that as the latter would probably be endangered by the victory of Germany, she perhaps felt she had more to gain than to lose by actively supporting the Allies” [su cooperación nos puede acarrear crecientes responsabilidades en lo que respecta a la protección de sus colonias, pero como estas probablemente se hallarían en peligro por la victoria de Alemania, tal vez sienta que tiene más para ganar que para perder al apoyar activamente a los Aliados].35 De hecho, en respuesta al memorando, Teixeira Gomes preguntó a Edward Grey cuál debía ser la actitud de Portugal hacia Alemania y este le respondió: “Que no debemos declarar el estado de guerra antes de embarcar el primer contingente. En cuanto a la asistencia financiera a Portugal, esta estaba ausente desde el principio”.36

33 MARTINS, Ferreira –director– Portugal na Grande Guerra, cit., Volumen I, pp. 25-26. 34 Teixeira Gomes, en un telegrama enviado a Freire de Andrade, el 26 de septiembre de 1914, afirmaba que “Portugal enviaría a Francia todo lo que Inglaterra directamente nos pida desde que invoque la alianza para justificar la beligerancia de Portugal”. Véase en particular el telegrama de 26 de septiembre 1914 enviado por Teixeira Gomes al ministro de Asuntos Exteriores, Freire de Andrade en Portugal na Primeira Guerra Mundial…, cit., p. 69. 35 NAUK, CAB 37/121, informe del 15 de octubre de 1914 enviado por A. Hardinge a Edward Grey, p. 1. 36 COSTA, Gomes da Portugal na Guerra..., cit., p. 20.

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El 23 de noviembre el Congreso de la República aprobó una propuesta autorizando al gobierno a intervenir en la guerra cuando lo creyera más conveniente. Tal como había ocurrido el 7 de octubre, el Congreso, reunido extraordinariamente, confirió al gobierno plenos poderes para conducir la política exterior, pero nuevamente de ahí no surgió ninguna ruptura diplomática con Alemania. En este marco, no podemos olvidar las palabras de Teixeira Gomes y cómo pragmáticamente apuntó las consecuencias más inmediatas de la entrada de Portugal en la guerra: “En la situación financiera en que se encuentra nuestro país, la preparación inmediata para la guerra […] implicaría la inevitable ruina”.37 Teixeira Gomes se había apresurado al declarar que esa intervención sería extremadamente improbable.38 El frente africano En 1914, con la excepción de Etiopía, Liberia y la Unión Sudafricana –que eran independientes– y de Libia y de Marruecos –que no habían sido “formalmente conquistados”– el resto del continente africano se encontraba ya ocupado y dividido entre el Reino Unido, Francia, Alemania, Portugal, España, Italia y Bélgica. El Reino Unido era entonces el poder imperial más importante en África, no solo en términos de extensión territorial y población, sino porque controlaba las principales rutas comerciales al sur del Sahara.39 Alemania, por su parte, dando continuidad a la política iniciada por Bismarck a finales del siglo XIX, poseía un imperio pequeño, pero estratégicamente posicionado, que se extendía desde Madagascar hasta la entrada del mar Rojo. Ambos imperios limitaban con los territorios bajo administración portuguesa, cuyo dominio se disputaban británicos y alemanes en la escena internacional.40 En Angola la estrategia alemana pasaba por adquirir el control de la concesión de las líneas de los ferrocarriles en el sur de la colonia. En enero de 1914 la Deutsche Ost-Afrika había inaugurado una conexión marítima directa entre Lobito y Moçamedes y desde los puertos de Lüderitz hasta Swakopmund en Angola. El primer consulado alemán se había inaugurado en 1889 en Lourenço Marques y a lo largo de la década de 1890 se abrirían representaciones diplomáticas en la isla de Mozambique, Beira, Chinde y Quelimane. En 1907 se inauguró en Lourenço Marques un centro cultural cuyo objetivo era “fomentar las relaciones sociales entre los alemanes residentes en Lourenço Marques y favorecer el uso de la lengua alemana y

37 Biblioteca Nacional de Portugal, Archivo Cultura Portuguesa Contemporánea y Propiedades de Manuel Teixeira Gomes, Exp. 46, Box 14, Memorando del 14 de noviembre de 1914, enviado por Manuel Teixeira Gomes a Augusto Freire de Andrade, p. 2. 38 Biblioteca Nacional de Portugal, Archivo Cultura Portuguesa Contemporánea y Propiedades de Manuel Teixeira Gomes, Exp. 46, Box 14, Memorando del 14 de noviembre de 1914, enviado por Manuel Teixeira Gomes a Augusto Freire de Andrade. 39 ROBERTS, Andrew D. “Introduction”, en ROBERTS, A. A. –editor– The Cambridge History of Africa c.1905-c.1940, Vol. 7, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, p. 3. 40 PIRES, Ana Paula Pires y FOGARTY, Richard S. “África e a Primeira Guerra Mundial”, cit., pp. 41-61.

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la conservación del espíritu nacional”.41 La presencia de británicos y sudafricanos era también representativa, en particular en los puertos de Beira y de Lourenço Marques. Mozambique Población extranjera en 1912

Británicos Alemanes Chinos Italianos Griegos

Lourenço Marques 668 106 300 80 149

Beira 268 45 47 123

Chinde 31 24 -

Fuente: A Manual of Portuguese East Africa, His Majesty’s Stationery Office, Londres, 1922, p. 88.

Igualmente importante seguía siendo la cuestión de la delimitación de las fronteras. El gobierno encabezado por Bernardino Machado terminaría autorizando que se invirtieran hasta 94.000 dólares en la demarcación de las fronteras en las colonias en el año económico de 1914-1915. Los límites de la frontera norte de la colonia de Mozambique eran todavía poco conocidos, en parte debido a la dificultad de entendimiento entre Portugal y Alemania a causa de la pérdida del triángulo de Kionga. Después de la declaración de guerra de Gran Bretaña a Alemania el 4 de agosto de 1914, una de las principales prioridades de Londres fue eliminar o controlar el potencial estratégico de las posesiones y colonias alemanas en todo el mundo, orientación que se hizo patente de forma particularmente activa en América Latina42 y en África, y que consistió en capturar instalaciones portuarias y estaciones de cables submarinos. Este fue uno de los postulados que se incluyó en el memorando elaborado por el cónsul británico Erroll Macdonell respecto de las posibilidades de Gran Bretaña de recuperar los negocios alemanes en el África portuguesa, especialmente en Mozambique.43 Cabe recordar que, en mayo de 1914 con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores, varios bancos alemanes adquirieron la mayoría de las acciones de la Compañía del Niassa. Durante la guerra entre Gran Bretaña y el Transvaal, el comandante en jefe de las tropas británicas, Lord Roberts, pidió permiso al Gobierno portugués para que las tropas británicas cruzaran Mozambique con el fin de efectuar un ataque en el norte de 41 CARVALHO, Manuel A Guerra que Portugal quis esquecer, Porto Editora, Porto, 2015, p. 39. 42 DEHNE, Philip A. On the Far Western Front: Britain’s First World War in South America, Manchester University Press, Manchester, 2010. 43 PIRES, Ana Paula Portugal e a I Guerra Mundial. A República e a Economia de Guerra, Caleidoscópio, Casal de Cambra, 2011.

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Transvaal. El estallido de la guerra en Europa significó el reforzamiento de las guarniciones militares, especialmente en los territorios administrados por la Compañía de Niassa, donde la presencia portuguesa era mínima. Después de la declaración de guerra de Alemania a Rusia, el ministro de Asuntos Exteriores portugués envió un telegrama a Teixeira Gomes pidiéndole que estudiara, junto con el Foreign Office, cuál debería ser la posición a adoptar por el gobierno portugués ante el conflicto europeo. En el telegrama de respuesta, Teixeira Gomes afirmó haber “instado al gobierno británico a estudiar sin demora la defensa de nuestras colonias africanas contra la invasión alemana”.44 El 13 de agosto Lancelot Carnegie pidió al Gobierno portugués que autorizara el paso de tropas a través de Chinde (Mozambique) con destino a Nyasalandia (actualmente, Malaui).45 A raíz de esta petición, Teixeira Gomes insinuó a Eyre Crowe que Portugal tenía la ambición de recuperar Kionga –el pequeño territorio situado en la frontera del África Oriental alemana ocupada por una fuerza naval germana el 16 de junio de 1894– sin que por ello “pudiera parecer una compensación por el favor dispensado”.46 El 21 de agosto de 1914 Bernardino Machado decretó la organización y el envío de dos destacamentos mixtos (artillería de montaña, caballería, infantería y ametralladoras) con destino a Angola y Mozambique.47 En el preámbulo de la ley, el Gobierno reconocía la necesidad “en las actuales circunstancias, [de] ser debidamente fortalecidos algunos puntos de las fronteras meridionales de la provincia de Angola y del norte de Mozambique”.48 En total se movilizaron 1.525 hombres en Angola y 1.477 en Mozambique. En ese momento, el ejército portugués tenía poco más de treinta y un mil efectivos.49 El primer incidente entre Portugal y Alemania en África ocurrió el 24 de agosto de 1914 en el norte de Mozambique, en Maziua en el Ruvuma, cuando el jefe del puesto fronterizo fue asesinado a tiros al salir de su habitación, sorprendido en plena noche por las fuerzas alemanas de la vecina África Oriental.50 Debido a la posición ambigua en la que Portugal se encontraba desde el inicio del conflicto, no pudiendo declararse beligerante o neutral, ambas expediciones fueron organizadas por el Ministerio de las Colonias y no por el Ministerio de Guerra. Puesto 44 Telegrama de 4 de agosto 1914 enviado por el Ministro de Portugal en Londres al Ministro de Asuntos Exteriores (Portugal na Primeira Guerra Mundial..., cit., p. 16). 45 Carta de 14 de agosto 1914 enviada por el Ministro de Asuntos Exteriores portugués al Ministro de Inglaterra en Lisboa (Portugal na Primeira Guerra Mundial..., cit., p. 32). 46 Carta de 14 de agosto 1914 enviada por el Ministro de Asuntos Exteriores portugués al Ministro de Inglaterra en Lisboa (Portugal na Primeira Guerra Mundial..., cit., p. 34. Telegrama 15 de agosto de 1914 enviado por el Ministro de Portugal en Londres al Ministro de Asuntos Exteriores. 47 Ordem do Exército 19, I serie, 21 de agosto de 1914. 48 Ordem do Exército 19, I serie, 21 de agosto de 1914. 49 “O esforço militar português”, O Instituto-Revista Científica e Literária 67 (2), febrero de 1920, p. 118. 50 Palavras Claras. Razões da intervenção militar de Portugal na guerra europeia. Informe publicado en el Diário do Governo 9, 1.ª serie, del 17 de enero de 1917, Imprensa Nacional, Lisboa, 1917, p. 19.

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que esta acción no dio como resultado ninguna declaración de guerra contra Alemania y sus aliados, las medidas adoptadas por Portugal con la aprobación de Gran Bretaña eran meras disposiciones de salvaguarda de la defensa colonial. El 9 de agosto, en una circular enviada a los otros miembros del Gobierno y a los ministros de Portugal en Londres y Madrid, el ministro de Asuntos Exteriores, Freire de Andrade, se mostró contrario a una intervención de Portugal en el frente de guerra europeo y recordó los inconvenientes de una afrenta a Alemania.51 Inglaterra había informado que no podría proteger las fronteras terrestres de los territorios portugueses en el continente africano. El envío de expediciones militares a África, en particular hacia Mozambique, adquirió además una importancia creciente si tenemos en cuenta un escenario en el que una África del Sur cada vez más autónoma de la Corona británica representaba un peligro y una amenaza crecientes para el equilibrio regional y para los intereses de los portugueses.52 Ya después de que Portugal entrara en guerra en Europa, Teixeira Gomes afirmaría que el envío de tropas a África era la única garantía de que Portugal “impusiera en el futuro algo de respeto a sus vecinos”.53 En el caso del Transvaal, Lourenço Marques ya había buscado una salida del territorio hacia el mar y, en cuanto a Angola, en enero de 1913 el gobernador general, Norton de Matos, había escrito una carta al ministro de las Colonias alertándolo de los peligros derivados del inicio de una guerra contra Alemania: “…dentro de pocos meses, Alemania hará estallar la guerra y […] uno de sus primeros actos de agresión armada será la invasión de Angola y Mozambique. […] Pido al Gobierno de la República, que con tanta insistencia ha conservado el territorio, que gestione la defensa militar de esta grandísima región portuguesa”.54 También era necesario gestionar las ambiciones de Bélgica en Cabinda y Portugal debía evitar que estas acciones de defensa internas resultaran en incidentes de cariz internacional, justificándose así en las páginas de la prensa: “Es natural que nuestra alianza, especialmente después de algunas declaraciones intercambiadas entre los Gobiernos de ambos países, sirvan para asegurar la integridad de las posesiones portuguesas. Pero querer alcanzar esa garantía de brazos cruzados, sin mostrar de 51 Portugal na Primeira Guerra Mundial..., cit., p. 26. 52 ARRIFES, Marco Fortunato A Primeira Grande Guerra na África Portuguesa. Angola e Moçambique (1914-1918), Edições Cosmos/Instituto de Defesa Nacional, Lisboa, 2004. 53 Biblioteca Nacional de Portugal, Archivo Cultura Portuguesa Contemporánea y Propiedades de Manuel Teixeira Gomes, Exp.46., caja 14, carta del 4 de septiembre de 1916 enviada por Manuel Teixeira Gomes al Ministro de Asuntos Exteriores, p. 3. 54 MATOS, Norton de Memórias e trabalhos da minha vida. Factos, acontecimentos e episódios que a minha memória guardou. Conferencias, discursos e artigos e suas raízes no passado, Vol. IV, Editorial Marítimo-Colonial, Lisboa, 1945, pp. 19, 21-22.

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un modo efectivo que somos capaces, por nuestra parte, de emplear también todos los posibles esfuerzos para defender lo que poseemos, es colocar al país en una situación humillante y deprimente frente a la gran nación inglesa y que solo se puede traducir con una palabra: protectorado”.55 Norton de Matos entendía que Mozambique era menos susceptible de una invasión que Angola: tenía tropas indígenas que podían defenderlo en caso de invasión, pudiendo además contar con el auxilio de fuerzas militares de Sudáfrica, de Rodesia y de la Niassa británica.56 Norton estaba convencido de que las consecuencias de una ocupación de Angola y Mozambique por parte de Alemania serían tan grandes para Gran Bretaña como para Portugal, afirmación que con el desarrollo de la guerra se iría desmintiendo. Como vimos, el 25 de agosto de 1914 el puesto portugués de Maziua fue atacado por las fuerzas alemanas, que lo saquearon y quemaron. A pesar del incidente y el malestar creado, Portugal no declaró la guerra a Alemania. Las primeras tropas portuguesas llegaron a Moçamedes (Angola) y a Lourenço Marques (Mozambique), respectivamente, los días 1 y 16 de octubre de 1914. En diciembre de ese año tendría lugar un nuevo incidente con las tropas alemanas, esta vez en Angola; las tropas portuguesas bajo el mando de Alves Roçadas fueron derrotadas en Naulila y obligadas a retirarse a Humbe. Por otra parte, esta propuesta de división del imperio colonial portugués acabaría por causar cierta preocupación en Francia, que lo leyó una vez más como una amenaza indirecta a su colonia de Madagascar. En Portugal, el envío de tropas a África estuvo libre de cualquier crítica u objeción y reunió siempre el consenso de las diferentes partes que componían el espectro político del republicanismo. El 5 de noviembre de 1914 en un artículo publicado en el diario República, António José de Almeida, el entonces líder del Partido Republicano Evolucionista, justificó de forma bastante ilustrativa el motivo de la movilización de tropas portuguesas en el continente africano: “Van a África a un solo efecto: defender la tierra que nos han legado nuestros mayores. Van a combatir para que permanezca bajo nuestra bandera la tierra que es el osario de nuestros mártires y la tumba de nuestros héroes. No van a talar, arrasar, conquistar el suelo ajeno; van a defender la propia tierra. No quieren atacar a nadie; solo se enfrentarán a quienes los ataquen primero. Ellos no se sienten animados por la codicia de lo que es de los demás; solo desean mantener para los portugueses lo que es suyo, porque legítimamente lo han heredado de quienes lo conquistaron con la fuerza de sus brazos y la sangre de sus cuerpos”.57 55 “A partida das expedições militares”, A Capital, 17 de agosto de 1914, p. 1. 56 MATOS, Norton de Memórias..., cit., p. 84. 57 ALMEIDA, António José de “Boa sorte!”, República, 5 de noviembre de 1914, p. 1; “Em plena

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También Brito Camacho, que a raíz de la noticia de la declaración de guerra de Gran Bretaña a Alemania en agosto de 1914 se había mostrado contrario a una intervención de Portugal en el escenario europeo del conflicto, explicó de una manera muy pragmática y confiando en el argumento financiero cuáles eran las principales diferencias entre mantener una campaña militar en Europa y en África: “¿Haríamos la guerra en África? Allí se paga en billetes del Banco de Portugal, en notas del Banco Ultramarino, y la judería financiera no tiene el margen de beneficio que esperaba. No sucedería lo mismo haciendo la guerra en Francia, porque allí tendría que pagarse en oro, y puesto que el Estado no dispone de él, no podría pedirlo prestado”.58 Los territorios africanos se encontraban en una fase muy incipiente de desarrollo al estallido de la Primera Guerra Mundial: la población blanca portuguesa era pequeña (cerca de 11.000 personas en Angola y 20.000 en Mozambique), la red de transportes era escasa, las fronteras no se encontraban todavía definidas y algunos de los territorios, especialmente en Angola, no estaban todavía pacificados, por lo que no era extraña la falta de mandos administrativos.59 En los pasillos de la diplomacia internacional, sobrevolaba la idea de que las principales colonias portuguesas estaban disminuyendo y que para valorizarlas Portugal tendría que recurrir al endeudamiento externo, en particular con Londres.60 La matanza de Cuangar, en la margen izquierda del río Cubango el 30 de octubre y la invasión de Cunene por parte de los alemanes el 12 de diciembre llevaron al gobierno a organizar en los primeros días de 1915 una nueva expedición militar con destino a Angola. A principios de agosto de 1915 Edward Grey escribió a Lancelot Carnegie para transmitirle la solicitud del ministro de Asuntos Exteriores de Portugal: “Portuguese Minister has urged that we should not raise objection to action that Portugal may be forced, in her own interest, to take against Germany” [el ministro portugués ha urgido que no levantemos objeciones a las acciones que Portugal pueda verse forzado a tomar contra Alemania en su propio interés]. Grey señaló enseguida de forma rotunda cuál debía ser la actitud que Gran Bretaña debía tomar: “if a rupture takes place, it should be on a clear issue between Portugal and Germany taken in the interest of Portugal, and not a rupture forced on Germany as an obligation on the part of Portugal towards Great Britain” [si tiene lugar una ruptura, debería ser por un problema claro entre Portugal y Alemania, y por interés de Portugal, y no una ruptura carnifícina”, República, 7 de noviembre de 1914, p. 1. 58 CAMACHO, Brito Portugal na Guerra, Guimarães & C.ª Editores, Lisboa, 1934, p. 170. 59 PROENÇA, Maria Cândida A Questão Colonial no Parlamento, Coleção Parlamento/Publicações Dom Quixote, Lisboa, 2008, p. 12. 60 D’ALMADA, José Reflexões sobre as convenções Anglo-Alemãs relativas às colónias portuguesas, 1898-1914, Coimbra Editora, Coimbra, 1972, pp. 9-10.

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forzada como obligación de Portugal respecto de Gran Bretaña”].61 En la carta de respuesta enviada a Edward Grey, Carnegie dio cuenta del impacto de esa decisión en Portugal, que llevó al Gobierno “to give fuller consideration to the question of the precise advantages to be gained by taking an irrevocable step” [a dar la más plena consideración a la cuestión de las ventajas precisas a obtener al dar un paso irrevocable].62 El 15 de noviembre de 1915 un segundo contingente militar compuesto por 1.543 hombres partió con destino a Mozambique. El objetivo del gobierno portugués era recuperar Kionga, objetivo que se lograría en abril de 1916 por fuerzas comandadas por el teniente coronel José Luís de Moura Mendes. El 25 de septiembre de 1919 el Consejo Supremo de las Potencias Aliadas y Asociadas lo devolvió a Portugal. En artículos más o menos incendiarios en las páginas de algunos periódicos, se afirmó que Portugal, aunque no luchara en el frente europeo, debía considerarse que “luchaba por las naciones aliadas que combaten el imperialismo alemán”.63 En esta época no solo estaba sobre la mesa la negociación con Londres de un préstamo por valor de £2.000.000, sino que las autoridades británicas buscaban encontrar los instrumentos más adecuados para justificar la petición de los buques alemanes que desde el inicio de la guerra se encontraban alojados en los puertos portugueses. Por otra parte, en esta materia, una de las mayores dificultades con que Inglaterra se venía debatiendo desde el inicio de la guerra se refería precisamente a la necesidad de aumentar el tonelaje de su flota. La cuestión se había discutido con gran precisión en una conferencia celebrada en el Almirantazgo el 6 de mayo de 1915, cuando se trató con poca vacilación la posibilidad de que Gran Bretaña tomara posesión de los barcos alemanes que estaban en Portugal. Tras la declaración de guerra de Gran Bretaña a Alemania y el Imperio austrohúngaro, cerca de 734 buques alemanes se habían refugiado en aguas neutrales y, de estos, alrededor de setenta (aproximadamente 242.000 toneladas) se encontraban en los puertos portugueses. A finales de diciembre de 1915, la flota mercante nacional constaba de solo 471 embarcaciones, con un total de 91.859 toneladas brutas, y la capacidad de producción de los astilleros portugueses (el más grande se encontraba en Viana do Castelo) no superaba las 4.600 toneladas al año. El 23 de febrero de 1916 un destacamento de la Marina portuguesa abordó los barcos alemanes y austríacos que se encontraban en el estuario del Tajo y, con honores militares, hizo izar la bandera portuguesa. El 9 de marzo de 1916 Alemania declaró la guerra a Portugal.64 Al día siguiente, el diputado del Partido Republicano Democrático Alexandre Braga presentó en el 61 NAUK FO371/2083, Carta de 5 de agosto de 1915 enviada por Sir Edward Grey a Lancelot Carnegie. 62 NAUK FO371/2083, Carta de 14 de septiembre de 1915 enviada por Lancelot Carnegie a Sir Edward Grey. 63 “O banquete de hoje”, en A Capital, 17 de diciembre de 1915, p. 1. 64 Vale la pena ver la nota enviada por Carnegie al ministro de Asuntos Exteriores portugués dos días más tarde: “No dejé de transmitir inmediatamente al Gobierno de su Majestad la información que

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Senado una moción reconociendo la necesidad de constituir un gobierno de “Unión Sagrada”. El 24 de mayo de 1916, el ministro de la Guerra, Norton de Matos, publicó un decreto ordenando el reclutamiento militar de todos los ciudadanos sin excepción, en la edad comprendida entre los 20 y los 45 años. Se movilizó al CEP (Cuerpo Expedicionario Portugués) y al CAPI (Cuerpo de Artillería Pesada Independiente), que reunían a más de 55 mil efectivos entre soldados, oficiales y personal auxiliar, y fueron enviados a Francia. Conclusiones Los republicanos estaban divididos desde el inicio del conflicto en lo referente a la entrada de Portugal en la guerra: los intervencionistas, dirigidos por el líder del Partido Democrático, Afonso Costa, defendían la necesidad de que Portugal interviniera en el bando aliado, mientras que los no intervencionistas entendían que las tropas portuguesas debían enviarse exclusivamente a las colonias africanas, una situación que no cambió después de marzo de 1916, cuando Alemania le declaró la guerra a Portugal.65 En realidad, el envío de tropas a África terminó generando cierto consenso únicamente en la elite política dirigente, suscitando dudas en la población colonial y metropolitana en cuanto a su efectiva necesidad, incertidumbres que animaron varios debates en las páginas de la prensa. Debe también tenerse en cuenta que la situación de la Marina portuguesa no era favorable: la flota naval era pequeña –en 1914 solo disponía de un submarino y tres destructores– y, como tal, era incapaz de proteger sin la ayuda de otra fuerza naval la costa portuguesa (especialmente los puertos de Lisboa y Leixoes y los archipiélagos de Azores y Madeira) y los puertos coloniales, y de proporcionar apoyo a las tropas expedicionarias.66 En 1910 Portugal había comenzado la construcción de tres destructores en el Arsenal de Alfeite, que se puso en marcha poco antes de que se uniera a la guerra en 1916. En solo dos años, en numerosas ocasiones Portugal había dado argumentos a Alemania para invocar la ruptura de la neutralidad y llegar a una declaración de guerra, pero Alemania nunca lo hizo, temiendo no solo perder los buques que estaban Su Excelencia proporcionó a un servidor la noche del jueves, informando que el ministro alemán declaraba que había un estado de guerra entre Portugal y Alemania, y pedirá sus pasaportes. […] El Gobierno de su Majestad estará al lado de Portugal frente al enemigo común y Portugal puede confiar en que su antigua aliada, Gran Bretaña, le brindará toda la ayuda que le sea posible o necesaria” (Archivo Histórico Diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores (AHDMNE), Solicitud de los Buques Alemanes, 3er. Piso, Armario 7, Tomo 24, Carta de 11 de marzo de 1916 enviada por Lancelot D. Carnegie a Augusto Soares). 65 AFONSO, Aniceto Grande Guerra. Angola, Moçambique e Flandres 1914-1918, QuidNovi, Lisboa, 2008; MENESES, Filipe Ribeiro de União Sagrada e Sidonismo. Portugal em Guerra (1916-1918), Cosmos, Lisboa, 2000, p. 53. 66 AFONSO, Aniceto Grande Guerra..., cit., pp. 55-56.

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fondeados en puertos portugueses, sino también la influencia y los intereses comerciales e industriales estratégicos que había conquistado tanto en la Portugal continental como en las colonias. Esto sería parte del concepto de la indivisibilidad del territorio nacional que ya comenzaba a enraizarse entre la elite.67 La eclosión de la Primera Guerra Mundial marcó un punto final a la posibilidad de construir una Mittleafrika alemana. El gran desafío que la guerra planteó a los republicanos intervencionistas fue el de tener que convencer a un país pobre, con un ejército mal preparado y equipado, y a una población mayoritariamente analfabeta de que la entrada en la guerra representaba un sacrificio pequeño, puesto que con ella vendría la posibilidad de que Portugal iniciara un proceso de modernización económica y social que le permitiría acercarse al resto de la Europa desarrollada. Este fue, por lo demás, el argumento usado repetidas veces por el Partido Democrático de Afonso Costa para justificar la necesidad de enviar un ejército a Francia. A estos argumentos habría que añadir que en marzo de 1916 los ejércitos aliados estaban en una posición extremadamente delicada en el frente occidental y necesitaban hombres para luchar con el fin de satisfacer las crecientes bajas en el frente de batalla. Por otro lado, finalmente, Portugal acabó cediendo a Gran Bretaña 44 de los buques capturados, dos razones de peso para justificar el apoyo de esta a la intervención en la guerra de un país con una situación interna compleja y con un ejército mal preparado como era la República Portuguesa en 1916. La entrada de Portugal en la guerra puso fin a la neutralidad de la península ibérica. Esto permitió a Lisboa distanciarse políticamente las directrices seguidas por Madrid, que mantuvo la neutralidad. Berlín aprovechó la ocasión para desafiar a Madrid a abandonar la neutralidad, aludiendo al peligro de una eventual agresión luso-británica a su frontera occidental. La entrada de Portugal en la guerra fue percibida por algunos sectores de la sociedad española como una amenaza constante a la seguridad nacional y como un elemento que fomentaba su anulación como país atlántico, acorralándola en un Mediterráneo dominado por otras potencias. Sin embargo, de las maniobras de Alemania no resultaría ningún cambio de actitud del gobierno español. Romanones terminó por dar indicaciones precisas al representante español en Berlín para que actuase en conformidad con las declaraciones hechas por el marqués de Lema en octubre de 1914: España no abandonaría la posición de “estricta neutralidad” en que se encontraba. En un oficio enviado por Carnegie a Grey, el representante diplomático de Inglaterra en Lisboa exponía de forma clara lo que consideraba el principal problema de Portugal con relación a España: “The frontiers are not natural but conventional. For this reason the people here are the same as those in Portugal. It is strange however 67 ZOLLMANN, Jakob, Naulila 1914. World War I in Angola and International Law. A study in (post)colonial border regimes and interstate arbitration, Baden-Baden, NOMOS, 2016, p. 52.

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that neither Spain nor Portugal know each other. On this account a certain misunderstanding exists which in Portugal amounts to apprehension and even suspicion in regard to Spain. Portugal thinks that a Spanish peril exists and perhaps believes that she might be invaded by Spain, but it is certain that there is no Spanish politician who thinks of such a thing”. [Las fronteras no son naturales sino convencionales. Por esta razón, la población es aquí la misma que en Portugal. Es extraño, sin embargo, que ni España ni Portugal se conocen mutuamente. Por ello existe cierto malentendido que en Portugal equivale a aprehensión e incluso suspicacia respecto de España. Portugal cree que existe un peligro español y tal vez cree también que podría ser invadida por España, pero no hay sin duda político español que piense tal cosa]”.68 La entrada de Portugal en la guerra expuso aún más las fragilidades de la política externa española. Su conservadurismo y la estrategia defensiva y limitada seguida por su gobierno le permitieron a Lisboa distanciarse políticamente de las orientaciones seguidas por Madrid, aunque de esa posición resultara la condena política del régimen implantado el 5 de octubre de 1910.

68 NAUK, FO 371/2761, Oficio del 3 de septiembre de 1916 enviado por Lancelot Carnegie a Edward Grey.

El deporte y la Gran Guerra (1914-1919) Rita Nunes

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Introducción: deporte, olimpismo y guerra a asociación entre olimpismo y guerra está presente en la génesis del Movimiento Olímpico Moderno. No en vano una de las motivaciones de su principal impulsor, Pierre de Coubertin, era que, a través del deporte y de la promoción del vigor físico, Francia recuperara el poder y el estatus internacional que había perdido tras su derrota en la Guerra Franco-Prusiana de 1870. La relación entre militarismo, socialización y deporte es por ello indisociable. Imágenes de pérdida, dolor y heroísmo son símbolos de unidad en momentos de sufrimiento y tanto el campo de batalla como los estadios donde se desarrollan las competiciones deportivas son, desde el punto de vista simbólico, lugares donde se legitima la demostración de agresiones (patrióticas) y en los que tanto los héroes militares como los ídolos deportivos son elementos cruciales para la construcción de una nación moderna y poderosa. Precisamente en 1914, es decir, el mismo año en que el heredero del trono de Austria-Hungría, Francisco Fernando, y su mujer, la duquesa de Hohenberg, serían asesinados en la capital de Bosnia, Pierre de Coubertin dibujó cinco anillos entrelazados representando la unión de los cinco principales continentes, que aún hoy es uno de los símbolos principales de los Juegos Olímpicos modernos y el elemento central de la bandera olímpica. En este sentido, no es de extrañar que, tras la declaración de guerra de Alemania a Portugal, el 9 de marzo de 1916, el deporte nacional fuera llamado a contribuir al esfuerzo bélico. El primer contingente del Cuerpo Expedicionario Portugués (CEP), que salió de Lisboa en dirección a Flandes, estaba integrado por algunos atletas, como el entonces campeón de pesas y halterios Álvaro Costa y el tirador António Augusto Martins. Los diarios deportivos pasaron entonces a acompañar sus acciones en el frente de batalla, como si de una competición se tratara. Los Juegos de la VI Olimpíada nunca llegarían a realizarse, quedando para la historia como los primeros que fueron cancelados desde el relanzamiento del Movimiento Olímpico Moderno por Pierre de Coubertin. Los combates que se trabaron en suelo francés ya habían obligado en 1915 al traslado de la sede del Comité Olímpico Internacional a Suiza, un país neutral, donde permanece desde entonces. Son por ello diversos los impactos de la eclosión de la Gran Guerra en el deporte y en el movimiento olímpico. Este texto se plantea analizar esa relación, reconstruyendo

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historias, contribuciones y legados para una mejor comprensión de la evolución de la práctica deportiva entre 1914 y 1918. La organización deportiva portuguesa en vísperas de la Primera Guerra Mundial A finales del siglo XIX, cuando el deporte se había empezado a masificar por toda Europa, la actividad deportiva en Portugal seguía circunscrita a algunos estratos de la población. En general, con honrosas excepciones, las elites nacionales permanecían bastante ajenas a los desarrollos alcanzados por el deporte en Inglaterra o en Francia. Durante mucho tiempo la historiografía portuguesa consideró que el primer club deportivo creado en Portugal fue la Associação Naval de Lisboa, en 1856;1 sin embargo, investigaciones más recientes han revelado la existencia de otro club, el Arrow Club, fundado en 1828 y vinculado a los deportes náuticos, así como de un tercero, de acceso restringido, el Oporto Cricket & Lawn Tennis Club, fundado en 18552 por algunos ciudadanos británicos que vivían en Oporto, donde eran propietarios de varias compañías de vino de la región. Paulatinamente fueron surgiendo en Portugal más asociaciones y clubes, como el Real Gimnasio Clube Português (1875), el Clube Fluvial Portuense (1876), el Ginásio Clube Figueirense y el Foot-Ball Clube do Porto (1893), entre otros. Las regatas, el fútbol, el tenis, el rugby o incluso el críquet llegaban muchas veces a Portugal por influjo de los ciudadanos extranjeros que vivían en las grandes ciudades o a través de los jóvenes de las clases más altas de la sociedad portuguesa que iban a estudiar a otros países. Muchos de estos clubes van a surgir en una década que en Portugal se caracteriza por la reflexión y la crítica, cuando se empezaban a cuestionar las posibilidades de supervivencia del régimen monárquico. Fue también por entonces cuando comenzaron a surgir las primeras discusiones en torno al papel y a la importancia del deporte en el desarrollo de las sociedades modernas, siendo remarcable el debate sobre el papel que tanto el Estado como las entidades privadas deberían desempeñar en esa evolución. Así, es interesante comprobar que en 1852 fueron organizadas en la localidad de Paço de Arcos, por iniciativa del Conde de Alcáçovas,3 las primeras regatas de vela y remo, aparentemente como simples actividades de diversión. Casi simultáneamente van a surgir también las primeras agencias de noticias del planeta. Las noticias se hacen universales y los resultados deportivos acompañaron esa universalidad;4 se dice que solo la velocidad de la luz superaba la rapidez de las comunicaciones telegráficas, 1 SERPA, Homero História do Desporto em Portugal. Do Século XIX à Primeira Guerra Mundial, Estudos e Documentos, Instituto Piaget, Lisboa, 2007, p. 54. 2 “Oporto Cricket and Lawn Tennis Club” [en línea] https://www.oportocricketclub.com/history.htm (Consulta: 7 de enero de 2019). 3 “Associação Naval de Lisboa” [en línea] https://anl.pt/clube/#toggle-id-1 (Consulta: 7 de enero de 2019). 4 En 1865, en Londres, Paul-Julius Reuter consolidó el prestigio de las nacientes agencias de prensa al ser el primero en anunciar que el presidente Lincoln había sido asesinado en Washington.



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lo que se reflejaba en el millón de periódicos vendidos diariamente en los Estados Unidos a comienzos de la segunda mitad del siglo XIX.5 Deporte y prensa empiezan entonces a construir una trayectoria paralela. Por ejemplo, el primer relato que conocemos de una especie de encuentro de fútbol realizado en tierras lusas se remonta a 1875 en Camacha, en la isla de Madeira. El organizador fue Harry Hinton, un joven inglés residente en la isla, hijo de un industrial azucarero, que llevó una pelota de Londres, donde estudiaba, y organizó un partido con sus amigos. Trece años después, en 1888, se tiene el primer registro de un partido, en Cascais. También en este caso el fútbol había llegado a través de la comunidad británica residente en el país, por medio de los ingleses que trabajaban en la estación del cable submarino en Carcavelos, con la participación de los hermanos Pinto Basto, quienes también estaban estudiando en Inglaterra y poseían una pelota de fútbol. Con el inicio del siglo XX, se acentuó la aparición de nuevas asociaciones y clubes. Muchos de estos surgieron vinculados al fútbol y algunos de ellos existen todavía hoy y son bien conocidos, como el Clube Internacional de Futebol (1902), el Boavista Foot-Ballers (1903), el Sport Lisboa e Benfica (1904) y el Sporting Clube de Portugal (1906). Surgen naturalmente nuevas disciplinas y se inicia una tenue generalización de la práctica deportiva, destacando el atletismo, el ciclismo, la gimnasia, el remo y la vela. No obstante, podemos afirmar que estos avances eran considerados insuficientes en relación con el papel y las funciones que el deporte debía pasar a desempeñar en la sociedad portuguesa. El país empezaba lentamente a integrarse en el mapa y en las hojas de ruta, todavía en construcción, del deporte internacional, de los que la representación de Portugal en el Comité Olímpico Internacional, en 1906, sería el corolario. Luego de algunos contactos mantenidos entre el Rey Carlos I y el fundador de los Juegos Olímpicos de la era moderna, Pierre de Coubertin, el portugués António de Lancastre se convirtió en miembro del Comité Olímpico Internacional en 1906. Este tendría como principales funciones representar al Movimiento Olímpico en territorio nacional, ayudando a impulsar las prácticas deportivas. Sería unos años después, con la implantación del régimen republicano, cuando la idea de la creación de una sociedad “regenerada” y de un “hombre nuevo” empezó a ganar visibilidad, defendiéndose como necesaria la introducción de la educación física en los programas de educación escolar. En realidad, puede decirse que, junto con la lucha anticlerical, fue en el dominio de la enseñanza donde los objetivos de modernización de la I República adquirieron su expresión máxima.

5

O panorama: jornal litterário e instructivo da Sociedade Propagadora dos Conhecimentos Úteis, XII (40), 6 de octubre de 1855 [en línea] http://hemerotecadigital.cm-lisboa.pt/OBRAS/OPanorama/1855/ Outubro/N40/N40_item1/P8.html (Consulta: 23 de enero de 2019).

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A pesar de esta voluntad, vale la pena tener presente que solo en la reforma republicana del ejército, publicada el 26 de mayo de 1911,6 surgiría una de las pocas referencias a la actividad deportiva, en particular a las funciones de las Escuelas de Equitación y Tiro.7 La reforma, promovida contra el sentir mayoritario del Ejército, quedaría interrumpida con la eclosión de la Gran Guerra. Por otra parte, ya el 1 de febrero de 1907 el diputado monárquico Carlos Lopes de Almeida había presentado en el Parlamento un proyecto de ley que tenía justamente como principal objetivo la regulación del descanso semanal.8 Lopes de Almeida añadió que era necesario que el descanso semanal viniera acompañado de otras medidas complementarias, a semejanza de lo que había sucedido en Francia, donde se crearon jardines obreros. Solo así sería posible, a su entender, alejar “a los obreros de las tabernas, de las casas de juego y de la prostitución, donde van a buscar la causa, no solo para su degeneración, sino también para la degeneración de sus descendientes”.9 La actividad física y la práctica deportiva empezaban a ganar también progresivamente su espacio en el dominio del tiempo libre y del ocio. La regulación del descanso semanal el domingo fue aprobada el 7 de agosto de 1907.10 En 1912 Portugal participó por vez primera en los Juegos Olímpicos. Esta quinta edición se celebró en Estocolmo, Suecia, entre el 5 de mayo y el 27 de julio de ese año. Puede decirse que fue una participación bastante triste, sin el apoyo del estado portugués, por lo que hubo que recurrir a la captación de fondos a través de una suscripción pública y de la organización de algunos certámenes deportivos. De los 10 atletas previamente seleccionados, la delegación portuguesa terminó estando formada por 6: António Pereira, António Stromp, Armando Cortesão, Fernando Correia, Francisco Lázaro y Joaquim Vital.11 Estamos en vísperas del gran conflicto mundial y el proceso de organización y desarrollo deportivo que se observa en los diversos países va a sufrir impactos. Naturalmente que estos serán mayores en el caso de aquellos países que participarán directamente en la guerra, principalmente por la movilización de las capas más jóvenes y activas de la sociedad para la integración de los contingentes. A nivel internacional se producen también grandes consecuencias de la eclosión de este conflicto. Muchos de los campeonatos y de las competiciones internacionales fueron suspendidos, y los preparativos para la organización de los Juegos Olímpicos de 1916, que debían realizarse en Berlín, también fueron interrumpidos. Diário do Governo 122, 26 de mayo de 1911. Diário do Governo 122, 26 de mayo de 1911. Diário da Câmara dos Senhores Deputados, sesión 20, 1 de febrero de 1907, pp. 4-13. Diário da Câmara dos Senhores Deputados, sesión 20, 1 de febrero de 1907, p. 12. “Decreto de 7 de agosto, estableciendo el descanso semanal para todas las clases trabajadoras y haciendo obligatoria su concesión”, en Diário do Governo 175, 8 de agosto de 1907. 11 PINHEIRO, Francisco y NUNES, Rita Os 6 de Estocolmo. A primeira participação portuguesa nos Jogos Olímpicos, “Coleção História e Desporto”, Oporto, Edições Afrontamento, 2012.

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El deporte y la guerra La relación entre militarismo, socialización y deporte es indisociable. El campo de batalla y las competiciones deportivas son, desde el punto de vista simbólico, lugares en los que se legitiman la demostración de agresividad y de patriotismo, imágenes de pérdida, dolor y heroísmo; tanto los héroes militares como los ídolos deportivos son elementos cruciales para la construcción de una nación moderna y poderosa. De ahí que Eric Hobsbawm haya calificado al deporte como una de las prácticas más interesantes del siglo XIX.12 En Portugal, tal como ocurriría en toda la Europa en guerra, desde 1914 el incentivo a la práctica deportiva surgió asociado a los debates, transversales a la sociedad, acerca del papel y de la posición que Portugal debía adoptar con relación al conflicto europeo. La prensa deportiva, con el argumento de que en cualquier momento el país podría verse obligado a intervenir, salió en defensa de la introducción de la educación física y de algunos deportes en la preparación militar de los soldados, y también con miras a la ocupación de sus tiempos de ocio. Se defendía la idea de que un joven bien preparado físicamente sería un buen soldado y un mejor ciudadano. En este sentido el periódico O Sport de Lisboa informaba el 15 de agosto de 1914 sobre el inicio de la guerra en Europa y la implicación de los atletas: “Las mayores celebridades mundiales del sport, las figuras más prestigiosas y conocidas de las luchas deportivas, han marchado con destino al teatro más activo de las luchas. Foot-ballers de renombre, ciclistas de hace dos días, como Thys, Alavoine, Bussey, esgrimistas, hombres de la hípica, atletas y tantos otros allá se dirigieron, con su uniforme color tierra, el arma en bandolera y la sonrisa en los labios. Incluso de aquí, de Portugal, salieron algunos, que evocamos con añoranza. Y si todo hombre que combate lleva a la lucha su entusiasmo y su fe, éste, el sportman, lleva además su musculatura maleable y dócil, su físico robustecido y entrenado, y la fuerza disciplinada de su sport, que no son factores de gratuito desprecio en acciones de resistencia y esfuerzo corporal”.13 Desde Lisboa zarparon el 11 de septiembre de 1914 las primeras expediciones militares portuguesas con destino a Angola y Mozambique. Pero sería sobre todo la declaración de guerra de Alemania a Portugal el 9 de marzo de 1916 la que provocaría la movilización del deporte nacional a favor del esfuerzo de guerra. A finales de marzo, el ministro de la Guerra, Norton de Matos, solicitó por intermedio de la Federação Portuguesa de Sports que, 12 HOBSBAWM, Eric A Era do Império, Editorial Presença, Lisboa, 1990. 13 O Sport de Lisboa, 15 de agosto de 1914.

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“…cada sociedad deportiva intensifique su acción, llamando a un mayor número de adeptos a la causa que defiende, impartiéndoles, al mismo tiempo, la instrucción de los conocimientos que la guerra de hoy ha venido a revelar imprescindibles para el hombre, para su defensa y para la consecución de su fin”.14 En este sentido, no deja de ser interesante verificar que el único cartel de propaganda de guerra de autoría nacional retrate el deporte. Cartel de propaganda alusiva la participación portuguesa en la Gran Guerra

14 O Sport de Lisboa, 1 de abril de 1916.



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En el cartel es posible identificar el logo del editor, “A Editora”, que tenía su sede en la Plaza Conde Barão núm. 50, en Lisboa. Aunque su autoría nos resulta desconocida, algunos de sus posibles autores podrían ser el director artístico de la empresa, el acuarelista Roque Gameiro, o el encargado de impresión, Pires Marinho. A pesar de que no tenemos datos sobre la fecha de su divulgación, cabe presumir que ésta se produjo tras la declaración de guerra de Alemania a Portugal. João David Zink15 afirma que es muy probable que este cartel haya sido producido para solemnizar la acogida de la misión naval inglesa que llegó a Portugal en mayo de 1916 para discutir la modalidad de la participación del Cuerpo Expedicionario Portugués en el teatro de guerra o incluso en ocasión de la estancia de la misión militar anglo-francesa que llegó a finales de agosto de 1916 para pulir detalles y acompañar la preparación de las tropas en la base de Tancos. Nada más adecuado para promover la alianza con Gran Bretaña que organizar un partido de fútbol, disciplina de origen británico que, como vimos, empezaba a afirmarse en Portugal.16 Debido al corte transversal que presenta el cartel en la parte superior,17 es imposible descifrar su título. Las letras están cortadas de tal forma que tan solo se consigue adivinar la letra “C” al inicio y la “A” al final. Analizando la imagen, podemos comprobar que la figura central del cartel es un futbolista y en un segundo plano dos regimientos de tropas en formación, presentados en tonos de gris. A pesar de la dificultad de dilucidar los intervinientes, según João David Zink18 parece tratarse de uniformes del ejército, del lado izquierdo, y de la armada, del derecho, muy probablemente alusivos al Ejército Portugués y a la Royal Navy. Al fondo de la imagen se puede observar un barco de guerra con algunos de sus tripulantes dirigiéndose a tierra en una pequeña embarcación. Volviendo a la figura central del cartel, el jugador de fútbol presenta la mano derecha y la rodilla izquierda lesionadas. Su rodilla aparece de hecho totalmente vendada, lo que no parece impedirle jugar. Esta imagen nos permite asimismo extrapolar una comparación entre la guerra y el deporte, es decir, de la misma forma que este jugador de fútbol sigue jugando a pesar de estar lesionado, un soldado herido en una misión no abandona el combate y continúa dando lo mejor de sí mismo para defender a su nación. El círculo que rodea al jugador representa un campo de fútbol y se presentan otros dos jugadores que corren. El cielo, que generalmente se representa en tonos de azul, aquí se pinta en tonos rojizos. Este uso de los colores podría tener diferentes interpretaciones. Una referencia a la guerra y a la sangre derramada en el campo de batalla o, en una perspectiva patriota, a la bandera de Portugal, con el verde, 15 ZINK, João David “Um cartaz português da I Guerra Mundial: o jogo simbólico num caso emblemático de marketing político-militar” [en línea] http://purl.pt/369/1/ficha-obra-cartaz.html (Consulta: 31 de agosto de 2014). 16 ZINK, João David “Um cartaz português...”, cit. 17 Ejemplar único existente en la Biblioteca Nacional, adquirido en 1975 a un librero de viejo, según João David Zink. 18 ZINK, João David “Um cartaz português...”, cit.

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del campo de juego y el rojo del cielo. El verde del campo de juego también podría representar la esperanza. La indumentaria que presenta el jugador, con rayas verticales verdes y blancas, podría aludir a la vestimenta del Vitória Futebol Clube, fundado en 1910 en Setúbal, club vencedor del campeonato regional de Lisboa, de segunda categoría en la temporada 1916/1917. La movilización de deportistas para la guerra Portugal envió los primeros hombres para defender las colonias en Angola y Mozambique dos años antes de la declaración de guerra de Alemania, en marzo de 1916. Alemania atacó el 25 de agosto de 1914 el puesto de Maziua, situado en la frontera norte de Mozambique y los territorios del sur de Angola: Naulila los días 17 y 18 de octubre, y Cuangar el día 30 de ese mes. Portugal tuvo que actuar rápido enviando a Angola una expedición militar bajo el mando del teniente coronel Alves Roçadas,19 que desembarcó en Moçâmedes el día 1 de octubre de 1914. La primera de las cuatro expediciones enviadas a Mozambique desembarcó en Porto Amélia el 1 de noviembre bajo el mando del teniente coronel Massano de Amorim.20 Se siguieron enviando tropas a Mozambique: la segunda expedición llegó el 7 de noviembre de 1915, recuperando Quionga, en el extremo nordeste, el 10 de abril de 1916. La tercera partió en los meses de mayo-junio de 1916 bajo el mando del general Ferreira Gil,21 pasando las tropas portuguesas a operar en territorio del África Oriental alemana hasta diciembre de ese año. Por último, la cuarta expedición fue en febrero de 1917, dirigida por el coronel Sousa Rosa,22 y debió hacer frente a partir del 21 de noviembre a las tropas del notable teniente coronel Von Lettow-Vorbeck que invadieron Mozambique. En total fueron movilizados cerca de 50.150 hombres con destino a África.23 A pesar de que en aquella época el deporte no estaba generalizado a todas las clases de la sociedad, en estos contingentes que zarparon en dirección a Angola y Mozambique cabe identificar a algunos deportistas. Hombres que practicaban diversas 19 José Augusto Alves Roçadas (1865-1926) fue un oficial del Ejército Portugués que alcanzó el rango de general. Fue Gobernador de Macao (1908-1909) y Gobernador del distrito de Huíla en el Sur de Angola, donde en octubre de 1914 dirigió la Fuerza Expedicionaria Portuguesa de 1.600 hombres que fue enviada a Angola con el objeto de defender el territorio de una previsible incursión del ejército alemán. Fue gobernador de Angola y el último comandante del Cuerpo Expedicionario Portugués enviado a Francia durante la Primera Guerra Mundial. 20 Pedro Francisco Massano de Amorim (1862-1929) fue un oficial del Ejército Portugués que alcanzó el rango de general. Fue comandante de la Fuerza Expedicionaria a Mozambique en 1914 y gobernador general de Angola (1916-1917), de Mozambique (1918-1919 y 1923-1925) y del Estado de la India (1927-1929). 21 José César Ferreira Gil (1858-1922) fue un militar e historiador militar que destacó como comandante de la 3ª expedición a Mozambique, en 1916, combatiendo en el Triángulo de Quionga y en los territorios del norte de Mozambique contra las fuerzas alemanas. 22 Tomás de Sousa Rosa (1867-1929) fue un oficial del Ejército Portugués que se distinguió como comandante de la 4ª expedición a Mozambique. 23 FERREIRA, J. “Portugal na I Guerra Mundial”, en Revista Militar 2553, octubre de 2014.



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disciplinas y que más tarde, en el periodo de posguerra, ocuparían posiciones destacadas en aras del desarrollo del deporte en Portugal. Entre otros, es el caso de António Prestes Salgueiro,24 practicante de atletismo, natación, remo y fútbol en el Club Internacional de Futebol (CIF), que sería Presidente del Comité Olímpico Portugues entre 1919 y 1923,25 y de Júlio Ribeiro da Costa,26 futbolista del Sport Lisboa e Benfica, que más tarde, tras su regreso a Portugal, iba a desempeñar varios cargos dirigentes que incluirían el de presidente de la dirección del S. L. Benfica en 1938-1939 y el de presidente de la Mesa de la Asamblea general de dicho club en 1939-1940. A pesar del clima caluroso y seco, se incentivó la práctica deportiva entre las tropas portuguesas recién llegadas al territorio africano. Sin embargo, físicamente exhaustos por los ejercicios militares, fueron pocos los soldados que se dedicaron al ejercicio físico. Por el contrario, se sabe que los baños de mar eran bastante apreciados, así como los juegos de cartas, aunque estos acabaron por ser prohibidos al ser considerados fuente de tensiones y rivalidades.27 Sin embargo, como vimos, sería la declaración de guerra de Alemania a Portugal el 9 de marzo de 1916 la que provocaría la movilización del deporte nacional a favor del esfuerzo bélico. Con destino al frente europeo fueron llamados a filas aproximadamente 55.000 hombres y se enviaron 17 convoyes de barcos, 117 trenes ferroviarios, 7.783 caballos, 1.501 vehículos y 312 camiones. Portugal suministró a los Aliados cerca de 30.000 carabinas, 15 millones de cartuchos, 56 piezas de artillería y 14.400 granadas. También cedió a Inglaterra navíos que totalizaron las 157.233 toneladas y concedió permiso para la utilización de todos sus puertos. El primer contingente del CEP salió de Lisboa el 26 de enero de 1917 con destino a Flandes. Fueron varios los atletas que se incorporaron a esos contingentes: el campeón de pesas y halterios Álvaro Costa, el motociclista Leopoldo Futscher y los futbolistas Herculano dos Santos, António Santos, Augusto Cabeça Ramos, Manuel Gomes Cal, José António Dias Forra, del Sport Lisboa e Benfica; Joaquim Vidal Pinheiro, Floriano Pereira, Eurico Brites y Zulmiro Raimundo, del Futebol Clube do Porto, y José das Neves Eugénio, del Académico Futebol Clube, entre muchos otros. Destaca también la movilización de hombres que, años más tarde, fruto de 24 António Luís de Gouveia Prestes Salgueiro (1891-1950) fue presidente del Comité Olímpico Portugués entre 1919 y 1923. Fue oficial de marina, habiendo formado parte de la campaña de Mozambique en 1916, en la escuadrilla de barcos del crucero Adamastor. Fue Gobernador Civil de Lisboa del 23 de febrero de 1919 al 25 de marzo de 1920, y Diputado por Mozambique (1921). 25 En la Asamblea Plenaria de 4 de junio de 1992 se decidió adoptar por unanimidad la denominación actual: Comité Olímpico de Portugal. 26 Júlio Ribeiro da Costa (1894-1992) era futbolista del Liceo Pedro Nunes. Fue transferido al Benfica, donde actuó en diversos equipos. Debido a su honradez y pasión por el club, ocupó varios cargos entre 1914 y 1962. En 1938 fue elegido presidente, dejando entonces el de vicepresidente de la Asamblea General (1935-1938). 27 Sobre la vida cotidiana y la vivencia de las tropas portuguesas en las colonias, véase ARRIFES, Marco Fortunato A Primeira Grande Guerra na África Portuguesa. Angola e Moçambique (1914-1918), Edições Cosmos, Lisboa, 2005.

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su capacidad deportiva, participarían en ediciones de los Juegos Olímpicos: António Duarte Montez,28 António Mascarenhas de Menezes,29 António Augusto Martins30 y José Pontes.31 Es interesante comprobar que los periódicos de la época, especialmente el Diário de Notícias y A Capital, querían saber más e informar a los lectores acerca de los deportistas movilizados para la guerra. En A Capital del 4 de enero de 1918 podemos leer: “Nuestro colega del Diário de Notícias tuvo la iniciativa de averiguar cuáles son los sportsmens que se encuentran en la guerra. Es una buena idea que todos los clubes deberán acoger con agrado, enviándole aclaraciones, con nombres, edades, especializaciones deportivas, armas a las que pertenecen, etc. etc. Podemos garantizar que el Gymnasio Club en breve va a enviar al redactor deportivo de aquel periódico todas las aclaraciones referentes a sus socios que se encuentran en el CEP”.32 El asunto mereció, en las semanas siguientes, nuevas menciones en el mismo periódico, porque los clubes no habían dado importancia al llamamiento efectuado y no habían respondido enviando información, imposibilitando así la elaboración y la publicación de una galería de los deportistas que se encontraban movilizados en el conflicto.33 Días después, el 20 de enero, el mismo órgano informaba que el Club 28 António Duarte Montez (1885-1968) practicaba tiro, esgrima, fútbol, pesos y halterios, lucha grecorromana y juego del palo, poseyendo también desde 1906 el diploma de tirador de 1ª clase. Movilizado para la guerra, fue ascendido a alférez. Participó en los Juegos Interaliados de 1919 y más tarde, en 1924, en los Juegos Olímpicos de París en la prueba de pistola de velocidad a 25 metros, donde se clasificó en 30ª posición. 29 António Mascarenhas de Menezes (1861-1961) era considerado un sportsman y un esgrimista vigoroso. Bicampeón nacional de espada, participaría en los Juegos Interaliados de 1919 y en los Juegos Olímpicos de 1920, 1924 y 1936. 30 António Augusto Martins (1892-1930) fue un eximio deportista en diversas disciplinas. Marchó a Francia en 1918 a fin de participar en la ofensiva final de los Aliados. Fue incorporado como voluntario en el batallón de asalto en calidad de médico. En la posguerra formó parte del equipo portugués que participaría en los Juegos Interaliados de 1919. Participó en los Juegos Olímpicos de 1920 en la disciplina de tiro, y en los Juegos Olímpicos de 1924, en las pruebas de tiro y atletismo. 31 José Pontes (1879-1961) fue un reconocido deportista, periodista, dirigente, médico y político. Era Secretario General del Comité Olímpico Portugués cuando fue movilizado a la Guerra. Prestó servicios en Francia como capitán médico y tras el armisticio ganó fama como jefe del servicio de Fisioterapia del Instituto de Santa Isabel y en el Hospital de Mutilados de Arroios. Para dedicarse a esa causa, pidió licencia en el Comité Olímpico en 1919. Regresó cuatro años después para ejercer funciones de presidente. En 1924 acompañó a la delegación portuguesa que participó en los Juegos Olímpicos de París, donde Portugal conquistó por primera vez una medalla olímpica (de bronce), en el premio de las naciones por equipos, en la competición ecuestre. 32 “Sport. Sportsmens portuguezes na guerra”, en A Capital, 4 de enero de 1918, p. 2. 33 “Sportsmens na guerra”, en A Capital, 12 de enero de 1918, p. 3.



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Internacional de Foot-ball ya había enviado noticias sobre sus socios y que se esperaba que los otros clubs siguiesen su ejemplo.34 El deporte en escenario de guerra. La experiencia del CEP, 1916-1919 Ya en territorio francés, los militares portugueses fueron sometidos a intensos ejercicios físicos que facilitaran los movimientos y entrenaran a los hombres para que estuvieran en condiciones de dar el máximo de intensidad y de resistencia a la larga y extenuante marcha a pie (de cerca de 30 km, a un ritmo más rápido que el utilizado en Portugal), con la mochila llena a la espalda, con el fin de preparar a los soldados para los desplazamientos que pudieran ser necesarios, y a marchas más cortas y con la máscara de gas colocada para desarrollar el control de la respiración en caso de un ataque con gas.35 Además de la práctica de varias actividades físicas esencialmente utilizadas para la preparación de los militares, es posible afirmar sin ninguna duda que la práctica deportiva formó parte de la vida cotidiana del CEP durante su permanencia en Francia. Estas actividades fueron organizadas por las tropas portuguesas o por los militares de los ejércitos aliados y eran esencialmente momentos de relajación, considerados indispensables para el éxito de las operaciones, así como para la buena moral de los militares.36 En el frente de batalla, durante los momentos de descanso, los combatientes ocupaban su tiempo sobre todo en la convivencia en grupo, pero también en la práctica de juegos de cartas (la brisca, el burro, la sueca), o juegos de dados, que ayudaban también a olvidar por instantes los horrores de la guerra. En las trincheras de la segunda línea era también muy habitual el bingo, jugado en los alojamientos de la llamada “línea de aldeas”.37 Además de los juegos de cartas y de tablero, también se organizaron competiciones deportivas entre los militares de los ejércitos aliados o solo entre los elementos del CEP. Esta competencia entre unidades militares o nacionalidades no tenía nada que ver con la guerra, sino que su objetivo era no solo exaltar las capacidades físicas y militares de los combatientes, sino esencialmente crear momentos de fiesta, celebración y entretenimiento, quebrando las rutinas de la vida cotidiana en guerra. En general, los partidos de fútbol eran organizados por la Asociación de Fútbol del V Ejército Británico. En ellos era posible ver el nivel eximio y la pericia de los ingleses y, del lado opuesto, la inexperiencia o el desconocimiento del juego por parte de muchos portugueses, que hacían uso de creatividad e ingenio para correr con una pelota entre los pies, lo que muchas veces dio origen a momentos de buena 34 “Sportsmens na guerra”, en A Capital, 20 de enero de 1918, p. 3. 35 MARQUES, Isabel Pestana Das Trincheiras, com Saudade. A vida quotidiana dos militares portugueses na Primeira Guerra Mundial, Esfera dos Livros, 2008, pp. 79-80. 36 NUNES, Rita “A Batalha dos Estádios”, en Revista Visão História. 1914-1918 Portugal Durante a Grande Guerra, 2014, pp. 42-43. 37 MARQUES, Isabel Pestana Das Trincheiras..., cit., pp. 219-234.

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disposición, alegría y humor, dejando en un segundo plano la importancia de los goles y de la victoria o la derrota. Un ejemplo de esto es el relato que nos dejó el algarvense Pedro de Freitas: “Los ingleses, al promover partidos de football, hacen que se organice en la compañía un grupo formado en su mayor parte por soldados que solo conocían el football de vérselo jugar a otros. Y como prueba de la competencia de esta clase de jugadores, tenemos el siguiente hecho: el soldado José da Cruz Barreto cae invariablemente cuando lanza la pelota y, a imitación de un trompo, de cabeza en el suelo y con las piernas en el aire, da siempre una vuelta y se estampa contra el piso. Risas y más risas provoca este jugador, y los ingleses aún se ríen más, dada la frecuencia de las cabriolas del bueno de Barreto, que destaca de esta manera en los desafíos de football entre portugueses e ingleses”.38 También las pruebas ecuestres formaron parte de estos momentos. En un oficio del 23 de agosto de 1917, el Subjefe del Estado Mayor del Cuerpo Expedicionario Portugués enviado a Flandes, Luís Augusto Ferreira Martins, remitió una información a los Comandantes de la 1ª y 2ª División invitando a los oficiales portugueses a participar en la prueba núm. 18 del Horse Show del Cuerpo de Caballería Inglesa.39 Esta comunicación informaba que el Horse Show se realizaba en Pronay, cerca de S. Pol, el día 1 de septiembre y se trataba de una prueba de obstáculos, semejante a la que había sido realizada por la 5ª División de Caballería el 15 de agosto. Se informaba asimismo que podían participar todos los oficiales de los ejércitos aliados en Francia. No obstante, esta invitación no obtuvo el éxito de otras y el 27 de agosto fue recibida la respuesta del jefe del Estado Mayor: “Informo a Su Exc.ª que ningún oficial de esta División desea inscribirse en el concurso hípico del Cuerpo de Caballería Británica”.40 Además de los partidos de fútbol y de las pruebas ecuestres, sabemos que los concursos militares y deportivos tenían también una gran adhesión e interés entre las tropas del CEP. En los programas de estos concursos se encuentran actividades con un claro componente militar y otro esencialmente deportivo, en las que sargentos, cabos y soldados enaltecían sus capacidades físicas, esforzándose para ver vencer a su respectivo batallón. Con relación al componente deportivo, se encuentran en los programas de estas iniciativas las pruebas de velocidad de 100 metros, los relevos, las carreras de sacos, las carreras a tres piernas (disputadas por parejas que corrían lado a lado, con la pierna derecha de uno atada a la pierna izquierda del otro), salto de 38 MARQUES, Isabel Pestana Das Trincheiras..., cit., p. 231. 39 Arquivo Histórico Militar (AHM), PT/AHM/DIV/ 1/35/125/12, oficio del 23 de agosto de 1917 enviado por Luís Augusto Ferreira Martins a los comandantes de la 1ª y 2ª División. 40 AHM, PT/AHM/DIV/ 1/35/125/12, oficio del 23 de agosto de 1917 enviado por Luís Augusto Ferreira Martins a los comandantes de la 1ª y 2ª División.



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altura y salto de longitud, lucha de tracción o tiro de soga, lucha a caballo, carreras de barcos y de bicicletas, y el juego del palo. Por su parte, el componente militar estaba compuesto en la mayor parte de las veces por tiro de carabina, empleo de bayoneta y lanzamiento de granadas, muy probablemente una alusión al lanzamiento de peso. Independientemente del arma, del rango o del servicio desempeñado, estas pruebas tenían mucho éxito entre los militares. Mientras unos se dedicaban a la preparación física y al entrenamiento para tener un buen rendimiento, otros se ocupaban de la planificación y organización logística de las competiciones. Los restantes, menos implicados, aparecían muchas veces el mismo día y se convertían en espectadores de las diversas pruebas disputadas. Parte de este ajetreo lo conocemos por Maia Pinto: “Unos organizan el programa; otros preparan el campo y buscan y fabrican las tiendas, las cuerdas, las estacas y los muñecos para las instrucciones, para las carreras, para el torneo”.41 El 9 de septiembre de 1917, el Subjefe del Estado Mayor, Luís Augusto Ferreira Martins, comunicó a la 1ª y 2ª División del CEP que el 5 de octubre de 1917 se realizaría el Concurso Militar y Deportivo entre los soldados de infantería del CEP, identificando las pruebas de carácter deportivo y militar que componían el programa. Informaba también que cada Batallón de Infantería podría concurrir con cinco sargentos o cabos y 42 soldados, en grupos de nueve, cuatro y dos miembros (solo soldados). Cada grupo estaría formado por miembros del mismo batallón, siendo el jefe del grupo el sargento o cabo. Se sabe, no obstante, que este concurso fue pospuesto, acabando por realizarse el 25 de octubre de 1917 en el Campo Central de Instrucción en Marthes. El programa final integró las pruebas militares de utilización de bayoneta, granadas de mano y de carabina, ametralladoras ligeras y tiro elemental, y el componente deportivo incluyó las competiciones del juego del palo, tiro de soga y carreras de velocidad.42 Los vencedores de este concurso recibieron una Copa de Honor que había sido ofrecida por el presidente de la República, Bernardino Machado.43 En otra ocasión, en un momento en que la 2ª División de combate se encontraba prácticamente aniquilada tras la batalla de La Lys, y con la 1ª División reducida de efectivos, las tropas portuguesas volvieron a participar en un evento deportivo, esta vez en Colombes. El Concurso Militar y Deportivo fue organizado por la Union des Sociétés Françaises de Sports Athlétiques y en el programa de pruebas encontramos carreras de resistencia, saltos de longitud y altura (con y sin impulso), lanzamiento de peso, carreras de velocidad, combates con bayoneta, carreras de relevos, saltos de pértiga, lanzamiento de granadas y de disco. Para este concurso fueron seleccionados 16 soldados del CEP para participar en las pruebas de lanzamiento de granadas y carrera de relevos. Los cuatro seleccionados para los relevos terminaron no participando al 41 PINTO, Maia O Esforço Militar de Portugal nos Últimos Meses de Guerra (1914-1918), Ed. de Manuel Maia Pinto (hijo), Oporto, s/d, pp. 25-26. 42 AHM, PT/AHM/DIV/ 1/35/95/85. 43 AHM, PT/AHM/DIV/ 1/35/95/85.

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haber llegado excesivamente tarde y sin la indumentaria reglamentaria. Los restantes 12 entraron en la prueba de lanzamiento de granadas. El mejor portugués fue el soldado Manuel Augusto, núm. 557 de la 2ª compañía del Regimiento de Infantería 3, con un lanzamiento de 55,30 metros, seguido de Armindo Teixeira, núm. 96 de la 3ª Compañía del Regimiento de Infantería 29, con un lanzamiento de 47,60 metros.44 No obstante, ambas marcas quedaron muy por debajo de las alcanzadas por los representantes belgas, con 66,67 metros; los franceses, con 64,63 metros; y los americanos, con 64,12 metros.45 A este respecto y con relación a la participación portuguesa en esta competición deportiva, el comandante del CEP, el general Tamagnini de Abreu,46 escribió tras su conclusión: “Los resultados obtenidos habrían sido aún mejores si, avisados a tiempo del concurso, los hombres hubiesen sido convenientemente entrenados durante al menos cinco semanas…”.47 Además, aprovechó la ocasión y vertió duras críticas a la poca importancia concedida al deporte en el seno de la institución militar: “El gran número de competidores (cerca de 500) y los resultados que obtuvieron en las diferentes pruebas disputadas fueron una consecuencia de una especial atención que desde hace mucho viene siendo dedicada al ‘sport’ por los ejércitos aliados. Infelizmente, entre nosotros poca o ninguna se le ha dedicado. Urge por eso que se piense en serio en el asunto y que a semejanza de lo que se hace en Francia, Italia, Bélgica […] se organicen en nuestro ejército centros, a la cabeza de los cuales se hallen oficiales superiores, siendo su principal fin estudiar y promover de todas las formas posibles el desarrollo del ‘sport’ en el ejército, organizando concursos, despertando el interés y haciendo crear el gusto por él”.48 A lo largo de los cuatro años del conflicto, los enfrentamientos entre ejércitos causaron cerca de 10 millones de muertos y la mutilación de casi 20 millones de soldados y civiles, dando a este conflicto una dimensión mortal y destructiva hasta entonces inédita. La existencia de muertos y mutilados de guerra es lamentablemente un escenario transversal a todos los países que entraron en conflicto. En Portugal, los periódicos

44 AHM, PT/AHM/DIV/ 1/35/95/85. 45 AHM, PT/AHM/DIV/ 1/35/95/85. 46 Fernando Tamagnini de Abreu e Silva (1856-1924) fue un oficial del Ejército que, tras su promoción a general, fue escogido para comandar la División de Instrucción movilizada en Tancos y posteriormente como comandante del CEP. Combatió en Flandes en la Primera Guerra Mundial, integrado en el ejército inglés. Tras el desastre del CEP en la batalla de La Lys el 9 de abril de 1918, fue sustituido el 25 de agosto en el mando de aquel Cuerpo por el general Garcia Rosado. 47 AHM, PT/AHM/DIV/ 1/35/95/85. 48 AHM, PT/AHM/DIV/ 1/35/95/85.



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nacionales muchas veces iban relatando las peores noticias y difundiendo el número de muertos y heridos.49 Sobre este punto, la Federación Internacional de Atletismo divulgó muy recientemente50 que a las 11 horas del día 11 del mes 11 de 1918, eran cerca de 40 los atletas olímpicos (que habían participado en los Juegos Olímpicos de 1908 y 1912), oriundos de varios países, que se contaban entre los millones de muertos de la guerra mundial. Los Juegos Interaliados de 1919 Tras la firma del armisticio el 11 de noviembre de 1918, el principal objetivo de los soldados movilizados fue el regreso a casa. Sin embargo, la desmovilización de las tropas no se produjo de forma inmediata. Para algunos de estos soldados el regreso a su hogar se dilató varios meses e incluso, en algunos casos, años. Fue precisamente pensando en estos hombres que aún se encontraban en el frente europeo que dos meses después del final de la guerra se inició la organización de los Juegos Interaliados. Bajo el mando del General John J. Pershing, comandante de las fuerzas norteamericanas en Europa, se dio inicio a la organización de los Juegos. En enero de 1919 se enviaron invitaciones a participar a las 29 naciones que habían estado en el escenario de guerra. Dieciocho de ellas (Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, China, Cuba, Checoeslovaquia, Francia, Gran Bretaña, Grecia, Guatemala, Haití, Hiyaz, Honduras, Italia, Japón, Liberia, Montenegro, Nicaragua, Terranova, Nueva Zelanda, Panamá, Polonia, Portugal, Rumanía, Rusia, Serbia, Siam y República Sudafricana), representativas de los cinco continentes, aceptaron la invitación para competir en este evento deportivo dirigido a los militares que habían participado en la guerra o que habían servido en las fuerzas militares de los países aliados. El Comité Consultivo para la organización de estos Juegos, compuesto por 43 personas procedentes de varias organizaciones y nacionalidades, incluyó a dos portugueses: el teniente Mário da Cunha y el capitán António Mascarenhas de Menezes. El Estadio Pershing, construido específicamente con ese objeto por las fuerzas militares de los Estados Unidos en cooperación con la Young Men’s Christian Association (YMCA), fue el escenario escogido para la realización de estas pruebas. Realizadas entre el 22 de junio y el 6 de julio de 1919, en Joinville, en los suburbios de París, participaron en las pruebas unos 1.500 hombres que compitieron en 24 disciplinas durante 15 días. De acuerdo con un informe oficial, Portugal participó con 51 atletas en ocho disciplinas: atletismo, boxeo, esgrima, hípica, natación, polo acuático, remo y tiro.

49 “O sector portugues. 600 mortos e 2037 grandes feridos”, en A Capital, 7 de marzo de 1918, p. 1. 50 “Armistice Day: Remembering the Athletes who Died in the First World War”, IAAF [en línea] https://www.iaaf.org/news/feature/armistice-day-remembrance-track-field-olympia (Consulta: 18 de noviembre de 2018).

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En la ceremonia de apertura, que reunió a más de 20.000 personas en el estadio, las delegaciones desfilaron frente a la tribuna en la que se encontraban los presidentes Woodrow Wilson, de Estados Unidos, y Raymond Poincaré, de Francia. Según el informe oficial de los Juegos, Portugal desfiló entre Nueva Zelanda y Rumanía. No obstante, de acuerdo con la prensa de la época, la delegación portuguesa y la bandera nacional no estuvieron presentes: “El día de la inauguración del stadium Pershing, en el desfile, ni uno solo, ninguno de los sportsmen portugueses apareció empuñando nuestra bandera […] Los únicos que no se presentaron fueron los portugueses”.51 En cuanto a los resultados, destacan los alcanzados en esgrima: los segundos puestos y respectivas medallas de plata en la competición de espada por equipos,52 sable por equipos53 e individualmente en la competición de espada, obtenidos por el teniente Jorge Paiva. En la misma competición de espada, el teniente Frederico Paredes se calificó en 6ª posición y en sable el capitán José S. Dias y el capitán Luiz Oliveira llegaron a las semifinales. En la modalidad de tiro, en la prueba de pistola, el equipo portugués se calificó en 4ª posición y en la prueba de carabina en la 7ª posición. En la competición de boxeo el teniente Silva Ruivo, que combatió con el campeón belga, abandonó durante el tercer round.54 En relación con el polo acuático, consta en el informe oficial que un atleta portugués tuvo un accidente, impidiendo la entrada del equipo en la competición. En remo, el equipo portugués de Shell-4 no consiguió terminar la prueba y en el Shell-8 no pasó la eliminatoria. En natación y en atletismo, a pesar de los registros de inscripciones en las diversas pruebas, no hay referencia a los resultados alcanzados por atletas portugueses. Tras la realización de los Juegos Interaliados, el Estadio Pershing fue donado al pueblo francés por los Estados Unidos, siendo aún hoy utilizado como área de ocio deportivo al aire libre. Conclusión Como la Primera Guerra Mundial se encargaría de demostrar, el deporte ayudó a promover la eficiencia militar y a elevar la moral de los combatientes. Independientemente de su pericia y de sus capacidades atléticas, todos los soldados debían estar implicados. En verdad, tanto la guerra como el deporte deben ser entendidos y analizados como fuerzas poderosas, esenciales para el proceso de creación de comunidades 51 “En las pruebas deportivas interaliadas no apareció la bandera portuguesa”, en A Capital, 4 de julio de 1919. 52 El equipo de espada estuvo formado por el teniente Carlos Gonçalves, el mayor Veiga Ventura, el teniente Frederico Paredes, el teniente Jorge Paiva, el capitán António Mascarenhas y el teniente Fernando Farinha. 53 El equipo de sable lo formaban el teniente coronel Horácio Ferreira, el capitán José S. Dias, el capitán António Sabbo, el coronel Vieira Rocha, el capitán Luiz Oliveira y el capitán Óscar Motta. 54 A Capital, 10 de julio de 1919.



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imaginadas. Soldados y atletas son elementos cruciales que nos ayudan a entender el éxito de un Estado, como demostraría, por otra parte, el ascenso de los Estados Unidos como primera potencia mundial en la posguerra. Son diversos los vínculos que podemos encontrar entre el deporte y la guerra. Desde la fase de preparación de los militares en la que las prácticas deportivas los ayudaron a superar sus límites físicos, y también durante el periodo de conflicto, cuando, en diversas y múltiples ocasiones, fue posible ver el deporte al servicio del esfuerzo de la guerra. En el conflicto de 1914-1918, que se extendió durante más tiempo de lo que inicialmente se esperaba, el deporte fue también importante como elemento catalizador, susceptible de transportar por breves momentos a miles de hombres lejos de los horrores vividos, muchas veces diariamente, hasta el confort y el esparcimiento que vivían antes de la movilización. Momentos de relajación y de confraternización entre militares pertenecientes al mismo pelotón o batallón, pero también entre fuerzas aliadas, o incluso momentos de contacto con el adversario, como es el caso de la célebre Tregua de la Navidad de 1914. Ese día militares ingleses y alemanes se olvidaron por un momento de la guerra, salieron de sus trincheras, se saludaron en la “tierra de nadie”,55 intercambiaron algunos objetos que tenían con ellos y, cuando de uno de los lados apareció una pelota de fútbol, todos jugaron. La guerra había sido interrumpida por breves momentos, haciéndose aquí también una alusión a la Tregua Olímpica, que existe desde los Juegos Olímpicos de la antigüedad y que en nuestros tiempos también ha sido demandada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en ocasión de la celebración de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Tras el conflicto mundial, el panorama deportivo jamás sería el mismo, como tampoco lo serían en general el mundo, la política y la sociedad. Millones de hombres tuvieron oportunidad de practicar algún tipo de actividad deportiva, contribuyendo de esta forma, aunque solo momentáneamente, a convertir al deporte en el fenómeno de masas que hoy conocemos.

55 Con la estabilización de los frentes en la guerra de trincheras, se denominó “tierra de nadie” a la porción de terreno que separaba entre sí las trincheras de los contendientes.

¿Creando Nuevos Vecinos? La propaganda de guerra norteamericana en Brasil y Argentina (1942-1945) Ursula Prutsch

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Introducción: El descubrimiento de la diplomacia cultural estadounidense a en la década de 1920, varias corporaciones estadounidenses estaban presentes en posiciones clave de la economía latinoamericana, como la industria petrolera, la minería y la agricultura.1 Desde 1924 hasta 1929 las inversiones directas de los Estados Unidos en el sur del continente americano crecieron continuamente, pasando de 1,5 a 3,5 millardos de dólares, mientras que las inversiones británicas se estancaron.2 Esta presencia económica y política del Coloso del Norte provocó varias voces críticas, así como sentimientos de americanofobia y de antiamericanismo. Los gobiernos nacionalistas que ascendieron como consecuencia de la crisis económica mundial de 1929 insistieron en la rehabilitación de lo propio, de la soberanía y de la resistencia contra influencias “neocoloniales”. La política de independencia económica llevó a la consolidación de autoimágenes e imágenes del otro. Contra los estereotipos producidos durante decenios por los Estados Unidos, según los cuales los pueblos del sur eran decadentes, morenos e incivilizados, incapaces de aprovechar la naturaleza abundante de la región, los intelectuales latinoamericanos reaccionaron con contradiscursos.3 En ellos les atribuyeron espíritu, poesía, humanismo y calidez, mientras que identificaron a las naciones del norte con el materialismo y la frialdad, con una civilización mecánica y poca sensibilidad hacia la cultura avanzada. La crisis económica mundial disminuyó la autopercepción de los Estados Unidos como el poder capitalista del progreso, por lo menos durante algunos años. En 1933 el nuevo presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt proclamó un New Deal, una renovación política y económica de su país que debería terminar con el materialismo y el principio del laissez-faire económico. Aunque era un representante 1 2 3

O’BRIAN, Thomas F. The Century of U.S. Capitalism in Latin America, University of New Mexico Press, Albuquerque, 1999, p. 55. BERGER, Marc T. Under Northern Eyes. Latin American Studies and U.S. Hegemony in the Americas 1898-1990, Indiana University Press, Bloomington, IN, Indianapolis, 1995, p. 42. PERNET, Corinne “Die Zivilisierungsmission der Zivilgesellschaft. Die andere Art der USIntervention in Lateinamerika von 1910 bis 1945“, en BARTH, Boris y OSTERHAMMEL, Jürgen Zivilisierungsmissionen. Imperiale Weltverbesserung seit dem 18. Jahrhundert, UVK Verlag, Konstanz, 2005, pp. 311-334, aquí p. 311; PARK, James William Latin American Underdevelopment. A History of Perspectives in the United States, 1870-1965, Louisiana State University Press, Baton Rouge, 1995.

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de la aristocracia de la costa este, Roosevelt introdujo un cambio de paradigma con un gobierno federal fuerte que dirigió la economía y el sector financiero, que fundó programas para la creación de trabajo y subsidios para sectores claves de la economía estadounidense, como la agricultura y la industria.4 En este contexto, el gobierno de Roosevelt inició también un cambio de paradigma en la política hemisférica. Las estrategias del imperialismo del dólar y de las intervenciones militares debían terminar y abrir el camino hacia una política de Buena Vecindad y de establecimiento de relaciones asociativas. El cambio se manifestó en un mayor interés por América Latina. Intelectuales de la izquierda liberal viajaron al sur, estudiaron culturas indígenas y sus relaciones armónicas con la naturaleza. Allí creyeron encontrar un potencial creativo para la regeneración espiritual y cultural de la nación norteamericana. En 1936 el presidente Roosevelt participó en Buenos Aires de la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz. Allí presentó un nuevo concepto para una política de seguridad colectiva en el continente americano. Los Estados Unidos decidieron por primera vez financiar un programa federal de becas. Con estas estrategias el estado norteamericano entró en un nuevo campo, que hasta entonces solo había sido manejado por asociaciones privadas, a diferencia de Alemania y de Francia, que tenían una larga tradición de políticas culturales aplicadas a las relaciones exteriores. A partir de 1936, en vista de la creciente amenaza fascista en Europa, los Estados Unidos vieron a la cultura como un instrumento importante de la política internacional y, más tarde, de operaciones psicológicas militares. Junto a la diplomacia política, económica y militar, la diplomacia cultural fue ahora considerada como el cuarto elemento de la política exterior de los Estados Unidos.5 En consecuencia, en 1940 América del Norte mandó por primera vez agregados culturales a países de América Latina. Además de la diplomacia cultural, el gobierno de Roosevelt también elevó a un nivel federal las tradiciones universitarias de intercambio económico y tecnológico. Dos organizaciones, el Interdepartmental Committee on Cooperation with the American Republics y la Inter-American Development Commission, presididas por Nelson A. Rockefeller, planificaron la creación de industrias para productos de consumo. Con estas instituciones, empresarios influyentes como los Rockefeller buscaron contraestrategias frente a las políticas proteccionistas y nacionalistas establecidas en varias repúblicas latinoamericanas.6 En 1940 el presidente Franklin D. Roosevelt confió a Nelson Rockefeller la fundación del Office of Inter-American Affairs, una red compleja de estrategias político-culturales y económicas.

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PATEL, Kiran Klaus The New Deal: A Global History, Princeton University Press, Princeton, 2016. NINKOVICH, Frank A. The Diplomacy of Ideas. U.S. Foreign Policy and Cultural Relations, 19381950, Cambridge University Press, New York, 1981. THOMSON, Charles y LAVES, Walter H.C. Cultural Relations and U.S. Foreign Policy, Indiana University Press, Bloomington, 1963.



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Este artículo se enfoca en la política cultural y en la elaboración de imágenes sobre la Segunda Guerra Mundial desarrolladas por el Office of Inter-American Affairs (Oficina de Asuntos Interamericanos, en adelante OIAA). La primera parte esboza la estructura de esta institución y sus funciones principales; la segunda describe diferentes tipos de imágenes: las que impulsaron posiciones antinazis, las que destacaron la importancia del éxito en la guerra y, finalmente, las que ayudaron a construir una identidad panamericana. La tercera parte del trabajo explica cómo el instrumento político del soft power se convirtió en un arma de hard power en el caso de la Argentina. El alcance geográfico del artículo serán Brasil, el gran aliado latinoamericano de los Estados Unidos, y la Argentina, que desafió al Coloso del Norte con el mantenimiento de su neutralidad hasta el inicio de 1944. La fundación y las funciones de la OIAA La política interamericana de los Estados Unidos adquirió una nueva dimensión con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939. Los ministros de relaciones exteriores americanos se encontraron en Panamá y definieron zonas de seguridad en el Pacífico y en el Atlántico. Medio año después, cuando la guerra llegó a Europa occidental, los militares estadounidenses temieron que Alemania pudiera, por un lado, atacar la Unión Soviética y, por otro, dada la tecnología aeronáutica muy desarrollada, llegar fácilmente a Dakar, en África del Norte, y desde allí sobrevolar el Atlántico: la distancia entre el noroeste de África y el noreste de Brasil es solo de 2.700 kilómetros. Según los estrategas militares, desde la ciudad brasileña de Natal los alemanes podrían llegar rápidamente al Caribe y desde allí a los Estados Unidos. Fundamentaron estas perspectivas en el argumento de que en América Latina vivían importantes minorías de origen alemán, japonés e italiano que, según el Federal Bureau of Investigation (FBI), rondarían los cinco millones de personas. Aquellas etnias ofrecerían así un suelo fértil para un “imperialismo intelectual”, puesto que contarían con unas 880 escuelas en toda América Latina, consideradas como centros de difusión de la cultura de esas naciones. Las escuelas recibían libros escolares de Europa e impedirían los mecanismos de integración a los países de acogida.7 Además, en Brasil se había establecido un régimen autoritario que sentía grandes simpatías por los poderes del Eje. El golpe de estado en Brasil de noviembre de 1937, que transformó al régimen de Getúlio Dornelles Vargas en una dictadura de derecha, era una señal de alarma para los Estados Unidos. Todos estos factores convencieron a políticos y militares estadounidenses de que en América Latina dormía una peligrosa quinta columna que había que combatir. Aunque estas percepciones y temores eran exagerados desde el punto de vista actual y un 7 HAGLUND, David G. Latin America and the Transformation of U.S. Strategic Thought, 19361940, University of New Mexico Press, Albuquerque, 1984, pp. 45 y subsiguientes; NINKOVICH, Diplomacy of Ideas, 36; HANSON, Haldore E. The Cultural-Cooperation Program 1938-1943, U.S. Government Printing Office, Washington D.C., 1944, p. 29.

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ejemplo de un escenario de worst case, los Estados Unidos tenían algunas razones para esta visión pesimista, puesto que un vasto espacio dominado por el Tercer Reich habría limitado sus intereses económicos liberales.8 En junio de 1940, después de la ocupación de París por las tropas alemanas, la lucha contra el fascismo se intensificó en el continente americano. Las veintiuna repúblicas convinieron en confiscar los bienes del Eje y abrazaron la Doctrina Monroe en el sentido de que un ataque a una nación americana significaría un ataque a todas. En agosto de ese año, el presidente Franklin D. Roosevelt encargó al joven multimillonario Nelson A. Rockefeller la fundación del Office for Coordination for Commercial and Cultural Relations between the American Republics. Este nombre complejo fue reducido poco después a Office of Inter-American Affairs. En enero de 1942 casi todas las repúblicas latinoamericanas –salvo Chile y Argentina– rompieron relaciones con los países del Eje. Varias declaraciones de guerra siguieron a esta decisión. Brasil fue el único país que mandaría tropas terrestres a Europa en 1944. Cuando los flujos de comercio entre Europa y América Latina fueron interrumpidos por la guerra, Nelson Rockefeller vio rápidamente una gran oportunidad para el mercado estadounidense y sus empresas emergentes.9 Además, su nombre era muy conocido en América Latina. A partir de 1914 la Fundación Rockefeller se había establecido en dieciocho países latinoamericanos y fundado centros de investigación para la lucha contra malaria, la fiebre amarilla y la anquilostomiasis.10 La familia Rockefeller poseía la compañía petrolera Standard Oil y Nelson Rockefeller –el nieto del magnate John D. Rockefeller– tenía acciones en Creole Oil, una sucursal venezolana de la empresa familiar. Como coordinador del nuevo Office of Inter-American Affairs Rockefeller también pensaba y actuaba primordialmente como empresario, vendiendo su misión política y sus visiones del panamericanismo. Marcado por la educación puritana y la religión baptista, Rockefeller conectaba iniciativas económicas con dedicación filantrópica.11 Respecto a su misión en América Latina durante y después de la guerra, Rockefeller –a diferencia del secretario del Estado Cordell Hull– siempre sostuvo una línea blanda hacia el sur, incluso hacia Chile y Argentina, que todavía desconfiaban del abrazo panamericano desde el norte. Rockefeller y varios funcionarios jóvenes del Departamento de Estado, quienes –influenciados por el New Deal– representaron un Weltanschauung socialista o liberal, creían que la política interamericana LÜBKEN, Uwe Bedrohliche Nähe. Die USA und die nationalsozialistische Herausforderung in Lateinamerika, 1937-1945, Steiner, Stuttgart 2004, p. 96, 397; NIESS, Frank Der Koloss im Norden. Die Geschichte der Lateinamerikapolitik der USA, Pahl-Rugenstein, Köln 1984, p. 183. 9 PRUTSCH, Ursula Creating Good Neighors? Die Kultur- und Wirtschaftspolitik der USA in Lateinamerika, 1940-1946, Steiner, Stuttgart, 2008. 10 CUETO, Marcos –editor– Missionaries of Science. The Rockefeller Foundation and Latin America, Indiana University Press, Bloomington, IN, Indianapolis, 1994. 11 COLBY, Gerard y DENNETT, Charlotte Thy Will be Done. The Conquest oft he Amazon. Nelson Rockefeller and the Evangelism in the Age of Oil, Harper Collins, New York, 1995.

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estadounidense solo podía ser exitosa basada en el principio de la no intervención y el reconocimiento de la soberanía de las naciones.12 Rockefeller presidió la OIAA hasta diciembre de 1944; después fue nombrado Assistant Secretary for Latin American Affairs. La OIAA dejó de existir en abril de 1946. Varios de sus programas fueron transferidos al Departamento del Estado y determinarían la política cultural y el amplio campo de la public diplomacy en las décadas de la Guerra Fría. El carácter pluridimensional de la OIAA El coleccionista de arte y financiero H. Walter Blumenthal, que trabajó como consejero de la OIAA, definió cinco puntos estratégicos para las estrategias de guerra psicológica. Primero, se debería dirigir a los latinoamericanos, para que aprendieran a defenderse; segundo, estos deberían producir materias primas para los Estados Unidos; tercero, los Estados Unidos deberían intervenir en las repúblicas americanas para eliminar las influencias y las actividades de espionaje del Eje; en cuarto lugar, se debería concientizar a las sociedades civiles para que comprendieran la necesidad de los tres primeros puntos; y, finalmente, se las debería convencer de que la Política de Buena Vecindad era honrada y sostenible.13 Aunque el último punto por entonces era sincero, una nueva onda de desconfianza provocada por la Guerra Fría destruyó gran parte de la calidad de los intercambios interamericanos de tiempos de guerra. Influido por Blumenthal, el coordinador Nelson Rockefeller convenció al gobierno federal estadounidense de que su institución podría cumplir varias funciones. Entre ellas, la OIAA podía ayudar a investigar la magnitud de bienes, cuentas bancarias y empresas pertenecientes a ciudadanos del Eje en América Latina. Estos conocimientos sobre el otro llevarían a la elaboración de listas negras. Las empresas listadas deberían ser nacionalizadas o expulsadas de los respectivos países. Después de un año de investigación realizada por la OIAA, el gobierno federal creó un departamento propio que se ocupó de las listas negras y negoció con las respectivas empresas si eran fundamentales para el éxito de la guerra o si se las liquidaba.14 La consecuencia de la nacionalización fue que instituciones estadounidenses como la OIAA utilizaron los nuevos vacíos mercantiles para el establecimiento de empresas norteamericanas en el subcontinente. Esto significó, por ejemplo, que la línea aérea alemana Lufthansa fuera nacionalizada y sustituida por Panamerican Airlines, y que el medicamento Aspirina de la empresa farmacéutica Bayer fuera eliminado y reemplazado por Mejoral 12 TULCHIN, Joseph S. Argentina and the United States. A Conflicted Relationship, Twayne, Boston 1990, p.170. 13 National Administration Records Office [NARA], College Park, MD/USA, Record Group [RG] 229 [Office of Inter-American Affairs], Coordination Committee for Brazil, Box 1308, Folder 05.6, Advertising. The “Rockefeller Plan“ for maintaining United States advertising in Latin America. 14 NARA, Office of Strategic Services [OSS], RG 226, Research & Analysis, Latin American Section, Folder 1, relatorio del 29 de noviembre de 1940; MCCANN, Frank D. The Brazilian-American Alliance, 1937-1945, Princeton University Press, Princeton, 1973, p. 378; Fundação Getúlio Vargas [FGV], Rio de Janeiro, CPDOC, Coleção Agencias Militares do EUA, AMA, 8 de agosto de 1941.

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o Melhoral de Sterling Products. La consolidación de los productos y las empresas norteamericanas en América Latina se extenderían más allá de la guerra.15 Asimismo, la OIAA debía ser una institución de diplomacia pública. Esta función era finalmente la más compleja y la más importante para la organización Rockefeller. Después de décadas de imperialismo del dólar, la imagen de los Estados Unidos en el sur del continente americano se había deteriorado bastante. La OIAA quería cambiar esa imagen o, por lo menos, introducir otra diferente del vecino del norte. Pero no era tan fácil para una organización cuyo consejo administrativo estaba compuesto por empresarios. Después de haber enviado una gran cantidad de material de propaganda en español al Brasil y de haber recibido comentarios maliciosos por este error sustancial, la OIAA fue supervisada por el Departamento de Estado. Hasta el final de la guerra, recibió un presupuesto de unos 140 millones de dólares.16 Con ese dinero encargó a los estudios de Hollywood, cadenas de radio, periodistas, artistas e intelectuales la publicación de revistas; la toma de fotografías; la producción de programas de radio, películas y documentales; la elaboración de folletos y carteles; la organización de fiestas, eventos deportivos y conciertos; la realización de exposiciones y la elección de intelectuales latinoamericanos para disertar en los Estados Unidos. En su sede en Washington D.C. se reunía un grupo de intelectuales y políticos latinoamericanos que garantizaban la competencia y la reciprocidad intercultural. Entre ellos figuraba la argentina María Rosa Oliver. En la práctica, la OIAA solía actuar de una manera paternalista y unilateral, convencida de su misión civilizatoria.17 Mientras que una comisión de consejeros latinoamericanos procuró desarrollar un profundo entendimiento interamericano, varios actores de la industria cultural simplemente quisieron vender imágenes. El ejemplo más conocido fue el de Walt Disney, que supo explotar el lema del panamericanismo para aumentar las ventas de sus dibujos animados. Sin embargo, la correspondencia entre la OIAA y las instituciones del gobierno, especialmente el Departamento de Estado, se caracterizó por una profecía autocumplida. Como la OIAA dependía económicamente del gobierno federal, raramente admitió percepciones falsas o errores.

15 Rockefeller Archive Center, Tarrytown, New York [RAC], RG 4, Nelson A. Rockefeller [NAR] personal [pers.]: Washington DC-CIAA, Box 6, Folder 50. Latin American Newsletter, 18 de marzo de 1942, “Sterling Products Inc. A Study in Denazification”; KRAUS, Theresa Louise The Establishment of the United States Army Air Corps Bases in Brazil, 1938-1943 [PhD thesis, University of Maryland, College Park, MD], pp. 85, 90. 16 ROWLAND, Donald A History of the Office of the Coordinator of Inter-American Affairs. Historical Report on War Administration, sin editorial, Washington DC, 1947, p. 8; REICH, Cary The Life of Nelson A. Rockefeller. Worlds to Conquer, 1908-1958, Doubleday Books, New York 1996, pp. 181 y subsiguientes. 17 OSTERHAMMEL, Jürgen “The Great Work of Uplifting Mankind”, en BARTH, Boris y OSTERHAMMEL, Jürgen Zivilisierungsmissionen. Imperiale..., cit., p. 365; NINKOVICH, Diplomacy of Ideas, 36; NARA, RG 229, Box 1213, Folder Argentina,19 de julio de 1941.



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En su espíritu misional y en su dinamismo comercial, estaba convencida de que toda iniciativa sería exitosa y toda recepción entusiasta. La estructura institucional de la OIAA se caracterizó por la multitud de funciones. Su sede tenía solo 1.200 empleados fijos, pero mantuvo una amplia red de suborganizaciones estatales no gubernamentales en los sectores público y privado. Con sus 59 sucursales en América Latina, la OIAA era una institución flexible. Después de la Conferencia Panamericana en enero de 1942, los discursos de Buena Vecindad y de amistad mutua desbordaron a los vecinos al sur del Río Grande. Varios de sus proyectos se llevaron a cabo en el sector de salud pública y de infraestructura, siendo el objetivo principal optimizar las exportaciones hacia el norte producidas por trabajadores sanos. Así, por ejemplo, con la ayuda técnica de la OIAA se amplió la red de carreteras en México y se extendió la compañía del Vale do Rio Doce en el estado brasileño de Minas Gerais para explotar minería de hierro y mejorar los caminos de transporte hasta la costa atlántica.18 Empleados de la OIAA distribuyeron miles de tabletas Atebrine contra la malaria en regiones estratégicamente importantes para la economía de guerra, favoreciendo al mismo tiempo el lucro de las industrias farmacéuticas estadounidenses.19 Un territorio crucial estaba situado alrededor del pueblo de Fordlândia, a orillas del río Tapajós, en el estado amazónico brasileño de Pará. A fines de los años 1920, el empresario estadounidense Henry Ford había comprado este territorio para cultivar caucho en plantaciones. Además, quería crear un pequeño microcosmos utópico de hombres felices. Esperaba trasladar fluidos procesos técnicos a mecanismos de coexistencia social para fomentar el bienestar global. Pero su experimento social fracasó, al igual que las plantaciones de caucho, que fueron destruidas por una enfermedad herbácea.20 Fordlândia habría sido olvidada si las plantaciones de caucho en Malasia no hubieran caído en manos de los japoneses: fue reactivada a partir de 1942 para el éxito de la guerra. A fin de atraer futuros recolectores de caucho (denominados “soldados del caucho”), la OIAA produjo folletos de publicidad que relataban la historia de Floriano, un joven habitante del noreste árido que buscaba trabajo para poder casarse con su novia.21 El folleto explicaba a los futuros seringueiros el proceso de producción 18 RAC, NAR pers. III 4 L, OIAA, Box 91, Folder 870, The United States Railway Mission in Mexico, 1942-1946; NARA RG 229, Coordination Committee for Brazil, Box 1234, Regional Division Report, Summary of Activities, 16.8.1944; PIMENTA DERMEVAL, José A Vale do Rio Doce e sua história, Editora Veja, Belo Horizonte, 1981, p. 17. 19 VIEIRA DE CAMPOS, André Luiz International Health Policies in Brazil. The Serviço Especial de Saúde Pública, 1942-1960, PhD thesis, University of Texas, Austin, 1997; VIEIRA DE CAMPOS, André Luiz “The Institute of Inter-American Affairs and Its Health Policies in Brazil during World War II”, en Presidential Studies Quarterly 28, 3, 1998, pp. 523-534; FGV, CPDOC, NL Luis Simões Lopes, Pasta VII, 14, relatorio de Alvaro Conceição de Oliveira a Luis Simões Lopes, 9 de junio de 1943. 20 GRANDIN, Greg Fordlandia. The Rise and Fall of Henry Ford’s Forgotten Jungle City, Metropolitan Books, Henry Holt & Company, New York, 2010. 21 NARA, RG 229, Coordination Committee for Brazil, Box 1283, Folder Rubber Reserve, Publicity “Floriano”.

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de la goma. El gobierno de Vargas esperaba llegar a reclutar 50.000 seringueiros y a producir unas 200.000 toneladas de caucho. Solo unos 13.000 fueron a esa región completamente exótica y solo fueron producidas 90.000 toneladas.22 Pero con la ayuda de la OIAA, con créditos y logística norteamericana, el régimen de Getúlio Vargas pudo demostrar su rol importante en el éxito de la guerra y acercarse un poco a su sueño político de integrar la región amazónica en su proyecto nacional. La OIAA pagó a Walt Disney para que produjera un documental sobre el tema. The Amazon Awakens (1944)23 delinea en colores vivos, en una mezcla de imágenes reales y gráficas, la utopía modernista del Amazonas como Bella Durmiente, despertada por el príncipe Estados Unidos, que transformaría un riquísimo territorio virgen en un futuro paraíso para millones de hombres y mujeres. Como organización de guerra, la OIAA conectó las políticas culturales y las económicas. Utilizó estrategias culturales y medios de comunicación como vehículos de publicidad para sus productos de consumo. Películas y programas de radio fueron tratados como mercadería, siendo codificados ideológica, estética y económicamente en un enorme mercado. Las producciones culturales eran al mismo tiempo producciones de imágenes y de mercancías, productos artísticos e intermediarios de valores y mensajes políticos. La representación de la guerra por imágenes Los funcionarios de la organización Rockefeller evitaron la expresión propaganda para así distanciarse del Tercer Reich, donde ese término era sinónimo de manipulación.24 Según ellos, los norteamericanos divulgaban información, aunque cada empleado que tenía un cierto grado de autorreflexión crítica sabía muy bien que su institución producía propaganda, a tal punto que el ministro de relaciones exteriores de Brasil, Oswaldo Aranha, una vez afirmó: “Un gesto más de Buena Vecindad y Brasil va a declarar la guerra a los Estados Unidos”.25 Para esta forma de política cultural, los politólogos Robert Keohane y Joseph Nye definieron los conceptos de hard y de soft power: “Hard power es la capacidad de lograr que otros hagan lo que de otro modo no harían a través de amenazas o de recompensas”. Soft Power es, “…la capacidad de conseguir los resultados deseados, de manera que otros quieran lo que uno quiere. Es la capacidad de lograr metas a través de la atracción más que de la coerción. Funciona convenciendo a los otros a seguir o aceptar normas e instituciones que producen

22 MCCANN, Frank Brazilian-American Alliance..., cit., p. 394. 23 Una copia del documental se encuentra en el Rockefeller Archive Center en Tarrytown, Nueva York. 24 LÜBLEM, Bedrohliche Nähe, p. 360. 25 Citado en MCCANN, Frank Brazilian-American Alliance..., cit., p. 247.



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la conducta deseada […] Está fuertemente afectada por el contenido cultural de las películas”.26 Argentina puede ser considerada un buen ejemplo de cómo las estrategias de soft power de la OIAA –la transferencia de productos culturales como películas– se podía convertir en hard power. La producción de imágenes tenía varios objetivos: primero, establecer una distancia crítica hacia el nazismo; segundo, hacer manifiestos los esfuerzos de la economía de guerra; tercero, construir el gran relato del panamericanismo. A continuación, algunos ejemplos ilustrarán la variedad de esas representaciones de la guerra. Cómo formar una posición crítica hacia el nazismo En 1942 la OIAA contrató al artista mexicano Antonio Arias Bernal, uno de los más famosos caricaturistas de México, para una serie de afiches humorísticos sobre la necesidad de autodefensa frente al totalitarismo. En uno se veía a Adolf Hitler y a su espalda a tres miembros de la elite nazi, repentinamente frenados por un mexicano gigantesco con sombrero amarillo, traje blanco y un cinturón de cartuchos con pistola, como una personificación de la Revolución Mexicana. Mientras que los nazis están asustados y sorprendidos, el mexicano los mira desde arriba con interés, les muestra su fuerza física, arremangándose y sonriendo a la vez con humor y superioridad. En el fondo se ven los contornos del continente americano (Imagen 1). Otra imagen muestra un Adolf Hitler muy relajado después de haber leído algunas páginas de su libro Mein Kampf debajo de un árbol, soñando con la ocupación del continente americano: envuelta en una nube blanca, una bota prusiana con la esvástica, con una suela con cuatro espinas, está por posarse sobre el continente americano (Imagen 2). De repente, el sueño de Hitler se transforma en una verdadera pesadilla. El líder comienza a sudar y a rasgar páginas de su libro, viéndose expulsado del continente por un pie vestido con una sandalia (Imagen 3). Estos dibujos eran acompañados por narraciones en la prensa o en la radio que señalaban que el hambre del militarismo prusiano de nuevos territorios ya se había manifestado a fines del siglo anterior en la idea de fundar una Nueva Alemania en América del Sur. Aunque nunca había sido una estrategia geopolítica oficial, en vista de la presencia de millones de latinoamericanos de origen alemán, italiano o japonés en la región, el escenario de worst-case fue popularizado por estos productos mediáticos.

26 “Hard power is the ability to get others to do what they otherwise would not do through threats of rewards”. [Soft Power] es “the ability to get desired outcomes others want what you want. It is the ability to achieve goals through attraction rather than coercion. It works by convincing others to follow or getting them to agree to norms and institutions that produce the desired behavior […] It is strongly affected by the cultural content of movies” (KEOHANE, Robert O. y NYE, Joseph S. Jr. “Power and Interdependence in the Information Age”, en Foreign Affairs 77, 1998, pp. 81-94, aquí p. 86).

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Imagen 1

Fuente: RAC, NAR, pers. III, 4 0, OIAA, Box 16, Folder 118.

Imagen 2

Fuente: “El Sueño Alemán”, en RAC, NAR, pers., III 4 0, OIAA, Box 16, Folder 118.



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Imagen 3

Fuente: “La Pesadilla Alemana”, en RAC, NAR, pers., III 4 0, OIAA, Box 16, Folder 118.

Además de dibujos cómicos, la OIAA publicó fotografías que documentaban las crueldades de la guerra. En su revista de papel satinado En Guarda/Em Guarda, inspirada en la revista Life, la OIAA publicaba artículos sobre el progreso de los Aliados y las atrocidades de los nazis. Las publicaciones debían producir un impacto emocional, crear empatía y, al mismo tiempo, entendimiento para la alianza con los Estados Unidos. La revista En Guarda era un producto de prensa exclusivo, caro en su producción y, por esto, enviado casi excluyentemente a suscriptores. La OIAA también expuso imágenes en lugares frecuentados por mucha gente, como las vitrinas de las grandes tiendas, que atraían a transeúntes y a clientes. Para ello utilizó paneles de propaganda. En uno de ellos, un montaje de fotos mostraba al voluminoso mariscal del Imperio (Reichsfeldmarschall) Hermann Göring en el centro, comiendo frente a un despliegue abundante de comida y bebida. A su alrededor aparecían imágenes de demacrados cadáveres de civiles, de ancianos y de niños hambrientos de varios países europeos ocupados por los nazis. La leyenda central decía: “O pão nosso de cada dia nos dai hoje” (“El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”), transmitiendo el cinismo y las mentiras del Tercer Reich. Debajo de la foto central se consignaba –como si hubiera sido grabada en una piedra– una cita de Göring del 4 de octubre de 1942, que afirmaba que no había hambre en Alemania y que sus trabajadores tenían la mejor alimentación posible (Imagen 4).

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Imagen 4

Fuente: RAC, NAR pers. III, 4, L, OIAA, Box 109, Folder 1062.

Un símbolo significativo del terrorismo nazi contra la población civil fue Lídice, un pueblo checoslovaco. El 10 de junio 1942 miembros del ejército alemán masacraron a casi todos sus habitantes para vengar el asesinato en Praga de Reinhard Heydrich, uno de los organizadores principales del Holocausto. Todas las mujeres y todos los niños fueron secuestrados y conducidos a campos de concentración; los 400 varones de la localidad fueron fusilados y las casas quemadas.27 Paneles de propaganda mostraron bajo el título “Lídice. A historia de uma vila” dibujos en blanco y negro de las crueldades cometidas por los monstruos nazis que invadieron un pueblito idílico, marcando así que el terror nazi podía atacar a cualquier persona en cualquier momento (Imagen 5). El contenido simbólico de Lídice fue tal que el hermano de Thomas Mann, Heinrich Mann, le dedicó una novela. 27 Lídice, en NARA, RG 229, Coordination Committee for Brazil, Box 1328.



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Imagen 5

Fuente: “Lídice. Historia de una pequeña población”, en RAC, NAR pers. III, OIAA, Box 15.

Los esfuerzos de la economía de guerra El segundo grupo de imágenes ilustra los esfuerzos para asegurar y mantener el frente antinazi y vencer a los regímenes totalitarios. La guerra demandó una nutrida producción de materias primas como el caucho. “Esborrache-os com Borracha” (“Bórrelos con caucho”), exclamaba un cartel, en el que llantas gigantescas amenazaban con atropellar al triunvirato de los dictadores Hitler, Mussolini y Hirohito, quienes huían en gran pánico. Solo Hitler dejaba una huella con la inevitable cruz esvástica. En el borde izquierdo superior del cartel se indicaba “En el frente de caucho” y el texto, escrito en septiembre de 1944, motivaba a los colectores del caucho: “Vamos seringueiros. Mais um arranco e venceremos a guerra” (“Vamos, caucheros. Una arremetida más y venceremos en la guerra”) (Imagen 6). Estos carteles solían decorar las cantinas de los trabajadores de las industrias de guerra.

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Imagen 6

Fuente: NARA, RG 229, Coordination Committee for Brazil, Box 1282, Folder 05.1 (3), Publicity, 1943.

Varias publicidades de productos estadounidenses en la prensa contienen la metáfora de la guerra. McCann-Erickson Brasil produjo un anuncio para la sucursal de Wilson en ese país, que fabricaba heladeras. Pero en vez de estas, la imagen muestra una serie de latas de Cooked Corned Beef, que marchan unidas en fila hacia la primera línea de la guerra. Forman “¡un nuevo ejército para el ‘frente’!” (“Um novo Exército para o ‘Front’!”). Un corto texto explica a los lectores que no solo los hombres llegan al frente, sino también los alimentos. La carne enlatada de Wilson estaba orgullosa de ser parte de la batalla por la defensa de “nuestros hogares, nuestra libertad, la defensa de las Américas y del mundo” (Imagen 7).



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Imagen 7

Fuente: NARA, RG 229, Coordination Committee for Brazil, Box 1307, Folder 05.6 (f), Advertising.

Antes de 1942 varios anuncios de productos alemanes de consumo habían contribuido a subvencionar a la prensa. Como el gobierno brasileño comenzó a nacionalizar diferentes empresas, los medios de comunicación dependieron de la publicidad de productos estadounidenses. Empresas como Wilson, Ford, Goodyear, J. Walter Thompson y otras también se beneficiaron de la desaparición de la competencia europea y no necesitaron hacer campañas de publicidad. A raíz de esto, Nelson Rockefeller llegó a convencer al Ministerio de Hacienda estadounidense de que los anuncios de las empresas fueran deducibles de impuestos.28 28 NARA, RG 229, General Records, Central Files, Advertising Division, Box 603, Nelson Rockefeller, 14 de agosto de1942.

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La formación de una unidad panamericana El tercer grupo de imágenes construyó el relato del panamericanismo pluricultural. En 1941 el productor de documentales estadounidense Julien Bryan observó que en los Estados Unidos había mucha más ignorancia de la historia de América Latina que en Argentina, que era mucho más progresista en su política educativa: “En tanto casi cualquier escolar argentino sabe algo sobre Lincoln, Washington y la Revolución Norteamericana, muy pocos norteamericanos saben algo sobre el héroe revolucionario argentino, el Gral. José San Martín (sic), o incluso que Argentina tuvo una revolución. Además, muy pocos saben o se detienen a pensar que las universidades se han establecido a lo largo de América Latina 100 años antes que en los Estados Unidos”.29 Por esto, la OIAA produjo una variedad de historias panamericanas en forma de comic. Historietas sobre Simón Bolívar y Thomas Jefferson circularon en inglés, español y portugués, aunque no se puede reconstruir dónde –o si– fueron utilizadas, ni cuántas copias fueron distribuidas. El cuento História dos Estados Unidos, hecho para Brasil, mostró en su tapa colorida a la familia americana: cazadores, indígenas, patriotas, colonos, George Washington y Abraham Lincoln, todos unidos (Imagen 8). Detrás de ellos se eleva un edificio de nubes en el que aparecen la estatua de la Libertad y los rascacielos del nuevo mundo, mientras un globo de diálogo desde la boca de Abraham Lincoln dice: “Muchos pueblos diferentes del viejo mundo pensaron afincarse en la tierra que más tarde serían los Estados Unidos de América. Ingleses en Nueva Inglaterra, holandeses en Nueva York, suecos en Nueva Jersey, franceses en Nueva Orleans y en el valle del Mississippi, y españoles –fundadores de San Agustín, la ciudad más antigua del país– en Florida, California y el sudoeste”. Dos contenidos son llamativos: la cita se refiere a las influencias y a la herencia iberoamericana en la historia nacional de los Estados Unidos. Lo que había escrito por primera vez Herbert E. Bolton en los años 1920 era ahora integrado al discurso oficial. Además, en esta descripción pacífica del melting pot estadounidense faltan los inmigrantes alemanes, italianos y japoneses, a pesar de que ayudaron a forjar la historia pluricultural de América del Norte. Como enemigos en los años de guerra, quedaban fuera de la historia oficial. 29 “Whereas almost any Argentine schoolchild knows something about Lincoln, Washington and the American Revolution, very few North Americans know anything at all about the Argentine revolutionary hero, Gen. José San Martín –or even that Argentina had a revolution. Very few, too, know or stop to think that universities had been established throughout Latin America 100 years before any were built in the United States” (Julien Bryan, Chicago Daily News, 29 de noviembre de 1941, p. 5).



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Imagen 8

Fuente: “Muitos e diferentes povos do velho mundo pensaram em fixar residência na terra que mais tarde havia de ser os Estados Unidos da América. Ingleses na Nova Inglaterra, Holandeses em Nova Iorque, Suecos em Nova Jersey, Franceses em Nova Orleans e no vale do Mississippi, e os espanhões – fundadores de S. Agustinho, a Cidade mais velha do Pais – na Florida, na California e no Sudoeste” (RAC, NAR pers. III 4 0, OIAA, Box 17, Folder 122).

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Los calendarios eran un regalo práctico como gesto de solidaridad interamericana. Fueron adornados con imágenes de santos católicos para que el público latinoamericano viera que los Estados Unidos respetaban su fe. En documentales y programas de radio, la OIAA solía subrayar que los Estados Unidos albergaban grandes grupos católicos y que esta similitud era solo una entre las varias que conectaban el sur y el norte del continente americano. En uno de estos calendarios, una mujer con su hijo pequeño está sentada en forma de Pietá en el centro de la imagen, con otro hijo detrás (Imagen 9). Él y su madre miran con admiración a un soldado estadounidense que está dando su mano a su camarada latinoamericano. Las manos de ambos militares se encuentran en la mitad de un globo que muestra al continente americano. Detrás de la Pietá relucen las dos torres de una iglesia típica del barroco colonial como único ejemplo de tradición, puesto que las casas de los alrededores son modernas, casi parecen fábricas, mientras camiones militares abandonan la imagen hacia el lado derecho. En el fondo del paisaje montañoso se apilan nubes blancas, de las cuales salen pesados tanques y aviones de guerra. El carácter marcial de la composición celeste es contrarrestado por una bandera que dice “Las Américas Unidas Para la Victoria y el Progreso Humano”. Imagen 9

Fuente: NARA, RG 229, Coordination Committee for Brazil, Box 1303, Folder 05, 6 (Publicity).



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La guerra de imágenes como ejemplo de hard power en Argentina Al inicio de la década de 1940, la industria cinematográfica argentina abarcaba 30 estudios con varios miles de empleados. Solo en 1942 produjo 56 películas que fueron proyectadas en 1.500 cines, 177 de los cuales estaban situados en la capital. El mayor teatro, el Cine Gran Rex, ofrecía 2.700 butacas. Argentina tenía una densidad de cines casi comparable con la de los Estados Unidos.30 La Guerra Gaucha, producida por Artistas Argentinos Asociados (AAA), que tematizó la guerra de independencia de los gauchos contra la corona española, fue la película más exitosa y premiada de estos años. A pesar de la floreciente producción doméstica, el mercado argentino se orientó de una forma global. Argentina compró películas norteamericanas y europeas, de procedencia española, francesa, italiana, alemana y –hasta 1938– también austríaca. Un 76% de las películas importadas por la Argentina vinieron de los Estados Unidos.31 La influyente revista cinematográfica Sintonía anunciaba nuevas películas, retrataba a las estrellas de Hollywood y su estilo de vida. Las producciones norteamericanas fueron consumidas especialmente por un público de clase media que podía rápidamente leer los subtítulos, porque las sincronizaciones eran demasiado caras y complicadas, teniendo en cuenta la multitud de variedades del español en América Latina. Dado el mercado doméstico enorme de los Estados Unidos, varios bancos concedieron buenos créditos a los estudios de Hollywood, dado que las películas se amortizaban rápidamente. Ya en los años 1930, las grandes compañías invirtieron mucho dinero en la búsqueda de nuevos mercados transnacionales. En su política de exportación, los Estados Unidos utilizaron el principio de vender por bloques, por paquetes. Así, cuando los propietarios de cines querían comprar una película de categoría A, también debían comprar otras de categorías inferiores. En cambio, las empresas argentinas vendieron sus productos a un precio fijo a sus distribuidores, que a menudo tenían derechos exclusivos en una cierta región y por esto hicieron mayores ganancias. Además, los bancos argentinos no dieron tantos créditos a las empresas como los norteamericanos. Argentina no produjo sus propias películas vírgenes, sino que las compró en Europa o los Estados Unidos. En 1939, con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos perdieron su mercado externo más importante (el europeo) y reforzaron sus exportaciones a América Latina para compensar las pérdidas.32 Bajo las presidencias de Roberto Ortiz y Ramón Castillo y la dirección de Raúl Prebisch en el Banco Central, ambos países cooperaron inicialmente en el 30 NARA, RG 229, Box 1246. Communications to the USA, 3301-3400. 31 CABEZÓN DOTY, Claudia Literatur und Film Lateinamerika im intermedialen Dialog, Lang, Frankfurt a.M. et.al. 2000, p. 81. 32 KIRSCH, Thomas Die Entwicklung der argentinischen Filmindustrie, MAKS, Münster 1991, pp. 43 y subsiguientes; SCHNITMAN, Jorge A. Film Industries in Latin America. Dependency and Development, Praeger, Norwood, 1984, p. 18.

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establecimiento de listas negras de empresas y firmaron un acuerdo bilateral. Pero Argentina se sintió discriminada cuando los Estados Unidos rehusaron importar carne fresca después de algunos casos de fiebre aftosa. Además, Prebisch no quería aceptar el papel masivamente dominante de los norteamericanos en la composición de las listas negras.33 Después de la entrada de los Estados Unidos en la guerra, el presidente Ramón Castillo se movió en una dirección antiamericana y Argentina rehusó romper relaciones con las potencias del Eje. En consecuencia, los Estados Unidos denegaron autorizaciones de exportación de productos de hierro, acero y máquinas.34 El golpe de estado del Grupo de Oficiales Unidos de junio de 1943 y la implantación de un régimen autoritario antinorteamericano convulsionaron las relaciones entre ambos países. Como las películas eran un producto importante de exportación estadounidense, el Departamento de Estado y la OIAA entendieron rápidamente que las imágenes animadas podían servir como arma ideológica de hard power contra el país resistente a una política interamericana dominada por los Estados Unidos. La política de la OIAA en Argentina En Argentina la OIAA persiguió dos objetivos principales. En primer lugar, quiso debilitar la industria cinematográfica local y sustituirla por los productos estadounidenses. En segundo lugar, quiso limpiar el mercado argentino de películas italianas y alemanas con el falso argumento de que todas eran propaganda nazi. El 31 de julio de 1941 representantes de 75 empresas estadounidenses en Buenos Aires fundaron la Asociación de Difusión Interamericana (ADI) como ONG. Esta red se comprometió a usar cada oportunidad que se le presentara para propagar el éxito de la guerra y advertir acerca de la amenaza totalitaria. En noviembre del mismo año el gobierno argentino reconoció a la asociación, que poco después fue integrada a la red de la OIAA.35 Entre los miembros de la ADI se encontraban los gerentes de Kodak y Duperial, y representantes locales de Metro-Goldwyn-Mayer, 20th Century Fox, Paramount, United Artists y Columbia. Este grupo poderoso del comercio de películas hizo su lista negra con nombres de propietarios de teatros, empresas de distribución y laboratorios. Apoyado por las representaciones diplomáticas de los Estados Unidos, por la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso argentino y por las grandes empresas de Hollywood, esta sucursal de la OIAA accedió a los programas de todos los cines argentinos y puso en la lista negra a los que estrenaron películas italianas y alemanas. 33 Chicago Daily News, 29 de noviembre de 1941, 5; NARA, RG 84, Buenos Aires Embassy, Confidential File, Box 9, Cordell Hull a Grey, 6 de agosto de 1941. 34 CRAMER, Gisela Argentinien im Schatten des Zweiten Weltkriegs. Probleme der Wirtschaftspolitik und der Übergang zur Ära Perón, Steiner, Stuttgart, 1999, pp. 173-202; RAPPOPORT, Mario Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas, 1940-1945, Belgrano, Buenos Aires 1981; ESCUDÉ, Carlos “Boicot norteamericano contra la Argentina”, en Todo es Historia 177, febrero de 1982, pp. 8-40. 35 NARA, RG 229, Box 1234, Folder Asociación Difusión Interamericana.



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Como paso siguiente, la ADI informó a los propietarios de los cines que las películas europeas eran antidemocráticas. Los nombres de los dueños de teatros que se rehusaron a sacar estas películas de la pantalla fueron dados inmediatamente a las empresas de distribución para que dejaran de venderles películas norteamericanas. Esta política benefició claramente a los distribuidores de productos de ese origen. La empresa distribuidora argentina Lautaret & Cavallo retiró su publicidad de los periódicos pro-Eje, el Deutsche La Plata Zeitung, El Pampero y el Mattino d’Italia.36 La asociación cinematográfica argentina más importante, la Sono-Film, escribió a la embajada estadounidense, después de un incendio que había destruido gran parte de sus estudios, comunicándole que acababa de rescindir su contrato con Nicolás Di Fiore (propietario de varios cines) porque su nombre había aparecido en la lista negra. Cuando Sono-Film reconstruyó sus estudios, compró gran parte de la técnica en los Estados Unidos. Pero había mentido sobre la ruptura con Nicolás Di Fiore. En consecuencia, la OIAA decidió que no recibiría películas vírgenes de los Estados Unidos en el futuro.37 En sus comunicaciones con Washington, la OIAA rara vez señaló que la mayoría de las películas alemanas que se distribuían localmente eran comedias con poco contenido político. Obviamente había documentales nazis que glorificaban la guerra, pero las grandes revistas cinematográficas como El Heraldo del Cinematografista o Sintonía criticaron estos productos como propaganda nazi con un valor cuestionable, sobre todo a nivel estético. La mayoría de las películas importadas de Alemania eran comedias, como El Murciélago, de Johann Strauss, El baile de la Ópera (Opernball) y Hotel Sacher (todos con temas vieneses). En la escala de calidad recibieron regularmente pocas estrellas, pero fueron bien recibidas por parte de la clase media urbana que se orientaba hacia Europa. La política de presión tuvo sus éxitos. La sucursal de la OIAA informó a Washington en septiembre de 1942 que solo 15 teatros en Argentina, Paraguay y Uruguay (todos subvencionados por Alemania) exhibían películas del Eje. En 1941, el cine San Martín en Buenos Aires había exhibido 21 largometrajes alemanes; en septiembre de 1942 el número se redujo a solo cinco. Algunos teatros no sobrevivieron a la limpieza antinazi y cerraron sus puertas.38 Esta política de limpieza fue combinada con otra que llevó a la destrucción de la producción cinematográfica argentina: el boicot de películas vírgenes, que se convirtieron en bienes raros. La misma industria de Hollywood tenía que vivir con una cantidad menor de películas vírgenes, porque el ejército estadounidense reclamó buena parte de ellas para producir documentales de aprendizaje (cómo dirigir un avión, 36 NARA, RG 229, Box 1248, Folder Minutes of Meetings, Film 1941-1942, 17 de diciembre de 1941; 29 de julio de 1942. 37 NARA, RG 229, Folder Minutes of Meetings, Film 1941-1942, 18 de noviembre de 1942, y 5 de agosto de 1942. 38 NARA, RG 229, Box 1248, Minutes of Meetings, Film 1944, relatorio del 1 de setiembre de 1943.

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un tanque etc.). Pero como el gobierno argentino continuaba manteniendo relaciones diplomáticas con los países del Eje, la cantidad de películas vírgenes se redujo. Argentina comenzó a desarrollar su propia fábrica de material para filmar, pero esto requería tiempo. En 1942, cuando las empresas cinematográficas argentinas ya sufrían económicamente, los Estados Unidos implementaron un embargo total sobre la exportación de películas brutas, para relajarlo el año siguiente y transformarlo en un sistema de cuotas.39 En 1944 la industria cinematográfica argentina casi dejó de existir. En consecuencia, estrellas de cine como Hugo del Carril y Luis Sandrini se trasladaron a México, donde los Estados Unidos subvencionaron el establecimiento de estudios cinematográficos no solo para ayudar a los mexicanos sino también para tener condiciones de producción más baratas. Después de la guerra, el gobierno de Juan Domingo Perón estableció un sistema de crédito y subsidios para la producción cinematográfica doméstica. Su política favoreció películas para una audiencia de masas, que evitaran comentarios críticos hacia el gobierno autoritario. En 1950, Argentina fue de nuevo capaz de producir más de 50 películas por año.40 El Gaucho Goofy de Walt Disney A pesar de la política de boicot, las autoridades de Washington no querían romper todos los puentes de la amistad panamericana. En 1941 Walt Disney recorrió algunos países latinoamericanos para su película semianimada Saludos Amigos, donde en una secuencia el famoso Pato Donald se encontraba con el papagayo brasileño José Carioca y en otra el cowboy Goofy volaba a Argentina para transformarse en la pampa en un verdadero gaucho. Pero, al contrario de embajadores culturales sensibles e intelectuales como Orson Welles, Disney subordinaba el mensaje del entendimiento cultural a sus intereses económicos. No estaba interesado en construir imágenes diferenciadas del “otro”, sino en vender masivamente sus productos y cumplir con el deseo de entretenimiento. Hacía chistes a costa del “otro” y el gaucho Goofy fue un ejemplo de sus intenciones e intereses. Durante su viaje a Argentina, Disney contactó a Florencio Molina Campos, el famoso creador del gaucho cómico, en su hacienda de Mendoza. En 1938 Molina Campos había expuesto varias de sus caricaturas en los Estados Unidos y atraído la atención del presidente de Shell, para quien produjo algunas caricaturas.41 A fines de 1941 Molina Campos aceptó la invitación de Disney y viajó a Burbank, California, 39 NARA, RG 229, Box 1243, Folder 501-600, relatorio del 4 de setiembre de 1942. Véase también, Box 1246, Folder 701-800, relatorio del 27 de noviembre de 1942. Véase RG 84, Buenos Aires Embassy, Confidential File, Box 36, Folder 840, 6, Edward Reed al Secretario del Estado, 11 de setiembre de 1943. 40 FALICOV, Tamara L. “Hollywood’s Rogue Neighbor. The Argentine Film industry during the Good Neighbor Policy, 1939-1945”, en The Americas 63, 2 (2006), pp. 245-260. 41 GUTIERREZ ZALVÍDAR, Ignacio Molina Campos, Zurbarán Ediciones, Buenos Aires 1996, pp. 35 y subsiguientes.



¿Creando Nuevos Vecinos?

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para trabajar con el mago de los dibujos animados. Pero cuando llegó allí, ya casi todas las secuencias de Saludos Amigos estaban terminadas. Después de verlas, Molina Campos se enfadó por el conjunto de estereotipos y banalidades utilizados bajo el lema de la amistad panamericana con el único fin de producir ganancias en las taquillas. Si bien Disney prolongó un poco la producción, apenas le quedó tiempo a Molina Campos para reparar los más absurdos mensajes e imágenes. En la secuencia argentina de Saludos Amigos, el gaucho Goofy caza un avestruz en la pampa y se pelea con su compañero –un caballo terco y obstinado, feminizado con un vestido rosa– para finalmente bailar con él y besarlo. Como Goofy no sabía preparar asado ni tocar la guitarra, vuelve a su patria querida, los Estados Unidos. Molina Campos descubrió que Disney había utilizado algunos de sus dibujos sin autorización para esta interpretación gaucha.42 Irritado por el contenido y las imágenes, escribió a la embajada estadounidense en Buenos Aires, que reenvió su carta al Departamento de Estado en Washington, llegándole al escritorio del secretario Cordell Hull. En su carta, Molina Campos escribió: “Claro, fui recibido con toda honra y me mostraron un millar de atracciones, pero caemos en el muy viejo error de tratar de adaptar lo exótico para captar el gusto del público norteamericano, y por esto, todo está hecho con un pragmatismo caprichoso para mostrar las más absurdas situaciones […] Una imagen en particular –yo creo que va a ser nombrada “Goofy Gaucho”– fue traída a mi oficina, para que yo estudiara y aplicara el dialecto gaucho para la versión española del filme. Yo buscaba un camino para aplicarlo, pero todos mis esfuerzos fueron en vano, por lo que les dije que no sabía por dónde comenzar; tal era la conglomeración de errores, que les pedí que mi nombre no fuera mencionado en el filme […] Siento, a pesar de la reputación y la simpatía que siempre habíamos tenido por su trabajo [el de Disney] que está cayendo en algo que […] el presidente Roosevelt quiere inteligentemente evitar, como lo hace el comité que Sr. Nelson Rockefeller estableció”.43 La cooperación conflictiva con Disney muestra el lado escuro de la batalla de imágenes durante la guerra. Pero la fama de Molina Campos no sufrió daño. En 1942 recorrió los Estados Unidos, dio conferencias y en Navidad contó en la radio sus experiencias y observaciones en la emisión An Argentine Artist Views the United States. Por otra parte, el Museo de Arte Moderno de Nueva York le dio un premio por el cartel

42 GUTIERREZ ZALVÍDAR, Ignacio Molina Campos, cit. 43 NARA, RG 229, Central Files, Box 216, Group 3, Information, Motion Pictures, Folder Disney Activities, Edward Reed al Secretary of State, 27 de julio de 1943.

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El hemisferio unido, en el que un cowboy estadounidense y un gaucho argentino se daban la mano en un cruce de caminos.44 Conclusión Con sus 59 filiales, la OIAA determinó la política externa estadounidense en América Latina. Fuera de los grandes teatros de la guerra, esta sirvió a los Estados Unidos como el espacio ideal de experimentación, sobre todo en el campo de la public diplomacy, en el que durante décadas había sido inferior a Francia o Alemania. Organizaciones de posguerra como la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), el United States Information Service (USIS) o la United States Information Agency (USIA) tuvieron sus orígenes en la guerra. Los negocios bilaterales que se habían establecido bajo los auspicios del Departamento de Estado siguieron floreciendo en las décadas de la posguerra. En 1946 Nelson Rockefeller fundó la American International Association for Economic Development y la International Basic Economy Corporation. Ambas organizaciones se sustentaron en los contactos que fueron establecidos durante la guerra y actuaron a través de redes globales. La política cultural norteamericana aquí analizada tuvo el poder de destruir la floreciente producción cinematográfica argentina en pocos años. Sirve como ejemplo de que estrategias y productos de política cultural no solo pueden ser un instrumento de soft power, sino también un instrumento de hard power. Hay que tomar en consideración que las películas son un producto cultural, pueden ser un vehículo ideológico y, al mismo tiempo, son una mercadería importante, un factor de exportación considerable. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial fueron vistas como un instrumento importante para influir sobre el pensamiento. Los ejemplos del contexto brasileño y argentino muestran también que la producción de imágenes para el éxito de la guerra bajo el lema del panamericanismo camufló intereses económicos considerables y la búsqueda de nuevos mercados sustentables.

44 NARA, RG 229, Box 1246, Folder 3401-3500.

Las comunidades eslavas en la Argentina durante la Guerra Fría: el caso del nacionalismo eslovaco en las décadas de 1940 y 1950 María Valeria Galván

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Introducción uego de finalizada la Segunda Guerra Mundial ingresaron a la Argentina varios contingentes de refugiados políticos, muchos de ellos criminales de guerra nazis o colaboracionistas de diversos países europeos.1 Entre ellos, ingresó al país un contingente de cerca de mil eslovacos que venían escapando del avance del Ejército Rojo luego de derrocado el régimen pronazi de la Primera República Eslovaca (1939-1945). Más tarde autodenominados “emigrados políticos”, los eslovacos que habían ingresado en la inmediata segunda posguerra se diferenciaban de la primera ola migratoria proveniente de esa región –“la emigración social”, que había llegado a la Argentina en las primeras décadas del siglo XX en busca de trabajo y de mejores condiciones económicas. Los inmigrantes eslovacos de posguerra eran intelectuales y políticos de clase media o media alta, que escapaban del comunismo y, en muchos casos, de los tribunales de guerra. Debido al hecho de que Argentina había sido desde finales del siglo XIX un país de recepción de grandes contingentes migratorios europeos, Buenos Aires se volvió también una puerta de entrada de las transferencias culturales que derivaron del intenso tránsito de personas.2 En este sentido, los contingentes migratorios de diversas etnias y nacionalidades que se instalaron en el territorio argentino se integraron, en general, en un porcentaje alto a la configuración identitaria de la joven nación sudamericana que, a su vez, se vio beneficiada por las influencias de ultramar que afectaron de diversas maneras la vida social, cultural y política local (desde la constitución de una 1 2

SENKMAN, Leonardo “Perón y la entrada de técnicos alemanes y colaboracionistas con los nazis, 1947-1949: un caso de cadena migratoria”, en Estudios Migratorios Latinoamericanos, Vol. 10, núm. 31, 1995, pp. 673-704. Los portales de globalización son puntos de entrada para las transferencias culturales debido al hecho de que se configuran en lugares de intenso tránsito de interacciones globales (personas, bienes, ideas). Son puntos coyunturales entre flujos globales y control territorial. En este sentido, los portales de globalización son herramientas metodológicas muy útiles para entender la manera en que los flujos globales son articulados, direccionados por las elites de un territorio particular de intercambio. En estos puntos de conectividad, los actores ganan experiencia sobre cómo manejar estas interacciones entre lo local y lo global, y establecen instituciones, reservorios de conocimientos, narrativas y proyectos identitarios específicos. BAUMAN, Claudia; DIETZE, Antje y MARUSCHKE, Megan “Portals of Globalization: an Introduction”, en Comparativ, núm. 3/4, 2017.

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clase media a partir de los descendientes prósperos de los primeros inmigrantes, hasta la identidad especular construida a partir de las referencias materiales y simbólicas con la cultura europea).3 En este marco, cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial los eslovacos residentes en Argentina, aun cuando conservaban redes étnicas de gran relevancia en su cotidianidad y en la lente a través de la cual miraban hacia el viejo continente, se encontraban plenamente integrados en la sociedad que los había cobijado. Particularmente en relación con la separación de las naciones checa y eslovaca durante la guerra,4 las asociaciones de inmigrantes se habían plegado en su mayoría a la situación europea. Sin embargo, después de 1945 la sociabilidad de checos y eslovacos se vio conmovida por el ingreso de la ola “política”. Este capítulo pretende realizar una breve contribución a la historia de la inmigración eslava en la Argentina durante la Guerra Fría, a partir del seguimiento de las alteraciones que sufrieron las redes de sociabilidad eslovacas en el país durante la inmediata posguerra y los inicios de la Guerra Fría. Por ello, luego de un somero recorrido por la historia de los primeros inmigrantes eslovacos llegados a la Argentina, me concentro en el análisis de la “emigración política” y de sus interacciones con los inmigrantes de la primera ola migratoria, con el Estado checo y con el Estado argentino. La inmigración eslovaca en la Argentina Argentina fue uno de los países americanos de mayor recepción de inmigrantes europeos en el siglo XIX y comienzos del XX. Entre 1820 y 1932 entraron al país alrededor de 6 millones y medio de inmigrantes, de los cuales 164 mil vinieron del Imperio Ruso y 87 mil del Imperio Austrohúngaro (particularmente en el periodo 1857-1920).5 Estos números incluyen también una inmigración checoslovaca que aún no estaba diferenciada étnicamente al ingresar al país. Durante la Primera Guerra Mundial las cifras no distinguieron entre checos y eslovacos, que luego se separarían en asociaciones y clubes específicos. Entre 1918 y 1938 el número de inmigrantes de Moravia 3 4

5

BJERG, María Historias de la inmigración en Argentina, Edhasa, Buenos Aires, 2010, pp. 20-21. Con la anexión y ocupación del territorio de población germana, el Sudetenland, comenzó el resquebrajamiento de Checoslovaquia. El gobierno checoslovaco de Edvard Benes no estuvo presente en estas negociaciones y se negó a ir a la guerra sin apoyo francés ni británico. Sin embargo, terminó cediendo a las presiones y el 1° de octubre se inició la ocupación alemana de los Sudetes. Beneš renunció el 5 de octubre y se autoexilió en Londres. Ese mismo día, Jozef Tiso, apoyado por casi todos los partidos eslovacos, forzó un gobierno autónomo eslovaco dentro de Checoslovaquia y el 14 de marzo de 1939 la Dieta eslovaca declaró el nacimiento del Estado eslovaco. El 15 de marzo de 1939 el presidente checoslovaco Emil Hácha fue invitado a la Cancillería del Reich, en Berlín, donde Hitler y Göring lo amenazaron con bombardear Praga a menos que el ejército checoslovaco se rindiera. Ese mismo día, las tropas alemanas entraron sin resistencia a Bohemia y Moravia. Al día siguiente, Hitler proclamó la creación del Protectorado de Bohemia y Moravia (LATYNSKI, Maya –editora– Reappraising the Munich Pact: continental perspectives, Woodrow Wilson Center Press, 1992). CIPKO, Serge “The Ukrainian experience in Argentina, 1897-1950: An historical overview”, en Studia Migracyjne-Przegląd Polonijny, Vol. 4, núm. 38, 2012, pp. 103-116.



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del Sur, Bohemia y Eslovaquia ascendía a 25 mil. En 1927 había 9 asociaciones checoslovacas y diez años más tarde estas subieron a 50. Los clubes más importantes eran la Alianza Nacional, Sokol y el Club Checoslovaco. Mientras que el último era más conservador y elitista, los dos primeros, al igual que las nuevas asociaciones que se formaron en la zona industrial del sur de Buenos Aires, nucleaban a trabajadores y a capas más populares.6 De hecho, la comunidad checoslovaca tenía una sociabilidad intensa en la zona portuaria e industrial de mayor concentración de inmigración obrera, la ciudad bonaerense de Berisso, donde estaban los clubes Hogar Checoslovaco Domov y El Club Eslovaco Stefanic. Otra asociación multiétnica que albergaba eslovacos en esta zona fue la Unión Eslava. Abiertamente procomunista, su activismo político derivó en su disolución por decreto del Poder Ejecutivo Nacional en 1949.7 Por otra parte, en la ciudad de Buenos Aires se había fundado en diciembre de 1926 la Asociación Cultural Eslovaca de la calle Mármol, la asociación eslava más importante de Latinoamérica antes de la Segunda Guerra Mundial, que se transformaría en bastión de alcance global del separatismo anticomunista eslovaco a partir de la década de 1950.8 Asimismo, la prensa checoslovaca fue prolífica en el periodo de entreguerras y hasta llegó a ser subsidiada por la legación de Checoslovaquia en la Argentina en los años ‘30. Sin embargo, la mayor parte de las publicaciones se editaban en idioma checo, con excepción de los periódicos Slovenský ľud (1929-1948), Juhoamerický Slovák (1950-1959) y algunos más, de menor proyección.9 Desde que se desencadenó la Segunda Guerra Mundial hasta 1948, llegaron a la Argentina cerca de 55 mil checoslovacos y, si bien los refugiados de posguerra no se integraron fácilmente a las asociaciones preexistentes, ni se nuclearon necesariamente en torno a su origen étnico, su desembarco generó mucha conflictividad en la comunidad de inmigrantes checoslovacos, como se verá más adelante. Por otro lado, la comunidad checoslovaca en Argentina sufrió otro cimbronazo cuando, luego del cambio de gobierno en Checoslovaquia en febrero de 1948 y su acercamiento a la Unión Soviética, se precipitó la renovación de la Legación Checoslovaca en Argentina y muchos de sus funcionarios y empleados, junto a sus familias, solicitaron asilo político en el país.10

6

HINGAROVÁ, Vendula V. “La emigración checoslovaca a Argentina en el Archivo de la Cancillería Checa. Estudio de fuentes”, en Las relaciones checo-argentinas, 2015, pp. 241-264. 7 HERRERA, Nicolás “Inmigración en Berisso (Argentina, 1909-2010). Caracterización, distribución y segregación espacial”, en Século XXI–Revista de Ciências Sociais, Vol. 8, núm. 1, 2018, pp. 166-202. 8 ZOUREK, M. Checoslovaquia y el Cono Sur 1945-1989. Relaciones políticas, económicas y culturales durante la Guerra Fría, Karolinum, Praga, 2014, p. 48. 9 HINGAROVÁ, Vendula “La emigración checoslovaca…”, cit. 10 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (en adelante, AMREC), División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1948.

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En efecto, luego de finalizada la guerra se formó un gobierno de coalición de diferentes partidos checos y eslovacos (del tipo de frentes populares), conocido como programa de Košice, que tenía como objetivo la reorganización del Estado checoslovaco sobre la base étnica exclusiva de checos y eslovacos, la reforma agraria y el control estatal de las industrias. Sin embargo, la intención de “normalizar” la Checoslovaquia reunificada de posguerra –lo que implicaba resolver la cuestión de la representación política minoritaria de los eslovacos, por un lado, y la de los criminales de guerra, que aún tenían roles protagónicos en la burguesía eslovaca, por otro– el Partido Comunista se dispuso a ganar terreno. Frente a esto, 12 ministros del gobierno de coalición presentaron su renuncia al presidente Edvard Beneš (liberal de centro izquierda) en febrero de 1948. Las protestas populares en contra de esta reacción de los partidos de la burguesía contra el avance del Partido Comunista llevaron a la dimisión de Beneš y a la entrega de todo el poder al primer ministro, el comunista Klement Gottwald. Así, el 29 de abril de 1948 se aprobó la Asamblea Nacional, hegemonizada por los comunistas.11 Debido a esto, el escenario local no solo se vio afectado por el recambio de autoridades en la Legación y los pedidos de asilo de sus ex funcionarios, sino también por la proliferación de varias asociaciones de inmigrantes checoslovacos anticomunistas, como el Centro de Checos y Eslovacos en la Argentina.12 Sin embargo, el anticomunismo checoslovaco en el país fue sobre todo activo del lado de la comunidad eslovaca, cuyo discurso nacionalista y separatista –previo al golpe de 1948– se vio exacerbado por el cambio de régimen político. Los “emigrados políticos” Efectivamente, la emigración de posguerra del grupo colaboracionista, partido Popular Eslovaco de Hlinka, dirigido por Ferdinand Ďurčanský, exdiputado del Parlamento eslovaco y ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno nazi de Jozef Tiso durante la Primera República Eslovaca, introdujo un quiebre en la comunidad checoslovaca en Argentina. A la “emigración social” de eslovacos de clase trabajadora o “primera oleada”, venida en las décadas de 1920 y 1930, con una entrada aproximada de 5 mil individuos, le siguió la denominada “emigración política” luego de 1945, con un ingreso aproximado de 900 individuos de clase media y media alta.13 Esta segunda ola estaba constituida exclusivamente por colaboracionistas nazis y sus familias, que escaparon del ejército Rojo hacia el oeste. Argentina ocupó el cuarto lugar como país 11 DE LA GUARDIA, Ricardo M. y PÉREZ SÁNCHEZ, Guillermo Á. La Europa del Este, de 1945 a nuestros días, Síntesis, Madrid, 1995, pp. 40-45. 12 AMREC, División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1948. 13 Estos datos corresponden a los proporcionados por el informe especial elaborado por la Cancillería argentina en 1955 y fueron corroborados por el entrevistado, Justin Dudaš, hijo de Andrej Dudaš, gobernador de Prešov (cabeza administrativa de la región del Šariš-Zemplín), durante la Primera República de Eslovaquia. Entrevista realizada por la autora el 21 de diciembre de 2017.



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de recepción final de este contingente, después de Estados Unidos, Alemania Occidental y Canadá.14 Una de las principales figuras de este grupo, Ďurčanský, fue condenado in absentia por crímenes de guerra, pero a pesar de eso logró escapar y fundar en 1946 en Roma el Comité de Acción Eslovaca, que buscaba la independencia política de Eslovaquia. En 1947 Ďurčanský llegó a la Argentina junto con otros criminales de guerra eslovacos: Rudolf Dilong, Jozef Ciger Hronský, Árved L. Grédvert, Ján E. Bor, Maruša Juzková, Ladislav Jankovič, entre otros. En 1948 el gobierno checoslovaco comunista solicitó la extradición de Ďurčanský por primera vez, pero el pedido fue rechazado. Este apoyo implícito del gobierno peronista en Argentina le otorgó al Comité de Acción Eslovaca el margen de libertad que buscaba para difundir su programa político. Debido a ello, fue reabierto oficialmente en el país en 1954 como la filial local del Consejo Nacional Eslovaco, cuya sede central estaba en Alemania Occidental.15 La inserción de los inmigrantes eslovacos de posguerra en la comunidad local de inmigrantes preexistente fue –como ya se adelantó– conflictiva y dio lugar a numerosos reclamos por parte de la representación checoslovaca en la Argentina, que seguía de cerca el dinamismo de la vida asociativa de los inmigrantes. Así, las denuncias policiales por disturbios en los clubes eslovacos y checoslovacos y las acusaciones cruzadas de atentar contra la seguridad pública eran usuales entre miembros de esa comunidad, que terminaban apelando al Estado argentino como árbitro. En este sentido, el archivo de la Cancillería argentina guarda una serie de notas en las que se relata un episodio que da cuenta de algunas de las estrategias más comunes utilizadas por los nacionalistas eslovacos para ganar terreno en el seno de la comunidad local. En efecto, el representante de la Legación checoslovaca en el país, Alexander Kunoši,16 presentó a comienzos de 1948 una serie de notas en las que denunciaba ante el Ministro de Relaciones Internacionales argentino, Juan Atilio Bramuglia, que un grupo de “inmigrantes recientes” involucraba a la policía argentina en falsas e infundadas denuncias de activismo comunista de parte de las autoridades de la reconocida Asociación Eslovaca de la calle Mármol en la Capital Federal: “…la Asociación Eslovaca, una de las entidades más antiguas y más acreditadas de la numerosa colectividad checoslovaca en la Argentina, viene desarrollando desde hace 22 años de su existencia una intensa actividad cultural y social en Buenos Aires. Su característica 14 AMREC, División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1955; Entrevista con Justin Dudaš, 21 de diciembre de 2017. 15 ZOUREK, M. Checoslovaquia y el Cono Sur…, cit., pp. 51-52. 16 Alexander Kunoši había sido elegido nuevo Ministro Plenipotenciario checoslovaco en la Argentina en 1947 y después del cambio de gobierno en febrero de 1948 fue uno de los pocos diplomáticos en el país que conservó su cargo. En 1951 fue reemplazado como cabeza de la Legación y de regreso en Praga fue arrestado y encarcelado debido a que, víctima de las purgas antisemitas, fue acusado de conspirar contra el Estado. Fue liberado en 1954. (ZOUREK, M. Checoslovaquia y el Cono Sur…, cit., pp. 44-48).

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tradicional es su abstinencia política absoluta. Jamás durante todo el tiempo de sus actividades dio motivos de queja. Por lo tanto, me es imposible explicar la intervención policial de otra manera, sino como consecuencia de una calumnia tendenciosa por parte de algunos enemigos de la República Checoslovaca recientemente llegados de Europa, que considerándose como anticomunistas, siembran el odio y discordia entre checos y eslovacos radicados hace varias décadas en este suelo […] Estos elementos, aprovechando la detención de los nombrados funcionarios irrumpieron en el local social de la Asociación, haciéndose cargo de su dirección, a pesar de que jamás formaron parte de la misma”.17 La crítica implícita de la Legación Checoslovaca a la gestión del Estado argentino de estas rencillas no pasó desapercibida. Así, el subdirector del departamento de Relaciones Exteriores de la Policía Federal argentina presentó una queja formal por intermedio de la Cancillería a la Legación extranjera en la cual manifestaba que “la reclamación interpuesta por la Legación de la República de Checoslovaquia es una observación unilateral de los hechos, que llevan al representante diplomático a formular apreciaciones desconsideradas sobre el desempeño de la Policía Federal, que importan una intromisión en el campo de las actividades de un órgano del Estado”.18 En este sentido, los conflictos al interior de la comunidad checoslovaca de inmigrantes en Argentina repercutieron también en el resentimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países durante el peronismo –en el marco de prósperas relaciones económicas–19 y esto se fue agravando cuando la militancia anticomunista de la última oleada de inmigrantes eslovacos se exacerbó. En efecto, fue particularmente conflictivo el cruce de denuncias entre las que unos meses después serían las nuevas autoridades de la Asociación Eslovaca de la calle Mármol (miembros, a la vez, del Comité Eslovaco de Liberación) y Kunoši, quien, mientras acusaba a estos “asilados políticos” de actividades antichecoslovacas, era acusado por los primeros de ser agente de infiltración de propaganda comunista. Así, por ejemplo, en el periódico internacional que los eslovacos comenzaron a editar en Argentina en esos años, el Slovak Information Service, se aseguraba que “los residentes eslovacos en la Argentina están siendo amenazados por los agentes del señor Kunoši que sus parientes en la llamada Checoslovaquia van a ser arrestados, a menos que acepten el rol que presta la Legación checa en Buenos Aires”.20 Frente a 17 AMREC, División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1948. 18 AMREC, División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1948. 19 ZOUREK, Michal “Las relaciones entre Argentina y el bloque soviético en la época de la Revolución Libertadora. El caso de Checoslovaquia”, en GALVÁN, M. Valeria y OSUNA, Florencia –editoras– La Revolución Libertadora en el marco de la Guerra Fría. La Argentina y el mundo durante los gobiernos de Lonardi y Aramburu, Prohistoria, Rosario, 2018, pp. 53-69. 20 “Slovak residents in Argentina are being menaced by the agents of Mr. Kunoši that their relatives in the



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esto, Kunoši se dirigió a la Cancillería argentina “para que se evite la repetición de los ataques al jefe de esta Misión y a sus colaboradores […] de actividades subversivas, abuso de sus privilegios diplomáticos y de ser un agente del comunismo”.21 Asimismo, el canciller checo, Vlado Clementis, interpeló al ministro plenipotenciario argentino en Praga, Raúl Labougle, acerca de estas acusaciones contra la Legación checoslovaca en Argentina: “hay en la Argentina una propaganda muy grande contra Checoslovaquia y su actual gobierno, dirigida por un señor Ďurčanský y el padre Rudolf Dilong de la orden franciscana, verdaderos agitadores, a quienes facilita gruesas sumas de dinero para sus actividades una tercera potencia”.22 A pesar de los sucesivos reclamos diplomáticos, la comunidad eslovaca en la Argentina se vio gradualmente representada en su mayor parte por esta agrupación anticomunista. Sin embargo, más allá del prestigio que estaba ganando en el interior de la comunidad, el Comité Eslovaco de Liberación no adscribía a ninguna entidad estatal, sino a una “nación en el exilio”, como se definían sus miembros. De hecho, al comienzo de esta “emigración política” la llegada e inserción entre los eslovacos ya residentes en Argentina fue muy dificultosa para los criminales de guerra y sus familiares. Las asociaciones de inmigrantes –tanto checas como eslovacas– existentes hasta mediados del siglo XX promovían la identidad unificada de ambos pueblos y los nuevos gobiernos checoslovacos de posguerra (tanto el del programa Košice como el comunista del ‘48) desalentaban la diferenciación entre checos y eslovacos en las asociaciones de inmigrantes. En este sentido, como aseguraba Justin Dudaš en la entrevista realizada por la autora, “cuando vinimos hubo malos entendidos y discusiones con los que estaban antes, que estaban influidos por el comunismo. Es que los checos eran, muchos, comunistas […] Nos trataban con desprecio…”.23 Esta situación de los eslovacos recién llegados a la Argentina no hacía más que reflejar la situación de la actualidad checoslovaca del periodo. Así, la prensa anticomunista europea denunciaba que “el nacionalismo eslovaco estaba de nuevo siendo atacado en Checoslovaquia. La campaña actual contra lo que los líderes comunistas checos y eslovacos en Praga y Bratislava definían como ‘nacionalismo burgués’ había alcanzado una nueva intensidad, tanto en su tono como en su contenido”.24 Efectivamente, la identidad nacionalista eslovaca era fuertemente desalentada y sufrió –sobre todo a partir de 1948– las consecuencias de la asimilación y la aculturación.

21 22 23 24

so called Czechoslovakia will be arrested, unless they accept the lending role of the Czech Legation in Buenos Aires”. Slovak Information Service, 30 de abril 1948. AMREC, División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1948. AMREC, División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1948. Entrevista con Justin Dudaš, 21 de diciembre de 2017. “Slovak nationalism is again under attack in Czechoslovakia. The current campaign against what both Czech and Slovak communist leaders in Prague and Bratislava term ‘bourgeois nationalism’ reached a new intensity in tone and content”. Hungary, Vera and Donald Blinken Open Society Archives 300-83-1540; records of Radio Free Europe.

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Y este problema era, precisamente, la base argumentativa principal de los nacionalistas eslovacos. Fundamento que los habilitó a cobijarse bajo el paraguas del discurso transnacional anticomunista, lo que les permitió mantener actualizado su programa político durante la posguerra. Por ello, el Comité eslovaco proclamaba en sus panfletos, apelando a la emotividad patriótica de los eslovacos en el exilio, que: “Debido a la acción común checo-soviética fue destruida la independencia nacional eslovaca después de la Segunda Guerra, pero no ha sido destruida la voluntad eslovaca de la recuperación de la misma. Desde 1945 el año que empezó la opresión checo-comunista de la Eslovaquia, los eslovacos, todos juntos, no piensan en otra cosa sino en el momento de la restauración de la República Eslovaca, libre y democrática. Nadie puede hacer olvidar a los eslovacos los años de su independencia nacional, la cual significó para ellos la base segura de autodeterminación y de auto-afirmación política, de desarrollo económico, de alto nivel de vida y de un progreso cultural, todo esto desconocido en el periodo de esclavitud, impuesta a nuestro pueblo por los checos. Dándose cuenta de todos los beneficios relacionados con la existencia de la República Eslovaca, nacida por voluntad del pueblo y por la decisión unánime de sus representantes constitucionales el 14 de marzo de 1939, el pueblo eslovaco sigue siendo fiel al Día de la Independencia y lo conmemora cada año, aunque clandestinamente, a pesar de la persecución checo-comunista […] porque sabemos que la libertad de la Eslovaquia no puede nacer de nuevo sino después de la destrucción del comunismo internacional y de sus gobiernos satélites en Europa, entre los que hay que mencionar especialmente a la coalición checo-comunista de Praga […] y al destacamento de la última a Buenos Aires, a la Legación checo-comunista, centro de actividad subversiva, dirigido por el comunista Kunoši”.25 Hacia el final de la segunda presidencia peronista se volvieron a presentar notas desde la Legación checoslovaca para solicitar que se controlase la actividad propagandística de los nacionalistas eslovacos. Concretamente en 1955 los reclamos se concentraban en la publicación del Libro Blanco de los Eslovacos: “…fui citado por el señor Ministro de Asuntos Extranjeros de este país, señor Vaclav David, quien después de hacer mención a las buenas relaciones que siempre han existido entre nuestros dos países, pasó a formularme –en tono particularmente amable– una protesta oficial ante el alcance de la actividad desarrollada por los ‘separatistas eslovacos’ en Argentina, especialmente mediante la publicación 25 Slovenské Zvesti. Pre Slovákov v južnej Amerike, 5 de abril de 1948.



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de una revista mensual y del llamado ‘Libro Blanco de los Eslovacos’, impreso en Buenos Aires en el curso de 1954. El señor Ministro David me expresó que conocía perfectamente las amplias modalidades de nuestro derecho de asilo, y que, desde luego, las respetaba pero agregó que estimaba que la magnanimidad con que este derecho era otorgado, implica deberes y obligaciones para los asilados, y que todo límite posible había sido superado mediante las afirmaciones calumniosas contenidas en estas publicaciones, que más que de lucha contra el régimen comunista, atacan directamente la integridad de Checoslovaquia como nación, negándole sus más primordiales derechos como estado independiente y, lo que es más, en base a una serie de falsedades”.26 A la nota, firmada por Emilio de Matteis, ministro argentino en Praga en aquel momento, se adjuntaba una síntesis en castellano del Libro Blanco y se enfatizaba que había sido publicado en Buenos Aires por el Comité Eslovaco de Liberación en 1954 e impreso en la imprenta porteña “Dorrego”. Asimismo, la nota concluía con la extensa lista de cada una de las biografías de los integrantes del Comité Eslovaco residentes en la Argentina en aquel momento. Lo interesante de esta sinopsis de las personalidades del Comité es que al menos la mitad de los mencionados detentaban ya a esa altura, a su vez, cargos directivos en la histórica Asociación Eslovaca de la calle Mármol. Su influencia (que había sido obtenida definitivamente en 1949) fue decisiva para su inserción en la comunidad eslovaca en Argentina.27 No obstante ello, debido a que esta aceptación había sido dificultosa en un comienzo, los “emigrados políticos” fueron propensos a plegarse a las redes de sociabilidad de la comunidad alemana. En este sentido, el Die Freie Presse, periódico conservador de derecha de la comunidad de inmigrantes alemanes en Buenos Aires (heredero de la publicación nazi Deutsche La Plata Zeitung), mantuvo una estrecha relación de colaboración y apoyo con los exiliados eslovacos de la posguerra en Buenos Aires.28 Es que los vínculos entre las distintas comunidades de inmigrantes provenientes de Europa Central y Oriental no eran casuales. Tanto Die Freie Presse como el Comité Eslovaco por la Liberación (al igual que otras organizaciones anticomunistas formadas por inmigrantes de Europa del Este en Argentina) estaban fuertemente influenciados por el nacionalismo y por el imaginario religioso cristiano. Este último también fue el caso de la organización anticomunista transnacional con sede en Bonn,

26 AMREC, carpeta Checoslovaquia, AH/0021, año 1955. 27 ZOUREK, M. Checoslovaquia y el Cono Sur…, cit., p. 52. 28 GALVÁN, M. Valeria “El anticomunismo transnacional y los gobiernos de facto de la ‘Libertadora’: vínculos y ejes interpretativos”, en GALVÁN, M. Valeria y OSUNA, Florencia –editoras– La Revolución Libertadora…, cit., pp. 71-90.

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el Comité Internacional para la Defensa de la Cultura Cristiana, en la que también participaron los eslovacos de posguerra residentes en Argentina.29 Las estrategias de denuncias policiales y la retórica emotiva de su discurso nacionalista finalmente los llevó a hacer pie en las organizaciones de inmigrantes eslovacos de preguerra y lograron hegemonizar sus publicaciones y clubes. Principalmente los más jóvenes se sentían más atraídos por el romanticismo nacionalista-católico y la habilidad discursiva de algunos de estos políticos, como por ejemplo el prolífico poeta Rudolf Dilong.30 Dilong era el director de la sección de propaganda del Comité Eslovaco de Liberación y se presentaba a sí mismo como mártir de la Primera República. En 1954 el Comité publicó la obra de Ďurčanský Právo Slovákov na samostatnosť ve svetle dokumentov (Derecho de los eslovacos a la libertad a la luz de los documentos), redactada por Stanislav Mečiar, exprofesor de literatura eslovaca en la Universidad de Bratislava. En 1957 el Comité Eslovaco de Liberación en Buenos Aires publicó otro libro de Ďurčanský, El aspecto internacional de la cuestión eslovaca. Asimismo, el Comité publicó muchas revistas, obras literarias y ensayos sobre religión y nacionalismo.31 Pero el éxito y el prestigio del Comité Eslovaco de Liberación fueron disminuyendo hasta quedar con solo 15 miembros a mediados de los años 1950. Ďurčanský luego se trasladó a Alemania y abrió en Munich la filial germana del comité. Sin embargo, su programa político de denuncia del comunismo y de liberación y separación territorial competía allí directamente con la influyente sede alemana del Consejo Nacional Eslovaco en el Exilio, cuyas actividades se encontraban financiadas directamente por el gobierno de Alemania Occidental. La filial argentina publicó hasta marzo de 1955 el periódico República Eslovaca y más ensayos, novelas y poesías. Entre sus libros, el más conocido fue el Libro Blanco, que luego se supo que había sido financiado por los eslovacos norteamericanos. Compuesto principalmente por recortes de periódicos en idioma eslovaco, el Libro Blanco defendía la causa nacionalista a partir del análisis de la situación política checoslovaca en los años anteriores.32 El separatismo eslovaco en la Argentina y su alcance fueron crecientemente percibidos por el gobierno checoslovaco como una amenaza para la república socialista. Las quejas formales ante la Cancillería argentina enfatizaban el incremento de las actividades anticomunistas al que ya también se le habían sumado las declaraciones de los disidentes checos que habían pedido asilo político luego del cambio de régimen y que se estaban organizando en sus propias redes. La respuesta de las autoridades 29 GROSSMANN, Johannes “The Comité international de défense de la civilisation chrétienne and the Transnationalization of Anti-Communist Propaganda in Western Europe after the Second World War”, en Transnational Anti-Communism and the Cold War, Palgrave Macmillan, London, 2014, p. 251; Entrevista con Justin Dudaš, 21 de diciembre de 2017. 30 Entrevista con Justin Dudaš, 21 de diciembre de 2017. 31 ZOUREK, M. Checoslovaquia y el Cono Sur…, cit., p. 53. 32 AMREC, carpeta Checoslovaquia, AH/0021, año 1955; ZOUREK, M.  Checoslovaquia y el Cono Sur…, cit., pp. 51-55.



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argentinas durante los gobiernos peronistas intentaba reforzar los valores democráticos y de libertad para justificar la falta de acción que era percibida por los checoslovacos como una subvención implícita al separatismo eslovaco. En este sentido, por ejemplo, Raúl Labougle le había respondido al reclamo del canciller checo, Clementis, en 1948 que: “…en la República Argentina, país libre y regido por instituciones democráticas que son celosamente respetadas, el gobierno no ejercía censura alguna, ni previa ni posterior a la expresión de las ideas, ya fuera hecha por medio de la prensa, por los libros o por folletos, tanto por argentinos como por extranjeros, ya que estos gozan en todo el territorio de la Nación de los mismos derechos civiles que los ciudadanos”.33 La última protesta formal presentada ante el gobierno peronista, con fecha de julio de 1955, no fue respondida hasta el 4 de noviembre de ese mismo año, es decir, luego del golpe cívico-militar autodenominado “Revolución Libertadora”. En su respuesta, el gobierno del general Eduardo Lonardi consideró que, debido a que las actividades de esa organización no eran ilegales y a que sus miembros eran asilados políticos, al gobierno argentino no le correspondía tomar medidas de ningún tipo contra el Comité Eslovaco de Liberación ni contra sus integrantes.34 Más allá del corte abrupto de la cordialidad en los intercambios diplomáticos respecto del separatismo eslovaco activo en la Argentina,35 la “Revolución Libertadora” distendió la intensidad de la propaganda anticomunista de los inmigrantes centroeuropeos, debido a que esa bandera fue enarbolada directa y explícitamente por el nuevo gobierno. En abril de 1956 el segundo presidente de la coalición “Libertadora”, el general Pedro Eugenio Aramburu, firmó la adhesión a la resolución 93 contra actividades comunistas de la Décima Conferencia Interamericana (la misma que se había negado a firmar Perón en 1954).36 En paralelo, las actividades del Comité también se vieron interrumpidas en la segunda mitad de la década de 1950, principalmente debido a que el grupo de 33 AMREC, División Política, Austria y Checoslovaquia, Caja 17, año 1948. 34 AMREC, carpeta Checoslovaquia, AH/0021, año 1955. 35 Esto fue consecuencia directa del cambio de orientación en política exterior del nuevo gobierno. En efecto, con el golpe de 1955 no solo se produjo un distanciamiento de la Unión Soviética y del resto de los países de Europa del Este con los que la presidencia anterior había firmado acuerdos comerciales que quedaron automáticamente en suspenso con el triunfo de la “Revolución Libertadora”, sino que también, con el pretexto de que podía ser un terreno fértil para el peronismo proscripto, se comenzó a perseguir a los militantes comunistas locales. GALVÁN, M. Valeria “El anticomunismo transnacional…”, cit., pp. 71-90. 36 MORGENFELD, Leandro “El inicio de la guerra fría y el sistema interamericano: Argentina frente a Estados Unidos en la Conferencia de Caracas (1954)”, en Revista Contemporánea, 1 (1), 2010, pp. 76-97.

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Ďurčanský fue perdiendo influencia en el seno de la comunidad checoslovaca, en gran parte gracias a que la nueva diplomacia cultural de los países comunistas comenzó a ganar terreno en la Argentina en general y en particular en las asociaciones locales de inmigrantes eslavos.37 Específicamente, frente a la interrupción del diálogo con la Cancillería argentina, en 1956 la Legación checoslovaca en Buenos Aires se propuso ejecutar un protocolo que consistía en tres objetivos principales: devolver la Asociación Eslovaca de la calle Mármol a los inmigrantes “sociales” o primera ola, contribuir al enfrentamiento y la discordia entre las dos entidades separatistas activas en Occidente –el Comité Eslovaco de Liberación y el Consejo Nacional Eslovaco en el Extranjero– y, por último, dar inicio formal a la campaña propagandística en pos de la repatriación de inmigrantes y familiares hacia territorio checoslovaco.38 Así, como consecuencia de la nueva diplomacia cultural socialista orientada hacia los inmigrantes eslavos residentes en los países de Occidente, hacia fines de la década de 1950 se fundaron asociaciones de inmigrantes eslavas que funcionaban como organizaciones frente de la Unión Soviética y de otros Estados socialistas satélite.39 En ese marco, la vida asociativa de los eslovacos se vio una vez más reconfigurada con la fundación del Club Eslovaco Argentino en Berisso, el Círculo Eslavo de Bernal y la Comisión Coordinadora Eslava, todas asociaciones encubiertas comunistas que apuntaron a nuclear a inmigrantes eslovacos de ambas olas migratorias y a sus descendientes.40 De esta manera, el desembarco en la colectividad local de checos y 37 ZOUREK, Michal “Las relaciones entre Argentina…”, cit. pp. 53-69; GALVÁN, M. Valeria “The Impact of the Soviet Repatriation Campaign on the Eastern European Émigré Community in Argentina (1955-1963)”, en Littera Scripta, 2017, Vol. 1, p. 22-34. 38 ZOUREK, Michal “Las relaciones entre Argentina …”, cit., pp. 53-69; GALVÁN, M. Valeria “The Impact of the Soviet…”, cit. 39 La campaña de los Estados socialistas para repatriar a los inmigrantes de Europa del Este de regreso a los países socialistas tuvo como primer objetivo disolver los vínculos entre los inmigrantes y la sociedad de recepción. Para ello, los Estados comunistas se apoyaron, en el caso de Argentina, principalmente en la sociabilidad preestablecida en el marco de los clubes y asociaciones de inmigrantes rusos, bielorrusos, ucranianos, lituanos y checoslovacos. En estas organizaciones (algunas de ellas previas a la campaña de repatriación, pero muchas de ellas fundadas a causa de ella) los inmigrantes junto a sus familias mantenían vivo el lazo que los unía a una comunidad de origen diferente a la sociedad de recepción a través de cursos de idiomas, festejos de efemérides, lecturas colectivas de periódicos, fiestas, etc. En este contexto, esta actividad buscó exaltar el nacionalismo de la “patria” de origen con el objetivo principal de construir, en la mayoría de los casos, un supranacionalismo que era de por sí diferente del que traían los inmigrantes al pisar suelo argentino (soviético, en vez de ruso, bielorruso, polaco, ucraniano o lituano; checoslovaco, en vez de eslovaco o checo). Desde ese punto de vista, esta actividad de propaganda dirigida de los Estados europeos por intermedio de los clubes comunitarios locales conmovió los pilares identitarios de los inmigrantes de aquellas regiones. En ese sentido, las diplomacias culturales de los países socialistas –que también involucraron periódicos, cartas de familiares y programas de radio para difundir las ventajas del modo de vida socialista por sobre el modo de vida local– afectaron de diversas maneras a la sociedad argentina de la década de 1960 (GALVÁN, M. Valeria “The Impact of the Soviet…”, cit.). 40 Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires (DIPBA), en la Comisión Provincial por la Memoria, Mesa DE, Caja 398, Legajos 108 y 100; Caja 150, Legajo 17.



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eslovacos de clubes subsidiarios del régimen comunista checoslovaco, terminó por minar definitivamente la influencia del separatismo eslovaco en la Argentina. Conclusión En este capítulo presenté un breve cuadro de situación de la comunidad de inmigrantes eslovacos en la Argentina en la segunda posguerra y en los inicios de la Guerra Fría. En este sentido, intenté demostrar cómo la inmigración política de la inmediata posguerra contribuyó significativamente a la división entre checos y eslovacos, en un contexto en el que se promovía la identidad unificada de ambas naciones (tanto desde el nuevo Estado checoslovaco como desde el Estado argentino, que había reconocido internacionalmente su constitución). En el marco de la Guerra Fría, esto significó que los refugiados fascistas se plegaran a las redes transnacionales anticomunistas (subsidiadas desde Estados Unidos y Alemania Occidental) y que se valieran de la dicotomía discursiva comunismoanticomunismo para obtener mayor margen de libertad para su acción propagandística frente a las autoridades argentinas. Esto, por un lado, terminó resintiendo las relaciones diplomáticas entre Argentina y Checoslovaquia, debido a que las autoridades de esta última presentaron incansables protestas para limitar la propaganda separatista. Por otro lado, el manejo estratégico del discurso anticomunista en el contexto local también les permitió hacer pie firme en el seno de la comunidad eslovaca más tradicional, principalmente, logrando ocupar cargos directivos en la Asociación Eslovaca de la calle Mármol de la Capital Federal. Argentina fue para el separatismo pronazi eslovaco de posguerra el principal centro difusor de propaganda, desde donde se editaban periódicos, libros de toda índole y de tópicos variados, así como también una amplia folletería, con una libertad de expresión con la que no contaban en otros países occidentales, desde donde solo se podían enviar recursos económicos para solventar estas actividades. Debido a ello, a fines de la década de 1940 y comienzos de 1950, los “emigrados políticos” también impactaron positivamente en la conservación y difusión de la identidad eslovaca, no solo en términos de política panfletaria, sino de la lengua, la literatura, la cultura material y la historia de ese pueblo. Hacia fines de la década de 1950 el peso de los nacionalistas eslovacos fue disminuyendo, principalmente gracias a la renovada diplomacia cultural comunista que apuntó directamente a debilitar la propaganda anticomunista de los inmigrantes eslavos de posguerra en los países occidentales. La estrategia de la Unión Soviética y de otros países socialistas, como Checoslovaquia, fue particularmente exitosa en la Argentina. Prueba de ello es, por ejemplo, el hecho de que el porcentaje de inmigrantes eslavos y familiares residentes en Argentina que fueron convencidos para regresar a los territorios socialistas de Europa del Este en la década de 1960 fue uno de los más altos en todo el mundo. De hecho, las campañas de repatriación dirigidas por los países socialistas fueron

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un completo fracaso en un comienzo, a pesar de los esfuerzos estatales y de las organizaciones-frente para fomentar la removilización de los eslavos. Sin embargo, a partir de 1957 el número de repatriaciones desde Europa, Canadá y Estados Unidos se disparó y, según sugiere la bibliografía especializada, esto fue consecuencia de la importante campaña publicitaria que se basó en las repatriaciones masivas que se sucedieron en 1956 solamente desde Argentina.41 En este sentido, si bien el alcance efectivo de la propaganda –en este caso, comunista– es de difícil medición, el elevado número de inmigrantes eslavos en el país que optaron por regresar al terruño de sus antepasados da cuenta de que la estrategia utilizada por los países socialistas, que centró la propaganda en la sociabilidad de los inmigrantes, dio los resultados esperados y no solo logró las repatriaciones voluntarias buscadas sino que también pudo hacer frente a la propaganda anticomunista de los inmigrantes de Europa Oriental en Occidente, por lo que el nacionalismo eslovaco perdió el apoyo internacional con el que había contado en la década previa, al tiempo que vio debilitado su poder en la comunidad local.

41 ROBERTS, G. y CIPKO, S. One-Way Ticket: The Soviet Return-to-the-Homeland Campaign, 19551960, Penumbra Press, Newcastle, 2018; ZALKALNS, Lilita Back to the Motherland: Repatriation and Latvian Émigrés 1955-1958, Doctoral dissertation. Department of Baltic Languages, Finnish and German, Stockholm University, Stockholm, 2014, p. 103; MIKKONEN, S. “Mass communications as a vehicle to lure Russian émigrés homeward”, en Journal of International and Global Studies, 2(2), 2011, p. 55; GALVÁN, Valeria “The Impact of the Soviet…”, cit..

Injerencias de la Unión Soviética y de los Estados Unidos en la Guerra afgano-soviética (1979-1989) Gustavo Carrère Cadirant

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asi todas las guerras que han requerido nuestra atención en los últimos diez o veinte años, se desarrollaron en las márgenes o en los puntos de fractura de los imperios que dominaban el mundo en el siglo anterior y, en muchos casos, se han hecho endémicas.1 En el caso de Afganistán, fue un escenario tradicional de presión política de la Rusia Imperial primero y luego de la Unión Soviética, y de fuerte competencia con Gran Bretaña; las rivalidades entre el Imperio zarista y el británico desde mediados del siglo XIX quedaron encajonadas en Persia y Afganistán, permitiendo que este último preservara su independencia como Estado amortiguador.2 Afganistán, desde el punto de vista geopolítico, surgió como una de las consecuencias del Gran Juego, denominación que recibió la disputa geoestratégica que mantuvieron los imperios británico y ruso en Asia Central durante el siglo XIX. Ante la imposibilidad de conquistarlo, ambas potencias acordaron dejarlo como un Estado colchón entre ambos imperios. Afganistán a partir del siglo XVIII surge como un virtual Estado tapón entre sus poderosos vecinos, fueran el Imperio Ruso al norte, el Imperio Persa al oeste, el Imperio Chino al este o las posesiones del Imperio Británico al sur.3 El interés principal que impulsaba a los soviéticos en el siglo XX, como siglos atrás a los rusos, a extenderse hacia Afganistán, era su búsqueda de un corredor terrestre hacia el Océano Indico que permitiera a este inmenso país disponer de un puerto abierto de forma permanente a los océanos. La evolución histórica de Afganistán durante ese siglo se caracterizó, entre otros aspectos, por el predominio de una forma de Estado monárquico-conservadora, la persistencia de conflictos étnicos, religiosos y tribales, el notorio autoritarismo de la cultura política local, la debilidad de las fuerzas modernizadoras en un país mayoritariamente rural y el expresivo poder de convocatoria de los mullah o líderes

1 MUNKLER, Herfried Viejas y nuevas guerras. Asimetría y privatización de la violencia, Siglo XXI, Madrid, 2005, p. 9. 2 BÉJAR, María Dolores Historia del mundo contemporáneo (1870-2008), Editorial de la Universidad de La Plata, La Plata, 2015, p. 18. 3 DOMÍNGUEZ ÁVILA, Carlos Federico “Guerra y Paz en Afganistán: Un análisis del conflicto afgano en perspectiva (1978-2008)”, en Estudios de Asia y África XLIII (1), enero-abril de 2008, p. 164.

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espirituales musulmanes. La herencia histórica de Afganistán es de naturaleza conflictiva.4 La situación de conflicto multicausal refiere a la violencia histórica –permanente lucha de su población, sea en conflictos internos como externos– a la violencia directa propia de los combates, a la violencia estructural –cuadros de pobreza absoluta– y a la violencia cultural –las mujeres como eje central. En este contexto se sumará el surgimiento y difusión de ideas comunistas en una elite urbana que buscaba consolidar el comunismo por medio de la sovietización de las instituciones políticas, educativas, económicas y sociales de Afganistán. Acontecimientos centrales como la Revolución de Abril de 1978 y, especialmente, la intervención militar soviética de diciembre de 1979 despertaron intensas presiones nacionalistas y antiintervencionistas internas y externas, que fueron capitalizadas principalmente por organizaciones inspiradas en el fundamentalismo islámico, contando además con el conveniente y oportuno respaldo político, militar, financiero y diplomático de los gobiernos de Estados Unidos, Pakistán, China, Arabia Saudita, Egipto e Irán. La Guerra de Afganistán (1979-1989) o Guerra afgano-soviética, considerada como la primera fase de la Guerra Civil Afgana, fue un conflicto que transcurrió entre el 24 de diciembre de 1979 y el 15 de febrero de 1989, tiempo en el que se enfrentaron las Fuerzas Armadas de la República Democrática de Afganistán (RDA), apoyadas por el Ejército Soviético, contra muyahidines (grupos de guerrilleros islámicos afganos y árabes) apoyados por numerosos países extranjeros destacándose principalmente los Estados Unidos –que les proporcionaron ingentes cantidades de armas y dinero por medio de Pakistán– y Arabia Saudí, en el contexto de la Guerra Fría. Fue la primera intervención armada del Ejército Rojo luego de la Segunda Guerra Mundial fuera de su área formal de influencia y marcaría una era histórica, no solo y obviamente para los ciudadanos de la Unión Soviética, sino para toda la política internacional, dado que contribuyó decisivamente al recrudecimiento de la segunda guerra fría de principios de 1980, en los albores de la era Reagan. Ambas potencias invirtieron muchos más recursos en el conflicto de Afganistán de 1979-1989 que los que dedicaron a la cooperación para su desarrollo como Estado en años anteriores. En tal sentido, Barnett R. Rubin, destacado experto en la cuestión afgana, señala que la intervención costó a la Unión Soviética unos U$5.000 millones al año, frente a un total de aproximadamente U$2.500 millones de ayuda entregada en los 25 años anteriores; sus gastos anuales fueron, por tanto, unas 50 veces superiores. La ayuda de Estados Unidos a la resistencia afgana comenzó con unos U$30 millones en 1980, superando la media de U$20 millones al año en ayuda entregada a Afganistán durante los 25 años anteriores. Arabia Saudí y otros países árabes igualaron como mínimo la ayuda estadounidense, que aumentó a cerca de U$50 millones en 1981 y 1982. Esta cantidad pasó de U$80 millones en 1983 a U$120 millones en 4

CALVILLO CISNEROS, José Miguel Afganistán: Seguridad y Desarrollo. Un modelo de estabilización de estados, Gráficas Hache, Cáceres, 2013, p. 12.



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1984 y U$250 millones en 1985; alcanzó los U$470 millones en 1986 y los U$630 millones en 1987, nivel que continuó hasta 1989. Finalmente cabe señalar que durante el periodo 1986-1989 el total de la ayuda que recibieron los muyahidines de todas las fuentes superó los U$1.000 millones anuales; esa cantidad era aproximadamente 50 veces superior al gasto anual medio de Estados Unidos en ayuda a Afganistán durante el periodo 1955-1978.5 La guerra afgano-soviética se caracterizó por haber sido un conflicto extremadamente complejo en el que se articularon factores étnicos propiamente afganos, aspiraciones hegemónicas regionales y presiones hegemónicas globales. Afganistán fue el último campo de batalla en la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos, con sus respectivos aliados en el Este y en Oriente. Del análisis de la bibliografía existente consultada, puede observarse en general que la guerra afgano-soviética ha sido abordada atendiendo a aspectos como las tácticas, los armamentos, las características de ambas fuerzas y de sus líderes,6 en particular, teniendo presente su contexto tribal-étnico y religioso,7 inserto el contexto

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general de la guerra fría8 o dentro de la tragedia de la guerra.9 El presente capítulo busca abordar las incidencias y los alcances de las intervenciones de la Unión Soviética y de los Estados Unidos en la guerra civil de la República Democrática de Afganistán (1979-1989), en el contexto de la llamada Segunda Guerra Fría. Ambas potencias, que no se enfrentarán entre sí, enfrentarán por igual –de manera directa los soviéticos e indirecta los estadounidenses– a las características de un pueblo, el afgano, que vive mayoritariamente como en la Edad Media, con una esperanza de vida de 47 años, con mayor fidelidad al clan y a la tribu que a una nación que no reconocen, y con fronteras internacionales que ni tan siquiera imaginan. Afganistán y su relación con la Unión Soviética y con Estados Unidos La Guerra Fría había definido las relaciones internacionales posteriores a la Segunda Guerra Mundial entre Estados Unidos y la Unión Soviética; a decir de McMahon,10 un mundo devastado por la contienda mundial y dos miradas para un nuevo orden mundial, con centro Washington y Moscú, en sentido general dan el contexto para el nacimiento de la Guerra Fría. En 1947 Daud Khan, sobrino del rey afgano Zahir Shah, formó un partido, el Wish Zalmian, que acaparó la atención de todos los nacionalistas e intelectuales y poco a poco se fue haciendo con el poder. Frente a esta situación, el gobierno cambió la política que hasta ese momento había llevado y trató de llegar a acuerdos con Pakistán y de mantener relaciones más cordiales con los países europeos y con Estados Unidos. Daud Khan, por su parte, continuó acusando a su tío de imperialista y partidario de la política estadounidense, lo que motivó un enfrentamiento bélico entre ambos líderes. Mientras los Estados Unidos y Pakistán apoyaron a Zahir Shah, la Unión Soviética y los países comunistas se pusieron de parte de su sobrino. La Unión Soviética ordenó a sus partidarios comunistas afganos ir a la frontera con Pakistán para provocar una guerra entre ambos países; su vecino reaccionó bombardeando la frontera para detener el avance comunista. En Afganistán se despertó un fuerte sentimiento nacionalista, por lo que la situación se volvió contra Pakistán. Esta situación conflictiva fue aprovechada por la Unión Soviética, que obligó a los afganos a firmar una serie de acuerdos para intentar recuperar el equilibrio del país. Finalmente, el 17 de julio de 1950 se selló un nuevo acuerdo de catorce cláusulas. La primera regulaba 8 LEFFLER, Melvin La guerra después de la guerra: Estados Unidos, la Unión Soviética y la Guerra Fría, Crítica, Barcelona, 2007; MCMAHON, Robert La Guerra Fría, Alianza Editorial, Madrid, 2009; POWASKI, Ronald La Guerra Fría: Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991, Crítica, Barcelona, 2000; TAIBO, Carlos La Unión Soviética: El espacio soviético en el Siglo XX, Editorial Síntesis, Madrid, 1999; WESTAD, Odd La Guerra Fría. Una historia mundial, Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2018; ZUBOK, Vladislav Un imperio fallido: La Unión Soviética durante la Guerra Fría, Crítica, Barcelona, 2007. 9 ALEXIEVICH, Svletana Los muchachos de zinc: Voces soviéticas de la guerra de Afganistán, Debate, Barcelona, 2016. 10 MCMAHON, Robert La Guerra Fría, cit., p. 17.



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el intercambio comercial entre ambos países, con presencia soviética en el país, y obligaba a los afganos a efectuar los pagos de las mercancías y productos comprados e importados de los soviéticos con dólares estadounidenses y oro; al no tenerlos, el gobierno afgano se vio en la obligación de aceptar préstamos en el contexto de una crisis cada vez más agravada y bajo una influencia económica casi absoluta de los soviéticos. Este dominio de la Unión Soviética, en consecuencia, se vería reflejado en la política y la economía dirigida y casi impuesta a Afganistán. Daud Khan, con el apoyo de los soviéticos, fue nombrado primer ministro (19531963). El objetivo era introducir entre el pueblo afgano la ideología comunista. Los soviéticos construyeron gran parte de la red de carreteras de Afganistán, incluido el estratégico túnel de Salang –fue empezado por ingenieros soviéticos en 1956 y finalizado en 1964– y aeródromos. En diciembre de 1955, Nikita Khrushchev y Nikolay Buiganin visitaron Kabul y ofrecieron un préstamo de U$100 millones, a una tasa de interés nominal del 2%. En 1956 Afganistán firmó un acuerdo para la compra de equipo militar de la Unión Soviética y países del este por valor de U$25 millones; posteriormente, los soviéticos ayudaron a los afganos a ampliar sus instalaciones militares y a entrenar sus tropas. Desde los años 1960, los gobernantes afganos se interesaron en la cultura y en la educación de la juventud y comenzaron a construir colegios. Parte de la población pudo optar por becas para estudiar en todo el mundo, especialmente en la Unión Soviética; asimismo, se regalaron cientos de becas no solo a los estudiantes técnicos sino a los hijos de los campesinos sin estudios. Y ello les hizo cambiar de mentalidad; vivir con comodidad y conocer los avances tecnológicos, chocaba fuertemente con la pobreza y falta de recursos en todas las clases que había en Afganistán. Así al regresar la juventud perdía el sentimiento por su religión –el Islam– y su patria –nacionalismo– principales puntos que querían destruir los soviéticos en sus creencias. El sentimiento procomunista, que llegó a considerarse como propio de la elite ilustrada, chocaba finalmente con la visión de los religiosos, que era prácticamente sinónimo de ignorancia. Paralelamente a ello, una parte del cuerpo de oficiales de las Fuerzas Armadas de Afganistán con ideas de izquierda decidió crear de forma clandestina la Organización Revolucionaria del Ejército con el objetivo de derrocar a la monarquía. Paralelo a este proceso y a partir de 1965, fue fundado en Afganistán de forma ilegal el Partido Popular Democrático de Afganistán (PDPA) a cargo de Nur Mohammad Taraki, siendo Babrak Karmal uno de los miembros del Comité Central. El partido se dividió en dos facciones: los Parchams-Bandera, dirigidos por Karmal, y los Khalaqs-Pueblo, por Taraki y Amín. Las diferencias entre las dos facciones nunca fueron muy grandes; tenían la misma extracción social, la clase media-alta del país, la cual era muy reducida. Los Parchams fueron pro-soviéticos, bastante contemporizadores con el poder establecido y más activos en el Ejército; los Khalaqs, puramente marxistas-leninistas, menos pro-moscovitas, muy activos y nacionalistas, tenían mayor presencia en los

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reducidos medios universitarios e intelectuales. Las figuras de Taraki, Amin y Karmal serán decisorias en la historia afgana de las décadas posteriores. Durante mucho tiempo, Daud Khan pretendió ostentar el poder sobre el país, pero primero el Rey y luego su tío, Shah Mahmud Khan exprimer ministro, no le permitieron conseguir sus deseos. El 16 de julio de 1973 el ejército dio un golpe de estado que sacó del poder a Mohammed Zahir Shah, siendo reemplazado por Mohammed Daud Khan, quien se proclamó presidente, poniendo fin a la dinastía de los Durrani, estableciendo la República de Afganistán y dando impulso a un veloz proceso de modernización. Sería apoyado por la Unión Soviética, que brindaría ayuda militar y financiamiento para los ambiciosos proyectos de desarrollo del gobierno afgano. Los Parchams, del Partido Popular Democrático dirigido por Karmal, apoyaron a Daud Khan durante el golpe de estado y trabajaron con él para aplastar el naciente movimiento fundamentalista islámico que estaba surgiendo en Afganistán. La Unión Soviética vio con satisfacción el ingreso de una fracción comunista al gobierno. Los servicios secretos de los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, a través de la estructura estatal de Pakistán, comenzaron el entrenamiento en la Provincia de la Frontera del Noroeste, localmente llamada Pakhtunkhwa, cuyo principal grupo étnico era el de los pashtunes. Finalmente surgió el primer flujo de exiliados políticos en Pakistán, como el tayiko Massoud y el pashtun Hekmatyar, obligados a desplazarse a Peshawar, donde, con el apoyo del Primer Ministro Pakistaní Zulficar Alí Butto, continuarían con su oposición al nuevo régimen. Por varias décadas, los Estados Unidos, en particular a través de su aliado regional, el sha de Irán, trataron de presionar a Afganistán para contrarrestar la influencia soviética en su territorio. Irán buscó reemplazar a la Unión Soviética como el mayor donante de Kabul, con un acuerdo de ayuda económica por valor de U$2.000 millones. En septiembre de 1975 Daud Khan despidió a 40 oficiales entrenados en la Unión Soviética, de modo de reducir la dependencia futura de ese país, paralelamente a iniciar acuerdos para entrenamientos militares con India y Egipto. Asimismo, la alianza entre Daud Khan y los comunistas comenzó a deteriorarse al punto de ruptura. La estrategia del gobierno, sobre todo en el ámbito internacional, fue un distanciamiento progresivo de sus socios soviéticos, que ganaban más fuerza y poder, produciéndose así la primera purga contra los miembros del partido Parcham en el gobierno, al tiempo que reforzaba sus relaciones con otros países musulmanes, como Pakistán e Irán. Estas acciones llevaron a un deterioro de la relación con la Unión Soviética, situación que alcanzó su punto más bajo en enero de 1977. Brehznev ordenó el 27 de junio a las dos ramas del principal partido comunista, el Khalk, liderado por Taraki y el Parcham, por Karmal, que se unieran para atacar al presidente y su gobierno. El 11 de julio, sin previo aviso, los soviéticos comenzaron a construir seis nuevos aeropuertos en diferentes provincias de Afganistán; esto hizo que Daud Khan manifestara sus protestas, sin ser escuchado. El general Abdul Mahmud, su primo, que ejercía el cargo de agregado militar en la embajada de Afganistán en Moscú, fue



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asesinado. Paralelamente a esta delicada situación interna, el presidente afgano procuró apoyarse en una coalición internacional musulmana, de orientación conservadora y anticomunista, formada por Irán, Pakistán, Arabia Saudita y Egipto. Irán –el Sha contaba con el beneplácito de Estados Unidos– incrementó su presencia en el gobierno de Kabul mediante apoyo financiero y militar. En 1978 Daud Khan visitó Pakistán, Irán, Kuwait, Arabia Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes. De todos los gobiernos obtuvo la promesa de colaboración. Siguiendo el pensar afgano, su nueva política se orientó a buscar el equilibrio de las diversas influencias que se entrecruzaban en su país, de modo de no quedar sujeto a una sola potencia. Regresó a su país el 15 de abril e inmediatamente ordenó una reunión del gobierno en pleno en el palacio presidencial para darles la orden de capturar a todos los partidarios comunistas, así como a sus líderes. El 17 de abril murió asesinado Akbar Khayber (1925-1978), redactor del periódico del partido comunista en Kabul, lo que desencadenó masivas manifestaciones callejeras en las zonas urbanas. El 19 de abril, después del funeral, unos 15.000 simpatizantes del PDPA se reunieron en Kabul y desfilaron por las calles coreando consignas contrarias al régimen. La magnitud de las protestas mostró a Daud Kan su escaso dominio de la situación en las calles, lo que lo llevó a ordenar la detención de los principales líderes comunistas, como Taraki y Karmal. Esto provocó un levantamiento cívico-militar. Amín concentró a unos cinco mil partidarios del comunismo y unos doscientos oficiales, con doscientos tanques y alrededor de sesenta aviones. En las primeras horas del 27 de abril, Amín logró transmitir clandestinamente la orden de iniciar la llamada Revolución Roja de Abril o Revolución de Saur. El coronel Abdul Qadir (1944-2014), Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea y Defensa Aérea, ordenó a sus escuadrones aéreos que atacaran la estación de radio y televisión, y el ataque contra el palacio presidencial. El coronel Mohammad Aslam Watanjar (19462000), comandante del primer batallón de la cuarta brigada de tanques, movilizó a las 11 hs. sus blindados hacia el centro de Kabul y a las 12 hs. ordenó el primer disparo contra el palacio presidencial; también atacó el edificio del Ministerio de Defensa y la cárcel de presos políticos de Pul-i-Charkhi. En la noche del 27 al 28 el palacio presidencial fue atacado por las tropas afganas, que terminaron asesinando a Daud Khan,11 a su familia y a su gabinete. Qadir tomó el mando del país y estableció un Consejo Revolucionario de las Fuerzas Armadas, presidido por él, junto a Watanjar y Amín, asumiendo el control del país hasta que se formara un gobierno civil. La Unión Soviética fue el principal proveedor de ayuda militar a Afganistán y se estima en 350 sus asesores militares en el país. Así, las fuerzas revolucionarias triunfaron con relativa facilidad, sosteniendo Avakov12 que eso se debió a que el régimen de Daud Khan, 11 Treinta años después, el 4 de diciembre de 2008, su cuerpo fue identificado por las autoridades tras seis meses de excavaciones en una base militar en las afueras de Kabul y recibió un funeral de jefe de estado. 12 AVAKOV, Vladimir Afganistán…, cit., p. 8.

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ligado aún a lazos familiares con la dinastía durrani pese al golpe de estado, fue incapaz de proporcionarle al pueblo un mínimo bienestar. Profundiza Koloskov,13 afirmando que no se concedió al pueblo los derechos fundamentales del hombre y que no solo no se pudieron suprimir las contradicciones propias de la sociedad afgana, sino que se las agravó, situación que potenció la adhesión popular a la Revolución de Abril. El 30 de abril de 1978 se creó el Consejo Revolucionario de la República Democrática de Afganistán. Fueron nombrados como Primer Ministro Nur Muhammad Taraki (1917-1979) –líder de la facción Khalaq, pashtún de la tribu Ghilzani; como Viceprimer Ministro Babrak Karmal (1929-1996) –líder de la facción Parcham– y como Viceprimer Ministro Segundo y encargado de la cartera de Exteriores Hafizullah Amín (1929-1979) –de la facción Khalaq; pashtún de la tribu Ghilzani. Inicialmente Taraki y Amin trabajaron juntos, tratando de imponer un programa secular, colectivista, centralizador y modernizador para Afganistán; promovieron medidas alejadas de su pueblo y que solo consiguieron profundizar las heridas que ya se habían hecho a las sensibilidades islámicas. Por ejemplo, el cambio de la bandera nacional de color verde –tradicional– a una casi copia de la bandera roja de la Unión Soviética y la formulación de una serie de declaraciones sobre derechos de las mujeres –igualdad de los sexos y la introducción de las mujeres a la vida política, destacándose el caso de Anahita Ratebzad, una de las líderes femeninas marxista y miembro del Consejo Revolucionario. La política modernizadora y la visión comunista atentaban contra los principios del Islam y la tradición afgana y generaron en respuesta un resurgimiento del Islam en sus formas más puras y todos los elementos propios de la tradición afgana, especialmente arraigada en la población rural. Y como afirma Leffler,14 serían los Muhllas y los Clanes de las tribus quienes declararían la Yihad o Guerra Santa al gobierno de Taraki, surgiendo diversos focos de insurgencia en varias zonas de Afganistán, algunas que fueron de apoyo para luchar contra Daud Khan y que ahora lo harán con mayor intensidad para librarse de los comunistas de Kabul. Frente a la represión comunista del otoño de 1978, miembros del comité ejecutivo de los Hermanos Musulmanes y otros líderes tribales huyeron a Pakistán, fundando en la ciudad de Peshawar organizaciones sunnitas que darían lugar a la resistencia: Afghan Jehad (Frente Nacional de Afganistán), Mahaz-i Milli-i Islami-i Afghanistan (Frente Nacional Islámico de Afganistán), Jabha-i Nejat-i Milli (Frente de Salvación Nacional), Harakat-i Inqilab-i Islami (Revolución Islámica) y Hifidah Islami Mujahiden (Luchadores Afganos de la Guerra Santa). La primera ayuda que le llegó a la guerrilla se trató de dinero procedente de los países árabes, como Arabia Saudí, pequeños países del Golfo y Libia; sirvieron para que la resistencia lograra sobrevivir y comprar algunas armas. En tal sentido, señala Koloskov15 que desde los inicios la revolución de abril enfrentó una 13 KOLOSKOV, Mijail ¿Luchadores...?, cit., p. 4. 14 LEFFLER, Melvin La guerra después…, cit., p. 387. 15 KOLOSKOV, Mijail ¿Luchadores...?, cit., p. 5.



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fuerte resistencia interna, apoyada por el imperialismo internacional; luego pasó a la intervención armada, desde centros y bases en Pakistán e Irán, con el cada vez mayor apoyo militar y financiero por parte de Estados Unidos y sus aliados. No obstante, la relación interna entre las facciones Parcham y Khalaq se rompió a mediados de junio cuando los líderes de la primera marginaron a los de la segunda del gobierno, enviando a sus miembros en el gabinete, incluido Karmal, al extranjero como embajadores. Se inició así una purga que afectó a miles de sus miembros, tanto en el ámbito civil como militar, siendo encarcelados o fusilados; para octubre los enviados al extranjero fueron acusados de alta traición por el gobierno afgano, logrando todos conseguir asilo en Moscú. El 5 de diciembre Taraki y Amín, invitados por Brezhnev, firmaron en Moscú un nuevo Acuerdo de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación, que permitía al gobierno afgano pedir al de la Unión Soviética el envío de fuerzas al interior de Afganistán, dando las bases legales para la realización de dicha acción, dando así Afganistán un paso más en el reforzamiento de sus lazos económicos y militares con Moscú. El artículo 4 señalaba: “Las Altas Partes Contratantes, obrando en el espíritu de las tradiciones de amistad y buena vecindad, así como de la Carta de las Naciones Unidas, mantendrán consultas recíprocas y por acuerdo entre ambas Partes tomarán las medidas pertinentes con el fin de garantizar la seguridad, la independencia y la integridad territorial de ambos países. En aras de consolidar la capacidad defensiva de las Altas Partes Contratantes, éstas continuarán fomentando la cooperación en la esfera militar”.16 El tratado se firmó en un momento en que se advertía el avance de la contrarrevolución, que suponía un grave peligro para la subsistencia de la Revolución de Abril y de la paz regional. Por ello el líder soviético insistía, no obstante, en que debían gobernar con más sentido común, ganarse el apoyo de las zonas rurales, reducir la represión, adecuarse a las costumbres locales y tender puentes con los líderes locales, como modo de minimizar la influencia y la acción de los islamistas. No obstante, la creciente resistencia de los muyaidines llevó a Moscú a aumentar el número de asesores. A principios de 1979, oficiales estadounidenses comenzaron a reunirse con los líderes afganos para determinar sus necesidades. Carter había rechazado en un principio los planes de Brzezinski para llevar a cabo operaciones encubiertas contra el nuevo gobierno afgano. En cambio, se trabajó con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el entrenamiento de rebeldes y se garantizó que les llegara financiación. Así, el 3 de julio firmó un decreto presidencial secreto para financiar el adiestramiento y la provisión de armamento a los muyahidines que luchaban contra el gobierno de la 16 Agencia de Comunicación Internacional de los Estados Unidos de América, Significado Mundial de la Ocupación del Afganistán por la URSS, 1980, p. 15.

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República Democrática de Afganistán. Operación Ciclón17 fue el nombre en clave del programa de la CIA que comprendía el reclutamiento y el adiestramiento de los fundamentalistas islámicos (luego conocidos como muyahidines), como así también la provisión de armamento. Así como en Peshawar (Pakistán) se encontraba la dirección política de los grupos que integraban la resistencia sunnita, los movimientos chiitas se organizaron tras la shura realizada en Bamyan (Irán), surgiendo los siguientes grupos: Shura-yi ettefagh-i-Islami (tradicionalista), Nasr (islamista radical), Harakat-i-Islami (islamista moderado), y Pasdaran (islamista radical). En el verano sería proclamado el Nuristán Libre y en agosto también sería proclamado el Hazarajat Libre Independiente. La insurrección de las nacionalidades continuaría apoyada en la creación de “Comités Islámicos” designados para gobernar las áreas tomadas, al tiempo que nuevos refuerzos permitían continúar avanzando hacia ciudades como Herat, Kandahar, Jalalabad y Khost. Así, excepto las grandes ciudades, la zona rural quedó bajo el estricto control de los muyahidines, demostrando la incapacidad del régimen para sofocar la insurrección armada.18 Amín manifestaba que la situación era compleja, dejando abierto como único camino una intervención soviética. Taraki por su parte, solicitaba material militar, munición, alimentos y apoyo aéreo y terrestre. La frágil estabilidad nacional afgana se vio peligrosamente comprometida cada vez más por las políticas de Amín, ya que el gobierno había perdido todo control. Asimismo, la situación fue alertada por el Partido Comunista de la Unión Soviética en repetidas ocasiones al dirigirse a las autoridades afganas, tratando de obtener infructuosamente el fin de la represión ilegal. Por su parte, el consejo revolucionario afgano exigía el cumplimiento del tratado de 1978, a modo de solicitar el apoyo soviético. El Kremlim frente a esta delicada situación debía sostener a Afganistán bajo su órbita, y mantener y acrecentar las relaciones pacíficas y cordiales de más de sesenta años de historia; perder Afganistán sería para la Unión Soviética un duro revés en su política exterior.19 Ante el complejo cuadro de situación descripto, la Unión Soviética solo tenía dos opciones: apoyar al odiado régimen de Amín con más ayuda militar hasta el inevitable final de su derrocamiento y con él el establecimiento de un gobierno hostil en las fronteras de la Unión Soviética, o lanzar una invasión que derrotara la rebelión, salvase el régimen socialista del PDPA y estableciese una relación amigable con Moscú. El Kremlin optó por la segunda opción. En una reunión crucial en el Kremlin de la que 17 Zbigniew Brzezinski era el Consejero para la Seguridad Nacional del presidente Jimmy Carter (19771981). Su rol le permitió influir y concretar la agenda exterior del presidente. Fue el gestor de esta operación, junto a Zalmay Khalilzad, estadounidense de origen afgano, uno de los artífices del apoyo de Estados Unidos a los muyahidines. 18 BALTAR RODRÍGUEZ, Enrique Afganistán y la geopolítica internacional. De la intervención soviética a la guerra contra el terrorismo, Plaza y Valdés Editores, México, 2003, p. 206. 19 LEFFLER, Melvin La guerra..., cit., p. 385.



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participaron el ministro de Defensa Dimitri Ustinov, el jefe de la KGB Yuri Andropov, el canciller soviético Andrey Grominko y el ideólogo del comunismo soviético Mijaíl Suslov, se discutieron las consecuencias de una mayor fragmentación de Afganistán y los riesgos a la seguridad de la Unión Soviética, en especial en la frontera sur. Tomaron la decisión de deponer a Amín y poner fin a su reinado de terror, e instalar un régimen prosoviético a cargo de Babrak Karmal, una persona más fiable y más cercana a los intereses e inquietudes de los soviéticos. En el contexto de la llamada Segunda Guerra Fría, periodo de notoria intensificación de tensiones, competencia y conflicto globalizado en las relaciones internacionales, se dio un proceso de rebipolarización de la política internacional, que no fue uniforme ni unidireccional. Es posible identificar al menos dos subperiodos: uno de bipolaridad rígida (1979-1985) y otro de bipolaridad flexible (1985-1989). En ese contexto se inscribe el conflicto afgano-soviético, ya que los últimos años de la década de 1980-1990 presenciaron los cambios más importantes en la estructura de la política mundial. Por ello: “Tanto para el gobierno del presidente Jimmy Carter (1977-1981) como para la emergente e influyente comunidad de políticos e ideólogos –principalmente estadounidenses– inspirados en el neoconservadurismo, las revoluciones en el Tercer Mundo eran promovidas ideológicamente y apoyadas, financiadas y armadas directamente por Moscú, lo que no necesariamente era cierto. No obstante, los políticos e intelectuales conservadores plantearon que los soviéticos –con su intervención militar directa en Afganistán– habían violado el acuerdo tácito de la Distensión (o Détente). Por lo tanto, habría que prepararse para hacer frente a esta nueva fase de ‘expansionismo’ soviético desde la perspectiva Este-Oeste. En ese sentido, la intervención soviética en Afganistán fue, desde la perspectiva Occidental, el golpe de gracia a la Détente y el detonante directo de la segunda Guerra Fría”.20 Las tropas de la Unión Soviética cruzaron la frontera e iniciaron el despliegue en Afganistán el 25 de diciembre de 1979 para apoyar a su aliado comunista contra las milicias islámicas y para contrarrestar la amenaza de que los islamistas radicales lograsen el poder en las repúblicas musulmanes de Asia Central, a lo largo de la parte indefensa de su frontera sur. A tal fin, movilizaron más de 50.000 hombres de las reservas y cerca de 100 unidades mayores, y más de 300 aviones de transporte llevaron tropas, equipos y suministros a Kabul, Bagram, Shindand y Qandahar. El 27 de diciembre los soviéticos iniciaron la Operación Tormenta-333 con una fuerte explosión en Kabul que dejó a las fuerzas gubernamentales incomunicadas. 20 DOMÍNGUEZ ÁVILA, Carlos Federico Guerra y Paz…, cit., p. 167.

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Paralelamente, tropas especiales se lanzaron sobre la guardia personal de Amín, quien fue detenido, juzgado por un tribunal revolucionario y ejecutado al día siguiente, junto a su hermano menor Abdullah Amin, jefe del ejército del norte, y su sobrino, Assadullah Amin, jefe de la policía secreta, al ser reconocido culpable de “crímenes contra el pueblo afgano”. Ese mismo día, Babrak Karmal fue promovido a Presidente del Consejo Revolucionario y Presidente del Consejo de Ministros. Comunicaba a su pueblo “que el eslabón de la cadena de despotismo, el régimen de J. Amín y sus secuaces, fue destruido en el corazón de Asia. El aislado y sangriento régimen del traidor al pueblo y la patria había caído bajo el peso de sus crímenes”.21 Brezhnev envió un telegrama a Karmal, felicitándolo por su elección. La ocupación soviética de Afganistán fue considerada como un ataque a los principios de la no intervención y a los derechos humanos, ya que, desafiando el derecho internacional y la opinión pública mundial, prosiguió sus esfuerzos por destruir su libertad. La indignación internacional se extendió también a los países del Tercer Mundo, sobre todo a los islámicos, que la consideraron propia de su estrategia expansionista y agresiva, reacción que no había sido prevista por Moscú, ya que sus influencias decisivas, sea en el derrocamiento de la monarquía en 1973 como en la revolución del 1978, no habían tenido fuertes observaciones por parte de la comunidad internacional.22 Desde la perspectiva de Washington, sería la causa inmediata que desembocaría en el nuevo periodo de confrontación y competencia entre las superpotencias y sus respectivos bloques y alianzas estratégicas. Estados Unidos tenía ante sí un arco de crisis de Afganistán a Arabia Saudita, pasando por Irán, de ahí el planeamiento de una respuesta multidimensional y agresiva para apuntalar a los gobiernos amigos del Golfo y contrarrestar a los soviéticos. No obstante, desde el punto de vista de Moscú, la liquidación del régimen de Amín era un asunto interno comunista, en el contexto del tratado de amistad de diciembre de 1978, por lo que la condena de la intervención era incomprensible. Paralelamente a ello, la situación se complejizó con la presencia del ejército afgano, destrozado por sucesivas purgas, motines, deserciones y luchas internas, y de los exiliados políticos afganos radicados en Pakistán (de la mayoría sunita) y en Irán (de la minoría chiíta) actuando como intermediarios entre los jefes militares en Afganistán y los servicios de inteligencia extranjeros que les proporcionaron ayuda. Estados Unidos, por su parte, teniendo como intermediario a Pakistán, canalizó gradualmente su ayuda a los muyahidines, apoyado también por Arabia Saudí, como así también impulsó sanciones económicas a la Unión Soviética. Bien describe Munkler23 los intereses en juego de los tres principales actores: la Unión Soviética –extender al Húi’lukush su esfera de influencia, hacerse con un trampolín entre Oriente Próximo y 21 Radio Kabul, 27 de diciembre de 1979, en Pravda, 29 de diciembre de 1979. 22 BENZ, Wolfgang y GRAML, Hermann El siglo XX. II. Europa después de la Segunda Guerra Mundial, 1945-1982, Siglo XXI, Barcelona, 1986, pp. 467-468. 23 MUNKLER, Herfried Viejas y nuevas guerras…, cit., p. 8.



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las reservas energéticas mundiales, ganarse a la India, potencial aliado frente a China; los Estados Unidos –estar presentes indirectamente, proporcionando armas y dinero a los muyahidines, pese a su decreciente interés estratégico en la región; y finalmente Pakistán –establecer un régimen amigo en Kabul, y así conseguir la profundidad estratégica necesaria en caso de guerra contra la India. En tal sentido, si bien la invasión de la Unión Soviética a Afganistán supuso un poderoso toque de atención para Occidente y tanto Estados Unidos como sus aliados regionales Pakistán y Arabia Saudí apoyaron la causa de los muyahidines, los ideólogos de la doctrina Reagan vieron en el conflicto de Afganistán la posibilidad de conseguir el rollback de la Unión Soviética en un país que había caído recientemente bajo su órbita, al mismo tiempo que desgastarlo en un enfrentamiento prolongado paralelo a la humillación sufrida en Vietnam.24 En un informe presidencial del 23 de enero de 1980, Carter señaló que: “Cualquier intento de cualquier fuerza externa de obtener el control de la región del golfo Pérsico será considerado como un ataque contra los intereses vitales de Estados Unidos, y se rechazará por todos los medios necesarios, inclusive la fuerza militar”.25 Frente a la teoría de que existía un arco de crisis, había que movilizar un arco de Islam para contener a los soviéticos. Siguiendo la visión de Brzezinski, forjar una coalición islámica antisoviética, tal como sucedió. Siguiendo la política de su administración, “Carter despachó a su Asesor de Seguridad Nacional, Zbgniew Brzezinski a Pakistán. Este fue el preludio a una oferta de un paquete económico y militar de $400 millones. Zia rechazó con desdeño tal miseria, pero aceptó ansiosamente la oferta de la entrante administración de Reagan de $3,2 mil millones la cual sería distribuida en un periodo de 6 años”.26 La venta de armas no estadounidenses a Pakistán con destino a Afganistán fue facilitada por Israel. Asimismo, en febrero Brzezinski viajó a Arabia Saudí para concretar las condiciones de la colaboración financiera y militar. Los saudíes accedieron a igualar la aportación estadounidense de ayuda a Pakistán, que se convirtió en una importante base de abastecimiento y refugio para los muyahidines. Así, “[e]n el plano religioso, Estados Unidos dejó a Pakistán y a Arabia Saudí el adiestramiento frente a los soviéticos”.27 Paralelamente a ello, la estrategia de la administración Reagan fue continuar la ayuda a los muyahidines, dándole mayor apoyo económico a la Operación Ciclón, siendo una de las más largas y caras llevadas a cabo, con un financiamiento inicial de U$20-30 millones por año en 1980 hasta los U$630 millones anuales en 1987. El programa dependió de la acción del ISI (Inter-Services Intelligence), principal servicio 24 LÓPEZ PERONA, Alfonso “Afganistán, el regreso del ‘gran juego’”, en Estudios de Política Exterior 67, enero-febrero de 1999 [en línea] https://www.politicaexterior.com/articulos/politica-exterior/ afganistan-el-regreso-del-gran-juego/ (Consulta: 30 de noviembre de 2018). 25 Washington Post, 24 de enero de 1980. 26 TALBOT, Ian Pakistan a Modern History, Hurst & Company, London, 2005, pp. 250-251. 27 PRIEGO MORENO, Alberto “Estados Unidos y Pakistán”, en Revista Digital Culturas I, Fundación Tres Culturas, mayo 2008, p. 8 [en línea] http://revistaculturas.org/archivo/pakistan-2/ (Consulta: 30 de noviembre de 2018).

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de inteligencia pakistaní, como intermediario para la distribución de fondos, pase de armas, entrenamiento militar y apoyo financiero a los muyahidines. Se dio prioridad a los grupos islamistas radicales extendidos en la población rural en general, cuyas bases se situaban en las tribus pashtunes, y se armó y entrenó a más de 35.000 musulmanes radicales extranjeros que estuvieron directamente influenciados por la yihad afgana entre 1982 y 1992. Asimismo, utilizó parte del dinero de la ayuda estadounidense para asegurarse una base sólida dentro de las instituciones del ejército y de la burocracia pakistaní, así el gobierno pakistaní obtenía una legitimidad religiosa que, dado el carácter dictatorial de su régimen, carecía en el terreno de la política. Las embajadas pakistaníes otorgaron visados a todos los voluntarios que quisieron ir a luchar a Afganistán; decenas de miles más llegaron a estudiar en los madrasas pakistaníes. Para la CIA convertir la guerra contra el invasor soviético en una guerra santa era una forma de buscar la implicación de los regímenes conservadores de la Península Arábiga y de países como Egipto, funcional a la Unión Soviética. La lectura soviética de este apoyo estadounidense a los muyahidines la da Koloskov28 al señalar una contradicción en la política exterior de la Administración Reagan, que por un lado organizaba y alentaba la guerra no declarada contra la República Democrática de Afganistán, estimulando al mismo terrorismo internacional que el mismo presidente había prometido combatir. En carta del 30 de octubre de 1980 dirigida al Secretario General de las Naciones Unidas, el Encargado de Negocios la República Democrática de Afganistán, M. Farid Zarif, y el Representante de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, O. A. Troyanovsky, en misiones permanentes ante las Naciones Unidas, transmitieron la declaración hecha por la Unión Soviética y la República Democrática del Afganistán (RDA) el 16 de octubre. A continuación, siguen tres párrafos ilustrativos de la relación entre ambos Estados y su mirada respecto a la supuesta intervención militar soviética: “Subrayaron que la segunda etapa de la Revolución de Abril había creado condiciones muy favorables para el pleno desarrollo de las relaciones afganosoviéticas y expresaron su determinación de fortalecer y desarrollar cabalmente las relaciones entre ambos países sobre la base de la amistad fraternal, la solidaridad revolucionaria y los principios del internacionalismo. […] El lado afgano expresó su profunda gratitud por la ayuda y el apoyo plenos dados por el pueblo soviético al pueblo de la República Democrática del Afganistán en su lucha contra la intervención contrarrevolucionaria desde el exterior […]. El lado soviético declaró que en esa lucha tanto el pueblo de la República Democrática del Afganistán como su Gobierno podían seguir contando con la solidaridad y la asistencia internacionalista del pueblo soviético. […] Al examinar la situación creada en relación con el Afganistán como consecuencia de la agresión extranjera 28 KOLOSKOV, Mijail ¿Luchadores...?, cit., pp. 52-53.



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contra la República Democrática del Afganistán […] ambas partes reafirmaron su plena unanimidad en lo que se refería a asegurar la independencia, la soberanía y la integridad territorial del Afganistán y la defensa de los logros revolucionarios del pueblo afgano”.29 Pese a los esfuerzos militares soviéticos por controlar el país, y los políticos y económicos del régimen de Karmal para atraer a la población, sumados a la intransigencia de Bréznev, el problema afgano no se resolvió; por el contrario, se lo vietnamizó con elevadas pérdidas humanas y económicas. La entrada en escena de Gorbachov en 1985, más pragmático y racional, si bien en el primer encuentro con Reagan en Ginebra acusó a Estados Unidos de impedir la normalización en Afganistán a causa de los suministros de armamentos y el apoyo financiero, daría efectivamente un cambio y una solución al problema afgano. Removió a Karmal en mayo, reemplazándolo por Mohammad Najibullah, el ex jefe de la policía secreta (KhAD) al que alentó a fortalecer la base de su régimen apelando a la reconciliación nacional. A través del proceso de afganización, sus unidades pasarían a la defensiva y el peso del conflicto recaería sobre los soldados gubernamentales afganos apoyados por ingenieros, artillería y aviación soviética; comprendía también la profesionalización de los estados mayores de la RDA y, en general, el fortalecimiento de sus fuerzas armadas. Asimismo, la extensión del control del gobierno afgano y la sovietización de la guerra se desarrolló en dos etapas: de 1985 a 1987 el 40º Ejército y las fuerzas de seguridad de la RDA compartieron la responsabilidad de la guerra a medida que el gobierno, gradualmente, asumía el liderazgo y las fuerzas soviéticas se retiraban; de 1988 a 1989 el 40º Ejército centró sus esfuerzos en la retirada, mientras ayudaba a sus aliados con el apoyo de la aviación. La retirada gradual mostró la hábil orquestación de los instrumentos económicos, militares y diplomáticos que le permitieron a la Unión Soviética salir de Afganistán bajo sus propios términos; ello representó un punto de inflexión crucial en la fase final de la Guerra Fría. Con relación al arco de crisis, a corto plazo la ofensiva estadounidense tuvo éxito. Si bien la guerra entre Irán-Irak (1980-1988) no tuvo un contrincante victorioso, sumado a las luchas internas, neutralizaron las acciones de la República Islámica –no obstante, ayudó al gobierno de Jomeini a consolidar el poder, y a promover movimientos islamistas por toda la región. En 1989 la Unión Soviética tuvo que retirarse de Afganistán y esa derrota contribuyó a su derrumbamiento y a la victoria estadounidense en la guerra fría. Cuando se produjo la disolución de la Unión Soviética a fines de 1991, Afganistán vivía la etapa final de una guerra civil contra el régimen prosoviético de Najibullah, debilitado, por cierto, y la Guerra Fría había pasado a la historia.

29 [en línea] https://studylib.es/doc/6747259/asamblea-general---naciones-unidas (Consulta: 23 de noviembre de 2018).

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Consideraciones finales Entre 1973 y 1979 Afganistán experimentó numerosos cambios, más rápidos y profundos que en épocas anteriores. En esos seis años, el país pasó de una cierta apertura política y económica a un régimen autoritario marcado por el auge del nacionalismo pastún y la entrada de los consejeros soviéticos en la vida política de Afganistán, lo que supuso un conjunto de reformas que afectarían a las más profundas tradiciones de la sociedad afgana. En consecuencia, las nuevas estructuras de poder incluyeron a los partidos políticos, en el exilio o en Kabul, en unidades con base en redes sociales étnicas tribales o regionales de diversas partes del territorio afgano. Aunque bajo el régimen de Daud Khan (1973) Afganistán era islámico y no alineado, los regímenes que le sucedieron –Taraki (1978-1979), Amín (1979), Karmal (1979-1985) y Nayibullá (1985-1992)– adoptaron una política internacional imposible de distinguir de la soviética y el pueblo afgano los consideró cada vez más como antiislámicos y dominados por la Unión Soviética. Pretendieron modernizar el país con distintos cambios políticos, sociales, económicos y religiosos, lo cual provocó gradualmente la insurrección armada de la gran mayoría de los fundamentalistas islámicos afganos, los cuales estaban en contra de todos estos cambios y veían esas ideas como una amenaza directa contra su fe y su modo de vida tradicional. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en un claro y objetivo documento, señala en relación con la década de 1980 no solo la agudización de las tensiones de la Guerra Fría y las guerras por poder en países en desarrollo, sino muy especialmente la relación entre la intervención de las superpotencias y su complejidad. Afirma que los conflictos locales podrían haber sido menores y fugaces, pero que, por el contrario, se intensificaron y provocaron desplazamientos de población a gran escala. En el caso puntual de Afganistán, uno de los países más pobres y menos desarrollados del mundo, señala las raíces locales de los conflictos y movimientos masivos, que se vieron agravados debido a la implicación de las superpotencias en la región, dada su importancia estratégica.30 Afganistán, país resquebrajado internamente por la fragmentación de su estructura social y política, el fundamentalismo islámico y el socialismo, así como con una larga tradición de resistencia al poder central y a la interferencia extranjera, en unas condiciones geográficas extremadamente hostiles, fue un nuevo teatro de operaciones donde se enfrentaron soviéticos –directamente– y estadounidenses –indirectamente– en el marco de la guerra fría. La intervención militar soviética en 1979 profundizó una guerra que se libró en gran parte al margen de la comprensión básica del país y su cultura. Para ganar la batalla por las percepciones, el conocimiento de la cultura, las creencias, los valores y las expectativas de la población es fundamental. Como señala Pomper: 30 ACNUR La situación de los refugiados en el mundo. Cincuenta años de situación humanitaria, Icaria Editorial, Barcelona, 2000, pp. 128-129.



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“Ambas –la doctrina y estructura de fuerzas inadecuadas de los soviéticos– resultaron en algunas tácticas ad hoc viciosas que cada vez más se alejaban de la población afgana. Los soviéticos pusieron trampas explosivas en juguetes, colocaron campos minados e instituyeron un plan sistemático para atemorizar a civiles que incluyó nada menos que una política de tierra quemada. La conscripción también llevó un microcosmo de problemas de la sociedad soviética a las filas. La débil voluntad política, los distintos antecedentes étnicos y un choque de normas culturales plagaron la misión antes de comenzar”.31 Este conflicto fue considerado por los soviéticos (Doctrina Brezhnev o Doctrina de la Soberanía Limitada) como una acción defensiva destinada a impedir que existiera un régimen hostil al otro lado de sus fronteras y se sumó a la razón geopolítica tradicional. Por su parte, los Estados Unidos (Carter-Reagan), en el contexto de su estrategia de contención frente al bloque socialista, la señalaron como parte de una audaz ofensiva geopolítica para seguir invadiendo otros países como Pakistán y llegar hasta el Golfo Pérsico y el océano Índico. La entrada en Afganistán fue la última intervención militar de la Unión Soviética en el exterior en el contexto de la Guerra Fría; fue la primera vez, y la única, que unidades militares soviéticas se retiraron unilateralmente de un país en esas condiciones. La Unión Soviética, tras la retirada de sus tropas, siguió dando apoyo al gobierno comunista afgano de Nayibullá, como Estados Unidos hizo lo propio con los muyahidines vía Pakistán, paralelamente a apoyar los esfuerzos de la comunidad internacional tendientes a restablecer un gobierno neutral y no comprometido en Afganistán, que respondiera a los intereses y deseos de su pueblo. Y en este contexto recrudeció la guerra civil, encontrando el islamismo radical y al terrorismo islamista el caldo de cultivo en un contexto de incertidumbre y de violencia desproporcionada. La retirada de los soviéticos no supuso el fin de las hostilidades; por el contrario, agudizó las diferencias y luchas armadas entre las diferentes facciones y comandantes locales.32 Así, Afganistán se vio sumido no solo en un periodo de vacío institucional –el núcleo del estado y el ejército, se deshicieron en motines faccionales de carácter étnico, dejando sin núcleo de poder a un eventual régimen provisional– sino también estratégico –sin relevancia para ninguna potencia importante, excepto para algunos de los estados de la región, incluyendo a Pakistán, Irán, la India y Uzbekistán y, en menor grado, Arabia Saudí, Rusia y Turquía. Durante casi dos años tras la caída de Mohamed Nayibullá, la ONU pareció abandonar todo esfuerzo para buscar un acuerdo político 31 POMPER, Stephen “Los esfuerzos de la Unión Soviética para formar las FFAA de Afganistán”, en Military Review. Edición Hispanoamericana, Kansas, Centro de Armas Combinadas, enero-febrero de 2006, p. 31. 32 WEISSMAN, Fabrice A la Sombra de las guerras justas. El orden internacional y la acción humanitaria, Icaria, Barcelona, 2004, p. 71.

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y las facciones armadas que recibían ayuda de las potencias regionales antagónicas llenaron ese vacío. Con el fin de la Guerra Fría y la política de bloques, desapareció la amenaza de un gran conflicto entre estados; Estados Unidos había vencido y el mundo se tornaba unipolar. No obstante, el espacio que reclamaba la violencia armada en las relaciones humanas fue ocupado por un nuevo tipo de conflictos, como los nuevos patrones ideológicos del terrorismo, basados en el extremismo religioso y cuasireligioso.33 Luego del colapso del bloque soviético, el fin de la Guerra Fría y la declinación de los movimientos de izquierda, ese vacío comenzó a ser llenado rápidamente por corrientes radicales, ideologías extremistas explícitamente etnonacionalistas o religiosas. Y en este contexto, en el caso de Afganistán, irrumpió violentamente un nuevo grupo, el Talibán, creado durante el conflicto analizado con el apoyo de los servicios secretos pakistaníes y financiado por los Estados Unidos.

33 STEPANOVA, Ekaterina “El terrorismo en el conflicto asimétrico”, en Cuadernos de Actualidad en Defensa y Estrategia 2, Buenos Aires, Ministerio de Defensa, 2009, p. 65.

Los autores y las autoras Gustavo Carrère Cadirant es especialista en Historia Militar Contemporánea y Maestrando en Historia de la Guerra en la Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa Nacional (FE-UNDEF). Diplomado Superior en Gestión de Instituciones Educativas por la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM). Licenciado en Ciencias la Educación por la Escuela Superior de Guerra, Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF). Docente en la Escuela Superior de Guerra Conjunta (ESGC) en dicha Universidad. Investigador del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET/UBA). Su área de investigación incluye el estudio de los conflictos en la Indochina Francesa (1940-1945 / 1946-1954) y en Afganistán (1973-1979 / 1979-1989 / 1989-1992). Luis Esteban Dalla Fontana es Magíster en Historia de la Guerra y Licenciado en Ciencias de la Educación por la Escuela Superior de Guerra, Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF). Doctorando en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Oficial Superior de Infantería del Ejército Argentino con rango de Coronel “VGM”. Decano de la Facultad del Ejército (UNDEF) y docente en la misma institución. Director de la Maestría en Historia de la Guerra de la Escuela Superior de Guerra, Facultad del Ejército, UNDEF. Codirector de un proyecto de investigación financiado por la UNDEF y radicado en la Escuela Superior de Guerra. Investigador del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET/ UBA). Su línea de investigación se orienta hacia el estudio del impacto de la Primera Guerra Mundial en el Ejército Argentino. Agustín Daniel Desiderato es Licenciado en Historia por la Universidad del Salvador (USAL), con medalla de la Academia Nacional de la Historia (ANH). Maestrando en Historia por el Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín (IDAES, UNSAM) y Doctorando en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador (USAL) y en la Maestría en Historia de la Guerra de la Escuela Superior de Guerra, Facultad del Ejército, UNDEF. Becado por la Université Catholique de Louvain (UCL) para participar de la III École d’Été du Centre International de Recherche de l’Historial de la Grande Guerre (CIRHGG, Péronne, Francia). Investigador del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET/UBA). Sus investigaciones se vinculan con la historia naval argentina de los siglos XIX y XX. Recientemente ha comenzado a investigar las

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influencias y repercusiones de la Primera Guerra Mundial en los cuadros de la Armada Argentina. María Valeria Galván es Doctora en Historia por la Universidad Nacional de La Plata. Magister en Sociología de la Cultura por el Instituto de Altos Estudios Sociales, Universidad Nacional de San Martín. Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Investigadora Adjunta del CONICET en el Centro de Estudios de Historia Política de la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM). Co-coordinadora del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET/UBA). Su área de especialización es la historia cultural y política del nacionalismo de derecha en la Argentina en las décadas de 1950 y 1960, y el impacto cultural de la propaganda de la Guerra Fría en Argentina en la década de 1960. Entre sus trabajos se cuentan El Nacionalismo de derecha en la Argentina posperonista. El semanario Azul y Blanco (1956-1969); Política y Cultura durante el “Onganiato”. Nuevas perspectivas para la investigación de la presidencia de Juan Carlos Onganía (1966-1970) (coeditora) y La Revolución Libertadora en el marco de la guerra fría (coeditora). Cinthia Meijide es Licenciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Estudiante de Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Investigadora del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET/UBA). Su área de investigación es la historia intelectual y, en particular, el análisis del impacto de la Primera Guerra Mundial en el campo intelectual argentino. Rita Nunes es Doctoranda en la Universidade Nova de Lisboa. Sus intereses de investigación se centran en la historia del deporte, el olimpismo, la educación olímpica, la relación entre guerra y deportes, y los Juegos Interaliados. Coordinadora de la sección “Historia de los deportes” en la publicación en línea Jornalíssimo (http://www.jornalissimo.com/desporto). Directora del Departamento de Investigación y Proyectos del Comité Olímpico de Portugal, donde coordina tres proyectos internacionales financiados por ERASMUS+ Sport y ERASMUS+ Youth. En el Comité Olímpico coordina también el Proyecto de Archivo Histórico Olímpico, el Centro de Investigación, el Programa Educacional Olímpico y la organización de la celebración del Día y de la Semana Olímpicos. Entre sus publicaciones se cuenta Os 6 de Estocolmo. A Primeira Participação Portuguesa nos Jogos Olímpicos 1912. Ana Paula Pires es Doctora en Historia por la Universidade Nova de Lisboa. Investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de esa institución. Becaria posdoctoral en la Universidad de Stanford. Coordinadora del grupo de investigación “Economía, Sociedad, Innovación y Patrimonio” en el Instituto de Historia



Los autores y las autoras

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Contemporánea de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidade Nova de Lisboa. Cofundadora y co-coordinadora de la International Network for the Study of the Great War in Africa. Editora de la Sección “Portugal” de 1914-1918 Online. International Encyclopedia of the First World War. Su área de investigación actual es la historia económica y social de la Primera Guerra Mundial, particularmente su impacto en Portugal y en África. Autora de Portugal e a I Guerra Mundial. A República e a Economia de Guerra, y coautora de A Grande Guerra no Parlamento y There come a time… Essays on the Great War in Africa. Ursula Prutsch es Doctora en Historia  por la Universidad de Graz, con una habilitación posdoctoral de la Universidad de Viena. Es Profesora Asociada en la Ludwig-Maximilians-Universität München, donde enseña Historia de América Latina y de los Estados Unidos. Su investigación se concentra en la emigración austríaca y austrohúngara a América Latina, en los procesos de construcción nacional en Brasil y Argentina, y en las políticas económicas y culturales de los Estados Unidos hacia América Latina, en especial Argentina y Brasil, durante la Segunda Guerra Mundial. Actualmente se encuentra trabajando en la biografía del comerciante de armas austríaco Fritz Mandl. Entre sus publicaciones se cuentan: Creating Good Neighbors? Die Kultur- und Wirtschaftspolitik der USA in Lateinamerika, 1940-1946, que recibió el premio Maria Schaumayer; Iberische Diktaturen. Portugal unter Salazar, Spanien unter Franco; Brasilien. Eine Kulturgeschichte (como co-autora); Eva Perón. Leben und Sterben einer Legende; y Populismus in den USA und Lateinamerika. Bárbara Raiter es Profesora de Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Doctoranda en Historia en la Universidad de Buenos Aires. Docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Investigadora del Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET/UBA). Su proyecto doctoral se vincula con la construcción de un modelo de ciudadanía en torno a la práctica del tiro de guerra en la Argentina entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Germán Soprano es Doctor en Antropología Social por la Universidad Nacional de Misiones; Magister en Sociología por la Universidade Federal do Rio de Janeiro y Profesor en Historia por la Universidad Nacional de La Plata. Investigador Independiente del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Docente de Teoría Política en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP. Se ha especializado en estudios de antropología de la política, teoría política y del Estado, e historia social argentina. Ha investigado en perspectiva histórica y etnográfica sobre políticos peronistas, académicos universitarios y funcionarios estatales

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civiles y militares. Actualmente investiga sobre formas de la guerra contemporánea, política de defensa, educación, profesión y liderazgos militares en la Argentina de los siglos XX y XXI. Es autor de ¿Qué hacer con las Fuerzas Armadas? Educación y profesión de los militares argentinos en el siglo XXI y coautor de El Ejército y la política de Defensa en la Argentina del siglo XXI, entre otras publicaciones. María Inés Tato es Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde se graduó como Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia con diploma de honor. Investigadora Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (CONICET/UBA), donde fundó el Grupo de Estudios Históricos sobre la Guerra (GEHiGue) que coordina. Docente en la Carrera de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y en la Maestría en Historia de la Guerra de la Escuela Superior de Guerra, Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF). Directora de tres proyectos de investigación financiados por la UBA, el CONICET y la UNDEF. Su área actual de investigación se centra en la historia social y cultural de la Primera Guerra Mundial en la Argentina. Entre sus publicaciones, La trinchera austral. La sociedad argentina ante La Primera Guerra Mundial; La Gran Guerra en América Latina. Una historia conectada (coeditora) y Viento de fronda. Liberalismo, conservadurismo y democracia en Argentina.