Género y ciencia en América Latina: mujeres en la academia y en la clínica (siglos XIX-XXI)
 9783964562661

Table of contents :
ÌNDICE
INTRODUCCIÓN. CURAR Y ENSEÑAR
PRIMERA PARTE. CURAR
Modernas esculapios: acción política e inserción profesional, 1900- 1950
Ciencia, política y reforma social. Esperanzas y conflictos de la primera médica del Uruguay: Paulina Luisi (1875-1950)
A carreira médica de Carlota Pereira de Queiroz: entre misoginia e identidade pública
Ciencia, eugenesia y roles de género en la Argentiña (1930-1950)
Expertos, conocimientos y circulación social: varones y mujeres en la redefinición de la moral sexual en la Argentina de los años sesenta
SEGUNDA PARTE. EDUCAR
Nísia Floresta e a emancipado mental brasileira
Heroínas anónimas de la ciencia en México: Petra Martínez, maestra
Las barreras del género. Mujeres y ciencia en el Porfiriato
Ingresar y permanecer en el mundo de la ciencia en los relatos de las mujeres investigadoras de la Universidad Nacional de Rosario
SOBRE LAS AUTORAS

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Lizette Jacinto y Eugenia Scarzanella (eds.)

Género y ciencia en América Latina: mujeres en la academia y en la clínica (siglos X I X - X X I )

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AHILA

Estudios AHILA de Historia Latinoamericana N.° 8

Editor General de AHILA: Manuel Chust

Estudios AHILA de Historia Latinoamericana es la continuación de Cuadernos de Historia Latinoamericana

Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos

GÉNERO Y CIENCIA EN AMÉRICA LATINA: MUJERES EN LA ACADEMIA Y EN LA CLÍNICA (SIGLOS XIX-XXI)

Lizette Jacinto y Eugenia Scarzanella (eds.)

AHILA - IBEROAMERICANA -VERVUERT - 2011

Reservados todos los derechos © AHILA, Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos www.ahila.nl © Iberoamericana, 2011 Amor de Dios, 1 - E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2011 Elisabethenstr. 3-9 - D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-601-2 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-657-5 (Vervuert) Depósito Legal: M. 32.366-2011 Cubierta: Marcelo Alfaro

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ÌNDICE

INTRODUCCIÓN. C U R A R Y ENSEÑAR

Lizette Jacinto/Eugenia

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Scarzanella

PRIMERA PARTE. C U R A R

Modernas esculapios: acción política e inserción profesional, 19001950 Karina Inés Ramacciotti/Adriana

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María Valobra

Ciencia, política y reforma social. Esperanzas y conflictos de la primera médica del Uruguay: Paulina Luisi (1875-1950)

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Graciela Sapriza

A carreira médica de Carlota Pereira de Queiroz: entre misoginia e identidade pública

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Monica Raisa Schpun

Ciencia, eugenesia y roles de género en la Argentiña (1930-1950) .... Marisa Miranda/Gustavo

Expertos, conocimientos y circulación social: varones y mujeres en la redefinición de la moral sexual en la Argentina de los años sesenta ... Isabella Cosse

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Vallejo

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SEGUNDA PARTE. EDUCAR

Nísia Floresta e a emancipado mental brasileira

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Marcela Varejao

Heroínas anónimas de la ciencia en México: Petra Martínez, maestra

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Natalia Priego

Las barreras del género. Mujeres y ciencia en el Porfiriato María Heana García Gossio/Abigail

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Campos

Ingresar y permanecer en el mundo de la ciencia en los relatos de las mujeres investigadoras de la Universidad Nacional de Rosario

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Gisela Laura Figueroa SOBRE LAS AUTORAS

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INTRODUCCIÓN C U R A R Y ENSEÑAR

Lizette Jacinto Universität zu Köln Eugenia Scarzanella Università di Bologna

Los ensayos aquí reunidos cuentan historias de mujeres emancipadas y letradas que, entrando en el territorio masculino de la ciencia se dedicaron (y se dedican), principalmente, a la medicina y a la enseñanza. Los autores han investigado cómo en la academia y en la clínica, en Argentina, Uruguay, Brasil y México, las mujeres lograron ser partícipes del debate científico y político, al construir su carrera profesional y desafiando con ello muchos estereotipos aun incluso en contra de la hostilidad de sus colegas hombres.

CURANDO Y REVOLUCIONANDO

Las mujeres que decidieron estudiar Medicina desde finales del siglo x i x en Argentina, Uruguay y Brasil lo hicieron por diferentes motivos. Los ensayos de Ramacciotti-Valobra, de Sapriza, de Schpun, de Miranda-Vallejo y de Cosse permiten individualizar por lo menos tres de ellos: 1. El deseo de utilizar la medicina como instrumento de un proyecto reformador. A través de la higiene, de la eugenesia y de la psicolo-

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Lizette Jacinto/Eugenia Scarzanella gía/psicoanálisis en periodos sucesivos las médicas trataron de mejorar la salud de los individuos para cambiar y mejorar la sociedad. 2. El deseo de ejercer una profesión prestigiosa y novedosa para ganar dinero y estatus. Se trataba en este caso de u n proyecto individual, de la incursión en u n territorio masculino, de la búsqueda de una "vida propia" y de la independencia económica. 3. El deseo de perseguir una carrera científica, estudiar, investigar y descubrir. También en este caso se trataba de buscar u n objetivo para la realización individual en u n campo que —según u n prejuicio misógino bien arraigado— se encontraba clausurado para las mujeres, ya que ellas n o podían, por su "naturaleza", ser creadoras, sino solamente conservadoras.

E n la biografía de cada una de las médicas citadas en los ensayos aquí reunidos podemos encontrar estos motivos mezclados y también individualizar la prevalencia de u n o de ellos. Es éste precisamente el tema tratado por Karina Inés R a m a c c i o t t i y Adriana María Valobra, quienes se o c u p a n de las "modernas esculapios" argentinas en la primera mitad del siglo XX. Las m u j e res médicas, quienes ligaron claramente su trabajo al reformismo social, también fueron, frecuentemente, feministas. El feminismo abarcaba diferentes posturas ideológicas, de ellas el socialismo fue la que más atrajo las reformadoras. Alicia Moreau en Argentina y Paulina Luisi en Uruguay son las exponentes más conocidas. Ramacciotti y Valobra subrayan c ó m o los estudios sobre Alicia M o r e a u han privilegiado hasta hoy su rol político descuidando empero su p r o d u c ción científica y su actividad profesional. Quizás el uso de fuentes inéditas puede ofrecernos una imagen más compleja acerca de la personalidad de esta m u j e r política par excellence. Graziela Sapriza reconstruye en su ensayo las redes de relaciones entre h o m b r e s y mujeres q u e en el R í o de la Plata se propusieron combatir la tuberculosis, la sífilis y la mortalidad materno-infantil. E x a m i n a n d o el archivo de Paulina Luisi, la p r i m e r a médica uruguaya, Sapriza localizó una carta de la argentina Alicia Moreau, la cual nos ofrece una mirada sobre la dificultad de conciliar la profesión con la política. Alicia se lamenta ante su amiga Paulina que le falta tiempo, y protesta en contra de "este maldito oficio en el que u n o n o se pertenece y esta a disposición de todos aquellos a quienes se les ocurra caer enfermos". Si el lazo entre medicina, feminismo y sufragismo caracterizó muchas de las biografías de las médicas de la primera generación en el C o n o Sur del

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continente, también existen notables excepciones. El ensayo de Mónica Raisa Schpun nos ofrece, a través de la biografía de la médica brasileña Carlota Pereira de Queiroz, el ejemplo de una mujer que buscó en la medicina una realización profesional y científica. Lo anterior no le impidió dedicarse igualmente a la política. No fue la única, como podemos observar en el caso que analizan Ramacciotti y Valobra para el ámbito argentino. El laboratorio para Carlota fue muy importante, quizás el ejemplo de Marie Curie (a quien conoció en 1926) le dio aliento para continuar sus investigaciones sobre el cáncer y la anemia. Por otro lado, las mujeres que ligaron la medicina a la política se especializaron frecuentemente en ginecología y pediatría; las que privilegiaron la profesión y la investigación científica parecen haber elegido, además, de éstas otras especialidades. ¿Cuál podría ser una posible razón? Santino Rossi, un médico de Montevideo amigo de Paulina Luisi, utilizaba, como muchos otros colegas, el término sexo para indicar el género femenino, reduciendo a la mujer a su propia naturaleza. Una actitud común de las feministas de aquella época era el rechazo a tales reduccionismos, pero muchas veces en la propia práctica las doctoras terminaron por ocuparse de temas relativos a la reproducción y a la sexualidad. El ejercicio de la medicina era un campo que tenía que ver con el cuerpo y sus funciones y, por esta razón, era considerado un campo inapropiado a la delicada sensibilidad y al pudor femenino. Las médicas trataron de hacerse un hueco en la cura de mujeres y niños. Dicho sector era aceptable, ya que al mismo tiempo ofrecía la posibilidad de reflexionar sobre su propia condición; daba la posibilidad de contestar al saber médico masculino y su poder sobre los cuerpos femeninos. La medicina, como la moral y la religión, permitía hablar en público sobre sexualidad, así, ser doctora autorizaba a una mujer a salir a dar cátedra en la universidad, participar en congresos y salas de conferencias y opinar sobre temas relativos a la prostitución, hijos ilegítimos, matrimonio, control de la natalidad, aborto y divorcio. En la medida en que la reproducción y la sexualidad se convertían en temas de interés para el Estado —que pretendía regular los comportamientos individuales—, las mujeres médicas adquirían, además, la posibilidad de ganar un espacio en la administración de la salud, garantizándose con ello un rol especial tanto en la vida política como en la construcción del Estado y de la nación. Pero también en el ámbito científico perduraron formas de exclusión (como lo documenta el caso de Mercedes Rodríguez, citado en Ramacciotti y Valobra, revocada del programa del Congreso de Medicina de la Industria en 1942).

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El ensayo de Marisa Miranda y Gustavo Valíejo ilustra cómo después del higienismo de inicios de siglo XX hubo en la Argentina una ampliación del rol del Estado, que a partir de los años treinta pretendió controlar en nombre de una política racial los comportamientos individuales. La eugenesia cargaba de responsabilidad al Estado por un lado y a las mujeres por otro en la construcción del cuerpo de la nación (se hablaba de la conscripción femenina, o sea, de la maternidad como deber patriótico). La educación sexual y las políticas de maternidad que habían permitido a las feministas de inicio de siglo como Moreau y Luisi proponer reformas sociales estaban ahora en el centro del discurso nacionalista, un discurso fuertemente misógino y autoritario. Corolario de este cambio fue el desplazamiento de las mujeres del campo de la medicina a favor de la actividad de cuidado y asistencia de enfermos. Se dio un paso atrás: los médicos se reapropiaron de la autoridad de establecer los cánones de la sexualidad y relegaron a las mujeres nuevamente al rol principal de enfermeras o, según el nuevo modelo de la biotipología, de visitadoras sociales. La eugenesia, como antes la frenología, la craneometría o la criminología de Lombroso, utilizó argumentos "científicos" para demostrar las diferencias de género. Para las médicas, la biotipología constituía un difícil desafío, ya que utilizaba las leyes biológicas para explicar la necesidad de las diferentes roles de género de hombres y mujeres en la sociedad. La nueva "ciencia" era también una amenaza a lo que habían logrado en el plano del acceso a la educación universitaria (Nicola Pende, el médico italiano que inspiró a los biotipólogos argentinos, fomentaba para las mujeres programas especiales de doctorados en "ciencias femeninas"). Miranda y Vallejo ilustran muy bien este punto. Solamente en los años sesenta del siglo x x , tal y como lo revela el ensayo de Isabella Cosse, la sexualidad reapareció como tema de reforma, abriendo nuevamente un espacio de debate público no solamente para las mujeres médicas sino también para los no especialistas, hombres o mujeres que hasta este momento habían sido simples receptores de la prédica científica. Paulina Luisi, ya en la primera mitad del siglo x x , había luchado por una educación sexual centrada sobre una moral única (o sea, de contención para ambos sexos de las pulsiones sexuales a través de la razón:"civilizar el instinto de la generación"). En los sesenta, Eva Giberti (y su marido Florencio Escardó) no pretendían seguir educando, sino acoger y racionalizar los nuevos comportamientos de los ciudadanos, tratando de orientarlos hacia el modelo tradicional de familia heterosexual, modelo que resultaba reforzado por técnicas sexuales ahora admitidas que parecían garantizar el goce y la armonía entre los novios y los cónyuges.

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En los ensayos sobre mujeres y medicina los autores utilizan para sus investigaciones varios tipos de fuentes, que suscitan, a su vez, nuevas interrogantes: A) ¿ C ó m o las mujeres decidieron moverse en un universo masculino, hostil y cargado de prejuicios? La desaparición de las características femeninas en la medida de lo posible, la anulación del cuerpo, la adopción de un estilo sobrio y severo, el hecho de neutralizarse/masculinizarse fueron consecuencias directa de esta decisión. Schpun nos indica que Carlota Pereira adoptó esta estrategia, pero sólo en el espacio de la clínica (donde incluso ya las vestimentas como la toga para la ceremonia de licenciatura eran pensadas para cuerpos masculinos). En política cambió de registro: trató de distinguirse entre el gris de los otros parlamentarios. Julieta Lanteri, una de las primeras médicas y feministas argentinas, hizo lo mismo: se vestía de blanco en las manifestaciones sufragistas a las que asistía. Aparecieron bellas o feas (¡pero brillantes!), extravagantes o tradicionales a los ojos de sus colegas, que siempre las miraron en relación a su "sexo". Las entrevistas a colegas y amigos (Schpun), las cartas privadas (Schpun y Sapriza) ofrecen una mirada más íntima y personal, que permite al historiador analizar la vida pública y privada, y su recíproca influencia (teniendo en cuenta no solamente la red política y profesional, sino también las redes familiares y el rol de los maridos, de los hijos, los amigos, los colegas y los maestros).También las fotografías, algunas de las cuales aparecen en estas páginas, nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre estereotipos y roles de género en el campo de la medicina (véase, por ejemplo, la imagen de las alumnas de la Escuela de Biotipología, donde se las muestra como un pequeño ejército tras el director). B) ¿Cómo enfrentaron las críticas abiertas de los colegas? La lectura de las revistas de los estudiantes de la Facultad de Medicina de Buenos Aires (Ramacciotti-Valobra) o de otras revistas científicas de la época ofrecen una muestra de los estereotipos masculinos, a los que las mujeres no tardaron en reaccionar. En el debate, las médicas encontraron a veces inesperados aliados masculinos que impugnaban el valor científico de algunos asuntos teóricos (como hacía el médico y anarquista argentino Bosio, citado por MirandaVallejo, quien se burlaba de los dogmas de la biotipología). Algunos no dudaron en colaborar en la labor científica de sus colegas femeninas presentando trabajos conjuntos en congresos internacionales (Sapriza). Otros, empero, se aprovecharon de ellas y de sus ideas presentándolas como suyas (Ramacciotti-Valobra y Sapriza).

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C) ¿Cómo ejercieron la profesión? ¿Lo hicieron acaso de manera diferente a los colegas hombres? ¿Se desentendieron del prestigio social y el éxito económico que la medicina confería y prefirieron verla como una manera diferente de ejercer un magisterio desinteresado (continuando con el rol tradicional de educadoras reservados a las mujeres)? ¿La ambición fue considerada por ellas como un atributo masculino que no era deseable imitar? ¿Fue importante la existencia de modelos, la conciencia de saber que otras médicas ya habían tenido éxito y por medio de este factor saber que podían contar con redes nacionales e internacionales de apoyo? ¿Fueron ellas mismas modelos para mujeres que no tenían aspiraciones de ser médicas pero podían verlas como un ejemplo de éxito y emancipación? Así, sin ser feministas, ¿rompieron tabúes, desafiaron reglas y jerarquías misóginas? ¿ C ó m o al final se relacionaron con las mujeres que curaban y que querían educar? Para responder a estas preguntas todavía no tenemos muchas fuentes disponibles. El archivo de Eva Giberti que presenta Cosse ofrece la posibilidad de mirar desde el lado del "paciente" la obra de nuestras médicas. La prensa femenina y su abertura en los sesenta a los consultorios psicoanalíticos y de puericultura, el intercambio de cartas entre lectoras y expertos (hombres y mujeres) es otra ventana donde pueden observarse los cambios que la cultura de masas y los nuevos medios (radio y televisión) introdujeron en la divulgación de la ciencia y en la autoridad de los científicos.

E D U C A N D O Y HACIENDO (CON) CIENCIA

Por otro lado, América Latina se vio contundentemente influenciada por las ideas provenientes de Europa a lo largo del siglo XIX, justo cuando casi todas las naciones latinoamericanas entraron en un proceso de búsqueda identitaria basada en la construcción del modelo del Estado-nación. N o r malmente y como lo muestran las autoras, el sistema patriarcal era el imperante; sin embargo, comenzaron a darse los quiebres, crisis y desarrollo necesarios para la conformación de una identidad "antipatriarcal" y en donde las mujeres se distinguieron por la participación en ámbitos antes vedados para ellas. Desde el norte del continente hasta el sur podemos ver cómo la figura femenina siguió siendo vista, hasta finales del siglo XIX y ya entrado el siglo x x , como mucho más ligada al hogar y a la educación de los hijos.

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Así que casos como el que retoma Marcela Varejáo en "Nísia Floresta e a emancipado mental brasileira" nos parecen esenciales, no sólo para comprender el universo de una mujer impulsora de las ideas feministas en el siglo XIX brasileño, sino también como un magnífico punto de partida para comprender el complejo contexto en el que se encontraba la aún colonia portuguesa antes de su inminente independencia en el año 1889. La doctrina emancipatoria de las mujeres en el caso de Nísia Floresta son tomadas a partir de la transferencia de la filosofía positivista francesa a Brasil. La figura fascinante de esta autora nos abre un campo de conocimiento muy vasto, el cual no sólo tiene que ver con la difusión de las ideas de Augusto Comte, sino también con una vida dedicada a la conformación de una pedagogía positivista, es decir, una pedagogía basada en la explicación científica. Todo ello, además, englobado a lo largo del siglo xix y siendo Brasil uno de los últimos territorios en obtener la independencia. Este positivismo impregnó —como ya decíamos— casi todos los centros de conocimiento; la ciencia en sí se alzaba entonces como una posibilidad de desarrollo no sólo tecnológico, sino también social y cultural. Así, por ejemplo, en el caso del artículo de María Ileana Gossio y Abigail Campos, "Las barreras del género. Mujeres y ciencia en el Porfiriato", queda también de manifiesto cómo a partir de la conformación de ciertos oficios y puestos de trabajo confeccionados desde la necesidad pero también desde un horizonte puramente masculino fueron abriéndose de igual modo las fisuras necesarias para la incorporación de las mujeres al trabajo y con ello la paulatina aceptación de una sociedad que se irá regulando bajo la máxima del derecho al trabajo. Así, las autoras enmarcan sus investigaciones dentro de un periodo en donde la práctica del Estado se basaba en el orden y progreso; y cuando la ciencia era sobre todo una actividad masculina. Es justamente este periodo cuando se abre la posibilidad de dar entrada a las mujeres en las actividades científicas. El estudio de Varejáo sobre Nísia Floresta exige, asimismo, el reconocimiento ya antes elaborado por un gran número de investigadores, quienes han dedicado monografías y artículos a esta feminista brasileña. Aquí cabe también señalar que a diferencia de otros autores y científicos Nísia —quien adoptó la pedagogía positiva— también estuvo en contacto directo con el pensador francés Augusto Comte; de hecho, del recíproco interés de ambos aún se conservan algunas misivas. Nísia Floresta, educadora, traductora y docente entre otras actividades, se convierte en ese sentido en una pedagoga fundamental dentro de la nueva concepción modernizadora de Brasil, aunado esto con sus reiterados viajes a Europa con el fin de mantenerse actualizada en el debate científico decimonónico.

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Sin embargo, los avances científicos llevados a cabo hacia mediados del siglo XIX, cuando se veían adelantos jamás antes vistos, proporcionaron u n dinamismo diferente pero también fundamentaron la sumisión de la mujer y su papel tradicional dentro de las sociedades; es decir, subrayaron de nuevo el papel e importancia de las mujeres c o m o esposas y madres. Ejemplos sobre este tipo de ideas sostenidas " c i e n t í f i c a m e n t e " p u e d e n encontrarse en los artículos citados. Lo anterior demuestra cómo, a pesar de u n avance técnico y científico, culturalmente se siguieron operando las mismas pautas sociales d o n d e ciertas actividades se encontraban restringidas a las mujeres. Pero ya en este p u n t o de desarrollo científico dicha actitud q u e d ó sustentada bajo argumentos " m o d e r n o s y justificativos". Aunque, de cualquier forma, y c o m o lo enfatizan Gossio y Campos, fue en este tiempo cuando se dio una confirmación de una identidad femenina insólita y pública. En este sentido, la presencia femenina fue expandiéndose cada vez más hacia ámbitos de índole pública. La importancia de Nísia Floresta radica también en la raíz de sus ideas, en la idea de la posible emancipación de una sociedad con tantos contrastes c o m o la brasileña, en d o n d e n o solamente el sector f e m e n i n o se veía sometido ante u n m u n d o masculino, sino también otros sectores sociales c o m o los esclavos, quienes habían sido traídos desde el comienzo de la colonia. U n o de los títulos más importantes de Nísia Floresta, Direitos das Muheres e injusticia dos homens, abarca estas ideas. E n este estudio vemos la vastedad de la obra escrita a propósito de esta brasileña ejemplar, así c o m o u n análisis historiográfico de su propia obra. Así sabemos que algunos de los trabajos más sobresalientes de Nísia y de los cuales han quedado quizá alguna copia, n o han sido hallados nunca, la investigación en torno a esta pensadora y pedagoga del siglo x i x aún n o ha concluido. Por otro lado, Natalia Priego nos presenta u n estudio de caso a propósito de la biografía de Petra Martínez, una maestra autodidacta quien siempre enseño y vivió en los Altos de Jalisco, en el occidente de México. Su f o r m a ción y adscripción al colegio que más tarde dirigiría se llevó a cabo durante la época del Porfiriato y después de ésta. C o m o nos dice su autora, "la originalidad de Petra radica precisamente en que n o fue única". Hablamos pues de una mujer impregnada por la cultura de la alfabetización, de la posibilidad de destacar dentro de la comunidad a través de llevar conocimiento, enseñando matemáticas y gramática del español. Asimismo, el estudio de Priego se destaca por n o centrar su p u n t o de reflexión en torno a las clases subalternas femeninas que desarrollaron sus actividades durante el Porfiriato, grupos que además han sido más estudiados, c o m o es el caso de negras, prostitutas,

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trabajadoras o mujeres anónimas. Por otro lado, tampoco la maestra Petra Martínez se inscribe dentro de las mujeres de alta sociedad, quienes evidentemente, en casi la totalidad de los casos, seguían a pie juntillas las tareas especialmente designadas para ellas. La autora aborda la vida de una maestra que llegó a gozar del reconocimiento de su comunidad, personalidad que también se desdibuja en el contexto general de la historia de México, pero ¿no es acaso la posibilidad de comparar la tarea educativa de esta maestra con otras miles de las que nada o casi nada se sabe? Petra Martínez, como muchas otras, buscaban educar a los más pobres, a los desposeídos, en un país donde la cifra de analfabetismo era extremadamente alta. La tarea de las maestras rurales no ha sido reconocida y estudiada adecuadamente. En el tiempo de Petra Martínez, durante y después de la Revolución mexicana, las mujeres podían dedicarse al magisterio sin necesidad de contar con título alguno. Más tarde se irán imponiendo en México las reglas necesarias para poder dar clases y más aún convertirse en directora del plantel, como fue el caso de Martínez. Seguir como hilo conductor la historia de Petra Martínez es asomarse al complejo entramado político, social y cultural de una sociedad en ciernes que iba desprendiéndose de los postulados de orden y progreso para entrar en una fase de cambio y revolución. Podemos ya advertir al lector que es justamente un gran logro de la Revolución las campañas educativas que comenzarían más tarde, bajo el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940). Petra Martínez fue una maestra de tantas que ayudó a la construcción de un México más libre, en donde también el laicismo desempeñaría un papel esencial basado sobre todo en las reformas liberales de Benito Juárez. Así, a través de la vida de Petra Martínez podemos seguir las reformas y los altibajos educativos que tuvieron lugar en el México de finales del siglo xix y desde la óptica de la historia regional de Jalisco hasta el contexto nacional del México de siglo XX. Gisela Figueroa, en cambio, se ocupa en "Ingresar y permanecer en el mundo de la ciencia en los relatos de las mujeres investigadoras de la Universidad Nacional de Rosario", del desenvolvimiento hecho posible a partir de experiencias similares a las anteriormente relatadas, es decir, la incorporación y desempeño científico de las mujeres, pero, en este estudio, basado en el caso concreto de la Universidad de Rosario, en Argentina. Figueroa lleva a cabo un análisis acerca de cómo se ha desarrollado la investigación científica en esta institución universitaria. Para este caso, la autora se basa principalmente en el estudio de la compleja realidad de las mujeres dentro del área científica en las universidades argentinas. Dentro de la investigación de

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Figueroa no son sólo los recursos de la universidad los que facilitan la incorporación de las mujeres a dichas áreas, sino también los apoyos que puedan recibirse por parte del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas ( C O N I C E T ) . Sin embargo, la realidad que arroja el estudio de Figueroa sigue siendo desfavorable para las investigadoras, pues se demuestra con datos estadísticos que, si bien en la planta docente se nota la adscripción de las mujeres, esta situación cambia sustancialmente al observar quiénes y cuántas se encuentran en los cargos de dirección de proyectos e institutos, una tendencia a la baja muy generalizada dentro y fuera de Argentina. Figueroa, además, lleva a cabo su estudio a partir de un pequeño número de entrevistadas pero con un significativo reflejo de la realidad que aqueja a las mujeres dentro de sus actividades científicas. Muchas de estas mujeres hablan del sometimiento social al que se han visto expuestas al ponerse en duda su capacidad en el ámbito científico y el prejuicio de que la mujer debe quedarse en su casa atendiendo a sus hijos y a su marido, pues cualquier otra tarea va en contra de su propia constitución. Lo anterior no pertenece al discurso del siglo xvm o xix, sino que se trata de algo cotidiano que hasta hoy en día puede escucharse acerca de las mujeres que se dedican a la ciencia. Figueroa detecta en su estudio tres obstáculos dentro del desarrollo de la mujer: a) institucionales, b) personales y c) de orden familiar o doméstico. Así, y a partir del diagnóstico que arrojan los resultados de sus entrevistas, nos da cuenta del género sexual femenino y su condicionamiento tradicional y la marginación que desgraciadamente hasta nuestros días todavía impera en los círculos científicos. Sabemos, además, cómo se ha llevado a cabo una devaluación del trabajo docente de las mujeres, tanto en el ámbito social como en su compensación económica. Plantear los problemas que han aquejado a aquellos hombres y sobre todo mujeres en el campo de la enseñanza puede abrir posibilidades de cambios en donde se tome en cuenta tanto a los docentes como al alumnado. De la reflexión sobre el desenvolvimiento de las mujeres en el campo de la enseñanza y la investigación se pueden desprender respuestas de cómo se ha llevado a cabo la relación entre el sistema educativo y científico y sus equipos de investigación. Lo anterior nos obliga necesariamente a reflexionar en torno a la pertinencia de abrir más espacios en las instituciones y universidades, no solamente a través de las consabidas cuotas de género, sino a partir del concurso abierto y aceptación por aptitudes. Los estudios que las articulistas nos proponen incorporan a las mujeres como sujetos históricos, quienes enfrentaron, asimismo, el dinamismo de los desarrollos regionales y

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nacionales. Las mujeres como sujetos históricos en el campo de la investigación científica han sido no sólo testigos de la reflexión en torno a la enseñanza y a la ciencia, sino también actores activos, agentes de cambio. E n dichas disciplinas hablamos también de la vocación y el talento de las mujeres, de la subjetividad y de otra forma de ver el m u n d o y de comportarse ante y en él y a la ciencia, una mirada que falta todavía entender cabalmente y a la que, sin embargo, no podemos negarle el importantísimo rol que posee dentro del desarrollo científico moderno. La ciencia ya no es un asunto relacionado sólo con el género masculino y las mujeres se han dejado de ligar con su propia "naturaleza", con sus tareas naturalmente otorgadas por una sociedad patriarcal; han dejado de ser sujetos subordinados a su propia biología. Por otro lado, no podemos negar que la educación sigue siendo un pilar esencial dentro del espectro de la conformación de una identidad de pertenencia, de la formación de un país y a favor de la cultura. Hemos visto que también en lo particular la formación de estas mujeres se da en un proceso de tensiones entre dos de las instituciones más importantes de una nación, a saber, la Iglesia y el Estado. Asimismo, las relaciones de género siguen siendo parte fundamental para la construcción de la identidad femenina de las mujeres dedicadas a la enseñanza y a la ciencia. E n ese sentido, no sólo vale la pena ahondar en los estudios específicamente de caso, sino que, como uno de los retos de futuras investigaciones, deberán de tomarse en cuenta las redes de científicos en donde las mujeres desempeñan hoy por hoy un rol esencial. Por otro lado, vale la pena mencionar la importancia de asociaciones de mujeres que traspasan la barrera de lo nacional para constituir equipos de trabajo trasnacionales y multidisciplinarios. En ese sentido, debemos también tomar en cuenta los factores sociales, institucionales, económicos y culturales para hablar de un sistema de relaciones mucho más complejo y en el cual no se puede excluir más el papel esencial de las mujeres, aunque en la práctica habría que plantearse la crítica hacia el denominado "segundo sexo en la academia y en la ciencia". Una tarea pendiente es asimismo la incorporación de más mujeres a grupos de investigación. Las mujeres, como reflejan los estudios que aquí se presentan, se encuentran incluso hoy en día subrepresentadas en las posiciones de investigación a pesar del gran número de estudiantes femeninas en las carreras universitarias. Por último, el presente trabajo se desprende también de esfuerzos anteriores realizados en torno a la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos (AHILA), p o r ejemplo, el volumen dedicado a Mujeres y naciones en América Latina (2001), el cual fungió como una primera base para

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seguir avanzando en el conocimiento histórico general del rol de las mujeres y las categorías de género y sexo, y ahora también de la investigación y discusión de género y actividades científicas en América Latina.

PRIMERA PARTE. CURAR

M O D E R N A S ESCULAPIOS: A C C I Ó N POLÍTICA E I N S E R C I Ó N PROFESIONAL, 1900-1950*

Karina Inés Ramacciotti IIEGE- UBA /CONICET Adriana María Valobra CINIG-IDHICSUNLP/CONICET

INTRODUCCIÓN

Durante la primera mitad del siglo XX hicieron eclosión los movimientos sufragistas y feministas, así como también un avance de las mujeres, individual o colectivamente, en ámbitos que hasta entonces se habían mantenido cerrados a ellas (Barrancos 2000 y 2001). Por entonces, las universidades públicas y nacionales argentinas fueron un escenario destacado de esa visibilidad.1 Sin * Queremos agradecer muy especialmente a María Fernanda Lorenzo el habernos facilitado su tesis inédita y recientemente defendida pues, sin duda, es un aporte que permite avanzar en el conocimiento del tema; a Graciela Queirolo, el habernos facilitado material de su archivo personal para la realización de este trabajo y a Gisela Manzoni, su inestimable colaboración en el relevamiento documental. 1 Las universidades nacionales en ese m o m e n t o eran la Universidad Nacional de Córdoba (creada en el siglo XVII y nacionalizada en 1854), la Universidad de Buenos Aires (1821 y nacionalizada en 1881), la Universidad Nacional de La Plata (creada en 1897 y nacionalizada en 1905), la Universidad Nacional deTucumán (creada en 1912 y nacionalizada en 1921) y la Universidad Nacional del Litoral (creada en 1889 y nacionalizada en 1919).

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duda, la Facultad de Ciencias Médicas había sido un ámbito privilegiado para formar a los futuros hacedores de la nación y las mujeres no mostraron menos interés en la disciplina.2 La Universidad de Buenos Aires fue pionera en la aceptación femenina en la Facultad de Ciencias Médicas y una de las que contó con más egresadas.3 De allí la importancia que tiene esta casa de estudios para nuestro análisis. Este artículo es parte de un trabajo de más largo aliento y se despliega sobre dos ejes. El primero es el análisis sobre cómo fue visualizado el ingreso de las mujeres en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX y las vinculaciones de esta inserción con el movimiento feminista. Interesa resaltar tánto las visiones de las mismas actrices como la de sus pares masculinos, en sus derroteros estudiantiles como en su labor profesional. El segundo, se propone reconstruir el recorrido de un conjunto de médicas que tuvieron una activa participación pública en la primera mitad del siglo XX. Activas partícipes en movimientos de mujeres, algunas, en el feminismo, otras, o militantes de partidos políticos, tampoco desdeñaron la labor de gestión. Conforme avanza el siglo XX, percibimos el ingreso exponencial de las mujeres a esa carrera y paralelamente una tendencia a una mayor profesionalización demostrada en el incremento del número de sus publicaciones. En dos momentos históricos se registra un aumento en el número de graduadas en Medicina: el quinquenio 1931-1935 y el de 1946-1950. Estos momentos coinciden con un distanciamiento de las luchas políticas. Si entre las primeras egresadas la profesión es vivida como una faceta más del compromiso político y social; en las que egresan a partir de la década de 1930 la mayor

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Según estadísticas disponibles, entre 1900 y 1955, se expidieron 117.239 títulos en todas las universidades nacionales del país, de los cuales 16.298 correspondían a mujeres, es decir, casi el 14%. Ahora bien, mientras los títulos de medicina ocupaban un lugar privilegiado en esa tendencia (alrededor de un 27% a lo largo del período), la incidencia femenina era también allí mayor que en otras carreras. Datos elaborados a partir de la Secretaría de Estado de Trabajo (1965: 82 y 83). Según la fuente consultada, no se desagregan las egresadas de la carrera de parteras, pero debe considerarse que elevan notablemente el porcentaje femenino en medicina (Lorenzo 2010: 47). 3 Recién en 1909 Córdoba tendrá su primera egresada, Margarita Zatzkin de Fernández de la Puente (Kohn Loncarica 2000). La Universidad Nacional de La Plata no tuvo hasta el quinquenio 1936-1940 graduadas en Medicina y la Universidad Nacional del Litoral recién superó a la Universidad de Buenos Aires en porcentaje de graduadas en el quinquenio 1921-1925.

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exigencia y la especialización diluyen los anclajes políticos que anteriormente eran más explícitos.

ESTUDIAR MEDICINA: FIGURACIÓN DE LO FEMENINO Y LO FEMINISTA

El movimiento feminista surgido a fines del siglo XIX en Europa tuvo como uno de sus principales objetivos la necesidad de igualar a las mujeres en derechos políticos y permitirles el parejo acceso a la educación y la ciencia (Amorós: 1994). Durante el siglo XX, la lucha que individualmente realizaron muchas mujeres en distintas disciplinas y ámbitos nacionales —muchas veces, sin que tuvieran una filiación feminista- llevó a que cada vez fuera más difícil su exclusión de la educación e, incluso, se hizo necesario reconocer sus aportes al conocimiento científico. U n caso emblemático en ese terreno resulta Marja Sklodowska, más conocida como Marie Curie (18671904). 4 Sin embargo, casos excepcionales como éste no hacían más que confirmar la exclusión general de las mujeres del campo educativo y científico en general. Así lo plasmaría, la escritora «inglesa Virginia Woolf (1882-1941) en Tres guineas (1935), un profundo estudio sobre el logos masculino excluyente y sus conexiones con la autoridad y el ejercicio de la fuerza. En la Argentina finisecular la asociación de las feministas con la medicina fue temprana. Cecilia Grierson —primera médica graduada en América Latina en 1889 (Kohn Loncarica 1976)- y Elvira Rawson -segunda médica argentina, 1892— habían defendido sus tesis y hacían sus primeros pasos en la profesión y comenzaban a destacarse como militantes en pro de la igualdad de las mujeres. Pronto, las mujeres —aunque no necesariamente todas ellas feministas— comenzaban a hacerse visibles en los espacios académicos, en particular, en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Sus caminos no habían sido fáciles ni como estudiantes ni como profesionales. Los varones que se formaban en la universidad tuvieron una c o m pleja relación con esa presencia femenina que —mayoritariamente— entendieron menos sencilla de explicar que la inserción en el mercado de trabajo visualizada por necesidad de subsistencia de las mujeres pobres (Queirolo 2010). Las teorías imperantes invocaban a sofisticadas fórmulas seudo cientí-

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N o sólo fue la primera doctorada en Física en Francia, sino también la primera en dictar un curso en La Sorbonne y en recibir un premio Nobel en dos disciplinas: en Física, en 1903 y en Química, en 1910.

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ficas que misturaban elementos de la frenología, la craneometría y la biotipología c o n el objetivo de e n c o n t r a r alguna explicación q u e diera sustento objetivo, observable y n u m é r i c a m e n t e demostrable para lograr comprobar q u e las mujeres tenían u n a i n f e r i o r i d a d biológica constitutiva q u e hacía incompatibles las funciones maternas con la realización de actividades científicas e intelectuales (Gómez R o d r í g u e z 2005: 478-492). Autores muy difundidos en Argentina, c o m o el filósofo austríaco O t t o Weininger o el médico español Gregorio Marañón, señalaban las serias patologías que podían generar en las mujeres el exceso intelectual —particularmente, en su misión f u n damental: la maternidad— y aconsejaban actividades que involucraran tareas relacionadas con el orden y complementación con el genio viril. A u n q u e n o quería caer en las despiadadas críticas de Weininger, M a r a ñ ó n afirmaba "al talento femenino (...) aunque alcance límites avanzados de claridad y p e n e tración, le falta originalidad. Por eso en la ciencia las mujeres son buenas técnicas, pero n o inventoras" (Marañón 1920:18). Marañón concedía sólo dos profesiones para las mujeres: el magisterio y la asistencia a los enfermos. Esta última debía considerarse una ocupación excepcional y se refería exclusivamente a la enfermería. Creía, además, que había otro ámbito laboral y profesional para las mujeres: el laboratorio, donde tenía u n papel "admirable, a veces insustituible" por la "destreza manual y la paciente atención de los sentidos" que reclamaban esas prácticas y que eran propias de ellas. M a r a ñ ó n n o veía mal el avance f e m e n i n o en ese ámbito, a u n q u e creía q u e debía reconocerse "el carácter sexualmente a n o r m a l de estas mujeres que saltan al campo de la actividad masculina y en él logran conquistar u n lugar preeminente" (Marañón 1920: 36-37). En las postrimerías del siglo xix, el Boletín de Sanidad Militar publicó u n artículo anónimo en el que veía con buenos ojos que el Consejo Superior de Sanidad de Austria hubiera decidido no favorecer el acceso de las mujeres a los estudios médicos. D e igual manera, aplaudía las palabras de un médico quien había dado una conferencia en la ciudad de Innsbruck y había e n u n ciado q u e las mujeres serían excelentes enfermeras y parteras pero n u n c a médicos. C o n escozor se evaluaba la experiencia de Rusia "invadida p o r las doctoras, algunas agregadas de hospitales, o establecimientos industriales o de enseñanza" que "hasta ocupaban puestos municipales". Según el articulista, "entre nosotros parece haberse detenido esta afición" (Boletín de la Sociedad de Sanidad Militar 1894:183). La calurosa bienvenida de la publicación castrense al ejemplo austríaco por detener los estudios de Medicina por parte de las mujeres, en evidente anhelo

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de un augurio local, prontamente fiie rebatida tanto en la práctica c o m o en el discurso. En 1901, u n artículo anónimo en una revista médica, hacía una síntesis de los notables aportes femeninos en medicina y, con asombro, reseñaba que eran fiiera del ámbito obstétrico (La Semana Médica 1901:102). E n esta línea, para 1 9 0 3 , la p o r e n t o n c e s alumna Adela Z a u c h i n g e r , 5 publicó un artículo en la Revista del Centro de Estudiantes de Medicina. Alentaba a que cada vez más argentinas vencieran los miedos y las resistencias para luchar por su admisión e n las facultades y obtener puestos e n igualdad de condiciones que los varones por el m i s m o trabajo.Terminaba su observación sosteniendo que la "mujer médica por su trabajo y sus calidades profesionales ha sabido vencer todas las envidias, hacer callar todas las sátiras y atraerse todas las simpatías y todos los respetos" (Zauchinger 1 9 0 3 - 1 9 0 4 : 7 2 3 ) . N o obstante, ese entusiasmo n o era compartido por algunos de sus c o m pañeros, para quienes la presencia femenina en espacios considerados propios generaba cotidianos malestares, en línea c o n las ideas que expresaba el Boletín de la Sanidad Militar. Muestra de ello es una rica polémica que desencadenó el mencionado artículo de Zauchinger. Otro estudiante, Pedro Baliña 6 c o n densó las ideas de muchos de los varones que circulaban por entonces en las aulas: La medicina no es una carrera apta para ser desempeñada con ninguna ventaja por la mujer. El carácter, la manera de ser de ésta, no se aviene absolutamente en nada con la rudeza y la materialidad de la medicina. Esta por su parte se muestra mezquina con el sexo débil, exige cerebros vigorosos, temperamentos menos sensibles, más experiencia de la vida, cosas que por naturaleza no posee y no pueden improvisar (Baliña 1903-1904: 751).

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Adela Zauchinger se graduó en 1910 con una tesis que versó sobre la protección a la primera infancia. Su inserción profesional estuvo ligada a la expansión de las agencias estatales vinculadas a la protección de la maternidad e infancia. A partir de la creación de la Dirección de Maternidad e Infancia en 1936 bajo la égida del Departamento Nacional de Higiene ocupó la Sección Demografía Médica. En el Primer Congreso de Población de 1940 mantuvo una postura enfatica en torno a la necesidad de relevar con urgencia un Censo General para que se pudieran diseñar políticas sociales con un mayor asidero con las demandas sociales. Biernat y Ramacciotti (2008). 6 Pedro Baliña se graduó en 1905 con una tesis sobre chancros sifilíticos extragenitales. En 1925 fue nombrado profesor de Clínica Dermatosifilográfica y fundó la Asociación Argentina de Dermatología y Sifilogía. Sus ideas incidieron en la sanción de la Ley N° 12331 de protección a las enfermedades venéreas.Véase Biernat (2007:257-288).

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Estas afirmaciones cargadas de misoginia ponían u n coto a la actividad femenina en la medicina. D i c h a exclusión era justificada p o r la diferencia sexual. Esta considerada inmutable, natural y visible no daba lugar a dudas: las mujeres n o podían estar en espacios q u e se suponía eran de i n c u m b e n c i a masculina. Por contraposición, otros ámbitos eran más adecuados para las mujeres que quisiera profesionalizarse: la carrera de farmacia ofrecía u n título intermedio de la carrera de medicina y se sugería que hacia allí dirigieran sus esfuerzos. 7 La actividad farmacéutica demandaba, según Baliña y en sintonía con los planteos de Marañón, una tarea minuciosa, de precisión, de buen gusto, que exige esmero y aseo, dos cualidades altamente salientes que la mujer posee. Tarea que no exige agitación, ni tiene problemas apremiantes que resolver, ni ocasiones que embaracen el ánimo y una responsabilidad limitada. Bastaría enunciar una sola ventaja: nunca afecta la exquisita sensibilidad de la niña, jamás se verán afectados sus pudorosos sentimientos (Baliña 1903-1904:751).

Otras de las actividades que consideraba adecuadas para las mujeres eran las caritativas, ya que allí podían desplegar sus dotes innatas de "consolar, aliviar, enjuagar lágrimas, ser médicos del alma, de la parte más sublime la que anima y rige el organismo, pero dejad que las heridas, las llagas y fetideces las maneje el h o m b r e " (Baliña 1903-1904: 751). Esta división binaria n o dejaba espacio para caminos alternativos. Sus paternales consejos escondían u n a postura ideológica que combatía con la palabra todas las acciones que pudieran quebrar la n o r m a heterosexual y las vinculaciones con el logos asociadas a lo masculino: manteneos lejos, muy lejos, para que vuestro espíritu gentil, suave, eternamente risueño, sea el encanto de nuestro hogar, radiante de júbilo, ajeno a la prosa más baja de la vida, sin que las miasmas de los cadáveres descompuestos ni los gérmenes de mil plagas se mezclen al perfume de vuestras sabrosos besos de madres y esposas (Baliña 1903-1904: 751). 7

En el siglo XIX, tres mujeres se recibieron de farmacéuticas y aspiraron luego a medicina. Elida Passo hubiera sido la primera médica de no haber fallecido de tuberculosis antes de titularse. Passo tuvo que apelar a un fallo judicial para ser admitida en la Facultad de Medicina. Julieta Lanteri se recibió en farmacia 1897 y Fanny Bache Banchardt, un año después. Estas dos últimas se recibieron de médicas en el siglo xx. Palermo (2005: 68).

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Esta opinión fue rebatida por el ya militante socialista y estudiante avanzado de la carrera de Medicina Enrique Dickmann 8 , quien pronto alcanzaría puestos fundamentales como dirigente de su partido y legislador nacional. Si bien consideraba la presencia de las mujeres como una "invasión", la catalogaba en el rango de señal de progreso civilizatorio. ¿Cómo rebatía los argumentos de Baliña? Para él, ellas eran portadoras de: sentimientos puros, nobleza del alma, suavidad, dulzura, precisión y exactitud y sobre todo un conocimiento profundo del dolor humano, porque ella c o m o madre ha sufrido y sufre más que el hombre ¡que excelente, que admirable médico ha de ser! Y lo es sin duda (Dickmann 1903-1904: 774).

Si bien aceptaba como Zauchinger, de manera enfática y alentadora, la presencia de las mujeres en la medicina, consideraba que sus "dotes" la condicionaban para ejercer mejor las ramas de la pediatría, la ginecología y la psicología infantil: "¡Bienvenida sea la mujer médico para curar y salvar la infancia! Para el porvenir de la raza, la madre-médico es un ideal!" (Dickmann 1903-1904: 774). Es decir, con algunos matices, coincidía en algunos puntos con Baliña en la descripción de la naturaleza femenina y cómo ella la condicionada a ciertas actividades sociales. Con el transcurso de las décadas, algunas posturas en el contexto histórico se morigeraron. En las cámaras legislativas, por ejemplo, los proyectos en pro de los derechos de las mujeres comenzaron a visibilizar que el sujeto mujer comportaba un problema social. N o obstante, en general, la retórica parlamentaria omitía toda alusión al desarrollo del feminismo del país y sus líderes, incluso en un tema en el que era las figuras visibles como lo era el sufragio femenino (Palermo 1998: 158 y 160). Asimismo, cabe mencionar que los años 20 fueron un período de esplendor para el feminismo local y, en particular, para el sufragismo (Barrancos 2001). A partir de ejemplos en otras partes del mundo, se realizaron dos simulacros electorales en los cuales las representantes más conspicuas fueron candidatas en dos oportunidades durante 1920. La socialista Alicia Moreau, la independiente Julieta Lanteri y 8 Enrique Dickmann se recibió en 1905 con una tesis sobre CoxaVara. Mantuvo la vida profesional con el involucramiento político ligado al partido socialista. Dirigió el diario socialista La Vanguardia y la Biblioteca Obrera. Fue diputado nacional en diferentes ocasiones entre 1914 y 1946. Sus proyectos legislativos estuvieron ligados tanto al quehacer profesional (arancel farmacéutico, carrera hospitalaria) como a cuestiones vinculadas con el mejoramiento de la vida de los trabajadores (Sánchez 2007: 523).

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la radical Elvira Rawson, las tres médicas, eran las cabezas más visibles del sufragismo y, aunque tenían diferencias sustanciales en su definición del feminismo y la visión de la mujer, todas se autodenominaban feministas (Valobra 2008). Sin embargo, al mismo tiempo que algunas posiciones se relajaban, otras se hacían francamente repulsivas de la intromisión de las mujeres en los que se consideraban ámbitos masculinos por antonomasia. Estas visiones no fueron postuladas sólo por varones. Adela T o r m o de Cassinelli, directora de Acción Femenina, una revista que se autodenominaba Científica, Sociológica y Espiritualista y que tenía como fundamento las teorías teosóficas que, por entonces, también entusiasmaban a Leopoldo Lugones sostenía: ¡Igualdad de derechos! ¡Aberración imperdonable! Pretender esa igualdad como las "eminentes sufragistas" reclaman, "de igualdad completa entre hombres y mujeres, desde el doble punto de vista de las costumbres y las leyes", equivaldría también a que el hombre se feminizara, ¡oh, abyecto y despreciable terror! ¿Y masculinizarse la mujer? ¡Qué desvarío, y loca fantasía! (Tormo de Cassinelli 1926).

Entre las médicas no existía unanimidad ni apoyo absoluto por la lucha feminista. Ejemplo de ello puede ser el de Mercedes Rodríguez. 9 Para ella, el otorgamiento de los derechos políticos a las mujeres debía ser producto del "estado sociológico" de la mujer en cada nación. Contrario a Alicia Moreau, p o r ejemplo, se oponía a las demandas de las feministas norteamericanas, quienes propiciaban la igualdad civil y política de las mujeres al mismo tiempo y en todos los lugares. Así pues, postulaba que la conquista de los derechos tendría que ser producto de las realidades nacionales y tendrían que mantener su "psicología, su biología y la lógica humana". En f u n c i ó n de estas variables, sustentaba que las mujeres argentinas son más sentimentales en comparación con las norteamericanas —consideradas más cerebrales— y esta condición la hacía estar pendiente del hogar y sus hijos. Según ella, el "movimiento feminista de barricada" no había podido comprender que el

9

Mercedes Rodríguez egresó en 1929 y tuvo una prolífica producción en revistas

d e la é p o c a , tales c o m o Clínica del Trabajo, Anales de Eugenesia, Biotipologia sia social, Anales del Instituto de Maternidad

Prof. U. Fernández

y Revista

social y

Eugene-

de Medicina y

Mate-

rias Ajines. Su tesis de doctorado presentada en 1953 versó sobre un estudio comparativo sobre la medicina preventiva y curativa de Chile, Uruguay, Paraguay, Nicaragua,Venezuela, Guatemala, República Dominicana, Costa Rica, Estados Unidos, México, Brasil, Bolivia, Perú, Honduras, Canadá, Cuba, Panamá, El Salvador.

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"hombre y la mujer son fuerzas que se complementan pero que no pueden reemplazarse". Agregaba que intentar igualar la mujer a los hombres es un punto de vista ilógico y antibiológico, por lo tanto, es "un perfecto desequilibrio mental" (Rodríguez 1934:18). Además de estas ideas que contrariaban la noción de igualdad por temor a quebrar los modelos heterosexuales imperantes, a comienzos de los 20 y 30, los ideales eugénicos se convirtieron en una forma de legitimación aceptada científicamente y sus postulados tenían la "voluntad de acentuar la tradicional división de los roles de género, con airadas críticas a la independencia laboral de la mujer y a la anticoncepción; a la moda femenina y a la ambigüedad sexual explícita" (Miranda 2009: 161). Uno de los representantes más conspicuos de ese pensamiento, el médico Josué Beruti, 10 señalaba: "la mujer, por la condición de su sexo, no podrá jamás suplantar con eficacia, muchas de las tareas asignadas en la colectividad al hombre". Para él, el feminismo constituía una "emancipación mal entendida" que pretendía colocar a la mujer "—dentro del terreno profesional— al mismo nivel del hombre" (Beruti 1921). El reconocido obstetra definía al feminismo como un "movimiento antifisiológico, deforme y por completo disparatado que ha conseguido difundirse en algunas partes del mundo y que propende grotescamente a la usurpación de determinados derechos masculinos, en exclusivo pertenecientes al hombre. Hablo en especial de las sufragistas y de las mujeres viriloides" (Beruti 1934:2). De esta manera, el médico reforzaba ámbitos de pertenencia diferenciados genéricamente y, con ello, excluía a las mujeres del derecho de formarse para ejercer una profesión. Según su postura, ese: feminismo fanático, degenerado y esquizoide que, sin ideales de belleza, desconoce la división del trabajo; aquella tendencia contemporánea a la masculiniza-

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Josué Beruti fue un destacado obstetra graduado en la Universidad de Friburgo. En 1908 comenzó su carrera en el ámbito universitario en la cátedra de Clínica Obstétrica de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires, de la que llega a ser titular en 1931. Se dedicó intensamente a su profesión, contribuyó al conocimiento científico de su especialización y llevó a cabo un programa dirigido a la protección de la maternidad a través de la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social. En ella, estaba a cargo de la sección de Eugenesia, Maternidad e Infancia. Sus publicaciones tuvieron amplia difusión en la prensa médica (La semana médica, El día médico). Asimismo, su labor fue divulgada entre un público amplio a través de medios periodísticos comerciales tales como los periódicos La Nación y La Razón y prensa femenina como la revista El Hogar (Ledesma Prietto y Valobra en prensa).

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Karina Inés Ramacciotti/Adriana María Valobra ción y a la androginia, concurren en muy considerable grado a reducir en toda forma la capacidad maternal (Beruti 1 9 2 9 : 3 6 2 ) .

Beruti ponía como modelo el ejemplo de la Alemania nazi. Allí, el Estado: disminuye el número de establecimientos de enseñanza científica para las mujeres y aumenta los de la enseñanza doméstica y rural (...) reduce, sin suprimir, el número de mujeres dedicadas a la vida académica (Beruti 1929: 362).

Asimismo, aplaudía la propuesta de conscripción femenina que no era otra que la función de la maternidad supervisada desde el punto de vista eugénico y que, obviamente, creía que sería rechazada por las "sufragistas climatéricas y doncellas viriloides" que hubieran preferido ocupar el clásico lugar de los varones en el servicio militar (Beruti 1934). Estas ideas no resultarían significativas si no mencionáramos que, en 1931, este médico llegaría a ser titular de la cátedra de Clínica Obstétrica de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires (Beruti 1934: 2). Más aún, el impacto del rol docente de Beruti puede ser figurado si se tiene en cuenta que sus discípulos compilaron su vasta producción con motivo del festejo de las bodas de plata que el médico cumplía en su labor en la citada cátedra. Si consideramos su lugar de enunciación, cabría preguntarse ¿cómo habrán repercutido sus ideas, sus conceptualizaciones en torno al lugar de las mujeres y sus diatribas contra el feminismo entre los jóvenes estudiantes? Y, a la inversa, ¿cómo pudieron haber vivido estas críticas contra el feminismo aquellas estudiantes que tendrían algún posicionamiento político? Algunos indicios pueden comenzar a esbozar respuestas posibles a estas preguntas.11 La porosidad del ámbito científico a los influjos del movimiento feminista ya se había hecho notar en una de las revistas médicas más prestigiosas: Repista de Ciencias Médicas y Materias Afines. Entre sus páginas encontramos un artículo publicado en 1920 sobre la candidatura a diputada de Julieta Lanteri por el Partido Feminista Nacional, apoyado por el Comité Pro derechos de la Mujer presidido por Elvira Rawson y la Unión Feminista Nacional dirigida por Alicia Moreau (s/a 1920: 317-318). La nota describía a Lan-

11 Una pregunta clásica puede ser si la condición de género incidió en la calificación de las alumnas. No tenemos una serie completa para evaluar esta información, pero en base a las tesis defendidas en 1914, podemos afirmar que, sobre un total de 162 (se omite un caso en el que no se consignó la calificación), el promedio de las alumnas fue de 7,6 y el de los varones, de 8,2. Fue el año en que se graduó Alicia Moreau.

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F I G U R A 1. FUENTE: "La medicina y la política. La doctora Julieta Lanteri candidata a diputado", en Revista de Ciencias Médicas, 15 de marzo de 1920,Tomo II, n° 25, p. 317.

teri como una mujer "con energía viril" quien arengaba a un público masculino. Además, resaltaba que con su capacidad oratoria había logrado reunir a un público masculino que pasó de 30 a 500 oyentes en pleno centro porteño (Fig. n° 1). Asimismo, el artículo resaltaba que Lanteri había criticado tanto la oposición de los "fantoches" que negaban a las mujeres derechos políticos, así como también el desinterés de las mujeres por lo social y su inclinación por los disfrutes de la vida mundana (ibídem). Las vinculaciones entre feminismo y medicina continuaron en la prensa estudiantil. En un artículo publicado en 1923 en la Revista del Círculo Médico Argentino y Centro de Estudiantes de Medicina, la estudiante de Medicina Estela Mindlin 12 apoyó el voto femenino con argumentos que develaban no sólo su adhesión al feminismo sino también su cabal conocimiento teórico y su notable capacidad argumental para denostar las trabas a la ampliación de los sujetos de ciudadanía: La situación legal de la m u j e r en nuestro país es u n o de los p u n t o s q u e d e b e n interesar a t o d o h o m b r e de b u e n sentido. N a d a más vergonzoso para una nación, en los tiempos q u e vivimos y ante hechos tan convincentes c o m o lo q u e a b u n 12

Estela Mindlin obtiene su título de médica en 1935. Pero antes de esta titulación había estudiado Odontología.

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Karina Inés Ramacciotti/Adriana María Valobra dan, que constatar en su legislación [estos] anacronismos (...)• Los que ven más allá de sus narices creen justificar esos conceptos erróneos con el tan trillado estribillo de la incapacidad de la mujer, aún hay quienes hablan con fervor de la inferioridad femenina. ¿Qué sería de la Humanidad si la mujer tuviese derecho a intervenir directamente en su marcha? —se preguntan horrorizados los antifeministas. Pero yo me pregunto: ¿después de tantos siglos de dominio del hombre, de la capacidad enorme de que se vanagloria sin cesar, hacia dónde condujo a la Humanidad? ¿Podemos decir que el hombre implantó el reinado de amor, de la verdad, de la justicia, de la bondad en la tierra? Es posible que seres realmente superiores puedan cometer tantos actos de barbarie como los que aún se repite a diario? Quizás sea por inferior capacidad comparada con la mente masculina, pero yo no comprendo cómo puede ser (Mindlin 1923a: 255).

Sin embargo, otro estudiante, Ricardo Martelli Jáuregui, no pudo tolerar que en una revista científica se diera curso a un artículo con fines tan poco ortodoxos y ajenos a la ciencia como era el voto femenino. El autor estaba abrumado por la convivencia entre lo intelectual y lo político, concretamente, el feminismo. Según creía, un ámbito relacionado con el saber médico debía circunscribirse al conocimiento biológico. Por ello, afirmaba, "terminada de leer un interesante articulo titulado: 'La rehabilitación del lóbulo frontal' y de golpe y porrazo, siguiendo el orden que marca el sumario, caigo sobre el artículo que origina una réplica. (...) Si a veces es necesario 'acomodar la vista' para ciertas percepciones visuales, no es lo menos en otras, preparar el cerebro para percibir ciertas doctrinas y creencias" (Martelli Jáuregui 1923). El estudiante descalificaba el contenido tachándolo de mentiras y diagnosticaba a la autora, adelantándose a su futuro ejercicio profesional, que la "erudición" con la que trata el asunto "daña la mentalidad femenina porque la extravía, buscando argumentos que no existen y cuando cree encontrarlos, son tan extraños y ajenos a la idea que se defiende, que perturban la claridad y el entendimiento de esa misma defensa".Veinte años después de las postulaciones de Baliña en la misma revista, contemporáneo a los dichos de Beruti, el joven estudiante no había escapado a los efluvios antifeministas: Como fenómeno social, el feminismo no tiene cabida, dentro de la actual organización que rige a las sociedades de los pueblos civilizados (...) visto bajo su faz puramente psicológica, es una forma evolutiva de la conciencia femenina hacia una masculinización que le hace perder sus mas valiosos atractivos. El feminismo como fenómeno biológico es inconcebible ya que aparta a la mujer de las

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actividades que el propio sexo le marca, substrayéndola así a los deberes de madre y esposa, que la naturaleza le ha deparado (Martelli Jáuregui 1923).

Según el estudiante, él no hacía suyas las palabras de los médicos que, en su función legislativa, habían exclamado, ante la idea de una ley de sufragio femenino "la mujer para la cocina y para la iglesia", sin embargo, lo que sentenciaba, no parecía tan distinto: "la mujer para el amor y para los hijos que el amor les da" (Martelli Jáuregui 1923). Estas expresiones se enmarcaban en la ideología de la domesticidad en la cual las mujeres se ubicaban en el ámbito doméstico y los varones eran quienes portaban los derechos en el ámbito público. El joven no ocultaba sus posicionamientos patriarcales que sabía antipáticos y políticamente incorrectos, pues se excusó en varios párrafos de no ser "reaccionario" y aspiró a que no se viera "erróneamente (...) una descortesía o una falta de respeto, de que soy incapaz" (Martelli Jáuregui 1923). Sin embargo, Estela Mindlin no dudó en replicar al "honesto y caballero" compañero (Mindlin 1923b: 1822). La réplica, no obstante, no fue publicada inmediatamente en la revista, lo cual es subrayado por la autora. Según informa, "después de leer y rumiar el contenido" de la respuesta de Jáuregui, reconoce la subestimación y descalificación que su compañero ha hecho de ella y no duda en señalar su misoginia doblemente discriminante por venir de uno de los pocos privilegiados en alcanzar el ámbito del conocimiento, aunque sin compromiso social y con enorme grado de egoísmo. Mindlin hacía evidente la vinculación entre saber y política, y la necesaria relación de constitutividad que las mismas alcanzaban, máxime si se tiene en cuenta que este escrito es posterior a la reforma universitaria de 1918. Para la estudiante, no había temas u objetos ajenos a la posibilidad de conocerse y la universidad podía y debía dar cuenta de ellos. Para ella era posible dar cuenta científicamente de las relaciones entre un fenómeno social —el movimiento feminista— y las leyes universales, pero reconocía que en boca de una mujer, esa intención era descalificada. Este intercambio no debe ocultar que las tensiones entre política y saber atravesaron el siglo XX y condicionaron a muchos estudiantes que aunaban compromiso político y social con su formación. Tal vez, los casos más sonados son los del abogado Alfredo Palacios y el del físico Mario Bunge. 13 Los

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El primero debió volver a presentar su tesis, pues la temática y la lectura se consideraron politizadas y Bunge perdió una beca de la Asociación Argentina para el Avance y el Progreso de la Ciencia por sus posicionamientos políticos e inclinaciones filosóficas.

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30, en especial, fueron en extremo polarizados políticamente y ello generó discursos y prácticas coercitivas no sólo desde el Estado sino también desde grupos civiles que, con un nacionalismo exacerbado, atacaron a todo aquel que no consideraba digno de integrar la "Nación Católica" (Zanatta 1996 y McGee-Deutsh 2005). En el caso de las mujeres que se atrevían a ingresar a la esfera pública, su misma condición de género era una provocación política que podía acentuarse con otros atravesamientos no sólo partidarios. 14 La actuación del médico Francisco de Veyga, profesor honorario de la Facultad y cirujano mayor del Ejército, no pudo haber mejorado este tipo de situaciones, pues su ideario era, además de misógino, profundamente antisemita y homofóbico. La intervención femenina en la Universidad había merecido algunas consideraciones de su parte. En 1942, recordaba en la revista La Semana Médica, con cierto aire de nostalgia por los tiempos pasados, que a comienzos del siglo "la estudiante universitaria aparecía tímidamente en algunos centros como Buenos Aires, pero sin que se pudiera predecir cuál sería su éxito profesional" (De Veyga 1942: 893). Su intervención, que bien podría considerarse ofensiva de la imagen femenina en muchos de sus párrafos, no fue contestada por nadie. ¿Habrán seguido las mujeres los paternalistas consejos de Baliña y se habrán dedicado a actividades acordes con su sexo? Según la historiadora Fernanda Lorenzo, "filtros institucionales" como el examen de ingreso no fueron una barrera que obstaculizara el acceso femenino en medicina e, incluso, ellas lograron un porcentaje de aprobación mayor que los varones en los años 1925, 1928,1929,1931,1932 y 1937; mientras que fueron reprobadas en un porcentaje apenas mayor que éstos en 1923,1933,1936 y 1939 (Lorenzo 2009: 3940). Podemos, además, observar el incremento de las egresadas médicas. Desde fines de siglo XIX, donde apenas si se graduaron dos médicas, a medida que avanza el siglo x x , el número aumentará treinta veces hasta 1940. En efecto, entre 1900 y 1910 se graduaron 10 mujeres; entre 1911 y 1920,27; entre 1921 y 1930 lo hicieron 49 y entre 1931 y 1940,62 (Sánchez 2007:627-629). 15 14 Ese fue el caso de Matilde Portnoy quien, en 1933, en una nota dirigida al decano, denunció que en una comida de camaradería, ella y un compañero habían sido agraviados por sus pares por su condición de israelitas y se les había exigido que renunciaran de sus cargos de practicantes externos del Hospital Nacional de Clínicas (Sánchez 2007: 630). 15 Tomamos para estos datos sólo a las médicas y no a las parteras, profesión que surge en la década de 1910. En algunas fuentes documentales, la información de egresadas que no discrimina entre médicas y parteras es mucho mayor.

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E J E R C E R LA PROFESIÓN: VINCULACIONES FEMINISTAS Y PROFESIONALIZACIÓN

Los d e r r o t e r o s de las médicas argentinas e n t r e fines del siglo XIX y mitad del x x convivieron y escaparon, a la vez, de las dicotomías culturales y los m a n d a t o s masculinos. Así, e n este a p a r t a d o revisaremos t a n t o las acciones médicas c o m o políticas de las médicas en la Argentina. El cuadro es complejo y cargado de matices, p o r lo que la selección n o pretende ser exhaustiva sino q u e plantea tres de los senderos que las "modernas esculapios" c o m o las d e n o m i n ó Zauchinger recorrieron en la primera mitad de siglo XX. Muchas investigaciones destacan que las primeras médicas fueron activas representantes del f e m i n i s m o argentino. Tal vez, quien inmortalizó dicha afirmación fue la escritora Alfonsina Storni. En efecto, en una de sus colaboraciones para el diario La Nación, u n o de los de mayor tirada, en 1920 escribió u n artículo que sostenía: Entre los tipos femeninos característicos de nuestro ambiente, la médica constituye uno de los más evolucionados. Médicas son, en efecto, casi todas las mujeres que en nuestro país encabezan el movimiento de ideas femenino más radical, y médicas son las que abordan las cuestiones más escabrosas: problema sexual, trata de blancas, etc. (Storni 1920: 6). A u n q u e luego morigeraba esta postura y concedía que la liberalidad de ideas ya n o era extraña en nuestro medio y estaba "propiciada también p o r u n crecido grupo de otras profesionales", pero ello no parecía poder contrarrestar nociones tales c o m o que "la médica, en virtud de sus estudios, que le abren puertas para ascender a otros superiores, era la llamada a abandonar más pronto que otras, toda clase de falsos conceptos sobre la verdadera naturaleza h u m a n a , sobre las pasiones, debilidades, caídas morales, etc. (Storni 1920:6). E n efecto, algunas médicas tuvieron u n papel destacado en el movim i e n t o feminista local: Julieta Lanteri; Cecilia Grierson; Elvira R a w s o n y Alicia Moreau. Sin embargo, debe revisarse esta vinculación. Primero, porque n o se sabe cuál es el período al que estrictamente se refiere cuando se habla de "las primeras". Si tomáramos c o m o referencia la fecha en que se graduó la primera médica y 1920, año en que se publica el artículo de Storni y, que a la vez, cierra las dos primeras décadas, de las 39 médicas que estudiaron y se graduaron en Argentina en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad

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de Buenos Aires, no llegan a la mitad las que tienen una labor comprometida con el feminismo y los derechos femeninos, mientras que el resto no parecen haberse destacado como feministas —aunque, es cierto, desconocemos acabadamente sus biografías y, por lo tanto, es difícil ubicarlas en alguna categoría—.16 Algunas parecen dedicarse exclusivamente a la profesión, y entre ellas, alguna puede manifestar sus posiciones respecto de los derechos femeninos, no necesariamente desde el feminismo. 17 Pero vale la pena mencionar el caso de la más destacada médica por entonces, María Teresa Ferrari de Gaudino, quien es recordada por haber sido la primera médica en acceder al cargo de profesora extraordinaria de Obstetricia en 1939. Dedicada a su especialidad, hizo aportes técnicos a la profesión como la creación del vaginoscopio, representó a instituciones médico profesionales. En relación con las mujeres cabe mencionar que creó, en 1936, la Federación Argentina de Mujeres Universitarias —la cual dirigió durante 10 años— con una clara orientación profesional, pero que no significó que dejara de expresarse a favor de los derechos políticos femeninos (Zuppa 2008: 137). Sin embargo, no pueden adscribirse sus prácticas al feminismo. Esto nos coloca frente a un problema que no por antiguo está aclarado: no todas las sufragistas eran feministas y no todas las que defendían los derechos de las mujeres eran feministas. Incluso, podríamos preguntarnos si es posible pensar en mujeres con convicciones feministas que no militaran en agrupaciones de ese cuño. 18

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N o contabilizamos en este grupo a las que estudiaron en el extranjero y validaron su título en el país y nos circunscribimos a las médicas egresadas de la UBA, centro de este estudio. 17 Según Graciela Queirolo, "a lo largo de los años de entreguerras, La Prensa y La Nación tenían una pequeña sección -ocupaba menos de un cuarto de página- titulada 'Profesionales'. Ésta no integraba la parte de los avisos clasificados. Con frecuencia ofrecían sus servicios, la Dra. Giorgi, la Dra. Josefina Pecotche de Basso y la Dra. Gaudino. En julio de 1920, las tres doctoras compartieron la sección con José Ingenieros:'Dr. José Ingenieros. Enfermedades nerviosas. Consultas todos los días de 15 a ló.Viamonte 776. Dra. Giorgi. Médica de la maternidad H. San Roque. Enfermedades de señoras y partos, 15 a 17. Corrientes 1212. Dra. Josefina Pecotche de Basso. Cirujana dentista. Precios módicos. Esmero y prontitud. Consultas d e 8 a l 2 y d e l 4 a l 6 . Corrientes 4531. UT. 1828 (Mitre). Dra. Gaudino. Ex jefa de clínica de la Facultad. Médica interna de la Maternidad Hospital San Roque: lunes, miércoles y viernes de 15 a 17.Tucumán número 686"'.Ver: La Nación, sábado 3 de julio de 1920 (Queirolo 2009). 18 Por ejemplo, en el nivel político, había sufragistas de cuño conservador que se hicieron visibles, particularmente, en los años 30 con la Asociación Argentina del Sufragio Femenino liderada por Carmela Horne que propiciaba el voto calificado. Incluso,

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GRÁFICO 1 Organizadoras del Primer Congreso Femenino de 1910 según formación (% de casos) 45

Docentes

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Formación

FUENTE: elaboración propia con base en la reconstrucción biográfica. A la inversa, t a m p o c o todas las feministas f u e r o n m é d i c a s ni es p o s i b l e afirmar su p r e d o m i n i o en el m o v i m i e n t o . C o m o concedía la m i s m a Storni, había otras profesionales. Si t o m á r a m o s c o m o referencia la f o r m a c i ó n y p r o fesión del g r u p o d e mujeres q u e organizaron el P r i m e r C o n g r e s o F e m e n i n o de 1 9 1 0 , u n hito i m p o r t a n t e en los orígenes del f e m i n i s m o argentino, t a m p o c o p o d r í a m o s d e c i r q u e p r e d o m i n a b a n las m é d i c a s , q u e c o n s t i t u í a n el 20% d e las organizadoras argentinas, sino las docentes, q u e c o n f o r m a b a n el 43% (Primer C o n g r e s o F e m e n i n o Internacional de la R e p ú b l i c a Argentina 1 9 1 0 ) . 1 9 Si a g r e g á r a m o s al g r á f i c o n ° 1 las i n t e g r a n t e s extranjeras, éste se

llegaron a existir agrupaciones políticas autodenominadas feministas que apoyaban al gobernador conservador Manuel Antonio Fresco. En otros casos, dentro de un mismo partido, era posible encontrar mujeres que se autodenominaban femeninas y otras feministas, como en el caso de la Unión Cívica Radical. (Valobra, 2010). 19 De un total de 51 integrantes locales de la Comisión Organizadora del Primer Congreso Femenino de 1910, reconstruimos la biografía de 39 de ellas. En la agrupación que realizamos, incluimos Odontología en Medicina pues había sólo un caso, el de Sara Justo. N o contabilizamos a esta odontóloga en la sección docente, aunque si bien ella se había graduado como tal, se dedicó a la docencia, pues era, también, maestra. Debemos

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abultaría c o n las médicas, pero n o se invertiría la relación. Esto n o debería s o r p r e n d e r n o s pues, c o m o señala L o r e n z o , " e n ese m o m e n t o , las mujeres eran los sujetos ideales para llevar adelante el proyecto político p e d a g ó g i c o de la época por ser educadoras 'naturales' y además porque trabajaban a pesar de los magros salarios existentes en la docencia" (Lorenzo 2010: 36). Lo que sí debe mencionarse es que fueron las médicas tanto locales c o m o extranjeras las que ocuparon u n lugar ejecutivo y visible en el C o n g r e s o . 2 0 E v i d e n t e m e n t e , el i n g r e s o a la U n i v e r s i d a d había sido u n á m b i t o d e sociabilidad —que, en m u c h o s casos, prolongaba otros de la infancia o j u v e n tud—21 y el ejercicio profesional e n u n m e d i o tan hostil a la actividad f e m e nina llevó a que las universitarias se agruparan e n la Asociación Universitarias Argentinas, e n la que, efectivamente, el g r u e s o de las integrantes eran médicas. La práctica profesional las unía. La orientación de cada una dentro de la medicina respondió, ciertamente, a los cánones esencialistas que a c o n sejaba D i c k m a n y la mayoría de las médicas hasta la década del 50 se orientó

decir, además, que la categoría Filosofía y Letras también podría haber sido aglutinada en Docencia pues las egresadas de esa carrera universitaria tenían esa orientación. Finalmente, así como con Sara Justo, cabe mencionar que en los casos en que las organizadoras contaban con dos formaciones profesionales (en general, docencia y otra) y son reconocidas por la segunda aunque la primera fuera, muchas veces, su actividad principal, se las contabilizó en esa actividad y no en la Docencia. Ese es el caso de Ada Elflein y de Benita Campos, ambas docentes, pero más reconocidas como escritoras/periodistas. Así, por ejemplo, muchas mujeres eran docentes y escritoras, pero esta segunda actividad era esporádica respecto de la primera. Con todo, no cambia sustancialmente el cuadro. Asimismo, dos estudiantes por la época del Congreso, Alicia Moreau y María Eugenia Rosales, fueron incluidas en Medicina y en Derecho, respectivamente, aun cuando todavía no estaban graduadas. En el ítem Artes se incluyeron artistas plásticas, escritoras y periodistas. N o incluimos las participaciones como expositoras de ponencias ni las integrantes de la Asociación de Universitarias Argentinas que convocaron el Congreso, pero no participaron en la organización. Sin embargo, la tendencia marcada no se modifica pues si bien aumenta el número de médicas, también aumenta el de docentes y otras profesiones. 20

Aunque excede el objetivo de este estudio, no podemos dejar de preguntar si hubo posicionamientos diferenciados respecto del rol de la mujer y la definición de feminismo según las profesiones, de qué modo incidió la presencia de mujeres socialistas que rondaban un 20% de las organizadoras, o de qué manera incidió la fuerte presencia de sectores medios urbanos. 21 Por ejemplo, Isabel Kaminsky y Adela Zauchinger, de las primeras carnadas de médicas, habían compartido las aulas del Colegio Nacional de Buenos Aires, donde integraron la promoción con Adela ChertkofF, futura esposa del médico socialista Enrique Dickmann, cuya intervención vimos más arriba.

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a la ginecología, obstetricia y pediatría. Sin embargo, conviene recordar que estas especialidades también convocaron a los varones de manera sensible —sobre todo en las dos primeras décadas del siglo—. En efecto, éstos se habían autoerigido como representantes de un saber sobre el cuerpo de las mujeres (Nari 2004). En ese sentido, si bien puede considerarse que las mujeres transitaron los lugares tradicionales asignados a ellas y los que la corporación médica y masculina les permitió ocupar (en este caso, la orientación en obstetricia y pediatría), también podría verse en su incursión en esas especialidades una disputa con el saber que los médicos varones detentaban sobre los cuerpos femeninos. Este núcleo de médicas tenía en común, además, pensar el cambio político y social. De manera similar a lo planteado por Diego Armus en relación al ideal del médico higienista para fines del xix y principios del XX, las primeras médicas aunaron los intereses políticos, sociales, académicos y profesionales combinados con la gestión pública (Armus 2000: 516-517). Por ello, es posible encontrar mujeres que militaron en el feminismo o en un partido y, también, que se destacaron en su profesión. Por caso, María Juliana Becker, quien tuvo participación en la organización del Primer Congreso Femenino de 1910 y, además, se incorporó al Departamento Nacional de Higiene en la Dirección de Maternidad e Infancia. Asimismo, Elvira Rawson fue designada miembro del Consejo Escolar. Este perfil de médicas con multiplicidad de actividades puede ser representado por Alicia Moreau de Justo quien, con toda razón, puede ser considerada una intelectual del siglo XX en el sentido amplio de la palabra.22 Por un lado, porque su adscripción al feminismo la ha hecho demasiado politizada, incluso más que su militancia socialista. Por otro lado, porque se ajusta poco a cualquier catalogación que haya sido pensada en términos masculinos. En efecto, aun con la privacidad que ella mantuvo sobre su vida personal, el conocimiento de que colocaba un cartel en la puerta de su escritorio que decía: " N o molestar, mamá trabajando", posiciona la cuestión de lo público y lo privado en una difícil tensión que se ha resuelto, la más de las veces, omitiéndola. El hecho de que su vasta producción intelectual no haya merecido una reflexión más allá de lo biográfico (que muchas veces deja entrever poco lo personal) y que aún se encuentre dispersa, puede resultar un indicador claro de esa desconsideración. Como ha señalado la historiado22

2006.

Para abordar el origen del término intelectual y su desarrollo véase Altamirano

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ra Dora Barrancos, incluso "sus numerosas conferencias relacionadas con la medicina y la higiene social, tanto como otros abordajes próximos, no obtienen una edición que nos permita acceder a sus ideas en la materia. Es evidente que se ha facilitado su expresión como 'educacionista', pero no como 'dentista'" (Barrancos, 1996:226). Alicia Moreau unió el saber específico del campo profesional con la discusión de múltiples problemas sociales. Su tesis, defendida en 1914, versó sobre La función endocrina del ovario y obtuvo la máxima calificación. Asimismo, sus inquietudes trascendieron el ámbito científico e incursionó en temas filosóficos y educativos. Su compromiso social la condujo a dictar clases en el Ateneo Popular (1913). Los comienzos de su actividad profesional los desarrolló tanto en el ámbito hospitalario como en su consultorio privado, estratégicamente ubicado en el mismo inmueble donde ejercía el rol de secretaria de la Revista de la Segunda Internacional —luego devenida,

Humani-

dad Nuevas. Cuando para los estereotipos de la época Alicia parecía destinada a convertirse en una "feminista solterona", con sus 37 años se unió en matrimonio al fundador del Partido Socialista Argentino, Juan B. Justo, y fue madre. A partir de 1928, conservaría su labor profesional privada para sobrellevar las vicisitudes económicas de una viuda con tres hijos pequeños. Pero su trayectoria no estaría delineada completamente si no se considerara su tarea en pos del feminismo. Tras viajar a Estados Unidos a dos congresos en representación de las sufragistas argentinas y como médica, volverá compenetrada absolutamente con el ideal igualitarista. Así, se distancia ideológicamente —aunque no políticamente— de figuras como Sara Justo que aún mantenían ciertas reservas con el carácter universal de los derechos políticos y, además, planteará algunas nociones menos diferenciales que las que podía esbozar su colega y cercana aliada en la lucha por los derechos femeninos Elvira Rawson, más afecta a una mirada diferencial. Es interesante mencionar que las llamadas "primeras médicas", más que tener un perfil político con fuerte orientación al feminismo en detrimento de la profesión —como sostienen algunos—, en realidad, nos muestran múltiples espacios de proyección. En cierto modo, devenido por las resistencias mismas que el ámbito profesional muestra hacia su inclusión tanto en la docencia universitaria como científica (Lorenzo 2010). El año en que se graduó Alicia Moreau (1914) es el que cierra, en cierto modo, la trayectoria de las médicas con múltiples espacios de intervención que la historiografía ha tendido a considerar exclusivamente como feministas. Conforme avanzamos en las décadas, a medida que aumenta la cantidad de médicas egresadas, los

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espacios de actuación profesional requieren una cada vez mayor especialización. Así, se hace más complejo compatibilizar el ejercicio liberal de la profesión en consultorios particulares, la carrera médico-hospitalaria, las instancias burocráticas de las agencias estatales (que a medida que el Estado aumenta sus intervenciones sociales, también las va ampliando), la docencia y la investigación universitaria, las instituciones y publicaciones profesionales, incluso, la labor en empresas. Cada uno de estos campos va teniendo una mayor especificidad y una exigencia de desarrollo profesional. Este no es un proceso que sólo suceda en el caso de las mujeres, también acontece a los varones aunque, en su caso, subsiste la figura del médico que puede combinar su profusa producción científica, la labor en gestión, el ejercicio liberal de la profesión y la militancia política e, incluso, la veta artística. Según la historiadora Donna Guy, las siguientes generaciones de mujeres profesionales ocuparon lugares en el Estado y reemplazaron el trabajo no remunerado de las filántropas que, desde fines del siglo XIX, eran ejecutoras de políticas sociales desde la sociedad civil (Guy 2008). En este sentido, la autora aporta una interesante idea respecto de cómo las profesionales debieron abrirse camino, incluso, entre otras mujeres. Conforme decrece la visibilidad de las militantes feministas entre las graduadas en Medicina (e, incluso, la militancia partidaria), ello no significa que los posicionamientos políticos estén ausentes. En efecto, muchas mujeres abrazan posturas más conservadoras, por ejemplo, a partir de su inserción en espacios "científicos" supuestamente, no politizados. Allí, su acción no tiene necesariamente a la mujer como sujeto de reivindicación o la lucha por su igualdad, aunque para lograr esa inserción, estas mujeres tengan que pelear a título personal por el reconocimiento de esos derechos. El caso de Carlina Lamarque puede ser ilustrativo. Esta médica, graduada en 1931, especialista en enfermedades infectocontagiosas y con una profusa producción científica (más de cuarenta publicaciones), vivió en carne propia los costos de ser mujer en un ámbito claramente masculinizado y jerárquico. Sin embargo, ella se atrevió a denunciar en la revista La Semana Médica el escarnio sufrido a expensas del doctor León Charasky, quien utilizó sus investigaciones sobre la rabia como si fueran propias, sin acreditar sus observaciones personales ni sus publicaciones previas sobre la misma temática (Lamarque 1946a: 231 y 365). Si el plagio fue —y es— extendido en el quehacer científico, no es menor el hecho de que por su condición de género y su estatus profesional, Lamarque estaba doblemente sometida a esta práctica de deshonestidad intelectual.

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Con todo, la biografía de Crivellari demuestra el tesón que puso para superar este traspié. Fue médica inspectora del Ministerio de Educación, ejerció en el Hospital Muñiz, lugar donde realizó su investigación para redactar su tesis de profesorado sobre el Alastrim (1954). Llegó a ser jefe de la sección de Enfermedades Trasmisibles en la Secretaría de Salud Pública en 1948. Su producción fue creciente a lo largo de su labor profesional y en 1953 se presentó al concurso para el cargo de profesor titular de Patología y Clínica de Enfermedades Infecciosas (Lamarque 1953). Esta trayectoria nos permite introducir otra cuestión. En los giros que presenta la década del 30, con el aumento de la matrícula femenina en Medicina y con la especialización en áreas de inserción profesional, es interesante señalar que a medida que eso sucede, aumenta también la producción de las mujeres y sus espacios de ejercicio profesional. El siguiente gráfico (N° 2) resulta un indicador interesante del incremento de la participación en esa producción. Otro ejemplo de los escollos que tuvieron que sortear las médicas es el que sufrió Mercedes Rodríguez. Ella fue una especialista en temas vinculados a los cuidados que tendría que tener la mujer en su lugar de trabajo para evitar lesionar su órgano reproductor. Según ella, las llamadas "ginecopatías" debían ser objeto de atención tanto de los empresarios como de los agentes estatales, ya que de la salud de las trabajadoras dependía la "calidad poblacional". Dentro de este contexto, Rodríguez presentó un trabajo en la Primera Convención de Medicina de la Industria en 1942. Este espacio, auspiciado por el Instituto Argentino de Seguridad, tuvo como objetivo la prevención de accidentes del trabajo y de las enfermedades profesionales. Rodríguez propuso un trabajo sobre "El trabajo de la mujer y su repercusión social en la demografía y demología", pero éste quedó como "tema postergado". Los trabajos aprobados y publicados estaban centrados en resguardar las condiciones de salubridad e higiene industrial en los talleres y en mejorar las instancias de difusión sanitaria entre los varones. La postergación de este trabajo da cuenta de las estrategias de invisibilización de la producción de la única mujer que presentaba un trabajo vinculado al trabajo femenino en un ámbito académico (Anales de la I Convención de los Médicos de la Industria 1944:21). Finalmente, queremos señalar las trayectorias de Telma Reca y Carolina Tobar García. Ambas lograron una inserción en instancias académicas y en la gestión. Se vincularon inicialmente en el área de higiene mental para ir involucrándose en los aportes de la psicoterapia para la atención de problemáticas clínicas en la infancia. Telma Reca, quien ocupó cargo en la División de la

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G R A F I C O 2Autorías femeninas en publicaciones médicas entre 1917 y 1950

FUENTE: elaboración propia con base en el material bibliográfico que se encuentra en la Biblioteca Central de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. 23

Primera y Segunda Infancia en la Dirección de Maternidad e Infancia, fue defensora de estudiar la valoración psíquica y el estudio de la personalidad en la infancia para poder diagnosticar deficiencias y aptitudes desde una temprana edad. A partir de detallados registros cualitativos y cuantitativos, demostró que una acción educativa organizada tendería a aminorar las deficiencias del medio y las carencias económicas y culturales, que estaban muy lejos de ideas como "criminalidad innata" y "reforma moral" —impulsada por muchos de sus colegas varones— como punto de partida y medio, respectivamente, para resolver el problema de la delincuencia juvenil (Guy 2008). Esta comprobación la llevó a solicitar una activa acción pública de higiene men-

23

Se utilizó una muestra de 43 autoras sobre un total de 62 egresadas entre 1931 y 1940. Se tomaron las producciones publicadas en autoría o coautoría relevadas en el archivo de la Biblioteca Central de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. La elección de esta década se hizo en función del período en que las médicas tuvieron una notable producción científica. Investigación bibliográfica realizada en el año 2000.

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tal y el estímulo al desarrollo infantil por medio de la creación de instituciones. Además, reclamó enfáticamente la elaboración de estudios similares en el interior del país. Durante el gobierno peronista reconoció que, si bien las condiciones económicas habían mejorado, para muchas familias aún existían situaciones propensas de ser beneficiadas por medio de una activa acción estatal que promoviera la creación de viviendas populares, de centros educativos y recreativos adecuados (Reca de Acosta 1948: 64-79). Sus ideas fueron difundidas, incluso por ella misma, a través de conferencias y publicaciones en medios socialistas sin estar afiliada a ciencia cierta al mismo (Vida Femenina 1936:10-13). Carolina Tobar García se destacó en los estudios en torno a la infancia "anormal". Este término reemplazaría al enunciado por Elvira Rawson e Isabel Kaminsky quienes, a principios del siglo XX, caracterizaban a la infancia con deficiencias en el aprendizaje como "niños débiles".Tobar García fue quien impulsó la formación de maestras para que se especialicen en atender las problemáticas de los niños "anormales" y presentó ante el Concejo Deliberante de la Capital Federal un proyecto par organizar escuelas primarias de adaptación (Tobar García 1945). Ambas médicas, a partir de detalladas historias clínicas, impulsaron el psicoanálisis infantil en la Argentina (Plotkin 2003). Finalmente, cabe mencionar que la docencia universitaria fue uno de los ámbitos menos permeables para la incorporación de las mujeres y que en el ámbito de Medicina no se llegó a un porcentaje acorde al número de alumnas inscriptas en esa carrera ni de mujeres que solicitaban ejercer la docencia en ese ámbito. Por ello, en todo el período, el número de mujeres en docencia universitaria es muy bajo. Según Alfredo Khon Loncarica, entre 1889 y 1929, sólo un 16% de las mujeres egresadas de medicina ocupó cargos docentes (Khon Loncarica 1976: 140). Esto mejoraría levemente a fines de los 20, aunque la mayoría de las mujeres logró sólo cargos de jerarquía intermedia (Lorenzo 2010: 86).

CONCLUSIÓN

En una conferencia pronunciada en la Sociedad Científica Argentina en 1936, el médico Isidoro Ricardo Steinberg sostenía: La mujer va ocupando, merced a su esfuerzo, lugares y sitios, que durante años le fueron negados. No han faltado quienes desde terreno científico buscaran argumentos que nieguen a la mujer la capacidad orgánica de estar preparada

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para el combate de defender la vida, contra la que se dirigen egoísmo y prejuicios. N o existen razones fisiológicas ni argumentos anatómicos, para que represente el sexo en la mujer un obstáculo a su consagración social. El desenvolvimiento de la vida social e intelectual de la mujer no sufre más perturbaciones que las que puede sufrir el hombre en determinadas circunstancias de su vida y condicionadas por distintos motivos (Steinberg 1936: 1177).

Como vimos, estas palabras no eran compartidas por toda la comunidad de médicos varones y, a pesar del denodado interés por encontrar argumentos científicos para justificar la inferioridad femenina, éstos no habían dado resultados certeros ni contundentes para el estudio y el ejercicio de la medicina por parte de las mujeres. Las posturas misóginas y patriarcales debieron buscar sus justificativos en la "pérdida de las dotes maternales" o en la supuesta masculinización de las profesionales. Entre una y otra postura las mujeres se fueron abriendo camino en la profesión médica. Algunas de ellas, desde un lugar de reivindicación de la igualdad de derechos de los sujetos sexuados; otras, desde combates cotidianos denunciaron situaciones que apuntaron a mejorar las prácticas científicas; otras más, combinaron su práctica médica con la producción científica, la docencia y la gestión. La exclusión de las mujeres del ámbito de lo racional —que aún persiste— se estructuró, según Olsen (1990), en torno a esquemas duales que afilian lo masculino con lo racional, lo activo, el pensamiento, lo cultural, el poder, la objetividad, lo abstracto y la universalidad; mientras que adjudican a lo femenino los opuestos complementarios a aquellas categorías: irracional, pasividad, sentimentalismo, la naturaleza, la sensibilidad, la subjetividad, lo concreto y lo particular. 24 De este modo, todo el campo del conocimiento y dominio de saber ha estado sustentado en tres pilares. La sexualización del dualismo con que se plantea el pensamiento; el otro pilar es el que se infrin-

24 Con la llegada del siglo XXI, las egresadas de Medicina son mayoría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. N o obstante aún persisten trabas para ocupar cargos en la dirección de institutos, y en los máximos organismos de dirección de esta Casa de Estudios. También existen trabas en áreas feminizadas como la Licenciatura de Enfermería. En esta área de estudios la dirección de la Escuela es ocupada por un varón. A fines del 2009, una mujer tenía posibilidades de ser elegida vicedecana de la Facultad de Medicina. N o obstante, la tradición primó y un varón ocupó dicho lugar. A la inversa, otras áreas absolutamente feminizadas, como la carrera de parteras fue abierta en 2005 para la inscripción de varones, quebrando así las disposiciones que en 1967 los habían excluido explícitamente.

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ge en una relación jerárquica a esos pares duales según la cual se entiende que lo masculino y todo lo que se asocia a él deviene en superior y valorativamente, mejor; mientras que lo femenino es su contrario y complemento, lo inferior y negativo. Finalmente, estos dualismos son presentados como si describieran, aunque en realidad están prescribiendo. La mayoría de las mujeres que analizamos se abrieron paso en esta primera mitad del siglo x x en el ámbito de la medicina, cuestionaron no la sexualización sino la jerarquía e intentaron llegar a aquellos ámbitos y cargos a los cuales las mujeres no habían podido llegar, incluso aunque no se adscribieran a posturas feministas. Evelyn Fox Keller, una de las más destacadas cientistas feministas de fines del siglo x x , se pregunta en qué medida está ligada la naturaleza de la ciencia a la idea de masculinidad y qué podría significar que la ciencia fuera distinta. Al colocar el problema en su trasfondo político también adelanta una respuesta posible: el estudio sobre la relación entre género y ciencia no involucra sólo a las mujeres, sino que abarca a los varones que, retomando la expresión de Simone de Beauvoir, se hacen y no nacen, tanto como las mujeres. En este sentido, cambiar situaciones como las descriptas esperan un cambio no sólo en el empoderamiento femenino, sino también en una nueva actitud por parte de los varones, en principio, en el reconocimiento de su propio papel en la instauración de relaciones de inequidad (Fox Keller 1991).Tal vez nuestro artículo contribuya en ese camino.

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Graciela Sapriza Facultad de Humanidades

y Ciencias de la Educación.

Centro de Estudios Interdisciplinarios

Uruguayos

A los trece años, Paulina Luisi escribió en un pequeño cuaderno titulado "Composiciones" que el médico tenía las cualidades de un demiurgo, para ella era "un dios" laico que, "podía devolver la vida, detener la sangre, enderezar al jorobado, dar habla al mudo, luz al ciego, luz de la inteligencia, cambiar agonía por sonrisa, alargar la vida. Puede con la higiene, redoblar los ciudadanos de una nación y mejorar los destinos de una raza". 1 Paulina se recibió de médica en 1908 y fue la primera uruguaya en completar una carrera universitaria. Esta apostilla naif, escrita en un diario íntimo durante sus estudios en el internado de Magisterio, refleja cabalmente el grado de idealización que había alcanzado la figura del médico en la sociedad de la época. Éste ocupaba el sitial privilegiado del científico reconocido. Los apuntes de la Paulina adolescente muestran al mismo tiempo los caminos de una vocación donde se unieron vetas personales y familiares. Los estudios universitarios eran una vía de ascenso social en un país que comenzaba a conformar sus clases

1

"Composiciones", diciembre de 1888. Archivo Paulina Luisi. Biblioteca Nacional.

Graciela Sapriza

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medias, más aún para una familia con las características de los Luisi Janicki. 2 Este logro debió tener un alto significado por el que valían todos los esfuerzos, incluso desafiar las costumbres imperantes que impedían a las mujeres el ingreso a la universidad. En una sociedad crecientemente secularizada, el médico comenzaba a ocupar el lugar del cura como director de conciencias, afirma el historiador José Pedro Barrán. 3 Los médicos del período se sintieron convocados a incidir en los proyectos de reforma social. La "higiene" a la que hace referencia la joven Paulina, aludía a la corriente higienista, ciencia aplicada al desarrollo de la nación, abocada al mejoramiento de las condiciones de vida y alojamiento de los sectores populares; al saneamiento y acceso al agua potable para prevenir las epidemias.4 El cuerpo médico en pleno proceso de legitimación asumió como propio el rol de creador de normas morales, intentando controlar y disciplinar las "pulsiones" de los sectores subalternos: niños, locos y sectores populares; también de las mujeres. Los médicos construyeron un discurso jerárquico y misógino en el período en el que Paulina se recibió; resolver esta contradicción no fue fácil para esta mujer médica. Los frecuentes reproches que se hizo por no recibir "los halagos de la profesión" —por dedicarse al logro de la igualdad entre los sexos— expresan que una sola vida no es suficiente para resolver conflictos de este porte. La elección de estudiar Medicina la incluye en el área de la ciencia y la emparenta con una carnada de mujeres excepcionales que se comprometie-

2

Ángel, de origen italiano, participó junto a Garibaldi en las luchas de la unificación; pertenecía a la masonería. Josefina Janicki fue maestra, graduada en Francia; su familia era de origen polaco. Se radicaron en Argentina en 1872. Paulina nació en Colón, provincia de Corrientes, en 1875, hija mayor de ocho hermanos. En 1878 los Luisi Janicki se trasladan a Paysandú y cuando Paulina ingresa a los estudios de Magisterio, al Internado Nacional, en 1887, se mudan a Montevideo, donde culmina sus estudios de bachiller e ingresa a la Facultad de Medicina en 1900. 3

Barran (1992). "La actuación de los médicos higienistas [que] fueron quienes libraron las batallas para organizar las instituciones y actuar en la sociedad. La amenaza biológica, la difusión de "pestilencias exóticas" c o m o el cólera morbus, la fiebre amarilla, la peste bubónica. Fueron factores que estimularon la reflexión de médicos c o m o Guillermo R a w s o n , Eduardo Wilde, Pedro Mallo y Emilio C o n i [Joaquín de Salterain en Uruguay], Sanear la ciudad era una forma de garantizar la inmunidad de la sociedad, porque la enfermedad si bien surge entre los miserables, una vez difundida no alcanzan las barreras para evitar que ataque a los ricos" (Lobato 1996:12). 4

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ron en las luchas por la reforma social y la igualdad de derechos de las mujeres, al tiempo que desarrollaban interesantes líneas de investigación científica en los campos de la maternidad, la infancia y la sexualidad. Alicia Moreau, colega argentina, un poco más joven que Paulina (se recibió de médica en 1914), compartió preocupaciones, logros y dificultades con ella. Entre ambas entablaron un diálogo a través del Plata con sus colegas varones con los que compartían profesiones e ideologías —la mayor parte socialistas que colaboraron para la fundación de los dos partidos de ese signo en la región—.Amistad, ciencia y política se anudaba en encuentros y congresos. La documentación ilustra cómo se fue construyendo esa "comunidad científica" entre médicos y feministas preocupados por la "cuestión social".

O R G U L L O Y PREJUICIO/S

Primera médica cirujana. Especialista en enfermedades de señoras, niños y partos. De regreso de su gira por Europa ha reanudado sus tareas profesionales. Telefónica uruguaya. Avda. La paz 1286.

El aviso profesional que reproducimos fue publicado en la revista Página Blanca de 1921 y denota el orgullo de una mujer por haber conseguido lo que se había propuesto.Y un detalle no menor, vivía sola en una casa que le servía de consultorio, y al mismo tiempo era sede del Consejo Nacional de Mujeres que había creado junto a otras figuras destacadas en 1916 para luchar por el derecho al voto y el logro de los derechos civiles para las mujeres. Al recibir el titulo, Paulina tenía 33 años y no se había casado. Creemos que no vivió la soltería c o m o una frustración, porque expresó claramente que su realización personal no era la de tener un esposo, para ella alguien ante quien tendría que subordinar sus proyectos: "la educación femenina, lejos de despertar y desarrollar el sentimiento de la personalidad", escribió en 1918, "tiende por el contrario a aniquilarlo en obsequio de la más o menos posible realización social de mujer casada, es decir, de ser humano obligado por las costumbres y las leyes a un perfecto renunciamiento de sus anhelos y sus ideas ante la personalidad de otro ser a quien debe obediencia y respeto". 5

5

Luisi (1918a: 22).

Graciela Sapriza

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En 1913, el gobierno reformista del presidente José Batlle y Ordóñez 6 la encomendó estudiar medidas de higiene social en Europa. En su estadía en Francia estuvo en contacto con el movimiento feminista en plena efervescencia. Regresó de Europa con un empuje formidable, dispuesta a multiplicarse en distintas campañas a favor de la mujer, a impulsar la educación sexual, a combatir la "lacra social" del prostíbulo. Y todo ello sin abandonar su trabajo como médica; al contrario, atendió su consultorio, la sala hospitalaria, la Cátedra de Ginecología de la Facultad de Medicina; desplegó su creatividad en congresos médicos con aportes originales. En 1925, su amigo y colega, el siquiatra Santín Carlos Rossi, organizó un homenaje a Paulina en la SalaVerdi. En su oratoria se refirió a ella con mayúsculas frente al público que colmaba la sala. El testimonio de Rossi introduce la visión de un contemporáneo sobre esta mujer ilustre, mujer "en transición" que no se ajustaba al canon y que tampoco conseguía ser una "colega". Esta situación generaba desconcierto, aun en mentes abiertas como las de Rossi. Para él Paulina era un ser que compartía cualidades de varones y de mujeres. Un ser andrógino. Así lo expresó en su discurso: "valor, actividad y tenacidad que generalmente es de hombres; amor, abnegación y bondad que generalmente es de mujeres, forman en efecto la síntesis sicológica de esta mujer extraordinaria que posee además en grado superior la inteligencia y la cultura que son de hombres y mujeres". Esa condición ambigua, según Rossi, produjo: "la amargura y el vacío sentimental de su vida íntima, que seguramente conoce toda la tristeza de los que viven solamente para los demás, al igual que poetas, sabios y luchadores". 7 Realizó un reconocimiento público al decir: N o pienso hacer / t u / biografía, aunque, sería el más obligado a ello de entre todos los que os rodean hoy, porque os vengo siguiendo y admirando desde hace veinte años, cuando empezabais a conquistar el respeto de la Facultad de Medicina para la mujer. Yo podría decir cuanto hay de grande, de noble y de puro en vuestra vida atormentada e inquieta, podría mismo hacer una verísima semblanza vuestra en que apareceríais mucho más mujer, mucho más femenina, con mayor gracia y mayor delicadeza de sentimientos que algunas damas domésticas 6

José Batlle y Ordóñez, fue dos veces presidente de la República por el Partido Colorado, 1903-1907 y 1911-1915.Tuvo una fuerte impronta en la promoción de reformas políticas y sociales que dieron un signo distintivo al Uruguay como país de un precoz welfare state e n A m é r i c a del Sur. 7

Acción Femenina, n° 51, año VIII, diciembre de 1925.

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que os alejan del sexo, pero el momento no me seduce. Prefiero dejaros desconocida en ese aspecto... 8

Cuando Rossi mencionó en el homenaje de la SalaVerdi "os alejan del sexo" estaba utilizando la palabra sexo como sinónimo de mujer. Lo destacable es que esa transposición identificaba mujer con "naturaleza", determinando su papel de reproductora de la especie y naturalizando su subordinación. En contraposición, los varones nunca fueron identificados con el "sexo", por el contrario, el hombre estaba destinado a dominar la naturaleza, ergo, a la mujer. Paulina utilizó el mismo término, con otro énfasis, al referirse a la degradación que sufrían las prostitutas. "Nosotras, las mujeres, nos rebelamos contra un concepto social que hace de nuestro sexo el inmundo cáliz de los más repugnantes apetitos", contrastando en "sexo" y "cáliz" los dos significados, el de ser mujer y, a la vez un perverso objeto de deseo.9 La prostitución resignificó el doble código moral, localización de las fantasías masculinas sobre el sexo prohibido y al mismo tiempo culpabilización de la mujer. Desde diversas posiciones filosóficas y religiosas, se abordaba un tema que había adquirido dimensiones inesperadas en la región platense donde la inmigración masiva había desequilibrado la paridad de los sexos —las estadísticas registraban un alto índice de masculinidad— y en el que simultáneamente se procesaba una acelerada transición demográfica que impuso el retraso en la edad del matrimonio. Dos factores que exacerbaron las prácticas "perversas" de la sexualidad: la masturbación y la prostitución, objetos privilegiados del saber médico de la época. Paulina Luisi trató el tema desde el sitial que le otorgaba una jerarquía indiscutible: "Observamos desde la cumbre en que nos hallamos felizmente colocados como aquellas van rodando por las faldas de la montaña social antes de tocar el fondo cenagoso del arroyo". 10 La prostitución se convirtió en un negocio lucrativo: la "trata de blancas", generaba redes internacionales de contrabando de mujeres. Al medio del bajo mundo se asociaban el juego, el alcoholismo y la extensión de la criminalidad, que causaban la sífilis, la tuberculosis y la degeneración de la "raza". 11 8

Ibídem. Luisi (1918b). 10 Luisi (1918c: 138). 11 Utilizo aquí "raza" reproduciendo la terminología de la época, que sin reparar en connotaciones discriminatorias, asimilaba el término como sinónimo de especie humana. 9

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Aunque la prostitución era una pieza acusatoria contra las mujeres, a ellas les estaba vedado hablar de esa zona vergonzante. Paulina rompió el silencio y publicó "Una voz clamando en el desierto" (1918), en él que revirtió el argumento acusando a la doble moral por reducir a las mujeres a ser santas o pecadoras.Y vio en las circunstancias que rodeaban a la prostitución un efecto más de la opresión femenina. Rechazó las ideas de Lombroso en cuanto a que "la ramera es la representante en el sexo femenino del tipo criminal en el hombre". Después de citar una amplia gama de autores, entre otros a Havelock Ellis, concluyó que era la miseria la causa más eficiente de todas las que se confabulaban para arrojar a millares de mujeres a la prostitución... "Seducción, insuficiencia de salarios, abandono de la infancia y trata de blancas, he ahí las verdaderas fuentes de esas llagas sociales".12 El factor económico era el más importante en la corrupción de la mujer. Salarios insuficientes que exigen por cada jornal un día de vida, largas horas de extenuante labor, hacen de la mujer obrera la continuadora, a través de las edades, de aquellos esclavos que nos pinta la historia [...] Mujeres que trabajan catorce, dieciséis horas por día [...] empleadas a sueldos irrisorios y obligadas a fingir holguras ¿qué extraño que se dejen seducir por las promesas y halagos de mejores días?13

Contemporáneamente y casi en los mismos términos, la Oficina Nacional del Trabajo publicó un folleto en el que hacía ver que las condiciones de trabajo y salarios de las obreras eran tan deprimentes que de continuar la situación provocarían el "desmejoramiento de la raza". El informe decía: Recorriendo las casas de inquilinato, donde radica la mayoría de nuestra población obrera, notamos que un 80% de las mujeres viven o ayudan, a miembros de su familia con el jornal de la fábrica. Ella, ya sea en el taller, en el comercio, en la fábrica, trabaja y rinde igual que un hombre y a veces más. ¿Es justo que su salario sea menor...? 1 4

Los conventillos o casas de inquilinato, ubicados en pleno centro de la ciudad, obligaban a ver y a convivir con la pobreza y la marginalidad. Los 12 13 14

Luisi (1918b: 141-142). Ibíd., 139,141-142. El salario Real (1927:

46).

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inquilinatos crecían al ritmo de las oleadas inmigratorias; de 480 en 1888, con una población de 17.778 personas, pasaron en 1908 a 1.130, albergando a 34.867 personas.15 Inmigrantes recién llegados y criollos desplazados, honestos y marginales, compartían esas casas, vivían sin luz, sin aire ni agua potable. Lo médicos de la época se sintieron especialmente conmovidos por esa realidad. La visita médica los sensibilizó frente a los dramas que asistían a diario. Paulina documentó el impacto: Quien ha penetrado en estos vergonzosos conventillos donde cada familia se cobija en la única cama donde yacen hacinados en montón informe padres e hijos, se habrá preguntado c o m o yo alguna vez [...] ¿cómo es posible que se conserven el pudor y el recato en el alma de esas criaturas, testigos obligados de las necesarias groserías de la vida? 16

La mejora de la vivienda popular fue un reclamo constante del cuerpo médico, la salubridad combatiría las epidemias, la protección a la madre trabajadora y la mejora de los salarios evitarían las enfermedades y mejoraría la "raza" asediada por la decadencia si estas condiciones de vida se mantenían. Los médicos expresaron el deseo de reformar el orden social que producía esas diferencias extremas. Eso explica que tantos de ellos hayan sido socialistas o batllistas. Pero también expresaron el temor frente a la disgregación que amenazaba las bases del orden social y, como no podía ser de otra manera, lo expresaron en términos biológicos. La "eugenesia", que se había difundido ampliamente en las primeras décadas del siglo, estructuró su discurso sobre los pobres. 17 Fue la utopía de una sociedad gobernada por la biología, y aunque en la traducción local el vínculo con la reforma social mitigó sus rasgos más cru15

Di Segni/Pellegrino (1969: 166). Luisi (1918a: 146). 17 Véase Sapriza (2006: 890). Esta corriente, iniciada por Francis Galton a fines del xix, difundida a través del positivismo y el darwinismo social, se implemento en medidas coercitivas sobre la sexualidad y la reproducción en numerosos países del área occidental. En Sudamérica predominó la versión latina, influida por el transformismo del francés Jean Baptiste Monet de Lamarck, que sustentaba la transmisión de los caracteres adquiridos, lo que permitía dar importancia al medio ambiente tanto como a la herencia genética, matiz optimista que justificó los proyectos de mejora de la calidad de vida de la población. La eugenesia estructuró discursos destinados a lograr identidades sexuales "normales" que garantizaran la "natural" integración de estas sociedades. 16

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dos, no pudo evitar la ambigüedad política. Del higienismo preocupado por el control de las epidemias se pasó a la eugenesia y ésta se formuló claramente como una nueva tecnología del sexo (Foucault 1987). Los eugenistas se reclutaban entre juristas, políticos, siquiatras, demógrafos y planificadores sociales activos en la arena política. La orientación político-social de cada uno determinó la interpretación que hicieron de la eugenesia. Al promediar el siglo, lo que algunos de ellos señalaron como "desviaciones" de la eugenesia, la intolerancia y la xenofobia, en realidad era una parte sustantiva de la misma y desde sus orígenes. El etnocentrismo y el racismo constituían el meollo de esta corriente iniciada en la Inglaterra de la expansión imperialista. El eugenismo perdió vigencia al finalizar la Segunda Guerra Mundial y sus huellas se borraron. Sin duda el impacto que tuvo en la opinión pública el Juicio de Nuremberg (1946) al condenar los crímenes del nazismo cometidos, en parte, en nombre de la eugenesia, explicaría este silenciamiento, lo que no debería hacernos olvidar la incidencia que logró en casi todos los países latinoamericanos en un período crucial para ellos, cuando se fraguaron las identidades nacionales modernas y se redefinió el lugar de la mujer.

REDES DE AMISTAD Y COMPROMISOS

Yo deseo sinceramente exista entre nosotras una buena amistad; sin ninguna arrière pensée, en la que no encontremos trabas ni obstáculos que no nos creen mutuamente compromisos. Una amistad que nos deje entera libertad la una respecto a la otra para pensar o para obrar. Así ud. no pensará mal de mí si tardo en contestar a su carta, ni yo lo pensaré de ud. si hace lo mismo, sabiendo que no es el deseo de charlar un rato lo que nos falta, sino el tiempo, la ocasión, etc. Una amistad franca que nos permita decirnos lo que pensamos, en fin algo que sea un placer y no una carga ¿Convenido? (Correspondencia de Alicia Moreau a Paulina Luisi. Buenos Aires, 1916). 18

Las mujeres médicas comenzaron a explorar la eugenesia y la higiene social. Así lo hizo Alicia Moreau, con quien Paulina mantuvo una amistad de cuya intimidad da cuenta el fragmento que transcribimos. 18 Biblioteca Nacional. Depto. de Publicaciones y Archivo Literario. Archivo Paulina Luisi, Correspondencia, Caja-M. Buenos Aires, 15 de agosto, 1916 (formato pequeño, hojas dobladas al medio).

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La correspondencia deja ver los múltiples planos compartidos entre estas dos mujeres médicas y políticas. En ellas se hace referencia a compañeros de ruta —ya sea por ser colegas o compartir el ideario socialista, feminista o sufragista— que la invitaban a participar en cátedras o tribunas, o tal vez fundar organizaciones como la liga contra la trata de blancas, en ese año de 1916. A lo largo de las cartas son mencionados los nombres de los argentinos José Ingenieros, Emilio Coni o Aristóbulo del Valle, y el propio Juan B.Justo, quien será el compañero de Alicia. Se deja ver asimismo que Paulina era huésped frecuente en la casa de los Moreau en Buenos Aires, como expresa este fragmento de una carta del 19 de octubre de 1916: Ya sabe ud. que en casa la esperamos. Papá estará en la dársena a la llegada del vapor, yo n o podré acompañarla pues a esas horas tengo clase pero la veré u n rato por la mañana. ¿Cuánto tiempo piensa quedarse con nosotros? ¿Meses? ¿ Q u é dicen Luisa y Helena? [dos hermanas de Paulina] N o he recibido ni una línea de ellas. 19

En los textos intercambiados no faltan expresiones de suma familiaridad, como "dice ud. que le han sacado el cuero" [con motivo de la conferencia que dio en el Ateneo Popular] "algún imbécil sin duda", que trasuntan un trato llano que les permitía mostrar facetas críticas aun de sí mismas, incluso en la evaluación de su profesión de médicas que tanto orgullo les proporcionaba pero las hacía vivir siempre exigidas y en tensión. Sra. Paulina Luisi M i q u e r i d a a m i g a . V e r d a d e r a m e n t e n o sé c o m o c o m e n z a r mi carta ¡ Q u é habrá d i c h o U d . de mí! Le aseguro q u e n o ha pasado u n solo día sin q u e m e dijera: Esta n o c h e voy a contestar su carta. Sin embargo solo lo hago hoy. Es cierto q u e tengo circunstancias atenuantes. H e t e n i d o e n f e r m o s e n casa, lo estuve yo, después y gracias a u n a f u e r t e epidemia de gripe h e t e n i d o m u c h o trabajo f u e r a del consultorio. A h o r a las cosas se n o r m a l i z a r o n u n p o c o . Aprovecho una hora de libertad. Lo que he protestado por este maldito oficio en el que uno no se pertenece y está a disposición de todos aquellos a quienes se les ocurra caer enfermos. Maldito oficio! Creo que no envejeceré en él [el destacado es m í o ] . 2 0 19

Biblioteca Nacional. Depto. de publicaciones y Archivo Literario. Archivo Paulina Luisi, Correspondencia, Caja-M. Buenos Aires, 19 de octubre de 1916 (papel encabezado por impreso: Dra. Alicia Moreau, enfermedades internas de señoras. Consultas de 9 a 4 p.m. Paso 17-Unión 5080. Mitre). 20 Biblioteca Nacional. Depto. de publicaciones y Archivo Literario. Archivo Paulina Luisi, Correspondencia, Caja-M. Buenos Aires, 15 de agosto de 1916.(formato pequeño, hojas dobladas al medio).

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Las feministas de la primera hora se apropiaron de la eugenesia en el afán de convertirla en herramienta de la reforma social. Fundaron un espacio de autonomía y la demanda de u n rol público propio en t o r n o a los intereses p o r la maternidad y la infancia; pero más adelante se vieron inmersas en las prescripciones eugénicas y maternológicas de la nueva medicina social que, c o n el m e n s a j e del " r e t o r n o al h o g a r " , restringieron el d e s e m p e ñ o de la mujer en el espacio público. 2 1 Paulina examinó entre 1916 y 1919 las posibilidades que brindaba una legislación eugénica para resolver graves problemas de salud. Su p u n t o de vista combinaba la visión de médica con el de feminista y reformadora socialista bajo la influencia del neolamarckiano francés Adolphe Pinard. Era una utopía, que anhelaba, [...] para nuestros descendientes las más hermosas condiciones, así físicas como mentales, tan íntimamente relacionadas entre sí que repercuten unas sobre las otras indefectiblemente. Aspirar a que nuestros hijos sean fuertes, hermosos, sanos llenos de vida y de vigor, y que sustenten sobre este físico un espíritu y un corazón en armonía, ¿que mayor aspiración, que mayor ensueño de felicidad para el futuro, que mejor conquista a realizar?22 Sistematizó sus ideas sobre el tópico en Algunas ideas sobre Eugenia, publicado en 1918 y Para una mejor descendencia, de 1919. Además exploró estas ideas en artículos publicados en revistas y periódicos de los que ella era colaboradora habitual y en Acción Femenina, la revista del Consejo Nacional de Mujeres, de la que era directora. Promovía el control de la natalidad —el n e o maltusianismo—, la e d u c a c i ó n sexual e incluso aceptaba el aborto, aun a sabiendas de que contrariaba "la corriente de ideas admitidas hoy" y que iba "contra la legislación penal de todos los países". Había que remontarse a la Grecia antigua para encontrar las raíces de la eugenesia, aunque la formulación moderna era "una consecuencia natural de la teoría de Darwin sobre la selección natural en el origen de las especies". 23 Establecida la genealogía, definía el eugenismo como: La ciencia que estudia los fenómenos relativos a la natalidad, a la buena natalidad, esto es, a la producción de ejemplares sanos y mejorados de nuestra espe21 22 23

Sapriza (2006:910). Luisi (1919:3). Ibídem, p. 4.

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cié, se denomina Eugènica, esto es buena generación. Ella sintetiza en su nombre la trascendencia de los problemas que estudia para el devenir de la raza. 24 U n b u e n p r o g r a m a e u g è n i c o debía c o m e n z a r p o r e d u c a r el " i n s t i n t o " , (al q u e t o d o s los eugenistas d e d i c a r á n especial a t e n c i ó n ) : El progreso de salvaje a civilizado ha domado todos los instintos [...] La naturaleza toma en esto su revancha, manteniendo todavía salvaje e indisciplinado el instinto de la especie, a pesar del sello que la civilización ha impreso en los individuos. La eugenica, en una de sus aplicaciones prácticas trata, precisamente de civilizar este instinto de la generación encaminándole a la producción de descendientes que señalen un progreso sobre sus antecesores... Este es también el concepto de Pinard, la "puericultura antes de la procreación" [...] Es en suma someter el instinto genésico a disposiciones o leyes, en otros términos "civilizarlo". 25 Las c o n c l u s i o n e s m á s osadas d e P a u l i n a Luisi e n t é r m i n o s d e e u g e n e s i a e v i d e n t e m e n t e s o n las q u e se r e f i e r e n a la m a t e r n i d a d . A s o c i ó , o p o r t u n a m e n t e , a n u e s t r o e n t e n d e r , la r e i v i n d i c a c i ó n d e l o " p r o p i o " d e las m u j e r e s c o n la " m i s i ó n " d e ciudadanas, e n m o m e n t o s e n q u e se estaba d i s c u t i e n d o lo p e r t i n e n t e del s u f r a g i o f e m e n i n o . D e s g l o s ó ese p l a n e n el a r t í c u l o d e " A c c i ó n F e m e n i n a " q u e r e c o g í a su c o n t r i b u c i ó n al S e g u n d o C o n g r e s o A m e r i c a n o del N i ñ o , q u e t u v o l u g a r e n M o n t e v i d e o del 18 al 2 5 d e m a y o d e 1 9 1 9 . E n él e x t r a j o c o n s e c u e n c i a s m u y p e r s o n a l e s , e n p a r t i c u l a r e n el i n c i s o : " l e g i s l a c i ó n y s o c i o l o g í a " , d o n d e se a n i m ó a p r o p o n e r el e s t a b l e c i miento de un "matriarcado". E n o t r o a r t í c u l o e n Acción Femenina,

s o b r e " M a t e r n i d a d " , se explayará

sobre la idea: La obra de gestación, de alumbramiento, de crianza, es una labor que le corresponde en absoluto, que es la razón misma de su diferenciación en la especie, que es su razón de ser en la vi da.... Y sin embargo nadie le reconoce un valor social determinado.... ¿en qué cantidad sería estimado? [...] La gestación es un trabajo [cursivas mías]. La maternidad, tarea primordial de la mujer no es considerada absolutamente para nada como rendimiento social, ¿que extraño que en más de una ocasión la mujer pretenda sacudirse y deshacerse de esa carga? ¿ C ó m o resolverlo? [...] para la mujer la maternidad es un trabajo más, por eso las obreras

24 25

Ibidem. Ibidem, p. 8.

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Graciela Sapriza francesas cansadas de esa explotación, preguntaron ¿El estado pide hijos?, !que los haga! Acosadas por la necesidad y la fatiga, las obreras plantearon el problema tan aterrador como doloroso: ¡o morir de hambre o el aborto! La obrera se niega a la maternidad porque le es más fácil, porque la fabrica o el taller son ineludibles. Si se estima que un hombre, como valor social representa una suma de U$ 5.000 (tarifa norteamericana), ¿puede discutirse la enorme riqueza que aporta una robusta y abundante natalidad a la riqueza colectiva?26

E N T R E PARES

El médico argentino Emilio C o n i compartía con Paulina Luisi la profesión, los ideales socialistas y la preocupación por llevar a la práctica las ideas eugénicas. Esa comunión de intereses los llevó a realizar presentaciones conjuntas en congresos o asambleas científicas. En la R e u n i ó n Abolicionista realizada en Montevideo (octubre de 1919), Emilio Coni comentó el trabajo de Luisi sobre educación sexual. Citó asimismo sus propios trabajos, entre otros, Memorias de un higienista. El hecho de compartir las mismas preocupaciones y traducirlas al lenguaje de la ciencia, nos habla por u n lado, del surgimiento de una incipiente comunidad científica, facilitada por la frecuencia de las reuniones y congresos nacionales y regionales que comienzan a realizarse en esos años.Y por otro al creciente interés de estos médicos-reformadores en incidir en las políticas públicas de sus países. Esta motivación llevó a muchos de ellos a participar activamente en las instituciones de gobierno y en la política. C o n i quizá f u e el p i o n e r o de la eugenesia en el R í o de la Plata, pues habló de la necesidad de u n certificado prenupcial en el Congreso Panamericano de Chile, en 1907. Publicó en esa fecha Control de la natalidad y esterilización eugénica, enumerando las medidas más recurrentes de la eugenesia: el control de la natalidad, el certificado de salud previo al matrimonio; con el objetivo de preservar la salud de la nación.Y el recurso de impedir la procreación con la medida extrema de la esterilización. En 1919 C o n i presentó u n proyecto sobre certificado m é d i c o prenupcial al secretariado ejecutivo del Departamento Nacional de Higiene que n o obtuvo aprobación. Santín Carlos Rossi, que se recibió de m é d i c o en 1910, perteneció a la misma promoción de graduados que Paulina Luisi, con quien mantuvo una estrecha amistad y colaboración profesional. Fue d o c e n t e en enseñanza

26

Acción Femenina, n o v i e m b r e - d i c i e m b r e de 1919, pp. 1 7 9 - 1 8 1 .

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secundaria y en la universidad. Profesionalmente se desempeñó c o m o siquiatra en dependencias de la Asistencia Pública Nacional, sucedió a Bernardo Etchepare en la Cátedra de Clínica Psiquiátrica. Su obra de mayor peso es el Criterio Fisiológico, que se publicó en 1919. Y debe ser tenida en cuenta su labor política en la educación, fue presidente del Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y N o r m a l entre 1930 y 1933. Si bien Rossi no aparece identificado con las corrientes eugenistas, sí participa de las corrientes "materialistas" e interesa mencionarlo p o r su adhesión al lamarckismo, q u e c o m o h e m o s t e n i d o o p o r t u n i d a d de expresar, tuvo directa influencia en el pensamiento eugenésico en su versión latina. Rossi desarrolla una línea apegada a la del científico francés Félix Le D a n t e c . 2 7 Rossi define el objetivo del Criterio fisiológico al expresar: "Este ensayo quiere demostrar que la vida humana debe armonizarse en u n justo equilibrio de las funciones orgánicas, de acuerdo a u n criterio fisiológico. El hombre tiene dos aspectos que debe colmar y mantener, que son la animalidad y la h u m a nización". 2 8 Esta propuesta lo enmarca en "la más estricta doctrina lamarckiana", al decir de M a ñ é Garzón, en el respeto a las ideas generacionistas y transformistas. Rossi se adentra en las diferentes funciones, y al llegar a las reproductoras, dice: Tocamos a esta altura el punto más debatido en las cuestiones que abarca la reproducción, la herencia de los caracteres adquiridos y sea cual fuere la opinión que merezca la herencia de los caracteres adquiridos y el mecanismo de la transmisión de estos, la existencia de enfermedades y de temperamentos familiares demuestran que hay una herencia fisiológica y una patológica. 29

El libro de Rossi tuvo una repercusión sensible. A la hegemonía positivista spenceriana en las ideas uruguayas sucedieron dos corrientes que, si bien

27

La literatura científica se difundió en el país a través de la "Bibliothèque de Philosophie Scientifique" que dirigió Gustave Le Bon. Esta colección era editada por Flammarion de París y fueron traducidas casi simultáneamente al español por la Editorial Sempere de Valencia. Tuvo una decisiva influencia en el Uruguay entre 1910 y 1940 como divulgadora de la ciencia con obras de autores franceses de orientación biológica lamarckiana. Le Bon publicó en ella sus obras: L'Evolution de la matiere (1905), L'Evolution del Forces (19907) y L'Evolution Actuelle du Monde (1927). (Mañé Garzón 1990). 28 Mañé Garzón (1990:198). 29 Rossi (1919:152-153).

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originadas en el positivismo, se venían separando progresivamente. Por u n lado, la del empirismo, el de la filosofía de la experiencia y de la vida representado porVaz Ferreira, R o d ó y Massera y p o r otro lado del cientificismo más o m e n o s materialista q u e promovieron Carlos Reyles, Pedro Figari y Santín Carlos Rossi y que se atuvieron a la interpretación de la vida en su inmediata relación biológica. 3 0 E n su f u n c i ó n c o m o director de Enseñanza y presidente del C o n s e j o Nacional de Enseñanza Primaria y N o r m a l presentó u n sustancioso informe en el que resumía los tres años de actuación al frente de esta institución. La Memoria sobre el estado de la Enseñanza Primaria de la República (1930-1933) se convierte en u n testimonio de la aplicación de esa corriente materialista en la enseñanza y, en ese sentido, es u n espacio de afectación de la teoría y la práctica. La importancia de la educación, y de la "Escuela Activa" que él impulsaba " c o m o la herramienta constructiva que los educadores del siglo XX p o n e n al servicio de la especie abocada a situaciones nuevas", fue destacada p o r Rossi en el discurso inaugural del Congreso de Inspectores realizado en agosto de 1932. E n su alocución destacó las aptitudes creadoras q u e deberían tener las generaciones futuras, porque el pasado planteaba problemas limitados y de solución relativamente fácil, pues para conquistar la Libertad solo basta saber morir; el presente es más complejo, pero todavía nos protegen las leyes de la evolución... en cambio el futuro está lleno de incógnitas e interrogantes, y el hombre de este siglo asistirá seguramente a situaciones de sorpresa, bruscas mutaciones de la especie desorbitada en que a los problemas de la Libertad se sumarán los del interés emulado para la acción, [cuyas soluciones le competirán] en su totalidad al pueblo, al Todo, al Número, a la Cantidad, a esa masa que según la fuerte imagen de Ortega y Gasset ya no quiere esperar más y se rebela, reclamando el sitio de dirigente sin estar preparada para dirigir. Educar a los hombres para ese destino fatal e inevitable es la misión de la Escuela Primaria en todo el mundo, nuestra misión en el Uruguay [destacado mío]. 3 1

Las "bruscas mutaciones" de la especie regidas por las leyes de la herencia, planteaban incertidumbres, aún más cuando se trasladaban en forma metafó30 31

Mañé Garzón (1990: 204). Rossi (1933:89).

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rica a conmociones sociales y guerras. En la interpretación de Santín Carlos Rossi, la "última guerra europea" (se refiere a la de 1914-1918) fue "Casi una mutación en la marcha de la especie". 3 2 Asimismo, varios eugenistas se referirán a la guerra, donde morían los más fuertes y jóvenes, como la "pérdida del capital genético" de esa sociedad. Y a este hace referencia Santín Carlos Rossi. Los cambios obsesionaban a los planificadores sociales, la confirmación de la "selección por azar" a través de la difusión de las leyes mendelianas, removía certezas y permitía prever catástrofes sociales. El temor al "otro" se depositaba en la "masa", en el "número", o en la "plebe macilenta". Las circunstancias políticas pueden explicar parte de estos miedos, en momentos en que se ampliaba el concepto de democracia, con la aprobación del sufragio universal masculino en la Constitución de 1919 y se anunciaba como inminente la aprobación del voto femenino —de hecho, en Uruguay se aprobó en diciembre de 1932—, que incorporaría al ejercicio ciudadano a la mitad de la población. Mateo Legnani, también contemporáneo de Luisi, fue un eugenista práctico y político. Batllista, médico y legislador durante varios períodos. C o n vencido anticlerical, obsesionado por la idea de decadencia y vacío, pretendió sustituir el credo religioso por el laico de la higiene. Es paradigmático que una de sus obras se llame Catecismo de Higiene (1917), erigiendo a la salud como sustituto de la religión. La nueva ética se basaba en el disciplinamiento de las pulsiones. Todo se refería a la contención de sí mismo, poniendo énfasis en la sexualidad. Era necesario el gobierno de sí mismo para lograr una vida larga opuesta a la vida intensa porque, "La enfermedad no perdona a los que viven intensamente", sentenciaba Legnani en el Catecismo de Higiene.

E L FRACASADO INTENTO DE IMPONER UNA BARRERA AL MATRIMONIO

Los eugenistas pensaban en términos de solidaridad con la especie. Era necesario depurar "la raza", preocupación que justificaba incluso intervenir en las alianzas matrimoniales para prevenir el contagio de la sífilis. El temor a la sífilis se asentaba en estadísticas hospitalarias de escasa rigurosidad; distintos informes del período denunciaban que el 20% de la pobla32

Ibidem.

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ción que ingresaba a los hospitales sufría de sífilis. Existían otros miedos encubiertos en estas cifras; a lo "desconocido", por ejemplo, a los cambios de todo tipo que traía la modernización y la pérdida de las señales de reconocimiento de una sociedad hasta ahora controlada. La transformación en las conductas de las mujeres se sumaba a la ruptura de tradiciones. El ingreso de las mujeres al mercado de trabajo las hacía desempeñarse en oficinas, tiendas y profesiones —y no solo en los tradicionales puestos de obreras o domésticas—. Los cambios legales, básicamente las sucesivas leyes de divorcio (1907, y la de "sola voluntad de la mujer" de 1913), las habían habilitado para una creciente autonomía familiar. El acceso a la educación secundaria y universitaria, y el inminente sufragio femenino, instalaba a las mujeres en el espacio público. Ni hablar de los cambios corporales y la moda. Las mayores se despojaron del corsé, las más jóvenes acortaron las polleras y el cabello en los años veinte. Circulando libremente por las calles de la ciudad, hacían tangible su presencia, planteando nuevamente el problema del control. Unas décadas atrás, la prostitución había actuado como "metáfora de control". Como refiere la historiadora Margaret Rago para Brasil:33 a medida que un número creciente de mujeres disfrutaba de mayor libertad, mayor énfasis se ponía en el encierro "reglamentario" de las prostitutas. Pero en los años 20 las transformaciones eran incontenibles. Resultaba evidente que se imponían otras estrategias. Era necesario controlar, encauzar esos cambios: proteger a las mujeres, salvaguardar a la familia y la descendencia. Aunque algunos, como el escritor Medina Betancort, persistían en culpar a las mujeres como las causantes del desorden moral: "la falta de recato en la mujer que por desproporción del número entre los sexos o por precipitación carnal la lleva a una temeraria oferta pública de encantos que otrora sólo reservaba al hombre que la hacía su esposa".34 La doble moral sexual permitía (en eso no se cambiaba) que los varones se iniciaran sexualmente con prostitutas y obligaba a las jóvenes de familia a llegar vírgenes al matrimonio. Se establecía un nexo misterioso entre las "honestas" y las "caídas" y ése era el varón, ahora visualizado como el principal agente de la transmisión de la sífilis. Las mujeres corrían el riesgo de ser infectadas por esposos de los que, además, si eran inmigrantes, nunca se conocían sus antecedentes familiares. La "liberalidad de nuestras leyes inmigrato-

33

Rago (1991). La Razón, Montevideo, martes de 13 de julio de 1920, p. 7. Entrevista a Manuel Medina Betancort. 34

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r i a s " p e r m i t í a q u e c u a l q u i e r a v i n i e r a a " m e z c l a r s e c o n n u e s t r a s hijas, q u e tanto h e m o s c u i d a d o s y q u e c o n s i d e r a m o s p u r a s c o m o u n a g o t a d e r o c í o " , d e n u n c i a b a el m é d i c o M i g u e l B e c e r r o d e B e n g o a e n 1 9 2 0 . L a i n m i g r a c i ó n daba " e n t r a d a a hijos d e sifilíticos, d e t u b e r c u l o s o s , d e a l c o h ó l i c o s , d e e p i l é p ticos, d e c a r d í a c o s " . 3 5 ¿ Q u i é n p o d r í a controlar esos

flujos?

L a historiadora Ivette T r o c h o n sostiene q u e , El sexo y sus prácticas se convirtieron en estos años en uno de los centros de la reflexión pública. La libertad sexual fue vista con preocupación. Para algunos porque el descontrol de la energía sexual femenina podía socavar los cimientos de la familia uruguaya. Para otros obsesionados por el higienismo, por el peligro de la expansión de las enfermedades venéreas, particularmente la sífilis. [....] La "fabricante de ángeles" por la gran cantidad de abortos que provocaba constituía un peligro para el "porvenir de la raza". La sífilis unía, cual cordón invisible, dos mundos aparentemente separados: el del burdel y el del hogar. D e allí las intenciones plasmadas en diversos proyectos de exigir a los hombres el certificado prenupcial de salud, supuesta garantía de una procreación libre de las huellas estigmatizadoras de aquella enfermedad. 3 6 L a i m p l e m e n t a c i ó n d e u n c e r t i f i c a d o m é d i c o p r e n u p c i a l f u e u n a d e las m e d i d a s p r o p u e s t a s y j u n t o a ella se discutió la s a n c i ó n del delito d e c o n t a g i o v e n é r e o a u n q u e n i n g u n o d e los proyectos presentados l o g r ó a p r o b a c i ó n parlamentaria.37

U N PLAN DE REGENERACIÓN MORAL L a d o c t o r a P a u l i n a L u i s i b r e g ó a f a v o r d e la e d u c a c i ó n s e x u a l d e s d e la infancia, i d e a q u e h i z o p ú b l i c a e n distintos c o n g r e s o s e f e c t u a d o s e n el R í o d e la Plata. E n la R e u n i ó n A b o l i c i o n i s t a , realizada e n o c t u b r e d e 1 9 1 9 e n M o n t e v i d e o , p r e s e n t ó su plan d e e n s e ñ a n z a sexual. E n esa o c a s i ó n el c o m e n -

Becerro de Bengoa (1951: 30). Trochon (1998: 66). 3 7 La obligación de tratarse las enfermedades contagiosas se plasmó en la Constitución aprobada en 1934 en pleno período de la dictadura de Gabriel Terra. Según su artículo 43: "El Estado legislará en todas las cuestiones relacionadas con la salud e higiene públicas, procurando el perfeccionamiento físico, moral y social de todos los habitantes del país. Todos los habitantes tienen el deber de cuidar su salud, así como el de asistirse en caso de enfermedad". 35

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tarista fue el médico argentino Emilio Coni, quien señaló que Paulina, socialista c o m o él, había sido "tildada de anarquista y revolucionaria p o r la Dirección de Instrucción Pública", dados los planteos avanzados que contenía su Plan de Educación Sexual. 38 Los contenidos n o eran escandalosos, p o r el contrario todo apuntaba a lograr la contención de los impulsos, a promover la castidad, a disciplinar la voluntad a través del ejercicio físico, una alimentación adecuada y el uso del raciocinio para "combatir el instinto, para educarlo y sofrenarlo". E n Para una mejor descendencia (1919), Luisi señalaba la necesidad de " d o m a r " o "someter" el instinto, en otros términos, "civilizarlo". El progreso, llevando al hombre del estado salvaje al civilizado de hoy ha domado todos sus instintos, refrenándolos con leyes más o menos justas, pero ha descuidado completamente el más poderoso de todos, porque es superior al de la conservación de la vida individual: el de la reproducción. La naturaleza toma en esto su revancha, manteniendo todavía salvaje e indisciplinado el instinto de la especie, a pesar del sello que la civilización ha impreso en los individuos.39 Había que educar para lograr el rechazo al sexo. La descripción de las manifestaciones de la sífilis, provocaría seguramente espanto en un auditorio joven. Aparición de granos en forma de vejigas o ampollas del tamaño de una arveja y hasta una avellana llenas de un líquido que muy pronto se transforma en pus. Estas ampollas se rompen y se recubren de unas costras verdosas o rojizas [...] El recién nacido sufre de un corrimiento fétido por la nariz (coriza) con pus sanguinolento y que forma costras verdosas en los orificios de la nariz. 40 La sífilis aparecía persiguiendo a los contagiados, generación tras generación. Se ha estudiado la raza de las familias heredo sifilíticas, y se ha visto que ellas dan origen a seres raquíticos, idiotas, a individuos que presentan monstruosidades diversas, a niños retardados, chicos que a los diez o quince años, tienen aún la inconsciencia de la primera edad y que llegan a cometer actos de degeneración, entre los cuales el tragar sus propios excrementos, es de los más leves.41

38

39 40 41

Acción Femenina, a ñ o IV, n° 27, m a r z o d e 1920, p. 6.

Luisi (1919: 8). Ibídem, p. 25. Ibídem.

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En "Plan y métodos de Enseñanza sexual" publicado en Acción Femenina, la revista del Consejo Nacional de Mujeres en marzo de 1920, 4 2 Luisi desarrolló sus ideas c o n base en una serie de preguntas: ¿cuándo comenzar?, ¿dónde?, ¿qué debía contener c o m o enseñanza?, ¿cómo debe darse esta enseñanza? Sostuvo que la educación sexual debía comenzar desde que el niño frecuentaba la escuela. Esta enseñanza se debía impartir en todas las escuelas: normales, de adultos, secundaria, preparatoria, facultades, primarias y del hogar. E n las diferentes materias se darían las nociones apropiadas. E n Higiene, se abordaría la profilaxis de las enfermedades evitables por contagio (venéreas) y se expondría sobre higiene de las "perversiones sexuales", dentro de las cuales incluía la " m a s t u r b a c i ó n " , c o n u n sugerente "etc.". Dedicaba t o d o u n capítulo al logro de la "castidad c o m o medio de dar vigor al cuerpo". En ella jugaba u n rol importante la "acción de la voluntad sobre los deseos genésicos". 4 3 Dedicaba otro importante segmento al " R e s p e t o hacia la m u j e r " dentro del que incluía el combate a la "coquetería e incitaciones inconscientes de la mujer en búsqueda de m a r i d o " y "la seducción y la paternidad ilegítima y el abandono de la madre y el niño". Hacía un especial énfasis en el "sentimiento de la familia y el respeto a la maternidad": "La maternidad es la más alta función de la especie", subrayaba Paulina Luisi en el texto. 4 4 U n a parte importante de la exposición se destinaba al delito de contaminación y la responsabilidad moral del h o m b r e que se casaba o realizaba el acto sexual estando enfermo ante la "transmisión de herencia distrófica a los hijos". Por último denunciaba las "ideas y educación viciosa q u e ejerce el prostíbulo sobre adolescencia y juventud". Al enunciar el numeral "Prostitución", declaraba: "funesta enseñanza que se deriva del concepto "mal necesar i o " : la reglamentación de la prostitución crea en el á n i m o del pueblo el concepto de su legitimidad". En su programa n o descuidaba la "acción de las lecturas libertinas y frecuentación de cabarets y espectáculos licenciosos, de las lecturas y conversaciones pornográficas". 4 5 C o m o vemos, todo u n plan de regeneración moral.

42

Acción Femenina, a ñ o IV, n ° 2 7 , m a r z o d e 1 9 2 0 , p. 2 5 .

43

Ibídem. Ibídem, p. 27. Ibídem, p. 28.

44 45

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U N "MAL INCALCULABLE" PARA LOS CATÓLICOS

U n a nueva exposición de Paulina Luisi sobre educación sexual durante el Segundo C o n g r e s o M é d i c o Nacional, realizado en M o n t e v i d e o en 1921, e n c o n t r ó la oposición espontánea del m é d i c o Juan B. Morelli, "atrevido y audaz en una asamblea médica cuyos componentes n o se distinguían ciertamente por su austeridad religiosa", c o m o relata en el prólogo Juan Quagliotti (ex presidente de la Federación de la Juventud Católica del Uruguay). M o r e lli expuso en la misma tribuna, "el criterio de la castidad, pura y simple, para nuestra juventud, hasta la hora del m a t r i m o n i o " . Más tarde desarrolló estas ideas en u n librillo, A propósito de la instrucción sexual, que fue difundido c o m o manual por la Acción Católica en Uruguay y Argentina. 4 6 Juan B. Morelli n o se contentaba con " d o m a r " el instinto c o m o planteara Paulina Luisi, q u e desde tendencias laicas, t a m b i é n predicaba la castidad. Morelli n o aludía al instinto, sino al "sentimiento sexual", que no debía asimilarse a los apetitos elementales del hambre y la sed, "ante todo porque n o se trata de u n instinto indispensable y necesario para la vida de cada u n o " . "Animalesco en su origen" se mantenía c o m o tal en algunos seres, era débil en otros y se asociaba a sentimientos que "tienden a encarrilarlo, a dominarlo, a hacerlo olvidar" en muchos. Este sentimiento era "avivado p o r la imaginación y es silenciado o adormecido por el raciocinio y p o r el miedo". 4 7 E n realidad, la castidad y la contención, eran puntos de coincidencia con quienes, c o m o Paulina Luisi, abogaban p o r la educación sexual; las discrepancias se planteaban alrededor de los principios a inculcar, "es decir, los principios de la moral sexual", aclaraba Morelli. Centraba su posición en la siguiente interrogante: "¿qué moral vais a enseñar vosotros que n o r e c o n o céis otro control a la moral que el que le puede dar la ciencia?". Agregando, Vamos a suponer que queráis enseñar los postulados de la moral pura que la distinguida conferenciante declara profesar como nosotros: ¿cómo se va a impedir que algunos maestros, "más emancipados de los yugos del oscurantismo" no se crean con el derecho de hacer la crítica de la doctrina añeja, demostrando la

46 Morelli (1922). Se editó con prologo del Dr. Juan N. Quagliotti, ex presidente de la Federación de las Juventudes Católicas, y fue publicado por la Federación de la Juventud Católica del Uruguay, con el subtítulo: "A los padres y educacionistas. A los jóvenes". Fue reeditado por la Liga Argentina de la Juventud Católica con el título Castidad y

Pudor e n 1929. 47

Ibídem,p. 10.

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lógica científica y las conveniencias de las doctrinas modernas? En estas cuestiones tan delicadas bastarían los comentarios burlescos o el tono de mofa para sembrar la duda o desacreditar los sanos principios en el corazón de los niños, para despertar o alentar sentimientos peligrosos, para provocar los comentarios entre ellos, que raramente serían beneficiosos. Y la curiosidad malsana y la instrucción recíproca con niños mayores ¿que consecuencias tendrían? Me parece que el mal resultante sería sencillamente incalculable (resaltado en el original). 48

De hecho, la educación sexual no se implantó nunca en la enseñanza oficial, salvo en los programas destinados a formar a los educadores. Y en ello tuvo especial incidencia la ubicación de Paulina Luisi como catedrática de Higiene Social para el Magisterio, entre 1925 y 1930. A pesar de esos destacados desempeños es frecuente encontrar en las comunicaciones de Paulina el enojo por no ser atendida por sus contemporáneos ni reconocidos sus aportes. "Todas las ideas que he expuesto sobre estos asuntos han pasado inadvertidas", señaló en una conferencia, y al mismo tiempo ironizó que veía a las mismas, "de pronto hacer su presentación en la sociedad montevideana del brazo de algún cariñoso padre putativo". Por una travesura de la suerte, en vez de ser hijas de padre desconocido, han resultado serlo de madre ignorada. Y me he callado, porque he comprendido que, con la legislación y las costumbres actuales, una criatura resulta mucho más beneficiada y mucho más feliz cuando tiene la suerte de poder presentar un papá cualquiera, aunque sea... un papá honorario. 49

CODA

Al avanzar el siglo, la eugenesia se convirtió en un campo de tensiones políticas y se fue impregnando de los debates y enfrentamientos propios de la entreguerra. En los años treinta la eugenesia era considerada una pseudociencia en contradicción con los descubrimientos de la genética moderna y además estaba desacreditada por razones políticas (Stepan 1991). Paradójicamente fue en esa década cuando más se expandió en la región y logró aplicaciones prácticas. Sostenemos que los golpes de Estado de 1930 en Brasil y Argentina —en 1933 en Uruguay—, dieron lugar a gobiernos ultraconserva48 49

Ibidem, p. 11. Luisi (1918c: 71-72).

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dores que brindaron un marco propicio para la intervención de esta ideología que se cubrió con los ropajes de la ciencia. El contexto explica que algunos médicos que inicialmente habían promovido la eugenesia se desvincularan de esta corriente, como es el caso de Paulina Luisi. Las circunstancias, además, la obligaron a asumir definiciones políticas drásticas que terminaron superponiéndose a la actividad profesional y científica, que de todas maneras, siempre fue encarada como un aspecto más de lo social. En marzo de 1933 se produjo el golpe de estado de Gabriel Terra —unos meses antes se hubiera aprobado la Ley de sufragio femenino (1932)—. La dictadura hizo que Paulina recuperara su veta más política y combativa por esta situación. R e n u n c i ó a todos sus cargos oficiales por su posición "de absoluto repudio al régimen". Participó en el frente opositor al golpe y fue puntal del movimiento de solidaridad con la España republicana que constituyó a su vez una de las más fuertes expresiones de resistencia al régimen. En 1938 dictó la conferencia "Dos ideologías, dos culturas" con un fuerte pronunciamiento antifascista, este acto realizado en el Ateneo de la Plaza Libertad marcó un hito en la oposición al terrismo. Sus principios la llevaron paradójicamente —o no— a recomendar a las mujeres que no votaran en las primeras elecciones en las que hacían uso de este derecho por el que ella había luchado toda su vida. Las elecciones realizadas ese año fueron fuertemente cuestionadas por "continuistas" del terrismo. La líder sufragista aconsejó en esa ocasión la abstención, por entender que serían conducidas "como ovejas de un rebaño" por los políticos conservadores.

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A CARREIRA MÉDICA DE CARLOTA PEREIRA DE QUEIROZ: E N T R E MISOGINIA E IDENTIDADE PÚBLICA

Mónica Raisa Schpun Centre de Recherches sur le Brésil Contemporain

(CRBC)-EHESS,

París

Carlota Pereira de Queiroz (1892-1982) pertenceu a urna prestigiosa familia das elites paulistas. Educadora nos anos 1910, médica desde 1926, ela foi a primeira deputada federal do país (1933-1937), tendo assinado a Constituido de 1934 ao lado dos outros 252 deputados, todos homens. Re-eleita deputada em 1934, exerceu seu mandato federal até o golpe de Estado que insituiu o Estado Novo no final de 1937. Até meados de 1936, continuou sendo a única mulher na Cámara Federal, pois só entao a líder feminista Bertha Lutz, eleita suplente, assumiu seu mandato, com a morte de um deputado. Até o fechamento do legislativo por Vargas, as duas mulheres estiveram juntas no recinto da Assembléia - o que nao implicou de modo algum rela9Óes solidarias entre ambas.1 Além de ter alcanzado um destaque social indiscutível, ocupando espatos de poder, Carlota atravessou fronteiras separando o masculino do feminino, e penetrou em campos sociais quase ou totalmente ocupados por homens, como a medicina e a política, e marcados por urna cultura masculina expres-

1 Sobre sua carreira política e suas relagoes com Bertha Lutz, ver, entre outros: Raisa Schpun (2002,1999a, 2004a).

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sa em códigos de comportamento e de linguagem, de cumplicidade e de rivalidade. Neste texto, abordarei questòes ligadas à sua carreira médica, perpassada pelas relaçôes de poder que constituem a ordem do gènero. 2

O s ESTUDOS

E m 1920, Carlota inscreveu-se na Faculdade de Medicina e Cirurgia de Sào Paulo. Segundo eia, essa decisào foi marcada por urna grande resistencia familiar, sobretudo paterna. Por isso, teria escondido a iniciativa, antes de ser aprovada nos exames de admissào. Porém, a resistencia nào foi somente externa: Cariota deixou-se realmente intimidar pela força desta barreira, expressa nào somente pela defesa, que enfrentou durante anos, de prerrogativas exclusivas de acesso ao campo da Medicina por parte de profissionais homens - prerrogativas extremamente práticas do ponto de vista da concorrência. Sua iniciativa tocava, além disso, em um verdadeiro tabu que mantinha as mulheres afastadas do exercicio de urna profissào intimamente ligada à nudez, ao corpo humano, seu funcionamento, seu estudo, e sobretudo que tem, como base, a ciencia e nào a assistenza aos doentes e necessitados, campo repleto de mulheres enfermeiras, acompanhantes, etc. Frente a tal barreira, eis urna das estrategias empregadas por Cariota, e da qual falou anos mais tarde, quando ocupou o cargo de presidente honoraria da Associaçâo Brasileira de Mulheres Médicas (ABMM). Discursando para urna platéia de membros da organizaçâo, referiu-se a si mesma, retrospectivamente: procurei m e vestir m u i t o mais severamente para frequentar as aulas, na convicçào de q u e tornava urna decisâo quasi pecaminosa. As minhas j o v e n s colegas de hoje, nas suas toilettes ao rigor da m o d a , usando r o u g e e baton s e m preconceitos, talvez n à o realisem q u e esse aspecto severo q u e às vezes as intimida e que as

fizeram

m e escolher c o m o Presidente nada mais é d o q u e c o n s e q u e n c i a desse p e r i o d o de adaptaçào. 3

Carlota refere-se, nesta reflexâo, a um problema que enfrentou ao longo de toda sua carreira politica e médica, ao quai mais de um de meus entrevisSobre sua carreira mèdica, ver ainda: M o n i c a Raisa Schpun (1997, 2001, 2004b). Entrevista à revista médica Pulso, 1963, manuscrito, pp. 11-12. N a s citaçôes, foi mantida a grafia original. 2

3

A carreira médica de Carlota Pereira de Queiroz

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tados, que a conheceram em diversas situagóes e círculos de relagóes, também mencionaram. Assim, u m deles, também médico, declarou: A senhora sabe que ela nao tinha atrativo físico, né? Nao, era feia. Nao tinha atrativo físico algum. Mas, quando se manifestava, era brilhante. Tinha urna inteligencia privilegiada e urna cultura muito extensa. Eu me lembro até de urna coisa e n g u a d a que havia depois da revolufao [Constitucionalista de 1932, em Sao Paulo4] na revista humorística, no jornal humorístico chamado A Manha. E veio entao num desses números do jornal o retrato déla, e embaixo escrito: "Dizem que Sao Paulo perdeu a revoluto por falta de armas, mas estamos vendo que lá havia cada canhao!" A senhora sabe: as mulheres feias sao apelidadas de canhao. Nao sabia disso? E, canhao... "havia cada canhao!" [riso] e o retrato de Carlota, né? Sem o nome déla... só podia reconhecer quem a conhecia pessoalmente, né?5 Escapou ao narrador o fato de que Carlota era conhecida publicamente, por fotos publicadas nos jornais e por sua presenta freqüente nos espatos públicos a partir da Revolugao de 1932, quando nao somente mobilizou-se, junto as mulheres das elites paulistas, mas esteve próxima da direfao do movimento, masculina. A identifica^ ao da foto com uma legenda tornava-se entao realmente inútil e o riso podia socializar-se. Sem contar que os m e m bros das familias tradicionais das elites paulistas, que compunham, em linhas gerais, o meio de freqüenta^ao de Carlota e de seus íntimos, nao necessitavam de suas aparifóes públicas para reconhecé-la na publicado em questáo. Trata-se de iniciativa realmente eficaz, pois aqueles que nao a (re)conheceram eram inofensivos neste caso. O depoimento nao se limita a ilustrar com requinte a misoginia enfrentada por Carlota. Ele toca, além disso, na questao das aparéncias, da beleza e da feiúra. E nao por acaso. R e t o m e m o s o encadeamento discursivo do trecho citado: o entrevistado c o m e f o u por trazer a informafáo da feiúra e da falta de atrativos físicos de Carlota. N a frase seguinte, construida em oposifáo á 4

A Revolufao de 1932 foi levada a cabo pelos paulistas e tinha como bandeira de luta a volta ao Estado de direito, dois anos após a tomada do poder por Vargas. O movimento teve suas origens em círculos das elites regionais paulistas que o dirigiram, ainda que estas tenham conseguido dar-lhe uma expressao regionalista tanto na época quanto na memoria construida. Tais elites, hegemónicas em nivel nacional durante toda a Primeira República (1889-1930), foram afastadas do poder por Vargas e ambicionavam antes de tudo, em 1932, uma volta ao centro da cena política. 5 Entrevista, 31 de marfo de 1996.

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primeira ("Mas...") eie tratou de forma elogiosa dos seus dotes intelectuais. O que serve somente de compensalo, sorte de prèmio de consolarlo logo abandonado, deixado quase entre parènteses, pois a d e s c r í o que se segue é evidentemente o ponto forte da recordafào, que divertiu muito seu autor. A questào central envolvida é mesmo a da feiúra de Cariota, verdadeiro "canhào". Ora, o fato de urna mulher que alcan9ou prestigio e reconhecimento públicos, que se aproximou realmente do poder como eia o fez, ser privada de dotes físicos, conforta quase perfeitamente demais os estereotipos misóginos ligados às mulheres intelectualizadas. Ao mesmo tempo, a irrefutabilidade de seu itineràrio desvia-se de um conjunto de investimentos particularmente ativos entre os anos 1920 e 1930 que insistiam, de modo quase intimidador, no caráter inato e natural, na mulher, senào da beleza física, certamente da luta ininterrupta para alcanfá-la. 6 Contrariando tais iniciativas disciplinadoras, Carlota provocou, por contraste, urna intensificafáo das rea90es misóginas baseadas em estereotipos definidores da feminilidade. A ordem do mundo parece avessar-se com Carlota. Ordem percebida como natural, na qual as mulheres nao somente lutam como podem para afastar-se ao máximo dos "canhóes" — ou ao menos desta imagem —, mas também colocam-se no campo oposto ao do prestigio e ao do poder individualmente alcan9ados.Toda a dificuldade, nao gratuitamente transformada em derrisáo, vem justamente do fato de que, no caso de Carlota, as fronteiras entre o feminino e o masculino, nào impediram esta p r e s e r a extremamente incòmoda, porém irrefutável, em um campo tao masculino quanto a medicina, de um"canhào". 7 Mas voltemos à experiencia de Carlota como estudante de Medicina. No inicio, cursando a Faculdade de Sao Paulo, juntamente com outras duas colegas, eia enfrentou atitudes hostis de colegas e professores. Em 1923, transferiu-se para o Rio de Janeiro e passou a freqüentar os cursos da Faculdade Nacional, onde encontrou um ambiente menos provincial e mais acolhedor. As alunas eram agora cinco, e as rela^òes com os colegas mais abertas. Segundo um de meus entrevistados, também médico, tal m u d a b a era contraria às tendencias da época, quando 6

Temáticas que abordei em Raisa Schpun (1999b). Dois elementos ligados ao contexto da fala em questào merecem ser resgatados. 1) Trata-se de u m Jlash de memoria que nào respondia a n e n h u m a pergunta previa e que, ao contràrio, sucedeu a u m m o m e n t o de silencio prolongado. 2) O entrevistado pareceum e u m tanto enciumado e procurou, de forma discreta, mas p o r mais de urna vez, diminuir o brilho da carreira de Carlota. 7

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era muito comum os rapazes cursarem o primeiro ano no R i o de Janeiro e depois se transferirem pra Sào Paulo, porque o primeiro ano aqui [em Sào Paulo] era muito apertado, as reprova^òes eram freqiientes, entào faziam o primeiro ano numa faculdade onde o curso era mais fàcil, e depois vinham continuar aqui. Eia fez o contràrio. Comefou aqui e depois, do segundo [na verdade terceiro] ano em diante, cursou a Faculdade Nacional de Medicina, como se chamava amigamente. 8

Na verdade, a decisào de come^ar em Sào Paulo deveu-se, nào a urna atrafào pela formafào tida corno mais difícil, mas a um impedimento real: somente a faculdade paulista, por ser estadual, aceitava os exames de "suficiencia" prestados após a Escola Normal — onde Carlota tinha se formado educadora anos antes - , como equivalentes do diploma ginasial masculino. Carlota nào tinha escolha, ao contràrio de seus colegas homens e, durante os primeiros anos do curso, tentou obter o reconhecimento da equivalencia de seu diploma de educadora em nivel nacional, para poder, em seguida, tranferir-se ao R i o de Janeiro. Mesmo assim, eia afirmou que o professor Miguel Couto (1865-1934), seu mestre e grande incentivador, aconselhou-a nessa direfào dizendo que, em Sào Paulo, " o número limitado de alunos tornava muito mais eficientes os trabalhos práticos nos laboratorios e no anfiteatro". 9 E m carta sem data, mas tratando do mesmo assunto, disse-lhe o professor: Sabe pelo que já conversamos que estou de accordo com o seu programma; comece ahi [em Sào Paulo] e venha depois [para o R i o de Janeiro] terminar o curso ao lado do Fernandes Figueira para honrar a nossa Faculdade. 10

O entrevistado citado anteriormente utilizou, nào gratuitamente, os termos "atrativos físicos" para designar as características físicas que comporiam, na mulher, os traaos da beleza. Estes promoveriam a coincidencia entre a mulher e sua natureza feminina, tendente a desenvolvè-los, revelá-los, sublinhá-los ou, no pior dos casos, buscá-los. Somente aquelas que nào os possuíam de modo algum consolar-se-iam ocupando espatos que nào lhes eram próprios, masculinizando-se. Pois masculinizar-se, para urna mulher, significa

Entrevista, 31 de manpo de 1996. Carlota Pereira de Queiroz, entrevista à revista médica Pulso, op. cit. 1 0 Miguel Couto, carta a Carlota Pereira de Queiroz, Rio de Janeiro, s/d, manuscrito. E assim continua sua carta: "Tenho tanta certeza de que há de vir a representar um papel na pediatria brasileira como a de que amanhà estaremos dando outra volta ao redor do Sol." Id., ibid. 8

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no caso enfear-se — ou, ao menos, deixar-se ficar feia. Referindo-se de modo mais brando à questào — e falando de si mesma —, Carlota explicou, no discurso citado acima, proferido na ABMM, que atravessar fronteiras, entrando num campo profissionai quase totalmente proibido às mulheres, se nào implicava feiúra, requería seguramente apagamento. Eia afirmou que se vestía e se apresentava de modo sòbrio, evitando que eventuais "atrativos físicos" lembrassem seus colegas estudantes, quase exclusivamente homens, e seus mestres, exclusivamente homens, que urna presenta feminina se impunha. Pois além de sentir-se numa afào "pecaminosa", como preferiu afirmar, eia pagou caro essa aparÌ9ào, preferindo diluir o quanto possível a diferencia e o contraste que trazia com seu corpo, para esses espatos, antes de mais nada físicos, corpóreos. Neutralizar-se era entào (também) masculinizar-se. De fato, inúmeras descrifòes, impossiveis de comprovar, e outros tantos indicios de situafòes misóginas vividas, comprovam as dificuldades que viveu naqueles anos de faculdade, ao que tudo indica, cotidianamente. Urna destas describes, para mencionar somente um exemplo, refere-se ao fato de que, numa aula de anatomia, um pènis teria sido colocado dentro de sua bolsa.11 Depois de transferir-se para o R i o de Janeiro, Cariota beneficiou do apoio direto e da hospitalidade de Miguel Couto. Médico da familia, Couto teria ajudado a vencer as fortes resistencias do pai de Carlota quanto à sua decisào de tornar-se médica. E, desde o período da faculdade paulista, seguiu e orientou sua discipula. Em 1926, defendendo urna tese sobre o cáncer, Carlota recebeu seu diploma. Para a cerimònia de formatura, urna troca de correspondencia com a familia, em Sao Paulo, tratou dos arranjos para a compra do anel correspondente à profissào, presente do pai, e da confecfào da toga a ser usada na cerimònia de formatura. Durante as provas do traje, exasperada, a jovem formanda concluiu que se tratava de um traje masculino, inadaptado a urna mulher. A reflexào insere-se num contexto mais geral, das dificuldades vividas ao longo dos anos de estudos, ao lado de colegas, e sobretudo de professores homens. Estes resguardaram com afinco as prerrogativas de (quase) exclusividade masculina do meio médico contra eventuais infiltrares femininas, indicativas de urna possibilidade de convivencia mista que os obrigaria

11

Agradego a Maria Lucia de Barros Mott pela informataci, obtida através do depoimento da obstetriz Malvina de Oliveira R a m o s (pesquisa de pós-doutorado FAPESP/EEUSP "Caminhos Cruzados: os cursos para formafào de parteiras e enfermeras em Sào Paulo, 1890-1971").

A carreira medica de Cariota Pereira de Queiroz

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a repartir com mulheres honras, prestigio e as demais vantagens do campo. Carlota já pressentira sem dúvida o problema, que se acentuou, como veremos, depois da conclusào dos estudos. Entretanto, é justamente esse lado masculino da profissào que parece tè-la atraído. Eia abandonou a carreira anterior, de educadora, que exercera durante mais de dez anos, dizendo: Desiludi-me com a carreira de professora; o meio era acanhado, nào havia grande futuro, os melhores lugares eram dos homens. Eu aspirava a mais... Deixei o magistério público, continuando só a dar aulas particulares para ter certa independencia econòmica. 12

O itineràrio de Carlota esclarece-nos ainda sobre certos aspectos da negociado custosa das mulheres de seu tempo para poder penetrar na esfera pública de atividades: antes de come^ar seus estudos de Medicina, eia passou pelo magistério, tendo inicialmente optado por essa formarlo, tipicamente feminina, e bem aceita na época. Eia operou ai urna espécie de compromisso social, adquirindo pouco a pouco urna autonomia de escolhas e de decisòes, sem porém ter desprezado, no inicio, o destino geralmente trabado para urna mulher de seu meio. Além disso, o fato de ser solteira quando optou pela carreira médica, tendo entào 28 anos, garantiu-lhe urna autonomia maior de escolhas em relafào às mogas mais jovens, ainda em idade de casar ou, mais ainda, em relafào àquelas que, com a sua idade, já estavam casadas. N o momento da formatura, sua carreira médica estava apenas come^ando, o que nào deve ser subestimado: se o simples fato de terminar um curso de Medicina, já era certamente um feito para urna mulher da época, conseguir penetrar em seguida no meio professional trazia dificuldades ainda maiores, das quais Cariota nào escapou. Pois estudar nào apresenta as mesmas i m p l i c a r e s que viver de sua profissào, dispor de autonomia financeira, ombrear com os colegas homens em práticas correntes que demarcam precisamente urna posifào social, tais como dispensar receitas, trocar correspondencia com seus pares, ou ainda contribuir para o desenvolvimento da ciencia, decifrando o fúncionamento do corpo humano. O conselho inicial de Miguel Couto, como vimos na carta citada acima, dirigia Carlota para a pediatria: após sua chegada ao Rio de Janeiro, em 1923, eia freqüentou a enfermaría do pròprio Couto e a do pediatra Antonio Fer-

12

McGregor Hellstedt (1977: 86).

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nades Figueira. Na primeira, foi a segunda mulher a trabalhar como interna, depois de Ursulina Lopes, com quem manteve rela^òes e trocou alguma correspondencia. Ali, os casos infantis eram deixados para Cariota, coerentemente com a o r i e n t a l o dada pelo mestre. Dirigir Carlota para a pediatria nào era algo gratuito, tendo em vista nào somente seu passado de educadora e o fato de que cuidar de crianzas poderia de certo modo neutralizar a barreira existente entre a profesionalizado de urna mulher e a medicina, mas também a percep^ào geral, que se tinha na época, sobre a rela^ào entre educa9ào e saúde. Para ficarmos somente no arco de suas rela^òes, seu mestre Miguel Couto considerava a e d u c a l o como o problema capital do país e, num registro sanitarista e higienista, assim intitulou um livro publicado em 1933: No Brasil só ha um problema nacional: a educafào do povo.13 Neste mesmo registro de reflexòes, mas de forma personalizada, a pròpria Cariota afirmou, falando de sua experiencia no magistério, durante a qual o anseio em tornar-se médica ter-se-ia acentuado: Foi a epoca d o inicio do sistema Montessori, da autoria da grande medica italiana, que revolucionou o ensino pre-primario (...). O s problemas psiquicos que apresentavam os meus alunos tinham muitas vezes causas físicas, causas biológicas e hereditárias, que eu sentia necessidade de conhecer. 1 4

Carlota foi, de fato, urna pioneira do método Montessori no Brasil, que estudou, defendeu e procurou aplicar nos anos 1910. Como Maria Montessori, abra^ou as duas profissoes, de educadora e médica, mas numa ordem invertida, já que sua inspiradora italiana come^ara pela medicina, antes de desenvolver suas teorías pedagógicas. O interesse de Carlota pela clínica médica ultrapassou, contudo — e rapidamente —, aquele pela pediatria, e sua queda pelo trabalho em laboratorio comefou a surgir. Na época, eia come^ara a freqüentar o servido de Joaquim Moreira da Fonseca, sucessor de Carlos Chagas na cadeira de Medicina Tropical. Simultaneamente, ñas enfermarías de Couto e de Fernandes Figueira, eia interessou-se cada vez mais pelos numerosos casos de anemia, o que a levou a voltar-se para a hematología, aínda durante os anos da faculdade.

13 14

R i o de Janeiro, Typ. do Jornal do Commercio, 1933. Carlota Pereira de Queiroz, entrevista à revista médica Pulso, op. cit.

A carreira mèdica de Cariota Pereira de Queiroz

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Para sua tese, Carlota d e d i c o u - s e ao e s t u d o d o cáncer, n u m p r i m e i r o m o m e n t o c o n c e n t r a n d o - s e n o s tecidos infantis e, e m seguida, ampliando e generalizando o trabalho, pelo qual recebeu o prèmio M i g u e l C o u t o . 1 5 A l é m do prèmio, sua tese foi bastante elogiada, inclusive por seus colegas de turma, alguns dos quais eram seus amigos, apesar da diferen^a de idade que os separava. E o caso d e R o d o l p h o d e Freitas, q u e escreveu a respeito ao a m i g o c o m u m José A u g u s t o Lefèvre: vou fallar a voce do meu enthusiasmo pela thése de nossa querida amiga Dona Carlota. C h e g u e i ha p o u c o de là, o n d e li u m capitulo q u e foi refundido, sobre a "cellula canceros" e o capitulo referente aos trabalhos experimentaes por ella realisados. Esta tudo exceliente, magnifico e eu julgo que a these vae causar sensafào. Tudo foi b e m estudado, bem cuidado, c o m o tudo quanto Dona Carlota faz. C o m o synthese da questào é admiravel; como confecf ào, óptima. A parte em que se nota a c o n t r i b u i t o da intelligencia, do raciocinio, está impressionante. E o numero de observafòes assim como o cuidado com que ellas foram seleccionadas, darào grande fundamento à these, o que será ainda mais apreciado, pelas inumeras photographias e microphotographias. E u m trabalho q u e honraría qualquer pessoa, que dignifica q u e m o fez, o meio em que foi feito, a escola, e principalmente, a escola Miguel Couto. 1 6 E m 1926, ano da tese, Marie Curie visitou o Brasil, onde fez urna sèrie de conferencias. Carlota integrou a comitiva oficial que a recebeu e teve ocasiào de 15

Carlota Pereira de Q u e i r o z , Estudos sobre o cáncer (indagafdes clínicas e

experimentáis),

R i o de Janeiro, Typ. do Jornal do Commercio, de Rodrigues & C., 1926,273 pp. O premio Miguel Couto é conferido anualmente, ainda hoje, pela Academia Nacional de Medicina, a um trabalho inédito na área de Patologia Clínica e Experimental. Criado em 1926, na Faculdade de Medicina do Rio de Janeiro, foi assim chamado em homenagem ao jubileu de Miguel Couto no magisterio. Em 1929, data do centenario da ANM, passou a ser conferido por esta instituido. Carlota foi entào a primeira ganhadora de tal premio que, na versáo distribuida pela ANM, consta de um diploma; nào consegui verificar se, no caso de Carlota, também foi esse o premio recebido. Com efeito, um cartào sem data, assinado por um amigo Paulo, do R i o de Janeiro, menciona a remessa da "importancia do premio". Fora este, ao que me consta, Carlota nunca recebeu nenhum outro premio em sua carreira. Cf. cartào de Paulo (P.A.Vergne de Abreu), s/d, manuscrito. 16

Rodolpho de Freitas, carta ao amigo José Augusto Lefèvre (em Sao Paulo), R i o de Janeiro, 21 de novembre de 1926, manuscrito. O destinatàrio entregou a carta à amiga Carlota, que a guardou em seus arquivos.

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Mônica Raisa Schpun

ILUSTRACIÓN 1 Carlota com Marie Curie no R i o de Janeiro.

conversar com a dentista. Urna pequeña correspondencia existiu entre as duas, mas também entre Carlota e a filha Hélène, que acompanhou Marie Curie ao Brasil. Mais tarde, durante viagem de estudos à França, Carlota foi recebida pelas duas. Esse contato parece tê-la impulsionado a prosseguir nos estudos e a caminhar na direçâo da profissionalizaçào, oferecendo-lhe modelos femininos fortes que, merecendo grande admiraçào da sua parte, correspondiam à sua visào da ciencia e da medicina, na quai a pureza de interesses ocupava um lugar preponderante. Aliás, no momento em que refletiu sobre o caminho profissional a seguir, essa visâo sobre a medicina apareceu de modo marcante.

PERÍODO DE TRANSIQÁO: A ESPECIALIZADO

Carlota carregava na verdade dois tabus principáis quanto ao exercício da medicina. O primeiro referia-se á nudez e á relafao com o corpo em sua materialidade. Assim, surgiu a possibilidade da compra do consultorio de urna ginecologista alema instalada em Sao Paulo, que decidirá retornar á

A carreira mèdica de Cariota Pereira de Queiroz

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Europa. A clientela "vasta" estando feita, Carlota encontrar-se-ia ¿mediatamente numa s i t u a l o profissionai confortável, c o m a qual nào contava na época, debatendo-se contra inúmeras dificuldades. Numa carta jamais enviada ao mestre Miguel Couto, eia referiu-se ao assunto: Pensei em substituí-la e me atirar assim à luta. Mas, isso seria desvirtuar os meus fins porque nao foi com o intuito de ganhar dinheiro apenas que estudei medicina. Posifào social já tinha evidente, para nào precisar procurar sobressair. A educarlo recatada de m o p brasileira que ainda recebi nào permite que eu evolua tào rapidamente e elimine assim essa condifào de mulher em que estou colocada pela convefào para dar um passo desses. Isso, por enquanto, só serve para a mulher alemà, já suficientemente evoluída, eu só com sacrificio poderia fazè-lo. Levadas pela necessidade outras o farào e a evolufào se farà também entre nós, mas, nào é esse o papel que me compete porque nem mesmo a ambifào do dinheiro me sustentará. Até nos meus próprios olhos eu me desmereceria, acabaria tendo urna decepfào comigo mesma. Julgar-me-ia incoerente, ambiciosa e isso ainda me faria sofrer mais.17 A explicarlo dada, extremamente sincera, c o m o parecem ter sido suas relafòes com Miguel Couto, colocava em rela^ào direta o primeiro tabu que mencionei acima, com o segundo. Assim, se seu recato nào permitía o contato clínico constante com as partes íntimas do corpo feminino, o tabu ligado à relafào com o dinheiro impedia-a de exercer a medicina sem colocar em primeiro plano objetivos puramente ligados à busca pelo conhecimento. Esta segunda barreira, cujo desrespeito arriscava de "desmerecè-la" a seus próprios olhos, nào parece ter sido, como alias o primeiro tabu mencionado também nào o era, urna prerrogativa da e d u c a l o recebida por Cariota. Outros tinham esse dado como um principio, em se tratando de urna mulher. U m de seus colegas dos anos da Faculdade de Sào Paulo, que se tornou em seguida u m amigo bastante íntimo, escreveu-lhe tocando justamente neste assunto, da seguinte maneira: Na sua carreira a ambifào nào deve ser dupla, como na dos homens. Nós desejamos attingir a gloria e a fortuna. A senhora deve ter em mira principal a gloria. Toda a sua condifào requer isso.18 17

Cariota Pereira de Queiroz, esbofo de carta nào enviada a Miguel Couto, fevereiro de 1928. 18 José Augusto Lefèvre, carta a Cariota Pereira de Queiroz, Sào Paulo, 2 de agosto de 1928, manuscrito.

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Assim, para as mulheres, a "condicio" exigía a falta de ambifòes financeiras, que eliminavam as possibilidades reais de autonomia. Entretanto, Carlota nào pretendía abrir mào da "fortuna", vantagem considerável da profissào, que conheciam bem seus colegas, a c o m e a r pelo fato de que o casamento nào estava (mais) em seus planos, mas também porque, como deixou claro em sua correspondencia familiar daqueles anos, eia nào possuia fortuna pessoal que lhe permitisse enfrentar a medicina como diletante. Eia financiara seus estudos sozinha, grabas a um aluguel de que dispunha, e queria — precisava — estabelecer-se logo como profissional. A obtenfào do premio Miguel Couto parece estar na origem de urna promessa que Carlota recebeu de Guilherme Guinle logo após a formatura. Trata-se do projeto de c o n s t r u y o de um Instituto do Cáncer no R i o de Janeiro, cujos recursos viriam de urna doafào importante da parte do mesmo Guinle. O projeto estava previsto para dali a um ou dois anos e, enquanto isso, para solidificar sua bagagem e sua experiencia, eia decidiu, ainda seguindo conselhos de Miguel Couto, investir tempo e dinheiro na sua especializad o em oncologia, sem esquecer seu gosto pela hematologia. Assim, depois de fazer suas contas, partiu para urna viagem de estudos na Europa: entre maio de 1927 e fevereiro de 1928, seguiu cursos na Franga e na Alemanha, além de encontrar médicos e visitar instituifòes na Italia, na Suifa e na Inglaterra. Eia escutou e encontrou grandes especialistas em cáncer, mas também em hematologia, trazendo para alguns deles cartas de recomendagào de Miguel Couto. Ainda ligada a seus antigos interesses pela pediatria, pois enquanto estudante da Faculdade de Medicina de Sào Paulo trabalhara no servido pediátrico de Pinheiro Cintra, na Santa Casa de Misericordia, Carlota visitou hospitais e servidos pediátricos, sobretudo na Alemanha, modelo na época para a medicina brasileira, e particularmente para a pediatria. Eia escreveu a respeito a alguns de seus correspondentes e mostrou-se efetivamente admirada pelos avanzos que teve a oportunidade de verificar no modo de acolher e tratar as crianzas doentes. Seu projeto profissional, para o momento da volta ao Brasil, envolvía sua instalado definitiva no R i o de Janeiro, onde trabalharia como pesquisadora do Instituto do Cáncer, segundo a promessa feita por Guilherme Guinle. Contudo, considerando que o gosto pela pesquisa nào seria suficiente para garantir-lhe a situa^ào material almejada, planejou estabelecer-se também, privadamente, no ramos das análises clínicas, abrindo seu pròprio laboratário. Tratava-se de dominio ainda pouco desenvolvido no Brasil e Carlota conta-

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ILUSTRACIÓN 2 Carlota na Charité de Berlim.

va com a promessa de varios amigos e colegas cariocas de enviar-lhe pacientes. Tudo isso fora muito pesado, pensado e planejado. Eia aproveitou entào a viagem à Europa para adquirir, sobretudo na Alemanha, os instrumentos de precisáo adequados, inexistentes no país, cujas vantagens descobriu e cujo funcionamento aprendeu durante cursos particulares pagos que recebeu em hospitais. O investimento era de monta e Carlota pesava cuidadosamente cada aquisifào e viajava em condifòes de grande economia, visando sempre seu objetivo maior. As despesas e o cálculo estratégico que as envolvia, tendo em vista o aproveitamento daquilo que estava comprando após a volta ao Brasil, foram assuntos tratados em detalhe na correspondencia trocada com a familia, onde o dinheiro nào era tabu e onde suas ambifòes, senào de "fortuna", ao menos de conforto material, exprimem-se com liberdade. Em Paris, Cariota entrou em contato com o oncologista brasileiro Carlos Botelho Filho, trabalhando na época no servilo do professor Hartmann, no Hotel Dieu. Botelho acolheu-a com simpatia, apresentando-lhe os demais

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membros da equipe, e convidando-a, junto com mais um dos médicos dali, a voltar à cidade, após o verào europeu, para um período de pesquisas, fato que a encheu de grande entusiasmo. Mais tarde, Botelho seria convidado por Guilherme Guinle para dirigir o novo Instituto carioca, e aceitaría voltar ao Brasil para tal. Botelho sabia que Carlota fora convidada a trabalhar no Instituto, e sabia também que eia dispunha de tempo, antes da i n a u g u r a l o do mesmo; eie gostaria de tè-la em Paris, a seu lado, para um ano de pesquisas, fato que eia aprovou, mas para o qual necessitava de urna bolsa oficial, pois nào tinha mais como manter-se no exterior. Sabendo da visita iminente de Guinle a Paris, Botelho preveniu a colega, que se encontrava na Alemanha, dizendo-lhe que seria a ocasiào de mostrar ao benfeitor que eia tinha ali um espado garantido para pesquisas — e que estas só poderiam beneficiar seus trabalhos posteriores no Brasil. Assim, pensava Botelho, Guinle aceitaria investir por um ano na formarlo de Cariota, em Paris, antes da inauguralo do Instituto. Na volta da Europa, come^ou um período de grandes incertezas para Carlota. O Instituto ainda nào estava pronto, a bolsa para seu ano de estudos em Paris nào surgiu com a velocidade esperada, e eia tinha pressa em comefar a trabalhar, pois as reservas financeiras tinham se esgotado. Instalando-se provisoriamente no R i o de Janeiro para tentar resolver a situalo, eia escreveu à familia relatando o desenrolar da situarlo. O atraso ñas decisoes tornava-se longo demais, e eia lamentava o fato de que ninguém imaginava sua situafào financeira, assunto que nào podia abordar. Eia acabou voltando a Sào Paulo, sem as respostas necessárias, tào esperadas.

DIFICULDADES PESSOAIS, F R U S T R A L E S PROFISSIONAIS

Nesse momento, além das indefinifòes profissionais, Cariota foi assolada por problemas familiares graves. Sua irmà casula, Maria, nascida em 1906, tinha urna saúde frágil que come^ou a piorar de modo drástico. Desde os primeiros anos da década de 1920, existia urna forte preocupafào familiar com seu estado de saúde. Tratava-se, ao que tudo indica, de urna leucemia jamais precisamente diagnosticada, que atingia sistematicamente os ganglios. Inúmeras viagens a esta^òes termais brasileiras foram feitas com a mo^a, que comia pouco, perdia peso e sofria de dores fortes na garganta. A familia viveu momentos de grande aflifào, e notadamente a màe de Carlota. Esta, médica, com tese defendida em oncologia e cursos de especializado na Europa, res-

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sentia-se muito de nao conseguir ajudar a irmà, nem sozinha nem grabas a suas redes de conhecimentos profissionais. Nesse contexto, Carlota decidiu instalar-se em Sào Paulo, tendo em vista a falta de noticias tanto sobre o Instituto do Cáncer, quanto sobre o financiamento de sua volta à Franca onde trabalharia durante um ano junto a Botelho. Isso tudo num contexto em que sua s i t u a l o financeira era urna pressào constante para que comegasse a trabalhar. Apareceram entào outras dificuldades, inesperadas, ligadas à misoginia do meio paulista, onde eia sabia nào circular com a mesma facilidade que no Rio de Janeiro. Em sua carta já citada, nunca enviada a Miguel Couto, da qual existem duas versoes, urna de fevereiro de 1928, outra de j u n h o do mesmo ano, eia demonstrou ao mesmo tempo a consciència aguda que possuia do problema, e a dificuldade existente em verbalizar o assunto. Disse eia na versào de fevereiro: "Depois de enfrentar vitoriosa todas as lutas nunca pensei que teria agora a peor délas a sustentar — contra o egoísmo do homem". 1 9 Corrigindo-se, mas ainda angustiada, escreveu em junho, retomando a pena: "Nunca pensei que depois de enfrentar tantas lutas e sair vitoriosa de todas elas, ainda me restasse a pior a sustentar — contra o egoísmo humano!". 20 Da misoginia inicialmente sentida e expressa, eia passou assim, alguns meses depois, a urna análise mais "neutra" da situalo, referindo-se à concor r è n z a do meio, na qual alguns atores estariam lhe fazendo barreira, mas relegando à sombra a ligagào entre tais dificuldades e o fato de ser mulher. U m longo trecho da primeira versào da carta, contendo urna longa reflexào que seguia a passagem citada acima, deixava clara sua percepfào do problema, mas foi retirado do manuscrito de junho. Demonstrando grande lucidez, Carlota afirmou, no rascunho de fevereiro: Nunca fui sufragista e nem sou feminista. Aliás, acho que o feminismo nào existe. A mulher tem direito à vida como o homem e desde que as condif oes do mundo hoje a colocam no terreno de luta juntamente com ele, nào vejo razào para que ai também eia continue a ser a eterna protegida e nào possa ocupar a posifào correspondente a sua capacidade. Eia vencerá quando tiver qualidades para vencer e nào pelo esforfo de suas correligionárias. Assim como eia chegou a ser prof, farmacèutica, dentista, mèdica, e advogada, chegará a eleitora, a deputada, a ministra e a Chefe de Estado. (...) Portanto, a mulher vencerá nào pelo seu 19 20

Cariota Pereira de Queiroz, esbofo de carta a Miguel Couto, fevereiro de 1928. Cariota Pereira de Queiroz, esbozo de carta a Miguel Couto, junho de 1928.

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Monica Raisa Schpun voto, mas pelo seu esforzó, pela sua capacidade, pelo seu talento. Agora é que eia está sustentando a luta maior. O h o m e m nào está habituado à sua presenta n o campo de luta e levado pela protef ào que nele já se tornou instinto, quer dominá-la. Quando nao o consegue, ridiculariza-a. Mas, ele há de respeitá-la c o m o respeita u m correligionàrio e é por esse respeito que eu tenho lutado sempre e hei de ainda lutar. A luta profissionai nunca me aterrorizou. Sustentei-a suavemente, c o m o o senhor m e s m o constatou durante todo o m e u curso. Esta agora nào depende só de m i m mas eu hei de vencer também, porque estou preparada para

N a segunda versào, essa passagem, neutralizada, foi substituida pelo seguinte, talvez mais facilmente digerivel, a seu ver, pelo mestre: Mas, nào faz mal. Hào de se habituar à minha presenta aqui também, porque eu nào me retiro nem me dou por vencida. Se nào entrar por esse caminho, procurarci outro. A luta profissionai nào m e aterroriza, n e m a concorréncia m e assusta. Hei de procurar u m ramo c o m o o laboratòrio, em que possa lutar e m igualdade de condifòes, e também poderei vencer porque tenho o preparo para isso. 22

Neste mesmo momento, em meio às dificuldades em encontrar u m espado profissionai e à demora em receber as respostas tao esperadas, a saúde de sua irmà Maria piorou e os tratamentos se acumularam, entre curas em estagòes termais, viagens ao R i o de Janeiro, consultas com diversos especialistas e, principalmente, urna angùstia familiar que aumentava dia a dia. A familia decidiu entào levá-la à Europa. E m maio ou j u n h o de 1929, Cariota e a màe partiram com Maria para curas na Sui^a e consultas com especialistas suidos e franceses. Colegas e amigos de Carlota, que em geral conhecera durante sua precedente viagem de estudos, receberam-nas e deram seus pareceres sobre a saúde da mofa, que faleceu na Europa em janeiro de 1930. Trata-se de urna grande ruptura na vida familiar e na carreira de Carlota, que, na volta, instalou-se definitivamente em Sao Paulo, j u n t o à familia — e sobretudo à màe —, sem nunca mais insistir nos projetos anteriores, nem evocar os planos iniciáis de urna vida carioca. E m Sao Paulo, eia estabeleceu-se como clínica, tinha sua clientela fiel e numerosa, além de ter aberto seu labo-

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Cariota Pereira de Queiroz, esbofo de carta a Miguel Couto, fevereiro de 1928. Cariota Pereira de Queiroz, esbofo de carta a Miguel Couto, junho de 1928.

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ILUSTRACIÓN 3 Carlota na Academia Brasileira de Medicina em 1942. ratório, c o m os instrumentos de precisào trazidos da viagem de estudos à Alemanha.

VIDA PROFISSIONAL

Carlota exerceu a medicina até bem tarde em sua vida, ocupando diversos cargos e f u ^ o e s , a c o m e a r pelo Laboratorio da Clínica Pediátrica da Santa Casa de Misericordia, que chefiou até 1947, quando se transferiu, sempre c o m o " c h e f e " , ao servido de Hematología da Clínica de Obstetricia e Ginecologia da Faculdade de Medicina da Universidade de Sào Paulo, ali permanencendo até 1952, ano de sua aposentadoria. Carlota tinha entào 60 anos e continuou a clinicar privadamente, até que problemas graves de visào, nos anos 1960, impediram-na de seguir trabalhando. Paralelamente, eia tornou-se membro da Sociedade de Medicina e Cirurgia de Sào Paulo (1941) e foi a primeira médica brasileira a integrar, no ano seguirne, a Academia Nacional de Medicina — pertencendo também, a partir do mesmo ano, à Academia Argentina.

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ILUSTRACIÓN 4 Carlota na Associaipao Brasileira de Mulheres Médicas em 1961.

Sua entrada na Academia Brasileira de Medicina ocorreu sem surpresas para ela, tendo sido organizada com antecedencia por alguns de seus amigos cariocas, membros da instituido e autores da idéia. Na época, seu grande amigo Aloysio de Castro presidia a Academia e foi o idealizador do projeto, ao qual outros aderiram, notadamente Moreira da Fonseca e Miguelzinho Couto, filho do mestre (entao já falecido) e amigo de velha data da nova candidata. O grupo recolheu os votos e Aloysio de Castro, um dos seus correspondentes mais fiéis, manteve a amiga paulista informada do avanzo da situafao desde o laníamente de sua candidatura até o momento do voto, e da sua eleifáo. Em 1961, com 69 anos, Carlota foi convidada a exercer o cargo simbólico de presidente honorária da recém-fundada Associafáo Brasileira de Mulheres Médicas (ABMM), posi^ao que ocupou durante os tres primeiros bienios da associa^áo, até 1967. Segundo a médica Verónica Rapp de Eston, 23

23

Entrevista telefónica, dezembro de 2003.

A carreira mèdica de Cariota Pereira de Queiroz

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Cariota era, além de pioneira, um simbolo para muitas jovens médicas da época, um verdadeiro modelo, tendo-se destacado particularmente pela escolha de urna especialidade originai para urna mulher, a cancerologia, afastando-se dos campos mais tradicionalmente ocupados por suas (raras) colegas médicas, como a ginecologia e a pediatria. Naquele momento, Cariota ainda trabalhava e interessava-se pelo desenvolvimento do campo, inclusive em àmbito internacional. E assim que, no mesmo ano de 1961, participou da "2 a Jornada Brasileira de Cancerologia" e, quatro anos mais tarde, apareceu numa mesa das jornadas médicas da A B M M . Fotografías tiradas ñas duas ocasioes monstram-na como a única mulher a integrar o grupo composto, em cada caso, por especialistas da área.

MÉDICA ENTRE OS MÉDICOS...

E m mais de urna ocasiào, Carlota demonstrou ter a consciéncia exata da singularidade do espado que ocupou no meio médico, tendo explorado a seu favor urna identidade médica na qual o fato de ser mulher aparecía nao somente como um elemento de destaque, mas também como um elemento valorizante para sua carreira e seu itineràrio pessoal. Nesse sentido, em 1963, quando já ocupava o cargo de presidente honoraria da A B M M que, apesar de simbólico, trazia-lhe visibilidade pública, eia fez o discurso que citei no inicio deste texto, referindo-se às suas dificuldades do tempo da faculdade, quando usava a estratégia da discrefào, vestindo-se "severamente". E m seu discurso, referiu-se, por contraste, como vimos, às "jovens colegas de hoje", às quais dirigia-se. Estas eram aquelas que, quase quarenta anos após sua conquista do diploma médico, nào viviam mais os problemas evocados, que foram tao seus. Entretanto, o que mais nos interessa em sua fala, é que eia afirmou manter a mesma aparència "severa" 43 anos depois do inicio de sua f o r m a l o médica, época em que adotara conscientemente essa forma de apresentafào de si. E parecia ver com bons olhos tal "severidade", pois a eia imputou, na mesma frase, a causa de sua recente eleifào ao cargo de presidente da A B M M . Assim, além de neutralizar trafos femininos, por demais estrangeiros aos espatos da medicina nos anos 1920, considerava, posteriormente, seu "aspecto severo" como sendo sinal e garantia de respeito e respeitabilidade. Respeito e respeitabilidade que talvez o "rouge", o "baton" e as "toilettes ao rigor da moda" poderiam comprometer pois, apesar dos anos passados, a seriedade profissionai ainda passava, ao menos em sua opiniào, por

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um apagamento dos "atrativos físicos" - elemento cuja ausencia em sua apresentafào fisica foi espontaneamente afirmada por alguns de seus próximos que pude entrevistar. A neutralidade, condicio da seriedade digna da ciencia, por eia buscada na formulario citada (mas nào só ali), é masculina. Nos anos 1940 e 1950, a respeitabilidade médica de Carlota foi utilizada por eia e por seu partido (Uniào Democrática Nacional, UDN) para efeito de propaganda politica. 24 Sua identidade foi entào envolvida por urna aura de retidào cuja origem se encontrava fora da politica, situando-se, sobretudo, nos campos desinteressados — e neutros — da ciència. Carlota nào era urna mulher como as outras, e nem mesmo urna médica como as outras, já que o gosto pelas "toilettes ao rigor da moda", pelo "rouge" e pelo "baton" mantinham-na de certo modo afastada de suas colegas de profissào. Mais do que isso: Carlota transformou tal diferen^a em distinto. Quanto ao seu pronunciamento, pouco nos interessa saber se seu aspecto parecía ou nào realmente "severo" aos olhos das jovens médicas com quem convivia na ABMM, e para as quais pode representar um modelo feminino e profissional. Porém — e é esse o ponto —, eia estava segura de parecer "severa". Mais do que isso: tal imagem ocupou urna parte central em sua identidade, eia nào só nào a escondeu, como déla nào procurou fugir, tirando dai, ao contràrio, urna ponta de orgulho. Trata-se de urna imagem que, a seus olhos, resumia ou representava bem seu itineràrio, sua vida, podendo tornar-se o trafo que déla fosse conhecido publicamente. Urna imagem severa garantía, ao que tudo indica, urna completa ausencia de fissuras entre o que eia acreditava e desejava ser, entre como se via e como queria ser vista. Sua experiencia no convivio com os homens — e com o poder — ensinou-lhe que a severidade inspirava respeito, ao menos mais que a feminilidade. Ora, sua severidade — foi eia mesma quem o disse — estava no apagamento, mais ou menos intenso, dos traaos da feminilidade socialmente reconhecíveis na apresentafào física. Assim, de modo ambivalente, seu "aspecto severo" a satisfazia, representando o resultado de sua luta, do prestigio que conquistou, de seu pioneirismo e de sua singularidade. Entretanto, como nada é preto no branco, esse mesmo aspecto, que acabou cultivando, permitiu, simultaneamente, a existencia de julgamentos con24 Após seus mandatos dos anos 1930, Carlota ainda candidatou-se por duas vezes à Cámara Federal, em 1945 e 1950, sem porém conseguir se eleger.

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traditórios a seu respeito. Por um lado, abriu caminho para as atitudes e os pronunciamentos misóginos que teve de enfrentar, facilitando-os, dandolhes um suporte fisico e visivel, pois estes, em inúmeros momentos de seu itineràrio, apoiaram-se justamente em atributos físicos, lendo em seu corpo incompletude, ausencia de feminilidade, índices de masculinidade, mas também urna exterioridade definitiva em rela9ào aos espafos masculinos do social, devido a urna perten^a incontornável, pois fisica, ao universo do feminino. Por outro lado, possibilitou também tentativas de reabilitar sua feminilidade, recolocando-a em seu lugar, apesar de sua excepcionalidade. Mais de urna das minhas entrevistadas, mulheres, manifestaram-se espontaneamente nesse sentido. Assim, se nenhuma delas falou propriamente em beleza, pois algumas acharam-se no direito de precisar que Carlota nào era "bem formada de corpo", sendo larga, arredondada e baixinha, todas insistiram muito na sua elegancia. Segundo elas, Carlota gostava muito de manter urna vida social intensa, à qual dedicava muita importancia. E isso se liga, nessas diversas falas, a urna vaidade explícita e sempre positivada: E ao mesmo tempo [em que mantinha prioritariamente relaces com os homens] eia era muito muito feminina nesse negocio de, por exemplo, de gostar de se enfeitar, de gostar de jóia, de gostar das toaletes dela, de... e eia ainda tem o lado de consultar as cartomantes:"qual é a melhor cor pra o firn do ano", "qual é a melhor cor pra [risos] tal época". Quer dizer, sào trofos femininos... E, tem homem também que tem isso, nào é? Mas enfim... 25

Urna entrevistada informou-me ainda, tratando do seu periodo de maior projeijào (sobretudo os anos 1930), que as paulistas vestiam-se sobriamente, com dominancia de pretos e cinzas. Cariota gostava muito do Rio de Janeiro (onde vivera de 1923 a 1926 como estudante de Medicina, e, depois, durante seus mandatos políticos).Tinha ali sua costureira e vestia-se entào como as cariocas, com cores mais claras, marcando assim urna diferen^a a mais - fisica, no caso - em rela^ào às suas conterráneas. A foto emblemática de Carlota sentada na Cámara Federal, rodeada por homens, confirma tal asserfào. O contraste é duplo: eia é nào só a única mulher, mas a única personagem "branca", vestindo roupas claras, em meio aos demais, uniformemente trajados com cores escuras.

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Entrevista, 3 de agosto de 2000.

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Esse ponto merece urna pequeña digressào. Pois nào somente as mulheres entrevistadas insistiram sobre essa característica de Cariota, sua vaidade, seu apego à elegancia e sua preferencia por u m vestir mais leve, claro, ligado aos hábitos da capital, em oposifào ao caráter mais fechado e "severo" das paulistas, corno, além de tudo, isso encontrou espado de expressào na vida política. O r a , foi eia mesma que afirmou, c o m o vimos, que sua entrada n o campo medico fora marcada p o r urna exigencia de apagamento dos traaos visíveis da feminilidade. Por que entào, n o campo da política, as coisas nào se passaram do mesmo modo? Podemos imaginar, quanto a isso, que o prestigio do corpo médico, tao zelado p o r seus membros, pois dele cada u m tirava sua fatia, era dado p o r urna aura de sobriedade ligada à ciencia, aos estudos. Urna presenta feminina parecia destoar da circunspecfào envolvida e m tal imagem. Dai a exigencia de severidade no vestir, a "ajuda" trazida por u m corpo feminino mal feito, e mesmo pelos óculos que usava, objeto nào despido de conota^ào. Q u a n t o a isso, a politica nào se aparentava, ao menos naqueles anos, c o m a medicina. O recato e a neutralidade nào parecem ter sido ai urna exigencia, e a visibilidade pública exigia, ao contràrio, elegancia, fator de d i s t i n t o e vetor de respeitabilidade. O desprezo — ainda que aparente — pelos investimentos na aparència, vista c o m o u m elemento secundario, poderia ser prejudicial à imagem pública do politico j u n t o a seus eleitores, e mesmo j u n t o a seus pares.

. . . E DI ANTE DAS MULHERES

D e m o d o geral, das entrevistas feitas c o m mulheres, emerge urna grande admirafào por Cariota. Se a legenda que a envolve é forte, isso nào impede o surgimento, nos diversos depoimentos dados, de u m sentimento franco de admirafào sobre o seu m o d o de ser, enquanto mulher. E vale a pena sublinhar que se trata de mulheres com itinerarios muito menos heterodoxos que o seu. 26 Essa a d m i r a d o por Carlota exprime-se através de exempios, flashes, fragmentos de m e m o r i a ilustrativos n o mais das vezes de sua excepcionalidade, 26 Exceto pelo fato notável do grande número de mulheres solteiras. Dentre as onze entrevistadas, cinco eram solteiras, sendo que urna outra, também solteira, recusou-se a prestar seu depoimento. Destas, somente urna nào pertencia a familias de elite: é o caso da antiga dama de companhia de Carlota. Se pensarmos no peso do casamento na educal o e na carreira de mulheres das elites paulistas da primeira metade do século xx, podemos arriscar ver ai um trafo de heterodoxia discreta e, talvez por isso mesmo, recorrente.

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de sua diferenga em rela^ao as outras mulheres do seu tempo e meio social. Sao ressaltados, nesse sentido, gostos e hábitos incomuns, jamais compartilhados com as depoentes ou com outras de suas contemporáneas. Hábitos que, invariavelmente, aproximavam Carlota dos homens: E ela tinha urna vida corridíssima. Porque ela tinha ainda algumas consultas médicas e tinha a vida política, entao ela vivia como vivem as mofas de hoje, na correría. N e n h u m a senhora, nenhuma m o f a vivia na correría que ela vivia. Porque ela vinha do trabalho, trocava de roupa correndo e saía pra urna reuniao, pra u m jantar, pra urna conferencia, pra u m teatro, pra urna coisa. E nós víamos ela naquele corre-corre pra lá e pra cá, acudindo de todo lado, acudindo doente e saindo pra acompanhar a política, era uma coisa fantástica. E nao era o hábito das mofas e senhoras daquela época terem essa atividade, essa vida frenética. 2 7

Uma vida apressada, pois extremamente ativa e ocupada, tomada de responsabilidades. E nao se tratava de quaisquer responsabilidades: advindas da medicina e da política, elas eram todas nobres e, sobretudo, quase completamente desconhecidas das mulheres que a viam "naquele corre-corre". Imaginando a ratina evocada acima, dois elementos saltam aos olhos. Em primeiro lugar, o fato de que Carlota apenas passava em casa, vindo do trabalho, para trocar de roupa e sair de novo. Estamos, evidentemente, longe das divisoes tradicionais entre papéis e espatos masculinos e femininos. Nao só o espado doméstico nao era privilegiado nos hábitos aqui descritos, como ela parece nem mesmo ter responsabilidades de gestao nesse dominio. Ela podia ausentar-se de dia, para trabalhar, e mesmo á noite, no momento em que a familia tradicionalmente se reúnia em casa. Carlota era solteira e sem filhos, fato que lhe proporcionava, como se vé, uma liberdade nada desprezivel. Pois além de nao cuidar de filhos ou fazer 27 Entrevista, 4 de agosto de 2000. A passagem refere-se aos anos 1934-1935, segundo a entrevistada, durante o mandato de Carlota na Cámara Federal. Nessa época, Carlota vivia a maior parte do tempo no Rio de Janeiro, e sua atividade médica, se nao estava totalmente paralizada, encontrava-se certamente comprometida. Contudo, a correría durante as estadas em Sao Paulo merece todo o crédito, tendo sido confirmada por outros depoimentos. E acredito poder expandir o período em questao, incluindo, sem risco, a passagem entre as décadas de 1930 e 1940, e até mesmo os anos 1950. A partir de 1938, Carlota retomou completamente sua atividade médica, e, se nao exerceu mais nenhum mandato, militou no seio do partido e ocupou ai postos de destaque, lanzando ainda duas vezes sua candidatura e fazendo, em cada ocasiao, campanha política na capital e no interior do estado, percorrendo estradas e visitando cidades.

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companhia ao marido, Cariota encontrava-se desvinculada de urna ligafào privilegiada c o m a casa, c o m o espado domèstico — vivendo, aliás, na casa dos pais, administrada pela màe. Apesar da grande atrafào exercida pelo espado público sobre as m u l h e res das elites paulistanas da época, viver apressadamente e sem deixar-se guiar pelas exigencias do lar era ainda, n o mínimo, raro. Era levar vida de h o m e m . E, quanto a isso, a "correria" de Carlota indica ainda urna grande autonomia de deslocamentos, a possibilidade de ir e vir sem que n i n g u é m devesse autorizá-la ou pudesse impedi-la. Isto se ligava c e r t a m e n t e à sua c o n d i f à o de solteira e à sua idade (41 anos e m 1933), mas nào deixa de participar de u m quadro geral estrangeiro às mulheres d o seu t e m p o , d o seu meio social. A entrevistada citada acima incluiu também u m elemento diacrònico em sua f o r m u l a r i o : "eia vivia c o m o vivem as mo^as de hoje, na correria". Aos olhos dessa narradora, tendo e m vista, inclusive, o c o n j u n t o de seu d e p o i m e n t o e sua historia de vida pessoal, as " m o f a s de h o j e " seriam emancipadas e m rela^ào àquelas d o t e m p o de Cariota — e do seu. E, se elas podem, hoje, viver na "correria", dedicando-se sem dificuldade a atividades e responsabilidades extra-domésticas, suas antecessoras nào tinham acesso a tal luxo, a tal autonomia, a tal liberdade. As "mo^as de h o j e " teriam conquistado territorios e m o d o s de vida antes reservados aos homens. Eis a excepcionalidade dupla de Carlota, enunciada aqui: sincrónica, igualando-se aos h o m e n s de seu tempo, e diacrònica, antecipando as conquistas das " m o f a s de hoje". E m ambos os casos, a autora do trecho citado está se referindo à diminuid o das distancias entre o f e m i n i n o e o masculino, conquista que, a julgar pelo seu depoimento, Carlota teria realizado avant la lettre. R e s t a dizer q u e os j u l g a m e n t o s masculinos sobre a aparència física de Carlota, c o m o aqueles dos exemplos citados aqui, tiveram efeitos particularm e n t e coercitivos, atingindo tanto sua pràtica profissionai quanto a f o r m a cotidiana c o m que deve ter se relacionado c o m sua pròpria imagem pública, da qual eia nào foi evidentemente a única autora. N à o por acaso, as mulheres p r o n u n c i a r a m - s e de maneira m u i t o diversa dos h o m e n s q u a n d o falaram sobre a singularidade de Cariota, e inclusive quando se referiram às questòes ligadas à aparència. E isso nào se deve ao fato de q u e as entrevistadas e m questào eram, todas, mais ou menos próximas a Carlota, já que o mesmo se deu c o m os homens entrevistados, em principio favoráveis e admiradores do seu percurso. O que está p o r traz das diferen^as dos olhares expressos aqui sào tentativas, marcadas pela ordem do gènero, de leitura das fronteiras entre

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o feminino e o masculino, visando a dar sentido às transgressées. Assim, o lugar de quem fala, dentro dessa ordem, explica o olhar que lança sobre CarIota, seu corpo, seus gestos, suas roupas, sua elegancia, sua beleza ou sua feiúra, sua feminilidade ou sua masculinidade.

RESUMO

Esse texto trata da carreira médica de Carlota Pareira de Queiroz (18921982), perpassada pelas relaçôes de poder que constituem a ordem do género. Tendo pertencido a urna prestigiosa familia das elites paulistas, ela foi educadora nos anos 1910, médica desde 1926, e a primeira deputada federal do Brasil ( 1 9 3 3 - 1 9 3 7 ) , tendo assinado a Constituiçâo de 1934 ao lado dos outros 252 deputados, todos homens. Re-eleita deputada em 1934, exerceu seu mandato federal até o golpe de Estado que insituiu o Estado Novo no final de 1937. Além de ter alcançado um destaque social indiscutível, ocupando espaços de poder, Carlota atravessou fronteiras separando o masculino do feminino, e penetrou em campos sociais quase ou totalmente ocupados por homens, como a medicina.

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CIENCIA, EUGENESIA Y ROLES DE G É N E R O E N LA A R G E N T I N A (1930-1950) 1

Marisa Miranda/Gustavo Valíej o CONICET-IIB-INTECH

EUGENESIA, CIENCIA Y POLÍTICA

Entendiendo a la ciencia como un paradigma cognitivo de alta carga cultural, es posible reconocer en ella rasgos heterónomos que visibilizan sus interacciones con la esfera del poder y suscitan interpretaciones capaces de tensar su propia esencia. Es que cuando la ciencia ofreció respuestas a la necesidad de asegurar el orden social, fue partícipe de intervenciones que abrieron las dudas acerca de si podía ser considerada como tal, mientras en su nombre se legitimaran exclusiones y se atentara contra la condición humana. Esto que decimos nos remite a problemas inherentes a la eugenesia que se sitúan en el interrogante latente dentro de su propio marco epistemológico: ¿la eugenesia era o no ciencia? Estas dudas no impiden advertir que, cuanto menos, existió una creencia en la cientificidad de la eugenesia. Algo que en el contexto argentino del período de entreguerras es posible seguir con claridad a través de discursividades y políticas generadas en torno suyo. En efecto, la eugenesia tenía una voz autorizada y más aún ejercía un rol legitimador de prácticas dirigidas al 1 Este trabajo forma parte de tareas inscriptas dentro de los Proyectos de la ANPCyT PICT 01559-2007, y del C O N I C E T PIP 114-200801-00065 y PIP 114-200801-00258.

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disciplinamiento social, a partir de las curiosas paradojas que encarnaba, en tanto era entendida como expresión de una modernidad científica y a la vez un medio legitimante de la afirmación de tradicionales roles en la sociedad. Abordaremos aquí esas paradojas deteniéndonos en algunos aspectos que presenta la experiencia de la eugenesia argentina, desde donde puede trazarse una particular relación buscada entre ciencia, poder y género. Comenzando por la organización institucional que la eugenesia se dio entre 1930 y 1950, en la que se evidenciaba el "capital simbólico" que detentaban sus miembros en la sociedad por la autoridad científica que poseían y la definición de un cuerpo de ideas que logró articularse con precisas acciones del Estado. De la eugenesia surgieron prescripciones lanzadas para reforzar los estigmas de género, que se vieron acompañadas por medidas como la formación de un "ejército sanitario" de visitadoras sociales encargadas de lograr que la ciencia, a través de la mujer, ingresara en los hogares a fin de inspeccionar y hacer llegar consejos eugénicos a sus habitantes. Pero la mujer, además de sujeto transmisor de un mensaje, era antes un objeto cualificado dentro de ese mismo mensaje. A ella apuntaban prescripciones empalmadas a su vez con políticas públicas que se encargaron de colocar a la Argentina a la par de la Italia fascista y la España franquista en lo que hacía a la afirmación cultural de valores premodernos, mediante los cuales se afianzaba su papel limitado a funciones que debía cumplir dentro del hogar y el del hombre en el mundo del trabajo. La eugenesia enfatizaría estas oposiciones buscando demostrar "científicamente" que las diferencias de género obedecían a las distintas capacidades que poseía la mujer en relación al hombre (distinción que en este caso entrañaba también una jerarquización). Estas ideas se integrarían a una batería de acciones coercitivas que la eugenesia logró instrumentar en la Argentina, pudiendo a modo de ejemplo mencionarse la educación sexual eugénica para niños, las recomendaciones eugámicas al momento de seleccionar la futura pareja, los impedimentos matrimoniales de orden eugenésico, hasta la separación de los cónyuges por contraer uno de ellos una enfermedad disgenésica.Y cuando la eugenesia argentina más segura podía sentirse de ofrecer al Estado y a distintos empresarios su saber "científico" para detectar "el justo lugar" que le correspondía ocupar a cada individuo en la sociedad, por género, constitución física, capacidad intelectual y moralidad; aparecieron cuestionamientos a la cientificidad de ese saber. Si bien no derivaron en acciones orgánicas, ellos surgían de quienes compartían espacios académicos con los propios eugenistas, demostrando que no era aquel un pensamiento naturalizado en toda la sociedad, ni en todo el campo

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científico, y más aun que podía suscitar las mismas inquietudes que lo haría hoy la invocación a una "ciencia de la raza" para producir exclusiones y restringir derechos a la mujer como a otros colectivos sociales. La pregunta inicial acerca de si la eugenesia era ciencia, nos reconducirá así al plano de la conciencia que efectivamente podía tenerse acerca de sus consecuencias en el plano de las coerciones infringidas.Y en ese sentido el problema epistemológico es a la vez una cuestión que interroga la ética de la ciencia o cuanto menos de científicos deseosos de trasladar a la Argentina de los años 30 los cambios culturales y políticos que experimentaban por entonces Alemania, Italia y España.

ARGENTINA Y LA EUGENESIA LATINA

La palabra eugenesia (del griego eu-genes, de buen linaje) fue definida en la Inglaterra victoriana por Francis Galton —primo de Charles Darwin— en Inquires into Human Faculty and its Developement (1883) como la ciencia que se ocupa del cultivo de la raza, aplicable al hombre, a las bestias y a las plantas. Su carga conceptual, analizada desde el presente, nos remite casi ineludiblemente al nazismo. Es que en la Alemania nazi la instrumentación de planes eugenésicos llegó al paroxismo, pretendiéndose desde sus premisas validar la actuación del Estado para impedir la reproducción de las personas "inferiores" y, de esta manera, anticiparse a la selección natural de los más idóneos. En este contexto carecía de sentido, por ende, preservar a los enfermos, apáticos, incapaces y minusválidos que, amenazando con multiplicarse más deprisa que los "dotados" y "capacitados", competían con éstos en la struggle for Ufe. Los avances en medicina operaban, entonces, como un contrapeso toda vez que prolongaban la vida de los ineptos; y, bajo el amparo de la ciencia de la raza no sólo se advertía, sino que se tomaba decidida intervención en la cuestión. No obstante, pese a que la eugenesia alemana constituyó la expresión más burda de la aplicación de la tesis de Galton, cabe señalar que ella no fue ni la primera ni la única. También sustentó, por ejemplo, la sanción de las leyes de esterilización promulgadas en diversos estados de Norteamérica a partir de 1907 mediante las cuales se autorizó la mutilación de miles de enfermos mentales y criminales. Pero también la eugenesia motivó otras formas de intervención, como la que en Italia impulsó el endocrinólogo Nicola Pende, propiciando, hacia la segunda década del siglo xx, la clasificación de individuos a través de biotipos basados en la constitución orgánica

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y rasgos morales que podían conocerse a través de la realización de fichajes. Pende retomaba la clásica teoría temperamental de Galeno para integrarla al constitucionalismo de Giacinto Viola, a la capacidad explicativa que le era atribuido al funcionamiento endocrino, y al organicismo de Santo Tomás. El objetivo era detectar el "justo lugar" que debía ocupar cada individuo dentro de la sociedad, y a la vez alentar por medio de coerciones confesionales, una reproducción diferencial entre aptos e ineptos. Estas ideas plasmadas en una nueva disciplina, la biotipología, sirvieron de refuerzo ideológico del fascism o y c o m o tal apuntalaron su expansionismo cultural sobre países que podían compartir el culto a la latinidad (Scarzanella 1999). La biotipología fue así la forma que asumió la eugenesia en el m u n d o latino. Ambas vertientes, la eugenesia anglosajona —comprensiva de las readaptaciones norteamericanas, alemanas y escandinavas de las tesis decimonónicas— y la eugenesia latina —desarrollada en países que acusaban una fuerte presencia de la Iglesia católica— c o m p a r t i e r o n , empero, premisas sustanciales —claro está, con distinto nivel de agresividad—, mediante intervenciones del Estado en el ámbito privado redundantes en fuertes restricciones a la libertad individual. Más allá de limitados intentos p o r colonizar la eugenesia desde sectores de izquierda que vieron en ella la posibilidad de viabilizar medidas inclusivas para elevar a la especie humana, la ortodoxia eugénica occidental hacia 1930 rotaba en torno a aquellas dos subespecies —anglosajona y latina— en las cuales y, abstrayéndonos de la vieja polémica entre Galton y Alphonse de C a n dolle respecto al grado de prevalencia del medio sobre la herencia (nature vs. nurture),2 la sistemática transferencia de lo individual a lo social constituyó u n insumo altamente funcional a regímenes antidemocráticos. La eugenesia anglosajona n o tuvo reparos en intervenir d i r e c t a m e n t e sobre el c u e r p o h u m a n o , ya sea i m p i d i e n d o la prosecución de u n a "vida indigna de vivir", a través de la eutanasia, o inhabilitando la reproducción de aquellos que alterarían la evolución deseada para la raza. La esterilización de millones de seres era una parte importante del plan que conducía a la c o n creción del superhombre, dentro de u n razonamiento que mixturaba hiper2 Galton entendía que, si bien la educación podía compensar una situación de dotes naturales estacionarias o incluso en retroceso creía haber probado, a través de sus investigaciones con historiales de gemelos, la vasta preponderancia de los efectos de la naturaleza sobre los de la crianza. El botánico Alphonse Louis Pierre Pyrame de Candolle, por su parte, remarcaba la importancia de los factores ambientales en el desarrollo de los organismos vivos.

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simplificadamente el principio de escasez malthusiana con las leyes evolucionistas de lucha por la vida y supervivencia del más apto. El concepto de pertenencia del individuo a una entidad superior, y la consecuente enajenación de su vida y de su libertad, quedaba por demás explicitado en los carteles de propaganda nazi d o n d e se leía la expresión: "Dein Körper gehört dem Führer" ("Tu cuerpo pertenece al Führer"). E n cambio, la política racial instrumentada en el m u n d o latino obedeció a pautas que rechazaron las intervenciones directas sobre la vida o la reproducción. El certero impacto del dogma religioso en el núcleo epistemológico de esta eugenesia c o n d u j o a una instrumentación sustentada en mandatos morales y confesionales t a m b i é n dotados, claro está, de u n a f u e r t e coercitividad. E n definitiva, se trataba de la c o n s t r u c c i ó n de u n discurso moral, decididamente autoritario, a partir del cual lo no-idéntico era considerado amenazante y los roles prefigurados dentro de una sociedad disciplinada instaban a destacar el papel específico de la mujer, colocándola bajo la tutela del hombre. E n la Argentina, esta última versión de la eugenesia alcanzó u n notable suceso, prevaleciendo en buena parte del desarrollo histórico que tuvo la "ciencia del cultivo de la raza". En efecto, tras una recepción de la eugenesia que se remonta a fines del siglo XIX, la biotipología se afirmó entre las décadas de 1920 y 1970 c o m o u n saber de amplia impregnación en el plano n o r mativo y sociocultural, ejerciendo entre 1930 y 1950 u n rol decisivo en la consolidación e institucionalización del campo eugènico argentino. Fue a partir de 1930 cuando la eugenesia ensambló más estrechamente objetivos que podían ser de índole científica con otros estrictamente políticos, q u e perseguían u n o r d e n social f u n d a d o en múltiples gradaciones y exclusiones. Para esto último la eugenesia podía operar c o m o profecía autorrealizadora, colocando su supuesta certeza científica al servicio de evitar que el Estado malgastara sus recursos p e r m i t i e n d o la reproducción de quienes sólo engendrarían ineptos. Mientras en la Argentina se producía el p r i m e r golpe de Estado de su historia, tenía lugar u n rápido proceso de monopolización del campo eugenico por la derecha, vinculado a la significativa recepción de la teoría de Nicola Pende. D e hecho, el propio P e n d e estuvo en 1930 en Buenos Aires, y desde entonces f o r m ó discípulos argentinos en su Instituto Biotipológico de Génova, que serían los encargados de idear en 1932 la Asociación Argentina de IJiotipología, Eugenesia y Medicina Social (AABEMS), cuya vinculación con Italia se reforzó a través de una política de expansionismo cultural del fascismo.

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La importancia de la biotipología se reveló en el papel legitimante de posturas médico-criminológicas en las cuales el "mal", que para Pende podía estar presente aun en individuos sanos en apariencia, debía ser detectado y repelido desde el aparato estatal. Para identificar ese mal, asociado al alcoholismo, a la prostitución y a la homosexualidad, pero también, y básicamente, a la disidencia política, era menester destinar recursos y esfuerzos públicos a la vigilancia generalizada para la detección de "anormales" físicos y / o morales sobre los que recaían expresas políticas de exclusión. Las ideas de Pende, que se difundían en la Argentina a través de la intensa actividad que tenía la AABEMS, se empalmaban también con las del español Antonio Vallejo Nágera, existiendo entre las experiencias desarrolladas por la eugenesia en estos tres países el elemento de cohesión que brindaba la aceptación común a la doctrina de la Iglesia católica. El Vaticano, en 1930, se había pronunciado sobre la eugenesia a través de la encíclica papal Casti Conubbii y en 1934 tuvo lugar en Buenos Aires la realización del Congreso Eucarístico Internacional que movilizó a los sectores católicos como nunca antes lo habían hecho. La relación entre ciencia y poder que daba sentido a la eugenesia ya no dejaría de ser mediatizada por la presencia de la Iglesia católica en la Argentina. El cultivo de la raza pasaría a ser el fin perseguido a través de una intensa búsqueda de moralizar el ambiente, donde la ciencia confluiría para legitimar miradas tradicionales en relación al papel que el hombre y la mujer debían cumplir en la sociedad, y, más aún, de la diferenciación de espacios (el público, para el hombre; y el privado, para la mujer) y de derechos (políticos y civiles, para el hombre; y tan sólo ciertos derechos civiles, para la mujer). De allí derivaba una particular valoración de la mujer como un instrumento de la estrategia dirigida a infiltrarse en sectores donde se dificultaba el ingreso de la ciencia y como un cualificado objeto de aplicación de normas.

L A MUJER COMO PORTADORA DE LA CIENCIA: LAS VISITADORAS SOCIALES

Desde fines del siglo x i x , la medicina intentaba trascender la atención específica del paciente para ocuparse de problemas sociales, del mismo modo que la prevención pasaba a inquietar tanto o más que la cura. En la Argentina, este proceso conducente a la consolidación de una corporación médica moderna (González Leandri 1999), se conjugó con las profundas transformaciones producidas por el impacto periférico de la Revolución Industrial y

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la consecuente emergencia de una nueva clase social que pasó a ser objeto de permanentes sospechas por su estado sanitario y moral. Una mirada medicalizadora del mal hipotéticamente escondido en los tugurios que habitaba esa población, derivó en inspecciones realizadas a efectos de verificar si sus habitantes representaban un riesgo para la salud pública y en ese caso requerir que se procediera a su desalojo. Sin embargo, estas prácticas llevadas a cabo por el higienismo finisecular y prolongadas en el tiempo, encontraron algo más que una recurrente falta de colaboración entre aquellos que eran inspeccionados. El excesivo respeto que infundía la figura del médico establecía distancias insalvables que impedían acceder a los secretos más íntimos de las personas. Ante esta situación, vista como un "obstinado" ocultamiento del pobre a la ciencia, la eugenesia de entreguerras fue elaborando una respuesta dirigida a obtener mayor aceptación, allí donde más certezas había de que los "venenos sociales" (alcoholismo, tuberculosis y sífilis) eran incubados. En efecto, a comienzos de la década del 30, como una parte importante de las actividades de la AABEMS, quedó establecida la realización de fichajes biotipológicos, entre los cuales adquirirían particular importancia aquellos que se dirigían a conocer el ambiente de los sectores populares. El fichaje constituía una nueva tecnología del poder, que llegó a ser pensado desde Italia como una estrategia integrada a una red de institutos capilarmente distribuidos en cada ciudad, en cada barrio, a fin de reunir la información, somática, genética y moral de todos los individuos, para proveerla a centros superiores de almacenamiento de esa información. Pero esta estrategia no logró resolver por completo la antinomia entre el representante de la ciencia que escrutaba "el cuerpo y el alma" y el individuo escrutado, que no siempre aceptaba de buena gana su rol y podía guardar para sí algún secreto (Vallejo 2009: 185). Frente a ello, los eugenistas argentinos descubrieron que la figura femenina resultaba menos atemorizadora y por eso era la más adecuada para llenar fichas desde la tarea docente o ingresando a un hogar carenciado en carácter de visitadora social —figura que generaba en los sectores populares menos rechazo que el médico- (Vallejo 2009: 185). De ahí que la AABEMS se interesara por formar un cuerpo femenino capacitado para llevar a cabo esas tareas, vale decir para llevar la "luz de la ciencia", al sitio más sospechado y hostil a la vez, como era el espacio privado de los sectores populares. Un antecedente directo en Argentina lo constituyó la organización del Servicio Social en diversas instituciones de salud, fundamentalmente las

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orientadas a la atención del binomio madre-hijo. La puesta en marcha de este servicio en la Clínica Obstétrica y Ginecológica "Eliseo Cantón" de Buenos Aires, fue anunciada bajo el lema de "Salvar la madre, salvar el hijo y propender al mejoramiento de la estirpe" (Beruti/Zurano 1933:11). Su tarea incluía el funcionamiento de la Escuela de Madres de puertas abiertas, donde eran impartidas clases de eugenesia por personal formado en el Instituto de Higiene (Beruti/Zurano 1933:11). En 1934 ya se había conformado una Asociación de Visitadoras Sociales que recibía el impulso de la AABEMS. Josué Beruti destacaba esa labor de "tutela" de la madre, que debía seguir los lincamientos de la que llevaba a cabo el fascismo desde hacía nueve años con la Opera Nazionale per la Protezione della Maternità e dell'Infanzia ( O N M I ) , y el régimen recientemente inaugurado en Alemania. Como claramente lo establece la doctrina fascista, esta tutela, que es una forma de asistencia social, se diferencia netamente de la beneficencia por cuando esta última sólo se inspira en un principio ético y religioso; aquella en vez, se apoya en normas extraídas de principios biológicos atingentes a la conservación y mejoramiento moral y material de la raza (Beruti 1934:3). Las visitadoras sociales investigaban e indagaban en las casas colectivas, de vecindad, conventillos, etc., la existencia de embarazadas, madres con niños de pocos meses, y se "infiltraban con medida, tino y prudencia en el ambiente de los hogares proletarios para descubrir problemas u omisiones que pueden contribuir a solucionar, nos referimos a uniones no legalizadas y preñeces mantenidas en secreto a los propósitos de interrumpir el embarazo, etc." (Pérez/Bazona 1934:18). Ese mismo año, la AABEMS inauguró la Escuela Politécnica de Biotipología, destinada a crear un nuevo cuerpo de visitadoras sociales que afirmaran su formación eugènica situando las funciones que debían cumplir en una más estrecha vinculación con las tareas desarrolladas por el fascismo (Scarzanella 2 0 0 6 : 1 0 8 ) . Por entonces, también existía en España una Escuela de Enfermeras Visitadoras, basada a su vez en un modelo norteamericano (Alvarez Peláez 2007: 148), que fue seguido especialmente por la AABEMS. En una conferencia brindada dentro de un ciclo radial que tenía la eugenesia en la Argentina, Víctor Mercante exponía en abril de 1932 un plan en el que se atribuía un papel central a aquellas visitadoras sociales o social works.

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Es necesario, pues, sumar las cualidades buenas y bellas, desde que se ha comprobado que la herencia las transmite y evitar por todos los medios - h o y son innecesarios los violentos— la simbiosis en la que uno de los factores es el enfermo, el bruto, el inmoral, la bestia. Hay que fiscalizar el nacimiento; hay que controlar al hijo. Norteamérica ha hecho mucho en tal sentido, no solamente dictando leyes previsoras sino organizando las social works, sociedades de doscientos mil miembros de una extraordinaria vitalidad cuyo fin es impedir que nazcan hijos tarados física, intelectual, moral y socialmente ¿comprendéis? (Vallejo 2009: 194). Las visitadoras c o n f o r m a b a n " u n ejército en acción", c o n c u r r i e n d o al domicilio para averiguar las condiciones de higiene en q u e vivía cada paciente y cuáles eran las causas que influirían desfavorablemente en su curación ( A . 0 . 1 9 3 5 : 9 ) . España, c o m o otro de los países d o n d e la eugenesia latina tuvo f u e r t e impacto, también previo la elaboración de fichas psicotécnicas y la educación sanitaria desde una perspectiva eugénica, especialmente en lo concerniente a la maternidad y la infancia. Ellas realizaban estudios sobre psicología familiar para hacer comprender la significación de las conductas y ayudar a los tratamientos establecidos, constituyéndose en u n verdadero "ejército higiénico sanitario". La relación de éstas con las visitadoras formadas en la Escuela de Biotipología argentina se acentuó luego de 1938, cuando allí esa labor pasó a ser desempeñada p o r mujeres absolutamente convencidas de la sumisión f r e n t e al h o m b r e y de la necesaria dedicación a la m a t e r n i d a d . Aquellas visitadoras eran ahora las militantes de la Sección Femenina del franquismo (Alvarez Peláez 2007:148). Ellas contribuían a reafirmar la eugenesia en el marco de "la difusión de normas de comportamiento, de la moral católica, de la lucha por convencer a la mujer de que su único papel era el de tener y cuidar crías y el de sostén de los heroicos guerreros defensores de la Patria" (Álvarez Peláez 2007:147).

La m u j e r c o m o o b j e t o de l a ciencia: r o l e s de g é n e r o A través del conservadurismo fundante de la eugenesia latina, los tradicionales roles de género quedaron integrados a una concepción organicista de la sociedad, planteada desde las "científicas" analogías establecidas p o r la biotipología entre el cuerpo individual y el cuerpo social. Para Pende el c o n o c i m i e n t o e n d o c r i n o permitía entender c ó m o debía ser dirigida la sociedad, puesto que son "las hormonas los dirigentes y c o n -

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trotadores de ta fabrica humana, ellas establecen las comunicaciones entre los procesos vitales de las partes más lejanas del organismo, de las cuales depende la unidad funcional de nuestro estado celular" (Pende 1933:18). Era misión del biotipólogo trasladar el conocimiento de tas funciones dentro del organismo humano a una sociología entendida como el arte de 1a política, para aplicar a ta colectividad ta forma de gobierno del estado celular unitario. A ese fin estuvo dirigida 1a formulación de leyes biológicas que buscaron, desde ta invocación al funcionamiento endocrino, legitimar un orden social abiertamente revulsivo a ta civilización moderna, sustentado en roles de género tan inmodificables como 1a función de una célula dentro del organismo (Vallejo 2005). La primera ley era ta "del altruismo celular", que implicaba tomar el ejemplo del trabajo de las células para renunciar a aspiraciones individuales en pos del bien colectivo (Vallejo 2005: 248). La segunda era ta de "ta colaboración de los antagonistas", que abordaba las oposiciones de género para explicar el estado de normalidad y sus desvíos patológicos. Según esa ley, cada individuo posee tendencias masculinas y femeninas que luchan para imponerse y que, a modo de los antagonistas sociales de una nación, entran en una confrontación de cuyo equilibrio depende el estado de normalidad del funcionamiento orgánico general (Vallejo 2005:250-252). Cuando falta ese equilibrio se entra en el terreno de tas consecuencias mórbidas que conducen al predominio injustificado de una tendencia sobre la otra y consecuentemente a la homosexualidad, que no era sino "una variante biológica humana inferior" provocada por ta "imperfecta evolución del sistema biológico" (Pende 1948:161). Desde esta perspectiva, un individuo, hombre o mujer, puede estar constituido normalmente desde el punto de vista somático y tener un instinto homosexual "pervertido", producto de desplazamientos del equilibrio entre hormonas masculinas y femeninas en su interior (Vallejo 2005: 252). Una tercera ley, complementaba estos supuestos al establecer que el estado de normalidad en 1a bisexualidad hormonal del hombre y de ta mujer, requiere de "1a armonía de los contrarios". Esta ley se cumplía sólo cuando los contrarios no preponderan y obedecen al interés colectivo del organismo unitario.Vale decir, cuando tas tendencias internas no alteran el rol social que debía tener el hombre y 1a mujer para que su conjunción permitiera completar los caracteres propios del sexo, en lo somático, funcional, psicológico y hormonal, y así constituir un nuevo organismo como es 1a familia (Pende 1948:163-164). En el caso de 1a mujer, su rol estaba vinculado principalmente a ta reproducción y podía tener otras ocupaciones pero sólo cuando ellas se dirigieran

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a completar las del hombre, no a sustituirlo. En esto coincidiría Pende con otro destacado endocrinólogo eugenista, el español Gregorio Marañón, para quien era menester afirmar la diferenciación y la complementariedad entre los sexos dentro de la sociedad. Subyacía sobre estas ideas la pervivencia de una tradicional concepción por la que el hombre debía dedicarse de lleno al trabajo y a la guerra; y la mujer, a aquello que los alemanes identificaron con las tres " K " (Kinder; Kirche, Küché), es decir, hijos, iglesia y cocina. Para reforzar el cumplimiento de las funciones femeninas, tuvo un particular arraigo la medicalización (y politización) de la maternidad, facilitada por quedar inmersa su regulación en un esquema de protección de la mujer, en cuanto madre, orientada a organizar la salud de la raza. A partir de este cuerpo de ideas nació en Argentina la Dirección de la Maternidad e Infancia, a partir de la ley sancionada a fines de 1936 (Miranda 2010). Esta Dirección, cuya puesta en marcha fiie calificada como una excelente contribución para construir el "genotipo nacional" (Bernaldo de Quirós 1936a: 25), tuvo empero un fuerte componente inclusivo, con indudables beneficios para todas las madres. En ese sentido, puede pensarse que existió en este tema una situación inversa a la advertida por Foucault respecto a las características de la reclusión del siglo xix, donde se habría intentado la corrección de los individuos para ligarlos con el aparato productivo en una especie de "inclusión por exclusión" (Foucault 2005: 135). Ahora, en cambio, en la política eugénica de maternidad, la inclusión operó como un aspecto accidental, secundario y prescindible de un proceso omnicomprensivo de exclusión. La Dirección de la Maternidad y la Infancia, además de proponerse defender la "raza prototípica" argentina (Bernaldo de Quirós 1936b: 4-5), estuvo desde sus inicios vinculada a resultados prácticos que la biotipología ya había alcanzado en Italia con la creación de la O N M I (Miranda 2005). En 1938, Aníbal Olaran Chans, responsable de dicha Dirección, viajó a Italia y visitó las organizaciones de la O N M I situadas entre Génova y Palermo (Scarzanella 2006:108-109). Las acciones impulsadas por el Estado argentino en relación a la maternidad, siguiendo al pie de la letra propuestas elevadas desde la biotipología que invocaban los logros del fascismo italiano en la materia, implicaron a la vez el establecimiento de importantes beneficios sanitarios y el afianzamiento de pautas culturales que delimitaban claramente las funciones que debía cumplir la mujer en la sociedad. Cuando se producía el apartamiento de las obligaciones naturales que ella tenía y que el impulso a la maternidad remarcaba, se volvía portadora de una peligrosidad latente o manifiesta, que la biotipo-

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logia se encargaba de perseguir escrupulosamente. Así, el trabajo era considerado un factor favorecedor de ese injustificable apartamiento, afectando directamente el hogar por la ausencia de la mujer con el consecuente desapego a la crianza de los hijos (Bernaldo de Quirós 1943:177). El empleo de la mujer en la industria, ocasionaba peligros para la madre y para su hijo, por la fatiga física y la "toxicidad moral" a la que se exponía. Pero además, esas consecuencias nefastas para la mujer se extendían al plano psicológico, al provocarle "mentalidad antiprocreativa", que buscó ser contrarrestada mediante propuestas de crear un salario familiar para evitar que la mujer fuera atraída por un empleo. La impugnación del trabajo de la madre era paralelamente legitimada desde aspectos cualitativos y cuantitativos, destacándose fenómenos como la fatiga excesiva de la mujer encinta que derivaba en el nacimiento de niños de bajo peso y el aumento de la mortalidad infantil. En suma, el trabajo de la mujer no era necesario, causaba neurastenia y esterilidad, y, a la vez, le impedía realizar las tareas familiares (De Grazia 1993: 110). Si la salida del hogar de la mujer fomentaba el concubinato, los matrimonios biológicos y el celibato; su continuidad en el hogar aseguraba la perduración de las "esencias espirituales" de la familia. De la mujer casada que trabajaba fuera del hogar sólo cabía esperar consecuencias para la educación y la crianza de los hijos "catastróficas". Siendo el rol de la madre y esposa, organizar un hogar cristiano, alegre, limpio y acogedor; los eugenistas consideraban imperioso actuar sobre la "mujer moderna", aquella que volcada al "espíritu de independencia" incentivada por la vida estudiantil, veía más ligero el ejercicio de una profesión que los "pesados deberes impuestos por la maternidad y el hogar", como lo afirmaran en España tras el ascenso del franquismo (Vallejo Nágera 1965:127). El antifeminismo del "Nuevo Estado" (Palacio Lis 2003), del cual Vallejo Nágera era su psiquiatra "oficial", se correspondía con la política cultural del fascismo. Para la biotipología, el apartamiento de las responsabilidades que tenía la mujer del cuidado de su hogar, llegó a ser considerado como un "brote patológico" que alteraba el equilibrio del organismo social y ante el cual la biotipología podía ofrecer tratamientos endocrinos pero también soluciones ambientales. Pende proponía reforzar en la mujer el cumplimiento de su función maternal a través de una instrucción "específicamente femenina" en escuelas secundarias y si ella pretendía realizar estudios universitarios podía hacerlo pero no en cualquier sitio. Debía recurrir a universidades donde pudiera doctorarse en "ciencias femeninas", para que la sociedad dispusiera así de mujeres con cultura superior, pero sólo en aquellas actividades que eran de

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su incumbencia: las de carácter "laborativas sociales" (Pende 1948: 446). Asimismo, en la AABEMS llegó a promoverse la "conscripción obligatoria de la mujer", con el propósito de adiestrar a las jóvenes para su destino de madres (Scarzanella 2006:109). Podía ser entendido éste como u n tratamiento biotipológico que se correspondía a la f o r m a c i ó n militar masculina queVallejo Nágera promovió aun en las universidades desde su "política racial" para formar hombres a los que la educación les brinde la disciplina, el patriotismo y el medio ambiente de las academias militares (Vallejo Nágera 1938:102). Similares ideas vinculadas a la a f i r m a c i ó n de los roles diferenciados y complementarios que debían cumplir el hombre y la mujer, se expresaron en el Congreso de la Población celebrado en Buenos Aires en 1940, d o n d e se e n c o m e n d ó a las autoridades que se ocuparan enérgicamente del "problema moral e higiénico" del país a través de "la educación psicoética de la niñez y de las juventudes". D e ello resultaría "la obra continua y patriótica del hogar y la escuela", dignificando "a la m u j e r c o m o madre, c o m o esposa, c o m o novia, y al hombre c o m o padre; para que se espiritualice y fortifique la familia; para que se valorice el hijo, c o m o el mayor valor futuro de la República; para que se afirme la Patria en su grandeza y para que se exalte la humanidad fecunda en obras de bien y de generosa solidaridad" (Primer Congreso de la Población 1941:149-150). Estos roles de género quedaban inmersos en políticas demográficas que llevaban la clara impronta de lo que ha sido considerado u n "poblacionismo selectivo" (Miranda 2005). Esto es, la firme voluntad de establecer u n tamiz eugénico que en Argentina adoptó la forma de exámenes prenupciales obligatorios que eran asociados a la eliminación de ciertos derechos civiles a portadores de enfermedades amenazantes para la progenie, los "consejos" de miembros de la Iglesia para evitar matrimonios cuyo producto n o fuera el " c o n v e n i e n t e " , o la restricción de ingreso a inmigrantes de d e t e r m i n a d a "raza".Y sobre quienes superaban ese tamiz, se imponía una preceptiva que rechazaba el malthusianismo y el neomalthusianismo, y desplegaba fuertes estímulos a la prolificidad. Sobre este sustrato se afirmó una lógica de premios y castigos p o r el c u m plimiento o n o del deber de procrear que poseían quienes debían hacerlo. C o m o la mujer apta que renunciaba a la maternidad, también el hombre que en edad de contraer m a t r i m o n i o y formar una familia, evitaba hacerlo era objeto de críticas que apuntaron a conformar la contraparte de los estímulos a la prolificidad. En este sentido se ubica el impuesto al célibe aplicado en Italia e impulsado en Argentina y Uruguay.

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Tanto estos castigos c o m o los premios, buscaban ser ejemplarizadores para toda la sociedad constituyéndose en una elocuente muestra del poblacionismo inherente y también de la voluntad de que sus principios fueran internalizados p o r toda la sociedad. En el Congreso de la Población argentino se requirió la sanción de n o r mas que previesen préstamos oficiales de nupcialidad a largo plazo, con especial énfasis en las parejas que se instalaran en zonas rurales y con disminución de primas según la prolificidad de sus miembros; asignaciones o salarios familiares fijos y sobresalarios a los casados; preferencia de los padres de familia sobre los solteros en los puestos públicos, en la industria y en el comercio; mejoramiento de las condiciones ordinarias de vida de los trabajadores; exención o disminución de impuestos a familias numerosas; creación del gravam e n progresivo a los célibes, de ambos sexos, según su edad, sin distinción de profesión ni ocupación; impuesto a los m a t r i m o n i o s sin hijos; primas a la natalidad; y premios y estímulos bancarios a las madres multíparas (Primer Congreso de la Población 1941:143-144). El eugenista Carlos Bernaldo de Quirós propuso préstamos oficiales a la nupcialidad que favorecieran el matrimonio entre criollos o entre criollos y extranjeros domiciliados en el campo, cancelables automáticamente al nacer el tercer hijo vivo, siempre q u e todos f u e r a n argentinos y q u e n o debían concedérsele a personas que no estaban en "condiciones fisiológicas, eugénicas, morales de propagar la especie", c o m o los enfermos, los débiles orgánicos, los anormales; los ancianos y viejos prematuros; los q u e n o quisieran tener hijos, o sólo quisieran uno; los que n o tuviesen hábito sólido de trabaj o remunerado; ni sosiego ni espíritu hogareño —maternal y paternal—; los n o enraizados definitivamente en el país; los caducos, los impotentes, los castrados, y, en general, los "indeseables para la Nación", puesto que ellos n o representaban, para aquel eugenista, " u n valor positivo para la especie" (Bernaldo de Quirós 1942: 48). Se rescataba nuevamente la tarea llevada a cabo en Italia por Mussolini en materia de ayuda a las familias más fecundas, a quien se concedía créditos para matrimonios legítimos y pólizas de seguro a los trabajadores "fuertes y jóvenes" (Ipsen 1997:239-253). En el mismo sentido, A n t o n i o Vallejo Nágera propiciaba en España distintas medidas pronatalistas q u e c o m e n z a b a n alentando la celebración de nupcias tempranas a fin de facilitarle a los contrayentes "la lucha por la vida y la prosperidad del hogar". Desde el acceso a "viviendas baratas y confortables", "equipos de novia regalados p o r el Estado", "mobiliarios baratos a plazos n o onerosos" y "cancelación de ciertos impuestos hasta que cumpla el

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varón treinta años", así como estímulos a los jóvenes que contrajeran matrim o n i o en "determinadas fiestas nacionales". La selectividad subyacente al poblacionismo deVallejo Nágera quedaría bien expresada al explayarse sobre las condiciones personales exigibles al pretenso beneficiario del estímulo: "claro está que han de exigirse aptitudes y laboriosidad para el desempeño del cargo, pues los ineptos y holgazanas es preferible que continúen solteros. A los ineptos y a los vagos hay que restarles medios de vida, para que no envicien el ambiente social" (Vallejo Nágera 1938: 52). Luego de la selección que supuso en España la eliminación de la "marea roja" en la Guerra Civil, el franquismo podía sentir que controlaba una entidad ya disciplinada para recibir fuertes estímulos poblacionistas. En este marco se encuadró el plan de "Viviendas protegidas", dentro del cual eran entregadas casas gratuitas como premio del gobierno a las familias que reunieran más hijos en su hogar. En 1946 fueron acreedoras del premio dos familias con 15 hijos y una con 13 hijos (Instituto Nacional de la Vivienda 1947). Para Bernaldo de Quirós, Italia, España y Alemania eran ejemplos a seguir, si de poblar el país de seres "aptos" se trataba (Bernaldo de Quirós 1942: 12). En esta línea se hallaban trabajos publicados en revistas argentinas que divulgaban ideas eugénicas, entre ellas Hijo mío.. /, donde un artículo del brasileño R e n a t o Kehl que ubicaba a Francis Galton como el prototipo de h o m b r e eugenizado (Kehl 1938: 94-95), podía ser visto c o m o el punto de partida para una acción futura de la que se esperaban claras consecuencias demográficas. Ello quedaba e l o c u e n t e m e n t e expresado en la "Encuesta permanente a los matrimonios prolíficos", que la revista había inaugurado en 1937 con un paradigma local del prototipo de familia eugènica: era la del escritor nacionalista Gustavo Martínez Zuviría, 3 quien modélicamente se presentaba en una foto j u n t o a su esposa y sus 12 hijos. Los requisitos para participar de la encuesta eran tener más de 6 hijos y

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Gustavo Martínez Zuviría nació en Córdoba en 1883. De formación ultracatólica, alcanzó notoriedad en las letras argentinas por una saga de textos de enorme repercusión que firmó con el seudónimo de Hugo Wast, donde el antisemitismo era un componente corriente. Fue miembro de la AABEMS. Ejerció la dirección de la Biblioteca Nacional desde 1931 hasta 1955, un período sólo superado en la historia de esa institución por el de Jorge Luis Borges (director de 1955 a 1973). En 1943 Martínez Zuviría fue designado ministro de Instrucción Pública de la nación, siendo una de sus principales medidas adoptadas la instauración de la obligatoriedad de la enseñanza católica en todos los establecimientos educacionales de la Argentina. Murió en Buenos Aires en 1962.

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que todos ellos estuviesen vivos y fueran sanos. La familia ganadora, además de aparecer fotografiada de la misma f o r m a que lo había h e c h o la de Martínez Zuviría, se alzaba con una medalla recordatoria. La encuesta c o n f o r m ó una sección p e r m a n e n t e de Hijo mío.. /, complementada con a b u n dantes artículos en los q u e la natalidad era asociada, indefectiblemente, a u n " d e b e r " cívico impulsado desde el ejemplo que ofrecía el poblacionism o alemán y el italiano. Las estrategias de estímulo a la prolificidad incluyeron la creación de una ficha eugènica de evaluación de la fecundidad individual y fueron en paralelo con la reprobación del celibato, de las uniones tardías y del trabajo de las mujeres en edad fértil. Así, en el m e n c i o n a d o Congreso de la Población se enfatizó la imprescindibilidad de "asentar a la mujer en su hogar" para lo cual se aconsejó dar preferencia en la prohibición de todo empleo o cargo público a los padres de familia numerosa, especialmente aquellos cuyas esposas fueran empleadas u obreras y dejaran su trabajo, dedicándose p o r entero a su casa, " c o n verdadera feminidad". Los llamados " o b r e r i s m o " y " e m p l e o m a nía" que, según los participantes de ese evento "tentaban" a las mujeres, debían neutralizarse a partir de una rígida reglamentación en la cual las féminas sólo pudieran competir con los hombres en circunstancias m u y puntuales, c o m o lo eran el ejercicio de profesiones liberales; en los casos en q u e ellas resultaran el "único sostén de la familia (y n o fuera posible u n subsidio del Estado)"; cuando carecieran de "capacidad de concebir y hayan dejado de representar u n valor genético para la Nación"; cuando p o r sus características, el trabajo fuera "específicamente f e m e n i n o " ; o cuando se tratare de " m u j e r soltera indigente, sin familia y sin otro amparo económico" (Primer Congreso de la Población 1941:172-173). E n este orden, Carlos Bernaldo de Quirós propuso, enfáticamente, que se prohibiera por ley el trabajo de la mujer casada. En efecto, el dilema parecía "fatal y p e r e n t o r i o " : o la m u j e r , mayor o m e n o r de 18 años (madre en potencia), quedaba en la casa con nuevos y firmes estímulos morales, e c o n ó micos y legislativos, al servicio del "enriquecimiento demográfico" y evitaba, paralelamente, competir con el h o m b r e en el trabajo industrial; o había que crear en el C ó d i g o Penal una sanción específica contra el "capitalismo", quien, al contratar mujeres, estaba atentando contra "el patrimonio biológico h u m a n o de la República" (Bernaldo de Quirós 1942:124.129). E n idéntico sentido, Teodoro Tonina sentenciaba: " n o hay que legislar sobre el trabaj o de la mujer (y de los menores), hay que legislar su abolición, y nada más" (Tonina 1941:777).

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ROLES SOCIALES Y CUESTIONAMIENTOS A LA CIENTIFICIDAD DE LA EUGENESIA

El impacto que tuvo la eugenesia en diversos saberes normativos que van desde la medicina al derecho, lleva a pensar en las condiciones de posibilidad que permitieron su avance en la Argentina. Un relativismo extremo ha tendido a ver en esa impresionante expansión de la eugenesia en la Argentina, antes que un problema a interrogar, una demostración inequívoca de su carácter "positivo", absolutamente opuesto a la eugenesia cultivada en otros países. La eugenesia se revelaría, desde esta perspectiva, como un pensamiento de época, distante de las gradaciones y jerarquizaciones de seres humanos inmanentes a las propuestas "negativas", y confundido con la función social del higienismo, que era valorada unívocamente por un vasto espectro político. Bajo este razonamiento se deduce la idea de que si la eugenesia involucraba "a todos", no podría decirse que en ella hubiera algo malo, a menos que se admitiera un consenso tanático de la sociedad entera para volverse contra sí misma.4 Sin embargo, más allá de esta simplificación, existe una realidad que permite deconstruir tal relativismo, comenzando por advertir que aquel universo de ideas compartido, involucraba a un "todos" reducido, en el mejor de los casos, a una élite intelectual y / o política que no se desentendía de admitir el ejercicio de formas coercitivas para legitimar una supremacía en la escala social. Con lo cual la eugenesia argentina no cabe pensarla desde un consenso "positivo", sino más bien como la confluencia de diversas fuerzas que se valieron, en buena medida, de mecanismos que hicieron mella en los derechos de ciudadanía a lo largo del siglo XX. Pero es que además, aquel "todo" uniforme que nos conduce a una suerte de fatalidad cognoscitiva, por cierta naturalización de un estado de cosas que habría impedido cuestionar en algo a esa eugenesia, tampoco se revela de tal manera y en cambio sí presenta fisuras por donde emergieron voces disonantes. En efecto, dentro del mismo campo médico-legal llegó a cuestionarse la eugenesia en Argentina por motivos que no diferían demasiado de los que exponían los opositores a ella en países que cultivaban las variantes "negativas". En ese sentido, quedaba expuesto que lo "positivo" y lo "negati-

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Sobre interpretaciones historiográficas que suscitó la eugenesia desarrollada en Argentina nos h e m o s referido anteriormente (Vallejo 2005: 2 3 3 - 2 3 8 , Miranda 2008: 210-212).

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vo" no era más que estrategias de un mismo programa de exclusión. Por encima de estas distinciones, era colocada la eugenesia al servicio de la afirmación de un orden social y del alineamiento político con el régimen alemán imperante y especialmente con el fascismo. Entre los primeros divulgadores de la eugenesia argentina a través de medios radiales, se hallaban Hernani Mandolini y Juan Senillosa, quienes encontrarían a partir de 1932 que su pertenencia al socialismo se volvería irreconciliable con la eugenesia argentina. Aquel año en que nacía la AABEMS, Mandolini le advertía epistolarmente a Senillosa que la eugenesia en Argentina había sido convertida en "un instrumento de reacción bajo mentidas apariencias liberales" a través de una sociedad que antes que nada era "nacional socialista, a pesar de todos los biotipos y los esquemas a lo Pende que adornen su pórtico" (Vallejo 2009: 200). La institucionalización de la eugenesia, venía así de la mano de la afirmación de una orientación política proclive a integrar la experiencia local con los autoritarismos que más expresamente favorecían el desarrollo de la "ciencia de la buena raza".Y es que no se trataba —como creía Mandolini— de un avance del nazismo sobre la autonomía científica que erróneamente veía representada en Pende, sino precisamente del nuevo papel que la derecha comenzaba a desempeñar en la sociedad valiéndose de la biotipología y de la explicitación de sus funciones heterónomas que comprendían la buscada articulación entre biología y política. Para la biotipología, el individuo era una célula del tejido social y como tal quedaba sujeto a la científica detección del "justo lugar" que le correspondía ocupar dentro de la sociedad, a partir del establecimiento de roles sociales derivados de las clasificaciones morfológicas y de las funciones de género, siendo el fichaje un instrumento fundamental para esta tarea. La preocupación por clasificar individuos de acuerdo a sus capacidades laborales y necesidades orgánicas del Estado, llevó a los biotipólogos argentinos de la AABEMS a organizar el Primer Congreso de Sociología y Medicina del Trabajo en 1939 con apoyo oficial y de amplios sectores empresariales. A través de ese evento podía advertirse el consenso que la biotipología tenía entre las élites intelectuales y políticas argentinas de entreguerras. Sin embargo, ese extendido consenso que permitió postular roles sociales bajo la invocación de la ciencia, también dio lugar a refutaciones dirigidas al núcleo mismo de la biotipología. Bartolomé Bosio, un médico rural anarquista que compartía espacios, publicaciones e instituciones del campo disciplinar con muchos de los más

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conspicuos eugenistas del medio, no escatimó ácidas críticas a la eugenesia en su versión biotipológica. 5 El pensamiento de Bosio permite, pues, explorar algunas de las diversas fisuras que presentaba, aun para sus contemporáneos, el paradigma eugénico dominante en la Argentina. Mientras que la AAEBMS puede ser considerada generatriz y vocera de una ortodoxia que dominó el campo médico, convirtiéndolo por momentos en aparato eugénico; desde los cuestionamientos irónicos de aquel médico italiano afincado en la Provincia de Buenos Aires, se configura una alternativa heterodoxa. Bosio se preguntaba sobre cómo realizar la selección para cumplir con el tan promocionado eslogan biotipológico: "Todo hombre en su justo lugar".Y para ejemplificar esta duda expresaba: A un feliz mortal, hijo de un rico ganadero o de un fuerte accionista de grandes empresas industriales, mineras, comerciales, ferroviarias, etc. ¿qué justo lugar le asignarían los biotipólogos? Tendrían que estudiar su personalidad orgánicopsíquica, primero, y después indicar el lugar que le corresponda. ¿Podrían estudiarlo así? ¿Se sometería el feliz mortal a esa investigación científica, con respecto a sus disposiciones o predisposiciones orgánico-psicológicas?... a esos hombres n o les alcanzaría la ciencia de los biotipólogos. Es que n o se someterían. Para eso cuentan con la libertad individual (Bosio 1939:1338).

Desde esta perspectiva, la biotipología no podría señalarles a los miembros de sectores encumbrados de la sociedad cuál era en verdad su "justo lugar", y "seguirían siendo como son, y ocupando el lugar que les señala su misma procedencia". Es que, según Bosio, "la ciencia de los biotipólogos no tiene entrada en ese sector social". Por el contrario, "la gente de trabajo" sí debería someterse a examen, estando entonces en "plena dominación de una academia" (Bosio 1939:1338). Los embates de este médico anarquista se profundizaron al ingresar con sus críticas en la esfera actitudinal de algunos de sus adversarios, a quienes les atribuía hablar "poseídos de una especie de mística", desde donde afirmaban que la salvación del mundo dependía de "poner en práctica eso de ubicar a

5 D e filiación sindicalista, este médico y farmacéutico graduado en la Universidad de Buenos Aires (1912), había nacido en Italia (1877) y llegado desde muy niño al país. Ejerció su profesión durante 30 años, primero en parajes rurales de la Provincia de Buenos Aires y luego en la Capital Federal. Dirigió el periódico Lucha antituberculosa y fue director de la publicación mensual El médico práctico, que vio la luz en 1945. Falleció en Buenos Aires en 1956.

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cada h o m b r e en su 'justo l u g a r ' " . Así, se planteaba r e t ó r i c a m e n t e : " ¿ y qué hacen ellos, individualmente, en el sentido de aportar algo a la solución del problema?"; pregunta que se origina a partir del c o n o c i m i e n t o personal que manifiesta tener sobre la familia de un biotipólogo: Conozco a uno, cuyo hijo —un simpático muchacho de 15 años, estudiante secundario— porfía siempre en querer dejar los estudios. N o tiene vocación para lo que le ha destinado el padre. N o quiere estudiar, sino que su ideal es el de ser agente de policía, uno de esos que dirigen el tránsito. Y se encanta cada vez que mira a uno de esos varitas en función. El padre, cada vez que el muchacho habla de querer ser dirigente del tránsito, en una esquina importante de la ciudad, empalidece, tartamudea, se irrita y . . . ¡adiós biotipología! Dice que eso no puede ser. Y sin embargo, el muchacho ha de tener vocación, porque el entusiasmo no desmaya. Hace cuatro años que viene diciendo siempre lo mismo. Es que su justo lugar' no se lo ha señalado el biotipólogo, sino él mismo, por disposición, o predisposición, o gusto individual.Y eso no lo tolera el biotipólogo que es al mismo tiempo padre y que ocupa una posición social elevada (...) Supongamos que los biotipólogos establezcan que el hijo de un obrero de frigorífico que gana 3 pesos diarios tiene su justo lugar' en la Medicina. ¿Quién le paga los estudios? ¿Quién le mantiene mientras estudia? N o voy a abundar en hechos y ejemplos. Bastan con esos pocos para entender cómo esa llamada ciencia de la biotipología —por lo que se refiere a ubicar a los hombres en su justo lugar'— no puede tener valor social alguno, encarando los problemas desde el punto de vista de una práctica social (Bosio 1939: i 339). Los planteos de B o s i o fueron refutados p o r la invocación a una incuestionable a u t o r i d a d que poseía d e n t r o de la c i e n c i a el c a m p o b i o t i p o l ó g i c o . Óscar R o d r í g u e z R e y —secretario general del referido C o n g r e s o de S o c i o logía— y D o n a t o B o c c i a , subdirector del Instituto Argentino de Biotipología, se encargaron de destacar esa c o n d i c i ó n al responder. Pero nuestro m é d i c o anarquista n o se amilanó y volvió a atacar a la biotipología preguntándose: ¿qué significa preparar al trabajador desde su nacimiento?, ¿qué se logra confirmando la existencia de tipos humanos, como se estila decir ahora, de 'biotipos'? Esa enorme labor de clasificación —que en gran parte es un puro trabajo imaginativo y hasta fantástico— queda relegada al campo de la especulación científica (Bosio 1940: 915). Quedaba en claro que la biotipología poseía un pensamiento compartido p o r amplios sectores de la intelectualidad, y desde allí se reforzaba la creencia

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en su cientificidad.Y eran las subyacentes interacciones con el poder las que al tiempo que le brindaban sustento resentían la cientificidad de su propia formulación, como lo podía percibir Bosio. Según los impulsores de la Sociología y Medicina del Trabajo, como de la eugenesia en general, la clasificación del trabajador apuntaba, a su vez, a reforzar los roles de género en Argentina. Para el largamente venerado higienista Gregorio Aráoz Alfaro, 6 el Congreso de 1939 era una buena ocasión para afirmar un programa dirigido a conseguir que el Estado garantizara salarios capaces de bastar al trabajador, a su mujer y sus hijos, acompañados de subsidios a hogares numerosos (Aráoz Alfaro 1940: 4). El propio Pende ya había explicitado que existía una inalterable oposición entre mujer, en tanto actual o potencial madre, y trabajo, de donde derivaba la convicción de que " o la mujer está conformada física y mentalmente para ser esposa del hombre y madre, o no es verdaderamente mujer" (Pende 1933: 2). El trabajo para la mujer era inconveniente por sus funciones maternas, pero también era el sitio en el cual se evidenciaban las inferiores cualidades que, según Pende, ella poseía con relación al hombre: también del lado intelectual la cultura de la mujer debe seguir la naturaleza, que ha concedido a la femenilidad no un cerebro cuantitativamente menos desarrollado y menos potente que el hombre por atavismo, c o m o muchos teóricos afirman, cometiendo con ello un craso error, pues la diferencia entre el cerebro del hombre y de la mujer es puramente cualitativa (Pende 1933: 5).

La biotipología, entonces, delimitaba espacios de intervención y funciones de género bien diferenciadas, donde el objeto de análisis del Congreso era exclusivamente el hombre y desde su ausencia quedaba implícito el rol de la mujer. Aráoz Alfaro velaba entonces por lograr que hubiera " trabajo para todos y trabajo suficientemente remunerado para que la madre se ocupe del hogar

6 Gregorio Aráoz Alfaro nació enTucumán el 8 de junio de 1870. Médico de profesión, fue desde la primera década del siglo XX uno de los principales referentes del higienismo argentino. Dirigió el Departamento Nacional de Higiene en 1918, de 1923 a 1928 y de 1930 a 1931. Integró el Museo Social Argentino desde 1912 y formó parte de la delegación argentina enviada a la Primera Conferencia Panamericana de Eugenesia y Homicultura de las Repúblicas Americanas, celebrada en La Habana en 1927. Fue miembro fundador de la AABEMS en 1932. Escribió numerosos textos entre los que se destaca El libro de las madres (1899), con un capítulo dedicado a la eugenesia que incorporó en la reedición de 1922. Murió en 1955.

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y no se vea precisada a buscar fuera de casa un suplemento de ganancia!" (Aráoz Alfaro 1940:4). El hombre, en tanto trabajador, era quien debía sostener económicamente a la mujer. También Bosio cuestionaría aquellas certezas científicas de la biotipología según las cuales la mujer debía, como condición natural y conveniente a su sexo, ser mantenida por el hombre (...)• Si se invoca a la naturaleza, no puede dudarse que la mujer es capaz de vivir mediante su propia actividad, trabajando. Tiene todo lo que puede tener el hombre: facultades, condiciones intelectuales; cosa que ya ha sido puesto de manifiesto en la vida social. (...) Ya son legión las mujeres que han salido del hogar para enfrentarse con la vida; y que han invadido campo de actividad que, hasta entonces, eran casi de exclusiva incumbencia de los hombres (Bosio 1947:103).

Y a diferencia de la mirada de los biotipólogos, no residía en el trabajo de la mujer el problema, sino precisamente en el hecho de que aquel aserto referido a sus menores cualidades, estaba lo suficientemente instalado como para evitar la falta de reconocimiento por su labor a la que se exponía. Todavía la mujer no tiene, en general, independencia, ni libertad, condiciones que son necesarias para fundamentar la dignidad. Es que sigue dependiendo del hombre, en alguna de las múltiples formas. Y las que trabajan, están sometidas a condiciones inferiores y a veces tan inferiores, de explotación y de opresión, que tienden a degradarla, impulsándolas, empujándolas a la prostitución, mas o menos visible (Bosio 1947:103).

La utilización de la ciencia para fundamentar viejos preconceptos, derivaba en el reforzamiento de una moral interesada en lograr que el matrimonio fuera "la única profesión de la mujer" (Bosio 1947: 103). De ahí que Bosio concluyera en que "hacer que las mujeres tengan independencia económico-social y libertad, es una hermosa y muy humana tarea que hay que emprender" (Bosio 1947:104). Y sobre la biotipología en sí, volvería una y otra vez para fustigarla, oponiendo la primacía que atribuía a las condiciones sociales y la necesidad de intervenir sobre el ambiente para garantizar oportunidades igualitarias, antes que detectar y clasificar constitucionalmente a los individuos para asignarle científicamente el "justo lugar" que le correspondía ocupar (Bosio 1950b: 12). Una vez más, la ciencia de Pende aplicada en la Argentina lo llevaría a plantearse una cuantas preguntas:

Ciencia, eugenesia y roles de género en la Argentina (1930-1950)

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Cuando se trata de biotipología, sus entusiastas sostenedores nos hablan del tipo normal al cual hay que llegar mediante intervenciones varias. Ese es el nudo del problema. Tipo normal sería un individuo con personalidad definida, orgánica, mental y moralmente sano, es decir, el que no es enfermo, el que razona bien y se comporta debidamente. Y hagamos ejemplos. El que paga al médico o a cualquier otro proveedor de mercancías o servicios - u n buen cliente—, ¿ese sería un tipo normal? El que hace lo contrario ¿entraría en la categoría de los anormales, en la de los deficientes por existir alguna alteración en lo referente al equilibrio hormonal? Para el dueño de una fabrica, un obrero sumiso, obediente, trabajador, incansable, que jamás pide aumento de salario, que lo espera de la voluntaria decisión del empleador, por ejemplo, ¿es un tipo normal, bien constituido, equilibrado, en todo sentido, y en especial por lo que se refiere a la armonía de las funciones de las glándulas de secreción internas? (Bosio 1950a: 1). En definitiva, los cuestionamientos de Bosio a la biotipología dan cuenta de la viabilidad cognitiva de poner en duda una supuesta racionalidad científica epocal. Esta forma que asumía la ciencia a través de la biotipología, disciplina que emergió y se sostuvo merced a un modelo conservador de familia y sociedad, puede ser leída en el marco de una resistencia de las elites ante la inevitable igualdad de derechos promovida en Occidente desde las primeras décadas del siglo XX, y afianzada enfáticamente (al menos en el plano discursivo) luego de Núremberg.

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M a r i s a M i r a n d a / G u s t a v o Vallejo

Desfile de alumnas de la Escuela Politécnica de Biotipologia en u n acto público celebrado en Buenos Aires. Anales de Biotipologia, Eugenesia y Medicina Social, j u n i o - j u l i o de 1938.

Acto de colación de egresadas de la Escuela Politécnica de Bitipología, celebrado en el Teatro Gran Splendid de Buenos Aires. Al frente, el director de dicha escuela, Arturo Rossi, pronuncia u n discurso. Anales de Biotipologia, Eugenesia y Medicina Social, B u e n o s Aires, enero de 1939.

Ciencia, eugenesia y roles de g é n e r o en la Argentina (1930-1950)

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ANALES

Biotipologia, Eugenesia y Medicina Social P O R LA S U P E R A C I O N DE LA VIDA HUMANA O r g a n o de la Asociación Argentina d e b i o i i p o l o g í o . Eugenesia y Medicina Social BUENOS AIRES, 15 DICIEMBRE CE 1936

Portada de Anales de Bíotipología, Eugenesia y Medicina Social dedicada a los festejos de la Semana de la Maternidad y de la Infancia y Día de la Madre y el Hijo, diciembre de 1936.

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Marisa Miranda/Gustavo Vallejo

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EXPERTOS, CONOCIMIENTOS Y CIRCULACIÓN SOCIAL: VARONES Y MUJERES E N LA REDEFINICIÓN DE LA M O R A L SEXUAL E N LA ARGENTINA DE LOS AÑOS SESENTA

Isabella Cosse

CONICET/

UdeSA 1

INTRODUCCIÓN M e casé (no había tenido ninguna experiencia sexual previa) con los deseos y temores lógicos que presiden esas circunstancias y con la más absoluta ignorancia sexual. [...] Yo tengo entendido que el acto sexual debe ser un placer para la pareja, un m o m e n t o de plenitud total y auténtica, sólo en contadas ocasiones siento ese placer y sólo al final del acto sexual (siempre el c o m i e n z o ha sido doloroso). Cuando hablo de dolor, lo hago con el más absoluto conocimiento del dolor, no m e refiero a un simple malestar, sino a algo casi irresistible. Nuestras relaciones son esporádicas. [...] les pido, encarecidamente un consejo, libros que nos orienten o todo aquello que nos guíe a una solución definitiva. Q u e r e m o s salvar nuestro matri-

1 Quiero expresar mi agradecimiento a Eva Giberti, quien me permitió acceder a la fuente que originó este artículo, a Catalina Wainerman que me abrió esa posibilidad y a Carmen Haretche por su ayuda en el procesamiento estadístico de la información. Asimismo agradezco la discusión sobre ideas aquí planteadas a Karina Felitti,Valeria Manzano y Eduardo Míguez.

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Isabella Cosse monio y sólo podremos hacerlo enfrentando las situaciones no eludiéndolas (Archivo Eva Giberti [en adelante AEG], Libro de Correspondencia [en adelante LC], Buenos Aires, 5 de agosto de 1969).

Estas eran las palabras de la señora de P., casada, con veintiocho años y dos hijas.2 En 1969 decidió consultar a Florencio Escardó y Eva Giberti para resolver su problema. La carta coloca en el centro la conexión entre los expertos en sexualidad y los problemas de las personas comunes. Contiene, también, rasgos propios de una época signada por la redefinición sobre qué era lo normal y lo correcto en relación al sexo. Era la carta de una mujer que había llegado virgen al matrimonio que, preocupada por su insatisfacción sexual, les pedía ayuda a un médico y a una psicóloga. Ella conocía bien a quienes les escribía. Los veía cada noche en el programa que ambos conducían en la televisión. Se decidió a escribirles porque compartía sus puntos de vista. Esta aclaración, subrayada por la señora de P., advierte sobre la importancia del papel activo de los sujetos anónimos a los que se dirigía el conocimiento experto. Estas páginas abordan esa articulación entre los expertos y los sujetos a los que éstos se dirigían. Desde este ángulo, el artículo asume dos puntos de partida escasamente atendidos por las investigaciones recientes sobre los años sesenta y setenta en América Latina. Primero, coloca el eje sobre las dimensiones culturales de las transformaciones de un período que ha sido, mayormente, transitado en función de las vicisitudes políticas escindidas de los cambios en las costumbres en la vida cotidiana y la subjetividad. Segundo, descentraliza el papel de las élites al focalizar su atención no sólo en los expertos sino en los sujetos a los que estaban dirigidas sus estrategias. Es decir, las personas que carecían de posiciones de poder pero que fueron protagonistas indudables de dichos cambios culturales.3 Los recientes antecedentes para la Argentina muestran la pertinencia de estas apuestas. Por un lado, han revelado que en los años sesenta y setenta los cuestionamientos a la moral sexual y familiar asumieron una envergadura inédita en un proceso marcado por las contradicciones en el cual los jóvenes desafiaron, de diferentes modos y con disímiles intensidades, las normas de 2

He eliminado los nombres completos, sustituyéndolos por iniciales, para preservar el derecho a la intimidad de las personas. Asimismo he evitado las referencias que pudieran identificarlas. 3 En una línea similar, véanse, Pujol 2002, Cosse 2009 y 2010; Felitti 2008; Manzano 2009.

Expertos, conocimientos y circulación social

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sus mayores (Feijoó y Nari 1996; Pujol 2003; Plotkin 2003; Cosse 2010a; Felitti 2009; Manzano 2009). Por el otro, han coincidido en que dicho proceso no sólo involucró a las élites intelectuales, políticas y culturales sino que, por el contrario, atravesó a la sociedad argentina, especialmente en los centros urbanos (Cosse 2010a y Manzano 2009). Con esta intención, esta propuesta se suma a la comprensión de los cambios culturales en los años sesenta en la Argentina, especialmente, respecto a los discursos, los valores y las prácticas relativas a la sexualidad al poner en relación a los expertos con el público que los escuchaba a partir de sus propias voces. Para ello, utilizaré las preguntas realizadas por el público de las conferencias y los cursos dictados por Florencio Escardó y Eva Giberti, conservadas en el Archivo de esta especialista, a lo que se suman otras fuentes como correspondencia, apuntes, artículos y libros.4 Ambas figuras formaron una pareja que quedó asociada a la reformulación de los métodos de crianza pero que intervino sobre el campo más amplio de las relaciones familiares y la sexualidad. La importancia que le otorgaron a la divulgación en los medios de comunicación masiva y en conferencias y charlas los convirtió en referentes indiscutibles de los discursos modernizadores (Plotkin 2003 y Cosse 2006). Las preguntas del público eran un elemento central de las dinámicas de las actividades. Realizadas en forma escrita y recogidas por los conferencistas para ser respondidas, fueron usadas por los expertos para evaluar las charlas, conocer los problemas del público y preparar futuras charlas y artículos de divulgación. El Archivo Eva Giberti conserva 975 esquelas con preguntas escritas en papel organizadas en 36 sobres cada uno de los cuales, supuestamente, coincide con diferentes eventos en los que se trataron diferentes tópicos, realizadas entre 1958 y 1973, aunque la fecha, que figuraba en los sobres, casi siempre parecería estimada. Es probable que este volumen no represente la totalidad de charlas dadas por ambos expertos. Pero es posible afirmar, de acuerdo con el análisis del material, que no existió una selección intencionada de las preguntas que se han conservado sino que ello fue resultado circunstancial de la falta de sistematicidad en la guarda y del paso del tiempo. 5

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Realicé un primer análisis de este material en relación a la crianza de los niños en Cosse 2010. 5 La inexactitud en la datación, más el hecho de que los temas de las charlas no se reiteran estrictamente, imposibilita un análisis diacrónico que hubiera permitido entender los cambios en las posiciones del público a lo largo del tiempo. Tuve acceso a la trans-

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Para el análisis de las preguntas en primer término realicé listados de diferentes problemáticas parciales. Posteriormente, procesé estadísticamente las preguntas, para lo cual diseñé un código cerrado de variables. Dado que algunas esquelas contenían más de una pregunta consideré cada una en forma independiente, de modo tal que cada pregunta coincidiera con un solo caso. Por ello, las 975 esquelas dieron lugar a 1.100 casos, lo cual indica que la amplia mayoría de los participantes hacían una sola pregunta por vez. Para la interpretación de este material consideré la importancia de contextualizar la situación en las que habían sido realizadas las preguntas, evidenciar la existencia de una compleja relación entre el contenido de las mismas y la realidad y tratar de revelar las omisiones y los contenidos implícitos en cada pregunta. Observé que si bien no se habían conservado las clases y las conferencias que despertaron los interrogantes era posible reponer mediante otras fuentes qué pensaban los conferencistas, las dinámicas de trabajo, las formas de convocatoria y las posturas de los autores sobre los temas tratados. Las siguientes páginas están organizadas en tres apartados. En el primero se presentan las figuras de Florencio Escardó y Eva Giberti y explica su programa de cambio respecto a la familia y la sexualidad. En el segundo se abordan las actividades de difusión y las dinámicas de las charlas y los cursos. Especialmente, en el papel cumplido por las preguntas, y las diferentes formas de interrogación del público así como sus características sociales, culturales y familiares. En el tercero se abordan las posiciones de los expertos sobre la sexualidad y las reacciones que generaban entre los hombres y las mujeres que los escuchaban. Este análisis está centrado en dos temáticas —la prostitución y las técnicas sexuales— que asumieron especial relevancia en la redefinición del orden y las prácticas sexuales y que, en concordancia, tuvieron un lugar significativo entre las ideas de ambos expertos y las preguntas del público.

cripción de las preguntas, realizadas a principios de los años noventa, en un procesador de texto por la demógrafa Cecilia Añaños a pedido de la propia Giberti porque deseaba analizar dicho material, propósito que no llevó a cabo. Antes de utilizarla constaté la coincidencia de los litados con el contenido de cada grupo de esquelas del público y controlé que se hubiera respetado el orden, el texto y la ortografía original.

Expertos, conocimientos y circulación social

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E S C A R D Ó Y GIBERTI: M O D E R N I Z A R LA FAMILIA Y LA SEXUALIDAD

E n la Argentina, Florencio Escardó y Eva Giberti han quedado asociados en la m e m o r i a social c o n el nuevo m é t o d o de crianza de los niños en los años sesenta. El recuerdo es apropiado: ambos desempeñaron u n destacado papel en ese campo. Pero esta percepción eclipsa que la crianza se inscribía en u n programa más general que incluía con igual importancia a la familia y la sexualidad. E n verdad, lejos de estar compartimentada, la visión de estos expertos engarzaba la sexualidad con la familia y la crianza. Abanderados de la m o d e r n i z a c i ó n de la familia y la sexualidad, ambos se legitimaron en la necesidad de renovar las visiones sexológicas instituidas. Desde este ángulo, construían su propio discurso en oposición con el pasado, con lo cual quedaban relegadas las poderosas continuidades que vertebraban sus concepciones. E n la Argentina de los años treinta y cuarenta se p r o d u j o una primera renovación sexológica. El éxito editorial de El Matrimonio Perfecto de Van de Velde (que agotó más de 30 ediciones entre 1939 y 1950) legitimó el c o n o cimiento sexual en función de su importancia para la felicidad matrimonial (Vezzetti 1995, R o m e r o y G u t i é r r e z 1995). Esta perspectiva articulaba la sexología con los discursos del higienismo y la eugenesia, que se propusieron regular la sexualidad según los intereses de la raza, la nación y la familia. Estos discursos restringían la sexualidad lícita a la pauta heterosexual, al m a t r i m o nio y la reproducción (garantizando la descendencia fehaciente del varón para la transmisión del patrimonio) y contenían u n doble estándar de m o r a lidad que se articulaba con supuestas diferencia de naturaleza entre mujeres y varones. La duplicidad involucraba tolerarles a los varones las infracciones a las normas enunciadas públicamente, siempre que no tuvieran consecuencias para el orden social, familiar y de género. Suponía, también, la exaltación del papel activo y de la temprana iniciación sexual de los varones y del carácter pasivo de las mujeres "decentes" para quienes regía la n o r m a de la virginidad al matrimonio. Por eso, se consideraba normal que los jóvenes iniciaran su vida sexual con mujeres que estaban fuera del mercado matrimonial y que rigiese una interdicción al tratamiento público sobre la sexualidad. Es decir, ésta asumía u n a c o n n o t a c i ó n pecaminosa y sólo era referida a través de determinados discursos (religiosos, morales, médicos) en extremo codificados (Salessi 2000, Barrancos 2007, Guy 1994). E n los años sesenta este paradigma sexual comenzó a ser puesto en cuestión. La sexualidad se convirtió en una matriz omnipresente para comprender los más variados espacios vitales y las n o r m a s sexuales quedaron en el

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centro de los debates en el escenario público. En ese sentido, el cuestionamiento del statu quo y la represión moralista componen una dupla que, como un oxímoron, atravesaron la sociedad argentina y definieron las contradicciones de esta época en la que se erigió un nuevo mandato que ordenaba hablar abiertamente sobre la sexualidad. Pero que, a diferencia de lo sucedido en Europa y Estados Unidos, en Argentina fue un período signado por el ascenso del autoritarismo, la censura y la violencia política (Terán 1993, Avellaneda 1986, Manzano 2005) En este marco, las contiendas por la redefinición de la moral sexual emergieron con fuerza cuestionamientos (a la virginidad femenina, la restricción del sexo legítimo al m a t r i m o n i o y el relegamiento del goce de las mujeres) que dejaron incólumes la importancia atribuida a la pauta heterosexual, la estabilidad de la pareja y de la sexualidad unida a la afectividad (Cosse 2010a, Felitti 2009 y Manzano 2009). Florencio Escardó fue uno de las primeras figuras en confrontar con el paradigma de la doble moral sexual aunque, como veremos, esto no suponía que propusiera la igualdad completa de la mujer y el varón en la actividad sexual ni la erosión de la pauta heterosexual que, por el contrario, quedaba reforzada. En 1954, su pionero Anatomía de la familia, subrayaba la importancia de la sexualidad en una línea que continuaría en Sexología de la familia (1961). Los dos libros, que se agotaron rápidamente, mostraban la apertura a las interpretaciones de la psicología y de las ciencias sociales, especialmente al funcionalismo y al psicoanálisis (Cosse 2010b). Para ese entonces, Escardó era un reconocido pediatra cercano al Partido Socialista con una larga experiencia en la difusión masiva. Había comenzado a publicar colaboraciones a fines de los años treinta en revistas c o m o El Hogar, Hijo Mío! y Viva Cien Años, dirigidas a las mujeres y la familia. Su estatura pública había asumido un cariz político cuando, con el ascenso del peronismo, se plegó a filas opositoras, renunciando a su cátedra universitaria en 1946, abanderándose con las críticas a la política sanitaria del gobierno. C o n la derrota del peronismo, se abrió la etapa de mayor importancia en su carrera con la asunción del Decanato de la Facultad de Medicina (1958) y el vicerrectorado de la U n i versidad de Buenos Aires, la jefatura de la Sala XVII del Hospital de Niños Dr. Ricardo Gutiérrez, donde funcionaba la II Cátedra de Pediatría y Puericultura (Diamant 1993; Rustoyburu 2008). Sexología de la familia no era un manual sexológico sino un ensayo sobre la sexualidad en la familia y la educación de los niños. Incluso, estaba escrito en contra de visiones exclusivamente fisiológicas u orgánicas porque impedían visualizar la importancia del afecto y la ternura en el acto sexual. El

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libro proponía cubrir un vacío: "la mayoría (del público) tiene que contentarse con obras menores que oscilan entre el esquema pueril y la pornografía encubierta de formalidad informativa" (Escardó 1961: 25). La primera edición se agotó en sólo cinco meses y confirmó el diagnóstico de la avidez del público por nuevos enfoques sobre la sexualidad. Escardó concebía la entrega sexual requería madurez fisiológica, social y moral y valorizaba el placer femenino (responsabilizando del mismo al marido) para la felicidad familiar. Enfatizaba la importancia de la educación sexual para formar individuos capaces de lograr la gratificación sexual y para garantizar la "correcta" formación de la identidad sexual (es decir, los roles sociales masculinos o femeninos en forma excluyente) con la biológica, entendiendo que la homosexualidad era una enfermedad psicológica, p o r oposición a la desviación moral, términos en los cuales era comprendida mayormente. Al publicarse Sexología de la familia, Escardó era la pareja de Eva Giberti, una asistente social y psicóloga que se había convertido en una figura mediática de singular importancia en la difusión de nuevas ideas sobre la crianza y la familia. Desde 1958, su columna Escuela para padres en el popular diario La Razón, tuvo un éxito indiscutible. Simultáneamente, la autora encabezó la organización de Escuela para padres, en el marco del Hospital del Niños, desde la cual realizó una prolífera labor que atendía a madres y padres. En lucha contra el autoritarismo y la violencia en la familia, la psicóloga se abanderó por la democratización y modernización de las relaciones cotidianas. Sus críticas no alcanzaban el papel del matrimonio en la constitución de una familia, la división de género de la mujer ama de casa y el varón proveedor y la definición de la identidad femenina en función de la maternidad, si bien se proponían transformaciones en estos planos. En sus libros, más que priorizar la dimensión sexológica o fisiológica, enfocaba los temas referidos a la educación sexual y la sexualidad en la infancia y la adolescencia. Esto no impedía que resultase clara su insistencia en la importancia del conocimiento sexual, la mutua satisfacción sexual en la pareja y la necesidad de discutir abiertamente sobre las relaciones prematrimoniales (Cosse 2010a). Ambas figuras coincidían en entender que la sexualidad condensaba las características físicas, psíquicas y sociales que definían la identidad de género (llamada identidad sexual) y que daba inicio antes del nacimiento, diferenciándola de la genitalidad, término que referiría al acto sexual. Insistían en que los adultos debían ser capaces de dar y recibir placer sexual con responsabilidad, lo cual suponía el contexto de una pareja estable cuando no de la misma institución matrimonial. Sin embargo, acordaban, también, en recha-

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zar la prostitución c o m o forma de iniciación sexual de los varones y la asociación de la virginidad femenina con la pureza y la decencia de las mujeres. Para ellos, el goce sexual era u n e l e m e n t o decisivo de la conquista de la madurez afectiva y la realización individual que revitalizaba el compañerism o en la pareja (Escardó 1968: 3 5 6 - 4 5 8 ; Plotkin 2003: 169-175; Cosse 2010a).

COMPROMISO CON LA DIFUSIÓN

Escardó y Giberti condensaron u n programa de cambio que interpeló a amplios sectores sociales porque les ofreció una vía moderada para i n c o r p o rarse a las transformaciones modernizadoras sin exigirles romper p o r c o m pleto con las pautas culturales imperantes. Tal posibilidad sólo fue posible por la importancia que los dos expertos le adjudicaron a la divulgación. Al éxito de la columna de Giberti en La Razón, que dejó de publicarse a mediados de los sesenta, se sumaron las escritas para revistas femeninas (como Para Ti y Vosotras) y las de crianza (Nuestros Hijos) que dieron lugar a dos compilaciones (Escuela para padres de 1961 y Adolescencia y Educación sexual de 1968) que vendieron aproximadamente 250.000 ejemplares, sin contarse ediciones no autorizadas. Para ese entonces, Escardó se mantenía activo en los medios, con contribuciones estables y esporádicas que podían incluirlo en propuestas tan disímiles como Para Ti, la revista femenina de corte más tradicional y Primera Plana, la revista que impuso u n nuevo estilo periodístico c o n u n discurso modernizante. La pareja también incursionó en radio y televisión. El éxito mayor fue Tribunal de apelación, en el cual se discutían casos reales que eran dramatizados. El programa, en 1968, llegó a televisarse diariamente y en 1969 se desdobló en una propuesta con temas supuestamente para adultos (Tribunal para mayores) (Cosse 2006: 39-60; / l E G - C a r p e t a de R e c o r t e s [en adelante C R ] " T V " , Radiolandia, Buenos Aires, 13 de diciembre de 1968 s/p.) Escardó explicaba que el periodismo abría la puerta de miles de hogares a los que hubiera sido imposible acceder mediante el trabajo en el consultorio. Del mismo modo, Giberti defendió en distintas ocasiones la importancia del carácter multiplicador de los medios. Ambos señalaron en reiteradas o p o r t u nidades el descrédito que les generó este compromiso mediático en ámbitos médicos y psicoanalíticos. La psicóloga sostenía que, c o m o p r o d u c t o de la difusión, los pacientes incorporaban conocimientos que incomodaban a los expertos, porque competían con su autoridad (Eva Giberti, entrevista, B u e -

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nos Aires, 12 de diciembre de 2004 y "Médico, defensor de niños", Para Ti, núm. 2 3 4 9 , 1 7 de j u n i o de 1967, pp. 12-13). La apuesta por la difusión no sólo condujo a ambos expertos a una intensa labor en los medios sino también al dictado de numerosas charlas, conferencias y cursos, un estilo de comunicación que proliferò a principios de los años sesenta en una relación de ida y vuelta con los cambios que atravesaban las relaciones familiares. Estas actividades tenían c o m o marco institucional el Hospital de Niños, uno de los más prestigiosos de la ciudad al que recurrían familias con escasos recursos, y la Cátedra en Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Pero los cursos también se articulaban con un amplio espectro de organizaciones, entre las cuales, incluso en 1960, podían encontrarse la Liga de Padres de Familia, una organización laica creada por la Iglesia católica para la defensa de la familia y la moral católica, o el R o t a r y Club, la conocida institución benéfica y social. Dentro de esa diversidad, las organizaciones judías tuvieron especial centralidad, c o m o muestra el hecho de que en el corpus de preguntas la mayor parte de las instituciones identificadas pertenezcan a esa colectividad. Asimismo resulta revelador de la amplitud del público que dos conferencias de las que se conservaron preguntas se hayan dictado en fábricas, aunque no existe más carta de Orlando José Farao, secretario información al respecto (AEG-CC, de la Liga de Padres de Familia, dirigida a E G , Buenos Aires, 30 de mayo de 1960; y carta de Alejandro Pujol, R o t a r y Club de Nueva Chicago, dirigida a E G , Buenos Aires, 18 de marzo de I960). 6 E n buena medida, el éxito de las charlas se debía a la popularidad de Escardó y Giberti. La intensidad y la dinámica de los cursos eran variables. En un extremo estaban los cursos de mediana duración, que por lo menos cuando eran patrocinados por organizaciones civiles podían llegar a ser arancelados, cuya dinámica consistía en clases "magistrales" (donde se aceptaba una interrupción pero se evitaban los diálogos) seguidas de trabajo en g r u pos, denominados "operativos" en algunos textos. Estos grupos, siguiendo a E n r i q u e Pichón Rivière, un r e c o n o c i d o psicoanalista, eran concebidos simultáneamente c o m o un instrumento pedagógico y terapéutico aunque

6 La importancia de las organizaciones judías también se desprende de la correspondencia. Las instituciones identificadas son: el Hospital de Niños, S O C A M (una fábrica de equipamientos), I C A N A , el Auditorio Kraft (que podían haber sido contratado por otra institución), Wobron (una fábrica de embragues) y tres instituciones judías (las escuelas Sholem Aleijem en tres ocasiones, las escuela Hertzl y otra institución no identificada).

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sólo se realizaban interpretaciones psicológicas si el funcionamiento del grupo superaba los tres meses. En el otro extremo, estaban las charlas puntuales que eran sólo expositivas y estaban seguidas por preguntas del público, sin dar lugar a los grupos operativos (Giberti 1971 y Pichón Rivière 2008: 107-120 y 233-246). Las preguntas del público eran de central importancia para las actividades. En las charlas, delimitaban el único espacio habilitado para su participación. Después de terminada la exposición, se hacía un intervalo de diez minutos, en el cual se repartía papel para escribir preguntas, suponiéndose, entonces, que los participantes dominaban con fluidez la palabra escrita, lo cual significaba una forma de exclusión para quienes no podían hacerlo. En cambio, en los "grupos operativos" se esperaba que los participantes tuvieran un papel activo, no sólo con preguntas sino, también, con opiniones e interpretaciones. En ambos casos, las preguntas eran analizadas para reflexionar sobre la dinámica de las acciones y para entender los problemas y las necesidades de la audiencia (y4£G-C£P-Giberti, "Técnicas para la educación sexual de la comunidad", mimeo, ca. 1967). El público variaba en sintonía con las instituciones patrocinantes, el tipo de las actividades y el lugar donde se realizaban. Las charlas podían convocar a decenas de personas pero los grupos operativos podían llegar a funcionar con sólo tres matrimonios o media docena de madres. Si bien hubo charlas donde participaron parejas de novios, según una pregunta del público en alguna ocasión se impidió la participación de personas solteras, una medida que condescendía con la censura cinematográfica y el empuje tradicionalista que, como ya planteé, en Argentina fue simultáneo a los impulsos de modernización cultural. El análisis de las preguntas sobre la composición social del público revela un panorama heterogéneo. Muchas familias estaban en condiciones de enviar a sus hijos a colegios privados y otras tenían empleada doméstica, como mostraban las preocupaciones por la relación de los niños con la "sirvienta". Pero, también, había familias obreras (como dije dos charlas se desarrollaron en fábricas industriales), matrimonios que debían dormir en la misma habitación con sus hijos por falta de espacio y madres preocupadas por los efectos que podía tener la ausencia del padre para sus hijos. Dentro de esta diversidad, es significativo que aproximadamente una de cada diez preguntas tuvieran errores de ortografía o de redacción (en su mayor parte falta de concordancia de plurales, tildes y giros equivocados) y que una proporción similar contuvieran términos de la jerga psicológica, lo que constituye una cifra importante aunque los asistentes hubieran escuchado los tér-

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minos en la misma conferencia. Claro está que la necesidad de escribir las preguntas era una forma de exclusión en sí misma. De todos modos, podría pensarse que no hubiese sido posible mantener esta consigna entre una audiencia mayormente iletrada. Esto hace suponer que el público estaba alfabetizado y tenía capacidad para preguntar sobre el nuevo sistema de ideas en relación a la sexualidad y condiciones de vida para que tales temáticas pudiesen convertirse en un problema. Es decir, era un público abierto a la modernización cultural pero que no pertenecía a las vanguardias que la encabezaban. Por otra parte, el perfil parecería haber variado a lo largo del tiempo. De hecho, de los veinticinco eventos realizados antes de 1970 sólo se identificó uno realizado en una fabrica y ninguno en el interior del país mientras que entre los nueve realizados posteriormente se cuenta también uno en una fabrica (lo que representa una proporción más alta) y dos en el interior del país, sugiriendo una modificación del alcance social y geográfico (Se realizaron en San Nicolás, provincia de Buenos Aires, ca.1973 y en Posadas, ca. 1971, Formosa). Las preguntas también muestran que las familias estaban organizadas de diferente modo. Pensando en su composición, muchos matrimonios vivían sólo con sus hijos pero no faltaban los que compartían la vivienda con algún abuelo u otro familiar. También existían preocupaciones por las dinámicas fuera de la familia instituida, como revelan las preguntas sobre el divorcio, las separaciones y las nuevas uniones, y sobre la ausencia del padre y la orfandad que en la época muchas veces se usaban para referirse a los hogares con jefatura femenina. Tratando de aproximarse al clima dentro del hogar, resultan sugerentes las preguntas que describían situaciones concretas de violencia, falta de amor y comunicación, preocupaciones sobre el trabajo de la mujer y los cambios en los roles de género de la pareja (AEG-CPP. Procesamiento propio). A pesar de estas diferencias, el público poseía un denominador común: el interés por las nuevas visiones sobre la familia y la sexualidad. En el conjunto, un tercio de las preguntas estaban referidas a la sexualidad. En este caso, a diferencia de lo sucedido con la crianza, dominaban los interrogantes con formulaciones abstractas (74%), escaseaba el involucramiento personal (23%) y se quintuplicaban las voces masculinas. Estas proporciones se elevan al excluir las preguntas sobre educación sexual que representaban la mitad de las preguntas sobre el tema. Parecerían haber existido cuatro cursos donde la sexualidad adulta ocupó un lugar importante, si no fue el tema principal. Así lo indican las preguntas sobre técnicas sexuales (sexo oral, penetración, orgasmo), impotencia del varón y la mujer, aborto y anticoncepción, fisiología sexual, libertad sexual, etc.

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Dos de las únicas tres cartas en las que el autor se identificaba con su nombre fueron escritas por médicos que, seguramente, legitimaban mediante su profesión el interés por la sexualidad. En la otra, el autor, luego de un largo listado de preguntas, aclaraba "no tengo ningún inconveniente ni inhibición de ninguna especie en aclarar las mismas públicamente" y, para permitirlo, agregaba su nombre y apellido al final de la misiva. Una decisión que, como puede verse, era concebida en confrontación con los supuestos tabúes sexuales (AEG-CPP, SOBRE B6E, ca. 1965). Esta era una de las máximas que habían guiado las intervenciones en el campo de ambos especialistas. La audiencia compartía esta posición frente a la apertura por el solo hecho de asistir a un curso y hacer preguntas. Este compromiso resultaba evidente, aunque el anonimato protegiera a quienes temían que sus preguntas pudieran ser juzgadas negativamente por lo que trasuntaban respecto al grado de sus conocimientos o sus presupuestos morales. Esto explica que, sólo en el caso de las preguntas sobre sexualidad, algunas hayan sido escritas a máquina. Lo cual requería que fuesen preparadas anticipadamente. Había razones para que los asistentes no quisieran ser identificados. Muchas de las preguntas revelaban que atrás del anonimato y las formulaciones generales estaban involucrados los sentimientos de varones y mujeres en relación a su vida sexual, situada en la esfera más íntima de las personas. Así, por ejemplo, era evidente que quien preguntaba si era posible "llegar a la masturbación", en el marco de un "matrimonio feliz en que la mujer acepta el no llegar al orgasmo pero que siente esa necesidad, al igual que el hombre" estaba auscultando las insatisfacciones que sentía en su propia vida sexual. Del mismo modo, quien consultaba si "se considera perversión la relación anal entre un hombre y una mujer cuando se realiza ocasionalmente" estaba refiriéndose a un dilema que él o ella tenían al tener relaciones sexuales, aunque no sea posible determinar si buscaba que la ciencia convalidase su goce o saldar una diferencia al interior de la pareja ( A E G - C P P , SOBRE B2, ca. 1962, pp. 12 y 36). De igual manera, las implicancias resultaban evidentes cuando se preguntaba sobre los efectos de la menopausia para la "sensibilidad sexual", las consecuencias psicológicas del "coito no consumado" o la necesidad de "agregarle artificios y juegos" al encuentro sexual (AEG-CPP, SOBRE B2, ca. 1962, pp. 7 y 11). Igual de evidente resultaban las contradicciones implícitas en las dudas del público. Así, por ejemplo, un o una asistente recurría a los expertos para saber cómo era posible comprobar la virginidad de una mujer cuando carecía de himen (por razones ajenas a la iniciación sexual) y otra persona quería enten-

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der por qué había personas que necesitaban de "imágenes morbosas" para lograr excitarse (AEG-CPP, S O B R E B2, ca. 1962, pp. 29 y 34). Esto mostraba que la apertura a preguntarse qué era lo normal y lo adecuado en materia sexual no implicaba una posición contraria al statu quo ni que la audiencia tuviese misma posición o compartiese la asumida por los expertos. En muchas ocasiones, quienes delataban ideas contrarias a las ideas de Escardó y Giberti parecían no percibir la diferencia de puntos de vista. Cada pregunta combinaba de un modo único ideas, conocimientos y valores que provenían de diferentes matrices, paradigmas y enfoques. Ello mostraba cómo las personas comunes se apropiaban, cuestionaban y daban nuevo sentido a las ideas de los expertos. Las ambigüedades y resignificaciones quedaban especialmente de relieve en las preguntas sobre la prostitución y las técnicas sexuales.

INICIACIÓN SEXUAL

En las primeras décadas del siglo x x , el paradigma de la doble moral sexual suponía, como hemos planteado, la interdicción al tratamiento de la sexualidad por fuera de discursos fuertemente codificados y el enaltecimiento de la virginidad de las mujeres casaderas, asociada con la decencia femenina, y de la rápida iniciación sexual de los varones, que representaba un hito en la formación de la virilidad. Esta duplicidad se expresó en mandatos contradictorios que potenciaban la doble moral sexual en dos sentidos diferentes. Por un lado, este patrón derivó en formas de contacto sexual entre los novios que convirtieron el ocultamiento de la violación a la norma en una convención instituida. Por el otro, implicaba convenciones que limitaban la experimentación sexual entre los novios y, como contrapartida, legitimaban la tolerancia con las relaciones sexuales de los varones con otras mujeres, siempre que no estuvieran en situación de reclamar derechos matrimoniales (Cosse 2010a y Lehner 2007). La iniciación sexual de los varones con prostitutas estaba naturalizada. La castidad masculina se asociaba con potenciales enfermedades y desviaciones como la masturbación y, en especial, con la homosexualidad, que en las décadas del treinta y el cuarenta fue concebida como la anormalidad en términos morales y nacionales. De hecho, la homofobia hizo posible que el peronismo apoyara la reapertura de los prostíbulos en la necesidad de garantizar la conformación de una pauta heterosexual, como criticaban los panfletos católicos (Guy 1994; Acha y Ben 2006).

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Las voces críticas que discutieron la interdicción a la discusión pública sobre la sexualidad asumieron creciente visibilidad en los años sesenta. Con ellas, se impuso un mandato que exigía hablar y ocuparse de ella. Esto colocó rápidamente en el centro de los debates a las relaciones sexuales prematrimoniales y la iniciación sexual de los jóvenes. Escardó se abanderó en la lucha contra la prostitución. Sostenía que encarnaba la degradación y la segregación de una parte del género humano y concebía a las mujeres como seres sin derechos ni "necesidades" sexuales: N o hay argumento sanitario o psicológico que pueda primar sobre el hecho moral de que una mujer viva dentro de la esclavitud más ominosa de todas las esclavitudes. El fin de una educación sexual suficiente es que cada hombre entiende que no puede usar a otro ser humano como objeto pasivo de su placer o de su descarga instintiva, sin degradarse él mismo al más bajo nivel de la animalidad (Escardó 1961: 87).

Estas posiciones, que retomaban una larga prédica de socialistas y feministas, integraban las ideas que el médico instalaba en las charlas y los cursos (Barrancos 2007 y Lavrin 1995). Esto queda especialmente de relieve a partir de las preguntas que se han conservado de una de las charlas, posiblemente dictada a comienzos de los años sesenta, en donde presentó una retrospectiva histórica y una reflexión moral sobre la prostitución (SOBRE 12E ca. 1966, p. 9). La audiencia, que como se recordará estaba formada en su mayoría por madres y padres de familia, quedaba consternada ante las posiciones de Escardó. Así lo evidencia un grupo de preguntas (realizadas probablemente a comienzos de los años sesenta) en las cuales quedaba de manifiesto que la idea de que los varones no se iniciaran con prostitutas (o mujeres de condición similar) resultaba difícil de concebir porque abría el dilema sobre qué posibles alternativas existían: ¿Tengo un hijo de 14 años, Usted dijo qué a un padre le avergüenza (sic) confesar que su primer contacto sexual fue con una prostituta, qué posibilidades tiene mi hijo actualmente, de qué su primer contacto no sea con una prostituta? ¿Y entonce qué solución; amor libre o contención; lo primero trae degeneración y lo segundo trae más? ¿Como enemigo de la prostitución, qué o cómo aconseja iniciar u orientar al adolescente en sus primeras experiencias genitales, comúnmente "debut" sobre todo en el hijo varón? ( A E G - C P P , SOBRE 12E ca. 1966, pp. 19,2,19).

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Otras preguntas, realizadas en el mismo momento, evidenciaban explícitamente la conexión entre este dilema y la valoración de la virginidad de las mujeres y la centralidad de un paradigma donde la actividad sexual de la mujer por fuera del matrimonio era reprobada moralmente. Desde este ángulo, rechazar la prostitución podría conducir a los jóvenes a prácticas que resultaban más alarmantes y peligrosas para ese orden moral: "¿Dr. Escardó: Siendo qué es Ud. partidario de la libertad de sexos cómo solución para combatir la prostitución, no cree Ud., que en tal caso ello degeneraría en una prostitución general, con resultados insalvables, cuyas consecuencias las pagarían el sinnúmero de hijos de padres desconocidos?" ( A E G - C P P , SOBRE I2E, 1960, p. 1). Esta interrogación presuponía la imposibilidad de escindir la asociación entre sexualidad y reproducción dentro del matrimonio. Pero ésta no era la única visión del público. Por el contrario, lo característico fue la heterogeneidad. Ciertas esquelas dejaban de manifiesto la conceptualización de la prostitución como un problema social, otras colocaban en el tapete la naturalización de las diferencias de género que asociaban el deseo sexual con un instinto propio de los varones por oposición implícita a las mujeres (AEG-CPP, SOB12E; 1960, pp. 8,14). Incluso algunas personas, según preguntas realizadas probablemente más adelante, concebían la anticoncepción como una alternativa para que los jóvenes se iniciasen en la vida sexual sin prostitución: "Dr (...) no cree Ud., que la posibilidad de entregar a los jóvenes medios contraceptivos seguros, simples, los liberaría para realizar una vida sexual justa y plena, sin prostitución?" (SOBRE B (ca. 1966, p. 8). Sin embargo, con más frecuencia, la aceptación de las relaciones prematrimoniales quedaba disociada de la prostitución. ¿Qué respondían los expertos? En 1965, un artículo de Eva Giberti abordaba el problema. Relataba al público de Nuestros Hijos, una conocida revista de crianza, el rechazo que recibían sus ideas cuando cuestionaba en los cursos a los padres que favorecían que sus hijos se iniciaran con prostitutas. Sostenía que ellos no lograban imaginar otra forma y delegaban el problema en la psicóloga, de quien esperaban "la" solución. Ella rechazaba asumir las responsabilidades de los padres. Esta respuesta era parte de una reflexión crítica sobre su propia práctica que Giberti desarrolló en esos años. En especial, sobre las consecuencias de la imposición a los padres de resoluciones que obviaban la propia elaboración de los sujetos. De allí que insistiera en que los padres tenían decisiones intransferibles y que la psicología no poseía la verdad. Con esta idea, según explicaba, se limitaba a enumerar que las alternativas, excluyendo la prostitución, eran la masturbación, la represión, la inicia-

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ción con alguna compañera de su edad o con una m u j e r mayor (mediante u n romance). Le correspondía a cada familia decidir qué posibilidad favorecería, según su propio "sentido moral". D e todos modos, la toma de posición de los padres n o implicaba, necesariamente, que ellos pudieran imponérselas a sus hijos e hijas (Giberti 1965: 67-68). C o m o hemos planteado, la cuestión de la prostitución remitía en forma inmediata a la valoración de la virginidad femenina. Recordemos que, según la doble moral sexual, la respetabilidad social de las j ó v e n e s se definía m e d i a n t e las actitudes q u e asumían frente a las convenciones de la doble moral sexual. El sexo era una prenda que la mujer entregaba al varón cuando, al desposarla, le permitía acceder a la realización completa de su condición c o m o esposa, madre y ama de casa, proyecto dentro del cual la satisfacción sexual de las chicas carecía de importancia. N o obstante, desde los años treinta, la misma había comenzado a ser valorizada para el fortalecimiento del matrimonio. En los años sesenta, esta concepción estuvo en el centro de los debates. N o sólo se afirmó la importancia del goce de las mujeres sino que se cuestionó la asociación entre la virginidad y la decencia. Tanto Escardó como Giberti fueron especialmente cuidadosos al pronunciarse sobre la iniciación sexual de las chicas. Escardó, en 1961, explicaba que las madres debían enseñarles a sus hijas el "límite prudente de las caricias" y advertirles "que el secreto del seductor reside en provocar mediante la caricia intencionada la embriaguez que hace perder la conciencia y por lo tanto el control". Rechazaba el petting (caricias sexuales que conducían al orgasmo sin penetración) porque supuestamente podía conducir a "tensiones nerviosas" y a la eyaculación precoz del varón. Definía que la sexualidad "madura" exigía haber culminado el desarrollo sexual (en la adolescencia) y poseer madurez psicológica, emocional y moral. Estas condiciones posibilitaban constituirse como una pareja humana, entendida como la unión de dos personas "dotadas de responsabilidad, conocimiento y libertad" (Escardó 1961: 50-51). D e este modo, el médico n o rechazaba las relaciones prematrimoniales pero establecía las bases dentro de las cuales podían ser aceptadas. Giberti opinaba en forma similar. E n su Adolescencia y Educación Sexual partía de una supuesta charla entre adolescentes varones que le permitía poner en discusión un abanico de posiciones que iban desde la valoración positiva de la virginidad hasta la aceptación del derecho de las mujeres a decidir sobre su experiencia sexual. La autora advertía a los lectores que ella estaba lejos de considerar que las relaciones prematrimoniales corrompieran a los jóvenes pero tampoco se p r o nunciaba explícitamente a favor de las mismas (Giberti 1968:589-590).

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En concordancia con la importancia de las relaciones prematrimoniales en los debate sobre la moral sexual, el tema era abordado en muchos de los interrogantes del público. Las dudas, como es lógico, se referían a las chicas en el marco del noviazgo. Así, un padre o madre se preguntaba: "Dr. Eduardo (sic): Hay edad para que un hijo tenga contacto sexual, es conveniente que exista contacto prematrimonial en los varones, (y en las mujeres?) o es una aberración la masturbación en los jóvenes adolescentes. Como conviene encarar este punto para bien de ellos?" (AEG-CPP SOBRE1E, 1972, p. 78). Notemos la marca de género al referirse a las relaciones prematrimoniales y que éstas eran colocadas disyuntivamente ("o") respecto a la masturbación, pensándose, tal vez, como una "solución" a la canalización de lo que se concebía como el "instinto" sexual. En este punto, como revelaba otra de las preguntas, resultaba claro que la abstinencia sexual en los varones era concebida como fuente de peligros múltiples: podía potenciar las "tensiones sexuales", la práctica de la masturbación y del petting. En definitiva, estas preguntas revelaban las dudas que invadían a varones y mujeres adultos, que eran probablemente madres y padres que vivían una época en la que estaba siendo discutido qué era lo adecuado para la iniciación sexual.

CONOCIMIENTOS, TÉCNICAS Y PLACERES

En Europa y Estados Unidos, la sexología de entreguerras, cuando se consolidó como un campo de conocimientos autónomo, asociaba el sexo legítimo al matrimonio, otorgaba al hombre el papel más activo y condenado la masturbación y la homosexualidad. Pero, al mismo tiempo, subrayaba la importancia de la satisfacción sexual femenina, la ampliación de las técnicas y el componente emocional y afectivo del sexo. En este panorama, el Informe Kinsey (1948) mostró la distancia entre la moral sexual y las prácticas sexuales de los norteamericanos y amplió la percepción de los repertorios del sexo. Su herencia, en la década del sesenta, derivó en investigaciones como las de Masters y Johnson sobre las conductas sexuales, que contribuyeron, en conjunto, con la creación de la pildora anticonceptiva, a autonomizar el placer femenino de la penetración masculina, diversificar las técnicas sexuales y promover un papel más activo de las mujeres (Cook 2004: 182-224 y 249258; Ehrenreich et al: 39-52). En la Argentina de 1960, como explicaba el propio Escardó, seguía predominando la sexología propia de entreguerras. Sin embargo, rápidamente

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surgieron un conjunto de iniciativas editoriales -las colecciones de Hormé, Siglo Veinte, Granica y Paidós- que pusieron en circulación una oferta creciente de títulos que, inscriptos en el campo de la sexología, la psicología y las ciencias sociales, actualizaban la bibliografía extranjera disponible en el país. A esto se sumaron los medios de comunicación que, con los servicios de agencias de prensa internacionales, publicaban rápidamente las novedades sobre un tema que tenía candente interés. En simultáneo, surgieron experiencias pioneras en cursos de sexología y educación sexual, realizadas por organizaciones sin fines de lucro (como la Asociación de Planificación Familiar) pero, también, por instituciones públicas como el Hospital Ramos Mejía y el Hospital Alvear (Cosse 2010a, Felitti 2009; Goña e Ibarlucea 2007). Escardó y Giberti fueron pioneros en asumir este desafío. Por un lado, desde su punto de vista, el conocimiento era un elemento central de la modernización de las relaciones familiares y de pareja. Por el otro, su reformulación de la moral sexual se legitimaba en el saber y éste era concebido como un requisito esencial para la vida sexual. Por esa razón, le otorgaban importancia a las explicaciones fisiológicas y las descripciones corporales en el marco de una visión comprensiva de la sexualidad. En sus libros, el pediatra dedicaba un espacio significativo a describir las fases del desarrollo sexual, incluía láminas a color del aparato reproductor femenino y masculino y del útero materno, e insistía en las nefastas consecuencias de la ignorancia y la mentira. Seguramente, las preguntas del público les confirmaban la envergadura de las dudas que enfrentaban varones y mujeres respecto a la sexualidad. En ese sentido, las preguntas abordaban una enorme variedad de cuestiones fisiológicas que iban desde las variaciones en el flujo de la mujer, a los temores de que se "atrofiaran" los órganos sexuales por usar anticonceptivos o la preocupación de que hubiera fecundación sin eyaculación. De todas maneras, muchos de los interrogantes no eran de orden fisiológico. En forma sintomática, lo biológico quedaba por completo atravesado por lo moral y lo erótico. Por ello, resultaban especialmente significativas las reiteradas preguntas que tenían atrás la intención de discernir qué era lo normal y qué era lo patológico: ¿En la forma de perversión del acto sexual llamada "petting" se llega al orgasmo, aún cuando no a la penetración? ¿Qué significado moral puede tener, si lo tiene, la necesidad de una satisfacción digital e incluso bucal?, ¿cómo explica el caso de una mujer reacia a satisfacer digitalmente a su cónyugue (sic)?

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¿Qué significado tiene rechazar la "felación"? ¿Es patológico? ¿O existe un proceso paulatino de nuevas necesidades? (SOBRE B2, ca. 1962 pp. 20 y 48 y SOBRE B93,ca. 1966, p. 1).

Las preguntas en sí mismas mostraban la conmoción que estaba representando la apertura del repertorio de técnicas sexuales en un público que estaba mayormente formado por personas adultas y casadas. Las dudas, por contraste, permiten delinear lo que los remitentes entendían por el sexo "normal". Éste implicaba la introducción del pene en la vagina de la mujer y, en forma ideal, debía conducir a un orgasmo simultáneo. De allí los temores que suscitaban otras formas de placer como disfrutar más de las caricias previas que de la penetración o las preocupaciones por las consecuencias psicológicas de tener sexo oral o la posibilidad de que los "mordiscones" expresaran masoquismo (SOBRE B2, ca., pp. 12 y 52). Los dos expertos coincidían en resaltar la importancia del goce femenino. Pensaban que éste garantizaba la felicidad conyugal y, bajo la influencia del psicoanálisis, la estabilidad emocional de la mujer. Incluso, Escardó planteaba que el matrimonio sólo estaba consumado cuando ambos cónyuges sentían "la plenitud orgàsmica y la total integración psicofisica" (Escardó 1961: 2930). Como explicaba Giberti, en sus apuntes de clase, esta integración permitía satisfacer la necesidad de complementariedad entre los sexos y, de este modo, proyectar en el otro la identidad sexual no realizada en uno, una idea difundida masivamente por el psicoanalista Pichón Rivière (AEG, CC, Eva Giberti. "Curso sobre relaciones entre el hombre y la mujer", julio de 1967). Desde este ángulo, con la intención de favorecer a las mujeres, Escardó insistía en la responsabilidad del varón en el logro de la "gratificación" sexual de la mujer. "Corresponde al hombre saber que inicia una nueva realidad sexológica y que es responsable totalmente de la sexualidad y de la genitalidad de su mujer (...) tiene que ser el maestro, guía y conductor de su esposa y ésa es una de sus tareas esenciales". El médico sabía que las mujeres podían tener un papel activo y llegar con conocimientos sexuales al matrimonio pero pensaba que esta situación no concordaba con "nuestra realidad cultural", en la cual para las mujeres "el acto sexual inicial es, por sí mismo, doloroso y no puede estar privado de un grado de necesaria agresividad, en consecuencia es poco a poco que la mujer va liberándose de esa servidumbre física (...)" (Escardó 1961: 32). Lo decía en oposición al criterio que sólo concebía Ubre y legítimo el goce del varón y a éste independiente del de su pareja, una idea que catalogaba de "error moral y psicológico cuya consagra-

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ción social es la prostitución". De este modo, paradójicamente, las diferencias de género terminaban siendo reforzadas en función del logro del goce de las mujeres. El diagnóstico era concordante con las inquietudes manifestadas en los cursos y las conferencias por el público. Entre las preguntas sobre las relaciones sexuales en sí mismas, una proporción importante trataba sobre la insatisfacción sexual de las mujeres. En algunos casos, la cuestión era abordada en forma explícita y directa, en otros estaba velada en esquelas cuidadosamente redactadas para resguardar la identidad. Así, por ejemplo, posiblemente en 1962, un varón o mujer escribió la esquela a máquina, anticipadamente, e intentaba una aproximación personal con el o la conferenciante, pero la interrogación resultaba hermética en relación al contexto personal e, incluso, a la identidad de género: ¿Cuál es la causa de la mujer que en el acto sexual no experimenta satisfacción a pesar de que se encuentra exitada (sic) y el hombre trata de satisfacerla plenamente? ¿Podría ser que la entrada a la vagina se halle lejos del clítoris? ¿En qué forma el hombre puede retener su eyaculación hasta que la mujer pueda acompañarlo a su terminación? ¿Nos va a contar algunas de esas interesantes anécdotas que hace tiempo nos ha prometido? No quisiera dejar pasar esta oportunidad para agradecerle los conocimientos vertidos en todas sus magníficas clases que tan gentilmente nos ha proporcionado y con tan brillantes comentarios. Una sola palabra más, muy vieja y que siempre se dice pero que encierra mucho: Gracias. Bs. As. 18/7/62." (AEG-CPP, SOBRE B2, ca., p. 23).

La esquela delata un cúmulo de nociones instaladas como verdad en la época: la responsabilidad del varón, una concepción de lo erógeno concentrada en el clítoris y la entronización del orgasmo simultáneo. Pero, más revelador aún, resulta notar que la preocupación por entender la imposibilidad de alcanzar el goce delata la importancia atribuida al mismo. La preocupación por la frigidez femenina no sólo involucraba a las mujeres sino, también, a los varones. Esto quedaba de relieve, por ejemplo, en una de las esquelas más largas, con nueve preguntas encadenadas (una situación inusual), en la que las sensaciones de la mujer estaban descriptas en tercera persona y denotaban externalidad pero también que la interrogación emanaba de una observación detenida. El interés por comprender las "causas y consecuencias" del "caso concreto" en el que la mujer no "se abandona", parecía unido a la intención de exculparse: "Si el hombre puede 'realmente' en todos los casos esperar y prepara a la mujer cuyo estado de excitación aumenta más lenta-

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mente ¿es plenamente conciente y dueño de su voluntad cómo para hacerlo?" (AEG-CPP, SOBRE 11E, ca. 1970 p. 10 y SOBRE B2, ca. 1962, p. 12). Las preguntas permiten entrever que la descripción de los expositores de las fases del acto sexual era percibida por una parte del público como una secuencia necesaria que definía el sexo normal y deseable para una mujer y un varón. Así lo evidencia, por ejemplo, que un asistente preguntase por las causas y las consecuencias de apartarse de esa secuencia. Pero, además, la explicación de los expertos servía para contrastar la experiencia propia con los supuestos estándares prefigurados por ellos y, de ese modo, ubicar el propio "caso" en un arco de normalidad y patología. Por esta razón, en algunas ocasiones, el público pedía una reiteración de las descripciones de los expositores referidas, por ejemplo, a sensaciones asociadas con el orgasmo. Esto muestra el papel asumido por el conocimiento sexológico, médico y psicológico en la redefinición de las formas del control y los parámetros para evaluar los comportamientos sexuales y la valoración del goce. En ese sentido, las preguntas revelaban las consecuencias disímiles que podía tener ese conocimiento experto en los temores más íntimos de los sujetos. Así, por un lado, algunas mujeres se preocupaban por las consecuencias de no haber mantenido relaciones sexuales mientras que en otro caso la inquietud radicaba en cómo frenar el descontrol orgàsmico. En ambos interrogantes el conocimiento, lejos de una introspección liberadora, estaba puesto al servicio de cumplir con lo concebido normal en términos psicológicos o sociales. En un caso la intención era detener el placer con el fin de que las solteras conservasen su virginidad y en otro desatarlo para conjugar la histeria (AEGCPP, SOBRE 11E, ca. 1970 y SOBRE B2, ca. 1060, p. 29). El nuevo mandato que, con la psicología, ordenaba el placer sexual colocaba en el centro las preocupaciones por la forma de obtenerlo. En especial, la audiencia preguntaba sobre la incorporación de la estimulación digital y el sexo anal y oral. Como vimos, el repertorio de lo considerado el sexual "normal" era limitado. Muchas preguntas apuntaban a comprender las implicancias psicológicas y fisiológicas del sexo oral y anal o, en su defecto, entender por qué era rechazado por las mujeres. Estas preguntas contenían una tensión de género dual. Por un lado, ponían al descubierto que con frecuencia el varón ocupaba una posición dominante: se le atribuía mayor importancia a su satisfacción sexual, se pensaba la ampliación del repertorio sexual en función de su deseo y, en concordancia, no se concebía a la mujer como sujeto de placer. Así sucedía con una pregunta en la que se pedía explicación del "aporte de la mujer en el acto sexual" y se aclaraba: "o sea, en qué forma el

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hombre desea que ella participe" (AEG-CPP, S O B R E CS, ca.1966, p. 10). Por el otro, ciertas preguntas ponían en el centro el placer femenino y colaboraban a legitimar la percepción del mismo por las propias mujeres. Las dudas eran un espacio donde podían preguntar, contrastar su experiencia y pensar sobre ella (SOBRE BB32, ca. 1966, p. 1). Llamativamente, en muchas ocasiones esto sucedía a partir de las preocupaciones por la frigidez o por la satisfacción orgàsmica sin penetración. Esta posibilidad estaba situada, con frecuencia, en un espacio dudoso en el que se cruzaban los prejuicios morales y los fisiológicos: "¿Puede la masturbación y la excitación por medio del clítoris, anterior al acto sexual producir una insensibilidad del orgasmo vaginal? (...)" (AEG-CPP, S O B R E CS, ca.1966). C o m o quedaba de relieve en una de las críticas frontales a los expertos la idea de supuestamente existían forma de goce natural que definían lo normal y lo aberrante se articulaba de modo inmediato con la moral: Dr. Escardó: Sus palabras del lunes pasado fueron muy claras, pero sigo pensando que es una aberración el uso del sexo fuera de sus formas naturales. Creo que nuestros órganos tienen una función específica para las cuales fueron creados y no se puede cambiar esa naturaleza. En lo moral atenta directamente contra la mujer qué, ha formado su criterio de la vida sexual (AEG-CPP, SOBRE B6E, ca. 1965, p. 20).

N o conocemos las respuestas a las preguntas del público ni las consecuencias que tenían en la vida de las personas que las habían realizado. Sin embargo, es posible que compartir las preocupaciones, los temores y los dilemas respecto a la sexualidad conmocionase las experiencias de quienes estaban dispuestos a participar de cursos y charlas dictados por dos de los expertos embanderados con la apertura a discutir algunas de las bases de la moral sexual. Claro que al hacerlo, ellos instalaban nuevos estándares y controles con efectos ambiguos. Por un lado, fortalecieron el papel adjudicado a la sexualidad y la importancia de los dispositivos para encauzarlo en las nuevas formas concebidas correctas y adecuadas. Por el otro, favorecieron la percepción del propio goce y placer. Incluso cuando esto sucediese a partir de la constatación de la distancia entre las propias experiencias y las normalizaciones de los expertos.

CONCLUSIONES

Las preguntas del público a los cursos y las conferencias de Escardó y Giberti nos hablan de un universo acotado: hombres y mujeres, mayormente

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adultos que habían formado sus familias, interesados en las nuevas perspectivas ofrecidas por los expertos. Para ellos, la sexualidad podía ser convertida en tema de discusión y objeto de conocimiento. Atrás de este interés común existían diferentes realidades (personales, familiares y sociales) y distintas posiciones frente a la vida sexual y posturas morales e ideológicas. Para algunos y algunas el interés en la sexualidad emergía de los temores, las frustraciones y las preocupaciones provocadas por su propia experiencia sexual. En cambio, otros ponían en primer plano las nuevas ideas y las discusiones sobre la redefinición de la moral sexual. En cualquier caso, las dudas evidenciaban un momento singular en el cual la apertura a pensar y preguntar sobre la sexualidad significaba por sí misma una toma de posición en contra de la restricción a debatir públicamente sobre la sexualidad por fuera de los discursos autorizados y codificados de la religión, la moral y la medicina. Pero, simultáneamente, esa confrontación se legitimaba —y a la vez validaba— los nuevos paradigmas y discursos que, como la psicología y la sexología, establecían nuevos estándares y verdades sobre lo que era una sexualidad "normal" y "deseable". Las preguntas del público evidenciaban contradicciones y ambigüedades propias de un período marcado por el recambio de paradigmas, en un tiempo que componían una especie de bisagra entre una concepción que legitimaba la sexualidad exclusivamente en función de la reproducción dentro del matrimonio y otra que enfatizaba las claves psicológicas, desde las cuales la sexualidad estaba en el centro de la constitución del " y o " y de la estabilidad emocional. Si bien ambos paradigmas coincidían en la importancia atribuida a la heterosexualidad y a la estabilidad de la pareja (constituida o no en matrimonio) diferían en la ideas respecto a la iniciación sexual, las relaciones prematrimoniales, el deseo y el repertorio sexual. Los nuevos discursos ponían en duda ciertas verdades y, al mismo tiempo, introducían nuevas. Esto parecía potenciar las ansiedades y las preocupaciones que, lejos de una introspección liberadora, reforzaban la comparación entre la propia experiencia y los nuevos estándares y raseros de la supuesta "normalidad". Las ambigüedades quedaban de manifiesto con especial fuerza al observar las tensiones de género contenidas en las posiciones de los expertos y las preguntas del público. Por un lado, Escardó valorizaban el placer femenino pero, con esa intención, reforzaba las diferencias de género que atribuían al varón un papel dominante y activo en las relaciones sexuales. Por el otro, en las preguntas del público, con frecuencia, el placer sexual era concebido en función del deseo del varón pero, también, en otros casos, coloca-

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ba e n el centro el g o c e f e m e n i n o , ya fuese p o r su ausencia o p o r q u e éste desb o r d a b a los p a r á m e t r o s c o n c e b i d o s n o r m a l e s . Los v a r o n e s y las m u j e r e s , capaces d e plasmar sus dudas e n el papel, parecían e s p e c i a l m e n t e sacudidos p o r la posibilidad de ampliar las f o r m a s d e o b t e n e r y dar placer e n u n a relac i ó n heterosexual.Ya fiiese q u e defendiesen la existencia de u n a f o r m a " n a t u ral" de las relaciones o q u e estuviesen interesados e n ampliar su r e p e r t o r i o sexual, los entrevistados articulaban en sus percepciones la sexualidad c o n la naturaleza y la m o r a l i d a d . C o n sus c o n t r a d i c c i o n e s y sus vacilaciones, estas personas atentas a los discursos d e los e x p e r t o s estaban dispuestas a repensar la sexualidad e n u n a é p o c a signada p o r la r e d e f i n i c i ó n d e su s e n t i d o e n la sociedad, la cultura y la política. Sin e m b a r g o , n o siempre ese c o n o c i m i e n t o estuvo u n i d o a u n a introspección liberadora. E n m u c h a s ocasiones se a r t i c u ló c o n el m a n t e n i m i e n t o del p o d e r masculino y sirvió para redéfinir la n o r malidad en t é r m i n o s psicológicos y sociales.

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SEGUNDA PARTE. EDUCAR

NÍSIA FLORESTA E A E M A N C I P A D O MENTAL BRASILEIRA

Marcela Varejáo Universidade do Estado de Minas Gerais

INTRODUCÁO AO CONTEXTO DE UMA BRASILEIRA DE ASPIRA^ÓES ELEVADAS

Urna mulher foi especialmente relevante entre os estudiosos brasileiros que conheceram o positivismo na sua fonte originaria comtiana: Nísia Floresta Brasileira Augusta (1810-1885), literata, autodidata, poetisa, educadora, tradutora, docente, que manteve aceso o interesse de Comte pelo Brasil e com esta doutrina intensificou as lutas pelos direitos femininos no Brasil. Este artigo visa em primeiro lugar demonstrar como as idéias emancipatórias das mulheres em Nísia Floresta tenham tido urna precisa base teórica na doutrina do positivismo de Augusto Comte. Em geral, livros e biografías sobre esta literata brasileira se concentram no setor poético ou naquele referente as lutas sociais, sem tocar na origem mesma dos comportamentos ativistas de Nísia Floresta: estes remontam a urna específica no^ao de positivismo sociológico, na forma como foi recebido pelas lutas liberáis no Brasil dos Oitocentos. Em segundo lugar, o artigo visa mencionar a repercussáo da obra de Nísia Floresta na Europa, continente no qual ela passou boa parte de sua vida ativa, referindo-se portanto as versóes estrangeiras de livros de Nísia Floresta até o momento encontrados, muitas vezes traduzidos por ela mesma para o idioma estrangeiro.

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E m terceiro lugar, gostaria de, nesse artigo, fazer mençâo também às fontes primárias que por primeiro trataram de Nísia Floresta. Até mais o u m e n o s 2000, as biografías sobre esta literata eram lacunosas e insuficientes, c o m e x c e çâo aos volumes citados nas notas. Até m e s m o a data de nascimento de Nísia Floresta era tida c o m o incerta, variando de autor para autor. N o s últimos dez anos, porém, surgiu de tudo sobre esta brasileira: u m site especial, c o m e m o rando e m 2 0 0 6 o "Ano de Nísia Floresta n o Brasil", 1 realizado pelo Projeto Memoria; urna voz na Wikipedia; biografía o n line, 2 resenhas n o exterior, 3 entre outras iniciativas que se encontram c o m facilidade hoje na Internet. Vejamos entào e m qual contexto se insere Nísia Floresta. As primeiras referências públicas ao positivismo n o Brasil datam já de 1844, 4 dois anos depois da publicaçâo do comtiano Cours de philosophie positive,5 embora Silvio R o m e r o , incisivo crítico literário n o Brasil dos O i t o c e n tos, identifique c o m o manifestaçôes positivistas "conscientes" n o Brasil somente aquelas ocorridas a partir de 1874. 6 Está de fato que o positivismo no Brasil se constituiu na doutrina de urna inteira geraçâo de intelectuais 7 e até m e s m o na ideología oficial da primeira República Brasileira (1889-1930). 1

Disponível em: , com urna farta documentaçâo, inclusive uma bem realizada cronologia sobre a vida de Nísia Floresta. 2 Como, por exemplo, . 3 Ver as duas resenhas, nos seguintes periódicos; Feminist Reuiew, 2005, n°. 79-81, pp. 69-82; Luso-Brazilian Revieut, n°. 2, 2008, pp. 219-220 (citada em nota mais adiante neste artigo). Nestas resenhas pode-se encontrar remissôes a outros artigos sobre Nísia Floresta. Um recente volume em inglés, que pude consultar, também traz um inteiro capítulo sobre Nísia Floresta Paulk (2008). O capítulo sobre a brasileira é de autoría de Charlotte Lidell, com o sugestivo título: "Teaching, Preaching and Practice. Nisia Floresta's Shifting Vision ofWomen's Education in Nineteenth-Century Brazil", pp. 184-196. 4 Sobre o positivismo no Brasil em todas as suas variaçôes bem como a natureza transporte-recepçâo de idéias entre Europa e América Latina no período de formaçâo das ciencias sociais no Brasil, cfr. em italiano o livro de Marcela Varejào (2005). Informaçôes sobre Nísia Floresta (na época mais incompletas do que hoje) encontram-se no capítulo 2 deste volume. 5 Comte (1830-1842). 6 Romero (1903: 474). Em nota a esta página, o autor faz remontar as primeiras manifestaçôes comtianas aos escritos de Miguel Lemos, um dos discípulos de Comte no Rio de Janeiro, exatamente a partir de 1874, com tais escritos publicados em 1877. 7 Sobre a penetraçâo do positivismo no ambiente intelectual brasileiro, cfr. o ampio ensaio de Reale (1960: 91-128).

Nísia Floresta e a emancipaçâo mental brasileira

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Portanto, o período no quai a doutrina positivista deu seus primeiros passos antes de explodir como ideologia oficial foi exatamente aquele vivenciado em boa parte no Brasil por Nísia Floresta, antes de sua primeira prolongada permanencia na Europa (1849-1852), quando entrou em direto contato com a doutrina comtiana e com o pròprio Augusto Comte. 8 O retorno em 1852 ao Brasil da literata brasileira, de volta do continente europeu assinalou efetivamente a difusào direta, por parte de Nísia, no Brasil, do positivismo na sua vertente pedagógica, o lado de qualquer forma solidàrio e humanista da "Religiâo da Humanidade": este setor da multifacetária doutrina comtiana constituiu um ponto de força na formaçâo cultural de outros países da América Latina (como o Uruguai, com o seu exemplar positivismo pedagógico, por exemplo), mas foi excepcional no Brasil, no qual vicejou, ao invés, em particular no Rio de Janeiro, a vertente político-ditatorial da doutrina, com o predominio das escolas técnicas e militares ali existentes 9 . Estas escolas formavam tradicionalmente a elite 10 brasileira que se opunha a um pensamento considerado "liberal" no Norte (do qual provinha Nísia), paradoxalmente baseado também num positivismo, mas de natureza cientificista.11

8 Urna das mais recentes obras sobre Nísia Floresta é a documentaçâo original sobre estes contatos, contida na correspondencia entre Nísia Floresta e Augusto Comte, publicada pela Editora da Universidade de Santa Cruz do Sul, Brasil. Apesar de recente, livro nao se encontra c o m facilidade no Brasil de Nísia, mas pude consultá-lo na completa Staatsbibliothek de Munique, Alemanha, embora o assunto nào esteja entre as especialidades daquela instituiçâo: Constancia Lima Duarte (2002). O livro reúne tanto as cartas ainda hoje localizadas no Templo da Humanidade positivista, na R u a Benjamin C o n s tant, 74, no R i o de Janeiro, quanto as cartas manuscritas de Nísia Floresta, até entâo inéditas, contidas no arquivo da Maison Auguste Comte, localizada na R u e Monsieur-lePrince, 10, em Paris. Outras ediçôes deste material estào em Sete Cartas Inéditas de Auguste Comte a Nísia Floresta, Centro do Apostolado do Brasil, R i o de Janeiro, 1888; Cartas de Auguste Comte a Nísia Floresta (texto original e traduçào ), Jornal A República (Natal), em 8, 19, 2 4 e 28 de janeiro e 4 e 6 de fevereiro de 1903; Auguste Comte et Mme. Nísia Brasileira: Correspondance, Libraire Albert Blanchard, Paris 1929. 9 As escolas técnicas e militares ofereciam à burguesía urna alternativa para constituirem urna elite substitutiva daquela dos formados ñas tradicionais Faculdades de Direito em Coimbra, Portugal, e no pròprio Brasil, em R e c i f e e em Sao Paulo. 1 0 Utilizo aqui o conceito de élite oferecido por Campoy (1982: 18): élite enquanto grupo de pessoas com o maior acesso ao controle dos valores sociais.

O segundo positivismo ("espiritualista" e divulgado pelo discípulo de C o m t e , Pierre Laffitte: o chamado "comtismo ortodoxo") e urna sua derivaçâo liberal ("culturalista") e evolucionista de alguns pontos do comtismo mediado pelo discípulo comtiano 11

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Nísia Floresta viveu na Europa ainda de 1856 a 1872, continuando porém a publicar no Brasil, assim difimdindo as idéias comtianas emancipatórias na sociedade colonial.Voltou ao Brasil em 1872, ali permanecendo até 1875, quando retornou definitivamente á Europa, falecendo na Franca, em R o u e n , em 1885. Suas obras de divulgado nos jomáis brasileiros (especialmente os escritos publicados por volta de 1852, que culminaram no seu Opúsculo Humanitario, 12 sobre a educaba« das mulheres) incidiram, pois, diretamente na formad o daquela burguesia brasileira que especialmente depois de 1860 (e, em particular depois da proclamado da República no Brasil em 1889), encontrada ñas idéias "espiritualistas" da segunda fase comtiana u m fundamento existencial sólido, ainda que nao completamente coerente. Esta doutrina estava destinada no Brasil a organizar nao apenas a ciencia, mas também a construir a nova ordem social e moral a partir dessa organizado. O positivismo coincidiu, portanto, do ponto de vista sociológico, com a passagem do Brasil de urna ordem social patriarcal a urna ordem social antipatriarcal; com o aparecimento posterior do trabalhador imigrante europeu em substituido, com a República, ao trabalho escravo, com o advento dos formados em escolas superiores em substituido ao poder rural. 13 Neste positivismo espiritualista, porém, a própria burguesia como classe social deveria desaparecer para dar lugar a urna sociedade dividida apenas em intelectuais (que deveriam controlar o governo) e proletarios (que deveriam obedecer a este mesmo governo). Assim, o sucesso do positivismo ético da segunda fase comtiana (que Nísia Floresta contribuiu nao pouco a divulgar) era considerado por muitos a chave para o sucesso definitivo da burguesia, que deste modo poderia ascender a classe governante. Eis que, assim, a c o n t r i b u i d o de Nísia Floresta foi excepcional para o Brasil, também nesta a p r o x i m a d o a pontos da doutrina comtiana que no ambiente brasileiro teriam sido naturalmente pouco enfatizados.

Émile Littré (1801-1881) conseguiram oferecer ao ambiente político-cultural brasileiro — cada u m seguindo urna via própria — urna doutrina alternativa ao puro liberalismo, que ao final do segundo Impèrio brasileiro nao conseguía dar estabilidade ao Brasil. 12 Nísia Floresta Brasileira Augusta, Opúsculo humanitario, R i o de Janeiro, 1853. 13 Freyre (1962:32).

Nísia Floresta e a emancipataci mental brasileira

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DADOS BIOGRÁFICOS Q U E EXPLICAM OS INTERESSES CULTURÁIS E LITERARIOS DE NÍSIA FLORESTA

Nísia Floresta Brasileira Augusta é o pseudónimo de Dionísia Gon^alves Pinto. Seu pai se chamava, de fato, Dionisio Gonfalves Pinto Lisboa. 1 4 O pseudónimo reúne o nome da propriedade na qual nàscerà a brasileira, ou seja,"Floresta"; sua nacionalidade,"Brasileira"; e o adjetivo "Augusta" que de qualquer forma denotava importancia e nobreza. Também seu irmào, J o a quim Pinto, formado em Direito, acrescentou ao pròprio nome o patriótico sobrenome "Brasil". Esta complicada seqüencia de nomes é ainda objeto de freqüentes equívocos: os livros de Nísia Floresta foram catalogados, por isso mesmo, segundo os mais variados critérios, dificultando a pesquisa sobre eles. A propria Nísia Floresta contribuía para tais equívocos, publicando alguns escritos apenas c o m as suas iniciáis, e outros tantos apenas com uma parte do seu nome. Outros escritos seus foram publicados até mesmo anónimos, e outros ainda sob a designarlo: "brésilienne auteur de plusieurs ouvrages littéraires et moraux". D e fato, refere Oliveira Lima, um dos seus principáis biógrafos, ter sido esta da vida de Nísia a época dos mascaramentos e dos meios mascaramentos, e assinala ter o propio Varnhagen publicado a sua Historia geral fazendo-a passar como obra de " u m brasileiro de Sorocaba". 1 5

1 4 O pai de Nísia Floresta foi advogado portugués de idéias liberáis e por isso perseguido no Brasil pelos nacionalistas brasileiros: cfr. Garcia Pallares-Burke (1996: 184). 1 5 Sobre esta brasileira, ver o quanto refere u m dos seus primeiros biógrafos, Manuel de Oliveira Lima, diplomata e historiador pernambucano, no seu específico ensaio sobre Nísia Floresta (1919: 291-300); cfr. em particular as primeiras duas páginas. N a p. 294, Oliveira Lima refere na época suas próprias dificuldades em reconstruir a biografia cultural desta autora, devido à ausencia de fontes sobre o assunto. Esta ausencia de fontes continuou por muito tempo, até metade da década de 1990, de forma que os dados sobre Nísia Floresta restaram por um tempo nào pequeño em boa parte "prováveis". As certezas sobre alguns dados derivam da biografia escrita por Constancia Lima Duarte (1995), uma tese de doutorado em Literatura brasileira, e por seus escritos sucessivos sobre esta brasileira oitocentista. A Constancia Lima Duarte tornou-se desde entào uma das principáis especialistas sobre Nísia Floresta, tendo colaborado para a publicafào de varias suas obras inéditas no Brasil. Informa ainda a biografa que a brasileira positivista se chamava efetivamente Dionísia Gonfalves Pinto, em homenagem a seu pai. Outros biógrafos atribuíam a Nísia Floresta os seguintes nomes: Dionísia Pinto Freire, ou ainda Dionísia G o n falves Pinto Freire. Cfr., ainda a rubrica sobre Nísia Floresta in Priore (2000: 405-407).

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Marcela Varejào Sobre a data de nascimento de Nísia Floresta, alguns livros até o final dos

anos 1 9 9 0 faziam-na variar entre 1 8 0 9 e 1 8 1 0 , mas h o j e é certo seu nascim e n t o e m 12 de o u t u b r o de 1 8 1 0 , n o R i o Grande d o N o r t e (Manuel de Oliveira Lima, p. 2 9 1 ) . 1 6 Esta data coincidiu c o m u m dos períodos mais turbulentos daquela regiào 1 7 . Sua familia se deslocou d o R i o Grande d o N o r t e para Pernambuco, à procura de u m clima m e n o s hostil aos portugueses: e m vào, dado o clima explosivo de Pernambuco, à época. Ainda e m Pernambuco, p r ó x i m o à cidade do R e c i f e , seu pai foi m o r t o e m 1828. N à o obstante este fato, a terra pernambucana é recordada na poesia de Nísia Floresta c o m o u m lugar paradisíaco, n o qual viveu breve felicidade c o m seu segundo marido, f a l e c i d o r e p e n t i n a m e n t e m u i t o c e d o , p o r volta d e 1 8 3 3 , d e i x a n d o - a entào aos 25 anos viúva e c o m dois filhos p e q u e ñ o s . 1 8

16

Sobre data e local de nascimento da estudiosa cfr. ainda Lins (1967:19). Constancia Lima Duarte, biografa mais atual da autora, fixa a data de nascimento em 12 de outubro de 1810, às nove da noite, no Sitio Floresta, cidade de Papari, Rio Grande do Norte. Constancia Lima Duarte informa que a propriedade de "Floresta" foi visitata também pelo inglés Henry Koster, fato registrado no livro de sua autoria, Travet in Brazil, de 1816 (ed. brasileira: Viagens ao Nordeste do Brasil, tradufào de Luiz Cámara Cascudo, 2a. edigào, Secretaria de Educafào e Cultura, Recife 1978, p. 85). Sobre esta propriedade, cfr. ainda o escrito de Luiz Cámara Cascudo,"O Sitio Floresta",/! República (Natal), 17 de janeiro de 1940. Hoje o nome "Nísia Floresta" designa urna cidade no Estado do Rio Grande do Norte, exatamente a antiga "Papary", onde atualmente se encontra o túmulo de Nísia Floresta, que pude visitar em 2008, grabas à participado no Congresso de Magistrados Federáis, promovido pela Dra. Margarida de Oliveira Cantarelli, Desembargadora federal do Tribunal Regional Federal da 5a. Regiào e entào coordenadora da Escola da Magistratura de Pernambuco, que recebeu em 2009 o título de cidadà do Rio Grande do Norte, exatamente com um discurso sobre Nísia Floresta. Cfr. in Constancia Lima Duarte (1995) a essencial biografia sobre Nísia Floresta, que constituí a reelaboragào da tese de doutorado da autora. Desta autora, ver ainda (em colaborado com Diva Maria Cunha P. de Macedo), e além das republicagoes que realizou de livros de Nísia Floresta, Lima Duarte (2001). 17 Somente nos seus primeiros vinte anos, Nísia Floresta viveu o clima de duas rebeliòes separatistas no Nordeste: em 1817 (Revolta Pernambucana) e em 1824 (Confederad o do Equador), ambas em Pernambuco. 18 Nísia Floresta casou pela primeira vez aos treze anos com Manuel Alexandre Seabra de Melo, rico proprietàrio de térras, mas o abandonou poucos meses depois, voltando à casa dos pais. Em 1828, foi morar com o segundo marido, um jovem estudante da Faculdade de Direito de Olinda, Manuel Augusto de Faria Rocha, com o qual Nísia Floresta teve dois filhos e viveu sem matrimònio, adquirindo por isso a fama de adúltera, inclusive provocada por perseguifòes do primeiro marido. Nísia Floresta é mencionada no catálogo da Biblioteca Nacional de Paris por mim consultada exatamente como "Mme. de Faria".

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Foi depois deste lutuoso evento que Nísia Floresta decidiu ingressar na carreira do magistério, primeiro n o R i o Grande do Sul e depois n o R i o de Janeiro, o n d e abriu urna escola para mofas, o "Colégio Augusto", cuja existencia durou dezessete anos. 19 O Colégio aliava urna nova filosofia educativa para mulheres à perseveranza da proprietaria: além dos tradicionais trabalhos manuais, as alunas eram contempladas c o m aulas de geografia, de linguas estrangeiras e c o m a inevitável e aberta n o f à o d o m u n d o circunstante da qual era portadora a pròpria Nísia, inevitavelmente. N a cidade do R i o de Janeiro, de fato, eia realizava conferencias sobre liberdade de cultos, direitos das mulheres, e m a n c i p a l o dos escravos e questòes políticas que havia vivenciado e m primeira pessoa, c o m o aquela que implicava a f e d e r a l o das p r o vincias (sendo P e r n a m b u c o estado de sua proveniencia entre aqueles mais destacado ñas lutas libertárias n o país) e o sistema republicano de governo. O "Colégio Augusto" foi b e m acolhido pela populadlo, embora criticado pela concorrència — composta de escolas cariocas dirigidas p o r europeus — pelos métodos p o u c o ortodoxos para o panorama cultural feminino tradicional da época. N o R i o de Janeiro, o ambiente positivista nao lhe foi indiferente e, c o n temporaneamente, seus livros c o m e f a r a m a ter algum sucesso. E m 1839 de fato foi reeditado pela terceira vez na cidade o livro Direitos das Mulheres e injustiga dos homens (ver bibliografia abaixo), livro que se encontra entre os mais difundidos da autora. Da leitura dos seus biógrafos, 2 0 portanto, apreende-se que Nísia Floresta foi urna das primeiras mulheres n o Brasil a lutar pela plena p a r t i c i p a d o das

19

Segundo Ivan Lins (1967: 19), Nísia Floresta lecionava sozinha, lecionando, além de latim, quase todas as outras matérias. A pericia de Nísia Floresta no uso da lingua portuguesa é alias recordada por Luís Pereira Barreto (que a chama pelo apelido de "Nise") no seu comentário à falta de cuidado à época por parte das Academias brasileiras de letras respeito à boa pronùncia da lingua portuguesa: "A gerafào atual dos nossos homens de letras nào recorda mais Nise Floresta Brasileira Augusta, a reconhecida poetisa que encantou os saloes dos primeiros tempos da Corte de Pedro II. Eu ainda era muito crianza, interno do colégio do seu ilustre irmào, em Rezende [Rio de Janeiro] e na época tive ocasiao de escutá-la recitar alguns dos mais diáfanos passos dos Lusíadas. Até hoje ressoa nos meus ouvidos o eco da dofura angélica de sua pronùncia": Luís Pereira Barreto (1917:562). 20

Sobre Nísia Floresta, Pallares-Burke recorda os seguintes ensaios (além daquele de Oliveira Lima, citado em nota anterior): A. da Cámara (1941); Constancia Lima Duarte (1989,1991); Dioclécio Dantas Duarte (1941); Roberto Seidl (1933). Cfr. sobre o assunto María Lúcia García Pallares-Burke (1996).

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m u l h e r e s na sociedade. A l é m d e ter sido p i o n e i r a d o p o s i t i v i s m o n o Brasil, f o i t a m b é m urna das p r i m e i r a s p r o p u g n a d o r a s da m e l h o r i a da c o n d i ^ a o f e m i n i n a brasileira, e m n o m e da p r o m o f a o da felicidade familiar. O b t é m - s e tal i n f o r m a d o através de u m seu c o n t e m p o r á n e o p o r t u g u é s (provavelmente, José Feliciano d e Castilho), citado a este propósito p o r I n n o c e n c i o da Silva, ilustre autor d o Diccionario

Bibliographico.21

S e u p r i m e i r o escrito, d e fato, f o i d e c u n h o feminista: a t r a d u f á o d e u m livro d e M a r y Wollstonecraft G o d w i n , Vindication of the Rights ofWomen, t í t u l o N í s i a Floresta t r a d u z i u c o m o Direitos 22

homens.

das mulheres

e injustifa

cujo dos

E possível q u e esta tradufáo tenha sido revista p e l o filólogo e frade

21

Cfr. Manuel de Oliveira Lima (1919: 293). Neste sentido também Roberto Seidl, que confere a Nísia Floresta "sem nenhum favor o título de antecipadora do feminismo no Brasil e talvez na América do Sul": Seidl (1933), cit., in María Lucia Garcia PallaresBurke (1996:173, nota 16). E m 2000 foi publicada no Brasil urna completa voz de dicionário sobre Nísia Floresta. Esta voz está ora reproduzida também ñas biografías latinoamericanas contidas ñas completas "Microfichas Saur", na quarta e última edifáo de 2007 incorpora a voz sobre Nísia Floresta do Dicionário de Mulheres, cit., visto que na edifao anterior desta obra as informafoes sobre esta brasileira resultavam muito incompletas: Herrero Mediavilla (2007). A biografía sobre a literata brasileira está na Serie II, Suplemento, microficha 975 (Bollage-Bonany), quadro 145 e IV, microficha 232 (Flores L.-Folguera), quadros 162-170. D e minha parte, ao invés de apenas reunir aqui as informafoes contidas ñas biografías, preferi dissertar neste artigo sobre as edif oes estrangeiras de livros de Nísia Floresta, b e m como sobre material por mim pessoalmente consultado ñas bibliotecas européias, vez que constituem informafóes em torno do contexto cultural e social no qual a brasileira foi recebida fora do Brasil, bem como relatar seu inserimento num específico contexto teórico relevante, como o do positivismo, informafoes n e m sempre acessíveis ao público latino-americano na sua língua original. 22 O original de Wollstonecraft é Mary Wollstonecraft Godwin, Vindication of the Rights ofWomen: with Structures on Political and Moral Subjects,]. Johnson, London 1792. A autora deste volume, ao dedicá-lo a Talleyrand (responsável por u m projeto de educafao nacional), teve a i n t e n f á o de influenciar a legislafao inglesa em materia de educafao feminina: cfr. Maria Lúcia Garcia Pallares-Burke, Nísia Floresta, o carapuceiro e outros ensaios de tradufao cultural, cit., p. 172. N o mesmo ano, foi publicada urna segunda edifao inglesa da obra, bem como urna sua tradufao francesa: Déjense des droits des femmes, suivie de quelques considérations sur des sujets politiques et moraux, Buisson, Paris 1792.

A tradufao de Nísia Floresta foi realizada sobre urna tradufao francesa do original inglés: Direitos das mulheres e injustifa dos homens, por Miss Godwin, traduzido do francez, Recife 1832. Deste volume em portugués existe urna edifao recente, comintrodufao e notas de Constancia Lima Duarte, Cortez, Sao Paulo 1989. Dos estudos comparativos de Pallares-Burke sobre o original inglés e sobre a traduf a o da brasileira Nísia Floresta (que ela mesma considerava "urna livre tradufáo") nao

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Nísia Floresta e a emancipaçâo mental brasileira

Miguel do Sacramento Lopes da Gama. Este escrito - urna livre adaptaçâo da obra de Miss Godwin — foi também um dos primeiros da historia da tipo-

resultam semelhanças significativas entre os dois textos, além dos lugares-comuns presentes nos textos feministas do século xvm. Para Pallares-Burke, de fato, os dois textos sao profundamente diversos. Segundo a autora, a diversidade resulta do fato que Nísia Floresta traduziu nào o texto de Wollstonecraft, ma sim um opúsculo cuja autora, que restou anónima, escondia-se sob o pseudónimo de "Sophia, a Person of Quality", este volume anónimo é: Sophia, a Person of Quality, Woman not Inferior to Man: or, a Short and Modest Vindication

of the Natural Right of the Fair Sex to a Perfect Equality

of Power, Dignity,

and

Esteem, with Men, John Hawkins, London 1739. Tal opúsculo, escrito provavelmente por urna discípula de François Poulain de La Barre, trazia as idéias centrais, a inspiraçâo cartesiana e inteiros trechos de D e La Barre, De l'égalité des deux sexes. Discours physique et moral

(où l'on voit l'importance de se défaire des préjugez), Jean Du Puis, Paris 1673. Enfim, para Pallares-Burke (1996:168,174-178), a traduçâo de Nísia Floresta foi um plâgio-traduçâo (com alguns acréscimos) de um outro plagio, motivado pela insatisfaçâo da brasileira respeito a algumas idéias nào suficientemente revolucionarias da escritora inglesa tâo admirada. Pallares-Burke continua: "atribuindo a obra de Sophia a Mary Wollstonecraft, Nísia conseguía dois objetivos: por um lado, homenageava a inglesa Mary, intrépida, admirável e pouco conhecida; por outro, conferia ao texto a autoridade da quai gozavam ad ideias e hábitos ingleses, os quais, como testemunha um neologismo da época, "londonizam nossa terra". Para a estudiosa de Nísia Floresta, ao final, se compreende-se a traduçâo como implícita em cada ato de comunicaçâo e compreensâo humana, pode-se pensar que Nísia Floresta tenha traduzido de fato Mary Wollstonecraft, em razâo dos vários laços pessoais e intelectuais que intercorreram entre as duas escritoras. Além do mais, com semelhante astucia na traduçâo, a brasileira fez ressurgir no Brasil o texto de Sophia, esquecido na Inglaterra há mais de cem anos antes da época da traduçâo brasileira. Este texto de Sophia, publicado em inglés em ediçâo fac-símile com a editora Brenthan Press apenas em 1975, é hoje conhecido como texto de extrema importancia para a historia das mulheres e dos direitos femininos: Garcia Pallares-Burke (1996: 186 e 191). Wilson Martins, por sua vez, "decided to criticize Nísia Floresta s partial appropriation of Mary Wollstonecraft s classic text, [...]. Martins bases his objections to Nísia Floresta on her first book Direitos das Mulheres e a Injustiça dos Homens (1832) by stating the she fully distorted any possibility of understanding Woolstonecraft's meaning when she pluralizes the noun. Lima Duarte quite rightly considers Floresta 's work as a 'livre traduçâo' or an example of'antropofagia literaria' when she demonstrates that Nísia Floresta cited the three French Philosophers as well. Martins bases his arguments on the English singular noun 'woman' and Portuguese use of'women'. All of rhetoric used by Martins is to refute feminism, clearly demonstrating his lack of knowledge in the field. In the same article, Martins criticizes Nísia Floresta's biographer, Constancia Lima Duarte. Which is curious because Lima Duarte's book, A primeira feminista do Brasil goes to great lenghts to explain exacdy how and why Floresta shaped her first work the way she did" (Canty Quinlan 2008: 219-220).

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grafia n o Brasil. 23 O escrito de Nísia Floresta foi considerado naquele período a mais interessante p u b l i c a d o em voga. 24 O espirito ultraliberal de Nísia Floresta, sempre à procura de estímulos, e a necessidade de sustentar os dois fìlhos e a màe, levaram-na à Europa, continente n o qual escreveu outros livros, alguns dos quais mencionados a seguir. Também a data na qual Nísia Floresta viajou pela primeira vez à Europa nào era precisa até p o u c o tempo. Oliveira Lima menciona 1849, vez que eia mesma afirma ter-se despedido em 1851 do poeta Lamartine no Cháteau de Madrid, n o Bois de Boulogne, n o qual o poeta das Meditares viveu c o m a prodigalidade q u e o levou à ruina (Manuel de Oliveira Lima 1919: 294). Ainda segundo Oliveira Lima, Nísia Floresta teria sido atraída pela mais romàntica das revoluijòes européias, a francesa de 1848, e talvez exatamente o restabelecimento do I m p è r i o tenha c o n t r i b u i d o para o seu r e t o r n o ao Brasil, anos depois. N a Europa, Nísia Floresta viveu 13 anos na Italia (Manuel de Oliveira Lima, Nísia Floresta, cit., p. 295), depois na Franca, em Paris, falecendo, c o m o foi dito, na cidade de R o u e n , aos setenta e cinco anps. As r e c o r d a r e s de sua

23 D e fato, em 1817, c o m a rebeliào separatista em Pernambuco, foi criada pelos rebeldes (um inglés, u m marinheiro francés e dois frades) "A Officina Tipografica da R e p ú b l i c a restaurada de P e r n a m b u c o " , depois levada para o R i o de Janeiro, após a repressào da rebeliào. Deste núcleo central foi criada pelo governador de Pernambuco, em 1820, "A Officina d o T r e m de Pernambuco", que m u d o u de n o m e várias vezes. Dali p o r diante, com a vitória dos liberáis e com as outras rebeliòes que se seguiram, outras tipografías concorrentes foram instaladas e m Recife. Déla saíram e m seguida - entre outros textos de qualidade — códigos imperiais e tradufòes de Stuart Mili, de Erasmo de R o t t e r d a m e de Jeremy Bentham. 24

Para este juízo, para urna pequeña biografia sobre Nísia Floresta e para a historia do livro n o Brasil, cfr. Laurence Hallewell (1985: 13 s. e 113-119). O juízo sobre Nísia Floresta está na p. 118.Também o escritor brasileiro Joaquim Manuel de Macedo, no seu célebre romance A moreninha atribuí a bravura da j o v e m figura principal da historia, Carolina, às leituras dos textos de M a r y Wollstonecraft. Talvez a M a r y Wollstonecraft conhecida n o Brasil tenha sido aquela da tradufào de Nísia Floresta, por sua vez urna trad u c o da"Sophia, a Person of Quality". Nísia Floresta parece ter sido herdeira das tradifòes feministas iniciadas n o Nordeste do Brasil com Brites de Albuquerque, mulher do primeiro governador-geral da Capitanía de Pernambuco, Duarte C o e l h o Pereira. Resulta, efetivamente, que Duarte Coelho deixou, em 1540 e em 1553, o governo ñas màos de sua esposa, que depois tornou-se governadora da Capitanía de Pernambuco em n o m e de seu filho, herdeiro da Capitanía, até 1560; cfr. A precursora do feminismo no Brasil (anonimo), "Diario de Pernambuco", 9 de margo de 1935, IV Centenario da Fundafào da Capitanía de Pernambuco, p. 6.

Nísia Floresta e a emancipaçào mental brasileira

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p e r m a n ê n c i a na Itália, b e m c o m o de urna sua viagem à Grècia, estâo c o n t i das n o v o l u m e Viagens na Italia, Sicilia e Grecia, 1858-Í859. N o a m b i e n t e e u r o p e u , a positivista brasileira c o n s e g u i u m a n t e r relaçôes de a m i z a d e c o m o p r ò p r i o C o m t e , 2 5 depois d e assistir e m 1851 a urna sua c o n f e r e n c i a e m Paris sobre a Historia geral da humanidade. Já e m 1 8 5 3 Nísia Floresta enviava a C o m t e urna série d e ensaios de sua autoria sobre a e d u c a çâo f e m i n i n a . 2 6 Este livro suscitou e m C o m t e ó t i m a impressào, e a respeito dele C o m t e escreveu a seu discípulo n o Brasil, Pierre Laffitte (1823-1903), 2 7 e x p o n d o sua pessoal c e r t e z a d e q u e Nísia Floresta p u d e s s e t o r n a r - s e urna digna e eficaz positivista, de especial ajuda na p r o p a g a n d a f e m i n i n a da d o u trina c o m t i a n a . 2 8 D e fato, Nísia Floresta, c o m sua seriedade de p e n s a m e n t o e c o m suas aspiraçôes elevadas, representava o t i p o d e m u l h e r a d m i r a d o p o r A u g u s t e C o m t e , cultor da personalidade f e m i n i n a . Para A u g u s t o C o m t e , c o m efeito, o d o g m a positivo, além de alimentar-se de urna " f é " objetiva n o real c o n h e c i m e n t o d o universo, c o n c e b í a t a m b é m

25

Para a amizade entre Auguste Comte e Nísia Floresta, para a sua influencia e para as opiniôes sobre esta brasileira, cfr. em particular P. E. de Berrêdo Carneiro (1928). Urna correspondencia entre Comte e Nísia Floresta foi publicada no Brasil em portugués em 2002, como acima indicado em nota. 26 Nísia Floresta, Opúsculo humanitario, Rio de Janeiro 1853. 27 Nào foi todavia Laffitte o discípulo de Comte mais próximo do seu projeto pedagógico para a sociedade, nào obstante tenha sido aquele mais próximo da concepçâo religiosa da última fase do pensamento de Comte. Mais próximo da educaçâo positiva foi efetivamente Emile Littré (1801-1881), inquieto divulgador da filosofia comtiana, capaz de nela eliminar aquilo que nào o convencía. Nào o convencía, por exemplo, o moralismo excessivamente simbólico e religioso (adoraçâo e culto da Humanidade). Apesar disso, Littré foi capaz de adotar varias idéias centrais comtianas, como aquela de um poder espiritual apto a regenerar a sociedade intelectual e moralmente através da educaçâo pública. " O projeto educacional de Littré parece inclinar-se na direçâo de urna progressiva penetraçâo dos conteúdos do positivismo ñas formas escolásticas preexistentes, mais próximas dos intéressés técnico-científicos da nova filosofia" (Boni 1996: 76). 28 Cfr. a carta de Auguste Comte para Pierre Laffitte de 30 de setembro de 1856, in Lins (1967: 20). Na p. 21 Ivan Lins refere que naquele mesmo ano Nísia Floresta conseguiu encontrar Comte em pessoa em Paris, onde se instalara. A certeza de Comte sobre o futuro positivista de Nísia Floresta nao era muito grande, mas ele se prometía também eliminar da discípula os últimos traços de metafísica. Como informa Manuel de Oliveira Lima, Nísia Floresta, cit., p. 296, urna parte da correspondência entre Auguste Comte e Nísia Floresta foi publicada pelo Apostolado Positivista no Rio de Janeiro, sob a direçâo de Miguel Lemos, em 1903, republicada depois em 1936 e 1980. Hoje, para esta correspondência, mais acessível o volume de Constancia Lima Duarte (2002).

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urna fé subjetiva, moral-afetiva, a quai, a urna certa altura (especialmente, depois do comtiano Système de politique positive, de 1 8 9 3 ) tomaria o lugar das leis. 2 9 Tal d o g m a fazia parte, portanto, de u m grande projeto educacional comtiano, que previa a criaçâo de urna sociedade permanentemente preparada para educar na verdade da ciencia. 3 0 C o m t e considerava Nísia Floresta, assim, urna "preciosa discípula", 31 adequada para fundar o primeiro "salào positivista" de Paris. N o s "saraus positivistas" p o r eia promovidos, estava sempre presente o p r ò p r i o Auguste C o m t e . 3 2 N à o obstante o estreito relacionamento c o m C o m t e , Nísia Floresta, entretanto, nao formou urna escola ou u m grupo de influência na historia político-jurídica brasileira.

A EDUCAÇÂO PERMANENTE ÑAS OBRAS DE NÍSIA FLORESTA A vida na E u r o p a levou Nísia Floresta a cultivar relaçôes c o m a Itália, onde m o r o u e publicou c o m sucesso, no àmbito da pedagogia positivista, o seu Consigli a mia figlia (Conselhos

à minha filha),33 continuando assim nos

Cfr. Comte (1893: t. II, 81). Boni (1996:74). 31 Comte (1896). Na p. 236 Comte comentava: "En Août, j e dois d'abord marquer mon premier contact direct avec la noble veuve brésilienne qui m'offre de coeur, d'esprit et de caractère, tous les indices d'une précieuse disciple, si j e puis assez transformer ses habitudes métaphysiques". 32 Numa carta de 29 de março de 1857 a Dr. Audiffient, Comte revelava suas esperanças de inaugurar em breve tempo o salâo positivista que seria presidido por Nísia Floresta e por sua filha, entào com 22 anni. Na filha de Nísia Floresta Comte depositava as maiores esperanças de "conversào" ao positivismo. Ele, de fato, nào acreditava muito na conversào da màe, segundo ele por demais "oitocentesca" para converter-se completamente. O salâo positivista teve muito sucesso e nele a presença de Comte foi constante: cfr. Lins (1967:21). 29

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33 Nísia Floresta, Consigli a mia figlia. Stamperia sulle Logge del Grano, Firenze 1858, 56 pp. A obra teve duas ediçôes em portugués com o título Os conselhos a minha filha: a primeira no R i o de Janeiro, em 1842; a segunda, em 1845. Urna ediçâo atual brasileira está mencionada na bibliografìa a seguir. Este livro de Nísia Floresta em versào italiana consta do Catalogo generale della Libreria Italiana, 1847-1899, compilato dal prof. Attilio Pagliaini, Associazione Tipografico-Libraria Italiana, Milano 1903, sob a rubrica "Floresta, Augusta", onde "Augusta" foi sem dúvida entendido como o prenome da autora. Este volume italiano foi traduzido em francés em 1859: Conseils à ma fille, traduits de l'italien par B.D.B. [Braye-Debuysé, ammiratore dell'autrice], Florence 1859, 51 pp. No catàlogo

Nísia Floresta e a e m a n c i p a d o mental brasileira

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temas moralistas de gosto comtiano. Ademáis, ñas viagens entre o Brasil e a Italia, a "ultraliberal" Nísia Floresta contribuiu para a propaganda da causa da unidade italiana c o m p u b l i c a r e s sobre o assunto e m j ornáis d o R i o de Janeiro. 3 4 Informa Oliveira Lima que Nísia Floresta nao s o m e n t e simpatizara c o m a causa italiana, mas ainda que mantivera m e s m o estreitas relafòes c o m figuras representativas d o m o v i m e n t o , c o m o M a z z i n i e Garibaldi (Manuel de Oliveira Lima 1 9 1 9 : 2 9 5 ) . R e c o r d e m o s que Giuseppe Garibaldi fugira para o Brasil e m 1836, c h e g a n d o ao U r u g u a i e m 1841, antes de retornar à Itália e m 1848. N o Brasil. Garibaldi ajudou as tropas rebeldes da " G u e rra dos Farrapos" n o Sul e esposou Ana Maria R i b e i r o da Silva (a "Anita"), na m e s m a é p o c a na qual naquela zona t a m b é m residiu a j o v e m Nísia F l o resta. 35 Sobre o livro Consigli

a mia figlia, Sacramento Blake, autor de u m c o n h e -

cido dicionário bio-bibliográfico n o Brasil, anotou que dois jornais italianos - "L'età presente", de Veneza, e m 14 de agosto, e "L'imparziale

fiorentino",

de Fiorenza, e m 2 6 de outubro do m e s m o ano, elogiaram a pericia da autora na t r a d u c o e m italiano, feita por eia mesma, e o bispo de M o n d o v ì autoriz o u a reimpressào do volume, para uso ñas escolas. 3 6

da Library of Congress (Imprints pre-1956), a autora é catalogada pelo seu terceiro prenome, ou seja, "Brasileira, Floresta Augusta": aqui, também "Floresta Augusta" sào compreendidos como prenomes. este catalogo menciona o volume mais famoso acima citado, além de Itinéraire d'un uoyage en Alternarne, F. Didot frères, Paris 1857,208 pp. 34

O Jornal do commercio, o Diario mercantil, o Diario e o Brasil iIlustrado e s t à o i n d i c a d o s

por Oliveira Lima como os periódicos no Rio de Janeiro nos quais provavelmente Nísia Floresta publicou artigos sobre diversos assuntos, incluindo a unidade italiana: cfr. Manuel de Oliveira Lima (1919: 295). 35 Em 1844, nao se esqueja, os primeiros brasileiros que haviam estudado com Comte já mencionavam a doutrina no Brasil. ' 3 6 As informagSes sobre este volume estào na rubrica "Nísia Floresta Brasileira Augusta" in Augusto Victorino Alves Sacramento Blake (1969; reimpressào da edifào R i o de Janeiro 1883), sexto volume, ainda precisam ser esclarecidas com urna pesquisa nos periódicos de época as circunstancias desta decisào do bispo de Mondovì, cidade na regiào do Cuneese italiano: desde que, bem entendido, o "Mandovi" do original indique "Mondovì". Sabe-se que as relafòes de Nísia Floresta com a Italia comegaram já no Brasil meridional, locai onde entrou em contato com o espirito revolucionário de Giuseppe Garibaldi. Depois, no Rio de Janeiro, suas aulas eram freqüentadas pelo Nuncio apostòlico naquela cidade, Monsignore Giacomo Bedini, a quem agradava especialmente estar presente às provas de literatura e de lingua estrangeira do "Colégio Augusto" de Nísia Floresta, no qual as alunas — para maravilha do Núncio — recitavam trechos dos melhores autores italianos. Cfr. Lins (1967:19).

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Marcela Varejào

O u t r a s obras d e Nísia Floresta d e m o n s t r a t i v a s de suas estreitas relaçôes c o m a Itália sào Scintille d'un'anima brasiliana (Cintilaçôes d e urna alma brasileira); 3 7 Trois ans en Italie (Très anos na Itália), 3 8 b e m c o m o Viagens na Italia, Sicilia e Grecia, 1858-1859 (este ú l t i m o sob f i r m a a n ó n i m a ) . Trois ans en Italie f o i p r o v a v e l m e n t e a t r a d u ç à o francesa d e Viagens na Italia, Sicilia e Grecia, 1858-1859, o u ainda u m a versâo francesa dele, j u n t a m e n t e c o m Trois ans en Italie. N a Biblioteca Braidense de M i l â o e n c o n t r e i u m livro n à o m e n c i o n a d o ainda ñas primeiras biografías sobre Nísia Floresta, mas útil para d e m o n s t r a r suas estreitas relaçôes c o m a Itália e sua f a m a na E u r o p a . O v o l u m e é u m a t r a d u ç à o d o p o r t u g u é s : Le lagrime d'un caeté {As lágrimas de um cáete),2,9 e se consubstancia n u m p o e m a c o l m o de admiraçâo pela terra brasileira, definida pelo t r a d u t o r " a Itália da A m é r i c a " . A i n t r o d u ç â o d o t r a d u t o r sublinha, a d e mais, a b o a acolhida da estudiosa brasileira e de seus livras na E u r o p a , especialmente na Itália. 4 0 N a Biblioteca Estatal de B e r l i m e n c o n t r e i dois livras d e difícil acesso ñas ediçôes estrangeiras, e até 2 0 0 3 sem g r a n d e divulgaçâo n o Brasil: Consigli a

37

Nísia Floresta, Scintille d'un'anima brasiliana, Barbèra, Firenze, 1859, 85 pp.

38

Nísia Floresta, Trois ans en Italie suivis d'un voyage en Grèce, E. Danty, Paris 1864.

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O frontispicio apresenta a seguinte descriçào: Le lagrime d'un caeté, poemetto di Floresta Augusta Brasileira, tradotto dal portoghese in altrettanti versi italiani da Ettore Marcucci, Co'Tipi di Felice Le Monnier, Firenze 1860, 46 pp. Como afirma o tradutor, o poema é feito em versos "no mais augusto metro que temos, ou seja, o senário, que é um trissílabo duplicado" (p. 7). Caetés (escrito caheté na antiga grafia do portugués, utilizada, neste traballio, por Oliveira Lima, por exemplo) pertencem a uma tribo de aborígenes presente em Pernambuco desde a descoberta do Brasil e foram aqueles que mais resistiram aos colonizadores portugueses. Eis assim o "caeté" utilizado por Nísia Floresta nestes versos como símbolo da resisténcia do povo pernambucano às iniqiiidades da administraçâo portuguesa. Ñas pp. 39 a 46 temos as notas do tradutor no mais das vezes com explicaçôes de vocábulos em lingua portuguesa ou aborigene contidos no texto. 40

"Col fare italiano questo poemetto, mi arrise inoltre la speranza di offrire a' miei nazionali una lettura di salutifero pascolo pe' liberi e magnanimi sentimenti che ben rispondono ai professati oggi in Italia", ou seja,"Ao tornar italiano este poeminha, me acompanhou ademais a esperança de oferecer aos meus nacionais a leitura de salutar pasto para livres e magnánimos sentimentos que bem respondem aos hoje professados na Italia": Ettore Marcucci, introduçâo a Nísia Floresta, Le lagrime d'un caeté, cit., p. 6. esta introduçâo é dedicada ao Sr. Augusto Amerigo Faria da Rocha e traz a data de 27 de abril de 1860.

Nísia Floresta e a emancipadlo mental brasileira

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mia figlia41 e Voyage en Allemagne.42 As biografías de Nísia, aliás, até hoje possuem poucas men^òes à repercussào européia da obra de Nísia Floresta, taivez pela dificuldade de pesquisa sobre eles antes mencionada.

a) O v o l u m e Consigli a mia figlia

O volume está autografado "F.A.B." e foi escrito em portugués para o aniversário da filha, Livia, de 12 anos, tendo sido traduzido para o italiano pela pròpria autora. O fio do discurso é aquele do amor altruista, do amor pela humanidade, sempre recorrente no discurso ético comtiano. 43 O volume termina com 40 principios pedagógicos para uma vida virtuosa. Nísia nele ¿lustrava seu pròprio amor materno, assinalado pelo contexto de guerra civil e pelas iniqüidades conseqüentes, ao mesmo tempo em que enfatizava outro tema caro à religiào comtiana da humanidade: a educa^áo, dentro da comtiana visào otimista dos eventos sociais, que levava a uma política pre-

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O livro está disponível na Haus 2 da Staatsbibliothek de Berlim. Resulta no frontispicio do livro o seguinte: "F. Augusta Brasileira", onde claramente "F." é entendido como abreviagào do prenome. 42 Nísia Floresta, Itinéraire d'un voyage en Allemagne, préface de Eugénie Pelserf, Firmin Didot Frères, Fils et Cié. (no R i o de Janeiro, com Morizot et Cié.), Paris 1857,206 pp. O livro está disponível na Haus 1 da Staatsbibliothek de Berlim. Nele, a autora é "Mme. Floresta A. Brasileira", onde claramente "Floresta A." é compreendido como prenome. O exemplar consultado traz uma dedicatoria em francés da pròpria autora: "Ao excelentíssimo Senhor Ferreira Franca, testemunho de estima e de considerado da autora. Brasileira Augusta". C o m o se vé, esclarece-se assim o problema do nome de Nísia Floresta, que assinava como "Brasileira Augusta", ou seja, apenas os dois últimos "sobre nomes". Na Staatsbibliothek de Berlim, todavia, a autora está catalogada apenas sob o nome "Brasileira, Floresta Augusta". 43

Entrela