España Paso A Paso La Rioja

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ESPAÑA PASO A PASO LA RIOJA

EMILIO DOMINGUEZ – JAVIER ECHENAGUSIA

INDICE

LA RIOJA EL RIO EBRO FECUNDO CON LAS RAÍCES AL AIRE DE RIOJA-RIOJANO A UNO Y OTRO LADO DEL VINO Y SIN EMBARGO PRÓSPEROS POR LA NOCHE ABRIGARSE LO PEQUEÑO ES HERMOSO DE HARO A LOGROÑO A LOMOS DEL PADRES EBRO LOGROÑO Y LA SIERRA DE CAMEROS LA RIOJA BAJA, EN LAS LINDES DE NAVARRA Y ARAGÓN HUELLAS DE CENOBIO UNA EDAD DE ORO DOS MIL AÑOS DE CULTURA LA IMPOSIBLE AVENTURA DE COMER Y BEBER MAL EN RIOJA EL RIOJA Y LA RIOJA.

NOTAS DEL AUTOR

Los eruditos se preguntan a cerca del origen del nombre de Rioja. Unos lo atribuyen al más humilde de sus ríos, el Oja, Río Oja, Rioja. Otros le encuentran una raíz euskera: erría-ogía. -tierra del pan- o erri-otxa- tierra del frío-, señalando el súbito frescor de las anochecidas riojanas. Sea como fuere, la voz Rioja, ha terminado por triunfar, imponiéndose al fin, a la vieja denominación administrativa, que por extensión, aplicaba el nombre de la capital: Logroño, al conjunto de la provincia. Incluso en los matrimonios de conveniencia, impuestos por la pugna de límites,, el toponímico se impone al apellido administrativo, y si se habla de la Rioja alavesa, o la Navarra.

Y es que esta, como ninguna otra es, un región natural por autonomasia, encabalgada a lomos del río Ebro, y protegida por las moles imponentes de la sierra de Cantabria al Norte, y la Demanda y la sierra de Cameros al Sur.

Incluso hubo un tiempo en que esta “ Rioja y feliz Rioja”, que cantara Villegas, no tenía entidad administrativa, repartida como estaba entre las provincias limítrofes de Alava, Navarra, Zaragoza, Soria y Burgos. Pero no por ello, dejaba de ser tan riojana como ahora mismo, en que viste galas de comunidad autónoma. Como podía no vestirlas que, de seguro, los riojanos no hubieran tenido empacho en compartir cobijo autonómico con cualquiera de las Comunidades vecinas, e incluso, al parecer lo intentaron. Así que habrá que agradecerle al bueno de Javier de Burgos, empeñado en distribuir España a uña de caballo, la actual delimitación que hace que la Rioja disfrute tan solo de una de las riberas del Ebro, si excluimos la avanzada de la Sonsierra. EL EBRO FECUNDO

Entre el páramo castellano de la Bureba y las inhóspitas tierras de Aragón, se abre este paréntesis magnífico, ese valle largo, ancho y feraz que es la Rioja. El Ebro, el gran río ibérico, es la espina dorsal geográfica e histórica, de esta pequeña región, de apenas cinco mil kilómetros cuadrados ,con su pequeña población ostenta una de las densidades más bajas de la península. A la vera del Ebro, se detuvieron los celtas primitivos y, siguiendo su curso, los romanos accedieron a la región. Por entre la hendidura de las Conchas de Haro, musulmanes y cristianos, iban i venían en cambiantes expediciones de castigo. También a su costado, progresó la ruta jacobea. Hasta tal punto el río marca la pauta de la historia, que Logroño, conoce su primera biografía como cabeza de puente, entre una ribera y otra. Y son los siete ríos tributarios del Ebro: Ojala, Tirón, Najerilla, Iregua, Leza, Jubero y Cidacos- quienes en su descenso desde la sierra, abren sendos tajos en las estribaciones del sistema ibérico, definiendo otras tantas subcomarcas con personalidad propia. Y es el Ebro, junto con estos otros ríos, quien fecunda la tierra roja de Rioja, permitiéndole dar sus frutos, de modo que Fray Mateo de Anguiano pudiera afirmar sin asomo de error. “ La Rioja, es país tan ameno y delicioso, que abunda de todos frutos y de calidad que no necesita que le entren de fuera, como necesitan otras provincias. Porque en sus llanos, se coge mucho pan y gran copia de vino..aunque la cosecha de aceite no es tan copiosa, es suficiente y de lo más regalado de España” CON LAS RAICES AL AIRE. Ahora que parece atisbarse un cierto reflujo en la búsqueda afanosa de “ señas de identidad” que llevarse al zurrón, puede decirse con cierta tranquilidad y sin sonrojo, que los riojanos, no tienen gorrito que ponerse. Acaso no pudiera ser de otra forma en lo que de siempre ha sido tierra fronteriza, lugar de paso, encrucijada de caminos. En cada circunstancia, algo se iba y algo se quedaba de forma que, de tanto remover la cuestión, las raíces están, por así decirlo al

aire. Echemos la cuenta. Aquí se remansaron algunas tribus celtíberas-berones, vascones, pelendones e incluso autrigones, en el término más occidental-; Roma plantó su bota civilizadora,he hizo de Calahorra, uno de sus grandes establecimientos hispánicos. Durante largo tiempo pugnaron por la propiedad musulmanes, navarros y castellanos. El primer vagido del castellano como diría Dámaso Alonso, se combina con el uso habitual del euskera en la zona de Ojacastro hasta bien entrado el siglo XVI. Sin olvidar, que en la Rioja baja de Calahorra y Alfaro, los árabes, dejan su impronta en lo que llamarían “ Velez-assikia”, o lo que es lo mismo” tierra de acequias· la ruta jacobea, abriría el paraje a Europa, con su sedimento de judíos y francos atraídos por el trasiego de gentes con bolsa que gastar. Ante éste tumulto de culturas distintas y diversas, y no pocas veces enfrentadas, las gentes de la tierra- riojanos si se quiere- se romanizaron cuando fue oportuno, soportaron a los visigodos, y se tornaron muladíes cuando el pulso de estos tembló, ante el embate musulmán. Y fueron cristianos y viejos, en el momento en que lo mandó la ocasión. Así, esta tierra parió a Quintillano y a la estirpe de los Banu Quiasi. De la misma forma que camparon por sus respetos los López de Haro, Manrique de Lara o Saez de Tejada. DE RIOJA,RIOJANO Hay vicios estrictamente peninsulares. Aquí las tierras duras, gustan de dar al mundo, conquistadores ceñudos y guerreros fieros. La periferia, parece haberse especializado en gentes industriosas de instinto comercial.. Madrid, ha hecho del artificio su mayor encanto. Los andaluces encabezan una brevísima lista de pueblos sabios, sazonados por siglos de cultura dados a conquistar al conquistador. Y la Rioja. ¿ qué da la Rioja?, da riojanos, lo que quiere decir todo y nada a la vez.. Gente que se justifica con el simple hecho de vivir y trabajar en esta tierra. Y puede mucho la tierra, tanto que hasta en Logroño es posible percibir el aroma de lo rural, aún cuando aquí, como en otras muchas partes, sea la industria y los servicios, lo que más gente ocupe. La verdad, es que el riojano, se siente a gusto en su tierra sin grandes ni mayores complicaciones, sin hacer teoría del asunto. No sin sabiduría a trastocado la tan manoseada unidad de destino en lo universal, por una socarrona “unidad de destino en lo particular”. Y es que son así. Individualistas, abiertos, generosos con el forastero al que casi nunca suelen cerrarle la puerta, ni tan siquiera la entornan. Contradictorios, vividores en el mejor sentido. Amigos de jarana. Combinan diabólicamente hacer de “ paganos” con el vigilar que el calcetín engorde, siendo una de las regiones que, en términos relativos mayor ahorro generan. Ya lo decía aquel romance: “ Es la gente riojana, vividora a su manera, que muy bien a otra cualquiera, le pueden cardar la lana”. Una visión más ácida es esta coplilla: “ De buen entendimiento, y muy galanes, pero algo perezosos y holgazanes”...

Viñedos en La Rioja.

Viñas de Hado.

Interior del monasterio de Yuso. San Millán

Vista del monasterio de Yuso. San Millán de la Cogolla.

A uno y otro lado del vino. En ocasiones, se tiene la sensación de que la confusión de la Rioja y el rioja tiene como efecto perverso que la primera, sea mal conocida, desde luego mucho menos que el segundo. Algo así, como si en el entender de la gentes de fuera la Rioja, diera en ser una gigantesca bodega, de la que pueden adquirirse pequeñas entregas en forma de botellas con denominación de origen. Y es, que claro, el vino pesa y mucho; es otra columna vertebral que acaba por moldear hábitos colectivos, formas de ser y de estar. El vino de la bodega auténtico “ sancta- sanctorum” de lo riojano. Pero a pesar de ello, no resulta legítimo confundir, la parte con el todo, por importante que esta sea. En realidad, dentro del microcosmos conviven muchos otros mundos, que también hay que aprender a degustar. Está la zona riojalteña donde, ahí, si, el vino manda. Haro transpira olor a roble de barrica; y Fuenmayor, San Asencio, y Cenicero. Pero también cuentan, las tierras de la Rioja Baja, regadío y secano, que terminan fundiéndose con la ribera Navarra, donde la vid, cede sitio al espárrago, el pimiento y el melocotón. Y están los Cameros, el nuevo y el viejo, otro mundo. Tierras estas, que se empinan brúscamente, sobre las estribaciones de la Demanda y la Cebollera, remontando los cauces del río Najerilla, el Iregua o el Leza. La tierra arcillosa o el regadío de la llanada, se torna aquí, en impresionantes masas boscosas de hayales y robledales. La ganadería y la caza, campan por sus respetos. Tiempo hubo en que la Sierra de Cameros contaba con más de un millón de cabezas que, encuadradas en la Mesta, acudían a invernar a los pastos de Extremadura. A su lado, una poderosa industria textil de la que en la actualidad, tan solo quedan vestigios. Por contraste con el valle, Cameros, vegeta en el olvido, sus pueblos, sufren el abandono de la carencia. Y sin embargo prósperos. Crisis y no crisis. La Rioja es una región próspera en la que se ve el dinero cuando se gasta y cuando se ahorra. Un paseo por Logroño o Haro, ilustran más a éste respecto que todos los estudios socioeconómicos que pudieran hacerse juntos. Para empezar, el número de parados, en muy inferior a la media nacional y la emigración apenas ha hecho mella. De hecho, en los últimos años está creciendo en población. La industria está diversificada, sin la presencia obsesiva de grandes mastodontes que ahora acumulan todas las desgracias del mundo. Y la agricultura, se encuentra pujante. Otra sorpresa: solo la patata da más dinero que el vino. De lo que no se ha salvado la Rioja es de la inevitable concentración urbana. Así en Logroño, vive más de la mitad, sin que ningún otro municipio le pueda discutir, ni de lejos, esta aplastante hegemonía demográfica. El colorario, es el proceso intenso de establecimiento y despoblación de los pueblos. En los últimos años, tan solo se

ganó población, en 24 términos municipales, con el añadido de que desaparecieron nueve. Y es un proceso en trance de profundizarse, porque los pueblos, especialmente en los más pequeños, la población, envejece sin posibilidad de renovación, por la marcha de los más jóvenes. De cara al viajero, todo esto no deja de tener su encanto que por la noche deba uno abrigarse. Mientras que las barbaridades urbanísticas se acumulan en Logroño, con un inconfundible sello de petulancia de agricultor o comerciante enriquecido en sus inconfesables avenidas, el tiempo parece detenerse en los más de sus poblados. No se produce aquí ese feroz cuerpo a cuerpo entre la noble casona y el bodrio de turno avecindado en el solar inmediato. Todo es más armónico, más como era. La vista gana, y el visitante lo agradece. Si se trata de escoger estación para visitar la región, opte por los primeros meses de otoño. Es entonces, cuando la Rioja estalla en un trajín de idas y venidas de todo tipo de carruajes trasladando el vellocino local, la uva generosa que por fin ha conseguido acumular azúcar suficiente, como para que los bodegueros, la conviertan en el vino principal de toda mesa que se precie. Una advertencia: por caluroso que parezca el día, coja prenda de abrigo para la noche. Por estos pagos, la anochecida, puede sorprender, con temperaturas próximas a la frontera centígrada de cero. Inmejorable ocasión, para degustar chuletas al lado de una lumbre acogedora. Lo que se pierde por una lado, se gana por el otro. LO PEQUEÑO ES LO HERMOSO. Un último apunte, por si pudiera ser útil al lector: la Rioja, es uno de esos sitios donde el verbo viajar, adquiere todo su sentido. No su denegación contemporánea que equivale a trasladarse de un sitio a otro. La Rioja, no sirve para eso. Resulta un esfuerzo inútil acudir a Logroño, Calahorra o Haro, con el único y programado objeto de contemplar la maravilla de catálogo, el esplendor soberbio de lo que habrá de dejarnos boquiabiertos y ante lo que, si la habilidad acompaña, nos retrataremos para pasmo de los familiares y vecinos. No. Si esta es la intención, mejor acudir a otra ruta, otro paraje. En la Rioja viajar viajar es empaparse, tomarnos el tiempo necesario para descubrir que, también aquí, lo pequeño es lo hermoso, esa delicada trabazón entre el paisaje y las cosas del hombre. El placer solitario de descubrir los rincones sobre los que nadie perdió el tiempo en hablarle a uno. A ver si me expreso. Aquí no hay octavas maravillas que justifiquen si es que alguna vez lo hacen, el desplazamiento por si solas ni la foto ni su vecino se boquiabrirá ante la hazaña. Pero un tiempo largo haraganeando por la calle del Laurel en Logroño, o en Haro, o donde diablos sea, trotando por el Iregua, o deambulando por los mil y un pueblos de esta tierra agradecida alcanza la perfección del gozo sin postal. Recuerde sin postal. DE HARO A LOGROÑO, A LOMOS DEL PADRE EBRO. Ya se ha dicho que el Ebro, es la auténtica razón de ser de esta encrucijada de

caminos que es la Rioja, al menos su principal coartada. El río, y claro está, la ribera. Bueno, será por ello que comencemos nuestro caminar riojano a lomos suyos, desde el mismo punto en que penetra en una tierra preparada para agradarle. Lo abandonaremos en Logroño, dejando la visita a la ciudad para otro momento. Aún queda Ebro, pero interesa partir la jornada, no sea que apretemos poco por abarcar demasiado. HARO Haro, es una ciudad orgullosa de sí misma, de sus legendarias bodegas- Paternina, Muga, López de Heredia...- de sus tascas, bares y tabernas, de sus afamadas casas de comida. También de un pasado largo y espeso, del que dan noticias sus calles cuajadas de palacios y casas blasonadas.. Haro-París-Londres dicen los jarreros, acentuando la importancia de esta villa capital de un vino universal. Y es que fue, la primera ciudad española que estrenó la luz eléctrica en el alumbrado público, añadiendo tempranamente una nota de modernidad, al encanto remoto de sus calles. La capital de la Rioja Alta fue antiguo señorío de los López de Haro, a la que Alfonso VIII concedió el Fuero a la altura del 1187, convirtiéndose en una villa principal. La pujanza de la industria vitivinícola, alentada por capital vasco y francés, acentuaron a finales del siglo pasado, la importancia de esta ciudad llena de personalidad propia. Situada en la confluencia del río Tirón con el Ebro, aún se conserva el llamado Puente Gótico que, junto con otros dos de factura más moderna, enlazan las distintas zonas. En Haro, casi todo es de ver. Señalar el Ayuntamiento 1769 obra de Juan de Villanueva; la iglesia de Santo Tomás, del siglo XVI con una fachada plateresca, obra de Felipe Bigarny. También la Basílica de Nuestra Señora de la Vega del siglo XVIII. De estre sus muchos palacios debemos destacar el de los Bezara, de la Cruz, Paternina, o el de los Condes de Haro, actualmente Instituto de Segunda Enseñanza.

Escudo de los Condes de Haro.

Palacio de los Condes de Haro.

Casa Paternina. Haro.

Bodega de López de Heredia. Haro.

Portada iglesia Santo Tomás. Haro.

Ayuntamiento de Haro.

Una buena fecha para caer sobre esta ciudad es el 29 de junio, festividad de San Pedro, fiesta mayor de los jarreros, en la que el personal se traslada al risco de Bilibio, a la ermita de San Felices. Es la famosa batalla del vino, cuando mozos y mozas, y no tan mozos, se ensarzan en rociarse con vino, empleando para ello, todo tipo de artefactos, desde botas, hasta ingeniosos fumigadores. Prohibido abandonar Haro, sin visitar alguna de las grandes bodegas del lugar; basta con avisar y pedir hora, es un buen momento, para hacer acopio de algunas botellas a pie mismo de las barricas de roble. Tampoco es de ley, evitar visitar alguno de los templos gastronómicos del lugar, ya sea, Terete, Beethoven, la Kika, o algún comedor de menor rango pero de parecida sustancia. Sea San Pedro, sea en otra fecha, las Conchas de Haro justifican la visita. Por aquí, se cuela el Ebro en la Rioja, dando la espalda a las tierras de Miranda. En la cima de estas dos Valvas de piedra, parece que se alojaron, en el siglo VII, sendos castillos. Y aquí, vino a meditar San Felices, maestro de San Millán, en cuyo honor, se levantó la ermita existente en la actualidad.

Rio Tirón en Cuzcurrita.

Vista de la villa .

Castillo de Sojazarra.

El Ebro a su paso por Concha de Haro.

CUZCURRITA DE RIO TIRON.

Antes de cumplir la promesa de dejarnos llevar por el Ebro, merece la pena detenerse, en las tierras inmediatas a Haro, así Cuzcurrita de Rio Tirón, bonito pueblo dividido en dos por el río del mismo nombre, en el que destaca la imponente torrefortaleza de los Velasco, construida a finales del siglo XIV, en pleno auge del pelear banderizo de nobles y reinos. Sin desdeñar la iglesia de San Miguel del XVIII de torre octogonal y pórtico barroco. A un tiro de piedra está Tirgo, con numerosas casas señoriales y una notable iglesia románica. Un poco más allá tenemos Casalarreina, que guarda la joya del Convento de la Piedad, originariamente dirigido por los dominicos, y fundado en el año 1508 por la familia de los Velasco. Conserva un bellísimo pórtico, así como el retablo del altar mayor. De entre las casas del casco, resalta el antiguo Palacio de los Condestables de Castilla. Con tiempo, merece la pena acercarse hasta Cellérigo, pequeño pueblo anidado en la ladera de Peña Lengua, desde cuya altura, puede obtenerse una magnífica panorámica de toda la Rioja. No en vano, y con cierto tufillo clerical muy propio del país, al lugar se le denomina el “ Púlpito de la Rioja”. Dando un pequeño rodeo, está Foncea, con la famosa Torre Mocha, antigua atalaya romana; y Fonzaleche, antigua calzada romana que unía Pamplona con Briviesca. Antes de decir adiós a estos parajes del Tirón, visita obligada a Sajazarra. Impresiona a medida que se acerca el viajero, la mole cuadrangular del castillo originario del siglo XIII. Quedan como curiosidad, restos del antiguo recinto amurallado de esta villa defensiva, así como la iglesia parroquial creada por el Císter. En Castilseco, una interesante iglesia románica de hermosos capiteles. BRIONES Volviendo hacia el Ebro, y tras pasar por Ollauri y Gimeleo, está Briones, cuyo origen algunos remontan a tiempos de los berones. Desde el siglo VIII fue un enclave defensivo de primer orden, y aquí castellanos y navarros firmarían la que se conoce como Paz de Briones ( 1379 ). Tan notable pasado, ha dejado huellas, como es la iglesia parroquial, magnífica construcción de tres naves con bóveda estrellada que guarda el retablo del altar mayor, obra de Juan Bascardo; la sillería del coro, o la capilla de la Visitación, con oleos de Juan de Borgoña y Juan de Navarrete. En el conjunto monumental, destacan las casas de los Quincoces, marqueses de Terán, marqués de San Nicolás, así como restos de la primitiva muralla medieval, alguna de cuyas puertas, como la llamada de La Luna, siguen prestando servicio.

Paraje de Briones.

Escudo de armas del marqués de San Nicolás. Briones.

Ayuntamiento de Briones.

Parcial de la muralla de Briones.

Casa señorial de Briones.

Vista panorámica del pueblo. Briones. SAN VICENTE DE LA SONSIERRA Atravesando el río Ebro por el largo puente que enlaza con el único enclave riojano en su margen izquierda, nos adentramos en la comarca de la Sonsierra, encerrada entre la Sierra de Toloño y el río. Si venimos desde Vitoria, en lo alto del Puerto de la Herrera, puede contemplarse, una despejada vista desde el llamado Mirador de la Rioja. Otro observatorio privilegiado. San Vicente de la Sonsierra, es el pueblo de los “ Picaos”, los penitentes que se flagelan con una espesa madeja de lino, hasta que la espalda está totalmente macerada, para ser “picada”. Pero también, es un importante

núcleo cuya situación geográfica encaramado sobre un cerro que se asoma al Ebro, acentúa el carácter defensivo que tuvo en otro tiempo. Sobre el emplazamiento del antigua castillo, se levanta la iglesia parroquial de Santa María la Mayor, construcción gótica del siglo XVI. Muy próxima está la ermita de la Vera Cruz, al parecer antigua capilla del castillo, que sirve de sede a la Hermandad de los Picaos, numerosas casonas hidalgas salpican el pueblo, en el que también destaca la Basílica de Nuestra Señora de los Remedios. Toda la zona de la Sonsierra da unos caldos, esencialmente alabados. En las inmediaciones se encuentra Abalos, auténtico poema en piedra, antiguo señorío de los Castilnovo, y cuna del linaje de Avalos, uno de cuyos miembros, don Alfonso de Avalos, primer Marqués del Vasto, se conserva en el Museo del Prado, un retrato pintado por Tiziano. Hay que visitar la iglesia de San Esteban del XVI de estilo gótico con interesante portada y torre barroca. Si fuera necesario optar por algún palacio de la localidad, se recomienda el de Legarda.

Hermandad de los Picaos.

Castillo de San Vicente.

Calle típica de San Vicente.

Ermita de San Vicente.

Puente de San Vicente de la Sonsierra.

Ayuntamiento de San Vicente.

Antes de abandonar Sonsierra, acercarse a Peciña con la finalidad de admirar, uno de los pocos templos románicos riojanos que ha llegado tal cual, hasta nuestros días. Nuestra Señora de la Piscina del siglo XII. Aquí, celebraba capítulo la Orden Militar de la Terraza, creada por los Reyes de Nájera, y la más antigua de las Ordenes peninsulares. LA RIOJA DEL VINO. Desandamos lo andado y, ya en la otra ribera- por Briones nuevamente,o por Baños de Ebro-, estamos, en el corazón vitivinícola de la Rioja, la que, con la Rioja Alavesa y la Sonsierra- tiene fama de dar los mejores caldos. Los nombres de Fuenmayor, San Asencio, Cenicero y Navarrete, aparecen repetidos hasta el infinito, en las etiquetas de los más preciados riojas. Un fino entretejido de viñedos y bodegas que justifica por sí solo la visita. Pero quí, también hay puntos de interés que demandan urgente visita. Así ocurre con Navarrete, cuyas calles cubiertas constituyen una peculiaridad digna de mención, sin contar la iglesia parroquial gótica que guarda una valiosa colección de orfebrería riojana de los siglos XVI y XVIII. Una reseña histórica. Por estos pagos, se enfrentaron bravamente Pedro el Cruel de Castilla y Enrique de Trastamara, al primero le ayudaba Eduardo Príncipe de Gales, el “ Príncipe Negro” de las Crónicas, mientras que al de Trastámara, echaba una mano Bertrand Du Gueselin, aquel que no quitaba ni ponía rey, pero ayudaba a su señor. Y tanto le ayudó, que a pesar de la derrota, se las ingenió para asesinar al monarca enemigo. Fuenmayor, brinda una buena ocasión para comer en alguno de sus restaurantes. Antes, contemplar los retablos de la iglesia parroquial. Y en San Asensio, admirarse ante la fortaleza del Davadillo o el Convento de la Estrella.

Ayuntamiento de Fuenmayor.

Viñedos en Fuenmayor.

Convento de la Estrella.

Fortaleza en San Asensio.

Castillo de Davalillo. LOGROÑO Y LA SIERRA DE CAMEROS. Es ésta una ruta contradictoria a posta, que pretende aunar la próspera Logroño con el deprimido Cameros la llamada vecina al Ebro con los agrestes parajes del alto valle del Iregua y el Leza. Aquí, se concentran , algunos de los vestigios más antiguos de la presencia del hombre, en la Rioja, restos arqueológicos, como la Cueva de Peñamiel en Pradillo, Iregua arriba, con restos que se remontan 40000 años en la historia. O el asentamiento celtibérico de Varea, en el Monte Cantabria, frente al mismísimo Logroño. Precisamente, los historiadores buscan en Varea y su antagonista “Vareia”, desde donde las legiones romanas ponían cerco a sus adversarios, el origen remoto de Logroño. Sea como fuere, la ciudad, fue fundada con certeza en el siglo X, como cabecera del puente de piedra que, uniendo las dos riberas del Ebro, daba paso a los peregrinos de Santiago, procedentes de Puentelarreina. El Ebro, y la ruta Jacobea, dos elementos de capital importancia para la historia de la Rioja. LOGROÑO. A pesar de su profundo pasado histórico, no es Logroño ciudad de grandes conjuntos monumentales. Algunas piezas, si merecen la pena destacarse. La Catedral de Santa María la Redonda, con sus torres gemelas de estilo barroco, y con una abigarrada decoración llena de encanto. La iglesia de San Bartolomé del siglo XIV, en cuya espléndida portada están esculpidas, las escenas de la vida del Santo Patrón. O la iglesia imperial de Santa María de Palacio, regalada por Alfonso VIII a la Orden

del Santo Sepulcro. El cimborrio piramidal de puro estilo gótico, es uno de los elementos arquitectónicos más representativos de la ciudad. En cuanto a los edificios de carácter civil, el casco viejo de la ciudad, conserva dotavía su encanto, y merece destacarse el Palacio de Espatero, hijo notable de la ciudad, hoy convertido en Museo Provincial; los restos de la muralla y numerosas casas de los siglos XVIII y XIX. A la magra nómina de “monumentos” , por comparación al menos con otras capitales, opone Logroño, un encanto inevitable de ciudad no excesiva, que guarda estrechos lazos, con su entorno rural, por más que en su interior, menudeen “ pubs”, discotecas y cafeterías. Se dice, y será cierto, que aquí está la más importante concentración de bares, tascas y tabernas del occidente europeo. Y del oriente, claro que son más tristes. Verdad o fantasía, lo cierto es que sumergirse en la calle del Laurel, es todavía una de las mejores formas de beber y tapear, aunque empiece a ser preocupante el hecho de que localizar un bar donde sirvan auténtico vino de cosecha propia sea un accidente de la propia fortuna. Y hablando de beber y tapear y comer, Logroño es una ciudad ideal. Los nombres se agolpan, con su diferente escala para el bolsillo: El Cachetero, La Merced, Machado, Carabanchel, Zubillaga... Logroño, es sobre todo una ciudad abierta, afable, volcada a la calle, donde el forastero es el rey. Del 20 al 27 de septiembre, durante toda la semana se celebran las fiestas de San Mateo. Es un buen momento, para conocer el pálpito de esta gente. También, en San Bernabé, pero algo más comedido; es el aperitivo de la semana grande logroñesa. Si el viajero es indulgente, no reprochará demasiado ese aire de provinciana prepotencia que alienta en algunas de las avenidas modernas, a todas luces excesivas, un punto pretenciosas, y que solo consiguen afear lo que, sin tocar, o modificado con mayor tino, hubiera sido encantador. Tampoco es para tanto. Cosas peores han ocurrido en otros parajes. Antes de disponerse a remontar el Iregua, bien merece una visita, el pequeño pueblo de Agoncillo, la antigua Egón romana de la que aún quedan restos. También se conserva en ese magnífico estado por cierto, el castillo del siglo XIII de planta cuadra y troneras.

Museo Provincial

Catedral.

Ayuntamiento de Logroño.

Vista del río. Logroño.

Una calle céntrica de Logroño.

Monumento al General Espartero.

Iglesia de Santiago.

LA SIERRA DE CAMEROS

Los valles del Leza y del Iregua, Cameros Viejo y Cameros Nuevo, configuran una de las zonas más características de la actual Rioja. Se trata de la zona más deprimida de la región nostálgica de un pasado textil y ganadero que hoy se plasma en la decadencia de pueblos abandonados de forma especial, en la zona del Leza. Para el viajero en cambio, la belleza del paisaje y su virginidad, es un acicate más. Saliendo de Logroño por la nacional 111, se remonta en curso del río Iregua, dándose de mano con Albarite, la primera localidad del viaje. Villa de viejas casonas hidalgas, con una iglesia parroquial la de San Martín, es de estilo renacentista que guarda un interesante retablo del XVI, obra al parecer de Arnao de Bruselas. Algo más arriba tenemos Albenda de Iregua, localidad que apenas si recuerda la importancia que tuvo en la alta Edad Media, en la que el Monasterio de Santa Marta de Albelda, fundado por Ramiro I, era uno de los grandes cenobios riojanos, junto con San Millán ,la Valvanera, Santa María la Real, y San Prudencio de Laturce. Del scriptorium de este monasterio benedictino, salió la Crónica Albadelense, que está guardada y bien conservada en la Biblioteca del Escorial. Uno de los hitos culturales del medievo español.

Cruzando el rio Iregua, retomamos la carretera N-111 y llegamos a Viguera, que es el inicio de la cuenca alta del Iregua. En Islallana, aparecen los primeros contrafuertes de la Sierra de Cameros, que se elevan 500 metros por encima de la llanura. En el inmediato pueblo de Viguera, pasear por la bonita plaza porticada y visitar la iglesia de la Asunción. Interesante puente románico cobre el Iregua. Torrecilla en Cameros, es etapa principal en el viaje. El pueblo, está muy bien conservado, manteniendo en pie numerosas casas de arquitectura serrana. Es la capital de la comarca de Cameros Nuevo, y en su término, están las conocidas Cuevas del Iregua que, como la Lóbrega y la Ortigosa, tienen un alto interés espeleológico. La iglesia de San Martín del XVI, conserva un interesante tríptico flamenco en la sacristía. En Nieva de cameros, encontramos otra iglesia dedicada a San Martín, con una bella portada gótica y dos retablos platerescos. Desde la llamada Peña de Zapateros, se consigue una vista impresionante del Valle del Iregua. Pasando por Villanueva de Cameros, llegamos hasta Villoslada. Unos kilómetros más allá, entre la Cebollera y el Urbión, nace el Iregua, concretamente en Hoyos de Iregua.

Nacimiento del río Iregua.

Vista panorámica de Villanueva.

Casa típica rural. Y del Iregua al Leza, pasando por Pajares, a la sombra del Puerto de Piqueras. Estamos ya en Cameros Viejo, la comarca más deprimida de la Rioja. Pueblos como Rabanera, son fiel estampa de la despoblación y el abandono de ésta comarca que antaño tuvo una economía textil y ganadera de gran importancia. Y descendiendo la cuenca del Leza, próximo a el, pero ogligándonos a un ligero recorrido, nos topamos con pies y manos con la leyenda: Clavijo, el viejo y derruido castillo árabe, reconstruido con posterioridad por las huestes cristianas, vela aún aquella batalla que seguramente nunca existió. Con todo, Clavijo, atesora la hermosa leyenda según la cual las huestes de Ramiro I infringieron, severa derrota al moro Abderramán, ayudados por Santiago, que a la sazón, montaba un caballo blanco. A pesar de la ausencia de datos reales que permitían sostener, no ya la milagrosa aparición de quien en el futuro sería el belicoso patrón de España, sino la misma existencia de la batalla, el asunto, se ha hecho carne. Y todavía hoy se mantiene la tradición de la ofrenda al Santo, por haber librado a los cristianos del indigno tributo de la “ Cien doncellas” con que cada año, habían de ofrecer al moro. En este mismo paraje, acaso menos conocido pero sin duda con mayor trascendencia histórica, se encuentra Peña Laturce, donde se levantaban y hoy testimonian sus despojos en piedra, el Monasterio de San Prudencio, otrora, importante centro cultural y religioso riojano.

Ayuntamiento de Clavijo

Vista parcial de la muralla en Clavijo

Santiago con su caballo blanco.

Castillo de Clavijo.

LA RIOJA BAJA, EN LAS LINDES DE NAVARRA Y ARAGON. Si al viajero le cerraran los ojos, y le trasplantaran de Cameros a la Rioja Baja, juraría no encontrarse en la misma tierra. La altiplanicie los cerros rocosos, la tierra arcillosa, han suplantado aquí, las profundidades de los valles y las masas boscosas. Es en este lugar, donde la Rioja tiende la mano hacia la Ribera Navarra y Aragón, y la misma geografía, se arabiza, haciendo patente un pasado mudéjar que se engatilla en nombres como: Alhama, Alfaro, Arnedo..., más próximo al mudéjar aragonés, que a la toponímia de la Rioja Alta. CALAHORRA. Parece obligado iniciar el itinerario por la capital de la Rioja Baja, antigua capital de los vascones ( Calagurris ) y ciudad principal de los romanos, de cuya historia, por paradójico que parezca, apenas sabemos nada. Calahorra, saltó a las crónicas del bajo imperio romano ante la defensa desesperada-no solo fue la próxima Numancia- que los calagurritanos, fieles al Señorío, opusieron a las tropas de Pompeyo. Cuentan las crónicas que, a pesar de haber muerto ya asesinado el caudillo, los habitantes de la villa, aguantaron el asedio hasta el último hombre, comiéndose los unos a los otros. De entonces data la expresión romana de la “fames calagurritana”..

Torre de Calahorra

Monumento en Calahorra. Marco Fabio

Catedral de Calahorra.

Castillo en Calahorra.

Calle de Calahorra. Con todo, Roma favoreció largamente a la ciudad, y según los indicios que han quedado, llegó a contar con naumaquia, signo este de ciudad especialmente bien dotada. Y si la torpeza humana no hubiera hecho acto de presencia, todavía hoy, podríamos admirar el acueducto del Alcanadre que pasando por encima del Ebro, daba servicio a Calahorra. La furia por los pantanos del anterior régimen hizo que buena parte de sus arcos fueran dinamitados para obtener piedra para rellenar la presa, mientras que el resto permanece sumergido bajo las aguas. En la actualidad, y sin que conserven mayores vestigios de su esplendor romano, la

Catedral, es el edificio de mayor importancia, como corresponde a una diócesis que en tiempos, se extendía hasta el Cantábrico. Del edificio con un cuerpo central gótico, y dos naves laterales del Renacimiento, destaca la magnífica puerta de San Jerónimo en la fachada norte. A destacar, la iglesia gótica de San Andrés del siglo XVI, la de Santiago y la de los Carmelitas. Merece visitarse el Museo Arqueológico. Se puede reposar en el Parador Nacional Marco Fabio Quintiliano, hijo predilecto de la ciudad. AUTOL Remontando el curso del Cidacos, está Autol, pequeña localidad con afamados pimientos y productos de la huerta. Los dos picachos denominados, el Picuezo y la Picueza, componen, un extraño capricho de la naturaleza. La tradición popular, ha convertido estas atormentadas muestras de la erosión natural en sendos amantes, convertidos en piedra.

Vista de Autol.

Erosión en la piedra. Autol

Muestra de la erosión causada en la piedra.

Erosión en las piedras junto al río Cidaco.

ARNEDO Más allá se encuentra Arnedo importante enclave histórico que los árabes, convirtieron en capital de una de sus “ provincias”. El castillo, actualmente en ruinas, es de fundación árabe precísamente, y la ciudad, conserva una de las puertas, la del Cristo, del viejo recinto amurallado. Al intentar conquistar el castillo, murió en éste paraje el Rey García I de León, en el año 913. Unos siglos más tarde, Arnedo, sería escenario en el 1338, de un curioso hecho diplomático; los representantes de Carlos V de Francia y de Juan I de Castilla, firmaron un tratado por el que ambos, se comprometían a invadir Inglaterra. Naturalmente, el descabellado proyecto, nunca se llevó a término, pero quede constancia del hecho. Merece la pena visitar la iglesia de Santo Tomás de estilo gótico y construida a mediados del siglo XVI, y que pasa por ser, la más importante muestra de finales del gótico en la cuenca alta del Ebro. La iglesia de Santa Eulalia y la de San Cosme y San Damián, con una hermosa fachada plateresca, son otras dos buenas maneras de la arquitectura religiosa. Precisamente, con referencia a esta última, se celebra en Arnedo el 27 de septiembre la antiquísima tradición del robo de los santos. El juego consiste en la simulación del supuesto robo de las imágenes que los navarros, pretenden secuestrar, hecho éste, que impedirán con bravura los riojanos. Cuestiones de vecindad. En las inmediaciones de Arnedo, deberá pasarse visita al Monasterio de Vico, fundado por Fray López de Salinas en los inicios de la Alta Edad Media.

Nevada en Arnedo.

Fachada de la iglesia de Santo Tomás.

Toros bravos en la dehesa de Arneros.

Cuevas en las rocas de Arnedo.

Calle céntrica de Arnedo.

Vista panorámica de Arnedo.

Ruinas del castillo.

ARNEDILLO Siempre del brazo del río Cidacos, haremos una visita a Arnedillo, célebre por sus salutíferas aguas de su prestigioso balneario. Y hablando de balnearios, lástima que no se preste la debida atención a éste tipo de instalaciones.. Y ya que estamos al borde del límite con la vecina provincia de Soria, ejercitemos, la heterodoxia administrativa, y acerquémonos a pequeño pueblo de Yanguas, ubicado en la Sierra del Ayedo de Santiago. El viajero, quedará admirado ente la realidad del tiempo detenido en el aire medieval del lugar, acentuado por las puertas que se conservan de la muralla.

Vista parcial del pueblo de Arnedillo.

Sala de Baño.

Otra sala de baños del balneario.

Baño en el exterior.

Nevada en la localidad de Arnedillo.

CERVERA DEL RIO ALHAMA Hora es de regresar sobre nuestros pasos y por la carretera que pasa por Grávalos, acercarnos a Cervera del Río Alhama, el otro río tributario del Ebro que atraviesa la Rioja Baja. Cervera, cuenta con una magnífica industria alpargatera, a pesar de que sean la vid, el olivo y la fruta sus principales fuentes de ingresos. En Cervera, como luego veremos también en Alfaro, se advierte, el entronque con la vecina Aragón en la maravilla en piedra del mudéjar, acaso uno de los estilos más peninsulares. Santa Ana, San Gil, y Nuestra Señora del Monte, son otras iglesias de interés. En la última, se conserva una imagen románica de la virgen del siglo XIII. Aún, se mantienen en pie las ruinas del castillo de origen claramente musulmán. Pero lo más interesante de Cervera son los innumerables edificios de ladrillo de estilo mudéjar del siglo XVI en adelante. Subiendo hacia la Sierra de Alcarma, se encuentra Inestrillas,una aldea, en cuyos alrededores estuvo localizada la ciudad celtíbera de Contrebia Leucade.

Iglesia románica Cervera.

Vista del río Alhama a su paso por Cervera.

Vista panorámica de Cervera. ALFARO Y seguimos bajando por el curso del río Alhama, hacia Alfaro, la antigua Ilurcis celtíbera y Gracurris romana, ciudad de Sempronio Graco. Serían los árabes quienes le dieran su actual nombre de Alfaro. Y fue el Cid, quien se la arrebató a los moradores musulmanes, incorporándola a Castilla en el año 1073. Dos siglos después, se darían cita en ella, los reyes de Castilla, Aragón, León, y Navarra. En agosto, se celebran sus famosas fiestas de gigantes y cabezudos. Importantes casas señoriales, de las que, a título de ejemplo.

Rio Alhama a su paso por Alfaro.

Iglesia San Miguel.

Una calle de Alfaro.

Podemos citar la de Frías, Echagüe, Orovio, o Saenz de Heredia. El Palacio Abacial y la iglesia de San Miguel Arcángel del siglo XVI, son dos buenas muestras de arquitectura religiosa. HUELLAS DE CENOBIO Volveremos sobre ello, pero ahora al perfilar esta última ruta riojana, hay que contar, con los monasterios. Ya nos hemos tropezado con su inevitable presencia al deambular por tierras de Clavijo, o en Albelda de Iregua, pero es en el curso del Najerilla, donde sin duda se concentraban los ejemplos más señeros, y los que han llegado en mejores condiciones hasta nuestros días. Es el corazón del cenobio riojano..¿Cuánto debe la Rioja a estos centros religiosos? Culturalmente todo. Y si indagáramos, seguro que las necesidades del culto y la atención a los peregrinos, fueron decisivas para la extensión de la vid, por estos parajes. Finalizaremos nuestro caminar, por tierras de Santo Domingo y Ezcaray. Puede ser una buena forma de iniciar el camino, pero tampoco es imprescindible alargarse hasta Viniegra y desde allí, comenzar el descenso. Si lo hacemos así, podemos almorzar en la Venta de Goyo que está ubicado en el cruce de caminos entre las dos Viniegras ( la de arriba y abajo ), es muy famosa por sus truchas sus asados y cocidos. En esa zona, abundan la caza y la pesca, fundamentalmente el jabalí y la paloma cuando es época de paso por supuesto. Iniciemos el descenso superando el embalse de Mansilla, cuya construcción anegó el antiguo pueblo- permanece la ermita románica-, podemos acercarnos a Brieva de Cameros, donde afirman se mantiene en pie una de las casas más antiguas de la Rioja , construida en el 1550. También es interesante su iglesia parroquial con una pila bautismal del siglo XII. MONASTERIO DE LA VALVANERA Es una de las etapas principales del viaje. Encaramado en la falda del monte a unos 1200 metros de altitud. La Valvanera, tiene una perspectiva agreste de voluntario aislamiento. Quiere la leyenda, que este paraje, a finales del siglo IX, un bandolero metido a anacoreta, Nuño, en compañía de un sacerdote de nombre Domingo, encontrarán en la oquedad de un roble, la imagen de una virgen que con el nombre de la Valvabnera, es hoy patrona de la Rioja. Cirto o no, el caso es que los benedictinos fundaron el Monasterio. La iglesia que hoy conocemos es muy posterior a la fundación, data del siglo XV, de trazas góticas y en su interior, se venera la imagen de la Virgen Hermosa talla del siglo XII. Dentro del monasterio, funciona un hotel, lugar sin duda ideal, para encontrar el aislamiento.

Monasterio de Valvanera.

Vista del monasterio.

Interior del monasterio ANGUIANO Es un minúsculo pueblo a 15 kilómetros del monasterio, con unos caminos muy empinados, y conservando todo el sabor medieval que tuvo. El insólito espectáculo de los danzantes sobre zancos, la ermita y la Fuente de la Magdalena, en unión del sabor serrano de sus calles, son motivos suficientes para detenerse en el. Es aconsejable, asomarse al Valle de Tobía, espléndido en sus bosques que se alargan hasta las estribaciones de la Sierra de la Demanda. SAN MILLAN DE LA COGOLLA San Millán, es hoy un minúsculo pueblo ganadero que vive a la sombra de los dos monasterios que le han dado fama universal, el de Suso arriba y el de Yuso, apenas dos kilómetros más abajo. El lugar, empezó su andadura, cuando Emiliano de Berceo, sentó, sus reales eremitas en las cuevas del lugar, que hoy, conocemos con el nombre de Suso. San Millán era la cerca, del pueblo de Berceo. Y su vida la conocemos bien gracias a San Braulio quien recibió los detalles de labios de Citonato, Sofronio, Geroncio y Potamia. En el primitivo monasterio de Suso podemos contemplar, toda la gama

constructiva que va desde el siglo VI al X, del visigodo al románico, pasando por el mozárabe y prerrománico. La iglesia mozárabe, está excavada en parte de la roca y junto a ella, se descubrió una importante necrópolis perteneciente a los primitivos monjes. Junto con la primitiva sepultura de San Millán, aquí, recibieron tierra, los siete infantes de Lara. Y del taller de monjes, copistas de éste en apariencia pequeño monasterio, salieron buena parte de los códices y manuscritos más importantes de nuestra historia y legua. De ellos, se da noticias en otra parte de este libro. En contraste con la sencillez de Suso, un poco más abajo, y en el mismo valle del Cárdenas, está el Monasterio de Yuso, que algunos denominan el Escorial de la Rioja. Yuso, fue construido a mediados del siglo XI, pero Almanzor, arrasó ambos monasterios en su retirada antes de ir a morir a Medinaceli. Así, que las trazas del actual edificio corresponden a los siglos XV y XVIII. El edificio tiene una impronta herreniana, especialmente en sus dependencias. La iglesia se corresponde con el gótico tardío, así como la parte baja del claustro, mientras que la superior es ya de estilo neoclásico. En Yoso existe una importante biblioteca en la que se conservan manuscritos de valor incalculable. También se guardan aquí, las arquetas de San Millán y San Felices, auténticos trabajos en marfil del siglo XI. Primitivamente las Arquetas, contaban con monturas de oro y piedras preciosas, pero algún gabacho se preocupó de llevárselas cuando lo de Napoleón. A cuatrocientos metros del Monasterio, se puede comer y hacerlo muy bien, en San Lorenzo. Dispone de buena cocina y un inmejorable entorno para la digestión, con el mítico Pico de San Lorenzo de testigo. Por Cañas, nos podemos acercar hasta Nájera. Pero antes hay que detenerse en esta villa sobre el río Tuerto, y visitar, Santa maría de Cañas, convento de religiosas del Cister, fundado por Diego López de Haro en 1170. El el claustro, está la tumba de doña Urraca. En Villar de Torre, hay un interesante Museo Parroquial, que conserva importantes piezas del primitivo asentamiento celtibérico.

Arqueta de San Felices.

Arqueta de San Millán.

Manuscritos de valor incalculable.

Doña Urraca.

Entrada principal al monasterio.

Sepulcro en San Millán.

Vista del monasterio de San Millán de la Cogolla. NAJERA Hablar de Nájera, significa entre otras muchas cosas, evocar el pasado más característico de la Rioja, cuando esta villa real, era cabecera del dominio de los reyes najerinos. Nájera está asentada sobre el Najerilla, es hoy un pueblo bastante pequeño con una población de unos diez mil habitantes., que viven de forma especial de la agricultura y de unas pequeñas empresas de muebles. Quedan huellas importantes, con un pasado hondo con una joya; Santa María la Real. De nuevo la tradición une la aparición milagrosa de una virgen encontrada esta vez por un rey, García Sanchez III de Navarra, con la fundación, del primitivo monasterio. Santa María la Real, incorporada prontamente al movimiento reformador de Cluny, jugó un papel de primer orden en la historia, no solo riojana sino española. El actual edificio, corresponde al siglo XV, y en la retina del visitante, quedarán grabadas la maravilla de las caprichosas tracerías en piedra que adornan las arcadas del piso bajo del llamado Claustro de los Caballeros. Como corresponde a un monasterio principal, Santa María la Real, es tumba de reyes, infantes y nobles, entre otros Blanca de Navarra y Diego López de Haro. Si se quiere aunar la cultura con el bullicio, podemos acercarnos a Nájera el 24 y 29 de junio, festividad de San Juan y San Pedro, fechas estas, en que el pueblo se viste de fiestas. En las inmediaciones está Tricio, la antigua Tritium romana. La capilla de los arcos, cuenta aún, con capiteles perteneciente a un antiguo mausoleo romano. Y de Nájera a Santo Domingo de la Calzada, con visita obligada a Bañares.

Puente y río Najerilla.

Clautro e iglesia Nájera.

Vista panorámica de Nájera.

Vista de la villa desde el río.

SANTO DOMINGO DE LA CALZADA Era la última gran etapa riojana del Camino de Santiago ( Nájera y Logroño, eran las precedentes ). Fundada originariamente por el anacoreta Domingo, quien en su ermita hospedería y hospital, atendía a las gentes de paso. Alfonso VI construyó el puente sobre el río Oja y Pedro el Cruel la amuralló.

Debió de ser santo Domingo, una atractivo centro centro económico, al calor de comerciantes y gente industriosa que terminaron asentándose allí. Tan activa que protagonizó una curiosa revuelta contra los dieznos exigidos, por el cabildo episcopal, y decidieron, ni cortos ni perezosos, cambiar de señor real. Se acogieron a la tutela de Alfonso I de Aragón. La aventura duró poco, pero quede constancia del hecho. También aquí, Ruiz Zorrilla, encabezó un levantamiento republicano en el año 1883, Villa revoltosa por lo que parece.

Monumento a Santo Domingo.

Gallinero Santo Domingo.

Calle de Santo Domingo.

Plaza de Santo Domingo.

Catedral de Santo Domingo de la Calzada. Esta ciudad, ofrece numerosos atractivos a los visitantes, desde su muralla medieval que todavía se conserva, hasta el callejero por un casco histórico preñado de evocaciones. El día 12 de mayo, son las fiestas en honor del santo fundador, y junto con los toros, los partidos de pelota y las verbenas populares se lleva cabo la curiosa procesión de los” danzadores” en la que los niños hermosamente ataviados sustituyen a los habitantes jóvenes. La Catedral de Santo Domingo, en la que se mezclan elementos primitivos románicos con góticos posteriores, amén de la torre exenta de estilo barroco, es el monumento característico de la ciudad, atención al magnífico retablo de Daniel Forment, la bellísima sillería del Coro, o el retablo hispano-flamenco del siglo XV alojado en la capilla de San Juan Bautista. Sin embrago, una de las cosas que más han de maravillar al curioso, es el sarcófago del santo, embutido en un templete gótico, frente al cual se encuentra el gallinero más sorprendente que imaginarse pueda de piedra labrada y en el que tras una reja gótica, se conservan permanentemente un gallo y una gallina vivos. Entre las innumerables anécdotas que se cuentan sobre la vida y milagros de Santo Domingo, destaca por su frescura la de la “ gallina que cantó asada”. Se quiere, que un presunto ladrón, peregrino por más señas, convenientemente ahorcado por las

autoridades, un puntito rigurosas, permanecía vivo y colgado al extremo de una cuerda mientras invocaba la protección del Santo. Como quiera que los padres del desgraciado acudieran al severo juez, y contaran la maravilla, este, ufano, manifestó, que el condenado no podía estar sino muerto y bien muerto, “ como esta gallina que me estoy comiendo”. En estas recuperóse el infeliz animalito y, abandonando su triste suerte de asado, cantó limpio y gallardo. Desde entonces, las parejas de gallo y gallina son renovadas, ocupando su gótica y magnífica celda milagrosa. El convento de San Francisco a la salida del pueblo, en dirección a Burgos, o el de las Bernardas, también son dignos de visita. Como lo es el Parador Nacional que ocupa la antigua hospedería medieval, para tomas una copa y dormir. Para comer, es preferible optar por el Rincón de Emilio o El Peregrino. Los alrededores de Santo Domingo ofrece la oportunidad de realizar cortas excursiones. Así Leiva la primitiva Libia romana, con iglesia gótica y castillo del siglo XV bien conservado, y que mantiene en pie sus cuatro torres. O la iglesia de Grañón, que atesora un retablo de Forment. En San Asensio de los Cantos, tenemos la ermita de la Ascensión la cual, alberga pinturas murales góticas, una de las escasas muestras que se conservan en la Rioja. O Castañares, con otro retablo del inevitable Forment. Para los amantes de la arqueología, Herremelluri, es punto de cita obligado. Y subamos por fin hacia Ezcaray. EZCARAY Es esta una localidad señera, atestiguada por la nobleza de sus casas y calles de soportales. Posee una importante fábrica de paños instalada en tiempos de Carlos III. Tienen fama, las mantas aquí fabricadas. Dos auténticos puntos de peregrinación. Marichu y Echaurren, donde es imprescindible reservar mesa y de modo especial los fines de semana. Echaurren, mantiene todo el sabor de la antigua fonda y parada de diligencias que fue en el pasado. En Vladezcaray más que aceptable en época invernal. La iglesia parroquial, con un aire de fortaleza que acentúan los escudos blasonados que la adornan. El Palacio del Conde de Torremuzquiz, o la ermita de la Virgen de Allende, con las pinturas del Arcángel San Gabriel, manejando un arcabuz, con otros tantos atractivos, dignos de mención. No es de extrañar, que en Ezcaray se digan que los ángeles manejan escopeta. En los alrededores Ojacastro, Valgañón, y Zorraquin, bien merecen una visita.

Calle de Ezcaray.

Telares para la fabricación de mantas.

Palacio de Torremazquiz. UNA EDAD DE ORO Corren los años del siglo X, cuando desde las profundidades de las montañas riojanas, un monje anónimo del Monasterio de Suso, en la proximidades de San Millán de la Cogolla, acierta a glosar algunos pasajes latinos en balbuceante castellano. Se trata de las archiconocidas, “ Glosas Emilianenses”. Hoy, en la Academia de la Historia de Madrid, códice medieval, que extiende el acta de nacimiento de la lengua castellana. Es el gran momento cultural riojano, su hora estelar, una Edad de Oro, que se prolongará hasta el siglo XII y que se apoya en la actividad, de los grandes monasterios benedictinos instalados en la región: Suso y Yuso en San Millán, San Martín de Albelda, San Prudencio de Montelaturce, Santa maría la Real de Nájera, este último, incorporado por Alfonso VI, a la reforma eluniacense, otra gran vía junto a la orden de San Benito, el Cister, y la ruta jacobea para la incorporación de la región al movimiento cultural europeo. Junto a estos nombres señeros, una constelación de monasterios menores, conventos, iglesias y ermitas. En fechas recientes, el mundo cristiano peninsular, tenía en Nájera su centro político, mientras que los musulmanes de Zaragoza extienden su influencia hasta la Rioja Baja. La gran ola de difusión cultural que constituye el camino de Santiago sazona estas tierras. Sería difícil entender el pasado histórico y cultural de la Rioja, sin sus monasterios. Su auge y decadencia, marcan a fuego el pálpito cultural riojano.

Precedente en buena parte de la nómina de monjes anacoretas visigóticos, que se retiraron a las cuevas de la montaña- San Millán, San Felices, San Bilibio...favorecidos por reyes y señores, los cenobios riojanos, se constituyen por derecho propio en refugios y centros de producción cultural, de la Alta Edad Media. De San Martín de Albelda, apenas en conjunto de cuevas, en las que los monjes benedictinos establecieron su escritorio, salió el “ Cartulario de Albelda” y los Códices que celosamente guardan las bibliotecas de París y El Escorial. A un monje copista de este mismo cenobio, se debe el “ Cronicón Albeldense” o Codes Vigilianus. En el escritorio de San Millán, la Biblia Gótica Emilianense, la Exposición del Apocalipsis, la de la Regla de San Benito, el Cronicón Emilianense, el Libro de Pronósticos del Siglo Venidero. Por estos lugares correteó Gonzalo de Berceo, primer poeta culto de la lengua castellana, gracias a sus versos alejandrinos en cuaderna vía, escritos en la lengua con que el pueblo suele hablara a su vecino.

Ermita en Enciso.

Puente romano en Enciso.

La influencia del manocato riojano en estos siglos, es impresionante. A medida que recibe donaciones de reyes, Condes de Castilla, nobles y labriegos, san Millán de la Cogolla, extiende su poderío que alcanza el Cantábrico por el norte y el Duero por el sur. Villas enteras forman parte del dominio. Santa María la Real llegó a contar, por donación de García III el de Nájera y sus sucesores, con 85 monasterios e iglesias, amén de sus correspondientes territorios, haciendas y diezmos. Auge y decadencia. Esta tupida red de instituciones religiosas parece como si llevara en su seno a la par, el germen del esplendor y la decadencia, la semilla del letargo una vez que perduren más allá de las circunstancias, que les convirtieron en el único gran foco cultural de la edad oscura. Una cabeza lúcida la de Jovellanos, tocaba fondo en esta idea. “ Logroño está bien situada a la entrada; las causas de su miseria, convento de la Trinidad; a un tiro de bala, la Inquisición; gran trozo de antigua muralla; puerta; otra muralla interior; convento de mercedarios. Tiene además, dominicos, franciscanos, carmelitas descalzos y monjas carmelitas, agustinas y de la Concepción, con cinco parroquias. A partir del siglo XIII el panorama cambia. Castilla se ensancha, el interés real mira hacia otros lados, y la Rioja comenzará a vivir su marginalidad dentro de los grandes movimientos culturales. El saber, abandona los monasterios, y planta sus reales en Salamanca, Alcalá o Valladolid. Toledo, Alcalá Burgos, Sevilla, succionaron lo más de la creatividad. Después Madrid. Suavemente el centro de la cultura riojana, los monasterios empiezan a confundirse con su propia sombra.

Río Tirón salida de Cuzcurrita.

Castillo de Cuzcurrita.

Ayuntamiento de Bañares.

Iglesia de San Formerio. Bañares.

Iglesia de Santa Cruz. Bañares. DOS MIL AÑOS DE CULTURA Lo que no quiere decir, ni mucho menos, que en la Rioja, no existan importantes

muestras del quehacer cultural del hombre. Todo lo contrario, solo que por un efecto de inercia, el calor de manifestaciones venidas de fuera que van esmaltando la geografía riojana. Calahorra, por ejemplo, es una ciudad bimilenaria, la Calagorrica celtíbera y la Clagurris Nassica, patria de Quintillano, y centro urbano de primer orden, en la Tarraconense romana. Gracurris ( Alfaro ) Tritium ( Tricio ), Libia, Varea ( Logroño ) fueron otros tantos asentamientos romanos. Calahorra llegó a tener hasta naumaquia ( especie de circo acuático en el que se representaban batallas navales); y la poderosa obra de albañilería de ingeniería civil, del acueducto de Alcanadre, que con ciento ocho arcos, cruzaba el río Ebro, esto da idea de la importancia concedida a la ciudad. Las calzadas romanas cruzaban la región, así como numerosos puentes ( en Alfaro, Calahorra, Varea, Logroño, Mantibre, Cihuri, Sajazarra, Agoncillo...). Muestras como la Dama calagurritana, la Venus de Herramelluri, la afrdita, o la cabeza de soldado, indican una pujanza cultural de la que apenas conocemos nada.

Santiago a caballo. Logroño

Santiago Matamoros en fachada iglesia. Logroño

Quedan dispersos restos de elementos visigóticos, como puede ser, la iglesia del Monasterio de Viguera, algunas partes, del primitivo monasterio de Suso, y el “martiryum” de Santa Coloma. A esta arquitectura hispano-visigótica, los reyes navarros, incorporarían trazas asturianas y andaluzas que definen el llamado arte de la repoblación. La basilica de los Arcos, en una buena muestra de ello. El románico, penetró en la Rioja de la mano de Cluny y el Císter, ya en época tardía. Del siglo XII apenas quedan ejemplos, en su mayoría modestas iglesias de una sola nave. La única que no ha llegado íntegra, el la ermita de Santa María de la Piscina, con naves cubiertas por bóvedas de cañón. Es el siglo XIII cuando el románico alcanza plena difusión en tierras riojanas, cuando ya se han infiltrado en él, elementos extraños, como el arco apuntalado y las bóvedas de horno y de cañón apuntado. Se combinan así en el románico riojano- en su zona alta especialmente-, elementos prerrománicos con protogóticos, con una diferenciación entre la Rioja alta y baja; mientras que en la primera el material de construcción es la piedra de sillería, en la segunda se acude a la mampostería, sin olvidar la piedra para algunos elementos decorativos. La Catedral de Santo Domingo, la iglesia de San Bartolomé en Logroño, son de los pocos ejemplos de iglesias con tres naves. En la zona de Alfaro, Arnedo y Cervera, triunfa, la arquitectura mudéjar, acaso la del más peninsular de los estilos arquietectónicos. La sencillez caracteriza las portadas románicas riojanas, mientras que apenas quedan restos de pinturas murales. En la hora del gótico, la Rioja, ya no recibe el favor real, y de ahí, la orfandad de grandes catedrales del periodo. La girola de la catedral de Santo Domingo, la aguja de la iglesia de Santa María del Palacio, en Logroño, o la decoración monumental del antiguo hospital de San Juan de Acre, en Navarrete, son las primeras manifestaciones puramente góticas. Y el monasterio de Cañas, la primera gran construcción concebida en puro estilo gótico. Y ya qne el perido que conocemos como gótico-flamígero, la magnífica orfebrería en piedra de Santa María la Real. En una tierra sometida a luchas de banderías y pugnas territoriales entre castellanos, aragoneses y navarros, la construcción defensiva resulta pujante desde casas fortificadas, hasta auténticos castillos con torre de homenaje. Sin olvidar las fortalezas de origen árabe reconstruidas posteriormente por los reyes y señores cristianos. Las mismas causas fuerzan el reagrupamiento de la gente de a pie en villas amuralladas, alguna de las cuales se conservan, como es el caso de Santo Domingo; en su interior, aparecen las primeras plazas de soportales ( Ezcaray, Haro, bañares o Matute ). El periodo de esplendor imperial y su preámbulo de los Reyes Católicos, también dejará paso en tierras riojanas. El gótico flamígero de los últimos años del siglo XV y principios del XVI, se encarna en la catedral de Calahorra, la Colegiata de Santa María la Redonda, las tracerías del claustro de los Caballeros de Santa María la Real, las parroquias de Casalarreina, Abalos, Bañares, o San Vicente de la Sonsierra. La creciente demanda de bienes artísticos, auspiciada por el oro americano, promocionará, un florecimiento de la escultura, la pintura flamenca, la orfebrería o la rejería. La hegemonía cultural

de la Complutense de Alcalá, atraerá impresores riojanos de renombre; de Arnao Guillén de Brocar y de Miguel de Eguía.

Iglesia de Alfaro.

Claustro Santa María la Real. Nájera.

Ayuntamiento de Haro.

Casa Tejada en Haro.

Mausoleo de Don Diego López de Haro. Nájera.

Torre iglesia de San Miguel de Alfaro.

Iglesia de San Miguel.

Puerta de la Luna en Briones.

Muralla de Briones. Posteriormente el barroco, también tendrá una pujanza extraordinaria, y puede decirse, que no hay pueblo que no tenga iglesia o casona solariega levantada siguiendo las pautas de este estilo. La nobleza, se instala en las villas importantes y levanta palacios. Los retablos barrocos, inundan iglesias y capillas. Durante la segunda mitad del siglo XVII y XVIII, será el esplendor del barroco un arte poco conocido y menos estudiado acaso por el desprecio de generaciones precedentes. A señalar una obra singular de signo opuesto; el Ayuntamiento de Haro, obra de Juan de Villanueva. Después, vendría el XIX el triunfo de la burguesía, la época de los ensanches... LA IMPOSSIBLE AVENTURA DE COMER Y BEBER MAL EN RIOJA. Lo dicen los clásicos. Junte usted el buen hacer de los vascos para las salsas, ese punto exacto de cochura, con el tino aragonés para el manejo del aceite, y la honda sabiduría de la cocina castellana en materia de asados, ponga esta feliz mezcolanza, en una tierra generosa en exceso, y habrá dado sin saberlo con el secreto del buen comer en la Rioja. Pero no nos olvidemos del vino, sin el cual, una comida deja de ser un arte, un placer, para convertirse en penosa obligación que la naturaleza impone. Si de milagro hay que considerar lo que logran cocineros y cocineras del País Vasco, con el bacalao al pil-pil, -ahí es nada, hacer de un trozo de bacalao salado un plato excelso con la sola ayuda de un buen aceite, ajo y un buen pulso para menear la cazuela- algo parecido si se quiere más modesto, se consigue el la Rioja, con un buen chorizo, patatas y pimientos. Hablamos de las patatas a la riojana, un humilde

condumio que es digno de figurar, en cualquier tratado gastronómico. Cuentan y no acaban, que cuando se produjo el advenimiento del divino Paul Bocusse por estos parajes, en ocasión de los festejos centenarios de esta conocida bodega, quedó muy contento con el citado plato preparado en Terete. También se creía, que al sur de la Demanda, se había inventado todo en cuanto a manejar culinariamente el cordero. Pero sin menospreciar el cabrito de Cameros asado a la panadera, tuvieron que venir los riojanos y dedicarse a asar chuletillas en la brasa del sarmiento. Una vez hecha la prueba cualquier otra manufactura, parece insulsa, falta de sabor y aroma. Es esta una cocina de síntesis sin grandes teóricos ni tratadistas, que apuesta por la sencillez en la elaboración de unos productos que se justifican por sí mismos. La Rioja serrana, aporta un carne de primera calidad y magnitud, en especial la lanar, mientras que el rito de la matanza, arroja un suculento saldo de chorizos y morcillas. Las tierras bajas de la ribera contribuyen no poco con una infinita variedad de productos, desde el esparrago a la alcachofa, de los pimientos a los caparrones ( variedad local de la alubia roja ). Hasta la humilde patata, es reina aquí, como la borraja, los tallos de ajo, guisantes etc. Con semejante despensa, hasta un manco maneja el cucharón, y los riojanos, a fuerza de usar ambas manos, se muestran diligentes en la ciencia de los fogones. Del puchero, la cazuela o la sartén, pueden salir menestras, pochas, solas o con codorniz, pimientos asados, caparrones, migas, sopas de ajo, fritadas...Y si se echa mano de las carnes de alta reigambre de que ya hemos hablado, calderetas, asados, carnes rojas, callos, entresijos variados..todo esto, sin olvidar el hábil manejo de los pescados, facilitado por la cercanía de sus puertos cantábricos. Por carente que sea de grandes teorizadores, esto no excluye, la presencia de auténticos templos gastronómicos, centro de citas de gente del buen comer, que saben que aquí, no quedarán defraudados. Así, Marichu y Echaurren en Ezcaray; Terete y Beethoven II en Haro. La Merced, Carabanchel, Machado o el Cachetero en Logroño. Y muchos otros, repartidos por un lado y otro, de los que el amigo lector encontrará puntual referencia en la guía de cada localidad. EL RIOJA Y LA RIOJA. No haríamos justicia al país, si no incluyéramos, en esta apretada referencia, esos otros comederos, casi siempre anónimos, que son las bodegas. De paso nos sirve para poner pie en ese otro pilar básico de la mesa riojana. El asunto es bien sencillo, y precisa de pocos elementos: una bodega, que sirva de acogedor escenario; algunas jarras de vino del año, extraído directamente de la tina; un buen acopio de chuletas, y algo para acompañar, espárragos, patatas etc. Es un rito mil veces repetido. En más de una ocasión, se juntan devoción con obligación, y al final de la fiesta, bastará con hacerse con unas cajas del mismo vino que se ha venido alabando entre chueleta y chuleta. El hermanamiento de mesa y transacción explica bien el carácter del riojano.

Sociedad Gastronómica La Becada. Logroño.

Rebaño de ovejas en Rio Leza.

Mesón El Porrón. Fuenmayor.

Bodega Berberana.

Berberana- Ollaurri. Pero íbamos a tratar del vino. Ya lo decíamos al principio; el Rioja y la Rioja, tienden a confundirse en una misma cosa. Se da el caso, en que exceptuando Cameros, las comarcas en que se divide la región coinciden milagrosamente, con los distintos tipos de vino. Hasta la Rioja alavesa da un caldo diferente. Y si como todas ellas juntas dan como resultado la Rioja, los distintos caldos mediante lo que llaman el “ Coupage” conforman el Rioja clásico. No siempre fue el rioja un vino tan celebrado. De hecho, ocurría todo lo contrario, hasta el punto de que las autoridades deberían arbitrar medidas proteccionistas con el fin de impedir la invasión de caldos procedentes de Aranda y Valladolid, mucho más estimados. Y viceversa, fiesta que se celebra en Logroño, iba precedida de solicitud formal del Concejo para poder importar vino más grato al paladar. Así, que por lo que parece, el de Berceo, con ser buen poeta, flojeaba en cuestiones de gaznate, si hemos de creer aquello del “ vaso de bon vino”. Tuvo que venir la “ Filoxera”, el pasado siglo, para que los vinos de rioja levantaran cabeza. Así fue, como las exportaciones masiva de vinos a Francia, amén de propiciar una larga etapa de prosperidad, atrajeron capitales vascos y franceses, que empezaron a ocuparse de elaborar vino de calidad. Es esta gente, la que difunde entre los cosecheros riojanos el denominado método bordelés de elaboración del vino, gracias al cual, éste envejecía perfectamente, ganando en aroma y sabor, traspasando ampliamente la barrera del año, para ser consumido en buen estado. El Rioja de “ pasto” deja paso a los vinos nobles que hoy conocemos. Las grandes bodegas, sientan plaza de prestigio: Murrieta, CVNE, Marqués de Riscal, Franco Española, Bodegas Bilbainas, Gómez Cruzado, Federico Paternina.. El secreto del Rioja, está en las variedades de uva de la región y en el clima. Las

autóctonas como son el tempranillo, graciano, mazuelo, y la malvasía de rioja, y las originarias de Aragón, como las garnachas blanca y tinta. El vino, el buen vino al menos, es un producto de artesanía que exige tiempo y dedicación. Hasta la aparición de la estrujadora, se pisaba con el pie, y lo que se llamaba “ el remango” pasándolo después a la prensa. Una vez fermentado el mosto durante el invierno, y la primavera siguiente, tiempo éste en el que el vino clarifica de forma natural, y tras las oportunas catas y análisis, el bodeguero decide si el caldo reúne condiciones para su crianza. En caso contrario, será destinado a su consumo como vino del año. La crianza, tiene su tiempo y su rito. Una vez clasificado el vino es alojado en barricas de roble americano denominadas bordelesas, donde deberá permanecer un año como mínimo, a lo largo del cual, es trasegado varias veces, para eliminar sustancias impuras. Al cabo de este tiempo que dependerá del gusto del bodeguero, o del tipo de vino que se quiera elaborar, el caldo en cuestión debidamente estabilizado, pasa a la botella, donde permanecerá un tiempo antes de salir al mercado para su consumo. Decir que en la Rioja se come y se bebe bien, no es decir demasiado de un país, éste, con las sepulturas repletas de grandes digestiones y una endiablada variedad de vinos más que aceptables. Pero si es cierto que resulta complicado decir que se come mal y esto es una singularidad que resulta digna de ser resaltada. Haga la prueba el viajero y pare en cualquier pueblo. Haga la prueba de comer, donde el azar le haya puesto. Si no sale con el estómago contento, preocúpese, pues dará a entender que es usted gafe. Esperamos que disfrutara con este maravilloso recorrido por una tierra que tiene su encanto propio en justa unión con la amabilidad de sus gentes.