El hombre en la actualidad [2 ed.]
 8424920411

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EL HOMBRE EN LA ACTUALIDAD

BIBLIOTECA HISPÁNICA DE FILOSOFÍA •

DIRIGIDA .

POR

ÁNGEL GONZÁLEZ ÁLVAREZ .

PHILIPP LERSCH

EL

HOMBRE

EN

ACTUALIDAD VERSIÓN ESPA�OLA DE

JOSÉ PÉREZ RIESCO

SEGUNDA EDICIÓN

EDITORIAL .GREDOS

LA

C

EDITORIAL GREDOS, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1979, para la versión española.

Título original:

DER MENSCH IN DER GEGENWART, 2.a ed.,

München-Basel, 1955.

PRIMERA EDICIÓN, diciembre de 1 958. SEGUNDA EDICIÓN, mayo-de 1967.

l.a reimpresión, abril de 1973.

2.ª reimpresión, enero de 1979.

Depósito Legal: M. 41023 - 1978.

ISBN 84-249-2041-1.

Rústica.

Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1979. - 3986.

I

LA CONCIENCIA DE LA CRISIS

Una experiencia reiteradamente confirmada nos lleva

al

convencimiento de que en la naturaleza humana inside una pronunciada proclividad a contemplar cualquier época presen­ te· a la luz de las felices épocas pasadas -pasadas ¡ay! para siempre- de nuestros padres y nuestros abuelos. Desde el

punto de vista histórico, el fenómeno

aludido no entraña

importancia mayor. Si a la generación que en un momento dado se afana sobre el haz del planeta le aparece el pasado nimbado con la aureola de «los buenos tiempos de antaño», ello no nos ofrece todavía una prueba segura de que el pasado fue, efectivamente, mejor, más dichoso y feliz que el presente.

Vemos repetirse aquí aquella ley psíquica universal del o p ti­

mismo inherente a todo recuerdo evocador, ley a la que se halla también sometida· 1a vida de cada uno en particular.

individuo

a tr a nsfigu r a r su propio pasado al mirarlo retrospectivamente a través de la ventana del recuerdo; y ello por la sencilla razón de que la Tamb i é n el

cede

a

la .propensión

memoria gusta de conservar las experiencias agradables

de la

vida mucho mejor que las desagradables. Ingratos con el des­

tino, preferimos hundir el pensamiento en el recuerdo de

8

El hombre

en

la

actualidad

aquellas cosas que un día disfrutamos y de que hoy carece­

mos; y olvida�os que también

ese pasado tuvo sus necesida­

des, de las- que, sin embargo, nos vemos libres hoy. Éstas s on también l�s consideraciones que pdmeramente acuden a nuestra mente, no bien clavarnos la atención en el modo peculiar que nuestra época tiene de sentir la vida.

El desarrollo del mundo occidental durante los últimos cien años se efectuó bajo el signo de un progreso externo basado en los conocimientos de las ciencias naturales, en los inven­ tos de la técnica y en la utilización de unos y otros en el

campo de la industria y de la economía. Pero al mismo tiem­

y

po,

en creciente medida, se ha apoderado del hombre occi­

dental la conciencia de que, pese al enriquecimiento que las

conquistas y logros de la civilización s uponen para la confor­

mación externa de la existencia, la vida interior del hombre se

ha ido empobreciendo cada vez más en valores espirituales

y de s entimiento. Es innegable que esta conciencia de crisis se halla influida por la transfiguración que el pasado experimenta en la pers­ pectiva de la morosa rememoración histórica; pero no es me­

nos cierto que el sentimiento de opresión, de agobiante desa­ zón

y

malestar creciente que desde comienzos del s iglo

XX

aflora a la superficie cada vez con mayor urgencia, no puede explicarse ni comprenderse exclusivarr:ente como result;;ido y efecto del optimismo anejo a toda evocación. El germen nu­ clear de esta sensación de agobio hay que buscarlo más hondo,

como que radica en la situación interna donde ha venido a desembocar la vida del hombre en el curso de su desarrollo histórico. Más aún; no s e trata tampoco, fundamentalmente, de la creencia de que las generaciones que· nos han precedido fueran más afortunadas que nosotros en

lo

que se refiere a

comodidades y confort externos. Precisamente en este aspecto

el progreso de la técnica y su utilización dentro del campo

Conciencia de la crisis

9

de la i n d u s tr i a y de la economía -al m enos en la ép oc a ante­ ri or a la segunda guerra mundial- ha d ot a d o a la existencia humana de una e s t ru c tura externa tan sencilla, có mod a y fácil que p udo nacer el optimismo superficial de creer que nuestra ép o ca había sobrepuj ado a todas las é p o cas p r eté ri t as y nos había llevado a la cumbre más alta que es d ab l e alcan­ zar al homb re . Pero aparte o por d eb aj o de este s en t i mient o d el prop io valer que domina al hombre de la m odern a civili­ zación, ha ido formándose y c re ci e n do la conciencia má s o me nos confusa de que el alma d el hombre oc cid enta l ha enfi­ lado un callej ón sin s al i d a, del que siente un anhelo cada día más punzante por s alir, si es que la vi da humana ha de t en e r todavía un futuro d i gno de ser vivido. Con m otivos muy jus­ tificados se subrayó el hech o de que la rel i g i ó n ha p er d i do uria buena dosis de su poder mo der ad or y c on s t ru c tivo , que las s oluciones tradicionales de los problemas del mundo y de la vida que en épocas pasadas bastaban para b rindar al hom­ bre un s o s tén y una ori en ta ción en la existencia, han perdido para nosotros su fuerza de c o nv ic c i ó n y su carácter de segu­ ridad; y a s í nos hallamos con que no d ispone mos ya de una con c epció n unitaria e incontestable del mundo y del sentido de la vida sobre este p l ane ta 1 • Añádase a esto el que. la indus­ trializa.ción de la economía, que suplantó al artesanado inde­ pendiente, a ca rr eó la con s e cue ncia de un c a mb i o radical en la forma externa de Ja vida social, cuyos pr ob l ema s todavía siguen h oy sin haber en c ontrado solución. Todo esto se ha condensado en la i mpresi ó n de·una crisis, por no decir de una dec aden ci a y b anca rro ta total, en c uyo s comienzos quizá es­ tamos ya n o s o t ro s , pero cuya consumación no es to d a vía posible vislumb ra r ni predecir. En este s en ti d o escrib e el crí­ tico de la cultura, Ortega y Gasset: «Vano será el empeño 1

Cf. E. Hammacher,

Hauptfragen der modernen Kultur, 1914, pág. l.

El hombre· en la· actualidad

10

que algunos ponen en desconocer la g rave crisis que hoy

atra­ vies a la historia o cci d en t al . Los síntomas son demasiado evi­ dentes y el que más se obstina en negarlo no deja de sen t i r­

los en s u propio c orazón . Poco a poco se va ex te n di en do por áreas cada vez más amplias de la sociedad europea un extra­

ño fenómeno que p u di e ra llamarse desorientación vital».2•

La co n c i e n ci a de la cri si s encontró s u primera expresión

literaria

y

programática en la

obra de W. R athen au Crítica

de nuestra época (1 913), en la q ue se analiza la mecanización

de la vida como eI problema nuclear de nuestra

año más tarde a p arec ía la obra de E.

s ituació n.

Un

H a mm a cher Problemas

capitales de la cultura 1noderna ( 1 9 1 4), que trata, sobre todo, de dese n t r a ñ a r las raí ce s históricas de nuestra situación de

hoy. Inmediatamente despu é s de termin ad a la primera con·

fla gra c i ón mundial O. Spengler ofreció

al

p úb l i co su inter·

pretación y c rít i c a de la época p re s e n te , y su Decadencia

de

Occidente t uvo la virt u d de desencadenar un ap a s io n ad o mo­

vimie nto entre los esp í rit u s allende la s fronteras europeas. De menor amplitud en su rep er cusión literaria, pero no menos

imp ort ante s por su contenido como examen crítico de la .si­

tuación actual.

s on

las ob r a s de otros escritores. Tal Declive

y restauración de la cultura (se gun d a edición, 1923), de A.

Schwei.tzer, cuya p r im e ra redacción r em on t a al año 1900 y

a

que el autor dio la mano última y de fin it iva entre los años 1914- 1917 en la selva virgen africana; y t a l también La re­ belión de tas masas, de Ortega y Gasset (versión a l eman a , 1933). El estudio más re cien t e sob re l a s itu a ció n de la exis­ tencia humana y su problemática actual· se lo debemos al Ja

.sucinto ·pero enjundioso . libro de K.

J a s pers

sobre La Si­

tuación espiritual de nuestro tiempo (1931). Hemos de men-

2 Ortega y Gasset, El tema, .de nuestro tiempo, pág. 871. Citaremos siempre a Ortega po:r Ja edición de Espasá-Calpc (3.ª edición), Ma­ drid, 1943. (Nota del traductor.)

Conciencia de la crisis

11

cionar también, y no en último lugar, los escritos de L. Kla­ ges; este autor adopta ·una postura personal en cuanto que no parte, como los escritores citados, de la historia cultural, sino de una metafísica del alma, y poniendo como base de su .sistema una enemistad irreconciliable entre alma y espíritu, desemboca en una crítica negativa de la actual situación. Las obras que acabamos de mencionar son todas ellas expresión más o menos apasionada de aquella sensación de crisis que, enraizada en los adelantos de las ciencias natura­

·1es y de la técnica y en el alto grado de civilización y confort que aquellos progresos han hecho posible, se ha adueñado de. los hombres contemporáneos y, baj o la superficie de un sen­ timiento de poder material, actúa y prosigue una labor de

zapa subterránea. _La expresión spengleriana de la «decaden­ cia de Occidente» se convirtió en tópi. c o manido durante, al

menos, unos_ decenios; Schweitzer habla del declive y autoani­ quilación de la cultura; Klages estudia la decadencia del espí­ ritu humano y el proceso de descomposición en. el que s e des­

integra a sí misma la humanidad. En su obra Consideraciones europeas, escribe así André Gide: «Asistimos al ocaso de un

mundo, de una cultura, de una civilización, a un proceso de desintegración en el que tod o deb e ser otra vez objeto de problema» 3• Hermann Hesse, en un estudio sobre los «Her­ manos Karamazoff», habla d el derrumbamiento de Europa ante el ideal oculto asiático , de un retroceso hacia Asia, al imperio de las madres, en el que debe reabsorberse todo para, mediante la muerte, hacer posible una nueva vida 4• Se ven síntomas de esta decadencia por todas partes, en la disolución de las formas de vida y de los ideales vigentes hasta ahora. Así, leemos en Ortega y Gasset: «Ésta es la situación en que 3 André Gide, Consideraciones europeas, traducción alemana, página 24. 4 Hernwn'l Hesse, Betrachtungen, 1928, págs. 99 y sigs.

s. a.,

El hombre en la actualidad

12

hoy s e halla la exi s tencia europ ea. El sistema

de

valores

que

dis ciplinaba su actividad treinta año s hace, ha perdid o evi­ dencia, fuerza d e atracción, vigor

imperativo. El hombre de p01:· que n o s ab e

Occidente p a dece un a radical des orientación, hacia· qué e s trella s vivir»

5•

Pero de t o d o s lo s escritore s ,

e mpezó en forma más brutal y des carnad a esta desesperación, ap ar ente m ent e inne­ gable, de la s ituación o ccidental, fue Th. Lessi:ng en la tesis p o r él defendida d e que «el mundo del e s p í rit u y de sus nor­ mas e s solamen te el imprescindible s ucedáneo d e una vida

el

qu e

que adole c e de hombre; un medio para s alvar una especie de mon o s rapaces, a quienes la ciencia ha llenado la cabeza de delirio s d e grandeza y cuya exis tencia

se

ha tornado

mática y e s t á abo cada a reabs o rb ers e tras

un b r ev e

proble­

p erío d o

d e lucidez » 6•

Ahora bien, si es cierto que la conciencia de la crisis,

el

sen ti mi e nto de la amenaza que se cierne s obre el sentido de la vida y s obre las posibilidades futuras de la exi sten c i a hu-· mana, han llegado hoy a un estadio de suprema actualidad y de culminación agu d a y angustiosa, hasta el p u n to d e s em­ brar l a alarma entre los pen s adores, no es menos cierto, por o tra parte, que dicha c onciencia y s e n s ación de crisis, lej o s de germin ar p or vez p rimera en los albores de nues­ tro

s iglo , hunde ya sus raíces en la pas a d a centuria. De

G o e the nada menos arranca ya el siguiente

p ensamiento :

«La humanidad p odrá s er s erá mejor, más feliz ni tiemp o

en

m ás i n t eligen t e y p. e rspicaz; p ero nü" más vigoro s a. Veo que s e acerca un

que D i o s , no hallando ya

cencia alguna, tendrá

que aniquilar

en los hombres compla­

por segunda vez a la hu-

s Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo, pág. 872. 6 Th. Lessing, Geschichte als Sinngebung des Sinnlosen, 4... edi­ ción, 1923.

e onciencia de la. crisii

13

manidad para dar lugar a una nu ev a creación» 7•

ci s m o , h i s t orici s m o y p s icologi s mo del siglo

El e sc ep t i­ XIX co n s tituyen

la con c r e ci ón de un m o d o de s en ti r la vida para el que las formas tra dicionales de una ·c o n c e p ci ó n del mundo firmemen­ te e s t abl e ci da se han tornado i n s eguras ; los co nten i do s idea­ les-de la religi ón y la. m e tafí sica, que antaño anclaban la vida en lo absoluto, se han volatilizado en el suelo bamboleante · del relativismo y el p erspectivismo hi s t ó rico s. «Ya s e le en· foqu e desde el p u n t o de. vi st a de la p o lítica, del b iene s t ar y pro sp eri dad humanos , de la .vida. ar tís ti ca o del modo posible t o da vía de ser hombre, el siglo p as ado está transido todo él por la sensación de p e l i gro » s. A e s t e resp ecto s on di gna s de mencionar aquí las adivinaciones de Nietzsche. En su crí ti c a de la decaffencia y en su d octrina acerca del origen del .nihi­ li s mo europeo, del total empobrecimiento que va va ciand o ya

de t o do senti do la vida humana, prevé Nietzsche

con su

larga

mirada profé ti c a el pel i gro de una b ancarrot a de la cu l tura .

«Las aguas de la religión s e··retiran d e j an d o en po s de sí la­

gun a s y p an t ano s ; las naciones s e sep aran otra vez con o dio

encarnizado ... Las ciencias t:i;-ituran y disuelven las más fir­

m e s creencias ... ; todo prep ara el

cami.no

.a la barbarie inmi­

nente ... Se alzan ahí, e s cierto, enormes fuerzas ; pero

son

fuerzas s alvaje s , p rimitivas, carentes en ab s oluto de t o d a mi­ serico r di a ... Ahora c a s i to d o es regido en la tierra por las fuerzas más b rutal e s y más baj a s, por el eg oísmo d e lo s hombres d e negocios y el p o d e r de los dictadores militares.» «Nada se mantiene ya a pie firme

todo se ha tornado resb aladizo y en c i ma , el hielo sobre que peligrosamente... ; por donde 7 s

Citado por Jaspers en Jaspers, loe. cit.

y

por una fe inconmovible ...

y p el ig ro s o en nues tro c amino;

caminamo s

se

ha

a d elg a z a d o

pasamos nosotros, pronto no

Die geistige Situation der Zeit, pág. 11.

14

El hombre en la actualidad

p odrá transitar nadie más .» Nietzsche sabe que con la d e s ­ cripción que antecede se ha adelantado con mucho a su tiem­ po: «Yo he llegado demasiado pronto . . . ; todavía ho e s toy en e s a época. Este tremendo suceso s e hall� en camino toda­ vía . . . ; no ha lleg.a do aún a los oídos de los hombres» 9•

Hoy, en ple n o siglo xx, l a s ensación radical del peli g ro que a m e n az a a la existencia m ode rn a no es ya anticipación profé­ tica de un individuo p articular, sino que, para d e cirl o con pa­ labras de Spe n gl er , « actúa incons cientemente en el pensa­ miento de to do s » 10• La p rime r a guerra m un d i a l había for­ t a l e c i do ya el sentimiento d e que n o s habíamos aproximado pelig r osam e n te a u n a fase del derrumbamiento de lo s v alor es y c o n ten id o s que habían mantenido hasta e n ton ce s su vigencia sobre la vida. Si el libro d e Sp engler con su título de un alar­ m a n t e sensacionalismo sus citó, al ap a rec e r en público por los años de 1920, un eco tan ruidoso, ello se explic a por la razón de que La decadencia de Occidente recogía, daba forma y fun­ d a me n t ab a aquel sentimiento difuso. Y hoy que se ha abatido sobre Occidente una c atá s t r o fe incomparaqlemente mayor, son muchos los que se s i e n t e n in c linados a ver en el curs o de los acontecimientos una confirmación do l o r osa , un cu m p li­ mi e nt o t rági c o d e las p re dic cion es spenglerianas; y ello con tanta mayor razón cuanto q ue , como más arrib a s eñalamo s , l as p ro fecía s d e Sp e ng ler no e stá n solas; antes bien, par e c e n encontrarse corroboradas en la op i n i ón d e otros p ubli cis t a s .

a que l que frente a un de s t in o profetizado no está dis­ p u esto a capitul ar con fatali s ta r e s ignación ni a cruz ars e de brazos o dejar transcurrir su vida en un a suicida indifere n­ cia; todo aquel que no s e s at is faga con una inconsciencia su­ perficial a p t a sólo p ara a c u dir a las necesidades cotidianas Todo

9 rn

Citado por Jaspers, Nietzscl1c, 1936, págs. 214 y 216. Spengler, Der Untergang des Abendlarules, tomo I, pág. 10.

Conciencia de la crisis

15

de la vida individual, éste, digo, frente a la situación presente deberá sentirse invitado a reflexionar si n os queda la posibili­ dad de salir del callej ón sin salida y de dar al futuro del hombre o c cidental una estructura distinta y mej or de la que nos pintan los profetas de la decadencia. Éste es ·el problema que se discute en este libro.

II

EL RACIONALISMO Y LA RACIONALIZACióN COMO PRINCIPIOS ESTRUCTURALES D E LA VIDA MODERNA

Acabamos de plantear el problema a resolver. Pero resulta que no se le puede encontrar s olución adecuad a si previamen­ te no s e pone en claro en qué consisten y dónde radican las dificultades cuyo impacto ha provocado la conciencia de una crisis inminente y de un colapso que amenaza dar al traste con la civilización. Por lo pronto, el hecho de que en la vida del hombre moderno hay algo que no marcha bien se anuncia a la conciencia coetánea baj o la forma de un sentimiento difuso y anónimo de inquietud y desazón. Pero, además, es fácil sorprender en la estructura d el mundo y de la vida ac­ tuales una s erie de síntomas y rasgos particulares, en los que se revelan de manera efectiva y palpable las deficiencias de la vida moderna. Así, se ha sub rayado la falta de una con­ cepción filosófica del cosmos, el d ecrecimiento de las fuerzas religios as, la despoetización del mundo, la abs orción del indi­ viduo en la masa, la tecnificación en todos los órdenes de la vida, la especialización en t oda clase de actividades humanas, el apresuramiento y l a superficialidad con que el hombre de hoy se ve forzado a conducirse en todo momento sin encon-

El racionalismo y la racionalización

17

trar su centro. En presencia de pareja multiplicidad de sín:­ tomas, cabe preguntar: si será posible aislar y extraer una ca­ racterística general en función de la cual se tornen compren­ sibles los rasgos particulares en el cuadro total. A una primera ojeada s obre la multiplicidad, sobre el en­ ma:rañado y casi inextricable intrincamiento de la vida moder­

parece difícil reducir a una fórmula simple y unitaria las causas de nuestra situación psíquico-espiritual. Y, sin embar­ go, debería encontrar .confirmación en la re-alidad la explica­ ción que los críticos de la cultura moderna han subrayado una y otra vez; es, a saber, que nuestros males son efecto de aque­ lla postura calificada de racionalismo, cuya meta es s ometer el mundo y la vida, hasta sus más profundas raíces, a l a razón y al cálculo. Véase cómo opina Hammacher: «El factor op e­ rante, verdaderamente eficaz, de nuestra cultura, lo que la dis­ tingue del p asado, es indubitablemente, por la amplitud de sus resultados, el espíritu racionalista... Nuestra cultura es inte­ lectualista, y sólo en su origen es voluntarista en cuanto está presidida p or una voluntad firme e indomeñable de penetrar racionalmente en las cosas » 1• En su obra Años decisivos es­ cr.ibe Spengler: «Ahora nos encontrarnos todavía en la edad del racionalismo, que comenzó en el siglo XVIII y se acerca en el siglo xx rápidamente a s u . fin. Todos nos o tros somos he­ churas suyas, sep ámoslo y querámoslo o no. El término « ra­ cionalismo» and a en boca de todos; lo que no está claro es si todos saben el alcance que ese vocablo encierra. Entraña nada menos que la s oberbia del espíritu ciudadano, desarrai­ gado, despojado de todo instinto fuerte; de ese espíritu que mira con desprecio el vigoroso p ensamiento del pasado ... E ste espíritu está poseído y gobernado por conceptos , los nuevos dioses de esta época ... Concepción y nacimiento le son ex-

na,

1

Hammacher, Hauptfragen der modernen K�1ltur, 1914, pág. 97.

EI. HOMBRE EN L\

AC.-2

El hombre en la actualidad

18

traños; por ello su obra es artificial e inerte y, cuando choca con la vida real, su efe cto es deletéreo» 2• También Jaspers h abla de una «racio nalidad que en ningún punto hace alto» y que s omete la vida al cálculo y al p redominio técnico. «Inves­ tig a ción científica universalmente válida, previsibilidad de las decisiones jurídicas ... Cálculo en las empresas económicas hasta l a racionalización d e to da operación, incluso de aque­ llas que al ser racionalizadas quedan destruidas, todo esto es la cons ecuencia de una postura que se ofrece ilimitada­ mente abierta a la coacción del p ensamiento lógico y de la realid ad empírica» 3. La impo r ta n c ia medular que se le reconoce al concepto d el racionalismo corno el título más general p ara caracterizar la s i t u ación presente del homb re , hace neces ario arrojar pl ena daridad sobre qué s e entiende p o r racionalis mo. En el racio­ nalismo, la razón, con su agudo p oder de conceptuación y su disección analítica de lo s fenómenos y acontecimientos, queda constituida en organo universalmente válido para orientar­ nos en el mundo y en la v i da . El racionalismo considera que en la comprensión racional, m et ó di c a y calcu l a d a del mundo y de la vida radica el quehacer auténtico del ·hombre y el fin de su exis tencia sobre el plan et a . Enfocado desde la di n ám i ca de la p o s t ura humana, el racionalismo aparece basado en la v ol u n t a d y en la d e c i di da confianza de d om ina r el mundo m e d i ante la razón y de p od er con su ayuda org a n izar la vida. S e gún las di s ti n t a s esferas de la vida en las que ello sucede, cab e hablar de un racionalismo p o l í ti c o , económico y cultural. Si el racionalismo es u n a p os�ura humana, un modo de enfrentars e el hombre con el m u n d o y la v i d a, la racionaliza­ ción es el c o nj un t o de efec-t os m e dian t e los que aquella p os­ t u ra i nfluy e y determina no sólo la m a ne ra de· reflejarse el 2 3

O. Spengler, Die Jahre der Entscheidung, 1933, págs. 5 y sigs.

Jaspers, Die geistige Situation der Zeit, págs. 14 y sigs.

Et racionalismo y la racionalización

19

mundo en la con ci enci a humana, sino también nuestro com­ portamiento prá c ti c o frente al mu n q o . La ra ci o n aliz a c ión abarca, por tanto, nuestra imagen del mundo y nuestro modo de vida. Cuanto a la im agen que nos for mamos del mun do, la racionalización imp l ica un.a elab oración articulada de los fe­ nóm e n o s y de todo acontecer en conceptos, relaciones funcio­ nale s y leyes, cuyo conocimiento nos da la p osib il id ad de ins­ talarnos de :i;nanera calculada en el mundo y de d is pon er de él para los fines humano s. Por lo que se refiere a nuestro modo de vida, la racionalizacién en t rañ a que toda actuación queda limitada a lo que sirve a nue s t r o fin, y p re ci samen t e en su d ob le aspecto de meta y de ca:i;n i n o La ra c ion aliz a ci ó n e� nue s t ro modo de v i d a únicamen te dej a en pie metas que · p:uede alc anzar la razón, y aun éstas s o n·· las conduaentes al fin de alige r ar la vida rodeándola de con fort ; y asimismo s ó l o dej a abiertos a qu e l los caminos que la razón ha descubierto com Ó los más a de c ua dos para e l fin, esto es, como los que no s reportan un máximo de rendimiento c on un rníni-mo de es­ fuerzo. Esta o ri enta ció n y p o s t ura racionalista es la que desde m edia dos del siglo pasado d e t e rm i na la estructura del mundo y de la vida humana, y ha in au g u r a do un proceso de cr e ci en te y pro gr es iva rac � onalización. Así, por ej emplo, he aquí lo que escribe Max We b e r acerc a d e la racionalización de la v.ida económica : «La actual c o nc ep c ió n y e st r uc t u ra e conó mica , g r acia s principalmente a la introducción ge n eral de la conta­ bilidad, se halla racionalizada en alto grado; y, en c ie rto sen­ tido y d entro de cie rtos límites, la historia de la economía es en conj unto la hist oria del racionalismo e co n ó m i co triunfante hoy y basado en el cálculo» 4• .

4

Max Weber,

Wirtschaftsgaschichte,

19�4,

pág. 15.

\

111 FORMAS EN QUE APARECE. LA RACIONALIZACióN

En el concepto de la racionalización se reconoce un p rin­ cipio y programa general que domina la concepción del mun­ do y la forma de vida del hombre moderno. Nosotros vamos a es tudiar, prim eramente, los medios de que se sirve la ra­ cionalización así c omo las formas en que determina de ma­ nera decisiva la configuración del mundo y la estructura de la vida; y hecho esto, p odremos ya s eñalar cómo baj o el impacto . de la racionalización el h ombre m oderno ha caído en el peli­ gro del empobrecimiento, d e la atrofia y la petrificación de] alma, pues justamente es en este p eligro donde radica el ger-· men verdadero de la conciencia de crisis acarreada por la civilización moderna. El motivo b ásico e inspirador de la racionalización hay que bus carlo en la voluntad de hacer del mundo un campo disponible para los fine s de aprovechamiento utilitario y de lograr un máximo d e como didades para la vida humana. El conjunto de los aprestos y preparativos que con este obj eto s e c rea la razón e s una coordinació n metódica de m edios p or el1a excogitados y al que s olemos dar el nombre de aparato. El prototipo del aparato .es la máquina. En ella un material,

Formas de la raciorializació:n

21

puesto a nuestra disposición p or la naturaleza, el mineral de hierro, aparece transformado en hierro, el hierro es transfor­ mado en acero y el bloque de acero sufre una ulterior elabo­ ración hasta conver tirse en partes de la máquina y éstas, a su vez, quedan acopladas en un conjunto que funciona en orden a conseguir los fines previst.os por el hombre. La máquina se basa en un sistema de relaciones funcionales en el sentido de un plan de conjun to y de un determinado rendimiento previa­ mente calculado. Sin emb argo, la máquina no es, en modo alguno, el único aparato y sí s ólo un caso particular o, por mej or decir, su prototipo. En efecto, hablamos también y con razón de un aparato económico, científico, político o estatal. En todos lós caso s, el principio de la racionalización consti­ tuye el fundamento del aparato, y éste, a su vez, encarna la forma en que se ha concretado aquella racionalización. El aparato económico es el conjunto de medios y relaciones fun­ cionales que, excogitados y descubiertos por la razón, hacen posible llevar a la práctica los fines de la producción y abaste­ cimient o de los bienes. En sentido parej o, hablamos de un aparato científico y, al hablar así, nos referimos al conjunto de medios que hacen posible conseguir una meta de investi­ gación científica propuesta por el hombre. Así, pue s , en el sentido .Jato en que aquí se tomª", aparato quiere decir órgano e instrumento para dominar el mundo y satisfacer las necesidades de la existencia humana. El · apa­ rato está puesto al servicio de una téc:m.ica de vida conscien­ temente dirigida. P ero hay que subrayar que en la noción de técnica van incluidas todas las form;:ls racionales y metódicas de elaboración, reelaboración y transformación del mat eri al ofrecido por la naturaleza, y ello con el fin de dotar al hom­ bre con el máximo p o sib le de comodidades materiales. No es, pues, la técnica una nota específica del mundo de las máqui­ nas -si bien su pr�ncipio es en el mundo de las máquinas .

El hombre en la ·actualidad

22

donde s e acusa más p alp ab l e-, sino que se extiende a toda

_

clase de aparatos; la encontramos d o ndequi e ra que el juego

conjunto de p arte s si ngula res , descubierto y coordenado por Ja razón, permite consegui r él objetivo propuesto según un p l an humano. En este sentido hablamos de una técnica de la

economía, d e la ciencia, de la adminis tración, de la misma manera que hablamos también del aparato científico, econó­ mico y administrativo.

Nuestra vida externa dep ende hoy del aparato en una _

medida· nunca vi s t a : del teléfono, el telégrafo y la radio, de la d i namo y ele c t ro m o t or, del automóvil, el f erro c arril y

el

avión, del microscopio y telescopio, del aparato d e rayos X y la rotativa. Cada uno de estos aparat o s s e ha l l a e slabonado e implicado en los aparatos más a mp li o s de la economía, la