El folklore en el antiguo testamento
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J.G. FRAZER

El folklore en el Antiguo Testamento

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ΤΝ Α de las mayores figuras de la literatura antropológica es, indudablemente, sil James George Frazer, autor de La rama dorada, obra fundam ental que apareció originalmente en doce volúmenes, y de la que el propio autor hizo un resumen magis­ tral que ha tenido múltiples ediciones en todas las lenguas cultas del globo. La parte de ese trabajo prodigioso relativa especialmente a las narraciones y costumbres del A n ­ tiguo Testamento fue desgajada por sir James y estructurada en un volumen aparte que presentamos ahora a los lectores de nuestra lengua. El autor reúne en este volumen relatos semejantes a los del A ntiguo Testamento, que son parte del folklore de pueblos y naciones m uy alejados de las tierras palestinas, y las presenta aquí para probar la universalidad de la experiencia psíquica que evocan estas narraciones. Por ejemplo, hay relatos del D iluvio Universal en por lo menos vein­ te diferentes culturas, ninguna de las cuales parece tener que ver nada con la de los antiguos hebreos. La escritura de Frazer es extremadamente lúcida, y el lector gozará, además, de su excepcional elegancia expositiva.

A M E S George Frazer (1854-1941) nació en Irlanda y cursó estudios superiores en la Universidad de Glasgow y en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, en donde más tarde desempeñó una cátedra. Su formación humanística desembocó en un cultivo apasionado de su vocación de historiador y filósofo de la religión. Su trabajo más famoso es La rama dorada, publicado originalmente en doce tomos, los cuales el autor abrevió en uno, que también ha sido editado en español por Fondo de Cultura Económica (1944). Otras obras importantes de este autor son: T h e Worship of N ature; Totemism; A do­ nis, A ttis, Osiris, Studies in the History of O riental Religion; Totemism and Exogamy, y A fterm ath, a Supplem ent to The G olden Bough.

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Sir JAMES GEORGE FRAZER

EL FOLKLORE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

FO N D O DE C U L T U R A ECONÓM ICA M É X IC O -A R G E N T IN A -B R A SIL -C H IL E -C O L O M B JA -E SPA Ñ A ESTA D O S U N ID O S D E A M É R IC A -PE R Ú -V E N E Z U E L A

Primera edición en inglés, 1907-1918 Nueva edición en inglés, 1975 Primera edición en español, 1981 Primera reimpresión en España, 1993

Traducción de NovAs

G e ra rd o

Título original: Folklore in the Old Testament © 1975. H art Publishing Company, Inc. Nueva York D.R. © 1981. F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a Avda. Picacho Ajusco, 227, 14200 México D. F. F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m ic a , su c u r s a l p a r a E s p a ñ a -

Vía de los Poblados (Edif. Indubuilding-Goico, 4-15), 28033 Madrid ISBN: 84-375-0337-X Depósito Legal: M. 9.300-1993 Impreso en España

P a r t e P r im e r a

LAS EDADES TEMPRANAS DEL MUNDO

I.

LA CREACION DEL HOMBRE

Los lectores atentos de la Biblia difícilmente pueden dejar de percibir la sorprendente diferencia que hay entre los dos relatos de la creación del hombre registrados en el prim ero y el segundo capítulos del Génesis. En el primer Capítulo leemos que el quinto día de la creación Dios creó los peces y las aves, las criaturas que viven en las aguas y en el aire; y que el sexto día creó los animales de la tierra, y después de ellos el hombre, al que hizo a su imagen y semejanza, tanto a él como a la mujer. De la narración deducimos que el hombre fue el último de los seres vivos de la tierra en ser creado, y de paso aprendemos que la distinción entre los sexos, característica de la humanidad, es compartida también por la divini­ dad, aunque el narrador no nos dice nada acerca de cómo se puede reconciliar esa distinción con la unicidad de Dios. Dejando a un lado ese problema teológico, quizá demasiado profundo como para que el hom bre pueda comprenderlo, volvemos la atención al más sencillo aspecto de la cronología, y tomamos nota de las afirmacio­ nes según las cuales Dios creó prim ero los animales inferiores, y los seres humanos después, y de que los seres humanos eran dos, un hom bre y una mujer, aparentemente simultáneos, y que reflejaban en igual medida la gloria del original divino. Eso es lo que leemos en el prim er capítulo. Pero cuando examinamos el capítulo segundo, nos desconcierta en gran medida encontrarnos con una versión completamente distinta y además contradictoria de los mismos e importantes acontecimientos. Nos hallamos aquí con la sorpresa de que Dios creó primero al hombre, a los animales inferiores a continuación, y por último, a la mujer, que no fue más qué una idea tardía de la divinidad y surgió de una costilla extraída al hom bre mientras dormía. De un relato al otro se invierte claramente el orden de importancia. En el primero, Dios comienza con los peces y va ascendiendo de m odo continuo a través de aves y animales de la tierra hasta llegar al hom bre y a la mujer. En el segundo comienza con el hombre y desciende a través de los animales inferiores hasta llegar a la mujer, que parece representar el nadir de la creatividad divina. Y en esta segunda versión no se dice nada de que el hombre y la mujer hubiesen sido creados a imagen y semejanza de Dios. Se nos cuenta, simplemente, que «el Señor Dios formó al hombre del polvo del suelo, y le insufló en las narices aliento vital, y el hom bre 9

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quedó constituido como ser vivo». A continuación, para aliviar la soledad del hombre, que erraba sin ninguna compañía viviente por el hermoso jardín creado para él, Dios hizo los demás animales, aves y bestias, y los puso junto con el hombre, aparentemente para que le sirviesen de diversión y le hiciesen compañía. El hom bre los miró y les puso nombres; pero aún no estaba satisfecho con tales compañeros de juego, de m odo que Dios, por fin, como medida desesperada, creó a la mujer sacándola de una parte insignificante del cuerpo masculino, y la presentó al hom bre para que fuese su esposa. Se explica con facilidad la flagrante contradicción por la circuns­ tancia de que los dos relatos se derivan de dos documentos distintos y al principio independientes; después, combinados en un libro único por alguien que juntó las dos versiones sin preocuparse de suavizar o compaginar las discrepancias. El relato de la creación que figura en el prim er capítulo procede de lo que se conoce como el Códice Sacerdotal, compuesto por miembros de la casta sacerdotal durante su cautividad en Babilonia o después. El relato de la creación del hom bre y de los animales del segundo capítulo se deriva del llamado Docum ento Jahvista, escrito varios cientos de años antes que el otro, probablemente durante los siglos v m o ix antes de nuestra era. La diferencia entre los puntos de vista religiosos de los dos autores es evidente. En el posterior, el escrito sacerdotal concibe a Dios de una manera abstracta, apartado de la conciencia humana y creador de todas las cosas médiante un simple fiat. En cambio, para el escritor más antiguo, o jahvista, Dios es algo concreto que habla y actúa a semejanza del hombre; que modela con barro una efigie humana, que planta un jardín, que se pasea por él cuando la tarde refresca, que dice al hom bre y a la mujer que salgan de entre los árboles donde se han escondido, y que hace vestidos de pieles para reemplazar la ropa, harto escasa, de hojas de higuera con que nuestros avergonzados primeros padres trataban de ocultar su desnudez. La encantadora simplicidad, casi la alegría del primer relato contrasta con la elevada seriedad del último; aunque no deja de sorprendernos la vena de tristeza y pesimismo que corre bajo la representación, brillantemente coloreada, de la vida en la edad de la inocencia que el gran artista jahvista ha pintado para nosotros. Ante todo, apenas trata de ocultar el profundo desprecio que siente por la mujer. Lo tardío de su creación y la manera irregular y poco digna en que ocurre — a partir de un trozo de su amo y señor, después de haber sido creados los animales inferiores de manera decente y regular— , bastan para poner de relieve la mala opinión que el autor tenía de la naturaleza femenina; y en lo que sigue, su misoginia, como en justicia podemos llamarla, se intensifica todavía más,

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cuando atribuye las desdichas y tristezas de la especie humana a la crédula insensatez y los apetitos desenfrenados de su primera madre. D e los dos relatos, el más antiguo o jahvista es no sólo el más pintoresco, sino también el más rico en folklore, y conserva muchas características impregnadas de simplicidad primitiva cuidadosamente eliminadas por el escritor posterior. Por consiguiente, ofrece más puntos de comparación con las historias de corte infantil con las que los hombres, en muchas épocas y naciones, han tratado de explicar el gran misterio del principio de la vida en la tierra. En páginas posteriores citaré algunos de estos sencillos relatos. Parece que el escritor jahvista imaginó a Dios moldeando con barro al primer hombre, de la misma manera que lo haría un alfarero o un niño que hiciese un muñeco con tierra mezclada con agua; y que tras haber amasado y golpeado el barro para darle la forma pretendida, el Creador lo animó echando su aliento sobre la boca y las narices del muñeco, exactamente como se nos cuenta la forma en que el profeta Elíseo resucitó al hijo de la sunamita: tendiéndose sobre él, cubriendo con los suyos los ojos del niño y tocando con su boca la boca del niño, sin duda para insuflar el aliento en el cadáver; con lo cual, el niño estornudó siete veces y abrió los ojos. A los hebreos se les ocurrió con toda naturalidad que la especie humana procedía del polvo del suelo porque en su idioma la palabra correspondiente a «suelo» (adamah) tiene la form a del femenino de la palabra correspondiente a «hombre» (adam). A partir de diversas alusiones encontradas en la literatura de los babilonios se podría pensar que también éstos concibieron al hombre como hecho originalmente de un muñeco de arcilla. Según Beroso, sacerdote babilonio cuyo relato de la creación ha llegado hasta nosotros en versión griega, el dios Bel se decapitó a sí mismo, y los demás dioses recogieron la sangre que corría, la mezclaron con tierra, y con la masa sangrienta dieron forma al hombre, y de ahí —dicen— procede la sabiduría humana, porque el barro mortal se halla mezclado con sangre de la divinidad. La mitología egipcia cuenta que K hnoum ou, padre de los dioses, formó en su rueda de alfarero a los hombres, y los hizo de arcilla. También las leyendas griegas dicen que el sabio Prometeo formó de arcilla a los hombres en el Panopeo, en Fócida. Concluida la tarea sobró parte del barro; mucho tiempo después aún se podían ver estos restos en el mismo lugar del suceso, en forma de dos grandes masas situadas al borde de una barranca. Un viajero griego que visitó el lugar durante el siglo segundo de nuestra era afirmó que las prominencias tenían el color de la arcilla y que olían fuertemente a carne humana. También yo visité la región, unos mil setecientos cincuenta años más tarde. Se trata de un vallecillo estrecho y

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desolado, o más bien de una cañada situada en la cara sur del cerro de Panopeo, por debajo de la larga línea de torres y muros en ruinas, pero, todavía imponentes, que corona las rocas grises de la cima. Era un día cálido de: finales de otoño — el día prim ero de noviembre— y, tras el prolongado verano sin lluvias de Grecia, la cañada se hallaba completamente seca; de sus laderas cubiertas de matorrales no rezumaba el agua, pero en el fondo encontré tierra rojiza y deleznable, reliquia quizás de la arcilla con la que Prometeo modeló a nuestros primeros padres. El lugar era solitario y desierto: no se veía ni un ser humano, ni señales de población humana; solamente la línea de torres y almenas desmoronadas que coronaba la cima del cerro hablaba de la vida animada desaparecida en un pasado remoto. El paisaje, al igual que tantos otros de Grçcia, era apropiado para despertar en el ánimo de quien lo contemplaba el sentimiento de lo transitorio en la breve y agitada vida del hom bre sobre la tierra, comparada con la permanencia de la naturaleza y, por lo menos, coh su aparente tranquilidad y paz. La impresión que ejercía en mí se hizo más profunda cuando al aumentar el calor del día me tendí a descansar en la cima del cerro, bajo la sombra de unos hermosos robles, y me quedé contemplando el panorama distante, lleno de recuerdos del pasado, mientras perfumaba el aire el suave aroma del tomillo silvestre. Al sur asomaba, finamente delineado, el pico de Helicón, por encima de las bajas crestas interpuestas. Al oeste aparecía entre brumas la mole maciza del m onte Parnaso, cuyo flanco oscurecían los pinares como sombras de nube que sobre él se cerniesen; mientras que en sus estribaciones, gravitando por encima del profundo y estrecho valle, anidaban los muros de Daulis cubiertos de hiedra, muros cuya belleza romántica tan bien armoni­ zaba con los amores y penas de Proene y Filomela, que asocian al lugar las leyendas griegas. Por el norte, al otro lado de la vasta llanura sobre la que se eleva el empinado y desnudo cerro del Panopeo, la vista se posaba en la brecha abierta entre las colinas que sirve de curso tortuoso al río Cefisos, sombreado por sauces grises, al pie de elevaciones desnudas y pedregosas, hasta que sus turbias aguas se pierden no ya en los vastos pantanos cubiertos de cañas del hoy desaparecido lago Copais, sino en una oscura caverna de piedra caliza. Al este, aferradas a las yermas pendientes de la cadena de m ontañas a la que pertenece el cerro Panopeo, se veían las ruinas de la antigua ciudad de Queronea, cuna de Plutarco. Allá lejos, en la llanura, se libró la batalla fatal que dejó a Grecia a los pies de Macedonia; allí, también, en épocas posteriores, se enfren­ taron en lucha m ortal Oriente y Occidente, cuando los ejércitos romanos mandados por Sila derrotaron a las huestas asiáticas de Mitrídates.

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Tal era el panorama que se desplegaba ante mí en uno de esos días de finales del otoño, de esplendor casi patético, cuando el verano que se va parece demorarse con ternura, como si no se resignase a entregar al invierno las encantadas montañas de Grecia. Al día siguiente el cuadro ya era otro: el verano se había ido. Sobre los cerros que aún ayer brillaban esplendorosos al sol, se descolgaba la niebla gris de noviembre, y bajo su manto melancólico la m uerta planicie de la llanura de Queronea, vasta extensión sin árboles encerrada entre ladera? desoladas, despertaba en el ánimo un senti­ miento de tristeza helada, apropiado a un campo de batalla en el que una nación había perdido la libertad. N o cabe duda de que concepciones tan rudas sobre el origen de la humanidad, comunes a griegos, hebreos, babilonios y egipcios, llegaron a los pueblos civilizados de la antigüedad por sus antepa­ sados bárbaros o primitivos. Entre los pueblos salvajes y ^bárbaros de ayer o de nuestros tiempos, se hallan recogidas historias del mismo tipo. Así, por ejemplo, los negros australianos de las vecindades de Melbourne decían que Pund-jel, el Creador, cortó con su gran cuchillo tres grandes trozos de corteza de árbol. En uno de ellos puso arcilla y la amasó con el cuchillo hasta darle la consisten­ cia deseada. Cogió entonces parte de esa arcilla y la puso sobre otro de los trozos de corteza y formó con ella una figura humana; hizo primero los pies, después las piernas, a continuación el tronco y los brazos, y por último la cabeza. De este modo hizo una figura humana de arcilla en cada uno de. los otros dos trozos de corteza, y complacido con su trabajo danzó alegremente en torno a ellas. Luego arrancó largos y delgados trozos de corteza de eucalipto y con ellos hizo cabellos que pegó sobre las cabezas de las figuras de arcilla. Entonces las miró otra vez, le gusto su obra y de nuevo danzó alegremente a su alrededor. A continuación se tendió sobre ellas y les echó el aliento en la boca, en la nariz y en el ombligo; las figuras se m ovieron inmediatamente, hablaron y se pusieron en pie como hombres adultos. Los maories de Nueva Zelanda dicen que cierto dios, llamado indistintamente Tu, Tiki y Tañe, tomó arcilla roja de las orillas de un río, la amasó con su propia sangre e hizo una figura o imagen parecida a él, dotada de ojos, brazos, piernas y todo lo demás, verdaderamente copia exacta de la divinidad; y tras haberla perfeccionado, la animó respirando en su boca y narices, con lo cual la figura de arcilla cobró vida inmediatamente y estornudó. De modo que, a semejanza de sí mismo, creó el dios maorí Tiki al hombre, al que llamó Tiki-ahua, que significa «semejante a Tiki». E n Tahiti existía una tradición muy extendida según la cual la primera pareja humana fue hecha por Taaroa, el dios principal. Se dice que tras haber formado el m undo, el dios creó al hombre y lo

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hizo de tierra roja, que fue también alimento de la humanidad hasta la creación del árbol del pan. Además, algunos dicen que cierto día Taaroa llamó al hombre, nombrándolo, y que cuando acudió le hizo caer dormido. Mientras el hom bre dormía, el Creador le extrajo uno de los huesos (ivi) y de él hizo una mujer, que entregó al hom bre pára que fuese su esposa, y esos fueron los progenitores de la humanidad. El reláto fue recogido directamente de los labios de los nativos de Tahiti durante los primeros años de las misiones. El misionero que lo registró, William Ellis, observa: «Siempre he pensado que se trataba de una mera repetición del relato bíblico de la creación que los aborígenes habrían aprendido de boca de algún europeo, y nunca le concedí importancia, aunque me aseguraron repetidas veces que se trataba de una tradición familiar entre ellos, anterior a la llegada de cualquier extranjero. Algunos me han dicho incluso que el nom bre de la mujer era Ivi, cuya pronunciación aborigen es muy semejante a la pronunciación inglesa de Eve (Eva). Ivi es palabra de los nativos y tío sólo significa hueso, sino también viuda y víctima muerta en la guerra. A pesar de lo que digan los nativos, me siento dispuesto a pensar que Ivi, o Eva, es la única parte aborigen de la historia, en cuanto se refiere a la madre del género humano». Sin embargo, en otras partes de la Polinesia, además de Tahiti, ha sido recogida la misma tradición. Así, por ejemplo, los aborígenes de Fakaofo o isla Bowditch dicen que el primer hom bre fue creado a partir de una piedra. Pasado algún tiempo se le ocurrió hacer una mujer, de m odo que recogió tierra y con ella formó la figura de una mujer, y una vez terminada se sacó una costilla del lado izquierdo y la clavó en el muñeco de barro, que cobró vida inmediatamente y se levanto. El hom bre la llamó Ivi o «costilla» y la tom ó por mujer, y de esa pareja procede la especie humana. Se dice también que los maories creen que la primera mujer fue hecha de las costillas del primer hombre. Tan amplia difusión del relato en Polinesia hace dudar de que se trate, tal como pensó Ellis, simplemente de la repetición de lo que narra la Biblia, y de que hubiese sido aprendido de los europeos. Sin embargo, por todas partes tropezamos con la historia de la creación de la primera mujer a partir de una costilla del primer hombre, y en formas tan parecidas a lo que relata la Biblia que resulta difícil considerarlas independientes de ella. Así, los karen de Birmania dicen que Dios «creó al hombre, ¿y de qué lo hizo? Creó primero al hombre de tierra, y terminó luego la creación. Creó a la mujer, ¿y de qué la hizo? Tom ó una costilla del hom bre y de ella hizo a la mujer». También los tártaros bedel, de Siberia, cuentan que Dios al principio hizo un hombre, que vivía solo sobre la tierra; pero en cierta ocasión, cuando ese ser solitario se hallaba dormido,

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el demonio le tocó en el pecho, del que surgió entonces una costilla que cayó al suelo, la cual aumentó de tamaño hasta convertirse en una mujer, la primera mujer. Como vemos, los tártaros han sido aún más cínicos de lo que fue el escritor del Génesis, pues han dado al diablo parte en la creación de nuestra madre común. Pero volvamos al Pacífico. Los isleños de Pelew cuentan que un hermano y una hermana hicieron hombres de arcilla amasada con la sangre de algunos animales, y que el carácter de esos hombres primigenios y de su descendencia fue determinado por los de los animales cuya sangre había entrado en la mezcla original con la arcilla; por ejemplo, los hombres en los que hay sangre de rata serán ladrones, los que tienen sangre de serpiente son sinuosos, y los que tienen sangre de gallo son valientes. Según una leyenda de la Melanesia, oída en Mota, una de las islas Banks, el héroe Qat moldeó hombres con la arcilla roja de las riberas pantanosas del río, en Vanua Lava. Al principio hizo iguales a los hombres y a los cerdos, pero sus hermanos se lo reprocharon, de m odo que obligó a los cerdos a andar a cuatro patas e hizo en cambio que el hombre caminara erecto. Qat hizo a la primera mujer de ramitas flexibles, y cuando la vio sonreír supo que había hecho una mujer viva. Los nativos de Malekula, una de las Nuevas Hébridas, dan el nom bre de Bokor al gran ser que amasó la arcilla para hacer con ella el primer hom bre y la primera mujer. Los habitantes de Noo-hoo-roa, de las islas Kei, dicen que sus antepasados fueron hechos de arcilla por el dios supremo Dooadlera, que les insufló la vida. Según los toradja que hablan bare’e, de las islas Célebes centrales, al principio de los tiempos no había seres humanos sobre la tierra. Entonces i Lai, dios del m undo superior, e i Ndara, diosa del mundo inferior, decidieron crearlos. Encomenda­ ron la tarea a i Kombengi, que hizo dos figuras, una de un hom bre y otra de una mujer, de piedra o, según otros, de madera. Una vez hecho el trabajo, las puso al lado del camino que conduce del m undo superior al inferior, de modo que los espíritus que por allí transita­ ran pudiesen ver la obra y criticarla. P o r la noche los dioses hablaron de ella y estuvieron de acuerdo en que las pantorrillas de las dos figuras no eran lo bastante redondas. De m odo que Kom bengi se puso de nuevo a trabajar e hizo otro par de modelos que sometió también a la crítica divina. Esta vez los dioses convinieron en que las figuras eran demasiado barrigonas, por lo cual Kombengi hizo un tercer par de modelos, que mereció la aprobación de los dioses, una vez realizado un pequeño cambio en la anatomía de las figuras, por el cual el autor transfirió una pequeña porción de material del hom bre a la mujer. Ahora lo que faltaba era dar vida a las figuras, de m odo que el dios celestial Lai regresó a su mansión a buscar el

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aliento eterno pará el hombre y la mujer; pero, mientras tanto, el Creador mismo, ya fuese por inadvertencia o por impaciencia, había permitido que el viento común soplase sobre las figuras, que de él tom aron su aliento y su vida. Por eso el soplo vital vuelve al viento cuando un hom bre muere. Los dyak de Sakarrán, del Borneo británico, dicen que el primer hom bre fue hecho por dos grandes aves. Al principio trataron de hacer al hom bre a partir de los árboles, pero no lo lograron. Después lo labraron de las rocas, pero el hom bre fue incapaz de hablar. Entonces formaron al hom bre con tierra húmeda e introdu­ jeron en sus venas la resina roja del árbol de Kum pang. Hecho esto lo llamaron y él respondió; le hicieron un corte y de la herida manó sangre, de m odo qúe le dieron el nom bre de Tannah K um pok, que quiere decir «tierra moldeada». Sin embargo, algunos de los dyak del mar son de diferente opinión. Para ellos el hacedor del hom bre es un cierto dios llamado Salampandai. Ese dios coge arcilla y le da forma con un martillo; crea así los cuerpos de los niños que van a nacer en el mundo. Hay un insecto que hace por la noche un ruido tintineante muy curioso; cuando los dyak lo oyen dicen que es el dios Salampandai martilleando en su fragua. Según se cuenta, los dioses le encargaron que hiciese un hom bre y él lo hizo de piedra; pero ese hom bre era incapaz de hablar y fue rechazado. De modo que Salampandai se puso de nuevo a trabajar e hizo un hom bre de hierro; pero tampoco éste pudo hablar y los dioses no quisieron saber nada de él. Entonces Salampandai hizo un hom bre de arcilla, que sí tenía el don de la palabra, por lo cual los dioses se sintieron complacidos y dijeron: «El hom bre que has hecho está bien; que sea el padre de la especie humana, y tú haz otros semejantes a él». Así pues, Salampandai se puso a fabricar seres humanos, y aún sigue haciéndolos en el yunque, y trabaja con sus herramientas en regiones desconocidas. E n ellas forja niños de arcilla, y cuando ha hecho uno lo lleva a presencia'de los dioses, que le preguntan: «¿Qué te gustaría manejar y usar?» Si responde: «Una espada», los dioses lo declaran niño; pero si su respuesta es: «Algodón y una rueca», los dioses lo declaran niña. Así que los niños nacen del sexo masculino o del sexo femenino de acuerdo con sus propios deseos. Los aborígenes de Nias, isla situada al suroeste de Sumatra, tienen un largo poema en el que se describe la creación; lo recitan en las danzas que tienen lugar cuando se celebran los funerales de algún jefe. En el poema, escrito en pareados, a semejanza de la poesía habitual entre los hebreos, en la que el segundo verso repite la misma idea del primero aunque con palabras ligeramente diferen­ tes, leemos que el dios supremo Luo Zaho se estaba bañando en un estanque celestial, cuyas aguas cristalinas reflejaban como si se

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tratase de un espejo la figura del dios; de m odo que éste, al verse reflejado en el agua, cogió un trozo dé barro del tamaño de un huevo y formó con él una figura semejante a las figuras de los antepasados que suele hacer la gente de Nias. Una vez hecha là figura, la puso en el platilllo de una balanza y la pesó; pesó también el viento, y una vez pesado lo depositó sobre los labios de la figura que había hecho; y la figura habló como lo haría un hombre o un niño, y el dios le dio el nom bre de Sihai, pero aunque Sihai era semejante a Dios en su forma, no podía tener descendencia; y el m undo estaba a oscuras, porque aún no existían ni el sol ni la luna. De modo que Dios lo meditó y envió a Sihai a la tierra para que viviese en una casa hecha de árboles de helecho. Pero como aún seguía sin tener mujer ni hijos, un día, cuando el sol estaba en su cénit, Sihai murió. Sin embargo, de su boca surgieron dos árboles, que dieron brotes y florecieron, y el viento sopló y arrancó las flores, que cayeron sobre el suelo y dieron lugar a enfermedades. Y de la garganta de Sihai brotó un árbol, del que procede el oro; y en su corazón nació otro árbol, del que descienden todos los hombres. Mientras tanto, de su ojo derecho brotó el sol, y de su ojo izquierdo brotó la luna. Como vemos, según esta leyenda, la idea de crear al hom bre a su imagen y semejanza parece habérsele ocurrido a la divinidad cuando ésta se vio reflejada en las aguas transparentes de un estanque. Los bila-an, tribu salvaje de M indanao, una de las islas Filipinas, cuentan la creación del m undo de la siguiente manera. Según ellos al principio existía un cierto ser llamado Melu, de tamaño tan enorme que ningún ser conocido es capaz de dar idea de él; era de color blanco, con dientes de oro; se sentaba sobre las nubes y ocupaba todo el espacio que hay por encima de ellas. Tenía el hábito de la limpieza extremada, por lo que estaba continuamente frotán­ dose con el fin de m antener impoluta la blancura de su piel. Los desechos que de esa manera arrancaba de su persona los depositaba a un lado, por lo que cuando la magnitud del m ontón empezó a molestarlo, los cogió e hizo la tierra, para deshacerse de ellos, y sintiéndose complacido ante la obra que había salido de sus manos resolvió crear dos seres que se le pareciesen, aunque de tamaño mucho menor. Por consiguiente cogió los restos de desechos que habían sobrado después de hacer la tierra e hizo a su imagen y semejanza el hombre y la mujer, y esos fueron los primeros seres humanos existentes. Pero mientras el Creador aún se hallaba traba­ jando y había acabado uno de ellos con excepción de la nariz, y el otro estaba completo con excepción de la nariz y otra parte, se le acercó Tau Dalom Tana y le pidió permiso para encargarse de las narices. Tras disputar vivamente con el Creador se salió con la suya

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e hizo las narices, pero al colocarlas en la cara de nuestros primeros padres se equivocó y las puso al revés, con los orificios hacia arriba. La discusión entre el Creador y su ayudante respecto a las narices fue tan viva que aquél olvidó por completo la otra parte que faltaba en la segunda de las figuras, y volvió a su residencia encima de las nubes dejando inacabado a nuestro prim er padre o a nuestra primera madre (pues el relato no dice, de quién se trataba). También Tau Dalom Tana se volvió a la suya en el seno de la tierra, tras lo cual comenzó a llover copiosamente y los dos primeros especímenes de la raza humana estuvieron a punto de perecer ahogados, porque el agua que les escurría de la cabeza les entraba por las narices vueltas del revés. Por fortuna, el Creador se dio cuenta de lo que pasaba y bajó de las nubes para rescatar a sus criaturas, lo que hizo arrancándoles las narices y volviendo a ponérselas ahora de forma correcta. Los bagobas, tribu pagana del sureste de M indanao, cuentan que al principio de todas las cosas un tal Diwata hizo el mar y la tierra y plantó árboles de muchas clases. A continuación tomó dos puñados de tierra, les dio forma humana y escupió en ellos; y de esa manera nacieron el hombre y la mujer. El prim er hom bre se llamó Tuglay y la primera mujer Tuglibung. Se casaron y vivieron juntos, y él prim er hom bre levantó una gran casa y plantó semillas de diferentes clases, que le dio la mujer. Los kumis, que pueblan partes del Arakan y la región montañosa de Chittagong, al este de la India, contaron al capitán Lewin la siguiente historia de Ja creación del hombre. En prim er lugar Dios creó el m undo y los árboles y los animales que se arrastran, y a continuación el hom bre y la mujer, a los que hizo de arcilla; pero cada noche, cuando Dios había acabado el trabajo y estaba dormido, aparecía una gran serpiente que aprovechándose del sueño divino devoraba a las dos figuras. Esto ocurrió dos o tres veces consecuti­ vas, con lo cual Dios ya no sabía qué hacer; el trabajo le ocupaba toda la jornada, porque no era capaz de acabar las dos figuras en menos de doce horas, y, por otro lado, si no dormía «no estaría en condiciones de servir para nada», como observó con visos de probabilidad el narrador nativo. De m odo que, como ya queda dicho, Dios no sabía qué hacer. Pero al fin, una mañana se levantó más temprano que de costumbre y empezó por hacer un perro al que infundió vida, y por la noche, cuando había acabado de hacer las dos figuras humanas, encargó al perro que las vigilara, y se echó a dormir. La serpiente acudió como tenía por costumbre, pero el perro ladró y la puso en fuga. Por eso, en la actualidad, cuando un hom bre está a punto de m orir los perros ladran; pero los kumis piensan que ahora el sueño de Dios es más pesado que antes, o que

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la serpiente se ha hecho más decidida, porque los hombres mueren a pesar de los ladridos de los perros. Si Dios no se durmiera no habría enfermedades ni muerte; la serpiente llega cuando él está descansando, y nos lleva consigo. Los khasi de Assam (territorio dé la India), cuentan una historia similar. En el principio — dicen— Dios creó al hombre y lo puso en la tierra, pero al volverse para contemplar la obra de sus manos halló que el espíritu maligno lo había destruido. Lo mismo sucedió una segunda vez, por lo cual la deidad creó primero un perro y después el hombre; y el perro m ontó guardia junto al hombre e impidió que el demonio lo destruyera. De ese m odo se conservó la obra de la divinidad. Entre los korkus, tribu aborigen de las provincias del centro de la India, se narra la misma historia, aunque con un ligero barniz de mitología hindú. Según ellos, Rawan, rey de los demonios de Ceilán, observó que las cadenas de !montañas de Vindhyan y de Satpura no estaban habita­ das, por lo que instó al gran dios Mahadeo para que las poblase. Mahadeo, nom bre que los korkus dan a Siva, encargó entonces a un cuervo que le buscase un horm iguero de tierra roja. El ave descubrió entre las montañas de Betul uno de tales hormigueros. El dios acudió al lugar, tomó con las manos un puñado del polvo rojo y formó con él dos imágenes a semejanza de un hom bre y una mujer. Pero no bien había acabado de hacerlo cuando dos fogosos caballos enviados por Indra brotaron de la tierra y pisotearon las figuras hasta reducirlas a polvo. D urante dos días el Creador persistió en su obra, pero tan pronto como terminaba las imágenes los caballos las destrozaban. Por fin el dios hizo la imagen de un perro y le insufló vida, y el animal mantuvo a distancia a los salvajes corceles de Indra. De esa manera el dios fue capaz de terminar sin tropiezos las dos figuras de un hombre y una mujer, y tras haberles insuflado el aliento vital los llamó Muía y Mulai. Tales fueron los antepasados originales de la tribu korku. Los mundá, tribu aborigen primitiva de Chota Nagpur, cuentan, con una curiosa variación, una historia semejante. Según ellos el dios sol, que se llamaba Singbonga, empezó por hacer dos figuras de arcilla, una que representase al hom bre y la otra a la mujer. Pero antes de que pudiera otorgarles la vida, el caballo, temeroso de lo que tendría que sufrir más tarde a sus manos, las aplastó con los cascos. En aquel tiempo el caballo tenía alas y podía moverse con mucha más rapidez que en la actualidad. Cuando el dios sol halló que el caballo había destrozado las dos figuras de barro, creó primero una araña y luego formó otras dos figuras semejantes a las destruidas. A continuación ordenó a la araña que las guardase de los ataques del caballo, con lo cual el insecto tejió su tela alrededor de ellas de tal m odo que el caballo no pudiese volver a romperlas. Y

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entonces el dios les infundió la vida, y fueron los primeros seres humanos. Los cheremises de Rusia, un pueblo finés, cuentan un relato de la creación del hom bre que recuerda episodios de las leyendas de la India y de los toradja acerca del mismo acontecimiento. Cuentan que Dios moldeó el cuerpo del hom bre con arcilla y subió después al cielo para buscar el alma que habría de animarlo. D urante su ausencia el perro quedó encargado de vigilar el cuerpo recién hecho. Pero entonces se acercó el diablo, que prim ero hizo soplar un viento frío y sedujo después al perro, ofreciéndole un capote de pieles para que descuidara la guardia. El espíritu malévolo escupió sobre el cuerpo de arcilla y lo ensució de tal manera que cuando Dios regresó se sintió incapaz de llegar a limpiarlo nunca, por lo que se vio en la penosa necesidad de volver el cuerpo del revés. Esa es la razón de que el interior del hombre sea ahora tan sucio. Y ese mismo día Dios maldijo al perro por haber descuidado indebidamente sus obli­ gaciones. Dirigiendo ahora nuestra atención a Africa nos encontramos con la leyenda de la creación del hombre a partir de lá arcilla entre los shilluks del Nilo Blanco, que explican ingeniosamente los distintos tonos de la piel de las diversas razas, atribuyéndolo al diferente color de la arcilla con que cada una de ellas fue formada. Para los miembros de esa tribu, el creador Juok'form ó de barro a todos los hombres, pero mientras los creaba iba caminando por el mundo, de m odo que en las tierras que ahora ocupan los hombres blancos encontró un barro o arena puro y blanco y con él formó a los hombres de raza blanca. Se dirigió luego a las tierras de Egipto y con el barro de las orillas del Nilo formó hombres de color rojo o pardo. P or último llegó a las tierras de los shilluks, y al encontrar en ellas barro de color negro formó con él los hombres de la raza negra. Para form ar el cuerpo de los hombres Dios procedió de la siguiente manera: cogió un puñado de barro y se dijo: «Voy a hacer el hombre, pero tendrá que ser capaz de andar y correr y de ir a los campos, de m odo que voy a darle dos largas piernas como las que tiene el flamenco». Y así lo hizo; pero de nuevo pensó: «El hom bre tendrá que ser capaz de cultivar su mijo, de modo que voy a darle dos brazos, uno para empuñar la azada y el otro para arrancar las malas hierbas». De modo que le dio dos brazos. Entonces volvió a pensar y se dijo: «El hombre tendrá que ser capaz de ver su mijo y por lo tanto voy a darle dos ojos». Y obró en consecuencia. A continuación pensó una vez más: «El hom bre tendrá que ser capaz de comer su mijo, por lo que voy a darle una boca». Y le dio una boca, tal como lo había pensado. Y siguió pensando Dios: «El hom bre tendrá que ser capaz de danzar, de hablar, de cantar y de

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gritar, y con ese fin voy a darle una lengua». Y lo hizo tal como lo había pensado. Por último la divinidad se dijo: «El hom bre ha de ser capaz de oír el sonido de la danza y las palabras de los grandes hom bres, y para ello necesita dos orejas». Y le dio las dos orejas, y lo envió al m undo como hom bre perfecto. Los fan, del Africa occidental, dicen que Dios creó al hom bre y lo hizo de arcilla, y que prim ero le dio la forma de un lagarto, y lo puso en un estanque y lo dejó en él durante siete días. Una vez transcurrido el plazo, Dios gritó: «Sal fuera», y: del estanque salió un hom bre en lugar del lagarto. Las tribus de lengua ewe, de las tierras de Togo, en África occidental, piensan que Dios sigue haciendo de arcilla a los hombres. Cuando sobra algo del agua que utiliza para humedecer la arcilla, la vierte sobre el suelo y de ahí saca a la gente mala y desobediente. Cuando desea hacer un hom bre bueno lo hace con arcilla de ,buena calidad; pero cuando desea hacer un hom bre malo, emplea solamen­ te arcilla mala. Al principio de los tiempos Dios formó un hom bre y lo puso en la tierra; después formó una mujer. Los dos se miraron y comenzaron a reír, con lo cual Dios los envió al mundo. La historia de la creación de la hum anidad a partir de la arcilla se encuentra también en América, tanto entre los esquimales como entre los hombres de raza india, desde A laska hasta Paraguay. Así, los esquimales de Point Barrow, en Alaska, hablan de una época en que no existían hombres sobre la tierra, hasta que un cierto espíritu llamado A-se-lu, que vivía en Point Barrow, hizo un hom bre de arcilla, lo puso a secar en la playa, sopló sobre él y le dio la vida. O tros esquimales de Alaska relatan cómo el cuervo hizo a la primera mujer de arcilla, para que fuese compañera del prim er hombre; cogió hierbas de agua y las colocó en la parte de atrás de la cabeza, para que fuesen sus cabellos, agitó sus alas sobre la figura de arcilla y ésta se levantó siendo una mujer hermosa y joven. Los indios acagchemem, de California, dicen que un ser podero­ so llamado Chinigchinich creó al hom bre haciéndolo de la arcilla que encontró en las orillas de un lago; creó macho y hembra, y los indios de la actualidad son los descendientes de aquel hom bre y aquella mujer de arcilla. Según los indios maidu, de California, el primer hombre y la primera mujer fueron creados por un misterioso personaje llamado Iniciado de la Tierra, que bajó del cielo por una cuerda hecha de plumas. Su cuerpo relucía como el sol, pero su rostro estaba oculto y nunca fue visto. Una tarde tom ó barro rojo oscuro, lo mezcló con agua e hizo dos figuras, una la de un hombre, la otra la de una mujer. A su derecha puso la imagen del hombre, a su izquierda la de la mujer, en su casa. Entonces se tendió a descansar y sudó toda

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aquella tarde y toda la noche siguiente. Por la mañana temprano la mujer comenzó a hacerle cosquillas en el costado. El se mantuvo inmóvil, sin reírse. Más tarde se levantó, arrojó al suelo un trozo de madera y brotó fuego. Las dos figuras humanas eran muy blancas. Hoy nadie es tan blanco como lo eran ellas. Tenían los ojos de color de rosa y negro el cabello, sus dientes relucían con brillantez, y eran muy hermosas. Se dice que Iniciado de la Tierra no terminó las manos de las dos figuras, porque no conocía cuál era la mejor manera de hacerlo. El coyote, o lobo de las praderas, que desempeña un papel im portante en los mitos de los indios occidentales, vio las dos figuras y sugirió al creador que les diese manos como las suyas, las del coyote. Pero Iniciado de la Tierra dijo: «No, sus manos serán como las mías». Y terminó de hacer las figuras. Cuando el coyote preguntó por qué las manos habían de ser así, Iniciado de la Tierra respondió: «Para que, si son perseguidos por un oso, puedan subirse a los árboles». El prim er hom bre fue llamado K uksu y la primera mujer, M ujer Estrella Matutina. Los indios diegueños o, como ellos se llaman, los kawakipais, que ocupan el extremo sur-occidental del estado de California, tienen un mito que explica cómo fueron creados el m undo con su forma actual y la especie humana. Dicen que al principio no existía la tierra ni terreno sólido alguno; solamente había agua salada, un océano vasto y primigenio. Pero bajo las aguas vivían dos hermanos, el mayor de los cuales se llamaba Tcaipakomat. Ambos mantenían los ojos cerrados, porque si no lo hubiesen hecho así el agua salada los habría cegado. Al cabo de un tiempo el hermano mayor subió a la superficie y miró a su alrededor, pero no pudo ver nada más que agua. También el hermano m enor se dirigió a la superficie,' pero antes de emerger abrió sin darse cuenta los ojos y el agua salada lo dejó ciego; de modo que cuando salió a la superficie no pudo ver absolutamente nada y por ello se hundió de nuevo en las profundi­ dades. A solas, en la superficie del piélago inmenso, el hermano mayor emprendió la tarea de crear una tierra habitable con los desechos de las aguas. Antes que nada hizo horm iguitas rojas, que form aron la tierra rellenando el agua con sus cuerpos diminutos. Pero el m undo estaba todavía a oscuras, porque hasta entonces no habían sido creados ni el sol ni la luna. Entonces Tcaipakomat hizo que adquirieran vida ciertos pájaros negros de pico plano; pero a causa de la oscuridad los pájaros se extraviaron y no pudieron encontrar un lugar donde posarse. A continuación Tcaipakomat tomó tres tipos de arcilla, roja, amarilla y negra, y con ella hizo un objeto redondo y plano que cogió y lanzó contra el cielo y en él quedó adherido; el objeto empezó entonces a irradiar una luz suave, y fue la luna. Insatisfecho con la pobre iluminación del pálido disco,

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Tcaipakomat cogió más arcilla, hizo con ella otro disco redondo y plano y lo arrojó hacia arriba, contra el otro extremo del cielo. Quedó adherido allí y fue el sol, que lo alumbra todo con sus rayos. Después Tcaipakomat cogió un puñado de arcilla de color claro e hizo un hom bre con ella. Luego sacó una costilla del hom bre y con ella hizo una mujer. La mujer creada de ese m odo de la costilla del hom bre fue llamada Sinyaxau, q u e ,significa lo mismo que Primera M ujer (pues s'tnj quiere decir mujer y axau primera). D e ese prim er hom bre y esa primera mujer hechos de arcilla por el Creador desciende la humanidad. Los indios hopi o moqui de Arizona creen de manera semejante que al principio no había más que agua por doquier, y que dos divinidades, aparentemente diosas, llamadas ambas H uruing W uhti, vivían en casas en el océano, una de ellas en el este, la otra en el oeste; y con sus esfuerzos esas dos diosas hicieron aparecer tierra en medio de las aguas. Sin embargo, el sol, que pasaba todos los días sobre la recién creada tierra, observó que no existía ser vivo alguno sobre su superficie, y puso en conocimiento de las dos divinidades lo que consideraba como un defecto radical. E n consecuencia, las diosas se reunieron en conferencia, después de que la diosa oriental hubo atravesado el océano pasando sobre el arco iris como si de un puente se tratase, para visitar a su colega occidental. Tras haber juntado sus cabezas resolvieron hacer un pajarito; de modo que la diosa del este hizo con arcilla un ave llamada reyezuelo. Entonces ambas diosas entonaron sobre él una fórmula de encantamiento y el pájaro de arcilla no tardó en dar señales de vida. A continuación lo enviaron para que volase sobre el m undo y viese si podía descubrir algún ser vivo sobre la superficie de la tierra; el pájaro obedeció y al regresar comunicó a sus creadoras que por ninguna parte existía semejante ser. Tras lo cual las diosas crearon muchas especies de aves y bestias de la misma manera que lo habían hecho con el prim ero y las enviaron para que viviesen sobre la tierra. Al final, las diosas se decidieron a crear al hombre. Para ello la diosa del oriente cogió arcilla, y formó con ella prim ero una mujer y después un hombre; y ese hom bre y esa mujer de arcilla adquirieron vida de la misma manera que la habían adquirido antes las aves y las bestias. Los indios pima, otra tribu de Arizona, afirman que el Creador tom ó arcilla en sus manos, y que tras haberla mezclado con el sudor de su cuerpo, la amasó y formó un m ontón con ella. Entonces sopló sobre el m ontón hasta que éste comenzó a vivir y moverse y se transformó en un hombre y una mujer. Un sacerdote de los indios natchez, de Luisiana, dijo a Du Pratz que «Dios había amasado arcilla como la que usan los alfareros y había formado con ella un hombrecito; y que tras haberlo examinado

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y hallándolo bien hecho sopló sobre él y a partir de ese momento el hom brecito comenzó a vivir, a crecer, a actuar y a andar, y se halló a sí mismo muy bien hecho». E n cuanto a cómo había sido hecha la primera mujer, el sacerdote confesó francamente que no lo sabía y que las antiguas tradiciones de la tribu no decían nada acerca de cualquier posible diferencia en la creación de los sexos masculino y femenino, y que, p o r tanto, lo más probable era que el hom bre y la mujer hubiesen sido hechos de la misma manera. Los michoacanos de México cuentan1qué el gran dios Tucapacha comenzó haciendo un hom bre y una mujer de arcilla, pero Cuando la pareja fue a bañarse al río absorbió tanta agua que la arcilla de que estaba hecha' se deshizo. Para remediarlo, el Creador se pliso de nuevo a trabajar y volvió a hacerlos de cenizas, pero los resultados no fueron mejores que los precedentes. Por último, dispuesto a salirse con la suya, los hizo de metal. Su perseverancia se vió recompensada. El hom bre y la mujer eran completamente impermea­ bles; podían bañarse en el río sin deshacerse, y de su unión procede toda la especie humana. Según una leyenda de los indios peruanos contada a un sacerdote español en Cuzco, unos cincuenta años después de la conquista, había sido en Tiahuanaco donde había renacido el género humano tras el Diluvio universal que había acabado con toda la especie a excepción de un único hom bre y una única mujer. Allí, en Tiahua­ naco, que se encuentra a unas setenta leguas de Cuzco, «el Creador comenzó a crear los individuos y pueblos que habitan la región, haciendo un individuo de cada pueblo, formándolo de arcilla y pintando los vestidos que cada uno de ellos había de llevar. A los que habían de llevar cabellos, los hizo con cabellos; a los que habían de ir rapados los hizo con el pelo cortado; y dio a cada pueblo la lengua que había de ser hablada por sus miembros, y las canciones que habían de entonar, y las semillas y alimentos que habían de sembrar y cultivar. Cuando el Creador hubo terminado de hacer de arcilla y de pintar los dichos pueblos y figuras, puso un alma en cada uno de ellos y les infundió la vida, tanto a los hombres como a las mujeres, y les ordenó atravesar la tierra, de modo que cada uno de los pueblos y naciones surgió en el lugar en que él les había ordenado que lo hiciesen». Los indios lengua, del Paraguay, imaginan que el Creador, en forma de escarabajo, habitaba en un agujero del suelo, y que formó al hom bre y a la mujer con el barro que extraía de su morada subterránea. Al principio hombre y mujer estaban unidos, «igual que dos hermanos siameses», y fueron enviados al m undo en esa incómoda situación. Una vez en él tuvieron que luchar con gran desventaja contra una raza de seres poderosos que el escarabajo

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había creado anteriormente. D e m odo que el hom bre y la mujer rogaron al Creador que los separase. El accedió a la petición y les dio la capacidad de propagar la especie. Y el hom bre y la mujer fueron los primeros antepasados de la humanidad. Pero el escaraba­ jo, tras haber creado el m undo, dejó de interesarse por él o de tom ar parte activa en sus destinos. El relato nos recuerda la fantástica historia que Aristófanes, en E l banquete de Platón, nos ofrece de la condición original del hombre; según la narración, al principio, el hom bre y la mujer estaban unidos y formaban un único ser dotado de dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas, hasta que Zeus lo partió en dos y separó de esa manera los sexos. H a de notarse que en muchas de esas historias se dice que la arcilla con la que se formó a nuestros primeros padres era de color rojo. Al citar el color se tenía probablemente la intención de explicar el tono rojo de la sangre. Aunque el escritor jahvista del Génesis deja de mencionar el color de la arcilla con que Dios formó a Adán, podríamos aventurarnos quizá, sin ser demasiado osados, a decir que era roja. Porque la palabra que en hebreo se emplea para designar al hom bre en general es adam, la palabra que designa el suelo es adamah, y la que designa el color rojo es adom\ de m odo que por una concatenación de causas, natural y casi necesaria, llegamos a la conclusión de que nuestro prim er padre fue hecho de tierra de color rojo. Si pudiese quedar en nosotros algún remanente de duda acerca de la cuestión, no dejaría de disiparla la observación de que hasta nuestros días el suelo de Palestina es de un color pardo rojizo oscuro, «lo que sugiere», como justamente hace notar el autor que tal observa, «la conexión existente entre Adán y el barro de que fue formado; especialmente se aprecia esa tonalidad de color cuando la tierra se halla recientemente removida, ya sea por el arado o p o r el azadón». De ese m odo tan notable da testimonio la náturaleza misma de la exactitud literal de las Sagradas Escrituras.

II. Lo

q u e se d ic e e n e l

G

LA CAIDA

é n e s is

Al escritor jahvista le bastan unas pocas leves pinceladas, aunque magistrales, para presentar ante nosotros la dichosa vida de nuestros primeros padres en el edénico jardín que Dios había creado para que les sirviese de morada. Allí crecían en abundancia los árboles, agradables a la vista y cuajados de frutos; allí los animales vivían en paz mezclados unos con los otros y eran amigos del hombre; allí el hombre y la mujer desconocían la vergüenza, porque tampoco conocían la maldad; aquella era la edad de la inocencia. Pero esa época dichosa duró poco, y muy pronto las nubes oscurecieron el sol. Tras contarnos la creación de Eva y cómo fue presentada a Adán, el escritor comienza a narrar inmediatamente la triste historia de la caída, la pérdida de la inocencia, la expulsión del Edén y la maldición del trabajo, de las fatigas y de la muerte, lánzada sobre nuestros primeros padres y sobre su descendencia. En mitad del jardín crecía el árbol de la ciencia del bien y del mal, y Dios había prohibido al hom bre comer de esa fruta, con las siguientes palabras de advertencia: «El día en que comas de ese árbol morirás sin remedio». Pero la serpiente era astuta, y la mujer débil y crédula. La serpiente persuadió a la mujer de que comiese del fruto prohibido, y ella se lo dio a su marido, que también lo comió. Tan pronto lo hubieron probado abriéronse los ojos de ambos y comprendieron que estaban desnudos, por lo que llenos de vergüenza y confusión ocultaron su desnudez ciñéndose unas hojas de higuera: la edad de la inocencia se había ido para siempre. Aquel desgraciado día, cuando ya había disminuido el calor del mediodía y las sombras se iban alargando en el jardín, Dios se paseaba por él, como tenía por costumbre cuando caía la tarde y soplaba la brisa del anochecer. El hom bre y la mujer le oyeron acercarse, quizá oyeron el rum or de las hojas caídas al ser pisadas (si es que en el Edén podían caer las hojas de los árboles), y se escondieron entre la arboleda, porque sentían vergüenza de que El los pudiese ver desnudos. Pero Dios los llamó para que saliesen de la espesura, y cuando la confundida pareja le contó cómo había desobedecido sus órdenes y comido del fruto del árbol del conoci­ miento, se encendió en ira y maldijo a la serpiente, a la que condenó 26

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a caminar sobre el vientre, a comer polvo y a ser enemiga de la humanidad por todos los días de su vida; maldijo también la tierra y la condenó a producir espinos y abrojos; maldijo a la mujer, y la condenó a sufrir las molestias de la gravidez y a parir hijos con dolor, y a estar sujeta a su marido; maldijo al hom bre y le condenó a arrancar de la tierra el pan de cada día con el sudor de su frente, y a tornar al polvo del que había salido. Tras haber desahogado su ira con las copiosas maldiciones, la divinidad, irascible pero blanda de corazón, se aplacó hasta el punto de hacer túnicas de piel para reemplazar los insuficientes mandiles de hojas de higuera de los culpables; y, cubierta con las nuevas vestiduras, la avergonzada pareja se retiró entre los árboles, mientras al oeste moría el crepúsculo y se espesaban las sombras en el Paraíso perdido. E n esta narración todo gira alrededor del árbol de la ciencia del bien y del mal: por así decirlo, él ocupa el centro del escenario en que se desarrolla la gran tragedia, mientras el hombre, la mujer y la serpiente parlante se agrupan a su alrededor. Pero un examen más atento nos permite percibir un segundo árbol, que se levanta al lado del otro en medio del jardín. Se trata de un árbol muy especial, nada menos que del árbol de la vida, cuyos frutos confieren la inmortali­ dad a todo aquel que los come. Y sin embargo, en la presente descripción de la caída, un árbol tan maravilloso no desempeña papel alguno. La fruta que pende de sus ramas al alcance de la mano pasa inadvertida; a diferencia de lo sucedido con el árbol del conocimiento, no le afecta la prohibición divina; y no obstante nadie piensa que valga la pena alargar la m ano y probarla, para vivir para siempre. Los ojos de los actores se hallan vueltos hacia el árbol del conocimiento: no parecen percibir el árbol de la vida. Tan sólo cuando ya todo ha pasado dirige Dios el pensamiento al árbol magnífico que se levanta ignorado, colmado de posibilidades infini­ tas, en medio del jardín; y con el tem or de que el hombre, que se ha hecho semejante a El en cuanto al conocimiento, tras haber comido de la fruta del prim er árbol, pueda hacerse también su semejante una vez haya comido del segundo árbol, y se haga inmortal, lo expulsa del jardín y pone «al oriente del vergel del Edén a los querubines, y una espada flamígera que se revolvía a todos lados para guardar el camino del árbol de la vida», para que a partir de ese momento nadie pueda comer del fruto mágico y vivir por siempre. De m odo que, mientras a lo largo de la conmovedora tragedia que ocurre en el Edén nuestra atención se halla fija exclusivamente en el árbol del conocimiento, en la gran escena final de transformación, cuando la magnificencia del Paraíso se desvanece para siempre dejando paso a la luz del día común, lo único que vislumbramos del jardín, en el que la felicidad no había sido

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meramente un sueño, es el árbol de la vida iluminado por los rayos tenues e inusitados de las espadas esgrimidas por los escuadrones angélicos. Al parecer, se reconoce en general que en la narración de los dos árboles se ha deslizado alguna confusión, y que en el relato original el árbol de la vida no desempeñaba el papel puramente pasivo y espectacular qué se le atribuye en la versión actual. Algunos han pensado que originalmente existieron dos historias diferentes de la caída, en una de las cuales sólo figuraba el· árbol del conocimiento, y que esas dos historias fueron fundidas con poca pericia en un único relató por una mano que conservó una de ellas prácticamente intacta, mientras que recortó y adornó la otra hasta dejarla casi irreconocible. Muy bien pudo haber sucedido eso, pero quizás habría que buscar en otra dirección la solución del problema. En esencia, toda la historia de la caída parece ser una tentativa para explicar la mortalidad del hombre, un intento de darnos a conocer cómo la muerte surgió en el mundo. Cierto que nó se dice del hombre que hubiese sido creado inm ortal y que hubiera perdido la inmortalidad por su desobediencia; pero tampoco se dice que hubiese sido creado mortal. Antes bien, se nos da a entender que se le ofrecieron ambas oportunidades, la de la inmortalidad y la de la mortalidad, y que de él dependió la elección en favor de la una o la otra; porque él árbol de la vida se hallaba al alcance de la mano y su fruto no había sido prohibido; le bastaba tender la mano, cogerlo y comerlo para poder vivir eternamente. Y aún hay más: no sólo no se le prohibió al hom bre comer del árbol de la vida, sino que implícitamente se le permitió hacerlo, si no es que se le animó a ello, pues el Creador le había dicho expresamente que podía comer libremente de todos los árboles que se hallaban en el jardín, con la única excepción del árbol de la ciencia del bien y del mal. De modo que, al poner en el jardín el árbol de la vida y al no prohibir comer de su fruto, Dios aparentemente tenía la intención de dar al hombre la opción o al menos la posibilidad de adquirir la inmortalidad; pero el hom bre perdió la oportunidad que se le ofrecía al inclinarse por el otro árbol y comer del fruto que Dios había prohibido, con la advertencia de muerte inmediata en caso de desobediencia. Todo lo cual nos lleva a pensar que se trataba de un árbol de la muerte y no de un árbol del conocimiento, y que bastaba con probar de su fruto mortal para que, aparte de cualquier cuestión de obediencia o desobediencia a un mandato divino, el resultado fuese la muerte irremediable del transgresor. Lo que de ello se deduce está por completo de acuerdo con la advertencia de Dios al hombre: «Mas de él no comerás, porque el día en que comas de él morirás sin remedio». Por consiguiente podemos muy bien suponer que en el

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relato original aparecían dos árboles, un árbol de la vida y un árbol de la muerte; que dependía del hom bre comer de uno y vivir eternamente o comer del otro y m orir; que Dios, por puro am or hacia sus criaturas, aconsejó al hom bre comiese del árbol de la vida y le advirtió que no comiese del árbol de la muerte; y que el hombre, engañado por la serpiente, comió del mal árbol y perdió como castigo la inmortalidad que su benevolente Creador había intentado concederle. Esta hipótesis tiene por lo menos la ventaja de restaurar el equilibrio entre los dos árboles y de hacer claro, sencillo y coherente el relato. Elimina al mismo tietnpo la necesidad de suponer dos relatos originales y distintos que hubiesen sido torpem ente hilvana­ dos por un redactor chapucero. Pero además la hipótesis se ve apoyada por otra consideración más profunda. El personaje del Creador aparece, gracias a ella, mucho más atractivo: elimina por completo la sospecha de envidia y celos, por no decir de cobardía y malicia, que en virtud de la versión del Génesis ha quedado hasta el presente como una mancha que afea su reputación, ya que, de acuerdo con esa versión, Dios no veía con buenos ojos que el hom bre llegase a poseer la ciencia del bien y del mal y la inmortali­ dad; deseaba seguir siendo el único en disfrutar de ambas cosas, y temía que si el hom bre llegaba a conseguir una cualquiera de ellas se volvería igual a su Hacedor, lo cual no podía de ninguna manera ser tolerado. Por consiguiente prohibió al hom bre que comiese del árbol de la ciencia del bien y del mal, y cuando el hom bre desatendió la prohibición y comió de la fruta, Dios lo arrojó del Paraíso y le impidió retornar a él, con el fin de evitar que pudiese comer del otro árbol y alcanzar la inmortalidad. Los motivos de Dios eran mezqui­ nos y su conducta déspreciable,. Incluso unos y otra desentonan por completo con el comportamiento previo de Dios, que lejos de escatimar nada al hombre, había hecho todo lo posible para hacerle la vida dichosa y cómoda con la creación de un hermoso jardín que le sirviese de deleite, pájaros y animales que le divirtiesen y una mujer que le hiciera compañía y fuese su esposa. No cabe duda de que se halla mucho más en armonía, tanto con el tenor del relato como con la bondad del Creador, el suponer que éste trató de coronar su buena voluntad para con el hom bre con la bendición de la inmortalidad, y que su amorosa intención se vio únicamente frustrada por la superchería de la serpiente. Pero todavía hemos de preguntarnos por qué la serpiente engañó al hombre. ¿Qué motivos pudo tener ésta para privar al hombre, a toda la especie humana, de aquel gran privilegio que el Creador le tenía destinado? ¿No fue más que puro entrometimiento su inter­ vención, o hubo algún designio oscuro detrás de todo el asunto? La

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descripción contenida en el Génesis deja sin contestar éstas pregun­ tas. Con su mentira, la serpiente no sale ganando nada; al contrario, sale perdiendo, porque Dios la maldice y la condena, a partir de ese m om ento, a arrastrarse sobre el vientre y lamer el polvo. Pero quizá su conducta no fue tan gratuitamente maliciosa y desprovista de propósito como parece a primera vista. Se nos dice que era el más astuto de los animales que poblaban el lugar: ¿mostró realmente su sagacidad destruyendo las oportunidades del hom bre sin por ello mejorar las propias? M uy bien podríamos suponer que en la historia original la serpiente justificó; su reputación apropiándose de la bendición de que despojó a nuestros padres; es decir, que mientras persuadía a la mujer a que comiese del árbol de la muerte, ella misma había comido del árbol de la vida y alcanzado así la inmortalidad. La suposición no es tan descabellada como podría parecer a primera vista. N o son pocas las historias halladas entre los salvajes acerca del origen de la muerte — historias que relataré inmediatamente— en las que las serpientes se las ingenian para ser más. listas que el hombre, o para intim idarlo con el fin de conseguir en beneficio propio la inmortalidad que originalmente estaba destinada a él: muchos pueblos salvajes creen que con el cambio anual de piel las serpientes y otros animales renuevan su juventud y son inmortales. Parece ser que los semitas tenían la misma creencia; porque según el antiguo escritor fenicio Sanchuniaton la serpiente era el animal de vida más dilatada, ya que tenía la facultad de despojarse de su piel y conservar así su juventud. Y si los fenicios explicaban de esa manera la longevidad de la serpiente y la tenían por fundada, sus vecinos y parientes, los hebreos, muy bien pudieron haber hecho lo mismo. Se sabe que los hebreos parecen haber pensado que las águilas recobran la juventud m udando las plumas; y si eso es así, ¿por qué no habrían de hacer otro tanto las serpientes con el cambio de piel? Tampoco cabe duda de que en el relato épico de Gilgamesh, uno de los m onum entos literarios más antiguos de la raza semítica y bastante más antiguo que el Génesis, se encuentra expresada la idea de que la serpiente engañó al hom bre y le robó la inmortalidad al apoderarse de una planta que daba la vida y que los altos poderes habían destinado para provecho de nuestra especie. En ese famoso relato se dice que el deificado Utanapistim reveló al héroe Gilga­ mesh la existencia de una planta que tenía la maravillosa facultad de renovar la juventud de quien la probase, planta que llevaba el nom bre de «el-viejo-se-vuelve-joven»; se dice también que Gilga­ mesh buscó la planta y alardeó de que la comería y recuperaría así la perdida juventud, pero que antes de poder poner en ejecución su proyecto la serpiente se la robó, mientras él se bañaba en las frías aguas de un estanque o arroyo; y que, finalmente, privado de la

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posibilidad de realizar el acariciado sueño de la inmortalidad, Gilgamesh se sentó sobre una piedra y lloró amargamente. Cierto que el relato no dice que la serpiente comiese de la planta y obtuviese para sí la inmortalidad; pero la omisión puede ser debida sencillamente al estado en que se encontró el texto, que resulta oscuro y defectuoso, y, aun en el caso de que el poeta que lo escribió hubiese guardado silencio al respecto, las versiones paralelas de la historia, que citaré, nos permiten colmar el vacío con un grado de probabilidad bastante elevado. Esos relatos paralelos sugieren ade­ más, aunque no puedan probarlo, que en el original de la historia, mutilado y deformado por el escritor jahvista, la serpiente actuó como mensajero enviado por Dios para llevar al hom bre las gratas nuevas de la inmortalidad, y que el astuto animal cambió el mensaje en beneficio propio y para desgracia nuestra. El don de la palabra, que- utilizó con fines tan reprobables, le había sido dado para que pudiese actuar como embajador de Dios ante él hombre. E n resumen, si se nos permite juzgar a partir de la comparación de las diferentes versiones difundidas entre numerosos pueblos, la verdadera historia original de la caída del hom bre discurre más o menos de la siguiente manera. El bondadoso Creador, tras haber formado el primer hom bre y la prim era mujer con el barro de la tierra y tras haberles insuflado vida mediante el sencillo procedimien­ to de soplar en sus narices y bocas, puso a la feliz pareja en un paraíso terrenal en el que, libres de cuidados y fatigas, podían vivir de los frutos exquisitos de un jardín maravilloso, en el que las aves y otros animales retozaban alrededor de ambos con seguridad desprovista de temor. Para coronar su obra, Dios tenía la intención de otorgar a nuestros primeros padres el don inapreciable de la inmortalidad, aunque no sin antes haberlos hecho árbitros de su propio destino dándoles libertad para aceptar o rechazar la dádiva ofrecida. Con - tal fin plantó en medio del jardín dos árboles magníficos que daban frutos de muy diferente naturaleza; el fruto de uno de ellos llevaba la muerte al que lo gustase; el del otro concedía la vida eterna. A continuación envió a la serpiente para que saliese al paso del hom bre y de la mujer y les hiciese conocer el siguiente mensaje: «No comáis del árbol de la muerte, porque el día que lo hagáis moriréis sin remedio; más bien comed del árbol de la vida y viviréis eternamente». Pero la serpiente era el más astuto de los animales creados, y en camino hacia el cumplimiento de su misión se le ocurrió la idea de cambiar el mensaje; de modo que cuando llegó al jardín maravilloso y encontró en él sola a la mujer le dijo: «Esto dice Dios: no comáis del árbol de la vida, porque si comiereis de él moriréis sin remedio: comed en cambio del árbol de la muerte y viviréis eternamente». La im prudente dio crédito a las

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engañosas palabras y comió del fruto fatal; lo ofreció también al marido, y él también comió. En cambio la sagaz serpiente comió del árbol de la vida. Por ese m otivo los hombres han sido mortales y las serpientes inmortales desde entonces, porque las serpientes se despojan anualmente de su piel y así recobran la juventud. Si la serpiente no hubiese cambiado el amable mensaje de Dios y no hubiese engañado por consiguiente a nuestra prim era madre, los inmortales habríamos sido nosotros y no las serpientes; y del mismo m odo que lo hacen ellas ahora, nos despojaríamos nosotros, cada año, de nuestra piel y renovaríamos con ello eternamente nuestra juventud. La probabilidad de que esa (o alguna parecida a esa) haya sido la forma original de la historia va apoyada por la comparación de los siguientes relatos, que por comodidad pueden ser agrupados bajo dos títulos diferentes: «La historia del mensaje alterado» y «La historia de la m uda de piel».

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h is t o r ia

d e l m e n s a je a l t e r a d o

Como muchos otros pueblos salvajes, el de los namaquas u hotentotes asocia las fases de la luna con la idea de la inm ortalidad, e interpreta el aumento y disminución aparentes del disco lunar como un proceso real y periódico de desintegración e integración, de decadencia y renacimiento, repetido perpetuamente. Incluso interpretan la salida de la luna y su puesta diaria como si se tratase del nacimiento y la muerte del satélite. Cuentan que una vez, hace m ucho tiempo, la luna quiso enviar a la humanidad un mensaje de inm ortalidad, y que la liebre se ofreció para el papel de mensajero. Así pues, la luna le encargó que fuese a ver a los hombres y les dijese las siguientes palabras: «Del mismo modo que yo m uero y renazco de nuevo, también vosotros moriréis y volveréis a la vida». Por consiguiente, la liebre se encaminó en busca de los hombres; pero ya fuese por olvido, ya por malicia, invirtió el mensaje y dijo: «De la misma manera que muero y no volveré a la vida, también vosotros moriréis y no volveréis a la vida». Entonces regresó donde se encontraba la luna y ésta le preguntó qué había dicho a los hombres al entregar el mensaje que ella le había encomendado. La liebre se lo dijo y cuando la luna se enteró de que el mensaje había sido cambiado se enfadó de tal manera que arrojo un bastón contra el animal y le partió el labio. Por eso el labio de las liebres se halla todavía hendido. Y la liebre escapó corriendo y aún sigue corriendo en nuestros días. Algunos dicen, sin embargo, que antes de huir clavó las uñas en el rostro de la luna, que aún conserva las huellas

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de la agresión, como cualquiera puede verificar por sí mismo en una noche de luna clara. Pero los namaquas todavía se sienten enojados con la liebre que les robó la inmortalidad. Los ancianos de la tribu solían decir: «Todavía estamos enfadados con la liebre, porque nos trajo un mensaje tan equivocado, y por ello no la comemos». De aquí que cuando llega el día en que ün joven ya crecido pasa a ocupar su sitio entre los hombres, se le prohíba comer carne de liebre e incluso ponerse en contacto con un fuego en el que haya sido asada una liebre. Si alguien desobedece la orden, no son raros los casos en que se le expulsa del poblado. Sin embargo, mediante el pago de una multa se le permite volver a formar parte de la comunidad. Los bosquimanos narran una historia parecida, con algunas diferencias de poca monta. Según ellos, la luna dijo originalmente a los hombres: «Del mismo modo que yo muero y vuelvo a la vida, también vosotros lo haréis; cuando muráis no moriréis por comple­ to, sino que resucitaréis». Pero hubo un hombré que no quiso creer la buena nueva de la inmortalidad, y no quiso tampoco quedarse callado y guardar para sí su incredulidad. Porque habiendo m uerto su madte, la lloraba a grandes voces y nadie podía persuadirlo de que volvería de nuevo a la vida, y que se trataba tan sólo de una muerte pasajera. Sobre asunto tan penoso tuvo lugar una airada disputa entre él y la luna. «Tu madre está dormida», decía la luna. «Está muerta», respondía el hombre. Y no había quien los apacigua­ ra, hasta qué por fin la luna perdió la paciencia y golpeó al hom bre en la cara con el puño, y con el golpe le partió la boca. Y a continuación lo maldijo diciendo: «Su boca se quedará así para siempre, aunque sea una liebre. Porque liebre será él. Correrá velozmente a saltos y regresará dándose vuelta repentinamente. Los perros le darán caza y cuando la hayan cogido la destrozarán. M orirá sin remedio. Y los demás hombres, cuando mueran, morirán para siempre. Porque no quiso creerme cuando le pedí que no llorase por su madre, ya que ella volvería de nuevo a la vida. ‘N o’, me respondió él, ‘mi madre no volverá a la vida’. Por eso se transfor­ mará en una liebre. Y la gente m orirá sin remedio, porque él me contradijo abiertamente cuando le dije que ocurriría con la gente lo mismo que ocurre conmigo, y que volverían a la vida después de que hubiesen muerto». De m odo que un justo castigo recayó sobre el hom bre por su escepticismo, ya que fue transformado en libre y liebre ha sido desde entonces. Pero todavía conserva restos de carne humana en el muslo, y esa es la razón por la que los bosquimanos, cuando matan una liebre, no comen esa porción del muslo, sino que la cortan y la tiran, porque se trata de carne humana. Y los bosquimanos dicen además: «Por culpa de la liebre nos maldijo la

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luna y. nos morimos sin remedio, Si no hubiese sido por ella, volveríamos a la vida después de muertos. Pero la liebre no quiso creer las palabras de la luna y· la desmintió abiertamente». En esta versión bosquimana del relato, la liebre no es el an im al,que .actúa como mensajero entre Dios y el hombre, sino un escéptico humano que por haber puesto en duda el evangelio de la inm ortalidad fue transform ado en liebre y arrastró consigo a toda la especie humana a la pérdida de la inmortalidad. Puede que esa sea una forma más antigua de la historia de la caída que la de los hotentotes,; pues en ésta la liebre se limita a ser solamente una liebre y nada más. Los nandi, del Africa oriental británica, cuentan una historia en la que el origen de la m uerte es atribuido al mal hum or de un perro, que trajo las nuevas de la inm ortalidad a los hom bres, pero que no habiendo sido recibido con la solemnidad debida a un em bajador tan augusto, cambió el mensaje en un bufido de enojo y condenó a la hum anidad al triste destino al que ha estado sujeta desde entonces. El relato dice lo siguiente. Cuando los prim eros hom bres vivían sobre la tierra un perro se acercó a ellos cierto día y les dijo: «Todos los hombres m orirán, com o m uere la luna, pero a diferencia de ella vosotros no volveréis a la vida a menos que me deis, a beber leche de vuestras calabazas y a sorber cerveza con vuestras pajas. Si así lo hacéis, me arreglaré para que vayáis al río al m orir y para que volváis a la vida al tercer día». Pero la gente se burló del perro y le dio a beber leche y cerveza en una bacinilla. Al perro le pareció mal que no se le sirviese en los mismos recipientes en los que se servía a los hum anos, y aunque se guardó el orgullo en el bolsillo y bebió la leche y la cerveza que, le ofrecían de tan indigna manera, se fue muy enojado diciendo: «Todos m oriréis y sólo la luna retornará a la vida». P or eso cuando la gente muere ya no regresa, mientras que la luna se va y vuelve al cabo de tres días de ausencia. Si la gente hubiese dado a aquel perro una calabaza para que bebiese la leche en ella y una paja para sorber la cerveza, todos resucitaríamos al cabo de tres días después de nuestra m uerte, como sucede con la luna. E n este relato, no se nos dice nada acerca del personaje que envió al perro con el mensaje de inm ortalidad para los hom bres; pero a partir de la referencia del mensajero de la luna y de la com paración con la historia contada por los hotentotes podem os deducir, con visos de prpbabilidad, que fue la luna la que empleó al perro para que llevase a cabo el encargo, y que el animal, falto de escrúpulos, se condujo im pro­ piam ente y aprovechó la oportunidad que se le ofrecía para conseguir privilegios en beneficio propio, a los cuales no tenía, estrictam ente hablando, derecho alguno.

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En todos estos relatos se encarga a un único mensajero llevar un úñ trascendental mensaje y se atribuye el resultado fatal de la m isión ál descuido o la malicia del enviado. Sin embargo, en algunos relatos de los orígenes de la m uerte son dos los mensajeros despachados, y se dice que la causa de la m uerte fue la tardanza del mensajero que llevaba la buena nueva de la inm ortalidad, ó su conducta reprobable; Se conoce una narración hotentote de la causa'de la m uerte, escrita conform e a esa versión de las cosas. Se dice en ella que en cierta ocasión la luna envió a un insecto con el siguiente mensaje a los hom bres: «Irás a donde están los hom bres y les dirás: Del mismo m odo que yo m uero y m uriendo vivo, así también vosotros moriréis y m uriendo viviréis». El insecto partió a llevar el mensaje, peró en el camino le salió al paso la liebre que deteniéndose a su lado le preguntó: «¿Cuál es la diligencia que-te ha sido encomendada?» A lo que el insecto respondió: «Me envía la luna a los hom bres, para que les diga que así como ella m uere y m uriendo vive, también ellos m orirán y m uriendo vivirán». La liebre dijo: «Como tú eirés Un corredor mediocre, deja que vaya yo en tu lugar». Y se fue corriendo con el mensaje mientras el insecto la seguía avanzando lentamente. Cuando llegó junto a los hombres, la liebre alteró el mensaje que se había encargado oficiosamente de entregar, y les dijo: «Me envía la luna para que os diga lo siguiente: Así como yo m uero y al m orir desaparezco, de la misma manera m oriréis también vosotros y desapareceréis definitivamente». L ue­ go la liebre retornó a la luna y le contó lo que había dicho a los hom bres. La luna se enfadó m ucho y reprochó a la liebre lo que había hecho, diciéndole: «¿Te has atrevido a decirle a la gente algo que yo no había dicho?» Y cogió un bastón que tenía al lado e hirió con él a la liebre en la nariz. Por eso la nariz de la liebre ha permanecido partida hasta nuestros días. Una historia parecida, con algunas variaciones leves, es la que cuentan los bosquimanos tati o masarwas, que viven en el protecto­ rado de Bechuanalandia, en el desierto de Kalahari y en algunas partes del sur de Rodesia. Los antepasados, dicen, narran la siguiente historia. La luna deseaba enviar un mensaje a los primeros habitantes de la tierra, para decirles que así como ella moría y volvía de nuevo a la vida, también ellos habrían de m orir y muriendo volverían de nuevo a la vida. De m odo que la luna llamó a la tortuga y le dijo: «Vete a donde están esos hombres y dales el siguiente mensaje de mi parte: diles que así como yo m uriendo vivo, así ellos muriendo volverán a la vida». Pero la tortuga caminaba con gran lentitud e iba repitiendo constantemente el mensaje para sí misma con el fin de no olvidarlo. La luna se impacientó por la lentitud y la frágil memoria del animal, de modo que llamó a la liebre y le dijo: «Tú

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eres una corredora veloz. Tom a este mensaje y llévalo a los hombres: Del m odo que yo m uriendo vuelvo a vivir, .también vosotros m uriendo viviréis de nuevo». Con lo cual la liebre partió para cumplir su misión, pero con las prisas olvidó el mensaje, y como no quería m ostrar ante la luna su falta de memoria entregó el mensaje a los hombres de la siguiente manera: «Del m odo que yo m uriendo vuelvo a vivir, así vosotros m uriendo moriréis . para siempre». Tal fue el mensaje entregado por la liebre. Mientras tanto la tortuga había vuelto a recordar las palabras que le había com uni­ cado la luna y por segunda vez había em prendido el camino para llevar a cabo la misión que le había sido encomendada. «Esta yez — se dijo— no me olvidaré del mensaje». Llegó a donde estában los hombres y les transmitió las palabras de la luna. Cuando los hombres las hubieron escuchado se sintieron muy irritados con la liebre, que se hallaba sentada a alguna distancia. Se encontraba mordisqueando la hierba, tras la carrera. Uno de los hombres corrió hacia ella y después de haber cogido una piedra se la arrojó. La piedra golpeó a la liebre precisamente en la boca y le hendió el labio superior;1de ahí que el labio superior de las liebres haya estado hendido desde entonces. Por esa razón, hasta nuestros días, las liebres nacen con el labio hendido. Y así termina la historia. También los negros de la Costa de O ro cuentan la historia de los dos mensajeros, que en esa versión son una oveja y una cabra. Uno de los nativos contó de la siguiente manera la historia a un misionero suizo de Akropong. Al principio, cuando existían la tierra y los cielos pero aún no había ningún hom bre sobre la tierra, cayó una gran lluvia, y tan pronto como hubo cesado descendió de cielo a la tierra una gran cadena de la que pendían siete hombres. Estos hombres habían sido creados por Dios y llegaron a la tierra con ayuda de la cadena. Trajeron con ellos el fuego y prepararon en él la comida. N o mucho tiempo después Dios envió del cielo una cabra para que entregase el siguiente mensaje a los siete hombres: «Existe una cosa llamada Muerte; algún día golpeará a alguno de vosotros; pero aunque moriréis, no pereceréis definitivamente, sino que vendréis a mí, aquí en los cielos». La cabra emprendió el camino, pero al acercarse a la ciudad tropezó casualmente con un matojo de hierbas que le pareció apetitoso, de m odo que se detuvo y comenzó a mordisquearlo. Cuando Dios vio que la cabra se demoraba en vez de seguir su camino, envió una oveja tras haberle entregado el mismo mensaje. La oveja cumplió su misión, pero no dijo lo que Dios le había encargado que dijese, sino que alteró el mensaje de la siguiente manera: «Cuando os llegue la muerte pereceréis y no tendréis lugar alguno adonde ir». Más tarde llegó la cabra y dijo: «Dios dice que moriréis, es verdad, pero que sin embargo no será

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ese vuestro fin, porque iréis a El». Pero los hombres le respondie­ ron: «No es así, cabra; Dios no te ha dicho eso. Lo que la oveja nos ha dicho antes que tú, eso debemos esperar». E n una versión ashanti de la historiadlos dos mensajeros son también una cabra y una oveja, y se atribuye la alteración del mensaje unas veces a uno de los animales y otras al otro. Los ashanti cuentan que hace tiempo los hombres eran felices porque Dios residía entre ellos y hablaba con ellos cara a cara. Pero aquellos días dichosos no duraron mucho. Un día aciago sucedió que unas mujeres estaban triturando una mezcla de granos en un m ortero, mientras Dios estaba por allí mirando. Por algún motivo desconocido les molestaba la presencia divina, por lo cual le dijeron a Dios que se marchase, y como El no lo hiciese con,la celeridad suficiente, le golpearon con los mangos de m ortero que empuñaban. Entonces Dios se enfadó y abandonó definitivamente el m undo, dejándolo bajo la dirección de los fetiches, y aún en nuestros días la gente dice: «Ay, si no hubiese sido por aquella mujer vieja, ¡qué felices seríamos!» Sin embargo, Dios era compasivo, e incluso después de haber subido a las alturas envió un mensaje de paz por intermedio de una cabra, para que dijese a los hombres que habitaban la tierra: «Existe una cosa que llaman M uerte y que matará a alguno de vosotros. Pero aunque muráis no pereceréis definitiva­ mente, sino que vendréis a reuniros conmigo en el cielo». De m odo que la cabra partió con ese mensaje de alegría para los corazones. Pero antes de llegar a la ciudad vio unos matojos tentadores al lado del camino y se detuvo a ramonearlos. Cuando Dios dirigió abajo la mirada desde el cielo y vio a la cabra demorándose en el camino, envió a una oveja con el mismo mensaje portador de las jubilosas nuevas a los hombres, para que les fuese entregado sin demora. Pero la oveja no transmitió correctamente el mensaje. Muy al contrario, dijo: «Dios os advierte que moriréis y que en ese momento pereceréis definitivamente». Cuando la cabra hubo terminado de comer trotó hacia el pueblo y entregó su mensaje diciendo: «Dios os advierte de que ciertamente moriréis, pero ese no será el fin definitivo para vosotros, porque iréis a reuniros con El». Pero los hombres respondieron a la cabra lo siguiente: «No es así, cabra, no es eso lo que Dios ha dicho. Creemos que el mensaje que nos ha traído la oveja es el verdadero y el único que nos ha enviado Dios». Esa malhadada incomprensión fue el comienzo de la muerte entre los hombres. Sin embargo, en una distinta versión ashanti, los papeles desempeñados por la cabra y la oveja se hallan invertidos. La oveja es la que aporta las nuevas de la inmortalidad a los hombres, pero la cabra se le adelanta y les ofrece en cambio la muerte. E n su inocencia los hombres aceptaron alegremente la

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muerte, sin saber de qué se trataba, y por ello desde entonces han m uerto siempre. E n todas estas versiones de la historia el mensaje es enviado por Dios a los hombres, pero en otra, recogida en la región de Togo, al oeste de Africa, son los hombres los que envían un mensaje a Dios. Dice la leyenda que en una ocasión los hom bres enviaron un perro a ¿)ios para decirle que les gustaría volver a la vida una vez que hubiesen muerto. De m odo que el perro partió a la carrera para entregar el mensaje. Pero én el camino sintió hambre y entró en úna casa en la que un hombre estaba hirviendo unas hierbas mágicas. El perro se sentó y se dijo: «Este hom bre está preparando algo para comer». E ntretanto, la rana había partido para decirle a Dios que, cuándo muriesen, los hombres preferían no volver de nuevo a la vida. Nadie había encargado a la rana llevar mensaje alguno; se trataba de un puro entrometimiento e impertinencia de su parte. Pero a pesar de todo, ella se puso en camino. El perro, que se hallaba todavía sentado y vigilaba atentamente la cocción del caldo infernal, la vio pasar por delante de la puerta pero pensó para sí: «Tan pronto como haya comido algo no tardaré en alcanzar a la rana». Sin embargo, la rana llegó la primera y dijo a la divinidad: «Los hombres prefieren no volver a la vida una vez muertos». Más tarde llegó el perro y dijo a su vez: «Los hombres prefieren volver a la vida una vez muertos». Naturalmente Dios quedó perplejo y dijo al perro: «Verdaderamente no entiendo esos dos mensajes contradictorios. Como la primera petición que me ha llegado ha sido la de la rana, será esa la que yo conceda. N o haré en cambio lo que tú me pides». P or ese motivo mueren los hombres y no vuelven de nuevo a la vida. Si la rana se hubiese ocupado de sus asuntos en lugar de mezclarse en los ajenos, los muertos habrían vuelto a la vida hasta nuestros días. Pero las ranas vuelven a la vida cuando truena al comienzo de la estación de las lluvias, tras haber estado muertas durante la estación seca en tanto sopla el viento harmatán. Entonces, mientras cae la lluvia y retumba el trueno se las puede oír croando en el pantano. Vemos pues que la rana tenía motivos particulares para alterar el mensaje. Consiguió para sí la inmortalidad que robó a los hombres. E n todas esas historias se atribuye el origen de la muerte al engaño intencionado o a la torpeza de uno de los dos mensajeros. Sin embargo, de acuerdo con otra versión de la historia, muy difundida en medio de las tribus bantúes de Africa, la muerte tuvo por causa no el error cometido por el mensajero, sino la inconse­ cuencia de Dios, que tras haber decidido conceder a los hombres la inmortalidad, cambió de parecer y decidió hacerlos mortales o dejar que lo siguiesen siendo. Y por desgracia para los hombres, el

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segundo mensajero, portador del mensaje de muerte, se anticipó al primero, que llevaba las nuevas de la inmortalidad. En esa versión de la leyenda el camaleón figura como mensajero de vida y el lagarto como mensajero de muerte. Así, los zulúes dicen que al principio Unkulunkulu, es decir, el Viejo más Viejo, envió al camaleón con un mensaje que decía: «Ve, camaleón, ve y díles: ¡Que los hombres no mueran!» El camaleón se puso en camino, pero avanzaba muy despacio y se entretenía por el campo para comer los frutos púrpura del ubukbeweyane o los de las moreras; sin embargo, algunos dicen que el animal se subió a un árbol para calentarse al sol, tras haberse llenado la panza de moscas, y que se durm ió profundamente. Entretanto el Viejo más Viejo había reflexionado y enviado un lagarto a toda prisa tras el camaleón con un mensaje muy diferente para los hombres, porque había dicho al animal: «Lagarto, cuando hayas llegado di a los hombres: ¡Que los hom bres mueran!» D e modo que el lagarto partió corriendo, adelantó al camaleón haragán y al llegar el primero junto a los hombres les entregó el mensaje de muerte didéndoles: «¡Que los hombres mueran!» Después de lo cual se dio la vuelta y regresó al Viejo más Viejo que le había enviado. Pero después de su partida llegó por fin el camaleón junto a los hombres, con sus gozosas nuevas de inmortalidad, y les gritó alborozado: «Se me ha dicho: ¡Que los hombres no mueran!» Pero los hom bres le respondieron: «Oh, ya hemos oído la palabra del lagarto: él nos ha dicho las nuevas: se nos ha dicho ‘¡Que el hom bre muera!’ No podemos prestar oídos a tus palabras. A causa de las palabras del lagarto, los hombres morirán». Y desde entonces, los hombres han muerto, desde aquel día hasta el presente. Por ello los zulúes odian al lagarto y lo matan cuando lo encuentran, porque dicen: «Este es el máximo ejemplo de lo defectuoso, porque al principio de los tiempos corrió a decirles a los hombres que tendrían que morir». Pero otros odian y persiguen o matan al camaleón porque dicen: «Este es el miserable que se dem oró para decirles a los hombres que no tendrían que morir. Si nos lo hubiese dicho a tiempo ahora no estaríamos sujetos a la muerte tampoco nosotros; también vivirían aún nuestros antepasados; no habría enfermedades sobre la tierra. Se debe todo a la tardanza del camaleón». Otras tribus bantúes, tales como la de los bechuanas, los basutos, los baronga, los ngoni y a lo que parece también la de los wa-sania del Africa oriental británica cuentan la misma historia casi de la misma manera. También se la encuentra bajo ropaje ligeramente diferente entre los hausas, que no son un pueblo bantú. Los baronga y los ngoni sienten aun hoy animosidad por el camaleón, que con su holgazanería trajo la muerte al mundo. Por eso, cuando atrapan un camaleón que trata de subir a un árbol le hacen abrir la boca y

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le echan entonces sobre la lengua un trozo de tabaco; el camaleón se retuerce y cambia de color, pasando del amarillo al verde y del verde al negro en medio de las agonías de la muerte, mientras los salvajes contemplan con regocijo sus sufrimientos y vengan de ese m odo el mucho mal que esa bestia hizo a la humanidad. De m odo que en Africa se halla ampliamente difundida la creencia de que hubo un tiempo en que Dios tenía el propósito de conceder la inmortalidad al hombre, pero que su plan de bondad fracasó por culpa del mensajero encargado de llevar el mensaje de la buena nueva.

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M uchos salvajes creen que en virtud del poder de mudar periódicamente de piel ciertos animales, y en particular la serpiente, recobran la perdida juventud y no mueren nunca. E n esa creencia, cuentan historias que explican cómo hicieron esas criaturas para recibir la dádiva de la inmortalidad, mientras que el hom bre se quedaba sin ella. Así por ejemplo, los wafipa y wabende del Africa oriental dicen que cierto día Dios, al que llaman Leza, bajó a la tierra y dirigiéndose a todos los seres vivos les habló de esta manera: «¿Quién desea no morir?» Por desgracia el hom bre y los demás animales se encontraban entonces dormidos; solamente la serpiente se hallaba despierta y se apresuró a contestar: «Yo quiero». Esa es la. razón de que los hombres y los demás animales mueran. La serpiente es la única que no muere de un m odo natural. Sólo muere si alguien la mata. Todos los años muda de piel y con ello recobra la juventud perdida y sus energías. D e manera semejante los dusun, del Borneo septentrional britá­ nico, dicen que cuando el Creador hubo term inado de hacer todas las cosas preguntó: «¿Quién es capaz de m udar de piel? Si alguien puede hacerlo, ese no morirá». Sólo la serpiente oyó esas palabras, y se apresuró a contestar: «Yo puedo». Esa es la razón de que hasta nuestros días la serpiente no muera a menos que el hom bre la mate. Los dusun no oyeron la pregunta divina; de lo contrario se habrían despojado de su piel y ahora no existiría la muerte para ellos. De m odo parecido los todjo-toradja, de las Célebes centrales, cuentan que una vez, hace mucho tiempo, Dios convocó a los hombres y a los animales con el fin de determ inar lo que habría de dar a cada uno. Entre los dones ofrecidos por la divinidad figuraba el siguiente: «Nos desprenderemos de nuestra vieja piel». Por desgracia, en ese momento tan im portante la humanidad se hallaba

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representada por una anciana ya senil que no oyó la tentadora propuesta. Pero los animales que mudan de piel, tales comp la serpiente y los camaleones, la oyeron y aceptaron la oferta. Igualmente los naturales de Vuatom, una de las islas del archipiélago de Bismarck, cuentan que un cierto To Konokonom íange pidió a dos muchachos que fuesen a buscar fuego y les prom etió que si lo hacían no morirían nunca, mientras que si se negaban sus cuerpos perecerían, aunque sus almas o sombras sobrevivirían. Ejlos no le prestaron atención, de m odo que él los maldijo diciendo: «¿Cómo? ¿Habríais podido vivir eternamente y os negáis? Pues ahora moriréis, aunque vuestras almas no perezcan. Pero la iguana (Goniocephalus) y el lagarto ( Varanus indicus) y la serpiente (Enygrus), esos vivirán, mudarán de piel y vivirán para siempre». Cuando los muchachos oyeron estas palabras lloraron amargamente y lamenta­ ron su locura al negarse a ir a buscar el fuego que les había pedido To Konokonomiange. Los aráwaks de la Guyana británica cuentan que una vez, hace mucho tiempo, el Creador bajó a la tierra para ver cómo le iba al hom bre al que había creado. Pero los hombres eran tan malvados que trataron de matarlo; de m odo que él los despojó de la vida eterna y se la concedió en cambio a los animales que mudan de piel, tales como las serpientes, los lagartos y los escarabajos. Los tamanachier cuentan una historia ligeramente diferente. Son una tribu india del Orinoco y su versión dice lo siguiente: según ellos, el Creador, tras haber residido en su compañía por algún tiempo, tomó un bote para cruzar al otro lado de las grandes aguas saladas de donde había venido. Justam ente cuando estaba apartán­ dose de la orilla los llamó y les dijo en tono amistoso: «Mudaréis de piel», con lo cual quiso darles a entender que, al igual que las serpientes y los escarabajos, también ellos mudarían de piel y recobrarían de ese m odo la juventud. Pero por desgracia una anciana que oyó aquellas palabras exclamó: «¡Oh!», en un tono de escepti­ cismo o incluso de sarcasmo que molestó de tal manera al Creador que éste cambió de tono al instante y dijo con irritación: «Moriréis». Por ese motivo somos mórtales. Los habitantes de Nias, isla que se encuentra al oeste de Sumatra, dicen que cuando la tierra fue creada, un cierto ser fue enviado de las alturas para dar a la obra el último toque. Ese ser debería haber ayunado, pero incapaz de soportar los acosos del hambre comió unos plátanos. La elección del alimento resultó muy poco acertada, porque si se hubiese inclinado por los cangrejos de río y los hubiese comido, los hombres cambiarían ahora de piel como lo hacen los cangrejos y al hacerlo recuperarían continuamente la juventud y no morirían nunca. Pero tal como sucedieron las cosas, la muerte se ha

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instalado entre los hombres, como consecuencia de aquellos plátanos comidos en mala hora. En otra versión de la historia contada por las gentes de Nias se añade que «en cambio, las serpientes comieron los cangrejos, que según los pobladores de Nias m udan de piel, pero no mueren; por eso las serpientes tampoco mueren, sino que se limitan· a cambiar de piel». E n esta última versión se atribuye la inmortalidad de las serpientes al hecho de que hubiesen comido cangrejos, que ,al mudar de piel recobran la juventud y viven por siempre. La misma creencia en la inmortalidad de los crustáceos se manifiesta en una historia samoana acerca del origen de la muerte. Cuenta que los dioses se reunieron en consejo para determinar cuál habría de ser el final del hombre. Una de las propuestas fue que el hom bre mudase de piel igual que los crustáceos y recobrase así la juventud. El dios Palsy defendió, en cambio, la propuesta de que los crustáceos mudasen de piel, pero que los hombres muriesen. Cuando todavía no se había llegado a un acuerdo comenzó por desgracia a llover y se interrum ­ pió la discusión. Los dioses corrieron a guarecerse, y con las prisas aprobaron unánimemente la propuesta presentada por Palsy. Por eso los crustáceos todavía mudan hoy de piel, mientras que los hombres no lo hacen. P or consiguiente, no son escasos los pueblos que creen que el feliz privilegio de la inmortalidad, obtenible mediante el sencillo procedimiento de cambiarse periódicamente de piel, estuvo una vez al alcance de la especie humana, pero que por una desgraciada casualidad fue transferido a ciertos animales inferiores, tales como las serpientes, los cangrejos, los lagartos y los escarabajos. De acuerdo con otros, sin embargo, hubo un tiempo en que los hombres poseyeron ese don inapreciable, pero lo perdieron por causa.de la imprudencia de una anciana. Así, los melanesios de las islas Banks y de las Nuevas Hébridas dicen que al principio los hombres no morían, sino que cuando se iban haciendo viejos mudaban la piel como las serpientes y los cangrejos, y resurgían jóvenes de nuevo. Hasta que un día una mujer que envejecía se encaminó al río para mudar la piel; unos dicen que era la madre del héroe legendario o mítico Qat; según otros, se trataba de Ul-ta-marama, Muda-piel del Mundo. La anciana arrojó al agua su piel vieja y observó cómo el agua la arrastraba hasta que quedó enganchada en un palo. Entonces se dirigió de vuelta a la casa, en la que había dejado a su hijo pequeño. Pero el niño se negó a reconocerla, llorando y diciendo que su madre era una mujer vieja y no aquella joven extraña. De m odo que para calmar al niño, la mujer fue a buscar la vieja piel y se la puso de nuevo. Desde entonces los hombres han dejado de mudar de piel y han muerto.

L A C A ID A

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En las islas Shortland y entre los kai, tribu papú del noreste de Nueva Guinea, se cuenta una historia semejante de los orígenes de la muerte. Los kai dicen que al principio los hombres no morían, sino que recobraban la juventud tras haber m udado de piel. Cuando la vieja y oscura piel se les arrugaba y afeaba entraban en el agua y se desprendían de ella, y salían con una piel nueva, juvenil y blanca. P or aquel entonces vivía una anciana abuela con su nieto. Un día la anciana, cansada de sus muchos años, se bañó en el río, arrojó la vieja envoltura arrugada y regresó flamante a la aldea con su hermosa piel nueva. Transformada de ese m odo, subió las escaleras y entró en la cabaña. Pero cuando el nieto la vio se pusó a berrear y no quiso creer que aquella mujer fuese su abuelita. Todos los esfuerzos de ella para calmarlo y convencerlo fueron inútiles, de m odo que al fin, enfurecida, regresó al río, sacó del agua la piel marchita y vieja, se la puso de nuevo y volvió a.la cabaña tras haber recobrado su repulsivo antiguo aspecto de vieja bruja. El niño se alegró y dejó de llorar al verla, pero ella le dijo: «Las langostas se desprenden de su piel, pero vosotros los hombres moriréis sin remedio a partir de este día». Y, efectivamente, así ha sucedido desde aquella fecha. Los naturales de las islas del Almirantazgo cuentan una historia similar con ligeras variaciones. Dicen que una vez, hace mucho tiempo, existió una anciana y que era frágil. Tenía dos hijos, que salieron a pescar mientras ella iba a bañarse. E n medio de las aguas se despojó de la vieja piel y surgió tan joven como lo había sido hacía ya mucho tiempo. Al volver de la pesca los hijos quedaron admirados al verla. Uno de ellos dijo: «Es nuestra madre»; pero el otro respondió: «Podrá ser nuestra madre, pero debería ser mi mujer». La madre los oyó y les preguntó: «¿Qué estabais diciendo?» Y ellos le respondieron: «Nada. Sólo decíamos que eras nuestra madre». «Sois unos mentirosos», replicó ella. «Os he oído. Si hubiese sido por mí habríamos seguido creciendo hasta envejecer, tanto los hombres como las mujeres, y entonces nos habríamos despojado de la piel y nos habríamos transformado de nuevo en hombres y mujeres jóvenes. Pero será como queréis vosotros. Hombres y mujeres envejeceremos y moriremos». Tras haber pronunciado esas palabras fue a buscar la piel desechada y se la puso de nuevo, con lo cual volvió a recobrar su antiguo aspecto envejecido. En cuanto a nosotros, sus descendientes, pasan los años y nos hacemos viejos. Pero si no hubiera sido por aquellos dos jóvenes picaros, nuestros días no tendrían fin y viviríamos eternamente. Aún más alejados de las islas Banks, los to koolawi, tribu de las montañas de las Célebes centrales, repiten la mismísima historia, Tal como la transmiten los misioneros holandeses que la recogieron, esa

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LAS E D A D E S TE M PRA N A S D E L M U N D O

versión 2 9 8 E scala de Ja c o b , 299 E scaleras, q ue lleg ab an hasta el cielo, 305308; p ara facilitar el d escen so de los dioses o los esp íritu s, 307; en las tum ­ bas, p ara u so de los m u ertos, 307-308 E scan d in a v ia , costu m b res en la elección de un rey, 330; ad ivin ació n p o r m ed io del agua, 347 E sc ara b a jo , cread o r de un ho m b re de barro , 24-25 E scitas, su fo rm a de p restar juram ento de ■ lealtad, 207, 2 2 1 , 2 2 2 ; se m utilaban el ... cu erp o en los d uelos p o r la m u erte de un rey, 5 1 1 E sc o c ia , escoceses, sin p ru ebas de la exis­ tencia de la u ltim o g en itu ra, 2 35 ; la pie­ dra de la G ru a g a c h , 3 1 3 ; fo rm as de ad ivin ació n , 349; se n ie g an a con tarse o dejarse con tar, 4 1 7 - 4 1 8 ; en el noreste,

E s p e jo m ág ico , com o fo rm a de ad iv in a­ ción , 346-347, 348 E sp erq u eo , río , la co n sagració n del cab ello de A q u iles, 5 10 E sp íritu Su p erio r, en la trad ició n de un gran d ilu v io entre los kachin o chin gp aw , 109 E sp íritu s, de h o m b res o m ujeres asesina­ d os, se su po ne que ron d an al asesino, 53-54, 55-56; ciertas costum b res fu n era­ rias van encam inadas a p ro p icia rlo s, 56, 529; tem or a, 57, 460, 466, 528; disfraces p ara en gañ arlo s, 60, 62-64, 52 7 "5 2 8; de anim ales m u ertos, se su p o n ía q u e v e n ­ gab an los q u eb ran tam ientos de las alian ­ zas y ju ram en tos, 2 1 5 ; causan en ferm e­ dades, 283-284; de los árb oles, atravesa­ dos con una lanza, 284; en o jo so s, com o d eshacerse de ello s, 284; piedras con sa­

E n -g u ed i, m anantiales, en el d esierto de ' Ju d e a , 380 E n ian o s, de T esalia, ven eració n a una p ie ­ dra, 309 E n k i, dios su m erio, 77, 78 E n k id u , en la ep op eya de G ilg a m e sh , 7 1 E n lil, e l g u errero , dios b ab iló n ico , 7 2 , 74,

76.77.78: En n egrecifn ien to de la cara, en los d u elos, ¡ 1 2 , 522, 525, 527; o cu erp o, d e los asesino s, 62-6} E n ó s , su egro de N o é , 89 E n terram ien to , de los m u ertos en el u m ­ b ra l d e la casa, 4 29 -430; de las placentas, . en el m ism o lu g ar, 430 Enygrus, u n a clase de serpiente q u e se cree ' es in m o rtal, 4 1 E p id a u ro , curacion es realizadas d u ran te el sueño en el san tu ario d e E sc u lap io en, 30 1-3 0 3 E p im e te o , p ad re de P irra , 9 1 E q u ín ad as, islas, en la d esem bocadu ra del río A q u e lo o s , re fu g io d el m atricida A lc m eóri, 54 E ra sin o , río, sacrificio d e C leo m enes, rey de E sp a rta , 338 E r ifila , asesinada p o r su h ijo A lc m eó n , 53, 5'4 ,

Erjthrina tomentosa, árb o l de una especie

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IN D I C E A N A L ÍT IC O

grad as a, 3 0 9 - 3 1 1 ; los m alév o lo s de las rocas, 3 1 2 ; fo rm as variad as que tom an al aparecerse, 33 7 ; su m orad a se encuen­ tra en las orillas de los río s, 3 4 0 -3 4 1; se les o frece san gre p ara qu e beban, 398; de reyes m u erto s, con su ltad os com o o rácu lo en A fric a , 404-405; ancestrales, c on sultad os en C hina, 4 1 0 - 4 1 2 ; fam ilia­ res, ev o c a ció n de los m u ertos a través de, 4 1 2 ; de las encinas, en Palestina, llam ad os h ijos de Ja c o b , 4 34 , 4 4 1; o mely, en M o a b , residen en los árb oles, 442-443; tem o r a, 460, 466, 527-529 ; de los m aridos m u ertos, se resisten a ab an ­ d on ar los cad áveres en d escom po sición m ientras los huesos tienen adherida to­ d av ía carne, 466; se fo rtalecen al beber san gre, 5 3 1 ; se cree que el son ido de las cam panas ahu yenta a los d el m al, 558, 559-560; «sin experiencia» entre los ho , 586. Ver también D em o n io s ------- d el agu a, en los relatos de los indios o jib w a s de u n a g ran inu n d ación , 15 6 1 5 7 ; se m etam orfosean, 3 3 7 -3 3 8 ; p ro p i­ ciados en los v a d o s, 3 3 8 - 3 4 1; se supone q ue en los ríos habitan lo s m align os, 339; su m orad a se encuentra en las orillas de los río s, 3 4 0 -3 4 1; con fo rm a de serpiente, 3 4 1 ; m o d o de en gañ arlos,

341 E sq u eleto s p artid o s en d os trozo s, de v íc ­ tim as hum an as, en con trad os en G ezer, 222-229 E s q u ilo , sob re el asesinato de A g am en ó n , 53; sob re la evo cació n del espíritu de D a río p o r la reina A to sa , 402-403 E sq u im a le s, de A la sk a , su relato sob re la creación del ho m b re, 2 1 ; sus costum bres en relación con los ho m icid as, 62, 64; relatos d e una g ran inu n d ación , 16 7 -16 9 , 17 3 , 18 2 , 18 7 ; ad ivin ació n en el agu a, 348; creen que las fo to g rafías quitan el alm a a las p erso n as, 382; pon en el alm a de los n iñ os en ferm os en el interior de las b olsas en q u e los curan d eros g u a r­ dan sus m ed icin as, 38 3; la necrom ancia, 4 0 9 -4 10 ; de la península de L a b rad o r, n ecrom an cia, 409; su rep u gn an cia a her­ v ir el agu a d uran te la pesca d el salm ón, 494

E s Sait, y la supuesta tum ba de Jo s u é , 4 37 E ss e x , el borough in glés, 234 E staca , se cla v a en la tum ba de un espíritu m o le sto , 28 3-284

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E statu a s y estatuillas de antepasados, se u tilizan p ara con su ltar sus espíritus, 406-407 E sto n ia , estonios,· fó rm ulas supersticiosas p ara h e rv ir la leche, 493, 494 E sto rn u d o , co m o síntom a de vida, 1 1 , 13 E stra sb u rg o , la ag u ja de su catedral, en La Leyenda Dorada, 560 E stra tó n , sob re la apertu ra del B o s fo ro y el estrecho d e G ib ra lta r, xo i E s trim ó n , río de la T racia, el sacrificio de caballos b lan cos, 338 E tio p e , raza de A fr ic a orien tal, 2 75; la sem ejanza de sus costum b res con las de los p u eblos sem itas, 275-276 E u b e a , en G re c ia , sus azules y altas m o n ­ tañas, 300 E u fra te s, río, en la leyenda babilón ica del d ilu v io , 72; épocas an teriores a la o c u ­ p ació n de su v a lle p o r los sem itas, 76, 78; bañando a H ieráp o lis, 93, 94; sus d esb ord am ien tos, 18 4 -18 6 ; A b rah am y, 1 9 1 , 19 2 ; el to ro sacrificad o p o r L ú c u lo , 33 8 -3 39 ; la em ig ració n de los p atriarcas, 353

E u ríd ic e , y O rfe o , 299 E u ro p a , escasez d e tradiciones referentes al d ilu v io , 1 7 3 ; la u ltim ogen itura, 234238 ; ad iv in a ció n p o r m ed io del p lo m o fu n d id o o la cera, 349; creencia en q ue el p o d er de las brujas y m ago s reside en su cab ello, 36 4 -36 5; la resistencia a c o n ­ tar p ersonas o anim ales, 4 17 -4 2 0 ; n e g a ­ tiva a h e rv ir la leche, 49 3; ju icio y castig o de anim ales y ob jeto s inan im a­ d os, 540-548, 550-554, 5 5 5-5 5 7; el tañído de las cam panas de sus iglesias sirv e p ara alejar a los m alos espíritus, 572, 5 7 5 , 576 _ E u se b io , o b isp o d e C esarea, sobre la fecha de los d ilu v io s de O g ig e s y D eu calión , 96; sobre la en cina de M am ré, 449-450; carta de C on stantin o a, 449-450 E u sta c io , sobre el terebinto d e M am ré, 447 E u x in o , y el lim o arrastrad o p or los ríos q u e allí d esem bocan, 1 0 1 . Ver también P on to -aralian o , m editerráneo E v a , la p olin esia, 14 E v o c a c ió n de los m uertos en épocas an ti­ gu as y m od ern as, 39 6 -4 12. Ver también N ecro m an cia E w e , lengua, h istorias de la creación del h o m b re en las tribu s q ue la hablan, 2 1 ; ev o ca ció n de los m uertos en ellas, 406

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EL F O L K L O R E E N E L A N T IG U O T E ST A M EN TO

E x o d o , 2 .° lib ro del P en tateu co, 35 7 , 4 7 ;, 485-487, 558 E x o rc ism o s, de anim ales e insecto s, p o r la Ig lesia católica, 540-542; cam panillas que se usan, 559-560, 565-567, 572-580, 585-586 E x p ia c ió n , p o r h o m icid io , 5 6-64; p o r q u e­ brantar un tratad o, 2 0 9 -2 10 ; u tilización dé p ellejos de v íctim as de sacrificios en, 284-285; p o r q u eb ran tar alg u n a costu m ­ bre ancestral, 292 E x p o s ic ió n de p erso n ajes fa m o so s a g rav es p eligros d uran te su infan cia, las leyendas, 3 5 5- 3 59 E x p u lsió n , de los espíritu s del cu erp o de . los asesinados, 63; anual de brujas y m ago s, 565-566; asim ism o an u al de es­ p íritus m alig n o s, 577 E x tra ñ o s, tem or a la m agia d e, 224, 225 Ez eq u iel, d en unció a las m u jeres que p er­ seguían a las alm as, 38 5-38 6, 388; sobre el.c u lto a lo s árb oles, 445-446; y a los «lugares altos», 454? su p ro p u esta de reform as relig io sas, 4 83-484; sobre los ritos fu n erario s, 507-508 E -z id a , tem p lo b a b iló n ico en ruinas, en B o rsip p a, la p o sib le torre de B ab e l, 1 9 1

F a k a o fo , isla, ver B o w d itc h F alaise, en N o rm an d ía, ejecu ción de una cerda, 552 F an , de A fric a occiden tal, su relato sobre la creación del h o m b re, 2 1 ; sus hechice­ ros llevan cam pan illas, 585 F an a rió tico , río, ver A q u e ro n te , río F arae, en A cay a, las p iedras sagrad as, 309 Farsalia, la batalla, 403 F au n o , el o rácu lo, 304; atrapado p o r N u ­ m a, 338 F au sto y M efistófeles en la p risió n , 336 Fed ayin es, de P alestin a, 223 Felices P rad eras de C aza, de lo s indios de A m érica del N o rte , 5 14 Fen icios, sobre la inm ortalid ad de la ser­ piente, 30; en la fiesta ju n to a la encina de M am ré, 450 F ern an d o P o o , historia de una escalera celestial, 305 F eró n , rey d e E g ip to , se dice que arro jó un d ard o con tra el N ilo , 342 F estivid ad de los P o rtad o res de A g u a , en A tenas, 93

Feu erb ach , R en an sobre, 564 F iala, la g o en el n orte de P alestin a, 4 3 4 , 439 F id ji, islas, sus leyendas so b re la in m o rta­ lid ad hu m ana, 4 5; ah uyentan a los esp í­ ritus de lo s m u ertos, 6 3 ; trato a los h om icid as, 6 3 , 64; su relato de un gran d ilu v io , i i 9 -12 0 ; m antienen prep arad as sus canoas ante p osib les n u ev o s d ilu v io s, 1 2 0 , 18 3 ; p ro b a b le m arem oto q u e las su m ergió en p arte, 18 3 ; sacrificios h u ­ m an os en la fu n d ación de lo s p o b lad o s, 226; la costu m b re de atrap ar con p añ u e­ los las alm as d e los crim in ales, 386; su v en eración de lo s u m b rales, 4 23-4 2 4 F iesta anual en la encina d e M am ré, 450 F ilip in a s, islas, relato d e la creación del h o m b re, 1 7 - 1 8 ; historias d e un a gran inun dación , 1 7 3 ; los tag a lo s, 581 F ilip o el V ie jo , en las m on edas de A p a m e a C ib o to s, 95 F ilisteo s, Sansón y, 3 6 1-3 6 4 ; Saúl y, 393, 394, 395; su respeto p o r los u m brales, 4 2 1 ; ritos fu n erario s, 508 F ilo m e la, sus am ores con P ro en e, 12 F iló strato , sobre el esp íritu de A q u ile s, 403 F in o w , rey de T o n g a , lu to a su m uerte, 5 2 0 -52 1 F itc h , Jo s e p h , sob re los in d io s gallin om era, 5 13 Flad d a, una de las H éb rid as, se tom ab a juram entos sob re una p ied ra azul, 3 3 1 F lin t, con d ad o, bautizo d e cam panas de iglesia, 569 F lo res, isla, en el arch ip iélago ín d ico, le­ yendas acerca de una g ran inun d ación ,

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F ó c id a, la creación del h o m b re , 1 1 F o lk lo re , con relación a lo s p oetas, 390; sus bases em ocion ales, 565 F o n te n a y -A u x R o se s, cerca de P arís, ejecu­ ción de una cerda, 553 F o rb e s, Ja m e s, sobre el sim ulacro d el se­ gu n d o n acim iento en T ra v a n c o re , 294 Fo rm as variad as qu e tom an los espíritus al aparecerse, 337 Fo rm o sa, historias de una g ran inun d ación , 1 7 3 , 18 2 F o ro n e o , héroe a r g iv o , p rim er rey de los hu m an os, segú n las an tigu as n arracion es g rieg as, 198 F ó sile s m arino s, com ó p ru eb a de la ex is­ tencia de un d ilu v io , 1 7 8 - 17 9 , 18 7 F o to g ra fía , creen cia en cu an to a que puede p riv a r al cu erp o hum ano d e su alm a, 382

IN D IC E A N A L ÍT IC O

F rac a sto ro , G iro la m o , sob re las pru ebas acerca de la existen cia de un d ilu v io aportadas p o r los fósiles m arino s, 17 8 F ran cia, sus teó lo g o s in v a d ie ro n a finales del sig lo X V I I el cam po de la g e o lo g ía , 17 8 ; la ultim og en itu ra, 236; rapaban a las brujas, 364; em bajadores en C hina, 4 2 2 ; con d u cen a las n o vias en brazos sobre los um brales, 4 26 -4 27; el sistem a de leyes de carácter lo cal antes de la R e v o lu c ió n , 4 7 3 ; ju icio y castigo de anim ales, 540; d ob lan las cam panas p ara ah uyentar a las b ru jas, 565 Fran ciscan o s de B ra sil, d en u nciaron a las h o rm igas, 548 F rib u r g o , el p ro ceso seg u id o con tra los insectos inger, 545 F rig ia , el rey M id a s, 7 7 , 33 8 ; la leyend a de una gran in u n d ación , 95, 17 2 F rijo le s n eg ro s, com o o fren d a a los esp íri­ tus en R o m a , 559 F r ío , cab o, en B rasil, 128 F risia , u ltim og en itu ra, 236 F ro u d e , J . A ., sob re el son id o de las cam panas de iglesia, 563 F ru to s, a p a rtir de ellos se creó de n u evo el gén ero hu m an o después del d ilu v io , 1 37

F u e g o , d escu bierto p o r el roce de una trep ad ora con tra un árb ol, 1 1 3 ; cóm o se o b tu v o d espués d el d ilu v io , 1 1 3 - 1 x 4 , 1 1 6 , 14 0 ; planch as de hacer, se con sid e­ ran sagrad as, 267-268; fiesta anual del, en G ilg it , 37 7 ; de carb ón , la costu m b re de co n d u cir a la n o v ia a su n u evo h o g ar pasan d o p o r encim a d e, 43 5 ; fo so d e, los sacerdotes b ad aga cam inan descalzos so ­ bre unas brasas en cen didas, 579 F u e g u in o s, su relato de una gran inunda­ ción, 14 0 ; costu m b res funerarias, 5 16 . Ver también T ie rra de F u e g o Fu erza d el h o m b re, especialm ente en el caso de b ru jas y m ag o s, se cree reside en los cab ellos, 364-367 F u m ar, ante una p iedra oracu lar, 3 1 2 - 3 1 3 ; com o fo rm a de en trar en trance p rofético, 405 F u n d ació n de p o b lad o s, sacrificios hu m a­ nos entre los habitantes de las islas F id ji, 226 Fu n erales, com bates de glad iad ores con m o tiv o de, 5 19 ; en ellos se golp ean instrum entos de m etal, 576-577

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F u rias, san tuario, 290; p ersigu ieron a N e ­ rón , 404 Ftió tid e, rein o d e D e u c a lió n ,9 1

G a b ó n , los fan , 2 1 , 585 G ac e la , pen ín su la de, en N u e v a B retañ a, 47 G ad aren e, los cerd os p oseíd o s p o r los d em on io s, 554 G a id o z , M ., so b re las p erso n as m ayores y su edad, 4 19 G a ik o , g ru p o de lo s karen de B irm an ia, su relato sem ejante al de la torre de B abel, 19 7 G a la a d , sus m ontañas bo sco sas, 326, 335, 444; los ru d os m on um en tos de p iedra, 328, 329, 4 39 G alelaríes, de la isla H alm ahera, al o este de N u e v a G u in e a , su o fre n d a de cab ellos a lo s m u ertos, 5 17 G a le s , ver País de G ales G a lile a , 444 G a lla , de A fric a orien tal, su historia sob re el o rig en de la m uerte, 4 7; afinidades étn icas, 2 7 5 ; cerem onias de ad op ción , 276; creen d e m al ag ü e ro con tar el g an ad o , 4 16 ; su s sacrificios a los árb oles sag rad o s, 446; se n iegan a h e rv ir la leche, 49 3; los sacerdotes y exorcistas llev an cam pan illas, 585. Ver también B o rana gallas; B w o ra n a galla G a llin a s, sacrificio después d e un p arto, en T ran silva n ia , 2 18 G a llo , en las h istorias hindúes del d ilu v io , 10 6 ; sacrificio después d e u n p arto, 2 18 , 2 2 5 ; ju zgad o y aju sticiad o p o r p on er un h u e v o , 5 5 3-5 54 ; h u e vo s de, su p o d er m ág ico , 554 G a n a d o , es de m ala suerte contarlo, 4 14 , 4 1 5 , 4 1 7 - 4 1 8 , 420 ; sacrificad o, p o r haber cau sad o la m u erte de alguien , 535-536 . Ver también V a c as G an g a m m a, d ios río de lo s badaga, $40 G a r ó , de A ssam , la ultim ogen itura, 2 5 3, 2 58 -259 , 270; su o rig en m on gol, 256; sistem as a g ríc o las, 257; sus p ob lad os, 2 5 7 ; se rigen p o r el sistem a m atrilineal, 258 -259 , 270; juram entos sobre p iedras de o rig en m eteórico, 33 2 ; form as de ad ivin ació n p o r m edio d el agua, 348-349 G a r ó , cerro s, 25 6 , 2 57, 332 G a to M on tes, totem , entre los arunta, 385 G a to s, sacrificad os en cerem onias de paz, 2 11

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O T E ST A M EN TO

« G a v illa s d el truen o», trib u to en tregad o al sacristán de la iglesia de Ju b a r , en A ltm ark, p ara q u e tocase las cam panas d uran te la torm en ta, 568 G az a, 364, 508 G e d e ó n , su en cuen tro c o n el án gel, 447 G em elo s, o m ellizos, y la u ltim ogen itu ra, 2 33 ; p u rifica ció n de la m ad re, 285-286; entre lo s b agan d a, sus p adres llevab an cam panillas en los to b illo s, 580 G am elli, sob re la m ig ra c ió n de av e s en M éxic o , 19 6 G é n esis, la exp licación de la creación del h o m b re, 9 - 1 1 , 1 5 ; nada dice del c o lo r de la arcilla em pleada en la creación de A d á n , 25; h isto ria de la caída d el h o m ­ bre, 26 ss., 48-49; es p o sterio r a la e p o p eya de G ilg a m e sh , 30; la m u erte de A b e l a m an os de C aín , 50; atrib u ción de cualidades p erso nales à la tierra, 53; H u x le y y, estu d io de trad iciones acerca de las edades tem pranas del m u n d o , 66; su p o sib le con o cim ien to p o r p arte de N ico lás de D am asco , 70; y las n arracio ­ nes sum erias de la h isto ria tem prana del m u n d o , 76, 78; el relato com b in ad o del d ilu v io u n iv e rsal, 83-85, 88, 95; com o ■ o rig en de todas las leyend as referentes al d ilu v io , 17 4 , 17 8 -18 0 ; p o sib le cop ia de una v ersió n b a b iló n ica o sum eria, 17 4 ; falta de referencias so b re el lengu aje com ú n h a b lad o p o r la especie hum ana, 19 2 ; sob re los m ateriales em p lead os en la co n stru cción de la to rre de B abel, 196; la alianza de D io s con A b rah am , 206; la d escrip ción p o c o atrayente de J a c o b , 230; la u ltim o g en itu ra, 2 33 ; e rró ­ nea interp retación de la p rim ogen itu ra de Ja c o b , 274; en cu en tro de Ja c o b con su p rim a R aq u e l, 3 1 8 ; d iferen cias en la trad ucción de la v e rsió n o rig in a l a la autorizad a, 32 9 -330 ; la lucha de Ja c o b con el d ios río en el v a d o del Y a b b o k , 3 3 6 -337 ; p ro h ib ició n en algu n os pueblos de com er el tendón de la c o rv a de los anim ales, 343 G e o rg ia , p ro v in c ia transcaucásica, la u lti­ m ogen itu ra, 265 G era sh , los d ólm en es, 329 G eta , h erm an o d e C aracalla, su asesinato, 404 G ezer, en P alestin a, sacrificio s hum an os, 2 2 2-229 ; las colu m n as sagrad as, 3 16 G ib ra lta r, estrecho de, 1 0 1

G ilg a m e sh , y la p lanta q u e serv ía p ara reco b rar la ju v e n tu d , 3 0 - 3 1; su ep op eya, 30, 7 1-7 4 , 78; con oce p o r U tan ap istim la h isto ria del d ilu v io , 7 1 - 7 5 ; la n ecrom an ­ cia, en el d u od écim o canto de su ep o p e­ ya, 397-398 G ilg it , su en clave y go b ern an tes, 35 8 -35 9 , 37 3 ; el rey o g ro , cu y a alm a era de m an tequ illa, 3 7 3 -3 7 7 ; la fiesta an ual del fu e g o , 377 G ili, p adre, su relato de las leyend as de u n a g ran inu n d ación en tre lo s ind ios del río O rin o c o , 13 6 G ille n , F . J . , ver Sp en cer, sir B a ld w in G in d e s, río castigad o p o r C iro , 342 G lad iad o res, com bates d e, en lo s fu n erales de R o m a , 5 19 G la n v il, so b re el boroúgh in g lés, 234 G ly k y , aldehuela d e G re c ia , p o sib le em p la­ zam iento d e u n a n tigu o o rácu lo , 399 G o d a rv ille , en H ain au lt, la resisten cia a d ecir su edad p o r p arte de lo s habitan ­ tes, 4 19 G o e th e, sob re los p rim itiv o s D ie z M an d ar m ientos, 485 G o n d a , de la In d ia , el u so de cam panillas e instru m entos m etálico s, 579-580 G o n g s , su utilización en C hin a p ara e x o r­ cism os, 5 7 2 -5 7 3, 5 7 4 -5 7 5 ; en B o rn e o , 577-578 , d on d e se hacen son ar m ientras el m uerto perm anece en la casa, 577 GoniocephahiSy la igu an a, 4 1 G o ro p iu s , sob re e l len gu aje hab lad o en el P araíso, 19 3 G ra n E sp íritu , un cread o r, 14 4 -14 5 , 149 G ran d e, río, en las historias de una gran inu n d ación , 158 G ran d es h o m b res, necesitados co m o jefes, 474-475

G ra n o , fo rm a de con tarlo en A rg e lia y P alestin a, 4 16 G ra n t, J . A ., y Sp ek e, cap itán J . H ., sób re los escrú pu los de los bah im a a h e rv ir la leche, 49 1 G r a y , arch id iáco n o J . H ., y el culto a los m u ertos en C hina, 4 10 , y su e v o ca ció n , 4 12 G r a y , T h o m as, sob re el to q u e de qued a, 563 G re c ia an tigu a, g rie g o s , leyend as sobre la creación del h o m b re, 1 1 - 1 3 ; se pen saba que la san gre d erram ada con tam inaba la tierra, 53-54 ; creencias en relación a los espíritu s de los asesin ad os, 55-56; h isto ­ rias de una g ran inu n d ación , 9 1 - 1 0 4 ; la

IN D IC E A N A L ÍT IC O

d iosa H era, 9 3, 94, 2 2 1 , 288, 599; esca­ sez d e tradiciones referentes al d ilu v io , 1 7 3 ; leyendas d el d ilu v io que n o parece d erive n d e las bab ilón icas, 1 7 5 , 17 6 ; leyendas so b re el o rigen y d iversificación d e las len gu as, 19 8 -19 9 ; la fo rm a de ratificar lo s ju ram en tos, 206-207, 2 16 ; tro yan o s y , cerem onias al aco rd ar una tregu a, 2 1 3 ; sim u lacro de un segu n do n acim ien to, 290; los dioses se m an ifesta­ ban a los ho m b res a través d e lo s sue­ ñ o s, 300-304; ad oració n de las pied ras, 309, 3 16 ; relatos sob re personas cuya v id a y fu erza residía en los cabellos, 36 6-367; la n ecrom an cia, 398-402; en la fiesta celebrada b a jo la encina d e M am ré, 4 5 0 -4 5 1; costu m b res funerarias, 5 10 , 529; castigo de anim ales y ob jeto s inani­ m ad os, 537 -5 39 , 5 5 ;; la p ro tecció n de lo s recién n acid o s, 5 8 0 -5 8 1; y de las m u jeres a p u n to de d ar a lu z, 584 ------- m od ern a, su persticion es referentes al recuen to de v erru g as, 4 19 ; las n o vias n o d eben p isa r el u m bral de su n u evo h o g a r, 426; la recién desposada p isa la san gre de una o v eja sacrificada en el u m b ral de su n u e v o d o m icilio , 4 3 2 ; en señal de d u elo , se cortan m echones de p elo q u e dep ositan ju n to al cad áver, 5 29 G r e y , la d y C atherin e, en la T o rre de L o n . d res, 562 G r e y , sir G e o rg e , so b re las costum bres fun erarias de lo s ab orígen es australianos,

527 G rien eb n er, H an s, en e l p roceso crim in al con tra los top os o ratas de los cam pos, 544

G riso n e s, en Suiza, la u ltim ogen itu ra, 237; p leito con tra las cantáridas, 546 G ro en lan d e se s, relato acerca de una gran in u n d ación , 16 7 - 16 9 , 1 7 3 , 18 7 G r o s e , capitán F ran cis, sob re el toq u e de d ifu n to s, 560 G ru a g a c h , hada en la q u e creían los m on ­ tañeses d e E sc o c ia , 3 13 G u a ca m a yo , co m o esp osa de dos hom bres en las n arracion es de lo s ind ios cañaris, sobre un a g ran inun dación , 13 8 G u a rd ian es del U m b ral, 4 2 1 ss. Ver tam­ bién U m b ral, G u ard ian es de G u atem ala, lo s ind ios q u iché, 200 G u b lin , L o u is , juez en un p roceso contra raton es y ratas, 550

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G u b lin , N ic o lá s , d efen so r de ratas y rato­ nes en e l m ism o p ro ceso , 550 G u e rre ro s african o s, se les p ro teg e de los espíritus d e sus víctim as m uertas en el cam po de batalla, 56-57, 59-63, 64 G u ib á , la co lin a d on de reposó el re y Saúl, 454

G u ilb o a , m o n te , m ald ito p o r el rey D a v id , 540 G u in ea, la trad ició n de u n gran d ilu v io , 169 G u y a n a b ritán ica, relato sobre el o rig e n de la m uerte, 4 1 ; sobre el d ilu v io , 13 3 - 1 3 6

H ach a, o c u ch illo , p ara los sacrificios rea­ lizados an ualm ente en A tenas, 537 H ad as, se cree que com en los pasteles y p astelillo s q u e h ayan sido con tad os,: 4 19 -4 2 0 H ad en d oa, d el Su d án an g lo eg ip cio , se nie­ g an a h e rv ir la leche, 493 H ain au lt, la u ltim o g en itu ra, 236; lo s habi­ tantes se resisten a d ecir su ed ad , 4 19 H a k a chin, ver Chin H ak k a , de C hin a, acostum bran a cruzar a la n o v ia en brazos so b re el um b ral de su n u evo h o g a r , 425 H ale, H o ra c io , sobre el relato de lo s habi­ tantes de las islas F id ji referente a una g ran inu n d ación , 18 3 - 18 4 H alm ahera, isla al oeste de N u e v a G u in ea,

517

H a ll, C. F ., so b re el relato esquim al d e una g ran inu n d ación , 169 H am let, y el fantasm a de su p ad re, 336 H am m u rab i, rey de B ab ilo n ia, 76; C ó d igo de, 473 H am p sh ire, el borough in glás, 234 H arap o s, los cam pesin os sirios los cuelgan de los árb o le s, 440; tam bién los árabes, 442; en A fg an istá n lo hacen las personas en ferm as, 457-458 H arrán , residencia de L a b á n , tío d e Ja c o b , 298 H arte, B re t, poeta am ericano, so b re el A n g e lu s, 563 H aslan , y la in scripció n grabada en la cam pana, 569 H au sas, del n o rte de A fr ic a , historias acer­ ca del o rig e n de la m uerte, 39 H a w a i, islas, lo s relatos acerca de u n dilu­ v io , 1 2 4 - 1 2 5 , 17 3 , 18 2 ; m arem oto en, 18 3 ; laceraciones en el cuerpo com o señal de d u elo , 529-520

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O T E ST A M EN TO

H az de los v iy o s , 379 ss. H eb reo s, su idea respecto al o rig e n de la hum an idad, 1 1 , 1 3 ; el relato d e una gran inun d ación , 78-90 (su n aturaleza com ­ p uesta, 83; com p aración con el b ab ilón i­ co, 85-88 17 4 , 1 7 5 ; p o sterio res añadidos ju d íos, 88-90); la d istin ció n en tre anim a­ les p u ro s e im p u ros, 84, 89, 505; se supo ne que su len gu a fu e la p rim itiv a de la hum an idad; 19 2 - 19 3 ; fo rm as d e ratifi­ car un a alianza, 206, 2 16 , 2 1 8 , 2 19 ; la ultim ogen itu ra, 2 7 1- 2 7 2 ; p ied ras con sa­ grad as en san tuarios, 308-309, 3 16 ; no com en el tendón de la c o rv a de los anim ales, 343; su creencia en q u e el alm a p o d ía separarse del cu erp o a v o lu n tad , 388; las palabras traducidas co m o encina o tereb into, 444-445; sus p rofetas den un ­ ciaron el cu lto a lo s árb oles, 4 4 5, 446, 453-4 54 ; y M o isés 4 7 4 -4 75; los an tigu os, carecían d el· sentido de las leyes natura­ les, 48 2-48 3; costu m b res en relación con la dieta de leche y carne, 494, 49 5, 499, 505-506; ritos y costu m b res fu n erarios, 508, 527, 532. Ver también Israel, israe­ litas; Ju d e a , ju d íos; sem itas; y p p. 30, 327 , 380, 38 5-38 6, 4 3 3 , 4 50, 4 60 -461, 467, 488, 509, 5 ;8 , 586 H eb ró n , y los terebintos de M am ré, 4 4 7 -4 51 H eces d el v in o de p alm a, no está p erm iti­ do calentarlas, 4 9 1 H eid elb erg, op in ió n de los d o cto res sobre un caso de ex o rcism o , 546-547 H élad e, la an tigu a, 9 1 H elén ico de M itilen e, h isto riad o r g rie g o , sob re el d ilu v io de D eu c alió n , 91 H elen a, sus p reten dientes, có m o se les tom aba juram ento, 207 H elesp o n to, castigad o p o r Je r je s , 342 H elicó n , p ico , 12 H en ry, A ., sobre las enseñanzas de los m ision eros n esto rian o s, n i H era, n o m b re g rie g o q u e se daba a A starté en H ieráp olis, 9 3; el tem p lo, 9 3, 94, 2 2 1, 399; ad op tó a H ércu les, 288. Ver tam­ bién A starté H eraclea, en B o tin ia, el o rácu lo de los m uertos, 400 H ércules, ro b ó el tríp o d e de A p o lo , en D e lfo s, 98; hizo la g arg a n ta de T em pe, en T esalia, 10 2 ; sus p actos con los h ijos de N e le o , 207; la cerem on ia de su ad op ­ ción p o r H era, 288; lucha con tra el dios río A q u e lo o s p o r la p o sesió n de D ejan i-

ra, 33 7 ; y su h ijo T e lfo , 360; có m o h izo in m ortal a P terelao , 367 H eren cia de Ja c o b , o la u ltim o gen itu ra, 230 ss. H erero , o dam ara, de A fr ic a surocciderttal, c o n ju ro s de lo s ago n izan tes, 63-64; re­ húsan lim p iar las v asijas de la leche, 495-496 H erm an o , e l m ás jo v e n d e u n h o m b re m u erto, su relación esp ecial con la v iu ­ d a, 463-46 5, 466-468 H erm es, fu e en viad o p o r Z e u s a D eu c a­ lió n , 9 1 ; se dice q u e causó la d ive rsificación de las len gu as, 198 H erm ó n , m on te, su n ev ad a cum bre con ­ tem plada p o r Saú l, 394 H ero d es el G ran d e, su con o cim ien to d e la historia del d ilu v io , tal co m o se la con tó a N ic o lás de D am asco , 70 H ero d o to , sobre la d esecación d e T esalia a través de la g arga n ta de T em p e , 10 2 H errera, A . de, so b re el relato de una g ran in u n d ación en tre los in d io s p eru an os,

l i9 H errero , m irad o con tem o r su persticioso en ciertas tribus african as, 2 8 ; H erric k , en E l hombre de la campanilla, 566-567 H e rv e y , islas, las costu m b res fun erarias, 522 H e rv ir la leche, se piensa q u e daña a las vacas, 489-495 H erze g o v in a , las costum b res de la n o v ia en el cruce d el u m b ral, 426 H esb ón , los d ólm en es, 329; los terebintos, 442 H esío d o , sob re las cerem on ias que han de o b servarse al cru zar un río , 338 H et, sus h ijos, las n eg o ciacio n es con A b r a ­ ham , 81 H exateu co, 79 H idro m an cia, p red iccion es hechas a p artir de las fig u ras en el agu a, 345 H ieráp olis, a orillas del E u fra te s , 9 3; se dice que D eu calió n fu n d ó su tem p lo, 9 3, 94; se cree qu e las aguas d el d ilu v io se alejaron de, 94; cerem on ias con m em o ­ rativas d el d ilu v io , 94; sacrificio de o v e ­ jas, 2 2 1 H ierb as, o ram itas, com o o fre n d a al cruzar los ríos, 339 H ierro , su son id o se utiliza p ara ah u yentar a los esp íritu s, 559; cam p an illas, las llevan los hech iceros y p ro fetas, 585-586

IN D IC E A N A L ÍT IC O

H ig u eras, sagrad as, 56, 306-307; en un relato m exican o sobre el d ilu v io , 14 2 ; en las leyendas de los torad ja, 306 H ija s, com o herederas en lo s sistem as matrilin eales, 254-259 ; de Ja c o b , espíritus de las encinas d e P alestin a, 4 3 4 , 4 41 « H ijo de la m an o derecha», títu lo del hered ero le gítim o , 232 « H ijo s d el m anto», así se llam aba a los n iñ os ad op tad os en algu n os lu gares de E u r o p a d uran te la E d a d M ed ia, 288 H ilp retch , p ro fe so r H . V ., y sus d escu bri­ m ientos en las excavacion es de N ip u r, 75-76 H im alaya, cord illera, 2 5 6 ,2 5 9 , 296, 3 5 8 ,5 76 H issar, d istrito del P u n jab , 430 H k a m ies, ver K a m e e H o , cole, o larka k o l, de B en g ala , su le n gu a y afin idades raciales, 2 6 0 -2 6 1; su país y fo rm a de v id a , 2 6 1-2 6 2 ; norm as sobre la tran sm isión de la herencia, 262-263 ------- , d e T o g o , los sacerdotes llevan cam panillas entre sus rop as, 58 ; H o — an g— h o , río, el p rim itiv o em plaza­ m iento de los m o n go le s se cree situado en su c u rso su p erio r, 259 H o b ley , C. W ., so b re el rito a k ik u y u del segu n d o n acim ien to, 278; sobre las cere­ m on ias de ad op ción entre lo s k ik u yu , 279; so b re las costu m b res de los hechi­ ceros ak am ba, ;8 ; Hofgiiter, p rop iedad es qu e n o p u ed en ser d ivid id as, 237 H ojas d e té, ad ivin ació n p o r m ed io de, 349; peren nes, encinas de, en Palestina, 4 3 3 ; asim ism o en P alestin a, caducas, encinas d e, 4 33 -4 3 4 H olan d a, inun dacion es, 18 2 H o llis, A . C ., sobre los m asai y los nandi,

275

H o m b re, creación de, 9 ss; Caída de, 26 ss; p erd ió la inm ortalid ad , 28-32, q u e p o ­ seía p o rq u e m udaba la p iel, 42-44 Hombre de la campanilla, El, 566-567 H om bres arm ad os, que ahuyentan los de­ m o n io s del cu erp o de las m u jeres que han d ad o a luz recientem ente, 580-584 H o m ero , sob re las cerem onias de tregua entre g rie g o s y tro yan o s, 2 1 3 ; su esp íri­ tu e v o ca d o p o r A p io n , 403; sob re las ofren d as de cabellos a los m u ertos, 510 H o m icid as, con tam inados, 5 1-5 3 , 55, 56; tatuados, 59, 62; apartados y reclu id os,

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o d esterrad os, 5 1- 5 2 ; p u rificación , 5658, 59-63 H o o p er, teniente W . H ., y las leyendas alg on q u in as de una g ran inu n d ación , 15 2 H o r , m on te, la tum ba de A a r ó n , 334 H o ra c io , so b re la e v o ca ció n de lo s m uer­ tos p o r las brujas, 404 H o reb , m o n te , an tigu o n om bre d e l Sinaí, la rev elació n de D io s a E lia s , 337 H o rm ig a s, p erseg u id as judicialm ente por los fran ciscan os en B ra sil, 548-550 H o rm ig u e ro , en el relato de la C reación , 19 H oten totes, o nam aqu as, relatos sob re el origen de la m uerte, 32 -33 , 34, 35 ; creen q u e es de m ala suerte contar lo s m iem ­ bros de u n a com u n id ad, 4 16 H u aro c h iri, en los A n d e s p eruan os, relato d e los in d io s acerca d e una g ran inunda­ ción , 13 8 H u d so n , territo rio de la bahía de, los m on tagn ais, 1 5 2 ; los relatos de un a gran inun dación entre las tribus in d ias, 158 H u esos de m u ertos, d ep ositad os en los árb oles, 462; se cree que los esp íritus se resisten a ab an d on arlos m ientras hay carne ad h erid a a ello s, 466 H u e v o , la v id a de un m a g o en su interior, 368-369, 3 7 1- 3 7 2 , 3 7 3 ; puesto p o r un g allo q u e lu eg o fu e ju zgad o y ajusticia­ d o, 5 5 3 - 5 5 4 H u m b o ld t, A . de, so b re el relato de una g ran in u n d ación en tre los ind ios del río O rin o co , 1 3 6 - 1 3 7 , 17 7 ; rep ro d u jo las tablas de G em elli so b re las m igraciones de aves en M éxico , 196 H u n g ría , la u ltim o g en itu ra, 2 38 ; en Neusoh l, al n o rte, el su ave -tañido de una cam pan illa cuando u n a persona agoniza, 562 H u n o s, sus costu m b res funerarias, 5 11 H u n ter, sir W illiam , sobre los khasi de A ssam , 253 H u xley , T . H ., la con ferencia an ual, 66; en sayo so b re el d ilu v io , 66; sob re la supuesta inu n d ación p ro v o cad a p o r la apertura de los estrechos de B o s fo r o y los D ard an elo s, 9 9 -100

Ia ro sla v el G ra n d e , la u ltim ogen itu ra en el có d igo d el R/tsskaja Pranda, 238 Ib a n , ver D y a k m arinos Ib o , del su r de N ig e ria , la ultim ogenitura, 269; sus sacrificios a los ríos, 340

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EL F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

Id a, m on te, se dice q u e D árd an o fu e arras­ trad o hasta allí p o r el m ar, 99 Id en tificació n de las p erso n as con las v íc ­ tim as d e los sacrificios, 287 Ig le sia católica, au torizada p ara exorcizar seres vivien tes e inan im ad os, 540 -541 Igu a n a s, se cree q u e son inm ortales p o r. que m udan de p iel, 4 1 ; II m ayek, clan de los n jam u s, 283 Im p recacion es en las cerem on ias p ara aco r­ d ar la p az, 2 1 1 - 2 1 2 , 2 1 3 , 2 14 Im p u reza ritu al de la m u jer en la le y m osaica, 4 74 In cas p eru an os, sus trad iciones d el d ilu v io . Ver también C u zco ; H errera, A . de; In ­ d ios p eruan os; Perú In cisio n es p o r los m u ertos, 507 ss.; p ro h i­ bidos en el L e v ític o , 509 In d ia , relatos so b re el o rig e n d el ho m b re, 1 8 - 2 1 ; el establecim iento de lo s p u eblos ario s, 10 4 -10 7 ; historias m od ernas del d ilu v io , 10 6 -10 8 , 1 7 2 ; los b h il, 263-264; la u ltim ogen itu ra, 264, 265; el sim ulacro d el seg u n d o n acim iento, 2 9 1-2 9 6 ; el llan ­ to co m o fo rm a de salu d o , 3 2 1- 3 2 2 ; la n o v ia p isa u n a p ied ra de m o lin o com o parte de la cerem on ia m atrim on ial, 330; fo rm as de ad iv in a ció n p ara el d escu bri­ m iento de lad ro n es, 348; rap ad o y to r­ tura de b ru jas y h e ch iceros, 364; se entierra a los n iñ os n acid os m uertos b a jo los um brales p ara asegu rar su re­ su rrecció n , 429 -430; los 3-yarats, en la fron tera de A fg a n istá n , 4 57-4 58 ; los as­ cetas y sacerdotes se sujetan cam panillas y carracas de h ierro , 579; lo s sunar, de n iñ os, llev an pu lseras co n cam panillas en los to b illo s, 584 ------- an tigua, historias de un g ran d ilu v io , 10 4 -10 6 , 17 2 ; las n arracion es d el d ilu v io no d erivan del relato babilón ico del m ism o, 1 7 5 - 1 7 6 ; sim u lacro d el segu n do n acim iento, 290-293, 295; la costum bre p o r la q ue la n o v ia ev itab a p isar el u m bral de la casa de su m arido , 426 In d ico , arch ip iélago , relato d e un gran d ilu v io , 1 1 2 - 1 1 8 , 17 3 In d io s ab ed eris, de B ra sil, su relato del d ilu v io , 13 2 ------- acagchem em , de C alifo rn ia , su relato de la creación del h o m b re , 2 1 ; el del gran d ilu v io , 146 ------- a lg o n q u in o s, relato s d el d ilu v io ,

1 5 1 - 1 5 6 , 1 5 8 - 1 5 9 , 16 6 ; su am p lia d ifu ­ sió n , 17 7 ------- am erican os, sus relatos so b re la crea­ ción d el h o m b ré, 2 1 - 2 5 ; de la C olu m b ia británica, se en n egrece el ro s tro a los ho m icid as, 6 1 ; su relato d e un a gran inu n d ación , 1 6 ; ; su resisten cia a set cen sad os, 4 1 7 ; y el silen cio de las v iu ­ das, 4 6 1-4 6 2 , 466; las h istorias d e un d ilu v io , 14 4 -16 9 ; el llan to co m o fo rm a de salu do , 3 2 2 -32 4 ; los g allin o m era, j 1 3 ; costu m b res fu n erarias, 529; expulsan a las b ru jas con el son id o de cam panas, 574. Ver también A m é ric a d el N o rte ; In d io s n orteam erican os ------- apaches, 6 1 , 45 ------- arapaho, sus costu m b res fu n erarias,

514 ------- arau can os, de C hile, su relato d el d ilu v io , 1 3 3 , 18 3 ------- ayeo, tribu v ecin a y aliada de los sio u x, 323 ------- bella-coola, de la C o lu m b ia britán i­ ca, el silencio de viu d a s y v iu d o s, 4 6 14 62, 466 ------- cabeza chata, d el estad o d e W ash in g­ ton, su relato d el diluvio , 166; se laceran el cu erp o en señal d e d u elo , 5 x 2 -5 13 ------- cain g an g , o c o ro a d o s, d e R ío G r a n ­ de do S u l en B ra sil, su relato de una gran inu n d ación , 13 0 ------- californ ian os, el silen cio de las v iu ­ das, 4 6 1; laceraciones en señal de d u elo, 5 13 . Ver también C alifo rn ia ------- cam es, de B ra sil, 13 0 ------- canadienses, relatos acerca de un d ilu v io , 1 5 1 - 1 5 2 , 15 6 - 16 2 ; las costu m ­ bres funerarias, 5 12 ------- cañaris, d e E c u a d o r, su relato de una g ran inu n d ación , 1 3 7 - 13 8 ------- cap oq u es, an tigu a trib u de las islas costeras de T e x a s, 323 ------- carayas, de B ra sil, su relato de un d ilu v io , 13 0 - 13 2 ------- catausis, de B ra sil, relato de u n gran d ilu v io , 13 2 ------- cayu ru cres, de B ra sil, 13 0 ------- com anches, d e T e x a s, costum b res fu n erarias, 5 14 ------- cora, de M éxico , su relato de una gran inun dación , 14 3 - 14 4 ------- co ro ad o s, ver In d io s c ain gan g ------- costilla de p erro , trib u tinneh de C anadá, su h istoria de u n a g ran in u n d a­ ción , 15 9

IN D IC E A N A L ÍT IC O

------- crees, o knisteneau x, de C an ad á, his­ to ria de un d ilu v io , 1 5 2 , 1 5 8 - 15 9 , 1 6 1 ; costu m b res fu n erarias, 5 12 ------- cu erv o s, las m ujeres se laceran el cu erp o d u ran te las cerem on ias fu n era­ rias, 5 14 ------- cu leb ras, d e. las m ontañas R o c o sa s, se laceran el cu erp o en señal de d u elo, ; 14 ------- curuton es, de B ra sil, 13 0 ------- ch ero kees, su relato acerca de un d ilu v io , 1 5 0 - 1 5 1 ; m o tiv o p o r el que cortan los tendones de los cierv o s que cazan; su o p o sició n a con tar la fru ta, 4 17 ------- ch in o o k , de los estados de O re g o n y W ash in gto n , costu m b res ob servad as por los ho m icid as, 62; hablan el dialecto kathlam et, 16 6 ; ritos fu n erario s, 5x3 ------- ch ip ep ew a , ver In d io s salteaux ------- ch irigu an o s, de B o liv ia , su relato de un d ilu v io , 13 9 - 14 0 ------- d ak ota, ver In d io s sio u x ----- -- dené, ver In d io s tinneh — — d elaw are, d el g ru p o alg o n q u in o , su relato de un g ran d ilu v io , 1 ; 1 ------- d iegu eñ o s, de C alifo rn ia , su historia de la creación d el h o m b re, 22-23 ------- escla v o s, d e C anadá, y su h istoria de una g ran inu n d ación , 15 9 ------- d el estad o de W ash in g to n , costu m ­ bres o b servad as p o r los ho m icid as, 62; relatos de un g ran d ilu v io , 16 5 - 16 7 ; sus costu m b res fu n erarias, 5 12 - 5 13 ------- g allin o m era, de C aliforn ia, sus cos­ tum bres fu n erarias, 5 13 ------- haida, de las islas R ein a C arlo ta, su relato d e una gran in u n d ación , 16 4 -16 5 ------- han, de las islas costeras de T exa s, 323 ------- h o p i, o m oq u i, del suroeste de A r i­ zona, su relato de la creación d el h o m ­ bre, 2 3; se libran d e las influencias m a­ lign as can tan do y tocan d o cam panillas, 574

------- huancas, de P erú , su relato de una gran inu n d ación , 13 9 . Ver también H erre­ ra, A . d e; In cas p eru an os; In d io s p eru a­ n os; Ja u ja , v alle; P erú ------- hu ich o l, del oeste de M éxic o , su relato d el d ilu v io , 14 2 -14 3 ------- jíb aro s, ver In d io s m uratos ------- kansas, o konza, del estado de su n om b re, costu m b res fu n erarias, 515 ------- k aw ak ip ais, ver In d io s diegu eñ os ------- k iga n i, de A la sk a, se laceran el cu er­ p o en señal de d u elo, ; 1 2

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------- k n isteneau x, ver In d io s crees ------- k w atiu tl, de C o lu m b ia britán ica, el silencio d e las v iu d a s y v iu d o s, 461 — — len g u a, de P a ra g u a y , su relato de la creación d el hombre, 24-25; e l llanto com o fo rm a de salu d o , 323 ------- lu iseñ o s, d el su r de C alifo rn ia, su relato de una gran inu n d ación , 14 6 -14 7 ------- m aid u , de C alifo rn ia , su relato sobre la creación d el h o m b re , 2 1-2 2 ; sobre el o rig en d e la d ive rsid ad de le n g u a s, 200 ------- m aip u res, de las G ran d es Cataratas d el río O rin o c o , 1 3 7 ------- m andan, relato d e un gran d ilu v io , 14 8 - 15 0 ; la danza d el toro, 14 9 ; sus piedras oracu lares, 3 1 2 - 3 1 3 ------- m on tagn ais, d e C anadá, su relato de una g ran in u n d ación , 1 5 1 - 1 5 2 ------- m o q u i, ver In d io s h o p i ------- m u rato s, o jíb aro s, de E c u a d o r, re­ lato sob re e l d ilu v io , 1 3 2 - 13 3 ------- narices p erfo ra d a s, relato d el d ilu vio, 166 ------- natchez, d e L u isian a, historias sobre la creación d el h o m b re , 23-24; las tradi­ ciones acerca de u n d ilu v io , 14 7 -14 8 ------ - n ish in am , de C aliforn ia, el silencio de las v iu d a s, 4 6 1 ------- n orteam erican os, ahuyentan a los es­ p íritu s de los asesinad os, 6 1-6 2 ; el dia­ lecto kathlam et, 16 6 - 16 7 ; cortan y dese­ chan los tendones d el c o rv ejó n d e los c iervos q u e cazan, 34 3 ; se laceran el cu erp o en señal de d u elo , 5 1 2 - 5 1 5 . Ver también A m é ric a d el N o rte ; In d io s n orteam erican os ------- o jib w a s, del sureste de O n ta rio , su relato de u n a gran inun dación , 15 6 - 15 8 , 16 1 ------- om ah a, de N e b rask a , apartan a los ho m icid as, 58; son reacios a co n tar los años qu e tienen, 4 1 7 ; costum b res fune­ rarias, 5 1 5 - 5 1 6 ------- Ottawa, el llan to com o fo rm a de saludo, 323 ------- paeze, d e C aloto, en C o lo m b ia, 571 ------- p am aris, de B ra sil, su relato de un g ran d ilu v io , 13 2 ------- p á p a g o s, del su roeste de A riz o n a , su relato de u n a gran inun dación , 14 4 -14 5 ------- de la P atag o n ia, cerem onias en los n acim ientos, 2 2 0 -2 2 1; sus costum bres funerarias, 5 16 ------- p eru an os, su relato de una nueva creación d el hom b re después del d ilu v io ,

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

24; historias de una g ran inu n d ación , 13 8 - 13 9 ; sus ofren d as a lo s dioses río, 339. Ver también H errera, A . d e; Incas p eru an os; P erú :------- p iel de liebre, u n a trib u tinneh, su h istoria de una g ran inu n d ación , 15 9 -16 0 —— pies n eg ro s, trib u alg o n q u in a de las m ontañas R o c o sa s de A lb e rta , en C ana­ dá, su relato 1de u n d ilu v io , 15 8 , 1 6 1 ------- p im a, d e A riz o n a, su relato de la creación d el h o m b re , 2 3; aíslan a los ho m icid as, 6 1-6 2 , 64; su h isto ria de un d ilu v io , 14 5 -14 6 :------ p o m o , d e C alifo rn ia, costu m b res fu ­ n erarias, 5 13 ------- p u eb lo , del suroeste de A riz o n a , usan cam panas p ara exorcizar a las bru jas, 574. Ver también In d io s h o p i ------- q uiché, de G u atem ala, su relato so ­ b re el o rig e n de la d iversid ad de las len gu as, 200 ------- d el río Sm ith , en C alifo rn ia , su his­ toria d el d ilu v io , 14 7 ------- salteaux, o c h ip p ew a, de la ram a algon q u in a, su relato d el d ilu v io , 15 2 - 1 5 6 — — sarsi, de la ram a tinneh, d e A lb erta, en C anadá, su relato del d ilu v io , 1 6 1 - 1 6 2 ------- sauk, costu m b res fu n erarias, 5 14 ------- sio u x, o d ak o ta, las ofren d as a las p ied ras, 3 1 3 ; v ecin o s de los ind ios ayeo, 32 3 ; se laceran el cu erp o en señal de d uelo, 5 1 4 - 5 1 ; ------- spo kan as, del estado de W ash in gto n , su relato d el d ilu v io , 166 ------- tam anachier, d el río O rin o c o , su relato sobre el o rig en de la m uerte, 4 1 —----- tam anaques, del río O rin o c o , su re­ lato de una g ran in u n d ación , 13 7 ------- thlinkeet, ver In d io s tlin g it ------- th o m p so n , de C o lu m b ia britán ica, se en n egrece el ro stro a los h o m icid as, 61; su relato de una gran inu n d ación , 1 6 ; ------- tinneh, o dené, de C an ad á, sus n o r­ m as en relación con los h o m icid as, 62, 64; n arracion es de un d ilu v io , 15 8 - 16 2 ; costum b res funerarias, 5 12 ------- tlin git, o thlinkeet, de A la sk a , sus historias de una gran in u n d ación , 16 2 16 4 ; cóm o explican el o rigen de la d iv e r­ sidad de las len gu as, 16 4 , 200; sus cos­ tum bres fu n erarias, 5 12 ------- tom in u s, d e B ra sil, ver In d io s tonaitz hoyanans

------- tonaitz h o yan an s, o tom in u s, de B ra ­ sil, su h istoria de una g ran in u n d ación , 12 9 ------- ton aseares, d e B ra sil, su h isto ria de una g ran inu n d ación , 129 ------- tuanas, de P u g e t S o u n d , en el estado de W ash in g to n , su relato d e una gran inu n d ación , 16 5 -16 6 ------- tu p i, de B ra sil, el llan to com o fo rm a de salu do , 32 2 -32 3 ------- tu p in am b os, d e B ra sil, ver In d io s tonaseares ------- de V irg in ia , o fren d a de cab ellos en las cerem on ias de d uelo, 5 16 ------- z o rro s, costu m b res fu n erarias, 5 14 In d o ch in a, pen ín su la, 2 5 1 , 253 In d ra , en las n arracion es d e los k o rk u sobre la creación del h o m b re , 19 Inger, una especie de saban dija p rocesad a p o r las au to rid ad es de B e rn a , 545-546 In glaterra, in gleses, los te ó lo g o s in v a d ie­ ron el cam po de la a rq u e o lo g ía a finales d el sig lo X V I I , 17 8 ; la u ltim o gen itu ra, 2 34 -2 36 , 245, 2 7 1; ad iv in a ció n p o r m e­ d io de las h o jas de té y p o so s d e café, 349; rep u gn an cia su p ersticiosa a c o n tar anim ales o cosas, 4 1 7 - 4 1 8 , 4 19 ; m edidas que se tom an p ara co m b a tir las ep id e­ m ias entre el g an ad o , 4 3 0 -4 3 1 In icia d o de la T ie rra , u n c read o r en tte los ind ios m aid ü , d e C alifo rn ia, 2 1-2 2 , 200 In iciación , cerem on ias, los jó ven es beben en ellas la san gre de lo s am ig o s, ; 31 In m o rtalid ad , el h o m b re la p erd ió , 28 -32, p o rq u e la p o seía d ebid o a q ue m udaba la p iel, 42-44 In n u it, esqu im ales, su h isto ria de un a gran inu n d ación , 16 9 In o , o P asifae, su santuario en L a co n ia , 304 In stitu cion es, cerem on iales en Israel, su rem ota an tigü ed ad , 47 3-4 7 4 In u n daciones, a causa de la elevación del n iv e l de lo s océan os, 1 8 2 - 1 8 3 ; d ebid o a las llu vias co p io sas, 18 4 - 18 5 , 18 6 lo n a , las p iedras n egras, 3 3 1 Ira g a l, dios b a b iló n ico de la p este, 73 Irlan da, la ad ivin ació n p o r m ed io de car­ bones en el agu a, 349; rep tiles, exo rciza­ dos p o r san P atricio , 540 Irraw a d d y , fu en tes, a n tigu o asentam iento de los kachin, 245; su v a lle con stitu yó una v ía de em ig ració n , 259 , Irrig a c ió n , sacrificios p re v io s a, 282-283

IN D IC E A N A L ÍT IC O

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Isaa c, p ad re de Ja c o b , h ijo de A b rah am , 230, 354; e Ism ael, 2 32 ; cóm o le engañó Ja c o b , 2 7 3 ; la ép oca en que se co m p ro ­ m etió con R eb eca, 298

Ja c k so n , J o h n , un m arinero , sob re los sacrificios realizados al poner lo s cim ien­ tos de la casa de u n reyezuelo en las islas F id ji, 226

Isaías, p ro feta, sob re el cu lto a los cantos ro d ad o s, 309; d en u nció las «casas del alm a», 388-389; sobre el cu lto a las encinas, 445; su in flu en cia en e l autor del D eu tero n o m io , 4 79 ; sobre lo s ritos fu n erario s, 507-508

Ja c o b , con R aq u e l, 82; supuestam ente con ­ tem porán eo de O g ig e s, 96; su carácter, 230, 354 ; lo s en gañ os de que h izo vícti­ mas a su p ad re y herm an o, 2 3 0 -2 3 3 , 272, 273-2 7 4 , 276, 298; la herencia d e, 2302 33 ; y J o s é , 2 3 2 , 3 1 8 ; bendice a E fraím y M an asés, 2 3 3 -2 3 4 ; y las pieles de cabrito, o el seg u n d o n acim iento, 273 ss.; en B et-el, 298 ss.; su su eñ o , 299, 308; la escala de, 299, 305; jun to al pozo, 3 1 7 ss.; su p acto so b re e l.m a ja n o , 3 2 ; ss.; su salid a de H arrán , 32 5 -32 6 ; la d iscu sió n c o n L a b án , 326-528, 329 ; en el vad o d el Y a b b o k , 335 ss.; se le contrajo un ten d ón d el m u slo , 343; paralelism o de una leyen d a m exicana con el relato de su lu ch a con tra un ángel, 344; las hijas de, espíritu s de las encinas en Palestin a, 4 34 , 4 4 1 ; y el tereb in to de Sikém , 447

Is id o ro , filó so fo n eop latón ico , su encuen, tro con la p ito n isa sagrad a, 345 Isla n d ia, h isto ria de u n a g ran inun dación de san gre de g ig an tes, 1 7 3 ; las creencias referentes al acto de sentarse en el um ­ bral, 429 Isla y , isla, relato celta acerca de un gig an te cuya alm a se hallaba en el in terio r de un h u e v o , 3 7 1- 3 7 2 Ism ael, e Isaac, 232 Isp ah an , cu lto a los um brales en lo s p ala­ cios d e los reyes, 423 Israel, israelitas, el L e v ític o y la ob ediencia a la n orm a d ivin a, 53; las vestid u ras especiales p ara los le p ro so s, 55; la u lti­ m ogen itu ra, 2 30 -2 33 ; los «lugares altos», 308, 3 16 , 4 35 -4 36 , 452 ss., 476; los niños no com en el ten dón de la c o rv a de los an im ales, 33 6 ; instituciones cerem on ia­ les, su rem ota an tigü ed ad , 47 3-4 7 4 ; la só lid a fe en lo sobren atu ral; sus antepa­ sados fu ero n pastores n óm adas, 499, 505-506; las incision es p o r los m u ertos, 5 0 7 -5 10 , 5 19 , 532. Ver también H ebreos; Ju d ío s ; y p p. 79, 80, 8 1, 94, 205, 2 19 , 2 2 3 , 2 7 4 . 309. 3 3 3 . 3 4 3 . 3 5 3 , 5 5 4 , 5 6 1, 3 9 1 . 3 9 5 , 3 9 6, 4 3 7 , 4 4 5 , 4 4 ^, 4 4 8, 4 5 1,

4 7 1 , 4 7 5 , 4 7 8, 4 8 2 , 4 8 3 , 4 8 4 , 4 8 5 , 508 Istar, d iosa babilónica, 7 3, 74, 2 1 3 , 356 Italia, sus historiad ores y v ia je ro s, 1 4 1 , 4 2 2 , 4 2 3 ; el n aturalista G iro la m o Fracasto ro , 17 8 ; lo s teó lo g o s in vad iero n el cam p o de la g e o lo g ía a finales d el siglo X V I I , 17 8 - 17 9 ; sueños oracu lares, 304; los o rácu lo s de los m u ertos, 4 0 1; p recau ­ cion es con tra el m al de o jo , 579 Itin eran te, o n óm ada, sistem a de agricu ltu ­ ra, 2 4 1 , 247

Itinerario de Jerusalén, 449 Itu ri,

río ,

cerem on ias

lus Theelacticum, 236

al

cru zarlo,

340

Ja c o b s , Jo s e p h , sob re la ultim ogen itura, 2 3 1-2 3 2 Ja c o b se n , capitán, y los relatos de una gran inu n d ación en tre los groenlandeses, 16 7 Ja h v is ta , o Je h o v is ta , D o c u m en to , cum ento Ja h v is ta

ver D o ­

J a n o , 333 Ja p ó n , no existen tradiciones acerca de un d ilu v io , 1 7 2 - 1 7 3 ; los ain o tom an v en gan ­ za de lo s árboles q u e han causad o la m uerte de algu ien , 534 J a u ja , v alle p eru an o, lo s huancas, 139 Ja u se e n , p ad re A n to n in o , sobre el culto a los terebintos p o r los árabes d e M oab, 433

J a v a , el c u ltiv o del arro z , 247; se dice que un rajá m ítico ad q u irió su fuerza de una p iedra, 33 0 ; el n o v io conduce a la novia en brazos hasta el in terio r de su n uevo h o g ar, 425 J e f e de la T ie rra , un sacerdote d el alto Senegal, 5 5 Je fe s m u ertos, sus esp íritus consultados com o o rácu lo en A fric a , 404-407 Je h o v á , d iferen cias en el u so de su nom bre q u e aparecen en el Pen tateuco, 8 3; rela­ cion ado con las encinas y terebintos sagrad os, 446-447

616

EL F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

Je n o fo n te , sob re las costu m b res de las m ujeres sirias y arm enias de arañarse el ro stro en señal de d u elo, 5 10 Je re m ía s, so b re la ratificación de acuerdos entre los h eb reo s, 206; sob re los G u a r­ dianes d el U m b ral, 4 2 1 ; sob re el cu lto a las en cinas, 445-446; so b re los postes sagrad o s, o asherim, 4 35 -4 5 4 ; sob re ritos fu n erario s, 507, 508 Je r je s , sacrificó caballos blan cos al río E strim ó n , 338; su castig o al H elesp o n to, 342; y la reina A to sa , 402 Je ro b o a m , institu ye el cu lto a l becerro de oro en B et-el, 308 Je ru sa lé n , cap tu rad a p o r N a b u c o d o n o so r, rey de B ab ilo n ia, 79, 4 5 3 , 4 7 1 , 48 2, 507, .508; lu g a r d el ú n ico altar le g ítim o , 8 ;; el m on te de lo s O liv o s , 90, 380; las elegantes dam as, Isaías las den u n ció, 338; la con cen tración d e cu lto s y su p re­ sió n de san tu arios locales o «lugares altos», 4 5 3, 476; se aseg u ró el p o rv e n ir de los sacerdotes ru rales separados del culto d e lo s «lu gares altos», 478-479. Ver también p p . 80, 95, 380, 4 1 3 , 4504 5 1 , 480, 4 8 3, 484, 5 10 Je s in g e n , en A lem an ia, su s habitan tes es­ taban d escon tentos con el son id o de la cam pana de m on te R e m ig io , 568 Je s ú s , 4 3 ; , 4 74 , 488 Je z z in , p o b lad o en la cu m b re de la c o rd i­ llera d el L íb a n o , y lo s «lugares altos», 436 Jh á r - E r a , o M ab ú rú , esp osa del d ios tute­ la r D esau li, 456 Jbuming o jooming, sistem a itinerante de c u ltiv o , 2 4 1 Jo h o re , en la p en ín su la m alaya, 1 1 0 , 3 6 ;, 3 66 Jo n a tá n , y D a v id , su en cu en tro, 3 18 ; su p ad re Saú l atentó con tra su v id a , 392; el m on te G u ilb o a y su m u erte, 540 Jo r d á n , río , en la reg ió n d el o tro lad o, de, se encuentran m on u m en tos hechos de p iedras toscas, 328 ; la supuesta tum ba de Jo s u é , al este de, 4 3 7 ; sus fuentes, 440, 442; encinares y tum bas de santos, 4 4 1; vad ea d o p o r los p astores nóm adas an tepasados de los israelitas en su m ar­ cha hacía P alestin a, 505-506 Jo s é , h ijo de Ja c o b , él p re fe rid o de su p ad re, 2 3 2 ; en cuen tro con su p ad re y herm an os, 3 18 ; la co p a de, 3 4 ; ss. Jo s e fo , so b re lo s tereb intos de H eb ró n , 448-449

Jo s ía s , rey de Ju d e a , su refo rm a, 8 ;, 396, 4 54 , 476, 48 2, 4 8 3; y el D e u tero n o m io , 478 Jo s u é , in v o cació n a la g ran p ied ra b a jo el rob le, 3 3 3 ; su su pu esta tu m b a cerca de E s Salt, 4 37 ; la p ied ra del testim o n io , 448 Jó v e n e s cortad os en d os tro zo s al estable­ cer u n a alianza, 2 2 2 , 2 2 3 -2 2 6 , 227 -22 8 , 229 Ju b a r , en la com arca de A ltm a rk , la cam ­ pana de la iglesia suena d uran te las torm entas, 568 Ju d á , cu arto h ijo de Ja c o b , y lo s m ellizos qu e tu v o su nu era T a m a r, 233 Ju d á , rein o, 4 5 3, 507 Ju d e a , ju d íos, su le g isla d o r M o isé s, 70; su c au tiverio en B a b ilo n ia , 79, 87, 4 5 3, 4 7 1 , 482, 484, 507, 508, 509; la leyend a de una gran inu n d ación y las m on edas halladas en A p a m e a C ib o to s, de F rig ia , 95; la d esolación de su d esierto , 298, 379 -38 0 ; m atrim on ios in cestu o so s, 360; las o b jecio n es a la p ráctica d el em p ad ro ­ n am iento, 4 1 3 , 420; en la fiesta b a jo la encina de M am ré, 4 50; el lu g a r q ue ocu p a la le y m osaica en su h istoria, 4 7 1 ss.; los k araitas, 489; tienen p o r n o rm a no to m ar carne y leche o q u eso ju n to, 4 59 ; los p rin cip io s de la justicia retrib u ­ tiva, 536; el u so de cam p an illas p o r sus sacerdotes, 558, 5 86. Ver también H e ­ b re o s, Israel, israelitas; Sem itas Ju ic io y castigo de anim ales en la an tigua G rec ia, 5 37 -5 38 , 539; en la E u r o p a m o ­ derna, 540-548, 5 5 0 - 5 5 4 , 5 5 5 . 5 5 6; y en el N u e v o M u n d o , 548-5 50, 554-5 55. Ver también C astig o de anim ales h om icid as; E je c u c ió n de anim ales; P erse cu ció n de anim ales ------- , de ob jeto s in an im ad os en la an ti­ gu a G rec ia, 5 37 , 538 -539 , 555; y en la E u ro p a m od ern a, 555-5 5 7 J u lio A fric a n o , cron ista cristian o , sobre la fecha del d ilu v io de la ép oca de O g ig e s,

96

Ju n io , durante el reinado de T ib e rio , L ib o le p id ió q u e in v o case a lo s m uertos m ediante co n ju ro s, 404 Ju n iu s B ru tu s, y las exh ibicion es de glad ia­ dores en R o m a , 519 J u o k , el cread o r entre lo s shilluks, 20 Jú p ite r, era in v o c ad o al c o n clu ir un trata­ d o, 2 1 3 ; y A lcm en a, 336; o b lig ad o a descender de lo s cielos, 338

IN D I C E A N A L ÍT IC O

Ju ra m e n to s, so b re trozo s de anim ales, zo6207; m o d o g rie g o de ratificarlos, 206207; de am istad, cerem onias de tom a de, 2 0 8 -2 16 ; realizados sob re las pied ras, 2 1 5 . 3 3 x ~ 3 33 ; aspectos m ágico y re lig io ­ so d e, 333 Ju stin ia n o , el Digesto o Pandectas, 472 Ju tla n d ia , pen ín su la, en el norte n o se deben con tar los ratones, p io jo s, p u lgas o alim añas, 4 19 Ju v e n tu d , lo s p u eb lo s p rim itivo s creían que se recob rab a com ien do d e cierta planta, 3 0 - 3 1; o m u dand o de p iel, 30, 40-46

K a b a d i, d istrito de N u e v a G u in ea britán i­ ca, el relato de una g ran in u n d ación , 1 1 8 K a b i, tribu de Q u eensland, en A u stralia, sus costu m b res fu n erarias, 5 24 K a ra c h i, de Sik im , sus rostro s fem in oides, 249-250 K ach c h a, n agas, de A ssam , relatos sobre la d ive rsid ad d e las len g u as, 19 8 -19 9 K a c h in , k akh yeen , ch in g p aw o sin g fo , de la alta B irm an ia, su relato de un gran d ilu v io , 10 8 -10 9 ; su o rig en m o n g o l, 245-246 ; la u ltim og en itu ra, 246-247, 250; ag ricu ltu ra, 247-249 ; casas com unales, 248-249; em igracion es, 259-260; v en gan a los ah o gad o s, 342; p rotegen de los d em on io s a las p arturientas, 58 1-58 3 K a fir , d el sur de A fric a , el lu to de las viu d a s, 5 12 K a h u m b u , colin a coron ad a de árb oles sa­ g rad o s en la regió n de los k ik u yu , 4 ; ; K a i, de N u e v a G u in ea, relato sobre el o rigen de la m uerte, 43 K a itish , de A u stralia central, relato sobre el o rig en de la m uerte, 4 5; costum bres q ue g u ard an las viu d a s, 464-465, 466, 467; el lu to de las m ujeres viu d a s, 528 K a k a d u , trib u de Q ueen slan d, en A u stralia septentrion al, laceraciones en señal de d u elo , 5 24 K a k h y e e n , ver K ac h in K a la h a ri, desierto, los bosq u im an os tati, o m asarw as, 3 ; K a m a r, p eq ueñ a tribu d ráv id a de las p ro ­ vin cias centrales de la India, su historia de un g ran d ilu v io , 10 7 K am ch ad ales, de A sia orien tal, el relato de una gran inun dación , x i i

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K a m e e , o kham ies, de A ra k a n , reg las para la tran sm isió n de la herencia, 252-253 K a m ila ro i, d el este d e N u e v a G a le s del S u r, sus costu m b res fun erarias, 524 K a m tc h a tk a , p en ín su la, las tradiciones di­ lu viales, 1 7 2 K a n g r a , d istrito , en el P u n jab , lo s niños m uertos so n en terrad os bajo la puerta trasera d e la casa, 430 K a n t , E m m an u el, acerca de la teoría de un p rim itivo océano u n iversal, 1 8 1 K a ra íta , secta judía, el relato de un rito m ág ico , 489 K a re n , de B irm an ia, el relato de la creación d el h o m b re, 14 ; el de un gran d ilu v io , 10 8 , 1 7 2 ; historia sem ejante a la de la torre de B ab e l, 19 7 ; cerem onias para firm ar la p az, 2 15 K a rie ra , d el o este de A u stralia, sus costum ­ bres fu n erarias, 524 K a m a , h ijo d el dios S o l y la princesa K u n ti, o P rith a, 357-358 K a ru m a , salto s, en el N ilo su p erio r, sacri­ ficio de cab rito s, 340 K ath latn et, dialecto, el relato de u n a gran in u n d ación entre lo s indios n orteam eri­ canos q u e lo hablan, 16 6 -16 7 K a u tsc h , E . , su trad u cción de la B ib lia al alem án, 4 2 1 K a v ir o n d o , tribu s bantúes de A fric a orien­ tal britán ica, tom an precaucion es frente a los esp íritu s de los asesinados, 60, 64; su fo rm a d e llevar a cab o los juram entos de paz, 208; las viu d a s usan un cencerro de gan ad o , 576-577 K a y a n , de B o rn e o , su evocación de los m uertos, 408; acostum bran a d ejar de cortar a lg u n o s árb oles para u so de los espíritus, 459 K e d e sh N a fta lí, en Palestin a, se encuentran encinas en una g ra n cantidad, 434 K e i, islas, relato so b re la creación del h om bre, 1 5 - 1 6 ; las p iedras sagrad as, 3 15 ; g u ard an las alm as de los n iñ os en el interio r de los co co s p or m o tiv o s de segu ridad, 383 ICenia, sus bo sq u es, 455 K e n la w t, clan o fam ilia de los haka chin, 252 K en n e tt, p ro fe so r R . H ., sobre Jerem ías (II, 34), 446; sobre los p rim itivo s D iez M an d am ientos, 487 K e n t, el borough inglés, 234, 247 K e o p s , pirám id e de E g ip to , con una base in ferio r a la de C h olu la, en M é x ic o , 195

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EL F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TEST A M EN TO

K e r a k , en M o a b , y los tereb intos sagrad os, 4 4 2 , 445

; K h a s i, de A ssa m , relato de la creación del Hom bre, 19 ; su id io m a y asp ecto físico , 253, 260; afin id ad es, 2 5 3 ; agricu ltu ra, 254; su sistem a m atrilineal, 2 5 4 - 2 ; ;, 270; la u ltim o gen itu ra, 2 5 4 - 2 5 ;, 259 K h n o u m o u , d ios e g ip c io , cread o r del h o m ­ bre, I I K ik u y u , una com u n id ad de los ak iku yu , ver A k ik u y u K ilim a n ja ro ,.m on te en Á fr ic a orien tal, 2 7 ;, 280 K in g la k e , A . W ., sobre la ad ivin ació n en E g ip to p o r m ed io de la tinta, 347 K in g s le y , M a ry H ., sobre las h istorias africanas de la com u n icación entre d io ­ ses y h o m b re s, 3 0 ;; sob re las b ru jas que cazan alm as en A fr ic a occid en tal, 387 K ip a sis o , clan n an di, sus m iem b ros, excep ­ cion alm ente, pu ed en to m ar leche al día sigu ien te de comer carne de la caza, 503 K ira n ti, tribu d el H im alaya central, g o l­ pean v asijas d e cob re en los fu n erales, ; 76 K is s i, de las fron teras de L ib e ria , con su l­ tan com o o rácu lo a las alm as de los jefes m u ertos, 406; sus costu m b res funerarias, 5 12 K la rs e o w su n g , clan o fam ilia de lo s haka chin, 252 K lem an tan , de B o rn e o , las cerem on ias de ad op ción , 289 K o ia r i, de N u e v a G u in ea britán ica, se laceran el cu erp o en señal d e d u elo, 5 16 K o l, ver H o K o la r , o m u n d á, raza, 260, 2 63, 292 K o ló s h , n om b re ru so de los tlin git, 16 4 K o rn b en g í, el h aced or del h o m b re según los toradja, i ; - i 6 K o n k a n , en B o m b a y , las p iedras con sag ra­ das, 3 1 4 K o o k ie s , d el C achar sep tentrion al, pisan una p ied ra en la cerem on ia de casam ien­ to, 330; m atan v en g ativ am en te cualquier anim al salvaje que haya p ro d u cid o v íc ­ tim as entre ello s, 5 33-5 34 . Ver también K u k is K o r k u , de las p ro v in c ias del centro de la In d ia, su relato de la creación del hom ­ bre, 19 ; el sim u lacro de un segu n do n acim iento, 292 K o r w a , tribu d rávid a de M irz ap u r, su ven eración de los um brales, 424

K o r y a k , d el n oreste de Sib eria , sus m éto ­ dos p ara ev itar , la peste, 2 1 8 , 220; la u ltim og en itu ra, 267-268 K o sh c h e i el In m o rta l, en u n relato ru so , 367-369 K o t a , de lo s cerros N e ilg h e rry , en la In d ia m eridion al, 264 K u b la i K a n , en la v isita de M a rc o P o lo al p alacio de P e k ín , 422 K u k is , de M an ip u r, relato so b re el o rig en de la d iversid ad de las len gu as, 19 9 ; de C h ittag o n g , su ley d el T a lló n , 5 3 3 -5 3 4 K u m a o n , en la In d ia , sim u lacro del segu n ­ d o n acim ien to, 2 9 1 K u m is , de los cerros de A ra k a n y C hitta­ g o n g , en la In d ia orien tal, relato sob re la creación del h o m b re, 1 8 - 1 9 K u n t i, o P rith a , m ad re de K a r n a y am ante del d ios So l, 357-358 K u n y a n , h éro e de un relato d el d ilu v io entre los in d io s p iel de lie b re, 15 9 -16 0 K u rd istá n , la fu sió n de la n ie v e de sus m ontañas, 18 5 K u r m i, p u eblo de labradores d el cen tro de la In d ia , su ven eración de lo s u m brales,

424.

K u rn a i, del su ro este de V ic to r ia , su relato de ü n a g ran in u n d ación , 1 1 7 - 1 1 8 ; se laceran el cu erp o en señal d e d u elo , 5 2 3 K u tu , del C o n g o , el silencio d e las viu d a s, 4 61

L a R o ch elle, la cam pana de una capilla p rotestante, castigada p o r herejía, 555-

556 L a b án , su egro de Ja c o b , su v iv ie n d a en H arrán , 298; tu v o a su serv ic io a su yern o , 325; su discusión con él, 326 -328; su p acto con J a c o b sob re el m ajano,

327-328, 3 2?" 33°> 333 L a b rad o r, p en ín su la de, los esqu im ales, 409 Laceracion es en el cu erp o en señal de d u elo, ver In cision es p o r lo s m uertos L aco n ia, tem plo de In o o P asifae, 303-304 L a d o n , río, d esagü e del v a lle de P en eo, 97,

98 L a d ro n es, fo rm as de ad iv in a ció n para d es­ cu b rirlo s, 346, 347-348 L a g a rto , en el relato de la creación del h o m b re, 2 1 ; en Jas n arracion es so b re eJ o rig en de la m uerte, 39, 46; y el cam a­ león, historia, 39; los zulúes los odian y m atan, 39; se su po ne que son inm ortales p o rq u e m udan de p iel, 4 1 , 46; im p id ió que lo s ho m b res p udiesen resucitar, 46

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IN D IC E A N A L ÍT IC O

L á g rim a s d e los asistentes a un duelo, ofrecid as a los m u ertos, 518 L a i, d iosa de lo s torad ja, 1 5 - 1 6 L a k im o la , p ic o , en la isla R o tti, 1 1 5 L a k sm i, d iosa de la riqu eza entre los kurm i, 424 L a m a rck , sobre la teoría de un p rim itivo océan o u n iversal, 1 8 1 L a n g o sta , p la g a, se co n sig u e alejarla m e­ diante el p a g o de diezm os, 542 L ap lace , so b re un p rim itiv o océan o u n iver­ sal, 1 8 1 L a p o n e s, son reacios a q u e se los cuente, 4 1 7 L a rk a k o l, o lu rk a cole, ver H o L a u b o M aro s, jefe cu ya vid a se decía residía en u n o dé sus cab ellos, 364-366 L au san n e, el o b isp o ju z g a y cod en a a una especie de sabandija llam ada inger, 545546; el p ro ceso a las san gu iju elas, 546-547 L e ch e, o frecid a a las p ied ras, 3 1 3 ; d erram a­ da sob re las p iedras sagradas, 3 1 5 ; y sob re las tum bas, 402; ofren d ad a a los árb oles, 446; n o se debe cocer u n cab ri­ to en la de su m adre, 485 ss.; se teme dañ ar a las vacas si se h ierve, 489-495; existen n orm as especiales p ara el uso que ha de darse a la prim era leche de la v a c a q u e ha p arid o recientem ente, 492493; las v asijas q u e la con tien en no deben lavarse, y hasta el m ism o m aterial de q u e están hechas se supone afecta a la vaca, 496; no debe p o n erse en contac­ to c o n la carne n i tom arse a la v e z que ésta, 497-499; tam p oco se debe tom ar jun to con v eg etales, 496, 498, 499, 502 L e ch ó n , com o víctim a d e sacrificio para ratificar un ju ram ento, 2 14 L e g isla ció n , y cod ificación , su distin ción, 4 7 1-4 7 2 ; p rim itiva , reflejaba la tendencia a la p erso n ificació n de las cosas, 557 ------- m osaica, los m atrim on ios con sid era­ dos co m o incestu o sos, 360; su fecha tardía, 473-4 7 4 ; la circu ncisión, 474; la im pureza ritu al de la m u jer, 474. Ver también L e y , m osaica L e g itim id a d de los n iñ os, se com p ro baba m ediante la ord alía d el agua, 359 L eib n itz, sobre la teoría de un p rim itivo océan o u n iversal, 1 8 1 ; sob re la su p o si­ ción de q u e el hebreo fu e la lengua o rig in a l de la hum an idad, 193 L e ice ster, el borough in g lés, 234 L e la k , de B o rn e o , sus cerem onias de ad op ­ ción , 289

L e n g u a je, historias so b re su o rig e n , 18 8 ; el q u e se h ablaba en el P araíso, teorías, 19 3 ; d iversid ad de, relatos so b re su ori­ gen , 19 8 - 2 0 1; de señas, las m u jeres lo u san en A u stralia d espués de un a m uer­ te, 466 L e n g u a s y d ialectos, ew e, 2 t , 406; bereber, 53; kathlam et, 16 6 , 16 7 ; sem ítica, 219; arábiga, 2 2 3 ; tibetano-birm ana, 244-245, 25 2, 25 3; tibetano-ch in a, 2 5 1; m on -km er, 2 5 3; m o n g o l, 2 5 3; áustrica, 2 5 3 , 260; ro ro , 5 16 ; y o ru b a , 579-580; b a re ’e, ver T o rad ja L e o n e s,

en

el

arca

de

D eu calió n ,

93

L e p ch a, de S ik im , sus rostros fem inoides, 249 L e p ro so s, vestid u ras especiales en Israel para, 55 L e v ític a s, leyes, y el altar de Je ru sa lé n , 85; p rom u lgad as p o r E s d r a s , 484, Ver tam­ bién L e v ític o L e v ític o , 3 .° lib ró d el P en tateuco, ad ver­ tencia a los israelitas p ara que obedezcan las norm as d ivin as, 53; p rohibe las inci­ siones en h o n o r d e lo s m u erto s, 509 L e w in , capitán , T , H ., sobre la h istoria de la creación del h o m b re entre los kum is, 18 -19 L e y , m osaica, 70; y el lu g ar que ocu p a en la historia d e los ju d íos, 4 7 1 ss., su fecha tardía, 4 7 3-4 7 4 ; la circu ncisión, 4 7 4 ; y ia im pu reza ritu al de la m ujer en, 474; el D eu tero n o m io es sustancialm ente el li­ bro de, 4 76; del T a lló n , 476, 552, ver también V en g a n z a de sangre; del deodand,

556-557 Leyenda Dorada, La, acerca de los poderes de las cam panas de iglesia so b re los espíritus m align os, 560 L eyen d a y mito de las tradiciones d ilu via­ les, su d istin ció n , 18 6 -18 7 L e y e s, sajo n as, en relación con la u ltim o­ gen itu ra, 2 3 7 ; com o ficción le gal, en la que se in trod u cía un cam bio de status en el d erecho p rim itiv o , 288; n u evas, se d esarro llaro n gradualm ente y n o fueron ob jeto de creación súbita, d eriva n d o de las costu m b res y la opinión pública, 4 7 1-4 7 3 ; d e tipo lo ca!, en F ran cia antes de la R e v o lu c ió n eran m últiples y d iver­ sas, 4 7 3; naturales, los antiguos hebreos se resistían a recon ocerlas, 484; levíticas, ver L e v ític a s, leyes

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EL F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

Lib a cio n es, o frecid as a las p ied ras, 309, 3 1 3 ; de leche, m iel, agu a, v in o y aceite de o liv a ante la tum ba, 402-403 L íb a n o , las encinas, 4 3 3 ,4 4 0 ; la cu m bre, 436 L ib a n za, u n d ios en tre los u p o to , 45 L ib e ria , lo s k issi, 406, 5 12 L ib r o M é n o r d e la A lian za , 475 L ic o re a , en el P arn aso , d o n d e D eu calión era rey, 92 L id e ra z g o , reg u lació n de su tran sm isió n a trav és d e la p rim o g e n ítu ra, 2 6 2 -2 6 } L ie b re , trae el m en saje de la inm ortalid ad a los h o m b re s, 32 -34 , 35 -36 ; su orig en , 3 3 ; y el insecto , h istoria, 3 5 ; y la tortu ­ g a, n arración , 35-36 L ille , la u ltim o gen itu ra en la com arca, 236 L im en tin o , d ios rom an o de lo s u m brales, 428 L in ces de agu a, en los relatos alg on q u in o s de una. gran in u n d ación , 1 5 4 - 1 5 ; L in c o ln , con d ad o, es m ala suerte c o n tar los co rd ero s, 4 18 ; el tañ id o de cam pa­ nas, ;6 i L is ip o , sus esculturas al am or, 309 L ittle to n , so b re el borough in g lés, 239 L itu an ia, n arracion es del d ilu v io , 1 7 3 ; la ad ivin ació n , 349; su persticion es acerca . de lo s u m brales, 429 L iv in g s to n e , D o c to r D a v id , sobre lo s re­ latos d el d ilu v io en A fric a , 17 0 ; sobre otro , tam bién african o , sem ejante al de la to rre de B ab e l, 19 3 L o b a , am am antó a R ó m u lo y R em o ,

355-3 56 L o b o s , en el relato alg o n q u in o de una gran inun d ación , 1 5 3 - 15 6 L o d s , A ., sob re la interp retación de un pasaje b íb lic o , 386 L o ftu s, W . R ., sob re las in u n d acion es en B a g d a d , 185 L o h e ro , en las n arracion es trad icio nales de N u e v a G u in ea britán ica, 1 1 8 L o lo s , raza ab o rigen del suroeste de C h i­ na, 1 1 0 - 1 1 1 ; su relato del d ilu v io , n i ; la u ltim o gen itu ra, 253 L o n d res, la gran peste, 4 2 3 ; la an tigua catedral de san P a b lo , 570 L o n g B lo , el árb ol m ág ico de los bahn ar, 46 L o n g fe llo w , sobre las cam panas de iglesia, en L a Leyenda Dorada, ;6 o L o re n a , trasnsp ortan a la n o via en brazos sobre el u m bral, 4 27 L o to , flo r dorad a, sim u lacro del segu n do nacim iento a p artir de, 294

L o w , sir H u g h , sob re el u so de cam p an i­ llas en B o rn e o , 578 L iib e c k , rep ú blica, p r iv ile g io s d el h ijo m ás jo v e n , 237 L u c a n o , acerca d e la b ru ja d e T esalia q ue ev o ca b a a lo s m u ertos, 403-404; sob re los sacrificios hum an os en el bo sq u e d ru íd ico de M arsella, 446 L u c ia n o , sob re é l tem p lo de H ieráp o lis, 9 3; sob re los son id os d el bro n ce y el h ierro co m o fo rm a de h acer hu ir a los esp íritu s, ; 5 9 L ó c u lo , sacrificio de un to ro al río E u fr a ­ tes, 338 -339 L u g a l, d ios b a b iló n ico , 73 « L u g ares altos» en Israel, 308, 3 16 , 43 54 37 , 4 39 , 452 ss., 476; d en unciado s p o r los p rofetas h ebreos, 308, 439 , 4 5 3-4 5 4 ; y ab o lid o s, 4 3 7 , 4 5 3 -4 5 5 , 4 7 6 ; su co n d e­ na en el D eu tero n o m io , 4 5 4 , 476; to d a ­ vía , son o b jeto de ven eració n religio sa en P alestin a, 4 ;4 - 4 5 5 , 458-459 L u is I X , en v ian d o em bajado res a la corte china, 422 L u isian a, los ind ios natchez, 2 3 - 2 4 ,, 14 7 L u n a , su creación, 1 7 , 2 2; teoría bárbara sob re las fases, 32; e n v ía m ensajes de inm ortalid ad a los h o m b re s, 32 -34; se asocia con la idea de la resu rrecció n , 44, 4 ; ; se asegu ra q u e el arca d e N o é es su sím b o lo , 18 0 ; tem plo de, 2 16 L u o Z a h o , d ios su prem o en tre los a b o rí­ genes de la isla N ia s, 1 6 - 1 7 L u rk a cole,

ver H o

L u sh a i, d e A ssam , sus cerem on ias para facilitar los p artos, 2 25; sistem a de a g r i­ cu ltu ra n óm ada, 2 4 1; sus p o b lad o s, 2 4 1242; la u ltim ogen itu ra, 242-244, 250, 2 7 1 L u sh ei k u k i, clanes de A ssa m , sus p actos de am istad, 2 1 1 L u to , del h o m icid a p o r su v íctim a, 57-58; el v estid o de, se trata q u izá de un d isfraz p ara desorien tar al esp íritu del m uerto, 63; p o r los m uertos la costu m b re de lacerarse el cu erp o y co rtarse el p elo, ver In cision es p o r los m u ertos; costum bres de los ab orígen es australian os con la intención de p ro p icia r a los esp íritu s, 527-529 L y e ll, sir C harles, acerca de las conchas y fósiles com o argu m en to p ara d em ostrar la existencia del d ilu v io , 17 9

IN D IC E A N A L ÍT IC O

Llam a q ue hablaba, en el relato de los h uarochiri sobre una gran inundación,

138 Llan to, com o form a de saludo, 318 -3 2 4 ; en el A n tig u o T estam ento, al encontrarse d os am igo s, 3 18 - 3 19 ; entre los m aories, 3 1 9 - 3 2 1 ; entre los n ativos d e las islas A n d am an , 3 2 1 ; en la In dia, 3 2 1-3 2 2 ; entre los indios am ericanos, 322-324

M acalister, p ro fe so r Stew art, sobre los sa­ crificios hu m an os en G ezer, 222, 226 M c D o n a ld , rey de las islas, su juram ento sobre las piedras n egras, 3 3 1 M acedon ia, gan ó la batalla final a G recia, 1 2 ; rito de p u rificación de los ejércitos, 2 1 6; la adivinación p o r m edio del café, 3 49 M ackenzie, H . E ., sobre el relato algonquino d el d ilu vio, 15 2 M acrino, m onedas acuñadas durante su rei­ n ad o, 95 M acunaim a, un creador, 1 3 3 , 136 M acu sis, de la G u y an a B ritánica, su relato de una gran inundación, 13 6 Machong, gru p o s fam iliares o «maternidades» entre los garó , 258 M ad agascar, la gran fam ilia lingüistica áustrica, 2 53; los betsim isaraka, 306; piedras sagradas, 3 1 5 ; usan una piedra com o talism án, 3 3 0 -3 3 1; los sihanaka, 465 M adre, asim ilada a una o veja, en la cerem o­ nia del segu n do nacim iento, 278 «M adre de los jirones de tela», un terebinto, 442 M agia im itativa, 2 16 ; sim pática, o p o r afi­ nidad, 2 2 t , 229, 343, 4 90-491, 49 3, 494, 4 95, 496; de los extrañ os, tem or a, 224, 225; basada en la asociación de ideas, 494 M ágicos y religio sos, aspectos de los jura­ m entos sobre las piedras, 332-333 M ago s, sacrificaron caballos blancos al río E strim ó n , 338 M agu n cia, electorado, en el proceso contra las cantáridas, 546 Mababharata, la historia del abandono y salvación del príncipe K arn a, 357-358 M ahadeo, o S iv a, creador del hom bre en las narraciones de los k o rku , 19 M ahad eva, es invo cad o p or los g aró en sus juram entos, 332 M ahom etan os, la ley sobre el reparto de propiedad entre todos los h ijos, 2 7 1; fo rm as de contar las m edidas de grano,

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4 16 ; santos, sus tum bas en Siria, 4 2 1, 4 35-436 , 437-439, 440; de Sierra L eona y M arru ecos, supersticiones respecto a her­ v ir la leche, 490, 494. Ver también M arrue­ cos; M o ro s; Sierra L eo n a M aim ónid es, sobre la p rohibición de hervir un cabrito en la leche de su m ad re, 489 Maineié y madelstad, derechos de sucesión del h ijo m ás jo v en , 236 M aitland, F . W ., sobre el borough inglés, 23 5 M ajan o, el p acto de Ja c o b hecho sobre, 325 ss.; del testim onio, 327, 328, ver también Mispá; p ersonificados, com o garantía de un pacto, 328; en Siria, com o testim onio, 334. Ver también Massebá M ala suerte, la atrae el acto de contar o dejarse contar, 4 13 -4 2 0 ; tam bién, pisar el u m bral, 4 2 1-4 3 2 M alaca, en las leyendas de los naturales de la isla N ia s, 365; có d igo , lo qu e dispone acerca del gan ad o que haya causado la m uerte de alguien, 535 M alaquías, sobre el p ago de diezm os, 542 M alaya, península, los m entras, 44; el relato de una gran inundación, 1 1 0 , 1 7 2 ; restos de ultim ogenitura, 264; los m ago s atra­ pan las alm as de las m ujeres con los turbantes, 387; có d ig o , 535 M alcom I I I , rey de E scocia, ab olió la mercheta, 239 M aldicion es, proferidas al firm ar tratados, al jurar lealtad, etc., 208-209, 2 1 1 - 2 1 3 M alekula, isla, una de las N uevas H ébridas, relató sobre la creación del hom bre, 15 ; laceraciones en el cuerpo en señal de duelo, 5 17 M alm esb u ry, la cam pana de san A delm o, ; 70 M alw a occidental, reg ió n de la In d ia cen­ tral, los bhil, 264 M am ré, las encinas y terebintos, 447-451 M anasés, rey, su reposición de la necrom an­ cia, 396; el D eu teron om io fu e escrito quizá durante su reinado, 478 M anasés, y E fra ím , h ijos de Jo s é , la bendi­ ción de su abuelo Ja c o b , 232-233 M andíbulas de reyes m uertos, conservadas p o r los baganda, 405 M angaia, isla de las H ervey, costum bres funerarias, 522 M an gar, de N epal, sus escaleras para los m uertos, 307-308 M an gu K a n , recibiendo al m onje D e Rubruquis en su corte, 422

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

M an ip u r, lo s k u k is, 199; ia u ltim ogen itu ra entre los m eithei, 244-245 Mankie, el jefe su p erio r entre los h o , 262 «M ano d erecha, h ijo de», títu lo d el herede­ ro le gítim o , 2 32 M an teq uilla, con ella se un taban las piedras sagrad as, 5 1 3 - 3 1 4 ; el alm a de un o g ro estaba hecha d e, 375 M an tras, ver M en tras M an u , h éro e d el an tig u o relato hin d ú so ­ bre un d ilu v io , 10 5 -10 6 , 17 6 M ao ries, de N u e v a Z elan d a, su relato de la creación d el h o m b re, 1 3 ; el d el d ilu v io , 1 2 5 - 1 2 7 ; ei llan to co m o fo rm a de salu­ d o , 3 19 -3 2 0 ; la evo cació n de los m uer­ tos, 406-407; laceraciones en el cu erp o en señal d e d u elo , 5 22 M ar, elevació n de su n iv e l a cau sa de tem pestades o m arem otos, 1 8 2 - 1 8 3 ; es atacado con arm as, 342-343 M arca de C aín, 50 ss. M arco P o lo , su v ia je a C hin a en el siglo X I I I , n i ; sob re los G u ard ian es del U m b ral en el p alacio de P ek ín , 422

Marchita, ver Mercheta M ard u k , ver B e l M arem otos, co m o causa de inun dacion es, 18 2 -18 3 M argarita, y F au sto , 336 M arin d in is, de N u e v a G u in e a holandesa, su ev o ca ció n de los m u ertos, 407-408 M arin er, W illiam , sobre las laceracion es en el cu erp o en señal d e d u elo en tre los ton gan , 5 20 -52 1 M árm ara, m ar de, 1 0 1 . Ver también B o s fo ro M arqu esas, islas, e v o ca ció n d el esp íritu de los m uertos p o r sacerdotes y sacerd oti­ sas, 407; las m ujeres se laceran en señal d e d uelb, 5 22 M arru ecos, so b re la con tam inació n de los h om icid as, 52-53; su persticion es acerca del cruce d el u m bral, 424 , 4 2 5 , 4 28 , 4 3 1 ; y sobre el acto de h e rv ir la leche, 490, 494. Ver también M ah o m etan os; M o ro s M arsella, sacrificios hum anos en el bosque sagrad o d ru íd ic o , 446 M arte, p ad re d e R ó m u lo y R e m o , 3 5 5-356, 360 M artillo , se cree que el del h errero está d otad o de v irtu d es m ágicas, 285 M artín p escad or, en el relato a lg o n q u in o de un gran d ilu v io , 15 4 , 15 6 M ary, río, en Q ueen slan d , 524

M ás jo v en , h ijo, c o m o h e re d e ro , 2 3 2 -2 3 3 , 266; la hija, co m o heredera entre los k hasi, 2 5 4 - 2 ; ;; y los g a ró , 2 ;8 - 2 ;9 ; el p o rq u é de esta costu m b re, 269-270; ver también U ltim o g en itu ra ; el h erm an o, de un ho m b re m u erto, su esp ecial relación con la v iu d a d e éste, 46 3, 464, 466-467 M asai, de A fric a orien tal, p in tan el cu erp o de los q u e m atan a en em igo s, 6 1 , 64; se con oce una trad ició n re lativa a una gran inu n d ación , 1 7 0 - 1 7 2 ; sus afin id ad es étn i­ cas, 2 7 ;; la cerem on ia d el seg u n d o n aci­ m iento , 278; usan las p ieles de las v íc ti­ m as de sacrificios, 2 8 3; sus cerem onias al cru zar ríos o a rro y o s, 339 ; no les g u sta con tar h o m b res o an im ales, 4 14 4 1 ; ; rinden cu lto a los árb o le s, 446; se n iegan a h e rv ir la leche, 49 5 ; evitan q ue la carne y la leche entren en con tacto, 496-497; a sus gu errero s n o les p erm iten com er alim entos vegeta les, 5 0 1; an tigu a­ m ente, n o com ían ni caza n i p esca, 503; aun que aqu élla abun da en el p aís, 503504; su lista d ietética, 505 M asarw as, ver B o sq u im an o s tati Massebá, las p iedras sagrad as d e los santua­ rios cananeos y los «lu gares altos» de Israel, 308, 3 1 6 , 32 7 , 32 8 -32 9 , 448, 4 5 4 «M aternidades» o machong, en tre los g a ró , 258 M ati-ilu , p rín cip e de B it-A g u si, su ju ram en ­ to de fid elid ad, 2 1 3 - 2 1 4 M atrilin eal, sistem a, entre los khasi, 2542 55; entre los g a ró , 258 M b en gh a, isla, en las F id ji, el relato de un d ilu v io , 12 0 , 18 3 - 18 4 M eca, L a , la P ie d ra N e g ra , 309, 4 2 3; c o s­ tum bres de los p eregrin o s al v o lv e r de, 4 24 -4 25; cen otafio en los mitkám o rien ­ tados hacia, 438 M ed iterráneo, m ar, salida de las aguas del m ar interior p on to-aralian o hacia, 100-

101 Mediums hum an os, o espíritus d e las rocas, 3 1 2 ; p oseídos p o r los esp íritu s de los jefes y reyes m u ertos, 405-406; se blan ­ q uean el ro stro p ara llam ar la atención de los esp íritu s, 405-406; se com un ican con los m u ertos, 4 0 7 -4 12 M efistófeles, y F au sto , en la p risió n , 336 M eg ara, reino de N isu s, 366-367 M eiseh, al sur de K e r a k , en el M o ab , los árboles sag rad o s, 4 4 3, 444

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IN D IC E A N A L ÍT IC O

M eith ei, d e M an ip u r, la ultim ogen itu ra, 244-245 M elan esia, relatos sob re el o rig en d el hom ­ bre, 1 5 - 1 6 ; sobre el de la m uerte, 4 2, 47; el de un d ilu v io , 1 2 0 - 1 2 1 , 1 7 3 ; culto a las p ied ras, 3 0 9 -310 M elisa, P erian d ro con su ltó su esp íritu , 399 M e lu , un cread o r en tre los bila-an, de M in d an ao , 1 7 - 1 8 M en elao, y P ro te o , 33 7 M en k iera, del Su d án fran cés, sus sacrificios a las p ied ras y rocas, 3 1 2 M en saje alterad o, h istoria, 32-40 M en tras, o m antras, de la p en ín su la m ala­ ya, su relato sob re el o rig en de la m uer­ te, 44 M erc u rio , su im agen en el agu a, 346 Mercheta, o marcheta, o d erecho de con cu ­ bin ato p o r p arte d el señ or feu dal con m o tiv o del casam iento de la hija de un ocup an te d e algu n a de sus tierras, 239 M esin a, L a tu m ba del V e rra c o , 207 M esso u , h éro e d el relato sobre una inun­ dación entre lo s m on tagn ais, 1 5 1 M eu lan , cerca d e P arís, una cerda d evo ró a un n iñ o, 5 5 3 M éxic o , los m ich oacan o s, 24, 1 4 1 - 1 4 2 ; his­ torias d el d ilu v io , 1 4 1 - 1 4 4 , 15 8 ; lo s in­ dios h u ich o l, 14 2 - 14 3 ; los ind ios cora, 14 3 - 14 4 ; la p irám id e de C h olu la y la leyenda sem ejante a la de la to rre de B ab el, 19 5 -19 7 ; p aralelism o de una anti­ gu a superstición con la historia de la lucha de Ja c o b en el v a d o de Y a b b o k , 344; los aztecas apresaban y rapaban a m agos y b ru jas, 365 M icro n esia, los relatos d e una g ran inu n ­ d ación , 1 2 7 - 1 2 8 , 17 3 M ich oacán , relatos sob re la creación del h o m b re, 24; relatos acerca del d ilu v io , 14 1-14 2 M id a s, rey de F rig ia , y sus orejas de bu rro , 7 7 ; có m o atrapó a Silen o, 338 M id lan d s, con d ad os, el borough in glés, 234 M ik ir, de A ssam , tienen una historia pare­ cida a la de la torre de B ab e l, 19 7 M ilto n , sobre el río L a d o n , 97-98; sobre el h o m b re de la cam pan illa, 566 M ilya-u p p a, tribu del n oroeste de N u e v a G ales del Su r, se hacen cortes en señal de d uelo, 526 M illaeu s, sob re el rapado de m ag o s, 364 M inahassa, en las islas C élebes, se guardan en un a bo lsa las alm as de la fam ilia con m o tiv o del traslado a una n u eva casa, 383

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M in d an ao , en las islas F ilip in as, relatos sobre la creación d el ho m b re, 17 -18 M in g relian o s, del C áu caso, sus costum bres fu n erarias, 5 1 1 , 529 M in in g , Sc h w arz, ab o g a d o en el p roceso contra lo s top os in stru ido en e l m unici­ p io de S te lv io , 545 M in o s, en el sitio de M egara, 367 M io c en o , la existencia del h o m b re en el p erío d o , 10 0 M iq u eas, so b re las cerem onias de d u elo , 507 M iqu em i, trib u tibetana, usan cam panillas en lo s ex o rcism o s, 576 M irz ap u r, lo s k o rw a , 424; el sacerdote patari llev a cam pan illas, 579 Mispá, atalaya o v ig ía , 328 M ito s de o b se rv a ció n , 10 4 , 18 7 M itríd ates, d errotad o p o r Sila, 1 2 ; la adi­ vin ació n de los resultados de la guerra contra, llev ad a a cab o p o r las gen tes de T ralles, 346 M k u lw e , m isión en A fric a oriental, la v er­ sión de la h istoria de un d ilu v io contada entre los n ativos de la re g ió n , 17 2; historia sem ejante a la de la to rre de B abel, 19 4 M o a b , los árabes, 2 1 7 , 2 19 , ver también A rab es d el M oab ; los m on um en tos p ri­ m itiv o s, 328 , 329; las m ontañas, 380; los terebintos en, 4 42-445; y M o isé s, 4 7 1, 4 7 5 ; co m o lu g a r d e o rigen de lo s ante­ pasad os de los israelitas, 506; cerem onias de d u elo, 508, 5 0 9 -510 M octezu m a, héroe del relato de un a gran inu n d ación , 14 4 -14 5 M o ffa t, D r . R o b e rt, so b re la ausencia de relatos acerca del d ilu v io en el sur de A fric a , 17 0 M o isés, le g isla d o r de los judíos, citad o por N ic o lás d e D am asc o , 70; en el Códice Sacerd otal, 80; se dice fue con tem porá­ neo de O g ig e s, 96; o de D eu calió n , 96; en el cestillo de m im bres, 353 ss.; carác­ ter h istó rico de su p ersona, 353-354 , 4 74-4 75; n iñ o, q u e la hija d el faraón en con tró y ad op tó, 354 -355; h ijo de un m atrim on io con sid erado más tard e in­ c estu oso, 360; en M o ab , al frente de los israelitas, 4 7 1 , 474 -475. Ver también Ley m osaica y p p. 4 37 , 439, 485, 509, 541 M o isy -le T e m p le , toro en lo q uecido ju zga­ d o y c o lg a d o , 5 5 3 M o jo n e s, ley rom ana sobre su arrancam ien­ to, 5 3 9

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

M o lo ch , sacrificio de n iñ os a, 445 M o lo sio s, en tre ellos v iv ie ro n D eu c alíó n y P irra , 92; su fo rm a de reafirm ar un tratad o, 207 M o n -k m e r, len gu as, 253 M o n g o le s, su trad ició n de u n d ilu v io , 1 1 2 , 1 8 7 ; rasg o s típ ico s, 240, 249, 254 ; la u ltim o gen itu ra entre las tribu s y p u eblos de esa raza; 240-254; su em ig ració n d es­ de C hin a a B irm an ia y A ssa m , 259-260; el respeto p o r los u m brales, 423 M on tañ as, relato de sus desplazam ientos,

133 M o n tb ar, lo s m ag istrad o s en el p ro ceso segu id o con tra un c ab allo , 5 5 3 M o n ten e g ro , se laceran el ro stro en señal de d uelo, 5 1 1 M o n tferran d , B en ed icto d e, o b isp o d e L a u ­ sanne, ver Lau san n e M o p so , el ad iv in o , su o rácu lo en C ilicia, 4 0 1 M o ra l, cam bio s en la n o rm a , 2 3 1 M o rd v in , de R u sia , cruzan a la n o v ia en brazos sob re el u m b ral de su n u evo h o g ar, 425 M o ro s, de M arru eco s, su ¡d ea acerca de la . con tam inación p ro v o c a d a p o r el h o m i­ cid io , 52-53 ; su persticion es sob re el acto de h e rv ir la leche, 490, 494. Ver también M ah o m etan os; M arru ecos M o rtalid a d d el h o m b re, relato sobre su o rig en , 28-29 M o scas, excom u lgad as p o r san B ern a rd o , 540 M o s ta r , en H e r z e g o v in a , lo s e sla v o s m erid ion ales,426 M o ta, isla d e las B an k s, historia de la creación d el h o m b re, 15 M o u n t E lg o n , en A fric a orien tal britán ica, los b agesu , 56-57, 208. Ver también E lg o n , territorio M ru , de A ra k a n , la u ltim ogen itu ra, 260 M u d a de p iel, historia, 40-46, 47-49 M u d a rra, la ad op ción p o r su m adrastra, 288 M u d b u rra, tribu del n orte de A u stralia, el silencio de las v iu d a s, 462-463, 466 M u erta, p erso n a errón eam en te dada p or, se le o b lig a a sim u lar q u e nace p o r segu n da v ez, 290-291 M uerte, árb o l de la, en el jardín del E d é n , 29-32; historias sob re el o rig en de, 3 149; A g u a de, en la ep o p eya de G ilg a ­ m esh, 7 1 ; de un rey, peleas entre los súbd itos con ocasión de, 5 19 M u erto , m ar, 379, 380

M u erto s, resu rrecció n al cab o de tres d ías, 4 4 - 4 ;; escaleras p ara uso d e las alm as de, 307-308, ver también A lm a s , de los m u ertos; su e v o ca ció n en épocas an ti­ g u as y m od ern as, 3 9 6 -4 12 , ver también N e c ro m a n c ia ; o rác u lo s d e , 39 8 -399, 400-406; represen tados p o r estatuillas q u e se em plean p ara c o n su ltar sus esp í­ ritus, 406; en terrad os a la en trad a d e la casa, 429-430; se Ies o frecen sacrificio s so b re lo s u m b rales, 4 3 2 ; las in cision es en su h o n o r, 507 ss.; o fre n d as d e cab e­ llos a, 5 0 7 -5 17 , 528-529, 532; se les o frece san gre, 5 1 0 - 5 1 1 , 5 1 6 - 5 1 7 , ; 26-5 32; sus prop iedad es son d estru id as, 5 1 3 ; sus cu erp os son secados a fu e g o lento p o r alg u n o s p u eb lo s, 52 4 -525; cu lto , 532 M u in jari, fam ilia o clan de lo s w a ta v eta, 429 M u ja tí, d ios b a b iló n ico , 73 M u jer, creada de u n a costilla d el h o m b re, 9, 10 , 1 4 - 1 5 , 2 3; sin h ijos, u n ge p ied ras p ara c o n segu ir descen dencia, 3 1 5 ; com o médium o intérp rete de lo s esp íritu s, 405-406; co m o n ig ro m a n te o hechicera, 4 1 0 - 4 1 2 ; su im pu reza ritu al en la ley m osaica, 474; se d esgarra las v estid u ras, lacera su rostro y se rap a el cab ello en señal de d u elo, 5 0 9 - 5 11, 5x6, 522 M u je r E stre lla M atu tin a, la p rim era m u jer seg ú n los ind ios m aid u, 22 M u jercita de lo s B o sq u e s, creencias b á v aras en relación a, 419 -4 20

Mukam, «lu gar de m orad a», lo s sep u lcros de los santos m ah o m etan o s, 437-4 39 M u k jaraw a in t, tribu de V ic to r ia o ccid en ­ tal, en A u stralia, se lacerab an el cu erp o en señal de d u elo , 523 M u ía y M u lai, en el relato k o rk u d e la creación del h o m b re, 19 M u n d á, o m u nd ari, de C h o ta N e g p u r, en B en g ala , los relatos so b re la creación del ho m b re, 19 -2 0 ; sus arb oledas sag ra­ das, 4 56-4 57; o k olar, raza, 260, 263, 292 M u n g eli T ah sil, d e la p ro v in c ia de B ilasp ore, en la In d ia , el llan to com o fo rm a de salu do en tre las gen tes, 3 2 1- 3 2 2 M u rra y, río, costu m b res fu n erarias d e los ab orígen es de sus riberas, 5 23-524 M u tilacion es de ciertas p artes del cu erp o para ag rad ar a los esp íritu s, 529-530 Mu^árs, santuarios ab o v ed ad o s d e los santos m ahom etanos, 4 34 , 4 37

IN D I C E A N A L ÍT IC O

N aam ah , m u jer de N o é , 89 N a b a l, y D a v id , 380, 3 8 1 N a b u c o d o n o so r, rey de B ab ilo n ia, co n q u is­ tó Je ru sa lé n , 79, 4 7 1 , 507 « N acid o de u n a cabra», en tre los ak iku yu , 277 -27 8 , 287, 296-297. Ver también Se gu n d o nacim iento N a cim ien to , cerem on ias entre los ind ios de P atag o n ia, 2 2 0 - 2 2 1, y entre lo s akam ba, 276; -sobrenatural, en la leyenda, 359-36 0; seg u n d o , ver Se g u n d o na­ cim iento N a g a , tribu d e A ssa m , cerem onias de paz, 2 1 0 - 2 1 1 , 2 1 2 ; su sistem a de agricu ltu ra, 244; los d o rm ito rio s com unales para soltero s, 257 N a k a w ee, d iosa de la tierra, en tre los in d io s h u ich o l, 14 2 -14 3 N a k iza , río , en U gan d a, 339 N am aq u as, ver H oten totes N a n d i, de A fr ic a orien tal britán ica, su relato sob re el o rig en de la m uerte, 34; se pintan el cu erp o cuan do han dado m u erte a un en em igo en batalla, 6 1 , 64; su fo rm a de hacer la p az, 208, 2 1 1 ; sus afin idades étnicas, 2 7 5 ; uso de pieles de sacrificios en los casam ientos, 2 8 1; g ra­ d os de edad, 286; su tran sferen cia p e rió ­ dica de p o d e r, de los m ayores a la g en eració n m ás ¡o ve n , 286; v en eración de los um brales, 424; el silencio de las v iu d as, 4 6 1 ; se n iegan a h e rv ir la leche, 493; costu m b res en relación con las vasijas p ara leche, 496; n o tom an carne y leche jun tas, 498; cerem onias de cir­ cun cisión , 498, 584; se abstienen de com er ciertos anim ales salvajes, 502-503 N an tes, ed icto de 16 8 5 , 555 N a o g e o rg u s , T h o m as, sob re el uso de cam panas de iglesia p ara alejar las to r­ m entas, 567-568 N a p o le ó n , c ó d ig o , 473 N á p o le s, las m ujeres llevan , am uletos en los v estid o s, 579 N a riz , laceracion es, en las cerem onias de d uelo, 5 1 1 N a rriy eri, d el su r de A u stralia, sus costu m ­ bres fu n erarias, 524-525 N asam ó n , tribu del n orte de L ib ia , sus sueños oraculares en las tum bas, 402 N d ara, d iosa, en tre los toradja, 15 N d en g ei, d ios su p erio r, entre los n ativos de las islas F id ji, 1 1 9 , 12 0

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N d ig h iri, clan de lo s w ataveta, 429 N e b o , m o n te d e Palestina, 439 , 508 N e b rask a , los in d io s om aha, 58, 4 1 7 , 5 15 -5 16 N e cro m a n cia , entre los an tigu os hebreos, 308; en la ep op eya de G ilg a m e sh , 397398; en lo s an tigu os g riego s y rom anos, 398-404; en A fric a , 404-406; en P o lin e­ sia, 406-407; en e l arch ip iélago índico, 407-409; entre los esqu im ales, 409-410; en C h in a, 4 10 - 4 12 N e g ro , m ar, su d esbord am ien to trajo co ­ m o con secu en cia u n a gran inun d ación , 9 9 - 10 1, 18 7 N e ilg h e rry , cerros, en la In d ia m eridion al,

264,315.34o N e leo , p ro m e sa s intercam biadas entre sus h ijos y H ércu les, 207 N e n e b o jo , héroe d el relato o jib w a de una g ran inu n d ación , 15 6 -15 8 N e o p to le m o , su tum ba en D e lfo s , 3 1 4 N e p a l, lo s m an g ar, 307-308 N e rg a l, d io s b ab iló n ico de los m uertos, 398 N e ró n , e v o c a el espíritu de su m adre A g rip in a , 404 N e sto rio , sus d iscíp u lo s en C hin a, 1 1 1 N e u fv ille , capitán, J . B ., sobre la u ltim o­ g en itu ra entre los kachin, 246 N e u so h l, en el n o rte de H u n g ría , el toque de d ifu n to s, 562 N g a i, d io s, sacrificios en su h o n o r p ara traer la llu v ia, 455-456 N g o n i, d e A fric a central britán ica, sus leyendas sob re la inm ortalidad del hom ­ bre, 39; la costu m b re de p in ta r el cuerpo de los h o m icid as, 6 1 . Ver también A n g o n i N ia s, isla, historia sob re la creación d el h o m b re , 1 6 - 17 ; telato sobre el origen de la m u erte, 4 1-4 2 ; las n arracion es acerca de un g ra n d ilu v io , 17 3 , 18 2 ; form a de ratificar los ju ram entos, 2 14 ; se cuenta la h isto ria de un jefe cuya v id a residía en u n o de sus cab ellos, 365-366 N ic a ra g u a, relatos del d ilu vio, 1 4 1 N ic o b a r, islas, costum bres fun erarias, 527 N ic o lás d e D am asco , sobre una gran inun ­ d ación , 70 N ig e r , río , los aw om e, en el d elta, 2 1 1 - 2 1 2 ; los m en kiera, del Sud án fran cés, 3 12 ; los b am b ara, en el su p erio r, 4 32 , 446 N ig e ria , su r de, los ib o , 269 N ig ro m a n c ia , ver N ecro m an cia N ilo , río , A su rb a n ip a l con d ujo a sus ejér­ citos hasta las o rillas, 70; lo s saltos d e

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

K a ru m a , sacrificio de cab rito s entre los b a n y o ro , 340; se dice q u e el rey F eró n le arro jó un d ard o, 34 2 ; la em igración de lo s patriarcas a sus rib eras, 3 5 3 ; en la leyen d a d e M o isé s, 35 4 , 35 7 , 359, 360; las fuentes, 4 9 1 ------- B la n c o , lo s shillu ks, 2 0 -2 1; los nu er, 268-269 N in ib , m en sajero de lo s dioses b ab iló n ico s, J l ·

73

N in iv e , la b ib lioteca de A su rb an ip a l halla­ da en el tran scu rso de las excavacion es, 7 °> 7 5 , 3 5 6 N iñ o s, se gu ard an sus alm as en recipientes p o r m o tiv o s de seg u rid a d , 3 8 3 ; aversió n supersticiosa a c o n tarlo s, 4 1 3 - 4 14 ; se entierran bajo los um brales p ara aseg u ­ rar su resu rrecció n , 429 -4 30 ; sacrificados a M o lo c h , 445-446 N ip u r, las excavacion es, 7 5 , 76 N is ir, m on taña, en la leyen d a b ab ilón ica d el d ilu v io , 73 N isu s, rey de M eg ara , y su cab ello d orad o o p ú rpu ra, 366-367 N jam u s, de A fr ic a orien tal britán ica, usan p ellejos de o vejas sacrificad as, 282-283 N o é , ver D ilu v io u n iversal N o g a is, tribu tártara, ah uyentan al d em o­ nio de las m ujeres q u e han d ado a luz recientem ente, 583 N o rth B e r w ic k , Satanás en el p u lp ito de la iglesia, 365 N o ru e g a , la u ltim o gen itu ra, 2 3 7 ; em badu r­ nan las p iedras con m an teq u illa, 3 1 4 N o rw ic h , in u n d acion es d ebid as a llu via repentina y v io len ta, 18 4 N o ttin g h a m , el borough in g lés, 234 N o u n o u m a , del alto S en eg al, sus costu m ­ bres en relación al d erram am iento de san gre y el h o m icid io , 55; sus sacrificios a los árb oles, 446 N o v ia s , con d u cid as en brazos so b re el u m b ral, 4 25-4 28 ; p isan so b re la san gre de una o v e ja sacrificad a d erram ada so ­ bre el um b ral de la casa de su m arido , 4 3 1- 4 3 2 ; rapto de, teo ría, 427-428 N o v io , con d u cid o en b razos al atravesar el um bral, después de su casam ien to, 428 N u e r, de las m árgen es d el N ilo B la n c o , la ultim ogen itu ra, 268 N u e v a B retañ a, relato so b re el o rig en de la m uerte, 47-48 N u e v a G ales del S u r, costu m b res fu n era­ rias de lo s k am ilaroi, 5 24 y de los m ilya-u pp a, 526

N u e v a G u in ea, relato sob re el o rig en de la m uerte, 4 3; costu m b res en relación con el rescate de san gre, 58-59; relatos d el d ilu v io , 1 1 8 - 1 1 9 , J7 i’ ad iv in a ció n p o r m ed io del agu a, 348; fo rm a de rescatar alm as perd id as de n iñ o s, 383 ------- britán ica, costu m b res fu n erarias, 5 16 ; u tilización de tam bores y cam panas p ara ah uyentar a los m alos esp íritu s, 5 7 3-5 74 ------- holandesa, el relato de una gran inu n d ación , 1 1 9 ; lo s ara fo o , 34 3 ; los m arind in is, 407-408 N u e v a In g la terra, ejecu ción de p erro s, 554-55 5

N u e v a Z elan d a, n arracion es sob re la crea­ ción d el h o m b re, 13 ; trad icio n es d ilu v ia ­ les, 1 7 3 ; el llan to com o fo rm a de salu do entre los m aories, 3 1 9 - 3 2 1 . Ver también M aories N u e v a H éb rid as, relato de la creación del h o m b re , 1 5 ; relatos so b re la p rim itiva inm ortalid ad d el h o m b re , 4 2; h isto ria de u n gran d ilu v io , 1 2 0 - 1 2 1 ; el culto a las p ied ras, 30 9 -3 10 ; ju ram en tos solem nes sob re las p ied ras, 3 3 1 ; estatuas de m ad e­ ra p ara establecer co m u n icación con las alm as de los m u ertos, 406; costum b res funerarias, 5 1 6 - 5 1 7 N u e v o s calabares, ver A w o m e N u k a h iv a , isla de las M arq u esas, la e v o c a ­ ción de los m u ertos, 4 0 7 ; entre las m u ­ jeres ha d esaparecid o la costu m b re de lacerarse en señal de d u elo , 5 22 N u m a, cóm o atrap ó a P ic o y F au n o , 338; sus ad ivin acio n es p o r m ed io del agua, 345; su ley con relación a los m o jo n es, 539

N u m ito r, abu elo de R ó m u lo y R e m o , 3 5 5 N u tria, en los relatos d el d ilu v io , 1 5 2 , 1 5 ; , 1 5 7 , 15 8 , 15 9 , 16 1 N y am b e , d ios so l entre los a-lo u yi, del alto Z am b eze, 19 3 -19 4 N y assa, lag o , 426

O bjetos inan im ad os, castigad o s p o r causalla m uerte de p erso n as, 534 -535 , 537, 538-5 39, 5 5 5-5 5 7· Ver también C astigo de ob jetos inan im ad os; Ju ic io y castigo de ob jeto s inanim ados O b serva ció n , m ito s, 104, 18 7 O céan o, teoría sob re la existen cia d e uno p rim itivo u n iv e rsal, 1 8 1

IN D IC E A N A L ÍT IC O

O d en w ald , la u ltim o g en itu ra, 2 37 Odisea, La, U lises in v o c a a los m u ertos, 398 O d iseo , ver U lises O d o ric o , fra y , en relación con los G u a rd ia ­ nes d el U m b ral en P ek ín , 422 O frá, la encina o tereb into, 447 O fren d as, a las pied ras, 309, 3 10 , 3 1 2 , 3 1 3 ; de san gre de U lises, 398, 5 3 1 , y en los ritos fun erarios sam oan os, 5 2 1 O g , rey de B asán , y el arca de N o é , 89, 90 O g ig e s, u O g ig o , rey d e T eb a s, el d ilu v io d e su ép oca, 95-97 Ojhyals, sacerdotes del d iablo en tre los go n d a, 579 O-kee-pa, fiesta an u al de lo s indios m anda O lim p ia, im agen de Z e u s , el « D io s d e las - p rom esas», 207; ju ram ento de lo s atle­ tas, 207; ley q u e castigab a a las estatuas ho m icid as, 539 O lim p o , m on te, y la garg an ta del P en eo, 10 2 , 103 O liv o s, m on te de, en las historia d el d ilu ­ v io , 90; hasta allí se alcanza el desierto de Ju d e a , 380 O na, de T ie rra de F u e g o , se laceran el rostro en señal de d u elo, 516 O n tario , en C anadá, relato de u n a gran in un d ación entre lo s o jib w a s, 15 6 -15 8 O p u s, p rim era ciu d ad fu n d ad a después del d ilu v io , 9 1 O racu lares, pied ras, 3 1 2 - 3 1 3 ; sueños en los san tuarios, 300-304, y sobre las tum bas, 402-403 O rá cu lo s, revelad os en sueños, 300-304; de los m uertos, en la an tigu a G re c ia , 3984 0 1, 402-403; en A fric a , 404-406 O rán , la fo rm a d e con tar el g ran o , 4 16 O ra n g sakai, de Su m atra, se laceran la cabeza en señal de d u elo, 5 16 , 529 O ra o n , de C hota N a g p u r, el relato de su asentam iento en la regió n , 261 O rayb e, los m o q u i, 574 O rd alía d el ag u a, p ara atestigu ar la le g iti­ m idad de los recién n acidos, 359-360 O rejas de cabra, an illos hechos de, 285 O restes, la ofren d a de sus cabellos al falle­ cid o A g am en ó n , 5 10 O rfeo , y E u ríd ic e , 399 O rig en , de la m uerte, relatos, 31-4 9 ; de las n arracion es acerca del d ilu v io , 17 7 - 18 7 ; del len gu aje, 18 8 ; de la ultim ogen itu ra, 238-240, 266, 269-272 O rin o c o , río , relatos sob re el o rig en de la m uerte, 41; de una gran inundación,

136-137 , ! 7 7

627

O ro p o , el san tu ario de A n fia ra o , 300-301 O ru g a s, p ro ceso s segu id o s contra, 547-548 O seas, p ro feta , sobre los «lugares altos» de Israel, 308; su tum ba en los m on tes de G alaa d , 4 39 ; sobre el c u lto a los árboles, 4 45; su in flu en cia so b re el a u to r del D e u te ro n o m io , 479 O setes, d el C áu caso, laceraciones en el cu erp o en señal de d u elo , 5 1 1 O ssa, m on te, y la g arg a n ta del P e n eo , 102 O taheite, costu m b res funerarias, 5 1 7 - 5 1 9 , 529. Ver también T ah iti Ot-d^équine, en tre los m o n go le s, e l hijo m ás jo v e n , heredero en la sucesió n, 240 O tris, m on te de T esalia, hasta e l q u e se dice qu e D eu c alió n fu e arrastrad o p or las agu as, 9 1 , 102 O v e ja de D io s , entre lo s galla, u n cierto pájaro en carg ad o de lle v a r el m en saje de in m ortalid ad a lo s h o m b res, 47 O v e ja s, en historias so b re el o rigen de la m uerte, 36 -38 ; y cab ras, en leyend as y costu m b res, 36-38, 2 7 6 -277; co m o p o r­ tadoras d e m ensajes d e inm ortalid ad a los h o m b res, 37-38; sacrificio d e, en las cerem on ias d e p u rificación , 55, 2 76 ; pa­ ra sellar la p az, 2 1 2 ; en las de reden ción , 2 1 7 ; en lo s p actos, 2 2 1 ; y en las del segu n d o n acim ien to, 276-279; es identi­ ficad a c o n la m ad re en ésta últim a, 277 -2 7 8 , 2 8 7; tam bién sacrificada en la in co rp o ra ció n de un ak ik u yu a u n nue­ v o territo rio , 282, p ara obtener buenas cosechas, 28 2 -2 8 3, 44^; y en l ° s um b ra­ les, cu an d o la recién desposada en tra en su n u evo h o g a r, 4 3 1- 4 3 2 ; igualm ente, en ciertas cerem on ias religio sas, 450; y p ara im p etrar la llu v ia , 455-456

P ac ífic o , o cé an o , m arem oto en, 18 3 - 18 4 P acto , hecho so b re el m ajan o, 325 ss.; de san gre, ver San g re, p acto P acu rio , rey de Persia, có m o d escu brió ia traición d e su v asallo A rsaces, rey de A rm en ia, 3 3 3 -3 3 4 P aís de G a le s , escasez d e tradiciones refe­ rentes al d ilu v io , 1 7 3 ; el borough inglés, 2 34 -2 35 ; el tjddyn, 2 3 ; ; costum b res al cru zar los río s después de haber anoche­ cid o , 339 ; se con d uce a las n o v ia s en b razos p o r encim a d el u m bral, 427 P ája ro , tro m p etero , p o r qué tiene unas zancas tan d elgad as, 1 3 5 ; carp intero , en el relato o jib w a de u n a gran inundación,

628

E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

1 5 7 , tam bién se dice q u e tom ó parte en la alim entación y p ro tecció n de R ó m u lo y R e m o , 356 P alatin ad o , alto, los panes q u e h ay en el h o rn o n o deben ser con tad os, 4 19 P alestin a, su tierra ro jiza, 25; con ocim ien ­ to de la leyend a b ab ilón ica d el d ilu v io , 87; lu g a r de asentam iento de los israeli­ tas, 87, 2 7 2 , 4 5 2 , 4 7 1 , 506; las trad icio ­ nes d ilu v iales, 1 7 2 ; razas q u e alb erga, 2 2 3 , 224 -2 2 5; massebá p u estas reciente­ m ente al d escu bierto, 3 1 6 , 329; fo rm a de c o n tar las m edidas p ara g ran o , 4 1 6 ; con d ucen a la n o v ia en b razo s p o r en ci­ m a d el u m bral, 42 5 ; encinas y terebintos sagrad o s, 4 33 ss.; ver también E n c in a s, en P alestin a; el m on te N e b o , 4 39 , 508; los (Ju gares altos» son to d a v ía objeto' de v en eración relig io sa , 4 5 4 -4 55 , 458-459 P alo m a , en viad a desde el arca d e N o é , 7 3, 90, 94, 95, 1 5 2 , 1 7 1 , 1 7 2 ; en las trad icio­ nes de los ind ios m an dan, 14 8 ; en las de lo s tuanas acerca de u n a g ran in u n d a­ ción , 16 6 P alsy , d ios sam oan o, 42 P allacrec, en com ien da, la u ltim o g en itu ra o maineté, 236 Pan am á, relato d el d ilu v io , 1 4 1 P an d aro, en el tem plo d e E sc u la p io , en E p id a u ro , 303 Pandectas, Las, de Ju stin ia n o , 4 7 2 P an d o ra, esp osa de E p im e te o , la prim era m u jer m od elad a p o r los d ioses, 9 1 P an o p eo , cerro de F ó c id a , su pu esto esce­ n ario de la creación d el h o m b re, 1 1 , 12 P an to rrillas, la con cep ción y nacim iento en, 1 1 0 P arag u a y, h istoria de la creación de la hum an id ad , 2 1 ; los in d io s len g u a, 24-25 P araíso , terrenal, 27, 29, 19 3 ; p erd id o , 27. Ver también E d é n , jardín P aralip ó m en os, lib ro , y el p ecad o del em ­ p ad ron am ien to , 4 13 P aria, cron ista, sobre la fecha del d ilu v io de D eu calió n , 92 P arís, inu n d ación en, 18 4 ; ejecu ción de una cerda en M eu lan , ; 5 2- ; 5 3 ; y de otra en Fo n tan ay -au x -R o ses, ; 53; la cam pana de la abadía de san G e rm á n , 570 P arn aso, m on te, se dice q u e D eu calión desem barcó allí d espués d el d ilu v io , 12 , 9 1 , 92 P arto s, p rotección de la m u jer después de, 2 1 8 ; cerem on ias p ara facilitarlo s, 225;

m ientras d ura, se g u ard a el alm a de la p arturienta p o r m o tivo s d e segu ridad, 38 3; asim ism o, se le p ro te g e de los d em on io s m edian te cam p an illas, h o m ­ bres arm ad os, etc., 580-581 P asifae, o In o , su su pu esto san tuario en L a co n ia , 304 P astaza, río de E c u a d o r, 1 3 2 P asto reo , p u eb lo s de, la u ltim o gen itu ra, 239-240, 2 7 0 -2 7 1; en A fr ic a se n iegan a h e rv ir la leche p o r tem or a dañar el g an ad o , 489-493; sus n orm as basadas en la existencia d e u n v ín c u lo sim pático entre la vaca y su leche, 496; aquéllas tam poco les p erm iten q ue la leche entre en con tacto con la carne o los v egetales, 49 6-503; en alg u n o s, n o se perm ite c o ­ m er alim entos v egetales a lo s g u errero s, 5 0 1; descuidan la agricu ltu ra , 502; se abstiene de in g e rir carne de anim ales salvajes, 502-504 P atian, un cread o r, entre lo s anal, de A s ­ sam , 108 P ato ártico, en el relato d e los indios tinneh sob re el d ilu v io , 1 6 1 P atriarcal, la edad, 203 ss.; el fin al de, 353 P atriarcas, lo n g e v o s entre lo s lo lo s, 1 x o -i 1 1 P atro clo , la o fren d a de cab ellos a su cad á­ v e r, 5 10 P ausan ias, cron ista g rie g o , sob re el río L a d o n , 98; sob re el v a lle de P en eo, 98; sobre el santuario de In o , o P asifae, 304 P ausan ias, rey de E sp arta, evocó, el esp íri­ tu de C leó nice, 400 P a v o s , p o r qué tienen carn osidad es c o lg an ­ tes d e c o lo r r o jo , 13 5 P a w p a w N a n -ch a u n g , en u n a leyenda de los sin g fo acerca de un g ran d ilu v io , 108 P az, acu erd o s, las cerem on ias p ara lle v a r­ los a cab o, 2 0 7 -2 15 ; im p recacio n es en, 2 1 1 - 2 1 2 , 2 1 3 , 2 14 P ecad o de em p ad ron am ien to, 4 13 ss. P eces, en la an tig u a historia hin d ú, acerca del d ilu v io , 10 5 , 1 7 5 ; en el relato bhil del d ilu v io , 10 6 - 10 7 ; m ilag ro so s, en le­ yendas sobre el d ilu v io , 1 7 5 - 1 7 6 ; es m ala suerte con tarlos, 4 1 8 ; no deben com erse, 502, 504

P eje rre y, en la leyenda de un a gran inun ­ d ación de lo s naturales de las islas A n ­ dam an, co n sig u ió fu e g o d espués d e fi­ n alizada aqu élla, 1 1 6 P ek ín , G u ard ian es d el U m b ra l en el p ala­ c io , 422

IN D I C E A N A L ÍT IC O

Peleas en tre los sú bd itos a la m uerte de ün rey, 5 19 P eleo, y A stid am ia, 2 16 , 224; y T etis, 33 7 ; su p ro m e sa , 5 10 P ele w , islas, relato de la creación d el h o m ­ b re, i ; ; la n arración d e u n gran d ilu v io , 1 2 7 - 1 2 8 , 1 7 3 , 18 2 P elícan o s, p o r q u é son blan cos y n eg ro s, 117 -118 P e lig ro , isla, se tienden tram pas a las alm as de lo s en ferm os, 386-387 P elió n , m on te de T esalia , 10 2 P ellejo s, o p ieles, d e cab ra, en cerem onias rituales, 60, 2 2 1 , 276, 2 8 1, 2 8 ;, 579; de b u e y, en las alianzas, 207, 2 2 1-2 2 2 ; de carn eros, se du erm e sob re ello s, 300, 304 P enates, tienen su m orad a en lo s u m brales de las casas, 429 P en eo, la an tigu a ciu d ad , al n orte de A rc a ­ dia, lu g a r de n acim ien to de D árd an o , segú n la trad ició n g rie g a , 97-99; el tío , y la llan ura d e T esalia , 10 2 Pen iel, o R o s tro de D io s, en el v a d o del Y a b b o k , 336 P en nant, v ia je ro y an ticu ario, acerca de la cam pana d e St. W en efrid e’ s, 569 Pen tateuco, su p arte legal n o in clu ye los . p erio d o s p rim itivo s de la historia de Israel, 4 7 1 , 4 7 2 , 4 7 3 ; su relación con la llam ad a le gislació n m osaica, 4 7 3 , 474; com p ren d e tres cu erp os de leyes, 4 7 ;; lu g a r que ocu p a el C ó d ice Sacerd otal en, 484; el C ó d ig o de la A lian za com o el m ás an tigu o de ello s, 486, 5 33 ; la distin ción entre anim ales p u ros e im puros, 50 ; P eq ueñ o W allab y, totem de los k aitish, y la resu rrecció n de los m u ertos, 45 P eres y Z é r a j, m ellizos n acidos de Ju d á , cuarto h ijo de Ja c o b , y su nuera T am ar, 223 P erian d ro, tiran o d e C o rin to , con su ltó el espíritu de su esposa M elisa, 399 P erm anente, sistem a de ag ricu ltu ra, 244, 245, 247-248 Pernad a, d erech o , ver C on cu bin ato P arra, com o esp osa de u n h o m b re, 14 2 -14 3 P erro d et, Je a n , a b o g a d o d efen sor en la causa segu ida con tra los inger 545, 546 P erro s, en h istorias sob re la creación del h o m b re , 18 -2 0 ; llevan al h o m b re un m ensaje de m ortalid ad , 34; en los relatos sob re el o rig en de la m uerte, 38; p resa­ gian una gran inu n d ación , 1 5 0 - 1 5 1 ; sa­

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crificad os en juram entos d e am istad, 208, 2 1 0 , 2 1 1 , 2 1 5 , en ritos d e p urifica­ ción, 2 1 6 - 2 18 , 2 19 -2 2 0 , y d uran te la peste, 2 x 8 ; ju icio y castigo d e, 536, 537, 5 54-5 5 5

P erro t, N ic o lá s , so b re el llanto co m o fo r­ m a de salu do en tre lo s in d ios sioux,

Persas, Los, traged ia de E s q u ilo , 402 P erse cu ció n de an im ales, en la antigua G rec ia, 5 37-538 539; en la m oderna E u ro p a , 540-548, 550-555; en B rasil, 548-550. Ver también C astigo d e anim a­ les h o m icid as; E je c u c ió n de anim ales; Ju ic io y castigo de animales P e rse o , h ijo de Z e u s, 360 P ersia, p ersas, en el regreso de lo s em baja­ dores en viad o s p o r R ag h u -N áth -R á ya a In g la terra, 29 3; el rey C iro , 342; son m u y aficio n ad o s a la ad ivin ació n p or m edio d el agu a, 346 ; d errotad os p or P au san ias en P latea, 400; y p o r los grie­ g o s en Salam in a, 4 02-403; su ven eración del u m b ral de los palacios reales, 423; el Zend-Avesta, a n tig u o cu erp o de leyes, 5 36 P e rso n ifica ció n , de la sangre, 53; d el agua, 34 2 -34 3 ; d e los anim ales, 5 35 -5 36 ; de los ob jeto s extern o s, reflejad a en la legisla­ ción p rim itiva , 557 P erú , p eru an o s, relatos de una n u ev a crea­ ción d el h o m b re depués del d ilu v io , 24; las leyen d as de u n a gran inun d ación , 1 3 8-x 39; o fre n d as d e los in d io s a los dioses río , 339. Ver también Cuzco; H errera, A . de; In ca s p eru an os; In d io s peru an os P e ru g in o , sus v írg e n e s, 564 P este, la g ra n , de L o n d re s, 4 13 P iam o n te, lo s daños causados p o r las oru ­ gas, 5 4 7 P icard ía, la u ltim ogen itu ra, 236 P ic o , atrapado p o r N u m a , 338 P ie d erech o , debe adelantarse a l cruzar el u m bral, 426 P ied ad e, d el estado de M arañ ón , en B rasil, 548 P ied ra de la G ru a g a c h , 2 13 ------- N e g ra , en L a M eca, 309, 4 2 3, ver también M eca, L a ; del C om p rom iso , en Su th erlan d , 3 3 1 P ied ras, el h o m b re y la m ujer so n nueva­ m ente cread o s d e, después d el d iluvio, 9 1 , 13 6 ; juram entos p restad os sobre, grad as, 3 0 8 -3 16 , so b re las q ue se derra-

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EL F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

m a aceite, 299, 3 1 4 - 3 1 6 ; oracu lares, 3 12 3 1 3 ; A rn o b io , sobre su cu lto , 3 1 4 ; ne­ gras u n gid as, en las islas K e i, 3 1 5 , y en lo n a , 3 3 1 ; toscas, m on u m en tos hechos de, en T ran sjo rd an ia , 328 -329 ; circulares en M o ab , 329; se utilizan en las cerem o­ nias de casam iento, 330 ; p oseen efectos m ágico s al ratificar las alianzas, 330, 3 3 1 ; el juram ento d e los arcon tes, 3 3 1 ; de o rigen m eteóríco, 3 3 2 ; los sem itas gu ard ab an en ellas sus alm as p o r m oti­ v o s de segu rid ad , 385 P ie l, h isto ria de la m u da de, 40-46, 47-49; de víctim as de sacrificio s, las personas se en v u elv e n en ella, 2 2 1 ; de o vejas víctim as de sacrificio en lo s rituales, 2 2 1 , 2 8 2-28 3; de sacrificio en el ritual, 274-287 P ín d aro , sobre el d ilu v io d e D eu aca lió n , 9 1 P in d ó , m on te de T esalia , 10 2 P irám id es de E g ip to , y la de C h olu la en M éxico , 19 5 ; in scripcio n es, 307 P irm an , d eid ad m alaya, en la h istoria de un a g ran inun dación , 1 1 0 P irra, esp osa de D eu calió n , hija de E p im eteo y P an d o ra, 9 1 , 92, 1 0 1 , 13 6 , 175 P isar sob re anim ales v íctim as de sacrificios, 340 . Pistacia terebinthus, el tereb in to, 4 4 1 P ito n isa de E n -d o r, 3 9 1 ss. P lacenta, en terrada b a jo la p u erta de en tra­ da a las casas, 4 3 0 - 4 3 1; se su po ne se . trata de un herm ano g em elo del recién n acid o, 430 P lan ta, que hace reco b rar la ju ven tu d , 3 0 - 3 1; trep ad ora, un iendo la tierra con el cielo, 305-306 P latea, la batalla d on de P au san ias d errotó a los p ersas, 400 P lató n , en E l banquete, so b re el estado p rim itivo d el h o m b re, 25; sob re los espíritus d e los asesinad os, 55-46; sobre el d ilu v io de D eu calió n , 92; acerca del juicio de castig o de anim ales y ob jetos inan im ad os, 538; Las Leyes, com parada con La República, 5 3 8 P lay fa ir, m ay o r A ., so b re los g aró , 258-259 P leisto cen o , el h o m b re en el p erío d o , 100 P léyad es, dos estrellas fu ero n retiradas de la con stelació n, 88 P lin io , sob re el v alle de P en eo , 98; acerca de la evo cació n del esp íritu de H o m ero , 4 0 3; sus escritos fu ero n citados en un ju icio con tra las h o rm ig as, 549

P lio cen o , existencia del h o m b r e ,' t o o P lo m o fu n d id o , form as d e a d iv in a ció n , 349 P lu tarco , n acido en Q u eron ea, 12 ; so b re el d ilu v io de D eu calió n , 94, y el v a lle de P en eo, 98; acerca de los oráculos de los m u ertos, 4 0 1-4 0 2 ; sobre la costu m b re de c on d u cir a la n o v ia en brazos hasta el in terio r de su n u ev o h o g a r, 4 2 7 , 428 P oetas, con relación al fo lk lo re , 390 P o in t B a rro w , en A la sk a , 2 1 , 168 P olin esia, relato de la creación d el h o m b re, 1 3 - 1 4 ; h istorias sob re el d ilu v io , 1 2 1 12 8 , 17 3 , 17 7 ; las costum b res funerarias,

517-519 P o m p ey o el G ra n d e , 403 Pontifical Romano, sob re las v irtu d es de las cam panas de iglesia, 559 P on to -aralian o , m ed iterrán eo, 1 0 0 - 1 0 1 . Ver también E u x in o P o p ayán , en C o lo m b ia, las tem pestades y tem blores de tierra, 5 7 1 P o rt M o resb y , en N u e v a G u in ea, ruido s que hacen los n ativos p ara ah uyentar a los espíritu s de las torm en tas, 5 7 3-5 74 P o seid ó n , ver H ércu les Povu, en sw ah ili, cierta esp ecie de an tílope, 503 P o zo , Ja c o b en el, 3 1 7 ss. P raxiteles, sus esculturas al am or, 309 P recau cion es q u e tom an los asesinos frente a los espíritus de los asesinad os, 60-65 P rim itiv a L e g isla c ió n , 475 P rim itiv o océan o u n iversal, teoría de su existencia, 1 8 0 - 1 8 1 P rim o gen itu ra, reem p lazan d o p ro g re siv a ­ m ente a la u ltim o g en itu ra, 243-244, 252, 2 7 1, 274; regu la la tran sm isión del lid e­ raz g o , 262-263 Pritaneo, o casa co n sisto rial, el tribunal en A ten as, 537 P ro ca, rey de A lb a L o n g a , p ad re de N u m i­ tor y A m u lio , 3 5 5 P ro en e, sus am ores con F ilo m e la, 12 P ro c p io , sobre el d escubrim ien to del trai­ d o r A rsa ce s, 3 3 3 -3 3 4 P ro fetas hebreos, den u nciaro n el cu lto a los árb oles, 4 4 5, 446, 4 5 3-4 5 4 ; hablaban y pensaban con lib ertad , 4 77-478 ; d es­ plazados p or los escribas, 478 P ro fetisa del d ios del la g o A lb e rto , 586 P ro m eteo , cread o r d el h o m b re, 1 1 - 1 2 ; p a­ dre de D eu calió n , 91 P ro p iciació n de los esp íritus del agu a en los vad o s, 338-342

IN D IC E A N A L ÍT IC O

P ro p ied ad , de la tierra, p riv a d a , 242, 248; com un al e in d iv id u a l, 247; de bienes m uebles, 265-266; su tran sm isión entre los su k , 269 P ro p o n tid e, ver M árm ara, m ar de P ro stitu ció n religio sa , d enunciada p o r los profetas h ebreos, 445 P ro teo , y M en elao, 33 7 ; su gran in fo rm a­ ción gen eral, 338 P ru sia, p ru sian os, su cu lto a la encina sagrad a de R o m o v e , 446, 449; renana, la cam pana de B en ed ictu s, 562 P só fid e , A lc m e ó n en el v a lle d e, 54 P terelao, rey de T a fo s, sus cabellos d o ra­ dos, 367 P u eb la, en M éxic o , p ró xim a a la p irám id e de C h o lu la , 195 P u eb lo e sco g id o , 79 P u eb lo s, ario s de E u ro p a , la u ltim og en itu ­ ra, 2 3 7 -2 3 8 ; d e p asto reo , ver P astoreo, p u eb los de; de pescad ores en E sc o c ia , sus gen tes se n iegan a contarse o dejarse con tar, 4 17 - 4 18 P ulseras con cam pan illas, llevad as en los to b illo s p o r los n iñ os sunar, 5 84 P u lu g a , el C read o r, en tre los p rim itivo s habitantes de las islas A n d am an , 1 x 6 - 1 1 7 P u n d -jel, el C read o r au stralian o, 13 P u n jab , el asentam iento de los ario s, 104; com o zona lím ite de la fam ilia lin g ü isti­ ca áustrica, 2 5 3; se entierra a los niños m uertos b a jo el u m b ral p ara asegu ra r su resu rrecció n , 430 P u rifica ció n de los ho m icid as, 56-58, 5963; pública, p asando entre los trozo s de la v íctim a, 2 1 6 - 2 17 ; de las m adres de n iñ os gem elo s, 285-286 P u rific a to ria o sacram ental, teoría sobre los sacrificios realizados al sellar las alianzas, 2 1 1 , 2 16 - 2 19 , 2 2 1-2 2 2 , 223, 2 25-22 6 , 2 27 , 229 P u ro A c e ro , relato se rv io de un o g r o que tenía tal n om b re, 369-370 P ú rp u ra v io lá cea, c o lo r del m anto del efod llev ad o p o r los sacerdotes ju d íos, 558 P u ru s, río de B rasil, relato del d ilu vio con tad o p o r los ind ios que habitan sus riberas, 13 2

Q at, héroe y cread o r m elanesio, 15 , 42, 1 2 0 - 12 1 Q o aq lq al, los tres herm an os, segú n los ind ios th o m p so n , causantes de una gran inu n d ación , 165

631

Q u ebran tam ien to, de u n tratado, fo rm a de exp iarlo , 2 0 9 -2 10 ; d e algun a costum bre ancestral, 292 Q u een slan d , costu m b res fun erarias, 524 Quercus, pseudo coccifera, 4 3 3 , 4 5 1 ; aegilops, 4 3 3 ; infectoria, 434 Q u eron ea, llan u ra, 1 2 , 13 Quevaise, las pertenencias y posesio n es que recibía en F ran cia el h ijo , o h ija, nacido en ú ltim o lu g a r, 236 Q u ito , las tem pestades y tem blores de tierra, 5 7 1

R ac in e, su com edia Les Plaideurs, 537 R afael, el cu ad ro de J a c o b junto ai pozo, 82, 3 17 R a g h u -N á th -R á y a , o R a g o b a , y lo s em ba­ jadores q u e en v ió a In gla terra, 293 R a g ü e l, y el en cuen tro con su pariente T o b ía s, 3 19 R aíatea, una d e las islas L e ew ard , relato del d ilu v io , 1 2 3 - 12 4 R ak aa n g a , isla, las causas de un a gran inu n d ación , 18 2 R am a, deidad hin d ú , en las historias de un g ran d ilu v io , 10 6 -10 7 R am á, la tu m ba de Sam uel, 393 R am in jera r, d el sur de A u stralia, y las causas de la co n fu sió n de las lenguas, 19 9 -10 0 R am m an , d ios b ab ilón ico d e las torm entas, 7 1 , 73 R an a s, en el relato sob re el o rigen de la m uerte, 38; una de ellas fue la causante de una g ran inu n d ación , 1 1 8 Rape of Lem s} el borough inglés en , 234 R a p to , de las sabinas, 4 2 7 ; de m ujeres, co m o su pu esto antecedente de ciertas costu m b res m atrim on iales, 427 R a q u e l, y Ja c o b , jun to al p ozo , 82, 3 17 , 3 18 ; se lle v ó los dioses fam iliares de su p adre L a b á n , 326 -327 R ara to n g a, se rom pen lo s dientes en señal de d u elo, 522 R a ta alm izclera, trajo a la su perficie un p o c o de la tierra cu bierta p or las aguas del d ilu v io , 1 5 1 , 15 7 , 15 9 , 160, 1 6 1 , 162,

167

R ata s, en el relato del d ilu v io , 15 6 ; juicios segu id o s con tra, 5 4 3-545, 5 5 0 -5 5 1; de los cam p os, o top os, 544-545 R atifica ció n d e las alianzas cortan d o en d os trozos a la víctim a de un sacrificio,

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

2 06-222, 2 2 5 . Ver también V íctim a s de sacrificios R ato n e s, ju icios seg u id o s con tra, 5 5 0 -5 5 1 R aw an , rey de los d em on io s de C eilán, 19 R a w liso n , sir H en ry, so b re la ep o p eya de G ilg a m e sh , 7 1 R a y o , costum b res en relació n con las p er­ sonas m uertas p or, 572 R aziel, el án gel, y el lib ro sagrad o qu e dió a A d á n , 88 R e a S ilv ia , m ad re de R ó m u lo y R e m o , 355 R eb eca, esp osa de Isaac y m ad re de Ja c o b , 2 3 1, 298, 2 7 3, 448 R ecep tácu los p ara g u ard ar las alm as de los n iñ os recién n acid os, 383 R ecu e n to , d e m edidas p ara g ran o , en A r ­ g elia y Palestin a, 4 1 6 ; de p erso n as, ani­ m ales o cosas, av e rsió n su persticiosa, 4 13 -4 2 0 R ed en ció n de las gen tes p o r m ed io de sacrificio s, 2 1 7 R ed es, o tram pas, p ara ap resar alm as, 385387, 388; para m an tener a lo s dem on ios a distan cia de las m u jeres q u e están a p u n to de d ar a luz, 583 R een carn ació n , se en tierra a los recién n acidos m u ertos en lo s um brales para asegu rarla, 429-430 R e fo rm a , del rey Jo s ía s , 85, 396, 4 54 , 476, 48 2, 4 8 3; p rofética de la re ligió n en Israel, 453 R eid , T h o m as, sobre la le y d el deodand, 5 5 6 R ein a C arlo ta, islas, los indios haida, 16 4 -16 5 R e lig io so s y m ág ico s, asp ecto de los ju ra­ m en tos sob re las p ied ras, 33 2 -3 33 R elle c , ab adía, la u ltim o gen itu ra o maineté en los dom in ios de, 236 R em b a u , en la p enínsula m alaya, la u ltim o ­ gen itu ra, 264 R e m ig io , m on te, las cam panas tocaban durante las torm en tas, 5 68 R en an , E ., sob re F eu erb ach , 564-565 R ep tile s, san P atricio los ex o rcizó , 540 R ¿pública, La, de P lató n , 538 R escate de san gre, ver San gre, rescate R esu rrecció n , al cabo d e tres días, 44, 45; asociad a a la luna n u ev a, 44-45 R e trib u tiv a , teoría, so b re el sacrificio de v íctim as en las alianzas, 2 1 1 - 2 1 6 , 2 18 , 229, 536 R ey es, costu m b re escan d in ava en la cere­ m on ia de elección , 330 ; en A fric a , cuan­ do m ueren, sus esp íritu s son con su lta­

d os com o o rácu lo s, 404-405; los mediums, b eben en la calavera p ara in sp irarse, 405; en relación con las encinas, 448; laceraciones en el cu erp o a su m uerte, 5 20 R eyezu elo , un p ájaro , en el relato so b re la creación d el h o m b re d e lo s indios h o pi,

23

R h in , río, p ru ebas de la le gitim id a d de descendencia entre los celtas, 360 R ío G ran d e do So u l, estad o de B rasil, h istoria de u n a g ran in u n d ación , 13 0 R ío M am b eran o , en N u e v a G u in e a h o lan ­ desa, los relatos de u n a g ran inu n d ación entre los n ativ o s, 1x9 R ío , M artín del, jesuíta, so b re la co n sagra­ ción de cam panas d e ig le sia, j 70 R ío s , sus esp íritu s o gen ios y có m o p r o p i­ ciarlos, 33 7 -3 4 2 ; sacrificio s a, 338-340; cerem onias q u e se o b se rv a n antes de cru zarlos, 3 3 8 - 3 4 1; en el P aís de G ales escupen antes de cru zarlos d espués de an ochecer, 33 9 ; están con sid erad o s co ­ m o dioses o m orad a de los d ioses, 341 R itu al, pieles y p ellejos de v íctim as de sacrificios en, 274-28 7; u so de cam p an i­ llas en el p rim itiv o , 586 R iv e r s, D r. W . H . R ., so b re la u ltim o g e ­ n itura entre lo s bad aga, 264 R o c a s, espíritus m alév o lo s de, 3 1 2 ; culto,

312

R o c o sa s, m on tañas, en las historias de una gran inun dación , 15 0 , 15 8 ; los indios culebras, 5 13 R o d e sia , sur, los b o sq u im an os tati, o masarw as, 35; tribu s bantúes, se con sulta a los espíritus de los jefes m uertos com o o rácu lo, 405-406

R o ja , arcilla o tierra, el h o m b re fue hecho de, 1 3 , 1 5 , 19 , 25 R o k o la , el capataz de R o k o r o , en las leyen ­ das de los n ativ o s de las islas F id ji, 120 R o k o r o , dios de los carp intero s entre los n aturales de las F id ji, 12 0 R o m a, rom an os, la de los papas m ed ieva­ les, 80; fo rm a de c o n clu ir los acuerdos de p az, 2 1 3 ; su fu n d ación p o r R ó m u lo y R em o , 3 5 5 -35 6 , 360; los em p eradores evocaban a los m u ertos, 404; se c o n d u ­ cía a las n o vias en b razo s hasta el inte­ rior de su n u ev o h o g ar, 426; el rapto de las sabinas, 4 2 7 ; las leyes de las D iez T ab las, ; 10 ; costu m b res fun erarias, se­ g ú n V ir g ilio , 5 1 1 ; los com bates de g la ­ diad ores, 5 19 ; el castig o de anim ales, 539; exp u lsió n anual de los espíritus, 559; citada p o r R en an , 564; có m o se

ÍN D I C E A N A L ÍT IC O

p ro teg ía d e S ilv a n o , d ios d e los bo sq u es, a las m ujeres qu e habían d ad o a lu z recien­ tem ente, 583 R o m o v e , la encina sagrad a, 446, 449 R ó m u lo y R e m o , relato d e s u ab an d on o y crianza, 3 5 5 -35 6 , 360 R o r o , len gu a, las tribu s de N u e v a G u in ea b ritán ica que la hablan se laceran el cu erp o en señal de d u elo, 5 16 R o sc o e , rev eren d o Jo h n , sob re la ausencia de relatos d el d ilu v io en A fric a , 17 0 R o te m b u rg o , en Su abia, tañían las cam pa­ nas de las iglesias p ara ah u yentar a las b ru jas, 565-566 R o te n , o ju n co de In d ia s, en rollad o, p on e en con tacto la tierra con el cielo, 306 R o tti, isla, el relato de una g ran inun da­ ción en tre sus n ativ o s, 1 1 5 - 1 1 6 , 1 7 3 , 18 2 R o u tle d g e , W . Sco re sb y, y K a th e rin e, so ­ bre el rito ak ik u yu del segu n d o n acim ien­ to , 2 7 7 -27 8 , 279 R u ah atu , dios del m ar p o lin esio , 1 2 3 , 12 4 R ú an , d ucad o, la u ltim o gen itu ra o maineté, 236 R u b ru q u is, m on je D e , en relación con los G u ard ian es d el U m b ral en la corte de M an g u K a n , 4 22 R u m eileh , ruinas de una fortaleza rom ana en M o a b , así llam ada, 443 R u sia, ru so s, los cherem ises, 20, 4 58 ; orien ­ tal, trad iciones de u n d ilu v io , 1 7 3 ; la u ltim o gen itu ra, 2 3 7 -2 3 8 ; la historia de K o sh c h e i el In m o rta l, 367-369; la creen­ cia de que el u m b ral es m orad a de esp íritu s, 429; se en tierra bajo el um bral a los n iñ os n acidos m u ertos, 429 R u so , río de C alifo rn ia , los ind ios gallin om era, 5 13 Knsskaja Pravda, c ó d ig o ru so , la u ltim o g e­ nitu ra, 238

Saato, d ios sam oan o de la llu v ia , 3 1 1 Sabatu, d écim o p rim er m es b a b iló n ico , 75 Sabbath, ju d ío , 8 1, 480; una fe stiv id a d se­ m ejante entre los lo lo s, 1 1 1 Sabinas, el rap to , 427 Sab o ya, p roced im ien tos legales con tra las o ru g a s, 548; los anim ales aparecían c o ­ m o testigos o com o acusados en las causas crim in ales, 5 5 5 Sacerd otal, D o cu m en to , ver C ód ice Sa­ cerd otal Sacerd otes, aaron itas, 509; los ju d íos llevan al o ficia r el m an to del efod tod o de

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p ú rp u ra v io lá cea co n cam panillas cuan­ do celebran los rito s, 585-586 Sacram ental o p u rifica to ria, teo ría sobre el sacrificio de v íctim as al sellar una alian­ za, 2 1 1 , 2 1 6 - 2 19 , 2 2 1-2 2 2 , 2 2 3 , 225-226 , 227-229 Sacram en to , p am pa de, en A rg en tin a, la trad ició n de un d ilu v io , 1 ; o S a crificio s, rituales de anim ales (bueyes, cab ras, cab rito s, gallo s, o v e ja s , p erros verraco s) en el acto de sellar u n a alianza o ju ram en to, 56, 57, 10 6 , 2 0 7 -222 , 2 2 5 , 276-279 , 2 8 1-2 8 3 , 286, 398, 4 3 1-4 3 2 , 446, 4 5 0 , 4 55-4 56 , 5 3 1 ; hu m an os, com o fo rm a d e p u rifica ció n , 2 16 , las víctim as cortadas a trozo s, 222-229, P oner l ° s cim ien tos de las v ivien d as, 226, o al estab lecer u n a alianza, 2 2 7 -2 2 8 ; co m o fo rm a de red en ción , 2 1 7 ; se identifica a l h o m b re con las víctim as d e, 287; a la s p ied ras, 299, 3 0 9 -3 10 , 3 1 2 , 3 1 4 - 3 1 6 ; a los río s, 338-34 0; a los m u ertos, sobre el u m b ral, 4 32 ; a lo s árb oles, 445-446; im p lo ran d o llu v ia , 455-456; d e sangre, ver S a n g re, sacrificios Safed, m ezq u ita en, supuesta tum ba de las hijas de Ja c o b , 4 4 1 Sagrad as, p ied ras, 299, 30 8 -3 16 ; encinas y tereb intos, 433 ss.; arb oledas, com o ú l­ tim a reliq u ia d e lo s an tiguos bosques, 4 54 -459 , .ver también A rb o le s sagrados Sagrad as E sc ritu ra s, 25, 83, 1 2 4 , 14 7 , 17 9 , 460, 4 7 7 , 5 4 ° , 5 4 1 Sahara, lo s tu aregs, sueños oracu lares so ­ bre las tum bas, 402 St. Ju lie n , m u n icip io , se ju zgó a los insec­ tos co leó p tero s, 542 St. O m er, en Fran cia, la ultim ogen itura en la co m arca, 236 St. W en e frid e’ s W ell, en el con d ad o d e Flin t, la cam pana sagrada, 569 Sakarrán , en el B o rn e o b ritán ico, los d yak, su relato de la creación del hom bre, 16 Sakin a, o M iy o K h a i, en un a historia de los n aturales de G ilg it, 373 Sal, n o se p erm ite com erla a lo s hom icidas, 62 Salam ina, batalla, y la derrota d el ejército persa, 402 Salam p an d ai, dios d yak haced or del h o m ­ bre, 16 Salem , en N u e v a In glaterra, ejecución de un p e rro , 554 S a lo m ó n , rey, h ijo m en or de D a v id , 79, 23 3

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TEST A M EN TO

Salsette, isla cercana a B o m b a y , se con d u ce en brazos al n o v io y la n o v ia p o r encim a d el u m b ral de su n u e v o h o g ar, 428 Salu d o, el llan to co m o fo rm a de, 3 18 -3 2 4 Salw een , río , v ía de p en etración de los m o n go les en su cam ino hacia B irm an ia, 259 Sam aría, en P alestin a, la ausencia de en ci­ nas, 434; aludida p o r Je re m ía s, 507 Sam ash , d ios sol b a b iló n ico , 72 Sam o a, h istoria sob re e l o rig en de la m u er­ te, 4 2; el cu lto a las p ied ras, 3 1 1 ; ju ra­ m entos so b re pied ras, 33 2 ; laceraciones en e l cuerp o en señal de d u elo, 5 2 1-5 2 2 Sam otracia, D árd an o en, 9 7, 99; la leyend a d e u n d ilu v io , 99, 18 7 Sam uel, llev ó a D a v id a la realeza, 2 33 , 3 9 5 ;.en relación con Saú l, 3 9 1-3 9 3 , 448; su esp íritu ev o ca d o p o r la p ito n isa de E n -d o r, 395-39 6 , 397; so b re la p ráctica d el em p ad ron am iento, 4 13 San A d e lm o , cam pana, en la ab adía de M alm esb u ry , se tocaba p ara alejar el trueno y las torm en tas, 570 San B arto lo m é , p arro q u ia, y la cam pana de la cap illa p rotestan te de L a R o ch elle,

555-5 56 San B ern a rd o , ex c o m u lg ó a las m oscas que le im p ortu n ab an , 540 San F ran cisco y las h o rm ig as, 549 San G a b rie l, arcángel, su puestam ente ha­ blan do en tu rco con n u estro s p rim eros p ad res, 193 San G erm án , abadía, en . P arís, su gran cam pana son aba p ara alejar la torm enta y el truen o, 570 San Isid o ro de Se villa , so b re los tres d ilu ­ v io s, 96 San Je r ó n im o , en relación con la encina y el terebinto, 3 3 1 ; los com entaristas de la B ib lia y, 389; sob re la encina de M am ré, 449; acerca de las incision es en h o n o r a los dioses entre los ju d íos, 509; citado p o r el ab o g a d o d efen so r en ju icio contra las h o rm igas, 549 San Jo s é , río de N u e v a G u in ea británica, 516 San Ju a n , v ísp era, ad ivin acio n es am orosas, 348; tiem po de b ru jerío , ;6 ; San Ju a n de C ap istran o, en C aliforn ia, los indios acagchem en, 14 6 San M arco s, la basílica en V en ecia, el carillón , 564

San M ig u el, arcán gel, su lu ch a con Satanás en disputa p o r el cu erp o de M o isés, 5 4 1; en La Leyenda Dorada, 561 San P a b lo , la an tigu a catedral de L o n d re s, su cam pana se tocaba d uran te las g ran ­ des torm entas, 570 San P atricio , exorcizab a a los reptiles, 540 Sanch uniaton, escrito r fen icio, so b re la serpiente, 30 San d w ich , islas, ver H aw a i, islas S a n g re, de dioses en la creación del h o m ­ bre, i i , 1 5 ; de h o m b res asesinados que p id e ven gan za, 5 1 , 0 con tam in a la tierra, 5 1; p erso n ificació n de, 53; rescate de, 5 5> 58-59; p acto , 2 1 8 - 2 1 9 , 2 2 1-2 2 2 , 224; bau tism o, 2 2 1-2 2 2 ; ven g an za de, 342, 476, 5 33, 5 34, 5 3 5, co m o ley revelad a a N o é después del d ilu v io , 5 33 ; ofren d ad a a lo s espíritus· p ara q ue la beban y se fortalezcan , 398, 5 3 1; de o v eja, sob re el u m bral que cruzan las recién desposadas al en trar en su n u ev o h o g a r, 4 3 1- 4 3 2 ; sacrificios d e, ante árb oles sagrad os, 445-446; o frecid a a los m u ertos, 5 1 0 - 5 1 1 , 5 16 , 526 -5 32 ; o fren d a d e, entre lo s sam oan os, 5 2 1; de am ig o s, en las cerem o ­ nias de iniciació n, 5 3 1 , tam bién bebid a p o r las personas en ferm as o débiles, 5 3 1 Sangu iju elas, son p rocesad as en Lau san n e, 546-547

Sán scrito , relato, d e una g ra n inun d ación , 10 4 , 10 7 S ansón , su país d e orig en , 262; su p e rso ­ n alidad, 3 6 1-3 6 2 , 375; y D alila, 362-364, 366-367, 37 7 , 378; la fu erza residía en sus cab ellos, 36 3, 364, 367 Santa A g a ta , n och e de, las cam panas de las iglesias son aban p ara ah u yen tar a b rujas y hechiceros, 565 Santa C atalina, co n v en to , en el m onte Sinaí, el m an u scrito árabe hallado sobre el arca de N o é , 90 Santa C atalina, lu g ar de M é x ic o , los indios hu ich ol, 14 2 , 14 3 Santa M aría de L o re to , ig le sia, en Steierm erk, 569 Santos m ahom etanos, sus tum bas en Siria, 4 2 1 , 4 3 5 - 4 3 6 . 4 3 7 -4 3 9 . 440 Santuario ú n ico , ley d el, 85, 476, 480 San tu ario s, sueños oracu lares, 300-304; pa­ ra hom b res, anim ales y p lantas, en A u s ­ tralia central, 385 Sara, esp osa de A b rah am , 450

IN D IC E A N A L ÍT IC O

«Saran da de las Setecientas C olin as», en C h ota N a g p u r, 261 Sarap ico , totem de lo s k aitish, y la resu rrec­ ción de los m u erto s, 45 Sa rg ó n el V ie jo , p rim er re y sem ita de B ab ilo n ia, el relato de su ab an d on o y salva ció n , 3 5 6 -3 5 7 , 360 Sarnas, b o sq u ecíllo s sag rad o s de los m undá, 457 Satanás, en las leyendas de los tártaros bedel, 1 4 - 1 5 ; su serm ó n en N o rth B e r­ w ic k , 365; in sp iró a D a v id el hacer el censo de Israel, 4 1 3 ; su lu ch a con el arcán gel San M ig u e l p o r la p o sesió n del cu erp o de M o isé s, 5 4 1; causan do p ade­ cim ien tos a lo s anim ales, 554; en La Leyenda Dorada, 5 60; lo s yezid i lo m an­ tenían alejad o, 579, y es ahu yentado p or lo s n o g ais, 583 Satapatha Brahmana, relato del g ran d ilu v io , 10 4 -10 6 , 17 6 S atpura, reg ió n de la In d ia central, 19 , 264 S aúl, p ersig u ien d o a D a v id , 3 80; su p erso ­ nalidad y relación con Sam uel, 3 9 1-3 9 3 ; atentó con tra la vid a de D a v id y su hijo Jo n a tá n , 392; su en cu en tro con la p ito ­ n isa de E n -d o r , 39 3-39 6, 4 1 2 ; el saludo a lo s tres ho m b res ju n to a la encina de M am ré, 448; fu e en terrad o ju n to a un terebinto en Y a b é s ; sentado sobre uno de los «lugares altos», 454; y el m onte G u ilb o a , causante de su m uerte, 540 S a v ig n y , la cerda ju zg ad a y ejecutada,

551-552 S axo G ram m aticu s, sob re las costum bres escan d inavas en la elección de u n rey, 330 Scila, có m o traicion ó a su padre N is o , 367 S co tt, sir G e o rg e , sobre la u ltim ogen itu ra entre los k achin , 247; y sobre sus siste­ m as de p rop ie d a d , 247 Sch m elen , m isio n ero , acerca de las leyen ­ das del d ilu v io en tre los n aturales de A fr ic a d el S u r, 17 0 S e b o n g o h , colin as, u so de cam panillas en­ tre lo s d ya k , 578 S e g u n d o n acim iento, las cerem onias entre lo s a k ik u y u , 276-279, 286, 287,. 296-297; sim u lacro, en las leyes p rim itiva s, 287289, y en la ad o p ció n , 288-290; en p ro ­ v ech o de p ersonas erróneam ente dadas p o r m u ertas, 2 9 0 -2 9 1; p u esto en práctica p o r el p ad re de fam ilia brahm án , 2 9 1292; com o exp iació n , p o r haber q u eb ran ­ tad o una n orm a ancestral, 292; entre los

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k o rk u , 29 2; lo llev an a cabo los m ahara­ jas de T ra v a n c o re d el vien tre d e una v aca, 29 3-29 6. Ver también « N acid o de una cabra» Seilu n , la an tigu a Sh ilo h , la en cin a de A b rah am , 440 Seli, en la a n tig u a H élad e, 92 Sem , h ijo de N o é , 89, 90 Sem itas, p u eb lo s, la leyen d a de u n a gran inu n d ación , 30, 94, ver también G ilga m esh; h isto rias acerca d e la lo n ge vid ad de la serpiente, 30; lo s que habitaron B ab ilo n ia h abían tom ad o de lo s sumerios lo s p rin cip ales elem entos d e su civ iliza ció n , 68, al h a b er sido precedidos p o r éstos en la llegad a a la ciu d ad , 76, 4 7 3; lleg a ro n en m asa proced en tes de los d esiertos de A ra b ia , 78; sus antiguas deidades fu ero n adoradas en H ieráp olis, 9 3; ritual d e las alianzas entre gen tes de esa raza, 2 1 9 ; sacrificios hum an os, 224, 2 28 -229 ; trib u s de A fr ic a orien tal, seme­ janza de sus costu m b res con las de, 274 -276 ; S a rg ó n el V ie jo , su p rim e r rey en B ab ilo n ia, 35 6 -3 5 7 , 360; guardaban sus alm as en bastones y p ied ras por m o tivo s de seg u rid a d , 385; costum bres fu n erarias, 509. Ver también H eb reos; Israel, israelitas; Ju d ío s Serpien te, en el relato de la creación del h o m b re, 1 8 - 1 9 ,1 ' a ca*da de éste, 26, 27, 29, 3 0 - 3 1, 540, 5 4 1; se supone q u e reco­ bra la ju v e n tu d p o rq u e m uda d e piel, 30, 44, 46, 4 7; tam bién se cree que es inm ortal p o r el m ism o m o tivo , 30, 404 2 , 46, 48; en el arca de D eu calió n , 93; los esp íritu s del agu a adoptan su form a, 34 1 S e rv ia , h isto ria de u n o g ro cu ya fuerza estaba en un p ájaro , 369-370; y de un d rag ó n , qu e residía en un pichón , 37°"37i S e rv ir a la fu tu ra esposa, 260 S e ve ro , m on edas acuñadas durante su rei­ nado, 9 5; su h ijo C aracalla e v o c ó su esp íritu , 404 S e x o s, la d iferen ciación , 24; sep arad os por Z eu s, 25 S e x to P o m p e y o , su con sulta a una b ruja de T esalia, 403-404 Sezib w a, río de U g an d a, 339 Sh am sh er, p rín cip e de u n cuento popular en G ilg it, 37 3 -3 7 7

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EL F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

Sh an , o tai, de C hin a, la h isto ria de una gran inu n d ación , 10 9 ; atem orizad os p o r los k achin , 246; la u ltim ogen itu ra, 2502 52; su d istribu ción y afin id ad es, 2 5 1; agricu ltu ra, 2 ; i Sh etland, islas, el h ijo m ás jo v en hereda la casa fam iliar, 2 3 ; ; la o p o sic ió n a con tar anim ales o cosas, p o rq u e es m ala suerte, 4 18 ; Sh iloh , la actual Seilu n , 440, 507 Sh illu k s, d el N ilo B la n c o , su relato de la creación d el h o m b re, 2 0 -2 1 Sh ortlan d , islas, el relato d el o rig en de la m uerte, 4 3; n o se d eb e con tar las hojas de palm era q u e se u tilizan p ara cu b rir la vivien d a dei jefe, 4 1 6 - 4 17 Sh ri B ad at, rey o g ro de G ilg it , cu y a alm a estaba hecha de m an teq u illa, 37 3 -3 7 7 Siam , ú n ico estado shan independien te, 2 51 Sib eria, leyendas sob re la creación del h o m ­ b re, 1 4 - 1 5 ; los k o ry a k , 2 1 8 , 220, 267268; los y u k a g h ir, 265-266, 266-267 Siem bra, sacrificios p re v io s, 282 Sien a, iglesia de san D o m en ic o , en u n a cita d e R en an , 564 S ierra L e o n a , se con d u ce a la espalda a las n o vias hasta e l in te rio r de su n u ev o h o g a r, 425-4 26 ; la n eg ativ a a h e rv ir la leche, 490 Siete, ei n ú m ero , su re lie v e en las historias hebreas y babilónicas so b re el d ilu v io , 86 S ig u , h éro e d el relato ack aw o is d e un d ilu v io , 13 3 - 1 3 5 Sihai, el p rim er h o m b re , segú n los ab o rí­ gen es de N ia s, 1 6 - 17 Sihanaka, de M ad ag ascar, el silencio de las v iu d a s, 4 6 1 : Sik ém , el v a lle de, 4 4 7; las encinas o terebintos sagrad o s, 447-448; en Je r e ­ m ías, sob re el c au tiverio d e los ju d ío s en B ab ilo n ia, 507 Sik im , los k achari y lo s lepcha, 249 Sila, sus ejércitos d erro taro n a las huestes de M itríd ates, 12 Silen cio , se im p on e a las viu d as durante algú n tiem po después de la m uerte del m arido , 460-468 Silen o, dios frig io apresado p o r M id as, 338 Silesia, la ultim ogen itu ra, 2 3 7 ; se con d u ce en brazos a las n o v ias p o r encim a del um bral, 426 S ilv a n o , d ios de los b o sq u e s, se p ro teg e de él a las m u jeres q u e han dado a luz recientem ente, 583

Sim p an g -im p an g , el m ed io h o m b re, en las leyendas so b re el d ilu v io de los d yak m arino s, 1 1 4 Sim pática, o p o r afin id ad , m agia, 2 2 1 , 229, 343, 4 9 0 -4 9 1, 49 3, 494, 495, 496; basada en la asociació n de ideas, 494 Sin , d ios lu n ar b ab iló n ico , 19 2 Sin aí, m on te, 90, 485 Sin ar, d on de se estab leciero n lo s p u eblos nóm adas p roced en tes de O rien te, 188 Sindian, una esp ecie de la encina d e h o ja peren ne, m uy abun dante en P alestin a, 433

S in g b h u m , en el suroeste d e B en gala , los ho o lárka k o l, 260 S in g b o n g a , el d ios sol d e lo s m und á, 19 S in g fo , de B irm an ia, ver K a c h in Sin yaxau , o P rim era M u je r, segú n lo s in ­ dios d ieg u eñ o s, 23 Sión , el cen tro d el rein o d e D io s so b re la T ie rra , 80; el m onte, co m o ú n ico san• tu ario israelita le g ítim o , 2 7 5 , 453 Sip p ar, la ciudad del sol babilón ica, 69, 70,

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Siria, sirios, la d iosa A sta rté en H ieráp o lis, 9 3, 94, y el sacrificio de o vejas en su san tuario, 2 2 1 ; leyendas so b re el d ilu v io , 94, 17 2 ; las cerem onias con m em o rativas del d ilu v io de D eu c alió n , 94; los m aja­ n os co m o testim on io, 32 7 , 328, 334; los árabes sienten aversió n a con tar d eter­ m in ad os ob jeto s de su p ro p ie d a d , 420; la creencia d e q u e trae m ala suerte p isar los um brales, 4 2 1 ; tum bas de santos m ahom etanos, 4 2 1 , 4 35 -4 36 , 4 37 -4 39 , 440; la relig ió n de sus cam p esin os, 4 2 1 , 4 37 -4 39 ; las recién d espo sad as pisan la san gre de o v ejas sacrificad as, 4 3 2 ; las encinas, 4 3 3 -4 3 5 ; los m anantiales d el río Jo rd á n en T e ll el K a d i y B an ias, 440 Siv a, o M ah ad eo, 19 Sk ye, en E sc o c ia , las p ied ras sagrad as, 3 13 Sm ith , río de C alifo rn ia , relatos acerca del d ilu v io de los indios de la regió n , 247 ------- A d a m , so b re el castig o de ob jetos inan im ad os, 5 ; 7 ------- G e o rg e , su d escu brim ien to d e las tablillas con la ep op eya de G ilg a m e sh , 7 1 ------- W . R o b e rtso n , so b re la m arca de C aín, 50; sob re la interp retación sacra­ m ental o p u rificato ria de la alianza, 2 16 , 2 19 , 2 2 1 , 222, 229; acerca de la caza de alm as, 386; sob re la p ro h ib ició n de co ­ cer el cab rito en la leche d e su m ad re,

IN D IC E A N A L ÍT IC O

489; de las ofren d as de san gre a los m u ertos, 529 Só crates, h isto riad o r eclesiástico, so b re la encina de M am ré, 450 So d o m a, citada p o r So zo m en o , 450 S o fó n ías, so b re los q u e saltan p o r encim a del u m bral, 4 2 1 S o l, su creació n , 1 7 , 2 3 ; segú n los m undá, el d ios q u e creó al h o m b re, 19 -2 0 ; se cree q u e el arca de N o é pu ed e ser ún icam ente su sím b o lo , 18 0 ; los a-lou yi lo id en tificaro n con su d ios N y am b e , 19 3 - 19 4 ; d esp o só a u n a m u jer, 305-306; se su p o n e q u e u n a vez al año desciende al in te rio r de una h ig u era , 30 7; los g rie g o s lo m aterializaban en p ied ras con ­ sagrad as, 3 16 ; b a jo la aparien cia de un dios fu e am ante de la prin cesa K u n ti, o P rith a, segú n el Mahabbarata, 35 7 -35 8 , 360 So lim án , co rd illera de A fg an istá n , 457 S o ló n , su le gislació n acerca de las costu m ­ bres fun erarias, 5 10 S o ltero s, zaguan es p ara, entre las tribu s de A ssam , 257 So m alíes, se n ieg an a h e rv ir la leche de cam ella, 493 So m erset, el borough in g lés, 234 So m m ay , b ru jo , en los relatos brasileñ os de una g ran inu n d ación , 128 S o m o rg u jo , en el relato de u n a gran inun­ d ación , 1 5 1 , 15 5, 15 8 So n d a, m ar de, las costu m b res m atrim on ia­ les en sus islas, 425 So rch a, el rey de, y el p asto r de C ruachan, h istoria d el con d ad o d e A rg y le , 372-373 S o w lu i, escla v o o esp íritu sin experiencia, entre los ho de T o g o , 586 So zo m en o , h isto riad o r eclesiástico, sobre la encina de M am ré, 4 5 0 -4 5 1; su relato de la fiesta b a jo la encina, 4 5 0 -4 51 Sp ek e, capitán J . Ή ., en los saltos de K a ru m a , en el N ilo su p erio r, 340; sobre la ord alía del agu a en el A fric a central, 360; y J . A . G ra n t, acerca de la n egativa a h e rv ir la leche en A frica, 4 9 :; sobre los escrú p u los de los bahim a a ven d er leche, 500 Sp en cer, sir B a ld w in , y F . J . G u illen , so b re la churinga de los ab orígen es de A u stralia central, 38 4 -38 5; acerca de la dispensa a las viu d as de g u ard ar silen ­ cio, entre lo s arunta, 463-464 Sp ren gu er, in q u isid o r, rapaba la cabeza a las b ru jas, 364

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S ta ffo rd , el borough in glés, 234 Stam fo rd , borough in g lé s en, 234 Status, en las leyes p rim itivas, la ficción legal de cam bio d e, 288 Steierm erk , la ig lesia de santa M aría de L o re to , 569 S telv io , m u n icip io d el T iro l, se ju z gó a los top os o ratas de los cam pos, 544-545 S tram b in o , en P iam o nte, sus habitantes se qu erellaron con tra las o ru g a s, 547-548 Stu b bes, en su Anatomie of Abuses, sobre el toq u e d e d ifu n to s, 561-56 2 Su abia, la u ltim o g en itu ra, 2 37 ; las cam pa­ nas de las iglesias tocaban p a ra ahuyen­ tar a las b ru jas, 565-566; en o tras ocasio­ nes, suenan p ara alejar a las torm entas, 568 Su d án a n g lo e g ip c io , la n egativa a h ervir la leche, 493 ------- fran cés, los n oun ou m a, 5 5, 446; y los m en kiera, 3 1 2 Suecia, n o h ay trazas d e u ltim ogen itura, 2 37; fo rm as de ad ivin ació n , 349 Su eño de Ja c o b , 289-300 Su eños oracu lares, en lo s san tuarios, 300304, y so b re las tum bas, 4 0 2-403; en los q u e se aparecían los d ioses, 300-304 S u ffo lk , se entierra a los b ecerros prem a­ tu ros b a jo el cam ino p o r d o n d e habitual­ m ente p asa el g an ad o , 4 3 1 Suiza, m isio n ero s en C osta de O ro , 36; los G riso n e s, u ltim ogen itura, 2 3 7 ; la co s­ tu m bre de q u e las n ovias crucen en brazos p o r encim a del u m b ral, en la fran cesa, 426; p ro ceso s con tra insectos, 545-547

Su k , de A fr ic a orien tal britán ica, sus reglas de tran sm isió n de la p rop ied ad , 269; n o tom an leche y carne juntas, 498-499; tam p oco m ijo cru d o y leche, a la vez, 5 0 1; n o com en la carne de cierto cerdo salvaje llam ado kiptoramy, 502 Suli, d o n d e naciera el río A q u ero n te, 399 S u lio tico , río , ver A q u ero n te, río Sum atra, relatos de u n a gran inundación, 1 1 2 - 1 1 3 , 1 7 3 ; los batak, 1 1 2 , 2 14 , 264265, 306, 408-409; lo s o ran g sakai, 5 16 , 529 Su m erios, de ellos tom aron lo s p rim eros habitantes sem itas de B ab ilo n ia los p rin ­ cipales elem entos de su civilizació n , 68; el relato del d ilu v io , 68, 7 5-78 , 17 4 ; fu ero n los p redecesores de lo s semitas en la re g ió n que lu eg o éstos ocu p aro n , 76, 4 7 3

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

Su n ar, de la In d ia cen tral, los niños y las jó ven es llev an cam pan illas en los to b i­ llos, 584 Suram érica, ver A m é ric a d el S u r S u rip ak , la ciu d ad b ab ilón ica d estruida p o r una gran inu n d ación , 7 2 , 18 6 Su rrey , el borough in glés, 234 S u ssex, el borough inglés en , 2 34 Szeu kh a, h éro e de u n d ilu v io en tre los in d io s pim a, 14 5 , 14 6

T aa n a ch , san tuario d e P alestin a, el altar de la roca labrada, 2 2 3 , 3 16 T aa ro a, d ios p rin cip al d e T a h it í, 1 3 , 1 4 , 1 2 1 T ab aco , o fre c id o a las p ied ras oraculares, 3 1 2 . Ver también F u m ar T ab ern ácu lo s en la soledad , 8 1 T a b o r, m on te, en P alestin a, 394, 4 34 , 448 T á c ito , en lo s Comentarios sobre las leyes inglesas de W illiam B la c k sto n e , 240 T a fo s, rein o de P terelao , 367 T a g a lo s, de las islas F ilip in a s, alejan a los d em on io s d e las m u jeres q u e han dado a lu z recientem ente, 58 1 T ah iti, relato de la creación del h o m b re, 1 3 - 1 4 , 1 2 1 ; el d ios T a a ro a , 1 3 , 1 4 , 1 2 1 ; relatos sob re u n a g ran inu n d ación , 12 2 12 4 , 18 2 , 18 7 ; ad iv in a ció n p o r m edio del ag u a , 347-348; las laceracion es en el cu erp o en señal d e d u elo , 5 18 - 5 19 , 529; se dep ositan m echones d e p elo ju n to a los cad áveres, 529 T a i, de C hina, ver Shan T a ig e to , m on te de L a c o n ia , 303 T a lió n , ley, 476, 522. Ver también V e n g a n ­ za de san gre T alm u d , 478 T am an d u are, b ru jo , en u n a h istoria b ra si­ leña acerca de un gran d ilu v io , 12 9 -13 0 T a m a r, nu era de Ju d á , y sus h ijos gem elos,

*33 T am b o re s, se tocan p ara ah u yentar a los espíritus de las torm en tas, 5 7 2 -5 7 3, y alejar a lo s dem on ios de las p artu rientas,

583.

T am en d o n are, héroe de un relato b rasile­ ñ o so b re una g ran in u n d ación , 12 8 - 12 9 T am u z, m es del calen d ario h ebreo, 90 T añ e, un dios cread o r en tre lo s m aories de N u e v a Z elan d a, 1 3 , 1 2 5 - 1 2 7 T á n g e r, costu m b res que se ob se rv a n al regreso d e una p ereg rin a ció n d e L a M eca, 424-425

T a n g k h u l, de A ssa m , sus ju ram entos so ­ bre las p ied ras, 332 T ap irap e, río, en las h istorias d e los indios carayas, sobre una g ran inu n d ación , 1 3 1 , 13 2 T ártaro s, relatos sob re la creación del h o m ­ bre, 1 4 - 1 5 ; d escrip ción g e o g rá fic a d e su p aís, 1 1 2 ; la u ltim o gen itu ra, 239 ; los prín cip es n o p erm itían q u e n ad ie tócase el u m bral de su tienda b a jo p en a de m uerte, 4 2 2 -4 2 3; ah uyentan al d iablo levan tan do u n g ran estrép ito con cace­ ro las, 583 T asm an ia, costu m b res fu n erarias en tre los ab orígen es, 527, 529 T a so s, isla g rie g a , ju icio y castig o de o b je ­ tos inan im ad os, 538-539 T a ti, b o sq u im an os, o m asarw as, ver B o s q u im anos tati T a u n g y a , entre lo s kachin, el c u ltiv o de lo s cerros, 247 T caip ak o m a t, cread o r del h o m b re según el relato de los indios d iegu eñ os, 22-23 T c h ap ew i, h éro e d el relato de una gran inun dación , 15 9 T c h ig lit, esqu im ales, su relato de una gran inu n d ación , 168 T c h u d , d el n orte de H u n g ría , la u ltim o g e­ nitura, 238 T eág e n e s, fam o so lu ch ad o r g rie g o , el cas­ tig o a su estatua, 538-539 T eb a s, en B eo cia, su gran an tigü ed ad , 9 5 ,9 6 Tékine, el «gu ard ián del h o g ar» , heredero legítim o entre los tu rcos, 240 T e lfo , h ijo de H ércu les, 360 T e ll el K a d i, o L o m a d el P ro fe ta , la an ti­ g u a D an , en Siria, 440 T e m o r a los esp íritu s, 460, 466, 527-529 T em p e , garg an ta, se dice q ue fu e abierta p o r P o se id ó n , o H ércu les, a través de las m ontañas de T esalia , 10 2 -10 4 , 18 7 T en d ó n , d el m u slo , que se le con trajo a Ja c o b , 34 3; d el c o rv e jó n de los cierv o s, algu n os p u eblos indios de A m é ric a del N o rte lo cortan y d esechan, 343 T en n aan t’ s C reek , el silen cio de las m u je­ res, 465 T eo cip actli, ver C o xc o x T e o fa stro , la escuela peripatética,, 1 0 1 ; so ­ bre el cu lto a las p ied ras, 3 1 4 T ereb in to s en P alestin a, 4 3 3 , 436 , 439, 440, 4 4 1-4 4 4 , 447, 448-449, 4 5 1 ; ven era­ dos p o r los cam p esin os, 442; las dudas su rgid as p o r la trad u cció n d el térm ino

IN D I C E A N A L ÍT IC O

heb reo qu e los d esign a, 444-445; su cu lto , d en unciado p o r los p rofetas,

445-446

T ertu lian o , sob re las con chas m arinas, com o p ru eb a de la existen cia d el d ilu ­ v io , 17 8 T esalia, sus m ontañas fu ero n abiertas p or el d ilu v io de D eu calió n , 9 1 , 10 2 , 10 4 , 18 7 ; la g arg a n ta de T em p e , 10 2 -10 4 , 18 7 ; sus p o lvo rien tas llan u ras, 10 5 ; se dice q ue origin ariam en te había sid o un la g o , 10 4 ; lo s dioses q u e se aparecían en sueñ os, 303; los en ian os, 309; evo cació n de los m u ertos p o r b ru jas y m ag o s, 403-404 T esp ia s, en B eo cia, el cu lto al am o r, 309 T esp ro tia , o rácu lo de lo s m uertos en A o rnum , 399 T estim o n io , m ajan o d e, 32 7 , 328, ver tam­ bién Mispá; m ajan os com o, se encuentran to d av ía en Siria, 334 ; la pied ra de, e rig i­ d a p o r Jo s u é en S ik ém , 448. Ver también M ajan o T e tis, d iosa del m ar apresada p o r P ele o , 337 T exa s, el llanto com o fo rm a de saludo, 32 3 ; los in d io s com an ches, 5 14 T ezca tlip o ca, d ios m exican o, sus paseos n o ctu rn o s, 244 T ezp i, h éro e de un relato del d ilu v io entre los m ich oacan o s, 1 4 1 Thabu, con tam in ació n cerem on ial en tre los ak ik u y u , 52, 56 „ T h e v e t, A n d ré , sob re el relato de una gran inu n d ación entre los indios de B rasil, 12 8 - 12 9 , 1 3 1 T h o m p so n , río , en C o lu m b ia britán ica, 165 T h o m so n , W . M ., sob re las encinas de P alestin a, 4 34 T h o n g a , de A fr ic a su roriental, tom an p re ­ caucion es con tra el esp íritu del en em igo m u erto en batalla, 59, 64; se n iegan a h e rv ir la leche, 492 T ih u an aco , d on de la hum anidad fu e crea­ da de n u e v o , segú n los indios peru an os,

24, 139

T ib e rio , em p erad or de los rom an os, 404 T ib e t, fo rm as de p restar ju ram ento, 207208; la em igració n de los g aró , 256; los m iq u em i, 576 T íb u lo , sob re la e v o ca ció n d e los m u ertos, 404 T ib u r, o rácu lo , 304 T ic k e ll, teniente, sobre la u ltim ogen itu ra entre lo s ho o larka k o l, 262

639

T ie rra , con tam inada p o r lo s derram am ien­ tos de san gre, 53; ven erad a p o r las tribu s d el alto Senegal, 54-55; J e f e de, títu lo sacerd otal entre los nou n oum a, 55; olím p ica, su en clave en A ten a s, 92; y bo sq u es, p ro p ied ad p rivad a, 24 2, 248; com u n al, su p ro p ied ad entre los kachin, 247; esp íritu s de, en rocas y pied ras, 3 11-3 12 ------- A h o g a d a , estrecho m arítim o en los P aíses B a jo s, 18 2 ------- de F u e g o , relato de una g ran inun­ d ación , 14 0 , 1 7 3 , 18 2 . Ver también F u eg u in o s ------- p rom etid a, 19 2 , 3 5 3 , 440, 4 7 1 , 475 ------- Santa, 90, 436 , 454 T ie rra s altas d e E sc o c ia , la p iedra de la G ru a g a c h , 3 1 3 ; ad ivin ació n p o r m edio d e las h o jas y los p o so s d el té, 349; es m ala suerte con tar p erso n as, gan ad o o peces, 4 1 7 - 4 1 8 . Ver también E sc o c ia T ig r is , río, sus d esbord am ien tos, 18 4 -18 6 T ik i, un c read o r m aorí, 13 T im o r , se en m ascaran c o n tra los esp íritus, 63; la isla d e R o tti, h istorias de un a gran in u n d ación , 1 1 5 - 1 1 6 , 1 7 3 , 18 2 ; form as de ratificar u n ju ram ento, 2 14 ; el culto a las p ied ras, 3 1 1 - 3 1 2 T ín d a ro , c ó m o p restaron juram ento los p reten dientes de su h ija H elen a, 207 T in ta , ad iv in a c ió n p o r m edio de, 347 T ire sias, las p reg u n tas q u e O diseo le hace a l d esem barcar en el p aís de lo s cimerio s, 398 T iro l, el p ro ceso con tra lo s topos o ratas d e los cam p os, 544-545 T ito L iv io , acerca de la fo rm a de con clu ir tratados en tre los ro m an o s, 2 1 3 ; so b re el tem plo d e A n fia ra o , en O ro p o , 300 T iu , héroe m a o rí en el relato de u n d ilu­ v io , 1 2 5 - 1 2 7 T o K a m b in an a, el E s p íritu B u en o , en los relatos m elanesios so b re el o rigen d e la m uerte, 47 ------- K o n o k o n o m ia n g e , personaje en las leyendas so b re el o rig en de la m uerte d el arch ip iélago de B ism arck , 4 1 ------- K o o la w i, tribu de las islas C élebes, su relato d el o rig en d e la m uerte, 43-44 ------- K o r v u v u , herm ano d e T o K a m b in a ­ na, tribu de N u e v a G u in e a britán ica, las laceracion es en el cu erp o en señal de d u elo , 516 T o b ía s, su en cu en tro con R agiiel, d e E c ­ batana de la M ed ia, 3 19

640

E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

T o d a , de lo s cerros N e ilg h e rry , en la In d ia m erid ion al, d escon ocen la u ltim o gen itu ­ ra, 264; su cu lto a las p ied ras, 3 1 5 ; cerem onias q u e ejecutan al cru zar los ríos, 34 1 T o d jo -to ra d ja , de las C élebes cen trales, su relato del o rig en de la m u erte, 4 0 -4 1. Ver también T o rad ja T o g o , las tribu s de le n g u a ew e, historias de la creación d el h o m b re , 2 1 ; relato, sob re el o rig en d e la m u erte, 38; la ev o ca ció n de los m u ertos, 406; lo s ho , 586. T o n g a , isla, ver T o n g a n T o n g a n , de la isla de T o n g a , laceracion es en el cuerp o en señal de d u elo , 5 2 0 -52 1 T o p o s , sacrificad os en ritos de p u rifica ció n , 286; p ro ceso crim in al co n tra, 544-545 T o q u e , de d ifu n to s, 560-563, 5 77; de q u e­ da, 563; de vísp eras, 563 T o r á , su in co rp o ració n al D eu tero n o m io , 476; estaba con stitu id a p o r las d ecisio­ nes orales de lo s sacerdotes ju d ío s, 4 7 7 T o ra d ja , de le n gu a b a re’e, de las Célebes centrales, su leyend a acerca de la crea­ ción del h o m b re , 1 5 - 1 6 , 20; relato d el d ilu v io , 1 1 4 - 1 1 5 , 18 7 ; h isto ria de una planta trep ad ora y u n roten en rrollad o que conectaban la tierra con el cielo, 305-306; las escaleras p ara los d ioses, 307; su fo rm a d e en g añ ar a lo s espíritus del agua, 3 4 1 ; se dice q u e atacan al agu a con arm as, 34 2 -34 3 ; apresan las alm as de sus en em igos en sartas de conchas m ari­ nas, 387-38 8 ; sus sueños o racu lares so ­ bre las tum bas, 40 2; evo can las alm as de los jefes m u ertos, 408; se n ieg an su pers­ ticiosam ente a calentar las heces del v in o de p alm a, 4 9 1; su v en g an za de san gre tam bién in clu ye a lo s anim ales, 535; la p erso n ificació n de los anim ales, 5 3 5-5 36 T o rd a y , E ., sob re la ejecu ción de un p erro q ue ro b ó , 536 T orm en tas, se tañen las cam panas de las iglesias p ara alejarlas, 559-560, 567-569,

570-573 T o r o , danza del, entre los m an dan, 14 9 ; en los juram entos, 207; sacrificad os en las tran sferen cias de go b iern o en tre los n an­ di, 286, a los ríos, 33 8 , y a lo s m u ertos, 4 0 1; fu rio so , ju z g ad o y ejecu tad o, 553 T o rre d e B ab e l, 188 ss. ------- de L o n d re s, el cau tiv erio de lady Catherine G r e y , 562

T o rro w o ta , la g o , los m ily a-u p p a , 526 T o rtu g a , en los m ensajes d e inm ortalid ad al ho m b re, 35 -36 ; en los relatos acerca de u n g ran d ilu v io , 1 5 1 T o u lo u se , ju icio p o r b ru jería, 364 T rac ia, y el río E strim ó n , 338 T rad icio n es d ilu v iales, ver D ilu v io u n i­ v ersal T rak h an , rey de G ilg it , e l relato de su ab an d on o y salva c ió n , 358 -359 T ra lle s, en C aria, ad iv in a ció n p o r m ed io d el ag u a , 346 T ram p a s, o redes, p ara ap resar alm as, 38 5387, 388 T ran sferen cia p erió d ica d e p o d e r d e lo s m ás v iejo s a la g en eració n m ás jo v e n , 286 T ran silva n ia , lo s z ín g aro s, trad icio nes re­ ferentes al d ilu v io , 1 7 3 ; costu m b res o b ­ servad as con las m ujeres q u e .h a n dado a lu z recientem ente, 2 18 T ran sjo rd an ia , m on u m en tos h echos con p iedras toscas, 328. Ver también Jo r d á n , río T ran sm isió n , u o rig en in d epen d ien te, de creencias y costu m b res, ex p o sició n en torn o a, 67-68; de la h eren cia, 269, Ver también P rim o g en itu ra, U ltim o g en itu ra T rav an c o re, los m aharajas, el sim ulacro de un segu n d o n acim iento, 293-295 T rep ad o ra, planta, u n iend o la tierra con el cielo, 305-306 T re s, án geles, ven erad os en H eb ró n , 449; días, resu rrecció n al cab o d e, 44, 4 5; h o m b res, su en cuen tro con A b rah am en las encinas de M am ré, 4 4 7 , 448-449, y con Saúl antes de su co ro n ació n , 448 T rib u n ales eclesiásticos, su ju risd icción so ­ bre lo s anim ales, 540-542, 5 4 5-547, 5485 í i , 5 5 3- 5 5 5 T r ig o , arro jad o sob re la n o v ia en el um ­ bral de su n u ev o h o g a r, 426 T ristram , can ó n ig o H . B ., so b re los m o n u ­ m entos de p ied ras toscas en P alestin a, 328 -329 ; acerca de las encinas de P ale s­ tina, 4 34 ; sob re el tereb in to, 442-443 T r o w , héroe del relato d yak sob re el d ilu ­ v io , 1 1 4 T ro y a , o D ard an ia, fu n d ad a p o r D árd an o , 99; cerem onias p ara estab lecer una tre­ g u a, 2 1 3 ; la g u erra de, 5 10 T ro y e s, condena de o ru g a s, p o r el p reb o s­

te, 5 4 7 T ro z o s seccion ad os de víctim as de sacrifi­ cios hum an os y de an im ales, su utiliza­ ción ritual, 2 0 6 -2 19 , 2 2 3-2 2 4 ; interpreta­

IN D IC E A N A L ÍT IC O

ción de la n orm a, 2 18 - 2 19 , 2 2 4 -225, 227-228 T se -g u -d zih , d ios de los lo lo s causante del d ilu v io , n i T u , T ik i o T añ e, un dios cread o r entre los m aories, 13 T u a re g s, d el d esierto del Sahara, sus sue­ ños oraculares sob re las tum bas, 402 T u cap ach a, dios cread o r m ich oan o, 24 T u c íd id es, sobre la errabu nd a existencia de A lc m e ó n , 53-54 T u m b ain o t, héroe d el relato m asai de una gran inu n d ación , 1 7 0 - 1 7 1 T u m b as, cerem on ias en, p ara deshacerse de los esp íritu s en o jo so s, 284; escaleras en, 307; sueños oraculares ai d o rm ir sobre, 402-4 03; d e santos m ahom etanos, 4 2 1 , 4 35 -4 36 , 4 37 -4 39 , 440; los asisten­ tes a los d uelos hacen o fren d a de sus cabellos en, 5 0 7 -5 17 , 528-529, 532 T u rb an tes, alm as apresadas en, 387 T u rc o s, la ultim ogen itu ra, 240; form as de ad o p ció n , 288-289; se laceran el rostro en señal de d u elo, 516 T u ria , un dios sam oan o, 3 1 1 T u rk an a , d e A fric a orien tal británica, n o r­ m as p ara la tran sm isió n de la herencia, 269 Tyddyn, en las an tigu as leyes del P aís de G ales, la parte prin cipal del p atrim onio corresp ond ien te al herm ano m enor, 235 T y e rs, la g o , en V ic to ria , narraciones de un d ilu v io entre los ab orígen es de la co m ar­ ca, 1 1 8 T y lo r , sir E d w a rd D ., sobre los m itos de ob se rv a ció n , 10 4 , 18 7 ; sob re la leyenda de la pirám id e de C h olu la, 19 7 ; acerca de la ley inglesa del deodand 5 5 6 T zetzes, Jo h n , sob re el tañido del bronce com o m edio de ahuyentar a las ap aricio­ nes, 5 59

U assu, h éro e de un relato brasileñ o sobre un gran d ilu v io , 13 2 U b ara -T u tu , p adre de U tanapistim , en la ep op eya de G ilg a m e sh , 72 U fa, los cherem ises, 458 U gan d a, no s e 'h a n en con trado leyendas autóctonas del d ilu v io , 17 0 ; los bahim a, de A n k o le , 2 75, 348; cerem onias al cru ­ zar los río s, 339 ; los bateso, 572. IVer también B agan d a U k ere w e, isla, en el lago V ic to ria N yan za, los n ativ o s tocan cam panillas p ara ah u ­ yentar a los m alos espíritu s, 585

641

U k u n i, territo rio al su r d el lago V icto ria N yan za, la n eg ativ a a h e rv ir la lech e por p arte de los ab orígen es, 491 U lises, u O d ise o , su evo cació n d e los espíritus ofren d án d oles sangre de o v eja p ara fo rtalecerlos, 398, 5 31 U l-ta-m aram a, o M u d a-p iel del M u n d o , en una historia m elanesia sobre el origen de la m uerte, 42 U ltim o g en itu ra , o d erecho del m ás jo\ren, 230 ss.; en Israel, 2 3 0 -2 3 3 ; en E u ro p a , 234 -2 38 ; el p ro fe so r F . W . M aitland acerca de, 2 3 5 ; la cu estión de sus o ríg e ­ nes, 238-240, 266, 269-272; en el su r de A sía, 24 0-265; sustituida p ro g resiv a m en ­ te p o r la p rim o g e n itu m , 243-244, 252, 2 7 1- 2 7 2 , 2 7 3-2 7 4 ; y la prim ogen itu ra, co m p ro m iso entre am bas, 2 5 2-2 5 3 ; en el noreste de A sia , 265-268; en A frica , 268-269 U m b ral, los G u ard ian es del, 4 2 1 ss.; es p ecad o o m ala suerte p isarlo, 4 2 1-4 2 8 , 4 3 1 , 4 32 ; se con d u ce a las n o v ias en brazos sobre, 4 25-428 ; así tam bién al n o v io en la isla Salsette, 428; se supone que es m orad a de los espíritus, 428-429; se entierra d ebajo a los niños nacidos m uertos p ara asegu rar su reencarnación, 429 -430; sacrificios de anim ales en, 4 3 14 3 2 ; cerem onias que se celebraban en R o m a para alejar a S ilv a n o , dios d e ios b o sq u es, de las p arturientas, 583 U n ció n de p ied ras sagrad as, 299, 3 1 3 - 3 1 6 U nkulun kulu,, el V ie jo m ás V iejo , en las leyendas bantúes en vía m ensajes de in­ m ortalidad a los h o m b res, 39 U nm atjera, de A u stralia central, leyendas so b re la resu rrecció n del hom bre, 45; costum bres q u e ob servan las viu d as, 464-465, 466-467; las fun erarias, tam bién entre ellas, 528 U n y o ro , la fam ilia real tiene alianzas con los bahim a, de A n k o le, 275; co m p ro b a­ ción de la legitim idad de los niños, 360 U p o to , del C o n g o , su relato del o rigen de la m uerte, 45-46 U r-u k , o U ren g u r, rey de U r, 192 U ru , la U r de los caldeos, en B abilon ia, 1 9 1 , 19 2 U ru ri, en A fric a central, la prueba del agua p ara c o m p ro b a r la legitim idad de los recién n acid os, 360 · U tan ap istim , antepasado de G ilg a m e sh , y la planta que hacía recob rar la ju ven tu d ,

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E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

30; su n arración de una g ran inundación, 7 1-7 4 ; tam bién llam ado A tra k a sis en otra v e rsió n babilón ica de la m ism a leyenda, 75, 78 U top ias filo só ficas, 472

V a ca s, com o víctim as de sacrificios para establecer una alianza, 2 1 4 , y en ritos de p u rificación , 220; cerem on ia del seg u n ­ do n acim iento, 294, 296, 297; dorad a o de b ro n ce, en el sim u lacro d el segu n do n acim iento, 29 3-29 5; la creencia su pers­ ticiosa de que h e rv ir su leche p u ede dañarlas, 489-495, 505, así com o tom arla juntam ente con carne o verd u ras, 496502, 503, 504-505 V a d o s de los ríos, p ro p icia ció n de los espíritus del agu a, 33 8 -3 4 1 V a lm an s, d e P u erto B erlín , en N u e v a G u i­ nea, su relato de una g ran inu n d ación , 119 V a lo n ia, encina de P alestin a, 4 33 -4 3 4 V a lle , P ie tro della, sob re el cu lto al u m bral del p alacio de los reyes persas en Isp a ­ han, 423 V a n e ssa, m on te, en la h isto ria de u n a gran inun d ación , 1 1 9 Varanns indiens, el la g a rto , en las historias de los naturales de V u a to m sob re la inm ortalid ad , 4 1 V a rró n , sobre la an tigü ed ad de T eb a s, 95, 96; sob re la fecha.del d ilu v io , 96; acerca de P en eo, lu g ar de n acim iento de D árd an o, 97; sobre la costu m b re de pasar en brazos a la n o v ia sob re el u m bral de su nue\ro h o g ar, 428; sobre los arañazos en la cara en señal de d u elo, 5 1 0 - 5 1 1 V a sco n celo s, jesuíta Sim ón de, sob re el relato de una g ran inu n d ación entre los indios b rasileñ os, 1 2 9 - 13 0 V a sse , río, en el oeste de A u stralia, las costum bres fu n erarias de los n ativos de la regió n , 526-527 V a te, o E fa te , isla de las N u e v a s H ébridas, costum bres fu n erarias, 5 1 6 - 5 1 7 Asedíeos, him no s, en ellos no existe refe­ rencia algu n a sobre el d ilu v io , 10 4 V eg etales, no deben p on erse en con tacto con la leche, 496, 498, 499, 502, ni ser com id o s p o r ciertas tribu s de p astoreo, 499-500, 5 0 1, ni p o r los gu errero s masai, 501 V en ezu ela, trad iciones de una gran inu n ­ dación , 15 0

V en g an za de san gre, 342, 476, 5 33 , 534, 5 3 5; ley revelad a a N o é u n a vez term i­ n ado el d ilu v io , 5 33 ; se extiende a veces a los anim ales, 535, 552. Ver también L e y del T alló n A^entriloquía, com o parte de la n ig ro m a n ­ cia, 397 V era cru z, en el g o lfo de M éxic o , 195 V e ro n a , petrificacion es, p o sib les restos de un g ran d ilu v io , 178 V e rra c o s sacrificad os, 206, 207, 2 13 V e rru g a s, supersticion es acerca d el hecho de contarlas, 4 19 V esta, los u m brales co n sagrad o s a, 428 V íctim a s de sacrificios, ver Sacrificios V ic to ria , en A u stralia, leyend as sobre una g ran inu n d ación , 1 1 7 , 1 1 8 ; costum b res funerarias de las tribus ab o rígen es, 5,23; los n ativos quem an las arm as con las que hayan m atado a am igo s o parientes, 534

V ic to ria , río de A u stralia sep tentrion al, los w adu m an y los m u d b u rra, 462 V ic to ria N yan za , la g o , en A fr ic a orien tal, 19 3 , 2 75, 3 1 2 , 360, 4 9 1, 585 V illen o se, sus habitantes in iciaro n querella crim in al con tra las o ru g a s, 547 V in d h ya n , en la In d ia cen tral, 19 , 264 V ir g ilio , sob re el lu to de A n a p o r D id o , 5 1 1 V ísp e ra s, ver T o q u e de vísp eras A cudas, que no hablan, 460 ss.; son o b li­ gadas a g u ard ar silen cio durante cierto tiem po después de la m u erte de sus m arido s, 460-468; su relación especial con el herm ano m ás jo v e n del m arido fallecido , 4 6 3, 464, 466-467; rondadas p o r el espíritu de éste ú ltim o , 466, 467, 528-529; contraen n u evas nupcias con el herm ano del m u erto, 467, 515 V iv ie n d a fam iliar, la hereda el hijo m ás jo v e n , 2 35 , 2 37 -2 38 , 239, 244, 245, 264, 265, 268; c o lectiva, de los kachin de C hina, 248-249; las alm as de los m iem ­ bros de la fam ilia se recogen en una bolsa cuando se trasladen a una n u eva,

383 V iv o s , el haz de lo s, 379 ss. V o g u l, de R u sia orien tal, 17 3 V u a to m , isla del arch ip iélago de las B is ­ m arck, relato sobre el o rig en de la m u er­ te, 4 1

W abende, de A fric a orien tal, su relato sob re el o rig en de la m uerte, 40

IN D IC E A N A L ÍT IC O

W achaga, de A fric a oriental britán ica, se­ llan la paz cortan d o en dos trozos un cab rito y una cuerda, 20 8 -2 10 , 2 1 1 , 227, 229; el bautism o de san gre de los jó v e ­ n es, 2 2 1-2 2 2 ; la costu m b re de cortar en dos trozos a un chico y una chica al ratificar una alianza, 227-228 , 229; cere­ m on ias de circu ncisión, 209, 2 2 1 , 280; usan pieles de víctim as de sacrificios al sellar las alianzas, 2 8 1, así com o en otros actos rituales, 285; el herrero de la tribu es m irad o con tem or su persticioso, 285 W ad um an , tribu del n orte de A u stralia, el silencio de las viu d as, 462 W afip a, de A fric a orien tal, su relato sobre el o rigen de la m uerte, 40 W aghia, el Señ o r de los T ig re s, adorado p o r los w a ra li, 3 1 4 W a-giriam a, tribu bantú de A fr ic a oriental britán ica, usan las pieles de víctim as de sacrificios en las cerem onias de casam ien­ to, 28 1 W a g o g o , de A fric a orien tal, pintan la cara de los ho m icid as, 6 1 , 64; se n iegan a h e rv ir la leche, 493 W ahum a, ver B ah im a Wah.um.ba, d e Africa, orien tal, se n ieg an a h e rv ir la leche, 4 9 1, 493 W akk a, tribu del sureste de Q ueensland, sus costum b res fu n erarias, 524 W ala v u -lev u , n om b re que los n ativ o s de las islas F id ji dan a un gan d ilu v io , 1 19 W alp u rgis, n oche de, los aquelarres, 566 W am ala, d ios de la abundancia, y su ad iv i­ nad or, entre los b a n y o ro , 586 W am egi, de A fric a oriental britán ica, se niegan a h e rv ir la leche, 493 W an g o n g o , del C o n g o , en una leyenda bam bala sem ejante a la de la torre de B ab e l, 194 W an ika, de A frica orien tal, sus costum bres funerarias, 5 12 W arali, del estado de B o m b ay , rinden cu l­ to a las pied ras, 3 14 W arram u n ga, de A u stralia central, el silen­ cio de las viu das, 465; sus costum bres funerarias, 525-526 W arw ick , con d ad o de In g laterra, es mala suerte con tar o v ejas, 4 19 W a-sania, de A fric a oriental británica, leyendas sobre el origen de la m uerte, 39; su relato sobre la d iversid ad de len­ gu as, 19 8 ; se niegan a dejarse contar,

415

643

W asham ba, de A frica orien tal, cerem onias en la circu n cisión , 280; no tom an carne y leche en la m ism a com id a, 498 W ash in g to n , estado, trib u s indias, ver In ­ d ios del estado de W ashington W ataturu, de A fric a orein tal, sus norm as acerca de com er carne de povu, 503 W ataveta, de A fric a oriental, costum bres con referencia a los en terram ien tos, 429 W aw an g a, de A fric a oriental británica, usan las pieles de víctim as de sacrificios en las cerem on ias de casam iento, 2 8 1, así com o en otros actos rituales, 282, 283-284, 285-286 W aw o n P eb ato , m on te en las islas Célebes, 114 W ein garten , m on asterio , en A ltd o r f, la «bendita cam pana de sangre», 568 Weljy supuestas tum bas de santos m ahom e­ tanos en P alestin a y S iria, 435, 4 36 , 439,

442 > 443>458 W ellhausen , J . , sobre los D iez M an d am ien ­ tos o rigin ales, 486, 487 W estfalia, la u ltim og en itu ra, 237 W ifflisb u rg o , en Suiza, el p roceso contra las sabandijas inger, 545 W is-kay-tch ach , o W is, hechicero, héroe de la leyend a algon q u in a de una gran inu n d ación , 1 5 3 - 15 6 W issaketchak, héroe del relato de una gran inundación en las leyendas de los indios crees, 15 8 - 15 9 W orde, W . d e, su referencia a la rep u gn an ­ cia de los esp íritu s p o r las cam panas, 560 W o tjo b alu k , del sureste de A u stralia, su relato so b re el o rig en de la m uerte, 45 W u rm lin gen , en A lem an ia, la cam pana del m onte R e m ig io se hace sonar durante las torm entas, 568 W ü rte m b erg, la ultim ogen itura, 237

X ix u tru s , rey de B ab ilo n ia, héroe en el relato de u n a gran inundación, 69-70, 75a 7« X o c h iq u etza l, en las tradiciones m exicanas, m ujer q u e se salvó de un gran d ilu vio , 14 1

Y a b b o k , Ja c o b en el v ad o del, 335 ss.; terebintos en algu n os pequeños valles al su r del río, 442 Y a b é s , Saúl fu e en terrado bajo una encina o terebinto en, 448

644

E L F O L K L O R E E N E L A N T IG U O TE ST A M EN TO

Yebel, O sh ’a, el m ás elevad o de los m ontes de G alaa d , 329 , 439 Y a b im , de N u e v a G u in ea, sus costum bres en relación con el rescate de san gre, 58-59 Y e h l, o E l C u erv o , en los relatos de una gran in u n d ación de los tlin g it, 16 2 - 16 4 Y a k im a s, de la regió n orien tal del estado de W ash in g to n , 166 Y a n g -tse -k ian g , río de C hin a, su cu rso su p erio r fu e el h o g a r ancestral de la fam ilia m o n g o l, 259 Y e g u a , p on en al recién n acido en su in­ terior, una v ez sacrificad a, com o rito de m agia « im p ática, 2 2 0 -2 2 1; condenada p o r el P arlam en to d e A ix a ser ejecutada, 553

Y e s im ó n , las tierras desoladas de Ju d e a , 380 Y ez id i, cerem onias p ara m an tener alejado al d iablo, 579 Y iz re e l, v a lle , en la batalla entre israelitas y filisteos, 393 Y o lc o , saqueada p o r P ele o , 2 16 , 224 Y o r u b a , p u eblos de lengu a, en la C osta de los E s c la v o s , los n iñ os llev an cam pani­ llas, 579-580 Y u k a g h ir , d el n oreste de Sib eria, sus n o r­ m as respecto a la p rop ied ad , 265-266; la u ltim ogen itu ra, 266-267 Y u n -n a n , en C hina su ro cciden tal, los lo lo s, 1 1 0 , 2 5 3 ; visitad a p o r M arc o P o lo en el siglo X I I I , 1 1 1; los kachin, 246; los shan, 2 5 1

Z am beze, los ab orígen es, su relato p areci­ do al de la torre de B ab e l, 19 3 - 19 4 Z an zíb ar, el v iaje de Sp ek e y G ra n t, 49 1 Zend-Avesta, an tigu o cu erp o de leyes de los persas d on de se castiga a los p erros p elig ro so s, 436 Z e u s, separó los sexo s, 25; co m o au to r del d ilu v io , 9 1; d ios de la fu g a , 9 1; su santuario en D o d o n a , 92; P lu v io s o , el santuario en A ten a s, 92; O lím p ico , 92; p rim itivam ente, era dueñ o d e v id a s y haciendas, 19 8 ; d ios de las p rom esas, 207; persu ad ió a H era p ara q ue adoptase a H ércu les, 288; los an tigu os g rie g o s le con sagraban p ied ras, 3 1 6 ; y su h ijo P erseo, 360; A ten e a su rgió de su cabeza, 4 7 1 ; las fiestas en la A c ró p o lis a él dedicadas, 537; de n iñ o le p ro teg ían los curetes, 5 8 0 -5 8 1, 584 Z ín g a ro s, de T ran silva n ia , las tradiciones referentes al d ilu v io , 1 7 3 ; có m o p ro te­ g en a sus m ujeres después del p arto, 2 18 Z iu su d u , o Z iu g id u , h éro e sum erio d el relato del d ilu v io , 77-78 Zh^yphus, spina Christi, crece en Palestin a, 436 ; jiijuba, en las tum bas o santuarios bend itos de In d ia y A fg a n istá n , 457 Z u lú es, su relato sobre el o rig en de la m uerte, 39 Z u y d e r Z ee , en H olan da, su o rigen , 18 2 Zyarats, tum bas o santuarios benditos en A fg an istá n , 457-458

INDICE GENERAL P a r te P r im e r a LAS E D A D E S T E M P R A N A S D E L M U N D O I. II.

L a CREACIÓN DEL HOMBRE

9

L a c a íd a

Lo que se dice en el G énesis, 26; L a h isto ria del m ensaje alterado, 32; La histo ria de la m u d a de piel, 40; La historia com puesta del mensaje alterado y la m uda de piel, 47; C onclusión, 48. III.

La

IV .

E l d il u v io In tro d u cció n , 66; La narración babilónica de u n a gran inundación, 78; Las historias griegas antiguas de una gran inundación, 91; Las historias hindúes antiguas de u n g ra n diluvio, 104; Las historias hindúes m odernas de un g ran diluvio, 106; Las historias del diluvio en O riente, 108; Las historias de un diluvio en el archipiélago índico, 112; Las h isto ­ rias del diluvio en A ustralia, 117; Los relatos acerca del diluvio en N ueva G uinea y M elanesia, 118; Las historias del diluvio en Polinesia y M icronesia, 121; Las historias del diluvio en Suram érica, 128; Las historias del diluvio en A m érica C entral y M éxico, 141; Las historias del diluvio en A m érica del N o rte , 144; Las historias africanas del d iluvio, 169; La difusión geográfica de las narraciones acerca del diluvio, 172; E l o rig en de las narraciones acerca del diluvio, 177.

V.

La

m a r c a d e c a ín

torre de



B a b e l ............................................................

645

66

188

646

ÍN D IC E G E N E R A L

P a r te S e g u n d a L A E D A D P A T R IA R C A L V I. V II.

La

..............................

205

L a h e r e n c ia d e Ja c o b o l a u l t im o g e n it u r a . . . .

230

a l ia n z a d e

D io s c o n A b r a h a m

Trazas de ultim o g en itu ra en Israel, 230; La u ltim o ­ genitura en E u ro p a, 234; La cuestión de los orígenes del derecho de u ltim o g en itu ra, 238; La u ltim ogeni­ tu ra en el sur de Asia, 240; La u ltim o g en itu ra en el noreste de Asia, 2 6 ;; L a u ltim o g en itu ra en A frica, 268; E l origen de la u ltim o g en itu ra, 269. V III. J a c o b

y

las

p ie l e s

de

c a b r it o ,

o

el

seg undo

..................................................................... L a bendición, desviada de su objeto, 273; Las pieles de sacrificio en el ritual, 274; E l segundo nacim iento, 287; C onclusiones, 297.

273

J a c o b e n B e t - E l .................................................................

298'

n a c im ie n t o

IX .

E l sueño de Jacob, 298; Los sueños en que se aparecían los dioses, 300; La escala que llegaba hasta el cielo, 305; L a p iedra sagrada, 308. X. X I. X II. X III.

Ja c o b, ju n t o a l p o z o

........................................................

317

..............................

325

..................................

335

.................................................................

34;

E l PACTO HECHO SOBRE e l m a j a n o Ja co b, e n el v a d o d el Y abbok L a c o pa d e J o sé

P a r te T e rc e ra LO S T IE M P O S D E LO S JU E C E S Y L O S R E Y E S X IV .

M o is é s e n e l c e s t il l o d e m i m b r e s ..............................

353

XV.

S a n s ó n y D a l i l a ..................................................................................

361

..........................................................

379

Ε ν - D o r .....................................

391

X V I. X V II. X V III. X IX . XX. X X I. X X II.

E l h a z d e los v iv o s

S a ú l y la p it o n is a d e

................................

413

..........................................

421

..................

433

.......................................

45 2

............................................

460

E l p e c a d o d e e m p a d r o n a m ie n t o

Los

g u a r d ia n e s d e l u m b r a l

L as e n c in a s y los t e r e b in t o s s a g r a d o s

Los

LUGARES ALTOS D E ISR A EL

L as v iu d a s q u e n o h a b l a n

647

IN D IC E G E N E R A L

P a r te C u a rta L A L E Y M O S A IC A X X III. X X IV . XXV. X X V I. X X V II.

E l

lugar

que

ocupa

la

l e y mo s a i c a

en

la

HISTORIA DE LOS J U D ÍO S ........................................................

471

N o COCERÁS EL CABRITO EN LA LECHE DE SUMADRE

48 5

L a s in c is io n e s p o r los m u e r t o s

..............................

507

E l b u e y q u e a c o r n e a b a ..........................................................

533

L as c a m p a n il l a s d e o ro

558

I n d i c e a n a l ít ic o

.......................................................

587

Se terminó de im primir este libro el día 3 0 de marzo de 1993 en los talleres de AGISA, d Tomás Bretón, 5 1 . Madrid Se tiraron 2 .0 0 0 ejemplares