El empresario argentino 9789876144490, 9876144499

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El empresario argentino
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ALDO FERRER El empresario Argentino

m Capital intelectual

Aldo Ferrer

El empresario argentino

BU

Capital intelectual

Ferrer, Aldo El empresario argentino. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Capital Intelectual, 2014. 112 p. ; 22x15 cm. ISBN 978-987-614-449-0 1. Economía Argentina . CDD 330.982

Fecha de catalogación: 21/07/2014

Diagramación: Verónica Roca Diseño de tapa: Ariana Jenik Edición: Javier Lewkowicz Coordinación: Inés Barba Producción: Norberto Natale

© Aldo Ferrer, 2014 © Capital Intelectual, 2014 I a edición: 3000 ejemplares a Impreso en Argentina Capital Intelectual S.A. Paraguay 1535 (1061) o Buenos Aires, Argentina Teléfono: (+54 11) 4872-1300 o Telefax: (+54 11) 4872-1329 www.editorialcapin.com.ar o [email protected] Pedidos en Argentina: [email protected] Pedidos desde el exterior: [email protected]

A la m em oria de Arturo Jauretche

PREFACIO

En nuestro país, la significación social y económica del empresario es una cuestión controvertida. Para algunos, es un especulador y abusador de posiciones dominantes, para maximizar sus ganancias a costas de la inflación y del deterioro de las condiciones sociales. Para otros, una víctima de la intervención irracional del Estado y el con­ secuente desaliento a la inversión y ala iniciativa privada. Esas visiones no reflejan la realidad. Enturbian el análi­ sis de los problemas reales, impiden impulsar el protago­ nismo del empresario argentino y desalientan el diálogo razonable entre todos los agentes sociales, en el contexto de una economía de mercado abierta al mundo y de una sociedad democrática. Las reflexiones siguientes se dividen en dos partes. La primera se ocupa del contexto nacional dentro del cual se desenvuelve el empresario argentino. La segunda, de la globalización que encuadra las relaciones internaciona­ les de la economía argentina y del empresario. Pretenden contribuir a remover un obstáculo al desarrollo del país, dentro del cual, el empresario argentino, debe asumir una participación fundamental. EL EMPRESARIO ARGENTINO I 9

INTRODUCCIÓN

Lo nacional es lo universal visto por nosotros mismos Arturo Jaureteche El desarrollo económico ocurre, en todo tiempo y lugar, en economías de mercado. Vale decir, en aquellas en que el empresario juega un papel protagónico en la inversión, el cambio técnico y la inserción en la globalización. El empre­ sario, como grupo social, consiste en el conjunto de actores que cuentan con recursos y los organizan, para realizar una ganancia, en el marco de la economía de mercado. No es una categoría homogénea. Abarca multiplicidad de actores, desde las grandes corporaciones hasta las pequeñas, media­ nas y micro empresas, en los diversos sectores económicos. No hay ejemplo alguno de desarrollo fuera de la eco­ nomía de mercado, es decir, sin empresarios. El último intento en gran escala fue la Unión Soviética. En América Latina, Cuba, pese al progreso de sus indicadores sociales y el ejercicio de su soberanía, no ha logrado instalar un modelo de desarrollo sustentable de largo plazo. El extraor­ dinario desarrollo de China comenzó cuando el régimen comunista incluyó un espacio sustancial de economía de mercado. En diversos contextos institucionales estables, el EL EMPRESARIO ARGENTINO I 11

desarrollo siempre se registra en economías de mercado con protagonismo empresario. Asimismo, el desarrollo invariablemente ocurre abierto al mundo, dentro de un espacio nacional organizado por un Estado capaz de ejercer la soberanía, arbitrar los conflictos sociales, promover la inclusión social, facilitar el despliegue del papel protagónico de los empresarios y ofrecer los bie­ nes públicos esenciales al desarrollo económico y social. En el capitalismo temprano, en la Europa del Rena­ cimiento, el desarrollo dependía de la habilidad de los herreros y la iniciativa de los comerciantes. Estos fueron los embriones del empresario como grupo social, frecuen­ temente denominado "burguesía nacional'! Desde el siglo XVI, cuando la actividad comercial trascendió a la esfera transnacional e intercontinental, se instaló el mercanti­ lismo y la alianza entre el Estado y el empresariado. Este último apeló al Estado para proteger su predominio en el mercado interno y respaldar su proyección al mundial. La alianza se profundizó con la explosión tecnológica de la Primera Revolución Industrial. Desde entonces, la motivación de la ganancia se des­ plegó en el contexto del avance tecnológico, la transforma­ ción de la estructura productiva y la expansión al mercado mundial. Las actividades que lideraron el avance tecnoló­ gico fueron el caldo de cultivo del empresario innovador. El apoyo del Estado fue siempre esencial. A lo largo de la historia, hasta el presente, no hay empresarios sin Estado, ni desarrollo económico sin empresarios. La división internacional del trabajo entre países expor­ tadores de manufacturas (el "centro") y de materias primas (la "periferia") configuró el protagonismo del empresario en unos y otros. Dada la ausencia de industrialización en la periferia, el empresario se anquilosó en actividades rentís­

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ticas, el abuso de posiciones dominantes y en la marginalidad de las actividades de baja productividad. En el mismo escenario, las filiales de empresas extranjeras prevalecie­ ron en las actividades económicas más importantes, inclu­ yendo la explotación de los recursos naturales destinados al mercado mundial. En tales condiciones, no fue posible la existencia de empresarios capaces de incorporar los cono­ cimientos de frontera, transformar la estructura productiva y proyectarse al resto del mundo. Es la situación que preva­ leció en la Argentina y el resto de América Latina. Dos factores son esenciales en la construcción de un empresario impulsor de desarrollo. Por una parte, la exis­ tencia de un Estado nacional con suficiente autonomía decisoria y, por lo tanto, capacidad de remover los obstácu­ los planteados por los poderes fácticos, internos y externos, asociados a la estructura preindustrial y al ejercicio de las posiciones dominantes. El Estado tiene que contar con suficiente capacidad regulatoria para defender el interés público, el desarrollo nacional y la soberanía. En Argen­ tina, el Estado neoliberal, que prevaleció entre 1976 y 2001, estuvo sometido a los poderes fácticos y, en particular, a la especulación financiera. Era incompatible con el desarro­ llo del empresario argentino y con el sostenimiento de los equilibrios macroeconómicos. Por la otra, la velocidad del desarrollo de las activida­ des en la frontera del conocimiento y de la consecuente transformación de la estructura productiva. Es, en tales actividades, donde prevalecen los empresarios innovado­ res, promotores de la inversión, el cambio tecnológico, la creación de empleo a niveles crecientes de productividad, la generación de ventajas competitivas dinámicas y la pro­ yección de la producción doméstica al mercado mundial. En ese contexto, antiguos protagonistas de la actividad pri­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 13

vada pueden ser atraídos a las nuevas actividades, por las perspectivas de rentabilidad. Cada país tiene el empresario que se merece en virtud de su capacidad de constituir un Estado nacional desarrollista e impulsar la transformación de la estructura pro­ ductiva. El análisis histórico revela que la existencia de tal Estado descansa en la fortaleza de la densidad nacional de los países (A. Ferrer: La densidad nacional. Capital intelec­ tual. Buenos Aires, 2004). Vale decir, la cohesión social, la impronta nacional de los liderazgos, la estabilidad institu­ cional y el predominio de un pensamiento crítico, defensor de los propios intereses. En nuestro país, la carencia o insu­ ficiencia de estas condiciones fue extremadamente crítica en el período de la hegemonía neoliberal. Esto provocó la inestabilidad del sistema y la creación de condiciones hos­ tiles al empresario argentino. No hay nada genético, en el ADN del empresario argen­ tino, cuando privilegia la especulación sobre la producción o cede el protagonismo a las filiales de empresas extranje­ ras, en vez de asumir el liderazgo de la industrialización. Si se trasplantaran al país los empresarios más innovado­ res del mundo en desarrollo, por ejemplo, los coreanos, al poco tiempo tendrían el mismo comportamiento que los argentinos. Y, como me señaló el Vice Decano de la Facul­ tad de Ciencias Económicas de la Universidad del Litoral, si estos se radicaran en Corea, se comportarían como los coreanos. El Estado tiene la responsabilidad fundamen­ tal de crear los espacios de rentabilidad y el contexto que oriente la iniciativa privada al proceso de transformación. El empresario es, en definitiva, una construcción política.

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PRIM ERA PARTE El empresario argentino y el contexto nacional

I. La formación histórica del empresario argentino

El país independiente heredó la estratificación social de la colonia. En todas las regiones, el sector privado estaba for­ mado por los dueños de la tierra y de las redes comerciales, incluyendo el contrabando. Tempranamente, la acumula­ ción de riqueza se concentró en un empresariado rentís­ tico y manipulador del Estado, sin impulso a la industriali­ zación y ala transformación productiva. Bajo la hegemonía británica, a partir de mediados del siglo XIX, la plena inserción de la economía argentina en el orden mundial profundizó los dos rasgos fundamenta­ les del empresario argentino de la época. Por una parte, la ausencia del impulso transformador a través de la ges­ tión del conocimiento y la industrialización. Por la otra, la cesión al capital extranjero del control de los principales sectores de la economía nacional: transportes, comunica­ ciones, comercio internacional, finanzas y frigoríficos. Es decir, rasgos incompatibles con la existencia del empre­ sario como agente de transformación y afirmación de la soberanía económica. Situación radicalmente distinta a la existente en Canadá y Australia, otros dos grandes “espa­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 17

cios abiertos" integrados a la economía mundial en la misma época. Ese empresario cautivó al Estado para consolidar su poder dominante dentro del modelo agro exportador. Las voces de Vicente Fidel López y de otros dirigentes de la época, reclamando políticas tendientes, al menos, a incorporar valor agregado a la producción primaria, fue­ ron sepultadas por la realidad. Es decir, por el vertiginoso crecimiento de las exportaciones de carnes y cereales, que consecuentemente incrementó el poder del empresario preindustrial. Estos sectores estaban fuertemente asocia­ dos al capital extranjero, que concentró su inversión en las finanzas y en los ferrocarriles casi exclusivamente para asegurar las condiciones de inserción del país en los mer­ cados de exportación de materias primas. Los empresarios dedicados a la producción de bienes diversos para el mer­ cado interno como alimentos y bebidas, textiles, muebles y materiales de la construcción, si bien algunos experimen­ taron un crecimiento significativo, conformaron un tejido marginal dentro de la actividad privada. La crisis mundial de 1930 produjo un cambio radical en el comportamiento de la economía argentina. Se agotó el modelo agro exportador e impuso la necesidad de sustituir importaciones por producción nacional. Este fue el lanza­ miento de la industrialización sustitutiva de importaciones (ISI), bajo el gobierno surgido del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930. La aparición de empresarios y traba­ jadores industriales generó resistencias contra el régimen conservador y fraudulento, que culminaron con el golpe de estado de 1943. Allí empezó otra historia, bajo el liderazgo de un líder surgido del régimen militar. Perón trastocó el pensamiento dominante bajo el régi­ men conservador. Asoció al Estado a la transformación pro­

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ductiva, la industrialización y la inclusión social. El nuevo planteo incluyó la reivindicación de la soberanía frente a los centros de poder mundial y, consecuentemente, la potencia hegemónica emergente al final de la Segunda Guerra Mundial. El proyecto peronista incluyó la incorpo­ ración de conocimientos de frontera (como la aeronáutica y la energía nuclear) y la propuesta de la integración lati­ noamericana. Tuvo lugar una extraordinaria movilización popular y la transformación del empresariado, con la incorporación de los protagonistas de la ISI. El Estado fue el disparador del proceso. La Confederación General Empresaria (CGE), conformada en 1952, incorporó a la nueva burguesía nacional, actor emergente de la transformación en curso. Bajo el patrocinio del Estado, se convirtió en el principal representante del empresariado. Sin embargo, Perón no logró consolidar la transformación y conformar un nuevo liderazgo empresario hegemónico. A su caída, las organi­ zaciones patronales tradicionales recuperaron su prota­ gonismo, que consolidarían en 1958 a través de la Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres (Aciel), que agrupaba a la Sociedad Rural Argentina, la Bolsa de Comercio, la Cámara de Comercio y la UIA. El fortalecimiento de las organizaciones de trabajadores amenazó a las patronales y contribuyó a generar la solida­ ridad en sectores del empresariado. Esta se expresó, más tarde, en resistencias contra los planteos nacionales y popu­ lares y el apoyo a las políticas neoliberales, aún a costas del achicamiento del mercado y la pérdida de rentabilidad. La misma democracia se convirtió en una amenaza a las posiciones dominantes del núcleo tradicional del empre­ sariado. El primer peronismo demostró que la democracia, en la Argentina, confiere, al poder político, un alto grado

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de autonomía frente a los poderes fácticos. Es decir, reveló que estos no cuentan con suficiente capacidad de veto de las reformas que amenazan las posiciones dominantes en el mercado y la organización social. En tales condiciones, el límite a las reformas y/o el desorden, era el golpe de estado. Dos factores conspiraron contra la renovación del lide­ razgo empresarial bajo el primer peronismo. Por una parte, el agravamiento del conflicto político, que culminó con el golpe estado de 1955. Por la otra, la creciente insuficien­ cia de divisas, es decir, la restricción externa y su impacto sobre la estabilidad macroeconómica, crecientemente agobiada por la inflación y el desequilibrio fiscal y mone­ tario. En tal escenario, los antiguos protagonistas de la eco­ nomía preindustrial conservaron su predominio dentro del empresariado. Por estas mismas razones, el peronismo no logro resolver definitivamente el conflicto histórico sobre el proyecto de país. Es decir "granero del mundo" o econo­ mía industrial integrada y abierta. La inestabilidad política y cambios de rumbo de la polí­ tica económica prevalecientes en las dos décadas transcu­ rridas entre los golpes de estado de 1955 y 1976, no impi­ dieron un considerable avance de la industrialización y la transformación de la estructura productiva. Sin embargo, subsistió la restricción externa, los desequilibrios fiscales y monetarios y la inflación. Condiciones poco propicias para el empresario argentino. Al mismo tiempo, aumentó la presencia de filiales extranjeras en el tejido industrial, en sectores como la química y petroquímica, derivados del petróleo, automotor, metalurgia, máquinas eléctricas y no eléctricas. No se logró preservar, tempranamente, como lo lograrían más tarde las economías emergentes de Asia, el protagonismo del Estado y el empresario nacio­ nal. Este último no se construye cuando prevalecen filiales 2 0 I ALDO FERRER

de empresas extranjeras que controlan la mayor parte del tejido industrial y, por lo tanto, del proceso innovativo y de acceso al mercado mundial de manufacturas complejas. Si hacía falta algo más para clausurar la posibilidad de la formación de un empresariado argentino agente del cam­ bio, lo proporcionó el golpe de estado de 1976. Dos facto­ res decisivos influyeron en el curso futuro de los aconteci­ mientos. Por una parte, la ruptura del orden constitucional. El terrorismo de Estado, impuesto por la dictadura, como respuesta a la amenaza de las organizaciones subversivas, generó un escenario político incompatible con el desa­ rrollo económico y, por lo tanto, del empresario argen­ tino. Por la otra, la emergencia de la financiarización en el orden mundial global y la subordinación de los sectores dominantes del empresariado local a la hegemonía de la especulación financiera. Sobre estas bases, se impuso una política económica, cuyo instrumento fundamental fue la apreciación cambiaría y la apertura del mercado interno. La consecuencia fue la destrucción de buena parte del tejido industrial, el deterioro de las condiciones sociales, el aumento explosivo de la deuda externa y, finalmente, el caos, dentro del cual, asume, el Gobierno de RaúlAlfonsín. En ese escenario, los grupos dominantes del empresariado asumieron su peor perfil: el apoyo al terrorismo de estado y la destrucción de las bases industriales y tecnológicas. El rol del empresario, a la inversa. El retorno a la democracia enfrentó el desafío de repa­ rar los agravios de la dictadura contra los valores huma­ nos, impedir un nuevo golpe de estado y restablecer los equilibrios y el desarrollo de una economía agobiada por la herencia del neoliberalismo autoritario y por una deuda externa impagable, que creció entre 1976 y 183 de menos del 20 al 70% del PBI. En el plano político, el prioritario, EL EMPRESARIO ARGENTINO I 21

Alfonsín cumplió cabalmente con el compromiso asu­ mido. Sin embargo, en un escenario internacional hostil, con deterioro de los términos de intercambio y la crisis de la deuda externa, en plena “década pérdida" de los años ochenta en América Latina, el Gobierno no logró resolver los problemas económicos y concluyó en una situación hiperinflacionaria. El Gobierno de Menem se sirvió de la autonomía de la esfera política para consagrar al Estado neoliberal, esta vez, en el marco de la Constitución y con respaldo popular. Arrasó, en poco tiempo, con lo que quedaba de la heren­ cia de la ISI y con constantes de la tradición del país que habían resistido incluso las políticas de la dictadura, como la propiedad estatal de YPF. En poco tiempo, extranjerizó y privatizó prácticamente la totalidad de las empresas públi­ cas y consagró la hegemonía del sector financiero con la convertibilidad. A través de la apreciación del tipo de cam­ bio, profundizó el desmantelamiento del tejido industrial y fortaleció las posiciones dominantes en los mercados de los grupos concentrados. La deuda externa se multiplicó y subordinó al Estado al "riesgo país" a los criterios de los mercados financieros y las condicionalidades del FMI. Fue la culminación de la renuncia de soberanía bajo el Estado neoliberal y, consecuentemente, a la existencia del empre­ sario argentino. La debacle se produjo poco después, en el Gobierno de la Alianza, que, con consenso mayoritario, ratificó la con­ vertibilidad y la sumisión al FMI y a los mercados. La crisis del 2001 fue la más grave de la historia económica del país. Concluyó con un desorden mayúsculo del régimen econó­ mico, incluyendo el descalabro del sistema bancario. Por último, se declaró el default sobre la deuda externa. Bajo la hegemonía neoliberal, concluyó así el peor período de

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la historia económica y social del país. Dejó como saldo, entre otros dramas, niveles de pobreza e indigencia del 54,3% y 24,7%, respectivamente, y una tasa de desempleo del 21%. En el mismo, el comportamiento de principales grupos económicos estuvo en las antípodas del esperado en un empresariado que es protagonista del desarrollo, la transformación y la soberanía dentro del orden mundial. La crisis del 2001 fue el punto de partida de un nuevo rumbo de la política económica en la tradición nacional y popular y, por lo tanto, en las antípodas del neoliberalismo de la década de 1990. El cambio iniciado en el 2002 y con­ solidado a partir del Gobierno de Néstor Kirchner incluyó un conjunto de acciones que restablecieron la vigencia de un Estado nacional con autonomía decisoria frente a los poderes fácticos, internos y externos. La deuda externa se reestructuró a partir de una oferta propia, sin intervención del FMI ni aceptación de los criterios del mercado finan­ ciero. Solamente esa operación permitió que el peso de la deuda externa bajara del 70% a menos del 40% de PBI, una reducción en términos absolutos de más de 67 mil millones de dólares. A partir de allí, el Estado y la econo­ mía pasaron a financiarse con recursos propios, sin recu­ rrir al crédito internacional. La disponibilidad de divisas durante el mandato de Néstor Kirchner permitió cance­ lar la deuda con el FMI por un total de 9.530 millones de dólares, aumentar las reservas internacionales y crecer sin restricción externa. El rechazo de la adhesión al ALCA en la Cumbre de las Américas celebrada en 2005 en la ciudad de Mar del Plata fue otra expresión del ejercicio de la sobe­ ranía. Lo mismo sucedió con la renacionalización de YPF en abril de 2012. En el plano interno, la nacionalización de las AFIP y la ley de medios implicaron un severo enfrenta­ miento con poderosos grupos del empresariado. Excluida EL EMPRESARIO ARGENTINO I 23

la posibilidad de resolver el conflicto vía el golpe de estado, estos hechos ratificaron la considerable autonomía de la esfera política, frente a los poderes facticos. La respuesta al nuevo rumbo de la política económica incluyó, por una parte, el apoyo de entidades representativas de la pequeña y mediana empresa en la industria y otros sec­ tores y, por la otra, la antipatía de las entidades del empresa­ riado enroladas en el imaginario neoliberal, cuyo poder de veto de las decisiones del poder político es reducido. En conclusión, las frustraciones del desarrollo del país en el largo plazo, son las mismas que impidieron la forma­ ción del empresario argentino como gente fundamental del desarrollo.

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IL Construcción del empresario argentino

A partir de la resolución de la crisis de principios de este siglo, la recuperación de la impronta nacional de los lideraz­ gos políticos, la estabilidad institucional y el pensamiento crítico, viabilizaron la reaparición del Estado nacional, no sometido a las condicionalidades neoliberales. Esto es una condición necesaria pero no alcanza para la construcción del empresario argentino. Son esenciales, al mismo tiempo, una estrategia viable de desarrollo y la argentinización de la economía nacional. Estrategia de desarrollo La auto determinación en la formulación y ejecución de la estrategia económica es condición necesaria del desarro­ llo y la construcción del empresario argentino. No existe el empresario argentino sin soberanía. Para tales fines, es indispensable contar con superávit en la cuenta corriente del balance de pagos y sólidas reser­ vas internacionales. El endeudamiento externo funcional a la expansión de la capacidad productiva nunca debe exce­ der la capacidad de repago, sin recurrir al "salvataje” inter­

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nacional. De fronteras para dentro, es preciso financiar el gasto público con recursos corrientes, es decir, sin apelar al Banco Central ni al crédito externo. En tales condiciones prevalecen la estabilidad de precios y buenas expectativas estimuladoras del ahorro, la inversión y el crecimiento, es decir, del empresario argentino. La experiencia de las economías emergentes de Asia ratifica cuan decisiva es la eficacia de las políticas públi­ cas y la apertura de espacios de rentabilidad que orienten al empresario al desarrollo de las actividades estratégicas. Como, asimismo lo es el impulso a la educación, la capa­ citación de la fuerza de trabajo y el desarrollo de un fuerte sistema nacional de ciencia y tecnología, estrechamente vinculado a las políticas públicas y a la producción. Las actividades de mayor valor agregado y contenido tecnológico son esenciales para la formación del empresa­ rio argentino. Esta es la base para fortalecer la capacidad competitiva en los sectores de frontera, que constituyen las áreas más dinámicas del comercio internacional. En ellas, precisamente, se concentra el déficit de manufactu­ ras de origen industrial (DMOI), como es el caso del sector de metalmecánica, maquinarias y equipos, el químico, el automotor, instrumental médico, aparatos eléctricos y la electrónica, que juntos incurren en un déficit comercial de unos 25 mil millones de dólares al año. El DMOI es la causa fundamental de la insuficiencia de divisas, es decir, de la restricción externa. Para tales fines, es preciso replantear la estrategia de sustitución de importaciones. Conviene abandonar el viejo concepto de la "sustitu­ ción de importaciones" que implica reemplazar impor­ taciones actuales por producción interna, mientras se acrecientan, en mayor medida, las importaciones de los nuevos bienes y servicios, resultantes del incesante pro­

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greso técnico. Esto desemboca, como lo revela la expe­ riencia argentina, en la brecha creciente del comercio de manufacturas de origen industrial (MOI) y la restricción externa. No alcanza con sustituir el presente, es preciso sustituir el futuro con talento argentino. Es preciso con­ frontar al empresario argentino con el desafío de desa­ rrollar las actividades en la frontera del conocimiento. El Estado debe ofrecer incentivos a cambio del cumpli­ miento de los compromisos asumidos. Es esencial el apoyo de los trabajadores, vinculando su participación en el proceso de transformación con la generación de empleo, la capacitación permanente, la mejora de las condiciones de trabajo y la participación en los incrementos de la productividad. Esto es particular­ mente importante en la Argentina, en donde, a diferencia de los países emergentes de Asia en su fase de despegue, el movimiento obrero cuenta con un alto nivel de organi­ zación y capacidad negociadora. En este sentido, es ejem­ plar la creación, por los trabajadores (UOM) y empresarios (ADIMRA) del sector metalúrgico, de un Instituto de inves­ tigación para analizar los problemas, proponer medidas, fortalecer la competitividad y compartir los frutos de la inversión y el cambio técnico en la actividad metalúrgica. El protagonismo del empresario argentino es indivisible de la participación y compromiso de los trabajadores. Debe rechazarse la postura resignada frente a la inercia de la estructura productiva desequilibrada. Suponer, por ejemplo, que, en el complejo electrónico, la actividad local posible se reduce al ensamblaje de componentes importa­ dos. O, asimismo, en el sector automotriz, que lo más que puede lograrse es producir autopartes de menor contenido de tecnología. Es imposible cerrar el déficit en autopartes, sin un profundo proceso innovador y, este, sin la presencia EL EMPRESARIO ARGENTINO I 27

nacional. De fronteras para dentro, es preciso financiar el gasto público con recursos corrientes, es decir, sin apelar al Banco Central ni al crédito externo. En tales condiciones prevalecen la estabilidad de precios y buenas expectativas estimuladoras del ahorro, la inversión y el crecimiento, es decir, del empresario argentino. La experiencia de las economías emergentes de Asia ratifica cuan decisiva es la eficacia de las políticas públi­ cas y la apertura de espacios de rentabilidad que orienten al empresario al desarrollo de las actividades estratégicas. Como, asimismo lo es el impulso a la educación, la capa­ citación de la fuerza de trabajo y el desarrollo de un fuerte sistema nacional de ciencia y tecnología, estrechamente vinculado a las políticas públicas y a la producción. Las actividades de mayor valor agregado y contenido tecnológico son esenciales para la formación del empresa­ rio argentino. Esta es la base para fortalecer la capacidad competitiva en los sectores de frontera, que constituyen las áreas más dinámicas del comercio internacional. En ellas, precisamente, se concentra el déficit de manufactu­ ras de origen industrial (DMOI), como es el caso del sector de metalmecánica, maquinarias y equipos, el químico, el automotor, instrumental médico, aparatos eléctricos y la electrónica, que juntos incurren en un déficit comercial de unos 25 mil millones de dólares al año. El DMOI es la causa fundamental de la insuficiencia de divisas, es decir, de la restricción externa. Para tales fines, es preciso replantear la estrategia de sustitución de importaciones. Conviene abandonar el viejo concepto de la "sustitu­ ción de importaciones" que implica reemplazar impor­ taciones actuales por producción interna, mientras se acrecientan, en mayor medida, las importaciones de los nuevos bienes y servicios, resultantes del incesante pro­

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greso técnico. Esto desemboca, como lo revela la expe­ riencia argentina, en la brecha creciente del comercio de manufacturas de origen industrial (MOI) y la restricción externa. No alcanza con sustituir el presente, es preciso sustituir el futuro con talento argentino. Es preciso con­ frontar al empresario argentino con el desafío de desa­ rrollar las actividades en la frontera del conocimiento. El Estado debe ofrecer incentivos a cambio del cumpli­ miento de los compromisos asumidos. Es esencial el apoyo de los trabajadores, vinculando su participación en el proceso de transformación con la generación de empleo, la capacitación permanente, la mejora de las condiciones de trabajo y la participación en los incrementos de la productividad. Esto es particular­ mente importante en la Argentina, en donde, a diferencia de los países emergentes de Asia en su fase de despegue, el movimiento obrero cuenta con un alto nivel de organi­ zación y capacidad negociadora. En este sentido, es ejem­ plar la creación, por los trabajadores (UOM) y empresarios (ADIMRA) del sector metalúrgico, de un Instituto de inves­ tigación para analizar los problemas, proponer medidas, fortalecer la competitividad y compartir los frutos de la inversión y el cambio técnico en la actividad metalúrgica. El protagonismo del empresario argentino es indivisible de la participación y compromiso de los trabajadores. Debe rechazarse la postura resignada frente a la inercia de la estructura productiva desequilibrada. Suponer, por ejemplo, que, en el complejo electrónico, la actividad local posible se reduce al ensamblaje de componentes importa­ dos. O, asimismo, en el sector automotriz, que lo más que puede lograrse es producir autopartes de menor contenido de tecnología. Es imposible cerrar el déficit en autopartes, sin un profundo proceso innovador y, este, sin la presencia EL EMPRESARIO ARGENTINO I 27

de una empresa automotriz integrada nacional que innove, produzca motores, incorpore autopartes de alta tecnolo­ gía, atienda la demanda más dinámica de vehículos dentro del mercado interno y acceda al internacional. Las economías emergentes de Asia comenzaron el desa­ rrollo de la actividad automotriz después de la Argentina, pero instalaron empresas nacionales que compiten, en el mercado mundial, con las grandes marcas europeas y nor­ teamericanas, son impulsoras del cambio técnico y de la integración de las respectivas economías nacionales, par­ ticipan en los segmentos avanzados de las cadenas inter­ nacionales de valor y son fuente importante de los ingresos de divisas. Argentina cuenta con los medios materiales y humanos para realizar una experiencia semejante. Un país como el nuestro, capaz de producir, por ejemplo, reactores nucleares de investigación, dispone del talento necesario para tal empresa. El desarrollo de una o más empresas loca­ les en el sector automotriz ampliaría sus posibilidades en el marco de la cooperación con Brasil y el espacio regional. El papel del Estado en el desarrollo de la infraestruc­ tura de transportes, comunicaciones y energía, le confiere una responsabilidad primordial en el impulso al desarrollo industrial y la construcción del empresario argentino. En este terreno, fue ejemplar el desarrollo, bajo el liderazgo de Jorge A. Sábato, de las centrales nucleares, con la máxima participación posible de componentes argentinos, mate­ riales y humanos. Esta política tuvo un fuerte impacto en el desarrollo de empresas en actividades de alta compleji­ dad técnica como el sector electromecánico, metalúrgico y electrónico, que luego derramaron al resto de la economía. Otro ejemplo tuvo lugar durante mi desempeño, en 1970, como Ministro de Obras y Servicios Públicos. En ese enton­ ces, se elaboró un plan de desarrollo del sistema ferroviario,

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concebido como un plan “ferroviario industrial” Es decir, la orientación del poder de compra del Estado y su influen­ cia en la inversión privada, vinculando el planeamiento y la ejecución de los proyectos con la industria nacional. Este objetivo debe estar siempre presente en las políticas públi­ cas. El financiamiento con crédito externo no debe impe­ dir maximizar la participación local en el desarrollo de los proyectos. Debe evitarse ceder a la tentación del crédito de proveedores, para las compras “llave en mano" que susti­ tuyen a la producción interna. En el mismo sentido, recordaré también al complejo vial ferroviario de Zárate Brazo Largo, en cuyo financia­ miento se rechazó el crédito de proveedores, recurriendo a recursos de libre disponibilidad, que permitieron aumen­ tar radicalmente el componente local de la obra (véase A. Ferrer y M. Rougier: La historia de Zárate Brazo Largo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2012). Argentina cuenta con potencial de recursos para des­ plegar una ambiciosa estrategia de desarrollo nacional. El mismo está fundado en la magnitud del territorio, los recur­ sos naturales y, como lo revelan, por ejemplo, las actividades del INVAP y la extraordinaria transformación tecnológica del campo, en la capacidad de gestionar el conocimiento. La agregación de valor y tecnología a la explotación de los recursos naturales contribuye al desarrollo industrial y tecnológico y aumenta el valor de las exportaciones de bienes de origen primario. La producción agropecuaria ha experimentado un extraordinario proceso de transforma­ ción y aumentado sus volúmenes y saldos exportables. Sin embargo, el camino a recorrer es largo todavía, si se tiene en cuenta que el valor promedio de la tonelada exportada por la cadena agroalimentaria argentina es de 453 dólares, casi la mitad del precio promedio que vale una tonelada de

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agroalimentos en el mercado mundial. Es decir que en pro­ medio el mundo agrega más valor que la Argentina en su producción primaria. La ampliación de los componentes de producción local, en las cadenas de valor, impulsa acti­ vidades de alta densidad tecnológica, en diversos sectores. La bioeconomía de base agraria, incluyendo el aprovecha­ miento de la biomasa, es uno de los pilares de la economía nacional. El papel histórico cumplido por el agro permitió acumular un respetable acervo científico y tecnológico y capacidad de gestión de los recursos y de imprimir una impronta nacional al desarrollo del sector. Sigue pendiente el desafío de aumentar la participación local en los paque­ tes tecnológicos y las cadenas de valor. El empresario argentino en la actividad agropecuaria es un protagonista del desarrollo del país. No sucede lo mismo en el sector minero, que funciona mucho más como enclave exportador, sin ningún tipo de procesamiento ni, por lo tanto, participación del aparato industrial nacional. En el mismo, la herencia neoliberal incluye la provincialización en el dominio de los recursos naturales (dispuesta en la reforma de la Constitución de 1994) y una legisla­ ción minera propia de países periféricos, sin estrategias de desarrollo nacional. La reforma constitucional fracturó la unidad de intereses de la Nación en la explotación de sus recursos y la convirtió en intereses locales de cada provin­ cia. Dispersó, asimismo, el poder decisorio de las políticas públicas entre el Estado nacional y los provinciales, impi­ diendo, por lo tanto, la formulación de una política nacio­ nal que, necesariamente, descansa en el Estado nacional, en cooperación con los gobiernos provinciales. En ese marco, la legislación minera existente viabilizó inversio­ nes extranjeras que explotan los recursos, los exportan en su condición primaria y apropian de gran parte de la renta

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minera y de la totalidad del valor agregado por la transfor­ mación posterior en el exterior. Atendiendo al respeto de las normas del estado de derecho, está pendiente el replan­ teo de la explotación de los recursos mineros, que pueden cumplir un papel fundamental en el desarrollo del país, la remoción de la restricción externa y el fortalecimiento del empresario argentino. Por último, el país cuenta con los recursos naturales suficientes para alcanzar el autoabastecimiento de hidro­ carburos y las capacidades técnicas para desarrollar las fuentes alternativas de energía disponible. En este sentido, la nacionalización de YPF fue un paso fundamental que se amplía con la participación de empresas privadas de capital local en toda la cadena de valor hidrocarburífera. La sinergia entre el empresario argentino y las empresas públicas es esencial para el desarrollo económico del país. Otros ejemplos notables lo proporcionan el sector nuclear y las actividades del INVAP. El nuevo impulso a la energía nuclear es uno de los hechos recientes más positivo. Argentinización de la econom ía nacional De las 500 mayores empresas no financieras del país, dos tercios son filiales de corporaciones trasnacionales y generan más del 80% del valor agregado de la muestra. Es imposible avanzar hacia la frontera tecnológica, en un sistema hegemónico de filiales, en el cual, la actividad local no incluye la innovación de frontera. Por las mis­ mas razones, es imposible construir una masa crítica de empresarios argentinos. En todos los países exitosos, el protagonismo de la trans­ formación descansa en el Estado y las empresas naciona­ les. El Estado crea las condiciones necesarias para la inclu­

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sión social, el desarrollo científico tecnológico y la apertura de espacios de rentabilidad que movilicen la capacidad de innovación y creación de riqueza del empresario. La presencia de filiales de corporaciones transnacio­ nales puede contribuir a la participación en los segmen­ tos tecnológicos avanzados de las cadenas transnaciona­ les de valor y el acceso a los mercados internacionales. Precisamente, esto último es el problema con las filiales en la Argentina y en América Latina. Aquí están orienta­ das a producir para el mercado interno y a insertarse en los segmentos tecnológicos secundarios en las cadenas transnacionales de valor. En consecuencia, el déficit de divisas de las operaciones internacionales de las filiales, por la utilización de esquemas de producción de alto con­ tenido importado y por el giro de utilidades y dividendos hacia sus casas matrices es un importante componente de la restricción externa. Es necesario, por lo tanto, crear un nuevo modus vivendi con las filiales, con incentivos que las orienten hacia los mismos comportamientos que man­ tienen, inducidas por las políticas públicas, en las econo­ mías emergentes de Asia. Un reciente estudio comparativo de regímenes de inversión extranjera directa, de la OECD, revela que China y Corea, dos de los mayores destinos de la misma, cuentan con las reglas más rigurosas de entrada mientras las de Argentina figuran entre los más liberales. Un elemento esencial de la estrategia de argentinización radica en el pleno desarrollo del “triángulo de Sábato” Es decir, la estrecha relación entre el sistema nacional de ciencia y tecnología, la producción y el Estado. En este terreno, la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y las políticas del nuevo organismo es un paso importante en la dirección necesaria.

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IIIo La restricción externa

Desde la crisis de 1930 hasta la actualidad, la insuficiencia de divisas es un obstáculo del desarrollo de la economía argentina y, consecuentemente, para la construcción del empresario. Después de la crisis terminal del 2001/2, el cambio de rumbo de la política económica permitió recuperar la pro­ ducción y el empleo, reestructurar la deuda externa, cance­ lar la pendiente con el FMI y atender necesidades sociales urgentes. En el nuevo escenario reaparecieron antiguos pro­ blemas vinculados a la estructura productiva, el contexto externo y el desarrollo de las empresas nacionales. Esos problemas pueden resumirse en el concepto de la "restric­ ción externa" Recordemos los antecedentes del problema. La historia Bajo el modelo de la economía primaria exportadora, inau­ gurado a mediados del siglo XIX y clausurado con la crisis mundial de los años treinta, los pagos internacionales eran la correa de transmisión entre el ciclo económico mundial y la actividad económica interna. Sin embargo, no existía una insuficiencia crónica de divisas para sostener ese régi­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 33

men de acumulación y crecimiento. En el plano institucio­ nal, desde la Presidencia de Mitre hasta el golpe de estado de 1930, la política se desenvolvió en el marco de las reglas de la Constitución, perfeccionadas bajo la Ley Saenz Peña. No existieron, pues, restricción externa ni turbulencias ins­ titucionales que trabaran ese modelo de desarrollo de la economía argentina. El problema se instala en 1930, con la crisis mundial y el epílogo del modelo agro exportador, en el contexto del golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, que abrió un prolongado período, hasta 1983, de inestabilidad institu­ cional. Comenzó, en aquel entonces, la industrialización sustitutiva de importaciones (ISI), con dos rasgos princi­ pales. Por una parte, una elevada proporción de abasteci­ mientos importados, de insumos y equipos, en la produc­ ción manufacturera. Por la otra, una baja capacidad de exportaciones de bienes de origen industrial. La ISI ope­ raba con un desequilibrio en su balance de pagos inter­ nacionales. Es decir, un déficit en el comercio internacio­ nal de manufacturas de origen industrial (DMOI). En una primera fase, la producción industrial permitió ahorrar divisas disminuyendo el coeficiente importaciones/PBI, del 30% en 1929 al 10% hacia 1950. Este último resultó un piso de largo plazo. El DMOI se pagaba con el superávit del comercio de productos primarios (SPP). A partir de la crisis mundial de la década de 1930, debido a la convergencia de factores internos y externos, el SPP entró en un prolongado período de estancamiento que se extendió hasta la década de 1970. En ese período, la producción anual de cereales y oleaginosas promedió las 20 millones de toneladas, lo que junto a una evolución desfavorable de los precios, medida por el deterioro de los términos del intercambio, definió que las fases de expan­

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sión de la actividad industrial y, consecuentemente, de aumento del DMOI, tropezaran con un "cuello de botella" en el balance de pagos. Una vez que se agotaban las posi­ bilidades de endeudamiento, el epílogo era el ajuste para restablecer el equilibrio perdido. Hasta 1976, la deuda había sido una respuesta a las insuficiencias transitorias del balance de pagos y resultado de la característica estructural de la economía argentina, es decir, el DMOI de la ISI. En 1976, en el marco de la globa­ lización financiera internacional, la dictadura interrumpió el crecimiento manufacturero e introdujo un cambio radi­ cal en la naturaleza de la restricción externa. La aprecia­ ción del tipo de cambio y la liberación de la tasa de interés y del movimiento internacional de capitales, insertaron plenamente a la economía argentina en la especulación financiera global. Esta estrategia provocó el aumento ince­ sante y acumulativo de la deuda externa. A partir de entonces, la política económica quedó subordinada a la refinanciación de la deuda. En tales con­ diciones, la restricción externa surgía de la insuficiencia de crédito para pagar deuda, no del desequilibrio de la eco­ nomía real. El stop go bajo la ISI pasó a ser el stop go de la especulación financiera. Al final, la macroeconomía estalló bajo el impacto de los crecientes e inmanejables déficit del balance de pagos y las finanzas públicas. En 1983, culminó la experiencia iniciada en 1976. Los desequilibrios fiscal y externo eran entonces insoportables, como volverían a serlo, en 2001, en el epílogo de la estrategia neoliberal de la década de 1990. El Gobierno de Alfonsín condujo al país a su reencuen­ tro con la democracia, pero no logró zafar de la deuda, agra­ vada por los malos términos de intercambio. En la década siguiente, los años noventa, el Gobierno de Menem cul­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 35

minó la transformación iniciada en 1976. Adhirió incondi­ cionalmente al paradigma neoliberal, con más profundi­ dad que en cualquier otro país de América Latina y el resto del mundo. Definitivamente, la marcha de la economía quedó subordinada al movimiento de capitales especu­ lativos. Al mismo tiempo, la venta de los principales acti­ vos públicos, transfirió a manos privadas (principalmente, filiales de corporaciones transnacionales) el petróleo, las telecomunicaciones, la energía, los transportes y otros acti­ vos principales. Los ingresos por las privatizaciones, más el reinicio de la corriente de capitales especulativos una vez concluida la crisis de la deuda latinoamericana, provocaron un auge inicial de la economía. En este escenario, en un mercado libre, el tipo de cambio fijo en paridad con el dólar, per­ mitió estabilizar el nivel general de precios. Pero el des­ equilibrio se multiplicaba con la apreciación del peso, la pérdida de competitividad de la producción nacional y el pago de los servicios de la deuda. El apoyo del FMI y los "canjes y megacanjes" generaron rentas extraordinaria en los intermediarios. Como lo anticipó el Grupo Fénix de la Universidad de Buenos Aires en septiembre de 2001, el sistema se encaminaba inexorablemente al derrumbe de la seguridad jurídica, es decir, de los contratos entre residentes denominados en dólares y al default sobre la deuda externa. La restricción externa bajo la ISI impidió un crecimiento a la altura del potencial del país. Sin embargo, el alcanzado fue considerable y permitió una mejora del bienestar. En cambio, bajo el paradigma neoliberal, los periodos 197683 y 1989-2001, fueron los peores de la historia económica argentina, con un dramático deterioro del empleo y las condiciones sociales.

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La actualidad A la salida de la catástrofe neoliberal, la economía argen­ tina, que había entrado en default, comenzó a operar con un sustantivo superávit de los pagos internacionales. Con­ tribuyeron, en tal sentido, la fuerte caída de las importacio­ nes resultante de la depresión de la actividad industrial, el aumento de la producción exportable de cereales y oleagi­ nosos y sus manufacturas, la mejora de los precios inter­ nacionales de la producción primaria y de sus términos de intercambio, el superávit en el comercio de energía, la reducción de los servicios de la deuda externa y la modi­ ficación del tipo de cambio. Esto último, reabrió espacios de rentabilidad de actividades que habían sufrido la apre­ ciación del peso. El cambio de rumbo tuvo una rápida res­ puesta en el aumento de la oferta. En este excepcional cuadro de circunstancias, la abun­ dancia de divisas permitió acumular reservas internacio­ nales, formular una propuesta propia de reestructuración de la deuda, cancelar la pendiente con el FMI, recuperar la solvencia fiscal, aumentar las importaciones y crecer sin restricción externa. Fue, el "período dorado" del "modelo" y sus objetivos de promover la equidad, afianzar la sobera­ nía y recuperar un Estado nacional capaz de administrar el conflicto distributivo, impulsar el desarrollo y defender el interés nacional, dentro del orden mundial globalizado. Sin acceso al crédito internacional, por la sanción de los mercados a la heterodoxia de la resolución autónoma de la deuda externa impaga, la economía creció fuertemente, afianzada en sus propios recursos. Rápidamente, el sistema fue alcanzando posiciones de ocupación plena de la capacidad productiva y de la mano de obra. La estructura productiva desequilibrada vol­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 37

vió, entonces, a revelar su "pecado originar,' la restricción externa. A partir del 2007, se duplicó el déficit del DMOI, concentrado en autopartes, complejo electrónico, bienes de capital, productos químicos. Al mismo tiempo, el supe­ rávit energético se transformó en déficit, configurando DMOI más el déficit energético (DMOI/E). El del turismo con el exterior agregó su aporte al problema. En tales condiciones, el crecimiento de la economía depende del SPP. El límite del DMOI/E es el SPP. En un sentido más amplio, ese es también el límite del nivel de actividad industrial posible, de la inversión y de la tasa de crecimiento. Esto mismo es un rasgo de la vulnerabilidad del sistema. El SPP depende de los cambios en los merca­ dos internacionales de productos primarios y, del lado de la oferta, de factores como los climáticos, que afectan los saldos exportables. Si el desequilibrio sistémico entre el DMOI/E y el SPP persiste, el sistema puede entrar en turbulencias gra­ ves que culminen con un ajuste masivo de las principa­ les variables económicas y una severa contracción de la actividad económica. Escenario extraordinariamente propicio para el "golpe de mercado". Se corre el riesgo de quedar atrapados en la disputa distributiva y el reparto del poder, dentro de una estructura productiva desequi­ librada. Puede reaparecer, entonces, la visión neoliberal y la estrategia de aliviar la restricción externa por la vía del crédito internacional, con las consecuencias cono­ cidas, o de aceptar créditos de proveedores que sustitu­ yen producción interna posible por importaciones. Esto último suele justificarse por razones de urgencia, que no siempre son ciertas y, en todo caso, deberían evitarse con la programación preventiva de las inversiones. Tales ries­ gos deberían evitarse enfrentando con firmeza las causas

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estructurales del DMOI/E, fortaleciendo los equilibrios macroeconómicos, recuperando la función ahorro para el peso y afirmando el convencimiento que el lugar más rentable y seguro, para invertir el ahorro interno, es nues­ tro propio país. Recordemos que la causa fundamental de la restricción externa es la subindustrialización y la débil participación, en el proceso innovativo, de la industria argentina. El hecho se refleja, también, en otras debilidades de la estructura productiva. Tales como los desequilibrios entre las eco­ nomías regionales del territorio nacional, las asimetrías de productividad entre los diversos sectores industriales y dentro de cada uno de ellos y la elevada participación de la informalidad del mercado de trabajo. La subindustriali­ zación determina la existencia, según la expresión de Mar­ celo Diamand, de la "estructura productiva desequilibrada (EPD)” y la supuesta antinomia campo industria. La EPD consiste en la presencia de sectores con niveles de competitividad muy diferentes, fundados en los bajos costos de la producción primaria derivados de la abundancia de recursos naturales y del subdesarrollo industrial. El fun­ cionamiento de la economía, entonces, se vuelve volátil y difícil de compatibilizar con un crecimiento sostenido que consolide al empresario nacional. En el contexto del cambio de las condiciones de los pagos internacionales entre las presidencias de Néstor y Cris­ tina Kirchner, la progresiva apreciación del tipo de cambio y la inyección de gasto público en una situación cercana al pleno empleo de la capacidad productiva y la mano de obra, generó un escenario de incertidumbre y el deterioro de las expectativas. Esto se reflejó en el aumento de las pre­ siones inflacionarias y la fuga de capitales. EL EMPRESARIO ARGENTINO I 39

Los controles adoptados para enfrentar la insuficiencia de divisas determinaron la aparición de un mercado para­ lelo y un escenario propicio a la especulación. En enero de 2014, la fuerte devaluación del peso y el aumento de la tasa de interés, junto al objetivo de aumentar el superávit pri­ mario, indica un cambio en la estrategia para enfrentar la insuficiencia de divisas y las presiones inflacionarias. El manejo de estas dificultades cuenta con varios factores a favor. Por una parte, el desendeudamiento y la razonable solidez del nivel de actividad, las exportaciones y el empleo. Por la otra, la consolidación de las instituciones democrá­ ticas, dentro de las cuales, necesariamente se procesará el desempeño de la economía argentina. Son circunstancias radicalmente distintas a las que imperaron en el pasado y culminaron, en crisis terminales, en 1983 y 2001.

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I¥ 0 La reaparición del Estado nacional

Por las razones que hemos visto, el empresario es una cons­ trucción política. Por lo tanto, la formación del empresa­ riado argentino depende del comportamiento del Estado. ¿Cuál es la experiencia argentina en esta materia? A fines de 1953, presenté mi tesis de doctorado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Su tema es "El Estado y el desarrollo eco­ nómico" (Raigal. Buenos Aires, 1956). La investigación refleja la experiencia de los tres años previos, en los cua­ les me desempeñé en el plantel profesional de la Secre­ taría General de las Naciones Unidas, en Nueva York. La ONU era, entonces, el centro principal del debate de la posguerra, sobre el desarrollo económico de las antiguas colonias de Asia y África, que emergían al mundo como naciones independientes. En este escenario, la América Latina, constituida desde un siglo y medio antes, casi en su totalidad por países soberanos pero también subdesarrollados, presentaba el mayor ejemplo que, la indepen­ dencia política es solo uno de los requisitos del desarrollo económico. Este recuerdo viene a cuento porque, ahora, muchos años después, la cuestión del Estado reaparece como tema EL EMPRESARIO ARGENTINO I 41

central del análisis de la realidad del país, la América Latina y el orden mundial. En la Argentina y en el resto del mundo la cuestión dominante es la del Estado. En los países centrales del Atlántico Norte, en el trans­ curso de la década de 1970, la creciente influencia de los actores transnacionales y la financiarización impuso el dogma de la racionalidad superior de los mercados y la ineficacia de las políticas públicas. El neoliberalismo con­ tagió las ideas económicas prevalecientes en la periferia. Los países de débil densidad nacional, como los de Amé­ rica Latina, volvieron a caer entonces bajo la hegemonía del “pensamiento céntrico" Vale recordar, además de los planes económicos ejecutados, ejemplos dramáticos del contagio neoliberal como fueron las publicidades en contra de la industria nacional o del Estado como administrador. Como, supuestamente la globalización ha borrado las fron­ teras nacionales y transferido el poder a la esfera transna­ cional, el Estado nacional es impotente para administrar los mercados. Su lugar es ocupado por el Estado neoliberal que se limita a transmitir "señales amistosas" para estimular el crédito y las inversiones privadas y, en situaciones críticas, rescatar a los especuladores muy "grandes para quebrar" La experiencia de nuestro país, la crisis irresuelta en las naciones industriales del Atlántico Norte y el prota­ gonismo del Estado en las naciones emergentes de Asia, han demolido los principios fundacionales del neolibe­ ralismo. Es abrumadoramente evidente que el desarrollo económico y la estabilidad son imposibles sin un Estado que asuma las responsabilidades que le competen en las economías de mercado y en la organización de las rela­ ciones internacionales. Sin embargo, el enfoque neolibe­ ral conserva una notable influencia en instituciones tra­ dicionales del empresariado rural, la banca, los servicios,

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filiales de empresas extranjeras y a algunos empresarios industriales. Según el célebre economista polaco Michael Kalecki, para algunos grupos económicos poderosos, las políti­ cas públicas para el pleno empleo y desarrollo fortalecen la capacidad negociadora de los sindicatos e implican la interferencia del Estado en sus posiciones dominantes. Por lo tanto, aunque pierdan ganancias por la menor actividad económica, apoyan las políticas neoliberales. Las reflexiones siguientes tratan la cuestión del Estado en nuestro país, desde la instalación de la hegemonía neo­ liberal con el golpe de estado de 1976 hasta la recuperación posterior a la crisis del 2001/2. El Estado neoliberal La experiencia fundamental del Estado neoliberal en la Argentina, abarca el período de la dictadura (1976-83) y, bajo gobiernos constitucionales, los años comprendidos entre fines de 1989 y la crisis final del 2001, que incluyen el Gobierno Menem y, el breve de la Alianza, cuando el régi­ men se acercaba a su crisis terminal. Por lo tanto, la formación del Estado neoliberal tuvo lugar en dos etapas. Dentro del cuarto de siglo compren­ dido entre 1976 y 2001, ambas abarcan casi veinte años. Los restantes, corresponden al Gobierno de Alfonsín que recuperó la democracia pero, cuya inspiración nacional, no alcanzó para resolver la crisis heredada de la dictadura. En sus dos etapas, la formación del Estado neoliberal en la Argentina, tuvo lugar en un contexto internacional caracterizado por el predominio de la financiarización en los países centrales y una activa penetración de la especu­ lación financiera y sus agentes en las plazas periféricas. EL EMPRESARIO ARGENTINO I 43

Primera etapa. Desde fines de los años setenta, la abun­ dancia de crédito externo desalentó las políticas de equi­ librio macroeconómico. Financió niveles crecientes de déficit público y de pagos internacionales y culminó con montañas de deuda. En esa época, en América Latina se fue abandonando el paradigma desarrollista, inspirado en los aportes fundacionales de Prebisch y la CEPAL. Pre­ valeció entonces el “pensamiento único" fundado en el Consenso de Washington y su énfasis en la apertura de los mercados, la desregulación financiera, la preferencia por la inversión extranjera sobre la nacional y la reducción del Estado a garantizar el orden público y la libertad econó­ mica. "Reformas estructurales" más crédito internacional y deuda, pasó a ser la orden del día de las políticas públicas. La apreciación del tipo de cambio promovió los déficits del Estado y los pagos internacionales, multiplicando la demanda de crédito externo. La apreciación cambiaría fue el más poderoso instrumento de la estrategia neoliberal de subordinación a la financiarización. En la Argentina, pero no solo en nuestro país, la insta­ lación del Estado neoliberal tomó el atajo de la dictadura. Aquí, como siempre sucedió en nuestra historia, los acon­ tecimientos del contexto externo se entrelazaron con la realidad interna. Dentro del país, estalló el desorden eco­ nómico y social, la violencia y, en definitiva, la renovada evidencia de la debilidad de nuestra densidad nacional. La dictadura asumió el relato neoliberal y sentó las bases del Estado neoliberal. En consecuencia, en la primera etapa, el régimen fue impuesto por la fuerza, en el marco del terrorismo de estado. En la primera etapa, los instrumentos fundamentales de la construcción del Estado neoliberal fueron la desre­ gulación financiera y la apreciación del tipo de cambio. 4 4 I ALDO FERRER

Los consecuentes desequilibrios macroeconómicos y el aumento incesante de la deuda, fueron acompañados por el deterioro del tejido económico y social. La desindustria­ lización fracturó cadenas de valor, afectó particularmente a las pequeñas y medianas empresas y aumentó el desem­ pleo. Agravó la desigualdad en la distribución del ingreso a través de la drástica caída en la participación de los asala­ riados en el ingreso total. La herencia económica recibida por el Gobierno demo­ crático no pudo ser peor. Agravamiento de los problemas sociales, una deuda impagable, el desorden de las finan­ zas públicas y el balance de pagos y el desborde inflacio­ nario. Para colmo, en un contexto externo de deterioro de los términos de intercambio de los com m odities exporta­ dos por el país. La "burbuja" latinoamericana, estalló con el anuncio de México, de su insolvencia, a fines de 1982. Hacia la misma época, concluye la primera etapa del Estado neoliberal en nuestro país. Segunda etapa. La segunda etapa se sostuvo dentro de un régimen constitucional. Las elecciones de 1995 religieron al Presidente Menem y ratificaron la estrategia neoliberal, incluyendo la desregulación financiera y la apreciación cambiara. No ya, como en la primera etapa, mediante una devaluación programada del tipo de cambio (la “tablita") por debajo de la tasa de inflación, sino bajo un régimen más riguroso de convertibilidad, con un tipo de cambio fijo con el dólar norteamericano. En el momento de la adopción del nuevo régimen, principios de 1991, el contexto financiero internacio­ nal había mejorado para América Latina, con la puesta en marcha de los planes de refinanciamiento de deuda

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promovidos por los acreedores y el FMI. La convertibi­ lidad tuvo como punto de partida un escenario externo positivo y la posibilidad de iniciar una nueva fase de toma de deuda. Partió, también, con el crédito de haber controlado la hiperinflación y la apariencia del estable­ cimiento de un régimen económico estable y en creci­ miento. Se estaba, parecía, en presencia de un "milagro argentino" festejado en los círculos neoliberales del país y del exterior. En esta segunda etapa, la estrategia no se redujo, como en la primera, a redistribuir ingresos y aumentar la pro­ porción correspondiente a la renta financiera, mediante la desregulación del régimen y la apreciación cambiaría. En la primera etapa, la construcción del Estado neoliberal tro­ pezaba con el obstáculo de un gobierno de facto, en el cual, además, los titulares del poder administraban el entonces extendido sector público. El mismo abarcaba todas las grandes empresas públicas de la infraestructura de trans­ portes, energía y comunicaciones. La dictadura sostenía la sobrevivencia de ese sector público y, además, carecía de las condiciones necesarias para modificar el régimen jurí­ dico institucional, regulatorio, por ejemplo, de la gestión de los recursos naturales. En la segunda etapa esas restricciones desaparecieron. Un gobierno democrático, representativo de una de las mayores corrientes políticas del país, contaba, en el marco del estado de derecho, con toda la legitimidad necesa­ ria para avanzar en el terreno jurídico constitucional, de la construcción del Estado neoliberal. Con el apoyo de la opinión y los intereses neoliberales vernáculos y el aplauso entusiasta de los mercados internacionales, los voceros de las naciones avanzadas del Atlántico Norte y del FMI, el Gobierno puso en marcha la experiencia más extrema de

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la construcción de un Estado neoliberal dentro del orden mundial contemporáneo. Avanzar sobre las bases legales del régimen económico era indispensable porque, al fin y al cabo, los instrumentos que se concentran en la redistribución del ingreso, como la desregulación financiera y la apreciación cambiaría, pue­ den ser revertidos por un cambio de política. Lo impor­ tante era, entonces, transformar el ordenamiento legal y transferir el comando de sectores fundamentales a manos privadas, principalmente extranjeras, para que, gobierne quien gobierne, el poder del Estado este disperso en sus diversas jurisdicciones y sea incapaz de ejecutar políticas públicas, amenazantes para la financiarización y la distri­ bución existente del poder. Los instrumentos. Respecto de la estrategia puesta en práctica, en ambas etapas se emplearon varios instru­ mentos semejantes pero, también, existen importantes diferencias. Los semejantes incluyen la desregulación financiera y la apreciación del tipo de cambio. Las dife­ rencias radican en las reformas del régimen jurídico insti­ tucional, terreno, en el cual, la segunda etapa avanzó con extraordinaria profundidad. Los principales campos de acción de la estrategia, fue­ ron los siguientes: • Reformas referidas esencialmente a la redistribución del ingreso. Son la desregulación financiera y la apreciación del tipo de cambio. La desregulacion financiera es necesaria para permitir el despliegue del sector y de la especulación del mundo del dinero. La apreciación cambiaría cumple una doble función. Por una parte, contribuye a generar el dife­ rencial de tasas de interés entre la plaza local y el mercado internacional, necesaria para atraer los capitales especula­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 47

tivos. Por la otra, deteriora la competitividad de la produc­ ción doméstica, genera un déficit creciente en el balance de pagos y acrecienta la demanda de crédito externo. Los efectos contractivos de esta política se compen­ san mientras subsiste el ingreso neto de fondos externos. Cuando esto cesa, los servicios de la deuda aumentan el desequilibrio de las finanzas públicas. Surge, entonces, la necesidad del superávit gemelo. Es decir, provocar un superávit en el balance de pagos y en las finanzas públi­ cas, para servir la deuda. La dificultad de este ajuste fue precisamente la causa del aumento de la inflación durante la crisis latinoamericana de la deuda externa. El impuesto inflacionario, fue entonces el mecanismo de ajuste, para reducir el gasto interno y servir la deuda (A. Ferrer. Vivir con lo nuestro. El Cid Editor. Buenos Aires, 1983). Este grupo de medidas incluye la convertibilidad, el tipo de cambio fijo, la privatización del régimen de previsión social y la formación de las AFJP para administrar, a tra­ vés de grupos privados, esa importante porción del ahorro interno argentino. En la misma categoría figuran la ratifica­ ción del régimen de entidades financieras y de administra­ ción del BCRA, heredado de la primera etapa. La privatización de empresas públicas, particularmente en los sectores intensivos en las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) y la energía, tuvieron también un efecto profundo en la distribución del ingreso y en la apropiación del ahorro nacional y, por lo tanto, en el proceso de acumulación y cambio técnico. La significa­ ción de este instrumento es observada, mas adelante, en el marco de las restricciones externas impuestas por la estra­ tegia neoliberal. • Deuda externa im pagable con recursos propios. Esto requiere el refinanciamiento externo continuo y, por lo

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tanto, la subordinación a los criterios de los mercados y las condicionalidades del FMI, que son los mismos que los del Estado neoliberal. • Compromisos legales externos. Son los convenios fir­ mados con otros países y/u organismos internacionales que subordinan la resolución de problemas litigiosos entre el Gobierno argentino e intereses extranjeros, a tri­ bunales u organismos de arbitraje del exterior. Es decir, actos expresos de renuncia voluntaria de soberanía ade­ más de la transferencia, a la jurisdicción extranjera, de emisiones de deuda. En esta categoría se incluyen la incorporación de la Argentina al régimen del CIADI y la firma de acuerdos bilaterales de garantía de inversiones, de los cuales, en la década de 1990, se firmaron 57, pro­ bablemente, un record mundial. Cabe observar que Brasil no adhirió al CIADI y que tampoco ratificó acuerdos de garantía de inversiones. 8 Privatización, en su m ayor parte, extranjerización de empresas públicas. En un Estado nacional, pueden verifi­ carse operaciones de privatización de empresas públicas, formación de empresas mixtas, join t ventares con empre­ sas extranjeras y otros medios, para incorporar a activida­ des, inicialmente solo desempeñadas por entes estatales, recursos privados de tecnología, gestión, acceso a terceros mercados y capital. Lo que caracteriza a las privatizaciones que tuvieron lugar en la Argentina, en la década de 1990, como un instrumento de la formación del Estado neolibe­ ral, es la amplitud indiscriminada del proceso, en el con­ texto de una estrategia de renuncia a un proyecto nacional de desarrollo, de demolición de la libertad de maniobra del Estado nacional y extranj erización de las fuentes de acu­ mulación de capital y tecnología. Argentina, fue, por ejem­ plo, el único país del mundo que extranjerizó su empresa EL EMPRESARIO ARGENTINO I 49

petrolera y desmanteló, de paso, el acervo tecnológico acu­ mulado por YPF. • Gestión del territorio y recursos naturales. La provincialización de la propiedad de los recursos naturales, estable­ cida en la Constitución Nacional, reformada en 1994, fue la decisión más profunda de la estrategia neoliberal. Provoca la dispersión de la gestión de los recursos naturales en los gobiernos provinciales y fractura la unidad de las políticas de explotación de los mismos, necesaria para integrar las cade­ nas de valor, defender el ambiente y la sociedad, maximizar las rentas públicas y distribuirlas con equidad en el espacio federal. Instaló en la gestión de recursos naturales, el conflicto entre los intereses locales de las provincias y el de la Nación y de las provincias entre sí en los recursos compartidos. La explotación de la riqueza minera fue encuadrada en el nuevo régimen constitucional y en la Ley de Inversiones Mineras No. 24196/93, inspirada en los mismos principios del Estado neoliberal, con beneficios para las empresas como estabili­ dad fiscal por treinta años y exenciones impositivas. En definitiva, la segunda etapa, como la primera, fueron reveladoras de la debilidad de la densidad nacional. En la primera, porque la sociedad argentina no logró resolver sus conflictos en el marco de instituciones estables, se preci­ pitó en la vorágine de la violencia y el terrorismo de estado y, de allí, a la renuncia de un proyecto nacional, instalando el Estado neoliberal. En la segunda etapa, fue también la debilidad de la densidad nacional la que explica como, en el marco de la democracia, se pudo agredir de tal manera los intereses fundamentales de la Nación y construir el Estado neoliberal más estrepitoso de la escena mundial contemporánea. La construcción del Estado neoliberal fue mucho más ambiciosa en la segunda etapa que en la primera. En aque50 I ALDO FERRER

lia porque, al fin y al cabo, un régimen de facto, al menos en nuestra experiencia, es siempre transitorio, y, en tales condiciones, el Estado neoliberal se construye en funda­ mentos efímeros y vulnerables. En el marco de la democra­ cia y de instituciones estables, los fundamentos son más permanentes. Por lo tanto, requerían un diseño jurídica­ mente sólido. El Estado neoliberal en la Argentina no fue impuesto desde afuera sino construido desde adentro y resultado de la debilidad de la densidad nacional. De hecho, la histo­ ria revela multiplicidad de ejemplos de países que cons­ truyeron sus estados nacionales, soberanía y estrategias de transformación productiva, dentro de las mismas reglas multilaterales con las cuales, opera también, nuestro país. Actualmente es, el caso, de las nuevas economías indus­ triales de Asia. El Estado nacional La transformación del escenario político, desde principios de este siglo hasta la actualidad, puso fin a la construcción del Estado neoliberal en la Argentina. La recuperación de los equilibrios macroeconómicos y la gobernabilidad del sistema, posibilitaron las nuevas orientaciones de la polí­ tica económica. La reparación del Estado nacional ha avanzado en los últimos años. Ha recuperado varias de las funciones esen­ ciales que lo constituyen, pero subsisten restricciones heredadas del Estado neoliberal. Conviene recordar, al respecto, que las reformas intro­ ducidas para instalar el Estado neoliberal en la Argentina, pueden clasificarse en dos categorías. La primera contiene aquellas reformas que son reversibles por el cambio de EL EMPRESARIO ARGENTINO I 51

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orientación de las políticas públicas. Son los casos del sis­ tema financiero, el régimen cambiario, la deuda externa y el sistema previsional. En esas esferas, para recuperar las facultades del Estado nacional, alcanza con nuevas nor­ mas administrativas (por ejemplo, de la política moneta­ ria y de tipo de cambio) o leyes aprobadas por el Congreso (nacionalización del régimen jubilatorio, Carta Orgánica delBCRA). Incluso el complejo problema de la deuda externa y las condicionalidades del mercado y el FMI, pueden incluirse en esta categoría porque, en efecto, en la situación extrema del default, existe una respuesta unilateral posible de reconversión de la deuda, sin someterse a presiones exter­ nas. Así, sucedió, en efecto con la exitosa operación de reconversión de deuda externa y la cancelación de la pen­ diente con el FMI. Los planteos legales de los fondos buitres que poseen títulos de la deuda externa argentina que no entraron al canje, no han logrado los objetivos que persiguen. El actual diferendo en la materia y el reciente fallo de un Juez nor­ teamericano, prolonga una situación planteada desde la reestructuración de la deuda argentina. Esto ha provocado 900 demandas de embargo sobre activos argentinos en el exterior, incluso la Fragata Libertad. Estas acciones no impidieron la recuperación de la economía argentina y la capacidad decisoria del Estado de un país soberano. Por otra parte, la economía argentina se financia con recursos propios. El Estado está en condiciones de cumplir con los servicios de la deuda reestructurada y el sistema financiero está sólido, líquido y rentable, fondeado en pesos, sin burbujas especulativas en moneda extranjera. Sobre estas bases, Argentina puede negociar sin miedo el diferendo planteado, buscar un arreglo consistente con

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el interés nacional y consolidar la exitosa restructuración de la deuda. La postura adoptada por el Estado argentino implica asumir la posibilidad de que no haya acuerdo, si se pretenden concesiones inaceptables. Desde esta postura, el peor de los escenarios posibles es la prolongación inde­ finida de un conflicto que lleva ya una década y que no ha impedido la normalidad de las transacciones internacio­ nales ni la plena participación del país en todos los foros del mundo global. Por otra parte, los problemas que el fallo provoca, en el sistema financiero internacional, ha gene­ rado un amplio apoyo internacional la razonabilidad de la posición argentina Es claro, que soluciones como la argentina de su crisis de deuda, genera hostilidad y dificultades de acceso a los mercados financieros. En la medida que el país descansa en sus propios recursos, es decir, vive con lo nuestro, con­ solida sus equilibrios macroeconómicos y competitividad, mantiene los niveles de deuda en límites manejables por sus finanzas públicas y pagos internacionales, puede ope­ rar normalmente en sus relaciones económicas externas y responder, con eficacia, a la turbulencia de los mercados internacionales y a las demandas de los fondos buitres. Los acontecimientos posteriores a la salida de la crisis del 2001, revelan que fue posible operar en todos los cam­ pos mencionados y restablecer la capacidad autónoma de maniobra del Estado nacional. La segunda categoría de reformas pro Estado neoliberal plantea dificultades mayores. Este es el núcleo duro de las restricciones a la libertad de maniobra del Estado nacional. Sus consecuencias siguen siendo graves sobre el proceso de desarrollo y las relaciones internacionales. Corregir las consecuencias de la provincialización de los recursos naturales requeriría una contrareforma constitu­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 53

cional, con todas sus complejidades institucionales y polí­ ticas. En todo caso, dentro del régimen existente, es nece­ sario profundizar la coordinación y convergencia de las decisiones de las provincias con las políticas de la Nación. En las empresas públicas privatizadas y en las actividades amparadas por la Ley de Inversiones Mineras, la preten­ sión del Estado nacional de lograr un comportamiento distinto al de los naturales intereses de corto plazo de los operadores, plantea, entre otros, eventuales problemas legales, como, por ejemplo, los observados en la naciona­ lización de YPE Lo mismo sucede, con los compromisos externos con el CIADI y los acuerdos bilaterales de garantía de inversiones. La recuperación de facultades del Estado nacional puede generar diferendos legales externos, fallos y arbitrajes, contrarios a las decisiones públicas adoptadas. Este es un terreno en que la construcción de “políticas de estado" es indispensable para fortalecer la posición nego­ ciadora externa, reformar las normas jurídico instituciona­ les que constituyen la peor herencia del Estado neoliberal y recuperar soberanía. En el transcurso del 2014, la resolu­ ción del conflicto con REPSOL por la renacionalización de YPF y el acuerdo con el Club de París, han removido obstá­ culos heredados del Estado neoliberal. En materia de compromisos externos que imponen lími­ tes a la libertad de maniobra del Estado nacional, existen algunos distintos de los que surgen de la instalación del Estado neoliberal en la Argentina. Se refieren, principal­ mente, a la membrecía en organismos internacionales, como la OMC y el FMI y, últimamente, a la participación en el G20. En estos casos, el país asumió compromisos y debe defender sus intereses con toda la prolijidad y sutileza debi­ das. Es decir, aprovechar las múltiples vías de convivencia con normas multilaterales, protegiendo el interés nacional.

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En estos y, en todos los casos, las restricciones realmente severas no son las que vienen de afuera, sino las de aden­ tro, que responden a los intereses y visiones alienadas, hos­ tiles al interés nacional. Otro tema de la convivencia externa, radica en el acceso a la información sobre la economía argentina y su evalua­ ción por organismos internacionales, como es el caso de la prevista en los estatutos del FMI o los estudios de países de la OECD. En estos casos, conviene observar que indepen­ dientemente que el Gobierno argentino acepte o no la rea­ lización de tales estudios, lo fundamental es la solidez de la economía argentina y no pretender que, esos informes, constituyan una vía de acceso al crédito internacional y el beneplácito de los mercados. Esta última es la situación que, en nuestro caso y muchos otros, fue la vía regia para el desorden económico, la reproducción del subdesarrollo y el malestar social. En otros términos, si el país está sólido de fronteras, para adentro no tiene nada que temer de las opiniones ajenas. Por último, las restricciones externas que surjen de los compromisos asumidos en los esquemas de integración regional, como el MERCOSUR. Allí, las normas comunes, deben resultar de la decisión de las partes de ceder sobera­ nía en el contexto de estrategias que potencien los desarro­ llos nacionales, afianzen la solidaridad de nuestros países y construyan un futuro común. Conviene observar que la estrategia integracionista, puede o no estar contagiada de la impronta neoliberal. En los acuerdos fundacionales de la integración de Argentina y Brasil, durante las presidencias de Raúl Alfonsín y losé Sarney, imperó una estrategia de pleno desarrollo e industrialización de ambas economías y de comercio e inversiones administrados. Los acuerdos, incluían, como un instrumento principal, los acuerdos EL EMPRESARIO ARGENTINO I 55

sectoriales de integración industrial y el equilibrio en los intercambios. Esa estrategia, fue radicalmente cambiada durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando Collor de Meló. La integración quedó subordinada al juego espon­ táneo de las fuerzas del mercado, en un esquema de inte­ gración abierta, que concluía siendo un espacio ampliado para las inversiones extranjeras y el escenario de la profundización de las asimetrías de desarrollo y desequilibrios existentes entre los países. Un ejemplo de esa integración anclada en la lógica de mercado es el sector automotor, donde hay enormes dificultades para profundizar la inser­ ción de la industria proveedora local. En definitiva, no es posible la construcción del empre­ sario argentino en ausencia del Estado nacional y el ejerci­ cio efectivo de la soberanía. La transición desde el Estado neoliberal al Estado nacional en los últimos años, puede explicarse por los avances que se han logrado en el forta­ lecimiento de la densidad nacional. Con todo, la agenda pendiente sigue siendo importante. Es previsible que la reparación del Estado nacional en la Argentina, continúe teniendo lugar en un escenario de turbulencias financieras internacionales, estallidos críticos focalizados e inestabilidad de las paridades cambiarías de las principales monedas y, consecuentemente, de las con­ diciones de competitividad. Es decir, un escenario, en el cual, es esencial descansar en los recursos propios, invertir el ahorro interno en el circuito productivo, mantener bajos niveles de deuda externa y consolidar la autonomía frente a los mercados internacionales y las condicionalidades neoliberales. La firmeza y prolijidad en la administración y control de los mercados es esencial y requiere que la eco­ nomía opere con sólidos superávit gemelos en las finanzas públicas y los pagos internacionales.

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SEGUNDA PARTE El empresario argentino y la globalización

V. La nueva geografía de la economía mundial

El desarrollo de la economía argentina y el desempeño del empresario tienen lugar dentro de la extraordinaria globalización del orden mundial contemporáneo. La efi­ cacia de las respuestas a los desafíos y oportunidades de la globalización es decisiva para el desarrollo argentino y la construcción del empresario. Como siempre, conviene observar la actualidad en su contexto histórico. El antiguo orden mundial Hasta finales del siglo XX, la economía mundial estaba organizada en torno de dos ejes principales. Por una parte, las relaciones Norte-Norte, entre economías avanzadas. Por la otra, las Norte-Sur, entre economías avanzadas y subdesarrolladas. Las primeras, representaban alrededor de 2/3 del comercio y las inversiones internacionales y estaban compuestas, principalmente, por el intercambio de manufacturas de alto valor agregado y contenido tec­ nológico e, inversiones, que integraban el tejido produc­ tivo y las cadenas de valor de las economías industriales. Las segundas, se referían esencialmente al intercambio de productos primarios del Sur por manufacturas e inversio­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 59

nes del Norte, dentro de esa matriz de división internacio­ nal del trabajo. La posición hegemónica del Norte, constituido esen­ cialmente por las economías industriales de Europa Occi­ dental y América del Norte, se fundaba en su dominio del conocimiento científico, la tecnología y la industria. Sobre estas bases, el Atlántico Norte, era el espacio privilegiado del orden mundial, desde el cual se organizaban las rela­ ciones del sistema global. Esta “geografía" de la economía mundial y reparto del poder, es la que Raúl Prebisch caracterizó, a fines de la década de 1940, como el sistema "centro-periferia'! El "cen­ tro” constituido por las economías industriales del Atlán­ tico Norte más Japón. La "periferia',' prácticamente por la totalidad de Asia, África y América Latina. Todavía en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, gran parte de la población de África y Asia, estaba sometida a la domina­ ción colonial. La evolución económica del centro deter­ minaba la situación de la periferia (las colonias y países independientes, como los de América Latina), cuyo ciclo económico, reflejaba las variaciones del nivel de actividad de las mayores economías industriales. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los países colo­ niales ganaron su independencia, pero subsistió el sistema centro-periferia. El "centro" organizó las relaciones inter­ nacionales a través de tres instituciones primarias (FMI, Banco Mundial y GATT/OMC) y acuerdos entre las princi­ pales economías del Atlántico Norte más lapón, represen­ tadas en el G7. La disolución de la URSS en 1991, resolvió el conflicto de la guerra fría y sugirió la vigencia renovada del sistema centro periferia, definitivamente bajo la hege­ monía de los Estados Unidos.

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Los nuevos protagonistas.

La emergencia de Japón, después de la Restauración Meiji y su triunfo en la guerra con el Imperio Ruso en 1905, no modificó la posición dominante del “centro"constituído por las economías industriales del Atlántico Norte. Como, tampoco, lo transformaron el acelerado creci­ miento de Japón, después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial, ni el notable crecimiento de los “Tigres Asiáticos"(Corea del Sur, Taiwan, Kong y Singapur). Todos juntos representan el 5% de la población mundial. Insufi­ ciente para poner fin al dominio excluyente de los países avanzados del Atlántico Norte. El cambio se produce con la incorporación de China, la paulatina emergencia de la India y de un grupo de "aspi­ rantes a tigres" (Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailan­ dia). Con el 50% de la población del planeta, estos países orientales están contribuyendo a transformar la geografía de la economía mundial. Las fuerzas más dinámicas de crecimiento descansan actualmente fuera de la órbita del Atlántico Norte. El proceso se basa en la extraordinaria capacidad reve­ lada por los países emergentes de Oriente de incorporar ciencia y tecnología en sus tejidos productivos y sociales, industrializarse y convertirse en competidores en el mer­ cado mundial de bienes y servicios complejos. En este escenario, surgieron en Oriente empresarios capaces de emprender el desarrollo de las actividades de frontera y proyectarse al mercado mundial, en competencia o aso­ ciación, con las corporaciones transnacionales de las antiguas economías industriales. En pocas décadas, en esos países, se produjo una transformación radical de la función del empresario. Esto sucede por la existencia de EL EMPRESARIO ARGENTINO I 61

fuertes estados nacionales, capaces de defender la sobe­ ranía, impulsar la transformación y vincularse al resto del mundo en relación simétrica, no subordinada. Como en todas partes, el empresario es en Oriente una construc­ ción política. Estas nuevas tendencias en la geografía de la economía mundial, implica un cambio radical del orden global que comenzó a construirse desde el inicio mismo de la expan­ sión de ultramar de los pueblos cristianos de Europa, a finales del siglo XV. En el XIX, la Revolución Industrial, bajo liderazgo británico, consolidó el dominio Occidental (A. Ferrer: Historia de la globalización. Tomos I y II. Fondo de Cultura Económicas. Buenos Aires, 2013). Fueron cinco siglos de hegemonía occidental, que llega a su fin con la presencia de nuevos actores En 1990, el aporte de las economías emergentes de Oriente al crecimiento del FBI mundial, era de alrededor del 30% y, a fines de la década del 2010, del 70%. Su con­ tribución al comercio mundial es también creciente. En 1990, sus exportaciones representaban el 23% el comercio mundial y, en la actualidad, alrededor del 40%. El comercio Sur-Sur, aumentó su participación en el total mundial, del 8% al 20%. Al mismo tiempo, el Sur tiene una participación creciente en las entradas de inversiones extranjeras. En el último quinquenio (2008-13), su participación aumentó del 36% al 54% del total. Las inversiones extranjeras pro­ cedentes del Sur también registran crecimientos impor­ tantes. Aumentaron su participación en el total, del 12% al 39%, entre el 2000 y 2013. Particularmente notable es el aumento de las reservas internacionales de los bancos cen­ trales de esos países, que representan actualmente el 65% del total mundial.

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La brecha Sur-Sur La ampliación de la fuerza de trabajo mundial en los nuevos protagonistas, ha provocado un aumento de la demanda y los precios de alimentos y materias primas y la mejora de sus términos de intercambio. Esto ha generado un derrame de ingresos en los países exportadores de productos prima­ rios, como los de América Latina y África, que han podido crecer, acumular reservas internacionales y fortalecer su posición fiscal, en parte gracias a los tributos vinculados al comercio exterior Sin embargo, las economías emergentes de Oriente se distancian del resto del mundo en desarrollo, incluyendo América Latina. Las causas, son las mismas que, en el pasado, generaron la brecha entre el desarrollo y el sub­ desarrollo. Es decir, la capacidad de gestionar el conoci­ miento e industrializarse. Las nuevas redes intra Sur, lideradas por los países emergentes de Oriente, se despliegan por las vías pacífi­ cas de la competencia y organizan en torno de dos matri­ ces principales. Por una parte, el comercio intraindustrial dentro de Asia. Por la otra, las relaciones con América Latina y África. En el primer caso, el intercambio se vincula a la integra­ ción de cadenas de valor y las exportaciones destinadas, principalmente, a los Estados Unidos y la Unión Europea. Este proceso tiene como protagonistas a empresarios inno­ vadores en todos los países integrantes de las cadenas de valor intraasiáticas. Las exportaciones incorporan insumos y componentes provenientes de varios países de Asia. En China, por ejemplo, las exportaciones de productos elec­ trónicos tienen un componente importado del 80% del valor final de los mismos. El comercio intraindustrial en EL EMPRESARIO ARGENTINO I 63

Oriente, forma parte de una red más amplia de relaciones con las economías avanzadas del Atlántico Norte y Japón. En el otro caso, el de las relaciones de las economías emergentes de Asia con América Latina y África, el inter­ cambio es principalmente de alimentos y materias primas por manufacturas y, en medida creciente, de capitales, pro­ venientes principalmente de China. Es decir, un modelo de división del trabajo comparable al del antiguo modelo centro-periferia. En el mismo, como en el pasado, están ausentes en nuestros países las condiciones necesarias para la construcción del empresario, como protagonista del cambio tecnológico y la transformación. La "reprimarización” renueva el empresario "periférico" reducido a la posición subordinada en las cadenas de valor. En ese sentido, se advierte que en América latina, desde comien­ zos del nuevo siglo, la participación de las exportaciones de materias primas sobre el total exportado creció en diez puntos porcentuales. La relación entre las economías emergentes de Asía, por una parte, y América Latina y África, por la otra, dentro de una matriz centro periferia, no es estable. El desarrollo de China, India y otras economías de Oriente configuran un escenario positivo para la Argentina y, también, riesgos. La ampliación de los mercados de bienes y servicios, generan nuevos destinos para las exportaciones del país y la valo­ rización de su producción primaria. Al mismo tiempo, la aparición de nuevos oferentes de manufacturas, incluso las intensivas en las tecnologías de la información y la comu­ nicación, respaldados con fuentes de financiamiento, plantea nuevos problemas a la política industrial y tecno­ lógica del Estado nacional. Bajo la seducción de la mejora de los términos de intercambio de la producción primaria, se corre el riesgo de reproducir, con el nuevo centro diná­

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mico de Oriente, la relación centro periferia que Argen­ tina tuvo en el pasado con el viejo centro hegemónico del Atlántico Norte. La administración del comercio exterior resulta así esencial, atendiendo a la normativa existente en la esfera internacional y utilizando todos los medios dispo­ nibles para fortalecer la competitividad de la producción argentina y la preferencia de la producción nacional en el mercado interno. El fortalecimiento de la competitividad externa se construye desde las bases de los recursos pro­ pios y el mercado interno.

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VI. Problemas contemporáneos de la globalización

Dentro de este nuevo reparto del poder en la economía mundial, el sistema global está sometido a severas tensio­ nes y, desde fines de la década de 1990, soporta una severa crisis financiera que deprime la producción y el comercio internacionales. Dos problemas son fundamentales. Por un lado, el hecho que, desde fines de la década de 1970, la actividad financiera se convirtió en el centro dominante del capitalismo. Por el otro, la creciente desigualdad en la distribución del ingreso entre los países y, dentro de cada uno de ellos, entre sus sectores sociales. Este escenario encuadra la construcción del empresario argentino, el desarrollo y la estabilidad de nuestra econo­ mía. Es así preciso observar estas tendencias y explorar los futuros posibles. Estos incluyen los desafíos a la sustentabilidad del desarrollo y la preservación del ecosistema, cues­ tiones que exceden los límites de este ensayo pero que son insoslayables para la gobernabilidad del orden mundial. La cuestión ambiental es, cada vez más, en Argentina y en todas partes, un factor importante para tomar en cuenta en la gestión de las empresas.

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La “financiarización"

La actividad financiera crece en exceso de la demanda de liquidez de la inversión, la producción y el comercio internacionales. La plétora monetaria trasciende las fron­ teras hasta constituir un sistema planetario fuertemente integrado. El extraordinario excedente de liquidez genera operaciones desvinculadas de la economía real, referidas a la especulación sobre tipos de cambio, tasas de interés y derivados de activos reales y financieros. Este mundo del dinero, ha ganado influencia creciente en la determinación de las políticas de las mayores economías industriales. A su vez, la academia justificó teóricamente este proceso, fun­ dándolo en la racionalidad de los mercados y su tendencia al equilibrio del sistema y la promoción del interés general. El déficit de los pagos internacionales de los Estados Unidos y su financiamiento con su propia moneda, acep­ tada como medio de pago internacional y activo de reserva por el resto del mundo, provocó un aumento de la liqui­ dez internacional en exceso de la demandada por la acti­ vidad económica real. Al mismo tiempo, los excedentes de los países exportadores de petróleo provocaron nuevos aumentos de la oferta monetaria. El déficit norteamericano y su financiamiento por los principales países superávitarios (China, Alemania, Japón y exportadores de petróleo), sustentó la expansión de la liquidez primaria, multiplicada luego por el ingenio de los operadores del sistema. Hacia la misma época, la desregulación de los mercados viabilizó el crecimiento desenfrenado de la globalización financiera. Sucedieron luego, sucesivas crisis parciales en algunos mercados, entidades y países, hasta culminar con el des­ calabro de las hipotecas norteamericanas y, en septiembre de 2008, la quiebra de Lehman Bros.

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Las operaciones cambiarías constituyen un indicador relevante del crecimiento de la globalización financiera y de su relación con la actividad económica real. Entre 1977 y 2010, el volumen diario de las operaciones en los mercados de cambio (FX) aumentó treinta veces más que el PBI mun­ dial. Menos del 10% de las operaciones del FX corresponde al comercio internacional de bienes y servicios, inversiones privadas directas y préstamos de largo plazo. La inmensa mayoría corresponde al carry trade de movimientos espe­ culativos de fondos que arbitran tasas de interés y cotiza­ ciones de valores, entre las plazas que integran el sistema global. Simultáneamente, en numerosos países, aumenta­ ron los niveles de deuda. En los Estados Unidos, la deuda de las familias, las empresas y el sector financiero respecto del PBI aumentó de 50% del PBI a finales de la Segunda Guerra Mundial a 300% en 2010. Entre 2007 y 2010, la inter­ vención masiva para rescatar al sistema financiero de su reciente crisis provocó un aumento de casi 50% en la deuda pública norteamericana, que equivale actualmente al PBI de los Estados Unidos. En la Unión Europea el aumento fue del 30% y la relación deuda pública/PBI alcanza al 85%. El crecimiento de la liquidez contribuyó a la formación de burbujas especulativas en bienes reales como inmue­ bles y commodities, en mercados específicos como el de las acciones tecnológicas (.com). En este escenario, en la ges­ tión de las empresas, es más importante el gerente finan­ ciero que el de producción. La financiarización ha conta­ giado la totalidad del mundo corporativo. La financiarización viabilizó aumentos de deuda pública inmanejables, como sucedió con la deuda latinoa­ mericana en la década de 1980 y, actualmente, en varios países miembros de la Unión Europea. En otros casos, como ocurrió en mercados de Asia a fines de los años EL EMPRESARIO ARGENTINO I 69

noventa, el financiamiento con fondos externos de acti­ vos internos y el posterior derrumbe de sus precios, pro­ vocaron crisis bancarias y de balance de pagos. Los movi­ mientos de fondos especulativos son también un factor de perturbación de las paridades de las monedas, de la competitividad de las economías nacionales y sus equilibrios macroeconómicos. El aumento de la actividad financiera fue acompañado con el surgimiento de nuevos actores ("banca en la som­ bra") y la pérdida de participación de los bancos, históri­ camente el agente dominante del sistema. En los Estados Unidos, en 1960, los operadores no bancarios representa­ ban una fracción ínfima de los activos financieros frente a más del 50% del total, en la actualidad. La intermediación del ahorro entre las corporaciones y las familias excedentarias a los demandantes de crédito en las familias, las cor­ poraciones y el gobierno, es una función crecientemente a cargo de operadores de la "banca en la sombra" Por lo tanto, estos asumieron un protagonismo principal en la expansión del crédito, en la conversión de plazos de las operaciones activas y pasivas y en la evaluación y gestión de los riesgos. En este escenario, se multiplicaron nuevos instrumentos, como derivados y créditos respaldados, inexistentes en 1980. Los "derivados" cotizan en relación a activos subyacentes y especulan sobre la variación de pre­ cios de los mismos, que incluyen materias primas, divisas, acciones, opciones, swaps sobre default deudas y tasas de interés. Los derivados eran práctiamente inexistentes hace veinte años. Actualmente superan los 700 billones de dóla­ res, equivalentes a diez veces veces el PBI mundial. Las relaciones entre la banca tradicional y la banca en la sombra es muy profunda y parte principal de las opera­ ciones del sistema. En los Estados Unidos, alrededor del

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40% de las deudas es intra sistema financiero. La multipli­ cación de operadores coexiste con la existencia de gran­ des entidades, cuya eventual caída impone un elevado costo sistémico al conjunto de la actividad financiera y a la economía real. Son las entidades “muy grandes para quebrar" las cuales, en definitiva, como sucedió reciente­ mente, son rescatadas por la intervención de los estados y los bancos centrales. La dimensión exagerada de la actividad financiera res­ pecto de la real y la profunda interrelación de sus principa­ les actores en la economía mundial, agravó la inestabilidad del sistema. En las fases de auge aumenta el apalancamiento del gasto y en las de incertidumbre se contrae el crédito y deprime la inversión, la producción, el empleo y el comercio internacional. Una situación crítica en una entidad o en un mercado significativo, contagia al con­ junto y puede desencadenar una crisis global. El compor­ tamiento de los actores activos aportantes de fondos, los pasivos tomadores de deuda y los intermediarios, los lleva a ignorar los riesgos en las fases de auge y elevar los valo­ res de los activos reales y financieros. En sentido contrario, frente a la incertidumbre, se espantan, liquidan activos, deprimen sus valores y provocan una restricción masiva del crédito. Las agencias evaluadoras de riesgo avalan las opiniones del mercado, no advierten los riesgos sistémicos, y fundan sus dictámenes en prejuicios neoliberales y maniobras de cohecho con quienes evalúan. Apenas antes de que estallara la última crisis económica internacional, las calificadoras recomendaban invertir en empresas que luego quebrarían, calificaban con la mejor nota a los deri­ vados de las hipotecas que después se desplomaron y tam­ bién elogiaban la seguridad de títulos de deuda de países europeos que todavía siguen en crisis.

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La crisis probablemente se prolongará mientras la financiarización constituya el eje del capitalismo contem­ poráneo en el viejo centro hegemónico. Se ha llegado a un punto en el cual la crisis es condición de sobrevivencia de la financiarización. En efecto, la misma crea el escenario de emergencia que justifica el permanente salvataje, con dinero público y emisión monetaria, de"las entidades muy grandes para quebrar" y, como contrapartida, el ajuste per­ manente para recuperar la confianza de los mercadosí Las consecuencias del Estado neoliberal en los países del centro, incluyendo el régimen comunitario de la Unión Europea, son la interminable crisis financiera internacio­ nal. Su expresión es, el lento crecimiento con altas tasas de desempleo y la tensión extrema en los países vulnerables, cuyas dos mayores expresiones son, por ahora, Grecia y España: allí la desocupación roza el 30% y asciende a casi el 60% entre los jóvenes. La crisis desacreditó el andamiaje teórico que justificó la globalización financiera y sus excesos. La teoría de las expectativas racionales, que define mercados eficientes que se autorregulan, ha sido desautorizada por los com­ portamientos "en manada" las euforias que terminaron en burbujas, las espantadas que desfinanciaron incluso a entidades sólidas y la incapacidad de los operadores de evaluar los riesgos, distribuirlos en el tiempo y cubrirlos. La crisis demolió la "magia" del mercado. Sin embargo, se sigue comportando con los mismos criterios. En este escenario global, el aumento de las exporta­ ciones de manufacturas desde las economías emergentes de Asia y de productos primarios desde otros países en desarrollo, ha provocado un drástico cambio en su posi­ ción financiera internacional. Esos países disminuyeron su deuda externa, acumularon reservas y se han conver­

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tido en acreedores de los países avanzados, siendo China, el caso más notable, con la tenencia del 25% de la deuda externa norteamericana. Distribución del ingreso y crecimiento Debido a la gigantesca desproporción entre la actividad económica real y el dinero, las utilidades de origen finan­ ciero representan proporciones crecientes de las ganancias corporativas. Sobre estas bases, son posibles las retribucio­ nes extraordinarias a los operadores del sistema. Pero no es ese el único problema determinante de la actual tendencia a la concentración del ingreso. En las últi­ mas décadas, se han incorporado más de 1.500 millones de personas al empleo de la economía mundial, a niveles de salarios menores que en las economías avanzadas. En estas, la competencia de manufacturas de bajos precios, originarias principalmente de China, debilita la capacidad negociadora de los sindicatos, deprimen los salarios, el consumo y el crecimiento, induciendo la desindustrializa­ ción y la concentración del ingreso A su vez, en las economías emergentes, particularmente en China, la abundancia de mano de obra reduce la parti­ cipación de los salarios en el ingreso y del consumo en la demanda agregada. En estos casos, el aumento del empleo eleva los salarios reales pero la desigualdad y la concen­ tración del ingreso, también aumentan. La creciente des­ igualdad en la distribución del ingreso a escala mundial y en la mayor parte de los países, agrava los desequilibrios de la economía mundial El modelo asiático, principalmente en China, se sus­ tenta en una fuerte concentración del ingreso, altas tasas de ahorro e inversión y expansión de la demanda agregada

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por el superávit con los Estados Unidos y la Unión Europea. Es decir, depende de desequilibrios de la economía mun­ dial, insostenibles en el largo plazo. Es previsible que el actual objetivo de reindustrialización de los antiguos países avanzados del Atlántico Norte, debi­ lite las exportaciones de los países emergentes de Oriente. Estos deberán encontrar en el consumo privado y público, nuevas fuentes de expansión del gasto, sustitutivas de las exportaciones y las inversiones en el sector exportador. China, en particular, tiene que resolver la enorme brecha productividad/salarios reales y la consecuente desigual­ dad en la distribución del ingreso, reorientando su desa­ rrollo hacia el mercado interno y la creación de una red de protección social, actualmente inexistente. Si los países emergentes de Asia logran poner en marcha esta nueva orientación del desarrollo, podrían mantener altas tasas de crecimiento. En tal caso, la integración de las cadenas de valor, que caracterizan actualmente las relacio­ nes intra Asia, no dependerían tanto de las exportaciones a las antiguas economías avanzadas. La integración surgiría entre economías diversificadas y complejas, en las cuales, la demanda regional sería un destino principal del comer­ cio exterior de cada país. Gobernabilidad de la globalización La nueva geografía de la economía mundial ha debilitado la capacidad de las economías avanzadas del Atlántico Norte de administrar el sistema mundial. De este modo, el G7 ha sido eclipsado por el G20, en el cual participan los nuevos protagonistas. La creación de los BRIC, integrado por las mayores economías emergentes, es otra manifesta­ ción de los cambios en la distribución del poder. En Amé­

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rica Latina, el MERCOSUR y la UNASUR son expresiones del mismo proceso. En este escenario, las "condicionalidades" del FMI y del Banco Mundial, han perdido capacidad de imponer las políticas de los países en desarrollo desendeudados. En la OMC, las economías emergentes han ganado capacidad de bloqueo y de poner límites a los objetivos de las economías avanzadas. Los estados nacionales de numerosos países han ganado autonomía y capacidad de trazar el sendero de desarrollo e inserción internacional. Esto contrasta con la situación de los países del "centro" en los cuales, prevale­ cen estados neoliberales y la subordinación a los criterios de los mercados especulativos. Este es otro de los factores que influye en la transformación de la geografía de la eco­ nomía mundial. La mayor fortaleza y autonomía ganada por las econo­ mías emergentes les ha permitido limitar el contagio de la crisis actual en el viejo centro hegemónico del sistema. Pese al estancamiento de la economía norteamericana y la recesión en la Unión Europea, los países emergentes han logrado mantener una considerable tasa de crecimiento y generar, entre ellos, nuevos impulsos al desarrollo. Desde el año 2000, los emergentes crecieron a un promedio del 6% anual, mientras que las economías más desarrolladas que forman parte del G-7 lo hicieron apenas por encima del 1%. Este es un escenario propicio al crecimiento de los empresarios nacionales. En la actualidad, el orden mundial no se ha derrumbado ni presumiblemente lo hará, pese ala magnitud y prolonga­ ción de los desequilibrios y el deterioro económico y social. Por tres razones principales. La primera, porque el Estado en las economías avanzadas del Atlántico Norte, aun bajo la hegemonía de un régimen neoliberal, conserva una par­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 75

ticipación elevada en la formación de la demanda agregada está dispuesto a rescatar a las entidades financieras "muy grandes para quebrar',' como fue el caso de Freddie Mac, Fannie Mae y la aseguradora AIG, pero también empresas de otro tipo, como la propia General Motors. Es la paradoja que el neoliberalismo sobrevive precisamente por la pre­ sencia de su enemigo público número uno, el Estado. La segunda razón radica en la profundidad de la inter­ dependencia de las mayores economías del mundo, inclu­ yendo las grandes naciones emergentes de Asia, inexistente en la década de 1930. Hoy son inconcebibles las políticas de "sálvese quien pueda'! Todos los principales protagonis­ tas del orden mundial quieren evitar su derrumbe. La tercera obedece a la dispersión del poder. En los años treinta, las antiguas economías industriales del Atlántico Norte representaban 2/3 de la economía mundial y eran el centro organizador del sistema. En la actualidad, China y otras naciones emergentes de Asia y del resto del mundo, han ganado peso relativo en el sistema global. Represen­ tan alrededor del 50% del PBI mundial y son las economías de más rápido crecimiento y ritmo de transformación. En consecuencia, los problemas del viejo centro no arrastran al conjunto del sistema y, su impotencia para organizar el orden global, es reemplazada por la autonomía de los Esta­ dos nacionales de las naciones emergentes. En resumen, en la actualidad, la crisis tiene un piso determinado por la presencia del Estado, la interdepen­ dencia y la dispersión del poder, que evita el derrumbe y la desorganización del sistema y contribuye a la sobreviven­ cia del neoliberalismo y el Estado neoliberal en el Atlántico Norte y en diversos países periféricos del resto del mundo. Mientras las reformas en curso promovidas por el G20 producen, o no, un contexto financiero internacional más

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estable, los países vulnerables siguen sometidos a la irra­ cionalidad de los mercados o las condicionalidades de los prestamistas de última instancia. La experiencia argentina y la ajena demuestra que la mejor respuesta para defender la estabilidad financiera y el desarrollo es mantener nive­ les de deuda respaldados con recursos propios, solvencia fiscal, tipos de cambio competitivos, superávit en la cuenta corriente del balance de los pagos, sustantivas reservas de divisas, la regulación de los movimientos de capitales especulativos y la solvencia y liquidez del sistema finan­ ciero. Esta es una condición necesaria del fortalecimiento del empresario argentino. ¿Crisis de la globalización o del neoliberalism o? Las épocas de transformación del orden mundial son siempre acompañadas por un cambio radical en las ideas económicas predominantes. A fines del siglo XVIII y prin­ cipios el XIX, cuando emergía la Revolución Industrial, el paradigma mercantilista fue sustituido por el liberalismo de la teoría económica clásica. En el derrumbe del orden mundial, en la década de 1930, la ortodoxia liberal fue des­ plazada por el enfoque keynesiano. En la década de 1970, la hegemonía de la financiarización impuso el neolibera­ lismo. En la actualidad, la crisis ha desacreditado el para­ digma neoliberal. Todo el cuerpo teórico elaborado para exaltar las virtudes de la desregulación de la economía y la subordinación del Estado a las decisiones del mercado, se ha desplomado ante las evidencias de la realidad. El mismo sobrevive, arraigado en la influencia que la financiariza­ ción y los intereses transnacionales ejercen en la opinión pública y las políticas de los antiguos países centrales del sistema global.

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El relato y el Estado neoliberal continúan imperando en el antiguo núcleo hegemónico de la economía mun­ dial. Dentro de las antiguas economías industriales, el comercio exterior, la actividad financiera y las inversio­ nes en el exterior de sus mayores corporaciones, tienen una importancia relativa mucho mayor que en el pasado. El proceso de acumulación y distribución de la riqueza y el ingreso, está estrechamente asociado a las cadenas transnacionales de valor y a la especulación financiera. En este escenario, al interior de las sociedades y la polí­ tica de las antiguas economías industriales, los intereses trasnacionales han ganado una influencia decisiva, sos­ tienen el paradigma neoliberal y configuran el Estado neoliberal. Los problemas actuales de la economía mundial no reflejan una crisis de la globalización. Esta es una conse­ cuencia inexorable del avance de la ciencia y la tecnología, que profundiza las relaciones entre los países a través de las comunicaciones, el comercio, las inversiones y la for­ mación de cadenas transnacionales de valor. Este proceso tiene lugar en el marco de la revolución de las técnicas de la información y la comunicación, que conforman un sis­ tema de alcance planetario. La crisis es del neoliberalismo y de su incapacidad de interpretar la realidad, administrar la globalización y pro­ mover el crecimiento de los países y la economía mundial. El neoliberalismo propone una visión de la globalización en las antípodas de la realidad. Plantea que la demanda, la inversión, la producción y el empleo de la economía mun­ dial, se despliegan fundamentalmente en la esfera global, transnacional. Por las razones que hemos visto, esto es par­ cialmente cierto para el mundo del dinero, la.financiariza­ ción. Pero no para la economía real.

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Según el último informe de la UNCTAD (World Invesment Report, Ginebra 2014), sobre inversiones extranjeras ("inversión privada directa") en la producción de bienes y servicios, el valor agregado de todas las filiales de las cor­ poraciones transnacionales, representa actualmente solo el 11% del PBI mundial. Es cierto que suponiendo que las corporaciones realizan, en promedio el 50% de su activi­ dad dentro de sus países de origen y el otro 50% en sus filia­ les en el extranjero, el valor agregado total de las corpora­ ciones alcanzaría al 20% del PBI mundial. Cifra, en verdad, reveladora de la magnitud de las cadenas de valor transna­ cionales. Esto se refleja en el hecho que las exportaciones de las filiales representan 1/3 del comercio mundial, en gran parte, comercio intra firma, es decir al interior de cada una de las corporaciones, entre las matrices y las filiales. Pero, en cualquier caso, el 80% del PBI mundial se genera fuera de la órbita de las corporaciones trasnacionales, es decir, en empresas y actores nacionales. Según la misma fuente, las inversiones de las filiales aportan el 9% de la acumulación bruta de capital en la economía mun­ dial. Vale decir que, más del 90% de la misma, se financia con el ahorro interno de los países. La enorme magnitud de las transacciones del mundo de dinero no se refieren a la economía real, sino al gigantesco casino de la especu­ lación, que nada agrega al PBI y la inversión productiva mundiales, solo redistribuye rentas en su favor, a costas, principalmente, del empleo y los salarios. En conclusión, los espacios nacionales siguen siendo el ámbito dominante de la actividad económica y, es allí, donde cada país determina su estructura, desarrollo, estilo de vinculación en el orden mundial y capacidad de ges­ tionar el conocimiento, que es el factor fundamental del desarrollo. Por eso, también, a contrapelo de la prédica EL EMPRESARIO ARGENTINO I 79

neoliberal acerca de la desaparición de las fronteras y los estados nacionales, la importancia decisiva que conservan las políticas públicas y el Estado, en la movilización de las fuerzas creadoras de cada país. El neoliberalismo tiene consecuencias mucho más negativas en los países en desarrollo que en los industria­ les, el "centro" según Prebisch. En estos últimos, la gestión del conocimiento está definitivamente incorporada en el tejido económico y social. Allí, el neoliberalismo es, esen­ cialmente, reaccionario por sus efectos regresivos en la distribución del ingreso. En los países en desarrollo, que tienen aún pendiente la transformación, es además, anti­ nacional, porque subordina la realidad interna a las seña­ les del mercado mundial e impide la transformación. Por esta misma razón, cuando los empresarios asumen posturas neoliberales en el "centro" o "Norte" y la "perife­ ria" o "Sur" las consecuencias son diferentes. En aquel, son solo reaccionarios en términos de la pulsión de apropia­ ción del ingreso y del poder. Pero no antinacionales, en el sentido de impedir la gestión del conocimiento y la trans­ formación. En la periferia, el Sur, son ambas cosas al mismo tiempo. Por eso mismo, la corrupción en el Norte delinque para apropiarse de una arte de la torta sin enajenar el patri­ monio nacional. En la periferia, es decididamente cipaya, cuando enajena el patrimonio nacional y frustra la gestión del conocimiento y el desarrollo. Conviene observar que, dentro de la globalización, las corporaciones transnacionales, a través de sus filiales, tie­ nen flexibilidad para hacer negocios, dentro de las condi­ ciones establecidas en los países en los cuales se radican. Lo hacen en el marco de fuertes políticas públicas y bajo estrictas normas de acceso y limitación de las activida­ des en que pueden operar, como sucede, por ejemplo, 8 0 I ALDO FERRER

en China y Corea. O las muy liberales de la Argentina y el resto de América Latina. Es decir las filiales, pueden ope­ rar en escenarios regulados y estados nacionales fuertes. No es este el caso en el mundo del dinero, en donde, la financiarización requiere, como condición necesaria, la liberación de las transacciones y estados nacionales débi­ les. El núcleo duro del sustento del neoliberalismo es el mundo del dinero, no el de la producción, la inversión y el comercio internacionales. La experiencia de Argentina, desde la salida de la crisis del 2001, forma parte de la nueva geografía de la economía mundial. Nuestro país puede administrar la globalización y confirmar que los países se construyen desde adentro hacia fuera. Puede, asimismo, construir el empresario argentino, protagonista en el mercado interno, proyectado al mercado mundial e integrante de cadenas transnacionales de valor vinculadas a la transformación de la economía argentina.

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VIL La relación Argentina Brasil

El escenario mundial incluye la relación entre los dos paí­ ses mayores de América del Sur. El "estilo" de la relación bilateral, es muy importante para el crecimiento del empre­ sario argentino. Es conveniente detenerse en esta cuestión. Argentina y Brasil no han alcanzado, todavía, altos nive­ les de desarrollo económico y social. Sin embargo, en el plano de la cultura, son potencias de primera magnitud. El aporte de nuestros escritores, pintores, músicos y otros crea­ dores, forman parte fundamental de la creación y del inge­ nio humanos en el escenario mundial. Incluso, en las cien­ cias duras y en las sociales, nuestro aporte es significativo. El desafío consiste en poner la realidad económica y social a la misma altura de los niveles alcanzados en la cultura. La ciencia y la tecnología forman parte de este campo funda­ mental del desarrollo y la integración de nuestros países. Argentina tiene una responsabilidad fundamental en la definición de la naturaleza de la relación argentinobrasileña. Brasil, por su dimensión y potencial de recursos humanos y materiales, es ya un protagonista importante del escenario internacional y, como diría Helio laguaribe, está "condenado" a ser una potencia de primer rango. Somos nosotros, los argentinos, quienes tenemos que EL EMPRESARIO ARGENTINO I 83

contribuir a una relación simétrica y solidaria, a través de la eficacia de nuestras políticas de desarrollo nacional e inclusión social. Las visiones argentinas En la historia contemporánea, Argentina puso en prác­ tica, en su relación con Brasil (y con el resto del mundo), las visiones neoliberal y nacional. Ambas influyeron en la posición del empresario argentino dentro del mercado regional y en su relación con empresas brasileñas. La visión neoliberal. La misma considera a la Argentina como un segmento del mercado mundial, que debe orga­ nizarse conforme a las señales del orden internacional. De este modo, su estructura productiva e inserción en la divi­ sión internacional del trabajo, está determinada por sus ventajas competitivas estáticas, fundadas en la abundan­ cia de sus recursos naturales y subdesarrollo tecnológico e industrial. Este enfoque supone, asimismo, que, dada la concentración del poder en los mercados y los países dominantes, Argentina carece de la capacidad decisoria necesaria para trazar su sendero de desarrollo, industria­ lizarse, participar plenamente en la revolución científica y tecnológica y, consecuentemente, establecer una relación simétrica, no subordinada, con el orden mundial. Esta visión del neoliberalismo profundiza el conven­ cimiento histórico del liberalismo de que Argentina no cuenta con factores autónomos de desarrollo. Debe aso­ ciarse, necesariamente, a un centro hegemónico externo que impulse su crecimiento. Esta fue, en efecto, la posición que el país mantuvo hasta la crisis mundial de la década de 1930, con Gran Bretaña. Posteriormente, la pretendida

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durante las frustradas "relaciones carnales" con los Estados Unidos. Actualmente, la considerada conveniente con Bra­ sil y, en mayor medida, con China. Se trata del "realismo periférico" de un país, que solo podría aspirar a conseguir lo posible, dentro de la posición subordinada que inevita­ blemente ocupa en el orden mundial. En resumen, nuestras relaciones serán establecidas por el libre juego de la fuerzas del mercado y las ventajas com­ parativas estáticas, determinadas por las asimetrías en los niveles de desarrollo y la dimensión económica de ambos países. Este enfoque considera normal que, en la relación bilateral, estos hechos establezcan una división del trabajo del estilo centro (Brasil)-periferia (Argentina). Este enfoque es fatal para el desarrollo del empresario argentino. Lo reduce a especializarse, dentro del comercio e inversiones bilaterales, en las actividades de menor con­ tenido tecnológico y de valor agregado. Es lo que sucedió en la década de 1990. La visión nacional. La propuesta industrialista forma parte de una tradición histórica que incluye a políticos y economistas, como Vicente Fidel López en el siglo XIX y, posteriormente, a mediados del XX, a Alejandro Bunge y Raúl Prebisch. La misma concibe a Argentina como un sistema de relaciones económicas y sociales, dentro del espacio territorial, capaz de desplegar en su totalidad los recursos y el talento disponibles, construir una estructura productiva industrializada y compleja, generar ventajas comparativas dinámicas fundadas en el conocimiento, agregar valor a sus recursos naturales y establecer relacio­ nes simétricas, no subordinadas, con el orden mundial. Si se verifican las condiciones determinantes de la densidad nacional, Argentina dispone de los recursos materiales y

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humanos y del poder decisorio, necesarios para trazar su sendero de desarrollo y estilo de relaciones con el resto del mundo, incluso Brasil. Este es el enfoque necesario para fortalecer la presencia del empresario argentino, como protagonista de una relación bilateral madura, fun­ dada en el pleno desarrollo industrial y tecnológico de ambos países. Desde esta perspectiva, es conveniente que la política exterior brasileña responda a objetivos nacionales propios y, al mismo tiempo, conciba la relación bilateral, como una alianza estratégica para impulsar el desarrollo com­ plejo de ambas economías y el creciente contenido tec­ nológico y de valor agregado del comercio recíproco, en ambos sentidos. De este modo, una política exterior bra­ sileña que reivindica la autonomía decisoria frente a los centros de poder mundial y la solidaridad con los países del espacio sudamericano, es funcional a la visión nacio­ nal del desarrollo en la Argentina y al protagonismo del empresario argentino. La evidencia. Al tiempo del regreso de ambos países a la democracia, los acuerdos bilaterales de los gobiernos de Alfonsín y Sarney, reflejaron la propuesta nacional del desarrollo argentino y el impulso de una integración pro­ gramada, a través de la convergencia de las políticas públi­ cas y del estrechamiento de las relaciones entre los sectores privados de ambos países. Su mejor ejemplo, fue la priori­ dad de los acuerdos sectoriales de integración industrial, con eje, en el sector crítico de los bienes de capital. Durante los gobiernos de Menem y Collor, la relación de nuestros países en el marco del MERCOSUR quedó subordinada a las fuerzas del mercado. Esto se reflejó en un creciente desequilibrio en el contenido de valor agre­ 861 ALDO FERRER

gado y tecnología del comercio bilateral y, finalmente, concluyó en el descalabro de la economía argentina en la crisis del 2001/2. En el transcurso de la última década (2003-13), la Argen­ tina resolvió la crisis de la deuda externa, recuperó sobe­ ranía y la capacidad decisoria de sus políticas públicas. La política exterior brasileña permitió discutir y resolver, con un espíritu solidario, las consecuencias del cambio de rumbo en la Argentina y, al mismo tiempo, fortalecer una visión común sobre las tendencias del orden mundial y el lugar, en el mismo, de nuestros países. El cambio de rumbo fortaleció la posición del empresario argentino, dentro de la relación bilateral. Trayectorias com paradas Brasil acumuló un considerable poder nacional en sec­ tores fundamentales de la economía. A pesar del sesgo ortodoxo de la política financiera en diversos periodos, Brasil mantuvo, a largo plazo, la decisión de fortalecer núcleos estratégicos del poder nacional (Petrobras en hidrocarburos, Embraer en la industria aeronáutica, las grandes empresas de construcción e ingeniería). Esto se refleja, ahora, en la proyección internacional de las firmas brasileñas. En materia de financiamiento del desarrollo, el Banco Nacional de Desenvolvimento (BNDES), es un envidiable ejemplo de movilización de recursos internos, con fondeos en gran medida provenientes del sistema de seguridad social y la masa salarial. Los instrumentos financieros del BNDES, impulsaron el desarrollo de Embrear, Petrobras, las automotrices y de los proveedores locales en estos sectores. Asociado al dinamismo de los principales grupos económiEL EMPRESARIO ARGENTINO I 87

eos, el BNDES permitió el despliegue de ambiciosos planes de desarrollo de la infraestructura y programas de apoyo a la competitividad y el desarrollo de actividades prioritarias. El contraste entre la experiencia del BNDES en Brasil y del Banco Nacional de Desarrollo (BANADE) en Argentina, proporciona un ejemplo notable de la distinta trayectoria de los dos países. En el primer Gobierno de Perón se esta­ bleció el Banco de Crédito industrial, que cumplió un papel importante en aquella etapa de la ISI. En 1970, durante mi gestión en el Ministerio de Economía, esa entidad fue transformada en el BANADE con un espectro más amplio del financiamiento y con un fondeo, como en el BNDES, vinculado a la masa salarial, a través del Fondo de Parti­ cipación en el Desarrollo Nacional. El Fondo establecía un aporte del 2% en los convenios colectivos del trabajo, a nombre del trabajador aportante. Cuando realicé el anun­ cio de la creación del BANADE y del Fondo, proporcioné proyecciones del crecimiento de los recursos de le enti­ dad que, en pocos años superarían los del Banco Interamericano de Desarrollo. Era una formidable herramienta de financiamiento de la inversión y transformación de la estructura productiva. El epílogo lo conocemos. El BNDES es lo que es mientras que, el BANADE y el Fondo, fueron finalmente liquidados. Por otra parte, Brasil protegió su soberanía, preservando la jurisdicción de sus tribunales en el caso de litigios con intereses extranjeros y no ratificó ningún tratado bilateral de garantía de inversiones, ni se adhirió al CIADI. En contraste con la experiencia del Brasil, en la Argen­ tina, durante el largo periodo de la hegemonía neoliberal (1976-2001) que no incluye el Gobierno de Alfonsín, se demolieron sistemáticamente las fuentes del desarrollo y poder soberano de decisión y se adoptaron compromisos

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internacionales, que implicaron una renuncia voluntaria de la soberanía. En el pasado, la asimetría de las estrategias de desa­ rrollo seguidas por Argentina y Brasil generó una división del trabajo en el intercambio bilateral, con Argentina en la posición predominante de abastecedor de bienes de menor contenido relativo de tecnología y valor agregado. La asimetría se expresa en sectores como el automotriz, bienes de capital, electrodomésticos, informática, tele­ comunicaciones, calzado y textiles. De este modo, en el largo plazo, se fueron generando rasgos estructurales en ambas economías, que continúan influyendo en el inter­ cambio y otros aspectos de las relaciones económicas bilaterales. El caso del sector de bienes de capital es ilus­ trativo: allí el déficit comercial bilateral para Argentina es sustancial y creció de manera ininterrumpida desde comienzos de los '90. Una vez que Argentina, después de la debacle de la estrategia neoliberal, resolvió tomar otro rumbo e impul­ sar su reindustrialización, necesariamente debía cambiar la dinámica y el contenido de la relación bilateral. En la actualidad, la vecindad, la historia y los desafíos que plan­ tea el escenario internacional, han llevado a los dos países a establecer un grado de comunicación y empatia sin pre­ cedentes y ala instalación del concepto de "alianza estraté­ gica" indispensable para ampliar las fronteras del desarro­ llo nacional de cada uno de ellos. Aún juntos, Argentina y Brasil, no pueden cambiar el mundo de asimetrías, inestabilidad e injusticia que habi­ tamos pero tienen una capacidad decisiva para estar, en ese mundo, parados en sus propios recursos, ejerciendo la soberanía y, desde allí, en efecto, contribuir a la defensa de los intereses del género humano en el orden global. EL EMPRESARIO ARGENTINO I 89

Los tres planos de la integración.

La integración de Argentina y Brasil se despliega en tres planos: las políticas internas, las reglas del Juego de la integración y la proyección conjunta hacia el resto del mundo. Detengámonos, brevemente, en cada uno de estos tres planos. Las políticas internas. El avance de la integración depende, en gran medida, de cuestiones que solo tienen resolución dentro de cada espacio nacional y son inde­ legables a la esfera bilateral y regional. Tales, por ejem­ plo, las políticas sociales, para elevar el nivel de vida y, las macroeconómicas, para abrir espacios de rentabilidad que fortalecen la competitividad e impulsan la inversión y el empleo. Cuanto más exitosas sean las políticas internas de desarrollo e inclusión social, más amplias son las fronteras de la integración. La calidad de las políticas públicas depende de la forta­ leza de la densidad nacional. Esto es una responsabilidad propia e indelegable de cada país. Cuanto más sólida sea la de Argentina y Brasil, mayor la posibilidad de construir juntos el sendero de la integración y más amplias las opor­ tunidades para los empresarios de ambos países. Las reglas del juego. La integración es útil en cuanto ins­ trumento para impulsar el desarrollo nacional y fortale­ cer la posición en el escenario global. Sus reglas del juego deben ser, por lo tanto, consistentes con tal objetivo y dis­ tribuir, con equidad, los beneficios de la aplicación de la ciencia y la tecnología, es decir, del desarrollo. Esto implica la formación de economías nacionales integradas y abier­ tas, relacionadas entre sí y con el orden mundial, a través 901 ALDO FERRER

de la división internacional del trabajo basada en la especialización intraindustrial. Por lo tanto, las reglas del juego de la integración deben ser compatibles con el desarrollo el Brasil y la Argentina. Lo mismo es válido para la integra­ ción más amplia en el Mercosur y el espacio sudamericano. Es preciso, entonces, tomar nota de la situación particu­ lar de cada uno y de la naturaleza de la relación, entre dos países vecinos, con una importante asimetría de dimen­ sión y nivel de desarrollo, en algunos sectores. Aclarar estas cuestiones es vital para el futuro de la integración. La clave del éxito de la integración no radica en la delega­ ción de soberanía a órganos supranacionales bilaterales o comunitarios. La experiencia de la Unión Europea alcanza para demostrar cómo la cesión de soberanía a manos del Banco Central Europeo (BCE) y a las reglas macroeconómicas fijadas en el tratado de Maastricht, termina subor­ dinando a las partes más débiles al poder hegemónico de los más fuertes. La integración de Argentina y Brasil y, más allá, en el Mercosur y el espacio de América del Sur, no radica en la cesión de soberanía sino en la construcción solidaria de la que nos falta en la ciencia y la tecnología, el desarrollo industrial y la inclusión social. En materia finan­ ciera, en tiempos recientes, se han dado pasos positivos en tal sentido, a través del desendeudamiento externo, la acu­ mulación de reservas internacionales y los controles de los capitales especulativos. La integración consiste entonces en la complementación de las soberanías nacionales a tra­ vés de reglas adecuadas de la integración. La adecuación de las reglas del juego de la integra­ ción para responder a las asimetrías y a los cambios en las realidades nacionales es imprescindible para el éxito de la integración. De allí la vigencia de reglas graduales, flexibles y equilibradas, como fueron establecidas en los EL EMPRESARIO ARGENTINO I 91

acuerdos de integración bilateral durante los gobiernos de Alfonsín y Sarney. Si la integración se concibe como una combinación virtuosa de fuerzas del mercado y políticas públicas, esas reglas revelan la lucidez de las dirigencias para preservar el objetivo estratégico, reconociendo los problemas propios y el cambio de las circunstancias internas de los dos países. Es claro que las adaptaciones no pueden ser discrecio­ nales y deben surgir de negociaciones entre las partes, para preservar la máxima estabilidad y previsibilidad posibles de las normas. Esto es indispensable para fortalecer la competencia en el mercado ampliado y la competitividad sistémica de las producciones nacionales de bienes transables, en el mercado regional y el resto del mundo. Pero un sistema inflexible, si entra en conflicto con objetivos irrenunciables de los países, se rompe. Otra cuestión que influye pero no determina la natura­ leza de la relación bilateral es la asimetría en la dimensión de las dos economías. El factor fundamental que caracteriza la división del trabajo y el conjunto de las relaciones entre economías, con tales asimetrías, es la estructura produc­ tiva comparada, no la dimensión. En Europa, por ejemplo, Suecia y Alemania, son países cercanos y el primero, pese a su menor tamaño, es un país plenamente desarrollado, que mantiene una relación simétrica no periférica con Ale­ mania. En el caso de los países emergentes de Asia, como la República de Corea, Taiwan y Malasia, la vecindad con dos gigantes, como India y China, no es obstáculo alguno al pleno desarrollo industrial y tecnológico de los mismos. En consecuencia, las diferencias actuales de dimen­ sión de las economías, no debe inducir a la suposición de que el destino de la relación bilateral es reproducir, en el espacio regional, una relación centro-periferia, entre un 92 I ALDO FERRER

Brasil industrial y una Argentina principalmente provee­ dora de alimentos y materias primas. Esto debilitaría la importancia de Argentina para Brasil, como aliado estraté­ gico, porque el mejor socio es el plenamente desarrollado. Si así fuera, perdería sentido el significado de la integra­ ción como instrumento del desarrollo argentino pero, en tal caso, la responsabilidad no sería, como no lo fue en el pasado, del Brasil, sino consecuencia de nuestra propia incapacidad de consolidar la densidad nacional y trazar un rumbo eficaz del desarrollo argentino. En realidad, contar en paz con un gran vecino (como es para Argentina, el caso del Brasil, con el cual comparte, además, la misma matriz histórica y cultural), es un activo fundamental de nuestro propio desarrollo. Para estos fines, es preciso enfrentar las asimetrías observables en las estructuras productivas de los dos países, fundadas en la desindustrialización relativa argentina durante la hegemo­ nía neoliberal. Tenemos así por delante el desafío de construir una relación viable, mutuamente conveniente, para lo cual Argentina tiene que ampliar y profundizar su desarro­ llo industrial y tecnológico, integrar las cadenas de valor de la producción primaria con la participación creciente de componentes provenientes de nuestro propio acervo, impulsar el protagonismo de las empresas argentinas y, en este escenario, generar una dinámica de integración entre empresas de ambos países y de cadenas de valor binacionales y el acceso conjunto a los mercados inter­ nacionales. La proyección hacia el resto del mundo. La integración de Argentina y Brasil debe proyectarse necesariamente al Mercosur y el espacio sudamericano. Como dice Marco EL EMPRESARIO ARGENTINO I 93

Aurelio García, la relación de Argentina y Brasil no es toda la integración de América del Sur pero, sin ella, esta última no es concebible. Debe atenderse, en particular, a través de acciones conjuntas, el desarrollo de los países hermanos de menor tamaño y desarrollo. Esta solidaridad hacia afuera, cons­ truye también la solidaridad hacia adentro argentino-bra­ sileña. La programación del desarrollo industrial en áreas importantes como, por ejemplo, celulosa y papel, es una forma de vincular los intereses de los países miembros del Mercosur. Si, por ejemplo, hubiéramos desplegado esta posibilidad a tiempo, nos habríamos ahorrado los dolores de cabeza de Argentina y Uruguay, provocados por las ins­ talaciones de la pastera de Fray Bentos. La alianza estratégica se proyecta también al escenario global a través de la concertación de posiciones conjun­ tas en los foros multilaterales como el G20, OMC, FMI y las negociaciones con Estados Unidos, la Unión Europea y las potencias emergentes en la cuenca de Océano Pacífico y, también, en cuestiones críticas como las de seguridad, protección del medio ambiente, emergencias sanitarias y la lucha contra el narcotráfico. La emergencia de China y otros nuevos centros diná­ micos en la economía mundial es un hecho positivo por­ que amplía las fronteras de la proyección internacional de Argentina y Brasil. Pero plantea, al mismo tiempo, el riesgo de reactivar el antiguo modelo centro-periferia que, en el pasado, postergó nuestro desarrollo tecnoló­ gico e industrial y lo subordinó a la situación de provee­ dor de productos primarios e importador de manufac­ turas y capitales. La estrategia conjunta de Argentina y Brasil frente a la nueva geografía de la economía mun­ dial, resultante de la emergencia de China y otros países 941 ALDO FERRER

de Asia, es necesaria para evitar una renovada subordi­ nación periférica. La convergencia de los tres planos de la integración No existe una secuencia cronológica entre las tres esferas de la integración de Argentina y Brasil. Es necesario avanzar, simultáneamente, en todas ellas. Es decir, construir, a par­ tir de la fortaleza de las densidades nacionales, una densi­ dad bilateral, mercosureña y sudamericana, fundada en la inclusión social, la eficacia de los liderazgos, la consolida­ ción de la democracia y el pensamiento crítico. Cada país tiene la globalización que se merece en virtud de la forta­ leza de su densidad nacional. Cuanto más se consoliden las situaciones nacionales, más fluidos serán los intercambios, cuanto más flexibles y realistas las normas, mejores serán las respuestas frente a los cambios en las situaciones nacionales y, finalmente, cuanto más solidaria sea la proyección conjunta en el esce­ nario global, más libertad de maniobra tendrán las políti­ cas nacionales, bilaterales y regionales. La integración inconclusa Las relaciones actuales de Argentina y Brasil son las mejo­ res de nuestra historia. Existe una confianza recíproca que disolvió la antigua disputa hegemónica, heredada del período colonial. El retorno simultáneo a la democracia, permitió resolver problemas pendientes, en primer lugar, los temores recíprocos sobre la cuestión nuclear, elimina­ dos definitivamente por el acuerdo Alfonsín Sarney. Ambos países comparten actualmente objetivos que pueden definirse como "nacionales y populares" con ras­ gos comunes. A saber: EL EMPRESARIO ARGENTINO I 95

*Reclamo social: la pobreza y la exclusión social son rasgos dominantes de la formación histórica de nuestros países, crecientemente intolerables. En consecuencia, el reclamo por la justicia social es una demanda imperativa en el sistema político y la búsqueda del apoyo de los secto­ res de menores ingresos. *Reafirmación de la soberanía: Se trata de posicionarse en el orden global, a partir de la defensa de los intereses nacio­ nales y de valores universales del género humano, sin some­ timiento a los centros de poder internacional. En las pala­ bras de Celso Amorim, una política exterior "activa y altiva” ^Protagonismo del Estado: las políticas públicas asumen una responsabilidad principal en el comportamiento de la economía, la promoción del desarrollo y la distribución del ingreso. La transformación de la estructura productiva y su industrialización como, así también, el desendeudamiento y la autonomía financiera, constituyen objetivos principa­ les. En este, como en los dos objetivos anteriores, el plan­ teo implica un rechazo frontal al paradigma neoliberal. ^Prioridad de la integración de América del Sur. Hace tiempo, Helio Jaguaribe planteó que la convergencia de México hacia el epicentro norteamericano, quitó significa­ ción al concepto de América Latina, como proyecto polí­ tico compartido. Este tiene lugar, actualmente, en el espa­ cio de América del Sur. De allí, la convergencia de ambos países en la creación de la UNASUR, la CELAC y el impulso al MERCOSUR. Pese a estas convergencias fundamentales en la relación bilateral y la integración de América del Sur, más allá del notable acercamiento político, subsiste la debilidad de las fuerzas impulsoras de la integración económica. No se ha logrado, como pretendían los acuerdos bilaterales Alfonsín Sarney, formar cadenas regionales de valor en los sectores 96 I ALDO FERRER

dinámicos, como bienes de capital y las tecnologías de la información y comunicación. La integración que existe, en la cadena automotriz, está confinada en filiales de empre­ sas extranjeras y subordinada a la estrategia de sus casas matrices. De allí, por ejemplo, el déficit de ambos países en el comercio de autopartes y la imposibilidad de participar, dentro de la cadena transnacional de valor, en los segmen­ tos, de mayor contenido tecnológico. Argentina y Brasil podrían establecer, operando en la frontera tecnológica, una gran empresa automotriz, con capitales y conducción regionales, para integrar, hacia adentro, la cadena de valor y proyectarla al mercado mundial. En este mismo escenario, son importantes pero insufi­ cientes, los avances en el desarrollo de la infraestructura, de transportes, comunicaciones y energía y los proyectos para vincular los respectivos sistemas nacionales de cien­ cia y tecnología. ¿En cuál de los tres planos de la relación argentino bra­ sileña, descansa la debilidad de la integración económica? No es en las reglas del juego de la relación bilateral y den­ tro del MERCOSUR ni, tampoco, en el relacionamiento con el resto del mundo. Esa debilidad es un reflejo de los pro­ blemas del desarrollo nacional de nuestros países. Es claro que, aún en este escenario, son posibles acciones conver­ gentes, por ejemplo, en el desarrollo de la infraestructura y la cooperación científica. Pero lo esencial radica en la for­ mación de cadenas regionales de valor, de empresas nacio­ nales y regionales, asentadas en los sectores industriales dinámicos como el automotriz, los bienes de capital y las tecnologías de la información y la comunicación. El indispensable impulso “nacional y popular" de ambos gobiernos, ha producido resultados notables en el campo social y en la capacidad del Estado para defender la sobera­ EL EMPRESARIO ARGENTINO I 97

nía, pero insuficientes en la transformación de la estructura productiva y el desarrollo económico. Ambos países vuelven a sufrir la "enfermedad holandesa" de la apreciación del tipo de cambio. La valorización de los recursos naturales, por la demanda de Asia de alimentos y materias primas, nos ame­ naza con la reprimarización, el subdesarrollo industrial y el establecimiento de una relación subordinada, centro perife­ ria, con China y las economías emergentes de Oriente. Ambos países enfrentan dilemas no resueltos, incertidumbres y desequilibrios, que complican el escenario macroeconómico y debilitan el proceso de acumulación inherente al desarrollo. No han consolidado, todavía, regí­ menes macroeconómicos capaces de impulsar la inversión privada y el proceso innovativo, vincular la estabilidad de los precios con el crecimiento, abrir espacios de rentabili­ dad atractivos (en primer lugar, en los sectores dinámicos) para la expansión de los empresarios nacionales y regio­ nales, afianzar la solidez de las políticas públicas sobre la base de regímenes impositivos equitativos y de gastos focalizados en la equidad, el incentivo a la inversión y la tecnología, en un contexto de equilibrio fiscal, regímenes monetarios movilizadores del ahorro a los fines del desa­ rrollo y blindados frente a las amenazas de la especulación financiera del orden global. Los proyectos "nacionales y populares" que prevalecen actualmente en nuestros países, tienen aún pendiente la concepción y ejecución de políticas disparadoras del desa­ rrollo. El mismo es imposible sin inclusión social pero esta, tiene posibilidades escasas, sin desarrollo. En conclusión, el avance de la integración económica de la alianza estratégica Argentina Brasil, depende, en primer lugar, del éxito de las políticas nacionales de desarrollo de nuestros países.

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CONCLUSIONES El futuro del empresario argentino

Un país que se propone objetivos nacionales y populares enfrenta el desafío de incorporar al empresario argentino al proceso de crecimiento, con inclusión social. Las pequeñas y medianas empresas son protagonistas fundamentales, por su participación en las cadenas de valor, la generación de empleo, la incorporación de la ciencia y la tecnología y su amplitud territorial y raíces en la sociedad. En numerosas actividades, la revolución tecnológica contemporánea ha eliminado las economías de escala, habilitando a las PYMES a operar con los conocimientos de frontera. Es el caso, por ejemplo, del sector del software, que en los últimos años cre­ ció en términos de producción, exportaciones y empleo muy por encima de la media nacional. El indispensable control de las posiciones dominantes de los mayores grupos econó­ micos, en diversos mercados, no excluye su convocatoria a participar en la transformación de la economía. El Estado tiene una responsabilidad fundamental en la construcción del empresario argentino. Las políticas públi­ cas configuran los espacios de rentabilidad que atraen la inversión, incentivan el cambio técnico y determinan la asignación de los recursos. Si el Estado ejecuta una polí­ tica neoliberal, se acrecienta la especulación, consolida la estructura preindustrial y, por lo tanto, esteriliza el poten­ cial transformador de la empresa privada. EL EMPRESARIO ARGENTINO I 101

El Estado debe asegurar la solidez de la macroeconomía y afirmar el convencimiento que el lugar más rentable y seguro, para invertir el ahorro y desplegar el talento dispo­ nible, es la Argentina. Es también indispensable la solidez del proyecto nacional de desarrollo, orientado a formar una economía industrial, integrada y abierta, inclusiva de todo el territorio, asentada en una amplia base de recursos natura­ les e inserta, en el orden mundial, como titular de su propio destino. Sobre estas bases, es necesario, mantener un diá­ logo permanente entre el Estado y la sociedad civil, inclu­ yendo a las organizaciones representativas de los diversos componentes del empresariado. El Congreso es el ámbito natural para el tratamiento político de estas cuestiones fundamentales. No siempre cumple con esa función. Por ejemplo, una de las comisiones principales de la Cámara de Diputados, la de Industria, se reunió una sola vez en 2013. Las tensiones que genera una política de inspiración nacional y popular y, por lo tanto, transformadora de las relaciones económicas y sociales, genera el riesgo que se mal interprete la naturaleza de los problemas a resolver. Supo­ ner por ejemplo, que el aumento de precios es consecuencia de maniobras de los especuladores, sin tomar en cuenta la influencia de los desequilibrios macroeconómicos, gene­ rados por la propia política económica. Lo mismo sucede con las turbulencias en el mercado de cambios, donde la especulación siempre existe, pero solo es desestabilizadora, cuando la economía real genera insuficiencia de divisas. La estructura de los mercados y las posiciones domi­ nantes existen con estabilidad, inflación moderada o alta inflación, incluyendo la hiper. Lo que determina el com­ portamiento de los mismos actores en distintos escenarios, es el contexto macroeconómico determinado por la polí­ tica económica. Golpes posibles de mercado y pescadores 102 I ALDO FERRER

en río revuelto siempre existen, lo importante es evitar que el rio esté revuelto. Es indispensable la precisión en el diag­ nóstico de la causa de los problemas, para evitar confron­ taciones innecesarias entre las esferas pública y privada. La transformación debe proponerse la redistribución progresiva de la riqueza y el ingreso y, al mismo tiempo, atender a las condiciones del desarrollo en una economía de mercado. Es inconcebible la justicia social en el marco del subdesarrollo y la pobreza. Cuando prevalecen des­ equilibrios macroeconómicos y ausencia de crecimiento, las tensiones distributivas agudizan el conflicto social y pueden culminar en el retorno de las políticas neoliberales. El desorden es el peor enemigo de las políticas de transfor­ mación y los propios errores, más que los obstáculos plan­ teados por los beneficiarios de la vieja estructura, la causa principal de las frustraciones. Cuando los sectores retarda­ tarios tienen capacidad de impedir la transformación, es por la debilidad del campo nacional y/o porque ha fallado la estrategia política de la transformación. Es preciso tener claro que la línea divisoria de las aguas, entre la transfor­ mación y el pasado, pasa por las alternativas desarrollo o subdesarrollo, soberanía o dependencia. La remoción de la restricción externa, por la vía del equi­ librio del comercio de MOI, define el futuro de la economía argentina y su inserción en el orden mundial. Es posible, a través del aumento de los excedentes de la producción pri­ maria y el autoabastecimiento energético, extender el límite del crecimiento de la estructura productiva desequilibrada. Es decir, cuanto mayor sea el SPP mayor el déficit posible del comercio de MOI y, por lo tanto, dentro de la actual estruc­ tura productiva desequilibrada, del crecimiento de la indus­ tria y la economía argentina. Pero, en ese caso, subsistiría una economía incapaz de incorporar plenamente la ciencia

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y la tecnología, como impulsores fundamentales del desa­ rrollo y de la inserción simétrica, no subordinada, en el orden mundial. La remoción del DMOI, es el principal aporte a la remoción de la restricción externa y la elevación de la tasa de crecimiento, en condiciones de equilibrio externo. Al mismo tiempo, es reveladora de la existencia de un sistema plena­ mente capaz de ser protagonista en el incesante avance del conocimiento y de su impacto en el desarrollo económico, la organización social y del estilo de inserción en el orden global. La condición necesaria de la remoción de la restric­ ción externa, es la misma del desarrollo económico y social. Vale decir, la fortaleza de la densidad nacional. La incorporación de las industrias en las fronteras del conocimiento y el consecuente equilibrio en el comercio de manufacturas de alto contenido tecnológico y valor agregado, provocaría un cambio radical en el comporta­ miento de la economía argentina. Eliminaría la restricción externa y el ciclo de contención y arranque, vinculado a la insuficiencia de la capacidad de pagos externos para soste­ ner el crecimiento de la actividad económica en niveles de pleno empleo. Esta transformación del comercio exterior argentino y, además, el autoabastecimiento energético, elimanaría el DMOI/E, liberaría los excedentes generados por el SPP. Los mismos subsistirán por la extraordinaria dotación de recursos naturales y el impacto del progreso técnico sobre el agro, en el contexto de un mercado mundial deman­ dante de alimentos y materias primas. En tal caso, surgiría un elevado superávit en el balance comercial y la cuenta corriente del balance de pagos, con crecimiento de la inversión, la producción y el empleo. El aumento de la capacidad de pagos externos permitiría aumentar las reservas internacionales y cumplir sin sobre­

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saltos los servicios de la deuda externa. Eliminado el ciclo de contención- arranque, la economía podría entrar en un sendero de crecimiento de largo plazo y contaría con los medios para enfrentar las variaciones de la economía inter­ nacional. Estos hechos fortalecerían la libertad de manio­ bra de la política económica y el ejercicio de la soberanía, para que el país despliegue su desarrollo en el orden global. Asimismo, la mayor capacidad de pagos externos per­ mitiría aumentar las importaciones de todo tipo de bienes y servicios, dentro de un sistema de inserción, en la divi­ sión internacional del trabajo, fundado en la especialización en bienes no sectores, es decir, intraindustrial. Se configura así una estructura productiva más inte­ grada hacia adentro y más abierta hacia afuera. La misma constituye la econom ía industrial integrada y abierta, que caracteriza a las economías avanzadas y es la culminación de la transformación de las economías emergentes. Esta es la única estructura productiva compatible con el prota­ gonismo del empresario argentino, la incesante incorpora­ ción, de conocimiento y la innovación, en el tejido econó­ mico y social y con la existencia de una relación simétrica, no subordinada, con el orden mundial. Dentro de la estruc­ tura productiva subindustrializada, es imposible el protago­ nismo del empresario argentino y la existencia de un sistema nacional de ciencia y tecnología, de la amplitud y escala necesarias para copiar, adaptar e innovar, en los confines del conocimiento y los sectores productivos de frontera. El pleno desarrollo industrial del país resolvería definiti­ vamente el falso dilema campo industria, integrando, la pro­ ducción de manufacturas complejas con cadenas de valor agroindustriales, en las cuales, aumenta la participación de actores, tecnología e insumos argentinos. A través de sus exportaciones de MOI, la industria se autoabastecería de EL EMPRESARIO ARGENTINO I 105

las divisas necesarias para su funcionamiento y dejaría de depender del SPP. Actualmente, la industria depende del campo pero, el futuro del campo, depende de la industria. Desaparecería la necesidad de operar con tipos de cambio diferenciales para el campo y la industria, destinados a com­ pensar las consecuencias, en las palabras Marcelo Diamand, de la "estructura productiva desequilibrada" Es decir, serían innecesarias las "retenciones" y se operaría, con un solo tipo de cambio, para toda la producción argentina sujeta a la competencia internacional. Esto fortalecería las relaciones del empresario argentino de la industria y el campo. En el marco de la economía industrial integrada y abierta es posible, asimismo, el desarrollo del empresario argentino en todas las regiones del territorio patrio y erradicar las asi­ metrías históricas que caracterizan la geografía económica y social del país. Es, asimismo, el escenario propicio para establecer una nueva relación con las filiales de empre­ sas extranjeras. Como sucede en China y los otros países emergentes de Asia, es preciso orientar la inversión privada extranjera a la apertura de nuevos mercados, la innovación y la participación en los segmentos de mayor densidad tec­ nológica de las cadenas transnacionales de valor. En resumen, en un mundo multipolar, en el cual, los mercados se multiplican y debilita la capacidad de los inte­ reses "céntricos" de organizar las relaciones internaciona­ les, el futuro del empresario argentino descansa esencial­ mente en la eficacia de la política económica del Estado nacional argentino y su capacidad de generar las sinergias de las esferas privada y pública. Sinergias en la gestión del conocimiento, la generación de empleo de calidad e inclu­ sión social, la movilización de los recursos disponibles, la transformación de la estructura productiva, la integración del territorio y la proyección al mercado internacional.

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SIGLAS

Conceptos: FBI: producto bruto interno ISI: industrialización sustitutiva de importaciones MOI: manufacturas de origen industrial DMOI: déficit del comercio de MOI DMOI/E: déficit de MOI y energía SPP: superávit del comercio de la producción primaria FX: mercado de cambios Organizaciones: CGE: Confederación General Económica UOM: Unión Obrera Metalúrgica ADIMRA: Asociación de la Industria Metalúrgica de la República Argentina. INVAP: Investigación Aplicada. Sociedad del Estado FMI: Fondo Monetario Internacional BM: Banco Mundial OMC: Organización Mundial de Comercio GATT: Acuerdo General da Tarifas y Comercio G 7: grupo de países industriales integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido. EL EMPRESARIO ARGENTINO I 109

G20: grupo de países integrado por G 7, Rusia, once países emergentes (incluyendo China y Argentina) y la Unión Europea. BNDES: Banco Nacional de Desenvolvimento YPF: Yacimientos Petrolíferos Fiscales OECD: Organización Económica de Cooperación y Desarrollo BCRA: Banco Central de la República Argentina UNASUR: Unión de Naciones Suramericanas CELAC: Comunidad de Naciones Latinoamericanas y el Caribe. MERCOSUR: Mercado Común del Sur BRIC: grupo de países integrado por China, India, Brasil, África del Sur y Rusia UNCTAD: Conferencia de las Naciones Unidas de Comercio y Desarrollo.

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índice

Introducción

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PRIMERA PARTE El empresario argentino y el contexto nacional I. La formación histórica del empresario argentino II. Construcción del empresario argentino III. La restricción externa IV. La reaparición del Estado nacional

15 17 25 33 41

SEGUNDA PARTE El empresario argentino y la globalización V. La nueva geografía de la economía mundial VI. Problemas contemporáneos de la globalización VII. La relación Argentina Brasil

57 59 67 83

CONCLUSIONES El futuro del empresario argentino

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Siglas

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