El Concilio Plenario de América Latina: Roma 1899 9783964565051

Estudio sobre este Concilio que se considera como el inicio de la identidad de la Iglesia latinoamericana. El volumen si

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Spanish; Castilian Pages 204 [208] Year 2002

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El Concilio Plenario de América Latina: Roma 1899
 9783964565051

Table of contents :
Indice
Abreviaturas
Introducción
Capítulo 1. La Iglesia en América Latina a fines del siglo xix
Capítulo 2. Preparación del Concilio Plenario de América Latina
Capítulo 3. La celebración del Concilio Plenario de América Latina
Capítulo 4. Análisis de los documentos conciliares
Participantes más destacados en el Concilio Plenario de América Latina
Anexo documental
Fuentes y bibliografía

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Antón M. Pazos y Diego R. Piccardo

El Concilio Plenario de América Latina. Roma 1899

ACTA COLONIENSIA Estudios Ibéricos y Latinoamericanos Editores: Hans-Jürgen Prien y Michael Zeuske I:

Religiosidad e Historiografía: La irrupción del pluralismo religioso en América Latina y su elaboración metódica en la historiografía. Actas del Simposio Internacional: "Religiosidad e Historiografía: la irrupción del pluralismo religioso en América Latina y su elaboración metódica en la historiografía», del 15 al 16 de noviembre de 1996 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

II:

Regiones europeas y Latinoamericanas (siglos XVIII y xix). Actas del Simposio Internacional: "Regiones europeas y Latinoamérica (siglos XVIII y x i x ) " , del 16 al 17 de diciembre de 1995 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

III:

Interethnische Beziehungen in der Geschichte Lateinamerikas. Akten des Symposiums: "Interethnische Begegnungen, Konflikte und Probleme in der Geschichte Lateinamerikas seit 1492", vom 28. und 29. November 1997 an der Iberischen und Lateinamerikanischen Abteilung des Historischen Seminars der Universität zu Köln.

IV:

Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en América hispánica. Actas del Simposio Internacional: "Beneméritos, aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras sociales de las capas altas urbanas en Iberoamérica colonial", del 4 al 6 de diciembre de 1998 en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia.

V:

Das Evangelium im Abendland und in der Neuen Welt. Studien zu Theologie, Gesellschaft und Geschichte Zum 65. Geburtstag des Autors hrsg. v. HansMartin Barth und Michael Zeuske.

Antón M. Pazos y Diego R. Piccardo

El Concilio Plenario de América Latina. Roma 1899

Vervuert • Iberoamericana • 2002

Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme £1 Concilio Plenario de América Latina. Roma 1899 Madrid : Iberoamericana; Frankfurt am Main : Vervuert, 2002 (Acta Coloniensia ; Vol.6) ISBN 84-8489-053-8 (Iberoamericana) ISBN 3-89354-196-9 (Vervuert) Dep. Legal: M. 31.514-2002 © Iberoamericana, Madrid 2002 ©Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 2002 Reservados todos los derechos Diseño de portada: Michael Ackermann Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en España Imprenta Fareso, S. A.

Indice

Abreviaturas

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Introducción

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Importancia del Concilio Plenario de América Latina 12 Las fuentes para el estudio del Concilio Plenario de América Latina 13 Desarrollo de las investigaciones sobre el Concilio Plenario de América Latina ..14 Agradecimientos 19 Capítulo 1. La Iglesia en América Latina a fines del siglo xix 1.1. La organización territorial 1.2. El pueblo fiel 1.3. La organización eclesiástica: clero, religiosos y obispos 1.4. La Iglesia y los Estados 1.5. Las amenazas a la hegemonía católica: protestantes, masones, positivistas 1.6. La acción romana en América Latina 1.7. La visión de América Latina en la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios Capítulo 2. Preparación del Concilio Plenario de América Latina

21 21 26 27 38 ..42 47 51 63

2.1 Génesis de un concilio general latinoamericano 64 2.2 Discusión de un posible concilio latinoamericano en la S. C. del Concilio ..67 2.3 La congregación particular del 11 de junio de 1894 de la S. C. degli Affari Ecclesiastici Straordinari 70 2.4 El iter del Plenario dirigido por la Comisión Especial de Cardenales de 1894 77 2.5. La actividad de la Comisión de Consultores 78 2.6. Valoración de la Comisión especial de Cardenales 82 2.7. Actuación de la segunda Comisión reducida de Consultores 83 2.8. Trayectoria del Schema decretorum romano 84 2.9. Recepción de las Observationes episcoporum en Roma y convocatoria del concilio 86

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2.10. Reuniones finales de la Comisión Especial de Cardenales y convocatoria del Plenario

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2.11. L a s reuniones episcopales en América

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C a p í t u l o 3. L a celebración del Concilio P l e n a r i o d e A m é r i c a L a t i n a

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3.1. Breve resumen de la preparación material y de la llegada de los obispos al Colegio Pío Latinoamericano

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3.2. L a s asambleas conciliares

97

3.3. L a audiencia final con L e ó n X I I I

130

3.4. Síntesis de las sesiones

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C a p í t u l o 4. A n á l i s i s d e los d o c u m e n t o s conciliares

135

4.1. Después del Concilio: Revisión, publicación y promulgación de las Actas y decretos del Concilio

135

4.2. Manifestaciones de la aplicación del Concilio en algunos países

139

4.3. Consideraciones teológico-canónicas

143

Participantes m á s d e s t a c a d o s en el Concilio P l e n a r i o d e A m é r i c a L a t i n a

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Anexo documental

163

Documento n°. 1.- Carta de mons. Casanova, arzobispo de Santiago de Chile a León XIII sugiriéndole la celebración de un concilio general para América Latina. 25.X.1888 163 Documento n°. 2 - Circular del cardenal Rampolla, Secretario de Estado a los arzobispos de América Latina sobre la convninecia de un posible concilio. 18.111.1889 166 Documento n°. 3.- Borrador de la carta del cardenal Rampolla a mons. Casanova, en la que agradece su propuesta de celebrar un concilio plenario para América Latina. 18.11.1889 168 Documento n°. 4.- Borrador de la carta del cardenal Rampolla al canonista chileno Rafael Fernández Concha proponiéndole que elabore un Schema decretorum para un posible concilio latinoamericano. 5.III.1890 169 Documento n°. 5.- Respuesta del canonista chileno Rafael Fernández Concha, aceptando el encargo de elaborar un esquema de decretos para el futuro Concilio Plenario de América Latina. 4.X.1890

169

Documento n°. 6.- Acta de la Sesión 731 de 11 de junio de 1894 de la S. C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios sobre la posible celebración de un concilio plenario para América Latina y otras medidas de mejora. 11.VI.1894 170

INDICE DE PERSONAS Y L U G A R E S

7

Documento n°. 7.- Borrador de notificación a los cardenales que formaron parte de la Comisión Especial de Cardenales para la preparación del Concilio Plenario de América Latina. 13.VI.1894 173 Documento n°. 8.- Esquema de encíclica para América Latina, según lo acordado en la reunión de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios de 11 de junio de 1894. 1894 173 Documento n°. 9.- Introducción a la ponencia de diciembre de 1894 sobre el futuro concilio, que recoge las directrices a los consultores y juzga, entre otros asuntos, sobre el 174 Schema decretorum de Fernández Concha. X.1894 Documento n°. 10.- Carta de mons. Cavagnis, pro-secretario de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, al P. Llevaneras con directrices sobre el Schema decretorum para el futuro Concilio Plenario de América Latina. 1895 ..179 Documento n°. 11.- Schema decretorum para el Concilio Plenario de América Latina elaborado por el P.José de Calasanz de Llevaneras. 1895

180

Documento n°. 12.- Observaciones generales de la comisión especial de cardenales al Schema decretorum del futuro Concilio Plenario de América Latina. 1896-1897 182 Documento n°. 13.- Introducción a la ponencia Observationes Episcoporum in Schema Decretorum pro Concilio Plenario Americae Latinae. Notanda in observationes. 1898

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Fuentes y bibliografía

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Abreviaturas

AAQj= Archivo del Arzobispado de Quito. Actas = Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina celebrado en Roma el Año del Señor de MDCCCXCIX. Traducción oficial, Tipografía Vaticana, Roma 1906. Ed. facsímil en Pontificia Commissio pro America Latina, Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Librería Editrice Vaticana, Roma 1999. AES = Archivo de la Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari. ASV = Archivio Segreto Vaticano. Cidoc = Cidoc Collection. The History of Religiosity in Latin America, 1830-1970 on microfiche, Inter Documentation Company AG. f. = folio. fas. = fascicolo. ff. = folios. Ob 98 = Observadones Episcoporum in Schema Decretorum pro Concilio Plenario Americae Latinae, Notanda in Observadones, Novembris 1898, en AES, America, 1898-1899, pos. 96, fas. 68. Ob 99 = Observadones Episcoporum in Schema Decretorum pro Concilio Plenario Americae Latinae, Notanda Consultoris, Typis Vaticanis, Romae 1899, en AES, America, 1898-1899, pos. 96, fas. 69. pos. = positìo. PS 1. = America Latina. Ponenza Stampata sulle condizioni politico-religiose delle Republiche Americane del Centro e del Sud, I, Maggio 1894, en AES, America, 1894-1895, pos. 61, fas. 6-9. PS 2. = America Latina. Ponenza Stampata sulle condizioni politico-religiose delle Republiche Americane del Centro e del Sud, II, Dicembre 1894, en AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas. 17. r. = recto.

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S. C. = Sagrada Congregación. SDP = Concilium Plenarium Americae Latinae, Schema Decretorum Praeliminariorurn et Normae Discussionum in Cmgregationilws, en AES, America, 1899, pos. 102, fas. 72. v. = vuelto. VAM = Visita Apostolica Messico (ASV).

Introducción

El Concilio Plenario de América Latina celebrado en Roma en 1899 se ha convertido hoy en un indudable punto de referencia que va más allá del interés de los especialistas, sean éstos del ámbito canónico o histórico. De hecho, puede decirse que hoy es visto como el comienzo de la identidad de la Iglesia latinoamericana y, quizá extrapolando algo, como uno de los hitos fundamentales para la construcción unitaria del continente. De todos modos, no hay que perder de vista que esta popularidad es reciente, de los últimos años, y en gran medida ha estado impulsada por el interés que algunos organismos eclesiásticos como el Celam o la Pontificia Comisión para América Latina le han dedicado. El interés por el Concilio tuvo mucho que ver con la celebración del centenario, en 1999, que dió relieve internacional al Plenario y fomentó los trabajos históricos sobre él. El centenario fue ocasión para reunir a la jerarquía latinoamericana y a numerosos historiadores europeos y americanos en el Vaticano en un simposio internacional sobre "Los últimos cien años de la Evangelización en América Latina". Las Actas1 recogen varios trabajos relacionados con el Plenario y son el mejor exponente del estado de la cuestión. También con ocasión del centenario se publicó una edición facsímil de las Actas conciliares2, con una larga introducción histórica que sintetiza los problemas que intentó resolver el Concilio e informa de su desarrollo y resultados3. Da una idea de la difusión —y de algún modo también el interés— del Plenario, el hecho de existir ahora no sólo una espléndida edición facsímil de las Actas sino también una edición digital en CD-Rom 4 y la posibilidad de consultar las Actas en texto libre en internet5.

1 Pontificia Comissio pro America Latina, Los Últimos Cien Años de la Evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de América Latina. Simposio Histórico. Ciudad del Vaticano, 21-25 de junio de 1999, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 2000. Pontificia Commissio pro America Latina, Acta et decreta Concilii Plenarii Americae Latinae in Urbe Celebrati Anno Dommi MDCCCXCIX. Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1999. Reproduce la edición bilingüe oficial de 1906, con la traducción al castellano realizada por Ignacio Montes de Oca, obispo de San Luis de Potosí.

Eduardo Cárdenas, S.I., El Concilio Plenario de la Amerita Latina, 28 de mayo-9 de julio de 1899, Introducción histórica, en Pontificia Commissio pro America Latina, Acta et decreta..., pp. [7]-[77]. 4 Pontificia Comisión para América Latina, Actas y Decretos del Concilio Plenario de la América Latina, Versión electrónica, V E Multimedios, Perú, 1999. http://www.multimedios.org/docs/d000021/index.html, (junio 2002).

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Realmente, pocos documentos —y pocos acontecimientos históricos— han pasado tan claramente y tan rápidamente de la discreta penumbra de la investigación aislada al brillo de una amplia difusión. Es de esperar que el impulso del centenario contribuya a nuevos trabajos y estudios. Importancia del Concilio Plenario de América Latina. Al margen de la mayor difusión que supuso el centenario, o de la tendencia actual a poner el Plenario en relación natural con las conferencias generales del episcopado latinoamericano, como si fuese la primera de ellas, es indudable que el Plenario tuvo en su momento una importancia mayor de la que reflejan los escasos estudios históricos realizados hasta hace una década. Probablemente la importancia real —y de ahí que no sea del todo erróneo relacionarlo con Rio de Janeiro, Medellín, Puebla o Santo Domingo, si se matiza convenientemente— fue remachar la unidad de América Latina desde el punto de vista eclesiástico. Puede decirse que la articulación del episcopado se hizo desde Roma y en gran medida por medio del Concilio Plenario de América Latina y de sus decretos. Hasta la reunión conciliar —como veremos al analizar los años de preparación— no había conciencia de unión entre el episcopado americano. En Roma, sin embargo, se deseaba claramente mantener la unidad heredada de la corona española, con la adición de Brasil a partir de 18906, en que se proclamó la república y se rompió el férreo sistema de patronato, tan perjudicial para la vida religiosa brasileña. Uno de los logros del Plenario fue precisamente abarcar toda América Latina, ya que hubo que forzar de algún modo a episcopados renuentes, como el mexicano, el brasileño o el francés haitiano. El otro logro indudable del concilio —también impulsado por Roma— fue establecer una unidad legislativa para todo el continente. La unidad de lengua y costumbres, según la visión romana, debía ir acompañada de la correspondiente unidad disciplinar, como se había vivido en las posesiones españolas de América durante siglos. De hecho, la traducción de las Actas conciliares del latín al castellano no tuvo otra finalidad que la de difundir eficazmente una especie de vademécum canónico válido para toda América Latina. En la práctica, los concilios nacionales o provinciales posteriores recordaron la obligación de todo párroco de conservar un ejemplar de las actas conciliares. Y los obispos, al hacer la visita pastoral, debían comprobar si se cumplía. Otra cosa era que los párrocos consultasen las Actas o que la visita pastoral fuese una realidad frecuente. Pero la referencia normativa quedó establecida con el Plenario. Quizá su pronta sustitu6 En la carta programática que León XIII escribió a su nuevo Secretario de Estado, Mariano Rampolla, el Papa conectaba los países latinoamericanos con España y Portugal, dentro del mundo de las naciones católicas. De todos modos no era sino una declaración de intenciones, pero que manifestaba el interés romano en mantener la unidad continental.

INTRODUCCIÓN

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ción por el Código de Derecho Canónico de 19177 haya oscurecido el papel unificador de las Actas, y la falta de estudios locales hace difícil conocer su eficacia práctica, pero pensamos que no elimina la importancia del texto que fue durante casi dos décadas el venero canónico y disciplinar de todo el clero latinoamericano8. Las fuentes para el estudio del Concilio Plenario de América Latina. La escasez de trabajos monográficos globales sobre el Plenario hace que prácticamente todo nuevo estudio histórico deba apoyarse en fuentes inéditas. De hecho, la mayoría de los estudios recientes generales se basan en documentos vaticanos, tanto si tratan el conjunto del concilio como si se limitan a algún país, como es el caso de México9. Sólo recientemente se ha publicado algún estudio detallado basado en fuentes locales, como los archivos chilenos10 y es de desear que las nuevas investigaciones desarrollen precisamente la preparación del Plenario o su influencia, utilizando los archivos locales11. Nosotros hemos utilizado sobre todo las fuentes vaticanas, que recogen con todo detalle desde la primera noticia de un posible concilio latinoamericano hasta su terminación. El fondo más abundante —y el más sistemático sobre el concilioes el que se conserva en el Archivo de la Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari, transformada en 1967 en Consiglio per gli Affari Pubblici della Chiesa y suprimida en 1988, transferida a la Sección Segunda de la Secretaría de

De todos modos, el nuevo Código no eliminó radicalmente los cánones del Renano. Más aún, algunos trabajos recientes lo presentan como un precusor claro del C.I.C. del 17. Cfr. p. ej. Carmen J . Alejos, La recepción del Concilio Plenario de América Latina en el Código de Derecho Canónico de 1917, en Los Ultimos Cien Años..., pp. 422-427 o Mariano Sanz, La metodología del Concilio Plenario de América Latina, en Los Ultimos Cien Años..., pp. 1267-1284, especialmente 1280-1284 para la valoración canonistica. Sería muy útil tener, p. ej., datos sobre su uso en los seminarios y en las collationes o reuniones sacerdotales para estudiar cuestiones morales y litúrgicas , cuando las había. Parece lógico que fuese muy utilizado ya que, en principio, no había otro texto de referencia más autorizado ni más práctico que las Actas del Plenario. 9 Rómulo Eduardo Chávez Sánchez, La Iglesia en México hacia el Concilio Plenario latinoamericano (1896-1899), Excerpta ex Dissertatione ad Doctoratum in Facúltate Historiae Ecclesiasúcae Pontificiae Universitatis Gregorianae, Pontificia Università Gregoriana, Roma 1986. Utiliza fundamentalmente documentación del ASV, en concreto el fondo de la visita apostólica de Niccoli Averardi a México - q u e mencionamos más adelante—, aunque maneja también documentación de archivos mexicanos. 10 Como el de Misael Camus Ibacache, La preparatimi et la amuocation du Concile Plénier de l'Amérique Latine célébré à Rome en 1899, en "Revue d'Histoire Ecclesiastique", X C I I I (1998) 66-82. 11 Algo de esto ha empezado a verse con ocasión del Simposio Los Ultimos Cien Añas..., en que aparecen ya algunos trabajos monográficos sobre distintos países latinoamericanos. De todos modos, algunos son revisiones de estudios anteriores y casi ninguno usa los archivos locales para contrastar la influencia que tuvo el Plenario en la vida religiosa de las diócesis americanas.

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Estado12. También interesa la documentación del Archivo Secreto Vaticano, sobre todo la sección de nunciaturas de Secretaría de Estado, los spogli de cardenales que participaron en la preparación del concilio y algunos fondos peculiares, como el fondo Visita Apostolica Messico, que recoge los documentos de la misión del delegado apostólico Nicolà Averardi a fines del X I X . 1 3

Desarrollo de las investigaciones sobre el Concilio Plenario de América Latina. Si analizamos la bibliografía producida a lo largo de un siglo, desde que se reunió hasta hoy, podemos afirmar que el estudio histórico o canónico del Concilio Plenario de América Latina ha sido escaso, más escaso que otros concilios o sínodos europeos de menor importancia. Desde luego ha sido menos estudiado que algunos coetáneos con los que tuvo relación como los concilios de Baltimore —especialmente el tercero— en Estados Unidos. Además, puede afirmarse también que el análisis hecho en las últimas décadas es un tanto fragmentario y con grandes saltos cronológicos, ya que hay décadas en las que no se publicó nada. Lógicamente, en el momento de celebrarse y tras la publicación de los decretos, el Plenario tuvo una cierta difusión14, sobre todo en el ámbito del derecho canónico, en el que se destacó su importancia y sus aportaciones. No fue demasiado, sin embargo, y podría esperarse más, ya que el Concilio Plenario de

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Una síntesis histórica de la Congregación en Niccolò Del Re, La Curia Romana. Lineamenti Storico-Giuridici, Librería Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1998, pp. 428-434. Sobre el interés que tiene su archivo para América Latina vid. Lajos Pásztor, Archivio della Congregazione degli Affari Ecclesiatici Straordinari, en Guida delle fonti per la storia dell America Latina negli Archivi della Santa Sede e negli archivi ecdesiatià d'Italia, Archivio Vaticano, Città del Vaticano 1970, pp. 305-328. Sobre los documentos del archivo sobre el Plenario, vid. Tomislav Mrkonjic, O.F.M. Conv., Fonti archivistiche per lo studio del Concilio Plenario dellAmerica pp. 1047-1062. 13 . Latina, .en Los Ultimos Cien Años..., . . . , .

Inicialmente fue enviado para intentar establecer relaciones diplomáticas con la República de México, algo que parecía posible dada la actitud tolerante de Porfirio Díaz. No se lograron y, dentro del tema que nos ocupa aquí, Averardi no conectó plenamente con los planes elaborados en Roma para un concilio panamericano. La documentación de la Visita tiene una clasificación específica en "Archivio Segreto Vaticano, Visita Apostólica Messico", donde se reúnen materiales muy diversos, todos sobre su gestión. Estuvo en México como Visitador apostólico entre 1896 y 1899. El anterior representante pontificio, Luigi Clementi, había sido expulsado del país en 1861, lo que da idea del interés de la visita. (Cfr. Giuseppe De Marchi, Le Nunziature Apostoliche dai 1800 al 1956, Edizioni di Storia e Letteratura, Roma 1957, p. 173). 1 4 Por ejemplo, "Le Canoniste Contemporain" le dedicó durante dos años una serie de artículos, que presumiblemente dieron información suficiente sobre el Plenario en el ámbito científico de su época. De todos modos, no hay que pensar en un estudio jurídico o canónico de enjundia. No pasa de ser una somera revisión de los decretos del concilio, con algún comentario. Cfr. Auguste Boudinhon, Le Concileplenier de l'Amérique latine, en "Le Canoniste Contemporain", 24 (1901) 641-652 y 705-712 y 25 (1902) 5-13, 65-73 y 129-137.

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INTRODUCCIÓN

América Latina resultó en su momento un tanto excepcional, y podía esperarse que se le concediese una mayor atención por parte de los canonistas. También entró, m u y sintéticamente, en el fundamental Dictionnaire de Théologie Catholique 15 . Sin embargo, y a pesar de estos comienzos y del impacto que se esperaba en la Iglesia latinoamericana, lo cierto es que m u y pronto quedó olvidado 16 , en parte por la llegada del Código de 1917, y quizá en parte por la mejora real que se dio en la vida eclesiástica del continente en las primeras décadas del siglo XX, algo que m u y bien pudo tener que ver con el Plenario, al menos como punto de partida o de referencia. Lo cierto es que hay una larga hibernación sin apenas recuerdo hasta que la jerarquía latinoamericana se estructura de modo permanente en los años cincuenta. En 1 9 5 7 asoman de nuevo menciones, aunque sólo sea para lamentarse de que la Iglesia latinoamericana hubiese olvidado tan fácilmente "aquel hecho trascendental, con culposa ingratitud" 17 , pero para destacar también algo un tanto sorprendente para el momento, como es que el Plenario era el primer eslabón de la cadena que, a través de la Conferencia de Río de Janeiro en 1 9 5 5 llevó a la estructuración del Consejo Episcopal Latinoamericano. Sin embargo, desde el punto de vista historiográfico lo cierto es que siguió en el olvido, si excluimos un primer estudio global en la tesis doctoral de Cejudo Vega en los años cuarenta 18 .

15 El Dictionnaire de Théologie Catholique recoge un resumen de los cánones conciliares en el excelente artículo de conjunto sobre América Latina de P. Termoz, Amérique Latine, en DTC (1903), cois. 1083-1084. Con todo, ya se ve por la extensión, que no es más que una brevísima noticia. 16 Lógicamente, no se produce una desertización total en esos años. Siempre hay referencias ocasionales, como sucede con los distintos artículos de elogio fúnebre publicados en 1913, a la muerte del cardenal Vives y Tutó, que recuerdan su importancia en el Plenario. Una biografía laudatoria escrita poco después de su muerte, dedica también un capítulo al Concilio: El P. Calosanzy el Concillio Plenario Latino Americano (1899) (P. Fr. Antonio María de Barcelona, El Cardenal Vives y Tutó de la Orden de las Frailes Menores Capuchinos, Barcelona 1915, pp. 191-205). Aún en 1950, en la Semana Capuchina de Barcelona podían oírse los ecos: "La América latina debe al Cardenal Vives y Tutó el germen fecundo de una nueva vida eclesiástica y cristiana, cuyo desarrollo elevará el nivel religioso y cultural del clero y de los fieles de aquellos nuevos Estados" (El cardenal Vives y Tútóy el Concilio Plenario de la América Latina celebrado en Roma en 1899, en Pío de Mondreganes, Capuchino, Problemas Misionales, Madrid 1960, pp. 477-485). De todos modos, no son trabajos propiamente dichos, ni sobre el Concilio ni sobre la actuación en él de Vives y Tutó.

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Pablo Correa León, El concilio Plenario Latinoamericano de 1899 y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de 1955, en "Cathedra", XI (1957) 47-61, p. 54. El entonces obispo auxiliar de Bogotá hace en su artículo un estudio comparado entre la legislación del Plenario, el CIC de 1917 y los acuerdos de la Conferencia de Río de Janeiro. Y no tiene reparo en concluir que la nueva Conferencia y la consiguiente organización del episcopado latinoamericano conecta con el Plenario, ya que "la Iglesia en nuestro continente está ya suficientemente estructurada y organizada en sí misma, lo que fue la obra del Concilio Plenario, y ahora entra en una etapa ulterior de vitalidad expansiva" (p. 61). 18 Es un trabajo pionero y aislado: Felipe Cejudo Vega, El Primer Conálio Plenario de América Latina, Tesis doctoral, Universidad de Ottawa 1948.

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En los años setenta hay un trabajo sobre los padres conciliares19 y, de nuevo, otro global sobre el Concilio20 y, a partir de los ochenta, el Concilio Plenario de América despierta cada vez más interés. Quizá el primero que lo introduce en una historia general sea Hansjürgen Prien, en su estudio general sobre la historia del cristianismo en América Latina 21 , pero, si hubiese que buscar un punto de inflexión en los estudios sobre el Plenario, ése sería el largo capítulo que le dedicó Eduardo Cárdenas en la versión española del Manual de Historia de la Iglesia, de Herder 22 . Sin ser un estudio directo, aunque sí se basaba en un trabajo original23, sirvió para popularizar el concilio en ámbitos tanto eclesiásticos como académicos, algo muy de destacar, ya que hasta entonces no había entrado ni siquiera en proyectos tan generales y prolijos como la Historia de la Iglesia en América Latina de Enrique Dussel24, aunque sí en algunas historias de naciones muy vinculadas al Plenario, como Chile25. También en los años ochenta aparecen los primeros estudios sobre naciones concretas —como el de Rómulo Eduardo Chávez sobre México26— o sobre aspectos parciales del corpus conciliar, como el análisis eclesiológico de las Actas27. 19 Maria M. Esandi, El concilio Plenario de América Latina. Datos biográficos de los Padres Conciliares (Roma 1899), Tesis doctoral, Università de Louvain 1973. 2 0 Flavia Morando, E Primo Concilio Plenario Latinoamericano, Tesis doctoral, Università di Roma 1980. 2 1 Hansjürgen Prien La Historia del Cristianismo en América Latina, Sigúeme, Salamanca 1985, pp. 851-853. Es aún más meritorio si se tiene en cuenta que la primera edición del trabajo es de la década anterior (Die Geschichte des Christentums in Latemamerika, Vandenhoeck und Ruprecht, Gottingen 1978). 2 2 Eduardo Cárdenas, El primer Concilio Plenario de la America Latina, 1899, en Manual de Historia de la Iglesia, T. X . Quintín Aldea y Eduardo Cárdenas (dirs.), La Iglesia del siglo XX en España, ñrtugaly America Latina, Herder, Barcelona 1987, pp. 465-553.

23

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El capítulo sobre el Concilio sigue sobre todo la tesis de F. Morando, ñPrimo Concilio Plenario... 2 4 Dussel sólo dedica un pequeño apartado al Plenario, - y sólo se apoya en el artículo de Correa León- al trazar las líneas generales de su Historia de la Iglesia en América Latina (Enrique E. Dussel, Historia de la Iglesia en América Latina. Medio milenio de coloniaje y liberación (1492-1992), Mundo Negro, Madrid 1992 (6a ed. española), pp. 177-178). Además, muchos de los autores que desarrollan la Historia General de la Iglesia en América Latina prácticamente no mencionan la reunión episcopal. En el tomo correspondiente a Chile, -quizá el más significativo en este sentido— aunque aparece repetidas veces mons. Mariano Casanova, no lo presentan como el promotor inicial del Concilio, aunque sí cita su presencia en Roma y el aprecio que le tenía León XIII (Maximilano Salinas, La Iglesia chilena y la madurei del orden neocolonial, en Historia General de la Iglesia en América Latina, T. IX, Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay), Cehila - Ediciones Sigúeme, [Salamanca] 1994, pp. 393-420). 2 5 P. ej. Fidel Araneda Bravo, Historia de la Iglesia en Chile, Ediciones Paulinas, Santiago de Chile 1986, que dedica un pequeño apartado al Concilio Plenario, dentro del pontificado del arzobispo de Santiago de Chile Mariano Casanova. Pero parece obligado, ya que la idea inicial del concilio fue de Casanova. 2 6 Rómulo Eduardo Chávez Sánchez, La Iglesia en México... 27

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Francisco Javier Jaime Pérez, Conciencia y misión de la Iglesia en el primer Concilio Plenario Latinoamericano, Excerpta ex dissertarione ad Doctoratum in Facúltate Theologiae, Pontificia Universidad Gregoriana, Roma 1995. Una reseña de este trabajo, por Antón M. Pazos, en "Annuarium Historiae Conciliorum", 30 (1998) 265-266.

INTRODUCCIÓN

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Con todo, el único trabajo de conjunto reciente, que utilizó las fuentes vaticanas del pontificado de León XIII, es la Historia del Concilio Plenario Latinoamericano, del argentino Diego R. Piccardo28, que ha manejado prácticamente toda la documentación de que disponemos hasta el momento sobre el Plenario. Desde entonces, se le ha dado cada vez mayor importancia29, precisamente poniéndolo en relación con las conferencias generales del episcopado latinoamericano, hasta el punto de plantearse una cierta continuidad desde el Plenario 1899 hasta la Conferencia General de Santo Domingo. Aunque esta continuidad no parece tan clara, lo cierto es que el Plenario resulta una referencia recurrente en muchos de los que intentaron una coordinación de fuerzas o un trabajo unitario de la Iglesia en América Latina. Y que la bibliografía de que disponemos aumenta, llegando incluso a aparentes duplicidades, al menos de títulos, como sucede en el año 1998 —en parte quizá motivado por la proximidad del centenario conciliar— con los estudios de Pazos30 y Camus31 sobre el origen del Plenario. Indudablemente, la reciente publicación de las Actas del Simposio32 vaticano con motivo del centenario del Concilio es la aportación más significativa sobre el tema y, desde luego, la que reúne prácticamente a todos los estudiosos que hemos mencionado anteriormente -Camus 33 , Chávez34, Cárdenas, Pazos, Piccard o - otros que ya habían tratado el tema, como Porras35 o nuevos como Sastre36 De todos modos, sobre el Plenario estrictamente, sólo hay unas trece aportaciones directas, entre ponencias y comunicaciones, que mencionaremos en su momento y recogemos en la bibliografía final.

28 Diego R. Piccardo, Historia del Concilio Plenario Latinoamericano (Roma 1899), Tesis Doctoral, Universidad de Navarra, Pamplona 1991. El núcleo esencial de su trabajo, en "Excerpta e Dissertationibus in Sacra Theologia", Facultad de Teología, Universidad de Navarra, Pamplona 2000. No deja de ser una manifestación del éxito reciente del Plenario el que sus Actas estén completas en castellano a disposición de quienes quieran consultarlas en internet, como hemos dicho, algo no logrado por otros textos de mayor importancia. Antón M. Pazos, El iter del Concilio Plenario Latino Americano de 1899 o la articulación de la Iglesia latinoamericana, en "Anuario de Historia de la Iglesia", 7 (1998) 185-206, sobre documentación vaticana. 31 Misael Camus Ibacache, La préparation et la convocation..., sobre documentación fundamentalmente 32 chilena. ' Los Ultimos Cien Años... 33 • ' Misael Camus Ibacache, La Iglesia chilena y el Concilio Plenario de América Latina, en Los Ultimos Cien Años..., pp. 565-579. Eduardo Chávez Sánchez, Concilios Provinciales mexicanos preparatorios al Concilio Plenario de América Latina^ en Los Ultimos Cien Años..., pp. 619-636. Baltazar Enrique Porras Cardozo, El Concilio Plenario de América Latina y ta Iglesia en Unezuela, en Los Últimos Cien Años..., pp. 1163-1173. Eutimio Sastre CMF, La vida religiosa en el Concilio Plenario de América Latina, en Los Ultimos Cien Años..., pp. 1285-1307.

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Con todo, hoy por hoy, puede decirse que los estudios sobre el Plenario están normalizados y se avanza ya en trabajos de porte teológico que pretenden estudiar su influencia37, al tiempo que se incorpora como capítulo esencial en las historias de la Iglesia y de la teología latinoamericanas recientes38. Nuestro estudio se apoyará lógicamente en los trabajos existentes —muchos además inéditos— e, insistimos, en las fuentes vaticanas ya mencionadas. Básicamente seguiremos una trayectoria cronológica, empezando por un amplio capítulo dedicado a la situación de la Iglesia latinoamericana tal y como se veía en la curia romana. Su interés nos parece esencial, ya que refleja los problemas que intentó resolver el Concilio, que no fue en ningún modo una simple reunión canónica de trámite, sino un decidido intento romano de afrontar la situación un tanto indeterminada del mundo americano desde su independencia. El segundo capítulo, dedicado a la preparación del concilio, pone de relieve precisamente los esfuerzos romanos para anular las fuerzas centrífugas —ciertamente rutinarias y nacionalistas, sin demasiada fuerza— que se daban en los países americanos. Baste tener en cuenta que el periodo preparatorio abarca no menos de diez años, en los que no siempre estuvo clara la posibilidad de celebrar una reunión que fuese totalmente panamericana. El desarrollo concreto de las sesiones del Plenario se presenta en el tercer capítulo, aunque nos parece que ha de relacionarse también estrechamente con el período preparatorio. De hecho, las Actas que se aprueban por los padres conciliares en las sesiones romanas, habían sido preparadas y reelaboradas una y otra vez por los miembros de la Congregación y por los obispos latinoamericanos a través de varias consultas y redacciones. Las Actas finales se ven mejor con una perspectiva amplia, que abarque desde los primeros esbozos de un incipiente esquema conciliar hasta la aprobación definitiva. Y además, nos parece que esa perspectiva histórica sirve una vez más para mostrarnos los intereses romanos en la reunión del episcopado latinoamericano. En ese sentido, damos más importancia a la génesis de las Actas conciliares y al desarrollo del concilio que al análisis de su contenido, que reflejan más la mente canónica de los redactores romanos que la finalidad pastoral que tuvo el concilio para agrupar todo el catolicismo latinoamericano. Incluimos también un elenco con los principales protagonistas del Plenario, tanto americanos como romanos. Entre estos últimos dedicamos especial aten37

C o m o el de Víctor Martínez de Artola, Magisterio pontificio y asambleas eclesiásticas en América Latina

en el siglo XX, Tesis doctoral, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Navarra, Pamplona 2002, pro manuscripto. 3 8 L a última, aún en prensa al terminar estas líneas, esjosep Ignasi Saranyana (dir.), Historia de la Teología en América Latina, vol. III, Carmen J . Alejos-Grau (coord.), El siglo XX, IberoamericanaVervuert, Madrid-Frankfurt, prevista su publicación para el 2002. Se abre precisamente con un apartado sobre la influencia del Plenario en el desarrollo del magisterio episcopal en América Latina.

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ción a los cardenales de curia y consultores que marcaron singularmente la preparación del concilio. Por último, y para destacar el carácter evolutivo de los documentos conciliares, recogemos en apéndice los que nos parecen más significativos. Pensamos que así se entienden mejor los cánones discutidos y aprobados en el aula conciliar, con unos antecedentes que se fueron perfilando en los años anteriores. Y esos antecedentes, lógicamente, no se reflejan en las Actas finales. Agradecimientos. Y, ya en el terreno de los agradecimientos personales, desearíamos manifestar nuestro reconocimiento a todos los que han contribuido al buen desarrollo de esta investigación. Nos tememos que hacerlo nominatim alargaría demasiado estos párrafos, ya que han sido muchos quienes han facilitado documentos, proporcionado financiación o con los que hemos contrastados opiniones sobre nuestra investigación a lo largo de los últimos años. Por no ser prolijos y siguiendo una bien establecida tradición académica, no queremos dejar de señalar que sin la colaboración de los archiveros vaticanos, especialmente del Archivo de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios y del personal de la biblioteca de la Universidad de Navarra, el trabajo no hubiera sido posible. Pero tampoco hubiera visto la luz sin la acogida que nos proporcionó la editorial Vervuert y el director de la serie Acta Coloniensia, el Dr. Hans Jürgen Prien, cuya aceptación supone para nosotros no sólo una satisfacción personal sino también la tranquilidad intelectual de estar avalados por el juicio de un especialista reconocido en nuestro campo. Por último una precisión sobre la autoría de estas líneas. Si bien el trabajo puede considerarse una unidad, que suscribimos ambos autores, ya que hemos trabajado conjuntamente en el tema desde el principio, como director y autor de la tesis doctoral con la que iniciamos estas investigación, podrían hacerse algunas precisiones. Los capítulos 1 y 2 corresponde a Antón M. Pazos, mientras que el 3 y el 4 han sido redactados por Diego R. Piccardo. No obstante, como ya hemos dicho, ambos trabajamos conjuntamente y asumimos las conclusiones - y también los defectos, en su caso- que el lector pueda encontrar en nuestro trabajo.

Capitulo 1 La Iglesia en América Latina a fines del siglo XIX Como ya hemos dicho, el Concilio Plenario de América Latina ha de entenderse dentro del proyecto general que se hizo en Roma para intentar resolver los problemas del continente, problemas arrastrados desde hada décadas, y que contrastaban fuertemente en algunos puntos con la visión normalmente aceptada de que toda América Latina era un continente católico. Muchos de esos problemas —podríamos decir que la mayoría, y desde luego los más interesantes desde el punto de vista romano— eran de orden eclesiástico y podían ser resueltos con medidas canónicas o disciplinares. Otros eran geográficos, étnicos o políticos y no parece que hubiese esperanzas de resolverlos, aunque también preocupasen. Quizá con León XIII hubo un esfuerzo para facilitar la resolución de los problemas religiosos mediante la aproximación al poder político liberal y actuando con más tolerancia que en el pontificado anterior, pero no siempre dio resultado. En este capítulo haremos un bosquejo tanto de las líneas fundamentales del pontificado de León XIII como de la situación de la Iglesia en América Latina, siempre teniendo a la vista los informes que se recibían en Roma y que fueron, en último término, los que configuraron la mente curial a la hora de precisar los problemas americanos y de buscarles soluciones39. 1.1. L a organización territorial. América Latina, desde el punto de vista de la organización eclesiástica, mantenía a fines del XIX no pocos rasgos de la época hispana. Visto desde fuera, lo más llamativo podrían ser las divisiones territoriales, muy parecidas a las de siglos anteriores, pero con una población mayor y —lo que es aún más significa-

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Sobre la situación de la Iglesia a fines del XIX seguimos el desarrollo de Antón M. Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, Editorial Mapire, Madrid 1992. Reeditado en CD-ROM en Colecciones Mapire 1492, Fundación Mapfre América, Madrid 1997, Vol. 2/5, n°. 75. Aspectos parciales de esos problemas pueden verse también en Antón M. Pazos, Los problemas de ¡a Igjesia latinoamericana hace un sigb, según la documentación vaticana, enJosé Escudero Imbert (coord.,), Historia de la evangelhación de América. Trayectoria, identidad y esperanza de un Continente, Simposio Internacional, Ciudad del Vaticano, 11-14 de mayo de 1992, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano 1992, pp. 875-884 y, para la situación caribeña, en Antón M. Pazos, América latina y el Caribe haáa 1898 según la diplomacia vaticana, en "Hispania Sacra", 49 (1997) 565-589.

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tivo— con mucho menos clero y una administración pública menos densa y menos favorable a la Iglesia. Una situación demográfica nueva y preocupante. En efecto, aunque la organización territorial eclesiástica fuera similar, a fines del XIX la población latinoamericana se parecía poco a la que se había heredado de España. Lo más destacado sería el aumento, ya que se había duplicado entre 1850 y 1900 desde los treinta a los sesenta y un millones de personas. Además, el aumento no es sólo vegetativo sino que recibe una gran masa de población europea llegada en el cambio de siglo, gracias a la cual algunos países se transforman radicalmente. El caso más llamativo puede ser Argentina, que cuadriplica su población, pero todos los países receptores aumentan, provocando cambios en el equilibrio de población. Es en ese período, y gracias a la inmigración, cuando Brasil toma la delantera demográfica al resto de América Latina, superando a México. Evidentemente, estos cambios inciden directamene en la vida religiosa. Sin mencionar los problemas propios de la emigración —normalmente mal vista por la Iglesia— el aumento demográfico exige multiplicar las diócesis y —sobre todolas parroquias, distribuir y aumentar el clero, evitar el desarraigo religioso de los recién llegados o adaptarse a fuertes reajustes económicos, sociales y raciales, provocados en parte por esa misma emigración. Junto al aumento global, hay que tener presente otra característica latinoamericana con fuerte impronta en la vida religiosa, como es la étnica. Raza y religión van juntas y puede hacerse una clasificación de los territorios según el tipo de sus habitantes40. Los indios por lo general, aunque eran irregulares en la práctica dominical, estaban muy unidos a su clero y eran muy celosos de sus devociones41. Cuando el poder civil no las respetaba no era raro que se produjesen alteración del orden o incluso motines armados. Lo contrario podrían ser las poblaciones negras, con formas de religiosidad peculiaras —y no pocas veces ancestrales o mágicas, como en Haití o Brasil— que difícilmente se integraban en las formas organizativas parroquiales. Los mulatos de Brasil, Venezuela o el Caribe solían compartir esa peculiar indiferencia hacia la religión formal.

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Sobre la relación entre raza y práctica religiosa ver John Lynch, La Iglesia católica en América Latina, 1830-1930, en Leslie Bethell (ed.), Historia de América Latina, T. 8, A-mérica Latina: cultura y sociedad, 1830-1930, Editorial Crítica, Barcelona 1991, p. 84. 41 Son muy interesantes como reflejo de la piedad india las fotos de época o los cuadros de costumbres, como las acuarelas publicadas por Luz González Umeres (ed.), Francisco Gomóla. Gamarra: Cuzco Corpus Ckristi Processicm - Corpus de Cuzco, s.e., Lima 1987.

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Los blancos resultaban más diversificados, según los países y —en el caso de los emigrantes— el origen42, pero sin perder de vista que muchos inmigrantes fueron irreligiosos y que entre los criollos estaban los principales combatientes de la Iglesia en la lucha por el control de la sociedad. Los pilares del catolicismo americano del siglo xix que podríamos llamar parroquial o formal fueron los mestizos, por lo general bien integrados y obedientes de las normas eclesiásticas. Lógicamente el predominio de un tipo u otro de población y los cambios finiseculares debilitarán o fortalecerán la posición de la Iglesia, independientemente de la situación legal en que se encuentre. Puede estar teóricamente en régimen de patronato como en Venezuela en los años ochenta y resultar muy dañada por el poder civil en medio de la indiferencia popular. O puede estar -también teóricamente- fuera de la ley, como en México, pero contar con una fuerte implantación social -mestiza o india- que le permite no sólo resistir sino fortalecerse durante todo el porfiriato. Diócesis y parroquias de dimensiones inabarcables. De todos modos, la primera aproximación es geográfica, ya que la población, además de aumentar, estaba encuadrada en diócesis difícilmente manejables. La precariedad estructural de la Iglesia era llamativa, enfrentada a distancias enormes, con población escasa y dispersa, dividida en circunscripciones impensables en cualquier otro territorio católico, también en América, como sucedía en Estados Unidos, con diócesis de dimensiones mucho más razonables. Las quejas habituales de los obispos - o de quienes informan a la Santa Sede de la situación latinoamericana- se refieren casi siempre a la desproporción entre la administración eclesiástica y la realidad: las parroquias corresponden a lo que en Europa son diócesis y las diócesis a naciones enteras. Todo ello agravado por el aumento demográfico. América Latina tenía 112 diócesis al acabar el siglo. Lo normal era que cada país fuese una archidiócesis, a veces sin sufragáneas, como Uruguay. La excepción eran los pequeños países centroamericanos, que se agrupaban en la archidiócesis de Guatemala, y Paraguay, que dependía de Argentina. Sólo un pequeño país —para las proporciones latinoamericanas— tenían una sorprendente cantidad de diócesis. Tal era el caso de Haití con una archidiócesis y cuatro sufragáneas, desde 1861, consecuencia probablemente de la influencia francesa en la isla cuya iglesia tenía un carácter marcadamente colonia: el clero era francés, y

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Pero al hablar de origen no hay que pensar genéricamente en países, como si todos los que viniesen de él tuvieran la misma sensibilidad religiosa. Entre españoles, basta pensar en la diferencia de religiosidad y de prácrica que se daba entre vascos y andaluces y, en la inmigración italiana, podían ser muy religiosos los que provenían del Véneto y muy descreídos los napolitanos.

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el seminario diocesano estaba en Bretaña. Desde el punto de vista eclesiástico, Haití es un territorio atípico. En los países grandes, el número de diócesis parece razonable, sin serlo realmente. México tenía seis arzobispados de los que dependían veintidós obispados. Sin embargo, no llegaba aún a tener una diócesis por cada uno de los treinta y un estados en que se dividía políticamente el país, y además, esa organización era reciente: hasta 1863 no existía sino una archidiócesis, la de México43. El inmenso Brasil estaba dividido en dos provincias eclesiásticas. El Norte agrupaba sus siete diócesis alrededor de la primacial de Bahía. El Sur estaba centrado en Río de Janeiro, recién erigida como metropolitana en 1892, con ocho sufragáneas. En total diecisiete sedes, pero para más de ocho millones de km2. Es decir, cada diócesis abarcaba el equivalente a la totalidad de España. Perú y Argentina tenían ocho, para 1.300.000 y casi cuatro millones de km2 respectivamente, y Venezuela seis, también para mas de un millón de km2. Además, muchas de estas diócesis, ya inabarcables por su simple extensión, penetraban en grandes zonas selváticas que seguían siendo territorios de misión. Varios países tenían zonas de indios aún sin evangelizar. Sólo en Perú se mencionan "más de 300.000 indios no civilizados"44. De Paraguay se dice en esos años que "la mayor parte de su territorio se halla ocupado por salvajes que carecen de toda idea religiosa"45 y tanto en Ecuador como en Argentina, había órdenes religiosas intentando evangelizar territorios indígenas casi desconocidos. Respecto a las parroquias se reproducen, a escala, los problemas de las diócesis. Eran también muy extensas, con una población dispersa. Monseñor Casanova daba por sentado que "en Chile la extensión de muchas parroquias excede a la de los obispados de Europa; y cada cura tiene a su cargo cinco veces más feligreses católicos que en los países en que el catolicismo es menos favorecido"46. Nos da una idea de la extensión inabarcable de las parroquias el saber que en el mismo Chile —uno de los países mejor organizados eclesiásticamente— muchas parroquias tenían en su territorio capillas en las que el párroco tenía obligación de hacer sólo "una visita anual [...] para instruir a sus feligreses" y que pudiesen cumplir "con los preceptos de confesión y comunión"47. Esas capillas para comunidades aisladas de la sede parroquial eran muy frecuentes. En México, en la diócesis de Oaxaca, había 999 iglesias y capillas para

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AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 138, (México). Ibíd. 6, f. 178 (Perú). 45 Ibíd. f. 175 (Paraguay) 46 De hecho ésa es casi con exactitud la proporción que se daba en la época entre el número de fieles _por sacerdote en América Latina y Estados Unidos (3.829 y 859 respectivamente en 1900). F. Retamal, El primer sínodo chileno de la época republicana: Ancud 1851, Ediciones Universidad Católica de Chile. Facultad de Teología, [Santiago de Chile 1983], p. 178. U

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152 sacerdotes. En Chiapas, 500 iglesias para 62 sacerdotes48. En Bolivia, la diócesis de La Plata tenía 515 iglesias pero sólo 134 parroquias; San Salvador de Bahía, en Brasil tenía 726 para 22 parroquias; Santiago de Chile tenía 450 para 94 parroquias49, y así todas las diócesis. La pequeña diócesis argentina de San Juan de Cuyo describía que "los curatos departamentales" tenían varios anejos clasificados como capillas y oratorios públicos50. En algunos casos quizá no se trataba sólo de dispersión de la población sino de una devoción secular que se había manifestado en forma de construcciones, como sucedía probablemente en el Perú: Cuzco contaba con 106 parroquias y 650 capillas para sólo 450.680 fieles51. Pero, en general, más iglesias que parroquias era cuestión de necesidad. En Santo Domingo, las 79 iglesias que existían se agrupan en 33 escasas parroquias, y éstas estaban "situadas a gran distancia unas de otras, con pueblos alejados diez o doce leguas de la matriz". Además, "muchos pueblos no tenían iglesia"52. No hay que pensar que esas distancias eran fácilmente abordables. En Paraguay ir de una parroquia a la vecina suponía "perder más de quince días"53. Las grandes distancias eran un obstáculo tanto para atender a los fieles, como para que el obispo llamase a un sacerdote que debiera ser sancionado, ya que si se hicese, se dice hablando de Argentina "una gran parte de las iglesias rurales quedarían sin sacerdote"54. Para superar las grandes extensiones parroquiales se intentaba en casi todos los países que las pequeñas iglesias aisladas se utilizasen los domingos, aunque no pudiese ir el párroco. En Brasil, los obispos recomendaban esas reuniones precisamente "por la dificultad de que un solo sacerdote pueda llegar a la atención de todos sus feligreses [...] dada la extensión de nuestras parroquias"55. Lo mismo se recomendaba en otros países56.

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Annuano Ecclesiaslko 1900, S. Silvestre in Cápite, Roma 1900, p. 821. Ibíd., p. 828. AES, Argentina, pos. 226-230, fas. 16, ff. 65-68. Annuario Ecclesiastico 1900..., p. 829

AES, America, pos. 61, fas. 8, f. 61, f. 551 (Santo Domingo) 1870. Ibíd. fas. 9, f. 756 (Paraguay) 1889. 54 7híd. f. 280 (Argentina) 1893. Pastoral Collectiva dos senhores hispas da Provincia Ecdesiastica Meridional do Brasil comunicando ao Clero Secular e Regular o resultado das Conferencias realisadas en Sao Paulo de 3 a 12 de Xovembro de 1901, Typojpafia Leuzinger, Rio de Janeiro 1902, p. 14 En Venezuela los obispos pedían que "en los caseríos o poblados donde no haya párroco ni pueda ir sacerdote en los dias fesivos, deberá fijarse una hora conveniente para que se reúnan los vecinos en el templo, capilla u otro lugar adecuado [...] con el objeto de rezar el santo rosario, tener alguna lectura piadosa y enseñar algo del catecismo [...]" (Instrucción pastoral del Episcopado venezolano al clero y fieles de ¡a República dictada en las conferenaas que dkho episcopado celebró en Caracas el año del Señor MCMIV, 25 de mayo-27 de julio, Tip. La Religión, Caracas 1905, p. 137, canon 354). 53

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1.2. El pueblo fiel. Podríamos titular este apartado "un pueblo fiel y mejorable". Aunque resulte paradójico, esa era la realidad en todo el continente. No hay ninguna duda de que, a pesar de las dificultades que la geografía y la escasez de clero suponían, el pueblo latinoamericano permanecía fiel a la Iglesia a fines del XIX y podía afirmarse sin matices que era un continente católico. Pero también se podía afirmar, y en Roma había conciencia clara, que su religiosidad no se ajustaba en muchos caso a los criterios imperantes en tiempos de León XIII. Aunque habría que decir que, en muchos más casos, lo que no se ajustaba era la moral, sobre todo en el terreno familiar. De todos modos, ni los informes de la época, ni las valoraciones de los eclesiásticos —locales o italianos—, ni los datos que se puedan rastrear reflejan la realidad de la relación con Dios de los hombres americanos. Por si no bastase la dificultad de las fuentes, se añade la complejidad de los fieles latinoamericanos, igual o mayor que la de los católicos europeos. Y la diversidad de unas zonas a otras o, como hemos visto, entre las diversas etnias. Hay también otros factores que diferencian el catolicismo americano del europeo, como es la vivencia religiosa por estrato social, que resulta inversa: mucho más religiosa cuanto más popular57. Los problemas morales. Pero si el clero latinoamericano no tenía dudas acerca de la fe de su pueblo, no se puede decir lo mismo de la moral. Ciertamente la Iglesia asumió siempre, como es lógico, la existencia de desviaciones morales, aunque sin aceptarlas como algo incorregible. Y esta resistencia a aceptar situaciones anomales crece con el siglo y con la mejora que se da en las últimas décadas entre el clero, más apostólico y —también— más romano, es decir, más europeo decimonónico o si se quiere, más puritano, en su visión de la sociedad. Quizá uno de los principales -si no el principal- motivos de escándalo era la estructura familiar, llegando a considerarse algunos países como perdidos. Es el caso de Haití, Santo Domingo, Centroamérica o Brasil. En Santo Domingo, el delegado apostólico De Milia informaba a la Santa Sede en los años noventa que en la isla "todo lo explican acudiendo a la fragilidad humana, y así se ha generalizado el concubinato, frecuentemente consentido por los padres, que lo per57

De todos modos, también en Europa se está revisando el mito historiográfico del abandono religioso de las masas. Para la época que nos interesa puede verse el capítulo sobre la dase obrera de Gérard Cholvy, Être chrétien en France au XIXe siècle. 1790-1914, Seuil, Paris [1997], pp. 99-110, donde concluye que en el XIX la clase obrera francesa apenas existia y, aún en 1914, no estaba descrisüanizada. Con más razón podría hablarse de escasez de conciencia obrera o de descristianización popular en América Latina.

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miten ante sus ojos, bajo el mismo techo"58. En Haití, en 1893 se presentaba el concubinato como "una de las principales plagas del país", llegando a considera un logro que se hubiese logrado "la media de siete matrimonios por cada cien uniones concubinarias"59. En Costa Rica, de 8.500 nacimientos, más de 2.000 habían sido ilegítimos60. Claro que el concubinato de que aquí se habla no se corresponde con el concepto actual, sino que se refiere a matrimonios estables no canónicos. Muchas veces no se recibía el sacramento por falta de párroco, por la lejanía de la iglesia parrroquia o por falta de dinero para pagar el mínimo arancel que los párrocos exigían. O por las leyes civiles, que impedían el matrimonio religioso si antes no se había celebrado el civil, lo cual muchas veces resultaba imposible sencillamente por la distancia que había que recorrer hasta el núcleo urbano más próximo que contase con un representante del Estado con capacidad para casar. Era el caso de Argentina, donde había zonas de cientos de kilómetro cuadrados con un solo funcionario del registro civil, por lo que la gente renunciaba "al matrimonio civil y se ve[ía] privado por eso mismo del religioso"61. De todos modos, bien por problemas de distancias, bien por problemas políticos, lo cierto es que se daban unas tasas anómalas de nacimientos ilegítimos, que, en algunos países, llegaban hasta el noventa por ciento. Aunque, hay que insistir, eran ilegítimos "canónicos", ya que se trataba casi siempre de matrimonios naturalmente estables y muchas veces de poblaciones muy afectas a la Iglesia, como Perú, pero sin refrendo canónico. Menos importante desde el punto de vista religioso, pero también difundida, era la embriaguez, que se refleja en las pastorales episcopales contra la bebida o en la creación de "sociedades de templanza". Con todo, además de un problema real, estos intentos moralizadores que podríamos llamar menores —no así el de la familia— nos hablan ya de una nueva moral pública, más exigente. De hecho, en el Concilio Plenario de América Latina se condena no sólo el concubinato y la embriaguez, sino también la fornicación, el adulterio, el duelo o el homicidio, aunque estos últimos de un modo tan genérico que no parece que fuese algo realmente preocupante. 1.3. L a organización eclesiástica: clero, religiosos y obispos. Para mejorar a los fieles hacía falta clero, y ese sí era un grave problema a fines de siglo. Parece cierto que la proporción entre uno y otros disminuyó a lo largo del XIX, por causas políticas, religiosas y demográficas. Las cifras que se 58

A E S , America, pos. 61, fas. 8, f. 615 (Santo Domingo). Ibíd. f. 649 (Haití) 1893. 60Ibíd. f. 504 (Costa Rica) 1888. 6 1 P . Termoz, Amerique Latine, en DTC..., col. 1097.

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manejan en Roma son siempre cortas. El arzobispo de Nicaragua disponía hacia final de siglo de unos cien sacerdotes para 1.300.000 habitantes, es decir, unos 10.000 fieles por sacerdote62 y en Honduras, el obispo no podía siquiera constituir el capítulo de la catedral por falta de sacerdotes63. En Puerto Rico o Cuba, la situación se había agravado bruscamente tras la guerra entre España y Estados Unidos64. En Venezuela, tras los duras décadas anteriores, el obispo tuvo que reconstruir el seminario desde cero ya que se había encontrado al llegar con un "considerable número de poblaciones sin párroco"65. Y en Brasil, muy deteriorado por las medidas de las últimas décadas del patronato y sometido a una inmigración masiva, el clero "contaba con un número desproporcionadísimo de miembros para su ministerio"66. Además, la desproporción iba en aumento. En un país con unas buenas condiciones eclesiásticas, como Chile, el arzobispo calculaba que hacía falta "por lo menos el doble número actual de sacerdotes para el servicio regular de los fieles, pues es inmensa la desproporción entre las poblaciones [...] y el número de eclesiásticos"67. Algunos prelados habían tenido que recurir a extranjeros, que no siempre daban buen resultado68 o habían intentado soluciones de emergencia, un tanto excepcionales69 o incluso contrarias al derecho canónico vigente70, que tampoco habían resultado positivas.

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AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 109 (Guatemala) Ibtd. fas. 9, f. 690 (Honduras) 1888. 64 E n Puerto Rico, de los poco más de 150 sacerdotes de la isla, había que descontar "unos cincuenta que habían embarcado para España o se ocupaban en asuntos no pastorales", lo que daba unos 8500 fieles por sacerdote (E. J. Berbusse, Aspects tn Church-State relativas in Puerto Rico, 1898-1900, en "The Americas", XIX (1963) 292). 65 AES, Venezuela, fas. 22, pos. 186, fas. 22, f. 29, (1895). 66 Richard Pattee, El catolicismo contemporáneo en Hispanoamérica, Rdes, Buenos Aires 1951. Es un amplio trabajo sobre el tema, organizado por países. La cita corresponde a Brasil, p. 113. 67 Mariano Casanova, Carta al clero sobre la escasez de vocaciones al sacerdocio (1888), en Obras pastorales del limo, y Rmo. Señor Dr. D. - , Arzobispo de Santiago de Chile, con un retrato del autor, B. Herder, Friburgo de Brisgovia (Alemania) 1901. 68 El de Nicaragua informaba a Roma que "los pocos que han venido no han sido buenos y he tenido que retirarlos y hacerlos marchar del país para evitar escándalos"AES, America, pos. 61, fas. 8, f. 638 (Guatemala) 1893. 69 El arzobispo de Santiago de Chile obligaba a sus seminaristas becados a "comprometerse bajo juramento, a prestar sus servicios en el clero secular de la arquidiócesis por el tiempo de diez años a lo menos", en el que no podrían tampoco ingresar en ninguna orden religiosa (El decreto, en Bernardo Herrera Restrepo, Pastorales, circulares, decretos y otros documentas del Ihno y Revdmo. Sr. Dr. D. — Arzobispo de Bogotá, Primado de Colombia, Tomo I (1885-1900), Bogotá 1912, pp. 309-310). El obispo de Nicaragua había solicitado al papa "la facultad de forzar incluso por medio de la suspensión a los que rehusen el nombramiento para un curato"(AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 110 (Guatemala). 63

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El clero secular. Con estos simples datos a la vista, no cabe duda que el clero -sobre todo el secular- era la principal preocupación de Roma a finales del siglo XIX. Y no está de más insistir en que la reforma y aumento del clero fue el objetivo principal del Plenario. El cardenal Di Pietro, en 1881, hablando de la situación de la Iglesia americana presentaba a los obispos más eficaces "como capitanes con pocos soldados, y éstos vagos, sin prudencia ni disciplina". En 1894 la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios consideraba sin paliativos que "la nota específica, es doloroso decirlo, del clero secular es de insuficiencia en el más amplio sentido de la palabra: el celo y la buena conducta moral son las cualidades que más se echan en falta. La falta de candidatos hace que los obispos tengan que confiar las parroquias a personas que no han terminado sus estudios, no se han educado en el espíritu de sacrificio, no conocen sus deberes y, además, frecuentemente son muy jóvenes, y están obligadas a vivir en una sociedad corrompida"71. Según los criterios vigentes en Roma en tiempos de León XIII "de las 18 repúblicas [latinoamericanas] solamente Chile se encuentra en buenas condiciones en lo que se refiere al clero'"2. Desde luego el primer problema era la escasez, ya endémica desde los primeros años de la independencia de las naciones americanas. Esa escasez aumentó con el siglo y se agravó, lógicamente, con el explosivo desarrollo de la población entre finales del XIX y XX. Es algo ya admitido la disminución cuantitativa del clero latinoamericano, desde unos 20.000 sacerdotes hacía 1810-1825 hasta poco más de 12.000 hacia 190073. Y respecto a la proporción entre fieles y clero también se suele admitir que el número de fieles que tenía que atender cada sacerdote pasó de mil a cuatro mil74. De todos modos hubo algunos países que equilibraron o incluso consiguieron aumentar el número de sacerdotes a finales de siglo, como México, pero ni siquiera en este país, a pesar de su fecundidad vocacional se consiguió ajustar el 71

AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 17. AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 223. Es clásico en este sentido de trabajo de Werner Promper, Priestemot in Lateinamerika, LateinAmerika-Kolleg der Katholischen Universität, Löwen 1965. 74 "A comienzos del siglo XIX, cuando la población de América Latina era de 18.900.000 habitantes, había un promedio de 900 a 1.000 habitantes por sacerdote. La crisis que provocó la independencia de los países latinoamericanos con la salida de sacerdotes y el largo interregno en las diócesis incidió gravemente en el desarrollo del número de sacerdotes, que venía creciendo de forma progresiva, especialmente a partir del siglo XVII. De ahí que en 1912 se encontrara una proporción de 4.480 habitantes por sacerdote" (G. Pérez Ramírez e Yvan Labelle, El problema sacerdotal en América Latina, Feres, Friburgo-Bogotá 1964, p. 17).

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crecimiento de clero con el de la población. A mediados de siglo había unos tres mil sacerdotes y tras el porfiriato se llega a unos cuatro mil hacia 1900. Pero en ese tiempo la población pasa de 7.500.000 a 15.000.000, por lo que no se consigue bajar de tres mil fieles por sacerdote75. Quizá uno de los pocos países que tenía una proporción adecuada entre fieles y parroquias era el de Ecuador. Los 420.560 habitantes de Quito estaban atendidos por 195 sacerdotes en 81 parroquias. Incluso una ciudad tan liberal como Guayaquil tenía 80 sacerdotes para 95.370 fieles76. En otros países menos equilibrados, como Guatemala, el arzobispo, a finales de los años ochenta presentaba la "escasez de sacerdotes como la principal dificultad que tiene la cura de almas"77. En Paraguay, en los años 70 el internuncio Di Pietro manifiesta que "en este viaje me he convencido aún más de la extrema necesidad de buenos operarios evangélicos en estas desgracia las regiones. De 90 parroquias, 30 o 36 sólo tiene un párroco"78. La escasez de clero y de candidatos llevaba a un círculo vicioso, puesto que en ocasiones la necesidad hacía que los obispos ordenasen candidatos inadecuados. En Venezuela, se deplora "la gran facilidad para promover a las ordenes sagradas hijos ilegítimos o incluso sacrilegos"79. La escasez de clero en medio de parroquias inmensas llevaba lógicamente al aislamiento y al descontrol: en Argentina, se dice en 1892, "gran número de sacerdotes habitan muy lejos, a veces a 200 leguas de distancia, por lo que viven en estado de abandono casi completo, dejado su su propio gobierno si ningún tipo de control"80. De hecho, los mejores obispos latinoamericanos de finales de siglo eran conscientes de la escasez de clero y promovieron diversas iniciativas para resolverlo, casi siempre con éxito relativo. Pero sí parece generalizada la opinión del obispo de Costa Rica cuando informaba a Roma de su actuación en la diócesis: "me pareció [al llegar a la diócesis] que lo primero era empezar por la reforma del clero"81. 75 Aunque las cifras varían de unos autores a otros la tendencia es clara. Pattee habla de 4.350 sacerdotes en 1851 y 5.000 en 1910 (Richard Pattee, El catolicismo..., México, p. 289). Guerra da cifras más bajas: 3.232 en 1851 y 4.461 en 1910 (Cjr. François-Xavier Guerra, México: Del Antiguo Régimen a k Revolución, Fondo de Cultura Económica, México 1988, T. I, p. 224), similares a la de Lynch: 3.232 en 1851 y 4.015 en 1900 ó 4.533 en 1910 (Ç/r.John Lynch, La Iglesia católica en América Latina..., p. 70). Annuario..., 1900, pp. 828-829.

77

-

AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 109 (Guatemala). nIbíd. fas. 9, f. 748 (Paraguay) 1878. 19 Ibíd. fas. 6, f. 208 (Venezuela). mIbíd. fas. 7, f. 756 (Paraguay) 1889. H1Ibíd. fas. 8, f. 493 (Costa Rica).

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La vida y moralidad del clero. La escasez y el aislamiento planteaban necesariamente problemas de inmoralidad. El más grave, para la Iglesia decimonónica, podría ser el de la lujuria, seguidos por la avaricia, la ebriedad o la desobediencia a la jerarquía. Desde luego, aunque se mencionen en el Concilio Plenario de la América Latina, problemas como la afición a la caza o el correcto uso del traje eclesiástico, no dejaban de ser minucias. Los problemas era más graves: el traje eclesiástico no se usaba, el clero tenía barraganas, se dedicaba a los negocios o explotaba a los feligreses. Quizá también preocupaba la actuación política del clero, sobre todo si se decantaba hacia posturas liberales o violentas. De todos modos, lo más grave era el concubinato. El Plenario dedica tres artículos al trato con mujeres82, que reflejan una preocupación muy presente en toda la documentación eclesiástica de la época. En los años ochenta el obispo de Pará informaba a León XIII que en su diócesis "casi todos los párrocos son públicamente concubinarios, además de ignorantes en la ciencia eclesiástica y por esa razón se favorece todo tipo de abusos contra las leyes de la Iglesia. El sacerdote ignorante y perverso llega al extremo de enseñar que la simple fornicación no es pecado"83. El obispo de Huanuco, en Perú indicaba a Roma que "el concubinato público, la embriaguez, la simonía, la usurpación y el robo de bienes eclesiásticos, el libertinaje, la ignorancia más crasa, etc. son los vicios que ordinariamente dominan a la mayor parte del clero sujeto a mi jurisdicción"84. Para Roma, estaba claro que el concubinato era un problema no sólo extendido, sino aceptado incluso con normalidad entre los fieles, ya que era sabido que "en algunas parroquias se conoce y se trata, sin que produzca escándalo, a la familia del párroco"85. Otra tacha frecuente entre el clero era la de avaricia, aunque quizá más señalada en algunos países. En 1893 el recién llegado obispo de Honduras informaba a Roma que "todos los párrocos y sacerdotes se dedican más que al servicio de las almas a los negocios seculares, a las posesiones en el campo, al comercio, etc. Todos son ricos menos el obispo"86, concluye. En otros lugares la avaricia llevaba a la explotación de los fieles, como en algunas zonas de sierra en Perú o en Brasil. Sin embargo, en otras naciones apenas se dan situaciones anómalas, como en Chile o en Haití, que tiene un clero ejemplar -aunque casi todo francés-, frente a un pueblo muy corrupto. Ciertamente muchos informes recibidos en Roma era 82

Actas y Decretos del Concilio Plenario..., Artículos 644-646. AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 52 (Brasil) 1882. 84 Ibíd. f. 187 (Perú). S5 Iiríd. f. 19. 86 7bíd. fas. 8, f. 638. 83

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excesivamente alarmistas. El internuncio en Argentina desmintió en 1893 algunos informes muy negativos sobre el clero destacando que "no se puede afirmar genéricamente que es deplorable el estado de todo el clero sólo porque una parte del mismo sea indolente o falto de espíritu eclesiástico, o incluso vicioso o escandaloso"87. Ciertamente hay que tener en cuenta el riesgo de las generalizaciones, pero parece claro que si se comparan informes sobre el clero de finales de siglo en Europa y América la situación latinoamericana resultaba más preocupante para Roma que la de otros territorios. Algunos temas, como el concubinato o la explotación económica de los fieles, se repiten con suficiente insistencia como para admitir que sean siempre exageraciones de informadores excesivamente críticos. Para terminar con el clero habría que mencionar, aunque sea muy por encima, otras cuestiones que tuvieron reflejo en Roma a la hora de plantear el concilio. Una de ellas sería la tensión entre clero indígena y clero europeo, ya que del poco clero que había en América, una buena parte era extranjero. Haití - y a hemos comentado su peculiaridad- sería el caso más extremo ya que de 130 sacerdotes en 1870, sólo cuatro eran indígenas y a finales de siglo seguían sin llegar apenas a una docena88. También en Santo Domingo, Brasil, Uruguay o Argentina gran parte del clero era extranjero89. De todos modos, puede decirse en líneas generales que la presencia de clero extranjero resultó más beneficiosa que negativa. Ciertamente son muy frecuentes las alusiones a los malos sacerdotes emigrados, que algunos llegan a calificar de "verdadera peste que difunde y fecunda los gérmenes de la mayor corrupción. Aquellos desgraciados parten de Europa sin otro objetivo que hacer dinero, llegan a América y se instalan aquí sin que nadie los vigile y sin disciplina; cometen toda suerte de desórdenes, llegando a celebrar varias misas al día y a profanar los santos sacramentos"90. Los peor vistos de entre ellos eran los italianos y, desde 1886, la Santa Sede había tomado medidas para controlar la emigración de sacerdotes hacia América, endureciéndolas en años posteriores91. De todos modos, como siempre, es necesario matizar. En Uruguay, el delegado apostólico informaba del excelente papel que representaban para la Iglesia: 87

AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 279 (Argentina) 1893. m . f. 126 (Haití).

HH 89

Un excelente trabajo sobre clero extranjero en América, aunque limitado al clero vasco en Argentina y Uruguay es el de Oscar Alvarez Gila, Euskal Herria y el aporte europeo a la Iglesia en el Río de la Plata, Universidad del País Vasco, Vitoria-Gasteiz 1999. Aunque recoge datos sobre clero mercenario -lo bastante abundante como para pasar a ser figura literaria-, considera que no dejaba de ser una excepción, y desde luego, era inexistente entre el clero vasco (Cfr. Ibíd., pp. 55-81). 90 AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 53 (Brasil). 91 Incluso tan tarde como en 1903 un decreto de la Congregación del Concilio de 14 de noviembre titulado De Cleriás in Americam et ad Insulas Philipinas profecturis, resumía y renovaba los controles establecidos durante el pontificado de León XIII

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"en general ejercitan laudablemente el sagrado ministerio y no. he oído sobre su actuación las quejas desgraciadamente tan frecuentes en otras partes de América"92. La presencia de clero local y extranjero daba lugar también a tensiones de matiz nacional, aunque esto era algo más propio de las órdenes religiosas, sobre todo en algunos países a los que se enviaron sacerdotes europeos para mejorar las instituciones locales, como en Brasil. Otra peculiaridad, quizá más típicamente americana a tales alturas era la existencia de clero masónico, especialmente en las zonas de Iglesia débil como podría ser las repúblicas centroamericanas y el Caribe. Un caso llamativo era el de Santo Domingo, donde la Santa Sede había encargado al delegado apostólico que averiguase si era cierto que "muchos eclesiásticos están incorporados a la secta masónica [...] incluso entre los del seminario"93. De hecho, el que entonces era arzobispo de Santo Domingo, mons. Meriño, había sido considerado años antes como un representante señalado del clero masónico. De todos modos, el número de sacerdotes que pudieran considerarse masones había disminuido mucho y a finales de siglo no era un problema relevante. Con todo, en este punto, como en tantos otros temas, las medidas adoptadas en las últimas décadas habían influido lo suficiente como para que se pudiese hablar de clero viejo y clero nuevo, este último mucho más próximo a las directrices romanas. En Paraguay, a final de siglo, el clero nacional se podía distinguir entre "la vieja y la nueva generación formada en el seminario establecido por mons. Di Pietro [... Los] de la vieja generación son casi todos borrachos, jugadores y concubinarios", se dice en 1889. Esto no quiere decir que la nueva generación sustituyese a la antigua, sino que los años noventa son probablemente un periodo híbrido, sin definición precisa, aunque quizá hay que destacar que los planes de reforma empezaban ya a tener carácter global. El Concilio Plenario, en plena gestación desde finales de los ochenta, fue precisamente un instrumento de reforma eficaz que permitió a los obispos unificar sus esfuerzos, en línea con la Santa Sede. Los religiosos. Como en Europa, también puede decirse de América Latina que el siglo XIX es el siglo de las órdenes religiosas, sobre todo femeninas. Pero al revés que en los países tradicionalmente católicos de Europa -Italia, España o, especialmente, Francia- el número de órdenes autóctonas es muy reducido. Es un síntoma más de la debilidad estructural de la Iglesia latinoamericana su incapacidad para crear y consolidar órdenes religiosas activas. De todos modos, en ésto como en tantos 92 93

AES, America, pos. 61, fas. 9, f. 815 (Uruguay). AES, República Dominicana, pos. 60, fas. 7, f. 3 (1896).

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otros temas, las investigaciones realizadas son aún escasas y no puede decirse que tengamos siquiera una relación completa de todas las órdenes religiosas de origen latinoamericano. Lo que sí parece claro es que la jerarquía intentó por todos los medios importar religiosos -sobre todo españoles- para hacer frente a las necesidades pastorales, educativas y asistenciales. El número de religiosas94 y religiosos que misionaron en América a finales de siglo fue abundante en comparación con el escaso personal local, aunque en muchos casos las oleadas migratorias dependieron de la vida política en Europa. Las expulsiones de religiosos en España y - a principios del XX- en Francia supusieron el reforzamiento de la estructura eclesiástica en América latina y en muchos casos la implantación de nuevos institutos. Al hablar de las órdenes religiosas tenemos que distinguir tres niveles. El primero son las órdenes tradicionales que representaron un papel primordial en la primera evangelización americana o que llegaron posteriormente, como los benedictinos, los capuchinos o los betlemitas y que tuvieron gran prestigio entre los fieles. Pero, precisamente por su antigüedad tuvieron que sufrir las persecuciones liberales y la desamortización, con lo que su papel a final de siglo es muy limitado. Un segundo nivel serían las nuevas congregaciones religiosas, muchas de ellas fundadas en el XIX que sustituyen a las ordenes clásicas en todos los terrenos, incluida la evangelización de los indios. El tercer nivel serán las congregaciones nuevas nacidas en América. Las antiguas órdenes habían sido perseguidos en todos los países, desde México a Colombia pasando por Venezuela. En México en los años noventa se lamentaba la falta casi absoluta de regulares, que además habían perdido todos sus bienes y estaban prohibidos legalmente por las Leyes de Reforma. En Santo Domingo no existían desde 1795, tras el tratado de Basilea. En Venezuela, un informe diocesano de 1892 indicaba que "no hay por ahora clero regular en la diócesis [...]. Tampoco hay monjas"95. Incluso en la archidiócesis -entonces española- de Santiago de Cuba no había más que una orden femenina de clausura, aunque sí había cinco en La Habana. En Brasil religiososos y religiosas estuvieron a punto de perecer en las años finales del imperio, asfixiados por el patronato y sólo se salvaron por la caída de la monarquía y la separación entre la Iglesia y el Estado, aunque entonces hubo que vencer la resistencia de las órdenes masculinas a los esfuerzos de reforma promovidos por Roma.

94

Sobre la presencia de religiosas vascas en el R i o de la Plata y las iniciativas de las nuevas órde-

nes, vid. Óscar Álvarez Gila, Euskal Herriay el aporte..., pp. 241-263, que permite vislumbrar el activo m u n d o de la acción social femenina en América y el interés que tiene multiplicar trabajos similares a nivel contínenetal. 95

A E S , America, pos. 61, fas. 9, ff. 857-858 (Venezuela) 1892.

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En algunos países, de todos modos, las órdenes tradicionales siguieron muy bien asentadas como los franciscanos en Perú. Y, desde luego, la mayoría de las ordenes contemplativas -muy escasas en general- procedían de la época hispana. En Lima, de los 13 conventos de clausura que había a finales del XIX, cuatro eran del X V I , cinco del X V I I y cuatro del X V I I I . El más reciente había sido erigido en 172696. Pero también a final de siglo se da en muchos lugares una revitalización, como en el caso de Brasil donde en los años noventa vuelven a tener lugar tomas de hábito que habían estado prohibidas en las décadas anteriores por el patronato imperial, con lo que se rompía la prohibición legal que tenían los conventos de recibir nuevas vocaciones. Las nuevas congregciones de vida activa, en cambio, se implantaron en todos los países, a veces a petición de las autoridades civiles que tenían gran interés en utilizarlas como elemento civilizador. Queda muy bien reflejado en un informe de Paraguay que manifiesta como "el pueblo y el Gobierno desean el establecimiento de órdenes religiosas, no sólo para regularizar el culto, y educar a la juventud, huérfana hasta hoy de toda enseñanza religiosa, sino también para convertir a los indios, formar colonias agrícolas y establecer escuelas de artes y oficios"97. Se deduce fácilmente cuáles eran las ordenes favoritas: los jesuítas y salesianos para la educación y la pastoral urbana y los lazaristas y capuchinos "para las misiones y las parroquias rurales"98. De hecho la labor de las nuevas órdenes es fundamental también en campos tradicionales. Son los religiosos quienes vuelven ocuparse de las misiones de indios, completamente abandonados desde la disolución de las misiones clásicas a principios de siglo. También son los primeros que inician talleres y promueven enseñanzas laborales y, de hecho, la mayoría de las nuevas órdenes se dedican a labores asistenciales o educativas. En La Habana habían 197 Hijas de la Caridad y 25 Hermanas de los Ancianos; en Puerto Rico en 1891 había 18 contemplativas frente a 92 Hijas de la Caridad y en Argentina muchas de las órdenes "contribuían a llenar un hueco en los servicios sociales de la república conservadora"99. No tenemos aún valoraciones globales bien apoyadas en datos comparables pero lo cierto es que se establecieron nuevas instituciones en casi todas las repúblicas. Por poner un ejemplo, sólo en Chile, bajo el pontificado de mons. Mariano Casanova, llegaron los Agustinos de la Asunción, Salesianos, Trinitarios descalzos, Pasionistas, Carmelitas descalzos, Escolapios, Salesianas, Hermanitas de los Pobres, Hermanas de San José de Cluny, Mercedarias y Franciscanas Misioneras de María. Lo mismo se puede decir de otras diócesis y países. A S V , Nunciatura Perú, Giuseppe Macchi, N. 38, fas. 3, f. 94. A E S , America, pos. 61, fas. 6, f. 176 (Paraguay). 9 8 A E S , America, pos. 61, fas. 6, f. 21. 99 . . J o h n Lynch, La Iglesia católica en América Latina..., p. 72. 96

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Un tercer grupo de instituciones son, como hemos dicho, las que se fundaron en distintas diócesis americanas, especialmente en los países de Iglesia más fuerte y con obispos más activos. En Santiago de Chile, además de importar las que acabamos de ver, a finales de siglo también se fundaron siete congregaciones diocesanas100. En México se fundaron incluso congregaciones masculinas, pero estos países son un tanto excepcionales dentro de la vida eclesiástica latinoamericana, ya que la vida religiosa de la mayoría de las repúblicas se nutrió sobre todo de elementos venidos de fuera. Habría que mencionar también, como algo general, los problemas que se reflejan una y otra vez en la documentación vaticana, aunque no entremos en ellos, como eran la escasez de miembros en alguns órdenes, la poca disciplina, las persecuciones políticas en períodos revolucionarios o liberales, o el enfrentamiento entre nativos y extranjeros. En vísperas del Plenario, fueron afrontados por la Santa Sede y los obispos más activos, quienes se propusieron unos objetivos bastante claros: más religiosos o religiosas y más disciplina. Lo consiguieron en gran medida mediante el envío de nuevos elementos -casi siempre europeosy la implantación de nuevas instituciones. En Brasil la restauración de las moribundas órdenes religiosas masculinas estuvo en manos de alemanes. En Ecuador se decía en 1882, se habían mandado "desde Europa tal cantidad de buenos religiosos a cada convento, que llegaron a superar a los indignos, reduciéndolos a elementos pasivos, puramente tolerados'"01. Como se ve, también los años anteriores al Plenario están llenos de iniciativas para reconducir una situación que se había deteriorado en torno a los años centrales de la centuria. Y, lógicamente, el concilio, en los capítulos que dedica a los religiosos102, establece normas para mantener la disciplina incluso en casos de ataques anticlericales o exclaustraciones. El episcopado. Igual que hemos hablado de un clero viejo y un clero nuevo a finales de siglo, lo mismo podríamos decir sobre el episcopado. La Santa Sede procuró afinar cada vez más en la elección de obispos, intentando evitar las limitaciones que el patronato o la escasez de candidatos habían puesto en las décadas anteriores. Quizá también aquí, como hemos dicho al hablar de los religiosos, la solución pareció encontrarse muchas veces en el nombramiento de obispos europeos, no 100

Carlos Silva Cotapos, Historia eclesiástica de Chile, Imprenta de San José, Santiago de Chile 1925,

p. 347. 101 AES, America, pos. 61, fas. 6, ff. 327-328. El informe es de Brasil, pero menciona el éxito que había tenido tal procedimiento en Ecuador y propone aplicarlo también en Brasil para reducir a los monjes que se resistían a ser reformados. 02 Adas y Decretos del Conciüo Plenario..., Capítulos XTV-XVI.

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pocas veces religiosos ellos mismos. De todos modos no siempre los obispos podían realizar una labor eficaz ya que en ocasiones -sobre todo si eran extranjeros- tenían que hacer frente a la resistencia del clero local. En Honduras el obispo comunicaba que había encontrado una oposición muy fuerte a sus intentos de reforma por parte de los sacerdotes que querían "continuar con los grandes abusos en que se conducían'"03, para lo que no habían dudado en llegar al intento de asesinato o la denuncia ante los tribunales. A pesar de todo, consiguió celebrar en 1890 el primer sínodo diocesano en 400 años e iniciar la reforma de la diócesis. Más graves eran las limitaciones físicas que, como hemos visto, imponían las grandes distancias: "los mejores obispos no pueden poner remedio a los enormes males porque [...] deben gobernar fieles diseminados por una superficie interminable, que no pueden visitar jamás"104. Pero, además, existían algunos obispos cuyo nombramiento podía considerarse claramente un error. El peor considerado según los informes que hemos visto en Roma105 era el arzobispo de Santo Domingo, presentado por el delegado apostólico Di Milia como "de carácter débil y demasiado comprometido con los mayores enemigos de la Iglesia, como para poder enfrentarse a ellos"106. En muchos países no se encontraban candidatos adecuados, como sucedía en Nicaragua, donde el gobierno proponía candidatos que eran considerados por el vicario capitular como "inaceptables por ser muy dudosas su ortodoxia y superficial su firmeza de la fe cristiana"107. En Chile se habían roto las relaciones diplomáticas justamente por el empeño del gobierno en presentar un candidato inaceptable, y en Paraguay, para evitar algo similar, se había buscado "un sacerdote menos inadecuado" y se le había nombrado obispo108. En general puede decirse que era más fácil nombrar buenos obispos en países sin patronato, aunque, cuando el episcopado era numeroso podían surgir también obispos conflictivos. El caso más llamativo sería el de Sánchez Camacho, de México que terminó separándose de la Iglesia109. De todos modos, a finales de siglo la mejora del clero permitía ya elegir entre buenos candidatos locales para 103

AES, America, pos. 61, fas. 9, f. 693. Ibíd. fas. 7, f. 435. De todos modos, no siempre fue así. No pocos obispos, en el siglo anterior realizaron visitas pastorales de años de duración hasta conseguir visitar todas sus parroquias. Un ejemplo paradigmático puede ser la visita de tres años que realizó Martínez Compañón a su diócesis de Trujillo (Perú) a fines del XVIII. Vid. Daniel Restrepo Manrique, La Iglesia de Trujillo (Perú) bajo el episcopado de Baltasar Jaime Martínez Compañón (1780-1790), Gobierno Vasco, Vitoria 1992, 2 tomos, Presentación de Antón M. Pazos. Aunque no así en la bibliografía al uso, que lo presenta como uno de los grandes prelados locales. 106 AES, America, pos. 61, fas. 8, f. 620. 107 Ibíd. fas. 9, f. 738 (Nicaragua) 1893. 108 Ibíd. fas. 6, f. 168. Es un caso largo y confuso, para el que seria necesario hacer un estudio apoyado tanto en la documentación local, como en la vaticana, bastante abundante. 104

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el episcopado, que la Santa Sede prefería a los extranjeros. Y podía empezar a hablarse también de un nuevo episcopado, más en sintonía con Roma, donde tenían claro que para las reformas urgentes hacían "falta obispos, numerosos y buenos obispos'"10. Aunque en 1894 la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios tenía claro que el número de obispos en América era "extraordinariamente exiguo, no siendo en total sino ciento cinco'"11. Y, aunque se quisieran ampliar, no siempre resultaba fácil establecer nuevas diócesis, sobre todo en los países de patronato, que habitualmente ponían dificultades. En Brasil, para una reforma general, hubo que esperar hasta la caída de la monarquía, momento a partir del cual León XIII puedo ampliar el número de diócesis112. En México, gracias a la separación y a la tolerancia del porfiriato, se ampliaron sin dificultad, así como en Colombia o en Argentina. Resultó más difícil en los viejos países de catolicismo oficial, como Perú, que prácticamente tenía a fines del XIX la misma división diocesana que en la época hispana. Y los nuevos obispos, tanto en las diócesis recientes como las antiguas, desarrollaron una fuerte actividad pastoral con sínodos y visitas, algo bastante nuevo para la tónica episcopal del XIX. Son también los años finales del siglo los que conocen un episcopado que viaja a Europa o que viene de fuera y que intenta aplicar en América nuevos criterios de actuación. La combinación de un nuevo episcopado con un nuevo clero es lo que permitirá la renovación religiosa de principios del siglo XX en Latinoamérica. No deja de ser significativo que el episcopado finisecular no procedía del alto clero diocesano -como canónigos, vicarios o profesores de seminario- ya que tales cargos -si existían- estaban ocupados por el viejo clero, muchas veces reacio a las reformas episcopales. La excepción serían los países mejor organizados eclesiásticamente, como México o Chile. 1.4. L a Iglesia y los Estados. En América Latina, como en el resto de occidente, la Iglesia pasa a lo largo del siglo XIX de una situación privilegiada, como tenía bajo la monarquía hispana, a otra mucho más variada en la que se dan períodos de persecución, de opresión o de bonanza. Los momentos peores fueron a partir de los años cincuenta, con la llegada al poder de gobiernos liberales de corte anticlerical en muchas repúblicas. No hay que perder de vista que a lo largo de todo el proceso lo que se dirimía eran una lucha por el control de la sociedad, una lucha que tuvo manifestaciones en el terreno legal, diplomático o educativo. El instrumento que utiliAES, America, pos. 61, fas. 7, ff. 437-438. Ibid. fas. 6, f. 122. 1 1 2 Ciertamente ya antes hubo intentos de reforma y, sobre todo, obispos reformadores, como Dom Vital María Gon^alves de Oliveira o Antonio de Macedo Costa (Un resumen de esos intentos en Hansjürgen Prien, La historia del cristianismo..., pp. 533 y ss y especialmente pp. 534-535). 110

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zó el Estado para dominar el poder social de la Iglesia fue el patronato, que casi todos los países reclamaron como una herencia de la monarquía hispana, algo que la Iglesia siempre rechazó. Con todo, no basta con el análisis legal de la situación de la Iglesia, ya que muchas veces una legislación negativa se atemperaba por el desuso, algo que en Roma se aceptaba como parte normal del modus vivendi: "en la mayoría de las repúblicas americanas -se dice en un informecada uno que llega al poder no deja de hacer alguna innovación, casi siempre para mal, de las leyes vigentes. Afortunadamente, igual que son aprobadas para complacer a personas o partidos, con la misma facilidad dejan de aplicarse, llegando incluso a olvidarse que existen"113. Así, en 1887, se informaba al cardenal Rampolla desde Uruguay que la "ley de conventos y su reglamentación, aún cuando no ha sido derogada ni modificado sustancialmente en un sentido favorable a la justicia, casi puede decirse que ha quedado sin efecto"114. Por tanto, más que en otras regiones, hay que tomar con prudencia toda descripción de la situación político religiosa que se haga apoyada sólo en el estudio teórico de la legislación. Ciertamente una legislación negativa, aunque no se aplicase, era siempre una amenaza por lo que Roma procuraba normalmente establecer relaciones concordatarias que sirviesen como punto de referencia a la hora de negociar. Es cierto que, a finales de siglo, habían desaparecido tanto las relaciones de estrecha colaboración -caso ejemplar sería el Ecuador de García Moreno (1861-1875)- como de persecución violenta -como en el México revolucionario (1854-1876)- o de opresión legal apoyada en el patronato, que puede ejemplificarse con la Venezuela de Guzmán Blanco (1870-1888), que secularizó los cementerios, introdujo el matrimonio civil, hizo laica la enseñanza, transfirió a la universidad los cursos de seminario, suprimió los conventos y colegios y llegó a nombrar un obispo, tras obligar a exiliarse al arzobispo de Caracas. Aunque no existieran relaciones tan extremas, la valoración global de la situación según la diplomacia vaticana no era buena: "muchos gobiernos no mantienen relaciones oficiales con la Santa Sede, que han sido interrumpidas por convulsiones políticas, como México, Costa Rica, Chile, la república de Honduras o por malquerencias de los gobernantes como Argentina, Uruguay, Guatemala o Paraguay. Con otros se conserva nominalmente relaciones óptimas [aunque un tanto anormales] ya que, como es sabido un solo delegado apostólico está acreditado ante los gobiernos de Ecuador, Perú y Bolivia y otro ante los de Haití, Santo Domingo y Venezuela. Únicamente Colombia y Brasil gozan de un representante exclusivo"115. Podemos hacer una clasificación de los países americanos según su relaciones con la Santa Sede en países cordiales, países meramente concordados o países 113

AES, America, pos 61, fas. 6, f. 16. Ibíd. fas. 9, ff. 821-822 (Uruguay). 115 Ibíd. fas. 6, f. 222. ]U

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distanciados. Entre los que tenía excelentes relaciones habría que situar Colombia -que firmó el "admirable concordato"" 6 de 1887- y Ecuador, cuyo gobierno, aún en 1893 recordaba en una circular ministerial a todos los gobernadores que "la legislación y disciplina de la Iglesia se hallan admitidas íntegramente en la República"117. La situación cambió a partir de 1895 con la llegada al poder de los liberales y la ruptura de relaciones diplomáticas a final de siglo. Un segundo grupo sería el de países que mantenían con la Iglesia relaciones "aparentemente óptimas". Quizá el más significativo era Perú, en el que no puede hablarse de una colaboración excepcionalmente eficaz pero sí de una armonía formal, ya que el Estado era oficialmente católico y la Iglesia gozaba de privilegios legales. Pero la impresión eclesiástica era de distanciamiento real: "los actuales gobernantes -se dice en 1894- no pueden ser considerados sinceros amigos de la religión sino todo lo contrario"" 8 . De hecho, la situación era la de un país regalista y la Santa Sede procuró a final de siglo la negociación de un concordato que resultara más equitativo. Otro país en relación correcta era Bolivia, que había mejorado su relaciones con la Iglesia en los últimos años. En los años noventa se consideraba que "las relaciones de la Santa Sede con la República de Bolivia, teniendo en cuenta el espíritu de moderación y de equidad que desde hace unos años parecen animar al gobierno, bien pueden considerarse amistosas"119. Haití, Santo Domingo y Venezuela puede incluirse también en el ámbito de la relaciones formalmente correctas, aunque su situación era muy diferente. Haití tenía tradición y legislación francesa, junto con patronato, pero muy poca influencia sobre la Iglesia, en parte por cuestiones étnicas ya que prácticamente era territorio de misión con clero francés. Santo Domingo era todo lo contrario, con un arzobispo que había sido anteriormente presidente de la república y con catolicismo oficial pero con poca actividad pastoral y sin concordato, a pesar de los esfuerzos de Roma. Venezuela era un país límite. Desde 1873, Guzmán Blanco "inauguró uno de los más completos y devastadores ataques nunca dirigidos contra la Iglesia Católica en Latinoamérica'"20. Aunque la situación se suavizó a partir de 1888, la legislación opresiva se mantuvo, los seminarios no pudieron volver a abrirse hasta 1900 y no se pudo firmar un concordato, como deseaba Roma. Los demás países, excepto Brasil, no teman intercambio diplomático con el Vaticano. Podría agruparse en dos grandes bloques: por un lado los países del 116

AES, America, pos 61, fas. 6, f. 78 (Colombia). La circular en AES, America, pos 61, fas. 8, ff. 628-633 (Ecuador). 118 AES, America, pos 61, fas. 6, f. 179 (Perú). 119 Ibíd. f. 38 (Bolivia). 117

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John L. Mecham, Church and State in Latín America. A History ofñlitko-Ecclesiastical Relations, The University of North Carolina Press, Chapel Hill [1966], 2 a ed., p. 107.

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cono sur, por otro los centroamericanos. Chile, a pesar de la ruptura de relaciones desde 1883, permitió el desarrollo de la Iglesia de manera libre hasta el punto de llegar a ser una de las más modernizadas de todo el continente. Uruguay, constituido en diócesis sólo desde 1878, tras un período de enfrentamiento y persecución había iniciado una mejora de relaciones desde 1890. Paraguay, tras un período de extraordinaria violencia, con el fusilamiento del obispo mons. Palacios en 1868 y un cisma hasta 1877, puede considerarse un país destrozado también desde el punto de vista religioso y no sólo material, como consecuencia de la guerra paraguaya. Con Argentina se habían roto relaciones desde 1884 y a pesar de los intentos de los años ochenta no se volvieron a establecer durante el siglo. Otro bloque de países más o menos unificables serían los del istmo centroamericano. Su importancia diplomática era muy pequeña y eclesiásticamente eran simples obispados dependientes de la archidiócesis de Santiago de Guatemala. De todos modos, vale la pena tener en cuenta que precisamente por su pequeño tamaño y su proximidad, esos países mantenía una cierta unidad ideológica, acaudillada por Guatemala, una de la repúblicas que peores relaciones tenía con la Santa Sede. En 1894 la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios consideraba que la única solución "para las lamentables condiciones de las repúblicas de América Central [era] el envío de un delegado apostólico, el cual, tratando directamente con aquellos gobiernos pudiese conseguir alguna mejora de la situación"121. Por último, dos países un tanto atípicos eran Brasil y México. En Brasil, con la caída de la monarquía se había dado la separación entre la Iglesia y el Estado en 1890, aunque se había logrado evitar que la nueva constitución incluyese leyes contrarias a la Iglesia, y se había mantenido la representación diplomática entre ambos poderes al más alto nivel que se daba en América Latina. La existencia de un internuncio posibilitó la reconstrucción de una Iglesia que había sido casi destruida bajo el régimen del "padroado" portugués. En México la situación era también extraña ya que, a pesar de la legislación persecutoria de las leyes de reforma, el gobierno de Porfirio Díaz dejaba actuar a la Iglesia. Era un modus vivendi bien asentado a finales de siglo, pero no dejaba de ser una ficción que dependía absolutamente de la tolerancia del poder civil. De hecho los intentos de aproximación diplomática oficial realizados por Roma, que llegó a mandar un visitador apostólico oficioso en los años noventa, no dieron resultado. Las relaciones con los estados, aunque se habían suavizado en algunas repúblicas, distaban mucho de estar totalmente normalizadas. De hecho, hay toda una línea de actuación romana en las últimas décadas del siglo para establecer 121

AES, America, pos 61, fas. 6, f. 119.

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concordatos o tender puentes con las naciones más distanciadas. A lo largo de la preparación del Concilio, precisamente el temor a las reacciones políticas de los gobiernos más anticlericales aparece en las respuestas de algunos obispos latinoamericanos, temerosos de que la convocatoria del Plenario fuese un detonante que enturbiase más aún unas relaciones no siempre fáciles para las iglesias locales. El problema estaba ahí realmente, no en las meras relaciones diplomáticas con Roma, aunque éstas, como veremos más adelante, tampoco podían considerarse fluidas. 1.5. Las amenazas a la hegemonía católica: protestantes, masones, positivistas. Las primeras amenazas para la hegemonía ideológica de la Iglesia en América Latina no parecen darse hasta bien entrado el siglo XIX. En torno a 1850-1880 se afirmaron grupos sociales minoritarios -normalmente élites en ascenso- que odiaban a la Iglesia "porque creían que sin la destrucción del poder eclesiástico y la muerte del dogma que lo acompañaba no podía hacerse ningún cambio real"122. Los primeros ataques procedieron de algunos liberales y llevaron a la Iglesia a una unión más estrecha con los grupos conservadores. Esos ataques que podríamos considerar exteriores, no se movieron sólo en el terreno de la política sino que buscaron, sobre todo, sustituir la influencia católica en el campo social, económico y educativo. Las consecuencias prácticas de tales objetivos fueron los intentos de introducir cultos protestantes, la creación de estructuras escolares laicas, la difusión de escritos anticlericales o la organización de asociaciones marcadamente antirreligiosas. Protestantes. De todas estas amenazas, la más estrictamente religiosa es evidentemente la penetración protestante. A pesar de la alarma que suelen mostrar las autoridades eclesiásticas ante cualquier manifestación de propaganda protestante, lo cierto es que su implantación durante todo el siglo es muy reducida, entre otras razones porque Latinoamérica no va a ser considerado territorio de misión hasta la I Guerra mundial, bajo influencia de los protestantes norteamericanos. En el XIX casi todos los protestantes de Latinoamérica eran ciudadanos ingleses o norteamericanos123 que trabajaban las distintas repúblicas. Pero ahí estaba también ,2

^John Lynch, La Iglesia aitólka en Amerita Latina..., pp. 67-68. Hay también pequeños contingentes de otros países y lenguas. Quizá los más significativos y compactos sean los de lengua alemana, que establecieron núcleos activos especialmente en Brasil, Argentina y Chile. De todos modos, también ellos, a fines del XIX están iniciando lo que Prien denomina etapa de institucionalización (Cfr. el apartado "Las iglesias de los inmigrantes alemanes" en Hansjürgen Prien, La historia del cristianismo..., pp. 722-761)

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parte de su prestigio, sobre todo entre las clases superiores que identificaban con facilidad el protestantismo con el progreso anglosajón. Así se entiende que muchas de las primeras iniciativas protestantes, especialmente educativas, no fuesen misiones tradicionales sino grupos americanos invitados por los gobiernos liberales para que sirvieran como motor en la modernización del país: "Pocas repúblicas, [...] en un periodo o en otro dejaron de tener entre sus gobernantes o entre sus intelectuales personajes que no apoyasen el protestantismo"124. De todos modos, a final de siglo la forma más típica de propaganda protestante era la difusión de la Biblia, sobre todo los evangelios, por medio de organizaciones de repartidores de biblias, que podía ser autóctonos aunque normalmente organizados - y pagados- por los predicadores extranjeros. A pesar de algunos conflictos muy llamativos, especialmente en los años noventa en Perú, donde llegaron a producirse motines populares contra los predicadores, lo cierto es que la difusión bíblica era prácticamente insignificante. Se calcula que "en 1903 la distribución global de material bíblico (es decir, de biblias completas, de Nuevos Testamentos o de porciones de estos) no pasaba de 235.000 ejemplares" con centros de reparto en México, Cuba, América Central, Venezuela, Perú, Brasil y Argentina125. Los países con una implantación más articulada podrían ser probablemente Chile y Argentina, en cuya república están los dos únicos institutos bíblicos de América Latina anteriores a 1900. También tuvieron una cierta influencia, aunque quizá no directamente proselitista, los colegios norteamericanos con enseñanza en inglés que se establecieron en varias repúblicas. Pero con todo, el número de protestantes era bajísimo en todo el continente: algunos historiadores protestantes de este periodo lo sitúan en torno a los cinco mil "miembros comulgantes" en toda Sudamérica126. La mayor cantidad de sociedades misioneras trabajaba en México y, a partir de 1898 en Cuba y Puerto Rico, pero el número de conversos seguía siendo muy bajo: El Atlas of Protestant Missions de 1903 menciona 1438 misioneros extranjeros, 6000 colaboradores nativos y 132.388 miembros para 334 misiones127 Para hacerse una idea aún más clara de su escasa importancia hay que tener en cuenta que dentro de este número entran también las West Indies, con fuerte componente protestante. A pesar de su insignificancia numérica, la penetración protestante era una de las preocupaciones romanas. En un informe sobre México, la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios se alarma por "el progreso, no indiferente, que hace cada dia el protestantismo, especialmente los estados del Norte, en la zona de frontera'"28. Otro informe sobre Haití no deja de 124

Prudencio Damboriena, El protestantismo en América Latina, Feres, Friburgo-Bogotá 1962, p. 20. Ibíd. p. 54. 126 127Ibíd. p. 94 y ss. Vid. datos en Harían P. Beach - Charles H. Fahs, World Missionary Atlas, Institute of Social and Relijpous Research, New York 1925, p. 26. 2 8 A E S , America, pos. 61, fas. 6, ff. 147-148 (Messico). 125

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mencionar que "el protestantismo hace esfuerzos inauditos para difundirse, protegido por el gobierno"129. Y al hablar de Perú, Ecuador y Bolivia, se destaca el escaso éxito de las misiones protestantes en parte por la protección legal al catolicismo, en parte porque "la índole del pueblo es buena a pesar de la gran ignorancia en la que se le ha dejado, y el protestantismo no consigue introducirse'"30. En cambio, un terreno en el que podría darse competencia directa entre protestantes y católicos era el de las misiones indias. Aunque existían a finales de siglo varios grupos protestantes en zonas indias, tampoco parece que hubiera muchos avances quizá exceptuando la zona de Paraguay que había ocupado las antiguas reducciones jesuíticas. Para Roma, era claro que los protestantes intentaban penetrar en ese territorio "desde la supresión de la Compañía de Jesús y sus misiones'"31. Además de los protestantes, otra amenaza de tipo directamente religioso eran las sectas paganas, aunque éstas normalmente aparecían en países con fuertes etnias africanas como en Brasil o en Haití, donde el obispo llegó organizar una Liga contra el Vaudou. También en Brasil aparecieron sectas cristianas dirigidas por personajes mesiánicos, como la del sacerdote católico Cicero Batista en Joaseiro o Antonio Maciel en Canudos, donde fundó una sociedad semiteocrática, hasta que sus seguidores fueron cercados y masacrados por ejército132. Masones. En un terreno ambiguo entre la religión, la política y la ideología podría situarse la influencia de las masonería que, en América Latina, tiene a finales de siglo una cierta relación con la vida religiosa. Los informes que llegaban a Roma solían ser alarmistas sobre la amenaza real de la masonería. Del clero de Santo Domingo se decía que "han adoptado el principio del indiferentismo y la tolerancia [...] por lo que admiten a la confesión tanto al excomulgado como al fiel, al masón como al católico, sin exigirle la retractación y el abandono de la Logia"133. Es muy difícil precisar la influencia la masonería y su extensión, aunque parece claro que el número de masones era abundante en bastantes repúblicas, pero con una relación muy variada respecto la Iglesia Católica. Quizá el caso más llamativo era, una vez más, el de Santo Domingo donde las logias se reunían en conventos y participaban en los actos religiosos como una cofradía más: A E S , America, pos. 61, fas. 6, ff. 124-125 (Haití). I b í d . f. 43 (Bolivia). mIbíd. f. 174 (Paraguay). 1 3 2 U n a revisión actual, con una postura más favorable al movimiento de Canudos en Robert M. Levine, Vale of Téars: Revisitíng the Canudos Masacre in Xortheastem Brasil, 1893-1897, University of California Press, Berkeley 1992. 1 3 3 A E S , America, pos. 61, fas. 8, f. 552 (Santo Domingo) 1870. 129 m

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"de allí salen procesionalmente con la imagen del Bautista el día de Viernes Santo; van los masones por parejas revestido de sus grados con traje negro, cerrando el cortejo el gran oriente [ÍÍC], y allí se dirigen con todo el clero a la catedral, para la procesión del Santo Entierro"134. La participación de masones en actos del culto católico debía ser lo bastante frecuente como para que, tan tarde como en 1904, una instrucción del episcopado venezolano recordase que "de ninguna manera se puede tolerar que los masones asistan en cuerpo y con insignias manifiestas a ningún acto religioso, ni a entierros que se hagan con [...] las ceremonias de la Iglesia, ni pueden ningún sacerdote ni católico acompañar al entierro de un cadáver cuya urna lleve signos evidentemente masónicos'"35. Estas alertas contra la confusión pueden encontrarse en otros países. El sínodo chileno de 1895 atacaba directamente la idea de una masonería aceptable por los católicos: "ningún católico sea osado a tenerla por sociedad indiferente o inofensiva, imaginando o creyendo que tan sólo se ocupa de promover la beneficencia entre sus miembros [... porque] no cabe la menor duda de que es enemiga mortal de [...] la Iglesia"136. De hecho, la masonería era vista en Roma como un elemento descristianizador y en toda Latinoamérica empezaba a verse que el control político de la masonería suponía ataques contra la Iglesia. Se manifestó en Haití, en Guatemala137, Argentina138, México139, o Perú140. Desde luego, en conjunto, la masonería tenía una actitud abiertamente anticlerical que se reforzó en las últimas décadas del siglo. Da una idea de hasta que punto era considerada un problema que cuando mons. Casanova escribe a León X I I I sobre la conveniencia de un concilio latinoamericano, sitúa entre los problemas principales de las repúblicas la actuación de las logias y su influencia en los gobiernos, con la consecuente legislación anticanónica141. AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 580 (Santo Domingo) 1870. Instrucción pastoral del Episcopado veneiolanao al clero y fieles de Ui República dictada en las conferencias que dicho episcopado celebró en Caracas el año del Señor de MCMIV, 25 de mayo-27 de julio, Caracas 1905, p. 50. 136 Sínodo diocesano celebrado en Santiago de Chile por el Etmo. y Rmo. Sr. Arzobispo Dr. D. M. Casanova (1895^ Santiago de Chile 1896, p. 368. Cuando "la secta masónica se adueñó de nuevo del poder, prosiguió la persecución, menos violenta y cruel pero más agresiva, a causa de las leyes aprobadas, contra la Iglesia", en AES, America, pos. 61, fas. 6, f. 107 (Guatemala). 1 3 8 Especialmente la de origen español, mucho más que la inglesa, normalmente neutra en asuntos religiosos. Donde las logias organizaron una manifestación anticlerical en 1895, como reacción frente a la coronación de la Virgen (vid. François-Xavier Guerra, México: Del Antiguo Régimen..., T. I, pp. 227134

228).

Algún autor achaca el reforzamiento del dimorfismo sexual en la práctica religiosa, especialmente entre las clases altas, a la influencia masónica (Çfr. Jeffrey L. Klaiber, La Igfesia en el Perú. Su historia social desde la independencia, Pontificia Universidad Católica del Perú, [Lima] 1988, p. 38). 141 AES, America, pos. 61, fas. 9, ff. 871-872.

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Positivistas. Este último aspecto, es decir las repercusiones políticas, era lo que preocupaba especialmente en Roma. De hecho, es muy frecuente que la masonería aparezca en la documentación vaticana unida al liberalismo, como instigadora de su política. Sin embargo, la ideología que realmente tuvo gran influencia a final de siglo en todo el ámbito político y cultural latinoamericano fue el positivismo. Liberalismo y positivismo aparecen, de todos modos, tan unidos que en muchas ocasiones resultaba imposible distinguirlos, ya que los actores eran los mismos y la manifestación externa era propiamente el liberalismo. Quizá por eso el concepto "positivismo" no parece nunca en la documentación religiosa de la época. En la práctica, la Iglesia no sólo no elaboró una doctrina intelectual contra el positivismo, sino que no consiguió individuarlo como un problema distinto del genérico ataque del liberalismo, de la masonería, o incluso de algo tan impreciso como la impiedad. Sin embargo, es precisamente la doctrina positivistas la que "tras anteriores oleadas de utilitarismo y liberalismo, consiguió dominar el pensamiento de la élite latinoamericana en los últimos decenios del siglo xix"142. Como característica general podría decirse que el positivismo llegó a América Latina "cuando ya no estaba de moda en Europa, pero arraigó a partir del decenio de 1870 y llegó a ejercer una influencia dominante en varios países durante el resto del siglo y más allá"143. Los países que conocen un positivismo más combativos son probablemente Brasil, México, Chile y Perú. Es decir, países con unas élites ilustradas y una incipiente clase media con acceso a la cultura superior, que deseaban modernizar el país y, en algunos casos, justificar ideológicamente las dictaduras de orden y progreso. En realidad el positivismo se plantea como una religión alternativa al catolicismo: es la religión del progreso y de la ciencia. En cambio, en otros países menos desarrollados, como los centroamericanos, tuvo más fuerza el aspecto liberal político que el intelectual. Con todo, a pesar de lo mal que se conoce el pensamiento de los últimos años del siglo, de la incapacidad de la Iglesia para distinguir el componente positivista en el liberalismo anticlerical y del carácter difuso que tiene el movimiento, puede aceptarse que, desde la independencia, "ningún movimiento intelectual americano ha tenido la importancia que cobró el "positivismo" [que llegó a dominar] los horizontes intelectuales, científicos, políticos, incluso económicos [...] de América Latina a fines del siglo pasado y hasta en pleno siglo XX, con repercusiones hasta nues-

^John Lynch, La Iglesia católica en América Latina..., p. 91. John Lynch, La Iglesia católica en América Latina..., p. 91. Las pp. 91-94 son una buena síntesis de los motivos del arraigo del positivismo, de sus pensadores principales y de su extensión en América Latina a fines del XIX. Vid. también, con especial énfasis en la repercusión del positivismo en las iglesias protestantes, Hansjürgen Prien, La historia del cristianismo..., pp. 490-509.

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tros días'"44. Pero, insistimos, para la Iglesia local y para Roma, la ideologia positivista quedaba velada tras la actuación de los liberalismos anticlericales, constantemente mencionados en la documentación de la época por su agresividad frente a la doctrina católica. 1.6. La acción romana en América Latina. León XIII dedicó no poca atención al nuevo continente y hasta se podría decir, sin temor a exagerar, que la construcción de la América Latina católica, tal como la entendemos hoy, -es decir, con un episcopado latinoamericano unitario-, la estableció él mismo a partir del Concilio Plenario. Ciertamente la actuación leoniana en América Latina se inserta, como una más, dentro de las líneas dominantes de su pontificado, incluso aunque se admita que estaban ya algo desvaídas en torno a 1899, en los años terminales del reinado. Sin ser -ni de lejos- un objetivo primordial, la Santa Sede empezó a interesarse más por los asuntos americanos a fines de siglo y estableció las bases para la articulación de una iglesia continental. Quizá se note un interés más directo en los años que coinciden con el nombramiento de Rampolla como Secretario de Estado145. Con motivó del nombramiento, el papa escribió al nuevo Secretario en 1887 una carta programática, en la que le planteaba los objetivos de la diplomacia pontificia para cada una de las naciones con las que la Santa Sede tenía relaciones. Ciertamente el tenor de la carta es marcadamente europocéntrico, pero menciona ya a América Latina como un territorio al que había que dedicar especiales cuidados146. Algunas encíclicas de años posteriores nos dan indicios sobre cuales eran esos "especiales cuidados". En 1888 escribió a los obispos americanos sobre los emigrantes italianos147; en 1892 a toda América con motivo del IV centenario148; en 1894 a los obispos 144

François Chevalier, América Latina, de la Independencia a nuestros días, Labor, Barcelona 1979,

p. 282.

145

Rampolla es Secretario de Estado desde el 1 de junio de 1887 al 20 de julio de 1903, en que muere León XIII. "Le strette attinenze di origine, di lingua e di religione, come ancora la fermezza medesima nell'avita fede, che unioniscono alla Spagnuola le popolazioni dell'America di mezzodi, Ci invitano a non disgiungerle nelle speciali cure che saremo per rivolgere del pari a comune loro vantaggio" (.Lettera di Sua Santità Papa Leone XIII al Cardinale Mariano Rampolla suo Segretario di Stato, en "Acta Sanctae Sedis", X X (1887) 8). Epistola Quam Aerumrwsa ad Archiepiscopos et Episcopos Americae: quibus commendai cives italos inopia illuc migrantes, en "Acta Sanctae Sedis", XXI (1888) 258-260 (Se dirige a los obispos de Estados Unidos, animándoles a enviar alumnos al recién abierto Colegio Piacentino para promover vocaciones que misionen con los emigrantes italianos en América, pero, como veremos, el problema era el mismo en América Latina). 148 Epistola Quark: abeunte saeculo ad Archiepiscopos et Episcops ex Hispania, Italia et utraque America. De Christophoro Colombo, en "Acta Sanctae Sedis", XXV (1892) 3-7

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peruanos indicándoles qué temas le parecían mas oportunos para el concilio de Lima149; en 1897 resumió en la Carta Apostólica Trans oceanum los privilegios concedidos a lo largo de los siglos a los territorios americanos, especialmente en relación con los indios y negros150, y en 1898 dirigió a todos los obispos la carta Cum Diuturnum151 con motivo del inminente Concilio Plenario de América Latina de 1899, Concilio que resumirá el trabajo de la diplomacia vaticana en Latinoamérica durante la última década del siglo. Lógicamente, la actuación romana se inserta plenamente, como no podía ser menos, en las grandes orientaciones del pontificado. Podríamos decir que las más características de esas orientaciones generales, y su reflejo en América Latina, se concreta en los siguientes puntos152: a) El esfuerzo por recuperar el poder civil que se enmarca en una nueva política de cristiandad, en la que la Santa Sede -tras perder los Estados pontificiosbusca actuar como potencia internacional y que se manifestó en una acción diplomática de gran alcance. Casi todos los autores destacan el interés de León XIII para establecer nuevos vínculos con los gobiernos superando fricciones. La experiencia diplomática que Joaquino Pecci tuvo antes de ser papa se manifiesta casi siempre en reconocer que son mejores las relaciones difíciles que las inexistentes. Se traducirá en un esfuerzo -no siempre logrado- por ampliar la red diplomática en América y por evitar rupturas. El interés por América probablemente quedó reforzado por la experiencia de Rampolla como nuncio en España153, donde contactaría con representantes latinoamericanos, y también por pertenecer entonces Cuba y Puerto Rico a España. b) El afán por ampliar los limites de la cristiandad por medio de las misiones, como nuevas zonas de influencia de la Iglesia. Desde el ángulo latinoamericano 149

Litterae Sanctissimi D. X. Leonis Papae XIII ad Antistites Peruviae, con motivo del concilio celebrado en Lima, en "Acta Sanctae Sedis", XXVI (1894) 648-652 La primera recomendación que les hace es que se ocupen de la formación de los candidatos al sacerdocio. 150Litterae apostolicae "Trans Oceanum in forma Brevis Sanctissimi D. N. Leonis PP. XIII de privilegjiis America Latinae, en "Acta Sanctae Sedis", XXIX (1897) 659-663. Litterae Cum diuturnum ad Ordinarios America Latinae qui Romam deligunt pro consiliis inter eodem habendis, en "Acta Sanctae Sedis", XXXI (1898) 321-322 152 Puede servir como síntesis apretada, la voz de Philippe Levillain, Leon XIII, en Philippe Levillain (dir.), Dktionnaire historìque de lapapauté, Fayard, Paris 1994, pp. 1035-1038. Con más desarrollo, vid. el trabajo también sintético de Roger Aubert, Leone XIII: Tradizione e proceso, en Josef Metzler (dir.), Storia falla Chiesa, XXII/1, La Chiesa e la società industriale (1878-1922), Edizioni Paoline, Cinisello Balsamo [1990], pp. 61-106. Una de las pocas síntesis sobre América Latina en historias de la Iglesia recientes es la de Willi Henkel, La Chiesa in America Latina, en Josef Metzler (dir.), Storia della Chiesa, XXIV, Dalle missioni alle chiese locali (1846-1965), Edizione Paoline, Cinisello Balsamo 1990, pp. 477-644. Interesa también, porque ofrece visiones del pontificado globales, y no sólo italianas, el estudio de Stefano Tinchese, Sviluppi missionari e orientamenti sociali. Chiesa e stato nel magistero di Leone XIII en Gabriele De Rosa (dir.) Storia dell'Italia religiosa, T. Ili, L'età contemporanea, Editori Laterza, Roma-Bari 1995, pp. 61-86. Entre 1882 y 1887.

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se hizo hincapié sobre todo en las misiones indias, que volvieron a desarrollarse a fines de siglo después de los abandonos que siguieron a la Emancipación. c) El interés por los inmigrantes, tanto por su atención espiritual -muy descuidada hasta entonces-, como por la influencia que podía suponer para la Iglesia la llegada de numerosos fieles en países de minoría católica. Para fines de siglo en América Latina, suponía la posibilidad de inyectar católicos practicantes -blancos- en una sociedad criolla descristianizada o librepensadora. Y el inconveniente de que engrosarían el número de los no practicantes si no se conseguía ayuda espiritual para ellos, sobre todo párrocos de las naciones de origen. d) La utilización de los laicos como elemento de presencia de la Iglesia aunque dependiendo del clero desde el punto de vista organizativo. Se reflejó en la insistencia para mejorar la actuación de periodistas y escritores católicos que opusiesen sus escritos y periódicos a los liberales. El mejor ejemplo creemos que fue el lanzamiento del diario católico mexicano "El País", uno de los escasos diarios católicos con estructura empresarial y de amplia tirada154. La subordinación de las organizaciones laicas a la jerarquía llevó a intentar controlar las tradicionales cofradías consideradas muchas veces como excesivamente independientes. Brasil fue el ejemplo extremo, en donde llegó a plantearse la eliminación - o el abandono- de las cofradías tradicionales sutituyendolas por otras con laicos de confianza. e) La reacción contra el racionalismo y el laicismo, en continuidad con la línea de Pío IX. Está presente por doquier en América, que se veía como un continente ganado por el liberalismo. Puede afirmarse que las preocupaciones eclesiásticas latinoamericanas son algo más rancias que las europeas, y en el terreno ideológico da la impresión de estar más en la época de Pío IX que en la de León XIII. Quizá por esto mismo un aspecto característico del papa de la Rerum novarum -la preocupación obrera y sindical- apenas se refleja en Latinoamérica: aparecerá décadas más tarde, ya en el siglo XX. De algún modo, manifiesta la diferente evolución de la sociedad americana. También en esta línea, algo arcaica, estarían las frecuentes denuncias y condenas de la masonería, que aparece como omnipresente en América Latina. f) El refuerzo de la centralización romana, en línea también con lo iniciado en tiempos de Pío IX. Podría concretarse en un mayor control de los asuntos americanos por las congregaciones romanas, especialmente la de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios. Sin embargo, no todo lo que se presenta como centralización - o síntoma de tal- lo es realmente. Así, la celebración en Roma del Concilio Plenario Latino Americano se ha denunciado como una muestra más del carácter absorbente de la curia, cuando la realidad es que -sin negar el fuer-

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Se publicó desde 1899 a 1914.

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te centralismo del momentos- se hizo en Roma porque los países americanos no lograron ponerse de acuerdo en una ciudad americana aceptada por todos"155. g) La utilización de los diplomáticos como elemento de información, control y estímulo religioso, además de instrumentos de diálogo con los gobiernos ante los que estaban acreditados. León XIII rechazó desde el principio la postura victimista de Pío IX como prisionero del Vaticano y elaboró un ambicioso plan de presencia internacional de la Santa Sede, el mayor concebido hasta entonces. Los instrumentos empleados fueron los nuncios y delegados apostólicos, considerados ahora no sólo como representantes diplomáticos ante los gobiernos sino como verdaderos motores de transformación social y religiosa según las directrices romanas. No deja de tener interés mencionar que el documento que suele presentarse como síntesis de esta nueva diplomacia sea la carta del Secretario de Estado Jacobini a Rampolla -cuando éste era nuncio en España- sobre la opinión del periódico integrista "El siglo futuro" que reducía el papel de los nuncios al de meros diplomáticos. En esa carta se precisaba que, aunque diplomáticos, representaban ampliamente al papa en sus demarcaciones, y que los obispos y los fieles debían plegarse a sus indicaciones, pues los nuncios eran quienes conocían las directrices papales para la Iglesia en esa nación. En efecto, durante todo el pontificado, los representantes pontificios jugaron un papel clave en la visión centralizadora de la Iglesia y en la remodelación del mundo católico. Lo hicieron también en América, en donde podríamos decir que, paradójicamente, tuvieron más éxito en la actuación unificadora del episcopado y los fieles que en el terreno propiamente diplomático. Gran parte de la información que manejaba la Santa Sede, y desde luego, los elementos que decidían sobre asuntos latinoamericanos en la curia, procedía de antiguos diplomáticos vaticanos en América. Sin embargo, no podemos pensar en una tupida red de información y contacto directo ya que que la estructura diplomática finisecular era cuando menos precaria, al menos si nos fijamos en el número y categoría diplomática de los representantes pontificios. De entrada, no había ninguna nunciatura en toda América. Los puestos de mayor categoría eran las dos internunciaturas de Brasil y Colombia. El resto eran delegaciones apostólicas para varios países: la de Argentina, Paraguay y Uruguay; la de Perú, Ecuador y Colombia; la de Santo Domingo, Haití y Venezuela y la de Chile (a partir de 155 "E nel 1900 la prima assemblea dell'episcopato dell1 America del Sud si svolse in Vaticano sotto la presidenza del papa stesso" (Roger Aubert, Leone XIII..., p. 79). En realidad fue en 1889, no en 1900. Las sesiones se realizaron en el colegio Pío Latino-Americano (no en el Vaticano, por tanto) y tuvieron lugar en Roma por los enfrentamientos entre las distintas naciones para decidir la sede. Tampoco el concilio fue presidido por el papa, sino por todos los arzobispos presentes, en tumos de tres días con carácter temporal de delegados pontificios, según acuerdo de una primera reunión "de los once Arzobispos [presentes] después de palpar las muchas susceptibilidades y dificultades" (Carta de Eulogio Gittorw, Arzobispo de Oaxaca a Meólas Averardi, Visitador apostólico en México, Roma, 3-VI1899, en ASV, Visita Apostólica Messico, Busta XIII, f. 445v).

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1882, ya que antes formaba parte de la de Perú). Con México no había relaciones diplomáticas formales aunque sí un Visitador Apostólico extraordinario entre 1896 y 1899. Además, muchos gobiernos tenían fuertes contenciosos - o simples enfrentamientos personalistas, al estilo de la época- con la Santa Sede, como ya mencionamos al hablar de la Iglesia y la política, pudiendo considerarse Latinoamérica como un territorio conflictivo. Valga recordar que Argentina había roto relaciones entre 1884 y 1900; Chile entre 1882 y 1902, Colombia entre 1853 y 1881; Costa Rica entre 1884 (de facto) y 1908; Ecuador entre 1901 (de facto) y 1937 y Paraguay entre 1884 y 1900 (o 1919, ya que en 1900 no hubo posibilidad de presentar credenciales), Uruguay entre 1884 (al romperlas con Argentina) y 1900 y Venezuela desde 1902 (de facto). Si añadimos que con México no se consiguió establecer una relación oficial, a pesar del empeño del papa, vemos que la red diplomática pontificia en América Latina no era la que podía esperarse en un continente católico. Sin embargo, los representantes pontificios jugaron un papel clave en el período como cauces de información y como transmisores de las orientaciones papales. Y tuvieron otra función, quizá aún más importante, al dirigir, de regreso en Roma, las directrices de las distintas congregaciones romanas en sus decisiones sobre América Latina. 1.7. La visión de América Latina en la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios. Hasta ahora no parece que se haya estudiado si existió un proyecto global sobre Latinoamérica, aunque sea a partir de algo tan elemental como la intención que se manifiesta en la carta de León XIII a Rampolla en 1887, ya mencionada. Sí se sabe que el papa era muy cuidadoso en la planificación de las grandes líneas de acción y que actuaba muchas veces personalmente, como en el caso del relanzamiento de las misiones156. No tenemos noticia de algo similar para Latinoamérica, pero sí puede afirmarse que hay unas directrices que culminan en el Concilio plenario de 1899. Esas líneas orientadoras proceden de la conciencia -siempre desde la óptica romana, no lo perdamos de vista- de las carencias de la cristiandad americana, visión teñida además por el deseo de presencia y conquista social católica en que se concretaba a fin de siglo la acción católica. Las directrices fundamentales de la acción vaticana podrían resumirse muy brevemente: a) toda América Latina es un único continente y es claramente católico; b) la carencia fundamental es el clero, escaso e ignorante; c) se requiere por tanto

156 Vid. Claude Prudhomme, Stratégie missionnaire du Saint-Siège sous Léon XIII, 1878-1903: centralisation romaine et défis culturels, Ecole Française de Rome, Rome 1994.

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aumentar, fortalecer y unificar la jerarquía para mejorar el clero y así poder también organizar a los laicos para influir intelectualmente -prensa y enseñanza- en la sociedad. ¿Sirve eso para poder hablar de un programa leoniano para América Latina? Probablemente sí. Desde luego, las carencias que acabamos de señalar eran claras para quienes, desde Roma, se encargaban de los asuntos latinoamericanos. No tenían duda de la unidad continental y el concepto unitario de América Latina se mantuvo inflexiblemente en todo el pontificado157. Como ya hemos dicho, la Santa Sede no sólo utilizó ampliamente el término América Latina sino que contribuyó a crearla. Un ejemplo claro lo tenemos en las consultas previas al concilio plenario latinoamericano. Los episcopados de México, Haití y Brasil se opusieron en un primer momento a incorporarse argumentando que eran diferentes por origen, lengua y tradiciones, como dirá Haití158; por diferente nacionalidad y falta de medios, como dirán los brasileños reunidos en concilio nacional en 1890159; o por razones de oportunidad y falta de libertad política, como argumentarán los mexicanos160. En ningún caso la Santa Sede admitió que estas naciones se excluyesen del mundo latinoamericano. Respecto al clero, no sólo aparece como una necesidad, sino que es habitual ya a fm de siglo la distinción entre clero viejo y clero nuevo, como ya hemos visto. Hay por tanto un gran esfuerzo renovador: renovación de viejas órdenes religiosas -en situación crítica en Brasil-, introducción de nuevas, creación de seminarios, envío de jóvenes al colegio Pío Latino Americano, todo ello con miras a la constitución de un clero local cultivado y apostólico del que pudieran salir obispos adecuados. Las referencias son abundantísimas: de hecho, como veremos, puede decirse que el Concilio Plenario fue pensado en Roma para unificar la acción episcopal y dar pautas claras y unitarias de comportamiento al clero. Respecto al tercer punto es también claro que hay un gran interés en lanzar una acción católica americana de corte más cultural que político, que pudiese 157 "Sparsi sopra un continente vastissimo ed alla estremità di un altro, od abitanti sopra isole, per la estensione di circa venti milioni di kil. q., sembrano formare una sola famiglia per comunanza spesso di origine, di linguaggio, sempre di fede, di tradizioni, di sistemi governativi. Travagliati dagli stessi mali, provati alle stesse sventure, oggi tutti, dopo lunghe guerre fratricide ed inteme rivoluzioni, si sono sottratti ad ogni influenza di governi stranieri, e, divenuti autonomi, si reggono con governi popolari" (AES, America, 1894, pos. 61, fas. 6, f. 221). Cfr. L'Arcivescovo di Fbrto-Prìndpe si dichiara anche a nome dà suffragami contrario a prendere parte al proposto concilio, 25 giugno 1889, en AES, America, 1894, pos. 61, fas. 9, ff. 904-905). 159 Cfr. Atti delle conferente dell'Episcopato Brasiliano, celebrate nella Capital di S. Paolo sotto la presidenza dell'Eccmmo e Revmmo Monsig. D. Antonio de Macedo Costa, Arcivescovo de Bahia e Primate del Brasile, Ottava conferenza, 18 agosto 1890, en AES, America, 1894, pos. 61, fas. 7, ff. 409-410. 160 L'Arcivescovo di Messico significa il propio parere e quello di altri dieci Vecow, negandosi di prendere parte al progettato concilio, 12 settembre 1889, en AES, America, 1894, pos. 61, fas. 9, ff. 906-909.

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oponerse al liberalismo, al librepensamiento, al positivismo y a las sectas masónicas, los grandes males sociopolíticos de las naciones americanas, desde el punto de vista de la curia romana. Tales líneas de fuerza de la Santa Sede en América son consecuencia de su visión del continente. En Roma se recibían constantes informaciones sobre la situación de la Iglesia. Unas oficiales, de los delegados apostólicos, de los obispos, bien espontáneamente, bien requeridos por algún asunto o en las visitas ad limina, y otras muchas de informadores de buena fe o interesados que enviaban a Roma todo tipo de documentación, desde relaciones de viajes a opiniones personales, pasando por recortes de prensa, folletos o denuncias. Sorprendentemente, todo se recogía, se valoraba y se estructuraba para ser utilizado en las sesiones de cardenales o expertos que debían tomar decisiones. Para nuestro caso, el conjunto más abundante y coherente de información sobre la situación de América Latina a final de siglo podemos encontrarla en la Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari, en relación con la puesta en marcha del Concilio Plenario. Interesan también los recogidos en los archivos de la Secretaria de Estado, especialmente en las informaciones diplomáticas y en las Instrucciones a nuncios, así como los informes temáticos16' que Rampolla pidió a todos los representantes pontificios a fines de siglo para analizar globalmente la situación de la Iglesia en sus puntos neurálgicos: política, seminarios y clero, órdenes religiosas, prensa y acción católica. De todos modos, el documento que nos parece más significativo es el preparado en 1894 para la comisión de cardenales de la Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari que debían adoptar medidas para mejorar la situación religiosa en América Latina. Los oficiales de Affari Ecclesiastici Straordinari prepararon un informe de 942 páginas, analizando el conjunto del continente y la situación en cada país, con un anexo de 103 documentos entre 1881 y 1893. El documento es significativo no sólo para conocer la situación de la Iglesia latinoamericana sino también la autoconciencia institucional de la curia romana en aquel momento. No se mencionan problemas esperados -relaciones laborales, p. ej.-, y en cambio, surgen con fuerza prevenciones políticas y culturales sobre la articulación de la sociedad que se iba perfilando162. Una síntesis del informe ofrece el siguiente fresco de la situación.

1 Los informes correspondientes a España son los publicados por Vicente Cárcel Ortí, León XIII y los católicos españoles, Eunsa, Pamplona 1988. Informes semejantes se hicieron de todos los países con representación diplomática. El informe se titula SuUe amdkúmi politico-religiase delle Repubbüche Ameritarte del Centro e del Sud. Relaáonigeneraiiy se recoge en AES, America, 1894, pos. 61, fas. 6-9, IT. 1-942.

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Un continente preocupante. El período 1888-1898 se abre con dos cartas llegadas a Roma con la intención explícita de ofrecer información sobre el conjunto del continente y proponer remedios. La más descriptiva es la de Mariano Soler, vicario general de Montevideo, escrita tras realizar un viaje por toda América Latina para recaudar fondos para el Colegio Pío Latino Americano. Escribe al cardenal Laurenzi, rogándole que se interese y haga interesar al Papa por el "estado sumamente decadente del Catolicismo en América Latina"163. De algún modo planteaba que la situación era peor que en los países de misión, pero el remedio más fácil: "La mitad de los esfuerzos que se han hecho por el Oriente hubiera salvado América Latina, que se pierde por el abandono y por obra de la masonería, del liberalismo y de la propaganda protestante en muchas partes, así como por la llegada de Europa de lo más perverso e impío de cada secta [...] La Religión es perseguida en todos los aspectos, y con todos los medios, hipócritas o manifiestos, empobrecida, esclavizada, sin influencia social, y sin clero a la altura de las exigencias actuales, falto de celo y en su mayor parte corrupto. Mientras el Catolicismo florece en los Estados Unidos del Norte, donde el Clero y los fieles despliegan una energía heroica [...] en América Latina al contrario la indiferencia y la postración moral y religiosa es casi increíble, si no la hubiese visto con mis propios ojos". La otra carta significativa de ese año es la Mariano Casanova, arzobispo de Santiago de Chile164 y también describe una dura situación para la Iglesia americana, cercada por los gobiernos y las sociedades secretas. Según él, muchos de los máximos gobernantes estaban imbuidos del espíritu del siglo, seguían las normas que suponían vigentes en Europa e imponían consecuentemente el matrimonio civil o la separación de la Iglesia y el Estado, pero reforzando el daño con el recurso al regalismo heredado de España. Casanova proponía como sistema de defensa la reunión de un concilio general americano para que las distintas Iglesia dispusiesen así de unas normas de actuación comunes y de criterios doctrinales claros, hasta entonces inexistentes. Causas principales de la difícil situación de los pueblos americanos. Las dos cartas que acabamos de citar fueron atendidas, y el análisis de la situación confirmó la alarmante situación esbozada en 1888, que exigía actuaciones claras en casi todos los países. Los problemas de América Latina venían 163

Lettera di Mariano Soler, Vicario generóle di Montevideo, Roma, 11-1888, en ASV, Spogli, Card. Mariano Rampolla del Tindaro, Busta I, (A-D). 164 Lettera di Mons. Arcivescovo di S. Giacomo del Chili al S. Padre sula convocazione di un concilio per ¡'América del Sud, 26 ottobre 1888, en AES, America, 1894, pos. 61, fas. 6, ff. 871-878

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de antiguo y se habían ido deteriorando con el tiempo. No hay que olvidar que desde la independencia hasta la mitad del siglo hubo en muchos países largos períodos de indefinición político-religiosa o de malentendidos a la hora del reconocimiento de los derechos de los estados nacidos de la Emancipación. De hecho, muchas diócesis carecieron de obispo durante décadas y, de algún modo, puede decirse que grandes masas de población vivieron con un catolicismo sin la suficiente estructuración eclesiástica. Eso seguía presente a final de siglo, y de algún modo, se analizó globalmente de cara al posible Plenario, tal y como se presenta a continuación165. Nacionalismo.- La causa principal de la triste condición moral en que se encontraban los pueblos americanos había que buscarla en el excesivo espíritu de libertad e independencia que, desde hacía medio siglo predominaba en todas las repúblicas. Las hacía celosas las unas de otras porque ninguna quería ser menos. De ahí que en muchas ocasiones, la actuación de un representante pontificio resultase ineficaz sólo porque residía en la capital de un estado distinto de aquel con cuyo gobierno debía tratar. Por una parte, las naciones americanas imitaban en los aspectos negativos todo lo que se hacía en Europa, pero por otra, rechazaban hasta la más mínima sombra de influencia extranjera. Así, deseaban que los obispos fuesen nombrados entre el clero local, aunque fuese tal que no permitiese una elección adecuada. No escuchaban ninguna instrucción ni norma, aunque viniese de la Santa Sede, si no estaban convencidos de que no lesionaba para nada su independencia. En cambio, se rendían con facilidad a quien reconociese la superioridad de cada nación frente a las otras y parangonase su desarrollo como parejo a las naciones europeas. Frecuente uso del patronato.- Este rechazo ante toda influencia exterior hacía que los gobernantes, incluso aquellos que estaban en buena relación con la Iglesia intentasen evitar toda injerencia de Roma y recurriesen con tenacidad hasta el exceso, a veces llegando al ridículo, a hacer uso del patronato. Un ejemplo eran los nombramientos eclesiásticos, que no se limitaban a los obispos y dignidades, sino hasta los canónigos honorarios y los encargados del servicio material de la iglesia. De hecho, se dice, los presidentes se consideraban como Vicarios Apostólicos en todas las provisiones eclesiásticas. En la misma línea estaba la oposición de todos estos gobernantes a la celebración de sínodos, si no iban precedidos de la autorización del ministro o presidente, argumentando que era un derecho heredado de la corona española. 165 Seguimos a partir de ahora el documento de trabajo de la S.C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios presentado a la reunión de cardenales de 1894, ya mencionado anteriormente. Todas las citas que aparecen se refieren a ese documento, titulado America Latina, Vol. I., Maggio 1894 (Sulk amdizionipolílko-religiase deUe Repubbüche Amerkane del Centro e del Sud, en AES, America, 1894, pos 61, fas. 6-9).

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En este esquema ya rancio de patronato, los delegados apostólicos eran difícilmente asimilables. Son muy frecuentes los informes de informes de delegados apostólicos, manifestando la desconfianza con que era recibido todo representante de la Santa Sede. "Gobierno, obispos, clero, -se dice- todos fantasean, con mal celada curiosidad, sobre las instrucciones, sobre el verdadero objeto de su misión, suponiéndole siempre alguno oculto. Sólo cuando, al cabo de varios meses, se han convencido de la lealtad y hornadas intenciones del delegado, fácilmente se tornan benévolos y, si les sabe aconsejar, se confían con franqueza". Situación más difícil aún si tenemos en cuenta el papel que León X I I I pretendía para los nuncios en la construcción de la cristiandad. Libertad de expresión.- El informe señala, como una consecuencia más del afán de libertad tan típicamente latinoamericano, la falta de referencias morales en la enseñanza y en la educación. Se llegaba hasta pretender que un profesor no debía tener ninguna restricción, ningún límite en la enseñanza sino su propio talento. En consecuencia, se enseñaba todo el materialismo, el deísmo, el panteísmo desde las cátedras de las instituciones públicas: todo el esfuerzo se ponía en promover la enseñanza, no en cuidar sus contenidos. Que un director de escuela fuese protestante, ateo, católico, o inmoral nadie lo investigaba: bastaba con que fuese hombre considerado docto y que supiese mantener su cargo con prestigio. Incluso los religiosos y las monjas -escasos por otra parte- que habían abierto escuelas o colegios estaban obligados a ser muy tolerantes a causa de tales prejuicios, y tenían que permitir a los alumnos la libertad de frecuentar las familias y, a veces, de asistir a las clases, de los profesores oficiales. A la libertad de enseñanza habría que añadir los daños de una inmoderada libertad de prensa, para tener un cuadro bastante exacto del estado deplorable en que se encuentran los pueblos americanos a causa del desmedido amor a la libertad nacional y personal. El informe destaca que la libertad de prensa en América Latina se entendía en un sentido más amplio que en Italia y en Francia. Excepcional influencia de la inmigración europea.- Los inmigrantes podían considerarse desde dos puntos de vista. Uno activo, podríamos decir, ya que con frecuencia ejercían una influencia determinante en el desarrollo de la vida social en muchas de aquellas regiones. El otro podríamos llamarlo pasivo, ya que aún más frecuentemente, eran ellos los que tenían mayores necesidades, dignas de ser estudiadas por la Santa Sede. Probablemente sea éste el problema social católico fundamental para Latinoamérica en el cambio de siglo, al que no se pudo hacer frente con mucha eficacia. En los años noventa, desde luego, se podía "afirmar con certeza que los inmigrantes y los extranjeros eran causa de escándalo para los naturales". Si se exceptuaban los agricultores, que emigraban con sus familias, empujados sólo por la necesidad, los demás eran calificados con gran dureza como "gentes perdidas". El problema se veía como acuciante, ya que incluso los mismos agricultores, si no conseguían organizarse en núcleos fuertes, y no recibían ayuda espiritual, no

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tardaban en volverse cuando menos indiferentes en lo tocante a la religión: algunos llegaban a convencerse de que en América no estaban obligados a aquellas prácticas de piedad a las que eran tan asiduos en la propia patria. Era frecuente escuchar en confesión esta respuesta de boca de un campesino emigrado: "Yo en casa era muy cumplidor, pero ahora bien sabe Dios que estoy en América". Para los países americanos esta inmigración era deseada y resultaba ventajosa para los intereses materiales, pero para la religión -se afirma taxativamenteera siempre perjudicial. No parecía fácil de resolver ya que el mismo hecho de emigrar, tal como lo hacían los latinos, impedía trasladar a América las estructuras sociales de origen. Para el informe resultaba grave que hombres de todas las naciones, de las sensibilidades más dispares, de todas las religiones, cismáticos, protestantes, hebreos, católicos, ateos, se uniesen formando como una misma tribu. El panorama conjunto era francamente negativo: con las personas honradas se mezclaban fugitivos de la justicia de los tribunales europeos. La blasfemia no se conocería sin el ejemplo de los europeos. La inmoralidad en las costumbres, a la que se abandonaban con gran facilidad los americanos, se volvía más desenfrenada por el contacto con los extranjeros, los cuales, sintiéndose desconocidos, se lanzaban a todos los excesos. Un aspecto peculiar de las oleadas migratorias finiseculares, que se reflejaba muy duramente en la pastoral y en el derecho canónico eran los matrimonios ultramarinos. El informe llega a afirmar que el concubinato había llegado a generalizarse tanto en algunos países que casi no causaba escándalo; los emigrados, bien por la dificultad de conseguir los documentos necesarios para contraer regularmente matrimonio, bien porque ya estaban casados en la patria de origen, preferían realizar uniones ilícitas, aunque simulando matrimonio, para evitar un posible rechazo social. Esto creó bastantes problemas prácticos y denuncias -tanto por parte de los cónyuges europeos como de los americanos-, en los casos en que se descubría la bigamia. La Santa Sede tuvo que dirigir una circular en 1893 a todos los ordinarios de América Latina para que se cerciorarse del estado libre de los inmigrantes que solicitaban matrimonio religioso. El problema migratorio, sin embargo, no se reducía a comportamientos prácticos por muy graves que fuesen. Resultaban también especialmente perniciosas las ideas y teorías que difundían entre el pueblo y en los centros obreros. "No hay error ni teoría, -se dice- por impía que sea, de la que no intenten presentarse como maestros. Y su labor resulta tanto mas perniciosa cuanto se desarrolla entre un pueblo tan deseoso de progreso como ignorante, que no conoce ni siquiera las verdades más elementales en materia religiosa". De hecho, el informe destacaba que era entre los inmigrantes donde encontraban sus mejores colaboradores los partidos subversivos y antirreligiosos. Liberalismo y masonería.- Esencialmente, las ideas liberales y sus medios se presentan en América con las mismas características que en Europa: "Las aso-

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daciones condenadas por la Santa Sede, aliadas con el liberalismo producen incalculables daños [...] La táctica de guerra es la misma: se propagan todo tipo de errores con el pretexto de la libertad del pensamiento; se divulgan las más insensatas acusaciones contra la Iglesia, apelando a la objetividad y veracidad de la historia: en fin, los mismos fines con los mismos medios". Los efectos, sin embargo, eran mucho más negativos que en Europa, precisamente por la falta de estructuración social y de desarticulación de la Iglesia: "Cuando los apóstoles del liberalismo, -los cuales casi siempre confiesan ser católicos- y los sectarios llegan al poder, no encuentran ninguna resistencia en la sociedad, por ser tan escasos y aislados los centros de la acción católica entre los laicos, sean nativos o inmigrados". La masonería se presenta como omnipresente -al menos en ambientes cultivados- y muy tolerada socialmente. "La masonería -se dice- está en la mayor parte de las ciudades más cultas y domina soberana en las asambleas legislativas. Casi siempre es un Estado dentro del Estado y no siente necesidad de ocultarse. Tiene públicas y espléndidas logias; anuncia sus reuniones en los periódicos; en ocasiones publica sus deliberaciones; amonesta a los católicos más celosos; intimida a los ministros y a los parlamentarios". Sin embargo, se ofrece una nota peculiar, que la diferencia de la europea, y es su conexión con el espíritu sincretista, tan presente en muchos lugares de América. Los delegados apostólicos presentan con frecuencia una masonería que "para afirmarse aún más hacía manifestaciones de religiosidad, como en Santo Domingo hace pocos años, donde se edificó una capilla a San Juan Bautista a expensas de la logia masónica, y fue bendecida por un sacerdote que ostentaba las insignias de su grado ritual. Podía decirse que la festividad de San Juan Bautista se celebraba en muchísimos países a cargo de la masonería". Legislación anticatólica.- La masonería contribuía además mucho a crear inestabilidad -ya crónica- en los gobiernos. Apenas un partido llegaba al poder, los masones empezaban a favorecer a la oposición, y así obtenían favores de los que gobernaban, que temían ser abatidos, y conseguían promesas de los que aspiraban a gobernar, que después eran forzados a cumplirlas, al menos en parte, cuando alcanzan el poder. Esa agitación de los partidos no era la menor causa de la pésima legislación vigente en la casi totalidad de las repúblicas americanas, porque todo el que llegaba al poder no dejaba de aportar su innovación, casi siempre a peor, en las leyes en uso. De todos modos, el mismo carácter personalista y provisional de la vida pública hacía que la mala legislación no siempre fuese peijudicial, ya que con frecuencia no se aplicaba. Clero secular y regular.- En la Santa Sede se consideraba que "el único que podría hacer más llevadera la dura condición de la vida cristiana era el clero. Y en alguna ocasión, en que se había conseguido oponer a los planteamientos antirreligiosos una acción conjunta y enérgica de los obispos, se habían conseguido

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buenos resultados. Pero el clero, desgraciadamente, casi nunca podía ser un elemento corrector de tantos males". En general la visión del clero local es muy negativa, aunque empieza ya a notarse el esfuerzo de renovación finisecular. Los obispos, en general, especialmente los elegidos en los últimos años, tenían cualidades y celo, pero carecían de clero que les secundase. El informe abunda en una lamentable opinión del clero, tan mal formado y tan aislado que, se pregunta, "¿Habría que sorprenderse si fuesen arrastrados por el torbellino de las pasiones y los errores?". Se presentan como rarísimas excepciones a los párrocos que predicaban el Evangelio y enseñaban el catecismo al pueblo. De ahí que la fe, aunque persistía en las masas, languidecía cada vez más; y las misiones populares que enviaban los obispos de tiempo en tiempo no podían producir sino efectos momentáneos, que se esfumaban apenas marchaban los misioneros. Por si fuera poco, los sacerdotes inmigrados colmaban toda desventura posible. Salvo pocas excepciones iban a América con el único deseo de enriquecerse y actuaban en consonancia con este objetivo. Era una vieja batalla. En 1886 la S. C. del Concilio había dictado ya varias disposiciones contra ellos sin éxito. En 1890 se dispuso que los obispos americano procedieran sumarísimamente contra los sacerdotes delincuentes, y se prohibió a los obispos italianos autorizar a sus sacerdotes a pasar a diócesis americanas. La vida privada de los párrocos, dejaba también mucho que desear, incluso en los niveles más elementales de respeto al celibato sacerdotal, descuidado a veces abiertamente. Los religiosos indígenas no resultan mejores: eran poquísimos y sin disciplina. De religiosos no tenían sino el nombre y, en ocasiones, el hábito. Aquí, como en otros ámbitos de la vida religiosa, las persecuciones del siglo habían posibilitado recrear la institución: "Afortunadamente -se dice crudamente- quedan pocos, las continuas leyes desamortizadoras los han dispersado y pronto se podrá decir que ya no existen. Y los pocos supervivientes, no quieren depender, o no dependen de hecho, de los superiores generales de las respectivas órdenes". Sólo medidas excepcionales podrían insuflar en tales larvas de comunidades religiosas un nuevo vigor y conducirlas a la observancia, pero esas medidas tendrían que enfrentarse con la resistencia, seguramente insuperable, de los religiosos actuales. Pero el problema no eran todo los religiosos, sino especialmente los nativos. La cara de la moneda son los religiosos europeos llegados a América. Contrastan tanto con el clero americano como con los seculares europeos. De hecho la Santa Sede consideraba que "el único grupo del que se podía esperar mejora y al que había que atribuir lo poco de bueno que se conserva entre aquellos desgraciados pueblos era el de los religiosos europeos, tanto hombres como mujeres, que allí se habían establecido". La fundación de un convento o un colegio con religiosos europeos mejoraba notablemente la vida religiosa de una población. "Resulta evidente -se insiste- la transformación que se produce en la moral pública y en el sistema educativo nada más llegar un grupo de estos benefactores a una ciudad o una parroquia.

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Con los colegios, con las escuelas, con las misiones frecuentes, con la práctica de la predicación y la administración de los sacramentos y, sobre todo, con las conversaciones privadas y con su edificante conducta, producen efectos sorprendentes. Parece como si la gracia del Señor fecundase sus trabajos de un modo admirable". Bastaba con que los jesuitas, los salesianos u otros regulares abriesen una casa de educación, tomasen la dirección de un colegio o de una iglesia, para que inmediatamente el favor de todo el pueblo, sobre todo de las clases mejores se volcase con ellos. Los capuchinos y los lazaristas eran muy solicitados, los primeros especialmente en las misiones y en las parroquias rurales. Entre las religiosas destacaban las Hermanitas de la Caridad, con una excelente labor en hospitales, en asilos, en orfelinatos y en escuelas, donde actuaban -se dice- "como verdaderos apóstoles de la religión", contando además con un absoluto apoyo social. Seminarios.- Un terreno clave de esa influencia positiva de los religiosos eran los seminarios. Casi todas las diócesis tenían sus seminarios, pero desgraciadamente -se valora en el informe- dejaban mucho que desear en cuanto a instrucción, disciplina y piedad. Sólo en aquellos en que la dirección estaba confiada a los jesuitas y lazaristas se apreciaba tal mejora que hacía suponer lo conveniente que sería aumentar su número. Se veía como muy conveniente un plan especial para mejorar los seminarios latinoamericanos, pero analizando cada nación por separado y viendo sus posibilidades. Este era un aspecto esencial para la creación de un nuevo clero, y el informe no deja de señalar en esta línea que "los obispos de aquellas regiones, especialmente los de nombramiento reciente, han comprendido bien la necesidad de establecer seminarios adecuados y han reconocido lealmente la pésima organización de todos los existentes. Algunos incluso han trabajado ya mucho en este intento". Para poner en marcha un plan global se esperaba utilizar las informaciones sobre seminarios pedidos a todos los representantes pontificios por el Secretario de Estado en 1891166. Por último se recordaba el bien que se obtenía de la existencia del Colegio Pío Latino Americano del Sur en Roma. Aunque no bastaba para cubrir todas las necesidades de las diócesis, resultaba un instrumento clave para mantener en aquel clero el espíritu eclesiástico y el amor a la Santa Sede. Se había hecho una propuesta de ampliarlo a favor del Brasil pero aún no se ha conseguido. Hasta aquí la valoración de la situación americana en los ámbitos de gobierno romanos, especialmente en aquellos de los que dependía la actuación pontifica sobre el continente. Tales valoraciones las utilizarán en esos años los cardenales miembros de la comisión promotora del Plenario, todos ellos expertos en 1 6 6 "En esta linea resultará muy útil -se dice- la información enviada por los representantes pontificios sobre seminarios y órdenes religiosas solicitada con carta de 30 de enero de 1891 n. 365 y del 1 de febrero de 1892 n. 5617", en AES, America, 1894, pos. 61, fas. 6, f. 22.

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asuntos iberoamericanos y muy próximos a León XIII y hay que suponer que ésta era la visión que se aceptaba en el Vaticano si tales cardenales la admitían. Desde luego, a ellos y a otros eclesiásticos -no muchos- con experiencia latinoamericana se debe la preparación del Plenario, como veremos a continuación.

Capítulo 2 Preparación del Concilio Plenario de América Latina Para hablar de la preparación del Concilio Plenario de la América Latina hay que concretar en primer lugar el inicio de la idea. El plazo más corto que podemos establecer, desde que se plantea formalmente la celebración de un concilio de la América hispana hasta su convocatoria, podría ser de unos once años167. Es un período demasiado amplio para poder desarrollarlo en detalle, por lo que nos centraremos en las etapas fundamentales. Sin embargo, a pesar de parecer demasiados años, no hay que descartar que en Roma se pensase en la conveniencia de reunir a los obispos americanos incluso desde años antes. Probablemente, la idea de un concilio americano del sur -como se dice a veces en la documentaciónestaría presente desde el propio Vaticano I, la gran ocasión de los obispos latinoamericanos para conocerse y —más importante— para que en las congregaciones romanas se conociesen los problemas generales de muchas de aquellas diócesis. Tampoco hay que olvidar que en los años posteriores al Vaticano I se celebraron sínodos y concilios en bastantes naciones, también americanas168, y, desde luego, hay que pensar en el impacto que tuvieron en Roma los concilios que en los ochenta se celebraron en España y América169. 167 Establecemos como punto de partida la carta que envía mons. Mariano Casanova Casanova, arzobispo de Santiago de Chile a León XIII el 25 de octubre de 1888, donde sugiere la conveniencia de reunir un concilio continental para todos los pueblos de América latina. Hay quienes ponen tal propuesta en la visita que realiza Casanova a Roma en 1892, apoyándose en una cita de La Civiltà Cattolica (Serie XVII, voi. VI, 1899, p. 725). Lo cierto es que la documentación oficial utiliza siempre el texto de 1888 y, por otra parte, el artículo de La Civiltà Cattolica de 1899 no habla de Casanova sino que es la crònica de apertura del Plenario. La carta de mons. Casanova a León XIII puede verse en AES, America, 1889-1890, pos. 53, fas. 3, f. 2r-5v. Se reproduce también en otros documentos de trabajo de la Congregación utilizados durante la preparación del Concilio, como en AES, America, pos. 61, fas. 9, f. 871-878.

Los de México han sido estudiados por Willi Henkel, Die Komilien in Lateinameriha, T. I, Mexiko 1555-1897, Ferdinand Schòningh, Paderborn 1984. Para los del XIX, estrictamente anteriores al Plenario, vid. Cap. 3, "Die Provinzialsynoden im 19. Jahrhundert", pp. 171-250. Así, en mayo de 1883 se invitó a los arzobispos norteamericanos a ir a Roma para preparar el III Concilio de Baltimore, que tuvo lugar en 1884 (CJr. AES, America, 1894, pos. 63, fas 13, f. 25r26v. Es la respuesta enviada por Propaganda Fide, de 19 de junio de 1894 con la información sobre la organización de Baltimore III, que había sido pedida por la S. C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios). En los años ochenta hay concilios en Santiago de Compostela, Burgos, Valladolid, Lugo... Algunos de ellos —singularmente el de Baltimore III— fueron manejados como material de trabajo para preparar la reunión del Plenario. Y en las Actas del Plenario se citan, además los recien-

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En este capítulo intentaremos analizar la génesis del concilio, desde el momento en que hay un documento proponiéndolo hasta que los obispos llegan a Roma. Lógicamente, no es posible resumir once años de actividad de diversas congregaciones romanas, pero sí seguir las líneas generales de la preparación conciliar, apoyándonos sobre todo en documentación inédita de los archivos vaticanos. De todos modos, hay que tener en cuenta que la preparación del Concilio por parte de la S. C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios supuso profundizar en la situación de la Iglesia en América Latina y sirvió —como hemos visto— para establecer unos criterios acerca de los problemas y de las posibles soluciones. 2.1. Génesis de un concilio general latinoamericano. Como hemos dicho, y a pesar de alguna opinión en contra170, parece que la primera propuesta de un concilio para afrontar los problemas de la Iglesia en América Latina procedió de Mariano Casanova, arzobispo de Santiago de Chile, en una carta dirigida a León XIII el 25 de octubre de 1888171. Así lo reconoce claramente el cardenal Rampolla en una carta personal a Casanova, que le envía acompañando la circular a todos los arzobispos para pulsar la opinión acerca de un posible concilio. En la carta se indica claramente que la idea del concilio fue de Casanova y se destaca la excelente acogida que tuvo en el ánimo del papa "la propuesta hecha [por Casanova] de un concilio no sólo de los Arzobispos y obispos de América meridional, sino también de los mexicanos, con el fin de hacer frente a los peligros que acechan a la Iglesia americates concilios provinciales de Albi (1850), Véneto (1859), Ravena (1855), Valladolid (1887), Urbino (1859), Praga (1860) o el Concilio Plenario de Sydney (1885) entre otros. Era frecuente entre los canonistas de la época situar el Plenario en la serie de plenarios finiseculares. Así, un trabajo canónico sobre el Concilio Plenario de América Latina empieza citando los concilios plenarios de Irlanda, Baltimore, Sydney y Escocia como antecedentes (Cfr. A. Bellesheim, Plenaramál der Bischöfe des lateinischen Amerika in Rom 1899, en "Archiv für Katholisches Kirchenrecht", 81 (1901) 38). 170

Como mencionamos antes, algún autor ha sugerido que la propuesta del Concilio fue de Mariano Soler, obispo de Montevideo, o ha retrasado hasta 1892 la sugerencia de Casanova. No hemos encontrado apoyo a sus afirmaciones en las fuentes que citan. En cambio, la documentación de la S. C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios presenta siempre la carta de Mariano Casanova de 25 de octubre de 1888 como el origen de los trabajos romanos que culminaron en el Concilio Plenario. Vid la carta en AES, America, 1889-1890, pos. 53, fas. 3, IT. 2r-5v., donde plantea claramente su propuesta: "[...] nihil mihi magis idoneum visum est, quam in regionale (ita dicam) Concilium omnes convocare huius Meridionalis Americae Archiepiscopos atque Episcopos" (Ibid, f. 2v). 171 Esta carta aparece ya pacíficamente reconocida como origen del Plenario en la Historia de la Iglesia en Chile de Fidel Araneda, si bien con una fecha distinta de la que figura en la documentación vaticana: 23 de octubre de 1888, aunque esto no es sino una diferencia menor. También podría tratarse de una copia o de error de copistas, tanto de Santiago como de Roma [Cfr. Fidel Araneda Bravo, Historia de la Iglesia en Chile, Ediciones Paulinas, Santiago de Chile 1986, p. 611).

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na'"72. Es un texto que reproduce literalmente la propuesta de Casanova a León XIII r a . Además, la carta de Casanova es el punto de partida del iter conciliar en el documento que se prepara en 1894 para los cardenales de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios. De acuerdo con la metodología habitual de las congregaciones romanas, los oficiales de la congregación establecieron un documento-resumen de lo hecho hasta el momento para entregar a los cardenales que debía decidir sobre el tema174. El estudio está dividido en tres partes: 1) Consideraciones generales sobre la vida religiosa y política en América Latina; 2) La situación en los distintos países y 3) Sobre la convocatoria de un concilio para América Latina. Este tercer apartado, que recoge las opiniones recibidas en Roma del episcopado americano sobre la conveniencia de convocar el concilio se abre precisamente con la carta de mons. Casanova a León XIII175. El segundo documento que aparece en el estudio, es ya la circular enviada por el cardenal Rampolla a los obispos americanos sobre la convocatoria176. Parece claro el carácter fundacional que en la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios se le da a la carta del arzobispo chileno. La carta de Casanova conectó perfectamente con el ambiente romano. En primer lugar presentaba las dificultades de la Iglesia en las repúblicas americanas en el terreno político y legislativo. Según su visión, la opresión de los poderes civiles se unía a la persecución de las logias masónicas y ambos mimetizaban las corrientes heréticas europeas, importándolas sin ningún discernimiento177. 172

"Tu, [...] consilium proposuisti habendi Synodura ad quam vocari deberent [c] Archiepiscopi et Episcopi non solum Americae Meridionalis, sed edam Mexicanae Reipublicae" (Carta [del Card. Rampolla] a Mariano Casanova Archiepiscopo S. Iacobi de Chile, Borrador, en AES, America 1889-1890, pos. 53, fase. 173 3, f. 7r-v). La carta de Mariano Casanova a León X I I I se recoge en el apéndice documental. Es el que hemos utilizado en el capítulo anterior para ofrecer la visión que se tenía en la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios sobre los asuntos latinoamericanos. 175 Lettera di mons. Arcivescovo di S. Giacomo del Chili [sic] al S. Padre sulla convocazione di un Concilio per lAmerica del Sud. 25 Ottobre 1888, en AES, America 1894, pos. 61, fas. 9, f. 871-878. Lettera circolare del Emo Sig. Cardinale Rampolla del "Irndaro Segretario di Stato agli Aràvecovi dellAmerica Centrale e Meridionale in torno alla convocazione di un Concilio. 18 Mano 1889, en AES, America 1894,^os. 61, fas. 9, f. 879-882. "Catholici omnes, qui has incolimus Australis Americae vasrissimas regiones, innumeris imminentibusque, tum a Civili Gubemio tum a societatibus illis, quae Loggiae Massoniche vulgo vocantur, premimur periculis. Summi enim omnium nostrarum Rerumpublicarum Moderatores, hoc saeculi spiritu imbuti, quem toties anathemate damnarum Summi Pontífices, rati se facilius popularem auram conse- // cuturos, ac summum servaturos imperium cum Ecclesiae eiusque praeceptis adversentur, omnia; quae dilectae huic Matri nostrae officere possunt, exeogitant: suisque in conciliis, Europeos, ut credunt, usus agendique modos imitati, mundana gloria allecti, a secretis impulsi societatibus, leges sanciunt, Matrimonii ut dicunt, civilis, separadonis Ecclesiae a Statu, multasque alias, Sanctìtate Tuam certe non latentes, quae in damnum cedunt non animarum solum, sed et earumdem quibus ipsi presunt, reumpublicarum (Ibid, f. 871-872).

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Atacaba también el derecho de patronato, que las repúblicas pretendían haber heredado de la corona española178. Tal pretensión y —sobre todo— su ejercicio por gobiernos liberales, era uno de los contenciosos habituales de la diplomacia vaticana y había provocado numerosos conflictos y ruptura de relaciones en las últimas décadas por toda América. La carta terminaba también de forma muy práctica con cinco peticiones a León XIII179 acerca de la conveniencia de celebrar un concilio regional a la vista de la situación americana. En su idea, debería abarcar toda América y celebrarse en el continente, para lo que sería necesario que el papa decidiese "la ciudad idónea entre las urbes americanas" para acoger a los prelados. Probablemente, mons. Casanova180 era uno de los pocos prelados que conocían la situación de varios países latinoamericanos y preveía las dificultades que 178

"Insuper illis, quae ab hispanis dictatae regibus, regaliae vel regalismi nomen obtinuerunt, quibusque adhuc onmes regimur catholici, qui in hac nova orbis parte vitam agimus, legibus suflulti, conciliorum seu synodorum, tum provincialium tum diocesanarum convocationem pene sibi vindicarunt: nullus enim Episcopus in sua Dioecesi, nullus Archiepiscopus in sua Provincia Concilium convocare potest, nesciente aut invito civili Gubemio" (Ibíd, p 872). 179 "Quibus ómnibus fideliter Sanctitatis Tuae prudentissimo iudicio expositis, quid in re tanti momenti sentiat explorandum duxi, atque ab Ea expostulandum: 1. Utrum, placeat necne Sanctitati Tuae hoc, quod exposui, nostris vere proficuum Ecclesiis, Concilium. 2. Utrum, cum placeat, totis meis viribus adlaborare queam ad illius convocationem parandam. 3. Utrum convocandi sint etiam omnes Mexicani Episcopi, utpote qui eadem habent, quam et nos, originem: an solum Americae Meridionalis Antistites, a Venezolanis incipiens et Columbianis. 4. Quaenam inter Americanas urbes, ma- // gis idónea ad illud celebrandum iudicio Sanctitatis Tuae videatur. 5. Ac demum, cum placet, quanam, in tanta re, agendi ratione, quibus precipuis regulis ac legibus tum ad convocandum tum etiam ad celebrandum hoc regionale Concilium debeatur" (Ibíd, f. 877-878). 18CI Casanova tiene las características típicas del gran prelado decimonónico, reforzadas por ser la cabeza de una de las naciones más eficaces y emprendedoras de la Iglesia latinoamericana, como hemos comentado al hablar de la situación de Iglesia americana. Incluso quienes lo analizan desde una óptica política y critica no dejan de reconocerlo como tal: Monseñor Casanova (1833-1908), "arzobispo de Sanüago entre 1887 y 1908 había sido gobernador eclesiástico de Valparaíso desde 1872 y tenía contactos con la aristocracia porteña a través de la familia Edwards, de gran influencia económica y política en el país. Celebró el VII sínodo de Santiago en 1895, evento que no se realizaba desde 1763, mostrando su voluntad de readecuar la acción de la Iglesia de cara a los desafíos de la sociedad neocolonial, entregados al "espíritu impío y racionalista de estos desventurados tiempos" (VII sínodo de Santiago, art. 991). En términos políticos, instó a su clero a luchar por la coalición liberalconservadora, en contra de la alianza liberal, como lo manifestó expresamente en 1906. Casanova gozó de gran prestigio ante la santa sede y en la realización del concilio plenario latinoamericano de Roma en 1899, donde se rumoreó que León XIII lo haría cardenal. Su estampa fue la de un poderoso de su tiempo, como lo recordó el sacerdote Oscar Larson: "El arzobispo Casanova significaba para mí susurro de sedas escarlata, fulgores de piedras preciosas, el doble prestigio de un poder divino y de una formidable grandeza humana ante la cuál todas las otras, aun la del paso de los batallones, me parecían transitorias"" (Maximilano Salinas, La Iglesia chilena..., p. 397-8) U n elenco de las opiniones de los distintos historiadores chilenos sobre Casanova en Fidel Araneda Bravo, Historia de ¡a Igksia..., pp. 593-594. Para Araneda el juicio más acertado es el de Gonzalo Vial en su Historia de Chile (1981): "obispo estilo italiano: afable, quizá algo suntuoso, sagaz maniobrista, letra-

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podrían aparecer si se intentaba coordinar a toda la jerarquía americana. De hecho, en su carta no deja de insistir en la necesidad de que se incorporase también México181 al posible concilio "de la América Meridional", algo que los mejicanos tardaron en aceptar. En su propuesta, delimita también los objetivos centrales: establecer una regla común de actuación frente a los gobiernos liberales, la masonería y el regalismo, precisar los temas disciplinares y litúrgicos y unirse más a la sede romana182. Aunque en estos objetivos late aún el espíritu políticoregalista, más preocupado por los ataques exteriores a la Iglesia que por la reforma del clero, puede decirse que su propuesta sintonizó muy bien con los deseos —o con el hipotético proyecto— de León XIII para Latinoamérica. 2.2 Discusión de un posible concilio latinoamericano en la S. C. del Concilio. La propuesta de Casanova se discutió en enero de 1889 en la Sagrada Congregación del Concilio183 y fue rápidamente aceptada184. En marzo de 1889 el Secretario de Estado envió —por indicación del Santo Padre— una circular a todos los arzobispos latinoamericanos para que hablasen con sus sufragáneos sobre la oportunidad de celebrar un concilio plenario de toda la América

do, orador pulido, amante (sin exageración) de la vida confortable y de la buena sociedad. Pero este tipo de sacerdote era perfectamente extraño, tanto para el austero clericalismo como para el no menos austero radical-liberalismo. Mons. Casanova vivió rodeado de prevenciones y maledicencias. Sin embargo, desarrolló una obra importante. Cerró la época de las guerras y guerrillas contra el Estado" (Ibíd, p. 593). Y Araneda no deja de insistir en la "deslumbrante personalidad" de Casanova y "las opiniones tan encontradas que se ha emitido acerca de su actuación" (Ibíd). Desde luego, los distintos autores lo mismo lo tachan de autoritario avasallador como de componedor indeciso. Y algunos no dejan de señalar sus limitaciones físicas como consecuencia de un derrame cerebral, aunque no pareció afectarle demasiado ya que desarrolló un activo pontificado. 181 Entre las preguntas que hace a León XIII al final de su carta plantea claramente la necesidad de incluir a México: "3. Utrum convocandi sint etiam omnes Mexicani Episcopi, utpote qui eamdem habent, quam et nos, originem: an solum Americae Meridionalis Antistites, a Venezolanis incipiens et Columbianis" (AES, America, 1889-1890, pos. 53, fas. 3, f. 5r). "[...] qui in unum tum scientiae, tum prudentiae, tum etiam experientiae collatis luminibus, nostrarum Ecclesiarum exagitemus necessitates: quid praesentibus tam calamitosis temporibus agendum sit excogitemus: communis auctoritatis viribus iunctis, omni ope, opera et industria iniquitatis torrenti, quasi murus obsistamus: malitiosorum homines hostiles conatus retundere, consurgentium novatorum errores impugnare, impiorum, que latebras prodere studeamus: ac insuper (quod quiden totius vitae meae fuit ardentissimum votum) nos arctiori vinculo Ecclesiarum Matri ac Principi, Sanctae Romanae Ecdesia, adligare, eiusque in ómnibus, quae tum ad liturgiam tum ad Caeremonias caeteraque pertinent, pedatim sequi vestigia atque ita pericula multa, quibus undequaque premimur, a nostris, quantum possibile est, Eclesiis removere nitamur" (Ibíd, f. 2v-3r). 183 En la Sesión 619, celebrada el 31 de enero de 1889. CJr. AES, America, 1889-1890, pos. 53, fas. 3, f. Ir. 184 Un buen trabajo sobre el método seguido en la preparación del concilio es el de Mariano Sanz, La metodología del Concilio...

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Latina185. El texto de la circular era bastante abierto. Dejaba libertad para decidir si querían celebrar o no el concilio y, en caso de aceptar, pedía información sobre la ciudad que sería la más adecuada186 así como sobre los temas que parecía oportuno tratar187. A la vista de las primeras respuestas, que presentaban una orientación favorable a una reunión general188, y sin que estuviese aún decidida la celebración del concilio189, el cardenal Rampolla encargó un primer esquema de los temas que podrían tratarse a un canonista latinoamericano, mons. Rafael Fernández Concha190, probablemente por sugerencia de su obispo191, el propio Mariano Casanova.

185

"Hinc mihi in mandatis dedit Amplitudinem Tuae sicut et ceteris istarum regionum Archiepiscopis tale propositum aperire ut collatis invicem cum sufFraganeis cuiusque provinciae Episcopis consiüis de opportunitate celebrandae Synodi totius Americae meridionalis plenariae, vel saltem caetum seu caetus privatim avendi hac perctractanda ecclesiastica Dioecesium vestrarum negotia referre velitis" (Borrador en AES, America, 1889-1890, pos. 53, fas. 3, f. 9r. Transcrito en AES, America, 1894, pos. 61, fas. 9, f. 881). 186 No se concreta cuál de las americanas, pero parece claro en el contexto. "Quod si Amplitudo Tua praehabitis prout dictum est, Episcoporum provincialium ad rem suffragiis, Synodum vel caetum cogi posse persenserit, quid de loco quo Episcopi una convenire facilius et commodius possint, habita commeatus, distantiarum, climatis aliorumque ratione;" (Ibíd). 187 "[...] quid de quaestionibus et negotiis quae ibidem perctractari congruum esset, quidve de iis ómnibus quae huic tanto operi perficiendo praemitti forte oporteret, pandere libere accurateque non amittat" (Ibíd). 188

Con todo, las respuestas se escalonaron a lo largo de bastantes años, y no todos los obispos vieron factible el concilio, aunque casi todos lo consideraron conveniente. La primera respuesta es del 25 de abril de 1889, aunque las últimas llegaron tan tarde como en 1894. En esta última fecha podía hacerse ya el siguiente balance: 9 arzobispos a favor y 3 en contra y 29 obispos a favor y 20 en contra. No habían respondido además dos arzobispos y siete obispos. Lógicamente, tampoco hubo respuesta de los veinte obispados en sede vacante. 189 A la hora de pedirle el trabajo no deja de indicarse la posibilidad de que no se reúna el concilio: "nel caso che per qualsivoglia cause non possa celebrarsi il Sinodo in parola" (AES, America, pos. 54, fas. 4, f. 2v). 190 Rafael Fernández Concha (1833-1912), colaborador de mons. Casanova, de familia hacendada, desempeñó variados cargos eclesiásticos y civiles, como el de vicario general de Santiago de Chile entre 1893 y 1902 o consejero de Estado. Se le atribuye la redacción del Sínodo de Santiago de 1895. Era conocido no sólo como autor de obras teológicas o canónicas, sino también místicas, como su Teología mística (1889). Sus planteamientos parecen haber sido los tradicionales de la época, también en el terreno filosófico y social. Una síntesis un tanto crítica en Maximilano Salinas, La Iglesia chilena y la madurez del orden neocolonial..., p. 398. Una visión general en Oswaldo Walker Trujillo, OSA, Don Rafael Fernández Cancha, obispo de Epifanía e ilustre escritor eclesiástico, en "Anuario de Historia de la Iglesia en Chile", 2 (1984) 105-119. U n trabajo monográfico en B.Julio Jiménez, SJ., Rafael Fernández Concha y su Teología Mística, en "Teología Espiritual", 6 (1962) 519-537. Aunque recoge abundantes noticias biográficas, la única referencia que hace al Plenario es que Fernández Concha "colaboró en la preparación del Concilio Plenario Latinoamericano" (Ibíd., p. 521). 191 A S Í opina Piccardo. Cfr. Diego R . Kccardo, Historia del Concilio..., p. 53.

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Fernández Concha tuvo noticia del encargo en Roma en el mes de marzo de 1890192, pero no dio una respuesta —al menos por escrito193— hasta estar de vuelta en Chile, lugar de destino oficial de la carta de propuesta. No parece tampoco fuera de razón que en su estancia romana —una vez conocido el encargo— hubiese pedido algún tipo de información sobre lo que en las congregaciones romanas consideraban los "males" de la Iglesia americana, al menos desde un punto de vista general. Lo cierto es que no lo hizo. Más aún, dejó pasar medio año para aceptar la propuesta, y planteó entonces las dificultades que tenía a causa del aislamiento en que se encontraba en Santiago de Chile. Según él, resultaba muy costoso para cualquier canonista americano hacerse cargo de la situación de otros países distintos del suyo. Así se lo confía a Rampolla, sin dejar por eso de aceptar el encargo194. También sorprende un poco el lento ritmo con que trabajó en el encargo. Dos años después de que se le pidiera, y probablemente consciente del excesivo retraso lo remitió al cardenal Rampolla, justificando la tardanza por el afán de ofrecer el documento "en el idioma de la Iglesia"195. El 19 de marzo de 1892 envió a 192 La minuta de la carta figura en el archivo de la S. C. de AES dirigida al "Sig. D. Raffaele Fernandez Concha. Roma. Seminario Pio Latino Americano". Está fechada el 5 de marzo de 1890 y el firmante es el Card. Rampolla. Se la envían "con allegato", en el que se resume la circular que había enviado Rampolla a todos los arzobispos americanos. También se sintetiza, al comienzo de la carta el interés de León XIII en el tema: "Nello scorso anno 1889 per ordine del S. Padre diramai una Circolare agli Arcivescovi dell'America meridionale e del Messico per invitarli d'accordo coi rispetdvi suffraganei a manifestare il loro parere sull'opportunità e convenienza di celebrare un Sinodo plenario di tutù i Vescovi dell'America meridionale e del Messico, oppure di tenere private conferenze per intendersi sui remedii di adottarsi per riparare i mali che soffre la Chiesa in quelle regioni, e prevenire quegli ulteriori danni che sono a temersi" (AES, America, 1890-1893, pos. 54-57, fas. 4, f. 2r). El propio Fernández Concha, tuvo noticia del encargo de preparar un esquema del Plenario mientras estaba en Roma, en el Colegio Pio Latino Americano. Se lo transmitió mons. Mario Mocenni, sustituto de la Secretaría de Estado. También, según el propio Fernández Concha, durante su estancia romana habló con León XIII sobre el tema. Curiosamente, Mocenni no le entrega la carta de Rampolla (5-III-1890), sino una copia. La carta original de Rampolla se le envió a Santiago de Chile, a dónde no llegó nunca. De hecho, cuando contesta desde Chile aceptando (4-X-1890), tiene que hacerlo basándose en la copia que recibió en Roma (Cfr. AES, America, 1894-1895, pos. 61, fas. 9, f. 920-921).

193

No parece razonable que rechazase la oferta ya en Roma, sobre todo si la idea era de mons. Casanova y León XIII se lo mencionó en la audiencia que le concedió. 194





Incluso sugiere, en su carta al Secretario de Estado, que se le envíe información adecuada para poder redactar algo que interese al conjunto del continente: "no habiendo entre nosotros quien tenga cabal conocimiento del estado de la religión y de la Iglesia en otros países de Sud-América y en México, creo que sería muy útil que se consultase a los obispos que han de ser convocados al Concilio, [...] acerca de las necesidades peculiares de sus respecdvas diócesis y de las medidas que juzguen más convenientes para proveer a ellas, y que se me dieran a conocer sus informes, [...]" (AES, America, 1894-1895, pos. 61, fas. 9, f. 921). "Mucho antes habría podido enviar a Vuesa Eminencia el texto castellano de estos estudios; pero me pareció mas conveniente acompañarlo de una versión al idioma de la Iglesia" (AES, America, 1890-1893, pos. 54-57, fas. 4, f. 6r)

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Roma un esquema desarrollado de trece constituciones, redactado en castellano y en latín196. El esquema presentado resultó más canónico que pastoral. Sin entrar en los contenidos, basta enumerar las constituciones y los títulos en que se desarrollaban para ver que probablemente no terminaba de servir a los fines de reforma del clero que, en último termino, estaba presente en la idea de los organizadores. Las trece constituciones desarrollaban los siguientes apartados197:1. De Religione et Ecclesia198.- II. De Episcopis199.- III. De Canonicis.- IV. De Parochis.- V. De Clericis200.- VI. De Religiosis201.- VII. De Christifidelibus.- Vili. De publica Institutione.- IX. De Seminariis.- X. De matrimonio.- XI. De Coemeteriis.- XII. De libris et archivis Ecclesiasticis202.- XIII. De rebus temporalibus Ecclesiae203. 2.3 L a congregación particular del 11 de junio de 1894 de la S. C. degli Affari Ecclesiastici Straordinari. El paso siguiente lo dió la S. C. Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios en su reunión del 11 de junio de 1894, en la que se analizó toda la información reciente que obraba en la Santa Sede sobre América204. Fue una reunión de alto nivel, en la que participaron los cardenales Mariano Rampolla, Serafino Vannutelli, Vincenzo Vannutelli, Angelo Di Retro y Luigi Galimberti205. Todos conocían 1 9 6 La versión latina no fue de Fernández Concha sino que, según él mismo indica a Rampolla "fue encomendada por el Hmo. Sr. Arzobispo al R. P. Jery Delalleau" (AES, America, 1890-1893, pos. 54-57, fas. 4, f. 6r). Como se ve, mons. Casanova no se limitó a la propuesta del concilio sino que, como indicaba en su carta a León XIII, procuró "colaborar con todas sus fuerzas". 197 El texto completo de las constituciones puede verse en Progetto di costiiuúoni smodali redatto dal Canonista Raffaele Fernandez Concha per incarico ricevutone dalla S. Sede, AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas. 17. f. 1-275. Es la transcripción del texto latino recogida en el documento de trabajo impreso en diciembre de 1894.

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I. De Deo, II. De Revelatione, III. De Fide, IV. De fide et ratíone, V. De obligatione credendi, VI. 199 De Ecclesia, VII. De Ecclesia et Statu. I. De perfectione, II. De obligationibus Episcopi, III. De auxiliatoribus Episcopi. 200 1. De Ordinandis, II. De Ordinandis (seq), III. De exercitio ministerii. 2QI . . I. De Religiosis viris, II. De Monialibus. 202 . . . . . I. De libris parochialibus in genere, II. De libro baptizatorum, III. De libro matrimoniarum, IV. De libro defunctionum, V. De libro confirmationum, VI. De libro honorum et piorum operum, VII. De libro fabricae, Vili. De libro matricularum, IX. De archivo parochiali, X. De poenis. I. De oblatíonibus, II. De denario Saneti Petri, III. De collectíone eleemosynarum, IV. De acquisitionibus. V. De alienationibus, VI. De administratione, VII. De Quaestorio diocesano. Es el documento ya mencionado al tratar de la génesis del concilio y cuyas ideas principales resumimos en el capítulo anterior al ofrecer la visión de América según la S. C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios. 2 0 5 Unas breves biografías en Donato Squicciarini, Numi apostolici a Vienna, Librería Editrice Vaticana, Città del Vaticano [1998]. Contiene datos y bibliografía de algunos cardenales que participaron en el Plenario como Serafino Vannutelli (1834-1915) o Luigi Galimberti (1836-1896), aunque sirve sólo como una primera aproximación.

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directamente el m u n d o americano, y tenían experiencia diplomática en varios países del entorno 2 0 6 , p o r lo que puede decirse que estaban capacitados p a r a decidir sobre los tres dubbi que se deseaban resolver: 1) Q u é medidas habría que adoptar a favor de los pueblos americanos del C e n t r o y del Sur; 2) Q u é medidas especiales habría que t o m a r en c a d a república y 3) Si convendría celebrar el propuesto concilio 207 regional p a r a A m é r i c a L a t i n a y c ó m o debería llevarse a cabo 2 0 8 . L a impresión que se saca de los d o c u m e n t o s es que fue el cardenal R a m p o l l a quién m a r c ó la reunión 2 0 9 , c o n ideas que resultaron fundamentales p a r a el futuro concilio. U n a de las dificultades que y a se c o n o c í a n en el m o m e n t o de la reunión era la resistencia de Brasil, Haití y M é x i c o a incorporarse a u n concilio latinoam e r i c a n o . T a m b i é n se veía difícil e n c o n t r a r u n a ciudad a m e r i c a n a a la que n o sólo pudieran sino también quisieran acudir todos. E n la reunión —al m e n o s según el acta— se p u e d e n distinguir dos posturas. L a primera, que p o d r í a m o s considerar tradicional, es la que acepta las r é m o r a s clásicas del m u n d o hispano, c o m o la injerencia política en la vida eclesiástica. L a otra postura, m á s dinámica, está en línea c o n el espíritu de recuperación de la presencia social y política propio del pontificado. R a m p o l l a sería el claro representante de la segunda actitud. Serafino Vannutelli el de la primera. C o n todo, la

206 Todos conocía de primera mano el ambiente español o latinoamericano. Mariano Rampolla, Secretario de Estado y ex Nuncio en España; Serafino Vannutelli, antiguo Delegado apostólico en Ecuador; Vincenzo Vannutelli, ex Nuncio en Portugal; Angelo Di Pietro, ex Delegado apostólico en Argentina, Paraguay y Uruguay, ex Internuncio en Brasil y ex Nuncio en España y Luigi Galimberti, antiguo Secretario de la S. C. de Affari Ecclesiastici Straordinarii. Actuó de secretario Felix Cavagnis, Prosecretario de la Congregación y posteriormente cardenal. 2 0 7 Da la impresión que hasta este momento, el concilio no aparece como algo decidido. También puede ser que la cláusula hipotética sea típica de la formulación de dubbi, pero parece, por el conjunto de los documentos, que nadie había tomado la decisión en firme de convocarlo. Basta ver que la mayoría de los participantes en la reunión del 11 de junio de 1894 se inclinaba más bien por concilios regionales.

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Son los tres dubbi o cuestiones prácticas que, según el sistema de trabajo romano, la Congregación planteaba para que resolviesen los cardenales: "1) Se e quali provvedimenti di ordine generali debbansi prendere in favore dei popoli americani del Centro e del Sud; 2) Se e quali provvedimenti speciali occorra prendere in pro di ciascuna repubblica; 3) Se e quali provvedimenti debbano adottarsi relativamente alla proposta convocazione di un Concilio Regionale per l'America Latina" (AES, America, 1894 pos. 61, fas. 6, f. 225). Conviene insistir en que estos dubbi son el colofón de la larga ponencia impresa recogiendo todos los antecedentes sobre América Latina que obraban en la S. C. de AES. La respuesta cardenalicia no se basaba por tanto sólo en las impresiones de su estancia en los países americanos sino también en la amplia documentación que la Congregación puso en sus manos. 209 Sesión 731, de 11 de junio de 1894. El Acta de la sesión en AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 12r-17v. Es un documento de gran interés para hacerse una idea de la visión que se tenía de América y sus problemas entre los cardenales más directamente relacionados con el continente.

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mayoría210 parece estar más de acuerdo con Vannutelli que con Rampolla, aunque al final se acepta lo que este último propone. Veamos con algún detalle las posturas adoptadas ante los tres dubbi. Respecto al primero, que inquiría acerca de los problemas globales y sus soluciones podríamos decir que hay una cierta unanimidad, coloreada, si se quiere, por la óptica de las relaciones Iglesia-Estado. Para Serafino Vannutelli, hay dos grandes causas de los males americanos. La primera es político-religiosa, y se centra en la casi general actitud opresora de los gobiernos, que imitan lo que creen que es el progreso europeo. En el fondo define con bastante precisión la lucha que se estaba librando en América por el control de los pueblos entre un Estado incipiente y una Iglesia bien asentada, aunque con muchos flancos débiles: el pueblo, dirá, está muy próximo afectivamente a la Iglesia, por lo que los legisladores y los políticos liberales intentan bloquear la posible influencia del clero mediante leyes de excepción que lo sometan211. De todos modos, no deja de señalar que el clero americano habitualmente tomó partido en las luchas políticas, con el riesgo que supone siempre optar por el perdedor: para Vannutelli, era lo que había sucedido en México al apoyar al emperador212. Con todo, la política es una de las causas. La otra es estrictamente religiosa, aunque también heredada y, de algún modo, orgánica: la concreta en la condición del episcopado y del clero. Para Vannutelli los obispos americanos se mantienen en esquemas de Antiguo Régimen, bastante alejados del concepto que se tenía en la curia romana.del obispo moderno. Si además de ser poco activos, tenían unas diócesis inmensas, el impacto pastoral de su gobierno podía decirse que era mínimo213. Y tampoco podía contarse con el clero, asimismo disperso y aislado en parroquias muy distantes, sin posibilidad ni siquiera de mantener una 210

De hecho, en el acta de la reunión las intervenciones de los demás son casi inexistentes : "Emo Vannutelli Vincenzo.- Conviene in tutto [con Serafino Vannutelli]. Emo Di Pietro.- Conviene in tutto. Aggiunge la raccomandazione della celebrazione di Sinodi diocesani e provinciali e delle conferenze dei vescovi. Emo Galimberti.- Conviene in tutto" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 14r).211 "E siccome il popolo è molto affezionato alla Chiesa, cosi quei legislatori ed uomini politici liberali vogliono mettere per lo più il clero nell'impotenza di influire sul popolo; e quindi le leggi di s e r v a l o e di eccezione per la Chiesa" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 12r). "Qualche volta vi ha poi contribuito anche il clero prendendo parte alle lotte politiche; soccombendo fu vittima del vincitore come nel Messico, caduto l'Impero" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 12v). 2 1 3 "Una seconda causa del decadimento religioso dell'America latina debe riconoscersi nelle condizioni dell'Episcopato e del Clero. I Vescovi spesso vanno col vecchio sistema spagnuolo, cioè fanno poco e per lo più si limitano agli atti solenni della vita officiale; seguitamente trascurano la visita pastorale; in una parola, bene spesso non sono vescovi moderni, ma quali potevano essere appena quando lo stato proteggeva la Chiesa. Di più i migliori che vogliono agire spesso non possono per le difficoltà materiali, dei viaggi lunghi, mancanza di strade, ecc." (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 13r).

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mínima vida espiritual214. Pero fue la tercera cuestión a debatir215, sobre el concilio, la que reunió más opiniones, curiosamente casi todas destacando las dificultades de una reunión plenaria del episcopado de toda América. Para Serafino Vannutelli era claro que los obispos brasileños no estaban dispuestos a unirse con el resto de los hispanoparlantes. Los de México, lo mismo, ya que tendían al norte. Y los de Haití tampoco asistirían, ya que se consideraban mas bien franceses. Además, entre los hispanos, quedaba el problema de la sede. Las únicas capaces eran Lima o Santiago de Chile, pero chilenos y peruanos se rechazarían mutuamente, aún dolidos por la reciente guerra216. En la misma línea opinaron el resto de los cardenales asistentes. Veamos ahora las opiniones de Rampolla, que —según el acta de la sesiónparece haber intervenido en último lugar, pero da la impresión de que también dijo la última palabra. De hecho, se siguieron sus puntos de vista, probablemente también porque el resto de los cardenales los consideraron más próximos a la postura de León XIII. Rampolla no teorizó apenas. Partió de hechos para él indiscutibles y que debían marcar las resoluciones que se adoptasen. Pero, aún sin establecer causas de los problemas, su intervención revela la urgencia con que veía la Secretaría de Estado —o el propio papa, en último término— la situación americana. Así, abrió su intervención sobre la primera cuestión, destacando "la grave necesidad de reordenar los asuntos americanos" y no dejó de insistir en la "extrema necesidad de una renovación religiosa" latinoamericana. Lo mismo habría que decir sobre su intervención en el tercer punto, en el que afirmó sin fisuras la unidad del bloque americano católico, con una disciplina común que había que mantener217. De todos modos, lo más sustancioso de la intervención de Rampolla fueron las medi-

2 1 4 Hasta tal punto veía problemático el aislamiento del clero que no duda en avanzar opiniones radicales: "[Vannutelli] Nota che sarebbe meno male lasciare scoperte delle parrocchie anziché isolare il clero in luoghi nei quali non può avvicinare altri sacerdoti, onde mantenersi in grazia di Dio; dal quale isolamento spesso ne segue la corruzione del clero stesso e la sua incapacità a coltivare i fedeli" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 13r).

El segundo punto, que debería analizar medidas prácticas para cada una de las repúblicas, apenas fue tratado. Ni siquiera puede decirse que se hablase de naciones concretas. Sólo se propuso evitar que hubiese naciones-diócesis que dependiesen de un arzobispado de otra nación, ya que "cioè è maleviso dai Gobemi e dai popoli" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 16r). 2 1 6 "Vanutelli Seraf. Osserva che i vescovi del Brasile non sono disposti ad unirsi cogli altri, egualmente quelli del Messico, come quelli che gravitano verso il Nord, item Haití, come riguardantisi [su\ francesi. Le due uniche città adatte a tenervisi il Concilio, sarebbero Lima e S. Giacomo del Chile; ma attese le guerre recenti quei del Perù non vorranno andare nel Chile e viceversa [...]" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 16v). 2 1 7 "Il Card. Rampolla; osserva che l'America latina (tolto il Brasile ed Haiti) essendo appartenuta alla Spagna ebbe sino al principio del secolo unità di disciplina e perciò è interesante il Concilio plenario per mantenerla" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 1).

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das propuestas, también un tanto diversas de las de los demás cardenales. Podemos ver primero las del resto, para terminar por Rampolla. Vannutelli, en línea con su visión político-eclesiástica de los problemas, propuso una encíclica en la que el papa dejase claro a las naciones americanas que el progreso va unido a la religión, que la Iglesia aceptaba abiertamente la ordenación republicana de los estados y que los obispos no conspiraban, sino que más bien contribuían con sus enseñanzas a mantener el orden establecido218. No tenía por qué haber por tanto contenciosos ni malentendidos de fondo. Junto a esto propone otras medidas generales como cuidar la selección episcopal, aumentar las delegaciones apostólicas, enviar religiosos y establecer "una sección especial para América latina, con una consulta de cardenales propia"219. También Rampolla parte de una encíclica, aunque sus contenidos son más pastorales que políticos: sería un llamamiento urgente a todos los obispos para que "colaborasen con todas sus fuerzas en la renovación religiosa de América", para lo que debería buscar soluciones de conjunto220. Lógicamente, y muy en la línea del pontificado, se debería animar a los estados a estrechar lazos con la Santa Sede, en una gran acción pacificadora y restauradora, que tendría como instrumento adecuado "un concilio plenario, al que se animaría a todos a asistir de buen grado"221. Una segunda medida sería también de tipo político-diplomático: continuar con los intentos para reanudar las relaciones diplomáticas rotas, especialmente con México, Chile y Centroamérica. Por último, volviendo a las 218

"Quindi suggerirebbe di pregare Sua Santità perchè mandasse un'enciclica a tutti i vescovi dell'America latina nella quale in quel modo squisito che è proprio del S. Padre, dichiarasse: I o che il verace progresso e la vera civiltà non si possono separare dalla Religione; 2° che la Chiesa accetta anche le forme repubblicane, le quali non solo possono essere legittime ma in datte condizioni sociali possono essere le più utili a popoli determinati; 3° la Chiesa poi commanda ai vescovi d'inculcare il mantenimento dell'ordine sociale ed il respetto alle autorità; anche inculca loro di togliere l'ignoranza dai popoli e di prestarsi nei // modi e nelle misure convenienti, a quanto promuove il verace benessere pubblico" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 1). 219 „jo dovrebbero raccomandarsi gli ordini religiosi, le confraternite e gli altri mezzi della vita religiosa moderna. 2° dovrebbe aversi grande cura nella nomina dei vescovi. 3° Inviare più Delegati apostolici che si possa, scegliendoli possibilmente tra i vesco // vi italiani, dovendo in quelle regioni fare più da pastori che da diplomatici. Quando hanno più repubbliche dovranno risiedere per turno in ciascuna di esse, altrimenti la loro opera non può essere accetta. 4° mezzo; rinforzare la Segretaria degli AA. EE. SS., creandosi una speciale sezione per l'America latina, con una speciale consulta di Cardinali. 5° Invio di religiosi ed altri operai evangelici" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 13v-14r). 220 "1) Pregare Sua Santità che voglia dirigere una Enciclica a tutti i Vescovi dell'America latina per invitarli ad concorrere con tutte la loro forze ad un rinnovellamento religioso di cui se riconosce estremo bisogno in tutta l'America, indicando i varii punti più importanti a cui dovranno dirigiré i loro sforzi e prescrivendo in ciascuno Stato frequenti riunioni per deliberare in comune intomo ai mezzi a tal scopo più conducenti" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 14v). 221 "Deplorandosi // inoltre i mali cagionati non meno nell'ordine religioso che nel civile dalle continue perturbazioni e lotte politiche e dalle leggi di rappresaglia che ne sono state le funeste conseguenze, converrebbe invitare i pubblici poteri dei singoli stati sull'esempio della Colombia a venire ad accordi amichevoli colla S. Sede, la quale è sempre animata di spirito di conciliazione ed intesa a

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medidas religiosas, establecer una lista de órdenes religiosas que pudieran realizar en América una adecuada labor y solicitar a los superiores que secundasen los deseos del papa y se instalasen en las distintas repúblicas. No deja de ser significativo que mencione "la educación del clero"222 entre los fines que deberían tener esas órdenes de nueva implantación. Respecto a la cuestión clave, el posible concilio, las posturas son mucho más divergentes entre los cardenales asistentes. Serafino Vannutelli, ante las resistencias de Brasil, México y Haití, se inclinaba claramente por la celebración de concilios provinciales o nacionales223. Vincenzo Vannutelli era partidario, a pesar de todo, de la celebración de un plenario, pero admitiendo la exclusión de Brasil, México y Haití224. Galimberti y Di Pietro se unieron a esta opinión, aunque Di Pietro propuso tener "algunas reuniones" en Roma, aunque no las precisó ni canónica ni geográficamente225. Rampolla, en cambio, recordó el origen común de las repúblicas —menos Brasil y Haití— lo que aconsejaba ir a un concilio general para mantener una disciplina común. El fue también el que sugirió crear una comisión especial de cardenales, asistidos por dos consultores para dedicarse "exclusivamente a la preparación y realización del concilio"226. También propuso el III Concilio de Baltimore como referencia227. En contra de lo que podría esperarse por las intervenciones anteriores, "todos estuvieron de acuerdo" 228 con la propuesta de Rampolla. Así pues, las rassicurare ovunque la pace, l'ordine ed il respetto alle autorità costituite. In fine a conseguire più facilmente questo intento di pacificazione e ristorazione religiosa, sarebbe opportuno annunziare il divisamente di un concilio plenario ed esortare tutu a concorrervi di buon volere" (AES, America, 1894y>os. 62, fas. 13, f. 14v-15r). "3° Compilare un elenco delle congregazione religiose dell'uno e dell'altro sesso, sieno maggiormente in fiore per numero, spirito, osservanza e zelo e si giudichino più adatte a promuovere il bene in ordine all'educazione del clero, all'istituzione della gioventù, all'esercizio del sacro ministero ed all'incremento della vita cattolica, e manifestare ai respettivi Superiori generali essere vivo desiderio di Sua Santità che nel diffondere i loro istituti abbiano in mira l'America" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 15v-16r). 001 CJr. AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 16v. 2 2 4 "Emo Vannutelli Vincenzo opinerebbe che omesso il Brasile, il Messico ed Haiti si celebrasse il concilio plenario del restante" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 16v). 2 2 5 L a afirmación es demasiado amplia para ver su alcance: "Di Pietro propone che si tengano conferenze in Roma" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 17v). "[...] ammessa in principio la proposta d'un Concilio plenario per l'America latina, si preghi il Santo Padre di volere sin da ora nominare una speciale commissione di Cardinali assistiti da due Consultori affinchè si occupi esclusivamente della preparazione e celebrazione di siffatto Concilio" (AES^ America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 17r). "In pari tempo // farsi communicare dalla S.C. di Propaganda] Fi[de] il metodo da essa seguito per la celebrazione dell'ultimo concilio plenario di Baltimora" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 17r-v). 228

"Tutti convengono" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 17v). Así terminan las intervenciones cardenalicias en la reunión.

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resoluciones finales recogen todas las propuestas de Rampolla, que podrían considerarse como el programa del pontificado para la renovación religiosa de eclesiástica latinoamericana229. Con sorprendente celeridad, las resoluciones se presentaron al día siguiente a León XIII, que las aprobó en parte, y nombró para la comisión especial organizadora del Concilio a los cardenales Rampolla, Serafino Vannutelli y Di Pietro, que fueron notificados ya el 13 de junio por mons. Cavagnis 230 . También pidió el día 15, "por orden recibida del cardenal Secretario de Estado" al secretario de Propaganda Fide que enviase información sobre el método seguido para la preparación del concilio de Baltimore231. L a respuesta, lógicamente, no se hizo esperar: el 19 de junio el secretario de Propaganda Fide remitía "con premura" una nota de archivo sobre el procedimiento seguido para el III Concilio de Baltimore232. Al mismo tiempo, se pidió a los países en los que se habían celebrado recientemente sínodos que pudieran servir de referencia para el futuro concilio, que enviasen copias. Entre los consultados figuran, además de países latinoamericanos, España y Estados Unidos 233 . Hasta aquí podemos considerar la prehistoria del concilio. A partir de ahora, los pasos siguientes los dará ya la comisión especial para la organización del Plenario. Estamos ya ante un organismo ad hoc que decidirá si debe celebrarse, como y cuando el proyectado concilio. Entramos por tanto en lo que propiamente es el iter conciliar. En su desarrollo hay que tener en cuenta la actuación de los dos órganos colegiados que forman la Comisión 229

Las cuatro resoluciones fueron: 1) Solicitar a León XIII una encíclica para América Latina; 2) Continuar las negociaciones para establecer relaciones diplomáticas con todas las repúblicas; 3) Elaborar una lista de las congregaciones religiosas más adecuadas y manifestar a sus superiores que es deseo del papa que tengan como objetivo los países latinoamericanos; 4) Nombrar una comisión especial de cardenales para preparar el concilio, tomando como referencia el método seguido para el III de Baltimor en AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. Ir. 2 3 0 E1 borrador en AES, America, pos. 63, fas. 13, f. 20r. 2 3 1 "Mgr. Segretario di Propaganda.- 15 Giugno 1894.- [mons. Cavagnis solicita] a volergli con qualche sollecitudine comunicare il metodo tenuto da codesta S. Congregazione di Propaganda nella preparazione dell'ultimo concilio plenario tenutosi a Baltimora" (AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 23r). 232

La respuesta y la nota en AES, America, 1894, pos. 62, fas. 13, f. 24v-26r. La nota recoge la trayectoria de la preparación del concilio de Baltimore por Propaganda fide, desde la invitación en mayo de 1883 a los arzobispos norteamericanos para ir a Roma en noviembre de ese año hasta el comienzo del concilio en noviembre de 1884. Es un resumen muy claro y refleja bien el modo de trabajo de la congregación. Como se ve, la preparación del III de Baltimore fue más rápida que la del Plenario. Probablemente por ser un solo país y por la experiencia de los anteriores, aunque también hay que tener presente que en el de Baltimore participaron abades, superiores de órdenes religiosas y de seminarios, que nunca aparecerán en el de América Latina. 2 3 3 Se indicó al nuncio en España y a los delegados en Colombia, Ecuador y Estados Unidos que enviasen copias de los concilios provinciales de Compostela, Valencia, Valladolid, Quito, Nueva Granada y Baltimore (Cfr. AES, America,1894, pos. 66, fas. 13, f. 49r).

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preparatoria: la Comisión de cardenales, que decidirá, y la Comisión de consultores, con función asesora. Ambas se reunirán independientemente.

2.4. El iter del Plenario dirigido por la Comisión Especial de Cardenales de 1894. Como hemos visto, la comisión especial de cardenales fue nombrada por el papa apenas le llegó la propuesta. Dos días después de la reunión, el 13 junio, ya se comunicaba a los cardenales de la comisión su nombramiento para sacar adelante el Plenario234. Realmente, esa será su función, pero si nos atenemos a los textos, incluso en ese escrito de nombramiento, el Plenario es una opción entre otras posibles: se les encarga "preparar la celebración de un Concilio Plenario de América latina o de concilios regionales, de acuerdo con lo decidido en la congregación" del 11 de junio235. A partir del nombramiento, parece que la actividad se paralizó hasta después del verano. Con todo, entre los documentos de estos días se encuentra ya un borrador de la posible encíclica acordada el 11 de junio de 1894. Está precedida por un esquema inspirado en las ideas discutidas en la misma reunión236, pero aparentemente está redactada de modo definitivo de acuerdo con las ideas de Rampolla y, desde luego, convocando a un concilio plenario. No está clara —ya que no hay indicación en el documento— la fecha en que se redactó, pero podría ser poco después de junio de 1894237. Pero no es un mero esquema sino una redacción desarrollada238, precedida de un resumen en veinte puntos239. Si todo es de ese año, podría decirse que se esperaba un ritmo mucho 234

La carta de notificación en AES, America, 1894, pos. 63, fas. 13, f. 20r. La minuta va dirigida sólo a los cardenales Angelo Di Pietro y Serafino Vannutelli, probablemente por no ser necesario comunicarlo a Rampolla, que cada vez aparece más como el verdadero animador del concilio. Probablemene fue él quién dispuso los nombramientos con León XIII y el que se los comunicó a mons. Cavagnis para que los transmitiese. 2 3 5 El papa quería que los cardenales nombrados "[...] insieme ad alcuni consultori che verranno nominati, si occupino di preparare la celebrazione di un Concilio Plenario dell'America latina, ovvero di concili regionali a norma di quanto è stato deciso nella predetta particolare Congregazione [de 11 de junio de 1894]" (AES, America, 1894, pos. 63, fas. 13, f. 20r). 2 3 6 E s un esquema borrador, con el título "Scopo dell'Enciclica all'America latina" que se basa en las ideas apuntadas "Nella Congregazione particolare degli AA. EE. dell'XI giugno 1894". De todos modos, el punto X y último se titula ya "Concilio Plenario" [Cfr. AES, America, 1894, pos. 63, fas. 13, f. 30r-31v). 237

La única fecha que figura en el texto es "1894" (Cfr. AES, America, 1894, pos. 63, fas. 13, f. 30r). E1 texto desarrollado de la encíclica en AES, America, 1894, pos. 63, fas. 13, f. 34r-47v. Tiene por tanto la extensión normal de una encíclica de la época, aunque sigue siendo un borrador, con anotaciones marginales y correcciones. Una vez más, en el encabezamiento se indica "Congregazione particolare AA. EE. SS. 11. Giugno 1894/. Punti per l'Enciclica". Los veinte puntos se agrupan en dos partes. La primera es justificativa ante los países americanos, e incide intensamente en valoraciones políticas y relaciones Iglesia-Estado. Quizá los puntos más destacados —un verdadero programa de acercamiento a los estados liberales— sean los que apo238

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m á s r á p i d o del q u e se t u v o y q u e la decisión f u n d a m e n t a l d e celebrar el plenario se había t o m a d o y a el 11 d e j u n i o d e 1894. L o cierto es q u e la p r i m e r a reunión d e la C o m i s i ó n especial n o tuvo lugar hasta el 2 0 d e septiembre d e 1894 2 4 0 . U n a decisión importante, q u e m a r c ó definitivamente los contenidos del f u t u r o concilio f u e n o m b r a r u n a C o m i s i ó n d e diez consultores q u e a s e s o r a s e técnicamente a los cardenales, analizase la utilidad del e s q u e m a conciliar e n v i a d o p o r Fernández C o n c h a y determinase los procedimientos idóneos p a r a celebrar el Plenario 2 4 1 .

2.5. La actividad de la Comisión de Consultores. L a C o m i s i ó n d e C o n s u l t o r e s se reunió p o r p r i m e r a vez el 12 de noviembre d e 1894. E n esa p r i m e r a j u n t a se les i n f o r m ó d e su misión, prestaron j u r a m e n t o , se les entregó la d o c u m e n t a c i ó n q u e se h a b í a m a n e j a d o hasta el m o m e n t o j u n t o c o n e j e m p l a r e s d e los concilios d e B a l t i m o r e , C o m p o s t e l a , V a l e n c i a y Valladolid 2 4 2 , y se les pidió q u e actuasen con libertad en la b ú s q u e d a d e los caminos m á s útiles p a r a resolver los p r o b l e m a s d e los países latinoamericanos. M u y pronto e m p e z ó a destacar entre los consultores Fray J o s é de C a l a s a n z d e L l e v a n e r a s , el f u t u r o cardenal Vives y Tutó 2 4 3 : a él se le pidió el 2 2 d e diciembre u n dictamen del e s q u e m a de Fernández Concha 2 4 4 . A d e m á s , p a r a q u e pudieyan el progreso y la democracia: "4. La Chiesa ama lo [ilegible] ed il progresso. 5. Ammette la forma democratica. 6. Vuole anche il rispetto ai governi di fatto. 7. La forma democratica per alcuni popoli può essere la migliore" (AES, America, 1894, pos. 63, fas. 13, f. 32r). mCJr. AES, America, Dicembre 1894, pos. 70, fas 17, f. IV. Los consultores nombrados fueron: mons. Benjamín Cavicchioni, arzobispo de Nazianzo; mons. Loreto Carboni, Sustituto de la R. Fábrica de S. Pedro; mons. Pacifico Pierantonelli, Defensor del Vínculo; P. Pedro Valenzuela, Ministro General de los Mercedarios; P. Alfonso Eschbach, de la Congregación del Espíritu Santo y Rector del Seminario francés; P. Pedro Fernández, agustino; P. Franciso Xavier Wemz, jesuita; P. Felipe Sottovia, jesuíta, Rector del Colegio Pío Latino-Americano; P. Fernando Cortez, de los menores observantes; y P.José de Calasanz de Llevaneras, capuchino. 2 4 2 Se les promete también el pronto envío de los concilios de Colombia y de Quito, que probablemente no habían llegado aún a Roma (AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas. 15, f. 4r-5v). 243 Tenía también experiencia americana, aunque difícil, ya que fue a América como consecuencia de movimientos anticlericales revolucionarios en España. Vivió en Guatemala entre 1869 y 1872 y en Ecuador de 1875 a 1876. En ambos países conoció también la peculiar experiencia de las revoluciones americanas: en el primero tuvo que pasar por cárcel y expulsión, y en el segundo vivía cuando fue asesinado García Moreno. Sus años americanos pueden haber influido en sus planteamientos antiliberales, desarrollados en los últimos años de León XIII y en los de su sucesor, hasta el punto de llegar a ser clasificado por algún autor como uno de los "genios maléficos del pontificado" de Pío X. Desde luego, su papel en la preparación del Plenario fue muy significativa, como reconocieron los propios padres conciliares. A los pocos meses de terminar el Concilio, fue nombrado cardenal protector del Colegio Pío Latino Americano. 2 4 4 La carta, de Felice Cavagnis, pro-secretario de la S. C. de AES, da por supuesto que el esquema de Fernández Concha no era satisfactorio, ya que se le pide "formulare un nuovo schema di Sinodo generale per tutta l'America latina [...] con facoltà alla stessa P. V. di aggiungere, eliminare, ed

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se valorar exactamente lo que había y lo que se pretendía realmente con el concilio, se le especificó claramente en carta del 17 de enero245 que el objetivo del concilio era la mejora del clero americano246. Aquí aparece ya la clave de bóveda del sistema que se quería establecer en América con el concilio. De ahí que ningún esquema pudiese considerarse válido, por tanto, si no conseguía ese objetivo primordial. Esta carta es uno de los documentos que manifiestan más claramente la intención de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios con respecto al Plenario. A los consultores se les entregaron varios documentos de trabajo. Uno de ellos, la ponencia impresa que habían manejado los cardenales para la sesión de 11 de junio de 1894247, varias veces mencionada. Además, recibieron una nueva ponencia impresa, con fecha diciembre 1894 que recogía documentos fundamentales para su trabajo248. Incluía, además de una "relazione" introductoria los siguientes textos sobre los que tendrían que trabajar: el proyecto enviado por Fernández Concha249, un tratado sobre los privilegios de América Latina250, información de archivo sobre la Bula de la Cruzada251, un informe con peticiones de obispos peruanos252 y una memoria de obispos americanos sobre las necesidades que debería afrontar el futuro concilio253.

in qualsiasi modo modificare il surriferito schema [...]" (AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas. 13, f 13r). Sin embargo, es posible que se pidiera un nuevo esquema también a otros consultores. 245 En la copia que se conserva en AES, el mes es ilegible. Piccardo se inclina por enero, ya que tendría que ser entre el envío del esquema de Fernández Concha en diciembre y la respuesta de Llevaneras con un nuevo esquema en febrero (Cfr. Diego R. Piccardo, Historia del Concilio..., p. 85). "Perchè serva di norma a V. E. Rma. nel compilare l'indice dei capi che devonsi trattare nel Concilio dell'America latina, le faccio sapere che il frutto principale che si vuol ottenere, è la formazione d'un buon clero. Questo è il punto importante e lo scopo direi unico; perciò deve essere l'oggeto di studii pardcolari e di efficaci e pratiche resoluzioni, senza pregudizii degli altri capi" (AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas. 18, f. 3r). 247 . . . Así se indica en la introducción de la ponencia impresa de diciembre de 1894: [...] ponenza a stampa, servita per la Congragazione dell'11 giugno, la quale è stata già distribuita ai signori consultori y (AES, America, pos. 70, fas. 17, f. IV). Lleva por título: Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinarii, America Latina, Dicembre 1894, (Con segreto Pontificio), en AES, America, pos. 70, fas. 17. 249 "Progetto di costituzioni sinodali redatto dal Canonista Femando [sic\ Concha per incarico ricevutone 1-276). 250 .dalla . . S. Sede" (pp. . "Privileggi concessi dalla S. Sede alle Chiese dell'America Latina, ricavati dal libro di Monsig. Fortino Vera Vescovo di Cuemavaca, col titolo Apuntamientos historíeos etc., Mexico 1893" (pp. 277450).251 "Notizie ricavate dal citato libro di Monsig. Vera e nota di archivio riguardanti la Bolla della crociata" (pp. 451-482). 252 . . . . . "Rapporto di Monsignor Macchi circa una proposta fatta da alcuni Vescovi del Perù per ottenere l'amovilità dei parrochi.- Lima 22 Agosto 1894" (pp. 483-492). 253 "Promemoria dei Vescovi di Comayagua e di S. Salvador relativo alle condizioni dell'America Latina ed al progetto di un Concilio Generale.- San Salvador 6 Ottobre 1894" (pp. 493-516).

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En la introducción de la ponencia se resaltaban ya las limitaciones del esquema de constituciones de Fernández Concha254. Esas páginas introductorias —que recogen ideas de la primera Comisión de cardenales— al tiempo que destacan las carencias del esquema del canonista chileno, nos indican las preocupaciones romanas sobre los asuntos americanos, y su visión de lo que debería ser una iglesia al día, muy en línea con el esfuerzo de presencia político-social católica estimulado por León XIII. En efecto, achacan al esquema recibido varias deficiencias como —se dice— no mencionar los deberes de los fieles y los derechos de la Iglesia frente al Estado, ni el ejercicio de los derechos democráticos ni la doctrina social de la Iglesia255. Además, no se atrevía a romper con los viejos derechos presuntamente heredados del Patronato ni entraba a fondo en cuestiones clave para la mejora del clero como el nombramiento de párrocos o asuntos candentes de gran trascendencia futura, como los emigrantes. Asuntos todos que se plantean a los consultores para que los tengan en cuenta a la hora de desarrollar su trabajo. Además, se les recomienda lógicamente -ya que hemos visto que la Santa Sede quería que sirviesen de pauta- que tengan a la vista algunos concilios recientes, como el III de Baltimore, el de Santiago de Compostela o el de Antequera, incluso puntualizando qué artículos de esos concilios podrían ser más útiles256. 254

En la introducción ya se decía que "da un sommario esame che se ne fatto, esso, come si può molto facilmente verificare, sembra lasci a desiderare in special modo circa i seguente capi: [...]". Entre esos fallos se mencionaba que no hablaba de los deberes políticos de los fieles en relación con la vida social y la democracia, y que no se enfrentaba con la cuestión de los privilegios americanos. Quizá por eso se incluye entre la documentación que entregan a los consultores el libro de Fortino Vera sobre los privilegios americanos. También se sugería a los consultoree que tuviesen en cuenta los últimos concilios provinciales españoles y americanos. Los temas que deberían figurar en el futuro concilio superaban con mucho el inicial esquema de Fernández Concha y puede decirse que eran más latinoamericanos que el esquema del canonista americano (Cfr. AES, America, Dicembre 1894, pos. 70, fas 17, ff. III-XIII e índice, ff. 517-521). Una opinión distinta, con una tabla comparativa del esquema de Fernández Concha y del Plenario, en Misael Camus Ibacache, Lapréparation et la convocation..., p. 76. 255 "Ritornando poi al lavoro presentato dal Sig. Fernandez Concha, da un sommario esame che se nè fatto, esso, come si può molto facilmente verificare, sembra lasci a desiderare in special modo circa i seguenti capi: i doveri dei fedeli ed i diritti della Chiesa di fronte allo Stato; I'esecizio dei diritti, che le moderne società democratiche attribuiscono e guarentiscono a ogni cittadino; i salutari ammaestramenti dati dalla Santa Sede ai cattolici in ordine al ben vivere sociale, affinchè da tutti si conosca quanto la Chiesa no sia e no voglia esser mai contraria al bene inteso progresso ed alla vera libertà dei popoli" (AES, America, Dicembre 1894, pos. 70, fas. 17, ff. V-VII). 256 Además, se insiste en que esos concilios servirán de pauta para temas que faltan en el esquema de Fernández Concha: "Più parücolarmente poi con lo studio dei varii sinodi potranno i signori consultori considerare quei capi che mancano nel lavoro del Fernandez Concha. Così in quel di Compostela il capo "De civili potestate Romani Pontificis" [...] e quello De Concordia episcoporum et unitate [...]. In quello di Antequera, ch'è stato approvato in questi ultimi giorni, i capi "De privilegiis Americae" [...]. In quello di Baltimora, quel che si riferisce agli studi del giovane clero [...]" (AES, America, Dicembre 1894, pos. 70, fas 17, f. XI).

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En enero de 1895 el P. Llevaneras envió su esquema, que se distribuyó al resto de los consultores el 6 de febrero, convocándolos para el 13 siguiente257. En la reunión del 13 de febrero los consultores abandonaron definitivamente el primitivo esquema de Fernández Concha o cualquier otro de los aportados por los consultores258 y aceptaron el de Llevaneras259, con algunas modificaciones260. En la misma reunión se decidió que cada consultor desarrollase alguno de los apartados del esquema. El día 18 mons. Cavagnis envió a los consultores la distribución de los capítulos a desarrollar, indicando además que los redactasen tal y como deberían ser aprobados por el futuro concilio261.

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AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas 18, f. 9r. Se les envió junto con la convocatoria un ejemplar del I Concilio de Quito. El porqué se adoptó el esquema de Llevaneras, no aparece del todo claro. Desde luego, hubo más consultores que respondieron a los dubbi planteados —hay que suponer que respondieron todos— y que enviaron el correspondiente esquema para el concilio. En AES se conserva, p. ej., el que envió el P. Pedro A. Valenzuela, Maestro General de los Mercedarios el 5 de enero de 1895, al mismo tiempo que Llevaneras, por tanto. Lo distribuyó en los siguientes títulos: 1. De fide; 2. De Sacramentis; 3. De Cultu divino; 4. De Hierarchia Ecclesiastica; 5. De Ecclesiastico Regimine; 6. De Disciplina et Moribus Cleri; 7. De Cleri Educatione et Institutione; 8. De Populo Christiano; 9. De Statu Christiano; 10. De Populi et Iuventutís instrucáone catholica; 11. De Rebus Ecclesiae temporalibus; 12. De Privilegiis, e incluía dos apéndices: 1. De edendo Catechismo pro America latina y 2. De manuali liturgico pro clero Americae latinae. Además, cada uno de los títulos en que se desarrollaban los apartados se refería a alguno de los recientes concilios españoles (Compostela, Valladolid, Valencia) y americanos (Baltimore III). Como hemos visto antes, son los textos de concilios que la Congregación había entregado a los consultores para hacer el esquema, y, en conjunto, el texto se ajustaba bastante a lo que se pretendía con el concilio latinoamericano. El texto del P. Valenzuela en AES, America, 1895, pos. 72, fas. 19, f. 28r-31v. El esquema formulado por Llevaneras tenía los siguiente títulos: I.- De Fide. II.- De Fidei impedimenás. III.- De Personis Ecclesiasücis. IV.- De Cultu divino. V.- De Sacramentis. VI.- De Insdtutione Clericorum (aquí incluye las escuelas clericales de niños, los seminarios y la formación de candidatos al sacerdocio). VII.- De Vita et honestate Clericorum. VIII.- De Catholica Institutione Juventutis (desde las escuelas primarias a las universidades y las bibliotecas católicas). IX.- De Doctrina Chrisdana (abarca desde las catequesis rurales a la predicación, pasando por los libros de lectura y la censura de escritos). X . - De Zelo animarum et charitate Christiana (incluye capítulos de interés latinoamericano como el II. De Colonis et advenís, el III. De Indis et Nigritís o el VIII. De Denario Seminariorum Americae Latinae). XI. De Bonis Ecclesiae temporalibus. XII. De Rebus. XIII. De Iudiciis Ecclesiasricis. XIV. De beneficiis et privilegiis (sólo dos capítulos pero el segundo era de gran interés para la Santa Sede: De privilegiis America Latina authentíce describendis). XV. De promulgatìone et executione Decretorum Concilii. Appendix Constitutionum, Instrucrionum et Decretorum S. Sedis (Original manuscrito en AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas. 18, f. 5r-8v). Los comentarios de los consultores en AES, America,1894-1895, pos. 70, fas. 18, f. 26r-29v. La distribución fue la siguiente: Títulos I y II, P. Llevaneras; III y V, P Fernández; IV, P. Cortez; VII, P. Sottovia; Vili, X I y XII, P. Wemz; IX, mons. Carboni; X , P. Valenzuela; VI, P. Eschbach; XIII, mons. Pierantonelli; XIV y XV, mons. Cavicchioni (Cfr. AES, America, 1894-1895, pos. 70, fas. 18, f. 37v). El texto del que procede esta distribución es un borrador burdamente elaborado, por lo que no hay que excluir algún reajuste posterior. 261

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2.6. Valoración de la Comisión especial de Cardenales. El esquema desarrollado por los distintos consultores fue objeto de estudio por la Comisión de cardenales a los largo de 1895 y 1896. Prácticamente, los cardenales introdujeron cambios —a veces muy pequeños— en todos los capítulos262. El cambio más amplio fue suprimir el título sobre los privilegios americanos, aunque sugirieron que el papa los regulase con un Breve pontificio263. Con todo, las observaciones concretas a cada uno de los capítulos no dejan de ser precisiones de detalle264. También procuraron asegurarse que no se le llamase primer concilio plenario, lo que, además del poco éxito que tuvo -vista la historiograrfía posterior- puede indicarnos que no pretendía institucionalizar tales reuniones, sino simplemente afrontar el problema del momento, que era precisar y unificar la acción episcopal en América265. Concluir a partir de ahí que no conectaba esta reunión -en la mente de Roma- con el incipiente desarrollo de la colegialidad episcopal nacional o que no puede, por eso mismo, considerarse el Plenario como un antecedente del Celam, es quizá excesivo, pero pensamos que la idea de un concilio único no repetible se ajusta más a lo que se pensaba entonces en la curia. Más interesantes nos parecen las conclusiones generales de la Comisión, que dan también su idea del concilio y de la situación americana. Están recogidas en las observaciones generales al esquema266. Las mas interesantes son la decisión de

262 Piccardo recoge en su estudio el número de observaciones hecho a cada uno de los capítulos, que, efectivamente, supone un estudio concienzudo del esquema. Vid. Diego R. Piccardo, Historia del Concilio..., pp. 134-139. 263 El Breve se encargó al propio Llevaneras y fue discutido posteriormente por la comisión de cardenales. Se acordó aceptarlo con algunos matices como mejorar la redacción y mantener los privilegios durante treinta años. Llevaneras había escrito cincuenta, aunque la congregación había llegado a un acuerdo verbal con él para reducirlos a veinticinco. Los cardenales decidieron dejarlo en treinta (Cfr. AES, America, 1896-1897, pos. 79, fas. 52, Minuta di Breve in ordine ai privilegi dell'America Latina. Decembre 1896. El plazo de los treinta años anotado en Schema Litt. In forma Brevis de privilegiis America* Latmtu, AES, America, 1896-1897, pos. 79, fas. 52, f 4).

Quizá excepto en el Tít. III, De Personis Ecclesiasticis, en el que se incorporan observaciones hechas por la S. C. dei Vescovi e Regolari al cap. XIV. De Monialibus y al XV. De Institutis votorum simplicium. Se introducen textos del III Concilio de Baltimore y del decreto Singulari de 27 de marzo de 1896(AES, America, 1896-1897, pos. 79, fas. 52, Capitoli XIV e XV del Titolo II, ff. 1-51). También se cambia el Titulo X De Zelo animarum et charitas Christiana, hasta el punto de calificar esta redacción como "Nova versio" (AES, America, 1896-1897, pos. 79, fas. 52, Titolo X, ÍF. 1-7). 265 Observación al artículo 1 del título I: "II presente Concilio Plenario non si apelli jirón»" (AES, America, 1896-1897, pos. 79, fas. 52, Schema Decretorum, Títulus I, f. 5). 266 AES, America, 1896-1897, pos. 79, fas. 52, Tit. I, f. 4-8.

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no citar el Syllabus, aunque se incluyese su doctrina267, la supresión de cualquier mención directa a los gobernantes civiles y la cita de los concordatos que avalasen las inmunidades de los clérigos en los países americanos. Como se ve, el temor a la arbitrariedad del liberalismo latinoamericano llevaba a la prudencia en los aspectos formales. Otras observaciones son totalmente anecdóticas, aunque los cardenales les den gran importancia, como la de incluir la prohibición de fumar antes de la Santa Misa268. Una vez finalizado su trabajo sobre el esquema, los cardenales decidieron también nombrar una nueva comisión de consultores, más reducida que la primera, para que las aplicase. 2.7. Actuación de la segunda Comisión reducida de Consultores. En realidad, más que una nueva comisión habría que hablar de la disolución de la Comisión de Consultores y el traspaso de sus funciones a los padres Llevaneras y Wernz269, lo que se le comunicó el 13 de febrero de 1897270. La nueva Comisión se reunió los días 10, 12 y 13 de marzo de 1897, y comenzó a dar forma definitiva al Schema de las constituciones que deberían aprobar los padres conciliares, tanto en sus aspectos formales —modo de numerar los párrafos271, modelo de Apéndice, etc.,— como en los contenidos. El buen ritmo de trabajo permitió que en julio de ese mismo año estuviesen redactados en latín los 1012 artículos272 de lo que sería el Schema de los posibles decretos del futuro

267

Esta decisión no se mantuvo finalmente. Así, el Título I, Capítulo XI, De la Iglesia y el Estado, no sólo sigue la doctrina del Syllabus sino que lo cita en los artículos 9 1 a 96. Lo mismo en el Título II, Capítulo I, De los princiaples errores de nuestro siglo, con citas explícitas en los artículos 102, 108 y 109. Además, el art. 3 del Título I, Capítulo I, De la Fe y de la Iglesia Católica declara en el texto "Reprobamos todos los errores condenados [...] particularmente los que se expresan tanto en la Encíclica de Pío IX, de santa memoria, Quanta Cura y en el adjunto Sílabo, como en las Encíclicas de Nuestro Santísimo Padre el Papa León XIII [...]". "In luogo opportuno si esprima il divieto pei Sacerdoti di fumare prima della celebrazione dell S. Messa sia in pubblico sia anche in Sagrestia, como fu vietato dal Concilio di Siviglia p. 4. Tit. I. N. 4 p a | . 292" (AES, America, 1896-1897, pos. 79, fas. 52, Tit. I, f. 5). Organizativamente estaban también en la nueva comisión mons. Cavagnis, secretario de la S. C. degli AES. y mons. Pietro Corvi, secretario de la anterior Comisión de Consultores. Ninguno de los dos parece tener otras funciones que las de coordinar los trabajos de cardenales, consultores y oficiales de la Congregación. 270 AES, America, 1896-97, pos. 86, fas. 59, f. 40r-v. 271





También por influencia del Concilio de Baltimore: "Si stabilisce che l'intero Concilio sia distribuito in numeri progressivi come nel Concilio di Baltimora III" (AES, America, 1896-97, pos. 86, fas. 59, 272 f. 43r). Piccardo detecta un error de numeración en el articulado, ya que se repite el número 539 para dos artículos. Así, aunque el último artículo del Schema lleve el número 1011, en realidad son 1012 (Cfr. Diego R. Piccardo, Historia del Concilio..., p. 141).

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Plenario. Esa era su función273, por lo que a partir de este momento el Schema pasó a ser estudiado por los obispos americanos, con lo que podemos considerar que entramos en una nueva etapa. 2.8. Trayectoria del Schema decretorum romano. El esquema de Llevaneras, desarrollado por la primera Comisión de Consultores, corregido por la de Cardenales y redactado por la segunda Comisión reducida de Consultores, se envió a los obispos americanos, para que lo estudiase y lo enmendasen, a partir de julio de 1897. Volvemos otra vez a un ritmo rápido en los trabajos, síntoma probable del deseo de celebrar cuanto antes el concilio. El texto se remitió a los representantes pontificios para que estos lo distribuyeran entre los obispos. No resultó tan fácil como podría suponerse, ya que algunos de los envíos no llegaron a su destino por naufragar el barco que los transportaba y otros se perdieron274. Aunque la circular de la Santa Sede pedía que se devolviese el Schema decretorum con las pertinentes observaciones que cada obispo quisiese hacer en el plazo de dos meses desde su recepción, lo cierto es que las pérdidas y retrasos hicieron que las respuestas de los obispos tardasen mucho más en llegar a Roma. También a pesar del secreto que impuso la Sagrada Congregación a los consultados275, el envío del Schema decretorum despertó las primeras reacciones en Latinoamérica, tanto en los distintos gobiernos como en la prensa, haciendo realidad alguno de los temores que habían expresado los obispos cuando fueron consultados sobre la conveniencia de realizar un concilio. 273 Así se lo indicaba Rampolla en carta de ese mismo año a Niccolà Averardi, Visitador apostólico en México: "[...] il Santo Padre si degnò ordinare che per una Commissione di idonei ecclesiastici dell'uno e dell'altro clero, esperti e conoscitori delle cose americane, venisse compilato uno schema di decreti, da servire come norme opportune ai Vescovi i quali, a suo tempo adunati in Concilio, potessero più agevolmente adottare quelle decisioni che meglio rispondono ai bisogni dei loro fedeli" (M. Rampolla a N. Averardi, Roma, 12 de julio de 1897, en ASV, Visita Apostolica Messico, Busta XIIIJ. 459v-460r). El 17 de noviembre de 1897 el Card. Rampolla enviaba un telegrama al Visitador Apostólico en México, Niccolà Averardi urgiendole a que investigase lo sucedido con los libros que se habían embarcado a fines de julio en Génova (Cfr. AES, America, 1897-98, pos. 89, fas. 61, f. 48r). Aún el 26 de enero de 1898, por haberse perdido el envío de libros hecho a mons. Macchi, "ne é stata fatta una nuova spedizione direttamente agli Arcivescovi di Quito, de Lima ed al vicario capitolare di Bolivia" (AES, America, 1896-97, pos. 86, fas. 59, f. 53r). El rastreo de los envíos nos permite afirmar que no llegaron a su destino al primer intento los de México, Haití, Santo Domingo, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Tuvieron que repetirse los envíos, lo que supuso, en el mejor de los casos, que estuviesen en manos de los destinatarios medio año mas tarde. 275 En los ejemplares figuraba impresa la obligación del "Segreto Pontificio", que se extendía no sólo a los obispos sino a "tutti coloro ai quali sarà comunicato il sumenzionato schema" (M. Rampolla a N. Averardi, Roma 12 de julio de 1897, ASV, Visita Apostolica Messico, Busta XIII, f. 460r-v).

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Ahora nos vamos a ceñir a la trayectoria del Schema y a las enmiendas de los obispos. Para empezar, y lógicamente, no todos los obispos tuvieron en sus manos el texto para poder comentarlo. Tan tarde como en marzo de 1899 el administrador apostólico de Guayaquil reconocía que no tenía noticia del tal esquema276. Algunos otros obispos —como el Arzobispo de La Paz, nombrado en 1898— tampoco lo conocieron277, aunque la práctica totalidad lo recibió y lo comentó, agrupándose las observaciones por provincias eclesiásticas. En Roma se recibieron observaciones de Ecuador278, México279, Brasil280, Uruguay281, Venezuela282, Colombia283, Chile284, Argentina285, Guatemala286, Haití287, Perú y Santo Domingo288.

276 "[...] no tenemos aquí conocimiento ninguno, ni del Schema Decretorum ni de las observaciones relativas al mismo [...]" (Pío Vicente Corral (A.A. de Guayaquil) - Rafael González Calisto (arzobispo, de Quito), Oficio n° 137, 15-111-1899, en AAQ, Sección Gobierno Eclesiástico, Caja Arzobispo González Calisto [1900], sin clasificar). No sorprende que los obispados más difíciles no tuviesen noticia del Schema ni siquiera en vísperas del Plenario: Camus Ibacache destaca que según documentación de la nunciatura de Perú, los obispos de "Cochabamba, Guayaquil, Huanuco, Santa Cruz et Sucre déclarent ne pas être au courant des démarches qui ont été effectuées jusqu'ici (1898), plusieurs ignorent le Schéma préparatoire et quelques-uns s'excusent de ne pouvoir participer. Il est curieux, en particulier, que les évèques boliviens n'aient par été mis au courant du processus de préparation; ancun d'entre eux ne participa au Concile" (Misael Camus Ibacache, La préparation et la convocation..., p. 74).

El arzobispo de Quito hizo 47 observaciones, aunque no hay noticia de que fuesen también de otros obispos sufragáneos (para todo lo que se refiere a las observaciones y sus autores, cfr. Diego R. Piccardo, Historia del Concilio..., pp. 149-156). 279

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La recepción del Schema decretorum en el episcopado mexicano, así como sobre el desarrollo en esa nación del Plenario, en Rómulo Eduardo Chávez Sánchez, La Iglesia en México... Según él, la respuesta del episcopado lúe muy favorable a la idea del Concilio y al Schema propuesto. Aunque el episcopado mexicano es el que envió el mayor número de observaciones, algunos no terminaron de entender bien la petición romana, ya que aceptaban el Schema casi como si se tratase de un documento pontificio. Así, el obispo de Tehuantepec escribía: "Yo, pobre Obispo de Tehuantepec, no me atreveré a hacer ninguna observación, y sí lo apruebo en el conjunto y en sus partes, tanto más que viene de Roma, Maestra infalible de verdad, aunque no tenga la aprobación formal del Sumo Pontífice" (Respuesta, 29-111-1898). El tono de las respuestas presenta un episcopado absolutamente romanizado, en línea con la renovación que se dió a fines del XIX. 280 • . . . . . De Brasil sólo parecen haber enviado Observationes los arzobispos de Rio y de Bahia. Hay cuatro Observationes del arzobispo, Mons Soler. Las dos diócesis sufragáneas estaban vacantes. 282 Del arzobispo de Caracas y de los obispos de Barquisimeto, Guayana y Mérida. Del arzobispo de Bogotá y de los obispos de Medellín, Pasto y Nueva Pamplona. 284 Sólo se recogen Observationes del arzobispo de Santiago. También 286j-* , •sólo hay Observationes del arzobispo de Buenos Aires. Del, arzobispo. 287



De los tres obispos de la provincia eclesiástica conjuntamente. 288 De estos dos países no hay Observationes, aunque sí recibieron la consulta ya que responden a la pregunta sobre el posible lugar en que debería celebrarse el concilio.

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Hay también dos respuestas amplias de representantes pontificios americanos. L a más sustanciosa289 es la del Delegado apostólico en Perú, Ecuador y Bolivia, mons. Pietro Gasparri, muy considerado ya entonces en la Santa Sede por sus conocimientos canónicos. Gasparri aceptó el conjunto del trabajo290, pero envió no menos de 117 sugerencias que, según él, lo podrían mejorar. L a Sagrada Congregación añadió esas sugerencias como apéndice a las Observationes episcoporum para que la comisión encargada de valorar la consulta las pudiese conocer y, si era oportuno, incorporarlas. L a otra respuesta significativa, aunque era más bien una reticencia, vino de mons. Averardi, que seguía intrigando para reunir un concilio general mexicano aparte del que proponía la Santa Sede para Latinoamérica 291 . 2.9. Recepción de las Observationes

episcoporum en Roma y convocatoria del concilio.

Las Observationes de los obispos se analizaron en Roma en dos instancias. La primera, que podríamos considerar técnica, correspondió a la Comisión reducida de consultores292 que no vieron en las 455 observaciones ninguna que obligase a cambiar el Schema decretorum propuesto por ellos. L a valoración que hicieron de las distintas observaciones resulta un tanto dura293, algo quizá natu2 8 9 Se incluye como apéndice en "Schema Decretorum pro Concilio Plenario Americae Latinae", en AES, America 1896-1897, pos. 82-87, fas. 68, Appendix, "Animadversiones R. P. D. Gasparri Del. Apost.", f. 1-64. 2 9 0 E n las primeras líneas de sus Animadversiones hace un elogio general del trabajo realizado: "Sancta Sedes mihi iussit animadversiones opportunas proponere in Schema Decretorum pro Concilio Plenario Americae Latinae. Huic praecepto satisfaciens, initio idem Schema laudo verbis amplissimis. Nam doctrinae et disciplinae queae proponuntur, generatim loquendo, et verae sunt et circumstantiis locorum, temporum, personarum accomodatae; [...]" (AES, America 1896-1897, pos. 82-87, fas. 68, Appendix, "Animadversiones R. P. D. Gasparri Del. Apost.", f. 3). 2 9 1 Intrigar en este caso no es calificación gratuita. Sobre las sorprendentes maniobras de Averardi para reunir un concilio plenario mexicano —presumiblemente presidido por él— hay información abundante en Rómulo Eduardo Chávez Sánchez, La Iglesia en México... La resistencia de Averardi terminó con el ultimatum que le envió Rampolla el 19 de agosto de 1898 (Cfr. Rómulo Eduardo Chávez Sánchez, La Iglesia en México...., pp. 26-27). 2 9 2 No aparece explícitamente en la documentación si las Notanda a las Observationes episcoporum fueron hechas exclusivamente por el P. Llevaneras o también por el P. Wemz, el otro consultor de la Comisión reducida. Más bien parecen obra de uno sólo. 293 Incluso, desde el punto de vista formal, dejan de lado las habituales normas de cortesía, tan cuidadas en el ámbito curial. De hecho, se disculpan por actuar así -cargándolo en el debe de la brevedad— en la primera nota de la introducción: "N. B.- Humilimus scriptor Notandorum circa Observationes, brevitatis causa, omittere debuit sólitas debitasque formulas reverentiae etc. erga amplissimos Antistites quorum Observationes haud semper, haud in omnibus admittendas dicere coactus est. Semel igitur por semper declarat subintelligi debere, in singulis Notandis, verba Salvo meliori, Salva omnímoda reverentia etc; veniamque implorai verborum minus castigatorum, ita bre-

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ral si se tiene en cuenta que en este caso los consultores eran juez y parte. Los obispos estaban criticando la propia obra de los consultores que, indirectamente, se defendieron con un dictamen un tanto despectivo hacia quienes pretendían enmendarlos. En síntesis, vienen a decir, las observaciones hechas por los obispos podían agruparse en cuatro categorías: a) útiles, pero innecesarias; b) ni necesarias ni útiles, cuando no inoportunas; c) simples desiderata de privilegios que sólo el papa puede conceder, y que no pocas veces supondrían la derogación o violación de decretos pontificios vigentes; d) informaciones sobre prácticas locales —a veces ilegítimas— que no tiene sentido incluir en un concilio general294. Como se ve, tras una calificación semejante, pocas modificaciones podrían esperarse de parte de los consultores. De hecho, en noviembre de 1898 se imprimió para uso de la Comisión Especial de Cardenales un texto que recogía las Observationes de los obispos a cada uno de los artículos del Schema decretorum y las impugnaciones de los consultores a esas observaciones295. Como Apéndice se incluyeron —también anotadas— las Animadversiones de Gasparri296. Este texto, o Notanda in observationes de 1898, se remitió a la comisión de cardenales para que decidiesen sobre los siguientes dubbi: 1) Qué modificaciones provitatis causa et ex propria impenda, adhibitorum" (Observationes Episcoporum in Schema Decretorum pro Concilio Plenario Americae Latinae. Notanda in Observationes, en AES, America 1896-1897, pos. 82-87, fas. 68, f. 5). La redacción en primera persona del singular que tiene la nota podría significar que el autor único de las Notanda in Observationes fue el P. Llevaneras). 294

"[...] dal insieme del lavoro sembra risultare che non hanno modificazioni almeno sostanziali da introdursi nello Schema, potendosi queste ridurre a quattro categorie. La prima comprende modificazioni utili bensi ma non necesarie, eccetto qualche aggiunta o nuova versione da introdursi in seguito a decreti della S. Sede emanad posteriormente alla stampa dello schema, como p. e. quello relativo all'incardinazione. La seconda categoria comprende alcune modificazioni, che non sembrano né necessarie né udii, e talvolta possono riuscire perlomeno inopportune. La terza comprende o semplici desiderata che non possono essere inclusi nello schema, perché importano speciali privilegii che solo il Romano Pontefice può concedere, ovvero importano manifeste derogazioni o violazioni dei decreti della S. Sede. Altre finalmente possono ridursi a semplici notìzie di quello che legittimamente o illegittimamente si pratica in talune re- // gioni americane, e che può meglio formare oggetto e materia di sinodi diocesani o provinciali, non sembrando conveniente che un Concilio plenario imprenda a trattare di usi od abusi non comuni e meramente locali" (AES, America, 1898-1899, pos. 95, fas 68, Notanda in observationes, ff. IV-V). 295 Es la versión impresa que se envió a los cardenales para que decidiesen, ya que, como en todo el proceso de preparación del Plenario, los consultores tuvieron una actuación puramente técnica, aunque capital. El texto se titula Observationes episcoporum in Schema Decretorum pro Concilio Plenario Americae Latinae. Notanda in Observationes. Novembris 1898. Podemos denominarlo Notanda in Observationes, ya que las anotaciones de los consultores es lo que propiamente se añade al Schema decretorum y a las Observationes episcoporum. Su notación archivistica, ya citada varias veces, es: AES, America, 1898-1899, pos. 95, fas 68. 296

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Ya hemos indicado que son sus extensos comentarios al Schema decretorum. También se enviaron a los cardenales convenientemente anotadas una por una por los consultores, para defender su esquema frente a las sugerencias —a veces denuncias de error o imprecisión- formuladas por Gasparri.

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puestas por los obispos deberían ser admitidas; 2) Dónde debería celebrarse el Concilio, también a la vista de las respuestas de los obispos americanos297; 3) En qué fecha debería reunirse y 4) Cuándo y con qué acto debería convocarse298. 2.10. Reuniones finales de la Comisión Especial de Cardenales y convocatoria del Plenario. Los cardenales de la Comisión se reunieron ocho veces entre diciembre de 1898 y enero de 1899299. El deseo de poner en marcha el concilio parece claro, ya que en apenas mes y medio se terminó un proceso iniciado prácticamente hacía diez años. De hecho, en tan poco tiempo se corrigió el Schema decretorum en los puntos que pareció oportuno, se decidió el lugar de convocatoria y se convocó a los obispos. Desde luego, "no deja de parecer sorprendente la rapidez con que se lleva a cabo esta última fase, en particular la celeridad que se exige a la parte correspondiente a los obispos americanos, ya que en poco mas de un mes deberán estudiar las Observaciones impresas y partir hacia Roma [...] podría parecer que con sólo darse un mes más de plazo, las cosas podrían haberse hecho mucho mejor, ya que —aunque sólo sea por la distancia y las cuestiones del correo— en América las cosas no podían ir al mismo ritmo que en Europa"300. Bien porque no quedaba nada por aclarar301 o por no se quería arrastrar la cuestión hasta el siglo xx, 10 cierto es que los pasos finales se dieron rápidamente. Con todo, hay que tener 297

El preámbulo del texto enviado a los cardenales resume las respuestas de los obispos americanos sobre la posible sede conciliar: "Quanto al luogo da stabilirsi per la celebrazione del Concilio la maggioranza dei Metropolitani preferisce questa capitale del mondo cattolico —l'Arcivescovo di Guadalaxara preferirebbe anche egli Roma se non dubitasse della bontà del clima, che si spiega facilmente attesa la sua grave età— [nota manuscrita al margen: "é morto nel nov. 1898"] tre Metropolitani messicani e quello di S. Domingo vorrebbero la città di Messico, o di nascala capitale federale del Messico— l'Arcivescovo di S. Giacomo di Chile e quello di Buenos-Ayres [j¿] preferiscono la capitale del Chile— finalmente il Metropolitano Peruano in nome proprio e del suo governo designa la città di Lima" [una observación manuscrita, quizá ya del momento en que el texto fue estudiado por los cardenales señala que "anche l'Arcivescovo di Bolivia designa Buenos Aires" (Notando, in observationes, f. V, en AES, America, 1898-1899, pos. 95, fas 68). 298 . . . . "Se, e quali modificazioni proposte dai Vescovi debbano ammetersi./ Quale luogo debba prescegliersi per la celebrazione del Concilio./ In quale eppoca debba celebrarsi./ Quando, e con quale atto debba essere convocatto" (Notanda in Observationes, Novembris 1898, f. VI, en AES, America, 1898-1899, pos. 95, fas 68). 299 Los días 1, 4, 11, 18 y 26 de diciembre y 2, 8 y 18 de enero. 3(10 301Diego R.• Piccardo, Historia del Concilio..., pp. •182-183. Así se dice en el texto que la S. C. de AES envió a la Comisión de Cardenales: "[...] dopo l'esame delle osservazioni dell'Episcopato americano e dei rispetdvi notanda possono ritenersi ultimati 11 preamboli del Concilio [...]" (Notanda in Observationes, Novembris 1898, f. V, en AES, America, 18981899, pos. 95, fas 68).

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presente que estos últimos pasos no fueron más acelerados que los del Concilio de Baltimore, por poner un ejemplo muy próximo al Plenario302. Las decisiones centrales se tomaron los días 1, 4 y 11 de diciembre de 1898 y 2 de enero de 1899. El 1 de diciembre se acordó que los obispos americanos se reuniesen en Roma aunque no todos —como parecía pensarse hasta entonces, sino los arzobispos y un obispo elegido entre los de cada provincia eclesiástica. Lógicamente, esto podía dar la impresión de un concilio restringido y romano, menos plenario latinoamericano de lo que se pretendía303. Por eso, al mismo tiempo, se acordó explícitamente que todos los obispos se reuniesen previamente en sus países para estudiar el texto final para discusión que se les enviaría. Se mantuvo así el principio de universalidad y representatividad de todos los prelados americanos pero sin los inconvenientes —económicos y logísticos— que suponía dejar todas las diócesis sin titular simultáneamente. También se acordó que la convocatoria tuviese rango de Encíclica que definiese el objetivo del Concilio —"uniformità della disciplina sulle sue linee principali"304—, acompañada de una Circular con los detalles prácticos. Se precisó asimismo la fiesta de San 302

Para organizar el de Baltimore, en mayo de 1883 se invitó a los arzobispos a ir a Roma. En septiembre se estudió la situación americana por la S. C. de Propaganda Fide. En noviembre los cardenales y arzobispos americanos elaboraron "uno schema in cui erano tracciate le grandi linee" (f. 25r). El 4 de enero de 1884 se nombró a mons. Gibbons Delegado Apostólico. En marzo se convocó el concilio para noviembre. En agosto se reunió una comisión de diez teólogos para preparar un esquema del futuro concilio, del que se envió copia a todos los obispos. Y en noviembre tuvo lugar el concilio (Cfr. AES, America, 1894, pos. 63, fas 13, f. 25r-26v. Es la respuesta enviada por Propaganda Fide, de 19 de junio de 1894 con la infonnación sobre la organización de Baltimore III, que había sido pedida por AES, y que ya hemos mencionado anteriormente). 3 0 3 E n la reunión del 1 de diciembre de 1898 se decidió sobre el "2 o , 3 o e 4 o dubbio, sul luogo, id. il tempo della celebrazione, e l'atto di convocazione". Una vez más fue el Card. Rampolla quién marcó la reunión. Fue él quién insistió en la necesidad de americanizar el Concilio, en vista de que la ciudad más adecuada parecía ser Roma, y también el que dio indicaciones precisas para que lo fuese efectivamente: "Card. Rampolla. In massima conviene [sobre celebrarlo en Roma]; però bisogna evitare l'idea che sia un Concilio Romano anziché Americano. Quando si trattò del Concilio plenario degli Stari Uniti del Nord, // vennero i Metropolitani a Roma per concertarsi colla S. C. di Propaganda, poi il Concilio si tenne a Baltimora. Ora tratandosi di più republiche converrebbe fare il viceversa. Ogni provincia tenga la sua riunione episcopale; si iniviino le Osservazioni fatte dai Vescovi allo Schema (soprimendosi i nomi), anche si indichino le Contro osservazioni del Consultore [¿sianno?] (senza però nominari i Cardinali, per lasciali ai Vescovi piena libertà). Nelle loro conferenze i Vescovi designino un loro Colega che assieme al Metropolita, venga a Roma, al Concilio, latore del voto dei vescovi della provincia. Impedito il Metropolita, venga un altro, secondo l'ordine di anzianità episcopale" (AES, America 1898-1899, pos. 95, fas. 67, f. 40r-v). Sobre los matices finales que aportaron al concilio las reuniones de la Comisión de Cardenales, vid también Diego R. Piccardo, Historia del Concilio..., pp. 182-188). 3 0 4 "II. Quanto al modo di convocazione a) si preghi S. Santità di inviare una Enciclica, nella quale si mostri l'utilità del Concilio plenario per l'uniformità della disciplina nelle [¿?] sue linee principali. Si sceglie Roma come centro commune ed di più facile accesso per tutti come la maggior parte dei Vescovi ha [¿proposto?]. Poi si dica che la S. C. del Congregazione [j¿ ¿Concilio?] con sua circolare determinará i dettagli. b) In questa si esponga quel che si è fatto sinora per preparare gli schemi (cioè [¿?] si sono avuti suggerimenti da molte parti; si è interrogato anni fa, l'episco- // pato, che fu favorevole; da dotti consultori si

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Pedro como fecha límite para terminar, con lo que debería comenzar a finales de mayo o principios de junio305. Nos da idea del tiempo que esperaban que durase la reunión, presumiblemente no más de dos o tres semanas. León XIII aprobó estas decisiones de la Comisión Especial de Cardenales al día siguiente. Tres días después, el 4 de diciembre, la Comisión decidió la nueva versión del Schema, con las Observationes episcoporum y las Notanda Consultoris. Lo más significativo resulta el giro positivo que los cardenales dieron al texto de las Notanda in Observationes que habían redactado el o los consultores306: eliminaron las referencias personales307, de modo que toda observación resultase anónima; consideraron todas las observaciones como útiles, aunque no todas necesarias; evitaron todo comentario peyorativo para los obispos; redujeron el largo texto de Gasparri, aceptaron las observaciones episcopales que les parecieron oportunas y recordaron a los obispos que podían opinar con toda libertad tanto sobre las Observationes de sus colegas como sobre las impugnaciones o Notanda de los consultores308. Decidieron también enviarles los documentos que formarían el apéndice de las actas del futuro concilio, para que los obispos entendiesen las razones de los distintos artículos del Schema309. En la reunión del 11 de diciembre se analizaron dos esquemas posibles —largo310 y corto3"— del documento de convocatoria conciliar, optando por la versión sono preparad gli schemi, che furono sottomessi ai Metropolitani ecc. Ora si rinviano colle osservazioni dei Consultori, per l'esame nelle conferenze —nelle qualle si deputerà un Vescovo [ilegible] imperativo, che accompagni il Metropolitano, come sopra" (AES, America 1898-1899, pos. 95, fas. 67, f. 41r-v). Se decidió tenerlo terminado para la festividad de San Pedro: "III. Il tempo. Per S. Pietro sia finito; quindi si intimi per la fine de maggio o per i primi di giugno" (AES, America 1898-1899, pos. 95, fas. 67, f. 40v). 306 Como ya hemos apuntado, probablemente el autor único fue José de Calasanz de Llevaneras. 307 En el texto que los consultores enviaron a la Comisión de Cardenales se indicaba en cada observación episcopal de qué diócesis era. Si se enviase así, cada obispo americano conocería lo que pensaban los demás sobre cada artículo del Concilio. Con la nueva versión parece que quedaban más libres^gara opinar, ya que era imposible personalizar las observaciones. Es el texto impreso que sirvió de base para las discusiones en las provincias eclesiásticas. Contema las observaciones que habían hecho los obispos a cada uno de los artículos del Schema decretorum, junto con las anotaciones de los consultores a cada una de esas observaciones. Es una versión pulida del texto Notanda in observationes de 1898. Se titula Observationes Episcoporum in Schema Decretorum pro Concilio Plenario America Latinae. Notanda Consultoris, Romae, Typis Vaticanis 1899, 235 pp. (en AES, America, 1898-1899, pos. 96, fas. 69). 309 En cambio, se decide que no se mencione el Concilio V Mexicano. 310

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La versión larga ocupa unos ocho folios. Lleva al margen la indicación "11. Die. 1898 (fú adoperata la traccia più breve)" y parece que debió rechazarse pronto esta versión ya que ni siquiera se corrigió, como en la corta, la palabra Encíclica del título: "Traccia di encíclica ai Vescovi delle Republiche della America latina" (AES, America 1898-1899, pos. 96, fas. 69, f. 63r-66v). Tampoco se tachó como en la otra la palabra Republiche. 311 La versión corta, titulada "Traccia di lettera pontificia [tachado Enciclica] ai Vescovi [tachado delle Republiche] dell'America Latina per la celebrazione di un Concilio plenario", ocupa apenas cuatro páginas (AES, America 1898-1899, pos. 96, fas. 69, f. 61r-62v).

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corta y reduciendo la categoría del documento: dejó de ser una Encíclica y paso a ser Lettera pontificia. También se definieron los destinatarios : los obispos de las repúblicas de América Latina. Entraban así también los de México o el Caribe, pero se excluían los de las colonias inglesas y francesas así como Cuba y Puerto Rico312. Se decidió también que fuese la Congregación del Concilio la que emanase los textos de convocatoria. El 25 de diciembre León XIII firmó las Letras Apostólicas Cum Diuturnum para convocar el Concilio313 y el 7 de enero de 1899 el cardenal Di Pietro, Prefecto de la Congregación del Concilio envió la circular de convocatoria a todos los obispos americanos para reunirse en Roma el 28 de mayo siguiente. Quizá lo más significativo de la convocatoria es la exigencia de que participasen todos en las reuniones previas para discutir el Schema314 —por escrito si no podían hacerlo personalmente— y una cierta flexibilidad en el número de convocados a Roma: todos los arzobispos, todos los obispos que tuviesen jurisdicción sobre una nación entera y "uno o varios" elegidos por provincia eclesiástica315.

2.11. Las reuniones episcopales en América. A pesar de las dificultades experimentadas en el envío del primer Schema Decretorum, tan lleno de incidentes, esta vez parece que tanto la convocatoria como los impresos llegaron con rapidez a sus destinatarios. Desde luego, para cualquiera que conociese América era patente la dificultad de reunirse para discutir las Observationes. De hecho, no está claro si hubo muchas reuniones, e incluso hay historiadores que las dan por no realizadas316. Sin embargo, Chávez habla de la entusiasta recepción de la convocatoria en México, dónde para febrero ya disponían de los textos y estaban organizándose reuniones en todas las pro312 En el proceso final del documento de la convocatoria conciliar, da la impresión de una cierta indecisión sobre el modo más adecuado de expresar el conjunto de las naciones a las que quería dirigirse el concilio. Inicialmente, tanto en la versión larga como en la corta aparece el término Republiche, que como hemos indicado se tacha en esta última. Sin embargo, en la misma página y al margen hay una larga indicación sobre la conveniencia de mantener el término, opinión que terminó imponiéndose: "(1) N. B. Sembra doversi dire delle Republiche della America latina anziché semplicemente dell'America latina, perchè questa abbraccia anche i due vescovi della Trinidad colonia inglesa, dipendente della Propaganda, e le due sedi della Martinica e della Guadalupa, colonie francesi, dipendenti da Bordeaux, e le tre sedi, già colonie spagnole di Cuba e di Portoricco, ora più o meno dipendenti dagli Stati Uniti del Nord" (AES, America 1898-1899, pos. 96, fas. 69, f. 61r). 313

La remite el Card. Rampolla a todos los obispos americanos el 31 de diciembre de 1898. E1 Schema con las Observationes episcoporum se envió a América el 26 de enero, acompañando a la Circular de convocatoria de la S. C. del Concilio. No sucedió lo mismo con el Apéndice documental, que sólo pudo entregarse a los obispos al llegar a Roma. 315 Actas y Decretas del Concilio Plenario de la América Latina celebrado en Roma el Año del Señor de MDCCCXCIX, Traducción oficial, Tipografía Vaticana, Roma 1906, p. XXV. 316 P. ej., Eduardo Cárdenas, El Primer Concilio Plenario de la América..., p. 520. 314

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vincias eclesiásticas317. No fue el único país. Hay datos de las celebradas en Venezuela, Ecuador318, Haití y Argentina319. No tenemos constancia de reuniones en Colombia, Brasil, Bolivia y Perú. Respecto a las demás repúblicas o bien tenían un sólo obispo o fueron todos al Plenario, como los chilenos —que además viajaron juntos a Roma—, lo que hacía innecesaria la reunión. No hay que olvidar que las reuniones —según la idea de Roma— servían para dar carácter latinoamericano al Concilio, ya que no se reuniría en una sede americana. En la práctica, puede decirse que los asistentes al Plenario representaron la opinión de todo el episcopado americano. No deja de ser significativo que algunas de las naciones poco representadas —como las centroamericanas— o que no tuvieron reuniones provinciales previas, fueron las que estaban en peor situación político-eclesiástica. Los temores políticos, presentes desde la primera consulta que hizo Roma sobre la posibilidad de convocar un concilio latinoamericano, se hacían ahora realidad. También se aprecia que los obispos usaron la libertad de asistencia que les concedía la convocatoria: de Brasil320 o de Chile321 acudieron más de los imprescindibles. Para terminar con la fase preparatoria, vale la pena señalar el último problema de tipo localista que se planteó días antes de la reunión del Concilio y que ilustra las dificultades que tuvo la articulación de la Iglesia latinoamericana. Es un asunto anecdótico, pero cargado de significado, sobre la presidencia del concilio. En las Actas y los textos protocolarios se menciona la gran satisfacción que supuso para los obispos el hecho de que en las sesiones públicas fuese presidente de honor un cardenal, así como el magnífico gesto de colegialidad que supuso la presidencia por turno del concilio por los arzobispos, según orden de antigüedad. En realidad, se llegó a esa solución de compromiso, tras ver que ningún episcopado aceptaba que el Concilio fuese presidido por un jerarca de otra nación. Lo narra con su soltura característica Eulogio Gillow, el sorprendente e interesante arzobispo de Oaxaca, en carta al visitador apostólico en México. El texto condensa excelentemente las dificultades que seguían existiendo para configurar una Iglesia latinoamericana: "Llegamos a Roma tres días antes de la apertura del Concilio en momentos en que se agitaba la cuestión delicadísima de la presidencia. Aunque llegué a las 3 1 7 Rómulo Eduardo Chávez Sánchez, La Iglesia en México..., pp. 52-67, donde da noticia de las reuniones provinciales de Linares, Durango, Guadalajara, Oaxaca y México. En Michoacán no hubo sino un conato fallido. 3 1 8 N O demasiado canónica, ya que parece que asistieron representantes de los sufragáneos. Son datos indirectos, de todos modos, por cartas en que los obispos refieren que han sido elegidos^gara asistir al Concilio o por pastorales en las que se menciona la reunión. Quizá como una manera de apoyarse mutuamente, ya que una de las prevenciones que tenían para asistir a la reunión con los demás prelados americanos era el temor a ser englobados sin que se respetase su diferente tradición y lengua. Parece muy lógico pensar que estaría estimulados por mons. Casanova, que vería el Plenario como algo personal y chileno.

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8 de la mañana, parando en el hotel de la Minerva, asistí sin embargo a la reunión de los Arzobispos en el Pío Latino a las 10.30 a.m. Los del Chile, por ser su Metropolitano el Obispo más antiguo entre los presentes parecía que la pretendían; los Portugueses, o sea del Brasil que han venido en bastante número y vacilaron en venir por su minoría frente al elemento hispano-americano trabajaban porque el Arzobispo de Bahía fuera el Presidente por el carácter que tiene de primado y se nombraran dos vice-presidentes, representantes de las anáguas Sedes de México y Lima. Otros por último querían que un Cardenal nos presidiera. En la reunión de los 11 Arzobispos, después de palpar las muchas susceptibilidades y dificultades, brotó la idea de que cada uno de los metropolitanos presidiera en turno según orden de antigüedad, y la apoyé con todas mis fuerzas pues era la única solución que contentaba a los Prelados, los pueblos y los Gobiernos"322. Una vez más, es el reflejo del nacionalismo exclusivista que impregnaba la mentalidad latinoamericana a finales de siglo, y que, en alguna medida, el Concilio Plenario contribuyó a suavizar, al menos en el ámbito eclesiástico.

322

Eulogio Gillow a Nicolà Averardi, Carta, Roma, 3-VI-1899, en ASV, Visita Apostolica in Messico, 1890-1900, Busta XIII, f. 445r-v. Gillow es un obispo un tanto atipico pero de gran interés: amigo de Porfirio Díaz, educado en Inglaterra y Roma, propietario y administrador de una gran estancia, promotor de líneas de ferrocarriles mejicanos, con notable ascendiente en el episcopado de México y amplias relaciones en el Vaticano. Un esbozo de su actividad económica en Robert D. Conger, Rnfirio Díaz and the Church Hierarchy, 1876-1911, Tesis doctoral inédita, The University of New Mexico, 1985, U M I Dissertation Information Service, pp. 208-216.

Capítulo 3 La celebración del Concilio Plenario de América Latina 3.1. Breve resumen de la preparación material y de la llegada de los obispos al Colegio Pío Latinoamericano La sede del Concilio fue la capilla del Colegio Pío Latino Americano323. Así se comunicó oficialmente a los obispos en al Instrucción de la S. C. del Concilio que acompañó las Letras Cum diuturnurr?2*. De los 53 obispos participantes325, 29 se alojaron en el edificio del Colegio, con sus respectivos secretarios y otros sacerdotes acompañantes. En él vivieron unos setenta de los que habían venido para el Concilio326. En el Colegio podían residir -luego de las reformas de 1897- un total de 124 alumnos327. En los días del Concilio, estos alcanzaban la cifra de 106328. León XIII había manifestado a los obispos que no podría darles un recibimiento como hubiese querido329. Sin embargo, la administración del Vaticano -junto con el Rector del Colegio, P. Enrique Radaeli, S J . - se ocupó de arreglar hasta los últimos detalles la Capilla del Colegio -que se transformó en Aula Conciliar330- y de otras reformas conducentes a poder acogerles dignamente, entre las que también se encontraba la del comedor331. CJr. AES, America, 1898-1899, pos. 95, fas. 67, ff. 40r-41v. Cfr. Angelo Di Pietro, Circular de la S. Congregación del Ccmálio a los Prelados Ordinarios de toda la América Latina, acerca del Concilio Plenario, Roma, 7-1-99, n° 1, en Adas..., p. XXIV). 325 • •• Pueden encontrarse datos biográficos de los Padres Conciliares en María M. Esandi, El Concilio... y Pedro Gaudiano, Presidentes, relatores y miembros del Concilio Plenario de América Latina, en Los Ultimos Cien Añas... 326 Cfr. Luis Medina Ascensio, SJ., Historia del Colegio Pío Latino Americano [Roma, 1858-1978], Jus, México 1979, pp. 87 y 315-317. En estas últimas páginas se encuentra la lista de los obispos, con sus respectivos domicilios en Roma, tomado de Pedro Maina, Memorias del Bmtificio Colegio Pío Latino Americano de Roma desde sufundación hasta nuestros días. 1858-1958, pro manuscripto, Pontificio Colegio Pío Latino Americano, Roma 1958, t. 1, pp. 268-270. También hay una lista que difiere en algunos datos en ASV, Archivio Nunziatura Brasile, pos. 70, fas. 456, ff. 5r-6v. 327 Cfr. Cecilio Gómez Rodeles, El Colegjo Pío-Latino-Americano, en "Razón y Fe", 1 (1901) 491. Eugenio Polidori, Apertura del Concilio Plenario dellAmerica Latina al Collegio P. L. Americano, en "La Civiltá 329 Cattolica", , Serie XVII, Vol. VI (1899) 725. Cfr. León XIII, Letras Apostólicas Cum diuturnum, en Actas..., p. XXIII. 330Adas..., p. LUI. 331 Además de la entrada principal, "se ha abierto para comodidad de los Obispos y sus secretarios otro acceso para carruajes con escalera de mármol cubierta. (...) Una capilla especial ha sido eri323

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Junto a estas tareas materiales, se elaboró un ceremonial, sobre la base del cual se desarrollarían las sesiones332. Además, en la S. C. del Concilio se había preparado -para que fuese eventualmente aprobado- un Schema de los Decretos preliminares y de las Normas de las discusiones en las Congregaciones 333 . A mediados de mayo se enviaron al P. Radaeli los ejemplares del Appendix ad Schema Decretorum, rogándosele que los entregase a cada uno de los obispos que participasen en el Concilio334. U n punto que interesaba especialmente a la Santa Sede era que los obispos tomasen conciencia de la difícil situación patrimonial que tenía el Colegio Pío Latino Americano, y pusiesen los medios para solucionarla. "Se preparó y se presentó al Concilio u n largo Memorial sobre la situación económica del Colegio"335. Mons. Soler fue uno de los que más trabajó en este sentido, siendo él quien expuso las conclusiones de la comisión -nombrada por el Concilio- que se ocupó del tema336. Aprovechando la venida de los obispos latinoamericanos, la editorial Herder realizó una exposición de sus libros en una sala del Colegio337. El 25 de mayo, fecha de especial relevancia para los países de la cuenca del Plata, el obispo de La Plata de Argentina bendijo un altar y una imagen de la Virgen de Luján en una de las capillas internas del Colegio338. Los prelados fueron llegando a la Urbe desde fines de abril. Todos los Padres Conciliares estuvieron en la sesión inaugural. Con anterioridad al Concilio, León XIII recibió a muchos de los prelados. Concretamente, el día 22 de Mayo recibió a nueve prelados del Brasil339, el 24 fueron recibidos por el Santo Padre "7

gida a propósito para los Obispos, a más de haberse adaptado para Capilla una de las grandes aulas del Colegio. (...) Un servicio completo de teléfono tanto en el interior como en el exterior del instituto, hace aun más adaptado el local" ("La Semana Religiosa" [Montevideo], 14 [1899] 9807-8. Cfr. también Eugenio Polidori, Apertura..., p. 727. Aporta más datos Luis Medina Ascensio, SJ, Historia..., pp. 88-89. 332

En Actas..., pp. XXXI-XLVII, se encuentra este Ceremonial del Concilio: Caeremoniale

Concilii, Methodus servando in Concilio plenario Episcoporum America* Latinae, Roma* in aedibus Collegi Pii latini Americani ex auctoritate Leonis XIII Fbnt. Max. anno MDCCCXCIX celebrandi Puede verse también: Eugenio Polidori, Apertura..., 333

p. 726.

Concilium Plenarium Americae Latinae, Schema Decretorum Praeliminariorum et Normae Discussionum in Congregationibus, en AES, America, 1899, pos. 102, fas. 72 [en addante SDP]. 334

El borrador de la carta se encuentra en AES, America, 1899, pos. 99, fas. 72, ff. Ir y 2r. No debe confundirse este ejemplar con el Appendix que se adjuntará con las Actas y Decretos del Concilio y que contará con más documentos, aunque muchos se encuentran en ambos. 335 Luis Medina Ascensio, SJ., Historia..., pp. 89-90. 336 Hablaremos con más detalle de este punto al tratar sobre la XXV Congregación General. 337 "L'Osservatore Romano", 30-31/V/1899, p. 3. 338 CJr. "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 [1899] 9831, y también E. Polidori, Apertura..., p. 728. 339 "L'Osservatore Romano", 22-23/V/1899, p. 3.

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Obispos argentinos, 4 peruanos, 3 chilenos, 1 uruguayo y 1 de Costa Rica"340. Hablaron "sobre la importancia del Concilio y las necesidades de la Iglesia"341. El 27 tocó el turno a un grupo de 21 obispos de varios países342. También hay noticias de que el 6 de julio concedió audiencia a algunos brasileños y al obispo de Córdoba343. 3.2. Las asambleas conciliares El Concilio se desarrolló a lo largo de 43 días, desde el domingo 28 de mayo hasta el domingo 9 de julio. Hubo dos tipos de reuniones: las Congregacionés Generales, que fueron en total veintinueve, y las Sesiones Solemnes, que sumaron nueve. En las primeras se procedió a la discusión de lo que serían los Decretos del Concilio, tomando como base el Schema que los obispos habían estudiado en América, y que deberían llevar consigo al viajar a Roma344. En las segundas se procedió a la solemne aprobación de lo actuado en las Congregaciones Generales y, en algunas de ellas, a actos de particular relieve, como la Apertura, la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús y a la Purísima Concepción de María y la Clausura. Una descripción de las ceremonias públicas nos dice que a ellas asistían "los alumnos del colegio y numerosísimo clero de las diversas órdenes representantes de las principales instituciones católicas de Roma, y muchos diplomáticos, entre los cuales [se encontraban] el ministro del Uruguay, señor Daniel Muñoz, y el señor José Augusto Ferreira da Costa, ministro del Brasil ante la Santa Sede"345. 3 4 0 " L a Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9830-1. En este artículo se dan bastantes datos sobre lo tratado, las preguntas del papa y lo que dijeron los obispos. "El Santo Padre los hizo sentar a todos hablándoles sobre la importancia del Concilio que iban a celebrar, para vigorizar la disciplina y para la conservación de la unidad entre las iglesias americanas y con la cabeza visible de la iglesia universal. Les preguntó cuánto tiempo creían que duraría el Concilio, y le contestaron que un mes, poco más ó menos, dado el estudio hecho particularmente de cada uno de los asuntos que iban a ser materia del Concilio". Los obispos manifestaron también que llevaban el Óbolo de San Pedro, "a lo que contestó el Papa que se alegraba mucho de que le ayudasen con esos auxilios pecuniarios, pues, mucho los necesitaba", y les manifestó algunos de los gastos extraordinarios que debía hacer, particularmente en Caldea y Egipto. Les preguntó también por la atención a los inmigrantes, etc. También se da noticia de esto en "L'Osservatore R o m a n o " 24-25/V/1899, p. 3. En el ejemplar de fecha 25-26/V (p. 3), agrega que también estuvo el arzobispo de Puerto Príncipe.

Manuel J . Sánchez Márquez, Historia de la Arquidiócesis de La Plata, Arzobispado de L a Plata, L a Plata 1978, p. 27. 342 Cfr. "L'Osservatore Romano" 27-28/V/1899, p. 3. U3Ibíd., 6-7/VII/1899, p. 3. 344 Cfr. la decisión de la reunión de cardenales del 18-XII-1898 (AES, America, 1898-1899, pos. 15, fas. 67, f. 79r), y la Advertencia que se agregó a la Circular de la S. C . del Concilio del 7-1-1899 (en Actas^ p. X X V I ) . " L a Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9810. U n a descripción bastante detallada de las ceremonias que se realizan en las Sesiones Solemnes puede encontrarse en ibíd., p. 9848.

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Lógicamente, su participación cesaba al empezar propiamente las sesiones conciliares. Primera Sesión Solemne: 28 de mayo de 1899 Esta Sesión346 -de apertura- fue presidida por el cardenal Di Pietro, Prefecto de la S. C. del Concilio, y Cardenal Delegado para esta reunión. Llegó al Colegio Pío Latino Americano hacia las nueve y media, donde fue recibido por mons. Riggi, Prefecto de Ceremonias Pontificias, por dos arzobispos y dos obispos -los más antiguos, en representación de los demás-, por el rector, las autoridades del Colegio y por los alumnos. "El Cardenal, después de hacer una visita al Ssmo. en la actual Capilla provisoria del Colegio, se dirigió al aula Conciliar, donde fue recibido por los Arzobispos y Obispos"347. Allí pronunció una alocución -sólo a los miembros del Concilio348- en la que manifestó que "el solo hecho de haberos convocado a esta ilustre Asamblea, con sabiduría y previsión admirables, os prueba la inmensidad del amor que el Sumo Pontífice os profesa a vosotros y a vuestras iglesias"349. Este discurso, pronunciado por quien había seguido muy de cerca el desarrollo de la preparación, nos ayuda a profundizar en lo que se esperaba de la Asamblea: "se trata nada menos que de la mayor gloria de Dios, la defensa y propagación de la fe católica, el aumento de la piedad y la religiosidad, la salvación de las almas, el esplendor de vuestras Iglesias, el decoro y disciplina del clero, y la dignidad, salvaguardia y grandeza de vuestra Clase episcopal. Ahora bien, es claro que cuando los asuntos comunes se sujetan a una ley común, se aumentan las fuerzas individuales, para defender con la fortaleza y constancia que convienen, y con la prudencia que debe acompañarlas, los derechos de Dios y de la Iglesia. Es claro que los vínculos de fraterna y cristiana caridad se robustecen, para que los unos a los otros, en cuanto lo permitan las circunstancias, de buena voluntad se ayuden en cuanto pudieren. Es claro que la emulación y la actividad se estimulan, para que cada uno desempeñe sus altas funciones, si no mejor, al menos con no menor celo que sus colegas"350. Respecto a la presidencia del Concilio, mencionó lo indicado al final del capítulo anterior351, aclarando que era deseo del Santo Padre que la presidencia de 3 4 6 L o s datos de esta Sesión pueden encontrarse en Actas..., pp. LII-LXXTV, y en Eugenio Polidori, Apertura..., pp. 725-728, que completa, con algunos comentarios, lo descrito en las Actas. También puede verse, ya que agregan bastantes detalles: "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9809-10 y "L'Osservatore Romano" del 29-30/V/1899, p. 2. 3 4 7 " L a Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9809. 348 CJr.: "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9809. 349 Actas..., p. LIV. La alocución completa se transcribe en las pp. LIII-LVIII. 350 Ibíd„ pp. LIV-LV.

351

"Sobre este asunto, el Sumo Pontífice, sabedor de vuestros deseos, se ha dignado decretar y mandar, que todos los Arzobispos sean real y verdaderamente Presidentes; pero de tal suerte que

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cada uno de los arzobispos fuese real y verdadera. Luego les indicó la necesidad de designar a todos los funcionarios del Concilio, especialmente a los secretarios. Les propuso a mons. Pedro Corvi -que había trabajado en la preparación del Concilio352- por su conocimiento de la materia y por su cargo en la S. C. de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios. Fue necesario nombrar asimismo a los escribientes, ujieres, etc. Propuso además los nombres de quienes podrían desempeñar las labores de consultores, tanto teólogos como canonistas, "casi todos tienen perfecto conocimiento de los estudios y conferencias que han precedido a la convocación de este Sínodo"353. Juntamente con el cardenal, presidió la sesión el arzobispo de Santiago de Chile. A continuación cantó la Misa el arzobispo de Bahía, primado del Brasil, a la que pudieron asistir los alumnos del colegio y demás invitados. León XIII había enviado la Cappelfo ñntificia, dirigida por primera vez por el maestro Perosi354. Se cantó la Missa brevis de Palestrina355 y, finalizada ésta, se recitaron varias oraciones, según lo prescrito en el Ceremonial. Se cantaron las letanías de los Santos y, luego de la oración por los difuntos, el presidente del Concilio se puso en pie y, teniendo en su mano izquierda el báculo, volviéndose hacia el Concilio dijo: Ut hancpraesentem Synodwm visitare, disponere et benedkere dig356 rwris, repitiéndolo todos los prelados y los circunstantes . Acabadas las oraciones prescritas, se entonó el Veni Creator Spiritus y mons. Riggi pronunció el Extra Omnesi57, ordenando salir a aquellos que no tenían lugar en el Concilio. Acto seguido, mons. Casanova, presidente efectivo, mandó promulgar los decretos correspondientes a I) La Apertura del Concilio; II) El tenor de vida en el Concilio (encomendar a Dios sus frutos, y poner el máximo empeño) ; III) Prohibición de establecer precedentes (los derechos propios permanecen inviolables); IV) La residencia (no partir hasta la finalización del Sínodo, y haber firmado sus actas) y el secreto; V) Los jueces de excusas y causas personales que ocurriesen en el Concilio; y, por último, VI) La profesión de fe358, cada uno, á nombre y por autorización del mismo Pontífice, y como Su Delegado especial, cierto número de días, por tumo y guardando el orden de su nombramiento á la sede arzobispal. Además, Su Santidad, acogiendo vuestras súplicas, concede benignamente, que á las sesiones solemnes, asista, como Presidente simplemente de honor, uno de los Eminentísimos Señores Cardenales de la Santa Iglesia 352 Romana" (Adas..., pp. LV-LVT.). Cfr. Diego R. Piccardo, Historia del Concilio..., pp. 81 y ss. 353 Actas..., pp. LVI-LVU 354 . Alfons Bellesheim, Plenarkoncil der Bischtfe des LUeinischen Amerika in Rom 1899, en "Archiv für Katholisches Kirchenrecht", 81 (1901) 49. 355

Eugenio Polidori, Apertura..., p. 726. Ibíd., p. 726, y "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9809. Estas frases no figuran en el ejemplar de las Actas... Cfr. Eugenio Polidori, Apertura..., pp. 726-727 y "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9809-10. 3is Actas..., pp. LVIII-LXIII. 356

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Lo realizado hasta aquí coincide plenamente con lo establecido en el Schema Decretorum Praelimimriorum

et Ncrmae Discussionum in Congregationibus.

Una vez acabada la profesión de fe, no se fijó la fecha de la próxima Sesión Solemne. A continuación, las Actas reproducen el sermón de mons. Soler, "designado por el Papa para pronunciarlo"359. Las Actas no especifican el momento del mismo, pero -por lo transmitido en su biografía- sabemos que fue a continuación del Extra Omnei60. En un largo discurso -del que reproduciremos algunos párrafos- manifestó su agradecimiento al Romano Pontífice por haber llevado a término este proyecto, del cual se esperaban grandes frutos para sus Diócesis: "la utilidad de este Concilio Plenario, será grandísima para la América Latina toda entera; pues en él, uniendo nuestros esfuerzos y proyectos, procuraremos determinar aquellas cosas, que más tarde en los Sínodos Provinciales y Diocesanos deberán tratarse, para la mayor gloria de Dios, la defensa de su Santa Iglesia y el provecho espiritual del pueblo cristiano". Debemos dedicar nuestro esfuerzo -continúa- "a la discusión de aquellas materias que más hayan de fomentar en nuestras regiones, la disciplina, la santidad, la doctrina y celo del clero; la moralidad, la piedad, el conocimiento más sólido de nuestra santa religión y la represión de perversas doctrinas en los pueblos a nuestro cuidado cometidos [j¿][...]. El remedio deseado para los males que aquejan a la República Cristiana, dimana casi siempre de estos Concilios, y toman grande incremento, la piedad en los pueblos, el fervor de la disciplina eclesiástica, y el espíritu de unión entre los mismos Pastores". Entre los muchos frutos que se esperaban, sin duda estos redundaríann directamente en gran beneficio de la sociedad civil, "puesto que la religión para todo es útil". El objeto de las discusiones del Concilio serán los temas de la fe en Jesucristo. "Congregados, pues, en su Santísimo nombre, esto será lo único que nos propondremos en este Sínodo, a saber: tomar con unánimes pareceres y perfecta concordia, aquellas determinaciones que sirvan, principalmente, para conservar íntegro e inviolable en nuestras respectivas diócesis el depósito de 359 Gaudiano recoge una cita de "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9817-8 que dice lo siguiente: "En su carta al diario 'La Razón' el ministro Muñoz manifestaba lo siguiente: 'Era nuestro Arzobispo el designado por el Papa para pronunciar la alocución inaugural del Concilio, circunstancia que todos ignoraban en aquel momento y que me había sido confiada muy en secreto, por lo que esperaba impaciente verlo subir al pulpito para dirigir la palabra al Congreso, en latín, como estaba prescrito, pero no salí de mi curiosidad, pues apenas terminada la misa y cantadas las antífonas y rezadas las letanías, y dándose unos a otros los prelados el abrazo de paz, volvió el maestro de ceremonias a decir extra omnes, con lo que me vi obligado a salir..." (Pedro Gaudiano, Morís. Mariano Soler..., p. 328). Pueden encontrarse más fácilmente estos datos -algo resumidos- en el Excerptum de la tesis, publicado en Excerpta e Dissertaiiombus in Sacra Theologia [Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra], XXXVII [1999] 432-5. También ibíd., El Concilio Plenario Latinoamericano [Roma 1899]: Preparación, celebración y significación, en "Revista Eclesiástica Platense", CI [1998] 1069). El dato también se encuentra -resumido- en "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9810. 360 José María Vidal, O.S.B., El primer Anobispo de Montevideo, Doctor Don Mariano Soler, t. II, Don Bosco, Montevideo 1935, pp. 41-42.

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nuestra santa Fe, para defender los intereses y las saludables doctrinas de la Iglesia católica, para mantener intacta la disciplina del clero, formar en la ciencia y en la piedad a los jóvenes clérigos, proveer a la cristiana educación de la juventud de ambos sexos, y fomentar más y más cada día la moralidad, la religión y la piedad en sus corazones; para eliminar los vicios, instruir a los fieles en la saludable ciencia de la doctrina católica, y volver a traer a nuestros conciudadanos descarriados, a la senda de la religión y de la virtud". Al acabar, volvió a agradecer al papa y pidió ayuda a Dios, para que lo que se hiciese sirviese "para la defensa y decoro de la Iglesia Católica, y la salud y progreso del Estado"361. "La sesión continuó después hasta una media hora más tarde, y los Prelados salieron a despojarse de los ornamentos sagrados para volver a sus alojamientos"362 Por la tarde hubo, en el salón del Colegio, conferencias sobre "Música sagrada y canto gregoriano"363. Primera Congregación General: 29 de mayo En esta reunión se tomaron algunas decisiones que no coinciden del todo con lo previsto en el Schema Decretorum Praelimirariorum. Por ejemplo, "no pareció necesaria la elección de Vice-Presidentes, supuesta la designación de todos los Arzobispos a la presidencia por turno, con la dignidad de Delegados Apostólicos"364. Los consultores fueron elegidos por aclamación, lo mismo que el sub-secretario, mons. Pedro Corvi. También fueron elegidos los dos secretarios del Concilio, iguales en rango y en oficio, así como los pro-secretarios, jueces de excusas, jueces de querellas y los promotores. Las autoridades del Concilio -ya hemos hablado del presidente- fueron elegidas libremente por los Padres Conciliares en esta primera Congregación General. Lo mismo ocurrió con los consultores365. "La elección de los demás oficiales del Concilio, a saber, notarios, ujieres y porteros, se encomendó al Presidente y a los Secretarios"366. El arzobispo de Santiago se sintió mal durante la sesión y se retiró. "Rogó al limo. Sr. Arzobispo de Bogotá que ocupara la Presidencia"367. 361 Actas..., p. LXXIII. La frecuente referencia a los beneficios que dará el Concilio a la sociedad civil permite pensar que este discurso no fue pensado sólo para que lo escuchasen los Padres Conciliares. "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9810. También Eugenio Polidori, Apertura..., pp. 726-727. 363 Cfr. "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9810. No es seguro que sea el día 28, pero parece deducirse por el contexto. 3U Actas..., p. LXXV. 365 Ibid. A propósito de la libertad en el nombramiento de las autoridades y funcionarios del Concilio nos parece que lo relatado en las Actas no requiere mayores precisiones. 366 Ibíd. La lista completa se puede encontrar en Actas..., pp. IL-LI. 367 Ibid., p. LXXVI.

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Otro punto tratado -al comenzar la sesión- fue el texto de la Carta Sinodal que los Padres pensaban enviar - a través de cuatro representantes- al Romano Pontífice. El texto resultó aprobado368. La carta manifestaba la adhesión y el agradecimiento de los Padres Conciliares a la persona del papa -en particular por lo resuelto acerca de la presidencia del Concilio-, y sus expectativas respecto a los frutos que daría la Asamblea369. Segunda Congregación General: 30 de mayo Aquí se trató un tema de importancia fundamental: el reglamento del Concilio. Antes de la asamblea -como hemos hecho notar- en la S. C. del Concilio se había preparado un esquema de trabajo370. Resultó del agrado de los Padres Conciliares, que lo aprobaron, aunque haciendo dos modificaciones: una relativamente pequeña, ya que se refería al horario de las sesiones; y la segunda, sobre los consultores particulares de los obispos. Trataremos en primer lugar esta última, ya que nos resulta realmente llamativa. Lo preparado por la Santa Sede decía: "5. El orden de la palabra en las Asambleas será el siguiente: I o el Relator que expone la sentencia de los relatores; 2 o los Consultores de los Obispos que tengan algo que agregar; 3 o los Consultores de todo el Concilio; 4 o los Obispos y los Arzobispos, comenzando por los más ancianos. El Presidente, como está señalado en el artículo 4, antes de que se proceda a la votación podría invitar, si quisiera, a los relatores37' para que expongan -con espontaneidad- unas últimas ideas"372. Las Actas, al describir esta asamblea dicen: "Decretaron asimismo [los Padres Conciliares] que no fuesen admitidos a dichas Congregaciones Generales los Consultores particulares de los Obispos, bastando al efecto los del Concilio en conjunto, cuyos nombres constan en el Elenco; dejando, empero, a los Obispos, la libertad de servirse de sus respectivos consultores en los estudios y juntas acerca de los negocios del Concilio, pero siempre obligándoseles al secreto"373 Nos sorprende mucho esta eliminación de los propios consultores -que los obispos habían llevado para el Concilio-, especialmente teniendo en cuenta que el reglamento tenía previsto que interviniesen antes que a los consultores oficiales del Concilio374. Una solución razonable -no hemos encontrado ningún docu368

Actas..., p. LXXV.

El texto de la Carta, que lleva fecha 29-V-99 y está firmada por todos los obispos, se encuen-

369

tra en Adas..., pp. XXVI-XXVIII. 370

371

SDP.

El "Relator" en singular es -evidentemente- alguno de los consignados en Actas..., p. L. En cambio, los "Relatores" nos parece patente que -por la función que se les asigna- son los que hicie373 373

, JJ. U.

Actas..., p. LXXVII.

374 374

SDP, p. 6, n° 5.

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mentó que aclare los motivos- nos parece la siguiente: como hemos visto, podían residir en el Colegio Pío Latinoamericano -luego de las reformas de 1897124 alumnos375, y la Capilla -sobre todo si recordamos las limitaciones con las que se movía la economía del Colegio- estaba diseñada para esta capacidad376. Si tenemos en cuenta que los Padres Conciliares eran 53 y que, además, había 14 notarios, tres ujieres y ocho consultores en el elenco oficial, agregarles -por lo menos- otros 53 consultores sumaría 131 para empezar... Además, en la Capilla se había levantado "una apropiada bancada semicircular con los correspondientes escritorios para los Obispos, mientras que delante del altar mayor está el banco de la Presidencia"377. Por lo tanto, nos parece que el motivo es la falta de espacio en el local en que se debían desarrollar las Sesiones. El otro punto que oficialmente se modificó fue el del horario: "las Congregaciones Generales se celebrarán, en cuanto fuere posible, todos los días, de las 9 a las 12 de la mañana, con excepción de los días de Sesión Solemne"378. Una pequeña modificación, que -de hecho- se agregará a las señaladas, es que en las Normas de ¡as discusiones en las Congregadones se decía que las Sesiones Solemnes debían realizarse todos los jueves y domingos379. Ya el primer jueves no se hizo, por ser la fiesta de Corpus Ckristi, pero veremos que esto se repetirá varias veces380. Resumiendo todo esto, el Acta de la Congregación General dice: "Tratóse luego del reglamento que había de normar las discusiones, teniendo en cuenta la plenísima libertad de los Padres, tanto acerca de los asuntos ya propuestos, ó que se propusieran a las deliberaciones del Concilio, como acerca del orden de las mismas discusiones; y así quedó confirmada una vez más, y sabiamente reglamentada por todo el Concilio, la libertad en discusiones, postulados y observaciones, que la Santa Sede quiso fuese plena en todo y por todo"381. 375

Cfr. Cecilio Gómez Rodeles, El Colegio..., p. 491. N o hemos podido encontrar un opúsculo citado en el artículo de Gómez Rodeles, en el que "se describe minuciosamente el nuevo edificio": ñ Collegio Pio-Latino-Americano aiPrati di Castello, Roma, 1890. Sí pueden servir para hacerse una idea de las dimensiones las fotos de la Capilla que se encuentran en Las Ultimos Cien Años..., láminas anteriores a p. 1249. 377 "La Semana Religiosa" (Montevideo), 14 (1899) 9807. 378 Acias..., pp. LXXVI-LXXVII. Originalmente estaba previsto que fuesen de 10 a.m. hasta la 1 p.m. (Cfr. SDP, p. 7, n° 10.) La Semana Religiosa nos dice que la decisión se tomó el día anterior: "Tratando otros asuntos y siendo ya las 2 p.m. acordaron que los demás días las sesiones empezarían a las 9 a.m. para concluir a las 12 m." (14 (1899) 9831-2. Si las sesiones se prolongaban por la tarde, el ceremonial tenía todo un rito previsto (Actas..., p. XLIII). 376

379

SDP, p. 7, n° 10. Por lo pronto, al acabar la primera Sesión Solemne, no se da la fecha cierta de la segunda (Cfr. Actas..., p. LXIII). El domingo 18 se celebra la 16 a Congregación General, el domingo 25 fue la 19a, el domingo 2 de julio fue la 25 a . La sexta Sesión Solemne fue el miércoles 21 de junio (el día 22 fue el Consistorio donde el P. Llevaneras pasó a ser el cardenal Vives), la 8 a será el miércoles 5 de julio, etc. 380

381

Actas..., p. LXXVI.

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E L CONCILIO PLENARIO DE AMÉRICA LATINA. ROMA 1 8 9 9

Otro detalle organizativo - n o previsto explícitamente en este Schema- es la actuación de una "Mesa Directiva", que aparece repetidamente en las Actas, aunque no hemos encontrado datos de quienes la forman ni cómo se constituye. Siguiendo lo previsto, una norma que se aprueba es que -al igual que en las Anitnadversúmibus et Notandis- no se pondrán los nombres de los que sugieran modificaciones382. La duración de las distintas presidencias pro tempore no se cumple, quizá por las variaciones que sufren las fechas de las Sesiones Solemnes, por las enfermedades de algunos de los arzobispos383. No hay datos concretos -ni tampoco quejas- al respecto. La duración es francamente irregular. Sí se respeta el orden de nombramiento a la sede arzobispal. Tercera y cuarta Congregaciones Generales: 31 de mayo y 2 de junio Lógicamente, el tema de la preparación del Concilio no pertenece a este capítulo. Sin embargo, para comprender mejor el desarrollo de estas sesiones, nos parece oportuno recordar que los obispos no se enfrentaron con un texto desconocido a su llegada a Roma, sino que tuvieron ante sí algo previamente estudiado, individualmente y en conjunto, y sobre lo que ya tenían una opinión formada. De ahí, el ritmo rápido que pudieron adoptar una vez terminados los asuntos de trámite y organización, no estudiados anteriormente. En la tercera Congregación General se acabó la discusión del Reglamento y se hicieron nuevas modificaciones - o al menos aclaraciones- a lo establecido por la S. C. del Concilio. Esta había manifestado - e n su Circular del 7 de enero- que los obispos que no asistiesen a Roma "elegirán para que los represente en el Sínodo, a uno ó a varios de sus Venerables Hermanos de la misma Provincia"384. En el número siguiente de la Circular, se decía que los que no asistiesen al Concilio "manifestarán [en la reunión en América] su opinión y sentir acerca de todos sus puntos, para que el Obispo u Obispos delegados puedan exponerlas y declararlas en el Concilio"385. En esta sesión, se tomó la decisión de que "podían los Obispos presentar, juntamente con las propias, las observaciones de los prelados ausentes, aún de otros países de la América Latina; pero que cada Padre no tendrá más que un voto,

382

SDP, p. 7, n° 9.

383



Como vimos, el arzobispo de Santiago preside la primera Sesión Solemne y debe ser reemplazado por el de Bogotá en la primera Congregación General. Éste presidirá desde ésta hasta la quinta General. El arzobispo de Linares presidirá la segunda y tercera Sesión Solemne y de la sexta a la octava generales, etc. 384 N° 4 (Actas..., p. XXV). Los subrayados son nuestros. 385

N° 5 (Adas..., p. XXV).

LA CELEBRACIÓN DEL C O N C I U O PLENARIO DE AMÉRICA LATINA

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aunque represente a otros Obispos ausentes386, ya sea de la suya propia, ya sea de otra Provincia"387. Esta aclaración: "de otra Provincia" -si sólo se observasen los Extractos de las Actas de las Sesiones contenidas en el volumen de Actas y Decretos- podría resultar un tanto sorprendente388, ya que las reuniones previstas habían sido convocadas por los arzobispos de cada provincia389. Aunque podría referirse a Santo Domingo -cuyo arzobispo fue retenido en París por una enfermedad, y envió a su secretario a Roma 390 -, nos parece que la aclaración se refiere al hecho de que llegaron al Concilio las observaciones de los obispos de Bolivia, "quienes por muchas y justificadas causas, no han podido asistir391, y, sin embargo, confiaron sus Observaciones a un Misionero"392. De aquí que se decidiese algo sobre este particular. El consultor también propuso que dicho obispo [se refiere al que inició el tema] trajese las Animadversiones de aquellos, ya que en el Concilio no podía participar quien no tuviese derecho. El presidente añadió que la Congregación del Concilio ya había establecido que los ausentes enviasen sus obsevaciones por medio de otro obispo393. Con una aclaración que saldrá a la luz en el Acta de la cuarta asamblea, terminan de entenderse las palabras de la presente sesión -antes de comenzarse la 386 Nos transmite el Acta del 31 de Mayo que la discusión surgió a propósito de que un obispo (podemos suponer que se trata, o bien el de S.José de Costa Rica \cjr. Ricardo Bendaña, Guatemala, en Enrique D. Dussel (Coord.), Historia General de ¡a Iglesia en América Latina, VI, América Central, Ediciones Sigúeme, Salamanca 1985, p. 301], o bien el de Querétaro, que representaba al arzobispo de Michoacán [Rómulo E. Chávez Sánchez, La Iglesia..., p. 66] o, menos probablemente, algún venezolano), como representante y portador de las Observaciones de su Metropolitano, pretendía este privilegio. El Presidente preguntó al Consultor, quien manifestó que sólo correspondía un voto a cada obispo presente, lo que se confirmaba en las costumbres de los demás Concilios (AES, America, 1899, pos. 104, fas. 72, f. 34v). 387

Actas..., p. LXXVII. 388 • No ocurre lo mismo con la observación "de otros países", ya que había provincias eclesiásticas