Cultura, medios y sociedad

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Cultura, medios v sociedad

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Cultura, medios y sociedad #

JESÚS MARTIN BARBERO FABIO LÓPEZ DE LA ROCHE

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE C O L O M B I A Facultad de Ciencias Humanas • Centro de Estudios Sociales

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y participación ciudadana". Lalinde estudia algunas de las especificidades de la radio en la evolución de los medios masivos a lo largo del siglo XX en Colombia y precisa cuatro etapas en la evolución de la radiodifusión desde que surgió en los años treinta v cuarenta, "cuando la propiedad aun se diluía en familias dispersas y 'quijotes' ", al tiempo que las emisoras se orientaban a "lo que podría llamarse 'programación cultural': música clásica, teleteatros, poesía v programas religiosos, más relacionada con ios gustos y la educación de sus dueños que con cierta comprensión de los públicos". En la segunda etapa, consolidado el medio como comercial, la programación se oriento mas hacia públicos populares v urbanos, contribuyendo a la transición de las culturas rurales a las urbanas mediante los radioteatros v radionovelas, de los programas "en vivo", como los concursos y los musicales, v de los consultorios sentimentales. La tercera etapa, entre los años sesenta y los setenta, tiene que ver fundamentalmente con la búsqueda de identidad propia del medio ante el auge y la competencia de la televisión v se caracteriza por la aparición de los primeros síntomas de especialización y segmentación de los públicos entre "emisoras musicales v emisoras llamadas 'básicas', que aun continúan con programación familiar, y en las que se consolidan dos géneros: los humorísticos v los deportivos". La cuarta etapa, de mediados de los setenta hasta los noventa, "coincide con el ingreso de los grupos económicos a la radio, el viraje definitivo de la radio hacia la empresa privada" v la tendencia hacia la especialización, que cobrará su mayor relevancia en el área de la información noticiosa. El segundo conjunto de trabajos, dedicado a la cultura urbana y las culturas juveniles", se abre con un trabajo del sociólogo de la cultura Jaime Eduardo jaramillo Jiménez, "Formas de sociabilidad v creación de identidades en el campo urbano-popular". En él, a

Cultura, medios y sociedad

El texto del historiador y analista de culturas políticas Fabio López de la Roche, "Historia, modernidades, medios y ciudadanía en los estudios culturales latinoamericanos", evalúa algunos de los trabajos de la tradición latinoamericana de investigación sobre comunicación y cultura, presentando un mapa de los ejes de análisis que configuran los trabajos sobre cultura política e historia cultural comparada en América Latina. Llama asimismo la atención acerca de algunas especificidades de la trayectoria histórico-cultural de la política en Colombia para cuestionar la ubicación, a menudo esquemática, de Colombia en las tipologías del desarrollo latinoamericano y en particular en ciertos modelos de lectura de la historia latinoamericana propuestos sobre la base de la experiencia política y cultural de los países del Cono Sur. Un lugar central en el trabajo de López de la Roche lo ocupa la revisión del aporte de algunos analistas latinoamericanos del campo de estudios de comunicación y cultura a la comprensión de los procesos político-culturales contemporáneos. En palabras del autor, "la obra de García Canclini, junto a la de Martín Barbero, Beatriz Sarlo, José Joaquín Brunner, Renato Ortiz y otros analistas culturales de la región, ha contribuido notablemente al desbloqueo de las ciencias sociales y los estudios humanísticos para pensar de manera no maniquea y con la necesaria distancia de las visiones demonizantes, pero también de las políticamente ingenuas, la cultura de masas, la globalización cultural y comunicativa, la industrialización de los bienes simbólicos, su papel en la vida cotidiana [y] en la organización del tiempo de la diversión y el ocio, la publicidad y sus implicaciones culturales y valorativas, así como la reestructuración de culturas e identidades nacionales en las condiciones de la globalización". Completa esta primera parte del libro el trabajo de la comunicadora social y profesora Ana María Lalinde, "Radio informativa

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culturales a un modelo literario o, por el contrario, se excluye a la literatura y el modelo viene a ser los medios masivos". Para salir de ese dilema, Rowe centra su reflexión en torno a la pregunta sobre "cuál es el lugar de la actividad artística, específicamente la literaria, en la comprensión del campo cultural en el que uno vive, tratándose Je la época de los medios electrónicos y la cosmología cuántica". "El multiculturalismo en la globalización de las músicas regionales colombianas", el ensayo de la etnomusicóloga Ana María Ochoa, analiza el trabajo de Totó la Momposina y de Carlos Vives desde la perspectiva de la transformación de lo regional en transnacional mediante su adscripción a la world music. En el caso de Totó y de su disco La candela viva —grabado y mezclado en los estudios Real World de la estrella del pop Peter Gabriel—, los procesos de producción y afirmación de lo regional y lo nacional pasan paradójicamente por su inserción en lo transnacional: "El disco de Totó aparece primero a nivel transnacional y luego, debido a la valoración que se le da en el exterior, entra al mercado colombiano. Aquí se da un curioso fenómeno de descentramiento cultural en el que centro y periferia pasan a existir en una situación circular, donde el artista del tercer mundo es descubierto por un artista del primer mundo, desde cuya valoración transnacional pasa a ser vendido en el mercado nacional del cual proviene originalmente el artista". Resultan interesantes asimismo, para indagar sobre la relación entre industrias culturales y construcción de sensibilidades colectivas e identidades personales, los planteamientos de Ochoa acerca de cómo se construyen desde las propuestas de la industria musical los sentidos de la autenticidad y la intertextualidad (telenovela-rockvideoclip-categoría comercial de latín music) en la promoción de Carlos Vives y otros artistas contemporáneos.

U.iillirra, medios v sociedad

chas sobre papel), "el hipertexto surge en la era de la electrónica y de la virtualidad en la que los tipos ya no son materiales, no pueden ser vistos hasta que no son convocados a la pantalla, y su organización no es secuencia! ni fija, no tienen comienzo absoluto ni final absoluto". Sin embargo, la fascinación tecnológica que sufrimos no puede hacernos olvidar el lugar central que mantienen, en medio de los nuevos contextos tecno-perceptivos, las competencias culturales provenientes de la cultura letrada. Es por ello que el acceso masivo a los nuevos lenguajes y tecnologías demanda la renovación de la escuela y de sus capacidades de redistribución e integración social. A los que oponen el hipertexto ai libro, Beatriz Sarlo les plantea que no habrá creatividad sin lectores capaces de mantener una relación fluida con lo escrito, ya sea sobre papel o en el espacio virtual de la pantalla. Y les recuerda que la historia del libro está estrechamente unida a la de la educación: fue la escuela la que formó públicos que luego compraron libros y periódicos en el mercado. "I ,a escuela, que pudo responder al desafío democrático e integrado!', hoy enfrenta una tarea doble: acentuar el proceso de distribución cultural a través de las destrezas básicas de lectura y escritura v, al mismo tiempo, imaginar una nueva pedagogía que se haga cargo de la innovación tecnológica". "Poética, cosmología y modelos de la cultura en la época de los medios electrónicos", el trabajo de William Rowe —crítico literario inglés inscrito a la vez en la tradición de los estudios culturales británicos y la investigación de las literaturas latinoamericanas-, estudia las "tensas relaciones" entre literatura y ciencias sociales, y entre literatura v medios electrónicos, para plantear algunas cuestiones claves en la situación actual de los estudios culturales en tanto prácticas de investigación v de enseñanza. Rowe da cuenta de una oposición que es necesario superar: "Se tiende a acomodar los estudios

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sítales, en la vida social y de las paradojas que presenta la situación en que ese descentramiento se inscribe: la convivencia de la opulencia informativa con el acelerado debilitamiento de lo público y la creciente brecha entre aquellos pocos que están conectados a los bienes y las posibilidades de la información v la comunicación globalizadas, v la mayoría de los desconectados y excluidos del acceso a esa tecnologías. Un lugar central en la reflexión de Martín Barbero lo ocupan los desafíos que esos procesos culturales y tecnológico-comunicattvos plantean tanto a la tarea del intelectual como a las ciencias sociales, pues éstas "no pueden ignorar hoy que los nuevos modos de simbolización y ntualización del lazo social se hallan cada día más entrelazados a las redes comunicacionales y los flujos informacionales". Pillo plantea la necesidad de "una crítica capaz de distinguir la necesaria, la indispensable denuncia de la complicidad de la televisión con las manipulaciones del poder y los más sórdidos intereses mercantiles —que secuestran las posibilidades democratizadoras de la información y las posibilidades de creatividad y de enriquecimiento cultural, reforzando prejuicios racistas y raaclustas y contagiándonos de la banalidad y de la mediocridad de la mayoría de la programación—, del lugar estratégico que la televisión ocupa en las dinámicas de la cultura cotidiana de las mayorías al estar transformando sus sensibilidades y modos de construir imaginarios e identidades". El ensayo de la argentina Beatriz Sarlo, "Del plano a la esfera: libros e hipertextos", reflexiona sobre la incidencia social y cultural de la difusión de los computadores al modificar sustancialmente la materialidad y las formas de escritura y lectura. Con el surgimiento del hipertexto pasamos, en palabras de Sarlo, "de la lectura plana a la lectura esférica". Pues, mientras el libro pertenece a la era de la mecánica (los tipos móviles impresos con prensas, rodillos, plan-

Cultura, medios y sociedad

Fabio López de la Roche y Jesús M a r t í n Barbero

jtLl presente volumen recoge trabajos referentes a dos tópicos centrales del Seminario Internacional sobrCleorías culturales)' Estudios de Comunicación en América Latina: uno, los cambios en la relación entre cultura y medios de comunicación; dos, temas y problemas de la cultura urbana y las culturas juveniles. En ambos se indaga por el desbordamiento del canon cultural producido por las narrativas y los discursos massmediáticos, las nuevas tecnicidades y las nuevas sensibilidades. En América Latina la investigación cultural es anterior a que apareciera la etiqueta de "estudios culturales", pero se fundamenta tanto en la experiencia que aportan los movimientos sociales como en el trabajo de los pioneros ingleses que, como R. Williams, R. Hoggart y Stuart Hall, investigaron la inserción de los medios de comunicación en las dinámicas de la cultura contemporánea y la relación de las culturas juveniles con las industrias culturales y las transformaciones de la ciudad. Fue en busca de la comprensión de los procesos sociales que la investigación cultural en Latinoamérica se ha convertido en un área estratégica de reconocimiento de las rupturas y continuidades de que está hecha nuestra modernidad. La primera parte se inicia con el trabajo "Experiencia audiovisual y desorden cultural", de Jesús Martín Barbero, dedicado al análisis del descentramiento cultural producido por la actual hegemonía de los medios de comunicación, en especial de los audiovi-

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trepo y Jaime Eduardo Jaramillo, cuya labor crítica y comprometida logró darle nuevas dimensiones a este programa y asegurarle raíces en el medio académico colombiano. A los profesores Carlos Patino y Angela María Pérez les debemos la excelencia de la coordinación académica y logística del primer coloquio. Nuestros reconocimientos y gratitud a los ponentes nacionales e internacionales que aceptaron nuestra invitación y nos ofrecieron trabajos originales de excelente calidad. Finalmente, mis afectuosos agradecimientos a Sonia Alvarez, nuestra "coordinadora logística", alma y nervio del segundo y del tercer coloquios, infatigable salvadora de obstáculos, sin cuya dedicación estos eventos no habrían sido posibles, y al equipo del CES que la respaldó con trabajo perseverante y entusiasta: Fernando Visbal, Angela Díaz, Rosalba Meló, Margarita Villada, Miiler Mora.

fuz Gabriela Arango Directora CENTRO 1)K ESTUDIOS SOCIALES

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la ampliación del proyecto editorial, la continuidad de los coloquios internacionales de muy alto nivel, la organización de simposios regionales que nos permitan conocer v estimular los procesos de investigación cultural en las regiones, son algunos de los propósitos del grupo de estudiosos e instituciones que se ha congregado alrededor de este programa, coordinado por el Centro de Estudios Sociales. Son numerosas las personas que han contribuido a la consolidación de estos esfuerzos. A nombre de la Universidad Nacional, la Facultad de Ciencias Humanas y el CES quiero expresar nuestra gratitud a Carlos Rincón, por haber dado inicio a este programa en asocio con la Universidad Nacional con perspectivas de muy alta calidad investigativa; a Elba Cánfora, por sus decisivas gestiones al inicio del programa; a los rectores Guillermo Páramo y Víctor Manuel Moncayo, así como al entonces decano de Ciencias H u manas y actual vicerrector de sede, Gustavo Montañez, por la importancia acordada a este programa en la Universidad Nacional; a Isadora de Norden, Jorge Orlando Meló, Ramiro Osorio, Paul Bromberg, Norma Constanza Muñoz, Pedro Henríquez y (íermán Rey por su generoso apoyo institucional y personal, y a los funcionarios de las instituciones convocantes que, como Hernando Bernal, Fernando Vicario, Carmen Perini, Luz Teresa Gómez, Rosita Jaramillo, Armando Soto, Julián Serna, María Cristina Andrade, I .uz Stella Sierra y Eduardo Gutiérrez, brindaron su entusiasmo a este proyecto. Particulares expresiones de gratitud tengo para el profesor Jesús Martín Barbero, actual director académico del programa, al cual le ha reservado generosamente un lugar especial dentro de sus múltiples actividades; y para el comité académico y editorial, integrado por Fabio López de la Roche, Ivonne Pini, Gabriel Res-

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rales sobre América ffitina, que convocó en la Biblioteca Luis Ángel Arango a especialistas internacionales como Jean Franco, William Rovve, Doris Sommer, Arcadio Díaz Quiñones, Josefina Ludmer, Julio Ramos. Ante la favorable acogida del evento, para 1997 el programa amplió sus perspectivas. Además de invitar a un grupo muy selecto de especialistas internacionales —entre ellos Beatriz Sarlo, Nelly Richard, Carlos Monsaváis, Arcadio Díaz Quiñones, Osear Landi, William Rovve, Han.s Udrich Gumbrecht— se amplió la participación de especialistas colombianos y se hizo una convocatoria abierta a los investigadoRS para que presentaran sus trabajos en el campo de los estudios culturales v de comunicación. El resultado de este segundo coloquio superó nuestras expectativas. Con cuarenta y un ponencias y más de trescientos cincuenta asistentes, provenientes de numerosas universidades del país, la presencia de un público de distintas edades y generaciones, la participación significativa de estudiantes v jóvenes investigadores de muy diferentes regiones del país puso en evidencia ci creciente interés por la problemática cultural. La importante asistencia de funcionarios, periodistas y gestores culturales enriqueció el encuentro y permitió romper algunas barreras entre la universidad y otros sectores sociales. Para 1998, el programa busca asegurar su permanencia, liderando una dinámica que le cié continuidad y profundidad a la experiencia adelantada hasta el momento. El Encuentro Internacional de Estudios Culturales en América Latina, centrado en el tema de "Cultura y globalización", convoca este año a diecisiete destacados conferencistas nacionales e internacionales —entre ellos Martin Hopenhayn, George Yúdice, Renato Ortiz, H u g o Achugar, Beatriz González Stephan, Juan Luis Mejía, Armando Silva, Erna von der Walde—. Para el futuro, la consolidación de ana red de investigadores culturales en ci país,

Memorias de un encuentro

Luz Gabriela Arango

tLs muy grato para el Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional ofrecer a los lectores, observadores escépticos o encantados de las importantes transformaciones culturales que viven nuestras sociedades, los libros Cultura, política y modernidad y Cultura, medios y sociedad. Ellos son el resultado del coloquio Teorías de la cultura y estudios de comunicación en América Latina, realizado en Santafé de Bogotá en julio de 1997, en el marco del Programa Internacional Interdisciplinario de Estudios Culturales sobre América Latina. Este programa, ideado por el profesor Carlos Rincón, de la Universidad Libre de Berlín, y acogido con entusiasmo por la Universidad Nacional, ha tenido como propósito principal apoyar la difusión en Colombia de las innovaciones teóricas y metodológicas en el campo de los estudios literarios y culturales a nivel internacional. Con ello, se propone incidir en el mejoramiento de la calidad de los docentes colombianos, de su capacidad científica y su inserción dentro de la comunidad académica internacional. Apoyado desde sus inicios por instituciones como Colcultura —hoy Ministerio de Cultura—, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Bogotá, la Secretaría Ejecutiva del Convenio Andrés Bello y la Biblioteca Luis Ángel Arango, ha contado también con el respaldo del Ministerio de Educación, la Fundación Social y la Consejería Económica de la Presidencia de la República. En 1996, el Programa despegó con ei coloquio La situación de los estudios literarios y cultu-

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partir del reconocimiento del nuevo contexto económico-social y político de desarrollo en el campo popular-urbano en la América Latina desde los años ochenta hasta nuestros días —marcado por los procesos de desproletarización y crecimiento paralelo de la informalidad laboral- muestra cómo se desarrollan esfuerzos significativos de afirmación de nuevos actores sociales y de sus identidades. A partir de investigaciones sobre cultura, espacio y tiempo libre realizadas en la localidad 18 de Santafé de Bogotá v en otras dos localidades del suroriente de la capital, Jaramillo Jiménez nos muestra el papel que cumplen hoy día en la sociabilidad del campo urbanopopular las organizaciones de mujeres (madres comunitarias, jardineras), las distintas formas de organización juvenil —vistas en el marco de la crisis de la escuela pública v la figura del maestro— y los nuevos movimientos religiosos que, en respuesta a ciertas demandas culturales de creación de "comunidad" (Lechner), construyen simultáneamente importantes espacios de solidaridad; "No tiene sentido quejarnos por la desaparición o el debilitamiento de otras formas asociativas más tradicionales. Lo que resulta claro es que existe un impulso a la organización en ci campo urbano-popular en minorías activas y que ellas pueden contribuir a superar su situación de pobreza, de marginalidad, de exclusión, al permitirles colectiva y organizadamente expresar sus necesidades, expectativas, proyectos. Pueden ser interlocutores privilegiados ante el Estado, las ONGs y otros tipos de instituciones externas. Al mismo tiempo son espacios de sociabilidad y socialización privilegiados, de procesamiento de necesidades y conflictos, de gestación de proyectos comunitarios, de constitución de identidades, de construcción de actores sociales". En su ensayo "Medellín 1880-1930: los tres hilos de la modernización", el historiador Jorge Orlando Meló aborda tres ejes del

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desenvolvimiento modernizador de la ciudad durante el período estudiado: "el desarrollo de una imagen de ciudad moderna y los esfuerzos para poner en práctica, en forma planeada, unos ideales de vida urbana", "el proceso por el cual se intentó educar la población para esa vida urbana", y la manera como la literatura se ubicó en y expresó esos procesos de modernización y civilización. Esas tres facetas del proceso modernizador son vistas a través de la aproximación a tres figuras protagónicas, con sus distintos idearios cívicos y focalizaciones sociales: don Ricardo Olano, empresario y promotor del desarrollo urbano de Medellín; don Tulio Ospina Vásquez, autoren 1910 del Protocolo hispanoamericano de la urbanidad y el buen gusto, "uno de los varios tratados de urbanidad publicados en la ciudad en estos años, pero el que vieron sus contemporáneos como paradigmático"; y don Tomás Carrasquilla, con sus novelas urbanas. Abordando los tres discursos como "tres líneas de desarrollo de una nueva sensibilidad social que conduce al control de los hábitos y costumbres campesinos y su reemplazo por los que se definen como urbanos", en sus palabras, "la conversión del montañero en hombre civilizado y urbano", el historiador nos muestra el auge entonces de los manuales de cívica, cortesía, urbanidad, etiqueta, buenas maneras, buena conducta o buen tono, como "señal de la necesidad creciente, a medida que aumenta la vida urbana y con ello el contacto entre grupos de personas más amplios, de generalizar unas normas ritualizadas y previsibles de conducta a toda la sociedad". Jairo Chaparro Valderrama, etnógrafo y educador de adultos, nos presenta en su trabajo "Los mapas culturales, una herramienta para la gestión local", una propuesta para la intervención en procesos de gestión local con una perspectiva cultural. Partiendo de la idea de que "las distancias existentes entre la vida formal-mstitucional del Estado v la vida cotidiana de las mavorías son distancias

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básicamente culturales" y de que, "frente a ellas, resulta prioritario tender puentes y vasos comunicantes que conecten las culturas que definen a los ciudadanos, por un lado, con el diseño y la ejecución de los proyectos de desarrollo, y por otro, con los procesos de participación", el autor propone unos mapas culturales cuya utilidad consistiría en tratar "de codificar y de localizar sobre el territorio los elementos que mediatizan las relaciones de los grupos y sectores sociales consigo mismos, con sus semejantes y/o con algunos elementos de su entorno". Contándonos dos experiencias bogotanas —en la zona de la carrera quinta, entre los parques Nacional y de la Independencia, y en el barrio Jerusalén de Ciudad Bolívar-, Chaparro nos muestra cómo pueden ser usados estos mapas culturales en proyectos de intervención local desde políticas públicas y en programas de participación social. En su escrito "Identidades culturales e imaginarios colectivos. Las culturas juveniles vistas desde la cultura rock", el semiólogo y comunicólogo Germán Muñoz aplica al estudio de la cultura rock la idea de que "es posible acercarse a la comprensión de las identidades culturales a través del análisis de objetos culturales que construyen y son construidos por imaginarios colectivos". Trabajando el rock y las subculturas juveniles urbanas, Muñoz asume su investigación como el cruce de dos intensidades que se modulan recíprocamente. Ed objeto así caracterizado aparece en su perspectiva como "excesivo, fractal y complejo", y como consecuencia de esta aproximación el autor se plantea en el tratamiento de su objeto de estudio "la pérdida de la totalidad" o de "la pretensión de unidad en la mirada", lo cual lo conduce al reconocimiento de diversos puntos de vista que muestran diferentes facetas del fenómeno: la mirada comunicológica (la "interpretación" a partir de sus propios arquetipos), la mirada antropológica (la observación de actuaciones de

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algunas "comunidades emocionales"), la mirada estética (el análisis de su producción simbólica desde el ángulo de "la sensibilidad") y la mirada de los rockeros ("participantes directos" de la cultura que focaliza el acceso). L o que se pretende con esta multiplicidad de perspectivas es un nuevo acceso a la comprensión de las culturas juveniles urbanas contemporáneas en tanto que "comunidades de sentido", múltiples, diversas y cambiantes, poseedoras de saberes y sensibilidades propias", al mismo tiempo que: examinar desde un enfoque cultural algunas hipótesis respecto a formas de ser/parecer de las culturas juveniles urbanas: la sensibilidad emocional, las atmósferas en donde conviven, su permanente mutación e inestabilidad, las tendencias o modas en lasque se inscriben y que no obedecen a un principio ordenador de la totalidad ni son aspectos puramente "residuales" para su comprensión, la circulación dinámica de sus capitales simbólicos vehiculados en objetos culturales de amplio consumo entre actores de la "nueva generación": video, música, ropa... En su ensayo "La investigación sobre jóvenes: estudios de (y desde) las culturas", el antropólogo José Fernando Serrano, en una relectura crítica de parte de la bibliografía sobre juventud dentro de los estudios de sociología urbana de la Escuela de Chicago, pasando por las contribuciones de los Estudios Culturales Británicos, hasta algunas de las aproximaciones latinoamericanas y colombianas al tema, llama la atención sobre las limitaciones de la utilización prioritaria de criterios etáreos en la definición de "juventud", subrayando la conveniencia de integrar un conjunto amplio de criterios o factores incidentes en la construcción del concepto, entre ellos la situación histórica y generacional, la condición de ciase, la etnia, ci

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género, las estéticas, los modos de sentir y la integración simbólica en las redes de mercado. Cierra este libro ci ensayo de la filósofa y profesora de historia del arte Luz Guillermina Sinnmg, denominado "Creación estética juvenil: una experiencia plástica v visual en la Academia de Artes de Bogotá". Sobre la liase de su experiencia docente en la ASAB, un espacio académico experimental de una gran riqueza y una gran variedad por las experiencias sociales v culturales que allí concurren, la autora muestra cómo confluyen en la producción plástica de vanos de los estuchantes de ese centro docente temáticas y situaciones complejas de la vicia urbana capitalina, experiencias personales de violencia y marginalidad urbana, así como lenguajes e influencias culturales asociadas a la revolución informática y a la estética mass-mediática contemporánea, ingredientes culturales que reelaborados a través de distintas técnicas y procesos creativos se traducen en nuevas formas de expresión de nuestros conflictos nacionales y capitalinos, de los dilemas y las encrucijadas globales y de las diversas situaciones existenciales de los jóvenes creadores que miran V recrean ei mundo a partir de las incertidumbres y las esperanzas vislumbradas desde su ubicación generacional en el siglo XX, que termina, y en ci umbral del siglo XXI, que ya se insinúa en algunas de las tendencias del que acaba. El texto de la profesora Sinning se acompaña de un registro visual de trabajos estético-plásticos de estudiantes de último semestre de artes plásticas en la Academia Superior de Artes de Bogotá. El conjunto de trabajos que aquí presentamos, junto a los escritos incluidos en el otro volumen, constituye no sólo un aporte significativo a la inserción de los estudios culturales en Colombia como campo estratégico dei saber académico, y a la necesaria apertura de las humanidades v las ciencias sociales a nuevos modos v objetos

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de investigación, sino también un insumo importante para la formulación de políticas culturales, educativas y de comunicación desde la sociedad y el Estado, tanto más valiosos en estos tiempos de aceleradas transformaciones socioculturales en que los niveles de incertidumbre y de confusión social crecen cada día, lo cual impide disponer de diagnósticos que permitan incidir en la realidad con niveles mínimos ya no de información sino de conocimiento. De igual modo —en su diversidad de enfoques y alcances, y aun en el desigual desarrollo teórico y metodológico que evidencian— estos textos constituyen una buena muestra de la investigación cultural que está posibilitando a los latinoamericanos pasar de su tradicional oficio en la conversación internacional, el de "informantes nativos", al de productores de teoría y formuladores de "problemas" de investigación. Con la subsecuente redefinición del sentido del diálogo que anima el intercambio con los estudios culturales que se hacen en la academia norteamericana o europea. Tal intercambio no se halla exento de malentendidos, pero hoy hace explícitas las consecuencias que, para el quehacer teórico y las agendas de investigación, implican los lugares de enunciación desde donde se escribe y desde donde se lee. N o para reeditar viejos discursos esencialistas o fundamentalistas sobre la identidad/diferencia latinoamericana, sino para romper el espejismo de una "centralidad de los márgenes" decretada desde el centro; esto es, como dice Nelly Richard, para "desadaptar efectivamente el mecanismo de autoridad fijado por el centro entre tloriginal (el texto metropolitano) y Xztradución (su aplicación periférica)".

PRIMERA PARTE

Cultura y medios de comunicación

Experiencia audiovisual y desorden cultural

Jesús Martín Barbero

Introducción: el "mal de ojo " de los intelectuales Jim un texto reciente, Héctor Abad Faciolmce1, con la garra que lo caracteriza y un elegante dejo de melancolía, condena la televisión por su naturaleza inculta, frivola y hasta imbécil, pues "cuanto más vacuo sea un programa, más éxito tendrá". La causa de esa abominación es VA fascinación que produce el medio adiovisual, "gracias a su capacidad de absorbernos, casi de hipnotizarnos", evitándonos "la pena, la dificultad de tener que pensar". De lo que se concluye: "apagar, lo que se dice apagar la televisión, eso no lo van a hacer las mayorías jamás". Por lo que se infiere que lo que debe preocuparnos no es ci daño que haga a las personas ignorantes (¡los analfabetos algo sacan!), sino ci que le hace a la minoría culta, intelectual, estancándola, distrayéndola, robándole sus preciosas energías intelectuales. Si, como pienso, la cultura es menos el paisaje que vemos que la mirada con que lo vemos, empiezo a sospechar que el alegato habla menos de la televisión que de la mirada radicalmente decepcionada del pensador sobre las pobres gentes de hoy, incapaces de

"I ,a tele novela o ci bienestar en la incultura", en \ limero. N" 9 ( Bogotá: 1996), pp, 6.E68.

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calma, de silencio y soledad, y compulsivamente necesitadas de movimiento, de luz y de bulla, eme es lo que nos proporciona la televisión. Sólo que esenos, que incluye al autor entre esas pobres gentes, tiene algo de ironía pero también no poco de tramposa retórica. Pues si la incultura constituye la quintaesencia de la televisión se explicaría el desinterés y, en el "mejor" de los casos, el desprecio de los intelectuales colombianos por la televisión, pero también queda ahí al descubierto el pertinaz y soterrado carácter elitista que prolonga esa mirada: confundiendo iletrado con inculto, las élites ilustradas, ya desde el siglo XVIII, al mismo tiempo que afirmaban -Apueblo en la política lo negaban en la cultura, haciendo de Izincultura el rasgo intrínseco que configuraba la identidad de los sectores populares, y el insulto con que tapaban su interesada incapacidad para aceptar que en esos sectores podía haber experiencias y matrices de otra cultura". Ahondando en esos interrogantes llevo años preguntándome por qué los intelectuales y las ciencias sociales en Colombia siguen padeciendo un pertinaz "mal de ojo" que los hace insensibles a los retos que plantean los medios, insensibilidad que se intensifica hacia la televisión. Ni aun en los diez volúmenes de la Nueva historia de Colombia hubo un pequeño sitio para otros medios que no fueran la prensa y el cine. L o que no deja de ser revelador: si la prensa es la que cuenta con más y mejor historia escrita no es sólo por ser el medio más antiguo, sino por ser aquel en que se reconocen culturalmente los que escriben historia. M e pregunto el por qué de la ausencia en Colombia de una corriente intelectual que, como en Brasil o Chile por ejemplo, mire la televisión desde un discurso menos ma-

" J. Martín Barbero, "Afirmación y negación del pueblo como sujeto", en De los medios a las mediaciones (México: Ci. Gilí, 1987), pp. 14-30.

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niqueo y capaz de superar una crítica intelectualmente rentable... justamente porque lo único que propone es apagar el televisor. Hasta los maestros de escuela niegan que ven televisión, ¡creyendo así defender ante los alumnos su hoy menguada autoridad intelectual! García Canclini ha sido uno de los primeros en explorar los modos de relación de los intelectuales latinoamericanos con la tardomodernidad desde su relación con la televisión, y ello mediante un esclarecedor análisis de dos muy diferentes modos de mirarla: los de Borges y Octavio Paz 3 . Podríamos hacer una comparación también ilustrativa a este respecto entre las miradas de dos países como Colombia y Brasil. En un país tan dividido y desgarrado, tan incomunicado como Colombia, la televisión se ha convertido en escenario de perversos encuentros: mientras las mayorías ven allí condensadas sus frustraciones nacionales por la "tragedia" de su equipo en el mundial de fútbol de Estados Unidos, o su orgulloso reconocimiento por las figuras que, de las gentes de la región y la industria cafetera, dramatizó la telenovela Café, la culta minoría vuelca en ella su impotencia y su necesidad de exorcizar la pesadilla cotidiana, convirtiéndola en chivo expiatorio al que cargarle las cuentas de la violencia, del vacío moral y de la degradación cultural. La televisión sería además la principal culpable de que en el país casi no haya cine ni se apoye el teatro, culpable no sólo de que los empresarios no inviertan más que en ella, sino de que los espectadores hayan perdido el gusto por el verdadero arte. En Brasil, donde la televisión es mediada aún más fuertemente que en Colombia por las condiciones del negocio, pues consti-

' N . Carcía Canclini, "De Paz a Borges; comportamientos ante el televisor", en Culturas híbridas (México: Grijalbo, 1990), p. 96 ss.

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tuve una gigantesca industria de exportación, ese medio se ha convertido, sin embargo, en un espacio de cruces estratégicos con su tradición cultural, teatral, novelesca, cinematográfica, e incluso con ci pensamiento y ci trabajo de no pocos intelectuales y artistas de izquierda. Algunos de los dentistas sociales y filósofos de más peso, como Sergio Miceh, Renato Ortiz, Muñiz Sodré y Dedo Pignatan, son autores de investigaciones v ensayos decisivos sobre las relaciones de la televisión con su país. Y algunos de los más exitosos libretistas y directores son novelistas o dramaturgos pertenecientes al partido comunista y al P.'!'., como Dias Gomes, Doc Compáralo o Aguinaldo Silva. Lo que ha posibilitado hacer de la telenovela brasileña un espacio estratégico de expresión de los mestizajes y las contradicciones que en ese país han producido su modernidad. Una pista de compresión de ese contraste la ofrece Daniel Pécaut al trazar las diferencias de Colombia con ci "imaginario modernizador" de Brasil: ci que, pasando por ci mito evolucionista y por la nueva presencia del Estado que introduce el populismo de Getuho Vargas, "crea las condiciones para el reconocimiento de la importancia del lenguaje político v del rol social de los intelectuales". Por lo contrario, en Colombia, la precariedad del Estado y varios obstáculos -ci poder exagerado de la Iglesia, la ausencia de emigración portadora del pensamiento positivista— contribuyeron a "privar de legitimidad el discurso de los intelectuales v a impedir la conformación de un entorno cultural favorable al desarrollo de la racionalidad científica"4. De ese modo, ios intelectuales en Colombia, como en la mavor parte de América Latina, han pasado de esa larga ausencia de legitimidad social a la profunda erosión que de su

1), Pécaut, " M o d e r n i d a d , modernización y cultura", en Caceta. N " S ; B o l i t a : Colcultura, 1990), p. 16.

/•. \periencia audiovisual v desorden culturad

autoridad produce hoy la desorganización del orden cultural introducida por la hegemonía del campo audiovisual que cataliza la televisión. Se que el curso que lleva mi reflexión la coloca por fuera del lugar legitimado por las disciplinas v las "cofradías discursivas", tornando mi posición altamente vulnerable a los malentendidos. ÓSerá que tilín me reconozco en \A tarea del intelectual constituida por "la crítica de lo existente, ti espíritu libre y anticonformista, la ausencia de temor ante los poderosos, el sentido de solidaridad con las victimas"': Ahí me reconozco, ciertamente, pero no como en una trinchera que me resguarde de las incertidumbres de las gentes del común, sino en ci esfuerzo por construir una crítica que "explique el mundo social en orden a transformarlo, v no a obtener satisfacción o sacar provecho del acto de su negación informada'"'. Lo que trasladado a nuestro terreno significa una crítica capaz de distinguir la necesaria, la indispensable denuncia de la complicidad de la televisión con las manipulaciones del poder v los más sórdidos intereses mercantiles — que secuestran las posibilidades democratizadoras de la información y las posiblidades de creatividad y de enriquecimiento cultural, reforzando prejuicios racistas v machistas y contagiándonos de la banalidad y mediocridad de la inmensa mayoría de la programación—, del lugar estratégico que la televisión ocupa en las dinámicas de la cultura cotidiana cié las mayorías, en la transformación de las sensibilidades, en los modos de construir imaginarios e identidades.

B, Sarlo, Escenas de la vida postmoderna: intelectuales, arle v videocnltura en Argentina (Buenos Aires: Artel, 1994), p. 180, J. J. Brunner, Conocimiento, sociedad \política (Santiago de Chile: Flacso. 1993), P . IV

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Atmósferas culturales fin de siglo Poner en discurso la experiencia cultural de este fin de siglo yde milenio nos exige comenzar por una aproximación a lo que M . Hopenhayn ha llamado las atmósferas culturales'. Denominaré a la primera tecnofascinación, pues ella alia la fascinación tecnológica al realismo de lo invitable. Se traduce, de un lado, en una "cultura áúsoftware que permite conectar la razón instrumental a la pasión personal"8 y, de otro, a una multiplicidad de paradojas densas y desconcertantes: la convivencia de la opulencia comunicacional con el debilitamiento de lo público, la más grande disponibilidad de información con el palpable deterioro de la educación formal, la continua explosión de imágenes con el empobrecimiento de la experiencia, la multiplicación infinita de los signos en una sociedad que padece el más grande déficit simbólico. La convergencia entre sociedad de mercado y racionalidad tecnológica disocia la sociedad en "sociedades paralelas": la de los conectados a la infinita oferta de bienes y saberes y la de los excluidos cada vez más abiertamente tanto de los bienes más elementales como de la información exigida para poder decidir como ciudadanos. La tecnofascinación contiene también a esa cultura de la privatización que ha convertido la política en intercambio y negociación de intereses y al mercado en el principio organizador de la sociedad en su conjunto, en un movimiento de autolegitimación que hace coincidir la autonomía del sujeto con el ámbito de la privacidad y del consumo.

"Desencantados y triunfadores camino al siglo XXI: una prospectiva de atmósferas culturales en América del Sur", en Ni apocalípticos ni integrados (Santiago: Fondo de Cultura Económica, 1994), Ibidem, p. 40.

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ii En América Latina esta experiencia tardomoderna se halla atravesada por un especial y profundo malestar. La desmitificadón de las tradiciones y las costumbres desde las que, hasta hace bien poco, nuestras sociedades elaboraban sus "contextos de confianza"9 desmorona la ética y desdibuja el habitat cultural. Ahí arraigan algunas de nuestras más secretas y enconadas violencias. Pues las gentes pueden con cierta facilidad asimilar los instrumentos tecnológicos y las imágenes de modernización, pero sólo lenta y dolorosamente puede recomponer su sistema de valores, normas éticas y virtudes cívicas. El cambio de época está en nuestra sensibilidad, pero a la crisis de los mapas ideológicos se agrega una fuerte erosión de los mapas cognitivos que nos deja sin categorías de interpretación para captar el rumbo de las vertiginosas transformaciones que vivimos. La segunda atmósfera cultural es la de la secularización y el desencanto. En su genealogía de las relaciones entre secularización y poder, G. Marramao examina cómo la racionalización constitutiva de la modernidad, según Weber, va a implicar la reorganización de la sociedad como "mundo administrado", en que la política no puede comprenderse por fuera de la burocracia, que es el modo "formalmente más racional de ejercicio del poder" 10 y que desembocará en la conformación de la jurisdición secular del Estado moderno. Por su parte, desde América Latina, N . Lechner ha examinado los rasgos que configuran el desencanto de las izquierdas: el "enfriamiento de la política" " y el surgimiento de una nueva sensibilidad

J. Brunner, Bienvenidos a la modernidad (Santiago: Planeta, 1994), p. 37. G. Marramao, Pottere e seeolarizzazione. I,e categone del lempo (Milán: F.ditori Reuniti, 1983). N . Lechner, "América Latina: la visión de los dentistas sociales", en Nueva Sociedad, N " 139 (Caracas: 1995), p. 124.

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marcada por el abandono de las totalizaciones ideológicas, la desacralización de los principios políticos y la resignificación de la utopía en términos dt negociación como forma de construcción colectiva del orden: la predominancia de la dimensión contractual y el predominio, en la concepción y la acción política misma, de la racionalidad instrumental y su profesionalización. De ahí los nuevos saberes que el político necesita1": eljurídico-administrativoyel de la comunicación publicitaria. Primera paradoja: el desencantamiento de la política transforma al espacio público en espacio publicitario, convirtiendo al partido en un aparato-medio especializado de comunicación y al carisma en algo fabricable por la ingeniería mediática. Lo que acentúa el carácter abstracto y desencarnado de la relación con las audiencias a la que se dirige un discurso político televisado en búsqueda ya no de adhesiones sino de puntos en la estadística de los posibles votantes. Y, sin embargo, la secularización afecta también a la política en un muy otro sentido: el de la entrada en su agenda del derecho a la diferencia de las mujeres o los homosexuales que, como en Aderecho a la autorrealización, "se expresan las luchas contra las diversas formas de alienación que en las sociedades contemporáneas no proceden solamente de la explotación"13. Ni siquiera el "retorno de la ética" escapa al desencanto. Según Lipovetsky, ese retorno marca también el punto de llegada del largo proceso de secularización cuya primera etapa (1700-1950) emancipó la ética del espíritu de la religión, pero será apenas en los años sesenta cuando la lógica del proceso de secularización conduzca a

'" M . Vázquez Montalbán, Panfleto desde el planeta de los simios (Barcelona: Crítica-Grijalbo, 1995), pp. 51-92. 1 ' M . A. Carretón, "Cultura política y sociedad en la reconstrucción democrática", en La faz sumergida del iceberg (Santiago: Lom/Cesoc, 1994), p. 22.

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la completa disolución de "la forma religiosa del deber": la entrada en la sociedad del postdeber, que "devalúa el ideal de abnegación, estimulando sistemáticamente los deseos inmediatos, la pasión del ego, la felicidad intimista y materialista" 14 . Y si en las capas medias y altas el individualismo se alia con el mtegnsmo consumista, en los sectores bajos los ghetos, la droga y la violencia son su expresión. La tercera atmósfera cultural recoge la desintegración del horizonte socio-cultural comían. Aun con las enormes dificultades que implicó la heterogeneidad étnica y racial, desde la independencia, y especialmente en el proceso de transformación de estos países en naciones modernas a partir de los años treinta, se buscó articular la creación de un mercado, condición indispensable para su integración en el mundo, a la construcción deuna cultura nacional, un foco de imágenes y mitos fundadores que posibilitara a la gente sentirse perteneciendo a una comunidad. El papel de la radio en toda América Latina, y del cine en países como México, Argentina o Brasil, fue decisivo en la formación del sentimiento nacional. Los medios se transformaron en voceros de la interpelación que desde el Estado convertía a las masas en pueblo y al pueblo en nación. Los caudillos populistas, de Getulio Vargas a Cárdenas y Perón, hallaron en la radio el medio que les posibilitaba un nuevo discurso político que articulaba la interpelación a los obreros de las grandes ciudades en cuanto ciudadanos y la reelaboración radial de la oralidad cultural y la expresividad de la canción popular. Junto con la escuela, los medios proporcionaron a las gentes de la provincia una experiencia primordial de integración: la traducción de la idea de nación a vivencia cotidiana, a la vez que hacían de mediadores entre la sensibilidad expresivo-simbóhca de las culturas rurales y la racionalidad

14

G. Llpovetskv, Le erepuscule du devoir ( París: Gallimard, 1992), p. 14.

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instrumental de la moderna cultura urbana. Hoy los medios de comunicación configuran, por lo contrario, el dispostivo más poderoso de disolución del horizonte cultural de la nación al constituirse en mediadores de la heterogénea trama de imaginarios que se configuran desde lo local y lo global. La globalización económica y tecnológica de los medios y las redes electrónicas vehiculan una multiculturalidad que hace estallar los referentes tradicionales de identidad. Y al estallar el sujeto social unificado que representaban las figuras del pueblo y de nación se desnuda el carácter problemático que hoy adquieren las configuraciones de lo colectivo y lo público1 ó Del malestar al des-orden cultural L o que hace sintomáticamente reveladoras del actual malestar cultural las conflictivas relaciones de los intelectuales con la televisión son razones y motivaciones de "orden general". Pues A des-orden en la cultura introducido por ^experiencia audiovisual atenta hondamente contra la autoridad social del intelectual. Primero fue el cine. Al conectar con el nuevo sensonum de las masas, con la "experiencia de la multitud" que vive el paseante en las avenidas de la gran ciudad, el cine vino a acercar el hombre a las cosas, pues "quitarle su envoltura a cada objeto, triturar su aura es la signatura de una percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tanto que, incluso por medio de la reproducción, le gana terreno a lo irrepetible" 16 . Y al triturar el aura especialmente del arte, que era el eje de aquello que los intelectuales han tendido a considerar cul-

b

M . Wieviorka (din), Une sacíete fragmenté? Le culturalisme en debut (París: La Decouverte, 1997). 6

\V. Benjamín, Discursos interrumpidos I ( Madrid: Taurus, 1982 ), p. 25.

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37 tura, el mundo de los nuevos clérigos sufría una herida profunda: el cine hacía visible la modernidad de unas experiencias culturales que no se regían por sus cánones ni eran gozables desde su gusto. Pero domesticada esa fuerza subversiva del cine por la industria de H o llywood, que expande su gramática narrativa y mercantil al mundo entero, Europa reintrodudrá en los años sesenta una nueva legitimidad cultural, la del "cine de autor", con la que recupera el cine para el arte y lo distancia definitivamente del medio que por esos mismos años hacía su entrada en la escena mundial, la televisión. La televisión es el medio que más radicalmente va a desordenar la idea y los límites del campo de Incultura: sus tajantes separadones entre realidad y ficción, entre vanguardia y kitsch, entre espacio de ocio y de trabajo: Ha cambiado nuestra relación con los productos masivos y los del arte elevado. Las diferencias se han reducido o anulado, y con las diferencias se han deformado las relaciones temporales y las líneas de filiación. Cuando se registran estos cambios de horizonte nadie dice que las cosas vayan mejor o peor: simplemente han cambiado, y también los juicios de valor deberán atenerse a parámetros distintos. Debemos comenzar por el principio a interrogarnos sobre lo que ocurre1 ó Más que buscar su nicho en la idea ilustrada de cultura, la experiencia audiovisual la replantea de raíz: desde los nuevos modos de relación con la realidad, esto es, desde las transformaciones de nuestra percepción del espacio y del tiempo. OAespacio, profundi-

' U. Eco, "La multiplicación de los medios", en Cultura y nuevas tecnologías (Madrid: Novatex, 1986), p. 124.

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zando el desanclaje que produce la modernidad en relación con el lugar: desterritonalizadón de los modos de presencia y relación, de las formas de percibir lo próximo y lo lejano que hacían lo vivido "a distancia" más cercano que aquello que cruza nuestro espacio físico cotidianamente. Telépolis es al mismo tiempo una metáfora y la experiencia del habitante de una nueva ciudad/mundo "cuyas delimitaciones ya no están basadas en la distinción entre interior, frontera y exterior, ni, por lo tanto, en las parcelas del territorio" 18 . Y, de manera paradójica, esa nueva espadalidad no emerge del recorrido viajero que me saca de mi pequeño mundo sino de su revés, de la experiencia doméstica convertida por la televisión y el computador en ese territorio virtual al cual, como expresivamente dice Virilio, "todo llega sin que haya que partir". Históricamente ligados al territorio del espacio-nación y a sus dinámicas, en lo que Gramsci definía como "lo nacional popular" 19 , los intelectuales se realizan justamente en hacer la ligazón entre la memoria nacional y la acción política, ligazón de la que derivaban su función pedagógica, profética, interpretativa. "Escribieron para el Pueblo o para la Nación. Escribieron sólo para sus iguales, despreciando a todos los públicos (...) se sintieron libres frente a todos los poderes; cortejaron todos los poderes. Se entusiasmaron con las grandes revoluciones y también fueron sus primeras víctimas. Son los intelectuales: una categoría cuya existencia misma hoy es un problema" 2 ". Al entrar en crisis el espacio de lo nacional, debido a la globalización económica y tecnológica que redefine la capacidad de

|N 19

J. Echeverría, Telépolis (Barcelona: Destino, 1994), p. 9.

A. Gramsci, "Los intelectuales y la organización de la cultura", tnCultura y literatura (Barcelona: Península, 1977). •' B. Sarlo, op. cit., p. 179.

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decisión política de los estados nacionales, y en la que se inserta la desterritorializadón cultural que moviliza la industria audiovisual, los intelectuales encuentran serias dificultades para reubicar su función. Pues desanclada del espado nacional la cultura pierde su lazo orgánico con el territorio, y con/a lengua, que es ei tejido propio del trabajo del intelectual. B. Anderson nos ha descubierto cómo las dos formas de imaginación que florecen en el siglo XVIII, la novela y el periódico fueron ias ciue proveyeron los medios técnicos necesarios para la 'representación' de la clase dt comunidad imaginada que es la nación""'. Pero esa representación y sus medios atraviesan una seria crisis. En una obra capital, que desentraña dimensiones poco pensadas en el discurso postmoderno, P Nora dilucida el sentido del desvanecí miento del sentimiento histórico en este fin de siglo, a la vez que constata el crecimiento de \¿.pasiém por la memoria: "La nación de Renán ha muerto y no volverá. No volverá porque el relevo del mito nacional por la memoria supone una mutación profunda: un pasado que ha perdido la coherencia organizativa de una historia se convierte por completo en un espacio patrimonial" 22 . Es decir, en un espacio más museográfico que histórico. Y una memoria nacional edificada sobre la reivindicación patrimonial estalla, se divide, se multiplica. Es la otra cara de la crisis de lo nacional, complementaria del nuevo entramado que constituye lo global: cada región, cada localidad, cada grupo, reclama el derecho a su memoria. "Poniendo en escena una representación fragmentada de la unidad territorial de lo nacional, las lugares de memoria celebran paradójica-

21

B. Anderson, (Comunidades imaginadas (México; Fondo de Cultura Económica, 1993), p. 47. 11 Véase E Nora, Lers lieux de memoire, vol. III (París: Gallimard, 1992), p. 1.009.

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mente el fin de la novela nacionaL . Ahora el cine, que fue durante la primera mitad del siglo XX el heredero de la vocación nacional de la novela —"el público no iba al cine a soñar sino a aprender, sobre todo, a ser mexicanos" 24 , afirma Carlos Monsiváis-, lo ven las mayorías en el televisor de su casa, al tiempo que la televisión misma se convierte en un reclamo fundamental de las comunidades regionales y locales en su lucha por el derecho a la construcción de su propia imagen, que se confunde así con el derecho a su memoria, de lo que habla P Nora. La percepción dA tiempo en que se inserta/instaura Asensorium audiovisual está marcada por las experiencias de la simultaneidad, de la instantánea y del flujo. La perturbación del sentimiento histórico se hace aún más evidente en una contemporaneidad que confunde los tiempos y los aplasta sobre VA simultaneidad de lo actual, sobre el "culto al presente" que alimentan en su conjunto los medios de comunicación, y en especial la televisión. Pues una tarea clave de los medios es fabricar-presente: "un presente concebido bajo la forma d t golpes sucesivos sin relación histórica entre ellos. U n presente autista que cree poder bastarse a sí mismo" 2 '. La contemporaneidad que producen los medios remite, por un lado, al debilitamiento del pasado, a su reencuentro descontextualizado, deshistorizado, reducido "¿.cita"6, que permite insertar en los discursos de hoy—arquitectónicos, plásticos o literarios— elementos y rasgos de estilos y

-" O. Monguin, "Una memoria sin historia", en Punió de vis/a, N" 49, p. 26. - 4 C. Monsiváis, "Notas sobre la cultura mexicana en ei sigloXX", en I listona general de México, vol. IV (México: Colegio de México, 1976). -' O. Monguin, op. cit., p. 25. -'' U. Eco, "Apostilla a El nombre de la rosa", en Análisis, N " 9 (Barcelona: 1984), p . 2 7 ss.

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formas del pasado en un pastiche que es sólo "imitación de una mueca, un discurso que habla una lengua muerta (...) la rapiña aleatoria de todos los estilos del pasado en la progresiva primacía de lo neo ,en la colonización del presente por las modas de la nostalgia" 2 '. Y del otro remite a hausencia de futuro c|ue, de vuelta de las utopías, nos instala en un presente continuo, en "una secuencia de acontecimientos que no alcanza a cristalizar en duración, y sin la cual ninguna experiencia logra crearse, más allá de la retórica del momento, un horizonte de futuro. Hay proyecciones pero no proyectos. El futuro se restringe a un 'más allá': el mesianismo es la otra cara del ensimismamiento" 2 s . Y los medios audiovisuales (cine a lo Hollywood, televisión, video) son a la vez el discurso por antonomasia dAbricolage de los tiempos — que nos familiariza sin esfuerzo, arrancándolo a las complejidades y ambigüedades de su época, con cualquier acontecimiento del pasado— y el discurso que mejor expresa la compresión del presente, al transformar el tiempo extensivo de la historia en el intensivo de la instantánea. Intensidad de un tiempo que alcanza su plenitud en la simultaneidad que instaura, entre el acontecimiento y su imagen, la toma directa Pero esa nueva temporalidad tiene su costo. Y así de "costoso", como ningún otro, ei tiempo del videoclip publicitario o musical hace de la discontinuidad la clave de su sintaxis y su productividad. Cosspot publicitarios fragmentan la estructura narrativa de los relatos informativos o dramáticos, y la publicidad, a su vez, se teje con núcrorrelatos visualmente fragmentados al infinito. Pero lo que anima el ritmo y compone la

F Jameson, E l postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (Barcelona: Paidós, 1992), p. 45. N . I .echner, "La democracia en el contexto de una cultura postmoderna", en Cultura política y democratización (Buenos Aires: Flacso, 1987), p. 260.

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escena es Aflujo: ese continuum de imágenes que indiferencia los programas y constituye Informa de la pantalla encendida. Aunque nos suene escandaloso el parangón, fue en la literatura de vanguardia —Joyce y Proust— cuando por primera vez el flujo del monólogo interior apareció articulando los fragmentos de memoria, los pedazos de hechos y discursos, y dando cuerpo a la fugacidad del tiempo. En el otro extremo del campo cultural, la radio vino a ritmar la jornada doméstica dando forma por primera vez, con su flujo sonoro, úcontinuum de la rutina cotidiana. De una punta a la otra del espectro cultural, el flujo implica disolvencia de géneros y exaltación expresiva de lo efímero. Hoy el flujo televisivo e informático ponen" 9 la metáfora más real del fin de los grandes relatos, por la equivalencia de todos los discursos —información, drama, publicidad, o ciencia, pornografía, datos financieros—, la mterpenetrabilidad de todos los géneros y la transformación de lo efímero en clave de producción y en propuesta de goce estético. Una propuesta basada en la exaltación de lo móvil y difuso, de la carencia de clausura y la indeterminación temporal. Objetos nómadas y fronteras borrosas del saber sobre lo social En la nueva percepción del espacio y del tiempo se despliega un mapa de síntomas y desafíos para las ciencias sociales, de objetos nuevos para la reflexión. Pienso que en el rechazo de las ciencias sociales a hacerse cargo de la cultura audiovisual hay algo más que el déficit de legitimidad académica que padece como "objeto". Parece más bien que sociólogos y antropólogos percibieran oscuramente el esta-

"

Sobre el concepto de flujo en televisión, véase G. Barlozatti, IIpalinsesto:

texto, aparali egéneride/la televisione (Milán: Franco Angelli,1986).

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llido de las fronteras que ella entraña, incluidas las de sus campos de estudio, por la configuración de objetos móviles, nómadas, de contornos difusos, imposibles de encerrar en las mallas de un saber positivo y rígidamente parcelado. Sobre esto dice C. Geertz: lo que estamos viendo no es simplemente otro trazado del mapa cultural —el movimiento de unas pocas fronteras en disputa, el dibujo de algunos pintorescos lagos de montaña—, sino una alteración de los principios mismos del mapeado. No se trata de que no tengamos más convenciones de interpretación, tenemos más que nunca pero construidas para acomodar una situación que al mismo tiempo es fluida, plural, descentrada. Las cuestiones no son ni tan estables ni tan consensúales y no parece que vayan a serlo pronto. El problema más interesante no es cómo arreglar este enredo, sino qué significa todo este fermento' . Hacia allá apunta el desafío: hay en las transformaciones de sensibilidad que emergen en la experiencia audiovisual un fermento de cambios en el saber mismo, el reconocimiento de que por allí pasan cuestiones que atraviesan por entero el desordenamiento de la vida urbana, el desajuste entre comportamientos y creencias, la confusión entre realidad y simulacro. G. Vattimo ha tenido el coraje de afirmar: "La relación que se da entre las ciencias humanas y la sociedad de la comunicación es mucho más estrecha y orgánica de lo que generalmente se cree" 21 . Si esas ciencias han llegado a configurar su ideal cognoscitivo en el permanente modificarse de la vida colecti-

11

C. Geertz, "(roneros contusos: la reconfiguración dei pensamiento social", en h'Jsurgimiento de la antropologíapostmoderna (México: Gedisa, 1991 ), p. 76. '' G. Vattimo, La sociedad transparente (Barcelona: Paidós, 1990), p. 88.

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va e individual, es ese modo del existir social el que se plasma en las modernas formas de comunicación. Sociología, psicología, antropología, han ido construyendo sus objetos y sus métodos al hilo de una modernidad que hace de la sociedad civil un ámbito diferenciado del Estado, un ámbito de intersubjetividades y de diversidad cultural que en su conjunto configura unzesfera de instituciones políticas y formas simbólicas cada día más estrechamente vinculadas con los procesos y tecnologías de la información y la comunicación. De otro lado, ya Heidegger, al hablar de la técnica, la liga a un mundo que se constituye en imágenes más que en sistemas de valores, a la modernidad como "época de las imágenes del inundo"^, que converge con el mundo convertido en fábula de que hablaba Nietzsche Pues lo que en esta tardomodernidad llamamos mundo1,1, es mucho menos aquella "realidad" del pensamiento empirista —enfrentada al "sujeto autocentrado" en su conciencia del racionalismo— que el tejido de discursos e imágenes producido entrecruzadamente por las ciencias y los medios: "el sentido en que se mueve la tecnología no es tanto ci dominio de la naturaleza por las máquinas cuanto el específico desarrollo de la información y la comunicación del mundo comoimagen" 4. En otra perspectiva, Habermas encuentra en la "razón comunicativa" ci nuevo eje de reflexión social5"', que viene a llenar el vacío epistemológico producido por la crisis de los paradigmas de la producción y de la representación. Incomunicación se

'~ M . I leidegger, "I ,a pregunta por la técnica", en Revista de la L 'niversidadde Antioquia, N " 205 ( Medellín: \ 'niversidad de Antioquia, 1986). A. (iargam, "1 .a fricción del pensamiento", en I .a secularización de la filosofía (Barcelona: Gedisa, 1992), pp. 9 ss. "+ G. Vattimo, op. cit., p. 95. J. I labermas, leona de la acción comunicativa. (Complementos y estudios previos (Madrid: Cátedra, 1989).

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convierte así en foco de renovación de los modelos del análisis de la acción sodal y en clave de reformulación de la teoría crítica. El desafío que la cultura audiovisual plantea a las ciencias sociales descubre su verdadera envergadura cuando la crisis de legitimidad de las instituciones del Estado y de la constitución de la ciudadanía —de identidad de los partidos, de desarticulación de las demandas sociales y los procesos políticos formales, de los modos de participación de los ciudadanos y del discurso mismo de la política— se entrelaza con la crisis de autoridad del discurso científico sobre lo social, tematizada por Foucault, Geertz o De Certeau —el develamiento de las estructuras de poder implicadas, la historicidad de los saberes, la crítica dei objetivismo y de las concepciones acumulativas del conocimiento—, evidenciando la crisis dtrepresentación que afecta al investigador social y al intelectual: ídesde dónde y a nombre de quién hablan hoy esas voces, cuando el sujeto social unificado en las figuras/categorías dt pueblo y de nación estalla, desnudando el carácter problemático de lo colectivo? Se torna entonces indispensable un movimiento dereflexividad que permita hacer visibles las mediaciones que aquel saber mantiene con Asujeto social, mediaciones que pasan especialmente por las reconfiguraciones de lo público. La "esfera pública", cuya historia rastrea Habermas", se encontraba indisolublemente ligada al espacio de lo nacional, y es ese vínculo el que está siendo rebasado, por arriba y por abajo, por la

'' Sobre ei concepto de reflexividad, véase P Bourdieu, I .es regles de Cari (París: Senil, 1992), pp. 290 ss.; A. Giddens, "La índole reflexiva de la modernidad", en op. cit., pp. 44 ss. ' J. Habermas, I listona v crítica de la opinión pública (Barcelona: G. Gili, 1982).

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emergencia de una macroesfera de opinión pública internacional a la zaga del flujo económico 38 , y por las microesferas constituidas por movimientos sociales, que en algunos casos resisten a ese flujo, y en otro son expresión del estallido fragmentador de las identidades locales tradicionales29. Lo que caracteriza hoy al espacio público no es sólo el estrechamiento de lo político, acarreado por la "invasión" y la hegemonía económica de lo privado, sino la fragilidadque introduce la fragmentación de los horizontes culturales y de los lenguajes en que se expresan sus conflictos y demandas. En el cruce de esos dos movimientos se produce "la desaparición del nexo simbólico, la falta de un dispositivo capaz de constituir alteridad e identidad relativa; en el lenguaje institucional se hablará, en un caso, de fracaso de la integración y, en el otro, de derrumbe del Estado" 40 . El resultado es la acentuación del carácter abstracto y desencarnado de la relación social, abstracción alimentada y potenciada por la acción de los medios masivos. Frente al "viejo" militante, que se definía por sus convicciones, el telespectador es una abstracción, un porcentaje de una estadística. Y a esa abstracción se dirige un discurso político que lo que busca ya no son adhesiones vibrantes sino puntos en la estadística de posibles votantes. En la medida en que la muchedumbre imprevisible, que antes se reunía en la plaza y conformaba una "colectividad de pertenencia", es sustituida por la individualización de los televidentes en la desagregada experiencia de la casa, la atomización y la uniformizadón de lospúblurjs trastorna

1

J. Keane, "Structural Transformado!! of the Public Sphere", en The Comunication Review, N " I (San Diego, California: 1995). F. Cruces, Perplejidades comunes al agente político y al investigador social (México: s. ci, 1995). Mimeo. 4

' M . Auge, Hacia una antropología de los mundos contemporáneos (Barcelona: Gedisa, 1995), p. 88.

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no sólo el sentido del discurso político sino Asentido social: "el conjunto de las relaciones simbolizadas (admitidas y reconocidas) entre los hombres" 41 . Sintomáticamente, las adhesiones y vibraciones se desplazan ahora hacia dos espacios precisos de manifestación: las sectas y la televerdad es decir, los fundamentalismos religiosos, nacionalistas, xenófobos, y la morbosa exhibición de la singularidad individual y de la intimidad que losreality show espectacularizan haciéndonos visibles las interrogaciones y recomposiciones simbólicas que atraviesan el colectivo cotidiano. L o que las ciencias sociales no pueden ignorar hoy es que los nuevos modos de simbolización y ritualización del lazo social se hallan cada día más entrelazados a las redes comunicadonales y a los flujos informadonales. El estallido de las fronteras espaciales y temporales que ellos introducen en el campo cultural des-localizan los saberes y des-legitiman susmodernas fronteras entre razón e imaginación, entre saber e información, naturaleza y artificio, ciencia y arte, saber experto y experiencia profana. Ello modifica el estatuto tanto epistemológico como institucional de las condiciones de saber y de lasfiguras de razón —que constituyen para Lyotard el fondo de la marejada que llama postmodernidad, lo que ella tiene de verdadero cambio de época— y las conecta con las nuevas formas de sentir y las nuevas figuras de la socialidad4". Estos desplazamientos y esas conexiones empezaron a hacerse institudonalmente visibles en los movimientos del 68, de París a Berkeley pasando por Ciudad de M é 41 4

Ib ídem, p. 109.

~ Sobre esa conexión, es significativo que el subtitulo dei libro-eje del debate que introduce J.F. Lyotard, La condición postmoderna ( M a d r i d : Cátedra, 1984), sea "Informe sobre el saber"; véase asimismo M . í\lafftso]i,LÍI tiempo de las tribus. El declive del individualismo en la sociedad de masas ( Barcelona: Icaria. 1990).

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xico. Entre lo que dicen losgrajfitti —"hay que explorar sistemáticamente el azar", "la ortografía es una mandarina", "la poesía está en la calle", "la inteligencia camina más pero el corazón va más lejos'42— y lo que cantan los Beatles —necesidad de liberar los sentidos, de explorar ci sentir, de hacer estallar el sentido—, entre la revuelta de los estudiantes y la confusión de los profesores y en la revoltura que esos años producen entre libros, sonidos e imágenes, emerge un descentramiento cultural que cuestiona de manera radical el carácter monolíticamente transmisible del conocimiento, revaloriza lasprácticas y las experiencias y alumbra un saber mosaico hecho de objetos móviles, fronteras difusas, intertextualidades ybricolages. Pues si ya no se escribe ni se lee como antes es porque tampoco se puede ver ni representar como antes. Y ello no es reducible Ahecho tecnológico —ni tan "ilustradamente" satanizable— pues "es toda la axiología de los lugares y las funciones de las prácticas culturales de memoria, saber, imaginario y creación la que hoy conoce una seria reestructuración", la que produce una visualidad electrónica que ha entrado a formar parte constitutiva de la visibilidad cultural, esa que es a la vez entorno tecnológico y nuevo imaginario "capaz de hablar culturalmente, y no sólo de manipular tecnológicamente, de abrir nuevos espacios y tiempos para una nueva era de lo sensible"44. Una era en que los científicos duros, por su parte, empiezan a hablar dtpensamiento visual: en el cruce de ambos dispositivos —economía discursiva y operatividad lógica— señalados por Foucault4-'' para indicar el nacimiento de lasnuevas ciencias, biología, economía,

J. Cortázar recoge esosgraffitti en "Noticias del mes de mayo", enCasa de las Américas-Diez Años (La Habana: Casa de las Américas, 1970), p. 246 ss. 44 A. Renaud, Videocultiiras fin de siglo {Madrid: Cátedra, 1990), p. 17. M . Foucault, Ees mots et les dioses (París: Gallimard, 1966), p. 262 ss.

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lingüística, se sitúa la nueva discursividad constitutiva de la visibilidad y la identidad logtconumérica de la imagen. Pues estamos ante la emergencia de "otra figura de la razón"4'', que resitúa la imagen en una nueva configuración sociotécmca —el computador no es uninstrumento con el que se producen objetos, sino un nuevo tipo detecnicidad que posibilita procesar informaciones, cuya materia prima son abstracciones y símbolos, inaugurando una aleación de cerebro e información que sustituye a la del cuerpo con la máquina— y que rehace las relaciones entre el orden de lo discursivo (la lógica) y de lo visible (la forma), esto es, de la intelegibilidad y la sensibilidad. Virilio denomina "logística visual" 4 ' a la remoción que las imágenes informáticas hacen de los límites tradicionalmente asignados a la discursividad y la visibilidad, lo que dota a la imagen dt legibilidad, haciéndola pasar del estatuto de obstáculo epistémico al de mediación discursiva de la fluidez (flujo) de la información y del poder virtual de lo mental. Por su parte, desde las ciencias sociales se rescata la imagen como lugar de una estratégica batalla cultural: ¿cómo pueden entenderse la conquista, la colonización y la independencia del Nuevo Mundo por fuera de la guerra de imágenes que todos esos procesos movilizaron?, se pregunta Serge Gruzinski 4 *. ¿Cómo pueden comprenderse las estrategias del dominador o las tácticas de resistencia de los pueblos indígenas desde Cortés hasta la guerrilla zapatista sin hacer la historia que nos lleva de la ima-

46 A. Renaud, "L image: de 1' economie intormationelle á la pensée visuelle", (snRcseaux, N" 74 (París: 1995), p. 14 ss. Para una aproximación a la perspectiva, véase (i. Chartron (director), Pour une nouvelle economie du savoir (Pa-

rís: Presses Universitaires de Rennes, 1994). 4/

P Virilio, La máquina de visión (Madrid: Cátedra, 1989), p. 81. S. Gruzinski, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Runner (Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1994). 4X

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5° gen didáctica franciscana al barroco de la imagen milagrosa, y de ambas al manierismo heroico de la imaginería libertadora, al didactismo barroco del muralismo y a la imaginería electrónica de la telenovela? ¿Cómo penetrar en las oscilaciones y alquimias de las identidades sin auscultar la mezcla de imágenes e imaginarios desde los que los pueblos vencidos plasmaron sus memorias, reinventaron sus tradiciones y se dieron una historia propia: Recorriendo la historia mexicana, Gruzinski responde a esas preguntas, señalando momentos y dispositivos que desbordan las peculiaridades mexicanas e iluminan los escenarios latinoamericanos en que se libra la batalla cultural. Como el que se sitúa entre la desconfianza y el ascetismo de los franciscanos, cuyo didactismo trata de conjurar el uso mágico y fetichista que el pueblo tendía a hacer de las imágenes, y la explotación que los jesuítas hacen de las potencias visionarias y las capacidades taumatúrgicas de la imagen... milagrosa: ésa en la que se produce el ejemplo más denso y espléndido de la guerra de ciframientos y resignificaciones de que está hecha la historia profunda de estos países. Abiertos a la novedad del mundo americano, los jesuítas no le temen a la hibridación cultural —que aterraba a los franciscanos— y no sólo permiten sino que alientan las experiencias visionarias, las conexiones de la imagen con el sueño y el milagro, la irrupción de lo sobrenatural en lo surreal humano. Pero los indígenas, por su parte, aprovechan la experiencia de simulación que contenía la imagen barroca para insertarla en un relato otro, hecho de combinaciones y usos que desvían y pervierten, desde dentro, la lectura que imponía el relato de la Iglesia. El sincretismo de simulación/subversión cultural que contiene la imagen milagrosa de la Virgen Guadalupana ha sido espléndidamente descifrado por O. Paz y R. Bartra. Pero ia guerra de imágenes que pasa por ese icono no queda sólo entre la aparecida del Tepeyac, la

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diosa de Tonantzin y la Malinche, sino que continúa produciéndose hoy en las hibridaciones iconográficas de un mito que reabsorbe el lenguaje de las historietas impresas y televisivas, fundiendo a la Guadalupana con el hada madrina de Walt Disney, la H d d i japonesa, el mito de la Mujer Maravilla y hasta el de Marilyn Monroe, cuyo rostro aparece en el cuadro que de la Virgen de Guadalupe expuso el pintor Rolando de la Rosa en el Museo de Arte Moderno de México (1987) . Blasfemia que en cierto modo empata con la que paradójicamente subyace al lugar que la Guadalupana conserva en la Constitución de 1873, que consagra su día como fiesta patria y al mismo tiempo establece la más radical separación entre Iglesia y Estado. O como en el barroco popular que del siglo XVIII al XIX despliega "un pensamiento plástico frente al que las élites sólo tendrán indiferencia, silencio o desprecio". Y que es el de los santuarios rurales de Tepalcingo y lónantzintla, el del muralismo que de Orozco y Rivera a Siqueiros resignifica en un discurso revolucionario y socialista el didactismo de los misioneros franciscanos y el barroquismo visionario de los jesuítas, fundiendo discurso ideológico e impulso utópico, y el de la recuperación de los imaginarios populares en las imaginerías electrónicas de Televisa, en las cuales el cruce de arcaísmos y modernidades que hacen su éxito no es comprensible sino desde los nexos que enlazan las sensibilidades a un orden visual social tn que las tradiciones se desvían pero no se abandonan, anticipando en las transformaciones visuales experiencias que aún no tienen discurso ni concepto. El actual desorden postmoderno del imaginario —deconstrucciones, simulacros, descontextualizadones, eclecticismos—

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'' M . Zires, "Cuando Heidi, Walt Disney y Marylin Monroe hablan pol-

la Virgen tic Guadalupe", en Versión, N" 4 (México: 1992),

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remite al dispositivo barroco (o neobarroco, diría Calabrese ), "cuyos nexos con la imagen religiosa anunciaban el cuerpo electrónico unido a sus prótesis tecnológicas, walkmans, videocaseteras, computadoras"' 1 . Más allá de la postmoderna muerte de los grandes relatos, a lo (¡ue la nueva condición del saber social remite es al fin de los relatos heroicos que posibilitaban la autoconciencia iluminista del progreso material y moral inevitables, y su sustitución por relatos irónicos, en los que se conjugue la reflexividad epistemológica con la imaginación ética, y ambas con ci espíritu de juego que relativiza nuestras seguridades al inscribirlas en los juegos dellenguaje. Habitar/pensar la ciudad virtual La ciudad ya no es sólo un "espacio ocupado" o construido sino también unespacio comunicacional que conecta entre sí sus diversos territorios y los conecta con el mundo. Hay una estrecha simetría entre la expansión/estallido de la ciudad y ci crecimiento/densificación de los medios y las redes electrónicas. Si las nuevas condiciones de vida en la ciudad exigen la reinvención de lazos sociales y culturales, "son las redes audiovisuales las que efectúan, desde su propia lógica, una nueva diagramación de los espacios e intercambios urbanos"'". Fin la ciudad diseminada e inabarcable sólo el medio posibilita una

O. Calabrese caracteriza la postmodernidad como I'.a era neobarroca (Madrid: Cátedra, 1989). '' S. Gruzniski,';/). cit.. p. 214, — N. García Canclini, "Culturas de la ciudad de México: símbolos colectivos v usos del espacio urbano", en E l consumo cultural en México (México: Conaculta, 1991 1, p. 49.

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experiencia-simulacro de la ciudad global: es en la televisión donde la cámara del helicóptero nos permite acceder a una imagen de la densidad del tráfico en las avenidas o de la vastedad y desolación de los barrios de invasión, es en la televisión o en la radio donde cotidianamente conectamos con lo que en la ciudad "que vivimos" sucede y nos implica por más lejos que de ello estemos: de la masacre del Palacio de Justicia al contagio de sida en el banco de sangre de una clínica, del accidente de tráfico que tapona la vía por la que debo llegar a mi trabajo a los avalares de la política que hacen caer los valores en la bolsa. En la ciudad de flujos comunicativos cuentan más los procesos que las cosas, la ubicuidad y la instantaneidad de la información o de la decisión vía teléfono celular o fax desde el computador personal, la facilidad y la rapidez de los pagos o la adquisición de dinero por tarjetas. La imbricación entre televisión e informática produce una alianza de velocidades audiovisuales e informacionales, de innovaciones tecnológicas y hábitos de consumo: "Un aire de familia vincula la variedad de las pantallas que reúnen nuestras experiencias laborales, hogareñas y lúdicas" 53 , atravesando y reconfigurando las experiencias de la calle y hasta las relaciones con nuestro cuerpo, un cuerpo sostenido cada vez menos en su anatomía y más en sus extensiones o prótesis tecnomediáticas, pues la ciudad informatizada no necesita cuerpos reunidos sino interconectados. Ahora bien, lo que constituye la fuerza y la eficacia de X^ciudad virtual, lo que entreteje los flujos informáticos y las imágenes televisivas, no es el poder de las tecnologías en sí mismas, sino su capacidad de acelerar —amplificar y profundizar— tendencias estructurales C. Ferrer, "Tóenla sagmata o ei veneno en la red", en Nueva Sociedad, N' : 14(1 (Caracas: s. d., 1995), p. 155.

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les de nuestra sociedad. Como afirma F. Colombo, "hay un evidente desnivel de vitalidad entre ei territorio real y el propuesto por los mass media. Las posibilidades de desequilibrios no derivan del exceso de vitalidad de los media; antes bien, provienen de la débil, contusa y estancada relación entre los ciudadanos del territorio real" i4 . Es el desequilibrio urbano generado por un tipo de urbanización irracional el que de alguna forma es compensado por la eficacia comunicacional de las redes electrónicas, pues en unas ciudades cada día más extensas y desarticuladas, y en las que las instituciones políticas "progresivamente separadas del tejido social de referencia se reducen a ser sujetos del evento espectacular lo mismo que otros"'', la radio y la televisión acaban siendo el dispositivo de comunicación capaz de ofrecer formas de contrarrestar el aislamiento de las poblaciones marginadas estableciendo vínculos culturales comunes a la mayoría de la población; lo que en Colombia se ha visto reforzado en los últimos años por una especial complicidad entre medios y miedos. Tanto el atractivo como la incidencia de la televisión sobre la vida cotidiana tiene menos que ver con lo que en ella pasa que con lo que compele a las gentes a resguardarse en el espacio hogareño. Como escribí en otra parte, en buena medida "si la televisión atrae es porque la calle expulsa; es de los miedos que viven los medios"' 6 . Miedos que provienen secretamente de la pérdida del sentido de pertenencia en unas ciudades en las que la racionalidad formal v comercial ha ido acabando con el paisaje en que se apoyaba la memoria colectiva, en las que al normalizar las conductas, tanto

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F Colombo, Rabia v televisión ( Barcelona: ( J. (iih, 1 983 I, p. 47. G. Richeri, op. cit., p. 144. ]. Martín Barbero, "La ciudad: entre medios y miedos", en Imágenes ] ¡•flexiones de la cultura en Colombia ( Bogotá: Colcultura, 1 990 ), "

Experiencia audiovisual y desorden cultural 55 como los edificios, se erosionan las identidades y esa erosión acaba robándonos el piso cultural, arrojándonos al vacío. Miedos, en fin, que provienen de un orden construido sobre la incertidumbre y la desconfianza que nos produce el otro, cualquier otro —étnico, social, sexual— que se nos acerca en la calle y es compulsivamente percibido como amenaza. Al crecimiento de la inseguridad, la ciudad virtual responde expandiendo el anonimato que posibilita Ano-lugar: ese espacio en que los individuos son liberados de toda carga de identidad interpeladora y son exigidos únicamente a través de la interacción con informaciones o textos. Es lo que vive el comprador en el supermercado o el pasajero en el aeropuerto, donde el texto informativo o publicitario lo va guiando de una punta a la otra sin necesidad de intercambiar una palabra durante horas. Comparando las prácticas de comunicación en los supermercados con las de las plazas populares de mercado constatamos hace ya veinte años esa sustitución de la interacción comunicativa por la textualidad informativa: Vender o comprar en la plaza de mercado es enredarse en una relación que exige hablar. Donde mientras el hombre vende, la mujer a su lado amamanta al hijo, y si el comprador le deja, le contará lo malo que fue el último parto. Es una comunicación que arranca de la expresividad del espacio —junto al calendario de la mujer desnuda, una imagen de la virgen del Carmen se codea con la del campeón de boxeo y una cruz de madera pintada en purpurina sostiene una mata de sábila-, a través de la cual ci vendedor nos habla de su vada, y llega hasta ci regateo, que es posibilidad y exigencia de diálogo. En contraste, usted puede hacer todas sus compras en el supermercado sin hablar con nadie, sin ser interpelado por nadie, sin salir del narcisismo especular que lo

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56 lleva de unos objetos a otros, de unas "marcas" a otras. En ci supermercado sólo hay la información que le transmite el empaque o la publicidad5'. Y lo mismo sucede en las autopistas. Mientras las "viejas" carreteras atravesaban las poblaciones convirtiéndose en calles, contagiando al viajero dei "aire del lugar", de sus colores y sus ritmos, la autopista, bordeando los centros urbanos, sólo se asoma a ellos a través de los textos de las vallas que "hablan" de los productos del lugar y de sus sitios de interés. No puede entonces resultar extraño que las nuevas formas de habitar la ciudad del anonimato, especialmente por las generaciones que han nacido con esa ciudad, sea insertando en la homogenización inevitable (del vestido, de la comida, de la vivienda) una pulsión profunda de diferenciación que se expresa en las tribus5*: esas grupalidadcs nuevas cuya ligazón no proviene ni de un territorio fijo ni de un consenso racional y duradero sino de la edad y del género, de los repertorios estéticos y los gustos sexuales, de los estilos de vida y las exclusiones sociales. Paneros, plásticos, tragúelos, guabalosos, desechables, gómelos, ñeros, son algunas denominaciones que señalan la emergencia de nuevas y diferentes grupalidadcs jóvenes en Cali y Bogotá' 9 . Basadas en implicaciones emocionales y en lo-

'' J. Martín Barbero, "Prácticas de comunicación en la cultura popular", en M . Simpson (coord.), Comunicación alternativa y cambio social en . Xménea Latina (México: UNAM, 1981), p. 244. Además del libro de M . Mattesoli va citado, véase: J. Pérez Lornero y otros, Tribus urbanas( Barcelona: Gedisa, 1996). A. I Jlloa, Culturas juveniles, consumo musical e identidades sociales (Cali: ünivalle, 1995, mimeo) v G. M u ñ o z , E l rock en las culturas juveniles urbanas (Boa-ota: 1995).

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calizaciones nómadas, esas tribus se entrelazan en redes ecológicas u orientalistas, sicariales o marginales que amalgaman referentes locales a símbolos vestimentarios o lingüísticos desterritorializados, en un replanteamiento de las fronteras de lo nadonal no desde fuera, en la figura de la invasión, sino desde adentro: en la lenta erosión que saca a flote la arbitraria artificiosidad de unas demarcaciones que han ido perdiendo capacidad de hzctrnossentirjuntos. Es lo que nos descubren a lo largo de América Latina las investigaciones sobre las tribus de la noche en Buenos Aires, sobre los chavos-banda en Guadalajara o sobre las bandas juveniles de las comunas nororientales de Medellín 60 . Enfrentando la masificada diseminación de sus anonimatos, y fuertemente conectada a las redes de la cultura-mundo del audiovisual, la heterogeneidad de las tribus urbanas nos descubre la radicalidad de las transformaciones que atraviesa Anosotros, la profunda reconfiguración de la socialidad. Esa reconfiguración encuentra su más decisivo escenario en la formadón de unnuevosensorium: frente a la dispersión y la imagen múltiple que, según W. Benjamín, conectaban "las modificaciones del aparato perceptivo del transeúnte en el tráfico de la gran urbe" 61 del tiempo de Baudelaire con la experiencia del espectador de cine, los dispositivos que ahora conectan la estructura comunicativa de la televisión con las claves que ordenan la nueva ciudad son otros: la fragmentación y el flujo. Mientras el cine catalizaba la "experiencia de la multitud", pues era en multi-

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M . Margulis v otros, Ea cultura de la noche (Buenos Aires; F.spasa,

1994); R. Reguillo, En la calle otra vez (Guadalajara: Iteso, 1991 ); A. Salazar, No nacimospa 'semilla: la cultura de las bandas juveniles de Medellín (Bogotá: Cmep, 1990). 61 W. Benjamín, op. cit., p. 47 ss.

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tud que los ciudadanos ejercían su derecho a la ciudad, lo que ahora cataliza la televisión es, por el contrario, la "experiencia doméstica" y domesticada, pues es "desde la casa" que la gente ejerce cotidianamente hoy su participación en la ciudad. Hablamos dt fragmentación para referirnos no a la forma del relato televisivo sino a la des-agregación social, la atomización que la privatización de la experiencia televisiva consagra. Constituida en el centro de las rutinas que ritman lo cotidiano, en dispositivo de aseguramiento de la identidad individual y en terminal del videotexto, la video compra, el correo electrónico y la teleconferenda 6 -, la llave televisión/computador convierte el espacio doméstico en el territorio virtual por excelencia: aquel en que más hondamente se reconfiguran las relaciones de lo privado y lo público, esto es, la superposición entre ambos espacios y el emborronamiento de fronteras. Lo público gira hoy en torno a lo privado no sólo en el plano económico sino en el político y el cultural. Y, recíprocamente,«Zar en casa ya no significa ausentarse del mundo: "La televisión es hoy día la representación más aproximada del demiurgo platónico; y la fascinación que ejerce sobre los seres humanos no tiene que ver únicamente con la información o con el entretenimiento: la oferta televisiva principal es el mundo, ei teleadicto es un cosmopolita"6 . Lo que identifica la escena pública con lo que "pasa en" la televisión no son únicamente las inseguridades y violencias de la calle; hoy son los medios masivos, y en modo decisivo la televisión, el equivalen-

''" R. Silverston, "De la sociología de la televisión a la sociología de la jiantalla", en lelos, N " 22 ( Madrid: 1990); I F Vezzetti, "LI sujeto psicológico en el universo massmediático", en Punto de Vista, N " 47 (Buenos .-Vires: 1993); A, Novaes (coord.l, Rede imaginaría: televisan e democracia (Sao Paulo: Compañía das Letras, 1991). J. V,e\\exervC\., Cosmopolitas domésticos [ Barcelona: Anagrama, 1995 ), p. 81,

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te del antiguo agora: A escenario por antonomasia de la cosa pública. Cada día en forma más explícita la política, tanto la que se hace en el congreso como la que se hace en los ministerios, en los mítines y las protestas callejeras y hasta en los atentados terroristas, se hace de cara a las cámaras, i

concursos o conciertos. Más allá de la aparente democratización que introduce la tecnología, la metáfora dtlzappar ilumina doblemente la escena social. Pues es con pedazos, restos y desechos que buena parte de la población arma los cambuches en que habita, teje el rebusque con que sobrevive y mezcla los saberes con que enfrenta la opacidad urbana. Y hay también una cierta y eficaz travesía que liga los modos nómadas de habitar la ciudad —cid emigrante al que toca seguir indefinidamente emigrando dentro de la ciudad a medida que se van urbanizando las invasiones y valorizándose los terrenos, hasta la banda juvenil que periódicamente desplaza sus lugares de encuentro— con los modos de ver desde los que el televidente explora y atraviesa el palimsesto de los géneros y los discursos, y con la transversalidad tecnológica que hoy permite enlazar en ei terminal informático el trabajo y el ocio, la información y la compra, la investigación y el juego. Los retos que plantean los nuevos modos de sentir v de habitar encuentran su más cruda expresión en la híbrida modernidad de los jóvenes, tanto en la que emerge de sus rituales de violencia como en la propia de sus modos de estar juntos o sus estéticas visuales y sonoras. La legitimación de la mirada intelectual sobre la multiculturalidad de ese mundo se abre lento paso desde unas ciencias sociales que, en la conservadora Colombia, han tenido la osadía de mirar desde ahí las híbridas violencias de su modernidad: El marginado que habita en los grandes centros urbanos, v que en algunas ciudades ha asumido la figura del sicario, no es sólo la expresiÓHi del atraso, la pobreza o ci desempleo, la ausencia del Estado y de una cultura que hunde sus raíces en la religión católica ven la violencia política. También es ci reflejo, acaso de manera más protuberante, del hedonismo y ci consumo, de

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la cultura de la imagen y la drogadicción, en una palabra, de la colonización del mundo de la vida por la modernidad66. Pero donde esa perspectiva hallará mayor densidad será en la reflexión de intelectuales y escritores que, al no estar atrapados en las demarcaciones disciplinarias, perciben mejor la hondura de la iniilticulturalidad que viven los jóvenes: En nuestras barriadas populares urbanas tenemos carnadas enteras de jóvenes cuyas cabezas dan cabida a la magia y a la hechicería, a las culpas cristianas y a su intolerancia piadosa, lo mismo que a utópicos sueños de igualdad y libertad, indiscutibles y legítimos, así como a sensaciones de vacío, ausencia de ideologías totalizadoras, fragmentación de la vida y tiranía de la imagen fugaz y el sonido musical como lenguaje único de fondo . La pista que señala ese lenguaje de fondo es la complicidad, la profunda compenetración entre la oralidad que perdura como experiencia cultural primaria y la oralidadsecundaria que tejen y organizan las gramáticas tecnoperceptivas de la visualidad electrónica del video, el computador, el eme, la televisión. Pensar los procesos y los medios de comunicación en América Latina se ha vuelto una tarea de envergadura antropológica ya que lo que ahí está enjuego son hondas transformaciones en la cultura cotidiana de las mayo6 F Giraldo y FF F López, "La metamorfosis de la modernidad", enC'olombia: el despertar de la modernidad (Bogotá: Foro, 1991), p. 260.

' F Cruz Kronflv, "El intelectual en la nueva Babel colombiana", en La sombrilla planetaria (Bogotá: Planeta, 1994), p. 60. ' ,s El concepto ha sido elaborado por W. O n g en (oralidad y escritura: tecnologías de la palabra (México: Fondo de Cultura Económica, 1987), p. 130 ss.

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rías, y especialmente de los jóvenes, que se están apropiando de la modernidad sin dejar su cultura ora/''1''. Las nuevas generaciones saben leer, pero su lectura está atravesada por la pluralidad de textos y escrituras que hoy circulan, de ahí que la complicidad entre oralidad y visualidad no remita al analfabetismo sino a "la persistencia de estratos profundos de la memoria y la mentalidad colectiva sacados a la superficie por las bruscas alteraciones del tejido tradicional que la propia aceleración modernizadora compiorta"'. De tales alteraciones está hecha la vida de una generación "cuyos sujetos culturales se constituyen, más que a partir de figuras, estilos y prácticas de añejas tradiciones que definen la cultura', a partir de la conexión—desconexión (juego de interfaz) con los aparatos"' , una generación que ha aprendido a hablar inglés en programas de televisión captados por antena parabólica más que en la escuela y que se siente más a gusto escribiendo en el computador que en el papel. Frente a la distancia y la prevención con que gran parte de los adultos resienten y resisten esa nueva cultura — que vuelve obsoletos muchos de sus saberes y a la que responsabilizan de la crisis de los valores intelectuales y hasta morales—, los jóvenes experimentan una empatia que no es sólo facilidad para relacionarse con el idioma de los aparatos audiovisuales e informáticos, sinocomplicidadexpresiva con sus relatos e imágenes, sonoridades, fragmentaciones y velocidades. Frente a la memoria larga, pero también a la rigidez

Véase a ese propósito A. Ford, "Culturas orales, culturas electrónicas, culturas narrativas", en Navegaciones. Comunicación, cultura y crisis (Buenos Aires: Amorrortu, 1994), pp. 29-42, '" Ci. Marramao, "Metapolítica: más allá de los esquemas binarios", en Razón, ética y política (Barcelona: Antliropos, 1988), p. 60. S. Ramírez v S. Muñoz, Trayectos del consumo (Cali: Universidad del Vil le, 1996), p. 60.

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de las identidades tradicionales, los jóvenes parecen dotados de una plasticidad'neuronal'" que se traduce en una una camaleónica capacidad de adaptación a los más diversos contextos y una elasticidad cultural que les permite hibridar y convivir ingredientes de universos culturales muy diversos. La mejor expresión de las hibridaciones de que está hecho el sensorium latinoamericano de los jóvenes de hoy quizás sea el rock en español: valga como ejemplo la experiencia colombiana. Ligado inicialmente, de comienzos a mediados de los ochenta, a un claro sentimiento pacifista —grupos como Génesis o Banda Nueva—, el rock pasa en los últimos años a decir la cruda experiencia urbana de las pandillas juveniles en los barrios de clase media-baja en Medellín y media-alta en Bogotá, convirtiéndose en vehículo de una conciencia dura de la descomposición del país, de la presencia cotidiana de la muerte en las calles, de la sin salida laboral, de la exasperación de la agresividad y lo macabro. Desde la estridencia sonora dtlheavy metal —preferido por los grupos de rock de los adolescentes sicarios— hasta los nombres de los grupos — Féretro, La Pestilencia, Kraken—, pasando por la escenografía temo de los conciertos, de la discoteca alucinante al concierto barrial, en el rock se hibridan los sones y los ruidos de nuestras ciudades con las sonoridades y los ritmos de las músicas indígenas y negras, y las estéticas de lo desechable con las frágiles utopías que surgen de la desazón moral y el vértigo audiovisual.

'" A. Píscitelh, "Del péndulo a la máquina virtual", en S. Bleicmar (comp.), Temporalidad, determinación, azar: lo reversible y lo irreversible (Buenos Aires: Paidós, 1994).

Del plano a la esfera: libros e hipertextos1

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1. V oy a referirme, en primer lugar, a los cambios en la dimensión temporal, no sólo en la percepción del tiempo sino en las nuevas cualidades que marcan la experiencia temporal en la vida cotidiana, en el aprendizaje y en la relación con los massmedia. La velocidad modifica los ritmos y la sintaxis del escenario cultural desde fines de los ochenta: zapping clip, videojuegos, procesadores de datos, comunicación por fax, banca y correo electrónico. H a cambiado el sentido del tiempo. Esta transformación define el siglo XX y dentro de su campo de posibilidades puede pensarse el ingreso en el nuevo milenio. Lo instantáneo, lo inmediato, el acortamiento de la espera: hace sólo diez años, frente a una computadora, cualquiera se asombraba de la rapidez con que la máquina respondía a los pedidos del usuario. Hoy ninguna computadora

Con ci título E l libro: de la hoguera a la celebración, algunos fragmentos de esta ponencia tueron publicados en ei suplemento cultural del diario La Nación, de Buenos Aires, en abril de I 997. También se retoman ideas presentadas prelimmarmente en La Voz del Interior, de Córdoba, en abril de 1997. La primera versión de esta ponencia fue enriquecida a partir de la discusión que tuvo lugar en el Coloquio sobre "Teorías de la cultura y estudios de comunicación en América Latina", realizado en agosto de 1997 en Bogotá, especialmente lo sugerido en las intervenciones de Jesús Martín Barbero, Carlos Rincón, Arcadio Díaz Quiñones, Fabio López v H a n s Gumbrecht.

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parece suficientemente veloz; una lectora de CD-ROM tenía doble velocidad hace dos años, cuatro hace unos meses, ocho o diez velocidades en los modelos de las últimas semanas. Esas velocidades se nos imponen como necesarias porque el software que utilizamos, cambiándolo más veces de las indispensables, a su vez requiere máquinas siempre más potentes y rápidas. Cualquiera de nosotros enciende hoy su computadora y mantiene abiertos, :d mismo tiempo, un programa de procesamiento de datos, una enciclopedia, un diccionario o varios, una base de datos. Cuatro programas que deben funcionar al mismo tiempo y por los que queremos desplazarnos sin dilaciones. Los chicos de capas medias se sientan frente a su primera computadora a los tres o cuatro años; a esa edad adquieren una destreza física en el desplazamiento sobre superficies virtuales; aprenden a combinar varios tipos de movimientos en un solo golpe de teclas y se entrenan en una temporalidad acelerada que exige decisiones al instante. Esa es la destreza de los videojuegos, una especie de práctica deportiva para el manejo del mouse, de la coordinación motriz y casual y de la experimentación en escenarios virtuales. Maestras y maestros se desesperan por adiestrarse en una tecnología en la que los alumnos parecen más dotados. Reciben a diario mensajes contradictorios de las autoridades educativas y de los padres: por un lado, se les exige que aprendan las destrezas de una nueva alfabetización cibernética; por otro, se los sigue entrenando de manera tradicional. El malentendido puede llegar a ser gigantesco cuando tanto los padres ansiosos de futuro como las instituciones cometen la equivocación de pensar que las destrezas cibernéticas no necesitan de las destrezas previas de la lectura y la escritura. H a cambiado nuestra relación material, visual e intelectual con las computadoras. Hace diez años, la primera computadora de una

Del plano a la esfera: libros e l/ipertex/os 6-

casa era rodeada por la veneración que merecía un nuevo tótem; se la trataba con dulzura. En pocos años, a la computadora se la encara como a la heladera o el televisor. En la sintaxis de objetos familiares, ocupa su lugar sin la vibración nerviosa de lo desconocido. Recuerdo el asombro, en 1987, en la oficina de un instituto de investigación norteamericano, cuando una secretaria escaneó las hojas de un artículo que yo acababa de escribir en mi máquina tradicional; las páginas aparecían en la pantalla al mismo tiempo oue eran recorridas por el escáner. La secretaria tuvo que tranquilizarme sobre lo que estaba sucediendo, y me dijo: "Escomo si fuera una fotocopia, pero, en lugar de usar papel, se copia en la memoria de la computadora". La explicación fue más enigmática que el proceso del que yo estaba siendo testigo. La sorpresa provinciana de entonces es una sensación tan lejana como los recuerdos de infancia. Ya no soy la que miraba ese primer escáner de mi vida. L o que esa secretaria estaba tratando de enseñarme era que, con las computadoras, mis palabras habían perdido materialidad, ya no eran algo adherido por la tinta a la página de papel, sino indicaciones magnéticas que podían reproducirse independientemente de su soporte. Yo me encontraba recibiendo mi primera lección en imágenes y signos virtuales. Precisamente, sobre ese tema (la informatización de lo social y las nuevas tecnologías), hace unos quince años, Lyotard organizó en el Centro Pompidou de París una exposición titulada Fos inmateriales. Fue una puesta en escena gigantesca de sus tesis sobre la postmodernidad, sintetizadas en un catálogo magnífico. Se podrían evocar muchas de sus páginas, pero una me parece especialmente significativa: la fotografía de la fotocopia de un pedazo de queso. El epígrafe nos explica que sobre el cristal de una fotocopiadora se pueden apoyar los objetos más diversos para tomar su reproduc-

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don plana. Estejuego de espejos, en el que la impresión gráfica de una fotografía reproducía la fotocopia de un objeto, da la clave de una época. No se trata de un simulacro, sino de una línea de reproducciones donde una imagen genera otra imagen que genera otra imagen potendalmente hasta ci infinito. El objeto fotocopiado se desvanecía en su volumen y en su materia convirtiéndose en el fantasma virtual que podía seguir engendrando miles de copias y de transformaciones. Ese es el costado barroco dei nuevo milenio. Como en una iglesia del siglo XVII, no quedan espacios vacíos. El mundo es hipersemiótico en la medida en que hay más signos de cosas, más signos de signos. Hace treinta años, Abraham Moles, teórico del kitsch, hacía el inventario de unlivingroom de capas medias. Figuraban allí un televisor, una radio, un tocadiscos, un teléfono, una máquina fotográfica, un proyector de diapositivas. Hoy, el mismo inventario probablemente excluiría el proyector de diapositivas, pero incluiría telecomandos, videocasetera y videograbadora que, a diferencia de la fotografía, registran tiempo y no sólo imagen. Y el televisor podrá estar conectado al cable por el que se recibirán no menos de treinta canales y, probablemente, juegos electrónicos. Es posible que el teléfono incluya contestador y fax. La computadora, que no figura en el inventario de 1960, ofrece la posibilidad de unirse a la red planetaria de palabras que se ha convertido en una segunda atmósfera de la tierra. De nuevo, ci tiempo aparece como dato diferencial: pormodem, nos comunicamos en "tiempo real" v es posible pasarse recetas de cocina mientras uno mismo está cocinando. El tiempo es la nueva cualidad de esta sintaxis de objetos de fin de siglo. El control remoto, ci fax, ei modem, producen otra textura de tiempo, desconocida hace dos décadas. No se trata sólo de la

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emergencia de más imágenes sino de la velocidad con que ellas se siguen unas a otras, se reflejan y se atrepellan. El tiempo es más fluido. Esta cualidad de fluidez temporal, junto a la aceleración y la virtualidad, están definiendo nuevos protocolos de lectura y nuevas estrategias de escritura.

2. M e ocuparé ahora de viejos protocolos de lectura y de su trans formación; de la lectura plana a la lectura esférica, para decirlo con una imagen sintética. Leer un libro, comprar un libro, conseguir un libro, hojear un libro, prestar un libro, guardar un libro, escribir un libro, corregir un libro, anotar un libro, publicar un libro, venderlo. Cualquiera sabe lo que estas frases quieren decir y, sin embargo, precisamente ahora su significado ha comenzado a cambiar. Es probable que, en el próximo siglo, ninguna de estas frases sencillas tenga del todo el sentido que le damos hasta hoy. Algunas razones son muy evidentes. Cambian lo que se llama "hábitos de consumo" cuando el veinticinco por ciento de los libros de mayor venta se adquieren en las góndolas de los supermercados, las cadenas de librerías dominan el negocio en los shoppings, unas pocas editoriales monopolizan casi el ochenta por ciento de las ventas, mientras las fotocopias son para muchos jóvenes la única presencia fantasmal del libro. Estos son rasgos repetidos en casi todo Occidente. Se trata de un proceso que podría seguirse en las transformaciones de la frase "leer un libro". En efecto, el libro enfrenta una competencia que no llega (como se pensó) del lado de la pantalla de televisión sino de otras pantallas. Lo que puede transformar al libro es una tecnología nueva: el hipertexto. Hasta hace muy pocos años, el libro seguía siendo un

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objeto tecnológico único por su practicidad, su trasmisibilidad y la facilidad de su uso. Hoy ya no está solo. El hipertexto, que cualquier usuario de una enciclopedia en CD-ROM ha comenzado a explorar, implica un cambio tecnológico cuyo despliegue va a ser ei tema de las próximas décadas. Para decirlo de manera breve: el hipertexto es un texto (novela, poema, ensayo, escritura de cualquier especie, escritura con imágenes fijas o móviles, escritura con sonido) al que se puede entrar desde cualquier punto. Si el libro, tal como lo conocemos, puede representarse con la figura geométrica de una línea en un plano, el hipertexto es una esfera, "cuyo centro está en tocias partes y su circunferencia en ninguna". Esta esfera es al mismo tiempo compacta (miles y miles y miles de palabras caben en ella) y porosa, en la medida en que está virtualmente atravesada por cientos de caminos que pueden conducir a un lector de una palabra a otra, de una imagen a una palabra, de un trozo de escritura a otro trozo de escritura. La página, tal como ci libro nos acostumbró a la idea de página, ya no existe en el hipertexto, que es sólo un conjunto dev pantallas, no ordenadas por sucesión fija, a las que podemos acceder v articular de diferentes modos, siguiendo nexos de asociación, de jerarquía, de secuencia, de tema o de capricho. El libro fue una invención revolucionaria de la mejor tecnología para trasmitir escritos e imágenes. Esa tecnología, que se mantuvo en la vanguardia durante siglos, que contribuyó a fundar la esfera pública moderna y que se ubica en el origen de vastos procesos de democratización y distribución cultural, se encuentra a punto de ser sucedida por otra. Id libro pertenece a la era de la mecánica (de tipos móviles impresos con prensas, con rodillos, con planchas sobre papel); el hipertexto, en cambio, surge en la era déla electrónica y de la virtualidad (los tipos no son materiales, no pue-

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-s don de la poética1. La poética, convencionalmente, se ocupa de los órdenes del discurso, y no de los ensamblajes sociales y técnicos-. Quiero decir que hasta hace unos diez años, cuando se hablaba de la poética (en el sentido de una disciplina intelectual), se trataba de una conversación sobre la literatura (asignatura académica) y la teoría literaria (rama especializada de esa área). En cuanto al discurso, éste podía entenderse, desde luego, como un objeto de estudio que se relacionaba estrechamente con las prácticas materiales (el caso paradigmático eran los trabajos de Michel Foucault: por ejemplo, sobre las sociedades disciplinarias cuyo modelo era la cárcel). Pero, en ese caso, el discurso dejaba de ser objeto de la poética. Lo cual era indicio de la relación difícil y tensa entre el estudio de la literatura y las ciencias sociales, esa relación asimétrica entre estas disciplinas, que varía según la historia intelectual de cada lugar. Porque el estudio de la literatura se consideraba el lugar privilegiado de las ciencias humanas: vale decir, que la crítica literaria tenía una relación determinada con la estratificación social. A partir del final de la década de los sesenta y a lo largo de la de los setenta, las ciencias sociales le hacen competencia epistemológica a la crítica literaria. Después —en términos muy redondos porque sólo se pretende situar provisoriamente esta conversación en que estamos imbricados aquí— comienza a manejarse la noción de la cultura como un campo que abarca —al menos idealmente— todas las prácticas, sin exclusión. Es decir, no sólo las de los sectores ilustrados sino las de los grupos étnicos, las de las clases dominadas; no

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En I lacia una [mélica radical: ensayos de hermenéutica cultural, presento una reflexión sobre los usos de la poética en los estudios culturales. (Véase la introducción \ el primer capítulo), ~ Véase, por ejemplo, T. Fodorov, Poétique (París: Seuil, 1968).

Poética, cosmología y modelos de la cultura en la época de los medios electrónicos

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De las relaciones tensas entre la literatura y las ciencias sociales rbsta ponencia surge de una inquietud frente a la situación actual de los estudios culturales como prácticas de investigación y de enseñanza. Esta inquietud tiene que ver con que, al parecer, o se tiende a acomodar los estudios culturales a un modelo literario o, por el contrario, se excluye a la literatura y el modelo vienen a ser los medios masivos. Pero ninguna opción es satisfactoria. ¿Por qué se produce esta disyuntiva? La discusión que sigue se ofrece, sobre todo, a manera de una reflexión —y experimento— sobre el método. Y la pregunta a la que quisiera llegar es la siguiente: ¿cuál es el lugar de la actividad artística, específicamente la literaria, en la comprensión del campo cultural en el que uno vive, tratándose de la época de los medios electrónicos y la cosmología cuántica? ¿Qué sucede, en esta situación, con el material específico de la literatura, el lenguaje? Y ¿bajo qué condiciones puede servir una obra literaria a manera de sonda exploratoria que permita una comprensión holística del campo cultural de la segunda mitad del siglo xx? Es decir, ¿qué procedimientos de lectura nos estarían disponibles? Para acercarnos a estas interrogantes, nos puede servar una discusión, forzozamente breve, de la idea del campo cultural y la no-

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mente, frente a la obsolescencia atribuida a las destrezas adquiridas en ci pasado (entre ellas las de lectura y escritura), surge una sensación de crisis de instrumentos. Se ha roto nuestra temporalidad cultural. Entre la aceleración cid tiempo y la vocación memorialista hay, entonces, coincidencias. Precisamente, la aceleración produce ci vacío de pasado que las operaciones de la memoria intentan compensar. El 2000 se abre sobre esta contradicción entre un tiempo acelerado que impide ci transcurrir del presente, y una memoria que busca dar solidez a ese presente fulminante que desaparece comiéndose a sí mismo. Recurrimos a las imágenes de un pasado que son, cada vez más, imágenes de lo más reciente. Para sintetizar, cultura de la velocidad y de la nostalgia, olvido y aniversarios. Por eso la moda, que capta bien el aire de la época, cultiva, con igual entusiasmo, el estilo retro y la persecución de la novedad. La primera década del nuevo milenio, si las cosas siguen este curso, será de años en que la memoria correrá sobre una cinta aceitada. Algo parece contradictorio: trabajar para que las cosas y las imágenes envejezcan y, a la vez, trabajar para conservarlas como signos de identidad en un mundo unificado por Internet y los satélites donde, como paradoja siniestra, los nacionalismos se vuelven cada vez. más particularistas y las culturas establecen cada vez con más fuerza su diferencia, remitiéndose a pasados tan construidos como las imágenes de nuestro presente. Del otro lado, pero también muy cerca, viven los millones de pobres para quienes la computadora y el correo electrónico, la virtualidad y ci hipertexto son tan irreales como los decorados de un telefilm.

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virtiéndose en la matriz de una sintaxis más internacional, menos rígida, menos articulada, pero precisa y eficiente. Es probable que ese cambio en las escrituras utilitarias llegue también a la escritura literaria. Por supuesto, ya existen cuentos y novelas hipertextuales. Aún son ensayos ingenuos de las posibilidades de recombinación infinita de las unidades textuales. Todavía no presentan otro interés que ci tecnológico. Pero esto es sólo ci comienzo.

3. Para terminar, quisiera examinar algunas consecuencias de las hipótesis presentadas. En particular, lo que ellas pueden dejar prever acerca de los procesos de recuerdo y memoria social que, durante siglos, estuvieron vinculados a la palabra escrita y al libro, por lo menos en Occidente. La aceleración que afecta la duración de las imágenes y los discursos afecta también la memoria, el recuerdo. Nunca como ahora la memoria fue un tema tan espectacularmente social. Y no se trata sólo de la memoria de crímenes cometidos por las dictaduras, donde el recuerdo social mantiene el deseo de justicia. Se trata también de la recuperación de memorias culturales, la construcción de identidades perdidas o imaginadas, la narración de versiones y lecturas del pasado. Ei presente, amenazado por el desgaste de la aceleración, se convierte, mientras transcurre, en materia de la memoria. El presente aparece como un instante en nesgo, un instante destinado íntegro a ser devorado por ci futuro: ante el desarrollo tecnológico emerge ci nuevo gran relato de la superación absoluta del presente, consumido en las promesas de ruptura tecnológica. Se tiende a pensar que la digitalizadón informativa ya ha superado la información trasmitida por la cultura de la letra. Se tiende a pensar esas dos modalidades de manera opuesta v desintegrada. Natural-

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bre su masa de fragmentos, somos expertos en lectura profunda que, paradójicamente, reconocemos la futilidad de una pretensión metafísica de profundidad. Pistas actividades cultivadas que llevamos a cabo con los textos, siempre fueron diferentes de las actividades generalmente realizadas por el público lector, aunque algo del orden de las operaciones y de la intensidad de la experiencia sentaba las bases de un terreno común entre prácticas de lectura intelectuales y no intelectuales. Enfrentémoslo de una vez. El terreno común se ha erosionado. En la videoesfera, la lectura es en extremo necesaria pero se está desarrollando según estilos diferentes. La intensidad se reserva a otros discursos (contó A Uve rock, supremamente intenso en sus rituales de consumo). La lectura en ci ciberespado privilegia la velocidad y la habilidad para derivar de una superficie a otra. Antes caminábamos sobre nuestros textos; en los próximos años, nos deslizaremos sobre ellos, surfeando sus planos fractales. Quizás vivamos los últimos años de la literatura tal como se la conoció hasta ahora. Las novelas y las películas pueden estar condenadas a desaparecer en el continuum de la vadeoesfera. No digo que cosas narradas no sigan exhibiéndose en los cines o en la televisión, sino que los films, tal como los inventó el siglo XX, pueden haber llegado a su fin, excepto para un puñado de productores y una minoría de público. Podría suceder que, en el futuro, el hipertexto no sea sólo un modo cómodo de manejar notas al pie o diferentes niveles de información, sino un patrón nuevo de la sintaxis que, durante siglos, la literatura ha moldeado y cambiado. Si las cartas personales, ese género de tan larga duración en la historia, cambiaron al menos dos veces de manera radical en el último siglo, no es para nada arriesgado pensar que con el teléfono y con el fax, el hipertexto está con-

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73 sólo como memoria del pasado (imperfecta, como toda memoria, pero, sin duda, la más abarcadura que hemos conocido nunca), sino como invento imbatible en su sencillez. El libro es un objeto funcional de diseño perfecto. Sólo una visión lineal del progreso puede pensar que el libro entra en su etapa final cuando la escritura electrónica está en sus inicios. Fui un hipotético mundo de computadoras, si el libro no existiera, habría que trabajar para inventarlo. De todos modos, aunque el libro persista, el hipertexto rodea por entero al planeta. No está sólo en nuestros disquetes y CD-ROM, no es sólo un programa de escritura que nos permite hacer nuestros propios nexos hipertextuales, sino que, bajo la forma de Internet, es una masa gigantesca de palabras e imágenes a las que se accede desde cualquier computadora hogareña. Internet es hipertexto al alcance de todo el mundo. Y cualquiera que haya navegado conoce esa sensación de potencia infinita, y de pérdida absoluta de la orientación, de multiplicidad democrática y de charlatanería ociosa que produce una hora dentro de la red. Llegamos así a un cambio de protocolos de lectura que me parece denso y espectacular. Leer, ese acto simple que, pese a los problemas socioeconómicos de la alfabetización, damos por sentado, debe ser revisado por completo. La lectura pasa por un proceso de mutación. Quizás seamos los últimos lectores tradicionales. La lectura es una actividad costosa, en cuanto a las habilidades y al tiempo que requiere. El desciframiento de la superficie escrita exige una atención intensa y concentrada por un lapso relativamente largo. Muramos ei texto y miramos¿/(f«/,ro del texto. Practicamos observaciones intensivas y extensivas de la materia escrita, nos quedamos en A texto y con el texto. Aun cuando profesemos la metafísica negativa que nos enseña que ya no hay profundidad que deba alcanzarse hundiéndose en lo escrito, ni totalidad que deba reconstruirse so-

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a la historia de la educación; fue la escuela la que formó públicos que luego compraron libros y periódicos en el mercado. Esta historia está atravesada hoy por una quebradura que no se supera sólo con tecnología, sino con una renovación cultural de los instrumentos que la escuela proporciona y generaliza. La escuela, que pudo responder al desafío democrático e integrador, hoy enfrenta una tarea doble: acentuar el proceso de distribución cultural a través de las destrezas básicas de la lectura y la escritura y, al mismo tiempo, imaginar una nueva pedagogía que se haga cargo de la innovación tecnológica. Cualquier solución al nudo de cuestiones presentes debe partir de la distribución amplia y eficaz del instrumento básico de la lectura y la escritura: no hay mundo digital que haya superado, hasta hoy, la centraliciad de estas destrezas. El libro es un objeto clásico, ingenioso en su simplicidad material y relativamente sencillo de producir. Creo que ci libro sigue siendo ci mejor dispositivo para leer textos largos: se leen mejor en la página impresa que en la pantalla de cualquier computadora. Si se trata de velocidad, creo que un libro se hojea más rápidamente que un texto en pantalla, si el recorrido tiene un sentido recto de comienzo a fin, o de fin a comienzo o por secciones. Y lo digo porque quizás mi entrenamiento en la lectura de libros se encuentre en ci origen de la rapidez con que los manejo, aunque también debo decir que mi entrenamiento en la lectura de pantallas es respetable, como sucede con la mayor parte de quienes trabajan con computadoras y se han acostumbrado a ellas como uno se acostumbra a andar en bicicleta, sin ansiedad ni superstición. Incluso en un escenario de ciencia ficción donde cada uno esté sentado frente a su computadora y reciba por modem todos los libros digitalizados del mundo, incluso en esa utopía optimista para las próximas décadas, el libro, tal como lo conocemos, sobrevive no

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den ser vistos hasta que no son convocados a la pantalla, su organización no es secuendal ni fija, no tienen comienzo absoluto ni final absoluto). El libro es un plano como ei papel en el que se imprime; el hipertexto es una bola gigantesca que, en su versión desaforada, forma ese anillo virtual del planeta Tierra conocido como Internet. Ese cambio en la geometría (del plano real, material, a la esfera virtual) es justamente lo que está sucediendo ante nuestros ojos hoy. Pero escribo "nuestros ojos" y no puedo dejar de preguntarme ¿ante los ojos de quién? ¿De quién son los ojos que leen el hipertexto? Leer un libro fue, desde los comienzos, una tarea complicada. El desciframiento de los signos alfabéticos no es sino la precondición que permite aprender una serie de destrezas bastante refinadas, incluso para lo que podríamos considerar las lecturas más triviales. Desplazarse por un hipertexto no sólo es distinto (aun cuando presupone el manejo de esas destrezas anteriores), sino más complicado aún. Ion primer lugar, porque la tecnología del hipertexto exige máquinas que el libro no necesita: una computadora lo bastante rápida como para que los desplazamientos no sean penosos. Además, se necesitan cartas de navegación que permitan saber qué se busca. Sin ellas, los desplazamientos en el hipertexto son mucho más azarosos y menos productivos que los desplazamientos por un libro, tal como los que conocemos hoy. Sin esas cartas de navegación, el navegante hipertextual está embarcado en una nave de locos que va por todos lados a ninguna parte. L o digo precisamente en polémica con quienes piensan, con optimismo tecnológico y ceguera sociológica, que el hipertexto sencillamente nos hará más libres, más autónomos de los caminos determinados por un autor, más creativos. Es posible que esto suceda. Pero no será probable sin lectores capaces de mantener una relación fluida con lo escrito (en papel o en el espado virtual de la pantalla). La historia del libro está unida

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sólo la producción del arte y la literatura, sino la de la artesanía y de los medios como la radio y la televisión. El gran punto fue —y sigue siéndolo para una buena cantidad de personas— el estudio de la cultura popular y de lo que empezaba a llamarse lo subalterno. Desde luego, no se trata de un proceso lineal. Algunos estudiosos —como Ravmond Williams, por ejemplo— ya habían dado, dos décadas antes', a finales de los años cincuenta, ese paso hacia la cultura entendida como campo holístico, Y se puede decir que, en alguna medida, esa propuesta ya estaba en los escritos de Gramsci. Con Williams, en particular, se asocia el término estudios culturales, que luego, en los años noventa, devendría —entre otras cosas— piedra de toque para hablar de la relación entre la literatura y otras disciplinas. Y aquí debo parar. Porque estoy muy lejos de querer hacer un mapa. ¿Por qué? ¿No es cierto que existe hoy una buena cantidad de mapas que pretenden representar el estado actual de tal o cual rama de las ciencias humanísticas? Precisamente por eso: actualmente, los mapas tienden a competir entre sí, en la búsqueda de la autoridad, dentro de una nueva mercantilización del conocimiento. El problema —el que me impide seguir delineando "el estado actual de las cosas"— es que, en cierta medida, los términos de debate actuales se supeditan a una búsqueda de legitimidad, que va acompañada por el ocultamiento de las formas de control del conocimiento que están implicados —me refiero a determinados efectos del mercado y de las instituciones públicas y privadas—, Pero no es de ellos que quiero hablar. Hasta ahora, sólo he querido limpiar un poco el terreno, para acceder a un campo de discusión y no de modelaciones. En 1986, se publicó en Pistados Unidos ' Culture and Society (Fondón: Chatto and Windus, 1958)

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un volumen de ensayos escritos por etnógrafos, que sitúan la poética en el quehacer etnográfico: se titula Escribirla cultura: la poética y política de la etnografía1' y el compilador fue James Clifford. La preocupación central de los ensayos se relaciona con el aspecto discursivo de la etnografía: es decir, se trata de una práctica escrituaria. Vamos a considerar algunos de sus argumentos. Circulan por el libro varias definiciones de poética. Tal vez la más empírica sea que consiste en la "táctica de la escritura" (p. 232), en el sentido de una actitud reflexiva hacia la narración etnográfica y sus diferentes formas de autoridad y legitimidad. Uno de los obstáculos que impide —según Clifford— pensar el quehacer etnográfico de este modo sería la insistencia en modelar visualmente la cultura, es decir, en un objeto que se organiza visualmente 5 : Una vez que ya no se pretende prefigurar visualmente las culturas [...] resulta posible pensar en una poética cultural que consisten en un juego [inlerplay] de voces, de enunciaciones situadas. Una vez que se dispone de un paradigma discursivo y va no visual, se desplazan las metáforas dominantes de la etnografía desde la mirada que observa hacia ei habla y el gesto expresivos. La "voz" del autor permea y sitúa el análisis, se renuncia a la retórica distanciadora. Pasemos a examinar algunas consecuencias prácticas de esas propuestas. Se trata de incluir en la escritura etnográfica las instancias * James Chfíord, Writing Culture: the Poetas and Politics of Ethnography (Berkeley: University of California Press, 1984), Nótese lo anacrónico de esta aseveración: hoy día la imagen moldea la cultura --es la principal tuerza moldeante-. Flan cambiado las relaciones entre lo visual v lo discursivo.

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de su producción: eso lo llama Clifford la "ininterrumpida [ongoing] poesis [sic] cultural" (p. 16). El argumento desemboca, por ejemplo, en que "el etnógrafo va no goza de derechos de rescate incuestionables: de esa autoridad que [...] se asocia con el que trae a una forma textual legible las prácticas orales que 'están desapareciendo'" (pp. 16-17). Ed folclorista, por así decirlo, pierde su prestigio. Insistimos en que no se propulsa un marco teórico —los marcos hoy día, se convierten en modelos— sino una discusión (discutir, de la raíz latinadiscutere = quebrar, sacudir/ó Dice Clifford: reconocer las dimensiones poéticas de la etnografía no requiere que uno sacrifique la relación precisa de los hechos en nombre del supuesto libre juego de la poesía. "La poesía" no se limita al subjetivismo romántico o modernista: es capaz de ser histórica, precisa, objetiva [p. 26 J. Vamos a considerar, a manera de experimento, qué sucede si uno yuxtapone, a estas afirmaciones de Clifford, un párrafo d t f . a novia mecánica de Marshall McLuhan (1951)'. Se puede argumentar, dice McLuhan, que la sincopación en la música moderna equivale a la técnica simbolista de obtener una cobertura [coverage es el término periodístico que utiliza McLuhan] cósmica mediante la omisión de 1

J. Corommas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana ( Madrid: Credos, 1 961 ), p. 2 I 1. No estaría de mas una investigación histórica y analítica del campo semántico conformado por los siguientes términos: marco, modelo, molde, impronta, matriz. ' M . M c L u h a n , The Mechanical Bride: folklore of Industrial Man (New York: Vanguard IVess, 1951 ).

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las conexiones sintácticas | como en la primera página de un periódico]. L.s, desde luego, en ci sentido literal en griego de la palabra símbolo -ci aproximar dos cosas que no estaban conectadas. El acercamiento abrupto de imágenes, sonidos, ritmos y hechos es omnipresente en ei poema, sintonía, baile y periódico modernos | pp. 86-87 |. Una de las conclusiones que podrían sacarse —me parece— sería que la idea que tiene Clifford de la poesía moderna resulta bastante inadecuada y anacrónica. No incluye la poética de Mallarmé o la de Pound, que con sus usos del collage y del montaje de enunciaciones e imágenes sobrepasa los límites de la poesía romántica. F'.n los países latinoamericanos el equivalente sería la poética de la vanguardia (Huidobro, Vallejo, Neníela, etcétera). Si sustituimos la definición de poesía que maneja Clifford con la propuesta de McLuhan, entonces tenemos que el método de yuxtaposiciones rápidas y complejas —que McLuhan asocia con Mallarmé, Joyce y Picasso (pp. 3, 4, 75)— colocaría a la literatura y la etnografía en el mismo plano epistemológico; y eso es, al parecer, lo que Clifford no quiere, debido a lo que es, para él, ci estatuto dudoso de la literatura; por eso insiste en que su libro está lejos de "afirmar que la etnografía es 'sólo literatura"'(p. 26). Allí, otra vez, surge esa relación tensa entre literatura v ciencias sociales a la que ya aludimos. La cita de McLuhan pertenece a un ensayo suyo sobre AWurIttzer (la rocola); la incluimos ahora como anticipo de lo que viene luego. Continuemos, por ci momento, con los planteamientos de Clifford. Dice: "Caspoesis —y la política— culturales consisten en la reconstitución constante de las identidades propias y ajenass meF.l original dice "of selvis and others"

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diante exclusiones, convenciones y prácticas discursivas específicas" (p. 24). Es notable, me parece, ci énfasis ético de su discurso y la concomitante pobreza estética —asimetría que, habría que decir, está bastante lejos de las prácticas de Joyce, por ejemplo, o de Raúl Zurita, para mencionar a un poeta actual—. Esa situación responde, al menos en parte, a la historia de las mentalidades en Estados Lbiidos y en especial a la sobre-valoración dei discurso de la culpabilidad, pero no hay tiempo para dilucidar ese tema. No obstante, se encuentran admoniciones útiles en este libro , como la siguiente: "La sociedad no es un texto que se comunica con el lector adiestrado. La sociedad consiste en personas que hablan" (p. 155). De acuerdo. Pero ¿no habría que preguntar también sobre ci ordenamiento visual de esta sociedad? Visual ya no en el sentido newtoniano de la óptica"1 (que es ei sentido que da Clifford a la visualidad) 1 ', sino en ci sentido de los medios electrónicos del siglo XX. Con esto ya estamos rozando el problema de los modelos de la cultura. Más puntualmente, en el caso de Clifford, estamos frente a una propuesta aparentemente nueva, pero que lleva implícitos ciertos elementos de un modelo de la cultura preelectrónico. l T na propuesta postmoderna que lleva adentro un paradigma (científico) que acabó a fines del siglo XIX con ci surgimiento de la teoría de la luz como ondas/partículas, vinculada al descubrimiento (para mencionar un hecho puntual) del electrón en 1897.

One es menos nuevo de lo que parecería: habría que mencionar como precursora, por ejemplo, a la etnometodología. " Contra ei que -asumido como modelo de la cultura por los escritores de entonces— lucho \ \ illiam Blake, precisamente en los comienzos de la época de la tecnología industrial, 1

' Y no sillo éi: su actitud es típica de cierta crítica literaria tradicional.

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M ¿Qué importancia tendría esto? Lo importante, señala William Burroughs, son "las líneas de asociación" establecidas en las personas ": en el efecto modelante de ellas están los modelos de la cultura. Se da ci caso, por ejemplo, de debates académicos sobre la teoría de la cultura, en los que los patrones de asociación, aunque no la terminología (muy al día, por supuesto), son todavía positivistas. El ensayo de McLuhan citado coloca arte, medios y ciencia en el mismo plano: "Ya no existen perspectivas remotas y fáciles [...], todo está en primera plana. Este hecho se subraya tanto en la física, como en el jazz, los periódicos y el psicoanálisis modernos" (p. 87). Es decir, McLuhan trata a la cultura como campo de información, en la que cualquier práctica es afectada por las demás. Y propone un método: si Maquiavelo inauguró la época moderna, fue porque divorcia la técnica de la finalidad social. Desde entonces el Estado pudo desarrollarse según las leyes de la mecánica y "la política del poder". El "¡estado como obra de arle" se unifica según las leyes del poder como fin en sí. Hoy día tenemos la posibilidad de criticar ci Estado como obra de arte, v son las artes las que muchas veces suministran las herramientas de análisis [p. 87] ' 3 .

" William Burroughs,Electronic Revoludón (Alemania: Fxpanded Media Fditions / Bresche Pubhkationen ), pp. 1 1, 23. Damos aquí ci texto en inglés: "Machiavelh stands at the gate ot the modern age, divorcmg technique from social purpose. I hencetorth the state was tree to develop in accordance with the laws ot mechanics and 'jiower politics'. The 'state as a work ot art' becomes unihed in accordance with the laws ot power for the sake ot power. lodav u e are ni a position to criticize the state as a work ot art, and the arts can otten provide us with the tools ot analysis tor that ¡oh", M c L u h a n presenta esta línea de reflexión en la "Introducción", p. VI.

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¿Por qué es infrecuente, hoy día, este tipo de lectura? Surgen varias hipótesis: —Porque la noción de autonomía de la literatura impide las lecturas que sitúan los textos literarios en relación coextensiva con los ordenamientos sociales. La lectura sociológica de la literatura no remedia el problema, lo invierte simplemente. Además, aquella noción puede histonzarse en América Latina para constatar que las condiciones que señala Bourdieu, por ejemplo, no se cumplen . —Porque en la enseñanza de la literatura en las instituciones educacionales y en los modelos de lectura promovidos por los medios el plano del contenido se divorcia del plano de la expresión. —Porque en las ciencias sociales siguen operando, en alguna medida, modelos positivistas. —Porque el problema de la relación entre discurso y materialidad lo agudiza la desmaterialización electrónica de la realidad. De la literatura y los medios electrónicos Néstor García Canclini ha investigado la respuesta de escritores y artistas latinoamericanos frente a los cambios producidos en el campo cultural por las tecnologías de la imagen que marcan el siglo XX. Señala que Borges, por ejemplo, "fue sensible desde sus primeros años, que también eran los primeros de la industria cultural, a las matrices narrativas y las tácticas de reelaboradón semántica del cine" 1 '.

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Véase Josefina Ludmer, y la obra de Borges de los años cuarenta (por ejemplo, "Pierre Menard, autor dei Quijote"). 1 ' Néstor García Canclini, Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad (México: Grijalbo, 1990), p. 104. Fxiste un ensayo de Borges,

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Luego, (>arcía Canclini pasa a considerar el impacto de los medios electrónicos sobre la recepción de la literatura —sobre "la red de lecturas que se hacen de un escritor"— y sugiere que la actitud de Borges no es la del rechazo (que sería la opción por ci modernismo sin la modernización), sino la de la aceptación irónica, la "ironía con humor": según Borges, "mejor que indignarse por la irrespetuosa demolición que les inflige fa sociedad de masas', es asumir, mediante este trabajo escéptico, las imposibles autonomía y originalidad de la literatura" (p. 106). Ahora, lo interesante, a nuestro parecer, estaría en que si ei cine puede asumirse como una nueva tecnología de la imagen, capaz de transformar las técnicas de composición literaria, el caso de los medios propiamente electrónicos no se considera simétrico: ci tópico de discusión ya no es la incidencia en las técnicas escriturarias de las nuevas mediaciones, sino el impacto de la masificadón industrial sobre "el mercado simbólico" en que ahora está obligada a participar la literatura. Por esto "la autonomía de la literatura" resulta problemática, bis decir, en ei momento en que se trata de los medios electrónicos, la lectura de Carda Canclini deviene una lectura sociológica. Al pasar dt matrices narrativas al mercado de bienes simbólicos, nos hallamos ante un desfase: entre los recursos artísticos formales y la adecuación mercadológica, entre la forma de expresión del texto y la circulación del libro. Cuando se trata de la literatura, tiende a debatirse el asunto de los medios electrónicos no en cuanto a sus efectos sobre la forma de expresión sino en su dimensión de transformación del mercado de bienes culturales. Y de por mecho están

intitulado "Films" y publicado en Discusión, que continua las aseveraciones deGarcía Canclini. ( Debo esta aclaración a lerna von der W'alde)

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determinados modelos de la cultura, determinadas maneras de componer ci campo cultural: vamos a intentar dilucidar cuáles son. Lo interesante de Borges, frente a la crisis de la idea de la autonomía de la literatura, está en lo que García Canclini llama la "voluntad continua de experimentar", la decisión de manejar el campo cultural como "un laboratorio" (p. 107)"'. ¿Cuáles serían, en ese caso, las maneras de navegar la cultura que se dramatizan en los mismos textos de Borges? Navegar en el sentido de desplazarse por el espacio-tiempo sin tener en las manos un mapa completo. El cuento "Ei Aleph" nos puede permitir una entrada en el tema. Este cuento emplea dos personajes: un escritor que se llama Carlos Argentino Dañen y otro llamado "Borges". Los encuentros entre ambos ocurren dentro de escenarios que mediatizan el choque entre lo tradicional y lo moderno: la vaeja ciudad decimonónica y las nuevas construcciones; el paisaje urbano estable y los cambios rápidos de las imágenes publicitarias. La vieja casa de Daneri se ha de tumbar para dar espacio a la modernización urbana. Dentro de la construcción antigua hay, en el sótano, un Aleph: un espacio singular en el que se puede ver, en un mismo punto, la totalidad del universo, sin que las imágenes se oculten entre sí. Dejemos de lado la gran cantidad de posibles referencias literarias y consideremos las diferentes maneras de percibir este espacio. Disponemos, en primer lugar, de la de Carlos Argentino, tiste escritor está componiendo un poema épico, que busca ser una especie de mapa del mundo. Con este fin, utiliza ci Aleph como fuente de imágenes del mundo, reduciendo la simultaneidad a se-

'' Pero nótese que García Canclini todavía presupone que lo que está en luego son "recorridos habituales", '"lo sabido" vs. la "innovación": es decir, masiticacion vs. invención.

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cuencias lineales. La escritura que practica requiere, además, el establecimiento de planos diferenciados, categorías y un tiempo que marcha lentamente. "Borges", por el contrario, se deja llevar por las infinitas simultaneidades. Temáticamente, lo que tenemos sería: el escritor del siglo XIX que quiere escribir un poema épico estilo Andrés Bello, que busca cumplir con los ideales del estado-nación y la autonomía de la literatura; y el escritor del siglo XX que siente lo inadecuado del lenguaje heredado frente a la simultaneidad o rapidez de las imágenes. En el plano existendal, las aceleraciones dolorosas del cambio y los nuevos placeres de la simultaneidad. En el plano de la cosmología, ei orden de la física clásica y el desorden de la del sigloXX. Y en el plano de las instituciones, el estado-nación sostenido por la burocracia y el desborde de éste por los medios electrónicos. L o último nos enfrenta con otro desfase. La década de los años cuarenta en Argentina, que puede presuponerse el marco temporal de los hechos narrados, lejos de caracterizarse por el desborde del Estado por los medios elecrónicos, se acerca más bien a lo contrario, es decir, a su consolidación. ¿Sería que Borges estaba haciendo ciencia ficción política? 1 '. Aquí se hace necesario introducir otro factor: la lectura y sus transformaciones históricas. El texto escenifica dos procedimientos de lectura diferentes: uno decimonónico y otro de la segunda mitad del siglo XX. El primero procura alinear sintácticamente las continuidades imaginarias (en este caso, las de la patria); en el segundo, el alineamiento sucesivo se desborda por la gran disponibilidad de imágenes visuales. Consideremos esa parte del texto en que "Borges" está mirando el Aleph: "Todo lenguaje es un alfabeDebo a Beatriz Sarlo la pregunta v la aclaración que la precede.

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to de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca?" (p. 166). Se da una serie de disyunciones o disimetrías. Primera disimetría: entre la memoria narrable, como en el teatro de memoria clásica donde los objetos se dejan recorrer en una caminata, y la memoria electrónica del siglo XX18. Segunda disimetría: entre el orden sucesivo y la simultaneidad. "Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es" (p. 167). Tercera disimetría: entre las imágenes apropiadas a la literatura y las que están disponibles en el imaginario. "Vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino" (p. 169). Habría que asociar a Beatriz, la amada muerta de "Borges", con la Beatriz literaria, configuración del deseo que mueve la escritura/lectura y el cosmos. Consideremos otro ejemplo: un lector de E l amor en los tiempos del cólera, al leer las escenas de enamoramiento a lo antiguo, puede encontrarse inundado por una cantidad de imágenes fílmicas y televisivas "mapropiadas", desfasadas 19 . Mi propuesta es que el segundo procedimiento de lectura, el del siglo XX (indicado por la disimetría entre lo sucesivo de la letra y lo simultáneo de las imágenes), posee las características del espacio compuesto por los medios electrónicos. ¿Cómo, si no hay en el cuento de Borges ni simetría con la historia política argentina ni 18

Si, según la teoría einsteiniana de la relatividad, la simultaneidad depende de la velocidad de la información, entonces la sustitución de la mediación mecánica jior la electrónica podría suponer la base de los efectos de simultaneidad del siglo XX. Véase Werner Heisenberg, Physics and Philnsophy (Londres: H a r mondsworth and Penguin, 1990), pp. 104, 115. 19

Debo a Carlos Rincón este ejemplo.

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ciencia ficción política? Sugerimos que Borges en sus cuentos de los años cuarenta responde a cambios emergentes en el campo cultural. Estos cambios se relacionan con ei salto cualitativo que desatan las necesidades logísticas de la Segunda Guerra Mundial en los campos de la matemática y la electrónica, cambios que suministran las bases de la informática actual"". Estos cambios tecnológicos están en desfase con ci nacionalismo político argentino de los mismos años, pero no sólo con el argentino... Mucho depende de si uno lee la literatura como sonda de lo emergente o como reflejo de lo ya constatado por otras disciplinas. La primera modalidad de lectura involucra todas las formas del saber; en ci caso citado, especialmente la tecnología y la matemática. "Borges" reflexiona: "ei problema central es irresoluble: la enumeración, siquiera parcial, de un conjunto infinito" (p. 167). ¿Qué diferencia habría entre una lectura de esta enunciación desde la matemática y otra desde "la teoría literaria"? Sugerimos que, leída desde la matemática, la frase convierte en porosa la frontera entre la literatura y la ciencia moderna; y que la otra lectura tendería a encerrarla en un campo literario restrictivo' 1 . Volvamos a considerar, brevemente, cómo se relacionan los diversos procedimientos de lectura y la historia de las instituciones. Otro relato de Borges, "Funes ci memorioso", nos puede servir. El personaje no puede olvidarse de nada, hace un registro total de la realidad, y se desplaza entre dos mundos: 1 880 y la postguerra del siglo XX. Esa capacidad de registrar todo, sin reducción alguna, connota un deseo museológico y al mismo tiempo desestabiliza y

Kn cuanto a la matemática, me refiero a la labor de Alan llirmg, ' Véase, como ejemplo, John Sturrock, Paper Tígers: the Ideal Eictions of Jorge I.uis Borges (Oxford: Oxford I áliversitv Press, 1977).

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desborda cualquier ordenamiento museológico"-. Funes practica una especie de scannmg sin selección, sólo concebible desde las posibilidades de la información ordenada electrónicamente; como dice Burroughs, "lo que usted percibe y almacena en forma de memoria mientras camina por una calle, en realidad es ci resultado de un scanning que lo sustrae de una selección mucho más amplia de datos que luego se borra de la memoria" (p. 36). Pero si examinamos las lecturas del cuento de Borges, practicadas por algunas corrientes de la crítica, encontramos lecturas que restablecen los bordes que el mundo mental de Funes parecería rebasar, por ejemplo, tratando el texto como una reflexión "sobre ia teoría literaria"" . Allí entra la institución que moldea la enseñanza actual de la literatura. L o interesante está en que la crítica que se acerca a Borges desde los estudios culturales incluya ei supuesto de que no puede haber una literatura compatible con el mundo del ordenamiento electrónico de las imágenes. Otra vez tenemos ese destase, del que hablé anteriormente. Es decir, en este caso, entre las ideas de lo literario y las nociones del ordenamiento del campo social. Pero es más, si los procedimientos de la lectura implican modelos de la cultura, entonces haría falta analizar ei caso más detenidamente. Existiría una disyunción entre dos modelos de la cultura: entre ci que se despliega dentro de la lectura literaria y ei que se utiliza para hablar del ordenamiento de la información en la sociedad actual. Aquí acaso sea necesaria una aclaración: no estamos utilizando ci concepto de desfase con una valoración negativa ( =110 estar al ~~ Ver (cus Andermann, "Total Recall: lexts and Corpses, the M u s e u m ot Argentmian Narrative", Journal of Latín American Cultural Studies, 6, 1 ( 190 / ), pp. 21-32. "' Beatriz Sarlo, Jorge Luis Borges: A Writer on the Edge ( I .ondon: Verso, 1993), p. t i .

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día), sino como herramienta analítica del campo temporal-espacial. De ese modo, el concepto desfase, que incluye el de la disimetría, permite espacializar, con una lectura horizontal, las rupturas en la temporalizadón vertical historiográfica"4. En resumen, cabe decir que ambos cuentos ofrecen una lectura del estado-nación, de sus monumentos, sus representaciones épicas, sus instituciones que estabilizan la memoria, la lectura y la lengua. Se trata de una lectura desde otro lugar. Y ese otro lugar no consiste en una representación alternativa sino en una caotizadón, un campo holístico de imágenes. El caos constituye el campo de lo emergente, la discontinuidad permite nuevas simultaneidades: en ia ciencia, con la teoría de la relatividad; en el arte, con el cubismo"'. ¿Y el efecto de lo emergente sobre el ordenamiento decimonónico de la realidad? Le abre huecos, hace visible sus discontinuidades, le crea intersticios. Es decir, ofrece un procedimiento de análisis, de análisis cultural, que hace visibles a las modelaciones y mediaciones culturales. De la cosmología y del lenguaje También la cosmología incide en los modelos que se manejan de la cultura. La idea de la geometría en "Funes el memorioso" pertenece más a la teoría de la relatividad que a la física clásica"6. Más am4

I lenry Adams extiende a la historia ei concepto matemático de tase en ei ensayo " T h e Rule ot Phase Applied to 1 listón", ercl / lenry Adams Rccuier (New York: Doubleday, 1958), pp. 365-392. "' M c L u h a n , pp. 3-4. "'' "tona circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo I Funes I con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una

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pliamente, la noción misma de campo (cultural, literario, intelectual) tiene que ver, entre otras cosas, con la teoría del campo electromagnético de (entre otros) J. J. Thomson, descubridor, hace exactamente cien años, del electrón. El campo electromagnético consiste en fuerzas interactuantes y su borde es sumamente poroso, no así la noción de campo manejado por Pierre Bourdieu, que no problematiza el corte que da al campo su autonomía" ó Es pertinente, en este contexto, la obra del escritor y artista visual peruano Jorge Eduardo Eielson. Eielson ofrece una variedad de meditaciones sobre qué sucede cuando el espacio literario se abre para dejarse penetrar por la cosmología actual. Hay, por ejemplo, una página suya que consiste en una línea vertical y, debajo de ella, las siguientes palabras en mayúscula: "ESTA VERTICAL CELESTE P R O V I E N E DE ALFA DE C E N T A L R O " 2 8 .

La línea mencionada proviene de un afuera físico: como si se tratara del trazo de un rayo cósmico. ¿Y en ese caso, qué estatus tendrían las palabras? Se las puede imaginar a manera de etiquetas aplicadas a un evento ocurrido en un experimento; o como explicación general de un hecho experimental; o como una interfaz con un hecho no verbal. Las alternativas no son excluyentes. Otro texto de Faelson, llamado "Firmamento", consiste en puntitos blancos en un fondo azul oscuro. Al acercarse, se empieza a descubrir que los puntos son letras, y que dicen stars: otra vez, el encuentro entre la fuerza no significante y el lenguaje. Estas obras cuchilla, con ei fuego cambiante y con la innumerable ceniza" (p. 123). "In the theory of general rciativity [...] geometrv is produced by matter or matter by geometry" (Werner Heisenberg, Physics and Phi/osopl/x, p. 54). "' "Ficid of Power, Literary Field and Habitus", en The Eie/d of Cultural Production (Oxford: Blackwell, 1993), pp. 161-175. 2S

Canto visible (Roma: s. d., 1960).

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no intentan representar, sino que escenifican eventos. Un evento es registrado. Pero ¿dónde, precisamente, es el evento? Está en el decir, a la vez, que no está. Se trata, entre otras cosas, de un cuestionamiento radical de los desfases que hemos venido señalando entre literatura y lo que no es literatura: El de nuestros días es un escenario casi apocalíptico, sobre todo en los países asi dichos desarrollados, en los que la palabra creativa tiende a desaparecer, sustituida por las imágenes y los media electrónicos v computanzados [...]. ¡listamente por esto, para que la palabra escrita siga siendo un instrumento privilegiado de la comunicación interior, vehículo sin par del pensamiento y del sentir humanos, es necesario que abandone Aghctlo literario, que se abra a una nueva forma de comunicación, asumiendo un rol en sintonía con los paradigmas ya operantes en los campos filosófico, científico, artístico, religioso y hasta político y económico"'. Otra obra suya, distribuida al público en una "acción poética" en la Bienal de Venecia de 1995, es una hoja azul con las palabras: aquesto foglio de carta azzurra / c un frammento delV universo" s". Para finalizar, vamos a considerar otros dos ejemplos de obras literarias que nos pueden servir para sondear las nuevas modelaciones de la cultura a fines del siglo. En ambos casos se trata de un trabajo con la lengua, que escenifica los desfases que he mencionado: entre la expresión literaria, los procedimientos de la lectura

' ' Suplemento a Ed diálogo infinito I México: l 'niversidad Iberoamérica 19061. "Esta hoja azul

es un fragmento del universo".

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y las instituciones que los apuntalan, de un lado, y la formación de la percepción por los medios electrónicos, de otro, así como entre el lenguaje común y la física cuántica, base ésta de las nuevas cosmologías de la segunda mitad del siglo. El poema "Cadáveres", del poeta argentino Néstor Perlongher, publicado en el libro Alambres (1987)' 1 , consiste en una sola estructura sintáctica, repetida a través de más de veinte páginas: "en" tal o mal hipar u objeto "hav cadáveres". Esa "en", esa definición de un lugar, se va complicando porque no sólo son objetos sino expresiones y, mientras el lector avanza, no se sabe si son objetos que expresan o expresiones que devienen objetos en los que "hay cadáveres". Fd sentido pasa por los bordes de las palabras y de los objetos, deviene intersticial: En ese golpe bajo, en la bajez de esa mofeta, en el disfraz ambiguo de ese buitre, la zeta de esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad Hay cadáveres [p. 52] F.n eso que empuja lo que se atraganta, En eso que traga lo que emputarra, En eso que amputa lo que empala, F.n eso que ¡puta! Flay cadáveres [p. 54J. Buenos Aires: Ediciones Ultimo Reino.

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y6

Creo que la relación entre contenido y expresión se hace en extremo movediza, inestable: los desplazamientos desafían cualquier ordenamiento estable del discurso, como los movimientos cuánticos de las partículas subatómicas obstaculizan la física newtoniana y la lógica clásica'". En lugar de uno o más sujetos de enunciación, que hablan de los efectos de la dictadura, tenemos un sondeo de la lengua, que permite sentir la materialidad no tematizada aún que pasa por ella. Una sustancia sonora en extremo viscosa, visceral, y una realidad material que eviscera la lengua, más estrictamente, a lo que en ella hay de regulación de la representación social. Y en lugar de la ubicación progresiva, según la estructura retórica, del predicado ("cadáveres"), éste se va desituando, y surge en todas partes, más allá o más acá de las categorías lógicas e incluso de las reglas de la morfología gramatical. El poeta forja una forma de lenguaje capaz de registrar lo emergente. Y éste no se define sólo por determinados hechos sociales y políticos, sino también por las alteraciones profundas de la trama social de la comunicación. El primer libro del poeta chileno Raúl Zurita,Purgatorio' 1 ', utiliza varios elementos de la cosmología, la matemática y la topología actuales. Veamos algunos de los efectos, sin pretender que tal ejercicio puede sustituir una lectura del libro en su totalidad. Los pro-

" Para decirlo de otro modo, considerando la discusión provocada últimamente jior Sokal, se trata de las formas de la intuición, de las formas (matemáticas) inventadas para abrirse a la realidad subatómica. Escribe Borges: "Una circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo | Funes] con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con ei fuego cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en un largo velorio. No sé cuántas estrellas veía en ci cielo" (pp. 123-124). Santiago: Editorial Universitaria, 1979.

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nombres personales y las preposiciones temporo-espaciales pierden la fundón de interpelar sujetos y asignarlos a tiempos y espacios discretos/objetivos: "VO \ 'STED Y EA NUNCA SOY EA VERDE PAMPA El. DESIERTO DF CHILE" (p. 25). Hay indeterminaciones, semejantes a las de la física cuántica, y una topología que rompe con las nociones clásicas de dentro y fuera; Los paisajes son convergentes y divergentes en el Desierto de Atacama Sobre los paisajes convergentes v divergentes Chile es convergente y divergente en el Desierto de Atacama Por eso lo que está allá nunca estuvo allá v si ese siguiese donde está vería darse vuelta su propia vida | p. 35 |. El último verso habla de una convulsión que de distintos modos recorre el libro y se relaciona con los cambios en el país y sobre todo con las transformaciones de la comunicación social en la década de los setenta. Y los efectos se intensifican en la sección del libro que se llama "Áreas verdes". Aquí desaparece el espacio objetivo, newtoniano: ;Han vasto extenderse esos pastos infinitos donde las vacas huyendo desaparecen reunidas ingrávidas delante de ellos: No hay domingos jxira ia vaca; mugiendo despierta en un espacio vacío [p. 46], Las vacas "viven en las geometrías no euciideanas" (p. 47), aquellas de la teoría general de la relatividad. Surgen las paradojas múltiples de una realidad no sujeta al logos:

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y8 Esta vaca es una insoluole paradoja pernocta bajo las estrellas pero se alimenta de logos V sus manchas finitas son símbolos | p. 48 |. Y surgen "otros mundos", semejantes tanto a los "mundos posibles" de la cosmología cuántica" 1 , como a la noción dantesca y cristiana de la vida nueva. En estos poemas ha sufrido un remezón la función simbólica del lenguaje"'. En lugar de un espacio estable e infinito en ci que los signos se remiten a otros signos, sin límite, tenemos un espacio que se agota; Las áreas verdes regidas y las blancas áreas no regidas se siguen intersectando hasta acabarse las áreas blancas no regidas Sabía l Id que ya sin áreas que se intersecten comienzan a cruzarse todos los símbolos entre sí | ...j ? [p. 50 ]. Esta implosión del espacio de la simbolización produce la sensación dei delirio y, simultáneamente, de la más absoluta claridad.

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Véase |ohn (inbbin, /;/ Search of Scl/ródinger's Cal (I .ondon: Wildwood House, I9S4 I, cap. 1 1, en especial la idea de "all the possible worlds, with áiow' unrolhngacross all of them, up everv branch and detour" (p. 251 ). Ciribbín señala que, matemáticamente, esta idea no resulta problemática. Nótese la semejanza con el cuento "El jardín de los senderos que se bifurcan" de Borges v la idea del tiempo-espacio que presupone. Entre otras cosas, pensamos aquí en el "vaciamiento simbólico" que ha notado Beatriz Sarlo en "Menem, cinismo v exceso",Revista de Crítica Cultura/. 2:3, p. 7 (originalmente en Punto de lisia, Buenos Aires, número 39, dic. de 1990).

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El lenguaje va no tiene interioridad en este libro: Zurita va hacia un horizonte donde esos controles por los que el inconsciente es formado por el lenguaje dejan de funcionar. Entran los signos no verbales, no significantes —por ejemplo, signos matemáticos y hasta un encefalograma—. Se trata de una zona de terror pero también de nuevas posibilidades o, si se quiere, de un proceso iniciático, maligno y benigno a la vez, una limpieza del terreno, una inmersión en el nuevo elemento destructivo y el surgimiento (el descubrimiento, la invención) consecuente de un nuevo lenguaje. ¿Qué relación puede tener el lenguaje de Zurita —o de Perlongher o Eielson u otros escritores semejantes— con los medios electrónicos o la física del siglo XX? No creo que se trate de una relación de simetría sencilla y directa, como la de la imagen en el espejo. Es más bien cuestión de un nuevo régimen semiótico que emerge en fragmentos que van iluminando pedazos de un campo nuevo. Postdata: ciencia y lenguaje, según Heisenberg Cuando se habla de la desaparición del espacio newtoniano y el surgimiento de lo indeterminado, conviene aclarar que no se trata de un desplazamiento absoluto, de una erradicación de la física clásica. Escribe Heisenberg: la interpretación Copenhague de la teoría cuántica comienza con una paradoja. Comienza con ci hecho de que describimos nuestros experimentos en términos de la tísica clásica sabiendo al misino tiempo que estos conceptos no se adecúan a la naturaleza 6. Physics and Pliílosophy ( Londres: Harmondsworth, 1990 | 1962 | ), p. 44,

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Los efectos sobre el lenguaje no son consistentes. Por un lado, ci ámbito semántico del lenguaje común se extiende con la introducción de nuevos términos y la ampliación de los antiguos: "energía", "electricidad" y "entropía" son los tres ejemplos que ofrece Heisenberg (p. 161). Lo "indeterminado" sería otro, ya que la determinación es un concepto de la física clásica que suple la materia prima del nuevo concepto. Por otro lado, las realidades atómicas escapan del habla ordinaria: "No podemos hablar de átomos en el lenguaje ordinario" (p. 167). Más precisamente, los eventos experimentales son reales de la misma manera como los átomos o partículas elementales no lo son (p. 174). El correlato de estos eventos son los símbolos matemáticos; por eso se ha dicho que el lenguaje de la nueva cosmología es la matemática. Para Heisenberg se conectan estos símbolos matemáticos con el lenguaje al dárseles nombres (p. 160). Nos parece, sin embargo, que Zurita investiga otro efecto (que no excluye el primero): la entrada directa de signos no significantes.

El multiculturalismo en la globalización de las músicas regionales colombianas

Ana María Ochoa Gautier

lébn los últimos años han surgido, a lo largo y ancho del mundo, nuevos estilos musicales de fusión, producto de la hibridación de músicas locales con músicas que hoy en día consideramos transnacionales como el rock o el jazz. Estas nuevas músicas de fusión, que toman como eje innovador las músicas locales tradicionales, han abierto un nuevo mercado: el de músicas étnicas o músicas del mundo [world music). Fósta categoría comercial, creada por la industria musical, designa músicas regionales que no son de origen europeo o norteamericano, o que pertenecen a las minorías residentes en cualquier país del mundo. Fino de los aspectos más intrigantes de esta nueva clasificación comercial son los modos como lo regional se vuelve transnacional. Generalmente, lo que se identifica como géneros musicales folclóricos y/o de auge nacional en regiones del Tercer M u n d o pasa a transnacionalizarse bajo la nomenclatura dt música del mundo en los almacenes de Europa y Norteamérica. El modo de presentación al consumidor de dichas músicas en sus países de origen y en los países desarrollados es bastante diferente. Por ejemplo, la música de Carlos Vives aparece bajo la sección de músicas del mundo1, compartiendo la casilla de Colombia con Totó la Momposina, que hace Carlos Vives también se mercadea bajo el rubro de latín music.

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música característica de una región de la costa atlántica colombiana (Talaigua y Mompox), con Claudia Gómez, cuyo estilo es una fusión entre músicas de diferentes regiones de Colombia y música brasileña, y con José Luis Martínez, uno de los tiplistas tradicionales de la región andina colombiana, (-eneros musicales que en Colombia serían considerados como bastante diferentes, los encontramos mercadeados bajo un mismo rubro en los países del norte. En ci proceso de pasar de lo regional a lo transnacional, cada una de estas músicas es mechada de una forma diferente, tanto por ci modo de acceso del artista al gran mercado de la industria, como por los imaginarios por medio de los cuales se vende el producto al consumidor. Las diferencias que hay en los modos de mediación de cada una de estas músicas tienen que ver profundamente con la asimetría que en general caracteriza los fenómenos de hibridación. En dichos procesos todos los elementos e individuos participantes se ven afectados, pero no de la misma manera, ya que la hibridación es por naturaleza "una constelación inestable de discursos" - . Quiero explorar estas asimetrías a través de una mirada tanto al modo de ingreso al mercado como al imaginario por medio del cual se constituye la mediación a nivel transnacional de las músicas regionales, explorando dos producciones de artistas colombianos: La candela viva de dotó la Momposina y La tierra del olvido de Carlos Vives. El disco La candela viva de Totó la Momposina fue grabado y mezclado en los estudios Real World ( M u n d o Verdadero) de la estrella del pop Peter Gabriel, en 1992, en asociación con el Festival Womad, World of Music, Arts and Dance (Mundo de la música, las artes y la danza), también fundado por él. Este disco fue

' Ella Shohat and Robert Stam, Unlhinking Eurocen/nsm: Mu/tu id/ura/tsi. and the Media (London y New York: Routledge, 1994).

/•./ multiculluralismo en la globalización de las músicas regiona/e: 10 3

grabado en "la semana de grabación de Real World" de 1992, semana en la que anualmente se encuentran en ci estudio de Peter Gabriel músicos de diversas partes del mundo que han visitado ci Festival y vienen a los estudios a grabar. En la promoción del disco se anuncia que está destinado "a volverse un clásico del género". Totó entra al mercado transnacional de la misma manera que lo hicieron el senegalés Youssou N ' D o u r o el grupo suratncano Ladysmith Black Mambazo: fue descubierta por una de las grandes estrellas del pop, que se ha interesado por distintas músicas del mundo y se ha dedicado a promoverlas generando un nuevo mercado, renovando, simultáneamente, su propio estilo musical, bal es el caso de artistas como Paul Simón, David Byrne, Micky Hart, para mencionar sedo a algunos. El disco de Totó sólo se pudo conseguir en Colombia tiempo después de su lanzamiento en F'.uropa, cuando la disqueraMLM lo produjo en asociación con Real World. De hecho, tener este disco en Colombia durante ei lapso en que existió exclusivamente en el mercado europeo fue signo de posesión de una prenda exótica. El disco aparece primero a nivel transnacional y luego, debido a la valoración que se le da en el exterior, entra al mercado colombiano. Aquí se da un curioso fenómeno de descentramiento cultural en ei que centro y periferia pasan a existir en una situación circular, donde ci artista del Tercer M u n d o es descubierto por un artista del Primer Mundo, con cuya valoración transnacional pasa a ser vendido en ei mercado nacional del cual proviene originalmente el artista. La afirmación del estilo regional no surge del espacio nacional, como ha sucedido históricamente con el folclor, sino, paradójicamente, del transnacional. Pero descifremos un poco en qué consiste esa valoración transnacional explorando el ámbito que le dio nacimiento a este disco.

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Veamos primero la descripción que Peter Gabriel hace de W o mad, el festival que alimenta su casa disquera: El puro entusiasmo por la música del mundo nos llevó a la idea de Womad en 1980 y al primer festival Womad en 1982.1 .os festivales siempre han sido ocasiones tínicas y maravillosas y han tenido éxito en recabar una audiencia internacional para muchos artistas talentosos. Igualmente importante es ci hecho de que los festivales también han permitido que muchas audiencias distintas puedan mirar hacia culturas diferentes de la propia a través del disfrute tle su música. I .a música es un lenguaje universal que junta a la gente y comprueba, de una vez por todas, la estupidez del racismo. Como organización |... | nuestro objetivo es incitar, informar}" crear conciencia de una sociedad multicultural. E n la página de Internet sobre su disquera e n c o n t r a m o s que este sello fue fundado por Womad y Peter Gabriel para proveer a artistas talentosos de diferentes partes del mundo acceso a facilidades de grabación óptimas y audiencias más allá de ias de su región geográfica. Desde los primeros días, los discos Real World han estado en ci corazón de una revolución pacífica en ei negocio de la música [...]. Antes de existir Real World, sólo era posible acceder a la música de artistas que no fueran de Europa o Norteamérica con gran determinación o viajando intensamente. Ahora, usted puede darse un paseo por los almacenes en las avenidas principales v encontrar Cl)s de música de cada continente, 111 u-

Pátnna Womad, en Internet,

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chos de ellos con nuestro logo de colores [...]. Aunque hay una tendencia a que la gente junte toda esta gran gama de la diversidad bajo la bandera de zvorld music ("música del mundo"), la realidad de las producciones de Real World se extiende mas allá de tal categorización. Nosotros encontramos que una buena música es agradable de escuchar, sin importar la nacionalidad de los artistas que la crean [...]. El resultado de nuestras semanas de grabación en donde se ¡untan artistas de diversas partes del mundo es una celebración triunfal de la música como ci lenguaje global de las emociones4. Después de leer este discurso es fácil entender por qué muchas figuras, tanto de la academia como de! mundo de la industria musical, han postulado la categoría de músicas del mundo como una categoría alternativa que supuestamente demostraría nuevas formas de autenticidad y de lucha contra la hegemonía del gran sistema homogeneizante de la industria cultural y de la sociedad occidental. Sin embargo, si analizamos la retórica y las relaciones entre artistas y público que desde allí se proponen, vemos que el problema es bastante más complejo. Que "los objetos pierden su relación de fidelidad con los territorios originarios"' es una de las características del mundo contemporáneo, según (iarcía Canclini. Pero con la música este fenómeno se comenzó a dar desde el momento mismo de la invención del fonógrafo en 1877, cuando se hizo posible la transportabilidad de las ondas musicales hacia territorios diferentes de los que le dieron origen.

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Página de Internet, Real World Records,

' Néstor (iarcía Canclini, Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales de la globalización (México: Grijalbo, 19951, p. 16.

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Desde ese momento, ha existido una fascinación con las dislocaciones acústicas y la reespadalizadón de la música. Fin la última década esta dimensión ha sido llevada al extremo en su capacidad de afectar a todas las músicas ya que, debido a los desarrollos tecnológicos, en este momento es posible la "total portabilidad, transportabilidad y mutación de cualquiera v todos los ambientes sonaros" del mundo, por remotos que sean6. Lina categoría como la de world music depende casi en su totalidad de dicha posibilidad tecnológica, pero además es desde allí que se constituye como imaginario. Peter Gabriel enfatiza el consumo de las músicas locales sin necesidad de ir a sus lugares de origen, ya sea comprando un CI) en una gran avenida o consumiendo dicho "lenguaje universal de las emociones" en un festival en Europa, Japón o Australia, lugares en los cuales ha organizado sus festivales. En el discurso de Gabriel, lo local se tamiza a través de una imagen de similitud universal en la cual la diversidad étnica, con los estilos musicales y sus artistas removidos de sus sitios originarios, pasan a representar una comunidad ecuménica global, hermanada por el hecho de estar consumiendo el mismo tipo de músicas. La autenticidad de esta experiencia de consumo, esto es, su definición como espacio "alternativo", depende de la desespadalización de dichas músicas de sus lugares de origen y su reespadalizadón en un hiperespado comercial de encuentro entre productores y consumidores, distante de las opacidades y los conflictos de los lugares donde se origina dicha música. En esta comunidad ecuménica global se reci-

Steven Feld, "from Shizophoma to Shismogenesis: 1 he Discourses and Practices ot World Music and World Beat", en George Marcus v Fred Myers (eds.), The Trafile in Culture (Berkeiev: Lniversitvot California Press, 1995 ), pp. 96-126.

L.l multicullitralismo en la globalización de las músicas regionale i 07

dan los viejos discursos neorrománticos de autenticidad ligados históricamente tanto al rock como a las músicas folclóricas. Fd ideal neo-romántico de lo alternativo que se ha producido desde ci rock está ligado a un imaginario y a un discurso contestatario y de oposición a la sociedad de consumo, gestado desde las culturas juveniles que desde los años sesenta y en cada nueva generación recician dicho discurso con los componentes históricos del momento'. En el caso del folclor, lian sido las nociones de conexión con la comunidad, con las raíces y la supuesta producción "espontánea" del pueblo ligada a una autenticidad de las emociones que también han adquirido forma propia en cada lugar y época, ligados a una crítica de las nociones de progreso y de la racionalidad ilustradab Ambos discursos de la autenticidad se reúnen aquí en un hiperespacio de lo global, donde la música es postulada nuevamente como un gran lenguaje universal, capaz de generar "verdaderas" emociones. No es casual que el nombre de la disquera sea " M u n d o Verdadero". La paradoja radica en que precisamente a partir de las perspectivas multiculturales se ha tratado de derrumbar ci mito de la música como lenguaje universal, defendiendo la idea de que la música es un fenómeno universal mas no un lenguaje universal, debido a la gran diversidad de sus discursos. F.s un simple principio de la etnomusicología. No nos queda más que preguntarnos si Peter Gabriel en realidad está hablando del multiculturalismo que él menciona o de los nuevos modos como desde el centro se están produciendo

Simón Frith, "Towards an Aesthetic ot Popular M u s i c " , en Richard Leppert \ Susan McCiarv (eds.), Music and Society (Cambridge: Cambridge Lniversity Press, 1987), pp. L o -15(1, Richard Batimán, "Folklore", en Richard Batimán (ed.), Eolklon; Cultural Performances and Popular Enlertainments ( New York v Oxford: ()xford I áuversity Press, 1992), pp. 29-40.

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las ideologías de la diferencia'. O como lo plantea Jesús Martín Barbero: ¿De (¡ué estamos hablando cuando hablamos de pluralismo: [...] ¿De una cuestión grave que concierne a problemas de estructura de la comunicación ya sea en el plano del reconocimiento entre los pueblos, las etnias y las razas, las edades y los sexos, y en ci de la flagrante desigualdad del acceso a los medios que aún padecen tanto las mayorías como la mayoría de las minorías: ¿O de las levedades de una comunicación des-cargada por ci milagro tecnológico de la pesadez de los conflictos y la opacidad de los actores sociales en la que se liberan las diferencias y sin necesidad de encontrarse todos "comunican"...: . Nos encontramos aquí ante una enorme paradoja: sin ninguna duda este nuevo mercado le ha abierto oportunidades a una gran cantidad de artistas de diferentes partes del mundo y hoy en día hay más consumo global de músicas de diferentes partes del mundo que hace diez. años. F'.s una realidad, además, que artistas como dotó o Youssou N'Dour no tienen sino palabras de aprecio y admiración para Peter Gabriel. Y yo me atrevería a sugerir que los festivales que él organiza presentan una valoración del mundo periférico muy diferente de la (¡ue se está dando desde los nuevos fundamentalismos racistas europeos. Fisto, sin ninguna duda, hay que celebrarlo. Pero

Veit F.rlmann, "The Aesthetics ot the Global Imagmation: Retlections on World Music 111 the I99IK", enPublic Culture, vol. 8, N : 3, primavera de 1996, pp. 467-488. jesús Martín Barbero, "La comunicación plural: altendad v socialidad", en Diálogos, N" 41), 1994, p. 75.

E l multiculturalismo en la globalización de las músicas regionale loo

no por ello tenemos que caer en una postura aerifica de las diferentes propuestas sobre diversidad y multiculturahsmo. Esta apertura al mercado depende de nuevas relaciones de poder entre el centro y la periferia, en las cuales desempeñan un papel central no sólo ci modo de acceso del centro a niveles tecnológicos y comerciales de producción y consumo, sino los imaginarios que desde allí mismo se producen para vender esas músicas. Es por ello que no tocias las músicas regionales caben en esta categoría: sólo aquellas que corresponden a los imaginarios que desde allí se promueven. Pero además del lenguaje de la autenticidad ligado a lo transnacional, encontramos otro elemento: la música como ci gran mediador de las emociones globales. Tal vez una de las características más impactantes del fenómeno musical es su capacidad aparentemente ilimitada de conmovernos, esto es, de dar forma y expresión a nuestros mundos afectivos. Esta dimensión de la música descansa, por lo menos a nivel palpable, sobre un hecho fundamental que la musicóloga Susan McClary nos ha señalado como su aptitud para "hacernos experimentar nuestros cuerpos en concordancia con sus gestos y ritmos"''. Fis como si el hecho de que la música no se materialice en un objeto hiciera que, en últimas, se concretara en los modos de sentir de nuestros cuerpos. No es casual que en la categoría de músicas del mundo predominen las músicas de origen africano o afroamericano, seguidas por las músicas asiáticas. Las músicas africanas y afroamericanas han cumplido un papel esencial en la transformación de la cultura occidental al introducir una vivencia del cuerpo y de las emociones que no parte de la culpabilidad histórica de la división mente-cuerpo

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Susan McCiarv, Eemenine Endings: Music, Gender and Sexuality ( Minne-

sota: University ot Minnesota Press, 1992).

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característica de Occidente 1 ". La experiencia de emoción global de lo musical a la cual nos remite Peter Gabriel (y en la cual se basa gran parte de su noción de autenticidad) tiene que ver profundamente con ci papel que las distintas músicas del mundo han desempeñado al enseñarnos a sentir nuestros cuerpos y emociones. Peter Gabriel convoca desde allí al consumidor como un nuevo ciudadano unido por una experiencia emotiva ecuménica de lo global. Pero no siempre lo afroamericano nos llega a través de sus exponentes clásicos. Carlos Vives es otra de las figuras que hallamos bajo ei rubro de músicas del mundo. Pero su entrada en este mercado ha sido radicalmente distinta de la de Totó: no la hizo a través de una disquera independiente, sino a través de grandes disqueras tanto nacionales como multinacionales, Sonolux y Polygram —en esa entrada cumplen un papel importante no sólo su intertextualidad con la telenovela sino también con el rock, el videoclip y la categoría comercial de latín mime—. No creo en los purismos foldoristas ya que todas las músicas siempre han sido el producto de innumerables modos de interacción entre los seres humanos. L o que sí creo importante es explorar cómo se dan estos modos de interacción, tanto en formas de la tradición convencionales o en formas de la tradición más experimentales, y así tratar de entender las tramas que se entretejen entre las notas que nos conmueven, más allá de los gustos personales por uno u otro estilo. A diferencia de dotó, la entrada de Carlos Vives al mercado transnadonal depende totalmente del hecho de que primero se convirtió en un fenómeno de gran auge nacional; un fenómeno tan importante como para atraer a las grandes disqueras multinadona-

'" Susan M c C l a n ; "Same as it Ever Wás: Youth Music and Youth Cul ture", en Mierophone Eriends (New York v Londres: Routledge Press, 1994).

El multa iilluralismo en la globalización de las músicas regionale i

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les, en este caso PolyGram. Es curioso que ci vallenato comience a ser considerado como un fenómeno de auge nacional en ci momento dei surgimiento de Carlos Vives. Sin duda alguna, las ventas de Carlos Vives han superado inmensamente las ventas de otros artistas más clásicos del vallenato. Pero, anteriormente a él, ci vallenato era ya un fenómeno nacional, sobre todo en ciertos sectores de las ciases populares urbanas y campesinas. Con Carlos Vives sí se da la aceptación de dicho género musical en las clases medias y altas de la sociedad. Estamos aquí ante el clásico fenómeno dtcross-over que ha caracterizado a los géneros musicales con elementos afroamericanos. Una de las dimensiones dtlcross-overts el proceso mediante ci cual un género musical de origen afroamericano pasa a ser masivo y de auge nacional y transnacional cuando es promulgado por un músico blanco. H a sido la historia del blues y hasta de los orígenes del mismo rock. Creo que en ci fenómeno Vives desempeña un papel fundamental la desafricanización del género musical y la generación de una imagen del vallenato aceptable entre las clases medias y altas de la sociedad. Su auge nacional depende no sólo de la inclusión de elementos rítmicos del rock; depende, y creo que de modo profundo, de que la imagen de Carlos Vives minimiza tanto la raíz popular como la africana del vallenato para un país al que todavía le cuesta aceptarse desde su pluralidad. Además, los elementos musicales étnicos que se acentúan (el uso de las gaitas de origen indígena, por ejemplo) se admiten precisamente porque son mediados de modo aceptable para los grandes circuitos del mercado musical. En este sentido, es un fenómeno comparable al de Gabriel; sólo a través de una mediación que convierta la diferencia en similitud pasa a ser aceptada la diversidad, lo cual nos dice bastante de los modos como ci mundo contemporáneo está dispuesto a aceptar la multicultura-

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helad. No es casual que a partir del éxito de Carlos Vives se haya comenzado a popularizar la música de gaitas. Es interesante el contraste que plantea la coexistencia de Totó la Momposina y de Carlos Vives bajo la categoría de músicas del inundo. La una entra por la puerta de una disquera alternativa que enfatiza su elemento étnico, ya que desde allí precisamente se constituye en un producto alternativo de consumo global, así sea que el signo de lo étnico pierda su relación específica con ci lugar de origen y se transforme en un signo de acceso a un mundo alternativo europeo. Fdi cuanto a Carlos Vives, que entra en ci mercado gracias al auge nacional de las grandes casas disqueras, su éxito depende justamente de la minimizadón de aquellas raíces e imágenes para un país al (¡lie aún le cuesta trabajo definirse desde sus tradiciones populares. Son dos modos diferentes de entrada al mercado transnacaonal de las músicas del mundo, mediados por dos imaginarios que se construyen desde ámbitos bastante distintos. Lis interesante observar que, a partir de su segundo disco, Vives comienza a interactuar tanto con el mercado como con ci estilo de imaginarios "alternativos" generados desde algunas de las disqueras especializadas en esas músicas a través del sello Gaira (también de Sonolux). Desde allí, Vives les está dando espacio a artistas como Lucía o Bloque de Búsqueda (pie, como él, han cultivado estilos de fusión. Fin ci último fonograma de Fa tierra del olvido, por ejemplo, aparecen las siguientes palabras: Este breve homenaje a las personas que han dedicado su vida a luchar por ci respeto, la dignidad y ei derecho a la integración de los primeros habitantes de nuestras maravillosas pero olvida-

El multieulturalismo en la globalización de las músicas regionales 1

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das tierras. A Gerardo y Alicia Reichel y por supuesto a las nuevas generaciones . No es difícil ver aquí la similitud en la paradoja con el discurso de Peter Gabriel: por un lado, se desdibujan elementos populares del vallenato, pero al mismo tiempo la popularidad ha generado, en algunos casos, una validación del vallenato tradicional y sus practicantes. El problema aquí no reside en si lo válido como expresión es lo más convencional o lo más experimental, sino más bien en damos cuenta de que en la actualidad los caminos de las tradiciones musicales regionales son múltiples y de que la multiculturalidad no es un simple fenómeno de celebración de la diversidad, sino un complejo tapiz en el cual se entretejen ias herencias históricas de unas relaciones de poder que atraviesan los encuentros entre las personas y las instituciones y que hoy se reciclan en el nuevo entramado de lo global.

'' Carlos Vives, La tierra del olvido {Bogotá: Gaira-Sonolux 01015902038, 1995).

Historia, modernidades, medios y ciudadanía en los estudios culturales latinoamericanos

Fabio Fópez de la Roche

JtL/n varios de nuestros países se ha venido gestando de unos años para acá una tradición de investigación cultural interdisciplinaria, en diálogo fructífero con los estudios sobre medios de comunicación de masas que, sin tener una ligazón directa con los cultural studtes británicos o norteamericanos y sin deberle su nacimiento y desarrollo a ellos (incluso algunas veces desconociendo o conociendo muy fragmentariamente esas tradiciones de investigación cultural europea y norteamericana), podría ser asimilada, sin embargo, a una tradición latinoamericana de estudios culturales. No pretendemos aquí hacer una revisión exhaustiva de los estudios culturales latinoamericanos. Intentaremos mostrar el aporte de algunos autores y de algunos trabajos producidos desde ci campo de estudio de las relaciones entre comunicación y cultura a la reflexión histórico-comparativa acerca de las modernidades, la cultura política, los medios y la ciudadanía en la vida contemporánea de América Latina. El presente trabajo mostrará, en tina primera parte, las posibilidades de análisis histórico-político e histórico-cultural comparado que ofrecen vanos de los trabajos v autores abordados para el estudio de los procesos de configuración de la modernidad en distintas sociedades latinoamericanas. Este ejercicio lo desarrollaremos prestando especial atención —sobre la base del cotejo del caso co-

Historia, modernidades, medios v ciudadaní

lombiano con otras experiencias de construcción cultural nadonal en América Latina- a algunos aspectos definitorios de la identidad política y cultural colombiana y de la modernidad que se conformó en este país bajo la influencia de la Constitución de 1 886, y del tipo de relaciones Iglesia-Estado-sodedad que se configuró desde aquellos días. Consideramos pertinente mostrar estas otras facetas de la identidad colombiana, en la medida en que a menudo la inclusión de Colombia en las tipologías dei desarrollo latinoamericano se produce de acuerdo con criterios esquemáticos y fadlistas (el país de la Violencia, del narcotráfico o de la "democracia restringida") o metiéndola a la fuerza en ciertos modelos conosureños de desarrollo político en los cuales nuestra experiencia histórico-política contemporánea cuadra muy poco. I-Vedsamente dedicamos la segunda parte de este trabajo a este aspecto relacionado con la figuración de Colombia en algunas tipologías del desarrollo latinoamericano. A continuación, en una tercera parte, presentaremos —deteniéndonos en sus aspectos más relevantes— los aportes realizados por algunos analistas latinoamericanos del campo de estudios de comunicación y cultura a la comprensión de los procesos político-culturales contemporáneos, sobre la base de la deconstrucción de viejos modelos ideológicos y teórico-conceptuales de comprensión de la política, y del rediseño de alternativas políticas y culturales asociadas a nuevas o renovadas formas de ciudadanía. Nos referiremos luego, en una cuarta parte, a los estudios culturales y a la investigación interdisciplmaria en las ciencias sociales y las humanidades, y concluiremos con unas reflexiones sobre las posibilidades investigativas y políticas de los estudios culturales latinoamericanos y el sentido de los intercambios entre académicos de los centros y las periferias dedicados a este campo de estudio.

F A B I O L Ó P E Z D E LA

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Quisiéramos decir, para introducir este trabajo, que casi a fines del siglo XX asistimos en América Latina a un proceso de acumulación de un rico conjunto de investigaciones culturales y políticoculturales (me refiero, en particular, a los estudios de José Joaquín Brunner, Néstor García Canclini, Jesús Martín Barbero, Beatriz Sarlo, Guillermo Sunkel, Osear Landi, Martín Hopenhayn, para citar sólo algunos nombres) que evidencia la configuración de un pensamiento cultural y político-cultural con niveles significativos de originalidad y autonomía, una ciara conciencia de la heterogeneidad y de la multitemporalidad constitutiva de la formadón social latinoamericana, y, algo muy importante, el establecimiento de un diálogo atento, respetuoso y mutuamente fructífero entre los investigadores culturales de la región. Algunas facetas de la modernidad colombiana en perspectiva histórico-cultural comparada Un esfuerzo de análisis histórico y político-cultural comparado de las distintas trayectorias de los países latinoamericanos nos llevaría a encontrar, por una parte, algunos procesos, características y períodos más o menos comunes, compartidos, pero, por otra, una serie de especificidades en las diferentes experiencias nacionales de construcción de modernidad: un peso mayor o menor de instituciones como el Estado, el mercado, la Iglesia, las fuerzas armadas, el sistema de justicia, los movimientos guerrilleros; sistemas educativos de muy distintas naturalezas (laicos, de fuerte presencia religiosa, privados, semiprivados, públicos); trayectorias y modelos diversos de construcción de identidades nacionales, etcétera. Trataremos de mostrar en esta parte, trazando algunas líneas de análisis cultural comparado, cómo los estudios culturales latinoa-

I listona, modernidades, medios i i iudadanía

mericanos, y particularmente la tradición de investigación en comunicación y cultura, han permitido un cierto conocimiento de algunas experiencias nacionales de desarrollo cultural y políticocultural y de sus rasgos nacionales definitorios, que permite hoy día ci desarrollo de trabajos comparativos que contribuyan a un mejor conocimiento mutuo de los distintos procesos, secuencias y trayectorias en la configuración de nuestras modernidades. Comparando el desarrollo histórico chileno durante el siglo XX con el colombiano —para ejemplificar nuestra argumentación anterior-, podríamos afirmar, junto con Brunner, Barrios y Catalán, que la modernidad se inicia también aquí en los años veinte y se profundiza también en Colombia durante los sesenta, consolidándose a partir de esta época una sene de procesos modernizadores y de configuración de modernidad tales como "la emergencia de un sistema de producción cultural diferenciado para públicos masivos", es decir, ci surgimiento de campos especializados con agentes profesionales y con funciones especializadas, así como la conformación de una moderna cultura cotidiana de masas y de un mercado de mensajes que llevaron al desplazamiento progresivo de "las formas cotidianas de organización de la cotidianidad en torno a la religión"'. Fiste desplazamiento de las normas de la cultura tradicional por una moderna cultura cotidiana de masas lo podemos revivir en nuestra memoria recordando cómo en los años sesenta y a comienzos de los setenta muchos de los símbolos v testimonios icónicos que encarnaban la dominancia en los hogares colombianos de la cultura tradicional (los cuadros de I .a última cena, dtlSagrado Corazón de Jesús, de la Virgen del Carmen, del Purgatorio -con sus llamas mtimidato-

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pise' Joaquín Brunner, Alicia Barrios y Carlos Catalán,Chile: transformaciones culturales v modernidad ( Flacso: Santiago de Chile, 1989), pp. 21-42,

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rías—, de la Virgen del Perpetuo Socorro, etcétera) empezaron a ser descolgados y reemplazados progresivamente por afiches o posters —representativos de lo moderno a los ojos de los jóvenes de entonces—, ante la mirada escandalizada de nuestras abuelas. Tendríamos que decir acerca de la comparación de nuestra trayectoria de modernidad con la chilena que, si bien compartimos algunos procesos globales y períodos comunes con ei país austral, difícilmente sería equiparable a nuestro caso aquella situación que José Joaquín Brunner—cuando aborda ci proceso de construcción de la modernidad política previo al golpe de 1973—caracteriza por la centralidad del Estado, la educadón y la ley en la conformación del orden social y del régimen comunicativo chileno; por el predominio de un "Estado de compromiso" transaccional y garante del equilibrio de las diversas fuerzas políticas actuantes en la escena pública; por la importancia atribuida socialmente a la educación certificada como criterio meritocrático de promoción personal y social, y por la centralidad de la ley en la vida de la sociedad". Por ci contrario, en Colombia vivimos hasta 1958 un Estado que era apropiado en calidad de botín burocrático por el gobierno liberal o conservador de turno excluyendo al partido derrotado en las elecciones, exclusión que se agravaba en aquellos días por los odios político-religiosos mutuos inculcados desde viejas tradiciones de intolerancia presentes en los dos partidos tradicionales casi desde su fundación, a mediados del siglo pasado. Del Frente Nacional (1958-1974) al Postfrente Nacional (1974-1991 ), si bien se atenuaron y desaparecieron progresivamente los odios entre los partidos liberal v conservador mediante un régimen de alternación política

" Véase el ensayo "Chile, otro país", en José Joaquín Brunner, l íi espejo trizado. Ensaxos sobre cultura vpolíticas culturales ( Flacso: Santiago de Chile, 198S ),

I listona, modernidades, medios v ciudadanía i ig

de ellos en el poder cada cuatro tinos v de repartición milimétrica de los cargos públicos entre las dos colectividades, el Estado, aunque avanzó en algunos procesos modermzadores, estuvo lejos de constituir un ente medianamente neutral representativo del bien público, prestándose con frecuencia a la apropiación ciientelista de sus instituciones por intereses partidistas y particulares, y agenciando políticas de exclusión y de intolerancia hacia terceras fuerzas y hacia movimientos de izquierda surgidos bajo la influencia del pensamiento socialista y de los vientos revolucionarios de aquellos días. En cuanto al papel de la ley en nuestra cultura política, la tradición colombiana de leguleyismo e interpretación acomodaticia de la norma jurídica, sobre la base de consideraciones fundamentalmente formales, ha sido bastante congruente con las astucias de la dominación política ciientelista y su falta de claridad sobre ei manejo democrático y medianamente transparente de lo público. Con respecto al significado de la educación en la formación de una cultura política marcada por valores meritocráticos de tipo mesocrático, si bien la universalización de la educación primaria y secundaria y ci crecimiento de la matrícula universitaria y del número de profesionales con formación postuniversitaria contribuyeron al aumento del nivel educativo y cultural de la población y dieron lugar en las últimas décadas a la formación de sectores profesionales y tecnocráticos al interior del Estado y del sector privado imbuidos de lógicas mentocráticas, tenemos que reconocer que a nivel de la cultura política hegemónica no es precisamente esa lógica meritocrática con cierta conciencia del interés público y de la necesidad de regias del juego la que predomina, sino más bien un conjunto de lógicas político-culturales de apropiación ciientelista v privada de lo público y de promoción social y personal sobre la base de la astucia, el padrinazgo político y la corrupción.

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Presentaremos ahora algunas pistas sobre ciertas particularidades dei proceso de modernización y configuración de actitudes de modernidad en Colombia, comparando nuestra situación con experiencias nacionales distintas. Tomaremos para su análisis algunos textos que con nuestra perspectiva dicen cosas importantes sobre nuestra historia cultural y nuestros procesos identitarios. Miremos eximo se presentaban ci pasado precolombino y el significado del descubrimiento de América en un manual de historia de Colombia publicado por la Procuraduría de los Hermanos Maristas en 1928, año de la masacre de las bananeras, descrita por G. García Márquez en Cien años de soledad, cuando estaba próxima a su fin la hegemonía conservadora de casi medio siglo que sería reemplazada por el gobierno liberal de Olaya Herrera en 1930, iniciando lo que en la historiografía colombiana se ha denominado la República Liberal (1930-1946). Así, el manual de FTD nos cuenta cómo "Colombia fue descubierta, en 1502, por Cristóbal Colón; desde esta fecha principia su historia". Y agrega más adelante que "desconocidos son los tiempos que precedieron a la fundación del imperio chibeha pues los indios no tienen historia, sino leyendas". La argumentación y una narración de acentos casi épicos sobre las fuerzas motrices conducentes al descubrimiento de América evidencian el peso de las concepciones providendalistas de la historia y la fuerte presencia de una visión católico-eurocéntnca de la conquista: "No permitió) la divina Providencia que las pintorescas y fecundas regiones del Nuevo Mundo permaneciesen eternamente sepultadas en las tinieblas de la idolatría y de la barbarie'".

' Historia de Colombia, por I I I ) , ilustrada con numerosos mapas v grabados (Cali: Procuraduría de los Hermanos Maristas v F.ditorial i II i, 1928, cuarta edición), pp. 5, 8 y 17, respectivamente.

¡ l i s t o n a , modernidades, medios y ciudadanía I 2 I

Aunque las visiones colonialistas e hispanistas reaccionarias (reductoras de lo hispánico a sus elementos culturales más conservadores y antimodernos) difundidas durante los años de la hegemonía conservadora fueron contrarrestadas parcialmente bajo el nuevo clima ideológico y cultural imperante durante los años de la República Liberal, lo cierto es que Colombia no vivió un nacionalismo cultural, una pedagogía de lo nacional desde los museos o desde la glorificación pictórica y escultórica del mestizo y del indígena como la vivida por México, muy bien descrita en los capítulos de Culturas híbridas, de (iarcía Canclini, dedicados a los usos políticos del patrimonio en la tradición político-cultural mexicana4. Colocamos este ejemplo sin ninguna nostalgia por no haber Aivado los colombianos una experiencia de nacionalismo cultural similar a la mexicana. Nos parece que cada país ha de asumirse desdelas particularidades de su experiencia política e histórico-cultural nacional. Hoy día, finalizando ei siglo XX —y en buena medida debido a los verticalismos y desmanes del PRI—, tenemos por lo demás mucha conciencia de los usos y abusos del nacionalismo, de las aberraciones antidemocráticas, las exclusiones políticas, étnicas y sociales muchas veces encubiertas por la fraseología y los rituales oficiales nacional-populistas. Colombia no se ha caracterizado por l 'na visión sintética del desarrollo cultural y político-cultural colombiano durante la primera mitad del siglo puede verse en mi trabajo "Tradiciones de cultura política en ci siglo XX", en Miguel Eduardo Cárdenas (comp.), Modernidad y sociedad política en Colombia (Bogotá: Fescol-Foro por Colomhia-Iepn, 1 995. Sobre el hispanismo y la orientación filosófica v política de la educación y la cultura durante los años de la hegemonía conservadora, véase el aparte "Regeneración y antimodernidad en la cultura" en mi ensayo "Cultura política de las clases dirigentes en Colombia: permanencias v rupturas", en Fabio López de la Roche (comp.), "Ensayos sobre cultura política colombiana",Controversia, N" 1 62-1 65 (Bogotá: Cinep, 199(1).

LABIO L Ó P E Z

DE LA R O C H I.

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una tradición nacionalista ftierte, y sí más bien por la fragilidad de sus representaciones nadonal-identitarias' y la frustración histórica del populismo nacionalista en virtud del asesinato del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, del derrocamiento del gobierno protopopulista del general Gustavo Rojas Pinilla en 1957 y del fraude electoral contra ci misino, en las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970, cuando encabezaba el movimiento populista Alianza Nacional Popular, AnapoC No haber vivado una tuerte experiencia nacionalista puede tal vez tener sus ventajas en la configuración de una cultura política democrática, al hacer a la sociedad poco propensa a la manipulación nacionalista de masas. Pero como no creemos que todo en el nacionalismo cultural o en el populismo político (en el mexicano, ei brasileño, el argentino o en cualquier otro) haya sido solamente engaño v manipulación de las pasiones más elementales de las masas, sino que allí también se gestaron actitudes de reconocimiento simbólico de lo popular y de aprecio por tradiciones y experiencias culturales nacionales, podríamos decir, al mismo tiempo, que ci haber carecido de una experiencia populista triunfante y perdurable o de una identidad nacional más o menos consolidada desde los discursos del poder y las políticas culturales oficiales, probablemente ha tenido alguna incidencia en nuestra situación de precaria autoestima colectiva v deficiente integración social y cultural de la población. Como veremos a continuación, la propia actitud de algunos de

Sobre esta cuestión puede verse la "Introducción" al libro dei colombiamsta trances Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas de política colombiana 19(819X8 (Bogotá: Siglo XXI, 1959). ' Sobre ci populismo anapista, véase Cesar Augusto Avala Diago, Sacionalismo y populismo.. Inapto v el discurso político de la oposición en Colombia: 1960-19(6 (Bogotá: Universidad Nacional, 1995),

Historia, modernidades, medios v ciudadanía I2

5

nuestros más protagonices dirigentes políticos iba claramente en contravía de la posibilidad de una integración social y cultural de los colombianos sobre la base del aprecio de sí mismos en cuanto colectividad humana valiosa, capaz y creativa. En 1928, ci doctor Laureano Gómez, líder histórico del conservatismo colombiano, luego presidente de Colombia de 1950 a 1953, en una de las épocas de mayor auge de la Violencia, firmante en 1955 del Pacto de Benidorm junto con ci dirigente liberal Alberto Ideras Camargo —acucíalo que sellaría la paz entre liberales y conservadores, dando paso a la instauración del régimen político conocido con ci nombre de Frente Nacional (1958-1974)—, pronunció en el Teatro Municipal de Bogotá unas conferencias publicadas posteriormente bajo ci título de Interrogantes sobre el progreso de Colombia. En la primera de ellas, dictada el cinco de junio de 1928, esbozó Laureano Gómez su percepción de los componentes étnicos dei colombiano v de sus posibilidades como pueblo y como civilización. Sobre el mestizaje armamento: 1 .os efectos inmediatos y remotos de la mezcla de razas son problemas dilucidados ampliamente por los etnólogos. Otto Animen formuló una lev: "F.n los mestizos se combinan las cualidades discordantes de los padres y se producen retornos hacia los mas lejanos antepasados; las dos cosas tienen por efecto común que los mestizos son tisiologica v psicológicamente interiores a las razas componentes". Las aberraciones psíquicas de las razas genttoras se agudizan en ci mestizo. En los viajes de I .ivingstone se lee, hablando dei Zambezé, que hallo siempre a los mestizos mas crueles y sanguinarios que los portugueses. E n portugués decía al mismo viajero: "Dios hizo al hombre blanco; Dios hizo también al hombre negro; pero al mulato lo hizo ci Diablo".

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Futre nosotros no ocurre como en Argentina y Chile, en donde todo vestigio del hombre africano ha desaparecido. Tampoco tenemos la situación del Perú y ci Ecuador, en donde ci elemento blanco no alcanza sino al 6 por 101) de la población, mientras ci elemento indio sube al 70, y ci resto se divide entre africanos y mestizos. Somos un pueblo en donde ci mestizaje (mezcla de español y de indio) es preponderante. I ín antropologista argentino, Ayarragaray, ha formulado una ley que aparece aplicable con exactitud a nuestra población: "ci mestizo primario es inferior al progenitor europeo; pero al mismo tiempo es a menudo superior al antiguo indígena". El mestizo primario no constituye un elemento utilizable para la unidad política y económica de América; conserva demasiado ios defectos indígenas; es falso, servil, abandonado y repugna todo esfuerzo y trabajo. Sólo en los cruces sucesivos de estos mestizos primarios con europeos, se manifiesta la tuerza de caracteres adquirida del blanco.

E o s negros y su contribución a la cultura colombiana eran presentados en los siguientes términos: Otros primitivos pobladores de nuestro territorio fueron los africanos, que los españoles trajeron para dominar con ellos la naturaleza áspera y huraña. El espíritu del negro, rudimentario e informe, como que permanece en una perpetua infantilidad. La bruma de una eterna ilusión lo envuelve y ci prodigioso don de mentir es la manifestación de esa falsa imagen de las cosas, de la ofuscación que le produce el espectáculo dei mundo, del terror de hallarse abandonado y disminuido en el concierto humano [... |. En las naciones de América, donde preponderan los negros, reina también ci desorden. Haití es ei ejemplo clásico de la de-

Historia, modernidades, medios y ciudadanía 125

mocracia turbulenta e irremediable. F.n los países donde ci negro ha desaparecido, como en la Argentina, Chile y ci Uruguay, se ha podido establecer una organización económica y política, con sólidas bases de estabilidad, til mulato y el zambo, que existen en nuestra población, son los verdaderos híbridos de .América. Nada les debe a ellos la cultura americana. Avarragarav afirma que los hijos de la unión de negros con zambos o con indios son inferiores a sus padres por la inteligencia y por la fuerza física; tienen una voluntad débil, dominada por pasiones groseras. A la flaqueza de carácter unen una inteligencia poco lúcida, incapaz de análisis profundo, de método, de ideas generales; ci amor al bullicio, ci hábito de hablar a gritos, cierta abundancia oratoria y una retórica pomposa, que es precisamente lo que se llama "tropicalismo".

El c o m p o n e n t e i n d í g e n a de la nacionalidad c o l o m b i a n a era descrito así por el dirigente conservador: La otra raza salvaje, ia raza indígena de la tierra americana, segundo de los elementos bárbaros de nuestra civilización!, ha transmitido a sus descendientes ei pavor de su vencimiento. Fn ci rencor de la derrota, parece haberse refugiado en el disimulo taciturno y la cazurrería insincera v maliciosa. Afecta una completa indiferencia por las palpitaciones de la vida nacional, parece resignada a la miseria y a la insignificancia. F.stá narcotizada por la tristeza del desierto, embriagada con la melancolía de sus páramos y sus bosques.

D e la a r g u m e n t a c i ó n anterior extraía L a u r e a n o G ó m e z ciaras y c o n t u n d e n t e s conclusiones sobre el futuro de C o l o m b i a como

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civilización y, tácitamente, acerca de quienes tendrían que ser los llamados, en esas difíciles condiciones, a orientar el cuidado paternal de ese frágil material humano a ellos encomendado: Ale parece que no es necesario, ante un auditorio ilustrado como el que me escucha, deducir una a una las desagradables conclusiones. Bástenos con saber que 111 por ei origen español, ni por las influencias africana y americana, es la nuestra una raza privilegiada para ei establecimiento de una cultura fundamental, ni la conquista de una civilización independiente y autóctona. La cultura colombiana es y será siempre un producto artificial, una frágil planta de invernadero, que requiere cuidado y atención inteligente, minuto tras minuto, para que no sucumba a las condiciones adversas'. Miremos a continuación un texto de 1914, "Modestia, decoro", el cual incorporamos en este conjunto de pistas para la comprensión de nuestra tortuosa modernidad, en tanto expresivo del ideal de mujer divulgado desde la cultura de la sociedad tradicional v proyectado sobre la moderna, v del recalo como uno de los rasgos distintivos y deseables de ia mujer colombiana, por lo menos hasta los años sesenta y setenta: Angélica mía, niña carísima, aprende a vivir con la modestia, el decoro y la dignidad que corresponden a una virgen cristiana, a una niña bien nacida! Guarda tus oídos de conversaciones ajenas de tu edad y de tu estado; guarda tu alma de lecturas

Lauréala > (iómez, Interrogantes sobre el progreso de Colombia ( Bogí >tá: Editorial Minerva, 1925), pp. 55-55: 51, 55 y 56; 51 y 56-57, respectivamente.

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frivolas, de versos apasionados. Fsa alma tuya necesita de alimentos sanos en lecturas útiles y juiciosas que le den luz, y fortaleza. Fu alma necesita vivir en una atmósfera fresca, libre de emanaciones dañinas, de impresiones y de ejemplos indelicados, que llevan consigo un contagio pestilencial , Fa difícil inclusión de Colombia en las tipologías del desarrollo latinoamericano y en particular de las construidas desde la experiencia del Cono Sur Varios analistas sociales colombianos percibimos que la inclusión de Colombia en las tipologías del desarrollo político latinoamericano ocurre con frecuencia sobre la base de estereotipos o visiones esquemáticas de nuestro desarrollo histórico-político y político-cultural. Sentimos además que algunos modelos y conceptos de intención generalizante, que se construyen pretendiendo dar cuenta del desarrollo político y político-cultural de América Platina, hablan a menudo más de la experiencia de un grupo de países que del conjunto de países de la región. Un concepto como "redemocratización", por ejemplo, si bien da cuenta de la experiencia de vuelta a la democracia tras los quiebres autoritarios del ordenamiento democrático experimentados por Brasil, Argentina, Chile y LAuguay, difícilmente puede aplicarse a Colombia, donde no hemos vivido ningún régimen militar9 al estilo de los del Cono Sur ni ningún discipliAntomo Otero Herrera, Francisco M . Renjito, y Roberto Cortázar,Nuevo lector colombiano. Para el uso de las escuelas de la República (Bogotá: Casa Editorial de Arboleda y Valencia, 1915, tercera edición), p. 1 15, 151 arribo al poder del gobierno militar del general Gustavo Rojas Huilla ( 1955-1957) se produjo gracias a un consenso entre los liberales opositores al gobierno autoritario del conservador Laureano Gómez ( 1959-1955), un sector

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namiento autoritario de la vida cotidiana (al cual suelen referirse con frecuencia los analistas de la cultura política en dichos países)10. Miremos cómo inciden en otras facetas de la vida colombiana, en el plano de las ciencias sociales y en los procesos de consolidación del rock como movimiento social y musical a nivel nacional, comparativamente con otros escenarios latinoamericanos, dos sucesos definitorios del proceso de construcción de nuestra modernidad en el siglo XX: el haber sufrido la Violencia de los años cuarenta y cincuenta, y el no haber vivido un quiebre dictatorial.

moderado del partido conservador liderado por Mariano Ospina Pérez, la iglesia y las fuerzas armadas. La ciase política colombiana, carente de suficiente autoridad para asumir inmediatamente el p o d e r - e n virtud de su involucramiento pasional y sectario en la Violencia bipartidista desatada desde 1946 y especialmente desde 1948 con el asesinato del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán—, resuelve propiciar un interregno militar como transición a un posterior retorno de los civiles a la conducción del poder. La llegada al poder de Rojas Pinilla no puede ser por ello asimilada a ninguno de los golpes militares ocurridos en el Cono Sur en los años sesenta y setenta. E n la historiografía colombiana el ascenso de Rojas Pinilla al poder ha sido denominado -con la expresión acuñada por el maestro Darío E c h a n d í a - como un "golpe de opinión". 111

Aclaramos —y es parte de la complejidad de nuestra experiencia nacio-

nal- que no hemos vivido un disciplinamiento autoritario a nivel macro y en el conjunto dei sistema político porque probablemente a nivel micro, en muchas regiones y localidades rurales y zonas de colonización, las poblaciones han sufrido en los últimos años modelos militares de control político y social, construidos por los movimientos insurgentes, los paramilitares, los narcotraficautes con sus grupos de hombres armados o las propias tuerzas armadas oficiales. Si el país a nivel macro y de sus amplias y numerosas áreas metropolitanas (dada la característica colombiana de desarrollo de varias ciudades grandes y de numerosas ciudades intermedias) no ha vivido una dictadura, probablemente muchas regiones y localidades hayan tenido —durante lapsos variables- verdaderas dictaduras regionales o locales y sus propios disciplinamientos autoritarios de la vida cotidiana en pequeña escala.

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F.a Violencia, esa guerra civil no declarada entre liberales y conservadores, con fuertes elementos de intolerancia político-religiosa, expresivos por sí mismos del difícil proceso de secularización y de aclimatación de la modernidad que el país experimentó durante la primera mitad del siglo XX, constituyó uno de los factores que incidieron en la constitución relativamente tardía (años sesenta) de las ciencias sociales como campos especializados de la producción de saber. Mientras otros países vivieron ambientes más favorables para el desarrollo de las ciencias sociales (o por lo menos con problemas e interferencias menos graves) y fenómenos de relativa internadonalización a través del establecimiento de relaciones académicas con reconocidos investigadores extranjeros1 , la atmósfera de la Violencia no sólo creó un clima altamente hostil al libre pensamiento y la reflexión académica, sino que legó una situación de gran deterioro y distorsión institucional de la universidad pública. En 1959, el poeta y ensayista Jorge Gaitán Duran, fundador de la revista7hf^o, que años después va a ser considerada como prototipo de modernidad y de entereza y franqueza intelectual, describía así los efectos de la Violencia de los cuarenta y cincuenta sobre la cultura y la investigación social colombiana: No existen los datos que se necesitan para fundar una política, ni los instrumentos para obtener estos datos. No existe el equipo de científicos, planificadores, especialistas, técnicos, que pueda hacer un estudio global de la realidad colombiana. La violencia Un panorama de los momentos fundacionales de las ciencias sociales modernas en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, y de las atmósferas políticas que los caracterizaron, puede verse en José Joaquín Brunner y Alicia Barrios, Inquisición, mercado y filantropía. Ciencias sociales y autoritarismo en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay (Flacso: Santiago de Chile, 1957), en especial pp. 55-88,

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arrasó nuestros incipientes medios de conocimiento. I .a l 'niversidad Nacional, los institutos de economía y filosofía, los institutos de investigación histórica y geográfica, la Escuela Normal, las bibliotecas, los organismos de planeación y tomento, quedaron hechos trizas o dislocados y falsificados. El terror y su compañía inevitable: la intolerancia, destruyeron nuestras posibilidades de estucho e investigación!. I .a mitad de la cultura quedé) convertida en acto subversivo y la otra mitad en pecado . Si nos adelantamos un poco en ci tiempo, hacia los años setenta e inicios de los ochenta, resulta curioso ver cómo mientras en los países latinoamericanos antes n o m b r a d o s se instalaban regímenes militares que condujeron al deterioro de la atmósfera pluralista y de libertad de opinión en las universidades, a la censura ideológica, la represión y el exilio de los intelectuales críticos de los ordenamientos autoritarios instalados, en Colombia, no obstante las interdicciones del régimen político de "democracia restringida" que caracterizaron al Frente Nacional ( 1 9 5 8 - 1 9 7 4 ) y a buena parte del Postfrente Nacional ( 1974-1991), de una u otra manera se mantuvieron tradiciones de autonomía universitaria, de libertad de cátedra, de independencia del poder judicial y de pluralismo ideológico, C o n respecto al desarrollo del rock y su articulación con los movimientos juveniles, quisiéramos decir que si d a m o s crédito a la argumentación de Pablo Vila, quien al estudiar el fenómeno dtlrock y su difusión entre la j u v e n t u d argentina encuentra que ese g é n e r o musical permitió construir u n espacio político-cultural de afirma-

forge Gaitán Duran, "La revolución invisible", en ()bra literaria de Jor%e (lailán Duran (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1975; Biblioteca Básica Colombiana N" 6), p. 341).

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cion y defensa de la identidad de los jóvenes considerados — v tratados— por la dictadura como peligrosos1 ', en Colombia, til no existir un contexto estructural similar de autoritarismo político v militar y de represión abierta contra los jóvenes —y en virtud, obviamente, de otros factores estrictamente culturales y musicales—, no se configuró una situación macro con ci rock en la que éste se constituyera en un movimiento social nacional de afirmación de la identidad juvenil amenazada por el régimen (lo cual no implica que otras amenazas del poder, como las de los abusos cotidianos de la policía con los jóvenes, no hayan sido tematizadas por varios de los grupos de rock o de rap colombianos). Los estudios de comunicación-cultura y los desbloqueos de las ciencias sociales para pensar y estudiar lo que no era basta hace unos pocos años pensable ni estudiable Abordaremos a continuación algunas de las posibilidades de reflexión y de renovación de las concepciones y practicáis de la política que, desde nuestra perspectiva, habrían sido abiertas —lo cual no supone que realizadas— desde los estudios culturales latinoamericanos en los últimos años, particularmente desde la tradición tle estudios de comunicación-cultura. Nos detendremos primero en los trabajos de Néstor (¡arda Canclini. Nos parece que la noción de "culturas híbridas" ha desempeñado sin lugar a eludas una conveniente función de erosión Véase Pablo Vila, " t i rock nacional: genero musical v construcción de la identidad juvenil en Argentina", en Néstor (iarcía Canclini ( compilador),(,V//lura v postpolítica. El debate sobre la modernidad en America Calina I México: Consejo Nacional para la Cultura y las \rles, 1905; Colección Claves de America Latina)

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de los viejos modelos dualistas a partir de los cuales se pensó durante muchos años el desarrollo latinoamericano: las oposiciones cosmopolitismo-nacionalismo, imperialismo-culturas nacionales, extranjero-local, tradicional-moderno, culto-popular, hegemónicosubalterno. El cuestionamiento de esas visiones dualistas ha contribuido a pensar menos esquemáticamente nuestras realidades, prestando atención a las diversas posibilidades de mezclas, cruces y de configuración de situaciones sociales híbridas. Aunque no está muy desarrollado ese aspecto en Culturas híbridas, García Canclini ha sugerido las posibilidades de aplicación del concepto en la comprensión de fenómenos políticos como el clientelismo: [...] esta mirada transdisciphnana sobre los circuitos híbridos tiene consecuencias que desbordan la investigación cultural. La explicación de por qué coexisten culturas étnicas y nuevas tecnologías, formas de producción artesanal e industrial, puede iluminar procesos políticos; por ejemplo, las razones por las que tanto las capas populares como las élites combinan la democracia moderna con relaciones arcaicas de poder. Encontramos en el estucho de la heterogeneidad cultural una de las vías para explicar los jioderes oblicuos que entreveran instituciones liberales v hábitos autoritarios, movimientos sociales democráticos con regímenes paternalistas, y las transacciones de unos con otros14, FAe cuestionamiento a los rígidos modelos dualistas, presente va en Fas culturas populares en el capitalismo, contribuyó en los años

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Néstor Ciarcía Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar v salir de la modernidad'(México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo, 1990), p. 15.

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ochenta y los noventa a la crítica de las concepciones y políticas culturales de élites intelectuales que reducían la cultura a las obras de arte y a las expresiones más acabadas de la cultura culta, ampliando notoriamente el espectro de temas, campos y fenómenos objeto de políticas culturales a fenómenos como las culturas populares, las industrias culturales y los medios de comunicación masivos. La obra de (jarcia Canclini, junto con la de Jesús Martín Barbero, a la cual haremos referencia más adelante, además de cumplir ese papel de ampliación del espectro de sujetos, temas y problemas objeto de la investigación y de la formulación de políticas culturales, desarrolló una rica argumentación cuestionadora de las visiones puristas e idealizadas de lo popular y los sujetos populares, que ha contribuido y contribuye hoy día al desarrollo de pautas y actitudes de crítica a los populismos de izquierda y las predisposiciones romántico-populistas de las organizaciones no gubernamentales y de muchos de los centros de promoción popular 1 ', sugiriendo readecuaciones y replanteamientos importantes para la cultura de las izquierdas y de los movimientos populares. H a desempeñado también García Canclini un papel importante en la recepción y vinculación del pensamiento de Pierre Bourdieu • Es necesario aclarar, sobre todo en un contexto altamente contlictivo y enmarañado como ei colombiano, donde en virtud del conflicto interno lasONds son a menudo estigmatizadas por el poder civil y por las tuerzas armadas, que mi critica al romanticismo populista de muchas ()N(,s no desconoce su aporte a lajusticia social, a la visibilidad de actores sociales frecuentemente desatendidos y subvalorados por el Estado y la sociedad, a la defensa de los derechos humanos y, en general, a la dinámica democrática en las sociedades latinoamericanas. La crítica de (iarcía Canclini a los centros de promoción popular, ON(,s ligadas a la promoción de la cultura de los sectores populares e instituciones atines, que compartimos [llenamente, puede verse en ci capítuloVI de Culturas híbridas ("Popular, popularidad: de la representación política a la teatral", pp. 250-252),

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a la interpretación de los procesos y fenómenos culturales latinoamericanos y, en particular, a una reflexión crítica sobre el consumo cultural y al desarrollo de estudios empíricos sobre ci tema16. En general, podríamos decir que la obra de (iarcía Canclini, junto a la de Martín Barbero, Beatriz Sarlo, José Joaquín Brunner, Renato Ortiz, y otros analistas culturales de la región, ha contribuido de modo notable al desbloqueo de las ciencias sociales y los estudios humanísticos para pensar de manera no mamquea —y con las necesarias ecuanimidad y distancia tanto de las visiones demonizantes como de las políticamente ingenuas- la cultura de masas, la globalización cultural y comunicativa, la industrialización de los bienes simbólicos, su papel en la vida cotidiana de la gente y la organización del tiempo de la diversión y del ocio, la publicidad y sus implicaciones culturales y valorativas, así como la reestructuración de las culturas e identidades nacionales en las condiciones de globalización1 1 .as investigaciones de Jesús Martín Barbero han sido fundamentales para el desarrollo de los estudios culturales latinoamericanos y para la consolidación del pensamiento comunicológico en la región. Hay que destacar en su obra un notorio interés por la his-

'' Véase el artículo introductorio de (iarcía Canclini a la edición mexicana dei libro de Bourdieu Sociología \ cultura (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo, 1990), Ululado: "Introducción: la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu". Sobre la articulación realizada por (iarcía Canclini dei pensamiento de Bourdieu con la noción de "hegemonía" de (iramscí, puede verse su artículo "( iramscí con Bourdieu. I legemonía, consumo y nuevas turmas de organización popular", en Nueva So, ¡edad, N" 76 (Caracas, s. d., marzo-abril de 1984). Sobre consumo cultural pueden verse los muy diversos trabajos incluidos en Néstor (iarcía Canclini ( coord. I, El i 'insumo cu lili ral en Mes ico ( México: Consejo Nacional para la Cultura \ las Arles, 1995). Sobre este ultimo tema, véase Néstor García C aneUm,Consumidores v ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización (México: (iri)albo, 1995).

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tona social y cultural europea v latinoamericana, por las obras tle los fundadores de los estudios culturales británicos, Richard Hoggart, Raymond Williams v Ene P Thompson, v en América Latina, además de la asimilación de la tica tradición ensayística de la región (Sarmiento, Martí, Mariátegui, etc.), el diálogo con los estudios histónco-antropológicos de Fernando Ortiz y sobre tocio con los aportes de José Etiis Romero a la historia cultural de la región. De los aportes del segundo toma Martín Barbero su aproximación al fenómeno de la cultura de masas, subrayando eximo a Romero le debemos "no sólo la nominación más original en castellano de la cultura de masas —folklore aluvial—, sino la primera caracterización sociológica y fenomenológica no mamquea de esa cultura desde América Latina" 1 ó F'.ste conocimiento de la historia social y cultural europea y latinoamericana ha sido tino de los insumos básicos en la elaboración de su teoría de las mediaciones sociales. El desarrollo de la teoría de las mediaciones sociales por parte de Martín Barbero ha implicado un distanciamiento con las concepciones medio-centristas de la comunicación, a favor de una sociología de los procesos comunicativos particularmente atenta hacia los contextos socio-culturales y subculturales específicos en los que se producen la recepción y los usos sociales de los bienes simbólicos v los mensajes de los medios de comunicación masivos. Eos medios devienen en esta concepción/¿«o de los productores de sentido, a la par con muchas otras instituciones copartícipes de los procesos de producción de significaciones sociales (la familia, la escuda, la cotidianidad barrial, la clase social, etcétera)1''.

'* \ case |esús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura v hegemonía (México: Gustavo Gilí, 199] ), '" Iluden.

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La confluencia en la obra más reciente del investigador españolcolombiano —me refiero a la producción posterior a De los medios a las mediaciones— del interés por la historia con la preocupación sodológico-cultural lo ha llevado a observar atentamente la relación entre la evolución temática y estética de los formatos o géneros de los medios de comunicación, y específicamente de los televisivos, con las transformaciones ocurridas en la cultura colombiana y latinoamericana relacionadas con la modernización y la urbanización: la secularización, los procesos de individuación, los desarrollos de la identidad nacional, la presencia cultural de lo popular y lo regional, las tranformaciones asociadas a la ampliación de la cobertura de la educación primaria, secundaria y universitaria, y los cambios a nivel de la familia y los roles de génercr". Uno de los aspectos abordados por Martín Barbero, y que tiene que ver con uno de los períodos más interesantes de la historia política y cultural de la comunicación masiva en América Latina, es la relación entre los procesos políticos populistas vividos por las sociedades latinoamericanas de 1930 a 1960, la consolidación de las identidades culturales nacionales y la incorporación de las masas populares a la vida política y a una mayor visibilidad social"1. Releyendo críticamente la bibliografía sociológica sobre el populismo latinoamericano y cruzándola con los análisis culturales y comunicativos del período, el autor muestra el papel de los medios de comunicación en la nacionalización de las masas populares, la contribución del populismo —no obstante sus apuestas políticas pater"" Véase al respecto en especial Jesús Martín Barbero y Soma Muñoz (coordinadores), televisión y melodrama (Bogotá: tercer M u n d o Editores, 1992). "' Véase especialmente "Los procesos: de los nacionalismos a las transnacionales", primer acápite de la tercera parte, "Modernidad y massmediacion en América 1,atina", en De los medios a las mediaciones.

Historia, modernidades, medios v ciudadanía •57

nalistas y autoritarias- al reconocimiento simbólico de lo popular, y la relativa autonomía política de las masas en ci movimiento populista, las cuales no siempre fueron simples fichas de un juego donde el caudillo carismático decidía y pensaba por ellas2". Nos parece importante destacar en la obra de Martín Barbero su fuerte interés y su aprecio hacia las culturas populares, que no le exime de ver, estudiando lo popular, las distintas contaminaciones allí presentes: en sus palabras, los "entrelazamientos de sumisiones y resistencias, de impugnaciones y complicidades"" . F.sta visión heterodoxa de lo popular, aunada a la crítica de lo que él ha denominado la "disolución de lo popular" en el marxismo ortodoxo (la negación efectuada por éste del concepto de pueblo, su reducción dei mismo a proletariado y su descuido de las luchas popular-democráticas)" 4 , ha cumplido y continúa cumpliendo una importante función crítica de los populismos o las ortodoxias clasistas que caracterizaron —y que en algunas partes aún caracterizana sectores significativos de las izquierdas políticas latinoamericanas, y constituye un insumo importante para la renovación de las perspectivas de pensamiento y acción política de las mismas. Oueremos referirnos ahora al trabajo del sociólogo chileno Guillermo Sunkel —influido en su formación por los estudios cultura" Sobre ei aporte de Martín Barbero a los estudios sobre el populismo latinoamericano y en torno a las reiecturas dei tenomeno desde los estudios de comunicación -cultura, véase mi ensayo "Aspectos conuinicacionales y culturales dei populismo rojista en Colombia ( 1955-1957). Nuevas aproximaciones al populismo en América 1 .atina", en Signo v Pensamiento, N" 29 ( Bogotá: I adversidad Javeriana, facultad de Comunicación y Lenguaje, segundo semestre de 1996), "' J. Martín Barbero, De los medios a las mediaciones, p. 210 w4 Véanse los apartes "Disolución de lo popularen ei marxismo" (pp. 2650 I y "Asunción de lo popular en los movimientos anarquistas" ( pp. 22-25 ), en J. Martín Barbero, De los medios a las mediaciones.

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les británicos y por su apuesta metodológica de observar las interrelaciones entre contextos históricos, sociales y culturales y medios de comunicación de masas—, dedicado al análisis de las relaciones entre cultura popular, cultura de masas y cultura política, vistas a través de la investigación de la prensa popular de masas chilena délos años treinta a los setenta"'. Su estudio de las representaciones de lo popular que distintos diarios de masas construyeron durante esos años desde sus propuestas político-discursivas, y de las sensibilidades políticas que se tejieron en la relación de esos diarios con sus audiencias, nos llama la atención no sólo sobre ci papel de la prensa en la conformación de pautas colectivas de cultura política, sino además sobre aspectos centrales del proceso de configuración de la modernidad en Chile. Un mérito importante de la investigación de Sunkel fue el de constituir uno de los trabajos pioneros en el cuestionamiento decierta visión tradicional de las relaciones entre cultura popular y cultura de masas, que las concebía como entidades exduyentes y antinómicas. En Razón y pasión..., Sunkel señaló cómo en muchas de sus expresiones la cultura de masas era de hecho una forma de existencia de lo popular y para el caso concreto de la prensa popular de masas chilena mostró cómo sus formatos y convenciones discursivas se apoyaban en herencias culturales provenientes del siglo XIX, asociadas a prácticas narrativas y tradiciones de lectura colectiva en voz alta en los lugares públicos, ampliamente difundidas a nivel de los sectores populares, tales como la lira popular. Dialogando atentamente con los escritos de García Canclini y Martín Barbero, el trabajo de Beatriz, Sarlo, Escenas de la vida post-

"' Nos referimos .iRazón y pasión en la prensa populan L n estudio sobre cultura popular, cultura de masas v cultura política (Santiago de Chile: liet, 1 955 t

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moderna. Intelectuales, arte v videocultura en la Argentina, contribuye significativamente al análisis y comprensión de la influencia de los medios en las transformaciones socioculturales contemporáneas en las grandes áreas metropolitanas de su país v de América Latina. Muy importante nos parece su labor de explicitación y profundización del papel desempeñado por los medios y las industrias culturales en los procesos de desestructuración de las viejas culturas populares y de élite (es decir, en. la transformación de las viejas culturas sociales asociadas a la dase obrera, el campesinado, la cultura de ciases medias de base escolarizada o las culturas de élite ligadas a las tradiciones letradas y al culto de las bellas artes), y en la conformación de nuevas formas híbridas de culturas sociales. Esa explicitación de lo que Osear Landi ha denominado el desordenamiento cultural introducido por los medios — que tiene que ver, además, con la comprensión de cómo han cambiado en la América Latina de los ochenta hacia acá, a la par con modificaciones estructurales en la economía, el mundo del trabajo y la oferta de empleo, las formas de mirar la realidad, la sociedad, los grupos sociales y el poder político, y cómo se han desdibujado varias de las categorías y certezas desde las cuales pensábamos hace unos pocos años el mundo, perdiendo mucha de sti validez explicativa- nos parece necesaria para que nuestras sociedades puedan repensarse sobre la base de la asimilación de las transformaciones culturales que han sufrido en las últimas décadas. Repensarse re-conociéndose en aquello que permanece v lo que ha cambiado. Re-conociéndose para poder diseñar formas novedosas y adecuadas de intervención política y cultural democrática. En este sentido, la obra de Beatriz Sarlo no sólo nos ayuda a comprender los cambios ocurridos, sino que nos sugiere ideas importantes para la formulación de políticas culturales alternativas, como aquella de la inconveniencia de dejar en manos del

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m e r c a d o la planificación de la sociedad que q u e r e m o s , la de recuperar la función redistnbutiva de la escuela en nuestras sociedades y la de la conservación por la cultura letrada de funciones claves en las cuales resulta insustituible, en m e d i o del paisaje mediático y audiovisual actualmente hegemónico. O t r o analista que nos provee de aportes importantes al respecto es O s e a r L a n d i . M u y sugestivo nos parece su llamado a mirar las culturas políticas como combinaciones o paquetes de géneros discursivos y estéticos, sin centro en el clásico discurso del político: Las culturas políticas suelen verse bajo el ángulo de las diferentes ideologías o concepciones que las tiñen, pero también definen su perfil por el conjunto de géneros que engloban en un momento dado. ¿Cuál es ci género que legitima la autoridad y la decisión: el acceso dialogal a la verdad metafísica, el melodrama, ci saber técnico, la conversación simpática, los principios morales o los gestos de pragmatismo? ;Cuáles son los lenguajes apropiados: los textos escritos, la música o la imagen? En realidad, las culturas políticas siempre fueron combinaciones de géneros y lenguajes, y lo que la sociedad considera como político en un momento dado es producto de la lucha política misma. Pero en la escuela sólo nos trasmitieron ci género históricamente triunfante v no la mezcla y las oposiciones"6.

N o s resultan también pertinentes y actuales las investigaciones de L a n d i acerca de las relaciones entre televisión y política (esté-

"'' O. Landi, "Proposiciones sobre la videopolítica" en H . Schmucler y M . C. Mata (coord.), Política v comunicación. é.JIay un lugar para la política en la cultura mediática:' (Buenos .Aires: Catálogos Editora, 1992), pp. 44-45.

Historia, modernidades, medios v ciudadanía '41

tica televisiva hegemónica y formas de puesta en escena de la política), sobre la influencia de la política televisiva o videopolítica en la morfología del sistema político a través de la promoción televisiva de candidaturas por fuera de los mecanismos electivos internos de los partidos (muy visible en el manejo actual del peronismo por el presidente- Menem en Argentina y en el apoyo oficial al candidato presidencial "Palito" Ortega), y en torno a la capacidad que tiene hoy día la televisión de promover, en condiciones de* crisis y desprestigio de los políticos profesionales, los partidos y las formas tradicionales de hacer política, la visibilidad política y la eventual elección para cargos de poder, de candidatos provenientes del mundo del deporte, la ciencia, la farándula, el periodismo y los medios de comunicación"'. Los trabajos de Landi aportan valiosos elementos de análisis para la comprensión del funcionamiento del espacio público contemporáneo en América Latina, que algunos estudiosos han denominado la nueva escena pública electrónica o el "agora electrónico". Dentro del conjunto de trabajos del sociólogo de la educación, la cultura y la comunicación, José Joaquín Brunner, quisiéramos destacar su libro Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y políticas culturales. Del significativo aporte de Brunner al estudio de las relaciones entre comunicación, cultura y política en América Latina, nos parece particularmente importante su elaboración sobre el concepto de "régimen comunicativo", por la relevancia que tal concepto tiene para el análisis político-cultural. Para el sociólogo chileno, en cada sociedad, en íntima relación con las particularidades históricas de los procesos de construcción

"' Véase O, Landi, Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué hace la gente con la televisión I Buenos Aires: Planeta, 1 993 ),

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de la modernidad en ella (peso mayor o menor de unas u otras instituciones públicas, aclimatación mayor o menor del ideal democrático ), y en estrecha dependencia de las características definitorias de su sistema político (mayor o menor apertura, niveles altos o precarios de competitividad, grado de avance en la configuración de pautas mentocráticas, etc.), se forja un particular régimen comunicativo, expresivo de la experiencia histórico-política v cultural de esa comunidad nadonal. Otro trabajo de Brunner, realizado conjuntamente con Alicia Barrios y Carlos Catalán, Chile: transformaciones culturales y modernidad, constituye un aporte importante al estudio de los procesos de configuración de la modernidad en Chile y en América Latina, desde los años sesenta hasta nuestros días (surgimiento de las ciencias sociales como campos especializados de la producción de conocimiento, secularización, configuración de una moderna cultura cotidiana de masas, etapas y ritmos de internacionalizadón de la cultura, etc.), observados esos procesos desde sus desarrollos a nivel del campo cultural y sus distintos subcampos. Por último, queremos referirnos al trabajo de Martín Hopenhavn, Ni apocalípticos ni integrados. Aventuras de la modernidad en America l.atina. Ouisiéramos destacar en esta obra los ensayos dedicados al abordaje de la cuestión de la postmodernidad en América Latina. Nos parece importante detenernos en esa cuestión en la medida en que consideramos que en Colombia y .América Latina existe un notorio maniqueísmo a la hora de abordar el debate sobre el tema, tanto desde cierto postmodernismo dogmático como desde cierta crítica esquemática al pensamiento postmoderno. Sin embargo, y no obstante lo anterior, vemos eximo precisamente desde ¡os estudios de comunicación y cultura en América Latina se ha venido configurando en los últimos años una reflexión

I listona, modernidades, medios y ciudadanía '4.-3

cultural de acentos postmodernos que difícilmente podríamos asociar a un mero calco del pensamiento postmoderno de los centros y que, además, parte de la crisis de las propias modernidades periféricas latinoamericanas ( por darles algún nombre que aluda a sti especificidad, su originalidad y su relativa autonomía) y de los propios metarrelatos "criollos" (como el desarrollismocepalino, las diversas revoluciones de nuestros distintos grupos armados, nuestras diferentes variantes —liberales o marxistas— de la razón ilustrada), construidos —y recién erosionados en cuanto a su vigencia y su legitimidad política, social v cultural— en la región"*1. Asumiendo el postmodernismo como un fenómeno no reductible "al epíteto peyorativo de moda intelectual" (visión muy extendida no sólo en los movimientos alternativos, ()N( is, vertientes del movimiento popular, sino también en. amplios sectores de la intelectualidad colombiana), Hopenhayn ha llamado la atención, al mismo tiempo, sobre las conexiones entre ciertas críticas postmodernas y el proyecto de hegemonía cultural de mercado. Ida indicado, por ejemplo, cómo en algunos atitores la celebración de la diversidad marcha muchas veces paralela a la exaltación del mercado, la desregulación económica y la privatización; cómo a menudo ciertas críticas de las vanguardias políticas y de sus lógicas tienen por substrato real v mas fuerte una crítica de la función transformadora de la política; y cómo muchas veces la crítica de las ideologías "se capitaliza en crítica al marxismo y a sus versiones humanistas-socialistas; la crítica de las utopías tiende a volcarse específicamente sobre uto-

" s Sobre el desarrollo en América I .atina de un pensamiento postmoderno jirojno y con niveles significativos de originalidad, véase Walter Herhnghaus y Momka Walter (editores), Post modernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos ¡le la nueva teoría ¡ iillural ( Berlín: 1 .antier Verlag, 1 904 ).

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pías igualitarias o sobre cualquier ideal desde el cual se propongan como tareas presentes mecanismos redistributivos"" . Además de esta aproximación matizada y problematizante al pensamiento postmoderno, nos resulta muy pertinente para estos tiempos de desencanto, de fragmentación y desconcierto —y al mismo tiempo, y por ello mismo, de necesidad de reconstrucción de horizontes de futuro, utopía y esperanza— su idea de la pertinencia del "reciclaje de las energías emancipatorias" desenvueltas por los actores individuales y colectivos en las décadas anteriores, y hoy día embolatadas en medio de la situación de desencanto y de repliegue político. L o mismo podríamos decir de sus reflexiones sobre solidaridad y modernidad en el texto citado. Hemos descrito las contribuciones de ttn importante grupo deanalistas culturales latinoamericanos a la comprensión de los procesos políticos y político-culturales contemporáneos en la región. Un buen resumen del aporte realizado por la tradición latinoamericana de estudios de comunicación y cultura a la renovación de la mirada política sobre la sociedad lo hace Bernardo Subercaseaux, en una interesante reseña de Culturas híbridas de (iarcía Canclini, al describir así las recientes deconstrucciones y los desplazamientos conceptuales que van de los años sesenta a los noventa: Atrás quedaron la teoría del imperialismo y de la colonización cultural; el estilo denunciativo focalizado en un análisis más o menos maniqueísta del componente ideológico de la cultura; la percepción! de la cultura nacional como un todo orgánico articti-

"' Martin Hopenhayn, "El debate postmoderno y la cultura del desarrollo en América Latina", en M. 1 lopenhayn, A; apocalípticos ni integrados. Aventuras ile la modernidad en . huerica Latina ( Santiago: KCK, 1994).

Historia, modernidades, medios y ciudadanía •45 lado por las ciases emergentes y ei Estado; ci abordaje apocalíptico (de cuño trankfurtiano) y la demonización de la industria cultural y de los medios masivos; la supeditación del cambio cultural al cambio político; las aproximaciones conspirativas que en una línea funcionalista (emisor-mensaje-receptor) percibían a la conciencia como un receptáculo inerte sujeto a toda índole de manipulaciones; la visión dual de la cultura latinoamericana (con un componente autóctono valioso y otro foráneo y espurio) y la lectura estrechamente política de la cultura popular que consideraba lo contestatario como el único modo posible de existencia deesa cultura"1. Ouisiéramos agregar que en un contexto histórico como el presente —marcado en el mundo, en Colombia y América Latina por tendencias hacia un mayor reconocimiento y visibilidad de la diversidad cultural de la sociedad, cuando la política ha tenido que prescindir de sus graneles metarrelatos y de sus macrosujetos, donde ella ha perdido su anterior centralidad en la vida social'', ha dejado de expresarse prioritariamente a través de sus formas tradicionales de figuración como eran el Estado, los partidos, las ideologías, el sistema electoral y las instituciones propiamente políticas, pasando cada vez más su expresión por la problemática de las identidades culturales (étnicas, regionales, sexuales, de género, medioambientales, grupales o neotribales) y de la influencia cultural de los medios de comunicación—, los estudios culturales pueden alimentar " Bernardo Subercaseaux, "Comentario a 'Consumidores y ciudadanos' ile Néstor (iarcía Canclini", en Revista de Critica Cultural, N" 12 (Santiago: s. d., julio de 1996), pp. 65-67. Véase Norbert Lechner, ";Por qué la política ya no es lo que fuer", en Revista Poro, N" 29 (Bogotá: Foro Nacional por Colombia, mayo de 1996),

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búsquedas valiosas alrededor de nuevos espacios, nuevos actores y nuevos procesos de ejercicio de ciudadanía. Con esta valoración positiva del papel de los estudios culturales latinoamericanos, pero lejos de una visión mesiánica, queremos sugerir (¡tic una nueva —y cualitativamente más rica— politización del estudiantado universitario y otros grujios de la sociedad —ya no sobre la plataforma de ningún metarrelato o macrosujeto histórico de la emancipación, [tero sí con la base del fortalecimiento de nuevas identidades socioculturales y de utopías menores con capacidad de dialogar entre sí y de tejer proyectos de incidencia fuerte en lo micro y de mediano alcance en lo macro— podría ser estimulada desde la difusión y el desarrollo de los esttidios culturales. Hay que decir, sin embargo, que si bien ha sido muy importante esa labor deconstructiva y de desbloqueo de las ciencias sociales realizada por los estudios latinoamericanos de comunicación y cultura que hemos esbozado aquí en algunas de sus direcciones y orientaciones temáticas básicas, éstos necesitan afinar sus elaboraciones más directamente políticas en procura de generar y fortalecer nuevas formas y nuevos escenarios de participación y ejercido de la ciudadanía. Así, los esttidios culturales deben tender y mantener necesarios puentes [tara un diálogo con los estudios políticos con miras a retomar tradiciones y viejas experiencias de ciudadanía (jue no se opongan o puedan articularse y retroalimentarse con sus formas más contemporáneas o post modernas. Estudios culturales e interdisciplinariedad en las ciencias sociales y las humanidades L n efecto importante del desarrollo de los estudios culturales en América Latina es la confluencia de muy distintas disciplinas so-

¡listona, modernidades, medios v ciudadanía '47

cíales v humanísticas en diferentes enfoques interdisciplmarios que han enriquecido sensiblemente la posibilidad de dar cuenta demanera novedosa de los temas y problemas de la cultura contemporánea en la región. La historia intelectual personal de cada uno de los investigadores cuvo trabajo hemos aquí presentado tiene ([ticver con trayectorias específicas de desarrollo —a través de las investigaciones en (¡ue han participado— de experiencias y [tantas de trabajo en investigación ínter o transdisciplinaria. ! .a tradición de esttidios de comunicación y cultura ha venido estimulando un diálogo más atento entre la sociología y la historia, así como entre la historia y la antropología, y propiciando ciertos desplazamientos en las tradicionales sensibilidades disciplinarias de la sociología y la antropología, que están incidiendo en re-definiciones temáticas de las aptiestas teóricas y de las metodologías utilizadas por estas dos disciplinas, y en su posibilidad de confluir para dar cuenta de manera colaborativa de temas que les interesan y competen a ambas'". Los esttidios literarios en América Latina, bajo la influencia ciclos esttidios culturales norteamericanos, del postcolonialismo, del multiculturalismo y del debate sobre postmodernidad, se han constituido en un campo interesante de diálogo interdisciplinario de la crítica literaria con la historia social y de la cultura, la antropología y la sociología de la cultura, la crítica feminista v la tradición latinoamericana de investigación en comunicación y cultura. Este pro'" Acerca de estos desjilazamientos y sobre las posibilidades de colaboración interdiscijiínana entre la sociología y la antropología, véase de Néstor (jarcia Canclini "I.os estudios culturales de los ochenta a los noventa: perspectivas antropológicas y sociológicas", en Néstor (iarcía Canclini ( comp.), Cultura yposlpo/ítíca. El debate sobre la modernidad en America I .alma I México: Consejo Nacional para la Cultura \ las Artes, i 995; Colección Claves de A me rúa 1 .atina I.

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ceso se ha dado con distintos niveles de desarrollo en cada país, en algunos produciéndose la conversión de los estudios literarios en estudios culturales, en otros planteándose resistencias a esa posibilidad, cuestionándose la conveniencia o inconveniencia de esa transición, y polemizando en torno a la especificidad y naturaleza de los estudios literarios y los límites de su interdisciplinariedad . Como lo hemos mostrado a lo largo de este trabajo, los estudios culturales latinoamericanos han tendido importantes puentes con los estudios políticos o por lo menos han tratado de dar cuenta de innumerables fenómenos, temas y problemas políticos desde el estudio de la cultura y la comunicación masiva. Aspectos relevantes de la cultura política de las sociedades de la región han sido trabajados y su comprensión enriquecida por los análisis provenientes de este campo de estudios. Llama la atención en este sentido que, en el artículo introductorio a su texto Postmodernidad en la periferia. Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural, Hermann Fderlinghaus y Mónika Walter se refieran a la configuración en América Latina de una paidología culturaliA. Queremos anotar también que el crecimiento del interés académico por la teoría de la recepción (gradas a los trabajos de David Morley y de otros, en Europa, y de Guillermo Orozco en México)

Sobre ci debate acerca de los estudios literarios en Colombia puede verse ei N " 28, monográfico, de la revista Texto y Contexto (Bogotá: Universidad de los Andes, Departamento de Filosofía y 1 .etras, septiembre-diciembre de 1995), editado por Monserrat Ordóñez y Claudia Montilla y dedicado al tema "Estudios literarios: relecturas, imaginación y resistencia", ,+

H e r m a n n Herlinghaus y M ó m k a Walter, "¿'Modernidad periférica' versus 'proyecto de la modernidad'? Experiencias epistemológicas para una re-formulación de lo 'post'moderno desde América Latina", en H . Herlinghaus y M . Walter, op. cit., p. 29,

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podría incidir notablemente en una mayor apertura de las disciplinas sociales a los estudios de comunicación y cultura y en un enriquecimiento de sus perspectivas teóricas e interpretativas del juego político, social y cultural en las sociedades contemporáneas. Para concluir este aparte, digamos que no sin resistencias se llevan a cabo estos encuentros interdisciplinarios y estas nuevas formas de investigación en los bordes o las fronteras de las disciplinas. Provienen a veces de los sectarismos profesionales y disciplinarios, de herencias generacionales, de la formación en rígidas escuelas o de conservatismos personales, pero también, en otras ocasiones, de una conciencia legitima de los riesgos de dispersión que se corren en las investigaciones interdisciplinarias y de reflexiones muy válidas sobre la necesidad de cierto centramiento disciplinar que imponga unos límites a la proyección interdisdplinaria. Consideraciones finales a título de conclusión Ei desarrollo actual de los estudios culturales en varios países de la región muestra avances importantes en el estudio de los procesos de construcción de la modernidad política y cultural y de las especificidades y diversas trayectorias nacionales. Sobre la base de estos desarrollos académicos pueden intentarse hoy día esfuerzos de investigación en historia cultural y político-cultural comparada que redunden en un mejor conocimiento de nuestras modernidades latinoamericanas y, en general, del desarrollo histórico-político y cultural de la región. No obstante la riqueza de los aportes de la reflexión adelantada en América F^atina desde los estudios culturales, y especialmente desde los estudios de comunicación y cultura a la renovación de las miradas sobre la política, nos parece que ellos constituyen hoy día

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-en sus posibilidades de articulación creativa con propuestas alternativas desde las universidades, los movimientos políticos y sectores del movimiento popular— más una promesa que una realidad. Pensamos que se requieren traductores, intermediarios o mediadores culturales que desempeñen un papel de difusión y discusión de estas nuevas perspectivas a nivel de grupos populares, sectores del magisterio, ONCs, programas de educación de adultos, movimientos de izquierda en proceso de transformación de su cultura política y otros potenciales participantes de esfuerzos de renovación del pensamiento y la acción política democrática y alternativa. Al mismo tiempo, nos parece que resulta necesario desarrollar desde los estudios culturales una elaboración mayor y más cualificada de los procesos de ciudadanía y participación de la sociedad civil tanto en la formulación de demandas como en la construcción de nuevas formas y escenarios de democracia comunicativa. Con independencia de la valiosa labor deconstructiva llevada a cabo por los estudios culturales, se requiere hoy día desarrollar una capacidad de diseño de políticas culturales y comunicativas democráticas que permitan a los diferentes grujios sociales interesados incidir en la orientación del desarrollo económico, político, social y cultural. Para lograrlo se hace necesario estimular desde la academia un diálogo más atento entre los estudios culturales y los estudios políticos, así como el desarrollo de elaboraciones sobre los aspectos culturales y comunicativos de la democracia que, paradójicamente —sobre todo los comunicativos—, sólo muy recientemente han empezado a ser objeto de interés académico y ciudadano por parte ciclas facultades o departamentos de ciencia política en muchos países de la región. Hallamos conveniente que, además de la difusión de los desplazamientos teóricos y conceptuales realizados desde los estudios

Historia, modernidades, medios y ciudadanía

culturales, se fomente el desarrollo de investigaciones empíricas sobre consumo cultural y usos sociales de bienes simbólicos, relaciones entre política y televisión, medios y opinión pública, estudios de producción y de recepción de noticieros y otros géneros radiofónicos y televisivos, que redunden en un mejor conocimiento ciclas relaciones de los medios con la realidad y de la sociedad con los medios. Finalmente, consideramos que es pertinente mantener y mejorar los diálogos e intercambios entre las distintas vertientes y los autores participantes en la elaboración intelectual desde los estudios culturales latinoamericanos, con miras a nutrirse de las diversas experiencias nacionales, fortaleciendo a un tiempo la interlocución con los estudios culturales ingleses, norteamericanos y europeos. Sería importante que estos intercambios abordaran las particularidades de los contextos políticos, económicos, sociales e institucionales en los que se desenvuelven las actividades de investigación cjue desarrollamos; los niveles de incidencia política y social de los estudios culturales en los distintos contextos nacionales; la relación de los mismos con la docencia secundaria y universitaria; así como la articulación de la investigación teórica con el desarrollo de las metodologías v la investigación empírica.

Radio informativa y participación ciudadana

Ana María Lalinde

vjuiero comenzar esta ponencia aclarando que el título no corresponde necesariamente al contenido. O más bien sí, pero en forma diferente de lo que se pensaba en primer lugar cuando se relacionan los medios con la formación ciudadana. Ya sea concebidos como meros instrumentos o como espacios de participación y de constitución de la ciudadanía, la relación que se establece generalmente es la de ubicar a grupos organizados de la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales, comunidades barriales u otras formas de organización, que utilizan la mediación radiofónica como formas de participación política y social. Espacios en donde, por lo general, existen "proyectos" sociales de base que se materializan o que ven salidas de difusión y participación a través (o alrededor) de la radio. Me refiero a experiencias del tipo de las radios comunitarias, las radios escolares o, incluso, radios clandestinas que responden a estos objetivos. L^a reflexión que me propongo realizar está más bien encaminada a mirar hacia la radio comercial e informativa; aquella a la que los académicos y planeadores de la comunicación no le vemos futuro, a no ser el de seguir las lógicas del mercado. Y me quiero referir a esta radió porque, sin dementar el trabajo de esas otras experiencias que mencionaba antes, es la que llega prioritariamente a eso que llamamos "gran público": gran público "inerme" frente

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a los medios e incapacitado muchas veces para organizarse o para siquiera conocer y defender sus derechos y obligaciones como ciudadanos, esa gente no organizada, abstencionista, indiferente e indolente frente a lo que ocurre. Sin tener en cuenta por ahora la vitalidad propia que supone la recepción, quiero imaginar al público que se ve literalmente "bombardeado" por la información radial, imaginar a los espectadores que desde sus casas, sus trabajos o mientras se desplazan, asisten al espectáculo de las noticias anonadados por lo (jue sale desde sus receptores de radio, y quiero imaginar también a una radio que siguiendo las lógicas del mercado —por esto o a pesar de esto— vehiculan una imagen de país, una imagen de ciudadanía y una forma de convocatoria que, buena o mala, es convocatoria al fin. Intentar relacionar ambos elementos, radio comercial y formación ciudadana, parece una contradicción. No trataré de superarla pero sí, al menos, de matizarla. Finalmente, se trata de un ejercicio intelectual interesante: imaginar cómo sería la radio informativa comercial en una hipotética e ideal sociedad democrática en la cual los medios de comunicación cumplieran con la función social de ser verdaderos intermediarios entre el poder o los poderes y la gente común. El ejercido intelectual consistirá en intentar aproximarme a un diagnóstico de la radio informativa actual y, en este diagnóstico, verificar algunos avances hacia ese hipotético mundo posible y, evidentemente, algunos atrasos que posiblemente son más. No es éste el lugar para reconstruir la historia de la radio colombiana. Sin embargo, bástenos decir que este medio ingresó al país a principios de la década de los años treinta y que llegó de la mano del modelo norteamericano de radiodifusión comercial. Es decir, frente a los dos modelos imperantes, la explotación privada y el control estatal, la radio colombiana optó por el primero. FAte

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modelo fue el que permitió que esta industria se expandiera de forma acelerada v que encontrara las formas de sofisticación empresarial que hoy conocemos. A pesar de que la legislación radial consagra la propiedad estatal de las frecuencias, el sistema de concesión caracterizaría a la radio como una empresa privada. En términos comparativos con la prensa y la televisión, este particular proceso de desarrollo y consolidación del medio le ha permitido actuar, si se quiere, con mucha más independencia. Por un lado, frente a la prensa sus vínculos políticos —aunque presentes— han sido mucho menos evidentes y actuantes. Apenas ahora empieza públicamente a entenderse la radio como botín y bastión político. Por otro lado, frente a la televisión, el control estatal ejercido sobre aquélla ha sido menos incisivo y regular que sobre ésta. En términos generales, la forma como la radio se impuso en nuestro país, y el impulso que los gobiernos de estos primeros años de la radio dieron a la industrial, permitieron una rápida comercialización, tecnificación y definición organizacional'. A pesar del papel fundamental que los historiadores del medio le asignan en momentos de crisis política, como es el caso del conflicto con Perú, muy en sus nudos (1932), y el mucho más evidente alrededor del 9 de abril de 1 948 v en los años siguientes v, más cercanamente, en los años en los que fueron más fuertes los actos narcoterronstas, la radio ha sido considerada como el medio comercial por excelencia. ¿Alrededor de él se gestó el sistema de "cadenas" y a partir de él los grujios económicos ingresaron a los medios de comunicación y, en general, a la industria de las telecomunicaciones.

Cf. Reynaldo Pare]a, I listona de la radio en Colombia (Bogotá: Servicio Colombiano de Comunicación Social, 1984),

Radio informativa \ piarticipacion ciudadana '55

Para 1995, por ejemplo, la inversión publicitaria de la radio no fue la [trímera, [tero sí la segunda: después de El Tiempo, aparece RCN con datos consolidados para radio y televisión; y, en tercer lugar, Caracol Radio, con ventas netas de 52.98 1 millones de pesos". Para el período que va de enero a mayo de este año, la inversión publicitaria por medios pone a la radio en segundo lugar, con cerca de 198 mil millones de [tesos. En primer lugar está la televisión, con 570 mil. millones. Después de la radio, están la prensa, la televisión regional y las revistas'. En 1997, sin contar aún las frecuencias recién asignadas y las que faltan por asignar, y sin incluir las frecuencias de radio comunitaria, existen 636 emisoras4 en el país. Así, nial contadas, existe una emisora por caída cuarenta y ocho mil habitantes. De ese total, más de la mitad pertenecen (o están afiliadas) a las tres cadenas más grandes: RCN, Caracol y Lodelar. Contando las 123 que son comercializadas por Mejía y Asociados, tendríamos 480 emisoras pertenecientes de alguna forma a cadenas, y el resto, 156, propiedad de pequeñas cadenas como Melodía, Super, William Vinasco o independientes'. La radio colombiana se ha transformado radicalmente en los últimos quince o veinte años. Para empezar, de 1977 a hoy, se ha duplicado ci número de emisoras v se ha concentrado la propiedad, tendencia que parece continuara —a [tesar del esfuerzo del gobierno actual por "democratizar" los medios—.

' Cf. "Los grandes comunicaciones", en Revista Dinero, N" 59 (Bogotá: septiembre de 1 996). I Jatos obtenidos de la re\ isla Publicidad'cr Mercadeo, X" 195 ( Bogotá: julio de 1997). 4 Datos obtenidos del AHC Publicitario 97-9S (Bogotá: Publicaciones Publicitarias Colombianas, 199") ) ' Ibid.

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De una radio recluida en los rincones familiares, en la que lo "privado" era reencontrado a través del entretenimiento y la "cultura", pasamos a un medio volcado totalmente hacia lo "público" y la programación informativa actual así lo evidencia. Fa programación radial De acuerdo con la programación, podríamos afirmar que la radio colombiana ha pasado por cuatro etapas más o menos distingibles. Fin sus primeros años, cuando la propiedad aún se diluía en familias dispersas y "quijotes" de la radiodifusión, la programación, en general, estuvo más orientada hacia lo que podría llamarse "programación cultural": música clásica, teleteatros, poesía y programas religiosos, más relacionada con los gustos y educación de sus dueños que con cierta comprensión de los públicos. Una vez, consolidado el medio como comercial en las décadas de los años cuarenta y cincuenta, la programación se orientó más hacia públicos populares y urbanos. La radio nació y se consolidó en un momento en el que la industria necesitaba la ampliación de mercados nacionales. Así, al medio le correspondió el papel de servir de instrumento divulgativo para esta ampliación. Pero definitivamente esta ampliación de mercados y el "introducir a un país a la modernidad" no es sólo cuestión de economía, es también un proyecto político y cultural. Al respecto, Jesús Martín Barbero afirma: El concepto de modernización que sostiene el proyecto de construcción de naciones modernas en los años treinta articula un movimiento económico —entrada de las economías nacionales a formar parte del mercado internacional- a un provecto claramente político: construirlas en naciones mediante la creación de una

Radio informativa y participación ciudadana

cultura nacional , de una sensibilidad o, en términos de ese tiempo, de un "sentimiento nacional". El alcance y el sentido de las tecnologías de comunicación, su relación con la cultura de esemomento, remiten entonces al movimiento social que da origen al proyecto populista: la aparición en la escena social de las masas urbanas. Pues las masas serán constituidas en sujeto social justamente a partir de la idea de "nación", se reconocen v son ci contenido de aquel nuevo sujeto de lo social que es lo nacional6. La programación, en consecuencia con ese proyecto, posibilitó el paso de culturas rurales a culturas urbanas, dando comienzo a ese "sentimiento nadonal" convertido en cotidianidad. Aparecieron entonces los radioteatros fortalecidos y su género hermano, las radionovelas, los programase;/ vivo, como los concursos y los musicales, los consultorios sentimentales y los servicios de transcripción ofrecidos por embajadas extranjeras. Es aquí donde la radio familiar se fortifica en los espacios privados de la vida cotidiana y, además deentretener, conecta a la gente con el mundo que la rodea. F.n términos de propiedad, es esta etapa la que permite comenzar a distinguir la tendencia que se fortalecerá años después con la aparición del sistema de cadenas, cuando se funden Caracol y RCN y, un poco más tarde, dódelar. La tercera etapa que mencionamos antes comienza con el auge de la televisión en los años setenta y viene a consolidarse- en la década de los setenta. Podríamos identificarla como una búsqueda deidentidad propia en la medida en que la televisión empieza a ganar

jesús Martín Barbero, "Nuevas tecnologías y procesos de transformación cultural", en Signo v Pensamiento, N" 1 0 ( Bogotá: l áuversidad Javeriana, primer semestre de 1957),

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espacios de tiempo libre y ocio que antes fueron propiedad de la radio y, lo que es mas importante, a desplazar gran parte de la inversión publicitaria hacia el nuevo medio. Los primeros síntomas de la especialización y la segmentación de públicos comienzan a aparecer: emisoras musicales v emisoras llamadas "básicas" que aún continúan con programación familiar: concursos, musicales, radionoticieros y dos géneros que se consolidan en esta época, los humorísticos y los deportivos. Se aprovechan fundamentalmente dos características del medio: la instantaneidad y el fácil acceso. Las transmisiones deportivas -la Vuelta a Colombia—, idea original de RCN, captaron una nueva audiencia y le dieron un nuevo impulso a la comercialización. Además, la imagen del "transistor" llegó a ser familiar para todos; la radio es el mecho que se "transporta" con uno. La cuarta etapa, 1970-1990, coincide con el ingreso de los grupos económicos a la radio y con el viraje definitivo de la radio hacia la empresa privada y la venta de las frecuencias y los equipos deRadio Sutatenza a Caracol, en abril de 1989. La radiodifusión registra en estos años un amplio incremento en muchos niveles. Las cadenas se consolidan estructuralmente, se verifican crecimientos importantes a nivel de financión y comercialización; la infraestructura crece y la programación se fortalece siguiendo las directrices manejadas hasta el momento de acuerdo con la estratificación de públicos (]tie empiezan a definir los estudios de sintonía. Sin embargo, los cambios más significativos se evidencian a nivel de la estructura de los contenidos que se trabajan a partir de entonces. Son tres los ejes de la programación radial: noticias, música y deportes. A partir de ellos, la radio se especializa y se segmenta y hoy las cadenas radiales, en especial las grandes, edifican su estructura organizacional en sistemas ([tic corresponden a esta tendencia.

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Ed filón noticioso

Desde el comienzo de los años ochenta las cadenas radiales —y dejo voluntariamente de lado en este análisis la programación de las emisoras independientes de provincia— presentan una tendencia clarísima a la especialización en el área de la información noticiosa. Especialización que implica interés prioritario por el periodismo radial y por la tecnología informativa. Esta etapa de búsqueda de una identidad específica en el mecho radial y en ci ámbito general de los medios masivos coincide con ei surgimiento del programa "6 a.m. a 9 a.m." y con el ingreso de Yanud Amat a la Dirección Nacional de Noticias de Caracol, en septiembre de 1979, Lo que se rompe con la aparición de "6 a.m. a 9 a.m." es el estilo con ([tic el mundo venía entendiéndose en la radio colombina. Se podría hablar de apertura v flexibilidad en el manejo de la información. Hasta ese momento, el género informativo se trabajó con noticieros, es decir, locutores, lectores de noticias redactadas por los periodistas. Con el radioperiódico, los periodistas ingresan a las cabinas de transmisión, comentan la información,realizan entrevistas al aire, se ríen, dejan entrever sus sensibilidades políticas v permiten, en fin, que ci mundo entre por los micrófonos. El rating se dispara y comienza la ya legendaria "guerra de las cadenas". F.sta competencia hace [tosióle, no sólo [tara Caracol sino también para las demás cadenas, la consolidación de la especificidad radial de lo noticioso. Las emisoras alcanzan unos niveles enormes en lo ([tic a tecnología y recursos periodísticos se refiere. Hoy en día los sistemas básicos de las cadenas dedican cerca del cincuenta por ciento de su programación diaria a las noticias bajo diferentes formatos; radioperiódicos, informativos, resúmenes noticiosos, extras y programas de opinión. Y sólo por esta trayectoria, es posi-

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ble encontrar un sistema intormativo como Radionet, dedicado las venticuatro horas a la información. Los niveles de cubrimiento son tales que para el común de los colombianos se ensanchan en términos reales de inmediatez, de cotidianidad y de "uso" las fronteras del mundo local, regional y nacional, para alcanzar instancias amplísimas por fuera de su contexto específico, y el ámbito internacional se hace cercano por la tecnología radial. Sin temor, podría afirmarse entonces que Caracol, inicialmente, y las demás cadenas después, amplían con la información noticiosa nuestros linderos de conocimiento. Múltiples ejemplos de ello los encontramos en los acontecimientos "significativos" que la radio cubre en esos añoso La radio activa, entonces, mediaciones singulares entre los espacios micro y macro de nuestra sociedad. Fdla misma entra a suscitar las "interacciones de mundos separados": interacciones entre el espacio de la vida cotidiana de los radioescuchas y el espacio de la "vida nacional" económica y política. Los medios masivos, y la radio en particular, entran a cumplir un papel importante si consideramos este nuevo elemento dentro del conjunto de las movilizaciones sociales, en donde los mecanismos del control sodal y las solidaridades ligadas a los sentimientos comunitarios ya no funcionan como antes. Fin una sociedad como la nuestra, en que la distancia entre las instituciones políticas y el tejido sodal es cada vez más profunda, la radio y la televisión acaban siendo el dispositivo de c o m u nicación capaz de ofrecer formas de c o n t r a r r e s t a r ei aislamiento

Ana María Lahnde, Radio y cultura profesional. La producción de noticias en Caracol Radio (Bogotá: Universidad |averiana-Colciencias, 1992; informe final de investigación), p. 24,

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de las poblaciones marginadas estableciendo vínculos culturales comunes a la mayoría de la población, lo que en Colombia se ha visto reforzado en los últimos años por una especial complicidad entre medios y miedos . La mediatización de la política Es ya un lugar común afirmar que la política esta mediatizada. Mediatizada en varios sentidos: en el reconocimiento de la centralidad que los medios de comunicación adquieren en las prácticas políticas, en la referencia a la influencias que éstos ejercen en los procesos electorales, en la denuncia de las prácticas manipuladoras que el poder realiza para ubicar temas y personajes a través délos medios y finalmente, también, en el descubrimiento de formas novedosas democráticas que favorecen el diálogo y la pluralidad. Para los fines que perseguimos, utilizaremos el sentido que asigna a esta afirmación Alaría Cristina Mata, quien retomando a Guillermo Sunkel dice: En términos globales, por mediatización de la política se entiende el proceso en (\ por) el cual los medios de comunicación masivos —preferentemente los que emplean tecnología audiovisual e informática- imponen crecientemente su lógica en la construcción de la realidad política'.

Jesús Martín Barbero, "Comunicación y ciudad. Sensibilidades, paradigmas, escenarios", en E Giraldo v F Viviescas ( c i ) m | i . ) , / t a ; 7 í ¡ ciudad (Bogotá: Tercer M u n d o , 19961, p. 65. Cf. M a n a Cristina Mata, "Entre la plaza y la platea", en Política v comunicación (Buenos Aires: I 'ntversidad de Córdoba, 1992), p. 65,

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L o anterior significa por lo menos tres cosas, según Mata 1 ": - O u e los medios son los principales mediadores entre los espacios clásicos de la política —gobierno, congreso, partidos- y la ciudadanía, transformada en público. Mediación entendida como mecanismo de establecimiento de lazos y relaciones entre actores y estructuras sociales alejadas de la vida cotidiana. —Oue la mediatización significa la construcción de nuevos espacios de procesamiento, debate y legitimación de las ideas políticas a través de estrategias emparentadas no tanto con las formas de argumentación racional propias de la política clásica, como con la adhesión afectiva emocional. Fin los medios, los actores políticos clásicos compiten con actores del espectáculo, hecho que los obliga a transformar su discurso tradicional por otro que podríamos adjetivar como "intimista". -Y, por último, que la mediatización de la política significa que, en un mundo continuamente complejizado, los medios permiten a ese gran público acercarse a la complejidad proveyéndoles de una "carta de navegación" para entender lo que sucede más allá de las cuatro paredes e, incluso, para entender v poner en contexto su propio mundo privado. Fin relación con la información radial que nos ocupa, de este nuevo panorama mediático pueden extraerse tres consecuencias fundamentales en lo que tiene que ver con la constitución de actores sociales y con ia definición de la "ciudadanía". En primer Ligar, una de las características de ese espacio público constituido polla radio es la relación que se establece con el poder. En la radio se define mucha parte del marco de interpretación del mundo y se construye ese puente intangible que nos conecta con las grandes '" ¡bul., p. 66 ss.

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decisiones. Mirado desde la recepción, como lo afirma María Cristina Mata, la radio-necesidad, en sentido informativo, es un invento moderno que "como nueva racionalidad hace de la información el instrumentos de un saber que ilusoriamente trasparenta el mundo del poder de cuyas decisiones se depende. Y es moderno en términos de agenda comunicativa: única posibilidad de 'no quedar at margen' de lo que ocurre; de esa realidad cada vez más fabricada en los medios y de los cuales depende toda posibilidad de legitimación social"11. Mirado desde la producción, la relación con el poder es lo que justifica y avala su capacidad de legitimar el orden de cosas. Los periodistas y productores radiales viven en función de entrevistar celebridades v acercarse así al lugar de las decisiones. El género informativo —las noticias, los radioperiódicos, los programas de opinión— es el escenario perfecto [tara ello. Fin la radio colombiana cada vez, menos aparece el hombre y la mujer de la calle como protagonistas de la noticia. Sólo existen cuando se suman. En 1992, cuando un equipo de la Facultad de Comunicación de la Universidad Javeriana hizo una investigación sobre las prácticas productivas de la información en Caracol Radio 1 ", el periodista judicial nos comentó que en ese momento nadie se interesaba por el "muertico de la esquina". "Tiene que ser alguien importante -me decía—, no cualquiera puede aparecer en la radio". Por su parte, otra periodista del grujió me comentaba que, tristemente, en Caracol empezaba a clasificar como noticia una masacre de ocho para arriba. Eos protagonistas siempre serán los funcionarios públicos y los grandes eventos (¡tic generan rupturas en la vida social: la

1 María Cristina Mata, "Radio: memorias de la recepción", en Diálogos de la Comunicación, N 50 (Finia: Felatacs, junio de 1991 ), p. 45, l_

Ana María Lahnde, op. al.

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agenda pública actual la constituye la permanente crisis política; la corrupción, la violencia en todas sus manifestaciones, las relaciones siempre conflictivas con Estados Unidos y los hechos que suscita el negocio del narcotráfico. Si bien, en general, la gente del común no es noticia, es evidente que los medios acercan el mundo de las grandes decisiones al mundo de la vida cotidiana, haciéndonos partícipes, de una u otra forma, del poder y de las decisiones. En segundo lugar, fue en la radio, a partir de la generalización del formato radioperiódico, que la política se consolidó como espectáculo. Quien no aparecía en su momento en "6 a.m. a 9 a.m.", y no aparece hoy en Radionet, "La F.M.", "Viva F.M." o los clásicos radioperiódicos de RCN y Caracol, no existe políticamente. El ser entrevistado por Julio Sánchez Cristo, Juan Gossaín, Darío Arizmendi o Yamid Amat es el reconocimiento público de legitimidad social. Pero aparecer en radio, y hoy también en televisión, tiene un costo político: el de transformar la relación vertical del discurso político en una relación horizontal en la que prácticamente el político se ve inerme frente al periodista, expuesto como está a "cualquier pregunta". Hay, sin duda, un cambio de estrategia: los medios endiosan pero también acercan y desnudan, y los políticos han tenido (jue aprender la lección. Una lección que los ha expuesto a jugar el juego del espectáculo; lección que aprendió y entendió bien Antanas Mockus y que los políticos y administradores del gobierno también empiezan a comprender. El exponerse a ser entrevistados por la caricatura de sí mismos a través de la imitación que hace Jaime Garzón en Radionet por ejemplo, o las sátiras de Tola y Maruja en RCN, o las preguntas indiscretas y agresivas de Jaime Sánchez Cristo, o las imitaciones y las exageraciones de "La Luciérnaga" de Caracol o, más allá, los comentarios irrespetuosos y anárquicos de programas como "La

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Locomotora" en las radios juveniles, representan sin duda una profunda transformación en la forma de entender la política y de hacer política. Puede ser una estrategia comercial, puede ser la lenta imposición del periodismo lighl, pero aparejado a esto se trata de comprender que los escenarios tradicionales de la política se han transformado. Y en Colombia fue la radio, antes'que la televisión, la que propició el cambio. En tercer lugar, en Colombia la radio fue el primer medio que nos acercó al mundo proveyéndonos de un "marco interpretativo" compartido masivamente. Constituye hoy día, también, una "ventana" y un escenario para los acontecimientos mundiales, nacionales y locales. Gran parte de la información que recibe la gente a diario a través de la radio tiene una utilidad práctica en la vida cotidiana. Desde los "trancones" de tránsito y la decisión de moverse o no de su casa, hasta las declaraciones del narcotraficante de turno que le permiten, mal que bien, armarse una idea del país en el que vive. Por la radio se han expresado también las ideas sobre la ciudadanía, se han reivindicado derechos trente a la administración pública, se han explicado y reforzado obligaciones ciudadanas como el voto, por ejemplo. La radio atomiza, pero también ofrece conocimiento útil; descontextualiza, pero ofrece también elementos de juicio; desintorma, pero también ofrece pautas de comportamiento; hace que la gente viva en un mundo ficticio, pero también aterriza a esa misma gente y le ayuda a moverse en un mundo y en un país cada vez más complejo, ofreciéndole "claves de lectura". La radio y la participación ciudadana Si bien los medios en general, y la radio en particular, generan una ficción de participación, abren también espacios de interpelación

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que los canales políticos tradicionales no ofrecen. Por una parte, los medios posibilitan el no lugar: ese espacio en que los individuos son liberados de toda carga de identidad interpeladora y exigidos únicamente de interacción con informaciones o textos. Es lo que vive el comprador en el supermercado o el pasajero en el aeropuerto, donde el texto informativo o publicitario lo va guiando de una punta a la otra sin necesidad de intercambiar una palabra durante horas' ó F.s esa misma relación la que se establece con los medios; sólo es necesario, para "estar en el mundo y ser buen ciudadano", el estar conectado a los medios. F.n nuestras sociedades el estar informado es participar. Fin este sentido, los informativos radiales cumplirían con el deber social de mantener informada a la gente y la gente cumpliría con el deber ciudadano de estar informada. La radio, como los demás medios, generaliza esa falacia de identificar a la opinión pública con la opinión del público. A través de encuestas callejeras o de las líneas abiertas, los ciudadanos nos venios interpelados como colectivo a través de la opinión de unos cuantos, "dódos los colombianos opinan que.,.", "las mujeres colombianas afirman...", son frases que cotidianamente nos llegan sobre los temas más disímiles: preferencias electorates, opinión sobre los servicios públicos, sexo, comidas o diversiones. Al mismo tiempo, los periodistas y conductores de los programas informativos asumen el papel de intermediarios y de voceros de los dudadanos del común. Querámoslo o no, estemos de acuerdo o no, el

jesús Martín Barbero, "Comunicación y ciudad. Sensibilidades, paradigmas, escenarios",'ye cit., p. 65.

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periodista abre una conversación sobre el sentido de lo social; una conversación en la que también participa la gente. Sin embargo, la otra cara de la moneda es la que paradójicamente pone a la radio como el medio que mejor entiende la participación. Participación en un sentido restringido y, en cierta medida, falso, pero participación al fin. A la radio se llama cuando se está furioso, cuando se quiere saber algo en particular, cuando se quiere denunciar la indolencia de las autoridades frente a los problemas locales, en fin, cuando existe- el sentimiento de que no es suficiente escuchar, sino que es necesario "decir públicamente que se está ahí", ([tic se está presente como individuo y que se está preocupado por lo que ocurre. Aquí otra vez, el discurso reemplaza a la acción. Los discursos que circulan de doble vía, los que escuchamos y los que individualmente prolongamos a través de los medios, reemplazan toda posibilidad de acción y de intervención. Ion este aspecto, los ciudadanos, en cuanto receptores y consumidores, nos hallamos expuestos más a la política narrada y discursiva que a la política actuante manifiesta. Fiste hecho, de plano, tiende a desmovilizar cualquier intento de participación ciudadana, pero, al mismo tiempo, representa uno de los "agujeros" que el sistema deja y los cuales habría que explorar y estudiar con más cuidado. Asumiendo como positivo o negativo la participación del público en la radio, ésta es un hecho que ha transformado de plano la producción en el medio 14 . Para empezar, ha traído sustanciales modificaciones en el lenguaje radial, adquiriendo éste un tono más coloquial y descomplicado que antes. Luego, no se trataría sólo de 14

Cf. I telena Huilla, "Periodismo \ particijiación cívica", en Contribuciones, N " 2 (Buenos Aires: Ciedla, Fundación Konrad Adenauer, 1996), pp. 47-54.

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formas y contenidos, sino de la profunda transformación en el tipo de relación que se establece entre medios y públicos: la posibilidad de acceso genera nuevas relaciones sociales y nuevas demandas de las que los medios son receptoras también. Finalmente, amarrado al punto anterior, la radio es quizá el medio que más cercanamente se encuentra de su público y eso, mal que bien, la obliga a replantear cotidianamente su relación con ese público al que se dirige. Final Entendiendo el concepto de ciudadanía como "la reivindicación y el reconocimiento de derechos y deberes de un sujeto frente a un poder" 1 ', y asumiendo que los ámbitos de la sociedad son múltiples espacios en los que se puede constituir el sujeto, así como son múltiples también los focos de poder que controlan esa posibilidad, "estamos en presencia de una redefinidón de la ciudadanía en términos de múltiples campos de ejercicio (...): en todo ámbito donde se establecen relaciones sociales entre un poder y la gente, estamos en presencia de ámbitos de ciudadanía real o potencial" 16 . Se habla de ser sujeto en un determinado ámbito, sea éste político, económico, educativo, cultural, generacional, sexual, etc. Siguiendo la argumentación de Manuel Antonio Garretón 1 ', en este sentido, el campo de los medios de comunicación es también campo de expresión de la ciudadanía. A través de ellos se reco-

1

' Manuel Antonio Garretón, "Democracia ciudadana y medios de comunicación", en Varios autores. Los medios: nuevas plazas para la democracia (1 ama: Calandria, 1995), p. 102.

"' Ibid. Ibid.

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Radio informativa v participación ciudadana if.y

nocen y valoran formas de relación con los poderes y se re-configuran libertades, igualdades y calidad de vida. Filos, asimismo, son controladores de otras relaciones de poder, constituyéndose en instrumentos de ejercicio de ciudadanía. Y, finalmente, ellos mismos son espacio de ejercicio de la ciudadanía en tanto se constituyen en poder en relación con la gente. Empezar a reconocer esta relación es empezar a reconocer ([Líela radio comercial puede constituirse también en un espado departicipación ciudadana. Fisto sólo es posible en tanto se replantee la relación del público con la radio y se comience a demandar de ella, como ahora se empieza a demandar de la televisión. De la misma forma como se hacen debates ciudadanos sobre la violencia y el sexo en televisión, es ya hora de comenzar a plantear debates sobre lo que nos llega por la radio. Y es también el momento dereconocer y de aprovechar esos agujeros que el sistema comercial deja para que la ciudadanía se cuele.

SEGUNDA PARTE

Cultura urbana y cultura de jóvenes

Formas de sociabilidad y construcción de identidades en el campo urbano-popular

Jaime Eduardo Jaramillo

r A campo urbano-popular designa hoy en día el espacio social en el cual existe un conjunto de población que asciende en las ciudades latinoamericanas a una proporción que puede oscilar entre un cincuenta v un setenta por ciento del total de sus habitantes. No podría adscribírsele el concepto de ciase social a este heterogéneo grupo poblacional, va que sus actividades laborales son disímiles: se distingue un sector minoritario de asalariados en la industria, lo cual expresa un proceso agudo de desproletanzación, al tiempo que se registran albañiles, vendedores ambulantes, vigilantes, conductores, propietarios o trabajadores de famiempresas, etc. Desde un punto de vista contemporáneo, estos sectores sociales podrían concebirse como un campo . En él entran en relaciones, tanto de coopeTomamos de Fierre Bourdieu el concepto sociológico decampo. F.ste define dicho concepto, central en su sistema teórico, del siguiente modo: "f.n términos analíticos, un campo puede definirse como una red de relaciones objetivas entre posiciones. E.stas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las determinaciones que impone a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones por su situación {sllus} actual \ potencial en la estructura de la distribución de las diferentes especies de poder (o de capital) —cuta posesión implica ei acceso a las ganancias específicas que se encuentran en juego en cada campo- y de paso por sus relaciones objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación, homología, etcétera )". Véase Fierre Bourdieu y j . I). W'icqn'ínX,Respuestas: por una antropología reflexiva ( México: ( dajalbo, 1995 ),p. 64. Véase también Fierre Bour-

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ración como de competencia, agentes adscritos a determinadas posiciones sociales, quienes se caracterizan por poseer una situación estructuralmente subordinada. En el conjunto de las espedes de "capital" (económico, social, político, cultural) se hallan en un cuádruple proceso dt exclusión o, en todo caso, de apropiación parcial. Esta situación implica, en primer lugar, una situación subordinada en las relaciones laborales (asalariados, vinculación ocasional) o la posesión de microempresas, o pequeños negocios, algunos de ellos ambulantes, que no generan de modo consistente acumulación de capital, ni pueden incidir decisivamente sobre los procesos de producción y distribución en el seno de la sociedad global. En el plano social, se hallan en los últimos escalones de la escala de estatus y roles sociales. Con bajos ingresos y, en consecuencia, con niveles de consumo precarios, se hallan situados en los rangos de pobreza absoluta y crítica, según los indicadores aceptados por las agencias estatales y transnacionales. Habitan en zonas degradadas de los centros urbanos y en las inmensas periferias de ellos, con dotaciones precarias de servicios. Su vestimenta, sus usos y costumbres, su modo de hablar, entrañan para las restantes clases y estratos sociales, en muchos casos, procesos de estigmatización o de subordinación. Sus redes sociales (su capital social) contribuyen a su supervivencia, pero implican, hada otras clases y estratos, reproducir formas de subordinación. En el plano político, los agentes pertenecientes al campo urbano-popular poseen acceso subordinado a bienes y servicios del Estado, a través de redes clientelistas o formas de presión puntuales desde el poder local o instancias gubernamentales, pero no alcan-

dieu, Ees regles de Cart: genese et structure du ehatnp litteraire ( París: Editions du Senil, 1992).

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zan una representación hegemómca en ninguna de las instituciones del Estado. Stis intereses son tenidos en cuenta apenas de modo parcial o refractado en las decisiones políticas nacionales y locales. En la esfera simbólico-expresiva, los sectores populares urbanos expresan tina apropiación desigual del capital cultural, redundando en una escasa valorización de su fuerza de trabajo y en unos mecanismos de exclusión para el acceso a los conocimientos y las destrezas indispensables en el desempeño de un ciudadano moderno. Sus escuelas y sus colegios, públicos y privados, muestran en su mavor parte deterioro físico, estancamiento tecnológico y tanto a maestros como a estuchantes desmotivados, sin disciplina de trabajo o de estudio, lodo esto se manifiesta en currículos rutinarios, autoritarismo, métodos memorísticos y alta deserción escolar. Los estudiantes revelan notables dificultades para vincular los contenidos de su educación escolar con su capital simbólico previo y con sus expectativas existenciales, sociales y laborales, tal como lo señala Beatriz, Sarlo, penetrante analista de los fenómenos culturales contemporáneos, con respecto a los sectores urbano-populares en América Latina: lesas sociedades están hoy duahzadas no solamente desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista del acceso a los bienes simbólicos. Uno puede decir que los sectores populares tienen su cultura y eso es verdad, pero esos sectores quedan encerrados y ocupados desde el satélite, (... ] 1 .os sectores populares viven en las zonas más miserables, en las zonas donde las reformas económicas neoliberales se han traducido en un paisaje urbano de depredación, de miseria, de taita de equipamiento cultural, educativo y sanitario, encerrados en esos guetos, que son guetos sociales y culturales.

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[...] Sabemos bien que los sectores populares han desarrollado a lo largo de siglos una cantidad de estrategias de lecturas y de usos desviados de lo que reciben de los medios de comunicación de masas, pero también sabemos que esos usos desviados se realizan a partir de adquisiciones culturales propias. Durante el siglo XX pensamos que esos desvíos respecto de la cultura de élites se podrían realizar a partir de una reserva fundamental de estrategias culturales populares. Aquella cultura que es la cultura de la alfabetización y que a los sectores populares les sirvió para tener sindicato, para acceder al voto, [tara tener políticos, etc. En la quiebra de las instituciones culturales educativas, los sectores populares practican su estrategia de desvio y de usos no contemplados en el mensaje, pero su posibilidad de recombinación de elementos culturales es menor porque les está faltando esa otra institución que fue fundamental en la re-configuración de esos sectores: fue fundamental en la dominación, pero fue también fundamental en la autonomía, que es la escuela-. En este mismo sentido, podemos afirmar que, en relación con nuevas expresiones del capital cultural, relacionados con los conocimientos, hábitos y destrezas necesarios para educarse en la informática, denominada "segunda alfabetización", también acudimos en nuestra época a otra peligrosa dualizadón. F.n especial, los niños y los jóvenes del campo popular, en su mayor parte, se hallan ftiera de esa revolución tecnológica y cultural. Si el acceso y la utilización de la información de bienes simbólicos es crecientemente un indicador estratégico de diferenciación social (algunos analistas

- Beatriz Sarlo, "I .a suelta al siglo en bicicleta", enMagazln Dominical de El Espectador ( Bogotá: agosto 59 de 1 997 I, p. 5.

Formas de sociabilidad v construcción de identidade

hablan hoy día de la sociedadde la información), registramos sti dificultad de acceso a esta nueva tecnología y este nuevo lenguaje, ya sea porque las escuelas públicas no disponen de computadoras en número suficiente o carecen de multimedia y de Internet, ya porque en los currículos esta enseñanza no tiene aún el reconocimiento que merece, ya porque el computador personal es unbien de lujo en estos sectores sociales. Por otra parte, la utilización del computador que supere (sin negar) su momento lúdico demanda unos conocimientos sólidos y amplios, una destreza para la escritura y para la comprensión de textos y un maestro que stpaenseñar a aprender, a utilizar creativa y productivamente la información (desordenada, desigual, no jerarquizada) que se puede obtener por la multimedia o el Internet. Pero ias formas de supervivencia económica, las redes sociales y las expresiones simbólico-expresivas pertenecientes al campo popular-urbano no expresan por necesidad una relación pasiva ante lo hegemónico ni ante distintas expresiones culturales, mediáticas, regionales, campesinas, etc. Por la teoría de la recepción cultural se puede comprender qtie la asimilación de imágenes, interpretaciones, valores y prácticas institucionalizadas, velucuhzadas desde el Estado, las iglesias, los medios de comunicación, etc., son resignificadas y recreadas en función de* matrices sociales y culturales previas. La pertenencia a una familia, el origen étnico, la territorialidad barrial, las adhesiones religiosas, culturales, etc., crean identidades restringidas, a algunas de las cuales nos referiremos luego, ([Lie funcionan como "comunidades de sentido". En la perspectiva que nos ocupa, proponen a sus adherentes códigos de lectura, orientaciones éticas, interpretaciones y clasificaciones sobre la realidad personal, familiar, barrial, ciudadana, nacional, internacional v, en algunos casos, sobrenatural.

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Como lo señala Stuart Hall respecto al campo cultural', [... | se trata de un campo de límites fluetuantes; entre sus [icios -el popular y el de élite, en este caso- hay todo tipo de rela-

Citado por José 1 ans Romero, "I ,os sectores populares urbanos como sujetos históricos", en Proposiciones, 19 (Santiago de Chile, 1990). 1 Linos usado en la caracterización de lo urbano-popular las nociones decampo y capital cultural, centrales en ci pensamiento de Pierre Bourdieu, por cuanto la coneepicion del notable pensador contemporáneo permite comprender la producción y la reproducción délas desigualdades materiales y simbólicas en una sociedad dada. I .ejos de postular una determinación unilmeal, la economía y la cultura son en su sistema teórico elementos codeterminados "encabalgados", necesarios ambos en la reproducción déla vida social. Con todo, el reproduc/ivismo bourdieano adscrito al eslructiiralísmo, paradigma que el autor ha buscado trascender sin lograrlo plenamente, se nos revela fecundo en un primer nivel de análisis, pero insuficiente, pensando desde el específico contexto latinoamericano, para comprender la dinámica del campo popular, la recepción, la «significación y la recreación desde sus matrices societarias y culturales de elementos económicos, formas de sociabilidad y rasgos culturales de la sociedad hegemónica de los textos, sonidos e imágenes de \oy,mass media, así como el sincretismo que establece, en el marco urbano, entre las diversas subculturas regionales, campesinas, étnicas, etc. F.n Bourdieu, el agente social dentro de un campo se halla en la polmdadsiimisíón-resís/encía que expresa el momento determinista y el voluntarista, que el sociólogo francés procura superar como antinomias de un pensamiento tradicional con las nociones centrales de campo y hábitos. Pero, en la práctica, en particular en America 1 .atina, la figura social del/adino es la expresión del mestízale cultural; aquí lo que predomina es la asimilación selectiva, la resema ntización, el sincretismo, la resistencia oblicua que se vincula, en ciertos campos, a la complicidad. F.n este campo ambiguo, no reductible a las categorías antinómicas sumisión-resistencia, el sistema de Bordieu se nos revela insuficiente. Id campo cultural en nuestros países se halla mucho más fragmentado por los procesos de dua/izaeíón estructural, coexistencia de modos de producción, ¡¡sincronías. conceptos con que desde los años cincuenta científicos sociales del subcontmente buscaron tematizar la heteroiteneidad económica, social y cultural de América La-

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clones: imposición, aceptación, p r é s t a m o , apropiación. L o que separa lo p o p u l a r de lo q u e no lo es no se define de una vez para s i e m p r e , sino q u e es el resultado concreto de una fase concreta de ese conflicto y, c o m o tal, se desplaza, avanza o retrocede.

I .atina. For ello, en lo que sigue nos sentimos deudores tanto de los aportes de la Escuela Británica ( Phompson y Williams ) como, de manera especial, de los aportes latinoamericanos al estudio de las culturas populares. Como lo señala Néstor d a m a Canclini: "l 'n sociólogo brasileño, Sergio Miceh, que aplicó este modelo (de Bourdieu I al estudio de la industria cultural en un país, observa que tal subordinación corresponde, hasta cierto punto, a los países capitalistas europeos, donde hay un mercado simbólico unificado. F.n Brasil, en cambio, y en general en America Latina, ei modo de producen')!! capitalista incluye diversos tipos de producción! económica y simbólica. N o existe una estructura de clases unificada y, mucho menos, una clase hegemonica (equivalente local de la burguesía I en condiciones de imponer al sistema entero su propia matriz de significaciones. "Encontramos más bien un sistema simbólico fragmentado que, agregaríamos nosotros, implica aún una mayor heterogeneidad cultural en las sociedades multiétnicas, como la misma brasileña, las mesoamericanas, las andinas. Aunque la modernización económica, escolar y comunicacional ha logrado una cierta homogeneización, coexisten capitales culturales diversos: los precolombinos, el colonial español, en algunos la presencia negra y las modalidades contemporáneas de desarrollo capitalista. "Necesitamos reformular la concejicion de Bourdieu, en muchos sentidos útil para entender el mercado de bienes simbólicos, a fin de incluir los productos culturales nacidos de los sectores populares, las representaciones independientes de sus condiciones de vida y la resemanlizacion que hacen de la cultura dominante de acuerdo con sus intereses". Véase Néstor (jarcia Canclini, "Introducción: la sociología de la cultura de Fierre Bourdieu", en Herré Bourdieu,.Sociología y cu/tura (México: (ínjalbo, 1990 ), p. 5 1. Sobre la [escuela Británica, que por lo demás conoce diversas vertientes, cf. E. V. Phompson, Tradición, revuelta v conciencia de clase ( Barcelona: Editorial Critica, 1 979 |, Raymond Williams,Cu/tura: sociología de la comunicación v arte ( Barcelona: s. d., 195 1 ) y Stuart 1 lall, "Estudios culturales: dos jxiradigmas", enUausas v Azures, N" 1 (Buenos Aires: s. ch, 1994),

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[...] Esa mezcla es la propia de todo el proceso social y cultural: el conflicto, la coexistencia, la impureza. Fin cuanto a América Latina, cabe mencionar a varios pioneros de esta concepción, entre ellos Fernando Ortiz 4 , Pedro Henrí-

4

Véase Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco v el azúcar (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1987). El antropólogo cubano acuñó el concepto detranseulturación para dar cuenta de los procesos de asimilación, «significación y recreación cultural que poseen un laboratorio privilegiado en América Latina. Considerando que este concepto, aplicado penetrantemente en el libro arriba retereneíado, era un aporte a la antropología cultural, Bronislaw Malinovski escribía en el prólogo al libro de Ortiz: "Consideremos la palahmacciillnralion, que no hace mucho comenzó a correr y que amenaza con apoderarse del campo, especialmente en los escritos socioliígicos y antropológicos de los autores norteamericanos. Aparte de su ingrata fonética (suena como si arrancara de un lujx) combinado con un regüeldo), la voz aeeulluration contiene todo un conjunto de determinadas e inconvenientes implicaciones etimológicas. Es un vocablo etnocéntnco con una significación moral. L.l inmigrante tiene í\ueacu/tiirarse (to aceulturate); así han de hacer también los indígenas, paganos e infieles, bárbaros o salvajes, que gozan del 'beneficio' cíe estar sometidos a nuestra Oran Cultura Occidental. La vo/.aecu/turatíon implica, por la preposiciónadi\ne la inicia, el concepto de untenninus adquem. F.l 'inculto' ha de recibir los beneficios de 'nuestra cultura'; es 'él' quien ha de cambiar para convertirse en 'uno de nosotros'. "No hay que esforzarse para comprender que mediante el uso del vocablo aeeulluration introducimos implícitamente un conjunto de conceptos morales, normativos y valuadores, los cuales vician desde su raíz la real comprensión del fenómeno. Sin embargo, lo esencial del proceso que se quiere significar no es una pasiva adaptación a un estándaráe. cultura fijo y definido. Sin chula, una oleada cualquiera de inmigrantes de Europa en América exju'rimenta cambios en su cultura originaria; pero también provoca un cambio en la matriz de la cultura receptiva. Los alemanes, los italianos, los polacos, los irlandeses, los españoles, traen siempre cuando transmigran a los pueblos de América algo de sus propias culturas, de sus alimentos, de sus melodías populares, de sus musicales genios, de sus lenguajes, de sus costumbres, supersticiones, ideas y temperamentos característicos. Podo cambio de

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quez Ureña 3 , Gilberto F'reyre'' y, más recientemente, Ángel Rama', Carlos Monsiváis'3, Renato Ortiz', Jesús Martín Barbero'", Néstor (jarcia Canclini'' y William Rovve12. Lodos ellos han buscado desarrollar esta perspectiva relacional y procesal sobre las culturas en América Latina, que han definido comotransculturadas, mestizadas o híbridas. Naturalmente, hay procesos dtviolencia económica, social, política y simbólica, que en ciertos casos buscan establecer límites a la cultura o, como diremos de ahora en adelante, toda transculturación, es un proceso en ei cual siempre se d:\ algo a cambio de lo que se recibe; es un toma y daca, como dicen los castellanos. Es un proceso en el cual ambas partes de la ecuación resultan modificadas. I ín proceso en ci cual emerge una nueva realidad, compuesta y compleja; una realidad que. no es una aglomeración mecánica de caracteres, ni siquiera un mosaico, sino un fenómeno nuevo, original e independiente. Para describir tal proceso, el vocablo de latinas raíces transculturación proporciona un término que no contiene la implicación de una cierta cultura hacia la cual tiene que tender la otra, sino una transición entre dos culturas, ambas activas, ambas contribuyentes con sendos aportes, y ambas cooperantes, al advenimiento de una nueva realidad de civilización" (Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco v el azúcar (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1978), pp. 4-5. Pedro I lenríquez Ureña,/.« utopía de América (Caracas: Editorial Ayacucho, 1978 ); Pedro I lenríquez l reña, Comen/es literarias de la América hispánica (México: Fondo de Cultura Económica, 1994), '' Gilberto Fren re, Casa-grande v senzala (Caracas: Ayacucho, 1977). Ángel Rama, Transculturación narrativa en América Latina (México: Siglo XXI, 1982). Carlos i\lonC\vÍK, Escenas de pudor y liviandad ( W é x k o : J. Mortiz, 1988). Renato Ortiz,A moderna tradícaohrasileira (Sao Paulo: s. d., 1988). L'sús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura x hegemonía (Barcelona: C. Cali, 1987). 1 ' Néstor (iarcía Canclini, Cu/turas híbridas. Estrategias para entrar v salir de la modernidad (México: Grijalbo, 1991), William Rowe, Memoria y modernidad. Cultura popular en América Calina (México: Grijalbo, 1991).

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búsqueda de autonomía, de rebelión, y, en los más, de movilidad social de clases y sectores subalternos. Pero ello no puede impedir procesos socioculturales que no se dejan reducir a la óptica chcotónuca: resistencia-sumisión. El análisis aquí presentado entraña una mirada del campo popular-urbano que, si bien reconoce los procesos de subordinación estructural ligados a una formación social específica, acepta su capacidad de dinamismo y recreación, sus síntesis culturales, hábiles, no siempre deliberadas, sincréticas, contestatarias en algunos casos, adaptativas en otros. En el habitante popular-urbano, en sus viviendas, sus vestidos, su cocina, su habla cotidiana, sus relaciones sociales, sus expresiones políticas, sus imaginarios, su consumo y producción cultural, se expresa un ptrmantnttsincretismo —que supone interpenetración y transformación de los elementos previos—, entre lo campesino y aldeano, vinculado al origen predominante de migrantes de primera y de segunda generación, con las imágenes, sonidos y textos de los medios electrónicos audiovisuales y la cultura de élite inculcada sobre todo en la escuela. Lo sagrado y lo profano, lo familiar, lo barrial, lo ciudadano y cosmopolita, lo legal y lo ilegal, se confunden, coexisten y dinamizan estrategias de supervivencia, hábitos, imaginarios y formas de sociabilidad y de trabajo, usos, costumbres y convenciones . Por ello mismo, podemos afirmar que, de modo formal v, más a menudo, informal, en este campo se generan formas organizativas que persiguen fines específicos, las cuales logran cierta capacidad de influencia y movilización sobre segmentos de poblaciones 1

' En la definición tic usos, costumbres y convenciones, cf. Max W'eber,/5i

nomla vsociedad, I ( México: Fondo de Cultura Económica, 1972 ), pp. 25-24.

Formas de sociabilidad v construn ion de ¡denudada '«5

barriales. Grupos de mujeres, jóvenes o ancianos, asociaciones religiosas, hoy no son sólo católicas, sino protestantes, pentecostales y de otras denominaciones, sin excluir grupos de la Nueva Era, además de grupos de padres de familia en las escuelas, asociaciones ecológicas, culturales, cívicas, etc. Ellos pueden ser concebidos, en la óptica de análisis sociocultural que aquí reivindicamos, comoromunidades de sentido, o si se quiere movimientos culturales, que plantean "nuevos significados imaginarios para las formas de vida... patrones de acción, aspiración e imaginación" 14 . Ofrecen así a sus miembros propuestas que influyen en su interpretación de la realidad, en su ética individual y social, en stis valores, en fin, en sus prácticas institucionalizadas. De ese modo actúan sobre las tres dimensiones que constituyen lo cultural: la cognitiva, la valorativa y la conducluaf. F'.stas agrupaciones buscan objetivos de diferente tipo: vivienda, empleo, servicios del Fistado uONGs. Crean identidades restringidas, organizadas en torno a criterios particulares de género, edad, religión, grupo étnico, actividad cultural, pertenencia barrial, adhesión política, etc. Desarrollan estrategias de captación de. miembros, de educación de ellos, de negociación con diversas entidades públicas y privadas, lo que implica involucrar, interpretar y canalizar intereses y motivaciones de sus asociados. Cabe plantear, ante este tipo de identidades, con una óptica pesimista, que asistimos a una época signada por la erosión de los

14

Agnes I leiler, "Los movimientos culturales como vehículo de cambio", en Fernando Viviescas y Fabio Giraldo, Colombia: el despertar de la modernidad{ Bogotá: Foro Nacional por Colombia, 1991 ), p. 125. ' , Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez, "I .os estudios sobre la cultura: hacia un paradigma emergente" ( Bogotá: 1997; en procesador de textos).

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grandes actores históricos (Nación, clase, sindicato), a un proceso de fragmentación social y del sujeto, a una autonomización de los diversos campos sociales y a una multiplicidad de posiciones del sujeto 16 . Implica también la ausencia de actores sociohistóricos universalistas, la clausura de la utopía y la entrega pasiva a las relaciones de mercado 1 ', Para otros autores, esta explosión de identidades, ya no gestadas en su mayoría a partir de la posición ante los medios de producción, expresa los nuevos movimientos sociales que producen nuevos actores socioculturales y políticos, quienes manifiestan intereses específicos y son hoy en día decisivos agentes de cambio sociohistórico. Sería la eclosión de la sociedad civil, alternativa al dominio omnipresente del F'.stado y del mercado 18 . Podría afirmarse* que estas dos visiones expresan también disyuntivas, posibilidades extremas que implican, en un caso, asumir de modo pasivo ciertas tendencias históricas, económicas, socioIcigicas, políticas, culturales, y, en el otro, en la perspectiva de los agentes, asumir la historia de modo voluntarista, continuando con la busca, en este caso plural, de los sujetos históricos progresivos.

'' Ernesto Laclau, "Los nuevos movimientos sociales y la pluralidad cíe lo social", en Revista Foro, N " 4 (Bogotá: s. ch, noviembre de 1987). '' Sergio Zermeño, "Hacia una sociología de la decadencia", enRevista Foro, N " 1 1 (Bogotá: s.d., enero de 1991 ); Francisco Weltort, "La América errada (Notas sobre la modernidad y la democracia en América Latina)", enRevista Foro, N1 15 (Bogotá: s.d., 1991). Antony Giddens, Social Theory and Modera Sociology (Stanford, California: Stanford l 'niversitv Press, 1987), p. 23 1; David Slater, "Nuevos movimientos sociales y viejas preguntas políticas", en Revista loro, N " 8 (Bogotá: s. d., 1989); Ludolfo Paramio, "Democracia y movimientos sociales en América Latina", en América Latina hoy (Madrid: ItC'.M., 1990); Orlando Fals Borda, "El papel político de los movimientos sociales", en Revista loro, N" 1 1 (Bogotá: s, d., 1990).

hormas de sociabilidad y construís ion de identidade. • 8S

Pero la realidad no suele ser negra o blanca; sus tonos mezclados, sus claroscuros, expresan mejor las situaciones empíricas. Partimos de la fragmentación ocupacional, en el campo urbano-popular, vinculada a la desproletarizadón de sus integrantes. Posiciones laborales inestables, rotativas, informales, con bajísimas tasas de sindicalización. De otra parte, la atomización social se potencia con las tendencias al privatismo y la competencia generalizada, que son exacerbadas por el neoliberalismo, el cual, además de una política económica dominante hoy en el mundo, es una ética social e individual y una. forma de vida. Los partidos políticos (incluidos los de izquierda) no poseen la capacidad de convocatoria de antaño y más bien asistimos a redes neodientelistas o adhesiones pragmáticas y puntuales, para el caso de Bogotá, a un edil, concejal o senador. La inseguridad, la desconfianza, las pugnas barriales, tienden, en ciertos casos, a una privatización de la vida social, a la reclusión tras la jornada de* trabajo en la vivienda, donde la televisión supone una conexión virtual, electrónica, mediada por múltiples intereses e interpretaciones de los propietarios de los medios y los comunicadores, con la ciudad, el país y el mundo. Pero los agentes no son seres pasivos, meros "portadores" de relaciones sociales, como lo señalaba un estructurahsmo determinista, que aún sigue teniendo seguidores. La necesidad de supervivencia, la adaptación al medio urbano, obliga a sus habitantes a crear nuevas formas de asociación, que pueden combinar rasgos "tradicionales" de relación cara a cara ("comunidades afectivas"), con un tipo de asociación contractual, formal, "moderna". Pero este impulso a estas formas de organización no parte sólo de una necesidad de supervivencia material. Fixpresa también la necesidad de recrear identidades, frente a los procesos de fragmentación social de conformar sujetos en un proceso de subjetivación social, de

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plantear significaciones colectivas, interpretaciones, valores y prácticas que contribuyan a transformar las condiciones de vida signadas por la penuria material y, en muchos casos, por la desesperanza, el individualismo, el pragmatismo individualista1''', el vacío de sentido. No son, en sí mismos, movimientos sociales, puesto que no siempre se hallan activos, con frecuencia no superan el nivel barrial y no se vinculan a procesos sociales de mayores amplitud y cobertura. Pero en otros casos, como sucede en Bogotá con las madres comunitarias, pueden hacer parte de redes más amplias que elaboran demandas colectivas al Estado y desarrollan mecanismos de intervinculadón entre ellas. Nos referimos en este contexto a tipos de agrupación que revisten gran arraigo en el campo urbano-popular, tomando como referencia más inmediata nuestras experiencias de investigación y vinculación a procesos socioculturales en el suroriente de Bogotá, localidades 4 (San Cristóbal), 18 (Rafael FJribe) y 5 (Usme). En la Fatcalidad 18, desarrollo al presente un proyecto de investigación participativa, "Cultura, espacio público y tiempo libre", auspiciado por el Observatorio Urbano del Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá. Referendo también el texto Actores sociales y culturales. Para que el sur... oriente, coordinado por Jairo Rodríguez y el autor"". Tenemos en cuenta, también en este texto, estudios realizados en Bogotá en sectores urbanos populares. Naturalmente, estas apreciaciones se deben confrontar con investigaciones realizadas en

1 ' Jaime Eduardo Jaramillo, "El mundo urbano-popular: perspectivas desde Latinoamérica" (Cartagena; 1907; ponencia presentada en el Cuarto Congreso Mundial de I nvestigacion-Acción v ()ctavo de Investigación-Acción Participativa I. Jl

Alcaldía Local de San Cristóbal, Actores sociales v culturales. Para que el sur... oriente ( Bogotá: Comunicación Creativa Ramírez I ,td., 1997 ).

Formas de sociabilidad v construcción de identtdade. 18;

otros ámbitos urbanos de Colombia y de Latinoamérica. Sólo de esta forma se puede claramente señalar qué es lo específico y qué lo común en los sectores referenciados, establecer tipologías, nuevas hipótesis e interpretaciones. En todo caso, estas reflexiones se construyen en el cruce entre lecturas reflexivas —en particular, de autores nacionales y latinoamericanos— y de una práctica investigativa sobre el terreno, así como de una experiencia del autor en extensión universitaria. Organizaciones de mujeres Los movimientos de mujeres en Colombia poseen una tradición que se remonta a los años veinte de! presente siglo, si los concebimos como agrupaciones organizadas que plantean de manera específica reivindicaciones de género vinculadas, en un principio, a peticiones sindicales y espacios de la vida urbana y campesina. J .a figura de María Cano en Colombia es arquetípica de cierto movimiento de género vinculado a las nacientes luchas socialistas de la época. Su marginadón progresiva de la actividad política en décadas posteriores demuestra las dificultades, en la tradición sindical y partidista de entonces, para prestar atención a reivindicaciones degenero y reconocer un papel protagonice) a la mujer. Fin los años sesenta asistimos a la eclosión en Colombia del movimiento que se denominó feminista, liderado por mujeres de ciasemedia, con educadón universitaria en muchos casos, generalmente cercanas a grupos de izquierda. En este caso, la problemática de género gana autonomía y sus líderes logran ciertas reivindicaciones en el plano jurídico-político. Al mismo tiempo, la mujer de estos sectores gana nuevas posiciones en el mercado laboral. En la política y en la cultura, el impacto de su lucha y su visión sobre muje-

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res del campo urbano-popular está por estudiarse. Como lo señala Rocío Londoño, el peso cuantitativo de los grupos femeninos de vanguardia es reducido, pero su significación ha sido notable en varios aspectos: por una parte, sus iniciativas políticas y legislativas en torno al reconocimiento y a la defensa de la igualdad de la mujer en los diversos ámbitos de la vida pública y privada. Por otra, las investigaciones y las jornadas de educación y divulgación que han realizado sobre temas femeninos y las cuestiones relacionadas con la condición de las mujeres en el jtaís. Sin duda alguna, estas labores han contribuido de manera importante en el grado de organización alcanzado por las mujeres de sectores sociales muy variados, y en la conciencia que han adquirido de sus reivindicaciones y de sus nuevas posibilidades sociales y políticas2 . Varios estudios (y nuestras investigaciones de campo lo confirman) señalan cómo en los sectores urbano-populares las familias, con un pasado campesino y aldeano en numerosos casos, han expresado tradicionalmente una fuerte división de roles sexuales. El padre y los miembros masculinos de la familia no sólo se hallan vinculados casi de modo universal a la esfera laboral, sino que son quienes de modo privilegiado han participado en la esfera pública, en especial barrial. Asimismo, los espacios de diversión fuera del ámbito doméstico han tenido, hasta hace poco tiempo, predominio masculino, y la participación de las mujeres en organizaciones comunitarias (salvo religiosas) solía ser minoritaria.

~' Rocío Londoño Botero, Una visión de las organizaciones populares en Colombia (Bogotá: Editorial Gazeta, 1994), p. 42,

Formas de sociabilidad v construcción de identidades i 8o

Con todo, en los últimos veinte años han acaecido transformaciones económicas, sociales y culturales que comienzan a superar esta situación, si bien no sin resistencias y dificultades. El deterioro de las condiciones laborales con la informalizadón de las actividades productivas, el empleo temporal y e! desempleo que afectan a casi todos los trabajadores, han obligado a un número cada vez mayor de mujeres a vincularse a actividades laborales. Para ellas, incluso las condiciones salariales y de trabajo son segregativas en relación con los varones. Sin embargo, esta situación ha permitido que las mujeres de estos sectores sociales trasciendan el marco doméstico, con más razón si se tiene en cuenta que el sistema de madres y jardineras comunitarias, junto a cierta expansión en la oferta del pre-escolar, les permite liberar parte de su tiempo para estas actividades. Y no sólo se ha dado un cambio en las condiciones económicas, en que el ingreso familiar, en el mayor número de casos, pasa a ser compartido. Se han registrado también transformaciones socioculturales que afectan a la mujer urbano-popular. Asistimos al comienzo de una redefinidón de los roles sexuales en la familia, alterando, así sea de manera lenta pero irreversible, el tipo de familia patriarcal, si hitnmatricéntrica, característico de las zonas campesinas en América Latina-". De otra parte, la escolaridad femenina, (]ue sigue siendo deficiente, ha avanzado y hoy es prácticamente inconcebible una mujer joven en esos sectores sociales sin, al menos, algunos años de primaria. Las corrientes de la vida social y cultural y el impacto, ya referenciado, de activistas feministas de otras capas sociales son registrados por mujeres pobres que cada día se abren

~~ E n c h Fromm y Michael Maccobv, Sociopsíeoanálisis del campesino mexicano (México: Fondo de Cultura Económica, 1979).

JA I M E E D U A R D O JARA M I 1.1,(1 I 90

más horizontes de vida distintos al doméstico. Esta situación, con todo, no es ideal. De una parte, porque la vinculación al mercado laboral, antes que opción de vida, es producto del deterioro del ingreso familiar e implica, en muchos casos, la "doble jornada", pues la madre trabajadora sigue teniendo obligaciones decisivas en el plano de la reproducción doméstica y la socialización familiar. Con todo, es indudable que las mujeres del campo urbano-popular han comenzado a acceder a puestos de dirección y promoción en organizaciones cívicas, comunitarias, sindicales, etc. En el campo urbano-popular, red de posiciones jerarquizadas que implican un acceso diferencial a diversas formas de capital (económico, social, político, educativo, cultural, etc.), las mujeres, agentes tradicionalmente subordinados en este espacio social de relaciones y de fuerzas, comienzan a reivindicar su acceso a esas formas de capital, lo que les supone una participación más activa en actividades sociales y comunitarias, en la educación y la esfera laboral. Escribe la socióloga Rocío Londoño: l 'n hecho relativamente reciente es el peso que en la Acción Comunal y los sindicatos han adquirido las mujeres. [Según] los censos citados puede afirmarse que hoy día son cerca del 349? de los afiliados a los sindicatos y el 4 1,6'C de los miembros de la Acción Comunal, lo cual [da] un número aproximado ile 1'175.000 mujeres. El peso numérico de ias mujeres en estas organizaciones ha entrañado, entre otras cosas, el reconocimiento de un lugar especial para sus reivindicaciones y preocupaciones, aunque su representación en los aparatos directivos es aún bastante reducida, [...] Teniendo en cuenta los censos sindical y de Juntas de Acción Comunal, así como la vinculación de las mujeres a mi-

Firmas de sin labilidad y construcción de identtdade. ICJl

lucrosos comités y grupos locales, no sería exagerado suponer que por lo menos dos millones de ellas pertenecen a algún tipo de asociación gremial y voluntaria. Por lo demás, puede afirmarse que las mujeres son hoy en día uno de los sectores más dinámicos y con mayor iniciativa sociahó Nos referiremos en seguida a tres tipos de organizaciones de mujeres que hemos referendado en barrios urbano-populares deBogotá: las "ollas, o cocinas, comunitarias", las madres comunitarias y las jardineras comunitarias. Las "ollas comunitarias" han tenido expresión también en otros países de América Latina. Notable ha sido esta experiencia en los "pueblos jóvenes" de Lima, Perú. Parten de la penuria material de muchas familias, reducidas a condiciones de supervivencia, y de su necesidad de reducir el costo de los alimentos para la familia, recibiendo un subsidio de los magros programas asistenciales de un Pistado que, como el colombiano, comienza a privatizar muchos de sus anteriores servicios, sin haber sido nunca un Fóstado-Bienestar desarrollado. Fái las "ollas o cocinas comunitarias" que pudimos observar, mujeres de familias cuyo esposo no tenga empleo, o que comprueben un ingreso de niveles de pobreza crítica, se turnan en los diversos días de la semana para la preparación de los alimentos para un número determinado de familias. ¥Á menú es diseñado con la asesoría de profesionales, mostrando la incidencia de saberes académicos en espacios de la vida comunitaria. Se registra en estas "ollas comunitarias" la extensión de las actividades domésticas (en este caso, la preparación de alimentos) Rocío Londoño,op. Cit., j). 45.

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a espacios de la vida barrial. Ello presupone intervención de entidades estatales, asesoría de profesionales y una división del trabajo y procesos de auto-organización de estas mujeres. Un proceso asociativo muy importante, por su masividad y consecuencias en el mundo urbano-popular colombiano, es el de las madres comunitarias. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, otorga un subsidio de $120.000, el cual resulta, por demás, inadecuado para las funciones de la madre comunitaria; tal subsidio es mayor en el Departamento Administrativo de Bienestar Sodal, DABS, para mujeres del Distrito Capital. La madre comunitaria debe colaborar en la preparación de los alimentos en su casa para los niños. Tiene lugar en este espacio una relación de estas mujeres, en muchos casos con tasas de escolaridad reducidas, con saberes académicos a través de cursos y talleres desarrollados por profesionales del ICBF o del DABS o, en algunos casos, de las ONGs. De tal modo, en su comportamiento con los niños puestos bajo su atención asimilan v aplican conocimientos de la psicología y otras ciendas sociales. Pero, ya lo hemos dicho, el compromiso del Fistado con esta forma organizativa es, por decir lo menos, parcial y mezquino. Las madres comunitarias sufren, en muchos casos, carencias locativas y pedagógicas. Su reconocimiento salarial es aún precario. FLsta situación las ha impulsado a desarrollar formas organizativas en ciudades colombianas. F.n Bogotá han realizado peticiones colectivas y tomas de calles para llamar la atención acerca de sus reivindicaciones. Fin cierto sentido, han constituido un movimiento social, luchando por un proyecto pedagógico propio. Podemos señalar en Bogotá otro movimiento de mujeres que posee también cierta cobertura institucional pero que, como en el

Formas de sociabilidad y construcción de identidades •95

caso de las madres comunitarias, ha entrado en conflictos con el Estado, buscando autonomía y reconocimiento. Al respecto, escribe Rodrigo Martínez: Los jardines infantiles comunitarios son formas de proyección y organización de las mujeres de sectores pobres. Actualmente, en dichos programas, se encuentran vinculadas más de dos mil mujeres en Bogotá [...]. De otro lado, poseen puntos de proyección y representatividad en las mesas de trabajo del Movimiento Distrital de Jardines de Madres Educadoras, el cual ha logrado mantener vivo el proceso logrado desde estas comunidades, así como generar un modelo de desarrollo ideal. De igual forma, se han establecido otros tipos organizativos como fondos y cooperativas24. En este caso, se expresa una dinámica dotada de cierta autonomía y de indudable creatividad por parte de las jardineras, asimilando teorías pedagógicas como las de Decroly. De nuevo, esto llama la atención sobre las posibles hibridaciones entre saberes de élite y saberes populares. Aquellos saberes no se imparten sólo en la escuela. La educación no formal posee indudable importancia, si bien es necesario estudiar los procesos de transmisión de estos conocimientos académicos, junto con los mecanismos de recepción y apropiación, en los casos citados, por madres y jardineras comunitarias. E n el Jardín del barrio La Península (en la localidad 4, San Cristóbal), estas concepciones pedagógicas se han adaptado a las concretas condiciones de sus educandos. Para ello

A

Rodrigo Martínez, "Jardín infantil La Península", en Actores sociales y cul-

turales, op. cit., p. 85.

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han recibido apoyo financiero, pero también asesoría por parte de las ONGs. De este modo, lasjardineras han desarrollado estrategias pedagógicas basadas en el juego y el ejercicio creativo. Las mujeres comprometidas en esa actividad se han organizado en la búsqueda de alternativas educativas. Pin el caso referendado, han desarrollado una innovación pedagógica, si bien se deben reconocer tensiones en el proceso, ya sea por las condiciones socioeconómicas y culturales de sus educandos, ya por limitaciones y actitudes de las mismas educadoras. Estos casos nos muestran la necesidad de reflexionar sobre un importante actor socioeconómico y sociocultural en el campo urbano-popular; se trata de las Organizaciones No Gubernamentales, ONGs. Financiadas por entidades filantrópicas de otros países o colombianas, por el Estado colombiano, por organizaciones internacionales de crédito o grupos de profesionales, ofrecen la posibilidad de interreladón entre pobladores y líderes de estos sectores sociales con profesionales de muy diversas disciplinas. No podemos confundir las ONGs con los nuevos movimientos sociales, aunque en ocasiones existan pretensiones de sustituirlos, pero tampoco se puede incurrir en una condena global, como suele hacerse desde posiciones contestatarias y basistas, que sólo ven en ellas intenciones de manipular y fundonalizar el movimiento popular. Las ONGs poseen un capidd cultural inapreciable, expresado en los saberes, destrezas y experiencia de sus miembros en procesos de investigación, organización, presentación de proyectos, etc. Sin embargo, sí puede plantearse la necesidad de superación de una relación verticalista; ello implica avanzar en el proceso organizativo urbano-popular, coadyuvar en la formación de sus líderes, activistas y participantes y desarrollar una relación d t doble vía que auspicie la asimilación y resignificadón y la transformación de

Formas de sociabilidad y construcción de identidades 195

estos funcionarios y profesionales. En cualquier caso, no pu.de hablarse hoy día en América Latina del campo urbano-popular sin referirse a las miles de ONGs (en Colombia hay más de seis m i l / 5 que tienen presencia con múltiples acciones. Ni mesías ni necesariamente manipuladores, son importantes actores socioculturales. Aspectos varios, como la formación de sus miembros, sus objetivos y formas de trabajo, junto a la interacción concreta que mantienen con organizaciones populares, deben ser analizados de modo empírico, evitando la ideologizadón, por autoalabanza o demonizadón, tan común en estos casos. Se señaló que la mujer en el campo urbano-popular ha proyectado en sus nuevas actividades comunitarias sus funciones sodalizadoras y de reproducción de la familia. Como ya se dijo, se ha vinculado masivamente en estos sectores al mercado de trabajo, lo cual es posibilitado en cierta medida por las instituciones aludidas —madres comunitarias y jardines infantiles comunitarios—, que les permiten liberar parte de su jornada para actividades extradomésticas. En otros casos son familiares, como abuelas, tías o hermanas mayores, quienes asumen, así sea parcialmente, estas labores de crianza y socialización. A ese respecto, Diana Medrano y Cristina Escobar escriben: Se observa cómo las vías de organización de la mujer en el espacio cívico-popular parten de sus roles tradicionales en la reproducción, [ven ese proceso] la localidad barrial adquiere una significación permanente por construir el escenario en donde

"3 M a n o n Ritcley-Vance, E l arte de asociarse: lasONCs y la sociedad civil en Colombia (Virginia: Fundación Intcramencana, 1992).

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día a día se comparten unas mismas condiciones de vida y de acceso deficiente a bienes de consumo colectivo, infraestructura! y social26. H a y otras formas de organización femenina urbano-populares que ameritan estudios más detallados. La incorporación de la mujer a asociaciones viviendistas también ha sido relevante y expresa otra proyección, al plano de la vida comunitaria, de sus actividades reproductivas. E n las juntas de acción comunal, aunque la dirigencia mantiene un predominio masculino, las mujeres muestran ya una presencia más activa, así como en otras formas organizativas. Su participación en la denom.imda.pastoral (social, de salud, cultural, bíblica, etc.) en las parroquias católicas es notable. Anotemos también que se expresa un deseo acrecentado de las mujeres, especialmente jóvenes, por obtener una educación formal que les permita acceder al bachillerato y la educación superior. Las tasas de escolaridad crecientes, el impacto múltiple de los medios de comunicación, su ingreso a espacios sociales que trascienden el plano doméstico, están acelerando importantes y no siempre advertidos cambios socioculturales en las mujeres de estos sectores, transformando sus imaginarios, sus valores y su comportamiento, que implican la búsqueda de nuevos espacios de autonomía y protagonismo femenino. Esta significativa mutación en curso puede ser la condición de nuevas formas de organización y gestación de identidades en el campo urbano-popular.

26

Diana Mediano y Cristina Escobar, "Pasado y presente de las organizaciones femeninas en Colombia", en Elsy Bonilla C. (comp.), Mujer y familia en Colombia (Bogotá: Plaza y Janes, 1985).

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Fos jóvenes urbano-populares: nuevas formas de sociabilidad, socialización y modos de vida La juventud, aunque tiene un fundamento biológico, es una categoría social. Es una construcción histórica y cultural que establece límites y funciones a una categoría de edad, la cual varía en diferentes tipos de sociedad. N o existe tampoco una "juventud nacional" y tampoco "urbana". Ser i oven implica estar incluido en esquemas de clasificación colectivos convencionales, mas no arbitrarios, en el sentido en que se vinculan adivisiones sociales. Tal como lo señala Pierre Bourdieu, pensando acerca de la juventud, en una ilustración de su teoría central de la distinción: La edad es un dato biológico socialmente manipulado y manipulable: muestra que el hecho de hablar de los jóvenes como de una unidad social, de un grupo constituido, que posee intereses comunes y de referir estos intereses a una edad definida biológicamente, constituye en sí una manipulación evidente. Al menos habría que analizar las diferencias entre las juventudes, o, para acabar pronto, entre las dos juventudes27. La categoría social del joven se ve atravesada por su pertenencia diferencial a clases y estratos sociales, a la ciudad o al campo, a grupos étnicos, regionales, religiosos, ecológicos, etc. La juventud en el campo urbano-popular expresa especificidades relevantes frente al joven de clase media y alta, y rasgos comunes de sus miembros, lo cual no niega la diversidad de sus afiliaciones y sus lógicas de acción, lo que hace legítimo establecer tipologías del joven urbaPierre Bourdieu, Sociología y cultura,op. cit., p. 165.

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no-popular. La situación de exclusión económica, social, política y cultural que señalábamos como rasgo dtsubordinación estructural de los miembros pertenecientes al campo urbano-popular, en formaciones capitalistas periféricas (es el caso generalizado de América Latina y de Colombia en particular), presupone un horizonte común de posibilidades y expectativas, así existan para este grupo etario diversas estrategias para desarrollar su vida. En el campo social que analizamos, se han producido en las últimas décadas procesos materiales, sociológicos y culturales que alteran las condiciones de vida, las expectativas, las formas de sociabilidad y las instituciones cohesionadoras entre los jóvenes: "No hay juventud nacional genérica, sino una categoría etaria encarnada históricamente en un sector social en un contexto de posibilidades y realizaciones". Las instituciones tradicionalmente encargadas de lograr cohesión social, propiciar espacios de sociabilidad, organizar y movilizar la población y proponer pautas culturales (interpretaciones y clasificaciones, valores y comportamientos éticos y prácticas institucionalizadas) han entrado en crisis, con mayores agudeza y dramatismo en el campo urbano-popular. E n primer lugar, la familia. E n su proceso de migración y adaptación a las difíciles condiciones de la vida citadina, los sectores urbano-populares crean redes informales de solidaridad, de intercambio recíproco no mercantil, en los cuales la familia aparece, en primer lugar, como fundamento o condición de otras redes sociales" 9 ; los lazos de compadrazgo y vecindad y las relaciones clien-

Edelberto Lorres Rivas Escépticos, narcisos, rebeldes. Seis estudios sobre La juventud (San José de Costa Rica: Flacso-Cepal, 1988), p. 1 1. " Lanssa r\dler-Uommtz, Redes sociales, cultura y poder: ensayos de antropología latinoamericana (México: Flacso, 1994).

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tehstas. Tales redes, esenciales para el migrante, pueden debilitarse si el nuevo poblador recibe de modo regular algunos servicios (agua, luz, alcantarillado) y logra una vinculación individual, más estable, a la economía y la sociedad urbanas. Reconociendo las funciones de colaboración de la familia, debe señalarse que ella, en particular hoy día, es atravesada por agudas tensiones que cuestionan su papel tradicional. En el campo popular el espacio doméstico suele estar caracterizado por las malas condiciones locativas, el hacinamiento, la violencia, los permanentes conflictos, la ausencia del padre (a veces definitiva) y, en muchas ocasiones, de la madre, que debe responder con sus obligaciones laborales. Fin el campo urbano-popular existen también posiciones de sus diversos miembros que plantean antagonismos difíciles de solucionar; en particular en lo que a los jóvenes atañe, citemos sus tensiones reiteradas con los adultos. Estos buscan preservar una autoridad y un capital simbólico, creando estigmas o patrones normativos de actuación para los jóvenes. Fd conflicto generacional se expresa entonces como confrontación agresiva de modos de vida, códigos, valores, posibilidades y expectativas. En muchas ocasiones asistimos a un diálogo de sordos. El joven se siente estigmatizado por padres y adultos. Fd desencuentro generacional se expresa con mucha frecuencia en que el joven evita al máximo la permanencia en casa, se siente expulsado hacia la calle y otros espacios de sociabilidad. L.a calle, nos decía un grupo de muchachos en unparche bogotano, es "la sala de la casa". Si la familia no cumple a cabalidad las funciones de provisión de alimentos y servicios ni la función sodalizadora y de apoyo afectivo que desempeña en otros momentos y contextos, laescuela (institución alterna de sociabilidad y socialización esencial en la sociedad moderna) ha ido perdiendo su función significante y de referencia

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en estos sectores sociales. De una parte, por el deterioro de la educación pública, la cual se expresa en muchos casos en inadecuadas instalaciones, retraso en tecnologías docentes modernas, maestros que, con excepciones que se deben conocer 30 , tienden a ser rutinarios y con estilos pedagógicos aún teoricistas y discursivos. El llamado Proyecto Atlántida, la más completa investigación sobre el adolescente colombiano, hace referencia a una escuela desfasada no sólo de las exigencias de la sociedad, sino de las nuevas culturas juveniles. U n estudiante entrevistado define al maestro como "un dinosaurio en una sala de computadores". El joven urbano-popular no observa una conexión directa de los contenidos de la escuela con, de una parte, sus posibilidades laborales y, de otra, su sensibilidad, sus imaginarios, sus expectativas. Persisten los estilos autoritarios de relación y las innovaciones pedagógicas son más bien una excepción que ia regla. U n sector significativo de los docentes asiste a sus clases, pero se vincula débil y esporádicamente con la comunidad. Por eso el maestro ha perdido legitimidad, deteriorándose el papel de la escuela en cuanto institución sodalizadora. Como lo señala Rodrigo Parra Sandoval, en la actualidad hay una carencia defiguras adultas significativas para el joven 11 . Tal situación se manifiesta en el ya mencionado y dramático desencuentro entre padres e hijos y en la crisis delethos "sagrado" del maestro, sin que, en su mayor parte, haya sido reemplazado en un sector significativo por unethos secular que suponga una con-

30

Camilo Ernesto Bogotá, Carlos Alberto Osorio, Gustavo Ospino, Gloria Arévalo, Isabel Duque, Marcel Pérez y Sandra Martínez, "Los retos de la nueva pedagogía: Escuela Nueva Delhi y La Belleza", enActores sociales y culturales, op. cit. R. Parra Sandoval, Los maestros colombianos (Bogotá: Plaza y Janes, 1987).

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ciencia de responsabilidad social, creatividad y un estilo más participativo. La deserción escolar es muy alta y ello es un factor adicional que hace de la calle un espacio de sociabilidad y socialización privilegiado en estos jóvenes. Finalmente, el Estado, en su calidad de oferente de programas culturales, ecológicos, laborales, etcétera, que podrían generar también alternos espacios de sociabilidad y de socialización que harían viable el incentivar las propuestas y la creatividad juveniles, sólo plantea programas puntuales y de orientación, muy verticalista y burocrática en la mayoría de los casos. Se ha comenzado a instalar Casas de la Juventud en estos sectores por parte del viceministerio de la Juventud. Estos centros tienen una dotación aceptable, teniendo en cuenta la exclusión económica de esta población, pero en su administración y sus programas los jóvenes no tienen una incidencia directa. Tanto estos locales como, en general, los centros comunitarios en el campo urbano-popular bogotano, como el del barrio La Victoria, en la localidad 4, se hallan subutilizados por cuanto la población juvenil, que tiende a desconfiar de lo institucional, y en particular si esta institudonalidad parte de un Estado del que se resiente y experimenta como lejano, cuando no agresivo contra ellos, no siente estos centros como suyos (en cuanto espacios públicos) y rechaza una normatividad y un manejo administrativo en los cuales no tiene ninguna injerencia. Por ello, registramos en esos sectores juveniles nuevas formas asociativas que buscan hacer frente, en primer lugar, a la desproletarización en lo económico (la inserción laboral para este grupo de edad y socioeconómico es inestable, informal y con posiciones mal remuneradas), a la exclusión social, política y cultural y a las crisis ya referendadas de las instituciones de cohesión, sociabilidad y socialización tradicionales. Se expresan diversos tipos de agrupación

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juvenil en Bogotá, sólo muy recientemente investigados por las ciencias sociales. Son organizaciones informales, conformadas generalmente por adolescentes y jóvenes entre los doce y los veintitrés años. Cuando un miembro de estas asociaciones se casa o vincula a un trabajo más estable, hace su transición a la vida adulta y se retira del grupo. Son grupos predominante aunque no exclusivamente masculinos. El joven de la gallada o de la banda con frecuencia tiene su "novia" y la desea "sana" y fuera del grupo, diferenciándola de la "amiga" del parche, quien es, más bien, la compinche. El vocablo parche, un colombianismo reciente, hasta donde alcanza nuestra información, expresa tres significados interreladonados. El parche alude, en primer lugar, a un territorio, el espacio donde se reúne el grupo (una esquina, un parque, etc.) La territorialidad es una dimensión esencial de estas asociaciones juveniles. Frente a los procesos de desterritorializadón de las grandes urbes, auspiciados por el impacto de los mass media y la carencia de un sentido de pertenencia a la ciudad, especialmente dramático en Bogotá, A parche, especialmente si es una pandilla, se vincula también a la defensa y posesión del barrio, referente sociocultural central aún en el campo urbano-popular colombiano 32 . Las luchas de pandillas en Bogotá, Nueva York o Ciudad de México por la defensa de su territorio han alimentado el imaginario cinematográfico y las ciencias sociales en las últimas décadas. Pero A parche es también el grupo de pares, como lo plantea un grupo de investigadores del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional:

" Alfonso Lorres, "Estudios sobre pobladores urbanos en Colombia", en Maguaré, N " 9 (Bogotá: Editorial Gente Nueva, 1995).

Formas de sociabilidad y construcción de identidades 203

El "adentro" es el espacio ocupado por un grupo de individuos que, de alguna manera, lo reconocen como propio y excluyente. Ese espacio, mediante el proceso de apropiación, se redimensiona, pasa de público a privado, convirtiéndose en algo diferente, en un "parche". Su nombre alude a algo que resalte, a un remiendo, a una alteración del espacio anterior. En este sentido, el "parche" no es solamente el espacio físico, sino que también es aquel construido mediante la interacción . Finalmente, dt parche se deriva el verbo parchar, reunirse con los compinches, las "llaves", los amigos más próximos, para conversar, hacer relajo, divertirse, hablar, consumir sustancias psicoactivas, hacer caminatas, "rumbear", en especial los fines de semana, etc. El consumo de la marihuana es general: puede practicarlo la gallada, la cual no es una organización delincuendal. El basuco es más generalizado en las pandillas y sus agudos procesos adictivos implican, en muchos casos, la desocialización del consumidor y su definitiva entrada en el mundo de la delincuencia. La gallada, la pandilla, la banda^^, son tipos de organización juvenil que pueden diferenciarse por las formas de integración de sus miembros, por sus objetivos, por la distinta relación, como se vio, con el consumo de sustancias psicoactivas y por la vinculación con el mundo de la delincuencia. La pandilla oscila entre la pertenencia al barrio y las actividades delincuenciales. La banda es "la profesionalización de la delincuencia" 3 '.

Diego Pérez, "La violencia juvenil en Bogotá", en Guillermo Segovia Mora (comp.), Bogotá hoy (Bogotá: Fotófilo P a n a , 1993), p. 205. 54 Ibid. " Ibid., p. 402.

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Allí, este joven excluido, estigmatizado, sin instituciones cohesivas y sodalizadoras fuertes, y sin figuras de identificación adultas, busca en estos grupos de pares satisfacer diversas necesidades sociales y psicológicas. Queremos aludir, con la brevedad que impone el texto, a las siguientes necesidades: reconocimiento, sociabilidad primaria, socialización, liderazgo y construcción de identidad. Reconocimiento. El joven urbano-popular se siente desvalorizado y desconocido por sus padres, los adultos de su barrio y por los habitantes externos a su entorno inmediato. Para la policía y amplios sectores ciudadanos es potendalmente un vago, un delincuente, un drogadicto o un guerrillero o "miliciano urbano . E n su parche, el joven se siente reconocido por sus pares en su vestimenta peculiar, sus gustos musicales, sus estilos de relación con el otro sexo, sus odios, sus sueños, sus frustraciones. Su "anormalidad", desde ei punto de vista del observador externo, se convierte en "normalidad". Estamos en otro "universo de significado"36 en el interior del parche. Se genera así unasubcullura juvenil de caracteres muy peculiares, al tiempo local e internacional, que desafía las tipologías habituales. Al respecto, investigadores sociales de México escriben: Los fenómenos sociales que se viven a finales de los ochenta han logrado desconectar a estudiosos de diversas disciplinas. Los comportamientos colectivos de los pobres urbanos merecen ser reconsiderados en los análisis sociológicos. Las herramientas conceptuales y las ideas consensualmente aceptadas deben revisarse a la luz de los nuevos contextos y formas de acción colec36

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Los mapas culturales, una herramienta para la gestión local 2

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Ahora bien, el área de influencia de este tramo de la carrera Quinta comprende los barrios de La Merced, La Perseverancia, San Martín, La Macarena, San Diego, las Torres del Parque y el Bosque Izquierdo, configurándose así una zona de mucha diversidad y amplia movilidad, en la cual convergen actividades comerciales grandes, medianas y pequeñas, actividades residenciales de distintos estratos, actividades recreativas de orden barrial y metropolitano, actividades educativas de nivel superior (existen allí sedes de la Universidad Distrital, de la Universidad Incca, del Colegio Mayor de Cundinamarca y de Incolda), de nivel intermedio, de secundaria, primaria y preescolar, así como una cierta presencia de actividades artísticas, entre otras. Esta configuración del sector, y el hecho de ser la carrera Quinta un corredor importante para acceder al centro de la ciudad, produce un alto tráfico vehicular y la presencia diaria de una población flotante muy numerosa. La ausencia de planificación real para el conjunto del área, un cierto nivel de desentendimiento ciudadano por lo público (más en unos barrios que en otros) y algunas acciones focalizadas de mejoramiento han ido transformando de manera lenta y progresiva las características y los usos del espacio público, junto con los rasgos generales de este retazo de ciudad. Algunas de las manifestaciones más visibles de este proceso de transformación son: —ETna presencia creciente de comercio no barrial y la ocupación de un mayor número de predios por parte de grandes entidades tanto privadas {y. gr. los concesionario de carros o el Noticiero QAP) como públicas (v. gr. la Fiscalía o la Universidad Distrital) y distintas clases de oficinas. —Desbordamiento del parqueo vehicular en andenes y calles del área, irrespeto regular de las señales de tránsito y de las rutas establecidas para el transporte público.

JA1R0 CHAPARRO VALDLRRAMA 2Ó0

—Incremento de la población flotante en el sector, en especial estudiantes y oficinistas. -Crecimiento de la población en estado de indigencia y ocupación permanente por parte de la misma de algunos espacios públicos. —Acumulación y dispersión de basuras de forma transitoria (de uno a dos días), en algunas esquinas y puntos del sector. —Niveles de vandalismo, inseguridad y drogadicción, que fluctúan pero no logran ser erradicados de manera definitiva. -Incremento de la construcción en altura, especialmente en los barrios La Macarena y San Martín. —Mayor nivel de arborización en algunas calles y acciones puntuales de embellecimiento de las mismas, en algunos casos. -Mejoramiento radical y muy positivo de los parques Nacional y de La Independencia. El Plan Centro de la Alcaldía Mayor de Bogotá mantuvo su interés hasta el día de hoy en recuperar el espacio público de la carrera Quinta, y los antecedentes mencionados indicaban la importancia de desarrollar una estrategia coherente de participación ciudadana para diseñar un pacto de convivencia que garantizara la observancia de un conjunto de comportamientos constructivos en el espado público, en virtud de los cuales se pudiera pensar en mantener en buen estado físico y estético la carrera Quinta, una vez concluyeran las obras sobre la misma, pero, a la vez, que permitiera afrontar colectivamente el conjunto de problemas existentes en su área de influencia, convocando para el efecto a residentes, comerciantes y entidades tanto públicas como privadas. En ese contexto, la Corporación Raíces rescató un Mapa de vida cotidiana elaborado años atrás, en el que se indicaban los puntos de encuentro y los desplazamientos peatonales usados en el sector,

Los mapas culturales, una herramienta para la gestión local 261

a partir de los cuales diseñó una estrategia de participación que, entre otras cosas, propone asumir sesenta y tres puntos de encuentro como nodos de información comunitaria. Uno de los propósitos es involucrar a las organizaciones formales y a las no formales, pero también a franjas de la población no organizada que, como siempre, es la mayoría, en un proceso de construcción colectiva de dos productos básicos: —EIn pacto de convivencia suscrito por residentes, comerciantes, entidades públicas y y empresas privadas, que contenga: mecanismos de preservación y embellecimiento del espacio público, normas de comportamiento en el mismo y uso del suelo. —Un programa de desarrollo sectorial que sea incorporado a los Planes de Desarrollo Local y Distrital para el período de 1998 al año 2000. Construcción y usos Los mapas culturales se construyen a partir de un riguroso trabajo etnográfico apoyado en observación, entrevistas, encuestas, tertulias y ejercicios colectivos en torno de planos del lugar para identificar símbolos e imaginarios, etcétera. Todo dependerá siempre de lo que se quiera lograr con cada mapa. Los mapas, en tanto documentos sistematizadores que retratan la vida cotidiana, pueden y deben ser actualizados regularmente a través de diversos programas de sistemas, de suerte que sea posible disponer de una ayuda vigorosa y vigente para desarrollar con mayor sensatez la gestión pública local. En nuestro caso, hemos visto su utilidad también en procesos pedagógicos con niños y jóvenes, y en la organización de fiestas y carnavales.

AIRO CHAPARRO

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Quizás lo más importante de todo esto es la posibilidad -al menos como hipótesis de trabajo— de crear vasos comunicantes entre cultura, participación y desarrollo; entre vida institucional y vida cotidiana, para tratar de caminar senderos que nos conduzcan hada nosotros mismos y hacia relaciones más armónicas con nuestro entorno humano natural. L o que sospechamos es que este tipo de reencuentros tienen la posibilidad latente de gestar renovados senderos de desarrollo.

Identidades culturales e imaginarios colectivos Las culturas juveniles urbanas vistas desde la cultura rock

Germán Muñoz

rbstoy convencido de que la cultura es hoy una categoría clave para la comprensión de la sociedad contemporánea, del mismo modo que los sociólogos consideraban el trabajo un concepto nodal para la comprensión del siglo XIX. En el proceso de cambio debemos retener dos aspectos: primero, a nivel propiamente material, tenemos una sociedad que se urbaniza, heredera de la Revolución Industrial y de las transformaciones políticas que permean el sigloXIX. Existe además un avance de la técnica, el advenimiento de una materialidad tecnológica sobre la cual se asienta toda una cultura (telégrafo, ferrovías, transportes urbanos, máquinas impresoras, fotografía, cine, etcétera), Pero es bueno aclarar que estas transformaciones implican también un nuevo modo de ser, una sensibilidad, un modo de percibir el tiempo y el espacio, el lujo y el consumo. Esos cambios han sido muy bien captados por quienes se interesan en la historia del arte (los impresionistas y los escritores apuntaron a esa cualitativa transformación de la sensibilidad), pero que pueden ser observadas en espacios no propiamente artísticos, como las megatiendas o las exposiciones universales... La consolidación de una cultura realmente mundial es un producto reciente de la historia: data de la postguerra (1945). Ahora tenemos una globalización de la economía y de la política. En ese contexto, el papel de los medios de comunicación resulta fundamental: sean los antiguos sistemas (televisión y cine),

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sean las "nuevas tecnologías" (la informática) que impulsan el desarrollo de una cultura mundializada. El cuadro se vuelve distinto del existente... La conquista de nuevos conceptos nos permite dar todavía un paso adelante: construir globalmente algunos de nuestros objetos de estudio. Un ejemplo: la juventud. Como fenómeno ella puede ser pensada dentro de las sociedades nacionales: la juventud en los Estados Unidos, en Brasil, en el Reino Unido o en Suecia. Una manera más amplia sería considerarla desde el punto de vista comparativo. Ahora bien, sobrepasaríamos los límites anteriores, aunque permaneceríamos en el plano de la comprensión "tradicional" de las ciencias sociales. Pues el análisis comparativo requiere la autonomía de las sociedades para enseguida aproximar las convergencias y las discrepancias existentes entre ellas. Una propuesta radical sería, no obstante, la de considerar la juventud como un fenómeno global. Evidentemente habría que definir lo que entendemos por eso, pero —subrayo— lo importante es que el pensamiento, al situarse en este punto de vista, puede postular la existencia de sustratos juveniles desterritorializados, para enseguida, en abstracto, reunidos en cuanto objetos sociológicos. Los países, las sociedades nacionales, ya no serían el foco central para la definición territorial de nuestra temática, sino que lo sería un conjunto de elementos —maneras de pensar, de vestirse, de comunicarse, de comportarse— que nos servirían de parámetro. La "juventud" se entendería como el cruzamiento de estas maneras de ser, permitiéndonos comprenderla en su extensión mundializada 1 . Fas identidades postmodernas son transterritoriales y multilingüísticas. Se estructuran menos desde la lógica de los Estados que de Renato Ortiz, Modernidad y cultura (Sao Paulo: s. d., 1994).

Identidades culturales e imaginarios colectivos 265

los mercados; en vez de basarse en las comunicaciones orales y escritas que cubrían espacios personalizados y se efectuaban a través de interacciones próximas, operan mediante la producción industrial de cultura, su comunicación tecnológica y el consumo diferido y segmentado de los bienes Ea clásica definición socioespacial de identidad, referida a un territorio particular, necesita complementarse con una definición sociocomunicacional... En las nuevas generaciones las identidades se organizan menos en torno de los símbolos histórico-territoriales, los de la memoria patria, que alrededor de los de Hollywood, Televisa o Benetton. Mientras en las grandes ciudades los centros históricos pierden peso, las poblaciones se diseminan... los jóvenes encuentran en ellas, en vez de núcleos organizadores, "márgenes para inventarse". La identidad pasa a ser concebida como el "punto focal de un repertorio estallado de mini-roles más que como el núcleo de una hipotética interioridad" contenida y definida por la familia, el barrio, la ciudad, la nación o bien cualquiera de estos encuadres declinantes. ¿Podrían ser las identidades, en estas condiciones, objeto de políticas?... Quizá las dos manifestaciones que hacen más patente la dificultad de hablar de una identidad homogénea en cualesquiera de las grandes ciudades (Buenos Aires, Santiago de Chile, Sao Paulo y México) sean las bandas juveniles y la discriminación a los migrantes. Las bandas "compensan" la atomización y la disgregación de las grandes urbes ofreciendo pertenencia a grupos; ante la pérdida de expectativas escolares y la estrechez del mercado de trabajo, brindan a decenas de miles de jóvenes otras formas de socialización y de acceso a los bienes de consumo. Pero las bandas también llevan hasta la exasperación los enfrentamientos interculturales, la ardua convivencia entre nativos y migrantes, entre migrantes de diverso

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origen, las disputas por el territorio y el control socio-político. Sus nombres irritados lo dicen con elocuencia: Sátiros, Ratas Punk, Niños Idos, Bastardos, Funerales, son algunos de Ciudad de México. Las bandas juveniles, como el comercio informal y otros tipos de organización fractal, evidencian la incapacidad de las políticas sociales y culturales macro para dar respuestas omnicomprensivas. La suspicacia de vastos sectores hacia esas políticas y la multiplicidad irreductible —a menudo inconciliable— de lenguajes y estilos de vida, de estrategias de supervivencia y comunicación, manifiestan cómo se descomponen las megadudadesó En este proyecto no partimos de una hipótesis a probar, sino más bien de algunas intuiciones relacionadas con el primer módulo, dedicado al cine: resulta posible acercarse a la comprensión de las identidades culturales mediante el análisis de objetos culturales que construyen y son construidos por imaginarios colectivos. De dicho módulo quedaron decantadas las siguientes conclusiones: 1. La "epistemología de la complejidad" es el marco en el que se pueden pensar los objetos de estudio culturales. 2. La cultura ocupa hoy una centralidad en el pensamiento social (complejo), y es categoría clave para comprender la socialidad contemporánea. 3. La comunicación ocupa la centralidad de la dimensión cultural, entendida como sentido compartido a través de sensibilidades comunes. En la formulación inicial del nuevo objeto de investigación pusimos en relación dos categorías: "El rock y las subculturas juveniles urbanas". En el desarrollo se hizo claro que el objeto de estudio son las culturas juveniles urbanas (no los sujetos llamados N . García Canclini, Ciudadanos y consumidores {México: Grijalbo, 1995).

Identidades culturales e imagínanos colectivos 267

jóvenes), las cuales son inasibles en sí mismas, razón por la cual elegimos mirarlas desde un punto de vista que consideramos privilegiado y pertinente: la cultura rock (no la música exclusivamente). Entendemos ambas, en su cruce, como "intensidades" que se modulan recíprocamente. El objeto así delimitado nos aparece como excesivo, frac tal y complejo. Ca primera consecuencia ha sido asumir conscientemente "la pérdida de la totalidad" o de la pretensión de unidad en la mirada. Y ello conlleva el reconocimiento de diversos puntas de vista que desde diversas perspectivas muestran facetas del fenómeno: —la mirada comunicológica ("la interpretación" de las culturas juveniles a partir de sus propios arquetipos), —la mirada antropológica (la observación de actuaciones de algunas "comunidades emocionales"), —la mirada estética (el análisis de su producción simbólica desde el ángulo de "la sensibilidad"), —la mirada de los nocheros ("participantes directos" de la cultura que focaliza el acceso). El reto de abordar las culturas juveniles urbanas mediante la recepción de la música rock nos obligó a transformar en cierta medida la noción de sujeto de la cual partimos: a transformarla retomando los planteamientos de la anterior investigación y a hacerla compleja para avanzar sin ataduras en el camino abierto. Este giro obedeció a la necesidad de ser en verdad coherentes con los cambios de percepción, sensibilidad y pensamiento propios del ser humano contemporáneo, un ser "constituido por" y "constituyente de" los objetos culturales más importantes del siglo. E n consecuencia, el trabajo ha logrado: —Proponer elementos conceptuales y metodológicos para que tanto el Estado como la sociedad civil colombianos reconozcan pú-

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blicamente las ricas identidades de los actores juveniles, con miras a potenciar su desarrollo y crear los mecanismos para inter-actuar con ellas en el escenario social. —Establecer, desde la dimensión simbólica, un nuevo acceso a la comprensión de las culturas juveniles urbanas contemporáneas en tanto "comunidades de sentido" múltiples, diversas y cambiantes, poseedoras de saberes y sensibilidades propios. —Reconocer la "cultura rock" —sin quedarnos en la música ni en los rockeros— como una mediación simbólica que nos permite la mejor aproximación al objeto de investigación. —Examinar desde un enfoque cultural algunas hipótesis, respecto a formas de ser/parecer de las culturas juveniles urbanas: la sensibilidad emocional, las atmósferas en donde conviven, su permanente mutación o inestabilidad, las "tendencias" o "modas" en las que se inscriben y que no obedecen a un principio ordenador de la totalidad ni son aspectos puramente "residuales" para su comprensión; la circulación dinámica de sus capitales simbólicos vehiculados en objetos culturales de amplio consumo entre actores de la "nueva generación": video, música, ropa... Los estudios acerca de la músicapop plantearon el más sofisticado reto para la teoría cultural (su primera ruptura con la sociología tradicional) al no abordar los sonidos como objeto, sino el análisis del estilo-moda, cabello, formas de vida. Los orígenes se remontan a investigaciones de los setenta acerca de subculturas juveniles en Gran Bretaña, leídas como "desviaciones": los teds, los rockers y los mods, puestos en el mismo rango de los homosexuales, hooligans y drogadictos. Aparecen así trabajos en el Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham, con el enfoque marxista, tales como los de Phil Cohén, quien establece una relación entre identidad subcultural y culturas de clase.

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A mitad de los setenta, el mismo Centro fusionó los enfoques marxista y feminista en análisis textuales de la significación cultural usando modelos semiolingüísticos. Sus esfuerzos por entender las subculturas juveniles condujeron a producir la colección titulada Resistencia a través de los rituales. Junto con el libro de Dick Hebdige Subcultura: el significado del estilo, establecieron las claves para el análisis de identidades subculturales entendidas como respuestas a las tradicionales culturas "parentales", haciendo del análisis un collage en que la noción de subcultura presenta soluciones imaginarias a problemas reales mediante el uso de signos icónicos. El trabajo retoma a Levi-Strauss, Althusser, Barthes y Kristeva, entre otros, para definir el más fuerte análisis teórico del pop en su momento. Cuando ese tipo de análisis se agotó, subsistió una clave en la comprensión del pop y el rock por dos razones: porque representa el primer intento de trabajo sobre significación ligado al consumo de música; se propone así una alternativa para los métodos cuantitativos de investigación de audiencias y relieva el papel activo de los jóvenes en la construcción de sus propios sentidos. Segundo, porque define la culturapop/rock tanto por su carácter visual como auditivo, llevando el análisis de estilo a un compromiso central con su iconografía. Fue así cómo, por encima de la aparente subvaloradón de la música en las subculturas, dichos investigadores acertaron en la visión del pop/rock en su interacción histórica con el estilo. Fd trabajo de Paul Willis muestra el intento de comprender el papel de la música en la vida de una subcultura a pesar del rudimentario análisis del concepto de tiempo entre los rockanroleros. E n forma análoga, Hebdige apunta al papel del punk como ruido que corresponde a ideales de anarquía y caos. Y a la caracterización de esta subcultura como vanguardia estética que tipifica el ala más

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definida del análisis cultural. Su punto de vista más interesante propone, como en los estudios acerca del cine y la televisión, que el estilo subcultural no es sólo asunto de contenidos (diversos signos) sino de formas (diferentes prácticas significantes). Ahora es obvio que el estudio académico dtlpop y del rock, que comenzó en los departamentos de sociología en los años cincuenta y continuó con el desarrollo de la teoría de subculturas en los setenta, se convirtió en los ochenta en la disciplina llamada "estudios culturales" o comunicología. En Estados Unidos, de hecho, nace en departamentos de comunicación que, en la práctica, combina enfoques sociológicos sobre las instituciones y audiencias de la cultura popular con teorías de la interpretación elaboradas con aportes de la semiótica, el psicoanálisis y la crítica literaria. El problema es que se plantearon en relación primero con textos escritos y luego con la imagen —fotografía, cine, televisión, publicidad—. N o es clara la relación con el sonido: su indudable apropiación de la musicología es un nuevo estadio de los estudios culturales. Will Straw ha sido pionero en una mirada al heavy metal desde el punto de vasta sociológico. Este género ha sido despreciado por críticos y teóricos de las subculturas (no parece tener el encanto dti punk), pero es probablemente el padre de la forma rockera y su estudio es básico para la comprensión del fenómeno. Otros trabajos notables —Grossberg, Riesman— intentan poner el rock como base de una teoría general del empoderamiento cultural, y el uso de grabaciones de música juvenil como medio de diferenciación social. Queda en claro que en los últimos cuarenta años la academia ha dado un giro completo en la lectura de las culturas juveniles y su expresión musical. El mayor énfasis del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos consistió en explicar la emergencia de estilos juveniles

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particulares, y de su capacidad para resolver problemas. En su trabajo Conflicto subcultural y comunidad obrera, Phil Cohén fija una posición en la cual se ponen en interacción la economía, la ideología y los factores "culturales" para generar subculturas, entendidas como "una solución común para dos necesidades contradictorias: la necesidad de crear y expresar autonomía y diferencia con los padres... y la necesidad de mantener identificaciones parentales". Es decir, constituyen soluciones colectivas a problemas compartidos, sean éstos movilidad social o chovinismo. Aquí cabe una crítica: la definición proviene de un enfoque de clase que no explica cómo cristalizan nuevas subculturas, de dónde nacen otros estilos de vida... Porque no basta considerar una subcultura como una "desviación" en el sentido weberiano, que surge estimulada por la magnitud de los problemas; éstas no son estáticas ni rígidas, no se confinan a su génesis... se transforman, son apropiadas, desfiguradas o destruidas... y los jóvenes se mueven de una a otra no sólo para resolver sus problemas, sino más hitnpara sentir afecto. Las "auténticas" subculturas muchas veces son congeladas en un momento histórico para verlas como una imagen esendalista, pura y no contradictoria. Las subculturas se revelan en el análisis empírico como difusas, diluidas e informes... Las subculturasjuveniles no son simples "soluciones imaginarias" sino también resistencia simbólica, lucha contrahegemómca, defensa de espacios culturales con 'autonomía relativa " en el nivel ideológico... Las políticas de juventud no se restringen a una consideración del poder simbólico del estilo y a su capacidad de innovación... Sin embargo, el poder de las subculturas está en su capacidad de simbolizar, de hacer presencia desde la diferencia, de levantar sospechas y extrañas sonrisas... La contraposición entre lo normal (ligado al buen "sentido común" y a la cultura obrera) y los estilos subculturales está arraiga-

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da en la posibilidad de comprenderlos como dinámicos y difusos. Su significación se relaciona con la otredad y la subversión de un supuesto orden natural "chapuceado". Para los miembros de cualquier subcultura resulta en extremo difícil reconocerse a sí mismos en una descripción desde el punto de vista de su estilo y poder simbólico: la mirada sobre ellos resulta opaca, excepto para la publicidad. Ellos hablan a través de sus modas. Respecto al asunto de la raza, el soul, el disco, el funk, la salsa y hasta elpop, se han apropiado estilos negros; es un error pensar que la única fusión ha sido la delpunk con el reggae, como única forma contemporánea de cultura juvenil. Cualquier análisis futuro sobre la juventud debe trascender el foco único del estilo ( = m o d a ) . Yendo más allá de la categoría "clase social" reducida a fuerzas de producción,las subculturas deben definirse más que por la posesión de artefactos y estilos, por un completo "modo de vida " estructurado por las relaciones de clase, género, raza y edad... vividas permanentemente y no sólo en losfinesde semana. Tampoco podemos reducir las subculturas a puras operaciones en la esfera del ocio, separándolas de los espacios hegemónicos (escuela, hogar, trabajo) y sus formas de resistencia. Recordemos que también los jóvenes obreros gozan con la música, modas y otras actividades de las demás subculturas, sin perder su "autenticidad", configurando así una cercanía con la llamada "cultura de masas". De hecho, un joven no tiene que adoptar el uniforme completo de una subcultura para ser expulsado de su hogar o de su trabajo, para molestar a los adultos, ser considerado poco " masculino" o poco "femenina", para que le prohiban la entrada a un restaurante o para ser molestado por la policía... Dichas prácticas significantes no le pertenecen exclusivamente a las élites. La diferenciación radical entre modas propias de una subcultura y la "normalidad" es

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cada vez más difícil de sostener debido al incremento en la diversidad de estilos sin estándares definidos. Después de lospunk, toda combinación posible de estilos llegó a ser posible. El fenómeno de la "nueva era" rompió con otro conjunto de prejuicios.

La investigación sobre jóvenes: estudios de (y desde) las culturas

José Fernando Serrano

EAste documento procura señalar la relación entre jóvenes, juventudes y culturas desde dos puntos de vista: el primero indaga por la comprensión cultural de la "juventud" al considerarla categoría construida histórica y culturalmente, para avanzar en la problematizadón de dicho término, y el segundo propone la discusión de las formas de investigar a los jóvenes con sus culturas a partir de la creación tanto de sujetos de investigación como de sus perspectivas de abordaje. 1. Fosjóvenes como sujetos: "desnaturalizar"para culturizar ¿De quién hablamos cuando nos referimos a "los (y las) jóvenes"? ¿Qué los define? ¿Existe una condición particular que les dé su carácter como sujetos específicos? En esta primera parte vamos a plantear lo que implican las nociones de "joven" y de "juventud" y sus efectos para la posible definición de un nuevo campo de investigación. 1.1. Fa cuestión de la edad Empecemos señalando que de manera general se tiende a asociar las ideas de "joven" y "juventud" a características relacionadas con

La investigación sobrejóvene: 275

la edad corta, la novedad, la falta de experiencia, un estado pasajero y de tránsito 1 ; en este sentido, "joven" y "juventud" se entienden más como calificativos de ciertos sujetos, de momentos vitales o, como veremos más adelante, de formas culturales. Lo que vamos a proponer es pensar a los "jóvenes" como sujetos sociales y a la juventud, o más bien las juventudes, como las condiciones que se desprenden de ello; consideramos que hoy lo joven se convierte en un modo de estar en el mundo, en la construcción de un "mundo de la vida", que va más allá de las consideraciones o las determinaciones por la edad; esto nos lleva a tener en cuenta aspectos históricos y culturales que desarrollaremos a continuación. Si bien en general las ideas de joven y juventud están asociadas con la diferencia por edad y su efecto como marcador sociobiológico, desde dicha diferencia se determinan papeles sociales específicos, gradaciones, clases, grupos, posiciones, etcétera, que hacen de ella un asunto que va más allá de prescripciones biológicas para convertirse en una cuestión cultural. La determinación de la condición de juventud con un criterio esencialmente etario deja de lado una variedad de aspectos como la situación histórica, la condición de clase, la etnia, el género, las estéticas, los modos de sentir o la integración simbólica en las redes de mercado, entre otros, que en cierto momento pueden resultar más significativos y significantes que la edad en la definición del ser juvenil. De otra parte, el uso de la condición etaria para definir poblaciones responde a valoraciones de la edad que tienen efectos homogeneizantes sobre los sujetos sociales al asignar condiciones

1 Usamos estas expresiones entre comillas para entatizar su carácter de conceptos elaborados tanto histórica como culturalmente y resaltar que no tienen un significado único. F.n el resto del texto las vamos a usar en este sentido.

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supuestas —"naturales"— a cada estadio vital. Chudacoff (citado por Lesko, 1996: 148) señala que a principios de siglo el capitalismo industrial, los desarrollos tecnológicos, la medicina y la educación contribuyeron a desarrollar un tipo de conciencia de la edad que se expresó en los grados escolares o los test para medir la edad mental y evaluar el grado de ajuste del individuo con ciertos estándares de desarrollo, lo que contribuyó a darle a la cuestión etaria la importancia que hoy se le asigna. El uso de la edad para definir la juventud tiene implícito a la adultez como referente hacia el cual ésta se dirige, en una posición de superioridad que garantiza el mantenimiento del poder de los mayores {ibid.); dice Bourdieu (1990), citando a Duby, que en la edad media los límites de la juventud eran manipulados por quienes tenían el poder económico para mantener a los jóvenes nobles en un estado de irresponsabilidad que les garantizara a aquéllos seguir con el control de sus patrimonios, o bien se les proponía a los jóvenes una ideología que reservaba a los mayores el control del conocimiento y a éstos la rebeldía y la aventura. Definir al joven como aquel que pertenece a un rango de edad determinada y/o que por ello le corresponden ciertas características y condiciones es el resultado de una operación lógica producto de determinadas relaciones de poder y de estrategias políticas que homogeneizan con este criterio una variedad de instancias que actúan en la definición de la juventud y que hacen de ésta una construcción cultural reladonal y compleja. En este sentido, no habría una determinación directa por la edad en la consideración del ser joven, sino diversas formas de realización del hecho de acuerdo con los contextos sociales, económicos y culturales que se vivan; no existe una Juventud, en mayúscula, resultado de la cronología, sino muchas "juventudes" resultado de las culturas.

La investigación sobre jóvenes

1.2. Múltiples variables Desde el punto de vista histórico partimos de considerar que la juventud es un constructo; si bien se pueden encontrar alusiones desde la antigüedad a una diferencia por cuestión de edad, dicha diferencia ha sido significada y elaborada de modo diverso a lo largo del tiempo. Algunos autores, como Aries (1987), han planteado que antes de la época industrial no había noción de una fase de transición entre la infancia y la adultez, por lo que se maduraba relativamente temprano en la vida. La noción de "juventud" como una etapa concreta en la vida de las personas y/o relacionada con ciertas características es un asunto histórico que en la sociedad occidental se puede remitir a los siglosXVIII y XIX, cuando se hace posible que un sector de la población pueda prolongar la etapa anterior a su vinculación en la condición de madurez sodal -definida en parte por el matrimonio y la procreación— para dedicarse a actividades como el estudio avanzado. En este sentido, aparece la noción de "moratoria social" como una primera forma de definir la juventud (Margulis y Urresti, 1997). De acuerdo con estos autores, la noción de "moratoria social" significa un avance en las formas de comprender la juventud en la medida en que la explica por fuera de la condición etaria y la involucra en las relaciones sociales de producción; de este modo la juventud no equipara la madurez física con la social, sino que se convierte en período que media entre una y otra. Esta noción de moratoria social, sin embargo, tiene el costo de reservarla sólo a determinados sectores sociales que poseen las condiciones para mantener dicha prolongación, pues implica la postergación de las responsabilidades económicas y familiares y el momento de inserción en las relaciones de producción como agentes productores; además,

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la moratoria sodal propone una imagen de los jóvenes como despreocupados de obligaciones, libres y sin exigencias, excepto de las que supone el "período de gracia" en que se encuentran. Desde esta idea quedan de lado en la definición del ser joven hombres y mujeres que inician su ingreso en la vida productiva y la subsistencia desde muy temprano, y se hace de la juventud una cuestión exclusiva para cierta clase social. La idea de la juventud como construcción histórica y cultural dependiente de ciertos usos y circunstancias se puede llevar hasta sus máximas consecuencias, como lo hace Bourdieu (1990) al considerarla "sólo una palabra" vacía de significado en sí misma: afirma que las clasificaciones por edad resultan bastante arbitrarias y, por ello, sujetas a las relaciones de poder y las manipulaciones entre generaciones; sólo se puede hablar de "juventud" por un abuso de lenguaje, pues lo que hay es una gran variedad de fenómenos sociales que no resisten tal clasificación. Sin embargo, si aceptamos de plano esa posición caeremos en un error extremo similar al de "naturalizar" y definir a los jóvenes únicamente desde su condición etaria, pues negaríamos las intencionalidades políticas, las expresiones sociales y las construcciones de la diferencia que llevan a que unos sujetos concretos sean definidos o se autonombren desde dicha condición de juventud. Así, más que plantear una nueva "naturalización" de la juventud, como si ésta existiera por sí misma, lo que proponemos es considerar las condiciones que llevan a la conformación de la juventud como una "posición vital" que no se adquiere por el solo hecho de tener determinada edad o de pasar por ciertos cambios físicos, sino por una construcción cultural y un proceso de subjetivización y afirmación de otredades. En un texto titulado Fa juventud es más que una palabra, Margulis (1996) cuestiona los planteamientos de Bourdieu, al señalar

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que no es posible reducir el análisis de la juventud a un mero signo, pues se dejan de lado dimensiones fácticas, materiales, históricas y políticas que también hacen parte de una producción social. De este modo propone dicho autor un conjunto de nociones que nos remiten a! complejo panorama del "ser" de la juventud: generación, juvenilidad, juventud-signo. Siguiendo con Margulis (1996), la facticidad de la juventud estaría en su alusión a un modo de estar en el mundo que es histórico y cultural y se relaciona con el tema de las generaciones: épocas, cambios, circunstancias, diferencias de memoria, modos de "percibir, apreciar, clasificar y distinguir" (p. 18). La generación supone momentos, y conforme a esta idea la juventud implica la pertenencia a una generación más reciente y a un juego de relaciones con ella misma y con las precedentes; es, además, la participación dentro de cierta memoria social, pues ser parte de una generación supone vivencias que conceden a cada grupo su matiz especial. De modo que la condición joven no depende sólo de la moratoria social ya referida, pues la pertenencia y la participación en una generación hacen parte de la construcción de ese ser diferente, del estar antes o después de algo y de la coexistencia de diversas generaciones. Eso amplía el rango de sujetos cubiertos por el "ser joven" a aquellos que sin tener la moratoria social se encuentran en relaciones generacionales y nos permite comprender las diferencias entre unas juventudes y otras en el transcurso del tiempo. La noción de juventud remite también a una "moratoria vital":plus, promesa, esperanza, opciones, posibilidades, energía, materialidad que distingue el ser joven del no joven, incluso con independencia del sector social al que pertenezca. Desde este punto de vista, la juventud se hace una "experiencia temporal vivida", particular al momento presente en que se encuentran los individuos {ibid.).

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E n este ejercicio de señalar las variables que inciden en la condición juvenil no podemos dejar de lado la cuestión de género; la juventud no se vive igual por las mujeres que por los hombres en cuanto para unas y otros se determinan socialmente trayectos y expectativas vitales distintos: las valoraciones asignadas al ser mujer joven y hombre joven, los espacios de socialización permitidos, el desarrollo de las relaciones de poder entre sí, la formación de la familia, el momento para asumir la maternidad y la paternidad, son, entre otros, factores que alteran las formas de vivir la juventud. Hasta el momento hemos querido mostrar que no es posible definir la juventud desde una sola condición -la etaria, que se tiende a privilegiar—; en tal sentido, la juventud se vuelve una noción de confluencias múltiples: Eal como la hemos venido definiendo, la juventud es una condición que se articula social y culturalmente en función de la edad —como crédito energético y moratoria vital o como distancia frente a la muerte—, con la generación a la que se pertenece —en tanto que memoria social incorporada o experiencia de vida diferencial—, con la clase social de origen —como moratoria social y período de retardo—, con el género —según las urgencias temporales que pesan sobre el varón o la mujer—, y con la ubicación en la familia -que es el marco institucional en el que todas las otras variedades se articulan-. [Margulis, 1996: 29]. 1.3. Juventud-signo: la cultura sobrepasa a los jóvenes El tema que tratamos no se queda en lo dicho hasta ahora. Los jóvenes y la noción de juventud no operan de manera aislada o independiente del resto de la dinámica social; en este sentido, la ju-

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ventud es un concepto relaciona! pues implica comprender las formas de articulación que unos sujetos tienen con otros y con el resto de instituciones que los afectan y con las que se relacionan: políticas, religiosas, económicas, massmediáticas, entre otras. Preguntarse qué son los "jóvenes" supone a su vez la inquietud acerca de qué son los "adultos" y cómo se construyen unos en relación con los otros, relación que puede ser de complementariedad, de oposición, de diferencia, de independencia. Cada una de las instituciones señaladas tiene una noción particular de joven; en el momento actual la construcción que hacen los medios masivos de comunicación y, en general, el mundo de los signos ocupa un lugar decisivo en las definiciones del ser joven. Cajuvenilización hace de la juventud una estética massmediática que tiende a borrar el paso del tiempo en los cuerpos y pretende actuar sobre la biología desde un modelo supuesto del ser joven. En el "mercado de los signos" se construye un modo de ser joven independiente de la edad y que puede ser adquirido: es un look particular asociado con sectores que tienen acceso a ciertas ofertas de mercado y que hace de lo joven un signo dejuvenilidad (Margulis, 1997). Otra vez, en este caso, se nos abre el panorama de la determinante etaria a la valoración cultural, pues se puede ser juvenil sin ser joven, lo cual quiere decir que se comparten las imágenes y simbologías asociadas con ello. F.n consecuencia, se puede reconocer la existencia dejóvenes no juveniles —como es el caso de muchos jóvenes de sectores populares que no gozan de la moratoria social y no portan los signos que caracterizan hegemónicamente a la juventud—, y denojóvenes juveniles —como ciertos integrantes de sectores medios y altos

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que ven disminuido su crédito vátal excedente pero son capaces de incorporar tales signos-. [Margulis, 1996: 22], Esta cita es importante en la medida en que nos plantea dos asuntos: si sólo se toma en cuenta la estadística de la edad se unifica en una misma categoría a personas que pueden tener muy poco en común, pero al entatizar en la comprensión de la juventud sólo aspectos de tipo simbólico, como hacen ciertas perspectivas culturalistas contemporáneas, se dejan de lado sujetos que sí serían jóvenes en la consideración de otras condiciones que inciden en el ser juvenil. Pérez Tornero (1997) plantea que la cultura de masas ha creado una cierta "juvenilización de la cultura" en la medida en que se ha apropiado y explotado valores específicos de los grupos de jóvenes; entre lo juvenil y la industria cultural se establece una estrecha relación que, por un lado, amplía el terreno de lo considerado como joven y, por otro, genera imágenes y formas de ser juvenil con las cuales se identifican los mismos jóvenes y a las que aspiran los no jóvenes {ibid.,p. 3). Esta estrecha relación se debe a que, de cierto modo, los valores socialmente asociados con los jóvenes se corresponden con los que sustenta la sociedad de consumo; en otras palabras, la imagen del joven se convierte en una clave importante para la expresión y la consolidación de la sociedad de consumo {ibid). En los años cincuenta y sesenta los jóvenes surgen como un nuevo sector de mercado para el cual empieza a crearse una industria específica: música, vestuarios, lugares de encuentro. El capitalismo de postguerra, en especial en la sociedad norteamericana, encuentra en aquellos sectores sociales que pueden usufructuar de la mencionada "moratoria sodal" —losjóvenes dtlbaby boom— un con-

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sumidor privilegiado. Estos nuevos jóvenes, si bien no estaban directamente ligados a la producción en la medida en que se mantenían como estudiantes, van a permitir el desarrollo de industrias diversas dedicadas al ocio y al uso del tiempo libre. No son productores directamente; sin embargo, fueron el sustento para nuevas formas de capitalismo. 1.4. Adolescencia y juventud como construcciones históricas En este deslinde de terrenos con respecto a las nociones de joven y juventud tenemos que aclarar otro concepto con el cual se establece mucha cercanía: adolescencia. Es común encontrar una asodación entre adolescencia y juventud, aunque se tienda a asumir a la primera más como una parte de la segunda; de cierto modo, juventud tendería a ser una noción más amplia e integraría otros aspectos más allá de los cambios físicos y psíquicos que se consideran propios del momento etario. Señalar que la juventud o la adolescencia son categorías históricas y culturales puede entenderse por lo menos de dos modos: uno, diciendo que los modos de ser y estar que las caracterizan son resultado de procesos marcados por esas dos variables —cultura e historia—, de modo tal que no existe una condición de juventud única o generalizable; como todo aspecto del ser humano, es histórico, al moverse en los ejes del tiempo y, en este sentido, podemos hablar de una "historia de los jóvenes". Es necesario señalar que es poco lo que se ha hecho sobre la juventud desde una perspectiva de historia cultural, en parte por las dificultades que implica su definición y por el hecho de que la pertenencia a un rango de edad o a un momento vital son condiciones que requieren un abordaje diferente de otras que pueden ser más permanen-

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tes a lo largo de la vida del sujeto —tipo cuestión de clase o de género— (Levi y Schmitt, 1996); siendo precisos, con una perspectiva de larga duración no se podría hablar de una historia de la juventud, sino de varias historias de juventudes. Por otra parte, si bien podríamos decir que siempre ha habido jóvenes, ello no implica que dichos sujetos tuvieran conciencia de una particularidad en función de la edad; los procesos de autonombramiento y diferenciación están también en relación con los contextos sociales concretos y no podemos considerar que los "jóvenes" siempre se han considerado como tales. El segundo sentido de la afirmación apunta a que ambas ideas —jóvenes y juventud— son categorías construidas y significadas en momentos determinados y que responden a estilos de comprender un suceso particular; dicho de otra manera, son historizables. E n lo que sigue voy a desarrollar esta segunda idea con respecto a la noción de adolescencia. 1.5. Nuevos contextos, nuevos significados E n el proceso de construir su realidad, las sociedades tienden a considerar como independientes de su acción nociones o categorías que, siendo sus elaboraciones, toman un carácter reificado, externo y dado por hecho, por "natural". E n este campo han avanzado las teorías feministas y constructivistas al mostrar que temas considerados como "naturales" son el resultado de relaciones de poder que hacen ver así construcciones sociales y que se legitiman al darle a los asuntos biológicos una condición universal (Lesko, 1996). Algo así sucede con las nociones de adolescencia y juventud en las que la condición de edad y los cambios fisiológicos se toman como condición "evidente" de una situación de tránsito que

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define una "era", una época especial que marca una posición diferenciada en la sociedad para quienes por ella pasan; esta consideración los hace sujeto-objeto de prácticas, instituciones, normas, concepciones y toda una variedad de modos de comprensión que los ubican en el lugar considerado correspondiente con ello. Basta revisar un fichero de cualquier biblioteca para darse cuenta de los temas con los cuales se tiende a asociar la juventud y la adolescencia: cambios físicos y psíquicos, dificultades de aprendizaje, problemas de drogadicción, delincuencia juvenil, manuales de consejo y asesorías morales. Diversos autores (Lesko, 1996, Feixa, 1997) han señalado que la noción de juventud tomó un nuevo matiz con la consolidación de las ciencias sociales a fines del siglo pasado y con el proceso de determinación de poblaciones susceptibles de ser aprehendidas, tratadas o estudiadas mediante los desarrollos de las ciencias. Mientras la antropología surge para ver a las poblaciones "primitivas" colonizadas o colonizables, la sociología se encarga de estudiar a los "desviados" sociales, las poblaciones marginales urbanas o los migrantes de los procesos industriales, y la psicología trata de determinar los comportamientos "normales" y adecuados para el contexto social del momento. A su vez, las sociedades occidentales vivían por la época procesos de cambio en el mercado laboral, urbanización, industrialización, extensión de la escolaridad, modificaciones en la estructura familiar, que desplazaban los lugares de los sujetos en diferencia de edad, generación, género y clase. En este contexto, la noción de adolescencia toma un nuevo significado y genera una sene de prácticas educativas, políticas, sociales, morales, y de formas de conocimiento que la sustentaban en el lugar asignado; construida la noción, busca legitimarse.

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Dice Lesko (1996) que el discurso científico sobre los jóvenes y adolescentes surge en el momento en que la sociedad norteamericana era a su vez una nación joven que vivía complejos procesos de migraciones y cambios; tal discurso sale de las inquietudes de los habitantes ya establecidos, blancos y de clase media, sobre el control, el orden y el progreso {ibid.,p. 145). En ese escenario se da una serie de asociaciones entre progreso económico, civilización, género, costumbres familiares, trabajo y conocimiento científico, que buscan canalizarse y expresarse en el cuerpo de las jóvenes y los jóvenes adolescentes {ibid.). De ese modo, el discurso sobre la adolescencia a fines del siglo XIX e inicios del XX quedó enmarcado en tres aspectos; (1) los cambios económicos, familiares, urbanos y corporativos en los Estados Unidos; (ii) la búsqueda de un control masculino al interior de las familias, las instituciones y las industrias; (iii) la colonización y el nacionalismo como resultados de las ideas de progreso y dominación {ibid., p. 147). Esto derivó, por ejemplo, en la aparición de una serie de organizaciones encargadas del cultivo del carácter y la construcción de una nueva masculinidad distanciada de los ámbitos femeninos, entre ellas losboy scouts o la Youth Christian Asociation (YMCA); para este fin resultaron efectivas las concepciones científicas de la psicología del desarrollo, que tenían en las características de los hombres blancos de clase media su patrón de referencia (ibid., p. 146). El texto de G. Stanley Hall, Adolescence: its Psychology, and its Relations to Psychology, Anthropology, Soctology, Sex, Crime, Religión and Education, publicado en 1904, ofrece no sólo la partida de nacimiento para los estudios psicológicos de la adolescencia sino que, además, señala en su título la agenda de los temas que se les asocian a menudo. Para Hall, entre la historia de la humanidad —la filogénesis— y la del individuo —ontogénesis— habría un paralelo,

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correspondiendo la adolescencia a la etapa de turbulencia y transición de las civilizaciones y preludio de la etapa en que ya no imperan el instinto y el egocentrismo (Fdxa, 1997; Eichorn, 1974). De cierto modo, "aquello" que se supone superado luego de la adolescencia quedó asociado con lo incontrolable, lo salvaje, lo no viril, que era ci objeto de las nacientes ciencias sociales y cuya comprensión permitiría superarlo (Lesko, 1996: 146). Es en este campo que las nociones de adolescencia y juventud quedan asociadas desde inicios del siglo XX con una sene de temas considerados como comunes y generalizados a ellos: jóvenes vistos como seres en crecimiento y tránsito desde un esquema lineal y progresivo, cuyo fin último es cierto tipo de adulto; sujetos del ineludible efecto alterador de los cambios biológicos y hormonales que son considerados causa principal de todo el proceso que viven; seres en quienes se supone que los grupos de pares tienen importancia fundamental al ser soportes y copartícipes del mismo proceso {ibid). Lesko (1996) dedica buena parte de su artículo a explicar las razones que llevaron a asignar a los adolescentes dichas condiciones, y a mostrar que ellas se dan por hecho en la caracterización de los jóvenes, contribuyendo a crear una imagen de ellos como seres inestables, problemáticos, determinados por algo que está fuera de su control y, por ende, necesitados de dirección y encauzamiento. Extendiendo aún más esta idea, Tait (1993) señala que para los objetivos de la investigación sobre jóvenes es necesario tener en cuenta que el concepto de "juventud" se entiende mejor como ejemplo de la creación gubernamental de una clase de persona en la intersección de varios problemas, entre ellos el proceso de individuación, la normalización y la regulación de las relaciones de tiempo; de este modo, se generan al interior de las sociedades tecnologías y estrate-

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gias para que los jóvenes moldeen sus conductas de acuerdo con la noción construida de juventud. Resumiendo, podemos aseverar que conforme a estas nociones la adolescencia y la juventud quedan convertidas en asunto d t control: control por parte de la familia, la educación, el Estado; control necesario, pues el ser del joven queda definido por defecto —lo que no tiene, pero va a tener— y sólo mediante él se garantizará que el objetivo se logre. Al ser definido por la ausencia, el joven queda sin estatus, sin voz propia, y es allí donde el discurso del científico viene a ocupar su lugar, en una práctica similar a la de la antropología colonialista que hacía del otro un sujeto del que se habla pero que no habla por sí mismo. El adulto, el científico, el educador, se convierten en los encargados de "conducir el camino" del adolescente desde su "inestabilidad" hacia la inevitable madurez, modelo que no es sino el resultado de una repetición de las relaciones de poder en el interior de la sociedad 2 . Lo que quiero señalar aquí es que las características asignadas y/o asociadas con el ser juvenil son el resultado de un proceso histórico y cultural, y que no existe una "naturaleza" juvenil o adolescente independiente de los contextos vividos. Si pretendemos establecer una forma de comprender lo que sucede con los jóvenes hoy es necesario que empecemos a "desnaturalizar" aquellas concepciones que hemos dado por sentadas e iniciemos un proceso de reconceptualización de la noción de joven y juventud, pensado desde la cultura y la historia.

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Esto se hace evidente, por ejemplo, al observar que en nuestro país una de las nociones comúnmente asociadas a los jóvenes y adolescentes es la de "población en riesgo", la cual supone que estos sujetos son susceptibles de volverse problema, pero que, si se toman las debidas "precauciones", es posible evitar que ello suceda: "están en riesgo de... pero si actuamos sobre ellos...".

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2. Fos jóvenes como sujetos/objetos de investigación En este segundo aparte voy a discutir las formas en que los jóvenes y la juventud han sido abordados por las ciencias que los estudian. Se trata de señalar los lugares desde los cuales ello se ha hecho y los efectos que tienen en la comprensión de lo juvenil. 2.1. Control, ajuste, orden: integrar al joven Decía en el aparte anterior que en el contexto de las ciencias sociales las nociones de juventud y adolescencia nacen en el marco de la psicología del desarrollo; esta asociación se prolonga incluso hasta la actualidad si tenemos en cuenta que el término "adolescencia" tiende a estar más cercano a perspectivas psicológicas y pedagógicas que a otras ciencias sociales. Veremos ahora los recorridos de las miradas a la juventud en otras disciplinas. U n primer grupo de miradas tiene su origen en las perspectivas psicoanalíticas, para las cuales resulta válida la equivalencia entre joven y sujeto en tránsito, necesitado de control y conducción. Por lo que parece, a la par que Hall iniciaba sus reflexiones sobre los jóvenes en el contexto descrito, Freud iba haciendo algo similar pues publicó un año después que Hall su primer ensayo dedicado al tema (Eichorn, 1974); a pesar de las distancias entre ambos, compartieron inquietudes similares: consideraron la maduración sexual como un factor que causa fuerte impacto en la psique, lo que hace de la adolescencia una etapa transitoria de perturbaciones y contradicciones que terminan con la madurez psicológica del desarrollo genital (Eichorn, 1974: 77). Por su parte, Otto Rank ordenó los estadios de la vida de acuerdo con el desarrollo de lavoluntad, haciendo de la adolescencia una etapa crucial en el paso hacia el con-

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trol de los impulsos; hacia los años cincuenta, Gesell propuso el concepto de "maduración" y describió los tipos de conducta asociados con cada año de la vida, de una manera sucesiva {ibid). Por aquella misma época, Sullivan defendía la división del desarrollo por estadios y señalaba las tendencias que los marcarían: en la adolescencia irrumpe la sexualidad genital, se desplaza la inclinación afectiva hacia una persona del otro sexo, se establecen las dinámicas del deseo, la intimidad y la búsqueda de seguridad; siguiendo con este autor, la adolescencia termina cuando se alcanza una "norma de conducta que satisface la dinámica del deseo", se consolida y se equilibra el yo y se amplía la capacidad simbólica (Eichorn, 1974: 78). Por su parte, Erik Erikson señaló una división en estadios de acuerdo con la resolución de las crisis psicosociales que se presentan en cada una de ellas, y las relacionó con la construcción de la identidad. Algo semejante hicieron Spranger y Piaget al considerar que en los sujetos se presenta el "desarrollo de estructuras mentales o cognitivas" que determinan modos de relación consigo mismos y con su entorno. Esa perspectiva de establecer etapas en el ciclo vital y asociarle a cada una de ellas comportamientos y conductas esperadas ha hecho parte de uno de los modos de comprensión más comunes para abordar la juventud; el joven se ve como sujeto de crisis inevitables que deben ser superadas para alcanzar la madurez. Podemos considerar que así se determina un modelo del desarrollo de los sujetos que permite establecer cuándo hay una desviación del comportamiento esperado y proponer las terapéuticas correspondientes a ello. E n este sentido, se continúa con lo dicho antes con respecto a la asociación entre juventud y control conforme a una perspectiva psicoanalítica.

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2.2. Contra los universales y en busca de la integración La antropología y la sociología han cumplido también un papel en las formas de entender la juventud y, si bien existen algunas diferencias metodológicas y teóricas, ambas disciplinas van a tomar caminos similares en el tema. Según Feixa (1997), el estudio antropológico de la juventud surge a fines de los años veinte en dos escenarios: el debate naturaleza-cultura en la comprensión de las sociedades primitivas y los problemas que venían apareciendo en las sociedades urbanas. Eos antropólogos de aquella época —Boas, Alead, Benedict, Malinowski— buscaban en una orientación relativista contrastar teorías que estaban en boga en el momento, como las de Hall, mediante comparaciones interculturales; algunos de ellos mostraron que las características consideradas como universales por Hall o Freud no eran ciertas y que más bien lo que existía era una variedad de pautas culturales y rituales que, si bien marcaban momentos en la vida de los sujetos, no estaban necesariamente supeditadas a los aspectos biológicos; de igual modo, señalaron que la supuesta rebeldía del adolescente era una característica de ciertas sociedades, pero que había otras en las cuales el asunto se daba de distinta manera (Eichorn, 1974; Feixa, 1998). Así, Mead propuso que en Samoa la adolescencia era una etapa particularmente tranquila y armónica, lo que contrastaba con lo observado para las sociedades occidentales de la época (Feixa, 1998). Si bien esta postura de Mead va a ser posteriormente criticada {ibid.), el hecho es que puso en duda la cuestión de la universalidad de las características de la juventud y planteó la necesidad de contextualizar las afirmaciones hechas sobre los jóvenes. Por la misma época —años treinta— aparecen dos trabajos que van a marcar un punto de partida y tradiciones importantes en los

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estudios de jóvenes urbanos: The Gang, de Frederik Thrasher, y Middletown, de Robert y Helen Lynd; en el primero se estudiaban las bandas juveniles como resultado de los desajustes sociales provocados por las migraciones y la anomia urbana; el segundo miraba la vida de los jóvenes de una high school y señalaba la importancia que tenían para ellos la diferencia generacional, el ocio y la escuela (Feixa, 1998). Mientras el trabajo de Thrasher se basaba en las teorías de la Escuela de Chicago con respecto a la formación de la vida urbana y las poblaciones "en conflicto", en el segundo se sustentaban las teorías de Parsons, que señalaban la aparición de los grupos de edad como formadores de una cultura consumidora nueva, hedonista e interclasista, y su papel en la cohesión social {ibid), noción básica en el modelo funcionalista de análisis social. Es importante señalar que el estudio de los fenómenos de bandas y las formas de delincuencia juvenil ha sido (y lo es aún) uno de los temas constantes en los estudios sobre jóvenes, generando un gran volumen de trabajos, publicaciones e instituciones especializadas en ello. También se debe considerar que en los años cincuenta y a inicios de los sesenta, con el boom demográfico de la postguerra, los jóvenes se consolidan como un nuevo sector del mercado y surgen productos para ellos: la música y toda la industria que genera, los ídolos juveniles, la televisión. En el caso de estas perspectivas de estudio, el referente para comprender a los jóvenes sigue siendo similar al señalado antes para las perspectivas psicológicas: bien sea mirando las bandas -los jóvenes conflictivos— o la vida de la high school -los jóvenes integrados—, se trata de determinar las formas en que los jóvenes participan o se desajustan del orden social; del mismo modo, la inquietud por el control se mantiene, esta vez mirándosela desde lo social y en el eje anomia/integración.

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2.3. E l joven rebelde: clase, contracultura y cultural studies Podemos decir que en los estudios señalados hasta el momento la constante es cierta mirada pesimista sobre los jóvenes: están en períodos vitales de turbulencia y cambios sin control, son resultado de crisis urbanas, o bien están integrados al sistefna y llevan vidas triviales determinadas por el ocio y la sociedad de mercado. Hacia los años sesenta diversos estudios van a señalar el carácter conflictivo y diverso de las culturas juveniles y a mostrar, en cierto modo de manera optimista, que los jóvenes eran otra cosa. Surge entonces el estudio de las subculturas y contraculturas, de las formas de rebeldía y oposición al sistema, que intenta separarse de las miradas hechas desde lo criminalístico y lo funcionalista y se acerca más a lo simbólico y cultural. E n esto la llamada Escuela de Birmingham ocupó un lugar particular. Su papel, en particular el de su Centre of Contemporary Cultural Studies y en general el de una serie de investigadores marxistas británicos que confluyeron en ella, requiere una análisis que no es sólo para las culturas juveniles, pero que en todo caso tuvo allí uno de sus principales puntos de partida; además, los cultural studies, que constituyen hoy una de las perspectivas transdisciplinarias más importantes para el estudio de lo contemporáneo, tuvieron su origen en ese ámbito. Estamos hablando de un grupo de profesores y de investigadores que desde fines de los años cincuenta empiezan a elaborar una perspectiva particular para la comprensión de fenómenos como los medios masivos de comunicación, las culturas populares, las formas de resistencia, las modas o las culturas juveniles; de origen popular, cercanos a la literatura y la militancia política en el marxismo, R. Hoggart, R. Williams, E. P. Thompson y S. Hall se van a preocupar por entender la dinámica cultural integrando la

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inquietud por la cuestión de clase en un análisis propio; altamente influidos por los planteamientos de Gramsci, se interesan por comprender las maneras como los sujetos reaccionan ante las formas de dominación, junto con los efectos que ello genera en la creación cultural. La inquietud por el punto de vista de los sujetos y los "usos" que ellos hacen de los objetos y fenómenos de la sociedad contemporánea condujo a que el método etnográfico ocupara un lugar importante en sus trabajos. De este modo, la perspectiva que este grupo de pensadores introduce traía consigo cambios epistemológicos, metodológicos e incluso políticos, pues en ellos la inquietud por revelar las rdaciones entre cultura y poder tenía un objetivo hacia el cambio social. Los estudios culturales van a proponer nuevas problemáticas que se correspondían con los fenómenos experimentados por las generaciones del momento y que llevan a la revaloración de aspectos antes no tenidos en cuenta, como lo popular y lo juvenil. Resulta llamativo que los trabajos sobre jóvenes y culturas juveniles hayan sido de los primeros y más importantes en el desarrollo de los estudios culturales, lo que nos hace pensar en el impacto social que dicho fenómeno tenía, pero también en su potencial analítico de lo cultural. Los trabajos que desde esta perspectiva se van a hacer sobre los jóvenes marcan un desplazamiento de los esquemas anteriores, en la medida en que retoman la importancia de la cuestión de clase en una perspectiva cultural, se preocupan por los usos y las formas de resistencia y se procuran un acceso al punto de vista del sujeto implicado; para ello combinan propuestas gramscianas, semióticas, estructuralistas, literarias y de historia social. Mantienen, sin embargo, una conexión con la Escuela de Chicago en su inquietud por los comportamientos desviados y las subculturas, que se hace evidente en sus trabajos sobre la juventud.

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En este escenario surgen tres importantes trabajos: S. Hall y T Jefterson, Resístame through Rituals. Youth Subcultures in Post-War Bntain (1975); P Willis, Fearning to Fabour. How Working Class Kids Get Working Class Jobs (1977), y D. Hebdige, Subcultures. The Meaning of Style (1979). El primero cuestionaba el planteamiento según el cual, con la abundancia de la postguerra, había aparecido una juventud marcada más por su condición de edad que por la de clase y sugería que las subculturas juveniles constituían una respuesta de los jóvenes de clase obrera tanto a la cultura hegemónica como a la cultura de clase de sus padres (Beezer, 1994). Así, los estilos, los vestuarios, las identidades, las pertenencias territoriales, son mirados en su dimensión de rituales de resistencia, más que como figuras explícitas de oposición política {ibid). En una dirección similar, Hebdige se fundamenta en planteamientos estructurales y semióticos para buscar la "gramática", la "ideología anónima" de las subculturas juveniles —en el caso de lospunks— y mostrar lo que comunican con sus estilos a ellos mismos y al resto de la sociedad; leyendo sus signos, Hebdige encuentra los excesos, las contradicciones, los sistemas de relaciones que conectan las subculturas de los jóvenes blancos y de los jóvenes negros, y muestra que, si bien en un momento se presentan como subvertoras, luego se incorporan a la sociedad a través de la ideología y la mercancía {ibid., p. 125). El texto de Willis representa otro hito en esa misma perspectiva. Basado en un estudio etnográfico acerca de un grupo de jóvenes que terminan la escuela a comienzos de los años setenta, se pregunta por los procesos que ellos siguen para insertarse en el mundo del trabajo. Willis hacía parte de un grupo de estudio sobre la educación en el Centro de Estudios Culturales Contemporáneos y se hallaba interesado en que su obra tuviera un impacto en el ámbito pedagógico; por ello cuestio-

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naba la llamada sociología de la desviación y su uso en los estudios de jóvenes, ya que veía en sus expresiones culturales tipos de reacción a la cultura dominante; se diferenciaba de Hebdige al enfatizar la cuestión de clase en su articulación con la cultura y no con las formas simbólicas aisladas (Skeggs, 1994). Además de proponer un estilo de escritura en el cual se destaca la voz del otro, este libro de Willis muestra las relaciones entre la estructura social y la subjetividad, señala las percepciones y respuestas de los jóvenes frente al sistema educativo, las formas de diferenciación de unos jóvenes hacia otros, y muestra las articulaciones entre juventud, raza, sexo y relaciones de género en la perspectiva masculina {ibid.)3. Revisando lo dicho hasta aquí podemos señalar que: 1) la perspectiva de estudio generada desde los cultural studies se diferencia de otras en la medida en que centra su análisis en los jóvenes como sujetos portadores y productores de cultura y no en una mirada externa que los ve disfuncionales o anómicos; 2) el recurso a la etnografía, la entrevista a profundidad, la observación participante, el reconocimiento del lenguaje y la textualidad de los jóvenes se convierten en la vía para acceder a la particularidad cultural juvenil, a diferencia de los test psicológicos o los estudios criminalísticos usados en otros abordajes; 3) por los marcos teóricos en que se basan y

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En 1990, Willis y otros autores publican un libro en el que parten de una etnografía de jóvenes de sectores obreros para desarrollar una teoría de la acción social y de la formación de las identidades individuales y colectivas; mediante una revisión de la creación simbólica, la estética, la vida cotidiana, el ocio, la relación con los medios, la música popular, la moda de estos jóvenes, entre otros aspectos, los autores consideran que la cultura oficial ha perdido su lugar dominante por causa de la producción de significados en la creación cultural popular; ello ha afectado los sentidos de identidad de losjóvenes, las formas que tienen de entenderse a sí mismos, a los otros y a la sociedad en general.

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las tendencias académicas en que se inscriben, la cultura juvenil es vista en una dimensión de oposición, resistencia o desafío a una cultura hegemónica y adulta; 4) se privilegia la observación de expresiones juveniles de sectores populares o de "culturas espectaculares", tipo punks; 5) si bien en estos estudios aparecen preguntas por las relaciones de género o la raza, son hechos por hombres y sobre hombres jóvenes y tienden a asociar jóvenes con varones; 6) con el tiempo, esta perspectiva de estudios ha sobrevalorado las dimensiones simbólicas por sí mismas, separándose de los postulados iniciales al desligar las culturas juveniles de su lugar en las relaciones de hegemonía y las condiciones materiales de existencia4. Lo que se nota en estos textos es que la pregunta por la cultura empieza a tomar lugar principal en los estudios de jóvenes, acercándonos a una comprensión más propia e interna de sus mundos, en contraste con los estudios sobre la delincuencia juvenil y las formas desviadas de los comportamientos que mantenían y han mantenido una mirada enjuiciadora y normalizante. Cuando optan por la noción de culturas juveniles, se da un desplazamiento importante en los paradigmas de estudio sobre jóvenes, que desarrollaré a continuación.

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En "La institucionalización de los estudios de la comunicación", Mattelart (1997) hace un revisión crítica de la tradición de los estudios culturales surgida en Inglaterra y generalizada hoy como perspectiva de análisis contemporáneo, en la que muestra los desplazamientos que se dieron desde los postulados iniciales basados en el marxismo y la historia social hacia tendencias desligadas de la inquietud por las condiciones de existencia y las relaciones de hegemonía; el autor señala la importancia de los cultural studies en la comprensión de las sociedades contemporáneas, pero es crítico respecto a su institucionalización y 'diboom que han tenido en la actualidad, más cuando se han alejado de los planteamientos iniciales, muy ligados a la búsqueda del cambio social. De la importancia que la noción de cultura tuvo en sus inicios,

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2.4. El auge de las culturas juveniles Las expresiones "subculturas juveniles" o "culturas juveniles" ponen juntas dos categorías de muy complejo análisis. Lo importante a señalar en este texto es el desplazamiento que suponen en las formas de abordar a los jóvenes y a sus expresiones. Pensar que hay culturas juveniles significa darles tanto a los jóvenes como a sus productos un estatus propio, que ya no es tan sólo el resultado de la imposición de la cultura dominante o del mundo del control y de los adultos sobre ellos, sino que implica su potencial y su particularidad como agentes sociales específicos. Veamos un poco más en detalle cómo se ha abordado esta relación juventud/cultura. Revisando lo dicho antes, una primera forma de abordar la relación viene de la Escuela de Chicago y de sus estudios sobre las bandas de jóvenes urbanos que surgen al margen del sistema social durante la depresión de los años treinta; allí, la idea de subcultura aparece asociada a manifestaciones juveniles imprevistas no integradas dentro del marco social mayoritario (Pérez Islas, 1998). Brake (1985) señala que las subculturas surgen como respuesta a problemas colectivos y que generan una forma de identidad colectiva en la cual se inscribe la identidad individual; además, dice, en las subculturas juveniles se reflejan las desigualdades de clase y su relación con la producción, cuestión que no se había tenido en cuenta en los estudios clásicos sobre las subculturas. A la mirada "delincuendal" sobre los jóvenes es que reacciona el grupo de autores de los cultural studies, para quienes los jóvenes

los cultural studies de hoy la volvieron una noción instrumental, y del radicalismo del principio pasó a una ambigüedad debido a la mercantilización del conocimiento. Véase revista Lelos, N " 4 9 (Madrid: s. cf, marzo-mayo de 1997), p. 144.

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son expresión de rebeldía y resistencia; en ellos, la relación juventud/cultura se resuelve hacia el lado de las contraculturas juveniles . Cambia la mirada a la vez que cambian los jóvenes mismos, pues desde fines de los años sesenta y durante los setenta se va a dar una serie de manifestaciones juveniles que requerían nuevos enfoques de comprensión; es la época de las formas contestatarias, la rebeldía juvenil a los valores tradicionales, el uso de sustancias que amplían la conciencia, las expresiones culturales alternativas y el auge del mundo underground. De este modo, la noción de "contracultura" se asocia con categorías como lo marginal, lo reactivo, la crítica a lo hegemónico, las culturas populares y una cierta mirada esperanzadora al supuesto cambio que allí se estaba generando, y no sólo con lo subordinado que implica la idea de "subcultura". Siguiendo con Pérez Islas (1998), un tercer enfoque en la relación juventud/cultura surge del rock y de las industrias culturales vistas como el centro de las culturas juveniles contemporáneas; cabe señalar que el rock y la cultura que gira en torno a él son algunos de los referentes fundamentales en la expresión y comprensión de las culturas juveniles contemporáneas. En esta versión de cultura juvenil se unen tanto las contradicciones con el sistema en general como la integración hecha por efecto de la sociedad de mercado; juventud v consumo se hacen términos bastante relacionados v la cues-

El cambio en la sociología de la juventud de la noción de "subcultura" a la de "contracultura" había sido señalado por Smith ( 198 1) al considerar que, luego de los debates sobre la materia que tuvieron lugar durante la década de los sesenta, surgió un nuevo acercamiento basado en el marxismo y las teorías de la reacción social; en esta perspectiva se enfatiza la cuestión de clase y el concepto de "subculturas" como "termas de resolver problemas". El mismo autor señala que, si bien desde esta tendencia se han hecho Imjiortantes contribuciones, hay problemas teóricos y metodológicos que limitan su alcance.

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tión de clase deja de ser el factor determinante en el análisis, en la medida en que la economía vuelve mercancías los símbolos de la contradicción y la contestación, y se generan expresiones culturales transclasistas; con ello, además, las ofertas de identidad se diversifican6. Si bien la pregunta por las culturas juveniles implica un avance importante en la comprensión de dicho grupo social, la forma en que se ha hecho desde tres posibilidades —delincuentes, contestatarios o consumistas— ha determinado los desarrollos investigativos, en particular en América Latina, al menos hasta mediados de los años ochenta (Pérez Islas, 1997), y sigue manteniendo una mirada parcial y "adultocéntrica" que cuestiona seriamente los modos de investigar lo juvenil. 2.5. Hacia el presente Desde mediados de los años ochenta hasta hoy se han dado unos cambios que llevan a replantear esquemas previos para abordar a los jóvenes y que proponen nuevas nociones: 1) los esquemas di-co-

Wallace y Kovacheva (1996) apuntan las diferencias en las formas de consumo cultural en Europa del Este y del Oeste; mientras que en los países soviéticos las formas de consumo cultural juvenil expresaban la contradicción con las autoridades y el régimen hegemónico, en la Europa Occidental estaban más relacionadas con el ocio y la contradicción con el mundo del trabajo, aunque los objetos de consumo y las culturas juveniles fueran similares; las autoras concluyen que si bien cada vez es más evidente la generalización de los símbolos del consumo, las formas del ser joven están atravesadas por tantos aspectos que no es posible pensar una homogeneización de las culturas juveniles y, más bien, lo que podemos ver es que las identidades juveniles se extienden hacia otras identidades y grupo de edad, dejando de ser marcadores exclusivos de una diferencia generacional.

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tómicos para comprender lo social —dominante/dominador, popular/oficial, moderno/tradicional— dan paso a modelos que enfatizan las interrelaciones y mediaciones; 2) los nuevos movimientos sociales empiezan a hacer reivindicaciones que no caben en los esquemas totalizantes de la cuestión de clases o ia opresión centro/ periferia, y se hacen necesarias nuevas formas de comprender variables étnicas, de género, de ubicación geográfica o de orientación sexual, entre otras; 3) por ello la relación investigador/objeto de investigación es muy cuestionada y se abren paso teorías y tendencias interpretativas, microinvestigativas, emotivas, feministas, autonombradas, que cambian las formas de hacer ciencia; 4) en general, la crisis de la década, sobre todo en América Latina, pone a los jóvenes y a los estados ante nuevos problemas: desempleo, crecientes migraciones campo/ciudad, lo urbano como nuevo factor de atención, multiplicación de las formas de violencia7. E n este marco surgen investigaciones sobre los jóvenes que con una perspectiva etnográfica enfatizan sus puntos de vista, buscan comprender sus diversidades, sus cambios, sus expectativas, sus expresiones culturales, sus adaptaciones y sus negociaciones con los procesos culturales generales: Inglaterra, Canadá, México, Brasil, Portugal, España, Argentina, ven aparecer otra forma de entender la relación juventud/cultura, en la cual se hacen fundamentales lo simbólico, lo interpretativo, lo cotidiano, las formas de apropiación. Los estudios sobre los jóvenes venían haciéndose sobre poblaciones muy concretas, y desde ellas se generalizaba al resto de la población; el referente de los jóvenes escolarizados de clase media que había estado presente, o bien el de aquellos sectores particularmen-

' En Latinoamérica los estudios sobre jóvenes toman fuerza con los efectos de la crisis de los ochenta; en 1979, la Asamblea General de las Naciones Lóiidas

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te conflictivos, tiende a desplazarse hacia la observación de sujetos que antes no se tenían en cuenta, para mostrar que la j u v e n t u d no era una condición dada por hecho, ni h o m o g é n e a y monolítica.

Ahora estamos en el punto de que ya se reconoce entre los estudiosos de lo cultural a la juventud como un sector social específico con rutinas culturales peculiares o con experiencias colectivas que definen un tipo de inserción en la sociedad, el cual los conduce a actuar bajo competencias específicas de reconocimiento/apropiación de los productos de los procesos culturales especializados [Pérez Islas, 1998. Cursiva en el original].

Ahora p o d e m o s ubicar el surgimiento de los actuales estudios sobre jóvenes en Colombia. N o es nuevo señalar que con el sicariato y la impactante aparición de formas de violencia juvenil u r b a n a

declara el año de 1985 como el Año Internacional de la Juventud, con los temas de participación, desarrollo y paz, en respuesta al reconocimiento de las dificultades que este sector social vivía v que cada vez se hacen más evidentes. Por la misma época, la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, patrocinó una serie de investigaciones en vanos países latinoamericanos para determinar las condiciones de vida de la población juvenil; ello dio como resultado vanos documentos que pusieron en evidencia lo que estaba sucediendo en la región: falta de empleo rural y urbano, cambios en la estructura familiar, migraciones hacia las ciudades, taita de educación, nuevos procesos de socialización en los jóvenes, entre otros aspectos. Como ejemplo de ellos, por esta época se publica en QolomhvaAusencia de futuro, de Rodrigo Parra, reflejo del panorama desolador que sobre la adolescencia se bosquejaba en el momento. De este modo, a mediados de la década de los ochenta los estudios sobre los jóvenes toman en América Latina un matiz especial pues a los cambios que se venían dando en los paradigmas para comprenderlos, se suman las nuevas exigencias de conocimiento hechas por los Estados y las entidades internacionales; en este contexto cobra importancia el tenia de los jóvenes marginados por los efectos de la crisis, en particular las bandas juveniles urbanas.

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el país se da cuenta de que un nuevo actor social irrumpe en el escenario nacional, eljoven délos sectores populares. Si bien ya "existía", con esta "aparición" logra nuevas formas de hacerse evidente, de desarrollar redes e identidades que, siendo proscritas en marcos de delincuencia y violencia, le permiten crear mecanismos de permanencia y consolidación como sujeto particular (Valenzuela, 1998). YApunk, el rock pesado, los conciertos de barrio, la simbología religiosa y los problemas de jóvenes hijos de desplazados por alguna de las múltiples formas de violencia de nuestro país, constituyen el escenario para la aparición en escena de este nuevo actor social; es necesario señalar que este fenómeno se presentó en otros países latinoamericanos, lo cual hace pensar en las crisis económicas y políticas del contexto internacional que llevaron a ello. La atención que este fenómeno ha requerido, viene generando en América Latina una reflexión sobre las "identidades proscritas"8 (Valenzuela, 1998), que ya no ve a un joven aislado en su desajuste con la sociedad, como se hacía antes en los modelos dedincuenciales y criminológicos, sino que trata de observar las culturas juveniles producidas por la marginadón, la crisis económica, la falta de expectativas laborales y vitales. A nivel general sigue habiendo una mirada al joven como "peligroso", pues de lo contrario no se explicaría la violencia selectiva que ejercen contra ellos escuadrones de "limpieza social" y grupos que se abrogan el derecho de mantener cierto orden social. Sin duda, también algunos de esos mismos jóvenes llegan a comprender tanto esta lógica de la violencia que hacen de ella su forma de vida y usan la imagen que se les asigna para legitimarse; si se los ve violentos, se hacen violentos, lo cual genera un círculo vicioso de imágenes y de estereotipos que llevan al aumento de las distancias entre unos y otros. Surgen entonces en nuestro país expresiones del tipo cultura del sicariato, cultura del

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3°4 narcotráfico o cultura de la muerte como nuevos calificativos asociados a las culturas juveniles; lo que antes era disfunción social, anomia, se vuelve "cultura", una forma de vida con una historia, unas razones y unas expresiones. De este modo, a la noción de juventud como "población en riesgo" que se anunciaba desde los ochenta por efectos del desempleo y la pobreza se suma una nueva condición, el riesgo de ser actor y víctima de violencia. Surge entonces otra noción asociada, la "prevención", que caracteriza acciones sobre los jóvenes con iniciativas tanto públicas como privadas a muy diversos niveles. Lo interesante es que gran parte de lo que se quiere prevenir en el joven proviene del mundo adulto: alcohol, drogas, sexo comercial, armas, muerte, violencia. Los supuestos en los cuales se sustentan las diferentes acciones sociales para conseguir estos objetivos (de prevención) están enmarcados en la idea de que la adolescencia es un período que requiere control social, para lo cual es necesario diseñar estrategias de institucionalización que permitan la vigilancia, a la vez que faciliten el discurso moral de los adultos, encaminado a instruir sobre los peligros que asechan a la juventud y a la sociedad [Cajiao, 1995: 31].

"Por ello hemos definido las identidades proscritas como aquellas formas de identificación rechazadas por los sectores dominantes [...] los miembros de los grujios o las redes simbólicas proscritas son objeto de caracterizaciones peyorativas y muchas veces persecutorias. |... ] encontramos desde agrupaciones políticas con posiciones ideológicas contrarias a los sistemas dominantes, grupos étnicos, grupos con adicclón a las drogas, grujios religiosos, grupos de nudistas, o algunos grupos o redesjuvemles, como ha sido ei caso de los beatmks, los pachucos, los hippies, los cholos, los punks, los chavos banda, los tunkies" (Valenzuela, 1998).

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3°5 Con la asociación adolescencia/necesidad de control se generan políticas y programas específicos que conforman una imagen general de los jóvenes, no siempre coincidente con sus condiciones y necesidades y que se enfrenta con otra que circula en la publicidad y los medios de comunicación: el joven banal, consumista, con exceso de tiempo libre, desinteresado por las "cosas importantes" del mundo y de la vida; mientras al primero hay que "controlarlo", al segundo hay que "recrearlo", imágenes ambas que son resultado de las relaciones de poder y control que surgen del mundo adulto. Ante esas imágenes reaccionan los jóvenes con una variedad de expresiones que las replican o las reelaboran mediante procesos de identidad y agrupación que no corresponden a los comportamientos esperados. Esta situación de desfases y contradicciones entre las miradas adultas, públicas y estatales con las dinámicas de las culturas juveniles viene siendo detectada en las investigaciones más recientes en el país que, saliendo del referente de la violenda y las "poblaciones marginales", se acercan hacia otros modos del ser juvenil. Una de las más importantes es el Proyecto Atlántida, encabezado por la Fundación FES, sobre adolescencia y escuela. El proyecto no sólo logró hacer un recorrido por diversos lugares del país ofreciendo un panorama amplio y diverso de la juventud nacional, sino que además mostró, desde una perspectiva cualitativa, la magnitud de las desfases entre el mundo adulto y el mundo de los jóvenes, en particular en el escenario de la escuela, la cual se mueve en un tiempo "atrasado" (Cajiao, 1996). En otros estudios recientes la pregunta jxir la cultura se ha resuelto hacia el lado de la formación de identidades a través del consumo de algunos objetos culturales como el rock (Muñoz, 1998; Serrano, 1998)oelra/> (Perea, 1998) y el tema de contraculturas en

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escenarios de violencia (Salazar, 1998). En este momento es difícil hacer balance de lo que se está investigando, pero se nota que el recurso al concepto de cultura —en una variedad de formas de entenderlo- se hace fundamental, lo cual amplía (o hace un giro en) la mirada "violenta" a los jóvenes, que ha imperado hasta el momento en el país. Al observar los modos como se ha venido desarrollando la investigación sobre jóvenes y las dinámicas propias a sus culturas, se hace evidente la necesidad de nuevos abordajes y perspectivas de comprensión que se salgan de la mirada controladora, normalizante y adultocéntrica que ha predominado hasta este momento. Para asumir los cambios señalados se requiere una perspectiva de investigación particular, no sólo por las categorías que se asuman, sino por el sentido y el modo de operar que supone dicha perspectiva de estudio. N o se trata de hacer de los jóvenes un nuevo "objeto" de estudio, riesgo en el cual estamos ahora, pues repetiríamos esquemas científicos que ya se encuentran agotados; tampoco es ir contra el conocimiento y desconocer el papel que éste cumple en el escenario social actual. El reto que tenemos es crear nuevos lugares y formas de relacionarnos unos y otros que contribuyan a la creación de nuevos proyectos sociales.

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Creación estética juvenil: una experiencia plástica y visual en la Academia Superior de Artes de Bogotá

Luz Guillermina Sinning

H-sta ponencia parte de tres preguntas surgidas durante una labor docente e investigativa en un espacio y un tiempo concretos. Son preguntas que sin cesar tratan de ser respondidas o reformuladas en constante interacción con jóvenes muy interesantes, como representantes de las nuevas generaciones, por sus diversos orígenes e historias y por tener en común un mismo lugar de encuentro. Son preguntas que contextualizan una trayectoria académica o, de manera más contundente, la muestran en un proceso de complejidad cultural contemporánea esencialmente urbana en que se expresan muchas de sus muy diversas especificidades y sus conexiones e interpretaciones con otras latitudes. Son preguntas atravesadas por preocupaciones de muy distinta índole y que pueden ser abordadas desde diversos saberes de manera interdisciplinaria. Pero, ante todo, son preguntas que implican la gran problemática de la formación en el arte y, en especial, la gran problemática de esa formación en los ámbitos de la creación artística en un contexto de nuevas y contradictorias sensibilidades. Son preguntas que confirman, citando a Lyotard, que educar e instruir son actos filosóficos para convocar no sólo como maestro a la reflexión, sino a la vez a la autorreflexión.

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La primera pregunta es: ¿hasta dónde la globalización con el determinante uso de los medios de comunicación y particularmente con la reiteración de la imagen y la velocidad en la disponibilidad de muy diversas informaciones ha cambiado la sensibilidad de los jóvenes de nuestro contexto urbano? Como ya es sabido, el fenómeno de la globalización con sus sofisticados procesos de producción y consumo ha generado imaginarios comunes de tal magnitud que ha tocado de una u otra forma a toda la sociedad contemporánea. Pero si dichos imaginarios han constituido una sintaxis y una semántica que se reconocen y son asumidas en diversas latitudes, rompiendo fronteras y límites culturales y haciendo sentir a los individuos que estando aquí o allá están como en un mismo lugar —desde el tradicional viaje hasta el simulado por las autopistas de la informática—, también han generado otras formas de representaciones simbólicas, tal vez a manera de supervivencia, tal vez por la naturaleza misma de la globalización, producidas por diversos reciclajes colectivos con sus improntas específicas de vivencias ya emocionales, ya reflexivas, constituyendo plurivalencias, diferencias y ambigüedades, cuya complejidad real es muy difícil interpretar con las herramientas conceptuales tradicionales. Cuando se menciona la complejidad de lo real se hace alusión a un concepto que se opone a la realidad de unidimensionalidad y homogeneidad tan temida y diagnosticada por la Escuela de Frankfurt o el mismo Orwell, asumiendo a la sociedad, y al mismo conocimiento, como un entramado cada vez más denso, fragmentario, heterogéneo y discontinuo de cruces de cultura, entramado que en la época de la globalización pone a disposición sus logros tecnológicos en aras del consumo, generando —de manera contradictoria con estas nuevas posibilidades— sincretismos, hibridaciones y enti-

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dades cuyas formas de comunicación y expresión insospechadas se constituyen en campos de fuga y asimetrías socioculturales y existenciales. E n este contexto se instalan y se hacen las nuevas generaciones, con la publicidad, los cómics, la televisión, el cine, el video, la música, las computadoras —éstas no tan accesibles en nuestro medio, tanto familiar como académico—. Este instalarse espacio-temporal implica interactividad e intertextualidad, es decir, así ven el mundo, sienten el mundo, hacen el mundo, dicen del mundo. Eseontos y ese logos generacionales son los de la globalización y no otros; de manera consciente o inconsciente, con actitudes o aptitudes más o menos desarrolladas por condiciones individuales y sociales, ya atravesadas por el desarraigo o ya por la marginalidad, y más allá de su clasificación como modernas o postmodernas, se ha conformado la condición urbana actual, que como mínimo ha convivido y se ha hecho con los parámetros de la imagen televisiva y de las revistas, ofreciéndoles acceder a imaginarios y permitiéndoles su reelaboración según sus urgencias vivendales de supervivencia y autoafirmación (figura 1). La segunda pregunta es: ¿hasta dónde la cultura generada en la época contemporánea —con sus características de fuertes rupturas epistemológicas evidenciadas en el hecho mismo del acontecimiento social, político, económico y científico— ha construido otras miradas hacia el mundo y está siendo construida por otro tipo de creadores y receptores del arle en las más jóvenes generaciones de nuestro medio? La cultura contemporánea ha construido su territorio con rupturas epistemológicas cada vez más evidentes, en las que al asumir ««a conciencia de finitud relativiza conceptos como razón, en términos de facultad normativa del mundo que comprende unívocamente lo que se cree que éste es, es decir, en cuanto un conocimiento claro y

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distinto; verdad, como postulado inmóvil y cerrado, no contradictorio, que se afirma en la diferencia del sujeto que conoce y el objeto que se conoce; unidad, como un todo orgánico estructurado en el que si sus partes son distintas es el todo el que predomina como universalidad ;/>rogmo, en términos de continuidad mesiánica en la que se cree, y que se piensa que se puede predecir con base en un deber ser de necesidad causal en donde la innovación es la premisa que jalona lo que cada vez es mejor; historia, como secuendalidad que aun siendo dialéctica es aprehendida racionalmente como un proceso objetivo. Esta abierta relativizadón de conceptos pilares de la modernidad, que no dejaron de tener fisuras —desde finales del sigloXIX hasta comienzos del siglo XX- y que por miedo a ellas no han dejado de producir hecatombes en lo transcurrido del siglo, evidencia de lleno una fragilidad no sólo teórica sino en su correspondencia con la vida misma y con el desarrollo de la ciencia. Los campos de polaridad, entonces, se diluyen; Aontos no puede devenir sin tllogos y viceversa; ya Heidegger lo anunciaba al concebir que el sujeto sólo es como adjetivo y éste no es distinto ni externo a él. El ser es acontecimiento, no está fuera de él. E n estas formas situacionales de la vivencia y del conocimiento se cruzan territorios, se fragmentan y se multiplican las diferencias, ya con el estallido violento de no haber sido reconocidas en sus ancestrales raíces, ya con la agresividad de la nostalgia de un terreno seguro perdido. Pero existe la urgencia de evocar, de ensoñar, de transgredir lo política, social y estéticamente correcto que sigue vigente como camisa de fuerza, negándose a aceptar ya no las fisuras sino las rupturas vitales que con más o menos dificultades han creado unas condiciones de posibilidad distintas para mirar el mundo (comprensión de lo local en lo cosmopolita y viceversa), para cons-

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truirlo y afirmar la presencia ya no épica sino finita del hombre en el silencio mismo, en la ausencia, en el vacío, en la convocación al ritual que hace reconsiderar y resignificar la cotidianidad; en la valoración de lo insignificante, de lo anónimo, de lo mecánico, de lo neutralizado como real por la denotación reiterativa del consumismo amarillista (figura 2). En esta urgencia de ser estética y poéticamente dentro de la cultura actual, los medios se comportan como prótesis del pensamiento y la sensibilidad no sólo porque sirven para la construcción y el ofrecimiento de un repertorio malévolo u ocasionador de invalidez tanto psicológica como física (esto también se da), sino porque posibilitan la construcción de estéticas muy diversas en que se han formado los creadores contemporáneos y sus objetos artísticos y que han dotado con sus nuevas tecnologías formas muy diversas de testimoniar, ya sea a través de ellos o por influencias de ellos, acontecimientos de encuentro y desencuentro, de infancias e historias que no sólo dicen de los artistas sino de una época con un concepto de arte muy abierto y sin un territorio de referentes y símbolos definidos —véase, entre otros, a U . Eco, Vattimo, Lyotard, García Canclini— (figura 3). Las nuevas generaciones, los jóvenes que habitan los espacios en donde se pretende formar artistas al crear condiciones para el desarrollo de procesos artísticos, llegan con muy distintas motivaciones que no siempre implican una clara vocación: no hay interés en la secundaria para desarrollar actitudes y habilidades artísticas, sus encuentros con el arte han sido fortuitos y dependen más de intuiciones o problemáticas de carencias en la formación para otros campos profesionales tradicionalmente valorados. Lo interesante de estos espacios para los jóvenes es el proceso, en donde la interlocución con una contemporaneidad cultural y

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estéticamente diversa crea un campo propicio en donde se reafirman y simbolizan sus procedencias y sus historias con la impronta del contacto con los medios y los nuevos conceptos que, en sus paulatinos ritmos de maduración, canalizan vitalmente otras formas de \dvir espado-temporalmente el mundo, sin pretender con ello descartar las ya conocidas (porque muchas veces no les fueron dadas o el autoritarismo les impidió la posibilidad de hacerlas suyas), que superviven y al ser reconsideradas no serían en ningún caso obstáculos sino posibilitadoras de una mayor comprensión de aquellas que por época les son propias (han sido más los prejuicios de los maestros, que crearon y continúan creando dicotomías y polaridades entre la cultura letrada y la hipertextual). La tercera pregunta es: ¿hasta dónde es posible vivenciar cambios tan fuertes en el campo de lo estético e intensificar la urgencia de sensibilidad y comunicación del mismo, en nuestro contexto de grandes contrastes, contradicciones y carencias de toda índole, cuando se supone que lo predominante debe ser la búsqueda de estrategias para la supervivencia básica? Pese a un conservadurismo furioso (como en otros momentos del arte), que sigue considerando que para ser artista se debe tener un espíritu selecto y modelado por una sofisticadón casi de sangre, el arte contemporáneo o postmoderno, como concepto referido a la condición de ser de su producción actual, se hace explícitamente plurivalente, ambiguo, abierto, ecléctico en sus géneros, materiales, técnicas y, por qué no afirmarlo, caótico hasta en los mismos referentes de los que parte. Hoy el arte es más proceso, no tiene pretensiones de verdad y, por ende, de encerramiento formal o semántico; tiene sentido en la intensidad de sus divergencias matéricas, sígnicas y técnicas; rédela, configura, desconstruye y resignifica; es posibilidad de com-

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plementariedad y, por ello, se presenta ambiguo e inacabado y no disyuntivo; transgrede el gusto del sentido común por no pretender lo entendido como bello, sin pretender ser un rebelde en el campo de las polaridades ejerciendo la fealdad como posición beligerante; se comporta fractalmente, como es entendida hoy la realidad; expresa la inmanencia del sujeto en el objeto, situación que el artista estudia y transforma (algo que también hace la ciencia actual). Así, el arte va creando sus propias reglas y sintaxis en las poéticas de los artistas, reglas y sintaxis que competen a unas sensibilidades expansivas, complejas, en donde no siempre se descubren sus estructuras, cuyas presencias están en lo no explícito, en su ausencia. El arte actual como arte de lo sublime dice, con su presencia de la finitud, una finitud que no se oculta, que se debate entre el placer y el dolor de la conciencia, que admira los juegos fascinantes de la razón y se duele de la incapacidad de un diálogo pleno de éstos con los de la imaginación y sensibilidad, es una estética del desgarramiento (figuras 4 y 5). Con este acercamiento a lo que en la actualidad es el arte se hacen posibles estéticas marginales, se hacen posibles culturas de la carencia, de las minorías, ya no se esconden, se convierten en formas sensibles que emergen dentro de la sociedad actual y que, al enunciarse, la denuncian en los campos del arte. Se trata de estéticas y culturas que se instalan con imaginarios producidos por condiciones que, en su naturaleza paradójica, les dan cabida y que por pensamiento y presencia tienen desde hace mucho historia —ya en las primeras décadas de la historia del arte moderno lo kitsch y lo popular van teniendo un lugar—. Todo ello cruzado por los medios y en los medios. Hoy no se dan extrapolaciones en el campo artístico en la medida en que se trascienden valoraciones sociales categorialmente

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definidas que, hasta hace poco, metodológicamente podían caracterizar las diferencias culturales en diferencias de gustos y hábitos. Hoy los jóvenes hacen suyas las imágenes publicitarias, las imágenes religiosas, ias técnicas artesanales y las tecnologías contemporáneas y las mismas teorías científicas, para decir de su existencia psicológica, social, urbana, cotidiana e histórica. Los conceptos mismos de tradición, de memoria, se constituyen en una de las preocupaciones estéticas y artísticas de los jóvenes, no con la nostalgia y el purismo del rescate atemporal buscado y vivido por generaciones anteriores en una pretensión historiográfica, mítica, profética. Éste es un rescate desde la conciencia de la actualidad veloz, de espacios y tiempos simultáneos que, si bien diluyen y dispersan, a la vez demandan resignificar procedencias, orígenes, desde tlser mismo como espacio y evento; en este rescate la imaginación los recrea para poder vivirlos, pues todo recuerdo se recrea como todo documento se interpreta con la urgencia del acontecimiento y de la actualidad (figuras 6, 7 y 8). El arte contemporáneo en un medio como el nuestro no sólo resulta posible en su pluralidad de estéticas, sino que es acontecimiento mismo (no se trata de un problema de voluntad), es vivencia que hace al mismo el contexto donde nos debatimos a diario; es, en términos de Gadamer, algo ejemplar no producido meramente por reglas, algo permanentemente nuevo en el sentido de ser creado por reglas no concebidas todavía.

* Las fotografías de las propuestas plásticas y visuales que ilustran el texto son muestras de los procesos de tesis de grado de estudiantes del programa de artes plásticas de la ASAB.

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índice de fotografías Figura 1. María Fernanda Mejía, "Sin título", 1996. Fotografía de la serie Querer verse para tener alguna idea de quien se es. Figura 2. Ricardo Castillo. "El poder de la intolerancia", 1997. Fotografía de la serie Angelesypredicadores, intervenida con elementos gráficos y tridimensionales. Figura 3. Santiago Bartivas, "Silencio", 1997. Pintura y técnica mixta, de la serie Ileautoscopia. Figura 4. Carolina Holguín, "Roa, N.N." (detalle), 1996. Técnica mixta, del proceso investigativo Tanatomorfis. Figura 5. Raúl Naranjo, "Objetos en solidaridad con una víctima y un victimario", 1997. Acción, de la serie La penetración violenta. Figura 6. Gloria Barros, "Los asientos", 1997. Papel hecho a mano y mixografía, de la serie Papel sellado, instalación en el Archivo de la Nación. Figura 7. Juan Paéz, De lo referente al origen (página), 1997. Libros-objetos, fotografía y papel a mano. Figura 8. Romarey Virguez, "Sin título", 1997. Técnicas mixtas sobre papel, de la serie Ed testamento de los pájaros, propuesta de instalación.

Figura 1 (María Fernanda Mejía) Si yo no soy, ni me parezco a eso que los mass-media dicen que debo ser, ¿entonces quién soy?".

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Figura 2 (Ricardo Castillo) '...es un trabajo que desarrolla simbólicamente la imagen de personajes cotidianos, sacraltzándolos,para conformar una especie de mitología o de imaginario urbano".

Figura 3 (Santiago Bartivas) .evocación de espacios de la infancia, indicio de reencuentro consigo mismo".

Figura 4 (Carolina Holguín) "En la actualidad la deshumanización cumple un papel'desafortunado porque tiende a negar taparte oscura y quizás la más fuerte del ser, su irracionalidad, escudándose siempre en la razón para así justificar la barbarie...".

Figura 5 (RaúlNaranjo) "El simbolismo de la violencia en términos de un placer del victimario que a la vez es víctima de un goce que termina inflingiéndole dolor".

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F i g u r a 6 (Clona Barros) "...espacio penetrable a través del cual la palabra y la cosa se reafirman... Papel sellado, asiento, testimonio humano, documento, materia, memoria'

Figura 7 (Juan Páez) "...el origen del libro es una de mis reflexiones que toma ideas como: lafactura del libro, el tejer—que etimológicamente viene de textom—y el acto de hacer el libro, el soporte de la escritura como memoria de la cultura...".

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Figura 8 (Romarey Virguez) "Quizá el mundo de representaciones religiosas sea el caparazón que esconde el misterio metafísico, en el que podría descifrarparte de mi mundo interior".

COLABORADORES

Jesús Martín Barbero Nació en Avila (España) y reside en Colombia desde 1963. Tiene un doctorado en Filosofía de la Universidad de Lovaina y un postdoctorado en Antropología y Semiótica de la Universidad de París. Fundó el Departamento de Ciencias de la Comunicación en la Universidad del Valle y ha sido presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de Comunicación, ALAIC. H a publicado: Comunicación masiva: discurso y poder (1978), De los medios a las mediaciones (1987), Procesos de comunicación y matrices de cultura (1988), Televisión y melodrama (coautor, 1992), Pre-textos. Conversaciones sobre la comunicación y sus contextos (1995).

Beatriz Sarlo Nació en Buenos Aires (Argentina). H a trabajado sobre cultura y literatura popular, folletín, historia del periodismo y de los medios de comunicación de masas. En los últimos años publicó seis libros: en 198 5, E l imperio de los sentimientos; en 1988, Cna modernidad periférica: Buenos Aires 1920y 1930 y, en 1992, otro libro que continúa ese ensayo de interpretación de la ciudad moderna: Fa imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina. En 1993 apareció en Londres Borges, a Writer on the Jidge (traducido, en 1995, como Borges, un escritor en las orillas); en 1994, Escenas de la vidapostmoderna: intelectuales, arte y videocultura en Argentina y, en 1996, Instantáneas. Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo. Es profesora en la Universidad de Buenos Aires y ha dictado cursos en varias de los Estados Unidos (Columbia, Berkeley, Maryland, Minessota). Dirige, desde 1978, la revista Punto de Vista.

COLABORADORES

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William Rowe Nacido en Inglaterra, Rowe ha sido profesor, en su patria, de las universidades de Liverpool y Londres y, en Perú, de la Universidad San Marco y de la Pontificia Universidad Católica. E n la actualidad se desempeña como profesor titular del King's College Strand de la Universidad de Londres. H a publicado varios libros sobre autores y culturas de este hemisferio, entre los cuales cabe mencionar Mito e ideología en la obradeJ. M. Arguedas (1979), Juan Rulfo. E l llano en llamas (1987) y Memoria y modernidad: la cultura popular en América Latina (1994).

Ana María Ochoa Gautier Después de licenciarse en Musicología y Flauta Traversa en la Universidad de British Columbia, en Vancouver (Canadá), cursó una Maestría en Etnomusicología y Folklore en la Universidad de Indiana y posteriormente un doctorado en las mismas rama e institución. A la fecha trabaja en el Ministerio de Cultura, donde dirige la revistad. Contratiempo, coordina los Centros de Documentación Artística y se desempeña como investigadora en el Centro de D o cumentación Musical. H a publicado varios artículos, de los cuales cabe mencionar "¿De qué cultura estamos hablando? U n paseo por los estudios culturales", con Erna von der Walde en/A]ornadas (1988); Ensamble: del bambuco a la música del mundo, en Número (N° 16, 1997) y "Counterpoints of Time and Space in E l Concierto de los Colores", en Journal of Latín American Cultural Studies (volumen 6, N ° l , 1997).

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Fabio López de la Roche Profesor asociado del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, IEPRI y de la Universidad Nacional de Colombia, así como catedrático de Teorías déla Cultura en el Departamento de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana. Entre sus publicaciones figuran el libro Izquierdas y cultura política. ¿Oposición alternativa?, de 1994, y los ensayos "Aspectos comunicadonales y culturales del populismo rojista en Colombia (1953-1957), de 1996, editado en el N° 29 de la revista Signo y Pensamiento; "Tradiciones de cultura política en el sigloXX", de 1993, incluido en el libro Modernidad y sociedad política en Colombia; junto con "Ensayos sobre cultura política colombiana", de 1990, un número doble de la revista Controversia (162-163), en el cual participó como editor y coautor.

Ana María Lalinde Comunicadora Social de la Pontificia Universidad Javeriana y máster en Comunicación y Desarrollo de la Universidad Iberoamericana de México. H a realizado varias investigaciones sobre radiodifusión en Colombia: "Radio y cultura profesional: la producción de noticias en Caracol Radio (1993); "Radios juveniles en Colombia" (1995) y "Estudio descriptivo exploratorio de la investigación de radio en Colombia" (1997). Actualmente es profesora de las cátedras de Teorías de la Comunicación y Teoría de las Prácticas Periodísticas en la Carrera de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana.

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Jaime Eduardo Jaramillo Se graduó como sociólogo en la Universidad Nacional de Colombia y posteriormente hizo un postgrado en Derecho Laboral en la misma institución. H a sido profesor en varias universidades (Piloto, del Rosario, Javeriana, Nacional, de la Salle) y asesor en el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y en el ICFES. Colaborador fecundo en periódicos, seminarios y revistas, ha publicado cuatro libros —Tipologías polares y sociedad tradicional (1987), Colonización, coca y guerrilla (coautor, 1989), Estado, sociedad y campesinos (1989) y Modernidad y postmodernidad en Latinoamérica (1995)— y tiene actualmente un quinto en prensa: Ciudades en la literatura colombiana contemporánea (1998). Entre sus actividades actuales figuran la coordinación del Programa Interdisciplinario de Apoyo a la Comunidad, PR1AC, en el proyecto "Un parque entre nubes" para el suroriente de Bogotá, y la asesoría en el módulo Calidad de la Educación en Ciencias Sociales del ICFES.

Jorge Orlando Meló Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Colombia y doctor en Historia por la Universidad de Oxford, se ha desempeñado como docente, decano, director de publicadones, vicerrector académico y rector encargado en diferentes universidades. También fue miembro del subcomité para la Protección de las Minorías de la ONU y consejero presidencial para la ciudad de M e dellín y el tema de los derechos humanos. Tiene a su haber numerosos libros, entre ellos: Historia de Cedombia: el establecimiento de la dominación españeda {1966),Sobre historia y política (1979), Reportaje

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a la historia de Colombia (1989), Predecir el pasado {1992) y Ensayos de historiografía {1996). Dirigió y colaboró en laHistoria de Antioquia (1989) y la Historia de Medellín (1996). Desde 1994 es director del Departamento de Bibliotecas y Artes del Banco de la República.

Jairo Chaparro Valderrama Experto en cultura urbana y educación de adultos, orienta la Corporación Raíces y asesora los proyectos Focus de la Fundación Corona. H a dirigido trabajos de investigación, educación, participación y comunicación y se desempeña como profesor universitario desde 1994. H a publicado, entre otros, Recuerdos de un tropelero. Por la calle 32. Historia de un barrio (coinvestigador), Un siglo habitando los cerros. Vidas y milagros de vecinos en el Cerro del Cable (coautor), Metodologías de la construcción comunitaria: la generación de proyectos. Usos, costumbres e imaginarios en el espacio público: el caso del sector Jerusalén (coautor) y Colombia urbana: una aproximación cultural (en prensa).

Germán Muñoz Licenciado en Filosofía de la Universidad de San Buenaventura, consejero pedagógico de las Facultades Católicas de Lyon y doctor en Lingüística de la Escuela de Altos Estudios de París, ha sido coordinador académico y profesor titular de la Maestría en Comunicación de la Universidad Javeriana, investigador principal del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, donde realizó el estudio "Las culturas juveniles urbanas de Bogotá vis-

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tas desde la cultura rock", e investigador de la Caja de Compensación Familiar Compensar, en la cual publicó ¿Qué significa tener 15 años en Bogotá? (análisis documental y serie de videos). En la actualidad trabaja en el Área de Investigación y Planeación de la Fundación Social. Sus trabajos más recientes son: Generación RE (serie de televisión); "La cultura técnica en el carnaval de Barranquilla (estudio y proyecto); "Consumos culturales y nuevas sensibilidades (en Viviendo a toda, memorias del Seminario Estado del Arte de la Investigación sobre Juventud).

José Fernando Serrano Antropólogo y estudiante de la Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Es miembro del Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, donde coordina el módulo dedicado a jóvenes y culturas juveniles. H a sido docente en las facultades de Comunicación Social de las universidades Javeriana y Central. Trabaja en temáticas relacionadas con la construcción de identidades, producción cultural y religiosidad en jóvenes y minorías étnicas. En la actualidad realiza un estudio sobre concepciones de vida y muerte en jóvenes urbanos y prepara un libro sobre la noción de juventud en la investigación social.

Luz Guillermina Sinning Estudió Filosofía en la Universidad Nacional y posteriormente cursó una Maestría en Historia en la Universidad Externado de Colombia. Fue investigadora del Centro Nacional de Restauración

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entre 1988 y 1993 y becaria del programa Francisco de Paula Santander de 1994 a 1995. En la fecha coordina el área sodalhumanística de la Facultad de Restauración de Bienes Muebles en la Universidad Externado de Colombia y es profesora de Estética y Metodología de la Investigación Artística en la Academia Superior de Artes de Bogotá. H a colaborado con notas' y artículos en las revistas Arte Internacional y Restauración Hoy.

ÍNDICE

PRESENTACIONES • 9-

Luz Gabriela Arango Memorias de un encuentro •13 •

Jesús Martín Barbero Fabio López de la Roche Cultura, medios y sociedad

PRIMERA PARTE Cultura y medios de comunicación •27 •

Jesús Martín Barbero Experiencia audiovisual y desorden cultural •65 •

Beatriz Sarlo Del plano a la esfera: libros e hipertextos

•77 •

William Rowe Poética, cosmología y modelos de la cultura en la época de los medios electrónicos •101 • Ana María Ochoa Gautier E l multiculturalismo en la globalización de las músicas regionales colombianas •114Fabio López de la Roche Historia, modernidades, medios y ciudadanía en los estudios culturales latinoamericanos •152Ana María Lalinde Radio informativa y participación ciudadana

SEGUNDA PARTE Cultura urbana y cultura de jóvenes •173 • Jaime Eduardo Jaramillo Formas de sociabilidad y construcción de identidades en el campo urbano -popular •219Jorge Orlando Meló Medellín 1880-1930: los tres hilos de la modernización

•241 •

Jairo Chaparro Valderrama Fos mapas culturales, una herramienta para la gestión local • 263 • Germán Muñoz Identidades culturales e imaginarios colectivos. Fas culturas juveniles urbanas vistas desde la cultura rock •274José Fernando Serrano Fa investigación sobre jóvenes: estudios de (y desde) las culturas •310Luz Guillermina Sinning Creación estética juvenil: una experiencia plástica y visual en la Academia Superior de Artes de Bogotá

COLABORADORES •321 •

¿2 Este libro, segundo que recoge las ponencias presentadas en el coloquio TEORÍAS DE LA CULTURA Y ESTUDIOS DE COMUNICACIÓN EN AMÉRICA LATINA,

realizado en Santafé de Bogotá en julio de 1997, en el marco del Programa Internacional Interdisciplinario de Estudios Culturales sobre América Latina, se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 1998, compuesto en caracteres Caslon Oíd Lace de doce sobre quince puntos para el cueipo del texto.

s¿

El presente volumen recoge los trabajos referentes a dos temáticas centrales del Seminario Internacional sobre Teorías culturales y estudios de comunicación en América Latina: una sobre los cambios en la relación entre cultura y medios de comunicación; la otra en torno a los temas y problemas de la cultura urbana y las culturas juveniles. Desde ambas se i indaga el desbordamiento del canon cultural producido por las narrativas y los discursos massmediáticos, las nuevas tecnicidades y las nue-. vas sensibilidades. En América Latina ia investigación cultural es anterior a que apareciera la etiqueta de los "estudios culturales", pero se basa tanto en la experiencia que aportan los movimientos sociales como en el trabajo de los pioneros ingleses que, como R. Williams, R. Hoggart y Stuart Hall, investigaron la inserción de los medios de comunicación en las dinámicas de la cultura contemporánea y la relación de las culturas juveniles con las industrias culturales y las transformaciones de la ciudad. Fue buscando la comprensión de los procesos sociales que la investigación cultural en Latinoamérica se ha ido convirtiendo en un área estratégica de reconocimiento de las rupturas y continuidades de que está hecha nuestra modernidad.

CINTRO DE ESTUiífOS SOCIALES