Don Enrique de Aragón y Sicília: Un Infante Questionado, Un Maestre Imprescindible [163]
 8461662121, 9788461662128

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2 - 2013

Fundación Lux Hispaniarum

DON ENRIQUE DE ARAGÓN Y DE SICILIA



órdenes de caballería

DON ENRIQUE DE ARAGÓN Y DE SICILIA un infante cuestionado, un maestre imprescindible

Ángela Madrid Medina

2013

CUADERNOS DE CABALLERÍA

DON ENRIQUE DE ARAGÓN Y DE SICILIA UN INFANTE CUESTIONADO, UN MAESTRE IMPRESCINDIBLE

ÁNGELA MADRID MEDINA

DON ENRIQUE DE ARAGÓN Y DE SICILIA UN INFANTE CUESTIONADO, UN MAESTRE IMPRESCINDIBLE

Fundación Lux Hispaniarum 2013

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Maquetación: Eduardo de Salazar y Acha

ISBN - 10: 84-616-6212-1 ISBN - 13: 978-84-616-6212-8 Depósito Legal: M-29442-2013

Impreso en España/Printed in Spain

A mis padres, Segundo y Josefa, que me acercaron a las tierras y las gentes de las órdenes de caballería. In memoriam.

I. PRESENTACIÓN

Seguramente nunca sabremos quién era don Enrique, infante de Aragón y de Sicilia y maestre de la orden de caballería de Santiago. Su figura se desdibuja entre opiniones contradictorias, en una época difícil, en la que quizá no termina de encajar. Acaso, también, victima más de una vez de la propaganda política de los adversarios. Puede que para algunos acercarnos a estos personajes sea, para bien o para mal, desmitificarlos. Y en parte tendrían razón. Enmarcados en su tiempo se nos desvanecen con frecuencia en medio de las incógnitas que la documentación no termina de aclararnos (más aún cuando hemos de recurrir a la historia oficial del momento, no exenta de lagunas). Tal vez ni siquiera hubiera podido darnos demasiada luz doña Beatriz Pimentel, tan poco tiempo casada y tan largos años viuda. Menos su hijo póstumo, el infante Fortuna. Sin embargo, el maestre está en la historia del prerrenacimiento en España, de los conflictos políticos, acrecentados por la capacidad limitada del rey, con los cambios sociales, las ambiciones, el amor, la envidia, la caída desde lo más alto, la recuperación, el despojo de sus bienes, incluyendo los heredados, y de sus títulos, como el ducado de Villena, que finalmente iría a parar como marquesado al privado del príncipe Enrique (luego IV), Juan Pacheco, y hasta del maestrazgo, a favor del privado de Juan II Álvaro de Luna. Está atrapado en una época convulsa, de cambios y de intereses encontrados, ca oy non tiene enemigos

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el que es malo sinnon el que es muy rico1. O tiene mucho poder o muy alta nobleza. Y está, así mismo, en el apogeo de la orden de Santiago. A la hora de hacer una presentación rápida del maestre su retrato aparece distorsionado si proviene de aduladores o de adversarios. Hace años Eloy Benito Ruano, que lo ha estudiado sabia y repetidamente, escribió que su figura podría pensarse predestinada para jugar un papel importante en la historia española, o ser arrastrada en el vértice de pasiones, intereses y rivalidades en que su vinculación familiar, temporal y política le coloca desde su nacimiento2. Y recogió una serie de referencias sobre nuestro protagonista, alguna de la cuales traemos ahora a colación. En la actualidad los historiadores que de él se han ocupado siguen insistiendo, como el propio Benito, en el interés del personaje: “Pero la personalidad más acusada e interesante de entre las de todos los hermanos en cuanto a representación de su conjunto, es, sin duda y con mucho, la del infante Don Enrique. Sus cualidades y defectos lo son siempre, paradójicamente, por exceso, y es a ellos precisamente a los que se debe la intensidad y pronunciación de los perfiles biográficos”3. Interés que la mayoría han centrado en su actuación política, con frecuencia muy criticada en la historiografía reciente. Como maestre ha sido execrado. Y no falta quien, dejándose llevar y dada la lejanía, ha banalizado un tanto el juicio sobre su figura. Por su parte en relación con este complejo aspecto Álvarez Palenzuela ha hecho notar con acierto, que en decisiones tan importantes como el tan criticado golpe de Tordesillas, no debemos personalizar en él la responsabilidad, sino que más bien sería compartida con otros nobles y que don Enrique aparece a la cabeza a causa de su categoría4. 1 Fernán PÉREZ DE GUZMÁN. Generaciones y semblanzas. Ed. de José Antonio Barrio. Madrid, 1998, p. 91. 2 Eloy BENITO RUANO. “Fortuna literaria del Infante D. Enrique de Aragón”, en Archivum. Revista de la Facultad de Filología, XIV (1964), p. 161. 3 BENITO. Los Infantes de Aragón. Madrid, 2002, p. 103. 4 Vicente Ángel ÁLVAREZ PALENZUELA. “Enrique, infante de Aragón, maestre de Santiago”, en Medievalismo, 12 (2002), pp. 46-47.

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En esa línea coinciden tanto la crónica de Juan II como el Victorial al señalar que cuando se produce el distanciamiento entre los infantes Juan y Enrique y se forman bandos a partir de 1418, grandes de Castilla hicieron por enemistar a los hermanos. De hecho, los infantes sólo eran punta de lanza de los verdaderos oponentes, que eran los partidos castellanos5. Tema este de la nobleza muy bien estudiado por Suárez Fernández6. De su grandeza, Pedro de Escavias, guarda mayor y consejero del rey Enrique IV, en un romance del Cancionero de Castronuño en el que nos traza la biografía, da cumplida cuenta al presentarlo como maestre de Santiago,/ de la gran Cauallería…el mayor duque ni conde/ quen España se sabía7, para pasar a explicar cómo la fortuna le dio la espalda, añadiendo sus desventuras posteriores. En cuanto a su retrato físico parece evidente un gran atractivo. Ya Alfonso Álvarez de Villasandino, tratándolo aún de niño, lo elogia como muy lindo señor8. Hemos de recordar que a su padre lo describen como de buen aspecto, más alto que bajo, de ojos verdes y cabello avellana. De adulto otros autores insistirán de manera unánime en su apostura física, que algunos hacen extensivo a sus virtudes morales. Punto éste, naturalmente, más discutido y que van a negar sus detractores. La crónica de Juan II indica que lo conoscian por vindicativo é osado y esforzado Caballero9. Alonso de Palencia destaca su afabilidad, nobleza de corazón, elegancia, dignidad, concluyendo que fue el más excelente de los hombres de su época y á ninguno cedió en magnanimidad y valeroso esfuerzo10.

5 Gutierre DÍEZ DE GAMES. Crónica de don Pero Niño, conde de Huelna o El Victorial. Edición de Rafael Beltrán Salvador. Salamanca, 1996, p. 701. 6 Luis SUÁREZ FERNÁNDEZ. Nobleza y Monarquía. Valladolid, 1975. 7 BENITO. “Fortuna…, p. 163-169. 8 Ibidem, p. 172. 9 Crónica del señor rey don Juan, segundo de este nombre. Valencia, 1779. Año 1425, cap. VI, p. 230 10 Alonso de PALENCIA. Crónica de Enrique IV, I. Traducción castellana de A. Paz y Meliá. Madrid, 1904, p. 60.

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El marqués de Santillana, que lo trató bastante, a raíz de la batalla naval de Ponza (1435), en la que participó don Enrique a petición de su hermano Alfonso, en La comedieta de Ponza que con tal motivo escribió, nos presenta una imagen, elogiosa en general para todos, pero con rasgos muy bien definidos en relación con el resto de sus hermanos. Así, Alfonso V, en el que más se detiene don Íñigo, es descrito en sus coplas de arte mayor como rey y caballero, luzero bello de milicia, en la que busca la fama. Y elogia sus éxitos militares. A lo que une el ornato de las virtudes cardinales y la negación de defectos, como la pereza. Así como, por supuesto, su vasta formación cultural con completo dominio del latín y su interés por la filosofía, la poesía y la música11. Juan (I de Navarra entonces) es descrito como valiente, veraz, honrado, benigno y piadoso12. Presenta a Pedro como valiente, belicoso, franco y de buen corazón13. Mientras que describe así a nuestro personaje: En gran fermosura egual a Absalón,/ gracioso, paciente, de sentir sençero,/ ardid14, reposado, sujecto a razón;/ non me pienso Orfeo tanta perfeción/ obtuuo del canto, ni tal sentimiento;/ éste de Dios sólo ha fecho cimiento,/ y sigue las vías del justo varón15. Aparte de abundar en el aspecto físico, vemos que incide también en la formación cultural, cuyas dotes literarias son conocidas y por no pocos elogiadas. Pero algunos aspectos llaman la atención del retrato facilitado por Santillana: “reposado, sujeto a razón” frente al personaje perturbador e inquieto que se ha insistido en mostrarnos. Y algo que también parece ser una alusión a su pertenencia a la caballería santiaguista, donde desarrolló una ingente y extraordinaria tarea legislativa. Los historiadores más antiguos de la Orden, sin eludir los daños que a causa de la guerra sufrió la misma, lo presentan como 11

Coplas XXV-XXX. Coplas XXXI-XXXIII. 13 Copla XXXV. 14 En aquella época sinónimo de intrépido. 15 Copla XXXIV. 12

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un buen administrador, ya que en lo que toca a la orden diremos, como fué muy zeloso de su bien, i acresçentamiento e que despues que por sy la començo a goverrnar i presidio en su administración para la conservar, i reformar, i acrecentar siempre en mejor estado16. Y, aspecto muy importante de su carácter, que podría explicar algunos de sus comportamientos: la justicia. Algo que valoraría mucho la reina Isabel, entendiendo que el ejercicio de la misma no sólo era prerrogativa regia, sino la principal de sus prerrogativas. En ese sentido, según la misma fuente, el maestre en todas las cosas de la justiçia queria que fuesen muy bien fechas, i conplidas, i executadas, syn aficçion de ningunas personas17. En las lenguaraces Coplas de ¡Ay panadera! sobre la primera batalla de Olmedo donde ninguno de los que en el episodio tomaron parte sale bien parado18, entre la serie de tipos ridículos que componen la pintura de cortesanos combatientes19, a don Enrique sólo lo tacha el autor de más bien temerario, según Benito quizá por respeto a su muerte. Con la perspectiva que da el paso del tiempo y la serenidad de la distancia, de manera más desapasionada que los contemporáneos y los protagonistas de tan lamentable época, Lucio Marineo Sículo, cronista del emperador Carlos, nos informa de que auia seydo muy luzido y señalado varón en muchas y muy grandes virtudes y singulares excelencias de su cuerpo20 y de su ánimo21. Destaca de él la humanidad, clemencia y generosidad, ygualmente floresciendo en consejo y fortaleza en las cosas de la guerra22. En sus costumbres elegante, de trato afable, ingenio 16 RAH. Pedro DE OROZCO y Juan DE LA PARRA. Historia de la Orden de Santiago. Estudio del marqués de Siete Iglesias. Sig. 23/7050, fols. 386-388. 17 Ibidem. 18 BENITO. “Fortuna…”, p. 191. 19 Ibidem. 20 De una traducción más literal del texto latino se podría deducir que era de estatura alta. 21 Se refiere a su espíritu. Lucio MARINEO SICULO. De rebus Hispaniae memorabilibus. Alcalá, 1539, Libro XII, fol. 103 v. El texto en italiano lo recoge BENITO. “Fortuna…, pp. 200-201. 22 Ibidem.

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agudo, espléndido en liberalidad, benigno en piedad. Cultivador diligentísimo de las cosas divinas y la religión cristiana. “Era tal en conclusion en quien solo muy facilmente se pudieran sin dubda conocer todas las noblezas y virtudes excelentes del Rey don Fernando su padre. y(sic) por tanto tengo muy grande empacho de auer dicho y tocado tan breuemente las virtudes gracias y gentilezas de un varon tan valeroso y tan pujante y los ricos dones de naturaleza que tuuo sobre todos los mortales23”. Fue un personaje más de novela que de realidad24, se ha llegado a afirmar, en fin, sobre nuestro protagonista. Pero, ¿quién era realmente el maestre de Santiago? ¿Cómo era? ¿Se trata del perturbador que algunos nos han dicho? ¿O es también de alguna manera víctima de su época y de unas circunstancias en las que se ve atrapado? ¿E, incluso, de sus criterios y de sus lealtades, también a sus hermanos? Dos de ellos reyes, más inalcanzables y con retratos más a su favor han pasado a la Historia como Alfonso V el Magnánimo y Juan II el Grande. ¿Qué parte de responsabilidad le corresponde en los disturbios? ¿Hasta qué punto son objetivos o parciales sus contemporáneos? ¿Cual es su actuación en la Orden de Santiago? Aunque, nos apresuramos a adelantar que, menos con la brevedad que lo abordamos, en una obra concebida como de alta divulgación, no vamos a dar una visión presuntamente completa y casi cerrada (del todo nunca lo estaría) del maestre. Además de pretencioso resultaría poco factible. Intentaremos acercarnos a él, pues, en la medida de lo posible, desde su convulsa época, su vida personal y pública, actividad política y militar, inquietudes culturales y, por fin, a su maestrazgo de la orden de Santiago y lo que significó para la misma. A partir de este interesante personaje al que, lejos de emitir juicios categóricos, sólo intentamos comprender un poco mejor.

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Ibidem. Ricardo del ARCO. Sepulcros de la Casa Real de Aragón. Madrid, 1945, p.

II. LA FAMILIA

1. EL LINAJE El primer rey trastámara, Enrique II, había recomendado en su testamento que sus descendientes sólo contrajesen matrimonio con miembros de los reinos peninsulares. Iniciándose así un proceso que llevaría a la corona de Aragón al infante castellano Fernando I y culminó con la unión territorial de su nieto Fernando II e Isabel I de Castilla. Bien es cierto que por entonces el humanismo se abría paso decididamente. E, incluso, desde mucho antes se estaba dejando sentir la influencia del mundo romano, con el recuerdo de aquella Hispania, como recoge Esteban Sarasa: “Así, ya con el primer trastámara, el cronista Lorenzo Valla, en el libro primero que describe geográficamente España y sus reinos, se dice que: Así España, cuyas regiones y comarcas, más que las ciudades, han elegido sus nombre, no está dividida tanto en cinco reinos cuanto presta obediencia a cinco reyes, el de Castilla, Aragón, Navarra y Granada. Con la misma idea globalizadora que las crónicas precedentes habían recogido según la tradición Isidoriana y Alfonsina”25. 25 Esteban SARASA SÁNCHEZ. “España en las crónicas de la corona de Aragón en la Edad Media (siglos XII-XV), en Norba. Revista de Historia, 19 (2006), p. 102.

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Concepto éste que no nos parece menor y al que hay que añadir la idea de que, por medio de esos parentescos, con anterioridad no había existido tanta familiaridad entre reyes, ni se había podido tratar con ella al de Castilla. Nuestro protagonista, además de primo hermano, era doblemente cuñado del monarca castellano Juan II. Y, según el proyecto de Fernando I, los trastámara estaban llamados a ser protagonistas en Castilla, donde tenían su origen, Aragón, Navarra y Portugal.

1.1. El padre, Fernando I de Aragón Don Fernando, conocido como el de Antequera, por su conquista de esta ciudad, era hijo de Juan I de Castilla y de Leonor de Aragón, hermano del rey Enrique III y corregente de su sobrino Juan II de Castilla26, además de señor de Lara y duque de Peñafiel, con solar en Medina del Campo. En este reino fue muy popular. Tanto que no faltó quien, ante la prematura muerte de su hermano, consideró que le sucediera como rey: “era tan amado e tan bien quisto por todos: que todos le desseauan seguir y obedecer por rey,… hauiendo por mejor que el regnasse que podía y sabia reynar: creçer los reynos: y tierras: que el niño (Juan II) que no sabia saluo perder y poner en mal recabdo en todos los señoríos que reynar esperaba”27. No aceptó él, lógicamente, el trono, consciente de la legitimidad que recaía en ese niño y que habían conseguido los trastámara mediante el matrimonio de Enrique III con una nieta de Pedro I, Catalina de Lancaster. Por lo que procedió a proclamar rey a su sobrino. Como consecuencia del Compromiso de Caspe, al morir sin descendencia Martín I en 1412, el infante don Fernando se convirtió en rey de Aragón, Sicilia, Valencia, Mallorca, Cerdeña y 26 Que compartió con su cuñada. Puede verse el nombramiento de 15 de enero de 1407 en el AHN. Nobleza. Osuna. C. 3484, D. 22. 27 Gualberto Fabricio de VAGAD. Crónica de Aragón. Zaragoza, 1499, pp. CLVIV-CLVII.

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Córcega, conde de Barcelona, duque de Atenas y de Neopatria y conde de Rosellón y de Cerdaña. Pese a la alta valoración que había del personaje y las expectativas que proporcionaba, en Aragón, si seguimos a Zurita, temían que “había de ser el gobierno de gente extranjera y de nación de mucha confianza y ufanía y que este reino era muy pobre para cinco hijos infantes que el rey tenía criados en aquella grandeza y riqueza de estados y en supremo señorío a donde cada qual dellos tenía un infantado y cuando la pobreza de las cosas de aca no satisficiese a su ambicion, era cierto nascer dello el desprecio general de todo… y aborrecimiento de nuestras leyes y costumbres”28. Porque, ciertamente, como ya se ha dicho, una de las preocupaciones de Fernando I era heredar a sus hijos, dentro de lo que más honradamente pudiera, lo mejor posible. La coronación se celebró, no obstante, con solemnidad y pompa, en febrero de 1414, recuperando el ritual tradicional aragonés, con amplia participación y gran acercamiento del monarca al pueblo29. Sin faltar las famosas justas, tras haber velado don Fernando las armas en la iglesia mayor de San Salvador, acompañado de sus cinco hijos, grandes y caballeros. El domingo oyó misa en la capilla de los Ángeles, se ciñó la espada y luego la puso en el altar. Le calzaron las espuelas su hijo Enrique, maestre de Santiago, y el duque de Gandía. Tomó del altar la corona fabricada para la ocasión y se la puso, cogiendo luego el cetro y el pomo real. Fue acompañado en procesión por el arzobispo de Tarragona, que lo consagró, y los obispos de Barcelona y Segovia, mientras que el de Huesca procedió a ungirlo. No faltó la participación de ciudadanos de Zaragoza. A la reina le puso el nuevo monarca la corona con que se coronó el rey Juan I, que la reina Catalina de Castilla envió desde allí. En el mismo acto concedió a su hijo Alfonso el título de príncipe de Gerona, haciendo duque de Peñafiel a Juan. Simul28 Jerónimo ZURITA. Anales de la Corona de Aragón. Edición de Ángel Canellas. Zaragoza, IFC, 2003. Libro XII, cap. I. No viene paginado 29 Puede verse en SARASA. Aragón en el reinado de Fernando I (1412-1416). Zaragoza, 1986, pp. 82-86.

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táneamente, según costumbre, se reunieron las cortes. Concurrieron a esta fiesta de todo España y de otros reinos extraños grandes señores y caballeros y innumerables gentes30. Fernando procuró situar bien a sus hijos, que ocuparon puestos clave en la Península, convirtiéndose finalmente la familia en primera potencia peninsular. Una intención integradora del nuevo monarca, en su reino y con Castilla, parecía escenificarse en el paseo por al ciudad sobre caballo blanco, en que de las camas del freno iban trabados dos cordones de sirgo blanco y a la mano derecha llevaban de diestro el infante don Enrique, el duque de Gandía, don Fadrique de Aragón conde de Luna y otros nobles, mas los jurados de Zaragoza y Valencia y los embajadores de otras ciudades. El otro lo llevaba el infante don Pedro, que era el cuarto hijo del rey (al que quizá confunde con Sancho, al ser Pedro el quinto y de corta edad). Enrique de Villena, los condes de Cardona, Módica y Quirra, otros nobles y embajadores de Barcelona y de otras ciudades. Fernando I rigió poco tiempo los destinos aragoneses, al fallecer prematuramente en 1416.

1.2. La madre Don Fernando había casado con doña Leonor de Alburquerque, condesa de Alburquerque, señora, entre otros, de Ledesma y su tierra, Haro y Briones, con propiedades en Castilla, La Rioja y Extremadura. Era hija del conde Sancho, hermano de Enrique II y de Beatriz de Portugal. Fue conocida como la rica hembra y considerada la señora mejor heredada de Castilla. Por lo que el matrimonio era tenido por el más rico del momento. Luego pasaría la mayor parte de sus señoríos en administración a su hijo Enrique. Fue (Fernando I) rey tan linpio: y de tanta honestidad: que nunca se falla que conociesse mas de so la su mujer31. Y con ella tuvo numerosa descendencia, los famosos infantes de Aragón. 30 31

ZURITA. Libro XII, cap. XXXIV. VAGAD, p. CLXI.

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Ella, tras el fallecimiento de su marido, regresó a Castilla, haciendo del monasterio de Santa María de Dueñas de Medina del Campo su residencia habitual. Todavía en época temprana aparece don Enrique junto a su madre en donaciones de ésta. Así en 1415 aprobando la que hizo de Saldaña al arzobispo de Toledo Sancho de Rojas32 o en privilegios concedidos por la reina al convento de Santa María de Nieva33. En momentos clave vemos a doña Leonor tratando de poner paz, apoyando a sus hijos y mediando entre ellos y con su sobrino. La Crónica de Juan II nos narra exhaustivamente sus pasos, en ese activo intento mediador (lo harán también los procuradores de las ciudades) tras el golpe de Tordesillas. La reina á quien mucho este negocio dolia34, se desplaza a Arévalo para interceder, pidiendo clemencia para su hijo Enrique. Primero ante su hijo Juan con el ruego de que intentara que el rey depusiera su rigor. Gestión, por cierto, infructuosa, puesto que el de Navarra, tras indicarle que ya lo había hecho, añade que por Dios le parescia que aun el Rey habia en ello razon35. Pero doña Leonor también, junto con el arzobispo de Toledo, insta a su hijo Enrique para que cumpla los mandatos del monarca36. Las gestiones ante el rey de Castilla resultaron infructuosas, con un trato que, con independencia de las decisiones a adoptar, no resulta demasiado cortés. Y es que no siempre fue tratada como su calidad requería. Sus hijos Juan y Enrique, próximo ya el desenlace de Olmedo, se quejan de las maneras como habían sido siempre tratadas la serenísima reina su madre y sus hermanas37. Siendo así que en 1430 Juan II, argumentando que no era adecuado que las tuviera durante la guerra, llega a quitarle las fortalezas que poseía en Castilla. Por lo que doña Leonor pide 32

AHN. Nobleza. Osuna, C.3334, D.6. Ibidem, Frías, C.973, D.51-62. 34 Crónica del señor rey... Año 1421, cap. XXVII, p. 200. 35 Ibidem. 36 Ibidem, cap. XXIX, p. 201. 37 ZURITA. Libro XV, cap. XXXV. 33

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a los alcaides de Tiedra, Urueña y Montalbán que las entreguen a don Álvaro de Luna. Las formas, al menos, usadas con ella parecen poco correctas cuando en marzo de ese año el rey la hace salir de Medina del Campo y la recluye en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas, de donde temió no volver a salir. La intercesión del rey de Portugal le permitió volver a Medina, al monasterio de las Dueñas, sobre el que ejerció su mecenazgo. Y en Medina del Campo murió el 16 de diciembre de 1435.

2. LOS INFANTES DE ARAGÓN Los infantes de Aragón, así, en bloque, alcanzaron tanta significación que han dado nombre a una época, dura y difícil para Castilla, en la que tuvieron enorme protagonismo, pero de cuyos males frecuentemente se les ha culpado con cierta ligereza, magnificando la responsabilidad que tuvieron en los disturbios del momento. El tópico de mencionarlos conjuntamente ha llevado a hacerlo hasta en el nombre de uno de los pueblos, bellísimo, a los que don Enrique concedió privilegio de villazgo (Villanueva de los Infantes), sin que sus hermanos, claro, tuvieran nada que ver. Algunas de las relaciones entre ellos las iremos desgranando en diferentes momentos. Por ahora recordemos quienes son: Alfonso, rey de Aragón y de Nápoles. Juan, rey de Navarra, lugarteniente y después rey de Aragón. Sancho, maestre de Alcántara. Pedro, duque de Noto. María, reina de Castilla y Leonor, reina de Portugal. Enrique, maestre de Santiago, era el tercero de los varones.

2.1. Alfonso V el Magnánimo de Aragón. Rey del renacimiento, protegió de manera decidida el desarrollo científico y cultural, aparte de las reformas jurídicas y eco-

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nómicas que llevó a cabo en Nápoles, donde acabó instalándose. No tuvo descendencia con su mujer, la infanta María de Castilla, quien en ausencia de su marido lo sustituyó en el gobierno de Aragón hasta que la lugartenencia pasó a Juan de Navarra y a ella la de Cataluña. Finalmente en Aragón le sucedería su hermano, Juan II, y en Nápoles su hijo legitimado Fernando, duque de Calabria, que en 1445 casó con Isabel de Claramonte. Fue hombre muy maduro ya en su juventud, prudente, inteligente, valiente y de méritos incuestionables. Son muy conocidas sus inquietudes literarias, destacaba también en la música y la danza. Aficionado a la caza, era muy diestro montando a caballo y con la espada. A la muerte del padre pasa a ejercer la jefatura de la familia. Sus hermanos varones, unos años menores que él, lo respetaron y acataron su autoridad. En Castilla lo vemos actuar directamente o en la distancia, puesto que, según parece, siempre estuvo al tanto de su familia, y nunca se desentendió del reino del que era originario, que consideraba estar gobernado tiránicamente. Incluso al final, en los momentos del desenlace, Zurita afirma que: “se puede bien entender que si el rey no estuviera tan puesto en las cosas de Italia por lo que le convenía sacar las armas del reino que había sido por él conquistado no entrara con menos afición en la empresa de Castilla que el rey de Navarra su hermano”38. Al que tras la batalla de Olmedo ordena que no se arriesgue ya en Castilla. Advirtiéndole que, habría de volverse la lugartenencia destos reinos a la reina de Aragón, y si una vez se le tornaba no la podría fácilmente revocar39. En general, en medio de todo el conflicto, aparece como figura prudente y pacificadora. Lo vemos respetar la autoridad de su primo y cuñado, a la vez que interceder por sus hermanos y quejarse (incluso ante el papa) a través de la correspondencia cruzada de los obstáculos y dilaciones que encontraba para entrevistarse con el rey, con objeto de hablar abiertamente de los problemas castellanos e intentar resolverlos de forma dialogada. Aunque en momentos muestra firmeza, como cuando manda a su hermano Juan, 38 39

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ZURITA, libro XV, cap. XXXVII. Ibidem, Libro XV, cap. XXXVII.

por medio de Guillén de Vic, que no diese lugar a la plática de paz que se movía con el rey de Castilla, siendo dañosa y vergonzosa, habiéndose ocupado al infante don Enrique no solamente el maestrazgo de Santiago pero todo su patrimonio40. Las relaciones con el maestre siempre se muestran excelentes. El aragonés no duda en venir a Castilla a liberarlo de la prisión y don Enrique le ayuda en el proyecto de Nápoles (al morir sin descendencia Juana II). El mismo hecho de que, aunque todos recibieron una formación muy sólida, son ellos los de mayores inquietudes intelectuales, podría haberlos unido aún más. “Amaba el Rey tiernamente à D. Enrique, y èl lo merecia todo: añadianse las continuas lagrimas de la Infanta Doña Catalina su Muger… Ingeniòse pues el gran juicio de D. Alonso en sacar à su Hermano de la prision…: quiso empezar por lo mas facil, justo, y natural, instando con el Infante D. Iuan, que aplicasse los ombros de su autoridad, y valimiento para el rescate del Hermano: esto era buscar la medicina en la misma mano, que diò la herida: porque D. Iuan, mostrandose mas diestro competidor, que suave Hermano… avia aconsejado, y autorizado su prision” 41. Como medida de presión el mayor deja en suspenso unas donaciones a Juan y le escribe desde Valencia el 8 de abril de 1424, cuando el maestre llevaba ya casi dos años en la prisión una carta no menos grave, que cariñosa42. Sobre la vieja cuestión de cuál de los hermanos, Juan o Enrique, estaba destinado a ocuparse de los asuntos de Castilla, don Alfonso parece tener claras sus preferencias, posiblemente también porque su padre así lo dejó dispuesto. “Tuvo el infante don Enrique juradas sus ligas con estos cinco señores43 que eran 40

Ibidem, Libro XIV, cap. XVI. Pedro ABARCA. Segunda parte de los Anales de los Reyes de Aragón. Salamanca, 1648, fol. 191. 42 Ibidem. 43 Se refiere Zurita al almirante de Castilla, al condestable López Dávalos, al mayordomo mayor Juan Hurtado de Mendoza, a Pero Manrique y al arcediano de Guadalajara Gutierre Gómez de Toledo, que, según él, accedieron al infante a través de su mayordomo mayor don Garcí Fernández Manrique, con intención de persuadir al monarca de que no diera tanto poder, y su voto en el consejo fuera igual al de los demás grandes, al arzobispo de Toledo Sancho de Rojas. 41

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tanta parte en aquellos reinos; y para esto anduvo entre ellos Juan Fernández de Heredia; y por ser muy privado aquel caballero del rey de Aragón se favorecian más aquellos grandes, entendiendo que el rey de Aragón su hermano holgaba que la parte del infante don Enrique quedase con todo el regimiento de aquellos reinos, y el infante don Juan acudiese a lo del gobierno del reino de Navarra”44. Ciertamente es importante, aunque un tanto desapercibida, la presencia de Heredia, miembro del consejo de Alfonso V y su mayordomo, descendiente del maestre de San Juan de Jerusalén del mismo nombre, que fue uno de los personajes más importantes de Europa45. Presencia a tener en cuenta más adelante. Incluso en 1429 cuando el condestable le traslada que intervenga en una posible discordia entre sus hermanos, él respondió que se sentiría complacido de todo lo que en Castilla hiciera el rey por el maestre, mientras que el Rey de Navarra bien estaba en su Reyno46. Interés y cariño por el maestre que el aragonés siempre puso de manifiesto. Tanto en socorrerlo en necesidades económicas, como en las gestiones para demostrar su inocencia en el caso de Granada. Don Enrique, por su parte, muestra agradecimiento a su hermano mayor en la correspondencia que le dirige. Así lo hace desde Valladolid el 25 de noviembre de 1417 por la concesión del condado de Ampurias y la baronía de Martorell47. A lo que don Alfonso en 1435, ante la lamentable situación del maestre, añadió el señorío de Segorbe. En ocasiones, como en noviembre de 1418 desde Medina del Campo, se dirige a él sobre asuntos de estado: “Señor. Yo, el infante don Enrrique, maestre de [Santi]ago, vuestro hermano, beso vuestras manos e muy omildement me encomiendo en vuestra merçed. [L]a qual, s[eñor] pl[eg]a saber que este jueues que pasó que se contaron veynte e siete días de este mes de otub[re] 44

ZURITA. Libro XIII, cap. II. Puede verse Ángela MADRID MEDINA. Juan Fernández de Heredia y el Cartulario Magno de la Castellanía de Amposta. Tomo II, vol. 1. Zaragoza, 2012. 46 Crónica del señor rey... Año 1429, cap. I, p. 255. 47 ACA. Cancillería. Cartas Reales, Alfonso IV (V), Serie general, 0681. 45

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que agora pasó, por graçia de Dios se fisieron los desposorios del rey mi señor e mi primo, con la infante doña María, mi muy cara e muy amada hermana, vuestra e mía, muy solempnemente e se fisieron grandes fiestas e alegrías, segund vos farán relaçión los vuestros enbaxadores. Lo qual, señor, enbío faser saber a vuestra señoría, porque s[o]y cierto que le plaserá. Otrosí, señor, sobre los fechos que acá vinieron los di[cho]s vuestros enbaxadores yo trabaje en ello tanto quanto cunplan e a bien e onrra de vuestros regnos que tengo en ello de trabajar tanto e más que por lo mío mesmo. E así, señor, a vuestra altesa plega encargarme e mandarme lo que yo faser pueda por seruiçio vuestro que con voluntad muy presta las faré muy de grado”48. A veces don Enrique se dirige a su hermano sobre asuntos más triviales. Así una carta en la que le pide prestado un arnés que necesita para las fiestas que en Medina se van de celebrar para recibir al rey49. Ante lo que no podemos dejar de preguntarnos cómo un joven de su posición no tiene un arnés de justa. Aunque tampoco debemos rechazar la posible austeridad de un freire de Santiago. La respuesta del rey de Aragón es afirmativa y su hermano el 5 de enero 1419 desde Madrid, son todavía tiempos felices, le da las gracias: Sennor…, plega saber que resçebí la letra que vuestra sennoría me envió en razón del arnés de justa que en[bié] su[p]li[car] que me [en]biase. E yo vos tengo [en] mucha merçet por a ello condescender. Y, pese a que no llegó a tiempo, se lo vuelve pedir, ahora desde Madrid el 5 de enero del mismo año, “para otro nesçesario [que o]uiere. Por ende, señor, a vuestra sennoría plega mandarlo a [p]restar e dar a Ferrand de Angulo o a Garçia de Vergara para que me lo envíe, porque yo de él me pueda prestar para el tiempo que [me] sea nesçesario. [De] lo qual, señor, me faredes mucha merçet”50. 48

ACA. Cancillería. Cartas Reales, Alfonso IV (V), Serie general, 1075. ACA. Colecciones. Autógrafos, 1, 5, H. 50 ACA. Cancillería, Cartas Reales, Alfonso IV (V), serie general, 1126. El pergamino está muy deteriorado. 49

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Don Alfonso sufrió las muertes de sus hermanos Sancho, Pedro, María y Leonor. Pero la noticia de la de don Enrique, fue para el rey la peor que hubo en su vida, así por el gran amor que le tuvo por la valentía y esfuerzo de su persona, que fue de los señalados caballeros que tuvo la casa real de Castilla51. 2.2. Juan I de Navarra y II de Aragón Fue el más longevo de sus hermanos y el que sobrevivió a todos, ya que había nacido en Medina del Campo, como los otros infantes, el 29 de junio de 139752. Aunque al final de su vida padeció de gota y de problemas que le hacían perder la visión, recuperándola después, Marineo atribuye su buena salud, aparte de a su naturaleza, a la templanza en el comer y beber, a lo saludable de la alimentación, en la que prefería la fruta a la carne y otros manjares y le gustaban los higos, especialmente los que llaman en Aragón burjasoras, en latín duricorias. Así como al gran cuidado en la higiene personal. Y a la práctica del ejercicio físico, siendo muy aficionado a la caza, sobre todo a la montería. Juan de Navarra recibió de su padre el ducado de Peñafiel y el señorío de Lara. Fue conde de Mayorga, señor de Castrogeriz, Medina del Campo, Olmedo, Cuéllar, Villalón, en Castilla. En la Rioja señor de Haro, Belorado, Briones y Cerezo. Duque de Montblanc y señor de Balaguer. Su hermano Alfonso V le otorgó diversos bienes del infante Alfonso de Aragón, duque de Gandía, que murió sin sucesión53. Estaba destinado a ser también rey, vía matrimonio. Su padre pensó casarlo con la reina Juana II de Nápoles y solicita, desde Valencia el 30 de diciembre de 1415, a las aldeas de Daroca un préstamo de 20 000 florines “que nos podamos suplir a la necessidat nuestra en que somos por razón del passatge de los infantes don Johan e don Enrique en el regno de Sicilia e del matrimonio del dito infante don Johan prestamente, Dios queriendo, celebra51

ZURITA, Libro XV, cap. XXXVII. MARINEO. Libro 12. Retrato en fols. XCVIII y sig. 53 AHN. Nobleza. Osuna. CP. 145. D. 2. Traslado del 10 de octubre de 1417. 52

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dero, que por culpa vuestra e de los otros de aquexa comunidat danyo ni desonor no se nos fagan”54. Había habido un proyecto de matrimonio con la infanta Isabel de Navarra, pero, fracasado el del enlace en Nápoles, finalmente y tras negociaciones que culminaron en noviembre del año anterior, casó con otra hermana, Blanca (10 de julio de 1420, en la catedral de Santa María de Pamplona), heredera de Navarra, trece años mayor que él, cuando ésta enviudó de Martín de Sicilia. Pasando a ser conocido en las crónicas como Juan I de Navarra. Son los padres del famoso príncipe de Viana, de Blanca, la mujer despechada por Enrique IV de Castilla, y de Leonor, casada con el conde de Foix. Sucedió en el trono de Aragón a su hermano Alfonso. De su segundo matrimonio con Juana Enriquez, hija del almirante de Castilla, nacería Fernando el Católico. Pero al navarro le interesa más Castilla, de donde procedía, donde tenía tantos intereses patrimoniales y donde pronto vio la posibilidad de ejercer su influencia. Lo que no dejaba de incomodar a su primo Juan II y al privado de éste. Y en Castilla su destino aparece unido, o se cruza, con el de su hermano don Enrique, hasta que él asume la jefatura de los asuntos de este reino. Para favorecer el enlace con Juana de Nápoles, su padre había hecho a Juan virrey de Cerdeña y Sicilia. Pero, en opinión de Álvarez Palenzuela y a diferencia de Zurita y Vicens Vives, pudo mantener una actitud próxima a los sectores independentistas con respecto a Aragón, que le habrían propuesto hacerse con el poder55. Por lo que el rey Fernando para hacer frente a esta situación mandó regresar al infante Juan y, según esta teoría, lo puso al frente de los asuntos de Castilla. Para ello en su testamento le entregó sus ingentes señoríos patrimoniales, con lo que lo dotaba de los recursos y el poder adecuados para erigirse en una fuerza de primera magnitud56 y lo convertían en cabeza de la nobleza castellana. Lo que supondría un cambio de los planes que situaban a Enrique al frente de los mismos57. 54

AHN. Diversos-comunidades. Car. 44, N. 18. ÁLVAREZ PALENZUELA. “Enrique..., p. 42. 56 Ibidem, pp. 42 y 43. 57 SUÁREZ. Nobleza…, p. 121. 55

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De ser así, la historia política de don Enrique ya comenzaría con un despojo. Sin embargo, cuando este cambio pudo producirse, Juan todavía no era rey de Navarra. Es por ello por lo que después Alfonso V debió volver al proyecto original y prefiere que aquel se ocupe de su reino y don Enrique de Castilla. Y la reina doña Leonor cuando intercede por su hijo Enrique le dice al rey castellano que su marido mandó al tiempo de su fallescimiento á todos sus hijos que guardasen a él 58. Pero no sólo era su corta edad, los grandes no tardaron en darse cuenta del carácter del joven monarca y surgió la pugna por tutelarlo, aun declarada ya su mayoría. Terreno en el que no siempre aparecen unidos los infantes, en el que los nobles se aproximan a uno u otro. En 1418 el navarro y el maestre están juntos cuando el 18 de octubre en Tordesillas, fallecida ya la reina Catalina, encabezan una confederación de amistad y ayuda mutua en la que también participan Sancho de Rojas (arzobispo de Toledo), antiguo colaborador de Fernando I y que en un momento se había encargado de los intereses del linaje en Castilla, el condestable Ruy López Dávalos, el almirante Alonso Enríquez y el adelantado mayor de León Pero Manrique, entre otros59. La normalidad, también con el monarca, se manifiesta el 15 de marzo de 1420 en que encontramos a ambos confirmando un privilegio rodado del rey Juan rreynante en vno con la rreyna doña María, mi esposa, e con la infante doña Catalina, mi hermana”60. Seguramente el momento más duro entre los infantes Juan y Enrique tiene lugar con motivo del fecho de Tordesillas, de 14 de julio de 1420, y la posterior prisión del maestre. Los nobles que firmaron el pacto se dividen entre los partidos encabezados por Juan I (con Rojas, el conde de Benavente, el mayordomo mayor Juan Hurtado de Mendoza y el adelantado mayor de Cas58

Crónica del señor rey... Año MCDXXI, Cap. XXVII, p. 200. AHN. Nobleza. Osuna, C. 496, D. 52. 60 Balbino VELASCO BAYÓN y otros. Colección Documental de Cuellar (9341492), I. Cuellar, 2010, p. 490. Cuellar, que era del patrimonio de don Juan I de Navarra, fue entregada a Álvaro de Luna por el rey de Castilla el 23 de julio de 1444. Ibidem, p. 957. 59

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tilla Diego Gómez de Sandoval) y por don Enrique, con el que estaban Dávalos, Manrique, el mayordomo mayor del maestre Garcí Fernández Manrique y Pero Niño. Es más, cuando vieron el camino que el infante don Enrique llevaba los infantes Juan y Pedro, más los caballeros y prelados que estaban con ellos escriben cartas por todo el reino, reprobando el hecho de Tordesillas61. Incluso un curioso pacto, con el visto bueno del rey el 5 de julio de 1423, en que participa Juan de Navarra, supone el reconocimiento expreso de la privanza de Álvaro de Luna. Y ello contra el partido del maestre, decidiendo que se cumpla lo que ha venido haciendo desde el golpe de Tordesillas así contra el infante don Enrrique conmo contra los otros62 y participando en el acuerdo para disfrutar de los despojos del condestable López Dávalos, Pedro Manrique y Garcí Fernández Manrique. Ante la situación de don Enrique, Alfonso V llama seriamente a su hermano Juan para tratar con él, al que responsabiliza de haber tomado parte en la prisión del primero. La primera prisión de grandes que se hizo… fue d´linfante don Enrrique y de garcifernandez manrique… e creese que se hizo por consentimiento d´l infante don Juan, que fue presente63. Finalmente, fracasadas las negociaciones con el castellano, don Alfonso y don Juan acuden a liberar a don Enrique. El maestre es leal y agradecido y, pese a los errores que se le puedan achacar, no se nos muestra rencoroso ni torticero. A partir de ahí los infantes en general van a aparecer juntos, con el navarro como jefe, que también va a ser víctima de los despojos, entrando en la dinámica de las reclamaciones. Despojos no sólo a favor del privado del rey. El del príncipe, Juan Pacheco, será otro de los grandes beneficiarios del patrimonio de los infantes. Por 61

Crónica del señor rey... Año 1420, cap. X, p. 167 y 168. François FORONDA. “La privanza, entre monarquía y nobleza”, en La monarquía como conflicto de la Corona castellano-leonesa (1230-1504). Dirigida por Nieto Soria. Madrid, 2006, p. 115. 63 Diego de VALERA. La Crónica de España. Fol. XCIII v. A Cristina MOYA GARCÍA se debe una edición y estudio de esta crónica, escrita para la reina Isabel y conocida como La Valeriana. Madrid, 2009. 62

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ejemplo de Chinchilla y otros lugares del marquesado de Villena, que Juan II de Castilla promete no restituir a su primo Juan64. La acción más arriesgada del navarro fue la participación, sin don Enrique, en el golpe de estado de Rámaga, 9 de julio de 1443, junto a su sobrino el príncipe de Asturias, donde, como en Tordesillas, se apoderan de la persona del monarca. En cualquier caso, aunque don Juan es más proclive al absolutismo que el maestre, rechaza también, por considerar que había derivado en tiranía, la influencia sobre el monarca de Álvaro de Luna. Implicándose en ello hasta el final.

2.3 Sancho, maestre de Alcántara Elegido en 1409 maestre de Alcántara, por ser niño pusieron como coadjutor y gobernador de la Orden a su comendador mayor, Juan de Sotomayor. Falleció prematuramente en marzo de 1416, después de haber ocupado el maestrazgo siete años65. Aparte de las actuaciones protagonizadas por Sotomayor, en la documentación de la misma lo vemos el 20 de septiembre de 140966, recibiendo en 1410 la confirmación a la Orden de un privilegio de Alfonso X por su primo el rey67. Cuando el 5 de febrero de 1410 el papa Benedicto XIII confirma a su hermano Enrique y a él la posesión de sus respectivos maestrazgos68. Recibiendo la bula del papa Benedicto dirigida a él y a los freires por la que les concede la petición de abandonar la capucha de los escapularios y sustituirla por la cruz de paño verde en el pectoral izquierdo del hábito69. Presidiendo el capítulo general de Ayllón 64

AHN. Nobleza. Frias, C. 118, D. 3. Francisco de RADES Y ANDRADA. Crónica de la Orden de Alcántara. Barcelona, 1980, fols. 35-36. 66 Bonifacio PALACIOS MARTÍN (director). Colección Diplomática Medieval de la Orden de Alcántara (1157?-1494). Madrid, 2000, p. 528. 67 Ibidem, pp. 535-37. 68 Ibidem, pp. 537-38. 69 Ibidem, pp. 543-44. 65

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(25 de agosto de 1411)70. O en algún otro asunto interno de la Orden. A su muerte la reina Catalina de Lancaster no consigue imponer a su candidato, ayo de su hijo, en el maestrazgo. Dentro de las pocas referencias documentales con que contamos de sus relaciones familiares aparece dando su aprobación y ratificando la donación que hizo su madre a favor de Sancho de Rojas de la villa de Saldaña, en Medina del Campo el 12 de octubre de 141571.

2.4. Pedro, duque de Noto Es el menor de los hermanos. Valiente, osado, lo vemos junto a los mayores o colaborando con uno u otro. Cuando lo de Tordesillas se posiciona al lado de Juan, frente a Enrique. En 1429 los aragoneses adoptan la estrategia de presionar en diferentes frentes. El maestre está acompañado ahora por don Pedro, que en estas luchas se hizo con el castillo y villa de Peñafiel72, en Extremadura, donde van a encontrar apoyo de Portugal. Dentro de esta campaña, en la guerra en el condado de Alburquerque que siguieron don Enrique y don Pedro animados, junto a otros grandes, por el maestre de Alcántara don Juan de Sotomayor, éste entregó a Pedro el convento y fortaleza de Alcántara, con acuerdo de que se les haría entrega también de las fuerzas y castillos del maestrazgo de Alcántara. Sotomayor se fue al castillo de Alburquerque con don Enrique llevando su tesoro73. Fueron a resistirlos el almirante y Pedro Manrique y tuvo que acudir también el privado al que se le atribuye la acción caballeresca de no permitir el asesinato de don Pedro, que también entró a saco en el lugar de Bozas, cerca de Alcántara, y derribó el castillo. Conquista además don Pedro el castillo de Alba de Aliste a comienzos de 1430, con gente que trajo de Portugal y según el Centón Epystolario, con la connivencia del alcaide. 70

Ibidem, p. 545. AHN. Nobleza. Osuna. C. 3334, D. 7. 72 BENITO. Los infantes…, p. 108. 73 ZURITA. Libro XIV, cap. VI. 71

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Dentro de ese ambiente caballeresco, a finales de 1429, en ocasión en que don Enrique demanda al conde de Benavente un seguro para que venga de Portugal un físico a curar a Pedro que está febrático74 y el conde y el condestable, además, mandan a Fernán Gómez de Ciudad Real, médico de Juan II, hasta que llegue el médico portugués. Y más aún, cuando los de don Álvaro de Luna, sabiendo que a don Pedro le gustaba salir de noche a cazar buitres deciden asesinarlo, pensando que su jefe los autorizaría y le harian merced, él, por el contrario se molestó, no consintiendo que de sus huestes saliese nadie que matase a un infante, hijo, decía, de un rey como don Fernando, algo que contravenía la ley de la caballería. Y, según su cronista, incluso llegó a avisarle del peligro al que estaba expuesto75. Finalmente, el comendador mayor de Alcántara Gutierre de Sotomayor, con la idea de que su maestre estaba detenido contra su voluntad o fingiéndolo así por el trato que con él se tuvo ofreciéndole el maestrazgo76, detuvo a don Pedro el 1 de julio mientras dormía la siesta. Ante lo que don Enrique no duda en hacer todo lo que esté en su poder a cambio de la libertad de su hermano menor, negociando por medio del rey de Portugal la entrega de todas las fortalezas que tenía en Castilla, incluidas las de su patrimonio. De esta manera consiguió la liberación de don Pedro en diciembre de 1472 y que fuera llevado a Segura y los dos, junto con la infanta doña Catalina, se embarcaron en Lisboa para Valencia. Con ellos iba Juan de Sotomayor, que había sido depuesto, y el obispo de Coria. Don Pedro aparece pronto en Italia, reclamado por el mayor después de lo de Tordesillas, defendiendo del duque de Anjou heroicamente Nápoles. Es posible que no estuviese, en cambio, en la batalla naval de Ponza y seguro que no fue hecho prisionero 74 Fernán GÓMEZ DE CIBDAD REAL (atribuido). Centón Epistolario, Madrid, 1790. Año 1430. Carta XXXIX. 75 Gonzalo CHACÓN (atribuido, en parte). Crónica de don Álvaro de Luna. Madrid, 1784, p. 102. 76 ZURITA. Libro XIV, cap. VI.

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como sus hermanos. Ya en libertad don Alfonso le pide que continúe con la conquista de Nápoles, por lo que pasó con 11 galeras a Iscla. Realiza gestiones diplomáticas y conquista Gaeta el día de Navidad de 1436. Negoció con sus habitantes y se hizo con Terracina, lo que, por ser del estado de la iglesia, obligó a don Alfonso a ejercer su diplomacia ante el papa77. Pedro, murió el 17 de octubre de 1438 en el sitio de Nápoles, cuando defendía los derechos de Alfonso V a aquel trono, a causa de una herida de lombarda que le arrancó media cabeza. Zurita, siguiendo a Carrillo de Albornoz dice que tenía 27 años y murió por casar, que era muy valiente caballero por su persona, que do quier que se acercó hizo todo bien, y era franco y generoso todo lo que un señor debía ser78, y recoge de su hermano mayor que oy muriò el mejor Cavallero que saliò de España79, en otra versión: Hoy la flor de la caualleria se pierde80. Abarca insiste: su valor, generosidad, y franqueza competian à la par, y rendian al mas enemigo corazon81. Cuando Juan II de Castilla conoció la noticia “hubo dello muy gran desplacer, así por el debdo que con él tenia, como por ser muy buen caballero”82. 2.5. María, reina de Castilla Nació, según Álvarez Palenzuela, seguramente en Medina del Campo, el 24 de febrero de 1403, por lo que era dos años mayor que el rey de Castilla, ocupando el quinto lugar entre los hermanos, tras Alfonso, Juan, Enrique y Sancho83. Llevar a buen término su matrimonio con Juan II no fue tarea fácil y en el proceso aparece la participación activa de don En77

Ibidem, cap. XXXII. ZURITA, libro XIV, cap. L. 79 ABARCA, fol. 206 v. 80 VAGAD , p. CLXXVI. 81 ABARCA, fol. 206 v. 82 Crónica del señor rey… Año 1438, cap. III, p. 386. 83 ÁLVAREZ PALENZUELA. “María, infanta de Aragón y reina de Castilla”, en Estudos em homenagem ao profesor doutor José Marques. IV (2006), pp. 349-370. 78

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rique. El 26 de septiembre de 1418 junto a su hermano Juan se dirige al hermano mayor, “bien sabe en commo suplicó a nuestro sennor el papa que a la su santidat plugiese de dispensar con el sennor rey de Castilla, nuestro primo, para que [pu]diese casar e casase con la infante donna María, nuestra muy cara e muy amada hermana. E a la su santidat plugo de lo condes[çender] a ello, por contenplaçión vuestra e de nuestra sennora madre, la reyna donna Leonor, e de nosotros”84. Le dan cuenta de que, gracias a las gestiones diplomáticas de la reina, suyas y de otros, la cosa va encauzada y, teniendo en cuenta que después de su padre, don Alfonso quedó como el de todos, “acordamos de uos escriuir e [poner] sobre ello que a la dicha vuestra merçed plega que, allende de los çient mill florines que la vuestra sennoría es obligado a dar por el testamen[to que el] dicho sennor rey… en dote a la dicha infante nuestra hermana,… segund fue acostunbrado en pagar en semejante para las fijas [de los] reyes de Aragón en sus casamientos, que a la vuestra merçed plega… estituyr a lo menos otros çient mill florines. De manera que la dote sea de dosientos mill florines, segund que se falla que fueron dados e constituydos en dote en semejante caso con la rey[na] donna Leonor, nuestra abuela quando casó con el rey don Juan”85. Y añaden consideraciones como que lo contrario sería una cantidad pequeña para la dignidad de la infanta, causa de vergüenza para doña Leonor y de todos ellos y que supondría un impedimento para la conclusión de este asunto. La reina de Aragón en un codicilo de su testamento del 12 de diciembre de 1435, en Medina, le deja las villas de Tiedra y Ureña, con todas sus pertenencias y derechos, que habían pertenecido a su dote y en 1418 le dio su hijo Alfonso V86. Inicialmente la reina las dejó a su hijo Pedro. Pero, tal vez por estar éste ya vinculado a Italia, las pasa a doña María para que se haga cargo de todas las cosas e mandas piadosas e no piadosas e merçedes 84

ACA. Cancillería. Cartas Reales, Alfonso IV [V], Serie general, 1071. Lleva firmas autógrafas, más regular la de don Enrique que la de don Juan. 85 ACA. Cancillería. Cartas Reales, Alfonso IV [V], Serie general, 1071. 86 AHN. Nobleza. Osuna. C. 105, D. 1-2.

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e graçias e otras cosas qualesquier87 que en su testamento y codicilos hubiera ella ordenado. Y le pasa también San Felices de los Gallegos, que había dejado a su hija Leonor, por considerar que podría ser cabsa de grandes escándalos y discordias entre los reyes de Castilla e Portugal… E non lo fasiendo ansy sería grand cargo de nuestra conçiençia88. En cuanto a los desposorios, tras el fallecimiento de la reina Catalina de Castilla, el arzobispo Sancho de Rojas estima oportuno retomar los antiguos acuerdo y se celebran en Medina del Campo, según la carta de Enrique a Alfonso, el 27 de octubre de 1418. Estando acompañada por su madre y todos sus hermanos, con excepción de don Alfonso. Al que, sin embargo, don Enrique va a dar cuenta. Otra cosa es la celebración del matrimonio, reclamado por las propias cortes, que se va dilatando. Tanto porque el rey Juan I de Portugal hizo un intento de casar a su hija Leonor con Juan II de Castilla, como porque posiblemente los privados del rey desean alargar una minoría que prolongase su privanza. Juan Hurtado de Mendoza, mayordomo mayor, llega a intentar ante el monarca que cancele su compromiso y se decida por la infanta doña Leonor de Aragón, que al ser más joven retrasaría el enlace real. Lo que puede ser otro motivo para explicar la impaciencia de don Enrique y que con el golpe de Tordesillas quiera llevar a buen puerto el matrimonio de su hermana María. Algo que, finalmente, consigue y la ceremonia matrimonial, oficiada por el obispo de Santiago Lope de Mendoza, tuvo lugar en Ávila el domingo 4 de agosto de 1420. Sin celebración de fiestas. Tras el nacimiento de dos hijas, Catalina (fallecida con menos de dos años) y Leonor, el 6 de enero de 1425 nace Enrique (IV). De estos primeros tiempos debe ser una carta de 25 de febrero, sin año, desde Madrid al rey de Aragón de “la reyna de Castilla e de León,… porque, rey… yo soy çierta que en semeiante vos plaserá saber de lo de acá, vos notifico que… la sennora reyna… mi muy cara sennora madre e yo eramos en buena sa87 88

AHN. Nobleza. Osuna,C.105,D.4-6. AHN. Nobleza. Osuna,C.105,D.4-6.

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nidat e estado de nuestras personas e así mesmos los infantes e las infantes donna Catalina e donna Leonor, vuestros e mis muy caros e muy amados hermanos e prima…”89. Por lo demás la vamos a ver siempre muy próxima a don Enrique, no sólo con un papel mediador sino con una participación en la política activa frente al privado. Al que, por ejemplo, en 1437 es obligada por su marido a entregar el castillo de Montalbán, que había recibido de su madre, dándole a cambio las tercias de la villa de Arévalo. Además de otras rentas y 10 000 florines de oro90. La rivalidad con el condestable, las exigencias del rey, su no infrecuente distanciamiento y el posicionamiento hacia su linaje se hacen patentes, acabando por unirse a sus hermanos y a la nobleza. Es decisivo, en este sentido, el pacto que suscribe el 30 de enero de1440 en Madrigal con el rey de Navarra, el maestre, el almirante de Castilla don Fadrique, el conde de Haro don Pedro Fernández de Velasco, el conde de Benavente don Rodrigo Alonso Pimentel, el conde de Ledesma don Pedro de Zúñiga, el adelantado mayor de León don Pero Manrique y don Íñigo López de Mendoza, por el que se obligan, en servicio del rey de Castilla, a ser buenos y leales amigos entre ellos91. Lo que la convierte casi en la cabeza, siendo ella la que dirige las negociaciones con el rey. Probablemente el matrimonio de su hijo con Blanca de Navarra es también un éxito suyo. Con la sentencia arbitral de 1441 el príncipe de Asturias adquiere protagonismo, bajo la tutela de su tío Juan de Navarra, posicionándose junto a su madre e interviniendo en negociaciones. Estaba la reina en Santa María de Nieva cuando murió el 18 de febrero de 144592, con 42 años, siendo enterrada en el monasterio de Guadalupe. Dadas las circunstancias quizá no sea de extrañar que diferentes cronistas atribuyan esta muerte y la de su hermana a enve89

ACA. Colecciones, Autógrafos, I,2,H. Crónica del señor rey... Año 1437, cap. I, p. 365. ÁLVAREZ PALENZUELA. “María…, p. 362. 91 AHN. Nobleza. Osuna, C.1860, D.3. 92 ÁLVAREZ PALENZUELA. “María…, 369. 90

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nenamiento, recogido en diversas crónicas y por distintos autores, desde la de Juan II y Palencia a Zurita y Abarca. Incluso en la primera se dice que fue utilizado en el proceso contra don Álvaro de Luna, que, dicho sea de paso, tampoco fue impecable. Los propios hermanos participan de esta sospecha trasladando al rey de Aragón que había intereses en enemistar con ellos al rey y al príncipe, como el mismo Alfonso habría comprobado “y las maneras como habían sido siempre tratadas la serenísima reina su madre y después la reina de Castilla su hermana, y agora postreramente en la forma que siempre se tuvo con la reina de Portugal su hermana, en su vida y en su muerte; y que no dudase haber sido por mano y obra de personas; y cuáles fuesen, el rey lo podía bien pensar”93. Dados los síntomas, según los cuales doña María sólo estuvo cuatro días enferma, con dolor de cabeza y unas manchas o ronchas de color amoratado e hinchadas extendidas por todo el cuerpo, Álvarez Palenzuela da fundadamente como definitivo que el fallecimiento de las dos, de las que no tenemos constancia, tampoco de lo contrario, de que estuvieran juntas antes de morir, se produjo a causa de una meningitis meningocócica. Lo que, con los datos de que disponemos, tampoco nos atrevemos a darlo como concluyente94. Es verdad que acaso se abusa de la idea de los envenamientos, pero tampoco hemos de ignorar que en ocasiones se producían.

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ZURITA, libro XV, cap. XXXV. La información que recibo del jefe de la sección de la UCI del Hospital General de Ciudad Real, a la vez licenciado en Geografía e Historia, Dr. Alfonso Ambrós Checa es que “las manchas hace pensar en un proceso infeccioso generalizado que afecta a la coagulación (coagulación nitraba acular diseminada); y la asociación de cefalea y contagio hace pensar en meningitis y meningococo, pero no se puede asegurar; puede haber otras causas de infección generalizada con trastornos de la piel y la cefalea es poco síntoma para asegurar meningitis”. Según él sí parece infección, pero los datos son insuficientes para determinar de qué tipo. 94

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2.6. Leonor, reina de Portugal Su matrimonio con Duarte, que sería rey de Portugal, supuso un apoyo para los infantes, por ejemplo en el caso del maestre en la campaña de Extremadura. Después de la muerte del monarca portugués en 1438, a pesar de que había nombrado regente a su mujer en la minoría de edad de Alfonso (V), su cuñado Pedro se hizo con la regencia, siendo expulsada del reino en diciembre de 1440 y obligada a regresar a Castilla95, donde aparece con frecuencia junto a sus hermanos. El mismo año de su muerte, don Duarte en un documento administrativo (de 26 de mayo de 1438) en el que doña Leonor otorga a su hermana la reina de Castilla cinco mil florines de oro en relación con la herencia de su madre, se refiere a ella como a la reyna, mi muger, que sobre todas amamos e preçiamos96. Uno de los raros momentos de, al menos aparente, armonía entre los monarcas peninsulares, los infantes de Aragón y el privado se materializó en la celebración de las fiestas con motivo de este matrimonio. En carta del Centón de 1428 se da cumplida cuenta de ellas. Explica que en la plaza se celebró un torneo de 50 por 50. En cada extremo de la misma se había situado una arquitectura efímera de dos torres y al lado tiendas de donde salían los caballeros a la llamada de los aventureros que desafiaban al mantenedor. La primera era la torre del maestre que con grande apostura é con gran amaestramiento del cavalgar de la brida enmostró en toda la tarde97. Después invitó en una gran mesa a los reyes, príncipe, infantes, grandes y caballeros, extranjeros y naturales. Dando, además, un yantar hasta a 300 menestrales y palafreneros. Gesto este último que no tuvieron todos. Del matrimonio nacieron, entre otros, el heredero de Portugal, Alfonso; Fernando, padre del rey don Manuel el afortunado, 95 La Orden del Hospital le mantuvo lealtad, acompañándola en su exilio el prior de Crato, que le ofreció alojamiento. Paula María DE CARVALHO PINTO COSTA. A Ordem Militar do Hospital em Portugal. Porto, Miliarium Ordinum Analecta, 3/4 (1999-200), p. 203-205. 96 AGS. Patronato real. Leg. 49, doc. 24, fol. 1. 97 GÓMEZ DE CIUDAD REAL, p. 34.

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Leonor, que casó con el emperador Federico III y fue madre de Maximiliano de Austria, Y Juana, la bella segunda mujer de Enrique IV de Castilla. Muere doña Leonor, según el calendario de Uclés, el 18 de febrero de 144598. Y volvemos a lo mismo. Según Jerónimo Zurita, tuvieron por cierto las gentes que les fueron dadas yerbas, y dello hubo muchas señales, y fue inculpado el condestable don Álvaro de Luna, que con su sabiduría y consejo se aparejó el veneno con que murieron las reinas99. La sospecha se basó en la celeridad con que murió doña Leonor y los indicios y las señales de veneno que había en su cuerpo estando difunta. Con los conocimientos forenses de la época. Sea como fuere, el rey de Aragón, al conocer las noticias de ambas muertes y estas sospechas, se echó atrás en sus gestiones diplomáticas ante el condestable para conseguir la paz, con restitución a sus hermanos de lo suyo.

98 AHN. Códices L. 1004, fol. 142. Sería el día 19 para J. VERÍSSIMO SERRÂO. História de Portugal. Lisboa, vol. II, 354. Lo recoge ÁLVAREZ PALENZUELA. “María…, p. 369. 99 ZURITA, Libro XV, cap. XXXIV.

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III. EL INFANTE

1. NACIMIENTO Y FORMACIÓN Nace don Enrique en Castilla, posiblemente en Medina, en el año 1400. Álvarez Palenzuela, siguiendo a Suárez, concreta la fecha a principios de agosto100. Lo que confirma el propio infante, quien al reunir al capítulo general de la orden de Santiago, aclara: “Agora… en este capítulo que çelebramos en el dicho nuestro convento de Vclés el día de santa María de setienbre de este dicho anno del anno de mill e quatroçientos e quarenta annos, auiendo treynta e vn annos que somos maestre, a la qual dignidat fuemos (sic) asupto e electo de edat de nueue annos”101. La formación que recibe está en consonancia con su elevada posición y con las inquietudes culturales de su padre. A lo que hemos de sumar el ingrediente religioso de su pertenencia desde la infancia a la milicia santiaguista. El hecho de que se le pusiera como ayo a Ruy Martínez de Vera, comendador de Alcuéscar (Cáceres) de la citada orden, apunta también en esa dirección. Sería instruido además en una serie de virtudes caballerescas, fundamentales para cualquier caballero, y en el imprescindible adiestramiento militar. Siendo así que debió aprender a montar a 100

ÁLVAREZ PALENZUELA. “Enrique…, p. 37. Ángela MADRID MEDINA y Pablo MARÍN MADRID. Evolución de la vida cotidiana en la Orden de Caballería de Santiago. Madrid, 2010, p. 192. 101

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edad temprana. En las fiestas de su hermana Leonor lo hace a la guisa o brida. Adiestramiento que completaría con un buen conocimiento del caballo. Algo después comenzaría el aprendizaje del manejo de las armas, defensivas y ofensivas. En todo lo que, como en las justas, evidentemente, consiguió un perfecto dominio. En cuanto a la caza, que era práctica habitual, no conocemos sus aficiones. Para don Enrique la formación caballeresca no consistió sólo en un adiestramiento militar y los conocimientos que esto conlleva. Era una manera de ser y una mentalidad. Es verdad que para entonces la idea de cruzada había quedado postergada y que la caballería para muchos se reducía al romántico artificio de las justas, los torneos, los “pasos honrosos” y hasta el amor cortés. Pero bajo la apariencia de ese oropel, la caballería suponía también un compromiso personal y sirve de aglutinador social. Porque, además, a los caballeros y por extensión a la nobleza les unía una mentalidad, frente a la realidad burguesa que había ocupado ya un importante lugar en la sociedad. Los ideales tradicionales, la virtud, el valor, el honor, la piedad, la propia fama y hasta la elegancia y la cortesía constituyen su patrimonio irrenunciable. Y para mantener su espacio y jerarquía se reúnen en grupos poco numerosos, a veces por linajes. Obligaciones mayores aún para un caballero de la orden de Santiago, que debe asumir la dureza su regla, su forma de vida, sus valores y el código de conducta de una institución con amplias obligaciones religiosas y humanitarias (votos, hospitalidad, rescate de cautivos). Y todavía la educación del maestre se vio reforzada por las inquietudes religiosas y caballerescas de su propio padre, que lo llevaría a fundar con esta doble dimensión institucional la Orden de la Jarra y del Grifo, a las que quiso dotar de elevados principios religiosos y sociales. El día en que la constituyó, festividad de la Asunción de 1403, junto a otras damas y caballeros, don Fernando impuso el collar a su mujer y a sus hijos102. 102 Juan TORRES FONTES. “Don Fernando de Antequera y la romántica caballeresca”, en Miscelánea Medieval Murciana, V (1980), p. 100.

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De su antecesor el maestre Suárez de Figueroa se dice que fue criado en la Orden desde su niñez103, como otros niños. Al infante, al menos desde que fue maestre, podemos suponerle una estrecha relación con la misma. E incluso pudo pasar tiempo en el monasterio de Uclés, formando parte de su educación la lectura de libros sagrados y de oraciones y, sin duda, de la regla de la Orden y de sus establecimientos, que llegó a conocer de manera tan completa. Le inculcarían prácticas religiosas (oraciones, sacramentos, ayunos) y formas litúrgicas, así como normas de conducta, sin excluir los votos a los que estaba obligado un freire santiaguista. Destacó en el terreno cultural. Es probable que fuera aficionado a diversas lecturas y, como otros, leería crónicas y biografías gloriosas. Y seguro que lo fue a la poesía, que cultivó, llegando a ser un poeta más que digno, pese a lo poco que de él se conserva104. Su formación renacentista quedó de manifiesto en las fiestas de 1428 en honor de su hermana, en las que también hubo mimos y entremeses. Organizó para ellas una lujosa comitiva con las que presidirían la justa al gusto clásico italiano. La componían ocho doncellas sobre caballos que daban paso a una carroza en la que venía “una diosa” en un trono, bajo dosel, a la que rodeaban doce jóvenes cantando al son de diversos instrumentos105. Seguramente durante su prisión dedicó bastante tiempo a la lectura e incluso a escribir. También de temas relativos a la orden de Santiago, como los establecimientos. Con acopio de mucha información y una profunda reflexión que culminó en la elaboración de los suyos propios.

103 Lo recojo en mi artículo “Los niños en la Orden de Caballería de Santiago”, en Revista de las Órdenes Militares, 5 (2009), p. 33. 104 BENITO. “Fortuna literaria…” 105 BENITO. Los infantes…, pp. 64 y 65.

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2. EL ALTO ESTADO Fue don Enrique infante de Aragón y de Sicilia, conde de Alburquerque y de Ampurias, barón de Martorell, señor de Ledesma y primer señor de Segorbe106, duque de Villena, presidente del consejo real de Castilla y maestre de la orden de caballería de Santiago. Patrimonio que, salvo en lo que se refiere a la Orden, el voto de pobreza personal no impide transmitir a sus herederos. Sobre todo esto se teje una historia que es una escalada de donaciones, de renuncias, de despojos, también de algunas devoluciones, que en ese tobogán con frecuencia no perduran. En realidad, en tiempos de tan gran inseguridad, los despojos, no sólo suyos, se utilizan para pagar favores a amigos y aliados y para sobornar y atraerse a adversarios. De hecho, cuando se confirma la falsedad de las acusaciones que lo llevaron a prisión, uno de los problemas que se plantean a la hora de ponerlo en libertad es que temían haber de restituir lo que de sus bienes habian tomado, é perdian la esperanza de cobrar mas de lo suyo107, ni conseguirían más de los caballeros que lo siguieron, que estaban fuera. Antes el infante procuraría que se lo restituyeran. Algunos no los recuperó nunca, como el ducado de Villena. Otros siguieron un proceso complejo. Aunque, eso sí, el maestrazgo no se lo consiguen arrebatar.

2.1. El condado de Alburquerque Por su parte el rey Fernando I había dejado por derecho de herencia al noble infante don Enrique, maestre de Santiago, nuestro tercerogenito mui amado el condado de Alburquerque y la villa de Ledesma, que eran de su mujer, con las villas, lugares, castillos, aldeas, derechos y preeminencias. Incluyendo Salvatierra, Miranda, Montemayor, Granada y Galisteo, que en Castilla 106 107

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ZURITA, Libro XIV, cap. XXXI. Crónica del señor rey… Año 1425, cap. VI, p. 230.

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Escudo del maestre en Villanueva de los Infantes. Foto Plaza.

llaman las cinco villas, que eran de doña Leonor, más la villa o lugar de Andujar108. Así pues, la madre, cumpliendo lo acordado con su marido, en 1418 procede a la donación109, por faser gracia e honrra e deseando ver en nuestros días acresçentado en estado e honrra a su muy caro hijo don Enrique110. Por la grande obediencia que nos fizo e faze, quiere que a él pasen y después de él para sus fijos e descendientes legitimos e de legitimo carnal matrimonio procreados obiesen e poseyesen por suyas despues de nuestros dias111. Habiendo de guardar los buenos usos y todas sus costumbres, franquezas y libertades, como antes.

2.2. La dote de doña Catalina: el ducado de Villena Mayor problema planteó el ducado de Villena. Alfonso V, siendo aún príncipe de Gerona, con consentimiento de su padre el rey Fernando, renunció el 1 de junio de 1415 como dote de su mujer, la infanta María de Castilla al ducado de Villena, “por quanto nos somos çertificados que la costituyçión hecha a vos la ynfanta donna María, mi esposa,… del ducado de Villena, que solía ser marquesado, e de las villa e fortalezas e lugares de él, con sus aldeas e términos e vasallos e fueros e derechos e pechos e jurisdiçión çeuil… a él pertenesçientes et de las villas de Aranda et de Portillo, con todos sus lugares… no hera a vos segura, por ser defendido en algunas clausulas del testamento del dicho señor rey don Enrrique (III), que… no se enagenen villas e lugares del reyno. Et que por esto e por otras razones evidentes vos hera más segura la dote de dozientas mil doblas de oro castellanas que el rey don Juan, nuestro primo, vuestro señor hermano, vos da en dote por vuestro casamiento, emienda del dicho ducado de Villena e villas…, que damos e otorgamos de nuestra 108

AHN. Nobleza. Osuna. C. 3913, D. 94, fol. 49 y 49 v. Ibidem, D. 93-94. 110 AGS. CCA, Div., 41,12. Tordesillas, 22 de julio de 1418. 111 AHN. Nobleza. Osuna. C. 3913, D. 94, fol. 5 v. Es un traslado de 3 de agosto de 1418, desde Tordesillas. 109

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propia voluntad a vos la dicha ynfanta donna María… liçençia e avtoridad e espreso consentimiento… para que… renunçiedes… e traspasedes en el dicho rey… todo el derecho que vos avedes e vos pertenesçe… en el dicho ducado de Villena e en las dichas villas…, asy como duquesa e sennora del dicho ducado…”. A lo que accede la infanta doña María, renunciando a favor de su hermano Juan II de Castilla ese mismo mes112. Desconozco los motivos por los que Juan II entregó en dote a su hermana Catalina, que, en cualquier caso y como infanta de Castilla, debía de ser bien dotada, el ducado. Quizá por ser más fácil que reunir una cuantía importante de dinero. Ni por qué el maestre lo quiso, o no tuvo más remedio que aceptar una dote así. Pero en este rey, incapacitado para ejercer las funciones de gobierno y, como luego su hijo, simples instrumentos en manos de sus validos113 la confianza estaba devaluada. Se dice y se desdice, en privado y en público. Y cuando, después del golpe de Tordesillas, cambia de influencias, se echa atrás. Planteándose una situación confusa cuando los infantes quieren tomar posesión del ducado y una división en el territorio. De todas maneras hay que recordar que el infante se posesionó del ducado de Villena cuando Álvaro de Luna hizo lo propio con el condado de San Esteban. Don Enrique, como Garcí Fernández Manrique, que también lo hizo con su condado de Castañeda, consideraron por su parte que la acción del privado constituía un precedente. Y, en cualquier caso, éste fue el motivo que ansiosamente esperaba el privado para destruir al maestre. Juan II había concedido el ducado y, el 22 de noviembre de 1420, un albalá real en el que ordena la entrega de los castillos a los alcaides114. Cuando el matrimonio solicitó su cumplimiento algunos miembros de la pequeña nobleza, ante las cartas del monarca revocando la concesión, dan largas. En cuanto a los pueblos, bastantes dan posesión a los caballeros que enviaron los infantes. Otros no. 112

AGS. CCA, Div.. 11, 1. Luis SUAREZ FERNÁNDEZ. Enrique IV de Castilla. Barcelona, 2005, p. 63. 114 Recientemente ha escrito sobre el tema Aurelio PRETEL MARÍN. El señorío de Villena en el siglo XV. Albacete, 2011, p. 84. 113

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El maestre el 15 de enero de 1421 fue generoso en sus acuerdos con los procuradores de Almansa, Sax, Yecla y Villena y alguna otra población del sur. Piensa Pretel que así sería con Albacete, Hellín y Tobarra115. Comprometiéndose a respetar importantes usos y derechos, así como inmunidades aduaneras y fiscales. Y todavía, en enero del siguiente año, atiende nuevas peticiones de los representantes de Villena, cabeza del señorío, y Sax. Como limitación de levas para la guerra o apertura de hornos. Los de Ocaña, importante encomienda de la orden de Santiago, dan por hecho consumado ante los mensajeros del rey el pelito homenaje a los infantes. La división en el territorio, en el que los intereses personales deciden también las lealtades, se traslada al consejo real. Finalmente se impuso el criterio de quitar el ducado a doña Catalina, con la opinión en contra del privado. La cuestión se dirimía también por las armas. El comendador Rodrigo Mejía tomó lugares del norte, comprometiéndose don Enrique a que quien ejercería el gobierno sería su mujer. En Albacete la colaboración era decidida. Fue decisivo, por el contrario, el cambio del adelantado Alonso Yáñez Fajardo, tal vez para conservar su adelantamiento, recuperando para el rey pueblos que él mismo había tomado para la infanta. El propio maestre, que había caído en desgracia, y el monarca dan sus explicaciones. Nos pone en situación una carta dirigida por don Enrique al concejo de Burgos, en que narra su versión de lo ocurrido desde que casó con doña Catalina y recibió la dote envenenada. Considerando que “por quanto la razón e naturaleça lo obliga e la espiriençia” de situaciones “antiguas de Espana… en quantas e dibersas vezes las çiudades e villas e pueblos e naturales omes de ellos…, quando algunas diçensiones, escándalos en los reynos suyos acaesçieren… con quanta lealtad, vondad e discreción, voluntad… linpia intervinieron en los fechos e por su yndustria e trauajo fueron por diuersas vezes sosegados e puestos en bien e tranquilidad, paz, concordia e amor. 115

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Ibidem, p. 86.

Ca considerando la pureza e verdadera lealtad que sienpre obieron a su rey e a su senor natural” y que en los hechos que siguieron no mostraron parcialidades, sino sobre todo el servicio del rey y lo aconsejaron bien, por eso y pensando en dicho servicio y “guardando buena justicia, paz e igualdad, ansí por ser mi rey e sennor, como por la sangre del deudo que con la su merçed auemos…e por quanto de pocos tienpos acá avemos sentido… e vemos, lo qual a vosotros no es escondido, aver seguido grandes escándalos e turbaciones en estos reynos e se esperan muchos más adelante seguir, procurante el senbrador de las ziçannas, enemigo de la paz e turbador del humanal linaje, lo qual maguer que a todos los pueblos sea asaz notorio e manifiesto, pero porque sepades la orden de los fechos como fasta aquí son pasados, propusimos porque toca mucho a seruiçio del dicho sennor rey…, porque pues vosotros sabido e consoçida la verdad, sepades por qué vías e maneras el rey, mi sennor es aconsejado. Las quales cosas por vos vistas pensedes e pongades por obra los remedios convenientes que al su seruiçio cunplieren… Debedes sauer que el rey… considerando el gran deudo que en la su merçed avemos la ynfanta dona Catalina, su hermana, mi muger, e otros por nos, por fazer merçed, entendiendo que cunplía ansí a su seruiçio, aviendo avido sobre ello su gran maduro acuerdo e consejo e deliberaçión en diuersos tienpos e lugares con todos los grandes e nobles de su consejo que en Cobena, cerca de Madrid, se ajuntaron por su mandado e después en Ávila e en Talabera, con consejo heso mesmo de todos los procuradores de las çiudades e villas de sus reynos, fue su merçed que nos e la dicha ynfanta, su hermana, mi muger, casásemos en vno por palabras de presente e consumiésemos matrimonio. E con el dicho acuerdo e de consejo de todos los sobredichos… dotó e dio en dote a la dicha ynfanta… las villas e lugares e fortaleças del marquesado de Villena con su jurediçión… con título de ducado, declarando como en esto la su sennoría cunplía la voluntad del rey don Enrique…, el qual en su testamento le mandó que dotase a la dicha ynfanta… segund que a su estado pertenesçía. E cunplió… el deudo a que por ley diuinal e natural e derecho canóni-

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co e çebil hera tenido. Conviene a seber, a dotar a la ynfanta… E… entregole luego la posesión del dicho ducado, entregándole el ynstrumento de la conpra que el dicho rey don Enrique… avía hecho del dicho ducado e constituyose el dicho sennor rey por su poseedor del dicho ducado con todo lo sobredicho en nonbre de la dicha ynfanta e para ella. E dándole facultad e poderío para que ella e quien su poder obiese… pudiese entrar e tomara la posesión del dicho ducado”. Pese a cualquier resistencia, obligándose el rey y sus sucesores. De todo lo cual el rey “juro e prometió por su fee real” de cumplir, sin ir contra ello en ningún tiempo ni por ninguna razón, según que con otras cosas en el contrato de dote se contiene. En virtud del cual ellos accedieron al ducado y tomaron posesión del mismo, lo que continuaron sus procuradores en su nombre. Y estando así las cosas sin “bollocio e sin escándalo alguno, çiertas personas del consejo del rey”, no acatando esto, “con voluntad desordenada, no fundados en justiçia ni en razón” indujeron al rey, contra todo lo anterior a dar esta carta “a los concejos e corregidores e alcaldes e alguasiles… caualleros… del marquesado de Villena” ciudades, fortalezas, castillos…: “Sepades que a mi noticia es benido” que las dichas villas, etc. y alcaldes “e algunos de vos” habían mandado sus procuradores y fueron a Ocaña a hacer pleito homenaje a don Enrique y doña Catalina, “e por quanto yo entiendo que cunple a mi seruiçio e concordia e sosiego… e bien de mis reynos que se sobresea en este negoçio e que estén todas las cosas en el estado en que estauan antes al tienpo” de cuando fueron a Ocaña a hacer el pleito homenaje. “Por ende… mando que, no enbaragante que aya seido fecho el dicho pleito e omenaje… que no resçibades a la posesión… de esas villas…” a los infantes ni a nadie en su nombre y les quita el pleito homenaje, firmezas y autos que en el “dicho negoçio” intervinieron. En Velleguillo, aldea de Coca, 20 de enero de 1421. “Por la qual carta podedes bien ver si fue aconsejado el dicho sennor rey justa e legítimamente, segund que devia ser dada, e si es tal que de derecho se deviese conplir”. Añadiendo que no fueron llamados ni oídos él ni su mujer y era contra lo que había

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dado y prometido, “lo qual a su sennoría hera muy vergonçoso de faser e en lisión de la su fama e hera heso mesmo grand cargo de su conçiençia”. Que los que aconsejan que el rey “faga algunas cosas que le sean bergonçosas” van contra el derecho canónico y civil y las leyes y fueros del reino. Indica que cuando la carta fue entregada en el ducado ellos tenían la posesión o casi posesión de esos lugares y cuando se lo comunican desde los mismos consideran que el rey no ha actuado con libertad. “Por quanto contenía en sí ynposibilidad de fecho e gran ynjustiçia” y aunque fuera libremente no era correcta por razones que ellos le enviaron explicar “e notificar por çiertos caualleros” que hicieron de mensajeros para hablar con el rey y pedían ser escuchados y que el monarca luego lo consultara con personas imparciales. Pero antes que los mensajeros llegasen al rey “las personas que el dicho consejo le auían dado” aconsejaron al rey que de hecho les quitase el ducado, el cual mandó mensajeros para que lo dejaran, quitó a los oficiales puestos por los infantes y a los prelados, caballeros y escuderos que estaban con ellos por servicio del rey mandó que no los aguardasen, bajo ciertas penas. “E ordenaron eso mismo que mucha gente de cauallo y de pie entrasen en el dicho ducado a los destruyr e desipar e apoderarse en las villas y lugares e fortalezas de él conbatiéndolas e entrándolas por fuerça”. E indujeron al rey a que no escuchase a los caballeros que estaban con ellos para servicio del monarca, en cuyas tierras también entraron y tomaron sus bienes, que el monarca les había dado por sus servicios, sin tener en cuenta a éstos ni sus linajes, sólo por hacer daño a ellos y a los infantes. “Vos podades bien ber sy al dicho senor rey le es dado consejo justo e razonable e tal qual a su merçed por sus consejeros deuía ser dado. Los quales le consejan que agrauie a nos e a la dicha ynfanta, mi muger, contra toda razón e justiçia”. E informa que a los mensajeros que ahora mandó Juan II con las últimas cartas habían respondido que con los prelados y caballeros que con ellos están irán en breve donde quiera recibirlos para hablar del ducado y de cosas que atañen al bien común.

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A los del concejo ruega don Enrique que guardando la lealtad que al rey tienen “e que sodes tenidos ansí como buenos e leales e grandes vasallos… segund que fizieron los notables e grandes e famosos omes donde vosotros desçendedes e las ystorias antiguas lo demuestran” y lo que las leyes comunes y del reino quieren en tal caso, que manden procuradores para que el rey los oiga, tenga en cuenta la justicia a los infantes y que escuche lo que los infantes y los caballeros y prelados que con ellos están le quieren decir. Concluye pidiéndoles que aconsejen bien al monarca116. La réplica de Juan II a la ciudad de Burgos no tarda, ya que, según él, el maestre “con ynduzimiento de algunas personas que açerca de él están vos obo enbiado vna carta sobre los agrabios que dezía que abía resçibido en el negoçio del marquesado de Villena, en respuesta de la que vos enbié vna mi carta por la qual vos enbié notificar los fechos como iban pasando desde que fue el movimiento de Tordesillas”, que el infante les mandó otra carta informando que el rey había ordenado “a algunas çibdades, villas e lugares que fiziesen hermandades e que a las gentes que a él e a los que con él están fuésen, les tomasen las armas e los cauallos e les detubiesen los cuerpos…” y decidieron ir ante el rey para pedir justicia, para lo que el maestre solicitó seguridades y que las hermandedes “se debieran fazer para los malfechores, más non contra ellos que heran ynoçentes”. Juan II justifica su decisión de las hermandades como autoprotección e indica que el dinero que por los procuradores le fue dado era para pagar a la gente. Añadiendo que actuó contra su voluntad al hacer las donaciones117. La presión sobre el territorio y sobre los fieles a doña Catalina, a quien su marido había dejado la gestión, fue grande118. 116

AGS. CCA, Div., 11, 5. En Ocaña, 31 de mayo. AGS. CCA, Div. 9, 59. Datada el 7 de julio e 1421. 118 Se ocupó del gobierno efectivamente. Sabemos que ante unas protestas de los vecinos de Alcaraz por los excesos de los recaudadores, que no respetaban las ordenanzas municipales, respondió “que, en breve, esperaba viajar a Alcaraz, donde podría entender en el caso con mayor conocimiento. En efecto, poco después llegó a la villa la Infanta, y no pudo por menos que dar la razón a sus agraviados vasallos, 117

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Los infantes no consiguen acercarse al rey y, finalmente, don Enrique decide licenciar las tropas. Después, pese a las garantías y seguridades que se le habían dado, al llegar ante Juan II es encarcelado y secuestrados sus bienes. Cuando lo liberan son desembargadas las rentas del maestrazgo y, dentro del perdón general que el rey concede, se vuelve a negociar la cuestión de la dote de la infanta, descartado ya el ducado de Villena y desposeída de la herencia de su padre, de la que el tercio de sus bienes muebles estaba valorado en cuarenta cuentos. El 26 de noviembre de 1427 en Segovia llega el rey al acuerdo de dotarla con un paquete más bien ridículo que incluía la dote y la herencia de Enrique III y que el Halconero resume en 250 000 florines de oro y seis mil vasallos119. A don Enrique para su mantenimiento se le asignan 1.200.000 anuales. La Crónica de Juan II, menos cercana que el Halconero, habla de que el monarca en 1428, tras rechazar lo que don Enrique entendía que era justo, dio a elegir a la infanta entre dote y herencia. Al final, quedó ésta en el paquete que, después de haber reunido el Consejo, se estimó en 200.000 florines y concreta los vasallos en las villas de Alcaraz y de Trujillo, más unas aldeas en Guadalajara120.

2.3. Señorío de Segorbe Alfonso V en 1417 le dio a su hermano el condado de Ampurias y la baronía de Martorell, que había pertenecido al infante Ramón Berenguer, y regresó a la corona por haber muerto sin descendencia su hijo, el conde don Juan. Donación que don Enrique agradece desde Valladolid en carta de 25 de noviembre del mismo año: autorizando el desembargo de las rentas ... en tanto se aclaraba la cuestión”, llegando a liberarse los propios municipales”. PRETEL. Una ciudad castellana en los siglos XIV y XV (Alcaraz 1300-1475). Albacete, 1978, pp. 76-77. 119 Pedro CARRILLO DE HUETE. Crónica del Halconero de Juan II, p. 15. 120 Crónica del señor rey…. Año 1428, cap. III, pp. 247-48.

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“Sennor… muy omildement me encomiendo en vuestra merçed, a la qual… plega saber que… Ferrant Vasques, oyedor de la abdiençia del rey, mi sennor e mi primo, e del mi consejo, me fiso relaç[ió]n de todos los fechos que co[n la ] vuestra sennoría auía visto de mi parte. E de la dádiua e merçet que vuestra altesa me fiso del condado de Ampurias e de la varenía d[e] Martarel, con mi aplasible voluntad. Lo qual, sennor, vos tengo en mucha merçed. E plega a Dios que me de lugar que con seru[içios] señalados que yo faga a vuestra sennoría en acresçentamiento de vuestra real corona e estado…” (Firma autógrafa)121. El rey de Aragón nunca fue indiferente ante las desgracias de don Enrique. Y así, el 21 de diciembre de 1435, después de la batalla de Ponza y la consiguiente prisión, en “Porti Veneri” otorga a su hermano “queridísimo” y a sus descendientes el privilegio de la ciudad de Segorbe, Val de Usó y al Sierra de Eslida, con castillos, fortalezas, torres, etc. Convirtiéndolo en el primer señor de Segorbe. Lo hace, según dice, por sus méritos y por el gran amor que le profesa. Así como para compensarlo del expolio de que su patrimonio ha sido objeto en Castilla, en tanto que él o sus herederos lo recuperasen122. Algo que no llegó a ocurrir, por lo que Segorbe pasó a su hijo, el infante Fortuna, con título de duque. A tal efecto en 1437 don Alfonso revoca el privilegio de unión e incorporación de Segorbe a la corona e, incluso, concede 15 000 florines de oro al maestre123, que ese mismo año don Enrique dio poderes a su mujer para que en su nombre tomara posesión de Segorbe, jurisdicción, derechos y rentas124. Y todavía un año más tarde, cuando aún no había recuperado don Enrique el maestrazgo de Santiago, el aragonés dona al maestre Paterna, Benaguacil, más anexos en el reino de Valencia125.

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ACA. Cancillería, Cartas Reales, Alfonso IV (V), serie general, 0681. Archivo Ducal de Medinaceli. Segorbe. Leg. 82, nº 33. 123 Ibidem. Leg. 82, nº 80. 124 Ibidem. Leg. 82, nº 76. 125 Ibidem. Leg. 126, ramo 3, nº 16. 122

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Apenas se ha considerado un rasgo del maestre: su generosidad. Lo es con su familia, con los caballeros que están junto a él, de los que más de uno en alguna ocasión le fue desleal, y con los que están debajo y gobierna. En este caso, con la misma fecha, a través de Juan de Proxida, caballero y procurador suyo, otorgó perdón general y particular a los habitantes de Segorbe, morería y término de todas las penas civiles y criminales126. En la ciudad me informan que allí guardan de él un gran recuerdo.

2.4. La cuestión de Andalucía Dentro de la preocupación de Alfonso V por su hermano, en medio de las negociaciones entre Castilla y Aragón incorpora unas curiosas reclamaciones en Andalucía para don Enrique, que había perdido todo para liberar al menor de ellos. Desde Palermo el 30 de septiembre de 1433 da instrucciones al enviado de Juan de Navarra, tras manifestar su asombro por los términos del pacto que éste está negociando entre los aragoneses y Juan II de Castilla, que, según dice, redunda en poco honor y utilidad para todos ellos, especialmente para don Enrique, quien no sólo ha sido desposeído de la administración del maestrazgo, sino también de todo su patrimonio. Por lo que él no puede dar por bueno dicho trato127, a menos que se cumplan una serie de condiciones. Después de reclamar la vuelta de las fronteras al estado anterior a la guerra, exige la restitución a don Enrique del maestrazgo 126

Ibidem. Leg. 90, nº 1016. “diu que és no poch maravellat que, a tal manera de tracte, ell, dit rey de Navarra, faça cara, com redunde en pocha honor e utilitat de tots ells, e senyaladament del dit senyor e del infant don Enrich, los quals sab ell… e encara és notori a molts, quins dans e menyscaptes han sostenguts, e principalment lo dit infant don Enrich, qui no solamente és despossehit del maestrat màs encara de tots (viene una nota) los béns patrimonials, e que, per ço, lo dit senyor no poria ne sabria assentir a tal tracte no concòrdia axí carregoses e vergonyoses”. Roser SALICRÚ Y LLUCH. Documents per a la Història de Granada. Barcelona, 1999, p. 329. 127

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con todas sus pertenencias y derechos128, aunque si eso le crea problemas admite que las fortalezas del maestrazgo permanezcan en poder de las personas que las tienen por el tiempo que el monarca desee129. Llama la atención el punto en que Alfonso V pide que el rey de Castilla pase a don Enrique todos los derechos que tenga o pretenda tener aquel en la conquista del reino de Granada, con todo el señorío, de manera que su hermano pueda intitularse rey130. Y le permita llevar a cabo dicha conquista131 y que en el paquete se incluyan las conquistas que hizo su padre, Fernando el de Antequera siendo regente de Castilla y las efectuadas en tiempos de Juan II132. Lo que, como sabemos, sin restar mérito militar a don Fernando, y las discretas campañas posteriores, territorialmente no supone un gran avance. Añade otras reclamaciones para su cuñada doña Catalina y para el infante don Pedro. Y, una vez concedido esto, se daría por satisfecho, renunciando todos a cualquier otra pretensión o derecho, incluido el de don Enrique al maestrazgo, que, en todo caso no sería compatible con una corona. ¿Pensaba realmente don Alfonso que su primo iba a acceder a esta pretensión? Parece raro, aunque sólo fuera por criterio. Se trataría más bien de una estrategia más del aragonés para forzar al de Castilla a devolver el patrimonio a su hermano y, quizá 128 “que al dit infant don Enrich sia restituhit lo maestrat de Santiago, ab totes les viles, terres, rendes, pertinències, drets e senyoria de aquell”. Ibidem. 129 “que·ls castells e fortaleses que·s tenien en lo dit maestrat sien e stiguen en mans e poder de aquelles persones e per lo temps que·l dit rey de Castella voldrà”. Ibidem. 130 “Ço és, que·l rey de Castella done e trasporte el dit senyor, o per ell al dit infant don Enrich, qualsevol dret que a ell, dit rey de Castella, haja o pretenga haver en la conquesta e regne de Granada, sens retenció alguna, ans ab tota integritat e senyoria, per manera que·l dit infans se´n pusca, liberament, intitular rey”. Ibidem, p. 330. 131 “E sia, axí mateix, atorgat segur passatge al dit señor, e gents e coses sues qualsevol, per lo regne de Castella, e mars de aquell, anants, stants e tornants per execució de la dita conquista, e consenta ésser-los venudes per sos súbdits, les vitualles e coses necessáries a lur despesa”. Ibidem. 132 “Sia emperò entès, tota via, que en la dita conquesta e regne de Granada, sien compreses tots los castells, viles, lochs e terres que del propdit regne foren conquistats, preses e haüts en temps del senyor rey don Fferrando, pare del dit senyor…, e del temps encara d´ell, dit rey de Castella”. Ibidem.

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dejar la puerta abierta a la salida, si a Juan II le resultaba más cómodo, de la sustitución de la herencia que don Enrique recibió de su madre por otro señorío en el sur de Andalucía. Por otro lado, ¿tuvo que ver algo el maestre con la propuesta o, al menos, conocimiento de ella? ¿Estaría dispuesto el infante a cambiar, además del legado de la reina Leonor, el maestrazgo, con lo que suponía el mismo y la dignidad maestral y donde contaba con sus mejores y más leales colaboradores, y hasta por convicción, por la franja andaluza y esa entelequia del reino virtual, con las escasas posibilidades de conquista que tendría sin el contingente de la caballería santiaguista? Los hechos demuestran que fue renunciando a cosas y aceptando componendas, pero que, pese a las dificultades para recuperarlo, siempre reivindicó su maestrazgo. 3. LOS DESPOJOS Tras la crisis de 1429 se habían producido nuevas confiscaciones. En 1430 entregó el rey castellano en administración el maestrazgo de Santiago a don Álvaro de Luna, que durante nueve años percibió el cobro de sus rentas. Quita villas y lugares que don Enrique y don Juan de Navarra tenían en Castilla y los reparte. A Pedro Manrique le entrega Paredes, que él dice tener escrúpulos por ser de Juan I. A Pedro de Velasco da Haro y Vilhorado. Del maestre pasa a Garcí Fernández Manrique Galisteo, a Íñigo López de Mendoza los pueblos de Gualajara que eran de doña Catalina, a don Luis de Guzmán, maestre de Calatrava, le da Andujar, mientras que a Pedro de Stúñiga le confirmó Ledesma133. Según se dijo no ha sido otro que facer enemigos del Rey de Navarra é del Infante á todos estos que han repartido sus bienes134. Renunció, en cambio, el relator Fernán Álvarez a los 133 El 8 de septiembre de 1429 en Medina, elevándolo a conde. AHN. Nobleza. Osuna, C. 289. D. 4-5. En Medina, 20 de febrero de 1430 pide se le haga el pleito homenaje, pese a que los del concejo alegan que no pueden cumplirlo por los que ya tienen a la reina Leonor de Aragón. AHN. Nobleza. OSUNA, C.289, D.6-7. 134 GÓMEZ DE CIBDAD REAL. Carta XLIV, p. 74.

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200 vasallos que le daba el rey. Agradeciéndolo lo rechazó cortésmente porque iba contra su honor y su hacienda ser heredero del rey de Navarra y del maestre de Santiago. Años después el monarca desde Castronuño, el 19 de octubre de 1439, tras los acuerdos alcanzados, informa de que había tenido que acceder a la restitución de las villas e logares e maestrazgo que ellos ante solían tener… en sus regnos. Aunque al haber actuado contra su voluntad, carecía de valor lo que hiciera135. En medio de los vaivenes, el maestre, en Alejos el 6 de noviembre de 1439, renunció a su derecho sobre Ledesma a favor de Stúñiga. “Por razón que… el rey… de Castilla e de León… nos dio por su carta la villa de Cáçeres con su tierra e término… et con la jurisdiçión… et con las rentas et pechos et derechos et fueros et penas et calupnias et omeçillos et otras qualesquier cosas pertenesçientes al sennorío de la dicha uilla et su tierra en pago et satisffaçión de la uilla de Ledesma”. En la carta adjunta Juan II dice que por “justas y legítimas causas”, por cosas que cumplen al “paçifico estado et tranquilidad de nuestros reynos et por çierta información por nos auida, nuestra merçet fue et es de mandar restituyr a uos el infante don Enrrique, nuestro muy caro et muy amado primo, las uillas et lugares et castillos et fortalezas que uos auiades et teniades en nuestros reynos al tienpo que de ellos partistes. De los quales non uos mandamos entregar algunos de ellos. Et entre los otros que se uos non entregan es la uilla de Ledesma et su tierra… la qual dezides que ay dos mill uasallos. De la qual nos ouimos fecho merçet por juro de heredat a don Pedro de Astúñiga, conde de Ledesma, nuestro justiçia mayor et del nuestro conseio. Et vos, el dicho infante, por nuestro ruego et mandado, renunçiastes et traspasastes en el dicho conde… todo et qualquier derecho… segund que más largamente se contiene en el juramento que en esta razón pasó et por uos fue otorgado”. Promete dar a cambio algo equivalente. El maestre pide que el procedimiento se hiciera bien, sin error ni engano alguno a nos ni a uos. Firma autógrafa136. Como en esto nada es definitivo, en medio de los cambalaches, don Enrique recuperaría Ledesma. El mismo rey informa 135 136

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AGS. PTR, Leg. 12, Doc. 30. AHN. Nobleza. Osuna, C.289, D.10-11.

a sus representantes de que, aunque había concedido la ciudad a Stúñiga, había comunicado a éste que agora vos yo mandé que la dexásedes e entregásedes al infante don Enrrique,… maestre de Santiago e que vos yo faría hemienda e satisfaçión137. Y lo hace al compensarlo con la ciudad de Trujillo, con título de condado138, que después y en presencia, entre otros de don Enrique, los reyes le cambiarían, con título de conde igualmente, por Plasencia139. Cuyo título se expide desde Toro el 23 de septiembre de 1441, comprometiéndose “por la presente en nuestra palabra real… que del día de la fecha en quarenta días… entregaremos… realmente… a vos el conde don Pedro de Astunniga, ... la nuestra çibdad de Plasençia… con todas las otras sus pertinençias para que la ayades… para sienpre jamás, con tytulo de condado, para vos e para vuestros herederos... E por emienda de la çibdad de Trujillo e su tierra, de que yo el… rey ove fecho merçed a vos… por emienda de la villa de Ledesma, que vos yo auía dado con tytulo de condado e vos la yo tomé… para la dar e torrnar… al infante don Enrrique, mi muy caro e muy amado primo, maestre de Santiago, cuya era. E vos mandaremos dar… nuestras cartas de preuillejo,… firmadas… e selladas… E… vos… entregaremos realmente e con efecto de tenençia e posesión de la dicha çibdad de Plasençia140. A don Enrique, ya lo hemos visto, alguien lo definió como reivindicativo. Pero, entre sus renuncias, algunas pueden deberse a gesto de buena voluntad, como el caso de la herencia de María de Albornoz, en un momento crítico de negociaciones en el que le tocó a él hacer el esfuerzo. En este caso, al morir sin descendencia doña María de Albornoz, había tomado posesión de las villas de Salmerón, Valdeolivas y Alcocer, al ser “informado por algunas personas que nos pertenesçia derecho a… la propiedad e sennorío… por pariente más propinco e por otros derechos títulos”, mientras que el privado se opone, aduciendo que dicha se137 138

AHN. Nobleza. Osuna, C.289, D.12-13. En Trujillo, 28 de octubre de 1440. AHN. Nobleza. Osuna, C.289, D.14-17. Es un traslado de 22 de octubre de

1440. 139 140

AHN. Nobleza. Osuna, C.299, D.15-19. AHN. Nobleza. Osuna, C.299, D.6-10.

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ñora le había hecho en vida donación a él de éstas y otras propiedades. Don Enrique lo hace estudiar por letrados “e con maduro consejo, porque conoçiendo lo susodicho e queriendo descargar e descargando nuestra conçiençia, por la presente nos partimos de todo el derecho, acçión, vos e rasón e título e propiedad e sennorío que nos tenemos o podemos tener”141. De todas maneras, al final, los principales beneficiarios de los despojos de don Enrique fueron los privados, que a su muerte se los repartieron, conscientes de que mayor riqueza les otorgaba más poder. Don Álvaro de Luna consiguió los señoríos de Alburquerque, que después sería entregado con título de duque a don Beltrán de la Cueva, y La Codosera. Así como el maestrazgo de Santiago, que ocuparon también los privados de Enrique IV, Cueva y Pacheco. El marquesado de Villena, con Chinchilla, junto a las villas y lugares que Juan II de Castilla había ocupado a Juan I de Navarra, entre ellas Medina, figuran en la dote del matrimonio concertado entre el príncipe Enrique y Blanca de Navarra, cuando se firma la paz entre los reyes navarros y los infantes de Aragón con el monarca castellano el 22 de septiembre de 1437, en Toledo, con intervención entre otros del prior de Uclés142. Marquesado del que, según acuerdo de septiembre de 1436 entre Juan II y los grandes, se atribuyó la administración al navarro, como anticipo de la entrega definitiva que se le haría a su hija Blanca cuando se casara con el príncipe de Castilla143. Don Juan Pacheco recibiría tras la batalla de Olmedo Medellín, con las aldeas de Don Benito, Santisteban, Cristina, Guareña, Martín Gabriel, Valdetorres, Don Llorente, El Villar, Juan Sancho, Miajadas y el despoblado de Don Salvador. El 12 de septiembre de 1445 consiguió la dignidad de marqués de Villena144.

141 AHN. Nobleza. Osuna, C.1724, D.2(1-2), fol. 1. El 6 de octubre de 1442, en Toledo. 142 ZURITA. Libro XIV, cap. XXXVI. 143 BENITO, “La incursión murciana del infante D. Enrique de Aragón (14441445)”, en Homenaje al profesor Juan Torres Fontes. Murcia, 1987, p. 166. 144 Alfonso FRANCO SILVA. “Las intrigas políticas de Juan Pacheco”, en Anuario de Estudios Medievales, 37/2 (2007), p. 606.

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IV. LOS TIEMPOS, LAS COSTUMBRES

Los tiempos en los que le tocó vivir a don Enrique son los del auge de la caballería, incluidas las fiestas e los torneos y los fuegos encendidos de amadores del inevitable Jorge Manrique, y no podemos decir que, en general, no se hiciera en muchas ocasiones gala de ella. Pero la vorágine de la época es otra cosa. Es, para Benito, el claroscuro del siglo XV, en que los móviles se desvirtúan entre violentas reacciones. Para él este reinado no supone sólo una época de transición, sino de liquidación de lo medieval y anuncio del renacimiento, en que las ligas, conspiraciones, revueltas, daños, estaban a la orden del día145. Así al maestre lo encontramos envuelto, zarandeado incluso, sin el parapeto que protege a sus hermanos los reyes, en una época, caracterizada por el estado de excepción de la privanza de Álvaro de Luna, con un avance del absolutismo en Castilla que él, más inclinado a la convivencia armónica de los poderes del estado (evito el término democracia usado por algunos para no crear confusión) no acaba de compartir, en que una instancia intermedia se interpone entre el rey y la alta nobleza de sus parientes, con la aparición de otra nobleza, mucho más numerosa. Donde la propia palabra del monarca vale poco y don Enrique, amante de la ley y del derecho, se encuentra en una reivindicación de lo que le pertenece y es entregado a los que gozan del 145

BENITO. Los Infantes…, p. 36.

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favor del momento o se quiere sobornar. Y en que también, ¿por qué no?, defiende un matrimonio quizá ya concertado y desde luego deseado. El maestre compartiría la idea de que en el tiempo d´este rey don Johan acaeçieron en Castilla muchos actos más grandes e estraños que buenos nin dignos de memoria nin útiles nin provechosos al reino146, porque cuando murió el Rey Don Fernando murió el temor, é enfermó la justicia en la mayor parte de España147 y se absentaron de Castilla la paz e la concordia148. De esta manera aparecen como piezas clave la personalidad de Juan II y de su propio hijo Enrique IV. La consolidación del absolutismo, que hay que entenderlo en cuanto que ningún poder político esté por encima del rey, y la institucionalización de la privanza. Los cambios que se venían produciendo en la estructura de la nobleza y las funciones que la nueva aspira a desempeñar, el poder que desea conquistar y el soporte de riqueza que procura conseguir. Los bandos nobiliarios que se agrupan en torno a unos y a otros, con cambios de fidelidades en no pocos casos, y mayor o menor influencia sobre los protagonistas. Por último, los infantes de Aragón. 1. SU PRIMO, EL REY JUAN II DE CASTILLA Nieto Soria ha destacado que es precisamente en este reinado donde se amplían las posibilidades de desarrollo de un modelo de poder real absoluto, asentado a fines de la centuria, girando en torno suyo tanto el Derecho y el ordenamiento jurídico como la argumentación política. De hecho esta novedad dio lugar a un conflicto de legitimidad, tanto por el temor de los sectores políticos más importantes, como porque ese modelo se gestionaba a través de un privado. “Esta doble circunstancia, afirmación de un absolutismo que inquietaba por sus implicaciones prácticas innovadoras y el personalismo de la privanza situó por algún tiempo a la monarquía 146

PÉREZ DE GUZMÁN, p. 173. DÍEZ DE GAMES, p. 207. 148 PÉREZ DE GUZMÁN, p. 173. 147

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en el centro de una profunda crisis de legitimidad de reaparición reiterada e intermitente, incluso más allá de la propia existencia de don Álvaro y del monarca que le había aupado al poder, para luego propiciar su caída”149. En cuanto al monarca, Juan II es un hombre culto, inteligente, con habilidades como el canto o la danza, aficionado a la caza, buen justador, al que tocó subir al trono demasiado pronto y tuvo un reinado muy largo (1406-1454). Porras Arboledas refiriéndose a las dificultades de abordar una posible biografía del monarca, ha sintetizado que Juan II se nos presenta, ante todo, como una figura decorativa, como el rey de un tablero de ajedrez, más que como el protagonista de su propio reinado150. Sus contemporáneos no son ajenos a ello. Hernán Pérez de Guzmán, sobrino del canciller Pero López de Ayala, tío del Marqués de Santillana y bisabuelo del gran Garcilaso de la Vega, caballero de Santiago, que fue contemporáneo del rey, lo retrata como: “alto de cuerpo e de fuertes mienbros, pero non de buen talle nin de grant fuerça; de buen gesto, blanco e rubio, los onbros altos, el rostro grande, la fabla un poco arrebatada; sosegado e manso, muy mesurado e llano en su palabra. E porque la condiçión suya fue extraña e maravillosa, es nesçesario de alargar la relaçión d´ella, ca ansí fue que el era onbre que fablava cuerda e razonablemente, e avía conoçimiento de los onbres para entender quál fablava mejor e más atentado e más graçioso... Sabía fablar e entender latín, leía muy bien, plazíanle mucho libros y estorias, oía muy de grado los dezires rimados e conoçía los viçios d´ellos, avía grant plazer en oír palabras alegres e bien apuntadas e aun él mesmo las sabía bien decir. Usava mucho la caça e el monte, e entendía bien en toda la arte d´ello. Sabía del arte de la música, cantava e tañía bien, e aun en el justar e juegos de cañas se avía bien. Pero… de aquellas que verdaderamente son virtudes e que a todo omne, e prinçipalmente a los reyes, son nesçesarias, fue muy 149 José Manuel NIETO SORIA. “La monarquía como conflicto de legitimidades”, en La monarquía como conflicto de la Corona castellano-leonesa (1230-1504). Dirigida por Nieto Soria. Madrid, 2006, pp. 54-55. 150 Pedro A. PORRAS ARBOLEDAS. Juan II (1406-1554). Palencia, 1995, p. 15.

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defetuoso, ca la prinçipal virtud del rey, después de la fee, es ser industrioso e diligente en la governaçión e regimiento de su reino… De aquesta virtud fue ansí privado…, que… nunca una ora sola quiso entender nin trabajar en el regimiento del reino, aunque en su tienpo fueron en Castilla tantas rebueltas e movimientos e daños e males e peligros…, de lo qual a su persona e fama e reino venía asaz peligro. Tanta fue la negligençia e remisión en la governaçión del reino… que nunca en ello quiso entender… mas dexava el cargo de todo ello al su condestable, del qual fizo tanta e tan singular fianza que a los que lo non vieron pareçería cosa increíble, e a los que vieron fue estraña e maravillosa obra… E lo que con mayor maravilla se podía dezir e oir, aun en los actos naturales se dio assí a la ordenança del condestable, que seyendo él moço e bien conplisionado e teniendo a la reina, su muger, moça e fermosa, si el condestable se lo contradixiese non iría a dormir a su cámara d´ella, nin curaba de otras mugeres, aunque naturalmente asaz era inclinado a ellas. En conclusión, son aquí de notar dos puntos muy maravillosos: el primero, un rey comunalmente entendido en muchas cosas e ser de todo punto remisso e negligente en la governaçión de su reino, non le moviendo nin estimulando a ello la discriçión y nin las espirençias…, nin las amonestaçiones e avisamientos de grandes cavalleros e religiosos que d´ello le fablavan,… que de todo punto… se sometiese a la hordenança e consejo del condestable… El segundo punto, que un caballero sin parientes e con tan pobre comienço en un reino tan grande e donde tantos e tan poderosos caballeros avía, e en tienpo de un rey tan poco obedeçido e temido oviese tan singular poder”151. Desde la psiquiatría se ha venido a explicar esta conducta a causa de trastornos de la personalidad152. Con una personalidad asténica, dependiente. Tanto por motivos genéticos como por influencias ambientales de la infancia, que pudo heredar o 151

PÉREZ DE GUZMÁN, pp. 167-172. Francisco TORRES. Juan II de Castilla. Un rey para Ciudad Real. Ciudad Real, 2004, p. 48. 152

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copiar de su madre, privado de la imagen parental que le supuso la prematura muerte de Enrique III. Una madre que durante años se encerró con su hijo por miedo a que lo secuestraran. Torres atribuye a esta personalidad los rasgos de pasividad e indecisión, necesidad de sentirse aceptado, superficialidad, debilidad, cobardía ante la vida y valor en la guerra, tacañería, pereza, miedo a la responsabilidad (que descargaba en otros) y dependencia, por lo que el condestable, incluso, trataría de frenarle excesos. En otras circunstancias, sin mayores responsabilidades, habría sido un tipo comodón, apacible, que evita los problemas y el choque con los demás, de trato amable, educado, sociable y muy culto. Resultando, incluso, encantador. Por lo que, de alguna manera fue también victima de sí mismo.

2. EL PRIVADO Desde el punto de vista legal, recogido ya por Alfonso X, el monarca tiene el deber de recibir consejo. “Pero frente a los caballeros y oficiales, cuya integración a la corte deriva más bien del vasallaje o de la competencia, el “consejero o privado” se distingue, además, por su elección según criterios que configuran un reducto personalísimo del ámbito cortesano, el del sentimiento, de la emoción de la confianza y de la amistad”153. Y es así que con la privanza la relación del privado con el rey va a transcender el ámbito informal y privado, para pasar al terreno de lo institucional. Porque el privado no sólo ejerce un control sobre el rey, sino también sobre los instrumentos de gobierno. Álvaro de Luna, que era hijo natural del copero mayor de Enrique III, entró en 1408 en la corte. Hombre hecho ya (con unos 14 años más que el rey), llegó junto a don Juan cuando éste tenía 12 años y no se le escapó su carácter y su dependencia con respecto a él. Su gran baza en la vida era precisamente el monarca. Sin eso no era nadie, estaba perdido. 153

FORONDA, p. 76.

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El ascenso de don Álvaro gracias a la privanza fue asombroso. De mero page pasó a mestresala, camarero mayor de la Cámara de los Paños, conde de San Esteban de Gormaz, condestable de Castilla. Su patrimonio se vio incrementado con los despojos de los infantes, consiguió la administración del maestrazgo de Santiago en vida de don Enrique y a la muerte de éste fue promovido a ocuparlo. El privado cuando vio su ocasión pensó: “que él lo mandaria todo lo que los otros mandaban; como lo mandó adelante, é ovo el mayor estado que en España nunca se falla por las escrituras, nin por memoria de omes: ca nunca jamás fue ome en Castilla que Rey non fuese que gobernase tanto”154. No es objeto de este pequeño trabajo entrar en los posibles aciertos o errores del ejercicio de ese gobierno. El arma de don Álvaro es la astucia. Desvirtúa el consejo real y procura aislar al monarca de otras influencias. Una queja recurrente de los infantes, incluido Alfonso V, es que no podían acceder a Juan II, para hablar abiertamente y tratar de solucionar los problemas. Pese a que don Alfonso y don Juan tenían el mismo rango de reyes y el primero de ellos y don Enrique el doble parentesco de primos hermanos y cuñados. Su oportunidad la encuentra don Álvaro en las discrepancias entre los infantes don Juan y don Enrique y utiliza a aquel poniéndolo al frente de las represalias contra el maestre. En alguna ocasión intenta también utilizarlos contra la oligarquía nobiliaria. Oligarquía que opone a los infantes con una nobleza con frecuencia manipulada por las amenazas y las dádivas. El privado tampoco duda en provocar la guerra contra los hermanos, que, con frecuencia, queda en tablas. Y pese a que en dos ocasiones es apartado de la corte y separado del rey, siempre regresa. Usa la guerra y la diplomacia. De esta forma, como hemos visto, en el pacto de1423, en que participa Juan de Navarra, hay un reconocimiento expreso de la privanza. Contra el maestre y su partido. Pacto que dura hasta que el navarro hace sus reajustes en el verano de 1426, con otras reglas de juego que llevan al destierro al privado. 154

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DÍEZ DE GAMES, p. 212.

Para entender en esta cuestión se habían nombrado cuatro jueces. Y al no producirse un acuerdo entre Pero Manrique, el maestre de Calatrava y Fernán Alonso de Robles, el prior de San Benito ejerció su voto de calidad, emitiéndose la sentencia de que durante 18 meses el condestable no viese al rey, ni se acercara a la corte, sino que se retirase a sus tierras. E incluso apartan a los que éste había metido en la cámara del rey. Está bastante claro que Alfonso V desde 1425 impulsa a la crítica de don Álvaro la idea de la tiranía por la carta que en junio de ese mismo año dirige a Pedro Núñez de Herrera, segundo señor de Pedraza de la Sierra, en la que le anuncia su decisión de venir a Castilla, con objeto de visitar a su primo, solucionar los desórdenes causados por el privado y para que el reino se pudiera gobernar por los que deseaban el bien del mismo155. Acusa a don Álvaro de que el rey gobierna según sus deseos, no respetando el seguro dado al maestre, de promover el distanciamiento entre sus hermanos, del exilio de la propia infanta Catalina, con robo de sus bienes, de la extorsión al pueblo, de las presiones a su madre156. Por lo que, en su defensa, se pasó a hablar de la provisionalidad de la privanza, distanciándola de la idea de un sistema de gobierno. De hecho es en 1438 cuando ya se empieza a ver su dominio personal que confundía con la autoridad real157. Los ajustes de 1439 acabarían de nuevo con el condestable en el destierro. Zurita explica que la intervención en los asuntos de Castilla tanto del rey de Navarra como de los infantes Enrique y Pedro, se debía a que éstos “se tenían por privados de sus estados, no por el rey de Castilla, sino por los que se habían apoderado del gobierno del reino, y siempre perseveraban en sus confederaciones y ligas con los grandes que deseaban ver mudado el gobierno y sacar dél al condestable de Castilla”158. La guerra de 1429-30 es para don Álvaro de gran importancia, ya que pretendía postularse como jefe militar indiscutible y 155

AHN. Nobleza. Osuna, Cp. 108, D. 1. Lo recoje más extensamente ÁLVAREZ PALENZUELA, “Enrique…, p. 58. 157 SUAREZ. Nobleza…, p. 141. 158 ZURITA, Libro XIV, cap. I. 156

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buscaba la batalla en campo abierto desesperadamente, aunque no tuvo el éxito esperado. Es de notar que estando los infantes en Albuquerque el condestable acudió apremiándolos a que salieran a luchar. La respuesta, en evitación de derramamiento de sangre de su gente, fue el famoso desafío. Por el cual “los Infantes le enviaban á desir, que ellos non tenian por el presente tanta pujanza de gente como él para salir á pelear con él, con gente por gente; mas que el Infante Don Enrique, é su hermano… Don Pedro le enviaban á desir que se mataría con él, é con el conde de Benavente, persona por persona, é que assi darían mas presto fin a aquella guerra”159. De momento Luna, seguramente porque no podía hacer otra cosa y para ganar tiempo acepta e incluso propone que porque el Infante don Enrique es mas valiente de persona é de cuerpo que el Infante Don Pedro, aunque él es el mas flaco de acá160 que será quien se enfrente a Enrique e indica incluso que las armas fuesen cotas é celadas sin bavera, é quixotes sin canilleras, é dagas é espadas de armás161. Las condiciones sobre el lugar, sin embargo, hacen desconfiar fundadamente a don Enrique. Don Álvaro, además, mientras se acordaba el sitio, no mantuvo treguas, sino que seguía atacando. No es la única ocasión en que se propone al desafío. Se vuelve a este recurso en 1439, cuando “el Rey de Navarra y Infante Don Enrique y otros grandes de mis Regnos, diciendo que lo podian y lo deuian así fazer, por algunas causas que dixieron que a ello les mouia tocante a mi seruiçio y al bien común de mis Regnos, mandaron desafiar al dicho mi condestable”162. Para Marineo “en gran manera priuaua con el Rey don Juan de Castilla, cuya casa y reyno gouernaba absolutamente como señor de todo… temiendo que la presencia de tales huéspedes (los infantes) les podria drespriuar de la honrra: como era hombre 159

Crónica del condestable…, p. 98. Ibidem, 99. 161 Ibidem, 101. 162 RAH. Salazar y Castro. M-9, fol. 295. Y, según la Crónica de Juan II, también al maestre de Alcántara Gutierre de Sotomayor, ante lo que el monarca amenazó a don Enrique con quitarle de nuevo el maestrazgo y resto de sus bienes. 160

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muy sagaz y prudente de ingenio muy uiuo y tambien por todos modos y artes trabajaua por no tener el poder y auctoridad que tenia con el Rey su señor. Por lo qual hizo de manera que los dos Reyes primos hermanos viniesen en rompimiento y guerras mortales”163. Tampoco podemos negar al condestable gestos caballerescos y hasta la sinceridad de los mismos. Ya hemos visto que impide el asesinato del infante don Pedro y que cuando éste se encuentra enfermo, a petición de su hermano el maestre permite que acuda un médico de Portugal y manda mientras al del rey. Hay, en descargo de don Álvaro, quien justifica el secuestro que hace del rey y la tiranía ejercida por el hecho de haber promovido la consolidación del poder regio. Pero, en contra de lo que pudiera pensarse, para el privado el alejamiento de don Juan y la muerte de don Enrique tras la batalla de Olmedo no supone su definitiva y permanente consolidación. Don Álvaro no gozó del favor de la segunda mujer del rey, Isabel de Portugal. Tampoco parece que agradaba su posición al príncipe, con su propio valido abriéndose paso, el poderoso Juan Pacheco. Y en 1453 también va a ser víctima de una situación creada por él. Ya que, la aniquilación del privado está inscrita en el propio devenir de la privanza, así pues la muerte de Álvaro de Luna no es una suerte excepcional164. De esta manera, y no nos cabe duda de que también aquí estuvo presente la difamación y que las pruebas incriminatorias fueron insuficientes, el condestable, como su adversario el maestre don Enrique, tuvo un trágico final. La figura del rey, ya dañada, en una escalada de desprestigio, llegó con Enrique IV a la vergonzosa deposición figurada de la “farsa de Ávila”, 1465, uno de cuyos hacedores fue el maestre don Rodrigo Manrique, que había sido fiel a su antecesor el infante y después a doña Isabel. Con ella se pone fin al experimento de los contratos de privanza y el proyecto de legitimación e institucionalización de la misma. Los Reyes Católicos acabaron con las privanzas. 163 164

MARINEO SÍCULO, fol. 102 v. FORONDA, p. 124.

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3. LA NOBLEZA Con el cambio dinástico la nobleza vieja es muy escasa, con apenas los Lara. Enrique II opone a la alta nobleza una segunda, la de los parientes del rey. En la época que nos ocupa el número de nobles se va a incrementar sustantivamente, con una cada vez más abundante nobleza de emergente, que pretende desplazar a la alta nobleza y ocupar su espacio. De hecho la clientela de Álvaro de Luna estuvo compuesta por una nobleza media. La tendencia iniciada por el primer trastámara continuará con Juan I, Enrique III y Juan II, que van a encumbrar a esta nobleza frente a sus familiares. Es verdad que también ahora, con una valoración mayor del nivel cultural, Enrique III incorporó al consejo real a letrados y doctores165. Pero, paradójicamente, el absolutismo del rey Juan II y la desaparición de la escena política castellana de los infantes a raíz de la batalla de Olmedo no suponen el restablecimiento de la monarquía, que es utilizada por parte de la nobleza. No lo desean ni don Álvaro de Luna, ni don Juan Pacheco. Los nobles, que no cuentan con una estructura colegiada como en Aragón, van a hacer uso del asociacionismo de los bandos, los partidos, las confederaciones, como instrumento de la lucha política, con programas más o menos desarrollados y a veces, no siempre, sin otro proyecto que el beneficio personal. Con firmas que también sirven como escenificación de reconciliaciones, ya que no escasean los que cambian por motivos que van de la conveniencia al miedo o a los lazos familiares. Inminente ya la muerte de la reina Catalina de Castilla, madre de Juan II, el 1 de junio de 1418, firman y sellan en Tordesillas una confederación de paz y amistad el infante Juan de Aragón y de Sicilia, el infante Enrique, maestre de Santiago, el arzobispo de Toledo Sancho de Rojas, el condestable de Castilla Ruy López Dávalos, el almirante de Castilla Alonso Enríquez, los adelantados de Castilla y León y el mayordomo mayor de 165

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NIETO, “La monarquía…”, p. 50.

don Enrique, con un pacto por el que ratifican otro de recíproca amistad, de buenos y leales amigos y de ayuda mutua en caso de necesidad166. Pese a que, según Suárez, la rivalidad entre los infantes se advierte ya a finales de ese año y la nobleza se divide en dos bandos167. De este modo con el de Navarra estaban los árbitros del Consejo Real y los que contaban con el monarca y con su doncel Luna. Me refiero al arzobispo Sancho de Rojas, al mayordomo mayor Juan Hurtado de Mendoza, al adelantado mayor de Castilla Diego Gómez de Sandoval y a Fadrique Enríquez, conde de Trastámara. En torno a don Enrique se agrupaban los personajes más poderosos y los que sustentaban fielmente la política de Fernando I de Aragón en Castilla, que eran el condestable Ruy López Dávalos, el almirante Alfonso Enríquez y el adelantado de León Pero Manrique, padre del luego maestre don Rodrigo. Las alianzas resultarían más o menos estables. Tras la liberación de don Enrique, en 1427 encontramos junto a los infantes a los maestres de Calatrava y Alcántara, constituyendo un modesto partido, de momento. De cada día van viniendo los gordos, que todos son llamados con un reclamo168. Pedro de Velasco, el camarero mayor, Fernán Álvarez de Toledo, “el de Valdecorneja” e Íñigo López de Mendoza. Mientras que junto al rey, además del privado, están el arzobispo de Toledo, el almirante y el conde de Benavente. La posterior política matrimonial de don Juan y don Enrique conllevaría cambios de partido. Tampoco los seguidores, incluso los más leales, de don Enrique están siempre a su lado. Las dádivas y títulos hacen amigos. Así, mientras el partido aragonés se fortalecía si los infantes permanecían unidos, Pero Manrique, que obtuvo el condado de Paredes, en secreto preparaba un cambio de bando con el matrimonio de una de sus hijas con un hijo de Stúñiga.

166

AHN.Nobleza. Osuna, C. 496, D. 52. SUAREZ. Nobleza…, p. 119. 168 GÓMEZ DE CIBAD REAL. Carta IX, p. 15. 167

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Lo que no obsta para que, en momentos de tanta inestabilidad, se produzca el regreso al punto de partida ante situaciones adversas Es lo que ocurre después de escaparse de prisión el adelantado Manrique, cuando se juntó con él el almirante, llevando toda la grandeza y nobleza de Castilla, con don Pedro de Stúñiga, conde de Ledesma y se juntaron en Medina de Rioseco porque el rey “iba contra ellos por las armas; y todo el reino se puso a punto de guerra… y el caudillo de la parte contraria… era el condestable… a quien seguían muchos por su gran privanza”. Los nobles querían que el rey se hiciera cargo de las riendas para regir personalmente los reinos con su hijo. Insisten en la opresión de Luna y en que saliese de aquella sujeción, pidiéndole justicia y verdad; y que para pedirlo eran forzados y constreñidos por las leyes de aquellos reinos169. Avanzando hacia el final, como hemos visto, la reina María se unirá a sus hermanos. Y a ellos, para ser buenos y leales amigos en servicio del rey, el almirante don Fadrique, Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro, Rodrigo Alfonso Pimentel, conde de Benavente, Pedro de Stúñiga, Conde de Ledesma, Pero Manrique e Iñigo López de Mendoza170 e, incluso, en algún momento el príncipe. Liga que tendrá el poder, aunque con intereses distintos. Juan de Navarra para coordinarlos forma una comisión, a la que incorporó a un lunista, que consiguió que el rey firmara una especie de sentencia arbitral que contemplaba el definitivo alejamiento del condestable, la hegemonía en la Península de los aragoneses y el establecimiento de un gobierno justo y equilibrado. Unos y otros escriben y dan explicaciones a los procuradores de las ciudades, que tienen también su protagonismo e intentan a veces ejercer un poder mediador, mientras en las Cortes surgen quejas sobre el mal gobierno, que afectaba a la paz y con el temor de ser gravados con nuevos impuestos.

169 170

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ZURITA. Libro XIV, cap. LI. AHN. Nobleza. Osuna, C.1860, D.3.

V. PROPAGANDA Y JUSTIFICACIÓN

1. EL PODER DE LA PALABRA A lo largo de todo este conflicto abunda la correspondencia entre los protagonistas, recogida en gran parte en la Cronica de Juan II y por El Halconero, y con otras instancias, como los procuradores de las ciudades tratando de explicar, legitimar y, en ocasiones, hasta de anunciar una acción violenta, dentro de un ritual de lucha. La palabra, pues, se convierte en imprescindible como arma de confrontación política. Son cuatro las aportaciones fundamentales que aquella lleva a cabo en su aplicación concreta al desarrollo del conflicto: legitimar, reivindicar, difundir y perpetuar”171. Los intentos de justificación en momentos de crisis y discordias, para dar cada uno marco de legalidad a su actuación no era nada nuevo. Tampoco la propaganda política. Todo ello se vio ampliamente aplicado en la guerra fratricida que enfrentó a Pedro I, al fin y al cabo rey legítimo, y Enrique II, que tenía que justificarse. Ahora se llegaría, incluso, a la difamación como arma política contra don Enrique. 171 NIETO. “Más que palabras. Los instrumentos de la lucha política bajomedieval”, en Conflictos sociales, políticos e intelectuales en la España de los siglos XIV y XV. Nájera, 2004, pp. 165-204. P. 172.

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Los embajadores pueden llegar al papa. Así Juan II tiene noticias de “quel Rey de Aragon se habia embiado á quexar al Sancto Padre, diciendo, como él quisiera verse con el rey de Castilla, por cosas que mucho cunplian á él é á sus Reynos, é que el Rey de Castilla no habia querido dar á ello lugar por algunos malos servidores que cerca de su persona estaban. É que veyendo de cómo el Rey de Navarra y el Infante don Enrique su hermano rescebian muy grandes daños é agravios del Rey de Castilla, quél é su hermano el Rey de Navarra habian entrado hasta dos jornadas en el Reyno no haciendo daño alguno creyendo que sus hechos se podrían mejor hacer hablando personalmente con el Rey su primo que por cartas ni mensajeros”. Y, a pesar de que el privado salió al encuentro, él no quiso entrar en batalla, mostrando su intención ser buena y tras la intervención de la reina María de Aragón y el cardenal de Fox regresaron a sus reinos. Aunque, pese a la bondad de intenciones quel Rey de Castilla les hacia guerra cruel á él é á sus hermanos é á sus Reynos como a capitales enemigos, tomándoles los heredamientos que en Castilla tenían, suplicándole quisiese en estas cosas entender é remediar172. Proyección internacional que llega, así mismo, al rey de Portugal, que se ofrece como intermediario y le pide al castellano no haberse con tanto rigor contra estos Reyes é infantes con quanto se habia173. De cara a la buscada justificación las cortes castellanas de forma acelerada en los momentos previos a la batalla de Olmedo van a desarrollar una gran actividad con el resultado de una importante legislación, que profundizará en el absolutismo del rey. Para Pérez de Guzmán era difícil discernir la verdad: e si a los que al rey siguían non les lançaran delante los despojos de los otros, ellos fueran ante avenidores e departidores graçiosos que rigurosos esecutores como lo fueron174; la principal entençión toda era ganar, en manara que se podría decir que quanto a la 172

Crónica del señor rey..., Año 1429, cap. XLII, p. 283. Ibidem, año 1429, cap. XLIV, p. 284. 174 PÉREZ DE GUZMÁN, p. 196-197. 173

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pura verdad que lo único es que unos lo justificaron y legitimaron mejor que los otros175.

2. LAS CRÓNICAS El problema que se platea en la actualidad en lo que se refiere a la historiografía de la época es la difícil objetividad en las crónicas de personajes, donde la principal motivación del cronista es perpetuar de la mejor manera posible la memoria histórica de su héroe. No sólo nos referimos a la del monarca, sino a la de la nueva nobleza, la nobleza de los funcionarios, la de los linajes paralelos176. Con biografías caballerescas que tratan de engrandecer el origen del protagonista (caso de Pero Niño como hermano de leche de Enrique III), que pasará a sus herederos. Para el nuevo héroe resulta vital alegar los méritos de su servicio y la lealtad al rey. Lo que, naturalmente, éste recompensará con títulos y rentas. Casos como los Hechos de don Alonso de Monroy, maestre de Alcántara, la Crónica de don Álvaro de Luna, como el gran servidor real desde la política. O El Victorial de Diez de Games, con la crónica, remunerada, de Pero Niño, personaje que ha pasado a la historia como el modelo acabado y paradigmático de caballero. A la crónica caballeresca de El Victorial, que tiene el valor añadido de ser primera obra de este género en la Península, se le ha querido ver un interesante trasfondo177 de justificar la concesión del condado de Huelna, que Niño recibe a petición de Ál175

Ibidem, p. 197. Sara GÓNZÁLEZ. “Los linajes paralelos: legitimación funcionarial en las crónicas nobiliarias del siglo XV”, en Légitimation et linage en péninsule Ibérique au Moyen Âge. Revista e-Spania, 11 (2011), http:/e-spania.revues.org/20299. Consultado el 12 de febrero de 2013. 177 Carlos HEUSCH. “De la biografía al debate: espejismos caballerescos en el Victorial de Gutierre Díez de Games”, en eHumanista, 16 (2010), pp. 308-327. 176

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varo de Luna, quizá para atraerlo a su partido. Se le hace, algo importante, un lavado de imagen, recuperando aquella primera de sus orígenes con Enrique III y de lealtad incorruptible a la corona. Y ello por haber sido un destacado partidario del maestre don Enrique, posibilitando el golpe de Tordesillas al arrestar al mayordomo Juan Hurtado de Mendoza. Pero la opción política que significaba pertenecer al bando de los infantes, tras el golpe de Rámaga de Juan de Navarra y la batalla de Olmedo resultaba un inconveniente social y político. Por lo que en el Victorial, mientras se elogia la vieja heroicidad del conde de Huelna y sus expediciones marítimas, su proximidad con el maestre se desdibuja y el personaje aparece como un fiel servidor de Juan II y hasta se hace constar su amistad con Luna. De la Crónica de Álvaro de Luna, atribuida (o en la que participó al menos) a Gonzalo Chacón, comendador de Montiel, luego contador mayor de los Reyes Católicos y persona de máxima confianza de la reina, también se han analizado los móviles178. Entre ellos la defensa jurídica, la justificación de la concesión de cargos y mercedes y el deseo de explicar desde una nueva perspectiva los sucesos en los que participó el protagonista, ahora elevado a modelo historiográfico, con la exaltación del condestable, destacando sus virtudes. Se ha llegado a decir que la obra responde a un plan predeterminado, seleccionando el material histórico que se utiliza. Apuntaría ya la crónica que en la propia lealtad y entrega al rey y servicio a la corona estaría implícita la posterior caída. Pero la intencionalidad de la obra, que parece escrita inicialmente para su familia179, de dar una buena imagen y de rehabilitar su figura, puede enmarcarse en medio de la polvareda, rumores, etc. de los dilatadísimos pleitos por su herencia entre los descendientes. En cuanto a la vertiente didáctica “el autor intenta mostrar cómo el servicio a la corona y el aumento del poder absolutista del monarca frente a las cortes y al consejo real o a las oligar178 Gonzalo MONTIEL ROIG. “Los móviles de la redacción de la Crónica de don Álvaro de Luna”, en Revista de la literatura medieval, 9 (1997), pp. 173-196. 179 Sobre todo la rama de Pedro de Luna.

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quías nobiliarias es el medio de mejorar la situación política y económica del reino al tiempo que facilitar el ascenso en el escalafón social de los jóvenes hidalgos con ambición”180.

3. LAS MOTIVACIONES DE DON ENRIQUE El maestre no es un loco, ni en sí un alborotador, ni se mueve por impulsos. Acercarnos a sus móviles conlleva las limitaciones de la insuficiencia documental y de las crónicas, también con la correspondencia recogida en ellas que dirigen los infantes tanto a su hermano el rey de Aragón, como al monarca castellano. La cuestión de estado se convertirá en motivación fundamental y recurrente. Convencido, no me cabe duda de ello, de que sus actos encontraban justificación en el derecho. Así en Las Partidas de Alfonso X181 en cuanto a cuidar de su primo Juan II, más aún por la incapacidad de éste para ejercer las funciones 180

Ibidem, p. 188. Es fácil reconocer en la carta a la que luego nos referiremos la influencia de Las Partidas: “Tyrano tanto quiere decir, como Señor, que es apoderado en algund Reyno, o tierra, por fuerça o por engaño, o por traición. E estos atales son de tal natura, que despues que son bien apoderados en la tierra, aman mas de fazer su pro, maguer sea daño de la tierra, que al pro comunal de todos, porque siempre biuen a mala sospecha de la perder. E… usaron ellos su poder siempre contra los del pueblo, en tres manaras de arteria. La primera es que estos atales punan siempre que los de su señorio sean necios, e medrosos, porque quando tales fuesen non ossarian leuantarse contra ellos, ni contrastar sus voluntades. La segunda es que los del pueblo ayan desamor entre si, de guisa que non se fien vnos de otros, ca mientras en tal desacuerdo biuieren, non osaran fazer ninguna fabla contra el, por miedo que non guardarían entre si fe... La tercera es, que punan de los fazeer pobres, e de meterles a tan grandes fechos, que los nunca puedan acabar; porque… nunca les venga al corazón, de cuidar a fazer tal cosa, que sea contra su señorio. E sobre todo esto, siempre punaron los Tyranos de estragar los poderosos, e de matar los sabidores, e vedaron siempre en sus tierras cofradías, e ayuntamientos de los omes, e procuran todavía de saber lo que se dize, o se faze en la tierra, e fian mas de su consejo, e guarda de su cuerpo, en los estraños… que en los de la tierra, que han de fazer seruicio por premia. Otrosi dezimos, que maguer alguno ouiesse ganado señorio del Reyno…, que si vsase mal de su poderío en las maneras que de suso diximos en esta ley, que pueden decir las gentes Tyrano…” (Segunda partida, título I, ley X). “Esso mismo dezimos… si le prisiesse, deue auer atal pena, como si le matasse; porque… por la prisión le dasapodera deshonrradamente” (Título XIII. VI). 181

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de gobierno, y guardar al rey de sí mismo. Como en lo que se inscribía en el capítulo del secuestro por parte del privado, que para él, como para una serie de tratadista sobre la privanza, ejercía un gobierno tiránico, puesto que una de las características principales de la privanza es la asunción por el privado de las funciones reales. A ello se une que, si seguimos a Pérez de Guzmán182, al caballero corresponden competencias más allá de la ciencia militar, del ejercicio de las armas, puesto que lo que se consideraba la cordura caballeresca debe orientarse además a la política, ejerciendo así también la nobleza una función social. “Muchos eran también los afiliados al bando enemigo de D. Alvaro, y principalmente al de los hermanos de la Reina, que, meditando la ruina del Privado, se declaraban abiertamente defensores de la independencia del Monaraca”183, puesto que, según Palencia, al condestable sólo le faltaba ostentar el título de rey. El enfrentamiento con el mismo y la tiranía que se le atribuye, se plantea como cuestión de estado en la propia crónica de Juan II. Abunda en ello Gómez de Cibdad Real en 1437 cuando avisa a Pedro de Stúñiga que tenga cuidado. “La persecucion que se face al Condestable es mas mucho que de primero grande: é la gente destado que sigue al Infante don Enrique, á fin de aterrar al condestable es muy más declarada”184. Pero como cabría, según él, una negociación entre los rivales a través del ayo de don Enrique Ruy Martínez de Vera, le aconseja que no se separe de los amigos declarados del infante, ni se mal avenga con Luna, por si llegaran a algún acuerdo. En efecto, altas cuestiones llevarían a don Enrique tanto a acatar la autoridad de sus hermanos mayores como a suscribir, junto con todos ellos un acuerdo de amistad con el condestable en Segovia el 30 de marzo de 1428, comprometiéndose solemnemente a respetar su persona, dignidad, estado y bienes, así como 182 Luis FERNÁNDEZ GALLARDO. “Disidencia política y nuevos valores nobiliarios en Generaciones y semblanzas”, en En la España Medieval, 25 (2002), pp. 267-297. 183 PALENCIA, p. 6. 184 GÓMEZ DE CIBDAD REAL. Carta VIII, p. 13.

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a guardar al monarca y al príncipe. Se contempla, así mismo, el compromiso de que a la reina, su hermana, se le guarde la dignidad que le pertenece, tanto en las buenas relaciones con el monarca, como en la honra que éste le debe y corresponde a los reyes tener a sus mujeres. Ella, por su parte, le mantendría el debido respeto185. Definitiva es una carta extremadamente dura, recogida por el halconero de Juan II, que en 1440 el maestre, del que ignoro su participación concreta en la misma, don Juan y el resto de grandes de su partido, dirigen al monarca186, cuando Juan de Navarra decide cambiar de estrategia y librar la batalla en palacio en vez de en el campo: “Porque de las cosas que… dezir entendemos las más se aderençan al desordenado rregimiento de vuestros rreynos procurado por el vuestro condestable, desque vuestra señoría lo fizo e subió en el estado que es, usando entera e largamente de todo vuestro rreal poder, así avsoluto como ordinario, e posponiendo la onrra e preminençia que debidas eran a vuestra magestad rreal; e como los sabios antiguos fablasen, dos maneras de prinçipar e señorear sobre gente, la vna natural, derecha e vuena, la otra tiránica e contraria, a vuestra señoría collegan que a otro más largamente conosçer quál de las dichas dos maneras el dicho condestable escogió e usó en el dicho rregimiento, e cosas por él fechas, usurpando el dicho vuestro rreal poder, e queriendo someter e sometiendo a sí todo quanto es, e fazerse monarca en vuestros rreynos”. Le recuerdan las que, a su entender, son virtudes y obligaciones de un rey: amar a Dios y ser buen cristiano, que sus leyes beneficien a todos (no a una minoría) y se cumplan una vez promulgadas, que sus actos sean encaminados al bien común del pueblo, que respete la honra, que trabaje por hacer buenos a los súbditos. Encuentran muy provechoso que administre bien las rentas del reino. Que ame a los de toda condición social, porque de ello nace la lealtad, sin menospreciar a ninguno y cuidar que 185 186

AGS. PTR, Leg., 11, doc. 68. CARRILLO, p. 320-33.

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sean honrados grandes y nobles. No debe ser cruel y su cuerpo será guardado de sus naturales al ser amado por sus virtudes. Lo contrario que hace el tirano, que en vez de amar a Dios y respetar la ley actúa de manera improcedente para satisfacer su codicia de poder, que las leyes que adopta es en provecho personal suyo y perjuicio del pueblo, que acaba con los bienes de los súbditos. Que con el ansia de aver para desordenados provechos, que no acata ni cuyda del bien común187. Que para encubrir sus costumbres perversas quiere que todos sean malos y haya divisiones entre ellos. Que se beneficia de los recursos públicos y no los invierte en cosas de provecho. Que no ama a los naturales del reino, sino que desconfía de ellos por las sinrazones que les hace y le agradan sus injurias y males. Que, como teme su caída y sospecha que le puede venir por los mayores del reino, les procura la muerte y destrucción. Que como el tirano es desconfiado, más de los mayores, usa del temor para prolongar su estado y fía a los extranjeros la guarda de su persona. Añaden que la estrategia del tirano para mantenerse en el poder consiste en procurar la muerte y destrucción de los grandes, no permitirles que hagan concordias o confederaciones y poner espías en las ciudades para que el pueblo, por miedo, no se queje de él. Alaban las cualidades de que el monarca está dotado para ejercer un buen gobierno, pero el condestable con muy justa e legítima rrazón neçesario es mereçedor ser reputado e tenido por conoçido tirano188. Y piden al rey se informe bien. Acusan al privado de que olvidando quien él hera189, una vez que ganó el favor de Juan II, para encumbrarse, apartó a los de la casa del rey y después a todos los grandes, donde empezaron los males. Que controló la hacienda pública, poniendo a oficiales afines para actuar impunemente. Que pretextando necesidades inexistentes gravó mucho al pueblo, el cual llegó a tan estrecho grado de pobreza, que a vuestra alteza non es posible de sus faziendas se podría más seguir; porque así para syenpre son 187

Ibidem, p. 322. Ibidem, p. 323. 189 Ibidem, p. 324. 188

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destruidos190. Y, aún peor, que esos impuestos fueron recogidos por recaudadores puestos por el condestable y de ellos quenta bien non se á dado191, acusándolo con algún dato concreto de malversación de fondos, que en parte guardaría en Venecia. Que había embargado elecciones a dignidades eclesiásticas, que dio a personas no idóneas, por simonía, contra decreto de la Santa Madre Iglesia y de su livertad… E aun esto mesmo á fecho en algunas Órdenes Militares192. También enajenando perpetuamente en su beneficio rentas y derecho de órdenes religiosas, sobre lo que aportan algún ejemplo. Se quejan de los impuestos desproporcionados, como el corretaje de Sevilla, lo que provoca robos en la ciudad. De que de él depende el nombramiento de oficios e, incluso, intercepta cartas de mercedes otorgadas por el rey, mostrándose más poderoso que vuestra merced e alta señoría193 y se apoderan de ciudades y villas los oficiales puestos por el condestable. Que ha puesto, igualmente, a los de la casa y corte del rey, los letrados del consejo, que él controla, y el relator. Que se hace con todas las tenencias y alcaidías de las villas y castillos que vacan. Añaden que a los que beneficia guardan a él el amor, servicio y fidelidad que correspondería al monarca, que sólo conserva de rey el nombre. Que por mantener su posición, mal cimentada, ha llegado a difamar a grandes con deslealtades que no se les podría atribuir a ellos ni de pensamiento, persiguiendo, desheredando y desterrando a los propios infantes. Lo responsabilizan de la muerte de otros, como don Fadrique, el conde de Luna, Fernán Alfonso de Robles y Sancho Fernández de León, de la prisión de Pero Manrique, de destierros, de sobornar a los que no pudo someter. Aunque no consiguió corromper a algunos, que salvo la debida fidelidad al rey, optaron por mantener la lealtad al honor de su linaje. Y hasta que nadie se atreve a enviar a la corte para criarse allí a sus hijos e hijas. 190

Ibidem, p. 325. Ibidem. 192 Ibidem, p. 326. 193 Ibidem, p. 327. 191

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Terminan indicando el grado de sometimiento del rey, porque, aunque otros reyes tuvieron privados, ninguno lo fue tanto. Llegando al menosprecio del monarca y falta de reverencia, matando en su presencia a un escudero de Arévalo, apaleando a un mozo que se acogió al rey, con sus gestos y otras cosas. Y le suplican, dicen, con recta intención de fieles y leales vasallos que le plega dar horden a la rrestituyción de su libertad rreal e poder e onrra194. Le movería, por otro lado al maestre, dentro de su sentido de la justicia, el mantenimiento de la política de su padre y lo que parece fueron sus disposiciones en cuanto a que don Alfonso estaba destinado a Aragón, don Juan a Navarra y a él le correspondería ocuparse de los asuntos de la familia en Castilla. A lo que uniría la reivindicación de lo que le fue usurpado. Y no sólo por cuestiones económicas, sino por cuestiones jurídicas, del derecho que le corresponde y que un monarca está obligado a respetar, también en cuanto a lealtades familiares y proyectos matrimoniales. Por ejemplo, en lo que se refiere a las demoras del rey para contraer matrimonio tras los esponsales con doña María y los impedimentos para el del propio don Enrique con la infanta doña Catalina, que es probable que ya estuviera concertado si consideramos que cuando se llevó a cabo y con el poco tiempo que se ejecutó contaban con la preceptiva dispensa papal. De todas formas una cosa parece bastante cierta, y así nos lo indica también la documentación que estoy utilizando, los infantes de Aragón y sus partidarios nunca quisieron atacar personalmente al rey y siempre lo trataron con el máximo respeto, de manera que en todos estos tiempos non se podía decir con verdat que açerca de la persona del rey oviese de fecho nin aun de dicho peligro alguno195. Siendo así que a todos es notorio que quando en Tordesillas… entraron en el palaçio del rey, que fue el primero insulto de aquel tiempo,… e estovieron con el rey más de siete meses. Si alguna maliçia quisieran fazer asaz ovieron lugar para ello196. Mientras que, por el contrario, le dejaron al privado 194

Ibidem, p. 333. PÉREZ DE GUZMÁN. Generaciones…, p.194. 196 Ibidem, p. 192. 195

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junto a él por complacerlo e sienpre fue acatado como rey e señor natural197. Lo que fue una constante. Y al ser el condestable expulsado de la corte, cuando entraron por las armas en Medina del Campo sienpre el rey fue guardado e acatado con toda homill reverençia198. En Rámaga cuando el de Navarra, el almirante y el conde de Benavente con abtoridad del prinçipe don Enrrique se apoderaron del palaçio e estovieron cerca del rey un año en Tordesillas, toda vía la onrra e persona del rey fue guardada199.

4. LA DESLEGITIMACIÓN DEL ENEMIGO Desde unos meses antes de la batalla de Olmedo (19 de mayo de 1445) se va a pasar por la tregua, las negociaciones y, al final, por una intensa actividad legislativa para aportar otra interpretación al derecho en vigor utilizado por los infantes y los suyos y de esta manera deslegitimar su causa, con una afirmación del absolutismo en las Cortes de Olmedo de 1445. Puesto que la búsqueda por el entorno del privado de la justificación legal llega a sus cotas más altas en los momentos previos a la batalla, como ha estudiado Álvarez Palenzuela200. Ya que se trata no sólo de vencerlos, sino de desmontar los argumentos jurídicos de los infantes. Pero, conforme avanzan los acontecimientos hasta esa batalla, si seguimos a Zurita y a Abarca, con la debida prudencia, se produce un salto institucional cualitativamente importante, desde la primitiva idea, a la que fueron los infantes animados por los grandes, de que el maestre don Enrique debía sustituir al condestable en la gobernación del reino201. 197

Ibidem. Ibidem, p. 193. 199 Ibidem, p. 194. 200 ÁLVAREZ PALENZUELA. “Monarquía y Cortes: la preparación jurídica de la batalla de Olmedo”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CCIX, cuaderno 1 (2012), pp. 7-28. A él me remito. 201 ZURITA. Libro XV, cap. XXIX. 198

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Ahora ese papel lo asumiría don Juan, al que le atribuyen como respuesta a unos clérigos que le piden cesara y dejase en libertad al rey castellano: “No entienda el rey de Castilla ni su hijo el príncipe que, si se hubiese de comenzar esta pelea, que non meteremos las manos fasta los cobdos, así en él como en el príncipe su hijo como en los otros; e quien venciere, reinará”. Y la guerra se comenzaba a encender, de la misma manera que si se hubiera de contender por la sucesión de aquel reino”202. Aunque fuentes cronológicamente más próximas hablan de la petición por parte de don Juan al de Castilla de apartar a Luna y dejarle a él las tareas de gobierno. Un paso más consistiría en pedir a Alfonso V, en ese momento inmerso en los asuntos de Italia, a través del prestigioso Ferrer de Lanuza, justicia de Aragón, “que tuviese por bien de ponerse en el regimiento de aquellos reinos de Castilla; y por su parte ayudar a fundar en ellos la paz, y sosiego que convenía visto que el rey de Castilla y el príncipe su hijo por sus indispusiciones no bastaban a ello, y que más principalmente que al rey de Navarra y al infante tocaba al rey el respeto e interese de aquello, según de todo había sido informado por don Pero Núñez Cabeza de Vaca”203. Según Abarca, los infantes enviaron decir a su hermano Alfonso que sólo con que llegara la noticia de su desembarco en Barcelona “podía dar principio al govierno de los Reynos de Castilla, como de los suyos, porque la indispusicion del Rey y Principe; las tiranias de los Validos; y el consentimiento de tantos Grandes y Caualleros; el destrozo de todos los Pueblos; la corrupcion de las costumbres: y las injurias contra los de la sangre real, hazian facil y justo este remedio… a quien era, como él, Cabeza de la Familia de Aragon, y Sucessor cercano de la Corona de Castilla”204. Que con su mano podia, si quisiese, disponer la Monarquia de España; para que unidos todos los Reynos, formassen un cuerpo205. 202

ZURITA. Ibidem. ZURITA, cap. XXXV. 204 ABARCA, fol. 219. 205 Ibidem, fol. 219 v. 203

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Los momentos previos a la batalla son de mucha actividad. La petición de ayuda de los infantes a su hermano el rey de Aragón. Las negociaciones, que no llegan a buen puerto y la petición que el propio Alfonso V pudo hacer a sus hermanos de que las interrumpan, con el peso de la muerte de las reinas sus hermanas y las sospechas de envenenamiento. Del otro lado, en marzo se lanzan contra el partido de los infantes unos autos con pregones, en los que se les acusaba de haber roto las treguas, de provocar destrucciones (que también causaron los del privado) y de felonía. El condestable tiene ahora de su lado a Portugal, aunque las Cortes no resultaron tan favorables como se esperaba, exigiendo al rey que se les garantizara la devolución de las sumas de dinero que fueran aprobadas, así como que el enfrentamiento fuera para recuperar el poder de la monarquía. Al mismo tiempo que no se llevaran a cabo nuevas confiscaciones a los partidarios de los infantes y, si ocurriese, que no se repartieran los despojos entre los contarios, sino que fueran incorporados a la Corona. Cuando todo estaba dispuesto para una batalla que querían llevar hasta el final, don Álvaro, que se consideraba en aquel momento en desventaja, dio largas y quiere seguir negociando para intentar atraerse a algunos del partido contrario. En las conversaciones el almirante de Castilla y los condes de Castro y de Benavente piden la justa restitución de los bienes que se les han incautado. Y para los infantes el principal escollo de cara al entendimiento era el estado de tiranía, advirtiendo que acudirían al papa. Pero a sus contrarios no sólo les va a llegar como refuerzo militar el conde de Haro con sus gentes y la esperada ayuda del maestre de Alcántara sino que el rey va ganándose a las Cortes para ese reforzamiento de su autoridad, aunque éstas le reclaman medidas de garantías, porque desconfían de su firmeza. En las Cortes de Olmedo tiene que acceder el monarca a una antigua petición y se aprueba que se impida por ley el aumento del número de oficiales en las ciudades, que se amortizaran las vacantes y se redujera el número de los incrementados. Y ello por

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la violación de los privilegios ciudadanos y por el incremento económico que suponía. Mientras las Cortes defendían sus derechos, se les va a pedir para presentar al monarca una argumentación jurídica, de la que es artífice el entorno de don Álvaro de Luna y el obispo Lope Barrientos, para desmontar la cobertura legal que justificaría las acciones de los infantes, apoyándose en Las Partidas y el Ordenamiento de Alcalá de Alfonso XI y que, aunque parezca paradójico defendían hacerlo siempre para guardar al rey (incluso de sí mismo) y su libertad. Protegiéndole de los que quisieran matarlo, apresarlo, herirlo, destronarlo e ir contra él y su fama. Pero también guardar al reino contra enemigos internos y evitar la traición. La cuestión es interpretar toda esta doctrina jurídica y se hace negando la mayor, el motivo de los infantes para “impedir que el rey, a sabiendas, actúe contra sí mismo, el honor de su linaje, y el interés del reino, e impedir su propósito a quienes maliciosamente le aconsejan en ese sentido. No lo es, porque, como recoge el Ordenamiento, es pública y notoria la virtuosa condición del monarca, como rey cristianísimo”206. El alegato concluye con una serie de acusaciones a los infantes y se contempla que pueda argumentarse sobre posibles contradicciones en las leyes, si apareciese una fisura que pudiera justificar a los infantes. Contradicciones que serían resueltas sólo por el rey. El Ordenamiento de las Cortes de Olmedo tiene fecha de 15 de mayo de 1445.

206

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Ibidem, p. 21.

VI. LA COSA PÚBLICA

La vida política de don Enrique comienza con un estado de excepción, el llamado fecho de Tordesillas, y concluye con su propia muerte tras la batalla de Olmedo. En medio el distanciamiento entre él y su hermano Juan, las acusaciones falsas, la prisión, la escalada del valido Álvaro de Luna y, más tarde, de Juan Pacheco, la confiscación de bienes, la privación del maestrazgo, las treguas, las difíciles negociaciones y la guerra. Tema éste más estudiado207 y sobre el que me limito a señalar las líneas principales y las acciones más relacionadas con nuestro personaje. Don Enrique tiene su sitio en Castilla, donde se encontraba a la muerte de la reina Catalina de Lancaster el 2 de junio de 1418, y donde ya poseía una base y una situación de poder con el maestrazgo de la orden de Santiago, que se incrementó al cederle su madre los condados de Alburquerque y de Ledesma, junto a otros lugares. En Castilla contaba con el apoyo de los seguidores de la política de su padre, como el condestable Ruy López Dávalos y Pero Manrique. El ascenso del mayordomo Juan Hurtado de Mendoza, que formó un bloque compacto con Sancho de Rojas (en otro tiempo muy leal al de Antequera) y Álvaro de Luna, complicó pronto una situación en la que no se respetaba el turno de los partidos. 207 Puede consultarse a Suárez Fernández, a Porras Arboledas, a Álvarez Palenzuela y el resto de la bibliografía que se va citando.

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1. EL FECHO DE TORDESILLAS El origen puede encontrarse en el testamento de Enrique III: “mando que tengan al Principe mi hijo Diego Lopez de Astúñiga mi justicia mayor, é Juan de Velasco mi camarero mayor: é quiero é mando que estos, y el obispo de Cartagena con ellos, el qual yo ordeno para la crianza y enseñamiento del dicho Príncipe, tengan cargo de guardar, y de regir é governar su persona del dicho Principe…, hasta que él haya edad de quatorce años, é otrosí de regir su casa”208. Y añade é mando quel dicho Principe… esté en aquel lugar é lugares, que ordenaren los susodichos que lo han de tener e guardar209. Serían regentes la reina Catalina y el infante Fernando salvo en lo que atañe á la tenencia é guarda del dicho Principe210. Dispone la renovación de los miembros del consejo real y ordena que los hijos de don Fernando, sus sobrinos, quando fueren de edad, que sean del dicho Consejo211. Sin embargo, tras ser declarado mayor de edad Juan II con catorce años, aceptó la sugerencia de Álvaro de Luna de trasladarse a la residencia de Hurtado de Mendoza, con lo que ambos lo tenían constantemente vigilado. Todavía el 15 de marzo de 1420 el infante Enrique aparece el segundo (el primero es Juan) confirmando un privilegio rodado del rey castellano212. Poco después se produciría el golpe de Tordesillas, hecho sobre el que la historiografía ha volcado sus descalificaciones hacia don Enrique. Y no falta quien plantea un debate sobre la monarquía y las atribuciones del rey. El motivo es que Hurtado de Mendoza, considerado un buen caballero con la grand privanza, é malos consejos… facia en el Reyno algunas cosas que non eran bien fechas, é se presumia ser fechas peores de alli adelante213, sin permitir la presencia de 208

Crónica del señor rey... año MCDVI, cap. XX, p. 11. Ibidem, p. 12. 210 Ibidem. 211 Ibidem, p. 13. 212 VELASCO y otros. p. 490. Cuellar, que era del patrimonio de don Juan I de Navarra, fue entregada a Álvaro de Luna por el rey de Castilla el 23 de julio de 1444. Ibidem, p. 957. 213 DÍEZ DE GAMES, p. 208. 209

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otros caballeros en la casa del rey, haciendo pasar todo por su mano. “Estando el Rey en Madrid trató é sacó maneras como el Condestable Don Rui Lopez, é Pero Manrique fuesen echados de la corte, porque non consentian, nin acordaban con él en algunas cosas que eran contra justicia é deservicio del Rey, é daño del Reyno: é porque decian que era bien que el Rey casase, que era yá de edad. Juan Furtado, nin el Infante Don Juan, nin el Arzobispo non querian que casase el Rey, nin consentian en ello, por quanto entendian el lugar que tenian cerca del Rey, é en el Reyno. E el Infante Don Enrique yá se guardaba del Rey, entendiendo que sus contrarios andaban cerca dél”214. El golpe se llevó a cabo al amanecer del domingo 14 de julio de 1420, cuando entró el maestre en palacio y sacó, eso sí, respetuosamente, al rey, llevándolo consigo. Se le unieron el arzobispo de Sevilla, Diego de Anaya, una de las más importantes personalidades de la iglesia castellana, y Rodrigo Alonso Pimentel, conde de Benavente. Está también Pedro Fernández de Velasco. Aunque pensemos que el maestre, pese a su juventud, no se dejara manipular, lo que está claro es que no le podemos atribuir responsabilidad individual, sino que por su rango encabezó el golpe. La ausencia de su hermano Juan, en Navarra por motivo de su boda, era momento propicio. Se ha atribuido la iniciativa al condestable y albacea testamentario de Enrique III, López Dávalos, que se sentiría postergado por el nuevo grupo, a Pero Manrique, a quien Zurita consideró el principal artífice y ministro de todas las alteraciones215 y a Garcí Fernández Manrique. Pero Niño fue quien detuvo a Hurtado. Quizá el mayor error para ellos fue infravalorar el poder que sobre el monarca ejercía Luna, entonces un doncel con el que tenía gran confianza, al que dejaron por cortesía hacia el monarca a su lado. Algunos señores eran partidarios de apartarlo, pero Dávalos pidió que se quedara que non era convenible cosa forzar la voluntad del Rey216,… e pues que ellos punaban por la justicia é por la verdad, que non debían aver cuidado de los decires217. 214

Ibidem. ZURITA. Libro XV, cap. VII. 216 DÍEZ DE GAMES, p. 211 217 Ibidem, p. 212 215

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Más que a la reivindicación del momento, algunos piensan en los conflictos sobre la legitimidad del rey. Mientras que don Álvaro de Luna tomó conciencia de que la forma de garantizar su posición política consistía en controlar totalmente la persona del monarca y los instrumentos de gobierno218. Juan II, que tanto en público como en privado afirmaba estar libre, justificó el golpe con una carta al reino, en la que utiliza los mismos argumentos de los procuradores de las Cortes, presentes algunos de ellos, para tranquilizar al pueblo. A petición de los mismos el rey casa el 4 de agosto con doña María, uno de los objetivos del maestre, con quien, a excepción de los de Burgos, están los procuradores. La solemne reconciliación en las Cortes convocadas en la catedral de Ávila “apuntaba a la voluntad de obtener el máximo aprovechamiento político de la ocasión, en el sentido de legitimar con toda rotundidad el derecho, incluso el deber, de los magnates de recurrir a la fuerza, cuando se advertía alguna desviación o incompetencia regia, para, de este modo, recordar al monarca sus obligaciones políticas o, más bien, las que ellos entendían como tales”219. En ese acto “se creaba un marco de legitimación de la asonada como instrumento adecuado a tales contextos. De hecho, su aplicación se reproduciría con harta frecuencia tras la aceptación regia de tal método de afirmación política”220. Sin embargo entonces la constatación de que el rey lo aprobó y mandó a todos que lo hicieran así se encuentra, más allá de las crónicas, en la propia documentación. Afirmaba el rey que no se había ido contra su voluntad. E el rey, si le pesaba, ó non, respondió que todo lo que ellos facian estaba bien fecho, é que ficiesen como mejor cumplia á su servicio221. Es más, el 8 de agosto de 1420 desde Ávila dirigía una cédula al concejo de Burgos sobre las turbaciones promovidas por el arzobispo de Toledo, que habían inducido a los infantes Juan y Pe218

NIETO. “La monarquía..., p. 55. Ibidem, p. 56. 220 Ibidem. 221 DÍEZ DE GAMES, p. 210. 219

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dro para que con el arzobispo y algunos de su consejo dirigieran cartas a las ciudades “diciendo que el mi condestable de Castilla e Garcí Fernández Manrique e el mi adelantado Pero Manrique e a otros con ellos ynduzieran al ynfante don Enrrique, mio primo, maestre de Santiago. E que con su esfuerço e fauor me tomaran e tengan con fuerça contra mi voluntad. E que hizieron prisiones e otras cosas desaguisadas a çiertas personas del mi consejo e a otros de los que conmigo estauan, hechándolos de la mi corte… E diziendo por las dichas sus cartas que todo esto fuera fecho en grand deseruiçio mio…”222. “La verdad es ésta, que el dicho ynfante don Enrrique…, otrosí los dichos… que conmigo están,… todos como buenos e leales vasallos, lo que me heran y son tenudos, asy como a su rey señor natural, zelando mi seruiçio e el bien público e común de los mis reynos e sennoríos, con buena e sana e limpia yntençión”, mientras que los que antes estaban cerca de él actuaban “muy mal e desordenadamente en grand deseruiçio de Dios e mío e en grand danno de los mis reynos”223. Insistiendo en la lealtad y la limpia intención de don Enrique. Para el fracaso del proyecto son decisivas dos cosas: la influencia que don Álvaro de Luna ejercía sobre el monarca y la intervención de Juan de Navarra, que reunió sus tropas en Peñafiel, aunque si atacar, mientras que la madre de ambos ejerce un papel mediador. Se habían constituido dos grupos oligárquicos encabezados respectivamente por cada uno de los infantes. Enrique no es partidario de que el gobierno quede en manos de una oligarquía amplia y sitúa al frente de la suya al condestable Dávalos, a Pero Manrique y a Garcí Fernández Manrique. Lo que produce el malestar de otros nobles que, habiendo apoyado el golpe, no tienen tanta relevancia. Algo que no se le escapó al privado, lo mismo que la desunión de los hermanos. Estando en Talavera, a donde el maestre se había desplazado buscando la proximidad de los territorios de la orden de Santiago, con el pretexto de una partida de caza y siguiendo un plan elaborado por el privado, el rey se fuga en la madrugada del viernes 29 222

AGS. CCA, Div, 11,9. Fol. 1.

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de noviembre. Don Enrique es informado de ello cuando estaba oyendo misa. A partir de aquí la espera por su parte de las órdenes del rey, los mensajes con la exigencia de Juan II de que licencie sus tropas (que el maestre justifica como de protección) y pide que su hermano Juan haga lo propio, la petición de subsidio a las cortes por parte del rey para ese fin, la búsqueda de don Enrique de lugares más seguros, como Ocaña o Montiel, en territorios de su Orden y el intento de destruir los adversarios de su partido, enviando embajadores a los miembros más importantes para que abandonaran al infante. Algo que sólo consiguieron con el adelantado de Murcia Núñez Fajardo, pero que provocó una guerra civil en el ducado de Villena. El proyecto último consistía en destruirlo a él mismo, sin que consigan ni el maestre ni su mujer ser recibidos y escuchados. Tampoco la reina Leonor, su madre. Así las cosas, el 23 de septiembre de 1421 don Enrique manda hacer alarde a sus tropas en El Espinar y las licencia. El rey disuelve también un importante ejército y ordena al maestre que acuda ante él, negándose a darle el seguro que pide para él y para los suyos. A pesar de los ruegos de la infanta Catalina y de los procuradores de las ciudades. A ese momento se puede deber un documento sin fecha, en el que los “procuradores de las vuestras çibdades e villas de los vuestros regnos avemos entendido lo que de vuestra parte ante la vuestra muy alta señoría nos dixo el arçobispo de Toledo çerca de lo que la sennora reyna de Aragón… e el arçobispo de Santiago vos auían suplicado de parte del infante don Enrrique... E lo que vuestra merçed çerca de ello auía respondido. Sennor,… paresçenos que lo que vuestra merçed le respondió fue muy beninamente e por buena vía. E que ante de todas cosas el… infante… deue luego derramar la gente. Porque los grandes dannos que por este ayuntamiento de gentes en vuestros regnos se ha fecho e fase de cada día çesen. E que ponga luego sus fechos e derechos ante la vuestra merçed. E fasiéndolo luego así, suplicámosvos con la mayor humildat e reuerençia que po223

90

Ibidem, fol. 2.

demos que vuestra merçed se quiera aver con el dicho infante… muy beninamente, oyéndolo en justiçia e guardándole su derecho. Lo qual… los de los vuestros regnos rogámosvos terna en mucha merçed… E que como vos… seades rey e sennor, al qual pertenesçe aver más sentimiento de las grandes cosas e dannos descomunales que en los vuestros regnos e señoríos se han fecho e fasen de cada día por el dicho ayuntamiento de gentes, que vuestra merçed deue abreuiar estos fechos con buena tenperança e maduro consejo, por tal manera que los escándalos e dannos de vuestros regnos çesen, poniéndoles término breue a que derrame la dicha gente. E, sennor, çerca de esto e de las otras cosas vos pedimos por merçed que vuestra altesa aya deliberación con los del vuestro muy alto consejo lo que deue faser”224. Finalmente, el 21 de abril de 1422, tras largas negociaciones, el rey con orden de que vaya a su encuentro a la mayor brevedad concede el seguro desde Toledo, porque “vos posistes en ello algunas escusas e espeçialmente disiendo que teniades en mi corte algunos contrarios e enemigos. Por ende yo por esta mi carta vos aseguro que non seades preso nin detenido nin enbargado nin ferido nin vos sea fecho otro mal nin danno en vuestra persona en vuestra venida a mi nin en la stada nin en la tornada a donde quisierdes”225. No le queda a don Enrique otra opción que obedecer al rey, asumiendo el riesgo del que era consciente, y se compromete a comparecer en un plazo de catorce días. Lo que cumple, presentándose ante Juan II en Madrid el domingo 14 de junio. Decidió ir solo, aunque no puede disuadir a Garcí Fernández Manrique, luego conde de Castañeda, de la idea de acompañarlo.

2. LAS CARTAS FALSAS Y LA PRISIÓN DEL MAESTRE Entre 1421 y 1423 se produce un ajuste de cuentas, del que los más damnificados son Ruy López Dávalos y el maestre. Aun224 225

AGS. CCA, Div., 40, 44. AGS. CCA, Div., 9,58.

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que el abanico se abre a los colaboradores, pero también a los que no se han apartado de don Enrique, entre ellos el arzobispo Anaya (con acusaciones falsas igualmente), en una crisis castellana que cobra dimensiones internacionales. La proximidad a Enrique III del condestable Dávalos, del que destacaban su grande bondad226 no es comparable a las cotas que alcanzaron las privanzas de Luna y Pacheco. El proceso contra él227, utilizado así mismo (o sobre todo) para ir contra don Enrique, fue lamentable, acusándolo con pruebas falsas de traición y escenificando la reposición de don Álvaro. El resultado es que el acatamiento al rey suponía la aceptación de que el privado tenía derechos plenos en el control del gobierno. “Así, a la vez que se transfería una buena parte de la legitimidad propia de la monarquía a la privanza de don Álvaro, se debilitaba la legitimidad regia que quedaba hipotecada por la habilidad de éste para crear consensos, produciendo la consiguiente tensión entre la legalidad del privado y la legitimidad del rey para transferirle funciones cuyo ejercicio directo se debía esperar, en realidad del propio monarca, en tanto que propias y exclusivas de su ministerio228”. En cuanto a López Dávalos, aunque se demostró su inocencia, no le fueron restituidos los bienes, pasando a don Álvaro la condestabilía. Él se refugió en Aragón, muriendo anciano en Valencia del Cid229. Peor parado resultó el infante cuando compareció ante el monarca. Venían con él de los suyos Garcifernandez Manrique, é hasta veinte Caballeros de la Orden de Santiago230, desarmados, salvo espadas y dagas. Pero, curiosamente la condena no se basa en el “secuestro” (para él y los suyos “liberación”) del rey, ni, como también se dijo, en la forma en que se casó con al infanta Catalina, sino que es acusado de alta traición, de estar en connivencia con el rey Muhammad IX de Granada. 226

PÉREZ DE GUZMÁN, p. 88. Yolanda GUERRERO NAVARRETE. Proceso y sentencia contra Ruy López Dávalos, condestable de Castilla. Jaén, 1982. 228 NIETO, p. 57. 229 PÉREZ DE GUZMÁN, p. 90. 230 Crónica del señor rey… Año 1422, cap. IX, p. 210. 227

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Y ello a partir de 14 cartas, de las que algunas estaban supuestamente dirigidas por López Dávalos al rey nazarí, ante el que el condestable se quejaba de que el maestre y los suyos recibían grandes agravios del rey, pidiendo ayuda al granadino e indicándole que entrase “poderosamente” en tierras del rey, donde tendría ayuda. En otra mandaba a su hijo Pero López, adelantado de Murcia, que ayudara a Muhammad IX. En una más respondía al de Granada confirmando que el infante estaba en el trato. Y que Pero Manrique y Garcí Fernández tenían conocimiento del mismo. Sorprendido don Enrique pide sea comprobada la veracidad de tales cartas. Lo que no impide su detención y envío a prisión, donde llega a ser objeto de malos tratos, el 14 de junio de 1422, domingo, en una torre del alcázar de Madrid y después en el castillo de Mora. La infanta doña Catalina no hace caso a la llamada de su hermano el rey de Castilla y de Ocaña va a Segura, a Muela y a Valencia, donde se refugia junto con el condestable Dávalos. La falsedad de las cartas fue probada por un comendador de Calatrava, que quiere defender el buen nombre de su padre, Álvar Núñez de Herrera, a quien se supone el mensajero de la correspondencia y que prefiere ser encarcelado a dejar pasar el asunto. Finalmente el calatravo probó la indubitada falsificación, usando el sello de Dávalos por el que fue secretario suyo Juan García de Guadalajara, que confesó el delito, por el que acabó degollado. Alfonso V también se movió para demostrar la inocencia de su hermano, para lo que recurre a sus relaciones diplomáticas con el propio Muhammad IX de Granada, quien niega que el infante ni ninguno de los suyos hayan intentado confederación alguna con él, como se deduce de una carta del rey de Aragón que desde Zaragoza le dirige al granadino el 5 de enero de 1425, dándole las gracias por haber negado por escrito dichas acusaciones231. Y el 27 de mayo del año siguiente agradece al monarca nazarí otra carta en la que expresaba el placer que había tenido 231

SALICRÚ, pp. 141-142.

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por la liberación del maestre232. Aunque no se supo por encargo o mandato de quien se fabricaron dichas cartas. Con todo esto para don Enrique sería aún mucho más dura la difamación y consiguiente pérdida de su honra, e incluso el alejamiento de su mujer, que la privación de libertad. Lo que llevó aparejado la entrega de la administración del maestrazgo, hasta que se proveyera nuevo maestre, al comendador de Segura y trece, Gonzalo Mejía. Importantes lugares y castillos, sobre todo del Campo de Montiel y Segura, ofrecieron resistencia. Debió producirse también algún intento de liberación del maestre, si tenemos en cuenta una carta de perdón que ya en 1425 otorga Juan II a Pedro López de Estúñiga, señor de Béjar y familiares por haber soltado al infante de la prisión233. Fueron secuestrados también el resto de sus bienes, que son repartidos. De manera que, cuando se demuestra su inocencia, la prisión se prolonga porque temían haber de restituir lo que de sus bienes habian tomado, é perdian la esperanza de cobrar mas de lo suyo234, ni conseguirían más de caballeros del infante que estaban fuera, antes él procuraría que se restituyera a ellos.

3. LA LIBERACIÓN Al tener conocimiento del encarcelamiento, Alfonso V se reúne en Zaragoza con algunos grandes y procuradores del reino, a los quales mostró el gran sentimiento que tenia de la prision del Infante Don Enrique su hermano235, informándolos de su intención de acudir a Castilla. Y en la primavera de 1425, lo mismo que en Castilla, se preparan para la guerra En junio de 1425 en carta a Pedro Núñez de Herrera, II señor de Pedraza de la Sierra, el rey de Aragón comunica su intención de entrar en Castilla con tropas, tras fracasar sus intentos de dia232

Ibidem, pp. 171-172. AHN. Osuna, C.214, D.98. 234 Crónica del señor rey... Año 1425, cap. VI, p. 230. 235 Ibidem. Año 1425, cap. IV, p. 226. 233

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logar con el rey, para remediar los males provocados por Luna, al que hace responsable de la situación236. Para el aragonés era necesario liberar al maestre, reconciliar a sus hermanos, apartar al privado y formar un partido aragonés que defendiera los intereses de la familia. Todavía el rey Carlos de Navarra hace gestiones pacificadoras. Mientras don Alfonso llama a Aragón a su hermano Juan, con el que, tras duros reproches y después de dos semanas de negociaciones, llegan al tratado de la Torre de Arciel, cuyo punto primero, a lo que el aragonés está decidido, era la liberación del maestre y los términos en que había de producirse la misma. Pese a la resistencia de los que decían temer posibles represalias por parte del maestre (que no se produjeron) y de los que no querían renunciar a lo confiscado, dicha liberación tiene lugar el 10 de octubre. Para conseguirlo intercedió el propio papa. “Tanto en fin trabajo el cardenal de Fox: con los reyes que optuuo del rey don Iohan lo que mas desseaba que seria contento por cunplir con el sancto padre: y sus ruegos que le mandaua soltar al infante de le sacar de prisiones. Mas con esta condicion: que el rey don Alfonso le buelua las fortalezas que le hauia tomado: y valio mucho en esto el rey don Johan de Nauarra: que a fuerza de ruegos: como era de antes contrario se fizo tan hermano de su hermano el infante: que gano este consentimiento del rey don Johan de Castilla. Y assi los reyes vinieron a concordarse”237. El infante Juan de Navarra esperaba a su hermano en Ágreda, haciéndose cargo de él. A por don Enrique habían ido el mariscal Pero García con 400 hombres de armas. Con él Sancho de Stúñiga y Ruy Martínez de Vera, sus propios mariscal y ayo238. En Tarazona son recibidos ambos hermanos por don Alfonso y doña Catalina.

236

AHN. Nobleza. Osuna, C.476, D.1. Más extensamente en Álvarez Palenzuela,

p. 58. 237 238

VAGAD, p. CLXXI. GÓMEZ DE CIBDAD REAL, p. 7.

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4. LA IMPOSIBLE RECUPERACIÓN Los infantes Enrique y Catalina habían otorgado poderes a Pero Manrique para gestionar la devolución de su patrimonio, por lo que en enero de 1426 se encarga éste de negociar los acuerdos: que fuesen desembargadas las rentas del maestrazgo y la devolución de lo que habían confiscado de ellos en ese tiempo, los atrasos del mantenimiento que el matrimonio tenia del rey, devolución de objetos, ropas, caballos y lo que le fue tomado al infante de su casa cuando lo detuvieron; que el rey dotase a su hermana y que le diera la parte que le correspondía de la herencia del padre de ambos. Como sabemos, la recuperación se retrasó y se perdió mucho. También de Manrique, al que el rey por provisión real de 6 de noviembre de 1426, decide secuestrarle el adelantamiento mayor de León para entregarlo a Rodrigo Alonso Pimentel239. En cuanto a López Dávalos, a quien no se pensaba devolver la condestabilía, que pasó a Luna, fue excluido de los perdones generales otorgados por el fecho de Tordesillas. En 1427 se producen nuevos ajustes partidistas por parte de Juan de Navarra. Estaban con él en Valladolid don Enrique, los maestre de Calatrava y Alcántara, el conde de Castro, el obispo de Palencia (Gutierre Gómez de Toledo), Pedro de Velasco, Pero Manrique, Iñigo López de Mendoza y Fernán Álvarez (señor de Valdecorneja). Su propósito era apartar a Luna. A la crítica del privado se ha incorporado ya el tema de la tiranía. Median cuatro jueces, dictaminándose el destierro de don Álvaro por un periodo de año y medio. Tras la firma de una reconciliación de los infantes con don Álvaro el 30 de noviembre de 1428, éste regresa. Es el momento del compromiso de la infanta doña Leonor con el heredero de Portugal y de las fiestas organizadas con tal motivo. Después don Enrique realiza una peregrinación a Santiago y, al regreso, por una iniciativa del privado para apartarlo, el rey lo manda a defender la frontera de Granada para rechazar lo que se suponía 239

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AHN. Nobleza. Osuna, CP.101,D.16.

un inminente ataque. Él parte de inmediato. Una buena noticia es la puesta en libertad de Garcí Fernández Manrique, encarcelado cuando él.

5. LAS TENSIONES Tras su regreso el privado intenta, sin éxito, ganarse a don Enrique. Alfonso V lo llama a Aragón y, aunque era reticente y prefería negociar, ahora no ofrece oposición al proyecto de su hermano de entrar en Castilla para poner freno a la situación. Por su parte Luna se prepara al máximo, con diplomacia en el exterior, encabezando una oligarquía y tratando de ganarse a partidarios de los infantes. Busca denodadamente el prestigio de la victoria militar que no consigue. Alfonso V tampoco logra el movimiento interior de disensiones que deseaba. La justificación del enfrentamiento la plantea no como un ataque al reino, sino por la tiranía y como una reivindicación para recuperar las usurpaciones de bienes privados. Y toman Medina, Cuéllar, Olmedo y Peñafiel, que eran de Juan de Navarra. Después se les une don Enrique con tropas reducidas. Cuando parecía inevitable el choque armado se produce el conocido hecho de la aparición de la reina María de Aragón, que colocó su tienda entre las líneas de su marido y su hermano el 2 de julio de 1429, parando la lucha: “La esclaresçida y pujante reyna doña Maria: hermana del vn rey y muger velada del otro: sale descabellada: y dando vozes y llorando: y todas sus doncellas con ella y atrauiesase entre los reyes y detiene la furia de aquellos”240 Lo que obliga a una tregua provisional para negociar, mientras desde Castilla continúa su ataque diplomático. Así la carta que Juan II dirige el 9 de noviembre de 1429 a los procuradores de los reinos de Aragón, Valencia y principado de Cataluña pidiéndoles que no ayuden a Alfonso V y sus hermanos, que vio240

VAGAD, p. CLXX.

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laban sus dominios241. La respuesta, del día 3 del mes siguiente, de la Corte General de Aragón reunida en Vallderour es que no harán nada en su contra, pero que permanecerán fieles a su rey242. Idéntica respuesta recibe de la Corte General de Valencia reunida en Sant Mateu el 19 de diciembre243. Por lo que se refiere a la retirada de don Alfonso, debieron contar dos factores: uno de legitimidad, puesto que no quería ser un invasor, y otro la falta de recursos, que no era tan fácil que aprobaran las cortes de Aragón, ni él estaba dispuesto a involucrar tanto a su reino. Aparte de los problemas internos que Alfonso V y el infante Juan tuvieran en sus respectivos territorios. Que el privado aprovechaba, dispuesto a acabar con ellos, produciéndose intermitentes escaramuzas en la frontera con Aragón durante un año. La primera decisión del monarca castellano fue secuestrar todos los bienes de don Enrique, maestrales y patrimoniales, encargando ocupar militarmente al conde de Benavente el maestrazgo de Santiago, que en 1430 daría en administración a don Álvaro de Luna. El maestre, tras dejar a su mujer en Segura de la Sierra, con su hermano Pedro se hace fuerte en Extremadura, contando con la gran fortaleza de Alburquerque y con el más o menos velado amparo de Portugal. Lo que permitía a don Enrique y don Pedro meter los ganados de las praderías fermosas desta tierra dentro de Portugal244, para protegerlos. De donde, ante la penuria que sufren las gentes de los infantes, también envíaban alimentos. “Más el Condestable ha mandado al Comendador mayor de Alcántara, é á Pedro Niño… para que de la banda de Portogal roben lo que para los Infantes querrán meter: é lo facen tan bien, que han robado treinta mulos de farina á la prima cabalgada que ficieron; é diz que sin gente de custodia non meterán un pan en Alburquerque”245. En cuanto a lo del patrimonio, de las piedras 241

ACA. Generalitat. Serie V, 233, 206. Ibidem. Serie V, 233, 207 A. 243 Ibidem. Serie V, 233, 207-B. 244 GÓMEZ DE CIBDAD REAL. Carta XXXIII, p. 50. 245 Ibidem. Carta XXXIX, p. 64. 242

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que dicen que eran de de los estados de los Infantes Don Enrique é Don Pedro se farán otras paredes246. La guerra por parte del rey castellano y su privado se planteó como una gran confrontación, con un presupuesto de cien cuentos, con acuñación de monedas y petición de préstamos de metales preciosos a particulares e iglesias247. En medio de ello algunos caballeros y escuderos del infante quieren desnaturarse del rey. Juan I de Portugal ofreció a los reyes su mediación, que fue aceptada, firmando las treguas de Majano el 19 de julio de 1430 por cinco años. Contemplaban la expulsión de los infantes y supuso la confiscación de su patrimonio y posterior reparto del mismo. No lo aceptaron Enrique y Pedro, prefiriendo continuar atrincherados en Alburquerque. Decisión a la que no parece ser ajeno Alfonso el Magnánimo, a tenor de unas instrucciones que a finales de verano de 1431 hace llegar a sus hermanos a través Gutierre de Nava, a quien había mandado con dos galeras por si los infantes o alguno de ellos quería reunirse con él. Les ruega, sin embargo, que consideren bien tal decisión, toda vez que él lo entendía inoportuno por varias razones. Porque el de Castilla tendría que cuidarse de ellos, de Granada, de Valencia, de Aragón, de Navarra y ahora también por mar. Que se perderían castillos y fortalezas como Alburquerque, Azagala y Alba de Aliste, entre otros. Y que dejarían desamparado al maestre de Alcántara y otros perderían confianza en ellos, como desaparecería la esperanza de que más castellanos se adhiriesen a su causa al no ver esfuerzo por su parte. Que para extranjeros como de otras partes de España dará la impresión de que huyen y dejan desamparado aquello. Que Juan II podría firmar algún pacto con el Portugal. Don Alfonso es consciente de las grandes dificultades y por lo que sus hermanos están pasando y avisa de que, aunque no es su intención abandonar Castilla, no pueden esperar de él ayuda por tener vendidas o empeñadas sus rentas para dos años. E insiste en que decidan ellos.248 246

Ibidem. Carta XLII, p. 70. ÁLVAREZ PALENZUELA. “Enrique…”, p. 69. 248 SALICRÚ, pp. 294-296. 247

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El resultado es que, naturalmente, los infantes se quedan en Extremadura. Situación que se prolonga hasta 1432 en que Pedro es hecho prisionero y el maestre, con la mediación nuevamente del portugués, entrega sus bienes a cambio de la libertad de su hermano menor.

6. ITALIA Mientras continúan las confederaciones, como la de 1433 de los Stúñiga con pleito homenaje en manos de Juan de Padilla y Fernández de Velasco para poner al rey en la libertad y mediante Dios, lo esté e continúe e perseuere como a rey é señor249, a petición de don Alfonso, los infantes marchan a Italia, donde en ayuda de éste frente a los genoveses participan don Juan y don Enrique en la batalla de Ponza, 5 de agosto de 1435. Que, si bien supone una derrota naval, con la consiguiente prisión para ellos, abre a Alfonso V las puertas de la conquista de Nápoles. Con Castilla las negociaciones culminan el 12 de septiembre de 1436 con la paz de Toledo, por las que el rey otorga a los infantes unas compensaciones casi simbólicas por lo mucho que se les ha confiscado. Para don Juan, sin embargo, se incluía el acuerdo del futuro matrimonio de su hija Blanca con el príncipe Enrique, cuyos esponsales se celebraron en 1437. Es posible que el navarro acariciara ya la idea de una unión de los reinos peninsulares. El más perjudicado siguió siendo el maestre, que no recuperó el maestrazgo. Autoritariamente la reina María de Castilla se ve forzada a ceder su fortaleza de Montalbán al privado y es enviado a prisión en el castillo de Fuentidueñas Pero Manrique, junto a su mujer y dos hijas, del que escapan en 1438. Este escándalo moviliza la disidencia de una serie de nobles, dimitiendo por escrito algunos de su servicio al condestable. Manrique hace liga con el almirante y sus dos hermanos y con Álvaro de Stúñiga y el conde de 249

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AHN. Nobleza. Osuna, C.298, D.2.

Ledesma, su padre. El almirante pide por carta al rey que aparte al privado. El levantamiento de la nobleza va a permitir el regreso de los infantes, quienes en una entrevista, según el Halconero,250 llegaron al acuerdo secreto de que don Juan regresase junto al rey y el maestre se uniera a los nobles, lo que hace formalmente. Antes había ido a su lado el comendador mayor de Castilla Gabriel Manrique, hijo de Garcí Fernández Manrique. Es el momento de adoptar medidas para un control del territorio del maestrazgo.

7. LOS ACUERDOS Cuando la situación se encontraba en un estado crítico, con preparativos de guerra, se despliega un amplio dispositivo para acabar con la inestabilidad del reino y se celebra en Tordesillas a partir del 13 de junio de 1439 un encuentro con el fin de apaciguar Castilla, después de gestiones complejas y con altas medidas de seguridad, que cumplió escrupulosamente Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro. De esta manera el 10 de junio los reyes de Castilla y Navarra, el maestre y otros grandes suscriben unos capítulos sobre las reglas que se debían seguir para garantizar la seguridad de todos y se ponen bajo la custodia del conde de Haro251. Quien, por su parte aceptaría los acuerdos adoptados por el rey de Navarra, el maestre y el resto para salvaguardar la fidelidad a Juan II y al príncipe252. El 12 junio se apresuran a aceptar el seguro que les había otorgado el de Haro para ir libremente a Tordesillas el maestre, el almirante don Fadrique, el conde de Benavente, y Pero Manrique, adelantado de León253. El 17 don Álvaro de Luna acepta lo acordado por los infantes de cara a la pacificación254 y dos días 250

CARRILLO, p. 280. AHN. Nobleza. Frías, C. 5, D. 7 y C. 5, D.2. 252 Frías, C. 5, D. 26. Es de 30 de agosto. 253 Frías, C. 5. D. 4. 254 Frías, C.5, D. 5. 251

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Fortaleza y convento de Ucles. Miguel Salas Parrilla.

más tarde se suman, entre otros, el conde de Ledesma, los obispos de Osma y de Astorga y el conde de Madinaceli255. Porque el rey encomendaua todos los dichos debates e las cabsas sobre que dependieron al rey don Juan de Nauarra e al infante don Enrrique, sus muy caros e muy amados primos, para que lo ellos librasen e determinasen en çierta forma e en çierto tiempo256. Seguro que el día 17 fue prorrogado ocho días más por el rey, el príncipe, el privado, el prior de San Juan frey Rodrigo de Luna, los maestres de Alcántara y Calatrava y el arzobispo de Toledo, junto a otros nobles, por la complejidad de lo que se había que tratar257. Comunicándolo el 28 de junio a las autoridades de Tordesillas y Simancas por Juan II258. Don Enrique lo había aceptado el día 18259. El 20 de junio, sin embargo, el monarca rompió las negociaciones, lo que se unía a la cuestión de la compensación por lo que 255

Frías, C.5, D. 9. Frías, C.5, D.914. 257 Frías, C.5, D.6. 258 Frías, C. 5, D. 11. 259 Frías, C.5, D.8. 256

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se había despojado a los aragoneses, algo que no agradaba a los beneficiarios. Por otro lado los procuradores, lógicamente, eran reticentes a asumir el pago de las tropas que allí estaban. Los acuerdos para estas conversaciones están recogidos en el Seguro de Tordesillas y su prórroga. Entre las condiciones se confía al conde el gobierno de la villa y su término, retirada de armas a los participantes, a los que sólo se les permitía portar espadas, y limitación de acompañantes. Del 3 de julio son unos capítulos jurados de Juan II con las condiciones en que debían acudir Juan I de Navarra, el privado, los condes de Haro y de Castro y el doctor Periáñez260. El monarca castellano dio poder al conde de Haro para que concediera seguro a Juan de Navarra, el príncipe, el privado, Pero Manrique y el almirante don Fadrique261. La reunión que Juan II el 3 de julio autorizó celebraran Juan de Navarra, el maestre, el privado, el almirante, Pero Manrique y los condes de Haro, Castro y Benavente fue para que “entiendan e vean… todas las cosas que los dichos rey de Nauarra e don Enrrique avían de ver por virtud de la comisión por mi a ellos dada sobre estos fechos e lo que más entendieren que cunple a seruiçio de Dios e mío e bien e pas e sosiego… e a esecuçión de la mi justicia… e lo que los dichos ocho o los seys de ellos acordaren que aquello vala e lo que mando conplir e esecutar”262. Todavía el rey prorrogó el 5 de julio ocho días más el seguro263. Lo que don Enrique acepta desde Valladolid el mismo día. “Por quanto en los capítulos fechos e firmados…, entre las otras cosas que se contiene que se non faga ynouaçión alguna por el rey nuestro señor nin por el rey de Nauarra…, nin por mí el dicho ynfante don Enrrique nin por los que conmigo están de fecho nin derecho fasta quarenta días después que nuestro señor el rey fuer en Otordesillas e dos meses después... Así mesmo, por quanto en vno de los otros dichos capítulos se contiene que el dicho señor rey aya ayí a la dicha villa de Otordesillas desde el día del otorga260

Frías, C.5,D. 16. Frías, CP. 283, D. 1. 262 Frías, C.5, D. 12. 263 Frías, C. 5, D. 17. 261

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miento… fasta ocho días, los quales… non van conprehendidos para que en ellos non se faga ynouaçión alguna por el dicho rey... Por ende, queriendo que los ocho días vayan conprehendidos” en “ynouaçión, segund e por la forma e manera que son los quarenta días e dos meses… nin faser en ellos… ynouaçión alguna por el dicho rey nuestro señor nin por ninguna de las partes. E que sean de aquella condición que son los dichos quarenta días e dos meses. E prometemos de lo así tener e guardar e conplir... Lo qual queremos que se entienda con tanto que si dentro de los dichos ocho alguna ynouaçión es fecha por los que están con el dicho rey… o con el dicho señor rey de Nauarra o por los caualleros de su parte o se fesiere durante aquellos, que luego ovieren de ser pasados los dichos ocho días, sea restituydo e tornado todo al primer estado en que estaua ante de los dichos ocho días”264. Desde Valladolid el 8 de julio, don Enrique y los condes de Benavente y de Ledesma y adelantado Pero Manrique aceptan las condiciones, en las que se fija que ha de ir el “infante con fasta treinta caualgaduras entre oficiales e otros. E los caualleros que con él vinieren con çinquenta caualgaduras, así que serán todos ochenta caualgaduras e serán mulas e non bestias cauallares, con solas espadas syn algunas otras armas ofensiuas nin defensiuas, e con sus asémilas. E puedan traher con ellos ochenta personas a pie entre omes e moços, syn espadas nin otras armas… Item que las dichas caualgaduras e pajes e omes de pie que así han de yr… se nonbren todos por nombre antes de entrar”, que a cada uno y a los suyos se les asignen calles y barrios, que todos salvo los reyes, dejen las espadas a la entrada y sólo mantengan los cochillos o caninetes” de mesa, que si el infante quiere ir al palacio a ver al rey lo haga con Haro y sólo con los otros principales que estuviesen con él, que los que vendan suministros se queden fuera de la villa y se limita a los que van por provisiones265. Y el día 8 julio el rey entrega la custodia de Tordesillas y Simancas al conde de Haro durante cuarenta días a contar desde la entrada en la primera del rey266. 264

Frías, C.5, D.18. Frías, C.5, D. 20-21. 266 Frías, C. 5, D. 22. 265

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Con el poder del rey267, firmado y sellado también por Juan de Navarra, el príncipe, el valido y otros del Consejo para que diera seguridades a los que iban a acudir a la reunión, el 9 de julio el conde de Haro, en cumplimiento de este mandato, “e así mesmo por virtud del seguro en esta rasón dado por el dicho señor infante don Enrrique e por el almirante don Fadrique e condes de Benauente e Ledesma e adelantado Pedro Manrrique e por el poder que ellos me dieron por vna su carta… para que pudiese faser e fisiese por ellos e por cada vno de ellos… el seguro yuso scripto. E otrosí por mi mesmo… por parte del rey,… e en su nonbre e por su actoridad, e otrosí por el dicho infante… e por cada vno de ellos e por mi a vos el dicho infante don Enrrique e a vos don Áluaro de Luna,… e a vos los dichos almirante don Fadrique e condes don Rodrigo Alfonso Pimentel e don Pedro de Stúñiga e don Diego Gomes de Sandoual e adelantado Pedro Manrique e a los que con ellos vinieren fasta en el número contenido en el capitulo… e a los que con vos vinieren en esta guisa vos el dicho señor infante e los dichos almirante e conde don Rodrigo Alfonso Pimentel e don Pedro de Stúñiga e el adelantado Pedro Manrique con ochenta caualgaduras de mulas e non bestias cauallares e con ochenta omes de pie e moços. E vos los dichos condestable e conde de Castro e los caualleros e otras personas que con vos fueren tanto que non pasen de número de las çiento e veynte caualgaduras que con el rey… auedes de yr... E sean las dichas caualgaduras de mulas non bestias cauallares e con los çiento e çinquenta omes de pie e moços que con el dicho señor rey han de yr, que durante la presente seguridad e guiaje e saluoconducto el qual dure e vala por el tienpo de los quarenta días contenidos en la dicha carta del dicho rey, nuestro señor, suso encorporada non vos será fecho nin mandado nin consentido faser mal, daño, injuria nin ofensa alguna en vuestras personas por el dicho rey nuestro señor nin por el dicho rey de Nauarra, nin por el dicho prinçipe,… nin por interpostas personas, directa nin indirecta públicamente nin ascondidamente nin podades… ser presos, afestados, detenidos, sequestrados, ocupados o enbar267

Frías. C.5, D, 15.

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gados en qualquier manera. Antes podades venir e vengades a su señoría seguramente a la dicha villa de Tordesillas, al logar de Simancas e a sus términos e estar en ellas e en cada vna de ellas e vos partir… sin enpacho nin contradiçión alguna. La qual en vuestras personas nin de alguno de vos non pueda ser fecha nin puesta por cosa alguna durante el tienpo del dicho seguro e guiaje, segund por la forma e manera que más conplidamente se contiene en la dicha carta del dicho rey… E fago pleito e omenaje… en manos e poder de Alfonso de Cortina, alcayde de los donseles”268. Juraron también guardar el seguro, con otros, el 7 de julio Juan de Navarra y el príncipe269 y un día después el maestre y los suyos270. Las negociaciones culminaron el 20 de octubre con los acuerdos de Castronuño, que contemplaban el segundo destierro de don Álvaro271. Ahora por seis meses. Juan II, sin embargo, utiliza la estrategia de escribir el día 19 que se juntaron los infantes y los suyos en Alaejos y en Fuentes a legua y media de Castronuño, que es donde él estaba, mientras varias ciudades estaban rebeladas contra él. Los infantes y la infanta Catalina pedián que les restituyese… las villas e logares e maestrazgo que ellos ante solían tener… en sus regnos y que los compensara por lo que el rey había dado de lo suyo a otros. Informa el rey de que, ante el poder que tenían, no podría resistirlos, por lo que en contra de su voluntad accedía a dicha restitución, siendo de ningún valor lo que hiciera272. De todas maneras se acordó también que dada la complejidad de la devolución de dichos bienes ésta se llevara a cabo mediante compensaciones. Don Enrique, por fin y pese a lo mucho que perdió, recuperaba el maestrazgo de Santiago, cuya titularidad por decisión del papa había mantenido siempre. 268

Frías, C.5, D.23. Frías, C.5, D.19. 270 Frías, C.5, D.20-21. 271 ABARCA da como árbitros de la sentencia a la reina, el príncipe, Juan I, el almirante y el conde de Alba, fol. 218. 272 AGS. PTR, Leg. 12, Doc. 30. 269

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VII. LA GUERRA

1. LA DERIVA En 1440 se firma una concordia entre el rey, don Juan y don Enrique, junto con los suyos, después de los enfrentamientos ocasionados por la privanza del condestable273. Por entonces Juan de Navarra era la cabeza del partido aragonés, pero su postura necesitaba ser insertada en la legitimidad de la monarquía, para lo que resultaba imprescindible contar con la reina doña María y con el príncipe, pensando quizá el privado de éste, Juan Pacheco, que para sus propios intereses era preferible acercar el heredero a los infantes. En Madrigal, 30 de enero de 1440 se llega a un pacto entre la reina, Juan de Navarra, el maestre, el almirante, los condes de Haro, de Benavente y de Ledesma, Pero Manrique e Íñigo López de Mendoza274. Aunque la Liga, en la que salvo los Álvarez de Toledo estaba el resto de linajes, necesitó casi todo el año para conquistar el Consejo. Estoy con Suárez en que no se puede simplificar el problema de las discordias castellanas y definirlas como una simple pelea del rey con unos díscolos vasallos, ambiciosos y anárquicos275. Por el contrario, para la Liga, más importante que el botín o los reajustes estaba un programa de gobierno. 273

Archivo ducal de Medinaceli. Segorbe, leg. 93, tramo 2, nº 79. AHN. Nobleza. Osuna. C. 1860, D. 3. 275 SUÁREZ. Nobleza y monarquía, p. 152. 274

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Mientras va mermándose la autoridad del monarca, los infantes, convencidos de una probable ruptura y lucha armada, se hacen con Ávila y Toledo y solicitan, una vez más, ser recibidos por el rey, haciéndole llegar una carta en que dan seguridades para Luna y otros, con una serie de capítulos. Aceptan ir a Valladolid a encontrarse con el monarca, lo que satisface a los del consejo y procuradores y piden seguridades para el infante don Juan y el maestre don Enrique276. En el cuaderno de los procuradores (10 de septiembre) de las cortes de Valladolid se presenta el pacto entre el rey y su reino por el que se establecía un sistema equilibrado con las tres instituciones de las cortes, la audiencia, que contemplaban como órgano judicial independiente, y el consejo, que era el ejecutivo y debía estar integrado sólo por nobles. El poder, pues, podía residir en este órgano colegiado o ejercerlo el rey de manera personal. Es el poder absoluto que, en la práctica, venía ejerciendo don Álvaro de Luna. Juan I de Navarra, que en todo momento encabeza a los nobles, se siente aún más seguro al convertirse en suegro del príncipe. En las celebraciones de boda, el maestre ofreció el 25 de octubre uno de los banquetes a sus sobrinos Enrique y Blanca. Pese a que los infantes habían retirado al privado el seguro de los acuerdos de Castronuño, éste sigue trabajando y buscando seguidores. A su favor el cambio de situación en Portugal, ya que, al perder doña Leonor la regencia que tenía por la muerte del rey Duarte, le permite afianzar apoyos con el país vecino. Como hizo con el papa. Desde comienzos de 1441 el clima es de guerra. En esta ocasión el condestable, que no tenía intención de renunciar, estaba decidido a llegar hasta el final y enfrenarse al enemigo hasta las últimas consecuencias. Ya en junio buscaba en Olmedo una gran batalla. Entre los acontecimientos la recuperación de Medina por los infantes en junio con la colaboración de los vecinos. En estos momentos junto al objetivo de acabar con la privanza de don Álvaro, aparece el de reponer en Portugal a su hermana la reina Leonor. 276

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ADM. Segorbe, leg. 3, nº 2079.

Contando con la reina y el príncipe se decidió que ambos, con dos miembros de partidos distintos, el almirante y el conde de Alba, decidieran la manera de restablecer el poder real absoluto en Castilla. Algo, como sabemos, difícil. Más aún si había de pasar por la contradicción de una privanza. En busca del procedimiento por el que debía regirse la monarquía, se pensó en crear un equipo de gobierno constituido por tres grandes, dos prelados y dos caballeros, auxiliados por cuatro doctores, especie de equipo técnico. Juan II vuelve ahora a justificar a sus primos en carta fechada en Burgos, 1 de septiembre de 1441, porque el rey de Navarra y el maestre “no seria ni es de presumir… que ellos hubiesen intencion de errar á mí, ni hacer ni cometer cosa que no debiesen, antes que todos guardáron, y espero que siempre guardarán, é harán lo que deben, é cumple á mi servicio, é á mi preheminencia real, é á honor de la Corona Real de mis Reynos, é al bien público y paz é sosiego dellos”. De lo que él ha sido debidamente informado cuando fueron a él277. Sin embargo, el triunfo de los aragoneses, que se habían comprometido ante la nobleza a poner límites a su eventual crecimiento, y la posibilidad de que los infantes extiendan a Portugal su hegemonía alerta a nobles de su partido, que entran en contacto con Luna. Una guerra con este país sería muy impopular, por lo que los propios infantes desde octubre de 1442 inician contactos con don Álvaro, que considera más favorable entenderse con ellos (al fin y al cabo Juan I entendería mejor el poder absoluto) que con la oligarquía. Es cuando renuncia el maestre a favor del privado a la herencia de María de Albornoz. Situación de calma que aprovechan los infantes, viudos ambos, para concertar sus matrimonios con la hija del almirante, Juana Enríquez, y con Beatriz Pimentel, respectivamente, siguiendo el proyecto del de Navarra para atraerse a estas familias después de que en 1431 el condestable había casado en segundas nupcias con Juana Pimentel, hija del conde de Benavente y de Leonor Enríquez. El navarro también consigue el maestrazgo 277

Crónica del señor rey… Año 1441, cap. XXX, p. 441.

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de Calatrava para su hijo natural Alfonso. El rey, igualmente, se acerca a su privado, lo que alerta a Pacheco, que teme perder influencia. Los problemas surgidos en Andalucía, con quejas ante el rey del conde de Niebla, motivan que Juan II envíe al maestre a pacificar, como lo hizo, a los Guzmanes. Por otro lado el rey, a la muerte de Luis de Guzmán, se dirigió a los comendadores de la Orden de Calatrava, instándoles a elegir maestre al hijo de Juan de Navarra. No aceptó el monarca castellano la oposición de éstos, que dijeron haber elegido ya al clavero Padilla, y puso en secuestro las rentas de la Orden y ordenó que fuesen tenidas las fortalezas en su nombre. Lo que provocó división entre los calatravos. El otro cometido del maestre de Santiago consistía en ejercer un control en los enclaves de esta Orden, con incidentes como la toma del convento de Calatrava con apoyo del comendador mayor, Juan de Guzmán. Al tener noticia de un enfrentamiento violento en Arjona, uno de los lugares que Juan de Guzmán había entregado a don Enrique, éste dejó en Calatrava a Lorenzo Suárez de Figueroa y se fue a Andalucía.

2. EL GOLPE DE RÁMAGA Fortalecido Juan I de Navarra por la alianza con el almirante y el conde de Benavente, cerrando el círculo de legitimidad vinculan al príncipe de Asturias para lo que sería declarar la incapacidad de Juan II. La consecuencia fue el golpe de Rámaga, golpe preventivo en que el 9 de julio de 1443 el de Navarra (esta vez sin participación de su hermano el maestre) y los suyos, con la colaboración del príncipe, se apoderan de la persona del rey, retenido durante once meses en Tordesillas, y deciden echar de su casa y corte todos los que estaban cerca del rey en su consejo puestos por mano del condestable278. Rámaga va a suponer el principio del enfrentamiento definitivo. 278

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ZURITA. L. XV, cap. XXIX.

Los cambios de alianzas van y vienen. Lope Barrientos, cuyo protagonismo se convierte en decisivo, trabajaba para que Luna no se exiliase a Portugal y el príncipe se acercara a su padre. En enero de 1444, los dos privados establecen un pacto, con promesas por parte de don Álvaro a Juan Pacheco de nuevas mercedes279.

3. CAMPAÑAS DE ANDALUCÍA Y DE MURCIA El propio monarca envió a su primo Enrique, como persona de gran autoridad según la crónica del rey, para dirimir la querella entre el tercer conde de Niebla, don Juan de Guzmán, y su tio don Alonso. La campaña fue un éxito, llegando el maestre hasta Córdoba y a las puertas de Sevilla. Teniendo ya los infantes con ellos a importantes ciudades, como Toledo, para Alfonso V de Aragón, siguiendo a Porras Arboledas, si sus hermanos no conseguían el control del núcleo hispalense no podrían hacerse dueños de la situación280. En cualquier caso, y para no entrar en especulaciones sobre la presencia del maestre en Andalucía, la explicación la tomamos de una carta del propio rey de Castilla, escrita en Burgos el 10 de septiembre de 1444 en el contexto de la correspondencia con y sobre los aragoneses. En la que deja claro que el maestre fue mandado, forzado incluso, por su hermano Juan a esta campaña. “E el dicho Rey durante la dicha oppression demás e allende de lo suso dicho dio fauor e ayuda e consejo e fforço al infante don Enrique e a otros sus secaçes e parciales e aderentes embiando sus cartas e mensageros que se apoderasen de las nuestras cibdades de Toledo e Leon e çamora e çibdad rreal e de otras nuestras cibdades e villas e logares e fortalezas e pechos e derechos”281, sin su consentimiento y contra su servicio y leyes. Tras referirse a los daños causados por los navarros insiste en que “mando al 279

PORRAS, p. 238. Ibidem, p. 239. 281 RAH. Colección Salazar y Castro. K-81, fol. LXVIII v.-XXXXVIIII. 282 Ibidem, fol. L. 280

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dicho infante su hermano que fuesse como el fue a la nuestra muy noble cibdat de Cordoua e se apoderasse della e del alcaçar e fortaleza”282, añadiendo que “assi mesmo el dicho infante por mandado e con forço e fauor e conseio del dicho Rey de Nauarra se partió desde allí con mucha gente de armas assi de caballo como de pie assi de la dicha cibdad de Cordoua e su tierra como de las nuestras cibdades de Jaen e Vbeda e Baeça”283 Cuando don Enrique estaba a punto de someter Sevilla, el príncipe decidió que había que liberar a su padre. Lo que, a la vez que reunía tropas, lo comunicó a esta ciudad, que defendió el conde de Niebla con la ayuda de los portugueses, que querían evitar una hegemonía de los tratámara de la segunda línea284. Y no se entregó. El de Niebla incorporó los dominios de la otra rama de su linaje, constituyendo un señorío que dominaba toda Andalucía occidental y fue premiado con el ducado de Medina Sidonia. La situación es compleja. El propio don Álvaro se encuentra con otro privado, el del príncipe, y no acaba de confiar en unos nobles con diversas motivaciones. Desde los que apoyaban al rey por convicción, como el conde Alba y su tío el arzobispo de Toledo, a los que consideran que destruyendo al navarro volverían al régimen de la oligarquía nobiliaria o esperaban nuevos honores, como Íñigo López de Mendoza, antes incondicional del maestre don Enrique, sobre el que, además de la promesa de Santillana del Mar, pudo pesar el deseo de seguir el partido de su familia. Cuestión a tener en cuenta es que desde 1420 en que los infantes eran casi los únicos de la alta nobleza castellana, ahora el número de nobles se ha incrementado y una serie de ellos no quieren acatar órdenes del rey de Navarra, quien, con la mediación de unos religiosos, aceptó dejar en libertad al de Castilla. Por fin el rey fue sacado de Portillo por el conde de Castro cuando salió a cazar. 283

Ibidem, fol. L v. BENITO. “La expedición portuguesa de 1444 en socorro de Sevilla, en Actas das II Jornadas luso-espanholas de História Medieval. Porto, 1987, pp. 333-354. 284

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El maestre don Enrique, por su parte, el 22 de abril de 1444 desde Córdoba se había dirigido a la ciudad de Murcia, a través del comendador de Beas, pidiendo que protestaran ante su primo el rey por la entrada en Castilla de tropas portuguesas285, lo que aceptó el concejo. E intervino también en la pacificación de los Fajardo. El control de Murcia supone para don Enrique el contacto con Aragón y con su hermano Juan I, que administraba el marquesado de Villena. El maestre, además, había tenido siempre muchos seguidores en ese territorio, favorables a frenar la influencia de don Álvaro de Luna sobre el monarca. Y es el condestable con el príncipe los que van a combatir a don Enrique, mientras el rey ordena a los regidores que no acojan a los infantes. Ante las tensiones vuelve a mediar la reina María de Aragón, lo que es bien acogido por el maestre, que propone treguas y cesar en la guerra. Aunque no fueron aceptadas por el rey, al que no agradaron los términos en que fue planteado, no hay constancia de nuevos enfrentamientos y el maestre sale del valle de Ricote. Todavía el 20 de febrero de 1445 desde Beas de Segura el infante don Enrique actúa en nombre del rey cuando manda secuestrar Luque. “Por quanto Egas, señor de Luque, beniendo con nos e aviendo acostamiento de nos fiso e cometió a grand cargo suyo tales cosas en deseruiçio del rey mi señor e mi primo en grand desonor suyo, porque deue padecer grandes penas e demás perder sus bienes, por ende, por la presente damos poder conplido al mariscal Diego Ferrandes, sennor de las villas de Baena e de Cabra, para que pueda entrar e tomar la dicha villa de Luque e se apoderar en ella e la tener en secrestaçión fasta tanto que el dicho sennor rey avido enformaçión de todo lo sobredicho prouea cerca de ello como entienda ser conplidero a seruiçio de su altesa.”286.

285 286

BENITO. “La incursión…”, p. 165. AHN. Diversos-colecciones, 15, N.1170.

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4. LA PRIMERA BATALLA DE OLMEDO Tras la salida del rey de Portillo se solemniza la recuperación de su poder. Juan I marcha hacia la frontera de Navarra y el maestre se queda en Lorca, sin llegar a salir de Castilla. Alfonso V, ocupado en los asuntos de Italia, informó que no vendría antes de septiembre de 1444, y sus hermanos el 25 de ese mes firmaron una tregua, mientras suplicaban a don Alfonso a través del justicia de Aragón, Ferrer de Lanuza, como hemos visto ya, que no se demorase, ante la incapacidad del rey y el príncipe, en la conservación y restauración de estos reinos “que demás de derecho de la sucesión considerase la deuda que debía a aquellos reinos por naturaleza, y pues tanto su majestad había siempre trabajado por la gloria, mirase cuánta y cuán verdadera gloria estaba aparejada y cierta en el restauración y conservación de aquellos reinos, donde era natural, los cuales por la indispusición del rey y del príncipe su hijo, aquellos malignos que tenían ocupadas sus personas, los disipaban por sus soberbias e intereses con muchas disensiones y discordias que iban sembrando, y con destruición de la justicia y con importables (sic) pechos y tributos. Porque no solamente los estados del reino lo padecían, pero que corrompían los ánimos de los hombres y las buenas costumbres, e iban introduciendo conjuraciones y tan grandes abusos que si aquello hubiese de durar tornarían a los pueblos como gente sin ley y sin rey”.287 y que había intereses en enemistar con ellos al rey y al príncipe, como el mismo don Alfonso habría comprobado. Que venga pronto, insisten, para evitar males mayores. Don Álvaro, por su parte, ahora estaba encorsetado en su partido de nobles y tenía que convencer a los procuradores, que necesitaban garantías sobre los impuestos, aunque contaba con la promesa de ayuda de los portugueses288. Pese a las esperanzas 287

ZURITA, Libro XV, cap. XXXV. “Obligaçión que otorgó el dotor don Alfonso de Segura, deán de Seuilla, del consejo del rey don Juan, en que dize que avía venido con enbaxada del rey don Juan al rey don Alonso de Portugal y al Ynfante don Pedro, tutor del dicho rey don Alonso a pedir socorro e para la neçesidad en que al dicho rey don Juan avían puesto el rey de Nauarra y el ynfante don Enrrique de Aragón. E que el dicho rey don Alonso e 288

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que el Magnánimo daba, su hermano don Juan duda que pueda venir y pasa a la acción. Para juntarse con el maestre, que se acercaba atravesando La Mancha, desciende por los puertos de la Alcarria y los dos van a sus posesiones familiares, en el valle del Duero. El condestable, que no pudo enfrentarse a ellos en Alcalá de Henares, los persiguió hasta Olmedo, donde Juan I instaló su cuartel general. Nuevas propuestas de diálogo por parte de los aragoneses, que algunos consejeros del rey deseaban aceptar, fueron rechazadas por el privado, dispuesto a asestar el golpe definitivo. Alfonso V, al saber de las muertes de las reinas, dice a su hermano Juan que no negocie más con el privado, porque alguien que te ha ofendido no te perdonará nunca. Al campamento real frente a Olmedo éste había traído también a los procuradores de las Cortes, que mientras se daban largas, elaboraban la nueva interpretación jurídica en la que encontrar justificación. Los sitiadores reunieron un contingente de mil o mil quinientos jinetes y de dos mil a cuatro mil peones. A los que se unirían quinientos o seiscientos caballeros que trajo el maestre de Alcántara. El ejército del navarro podría contar con la mitad, congregando, según Porras289, entre mil y dos mil quinientos caballeros. La chispa saltó el 19 de mayo, por una escaramuza fortuita, o intencionada, del príncipe de Asturias, que salió y fue perseguido por unos pocos. No obstante, y pese a que el ejército real estaba formado, los de Olmedo no salieron a combatir hasta que sólo quedaban dos horas de sol. El dramatismo del relato de las ynfante don Pedro su tutor socorrían al rey don Juan con mill onbres de armas e mill ballesteros. E que sobre la paga se concertará con el rey don Alonso y su tutor. E que él se obliga e obliga al rey de Castilla que si más gente fuese que los dichos mill onbres de armas e mill ballesteros que los pagarían a los onbres de armas y ballesteros y peones al preçio contenido en el asiento que avían fecho. E a los ginetes a quize maravedís e a los ballesteros de cauallo como a los onbres de armas, con que la gente que más fuese no pasase de dozientos y çinquenta entre onbres de armas y vallesteros de cauallo y ginetes. E otros dozientos y quarenta entre onbres de pie y ballesteros”. En Coimbra, 28 de abril de 1445. AGS. PTR, Leg., 49, Doc. 28. 289 PORRAS, pp. 244-245.

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crónicas nos narra las formaciones de los ejércitos, nos acerca a la imagen de armaduras y estandartes, a la lucha con lanzas y espadas. Lo que nadie ha cuestionado del maestre es su valor y su elevada cualificación militar. Por eso los suyos decidieron que ocupara él la vanguardia, en la que estaba acompañado, entre otros, por don Rodrigo Manrique, el almirante y su hermano, el conde de Benavente y Pedro de Quiñones, para que como, según la crónica de don Álvaro de Luna, las tropas del condestable eran muy numerosas y de gente muy escogida, se enfrentase a ellos. D. Alvaro con el nervio de la caballería resistió firmemente el valeroso empuje del infante D. Enrique, cuyo esforzado brazo ejecutó allí memorables hazañas290. Los refuerzos que llegaron al privado rompieron uno de los flancos de don Enrique quien, cuenta Marineo, que herido ya y con fuertes dolores, quiso recomponer su ejército, aunque su hermano el rey de Navarra lo hizo retirar291. Para Palencia comenzó a inclinar la victoria del lado del rey de Castilla la herida mortal del maestre de Santiago292. Y el rey de Nauarra y todos los de su parcialidad fueron desbaratados, porque la mayor parte de sus gentes les fuyo293. Como resultado una veintena de muertos, más posiblemente otros doscientos como consecuencia de las heridas recibidas en el campo. El privado sufrió también una herida de lanza en una pierna. Entre los prisioneros importantes estaban el almirante don Fadrique y Rodrigo de Ávalos, nieto de don Ruy López Dávalos. Tras la batalla de Olmedo, primera de este nombre, frente a las promesas de perdón, una vez más el castigo se impuso a los que habían seguido a los infantes o simplemente habían sido de su opinión. Vendrían también las mercedes para los vencedores, con alguna excepción, puesto que el decisivo Lope Barrientos no pasó de su obispado de Cuenca. 290

PALENCIA, p. 58. MARINEO SÍCULO, libro XII, fol. CIII v. 292 PALENCIA, p. 58. 293 LA VALERIANA, fol. XCV v. 291

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Don Álvaro alcanzó ya el anhelado maestrazgo de Santiago. Pero poco después comenzó el declive del condestable. Sustituido, al parecer, en la voluntad del monarca por su segunda mujer, Isabel de Portugal, madre de don Alfonso y de doña Isabel. Don Álvaro de Luna fue degollado en Valladolid a comienzos de junio de 1453. Después de la exposición de su cuerpo y cabeza durante varios días fue enterrado por los frailes de la Misericordia de caridad. Rehabilitado, su última morada está en el magnífico sepulcro, acompañado de su mujer Juana Pimentel, de la capilla de Santiago de la catedral de Toledo, muy acorde con el poder y riqueza que ostentó en vida. Aunque con la derrota de los infantes y la muerte de Luna las cosas en Castilla estaban lejos de pacificarse ni de mejorar la autoridad del rey y la dignidad de la monarquía.

5. EL DESTINO FINAL Don Enrique fue herido en un brazo, cerca de la mano por un golpe de espada. Camino de Portillo, por Fuentidueña, Atienza y Daroca lo llevaron a Calatayud, donde murió el 15 de junio de 1445294. Aunque hay quien apunta que pudo morir de cólera y hasta que la causa fue porque le curaron la herida con cianuro (con lo que hubiera sobrevivido mucho menos). La mayoría, sin embargo, de los cronistas coinciden en que la muerte le sobrevino a causa de la herida mal curada. A lo que no favorecería el cansancio del viaje y el agotamiento. Álvarez Palenzuela se inclina por la opinión más generalizada, y más lógica, de no haber recibido la atención debida, siendo probable que le sobreviniera la muerte por accidente vascular cerebral que causa hemiplejia y coma vigil295. No se cumplió el deseo del maestre de ser enterrado en la 294

En el obituario de la Orden, el día 15 de junio de 1445: Obiit Illustris domnus Enricus Infans Aragonum et Siciliae, etc. Anno Domini M.CCCC.XLV. AHN. Códices, L. 1004, fol. 152 v. 295 ÁLVAREZ PALENZUELA. Enrique…, p. 89.

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Del Arco. Sepulcros de la casa real de Aragón. Con las cámaras de los Segorbe y Cardona antes de su destrucción.

iglesia de Uclés, según se desprende de las disposiciones testamentarias de don Rodrigo Manrique, en las que dice que lo entierren en el altar mayor de la iglesia del convento de Uclés, sobre las gradas, aunque sin alterar la visibilidad del altar, “dexando lugar en la delantera, a la sepoltura del muy Excelente Infante don Enrique mi señor, de buena è gloriosa memoria, porque se mandó enterrar allí” 296. Se hizo en Calatayud, en la capilla de los Luna del monasterio de San Pedro Mártir, hasta que el 15 de julio del mismo año se depositó en Poblet debajo de los sepulcros reales297: fue traìdo el Cadaver del Infante Don Enrique á Poblet, hallándose ahora en el Panteon de los Reyes, el primero al lado de la Epistola, encerradas sus cenizas en vna ostentosa vrna de mármol, igual con los Reyes y Reynas298. 296 Luis de SALAZAR Y CASTRO. Pruebas de la Historia de la Casa de Lara. Madrid, 1744, p. 400 297 Lo escribió el monje Jaime FINESTRES Y DE MONSALVO. Historia del monasterio de Poblet. Cervera, 1753, p. 290. 298 Narciso FELIU DE LA PEÑA FARELL. Crónica de Cataluña. Barcelona, 1709, p. 479.

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El 17 de julio de 1673, si seguimos a Ricardo del Arco299, el maestre sería colocado en un sepulcro de alabastro, de las mismas características que el de Alfonso el Magnánimo y como éste obra de los escultores de Manresa Juan y Francisco Grau, a los que pagó su sobrino en cuarto grado don Pedro Antonio de Aragón, duque de Segorbe y de Cardona, dos mil libras barcelonesas. Junto a don Enrique sus dos mujeres, la infanta doña Catalina de Castilla y doña Beatriz Pimentel. Sobre la urna se había esculpido una estatua del infante bajo dosel en actitud orante, de rodillas sobre una almohada, vestido con traje de gala, con su escudo cuartelado por una cruz de Santiago y las armas de Castilla y Aragón. Junto al sepulcro, concluido hacia 1670 un extenso texto en latín300. En la sacristía del monasterio se conservaba también una espada con una inscripción que decía pertenecer al maestre. Llegaría junto con un escudo suyo traído con el cadáver, que, igualmente estaba en la sacristía y después se colgó en el muro del presbiterio301.

299

DEL ARCO, p. 367. FINESTRES, p. 291. 301 DEL ARCO, p. 368. 300

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VIII. EL AMOR

1. LOS PROYECTOS Los matrimonios en la época muchas veces se concertaban a temprana edad, a la que incluso se podía desposar a los niños (comprometerlos formalmente), aunque el matrimonio no pudiera celebrarse hasta los doce años ellas y los catorce ellos. Por eso no sorprende que don Fernando acordara el matrimonio de su hijo Enrique cuando éste contaba sólo tres años de edad con la infanta portuguesa Beatriz, de once, que era huérfana del infante Juan, nieta de Pedro I de Portugal e Inés de Castro, con derechos al trono. A cuya mano también aspiró Pero Niño. El proyecto, sin embargo, no llegó a buen puerto. Fernando I en 1412 ofreció también a don Enrique para la hija de su rival, el conde de Urgel. Algo que éste no tomó en consideración y siguió en la oposición al monarca302. Resultó fallido también el intento de casar a don Enrique con Isabel, hija del rey Carlos III de Navarra, cuando don Fernando en su testamento (en Perpiñán, 10 octubre de 1415) pensó que el maestre sustituyera en ese compromiso a su hermano Juan. Para que éste, a su vez, casara con Juana II de Nápoles. Con tal propósito don Enrique acompaña a su hermano a Sicilia. Para lo que, como hemos visto, en 1415 el rey Fernando 302

Puede verse en BENITO. Los infantes…, p. 80.

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reclama una cantidad de 20 000 florines a las aldeas de Daroca para el viaje a Sicilia de sus hijos Juan y Enrique y la boda del primero303. Finalmente don Enrique casaría dos veces, aunque entendemos que el planteamiento de cada uno de esos matrimonios fue bien distinto, involucrándose también él en la concertación y celebración de manera diferente. Al primero podemos buscarle otras razones, pero es indudable que sintió gran amor por doña Catalina. El segundo, por conveniencia e inducido por su hermano Juan, inicialmente careció de entusiasmo. Y su escaso recorrido, por la prematura muerte de él, permite especular poco. Aunque nada indica que no fuera asumido responsablemente o que hubiera problemas de convivencia. De todas maneras el maestre es monógamo y de sentimientos profundos. Fiel a su voto de castidad en la orden de Santiago y a sus dos mujeres, y siguiendo en este terreno seguramente las huellas de su padre, no se le conoce ningún hijo fuera de matrimonio, ni amante alguna. Por lo que a descendencia se refiere, tras nacer muerto su primogénito, sólo tuvo un hijo póstumo. 2. LA INFANTA DOÑA CATALINA Durante mucho tiempo a la hora de concertar matrimonios se imponía, también para los hombres, la conveniencia. Lo que no impidió que una serie de ellos aparezcan irreprochables. El de los propios padres del maestre, pese a la imposibilidad de hacer ciencia sobre la intimidad personal. En ocasiones nos confirman los archivos nuestra idea. Modélico fue, por ejemplo, el del comendador de Santiago don Gutierre de Cárdenas y su mujer doña Teresa Enríquez. En el caso de don Enrique y la infanta el proceso es cuanto menos curioso. Era ella la segunda de las hija de Enrique III, hermana, pues, de Juan II de Castilla. En la tradición familiar se la conocía como la hermosa y de los rubios cabellos304. Mujer 303 304

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AHN. Diversos-comunidades. Car. 44, N. 18. DEL ARCO, p. 368.

de carácter, es posible que alguna vez fuera comparada con ella su sobrina, Isabel la Católica, que cuando visitó el monasterio de Poblet en 1493 cuentan que mostró gran interés en ver su cadáver y le puso un pañuelo sobre el rostro305. Y no hemos de olvidar que estamos en la época de “los fuegos encendidos de amadores”. Que muchas veces sólo sería un artificio, pero que entronca con el mundo caballeresco. No puedo afirmar que el infante don Juan, como se ha dicho, aspirase a su mano y que eso fuera el motivo de distanciamiento entre él y su hermano Enrique306. Aunque parece que sí estuvo enamorado de ella, que, además, en relación con su luego mujer Blanca de Navarra era bastante más joven (nació en 1403), seguramente más bella (a lo que don Juan sabemos que no era indiferente), desde luego rica y le aseguraba su permanencia en Castilla, por lo que no descartaba llevar a cabo él ese matrimonio. Incluso pudo cortejarla, algo en lo que era experto. No obstante, optó por volver a la antigua idea de Navarra, casando con la heredera Blanca, que le proporcionaba aquella corona. Se ha dicho de la infanta Catalina que “ella quisiera mas casar con el Infante Don Juan; mas non podía yá ser, que él era desposado con la Reyna de Navarra: é por esta razón comenzó á aver mala querencia é desamor entre ellos. Cada uno dellos era asaz poderoso: facian ligas con los Caballeros del Reyno cada uno dellos por su parte”307. La arriesgada operación de Tordesillas suponía fundamentalmente, aunque no sólo, apartar al rey del círculo de influencia que en torno a él se iba cerrando. Las dilaciones de éste para llevar a cabo su propio matrimonio con María de Aragón, que no acababa de llegar a buen término, y la boda del maestre con la infanta serían también razones de peso para su implicación. Benito nos informa de que cuando se concertó la boda de Juan de Castilla y María de Aragón se había hecho lo mismo con Catalina y uno de los infantes aragoneses, aunque sin concretar 305

Ibidem. DIEZ DE GAMES, p. 207. 307 Ibidem, p. 207. 306

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cuál de ellos308. Pudo ocurrir que don Enrique respetase la prelación de su hermano Juan hasta que éste casó en Navarra. Tal vez que doña Catalina, que pudo albergar sentimientos hacia el mayor, se sintiera mal cuando éste se decidió por Blanca. La cuestión es que ella se resiste al matrimonio con el maestre, que, si seguimos la Crónica de Juan II, se queja del incumplimiento de los acuerdos de Segovia referentes a las cosas del reino, como a su boda con la infanta, con quien él mucho deseaba casar309. En realidad don Enrique no encontró demasiada colaboración en sus pretensiones, tal vez porque se quería evitar que acumulara más poder. Fernando Alfonso de Robles, consejero de Álvaro de Luna, argumentó al infante que conocía que á la Infanta no placia mucho, e deseaba casar fuera destos Reynos310. Mientras que Mari Barba, aya de doña Catalina, se oponía, llegando a escribir diversas cartas en petición de apoyo, para que no obligaran a la infanta, ni la apartaran de ella para sustituirla por otra aya. Es entonces cuando Catalina se encierra en el monasterio de Tordesillas, sin acceder a los ruegos de su cuñada María, ni a las presiones del obispo de Palencia y de Garcí Fernández Manrique. No accediendo a salir hasta que éste no prometió que no sería obligada a casar con quien no quisiera ni la separarían de Mari Barba. ¿A qué se debió el cambio operado en la infanta en el camino de Ávila a Talavera?, si tenemos en cuenta la rapidez con que aceptó celebrar el matrimonio. Para el que contaron con la preceptiva dispensa papal, dado el parentesco. Lo que hace pensar que, en efecto, había un proyecto previo ¿Qué hizo don Enrique para ganársela? Descubrió ella una realidad en él, y hasta unos sentimiento, distintos a lo que le hubieran contado. La cuestión es que en la Torre del Alamín los infantes se viéron é habláron…é afirmase, que allí se concertó su casamiento311. Se casaron en Talavera a los pocos días, en 308

BENITO, p. 83. Crónica del señor rey... Año 1420, cap. II, p. 163. 310 Ibidem. 311 Crónica del señor rey…. Año 1420, cap. XXI, p. 173. 309

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ceremonia oficiada por el arzobispo de Santiago don Lope de Mendoza. Lo sorprendente no es tanto que en ese trayecto decidieron la boda, sino que, a partir de entonces ella estuvo, hasta el final de sus días, incondicionalmente al lado de su marido y colaboró estrechamente con él, constituyendo un matrimonio envidiable. Siendo así que ya cuando el 29 de noviembre de 1420 el rey se escapa de Talavera, la reina María y su cuñada Catalina salen angustiadas en busca de don Enrique temiendo un enfrentamiento armado, que no se produjo. Los tres salen dos días después en busca del rey para hacerle reconsiderar su postura y recomponer la situación política. Aunque Juan II ordena a don Enrique retirarse a Ocaña y esperar su decisión. El matrimonio, sin embargo, tuvo que esperar dilatados años sin conseguir descendencia. Según parece uno de los más grandes deseos del maestre, que recoge Juan de Dueñas en 1428 en las coplas que le dedica cuando a la vuelta de su peregrinación a Santiago de Compostela es enviado por el rey a combatir a la frontera de Andalucía para impedir una supuesta entrada de los moros. En la cuarteta final Dueñas, tras elogiar a su sobrino, el príncipe de Viana, añade: y a vos dé fijo atal/ qual vuestra merçed desea312. Naturalmente por mi parte no puedo especular sobre una hipotética relación entre el hecho de que la reina María, hermana de doña Catalina, y Alfonso V no tuviera descendencia y que doña Catalina hasta casi veinte años después de casarse no quedó embarazada de un hijo, que nació muerto. Ella tampoco superó ese único parto y falleció en el palacio arzobispal de Zaragoza el 27 de octubre de 1439, pocos días después de que su marido recuperara el maestrazgo. A su lado estaba su hermana, la reina de Aragón313. Íñigo López de Mendoza, se va a hacer eco del dolor del padre y marido. Hablando en su nombre al itálico modo se refiere a su convicción de que su muger mucho amada, por su vida y obras 312 313

BENITO. “Fortuna…”, pp. 181-182. DEL ARCO, p. 368. ZURITA, libro XIV, cap. LVIII.

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está en el templo divino. Pero que la seguiría, incluso al infierno, si por aventura dado le fuesse ferirse él mismo e darse a la muerte, por golpe de fierro. Lo que, añade, no puede hacer por su condición de caballero (con su ingrediente religioso). Y el poeta pone en su boca que no lloren por la muerte de ella, sino por la triste vida de él, que desea yr donde fueres como fiel amante/ e conseguirte, dulce mía Idea,/ e mi dolor açerbo e ynçesante314. Don Enrique entonces se refugió en su maestrazgo, desarrollando un magno proyecto, que, sin duda, llevaría madurando tiempo atrás y que llegaría a su culminación en el capítulo de la Orden de 1440.

3. EL MATRIMONIO DE CONVENIENCIA: DOÑA BEATRIZ PIMENTEL No volvió a casar de inmediato el infante. Las circunstancias políticas en busca de alianzas lo mueven a aceptar un nuevo matrimonio, al tiempo que su hermano Juan II casa también con doña Juana Enríquez, que sería madre de Fernando el Católico. Aunque, seguramente, a don Enrique lo alentó su confesado deseo de la paternidad. Es verdad que en la boda con doña Catalina en lo externo no contó con fiestas, pero ésta otra, lejos de aquella inquietud juvenil, se celebra por poderes. En Medina del Campo el 8 de abril de 1443 Juan I los dio a favor de Mosén Pedro Vara para que representase a su hermano315. La elegida en esta ocasión es doña Beatriz Pimentel, hija del segundo conde de Benavente Rodrigo Alonso Pimentel, ya difunto, y de doña Leonor Enríquez. Ella, nacida probablemente en 1416, aunque no excesivamente joven, lo era bastante más que don Enrique. Contamos con la descripción de la fría ceremonia, que se celebró el domingo 7 de abril de 1443 en el palacio del rey navarro de Medina del Campo, contando con los poderes que la novia ha314 315

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Lo recoge BENITO. “Fortuna…”, p. 183. AHN. Nobleza. Osuna. C. 416, D. 18 y CP. 102, D. 5.

bía dado al almirante don Fadrique y a Pedro de Quiñones en Benavente el 5 de marzo anterior y el novio en Illescas el día 15. Queriendo en obra y en efecto el dicho desposorio sosegado y concertado entre las dichas partes, pidieron a Alfonso Fernandez, clerigo de misa arcipreste de la villa de Medina que tomase las manos al rey de Navarra en nombre del maestre y al almirante en nombre de su sobrina Beatriz316. Y en función de los poderes que tenían otorgaron recíprocamente a ambos como marido y mujer. Actuando como testigos Diego de Bazán, Diego de Sorsa y Pedro Baca, oficial del cuchillo del rey, y el secretario de don Juan, Bartolomé de Reus, como notario público. La dote de la novia era de 50 000 florines, a 50 maravedís el florín. Aunque no era la de la anterior esposa, sí resultaba muy digna por parte de doña Beatriz. El infante al entregar las arras que aportaba él, para darle firmeza obligaria e ypotecaria las dichas arras y para la dicha dote alguna de sus villas a donde esten bien asegurados317. A la muerte de su marido, el 15 de junio de 1445, doña Beatriz se refugió en Aragón. Había quedado embarazada de un niño, que nacería el 11 de noviembre318 y sería bautizado con el nombre de Enrique, como su padre, y pasó a ser conocido con el sobrenombre de infante Fortuna. No volvió a casar la viuda, a pesar de que sobrevivió al maestre cuarenta y cinco años, debiendo permanecer cerca de su hijo. De ella se conserva el documento de 3 de noviembre de 1490, año de su muerte, en el que se le da el tratamiento de infantissam Aragonum319, relativo a unas clausulas religiosas de su testamento. Poco después su hijo fundaba en Segorbe el monasterio de Ntra. Sra. de la Esperanza de frailes jerónimos. Fue enterrada, como doña Catalina, junto a su marido.

316

RAH. Colección Salazar y Castro. M-21, fol. 264 v.-265. Ibidem, fol. 265 v. 318 ZURITA, libro XV, cap. XXXVI. 319 ADM. Segorbe, leg. 89, nº 889. 317

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4. LA DESCENDENCIA: EL INFANTE FORTUNA, DUQUE DE SEGORBE, QUE PUDO SER REY

No podemos detenernos en don Enrique, el infante Fortuna, I duque de Segorbe, virrey de Cataluña y de Valencia. Ni profundizar en la documentación que sobre él tenemos localizada y hemos de dejar para otro momento. Nos limitamos, pues, a unas pinceladas. Despojado de los bienes de su padre en Castilla se crió en Barcelona. Su tío Juan II y su primo Fernando, hasta que éste tuvo descendencia, lo reconocían como el tercero en orden de sucesión al trono aragonés, otorgándole honores de infante. Algo excepcional puesto que, como sabemos, ese título sólo los ostentaban los hijos de reyes. En 1459 recibió de su tío Alfonso el señorío que había pertenecido a su padre en Segorbe320 y, en la misma fecha su tío Juan, a quien el maestre había dejado como tutor del niño y encargado del cumplimiento de sus disposiciones testamentarias, otorga a doña Beatriz, a la que también entrega un privilegio sobre la bailía general de Aragón321, la administración de las propiedades de su hijo322. Pese que un año más tarde el monarca le da ya el privilegio de Alfonso V de la ciudad de Segorbe y villas del antiguo patrimonio323. El título de duque que ostentó quiso él compartirlo con su madre. El primer proyecto de matrimonio que le conozco es con doña Juana de Castilla. El rey Enrique IV, se ha dicho que con intención de limitar el poder de su primo don Fernando de Aragón, rey de Sicilia, casado ya con doña Isabel, lo hizo venir con la promesa de esta boda con su hija. Tras los fracasados intentos de casarla en Portugal. A tal efecto el monarca se sirvió del conde de Benavente, primo de don Enrique, quien pudo ser animado a ello también por su madre, que añoraba, acaso, regresar a Castilla. Para el caso contamos con las capitulaciones matrimoniales, datadas en 1474, sin indicar día ni mes, en las que queda por 320

ADM. Segorbe, leg. 98, ramo 2, nº 345. Ibidem. Leg. 82, nº 9. 322 Ibidem. Leg. 93, ramo 2, nº 80. 323 Ibidem. Leg. 82, nº 13. 321

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Segorbe. Torre de la cárcel, siglo XIV. Foto Gómez Bayarri.

determinar la fecha de los esponsales y posterior matrimonio, así como una parte de la dote de doña Juana, todo lo cual aparece en blanco, abierto a posterior acuerdo, aunque cuenta con firma autógrafa del monarca, sólo de él, sin la del infante324. Con “las cosas concordadas e asentadas entre… el rey de Castilla y de León… y el muy ylustre señor ynfante don Enrrique, su primo, 324

AHN. Nobleza. Frías. C.16.D.27.

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fijo del señor ynfante don Enrrique…, sobre el casamiento de la muy excelente señora, la princesa doña Juana, fija del dicho señor rey e de la… reyna doña Juana, su muger con el dicho señor ynfante. Así, “… rey, con acuerdo de los grandes de su reyno que están a su seruiçio tiene tratado e concordado con el dicho… ynfante que… case con…. doña Juana”. Pero que, una vez casados, “por la tierna hedad de la… princesa”, el matrimonio no se consume sin consentimiento del rey. Que una vez que se desposen pública y solemnemente el “ynfante haya de ser… tenido e yntitulado e llamado e jurado, así por el… rey e por la… reyna, como por todos los prelados e grandes de sus reynos e por los procuradores de las çibdades e villas de ellos que fueren presentes al tienpo del dicho desposorio por prinçipe de Castilla e de León e prinçipe de Asturias, primogénito, heredero de estos regnos de Castilla e de León, como esposo e marido de… doña Juana… E le… sea por ellos… guardada toda obediençia e seruiçio e las otras honrras e preheminençias e prerrogativas… que en tal caso se requiere” 325 (1) Está motivada esta decisión “por quanto en estos… reynos es público… que por aver entrado como entró el rey de Çeçilia en ellos e se aver casado con la reyna de Çeçilia… sin voluntad e consentimiento del… rey e sin acuerdo de los prelados e grandes que están a su seruiçio, non lo podiendo nin deuiendo así faser por ser como fue contra la dispusiçión de las leyes de aquestos reynos e contra lo por ella prometido e jurado. E por aver, así mismo,… estado…, como están, en estos dichos reynos se han seguydo e siguen en ellos muchos bolliçios e escándalos e daños yntolerables, mayormente porque los dichos rey e reyna de Çeçilia e algunos prelados e caualleros que los siguen han tomado… algunas çibdades e villas e tierras del dicho rey nuestro señor e de la… reyna… e procuran de cada día de faser leuantar e reuelar otras muchas contra su seruiçio e han tractado e tratan con muchos prelados e grandes e caualleros por los faser mover e herrar contra el… rey e a otros sostienen e defienden para que le no 325

130

Ibidem. Fol. 1.

obedescan… e non cunplan sus cartas e mandamientos, en muy grand mengua e injuria e derogaçión de su estado e preheminçia real e abaxamiento de su justicia… De lo qual todo se han seguido e siguen cada ora en estos… reynos muchos robos e quemas e muertes e tiranías e otras turbaçiones e diuisiones e males ynfinitos, en mayor número e de mayor grauedad e detestaçión que fasta aquí en otros tienpos fue visto en estos reynos y en grand e notoria ofensa y poco temor de Dios e de su justiçia. E lo que… más graue es que por cabsa de ello se han esforçado los moros… e han fecho e fasen cada día entradas e quemas e robos e muertes e prisiones… sin fallar resisitençia alguna. Por manera que la cosa pública de estos… reynos está a punto de se perder”326. Le parece necesario que don Fernando y doña Isable salgan de Castilla “mayormente que puesto que digan e diuulguen que prentenden aver açión e derecho a la herençia e suçesión de estos… reynos para después de los días del… rey. Lo qual es muy contrario a la verdad e de todo derecho diuino e humano, espeçialmente pues el… rey sabe e tiene por muy çierto que el dicho prinçipado e sucesión pertenece justa e derechamente a la dicha señora prinçesa doña Juana, como a su verdadera fija legítima e natal”327 y aún menos pueden ocupar el trono en vida del rey, mientras él no puede gobernar en paz y hacer justicia. Por ello los apremia a salir del reino y a devolver lo que han tomado. Y después “el… rey e el… infante e los… perlados e grandes que con su altesa estouieren ayan de faser en continuar… la guerra contra dichos rey e reyna de Çeçilia… e contra todos los otros que los siguen… E que nunca ayan de çesar ni se apartar en la prosecuçión de la dicha guerra, ni alçen la mano de ella fasta los prender… e char a todos e cada vno de ellos fuera de estos dichos regnos e señoríos e les tomar todas sus çibdades e villas e fortalesas e vasallos e tierras e bienes e heredamientos e rentas que en estos… reynos touieren”328, procediéndose contra ellos y sus bienes, de acuerdo con el infante. 326

Ibidem. Fol. 1-2. Ibidem. Fol. 2. 328 Ibidem. 327

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Que una vez celebrados los esponsales sean llamados los prelados, grandes y procuradores que no estuvieron presentes para que juren a don Enrique príncipe de Asturias y heredero y que los que no pudieran ir lo hagan desde donde estén. Que, además, lo apoyarán haciendo guerra y mal contra los rebeldes que no lo admitiesen, en sus personas y bienes. Celebrados los esponsales, el infante pueda estar libremente en Castilla, en la corte del rey y donde quiera. Pero “aya de faser… juramento e pleito e omenaje e voto solepne públicamente al dicho rey… que le reconoçerá e terrná sienpre por su rey e señor e padre e así lo obedesçerá e acatará e seruirá e siguirá e guardará su vida e persona e casa e real estado, bien e leal e verdaderamente en todos los días de su vida. E como bueno e verdadero fijo e príncipe de estos dichos regnos fará e guardará e conplirá con el dicho señor rey todas aquellas cosas… que los fijos e prínçipes herederos… son obligados de faser e conplir con su rey e señor e padre”329. Y guardará las personas y casas de los prelados, grandes y caballeros que siguen al rey y hará todo según las leyes y costumbres del reino. Mientras, que los grandes y caballeros han de acatarlo y servirlo como príncipe heredero y seguirlo, especialmente contra los reyes de Sicilia y los de su partido. Acatamiento que le deberán también los súbditos naturales. Y, teniendo en cuenta “el grand benefiçio e graçia… que el… rey fase al dicho señor ynfante en le dar… por esposa e muger a la… princesa doña Juana, su fija, e con ella el… prinçipado e sucesyón de estos… reynos e es cosa muy conviniente e avn neçesaria para el bien común e restauraçión e reparo de ellos que el dicho señor ynfante esté muy conforme con el… rey e con su voluntad. E que le obedesca… como a su rey e señor e padre e se dexe e aparte de todos otros caminos… que de su altesa pudiese reçebir deseruiçio e enojo”330. Por eso una vez que el infante otorgue los esponsales hará juramento público y solemne de que no se juntará ni hará trato público ni privado con los reyes de Sicilia, el arzobispo de Toledo, el almirante de Castilla y resto de 329 330

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Ibidem. Fol. 5. Ibidem.Fol. 6.

su partido. Y si así no lo cumpliere, perdería el principado y las villas, castillos, vasallos y patrimonio. Debe renunciar también el infante a “todo el derecho e ación que ha e podrá aver a todas las villas e logares e patrimonio que fue del señor ynfante, su padre… que ha tenido y tiene el duque de Alburquerque e los condes de Miranda e Medellín”331 y todos los caballeros que sirven en este caso del principado y sucesión de la corona. Renunciando, así mismo, “la señora ynfante, su madre, de qualquier derecho que aya por dote e arras o en otras qualquier manera a las dichas villas o patrimonio”332 y, especialmente, que el infante entregue todas las escrituras de este patrimonio, tanto suyas como de su madre, que le fueran pedidas por esos caballeros. A don Enrique se le asignaría una cantidad de vasallos por determinar del secuestro de los bienes de los reyes de Sicilia, que pasarían al infante. Y por la dote de doña Juana y para sostenimiento del matrimonio mientras viviera el rey contarían con el principado de Asturias, las ciudades de Huete, Andújar, Logroño y más por concretar, junto a las villas de Medina del Campo, Cáceres y (queda en el aire). “Pero que… el… ynfante lo aya de … administrar… en su nonbre, como su marido. E aya de leuar… las rentas de ellas, eçepto de Logroño e de la villa de Caçeres, que aya de quedar e queda asy la tenençia, como las rentas e la admistraçión de la justiçia e todas las otras cosas entera e libremente a la dispusiçión de la dicha señora prinçesa”333. Celebrados los esponsales el rey dará al infante los títulos de Andújar, Logroño, Medina y Cáceres. Más la posesión real de ellos en un plazo que no indica. O se le entregaría algo equivalente si en ese plazo no lo recibe. Como garantía se le dejaría en prenda la fortaleza de Madrid, en poder de Juan Pacheco, que éste debe entregarla al rey como la recibió y hacer pleito homenaje al rey y al infante. Por Huete en prenda las torres e fortalezas de la ciudad de León. El infante Fortuna debía comprometerse a dar en arras a la princesa treinta mil doblas de oro de la banda. Y como garantía debe hipotecar y obligar “una villa señalada de su patrimonio”334. 331

Ibidem.

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Se compromete el rey a que, una vez desposados, mandaría a todos los alcaldes de las fortalezas les hagan pleito homenaje como a herederos. Hasta que se efectúe la entrega de lo comprometido, le dará al infante para su mantenimiento una cuantía de maravedís sin precisar. Una vez entregadas las ciudades y villas, como sus rentas son poca cosa, para mantener su estado le dará a don Enrique una cantidad anual de maravedís y en cuenta de ello los diezmos y alfolís del reino de Galicia. Que estando fuera de la corte en cualquier parte del reino pueda proveer en los asuntos de justicia, como corresponde a un heredero y el mismo rey le puede dar poderes para ejercerla en cualquier provincia. Desde luego, al tiempo de los esponsales, el infante ha de prometer guardar todos los privilegios, libertades, fueros y buenos usos de todas las provincias, ciudades, villas y lugares del reino, siendo príncipe, como para cuando reinase. Debiendo comprometerse, así mismo, a guardar lo contenido en otra escritura de la que hace mención. Si se cansó el infante de perder el tiempo en Castilla, si a Pacheco no convenía dicho enlace, tanto porque incrementaba el poder del conde de Benavente, como porque el de Segorbe pudiera reclamar antiguas posesiones de su padre, o si no quiso jugar el papel de rival de su primo Fernando, el caso es que regresó a Aragón. Presionado seguramente por su tío Juan II, que acusándolo de desatender sus estados de Ampurias y Segorbe, en 1474 los pasa a su hijo Fernando. Algo que no llegaría a hacerse efectivo, porque dos años mas tarde pide al gobernador general de Valencia que actúe contra los vecinos de Segorbe rebeldes a su sobrino. Resolviendo flecos de esa época en 1476 su prima, la reina Isabel, manda a la ciudad de Salamanca que le pague una deuda de doscientos cincuenta mil maravedís con él contraída335. 332

Ibidem. Fol. 7-8. 334 Fol. 10. 335 AGS. RGS. Leg. 147607, 513. Es del 14 de julio. 333

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No prosperó el intento de boda del infante, que pudo tratar también cuando estuvo en Castilla, con Leonor Manrique, hija del comendador mayor de Santiago don Pedro Manrique, conde de Treviño, hijo de Gabriel Manrique y nieto de Garcí Fernández Manrique. Para ello don Enrique dio poderes en 1486 al conde de Benavente para que se casara en su nombre336. Tampoco este proyecto debió ser del agrado de su familia aragonesa, ni probablemente de los reyes de Castilla. Casaría, finalmente, con Guiomar de Portugal, para lo cual el rey Fernando le da 30 360 sueldos anuales en 1488, a cobrar sobre las rentas del reino de Sicilia337, añadiendo pocos años más tarde otros beneficios al duque. Doña Guiomar llevó una vida tan ejemplar que fue llamada venerable. Tras su muerte el 19 de agosto de 1516 don Enrique en carta a los monjes de Poblet, donde fue enterrada, les enviaba el cuerpo de aquella, que era la cosa que más amábamos en este mundo. Y según nuestras indisposiciones, esperamos cada día hacerle compañía, conformándonos con la voluntad de Dios338. Juan II había nombrado al infante en 1478 su lugarteniente general en Valencia339. Desde ese puesto, que Fernando II hizo vitalicio, lo va a servir fielmente. La correspondencia de don Enrique a su primo es cordial. Lo vemos defendiendo los intereses del monarca y dándole opiniones en asuntos de estado340. O agradecerle, también doña Guiomar, el interés del monarca por el casamiento de sus hijos. En esa línea cuando don Fernando hace testamento en 1516, encomienda el príncipe (luego Carlos I de España) a su hijo Alfonso, arzobispo de Zaragoza, y a don Enrique. Dada su longevidad, ya que vivió hasta 1522, tras hacer testamento el 2 de julio, estuvo también al servicio del emperador Carlos, a quien vemos, por ejemplo, pedirle que ayude y aconse336

ADM. Segorbe. Leg. 93, ramo 2, nº 94. Ibidem. Leg. 93, ramo 2, nº 95. 338 DEL ARCO, p. 369. 339 ADM. Segorbe. (ADM. Segorbe.. Leg. 93, ramo 2, nº 90). 340 Por ejemplo en RAH. Salazar y Castro. A-14, fol. 172. Existe también en relación con Carlos I. 337

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je tanto a su secretario como al virrey de Valencia para la pacificación de ese reino. Así como expresarle su agradecimiento y gran satisfacción por la ayuda prestada en este caso a aquel. En lo que me he acercado al duque de Segorbe tampoco se le conocen hijos naturales. Con su mujer tuvo a Juan, que murió niño, al sucesor en el ducado, Alfonso de Aragón, casado con Juana Folch de Cardona, que sería duquesa de Cardona, y a Isabel, que en 1513 casaría con Íñigo López de Mendoza, conde de Saldaña y duque del Infantado. Con todo lo que, al final, nuestro maestre tendría su anhelada descendencia.

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IX. EL MAESTRAZGO DE SANTIAGO

1. DON ENRIQUE, MAESTRE Nos inclinamos a pensar que don Enrique se sentía sobre todo maestre de Santiago, que es como firma los documentos que conocemos a lo largo de su vida, en plural mayestático. Fue el primero de sus títulos, pero, básicamente, por mentalidad y por la importancia de una institución considerada después de la corona la mayor dignidad, tanto en rentas, que no constituían un patrimonio privado del maestre, como en caballería341. Con vinculación directa al papa. Y, aunque la mayoría de sus posesiones estaban en Castilla, con un territorio muy compacto en el Campo de Montiel, y cabecera en Uclés, en aquellos momentos tenía carácter internacional.

Autógrafo de don Enrique. AHN, Nobleza. Frías, C, 5, D. 18 341

Crónica de don Álvaro…, p. 178.

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E todavía el Infante (Fernando) tenía gran cuidado de poner casas a sus fijos, que veía que cada día se fazían omes. E como su yntençión hera de los heredar lo más sin pecado que ser pudiese, e que más sin daño del reyno fuese, buscaua de heredallos de esta guisa en estos maestrazgos342. Así pues, consiguió don Fernando para el tercero de sus hijos varones el maestrazgo de Santiago cuando todavía era un niño de nueve años, frente a las aspiraciones de Garcí Fernández de Villagarcía. Para que lo alcanzara don Enrique su padre contó con el apoyo del comendador mayor de León, Pero Manrique, del condestable Dávalos y del chanciller Fernán Vázquez. La reina Beatriz de Portugal, pese a que Villagarcía era uno de sus leales, acabó aceptándolo. Y, sobre todo, el papa Benedicto XIII accedió a dar una provisión directa, sin necesidad del procedimiento electoral, y concediendo dispensa para la corta edad del nuevo maestre. Para obtenerlo se esgrimieron argumentos como que esta Orden no era de una profesión como las otras, a precedentes, como el caso de don Fadrique y la concesión de Clemente VII a Juan I para que se proveyesen así maestrazgos vacantes, lo que se hizo en cuatro ocasiones en Santiago. E, incluso, en Calatrava con Gutierre Núñez y en Alcántara con Martín Añes343. Vencida la resistencia, fué elegido en concordia por Maestre, é diéronle el Hábito en Becerril estando ende los Comendadores mayores, é todos los mas de los trece, é muchos de los otros Comendadores344. El 5 de febrero de 1410 el papa Benedicto le confirmó la posesión del maestrazgo345. Sucedió en el mismo al gran Lorenzo Suárez de Figueroa, cuyos establecimientos de Mérida de 1403 serían un importante precedente para la obra legislativa de don Enrique. El infante 342

Álvar GARCÍA DE SANTA MARÍA. Crónica de Juan II de Castilla. Madrid, 1982,

p. 290. 343

Puede verse en ÁLVAREZ PALENZUELA. Enrique…, p. 39. Crónica del señor rey…, año 1409, cap. 10, p, 75. 345 Dilecto filio nobili viro Fernando… Exposcit tue deuocionis integritas ut peticionibus tuis… Enrrico, Sancti Iacobi… de la Spata… magistratus auctoritate apostolica perpetuo commendauimus… PALACIOS, pp. 537. 344

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gozó de la dignidad maestral casi treinta y seis años, con el intervalo de la administración de don Álvaro de Luna, a quien puso el rey al frente de la Orden y que gozó del cobro de las rentas de la mesa maestral de 1429 a 1438, sobre las que dictamina el monarca mediante dos sentencias, de 23 de octubre346 y 10 de noviembre de 1439347. E mandóle dar sus cartas para que le entregasen todas sus fortalezas, e las posesiones de todas las villas e lugares e las encomiendas que el ynfante don Enrrique, maestre de Santiago, avía poseydo348. Lo que fue mal acogido por una serie de comendadores. Hubo lugares y castillos que se defendieron. Y ofrecieron resistencia las fortalezas de Segura, Montiel, Montizón y Montánchez, que tenía Pero Niño. Lo que no impidió que el 28 de diciembre de 1430 entregara el monarca en administración el maestrazgo de Santiago a don Álvaro de Luna en tanto que del Santo Padre se traian letras de confirmación349. Solemnizó Juan II en Uclés, el 24 de enero de 1431, la destitución de don Enrique, que con los suyos se refugió en Segura de la Sierra. Por su parte el prior de Uclés no aceptó negociar su regreso al convento y se refugió en Aragón. Con las paces de Toledo (1436), en las se acuerda una compensación mínima por lo que se había confiscado a don Enrique, se contempla que mientras el maestrazgo estuviera en administración del condestable los hábitos y encomiendas fueran dados por cierta bula papal350. El proceso de recuperación de los derechos, sin embargo, fue lento, siendo así que el maestre hubo de esperar hasta los acuerdos de Castronuño y destierro del privado el 22 de octubre de 1439 para volver a él. Pero antes, en abril, ya encontramos junto al maestre no sólo al adelantado Pero Manrique, sino también, entre otros, al comendador mayor de Castilla don Gabriel Manrique, hijo de Garcí 346

AHN. Nobleza. Osuna, C.1739, D.1(2). AHN. Nobleza. Osuna, C.1739, D.1(1). 348 CARRILLO, p. 48. 349 GÓMEZ DE CIBDAD REAL, carta XLIV, p. 73. 350 ZURITA, libro XIV, cap. XXXVI. 347

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Fernández Manrique. Pensando el infante que había llegado el momento de adoptar medidas para un control del territorio del maestrazgo y teniendo en su poder Uclés, entregó el 3 de mayo plenos poderes a don Rodrigo Manrique, hijo del adelantado, comendador de Segura y futuro maestre, que con ayuda de Garcí López de Cárdenas, comendador de Caravaca, se hizo con Ocaña351. La bula fundacional de la Orden de 1175 había dejado fijadas las funciones del maestre, con poderes semejantes a los del monarca en su reino: legislativo, ejecutivo, judicial y de jefe militar, junto al cuidado espiritual, que también tenía a su cargo. Los freires le debían obediencia. Aunque para que el maestre no incurriera en despotismo se estableció un equilibrio con los trece de la orden, quienes, además de elegirlo, podían deponerlo por causa justa y grave. El maestre, además, debía guardar fidelidad al rey, su señor natural, y amar a los freires, a los ha de gobernar sin soberbia. Superada la crisis de mediados del siglo XIV el poder y autoridad del maestre se incrementó. Como los recursos de la mesa maestral. Precisamente don Enrique en sus establecimientos espirituales352 recuerda que el papa Honorio III había vedado que los maestres enajenaran bienes de la Orden. Aspecto en el que algunos se habían relajado por el deseo de heredar a sus hijos. La “majestad” del maestre aparece también en el ceremonial, como se aprecia en las actas capitulares de 1440, con claro contraste entre la vida conventual de las comidas en el refectorio y los actos litúrgicos y de presidencia del capítulo general. Así en Uclés el 6 de septiembre, terminada la misa solemne que se ofició en el altar mayor de Santiago, el maestre vistió su capa de cabildo para dar comienzo al capítulo general y se sentó en la silla maestral, entre el altar de San Sebastián y la puerta que daba al tesoro e iba a la torre, bajo un palio con paños de oro. A su derecha estaba 351

GÓMEZ DE CIBDAD REAL, carta LXXX, p. 139. Pueden verse en MADRID Y MARÍN, Evolución de la vida cotidiana…, junto al resto del ordenamiento jurídico de la Orden que allí reproducimos. 353 MADRID Y MARÍN, p. 47. 352

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el prior de Uclés con los trece, caballeros y freires de Castilla, y a su izquierda el de San Marcos con los de León. Luego llegó el comendador mayor de Castilla con el estoque del maestre y el de Montalbán con el pendón, blanco con una cruz colorada con veneras, mientras que el infante llevaba en la mano derecha el sello de la Orden. Que eran las tres insignias. En el caso del capítulo de 1480 de Alonso de Cárdenas la ornamentación es mayor, puesto que encontramos también una almohada de seda en la silla del maestre, así como la presencia de alfombras, mantas y otros paños en el estrado, además de reposteros353. A la muerte de don Enrique, el rey “mandó luego ajuntar los Trece de Santiago que el Maestre eligen en Avila donde somos, é les mandó decir, que su voluntad era, é al bien de la Orden de mucho pró, que fuese Maestre Don Alvaro de Luna: é lo ficieron mal grado que les pesó; ca voluntad suya era facer Maestre á Rodrigo Manrique Comendador de Segura”354. Quien, pese a haber sido convocado por el prior Juan Díaz de Coronado, lugarteniente del maestre, al igual que otros trece, no asistió al capítulo celebrado el 1 de agosto de 1445 en la iglesia de Santiago y, lo mismo que ellos, fue sustituido en el proceso electoral. Se fijó éste el 2 de septiembre, jueves, en que se reunieron en la misma iglesia355.

2. LA PRIVATIZACIÓN, ¿OTRA ACUSACIÓN FALSA? En la historiografía actual, que me conste, sólo Eloy Benito (algunos omiten el tema) ha concedido la presunción de inocencia a don Enrique en una acusación tan grave como la de las cartas falsas y lanzada en el mismo contexto. Por lo que, como la acusación de alta traición, cuya falsedad fue demostrada, pudiera ir encaminada a la destrucción del maestre o, en el mejor de los casos, simplemente a desestabilizar el partido enriqueño, que contaba con importantes santiaguistas. 354 355

GÓMEZ DE CIBDAD REAL, carta LXXXXVI, p. 160. RAH. Salazar y Castro. M-9, fol. 301.

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La crónica de Juan II no dice de dónde la toma, ni sabemos quién pudo hacerla llegar al cronista. El caso es que mientras el monarca, tras el golpe de Tordesillas, estaba con el maestre “acordó, quel Rey embiase á Don Gutierre Gomez Arcediano de Guadalajara al Sancto Padre, por le hacer saber el estado de su Reyno é las cosas pasadas, justificando mucho el Infante Don Enrique é los de su parcialidad, é dando muy gran cargo é culpa al Infante Don Juan, é á los Perlados é Caballeros que con él eran. É lo secreto desta embaxada era, quel Rey suplicaba muy afectuosamente al Sancto Padre, que diese lugar que todas las villas é lugares que son del Maestrazgo de Santiago, fuesen solariegas del Infante Don Enrique por juro de heredad, para él, é para todos los que dél viniesen: é que estas tierras no tuviesen nombre de Maestrazgo, mas que se llamasen Ducado de qualquier parte quel Infante Don Enrique mas quisiese”356. En el número 1 de Medievalismo, la revista fundada por él, Benito Ruano informa de sus investigaciones encaminadas a tratar de contrastar tan inquietante noticia357. Pese a su transcendencia la citada crónica no vuelve sobre el asunto, que tampoco recogen los textos contemporáneos. Benito da cumplida cuenta de su infructuosa búsqueda en el Archivo Histórico Nacional. Por lo que encaminó sus pasos al Archivo Vaticano, con el mismo resultado negativo. Tampoco la investigación llevada a cabo por sus “colegas italianos y españoles… buenos conocedores unos y otros de la generalidad de los fondos archivísticos vaticanos, sus conexiones y su funcionamiento”358 arrojó el menor vestigio sobre el asunto. Añadiendo lo descabellada que habría sido dicha petición y lo que habría supuesto para Castilla. Por nuestra parte pensamos que, aparte de que es difícil que el pontífice lo hubiera acogido favorablemente, la oposición que habría provocado en el seno de la Orden podría haber dado lugar una guerra civil. Es de pensar que ante una solicitud tan peligrosa Martín V habría abierto una investigación, no sólo a nivel diplomático sino también dentro de la institución santiaguista. 356

Crónica del señor rey…, año 1420, cap. XX, p. 173. BENITO. “Fuentes cegadas”, en Medievalismo, I, 1991, pp. 125-137. 358 Ibidem, p. 132. 357

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De entrada nos cuestionamos la potestad del monarca castellano para concederlo, cuando ni siquiera consiguió elevar a su privado al maestrazgo en vida de don Enrique. Pero baste pensar en que, pese al intervencionismo real en la Orden, cuando los Reyes Católicos incorporan a la corona los maestrazgos lo hacen de manera pactada, mediante un acuerdo entre el rey Fernando, el papa Inocencio VIII y las propias órdenes. Y entonces el monarca ejerció la jurisdicción temporal sólo como administrador, puesto que los maestres gozaban de jurisdicción exenta. La jurisdicción eclesiástica exenta no pasó a los administradores, siendo así que la espiritual se ejerció a través de los clérigos santiaguistas. Cuando la administración en la orden de Santiago recayó en la corona después de la muerte de don Alonso de Cárdenas en 1493, don Fernando mantuvo al antiguo consejo y puso al frente del mismo a dignidades de la orden, dentro ya del Consejo de Órdenes. Por otro lado la orden de Santiago desde el principio tuvo vocación internacional. Sólo en la Península el maestre hubiera tenido que contar con la encomienda de Montalbán y con rey de Aragón, que, pese a ser hermano suyo, dudo que lo hubiera secundado en tan extravagante pretensión, con los otros dos (Juan de Navarra y don Pedro) enfrente en aquel momento, además. En cuanto a Portugal, pese a la autonomía de que gozaba allí la Orden, constituía entonces una encomienda, sometida a jurisdicción y derechos de visitas de los visitadores castellanos. Todavía en 1432 el infante don Juan de Portugal era gobernador y administrador del maestrazgo de Santiago en aquel territorio359. Cuesta pensar que ni un administrador ni el rey portugués (y aún faltaba para que la hermana menor del maestre llegara a ese reino) lo vieran con buenos ojos. Sin contar con las posesiones que la Orden tenía en Francia, donde los santiaguistas, como el comendador de Bessaut, Bertrand de Navailles (1414-1436) guardaban fidelidad a aquel monarca360. 359 360

RAH. Salazar y Castro, Legajo D, cap., 26. BENITO. “La Orden de Santiago en Francia”, en Hispania, 37 (1977), p. 27.

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Dudo que la Orden de Santiago aceptase ser desmantelada en sus instituciones, con pérdida de encomiendas y rentas por parte de los comendadores, ni que los caballeros lo hubieran permitido. Para impedirlo contaban con los propios mecanismos jurídicos que la Orden les proporcionaba, como la facultad de que gozaba el trecenazgo para deponer al maestre. Y ello sin contar con los recursos materiales, humanos y militares, con posesión de importantes fortalezas. Y el propio maestre. Del que por mucho que se desapruebe su participación en el golpe de Tordesillas nos cuesta pensar que propusiera idea tan disparatada, no era un loco. Ni en situación tan delicada parece que quisiera tener enfrente a la poderosa orden de Santiago. Hay que tener en cuenta, además, que estaba entonces en la cima, con la concesión incluso del ducado de Villena y que con esta opción podía conseguir más patrimonio, pero perdía poder. Además, aún considerando (según posiciones y criterios) acertada o errónea la interpretación que hace de la ley, nunca a lo largo de su vida dio a ésta la espalda. Reclamó sus derechos, pero no lo ciega la ambición, ni siquiera es su móvil, por lo que más de una de sus renuncias es voluntaria, como cuando lo hace a todo su patrimonio por salvar de la prisión a su hermano Pedro. Por ello y por lo que para él significaba la caballería en general y en concreto la orden de Santiago y por la gestión que, cuando lo dejaron, desarrolló en ella, entiendo que lo más prudente es, cuanto menos, cuestionar esta acusación, por falta de base suficiente.

3. EL GOBIERNO DE LA ORDEN Su antecesor, don Lorenzo Suárez de Figueroa, había dejado el listón muy alto. Dotó a la Orden de bienes para albergar silos y alojar a comendadores. Restauró edificios. Intervino en la conquista de Setenil y otros lugares. Junto a su importante labor legislativa. 144

Naturalmente hasta su mayoría estuvo don Enrique tutelado dentro de la orden. Por lo que, si tenemos en cuenta que fue después de llegado a perfecta edat de los veynte i çinco años proveydo maestre por la mesma See Apostolica361, la prisión y el tiempo de administración de don Álvaro, donde hay que buscar el sello más personal del maestre es en el periodo de 1439 hasta su muerte. Cuando se hizo cargo del gobierno de la Orden intentó continuar la ingente obra de Suárez de Figueroa, enviando visitas a restañar las grietas que la falta de cuidado en aspectos internos que su padre evidenció había causado362. Pero excede nuestro espacio detallar actuaciones y tampoco queremos dar un listado exhaustivo. Si acaso algunas pinceladas. Dejando para más adelante un estudio monográfico. En los momentos iniciales advertimos la presencia de el padre. El 10 de octubre de 1409 el todavía infante Fernando se va a dirigir, en nombre de su hijo, a los comendadores de los bastimentos de León, de La Mancha, del Campo de Montiel de la orden de Santiago, y a algunos otros, pidiéndoles que hagan una relación de los bienes de la Orden363. Ya en su propio nombre y con su firma desde Valencia en 1415 se ocupa del cumplimiento en Uclés y tierras de Orden de unas ordenanzas del rey de Castillas sobre minorías étnicas364. En la misma línea una ejecutoria de 27 de octubre de 1417 desde Valladolid sobre el derecho de montazgo de los ganados de la Mesta contra “la nuestra villa Vclés e de los nuestros lugares de Fuente Duenna e Sant Felises e Sant Pedro” porque “el consejo e omes buenos de la Mesta de los pastores de los ganados de los regnos e sennoríos del rey… se nos enviaron querellar e dicen que quando entran los dichos ganados a los estremos por los dichos puertos, que los arrendadores e coguedores (sic) del seruiçio e montazgo que a nos pertenesçe que en el contar 361

OROZCO Y LA PARRA, p. 386. Daniel RODRÍGUEZ BLANCO. La Orden de Santiago en Extremadura (siglos XIV-XV). Badajoz, 1985, p. 49. 363 RAH. Salazar y Castro, M-7, fº 48. 364 AHN. Carp. 338, doc. 27 bis. 362

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del dicho ganado que echan de más en cada fato quinientas o seyçientas cabeças de ganado por tal de les faser pagar rebujal e porque non tornen a contar otra ves el dicho ganado, por dos o tres florines cada ves que acaesçe lo sobredicho, en lo qual los dichos pastores dicen que resçiben grant agrauio e danno… E enbiaronnos pedir por merçed que proueyésemos sobre ello de remedio de justicia... E nos touímoslo por bien. Porque vos mandamos que… apremiedes a los dichos arrendadores que… cumplan el quaderno e leyes del … rey en todo e por todo... E non consintades ni dedes lugar a que las tales cosas desaguisadas e cohechos se fagan ni lleuen de aquí adelante... Otrosí vos mandamos que… pongades vn ome bueno christiano qual los dichos arrendadores quisieren sobre juramento que faga en la crus e en los santos Euangelios de tener verdat para amas las partes, para que esté a contar e aiende por ellos e por los dichos pastores los ganados que por los dichos puertos pasaren, porque non ayan de acahesçer… de aquí adelante lo sobredicho”365. Aparte de otras cuestiones administrativas de este periodo, deseo destacar la confirmación en Ocaña el 22 de febrero de 1421, que volvió a confirmar en Uclés en 1440 de unos privilegios de Segura. Don Enrique vio una carta suya, dada en Aranjuez el 9 de abril de 1427, confirmando un privilegio de “Gonzalo Ruiz en que manda que los comendadores de Segura no tomen posadas a los vezinos de aquella villa para ellos ni para sus omes ni sean osados de las tomar sus alcaldes recabdadores ni mayordomos, ni los vezinos se las den, ni ropa ni paja ni aues ni otras cosas”. Añadiendo que lo hace “con calidad que cada y cuando que el comendador que entonces era o el que fuere casase al su hijo o hija o le nasciere y algún caballero de la Orden o fuera de ella le fuere a honrar o pasare por la villa el conzejo sea obligado a darle posada a ellos y a los que con ellos fueren por dos o tres dias y no más”366. A él se debe un privilegio de 1422 en el que da a Belmonte de la Sierra (actualmente Villamanrique, en Ciudad Real) una dehesa para pasto y ganado en un lugar próximo a la villa denomina365 366

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AHN.Diversos-Mesta, 215, N. 2. RAH. Salazar y Castro. M-6, fol. 36.

do Chaparrales de Cernina. Pasado un tiempo, sin embargo, los vecinos se quejan de que la dehesa es de reducidas proporciones y alegan que con otra el lugar sería conservado y mejor poblado367. Por lo que encarga al prior de Uclés que solicite información y, oídas las partes implicadas, entregue la dehesa para el mantenimiento de bestias y bueyes de arada donde entendiéredes ser más útil y provechoso al dicho concejo e más sin daño a los comarcanos368. El sitio elegido para la dehesa es la Sierra del Arado. Y lo amojonan. Dado lo abrupto del terreno permiten que los ganados forasteros que transitaban por la cañada de la Venta lo sigan haciendo, para lo cual amojonan una vereda. El privilegio de 1443, está firmado por don Enrique en el mismo Belmonte, ya que de paso para Segura frecuentaría el camino real que va por ese término. Chaves recoge una serie de privilegios, algunos con el texto íntegro, concedidos por el infante, entre ellos el otorgado en Ocaña el 10 de febrero de 1421 a La Moraleja. Su interés por el Campo de Montiel es más que manifiesto. Allí, hasta donde llegamos, encontró apoyo, afecto y lealtad. Así pues, considerando la importancia y el número de habitantes de este lugar lo hace villa independiente de Montiel, sin dependencia de ningún comendador, pasando a pertenecer a la mesa maestral. Le concede las libertades y franquezas de Montiel, a la que acabará sustituyendo como cabecera del Campo y administración y funcionarios municipales propios. En el sello del nuevo concejo quiere que figure su propio escudo, que pasó a ser adoptado por la ciudad, cuartelado por la cruz de Santiago y en los cuarteles las armas de Castilla y Aragón. El lugar pasó a llamarse en principio Villanueva del Infante, que es como aparece en un traslado de 1442369. Cuando recupera el maestrazgo su actividad se intensifica. Sobre el capítulo general de 1440, del que lo más trascendente son los establecimientos espirituales y leyes capitulares, Cha367

Archivo municipal de Villamanrique. Sin catalogar. Ibidem. 369 Bernabé DE CHAVES. Apuntamiento legal sobre el dominio solar de la Orden de Santiago. Barcelona, 1975, fol. 60-60 v. 368

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Iglesia de Villahermosa. Foto P. Moya.

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ves hace inventario de casi una treintena de privilegios despachados370, afirmando haber muchos más. En septiembre de 1440 confirma el privilegio de villazgo del Toboso de Alfonso Méndez de Guzmán de 1328, con la concesión de mercado franco los martes371. De 1440 es la concesión de una dehesa boyal a los Santos372. El mismo año otorga una provisión al comendador de Santiago para que fuese a Mérida y tomara determinadas posesiones pertenecientes a la Orden373. El 11 de noviembre de 1440 también en Uclés da privilegio de villazgo a Torrenueva374, con concesión de tierras, aprovechamiento de pastos, franquicias, libertades y exenciones, arrendamiento de caza, prohibición de establecer otros tributos o cargas y, naturalmente, derecho a contar con concejo propio. El de Villahermosa (nombre elegido por el propio maestre), igualmente en el Campo de Montiel, en su incansable actividad en la Orden lo expide don Enrique en “Villanueva del Infante” el 22 de septiembre de 1444. Del privilegio, por lo avanzado en el tiempo, sorprende la consignación de afrontaciones o lindes geográficos, como si de una antigua donación ad populandum se tratase. Podrán gozar de todos los términos de Montiel, de la que la independiza, para pastar las yeguas, beber, cortar leña, cazar. Para el sello dispone tres veneras en triángulo375. Ya hemos adelantado en la introducción algo de la información que en 1488 dan sobre el maestre el licenciado Pedro de Orozco, a quien en 1484 hizo don Alonso de Cárdenas caballero de Santiago por sus méritos personales, saber y ciencia y ese mismo año le entregó la encomienda de Villahermosa, y Juan de la Parra, secretario de Enrique IV y referendario de Cárdenas, primer secretario del Consejo de Santiago. 370

Ibidem, fol. 63 v-64. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Pergaminos, carp. 58,15. 372 CHAVES, fol. 61-61 v. 373 ADM. Feria, leg. 9, ramo 47, nº 1. 374 Ibidem, fol. 62 v-63. 375 El texto integro en MADRID. “Ordenamiento jurídico en Castilla-La Mancha: la presencia de las Órdenes Militares”, Revista de la CECEL (CSIC), 3 (2004), pp. 229-264. 371

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Ellos nos hablan de su celo por el bien y acrecentamiento de la Orden, su interés por reformarla y su deseo de que en el ejercicio de la justicia todas las cosas “fuesen muy bien fechas, i conplidas, i executadas, syn aficçion de ningunas personas, y en las vacantes de las encomiendas proveya muy maduramente, y con buena deliberaçion, a personas graves, abiles, i meresçientes, i ançianias en la orden. E en los lugares, i votos, i asientos, guardaba a cada uno sus preheminençias, no mirando linajes, ni estados, ni personas, salvo las dignidades de la orden, y dava las cosas della, que se devian dar, muy franca, i liberalmente, a los cavalleros, i criados, i otras personas que la servían, i seguían”. Y destacan que “gano de la dicha See apostolica, para la dicha orden, uno de los mas principales, i mejores, i mas provechosos previllejos, que tiene, en que nuestro muy Santo Padre Martino Quinto, exime a todos los caballeros i fleyres de la dicha orden, i a sus lugares, i mienvros, i cosas, de toda jurediçion, i correçion, i subjeçion, i señorio eclesiástica (sic), i seglar, i quiere que no puedan ser demandados, ni convenidos, ante juez alguno, ni puedan conosçer, ni conozcan de sus causas por razón de delito, nin contrato, ni por otra causa alguna, e que solamente sean thenudos de responder, y estar a justicia, ante la mesma See Apostolica, otro previllejo, para que los dichos caballeros sean reservados de los ayunos del aviento, i de los Vierrnes de entre pascua, i pascua, el qual, segund su relaçion se entiende, solamente, a los caballeros que estovieron ocupados en la guerra de los moros. Asy mesmo ganó otro previllejo, para que el prior i fleires del monasterio de Santiago del Espada, de la noble çibdad de Sevilla, estén a su obediencia, e que él, i los otros maestres que despues del subçedieren en la dignidad maestral, los puedan visitar i corregir, porque en su tienpo i de ante, el dicho Prior i fleires, se querian substraer de la dicha obediençia i visitaçion, desçiendo no ser obligados a ella la orden”376. En el Calendarium romanum con las fiestas de todos los días del año, en el día correspondiente se anotaban los fallecimientos 376

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DE OROZCO y DE LA PARRA…, pp. 386-388.

de reyes, príncipes y miembros de la Orden. Normalmente sólo con el dato. Por lo que es excepcional la atención y el espacio que dedican a don Enrique, presentándolo como benigno, piadoso, de clara inteligencia, magnánimo, defensor de la religión, temeroso de Dios y gran benefactor del convento de Uclés377.

4. ESTABLECIMIENTOS Y LEYES CAPITULARES DE 1440 Los establecimientos del maestre constituyen el más importante cuerpo legislativo de la Orden de Santiago. No llegaba a ocho meses desde que había recuperado formalmente el maestrazgo, cuando acomete en un breve espacio de tiempo su obra magna. La de la reforma de la Orden en profundidad, encaminada a recuperar la esencia de sus orígenes y su buena administración. Lo vemos por ello a través de la documentación trabajar con gran eficacia, ejerciendo una presidencia activa, a la vez que respetuosa y considerada, escuchando consejos y propuestas, a las que no responde espontáneamente sino tras haberlo meditado, coordinando la redacción del cuerpo legislativo. Repasando una y otra vez el texto antes de presentarlo al capítulo general para su aprobación el día 8 de septiembre. Y a la vez que comparte mesa con los capitulares, cumple con las obligaciones religiosas y ejerce la justicia, desea sacar adelante dos temas: el de las visitas, cuyo procedimiento se hace 377 “Decimo séptimo calendas iulii”: “Obiit illustris domnus Enrikus, infans Aragonii et Sicilie, filius illustrissimi domni Ferdinandi, Aragonii regis. Ordinis Militie Sacti Jacobi generalis magister. Benignus, pius, ingenio clarus, magnanimus, atheleta catholicus ac Deo timoratus ac moribus […] Qui singularissimus dominus fuit prioris tunc temporis conventus de Vcles et fratrum eiusdem specialissimus benefactor. Ideoque eius temporibus ipse conventus religione fabrica et ornamentis per excellentiam fluruit et religione. Rexit magistratum multo infortunio et dicis casibus agitatus in exiliis a regno Castelle, carceribus et obsessionibus aliis anuis triginta quatuor mensibus novem. Clausit ante diem extremum in civitate de Calatayud, infra regnum Aragonii, decima quinta die, mensis junii, anno Domini mille quadringentesimo quadragesimo quinto. Et quadragesimo quinto etatis sue anno. Capellanía perpetua pro ipso” AHN. Códices y cartularios. L. 911, fol. XLII.

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más funcional, para tener una información precisa y proceder a la recuperación de todo tipo y a las reformas, y la actividad legislativa. En el ejercicio de la justicia es generoso con los miembros de la Orden, sin dejar lugar para el resentimiento. En cuanto a don Álvaro los convence para empezar de cero, sin pedir responsabilidades, pese al escrito que le presentan de que el privado “tomó e… detentó intrasa (sic) y tiránicamente el… maestrazgo e Orden e sus encomiendas e leuó e se apropió los fructos e rentas de él por el tienpo vacantes. E… es público e notorio que estos males e dapnos e dilapidaçión e dispendio e detrimento padeçió la dicha Orden e relligiosos”378. De esta manera el domingo, 19 de junio de 1440 en la capilla de Santa María, que está en el claustro de la iglesia de Santiago de los Caballeros de Toledo se reunió el capítulo particular, con asistencia del prior de Uclés, Juan Díaz de Coronado, de San Marcos de León, Juan Alfonso de Sevilla, el comendador mayor de Castilla, Gabriel Manrique, varios trece y otros caballeros, freires y priores, a los que se dirige el maestre: “Caualleros e freyres, ya sabedes commo por muchas ocupaciones e sinistros (sic) impedimentos, así en tienpo de mi nines, cuando por la gracia a este estado e dignidat fuemos assumpto e después acá non auemos podido ministrar (sic) nin proueer en esta orden, que nuestro señor Dios e el apóstol Santiago nos encomendó e constituyó patrón e regidor, como deuiamos e sienpre deseamos. Por la qual causa ella está mucho disipada, los castillos e fortalesas de ella muy mal reparadas, muchas heredades e derechos perdidas e enagenadas e contra toda justiçia vsurpada e quebrantadas su exençión e inmunidades por seglares e otras personas poniendo en ella las manos injustamente. E lo que más aborreçible es que ya por nuestros pecados los caualleros e freyres de ella non biuen como religiosos, saluo como meros seglares, non sabiendo regla nin los actos e çerimonias de nuestra orden. En lo qual, si non se remediase, ella vernía ayna en caymiento. 378

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AHN. Códices L. 949, fol. 32 v.

Por ende, deseando que ella sea redusida al estado que deue, pareçenos que todos deuemos en ello trabajar. E porque lo que toca a todos de todos deue ser aprouado, nuestra voluntad es que çelebremos capítulo general donde todos los caualleros e freyres de la dicha orden conuengan, porque con la ayuda de nuestro señor Dios e del glorioso apóstol Santiago, patrono nuestro, la dicha nuestra orden sea reformada e reparada como cunple a seruicio de Dios”379. Lo que fue muy bien acogido por los asistentes y de acuerdo con ellos se fijo la fecha de celebración de capítulo general el día de la natividad de Santa María de septiembre, en el convento de Uclés o en Ocaña. Acordando daría sus cartas para convocar a todos, también a los que habían recibido el hábito de quien carecía de potestad para darlo, para que explicaran cómo lo tenían. E igual a los desobedientes, con los cuales aplicaría la justicia “vsando con ellos más de misericordia que de rigor”380. En la convocatoria se intitula general maestre gobernador y patrón de la Orden y convoca “para su guarda e reparaçión”; “atento que los gloriosos e virtuosos actos a los postreros que dan exenplo e dan forma e regla a los aduenideros de beuir desseando la dicha nuestra orden seer enxalçada e la regla e estatutos de ella en todo conplidamente sean obseruados e los logares, bienes e propios de ella se reparen e sus rentas se aumenten e los freyres e caualleros de ella en toda caridat, virtut e honestidat biuan. Sus obras a seruiçio de Dios florezcan”381. Ya en Uclés procede a completar el trecenazgo, con incorporación, entre otros de Gabriel Manrique, y de Rodrigo Manrique. Al comienzo del capítulo general, los priores, comendadores mayores y demás asistentes, y en nombre del resto, se dirigen a don Enrique para darle explicaciones sobre lo ocurrido cuando en 1429 se le entregó la administración del maestrazgo al condestable, porque el rey, “por indusimiento de don Áluaro de Luna… enbió por nos Garcí Lopes de Cárdenas, comendador de 379

AHN. Códices, L. 940, fol. 20 y 20 v. Ibidem. 381 Ibidem, fol. 21. 380

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Carauaca, e Juan Nunes de Prado, comendador de La Presa, e don Ferrando de Portugal, comendador de la Torre de Vejazate” y por otros más, “mandándonos so muy grandes penas” que una vez recibidas sus cartas fueran junto a él, por lo que estos comendadores con algunos de la Orden fueron a Medina, “después de lo qual, por parte del dicho condestable e por su mandado, con los que de nos ay estáuamos nos fue dicho cómmo apartadamente que el… rey nos enviara llamar para nos desir que a su seruiçio e bien e pacífico estado e tranquilidad de sus reynos conplía que vuestra sennoría fuese dispuesto de maestre. Por quanto su alteza, así commo auía dado la administraçión del dicho maestratgo al dicho condestable, le quería faser proueer de él”. Y por tanto se juntasen todos ellos en Uclés para deponer a don Enrique382. A lo que se negaron ya que “por muchas rasones non lo podían nin deuían fazer, espeçialmente pues vuestra sennoría era, segund es, nuestro verdadero e indubitado maestre. Por lo qual nosotros segund Dios e Orden… deuíamos obediençia e reuerençia non podíamos faserlo”, resistiendo las presiones y duras amenazas. Pero, “al fin, contra nuestra voluntad, por fuerça e temor de muy grandes muertes e catando commo la sasón el dicho condestable oprimía tiránicamente por muchas maneras e fauores exquisitos los grandes del regno e viuientes en él. E, así mismo, la su grand seueridat e crueldat e commo contra toda justiçia e rasón le auía…. fecho destroyr e prender e matar a muchos grandes del regno de mayor estado e preheminençia que nosotros…, contra nuestra voluntat, e por temor del… rey e del… condestable e por non ser presos nin muertos e non perder lo nuestro, segund de fecho se fiziera… ouimos de dezir que nos plazía… porque públicamente non osamos el dicho peligro reclamar. Pero luego, secretamente, reclamamo(sic)”383. Así, los llevaron a Ucles “e en grand verguença e opresión de la dicha nuestra Orden e de los que de ende eramos e contra Dios e orden e contra todo derecho e contra leyes e establecimientos de ella, fiso poner el… doctor Lopes de Caruajal vna estatua de madera vestida con vna capa de panno en la vuestra silla maes382 383

154

Ibidem, fol. 27 v. y 28. Ibidem, fol. 28 y 28 v.

tral… E… por fuerça… fezimos… çiertos nullos actos e la dicha nula aserta deposición e degradación. Lo qual, muy virtuoso sennor, averse fecho contra nuestra voluntad por el dicho temor de muerte tan terrible e espantable”384. En el gráfico relato añaden que después se sentían muy tristes, unos se mesaban las barbas, otros lloraban y todos usaban vestimentas dolorosas. Y, como públicamente no podían hacerlo, lo denunciaron “muy secretamente por ante escriuano e testigos”, declarando en el capítulo libremente invalidarlo todo. Y “aora… como aquella a quien vsando de la stirpe real de vuestra sennoría do viene es propio vsar clemençia, suplicamos resçiba nuestra justa e notoria escusaçión e resçibiéndola aya piedat de nos”. Todavía añaden que puesto que el condestable no administró correctamente la Orden, dando hábitos y encomiendas indebidamente y dejando perder posesiones y privilegios, piden que don Enrique vuelva todo a su estado. Incluso solicitan que los deje ir contra los bienes del privado. El maestre, leído esto, se limitó a decir que “quería ver el dicho escripto e que él respondería a él segund entendiese ser conplidero a seruiçio de Dios e del rey… e bien e prouecho de la… Orden, toda conçiençia guardada” y levantó la sesión para ir todos a comer. Al regreso recordó que el capítulo se había convocado “para reformar y reparar la… Orden, non solamente en lo tenporal, mas avn en lo spiritual, çerca de nuestro veuir e honestidat de religión” y puesto que sobre ello había instrumentos y estatutos tanto de Suarez de Figueroa como de maestres anteriores, quiere retirarse con los priores y treces para que “los veamos e aquellos que fueren honestos e de guardar que los aprouemos e los que fueren de corregir que los corrigamos e fagamos algunos de nueuo, si nesçesario será”. Ante lo que todos mostraron su conformidad. Y, retirado con ellos en la cámara del tesoro, hizo leer todos los establecimientos a partir de los de Pelay Pérez Correa, comentándolos con sus acompañantes esa misma tarde, aunque dejando pendiente para el miércoles que los volviesen a ver “e concluyesen cerca de ellos lo que se deuía faser”. En cuanto a 384

Ibidem, fol. 28 v.

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las peticiones que le habían hecho referentes a la época de administración de don Álvaro entiende que es justo invalidar todo lo referente a dación y privación de encomiendas como de hábitos, por carecer el condestable de competencias para ello. Por lo que se refiere a la petición de actuar contra el privado porque la Orden fue “violentamente ocupada y detentada por el dicho condestable, con todas las villas e logares e castillos e fortalezas de ella e leuó los frutos… e fiso en ella muchos dapnos e dexó perder e destroyr e perder muchas possesiones e castillos e fortalezas”385, el maestre valora la preocupación por los males de la Orden, pero por el bien y paz de Castilla y en cumplimiento de los acuerdos que se han adoptado con el monarca entiende que no es conveniente hacer uso de la fuerza, toda vez que don Álvaro ha sido apartado de la corte. Y que él mismo ha renunciado al cobro de las rentas desde el 1 de enero de 1429 hasta finales de 1438. Concluyendo así la sesión de ese día. La gran obra de don Enrique y la que lo ha perpetuado es la legislativa en la Orden de Santiago, que lo convierte en el más importante legislador de la misma. El maestre es operativo y eficaz, tiene preparación para ello, debió contar con un equipo bastante solvente y en un espacio reducido de tiempo se procedió, bajo sus directrices, a la lectura de toda la legislación anterior y a la redacción del texto386, que, aunque estaba dispuesto para el día 8, por ocuparse de las visitas, se presentó el 9 de septiembre. El precedente más importante lo encontró en los establecimientos de don Lorenzo Suárez de Figueroa, su antecesor, que ya promulgó unas leyes para los vasallos del territorio de la Orden387. Don Enrique, buscando una recuperación de los santiaguistas en profundidad y la vuelta a su pureza primitiva, los amplía y enriquece de manera sustantiva, a la vez que corrige lo que estima 385

Ibidem, fol. 29-30 v. En la obra de MADRID Y MARÍN se recoge conjuntamente la que conocemos hasta el momento, desde la regla a los establecimientos y leyes capitulares de don Alonso de Cárdenas. 387 Gonzalo CARRASCO GARCÍA. “Un modelo monárquico legislativo y jurídico en la Orden de Santiago. El maestre Lorenzo Suárez de Figueroa y los establecimientos de Uclés (1395) y Mérida (1403)”, en Espacio, Tiempo y Forma, III, 24 (2011), pp. 13-68. 386

156

oportuno de la legislación anterior, dando lugar a tres conjuntos de normas388. El primero es el de los establecimientos dirigidos a los miembros de la Orden. Con los votos, vida espiritual, obligaciones religiosas, pero también encaminados a la administración institucional y al buen gobierno de la Orden, así como a los priores, jerarquías, comendadores y visitadores. Con especial atención a la recuperación de actividades humanitarias. El segundo y tercero van dirigidos a los pueblos de la orden de Santiago, con una significativa introducción, en la que, entre otras cosas explica que los emperadores, reyes, príncipes y señores fallaron noble inuençión estatuyr leyes e ordenanças por bien regir, gubernar sus pueblos. E por aquello su memoria perpetuamente dura, e non solamente en sus tienpos… mas avn dexaron doctrina e ensennamiento para los susesores asy fazer e obrar389. Segunda parte ésta dedicada a mejorar la vida espiritual. Con títulos referidos, entre otros aspectos, a los clérigos concubinarios, a los tahúres, a que el concejo, cofrades y demás no coman dentro de las iglesias en las celebraciones de bodas y bautizos. Aunque también con una preocupación por los hospitales de los pueblos. Finalmente los establecimientos temporales o leyes capitulares, con cuestiones administrativas, económicas y jurídicas. El ganado, los cultivos, los montes, el cuidado del medio ambiente o los impuestos, el ejercicio de la justicia y las garantías procesales y hasta sobre cuestiones sociales de la época como, entrando en lo anecdótico, sobre los alcahuetes e alcahuetas. No podremos saber, lógicamente, qué papel hubiera jugado don Enrique en otro momento histórico y en otras circunstancias políticas en el terreno militar e institucional. Sin embargo tengo el convencimiento de que su medida la da donde goza de mayor autonomía. Su gran obra, en lo que se lo permitieron y en el tiempo que le dejaron ejercerlo, hay que buscarla en el maestrazgo de la Orden de Santiago. 388 389

Los textos completos en MADRID Y MARÍN, pp. 191-276. Ibidem, p. 223.

157

ÍNDICE

I. PRESENTACIÓN.............................................................

7

II. LA FAMILIA.................................................................

13

1. EL LINAJE .............................................................

13

1.1. El padre, Fernando I de Aragón ................. 1.2. La madre .....................................................

14 17

2. LOS INFANTES DE ARAGÓN ......................................

19

2.1. Alfonso V el Magnánimo de Aragón ........... 2.2. Juan I de Navarra y II de Aragón .............. 2.3. Sancho, maestre de Alcántara .................... 2.4. Pedro, duque de Noto ................................. 2.5. María, reina de Castilla.............................. 2.6. Leonor, reina de Portugal ...........................

19 24 28 29 31 36

III. EL INFANTE ...............................................................

39

1. NACIMIENTO Y FORMACIÓN .....................................

39

2. EL ALTO ESTADO ....................................................

42

2.1. El condado de Alburquerque ....................... 2.2. La dote de doña Catalina: el ducado de Villena ........................................................ 2.3. Señorío de Segorbe ..................................... 2.4. La cuestión de Andalucía............................

42 44 51 53 161

3. LOS DESPOJOS ........................................................

55

IV. LOS TIEMPOS, LAS COSTUMBRES .......................

59

1. SU PRIMO, EL REY JUAN II DE CASTILLA ..................

60

2. EL PRIVADO ...........................................................

63

3, LA NOBLEZA ..........................................................

68

V. PROPAGANDA Y JUSTIFICACIÓN ..........................

71

1. EL PODER DE LA PALABRA .......................................

71

2. LAS CRÓNICAS.........................................................

73

3. LAS MOTIVACIONES DE DON ENRIQUE.......................

75

4. LA DESLEGITIMACIÓN DEL ENEMIGO .........................

81

VI. LA COSA PÚBLICA...................................................

85

1. EL FECHO DE TORDESILLAS ....................................

86

2. LAS CARTAS FALSAS Y LA PRISIÓN DEL MAESTRE .......

91

3. LA LIBERACIÓN .....................................................

94

4. LA IMPOSIBLE RECUPERACIÓN ..................................

96

5. LAS TENSIONES ......................................................

97

6. ITALIA .................................................................

100

7. LOS ACUERDOS.....................................................

101

VII. LA GUERRA............................................................

107

1. LA DERIVA ...........................................................

107

2. EL GOLPE DE RÁMAGA..........................................

110

162

3. LAS CAMPAÑAS DE ANDALUCÍA Y DE MURCIA ........

111

4. LA PRIMERA BATALLA DE OLMEDO ........................

114

5. EL DESTINO FINAL ................................................

117

VIII. EL AMOR ...............................................................

121

1. LOS PROYECTOS ...................................................

121

2. LA INFANTA DOÑA CATALINA ................................... 122 3. EL MATRIMONIO DE CONVENIENCIA: DOÑA BEATRIZ PIMENTEL............................................................ 126 4. LA DESCENDENCIA: EL INFANTE FORTUNA, DUQUE DE SEGORBE, QUE PUDO SER REY................................ 128 IX. EL MAESTRAZGO DE SANTIAGO ......................

137

1. DON ENRIQUE, MAESTRE .......................................

137

2. LA PRIVATIZACIÓN, ¿OTRA ACUSACIÓN FALSA? .......

141

3. EL GOBIERNO DE LA ORDEN .................................... 144 4. ESTABLECIMIENTOS Y LEYES CAPITULARES DE 1440

151

163

Este segundo volumen de la colección de las Órdenes de Caballería consta de 500 ejemplares numerados y se acabó de imprimir el día 12 de octubre de 2013, festividad de Ntra. Sra. del Pilar