Derechos humanos instituyentes, pensamiento crítico y praxis de liberación

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ARGENTINA ESPAÑA MÉXICO

Este libro recoge distintos artículos que en los últimos seis años. Los presento ahora estructurados por capítulos, revisados y con algunos añadidos y/o supresiones necesarias para la presente edición. La base en torno a la cual giran todos ellos es una mirada crítica de los derechos humanos en su versión hegemónica y generalizada, que por ser excesivamente estatalista, normativista, burocrática y post-violatoria, ostenta niveles de efectividad exiguos y casi ridículos. Uno de los problemas fundamentales que afectan a derechos humanos es su separación entre la teoría y la práctica, entre lo que se dice y lo que se hace, entre su dimensión formal, normativa y abstracta y su dimensión concreta, fáctica y so­ cio-práctica. No es un simple problema lógico ni tampoco de ajus­ te teórico-formal, sino principalmente socio-material, de recono­ cimiento y realización efectiva, pues muchos son los seres humanos en la Tierra que padecen sufrimientos, injusticias y consecuencias nefastas por este desfase entre lo teórico y proclamado y lo prácti­ co y realizado. En este sentido, el bien común de toda la humani­ dad y sus pueblos no se reconoce. Curiosamente, la cultura occi­ dental, que se dice "abanderada de la democracia y de los derechos humanos", con su modo de producción económica capitalista competitivo, patriarcal y colonial, y por las formas simbólica, insti­ tucional y cultural que lo legitiman a todos los niveles, asienta este abismo sobre un discurso de inclusiones abstractas, formado en torno a teorías, normas jurídicas e instituciones que los reconocen, pero sujeto y ajustado sobre un suelo y un terreno de relaciones y tramas estructurales de exclusiones concretas que se normalizan, justifican y toleran, y en los casos en los que se enfrentan, sólo se hace puntual y azarosamente. Tal como señala Ignacio Ellacurfa, la visión abstracta y mistificadora de derechos humanos se con-

6

Derechos humanos a su mínima no se pueA partir

grave

que existe entre la teoría y la

tica de los derechos humanos, en esta de interpretación sobre los

se

pueden ser las razones, las causas o

que

por

tan

grande entre lo que se hace. También se

y ofrecer

que se

para enfrentar esa

distancia y buscar que teoría y práctica caminen juntas y más agarradas de la mano. En ese sentido, propongo que la di­ mensión institucional, estatal, normativa y post-violatoria derechos se complemente potenciando su carácter

los

instituyente,

procesual, relacional, pre-violatorio y cotidiano. Derechos huma­ nos se hacen y se deshacen diariamente. Siempre

considerado que soy una voz que es fruto de la con­

fluencia de muchas otras voces.

es expresivo

ese cruce

de tonalidades y miradas en materia de derechos humanos. Están muy presentes pensadores/as con una perspectiva o una teoría crí­ tica de los derechos humanos, también algunos afines al pensa­ miento descolonial, y hay un pilar muy fuerte de autores defensores y/o cercanos al pensamiento

la liberación latinoamericano, que

es la fuente y el hontanar principal de donde viene mi sensibilidad por América Latina y por quienes sufren distintos tipos de discri­ minación, opresión y marginación.2 Sé de mi lugar privilegiado

1 Véase L Ellacuría, "Historización del bien común y de los derechos humanos en una sociedad dividida" en J. A. Senent de Frutos (ed.), La lucha por lajusticia. Selección de textos de Ignacio Ellacuría (1969-1989), Bilbao, Uni­ versidad de Deusto, 2 0 1 2 . 2 Sin ser exhaustivo, algun@s d e ell@s son Helio Gallardo, Joaquín Herre­ ra Flores, Ignacio Ellacuría, Óscar Correas, Jesús Antonio de la Torre Rangel, Alejandro Medici, Franz Hinkelammert, Enrique Dussel, Raúl Fornet-Betan­ court, Leopoldo Zea, Marcos Roitman, Pablo González Casanova, Antonio Salamanca, María Lugones, Alda Facio, Norman Solórzano Alfara, Eduardo Saxe-Fernández, Horacio Cerutti, Juan Antonio Senent de Frutos, Alejandro Rosillo, Fernando Antonio Dantas de Carvalho, Salo de Carvalho, Amilton Bueno de Carvalho, Silvia Rivera Cusicanqui, Leonardo Wandelli, María José

bm-oducción

7

y teoría que se

o es crítica en el

al menos, cimentarse en dos convicciones que operan como criterios orientadores. No son las únicas, pero sí son necesarias. Por un lado,

ético por lo hurnano y sus condiciones en la

de

y En-

trabajada por

Dussel, a través del criterio y del principio

producción y

compromiso con la

la

humana.3 Uno

producción, relogros

la Modernidad -con sus efectos, sus reacciones y las experiencias de contrastes de diversos colectivos afectados- es la toma de con­ ciencia y la reivindicación de esos distintos grupos implicados con el objetivo de generar las condiciones para la lucha por crear situa­ ciones que permitan a todo ser humano dotar de carácter y sentido (libidinal, sexual, cultural, social, político, económico, étnico) a sus propias producciones en entornos que no controla en su totalidad. En otras palabras: que se garantice la posibilidad para que toda persona pueda reaccionar frente al entorno de relaciones en que se encuentra, a partir del propio criterio de dignidad humana que se significa y desarrolla en cada contexto cultural, ético, social y polí­ tico.4 A partir de esta apuesta por lo humano, los derechos huma-

Fariñas, Eoaventura de Sousa Santos, Antonio Enrique Pérez Luño, Óscar Arnulfo de la Torre, Antonio Carlos Wolkmer, Asier Martínez de Eringas, Remando Londoño, Luigi Ferrajoli, Gerardo Pisarello, Raúl Zibechi, Anfbal Quijano, Ramón Grosfoguel, Edgardo Lander, Eduardo Grüner, Armando Eartra, Paulo Freire, José Geraldo Sousa Junior, Edgar Morin, etcétera. 3 Véanse las obras de Franz Hinkelammert: Cultura de la esperanza y so­ ciedad sin exclusión, San José, Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), 1 995; El mapa del emperador, San José, DEI, 1 996; Sacrificios humanos y sociedad occidental: Lucife r y la bestia, San José, DEI, 1 998; y El grito del sujeto, San José, DEI, 1 998. También véase E. Dussel, Ética de la liberación. En la edad de la globalización y la exclusión, Madrid, Trotta, 1 998. 4 Véase H. Gallardo, Teoría crítica: matriz y posibilidad de derechos humanos, Murcia, Francisco Gómez, 2008, y J. Herrera Flores, Los derechos humanos como productos culturales. Crítica del humanismo abstracto, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2005.

8

Derechos humanos y

a las

humanas sin excepciones,

ya

intentado llegar al menor grado posible

abstracción. Todo ser

humano, con nombres y apellidos, debe tener la posibilidad de construir y reconstruir mundos en todos los órdenes de la vida, a partir de su diferencia y condición

racial,

so-

y genérico, etc.,

cio-material, lo étnico-cultural, y en todas las esferas sociales. Por otro lado y en segundo lugar,

con ese compromiso

con lo humano plural, concreto y diferenciado, hay otro crite­ rio-convicción complementario que da un paso adelante e impli­ ca una mayor profundidad en el análisis práctico de la realidad, y que se abre a la capacidad de compartir y sensibilizarse por el sufrimiento del ser humano que es humillado y vejado en su dig­ nidad, en las líneas trazadas por Walter Benjamin, verso libre de la Escuela de Frankfurt, y que denunciaba el hecho

que los

bienes culturales fuesen documentos de la barbarie, ya que nacen de las injusticias de clase, de la opresión social y con motivo de la implementación de políticas de desigualdad y exclusión. Las his­ torias oficiales se construyen siempre desde quienes vencen y oprimen, silenciando las de los vencidos. De ahí la necesidad de recuperar otras historias que vayan a contrapelo, que sean críticas y cuestionadoras de las opresiones y recuperen otras versiones del pasado y también del presente, basadas en luchas emancipadoras y de liberación. Este compromiso diacrónico y sincrónico puede traducirse a través del denominado

victimizaciones,

imperativo categórico contra las

propio del pensamiento crítico y de la liberación,

retomado por Franz Hinkelammert a partir de los planteamien­ tos marxianos.5 El acto de echar por tierra y denunciar cualquier

5 El imperativo categórico contra las victimizaciones es una traducción que hacemos de la idea expuesta por Franz Hinkelammert a partir de Marx que consiste, por medio de un imperativo categórico crítico, en echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado a partir de la autoconciencia que adquirimos cuando el ser humano se convierte en el ser supremo para el ser humano.

Introducción

9 son

y como Vlctlmas námicas de

y di-

discriminación, exclusión y marginación,

dando cuenta tanto analíticamente de las causas y condicionantes que las producen como al contribuir, colaborar y participar en la dinámicas, prácticas y procesos que de la reflexión acompañará las propias luchas liberado­ ras con sus sujetos populares que intentan desvictimizarse y ganar autoestima. No hay que olvidar que el origen histórico de los de­ rechos humanos se cimienta en procesos de lucha y reivindica­ ción frente a distintos excesos de poder. Pues bien, considero que la cultura jurídica y el mundo de los derechos humanos deben incorporar este imperativo categórico con­

tra las victimizaciones,

y los diversos trabajos de este libro son un

intento por saber distinguir y así enfrentar mejor los distintos procesos que ocasionan las condiciones para que seamos recono­ cidos como sujetos dignos e iguales a partir de nuestras diferen� cías, o para ser reconocidos como objetos en todos los ámbitos de la significación humana (de género, sexual, étnico, político, cultu­ ral...). Dentro de la articulación entre seres humanos, acciones, medios y mediaciones, hay que poner atención al momento en el que se fetichizan las producciones humanas por encima de los propios seres humanos y producen sufrimiento, o cuándo son realmente los seres humanos el referente de cualquier tipo de emancipación y liberación con sus posibilidades de significar y resignificar sus realidades en su riqueza multicolor y plural en tonalidades. Desde los derechos humanos se puede y se debe lu­ char contra cualquier expresión de victimización, vulnerabilidad, sub-integración o subvaloración de las personas en su relación con la naturaleza. Como juristas y como ciudadanos de a pie, de­ bemos saber para qué y para quién se producen, se interpretan y utilizan los sistemas jurídicos, y de qué forma protegen o enfren­ tan las desigualdades, las deshumanizaciones y las barbaries. Allí

Véase F. Hinkelammert, Hacia una crítica de la razón mítica. El laberinto de la Modernidad. Materiales para la discusión, San José, Arlekín, 2 007.

que

Y

para sensibilizar y convocar un modo maximalista

entender y

practicar derechos humanos, que tiene como referente a las per­ sonas victimizadas, oprimidas y vulnerabilizadas, basado en una noción más compleja al combinar la dimensión jurídica de los derechos humanos con la social y política. El objetivo principal es poner algún grano de arena que ayude a implementar una estruc­ tura de reconocimiento y eficacia de derechos humanos multiga­ rantista y pluri-espacial, que puede resumirse en la expresión de Helio Gallardo de que los "derechos humanos deben ser a tiempo completo y en todo lugar".6 Por otro lado, ¿por qué hablar de derechos humanos institu­ yentes? Christian Laval y Pierre Dardot dedican todo el capítulo

1 0 de su libro Común al concepto praxis instituyente.7 Su propósito lo común, entendido como institución y como principio po­

es que

lítico más allá del Estado y del mercado (en el contexto de las sociedades capitalistas), sea fruto de un acto consciente perma­ nente realizado por múltiples actores sociales, para luego dirigirlo contra la propiedad, ya que precede al derecho de uso debido a que éste es ideado por instancias que instituyen lo inapropiable, con lo cual se crean derechos de uso que imponen límites a la propiedad privada mediante el reconocimiento de una norma so­ cial de inapropiabilidad. 8 Lo común excedería entonces toda forma

6 Gallardo, op. cit. 7 Véase Ch. Laval y P. Dardot, Común, Barcelona, Gedisa, 2015, pp. 459

y SS.

8 Ibid., pp. 459-460.

11

Introducción para su uso o como una que se sujetos hacen

o se

lo común en

ción o el

a

contexto, y para evitar la petrificano separan en ningún

de su

momento la finalidad de su actividad .,�,��'"'

intervención y

que se

valores y significaciones

orientan ese hacer

entrar en dar a

las relaciones que

lo común como

en el

entre ellos,

que Laval y

institución creativa y a la vez condicionada,

cara a lo que ahora interesa con respecto a derechos humanos, definen praxis

instituyente a partir de los planteamientos

de Marx

y Castoriadis: los seres humanos hacen su propia historia y reali­ zan una actividad autotransformadora condicionada y conscien­ te.10 Como actores, se producen como sujetos

en

y

mediante

su

acción, y lo hacen a través de una praxis en la que -y mediante la cual- los hombres y

mujeres se construyen, una y otra vez sin

cesar, relacionalmente, como sujetos, y es el hacer instituyente lo que posibilita a los actores sociales ser tales sujetos por auto-trans­ formación. La praxis instituyente no es poder constituyente, ya que éste sólo se entiende como momento :fundante y originario y, además, se suele adjudicar a una autoridad o poder soberano (se delega), pasando a ser poder constituido que inmoviliza la sobera­ nía de cada sujeto ciudadano al centralizarse en una entidad re­ presentante. Tal como dice Sartre, "el soberano reina por y sobre la impotencia de todos".11 El resultado es que

lo instituido

puede

bloquear (y de hecho bloquea) el hacer instituyente y continuado de la sociedad; cosifica y suprime el carácter práctico de los suje­ tos que actúan y significan las instituciones.12 Por esta razón, para los dos filósofos franceses se hace difícil pensar un poder consti­ tuyente que proceda de una praxis común y que sea no soberano,

!bid . , pp. 5 1 2 -5 1 3 . !bid ., pp. 496 y 497. 11 Citado en ibid. , p . 569. 12 !bid ., pp. 465, 467 y 501 . 9



como el

""-'w-U"J•

para

por

posible

accio-

nes desde experiencias de menor

(o enajenadoras) a expede cquienes las riencias de mayor control (liberadoras) por viven. Por ello es necesario recuperar otras dimensiones o ele­ mentos

derechos humanos

nos permitan ser sujetos

soberanos activos e instituyentes, como

En primer lugar, aquel ámbito que da origen a los derechos humanos y los mantiene vivos: a) la lucha y la acción social, y b) la lucha individual y cotidiana. En ambos casos, derechos humanos tienen más que ver con procesos de lucha por abrir y consolidar espacios de libertad y dignidad humanas. En concreto pueden ser concebidos como el conjunto de prácticas, acciones y actuaciones sociopolíticas, simbólicas, culturales e institucionales tanto jurídi­ cas como no jurídicas, realizadas por seres humanos cuando reac­ cionan contra los excesos de cualquier tipo de poder que les impi­ de

autoconstituirse

como sujetos plurales y diferenciados. Las

luchas pueden manifestarse por medio de demandas y reivindica­ ciones populares en forma de movimientos sociales o individual­ mente, en la vida diaria y en entornos cotidianos en los que la gente convive y reacciona. Veamos cada una de ellas:

Las luchas de los movimientos sociales. Poder constituyente popular frente al poder constituyente oligárquico Los movimientos sociales en sus luchas, a través de la historia, desde racionalidades, imaginarios y demandas distintas, intentan

Crítica a una cultura

por

razones,

anestesiada de derechos humanos

por convertirse

Esto provoca que las luchas no hegemónicas

terminar in­

visibilizadas, silenciadas, eliminadas o resignificadas desde quie­ nes detentan el poder. No obstante, las luchas y conflictos popupermanecen, se mantienen latentes,

que

otras nuevas con nuevos movimientos que cuestionen lo e insuficientemente institucionalizado. En el contexto mo­ derno, el problema reside en que fue sólo el imaginario burgués y su proceso de lucha el que se impuso al resto

imaginarios

(obrero, feminista, libidinal, étnico, ambiental), estableciendo un vestido teórico e institucional que todos debían colocarse y, ade­ más, moldeando una figura a la que los demás debían adaptarse, impidiéndose la posibilidad de construir nuevos trajes y nuevas figuras propias de racionalidades, espiritualidades y corporalida­ des diferentes. Tal como señala Helio Gallardo, la matriz y la base de dere­ chos humanos está constituida socio-históricamente por la forma­ ción social moderna, por sus instituciones, dinámicas y lógicas. La lucha de la burguesía como sociedad civil emergente y moderna fundamentó derechos humanos a través de su dinámica reivindica­ tiva de liberación frente a todo impedimento ilegítimo establecido por los reyes, los señores feudales y la Iglesia, quienes no recono­ cían la ampliación de las experiencias de humanidad expresadas en las particularidades de la vida burguesa. 10 Pero esta matriz, que posee un horizonte de esperanza y posibilidades muy fuertes, en su origen y posterior desarrollo estuvo desgarrada por tensiones, oposiciones y conflictos diversos. Sí es cierto que la burguesía concibió y creó con sus prácticas y teorías, desde el principio, el imaginario de los derechos humanos como derechos individuales, pero su fuerza persuasiva, hegemónica y simbólica consolidó una universalidad abstracta y colonizadora que silenció e invisibilizó el desgarramiento que, desde sus inicios, se dio no sólo entre el or­ den feudal frente al que luchaba la burguesía, sino también frente 10

Gallardo, cit.

a otros grupos sociales que "'�'ª�'""

por no

en el

la capacidad de este

para

y hacerse

hegemónico provocó, al institucionalizar sus reivindicaciones, que otros grupos humanos no pudieran en ese mismo périodo ni en posteriores hacer una lucha con resultados institucionales y es­ tructurales equivalentes a los que logró la burguesía. Esto ocasio­ nó una serie de experiencias

contrastes diversas y diferentes en

colectivos (indígenas, mujeres, otros grupos étnicos o raciales, etc.) con sus propios horizontes de sentido, propuestas existencia­ les plurales y modos de vida diferenciados, que tuvieron que adap­ tarse al imaginario de la modernidad liberal burguesa y descolo­ nial, cuyo horizonte de sentido -que no era el único válido y verdadero- poseía tanto lógicas de emancipación como de domi­ nación y exclusión patriarcales, raciales y etnocéntricas, siendo estas últimas las que se hicieron predominantes al subalternizar y victimizar a quienes cuestionaban el orden económico capitalista y burgués, basado en la propiedad privada absoluta, la competiti­ vidad de ganadores y perdedores, el libre mercado y la racionali­ dad instrumental del máximo beneficio y la eficiencia. Curiosamente, la cultura jurídica que reconoce la importancia de la lucha por los derechos, lo hace ensalzando como creadora de los mismos a la lucha desarrollada por la burguesía, con algún antecedente o precedente histórico previo, pero únicamente la valora como un momento constituyente puntual, fundador y ori­ ginario, que desaparece en el instante que se formaliza procedi­ mentalmente y subordinando al resto de luchas al esquema mar­ cado por la institucionalización normativa, por el principio de legalidad, por la forma del Estado de derecho, consensuado cons­ titucionalmente a través de la democracia representativa. La fuer­ za instituyente de la burguesía convirtió en instituido cualquier otro tipo de reivindicación popular y generó la apariencia de que ella también se limitó por la forma Estado. Incluso, de todos los movimientos sociales en el contexto moderno y occidental, el úni­ co que desde el principio poseía fuerza y poder era el movimiento burgués, pues desde el principio tuvo una fortaleza inigualable para enfrentar el orden medieval. Los demás movimientos y/o

Crítica a una cultura grupos sociales tanto a do

en su

creativa

carácter a

sus propias producciones, más allá del dominio simbólico, discur­ sivo e institucional a todos niveles, del liberalismo político y eco­ nómico de la clase burguesa. No es de extrañar que

en día se

a

movimientos sociales que luchan, o bien por el cumplimiento de derechos jurídicamente reconocidos, o bien por la legitimidad de nuevos derechos no objetivados en las normas constituciona­ les . 1 1 Resulta ser un contrasentido que el elemento que da origen y fundamento a los mismos, la lucha social, sea denigrada, desca­ lificada y demonizada por los medios de comunicación y por las instancias gubernativas y estatales. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en España y Brasil con las protestas ciudadanas en favor de los servicios públicos, por motivo de la crisis económica y las políticas privatizadoras, o por los megaproyectos de la minería o del Mundial de futbol del año 2014 o, incluso, por las movilizacio­ nes populares producidas en defensa y en favor del derecho a la vivienda frente a los desahucios o por los conflictos relacionados con la posesión y la titularidad de la tierra [Movimento dos Tra­ balhadores Rurais Sem Terra (MsT), movimientos campesinos, pueblos indígenas y movimientos sin techo] . Una de las causas de que esto suceda es el imaginario de des­ politización que se ha construido en torno de los derechos huma­ nos, y que implica el debilitamiento y anulación del ejercicio au­ tónomo del poder por parte del pueblo y/o la sociedad civil. Para ello, un recurso crucial utilizado ha sido el modo de concebir el poder en una sola expresión. Tradicionalmente es definido como la capacidad de dominio de una persona sobre otra, siendo el re­ sultado de una relación de mandato y obediencia. Para Max We­ ber, "poder" significa la probabilidad de imponer la propia volun-

1 1 Sobre la paradoja y la contradicción de criminalizar a los movimientos sociales, cuando éstos son fuente de creación de derechos en sus procesos de lucha, véase P. C. Correa Borges (20 1 2 : 82 y ss.).

y por

un trato o

una

es

hasta es sometida.

a la otra, que se

ha sido el modo como

se

expandido por el mundo, colonizándolo y apropiándose de él. No obstante, Alejandro Médici contrapone este concepto de "poder", al que

otra noc1on

der más liberador y generador capacidad

po-

autoestima, entendido como

las personas para actuar concertadamente para

cer cosas

y

con base en un

consenso previamente obtenido" .13 Se trataría de una noción de poder compartido, sin j erarquías discriminantes y no basadas en el par superior/inferior.

ser humano, en su capacidad de signi­

ficar y resignificar mundos plurales, cimentaría como fundamen­ to de este modo constituyente de crear realidades en la voluntad de

vivir,

según el sentido otorgado por Enrique Dussel, reinterpre­

tando a Spinoza. Un poder desde el que podemos alimentarnos, disfrutar de un hogar y vestirnos dignamente y garantizando la vida de cada ser humano particular, con nombres y apellidos, pro­ porciona los medios para la satisfacción de las necesidades que permiten la producción, reproducción, mantenimiento y desarro­ llo de la vida humana concreta mediada culturalmente. 14 Desde el punto de vista político, sería por antonomasia el pueblo el sujeto primero y último del poder, siendo el verdadero soberano con autoridad propia. Con la categoría de

potentia,

Dussel entiende

"el poder que tiene la comunidad como una facultad o capacidad que le es inherente a un pueblo en tanto última instancia de la soberanía, de la autoridad, de la gobernabilidad, de lo político". 1 5 Alejandro Médici amplía s u significado con e l concepto d e

hiper-

1 2 Véase M. Weber, Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Eco­ nómica (FcE), 1 992, pp. 43 y ss. 1 3 Véase A. Médici, Otros nomos. Teoría del nuevo constitucionalismo lati­ noamericano, San Luis Potosí, Centro de Estudios Jurídicos y Sociales Mispat - Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 2 0 1 6. 14 Véase E. Dussel, 20 tesis de política, México, Siglo xx1, 2 006, p. 2 7 . 15 Ibid., p. 2 7.

que traen tanto que hacia la transformación existente, que formula sus reclamos en forma de nuevos derechos, que expresan su voluntad crítica 16

convivencia desde el consenso

más antropológico,

de la cualidad

instituyente y creadora de los seres humanos para transformarse a sí mismos y a los entornos en

que se desarrollan. Me refería a

ella en la introducción. En este sentido, Joaquín Herrera Flores alude a la capacidad humana genérica de reaccionar culturalmen­ te frente al mundo, de reaccionar frente a sus entornos relaciona­ les en un permanente, continuo e inacabado proceso de creativi­ dad y significación, con sus consecuencias tanto positivas como negativas. En términos de dignidad humana, sería "el despliegue de la potencialidad humana para construir los medios y las condi­ ciones necesarios que posibiliten la capacidad humana genérica de hacer y des-hacer mundos". 1 7 El poder instituyente, en términos constitucionales, de teoría política, y aplicados también a los de­ rechos humanos, sería la capacidad creativa plural y diferenciada, la cualidad individual y colectiva de las personas concretas de en­ frentar el mundo, reaccionando frente a sus entornos relacionales tanto para "lo bueno" como para "lo malo". Por esta razón se vuelve necesario distinguir entre un poder instituyente emancipa­ dor, liberador y popular que acompaña al poder constituyente popu­ lar, y un poder constituyente oligárquico, dominador y excluyente. Para lo que nos interesa, el poder popular -en tanto poder originario y constituyente en la tradición de la teoría política, y como promesa incumplida de la Modernidad-, se muestra como :fundamento y legitimidad de las instituciones y los sistemas de organización de una sociedad calificada como " democrática" . El conjunto de sujetos individuales libres que en red y con vínculos

pp.

16 Médici, op. cit. 1 7 J. Herrera Flores, Los derechos humanos como productos culturales, cit., 1 8, 57, 60 y 89.

Derechos humanos se aúnan

una

1..-vJll"''u"u""'-

mente como poder constituyente que construye

la materialidad de la

posibilitada, establece las bases del cons­

titucionalismo democrático moderno y de los Estados constitu­ cionales de derecho. El poder del pueblo y para el pueblo es su máxima expresión, entendido como instancia originaria y funda­ dora del orden político. Pero a

de

historia,

sistemática y, principalmente, una vez asentadas

manera

revoluciones

burguesas que originaron la primera etapa del constitucionalis­ mo, quedó sometido a un proyecto de control no sólo, como dice Toni Negri, de la ciencia jurídica, 1 8 sino a un nivel más estructural por medio de los poderes oligárquicos que, por tradición, han tenido un miedo y un recelo ancestral hacia lo popular, casi siem­ pre adjetivado despectivamente como "la chusma" o "la masa in­ madura", salvaje y peligrosa. A lo largo del tiempo se han desarro­ llado sucesivas políticas de limitación, recorte, parcelación y debilitamiento. El derecho y la representación política han sido dos de los principales instrumentos para amansar y domar su fuerza creativa y transformadora de los entornos relacionales. La dimensión delegativa e instituida del poder gubernativo y políti­ co, termina por robar y expropiar el poder soberano de las mayo­ rías populares, que pierden en protagonismo directo para signifi­ car y dotar de carácter a sus propias producciones, de hacer y deshacer mundos. Gabriel Méndez y Ricardo Sanín lo describen de la siguiente manera cuando se refiere al constitucionalismo es­ tadounidense o

usamericano: 19

la constitución colapsa el poder constituyente del pueblo a una socie­ dad pre-existente (institucionalizado) y, por tanto, pierde todo rastro 18 A. Negri, Elpoder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la Moder­ nidad, Madrid, Libertarias, 1 994, p. 20. 1 9 Utilizo el término usamericano y Usamérica para referirme a la realidad y la cultura de Estados Unidos. Con esto intento contrarrestar el uso hege­ mónico, abusivo e imperial que los Estados Unidos de América hacen del término "americano" -y que se extiende por el mundo con la expansión del idioma inglés- para referirse sólo a su país y sus ciudadanos, excluyendo e ignorando al resto de americanos que pertenecen al continente.

Crítica a una cultura

anestesiada de derechos humanos

de existencia y subjetividad política y de su agencia mediante extensivas formas

controlado

delimitan su actividad

como actividad procesual, y otras van más allá y vierten su agencia política en otras instituciones que la contienen y neutralizan.

El pueblo, base de legitimidad de la arquitectura política, de­ saparece en el instante en que es internalizado como una parte más

la constitución, es decir, como poder constituido.20 Ambos

autores indican las consecuencias: la constitución, en vez de ser un proceso abierto a una comunidad ampliada y plural de intér­ pretes que abarca a toda la ciudadanía, se cierra como un coto privado de operadores jurídicos y la doctrina constitucional, en­ criptándola con un lenguaje tecno-legal que se convierte en in­ descifrable y también al poder que lo sustenta. Este efecto limitante y de blindaje de los seres humanos en tanto sujetos soberanos, se proyecta sobre derechos humanos, que, tal como hemos dicho, pierden su carácter político y pasan a ser instancias técnicas y burocráticas. Al juridificarse, se despoli­ tizan, pues se desvinculan de las luchas sociales que resisten los procesos que agreden el impulso vital instituyente de reacción cultural y de existencia plural y diferenciada. Cuando la lucha po­ lítica por los derechos debería estar presente en todas las instan­ cias tanto jurídicas como socioeconómicas y existenciales, se la filtra, regula, contiene y limita con las camisas de fuerza de las normas y los procedimientos jurídico-estatales, los cuales imposi­ bilitan las transferencias de poder que el pueblo y cada ser huma­ no precisa para crear y recrear mundos desde sus propias particu­ laridades y diferencias. La trampa de estos juegos malabares de desempoderamiento popular radica en diluir el poder constitu­ yente popular convirtiéndolo tan sólo en una capacidad originaria o subordinándolo a un poder constituido delegativo, estratégico, burocrático y técnico. Se termina entonces por normalizar y na­ turalizar la idea de que así, toda dimensión constituyente -que 20 G. Méndez Hincapié y R. Sanín Restrepo, "La constitución encripta­

da. Nuevas formas de emancipación del poder global",

Humanosy Estudios Sociales (Redhes) 8,

0ulio-diciembre,

Revista de Derechos 2 0 1 2), p. 1 08.

ms­ la realiza ese otro

constitu-

y excluyente que es el

yente oligárquico, estratégico,

que realmente se apropia y controla el proceso de construcción de la realidad desde parámetros economicistas, mercantiles, patriarcales, coloniales y racistas, y

la

noción

viduos emprendedores y ��''"�·��·· En definitiva,

derechos humanos se despolitizan juridifi-

cándolos en procedimientos interpretados por técnicos y espe­ cialistas, eliminando con ello la dimensión combativa, liberadora y de lucha instituyente popular, propia de los movimientos socia­ les que ejercen el poder soberano de la lucha por los derechos frente a entornos de dominación, explotación y discriminación. Por ello, es falsa y mentirosa la idea de que existe un poder insti­ tuido, de derecho, constitucional y democrático desvinculado de amenazas, controles y hegemonías de poder. A costa de eliminar la dimensión constituyente e instituyente popular y de la socie­ dad civil que afecta e influye sobre lo instituido, quien ejerce un sistemático control es el otro poder constituyente, el oligárqui­ co, que se mantiene en su versión dominadora e imperial por medio de los intereses y las acciones hegemónicas y alienantes del capital patriarcal. Los protagonistas del mundo de los nego­ cios, las empresas multinacionales, los grandes bancos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) , la Organización Mundial del Co­ mercio (oMc), el Banco Mundial (B M) y aquellas grandes poten­ cias o Estados más fuertes del capitalismo tanto central como periférico (con sus respectivas clases ricas nacionales) son los po­ deres constituyentes oligárquicos que poseen el control y la au­ toridad del poder instituido, plasmado en los Estados constitu­ cionales de derecho. Absolutizan sus intereses por medio de derechos como la propiedad privada, la libertad de contratos y el libre comercio. La estrategia es utilizar el derecho estatal y la le­ galidad cuando conviene, y en otros es preferible vulnerarlos, con lo cual se crean normatividades paralelas. De ahí la importancia que tiene exigir, reivindicar y recuperar el papel protagonista del poder constituyente popular y de unos derechos humanos institu-

Crítica a una cultura

anestesiada de derechos humanos

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en

cia y reconocimiento garantizado se incrementará cuando el po­ der constituyente popular y democrático, que también puede de­ cantarse a la creación de espacios de dominación y destructores de

insti­

se complemente con los

que concretan las luchas instituyentes y emancipadoras populares y permiten a todo ser actuante e instituyente, y no como objeto

ser tratado como victimiza-

do y prescindible.

Luchas individuales del día a día y poderes instituyentes cotidianos. La estructura interescalar y multiespacial de los derechos No obstante, para luchar por los derechos humanos no hace falta ser miembro de un movimiento social. Las luchas cotidianas e individuales -que también son políticas- enfrentan el efecto estático y congelado o puntual y azaroso de las formas jurídicas expresadas en leyes y reglamentos mediante el conjunto de actua­ ciones y relaciones personales, concretas y cercanas encaminadas a hacer efectivos los derechos proclamados. Si con el primer tipo de lucha por los derechos a través de los movimientos sociales nos encontramos con unos derechos humanos generados desde pode­ res constituyentes populares con una mayor fuerza colectiva transformadora, en este segundo tipo de lucha relacional del día a día, los derechos humanos son ejercidos por poderes instituyentes más "cotidianistas", expresados con la potentia individual y perso­ nal y las acciones particulares desenvueltas por cada persona rela­ cional y sociomaterialmente. Para hacer operativas las normas constitucionales, junto con las acciones de los operadores jurídicos con sensibilidad por dere­ chos humanos, que atienden las demandas y denuncias a través de sentencias, acciones de defensa y medidas administrativas, están los actos ciudadanos individuales dirigidos a hacer valer los dere­ chos reconocidos por las normas. Pero además, en los espacios

Derechos humanos instituyentes

integral

gogfas de los derechos laborales, etc.), de

motu proprio los seres humanos

pueden desarrollar un conjunto de tramas sociales con las que unos a otros se tratan como sujetos iguales y plurales, actuando y luchando para convocar y sensibilizar, desde dinámicas de reco­ nocimientos mutuos, solidarias, y desde horizontalidades, am­ pliando el ámbito de garantías de derechos a lugares cotidianos y no sólo juCliciales. Por ello, resulta un error pensar que el contenido de los dere­ chos humanos o de los principios y valores que los inspiran está definido por las sentencias juridiciales que los interpretan o por las teorías ius:filosóficas. Por el contrario, el núcleo del contenido de los derechos humanos viene determinado no por la teoría o interpretación proyectada sobre las normas jurídicas, sobre las sentencias judiciales o reflejadas en libros o manuales que sólo son un complemento, sino por el conjunto de relaciones, acciones y medios que se utilizan y despliegan para hacerlos factibles en cada contexto, posibilitando o no las condiciones de existencia y de vida plurales y diferenciadas, a partir del ejercicio continuo, histórico, permanente y abierto de la potentia soberana y constitu­ yente popular. El mismo Albert Camus en

El hombre rebelde,

una

vez que afirma los límites que cualquier valor debe tener para no sacrificar vidas humanas si se convierte en absoluto, y después de analizar de qué forma en la historia de la lucha por la justicia o la dignidad humana en Occidente se han utilizado medios contra­ rios a los principios y valores proclamados, nos lanza la siguiente reflexión al preguntar: "¿El fin justifica los medios? Es posible. ¿Pero qué justifica el fin?". Camus señala: "a esta pregunta, que el pensamiento histórico deja pendiente, la rebelión responde: los me­ dios" .2 1 De esta forma nos da una pista acerca de cuáles son los con­ tenidos de cualquier fin o principio como la dignidad, la libertad y la igualdad: son los medios y el conjunto de relaciones utilizados 21

Véase A. Camus, El hombre rebelde en Obras completas, tomo drid, Alianza Editorial, 1 996, p. 341 .

Ma-

Crítica a una cultura

mana,

anestesiada de derechos humanos

que es factible y

mano, y que se hace

en un

o

51

,_,. ,,.�, .,,"�

institucional y por la praxis huma­

na, nos dará la coherencia º incoherencia material y real de aquello que proclamamos. 22 Asimismo,

expresa muy

este

material de las acciones y las actuaciones en combinación con los medios a través del concepto praxis, que es muy

a la dimen­

sión instituyente de los seres humanos y donde el contenido de los derechos relacionales se explicita no por las formas: "la praxis es la actividad concreta por la que los sujetos humanos se afirman en el mundo, modificando la realidad objetiva y -para que pue­ dan alterar- transformándose a sí mismos". 2 3 La teoría, en tanto un modo de acción y un momento necesario de la praxis, será un apoyo reflexivo que verifica los aciertos o desaciertos de la misma praxis. Pero es ésta, consistente en el uso de medios y acciones, con la que el ser humano comprueba la verdad, es decir, la efectivi­ dad y el poder, lo terrenal de su pensamiento, evitando abstracciones mutilantes de los testimonios, las experiencias plurales y diferen­ ciadas de cada persona. En el orden de la convivencia humana, y en cada espacio rela­ cional, se construyen y respetan (o se destruyen y violan) dere­ chos humanos según el tipo de relaciones humanas que se des­ plieguen: si mediante dinámicas de dominación e imperio o mediante lógicas de emancipación y liberación. A través de las primeras, el poder se ejerce entre sujetos considerados superiores y humanos tratados como objetos inferiores, manipulables, pres­ cindibles y manejables. Por medio de las s egundas, las relaciones con el otro y la otra junto con las identidades del nosotros se cons-

22

Sobre el criterio y principio de factibilidad, inspirado en Franz Hinke­ lammert, véase E. Dussel, Ética de la liberación, cit. 23 Véase L. Konder, O futuro da filosofia da práxis: o pensamiento de Marx no século XXI, Río de Janeiro, Paz & Terra, 1 992 , p. 1 1 5; y S. de Carvalho, "Criminología crítica: dimensiones, significados y perspectivas actuales'', en Redhes 1 1 (20 1 4).

Derechos humanos '-'"''-""J'"''""'"'"L�J

mutuos,

caso es que en el en

la asimetría y

es

manifiesta. Son muchas las discriminaciones, violencias, margina­ ciones, explotaciones y exclusiones con las que se trata a los otros como objetos y se les ningunea por razones raciales, sexuales y de género, de clase, quicas o físicas. En lo referido a la

en

palabras de Amoal Quijano, ésta defiende y se mueve mediante un

poder caracterizado por un tipo de

social

constituida por la ca-presencia de tres elementos: la dominación, la explotación y el conflicto. El modo de controlar las áreas

exis­

tencia social, tales como el trabajo, el sexo, la subjetividad/inter­ subjetividad, la autoridad colectiva y la naturaleza mantiene un carácter asimétrico y j erárquico. Bajo el concepto de matriz de

colonialidad del poder, Quijano nos muestra el modo en el que Oc­ cidente se ha expandido por el mundo bajo estructuras domina­ doras y discriminadoras, estableciendo no sólo una división social e internacional del trabajo, sino también una división del ser, del saber, del poder (y del hacer) humanos desigual, excluyente y no equitativa. Es más, el filósofo peruano señala que la globalización en curso es la culminación de un proceso que se inició con la con­ quista de América, teniendo el capitalismo colonial/moderno y eurocentrado como nuevo patrón de poder mundial. Uno de los ej es fundamentales de este patrón es la clasificación social de la población terrestre sobre la idea de "raza", una construcción mental que expresa la dominación colonial. Así, "raza" e "identi­ dad racial" fueron establecidos como instrumentos de clasifica­ ción social básica de la humanidad y como complemento a la cla­ sificación de clase. Con el transcurso del tiempo, la idea de raza se naturalizó en las relaciones coloniales de dominación entre euro­ peos y no-europeos. Asimismo, este instrumento de dominación social universal incorporó otro más antiguo: el sexual y/o de gé­ nero. La raza blanca y el patriarcado del hombre blanco, varón, mayor de edad, creyente religioso, heterosexual y propietario se convirtieron en dos criterios fundamentales de distribución de la población mundial en los rangos, lugares y roles en la estructura

Crítica a una cultura

anestesiada de derechos humanos

fuerte/débil,

ro,

sal/particular expresan muy bien los horizontes decoloniales, así como la clasificación j erárquica

la convivencia

entre las personas.2 5 de

consecuencias con

a derechos huma-

nos de esta interpretación de Quijano es que las dinámicas predo­ minantes de las relaciones en las esferas sociales son de domina­ c10n e imperio.

existen unas sociedades que

dividen racial, sexual, genérica, clasista y etariamente de forma discriminatoria, excluyente, marginadora, desigual e injusta a la gran mayoría de la humanidad. Hay quienes pueden pensar que por ello aparecen los derechos humanos como instrumentos de lucha y enfrentamiento a las violaciones que surgen de estos espa­ cios relacionales. El Estado-nacional sería el vehículo protagonis­ ta de límite, control, prevención y sanción de las extralimitacio­ nes de los poderes; no obstante, en función de lo que estamos diciendo, el imaginario que se utiliza de los derechos humanos, y tal como lo entendemos oficialmente, no permite enfrentar la violencia estructural y asimétrica de nuestro sistema capitalista global. No la afecta. El modo como conceptualizamos y defende­ mos los derechos humanos sólo tiene unos efectos paliativos y puntuales. Por este motivo es imprescindible salir de este bloqueo del

1%

de éxito en la protección y las garantías. Los derechos hu­

manos, junto con otros conceptos o medios emancipadores rela­ cionados con la idea de liberación y dignidad humanas en perspec­ tiva intercultural, deben tener unas consecuencias transformadoras de la división violenta y desigual del ser, del saber, del poder y del 24 Véase A. Quijano, "Colonialidad del poder, eurocentrismo y Améri­ ca Latina", en E. Lander (comp.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, Clacs o, 2 00 1 , pp. 201 y ss. 25 D . Sánchez Rubio, "Reflexiones en tomo al concepto contemporáneo de trabajo esclavo y la prostitución" en P. C. Correa Borges (org.), Tráfico de pessoaspara explorafao sexual: prostituifaO e trabalho sexual escravo, Sao Paulo, Cul­ tura Académica - Universidade Estadual Paulista (Unesp), 2 0 1 3 , pp. 2 5 1 y ss.

Derechos humanos �··"···�V

sexual y en

en

étnico,

referente a la

social.

portante de las esferas relacionales y

tan imtramas sociales en todos

los espacios (doméstico, libidinal e íntimo, ciudadano, comuni­ tario, global, del trabajo y el mercado, etc.) y promociÓnar desde lo cotidiano el desarrollo de dinámicas de emancipación y libera­ ción con las que todos nos constituimos corr;.o sujetos, a los colectivos más vulnerados y victimizados, permitirá unos re­ sultados mayores de transformación de esa violencia estructural sobre la que se sostienen nuestras sociedades. Es

ello que se

debe trabajar a nivel interescalar (desde lo local, pasando por lo nacional hasta lo global) y multiespacialmente (en todos los luga­ res donde las relaciones humanas se desenvuelven) para convocar, testimoniar, extender, sensibilizar y promocionar relaciones hu­ manas incluyentes de reconocimientos mutuos, reciprocidades y solidaridades. Resulta decisivo descubrir que, realmente, son nuestras rela­ ciones y prácticas o tramas sociales -tanto jurídicas como no jurídicas- las que, en cada momento y en todo lugar, nos dan la justa medida de si hacemos o no derechos humanos, de si esta­ mos construyendo procesos de relaciones bajo dinámicas de re­ conocimiento, respeto e inclusión o bajo dinámicas de imperio, dominación y exclusión. En definitiva, si realmente estamos con­ tribuyendo a que los derechos humanos existan o no existan en y desde nuestra cotidianidad. De ahí la necesidad de reflejar per­ manentemente su dimensión política, socio-histórica, procesual, dinámica, conflictiva, reversible y compleja. Por tanto, hay que apostar por una noción

sinestésica

de derechos humanos que nos

espabile de la anestesia en la que estamos sumergidos, con la que los cinco o los seis sentidos actúen simultáneamente las veinti­ cuatro horas del día y en todo lugar. Son prácticas que se desarro­ llan diariamente, en todo tiempo y en todo lugar y no se reducen a una única dimensión normativa, filosófica o institucional, ni tampoco a un único momento histórico que les da un origen. D erechos humanos guardan más relación con lo que hacemos en nuestras relaciones con nuestros semejantes, ya sea bajo lógicas o dinámicas de emancipación o de dominación, que con lo que

Crítica a una cultura

anestesiada de derechos humanos

" definen" ,.,,,,-,,,�;:r,�,·��·�� en nuestro humanos).

dimensión multigarantista de los derechos fJu¡rnann.1 no est,atartes En segundo lugar, y muy relacionado con

anterior, para ha­

cer efectivos derechos humanos se precisa crear sistemas de garan­ tías que funcionen con las actuaciones y acciones humanas de de­ fensa, lucha y reivindicación. Este sistema de garantías, que debe ser plural y múltiple, suele quedar sin embargo reducido a dos niveles: a) por un lado, a la dimensión instituida, sobre la que se delega -bajo un aparente consenso o pacto social- cualquier manifestación de justicia a lo legalizado y constitucionalizado, y b) en segundo lugar, a la dimensión post-violatoria, omitiendo la centralidad de la dimensión pre-violatoria de los mismos, que es mucho más amplia que la ofrecida por las políticas públicas de prevención y que se manifiesta con la praxis relacional cotidiana de la sociedad civil en lo social, lo político y lo económico. Ade­ más, para ampliar la mirada del sistema de garantías, junto a la legitimidad estatal de lo jurídico y la legitimidad social (que pue­ de ser clasificada como "ilegal" pese a su materialidad de justicia), también existe una dimensión jurídica no estatal, visible en la actua­ ción de determinados colectivos -como los pueblos indígenas o el MST-

que se auto-organizan y autorregulan desde lógicas emanci­

padoras con modos de resolución de conflictos y garantías de dere­ chos a partir de paradigmas jurídicos no estatales o que se com­ plementan con ellos.26

26 Por medio del llamado "nuevo constitucionalismo latinoamericano", autodenominándose como "Estados plurinacionales" (con cierta afinidad, pero con diferente perspectiva política, Brasil también constitucionaliza de­ rechos étnicos y colectivos), actualmente se reconocen una serie de nuevos derechos vinculados con la dimensión multiétnica y plurinacional de sus so­ ciedades. Se trata de un proceso de mestizaje cultural en el que el paradigma

y

Derechos humanos

no es sino la al débil bajo una apariencia

al poderoso

legal. 27 Frente a esta cooptación del derecho vigente por parte de poderes oligárquicos y hegemónicos que imposibilitan condiciones vida dignas al

y

za das, mediante procesos de liberación y de

por sus

los poderes populares reaccionan frente a la coacción legal del sis­ tema vigente implementando actuaciones que sirven de garantías a sus derechos robados. La comunidad de aquellos colectivos victi­ mizados y oprimidos, en tanto movimientos sociales, instituye cri­ terios de una "justicia ilegalizada" institucionalmente, desde pará­ metros críticos y transformadores que aspiran a una "legalidad de la justicia" que no les arrebate sus condiciones existenciales y de vida como sujetos instituyentes plurales y diferenciados. Por esta razón es necesario abrir instancias de complemento entre diversos tipos de garantías en todas las escalas y espacios sociales con la combinación tanto de las actuaciones como de los dispositivos estatales y sobre la base de las relaciones y tramas so­ ciales públicas, estatales y privadas. La sociedad civil y el pueblo tienen que recuperar su protagonismo y legitimidad también como

moderno no es el único que establece las condiciones de garantía jurídi­ co-política y penal. A él se suman otras racionalidades y otras epistemologías tradicionalmente silenciadas y marginadas que reclaman su reconocimiento y tienen sus propios caminos para tratar las desviaciones comunales y garan­ tizar sus propios derechos. Éstos suelen ser de carácter colectivo, relaciona­ dos con los pueblos indígenas y/o grupos afrodescendientes (por ejemplo, el derecho a la tierra, a la autodeterminación y la autonomía, derechos cultura­ les -educación, idioma, usos y costumbres . . .-, justicia informal, etc.) y sistemáticamente negados a lo largo de una trágica historia de resistencia, expolio, genocidio y barbarie. Véase A. Médici, La constitucional horizontal, cit., y A. C. Wolkmer y M. Pitters Melo (coords.), Constitucionalismo Lati­ no-Americano. Tendencias contemporáneas, Curitiba, Juruá Editora, 2 0 1 3 . 2 7 Véase J. A. de la Torre Rangel, Iusnaturalismo histórico y analógico, cit., pp. 1 60 y ss.; también E. Dussel, Para una ética de la liberación latinoamericana, tomo I, Buenos Aires, Siglo XXI, 1973, p. 66, y Ética de la liberación. En la edad de la globalización y la exclusión, cit., pp. 540 y ss.

Crítica a una cultura

anestesiada de derechos humanos

textos y la inacción en España la gente se moviliza para evitar e

un desahucio

que dejaría sin vivienda a una familia endeudada o se echa a la calle para evitar la privatización y mercantilización de un bien esencial para la vida como el agua o la salud, garantía

procesos de

y

derechos. Si, además existe un apoyo judicial con sen­

tencias favorables, la efectividad podrá ser mayor, pero la legitimidad constituyente del pueblo es manifiesta, incluso en los casos de in­ actividad u omisiones de la administración. Lo mismo sucede en Brasil y en toda América Latina ante los diversos conflictos de tierra, cuando indígenas, comunidades de quilombos, campesinos o grupos urbanos y de vecinos actúan para impedir la vulneración de dere­ chos tan fundamentales como el derecho a la vivienda, el derecho a una vida digna y a la integridad personal, o al disfrute de un lugar -tierra o territorio- que permite las condiciones de existencia mínimas para ser sujetos vivos, actuantes, plurales y diferenciados. No sólo hay un único sistema de garantías de los derechos humanos, sino múltiples. Una cultura multigarantista de los mis­ mos articulará, de manera complementaria en unos casos y en otros conflictivamente, diversas vías de protección. Por ejemplo: dentro de las disputas por la posesión y la propiedad de la tierra en Brasil falta un marco legal regulador con acciones y directrices que medien y prevengan los conflictos urbanos sobre tierras, ade­ más de lo poco que se ha hecho a nivel de intervención pública. Incluso, a pesar de que el derecho a una vivienda digna está reco­ nocido por el ordenamiento jurídico brasileño (art.

6

de la Cons­

titución de la República), el poder judicial, en la mayoría de los casos, privilegia la aplicación de la legislación procesal civil para justificar las desocupaciones en áreas conflictivas y con el uso de la fuerza policial.28 Pero debido a las luchas de la sociedad civil or­ ganizada y representada por los movimientos populares y las ONGs se han propuesto alternativas para impedir los desahucios y el cum28 Véase C. Müller, "Os conflitos fundiários urbanos no Brasil desde urna perspectiva critica dos direitos humanos", en Redhes 12 (2 014) .

judiciales �·-·�·�ú·

desocupación que

. . �·�-·�·

En el año 2 006 se creó la

de Desahucios, gracias a la diante recomendaciones al

se corrigieron, me-

brasileño, las medidas a seguir

para prevenir desahucios en áreas urbanas y rurales de comunida­ des tradicionales y étnicas. También la Plataforma Dhesca movimientos sociales y ONGS, en

formada por una red de

2002 fundó el

Nacional

do Direito Humano a Cidade, cuyo objetivo es visibilizar las viola­ ciones de derechos ocurridos con motivo de conflictos urbanos por la tierra. Y entre otras medidas, resoluciones y organismos ge­ nerados, en

2008

se creó, por medio de la Resolución

50

del Con­

sejo de las Ciudades, la Coordinación de Conflictos por las Tierras Urbanas en el interior de la Secretaría Nacional de Programas Ur­ banos del Ministerio de las Ciudades. Este órgano tiene como fun­ ciones la mediación de conflictos por la tierra, la creación de es­ tructuras regionales de mediación de conflictos y la adopción de medidas de prevención, entre otras. La suma de acciones de la so­ ciedad civil, los movimientos sociales, junto con la colaboración de los organismos estatales, permite paliar y reducir los altos índices de violencia producidos en las zonas rurales y urbanas cuando la policía aplica medidas de desahucio. Las garantías de derechos como el derecho a una vivienda digna o a un debido proceso legal, junto con la garantía de la seguridad de la posesión, el derecho al acceso a la tierra para los grupos más vulnerables y la función social de la propiedad son implementadas y se hacen efectivas por la ac­ ción simultánea de los organismos estatales (en donde la sociedad debe participativamente estar más presente también) y las partes implicadas: la ciudadanía actuante junto con los movimientos so­ ciales que instituyen realidades ante las carencias, las violaciones y las injusticias que experimentan. Si se aúnan los esfuerzos comunes entre el Ministerio Público y la ciudadanía, la efectividad de los sistemas de protección será más alta, sin incurrir ni caer en triun­ falismos, pues la lucha es permanente y continua, nunca termina.29 29 En este sentido, meritoria, admirable y expresiva es la labor de actua­ ción conjunta de protección de los derechos del MST con los defensores pú-

Crítica a una cultura

anestesiada de derechos humanos garantías jurídicas suelen asociarse a la un

de proteger a sus ciudadanos.

la por medio de

políticas públicas y sentencias judiciales se proporcionan los mepara prevenir y reparar los efectos negativos por la violación de aquellos derechos reconocidos por las normas jurídicas. El aparato burocrático de la administración de justicia y sus funcio­ narios se encargan de concretizar los derechos subjetivos constitu­ cionalmente aceptados por los ordenamientos jurídicos. Pero en situaciones de crisis o por motivos ideológicos, el Estado por omisión no lleva a cabo el cumplimiento de la normativa consti­ tucional, incluso a veces actúa en su contra. Al delegar en estas instancias la legitimidad absoluta de proteger derechos que se va­ cían o se quedan en papel mojado, el supuesto consenso social a través del cual se manifiesta el poder soberano popular produce un secuestro de la capacidad de acción popular.

final, son los

poderes constituyentes oligárquicos los que interpretan el orden jurídico constituido desde sus horizontes de sentido; encriptan la normativa constitucional al llevarla a sus dominios y, asimismo, debilitan y deslegitiman al poder constituyente popular y emanci­ pador en su capacidad de lucha por sus derechos. Por éstas y otras razones, las dimensiones formales, institucio­ nales y doctrinales deben complementarse en todas las esferas sociales, con el ámbito en el cual son los mismos seres humanos quienes también garantizan derechos, a través de las movilizacio­ nes, las actuaciones y las luchas junto con las tramas sociales que los constituyen como sujetos y no como objetos. Cada uno y cada una de nosotros y nosotras, individual y colectivamente, somos quienes podemos diariamente construir y reconocer derechos de manera solidaria y recíproca, haciéndolos efectivos con nuestras

blicos Caio Jesus Granduque José, Antonio Luiz Machado Neto, Andre Cadurin Castro, Mário Eduardo Bernardes Spexoto e Leandro Silvestre Ro­ drigues e Silva, en la unidad de Franca de la Defensoría Pública do Estado de Sao Paulo. Véase [http://www.apadep.org.br/noticias/defensores-de-fran­ ca-em-sao-paulo-obtem-decisao-favoravel-em-favor-movimento-sem-te­ rra-mst/], consulta hecha el 27 de febrero de 2 0 1 4.

Derechos humanos instituyentes nuestras acciones tica

además,

dad de que la gente gane

y

ejerza emancipadoramente.

A todos los niveles y escalas se debe nutrir una cultura que em­

podere y transfiera poderes a las mayorías populares y subalterni­ zadas.30

los

y

Por último, si la ciudadanía o los miembros

las sociedades

democráticas no poseen una sensibilidad sociocultural y popular por sus derechos o no los conocen, es difícil que los defiendan. Igual sucede con la cultura jurídica, que también tiene que estar educada y formada desde el imaginario de los derechos humanos. Pero no sólo eso: incluso puede haber una difusión de programas de enseñanza, promoción, concientización y formación tanto en las escuelas como en las facultades de derecho y en las universida­ des, pero bajo un concepto restrictivo de derechos humanos que reproduce el imaginario indolente, anestesiado y pasivo que aquí denunciamos. No se trata únicamente de educar obligando a los ciudadanos a aprenderse de memoria los artículos de la norma constitucional, sino, más bien, de enseñar a partir de una praxis acompañada por teorías que nos conviertan en personas más acti­ vas y efectivas a nivel multiescalar, y desde una cultura de dere­ chos humanos a tiempo completo y en todo lugar. Se logrará superar el

1%

de eficacia jurídica si todos nos impli­

camos en hacer y construir derechos humanos integralmente en

30 En esta dirección, conceptos como los que se trabajan en Ecuador y Bolivia, por ejemplo, a nivel constitucional (demodiversidad, pluralismojurídi­ co, interculturalidad y plurinacionalidaJ) ayudan a avanzar en esa línea institu­ yente del poder popular emancipador que no sólo actúa a nivel de consenso sobre la organización y la forma de gobierno de un Estado, sino también en la implementación de instancias de garantía de derechos tanto individuales como colectivos.

Crítica a una cultura

anestesiada de derechos humanos

6

y reconocimientos mutuos con las que

seamos

-�"··�-·-·�- como sujetos con capacidad para gún el

de

sociocultural, será mayor o menor el

grado de aceptación y el modo en el que los derechos humanos son asimilados, significados, resignificados y entendidos. Es evi­ dente que cuanto más extendida esté una cultura relacional, mul­ tigarantista e interescalar sobre derechos humanos, menores se­ rán las demandas que deban pasar serán las instancias político y lo social.

tribunales, y mayores

reconocimiento efectivo en es lo mismo promocionar y generar

derechos humanos sólo dentro del ámbito jurídico estatal que ha­ cerlo fuera de él. Tanto jueces y juezas, fiscales y procuradores, abogadas y abogados, como padres, madres, hijos, hijas, tienen mucho que decir en el proceso de construcción y destrucción de derechos. No hay que pensar que la violación de los mismos debe ser un hecho consumado para que sean protegidos, ni pensar que como no se respetan socialmente y en el ámbito externo del dere­ cho, en el vivir cotidiano, únicamente pueden garantizarse al inte­ rior del mundo jurídico y estatal. Por el contrario, en ambos luga­ res, permanentemente, se hacen y deshacen derechos humanos.

CONCLUSIONES Recapitulando, la cultura sobre la que se asienta nuestra de­ fensa de los derechos humanos o es mínima o anestésica, o brilla por su ausencia al no potenciar las dimensiones instituyentes y soberanas de los sujetos tanto a nivel de acción jurídica estatal con la lucha por hacer efectivos los derechos reconocidos por las normas- como a nivel no jurídico y social -a partir de la articu­ lación de relaciones, producciones y mediaciones humanas que concreticen los derechos en la fase previa a la violación de los derechos (ámbitos pre-violatorios)-, con o sin el apoyo de polí­ ticas públicas. Se trata de potenciar una cultura de derechos a tiempo completo y en todo lugar, que se desarrollen en todo es-

Derechos humanos instituyentes

pacio social (íntimo, doméstico, e inteun conjunto multigarantista que reconocimiento y protección en todos los niveles, al utilizar instancias estatales y permitir el despliegue de actuaciones en ins­ tancias no estatales de la sociedad civil, a partir del poder consti­ tuyente popular crítico, emancipador y transformador. destacar y acentuar Por éstas y otras razones se límites de la posición predominante de los derechos humanos ex­ cesivamente normativista, procedimental y formalista. Si no tene­ mos claro que son nuestras acciones diarias y cotidianas en todos los ámbitos sociales donde nos movemos las que articulan espa­ cios de reconocimiento de dignidad, siempre adoptaremos una postura demasiado delegatoria y pasiva que reproducirá una efec­ tividad circunscrita, mínima y azarosa de derechos humanos. Todo ser humano, en lo individual y en lo colectivo, a partir del reconocimiento de las condiciones para la producción, reproduc­ ción y el desarrollo de la vida corporal y concreta de cada uno y cada una, por medio del igual acceso a los bienes que proporcio­ nan la satisfacción existencial de sus necesidades, debe tener la posibilidad instituyente y, como sujeto plural y diferenciado, de significar y resignificar la realidad de sus entornos relacionales sin discriminaciones, marginaciones y dominaciones raciales, de cla­ se, sexuales, genéricas, etarias, étnico-culturales y/o por razones de discapacidad psíquica o física. No se trata de incrementar exclusivamente una conciencia y una cultura jurídica de protección, sino, además, de potenciar una cultura de derechos humanos en general, integral y que acentúe la dimensión pre-violadora desde donde más se construyen-des­ truyen y articulan-desarticulan porque, en realidad, somos todos los seres humanos ahí donde nos movemos, quienes, utilizando o no la vía jurídica, participamos en los procesos de construcción o destrucción de derechos humanos, seamos o no seamos juristas, teóricos y/o operadores jurídicos.

derechos y sus luchas instituyentes

INTRODUCCIÓN En este capítulo intentaremos discurrir y reflexionar un poco sobre la idea de " democracia" -complementándola con el con­ cepto de

derechos humanos que

he explicado en el capítulo ante­

rior- que manejamos en lo cotidiano y forma parte de la cultura popular difundida por los medios de comunicación y por las ins­ tancias políticas tradicionales de representación (partidos políticos, sindicatos, poderes legislativo y ejecutivo, organismos internaciona­ les, etc.), tanto en realidades europeas, como latinoamericanas y usa­ mericanas. Vivimos un contexto a nivel global en el que experimen­ tamos una serie de procesos no expresados sólo con la pérdida de las libertades como consecuencia del terrorismo internacional y las polí­ ticas de respuesta al mismo, sino más bien vinculados con tres tipos de tendencias: a) una marcada por procesos más descarados de des-de­ mocratización de la democracia (entendida como poder real del pueblo y para el pueblo); b) otra concretizada en procesos de des-constitucionalización y descaracterización del constitucionalis­ mo social y de los derechos fundamentales allí donde se lograron determinadas conquistas de los Estados sociales y constitucionales de derecho, a consecuencia de la centralización sustitutoria y la he­ gemonía del constitucionalismo de los negocios y del mercado; y c) una más general de mercantilización de todas las parcelas de la vida

y de una nueva subjetividad contable y una racionalidad a escala mundial con la que se generaliza la competencia como norma de conducta y de la empresa como modelos de subjetivación, 1 y que en 1 Ch. Laval y P. Dardot, La nueva razón del mundo, Barcelona, Gedisa, 2 0 1 3 , pp. 1 5 y SS.

Derechos humanos

C�,,.�,�W

no como una esencia

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sí sin que quepa

naciones complementarias, dialógicas y los argumentos principales es que la democracia representa­ tiva es funcionalmente más operativa, siendo la democracia directa exponente de caos, desorden e inoperatividad. Asimismo, la democracia,

como el poder del

pueblo, se camufla con las instituciones estatales y repre­ sentativas. La delegación del pueblo en sus representantes termina por quitarle el poder para ser ejercido exclusiva­ mente por el único poder válido: el estatal. La ciudadanía sólo manda simbólicamente, ya que, desde su vaciamiento de contenido, se otorga todo el poder político a las institu­ ciones representativas y del Estado. En la misma línea, el poder constituyente se opone al poder constituido, que es el poder y es institucionalizado y formalizado por medio de normas, leyes, procedimientos, órganos e instituciones. Por arte de magia, el poder consti­ tuyente desaparece, y al estar todo reglado y delegado, úni­ camente posee legitimidad democrática aquello que está blindado por las formas y las normas de regulación consti­ tucionales. Finalmente, los actores sociales, los sujetos y sus acciones diarias, en tanto ciudadan@s, se supeditan a los ritmos y a los tiempos marcados por los procedimientos electorales. Lo formal se opone a lo material y priman las formas sobre los contenidos y las prácticas de múltiples su­ jetos. El poder popular termina por ser domesticado y "la democracia cesa en la medida que el pueblo pierde su doble posibilidad, la de intervenir como poder constituido inter­ pelando la institucionalidad y específicamente el poder de mantener vivo su poder constituyente a pesar de la institu­ cionalidad" . 1 3 b ) A través de

la reducción,

se destaca un elemento d e los mu­

chos que existen en la realidad y acaba por considerarse 13 Véase Sanín Restrep o,

op. cit. , p . 1 75 .

Derechos humanos instituyentes como el único dera que

se

y se separa

resto y se consi-

por sí mismo y que es

acaba por confundir la

por el

derecho, por ejemplo, sucede cuando se piensa que sólo es la norma lo único importante de la realidad jurídica, o cuan­ do se considera que el derecho puede vivir y reproducirse más allá del contexto el que se mueve.

y político-económico en caso de reduccionismo se da cuando

todas las parcelas de la vida se reducen a las relaciones mer­ cantiles y a una exclusiva traducción monetaria o en dinero. En relación con la democracia occidental, la reducción aparece, por ejemplo, con la crítica que el chileno y analista político Helio Gallardo realiza a lo que denomina "efectos de ideologización" o "politicismo", que consiste en meca­ nismos de disminución y fijación de determinados estereo­ tipos y reducciones que, por socializados, suelen parecemos naturales y evidentes. Además, pueden afectar nuestra com­ prensión de la vida social y determinar mecanismos de in­ serción inadecuados, o disfuncionales para nuestros propó­ sitos.14 Casos significativos nos los encontramos cuando se piensa que la política y la democracia se circunscriben a la acción de determinados individuos carismáticos y excepcio­ nales, o cuando se reduce lo político, la política y la demo­ cracia a alguna institución o algunas instituciones privile­ giadas, como pueden ser los partidos políticos o la figura de las elecciones. El ejemplo más grotesco de simplificación es aquel en el que democracia sólo es representación, el voto y los torneos electorales.15 Se nos obliga a ser demócratas y a practicar democracia una vez cada cuatro o cinco años, y únicamente cuando votamos en las elecciones. Los efectos se manifiestan en la doble intención de, por un lado, provo­ car la desmovilización de la sociedad civil y, por otro, el ocultamiento de la dominación socioeconómica y de la exis­ tencia de oposiciones y asimetrías entre las fuerzas y los ac-

Gallardo, Democratización y democracia en América Latina, cit. Ibid.

14 H. 15

tores sociales. Por la reducción no se

la

y

que queda fuera del tiempo y el espacio

convocatorias

electorales.16 De lo que se trata es de hacer más democracia y visualizar que lo político se desarrolla en todas las esferas de lo social, no exclusivamente a la estrechez de la cultura del voto. Asimismo, en el ámbito no sólo de la Unión Europea, sino globalmente bajo el yugo neoliberal, el Estado de mer­ cado y de seguridad, a través de un constitucionalismo mul­ tinivel, se encarga de vaciar la legitimidad democrática sus­ tancial y de la ciudadanía, con lo cual el poder popular de los Estados constitucionales de derecho es desplazado por ins­ tancias soberanas que proceden del mundo financiero, de las grandes organizaciones económicas y de las grandes poten­ cias. El mundo -desde esta perspectiva- debe estar regido por tecnócratas, banqueros y especialistas financieros y no se debe permitir que la torna de decisiones sea realizada des­ de el prisma democrático y de legitimación popular. 17 c) Por medio de

la abstracción

y su versión de

idealización,

las

teorías con las que se interpreta la realidad y los medios que la administran son sustituidas por sus conceptos, mediacio­ nes, instituciones e ideas. Se sacrifica la realidad en favor de una teoría o institución y se acaba por eliminar los contex­ tos, las relaciones humanas, la especialidad y la temporali­ dad de los problemas y las mismas condiciones de existencia de las personas. El pensamiento occidental lógico y científi­ co utiliza ambos medios de conocimiento. El problema y el cuestionarniento de sus usos deben plantearse cuando nos desentendemos y nos despreocuparnos tanto de los elemen­ tos que se eliminan y quedan fuera, como de los que se aña­ den y se incluyen. 16

Ibid.

17 Véase J. L. Monereo Pérez, Espacio de lo político y orden internacional.

teoría política de Carl Schmitt,

Madrid,

El viejo

topo,

2 0 1 5, pp. 452 y ss.

La

e

un terminamos

iUl.od.U.Ll-iVH

que las teorías y

filosofías y los

conceptos que utilizamos para interpretarla y reflexionar sobre ella son superiores a la realidad práctica, diaria y cotidiana de los pro­ cesos socio-históricos de lucha y democratización, que son los que realmente producen lo que es o no democracia. Lo veremos en el siguiente apartado con la distinción entre

conceptos

"democracia" y "procesos de democratización" elaborados por Helio Gallardo. Supervalorar los instrumentos analíticos con los que interpretamos la vida política provoca un sacrificio de la rea­ lidad: si ésta no se adapta a las teorías, peor para ella. Las conse­ cuencias de silenciamiento, eliminación y ocultamiento de múlti­ ples factores que forman parte de la participación ciudadana son manifiestas. En la línea dicha con el principio de reducción, como comple­ mento, el ideal del voto como única expresión de la democracia es otro ejemplo de abstracción e idealización. Los actores sociales y los contextos históricos, económicos, políticos, culturales de con­ flicto desaparecen. Se termina por despolitizar la democracia en tanto proceso socio-materialmente producido. La caza del voto como ideal obsesivo de perfección provoca que la política se con­ vierta en una única consecución de cuotas de poder, y los torneos electorales se transforman en operaciones de mercadeo. En torno a ello, la imagen del agente y el actor político -como partidos, personalidades o el gobierno- alcanza mayor significación en el imaginario social al quedarse en lo superficial y aparente, relegán­ dose el contenido de sus discursos, sus ideas, sus acciones o prác­ ticas y sus debates, además del sentido y la conciencia de los inter­ locutores políticos con los que discute.18 Lo cuantitavo (el número de votos) pasa a ser más importante que lo cualitativo (los contenidos de los programas políticos y de las reclamaciones y demandas populares). Asimismo, la forma y el procedimiento en democracia se en­ frenta y se absolutiza frente a la contaminación y las impurezas de 18

Gallardo, op. cit.

ser movimientos sociales). No es extraño que en torno al concepto y a la realidad de

poderes instituidos

como un efecto neutralizador de la dimensión instituyente

lo

popular y que, como hemos señalado y como vamos a ver, se tra­ duce en una característica de

derechos humanos como instan­

cias construidas únicamente desde

instituido, con

cual se

anula la capacidad constituyente de la sociedad civil. Finalmente, otro fenómeno de abstracción señalado por Helio Gallardo, aparece por medio de la invisibilización del fenómeno de la internacionalización y la transnacionalización de la asime­ tría de las decisiones políticas que se desenvuelven en el ámbito nacional, y la reducción abstractizante que reduce la política al análisis y comprensión de lo local y lo nacional, con lo cual el contexto internacional aparece como algo externo que, como mero marco o encuadre, acompaña a los procesos internos de los Estados. Para ello, se utilizan como referentes de concepto valo­ res como soberanía, ciudadanía, consenso, responsabilidad de go­ bierno, etc., bajo el único protagonismo y única responsabilidad del Estado-nación. El orden económico globalizado y algunos de sus actores como la Unión Europea (uE), el FMI, o el B anco Mun­ dial, parecieran incidir sólo marginalmente, y únicamente lo ha­ cen de manera central cuando toman medidas supuestamente positivas. 19 El simulacro está en que son estos actores los que real y materialmente toman las decisiones y significan y resignifican lo instituido bajo sus propios horizontes de sentido, basados en la competitividad y la ganancia.

PROPUESTAS PARA UNA DEMOCRACIA AMPLIADA Frente a esta perspectiva restrictiva y estrecha de democracia, se hace necesario ampliar la mirada e incorporar más elementos que forman parte de la acción democrática en todas las esferas de 19 H.

Gallardo, Elementos de política en América Latina,

cit.

Derechos humanos instituyentes

78

más

y com-

plejos. En primer lugar, subrayaremos una serie de distinciones con­ ceptuales que nos ayudarán a enfrentar el paradigma de la simpli­ cidad. Seguidamente, utilizaremos la técnica de la clasificación binaria y emplearemos dualismos relacionados con la idea de de­ mocracia, pero para complejizarla de acuerdo con el espíritu de los principios dialógico y de recursividad organizacional indica­ dos por Edgar Morin. En este primer bloque de distinciones conceptuales, siguiendo a Helio Gallardo, es preciso distinguir entre, por un lado, "lo po­ lítico", "la política" y "el escenario político", y por otro, entre "procesos de democratización" y el concepto de "la democracia".20 a) La primera distinción, que es analítica, pretende concep­ tualmente combatir la frecuente reducción y focalización del fenómeno político que hemos señalado arriba: "lo políti­ co" se refiere a cualquier relación humana entre dos o más personas y alude al ámbito de la sociabilidad fundamental. Ésta está dada por las relaciones e interacciones bien de coo­ peración o reconocimiento mutuo y acompañamiento, o bien de j erarquías, asimetrías y dominaciones que se estable­ cen entre los seres humanos para producir sus condiciones de existencia material y espiritual tanto individuales como grupales o colectivas. La sociabilidad fundamental se desa­ rrolla en la división social del trabajo y las instituciones que la condensan (mundo de la producción y distribución, mun­ do económico, de las relaciones mercantiles, propiedad pri­

vada . . . ) y hacia formas y funciones sociales de la familia.2 1

La sociabilidad, en materia de democracia, se expresa en la existencia cotidiana y generalmente con expresiones ne­ gativas: los gestos sexuales, la mirada que rebaja al trabaja­ dor manual, la grosería, la ansiedad e indiferencias urbanas, 2 0 H. Gallardo, 2 1 Ibid.

Democratización y democracia en América Latina, cit.

la despreocupación por el mantenimiento el racismo y la

de una agresividad

cuasi-delincuente en la calle o en los medios masivos

co­

municación son expresiones de deterioro que se suelen inter­ nalizar e institucionalizar como patrones normales y regula­ res de comportamiento e identidad. Desde esta idea se parte de la consideración de que "lo político" es omnipresente como factor de reintegración o rearticulación de las diversas y encontradas prácticas que constituyen lo social. Evita simplificaciones y reduccionis­ mos . El carácter de la sociabilidad desplegada en el ámbito lo político nos puede dar una idea aproximada de las di­ námicas de dominación o de emancipación predominantes en cada contexto social, en el sentido de si hay corrupción, luchas de poder depredadoras, discriminación, j erarquías o solidaridades, horizontalidades, distribución del poder y re­ conocimientos mutuos. Por ello, lo político es un elemento inherente a toda sociedad y se filtra en todos los aspectos de la vida humana.2 2 En cuanto a "la política'', hace referencia a las institucio­ nes e institucionalizaciones que tienen como referente cen­ tral al Estado y que se encargan de la reproducción del or­ den social y del orden y el interés público. Los aparatos armados (policía), la escuela, la legislación penal, el sufragio o las elecciones políticas, las asambleas legislativas, el go­ bierno de una nación y medios de comunicación son ejem­ plos de instituciones. La credibilidad o legitimidad de éstas son ejemplos de institucionalizaciones, que pueden fomen­ tar o degradar la política (corrupción, impunidad). General­ mente, desde el paradigma de la simplicidad, "lo político" se incluye y se introduce dentro de "la política'', menguando su multipresencialidad.23 Finalmente, "la escena política" hace referencia a los ám­ bitos o escenarios que constituyen, con su práctica, los acto-

J. L. Monereo Pérez, Espacio de lo políticoy orden internacional, cit., p. 2 3 H . Gallardo, Democratización y democracia en América Latina, cit. 22

15.

Los generan

o para la

maquinarias electorales y mercados legios desde posiciones de poder. b) La segunda distinción terminológica se centra en "los proce­ sos de democratización" y "la democracia". Los primeros son protagonizados por

y se plasman,

medio de luchas, en instituciones, regímenes y

de­

mocráticos. Sus instituciones y sus institucionalizaciones son procesos histórico-sociales determinados. En cambio, "la democracia" alude a los discursos sobre el concepto-valor "democracia", los cuales pueden acompañar o culminar al­ guna fase de los procesos de democratización. Fundamental­ mente se refiere a una categoría que forma parte de un dis­ curso analítico, conceptual o teórico y también ideológico. 24 Lo que existe en nuestras sociedades son instituciones democráticas que condensan y expresan lógicas democráti­ cas. Las instituciones resultan del juego de diversas fuerzas sociales en el marco de un Estado de derecho (leyes y nor­ mas de aplicación universal). Pueden materializarse tam­ bién en instituciones de sociabilidad humana (familia, lugar de trabajo, iglesias, etc.); no sólo en instituciones estatales o con dispositivo estatal. Por esta razón, los procesos de de­ mocratización aluden a espiritualidades democráticas y a capacidades de significar y resignificar pluralmente las pro­ ducciones humanas. Son los seres humanos, las fuerzas so­ ciales y sus luchas los principales protagonistas de los pro­ cesos de democratización; hecho y dato que se oculta e invisibiliza. Lo que teorizamos sobre ello, y los valores que idealizamos, son un apoyo y complemento de este complejo proceso socio-histórico de producción. En relación con los dualismos, vamos a reflexionar brevemen­ te sobre los pares:

24

Ibid.

81 como b)

democracia cía material (y en relación a otras esferas no estatales),

c) identidades democráticas/identificaciones democráticas, y d) gobernantes/gobernados (en el sentido del carácter que se le da al ejercicio

poder, si se

para obedecer o se

manda para que los demás obedezcan). a) Cuando hablamos de democracia o de procesos de demo­ cratización, es importante determinar si nos referimos sólo a una forma o modo de ejercer el gobierno o si expresamos una manera de ser en la vida y un estilo de existencia que no se reduce única­ mente al mundo de lo público, sino a todos los ámbitos de nuestra vida: mundo familiar, del trabajo, de la producción y la distribu­ ción de los bienes, etc. b) "Democracia" puede implicar tanto mecanismos de repre­ sentación como expresiones de participación activa y directa. Re­ ducir la democracia al primer caso implica un proceso de delega­ ción extremo que termina por desempoderar a los sujetos, con la consiguiente articulación de una cultura de "ciudadanía sierva", por utilizar la expresión de Juan Ramón Capella. c) Hablar de democracia también implica el modo como nos identificamos y en el que construimos nuestras identidades de­ mocráticas. No es igual que, como ciudadan@s soberan@s sea­ mos nosotros mismos quienes dotemos de carácter a nuestras propias producciones -tanto en un sentido étnico, cultural, po­ lítico, ideológico, como sexual, económico o libidinal-, a que, por el contrario, sean otros quienes decidan por nosotr@s y sea­ mos identificados externamente, y no a través de procesos en los que, sin tener total control, somos autoproductores de los signifi­ cados y resignificados del mundo político. No es igual una iden­ tidad internamente producida que una identificación externa, je­ rárquica y heterónoma, que viene de fuera y que nos quita protagonismo soberano. d) Finalmente, el carácter dado al ejercicio del poder es funda­ mental en democracia. Siguiendo la filosofía zapatista, hay que

82

Derechos humanos instituyentes

tener

s1 se

para

� �����·"�

mandando -con la

que

sean responsables ante los gobernados y se alterne en el proceso de manejo del poder-, o de si se manda para que los demás obe­ dezcan, bajo una lógica ambiciosa de control centralizadora y que exclusivamente pretende mantener estructuras de desigualdad y de j erarquías en las que unos están más capacitados que otros y que, además, tienen más valor y son más importantes.25

EN TORNO A LAS LUCHAS H ISTÓRICAS POR LOS DERECHOS DESDE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y LAS PRÁCTICAS COTIDIANAS Si hasta ahora nos hemos centrado en el concepto de

cia,

democra­

a continuación, me referiré a los derechos humanos pero sin

entrar en la idea común y restringida que solemos tener de ellos, y a la que aludí en el capítulo primero. Me centraré en su compo­ nente de lucha y de capacidad creativa popular. Ya he comentado que cuando se habla de derechos humanos se suele acudir a una idea de los mismos basada en las normas jurídicas, en las institu­ ciones con el Estado como abanderado, y en ciertos valores que le dan fundamento (dignidad, libertad, la vida, la igualdad . . . ) y que están o bien enraizados en la misma naturaleza humana o bien se encuentran reflejados en sus producciones jurídico-positivas e institucionales. Los derechos humanos aparecen, así, como ins­ tancias instituidas, como el resultado de lo que haga el Estado. Se separan de sus contextos socio-históricos de constitución y signi­ ficación. Sólo vale lo jurídico-estatal (políticas públicas y senten­ cias judiciales). El efecto ya se señaló anteriormente: se debilita y se deslegitima la capacidad de la sociedad civil o pueblo para im­ plementar sus propios sistemas de garantías que, dentro o fuera del marco legal, protegen y defienden tanto derechos histórica25 Véase R. Zibechi, Dispersar el poder, Quito, Abya Yala, 2007, e id., Descolonizar la rebeldía. (Des)colonialismo delpensamiento crítico y de las prácticas emancipatorias, Valencia-Málaga, Baladre-Zambre, 2014.

mente conquistados como nuevos derechos que el reconocer, ponen para el

a la amenaza que su-

de poder establecido. Por uno u otro mrd-m-�

insisto en la idea de que se acaba por potenciar una cultura buro­ crática, funcionarial, paternalista y normativista que reduce y en­ corseta su fuerza instituyente, ya que nuestros derechos, desde la totalización de esas dimensiones, únicamente se garantizan cuanuna norma los positiviza, y cuando un cuerpo de funcionarios pertenecientes al Estado, sensibles y formados culturalmente para defender derechos humanos, los hace operativos entre re­ flexiones doctrinales de apoyo, dándoles curso a través de garan­ tías concretizadas mediante políticas públicas y sentencias judi­ ciales. Desde esta óptica instituida de los derechos humanos, se delega íntegramente en determinados especialistas, técnicos e intérpretes la capacidad de saber si estamos o no protegidos cuan­ do son violadas nuestra dignidad, nuestra libertad o nuestras con­ diciones de vida y, además, tendemos a reducir su efectividad a la intervención de un tribunal que posea la sensibilidad interpretati­ va para garantizarlos o a la existencia de una infraestructura con­ solidada, fuerte, eficiente y responsable. Asimismo, tenemos la sensación de que la existencia de un derecho humano se manifies­ ta y aparece en el instante en el que es violado o vulnerado, no antes; hecho que permite la apertura de los procedimientos desa­ rrollados en los circuitos de la administración de justicia. Este carácter instituido, delegado, funcionarial y post-violato­ rio, consciente e inconscientemente, suele fortalecer una cultura generalizada pasiva, indolente, conformista, minimalista e inacti­ va. Nos hace cruzar los brazos. Se termina por no considerar u otorgar una escasa importancia a ámbitos fundamentales que tam­ bién son elementos constitutivos de un concepto integral de dere­ chos humanos, que sirven para extender una sensibilidad activa, participativa, transformadora, socio-histórica y práctica de dere­ chos, como son, entre otros: la lucha social, ya sea en su vertiente de movimientos sociales o bien, a través del esfuerzo individual y cotidiano de cada ser humano y sin reducir la lucha a un único acto puntual y originario; la eficacia no jurídica en su versión esta­ tal y en su versión no estatal, además de los sistemas más o menos

Derechos humanos instituyentes garantías sociales, políticos y económicos; así como y la yor conocimiento y una

que

convocar un ma-

más responsable.

estos ele-

mentos infravalorados nos pueden permitir incrementar los nive­ les de eficacia, además de superar y/o enfrentar esa separación sistemática y estructural existente entre lo que se dice y lo que verdaderamente se hace sobre derechos humanos, y que impide desplegarnos como sujetos solidarios autónomos y diferenciados en lo individual y en lo colectivo. Por ello, no hay que olvidar que derechos humanos no tienen una única dimensión normativa, procedimental, formal e instituida; también poseen una dimen­ sión instituyente que se construye a partir de las relaciones huma­ nas, las tramas sociales y las luchas de resistencia de sus protago­ nistas humanos. Desde ellas se incrementan las expresiones de garantías y de una praxis de reconocimientos que hace real y efec­ tivo lo que es factible jurídica y políticamente. Por esta razón re­ sulta fundamental subrayar los ámbitos que dan origen a los dere­ chos humanos y los mantiene vivos (sin caer en el error de reducirlos a un único y exclusivo momento histórico originario): a) la lucha y la acción social, y b) la lucha individual y cotidiana. Ya me he referido a ellos en el capítulo anterior, donde se analiza lo que supone la lucha social y cotidiana como elementos instituyen­ tes de los actores y los sujetos que son los generadores y también los destinatarios no sólo de la resistencia frente a una realidad opresora y negadora controlada por una minoría, sino también del disfrute y consolidación de espacios de reconocimiento de una realidad en la que todo ser humano plural y diferenciado, sin ex­ cepción, puede apropiarse de sus posibilidades, al significar y do­ tar de carácter a sus propias producciones en tanto sujeto y no tratado ni calificado como objeto.26 Derechos humanos tienen más que ver con procesos de lucha por abrir y consolidar espacios de libertad y dignidad humanas. Están conformados por prácticas, acciones y actuaciones sociopolíticas, simbólicas, culturales e ins26 Véase H. Gallardo, Política y transformación social. Discusión sobre dere­ chos humanos, cit.; id., Siglo XXI: producir un mundo, cit., e id., Derechos humanos como movimiento social, cit.

La reacción contra los excesos es su proceso

el

la burguesía en el tránsito a la

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(con las revoluciones inglesa, francesa y el proceso de indepen­ dencia

usamericano en los siglos xvn y xvm)

es su única expresión

de praxis emancipadora y/o liberadora. En este sentido, para Igna­ cio Ellacuría, la manera como comúnmente se origina o aparece un derecho humano tiene varias etapas o posee varios elementos:

Primera. Inicialmente se da una situación real de agravio comparativo (en forma de desigualdad, hechos de opresión, for­ mas de explotación) en un grupo o colectivo concreto. Este mo­ mento inicial guarda mucha relación con la ubicuidad de las expe­ riencias límite de las que habla la teoría crítica, por ser insoportables, insostenibles e inaceptables para las personas que sufren dolor, y que pueden traducirse -sin que pierda su dimen­ sión socialmente producida- como dignidad humana en tanto expresión de esas experiencias vividas. También está relacionado con el hecho de que la crítica, la denuncia y el grito de quien sufre pueden potencialmente surgir de las experiencias negativas de la realidad en la que se vive en todos los niveles: económico, étnico, libidinal o sexual, cultural, político, social. . . Ese dolor podría as­ pirar a su cancelación.

Segunda Seguidamente, se desarrolla una conciencia de ese

agravio comparativo por parte de un grupo de personas, que dan cuenta de la situación de injusticia tanto a nivel teórico-reflexivo como a un nivel de práctica social. Por "injusticia" no hay que entender algo de carácter idealista, sino experiencias generadas por medio de relaciones humanas que discriminan, marginan o establecen situaciones de no reconocimiento de su condición en tanto humanos.

Tercera. Esta conciencia se va objetivando y se fortalece a través de los miembros del grupo social o clase emergente que sufre las consecuencias del agravio comparativo. Se inicia una re­ sistencia frente a aquello que produce la destructividad de su con­ dición humana y frente a aquello que les priva de algo que se considera que les pertenece.

Derechos humanos instituyentes un proceso de objetivación más definido de esa �,.,�·�,.�·,,�

�'-'"'""""'UJ ,

que

terminar triun-

fruto de procesos de violencia, reivindicación

y conflictos, se institucionalizan en normas y leyes que ofrecen, al menos en apariencia, una cierta orientación de reconocimiento y de inclusión.

Quinta. Finalmente, una vez que se luchay se logra el triunfo, se desarrolla una justificación concomitante con referencias a ideales, conceptos y teorías de todo tipo. Se produce un respaldo filosófico, ideológico, cultural y doctrina para legitimar la matriz y el horizonte de sentido del grupo o movimiento social que lu­ chó frente a un inicial agravio comparativo. Si observamos el esquema de cómo se origina un derecho hu­ mano, se puede comprobar que sigue el proceso desarrollado por la burguesía en su lucha por sus derechos.27 También es un esque­ ma válido para otros colectivos, pero debe ser matizado, porque no todo grupo o clase social ha podido llevarlo a cabo en todas sus etapas y tampoco se debe absolutizar como si fuera la única vía posible. Por ejemplo, el movimiento obrero o el movimiento de los derechos de las muj eres o los pueblos indígenas, si bien pue­ den poseer reflejos normativos e institucionales como expresión de la objetivación de sus reivindicaciones, no han conseguido una revolución triunfante en todos los niveles (por ello es muy impor­ tante la necesidad de caracterizar apropiadamente cada lucha) con la consiguiente justificación de ideas que permitan una sensibili­ dad popular generalmente aceptada y que tenga como consecuen­ cia un real reconocimiento y una garantía efectiva. Asimismo, los pueblos indígenas han adaptado a su idiosincrasia estrategias mo­ dernas para sus reivindicaciones milenarias y reactualizadas, pero hay elementos culturales que van más allá de ese proceso de lucha

27 En este sentido, Ignacio Ellacuría señala el camino y las distintas eta­ pas trazadas por el movimiento social burgués. Véase I. Ellacuría "Histori­ zación de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares" en ECA 502 , y A. Rosillo, "Derechos humanos, liberación y filo­ sofía de la realidad histórica" en VV.AA. , Teoría crítica dos direitos humanos no século XXI, Porto Alegre, Editora PUCRS, 2008.

87 concreto descr1to por el teólogo vasco y que, en su vivir ""' .... no, no necesitan ser

,, -

pues se

hace posible que existan interna y endógenamente tanto la prác­ tica comunal que consolida espacios propios de dignidad como su desarrollo por minorías vulnerables, las cuales, debido a las cir­ cunstancias en las que viven, convocan una violencia que, por lo general, va en contra de ellas. De este examen preliminar se sigue la impresión de que las luchas históricas por los derechos se deben mirar desde el prisma de las generaciones, ya que progresivamente se conquistan según los ritmos y los tiempos marcados y pautados por Occidente. La carga eurocéntrica y occidentalocéntrica es muy fuerte, además de clara. Entender los derechos humanos como procesos de lucha generacionales implica una afirmación histórica sobre su origen, que se sustancializa y se absolutiza a partir del modelo colonial occidental que defiende el hecho de que los derechos humanos, una vez que nacieron con la burguesía, fueron impuestos como si fueran su máxima expresión y como si se hubiesen dado para siempre. Por ello, mediante procesos de abstracción, sus estructu­ ras se han mantenido congeladas para establecerlas como molde y patrón, y se han aplicado sobre otras secuencias espacio-tempora­ les, invisibilizando tanto la dinámica y los conflictos implicados como los nuevos problemas que se han presentado. De esta ma­ nera se silencia el sentido político que tienen derechos humanos en tanto procesos de desencuentro, conflictos y desgarramientos, con lo cual se adjudica la capacidad instituyente solamente al gru­ po o la clase social más fuerte -la burguesía-, que convierte en instituido todo su imaginario y todo su proyecto de vida. Puede reconocerse que las luchas, los procesos y las prácticas sociales realizadas por la burguesía con el tránsito a la Moderni­ dad contra los límites impuestos por el sistema tradicional del feudalismo aportaron toda una filosofía y un discurso sobre dere­ chos humanos, además de un concreto sistema institucional y ju­ rídico positivo de garantías. Surgieron en un contexto histórico determinado que con posterioridad se ha transformado; pero debe valorarse, asimismo, que no hay que quedarse encasillado en la historia y hacer de ella un determinismo, ya que en todas las épo-

con Si gracias a la burguesía se manifestó una lucha por la libertad y la igualdad contra un sistema que le era adverso, hay que pro­ yectar a otras prácticas sociales y a otros colectivos un esquema análogo o diferente de lucha por derechos, que tenga en cuenta los nuevos contextos y los distintos

reivindicados. De

ahí la importancia que posee una concepción de derechos huma­ nos que se haga cargo de toda su rica complejidad. Se hace nece­ sario relacionarlos con los múltiples procesos dinámicos de lucha y confrontación de intereses que pugnan por ver reconocidas sus propuestas partiendo de diferentes posiciones de poder y distin­ tos horizontes de sentido. No hay que abstraer ni los conflictos de intereses ni las circunstancias espacio-temporales. Además, los derechos humanos entendidos como práctica social, como praxis de liberación y como expresión axiológica, normativa e institucio­ nal, que en cada contexto abre y consolida espacios de lucha por expresiones múltiples de la dignidad humana, no se reducen a un único momento histórico ni a una única dimensión jurídico-pro­ cedimental y formal. Históricamente, siempre han aparecido grupos humanos que se han levantado y resistido frente a distintas y diversas expresio­ nes del poder. Se trata de múltiples luchas de resistencias con vi­ das efímeras o más o menos duraderas, cuyos reclamos han tenido finales dispares, con mayores o menores logros y con éxitos de distinto grado de obj etivación e institucionalización. Cualquier manifestación popular frente a cualquier manifestación del poder que coarta y ahoga algún aspecto de la dignidad humana en per­ manente proceso de construcción, ha sido y puede ser un foco importante de posibles aportaciones a la idea de "derechos huma­ nos", principalmente si su lógica de acción tiene el propósito de extender solidaridades, simetrías y horizontalidades. En este caso, dentro del capitalismo aparecen respuestas al sojuzgamiento por el automatismo del mercado que reivindican una subjetividad que les es negada. Múltiples movimientos de resistencia que acompa­ ñan las distintas fases de desarrollo del capitalismo cuestionan el

ver miento constitucional

sus

Incluso sus demandas

podido ser juzgadas como no factibles.

En este sentido, los derechos -ya sea de trabajadores, mujeres, negros, pueblos indígenas, homosexuales o personas con algún tipo de discapacidad- por una mejor calidad de vida (ambienta­ les) pueden tener procesos constituyentes de reconocimiento ins­ titucionales y normativos posteriores a los derechos individuales, pero sus procesos instituyentes de lucha pueden ser anteriores, simultáneos, sucesivos y con resultados dispares movidos por ra­ cionalidades, conflictividades, necesidades y urgencias distintas. No es un problema de generaciones de derechos progresivos y lineales que, aunque históricas, son monopolizadas por la cultura occidental,28 sino de derechos que surgen de procesos conflictivos ante problemas y racionalidades diversas que luchan por una he­ gemonía previamente establecida por el grupo social -la burgue­ sía- que consiguió establecer las reglas del juego de cómo dar sentido al concepto

derechos humanos.

En el capítulo quinto profundizaré más en ello, pero parto de las ideas de Ignacio Ellacuría y Helio Gallardo, quienes afirman que el movimiento social burgués logró expandir sociocultural­ mente su imaginario, su manera de pensar y su ideología. Todos los demás colectivos y grupos humanos se han tenido que adaptar o enfrentar a su modo de ver y estar en la realidad. Convendría entonces analizar con detalle por qué ningún otro grupo ha podi­ do hacer posible un equivalente proceso estructural de transfor­ mación y cambio de paradigma hegemónico igual al que la bur­ guesía en su momento realizó frente al orden medieval. De ahí que se haga urgente y necesario entender los derechos humanos desde las luchas, contextos y condiciones particulares de cada grupo y forma de vida, sin estar condicionados por la visión libe­ ral que sólo atiende a reflejos normativos e institucionales vesti28 Véanse, en este sentido lineal, los procesos de positivación, generali­ zación e internacionalización explicados por N. Bobbio, El tiempo de los dere­ chos, Madrid, Sistema, 1 99 1 , p. 107.

Derechos humanos instituyentes por un sastre que manifiesta una expresión del cuerpo humaque no es necesariamente la única ni la que sirve

no,

avanzar en producción de humanidad. Es el poder popular domi­ nado, explotado, discriminado, vulnerabilizado el que es negado y secuestrado por el modo que la cultura occidental tiene

enten­

der lo que son los derechos humanos desde una única y exclusiva dimensión histórica generacional, progresiva y lineal. Ya mencioné en el capítulo

·

el planteamiento de Joa-

quín Herrera sobre la capacidad humana genérica de reaccionar culturalmente frente al mundo, de reaccionar frente a sus entor­ nos relacionales en un permanente, continuo e inacabado proceso de creatividad y significación, con sus consecuencias tanto positi­ vas como negativas. Desde la historia de luchas por los derechos, quienes se encuentran en una situación de dominación e injusticia poseen la capacidad creativa plural y diferenciada, la cualidad in­ dividual y colectiva de enfrentar al mundo, reaccionando frente a sus entornos relacionales tanto para lo bueno como para lo malo. Por ello hay que asociar las luchas y las praxis de liberación en la historia con un poder constituyente e instituyente emancipador, liberador y popular frente a un poder constituyente oligárquico, dominador y excluyente hegemonizado bajo la ideología libe­ ral-burguesa. En cierta forma, guarda mucha relación con el concepto de

poder instituyente implícito al que me refería en la introducción, entendido como infra-poder creador, que es obra continua de to­ dos los sujetos en el sentido interpretado por Laval y D ardot a partir de Castoriadis y Marx. De este poder implícito depende la forma de poder explícito propio de las instituciones y las legisla­ ciones (denominado "poder constituyente", propiamente dicho) y bajo la cual se encierra el concepto normativista oficial y general de derechos humanos.29 El poder popular, del bloque histórico de los oprimidos, está por encima de las constituciones, no se agota en un acto fundante ni en un acto constituyente inicial, sino que persiste -permanece- durante la vigencia de todo orden y po­ der constituido, sobre todo si es dominado por el orden burgués. 29 Ch.

Laval y P. Dardot, Común, cit., pp. 48 1

y ss.

te a través

manera

cha instituyente misma es diacrónica y más cotidiana. Lo comenté en el capítulo anterior: resulta decisivo d escubrir que, realmente, son nuestras relaciones y prácticas o tramas sociales, sean jurídi­ cas o no, las que, en cada momento y en todo lugar, nos dan la justa medida de si hacemos o no derechos

de si estamos

construyendo procesos de relaciones mediante dinámicas de re­ conocimiento, respeto e inclusión o bajo dinámicas de imperio, dominación y exclusión. Por estas y otras razones, hay que animar a que la sociedad en su conjunto cree mecanismos multiescalares y pre-violatorios que instituyan derechos humanos desde una praxis instituyente diaria que se mueva bajo dinámicas de emanci­ pación y liberación cimentadas sobre relaciones y tramas sociales participativas de colaboración, cooperación, reciprocidades, re­ conocimientos mutuos y solidaridades. Las luchas colectivas e individuales pasadas y presentes se articulan procesual y perma­ nentemente en espacios, entornos e instituciones

comunes que re­

significan el ámbito público y el mundo del mercado burgués y neoliberal.30 De esta manera se podrá transformar la socialización de comportamientos y hábitos, tanto de los institucionalizados en instancias estatales, como de aquellos cotidianos normalizados en los que predomina el tratamiento del semejante (la empleadora y la empleada doméstica o seres humanos despreciados o inferiori­ zados por el capital) como un objeto o ni siquiera como tal, nin­ guneándolo, silenciando, ocultando e invisibilizando aquellos sufrimientos que son fruto de las injusticias producidas por esos comportamientos y costumbres. Desde ellas, los derechos son un activo y permanente hacer justicia, complementado secundaria­ mente por su decir y proclamar. De ahí la necesidad de reflejar una y otra vez su dimensión política, sociohistórica, procesual, dinámica, conflictiva, reversible y compleja. Por tanto, hay que apostar por una noción conflictiva, de lucha y disputa sociohistó­ rica y socio-material de derechos humanos que nos espabile de la anestesia en la que estamos sumergidos, con la que los cinco o seis JO

Ibid., PP· 460 y SS.

actúan simultáneamente a cada instante y en y

mento. Son

mo-

acciones y mo-

presentes que se desarrollan diariamente, en tiempo y en todo lugar y no se reducen a una única dimensión histórica, normativa, filosófica o institucional, ni tampoco a un único momento histórico que les da un origen. Derechos huma­ nos son luchas continuas que guardan más relación con lo que hacemos en nuestras relaciones con nuestros semejantes, ya sea bajo lógicas o dinámicas

emancipación o de dominación, que

con lo que nos dicen las normas jurídicas cuando son interpretadas a través de determinados especialistas. Por esta razón, insisto en que cuando se habla de derechos humanos no hay que circunscribir su dimensión al plano de idea­ lidad abstracta y teórica (tanto en lo normativo y lo institucional como en lo discursivo y lo filosófico-doctrinal); es necesario en­ frentar el mismo paradigma de la simplicidad que se proyecta también sobre la democracia. Ya veremos que la lucha por los derechos se relaciona habitualmente con "hacerle justicia al dé­ bil'', al oprimido, pero esta expresión debe ser entendida como un esfuerzo por no producirlos como tales, como débiles,31 y esto a través de praxis construidas y caracterizadas desde ellos, que in­ tenten superar las realidades negadoras de sus derechos, tal como ha sucedido a lo largo de la historia. Se necesita entonces un re­ conocimiento social y el establecimiento de todo aquello que po­ sibilite las condiciones para ejercerlos materialmente.

CONCLUSIONES En este capítulo nos hemos limitado a sacar a la luz algunos de los límites y las deficiencias que posee el concepto que se complementa con el de

derechos humanos.

democracia y

Ambos son pre­

dominantes en nuestro horizonte occidental simbólico y cultural l1

Por aclaración del propio Gallardo, la expresión "hacer justicia al dé­ bil" no es correcta, ya que al débil se le hace "justicia" oprimiéndolo. Lo que hay que hacer es el esfuerzo por no producir débiles.

de sentido. provocan una serie para el ejercicio

a través del paradigma y consecuencias la ciudadanía y la constitución

auténticos

ciudadan@s soberan@s como para la expansión y consolidación de una auténtica

sensible instituyente de derechos huma­

nos, que funcione a tiempo completo y en todo lugar. Sin despre­ ciar e infravalorar los aspectos positivos de la democracia y los derechos humanos oficialmente establecidos, se indica la necesi­ dad de ampliar y complejizar las dos ideas institucionalizadas, para establecer una dinámica más profunda, activa, creativa y más participativa de la ciudadanía y más abierta a la construcción de espacios de reconocimiento emancipadores y de liberación de la humanidad.

negocios) y mundo contemporáneo ��A .AA'U'' ....A

en

INTRODUCCIÓN TRES PROCESOS DE DEBILITAMIENTO Y VACIAMIENTO DE DERECHOS HUMANOS, DEMOCRACIA Y NORMAS CONSTITUCIONALES Conceptos como democracia, derechos humanos, constitucionalis­ mo/constitución, trabajo, economía, Estado, propiedad, ciudadanía y derecho forman parte de una guerra teórica y práctica por contro­ lar el mundo. Todos ellos implican conflictos y desafíos. En esa batalla, el orden sistémico capitalista posee una capacidad inmen­ sa para construirlos, significarlos y ponerlos en circulación de manera rápida y eficiente de acuerdo con sus intereses geoestra­ tégicos.1 En este capítulo sólo me detendré a analizar, debatir, discutir y facilitar un insumo sobre los conceptos

cracia

y

constitucionalismo

derechos humanos, demo­

en consideración a dicho contexto de

disputa por el poder de nominar y dominar el mundo. Para ello, de forma previa, usaré dos recursos o caminos que anticiparán algunas de las hipótesis de trabajo sobre las que giran mis re­ flexiones, fruto de una confluencia de voces. El primer camino se basa en la mitología griega, a través de la figura del Minotauro y su proyección sobre la democracia ateniense; el segundo es más histórico, y con base en el estudio de Eduardo Grüner La

oscuri-

1 Aunque Marcos Roitman se refiere principalmente al concepto de de­ mocracia, está claro que es proyectable a otros conceptos estratégicos y em­ blemáticos de nuestro imaginario jurídico, político y económico. Del título de su libro he adoptado la expresión "democracia sin demócratas". Véase M. Roitman, Democracia sin demócratas, cit.

Derechos humanos instituyentes las luces, me detengo en el proceso revolucionario y xvnL2

Haití a como

inde-

de esa guerra global por nominar

el mundo, quisiera antes profundizar un poco más en los tres pro­ cesos que mencioné al inicio del capítulo segundo, y que contex­ tualizan y enmarcan mejor cuáles son las tendencias que se en­ cuentran en proceso de diseño y consolidación en materia de derechos humanos, democracia y constitución, y que

esa

dimensión conflictiva de la historia basada en relaciones y luchas de poder con sus avances y retrocesos continuos. Son procesos que, actualmente, debilitan de forma directa a la cultura y a la sensibilidad global por los derechos humanos, por las constitucio­ nes garantistas y por la democracia, entendida como "poder del pueblo y para el pueblo" (nunca realizada de manera duradera, efectiva y real), allá donde se han institucionalizado como con­ quistas populares históricas más o menos negociadas, pero que corren el riesgo de perderse. Aunque son muchos más los proce­ sos que vivimos actualmente a nivel planetario, ahora no los abor­ daré; sólo me detendré un poco más en los tres indicados: desde­ mocratización,

desconstitucionalización

de

los

derechos

y

mercantilización de todas las parcelas de la vida. Experimentamos acontecimientos varios no expresados sólo con la pérdida de las libertades a consecuencia del terrorismo internacional y las polí­ ticas de respuesta al mismo. La trata de personas, el fenómeno de la inmigración y los refugiados con el cierre de fronteras por par­ te de los países que se dicen "democráticos" y que se consideran emblema del respeto y reconocimiento a los derechos humanos, la militarización del mundo y las diversas guerras de alta y baja intensidad, el incremento de la desigualdad y la pobreza, el dete­ rioro del medio ambiente, etc., son algunos de esos aconteci­ mientos. Pero ahora sólo quisiera destacar estos tres tipos de ten­ dencias

que

afectan a

derechos

humanos,

a

los

sistemas

democráticos y a sus normas constitucionales:

2 Véase E. Grüner, La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolu­ ción, Buenos Aires, Edhasa, 2010.

constitucionalismo . . . a)

cv••�-�u·-·�

marcada por procesos

la y para el pue­ blo"-, quisiera

que cada vez son menos los lugares

donde la ciudadanía puede tomar decisiones de manera par­ ticipativa y efectiva. Se vacía la democracia reduciéndola al espectáculo de las elecciones y el su&agio universal por medel voto

cuatro o cinco años.3 Se circunscribe a un

área bien delimitada para que, en los espacios más influyen­ tes, tomen las decisiones los tecnócratas, gestores y gober­ nantes con sus funcionarios tanto de las burocracias públi­ cas [de los organismos internacionales como la Unión Europea (uE) , el

FMI y el BM, y de los Estados

nacionales del

capitalismo central y periférico], como de las burocracias privadas (sistemas financiero y bancario, así como grandes corporaciones y empresas multinacionales). En este marco también se criminalizan y descalifican las luchas por los de­ rechos y por una mayor participación de los movimientos sociales y, como ejemplo concreto, se disminuye la fuerza del derecho de huelga.4 La dimensión sancionadora y puni­ tiva de los sistemas nacionales penales contra los actores sociales que protestan se eleva sin tapujos.5 b) La segunda tendencia, concretizada en procesos de descons­ titucionalización y descaracterización del constitucionalismo social y de los derechos fundamentales, provoca que allí don­ de se lograron determinadas conquistas de los Estados socia­ les y constitucionales de derecho, como consecuencia de la centralización sustitutoria y la hegemonía del constituciona3 H. Gallardo, Democratización y democracia... , cit.; y M. Roitman, Demo­ cracia sin demócratas, cit. 4 Pisarello, op. cit. 5 Como ejemplos tenemos la Ley de Protección de la Seguridad Ciuda­ dana de 2 0 1 5 , denominada Ley Mordaza y aprobada por el Partido Popular en España, o la acción policial contra las protestas populares en Brasil contra las violaciones a los derechos humanos producidas con motivo del Mundial de futbol, la Olimpiada en Río de Janeiro o la corrupción de la clase política.

Derechos humanos

h n m � -n r.

en nombre

económica del cálculo me­ dio-fin, vendiendo la

de que sólo a través del libre mer-

cado se puede llegar -en un futuro- a satisfacer las necesi­ dades -muchas de ellas suntuarias .. y basadas en deseos consumistas- de toda la humanidad, con

se justifica

que millones de personas vayan cayendo en el camino. Los sistemas financieros y bancario-crediticios se convierten en la base de nuestras identidades y subjetividades ciudadanas. Endeudarse para tener una vivienda, comprar un coche, ad­ quirir un ordenador o computador, costear las vacaciones o financiar los estudios se convierte en nuestra filosofía de vida. Se modifican las constituciones para fortalecer el pago de las deudas usureras con intereses desorbitados. No hay derechos sin tarjetas de crédito y sin dinero. Los Estados constitucio­ nales de derecho deben agilizar la valorización del valor de cambio y el flujo del dinero controlado desde arriba. c) La última tendencia más general de mercantilización de to­ das las parcelas de la vida7 viene acompañada por la expan­ sión de una nueva subjetividad contable y una racionalidad a escala mundial con la que se está generalizando la competen­ cia como norma de conducta y de la empresa como modelos de subjetivación.8 Si fracasamos como emprendedores, cada uno de nosotros somos responsables y culpables. En materia de derechos humanos se manifiesta con la pérdida, en todos ellos, tanto de la dimensión solidaria y fraterna, como del referente inspirador de la dignidad humana, entendida no como una esencia axiológica, sino como un marco u hori­ zonte de apertura y de disfrute de espacios de reconocimien-

6

Véase J. L. Monereo Pérez, Espacio de lo político y orden internacional, cit. Véase K. Polanyi, La gran transformación. Crítica del liberalismo económi­ co, Madrid, Ediciones de La Piqueta, 1 997. 8 Véase Ch. Laval y P. Dardot, La nueva razón del mundo, cit. 7

constitucionalismo . . . tos efectivos de existencias y convivencia

con el

en

Los derechos

co, y

él se garantizan o no, ya que dependen del gasto

tienen un coste económi-

público y la capacidad dineraria de los Estados que no debe excederse en un presupuesto reducido en entornos de priva­ tización. Asimismo, derechos humanos se deshacen en las esferas económica y financiera, tanto real como

del

trabajo y la producción al pasar a ser o descartes o valores serviciales de cambio en favor de la competitividad, la subje­ tividad depredadora y egoísta empresarial y la propiedad vada codiciosa y destructora de la naturaleza. Por medio de estos tres procesos, derechos humanos, demo­ cracias y constituciones garantistas se acotan, limitan, reducen y vacían de contenido para la mayoría de la humanidad, ampliándo­ se como privilegios para una minoría poderosa y cínica.

EL MINOTAURO QUE LLEVAMO S DENTRO UNIVERSALISMO DE ÜCCIDENTE

y

EL FAL S O

A continuación, y con base en este marco o contexto, tal como anticipé anteriormente usaré dos recursos o caminos, uno mitoló­ gico y otro histórico, como un modo de anticipar algunas de las hipótesis de trabajo sobre las que giran mis reflexiones en torno a derechos humanos, democracia y constitución. a) Con el mito del Minotauro se cuenta que el Rey Minos guar­ daba un oscuro secreto: debajo de su palacio moraba Asterión, una bestia con cabeza de toro y cuerpo humano. El artista y arquitecto Dédalo había construido un laberinto debajo del palacio para evitar la deshonra de ese engendro y así tenerlo escondido. El secreto mantenido no era sólo para ocultar una maldición o un castigo de los dioses, sino para poder crear la sensación de que el reino se mantenía en pie y de manera estable. Para ello precisaba que cada mes, cada año

Derechos humanos o

tres años -depende

un grupo en un

como

�-·--"-·"·�

De esta manera, gracias a ese acto infame, se podía comer­ ciar e intercambiar productos de manera pacífica, y el mer­ cado funcionaba en orden, armonía y tranquilidad.

la

pena ese sacrificio para legitimar la estabilidad del reino de Minos. Curiosamente, este relato metafórico confirma algo que el fi­ lólogo italiano Luciano Canfora refleja en su libro

El mundo de Atenas:10 la democracia ateniense representa de manera ideal el antecedente y el precedente de nuestros actuales sistemas demo­ cráticos basados en el aforismo de "el poder del pueblo y para el pueblo", pero en realidad en Atenas la democracia funcionaba como gobierno del pueblo y el poder de los señores, en palabras de Alcibfades, o, según Platón, era el poder de una aristocracia apoyada por una mayoría. No sólo sucedía que la demagogia y la oligarquía disputaban entre ellas el gobierno de las

polis (rtÓALi;;)

griegas, devorando el poder popular, sino que también la demo­ cracia ateniense iba de la mano del imperio, es decir, nacieron juntas. La democracia funcionaba porque Atenas se repartía el botín que recaudaba del sometimiento de las otras ciudades alia­ das y otros pueblos dominados. Además, esa lógica sacrificial ba­ sada en la centralidad de la guerra de las sociedades de aquella época, y afín al Minotauro, se refuerza cuando el mito del poder

9 La idea del mito del Minotauro la retomo de Yanis Varoufakis, pero para proyectarla sobre otra realidad. El economista griego la usa para expli­ car la artimaña de Paul Volcker, subsecretario de John Connally, secretario del Tesoro de Richard Nixon, para desmantelar de un plumazo el sistema monetario global basado en la equiparación del patrón oro con el dólar e incrementar el déficit comercial usamericano devorando todas las exportacio­ nes netas mundiales y financiarizando su economía, con lo cual convirtió a la industria en su sirviente. Véase Y. Varoufakis, ¿Y lospobres sufren lo que deben?, Bilbao, Ediciones Deusto, p. 1 3 7 ., y P. Grimal, Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidós, 1 98 1 , pp. 3 69-3 7 1 . 10 L . Canfora, El mundo de Atenas, Madrid, Anagrama, 2 0 14.

constitucionalismo . . .

1

por Luciano la o 3 5 0 mil paban en los asuntos públicos, con lo cual eran 5

20 los que real-

mente tenían el mando y el control de las decisiones. 1 1

E l segundo recurso se centra e n los estudios de Eduardo Grüner sobre la olvidada Revolución de

con su Inde­

pendencia en 1 804.12 La Modernidad nació con conflictos irresolubles que no ha logrado enfrentar ni solucionar hasta nuestros días ocultando al Minotauro y los horrores sobre los cuales edifica su sistema colonial global. La cultura oc­ cidental es impensable sin el documento de barbarie repre­ sentado por la esclavitud no sólo de aquella isla del Caribe, sino de toda América, ya que es parte sustantiva de la con­ formación de la Modernidad. La Revolución haitiana de­ mostró que ésta representa una falsa totalidad al nacer y desarrollarse castrada, fracturada y dividida por medio de una lógica sacrificial expresada en la explotación salvaje de los esclavos sobre la cual levantó su poder económico y po­ lítico .13 Este falso universal coexiste con su modo de pro­ ducción capitalista de la mano de las relaciones de produc­ ción esclavistas, con lo cual se consolida una profundización "inédita de las asimetrías en todos los niveles (socioeconó­ mico, político-ideológico, simbólico-cultural) en escala por primera vez mundial".14 11

Ibid., pp. 1 7, 42 y 62 . Véase E. Grüner, La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolu­ ción, cit.; y también su trabajo "Teoría crítica y Contra-Modernidad. El color negro: de cómo una singularidad histórica deviene en dialéctica crítica para 'Nuestra América', y algunas modestas proposiciones finales", en ]. G. Gan­ darilla (coord.), La crítica en el margen, México, Ak:al, 2 0 1 6. 1 3 Para más detalle sobre la dimensión sacrificial de Occidente, véase F. Hinkelammert, Sacrificios humanos y sociedad occidental: Lucifer y la bestia, San José, Departamento Ecuménico de Investigaciones, 1 998. 1 4 Grüner, op. cit. , pp. 22 y 43 . 12

Derechos humanos filósofo argentino insiste en la

constitutiva

y

que se

la en su

oscuro y que no

a reconocer ni

ver, j ustificando sus actos genocidas y etnocidas bajo el manto del progreso y la civilización acompañado de la descalificación de los otros (alteridad extraña) bajo el sustantivo de la barbarie. Para colonizar e imponer su dominio, la Modernidad estructuralmente produjo tres enormes consecuencias: a) detuvo

procesos

desarrollo autónomo de las sociedades colonizadas (que en Amé­ rica se proyectó sobre los pueblos indígenas y afrodescendientes); b) incorporó a esas sociedades de manera violenta y subordinada a la lógica instrumental de la acumulación mundial capitalista, y c) invisibilizó y fagocitó sus historias diferenciales junto con sus ritmos temporales distintos ante la linealidad del llamado "pro­ greso ", que marca la superioridad de la historia y la cultura occi­ dental.15 Sobre estos dos relatos o caminos relacionados con el Mino­ tauro y con Haití, lanzaré dos hipótesis de trabajo relacionadas con la manera en que la cultura occidental entiende

derechos hu­

manos y democracia con sus Estados constitucionales.

hipótesis: colonialidad del poder y heterarquías La primera hipótesis parte de la aserción de que Occidente, con su modo de desarrollo desigual y combinado -propio del sistema económico capitalista-, por lo general tiene una forma de organizar, clasificar, ordenar, regular, interpretar transformar la realidad bajo el patrón de la

colonialidad del poder. 1 6 En palabras

de Anfüal Quijano, Occidente defiende y se mueve por un criterio que es común a lo que se entiende por "poder" (y sus conjuntos de tramas sociales), y que está caracterizado por un tipo, malla o espacio de relaciones sociales constituido por la ca-presencia de tres 15

!bid., pp. 22, 23 y 45 . Quijano, "Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Lati­ na", cit., p. 2 0 1 . 16 A .

Derechos humanos elementos: la

constitucionalismo . . .

��"�'""'�,.�,,,

ya este

por

de Occidente, en áreas

social

como el trabajo, el sexo, la subjetividad/intersubjetividad, la auto­ ridad colectiva y la naturaleza, se ha caracterizado por su forma asimétrica, vertical y jerárquica. Mediante el concepto de

matriz

colonialidad del poder, Quijano muestra cómo la y capitalista, al extenderse por el

bajo estructuras domina­

doras y discriminadoras, establece una división social e interna­ cional del trabajo, pero también otra del "ser", del "saber", del "po­ der" (y del "hacer") humanos desigual, excluyente y no equitativo. 1 7 E s decir, la manera e n que la cultura occidental y moderna concibe el "ser" (desde una concepción de la naturaleza humana individualista y egoísta, independientemente de la espiritualidad religiosa o de no creyentes), el "saber" (por medio de su raciona­ lidad científica divisora entre "sujeto" y "objeto"), el "poder" (vertical, fetichizado y gestionado burocrática, militar, tecnocrá­ ticamente, y por medio de procedimientos formalizados) y el "ha­ cer" humanos (desde un trabajo dependiente del capital y una actitud colonizadora bajo el patrón de la competitividad de gana­ dores apoyada militarmente), se sostiene sobre dinámicas de asi­ metrías y desigualdades. En función de criterios de raza, género y sexuales; de clase y socio-materiales, religiosos, etarios, etc., esta­ blece una estructura de jerarquía y superioridad e inferioridad en la que unos son más y otros menos . En este sentido, Ramón Grosfoguel, en una combinación del concepto

interseccionalidad de jerarquías con

el de

heterarquía,

del

filósofo y sociólogo griego Kyriakos Kontopoulos, habla de una "sociabilidad institucionalizada heterárquica", un término me­ diante el cual consolida diversos tipos de dominación que en cada contexto, y según cada situación, se manifiesta intersticialmente, simultáneamente, de manera combinada y distinta. 18 Siendo la

1 7 Véase D . Sánchez Rubio, "Reflexiones en torno al concepto contem­ poráneo de trabajo esclavo y la prostitución", cit. 18 Véase R. Grosfoguel, "La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales: Transmodernidad, pensamiento descolonial y co-

nos encontramos con tiples y heterogéneas formas de dominación y explotación sexual, política, económica, espiritual, lingüística y racial, donde las je­ rarquías etnorraciales de la línea divisoria Occidente/no Occiden­ te reconfiguran de manera transversal todas las demás estructuras globales

poder. 19

género, espiritualidad y epistemología

son parte constitutiva, integral e imbricada del sistema-mundo occidental moderno, cristiano, capitalista, colonial y patriarcal. No son añadidos a la estructura económica y política del sistema capitalista. 20

De esta forma, y para continuar con el razonamiento, en el interior de la cultura occidental capitalista predominan diversos modos de dominación tanto a nivel institucional como a nivel de relaciones sociales y sociabilidad cotidiana, con los cuales se ex­ presa una dinámica socio-material y socio-espiritual de diversas estructuras opresivas que operan simultáneamente en su interior y, en un grado mayor, fuera de sus fronteras. Se desarrolla todo un conjunto de relaciones sociales particulares que articulan un gru­ po (in)diferenciado de opresiones, muchas de ellas naturalizadas: sexo, raza, género, etnia y clase social se construyen sobre relacio­ nes j erárquicas, combinando tanto el espacio público de poder, la explotación o el estatus y el espado de servilismo personal. Es

lonialidad global", en B. de S. Santos y P. Meneses (edit.), Epistemologías del Sur (Perspectivas), Madrid, Akal, 20 14. 1 9 Ramón Grosfoguel lo entiende como un concepto nuevo que da cuenta de la compleja imbricación de las jerarquías de género, raciales, se­ xuales y de clase en procesos globales geopolíticos, geoculturales y geoeco­ nómicos del sistema-mundo moderno/colonial. Se trata de analizar los mo­ dos de dominación o las jerarquías de poder a partir de una perspectiva abierta, compleja, desde sistemas abiertos y heterogéneos, con niveles es­ tructurales y lógicas estructurantes múltiples. 20 R. Grosfoguel, "La descolonización de la economía política y los es­ tudios poscoloniales: Transmodernidad, pensamiento descolonial y colonia­ lidad global", cit., pp. 3 8, 3 8 3 , 389-3 90. Sobre el concepto de intersecciona­ lidad, véase M. Lugones, "Colonialidad y género", Tabula Rasa 9 (julio-diciembre, 2008).

constitucionalismo . . .

r�

y la

laciones patriarcales y de clase se componen junto con otras for­ mas de relación social en un determinado momento histórico, que en este caso situamos en el contexto de las sociedades capita­ listas. De ahí la afirmación de Joaquín Herrera Brah-, que dice: "las estructuras de clase, raza, género y sexuali­ dad no pueden tratarse como

independientes,

la

opresión de cada una está inscrita en las otras".21

Segunda hipótesis: La segunda hipótesis ya la comenté en el capítulo segundo, y se relaciona con el miedo al pueblo y lo popular. Todo lo que procede de la gente de abajo, de las clases populares y del bloque histórico de los oprimidos es descalificado y asociado con lo caó­ tico, lo peligroso y desordenado. La chusma y la masa son sinóni­ mo de inseguridad, de desconfianza y de amenaza a lo estableci­ do. Por esta razón es tratada como inferior y analfabeta y, por ello, por su peligrosidad, es necesario contenerla, limitarla, mani­ pularla, reducirla, controlarla, vaciarla a través de diversas políti­ cas de dominación; incluso consideradas "democráticas" . Aparte d e los ejemplos y a mencionados, e l caso d e América Latina puede servir como ilustración debido a las múltiples expe­ riencias de lucha que ha tenido desde

1492,

que cruzan por sus

procesos de independencia hasta nuestros días, y por cómo la co­ lonialidad del poder se ha ensañado contra ellas. Son muchas las prácticas políticas y sociales que han atacado, anulado, menguado, limitado, debilitado y eliminado la capacidad de los pueblos indí­ genas y de aquellos poderes populares que reivindicaron una construcción más democrática y plurinacional del poder. Desde 21

Véase J. Herrera, De habitaciones propias y otros espacios negados: una teoría de las opresiones patriarcales, Bilbao, U. de Deusto, Instituto de Dere­ chos Humanos. 2005, p. 1 9.

Derechos humanos instituyentes tras la tugal,

por los regímenes UU•-AVUUA

ra roitad del siglo xx (con un mayor protagonismo

Estado), los

regímenes desarrollistas y militares de la segunda mitad del pasa­ do siglo (con el predominio de la Doctrina de la Seguridad Nacio­ nal), hasta llegar a los actuales regímenes neoliberales, en todos estos años, las élites y oligarquías . propietarias, criollas, eurocén­ tricas y anglosajonizadas, con una defensa del orden y el progreso dependiente y hacia fuera, han desplegado un control absoluto sobre el poder popular, bajo la supervisión y el yugo de Estados Unidos.22 Exponentes claros de procesos de liberación -y de la reacción por controlarlos- en los siglos xx y XXI son aconteci­ mientos como los de la Revolución cubana en socialista de Chile con Allende en

1970,

1959,

del gobierno

de la Revolución sandi­

nista de

1979 en Nicaragua, la sublevación indígena-campesina de Chiapas en 1994, así como las experiencias plurinacionales del

nuevo constitucionalismo latinoamericano en Ecuador y Bolivia.23 A otro nivel, tenemos otro ejemplo con la transformación del mensaje del cristianismo originario, fraterno, (basado en el amor al prójimo), pacífico (no matarás), que no ambiciona el poder y cimentado sobre el referente de los pobres, desde los de abajo, que pasa a ser un mensaje imperial, interpretado por el poder, desde los de arriba, violento, sacrificial (que da buenas razones para matar) y que tanto afecta a la cultura judeo-cristiana.24 Como consecuencia de todo ello, ha sido claro el dominio y subyugación sobre el pueblo (empobrecido) a través de diversos mecanismos simbólicos, institucionales y normativos más o menos totalitarios y/o supuestamente democráticos según la época. Las relaciones de poder, además, se han basado y se basan en ese modo de clasificar la realidad mencionado antes que jerarquiza la condi-

22 Véase M. Roitman, Las razones de la democracia en América Latina, Ma­ drid, Sequitur, 2 005. p. 162. 2 3 Véase M. Roitman, op. cit., p. 168, y A. Médici, Otros nomos, cit., pp. 1 3 9 y SS. 24 Véase F. Hinkelammert, Sacrificios humanos y sociedad occidental: Lucifer y la bestia, cit., y El grito del sujeto, San José, DEI, 1 998.

1 ción pos se

el por razones

superior/inferior. Unos gru­ auan::;,, ,

sexuales

clase o socio-económicas, religiosas, etarias, etc.,

y supe­

riores a otros, con la particularidad de que, con ello, los excluyen, discriminan, explotan, dominan y/o marginan tratándolos como objetos o como seres con menor dignidad o categoría humana. Correlato de

anterior, en un

concreto más político y

constitucional y más contemporáneo, se puede afirmar que es fal­ so que la democracia sea el poder del pueblo y para el pueblo. No ha sido en ningún periodo de nuestra historia (si acaso, ef1me­ ramente) y no lo es en nuestro presente. En realidad, las demo­ cracias hoy en día son el poder de los representantes del pueblo para los representantes del mundo de los negocios respaldados por la fuerza militar.

Inclusiones abstractas, exclusiones concretas Una vez planteadas las dos hipótesis de trabajo, lo que preten­ do es visibilizar el Minotauro que los occidentales llevamos den­ tro y que ocultamos creando un paisaje ficticio de armonía, esta­ bilidad, orden, moderación, incluso en periodo de crisis. Si unimos ambas, nos encontramos con que las figuras de derechos humanos y democracia que se desarrollan en el seno de los países de capitalismo central y periférico bajo las constituciones libera­ les y socialdemócratas y/o socialistas establecidas desde arriba son entendidas y practicadas institucionalmente de manera insufi­ ciente, reducida y simplificada, hasta tal punto que no transfor­ man ni tienen capacidad de enfrentar y afectar estructuralmente la división desigual racial, sexual, de género, socio-económica, epistémica y etaria sobre la que se sostienen.25 Más bien hacen todo lo contrario, las consolida y refuerza alimentando simbólica y realmente al Minotauro hambriento y ocultado que precisa car25 Sobre la crisis de la democracia representativa y la socialdemocracia en Europa, véase B . de S. Santos, La difícil democracia. Una mirada desde la periferia europea, Madrid, Akal, 2 0 1 6.

los

a capas más occidental se mueve

y unas

unos

prácticas de democracia y derechos humanos cimentadas sobre inclusiones abstractas, pero sobre un suelo y un terreno de exclu­ siones concretas dentro de un sistema que excluye, vulnerabiliza a la mayoría de la humanidad, bajo el nc10sa y

propietarios codiciosos. Ni el

de una minoría avaes

y

para el pueblo y el problema fundamental de los derechos huma­ nos sigue siendo el abismo que existe entre la teoría y la práctica. Bajo una apariencia de igual reconocimiento de todos en dignidad y en participación, se construye una estructura práctica y consti­ tutivamente desigual que se normaliza con falsos, reversibles y modulados conceptos de derechos humanos y de democracia. Desde un punto de vista ético y axiológico, Partha Chatterjee nos habla de la "diferencia colonial" para aludir a esa proposición normativa supuestamente universal que se aplica selectivamente a la metrópolis (y no a todos sus ciudadanos), pero no se reconoce ni se aplica en la colonia en función de alguna deficiencia moral o anomalía. Esta versión negativa con repercusiones tanto relaciona­ les como epistémicas, legitiman y normalizan un tratamiento des­ igual y asimétrico de lo humano que se establece de modo persis­ tente. 26 El resultado de este imaginario construido desde una lógica de poder que se considera superior y que opera como instrum ento de expansión, dominio y control, incluso bajo instancias de aparen­ te universalidad y respeto por la dignidad, es el desarrollo de pro­ ducciones humanas que terminan por anular la dimensión plural del ser humano y hacen de éste un ser prescindible y sacrificable en todos los sentidos, pertenezca o no pertenezca a la cultura occiden­ tal, sea ciudadano o inmigrante irregular, por mucho que la demo­ cracia y los derechos aparezcan en los discursos. Por esta y otras razones, sobre este patrón, Occidente ha construido una sociabili­ dad asimétrica, de exclusiones particulares y desigualdades, pero camuflada por inclusiones teórico-formales y nominales. 26 xxr,

Véase P. Chatterjee, La nación en tiempos difíciles, Buenos Aires, Siglo 2008, p. 3 0, y A. Médici, La constitución horizontal, cit., p. 43 .

constitucionalismo . . .

1

económica y colonial, paradójicamente se asienta sobre un discurso inclusiones abstractas, formado en torno a normas jurídicas e ins­ tituciones que los reconocen, pero sujetado y ajustado sobre un material, de relaciones estructurales de exclusiones concre­ tas.

como

señalado, Occidente tiene un modo de clasificar,

ordenar y organizar la realidad bajo un falso universalismo y una democracia simbólicamente amparada en un poder

pre­

sente desde una ausencia constitutiva. Sus discursos y sus prácti­ cas se mueven por medio de abstracciones que reconocen la dig­ nidad humana de todos los seres humanos sin atributos, pero sobre la base trágica y recelosa de exclusiones cotidianas y diarias marcadas por particularidades como la nacionalidad, el racismo, el sentido de pertenencia, la condición de clase, la defensa del de­ recho de propiedad avariciosa, excluyente y absoluta, el machismo o el concepto de ciudadanía. Por eso modula lo humano en función del modelo que le parece más digno o merecedor de ser recono­ cido con dignidad real y efectiva. Lo hace tanto a nivel interno , como a nivel externo, pero e n este caso con una mayor intensi­ dad, allende sus fronteras. Pese a que lo hace de puertas adentro, lo acentúa e incrementa externamente. O ccidente trata al otro, al extranjero o al extraño, con un grado de desigualdad mayor que el que establece internamente, al interior de sus fronteras con sus ciudadanos. El modo j erarquizado como organiza socialmente el poder y el saber por razones de clase, de raza, etarias y de género a sus nacionales, lo acrecienta incorporando nuevas asimetrías de puertas a fuera, a quienes considera no occidentales y pertenecen a otras culturas, sobre todo si son pobres . La discriminación, la marginación y la inferiorización por medio de la división social, cultural, racial, etaria, territorial, de clase y étnica del hacer, del poder, del ser y del saber humanos, se pone entre paréntesis es­ tructuralmente entre quienes son considerados occidentales o afi­ nes y quienes no l o son o lo son condicionalmente o deficiente­ mente, elevándose su intensidad excluyente contra estos. Por ello, insisto en que la universalidad de los derechos humanos se elabo-

ra

desde en teoría

recelosa

personas, pero

exclusiones concretas, individuales y

y que se

multiplican contra quienes no son nacionales ciudadanos de sus Estados considerados constitucionales y de derecho. A continuación vamos a ver de qué modo se construyen estos universalismos falsamente inclusivos sobre los concepto de dere­ chos humanos, democracia y constitución, siempre teniendo pre­ sente esa dimensión globalifágica y globalifóbica del capitalismo mundializado,27 construida sobre esa base trágica y recelosa de exclusiones sistemáticas particulares individuales y colectivas, marcadas, entre otros dispositivos, por el racismo, el androcen­ trismo, el clasismo, la riqueza suntuaria y la nacionalidad selectiva.

DERECHOS HUMANOS MENGUADOS, REDUCIDOS y/o VACIADOS En lo referente a derechos humanos, muchos son los trabajos en donde ya se ha dicho algunas de las razones de la separación y el abismo que existe entre el decir y el hacer, entre la teoría y la práctica de los mismos, además de por qué el imaginario institu­ cionalizado y generalizado contribuye a ello por su simplicidad, estrechez y limitación.28 No voy a extenderme en esto mucho. Al entenderse los derechos humanos sólo y exclusivamente desde una dimensión formal, procedimental, normativa, estatalista, bu­ rocrática, delegativa, post-violatoria (derechos humanos apare­ cen a posteriori, una vez que se violan), sancionadora y punitiva, los niveles de garantía y el grado de eficacia son bien escasos, 27 Véase A. Bartra, El hombre de hierro. Límites sociales y naturales del capi­ talismo en la perspectiva de la gran crisis, México, Ítaca, 201 4. 28 Véanse H. Gallardo, Teoría crítica: matriz y posibilidad de derechos huma­ nos, cit. ; J Herrera, Los derechos humanos como productos culturales, cit.; D . Sán­ chez, Encantos y desencantos de los derechos humanos, cit., e id., "Contra una cultura estática y anestesiada de derechos humanos. Por una recuperación de las dimensiones constituyentes de la lucha por los derechos" en Derechos y libertades 3 3 Gunio, 2 0 1 5).

Derechos humanos

11

núnimos, limitados y reducidos. La excesiva manía circuitos en

ONG),

para con la

in-

dividualista y patrimonialista de la condición humana, contribuye a generar una cultura de derechos humanos paternalista, institui­ da, egoísta, pasiva e indolente. No hay una cultura activa, ni soli­ daria, ni instituyente, ni responsable.29 otra

bajo el tercer proceso o tendencia que mencio-

né en la introducción de este capítulo, de mercantilización

to­

das las parcelas de la vida, los derechos humanos terminan por diluirse en los círculos económicos financieros y

capital, y pa­

san a ser o descartes o valores serviciales de cambio a favor de la competitividad, la subjetividad egoísta depredadora, la identidad empresarial y la propiedad privada de avariciosos y destructora de la naturaleza. Derechos humanos se vacían y dejan de entenderse y practicarse como un marco o un horizonte de apertura y de disfrute de espacios dignos de reconocimientos, en los que real­ mente se hacen efectivas las existencias humanas con calidades vitales socio-materiales mínimas, en una permanente interrela­ ción respetuosa con el medio ambiente y la naturaleza en general.

DEMOCRACIAS MINIMALISTAS

Y

SIN DEMÓCRATAS

En lo relativo a la democracia, ya comenté los procesos diver­ sos de desmovilización popular y ciudadana a través de un para­ digma que simplifica la democracia a instancias de representación y sobre determinados asuntos que sólo interesan a los poderes económicos y financieros apoyados desde élites internacionales y nacionales de los países capitalistas centrales y periféricos. Se con­ solida un imaginario bendecido por una legitimidad popular que no gobierna por sí misma, sino por medio de tecnócratas, buró­ cratas y profesionales de la política que sólo atienden a los man­ datos del mercado. La ciudadanía tiene que ser de siervos obe­ dientes que sólo votan en las elecciones y no de soberanos

29 Sánchez Rubio, op. cit.

por Ya señalé que se cae en que

"politicismo" e "ideologema o

efecto de ideologización", formado por técnicas, mecanismos y recursos que socializan, normalizan y naturalizan una serie este­ reotipos reduccionistas pero que son inadecuados y disfuncionaporque convierten la simbología de la democracia y

demo­

crático a una mínima expresión estructurada sobre líderes carismáticos, partidos políticos, ejercicio del voto por medio del sufragio universal. 3 0 Asimismo se aparta a la ciudadanía de la toma de decisiones sobre la mayoría de los asuntos que les afecta difundiendo una idea de la política y de la participación como gobernanza entendi­ da gerencialmente, en tanto técnica de gestión o ejercicio de inge­ niería social desarrollada por tecnócratas y funcionarios.31 Sus re­ glas de juego formales al ser igual para todos, se compatibiliza con la pobreza y la desigualdad. Dentro de la nueva fase del capitalis­ mo, los procesos de democratización se subordinan a las reglas de la sociedad de mercado. No hay poder popular, sino ciudadanos objetos de consumo y concebidos como mercancías. El orden ca­ pitalista, cuya estructura se edifica sobre la exclusión económica y política, despolitiza las relaciones humanas (los derechos huma­ nos también, juridificándolos como instancias ajenas a lo político). El obj etivo es debilitar las bases populares y sociales y la ciudada­ nía sólo puede participar allí donde no hace daño ni pone en peli­ gro al sistema. Se acota la democracia y se abstrae y elimina su dimensión social, económica, política y étnico-cultural.32 Conectando la democracia a nivel global con el recelo hacia el poder popular, Pablo González Casanova lo explica muy bien cuando indica que la democracia es una utopía no en sentido ne-

30 Véase H. Gallardo, Democratización y democracia . . ., cit. 3 1 Véase M. Roitman, Las razones de la democracia en América Latina, cit., pp. 24. 32 Id., Las razones de la democracia en América Latina, cit., p. 44, e id., De­ mocracia sin demócratas, cit., pp. 3 7 , 47, 48 y 228.

1 3

Derechos humanos

y que presiones

que la democracia es

el el gobierno del pueblo, espara todo pueblo y por elpueblo, según Lincoln, o que la el pueblo, según el subcomandante Marcos, no se han convertido en realidad porque todas las democracias nunca han sido incluyentes, de ahi el fracaso

excluyentes, los proyectos hu-

manistas y por eso la democracia se convierte en utopía, camino por cumplir y solución. Históricamente ha habido un continuo fracaso por construir democracias no excluyentes. Esto

provo­

cado que nuestro subconsciente colectivo acepte un concepto oli­ gárquico y elitista de la democracia que obstaculiza la necesidad de recuperar y luchar por una democracia incluyente con la que lo popular no sea la excepción, sino la norma y el referente.33

CONSTITUCIONALISMO, PODERES INSTITUYENTES OLIGÁRQUICOS, SUB-CIUDADANÍA Y SOBRE-CIUDADANÍA El refrendo normativo de estos procesos de des-democratiza­ ción de la democracia y de vaciamiento de la dignidad socio-mate­ rial de los derechos humanos se aquilata normativamente a través de las constituciones, consideradas normas supremas de los orde­ namientos jurídicos. La sociedad de mercado y sus grupos dirigen­ tes las modifican para adaptarla a sus intereses en connivencia con las instituciones de los Estados. Mercado y Estado van de la mano, convirtiéndose éste en gestor privado de los bienes públicos que sistemáticamente se privatizan en beneficio del capital.34 Los Esta­ dos constitucionales de derecho deben agilizar la valorización del valor de cambio y el flujo del dinero controlado desde arriba por

33 Véase P. González Casanova, "La democracia de todos" en Explota­ ción, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina, México, Akal, 2017, pp. 503 y 504; véase también el prólogo de Marcos Roitman, quien es responsable de la selección de textos de este mismo libro, pp. 39 y 40. 34 C. Lava! y P. Dardot, La nueva razón del mundo, cit.

Derechos humanos instituyentes

1

poderes bancarios, financieros y de en la ,_,�,.,�·-�u

y en las constituciones políticas

para que

los procesos de acumulación y reproducción del capital se impon­ gan bajo la obediencia de las leyes del mercado competitivo.35 La fuerza simbólica del dualismo poder constituido/poder constituyente es uno de los instrumentos estratégicos utilizados para robar a la ciudadanía el

y garantista de las

constituciones sobre los derechos humanos, especialmente los de­ rechos sociales. Asimismo, sirve de dispositivo con el que las polí­ ticas instituyentes del mundo

los negocios resignifican las

normas constitucionales. En ambas situaciones, permite la con­ solidación de la hegemonía del imaginario delegativo del ejerci­ cio del poder y de la reivindicación de los derechos para formar ciudadanos siervos y obedientes. Si el poder constituyente (cali­ ficado de popular) sólo se concibe como poder fundante y origi­ nario, fuera de ese momento legitimador, el orden instituido, pasa a ser una instancia que se opone o se subordina al poder constituido, que se convierte en el poder legítimo administrador del orden y gestor del consenso obtenido previamente por el poder constituyente. Ahora el poder constituido es instituciona­ lizado y formalizado por medio de normas, leyes, procedimien­ tos, órganos e instituciones. Lo más curioso y sorprendente es que por arte de magia, el poder constituyente desaparece y todo pasa a estar reglado y delegado. Por ello, sólo posee legitimidad democrática aquello que está blindado por las formas y las nor­ mas de regulación constitucionales. Lo formal se opone a lo ma­ terial y priman las formas sobre los contenidos y las prácticas de múltiples suj etos. Se termina domesticando al poder popular "y la democracia cesa en la medida que el pueblo pierde su doble posibilidad, la de intervenir como poder constituido interpelan­ do la institucionalidad y específicamente el poder de mantener vivo su poder constituyente a pesar de la institucionalidad".36 35

M. Roitman, Democracia sin demócratas, cit., pp. 3 9 y 40. Véase R. Sanín Restrepo, Teoría crítica constitucional. La democracia a la enésima potencia, cit., pp. 1 7 5 . 36

Derechos humanos vacwaosJ, constitucionalismo . . . La trampa surge cuando se

que está

1 15 escondi-

como el Minotauro timar los sistemas

y

�V'"�·�i

bajo una aparente igualdad y libertad abstracta e inclusiva. No es que el poder constituyente desaparezca tras la institucionalización constitucional de los Estados, sino que permanece camuflado y silencioso. De este modo, en un plano generalmente aceptado, el poder constituido se cimenta sobre unas bases de representativiy legitimidad consensual también falsas, puesto que el poder constituyente originario fundamentador del orden constitucional sigue presente de formar dinámica y activa. Y lo hace sobre la base de dos poderes constituyentes que entran en conflicto entre sí: un poder constituyente popular y otro poder constituyente oli­ gárquico, pero lamentablemente es éste el que se casi siempre se impone porque tiene más capacidad hegemónica y de domina­ ción. Ambos poderes permanecen sobre una lucha basada en ese modo dualista de dominar la realidad entre superiores e inferio­ res, y que los de arriba (poderes oligárquicos) implantan estructu­ ralmente y los de abajo (poderes populares) intentan enfrentar y transformar con sus virtudes y sus defectos, con sus luces y sus sombras. Entre los dos poderes se desarrolla todo un conflicto por tener la capacidad de significar y dotar de sentido a las nor­ mas jurídicas y todo el orden instituido que supuestamente es aje­ no a las ideologías y a la afectación política, al moverse por esos conceptos de derechos humanos y democracia reducidos y sim­ plificados a los que me he referido, basados sobre inclusiones abs­ tractas, posee el riesgo de ser significado y apropiado por quienes tienen más fuerza y capacidad de hegemonía. Siguiendo con el razonamiento, el poder constituido en su ex­ presión legislativa, ejecutiva y judicial, lejos de ser una esfera de objetividad, neutralidad, igualdad formal, generalidad y universa­ lidad, está continuamente resignificado en una permanente lucha entre, por un lado, poderes conformados por grupos instituyentes oligárquicos o poliárquicos (aglutinados en torno a los represen­ tantes de los partidos políticos tradicionales, la banca, organismos internacionales como el FMI y el BM, además de todos los poderes que giran en torno al sistema financiero y otros poderes innomi-

1

Derechos humanos znstmwve•nt1?S basados en el machismo, el

��n;;.ua v H�U�'Vo �0•V>UH.UH J>•U�'

contrapropuesta democrática procede de la organizada y no espontánea

los proyectos liberadores, ya que

representan espacios de poder y participación emergentes que fa­ cilitan la construcción de sujetos políticos alternativos. Las luchas de los zapatistas, de los sin tierra, de los pueblos indios, de los marginados, de los excluidos, de las minorías étnicas, etc. guran el mapa actual por una reconstrucción de una ciudadanía plena y participativa.48 Los sujetos sociales y políticos, los movi­ mientos sociales, son ej emplos de esas subjetividades subalterna­ tivizadas que apuestan por la transformación del orden social e institucional existente, que formulan sus reclamos en forma de nuevos derechos, que expresan su voluntad crítica de convivencia desde el consenso contra-hegemónico y una democracia amplia­ da, responsable y popular. c) Por último, con relación a la constitución, hay que insistir en la crítica al poder constituido que se fetichiza desde arri­ ba hacia abajo para que los poderes constituyentes oligár­ quicos controlen a la ciudadanía y vacíen el poder popular. Las constituciones deben construirse de abajo hacia arriba, a partir de la praxis sociohistórica de las comunidades sub­ alternas tradicionalmente negadas, victimizadas y excluidas. La trampa de los juegos malabares de desempoderamiento popular conceptualizados por los modelos constitucionales que se basan en la diferencia colonial, radica en diluir al poder constituyente popular convirtiéndolo en sólo una ca­ pacidad originaria o subordinándolo a un poder constituido delegativo, estratégico, burocrático y técnico controlado por las oligarquías de los negocios junto con sus funciona­ rios amanuenses. Además, las constituciones legitimadas con democracias po­ pulares reales, participativas e instituyentes enfrentan mejor los 48

Ibid.,

p.

1 1 9.

Derechos humanos efectos

constitucimialismo . . .

125 ga-

� · � '< � �

rantías tancias estatales,

judiciales y

mente hay que potenciar la capacidad de los poderes públicos para que la ciudadanía tenga reconocidos sus derechos, enfren­ tando su cooptación por los poderes del capital y su sociedad de mercado omnipotente, omnisciente y omnipresente. Un Estado fuerte y garantista sensible a derechos humanos es fundamental, pero no es el único camino para detener la perversidad neoliberal y depredadora capitalista. Si las constituciones incorporan y des­ pliegan una cultura multigarantista de derechos que se inspiren desde un criterio material de producción, reproducción y desa­ rrollo de la vida humana y no humana, sin excepciones, desde instancias jurídicas estatales, jurídicas no estatales -a partir de un paradigma pluralista del derecho, como el establecido por las constituciones de Ecuador (2 008) y Bolivia (2009)- y desde ins­ tancias no jurídicas y sociales conformadas por todos y cada uno de nosotros, los efectos de liberación, goce y disfrute serán mayo­ res y mucho más esperanzadores.49

MODO DE APERTURA Me gustaría terminar este capítulo con un pequeño homenaj e a Eduardo Galeano. En una entrevista que le hicieron en el año 2 0 1 0 en el programa brasileño Sangue Latino, entre otras reflexio-

49 Sobre la importancia de la dimensión material y factible de las consti­ tuciones, combinada con la dimensión formal, a partir de una racionalidad desde la vida humana y no humana, véase E. Dussel, Ética de la liberación, cit., A. Salamanca, Política de la revolución, San Luis Potosí, Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 2008; A. Rosillo, Funda­ mentación de derechos humanos desde América latina, México, Ítaca, 2 O 1 4; ]. J. Bautista, ¿ Qué significa pensar desde América Latina?, Madrid, Akal, 2014, y A. Médici, Otros nomos, cit. La vida humana y el mundo natural en el que está inserta, son el fundamento que limita el margen de posibilidades de la huma­ nidad. No todo es posible. La vida es lo debido y si no vivimos, no hay sujeto humano que piense, sienta, ría, llore, cante, baile, discuta, dialogue y sufra.

nes maravillosas, afirmaba que constituciones

y producimos

el poderío instituyente

todos y cada uno de nosotros y a partir

la lucha, la resistencia

y una socio-materialidad basada en nuestras acciones y relaciones individuales y colectivas no heterárquicas, podremos ser siempre más que lo que los poderes constituyentes oligárquicos dicen que somos para empequeñecernos y menguarnos en nuestra

·-�,m�•

dad de crear y recrear mundos diversos, plurales y multicolores. Y en esas luchas de resistencia, siempre serán prioritarias aquellas que proceden de los de abajo, los excluidos y victimizados por la heterarquía de poderes que matan.

INTRODUCCIÓN. LA ESPERANZA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN UN MUNDO TRÁGICO La vida en sociedad requiere de un conjunto de normas, re­ glas, instituciones y procedimientos que regulen la convivencia humana que nunca deja de ser conflictiva. Todas estas instancias son necesarias para canalizar las relaciones entre los grupos socia­ les. Resulta muy difícil imaginar una sociedad en donde no exis­ tan normas éticas, morales o jurídicas que señalen el tipo de con­ ductas que se deben y/o no se deben realizar bajo algún patrón religioso, económico, político y/o cultural. Tampoco es posible pensar, hoy en día, que haya algún modo social de vida que fun­ cione sin ningún tipo de institución1 mediación o aparato ya sea de carácter político, religioso, económico o jurídico como puede ser el mercado, el Estado, el derecho o las asociaciones y agrupa­ ciones colectivas (clubes deportivos, comunidades, empresas, iglesias, ONG, centros educativos, etc.). Quizá en un pasado muy remoto se pudiera vivir sin ellas o de manera más simple y senci­ lla, pero esto no sucede en nuestro presente. Las relaciones hu­ manas necesitan ser reguladas por ciertos instrumentos y medios, también relacionales, que las canalicen y organicen, que les pro­ porcionen cierto orden y seguridad más o menos justos, mejor si son más incluyentes que excluyentes, porque si no existieran, se desarrollarían caóticamente y en un clima de permanente incerti­ dumbre y desorientación. En cierta medida, este articulo se centrará en la importancia que juega una figura o concepto, como es el de los derechos hu­ manos, que puede servir de mecanismo con el . que los seres hu­ manos puedan acceder de manera más justa, equitativa y propor-

Derechos humanos instituyentes bienes materiales e inmateriales con los que se ��"�'"'�"

y

cons-

intentaremos

niéndonos con algunas propuestas y directrices

deteque puede

ser una educación que nos sensibilice por y en derechos humanos. Sin una cultura que quiera y apueste pór ellos, difícil será que funcionen de manera distributiva y justa las reglas de juego polí­ ticas y jurídicas acordadas por

y

se complicaría

el que se hicieran factibles, reales y efectivas el conjunto de res­ ponsabilidades, derechos y obligaciones, principios y valores que debemos conocer, asumir, cumplir, accionar y desarrollar para vivir con una práctica con dignidad, equidad, libertad, igualdad, paz, solidaridad, pluralidad de las diferencias y en democracia. Dentro de nuestro imaginario cultural, el pensamiento mo­ derno, principalmente a través de los filósofos contractualistas del iluminismo, ya reflexionó sobre la importancia de establecer un contrato social a partir del cual, todos los ciudadanos, en tanto sujetos autónomos y pensantes, obedecieran un conjunto de re­ glas y valores acordados por todos. Debían aceptar desde su su­ puesta libertad, someterse a una institución, el Estado, que estaba legitimado para ejercer el poder y realizar el uso de la fuerza de manera delegada y representativa. De esta manera, se pretendía compaginar, consensualmente, la libertad y la autonomía de cada individuo con el bien común y el interés general. Hombres como Thomas Hobbes, John Locke y JeanJacques Rousseau, desde po­ siciones distintas, se preocuparon por establecer las condiciones de un sistema de gobierno que se responsabilizara de proteger los derechos de sus miembros y hacer cumplir sus obligaciones. No vamos a entrar ahora a discutir y ni a subrayar sus imaginarios basados en lógicas de inclusión y exclusión con respecto a aque­ llos colectivos que quedaron desigualmente tratados y afectados por medio de una clasificación racial, clasista, de género y sexual discriminatoria. Nos quedamos con el hecho en abstracto de que las ideas de libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad y seguri­ dad que defendían aparecían como los principales valores que se debían proporcionar y facilitar. Se intentaba armonizar la dimen­ sión individual y la dimensión colectiva del ser humano; sus dere-

co-ensefiar derechos humanos chos con sus deberes. Para poder llevar esto a como convertidos en derechos humanos a mediados taran ser conceptos imprescindibles para la sus luces y sus sombras. Actualmente, los Estados constitucionales y democráticos de derecho se asientan sobre ese mismo imaginario con una larga trayectoria histórica refrendada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de

1 948: nuestras sociedades se rigen por

normas (constituciones, leyes y reglamentos) aceptadas por todos y destinadas a regular el bien común. Asimismo, indican quiénes son los agentes legitimados tanto para crearlas como para ejercer legalmente el poder, cómo llevarlo a cabo, y sobre qué materias o contenidos. Dentro de ese margen, también nos señalan el proce­ dimiento a seguir para que nuestros derechos estén protegidos o, en su caso, sean resarcidos cuando son violados. De nuevo se in­ tenta construir un marco de convivencia social en el que la liber­ tad y la autononúa de las personas sean compatibles con el bien común de todos, en un clima aparentemente abierto a los demás y de no violencia, igualdad y respeto. Estos instrumentos de garantía y de organización político-ju­ rídica contrastan con el real contexto global en el que vivimos: las guerras en África, Asia y en el Oriente Medio; la contaminación medioambiental y el expolio sobre la naturaleza; la proliferación y la amenaza provocada por el armamento nuclear; las desigual­ dades sociales y el incremento de la pobreza a nivel planetario, siendo mayor y más acentuada en los países de capitalismo perifé­ rico; las consecuencias y los riesgos de los avances tecnológicos; distintas manifestaciones de discriminación, violencia y exclusión social, étnica, racial o de género; etc., son elementos negativos que impiden a los seres humanos vivir dignamente, en un clima de felicidad y justicia. Muchas son las personas que sufren todos los días condiciones infrahumanas y execrables de existencia. Los actuales procesos de globalización han cambiado radicalmente el contexto de hace unos años. El mundo está cada vez más interco­ nectado, más para bien que para mal, y los intercambios cultura­ les, sociales, políticos y económicos se han incrementado a un

ritmo vertiginoso. Recibimos información de y, en un concreto

conviven

nPl-c nn,-, c

de diversa procedencia y con culturas y formas de vida diferentes. Las relaciones humanas se hacen más complejas y los mecanismos para su regulación también. Evidentemente, no todo ser humano tiene las mismas posibilidades para desplegar sus potencialidades pues sus contextos de vida y su condición racial, étnica, sexual, etaria, identitaria, religiosa y cultural pueden situarlo en un esta­ do beneficioso de privilegio y gracia o de inequidad, exclusión, perjuicio y desgracia. Asimismo, hablando más en abstracto, los seres humanos, por un lado, pueden acentuar su carácter demen­ te y violento con el que causan daño a sus semejantes, maltratán­ dolos como inferiores o como objetos, pero también pueden des­ plegar espacios relacionales de solidaridades, sentido común, fraternidad y reconocimientos mutuos con los que hacer el bien, dentro de dinámicas no violentas y tratándonos unos/as a otros/as como suj etos. Lamentablemente, a nivel global predomina una situación de enfermedad casi terminal del planeta, fruto de la expansión del capitalismo y su versión depredadora neoliberal más actual se in­ crementa y se extiende consolidando una manera de clasificar la realidad desde los ámbitos del ser, el saber, el poder y el hacer humanos, de manera desigual, por diversas razones de carácter etnocultural, racial, sexual, de género, etaria, religiosa y geográfi­ ca. Se establece estructuralmente una asimetría cada vez más abis­ mal entre una minoría de seres humanos que están situados so­ cialmente en lo más alto, quedando una mayoría en lo más bajo y en condiciones denigrantes e infrahumanas. Unos son supra-ciu­ dadanos y otros son sub-ciudadanos o menos que eso. La separa­ ción entre ricos y pobres, entre ganadores y perdedores, entre el Norte y el Sur simbólico y geográfico se acentúa, y la depreda­ ción y el deterioro de la naturaleza se disparan sin control, todo ello bajo una lógica mercantilista que lo único que prioriza es la obtención del máximo beneficio, la competitividad y el egoísmo propietario acumulativo y de avariciosos. Tal como señala el filósofo costarricense Eduardo Saxe-Fer­ nández, la humanidad y la Tierra experimentan una serie de peli-

ca-enseñar derechos humanos

131

ción y

guerra; la degradación

medioambiente y la destrucción

de la biodiversidad; el terrorismo internacional; el tráfico de ar­ mas, de drogas y de personas; la homofobia; el

al diferente;

la cultura sacrificial cristiana y toda clase de fundamentalismos religiosos y seculares; el cierre de fronteras y la construcción de muros,

con el maltrato de las personas migrantes y de los

refugiados (con el ejemplo más manifiesto de los sirios en Europa o la política

usamericana

de Donald Trump); el incremento de la

cultura individualista, egoísta y consumista; etc., son algunos de los síntomas hechos realidad. Se quiera o no se quiera, son prue­ bas manifiestas que reclaman cierta responsabilidad de todos los seres humanos, unos más que otros, aunque nadie se salva de ella. En este sentido, los biólogos chilenos Alberto Maturana y Francisco Varela, en su obra El árbol del conocimiento, nos cuentan una anécdota bastante curiosa: en Nueva York, en el barrio del Bronx, hay un zoológico dentro del cual nos topamos con un gran pabellón dedicado expresamente a los primates. Los hay de todos los tipos y clases: gorilas, macacos, chimpancés, gibones . . . Pero lo que más llama la atención es que en el fondo, apartada, nos en­ contramos con una j aula bien protegida y cerrada con barrotes muy gruesos. Cuando uno se acerca a ella, puede leer un rótulo que dice:

El primate más peligroso del planeta.

Y al mirar entre las

barras de hierro, con sorpresa, uno ve su propia cara. Seguida­ mente se informa que el hombre ha matado más especies sobre el planeta que ninguna otra conocida.2 Tampoco sería desatinado añadir que, además, es la especie que más se ha agredido contra sí misma. Si nos fijamos en la industria cinematográfica, desde hace unos años se están poniendo de moda las películas y las series sobre zombies o muertos vivientes . En ellas podemos darnos cuenta de

1 Véase E. Saxe-Fernández, Colapso mundial, San José, Amo al Sur Edi­ torial, 2005. 2 Véase A. Maturana y F. Varela, El árbol del conocimiento. Las bases bioló­ gicas del conocimiento humano, Madrid, Debate, 1 999, p. 19.

Derechos humanos instituyentes

1

seres humanos quienes generan ·�·-.. �·� y muerte lo que nos

en seno y mecon respecto a

vivientes es que entre ellos no se asesinan ni se

porque

se respetan. En cambio, nosotros somos nuestros propios enemi­ gos. No vacilamos en hacernos daño, ni en aniquilarnos, incluso cuando sabemos que la especie humana va a desaparecer. Por tanto, nos encontramos con un panorama desolador, de desasosiego y trágico que no debería, pese a todo, llevarnos hacia el pesimismo fatalista, todo lo contrario. De ahí que sea urgente y necesario buscar caminos y salidas que nos den esperanza. que vertebrar nuevos escenarios con los que enfrentar esas situa­ ciones destructoras y aniquiladoras de la condición humana, arti­ culando posibilidades y opciones reales de existencia digna para todos. Los derechos humanos pueden ser uno de esos vehículos o instrumentos con los que poder enfrentar las injusticias y los lu­ gares en los que se vulnera a los integrantes de la especie humana. También pueden ser los medios con los que satisfacer nuestras necesidades y poder articular y construir espacios y realidades donde las condiciones de existencia y de vida dignas puedan ser apropiadas, garantizadas, efectivizadas y disfrutadas desde el res­ peto de la naturaleza. Los derechos humanos se hacen imprescin­ dibles y necesarios en nuestra vida diaria, porque pueden servir para enfrentar las situaciones de opresión, discriminación, margi­ nación e inferiorización de muchos grupos sociales vulnerables de las sociedades modernas. Nos pueden proporcionar los mecanis­ mos que nos permiten enfrentar mejor cualquier tipo de injusticia social. La necesidad se hace aún mayor porque están sucediendo, además, una serie de procesos que están debilitando directamente a la cultura y a la sensibilidad global por los derechos humanos, por la democracia y por la dignidad humana. De ellos ya me he referido a tres: a) de des-democratización de la democracia en­ tendida como poder real del pueblo y para el pueblo; b) de des-constitucionalización y descaracterización del constituciona­ lismo social y de los derechos fundamentales; y c) el más general de mercantilización de todas las parcelas de la vida y de una nueva

Ca-educar y ca-enseñar derechos humanos subj etividad contable y una racionalidad a escala � � � ducta y

13 3 con la

la

la empresa como



ª"J�·�•v

Por estos procesos y por muchas de las razones

expli-

cado en capítulos anteriores, se hace necesario fomentar una cul­ tura reactiva que sea más sensible a los derechos humanos para defenderlos, protegerlos y fortalecerlos, teniendo a la educación como uno de los principales baluartes.

PROBLEMA DE TEORIZAR POR ENCIMA DE PRACTICAR DERECHOS HUMANOS . Dos HIPÓTESIS DE TRABAJO Pese a que queda claro lo importante que es educar en dere­ chos humanos, resulta ser más crucial saber desde qué idea o con­ cepto práctico se p retende enseñar. A continuación, voy a dar una serie de directrices y líneas metodológicas y axiológicas sobre lo que consideramos, puede ser un modo de educar y co-educarnos en derechos humanos, pues partimos de la base de que todos de­ bemos estar implicados en practicarlos, hacerlos y accionarlos, no sólo en teorizados. Las propuestas se enmarcan con el material recopilado en los libros para el alumnado junto con la propuesta didáctica para los profesores que realizamos para los cursos de pregrado (Eso y B achillerato o preparatoria) con la editorial anda­ luza Algaida sobre

nos en un

Educación para la ciudadanía y los derechos huma­

contexto español conflictivo y adverso a incorporar la

asignatura en los institutos por considerarla una amenaza a la ma­ teria de Religión.3 Para ello voy a partir de dos hipótesis de trabajo que hay que tener en cuenta desde el principio:

3 Véase D. Sánchez Rubio (coord.), Educación para la ciudadanía y los dere­ chos humanos, Sevilla, Editorial Algaida, 2 007; id., Educación para la ciudadanía y los derechos humanos. Propuesta didáctica, Sevilla, Algaida, 2007; id., Educación ético-cívica, Sevilla, Algaida, 2008; id., Filosofía y ciudadanía, Sevilla, Algaida, 2008, e id., Filosofía y ciudadanía. Propuesta didáctica, Sevilla, Algaida, 2 008.

1

Derechos humanos instituyentes y principal �·��·�,..

con el

y la

que existe entre la teoría y la práctica. Para educar en derechos humanos hay que abordar esta problemática de

ma­

nera que desde el principio hay que promocionar, difundir, inculcar formas, caminos y modos de disminuir esta separa­ ción, cuestionando la manía que la cultura occidental tiene de priorizar más lo teórico sobre

práctico. Como ejem­

plo, contaré una anécdota que me sucedió en la Universidad Estadual Paulista (Unesp) en una de sus sedes, en la ciudad de Franca, Brasil. Sin mencionar nombre alguno, en una de las mesas redondas sobre un seminario sobre derecho alternativo y teorías críticas, debatíamos con un conocido filósofo del derecho brasileño sobre otras miradas de derechos humanos . S eñalé ahí que estos comen­ zaban por casa, por el desayuno, en el sentido de que se constru­ yen en el día a día y no son instancias que moran en un piso supe­ rior o en la azotea, siendo pensados y concebidos por teóricos, filósofos y juristas especializados. Es más, subrayé que uno puede ser un maravilloso orador que sabe mucho de normas y teorías, pero ser un violador de derechos en su casa al maltratar a su espo­ sa y a todos los miembros de su familia . El iusfilósofo brasileño atónito y sorprendido al escucharnos, comentó que eso no guar­ daba relación con derechos humanos y menos con su fundamen­ tación. Era ciego a su contexto de vida diario. La respuesta que le di fue clara: ¿cómo todos podemos ser violadores de derechos humanos y no podemos ser no violadores y reconocedores de los mismos, practicándolos en el día a día, empezando por nuestras moradas? c) La segunda hipótesis que barajo guarda mucha relación con la anterior y complementa lo expresado en el capítulo pri­ mero. Retomando muchos de los planteamientos del filóso­ fo chileno Helio Gallardo, considero que la poca cultura con sensibilidad en derechos humanos que existe a nivel global, es excesivamente reducida, estrecha y minimalista. La ver-

ca-enseñar derechos humanos

135

sión generalizada que normalmente se consolida a � C '4�>'vH•U

y

tanto

o

como a

de organismos internacionales en el ámbito del ternacional y

in­

las ONG, sólo atiende a una concepción nor­

mativista, formalista, jurídico-positivista, estatalista, delega­ tiva y post-violatoria, teniendo como resultado un imaginario que piensa los derechos humanos sólo desde su teorización por sabios especialistas y por su efectivación y garantías atendidas por medio de burocracias funcionariales estatales y a través de circuitos judiciales. Las consecuencias se plasman en una cultura pasiva, conformista, indolente y débil. Lo mos comprobado cuando propuse hacer la reflexión sobre comparar el porcentaje de violaciones de derechos humanos que ocurren todos los días en cualquier país supuestamente constitucional, democrático y de derecho, con el número de esas violaciones que son atendidas judicialmente con senten­ cias favorables y realmente. La desproporción es inmensa, de un 99

% de derechos vulnerados frente a un 1 % de efica­

cia judicial y post-violatoria, siendo generosos. Como trasfondo hay un problema mayor y que se refiere al falso universalismo de los derechos humanos construido por la cul­ tura occidental y de ello hablaré en el próximo capítulo con más profundidad. Sus discursos se mueven por medio de inclusiones abstractas, pero sobre la base trágica y recelosa de exclusiones con­ cretas marcadas por la nacionalidad, el racismo, el sentido de per­ tenencia, la condición de clase, la defensa del derecho de propie­ dad avariciosa y absoluta, el machismo o el concepto de ciudadanía. Lo hace tanto a nivel interno como a nivel externo, pero en este caso con una mayor intensidad. Tal como lo indiqué en el capítulo anterior, Occidente trata al otro, al extranjero o al extraño, con un grado de desigualdad mayor que el que establece internamente, de puertas a dentro. El modo j erarquizado como organiza socialmen­ te el poder y el saber por razones de clase, de raza, etarias y de género a sus nacionales, lo acentúa, incorporando nuevas asime­ trías de puertas a fuera, a quienes considera no occidentales y per­ tenecen a otras culturas, sobre todo si son pobres. La discrimina-

1

Derechos humanos instituyentes la marginación y la inferiorización por medio de la división

y étnica poder, del ser y

humanos -establecidas por el

de producción capitalista moderno-patriarcal y sus modelos de de­ sarrollo basados en el mercado y la propiedad privada de avaricio­ sos-, se incrementan estructuralmente entre quienes son consi­ derados occidentales o afines y quienes lo.son condicionalmente o deficientemente. Por ello, la universalidad de los derechos huma­ nos se construye sobre discursos que defienden inclusiones en abs­ tracto de todas las personas, pero sobre la base trágica y recelosa de exclusiones concretas, individuales y colectivas, marcadas por la nacionalidad, el racismo, el androcentrismo, el clasismo, la riqueza suntuaria como fin en sí mismo, o el concepto de ciudadanía que se multiplican y acentúan contra quienes no poseen una naciona­ lidad de un Estado considerado constitucional y de derecho. Con todo esto tenemos que reflexionar si en ese problema de separación de la teoría y la práctica, los derechos humanos vistos sólo desde sus dimensiones instituidas, burocráticas, formales, abstractas y normativas, invisibilizan, ignoran o no afectan a las situaciones estructurales de desigualdad y dominación que que­ dan inamovibles históricamente, a pesar de que existan normas e instituciones junto a reflexiones teóricas sobre ellas que puedan, formalmente, reconocer las demandas de esos grupos excluidos. Como se ignora y se fortalece el mal común que sólo beneficia a unos pocos a costa de la mayoría, puede estimarse que los colec­ tivos populares y oprimidos luchan permanente y continuamente por condiciones de una vida digna de ser vivida (étnica, epistémi­ ca, social, económica, política, libidinal-sexual, cultural. . .) más allá de las perspectivas secuenciales, lineales y generacionales de derechos establecidas doctrinal y jurídico-positivamente desde un prisma eurocéntrico. Una de las razones de que esto suceda es que, quizás y tal como ya se planteó, el modo como concebimos derechos humanos es un modo simplificado, insuficiente y limitado por puntual, parcial, azaroso y mínimo, que no sólo no garantiza de manera suficiente la dignidad humana, sino que tampoco afecta la estructura des­ igual sobre la cual nos relacionamos y convivimos. De ahí que urja

1 37

co-ensefiar derechos humanos programas de educación en derechos HHUHJ>�

o

interdependencia e interfecundación,

unas

cas con otras y de éstas con otros saberes no científicos, igual­ mente válidos en el espacio de su especificidad. Pe esta manera, se impide la instrumentalización de unos respecto de los otros, y esa interrelación resulta mucho más que una simple yuxtaposi­ ción o adición acumulativa Fruto de la "con-vocación" a la "contro-versia",

los diver-

sos tipos de racionalidad y de los saberes en que plasman, logra­ ríamos una especie de

razonabilidad de la razón con la que los de­

rechos humanos serían entendidos y practicados reduciendo el abismo entre la teoría y la práctica. Esta razonabilidad sería en­ tendida como una unidad en proceso abierto de continua cualifi­ cación, desde la pluralidad y la diferencia. Vivir, ejercitar y pensar la razón humana como un "concierto" o una "composición" siempre inconclusos, vertebrando diálogos solidarios entre el máximo de formas de conocimiento.32 Como facilitadores de conocimiento (en este caso cuando se enseña derechos humanos) todos debemos ser conscientes de la parcialidad de todo mirar y de toda opinión, concepción, teoría o creencia. Tanto a lo largo de la historia como en nuestro presente, son muchas las ideas y las tendencias que adoptan perspectivas distintas no sólo sobre los derechos humanos, sino también sobre la idea de democracia, sobre la ética cívica y el papel que deben desempeñar las instituciones públicas y las normas. Los alumnos

y las alumnas deben conocer un abanico de opciones y elegir des­ de sus propios horizontes de sentido, teniendo en cuenta las opi­ niones de los demás y a partir de esas miradas multi e interdisci­ plinares. De ahí la importancia de potenciar una actitud que permita argumentar racionalmente sobre los propios puntos de vista, contrastándolos con otras posiciones y con otras argumen­ taciones, porque la verdad nunca es definitiva, ni completa, ni cerrada, ni eterna, ni dogmática.

32

!bid., pp. 1 2 1 - 1 2 3 .

ro-enseñar derechos humanos Y

1

MATERIAS

TRANSVERSALES D esde la educación no se puede hacer que desaparezcan los males de la humanidad y del planeta, pero sí puede ayudar �"e�·,�·�,

sus causas, ofrecer materiales de análisis e

cier­

tas actitudes y comportamientos que son necesarios para crear y fomentar una cultura de derechos humanos. Para poder lograr este propósito, proponemos algunos principios psicopedagógi­ cos: el principio relacional, el activo-participativo, el dialógico, el crítico y el principio de la complejidad.33 A continuación, veamos el significado de cada uno de ellos:

1.

El principio

relacional p arte de la premisa

de que las perso­

nas somos seres relacionales, vivimos a través de las accio­ nes intersubjetivas que desarrollamos. Por medio de ellas, nos podemos reconocer como sujetos, protegiendo mutua­ mente nuestros derechos o podemos tratarnos como obje­ tos, violando nuestras libertades y agrediendo nuestra dig­ nidad. De la misma manera, se manifiesta la idea de que tanto la ciudadanía como los derechos humanos se constru­ yen con el haz de relaciones y la red de acciones sociales que se despliegan entre las personas en todas las parcelas de la vida. Tanto las instituciones como las normas y las reglas de la convivencia humana se desarrollan relacionalmente. No hay ser humano ni institución que exista fuera de una o va­ rias relaciones.

2.

El principio

activo-participativo

considera que la ciudadanía

y los derechos humanos no son instancias ajenas a las perso­ nas, ni mucho menos a los estudiantes ni a los docentes. Todo lo contrario, ambas se viven día a día. Por esta razón, allá donde se co-eduque en derechos humanos hay que in­ tentar potenciar la implicación de cada persona, utilizando 33 Véase D. Sánchez Rubio, Educación para la ciudadanía y los derechos humanos. Propuesta didáctica, cit.

1

Derechos humanos instituyentes recursos que inciten a su que tienen el desconocimiento

en problemas cotique ver con el reconocimiento o

las libertades,

facultades, las op-

ciones y los derechos humanos. Hay una necesidad de edu­ car desde y para la acción, sin miedo para afrontar los pro­ blemas tanto locales como nacionales y globales, y con la intención de buscarles alguna solución.

3 . El principio dialógico intenta desplegar una pedagogía mul­ tidireccional en la línea de interdisciplinariedad arriba men­ cionada, con intercambios mutuos y no de un único sentido, aquel exclusivamente marcado por el profesorado. Se parte de la premisa de que los problemas humanos deben debatir­ se y discutirse con respeto, desde la tolerancia y con la dis­ posición de saber escuchar la opinión de los otros. Se recha­ za cualquier tipo de pedagogía bancaria y unidireccional, en la que uno se limita a explicar y el resto se limita a escu­ char.34 En cierta medida, todo ser humano está capacitado para dotar de sentido y para dar carácter al mundo que le rodea, también los/as adolescentes y los/as menores. Por ello, se deben crear las condiciones apropiadas para una co­ municación fluida, entre iguales y asumiendo, simultánea­ mente sus diferencias. En cualquier lugar de enseñanza se deben vertebrar lugares de encuentros, espacios de diálogo y de aprendizaje mutuo, más aún cuando vivimos en socie­ dades multiculturales. Esto no exime la responsabilidad del educador para mediar e intermediar en los procesos de dis­ cusión y debate, como tampoco se le priva de su función de facilitar el insumo necesario para que los participantes ad­ quieran una actitud dialogante y respetuosa.

4.

El principio crítico p arte de esa apuesta por el ser humano ya mencionada, como una especie de fe antropológica, en el sentido de que, históricamente, siempre se presentan situa­ ciones o condiciones de penuria o que rebajan o reprimen la naturaleza humana (exclusión, dominación, alienación o

34 Véase P. Freire, Pedagogía del oprimido, cit., Rio de Janeiro, Paz e Terra, 1998.

y

Pedagogía da esperanfa,

ca-enseñar derechos humanos discriminación por razones nero,

que

que

una confianza en que cada persona y cada grupo humano tienen la capacidad

cambiar y transformar esas situacio­

nes por otras condiciones de vida, autonorrúa, libertad y creatividad (liberación y emancipación). Asimismo, la dimensión crítica proyecta un inconfor­ mismo por lo empíricamente dado. La ciudadanía y los de­ rechos humanos son procesos dinámicos, en permanente movimiento que nunca hay que tomar como un punto de llegada ya logrado, sino como un punto de partida que hay que ganarse todos los días, que siempre se renueva y sobre el cual hay que profundizar una y otra vez. De alguna ma­ nera, se pretende enfrentar esa cultura escéptica que no confía en los derechos humanos ni en la ética cívica porque se piensa que no sirven para nada, ya que sistemáticamente no son respetados y, además, son violados en todas partes del mundo. Por el contrario, críticamente se expresa que, con más razón, cuando más violaciones de derechos huma­ nos haya en la Tierra, mayor importancia adquieren y, por ello, con más fuerza hay que defenderlos desde una con­ ciencia cívica y preocupada por el bien común.

5. El principio de la complejidad expresa la interdisciplinarie­ dad y la coimplicación desde la que se aborda tanto la ciuda­ danía como los derechos humanos. Se considera que todos los elementos de la realidad están relacionados. Además, ambas figuras se explican mejor utilizando recursos éticos, filosóficos, jurídicos, históricos, políticos, antropológicos y económicos, puesto que están interrelacionados. Hablar de los derechos humanos y de los comportamientos cívicos es hacerlo aludiendo a sus procesos históricos de constitución, a sus normas e instituciones, a sus dimensiones tanto jurídi­ cas como no jurídicas, a los valores humanos que represen­ tan, a sus prácticas y acciones, en definitiva, forman parte de la condición humana. Asimismo, se trata de una perspectiva compleja porque se afirma que no hay derechos humanos sin ciudadanía y democracia y tampoco se construye una

Derechos humanos �uªuªª'ª

democrática sin derechos humanos. Existe una

recurrenc1a y una se intenta �"'"'"ª"' al interior combinar la dimensión teórica junto con la dimensión prác­ tica, así como la dimensión intelectual con la afectiva, la ra­ zón junto con el corazón. Por este motivo, el co-educar in­ tenta mostrar la conexión que existe entre los centros, escuelas, facultades, universidades, complejos y sitios donde se enseña y sus entornos sociales donde se desenvuelve la vida real, es decir, que el aula o lugares de enseñanza sean un espacio trasmisor de la compleja realidad que vivimos, y en lo relativo a la convivencia humana, a las relaciones inter­ personales, a los comportamientos democráticos, las normas jurídicas, los poderes públicos, los mecanismos de exclusión y marginación social, la cultura de paz y de no violencia, etc. En todos estos casos, desde los derechos humanos se inten­ tará analizarlos, discutirlos, debatirlos y enjuiciarlos, con la búsqueda de algún tipo de solución o, al menos, ofreciendo materiales que sirvan para tratar mejor los problemas.

TEMAS TRANSVERSALES Y RELACIONADOS CON DERECHOS HUMANOS Terminamos haciendo mención a un conjunto no cerrado ni exhaustivo de materias transversales para una ca-educación en de­ rechos humanos y que están muy relacionados entre sí, son recu­ rrentes y recursivos. Esos temas transversales son los siguientes:

1.

La

democracia. Concepto básico para implementar tanto

comportamientos cívicos como prácticas de respeto a los derechos humanos. Nuestras sociedades se caracterizan por estar organizadas bajo instituciones democráticamente ele­ gidas y, como ciudadanos, son muchas las esferas en el ejer­ cicio de nuestros derechos, en las que actuamos de manera participativa, siguiendo unos procedimientos y unas reglas previamente legislados por nuestros representantes. De la

ro-enseñar derechos humanos ª 1-' 'i'"'"''" "�"·'"�,,�u

cratlca entre

2.

La paz y la

se

por una una

gobernantes y los gobernados.

no violencia. Muchas son las ocasiones en las que

hay conflictos sociales y disputas. Las razones son múltiples: porque se discrepa en las ideas; porque se tienen diferentes creencias religiosas; porque se reivindican derechos y debe­ res distintos; por ambición de riqueza o de poder; etc. El mayor error que se comete para resolver estas discrepancias es utilizar mecanismos violentos y agresivos de resolución de conflictos. Sólo quien discrimina o se cree superior a los demás, trata de imponerse por medio de la fuerza. Frente a una cultura militarizada, punitiva y de guerra que se va im­ poniendo, hay que dar algunas pistas para lograr espacios fraternos y comunes de no violencia, en espacios más inme­ diatos y locales, y también a nivel macro, con el propósito de vertebrar la paz mundial a nivel global y planetario. La base de la convivencia humana diaria y cotidiana se sostiene sobre el modo como se construyen y desarrollan las relaciones entre las personas. Por esta razón, el valor de la paz y la cultura de la no violencia son los mejores caminos que posibilitan las condiciones necesarias para el respeto por la dignidad humana de todos. Ni con golpes, ni con gritos, ni con armas ni con las guerras, y bajo dinámicas de imperio y de dominación, se reconocen los derechos y los deberes de los seres humanos. Nada de clasificar la realidad entre ami­ gos y enemigos. Todo lo contrario, desde el amor, el diálogo y la reciprocidad, hay un mayor porcentaje para que se lle­ van a buen puerto y se resuelvan los conflictos sociales, po­ líticos, jurídicos, económicos, culturales o religiosos.

3 . La solidaridad y la cooperación. En el ser humano existe una disposición por ayudar a quien lo necesita. Esta cualidad la despliega en todos los lugares sociales, tanto con aquellas personas más cercanas (familiares y amigos), como más leja­ nas (extraños o desconocidos), especialmente, hacia quienes tienen algún tipo de impedimento para desarrollar autóno­ mamente sus potencialidades físicas o psíquicas. Resulta

Derechos humanos instituyentes fundamental

comportamientos

conoc1m1entos mutuos.

y de re-

en el contexto

la

balización, se subraya la necesidad de la solidaridad y la cooperación internacional para enfrentar las situaciones de pobreza y desigualdad social en las que se encuentran más de la mitad de la población de laTierra.

4. Diversidad, interculturalidad y pluralismo. También la globa­ lización ha provocado un incremento de la conciencia sobre la diversidad de culturas que existen en el mundo. Fenóme­ nos como la inmigración acentúan los lugares

encuentro

entre personas de origen diverso. Muchos son los centros escolares y universitarios y las aulas integradas por alumnos y alumnas de nacionalidad diferente. Por ello, la educación multicultural e intercultural junto con el respeto por la di­ ferencia son mecanismos muy importantes para evitar que el racismo, la xenofobia y el odio al diferente se extiendan sobre las conciencias de las personas. La enseñanza de dere­ chos humanos hace simbiosis con la enseñanza de la igual­ dad en la diferencia, el respeto por la pluralidad desde crite­ rios de emancipación y, también, con una educación intercultural que sepa denunciar cualquier expresión de discriminación social, étnica o cultural.

5. Género y sexualidad. Uno de los motivos más significativos de discriminación es por razones de género. Ca-educar desde derechos humanos se hace denunciando la prepotencia y los efectos negativos de la cultura patriarcal y machista, y plan­ teando cuestiones de marginación social y laboral de las muje­ res, de homosexuales y de personas trans que hay que enfren­ tar desde el reconocimiento de la igual condición de género. En el aula, en el centro escolar, en los ámbitos domésticos, en los medios de comunicación, etc. se presentan una serie de roles que se les adjudica a las personas según sean hombres o mujeres. Ca-educarnos en derechos humanos de manera no se­ xista puede potenciar una actitud de respeto y tolerancia que sepa analizar y criticar cualquier manifestación excluyente. No debemos ignorar el papel central de la sexualidad y las relaciones sexuales en la vida de los seres humanos,

co-enseñar derechos humanos

uu..-un�u c�,

con

1

mutuos,

amor, cariño y afecto, siendo, además, un asunto que nunca hay que tomarse a la ligera.

6.

El medio ambiente y el

desarrollo sostenible. La naturaleza es la

principal fuente de riqueza y de la vida en nuestro planeta. incorporan contenidos relacionados con la interacción que tiene el ser humano con el

Los impactos

medioambientales se analizan desde las condiciones que ha­ cen posible la vida en la Tierra y desde los riesgos que pro­ voca su destrucción (desastres naturales, catástrofes, conta­ minación ambiental, uso de armas de destrucción masiva, etc.). La vida del planeta garantiza la supervivencia de la humanidad. Son muchos los colectivos y pueblos que tienen conciencia de la necesidad de proteger la biodiversidad y a la madre naturaleza. Saber qué modos de producción y eco­ nómicos la destruyen, deforestando, contaminado y destru­ yendo las bases de la vida, y saber qué modos de vida y cul­ turas miman, cuidan y respetan el medio ambiente, nos ayudaría a ser más sensibles por el presente y el futuro de la humanidad junto con y en la Tierra.

INTRODUCCIÓN En capítulos anteriores y en otros trabajos hemos abordado una manera más explícita los límites que a nivel interno e intracul­ tural posee la figura y el concepto de los derechos humanos por su excesiva dimensión estatalista, delegativa, formalista, burocrática

y post-violatoria.1 Algunas de las razones de la consolidación de la separación y el abismo que existe entre la teoría y la práctica de los mismos se deben a ese modo de concebirlos, que además, provoca una cultura jurídica social y popular minimalista, acomodaticia, pasiva, indolente, dormida y anestesiada. A continuación, en este artículo vamos a complementar, desde una crítica constructiva, no colonial e intercultural, esos problemas internos del discurso uni­ versal de los derechos humanos con la exploración de otros pro­ blemas, limitaciones, paradojas, fallas y contradicciones que suce­ den en un ámbito extracultural y externo, más allá de las fronteras de los países considerados occidentales. De lo que se trata es de reflexionar sobre si los derechos humanos expresan una real y no falsa idea de dignidad universal que implica a todas las culturas y a toda la humanidad o es un modo concreto de luchar, pensar y ga­ rantizar espacios de libertad y dignidad que puede ser resignifica­ do y complementado junto con otros modos y procesos de reac­ ción, emancipación y liberación que todas la culturas desarrollan en sus propias historias frente a distintos excesos de poder. En principio, podemos afirmar que el discurso universalista de los derechos humanos en el actual contexto de la globalización ha 1 Véase D. Sánchez Rubio, Repensar derechos humanos. De la anestesia a la sinestesia, cit., e id., Encantos y desencantos de los derechos humanos, cit.

1 72

Derechos humanos instituyentes

conseguido un estatus político y moral sin paralelo en todo el 2 La como hegemónic o sobre la dignidad humana parece incuestionable. No obstante, tres cuartas partes

la humanidad no tienen reconoci­

dos ni garantizados sus derechos. La gran mayoría de la población mundial no es sujeto de derechos.3 A nivel planetario, la separa­ ción entre la teoría y la práctica que se da al interior de los Esta­ dos constitucionales de derecho occidentales, se agudiza en los países del sur. Asimismo, este abismo entre lo que se dice y

que

se hace se manifiesta de forma clara dentro de las relaciones entre los países del Norte y los países de Sur. Por ejemplo, el trato dife­ renciado que se otorga, desde el punto de vista del reconocimien­ to real y efectivo de los derechos, entre quienes son ciudadanos de países del capitalismo central y quienes no lo son, por tener un origen geográfico distinto y cuando llegan a sus destinos como trabajadores indocumentados, inmigrantes precarios o como re­ fugiados desde los países del Sur. El reconocimiento de los dere­ chos se pone entre paréntesis, se modula y condiciona, siendo el tratamiento distinto, desigual y asimétrico. Lo universal se diluye y se difumina en función de la nacionalidad y la procedencia geo­ gráfica, limitando la entrada o precarizando el reconocimiento de derechos internamente a quienes vienen de fuera. Por ello, no hay que negar las contradicciones y las tensiones que existen en las concepciones y teorías tradicionales y eurocén­ tricas de derechos humanos que abogan por la universalidad. No es lo mismo ser parte de la humanidad en abstracto que ser ciuda­ dano de un Estado nacional capitalista y central o de un Estado capitalista periférico y dependiente o de una nacionalidad, comu­ nidad o pueblo etnocultural o indígena. Al final, es la adscripción a una nacionalidad o a una comunidad nacional-estatal la que es­ tablece el grado de garantía de los derechos a sus miembros. La

2 Véase en este sentido E. Rajagopal, El derecho internacional desde abajo, Bogotá, Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos (rLsA), 2 005, p. 200. 3 Véase E . de S. Santos, Se Deusfasse um ativista dos direitos humanos, Sao Paulo, Cortez Editora, 2 0 1 3 , pp. 15 y 1 6 .

1

otras luchas por a medida que nos vamos y

esa Es más, a

4

trata al

externo y en relación a cómo

otro, al extranjero o al extraño, el grado de asimetría y desigualdad que establece internamente, de puertas a dentro por razones clase, etarias y de género, las acentúa, incorporando nuevas jerar­ quías de puertas a fuera, allende sus fronteras. La discriminación, la marginación y la inferiorización por medio

la división social,

cultural, racial, etaria, territorial, de clase y étnica del hacer, poder, del ser y del saber humanos -establecida por el modo de producción capitalista moderno-patriarcal y sus modelos

desa­

rrollo basados en el mercado y la propiedad privada de avaricio­ sos-, se incrementa estructuralmente entre quienes son conside­ rados occidentales o afines y quienes lo son condicionalmente o deficientemente. Es decir, la universalidad de los derechos huma­ nos se construye sobre discursos que defienden inclusiones en abs­ tracto de todas las personas, pero sobre la base trágica y recelosa de exclusiones concretas, individuales y colectivas, marcadas por la nacionalidad, el racismo, el androcentrismo, el clasismo, la ri­ queza suntuaria como fin en sí mismo o el concepto de ciudadanía que se multiplican y acentúan contra quienes no poseen una na­ cionalidad de un Estado considerado constitucional y de derecho. Asimismo, la lucha contra el terrorismo y los fundamentalis­ mos islámicos, en nombre de la seguridad mundial, sirve de excusa pública y manifiesta para incumplir las leyes internacionales y eli­ minar y aniquilar a quienes ya no tienen la categoría de ser consi­ derados como humanos con sus debidos procesos de enjuiciamien­ to y, por tanto, como sujetos de derechos. A base de buenas razones para matar, diversos guantánamos se reproducen con buena y cínica conciencia bajo el dominio de Estados que, se dicen, respetuosos de derechos. Y en nombre de los derechos humanos se justifican guerras bajo el argumento de que para protegerlos, hay que violar a quienes son considerados enemigos de la humanidad.5

Ibid., pp. 2 1 y 22 . Sobre la inversión ideológica de los derechos humanos, véase F. Hinkelammert, Lafe de Abraham y el Edipo occidental, San José, DEI, 1991; id., 4

5

1

Derechos humanos Paradójicamente, pese a todas estas

presan la

los

curioso comprobar de qué manera el imaginario burocrático, es­ tatista, procedimental, post-violatorio e individualista de dere­ chos humanos también se consolida oficialmente como predomi­ nante en el ámbito del derecho internacional y sus instituciones. Esto provoca que los movimientos sociales de resistencia y lucha múltiples

del Tercer mundo frente a

rostros, al moverse extra-institucionalmente y fuera de los circui­ tos estatales, no son tenidos en cuenta y mucho menos si lo que reivindican son derechos colectivos, territoriales, identitarios y culturales. Pero vayamos por partes. A continuación se plantearán, de un modo más detallado, algunas de estas paradojas y algunos de los puntos ciegos que los derechos humanos presentan como crite­ rios y prácticas universales y en relación a un plano intercultural. No se trata únicamente de cuestionar un concepto estrecho, res­ tringido y limitado que rige en nuestras instituciones y en nuestro cotidiano, sino de preguntarse también si los derechos humanos son valores, principios, normas y procesos de lucha universales a favor de la dignidad o sólo son producto de la creación de una única cultura: la occidental moderna y capitalista que, además, se extiende por el mundo, difundiendo e imponiendo la versión sim­ plificada y reducida de derechos humanos ya tratada, como he­ mos dicho, en otros trabajos.

LA OTRA CARA DE LOS DERECHOS HUMANOS: SU DIMENSIÓN COLONIZADORA E IMPERIAL En primer lugar vamos a partir de una dualidad relacionada con el origen histórico de los derechos humanos en el contexto del tránsito a la Modernidad y lo que suponen posteriormente a partir del ideario liberal individualista. Los derechos humanos

El mapa del emperador, cit.; id., El grito del sujeto, cit., Lucifer y la bestia, cit.

y sociedad occidental.

e

id., Sacrificios humanos

·

otras

1

poseen un carácter

tienen un

pero éste está

un

o un

desigualdades y de asimetrías que se desenvuelven entre tes grupos sociales, es decir, la lucha por los derechos humanos gestada por el orden burgués se desarrolló y se consolidó sobre una división social, económica, política, cultural, geográfica y epistémica

las relaciones y las acciones humanas que

e

imposibilitó, desde el inicio, por dinámicas de dominación y de jerarquías, la posibilidad de hacer factible una supuesta sociedad en la que todos sus miembros, fueran o no burgueses, pudieran existir con condiciones de una vida digna de ser

en todas

sus dimensiones . Esto sucedió tanto al interior de las propias so­ ciedades europeas y

usamericanas,

como externamente en su pro­

ceso de expansión mundial. De una manera más precisa y clara, Helio Gallardo afirma que el imaginario ideológico sobre el que se sustenta el concepto de derechos humanos y su visión de las generaciones (derechos individuales y civiles; derechos políticos; derechos económicos sociales y culturales; etc.) designa una sen­ sibilidad socialmente producida que bloquea las posibilidades de conocimiento de los procesos a los que nombra. El sistema sobre

el que se basa la organización moderna y capitalista no permite que las luchas que lo cuestionan puedan comunicar e irradiar des­ de sus particularidades, un horizonte de universalidad conflictivo, más diverso, más abierto y plural. Con la emergencia y la conso­ lidación del orden moderno capitalista, ya lo señalé, han ido sur­ giendo demandas sociohistóricas (de obreros, indígenas, de muje­ res, de gays y lesbianas, medioambientales, de negros, etc.) que o bien han intentado destruir o bien transformar el sistema, pero fracasando en la empresa de manera estructural. Estas distintas conflictividades forman parte de un cuerpo consolidado de domi­ nación o imperio (la capitalista) que sistemáticamente ha ido blo­ queando la materialización del carácter universal y plural de la existencia humana y que se expresa en las distintas versiones de lucha por derechos humanos. Por ello, "la estructura de las for­ maciones sociales modernas requiere 'inventar' derechos huma­ nos y proclamarlos universalmente, pero sus grupos de poder (expresados en Estados y mercados) asumen que se trata de una

Derechos humanos zns.tztzi�vnztes

1

ne,cesad�ldE�s, es lizado, inferiorizado,

eliminado o ignorado. Pero esto

lo veremos en detalle a continuación. Podría decirse que los derechos humanos en su versión liberal y burguesa se construyeron y se. versalismo. Nacieron como un remedio

un

um-

para una so-

ciedad enferma o ya decantada a favor de determinados grupos oligárquicos, como consecuencia de los tipos y los modos de arti­ cular materialmente sus relaciones de poder discriminadoras y excluyentes, pese a sus virtudes frente al orden medieval contra el que se enfrentó. Si bien podía ser una herramienta de emancipa­ ción para algunos colectivos, también fue un instrumento de do­ minio y de control sobre la mayoría de la población local, nacio­ nal y global, tanto por lo que representaban como bandera de libertad y dignidad, como por lo que invisibilizaban y ocultaban -relaciones de poder y sus dispositivos de control� en su modo ideológico e institucional de ser concebidos. Esto perdura hasta nuestros días, teniendo en cuenta los diferentes contextos. En este sentido, Ignacio Ellacuría indica la anomalía del ori­ gen de los derechos humanos con las reivindicaciones burguesas, ya que poseen tanto elementos positivos y emancipadores como negativos y con lógicas de dominación e imperio. Fue un grupo que luchó por una privación de algo que les pertenecía, por aque­ llo que estimaban que les era necesario y les era debido. En cierta manera, desarrollaron un ideal de apertura, emancipador y un horizonte de esperanza. Asimismo, demandaron unos derechos en tanto que clase vulnerable a los poderes vigentes -aunque con una fortaleza mayor a otros movimientos sociales- que abrió un proceso de liberación con el que se estableció un método muy eficaz de lucha para hacer que el derecho burgués se hiciera real, se consolidara y se efectivizara la sociabilidad demandada. No 6

Véase H. Gallardo, "Sobre las generaciones de derechos humanos" en [www.heliogallardo-americalatina-info] , consultado el 20 de septiembre de 2 009.

1

otras

circunscritos a su mano.

que

de

sus

expresan su carácter inhumano en tanto que se convierten en pri­ vilegio de pocos, negando su esencia universal

Al ser

significados por medio de la fuerza legitimadora de quienes poseen más

uso

un manto

se oculta la particularidad real favorable para unos pocos (la bur­ guesía y

grupos más poderosos) y desfavorables

la mayo­

ría. Su reivindicación legítima de derechos expresa una concreta, privilegiada y exclusiva de ser hombres, de ser huma­ nos, que se convierte en ilegítima cuando no atribuyen derechos o se los impiden a quienes conviven con ellos desde modos de vida con racionalidades diferentes, experiencias de contrastes y desgarramientos distintos (campesinos, mujeres, negros, indíge­ nas . . .) .7 Pasan a ser los derechos de los más fuertes y no derechos de los más débiles con los que poder subvertir las asimetrías. Para estos los logros son sólo puntuales cuando una vez que se violan, se los reconocen por medio de los circuitos judiciales. La naturaleza ambivalente ya la comenté a través de Joaquín Herrera Flores quien defiende que los derechos humanos son un producto cultural que Occidente propone para encaminar las ac­ titudes y las aptitudes necesarias para llegar a una vida digna en el marco del contexto social impuesto por el modo de relación basa­ do en el capital. El modo de relaciones desigual del capital condi­ ciona a múltiples colectivos cuyos horizontes de sentido y proyec­ tos de vida no encajan con el imaginario burgués. D e ahí esa dualidad: por un lado, sirvieron como justificación de la expan­ sión colonial por todo el globo terrestre, pero, por otro lado, en ese mismo proceso, se hizo necesario enfrentarse a esa globaliza­ ción de injusticias y opresiones producida por doquier y sirvieron

7 Véase "Historización de los derechos de los pueblos oprimidos y las mayorías populares" en ]. A. Senent de Frutos ( ed.), La lucha por la Justicia. Selección de textos en Ignacio Ellacuría (1969-1989), cit., pp. 365 y ss.; también en "Historización de los derechos humanos desde los pueblos oprimidos y las mayorías populares", ECA 502 .

como arma he�!en1on1ca y y otra . nos desde actitudes antagónicas y reactivas con sus actores les. Tal como aclara Joaquín Herrera Flores, los derechos huma­ nos expresan ese doble carácter en el marco del circuito de reacción cultural occidental y de reacciones culturales no occi­ dentales que resignifican el discurso y la práctica de los derechos humanos junto a otros procesos de lucha por la dignidad. No hay que olvidar que la burguesía, como movimiento social estaba formado por villanos (moradores de las villas), mercaderes, banqueros, dirigentes religiosos, que se resistían tanto al dominio feudal o absolutista de señores, sacerdotes y reyes, como al carác­ ter cerrado, familiar y excluyente de las corporaciones. En su ma­ nera de autoidentificarse no les preocupaba la situación, ni las re­ laciones, ni la materialidad de las condiciones de vida, ni las racionalidades de otros colectivos como los esclavos, los siervos, los campesinos, los indígenas, las mujeres o la clase trabajadora que no disponían de la fuerza social que sí tenía el orden burgués. Incluso sus pretensiones y sus espiritualidades estaban más vincu­ ladas a libertades relacionadas con el mundo comercial, la propie­ dad privada y el disfrute de sus vidas individuales, que era la de ellos mismos y no la de los demás, basadas en sociabilidades j erár­ quicas de sometimiento, coloniales y dinamizadas por los pares superior-inferior, propietario-trabajador, señor-esclavo, padre de familia-madres obedientes, civilizados-primitivos, entre otros. Por esta razón, derechos humanos surgen y nacen quebrados en un contexto específico -el tránsito a la Modernidad- de j erar­ quía, de división social, étnica, sexual, política y territorial del ha­ cer humano que condiciona negativa y desigualmente el acceso de todos a los bienes necesarios para una vida digna. 8 El problema es cuando sobre construcciones abstractas centradas en teorías, principios, valores, normas y procedimientos se descontextualiza la dimensión de lo universal separándola de las condiciones parti8 Véase H. Gallardo, Teoría crítica: matriz y posibilidad de derechos huma­ nos, cit., pp. 3 1 y 44, y también, en el mismo sentido J. Herrera Flores, Los derechos humanos como productos culturales, op. cit.

otras

1

culares, corporales, materiales, existenciales, '"'"''"''"ª''"'"

y

que son

tivo de lo que se

que

convi-

y

el

el tipo

por universal.

sociedades en donde los derechos humanos se reconocen a un que Occidente

nivel, se desconocen en otro nivel. Se podría

establece una sociabilidad de inclusiones formales y abstractas so­ la base de exclusiones concretas y cotidianas. Pueden ser dis­ quienes se mueven en el modo de vida capitalista hegemónico y desde arriba, desde los espacios de poder que pri­ vilegian su disfrute y sin que se ignore que pueden ser amenaza­ dos, pero tienen que ser demandados mediante la

y la resis­

tencia, junto con otras reivindicaciones de dignidad, por quienes se les niega condiciones de vida dignas equivalentes o diferencia­ das del orden moderno burgués y colonial. Esta jerarquía desigual de los países constitucionales de dere­ cho se desarrolla tanto internamente como externamente, con la peculiaridad que de fronteras hacia fuera se sobrecargan, se so­ bredimensionan y se acentúan las relaciones de dominación. A través de Aníbal Quijano, con el concepto de

colonialidad delpoder

y al que aludí en el capítulo primero, se expresa uno de los ele­ mentos constitutivos y específicos del patrón mundial del poder capitalista y que se funda en la clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular que opera en cada ám­ bito, en los planos y en las dimensiones materiales y subjetivas de la existencia cotidiana y a escala social. La racialización de las re­ laciones de poder entre nuevas identidades sociales y geocultura­ les fue el sustento y la referencia legitimadora fundamental del carácter eurocentrado del poder material e intersubjetivo. D esde que América se insertó en el capitalismo mundial, colonial y mo­ derno, la colonialidad del poder, clasificó a la gente a partir de tres instancias centrales aunque no exclusivas, pero articuladas en una estructura global común, con las que se ordenan las relacio­ nes de explotación, dominación y confücto.9 Las "nuevas identi­ dades históricas producidas sobre la base de la idea de raza, fue9 En este sentido, véase también: A. Quijano, "Colonialidad del poder y clasificación social", cit., pp. 67, 92 y 98.

Derechos humanos instituyentes

1

ron asociadas a la naturaleza de los roles y lugares en la nueva estrt1ctura

y

, junto con el " dominio machista y patriarcal'', quedaron estructuralmente asociados, reforzándose mutuamente:10 Negros, indios e indias, amarillos, mestizos, mujeres, trabajadores y traba­ jadoras, etc., sufrieron el mismo criterio de clasificación social a escala global, estableciéndose una distribución racista, clasista y machista del trabajo, extendiéndose en los

hacer,

ser,

de poder y de pensar. En este sentido, socialmente se clasificó a la población en todo el mundo en identidades raciales y divididas entre dominantes/superiores europeas y dominadas/inferiores no europeas. Lo mismo sucede a nivel del trabajo y en las relaciones de género: en el centro se desarrollan relaciones salariales y hay una libertad sexual de los varones junto con la fidelidad de las muj eres en el ámbito doméstico y el pago a las prostitutas, mien­ tras que en la periferia colonial se dan todas las otras formas de explotación del trabajo (esclavitud, servidumbre, etc.) articuladas bajo el dominio del capital y, además, las mujeres negras e indias son tratadas como animales apropiables y distribuibles bajo el li­ bre acceso sexual no pagado de los varones blancos. 1 1 En otro plano, el historiador del derecho español Bartolomé Clavero demuestra de qué manera la clausula colonial aparece constantemente en la historia de los derechos humanos y se plas­ ma en la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos de

1 948, que desde su proceso de constitución y desde sus inicios,

nunca fue universal y se moduló produciendo efectos discrimina­ torios por su universalismo abstracto e individualista, siendo el tratamiento negativo y de rechazo dado a los derechos de los pue­ blos y de las llamadas minorías uno de sus máximos exponentes. Hay un predominio de los derechos individuales que no se saben conjugar ni concebir junto a derechos colectivos. Incluso afirma que "la misma Declaración Universal de Derechos Humanos como derechos individuales en términos de indistinción resulta 10

Véase Id. , "Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina", cit., pp. 201 y SS. 11 Id., "Colonialidad del poder y clasificación social", cit., pp. 98, lOOy 1 0 1 .

la

otras en sí discriminatorio si se realiza situación

supremacismo" . 12

181

la

o, más extensiva y otras

destacables,

vero insiste en el carácter modulable de los discursos y las prácti­ cas de derechos humanos por parte no sólo de los países aliados tras la Segunda guerra mundial, sino de los países occidentales en el marco del capitalismo global colonizador. relación con la dimensión reversible de los derechos humanos y que remarca Helio Gallardo. Los derechos humanos se flexibili­ zan en su reconocimiento según para quién y para qué, y de la misma manera que se tienen, se dejan de tener, de ahí su reversión permanente. De todos modos, hay que ser conscientes que históricamente, en todas las culturas siempre ha habido determinados colectivos que han vivido en peores condiciones que otros y como conse­ cuencia del predominio verticalizado e imperial de determinados grupos que se consideran superiores. Muchos son los colectivos que han sufrido procesos de maltrato y desprecio en sus dignida­ des socio-históricas (esclavas/os, pueblos indígenas, negras/os, mujeres, homosexuales, inmigrantes, etc.). En el caso del patriar­ cado es difícil encontrar culturas sin algún tipo de expresión an­ drógena o sexista, misógena y homófoba. Que la visión del mun­ do de los varones se imponga sobre las mujeres es algo recurrente en todas las culturas. Pero no sólo los modos de dominación se dan por razones de género. Existen muchas formas de control y de poder jerárquicas, en la mayoría de las ocasiones interrelacio­ nadas, más o menos violentas y excluyentes por motivos diversos: raciales, socio-materiales o de clase, por razones etarias, religio­ sas, epistemológicas, culturales, etc. Grupos dominantes, en dis­ tintos tiempos y contextos históricos, han desarrollado un con­ junto de tramas socialesy relacionales de jerarquías, marginaciones, explotaciones, exclusiones y discriminaciones mediante las cuales han deshumanizado a otros colectivos, convirtiéndolos en no-per­ sonas, en seres prescindibles y sacrificables. Esta manera de ejer-

12 Véase B. Clavero, Derecho global. Por una historia verosímil de los dere­ chos humanos, Madrid, Trotta, 2 0 1 4, 90 y 93 y ss.

1 82

Derechos humanos por diversas mediaciow. u i�•·vu·�•�v ,

;:)JUHIUVJU'-'''"

y

Estado, por instancias de mercado, a través de normas morales y éticas, por medio

derecho o el conocimiento, a tra-

vés de la religión o la educación y el lenguaje, etcétera. La peculiaridad ahora es que las sociedades occidentales capi­ talistas coloniales manifiestan esos diversos tipos de dominación que caminan agarradas de la mano con un modo

el

capitalismo, que termina por acentuar la verticalidad, la depen­ dencia y la jerarquía de las relaciones sociales. Provoca desigualda­ des estructurales y asimetrías que son difíciles de confrontar y sub­ vertir únicamente con normas jurídicas e instituciones estatales, y que se normalizan e invisibilizan a tales niveles que llega a gene­ rarse "una cultura de excepcionalidad de la injusticia" que natura­ liza la injusticia cotidiana, por medio de la cual sólo determinadas situaciones anormales y extremas de injusticia son las únicas que denigran y violentan al ser humano, como por ejemplo, son los casos de la esclavitud y/o el trabajo esclavo en sus distintas expre­ siones, la trata de personas, el narcotráfico, los actos terroristas yihadistas, algunos genocidios, no todos (como el holocausto de los judíos), determinadas hambrunas, etc. Los derechos humanos, ya lo veremos, acaban circunscribiéndose a esas dimensiones o a casos o hechos individuales puntuales. Las violencias cotidianas que son la fuente de las violencias excepcionales, acaban por tole­ rarse, principalmente las ejercidas por quienes se encuentra en una posición de superioridad racial, sexual, genérica, de clase y etaria en el entramado social. Uno de los dispositivos de naturalización del maltrato humano cotidiano es, por ejemplo, el patriarcado o el intercambio desigual del capital y su control sobre el trabajo. El patriarcado resulta ser uno de los socios más eficaces, no el único, para que el capital soberano aliene y administre la vida y la muerte de millones de mujeres y hombres bajo lógicas excluyentes de im­ perio que no son ni excepcionales, ni anormales, sino asumibles, lógicas y naturales, incluso cuando consideramos y creemos que son ajenas y lejanas a su real dinámica de funcionamiento. En el interior de la cultura occidental capitalista, predominan diversos modos de dominación tanto a nivel institucional, como

1

otras luchas nas, con sas estructuras

y

que operan simultáneamente dentro y, en un grado mayor, fuera de sus fronteras. No es que exista una estructura de opresión au­ tónoma e independiente con respecto al resto de opresiones y dominaciones que dominan en entornos relacionales Más bien nos encontramos con la coexistencia de situaciones de discriminación, marginación y explotación simultáneas, más que superpuestas, expresivas de estados de interseccionalidad de opresiones en red, en la línea señalada por Gloria Anzaldúa y María Lugones junto con otras feministas con la nominación de a) diferentes "dimensiones superpuestas de opresión"

ping opressions)13

(overlap­

o b) de "interseccionalidad de opresiones" sufri­

das "diferencialmente" por las mujeres en función de su situa­ ción, posición y j erarquización subordinada y dependiente en el marco de los procesos de división social/sexual/racial del traba­ j o . 14 En esta línea, el concepto de "heterarquía" utilizado por Ra­ món Grosfoguel, y arriba mencionado, plasma muy bien los dis­ tintos modos de dominación que no sólo en lo racial, sexual, genérico y socio-material, sino también en lo pedagógico, desde la espiritualidad religiosa, epistemológicamente y desde el saber (científico), etc., Occidente expande de modo intersticial y como una tela de araña. La combinación de raza, género, espiritualidad y epistemología son parte constitutiva, estructural, integral e im­ bricada del sistema-mundo occidental moderno, cristiano, capi­ talista, colonial y patriarcal. No son añadidos o elementos inde­ pendientes de la estructura económica y política del sistema capitalista. 15 ll

Véase G. Anzaldúa, Borderlands!La Frontera. The New Mestiza, San Francisco, Aunt Lute, 1989, e I. M. Young, La justicia y la política de la dife­ rencia, Cátedra, Madrid, 2 000. 14 M. Lugones, "Colonialidad y género", cit. 1 5 Véase R. Grosfoguel, "La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales: transModernidad, pensamiento descolonial y co­ lonialidad global" en B. de S. Santos y M. P. Meneses (eds.), Epistemologías del Sur (Perspectivas), cit., p. 382.

1

Derechos hunzanos ,. _,,,..,,�·u

y en su versión

que verdad y menos sobre la dignidad. No hay cultura, religión, filo­ sofía, tradición que pueda hablar por el conjunto de la humani­ dad.16 Además, pese a que en cualquier afirmación de verdad exis­ e,,Stán ubicadas y situadas

ten pretensiones de universalidad, en un marco histórico y

El problema es

tende­

mos a identificar los límites de nuestra visión local y particular del mundo con el horizonte humano completo e infinito,17 confun­ diendo un modo de ser humano con el todo plural y diverso. No sólo eso, pues resulta peor al ir acompañado y de la mano de un sistema de dominación heterárquico.

UNIVERSAL HEGEMÓNICO AB STRACTO SOBRE BASES RELACIONALES EXCLUYENTES La versión más proclamada del ideal occidental de los dere­ chos humanos se centra en los derechos asignados al ser humano y que le pertenecen por el mero hecho de serlo. Sus presupuestos filosóficos fundamentales se cimientan sobre una naturaleza hu­ mana universal que es común a todos los pueblos y que es diferen­ te al resto de la realidad, ya sea animal, vegetal o cósmica. Sólo puede ser cognoscible a través de la razón. Tienen su origen en su naturaleza, son previos a los contextos socioculturales donde se encuentra y, además, son superiores a la sociedad y al Estado pues giran en torno a la dignidad de los individuos que se opone a am­ bas instituciones consideradas como un todo. La autonorrúa del individuo y su suprema dignidad exige que la comunidad esté or­ ganizada por la suma de hombres libres y separados unos de

16 Afirmación de Raimon Panikkar, "Seria a nrn;:ao de direitos humanos um conceito universal?" en C. Baldi (edit.), Direitos humanos na sociedade cos­ mopolita, Renovar, Sao Paulo - Recife - Rio de Janeiro, 2004, p . 206. 1 7 Id., pp. 220-2 2 1 .

otras

la

1 85

otros.18 Sobre estos con

que se

y

éticamente a

culturas. La crítica y las limitaciones de esta perspectiva son varias: el "sujeto" de los derechos humanos es abstracto y vacío y pierde su identidad concreta, con su condición de clase, de género y sus características étnicas. Todas las determinaciones reales y mate­ riales son sacrificadas en el altar del hombre abstracto, sin historia y sin contexto.19 Pero las deficiencias no sólo residen en que la acentuación de la importancia del individuo abstracto implica una homologación que vacía las identidades y una total despreocupa­ ción por las diferencias y por la dimensión colectiva de las perso­ nas, ni en el hecho de que abstrae los contextos y los procesos históricos donde la gente se desenvuelve. También el concepto liberal moderno de "derechos humanos" presenta muchos otros puntos ciegos: las abstracciones de ese hombre sin atributos son expresión de un localismo hegemónico y expansivo -encarnado inicialmente en el individuo occidental blanco, varón, mayor de edad, propietario, emprendedor, creyente religioso cristiano, he­ terosexual, competitivo e individualista- que destruye, somete o domina al resto de culturas y que al aplicarse, deja fuera de sus derechos a la mayoría de la población -mujeres, homosexuales, negros, pobres, pueblos indígenas, etc.-.20 En términos episté­ micos, se oculta el lugar de quien enuncia, el

locus de la enuncia­

ción, referido a la ubicación geopolítica y corporal del sujeto que habla. El propio Ramón Grosfoguel lo explica con estas palabras: en "las filosofías y en las ciencias occidentales, el sujeto que habla siempre está escondido, se disfraza, se borra del análisis". Su modo de conocimiento privilegia el mito del Ego no situado. "La

18 Ibid., pp. 2 1 O y ss; véase también B. de S. Santos, "Por una concepción multicultural de los derechos humanos" en Memoria 1 0 1 , p. 46. 1 9 Véase C. Douzinas en su análisis del pensamiento de Marx en O fim dos diretios humanos, Sao Leopoldo, Unisinos, 2 009, p. 1 7 1 . 2 0 X . Etxeberria, "Los derechos humanos: universalidad tensionada de particularidad'', en Los derechos humanos, camino hacia la paz, Zaragoza, Go­ bierno de Aragón, 1 997, p. 94.

1

Derechos humanos instituyentes �·���·�"

epistémica étnica/racial/de género/sexual y el sujeto están

la

étnica/racial/de género/sexual fía y las ciencias occidentales

la filosoproducir un mito sobre un

conocimiento universal fidedigno que encubre quien

así

como su epistémica geopolítica y corpo-política en las estructuras de dominación del poder/conocimiento coloniales desde los cua­ les habla".21 En parecidos términos se expresa el colombiano S antiago Castro-Gómez cuando califica la hybris del punto cero de las filoso­ fías eurocéntricas. Bajo el manto de la neutralidad, la objetividad y la universalidad, se protege y disfraza a quien nomina (el huma­ no occidental), considerando el supuesto de que habla desde el ojo

de Dios como si estuviera más allá de un punto de vista particular y convirtiéndolo en universal. La perspectiva local y cultural des­ de la que emite las palabras y el conocimiento se bañan y se bar­ nizan con un abstracto universalismo.22 En este molde epistémi­ co, los derechos humanos son lugares de enunciación de los centros imperiales capitalistas que se proyectan como valores uni­ versales incontestables que facilitan el sostenimiento de su hege­ monía económica, política y cultural, imposibilitando cambios sustanciales de sus relaciones de dominación.23 En la misma línea, B oaventura de Sousa Santos califica de abis­

mal al pensamiento

occidental porque consiste en un sistema de

distinciones visibles e invisibles, constituyendo las segundas en fundamento de las primeras. Lo invisibilizado se establece por

2 1 R. Grosfoguel, "La descolonización de la economía política y los es­ tudios poscoloniales . . . ", cit. p. 3 76. 22 Véase S. Castro-Gómez, La hybris del punto cero: ciencia, raza e ilustra­ ción en la Nueva Granada (1 750-1816), Bogotá, Editorial Pontificia Univer­ sidad Javeriana, 2 003; referencia tomada de Grosfoguel, op. cit. , p. 3 7 7 . Véa­ se también A. Médici, La constitución horizontal. Teoría constitucional y giro decolonial, cit., pp. 44 y ss. 2 3 G. J. Pérez Almeida, "Los derechos humanos desde la colonialidad del poder", en VV. AA., Los derechos humanos desde el enfoque crítico: reflexiones para el abordaje de la realidad venezolana y latinoamericana, Caracas, Defenso­ ría del Pueblo - Fundación Juan Vives Suriá, 2 0 1 1 , pp. 1 1 7 y ss.

otras la

medio

este

umversos como si

1

cero

en

de

linea

que es

emisión, el que marca

de verdad y superioridad, y el universo del otro

de la

que

pasa a ser no existente, ausente e inferior. Este dualismo se repro­ duce en otros registros culturales como el conocimiento (ciencia/ saberes tradicionales; verdad/falsedad), el derecho (legal/ilegal; monismo jurídico/pluralismo jurídico), la cultura (civilización/ barbarie o primitivo), la economía (desarrollo, subdesarrollo), la geografía política (Norte/Sur), etc. Con estos dispositivos se j e­ rarquiza la realidad en instancias y realidades superiores e inferio­ res. El mundo se divide entre sociedades metropolitanas y sus colonias. El lugar desde el que se enuncian estas clasificaciones aparece como neutral, universal y objetivo, provocando exclusio­ nes radicales que en nuestro presente se van incrementando.24 En lo que respecta a los derechos humanos, éstos son utiliza­ dos como parte de los diseños globales occidentales que, al ocul­ tar el lugar de enunciación, impuso una dinámica de dominación imperial construyendo una j erarquía de conocimiento de gente superior y gente inferior en todo el mundo . Lo universal resulta ser la autorrepresentación de las metrópolis, mientras que lo cul­ tural-particular es la descripción de todo lo que afecta al sur y/o a la periferia.25 El universalismo apriorístico abstracto, desde la co­ lonialidad del poder y la

hybris delpunto cero, se construye a partir

de la noción de un ser humano con atributos definidos, que está a

este lado de la línea y que

acabamos de mencionar: el hombre blan­

co, varón, mayor de edad, propietario, emprendedor, creyente religioso cristiano, heterosexual, competitivo e individualista.

otro lado de la línea

Del

están los esclavos, los siervos, las mujeres, las

24 B. de S. Santos, "Más allá del pensamiento abismal: de las líneas glo­ bales a una ecología de saberes" en id. y M. P. Meneses (eds.), Epistemologías del Sur (Perspectivas) , cit., pp. 2 1 y ss.; del mismo autor, véase Se Deus fosse um ativista dos direitos humanos, cit., pp. 1 6- 1 7 ; y también ver Alejandro Médici, La constitución horizontal, cit., p. 42 y ss. 2 5 R. Grosfoguel, op. cit., p. 3 78, y B. Rajagopal, E/derecho internacional desde abajo, cit., p. 242 .

88

Derechos humanos instituyentes

lesbianas, los gays, los pobres, los indígenas, gras,

etc. De este

un significante

la cultura occidental

son a una peculiar

concepción de dignidad humana ligada al individuo propietario, la emergencia de la economía capitalista de mercado, el trabajo asalariado que depende del capital y el predominio del valor de cambio sobre el valor de uso, entre otros elementos. Lo humano en los derechos humanos se reduce a un modo

entender el

poder y la convivencia, en donde el protagonista es el

nomicus,

homo oeco­

es decir, el hombre económico del mercado, racional

pero dentro de las opciones y las posibilidades ofrecidas por el Estado y por las condiciones materiales del mercado global.26 Además, esa concepción de derechos humanos implica un univer­ salismo particular ficticio o monocultural hegemónico porque ejerce desde esa posición de superioridad epistémica y práctica, del saber, del poder y el hacer humanos, todo un monopolio tan­ to sobre el acceso a las condiciones socioeconómicas con las que se puede llegar a lo universal, 2 7 como sobre las condiciones epis­ témicas, espirituales y relacionales. Asimismo, otro punto ciego de los derechos humanos, deriva­ do de los anteriores, guarda relación con su dimensión individua­ lista. En la primera parte de este trabajo, ya comentamos que el imaginario que se utiliza de los derechos humanos y tal como lo entendemos oficialmente, no permite enfrentar la violencia es­ tructural y asimétrica de nuestro sistema capitalista global. No la afecta y sólo tiene efectos paliativos y puntuales. Pues bien, el paradigma occidental dominante sobre los derechos humanos al basarse en actores individuales y en su intencionalidad, además de reducir su sistema de garantías al Estado y a los circuitos judicia­ les, resulta ciego a la violencia estructural edificada sobre las tra­ mas sociales de dominación y opresión. No cuestiona las causas estructurales o sociopolíticas que están en la raíz de las violacio­ nes de los derechos humanos como puede ser la estructura de la

2 6 Ibid., p . 2 3 5 ; A. Médici, op. cit. , p . 45, y Grosfoguel, op. cit. , p. 3 78. 2 7 P. Bourdieu, Meditaciones pascalianas, Barcelona, Anagrama, 1 999, pp. 90 y 96-97.

otras

1

recursos o espiritual, los tipos de administración

y la muerte

las personas, etc. No es sólo un problema de activar los derechos una vez que se violan, sino que también se reducen a un sistema judicial casuístico, azaroso, puntual. Priman los hechos o los actos individuales y no se juzgan las estructuras, ni los procesos sociales, ni las relaciones sobre las que la sociabilidad humana se desen­ vuelve sobre dinámicas de dominación o dinámicas de emancipa­ ción y liberación.28 Por eso es necesario decodificar las asimetrías sobre las que se sostienen los discursos y las instituciones sobre derechos humanos. Hay que saber ubicar el lugar y el modo de operar de los distintos modos de dominación e intentar descolo­ nizar la matriz colonial de los derechos cuestionando j erarquías opresoras y que clasifican el mundo en humanos superiores (con sus producciones y sus productos) y humanos inferiores (junto con sus producciones y productos).29 Por ésta y otras razones, se puede afirmar que el concepto es­ trecho liberal y occidental de "derechos humanos", tal como se interpreta y aplica, deja intactas las sociabilidades, las tramas so­ ciales y relacionales propias del modo de vida capitalista que se basa en una división heterárquica, desigual y asimétrica estructu­ ral tanto del saber, del poder, del ser y del hacer (trabajo humano incluido), que discrimina, margina, domina y oprime desde el punto de vista de género, racial, de clase, etario y cultural. Por ello deja fuera de la posibilidad de disfrutar derechos a la mayor parte de la humanidad. Los derechos humanos vistos exclusiva­ mente desde sus dimensiones instituidas, burocráticas, formales, abstractas y normativas, invisibilizan, ignoran o no afectan a las situaciones estructurales de desigualdad y dominación que que­ dan inamovibles históricamente, a pesar de que existan normas e

2 8 B. Rajagopal, cit., p. 2 8 5, y A. Médici, cit., p. 48. 29 M. Guillén Rodríguez, "La construcción hegemónica de los derechos humanos: una aproximación desde Gramsci", en VV AA., Los derechos huma­ nos desde el enfoque crítico: reflexiones para el abordaje de la realidad venezolana y latinoamericana, cit., p. 307.

a reflexiones teóricas sobre ellas que

instituciones .�,CH,,�.,.,�,,,,� ,

reconocer

esos grupos

,_, ...,_..., u..""'

�m-•u.•U.,,ú

Como se ignora y se fortalece el unos pocos a costa

la mayoría,

estimarse que los colec­

tivos populares y oprimidos luchan permanente y continuamente por condiciones de una vida digna de ser vivida (étnica, epistémi­ ca, social, económica, política, libidinal�sexual, cultural. . .) más allá de las generaciones de

establecidos

y

dico-positivamente desde un prisma eurocéntrico.30 En función de

que hemos expuesto, se hace necesario cues­

tionar el imaginario liberal-burgués con pretensiones universales que se ha hecho hegemónico hasta nuestros días bajo los pilares de las tramas sociales y relaciones humanas construidas simbólica, institucional, cultural y existencialmente desde sus modos de vi­ das, con sus prioridades particulares e intereses políticos, econó­ micos, religiosos y epistémicos concretos que han construido y proyectado como universales. La lucha y la resistencia de la bur­ guesía no pueden condicionar, por considerarse que son las úni­ cas, otras luchas contra opresiones diversas y reivindicativas de ideas, valores o principios de dignidad plurales. En este sentido, para Ellacuría, en nombre de derechos huma­ nos se establece un manto de universalidad ideal que se sostiene sobre una particularidad real que sólo es favorable para unos po­ cos y desfavorable para la mayoría. Acaba ideologizándose al mentir con un falso reconocimiento de quienes son miembros plurales y diferenciados del género humano desde la hegemonía y la homogenización de un grupo minoritario particular. También sirve como una máscara para tapar las violaciones de los derechos más básicos vinculados por las condiciones de existencia (por ejemplo, el derecho a la vida ya mencionado). De ahí la necesidad de historizarlos, de situarlos en sus procesos de lucha, sus realida­ des contextuales y particulares, con sus actores, sus acciones, los medios utilizados, las espiritualidades institucionales y no institu­ cionales. Por "historización", Ignacio Ellacuría entiende, en pri-

30 Sobre las generaciones de derechos humanos, véase D. Sánchez Ru­ bio, Encantos y desencantos. . , cit. .

Derechos hurnanos, no coloniatidad y otras luchas por la aw"nutaa

1

mer lugar, ver cómo se están que se ser"

común o

lugar, en la posición de aquellas condiciones

sin

se puede dar la realización efectiva del bien común y de chos humanos.

hacer esto, se comprueba que la realidad derechos es su negación fundamental a la mayor parte de la hu­

uuu u � u ·� ·

Pese a que deben ser reconocidos como derecho de to­

dos, se convierten en privilegio de pocos. 3 1 A tenor d e l o dicho, cuando s e habla d e la dimensión utópica y de esperanza de los derechos humanos no hay que quedarse en los enfoques que reducen la dimensión incompleta e inacabada de la justicia y de plenitud a un futuro incierto.32 Ni tampoco a una realidad de libertad o dignidad que se reivindica porque no se tiene, porque se viola o porque se carece de ella. Los derechos humanos son la punta del iceberg de una estructura relacional de vida mucho más compleja que permite o no su disfrute, su ejerci­ cio diario. Por esta razón, el componente utópico potencialmente transgresor en favor de una vida digna de ser vivida será mayor entre quienes sufren relaciones de poder discriminadoras y opre­ soras y se les impide el disfrute existencial que conlleva el poder reaccionar en entornos relacionales desde sus horizontes de sen­ tido étnicos, raciales, etarios, socio-materiales, sexuales y genéri­ cos. En cambio, la dimensión utópica será menor o más placente­ ra y acomodaticia, incluso hasta puede ser despreciada, entre quienes pueden disfrutar de sus derechos a partir de la división social del ser, del saber, del poder y del hacer humanos que les posiciona en una situación de privilegio. En los oprimidos y ex­ cluidos el momento negativo de explotación y dominación será la fuente de su lucha por los derechos. Sus utopías son necesarias, transformadoras y transgresoras. En los dominadores y podero­ sos, sus derechos consolidan sus posiciones de control y de domi-

31 I. Ellacuría, "Derechos humanos en una sociedad dividida", Christus 527 (1 979); véase también su "Historización de los derechos de los pueblos oprimidos y las mayorías populares", cit. 32 En este sentido, Douzinas, op. cit. , p. 3 7 5 y ss.

Derechos humanos instituyentes cinismo o la posición una quienes son

"-- �·····"� -· � �

Luchar por los derechos no es únicamente un triunfo

la

razón sobre la fuerza (por ejemplo, tal como se estabJeció con los derechos individuales burgueses), sino que hay que relacionarlos básicamente no con hacerle justicia al débil, al oprimido, al debi­ litado, al victimizado, pues serían

acom­

pañan e incluso quienes desde las estructuras opresivas y desigua­ les que no se cuestionan, se sensibilizan paternalísticamente con ellos. Hay que entender la lucha como esfuerzo por no producir­ los como tales, como débiles o víctimas, tal como Helio Gallardo me sugirió en una de nuestras conversaciones. A través de una praxis de liberación e instituyente, construida y caracterizada des­ de ellos, que intente superar las realidades negadoras de sus dere­ chos para superarlas y poder disfrutar realidades que los hacen factibles y experimentables. Se necesita para ello que el reconoci­ miento social se base en una estructura no desigual ni heterárqui­ ca, estableciéndose todo aquello que posibilite las condiciones materiales para ejercer derechos humanos con todas las sociabili­ dades, tramas sociales y espiritualidades que permiten su goce y disfrute33 • Para lograr un mayor grado de éxito y eficacia en el reconocimiento de los derechos, Helio Gallardo habla de la nece­ sidad de transferencias de poder sobre aquellos colectivos victi­ mizados y oprimidos que permitan dotar de carácter, convocan­ do, a las relaciones humanas desde otro prisma no opresivo, sino liberador, articulado desde dinámicas en las que todos sean suje­ tos significadores de realidades plurales, sin tratamientos inter­ subjetivos j erarquizadores y bañados por medio de lógicas de im­ perio. 34 De este modo, sería posible que los grupos victimizados tomen las riendas desde la urgencia de su condición que hay que

33 l. Ellacuría, "Derechos humanos en una sociedad dividida", cit.; ver también su "Historización de los derechos de los pueblos oprimidos y las mayorías populares", op. cit. 34 H. Gallardo, Teoría crítica.- matriz y posibilidad de derechos humanos, cit., pp. 3 1 y 44.

1 sus ritmos y tiempos, para dejar "'"""'��ú ú�''ú"ú""'��...

al crearse

al mayor número

ser exclui-

que convocan y personas,

todos son trata-

dos como sujetos, pudiendo disfrutar de los derechos consolida­ dos y establecidos desde esas lógicas de sociabilidad emancipadoras, no heterárquicas en contextos siempre contin­ gentes, reversibles e inciertos.

NO COLONIALES ANTI-HETERÁRQUICAS DE ALLÁ DEL MOLDE DE LOS RESISTENCIA Y LIBERACIÓN DERECHOS HUMANOS El condicionamiento del imaginario occidental capitalista, mo­ derno y colonial en el ámbito internacional y global es tan grande que se hace difícil visibilizar otras realidades desde otros horizon­ tes cuando estamos bebiendo constantemente de sus fuentes. Ya hemos comentado de qué manera la versión oficial estatalista, formalista e institucional de derechos humanos produce un efecto expropiatorio y de secuestro de la capacidad de lucha constitu­ yente popular por la forma del Estado nacional.35 El poder cons­ tituyente popular se encorseta, encripta y blinda por las instancias estatales y sus políticas públicas. También los derechos humanos se despolitizan al ser juridificados en su totalidad en procedimien­ tos normativos interpretados por técnicos y especialistas. El or­ den jurídico estatal acapara y sustituye el protagonismo de la so­ ciedad civil, y sus derechos aparecen como instancias instituidas, separadas de sus procesos socio-históricos de constitución y sig­ nificación. El caso es que este mismo esquema institucional y de gobierno que tiene como formato de organización política al Estado, se ha aplicado y llevado a cabo en todos los países del Sur o periféricos que han padecido el orden colonial europeo de si­ glos pasados y que han seguido procesos de descolonización y de construcción nacional. No es sólo el problema de si los derechos

35 Véase D. Sánchez Rubio, "Crítica a una cultura estática y anestesiada de derechos humanos . . . cit. ",

Derechos humanos instituyentes humanos son un nuevo caballo de para el

como un

hecho por

LjL,UL,LH

o terreno para la

en práctica de sus imperativos universales,36 sino también si en su versión oficial y simplificada,

derechos humanos han servido

de herramienta de control y dominio sobre el pueblo y la socie­ dad civil por parte de.las élites gobernantes en los países neocolo­ nizados. En esta dirección trabaja

en su

El derecho internacional desde abajo. El campo de resistencias contra las injusticias en el Sur global se traducen al estilo occidental de luchar por los derechos sin tomarse en serio toda su variedad y riqueza. Se hace una traducción de todas las luchas no occidenta­ les desde la óptica y la mirada occidental, convirtiéndose los de­ rechos humanos en el único lenguaje de emancipación y en el lenguaje político progresista y de resistencia frente a la opresión en el Tercer mundo .37 Esto provoca que se ignoren y se invisibi­ licen otras formas de protesta y de lucha que se mueven más allá del discurso único de resistencia autorizado por el derecho inter­ nacional de los derechos humanos.38 El caso es que la cultura sobre la que se asienta nuestra defen­ sa de los derechos humanos a nivel intracultural se reproduce a nivel global. El marco pautado por el aparato de la Modernidad en lo político

(Estado) y en lo económico (mercado)

contribuye a

eliminar y a debilitar mecanismos y estructuras sociales y no esta­ tales no sólo de garantías, sino de luchas y resistencias. Como contrapartida, el Estado acapara todo el protagonismo como ga­ rante y también como instancias de represión estratégica frente a cualquier amenaza a la seguridad nacional y mercantil. Por ejem­ plo, los pueblos indígenas y el desprecio hacia sus derechos colec­ tivos son una clara manifestación de la relación asimétrica de po­ der centralizada en los Estados que han sufrido desde la impronta civilizadora de la ilustración europea reproducida por las elites

36 Véase en este sentido el monográfico "Los derechos humanos: nuevo caballo de Troya?", Ixtus 57 (2006). 37 B. Rajagopal, cit., pp. 198, 2 05 y 206. 3 8 Ibid., p. 2 7 1 .

¿un

otras criollas y mestizas latinoamericanas. Los derechos al la

a

no son derechos humanos.39 Los

�"'�··�u

programas de los gobiernos estatales son los que determinan el contenido real de

derechos y se burocratizan sus contenidos.

Se vuelve a caer en el error intencionado de. pensar que los dere­ chos humanos parten de una concepción abstracta a priori, previa­ mente establecida y sin límites teóricos, que se concretizan única­ mente en normas y procedimientos -fetichismo institucional-, desconsiderando que su campo real de cultivo son las actuaciones de los poderes y las luchas reales y cotidianas

la gente.40

Con todo esto, los lugares de enunciación o de punto cero de los derechos se enmarcan en los centros de poder tanto de los países de capitalismo central como de los países de capitalismo periférico y dependiente. Las oligarquías periféricas gobernantes reproducen un imaginario sesgado y estrecho de los derechos hu­ manos, incluso por muy bienintencionado que sea por parte de los aparatos estatales y las ONG que los sustituyen o los comple­ mentan. Lo mismo sucede en el orden jurídico internacional de Naciones Unidas. Por esta razón hay que tener en cuenta varias distinciones que nos permitan ampliar el paisaje relacionado con los derechos hu­ manos en su vínculo con lo universal: a) Por un lado, si hay algo que es característico de la condición humana es su diversidad y su pluralidad. No existe un ser humano completo, inmortal, omnipotente y omnisciente. Otra cosa es que haya alguien que se lo crea. Cada persona es un mundo y pone en la mano muchos mundos. No hay en la Tierra dos personas exac­ tamente iguales. Nuestra condición finita, incompleta y mortal forma parte de nuestra naturaleza socio-históricamente produci-

39 E. L. Gutiérrez García, "Aportes para una visión liberadora de los derechos humanos desde una crítica intercultural" en VV. AA., Los derechos humanos desde el enfoque crítico: reflexiones para el abordaje de la realidad venezo­ lana y latinoamericana, cit, p. 250; y Boaventura de Sousa Santos, Se deusfosse um ativista dos direitos humanos, cit., pp. 2 3 y 24. 40 Rajagopal, op. cit. , pp. 2 59-260, 2 70, 277 y 2 9 1 .

Derechos humanos instituyentes la humanidad se manifieste a través de distintas versiones con poralidades y espiritualidades múltiples, les miradas, tactos, colores, audiciones, sabores, olores, emocio­ nes y sentimientos, combinando espacios, ritmos y tiempos diversos, expresa su riqueza en los procesos de significar y resig­ nificar la realidad y de hacer y deshacer mundos . La multicultura­ lidad es un hecho que la historia demuestra

tiempos remo­

tos y que la globalización, sincrónicamente y desde nuestro presente, ha visibilizado en mayor grado . El problema aparece en el modo en el que se gestiona esta ri­ queza humana arcoiris. El mito bíblico de la tradición hebrea de la torre de Babel narrado en el Génesis y retomado por Raimun­ do Panikkar,41 puede servirnos de pretexto para abordar cómo se puede administrar, enfrentar, limitar, consolidar, fortalecer, debi­ litar y/o tratar positiva o negativamente, el fenómeno de la mul­ ticulturalidad y lo pluriversal, que no hay que interpretarlo ni juzgarlo como una maldición, tal como el relato del Génesis de­ fiende, sino todo lo contrario. La luchas por la dignidad humana reclaman a gritos, la necesidad de babelizar positivamente tanto la realidad de los derechos humanos y otras luchas de resistencia contra la injusticia, como también otras producciones y otros productos socio-históricamente construidos como el derecho, la democracia, el concepto de ciudadanía, la administración de jus­ ticia, el poder, la sexualidad, la familia, lo racial, etc. Babelizar el mundo desde una lógica anticolonial, descolonizadora, no colo­ nial, sin pretensiones imperiales y de dominación, reconociendo la diversidad y la diferencia en el mundo pluriverso de la especie humana en su relación con la naturaleza. Por esta razón hay que ser conscientes de que los derechos humanos occidentales son una forma más entre otras de lucha por la dignidad. No es el único discurso de resistencia y de emancipa­ ción para las mayorías sociales oprimidas de todo el mundo. Exis­ te una heterogeneidad y una pluralidad de actores sociales y far-

41 R. Panikkar, Sobre el diálogo intercultural, Salamanca, Editorial San Es­ teban, 1 990, pp. 15 y 16.

ot:ras

1

que se y que tentan

diversos procesos de lucha a

culares conceptos de dignidad dentro y fuera

cauces insti­

tucionales, seculares y burocráticos. Panikkar afina con claridad al explicar me tafóricamente que los derechos humanos son la venta­ na con la que la

occidental traduce su idea de orden justo.

Existen otras ventanas con sus propias visiones sobre la justicia, por eso deben complementarse. 42 Todas las culturas poseen diver­ sas concepciones sobre la dignidad humana, pero no todas ellas la conciben en forma

derechos humanos. Múltiples son las expe­

riencias culturales y políticas en los países del Sur global en las que los movimientos sociales de resistencia son los protagonistas desde bases ideológicas diferentes a las referencias culturales y políticas occidentales predominantes. Lo que hay que hacer es buscar los denominadores comunes y las diferencias existentes entre los derechos humanos generados en Occidente y aquellos equivalentes isomórficos que tienen un parecido estadio o nivel de importancia en las culturas que los defienden. Asimismo, Raúl Fornet Betancourt afirma que los derechos humanos representan una energía liberadora de la humanidad, no siendo motivo de objeción para reconocer su contenido emancipador, el hecho de que su origen histórico se sitúe en el seno de la historia de Occidente. Para el filósofo cubano-alemán, los derechos humanos no son un fruto nativo que hubiese creci­ do sin más en el suelo cultural europeo. S on expresión de su tra­ dición alternativa liberadora. Y más bien representan una con­ quista que ha tenido que ser lograda en y por la lucha por la propia cultura contra las resistencias de los poderes establecidos en ella como factores de orden social y político. La historia de los derechos humanos , forma parte de la cultura humana de la me­ moria de liberación a partir de las reacciones surgidas de expe­ riencias humanas violentadas. Transmite un capítulo histórico humano de la memoria liberadora que se encarna en la lucha que

p.

42 Id., "Seria a n0