Cuerpo real, cuerpo imaginario : para una epistemología psicoanalítica
 9789501240603, 9501240606

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M. S am i-A li

CU ERPO REAL, CU ERPO IM A G IN A R IO P ara u n a e p iste m o lo g ía psicoanalítica

P A ID O S Buenos Atre^ Barcelona México

T ítu lo o r ig in a l francés-

C orps R écl. Corpa lm at¡inaire Pour une é p is tc m o lo jiic psy c han aly tiqu e

unod, l’ jrís. B o rdas. París, 1977 IS B N XX .■>39.5406-1

T ra d u cc ión de A lborto L u í' B ix io

Cubierta de G ustavo Macr^

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Im preso en la A rg e n tin a - P rin tc d in A rg e n tin a Q u od a hecho el de pósito que p re v ie n e la ley 11.723

C o p y rig h t de todas las e d ic io n e s en ca s te lla n o by E ditorial Paidós S A IC F Defensa 599, B uenos A ires E diciones Paidós Ib é rica S .A . M arian o C u b í 92 , B a rc e lo n a E dito rial P jid o s M c x ic a n a S A . C u a n a ju a io 202. M ix te o

IS B N 950-12-4060-6

A Pierre Marty "Pues yo fu i, durante u n tiem po, muchacho y doncella, árbol y pájaro, -y pez m udo en el m a r" E mpédocles

IN D IC E,

Introducción,

7

I. Cuerpo e identidad. Sobre un caso de despersonalízaciísn, II.

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Cuerpo y espacio.

E l espacio de lo extraño inquietante,

31

TJI. Cuerpo y tiempo.

Introducción a una teoría del tiempo,

43

IV.

V.

Cuerpo y palabra. psicótico, 61

Génesis de la palabra en un

Cuerpo y movimiento. Esbozo de una teoría psicoanalítica de la psicomotricidad, 73 E l nivel histórico, 73 El nivel clínico, 74 El nivel teórico, 75

V I. » V II.

Cuerpo y somatización. E l todo y las partes,

84

Cuerpo y narcisismo. Una teoría del rostro, Bibliografía, 133

105

niño

IN T R O D U C C IO N

A Hn de situar esta serie de indagaciones, tanto clínicas como teó­ ricas, que desarrollan y profundizan la experiencia del cuerpo en su doble referencia a lo real y a lo imaginario, es indispensable que nos remitamos, una vez más, al descubrimiento freudiano del in ­ consciente. Este descubrimiento se articula alrededor del concepto funda­ mental de los procesos primarios, de los que el sueño ofrece el ejemplo más notable: en el sueño, el funcionamiento mismo del in ­ consciente coincide con los principios a que está enteramente some­ tida la actividad onírica. A lo largo de toda la obra freudiana, desde La interpretación de los sueños hasta el Esquem a del psicoanáli­ sis, ésa es la conclusión que se mantiene inalterable. E n efecto, a pesar de las modificaciones teóricas sucesivas, en todas partes apa­ rece la misma afirm ación: por un lado, que "el desplazam iento y la condensación son las dos grandes operaciones a las que debemos esencialmente la forma de nuestros sueños 1”, y por el otro, que “estas dos particularidades d o s permiten definir el carácter del pro­ ceso prim ario atribuible al e llo 2". Sin embargo existe una evidente laguna, inseparable de la tarea heurística misma, que puede com­ probarse en el plano de la formulación inicial referente al sueño, a saber, que si la actividad onírica está concebida según el modelo de la alucinación, no está empero relacionada con la proyección. De manera que en L a iivterpretación de los sueños no aparece en nin­ 1 S. Freud, 1900, La interpretación de los sueños (traducción francesa, pájj. 226). S. Freud, 1940, Esquema del psicoanálisis (traducción francesa, pág. 3 2 ).

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guna parte el térm ino “proyección", n i siquiera en su acepción des­ criptiva lim itada.8 Pero se verifica un cambio de perspectiva, exigido por la lenta elaboración de la problemática subyacente, cuando en 1917 Freud se pone a considerar el sueño desde el punto de vista de la proyección: “U n sueño nos hace saber que ocurrió algo que tendía a perturbar el descanso del durmiente y nos permite com­ prender la manera en que fue posible apartar tal perturbación. Por fin, el durmiente soñó y puede continuar durmiendo; la reivindica­ ción interna que quería acapararlo quedó reemplazada por una ex­ periencia extema cuya reivindicación fue satisfecha. U n sueño es pues también una proyección, es la exteriorización de un proceso interno.” 4 ¿Q ué otra cosa quiere decir esto sino que los procesos prim arios son objeto de una proyección prim ordial cuyo campo se extiende más allá de su función defensiva para coincidir con lo im a­ ginario en si? Esta sola consideración nos autoriza a dar una respuesta diferente a la cuestión que Laean, identificando la condensación con la metáfora y el desplazamiento con la metonimia, formula en estos términos: "¿Q ué es lo que distingue estos dos mecanismos que obran en el trabajo del sueño ( T raum arbeit), en el que desempeñan un papel privilegiado, de su función homóloga en el discurso? N a d a .. . s'\ ¿Nada? Sin embargo, si el desplazamiento y la condensación son pro­ cesos primarios, son por definición inconscientes, siendo así que, a menos que caigamos en una petición de principio, la metáfora y la metonimia escapan a esta limitación: la metáfora y la metonimia pue­ den ser por igual conscientes o inconscientes. Esa es toda la diferencia que hay entre "L a lengua es una isla desconocida en la geografía de los sue­ ños" 0 y "M i alma es una extraña fábrica”.1 dos metáforas en las que, en virtud de una modificación radical de !a función perceptiva,a la imagen es a veces proyección y a veces ausencia de proyección. Proyección que mediatiza el cuerpo propio en cuanto esquema de representación cuyo poder de estructurar puede discernirse en cual­ quier terreno en que se formule la cuestión del origen de lo repre­ sentado: del cuerpo, del objeto y de las condiciones de la aparición 3 E n la traducción trance sa de 1967 se lee todavía en la pág. 226: "Pro­ cedí como hizo Oaitoti cuando elaboró sus imágenes genéricas (sus "retratos de fa m ilia '): jtrvyecfé la* d¡*s imágenes una sobre la o t r a . . . " Pero aquí se trata de una fantasía del traductor que felizmente desaparece mi las ediciones posteriores. 4 S. Freud, 1917, a, “A dición metapsicológica a la teoría de los sueños", G W , X, 444; SE, X IV , 222. La traducción es mía. s J. L atan , 1966. Bcrtts, páj>. 511. 0 R. Crevel, 1926, Mon corpaet moi, pát;. 114. 7 R . Roussel, 1932, L'ám e de Víctor H ugo, en NouveUes impresxioní d’A irique, pág. 123. 8 Sami-Ali, 1970, De la proiection , pág. 166.

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de éstos. De esta manera y poco a poco, a través de una interroga­ ción que evita encerrarse en sí misma, se perfilan los contornos de una epistemología analítica, la cual proclama que el sujeto es «nte todo una totalidad psicosomática.

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I C U E R P O E ID E N T ID A D S O B R E U N C A S O D E D E S P É R S O N A IJZ A C IO N

¿Q ué puede haber más evidente, pero también más misterioso, aten­ diendo a la génesis de la imagen del cuerpo, que tener un cuerpo sexualmente identificable? Es una génesis eminentemente incons­ ciente regida por una dialéctica pulsional cuyas posibilidades y lím i­ tes se sitúan en las zonas erógenas. U na persistente tensión, que se aminora en momentos privilegiados, la pone en movimiento, el cual resulta de un doble proceso de identificación y de proyección: ser uno mismo siendo lo otro y ser lo otro no siendo uno mismo. De manera que en primer término habremos de ocupamos del cuerpo libidinal sujeto a las metamorfosis, a fin de seguir, a la luz del a n á­ lisis de una “neurosis de despeYsonalización” (M . Bouvet, 1967, p á ­ gina 420), el proceso de cómo se pierde y se recupera la sensación de tener un cuerpo, *>

Hasta donde se remontan sus recuerdos, Inés está sujeta a crisis de angustia durante las cuales se manifiestan, entre otras cosas, “im ­ pulsos destructores", como el de lanzarse al vacío, el de darse muerte con u n cuchillo, etc. Actualmente su angustia nace del "im pulso d i’ la locura”, que consiste en el hecho de “no reconocerse a sí misma". Por debajo de esta angustia existe una angustia más antigua ligada con el temor de verse privada de su voluntad bajo la hipnosis y de ser dirigida desde el exterior como un autómata. C on todo eso, la angustia primordial penetrada de magia, en la que se reflejan ciertas creencias populares, se remonta a la primera infancia. Esa angustia tiene como tema el temor de perder la forma humana, en virtud de

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la posesión, para convertirse en un animal embrujado. La obsesión de la locura aparece por lo tanto como el último avatar de la angus­ tia permanente de despersonalización. Inés recuerda esta angustia desde su primera manifestación, en los albores de la pubertad. Tendida sobre la hierba, en el campo, y contemplando la inmensidad del cielo vacío, Inés se siente de pronto extraña a sí misma en un m undo extraño. Y desde el fondo de ese abismo en el que vacilan las cosas, surge una lancinante interroga­ ción: “¿Qué soy yo en relación a los demás?" Encuéntranse aquí condensadas fobias muy precoces que nada perdieron de su fuerza anterior y que se refieren a lo negro, a la oscuridad, a las alturas, a la tormenta, al rayo, a animales maléficos. Con estos últimos se rela­ ciona un recuerdo perturbador. U na tarde, en compañía de su padre y haciendo sus necesidades en el establo, Inés "ve” correr por la pared en dirección del granero "al anim al de los terrores": "Aquello era la aniquilación, la parálisis total del pensamiento y del movimiento." Angustia sin nombre cuyo objeto, indefinible, puede ser un zorro, una rata, un perro, un tejón o cualquier otro anim al de pelo. Si bien todas estas fobias remiten a la angustia de la muerte, el acento cae de nuevo en la despersonalización: “Lo angustioso del paso de la vida a la muerte es ese estado entre la razón y el desatino, en el cual uno cesa de ser uno mismo. UnQ.se domina todavía, pero ¿por cuánto tiempo;1" Desde el comienzo y en u n clima de indecible magia, Inés me comunica el fantasma que consiste en retorcerme el cuello como si yo fuera un pollo embrujado al que quisiera restituir la forma hum a­ na. Extremadamente sensible a los ruidos, así como a las menores entonaciones de mi voz, Inés manifiesta al mismo tiempo una impre­ sionante debilidad de la función de síntesis en el plano de la expe­ riencia perceptiva. Esta debilidad es pasajera, pero bien significativa: véase el primer ejemplo. Estoy fum ando y mientras hablo esbozo un movimiento ha­ cia el cenicero. Inmediatamente Inés percibe un "ir y venir" de m i voz, que le parece que existe por sí misma y que es capaz de moverse sola. La impresión de absurdo desaparee^ cuando por fin Inés con­ sigue coordinar con ulteriores movimientos corporales los desplaza­ mientos insólitos de la voz. Veamos otra rareza relacionada con la escena primitiva y pron­ tamente evocada en el análisis. A los ocho años, durante una noche de tormenta, Inés se refugia en el cuarto de los padres. Allí, conte­ niendo el aliento, oye cómo el padre escupe y la madre le ordena fríamente: "Date prisí*”. O b s e r v a Inés qu“ si*i di’dn s° trataba de "relaciones bucosexuales", que serían una fellatio y un cunniíingus al propio tiempo. Pero, ¿cómo podía entonces ^a madre hablar en el mismo momento;' En la hipótesis del coito normal, la escupida del padre sería también inexplicable. También lo es una penetración anal, cuya posibilidad considera por fin Inés. D e manera que, entre los diversos elementos que componen una escena primitiva, comple­

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tamente impregnada de oralidad, se descubre una discordancia que constituye el equivalente en la fantasía de la debilidad de síntesis en el plano de la percepción. E n una situación transferencial particularmente densa, Inés des­ pliega un gran dom inio intelectual. A toda costa quiere "estar en transferencia positiva" para asegurar “la buena marcha del trata­ miento". L a agresividad queda excluida, lo mismo que el "sexo" al que, según ironiza Inés, los analistas quieren reducirlo todo. Ella en cambio se esfuerza por transformar el análisis en una ‘lid lógica ’ en la que naturalmente saldrá vencedora. Tam bién, en sus fantasmas, se esfuerza tenazmente por desencamar al analista hasta el punto de imaginarlo como algo flotante y sin espesor. Desarrolla largamente la idea de que “la cabeza” es incompatible con el “sexo" y que es menester que uno u otro sea suprimido. Esto depende de la función del momento: en el amor, por ejemplo, “la cabeza debe desaparecer”. Entonces se manifiesta una contradicción entre el “arriba” y el "aba­ jo", que no pueden formar u n todo. Tal vez aquí vuelve a sustraerse a la síntesis inmediata algo más importante. “Com o si usted fuera de arcilla, yo lo creo y lo destruyo a mi gusto.'’ D e manera más que metafórica, en virtud de esta declara­ ción, Inés designa aquí lo que se manifestará como una constante relacional, como una confusión de lo real y lo imaginario. El objeto está demasiado cerca, demasiado presente, es demasiado invasor, y es ante todo tal proximidad lo que hay que conjurar. Una fluctuación de lo vivido corporalmente hace que los órga­ nos se relacionen sin cesar unos con otros, pero de un m odo muy singular; dice Inés; “Es necesario que el pene esté rodeado de un medio húmedo; lo mismo da que sea la boca o la vagina." Y llega a imaginar u n estado en el que estuviera lleno por delante y por detrás, puesto que “el ano es un vacío que reclama ser llenado”; y respecto de una masturbación practicada con ayuda de un objeto metálico dice: “E l contacto del metal es desagradable; rechina como un ruido molesto al oído.” Notable labilidad que, de la simbolización recíproca de los ór­ ganos, pasa a abarcar todo el espacio corporal. E l arriba y el abajo, para tomar sólo un ejemplo, se intercambian con toda facilidad. Por eso el deseo de penetración vaginal se localiza en otra', partes: “Uno siente dolor en el hueco del vientre; es el sufrimiento de la sed." Y: “Tengo mierda dentro de la cabeza." De manera que como consecuencia de la asimilación de todos los orificios del cuer­ po con la boca, se hacen intercambiables órganos y dimensiones corporales, según la tensión del momento. La situación edípica, íntim am ente ligada a la escena primitiva y a la dinám ica de la transferencia, se concreta bruscamente como consecuencia de un incidente ínfimo. Basta un ligero ruido de ro­ zamiento para que todo se tambalee. Dice Inés: “M e dan ganas de gritarle a usted que se detenga y a la vez que continúe. Todo

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es confuso; deseo y tengo miedo. El menor ruido que usted hace me liega derechamente al vientre. Estoy en ascuas.” De ahora en más la ausencia de indicios visuales es decisiva: "Oigo cómo usted hace el amor con una mujer. Reina el mismo clima turbador que sentí en el cuarto de mis padres. Y yo no pue­ do permanecer indiferente. M e dan ganas de ser la m u je r ... de ocupar el lugar de m i madre; es terrible pensarlo.” Sin embargo un fantasma, libremente vivido, viene a cumplir ese deseo hasta el momento en que, turbada por mi mirada, Inés se interrumpe. De pronto cambian los papeles: de pareja parental que la niña o b ­ serva, el analista se convierte en el hijo que observa a la pareja pa­ rental. Ahora bien, el hecho de que el repertorio simbólico sea tan lábil como el sentido corporal atestigua suficientemente la natura­ leza ilusoria de esta m ultiplicidad Ilusoria, es decir, narcisista. pues Inés es todos los personajes a los cuales ella se proyecta. Un sueño lo pone de manifiesto. Provista de un pene del ta­ maño del de un toro, Inés hace el amor con una mujer sin que la moleste la presencia de una niñita. Experimenta un placer próximo al orgasmo, que la despierta. L a soñante es aquí simultáneamente el padre que posee el pene, la hija que mira y la madre que goza. Pero la identificación m últiple no se reduce a un juego retrospec­ tivo de mimetismo: como proceso prim ario, la identificación abarca el campo entero de los fenómenos de despersonalización y atesti­ gua la incom patibilidad radical de los modelos formadores, como si en el origen existiera una falla que disimula mal la exacerbación identificatoria. E n el fondo de ésta, se halla la incertidumbre de lo que uno es, la incertidumbre de lo que uno es dentro de su pro­ pio cuerpo. 1 Hay pues una relación entre despersonalización y desconcierto identificatorio en la escena primitiva. Desconcierto y desasosiego que no afectan sólo los límites del yo, sino que alcanzan también al cuerpo en su identidad misma. En efecto, en la despersonaliza­ ción el cuerpo se convierte en el lugar en que se desarrolla la es­ cena primitiva. Sin esta circunstancia, la identificación múltiple culminaría en extravío de la identidad personal, equivalente histé­ rico de la despersonalización. En una sala débilmente ilum inada y frente a un auditorio que ella no distingue muy bien. Inés debe leer un informe. Apenas co­ mienza a hacerlo ya siente “el impulso” de no poder continuar. Se 1 La identificación m últiple, poniendo por ol>ra una notable condensa­ ción, hace que el cuerpo, liberado de las coordenadas racionales del espacio, aparezca corno imagen monstruosa. Especialmente en un sueño