Colección de documentos para la historia de Costa Rica [III]

Table of contents :
Binder11
24 Documentos para la Historia de Costa Rica III
25 Doucmentos para la Historia de Costa Rica III
26 Documetos para la Historia de Costa Rica III
27 Documentos para la Historia de Costa Rica III
28 Documentos para la Historia de Costa Rica III
29 Documentos para la Historia de Costa Rica III
30 Documentos para la Historia de Costa Rica III
31 Documentos para la Historia de Costa Rica III
32 Documentos para la Historia de Costa Rica III
33 Documentos para la Historia de Costa Rica III
34 Documentos para la Historia de Costa Rica III
35 Docmuentos para la Historia de Costa Rica III
36 Documentos para la Historia de Costa Rica III

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DOCUMENTOS PARA LA

HISTORIA DE COSrrA-RICA. l.

UOLECCIÓN DE

DOOUMENTOS PARA LA

11ISTORIA DE GOSTA-RICA publicados

por el

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TOMO 111. I

San José de Costa-Rica.

Imprenta

Nacional.

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PROLOGO. En el apéndice de un interesante libro titulado" CostaRica, Nicaragua y Panamá. Su Histona y sus Límites. Documentos inéditos. Siglo XVI", que en estos momentos está publicando mi ilustrado compatriota señor Manuel M, Peralta, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de la república de Costa-Rica cerca de varias córtes de Europa, y encargado especialmente de recoger los documentos que han de servir para la defensa de Costa-Rica en la cuestión de límites con los Estados-Unidos de Colombia, se encuentran unas pocas notas en que, por vía de represalias, me acusa de haber incurrido en ocho errores geográficos é históricos en mi nota (1, (Documentos para la Historia dc Costa-Rica, tomo I, p. 152), que contiene una crítica sobre se)' el señor Peralta repetidor, ya que no inventor, de la fábula que Cristóbal Colón fué quien dió á nuestra patria el nombre que hoy tiene, sobre ciertas biografías de pura imaginación y de notable fantasía que él ha escrito, y acerca del uso de la partícula de que últimamente ha interpolado entre su nombre de bautismo y el nombre de familia que lleva, .

No hay duda que el seiior Peralta se cree infalible, puesto que no quiere confesar su error, á pesar de ser tan craso como evidente; y, apelando á un expediente que me hace recordar los buenos tiempos de mi pril'1era maestra de escuela, ha puesto en tortura su magín y devanádose los sesos para presentar pruebas, no dp que Colón fuera el auto)' del nombre Costa-Rica, sino de que Diego Gutiérrcz tampoco lo fué, como lo dije yo, apoyado en la autoridad del historiador Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés.

-IIConsta muy claramente en el prólogo de mi obra, cuales son los documentos que he tenido IÍ. la vista para escribir mis mal condimeutadas anotaciones históricas, y qué archivos he consultado. A esto se limita mi responsabilidad. El mismo señor Peralta convendrá-si la ira no lo ofusca-en que, conforme á aquellos documentos, la primera mención que se hace de la palabra Costa-Rica es la de Fernández de Oviedo (Historia General y Natural de las Indias, lib. XXX, cap. II),autoridad seguida también por don José Milla (Historia de la América Central, tomo I, p. 19); Y nadie-á no estar insano-podrá culparme de inexactitud histórica por no haber conocido documentos recientemente descubiertos y dados á luz por el mismo señor Peralta, sacados de un archivo que hasta ahora no me ha sido posible visitar. El señor Peralta inserta una real provisión del presidente de la real audiencia de Panamá, fechada el 17 de diciembre de 1539 (Apéndices, p. 747), en que se dice la 171-0"vincia de Costa-Rica, y una real cédula de 14 de mayo de 1542, en que se le~ la costa rica (Costa-Rica, Nicaraqua y Panamá, p. 128). A esto nada tengo que contestar por hoy; me reservo para cuando me sea posible estudiar personalmente aquellos archivos; y espero que el señor Peralta no perderá mucho por aguardar. Mientras tanto, el señor Peralta llevará en a mor de Dios que me atreva á dirigirle una sola pregunta: & con esos documentos ha probado D. que fué Cristóbal Colón quien dió el nombre de Costa-Rica á nuestra patria~-No; y disimule "que conteste yo por D., porque lo conozco y sé que es U11 tanta reacio para hacer semejantes confesiones. Pero si bien el señor Peralta no logró demostrar lo que le correspondía, consiguió, en cambio y como compensación, probar que tampoco yo había acertado. Si esto satisface al señor Peralta, en hora buena y provecho le haga. Culparme de haber incurrrido en error, equivaldría á hacerme caI'gos por no ser brujo ni adivino; que así, y solamente así, haJ~'ía podido conocer documentos sepultados en los archivos de España y que hasta ahora los saca á luz el mismo señor Peralta. Sea como se quiera, lo que yo critiqué al señor Peralta fué la aserción de que el nombre Costa-Rica hubiera sido dado por Colón. Probado que no es cierto, la cuestión de si fué el doctor Robles, presidente de la

-IIIaudiencia de Panamá, su yerno Hernán Sánchez de Badajoz, ó Diego G utiérrez, si algo justificara sería precisamente la exactitud y oportunidad de mi crítica, pero de ninguna manera las pretensiones históricas del señor Peralta. ó

Mi estimado compatriota (Apéndices, p. 722) parece cebarse con particular rencor en mis notas j (tomo 1, p. 133) .Yz (tomo II, p. 72) que hablan de la fecha de la fundación y de la si tu ación geográfica de la villa de Bruselas; .Y sacando á la palestra á Carlos-Quinto á la vanguardia, Herrera, Nicoya y Chira en el centro, con Carlos el Temerario á la retaguardia, probablemente para que le cubra las espaldas en caso de retirada, declara que, á pesar de mi vasta erudición, lo que yo digo no pasa de un chistoso pasatiempo, y que todo se reduce á un lapSJIS y:í, un mito, devolviéndome la palabra que yo empleé para calificar sus aserciones históricas y sus fantásticas biografías. En cuanto á la fecha, no he hecho otra cósa que, entre los historiadores Herrera y J uarros, adoptar la opinión del último (Compendio de la Historia de Guatemala, tomo II, p. 183), por cuyos errores el señor Peralta '(Apéndices, p. 738) muestra tanto respeto y hace gala de una sensibilid~d y compasión tan delicadas cuando soy yo quien los corr']ge. Por lo que hace ú la situación geográfica de la villa de Bruselas, que el historiador Antonio de Herrera (Descripción de las Islas y Tierra-Firme del mar Océano, tumo 1, cap. XIII, p. 28 Y 29) coloca "en el Estrecho-Dudoso, en el asiento de Uritina, y por una parte tenía la mar, por otra los llanos y por la tercera la sierra de las minas", el señor Peralta me permitirá que fijemos antes y con precisión el verdadero lugar de Orotina. La relación del viaje de Gil González de Á vila, fechada en 152:2 (Doc. ined. del Arch, de Indias, ton.o XIV, p. 20), después del cacique Huetara, cita al cacique Chorotega, en seguida al cacique Gurutina (Orotina), tí continuación al cacique Chomi (Chomes) y después al cacique Pocosi que "está de Gurutina 4 leguas que airaoiesa el golfo de Sant Lúcar pOr mar". La misma relación dice: "Al derredor del golfo de á



-IVSant Lúcar se anduoieron doce leguas por el asiento de los caciques Aooncari (Abangares) y Cotori (?), hasta volver á la provincia de Guruiino", He logrado identificar el lugar llamado Chorotega con el valle dc Landecho que se extiende entre los ríos Grande y Barranca, como puede verse en mis notas f (p. 93), 5 (p. 95), 6 (p. 96), 30 (p. 107), del tomo 1, ~ (p. 12) Y a (p. 22) del tomo II. El nombre del lugar que ocupaban los indios Chomes, lo conservan todavía las "salinas de Chomes" y el río llamado Guasimal, que en algunos mapas está designado aun con el nombre de río de Chomes (nota a, tomo 1, p. 152). De modo que, según la relación citada, la provincia de Orotina debía estar situada precisamente entre los ríos Barranca y Guasimal. El historiador Fernández de Oviedo, que también visitó personalmente el golfo de Nicoya y levantó el primer mapa que de él se conoce hasta ahora, coloca en su carta á los indios de Corobicí casi al Norte de la isla de Chira, y á los indios 'I'omi (Chomes) al Norte de la isla de Chara (San Lúcas}, dejando entre ambos á los indios de Orotina, frente á la isla Cachea (Cavallo); si bien es cierto que en el texto no menciona á Chomes, "cn frente de la isla Cachea está la gente é prooincia de Orotina, é más al Este está la gente procincia de Choroicqo" (tomo 1, p. ] 06 Y 107). Según €l mapa de Oviedo, Orotina está al Oeste de Chomes; según la relación del viaje de Gil González, Orotina queda al E,;te de Chomcs. Notable variante; pero, de cualquier modo, 0rotina estaba situada en la costa setentrional del golfo de Nicova. H;sta aquí parece que vamos muy de acuerdo con el señor Peralta; resta sólo saber si la Orotina de que habla Herrera, en que fué fundada la. villa de Bruselas, es la misma Orotina á que se refiere la relación del viaje de Gil González y la historia de Oviedo. Y 110 es que hubiera dos Orotinas, sino que, como lo dije en mi nota 29 (tomo 1, p. 1 O':"), ~'esta pglabra Orotina parece más bien ser el nombre qenérico de todos los Choroteqanos que ocupaban la peninsula de Nicoya, costas islas del golfo, y no el nombre especial de un pueblo ó provincia: así piensa Frabcl (Á travers l' Amérique) refiriéndose á SqUiC1' La palabra Orotina, á pesar de ser, á l1Ú juicio, una palabra genérica que comprendía á todos los Choroicqanos de Nicoya y Costa-Rica, desapaé

é

--Vreciópresto; y pocos años después solamente se empleaban los nombres de los caciques para designar los diferentes pueblos de indios". Mi opinión se funda en la acepción lata que los historiadores primitivos de Indias han dado á la palabra Orotina, especialmente cuando enumeran las lenguas que se hablaban en Nicaragua (nota g, tomo I, p. 122). Herrera (Déc. III.' lib. IV, cap. VII) cita como lenguas de Nicaragua, la Coribieí "que la hablan mucho en Choluteca, que es la natural y antigua", la Chondal, la Orotina y la Mexicana". Gonzalo Fernández de Oviedo (Historia, lib. LXII, cap. I) enumera las lenguas de Nicaragua como sigue: la de Nicaragua, que es la misma Mexicana, la de Chorotega, la de Chondales, la del golfo de Orotina y otras. El mismo (tomo I, p. 119) añade: "y estos indios (de Nicoya) é otros muchos son, como es dicho, de la lengua de Chorotega é los de las islas del golfo de Orotina é Nicaragua, que están allí cerca". Franciacisco López de Gómara (Historia de las Indias, cap. CCVI) cuenta como lenguas de Nicaragua, la Coribicí "que loan mucho", la Chorotega "que es la natural y antigua", la Chondal que "es grosero y serrano", y la Orotina "que dicen Mama por lo que nosotros Mexicano, que es principal". No creo por demás hacer notar que la Chorotega á que aluden estos tres historiadores no es la Chorotega costa-rícense que estaba situada en el valle de Landecho, sino la Chorotega de Nicaragua y Honduras. Gómara (cap. CCV) al describir las costumbres de los Choroteganos de Nicaragua (nota g, tomo I, p. 122), se sirve solamente de la palabra Orotina; de modo que para aquel historiador Choroteganos y Orotinanos eran sinónimos. 0viedo (tomo I, p. 101 Y 102), al hablar del golfo de Nicoya, dice: "golfo de San Lúcar, que otros llaman golfo de Nicaraqua (é otros le dicen golfo de Orotina é otros golfo de los Güetares), é cualquiera de estos dos nombres postreros es su nombre propio". Después de levantada su carta del