Canon Sociologico

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que explican los fenómenos de la naturaleza. Este estadio es concebido como una situación de tran­ sición hacia el estadio científico o positivo en el que el individuo busca, «con el uso bien combinado del razonamiento y de la obser­ vación», las leyes que gobiernan los fenómenos. El estadio positivo es para Comte el punto hacia el que se dirige la sociedad gobernada 5 Esta perspectiva, junto a su apuesta por una fonna de gobierno de élites ilus­ tradas, ha llevado a algunos autores (Marcuse, 1954; Marsal, 1980; Seidman, 1994) a considerar a Comte un autor conservador en el sentido de que defiende la reconstrucción del orden social subvertido por la Revolución Francesa. En palabras de Marsal (1980:8), «Comte es un pensador que representa a la sociología de la bur­ guesía en su período defensivo, no en su período revolucionario innovador y de as­ censo que habría correspondido al pensamiento social de la Ilustración en lucha contra el gobiemo feudal y la alianza del trono y el altar [...] El objetivo principal de la obra comtiana es la reconstrucción del orden destruido por la gran escoba de la Revolución Francesa». 6 Para una reflexión y sumario de la obra de Comte véanse los trabajos de Manuel (1968:249-329), Marcuse (1954:340-360), Aron (1989:73-143) y Coser (1977:341). 7 Comte elabora su teoría de los tres estadios en su Prospectus des travaux scientifiques nécessaires pour réorganiser la Société, publicado en 1822 en un volumen conjunto con Saint-Simon.

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por la inteligencia humana (Comte, 1981:41). Este estadio se carac­ teriza por el uso de la filosofía positiva como m~todo para conocer la realidad tanto física como social. . En una publicación anterior, sus Opuscules (1820), se encuentra un paralelismo de esta ley pero aplicada a la evolución de la sociedad. Ello indica, como defiende Seidman (1994:30), que en el pensa­ miento de Comte los cambios en las instituciones políticas y sociales están correlacionados con una cielta evolución cultural que se con­ creta en los diferentes métodos de conocer. Comte observa que en su época está ocurriendo un fenómeno clave: un tipo de sociedad que él denomina «teológica» deja paso a otra que denomina «científica e industrial». La primera se caracteriza por ser predominantemente militar y por adquirir conocimientos a través del método teleológico característico de la tradición cristiana. La segunda se caracteriza por una nueva organización del trabajo (industrial) y de la actividad eco­ nómica y por una forma de pensar científica (positiva). Según Comte, en la sociedad industrial los científicos sustituyen a los clérigos como los baluartes de los fundamentos morales de la sociedad, mientras que los industriales sustituyen a los militares ya que la actividad humana se fundamenta menos en la guerra y más en el intento de dominar a la naturaleza. Científicos e industriales están destinados a convertirse en los nuevos rectores de la socie­ dad s. A Comte se le considera un precursor de la idea de meritocracia en la medida en que en su Systeme de politíque posi­ tíve (1851-1854) sostiene que los líderes de la sociedad positiva deberían ser aquéllos más capacitados y convierte la capacitación en una función de la posesión de conocimiento científico y de lide­ razgo industriaL Mientras en la sociedad teológica la posición de individuos en la estructura social depende de su edad o de su nacimiento, en la sociedad industrial depende del mérito. Comte tiene una confianza desmesurada en la filosofía positivista como método de conocimiento de las leyes que gobiernan la transfor­ mación de la sociedad. Comte hereda su concepción positivista de

8 Esta postura le valió el ataque de su admirador en Gran Bretaña John Stuart Mili. En su Auguste Comte and positivism, Mili alaba el planteamiento positivista de Comte aplicado a las ciencias sociales y lo acepta como una derivación natural de las aportaciones al método científico de Newton y filosófico de Hume. Sin embargo le critica su concepción de la sociología como una especie de religión nueva porque su­ pone establecer una «jerarquía religiosa» redimidora de los problemas de la socie­ dad. En este aspecto se observa la influencia de Saint-Simon.

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David Hume y de Roger Bacon, a quien menciona varias veces en su curso de filosofía positiva. El positivismo se basa en la premisa de que la teología y la metafísica son modos imperfectos de conocimiento y que el saber tiene que basarse en el estudio empírico de los fenómenos naturales, sus propiedades y sus relaciones. Para Comte, la filosofía positiva tiene que «considerar todos los fenómenos como sujetos a leyes naturales invariables, cuyo descubrimiento preciso y la posterior reducción al menor número posible constituyen la finalidad de nues­ tros esfuerzos» (Comte, 1981:43). El objetivo del método positivo es, pues, descubrir estas leyes, una de las cuales es la de los tres estadios. Su filosofía positivista influyó notablemente en John Stuart MilI (1806-1873), quien en su A System 01 Logic (1843) intenta formular la lógica de la explicación en las ciencias humanas (inclu­ yendo la sociología, un término que acepta de Comte) basándola en la explicación causal al estilo de Hume en la filosofía o de Newton en las ciencias físicas. IV. SOCIEDAD Y SOCIOLOGÍA Comte hereda de Saint-Simon una cierta preocupación por la necesidad de una ciencia social unificadora que explique la organi­ zación de la sociedad, los fenómenos sociales, y que sirva de guía para la planificación social del futuro. Comte está convencido de la superioridad del método positivo, pero hace depender su triunfo (y el subsiguiente orden social) de la existencia de esta ciencia unifi­ cada. Sólo cuando la ciencia positiva se constituya en un «cuerpo de doctrina homogénea [ ... ] el triunfo de la filosofía positiva se reali­ zará espontáneamente y se restablecerá el orden en la sociedad» (Comte, 1981:68). Para Comte la sociología se convierte en una especie de religión nueva que ofrecerá nuevos valores a la sociedad sobre la que se asentará un nuevo orden estable9• De acuerdo con 9 N(ítese que, tal como pone de relieve Aron (1989:95-96), Comte participa de una visión unitaria de la sociedad industrial que se contradice con la situación real (convulsión social) que vive. De hecho, Comte asigna a la ciencia un papel re­ dentor que traerá unidad a la sociedad: «[... ] el desorden de las inteligencias en que nos encontramos se debe, en último análisis, al empleo simultáneo de las tres filo­ sofías radicalmente incompatibles: la filosofía teológica, la filosofía metafísica y la filosofía Resulta evidente que si una cualquiera de estas tres filosofías ob­ tuviera una preponderancia universal y completa, habría un orden social determi­ nado, mientras que el mal consiste en la ausencia de una verdadera organización» (Comte, 1981:67).

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Marcuse (1954:346),:la sociología positiva de Comte tenía la misión de llevar a cah'o una renovación moral que fortaleciera ~l i orden social. De esta manera, «la reorganización política de la sociedad se podría conseguir sólo después de que se hubieran sen­ tado las bases espirituales promovidas por una reorganización del conocimiento» (Hayek, 1952: 168). ¿Qué hace falta para que tal tarea se desarrolle con éxito? Com­ te da un vistazo a los fenómenos naturales que le rodean (astronómicos, físicos, químicos y fisiológicos) y llega a la conclu­ sión de que «se observa una laguna esencial rebtiva a los fenómenos sociales [...] Ésta es la única aunque grande laguna que hay que rellenar para acabar de constituir la filosofía positiva» (Comte, 1981:47-48). A la disciplina que se ocupa de los fenóme­ nos sociales le llama inicialmente f{sica social, al,lnque posteriormente la rebautizará con el nombre de «sociología». ~om­ te entiende que la sociología es una disciplina nueva que se ocupa de los fenómenos que afectan más directamente a las personas y que depende de las otras cinco ciencias que constituyen la filosofía positiva: matemáticas, astronomía, física, química y fisiología (Comte, 1981:100-101). Comte concibe el edificio de las ciencias como una sucesión de disciplinas según su nivel de abstracción, complejidad, especialización y proximidad a los humanos. De esta manera, su física social concluye la serie de sucesiones y está equi­ pada para sintetizar el conocimiento humano y, por tanto, guiar la reconstrucción social. Para Comte la sociología tiene dos áreas de estudio que trata tanto en su Cours de philosophie positive como en el Systeme de politique positive, especialmente en este segundo. Por un lado, la estática social, o el análisis de las fuerzas que mantienen a la socie­ dad cohesionada. La estática social se dedica al estudio de la estructura de una sociedad y de tos factores que contribuyen a generar consenso social. El problema de Comte es cómo explicar el orden social en una sociedad industrial en convulsión que promue­ ve valores individualistas. Comte resalta la existencia de tres factores que contribuyen al orden. La familia, que provee el medio moral en el que se desarrolla el individuo y en el que los papeles familiares quedan claramente divididos en la esfera masculina (autoridad) y femenina (sensibilidad); la religión, que provee un código moral y fortalece los lazos sociales y la lealtad a las institu­ ciones políticas; y el gobierno, cuyas acciones tienen como objetivo mantener el orden.

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Por otro lado, la dinámica social, o el estudio del cambio social y de sus causas. La dinámica social se dedica al análisis de los estadios sucesivos por los que pasa una sociedad, que para Comte son los mismos independientemente del tipo de sociedad, ya que la naturaleza humana es la misma en todos los lados. Comte entiende que el cambio social (el progreso) es lineal y se dirige hacia un mis­ mo punto, aunque a diferentes velocidades. Este punto es la sociedad positiva, tal como se vio en la discusión de su ley de los tres estadios. Sin embargo, Comte participa de una visión unitaris­ ta de la sociedad industrial que no se contrapone con su percepción de la división de funciones. La división del trabajo asigna funciones diversas a individuos diferentes, pero la característica de la sociedad positiva es la cooperación entre estos individuos.

4. EL ORGANICISMO DE SPENCER 1. INTRODUCCIÓN Comte ejerció una cierta influencia en el pensamiento de Her­ bert Spencer (1820-1903)1. Aunque no es un autor principal de lo que se puede considerar un canon sociológico, la influencia de las ideas de Spencer le hace merecedor de un análisis somero. Es nota­ ble que Raymond Aron no lo considera un autor del canon y que el mismo Parsons ignora bastantes de sus contribuciones. Es también notorio que el propio Durkheim (1973a:44) escribió en 1898 que el aparato filosófico de Spencer «está normalmente tan empobrecido que difícilmente puede reclamar ya ningún seguidoI'». Sin embargo, Spencer pasó a los primeros sociólogos estadounidenses. Spencer gozó del éxito académico que nunca tuvo en su vida social. Este reconocimiento adquiere más valor si se tiene en cuen­ ta que Spencer nunca estudió en la universidad (de hecho no siguió estudios reglados) ni fue profesor de ninguna. Sin embargo, algunas de sus publicaciones se convirtieron en libros de texto en Oxford y en Yale. Una buena parte de sus obras fue posible gracias a las subscripciones populares que organizaron algunos de sus discípulos y admiradores, que eran numerosos aunque él solía rehuir su com- . pañía a excepción de algunos íntimos. Al parecer, una educación familiar estricta, un carácter huraño, un estilo de vida frugal y algunos problemas relacionados con su salud mental le condujeron a una vida social escasa.

La influencia de Comte en Spencer es innegable y tiene una doble vía. Origi­ nariamente, a través de la obra de Jolm Stuart Mill, quien tenía contacto directo con Comte y era su benefactor. Posteriormente, de una forma directa a través de la lec­ tura de las obras de Comte. No obstante, Spencer se ocupó de delimitar las dife­ rencias respecto de Comte en su ensayo publicado en 1864 y titulado Razones para disentir de la filosofía del señor Comte. Sin embargo, Spencer acepta la ter­ minología comtiana en lo que respecta al nombre de la disciplina, al igual que hizo Stuart MilI. .

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Sin embargo, su actividad intelectual era bastante rica. Spen­ cer participó en debates públicos de la época a través de la prensa. Formó parte del equipo editorial del diario Economist de Londres tras trabajar en los ferrocarriles británicos, probar suer­ te como inventor y pensar en emigrar a Nueva Zelanda. Una herencia de un tío clérigo le permite dedicarse a escribir inde­ pendientemente, aunque esta actividad peligra años más tarde cuando su fortuna mengua. Aparecen entonces las suscripcio­ nes populares en Gran Bretaña y los Estados Unidos que le permiten continuar escribiendo sin enfrentar pérdidas económi­ cas. La herencia de su padre hará que el fantasma de la inestabilidad económica desaparezca para siempre. Quizá por este motivo, dedicado sólo a la escritura (aunque no de manera intensa por sus problemas psicológicos y físicos -padecía insomnio-), sin familia, y sin mucha vida social, Spencer fue un autor prolífico. Spencer murió con bastante prestigio intelectual en la sociedad victoriana. En The Synthetic Philosophy, Spencer desarrolló sus ideas acer­ ca de los principios que gobiernan la biología, la psicología, la moral y la sociología. El conjunto de su pensamiento transpira una elevada confianza en la ciencia para fomentar el progreso y el indi­ vidualismo, algo que él considera como un aspecto positivo de las sociedades modernas (industriales). De hecho, esta perspectiva la deja clara en su The Proper Sphere of Government (1843), una obra temprana, cuando defiende la tesis de que los gobieI1RYs deben apoyar los derechos naturales de los individuos y que cuando los gobiernos intentan interferir en este área individual, perjudican gravemente a la sociedad.Spencer era un liberal radical que abo­ gaba por poner en práctica los principios del laisez-faire, laissez-passer, incluyendo la eliminación de la regulación en las empresas, el mercado o la educación. Aunque sus ideas sociales aparecen originariamente en su Social Statics (1851)2 y en su Descriptive Sociology (1873), es realmente en su The Principies ofSociology (1896) donde Spencer desarrolla sus ideas sociológicas. Spencer entiende que las socie­ dades son como organismos cuya evolución responde a una 2 Este título está inspirado en Comte pero, según Ayala (1984:86), Spencer no lo toma directamente de Comte, con cuya obra no estaba familiarizado por aquel en­ tonces, sino de John Stuart Mili, quien era un admirador de Cornte y utiliza el con­ cepto de social statics en su Principies 01 Political Economy (1848).

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creciente diferenciación interna a través de la división del trabajo. La consecuencia de esta transformación progresiva es una impor­ tancia creciente del individuo frente al grupo. II. ÓRGANOS y SOCIEDADES Fuertemente influenciado por sus conocimientos en biología, Spencer realiza una analogía entre los organismos animales y las sociedades. De ahí que su sociología también se llame organicismo3• Spencer (1910: 437) concibe la sociología como una ciencia cuyo objetivo es dar cuenta de los fenómenos que resultan de las acciones combinadas de las unidades sociales (individuos). Estos fenómenos abarcan desde la emergencia y desarrollo de la organización política reguladora (el Estado), a la evolución y función de las iglesias (y su relación con el carácter de la gente), y la regulación de las restric­ ciones que las personas se imponen en sus acciones diarias (saludos, participación en rituales, interacciones) (Spencer, 1910: 438-439). Estos fenómenos son el resultado de la existencia de la sociedad y ck; la vida en común de las personas. Ahora bien, para el autor, una sociedad es un organismo similar a un animal o una planta. Spencer (1910:462) resume claramente la 'llaturaleza orgánica de la sociedad de la manera siguiente: la sociedad «experimenta un crecimiento continuo. A medida que crece, sus partes se diferencian: exhibe un aumento de la estructura. Las partes diferenciadas asumen simultáneamente actividades de tipo diferente. Estas actividades no son sólo simplemente diferentes, sino que sus diferencias están tan relacionadas que hacen que sean mutuamente posibles. La ayuda recíproca que se dan genera la dependencia mutua de las partes. Y las partes que dependen mutuamente, viviendo de y para las otras, forman un agregado que se constituye en base al mismo principio general de los organismos individuales». El agregado social, pues, tiene no sólo partes interdependientes (como el hígado y la sangre en los organismos animales), sino que cada una realiza funciones dife­ rentes que permiten que el organismo viva.· Tanto en los organismos individuales como en los sociales Spen­ cer (1910:498-549) localiza sistemas de funcionamiento (partes con funciones) similares. El sistema regulador se encarga del funciona­

3 Sobre la vida y la obra de Spencer se puede consultar el trabajo de Coser (1977:89-127).

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miento de la sociedad (el sistema nervioso en los animales y el gobierno en las sociedades); el sistema distributivo se encarga de lle­ var a las distintas partes del organismo la materia prima para su subsistencia (arterias y venas en los animales y medios de transpor­ te y comunicación --carreteras, telégrafos- en las sociedades); el sistema de sustento es 10 que permite que el organismo funcione (la alimentación en el caso de los organismos animales y la industria en los organismos sociales). Sin embargo, Spencer también puso límites a su analogía orga­ nicista. Mientras en los organismos animales las partes constitutivas (nervios, arterias, etc.) están estrechamente en contacto, «las unida­ des vivas [que componen la sociedad humana, es decir, las personas] son libres, no están en contacto, y están más o menos dispersas» (Spencer, 1910: 457). La sociedad, un organismo compuesto por individuos, se diferencia de los organismos animales en que en éstos «la conciencia se concentra en una parte pequeña del agrega­ do» mientras que en los organismos sociales la conciencia «está esparcida por el agregado: todas las unidades poseen la capacidad de ser feliz o miserable, si no en el mismo grado, sí en grados que son similares» (Spencer, 1910: 461). No es la sociedad la que púede ser . más o menos feliz, sino los individuos, por 10 que el bienestar social no es un objetivo por el que las personas deban preocuparse. Antes bien, dirá Spencer (1910:461-462) haciendo emerger su talante indi­ vidualista, «la sociedad existe para el beneficio de sus miembros, no sus miembros para el beneficio de la s o c i e d a d » . - ­

III. EVOLUCIÓN SOCIAL Para Spencer la sociedad es un organismo que evoluciona pasando por diferentes fases. En esta faceta de su obra se observa la tremenda influencia de su formación en las ciencias naturales, especialmente la biología. De hecho, Spencer avanza antes que Darwin la noción de la evolución de las especies, aunque le dife­ rencia de éste que para Spencer la evolución es el resultado de la herencia de características adquiridas por los individuos de una especie4• Esta idea evolutiva impregna su pensamiento sociaL Por

4 Darwin consideraba que la evolución de las especies se debe a un proceso de selección naturaL Posterionnente Spencer acepta esta teoría y acuña la frase de «su­ pervivencia del mejor dotado» en su PrincipIes 01 Biology (1864).

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ejemplo, en su Social Statics,; Spencer defiende que la evolución social es el producto de la creciente división del trabajo que se observa en la historia de la humanidad. \las sociedades actuales (complejas, industriales) proceden de hordas indiferenciadas y sim­ ples, de sociedades pequeñas que han ido creciendo por agregación y de forma orgánica (o endogámica). La evolución de la sociedad provoca una mayor heterogeneidad ejemplificado en la compara­ ción entre la tribu y la nación moderna: «[las sociedades emergen] desde la tribu simple, similar en todas sus partes, a la nación civili­ zada, llena de disimilitudes estructurales y funcionales» (Spencer, 1910: 596). Parejo a este proceso de complejización y evolución se encuentra el de individualización. La evolución hacia sociedades complejas se caracteriza por darle al individuo un papel más pro­ minente en oposición al grupo. Pero esto no implica que deje de haber cooperación. Spencer (1910: 459-460) reconoce que al hacer­ se más heterogéneas las sociedades, el tipo de cooperación que se establece entre los individuos se desarrolla de manera diferente. No se puede basar en el contacto físico, sino que se realiza a través del lenguage tanto emocional corno intelectual (hablado y escrito). Sólo a través del lenguaje, dice Spencer, las personas pueden desa­ ,rrollar actividades en las que dependen unas de otras. Para Spencer, al igual que para Comte, las sociedades se pueden clasificar fundamentalmente en militares y en industriales. Las socie­ dades militares suelen ser más primitivas que las industriales (Spencer, 1910:595-596)5. En las primeras, la cooperación que garantiza la cohesión social se genera a través de la fuerza (es impuesta), mientras que en las segundas la cooperación es espontá­ nea y voluntaria. El tipo de sociedad militar se caracteriza por una forma de gobierno despótica y orientada,a la guerra en la que los individuos se encuentran controlados por un poder central. Por con­ 5 Esta premisa de Spencer fue criticadJ directamente por Ortega y Gasset en su España invertebrada (1922). Si Spencer dice que el espíritu industrial supone un progreso respecto del espíritu guerrero que inspira las sociedades militares, Ortega indica que tal disposición temporal es falsa, ya que «la ética industrial [.,.] es moral y vitalmente inferior a la ética del guerrero. Gobierna a la industria el prin­ cipio de la utilidad, en tanto que los ejércitos nacen del entusiasmo. En la colecti­ vidad industrial se asocian los hombres mediante contratos [ ...] al paso que en la colectividad guerrera quedan los hombres integralmente solidarizados por el honor y la fidelidad, dos normas sublimes. [ ... ] En fin, aquello que ambos tienen en co­ mún, la disciplina, ha sido primero inventado por el espíritu guerrero y merced a su pedagogía injertado en el hombre» (Ortega y Gasset, 1998:35),

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tra, el tipo de sociedad industrial se rige por una forma de gobierno basada en el contrato y se caracteriza por la existencia de un poder central representativo y por existir limitaciones al control de la con­ ducta de las personas. A diferencia de otros autores de su época que abogan por una presencia reguladora del Estado, Spencer defiende que en la sociedad industrial los individuos y sus organizaciones deben tener el papel motQr de la sociedad, y no el Estado o el gobierno. A diferencia de Comte, Spencer rechaza el tipo de socie­ dad planificada por un poder central y concede primacía al individuo. Esta concepción de la sociedad como un órgano estructurado ha .sido vista como la idea precursora del estructural-funcionalísmo en la sociología (Rocher, 1980:343)6. García Ferrando (1978:454) pone de relieve que Parsons, en su concepción de las sociedades como siste­ mas que evolucionan, introduce la noción spenceriana de evolución por diferenciación interna .. Además, la obra de Spencer ejerce una notable influencia en la sociedad estadounidense. No se puede olvidar que gran parte de las contribuciones económicas que Spencer consi­ guió para publicar algunos de sus trabajos (una verdadera suscripción popular) procedían del nuevo continente. Spencer ejerció una notable influencia intelectual en William Graham Sumner (1840-1910), pro­ fesor de la universidad de Yale, quien se convirtió en el abanderado del darwinismo social en los Estados Unidos. También dejó una huella intelectual en los primeros sociólogos estadounidenses, entre ellos Thorstein Veblen, que fue alumno de Sumner.

6 No deja de ser curioso, no obstante, que el propio Parsons inicie su The Stru­ cutre ofSocial Action de 1937 con una cita de Brinton preguntándose «¿quién lee hoya Spencer» para inmediatamente después indicar «estamos de acuerdo con el veredicto. Spencer ha muerto», aunque en una nota al pie reconoce que algunos as­ pectos de su obra permanecerán (Parsons, 1968:35). Aunque Tilly (1991: 67) su­ giera que en The Social System (1951) Parsons parece introducir algunas ideas que se asemejan a las de Spencer en lo que respecta a la diferenciación interna de las so­ ciedades, parece claro que Parsons no recibe sus influencias de Spencer. Véase, a este respecto, el trabajo de su discípulo Bourricaud (1977:11,17,18).

5. LA SOCIEDAD POLÍTICA. TOCQUEVILLE L INTRODUCCIÓN Alexis de Tocqueville (1805-1859) es, quizá, uno de los autores más olvidad?~ al repasar los fundamentos intelectuales de la socio­ logía. No creó una escuela ni encontramos trazos importantes de su pensamiento en teorías sociológicas inmediatamente posteriores, aunque Tocqueville realizó un análisis de la sociedad de su época (particularmente la estadounidense y la francesa) que ha facilitado dos desarrollos sociológicos posteriores . . En primer lugar, sus estudios han sentado las bases intelectuales de la sociología política, interesada por los elementos sociales de la vida político-institucional. En segundo lugar, es el precursor de un tipo de estudio que tiene como objeto la comparación sistemática de culturas diferentes. Tal como señala Aron (1989:237), a diferencia de Comte, que prima el análisis de la realidad industrial, y de Marx, que hace lo propio con el sistema capitalista, 'Tocqueville se centra en el estudio de la vertiente política de la sociedad de su épo­ ca, la democracia, y lo hace estudiando el único país que a su modo de ver merece el apelativo de democrático (los Estados Urii­ dos) y desde el cual construye el tipo ideal de democracia l . . Su concepción de democracia es ambigüa, lo que da un amplio margen para considerar a Tocqueville como un sociólogo de la política, o un politólogo que realiza un análisis sociológicol de la

1 Se puede discutir si Tocqueville tiene razón o no al calificar los Estados Uni­ dos como una sociedad democrática. Lo cierto es que para este autor sólo los Es­ tados Unidos son democráticos: «No ha existido una república democrática todavía. Sería un insulto a las repúblicas utilizar este nombre para la oligarquía que gober­ nó Francia en 1793. Sólo los Estados Unidos presentan este fenómeno nuevo [la de­ mocracia]» (Tocqueville, 1966:222). Sobre la construcción y el uso del tipo ideal en Tocquevile, véase el trabajo de Bimbaum (1970:30-39).

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sociedad que estudia. Por una parte, Tocqueville (1966:246) entien­ de que la esencia de un gobierno democrático es «la soberanía absoluta de la voluntad de la mayoría», que se dota de unas insti­ . tuciones por cuyo gobierno compiten las asociaciones políticas. Por otro lado, Tocqueville concibe la democracia como un sistema social igualitario en términos de posición social y de oportunidades. Aunque en el volumen primero de su Democracia en América rea­ liza un análisis de las instituciones políticas y de los mecanismos que las ~obiernan, es cierto que Tocqueville dedica la mayor parte de su estudio a escrutar las condiciones sociales que hacen que los Estados Unidos sean una sociedad igualitaria; esto es, democrática. Es, precisamente, esta vertiente sociológica la que permite consi­ derar la obra de Tocqueville como una parte del canon sociológico. Tocqueville nace en una familia aristócrata y monárquica (lo que hizo que sus padres casi fueran guillotinados en el curso de la Revolución Francesa) y desde muy pronto se dedica a los asuntos públicos aprovechando la fabulosa plataforma de su padre, un pre­ fecto francés .

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de la sociedad como un ente cambiante que se transforma por las contradicciones internas que se generan en las interrelaciones de sus partes constitutivas. Estos dos polos -análisis de la estructura y estudio del cambio social- son los ejes por los que discurre la obra de Marx. 11. FUENTES INTELECTUALES De acuerdo con Aron (1989: 178-182), el pensamiento de Marx es deudor de tres tradiciones. En primer lugar, el sistema filosófico hegeliano contra el cual reacciona Marx. La filosofía de Hegel es idealista en la medida en que defiende que el espíritu es anterior a la existencia. Feuerbach le da la vuelta a este sistema y proclama que las condiciones materiales de la existencia están por encima de las ideas. Marx adopta esta crítica y, además, introduce e.n su sistema de pensamiento la dialéctica hegeliana, que concibe el cambio como resultado de los conflictos generados por los aspectos con­ tradictorios de un fenómeno. En segundo lugar, Marx toma de los economistas ingleses (Adam Smith, David Ricardo) algunas teorías comúnmente acep­ tadas en su época como la teoría del valor-trabajo, o la de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. En tercer lugar, están los historiadores franceses, de quienes toma la noción de «lucha de clases». Aunque el nombre de Marx está asociado a este concepto, él mismo, en una carta a su amigo y editor americano Weydemeyer en 1852, reconoce que «no merezco crédito por descubrir la exis-· tencia de las clases en la sociedad moderna o la lucha entre ellas. [ ... ] Lo que yo hice de nuevo fue demostrar: 1) que la existencia de las clases está vinculada a las fases históricas del desarrollo de la producción, 2) que la lucha de clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado, 3) que esta dictadura sólo constituye la transición a la abolición de las clases y a una sociedad sin clases» (Marx, 1963b:139). No está muy claro el impacto que algunos sociólogos tuvieron en el pensamiento de Marx. Por ejemplo, Rubel (1977:764) resal­ ta que su filosofía política estaba influida por el pensamiento de Saint-Simon, Babeuf, Owen y Fourier, quienes suelen ser'consi­ derados como los fundadores del socialismo utópico y cuyas ideas parecen constituir las bases del pensamiento comunista de Marx. Giddens (1973:24) va más allá y remite la teoría de las clases y la lucha de clases de Marx a la obra de Sant-Simon. Sin embargo,

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Aron (1989:180) critica la existencia de estas influencias seña­ lando que «la idea de las contradicciones intrínsecas del capitalismo no está presente en la herencia saintsimoniana o com­ tiana». Puede que Aron tenga razón al poner un freno en la interpretación de Giddens, aunque sí que parece demostrada la influencia de los saint-simonianos en las lecturas del Marx joven. Como indica Coser (1977:58-59), un amigo del padre de Marx y vecino del domicilio familar, Ludwig von Westphalen, quien se convertiría años más tarde en el suegro de Marx, ejerció de mentor intelectual y le introdujo en el pensamiento liberal de la época, especialmente en las doctrinas de los saint-simonianos, entonces en boga en París. Marx estuvo también influido por los clásicos ilus­ trados (Rousseau y Montesquieu, especialmente), a quienes lee con profusión en sus años universitarios tras series introducidos también por Westphalen. III. MATERIALISMO HISTÓRICO: MÉTODO DE ANÁLISIS Y EXPLICACIÓN Antes de entrar en el análisis de la interpretación que hace Marx de la historia de la sociedad (el materialismo histórico) es conveniente ilustrar la concepción que tiene el autor sobre la naturaleza humana1l1 objeto de entender su propuesta analíti­ ca2 • El punto d,e partida de la historia de la humanidad es el ser humano, quien intenta dominar la naturaleza para satisfacer sus necesidades materiales. Marx llama «trabajo» a la actividad que .realiza el ser humano en su relación con la naturaleza. Esta acti­ vidad es lo que caracteriza a la persona como ente social en la medida en que las relaciones persona-naturaleza no se produ­ cen aisladamente sino en sociedad. En consecuencia, son las condiciones materiales de la existencia las que moldean su natu­ raleza social. Es más, son éstas las que determinan la forma de organización sociaL En 1859 Marx formula en su Contribución a la critica de la econom{a política la tesis que le sirve para su aná­

2 Sobre la obra de Marx y Engels y sus seguidores, incluyendo las aportaciones de Marcuse y los autores de la Escuela de Francfort, véanse los tres volúmenes de Kolakowsky (1978). Véanse también los trabajos de Marcuse (1954:273-322), Poggi (1972:85-161), Aron (1989:145-236), Coser (1977:43-87), Giddens (1895:31-124) y Hami1ton (1991). Una crítica aguda y respetuosa a los plantea­ mientos;1e Marx puede verse en Schumpeter (1996:29-91).

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lisis posterior de la sociedad y que se fundamenta en su concep­ ción de la naturaleza social del ser humano. Tal concepción se encuentra en un pasaje comúnmente citado: «en la producción social de sus vidas, los hombres entran en relaciones que son indispensables e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un estado del desarrollo de las fuerzas productivas materiales. La suma total de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, sus bases reales, desde la cual se levanta una superestructura legal y a la cual le corresponden formas definitivas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona la vida social, política, e intelectual. No es la conciencia de las personas la que determina su ser, sino al contrario, su cualidad de ser social la que determina su conciencia» (Marx, 1978a:4)3.· Esta concepción constituye un ataque frontal a dos puntos de vista. Por un lado, le da la vuelta al argumento hegeliano afirmando que son las condiciones materiales de la existencia de los seres humanos las que determinan su conciencia4 • Marx insistió en esta idea en obras diferentes. Por ejemplo, en la Ideología alemana (1845-1846) Marx y Engels indican que «la conciencia es desde el comienzo un producto social, y permanece como tal mientras el hombre exista» (Marx, 1978c:158). Por otro lado, va contra el libe­ ralismo político (como, por ejemplo, el de Tocqueville) afirmando que no es la cultura el factor determinante que diferencia las socie­ dades, sino las bases económicas de la sociedad. Estas bases económicas, también cónocidas como «infraes­ tructura», incluyen las fuerzas materiales de producción y las 3 Schumpeter (1996:36) ha resumido esta teoría de la siguiente manera: «Las formas o condiciones de producción son el factor detenninante fundamental de las estructuras sociales, las cuales, a su vez, engendran actitudes, acciones y civiliza­ ciones ( ...] podemos decir que es nuestro trabajo cotidiano lo que configura nues­ tro espíritu y que es nuestra situación dentro del proceso de producción lo que de­ tennina nuestra perspectiva de las cosas --o de los lados de las cosas que vemo&­ y el ámbito social de que disponemos cada uno». Charles Wright Mills (1951:332-333) critica esta concepción y la remodela haciendo intervenir a los medios de comunicación como agentes mediadores entre las condiciones materiales de la existencia de las personas y su conciencia. Según Mills, Marx yerra al olvidarse de que los medios de comunicación también moldean la for­ ma de pensar y concebir el mundo --es más, crean el mundo en el que las personas viven (Mills, 1951:334)-, de manera que «las formas de conciencia política pueden, al final, estar relacionadas con los medios de producción, pero al principio están rela­ cionadas con los contenidos de los medios de comunicación» (Mills, 1951:333).

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relaciones de producción5 . Las fuerzas de producción consisten en la tecnología, herramientas (los medios de producción) y el trabajo. La&l'elaciones de producción consisten en las instituciones políticas y sociales (leyes, por ejemplo) que regulan la producción y la dis­ tribución de bienes en una sociedad.· Sobre la infraestructura se asienta la superestructura, entendida como el conjunto de formas legales y políticas de conciencia social. Por ejemplo, la religión, las ideologías, el Estado, son elementos de la superestructura, pero están determinadas por la forma en que se organiza la economía: «sobre las formas diferentes de propiedad, sobre las condiciones sociales de existencia, se levanta una superestructura de sentimien­ tos, ilusiones, formas de pensamiento y concepciones de la vida» (Marx, 1963a:47). Aron (1989: 199) ha criticado la inconsistencia de esta división señalando que el aparato técnico de una civilización (infraestructura) está ligado a la pr-educción de conocimiento (su­ perestructura), con 10 cual se encuentra que «hay presentes en la infraestructura, definida como las fuerzas de producción, elementos que deberían derivarse de la superestructura». Parsons (1954:23) elabora el mismo tipo de crítica. La tesis del materialismo histórico indica que el cambio social (la evolución o transformación de los modos de producción) es el producto de la contradicción entre las fuerzas productivas de la sociedad y las relaciones de producción. En la medida en que la superestructura (las ideas, la religión, el Estado, la vida cultural) es un producto de la forma de organización social, cualquier cambio en la infraestructura deriva en transformaciones en la superestruc­ tura. Por ejemplo, en el feudalismo la sociedad se organiza políticamente en estamentos (nobleza o brazo real, clero y comunes o ciudadanos, también llamado el Tercer Estado), lo que era un refléjo del tipo de propiedad de la tierra y de su explotación. La iglesia legitimaba y el Estado contribuía a mantener esta organiza­ ción sociaL La emergencia del capitalismo provocó cambios en la propiedad de la tierra y en la manera de organizar su explotación y el trabajo, que condujeron también a cambios en el papel del Esta­ do, en la vida cultural, etc. J

5 Berger y Luckmann (1986:19) resaltan que es inadecuado reducir la infraes­ tructura a las bases económicas de la sociedad, de manera que «la infreaestructura y la superestructura se entienden mejor si se las considera actividad humana y mundo producido por esa actividad».

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Esta proposición sirve de base para el análisis de Marx' en dos planos. Primero, le permite analizar la evolución social como el producto de transfonnaciones de la estructura económica (la fonna de producir, la división del trabajo). Segundo, sienta las bases de su propuesta política en la medida en que tras demostrar que el capi­ talismo es un sistema injusto sugiere un cambio en la forma de organizar la producción (la abolición de la propiedad privada) que llevará aparejado un cambio también en la esfera social. Marx tiene una concepción evolutiva de la historia, aunque ésta no implica linealidad6 : «la historia es la sucesión de genera­ ciones cada una de las cuales explota los materiales, el capital, las fuerzas de producción heredadas de las generaciones anteriores y así, por una parte, continúa la actividad tradicional en condiciones diferentes y, por otra parte, modifica las circunstancias anteriores con una actividad completamente transformada» (Marx y Engels, 1978c: 172). Marx habla de varios estadios que aumentan en grado de complejidad social: la comunidad tribal primitiva, el modo de producción antiguo, el feudal, el capitalista y el comunismo? Cada fase se caracteriza por una fonna diferente de explotación, de mane­ ra que en el modo de producción antiguo el esclavismo es la fuente. de explotación, en el feudal es la servidumbre, y en el capitalista el salario. La sociedad comunista se caracteriza porque la explotación desaparece. Se trata de un tipo de sociedad futura, no existente, que fonna parte de la propuesta política de Marx. El modo de produc­ ción asiático es un caso particular que no se corresponde con la evolución de occidente. En él, el Estado o la burocracia explotan a la sociedad. factor principal que desencadena la transfonnación social (el paso de un modo de producción a otro) es la contradicción entre relaciones de producción y fuerzas productivas., Un pasaje del Mani­ fiesto comunista (1848) ayudá a aclarar la postura de Marx al respecto: «en un cierto estado del desarrollo de los medios de pro­

6 Es importante resaltar la no linealidad de la concepción de Marx porque ello tiene consecuencias par-d el análisis de las clases sociales. Por ejemplo, si se sugiere que Marx tiene una visión lineal de la evolución social, tal como hace Siedman (1994:47), diffcilmente se puede justificar que Marx hablara de clases de transición en un modo de producción dado refiriéndose a los grupos característicos del modo de producción anterior y que persisten en el nuevo. 7 Existe también el modo de producción asiático, pero Marx lo concibe com(H!n caso particular.

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ducción e intercambio, las condiciones bajo las cuales la sociedad feudal producía e intercambiaba, la organización feudal de la agri­ cultura y de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad dejaron de ser compatibles con las fuerzas productivas que ya se habían desarrollado [capitalismo incipiente]. Fueron barridas. En su lugar apareció la competencia libre, acompa­ ñada por una constitución política adaptada a ella, y por la influencia económica y política de la burguesía» (Marx, 1978e:478). Es decir, el desarrollo del modo de producción feudal contiene la semilla de la aparición de la burguesía y su em~gencia significa la desaparición del feudalismo y de la clase social que lo sostiene y la instalación de un orden socioeconómico y político típicamente burgués (capitalista). En consecuencia, parece claro que la evolución social es para Marx el producto de la lucha de clases. Así, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases: hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, aristócratas y siervos, en suma, opresores y oprimidos se relacionan de manera dialéctica. Es esta relación dialéctica que Marx hereda de la filosofia hegeliana la que mueve la sociedad y facilita las transformaciones históricas. Es más, Marx sugiere que durante la transición de un estadio a otro existen 'tensiones y lo que realmente se genera es una super­ posición de formas diferentes de organizar la producción y las relaciones sociales. La emergencia del modo de producción capi­ talista no es un proceso exento de conflictos. De hecho, en la sección séptim~ de El capital, Marx indica que este modo de pro­ ducción se consolida por la mercantilízación de tres elementos: tierra, trabajo y capital. Y este proceso de mercantilización va uni­ do a varios factores: la violencia, la fuerza, el pillaje, la conquista, el robo (Marx, 1986:607-649). La emergencia del capitalismo representa una verdadera revolución que transforma las relaciones sociales y la forma de producción. Sus efectos son devastadores. Por ejemplo, en su Sobre el imperialismo en India (1853), Marx analiza la organización social de la India antes y después de la implantación de las empresas capitalistas y concluye que «estos estereotipos de formas de organización social [se refiere a la vida tradicional en la India] han sido disueltos en gran parte, y están desapareciendo no a través de la interferencia brutal del recaudador de impuestos o del soldado británico, sino a través del funciona­ miento de la máquina de vapor inglesa y del libre comercio inglés» (Marx, 1978g:657). Ahora bien, ¿cuáles son las características de esta forma capitalista de relaciones sociales que es tan poderosa y

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tiene estos efectos devastadores sobre las sociedades tradicionales? ¿Cuál es su lógica interna? IV. LÓGICA INTERNA DEL CAPITALISMO Marx desgrana en El capital y en La crítica a la economía política la lógica interna del funcionamiento del capitalismo. Para Marx, el capitalismo es una forma de organizar la economía basada en dos principios. Primero, la producción y el intercambio de mer­ cancías. El intercambio de mercancías se realiza a través del dinero. Esta intermediación hace que el valor real de la mercancía sea imperceptible de manera que ésta se concibe como autónoma y separada del proceso de producción. Segundo, la búsqueda del beneficio. Hay otras sociedades basadas en la producción de mer­ cancías, pero sólo en el capitalismo la actividad económica está orientada a la consecución del beneficio. En consecuencia, para entender el funcionamiento de la sociedad capitalista en relación con otros tipos de sociedad y comprender en qué ha cambiado se tiene que formular la siguiente pregunta: ¿dónde se originan los beneficios? . La respuesta de Marx es que )os beneficios que precisa el capi­ talista para mantener la produción se originan en la explotación del trabajador/a. Una mayor explotación para corregir la tendencia decreciente de la tasa de ganancias deriva en un empobrecimiento i progresivo de los trabajadores vía consolidación del ejército de, reserva. La pauperización agudiza las contradicciones de clase y se convierte en el catalizador del (posible) cambio social en el capita­ lismo.. Éstas son las ideas que desarrollo en este apartado. La característica fundamental es que el capitalismo se asienta sobre una forma particular de explotación que consiste en la apro­ piación privada (por parte del empresario/a) de la plusvalía producida por el trabajador/a. En otros modos de producción tam­ bién había explotación, pero lo que hace diferente al capitalismo es la forma de apropiación. Mientras que, por ejemplo, en el modo de producción feudal tal apropiación estaba políticamente organizada y se incrustaba en la forma de relaciones sociales existente, en el capitalismo la explotación es invisible, pasa desapercibida. La razón estriba en la siguiente argumentación: existe una mercancía que genera plusvalía, esto es, que se comprá a un precio y que cuando es usada en el proceso de producción añade valor al producto final. y el plusvalor que produce dicha mercancía es apropiado privada­

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mente por su propietario (el capitalista) y no por su poseedor efec­ tivo (el trabajador/a). Esta mercancía es el trabajo, o para ser más precisos, la fuerza de trabajo. Una síntesis del pensamiento de Marx acerca del funciona­ miento del capitalismo puede ser la siguiente. El capitalista, para poner en marcha la producción, precisa de una serie de mercancías (materia prima, tecnología, instalaciones), entre las cuales está el trabajo. El trabajo se compra en el mercado porque es una mercan­ cía con valor de uso y valor de cambio. Según la teoría del valor, toda mercancía tiene un valor que es aproximadamente proporcio­ nal a la media de trabajo humano que tiene incorporada en ella. En consecuencia, la venta de la mercancía «trabajo» se hace por un salario que equivale a su valor, es decir, a lo que se supone que pre­ cisa un trabajador para su reproducción social (ropas, comida, mantenimiento familiar). Ahora bien, 10 que realmente se inter­ cambia en el mercado no es trabajo real, sino fuerza de trabajo, es decir,- capacidad para trabajar (Marx, 1987: 121). En la medida en que el trabajador/a es el poseedor material de esta capacidad, «el trabajador se reduce al nivel de las mercancías y ciertamente se convierte en una mercancía más» (Marx, 1978b:70). Esto ocurre en la esfera del mercado, q~e es diferente a la esfe­ ra de la producción. El circuito de la producción tiene una naturaleza doble: es explotador y es alienador. Una vez en la fábri­ ca es el empresario el que organiza el trabajo y se enfrenta a la tarea de convertir la capacidad productiva que ha comprado en el merca­ do en trabajo efectivo. A esto Marx le llama el proceso de consumo de la fuerza de trabajo por el capitalista. Indica que tiene dos carac­ terísticas: «el obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien pertenece su trabajo. El capitalista se cuida de vigilar que este tra­ bajo se ejecute como es debido y que los medios de producción se empleen convenientemente [... ]. Pero hay algo más, y es que el producto es propiedad del capitalista y no del productor directo, es decir, del obrero. Es por tanto dueño de utilizar como le convenga, durante un día, el uso de esa fuerza de trabajo [ ... ]» (Marx, 1987:137). El ser humano, cuya' esencia sQcial es el trabajo, queda alienado en la producción. La alienación es por partida doble (Marx, 1978b:74 ss.). Por un lado, el trabajador/a ya no es dueño de su actividad, ya que en el intercambio de fuerza de trabajo por salario es el capitalista quien se reserva el derecho de usar la mercancía comprada según sus necesidades. La fuerza de trabajo ya no perte­

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nece al trabajador/a. Por otra parte, los productos que ha manufac­ turado tampoco le pertenecen. El trabajador está alienado de su trabajo y de sus productos. La naturaleza explotadora del proceso de producción radica en que es allí donde se genera la plusvalía que será apropiada individualmente por el propietario de los medios qe. producción. El tiempo de trabajo necesario para que el trabajador amortice el sueldo que ha recibido es siempre menor que el tiempo que dura su jornada laboral. De esto se deduce que existe un exce­ so de trabajo por el que el trabajador no es pagado. Es decir, que mercancía ~~fuerza de trabajo» generf. un valor extra (plusvalía) que se añade a la mercancía final, pero este valor añadido es imper­ ceptible ya que se genera en el proceso productivo. Aquí radica la esencia de la explotación del trabajador/a. Ahora bien, no puede olvidarse que para que este sistema funcione la plusvalía tiene que materializarse en el mercado a través de la venta del producto y su intercambio por dinero. Marx obseva que a pesar de que el funcionamiento en abstracto del sistema económico implica una producción constante de plus­ valía, también es cierto que la propia lógica interna del capitalismo conducirá a que las ganancias del capital sigan una tónica histórica­ mente decreciente. A partir de aquí Marx formula la ley de la tendencia decreciente de la tasa de beneficio. ¿Por qué disminuyen las ganancias? El capitalismo es un sistema que se basa en la com­ petencia, lo que obliga al capital a revolucionar constantemente la forma de producción, al objeto de producir más barato. Una de las formas de reducir el coste de produc~ión es invertir en maquinaria (nuevas tecnologías). Ello aumenta el coste de capital fijo y, en la medida en que el beneficio es una función de la plusvalía y de la composición orgánica del capital (capital fijo más capital variable), reduce la ganan~ia. Como el capitalismo es un sistema competitivo el resto de empresas es previsible que hagan 10 mismo, generándose así una tendencia a la disminución de la tasa de ganancias. Ahora bien, si esta tendencia no se corrigiera el capitalismo desaparecería rápidamente, y lo que Marx observa es su consolida­ ción. Marx entiende que la reducción progresiva de la tasa de beneficio se puede rectificar de varias maneras pero concedió más relevancia a aquellos factores que intensifican la explotación del tra­ bajo. Por ejemplo, la reducción de los salarios, que disminuye el coste de capital variable y, por tanto, aumenta la tasa de beneficio. O la ampliación de la jornada laboral o la intensificación del uso de las máquinas, que aumentan la capacidad productiva, incrementan

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la plusvalía y, por tanto, aunque se mantenga constante la compo­ sición orgánica del capital, aumenta la tasa de beneficio. En consecuencia, la consolidación del capitalismo se hace a expensas de una mayor explotación del trabajador/a. Es precisamente esta tendencia creciente a la explotación la que, según Marx, genera algunas de las contradicciones internas del capitalismo vía paupe­ rización de las masas. Siguiendo la interpretación que Giddens (1982: 111-114) ofrece de Marx, el capitalismo es un sistema que tiende a la crisis cíclica en la medida en que el mercado no absorba los productos genera­ dos. Si no se venden los productos, no se concreta la plusvalía, disminuye la tasa de beneficio, se reduce el capital variable (traba­ con 10 que disminuye la capacidad adquisitiva de la mayor parte de personas y se redunda, a su vez, en una reducción de las ventas. A un ciclo recesivo le sigue, según Marx, un ciClo expansi­ vo. Las crisis, son, por tanto, funcionales al sistema en la medida en que le ayudan a regularlo y a sobrevivir. No son las crisis del capitalismo las que generarán su destruc­ ción, sino otro mecanismo interno que impide que los salarios crezcan más allá del nivel de subsistencia mientras los ingresos del capital crecen. Tal mecanismo es la existencia de un ejército de reserva de trabajadores. Para que el capitalismo pueda sobrevivir precisa mantener al mínimo el capital variable (salarios) ya que de esa manera mientras aumente la plusvalía también lo hará la tasa de . beneficios. El ejército de reserva cumple esta función de barrera al crecimiento de los salarios. Está formado por trabajadores poco cualificados, excedentes, que cuando se tiende hacia el pleno empleo quedan incorporados a la fuerza de trabajo contribuyendo a mantener bajos los salarios y cuando hay crisis de empleo son un recurso bárato a disposición del capital. La existencia de este «ejér­ cito» contribuye a mantener estabilizados (o con pocas variaciones) los costes variables, lo que facilita la acumulación de capital por la burguesía. El efecto en los trabajadores/as es diferente, ya que con­ tribuye a su progresiva pauperización. Así, se deduce que si el capital precisa revolucionar continuamente las fuerzas de produc­ ción para su subsistencia, la consecuencia: de esta revolución es una de las contradicciones centrales del capitalismo: una mayor tasa de ganancia, una mayor acumulación de capital, pero también un aumento del ejército de reserva y una progresiva pauperización. En suma, para corregir la tendencia decreciente de la tasa de beneficio se incrementa la explotación, lo que deriva en el empo­

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brecimiento de las masas. Esta tendencia agudiza las contradic­ ciones de clase. El resultado del conflicto de clases es la transformación social, el cambio de un modo de producción a otro. La dinámica de las clases sociales se sitúa, pues, en el centro de la concepción marxista del cambio social.

v.

ESTRUCTURA SOCIAL DEL CAPITALISMO.

Marx nunca llegó a sistematizar su teoría sobre las clases sociales a pesar de que es un elemento crucial de sus análisis. Falleció cuando se disponía a tal cometido. Sin embargo, tal como resalta Marsal (1982:19), a través de sus obras se puede llegar a una idea aproxi­ mada de la noción que Marx tenía de la estructura social del capitalismo. Se tiene que decir, no obstante, que Marx es un tanto inconsistente al respecto. Por ejemplo, según Aron (1989:204), en Revolución y contrarrevolución en Alemania, Marx distingue entre la nobleza feudal, la burguesía, la pequeña burguesía, los agricultores (entre los cuales señala la capa superior, la media y los campesinos libres y no libres de las capas bajas), y los/as trabajadores industria­ les. En e118 Brumario Marx diferencia entre la pequeña burguesía (una clase en transición), la burguesía (con tres facciones, la te­ rrateniente, la comercial y la industrial), el proletariado, el lumpenproletariado, los agricultores y la clase media. Para solucionar la inconsistencia que Aron señala, Giddens (1982: 111) indica que en la teoría de las clases en Marx hay dos niveles: uno abstracto y otro concreto. El nivel abstracto se refiere al modo de producción y es de naturaleza dicotómica. En el nivel concreto -tal como se observa en el 18 Brumario o en Revolución y contrarrevolución en Alemania­ puede existir una pluralidad de clases sociales. Estas clases que Marx describe responden a un esquema teórico que no pudo desflITollar pero que dejó esbozacio en el capítulo 52 de El capital. Allí/Marx (1987:817-818) nos habla de «tres grandes clases sociales»: los trabajadores, los capitalistas y los terratenien­ tes. Lo que los diferencia son «la identidad de sus rentas y las , fuentes de renta». Los trabajadores son los propietarios de su fuer­ za de trabajo, una mercancía que intercambian en el mercado por salario. Su fuente de renta son los salarios. Los capitalistas son los propietarios de los medios de producción, incluyendo la mercancía fuerza de trabajo que han comprado en el mercado. Su fuente de renta son los beneficios. Los terratenientes son los propietarios de tierras, de las que obtienen sus rentas.

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En su interpretación sobre las clases sociales de Marx, Giddens (1982, 1973) resalta que no se puede deducir del manuscrito ina­ cabado de El capital que las clases sociales se deban identificar con sus fuentes de ingresos, sino con la propiedad de los medios de pro­ ducción. En el modo de producción capitalista hay básicamente dos clases, la burguesía y el proletariado. De acuerdo con Marx (1978e:473), la burguesía es la clase de «los capitalistas modernos, .propietarios de los medios de producción social y empleadores de los trabajadores asalariados. [El proletariado es] la clase de los tra­ bajadores asalariados que, como no poseen medios de producción, están obligados a vender su fuerza de trabajo para vivir». Existen además otros grupos, pero éstos tienden a asimilarse a las dos clases principales por la propia dinámica dialéctica del capitalismo. Ya se ha dicho que Marx concibe la evolución social como el resultado de la lucha de clases y que esta evolución implica la superposición, en diferentes momentos históricos, de formas dis­ tintas de organizar las relaciones de producción. Las clases sociales, como efecto de las relaciones de producción, también pueden superponerse temporalmente. Pero la evolución del capitalismo, sus contradicciones, su lógica interna, hace que los residuos de otros modos de producción (por ejemplo, el feudal) se vayan asi­ milando a una de las dos clases principales. Así, por ejemplo, «los estratos bajos de la clase media -los pequeños comerciantes, ten­ deros, artesanos, agricultores- todos ellos tienden a fundirse con el proletariado» (Marx, 1978e:480). La lucha de clases tiene, pues, para la estructura de clases de la sociedad, un efecto centrípeto. El problema es que Marx no pudo prever la emergencia de unas nume­ rosas clases medias cuyos integrantes se sienten alejados intelectual y laboralmente de los obreros. Los residuos de clases pueden ser de tres tipos (Giddens, 1973:30). En primer lugar, pueden ser clases en transición que están en proceso de formación (por ejemplo, la burguesía durante el feudalismo). En segundo lugar, pueden ser clases en transición que están en proceso de disolución por la desaparición del modo de pro­ ducción del que son características (por ejemplo, la aristocracia en el capitalismo). En tercer lugar, pueden ser sectores o subdivi­ siones (fracciones) de clase. Es aquí donde Marx utiliza a veces la terminología de «clase media» para referirse, por ejemplo, a la pequeña burguesía cuyos intereses difieren de los del gran capital. Queda otro grupo al que Marx hace referencia en algunas ocasiones pero que es en el 18 Brumario donde 10 defme más claramente y

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donde analiza su papel político. Me refiero allumpemproletariado. No se trata de una clase, sino de grupos dispersos de personas que quedan fuera del sistema de clases al no depender directamente de la división social del trabajo. E1lumpemproletariado está com­ puesto de «vagabundos, soldados licenciados, prisioneros liberados, esclavos escapados de galeras, ladronzuelos, jugadores, porteros de burdeles, pedigüeños [... ] en suma, la masa indefinida y desin­ tegrada» (Marx, 1963a:75). Las clases sociales se definen por su dependencia y relación conflictiva. Son dependientes en la medida en que, tal como está organizada la sociedad, dependen de su contrario para su existencia. Mantienen relaciones conflictivas porque los intereses de los indi­ viduos que las componen -y las acciones que de ellos se , derivan- son contrapuestos. Tal como, se vio anteriormente, los propietarios de los medios de producción están interesados en maximizar los beneficios, mientras que el interés de los propietarios de la fuerza de trabajo estriba, según Marx, en eliminar las fuentes de explotación. Sin embargo, no siempre estos intereses aparecen claros a los ojos de los miembros de las clases, al menos para los trabajadores. A veces, los propios trabajadores o no perciben su situación de explotación y de opresión o la explican recurriendo a factores externos como la (mala) suerte, el destino u otros. En ter­ minología marxista, no darse cuenta de las características objetivas de la situación de uno/a mismo e ignorar sus causas se denomina' falsa conciencia. El problema de la falsa conciencia se soluciona cuando el obrero toma conciencia de su situación. Esto acontece cuando se produce el paso de la clase en sí a la clase para sí. Una clase en sí es un conjunto de personas que comparten una misma situación de clase; es decir, que comparten una misma posición en la sociedad (similar vivienda, trabajo, fuentes de salario, oportuni­ dades de vida, posición en la división del trabajo, etc.). Una clase para sí es ese mismo agregado social que toma conciencia de su situación común8• En un pasaje del 18 Brumarío Marx hace una caracterización clara de esta diferencia en relación a los campesinos franceses: «en la medida en que millones de familias viven bajo condiciones de exis­ 8 Michael Burawoy (1979:22) ha introducido una distinción interesante al asi­ milar la clase en sí a una categoría sociológica y la clase para sí a una fuerza social. De esta manera, Burawoy intenta reforzar la perspectiva marxista de que las clases sociales son actores de la historia decir, son fuerzas sociales cuya actuación ge­ nera cambios) en la medida en que toman conciencia de su existencia.

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tencia que separan su modo de vida, sus intereses, y su cultura de otras clases, y les ponen en una oposición hostil a éstas, forman una clase. En la medida en que sólo hay una mera interconexión' entre estos pequeños agricultores, y la identidad de sus intereses no les convierte en una comunidad, no hay una vinculación nacional, ni una organiza­ ción política entre ellos, no forman una clase.» (Marx, 1963a:124). La existencia de una clase social implica consciencia de identidad común y acción social concertada a través de organizaciones propias, a saber, partidos y sindicatos (Marx, 1978e:481). La acción de estas organi­ zaciones de clase se orienta a la superación de las condiciones de explotación de una clase por otra y adquiere un cariz político, aunque no exclusivamente. Tal cariz se deriva de la cóncepción marxista del poder político:\ «el poder político [... ] es meramente el poder organi­ zado de una clase para oprimir a otra» (Marx y Engels, 1978e:490). Cuando Marx habla de poder político se refiere al Estado como ele­ mento de la superestructura., El control del Estado es, en definitiva, el objetivo que Marx asigna a la clase obrera. , VI. SOCIOLOGÍA POLÍTICA DE MARX La lucha de clases es, pues, una lucha política en la que el Estado desempeña un papel crucial. El Estado es un producto histórico cuya emergencia la vincula Engels (1978:753) a los conflictos de clase. Originariamente, el Estado tiene como función mantener bajo control los conflictos de clase de manera que no se subvierta el orden esta­ blecido. Pero como «emerge, al mismo tiempo, en medio del conflicto entre clases, es, como norma, el Estado de los más podero-: sos, de la clase dominante económicamente, que adquiere nuevas formas de contener y explotar a la clase oprimida» (Engels, 1978:753). El Estado, como instrumento de dominación de clase, no es sólo el comité que dirige los asuntos de la burguesía, como indican Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, es también una institu­ ción poderosa, puesta al servicio de la clase dominante, «que media en la formación de todas las instituciones comunes que adquieren una forma política» (Marx, 1978c:187). En el sistema de pensamiento de Marx el Estado no es autónomo sino que está determinado por la forina que adquieren las relaciones de producción. En consecuencia, una transformación de éstas generará cambios en el Estado. Marx concibe al proletariado como una clase revolucionaria en el sentido de que a través de su acción puede llevar a cabo estas transformaciones orientadas a eliminar las fuentes de

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explotación (propiedad privada, apropiación individual de la plusvalía, alienación del trabajo) y crear la sociedad comunista. Pero para que el proletariado pueda convertirse en la clase dominante precisa desarro­ llar un tipo de acción que le lleve a la conquista del poder político: «cada clase que lucha por la dirección social, incluso por la domiria­ ción, como es el caso del proletariado, aboga por la abolición de la forma antigua de sociedad y de su forma de dominación, [pero] debe conquistar primero el poder político para representar sus intereses como los intereses generales» (Marx, 1978c:161). Se ha escrito mucho acerca de los medios previstos por Marx para que el proletariado acceda al poder; es decir, para que con­ quiste el poder político. También aquí se observan algunas inconsistencias. Es cierto que en El Manifiesto Comunista Marx y Engels sugieren la toma del poder por la fuerza originando una fase, la dictadura del proletariado, que sería la antesala de la socie­ dad sin clases en la que se suprimiría la forma de dominación burguesa y se instalaría una sociedad sin opresores ni oprimidos: el paraíso social. Pero también es cierto que Marx (y Engels) men­ cionaron otras formas de acceso al poder. La fórmula de la dictadura del proletariado ha ido unida a la idea de la toma del poder por medios violentos (en realidad los suce­ sos de la revolución de octubre en Rusia respaldan esta concepción). Sin embargo, en el 18 Brumario Marx utiliza el término «dictadura de la burguesía republicana» para referirse al período en el que los partidos republicanos tienen mayoría parlamentaria, elaboran una nueva constitución, y eligen a Bonaparte como presidente. Quizás el término «dictadura» tiene en Marx un sentido distinto que no nece­ sariamente remite a la revolución violenta. De hecho, en un mitin tras la reunión de la Internacional de trabajadores (Amsterdan, septiembre de 1872) Marx matiza su noción de acceso al poder por parte del pro­ letariado e indica que «algún día los trabajadores deberán tomar el poder político con el objetivo de construir una organización del tra­ bajo nueva [ ...] Pero no hemos dicho que las formas de alcanzar este objetivo sean las mismas en cada sitio. [ ... ] Hay países [ ...] donde los trabajadores pueden alcanzar sus metas a través de medios pací­ ficos» (Marx, 1978f:523)9. Marx se refería a América ya Inglaterra y 9 Es cierto que Marx continuó diciendo que «debemos reconocer también el he­ cho de que en muchos países en el continente el ímpetu de nuestra revolución debe ser la fuerza; es la fuerza en la que algún día nos tendremos que basar para construir la dominación del trabajo».

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quizá tuviera en mente a Alemania, donde el partido socialdem6cra­ ta cosechó algunos éxitos parlamentarios. De hecho, el propio Engels (1978:556 ss.) aprueba y ve con buenos ojos las tácticas parlamenta­ rias de la socialdemocracia. Sin embargo, la visión que ha perdurado es la de un Marx y un Engels comprometidos con la revolución, con el uso de la fuerza para cambiar el orden econ6mico a través de la conquista del poder político. Para ello la táctica era muy clara y el. prerrequisito es la conversión del proletariado en una clase con conciencia de su situa­ ci6n de explotación. En El Manifiesto Comunista se explicita el proceso: «el objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de todos los otros partidos comunistas: formaci6n del proletaria­ do en una clase, superaci6n de la supremacía de la burguesía, y conquista del poder por parte del proletariado» (Marx y Engels, 1978e:484).Pero ello sólo puede~ocurrir cuando la clase en sí, el agregado social, se convierte en una clase para sí, cuando los indi­ viduos toman conciencia de que pertenecen a un mismo grupo y deciden promover susintereses a través de la acci6n colectiva orga­ nizada en sindicatos y partidos. VII. INFLUENCIAS Aunque Marx no se consider6 un soci6logo, el impacto de su obra en la disciplina ha sido tremendo. A pesar de los errores en sus predicciones, sus teorías han sido muy utilizadas y todavía lo siguen siendo. Creo que no es injusto indicar que Marx se equivocó al pre­ decir el colapso del capitalismo y la revoluci6n proletaria. No pudo tener en cuenta la emergencia de las clases medias (a las que igno­ ró asumiendo que terminarían asimilándose a la clase obrera) ni el papel amortiguador que desempeñan en los conflictos de clase. Tampoco acertó cuando previ6 la progresiva pauperización de las masas. Antes bien, en términos hist6ricos, lo que ha ocurrido es lo contrario: un aumento progresivo del nivel de vida. Su percepción de la posesión de los medios de producción como elemento distin­ tivo de clase se ve afectado por la difusi6n de esta propiedad (accionistas diversos) y por la participaci6n de segmentos de clases medias y trabajadores en la propiedad a través de acciones y de fon­ dos de inversi6n (es lo que se ha llamado el capitalismo popular). La consolidación de las organizaciones obreras y de los partidos socialdem6cratas ha socavado la vía revolucionaria de acceso al poder que preveían Marx y Engels y ha dado lugar a la participa­

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ción de estas organizaciones de clase en el gobierno del Estado. Es más, desde una posición de poder, más que eliminar el capitalismo lo que han hecho es regularlo para reducir las desigualdades pero manteniendo el sistema. Se produce la paradoja de que en muchas ocasiones las organizaciones obreras·han apuntalado al capitalismo llegando a pactos con los empresarios y los gobiernos del Estado, contribuyendo así a que las crisis del capitalismo se superaran y, por tanto, a que las previsiones de Marx erraran. Marx no pudo prever muchos de estos elementos y su profecía (el paraíso social, la socie­ dad sin clases) nunca se ha cumplido. Sin embargo, su obra ha sido una fuente de inspiración para muchos autores. Varios sociólogos la toman como punto de referencia, bien sea para seguirla o para criticarla. Tonnies adapta alguna de las ideas de Marx sobre la división del trabajo y el carácter del capitalis­ mo moderno en su Gemeinschaft und Gesellschaft. Weber también consideró seriamente algunas de las aportaciones de Marx, siquiera fuera para refutarlas, y aunque rechaza el materialismo histórico como método para interpretar la historia, reconoce el valor heurístico tanto del concepto de los modos de producción como del proceso de trans­ formación de uno a otro, que Weber considera excelentes tipos ideales. De acuerdo con Rubel (1977:766) y Bottomore (1977:122) el pensamiento de Marx ejerció una notable influencia en la obra de Ve­ bIen, Mead y Small, en los Estados Unidos. Karl Manheim, en su Ide­ ologfa y utopfa se muestra deudor crítico de las teorías de Marx sobre la ideología y sus derivaciones acerca de las formas de conocimiento. Por su parte, Gramsci también es deudor de Marx, pero en positivo, ya que sus análisis sobre la ideología dominante derivan directamente del estudio de la ideología en el capitalismo que Marx y Engels desarro­ llan en La ideologfa alemana. Berger y Luckmann (1986: 18-20) tam­ bién reconocen en el pensamiento de Marx una fuente de inspiración. Ritzer (1993:51) indica que a principios del siglo xx se pueden encontrar dos líneas de pensamiento marxista. Por un lado, el mar­ xismo ortodoxo, del que Karl Kautsky es su representante, que mantiene la cientificidad de las leyes económicas marxistas que regulan el funcionamiento del capitalismo y su futuro colapso. Por otro lado, el marxismo hegeliano, que interpreta la obra de Marx introduciendo el factor de la conciencia individual y su relación con la acción política. George Luckács fue uno de sUs representantes 10.

10 Nótese

que Luckács estuvo relacionado con Weber en su etapa de estudiante.

ELCONAJCTOSOC~.MARX

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En la medida en que la obra de Marx sitúa en el centro los con­ flictos sociales y las transfonnaciones estructurales que se generan a partir de estos conflictos, se presenta al marxismo (y a la sociología que bebe en sus fuentes) como un cuerpo te6rico opuesto al estructu- . ral-funcionalismo, que se fundamenta en las ideas del consenso social. La revisión de la obra de-Marx y su recuperación durante los años se­ senta y setenta del siglo xx fomenta la cristalización de esta oposición e influye tanto en la investigación social como en la presentación de la sociología como disciplina. Se indica que existen dos grandes para­ digmas sociológicos (Bottomore, 1976; GonzáÍ.ez Seara, 1971; Díez Nicolás, 1976): el del consenso, representado por el funcionalismo y enraizado en la obra de Comte y Durkheim, y el del conflicto, influi­ do por el pensamiento de Marx, entendiendo éste como un conjunto de conceptos para analizar la estructura de las sociedades y los cam­ bios sociales. Ambos conciben la sociedad de manera diferente. Qui­ zá quien mejor haya sintetizado el contraste entre estas dos . perspectivas sea Bottomore (1976:80): (Merton, 1949:134). La conformidad, pues, es la pauta dominante en sociedades relativamente estables en las que los individuos compiten por recursos y en las que la estructura social jerarquizada es el resultado de tal competición de acuerdo a normas legitimadas y aceptadas. Sin embargo, indica Merton (1949: 146), «cuando el énfasis cultural cambia desde las satisfacciones que se derivan de la competición hacia la preocupación casi exclusiva del resultado [de la competición, por ejemplo, el éxito económico], tensión resultante da cuenta de la ruptura de la estructura de regu­ lación [normas]». En estas circunstancias, Merton indica que nos podemos encontrar con cuatro tipos de conducta desviada que no afectan por igual a todos los estratos sociales.

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La aceptación de los fines pero no de los medios implica que aparecen innovaciones para alcanzar los objetivos propuestos por el sistema cultural. Estas innovaciones constituyen transgresiones de las normas aceptadas y generan conductas desviadas. Merton usa como ejemplos los casos de Al Capone y de los Robber Ba­ rons -industriales que hicieron sus fortunas usando medios ilíci­ tos, contundentes y violentos a veces- pero también valen los del deportista que toma sustancias prohibidas con el objetivo de me­ jorar su rendimiento para ganar una competición o el del estudian­ te que copia en un examen al objeto de aprobar para obtener un aprobado que le conduzca más rápida y fácilmente a un título. Merton (1949:134) se pregunta por las características de la socie­ dad que conducen a este tipo de desviaciones. Las encuentra en la contradicción que existe entre un énfasis desmesurado en el éxito económico (indicado por la posesión de bienes y dinero) y las pocas oportunidades legítimas que la sociedad ofrece para cumplir este ob­ jetivo de riqueza y éxito. Consecuentemente, indica Merton (1949: 137), «la presión dominante [para alcanzar el objetivo de éxito económico] conduce hacia la atenuación gradual de los esfuerzos le­ gítimos, pero poco efectivos en su mayor parte, y hacia el uso cre­ ciente de recursos ilegítimos pero más o menos efectivos». Merton (1949:141) cree que la innovación es la pauta de conducta típica de los estadounidenses de clase baja, que son los que experimentan más vi­ vamente la contradicción entre fines propuestos y las pocas oportuni­ dades de acceso a los medios legítimos para conseguir estos fines. Contrariamente a la conducta innovadora, Merton entiende que el rechazo de los fines pero la aceptación de los medios es indicador de una conducta ritualista. Se trata de una forma de adaptación a las contradicciones entre la cultura (valores, fines) y la estructura social (medios) que es típica de la clase media-baja estadounidense. Se caracteriza por «un abandono o reducción de la importancia del objetivo cultural del éxito pecuniario y de la movilidad social rápi­ da [aunque] uno continúa su adhesión casi compulsiva a las normas institucionales» (Merton, 1949: 140). Para el autor, el ritualismo es la forma en que las clases medio-bajas subsisten en un tipo de sociedad en la que la posición social depende del mérito y del logro, lo que implica un cierto grado de competitividad entre los individuos. La competencia produce lo que Merton (1949:140) denomina «ansiedad por el estatus», y una manera de hacer frente a esta ansiedad es apegarse a la rutina, a las normas, que es un terre­ no conocido y que no produce incertidumbres. De esta manera, el

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ritualismo es «el modo de adaptación individual con el que se bus­ ca una salida privada a los peligros y frustraciones que parecen inherentes a la competición por alcanzar las metas culturales, aban­ donando estas metas y aferrándose a las rutinas seguras de las normas institucionales» (Merton, 1949:141). El rechazo tanto de fines como medios da origen a un tipo de comportamiento marginal que Merton denomina «retirados»: están en la sociedad, pero no forman parte de ella, no cuentan, son un re­ siduo. Se trata de una categoría similar (salvando las distancias analíticas) a 10 que Marx denominaba ellumpenproletariado en su concepción de las clases sociales. Merton (1949:142) indica que las actividades adaptativas de psicóticos, autistas, parias, vagabundos, drogadictos, alcohólicos crónicos, forman parte de esta categoría en la medida en que «han abandonado los objetivos prescritos cultu­ ralmente y su comportamiento no es acorde con las normas institu­ cionales». Se trata de un tipo de pauta de comportamiento típico de situaciones en las que se han asumido tanto los fines como los me­ dios, pero se ha fracasado en su combinación y el individuo es conducido a una situación de retirada, de abandono, de resignación «que le conduce a "escapar" de los requerimientos de la sociedad [...] El conflicto se resuelve abandonando ambos elementos, los fi­ nes y los medios» (Merton, 1949:142-3). Esta situación no puede confundirse con la del rebelde o revo­ lucionario/a, ya que aun rechazando tanto los fines como los medios, este tipo propone alternativas a la situación. Para Merton, el tipo de adaptación relativo a la rebelión es de carácter colectivo, mientras que el del marginal es de naturaleza individual. La con­ ducta rebelde como forma de adaptación ante la contradicción entre medios y fines ocurre cuando «el sistema insitucional es visto como la barrera para la satisfacción de objetivos legitimados» (Mer­ ton, 1949:145). En esas circunstancias, los individuos afectados retiran su lealtad a la forma de organizar la sociedad y la transfieren a una forma nueva que proponen como alternativa. Uno de los conceptos sociológicos asociados al nombre de Robert K. Merton es el de laprofecía que se autocumple. El autor desarrolla este concepto en un artículo escrito con un ojo puesto en «el estudio de los mecanismos sociales dinámicos» (Merton, 1949: 120) del que es partícipe también el concepto de funciones latentes que deriva en las consecuencias inesperadas de las acciones de los individuos. Para desarrollar esta idea, Merton parte del principio de Thomas según el cual si las personas definen una situación como real, esta si­

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tuación será real en sus consecuencias l9• Lo que importa no es tanto la situación, sino el significado que los individuos atribuimos a esta situación y las acciones que derivamos de este significado. Merton (1949:181) entiende que una profecía que se autocumple es aquella en la que «una definición falsa de la situación evoca un nuevo com­ portamiento que hace que la concepción original falsa se convierta en verdadera [de manera que] perpetúa el reino del errOD>. Un ejem­ plo trivial en su explicación ayuda a entenderlo y a aplicar el con­ cepto a aspectos más relevantes para el análisis sociológico. Los clientes de un banco comienzan a creer que éste tiene problemas de solvencia. El rumor, independientemente de su veracidad, empuja a los clientes a actuar retirando su dinero. Como consecuencia, el banco pierde liquidez y termina quebrando. La definición (errónea) de la situación inicial se ha convertido en una profecía que se ha au­ tocumplido: el banco cierra sus puertas por falta de fondos 20 • Otro ejemplo extraído de las relaciones interétnicas en los Esta­ dos Unidos clarifica aún más el concepto de la profecía que se auto­ cumple. Los trabajadores blancos sindicados suelen considerar a los trabajadores afroamericanos como esquiroles y como traidores a la clase trabajadora porque siempre están dispuestos a aceptar trabajos por menos salarios y con peores condiciones de vida. Se define la si­ tuación de manera determinada. En consecuencia, se les excluye de la vida sindical y de la participación en la negociación colectiva. Ésta es la acción que se deriva de la definición de la situación. Obviamente, dice Merton (1949: 182), se trata de una definición errónea que con­ tribuye a la marginación de los trabajadores afroamericanos. Al no aceptarlos en los sindicatos (y carecer así de protección y de defensa ante los abusos empresariales), y estar abocados al paro tras la pri­

19 Este principio fue fOnTIulado por WilIiam Isaac Thomas en 1928 en su obra The Child in America. A este respecto, véase el trabajo de Coser (1977:521). Más adelante se verá que la sociología fenomenológica y la etnometodología hacen de este principio el punto de partida de su edificio conceptuaL 20 El opuesto de la profecía que se autocumple es la profecía suicida que no está basada en una definición errónea de la situación, sino en una definición amable y confiada de la situación en la que se encuentran los actores (Merton, 1949:121). Esta definición, dice Melton, deriva en una cierta complacencia de los actores, que les lleva a cierto aletargamiento, y probablemente a una consecuencia no esperada de su situación: lo contrario de lo que esperan. Los políticos que no se fían de los resultados victoriosos que les otorgan las encuestas y alientan a sus seguidores a in­ tensificar la campaña electoral saben muy bien que uno de los efectos inesperados de la profecía suicida puede ser la pérdida de las elecciones.

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mera guerra mundial, los trabajadores afroamericanos «no pudieron resistir a los empleadores afectados por la huelga que mantuvieron una puerta abierta invitándoles a una serie de trabajos de los cuales eran excluidos de cualquier otra manera» (Merton, 1949:182). No es que los trabajadores afroamericanos rechacen la sindicalización ni que sean esquiroles, es que la percepción errónea del trabajador me­ dio blanco contribuye a su marginalización y esto les conduce a una posición en que tienen que aceptar trabajos que de otra manera quizá no aceptarían. Esta idea de la profecía que se autocumple basada en el principio de Thomas ha sido ampliamente utilizada para los estu­ dios sobre prejuicios y relaciones raciales. Hay una manera de romper este círculo vicioso introduciendo definiciones nuevas de la situación. Esto implica un cambio que, pa­ ra Merton, tiene una naturaleza institucional. Está motivado por las instituciones y la administración (las escuelas, por ejemplo), que son los actores que son capaces de introducir una nueva definición de la situación que rompa el círculo vicioso de la profecía que se auto­ cumple. Así, en «condiciones institucionales y administrativas apro­ piadas, la experiencia de amistad interracial puede suplantar el miedo de conflicto interracial. Estos cambios [...] no ocurren auto­ máticamente. La profecía que se autocumple, dondequiera que los miedos se transforman en realidad, opera sólo en la ausencia de controles institucionales deliberados» (Merton, 1949: 194). VI. TEORÍA DE LA MODERNIZACIÓN Algunos autores funcionalistas se preocupan por el cambio social. De hecho, el propio Parsons lo hizo. El conjunto de aporta­ ciones de esta perspectiva sobre el cambio social recibe el nombre de teoría de la modernización. En este apartado reviso somera­ mente sus postulados esenciales recuperaran do algunas de las contribuciones teóricas del funcionalismo. La teoría de la modernización entiende que las sociedades se transforman y se mueven en el sentido de una mayor complejización y diferenciación estructural (Smelser, 1968; Huntington, 1968; Eisens­ tadt, 1983)21. Dicha transformación acarrea problemas similares y 21 Para una revisión de las tesis principales de la teoría de la modernización, sus

antecedentes, criticas y perspectivas de futuro, véase el trabajo de Smelser (1992) y

el de Alexander (1990). Se puede ver también el trabajo de Solé (1976) y los de Ei­

senstadt (1963, 1992)

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produce resultados similares también: alfabetización, urbanización, mejoras en la salud, movilidad social, elevación del nivel de vida, uni­ versalismo como pauta de conducta, democratización, pero también desigualdades estructurales, bolsas de pobreza, desajustes sociales en el proceso de transformación. La tesis de la modernización se de­ sarrolla entre los años sesenta y setenta, y prescribe que en la medida en que se produce la convergencia entre sociedades, los países menos desarrollados tienen que adoptar como modelo a los más avanzados al objeto de alcanzar sus logros. De ahí que algunas políticas públicas de los países en vías de desarrollo promuevan algunos cambios sociales que caracterizan el proCeso de transformación de los países más avan­ zados. De ahí también que una de las premisas básicas de esta teoría es que la modernización conduce a la democratización. Sin embargo, las experiencias de países diferentes (España en 1936, Chile en 1974, Corea) ponen en tela de juicio esta tesis. El punto de partida de la teoría de la modernización es que en las sociedades modernas se puede observar una pauta de evolución que afecta a cuatro áreas (Smelser, 1968: 126). En el ámbito de la tecno­ logía se observa una evolución desde formas tradicionales hacia el uso de conocimientos científicos. En lo que respecta a la agricultura se experimenta una transición desde una agricultura de subsistencia a una comercializada en la que existe una especialización de tareas y el trabajo asalariado. En el área de la industria se observa la sustitución de la fuerza animal por el empleo de nuevas tecnologías. En el ám­ bito de la ecología se pasa de un tipo de vida en pequeñas unidades (aldeas, pueblos) a los centros urbanos. Este proceso implica una complejización de la vida social que transforma la estructura social de sociedades diferentes en formas similares. Se trata de una dife­ renciación estructural que significa «el establecimiento de unidades sociales más especializadas y más autónomas» que desempeñan las funciones que anteriormente realizaba una misma unidad (Smelser, 1968: 127). Por ejemplo, en las sociedades tradicionales la educación se realiza fundamentalmente en el seno de la familia o en la iglesia, mientras que en las sociedades modernas se desarrolla además en las escuelas y en la universidad. En este sentido, familia, escuela y uni­ versidad son equivalentes funcionales aunque se trata de instituciones diferentes. El mismo proceso de diferenciación se observa, señala Smelser (1968: 130-137), en las actividades económicas (con la apa­ rición de la industria, el comercio y la economía monetaria), la fa­ milia (que se convierte en una institución especializada en las funciones de socialización y gratificación emocional), el sistema de

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creencias religiosas (que deja paso a una progresiva secularización y a la emergencia de la ciencia como elemento de orientación de las conductas), y al sistema de estratificación (que pasa de estar gober­ nado por criterios adscriptivos a estar caracterizado por una crecien­ te movilidad social basada en criterios de logro y universalismo). El proceso de diferenciación y complejización amenaza la de­ sintegración de la sociedad ya que es causa de problemas sociales para los cuales las soluciones de períodos anteriores no son válidas. El cambio estructural que genera la modernización social «genera anomia en el sentido clásico, ya que crea disarmonía entre las ex­ periencias vitales [de las personas] y las normas que las regulan [que pertenecen al pasado]» (Smelser, 1968: 141). ¿Cómo explica la teoría de la modernización que las sociedades no se desintegren por culpa de esta anomia extendida? La solución la encuentra en la integración que proveen diferentes instituciones que amortiguan los problemas sociales y, de esta ma­ nera, se convierten en equivalentes funcionales de las instituciones del período premoderno. Por ejemplo, el desarrollo económico supone una progresiva diferenciación de papeles sociales que generan pro­ blemas de integración del individuo en la sociedad. Los sindicatos, las cooperativas, las instituciones de ahorro actúan como freno a la anomia ofreciendo a los individuos un nuevo papel social a través del que se vinculan a la sociedad. La urbanización y las migraciones im­ plican que las personas viven cada vez más en un estado de anoni­ mato, 10 que significa que desaparecen los lazos comunitarios y familiares en los que antes se integraba el individuo. Las asociaciones voluntarias (iglesias, sindicatos, escuelas, clubes sociales) se con­ vierten en equivalentes funcionales que facilitan y promueven la in­ tegración de la persona en la sociedad y le permiten recrear los lazos comunitarios que la modernización desarticula. Así, «las estructuras integradoras [los equivalentes funcionales] intentan, con más o menos éxito, coordinar y solidificar la estructura social que las fuerzas de la diferenciación amenazan con fragmentar» (Smelser, 1968:140). Esta primera formulación de la teoría de la modernización fue re­ modelada por Eisenstadt (1983) como reacción a las críticas que in­ dicaban que era ahistórica, eurocentrista y errada22 • Eisenstadt

22 Respecto de la crítica de eurocentrismo no se puede olvidar la definición de modernización que hace uno de los principales exponentes de la teoría: «Histórica­ mente, modernización es el proceso de cambio hacia los tipos de sistemas políticos,

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mantiene el punto de partida de Smelser en 10 que se refiere a la dis­ tinción entre sociedades tradicionales que evolucionan hacia formas modernas y las áreas que se ven afectadas. Mantiene también la cre­ encia de que emergen nuevas instituciones integradoras encargadas de preservar la sociedad, pero introduce una variación: mientras las so­ ciedades tradicionales son restrictivas y limitadas, las sociedades modernas «son mucho más expansivas y adaptables a un rango más amplio de entornos y problemas internos y externos» (Eisenstadt, 1983:xvi). Es decir, las vías a la modernización pueden ser variadas. El autor mantiene la premisa básica de la teoría de la moderni­ zación que se basa en que la modernización es un proceso universal que, con algunas variaciones, conduce a las sociedades hacia una mayor complejización y diferenciación estructural como resultado de los procesos de industrialización, urbanización, secularización. Basándose en la teoría de la convergencia de Kerr y sus asociados (1960), Eisenstadt (1983:xvii) afirma que «en última instancia todos los sistemas industriales modernos desarrollan instituciones similares. Tras esta afirmación radica la convicción de la inevitabi­ lidad del progreso hacia la modernidad, ya sea política o industrial». Sin embargo, por debajo de esta inevitabilidad que a primera vista puede parecer que forma parte de un proceso homogeneizador, Eisenstadt entiende que la modernización provoca instituciones y problemas similares, aunque las respuestas a estos problemas comu­ nes pueden variar entre diferentes sociedades y civilizaciones. Aquí se observa el efecto de la crítica de Moore a las tesis de la teoría de la modernización. ¿De qué dependen estas variaciones? Eisenstadt (1983:35 ss.) indica que dependen básicamente de las características de la sociedad en el momento en que se inicia la modernización. Estas características se pueden resumir en tres aspectos. En primer lugar, las variaciones dependen de las políticas puestas en práctica por econónúcos y sociales que se han desarrollado en Europa del Oeste y en Nortea­ mérica entre los siglos XVII y XIX Yse han extendido a otros países europeos y en los XIX y xx a Sudamérica, África y Asia» (Eisenstadt, 1966: 1). Respecto de los de la teoría hay que decir que una de las derivaciones de la tesis de la moder­ nización que más polénúcas ha creado afirma que con la modernización emergen los sistemas democráticos como forma de gobierno. Moore (1966) elabora una crítica devastadora a esta tesis indicando que las sociedades pueden adoptar varias vías que conducen a la modernización, pero que estas vías no son incompatibles con regí­ menes autoritarios, tal como se observa en la experiencia soviética o nacionalsocia­ lista. Los ajustes de la teoría de la modernización se deben, en parte, a las críticas (directas o indirectas) de autores como Moore.

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las élites que promueven la modernización. En segundo lugar, las variaciones dependen del desarrollo interno y de las orientaciones de los grupos sociales más importantes que son afectados por la moder­ nización. En tercer lugar, las variaciones dependen de la secuencia temporal de la modernización en las diferentes esferas que se ven afectadas (economía, familia, religión, cultura, estructura social). La combinación de estas tres fuentes de variación da lugar a diferentes vías de modernización (Eisenstadt, 1983:40). Los casos de Inglaterra, Francia, Japón y los países escandinavos se caracterizan por el desarrollo de instituciones políticas modernas gracias a las actividades de una oligarquía reducida pero modernizadora. La segunda vía a la modernidad viene dada por la colonización llevada a cabo por grupos compactos y reducidos (religiosos, por ejemplo), tal como es el caso de los Estados Unidos. La tercera vía se caracteriza por alcanzar la modernidad a través de las actividades de movimien­ tos nacionalistas anticolonialistas. Tal es el caso de muchos nuevos estados que emergen en la era poscolonial. La cuarta vía ocurre a tra­ vés de la revolución nacional como en Méjico o Turquía. Esta teoría predice que la modernización lleva de la mano la instauración de regímenes democráticos. Sin embargo, Moore y otros autores elaboran una crítica en la que ponen de relieve que existen países que se han modernizado aún con regímenes no democráticos. Como respuesta a la crítica, los teóricos de la moder­ nización terminan preguntándose cuál es la razón de que algunos países no encajen en la teoría, tal como es el caso de Indonesia, Pakistán, Myanmar (antigua Birmania) y Sudán. La respuesta implica un nuevo requiebro de la teoría. Eisenstadt (1983:48) observa que estos países presentan, en cierto momento del proceso de modernización, índices regulares de modernización caracterizados por una progresiva diferenciación y un incremento de la modernización social. Sin embargo, el proce­ so se quiebra porque estos países fueron incapaces de desarrollar las estructuras institucionales necesarias (es decir, aquéllas encargadas de la integración social) para enfrentarse a los problemas derivados de los cambios generados por la modernización. Estos cambios pro­ vocan efectos no previstos como los siguientes: una estructura polí­ tica altamente diferenciada, una excesiva centralización de las actividades políticas y administrativas, un debilitamiento de las élí­ tes tradicionales sin que aparezcan otras élites que los puedan susti­ tuir y una tendencia estructural al cambio continuo. Como consecuencia de la carencia de instituciones que garanticen la inte­

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gración social ante estos problemas, estas sociedades presentan unas características comunes que explican su desviación de la teoría. Por un lado se produce un antagonismo extremo entre grupos, existe una inflación elevada y una crisis económica, no hay un consenso básico ni social ni político, se carece de un liderazgo fuerte y aceptado, y, además, la burocracia es ineficaz y la corrupción extensa. En la medida en que estas sociedades son incapaces de regular estas tuaciones y de generar un mínimo de integración social, el proceso modernizador se quiebra. Existe una derivación teórica de la tesis de la modernización que arranca de las tesis funcionalistas de Parsons pero que en rea­ lidad se asienta en la noción de diferenciación social que tienen Durkheim y Spencer. Se trata de la moderna teoría de la diferen­ ciación social. Los autores que desarrollan esta teoría entienden que a medida que una sociedad evoluciona (se moderniza y cambia) se produce una diferenciación de instituciones sociales. Quizá quien mejor ha sintetizado esta tesis desde una perspectiva neofunciona­ lista es Alexander (1990:1): «[oo.] el cambio social puede ser visto como un proceso de diferenciación. [ ... ] Las instituciones devienen más especializadas. Los procesos políticos devienen menos dirigi­ dos por las obligaciones y recompensas del patriarcado, y la división del trabajo se organiza más de acuerdo con criterios eco­ nómicos que de acuerdo con criterios de edad y sexo. Ser miembro de la comunidad va más allá de la raza y se determina por criterios políticos y territoriales. La religión se convierte en más general y abstracta, más separada institucionalmente y en tensión con otras esferas. La generalización de la cultura rompe los vínculos religio­ sos. Las leyes naturales son reconocidas en la esfera moral y física y, en este proceso, la religión no sólo abandona su control sobre la vida cultural sino también su prominencia institucional». La característica de esta teoría es que sus defensores admiten que puede ser utilizada para explicar fenómenos contemporáneos, algo que va parejo al resurgir del funcionalismo en su versión «neo» en gran parte gracias a los esfuerzos de Jeffrey Alexander por incorporar y reaccionar ante las críticas (algunas demoledoras) formuladas a las teorías de Parsons. Alexander entiende que una de las características de la sociedad actual es, siguiendo a loslas deconstruccionistas y posmodernos, la fragmentación cultural que sigue a la crisis de la sociedad moderna. Esta fragmentación se concibe como alienante y opresiva. Para Alexander (1990:12) «la fragmentación de un sistema de significados [cultura] se puede ver

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como su diferenciaci6n, como la creciente autonomía de versiones cognitivas, afectivas, morales y metafísicas de la verdad». Este entroncamiento del funcionalismo con el posmodernismo no deja de ser curioso en la medida en que se presente como un nuevo frente ante las teorías neoweberianas y neo marxistas de explicaci6n de la realidad. Se trata, en la concepci6n de sus defen­ sores, de un paradigma diferente y más fructífero: «donde Weber hablaba de racionalizaci6n y despersonalizaci6n como las carac­ terísticas principales de la modernidad, y la teoría crítica neomarxista sigue este camino, la teoría de la diferenciaci6n ofre­ ce una oportunidad para describir la modernidad de una forma más ambigüa y, yo creo, más realista. Parecerla que es la plurali­ zaci6n de los mundos de vida [life-worlds], no su colonizaci6n, lo que crea las oportunidades y patologías de la vida moderna» (Ale­ xander, 1990: 12). VII. CRÍTICA AL FUNCIONALISMO: CONFLICTO y SISTEMA MUNDIAL

1.

LA CRÍTICA DESDE EUROPA: RALF DAHRENDORF

Aunque Parsons construye sus teorías sobre algunos aspectos de las obras de pensadores europeos, el funcionalismo moderno es un producto típicamente estadounidense. Según Siedman (1994), se trata de una teoría en cuya base se encuentra la referencia de la sociedad de clases medias, blanca, liberal, autocomplaciente y poco conflictiva de los Estados Unidos de la posguerra. En con­ secuencia, el funcionalismo deja poco espacio para el análisis del conflicto, y cuando se ocupa de él lo hace desde un punto de vista individual y negativo reduciéndolo a una cuesti6n de des­ viaci6n social, de anomia. Es decir, ignora que el conflicto social puede tener causas estructurales y que puede tener un cierto po­ tencial creativo. La crítica al funcionalismo originariamente tiene un marcado cariz europeo, aunque algunos de sus .autores emigran a los Estados Unidos y desarrollan allí sus carreras académicas23 • Tal es el caso de

23 No puede olvidarse que en las universidades estadounidenses se generó, también, una intensa crítica a las teorías de Parsons, tales como las elaboradas por MilIs, Homans, o por el interaccionismo simbólico. Según Seídman (1994:127),

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Peter Berger (Austria), Thomas Luckmann (Alemania), o Lewis Coser (Alemania). Serán estudiados en sus respectivas escuelas. Un tercer ejemplo es Ralf Dahrendorf (Alemania) de cuyas críticas principales me ocupo brevemente. Ralf Dahrendorf (1929) es un intelectual público europeo naci­ do en Alemania. No se ha circunscrito a la vida académica sino que ha compaginado su vertiente científica con la política y con la de divulgador de su opinión en los medios de comunicación de refe­ rencia. Ha sido parlamentario en Alemania (con responsabilidades de gobierno con Willy Brandt), Comisario europeo, presidente de la London School of Economics, es Lord del parlamento británico, docente en la universidad de Oxford, profesor en diferentes uni­ versidades y autor de numerosos trabajos. Dahrendorf reacciona contra el parsonianismo criticando, al mismo tiempo, el marxismo pero partiendo analíticamente de éL A los dos cuerpos de pensamiento los concibe como utopías. Sus ideas representan, pues, una alternativa al funcionalismo y a la so­ ciología marxista y se encuadran en una perspectiva liberal y diná­ mica ya que entiende que la sociedad está compuesta por una pluralidad de grupos que rivalizan tanto por el ejercicio del poder como por la distribución de recursos. Seidman (1994:123) ve en esta perspectiva un producto de la época y de la experiencia personal del autor. Dahrendorf crece du­ rante el declive del nacismo (él mismo fue enviado a un campo de concentración) y conoce las actuaciones del estalinismo. Concibe que las ideologías que dan soporte a estos regímenes políticos son utopías que ofrecen una nueva sociedad construida sobre la base de un nuevo tipo de ser humano. Las utopías promueven un ideal de so­ ciedad armónica en la que el conflicto es considerado «anormal» y tratado como una desviación. El individualismo, la pluralidad, el conflicto, quedan fuera de lugar en estas perspectivas utópicas. Al igual que algunos de sus contemporáneos (Raymond Aron, Sey­ mour Martín Lipset, Alain Touraine, Juan J. Linz, Daniel Bell), Dah­ rendorf articula un ideal de sociedad liberal pluralista, antiutópica. En su Class and Class Conflict in Industrial Society (1959), Dahrendorf critica la postura del marxismo que entiende que el conflicto social puede ser entendido como un fenómeno de la es-

la escasa presencia académica del pensamiento marxista en los Estados Unidos hace que la mayor parte de estas críticas tengan un marcado carácter microsocíol6gico.

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tructura de clases de la sociedad que se articula entorno a la propie­ dad de los medios de producción. Contra este postulado Dahrendorf arguye que la propiedad deja de ser un factor decisivo en las socie­ dades modernas a la luz de la consolidación de formas de propiedad difusa (accionariados, participación de bancos en la propiedad de empresas) y de la separación entre propiedad y gestión empresariaL Es más, la emergencia de una clase media numerosa con trabajado­ res de cuello blanco, irreducibles al proletariado o a la burguesía, ha­ ce difícil la lucha de clases en los términos en que señala el marxismo. Sin embargo, indica Dahrendorf en referencia al fun­ cionalismo, ello no quiere decir que el conflicto haya desaparecido o no se deba tener en cuenta. Al contrario, el conflicto está presente en las sociedades occidentales modernas y forma parte de la vida social. Su perspectiva, el paradigma del conflicto, intenta ser un comple­ mento al paradigma del consenso representado por el funcionalismo y sitúa al poder y la autoridad en el centro del análisis. Para comprender el paradigma del conflicto es preciso entender que Dahrendorf no concibe al individuo como la unidad de análisis sociológico, sino las asociaciones imperativamente coordinadas. To­ da sociedad está compuesta por grupos más o menos formales que están organizados internamente en relaciones jerárquicas de domi­ nación y subordinación. Es decir, de manera similar al análisis fun­ cionalista, Dahrendorf indica que estos grupos están compuestos por personas que desempeñan unos papeles sociales. Tales papeles están diferenciados por sus funciones (lo que hacen para la organización, las obligaciones y responsabilidades que tienen) y por su autoridad. Algunos puestos dentro de la organización confieren autoridad a al­ gunos individuos sobre otros, que ocupan un papel subordinado. Sin embargo, como la sociedad está compuesta de una pluralidad de or­ ganizaciones, el hecho de ocupar una posición de autoridad en una asociación no quiere decir que se tenga también autoridad en otra24• Para el autor, en la actualidad «el origen del conflicto de clases se encuentra en estructuras de poder que ya no tienen la caracterís­ tica de ser jerarquizadas» (Dahrendorf, 1988:29). El autor indica que aquellas personas que se encuentran en una posición similar respecto de la autoridad institucional (posesión o no de poder orga­ nizativo sobre otros/as) comparten también intereses sociales similares. Y en la medida en que se aperciben de su situación simi­ 24 Nótese la similitud con el planteamiento de subordinación recíproca que Simmel sitúa en la base de la democratización de la sociedad.

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lar y sus intereses comunes, y sus acciones se orientan a la perse­ cución de estos intereses, funcionan como una clase social. En este sentido, el autor rechaza la idea marxista de una estructura dicotó­ mica de las clases. Dahrendorf modifica ligeramente este planteamiento inicial en una obra posterior titulada The Modern Social Conflicto En ella el autor continúa manteniendo su perspectiva pluralista y la centrali­ dad del poder como fenómeno de la estructura social. Pero, adap­ tando a Weber, introduce la noción de «oportunidades de vida» (life chances) como el objeto del conflicto de clases. Las oportuni­ dades de vida son una función de dos aspectos que caracterizan las sociedades modernas. Por un lado, los derechos y obligaciones po­ líticas de los individuos (votar, educación, vivienda). Por otro lado, el acceso a bienes y servicios. Estos dos aspectos son los que de­ terminan el bienestar del ser humano (Dahrendorf, 1988:16, 17). Las sociedades modernas se caraterizan por la desigualdad en la distribución de las oportunidades de vida, y esta desigualdad «es el resultado de estructuras de podeD> que siempre están presentes en la sociedad (Dahrendorf, 1988:27). Las personas que tienen una po­ sición desaventajada en términos de oportunidades de vida reivin­ dican una mejor posición frente a las que disfrutan de una posición más ventajosa. Esta reivindicación deriva en conflictos (entre gru­ pos organizados más o menos formalmente) que son inherentes a la sociedad. Lo que es más importante para el autor: el conflicto transforma progresivamente la sociedad de manera que lo que ca­ racteriza a las sociedades modernas es su historia de movimiento y transformación constante en las dos dimensiones de las oportuni­ dades de vida de los ciudadanos/as (Dahrendorf, 1988:18). 2.

TEORÍA DEL SISTEMA MUNDIAL

La teoría del sistema mundial es crítica con los postulados de la teoría de la modernización. Entiende que, en realidad, la moderni­ zación no es sino el resultado de la explotación de unos países subdesarrollados por otros poderosos (industrializados, ricos) que están en el centro del sistema mundial. Uno de sus máximos expo­ nentes, Immanuel Wallerstein (1974, 1979), entiende que la transformación social que implica todo proceso de desarrollo eco­ nómico se produce en un contexto global (mundial) en el que unos países (subdesarrollados) dependen de otros (desarrollados). No existen países que queden fuera del sistema mundial de lo que se

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colige que todos están interrelacionados y que la situación de uno afecta a los otros: «el mundo moderno comprende una única eco­ nomía capitalista mundial que emerge históricamente en el siglo XVI y que aún existe hoy día. [... ] los Estados no son sociedades que tienen historias separadas o .paralelas, sino partes de un todo [... ] En la medida en que existen estadios [de desarrollo], existen para el sistema como un todo» (Wallerstein, 1979:53). El problema al que apunta esta teoría es que los procesos de cambio social vía desa­ rrollo cristalizan en el subdesarrollo de algunos países periféricos dependientes. La teoría del sistema mundial pretende ofrecer unas herra­ mientas conceptuales (centro, periferia, semiperiferia) para «anali­ zar las múltiples formas del conflicto de clases en la economía mundial capitalista» (Wallerstein, 1979:293). El punto de partida de esta teoría es que lo que los abogados de la teoría de la moderniza­ ción llaman «procesos modernizadores» no es otra cosa que el de­ sarrollo del subdesarrollo. Es decir, que «la estructura económica de los países subdesarrollados no es la forma que adquiere una socie­ dad tradicional tras el contacto con las sociedades más desarrolla­ das. Tampoco es una fase temprana del proceso de transición a la industrialización. Antes bien, es el resultado de la situación perifé­ rica de esta sociedad en una economía mundial [en la que cumple el papel de] productora de materia bruta» (Wallerstein, 1979:7). La causa que provoca esta situación no es otra que «el impulso hacia la acumulación incesante de capital que lleva al mundo a una cons­ tante expansión aunque desigual» en la que quedan afectados todos los países (Tortosa, 1992:66). El sistema mundial de una economía globalizada se estructura en un centro compuesto por países altamente desarrollados e indus­ trializados, una periferia de países menos desarrollados (o en vías de desarrollo) que se relacionan con los países centrales vía depen­ dencia y explotación, y una semiperiferia de países intermedios. La relación básica que se establece entre el centro y la periferia es de naturaleza neocolonialista. El neocolomalismo se basa en la explo­ tación, por parte de los países ricos, de los recursos naturales y la mano de obra de los países menos desarrollados. Wallerstein se pregunta cómo es posible que esta forma de estructurar el mundo sobreviva y que no emerjan más revueltas a través de las cuales la mayoría explotada corrija la situación. Iden­ tifica tres mecanismos (Wallerstein, 1979:22-23). Por un lado, la concentración del aparato militar en las manos de las fuerzas domi­

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nantes con 10 que se garantizan el monopolio del uso de la violen­ cia. En segundo lugar, la extensión de un cierto compromiso ideológico con el sistema, especialmente entre aquellos para los que su bienestar depende del funcionamiento del sistema Aunque estas dos razones son necesarias, no son suficientes. Wallerstein pone el peso en la existencia de un grupo de países semiperiféricos sin los cuales se produciría una polarización social que convertiría el sis­ tema en políticamente inestable: «Se puede argumentar que la economía mundial, como una economía, funcionaría bien sin la semiperiferia. Pero sería mucho más inestable políticamente ya que implicaría un sistema mundial polarizado. La existencia de una categoría intennedia significa precisamente que el estrato supe­ rior no tiene que enfrentarse a la oposición unificada de todos los otros [estratos] porque el estrato medio es al mismo tiempo explo­ tado y explotador» (Wallerstein, 1979:23). Sin embargo, el autor combina estos tres elementos con la exis­ tencia de una tendencia triple a la consolidación estructural del sistema mundial (Wallerstein, 1979:62-63). Por un lado, la capitali­ zación de la agricultura mundial, la urbanización y la proletarización que han facilitado la explotación y el control de amplias capas de la población. Por otro lado, la industrialización. Es decir, el desarrollo de nuevas tecnologías que abaratan el proceso de producción y, por tanto, permiten utilizar los recursos naturales para producir mer­ cancías a un coste bajo. En tercer lugar, la burocratización. Esto es, el fortalecimiento de las organizaciones frente a los individuos y los grupos sociales. Para la teoría del sistema mundial los Estados centrales man­ tienen una posición de dominio respecto de los de la periferia. Éstos son dependientes de los primeros y tal dependencia se basa en una relación de intercambio desigual según la cual las mercancías y el dinero se han intercambiado con más fluidez y libertad que el tra­ bajo. Mientras los dos primeros hacen un viaje de ida y vuelta de periferia al centro, la mano de obra no. Así, a través del sistema cultural antiguo (Habermas, 1975:49). Habermas (1975:92) menciona dos posibles soluciones a esta contradicción del capitalismo y a la crisis que genera. Por un lado, la retirada del escenario público hacia la privacidad (o alienación). Por otro lado, la rebeldía ante las contradicciones del capitalismo que representan los movimientos sociales que promueven una so­ ciedad democrática participativa. Es decir, la constitución de un es­

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pacio político público en el que los individuos alcancen un consen­ so racional sobre las nonnas que regulan la vida social. La demo­ cracia fonnal no es adecuada para tal fin, ya que «la democracia no tiene ya el objetivo de racionalizar la autoridad a través de la parti­ cipación de los ciudadanos en procesos discursivos [interacción co­ municativa] de fonnación de voluntades. Su objetivo, por contra, es hacer posible compromisos entre élites gobernantes. [... ] Un plura­ lismo de élites, reemplazando la autodeterminación de la gente, convierte el poder social ejercido privadamente en independiente de las presiones por su legitimación y 10 inmuniza contra el principio de la fonnación de la voluntad» (Habennas, 1975:123-124). El consenso por el que aboga Habennas es un consenso basado en razones. Para ello los individuos deben tener la posibilidad de in­ teraccionar comunicativamente en libertad, intercambiar ideas, dis­ cutir, hacer uso de la razón. Así, Habermas (1975:105) indica explícitamente que «el modelo apropiado es la comunidad comu­ nicativa de aquellos afectados quienes, como participantes en un discurso práctico, comprueban la validez de las nonnas y, en la medida en que las aceptan con razones, llegan a la convicción de que en las circunstancias dadas las nonnas propuestas son adecua­ das». Habennas desarrolla este aspecto de la comunidad comuni­ cativa y de la interacción dialogante en su Teoría de la acción comunicativa (1981). Se trata de una obra densa y rica en ideas (complejas en muchas ocasiones) de las que creo conveniente des­ tacar las que siguen a modo de sumario superficial. El autor (1984:85-86) desgrana cuatro tipos de acciones socia­ les diferentes. La acción teleológica, implica que para llevar a cabo su acción el actor utiliza unos medios que se supone que han tenido éxito en el pasado y que aplica de fonna adecuada en una situación concreta. La acción estratégica es una derivación de la anterior ya que intervienen los cálculos que realiza el actor sobre las probabi­ lidades de éxito de su acción y de las alternativas posibles (como explica la teoría de juegos). En ambos casos, se considera que el ac­ tor está aislado de su entorno. La acción normativamente orientada implica que existe un entorno en el que el actor participa y que sus acciones están dirigidas por valores comunes al actor y a otros ac­ tores. Esto indica que el actor se está acomodando a las expectativas de los demás. La acción dramatúrgica o teatral implica que un ac­ tor interacciona con otro y ambos se convierten en el público del otro (su audiencia teatral) en la medida en que se están presentando y, por tanto, representando una acción.

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Habermas presta atención a la acción comunicativa porque es la que contiene la promesa de la liberación de las personas a través del uso de la razón, pero no de la razón instrumental que implica que el individuo intenta maximizar las oportunidades que le ofrece el entor­ no para su propio beneficio. Al contrario, se trata de una razón deli­ berativa a través de la cual los individuos llegan a consensos básicos que les permiten actuar. Habermas (1984:285-286) define la acción comunicativa como aquel tipo de comunicación en la que «las accio­ nes de los agentes implicados están coordinadas no a través de cálcu­ los egocéntricos, sino a través de actos para alcanzar conocimient02 • En las acciones comunicativas, los participantes no están orientados por [la obtención de J su propio éxito; persiguen sus metas individua­ les con la condición de que pueden armonizar sus planes de acción so­ bre la base de definiciones comunes de la situación. En este respecto, la negociación de la situación es un elemento esencial de los logros in­ terpretativos requeridos para la acción comunicativa». Se trata de construir consensos entre los actores acerca de la definición de la si­ tuación que les llevará a actuar de manera determinada. Los actores in­ terpretan la situación en la que están, negocian su significado, lo cual admite, dice Habermas (1984:86), que los actores lleguen a generar un consenso sobre la situación en la que se hallan3 • Se trata de la com­ prensión mutua de la situación. Este planteamiento descansa en el lenguaje como medio de inte­ racción y como instrumento sobre el cual descansa la comprensión vía comunicación entre actores. Pero Habermas se cuida de que no se con­ fundan los términos y se sustituya acción por comunicación. La co­ municación es previa y requiere del lenguaje. La acción es posterior y requiere la comprensión de la situación. Así, «el modelo comunicativo de la acción no equipara la acción con la comunicación. El lenguaje es un medio de comunicación que facilita la comprensión, mientras que los actores, llegando a una comprensión mutua para coordinar. sus aciones, persiguen sus metas particulares» (Habermas, 1984:101). El lenguaje es importante porque, como vehículo de comunica­ ción, facilita que los actores puedan comprobar «que la afirmación he­ cha es cierta [ ... J, que el acto comunicativo es apropiado de acuerdo 2 Para Habermas (1984:286-287), «alcanzar conocimiento se considera que es un proceso de alcanzar acuerdos entre los sujetos que hablan y actúan». 3 Esta vertiente interactiva de la obra de Habermas desarrollada en su idea de la acción comunicativa le conecta con la tradición sociológica que arranca de Mead (interaccionismo simbólico) y Weber (fenomenología). Véase Habermas (1984:95).

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con el contexto normativo existente [ ...] [y] que la intención manifiesta del hablante coincide con 10 que expresa» (Habermas, 1984:99). de­ cir, que los actores pueden comprobar si las afirmaciones del otro/a son verdaderas, apropiadas y sinceras. A través de estas comprobaciones los actores pueden llegar a construir consensos (Habermas, 1984: 100). Una sociedad basada en consensos racionales alcanzados a través de actos comunicativos basados en la definición acordada de la situación es un ideal que se encuentra con escollos. Vivimos en una sociedad capitalista, de naturaleza explotadora, en la que los individuos también intentan explotar para su beneficio propio las oportunidades que les ofrece el entorno. El problema, dicen algu­ nos autores de la Escuela de Francfort, es que la barrera principal para alcanzar una sociedad más racional ya no es la explotación económica, sino el idiotismo cultural. El mundo de la cultura en las sociedades modernas ha dejado de proveer las bases para que aparezcan formas de acción social que promuevan el interés por el bienestar común, por la construcción de sociedades más libres. De esto me ocupo en el apartado siguiente. III. CRÍTICA DE LA CULTURA Las figuras principales de la Escuela de Francfort critican el de­ terminismo económico de algunas interpretaciones de la obra de Marx. A su modo de ver, la dominación en las sociedades modernas es de naturaleza cultural, no sólo económica. De ahí que analicen la producción cultural en el capitalismo avanzado. El trabajo que mejor recoge las tesis de dos de las figuras principales de la escuela es la Dialéctica de la ilustraci6n, escrito por Horkheimer y Adorno en el exilio californiano de 1944. Ambos autores tienen una visión pesi­ mista de la sociedad moderna que obedece a su propia experiencia personal: ascenso del fascismo y separación de los movimientos obre­ ros de la línea revolucionaria que podría llevar a una transformación de la sociedad siguiendo los ideales de justicia social. Para Adorno y Horkheirner esta situación es el resultado de una nueva barbarie por la que se aventura la sociedad moderna en su proceso de racionalización. La razón y la libertad dejan de ser los ideales sobre los que se cons­ truye la sociedad y un nuevo tipo de razón, la razón instrumental, se convierte en el principio articulador de las relaciones sociales. La razón instrumental o tecnológica, como la llama Marcuse, es el principio que articula la sociedad capitalista. Se trata de una concepción del mundo que concibe los medios de acuerdo a unos

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:fines dados como son, por ejemplo, la búsqueda de beneficio en lu­ gar del bienestar colectivo. La razón instrumental implica una con­ cepción del mundo centrada en la manera en que se puede explotar el entorno del actor (incluyendo en este entorno otros seres huma­ nos) relegando los aspectos valorativos a un plano irrelevante para la acción. Para las figuras principales de la Escuela de Francfort en la sociedad industrial la razón se convierte en razón instrumental y así se genera una nueva forma de dominación social. Adorno y Horkheimer comparten con Weber su visión de la evolución de la sociedad occidental como una racionalización progresiva, pero lo que los autores de la Escuela de Francfort critican no es este pro­ ceso, sino el modo en que se desarrolla. Es decir, el capitalismo. En el marco de la teoría marxista, los dos autores interpretan que la modernidad se caracteriza por una creciente tendencia a la igualación en la que la condición de instrumentos de la producción convierte a las personas en individuos acríticos sin capacidad de pensamiento autónomo. Las personas dejan de ser unidades de pensamiento crítico que participan autónomamente en la construc­ ción de su entorno más inmediato para convertirse en instrumentos que se deben adaptar a lo que se espera de ellos. Tales expectativas vienen dadas por la forma de comportamiento que prescribe la ra­ zón instrumental. Así, «el individuo es reducido al punto nodal de las respuestas convencionales y formas de operación que se espera de él. [ ... ] A través de los incontables agentes de la producción de masas y de su cultura las formas de comportamiento convencional se introducen en el individuo como las únicas formas naturales, res­ petables y racionales» (Horkheimer y Adorno, 1994:28). El indivi­ duo, el actor social, queda subsumido en el colectivo, que le controla continuamente a través de diferentes instituciones como la escuela, los medios de comunicación, las organizaciones. Se produce una nueva forma de dominación (no necesariamen­ te económica) consistente en que el individuo internaliza el com­ portamiento que sanciona la razón instrumental y abandona su capacidad crítica respecto de ésta. Su objetivo no es la transforma­ ción o la mejora social, sino la preservación individual, lo que in­ dica una fuerte tendencia al egocentrismo. El ideal de la Ilustración queda traicionado y la civilización regresa a una etapa premoderna en la que las personas quedan sujetas a los dictados de la produc­ ción y la alienación se extiende: «quienquiera que se resigna a la vi­ da sin una referencia racional a la autopreservación regresa a la prehistoria de acuerdo con la Ilustración (y el protestantismo). [...]

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Pero cuanto más afectado está el proceso de autopreservación por la división de trabajo burguesa, más requiere la alienación de los in­ dividuos, quienes tienen que modelar sus cuerpos y almas de acuer­ do al aparato técnico» (Horkheimer y Adorno, 1994:29-30). La industria de la cultura desempeña un papel crucial en este proceso de dominación ya que los medios de comunicación de ma­ sas ofrecen a los individuos formas estándar de comportamiento, de valores, de gustos estéticos, que son considerados como aceptables. De esta manera la persona ajusta sus acciones a estas «soluciones prefijadas» reforzando la alienación, la pérdida de autonomía y la ca­ pacidad de pensamiento crítico. Aparece así un individuo depen­ diente, débil en términos de personalidad, e incapaz de juzgar y decidir conscientemente por sí mismo/a. Se trata de la «persona-ma­ sa». Ahora bien, éste no es el resultado de una acción consciente por parte de aquellos/as que acumulan poder en la sociedad, ya que «la impotencia del trabajador no es meramente una estratagema de los gobernantes, sino la consecuencia lógica de la sociedad industrial» (Horkheimer y Adorno, 1994:37). El individuo con capacidad de ra­ ciocinio y discernimiento se convierte así en una mera ilusión, algo que es inexistente. En su lugar, según los autores (1994:154), las per­ sonas tienden a identificarse con la sociedad. Las personas tienen li­ bertad formal, pero al mismo tiempo se hallan sometidas a un sistema de control social que moldea sus formas de pensar: «nadie es oficialmente responsable de 10 que piensa. En su lugar, cada uno está sujeto desde edad temprana a un sistema de iglesias, clubes, asociaciones profesionales que constituyen el instrumento más sen­ sible de control social» (Horkheimery Adorno, 1994:149). La industria de la cultura genera productos que son, en esencia similares. Las películas, los programas de radio, las novelas, las re­ vistas se convierten en productos ofrecidos a la población que los consume en su tiempo libre. Pero no se trata de productos que ten­ gan una demanda específica. Ni tampoco se requiere que sean si­ milares. Horkheimer y Adorno (1994:121) critican el argumento economicista que defiende que como el público es numeroso y tie­ ne necesidades parecidas el producto cultural acaba sometiéndose a cierta estandarización (facilitada por la tecnología de producción) y, en consecuencia, es aceptado por el público sin muchas resistencias. Los autores señalan que, por contra, el producto cultural es el re­ sultado de la combinación de dos factores. Por un lado, la tecnolo­ gía, puesta al servicio de la producción en serie de cultura. Por otro lado, los intereses de los que controlan esta tecnología (y que

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ejercen su poder sobre la sociedad) que no están dispuestos a «pro­ ducir o sancionar nada que de alguna manera difiera de sus propias reglas, sus ideas sobre los consumidores, o sobre todo, ellos mis­ mos» (Horkheimer y Adorno, 1994:122). El producto cultural traslada al público consumidor una serie de formas de comportamiento, valores, que sustraen al individuo su ca­ pacidad para discernir. Así, los productores culturales moldean la sociedad, fijan los límites de lo permisible, crean las necesidades de los consumidores, los controlan, los disciplinan. En suma, influyen poderosamente en la creación de la sociedad, y la consecuencia de todo ello es la «obediencia a la jerarquía social» (Horkheimer y Adorno, 1994:131, 144-147). Como la esencia del funcionamiento de la industria cultural es la imitación, las desviaciones no suelen ser toleradas. La disconformidad, la desviación, la innovación de­ riva hacia la marginación cultural. Lo que es aceptado por la in­ dustria cultural es lo que el público consumirá. Aquello que no es aceptado, se descarta y no ve la luz pública. Sin embargo, los auto­ res matizan este análisis indicando que existen formas de disidencia que se convierten en formas culturales aceptadas por la industria cultural. En algunos casos la desviación es integrada en la norma-:­ lidad y pierde entonces su carácter marginal (Horkheimer y Ador­ no, 1994: 132). Otro tanto ocurre en el lado del público. El individuo es aceptado socialmente en la medida en que acepta y ha­ ce suyos los valores que se transmiten a través de la industria cul­ tural. Así, «en la industria de la cultura el individuo es una ilusión no sólo por la estandarización de los medios de producción. Es to­ lerado sólo en la medida en que su identificación completa con la generalidad no es cuestionada» (Horkheimer y Adorno, 1994:154). La industria de la cultura tiene una naturaleza doble: es repe­ titiva y se produce en masa. No suele haber novedades o sorpresas. El espectador de una película puede predecir con bastante fiabili­ dad su final ya que sus esquemas son reiterativos. El producto cultural ofrece al público unos estereotipos que le enseñan cómo actuar y le indican lo que es la vida real. En la medida en que no ofrece ninguna promesa de cambio sino que se dedica a reforzar el statu quo, la industria cultural se convierte en un instrumento de dominación que disemina una ideología vaga, vacía, incapaz de ofrecer una explicación significativa de la vida, carente de com­ promiso. ASÍ, «la industria de la cultura tiende a encarnarse en fi­ gura de autoridad y en profeta irrefutable del orden existente» (Horkheimer y Adorno, 1994:147).

20. ACCIÓN Y ESTRUCTURA EN LA SOCIOLOGÍA. EL DEBATE RECIENTE I. ELDEBATE

A lo largo de las páginas anteriores se han analizado perspecti­ vas sociológicas diferentes. A pesar de pecar de reduccionismo, creo que se puede indicar que las teorías sociológicas modernas pueden ser asimiladas a dos líneas dominantes. Para algunos auto­ res la estructura de la sociedad se convierte en el centro de interés de la sociología. La organización social es la variable indepen­ diente para explicar diferentes fenómenos. Durkheim, Marx, Toc­ queville, Tonnies, pero también el Weber que deduce diferentes credos religiosos de diferentes grupos sociales, están en este grupo. Para otros autores, la acción es el epicentro de sus teorías. Pareto, Simmel, Weber, el Parsons joven, la fenomenología sociológica, la etnometodología y el interaccionismo simbólico se encuadran aquí. Se trata de dos perspectivas que han ido regenerándose y creando nuevas corrientes que reformulan los postulados originales o los enmiendan. Implícita o explícitamente los debates sociológicos discurren a través de una serie de cuestiones cuya respuesta varía en función de la perspectiva sociológica que se adopte: ¿las personas son libres de actuar independientemente de la forma en que se organiza la so­ ciedad? ¿En qué medida las acciones de los individuos están deter­ minadas por la estructura social? ¿Cuáles son los límites a estas acciones? ¿De qué manera la posición de un individuo en la es­ tructura social capacita también a las personas para actuar? Estas cuestiones son de importancia fundamental para el quehacer de la disciplina y pueden ser reformuladas de la forma siguiente: ¿existe un orden social que es impuesto sobre el individuo y constriñe su capacidad de acción o es el individuo quien crea este orden social? En términos generales desde la sociología se han dado tres res­ puestas a esta pregunta. Por un lado, algunas perspectivas sociológi­ [311]

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cas que se han revisado en este trabajo sugieren que la estructura so- . cial no es determinante y que lo relevante para la sociología es co­ nocer cómo los individuos construyen el mundo que les rodea. La sociología fenomenológica, la etnometodología, y parcialmente la te­ oría del intercambio social se encuadran en esta línea de pensamien­ to poniendo el acento en uno u otro aspecto del proceso de construcción social. Por otro lado, y en un polo opuesto, se encuen­ tran aquellas perspectivas que explican la sociedad desde un punto de vista estructural. Arrancando de los planteamientos de Durkheim se indica que la sociedad determina en mayor o menor medida las ac­ ciones de los individuos. El funcionalismo suele ser su más cualifi­ cado exponente, aunque algunas derivaciones del marxismo también entienden que la infraestructura y las relaciones sociales que se asien­ tan en ella son objeto de análisis de la sociología. Obviamente en ca­ da perspectiva existen matices. Entre uno y otro polo encontramos una serie de propuestas que intentan sintetizar las aportaciones de las dos líneas de análisis indi­ cadas anteriormente. El trabajo de Berger y Luckmann es un ejemplo, tal como se ha visto, al igual que la perspectiva de la relación entre biografía y sociedad propuesta por Mills. Touraine (1969, 1978) también reacciona contra la dicotomía y sugiere una síntesis socio­ lógica que devuelva al actor y a las acciones colectivas el papel prin­ cipal en las sociedades posindustriales. Pero también los planteamientos de Giddens y de Bourdieu se encuadran en este es­ fuerzo sintetizador. La teoría de la estructuración del primero y el concepto de habitus del segundo son claves para entender cómo se combina la acción individual y la estructura sociaP. En las páginas si­ guientes analizo las aportaciones más relevantes de estos dos autores.

n. TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN DE ANTHONY GIDDENS La premisa de la teoría de la estructuración puede condensarse en una frase: ni la estructura social explica las acciones de los in­ 1 Existen también otros intentos por combinar la estructura y la acción. Por ejemplo, el debate sobre las relaciones entre la perspectiva micro y la macro que compila Alexander (1987a), o el intento (fallido) de Blau de asentar una teoría de la sociedad en los intercambios sociales. Selznick (1992), ha elaborado otro intento basado en su concepción de la sociología como una herramienta para comprender cómo las relaciones sociales estructuran la comunidad.

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dividuos ni éstos crean independientemente la estructura sociaF. Por el contrario, ambos elementos (estructura y acción) están pre­ sentes en la construcción de la sociedad. Obviamente, señala Gid­ dens, las personas actúan y fabrican la realidad, pero tal actuación se produce de acuerdo con unas motivaciones para la acción que emergen de la posición de las personas en la estructura social. Así, la acción tiene el efecto de reproducir la estructura de la sociedad: «las limitaciones estructurales [a la acción] siempre operan a través de los motivos y las razones de los agentes estableciendo (a menu­ do en una forma difusa) las condiciones y consecuencias que afec­ tan las opciones que se les plantean a otros y a 10 que ellos quieren de cualesquiera de las opciones que tienen» (Giddens, 1984:310). La teoría de la estructuración rechaza las concepciones estáticas y constreñidoras de la estructura social. En su lugar propone una vi­ sión de la realidad social como un proceso, como algo fluido, en el que los actores participan activamente. Lo relevante no es la es­ tructura social, sino el proceso de estructuración del sistema social. y en este proceso los actores son parte activa, ya que con sus ac­ ciones producen y reproducen el sistema social. En cierto sentido, esta premisa fue avanzada por Schumpeter en 1942 en su crítica al marxismo: «los hombres eligen, por supuesto, el curso de sus ac­ ciones, las cuales no están directamente constreñidas por los datos objetivos el medio que los rodea; pero eligen desde sus puntos de vista perspectivas o inclinaciones que no forman un grupo de datos independientes, sino que están ellos mismos moldeados por situa­ ciones objetivas» (Schumpeter, 1996:37). Giddens entiende que el actor social tiene la capacidad de ac­ tuar independientemente de las limitaciones con que se encuentre. La materialización de tal capacidad es la acción, que puede ser in­ tencional o no intencional y tener consecuencias buscadas o no buscadas (Giddens, 1984:9). En cualquier caso la acción implica que el actor tiene un cierto poder en el sentido de capacidad trans­ formativa. Actuar, dice Giddens (1984: 14), significa intervenir «en el mundo, o abstenerse de tal intervención, con el efecto de influir en un proceso específico o situación. [ ...] La acción depende de la capacidad del individuo de generar una diferencia respecto de una situación preexistente». En este sentido todo actor social tiene un

2 Un análisis sucinto de la teoría de la estructuración se puede encontrar también en el trabajo de Solé (1992).

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cierto grado de poder. En este planteamiento resuenan los ecos de la tesis de Sirnmel (1950b:182) que consiste en entender que incluso en relaciones de subordinación el actor social tiene capacidad para influir en la interacción en la que se ve inmerso, a pesar del dife­ rencial de poder que pueda existir3 • A esta situación Giddens (1984:16) le da el nombre de dialéctica del control. Pero las acciones de las personas no tienen lugar en el vacío si­ no que se generan en la sociedad y están constreñidas por su situa­ ción en la estructura social. Giddens se aparta de la noción funcionalista de estructura (y también de la de los posestructuralis­ tas franceses) al concebirla como el conjunto de reglas y recursos a disposición de las personas en su vida diaria. Parafraseando a Gar­ finkel, Giddens (1984: 18-19) indica que las reglas hacen referencia a los procedimientos (los métodos) que las personas utilizan en sus interacciones sociales habituales. Por contra, los recursos se re­ fieren al caudal de conocimientos que tienen los individuos acerca del funcionamiento de la sociedad y que incorporan en la produc­ ción de sus prácticas sociales, ya sea como motivos para la acción o como justificaciones de la misma. La estructura, como elemento analítico, es ahistórica y ajena al sujeto. Pero el sistema social incorpora las acciones de los indivi­ duos de manera que el análisis de la estructuración de los sistemas sociales significa «estudiar las formas en que estos sistemas, que descansan en las actividades de los actores quienes se basan en re­ glas y recursos en diferentes contextos de acción, son producidos y reproducidos a través de la interacción» (Giddens, 1984:25). En consecuencia, la estructura no se puede concebir solamente como un elemento externo y constreñidor de las acciones de los individuos, sino que además debe ser entendida como un aspecto interno que fa­ cilita la acción. De esta forma, Giddens apunta que el concepto de estructura es inadecuado ya que lo que existe es la estructuración de la vida social. Al introducir el concepto de estructuración el autor in­ corpora la noción de acción. A través de sus acciones, los actores reproducen la estructura social (la consolidan) y en consecuencia también reproducen las condiciones que hacen tal acción posible. Esta premisa lleva a Giddens

3 Esta tesis ha sido trasladada a los estudios del trabajo por Reinhard Bendix (1974) en oposición a la concepción detenninista de Braverman (1974) cuyos aná­ lisis sugerían que los trabajadores eran actores pasivos.

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(1984:26) a concluir que «la estructura no existe independiente­ mente del conocimiento que los actores tienen acerca de lo que ha­ cen en sus actividades rutinarias». Giddens tiene una concepción del ser humano (actor social) como un agente con conocimiento de su entorno, con capacidad de aprendizaje y explicación de sus con­ ductas. Se trata de un actor situado en un contexto determinado del que deriva sus experiencias y sus conocimientos. Es precisamente en este contexto donde se genera la cualidad limitadora de la es­ tructura social (Giddens, 1984:281-284). Para ejemplificarlo el au­ tor analiza los estudios realizados por otros autores, más especialmente el trabajo de Paul Willis (1977) sobre los estudiantes de una escuela de un barrio obrero inglés. El trabajo de Willis es harto conocido por lo que no me exten­ deré sobre él. Willis intenta explicar cómo los hijos/as de obreros terminan trabajando en factorías y no obteniendo trabajos que les su­ pongan cierta movilidad social. Encuentra la explicación parcial en el sistema educativo, pero no en los programas de estudios, sino en las relaciones que se establecen entre la escuela y la realidad inme­ diata de los estudiantes. Las acciones, el comportamiento de estos estudiantes, tienen consecuencias inesperadas que les conducen ine­ vitablemente hacia el trabajo manual. Orientados por unos valores que priman el esfuerzo físico y desmerecen el intelectual, terminan manifestando una actitud de rebeldía hacia el sistema de autoridad escolar y articulan la pretensión de escapar de él. Al final, sus ac­ ciones les llevan hacia trabajos relativamente poco cualificados que contribuyen a reproducir su situación social y algunas características generales del sistema capitalista de trabajo. Así, dice Giddens (1984d89), la estructura social actúa como constreñidora, pero no como un elemento externo que los actores reciben pasivamente, sino a través de la implicación directa de los actores en sus acciones. Es­ to quiere decir que los estudiantes han internalizado una forma de comportamiento que les lleva a desarrollar unas acciones concretas acorde con los valores y con su percepción del mundo. Es decir, op­ tan por aquello que les es accesible porque lo conocen, y no por aquello que no conocen o les resulta lejano. Tales acciones suponen un rechazo de la autoridad académica y una valoración positiva del mundo del trabajo. De esta manera, indica Giddens (1984:300), «no es difícil ver cómo estas visiones [del mundo] recogidas y ela­ boradas en un entorno típicamente de clase trabajadora, contribuyen a empujar a los estudiantes hacia esos mismos entornos cuando de­ jan la escuela. [ ...] Es la cultura antiescuela la que provee la guía

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principal a estos estudiantes en su camino hacia el trabajo». De esta manera, sus propias acciones (abandono de la escuela e integración en el mundo del trabajo) contribuyen a conformar un tipo de actor que Giddens denomina «trabajo potencial abstracto». Así, contribu­ yen a reproducir la propia estructura social.

m. HABITUS y DISTINCIÓN EN PIERRE BOURDIEU Pierre Bourdieu (1930-2002) ha desarrollado una perspectiva sensiblemente diferente en cuanto a la terminología pero con im­ portantes coincidencias con la teoría de la estructuración de Gid­ dens4 • Bourdieu también entiende que los actores sociales se encuentran en una encrucijada que determina sus comportamientos. Por una parte son libres para actuar, pero sus acciones son el pro­ ducto de su posición en la estructura de la sociedad, la cual deter­ mina los distintos tipos de capital de las personas y su habitus. El capital y el habitus son, en buena medida, los responsables del éxito social de las personas. Según Bourdieu, las personas desarrollan sus vidas en un espacio social que es desigual en términos de riqueza, poder, prestigio, co­ nocimiento. Las personas tienen una trayectoria, unas experiencias, a través de las cuales aprenden y acumulan recursos económicos, edu­ cativos o relacionales. A este caudal acumulado Bourdieu le deno­ mina capital. Este capital está incorporado en las personas y a la hora de actuar, de comportarse, «determina que no todo sea igualmente posible e imposible» (Bourdieu, 2000: 132). Es decir, personas que se ubican en el espacio social en una posición diferente a otras por su di­ ferencial de capital, actuarán también de maneras distintas. Por ejem­ plo, valorarán más unas cosas que otras, decidirán consumir su tiempo libre de una manera u otra, comprarán unos productos en lugar de otros. De esta manera, como apunta Alonso (2002: 19), Bourdieu participa de la idea de «un sujeto socialmente determinado que actúa estratégicamente en un espacio de poder, valorando y re­ produciendo sus diferentes capitales». El capital tiene tres dimensiones que están relacionadas5• Por un lado teilemos el capital económico que «es directa e inmediata­ 4 Sobre la vida y la obra de Bourdieu, se pueden consultar los trabajos de Castón Boyer (1996), Rodríguez Ibáñez (1992), V ázquez García (2002) y Alonso (2002). j En realidad, las dimensiones son cuatro porque Bourdieu introduce el capital simbólico, aunque de manera un tanto marginal.

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mente convertible en dinero» (Bourdieu, 2000: 135). Se trata de las propiedades de la persona. El autor le presta más atención a los otros dos tipos de capital: el cultural y el social. El capital cultural tiene una dimensión que es el conjunto de conocimientos que tiene la persona y que ha adquirido a lo largo de su vida (Bourdieu, 2000: 139-143). Se trata de un capital intemalizado o incorporado, lo que requiere tiempo para su adquisición y «el afán de saber (li­ bido sciendi), con todas las privaciones, renuncias y sacrificios que pueda comportar» (Bourdieu, 2000: 139). Este capital cultural in­ corporado es personal e intransferible, no es delegable ni heredita­ rio, no se puede comprar ni vender, a diferencia del capital económico. Es más, en la medida en que es individual, deja de existir con la desaparición de la persona. Se trata de lo que podría­ mos denominar la cultura de una persona, el producto de su apren­ dizaje durante su vida (Bourdieu, 1984:71). Como se puede suponer, existe una relación entre el capital cultural incorporado y el económico. En nuestras sociedades desi­ guales, para satisfacer la libido sciendi se requiere tiempo y poder­ se retirar del mercado (es decir, ser dispensable económicamente). Por otra parte, el capital cultural incorporado añade valor al indivi­ duo y lo sitúa en una posición mejor en el espacio social, lo que le puede beneficiar económicamente: «quien dispone de una compe­ tencia cultural determinada, por ejemplo, saber leer en un mundo de analfabetos, obtiene debido a su posición en la estructura de distri­ bución del capital cultural un valor de escasez que puede reportar­ le beneficios adicionales» (Bourdieu, 2000:142). Este tipo de capital cultural está en la base de lo que Bourdieu (2000:146-148) denomina capital cultural institucionalizado, que no es otra cosa que el reconocimiento social de los conocimientos de una persona a través de los títulos que expiden las instituciones educativas. Estos títulos añaden valor a una persona que, de una manera u otra, tiene un reflejo en el mercado económico. Por ejem­ plo, un titulado universitario suele tener por término medio un sa­ lario superior al de personas sin título académico. Existe, pues, una relación entre capital cultural y capital económico, aunque no se explorará aquí. A diferencia del capital cultural incorporado, el capital cultural objetivado sí que es transferible y se puede comprar y vender. Bourdieu (2000: 144-146) indica que los productos culturales (cua­ dros, libros, esculturas, espacios arquitectónicos) configuran este ti­ po de capital objetivado. Sin embargo, indica el autor, aunque estos

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productos son transferibles, en realidad lo único que se transfiere es la propiedad, no la capacidad de disfrute o de entendimiento de es­ tos productos. Se puede heredar un Modigliani o un manuscrito de Zola, pero la disposición para disfrutar de ellos es una función del capital cultural incorporado. A esta capacidad de disfrute Bour­ dieu le llama apropiación del producto cultural. El capital social es una función del conjunto de relaciones (con­ tactos) que una persona ha construido a lo largo de su vida (Bourdieu, 2000:148-156). Se trata de relaciones entendidas como un recurso que se puede movilizar cuando el actor lo precise (por ejemplo, pa­ ra obtener un favor o disponer de información sobre un asunto que le interese). Son relaciones que vienen determinadas por la pertenencia del actor a un grupo social aunque, dice Bourdieu (2000:151), re­ quieren también de un esfuerzo de institucionalización, esto es, de in­ versión de tiempo y energía para construir la red de relaciones y mantenerla en funcionamiento: «la red de relaciones es el producto de estrategias individuales o colectivas de inversión, consciente o in­ conscientemente dirigidas a establecer y mantener relaciones sociales que prometan, más tarde o más temprano, un provecho inmediato». Bourdieu (2000: 161) entiende que las tres formas de capital (eco­ nómico, cultural y social) son convertibles y que es precisamente esta conversión «el punto de partida de las estrategias que pretenden ase­ gurar la reproducción del capital [... ] con los menores costes de con­ versión de capital que sea posible». Por ejemplo, el capital económico se puede convertir en capital cultural vía adquisición de productos cul­ turales, formación académica (esfuerzo) e inversión en tiempo. Aho­ ra bien, a pesar de la convertibilidad, el capital cultural y el social descansan sobre el económico, con lo que Bourdieu (2000: 158) está haciendo suyo el postulado según el cual la posición económica de una persona determina tanto su vida cultural como su vida social; es decir su posición en la estructura social. Una de las ideas más extendidas es que las diferencias económi­ cas entre individuos con orígenes sociales distintos quedan amorti­ guadas tras su paso por el sistema educativo en la medida en que éste facilita cierta movilidad social. El concepto de capital cultural incor­ porado permite a Bourdieu poner en tela de juicio esta percepción en un plano doble. Por un lado, como indica V ázquez García (2002:107), al descubrir que los grupos dominantes tienden a trans­ formar el capital económico en capital cultural «como un medio de preservar [... ] las posiciones adquiridas. Esto permitía la reproduc­ ción e incluso el ensanchamiento de las desigualdades existentes al

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precio de un amplio gasto simbólico, ganando en legitimidad al con­ vertir [ ...] las disparidades de capital económico en distinciones de orden simbólico fundadas aparentemente en dotes naturales (inteli­ gencia superior, buen gusto, etc.)>>. Por otro lado, el capital econó­ mico, al poderse convertir en capital cultural y social, permite aumentar las probabilidades de éxito en el sistema educativo (Váz­ quez García, 2002:91). Estos resultados han sido recientemente con­ firmados en el trabajo de Soares, Mullen y Goyette (2003). En buena medida ésta es la tesis que subyace en La distinción. Los individuos adquieren, incorporan, capital cultural de manera desigual según sus condiciones de vida (sus orígenes sociales). Este diferencial les sitúa en espacios sociales distintos y les limita o les potencia unas prácticas (acciones) distintas también (Bourdieu, 1984:80,88). En la medida en que la posición de un individuo en el espacio social influye en la acumulación de diferentes tipos de capital, las personas desarrollan diferentes tipos de habitus. El habitus es un concepto complejo que capta la idea de que personas con capital y posición social diferente desarrollarán prácticas sociales (accio­ nes) también diferentes. Es decir, tendrán estilos de' vida diferen­ ciados (Bourdieu, 1984: 171). Estas prácticas son el resultado de los juicios, las percepciones, los esquemas mentales con los que se interpreta la realidad, es decir, del habitus definido corno la «capa­ cidad cognitiva socialmente construida» (Bourdieu, 2000: 136). La acción, pues, es el producto de un hab.itus que el individuo ha desarrollado durante su vida social. Pero estehabitus está también de­ terminado por el origen social de la persona. Bourdieu defme el ha­ bitus corno un «sistema de disposiciones duraderas y transferibles que, integrando todas las experiencias pasadas, funciona en cada mo­ mento corno una matriz de percepciones, apreciaciones y acciones, y hace posible el cumplimiento de tareas infinitamente diferenciadas»6. Habitus diferentes producen prácticas sociales también distintas. Y es­ tos habitus son el resultado de las condiciones de existencia del indi­ viduo y de su posición en el espacio social.

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Citado en Vázquez García (2002:80).

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