Analisis general de la existencia humana (De su civilización destructiva)

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ANALISIS GENERAL De la

EXISTENCIA HUMANA (De su Civilización Destructiva)

Ricardo Paredes Vassallo

Versión para Internet (Año 2012)

Foto de Jorge Verastegui (Hora Zero, Perú)

ANALISIS GENERAL De la EXISTENCIA HUMANA (De su Civilización Destructiva)

Ricardo Paredes Vassallo Versión para internet (Año 2012)

Vetustissimi mortalium, nulla adhuc mala libidine, sine probro scelere, eoque sine pœna aut coercitionibus agebant…1 Los muy antiguos hombres vivían sin ningún siniestro apetito, vituperio ni maldad alguna. Sin pena o necesidad de corrección, por esta causa…

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C.C. Tácito. “Anales”

Preliminares i. Al enfrentar la problemática actual de la humanidad (específicamente aquella grave, generada por nuestra hacedora y destructiva Civilización, durante los últimos tres siglos), topé con el siguiente dilema: ¿Si un enorme sector de la población mundial es pobre y un otro rico, es nuestra humanidad rica o pobre? Mi veredicto (sobre esta cuestión importante), es el siguiente: la humanidad es pobre. Y lo será más en proporción directa con el saqueo y deflagración de la Tierra. ii. A lo que haces por la Vida, y si eso es equivalente con lo que obtienes de ella, llámalo Derecho y, a ese derecho: Justicia. Pero si no haces nada, o muy poco por ella, y te beneficias más que otro de la existencia, llámalo Poder, parcamente. Pues, en sólo este caso la vileza se presenta como potencia que beneficia al individuo a expensas de la naturaleza o de su grupo.

MANIFIESTO Mi objetivo no es moral únicamente, es el objetivo concreto de la razón y de la verdad que se abren paso por sí mismos...

1. Estoy en contra, firmemente, de cualquier ideología, política, estética o ciencia, que indulte al hombre del crimen de destruir un mundo real (irremplazable), en aras de hacerse con un “mundo ideal y propio”, con un “mundo adecuado para la raza humana”. Tenazmente opuesto a ese mundo pensado como “rentable” y fraguado para producir ganancias para los ricos; es decir, contra esa clase de mundo gobernado por comerciantes y por esa casta parásita de políticos y mercenarios insaciables, crueles y viciosos. 2. Estoy irasciblemente opuesto a la mentalidad realista y práctica, rentista y usurpadora de la sociedad, la que da por sentado que el mundo (al que se cree propiedad total de los hombres), deba ser “transformado”; esto es, desfigurado y destruido… En contra de esos hombres perversamente diestros y útiles, de aquella inteligentia que tiene en las manos al destino de la Tierra; en contra de aquellos que diariamente activan la maquinaria destructiva, patrocinados por el aura que parece histórica, útil e indiscutible a la sociedad; en contra, 6

diametralmente, de aquellos que financian, piensan y ejecutan esta hecatombe en nombre del “desarrollo”, en nombre del “bienestar y la felicidad humana”; en nombre, en fin, “de la ciencia y del poder de su civilización”. 3. En contra, entonces, del hombre prepotente y triunfador, del ganador puro y nato; de aquel parásito insaciable que cree que atesorar riqueza, consumir y fabricar objetos, son finalidades racionales que delatan virtudes y capacidades humanas supremas. En contra, ostensiblemente, del hombre amaestrado, de esa enorme masa de hambrientos y estupidizados esclavos que con sus manos y ciegamente ejecutan la destrucción de la Tierra; en contra del obrero o del burócrata asalariado, de esas ovejas acríticas y obedientes (listas siempre, en el templo de la riqueza, para el sacrificio). 4. Estoy en contra de toda la filosofía y de aquellos hombres que consideran que la inteligencia y el trabajo humano lo puede todo y lo resuelve todo; en contra de todo lo que se considera culto y civilizado, bueno y verdadero, bello y sagrado porque camufla el predominio indisputable pero abusivo de los hombres en el mundo, y porque subraya el ilusorio objetivo que la sociedad es capaz de “mejorar la calidad 7

de la existencia de los hombres”. 5. Estoy en contra, igualmente, de aquellos hipócritas medioambientalistas que miran al mundo como a la propiedad humana que está en ruinas y a la que quieren barrer y cuidar, pero respetando a los insensibles y golosos capitalistas que lo degradan y ensucian diariamente. Y es por eso que yo digo a estos burócratas y entumecidos humanos:…“el problema no es cómo limpiamos las heces del mundo, sino cómo aniquilamos a esa plaga que la produce a raudales y en todas partes. Porque no se trata de limpiar, sino de no ensuciar. Además, si se limpia al tiempo que se ensucia, ¿a dónde, si no a la Tierra misma, se tiran los detritus?”… 6. Estoy en contra, idénticamente, de cualesquier fe ciega y de cualquier utopía civilizada que tengan por objeto o mística la construcción de alguna clase de “paraíso terrenal humano”, pero camuflando el saqueo y alentando el cataclismo expreso de la naturaleza. 7. Estoy en contra de esos cometidos serios, peligrosos e incuestionables de la sociedad humana, asumidos simplistamente como necesidades sociales y personales (factibles, indispensables y alcanzables); me refiero al “progreso social y personal”, a la “felicidad”, a la “libertad” y a otros vacíos y viejos mitos… 8

Y porque entiendo los alcances y la magnitud de esta tragedia, y porque me opongo firmemente a que la humanidad prosiga perpetrando su alevoso crimen, quiero convencer a los mejores hijos de este mundo para que se levanten y detengan a esa canalla directriz de encorbatados (que en 8 horas diarias, y sólo en tres siglos), ha convertido a este hermoso vergel llamado Tierra en una gran factoría, repleta de hierro y ruido, de gasolina, gases y cemento… Beijing del 2008

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Primera Parte

Del PARASITO RACIONAL HUMANO

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Del Parásito Racional Humano2 a. Llamo parásito racional al hombre innatural, “des animalizado”; al ser eminentemente social y necesariamente trágico y político, que vive y medra de todo, y de todos, pero que no da nada de sí mismo a nadie (porque es útil y beneficioso para sí mismo, pero a nadie más). b. Llamo parásito racional al hombre que ha aprendido a usar su inteligencia y sus manos para construirse una colonia ideal, cálida e iluminada, destruyendo irrecuperablemente a la Tierra; es decir, específicamente, al animal que es capaz de complacerse a expensas del sufrimiento o del sacrificio de otros seres vivos. c. Llamo parásito racional a cualquier sujeto del mundo moderno que se levanta de la cama y se prepara a “transformar el mundo” de la forma que sea, sin importarle las consecuencias directas o indirectas, sino, únicamente su excluyente supervivencia que procura en forma de salario (si es un esclavo a horario), o como ganancias, beneficios, rentas y participaciones, si es un agraciado y cínico capitalista.

Uno de mis Aforismos, expresa el siguiente juicio: “El hombre es un parásito racional”.3 Pero no juego ahí 2

A lo largo de este tratado, y dependiendo de los temas que trate, me he valido del trabajo de filósofos, científicos, economistas y naturalistas, con múltiples propósitos, que (por su amplitud y generalidad), no consigno literalmente. Esta atribución debe ser tomada como de mi entera responsabilidad; pues, como lo que presento al lector es diametralmente opuesto a cuanto el pensamiento históricamente ha producido, no debe esperarse que el tenor de las citas coincidan con lo que en esta teoría se manifiesta. 3 Publicado el año 2,000, en Lima 11

con las palabras de la famosa máxima de Aristóteles, la misma que alude al gobierno racional del hombre (ordenado, conducido, sojuzgado y utilitario).4Partes formales de esa vieja máxima puede contener la mía, pero, porque su sentido moral es opuesto, constituye su antítesis y anticlímax, que explico de este modo: 1. El animal humano hace alianzas y acomoda su existencia en relación subjetiva y práctica a la de otros. Pero no todas estas alianzas son, sin embargo, naturales (pertenecientes al comportamiento animal de los hombres); y no lo son, en la medida en que éste aprenderá socialmente a identificar a su alianza como provechosa para alcanzar un objetivo individual que necesariamente no será social (la riqueza, por ejemplo).5 2. A la acción discernida y ejecutada según un plan, para obtener un beneficio indirecto (que no necesariamente redunda en favor del que realiza el trabajo, ni tiene por objetivo único producir una cosa determinada) se llama “política”.6 Porque la alianza que los hombres establecen entre sí 4

Aristóteles, “Política” Por naturaleza, el hombre no es un animal político, sino uno que “hace” o que tiene que hacer política; fundamentalmente porque su hábitat se regula con leyes sociales antes que con leyes naturales. Y es por esto, que al ser que mantiene su existencia beneficiándose con la existencia de otros (en la forma que dicho beneficio se exprese, sea por explotación del trabajo o abusando del modo que fuese de los otros) yo no le llame “político”, sino “parásito”. 6 G. Hegel, “Filosofía de la naturaleza” 5

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para construir un camino o barrer la calle donde viven, o cualquier tarea cuyo producto beneficia únicamente al que la realiza, no es política. Políticas son aquellas alianzas que están determinadas por el beneficio que un sujeto obtiene de otro, sin que la acción, materia de esa relación indirecta, sea beneficiosa para ambos en el mismo grado. Y esto es así porque la finalidad de esta relación está determinada por el valor de esa acción en relación a otra diferente u opuesta; es decir, porque la esencia de tal acción tiene valor trascendente o moral antes que uno que sirve únicamente al sujeto que materializó un objeto o una orden con su trabajo. 3. Política es, entonces, la acción emprendida con otros pero para beneficiar a aquellos sujetos que no realizaron directamente tal acción. En pocas palabras, política es la estrategia que nos lleva a beneficiarnos de la relación con otros. Esto excluye, en efecto, que el hombre primitivo, que se valía sólo de sus manos y de sus meras fuerzas para existir, fuese político; como excluye, así mismo, que una actitud política sea moral y buena a cabalidad. En consecuencia, debe asumirse que el hombre por naturaleza no es un animal político, sino uno que “hace” política. Y ello es así, porque no todos los hombres son políticos ni todo lo que hacen éstos (solos o en sociedad), puede considerarse como político.

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I Capítulo De la Existencia Humana Todo el quehacer teórico y práctico humano, desde el remoto principio, estuvo orientado a priorizar la existencia de los hombres y a afirmar el triunfo de su sociedad con esas condiciones, conocimientos y herramientas, de los que otro ser de la naturaleza carece. Esta actitud tenaz, largamente constructiva y alentada con leyes y dogmas, propiciada doquier por hombres, instituciones y estados, empero, no resultó positiva y buena completamente en sus fines. Pues, no todo lo que históricamente se hizo, y con tanta capacidad técnica se hace hoy, puede ser asumido como necesario y correcto. Por el contrario, mucho es condenable porque es desordenado, irresponsable y superfluo, y que puede enjuiciarse como exceso y vicio, a la luz de una realidad claramente patética que expone el continuo error de la civilización humana, en lo siguiente por ejemplo y que es injustificable: Uno. La Tierra ha sido ocupada y asolada por los hombres. En consecuencia, afectadas las condiciones generales de la vida de todos los seres. Dos. La sociedad humana, por sus condiciones morales, jurídicas y económicas (ideales sólo políticamente), ha convertido en parásitos y en marionetas a los hombres. Estos dos puntos álgidos y que han sido obviados de un completo y exhaustivo análisis, o los que fueron soslayados y cubiertos con eufemismos sonoros y patético:”medio ambientalismo”, “ecologismo”, etcétera), son enfrentados teóricamente por mí en su aspecto esencial, puesto que, la fase práctica (vital) corresponderá realizar a todos aquellos que vean 14

crucial y ecuánime transformar la relación de los hombres con la naturaleza, de los hombres entre sí, y de éstos con esta sociedad decadente, golosa y excesiva. Y, por esta necesidad, generar una nueva moral y mentalidad humana; una nueva y mesurada concepción del trabajo y la producción; generar un poder austero y responsable, consciente que el mundo no es nuestro, que no somos sus propietarios sino sus criaturas más inteligentes.7

Doctrinas, éticas e ideologías políticas se pensaron para ser aplicadas; ciencia, agricultura y orfebrería, más todo tipo de conocimiento y arte se generó para encaminar a los hombres hacia la segura y perfecta existencia.8 Y seguimos trabajando en aquellos conocimientos, en aquellas destrezas y leyes; seguimos ensayando y haciendo teorías y métodos; aplicamos ingeniosas y sofisticadas técnicas para que la realidad de esa excelsa idea de existencia sea un hecho para todos los hombres. Imbuidos y conscientes de este glorioso y único fin, millones de viejos y jóvenes se educan, se entrenan, adoctrinan y corrigen; doquier se labra la tierra, se reza, se cura, se investiga; doquier, se especula y se nutre con esta esperanza; doquier, y por la misma causa, constantemente unos vigilan, castigan, premian 7 8

“Ética y lógica del pensamiento: pródromos” (obra del autor). E. Wilson, “Biosociology” 15

o bendicen, a otros. ¿Pero cómo sería esta existencia perfecta? ¿En dónde, cuándo se alcanzará esa meta preciosa? En muchos aspectos podría creerse que no hemos fracasado, que la humanidad ha dado pasos impresionantes y muy seguros hacia tal objetivo: ¿Pero qué distante es; es próxima o remota esa meta? ¿Cuántos otros siglos y milenios necesitamos? ¿No será ilusorio, inalcanzable ese objetivo? Temo que sí. Temo que la “perfecta existencia” o el mejor vivir como dice nuestro maestro Sócrates- sean meros señuelos. Y por las razones anteriormente expuestas llamo “arrogante” al hombre, a la existencia civilizada humana: “excesiva y crítica”; específicamente a aquella existencia moderna, labrada por la racionalidad, por el trabajo incesante, y que ha culminado en la destrucción de la naturaleza. También, y con la intención de iluminar la trayectoria (objetiva y realista) de aquellos que ya no miran al mundo sin mirar a sus réditos reflejados en él. Es decir, para desmitificar a todos esos hombres prácticos que sólo conciben a la Tierra como a un lugar yerto y pasivo, donde están sus propiedades y de la cual provienen las materias primas para generar su riqueza (cuando en algunos aspectos la utilidad de los hombres prácticos es indiscutible, en otros es más justo detenerlos; pues, cuando el interés económico 16

se impone en la relación hombre–naturaleza, esa “victoria” humana es pírrica, porque sufrirá más daños el vencedor que el vencido).9 Pues, no podrá justificarse nunca la destrucción de la Tierra acusando la necesidad que la sociedad debe recurrir a los recursos que ella ofrece para alimentar, vestir, y asegurar la existencia de sus miembros únicamente. La sobrevivencia, que implica el equilibrio entre la existencia de un ser y otro, no es una guerra que se gane o que termina cuando alguien la pierde; la problemática humana de su imponente e innecesario dominio, por lo tanto, deberá resolver, en adelante, la paradoja que supone su mera sobrevivencia. 

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Demostraciones Los hombres justificamos el frenesí de la destrucción de muchas e ingeniosas formas. Una es la defensa de la existencia vegetativa humana, esa que señala que los hombres deben alimentarse; pero como esos alimentos provienen de la Tierra, éstos deben ser libremente obtenidos o procesados por aquellos (por supuesto que de este cometido no se señala directamente el límite). Otra es esa de la necesidad que los hombres conozcan el mundo en el que Esta afirmación no ofrece ambigüedad alguna. La humanidad, como especie dominante, sufrirá (obviamente) el mayor impacto con la destrucción de la Tierra. 17





habitan (que es la justificación ética de la agresión contra la Vida y el equilibrio terrestre). Esta búsqueda justifica el saqueo destructivo, puesto que se sondea, se arranca, se traspone o se corrompe a valiosos seres que están allí, como estamos nosotros, no para ser entendidos y usados hasta la extinción o el sacrificio (y como puede verse, ningún otro fin tiene la destrucción que la aplicación de los conocimientos para materializar alguna vez el bienestar humano). “La igualdad, la estabilidad económica, la felicidad humana”. Estos conceptos alucinantes y magnificentes son el núcleo mismo del humanismo y aparecen como los más preciados y justos bienes que nuestra civilización podría alcanzar en la realidad y no utópicamente. Empero, por las condiciones históricas que ha sedimentado en estratos, clases y castas, a la población mundial (tangibles en el poder o la impotencia), no pasan de ser meros cánticos de cuna: correctos, éticos y lógicos, pero inalcanzables. Pues, por ejemplo, ¿no se hablaría de igualdad sino cuando ésta no existe, o, cuando los hombres no son iguales? ¿A sí mismo, de paz o triunfo se hablaría cuando no hubiesen derrotados? El hombre, como animal de la naturaleza, no necesita ser pasado por rasero de 18

igualdad o de valor alguno. Así como no necesitará triunfar si la derrota de otro no le humillase o sirviese. El hombre social, ese sujeto condicionado por normas, competencias y límites (por criterios políticos y monetarios) sí necesita conocer cuándo él es igual a otro, o por qué otro es “superior” que él mismo. La desigualdad, de otro lado, es una realidad que los hombres sobrepasan con respeto y mecanismos hipócritas y formales, del tipo electoral y de derecho (letra muerta). La desigualdad humana, con respecto al reparto de las riquezas terrenales exclusivamente, es un hecho que se prueba sacando la cabeza por la ventana: ¡Allí se verá a pocos que tendrán mucho y a muchos que tendrán nada! ¡A pocos que podrán mucho y a muchos que podrán nada!

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II Capítulo Del Propósito de “Nuestra” Existencia La perfecta, sobria y más digna forma de existencia humana aun la practican ciertas tribus y clanes africanas, americanas y asiáticas (por ejemplo: los Somba y Bantu; los Satawal y los Shipibos y Otomíes e innúmeras otras). Entre el 3 y 5 % de la población mundial vive aun en tribus y pueblos en completa armonía con la naturaleza. Su existencia, que es más antigua y estable que aquella de nuestra consagrada Civilización, discurre como tiene que discurrir la vida en la naturaleza, sin grandes ni ostentosos objetivos racionales; pues, entre ellos se desconoce la riqueza, el desarrollo o el bienestar humano... que, objetivamente, son la causa y la consecuencia de la presente destrucción.

¿No buscamos encontrar siempre sentido y propósito en todas las acciones que realizamos; y (mentalmente) finalidades prácticas o ideales para la vida, de las que acaso esa carece o no necesita? ¿Y, porque el inmediato propósito de vivir no es manifiesto, sino misterioso e inalcanzable, no es cierto que creemos que la naturaleza ha concedido otros reales e innegables, a sus criaturas?10 Así, ¿un propósito directo de ésta, no será generar más vida con la vida que tenemos y mantenernos vivos y mantener a otros con vida? ¡Facilitando la existencia de otros seres que a su vez nos mantienen vivos, pero 10

H. Schopenhauer,“Essays and aphorisms” 20

condicionando, por supuesto, a la carne de nuestro cuerpo como a su alimento! El placer mismo es una otra finalidad. Por aquél, el sujeto, tenderá compulsivamente a saciarse o a reproducirse cuantas veces necesita para asegurar y defender a su existencia. ¿Qué más propósitos que estos puede tener la vida en un ser cualesquiera (animal o planta) que nos sea racional y comprensible? a. Porque la vida, en sí misma, que ya es un propósito supremo de la naturaleza, no está hecha para ser racional sino intrínseca e inseparable del ser que vive. La vida, que es general y no particular, que se manifiesta en el sujeto pero que no pertenece a él sino a la naturaleza, carece de propósito para aquel sujeto que vive. Así, será imposible concebir para la vida un propósito que no esté señalada ya por la naturaleza. Además, ¿cuál propósito, y que no se circunscriba a las leyes naturales, puede animar o aniquilar a las criaturas? Porque de haber otra finalidad, como la de vivir es morir, ¿cuál sería esa? ¿Sería contraria a aquella de reproducirnos hasta el infinito para alimentar a otros que a su vez alimentan a otros más? No. ¡Por qué si otro propósito hay que sea superior y trascendente, pero que la naturaleza no explicita, la naturaleza juega con nosotros, y ese juego es inútil y siniestro! 21

b. Si alguna finalidad racional contuviese la vida (así sólo fuese una) esa no podría estar separada del cuerpo de las criaturas que viven. Porque si la finalidad radicara fuera del cuerpo de los seres que viven, ¿de dónde provendría la vida, cómo y por qué sería racional ésta? ¿Cuál valor tendría fuera de los sujetos que viven? Por eso, ¿no es obvio, que en alguna acción del cuerpo de ese ser vivo se manifestaría tal finalidad, o, contrariamente, que ese ser vivo es toda y la única finalidad? c. ¿Y no es cierto, también, que creemos que la vida de los hombres tiene que estar orientada con finalidades, y que esas finalidades tienen que exceder el comer, el dormir o a la reproducción?11 ¿Y no es cierto, así mismo, que no conocemos una sola finalidad para nuestra existencia, que no sean esas corporales (físicas), rutinarias y mecánicas? ¿Entonces, por qué insistimos en creer que la existencia humana debe orientarse hacia finalidades ideales y materiales, diarias o eternas, que no son sólo vegetativas sino racionales? d. ¿Y no creemos, erróneamente, que sería imposible que la vida humana (y especialmente del sujeto civilizado) careciese de propósitos racionales, así sólo

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E.Rotterdam, “Institutio principis christiani” 22

fuesen vanos, irrealizables o pasajeros?12 Pues, como ya hemos determinado que nada está hecho al azar o por accidente, y que nada natural carece de causa o efecto, la existencia humana, en esta correspondencia, tiene que tener finalidades propias y que no son comunes a la de todos los seres. Pero la naturaleza no comanda a sus seres animados hacia objetivos racionales ni trascendentes; ésta gobierna a aquéllos con facultades mecánicas y puramente vegetativas (que algunas pueden ser empleadas con el destino que el sujeto elije a su libre albedrío). Pues, la naturaleza, no le dice a ningún hombre: “¡Estás vivo, animado con una voluntad superior; te he puesto en el mundo para hacer puentes, para rezar o leer!” Las finalidades que los hombres buscan para su existencia son metafísicas, meros productos mentales, pero que nada tienen que ver con la finalidad que la naturaleza podría señalar para una sola de sus criaturas vivas. Demostrando:  Cada ser vivo, y que medianamente razona, conoce cómo defender su existencia y generarla. Este “saber cómo” es una finalidad general y natural, determinante y muy clara.

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Clemente de Alejandría (Aglaophamus) 23





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El placer es un medio que induce a los seres al objetivo de defender o generar existencia.13 Porque la existencia misma de la vida carecería de sentido (llámenlo: finalidad) si hubiese generado a seres que viven pero que no conocen que están vivos. El placer es un objetivo muy definido en la conciencia o comportamiento de los seres vivos. El placer de comer, por ejemplo, que solo temporalmente es saciable, y del cual depende la supervivencia de los sujetos (por extensión, el placer de vivir no excede a la necesidad de estar vivo, pero si la determina). En la sociedad, el individuo concreto gira en torno a un individuo hipotético que no puede existir, que no necesita existir. Es decir, el humano abstracto se impone sobre el hombre real (sobre ese esclavo que suda y sufre para mantener potente y satisfecho a su civilizado alter ego). He allí la necesidad imperiosa de parar en seco al hombre moderno, a este engendro mental (pro progreso) muy optimista, ciego y destructor: al ciudadano robotizado y

M . Mead, “Sexo y temperamento” 24

autómata; al superhombre actual.14 ¡Tiene que ser extirpado del mundo ese energúmeno y aplicado comerciante, ese encorbatado adicto al frenesí y a la fantasía, al oro y a la vanagloria.

III Capítulo De la “Inmortalidad” Humana Vive y trata que la vida te sea intensa. Que no te importe su duración, porque si dura mucho, necesariamente será áspera, monótona y arreglada: tu disfrute nimio y tu aburrimiento frenético. Si vives con pasión, en cambio; si te entregas a consumar la vida y no a consumirla, tu existencia será alucinante; sus resultados arrolladores, si su proceso es arriesgado y violento. No fastidio ni tiempo para arrepentirte de nada; nadie reparará en tu trayectoria porque serás raudo e impasible: la muerte no será una meta que tratas de evitar; la muerte estará incluida, insospechadamente incluida, en tus acciones vitales. Y sólo por eso tu existencia será gloriosa, briosa y luminosa, como el paso de un Cometa por los cielos infinitos…

Por concebir a la existencia humana como sujeta a una eterna disputa con la naturaleza, ¿no es cierto, que creemos que venciendo a 14

Übermensch, ese engendro nietzscheano: mitad campesino bávaro y mitad divinidad griega. 25

esas leyes que nos hacen mortales, nos impondríamos definitivamente sobre ésta? ¿Y no es esa razón absurda y monstruosa la que subyace en el fondo de toda la actividad humana y, como consecuencia, no es eso el meollo de nuestra capacidad destructiva? ¡Sí, claramente! ¿Porque cuál otro objetivo nos haría creer que es necesario el progreso o la felicidad, que no fuese el fantástico e ilusorio deseo de ser inmortales?

I. La épica humana (aquella contenida por completo en el espíritu de la sociedad y expresada parcialmente como preceptos religiosos, como utopías políticas o ciencias y artes humanas) se funda en la posibilidad que el hombre se redima alguna vez de la condena natural de morir y desaparecer para siempre. Y todo cuanto pueda hacerse en favor que la posibilidad extrema, la de ser inmortales, ocurra es seriamente estudiado, ensayado y emprendido por la sociedad.15 Ejemplos de esta vana esperanza, directamente, los tenemos en la medicina que trata de alcanzar la inmortalidad de los hombres con implantes, trasplantes y clonaciones; más otras tantas y desesperadas acciones indirectas que son esgrimidas como banderas de la fe o del fetichismo:  La veneración a los muertos, por ejemplo. 15

T.P.A. Bombastus (Paracelsus), “Die grosse wundartzney” 26

Los vivos teatralizando para otros vivos la continuidad de la existencia de sus ancestros muertos, o la necesidad de perpetuar “in mentes” la historia del hombre épico, del ser “histórico” que pervive supuestamente en la memoria de otros hombres.16 Es decir, los vivos haciendo la pantomima de una inmortalidad imposible, creando teóricamente “un seguir existiendo” infinito de los hombres muertos. ¿Con cuál objetivo si ese no es para paliar entre los vivos el pánico a su propia muerte, o para embutir el espectro vacío de la sociedad con ilusiones como el de ser valiosos en la existencia o inmortales?  El fundamento subjetivo de la moral humana, entonces, consiste en tratar de escapar a la muerte a toda costa; y esta poderosa razón infra ética (que afecta a todo y a todo subyuga) subyace en la génesis de la alianza humana y de la civilización extendida, señalando a este destino ilusorio como uno que es posible además de magnífico.  Tener que morir (el ser seres mortales) es el conocimiento más terrible e inaceptable que nos ofrece la realidad. Y es por eso que el deseo permanente de “escapar de la muerte” atraviesa y domina todo lo que la 16

E. Levi, “Transcendental magic” 27

sociedad hace. Y no es otra razón, sino esta misma, la que convenció a los hombres salvajes para salir de sus guaridas en los montes, y bajar a los llanos. Su finalidad era obvia: no morir; estar más seguros agrupados que solos, y que en masa se vivía más tiempo porque la defensa era organizaba entre todos. Pero la inteligencia humana no puede retroceder ante este límite impuesto por la naturaleza para su existencia. Escapar a la sujeción de la naturaleza y de esta amenaza implacable, entonces, es el reto más sublime que la sociedad tiene: ¡Competir con las fuerzas de la naturaleza que nos aniquilan hasta vencer y ser inmortales! ¡Ese es el sentido de la ciencia y del trabajo racional humano! II. Con el afianzamiento de los hombres en la sociedad, la muerte aparece como algo inhumano e indeseable. El hombre pasó de una existencia insegura, llena de peligros y escasez, a la relativa abundancia y seguridad que la sociedad moderna le ofrece. Este paso no lo hará sin consecuencias que estremezcan la consistencia de su ser natural mismo. Pues, cuando en el pasado el hombre se enfrentaba a la muerte, y por la muerte conseguía sustento, esta muerte, disuelta ya en la seguridad relativa que la sociedad le provee, subsiste pero como sustrato subliminal y como base esencial de su 28

organización política (porque de muchas formas como se ajusten sus relaciones con los demás hombres, y donde lo coercitivo ya no es tan elocuente, es la violencia la que ha quedado camuflada como sus leyes generales).  El hombre ya no se enfrentará directamente a la muerte, salvo, claro, cuando la violencia de su sociedad le compele, mas no como imperiosa necesidad y recurso de su propia sobrevivencia. Este enfrentamiento, debido a causas que la sociedad condiciona, será, por así decirlo, teórico antes que práctico; será mental, indirecto o inducido. El sujeto estará condicionado por la muerte pero de modo tangencial e implícito. Por ejemplo, en el riesgo de perder en una empresa o en la competencia con otro por un puesto de trabajo. En esos actos estará latente la presencia de la muerte, pero no como peligro directo e insalvable sino como remota reminiscencia de fracasar y, en consecuencia, de perecer...  El hombre aprendió a discriminar el valor que la muerte tiene para sí mismo de ese que determina que tiene para la de otros seres.17 Para los hombres su muerte es preciosa, una real pérdida para la existencia humana. Pero la muerte de los otros seres vivos no, 17

J.Foa Dienstag, “What is living and what is dead in the interpretation of Hegel?” 29

o nunca del mismo modo. Para ellos, su muerte, aparecerá en toda su dimensión natural y trágica: como sujeta a un sadismo incomprensible, no así la muerte de los demás seres vivos, que será común y necesaria.18  Nuestro cuerpo sufre de modo mecánico únicamente: los órganos de nuestro cuerpo se paralizan o interrumpen sus funciones. Nuestro ser esencial padece y se envejece, junto a otros síntomas que nos prosternan temporalmente o que nos derrotan definitivamente. Pero padecemos más porque somos inteligentes y porque creemos que tenemos “alma”. Y sufrimos de verdad porque estamos entrenados para gozar y huir del padecimiento; entrenados para concebir el bien y lo bello, a lo eterno y a lo inmortal; para rechazar moralmente, entonces, pero exacerbando lo bueno de la existencia humana, a nuestra propia decadencia.  Los cristianos aprendieron de los judíos a enterrar a sus muertos.19 Esta forma no es más racional que la otra práctica, 18

No morir, creo yo, es el principio que desencadena a las religiones, al arte, a la ciencia y a todas las actividades intelectivas o prácticas. Pues, por ejemplo, ¿cuál sentido habría en hacer música, sino el de espantar, en cada momento que se pueda, la constante presencia de esta certidumbre? 19 Claudio Josefo, “Guerras de los Judíos” 30



considerada pagana, de la antigua religión persa de Zaratustra, que abandonaba a sus muertos en especiales plataformas (fabricadas encima de sus casas o templos) para que los gallinazos devorasen a sus cadáveres impuros.20 En África, refiriéndome a lo mismo, aun hay tribus que entregan el cuerpo de sus seres queridos a las hienas.21 En estas costumbres, “abominables” para los cristianos, se observa una ética estoica y realista que sobrepasa y anula al culto innecesario de venerar a los cadáveres humanos porque los consideramos “inmortales”: Es decir, anula a la idea que tenemos un cuerpo mortal y un alma que no muere (desapareciendo, en consecuencia, los aspectos reales e ilusorios de un mito que calificamos como nuestra “trascendencia”). Destruimos y matamos indiscriminadamente a otros seres porque consideramos que nuestra vida es superlativamente necesaria y justificadamente más importante que la de otros seres vivos. Este es el punto crítico más serio. Pues, si el cuerpo del hombre muere, no mueren su pensamiento ni sus obras. De esta manera, bajo color de

20Avesta, 21

texts colections of zoroastrianism (1millennium BC). Ekeo Ommere,“Only past, myths” 31

convertir en inmortal a nuestra existencia, procurando que nuestro espíritu trascienda, perpetramos la mayor parte de nuestros enloquecidos sueños.

IV Capítulo La Civilización Humana Carece de Objetivos La sociedad humana carece de objetivos concretos; los objetivos racionales e históricos que subyacen como gloriosa épica nuestra son, a lo sumo, rezos y lemas vacíos, alusivos a creencias irrealizables y míticas, cuya sustancia la toma de la dureza de la existencia diaria de los ciudadanos…

I. Pensando que podría aplicarse muy bien el mito de la caverna como alegoría para analizar a la civilización presente (a la humanidad como plaga),22 deduje que algunas conclusiones de este mito subrayan paradójicamente la proyección de nuestra acción colectiva de modo objetivo, así: a. Que es factible, acaso, que los hombres (esclavizados e ilusionados) no han comprendido bien a la posición real de su ser en el mundo.23 Y, que, debido a este 22 23

Plato’s, “Republic” Hesiod, “The Theogony” 32

error o ignorancia, ellos mismos se vean en el mundo como mayúsculos protagonistas (pero nunca, claro, de una epopeya cuya apoteosis será conclusivamente trágica). b.Que, acaso, porque los hombres son actores y espectadores al mismo tiempo, no pueden saber con imparcialidad cuánto de farsa y cuánto de necesidad tiene su acción en este inacabable espectáculo que llamamos “realidad humana”, “civilización humana” (a la que nuestro juicioso Calderón denominó: “El gran teatro del mundo”).24 c. Que fuese factible, así mismo, que esta gran representación tuviese sólo trama pero no desenlace y, que, porque no todos comprendemos las pautas de la dinámica social ni determinamos cómo y dónde, en qué momento y hasta cuándo cada uno actúa, la inmensa mayoría desconozca el significado completo de lo que hace (de lo ridículo o trágico que representa). Entonces, y por esta consecuencia, que su civilización, que atrapa a todos los seres que la conforman, sea resultado de un chasco general cuya materialidad ellos mismos producen pero desconociendo su valor tanto como sus consecuencias. d. Que podría ser cierto que el hombre no entiende cabalmente los objetivos de su 24

Don Pedro Calderón de la Barca, “La Vida es Sueño” 33

sociedad y a su propio rol dentro de ésta; es decir, que no entiende lo que su sociedad se propone y, por lo tanto, lo que su sociedad quiere de él (porque no podría explicarse –si no de esta manera- que la sociedad invierta ingentes recursos en educar, castigar y adoctrinar a su gente).25 Pues, aunque los individuos por separado ignoren el sentido final de lo que hacen (sea éste puramente ético o trascendental), nunca olvidarán el objetivo concreto y directo por el cual éstos hacen lo que hacen.26 Quiero decir, que los individuos nunca por sí mismos harían cosas políticas o éticas puramente, cuando ellas no redundan en asegurar pan para su boca o a mejorar su posición de sujetos concretos en relación con los otros. II. ¿Pero hay alguno que sepa lo que nuestra civilización se propone alcanzar? Esta legítima cuestión merece ser planteada hasta que sea satisfactoriamente respondida, por dos valiosas necesidades: una, para que cada hombre sepa qué finalidades generales puede alcanzar su civilización; dos, para que entienda bien el valor de concretizar o no (con su trabajo) a aquellos objetivos que su sociedad pretende.

25 26

Proclus, “Comentary on Plato’s Parmenides” Damascius, “Life of Isidorus” (fragments) 34

Pero mi respuesta, al respecto, no ofrece ambigüedad alguna. Yo digo: ¡No! Ningún hombre sabe qué se propone su civilización. Y nadie lo sabe, porque la civilización (que no es una organización donde la razón haya actuado más que la fuerza o el apetito) no tiene objetivo racional, concreto, alguno. Trataré, sin embargo, de desarrollar esta respuesta del modo más claro y simple, en los subsiguientes puntos: 1. Cualquier organización de los hombres, ¿no es cierto?, cuenta con objetivos prácticos y teóricos, que son conocidos por todos y asumidos como preceptos o leyes apropiados a los fines que persiguen directamente. Estos fines pueden ser muchos pero no serán infinitos ni sumamente abstractos de discernirse para servir prácticamente. Ahora bien, si consideramos a la sociedad humana como a la mayúscula organización generada por nuestra especie, ¿no es cierto que los fines determinados para la existencia de ésta deben ser claramente conocidos por cada uno de los hombres? 2. Porque debe sernos claro que nuestra sociedad, además de contar con reglas y leyes, con preceptos y dogmas, tiene que tener finalidades específicas, rumbos y metas que necesitan ser conocidos y seguidos por todos sus miembros. Pero 35

esto no es así, acaso por las siguientes razones: a. Quizás esas finalidades específicas, que parecen estar presentes en el orden moral y en la política, no existen como realidad posible, y la sociedad humana marcha como un súper organismo, autómata y ciego que cohesiona la voluntad de sus miembros bajo objetivos únicamente materiales y que fenecen cuando se ejecutan; en fin, que la colectividad humana funciona instintivamente y del mismo modo como un panal de abejas o una colonia de hormigas: esto es, solamente con finalidades primarias y naturales (defensa y reproducción). b. Podría ser, lo mismo, que las finalidades trascendentales pensadas para la civilización humana remotamente (por el poder y las religiones de los hombres antiguos) aun existen, pero que han sido sepultadas o yuxtapuestas por infinidad de hechos y acontecimientos o, ¿por qué no?, aun subyacen inconspicuamente como costumbres e inercia diarias. Quizá, también, algunos afortunados hombres, sobre todo aquellos de los países “desarrollados” y “libres”, ya disfrutan de estas raras finalidades que infinidad de otros desconocemos. 36

c. ¿Y no era el bienestar económico de todos los hombres en la Tierra (ningún rastro de pobreza, plenitud y salud óptima) el principal objetivo que nuestra civilización se propuso alcanzar? ¿No era otro, también, la justicia y armonía eterna (ninguna dependencia, ninguna injusticia, ningún enfrentamiento humano)? ¿Y, en qué punto están esos bellos objetivos de la libertad y la democracia de la sociedad humana (ninguna desigualdad, ninguna autoridad)? ¿Son algo más que idealizadas y generales esperanzas, paliativas y místicas, utópicas e inalcanzables? d. Entonces, he demostrado que la sociedad humana no tiene objetivos trascendentes,27 que sean claros y conocidos por sus miembros; que ésta carece de objetivos concretos que podrían ser conocidos y trasferidos de generación en generación (igual que 27

Hay varias clases de utopías, unas más ridículas que otras. Las utopías económicas, ésas donde la riqueza es distribuida equitativamente y sin contratiempos sociales; aquellas utopías religiosas, falsamente denominadas “morales”; otras de índole socio-político que imaginan a una civilización sin clases ni rangos conviviendo en paz y democracia eterna; o, más despatarradas y fantásticas, como esa escrita por la hermana del buen Nietzsche. 37

aquellos objetivos morales y subjetivos, de ética superlativa, propuestos por las utopías políticas o por las religiones).28 e. La sociedad, pues, sólo posee metas concretas e intrascendentes y que no difieren de aquellas que cada animal (humano o no,) por naturaleza asume automáticamente, a saber: uno, que tiene que trabajar para sobrevivir; dos, que debe organizarse o planificar su diaria existencia para asegurar su relativa permanencia como la de su especie; tres, que tiene que conseguir compitiendo, y con riesgo, un poco de placer en el mundo.29 Además, porque sólo concibiendo a la sociedad humana como a un gran organismo irracional, se puede entender por qué los hombres se comportan como miembros enceguecidos de una plaga muy eficaz, antes que como sujetos de una sofisticada, irreprochable y extremamente inteligente organización que sabe de siempre a dónde va, qué es lo que quiere, cuánto, y para qué quiere lo que quiere.30

28

Campanella, “Ciudad de dios”; T. Moro,“Utopía” H.N. Wieman, “Objectives versus ideals” 30 K. Popper, “De groei van kennis” (este práctico hombre, habló de la ciencia como si estuviese vendiendo lógica y ética por onzas). 29

38

V Capítulo Los Ideales Político-económicos de la Sociedad Humana31 Por el enfrentamiento y la competencia económica entre los hombres sufre la naturaleza y todos los seres vivos. Pues, subyacen en esta pugna la codicia, la negligencia y otras cualidades siniestras que caracterizan el triunfo o la gloria personal y social…

Como los verdaderos objetivos de la existencia del animal humano nunca podrían dejar de ser vegetativos y naturales, ni tender a lo metafísico únicamente, es evidente que esos objetivos (a los que nunca consideramos irreales), son racionales, fraguados mentalmente e innecesarios. Yo, empero, no cuestiono la metafísica contenida en todos los objetivos éticos (sin los cuales sería impensable la existencia y el funcionamiento de esta sociedad), cuestiono al hecho que estos demiurgos racionales sean los que 31

A la riqueza y opulencia llamamos bienestar; llamamos bienestar al exceso, no a lo necesario. En otras palabras, llamamos riqueza a la conversión y atesoramiento monetario del saqueo y destrucción de la Tierra... 39

encaminan al hombre hacia un comportamiento obcecado y destructivo; pues, como parecen lógicos y buenos, alcanzables y completamente necesarios (pero condicionados a la esclavitud personal), cada hombre cree estar en derecho de sacar algo provechoso de su aventura civilizada, que consiste básicamente en el saqueo y la destrucción de la vida en la Tierra.

Si supiésemos cuál es el sentido de la existencia del hombre deduciríamos implícitamente la finalidad de la sociedad humana. Pero indagar alguna finalidad en la mente (metafísicamente), o escarbar en la realidad y en la historia (ética y políticamente) nunca dará resultado; porque las verdaderas respuestas son físicas y materiales, las que parcamente nos dirán porqué y para qué estamos vivos; porque objetivos épicos y metas morales no contiene nuestra o alguna existencia. Por esta causa, el objetivo de la existencia de los hombres no será uno que es racional sino uno o múltiples que son puramente vegetativos: por ejemplo, dar de comer a otro, el cual, a su vez, será comido por otros; producir excrementos u otras sustancias nutritivas para plantas y microbios, etc. Porque nunca será, como mal creemos, labrar el propio bienestar u organizar una poderosa y aniquiladora sociedad; puesto que ese objetivo, que no será racional seguramente, estará relacionado más con la vida en general que con 40

la existencia personal y artificial del hombre mismo. Y en lo que concierne a esto, ya he dicho que el objetivo de la existencia animal, o de cualquier otro ser animado, es vivir, porque no puede haber otro objetivo que subyaga y subyugue a este absoluto que es la vida (los hombres o cualesquier criatura convergen en este objetivo único, y la esencia de este objetivo nunca diferirá en un solo grado para ninguno). Porque por esta convergencia, nuestra existencia se sujeta a otras encadenada y en sucesión continua. Es decir, no podemos conocer ni racionalizar otra cosa de la existencia vital de los seres que su mecánica y, por eso mismo, no podemos acoplar ni superponer objetivo racional alguno a la existencia del hombre sin perturbar toda la estructura vital y al orden completo de la naturaleza. Por lo siguiente: 1. Para el ideal socio-económico de la sociedad el hombre es un medio o un instrumento productivo y rentable, pero nunca un fin en sí mismo: porque como instrumento es un ser útil que produce y obedece, un ser al que se le adiestra, se le esclaviza y automatiza. Y es este ideal, precisamente, el que determina que la humanidad actúe enceguecida y mecánicamente, al unísono y sin detenerse; puesto que el hombre, como animal, carece 41

de ideales que no sean el de saciar con su boca a su cuerpo hambriento o sediento. 2. Y es así como el ideal económico-político de la sociedad humana determina que el valor cuantitativo de la existencia del hombre quede reducido a los salarios que cada uno de los hombres obtienen por su trabajo, aunque cualitativamente, este valor sea difuso e inexpresable de otro modo que no sea alegórico o mítico (ideal y moralmente). 3. Fuera del contexto económico-político (que es social y anula al valor natural e individual del hombre) éste no parece valer gran cosa separadamente; por tal hecho, el valor del hombre es determinado únicamente por su utilidad que presta a otros (por el trabajo, o por las funciones específicas que realiza socialmente), más nunca por otra causa: he ahí que los triunfadores (en la guerra, en el deporte y en cualesquier empresa donde se cosechan victorias subjetivas) sean epónimos como ejemplos. 4. La subordinación de algunos seres vivos a las necesidades básicas y humanas (alimenticias o de otra índole) es indispensable e inevitable en buena parte; salvando, por supuesto, el aspecto prosaico de satisfacer aquellas necesidades del modo que esta civilización voraz sublima hasta convertirlas en real amenaza de la existencia de todos los seres vivos 42

terrestres. Pues, esta amenaza espantable se camufla en la concepción que el “progreso social, humano” implica como desiderátum el progreso de los individuos mismos, pero en relación con el crecimiento de la riqueza general, la expansión del comercio o de la consolidación de su orden político; condiciones que son, por lo demás, ambiguas y nunca objetivas. ¿Pero necesita el hombre del comercio, del orden jerárquico y político y del crecimiento de la riqueza social, para desarrollarse? Por último, ¿puede un hombre desarrollarse dentro de una sociedad masiva y unificadora? ¿Necesita el hombre, como individuo, desarrollo alguno? La respuesta única y lógica, vista la destrucción de la Tierra, es No. El hombre, como ser natural es apto y ya está desarrollado para la existencia y no necesita perturbar sus cualidades naturales con otras, sociales e innaturales, artificiosas y falsas. Demostraciones a. En determinadas circunstancias la sociedad humana se desarrolla con mayor fuerza y empuje que en otras. En este momento, por ejemplo (de la primera década del siglo XXI), la globalización parece haber potenciado un claro desarrollo económico de la sociedad mundial en su conjunto y de 43

China en particular.32 Esto es, que la globalización ha expandido el espectro del poder económico de los grupos y de las naciones con mayor riqueza acumulada; mas esto no significa que se expanda, per se, la riqueza de la entera sociedad humana o que el hombre, como individuo, “desarrolle”; así, y por este hecho, no puede afirmarse que la sociedad humana “progresó” (porque temo que la voracidad, inherente a una mayor capacidad de consumo sea diseminada doquier y que la globalización multiplique en varias veces la producción y su efecto destructivo). b. Es el hombre el que desarrolla a su civilización y no, como se entiende incorrectamente, que la civilización desarrolla al hombre. Porque la relación que determinaría un desarrollo inverso sería imposible; pues, la sociedad no es una entidad ajena o exterior a los hombres mismos. Los hombres se desarrollan entre sí pero en un contexto general y que está determinado socialmente (entre todos y por sus intereses comunes). Este hecho excluye que haya alguna forma que la sociedad desarrolle al hombre o a los hombres.33 32 33

Z.Bauman, “Globalization: the human consequences” H. Marcuse, “El hombre unidimensional” 44

La acción de este desarrollo tiene mecanismos y finalidades sociales, ciertamente. Esto es, que esa acción está determinada y ejecutada siempre por los hombres. La sociedad es un medio, un espacio con condiciones ideales para que los hombres actúen bien o mal. Esto sí. c. La supeditación del hombre a su sociedad es una necesidad. Pero como la sociedad tiene que predominar sobre las relaciones de algunos de sus individuos, esta relación no tiene que ser anulatoria o incondicional al punto que uno o todos los individuos sean absorbidos y anulados: pues, si el hombre condiciona su independencia personal a su relación social, lo hace convencido que se beneficiará de ésta relación de dependencia.34 Puesto que más allá de este beneficio, cada hombre verá al predominio de su sociedad sobre sí mismo como incómoda, virtual e innecesaria (se da este caso, por ejemplo, cuando se habla de desarrollo social y se nota que tal desarrollo no afecta positivamente a todos los individuos por igual, o que todos los individuos no se benefician con la riqueza o “desarrollo” de su sociedad; siendo, por el contrario, sus víctimas). 34

E.Canetti, “Blendung als lebensform” 45

d. Por consiguiente, el ideal económico de la sociedad predomina sobre otros de sus ideales porque logra que sus individuos miembros se desprendan de la necesidad de sobrevivir vegetativamente y solos; es decir, porque la sociedad convierte a esta necesidad vital del animal hombre en un hecho general que es tratado políticamente en sus formas organizativas, productivas y económicas.

VI Capítulo Finalidades Materiales de la Sociedad Humana La revolución interior es la otra revolución que cada individuo debe patrocinar para sí mismo. Esta es la principal condición para que la existencia del hombre, y de la sociedad humana, sean consideradas posibles y estables en el futuro; porque incluso una piedra ya no debe ser movida de su sitio sin que la razón calcule (precisamente) que satisfacer esa necesidad está libre de afectar a la armonía del mundo…

Así, a la ausencia de bienestar llamamos: “pobreza o sufrimiento”, y, de forma viceversa, a la ausencia de la pobreza y de sufrimiento, “bienestar”. 46

Los ciudadanos, entonces, tenemos muchas formas de medir la oscilación económica de la sociedad y de considerar las causas como sus consecuencias, directamente. Así, a la ausencia de “riqueza” denominamos: “pobreza”, como a la abultada riqueza: “bienestar”. ¿Pero, de veras, es rico un hombre o una nación, cuando disponen de dinero y gozan de bienestar; esto es, si no son acosados por la pobreza o el sufrimiento? Tiene que ser así, toda vez que se cree que mejor que la pobreza es la riqueza y que las naciones más potentes y dignas sobre la Tierra son aquellas que ya no padecen sufrimientos primarios, porque la abnegación de sus ciudadanos ha suplido la carencia y pobreza por abundancia y riqueza. Y a rajatabla creemos que esto es y tiene que ser así. Pues, constantemente andamos midiendo la abundancia o la pobreza objetiva y subjetivamente: en cosas y enseres que se poseen o desposeen; en la “calidad de vida” de los ciudadanos en el mundo: en sus posesiones y propiedades, como en su educación y niveles de consumo: determinando a estos en dinero y en toneladas cúbicas y métricas de materias naturales y de “recursos” humanos y técnicos empleados o producidos. A oro reducimos las ganancias y convertimos en oro al triunfo personal y social. Pero escondemos una razón fea y fundamental, a 47

saber: que la sociedad misma inculca y reproduce tanto a los pobres como a los ricos; que el bienestar y la miseria son inseparables y son una y la misma cosa, porque nacen de una misma fuente; porque no están escindidos y antes son compatibles que opuestos (porque no podría haber pobreza y pobres en el mundo sin que existan ricos y riqueza acumulada. Y, taxativamente: ¿cómo podrían haber bienestar y tan pocos ricos, sin una infinita cuantía de pobres y de pobreza en la Tierra?). 35 Demostraciones 1. El bienestar no puede ser general. Su realidad es imposible y utópica. Entonces sólo puede existir bienestar personal en correspondencia y reciprocidad con el malestar general. Porque, si se entiende bien, el bienestar no nace solo o de la nada. Así, por ejemplo, el bienestar económico de una nación sólo podrá expresarse comparativamente: como impacto negativo sobre otras naciones; en déficits o superávits monetarios de los individuos, empresas y estados, pero no subjetivamente; es decir, el bienestar se expresa directamente: en poder y ventajas económicas y políticas; esto es, en relación de supeditación de las naciones pobres con respecto de las naciones ricas. Porque si 35

UNDP, “Poverty reduction” 48

todas las naciones disfrutaran de bienestar o padecieran por igual con la pobreza, el bienestar del que hablamos sería insensible o indiferenciable. Y es por eso digo que el bienestar, que es subjetivo, para que sea real y actúe, requiere del malestar general que es objetivo. 2. A la ausencia de hambre y de enfermedades no denominamos “bienestar”, a ese fenómeno llamaremos “plenitud”, “salud”. ¿Pero, qué es el bienestar, si no es nadar en la abundancia? ¡Sí!: ¿No llamamos bienestar a tener más de lo necesario; más que lo que el animal puede consumir (comer y usar) durante su existencia? ¿Porque exceso de salud, cómo se podría tener? 3. Política y éticamente expresado, no puede haber bienestar alguno que no sea correspondiente con la pérdida o con la pobreza de otros. Los animales no pueden ser pobres ni ricos (salvo el animal hombre, claro). Y esto es así por un hecho determinante y simple: la relación inter individual y social de los animales nunca es sólo económica. Los animales no entran en relación política con sus congéneres o con los de las demás especies. Es decir, los animales no convierten a su existencia en una relación exclusivamente políticoeconómica, del tipo: amos-esclavos; inferioressuperiores; mejores o peores (y donde se 49

decanta, además, el beneficio personal y las ventajas sociales de unos pocos individuos sobre los otros). 4. El bienestar, según he entendido de todos aquellos que hablan sobre este asunto fabuloso, es haber huido de la pobreza con dinero en las manos (sin prestar importancia, claro está, de cuánto daño y cuánta destrucción se causó para conseguirlo). ¡No! ¿Para qué hablar de ello? ¿Los fines no se justifican en las causas? ¿Y no es un excelso fin el “desarrollo humano”? ¿Quién puede estar en contra del desarrollo humano y de la civilización humana? 5. El animal humano (si su cuantía fuese proporcional a las necesidades que de él tiene la naturaleza) resultaría inofensivo y sería inocua y útil su existencia; porque su actividad social o individual sería ciertamente necesaria para la vida en la Tierra. Pero, tras la expansión del capitalismo en estas tres últimas centurias, y que es la que ha eliminado la posibilidad de una existencia simple para los hombres, la sociedad humana ha generado una elite minoritaria que cuenta con gran poder político y que es incapaz de detenerse ante las razones o los hechos que demuestran la destrucción de este Planeta. A esa elite hay que parar en seco: eliminando la lógica social que alienta su triunfo material y 50

político y los fundamentos humanistas que la propician, permitiéndola dirigir a la sociedad hacia la catástrofe.

VII Capítulo De la Dependencia Natural y de la Independencia Mental Humana Cuando me pienso como un ser vivo, diseñado quizá para cumplir con una o con varias finalidades cruciales para la existencia de toda la vida en la naturaleza, no dejo de interrogarme sobre cuál puede ser esa finalidad imprescindible, y más trascendente, que la sociedad humana concibe para sus sujetos y para mí mismo. Así, cuando pienso en la relación hombrenaturaleza, o en la relación de la sociedad humana con el mundo, no puedo dejar de pensar en la dependencia absoluta del hombre que soy. Porque pensar en una relación de equilibrio entre el hombre y la naturaleza me parecería un total absurdo. Por lo siguiente: Tal equilibrio tendría que expresar, sobre todo, que aunque el hombre es minúsculo, y un apéndice de la naturaleza, ha logrado esa completa autonomía que alcanza a independizarle física y subjetivamente de las condiciones naturales a los seres vivos; que, por consiguiente, el hombre es un ser 51

en sí y de sí mismo: un ser total, que no necesita nada porque el mismo es como un universo. En consecuencia, que su relación con la naturaleza ya no puede ser de supeditación o dependencia, sino de igualdad y, como magnífico caso, de sumisión de la naturaleza a los hombres. Y es a este exabrupto racional, abominable, al que me enfrento en el presente Capítulo.

El humanismo (que en buena cuenta es el mito de la intangibilidad y superioridad de los hombres en la Tierra) una vez que pudo imponerse como la única certeza de esta primacía, pudo también salir de la sola creencia y convertirse en hechos y leyes, en la política y en la ética de la civilización. Pero este sacrosanto humanismo (insostenible ya e inaceptable) nacido en el corazón mismo del oscurantismo, y nunca hasta hoy enjuiciado tan severamente, tuvo la capacidad de inhibir de sus disidentes a sus consideraciones opuestas (y aun más de ejecutarlas en la práctica). Así, por ejemplo, yo siento una gran inhibición al afirmar justificadamente (pues la destrucción de la Tierra abre el paso para decir y hacer cualquier cosa en contra la civilización humana) que es lamentable que hayamos dejado de ser trogloditas y caníbales, por tres

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sólidos motivos, que son muy críticos y reales:36 Primero, la humanidad no sería una plaga. Nuestro enfrentamiento mutuo, y aquél desigual que entablamos con el mundo, serían naturales (muy de animales): sin ínfulas éticas, humanistas o religiosas; segundo, habría equilibrio y orden en la existencia, tanto de los humanos entre sí, como de los humanos con los demás seres vivos de la naturaleza; tercero, la Tierra estaría aun intacta y sería la casa de más y mejores seres. Demostraciones 1. Yo soy un animal que se come a otros seres vivos; eso es natural y no se puede encontrar ningún rasgo de crueldad en el ejercicio de esta necesidad. Ningún animal es cruel, salvo aquél que se cree superior o mejor animal y abusa de los otros en su beneficio, poder o placer. 2. Comer y ser comido son hechos presentes y constantes en la naturaleza, y que no 36

La siguiente cuestión me es intrigante: ¿Somos muchos porque ya no somos caníbales ni salvajes, o éramos pocos porque no fuimos civilizados? La pregunta es alegórica pero no invalida a su respuesta. Porque la moral limitará necesariamente a la verdad que contiene; pues, no puede responderse a esta cuestión sino aseverando (porque su negación tendría mucho que ver con ese hipócrita humanismo sedimentado en la conciencia del hombre moderno). 53

pueden ser sujetos a moralidad o a juicio posible. Comer a otros y ser comido por otros son necesidades recíprocas e ineludibles, y que se extienden con matices apenas notables y comunes a todos los sujetos de la naturaleza. Pero la política, enteramente humana como practica, sublimiza los hechos de este violento y silencioso devoramiento: el dominio de unos sobre muchos; el imperio de la fuerza y la constitución de la autoridad y de las jerarquías (civiles, religiosas, militares). Y es por esto que el trabajo se ha convertido en exponente de nuestra voluntad voraz.37 3. Todos los seres que viven no saben que están vivos o que la muerte puede ser base de su poder. El hombre sí conoce que vive y que puede usar la muerte o la amenaza de muerte y del sufrimiento para armar su sociedad y el poder de ésta. Este “conocer” que la muerte y la vida pueden ser potencias económicas y políticas, convierte al hombre en un sujeto privilegiado y peligroso; pues, le pone en situación de “mejorar” su existencia anulando o matando a otros seres vivo, y, por ese hecho, constituirse fácilmente en un ser arrogante, vil y supremo.38

37 38

G. Lukács, “The destruction of reason” T.R. Malthus, “An essay on the principle of population” 54

4. El hombre razona pero no siempre razona bien o en correspondencia con la lógica y la objetividad. Si razonara bien siempre, el equilibrio en la naturaleza (de su existencia con respecto a los otros seres o inversamente) no estaría en su momento culminantemente crítico. 39 Esto quiere decir, que si la razón encaminara todos los actos humanos y no sólo al apetito que subraya su predominio, no habría desequilibrio alguno en la naturaleza: no nos habríamos multiplicado tanto, no seríamos una plaga terrenal, ni ocasionado la extinción de miles de especies de plantas y animales, o desalojado a infinidad de criaturas de su hábitat, etcétera.40 Ya es tarde para pensar en algún contrapeso como equilibrio y solución a corto y largo plazo. La Tierra está casi arrasada y pronto estará yerta. Y calculo que en ese desequilibrio (provocado y ejecutado 39

Voltaire, en sus “Cartas Filosóficas” calcula el número de la población mundial, a comienzos del siglo XVIII, en unos 600 millones de personas (en esa época las guerras eran continuas y la expectativa de vida no rebasaba los 30 años). En dos siglos, entonces, esta cifra de la población humana es diez veces mayor. Ello quiere decir, que cada 50 años se duplica la población mundial y, que, en consecuencia, alrededor del 2,050 seremos 15 billones, y 30 billones el año 2100, etcétera. 40 C. Levi-Strauss, “The structural study of myth” 55

voluntariamente y con el ímpetu del deseo insano) nosotros seremos quienes pendamos de más altura y con más fragilidad que otros seres. Pues, como somos racionales, esa tragedia será doblemente imperdonable y patética.

VIII Capítulo De “Cambiar o Mejorar” la Existencia Humana Veremos que los hombres intentan probar algo: Los veremos actuar, ensayar; volver a ejecutar, derruir, edificar nuevamente. Y lo que de aquellos vemos en un día, otro tanto se verá en un milenio y en otro: Su deseo es infinito; sus fuerzas y conocimientos muy destructivos…

Si llevamos a la categoría cambio de vuelta a la realidad, es decir, si la sacamos de la mente y la devolvemos a las cosas que creemos que cambian, nunca nos percataremos de cambio alguno. Pues, no podríamos ver al cambio mismo fuera del objeto o sujeto que suponemos cambian. La comprobación anterior me sirve para afirmar tajantemente que los cambios no existen fuera de la mente o, si existieran, no serían tales como la mente los concibe; y, entonces, a lo que denominamos “cambio” 56

es al resultado de cotejar, en el tiempo, a la acción de los fenómenos sobre los objetos o seres. Por esta causa, al producto de la acción destructiva humana sobre la naturaleza, no podríamos llamar cambio sino deformación; tampoco progreso a sus logros científicos o técnicos, cuando son, obviamente: abuso y deterioro de la naturaleza. Y es por esto, mas no por la causa del “progreso”, que pensamos que la sociedad cambia, que los hombres mismos cambian; o, lo que es peor aún, que unas y otros entre sí se cambian (siendo obvio, a su vez, que estos cambios serán cualitativos, ¿porque cuantitativos, cómo podrían ser?). Así, y por haber convertido a esta creencia en una necesidad determinante, que hasta se ha hecho política, encontramos a la sociedad enfrascada en armar las condiciones para que estos cambios ilusorios (considerados también lógicos) se produzcan y, a los hombres, pugnando deliberadamente porque estos cambios lleguen objetivamente, con beneficios, hacia ellos.

Los cambios son mentales, ilusorios. Pero los hombres creen en los cambios; creen en el cambio de su sociedad y en su propio cambio. Creen, por ejemplo, que su sociedad progresa (de pobre a rica, de subdesarrollada a desarrollada, de vieja en moderna, sucesivamente…).

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Por consiguiente, también creen en distintas clases de vida y, por esto mismo, que ellos pueden “cambiar de una vida a otra”; es decir, que pueden pasar de una “vida peor” a una “vida mejor” cuantas veces sea posible. Para el común mortal estas falacias no tienen visos de tontería; al contrario, contienen la lógica de su ética y son los principios sociales e históricos con los que rigen a su existencia. Sin embargo, esta visión deforme y mental, forzada por la pobreza y las disputas eternas en la conciencia de los individuos, magnifica a la “felicidad humana” a través de la lupa de la esperanza, ofreciendo a los individuos objetivos que parecen concretizarse en la realidad inmediata pero no en el espejismo de una utopía irrealizable. He allí que el cometido individual de “cambiar de vida” equivalga al cometido social de “cambiar el mundo”, o de “mejorar la existencia humana”. He allí, por consiguiente, que estos cometidos estúpidos (inalcanzables obviamente) se hayan convertido en el perpetuus mobile que hace girar a la actividad científica y técnica, al pensamiento, al arte y al quehacer humano todo. Hete allí, el motivo por el que hayamos destruido el mundo de modo inconspicuo y que no nos hayamos cerciorado de esta tragedia sino al final, cuando la resaca triunfalista de esta ilusoria victoria nos ha despertado en medio de despojos, ruido, humo y cenizas. 58

Demostraciones 1. Yo miro a la realidad humana por dentro. Yo no veo a la realidad humana como la ven otros, por fuera y maravillados, segmentándola o dividiéndola en épocas heroicas y en épocas trágicas; yo no mido ni sopeso en oro o en edificios sus ganancias, o en estadísticas codifico y calculo sus “cambios” y “variaciones”.41 Yo veo a la realidad humana como única e indivisible: creciente cuantitativamente pero constante cualitativamente. 2. La vida no puede ser ni buena ni mala. Porque la vida, como cualquier otro fenómeno natural, no puede sujetarse a consideraciones calificativas y racionales. La vida es la vida, como el viento es el viento. En consecuencia, si la queremos cambiar es porque la consideramos mala y no buena, pero mala será en correspondencia con la problemática humana (social e histórica), y que nada tiene que ver con la vida misma.

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H.Spencer, “Sistema de filosofía sintética” 59

IX Capítulo De la Épica Humana En los museos, y como único animal organizado y previsor, el hombre conserva su huella política y las muestras de su triunfo material y mental (técnicos, científicos, estéticos); pero su rastro épico (trágico y cómico) está en los libros,… como en los templos, su combate con las tinieblas…

La existencia de ningún animal en la Tierra es trágica o épica. Pero la existencia social del animal humano si es trágica y épica; por dos cosas concretas: Una, porque el hombre canjeó su autonomía natural, de animal, por una existencia regulada y opresiva; vale decir, porque las reglas y líneas por las que él discurre “civilizadamente” no nacen de su sola voluntad ni van hacia donde éste las prefiere. Otra, porque su deseo y voluntad colude con otras en competencia por un bien que no puede satisfacer a todos. Es conclusivamente trágica, entonces, porque la existencia del hombre está regulada y vigilada políticamente con fines sociales (indefinibles, insatisfactorios, o vagos). Y por las mismas razones, pero condicionada exponencialmente por la sociedad, la existencia humana tiende involuntariamente hacia lo épico. Pues, como el individuo fácilmente no obtiene lo que ansía, o como fracasa y pierde en infinitas circunstancias, el “ganar algo”, alguna vez, le hace creer que puede 60

“triunfar” o que los “triunfos” y los “triunfadores”, existen…

La tragedia humana no es otra que la suma de tragedias individuales y personales que aparecen como aisladas e impropias (pobreza y fracasos, decepciones y frustración, desidia e ignorancia, estupidez, etc.). En otras palabras, como esta tragedia general no es visible ni notable directamente, sólo se manifiesta cuando su influencia (llamémosla fuerza) catapulta o sumerge al individuo mismo a alturas y profundidades de sufrimiento o éxtasis que él mismo cree que son personales y propios. Es decir, el individuo no percibe que su frustración o su triunfo vienen de otros y de lejos, que trascienden de las malas relaciones y que fueron transferidos como productos derivados, desde su sociedad, hacia él.42 He allí que el individuo crea que el sufrimiento sólo puede ser personal, que desconozca que su sociedad contiene potencialmente tanto su dolor como su alegría. Inversamente, pero en esta misma perspectiva, el individuo ignora que la violencia mostrada por su sociedad sea la idéntica y la misma, y no otra, pero más pronunciada y resonante, que su propia y latente violencia.43 42 43

A. Raymond, “Clausewicz, philosopher of war” Esquilo, “Prometeo encadenado” 61

1. La existencia no es trágica ni es épica; es lo que es, y es común e invariable en todos los seres que viven: es simple y nunca exenta de dolor; es monótona y repentinamente extasiante, pero no trágica ni cómica. ¿Cómo podría ser trágica, por ejemplo, la existencia de un árbol o de un perro? Pero la existencia social humana, porque está programada éticamente fines ideales e ilusorios, necesariamente será trágicocómica o épica y patética; porque cada individuo humano tiene que demostrar que su existencia ha sido buena y no mala, gloriosa antes que vil y virtuosa y no pagana. 2. Los hombres han aprendido a denominar y a clasificar cosas, ideas y sensaciones. Así, todo lo que consideran cruento y sujeto a sostenido sufrimiento será trágico y, lo que les es excitante y produce alegría y triunfo, será épico o heroico. Ello quiere decir, que el hombre, porque razona según reglas sociales y generales, convenientemente sazonadas con moralina, confunde a lo necesario como trágico y como épico a lo innecesario y casual. Pues, es necesario que el hombre muera o sufra enfermedades, por ejemplo, pero será excepcional que disfrute constantemente o que no padezca. Lo trágico en la existencia humana, entonces, tiene sentido sólo en relación con su contrapartida racional y épica; pues, 62

como la mentalidad de la sociedad es épica, para triunfadores, la mayoría (que no puede triunfar, porque ganar implica la derrota de otros) fracasa. Y es a este fracasar constante y generalizado lo que el individuo considera como trágico o como su tragedia personal.

X Capítulo De la Coexistencia Humana Creemos que el pacto alcanzado (por los individuos históricamente) para organizar a la sociedad ya es óptimo y es sólido. Pero, como los hombres fueron forzados a tal convivencia, ese pacto es y será siempre frágil y cuestionable. He allí que la humanidad nunca pare de buscar la organización más perfecta para su sociedad (política y económicamente); he ahí la necesidad de la existencia de los políticos, de los gurús y de los sabios; he allí la existencia de los disidentes y críticos (iconoclastas, criminales, revolucionarios, etc.). He allí, finalmente, la composición y descomposición histórica de las sociedades y del poder de las sociedades...

Es un hecho, aunque hoy no aparezca como tal, que la coexistencia humana en sociedad ha sido forzada. Pues, no necesita demostración asumir acertadamente que no todos los hombres se acoplaron a la sociedad voluntariamente. Más bien, este 63

acoplamiento paulatino siempre fue cruento, y que no se dio para complacer a todos. Esta es la génesis de los pueblos y de la civilización humana misma. En consecuencia, es la génesis del poder, de la cultura, de las costumbres, de las religiones, de las lenguas y todo lo material y practico. Y esta es la exégesis, también, de muchas de las bases y de los principios económicos de la sociedad que, salvo ciertas alteraciones (en proporción o consecuencias), se conservan hoy en su forma originaria, por ejemplo: la apropiación de los suelos, que es el origen de la propiedad privada; el trabajo como mercancía (origen de la explotación y esclavitud y, con estas, el desencadenamiento del poder personal y de la injusticia social, de la riqueza individual, etcétera).44 Por otra parte, no es posible ya, que el individuo mismo escoja su rol en la sociedad (y pienso en el buen Descartes que creía en ideas y en derechos innatos): 45 La sociedad acomoda a cada individuo con la misma exactitud e indiferencia que una ruleta acomoda fichas, o la lluvia a sus gotas… (si puedo parafrasear a Hölderling). La vida humana está condicionada socialmente. Esto 44 45

B. Croce, “Indagini su Hegel e Schiarimenti filosofice” “Nuestro Descartes -escribe Voltaire en sus Cartas Filosóficas-, nacido para descubrir los errores de la antigüedad y reemplazarlos por los suyos, creyó haber demostrado que el alma era lo mismo que el pensamiento…”. 64

es, que en principio el individuo desconoce las reglas del juego, como desconoce cuáles son los fines que su sociedad tiene. En fin, el individuo ignora cuál será el valor de su trabajo, de su fidelidad y de todo el ajetreo de su existencia. ¿Pero cuándo accedemos a algún sentido, o cuándo un solo objetivo de la sociedad se nos hace claro? Me temo que muy pocos barruntan lo que la sociedad se propone alcanzar y que, por esto mismo, cada hombre toma la dirección que puede, pero siempre actuando en concierto, a la ofensiva y protegiéndose. La sociedad tiene mecanismos e instituciones especializadas, muy precisas, para clasificar y decantar uno a uno a sus miembros. Los tamices por los que pasa cada individuo son universales y excluyentes: su riqueza, su educación, belleza y raza, por ejemplo: El individuo es mesurado, pesado y catalogado por otros, durante el tiempo que está vivo. Su acceso a la sociedad no es libre ni voluntario, éste no entra en el complejo mundo humano porque la sociedad es abierta y es de todos (o de nadie); un individuo es accedido bajo condiciones y con deberes ineludibles. Y, como esas condiciones son inexorables, el individuo tiene que asumirlas. Su triunfo o derrota personal dependerá, entonces, de cómo se enfrenta y con qué destreza elimina a otros para colocarse él mismo en el tope (pero que aquél sea víctima o no, actor o títere en la sociedad, dependerá de cuán sagaz o mediocre es su inteligencia...). 65

La impotencia mayor que atormenta al humano es el orden social: el amor mutuo y las reglas de su coexistencia limitada y humillante. Y todo esto no sería posible sin siglos y milenios de sujeción, de adiestramiento forzoso, de ardua esclavitud y obediencia. El enfrentamiento entre hombre y hombre y de éstos con la naturaleza fue replanteado y perfeccionado miles de veces. Los hombres fueron arrastrados a látigos o con promesas hasta una fe y encadenados a leyes, costumbres y ritos, que no necesitaban. Y el hecho que le hayan enseñado respeto y orden, que le hayan convertido en un ser civilizado, anodino y estéril, servil y útil, le atormenta hasta la violencia y el asco. El hombre no se redime de este despojamiento, no olvida que la muerte era la prerrogativa y el derecho animal de su independencia. Pues, por naturaleza, el hombre natural tendría que ser hostil e indomesticable; un ser brutal y guerrero que no place del amor arreglado ni de las costumbres que se repiten hasta el infinito. Demostraciones 1. En el completo sentido de la palabra el hombre es un animal como los demás. Uno que ha sido compelido a convertirse en un animal social, aunque no del modo repentino, voluntario, ni 66

pacíficamente.46…La violencia siempre fue la amalgama más consistente y directa que los jerarcas del poder de la sociedad emplearon sistemáticamente a lo largo de la historia en cada nación o pueblo. El pánico, el hambre y el terror, han jerarquizado y aglutinado a la gente con mayor presteza y cohesión que la inteligencia, que las costumbres festivas o que las religiones. 2. La estructura del poder, el espíritu de la política y de las leyes de las naciones (de la civilización entera), demuestran que la necesidad de subyugar a los hombres es perenne y nunca termina; que educar, encaminar y reprimir, son tareas equivalentes, diarias y vigilantes; que la paz sólo será aparente, un remanso artificioso y falso en la forzada y nunca consolidada coexistencia humana. 3. Por todo esto, la tarea de frenar y detener a la civilización humana y a cada hombre en particular, será ardua, inversamente proporcional a la tarea de haberla generado.47 Esta afirmación, que se demuestra como a un teorema 46

A. Bastian, “Die seele und ihre Erscheinungwesen in der Etnographie” 47 En el mundo moderno (calculado a groso modo) el 30% de la población gana su pan controlando al otro 70% (gobernándola, vigilándola, explotándola, educándola, entrenándola, adiestrándola, etcétera). 67

completamente lógico, no es cínica ni desproporcionada. Desmontar la civilización humana será una tarea violenta, una tarea de pocos contra muchos y más compleja pero urgente e ineludible, porque se la hará deliberadamente y sin los sedativos doctrinales, religiosos o utópicos.

XI Capítulo Del Triunfo Personal y Social ¿Qué ganamos cuando ganamos? ¿Cuándo eres primero en llegar a una cima, qué ganas? ¿Qué ganas cuando eres el más rico, el mejor; cuándo vences en algo a alguien? ¡Nada será que sea bueno y eterno para el mundo! ¿La idea de ganar, de ser el mejor, el primero y el único, no será nada más que la convicción que ya no serás humillado, que a ti te toca humillar a los otros?

Es evidente que todos no podremos ganar ni ser dominantes (y esto tiene que ver con la génesis del poder y no con la voluntad democratizadora que va adquiriendo ambiguamente la sociedad humana).48 Será 48

Hanna Arendt, “The Imperialism” 68

ineludible, en consecuencia, que unos pocos se lleven el botín que la mayoría genera con su trabajo de esclavo, y por el que se disputa tan intensamente. ¿Y, no se han pensado y ensayado muchas utopías para solucionar definitivamente la problemática de esta injusticia? ¿No se fundaron y consolidaron poderosas doctrinas religiosas u organizado doquier instituciones humanísticas y políticas; dictaduras y democracias? ¿No se emprenden aun marchas y protestas; guerras intestinas y guerras internaciones; levantamientos, ocupaciones y revoluciones? Mas, al parecer, siempre se fracasa; es decir, fracasan los que creen que es justo repartir equitativamente los bienes que la sociedad acumuló y los que se genera diariamente. Y es de este fracaso general (el que posibilita la soterrada victoria de algunos) del que quiero enfocar sus consecuencias sintetizándolas en dos cuestiones incontrovertibles: Una, la sociedad está pensada para que hayan amos y esclavos, quiero decir, para que unos trabajen y para que los otros ordenen y se lleven la riqueza; y no, como creen los pánfilos humanistas, los políticos idealistas y los curas, para mejorar las condiciones de la existencia del género humano. Otra, la sociedad es una entidad conformada por individuos; así, son estos individuos (organizados en castas, partidos políticos, 69

elites, etc.) los que deciden cómo y quiénes serán los amos y señores. Es decir, aunque la mayoría de individuos crea lo contrario, en el aspecto decisivo del poder y del control de la riqueza, los argumentos socialistas, humanistas o democráticos, son ridículos y no tienen ningún efecto, demostraciones: 1. Se exacerban tanto los deseos de triunfo y riqueza personales (porque la sociedad es un ideal caldo de cultivo para infinidad de aventuras y aventureros), que convertimos a estos deseos en necesidades. Pues, cuando individualmente se llega hasta este extremo, ya no se fijan metas que son necesarias y reales; sino otras, insatisfibles, superfluas y ridículas, como por ejemplo, esas de la opulencia. ¿La riqueza, el bienestar; la potencia de cada individuo y de toda la ciencia; los conocimientos de la entera sociedad, qué valor agrega al mundo (al mundo que cobija y alimenta a todos); al mundo natural, a éste que estamos saqueando y destruyendo? ¡Nada, ni un ápice! 2. Entonces, ¿para qué quiere un hombre poseer lo que otro no posee, o poseer más, mucho más que lo que otro ya posee? Específicamente, ¿cuál es la necesidad que un hombre posea más que lo que necesita? ¿No tenemos que aprender a vivir con sencillez, mesuradamente y renunciando a lo superfluo? Porque superfluo es, a mi 70

juicio, ¡el 90 por ciento de lo que la humanidad hace y piensa con el objetivo de dominar y ganar; de apoderarse, de descollar y de entretenerse! Todo lo que exceda a la estricta necesidad, que se base, por ejemplo, en el puro deseo de triunfo o ventaja personal, debería ser tomado como inútil e injustificado. En adelante, para detener la destrucción de la plaga humana, la acción individual debe estar encaminada a la utilidad general y, en esta correspondencia, cualquier beneficio condicionado por su necesidad. ¡Nada más!

XII Capítulo De la Afirmación Terrenal Humana49 “¿No fue, acaso, paso arriesgado e irresponsable que dio madre naturaleza al transformar al simio en hombre?”

 Ensuciamos el mundo. Nuestra existencia pedante, fantasiosa, desproporcionada y parasitaria, resulta incongruente con la sencillez y pureza de la naturaleza.

49

B. Russell, “Diccionario del Hombre Contemporáneo” 71

 Rezamos y llenamos la Tierra de templos para compensar lo miserables que somos, lo infinitamente insensibles y crueles.50  Hacemos música y arte, cine y literatura, pantomimas de paz y batallas reales, porque queremos consolar y aterrar a esa bestia humanoide, indomable y omnívora.  Iluminamos restaurantes y edificios y puentes y calles y plazas adornamos para que el hombre se asocie con otro; para que desde el cielo se vea nuestra enorme gula, a nuestro brillo siniestro de parásitos destructores.  Nos educamos y especializamos, nos convertimos en sabios; leemos y acumulamos infinidad de datos de cómo hacer, de cómo vender, de cómo poder, de cómo tener, de cómo pensar, de cómo descubrir. Nos medicamos, con dietas nos reponemos de la voracidad; expeditos y diariamente salimos al mundo que nos repartimos a machetazos o silenciosamente, pero siempre aliados con la muerte.  Nos movilizamos en autos, en aviones, en cohetes y en todo tipo de aparejos desquiciadamente veloces, desquiciadamente destructivos e innecesarios: Ya no somos esos animales simples que caminan sobre el mundo, que 50

Epicuro, dice: “Si dios escuchara las plegarias de los hombres, todos hubiesen prontamente perecido; porque entre éstos los unos rezan contra los otros”. 72

se complacen con comer una fruta y rascarse. ¡Ahora queremos espejos, queremos ver que nos rascamos!

El derecho de afirmación, porque es natural y es animal el afincamiento en un pedazo de suelo, excluye la apropiación eterna, extensiva y depredadora humana. Porque es natural que el hombre, como sujeto común de la naturaleza, afirme su existencia en la Tierra sirviéndose del espacio y de sus frutos con destrezas propias pero limitadas; así: Que el individuo cace o pesque lo que necesita, está fuera de consideración crítica que sea de su poder o de su ética. Que un individuo tale o haga cosecha de lo que planta y cultiva, o que comparta con otros animales el espacio y las condiciones vitales, ¡excelente! ¿Quién puede oponerse a que el hombre funde su mansión junto al frescor de un lago, o que se pasee por las montañas y bosques, en paz y armonía con otros animales de la tierra? ¡Magnífico que eso suceda! ¡Qué sea así para siempre! ¿Por qué quién encontraría reprobable que una gacela se tumbe entre las flores de los prados; quién, que los hombres tengan techo y alimentos? Pero a lo que debemos combatir sin miedo y decididamente es a la estupidez humana, al parásito racional que ha hecho de la destrucción una moral y al poder de su 73

sociedad; específicamente condensada en aquellos seres insensibles que ensucian y rompen el equilibrio de la existencia porque su meta es económica, personal y egolátrica. Demostraciones: 1. Es necesario que el ser afirme su existencia en un área que le provea de los recursos o medios indispensables para subsistir (digo: subsistir, no digo: apropiarse, atesorar, malograr). Esto que es natural, también es racional e indisputable. Pues, el derecho a la existencia de nuestra especie no debe sobrepasar al derecho a la existencia de otros seres vivos. Este derecho equitativo, que también es natural, debería ser racional de principio y por sus consecuencias lógicas y favorables: Hemos afirmado tanto, y tan irracionalmente nuestra existencia, que logramos anular y neutralizar el derecho natural a la existencia de otras especies (pero esta afirmación irracional, como contradice a todo derecho y a la inteligencia más obtusa, debe ser condenado y proscrito). 2. La especie humana ocupa toda la extensión de la Tierra porque a la fuerza expropió y se hizo con el territorio natural de infinitas otras especies. Esta invasión y apoderamiento se dio en corto tiempo y con técnicas y finalidades diversas, unas perversas otras necesarias: de errante cazador y pescador el hombre pasó a ser 74

sedentario, a sembrar, a domesticar; de cazar y domesticar pasó a criar y encerrar, a clasificar y manipular a los demás seres vivos por su directa o indirecta utilidad; de clasificar, paso a seleccionar y a eliminar a todos aquellos que no le eran rentables y útiles. De este modo, lo que no era “domesticable”, “comible”, “reproducible” ni “vendible” era proscrito a la desaparición, porque era ocupado su medio natural o negado y eliminado de la existencia. 3. La especie humana se ha extendido tanto, y de modo tan sistemático, que ha copado y degradado cada rincón de este hermoso planeta. Ha destruido el hábitat natural de infinitas especies para generar uno luminoso y apropiado a la “condición humana”, aunque hasta hoy no se haya solucionado ni un reducido porcentaje de los problemas humanos más simples y álgidos: pestes, hacinamiento, guerras (intestinas y externas). El hambre y la pobreza campean, y doquier algunos ricos demuestran que el botín de la Tierra tiene propietarios.

75

XIII Capítulo Las Naciones No Existen Fuera de la Mente Las naciones no existen en la realidad física, como las casas o los bosques. No existen, en consecuencia, ciudadanos de diversos países o de diversas naciones; existen sólo hombres a los que, con propiedad, debemos llamar: terrícolas.

¡Dónde estés, hombre responsable, cierra los ojos y mira en tu mente al mundo!: Si eres pobre trata de imaginar la riqueza; si eres rico trata de concentrar tu atención en la pobreza… Imagina que ya eres propietario de infinitos recursos; que muchos hombres instruidos y no instruidos trabajan como ejecutivos u obreros para servirte. Una de tus empresas produce automóviles, otras extraen hierro y petróleo. La primera (todas llevan el respetado nombre de tu familia) está en el centro de tu metrópoli, la segunda en los Andes, y la tercera en el desierto de Arabia. Tú conoces a muy pocos de los que te sirven; tu relación con ellos es impersonal, monetaria. Como inversor eres un hombre poderoso, muy útil a la civilización humana: en todas partes te abren las puertas, te imitan doquier y te envidian. Indistintamente, en todos los países te aclaman y dan la bienvenida a tu preciado capital que generará ingresos fiscales y proveerá de trabajo a 76

muchos desocupados y míseros hambrientos. ¡Pero nadie, o muy pocos, pueden ver con claridad que tu dinero y tu riqueza son peligrosos; que tus empresas producen un bienestar pasajero a los hombres y un daño permanente al mundo! Ahora abre los ojos y camina para revisar el estado de tu sociedad y las expectativas de tu gente, en base a ese estado y expectativas calcula lo que le pasaría al mundo cuando un tercio de la población (unos 2.5 billones de personas) llegara también a ser rica; no tan opulenta como tú, pero medianamente pudiente como el promedio de japoneses y noruegos (las sádicas estadísticas mundiales estatuyen que 120 millones de éstos consumen en un mes más nutrientes que toda la población de África –de 900 millones- en un año).51 Bien, ahora proyéctate en el tiempo y calcula con aquellas cifras el futuro de la Tierra y de la civilización humana. ¿No resultará, que esa riqueza, objeto de magnetismo y deseo de todos, es aterradora y crítica? Sí, por cierto. Porque esa riqueza puesta en las manos de tanta gente constituiría para el planeta su completa masacre. Así, a las consecuencias de esta apodíctica consideración (objetiva e irrefutable), se desprende, también, de lo subsiguiente: a. ¿Si producir riqueza para el 10% de los pocos agraciados que hay en el mundo ya 51

Estadísticas sobre alimentación mundial, FAO 77

causó este enorme efecto negativo en el medio ambiente, cómo sería de desastroso aquel impacto, generar riqueza para un 30% de los habitantes terrestres? Piensen en los países con economías emergentes, aquellos aglutinados en la nomenclatura BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que se proyectan como los futuros 3.5 billones de nuevos ricos habitantes terrestres. No quiero decir, sin embargo, que me opongo al bienestar humano (mínimo y necesario); al contrario, expresamente me opongo a la riqueza innecesaria. Me opongo a la riqueza de una persona, de un consorcio, de un país o de todos los hombres en la Tierra. b. No es verdad que no amamos a la naturaleza, y a nuestra relación con ella, más que a lo humano? Así es, indudablemente. La relación humanonaturaleza parece resuelta en la relación directa propiedad-propietario y consolidada por la relación de interés hombres-naturalezafrutos. Nada más. ¿Pero somos enemigos intencionales y gratuitos destructores de la naturaleza? No. Yo creo que no. Es decir, ¿qué objetivo, que no fuese el beneficio personal, habría en la destrucción? La competencia establecida (entre hombres y entre naciones) subordina la relación primordial hombre- naturaleza. Y esta maligna competencia se expresa como riqueza de unos y pobreza de otros; de igual modo pugna interminable por el control, apropiación y usufructo, de los 78

recursos del mundo, por las naciones y sus empresas.

Al principio, cuando en el continente africano nace el hombre, la Tierra era una unidad, un todo sin partes que perteneciesen como propiedad a nadie (quiero decir, a ningún ser específicamente). Lentamente, y durante el periodo de migración y posesionamiento de los continentes, también se forman algunos poblados o asentamientos humanos (que serán los núcleos donde la agricultura y la actual internacionalización tienen su origen). He empleado la palabra “posesionamiento” para señalar que los hombres tomaron a ciertas áreas de esas tierras descubiertas como a su hábitat antes que como a su propiedad. Esto es importante remarcar, puesto que uno es el usufructo, que es el uso de los frutos terrestres, aéreos o marinos, que por derecho natural también corresponde al hombre, pero otra cosa distinta y suigeneris es la apropiación excluyente y total de la Tierra (y con ella el derecho de dirimir sobre la existencia o no de los otros seres vivos): ¿Pero, cual ciudadano del mundo, hoy, creería que las naciones no existen, que él mismo no es de nación alguna? ¿Quién, que su nación es un invento, que la historia de su patria es una fantasía volátil, y que todo el pasado glorioso de su pueblo no vale más que un pájaro? ¿Quién podría ver que la existencia de su nación tiene principios ilusorios o, que la 79

problemática humana de la destrucción de la Tierra tiene metidas sus raíces en la idea generalizada y errónea que cada hombre es propietario (legalmente) de una parte del mundo? ¡Nadie! Porque todos creemos ciegamente que las naciones sí existen y que hay que defender a muerte su integridad y la propiedad y pertenencia de uno mismo a éstas. Es decir, todos tenemos en la conciencia a un pedazo de la Tierra al que llamamos: “nuestra patria”. En adelante, dilucido las razones que demuestran que la existencia mental de las naciones constituye un serio escollo, cuando se quiera eliminar lo pernicioso que es la apropiación y reparto de la tierra, y con él el saqueo y destrucción de este Planeta que no es “nuestro” exclusivamente. Afirmo pues, sin titubear, que las naciones nunca existirán fuera de la mente como realidades objetivas y ostensibles materialmente (como los ríos, el mar, o los montes). Esta afirmación inesperada, ciertamente improcedente, aunque válida, tiene infinidad de implicancias positivas y negativas, que, a grosso modo expondré para que se comprenda cuál es el sentido de luchar para desterrar ese chauvinismo arraigado y nocivo, el cual, a mi juicio, da espíritu y fuerza a toda la miseria contenida en la historia corta y cruenta humana. 80

Demostraciones 1. Porque hemos dividido en pedazos la Tierra, existen partes de la misma a las que denominamos “Bélgica”, “México” o “China”. Pero en la realidad física, tangibles y puestas sobre la superficie terrestre no existen. Y no existe un solo hombre en el mundo del que podamos decir éste es “belga” “mexicano” o “chino”, como decimos sin equivocación alguna: éste árbol es una acacia, este otro un sauce; o no existe como un “búfalo” que es diferente que un “águila” y ésta de un “sapo”. Quiero decir, que esos hombres que crean ser de una nación específicamente y no de la humanidad completa, no existen por más que porten sendas banderas en sus manos, o hayan delimitado sangrientamente los límites y fronteras de “su territorio” con los otros. 2. Las naciones fueron forjadas con violencia, con fuego marcadas sus fronteras en el alma de los hombres, pero no existen. Su existencia es virtual y subjetiva, como “el bien”, como “la libertad” que confinadamente pertenecen a la mente y a las costumbres, a las contingencias propias del afincamiento humano. 3. Si creemos en naciones también creemos en diferencias, en distintas clases de personas y de hombres; pues, y como las diferencias crean competencias, las competencias 81

desarreglos y atrocidades, etcétera, terminamos enfrentados sin fin en rivalidades cruentas e inútiles. La historia humana atesora muy vivamente toda esta miseria. 4. La mentalidad nacional (el reduccionismo chauvinista)52 es uno de los desencadenantes de la competencia irracional de los hombres en todos los sentidos y terrenos. La brega por la riqueza y el predominio, ha ocasionado grandes daños en la ecología terrestre y contribuido a que la raza humana se expanda y consolide. Las naciones (que son símbolos mayúsculos de esta mentalidad usurpadora y dominante), son también las marcas territoriales de la existencia del animal que no mira al mundo con libertad sino acosado y encerrado,… ensimismado pero siempre al acecho. 5. Con la globalización y la internacionalización del comercio, de la tecnología y de las costumbres, parecerá irrelevante cualquier tipo de nacionalismo; sin embargo, el espíritu del hombre ha quedado históricamente acendrado con la convicción de ascendencia y de pertenencia a una raza, a una nación y a un territorio, los 52

E. Gellner, “Nacionalism” Pranab Bardan, “Globalization redistribution” 82

and

egalitarian

que serán casi imposibles de reducir y extinguir.53 La globalización y la internacionalización de la sociedad humana no garantizan, por esto mismo, que los conflictos y las rivalidades finalicen o que se apacigüen.54 Por el contrario, nuevas y peculiares formas de enfrentamiento resurgirán y serán mayores y atroces; pues, como los recursos no son eternos ni saciable el espíritu humano, cabe suponer que en el futuro, el efecto competitivo y destructivo de la civilización humana será más generalizado, refinado y siniestro.

XIV Capítulo De la Violencia Racional La violencia es exclusivamente humana, porque es un producto histórico de la moral social (como el amor o el orden, que son éticos y relativos al comportamiento político y racional de los hombres entre sí).

53

Sequías, escasez, hacinamiento, etcétera. Ya veo a los gloriosos y triunfadores hombres llorar y rezar, correr despavoridos por el mundo perseguidos los unos por los otros.

54

G. Toal, “Critical Geopolitics” 83

El animal naturalmente desconocerá que es violento, como desconocerá que podría usar subjetivamente a la violencia en sus leyes, o como reglas específicas para “mejorar” su relación con otros. Un león, ni por la causa que es un animal que necesita matar para comer, es violento. Así, no será violento porque aniquila a un búfalo con las garras o asfixiándolo, ni porque destroza a su víctima ante otros para devorársela; tampoco, porque el cruento acto que realiza le divierte o le beneficia indirectamente. Quiero decir, que el león no aniquila al búfalo para demostrar que él es el que más puede o porque quiere conseguir aliados dóciles y serviles; éste no mata porque está orgulloso o furioso, éste matará en la forma y por la causa de siempre: ¡el hambre! La violencia es humana por excelencia y, sobre todo, el componente más esencial y directo del poder social; sin él la civilización humana no podría haberse formado, mantenido ni expandido...(léase: sin esta violencia la Tierra no habría sido destruida).

La violencia es humana, porque ningún animal de la naturaleza es violento de sí mismo. La violencia humana es social y es racional; es la violencia del animal acorralado y entrenado. Porque esta violencia no es natural, ni básica ni directa, sino pensada como instrumento y planificada su fuerza; es la violencia contenida en el poder social que al actuar soterra y camufla el pacto sangriento de este propósito. Porque esta violencia no se origina en el instinto fiero y natural de los hombres, sino en 84

el propósito político y racional que tiene su asociación. A grosso modo explicaré su sentido: a. La humanidad no fracasó en el intento de reducir la irracionalidad primitiva de los hombres (que en realidad parecen ser indemnes a la pacificación ininterrumpida de la sociedad); al contrario, la sociedad, desde el principio, encausó esta irracionalidad hacia sus finalidades productivas y de orden político. He allí que los hombres sean cautivos de la voluntad de otros y dependientes de un salario enajenando sus fuerzas de trabajo o siendo “voluntariamente” sojuzgados con leyes de uno u otro estado. b. Porque el comportamiento del hombre es social y regulado, asumimos que éste ya no mantiene intacta su básica animalidad, ni que en su carácter arrastra y anida aun la irracionalidad; pues, como creemos que su educación, adoctrinamiento y humanismo, han sido tan intensos, también creemos que su destreza, costumbres e inteligencia adquiridas, priman sobre su carácter indomable, irracional y violento. c. Pero el hombre ha forjado una sociedad cuya esencia de su unidad, y de su enorme desarrollo, no podría explicarse excluyendo a su irracionalidad como a su violencia. Quiero decir, que sin la acción de esta violencia no es imaginable la cohesión y la 85

expansión de la sociedad presente; pues, únicamente la fuerza irracional de esta violencia condiciona y acelera la voracidad de la civilización humana. d. La violencia no es un producto deliberado de la sociedad, pero sí constituye el principal instrumento de su poder; pues, su uso y práctica, perfeccionados históricamente, posibilitan a la sociedad doblegar y “humanizar” masivamente, encausando a los animales hombre hacia metas y objetivos que no son naturales, porque no son reales sino mentales. Esta “humanización”, entonces, no es otra que la reducción compulsoria, por medio de la fuerza, de uno de los animales más soberbios y sagaces de la Tierra… Demostraciones 1. La riqueza y la pobreza, el poder y la impotencia (que asumimos como normales y corrientes, o como duplos de la lógica y dialéctica social humana), demarcan y materializan, de modo decisivo, el efecto de la aplicación sistemática de la violencia humana contra el animal hombre mismo y en contra de los demás seres vivos de la naturaleza. Esta violencia, además, se manifiesta sin polaridad aparente, y como necesidad antes que como enfrentamiento, en el comercio -digamos- y en otras formas

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relativas a la servidumbre y a la jerarquización de la sociedad humana. 2. La caída de los imperios, el nacimiento y la muerte de las naciones; las tensiones que hunden o ponen a flote a las sociedades; las guerras y las revoluciones; en fin, el caos y el desorden constante son efectos de esa violencia viva, soterrada pero siempre activa y efervescente.

XV Capítulo Del Poder Racional, Humano El poder es otro importante producto de la moral (porque es común la errónea creencia, entre idealistas y marxistas generalmente, que el poder crea y genera a la moral). ¿Cómo se explicaría entonces, por ejemplo, el poder moral de la actual civilización sino expresado como su poder político; es decir, como el control y gobierno de la sociedad sobre cada uno de nosotros?..

El poder55 (como es la semilla para el árbol que de ella crece) es la causa y también la consecuencia de la existencia de la sociedad humana; porque tanto la semilla como el 55

Deslindo entonces la cuestión problemática del poder (que nadie, hasta hoy, logró dilucidar claramente). Los filósofos que se ocuparon de él lo hicieron desde la perspectiva política únicamente. Y el poder político es una de sus variables pero no todo el espectro del poder. 87

poder, son causa para algo y consecuencia de algo. Y son de esta manera, porque no podría afirmarse que una u otro son consecuencias únicamente y no causas. Queda establecido, entonces, que el poder se constituye en causa de la existencia de la sociedad, siendo, a su vez, consecuencia de ésta. Porque sería extremadamente absurdo asumir a un poder sin sociedad, como a una sociedad sin poder alguno. Pues, el poder como causa de la sociedad se corresponde con la voluntad (con el querer hacer o deshacer algo) que todos los hombres por separado poseen; mientras que el poder como consecuencia es el poder de todos ellos (organizados socialmente y para cualquier finalidad) actuando sobre el mundo. Ahora bien, una vez esclarecido este punto principal, quedan otros menores y derivados por dilucidar; como éstos, por ejemplo: a. ¿Qué cosa es el poder? b. ¿Cómo se genera? c. ¿Cómo interactúa en la sociedad? e. ¿Cuántas clases de poder hay?... Subrepticiamente, pero con la atención y seriedad que se merece, me ocuparé del poder incidiendo sobre sus peculiaridades compulsivas que han arrastrado a la humanidad hasta el borde del precipicio ecológico. Primero. El animal, en sí mismo, no tiene otro poder que su sola fuerza, o que sus instintos e inteligencia; el hombre, de idéntico modo, individualmente casi es 88

impotente; pues, su fuerza es limitada y hasta nula para procurarse él mismo de sustento…En consecuencia, a la capacidad de procurar individualmente estos sustentos no llamamos poder. Poder llamamos a la capacidad de transformar a esta impotencia humana en potencia para procurar su sustento de modo sostenido (y la única forma de hacerlo es convirtiendo a la fuerza individual, instintiva y errática, en una fuerza racional constante y colectiva). Segundo. Está demostrado, así mismo (y conste que esta demostración está hecha por primera vez), que el poder es un valor ético, una creación social. Es decir, que el poder humano no es natural y correspondiente a la capacidad ingénita de los individuos, que éste es correspondiente con el carácter vertical de la organización política de la sociedad (estructurada según una consideración arbitraria del valor individual). El poder extensivo, del cual hablamos hoy, entonces, es ese que no está referido a la fuerza de ningún sujeto, sino a aquel tremendo empuje colectivo que en algunos siglos ha logrado la capacidad política, técnica y ética, para destruir la Tierra…. Tercero. El poder, entendido como potencia total (de la sociedad) y no sólo política (de algunos individuos), entonces, no es ese que se concentra en los estados, o en un estado más que en otros con claros objetivos de predominio, sino aquella suma de la acción racional de todos los hombres en todos los tiempos y, que, puede sintetizarse como la 89

imposición de la voluntad humana sobre el mundo. Porque poder no sólo es organizar a los individuos para la producción eficiente u otros, sino con cuál capacidad son perseguidas las finalidades que éstos tengan en frente, y a qué lógica corresponde que éstos los persigan. Cuarto. A la capacidad de actuar racionalmente y con una intención determinada como necesaria para todos y no sólo para un individuo, llamo poder. Porque poder no es ese que algunos individuos tienen sobre otros para regirlos, explotarlos o con los fines que fuesen; poder es la capacidad que tiene la sociedad para destruir o construir algo en un momento o en muchos milenios: He allí que yo sindique al poder social humano como catastrófico para la Tierra; he allí que yo sindique al individuo como un sujeto impotente pero activado por la voluntad de su enorme y voraz sociedad para la destrucción.

Demostraciones 1. No se puede comprender el continuo y acreciente interés de las sociedades por el progreso, si antes no se entiende la naturaleza del poder mismo (y ya he demostrado que el poder, dirigido hacia la primacía y el bienestar de los hombres, resultará necesariamente nefasto en sus aplicaciones prácticas). 2. Es comprensible, es lógico y es necesario, que los hombres pugnen por escapar de las 90

garras de la miseria o de la impotencia. Es crucial, es lógico y es moral, que las naciones centren su voluntad en conquistar un mínimo de estabilidad económica y social para sus ciudadanos. Pero no es lógico, no es ético, ni es necesario que este bienestar que se pretende alcanzar, sea destructivamente. Porque ese bienestar sería superfluo, innecesario, ilógico y estúpido; por lo siguiente y directo: a. La riqueza sólo puede ser individual (de estados o personas). Ello excluye, entonces, que todas las naciones y todas las personas, alguna vez, puedan ser poderosas y ricas (esto excluye, por lo mismo, que el bienestar humano sea alguna vez un hecho). b. La riqueza como el poder tienen a la pobreza e impotencia como sus antípodas y sus necesarios contrarios. Sin la pobreza de los pobres no podría producirse riqueza para los ricos; sin la impotencia ¿cómo sería ostensible el poder, para qué sería éste necesario? c. La pobreza genera impotencia, la impotencia pobreza, pero juntos generan esclavitud; es decir, a la real relación desigual o injusta (económica, social, política) entre los hombres, que son o amos o esclavos: ciudadanos de primera o ciudadanos de segunda y de última categoría. 91

XVI Capítulo De la Voracidad Espiritual Humana Machiavelli, en el VII Capítulo de su libro, “Il Principe”, escribe: …el hombre es ingrato, codicioso, falso y disimulado; cobarde y avariento…muy arrogante y vil; su natural impulso es ser insolente cuando las cosas prosperan en su favor y abyectamente servil cuando la adversidad le afecta… (traducción libre).

Poder generar riqueza para el 10% de los 7 billones de personas que habitan la Tierra ya ha ocasionado la esclavitud de cientos de millones de ciudadanos asalariados y la catástrofe ecológica del planeta.56 Esta trágica conclusión me lleva a otra cerrada y más tétrica: no se puede generar riqueza para el 90% restante de pobres, sin tocar la riqueza de este 10% de ricos y sin destruir más al planeta. Y este intento termina aquí, siempre y cuando sea posible, claro, que el reparto de esta riqueza evite que se continúe destruyendo más y se prosiga saqueando el planeta. De otro modo la imposibilidad es evidente; pues, si no se reparte esta riqueza y planifica y racionaliza mejor la existencia de la humanidad, o los

56

M.R. Krätke, “Estadísticas de la Riqueza en el mundo” 92

hombres se eliminan entre sí o la naturaleza nos eliminará a todos.

La voracidad humana, que corresponde necesariamente a la voracidad espiritual individual, está desplegada destructivamente, y por varias centurias, sobre la Tierra. La evidencia de esta aserción no necesita ejemplos demostrativos y teóricos; bastará con que uno mismo indague en sus propios deseos para corroborar que lo que hemos hecho en el mundo se equipara (sólo en porcentaje menor) con lo que querríamos poseer, disfrutar, cambiar, acumular, demostrar y derrochar. ¿Pero, por qué, cuando esto ya es patético, nadie se cercioró que hay una macabra y geométrica progresión entre el bienestar humano y la destrucción de la Tierra? ¿Que la relación más álgida e invisible es esa desproporcional que se da entre la voracidad (el apetito desmedido humano) y la destrucción de la vida y de las condiciones vitales? Pues, mientras los hombres creen que más se desarrollan no se observa que la naturaleza se contrae, contamina y decrece de ella su potencia. Es decir, que mientras más se incrementa el bienestar y la egolatría humana, más se deprecia el valor intrínseco y real de la naturaleza. Demostraciones 1. La conciencia del individuo y no sólo su vientre, se ha convertido en voraz e insensible. Y ello es lo más grave que ha 93

podido suceder, porque como el espíritu en ningún punto es saciable, o igual de saciable que el vientre, la sociedad tiene que recurrir a extremos y absurdos que van desde el espectáculo risible y mordaz, hasta lo propiamente macabro (como guerras, racias, asesinatos) para apaciguar temporalmente a esa bestia egolatrizada y destructiva. 2. La Tierra, lamentablemente, es el escenario de esta cruel e interminable tragedia, empezada por el hombre de las cavernas y que concluirá, a mi juicio, con el último ciudadano sentado, impasible, ante la cima de desechos humanos. Y a la materia de este Capítulo, que no ofrece ambigüedad posible, porque la voracidad espiritual humana es tan refinada y excelsa como vil y cruel, se la puede desdoblar en infinitas partes, como probársela de infinitas maneras: a. La conciencia es única y común a todos los individuos, y es directamente proporcional a la conciencia histórica de la sociedad en todos los tiempos. Esto es, que la conciencia del hombre de hoy es la misma que la conciencia del hombre de ayer. Porque si la conciencia social fuese diferente y variase en el tiempo, los hombres serían diferentes en su acción destructiva y en su apetito destructivo. 94

b. La humanidad (exceptuando, claro, a ciertas tribus y pueblos benignos, cuya existencia es benéfica e inocua para la naturaleza) ha acumulado doquier e históricamente un espíritu emprendedor y combativo, que es productivo y destructor al unísono siendo esencia de sus principios racionales. Estos objetivos, que todos parecen comprender y aspirar no son reales ni pueden estar al alcance de la mano; pero señalizan bien los horizontes a donde deben encaminarse los hombres para conseguir su soñado bienestar. Aunque ese bienestar sea inalcanzable por las mismas limitaciones políticas y económicas que la sociedad ha fraguado también en tanto tiempo. Esta contradicción, que se subsume como miseria o desigualdad real, compele a los individuos a exacerbar su actividad física (trabajo), compeliéndoles, igualmente, a confiar en una victoria material que juzgan posible, cueste lo que cueste. Pero este triunfo individual (material) que supuestamente es el fundamento del bienestar humano no es real y posible como lo he demostrado. c. En su “Metafísica”, Aristóteles, señala que “todos los hombres desean naturalmente saber”.57 Y, no hay duda que esta 57

Jean Brun, “Aristóteles y el Liceo” 95

inclinación natural por “saber” confirió a los humanos ventajas enormes y muy prácticas, tales como: crear la agricultura, establecerse en ciudades y perfeccionar sus relaciones políticas. Pasos que, además, no concluyen ahí y que aun se están dando en todas las direcciones y ramas de la actividad humana, con el objeto de sacar a las generaciones sucesivas de la pobreza o del caos y la incertidumbre, proveyéndolas de orden y seguridad social y material. ¿Pero hasta dónde deben encaminarse estos pasos; hasta dónde puede llegar cada persona y la civilización misma? Es decir ¿hasta qué límite de destrucción debe llegar la voracidad humana? d. Los hombres, con mayor estabilidad y conocimientos, se ocupan en las más necesarias y absurdas empresas. Éstos, como enloquecidos y activados por una competencia sin precedentes, han pasado de las ideas y la contemplación a la acción; a convertir en muebles e inmuebles a sus ideas y deseos. Y es a esta materialización de tantos y de tan nefastas ideas y deseos a la que yo llamo: “voracidad espiritual humana”. Porque esta “voracidad espiritual” es, por sus consecuencias, junto a la fagocitosis característica de la sociedad

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de consumo (tragarlo y estropearlo todo) el otro estandarte de guerra que la civilización humana ha desplegado triunfal sobre la Tierra.

XVII Capítulo Del Gobierno Humano del Mundo Para diferenciar mejor a los hombres, distinguiendo entre ellos a la función específica de su trabajo, como a su impacto destructivo en el mundo, hay que clasificar a éstos entre los que gobiernan y los que son gobernados (esta es la división más acertada para sindicar, sin ambigüedades y directamente, a los responsables de pensar, dirigir y financiar la destrucción humana de la Tierra, de aquellos que simplemente ejecutan y materializan la voluntad de sus amos con sus manos, por un salario). Y esta clasificación es más real, más lógica y cierta, que esa que aparta a los hombres en clases o entre ricos y pobres, secamente; por un hecho extremamente importante: esta mi clasificación toma en cuenta que la clase obrera (los pobres asalariados del mundo) concretiza la destrucción con su trabajo servil y acrítico. 97

Porque cuando la lucha de clases es evidente en la desigualdad del reparto de la riqueza, o en el control del poder, no lo es, en cambio, en la acción conjunta y nociva de ambas clases sobre la naturaleza). 58

Presento aquí la clasificación que hago de la civilización humana, tomando en cuenta el orden social generalizado y el grado de compromiso y acción de cada una de las clases sociales, o políticas, en la destrucción de la naturaleza: I. Los gobernantes y dirigentes (los jefes de manada). A estos los caracterizo, con diferencias y grados de responsabilidad y poder en la destrucción humana de la Tierra, en tres grupos o rangos: Primero. Los que gobiernan la política (el poder general y decisivo de los estados y de la sociedad): Los presidentes, los jefes de estado, los reyes; las autoridades nacionales e internacionales (ministros, parlamentarios, alcaldes). Estos respetados y temibles hombres que planifican, piensan y dirigen la destrucción del mundo en nombre del progreso de una 58

Los defensores del marxismo van a padecer con la aserción, poco ortodoxa, de dividir a la sociedad entre los que gobiernan y los gobernados, antes que en clases sociales antagónicas. Porque debe saberse, también, que la sacrosanta clase obrera perpetra servil y acríticamente, y del mismo modo que la burguesía, la destrucción del mundo. 98

patria, de un imperio o, subjetivamente, en nombre de la humanidad y su civilización entera; segundo. Aquellos que dirigen la economía, vale decir, los que manejan la infraestructura industrial y productiva, la agricultura o los servicios urbanos: Los CEOs, los banqueros, los directores y presidentes de consorcios y corporaciones industriales y comerciales nacionales o internacionales; los empresarios y gerentes (mayores y menores), etc. Estos hombres útiles y prácticos dirigen y comandan la gula, la avaricia y la codicia humana. Estos señores son aquellos que gobiernan los precios y los salarios, el trabajo y la servidumbre humana; estos mismos son los que almacenan en bóvedas y subterráneos a los alimentos, al dinero de los bancos, al oro y a las joyas obtenidas con sangre, sudor y lágrimas, del saqueo sistemático del planeta; tres. Todas aquellas autoridades espirituales, jurídicas, educativas, militares (ancestrales y modernas); más los gurús de otra naturaleza y rango, como soldados y carceleros, alguaciles y oficiales: Vale decir, todos esos que gobiernan la fe, la justicia y la moral, los impuestos y el orden, la educación y el miedo del hombre. Etcétera. II. Los gobernados (la gran manada humana): todos los esclavos asalariados y los pobres, mas aquellos hombres productivos y necesarios: 99

obreros, campesinos, artesanos y estudiantes. Más otros hombres que son inútiles y superfluos, como los niños, los viejos; los enfermos y baldados; los borrachos, las putas y drogadictos; etc. A esta gran masa humana la agrupo en el orden arbitrario siguiente: cuatro. Clérigos y soldados (lo santo y lo heroico). Esos que pastan y protegen al rebaño humano, controlando el orden celestial y la jerarquía política terrestre. Esos que a palos y rezos apaciguan la incomodidad social y al espíritu especulativo de los individuos; los mismos que desde la antigüedad tienen por el pescuezo a los borregos y pobres humanos para hacerles cumplir leyes arbitrarias, o para que acepten el poder arbitrario humano como divino o necesario. cinco. Los intelectuales y académicos de todo tipo: Los maestros y filósofos; los artistas, los arquitectos y técnicos; los científicos y los inventores. Esos que teorizan o crean ideas, métodos e instrumentos; esos que planifican y programan la acción racional y practica humana; mas todos aquellos que ayudan a ensanchar la terrible huella humana sobre la Tierra con sus teoremas y principios que se aplican y que multiplican la ilusión que la humanidad es juiciosa y sabia; seis. Aquellos que iluminan y alegran el camino ilusorio de la felicidad humana: Los artistas, deportistas, brujos, payasos, criminales, putas, héroes y mercenarios. En fin 100

todos aquellos que pronostican, divierten y aterran a los hombres con prodigios, con placer, con música, con tonterías artificiosas y lúdicas; los peluqueros, sastres, carpinteros, cocineros y todo tipo de gente cuya labor específica es adornar, camuflar y satisfacer al animal humano, cansado y acorralado; siete. Los médicos, los siquiatras, los sicólogos; los alcahuetes, los magos y masajistas. En fin, todos aquellos encargados de la sanidad espiritual y del bienestar corporal del parásito racional humano. Esos que velan para que el sagrado hombre no padezca, para que no se le pudran los dientes, para que esté relajado y para que no desmaye en su ardua y responsable tarea de destruir el mundo. ocho. Es decir, todos aquellos encargados de mantener en plena regla, potencia y esplendor, al hombre. Esto es, todos aquellos hombres que nunca serán diferentes cuando gobiernan o cuando son gobernados: porque cuando gobierna un hombre será cruel e inflexible necesariamente; exigirá respeto y ser temido y amado; recurrirá al atropello y a la amistad, indistintamente, porque es su prerrogativa. Pues, la sociedad, en miles de años ha forjado su moral basada en la servidumbre y en la prepotencia: de una parte el poder, la impotencia de la otra. Gobernados y gobernantes parecerán enfrenados y en competencia, pero son correspondientes, uno no existiría sin el otro. 101

Porque es evidente que el poder de unos sobre otros no solo es notable en el rango de riqueza y supeditación y pobreza que genera entre ellos, también demarca a los infinitos otros objetivos que los hombres entablan entre sí contra el mundo.

XVIII Capítulo ¿Es Necesaria o Superflua la Riqueza? Si la riqueza es necesaria, ningún hombre podría vivir sin ésta. Pero si es condicional (generada por anomalías sociales) ningún hombre en particular la necesita. Con esto quiero decir que ni la riqueza ni los ricos son necesarios; cuanto más si los hombres vivieron dos o más millones de años sin riqueza y sin individuos ricos. Y por esto mismo, también, hay que decir que la existencia del hombre no fue peor cuando la riqueza no existía, sino que es peor y más pobre hoy el hombre, porque la riqueza existe… Los riqueza y los ricos, aparecen como muy importantes para la civilización, pero no son importantes para la existencia: uno, porque subrayan el empecinamiento y la esclavitud humana; dos, su pragmatismo define la jerarquía social y hace efectiva la organización destructiva de la sociedad; tres, porque genera una pléyade de cínicos innecesarios y golosos que destruyen el mundo 102

porque quieren concretizar sus deseos de grandeza, justificándolos como de utilidad incondicional a los hombres. Estos pocos y contados privilegiados hombres pertenecen al género de los que medran de la estupidez colectiva. Porque son ellos los que inventaron los ritos, el salario, las medallas y todo género de alicientes y reculamientos (sólo para ser objeto de agasajos, discursos y aplausos de sus esclavos o adláteres). Los hombres prácticos nunca se detendrán ante consideraciones racionales y morales límites (catastróficas, por ejemplo).59 Asumen la vida como a una empresa continua y provechosa; y la emprenden con tanta certidumbre y tenacidad que no son disturbados por peligro remoto o fehaciente alguno. Estos hombres no se detendrán aunque el mundo se pudra o se despedace ante sus ojos. Pues, a la idea general y borrosa que tienen de vivir en el mundo (la cual carece de valor si no es rentable y repleta de “felicidad”) no la entienden de otro modo sino como “su triunfo y riqueza”. Pero yo, que no he vendido nada a nadie, he tasado a este tipo respetado de ciudadanos como a la verdadera canalla. Y diré porqué, sin ambigüedades: Desde que esta clase parásita camina por la Tierra, gran parte de este antiguo y sagrado vergel se ha convertido en barracas militares, en fábricas y gasolineras, en antros y centros de comercio, de deporte o de cualesquier tipo. Su idea de ganar y gozar mucho, de acumular el saqueo en bancos y en bienes inmuebles o semovientes (que nunca podrían usar ni calzar) es loada, copiada y bienvenida en todas partes. Estos reales zánganos encabezan y vigilan 59

G.R. Steele, “The economics of F. Hayek” 103

a la colectividad humana; además de financiar su paso arrollador, su incrementable gula, su evolución catastrófica.

Desde hace mucho tiempo he tratado de comprender por qué los individuos y las naciones, aspiran a ser ricos y acometen desde lo más excelso hasta lo más nefasto para conseguirlo. Especulando en las causas de este deseo generalizado y dramático, he llegado a conclusiones que bordean la excelsitud y ruindad humana (desechando, claro está, las virtudes constructivas y la necesidad de algunos actos que nuestra civilización realiza). Y he comprendido que bajo el deseo compulsivo de riqueza subyace el terror que un hombre siente ante la inanición y la soledad, la inseguridad y la impotencia (concomitancias sociales, muy reales, que acechan diariamente a cada uno de los individuos). Demostraciones 1. Si eliminamos a la pobreza, eliminamos a la riqueza. Porque pobres podemos ser todos, pero ricos no. Pues, la pobreza es una condición de la existencia de la riqueza, mientras que la riqueza no es una condición para la existencia de nada. La riqueza no genera riqueza, lo que genera riqueza es el trabajo de los pobres. Y es por esto que la eliminación de la pobreza en el mundo solo puede ser mental porque su realización es imposible. 104

2. No se puede eliminar la pobreza del mundo sin eliminar a los ricos. Es decir, no podrá eliminarse la desigualdad sin tirar por los suelos a largos siglos de desigualdad y predominio de las elites y de las castas. El intento mundial por eliminar la pobreza, pero sin distribuir la riqueza proporcionalmente, siempre fracasará, porque la noble y ética tarea de este reparto la harían los ricos siempre y cuando careciesen del poder político sobre la multitud de pobres. 3. La necesidad que existan y se multipliquen los pobres y que la pobreza se extienda y se perpetúe, se hace evidente. Las políticas mundiales (económicas y sociales) no están pensadas por los pobres para comandar a los ricos; esas están pensadas y hechas por los ricos y para que estos comanden y se aprovechen de los pobres. 4. ¿Cómo es más difícil de eliminar la pobreza, no habría que eliminar a los ricos? Este raciocinio, aparentemente cínico, es correcto y se afianza en múltiples razones, unas más evidentes que otras; así: un rico hace mayor daño a la naturaleza que miles de pobres, pero no porque los pobres no sean dañinos, sino porque no tienen la potencia destructiva de los ricos.60 Los ricos cuentan con capitales y conocimientos; 60

M. de Merino, “Enfoques sobre el trabajo y la riqueza” 105

están entrenados para dirigir la destrucción del mundo en el menor tiempo posible, en su beneficio. Un rico emplea a muchos pobres, en consecuencia, multiplica la capacidad ofensiva del capital y del trabajo en sus efectos destructivos (un rico usa más materias preciosas de las que necesitan cien pobres y despilfarra abundantes recursos en aras de una felicidad que sólo puede ser disfrutada por él mismo). 61 5. La riqueza y la destrucción parecen lejanas y disímiles en todo sentido (porque la riqueza obnubila la mente con ilusiones y camufla el desastre). Pero, porque son afines y tienen idéntica correspondencia, son inescindibles: la destrucción de la Tierra produce riqueza, y la riqueza, destrucción (el ying y el yang que caracteriza a la sociedad moderna).

61

Behrens, Peter (1989), “Die Bedeutung der ökonomischen Analyse des Rechts für das Arbeitsrecht”. 106

XIX Capítulo Pocos Individuos de la Sociedad se Benefician con la Destrucción de la Tierra62 En términos estrictamente capitalistas la riqueza sólo puede ser de algunos (privada, y de los individuos). Por consiguiente, el carácter individual de la riqueza excluye que la sociedad y que todos los individuos de ésta puedan alcanzar esa riqueza que condicionaría el bienestar humano general. La riqueza, obviamente, no es lo que el bienestar corporal es (que es, sobre todo, la satisfacción y la salud del individuo rico o pobre). De lo dicho arriba, se infiere que la riqueza, cuando no determina el bienestar corporal del individuo, si define un grado de bienestar racional y político para aquél. Pues, antes que nada, la riqueza es un producto político, porque resultado de la relación política desigual entre individuos. ¿Y si la riqueza es producto e instrumento político, no la debemos asumir como nociva únicamente, porque su fin es beneficiar a unos más que a otros? ¿No debería entenderse primero, por consiguiente (colocando a la riqueza en la perspectiva del bienestar general y no del bienestar de algunos individuos de la sociedad humana), que el dinero acumulado, y que es producto del saqueo sistemático de la Tierra, no servirá para el bienestar de todos como si sirve para algunos individuos? Este es un punto central. Otro, sería calcular si hay un tope óptimo de riqueza que asegurará a los hombres alcanzar su bienestar, y, si alcanzar ese tope es posible y se 62

Bruce, Christopher J. (1988), “The Adjudication of Labor Disputes as a Private Good”. 107

justifica en la necesidad de este bienestar y no en lo superfluo, o en el puro deseo de los individuos por la riqueza; es decir, si es necesario destruir la Tierra para alcanzar el bienestar general y no solamente ese bienestar particular o localizado…

La sociedad humana no beneficia a todos sus miembros equitativamente, o, planteado de otra manera: hay pocos miembros que se benefician extremamente de los frutos de la sociedad, como infinidad de otros que se benefician muy poco de ellos. Esta aserción, tremendamente obscena y cierta, tiene múltiples formas de hacerse objetiva. Demostraciones 1. Seis millones de ricos (excesivamente ricos) posee más de lo que, en conjunto, posee 6 mil millones de personas pobres en el mundo.63 Llegando hasta el interior de esta cifra macabra puede uno toparse con estas conclusiones afrentosas: Una. 1 millón de esclavos trabaja para mantener a un solo amo sobre el planeta (un solo amo se beneficia de la existencia mísera de un millón de esclavos). Otra. La destrucción de la Tierra beneficia exclusivamente a 6 millones de escogidos ejemplares de la especie humana. Esto quiere decir, que afectamos la existencia de 6 mil millones de personas, y de infinidad 63

Estadísticas de la pobreza humana: fuente de UNDP 108

de otros seres en la Tierra, para beneficiar a una elite parásita, superflua e innecesaria. 2. Resulta objetivo, entonces, que al interior de la sociedad humana se practica e inculca la injusticia de diversas maneras. Y es obvio, por consiguiente, que la aplicación de esta injusticia, que beneficia a unos hombres con respecto a otros, también afecta el hábitat y la existencia de otros seres terrestres. Porque tampoco puede ser atribuida esta injusticia al comportamiento individual o a causas histórico-sociales determinadas (esta injusticia no es personal ni se da aisladamente). Algo es más esencial y generalizado; hay algo que es real e inherente a la naturaleza de la organización de la sociedad que condiciona la permanencia y expansión de la injusticia. Porque un hombre por sí mismo sería incapaz de armar la moral de un poder que le beneficie exclusivamente, aunque se sepa que la mayoría de los hombres son débiles e impotentes mentalmente y capaces, en consecuencia, de aliarse ciegamente y sin discernimiento a la voluntad de otros (a esos que se muestran como más diestros y poderosos). Y es muy fácil comprobar este fatalismo y decidido servilismo (contradictorios con la inteligencia y la proclamada independencia moral de los individuos). 109

3. La Tierra ya no ofrece a la sociedad humana condiciones ideales para generar ese bienestar que tanto se ansía individualmente desde el pasado. Y debe esperarse, opuestamente, que la actual injusticia (la riqueza de unos pocos y la pobreza de muchos) se concentre más y sea más política y violenta. En este efecto, que en el futuro del mundo hacinado (lleno de carencias y menesterosos) la disputa por los recursos, cada vez más escasos y preciosos, sea la fuente que suscitará interminables disputas, ocasionando a la vez constantes recomposiciones de las fuerzas políticas en el mundo. Y esto, omnímodamente, implicará mayor violencia y convulsiones sociales inevitables: ¡Doquier invasiones y desplazamientos; doquier guerras y aniquilamiento!..

XX Capítulo Relación: Conocimiento-Riqueza y Riqueza-Destrucción “… El conocimiento es virtuoso -dice Sócrates-. Y, de acuerdo a este principio, conocer el bien es hacer el bien”…64 64

Platón, “Apología…” 110

Demostrar que la relación conocimientoriqueza- destrucción es recíproca y peligrosa no será difícil, toda vez que en el pasado, unos 300 años atrás (cuando las máquinas empiezan a imponerse al trabajo manual y la industria reemplaza a la producción aislada y artesanal), la naturaleza aun estaba intacta y el impacto humano sobre la Tierra era menos crítico y condenable que ahora, por lo siguiente: Uno. El animal que busca abastecer sus solas necesidades corporales, aislado y enfrentado a la naturaleza con sus meras fuerzas, no es nocivo; nocivo resulta agrupado y encaminado a satisfacer deseos sociales que, por ser en su mayoría de orden mental y superfluos, son insatisfibles (los deseos políticos por ejemplo, o estéticos y culturales; rituales y demostrativos, como son el lujo, el derroche, la vanagloria). Dos. El peligro de la relación conocimientodestrucción se incrementa y es nefasto, no porque está determinado por la búsqueda de la verdad o del sumo bienestar necesarios, sino, y antes que nada, orientado a generar riqueza (exceso). Y es esta inclinación la que determina, a su vez, que la sociedad humana haya desplegado un furor destructivo (competencia y saqueo) sin precedentes en la historia. Tres. Cuando el conocimiento está orientado a satisfacer las necesidades

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naturales del hombre, ese conocimiento es correcto y esencialmente bueno. Porque malo será, en cualesquier aspecto, cuando alguno de sus fines está pensado como útil únicamente a los hombres; quiero decir, cuando ese fin se opone a la normalidad y regularidad natural, o, cuando ese fin es lucrativo en ese momento para algunos individuos pero dañino para todos, y por siempre, al mundo.

I. En nombre de la ciencia y “del progreso humano” se han cometido todos los desmadres y crímenes imaginables a la naturaleza. El querer conocer ha justificado la voracidad y la indiferencia; y la necesidad de sostener el ritmo desenfrenado de la sociedad ha centuplicado la búsqueda y aplicación de mayores conocimientos y técnicas.65 1. La sociedad humana se hace más peligrosa, cada día, en relación con la cantidad de información y conocimientos que procesa, que dispone y que requiere para producir más en menor tiempo. 2. Existe una directa relación entre conocimiento y destrucción: el que conoce, hace; el que hace, deshace. Los países que han destruido más se han desarrollado más. La relación producción - destrucción es directamente proporcional e inseparable de 65 W. Frankena, “Philosophy of education”. 112

esta grave causa que es también su consecuencia. 3. Conocer es, junto a los objetivos de alimentar y proteger la existencia, otra de las necesidades de la actividad consciente y destructiva de la organización humana; y, en consecuencia, es el fundamento de la vida urbana moderna de los ciudadanos. Conocer es vital (de vida o muerte para los individuos, para las instituciones y naciones): el que sabe, produce; el que produce, gana. El que gana, domina y el que domina, organiza en su favor el poder destructivo. Y todo lo opuesto para los individuos, instituciones o estados que nada saben o pueden, porque esos serán sometidos, empobrecidos y explotados. 4. El ritmo frenético de la civilización compele al individuo, a los grupos y a las naciones, a conocer y a competir por el conocimiento. El conocimiento es inversión, es un valor transaccional y rentable; es un bien bursátil que produce réditos y ganancias. El conocimiento genera poder. El mismo poder que divide en dos grupos de hombres a la sociedad: los que saben y pueden y los que no saben ni pueden: “países desarrollados y países subdesarrollados”; explícitamente, entre los que tienen y los que no tienen; entre los que dominan y los que son dominados. 113

II. Ahora bien. He tratado en el primer segmento la necesidad ineludible del conocimiento, también de su potencial correcto o incorrecto; nos falta, en cambio, tratar al conocimiento desde el punto de vista crítico. Es decir, objetando su valor y su necesidad en las interrogaciones lógicas siguientes:  ¿Hasta dónde es ético y necesario el conocimiento?  ¿Hasta dónde podemos llegar con el conocimiento?  ¿Hasta qué punto podemos usar el conocimiento?  ¿Por qué es vital para la sociedad conocer más?  ¿No podemos subsistir con lo que ya conocemos? Porque no creo que mayores conocimientos nos hará mejores (mejores en el sentido de contentarnos con poseer y poder poco, o lo mínimo). Porque conocer más nos llevará a querer más. Y este querer más o poder más, por ser insatisfibles e innecesarios, son estúpidos completamente.  ¿Hasta qué punto el conocimiento es raíz y es fruto (huevo o gallina) de este engendro monstruoso y destructivo que llamamos “civilización”? Porque es obvio que la sociedad, y no el individuo, engendra e inculca todo lo que es hoy 114

incontrolable. Pues, el individuo como sujeto de la naturaleza, está diseñado para contentarse con lo poco y necesario que obtiene por sus propios medios (con sus manos e inteligencia).  ¿Si el conocimiento es esencialmente positivo, necesario y ético, por qué no todas sus consecuencias son necesarias, éticas y positivas? Como lo veo yo, la sociedad humana ha fracasado a nivel macro y minúsculo. Y llamo fracaso a estos hechos: Uno. La civilización es una farsa y una fantasía en sus fines inalcanzables, pero parece que su acción directa sobre los hombres ha hecho de estos a seres menos violentos y más ordenados, a seres que actúan al unísono y “civilizadamente” como una feroz plaga que azota el mundo. Dos. El bienestar personal de los individuos civilizados aun no llega a colegirse del malestar generalizado de infinitos seres vivos. Porque todo lo que no pertenece al interés o criterio de la especie inteligente y humana, cuya importancia se condiciona a la relación de su utilidad con el bienestar de este animal supremo, es relegado y despreciado. Aunque el bienestar humano, tan auspiciado por los ciudadanos del mundo, sea una idea absurda que contiene, sin embargo, la potencia para destruir completamente la Tierra. 115

XXI Capítulo Del Trabajo Productor y Destructivo “Observo en el trabajador a una figura mítica, que hace su entrada en nuestro mundo (civilizado) como un semi dios poderoso e indispensable…”. E. Jünger, Der Arbeiter: Herrschaft und Gestalt

A la actividad que realiza el animal para satisfacer sus propias necesidades no puede llamársele “trabajo”; esta acción, porque es directa y no está determinada por otro interés que ese de la necesidad del individuo, no se constituye en relación política alguna de un sujeto y otros. Estrictamente entendido, entonces, puede decirse que el animal no trabaja. El concepto “trabajo”, y que corresponde con la acción que implica éste en todo sentido, es claramente humano, del hombre asociado cuya subsistencia se condiciona políticamente en relación con la de los otros. Puede decirse, por consiguiente, que el trabajo es la acción política de la relación económica entre individuos, realizado con fines directos de subsistencia pero condicionada a la producción y control de los beneficios por algunos de éstos. 116

¿Y, para poner en su propia perspectiva al trabajo (a los que trabajan, y a esos que se benefician de éste) en relación con la destrucción de la Tierra, no debe desenmascararse a éste de esa aureola benéfica y positiva que tiene, presentándole en su completa violencia y malignidad? Sí. Esta necesidad es imperiosa. Detener a gran parte de la acción humana superflua será crucial en adelante, como necesario despojar a los hombres de sus herramientas y de todos aquellos argumentos vegetativos, éticos, religiosos o políticos, que justifican el saqueo y la destrucción del mundo.

Doquier, y en los siglos de los siglos, el trabajo concebido en todas las formas y empleos posibles ha sido considerado necesario, moral e indispensable. E inmoral, en todas partes y en todos los tiempos, no trabajar, estar ocioso y sin producir algo que es o no necesario. Trabajar, entonces, es moral porque es indiscutiblemente necesario que el hombre en particular produzca sus bienes de subsistencia, y a la sociedad por sus fines racionales.66En otras palabras: porque el trabajo genera bienes materiales y espirituales que incluyen a la moral para que la sociedad afirme la unidad de los 66 M. Sahlins, “Stone age economics”

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hombres sobre principios productivos de mutuo provecho e interés. Lo expresado parece indiscutible. No obstante, desde hace trescientos años (tras la revolución industrial), como el excesivo trabajo y la capacidad mayor de los que trabajan, ha logrado deteriorar a nuestro planeta, preveo que en adelante (en este milenio tercero) muchos empezarán ya a considerar inmoral al trabajo, inmorales a los que trabajan y producen muchos de los “bienes” superfluos que exacerban la destructiva y sofisticada existencia civilizada humana. Es decir, como esta destrucción no puede proseguir por sus efectos catastróficos y palpables, muchas de las actividades relativas a la acción humana sobre la naturaleza y a la organización eficaz de las labores destructivas, serán condenadas como nocivas, innecesarias y vanas: 1. El Trabajo, porque determina la relación política humana y porque implica a infinitas actividades económicas (de los hombres entre sí y de éstos con el mundo que se destruye), pronto dejará de ser una fuente de moral social y un acto racional cabalmente productivo y ético. Quiero decir, que como el trabajo productivo, determina el rango del poder entre los hombres, también sirve para que aquellos que usan al trabajo para otro objetivo que el de labrar su propio sustento se aprovechen de éste económicamente (que 118

usen al trabajo de terceros otros como mercancía). 2. El trabajo, por la energía destructiva que implica su masivo empleo, será considerado peligroso cuando sus efectos no son estrictamente señalados como inocuos y absolutamente necesarios para que los hombres (pero ningún hombre en singular) sobrevivan satisfechos, en armonía y mucho tiempo con las demás criaturas que merecen, tanto como nosotros, proseguir su existencia. 3. El trabajo, sobre todo aquel encausado hacia la finalidad de producir riqueza privada (personal), o a organizar, controlar y acumular el saqueo de la Tierra, finalmente tiene que ser cuestionado como maligno y paralizado. Pues, no debe haber uno solo, y menos un número favorecido de poderosos, que se beneficien con la acción destructiva del trabajo a expensas de otros hombres y de otros seres vivos de la naturaleza. Y, por lo demás, no necesito exponer nuevamente el valor ni las infinitas formas y modos como éste se presenta y es útil a la sociedad, pero sí ciertos aspectos que han sido omitidos: como su proyección elocuentemente utópica en la creación de una civilización desenfrenada, súper productiva y perniciosamente poderosa. Tampoco, me encargaré de exponer al 119

trabajo como categoría económica o política (tarea que David Ricardo,67 Adam Smith,68 Marx69 y otros más calificados que yo ya lo han dilucidado extensamente), sino al trabajo como categoría filosófica, como al filón ético donde se asienta la fe y convicción que el hombre hacedor imprime sobre la realidad y, desde ésta, en la historia y en la memoria.70 Los puntos que al pie consigno sobre esta materia, junto a otros muchos ya expuestos, creo que contienen la esencia necesaria para orientar al lector hacia las virtudes nefastas del trabajo o, directamente, hacia la acción negativa del hombre que, para vivir de acuerdo al consenso que su desenfrenada civilización tiene de “bienestar”, saque la Tierra. Demostraciones a. El trabajo hace del hombre a un animal sofisticado, sádico y autónomo (entendiendo esta autonomía, claro, como a la dependencia mínima y no máxima de los bienes de la naturaleza). Es decir, como dependiente en superlativo grado del 67

D. Ricardo, “Principles of political economy and taxation” A. Smith, “The wealth of nations” 69 K. Marx, “La pobreza de la filosofía” (crítica a A. Smith) 70 T. Sekine, “A study of the inner logic of capitalism” 68

120

producto que obtiene del empleo de su fuerza y conocimientos –trabajo-, antes que directamente de la naturaleza. b. El trabajo provee al hombre, además de su relativa independencia con relación a la naturaleza, de una objetiva independencia en relación con el poder y dominio de otros hombres. Esta independencia (que erróneamente es denominada “libertad”), en consecuencia, sólo puede obtenerla el que trabaja y no aquél que recurre al trabajo de terceros. c. El trabajo como recurso inmediato para alcanzar el sustento y el amparo está libre, como necesidad, de ser ético. Pues una necesidad no es ni ética ni anti ética. El trabajo realizado por el hombre en las épocas primitivas, y ése que aun es realizado marginalmente al interior de la selva, distará de ser considerado ético antes que necesario (el trabajo es ético cuando su empleo trasciende el objetivo de producir un determinado bien u objeto, pero no es ético cuando el hombre mismo se procura la subsistencia). d. El trabajo se convierte en ético cuando es político, cuando sus relaciones y condiciones están establecidas por alguna relación de poder (por alguna clase de dependencia económica que conlleva beneficio parcial). Porque es el contexto social, en el que el trabajo se fomenta, el 121

que determina que éste sea una “mercancía” o se convierta en una acción política y ética: cuando el trabajo pasa a producir relaciones de jerarquía, y, como esas relaciones son morales, el trabajo mismo pasa a asumir valores éticos. El trabajo, entonces, además de agregar valor a las materias que transforma, produce riqueza y relaciones de poder. Es decir, produce efectos superestructurales indirectos, alejados de la acción por la cual el trabajo se realiza. Y por las causas que provienen de su empleo excesivo, el trabajo, que en sí mismo es una facultad personal y una necesidad humana, deviene en objetable; pues, por la organización que demanda la producción (el trabajo productivo) y por la ganancia que debe obtenerse de su empleo indiscriminado, acelera la destrucción de la Tierra. e. La presente catástrofe ecológica aun no ha puesto al hombre ante ninguna disyuntiva, pero que pronto se hará objetiva: “¿producir o no producir?, ¿trabajar o dejar de trabajar?” Es obvio que un día el hombre dejará de producir, al menos, las dos terceras partes de los que se produce hoy. Y es obvio, lo mismo, que el ritmo y el frenetismo del trabajo decaerá en relación proporcional al saqueo de la Tierra. 122

f.

El trabajo como fuente de riqueza y como objetivo moral es contradictorio, en lo siguiente: Es evidente que la energía dirigida a procurar satisfacción a nuestras necesidades básicas no requiere ser ético ni bueno (por ejemplo el trabajo de un cazador). El trabajo es ético cuando sus fines no son inmediatos, sino cuando esos se orientan hacia objetivos ideales o netamente comerciales y políticos impersonales: el dominio de una nación por otra, por ejemplo; la riqueza innecesaria, la ostentación y toda la parafernalia de la “felicidad” humana.

XXII Capítulo De la Producción y la Productividad ¿Miras como esclavo y salarialmente al mundo? ¿O lo miras con ojos de propietario, de uno que señorea sobre animales y hombres en la Tierra?

La pobreza no existe en la naturaleza. En la naturaleza ningún animal vivo es pobre o incapaz. Salvo el hombre social, el humano civilizado. A la pobreza la genera la sociedad humana misma al plantear como condicionales de su orden y desarrollo a metas subjetivas, 123

innecesarias e inalcanzables a sus individuos. La sociedad humana, en su alocada carrera hacia el “progreso”, que solo puede ser el abismo y el desastre ecológico, empuja a los hombres a la competencia y a la destrucción…

La sociedad humana basa su subsistencia en la producción y renovación constante de bienes materiales y espirituales, concretos y mentales, dirigidos a un sinnúmero de finalidades presentes o, en sus peculiares formas, proyectadas hacia el uso y función futuros.71 Para satisfacer de modo adecuado las necesidades de la población, la sociedad tiene que organizar el trabajo, a los que trabajan, y a las condiciones políticas que determinarán, al unísono, el desarrollo individual como la permanencia y expansión de la civilización misma.72 Por medio de la producción, que es la principal actividad económica y política de la sociedad, se aseguran los medios que de modo individual se hacen inciertos, tediosos y llenos de riesgo. La producción es, entonces, por la organización que requiere y por su valor práctico, la forma determinante como los

71 72

C.Rondo, “A concise economic history of the world…” Yang Xiaokai and Yew K.Ng: “Specialization and economic organization” 124

hombres procuran regularidad (orden) a su existencia. Estos juicios sobre la producción, además, son verdades elocuentes y tautologías que no requieren explicación o demostración alguna. Sin embargo, hay otros aspectos de la producción que no son tan evidentes y que no han sido expuestos por ninguno; acaso, porque nadie pudo ver a la producción como a la acción coordinada de la sociedad en la destrucción de la Tierra, sino como a una acción económica muy ética, correctamente racional y política, que beneficia únicamente, pero que no trastoca el funcionamiento normal de la existencia misma.73 En adelante demostraré que lo que asevero no solamente es cierto sino supremamente grave y condenable. Pues, cuando no es posible detener completamente la producción (por la causa que con ésta nos sostenemos vivos y ordenados, defendiéndonos de la inanición o de la disolución social), sí es posible, en cambio, actuar sobre ella y sobre sus principales agentes para aminorar su cuantía, sus finalidades superfluas, sus proyecciones ensombrecedoras y, al fin, su impacto negativo sobre el planeta como sobre la humanidad misma. Demostraciones 73

S. Ross, “Finance” (The new Palgrave: A dictionary of economics) 125

1. El hombre come, se viste, necesita techo y seguridad apropiados. Los hombres que habitan en las ciudades comen y se visten, asumen compromisos sociales y necesitan orden y seguridad en muchos aspectos; éstos tienen que producir y producir incesantemente.74Todas estas necesidades, que nunca abandonarán los hombres y de las cuales dependerán siempre, tienen que ser satisfechas por intermedio del trabajo y de sus productos, pero no a toda costa, sin saqueo ni con la violencia e irresponsabilidad acostumbrados. 2. El trabajo, como medio de producción y sus relaciones y efectos, mejora las condiciones de la existencia humana, indudablemente. Este no es un principio capitalista sino un juicio directo, histórico, totalmente claro y correcto. La producción es necesaria pero no hasta el punto del delirio y la euforia (del derroche y el desmadre). En otras palabras, quiero expresar lo siguiente: tiene que terminar la impertinencia, la gula, la voracidad, la frivolidad, los vicios y todas esas características que encumbran al hombre moderno como al parásito más cínico y regalado que la Tierra haya producido. Para detener el peligro y el incremento de las causas negativas de la 74

P.Samuelson and D Nordhaus, “Economics” 126

producción capitalista hay que acabar con la fabricación de “bienes nocivos, superfluos o completamente caprichosos e innecesarios”. 3. Cualquier producción individual, de empresas u organizaciones, cuya finalidad se salga de abastecer a las necesidades vitales humanas, y que se oriente a la riqueza, al lujo, a la moda o cualquier superchería propia y aneja a las costumbres del hombre superfluo y a sus costumbres violentas y disolutas, tiene que ser detenida, proscrita y condenada a desaparecer. 4. La sociedad tiene que reeducar a sus miembros hacia la austeridad y simplicidad más decididas. Limitar el acceso del hombre (como individuo) a la riqueza proveniente del saqueo o el desbarajuste del mar o de los suelos y de la explotación indiscriminada de mano de obra barata y torpe. La sociedad tiene que limitar la producción únicamente a aquellos bienes básicos y generalizados; al abastecimiento de recursos indispensables como agua, alimentos, hogares y energía limpia; ropa y otros asociados a la salud y limpieza, coherentes con la inteligencia y el sobrio arreglo de la existencia de la especie humana. 5. Estudiar cada paso que se da en las inversiones públicas y privadas; ver si las obras son necesarias y limpias, y si se ajustan y son buenas en satisfacer necesidades reales y no son programadas y 127

hechas por afán político o por lucro personal. Pues, nada debe hacerse en adelante que afee y afrente, que ensucie o impida la vida nuestra y de los demás seres vivos, y si ello conlleva a acrecentar la destrucción justificándose en la necesidad de frenar la pobreza; en fin, justificando su realización en la generación de empleo e ingresos para todos y eternamente. ¿Cómo podría ser esto posible?

XXIII Capítulo Capitalismo y Destrucción Considerando los efectos del capitalismo en el mundo y en las personas, desde dos perspectivas (tomándolos como consecuencias antes que como a sus contradicciones), unas serán definitivamente positivas y benéficas, puesto que ha sido su potencia, nunca antes registrada, la que ha hecho evolucionar tecnológicamente a la sociedad humana. Sin embargo, esta evolución mayúscula no ha sido inocua ni se ha hecho a un costo insignificante para la estabilidad de la Vida en la Tierra. La influencia del capitalismo en el mundo, se puede decir sin cometer perjurio o exageración alguna, ha sido negativa y funesta porque ha acelerado la contaminación de la Tierra potenciando la unidad social y productiva humana, la explotación y la esclavitud 128

humana, y agotado las llamadas “materias primas” y los “recursos” alimenticios, que son animales, plantas y otras sustancias que contaminamos o exterminamos.75 Pero no se han resuelto, ni en un porcentaje aceptable, el hambre y las necesidades elementales de la mayoría de la población humana (declaradas básicas y vitales por las muy humanas organizaciones internacionales).76

Adam Smith, defiende la rapacidad del capitalismo, diciendo: “…it is not from the benevolence of the butcher, the brewer or the baker that we expect our dinner, but from their regard to their own interest”.77 Keynes, sobriamente, afirma: “…capitalism wisely managed can probably be made more efficient than any alternative system, but is extremely objetionable”.78 Marx, contundente y crítico, asevera: “…la enajenación del trabajo es una condición específica de un modo de producción y no una condición humana inapelable,…la apropiación del trabajo en su forma capitalista produce un nuevo tipo de servidumbre”.79 75

A. Giddens, “The third way”, A. Leopold, “A sand country almanac” 76 Ted C. Fishman, China Inc (The relentless rise of the next g reat superpower) 77 A.Smith, “Inquiry into the nature and causes of the wealth of nationes” 78 J.M. Keynes, “The end of laissez faire” 79 K. Marx, “El Capital” 129

I. El dinero, desconocido hasta hace 5,000 años, hoy es un instrumento económico generalizado que, por la complejidad ascendente de las relaciones sociales y económicas, se ha hecho indispensable. Y esta aserción, que enfatiza el punto que atañe a la imposición del dinero como medio artificial de intercambio, se justifica bajo las consideraciones históricas, siguientes: a. Las sociedades primitivas y agrarias desconocían el dinero, pero no el trueque ni el intercambio. Implica, ello, que esos individuos (que trocaban cosas por cosas) ya estaban mínimamente organizados y en contacto permanente; en fin, que esos realizaban simples transacciones pero que conocían la utilidad del comercio y de las relaciones entre pueblos disimiles y símiles, que producían objetos de los que otros carecían y necesitaban; implicando, al mismo tiempo, por supuesto, que conocían el valor de los bienes intercambiados, ya sea porque fuesen equivalentes entre sí (por el trabajo de hacerlos o de transportarlos) o porque el valor del objeto estaba implícito en la singularidad o en la utilidad del mismo. El mismo oro, que entonces no era aun el patrón generalizado de intercambio, 130

ya era tan codiciable su posesión como lo es ahora. b. Las sociedades feudales (donde el dinero empieza a ser empleado como instrumento general de intercambio), eliminarán al trueque y a otras formas rupestres de relación económica; por las siguientes razones que ahora son obvias: la primera, la relación económica de los individuos ya no se basará exclusivamente en el intercambio directo de productos y en la esclavitud de los campesinos, sino en la parcelación de la tierra y en la concentración de riqueza en burgos y ciudades; la segunda, el poder de la sociedad dejará de ser vertical y, por consiguiente, su organización estará determinada en función al trabajo y al poder que la concentración de su plusvalía genera para unos pocos; la tercera, el nacimiento de las ciudades y la consiguiente aparición de distintas clases sociales impedirán que el intercambio equitativo (el trueque justo) continúe; la cuarta, el uso del dinero empieza a generalizarse y con él el de los salarios y de la producción capitalista urbana, en detrimento de la antigua y rural que generaba réditos. Etcétera. c. El capitalismo, como echa raíces y crece en el terreno arado por el feudalismo (el 131

que ya había esclavizado a la mayoría de la población humana), desde la revolución industrial intensifica la explotación del trabajo, la concentración de la riqueza y la generalización del dinero con el comercio en las ciudades y naciones (este hecho acelerará el desplazamiento humano del campo a las ciudades). d. El capitalismo, como sistema económico basado en obtener ganancias del trabajo, y no de la renta ni de la explotación de la tierra exclusivamente, se orientará primeramente a la industria transformativa y a los servicios urbanos, que le permitirán organizar la obtención de plusvalía en base a la organización política del trabajo y al control de los recursos naturales como del poder de las naciones y del comercio local e internacional.80Será en este punto en el que empiezan a formarse los bancos y los monopolios; las empresas trasnacionales y las instituciones financieras mundiales y, por consecuencia directa, la actual globalización económica. II. Tras la debacle del imperio soviético, el espectacular avance de las comunicaciones 80

Ch. Mckay, Extraordinary popular delusions and de madness of crowds. 132

y la globalización económica, el sistema capitalista parece triunfal y consolidado; habiendo acallado, luego de convertirlos en seguidores y apologistas suyos, a sus enemigos más acérrimos (China, por ejemplo). Hoy doquier se le adopta e imita, y, como se le considera afín a la “democracia y libertad humana”, el capitalismo ha pasado a ser la panacea ideológica en el manejo económico de la sociedad moderna. No obstante, aunque todos esperan que la bonanza material dure mucho tiempo y que a raudales llueva oro, nadie cuenta con que el sistema capitalista arrastra contradicciones insalvables, inmediatas y extremas: a. Como el impacto negativo de la industria y del consumo (a gran escala) en la ecología terrestre. b. El capitalismo, doquier, despierta en la humanidad entera la fiebre arrolladora de consumir y producir hasta el infinito, exacerbando la maquinaria destructiva y el trabajo planificado. c. La fragilidad intrínseca del capitalismo, sujeto a crisis periódicas y a descomposiciones de sus principales instituciones productivas y financieras, será agravado por las políticas salariales desiguales y por la consiguiente

133

incomodidad de mundialmente.81

los

trabajadores

El Capitalismo como sistema social y económico,82 se instaura con la revolución francesa en Europa, específicamente en Inglaterra, donde en un poco más de un siglo (entre la caída de Napoleón y la segunda guerra mundial), se organiza un imperio colonial propiamente comercial e industrial y de alcance mundial.83 A Estados Unidos, que sucederá a Inglaterra sólo por 50 años en esta hegemonía, le corresponderá consolidar políticamente al sistema capitalista (encabezando la globalización y siendo su principal víctima: pues, perderá su hegemonía económica y política, a la vez de demarcar la decadencia occidental en favor de los países del continente asiático). Pero la influencia política y global del capitalismo es reciente, y será sensible y dominante en el mundo tras la llamada “guerra fría” (sostenida por el bloque oriental, comunista, y el capitalismo “democrático” de los “países libres”, occidentales). Demostraciones 1. Privatizar y liberalizar parecen ser las divisas claves del capitalismo moderno y que en 81 82 83

N. Ferguson, “Wall Street lays another egg” (artículo) M.Friedman, “Capitalism and freedom” J.Fulcher, “Capitalism” 134

todas partes se están implementando económica y políticamente con éxito relativo. 84 El capitalismo ha sido aceptado de modo general (“universalmente”, suele decirse), como el menos malo de los sistemas económicos; aunque sus deficiencias inherentes, graves e irresolubles, impidan generar estabilidad duradera, eliminando el abuso de las empresas corporativas y monopólicas sobre las pequeñas, o disminuyendo la desigualdad social y la pobreza 85 generalizada. 2. El sentido y la finalidad del capitalismo, así lo explican los economistas y los gobernantes, parece ser generar trabajo y riqueza para todos. ¿Pero, cómo se generará esa riqueza para todos, ahora, si antes, cuándo la población era menor en un par de billones, aquello parecía ya una fantasía? ¿De dónde saldrá las materias y la energía necesaria para enriquecer a todos? Supongo que será de Marte o de la Luna, ¡porque la Tierra está vaciada o ya tiene propietarios! El sistema capitalista, de otra parte, es un sistema decrépito y en decadencia (esta última gran crisis financiera, es más que elocuente). 84 85

J.M.Schumpeter, “Capitalism, socialism, and democracy” N. Chomsky,“Hegemony or survival. America’s quest for global dominance” 135

3. Así, y si se tratara de afirmar cuál sistema, el capitalismo o el comunista, se ha impuesto en la contienda por la riqueza y por el poder, ¿no tendría que afirmarse que el comunismo como sistema social y político se ha impuesto sobre el sistema social y político capitalista? Claramente. Económicamente el occidente está arruinado. Y China se ha impuesto porque su poder es centralista (capitalista de estado) y ofrece condiciones ideales para el crecimiento y desarrollo de las tendencias groseras del capitalismo: concurrencia salvaje, oposición cero a las políticas productivas de precios y salarios; esclavitud generalizada y barata; hambre de progreso y de riqueza; nula conciencia de limpieza y control del medio ambiente; etcétera. China, después de esta debacle económica occidental deviene inevitablemente en el nuevo imperio mundial. Por muchas razones, más expondré sólo algunas: La primera: El poder occidental es un poder decrépito, de las elites empresariales, y subido sobre una montaña de dinero, pero sin sustento social. La segunda: Las Empresas, las organizaciones bancarias y financieras han logrado mayor poder económico que los estados nacionales o que los individuos generalmente (la fortuna de Bill Gates asciende al producto bruto de 32 países 136

pobres; como también, la más flaca de las instituciones financieras norteamericanas, que ha quebrado estrepitosamente, tenía más liquidez que 8 países latinoamericanos). La tercera: El capitalismo siempre fue un sistema corrupto, depredador y ventajoso. Se enraizó y creció más donde las condiciones políticas estaban “maduras” o “maduradas”, entonces, apropiadas para la explotación y la explotación a los trabajadores y consumidores; esto es, donde la población empobrecida y brutalizada había atravesado todo tipo de pruebas y de resistencia al hambre, al abuso y a la violencia (guerras y calamidades sucesivas…). La cuarta: El triunfo chino sobre las naciones liberales y capitalistas occidentales, no es un triunfo casual o azaroso y propio de los altibajos históricos y económicos mundiales. Este triunfo es un triunfo político y organizativo localizado y con actores determinables, que además tiene que ver con la descomposición de los principios capitalistas primarios que anclaban a los propietarios a una ciudad o nación, a una línea de producción y a un mercado específico, y que resguardaban una tradición y al poder político de unas cuantas familias. El triunfo económico de China es el triunfo de las empresas trasnacionales que han roto con el orden tradicional de la producción y 137

del consumo que fuera establecido, según reglas no suscritas, desde la época imperial inglesa. La quinta: Por las políticas erróneas del imperialismo en Oriente, en África o en América Latina, pero básicamente porque las naciones occidentales capitalistas no supieron controlar a sus empresas y monopolios bancarios y locales que se apropiaron de los mercados y de las políticas crediticias con total independencia. Por esta causa, el imperio norteamericano empezó a caer desde hace dos décadas, pero su precipitación estruendosa e irreversible, es claramente objetiva en esta presente y generalizada crisis que empezó el año 2007 y que se extenderá en el tiempo, sin duda alguna, que logra arrasar con la economía y el poder occidental. 4. El ulterior triunfo económico de China (que podría verse como una típica ironía del capitalismo),86 subraya, a mi juicio, a muchas de las paradojas de la imposición lenta y peligrosa de la voracidad humana y que no tendrá fin que sea real y bueno para los individuos de ninguna nación o para todos los habitantes de la Tierra.

86

J.K. Galbraith, “The age of uncertainty” 138

XXIV Capítulo De la Propiedad (Apropiación Humana de la Tierra) La tierra, como ya hemos visto, no es el único agente de la naturaleza que tiene fuerzas productivas: pero es el único, o casi el único, que un grupo de hombres toma para sí con exclusión de otros y del cual, por consiguiente, pueden apropiarse los beneficios. El agua de los ríos y del mar, por el poder que tienen de mover nuestras máquinas, conducir nuestros buques, nutrir nuestros peces, tiene también fuerza productiva: el viento que hace girar nuestros molinos y, aun el calor del sol, trabajan para nosotros; pero afortunadamente nadie ha podido decir todavía: “El viento y el sol son míos y los servicios que rinden deben pagarse”. J.B. Say “Economie Politique”

A todo lo material, perteneciente a la naturaleza, y que los hombres tomaron como propiedad y llaman “mío”, lo considero como la esencia del espíritu destructivo de la sociedad humana. Pues, el derecho de posesión que cree tener el hombre sobre la Tierra y sus elementos yertos y vivos, es el núcleo de la actual catástrofe perpetrada ya pero desarrollada en milenios. Para que se entienda mejor, los aproximaré de manera menos subjetiva a este pavoroso asunto: a. Condenar a la sacra propiedad, en medio del proceso de globalización capitalista, 139

parecerá una blasfemia y una traición a la sociedad humana. Los países “en desarrollo” y los países “desarrollados”, más aquella gente que aspira a mantener su riqueza como otras a alcanzarla, dirán: ¿De dónde salió este asocial, irresponsable? ¿Pretende convencernos de abandonar la propiedad? ¿Cómo concibe al hombre en el mundo…, en las nubes? b. Si. Yo condeno a la propiedad ahora como otros justos hombres la condenaron en el pasado.87 Y expresamente digo al hombre nuevo (a ese que aún permanece impertérrito ante la ganancia o el triunfo obtenidos en base al saqueo y desbarajuste del mundo natural): “la propiedad es la madre de la miseria terrenal. La propiedad alienta y justifica la voracidad humana. En la propiedad está el germen de la destrucción”88. Todos la debemos condenar en otros y auto condenar en nosotros mismos. Porque si no tomamos a la propiedad como al instrumento más poderoso de destrucción que tiene en las manos el individuo, ¿cómo podríamos detener a la voracidad de esta civilización? ¿No sería ilusorio, inefectivo e 87

Fourier, Owen, representantes del llamado socialismo utópico. La idea no es nueva, el energumenus J.J. Rouseau (así denominado por Voltaire), lo explica bien en su “Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres”.

140

hipócrita, el esfuerzo ulterior que se haga para neutralizar la destrucción de la que hablo? c. ¿No debemos erradicar a la propiedad como instrumento económico y político de la sociedad, del individuo y de los grupos? Sí, puesto que cuanto mayor y más concentrada sea esta propiedad, mayor será su poder destructivo: En las manos del hombre la propiedad sobre lo necesario es una bendición, una maldición cuando esa propiedad se extiende y sobrepasa a lo necesario; cuando esa propiedad se convierte en riqueza, en dinero corriente con el que se puede comprar y controlar el trabajo y a los que trabajan, a la vida y al pensamiento de los hombres. Porque un hombre puede llamar “mías” a sus manos, “mía” a su cabeza, a sus ojos, “míos”. Pero no puede ser propietario de nada que crece o subyace en la tierra y que sea vivo o yerto. No puede decir, no tiene derecho alguno de decir: “esta parte del mundo me pertenece; me pertenece este caballo, ese bosque y este lugar del océano… son míos, y puedo hacer lo que me apetece en ellos y con ellos”. Demostraciones 1. Asumir el deber de condenar la propiedad es, como se desprende de la misma miseria que ocasiona, de vital importancia para enjuiciar con seriedad al sistema capitalista y 141

a los propietarios singulares o colectivos que depredan la Tierra. Porque no se enjuicia aquí a la propiedad sobre algo necesario al animal vivo individualmente (como el derecho del hombre a poseer un rancho o un pedazo de suelo para sembrar, criar y ser enterrado en él), sino a la propiedad extensiva, a esa que se la implementó a la fuerza y después en el mercado, comerciándola o heredándola. Es decir, a aquella propiedad acumulativa que ha desencadenado la competencia y las ansias exorbitantes. Porque la propiedad sobre algo directo -de derecho natural y común-, como el tiesto con el que se bebe agua o los calzados con los que uno se protege los pies, y que la recta razón juzga inviolables e inalienables, queda fuera de cuestión. Lo que debe condenarse como maligna, y yo la condeno, es a la propiedad como objetivo económico de enriquecimiento y como instrumento político de dominio. 2. Lo grotesco y superfluo de nuestra civilización, más su carácter generativo y degenerante (hacedor y destructor), se manifiesta en los múltiples y serios efectos registrados directamente en la conciencia y en la vida práctica y diaria de cada hombre. La glotonería y avaricia, por ejemplo. Esa tendencia grosera y posesiva, que nos 142

compele a acumular como si no fuésemos transitorios ni mortales. 3. El egoísmo y la prepotencia están garantizadas por la sociedad y son, completamente, su razón trascendente: pues todo individuo cuenta con la anuencia y cooperación de sus congéneres para emprender todo tipo de idea o de empresa útil y descabellada que crea “rentable”, y al margen de cualesquier consideración negativa. 4. En nombre de su “desarrollo” las naciones confieren a terceros (a empresas o a singulares sujetos adinerados y capaces tecnológicamente) libertad de acción y decisión para alterar y trastocar la naturaleza a su antojo. Porque es en nombre de la tan codiciada riqueza, y que generalmente es acumulada en pocas manos, que se ha destruido la integridad natural en poco tiempo. ¿Pero alguno ha pensado seriamente en esta estupidez? 5. La idea de usar las materias del mundo para construir el paraíso terrenal “humano”, está incrustada en el alma como un conocimiento válido y natural, al extremo de haberse convertido en las virtudes y capacidades que el parasito racional humano requiere. Porque es esa seguridad la que nos faculta a usar la inteligencia y las manos participando personalmente en la generación de esta horrenda utopía. Pues, y 143

porque tenemos esta certeza, ni siquiera dudamos del valor de este objetivo siniestro e irracional. Por el contrario, estamos seguros que es esta prerrogativa la que justifica que el poder humano lo use, lo controle, y lo aniquile todo.

XXV Capítulo De la Voracidad Humana89 La gula humana es infinita… Mentalmente he llegado a un subjetivo, pero muy aterrador, cálculo sobre todo lo que los hombres han devorado y destruido de la Tierra, ¡sólo en un siglo: comiendo, calzando y en ofrendas sacrificando y festejando! La enorme lista de animales y vegetales inmolados diariamente es de lo más infernal e infausto: miríadas y miríadas de cadáveres de mamíferos; de peces y crustáceos; de monos, insectos y aves; trillones y quintillones de toneladas métricas de vegetales, de plantas, flores y raíces; de semillas y de frutos; de cortezas y aromas... Yo mismo (como sibarita y glotón incontrolable), he calculado que en algo más que en 50 años, he consumido y estropeado a miles de toneladas de carnes 89

Bartolomeo Platina, “De honesta voluptate et aletudine” (el honorable placer de la salud). 144

y vegetales; servidas, claro, por las manos de cientos y cientos de modernos esclavos asalariados, adscritos a la agricultura, al comercio o a la industria…

Comer es una necesidad. Todo ser vivo se alimenta o nutre. Y cualquier animal que está provisto de pico, boca y trompa, con dientes y sin ellos, debe comer cada día, una o más veces, para mantener en su natural curso a su vida. Desde su aparición en la faz de la Tierra, el hombre primitivo (y que distaba de ser miembro de una civilización destructiva), para comer salía al campo con maza de piedra o con flechas para cazar, pescar y recolectar frutos.90 Comía hasta hartarse si conseguía reses y raíces, o deambulaba hambriento, inseguro y aterrorizado. Gran parte de su tiempo lo empleaba en conseguirse los alimentos. Su comida no estaba al alcance de su mano. Ése podía echar a su boca cualquier cosa que caminara, volara, nadara o que se arrastrara. Su gusto no era refinado ni exquisito; era básico, individual y no masificado: era el gusto de un omnívoro. Porque entonces este juicioso ser no habitaba en las ciudades y su paladar no había sido entrenado y “desarrollado” (para alimentarse, por ejemplo, en horas fijas de lo que otro hombre le proveía). 90

C.Lévi-Strauss, “l’origine des manières de table” 145

Para los hombres primitivos, la escacés y el peligro de fracasar y perecer de inanición, eran constantes que limitaban su existencia físicamente. Muchos milenios, acaso dos millones de años, el hombre anduvo mudo, solo y en pequeños grupos, hasta que aprendió a ser sedentario, a sembrar y a cooperar con otros en su defensa o para producir comida y abrigo para todos. No hemos visto cómo, efectivamente, vivieron nuestros remotos antepasados, pero cualquiera puede ahora imaginar vivamente cada paso esos que hicieron, viendo en el presente cómo algunos hombres “primitivos” sobreviven por siglos de siglos en el campo, o en las remotas islas y selvas, sin haberlas mancillado ni destruido. El tiempo pasa y convierte en conciencia y reglas a la actitud imbenigna del hombre en el mundo, porque más sucesos gloriosos contienen esas épocas que están marcadas con sangre y triunfos científicos y técnicos que esos pasos agrarios y salvajes (todos anónimos y simples) pero que no anulan la posibilidad de una vida eterna de los hombres en el mundo. Porque la simpleza de la existencia natural de los hombres excluye su productividad social y destructiva. Pues, ninguna existencia es épica naturalmente sino socialmente, porque de ningún ser vivo su existencia es ética o política en la naturaleza (ninguna existencia puede ser heroica sin afectar a otras innecesariamente). 146

Demostraciones 1. Comer es una necesidad animal y vegetal que es del sujeto vivo (individual), pero que entre los hombres se ha convertido en una actividad social, cultural y diaria. Puesto que el acto de alimentarse asume funciones éticas y estéticas, que esencialmente son políticas y económicas, ostensibles en el reparto total de la tierra y en la estructura laboral cuyo peso específico determina la dependencia de infinitos pobres y hambrientos de un número insignificante de ricos. 2. La necesidad de comer de ningún modo puede determinar que la relación hombre– naturaleza resulte crítica al punto de ser destructiva y enjuiciable. Lo condenable es, en cambio, el hecho que los hombres ya no se sacian con el pan producido o conseguido por sus propias manos, sino con aquél que lo obtienen bajo condiciones negociadas, injustas y rapaces para muchos; es decir, que los hombres se alimenten con un pan cuyo valor añadido y máximo proviene de su desigualdad y servidumbre, base directa de prerrogativas para los pocos individuos que son dueños del trabajo y de lo mejor que la sociedad produce; siendo estos, y por esta causa, los que dirigen el comportamiento y los fines de esta sofisticada y destructiva civilización. 147

3. Comer es necesario, pero no es necesario que el animal que come convierta a sus alimentos en objetos de privilegio o de política demostrativa de su estatus social (porque hasta los leones machos compensan sus prerrogativas alimenticias con el riesgo que enfrentan en la defensa y unidad de su grupo). Con esto quiero decir, básicamente, que el animal humano no tiene derecho alguno en hacer que sus hábitos alimenticios sobrepujen con sus formas, pretensiones y ritos, a la necesidad natural y animal de comer. En fin, que el hombre no debe imponer sobre esta necesidad a sus criterios éticos y pretenciosos (todos innecesarios y falsos), solamente porque quiere mostrarse en el mundo, y ante sus congéneres, como un ser delicado y desarrollado, que no es cruel y que antes es inteligente y refinado: ¡como un ser, digámoslo, que no es un animal más en el mundo, sino como uno que descuella sobre muchos en la jerarquía humana! 4. Es necesario comer: comer lo que la Tierra contiene y lo que es bueno y redunda en la existencia y en la salud del ser vivo. Y el animal y las plantas vivas tienen que ingerir sales y vitaminas, proteínas y otras cosas esenciales, eternamente. Porque comer es una necesidad y no un arte; pero comerse a una u otra criatura que proviene de las islas remotas y de las playas asoleadas, o de la 148

inmensidad profunda de los océanos, no enriquece en nada a nuestra existencia. Pues los sabores exquisitos e incomparables sólo son ideas que no nunca harían de nosotros a mejores seres. Así que no es necesario que la sociedad humana se esfuerce en producir y procesar el sustento de los hombres con otro sentido que suplir esta necesidad que no es sofisticada sino básica.91 Porque ya no se come para seguir vivos, o porque se tiene hambre; los alimentos tienen que ser sazonados, aliñados y aderezados con salsas, jugos, especias, condimentos y semillas y hierbas con sustancias aromáticas, agrias, picantes, dulces, semi dulces; cuajadas, disueltas, efervescentes, salpicadas o incineradas. Revueltas, separadas, adornadas, guarnecidas, etcétera: ¡La comida humana ya no es la comida del animal simple, del animal que no ve otros propósitos que su propia y necesaria satisfacción! 5. La comida de los hombres civilizados tiene que ser vista, admirada, comparada, calificada, premiada; empacada, preservada, sellada, almacenada, vendida. Éste 91

Rabélais, en su “Gargantua en Pantagruel” se quedo corto. En este libro, el buen hombre, nos depicta el rito de la gula pero no deja asentada su crítica ética del exceso y de las inclinaciones destructivas, humanas, de comer y tragarse todo lo que nace o ya está vivo… 149

privilegiado ser del mundo ya no siembra ni cría, y desconoce a la mayoría de plantas y animales que devora; éste los adquiere en el mercado: vivos, muertos, despellejados, deshuesados, con grasas, sin ellas; dietéticas, subidas en calcio o neutrales; con azúcar y sin ella; cocidas, semi crudas, frías, cortadas, tasajeadas; seleccionadas y con recetas y sellos de calidad, con rebajas, sin ellas. En fin, la maravilla en colores, en sabores, en formas, precios y consistencias… 6. Se come y se bebe para festejar el triunfo personal o grupal.92Se brinda para ensalzar a esa laboriosa hormiga hacedora, a ese parásito racional agotado, sediento y empecinado en hacerse un mundo a la medida de su deseo e insatisfible egolatría.93 7. Ya no comemos únicamente porque debemos satisfacer nuestra hambre; comemos como rito y para cumplir deberes específicos; para relacionarnos y consolidar algo con otros o contra los otros (porque comemos y mientras masticamos negociamos, suscribimos o planificamos nuestra existencia).94 Entonces, ya no comemos y pacemos, ni comemos para tener energías y estar vivos y fuertes: comemos para ser amados, para que 92

M. Dietler and B. Hayden,“Feasts” egolatría humana no es más real, ni tiene más valor que la sombra de un hombre… 94 “Que tu alimento sea tu medicina”, cita del “Pancharatra” 93…la

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se nos vea bellos, impresionantemente sanos y bien alimentados.95 En general, los hombres ya no comemos por hambre y necesidad pura; comemos para medicinarnos, para vivir mucho tiempo, más tiempo que el que la naturaleza nos necesita vivos.

XXVI Capítulo La Religión y la Ética Destructiva de la Sociedad Humana96 Doquier, en el mundo, donde se haya producido y desarrollado la relación religión-hombre ha sido también desarrollada y mantenida la dependencia humana.97 El primordial objetivo de la religión es doblegar la voluntad del hombre y convertir a aquél en una oveja mansa e imbécil. Logrado este objetivo, sus funciones auxiliares son, entre otras, alentar la marcha del rebaño humano bajo amenazas infernales, o con promesas celestiales, hasta objetivos gloriosos y metafísicos, pero no tan metafísicos para 95

Gisele Harrus-Revidi, “Psicoanálisis de la Gula” “Religion is excellent stuff for keeping common people quiet…”, Napoleon Bonaparte 97 R.H. Nash, “The light of the mind” 151 96

que sean inservibles ni tan borrosos como para que no sean ansiados. Porque son esas amansadas y fieles ovejas (por siglos y siglos de silencio, rezo y obediencia), las que se constituyen en “masas civilizadas” hambrientas de pan, de territorio, de poder, de riquezas y gloria: hete allí, en pocas palabras, el origen de la plaga humana; hete ahí, la potencia y magnitud de su unidad destructiva, el ímpetu de su paso arrollador por el mundo. La religión es aliada incondicional de los que financian, manejan y se benefician con la destrucción de la Tierra. No solamente porque amansan y convierten en adictos y dóciles esclavos a los hombres, sino porque cada día en el que el sol brilla en los cielos, en la Tierra se levanta un intermediario de las divinidades para bendecir los mamarrachos que la sociedad humana realiza.98 El hombre inventa la religión, y las creencias teológicas en general, como forma de inducir en su colectividad el poder personal, el orden jerárquico y, 98

Nota: nada de lo que escriba será para enjuiciar algo específico y que no esté ligado, sea como causa o como efecto, al desarrollo y consolidación de la civilización y del impacto catastrófico de la existencia humana sobre la Tierra. No escribo este Capítulo, entonces, para enjuiciar a la religión, puesto que no es mi materia, sino que la toco de modo tangencial, por su importancia en la constitución y soporte de esta sociedad excesiva y parásita. 152

como su efecto directo, la supeditación de unos hacia otros.99 No la inventa para nada más. Porque “Dios” -pensado como ejemplo de un ser supremo y poderoso-, es sólo el alibi (alibĭlis) y la escusa perfecta, pero el objetivo final será organizar el poder de la sociedad y el dominio absoluto de ésta sobre los individuos.100

En los mitos, y durante el largo periodo que duró plasmarlos, la sociedad humana adoptó como verdades absolutas a meras e injustificadas creencias (creencias que nunca fueron abandonadas o seriamente repensadas). Y el concepto con mayor raigambre y éxito entre los hombres del mundo es, obviamente, aquél de la existencia de “Dios”, y, como consecuencia de esto, la mística que justifica el predominio total de las religiones y de la religión entre los hombres. Por lo siguiente: 1. Dios está puesto en el centro de la conciencia del hombre y domina a otros más cruciales y reales que, aunque son menos subjetivos y más prácticos, no tienen preeminencia, por ejemplo, el del poder humano mismo, que es un poder considerado temporal, únicamente terrenal y como determinado por el poder de un ente supremo a él mismo. Y es por eso, por nada más, que las ideas religiosas dominan y 99

B. Russell, “what I believe” A. Schopenhauer, “Eudemonología” 153

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son más permanentes que las ideas laicas y civiles que fenecen y que apenas pasan de una generación a otra. Pues, los dioses venerados están fijados como seres permanentes y eternos, que señorean en los cielos y en la Tierra y que gobiernan a los vivos y a los muertos (y que nunca declinan ni desertan como los hombres). 2. La religión ha caminado junto a la historia de los hombres no de modo paralelo sino desde atrás, empujándolos y conminándolos a proseguir sendas que no siempre fueron racionales, apropiadas ni directas, sino circulares y laberínticas, donde el destino o las finalidades propuestas para la existencia del ser humano se perdían en la nada, o proseguían estimuladas por recompensas (celestiales y divinas) nunca vistas ni experimentadas, pero que facilitaban la esclavitud o servidumbre de la mayoría de hombres. Ello no ha cambiado. Algunas religiones han perdido terreno pero sus premisas están activas y fungen de bases morales de la sociedad presente. Y de este hecho que se concatena con la consecuencia más grave ocurrida a los hombres (el haberse convertido en una plaga que asola la Tierra), debemos encargarnos con seriedad y coraje todos los que tememos que esta peste se extienda dulcemente y llegue a aniquilarlo todo. 154

3. Lo que me concierne y es tema de mi interés, entonces, es la relación y las consecuencias de la relación hombresreligiones. Pues, no todos hemos entendido que de esta vieja y siempre renovada relación, provienen no solamente las costumbres “culturales” (a secas), sino aquellas que de modo inexorable fueron afectando las leyes y otros aspectos éticos y políticos con los que los pueblos se gobiernan hoy y se gobernaron antes.101 Y de esta relación (religión-hombre) una hay que, porque está soslayada, es más invisible aun y maligna; aquella que santifica la existencia humana en la tierra y garantiza la impunidad de la acción social destructiva. Es decir, esa que ensancha el camino para que los hombres se comporten con entera “libertad” e irresponsabilidad, seguros que lo que emprenden cuenta con la venia divina. Los puntos subsiguientes delatan lo intrincado que son estas relaciones terrenales y celestiales, como también a algunos de sus objetivos y consecuencias funestas directas:  Creer es obrar. El hombre obra, en gran medida, porque cree. Por ejemplo cree en la felicidad, en el amor; cree en la justicia, en el honor. Cree en su sociedad, en el triunfo de su 101

J. Maritain, “Man and the state” 155



civilización. Cree en el poder. Y gran parte de lo que existe y es llano entre los hombres, y que la sociedad considera como “sus fundamentos”, son meras creencias, viejas o nuevas creencias (renovadas o retocadas creencias).  Creer es otra forma de actuar. Creer, por ejemplo, que lo que se hace es bueno porque sus procesos y fines se consideran “conocidos” y “útiles”, pero sin prever, por lo mismo, si estos son benignos o si su aplicación nos encamina a fines no sólo necesarios sino correctos.  Creer y obrar porque se tiene fe y confianza. Así como no todas las creencias son erróneas y malas, tampoco todas las creencias son verdaderas y buenas, necesariamente. Creer en otros permitió a los primeros hombres organizar grupos y luego sociedades. Porque los individuos aislados no hubiesen podido arrostrar los peligros y hubiesen perecido. Esta positiva y espontánea facultad de unir fuerzas ha resuelto grandes problemas pero también ha generado infinitos otros que, acaso, ya no podamos resolver. Creer y obrar bien es juicioso y es necesario. No es racional ni es necesario creer en algo bueno obrando mal. La sociedad cuando actúa en concordancia con la bondad (en concordancia con la verdad y lo bueno de las creencias) hará que todo lo que alcance 156

sea bueno. No será así, si actúa para beneficiar a algunos: el beneficio de algunos (la riqueza) no es bueno socialmente, porque no es concordante con la verdad de ninguna creencia. No todo lo que dinamiza a la sociedad es producto de la voluntad correcta e inteligente del hombre y menos producto de sus creencias. Esta es una verdad apodíctica. Y puede decirse, también, que es un teorema que se soluciona a sí mismo y sin creencia alguna. Pues, cualquiera puede probarlo directamente y sin asistencia de la ciencia sino de la sola experiencia. Por ejemplo, yo puedo afirmar, y no equivocarme, que muchas acciones de la sociedad son irracionales. Y para probar esta afirmación necesito presentar únicamente dos elementos que ya están probados: Primero, la destrucción humana de la Tierra; segundo, el hecho que la sociedad ha convertido al hombre en un parásito gregario y codicioso, despersonalizado y autómata, dispuesto a actuar por dinero, bajo comando como un mercenario (en lo que sea, contra lo que sea y donde sea). Demostraciones a. Para la colectividad humana, y por lo menos en estos tres últimos milenios, los dioses existen y son perfectos, aunque 157

no con la perfección natural de los seres vivos terrestres (afectados por la evolución y por la muerte), sino con esa perfección inmutable (súper natural). Pero esta cuestión que es crucial para entender el desarrollo, y también la descomposición de la sociedad humana, se fundamenta sobre dos premisas falaces y contradictorias:102Una, esa que induce a creer que Dios existe y existió antes que la naturaleza; más elocuentemente, antes que el hombre mismo existiera. Otra, la que pone en tela de juicio la autosuficiencia del animal humano, con la finalidad de sujetar su voluntad. b. Las mayores doctrinas religiosas (islam, taoísmo, budismo y catolicismo), usando el mismo mecanismo simplista y general, traspasaron a 5 mil millones de personas sus credos y dogmas de modo directo y absoluto.103 Es decir, estas religiones trataron de neutralizar cualquier capacidad de discernimiento individual en la perspectiva de anular, a su vez,

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B.Hoff, “The tao of pooh” No tengo nada personal contra la religión musulmana; mis referencias son puramente académicas, enfocadas a subrayar las condicionantes éticas de la Plaga Humana.

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cualquier juicio individual que tire por los suelos sus falsos postulados.104 c. Y cuatro mil años de dominio señalan su rotundo éxito. Pues, el rebaño humano ha sido domado y organizado con amenazas infernales y recompensas celestiales:105miles de años de ritos y rezos (repetidos hasta el infinito) han terminado infundiendo una convicción ciega, gregaria y parásita, en enormes masas de hombres que se orientan en el mundo como manejados por una fuerza suprema que no parece provenir de ellos mismos (ni de su sociedad) sino del cielo:106 d. La dependencia del hombre, aunque básicamente es vegetativa (física y directa de la naturaleza), también es social, indirecta y subjetiva, sujeta a leyes y creencias que constituyen sistemas de ideas que son falsos o correctos, 104

The Qur’an, Sürah 23/90 “… rather, We have brought them the truth, and indeed they are liars…”. 105 El control que ejercen las castas religiosas sobre la población es más dulce, pero férreo, que el control político de las dictaduras, por ejemplo. Pues, a las dictaduras, que gobiernan en nombre de fuerzas postizas, se las puede destruir y desterrar a patadas, en dos días; ¿pero a las castas religiosas, que son pestes que azotan la tierra por milenios, y de las que únicamente los hombres más capaces y sabios escapan de sus garras, quién las destruye? 106 W. Hasker, “God, time and knowledge” 159

necesarios o innecesarios, pero que se practican sucesivamente: la religión constituye uno de estos sistemas.107 Pues toda doctrina religiosa ha tenido que desarrollar su sistema cerrado de ideas para aglutinar de modo compulsivo a los hombres en una colectividad, rigiéndolos hacia objetivos trascendentales e innecesarios.108 El bien, por ejemplo, siendo trascendental no necesita ser real para nadie en su forma presente y concreta; así, consecutivamente, los hombres y los países, pueden recurrir al mal (o a diversos males como la guerra) siendo su objetivo distante el inalcanzable ideal de lo bueno, que expresa, de idéntico modo, cómo la religión coadyuva con la voracidad humana, al condicionar el espíritu de los hombres a la indiferencia con respecto al valor determinante de la naturaleza para su existencia.

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Lao Tsu-Gia Fu Feng, “Tao te ching” La iglesia católica, hasta hace un par de siglos, vendía bulas a pecadores de todo tipo, para exculparlos de todos sus excesos y atrocidades. Ahora, como los dueños de las refinerías y fábricas de automóviles, por ejemplo, no pueden compran bulas, financian instituciones benéficas y cruzadas contra enfermedades o hambrunas, allende, en África. El principio es el mismo, la finalidad, idéntica.

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e. El hombre como animal simple no necesita reafirmase en el mundo de manera mística e innatural. Pero su completa ignorancia e impotencia, afines a su ilusorio deseo de grandeza, se refuerza con los mitos políticos de triunfo y goce que genera el mismo históricamente: porque aunque su fe en lo supremo y perfecto no le puede catapultar fuera de lo terrenal y común, o fuera de las relaciones económicas que él tiene con otros, le permite recurrir a la maldad cuantas veces considera necesario para alcanzar un bien que supone real y útil para todos.109 f. La buena conciencia que el hombre tiene de sí mismo proviene de la fe creada con este fin y que le blinda como con una coraza de bronce ante los males que provienen del mundo tangible o de sus propias acciones (del mundo que comparte con otros). Una vez que su fe en sí mismo asume formas sagradas, comienza a imponer las condiciones de esta creencia de manera práctica y política. Pues, una vez lanzada la fe y asumidos sus credos como inevitables, el hombre se siente en capacidad de 109

F. Nietzsche, dice en: “Sentidos e interludios” «El bajo vientre es el motivo de que al hombre no le resulte fácil tenerse por un dios...» 161

palanquear en su favor las condiciones que degradan o estigmatizan la existencia de otros seres. Creer, en consecuencia, le enseña a canjear, a aceptar que puede trocar necesidades iguales con derechos desiguales. He allí los frutos ajenos del trabajo, la esclavitud y la consiguiente necesidad de igualdad individual, de libertad social; he allí la dependencia y la necesidad de la independencia o de justicia: he allí, finalmente, la libertad humana para destruir el mundo.

XXVII Capítulo La Libertad Humana y la Destrucción de la Tierra Nunca he topado con la circunstancia de ser libre, de necesitar expresamente la libertad (¿para qué?); de tener el convencimiento que la libertad era un hecho, por cuya potencia podía desligarme de algún deber o necesidad…

¿Qué pasa si sacamos al concepto “libertad” del lenguaje y de la política simplista que quiere convertirlo en real, o que lo toma como a un hecho necesario y maravilloso que puede ser suscrito y asumido constitucionalmente, o a la fuerza, 162

y por propia voluntad de los individuos? Nada claro. Pero será imposible erradicar a este concepto ilusorio del alma humana y menos de la historia que contiene la memoria de todos los hombres que murieron concibiéndola posible y factible. Porque la “libertad”, aunque sólo es un concepto vacío cuyo sentido no es más objetivo que el agua que el sediento cree que discurre en un espejismo, seguirá existiendo. Pues, la sociedad, que es el terreno donde más crece la ilusión, acaso por la problemática constante e irresoluble de la coexistencia misma, constituye un ámbito muy apropiado para que el ideal este de la libertad humana se enraíce y persista sin ser objetivo nunca…

En la realidad la libertad no tiene causa ni efecto; pues es un concepto y un símbolo antes que un hecho (pero no un símbolo como lo es una bandera, por ejemplo, que, sin embargo, puede sin dificultad ser fabricada en tela). La realidad y esencia de la libertad solamente pueden ser virtuales; esto es, únicamente mental. Aunque la libertad, clavada como certeza en la conciencia del hombre (sin excepción acosado por las leyes y por todo tipo de relaciones de deber y poder) flamee como la panacea que anula a todas las contradicciones personales, relativas a su existencia diaria y a su enfrentamiento real con el mudo. Pues: 163

1. La libertad no es una necesidad o el concepto de una necesidad (necesaria como la vida, como el sol, como el pan).110 Siendo por ello que la libertad es un concepto social que tiene como fin específico exceptuar al hombre de su acción errónea y excesiva; siendo por ello, en consecuencia, que yo pueda afirmar que existe estrecha relación entre libertad e irresponsabilidad, entre libertad y destrucción. 2. Es concebible la libertad como desplazamiento físico o como acción ilimitada de la mente del hombre con respecto al mundo o a “su mundo”. Pero no es concebible, por ejemplo, la libertad de existencia de un solo sujeto hombre con respecto de otro o en detrimento de otro. Pues, ¿cómo podría ser libre un hombre en la sociedad, o para qué querría ser libre para sí mismo? ¿Qué haría él con esa libertad que concibe? Y es obvio que no hablo de ninguna sociedad esclavista donde la condición de ser “libre” de algunos individuos estaba asociada a la 110

Kant, en su opúsculo “la Paz perpetua”, dice: “libertad sería algo así como la facultad de hacer cuanto se quiera, siempre que nadie se perjudique con ello. En otras palabras, la libertad es la posibilidad de los actos que no dañan a nadie”. …” Y esto es un juego de palabras… (añade). 164

condición de “esclavitud” de otros; es decir, a la condición política injusta y permanente que dividía a la sociedad, ni al hecho condenable que algunos sujetos de esa sociedad (provistos de poder) abusaban de otros por las razones y las causas que fuesen. 3. Todo lo que comprendemos como “libertad”, entonces, resulta general, ambiguo o falso, referido a algo que no existe o, a una cosa voluptuosa que se disgrega en muchas otras y que no se decanta en una sola. Es decir, la libertad que parece contenida en la relativa independencia social y política del individuo, apenas es la visión inmaterializable de un fenómeno únicamente racional y que no tiene causa ni efecto. 4. ¡No existe, no existirá; nunca existió aquél singular hombre que sea o que hubiese sido “libre”! Ni aquel esclavista que, porque tenía encadenado a su voluntad a muchos esclavos, creyese él mismo que era libre. Porque el hombre desatado, exceptuado de de responsabilidad, necesidad y deber, ¿cómo podría existir? ¿Cuando no fuese en relación a otro que está sujeto a su voluntad y a su poder?). Así, ni en el rango de independencia minúscula, un hombre podría considerarse ¡libre! Porque es imposible que exista la 165

libertad como hecho o como efecto de una causa (como producto esencial de una cosa o de un acto, tal como el hambre o el movimiento existen); pues, el hambre parece una idea pero es un fenómeno real, es la reacción corporal en el estómago y en la conciencia de los animales por la carencia de alimentos en su vientre. 5. La libertad es posible como idea, pero no como realidad o como praxis.111Como idea podemos hacer existir a cualquier cosa: “…podríamos hacer que hable y camine un árbol, que se incline una montaña”.112 Como idea, esta libertad que concebimos y que no existe, nos faculta a emprender todo lo que se nos venga en gana sobre la Tierra (la esclavitud, las monstruosas ciudades, la destrucción de la naturaleza, por ejemplo). 6. La libertad es necesaria en la misma correspondencia con que la sociedad genera el encadenamiento legal (la dependencia arreglada y mutua, con fines inalcanzables para los individuos por separado, o agrupados). Bajo esta luz, los primitivos hermanos nuestros, que no eran esclavos unos de otros, ni sujetos a ley y consenso alguno, no necesitaban libertad alguna, porque entre sus relaciones no existía el pacto ni la sujeción, los 111 112

R. W. Lane, “The discovery of freedom” Hien Po, “Songs” 166

compromisos económicos ni el encadenamiento salarial o el pacto de fe gratuito. 





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Demostraciones La magia de la libertad es irremplazable. Cuando se dice libertad, se piensa en el derecho inalienable del hombre al albedrio y a la independencia.113 Pero bajemos al fondo. La libertad (lo he dicho ya y lo repito) es un concepto vago y atractivo, aparente para describir con él cualquier exceso social y lo suficientemente impreciso como para que signifique cualquier objetivo individual presumido como bueno y grandioso, aunque sea nefasto. En nombre de la libertad se han cometido mil y todas las aberraciones humanas contra el resto de seres de la naturaleza y en contra de los hombres mismos.114 La libertad no existe el libertinaje sí. ¿Y no será con el libertinaje con el que confundimos a la libertad? Creo que sí. Estrictamente, el libertinaje es más tangible, más afín con el carácter disoluto e irracional humano. Y es más de este mundo porque es menos subjetivo; es más J.S.Mill, “On liberty” M. Rothbard, “…The libertarian manifesto” 167

accesible y coherente con la evolución de las masas y con la incursión de los individuos en el juego general y social. El libertinaje, lo digo directamente, es más afín con el carácter caótico y desenfrenado del hombre. En fin, existe y es practicado diariamente. Porque, ¿cómo se explica, por ejemplo, la galopante propagación de la especie humana y la destrucción impune del mundo?

XXVIII Capítulo De la Ética Positiva (aética) y de la Ética Destructiva Humana El hombre es un ser festivo y tétrico, amoroso y fatalista: cuando entierra a sus muertos llora, y reza cuando tiene miedo. El hombre es una curiosa bestia intelectual: gusta del saber, de tener y poder. ¡Es el único animal moral que se lava las manos antes de comer, después de amar, excretar, o matar!

Empleo el concepto ética como referente genérico de la acción racional y de la voluntad organizada y jerárquica de todos los hombres en la sociedad, con fines ideales y que no sirven para nada en la 168

naturaleza salvo a ellos mismos. Porque ética no es para mí la forma ni la calidad que asume el comportamiento humano en singular y ante el mundo, sino por cuál finalidad (o por cuáles finalidades) los hombres prosiguen a sus ideales sociales, siendo éstos, como lo sabemos: buenos y también malos, necesarios o superfluos; valiosos únicamente o enteramente destructivos… Porque nunca podría considerarse como éticas, por ejemplo, a la suma de acciones que hacen posible a la existencia humana, si éstas no correspondiesen a un propósito indirecto. Y es este propósito indirecto, precisamente, el que hace que la acción individual o social sea o no sea ética.

La ética de este tratado, anula a todas las éticas filosóficas o religiosas, a todas las éticas políticas o sociales (occidentales y orientales, antiguas o modernas; mas a todas las éticas que empecinadamente podrían generarse en el futuro). La ética de este tratado, del mismo modo como la ciencia y el nuevo pensamiento filosófico en el renacimiento, aniquilaron a la escolástica y al oscurantismo (que entonces eran como lo es ahora el capitalismo destructivo, cuerpo y alma de la sociedad feudal),115 anula a la aventura antropológica de la civilización humana en el mundo. Y la 115

J.G. Fichte, “Versuch einer critik aller offenbarung” 169

verdad de esta severa afirmación se cimenta firmemente en los siguientes puntos: 1. La ética filosófica y religiosa, más esa ética labrada por el poder de los estados nacionales e imperiales, en estos últimos 500 años, ha cobijado y amamantado al gran parásito racional humano con vacuos ideales de supremacía moral y triunfo económico. ¿Y no es esta arrogancia la que ha acarreado la ruina de la naturaleza?116 2. ¿La filosofía, y los filósofos particularmente, como la ciencia y los científicos; los credos religiosos y sus apóstoles, no han generado un ámbito ideal, iluminado por la fantasía, para que ese emporio de zánganos -ufanos de sí mismos– se proclamasen amos y señores del universo?117¡Qué arrogancia! ¡Qué pretencioso encumbramiento! ¡Cuándo debajo de nuestros pies tenemos al infierno! 3. ¿Juntos, el filósofo y el científico, el hombre común más esos que organizan el trabajo y las funciones productivas, no han “cambiado”, “transformado” y destruido, en poco tiempo, lo que la naturaleza forjó en millones de años? ¿Y los filósofos y la filosofía misma, no ayudó a la iglesia a fabricar con babas metafísicas un arquetipo humanoide (de la clase más regalada, 116 117

Titus, Harol H., “Ethics for today” Stace, “The concept of morals” 170

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sofisticada y destructiva) para que “la casa del ser” -como eufemísticamente denomina herr Heidegger al mundo- se convierta en un antro alucinante, repleto de estos crueles, aplicados y viciosos parásitos?118 Pero (mi) ética sobrepasa a todas porque es ejemplar, simple, apta para el animal que se sabe uno con la naturaleza. Mi ética correcta no propugna la superioridad humana, ni el triunfo o la trascendencia o la indiferencia y la exaltación del animal humano sobre otros de su especie o de otras especies. Mi ética no es una ética fraguada en la voraz sociedad humana y hecha a la medida para parásitos humanos (pensada para saquear el mundo o para favorecer y alentar el triunfo y gloria de nadie). Mi ética es aética como la de la vida misma, como la ética del animal más puro que conoce su afinidad absoluta con el mundo (es una ética que no se deduce del desastre o que prepara a los hombres para el desastre). Mi ética no tiene más que una regla de oro y su aplicación es infinita e infalible.119 Ésta dice: “Vive, hombre, de la forma como la naturaleza establece para la vida de los animales

Heidegger M., “Unterwegs zur Sprache” La ética del hombre civilizado, generada por curas, humanistas y comerciantes en los últimos 1,000 años (y que no es distinta de esa del pastor con su perro y sus tontas ovejas), ha destruido la Tierra… 171

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vivos (no vivas, entonces, según tus propias reglas; porque esas no sirven al mundo)”. En otras palabras: No afectes la duración de tu existencia ni fuerces o destruyas en tu beneficio a nada. Vive y construye tu sociedad considerando que eres mortal y no inmortal o trascendente; considera que no eres único ni divino… ¡que no eres propietario de la Tierra o de ti mismo! 8. En su apropiado sentido, mi filosofía (esta que centra su objetivo en detener en seco a esta monstruosa y parásita civilización humana) carece de ética normativa y de metafísica ilusoria.120 Porque no pretendo nada inalcanzable ni desconocido con ella, ¿Porque, qué que sea remoto o inalcanzable está iluminado ante el sol para los hombres? Entonces a nada ilusorio o resplandeciente me encamino ni guío a nadie. Yo no estoy forjando la morada y la moral ideal de ningún energúmeno enloquecido, poderoso y fanático “superhombre”.121No, al 120

Mi oposición a la metafísica no asume posturas seudocientíficas: ¡no soy positivista. Yo defiendo firmemente que la indagación metafísica no vale para nada; o, que, más bien, el indagar mismo no debe orientarse más al qué y cómo, sino al porqué somos lo que somos! 121 Nietzsche llenó con hueros significados al epíteto grandilocuente: “übermensch”. El romanticismo creaba y destruía héroes. Uno de ellos era este esperpento verbal, presentado con una moral aristocrática y heroica pero disfrazado como un griego combatiente 172

contrario, mi filosofía es anti ética, anti metafísica, anti humanista, anti civilización, por lo siguiente que ya es obvio: Yo no creo en el progreso; no creo en la peligrosa riqueza o en el valor del bienestar, de la seguridad y de la felicidad humana...

XXIX Capítulo De la Reproducción Humana (Patología de su Multiplicación) 122 ¿No piensas, mujer (cuándo nos acostamos), que si de nuestra amorosa unión nacerá el hombre responsable, o el homúnculo que destruirá más al mundo?

Uno. Nadie puede decir, sin auto condenar su propia existencia, cuál debe ser el número ideal de ejemplares humanos en la (con broncíneas lorigas). El übermensch tenía que ser europeo, claro. Porque entonces Europa disfrutaba de los enormes beneficios del colonialismo latinoamericano, asiático y africano y que después perdió en las trincheras de sus dos enormes guerras (Estados Unidos, en esa contingencia, despoja a los ingleses del estandarte imperial y el übermensch ideal se convierte en un Rambo real, texano, que aprende a invadir naciones para apoderarse de los pozos mundiales de petróleo). 122 W. Stanton, “The rapid growth of human population 17502000: histories, consequences, issues, nation by nation” 173

Tierra. Como, nadie, seguramente, cuál será la edad límite e ideal para su propia existencia y para la de los otros). Pero debe haber un tope óptimo, que, porque su cuantía coincide con el espacio y las condiciones vitales mínimas que la Tierra ofrece, es determinable a priori o técnicamente; esto es, de idéntica forma a como un juicioso granjero determina el número de aves que puede criar sin que la alimentación que demandan estas, y las condiciones físicas que requieren mínimamente, sean escasas o insalubres al colmo que no se alimenten todas bien y desaparezcan. Dos. Y me temo que la cifra de este tope ideal de ejemplares humanos vivos en la Tierra, un día no muy distante en el futuro, tendrá que ser establecido inapelablemente y de modo consensual (obligatoriamente). Pues, no habrá poder que exima a alguno o a todos de los sujetos de ser inmolados en defensa de la vida en la Tierra. Porque ya no será la existencia individual la que está en riesgo, sino, esa de la humanidad misma… Tres. La existencia humana nunca fue cuestionada como excesiva y nociva, como voraz y parásita (nunca se consideró que de la humanidad debe cautelarse el peligro que acarrea mantener a su masiva e imponente presencia), no, desde luego, hasta punto de objetar la existencia de cada individuo para librar a la especie misma. Porque salvo aquella desaparición de 174

algunos individuos, que perecían por enfermedades y vejez, por catástrofes naturales (pandemias, terremotos, hambrunas), o por la violencia política y social a manos de otros hombres, la existencia de la humanidad y de cada uno de los miembros, fue defendida y tomada como sagrada e intangible. Pero preveo que la defensa temeraria de la sagrada existencia del hombre tiene que concluir porque no puede proseguir siendo irresponsable e incontrolada, por dos razones inescapables: La primera: la Tierra ya no es ese paraíso natural del pasado, ni el hombre el Adán inofensivo y bíblico. La segunda: la intangibilidad y el mítico valor de la existencia del hombre es indefendible, como indefendibles son los “derechos humanos” ante el derecho de la existencia de todos los seres vivos; puesto que la decadencia en la cualidad de vida de todos los seres es consecuencia de la acción de nuestra civilización desenfrenada...

I. La sociedad, por la gravedad de las condiciones ambientales, tiene que encontrar modos muy reales y rápidos para detener en seco al peligroso ascenso de la población humana (esta cuestión, considerada tabú debe ser abierta y juiciosamente discutida y resuelta). La especie humana es excesivamente numerosa y, por ser tal, constituye un 175

problema enorme que debe ser enfrentado sin horror y solucionado con acciones contrarias y eficientes, por lo siguiente que es determinante y también obvio: a. La reproducción humana tiene que ser controlada según el criterio de correspondencia mutua fijado, de múltiples formas, por la naturaleza para todos los seres vivos (reciprocidad en igualdad de derechos para la existencia de todos los seres vivos. No escapar de allí).123Tomando en cuenta, por ejemplo, el número y la cualidad del ser como condicionales con respecto al espacio vital personal y social. Este es un aspecto importante, otro lo es la muerte y la sucesión de los seres sin que intervengan remedios, vacunas ni médicos. Porque no deben ser burlados ni alterados los efectos positivos de las enfermedades en el terreno selectivo de los seres vivos: las enfermedades no son nuestros temibles enemigos, sino, necesarios fenómenos naturales encargados de regular la existencia temporal de los seres vivos en general (y moralmente será malo padecer, estar enfermo; pero peor y más dañino es vivir mucho tiempo: más tiempo que el necesario y que está demarcado

123

Carl Haub, “How many people have ever lived on earth?” 176

implícitamente por madre natura en la existencia de cada una de sus criaturas). b. Un otro criterio determinante para planificar nuestra reproducción, tiene que ser ese racional, intransigible, que deducimos de las condiciones físicas reales e interpersonales (del espacio vital, personal y del medio social adecuado).124Si el espacio vital es reducido, superpoblado o inaparente, la razón conclusiva tiene que inhibir al hombre de ejercer su albedrío reproductivo, tanto y como cualquier animal, poco o nada racional, lo haría ante tal circunstancia. Los conejos, por ejemplo, en condiciones de hacinamiento o de hambruna se abstienen “voluntariamente” de reproducirse. ¿Por qué no los inteligentes hombres? ¿Por qué los inteligentes hombres se reproducen hasta el infinito, cuando conocen que nuestra Tierra está a punto de reventar? c. La Tierra está repleta. Este es un hecho real. Y la prognosis que cualesquiera puede hacer en esta materia resulta espantoso: En 150 años, si continuamos con este ritmo de crecimiento poblacional, el número de ciudadanos 124

S.P.Bratton & C.B. De witt, “Six billion and more: Human population regulations and Chiristian ethics” 177

civilizados alcanzarían cifras que superan los 30,000 millones. ¿Pero necesitamos aumentar o fortalecer la existencia de los miembros de esta plaga hasta proporciones cataclísmicas o bíblicas? No, por supuesto. Más bien, necesitamos aminorar y cautelar esta cuantía amenazante.125 Y, si somos inteligentes, y si el recto razonamiento de veras guía a nuestra civilización, debemos adoptar medidas (ahora mismo) para contener esta tendencia catastrófica. II. Dije ya, y expliqué de forma concisa, que hemos convertido a la reproducción (a la sexualidad humana) en ciencia y hasta en arte. En ciencia, porque hasta la manipulamos genéticamente, creyendo que es un paso gigante el que damos si reproducimos extra sexualmente a más humanos, o si hacemos que los humanos que no pueden reproducirse se reproduzcan. En Arte, porque exaltamos la 125

Cada día que pasa nacen 6’000,000 de personas en el mundo, pero fallecen entre 2.5 y 3 millones. Esto quiere decir, que cada día que pasa se agregan, aproximadamente 3’000,000 millones de nuevos individuos a la marcha catastrófica del animal humano en la Tierra (medidas del último decenio): Birth rate population, Wikipedia.

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virilidad y la feminidad humana como extremos de belleza óptima y como condicionales para el amor perfecto de seres con una existencia perfecta. Expliqué, también, algunas misteriosas y fantásticas bondades que le son atribuidas porque tienen el valor de “consolidar” a la mitológica existencia de la raza humana en su expresión política óptima. Este acápite, sin embargo, que tiene la finalidad de demostrar que la reproducción descontrolada, coadyuva a la proliferación humana, no tratará de la reproducción humana como “arte sexual” – sea esté reproductivo o no- sino como mero exabrupto. Porque, a mi juicio, la sexualidad no necesita de la concurrencia racional (científica, técnica o artística) para cumplir a cabalidad con ese objetivo maravilloso de multiplicar complaciendo al sujeto que se reproduce. Y partiendo de esta certeza, debo afirmarla ante el lector bajo los argumentos siguientes: 1. No todo lo que hace o piensa el hombre es bueno. Cuando se aplica este principio para iluminar cualquiera de las actividades, incluso las reproductivas, o las creencias e ideas humanas, se verá que hay partes en el pensamiento, o en la praxis humana, que no son correspondientes estrechamente con la realidad donde esas se generan. Que, al contrario, estas 179

actividades son ajustadamente morales y religiosas, innecesarias entonces, y que delatan el libre albedrío y hasta al exceso al que hemos sido conducidos históricamente. Es decir, nuestra sociedad se ha erigido en un monstruoso organismo que a todo lo fagocita, procesa y trastoca (tanto lo que corresponde al mundo material, de la naturaleza para todos los seres vivos, como al mundo humano, mental, que corresponde al individuo). 126 La sexualidad, no es la excepción. La sexualidad humana ha sido trastocada en sus fines como en sus principios: la obscenidad y el prejuicio como envés de las medallas morales de santidad y regularidad social; las alteraciones sexuales voluntarias, y a capricho como esas de la homosexualidad, ostentadas como libertades y posibilidades naturales de los individuos… Etcétera. 2. No todo lo que piensa o hace el hombre es correcto. Esta máxima se corrobora fácilmente. Por ejemplo, en el aura de necesidad que trasciende del consabido “arte” erótico o del erotismo. De esta arte estéril y sin fundamento –que no tiene otra realidad ni otras posibilidades 126

Teodosio, dice: “La diferencia entre comer y tragar sólo puede establecerse entre los hombres. Los animales se alimentan, pues éstos nunca llegan al exceso o al refinamiento”. 180

que la repetición, el exceso y el vicio– proviene la idea del amor y de goce ad infinitum con nuestro cuerpo y con el cuerpo de los otros; proviniendo, en consecuencia, la idea del placer como mercancía. Porque una vez que el sexo alcanza el mercado, donde el placer está sujeto a un precio, se desnaturaliza el sentido real y reproductivo de esa facultad natural y libre, asumiendo otras connotaciones de índole mental, necesariamente pornográficas y 127 mórbidas. 3. ¿Por qué, la sexualidad humana es un arte y la sexualidad de otros animales no lo es? Las únicas respuestas serán, seguramente, éstas: Primero, porque la sexualidad humana está sujeta a condicionamientos sociales y a consideraciones racionales que la hacen excelsa o trágica, indistintamente; segundo, porque la sexualidad humana no sólo es asumida como reproductiva, sino asumida como el amor que cohesiona a la existencia de los individuos en sociedad. Y estos son fines culturales, artificiosos y personales que son innecesarios porque no son naturales. 127

W.Reich, “Zeitschrift für sexualwissenschaft” 181

4. ¿Pero, cómo podría ser lo contrario, tratándose de la sexualidad humana, del ser míticamente supremo de la Tierra? 5. La sexualidad humana ha sido condicionada y reglamentada (con leyes o moralmente) por la sociedad en el tiempo. Esto ha implicado que los individuos pierdan el entero control sobre esta facultad suya y propia, y que concierne más a su ser animal que a su ser social o racional. Los individuos, en consecuencia, para contrarrestar aquella pérdida de su autonomía, han tenido que abrir brechas de independencia ilegales o ilícitas dentro de los límites de su sociedad, extrapolando la función natural de la sexualidad y subrayando con el exceso su finalidad esencial: pornografía, infidelidad; etcétera… 6. Por otro lado, la actitud social a favor del sexo regulado y moral ha añadido connotaciones políticas y comerciales que la sexualidad humana no necesitaba tener y que no tiene. Siendo así que la finalidad reproductiva de la sexualidad humana ha sido peligrosamente distorsionada y alejada de sus condicionamientos naturales, asumiendo otras que son económicas y geopolíticas, propias a la necesidad y carácter expansivo del poder de la sociedad: mas 182

esclavos, mas soldados; mas consumidores... 7. La especie humana fundó templos, ciudades y naciones, las naciones debían competir para dominar y no ser dominadas por otras, las iglesias, ídem; para competir y dominar debían producir bienes y herramientas, para producir estos bienes y estas herramientas necesitaban más gente, procrear a más gente que trabajara y rezara. En consecuencia, estimular a la población a la multiplicación ha sido desde el siglo XIX el común y lógico procedimiento. Y no es por otra causa como empezó el descontrol. Las grandes masas humanas se movilizaron y empezaron a concentrarse en los puntos más estratégicos y productivos de la Tierra: la humanidad empezó a crecer y a constituirse en una especie bendecida y organizada (con capacidad técnica y con conocimientos para controlar y trastocarlo todo): en una especie voraz e incansable, ahíta de deseos y estúpidamente reproductiva y catastrófica.

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Segunda Parte

De la PLAGA HUMANA

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iii. Los que piensan son pocos, los que obran: muchos. Pero esto que es necesario y determinante para la sociedad no es tan bueno como lo es de malo: Malo, porque lo que se ha hecho sin pensamiento (el 90% de las obras e ideas) tiene que corregirse y rehacerse infinitas veces. Bueno, porque no volvemos a hacer lo que la razón, el diestro pensamiento hace eterno. Por ejemplo las matemáticas son buenas y eternas, pero no es eterna ni buena la voracidad (la potencia destructiva de la civilización humana). iv. Soy la clase de filósofo que duda del valor racional, positivo y enteramente constructivo de la sociedad humana… Y, para que otros vean lo que yo sopeso mentalmente de esto, hace tiempo empecé a escarbar los cimientos morales de esta ruina que sepulta (in corpus) al hombre mismo.

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Prolegómeno Contra la Plaga Humana128 1. La filosofía nos enseñó a no mirar en la realidad, a separar la visión de la vida innatural de los hombres. La filosofía nos enseñó a cerrar los ojos, a poner en blanco nuestra memoria a la hora de juzgar a la sociedad, a los problemas concomitantes con la existencia política y de dominio, humanos.129 El mundo no existe para la filosofía, existen las ideas, el poder y la primacía de los hombres en el mundo; existe la realidad de las ideas, la realidad labrada por el pensamiento de los hombres para gobernar, en su favor, el mundo:130  Uno es el mundo ideal y otro el mundo real. Esto se entiende aunque no sea expresado: en el mundo ideal los hombres lo comparten todo, y el derecho que les asiste en sus relaciones es el más armónico y justo. En ese mundo ideal el hombre representa a su existencia sin sombras de diferencia ni oposición a nada, a nadie; en ese mundo, las acciones y el pensamiento 128

C. Flamarion, dice: “La vanidad de los hombres los ha llevado a creer que el Universo está hecho para ellos, mientras que en realidad el Universo ni sospecha de su existencia”. 129 S. Clark, “Ancient Philosophy” 130 H. Marcuse, “One dimensional man in class society”. 186

de los hombres son coincidentes y unitarios. Pero en el mundo real esta armonía social e igualdad natural de los hombres se esfuma y no existe (en el mundo real y político de los hombres, y que no es el mundo real y natural que los hizo nacer, nadie debe esperar igualdad alguna).  En el mundo real habita el hombre concreto, el hombre que trabaja, el esclavo y el amo, el que posee la riqueza y el que la produce; existe el hambre y la abundancia. En fin, las dos clases de hombres que la historia ha generado y que esta civilización especialmente unge y entrena. 2. No soy el más moral de los hombres, pero sí uno que es recto y desinteresado; uno, acaso, que por primera vez levanta la voz en contra de su gloriosa especie. Pero no soy un renegado que pone en sus labios, gratuitamente, al tabú indecible de la voracidad humana, ni un juez que quiere impartir clases peculiares de escarmiento: no juzgo ni condeno a nadie en particular, ni apelo para salvarme a mí mismo. 3. Voy contra la grotesca civilización humana, en contra del trabajo destructivo de los hombres; en contra de todo lo que es nocivo e innecesario. Porque no juzgo nada que concierna a la maldad de un único sujeto (juzgo el curso de la humanidad misma por el mundo). 187

Por eso no digo: “Hombre, eres culpable. Tú debes ser ejemplarmente castigado”. No lo digo. Pues, tampoco digo: “Los hombres son malos, terminarán en el infierno”. Yo digo: “Estamos en el infierno; hemos creado un infierno; hagamos algo para acabar con el infierno. Desmontemos esta ética aniquiladora; deshagámonos de los sueños de grandeza de los hombres”. Y expresamente, digo, por eso: “Desconfía y combate al peligroso bienestar humano, y no te desgarres las vestiduras. Tu civilización no tiene objetivos; y tu sociedad es aciaga y es cínica”. Esto digo. No digo, en cambio: “Laméntate hombre por la Tierra mancillada; reza para salvarla. Para proteger la vida, marcha y porta antorchas de protesta”. No, yo no digo esto. Yo he dicho muchas cosas necias, pero nunca repetiré tonterías humanistas. “Hombres, únanse y ámense los unos a los otros (¿hasta que la Tierra reviente?)”. Esa barbaridad humanista y religiosa nunca salió de mi boca. No. Esta no. Pero sí digo y repito: “¡Detengamos la destrucción; exterminemos la voracidad humana! ¡Hombres, abran los ojos: mírense ustedes mismos en el mundo; mírense como sujetos de la naturaleza, como hijos de la naturaleza; no como soberbios propietarios del mundo! ¡Miren a su civilización, a los más ricos y cínicos, mírenlos! “¡Dejen, hombres, de hurgar el corazón de la Tierra, de ensuciar y exterminar animales y plantas! ¡Eduquen a los que ya están vivos: aproximen hasta sus narices a la podredumbre y no les tienten con bondades metafísicas ni con ilusorios paraísos terrenales!” Ello sí digo expresamente a todos. Porque nunca diré: 188

“¡Inmolémonos! ¡Qué muchos perezcan! ¡Dejen de de producir hijos y más hijos!” 4. No soy un cura, ni un humanista naíf (menos un fanatizado conservacionista): Yo no rezo, no protejo a animales o a plantas en extinción; pero si soy el más consciente y contundente filósofo que les dice esto: “¡Su sociedad es destructiva y los hombres han fracasado!” “¡Su historia es una trampa iluminada, una farsa que ya dura 3,000 años!” “¡La fiesta se acabó!” ¡Metamos escoba, barramos la inmundicia humanista y civilizada!”

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Definición del Concepto “PLAGA” Nuestro diccionario español131es parco pero muy preciso en su definición, dice: … “(Del lat. plaga, llaga) calamidad grande que aflige a un pueblo…// azote que aflige a la agricultura; como langostas, la filoxera etc. ...”. 132 Otras fuentes (no bíblicas) las definen directamente como: “…pestes de insectos u otros animales que producen daños económicos locales o globales a la humanidad”…133 La humanidad nunca, por nadie hasta hoy, ha sido considerada un organismo monstruoso, inmoral y nocivo. Fueron los individuos los sindicados como nocivos e inmorales. Faltó, creo yo, la mirada general, interior y crítica de la sociedad, para saber que nuestra gran civilización es destructiva y, por lo tanto, que se ha constituido en una peligrosa plaga. Porque, en general, consideramos como plaga a toda agrupación excesiva y amenazante de animales o plantas terrestres o marinas (insectos, roedores, coleópteros, mamíferos superiores, plantas, hongos y algas) cuyo 131

Diccionario de la Real Academia Española Como la palabra “plaga” es de origen latino, las otras lenguas europeas importantes (inglesa, alemana, italiana, francesa y rusa) comparten con el español una misma acepción. 133 Wikipedia 132

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número y magnitud asoladora sobrepasa en mucho a la capacidad que un sector, o todo el planeta, puede soportar manteniendo a la comunidad de seres vivos armónicamente. Es decir, parece ser que una plaga es peligrosa, únicamente cuando amenaza a los hombres y a su sociedad. Acaso, por lo siguiente: porque consideramos a la existencia y al bienestar humano como intangible y digno de todas las defensas; también, y lo que es más grave y crítico, porque consideramos que los hombres son propietarios indisputables de los seres y de la Tierra. ¿Pero qué sucede cuando se constata que la plaga es la humanidad misma; cuando constatamos que esta calamidad no proviene de insecto o enfermedad alguna, sino de nuestra ingente actividad destructiva? ¿Cuándo constatamos que nuestra civilización se cierne amenazante e inexorablemente sobre el mundo y va en contra de la existencia de todos los seres como plaga de las plagas? ¿Y cómo reaccionarán los hombres cuando descubran que ellos mismos son víctimas de los excesos perpetrados por su sociedad en muchos años? ¿No probarán deshacerse de tal calamidad al precio que sea? Lo harán; de esto nadie debe dudarlo: 1. Los hombres, en su lucha constante y eficiente por su predominio terrestre, han logrado con mucho éxito imponer su voluntad y control sobre infinidad de seres 191

vivos.134 Esto se demuestra porque doquier, la civilización, tiene desplegado y flameante el estandarte de su presencia. 2. Una colectividad social y humana (al menos esa que ha logrado un mínimo de “desarrollo” organizativo y político), en la cual el criterio de la existencia se ha expandido de lo mínimo vital y animal, hacia lo racional (ideal), donde sea que llegue, anula y degrada las condiciones de existencia de otros seres vivos para potenciar las suyas. 3. Hay otras plagas de insectos y plantas, pero no tan nocivas ni persistentes como la plaga humana en la Tierra (cuando estas plagas son constatadas, ¿no es cierto que los hombres se movilizan y actúan con celeridad y con todo lo que tienen a su alcance para erradicarlas? Antiguamente, por ejemplo, era común que las tribus recurrieran a incendios y hasta a sesiones de brujería para ahuyentarlas, o que los pueblos huyeran de estas y de la escasez lo más lejanamente posible.135 Pero ese éxodo se podía hacer en el pasado porque la tierra era prístina y no estaba completamente habitada, manipulada ni destruida. ¿Pero, a dónde huir ahora sin invadir y atropellar el espacio de otros hombres y de otros seres 134 135

L. Garrett, “The coming plague” J.G.Frazer, “The golden Bough” 192

que ya están arrinconados? ¿Cómo huir de nosotros mismos? ¿Es decir, cómo destruir a nuestra propia ética destructiva sin enfrentarla? 4. La plaga humana está en todas partes; cada hombre está en el centro o en la periferia de una masa social envolvente que fagocita y estropea todo a su paso. La tierra está diezmada, ningún rincón intacto queda ya para cobijarnos a todos. Por eso es que tenemos que enfrentar a la peor amenaza humana de modo sereno y antes que sea demasiado tarde. ¡Como filósofo y centinela de la verdad sólo atino a decir esto!

XXX Capítulo La Civilización Humana Como Plaga Terrenal136 La trágica dependencia y acorralamiento del individuo puede medirse en proporcionalidad aritmética al “desarrollo” de su sociedad o de su civilización (notando, claro está, que en toda proporción, el producto de los extremos nunca es desigual al comportamiento de sus 136

En un tren, en un viaje interior por China (2006), concebí los rudimentarios principios de esta teoría que devino en una Filosofía de la destrucción Humana de la Tierra. 193

medios). De esta manera se explica, entonces, que los individuos que crecen en una sociedad “desarrollada” sean más cautivos y menos libres (en términos absolutos) que aquellos en una sociedad primitiva. Puesto que los medios de los que se sirve una sociedad para desarrollarse, al mismo tiempo de expandir la igualdad, la justicia y la riqueza, constriñe de sus individuos partes proporcionales de su independencia relativa (siendo por esta causa que “la libertad” se haga necesaria en una sociedad “desarrollada”, aunque no exista)…

I. Tras haberme comido los sesos por un largo tiempo y absorbido mucho de lo que otros filósofos produjeron, me he percatado que tenemos que modificar gran parte de los valores considerados personales y, desde ahí, al sentido que nuestra civilización misma ha generado, por dos razones de enorme trascendencia: La primera. Los filósofos, y todos los que han contribuido con el desarrollo del pensamiento, han creado condiciones teóricas ideales para que se genere una sociedad desmesurada que funge de cálida colonia donde los hombres se reproducirán (sin percatarse, al parecer) hasta que la Tierra reviente.137 137

“And certainly we should take care not to make the intellect our god; it has, of course, powerful muscles, but not personality”. A. Einstein 194

Pues, como he demostrado de diversas formas, no se observa gravedad alguna en los problemas que la civilización humana ocasiona a la Tierra al propender su desarrollo; al contrario, los que piensan y ejecutan las políticas locales, nacionales o mundiales, están convencidos que este “desarrollo” es la única meta racional y objetivo humano a alcanzar y que debe ser promovido doquier en el mundo como la panacea que soluciona todos los males. Y doquier las sociedades se ocupan en “desarrollar” sus mercados, la capacidad productiva de sus ciudadanos y de incentivar el consumo irracionalmente. ¿Pero se fijó alguno que el planeta debe ser saqueado para enriquecer a los individuos y desarrollar a la humanidad? No, hasta el día de hoy. La segunda. Por la causa señalada (la de creer que el desarrollo es bueno, y el poco o nulo desarrollo, malo para la humanidad), tampoco son visibles las coordenadas con que se concatena el pensamiento a la acción y a las relaciones que hay entre el pensamiento y la catastrófica realidad que la sociedad humana genera en el mundo, cuya consecuencia mayor no es la imposición de la humanidad como plaga, sino los efectos que acarrea sostener su expansión y voracidad (se nota claramente, entonces, que se hace necesario desmontar la maquinaria social, impidiendo que la ética negativa inculque en sucesivos 195

sujetos ímpetus irracionales nuevos, al tiempo de notarse que otra necesidad será desacelerar el crecimiento de la población, al menos, hasta el punto en que ésta no constituya amenaza alguna). Porque aun suponiendo que el futuro de la civilización humana fuese predecible como apoteósico y no como catastrófico (proyectando su factibilidad unos 50 años únicamente), ¿no es cierto que os gustaría saber qué tocará de esa apoteosis a ustedes mismos, o a vuestras generaciones sucesivas? ¿Pues, si la igualdad humana es indiscutible y el derecho a la equidad en el reparto del mundo lo es otro tanto, no serían indiscutiblemente equitativas para vuestros hijos aquellas riquezas? Pero, en lo que respecta a esto, yo digo que bajo ningún aspecto serían equitativas, por lo siguiente: a. La exégesis del poder personal en la sociedad tiene por base histórica a la desigualdad humana. Pues, la repartición del mundo no está hecha sobre una base ideal de igualdad; esa división se hizo a la fuerza, desigualmente y en ventaja de algunos solamente. En el mundo real hay propietarios y desposeídos. En el mundo real hay pocos que tienen mucho y muchos que no tienen nada. Así, si el mundo humano fuese equitativo los frutos a repartirse de esa apoteosis serían exiguos siendo para todos; pero como este mundo 196

no es ideal sino real, la supuesta y futura apoteosis humana es un mito que no podrá darse nunca para todos. b. La catástrofe sí se repartirá equitativamente (¿cómo podrían ser diferentes sus partes? ¿Cómo podría uno solo escapar a una porción de aquella miseria?): A cada cual nos tocará la misma porción de sufrimiento y pérdida; cada uno de vuestros hijos será castigado por igual, aunque la responsabilidad y el interés de sus padres en haberla perpetrado haya sido dispar o diferente. Cada hijo nuestro tendrá una tajada de vacío y el amplio horizonte baldío y desértico para recordar que sus inteligentes ancestros pasaron de la pobreza a la gloria, y que ese triunfo que creían permanente y prometedor era sólo una terrorífica fantasía pasajera. c. La autodestrucción es una prerrogativa del hombre (éste puede decidir acabar con su propia existencia en el momento que sea), pero la destrucción humana de la vida en la Tierra no tiene que ser prerrogativa de nadie. Porque esta destrucción sólo puede ser compulsiva e irracional, del animal que no entiende lo que hace. Por esta causa, no creo que el hombre busca “racionalmente” su autodestrucción cuando compulsivamente y de modo irracional destruye este mundo para construirse uno otro. Por el contrario, pienso que el hombre cree que destruyendo 197

el mundo objetivo (irracionalmente) construye aquel mundo suyo (racionalmente), donde se imagina enriquecido, feliz y ¡libre! d. El ser humano no pretende, supongo (en modo alguno racionalmente), su autodestrucción; por el contrario, buscará consolidar, a todo costo, su existencia. Pero este es el problema central. ¿Pues cómo, explíquenme, se puede “consolidar” la existencia de 6,10, 20 y luego de 100 billones de personas, sin deteriorar y destruir para siempre a la Tierra? Y la mayoría de seres humanos del mundo no cree aun que se esté destruyendo la naturaleza o que pueda ser destruida completamente. Ésta cree que la naturaleza es indestructible, que sus recursos son inagotables y que puede continuar produciendo y consumiendo lo que desee hasta el infinito. Pero la destrucción es un hecho, como es un hecho que el hombre es nocivo y no se percata que la moral de su civilización es en esencia destructiva. e. Y es este el problema debe ser visto en su completa magnitud y aceptado como tal para que los hombres pueden encontrar plausibles y necesarias soluciones. Porque, primero, el hombre mismo debe aprender a observarse como a un parásito imbenigno, como a un sujeto destructor cuyas actividades científicas y técnicas son 198

superfluas e innecesarias sobre el mundo. El hombre tiene que bajar de su pedestal de superioridad moral y reconocer su indiferencia y estupidez; el hombre tiene que volver a ser un ser más y real, uno natural y común entre los demás seres (un ser que está sujeto a las condiciones de existencia impuestas por la naturaleza más que a las condiciones mentales y “óptimas” que son y serán insostenibles, porque han sido creadas y recreadas por su fantasía). f. Tenemos que anular de nuestra sociedad a sus barreras éticas y a su espectro de grandeza y esplendor pensado para que la existencia de los individuos de la colonia humana discurra como en las nubes o en el paraíso; tenemos que disminuir, de de la sociedad, a la necesidad de su raudo e inútil crecimiento y expansión económica y demográfica a un mínimo objetivo y real (al nivel que la naturaleza necesita de la existencia de todos los seres vivos). Porque, pronto, se llegará al punto de la decadencia completa donde tiene que encontrarse soluciones necesariamente trágicas y que convulsionarán las bases mismas de nuestra existencia física en el mundo: esto quiere decir, que una vez que la sociedad es compelida (por la indetenible catástrofe ya desencadena, pero que todavía no está en su crítico apogeo) a eliminar a la mayoría de sus 199

miembros, ¿qué hará la sociedad, si no actuar a la fuerza contra sus individuos, sin criterio selectivo, para continuar existiendo como tal?. Porque esta acción expurgatoria, llegado ese momento crucial, arrasará con cualquier prejuicio contenido como meta política o religiosa para nuestra existencia (del mismo modo como ahora usamos de la eutanasia para eliminar a ciertos individuos, actuaremos entonces, y sin rezar, para deshacernos de gran parte de nuestros congéneres).138 g. En tiempos remotos, cuando la presencia humana sobre la Tierra no era tan marcada, excluyente y destructiva; cuando el hombre apenas era un sujeto que insinuaba su indiferencia y señorío de modo muy rudimentario y cruel, se llegó a decir de él, ¡y con razón! (por su indisputable inteligencia y astucia), que el hombre era” la conciencia del mundo,139“los ojos del mundo”;140 “el alma exterior” (the external soul):141¡Qué poco se había intuido del potencial destructivo y hacedor 138

Euthanasie: levensbeëndiging op verzoek en hulp bij zelfdoding (finalización de la vida a solicitud de uno mismo). A.P. den Exter, “De Euthanasiewet: grondrecten onder druk?” 139 Oesterley-Robinson, “Hebrew religion” 140 F. Nietszche, “Jenseits von gut und böse. Vorspiel einer philosophie der zukunft” 141 J.G. Frazer, “The golden bougt” 200

de esta bestia inteligente!

terrenal,

suprema

e

II. Más tarde, un par de milenios después, serían visibles en toda su potencia y esplendor la fuerza y la indiferencia que caracterizan al hombre.142Su dominio absoluto, su omnipresencia (está doquier, doquier se impone, doquier arrasa con todo), más su tendencia a meter sus narices y sus manos en todo lo que conoce y no conoce. ¿Y cómo no hablar críticamente de los hombres, si la naturaleza ha sido relegada a mero almacén de materias, o al escenario donde se representa (por varios milenios ya) la farsa grotesca que seriamente llamamos “realidad humana”, “historia humana”, “civilización humana”?: Pues, ¿nuestras actividades, las mas principales y comunes, no están signadas por la constante ocupación y revisión de lo que se hace, piensan o expresan otros hombres? ¿No nos entretenemos, en gran parte del tiempo, hablando, juzgando y contemplando a otros hombres? Sí. El espectáculo más gustoso y aclamado es el sufrimiento o el triunfo, la astucia o la estupidez; la violencia y la humillación del ser más moral y más político. ¿No hacemos historia y ciencia, estadísticas, 142

S. Kierkegaard, “The concept of dread” 201

sicoanalítica y literatura, para entender y trasmitir a otros lo que somos y para perfeccionar más la potencia destructiva de todos? ¡El hombre no solamente es el centro del mundo, el hombre es el mundo! Y este “ser el mundo” es el problema mayor y aterrador, por lo siguiente, concomitante con demostrar la presente tragedia terrenal: 1. El hombre pasó de ser un ser de la naturaleza (de un ser de sí mismo), a un ser de otros (a ser uno social).143Este paso que fue racional y sólo el animal hombre pudo haberlo dado. Este paso fue político, generado por conveniencia, deliberadamente. Pues, los demás animales exclusivamente viven por y para sí mismos, no viven para otros o de otros (el trabajo, la riqueza; la muerte y su valor político, sólo son conocidos entre los animales humanos). Y es por eso que ahora si podemos asentir a ciegas que “el hombre es el mundo”, pero no porque la naturaleza le haya generado con esta potencia, sino porque este “ser el mundo del hombre” es producto de su propia imposición (de haberse apropiado de todo y por haber subyugado a la naturaleza). Por eso, la más extrema y grave consecuencia de este “ser el mundo del

143

Charles Taylor, “Hegel” 202

hombre” es la proliferación exagerada e irracional de su especie. 2. De débil y aislada criatura, de muy dependiente y desprotegido, el hombre pasó a ser autosuficiente, aniquilador y prepotente: En masa, la fragilidad, inteligencia y sencillez natural de los sujetos humanos, desaparece; en masa sus instintos se excitan y su irracionalidad se exacerba. En masa el individuo se esfuma, se integra y actúa al unísono como en cardumen los peces, en piara los equinos y en bandadas aves e insectos; en masa, los hombres se orientan por la fuerza que parece compeler a todos hacia algo, por la inercia que parece concentrarlos en un fin que nadie en particular entiende pero que juntos parecen discernir y conocer perfectamente.

XXXI Capítulo De la Racionalidad Parásita y Depredadora Humana “Dios mira con los ojos del hombre al mundo”144 ¿A cuál otro ser, que al hombre, le interesaría ser bueno? ¿No es necesaria la bondad sólo en 144

San Anselmo,“Proslogion” 203

relación con la maldad? ¿Y, quién será malo, sino aquél que conoce lo bueno y lo posterga o elimina de sus actos?

Desmitificar los sueños del hombre y los objetivos utópicos de su civilización es mi objetivo: primero, para contradecir a los que asumen que la civilización es intangible y que es una organización maravillosa, constructiva y no destructiva; segundo, para demostrar a aquellos que ungen al hombre, su artífice, con un aura de suprema autoridad y como al dueño y merecido señor del mundo, porque se lo toma como al más racional, al más ético; en fin, como al animal político responsable y extremamente social e inteligente; tercero, para que sin máscaras ni triunfalismo alguno, veamos a la civilización y al hombre tal como es su comportamiento y trayectoria sobre el mundo que “transforman” y demuelen. Más claramente, para identificar la acción negativa de los hombres y para personalizar a través de su civilización a la destrucción de la vida en la Tierra. Porque no escribo este libro para proponer una utopía o una teoría caprichosa y tangencial a la principal problemática de la sociedad, que es el desprecio a la existencia de los demás seres vivos en la Tierra. Todo lo contrario. Esta teoría se encamina a demostrar cuán erróneos son los ideales de los hombres y, en consecuencia, lo grotesco que es el sentido (barruntado como glorioso) de su sociedad. 204

Hemos llegado al punto crítico de la existencia terrenal humana.145 Esto quiere decir, al punto en el que su desarrollo como su expansión no puede ser posible sino a costa de saquear el planeta hasta el agotamiento. Y yo, que lanzo estas admoniciones, no soy un pánfilo humanista, ni uno de esos hipócritas defensores del medio ambiente: ¡qué se pudra todo y al interior de ese infierno que se consuman todos los hombres! Lo que me interesa es exponer la prepotencia del hombre, la desproporción que hay entre su ser animal, natural, y su poder racional, social.

Desde lo remoto, los hombres, creen en los dioses y en la existencia de entes supremos. Y es sobre la base de esta creencia injustificada y falaz que han fabricado un ser mítico de sí mismos. El mismo ser mítico que hoy llaman humano y que yo llamo parásito racional u hombre depredador, que es el alter-ego ideal del animal hombre. De éste trato críticamente. Presentándole como domado y maligno, como irracional e inculto; entrenado para el trabajo y la rutina (pero supuesto, irrisoriamente, como el esclavo que es apto de construir el paraíso terrenal y la consiguiente felicidad humana). No extraigo a un espécimen de su medio vital, ni le separo de su cáscara protectora, legal y civilizada; voy hasta su medio artificial para no despojarle de su contexto histórico, de su 145

A. Weisman, “The world without us” 205

magnificencia técnica y de sus portentosas e iluminadas ciudades; quiero que ahí le veamos indefenso y desnudo (tal como a un piojo con un microscopio); de modo que a través de uno veamos de qué fuerzas se valen todos para destruir el mundo. En fin, para observar en su verdadera magnitud a su moral, a su poder y a su pensamiento, y así, con certidumbre, contrariar la religiosa y metafísica creencia que los humanos son los únicos seres capaces de acceder al bien y de usar la verdad correctamente. Al grano: a. Cuando digo que el hombre es un parásito racional, lo digo para subrayar la peculiaridad más negativa del hombre educado, entrenado y domado; la misma que convierte al animal más inteligente del planeta en un ser obsesivo, derrochador e insaciable, que nunca se detendrá un instante para hacerse una autocrítica ni para reparar en los despojos de su desenfrenada e inútil existencia. b. El hombre, que es un animal gregario, fue convertido en parásito por su sociedad voraz y depredadora. Como racional y como parásito, éste cuadriplica su potencia destructiva. Pues, su racionalidad le permite: (1) planificar la destrucción, (2) refinarla y orientarla (hacer ciencia y dirigirla, perfeccionándola), (3) magnificar su acción (por escalas, en grados extenderla) y, 206

(4) financiarla, controlándola para que la destrucción le sea rentable, etcétera. c. Vertiginosamente y con inusitada indiferencia hemos repartido y destrozado el santuario común de todas las criaturas. ¿Con cuál objetivo? ¿Para administrarlo responsablemente, cuidando a las criaturas con los recursos comunes que la madre natura posee, o con el objeto de alcanzar la “felicidad humana”? ¿Pero de qué le sirve al mundo la “felicidad del hombre”? Este concepto vacuo, sin pies ni cabeza, que me espeluzna, ¿será posible? ¡Se me paran los pelos cuando alguien lo pronuncia o indirectamente lo alude!146 ¿Quién, y que no sea un cura, un propietario de algo, o un soldado estupidizado, puede pensar que la “felicidad humana” saldrá de las manos de esta masa uniforme, insaciable y parasita?

146

L. Salomon, “The deniers: the world renowned scientists who stood up against global warming…” 207

XXXII Capítulo Del Ser Animal y Natural del Hombre147 Ni interesándome expresamente en socavar la tenaz y alucinante civilización humana, he emitido afirmación alguna que conlleve un juicio disidente contra los hombres. He dicho, empero, que el hombre es un Parásito Racional y que la civilización humana es una Plaga Terrenal. De esto no me retracto. Sin embargo, para que ambas afrentas no aparezcan como gratuitas y malévolas, ¿no debo justificarlas del modo más impersonal y fehaciente? Lo hago aquí, de esta manera: a. De cada animal y de cada ser del mundo está programada, al parecer, su existencia, con una finalidad que proviene de la naturaleza. Porque esa finalidad no puede pertenecer al criterio o albedrio de cada ser vivo. Los seres vivos, superlativamente, aparecen enlazados y dependientes unos de otros. Y la misma existencia en ellos se muestra como determinada por la condición que cada ser sobreviva y haga sobrevivir a otro; en consecuencia, por la condición que la vida de cada sujeto de una especie sea sacrificable y útil a otros de modo ineludible. b. El hombre, como ser que se alimenta y consigue sus energías consumiendo a otros seres vivos, es dependiente de la existencia 147

H. de Vries, “Mutation Theory” 208

de éstos. Así, seguramente (¿y cómo esta cadena no se interrumpe de la parte que se desea?), otros seres, a su vez, dependerán del hombre para sobrevivir. Alimenticiamente hablando, entonces, nuestra carne y despojos corporales ya no parece que sirven a otros; no es así, empero, la dependencia nuestra que se ha extendido y que se va incrementado peligrosamente a más seres vivos.148 Pues, siendo inusitadamente cuantiosos pero destructibles “nuestros recursos naturales” y “nuestras materias primas”, decrecen día a día en proporción directa al incremento de la riqueza de la que dispone la población humana. c. Pero lo contrario ya no sucede; es decir, como ningún carnívoro ni pestes nos acechan, nuestra gente aumenta maravillosamente. Porque, además, ya no somos útiles alimenticiamente, o de otra manera, a ningún otro ser más que a ciertos gusanos, microbios y moscas, que se aprovechan de nosotros inevitablemente. El hombre, pues, ha escapado de la cadena natural: alimento → vida; vida → alimento (la que equivale a: comer a otros para vivir, y ser comido por otros para que esos 148

Escribí en mis Aforismos que la naturaleza tienta al ser vivo para que le guste la vida, pero este “gustar” de la vida no es más que un incentivo (como la carnada en una trampa); puesto que no es el objetivo para el que la naturaleza nos quiere vivos… 209

también vivan y para que la vida prosiga y para que el equilibrio de la existencia de las criaturas sea constante y armónico). d. Porque el hombre no mora como cualquier animal, ni vive con otros animales en reciprocidad, y como entierra a sus muertos y organiza la desaparición de sus despojos sistemáticamente, no contribuimos al festín de la naturaleza con nuestro cuerpo, con cuyo fin y no otro, según supongo, es el que la madre naturaleza nos trajo a este mundo. Porque no hemos nacido para rezar, para contar dinero y leer los periódicos, o, para entretenernos con las infinitas trivialidades que la mente y el trabajo producen y reproducen. Porque hemos nacido y nos reproducimos, únicamente, para ser útiles alimenticiamente a alguno o a varios seres vivos; hemos nacido para que encadenados en reciprocidad (de consumo y generación, de hambre y saciedad, de vida y muerte) mantengamos a la vida óptimamente. Y óptimamente no quiere decir predominio nuestro, ni predominio de especie alguna. Porque cuando una especie se impone sobre otras, y a causa de esta imposición se ve aumentada y favorecida en exceso, esa especie llega a depravarse hasta declinar y desaparecer.149 e. De forma sistemática y consiente parasitamos la Tierra. Pero no como esos animales que dependen de su huésped 149

K.D. Peterson, “Insects, disease, and military history” 210

ofreciendo valiosos servicios (directos o indirectos) a cambio.150Nosotros somos autónomos y laboriosos. Hemos desarrollado técnicas, métodos, herramientas y destrezas mil para manipular, domesticar, fundir, destruir o conservar al ser que sea, a la materia que sea. Nuestras acciones cuentan con finalidades específicas y generales. Ya casi no improvisamos nada, vamos a lo seguro; invertimos tiempo y dinero sólo tras prever ventajas y desventajas. Ya no vivimos con el día que aparece con el sol y se va con el sol, nos proyectamos en el tiempo. Ya no pensamos como animales simples y aislados, unimos fuerza y actuamos: juntos hemos realizado proezas, juntos somos un poder impar e imparable en la Tierra. Nadie puede detenernos, estamos en moción, en avance continuo.151 Nuestra marcha sólo se detendrá por sí misma; pero no porque la civilización humana retroceda o agote su fuerza y apetito, sino cuando los hombres hayan comprendido la imposibilidad de proseguir plasmando su tragedia.

El ser animal del hombre como ser vivo, y de la naturaleza, ha sido expresa y consecutivamente desconocido y tergiversado por la civilización humana.152 Porque hasta nos 150

F.Gavrilov, “The oriental rat flea plague” K. Polanyi, “The great transformation” 152 S.H. Rizvi “Avicenna/Ibn Sina” 211 151

hicieron descender de la nada o del empíreo: ¿No nos convirtieron en barro y en soplo divino, mitificando nuestra procedencia y separándola de la cadena de fenómenos naturales y terrenales? 153 ¿Para convertirnos en seres superiores, en amos y señores entre los demás seres vivos, no tenían antes que desnaturalizar la procedencia animal de nuestra existencia?154 Pero el hombre es un ser de la naturaleza antes que un ser social o de sí mismo. Por esta consecuencia, el hombre es un ser de la naturaleza y de sí mismo, antes que un ser social o con propósitos sociales e innaturales. Esto es, que los hombres son seres sociales únicamente por conveniencia, por la razón que de esta manera asegura mejor, este animal, su existencia. El ser social del hombre, entonces, no le es inherente, como inherente en él es caminar erguido o pensar y respirar. El ser social del hombre se reduce seguramente a su relación animal con su entorno familiar y directo, de idéntica forma como los chimpancés y gorilas lo hacen al convivir en grupos (sin que su 153 154

D. Hume, “A treatise of human nature” El ser vivo se manifiesta en la vida como el absoluto de la existencia de todos los seres que son relativos. Es decir, lo absoluto de la vida se manifiesta en la relatividad de la existencia de los seres que están vivos. 212

sociabilidad se extienda sino a unas decenas de miembros y a un múltiplo de acciones necesarias antes que ideales). Cuando el hombre está pensado como un ser de sí mismo y no como un ser de la naturaleza, ya no puede ser hijo de la Tierra propiamente dicho, sino un ente y demiurgo errante en ella (una creación, una idea sin realidad objetiva): puesto que ya no es concebible como una común y mortal criatura, sino como un ser poderoso, inmortal, asentado en la cúspide de la existencia. Y es esta idea fatua y contraproducente la que gobierna al hombre común y a la entera civilización. Santificar la existencia humana, convencer a los hombres que la Tierra y el Universo es su entero dominio, que todo lo que vive y yace en ellos está en sus manos y es suyo. Subrayar que la inteligencia humana es única, necesaria y superior. Y, lo más grave aún, que sea esta indiscutida superioridad (concebida por siglos y siglos de abuso de la naturaleza), la que legitima el derecho que el hombre ejerza su voluntad para definir la finalidad de la existencia de cualquier ser vivo o yerto.155 ¡Y es en nombre de este derecho irrogado e infausto (para nada inherente o legítimo), que justificamos el progreso y la destrucción! Pero ya hemos comprendido, aunque tarde y mal, que nuestra existencia está concatenada a 155

Duns Scotus, “Opera Omnia” (Civitas vaticana) 213

la existencia de todo; que nosotros, como otros seres mortales y de existencia relativa, sólo somos una parte minúscula de ese absoluto que es la Vida actuante e inmersa en la materia del mundo, o en la existencia de todos los seres vivos. Consideraciones 1. La magia natural de la procreación (sexual, mecánica y animal) fue deformada por el viejo predominio religioso en la moral humana que, con relativo éxito, anuló a la sexualidad como causa principal de la existencia sucesiva de los hombres; pues, esta moral negativa, dictamina que nuestra existencia no empieza en la reproducción sino que tiene un origen divino (metafísico e innatural).156Pero como el origen del resto de animales (superiores o no) es sexual y no extraterrenal, ni ajeno a la potencia de la materia, ¿cómo no aceptar la verdad de nuestra existencia en la evidencia simple de como la naturaleza nos propaga?157 2. Así, las preguntas: ¿qué es el ser?, ¿qué es el ser del ente?,158son ridículas y no pueden ni deben hacerse; como no deben hacerse las preguntas: ¿son de piedra los hombres? ¿Mueren las piedras? Porque la lógica del responder tiene que corresponder a la lógica del 156

P. Amboise, “Histoire naturelle de Mre. F. Bacon” T. Aquinas, “Summa theologica” 158 R. Tallis, “A conversation with M. Heidegger” 157

214

indagar. Si el indagar parte de principios inciertos o falaces, el responder será forzado hasta conclusiones inciertas y falaces. Por lo señalado, tampoco puede preguntarse, por ejemplo: ¿Muere el ser?; porque la respuesta nunca será: Si, el ser muere. Este absurdo es innecesaria metafísica; pues, algunos seres mueren,… algunos seres que viven mueren, pero el ser como ser no muere… Teofastro y Heidegger recrean este absurdo sin ofuscarse, el primero, dice:“lo que es deja de ser y es en lo que no era”;159el segundo, que lo imita, confirma: “…el ente que todavía se queda, no ofrece a la vista una pura cosa corpórea...”.160¿No es esto metafísica, antes que sexualidad? En otras palabras, dicen que entre ser y ser hay un darlo todo y un recibirlo todo; que hay una nada y un todo que se transfieren: lo que “es” el ser lo trasfiere al que “no es”, y ese que “no es” recibe al ser que “le hace ser”161(¿no son estos abracadabras ilusos e insulsos alejados de la mecánica sexual y real?). Lo son.

159

E. Theophastrus (penssees) J. Russo Delgado, “El hombre y la pregunta por el ser. Estudio de Ser y Tiempo de M. Heidegger” 161 Estos no son mis trabalenguas: es el argot de algunos filósofos que piensan que se las pueden ver con el ser del ser y salir airosos. 215 160

 ¿Cómo se puede existir sin existir? ¿No es esto imposible de plantear e innecesario? ¡Sí, a todas luces! Pues, si sacamos al canto una conclusión clara de esta monserga, terminaremos entendiendo que no existimos, ¡existiendo!162  La filosofía, desde el momento que pone su mirada sobre el hombre, emprende la tarea de escindirlo de la naturaleza (de “humanizarlo”), prefigurando dos clases de seres como existentes de forma contradictoria y paralela:163El ser general del ser mismo y el ser particular que pertenece al hombre, es decir, el ser total, puramente ontológico y que es el ser de todo lo demás que no es el hombre, más el ser que no es el ser de las cosas y fenómenos, de los animales y de las plantas, pero que es el ser humanizado del hombre).  Pero esta división antojadiza del ser y de la existencia misma de los seres, en dos seres y existencias antagónicas y paralelas, sobrepasa el cometido clasificatorio y deja que trasunte el absurdo que en la naturaleza misma se define un ser de otro. Y si el propósito directo no era clasificar, si lo era apartar de modo irreconciliable al hombre de los demás seres de la

162 163

Schelling, “Naturphilosophie und trascendentalphilosophie” Fichte, “Grundlage der gesamten wissenschaftslehre” 216

naturaleza.164 ¿Porque, qué cosa en el ser del hombre está opuesto al ser de la naturaleza, o viceversa? ¡Nada! El ser del mundo y el ser del hombre es uno y el mismo ser.

XXXIII Capítulo De la Naturaleza Artificial (Racional y Humana), del Hombre El punto más interior y central en la conciencia del individuo, con respecto a “su mundo, a su civilización”, no es ese del que emana su razón lógica (su voluntad racional), sino aquél que determina siempre la ubicación de su pan diario. Y es tan concreto y determinante este punto que el individuo (mientras dure su vida) trazará cualquiera de sus coordenadas existenciales (sociales o no, racionales o no) a partir y en torno de él.

164

Y para ser mórbidamente crítico con los metafísicos, yo propongo a ellos este contencioso paradigma: “En medio de la catástrofe terrenal no creo que sea válido indagar del hombre a su ser qué es y de su ser cómo es, del mismo modo como en un incendio nadie querrá saber de qué está compuesto el fuego. Las razones son obvias: (1) todos conocen al fuego y huirán de él; (2) el fuego existe, es real y se reconoce la agresividad de éste con cualquier ser y parte del ser”. La metafísica, pues, es buena como pasatiempo (de igual manera como lo es jugar a las cartas); pero será mala siempre cuando penetra en la moral para escapar de la verdad (realidad). 217

Uno. Para la filosofía antigua, tanto como para el hombre moderno, la naturaleza de la realidad es una y la naturaleza del hombre (o de la realidad del hombre) es otra.165 Para mí, el hombre es lo que la naturaleza es, como lo es, en consecuencia, la realidad de todo. Porque no puede ser otra cosa. Pero veamos qué antigua raigambre tiene esta fantástica y peligrosa creencia. Para Gramatikos, por ejemplo, la naturaleza era un Dios que se creó a sí mismo, y de la nada.166 Pero no se generó al mismo tiempo todo, “se fue haciendo y se está haciendo para siempre”. Este filósofo antiguo no dejó dicha su concepción del hombre, aunque, barajando sus ideas se puede atisbar remotamente lo que pensaba; es decir, que el hombre no escapa a este “venir haciéndose” como las plantas y los demás seres. A mi juicio, el planteamiento que subyace en esta concepción sólo puede entenderse de esta manera: que la naturaleza es única y no tiene duplicidad ni partes, que no hay dos naturalezas; que esa naturaleza particular, pensada para favorecer y priorizar la existencia del hombre, es de orden social y sólo es válida y existe como idea. Otro griego antiguo que opinó sobre la materia, pero añadiendo un componente revolucionario a la anterior idea, fue Exógenes.167Aquél, que era ciego, decía que 165

V.V. Struve, “Antología de historia del mundo antiguo” Onesimos, “De la muy antigua filosofía” 167 D. Hermann, “Die fragmenten der Vorsokratiker” 166

218

la naturaleza es interior y no exterior. Pero no lo decía, supongo, porque su ceguera le impidiese concebir una realidad extendida hacia afuera, puesto que tenía el tacto y los demás sentidos para comprender lo contrario. Lo que propalaba, aunque no explícitamente (los filósofos, antes, versificaban), era que la realidad no es lo que uno concibe inmediatamente (directamente) de ella; que hay, por decirlo así, una naturaleza dentro de la naturaleza de la realidad de los seres y del ser: una realidad claramente objetiva y esencial que es común a todos los seres y que nunca puede ser ilusoria o inexistente.168 El buen Aristóteles, que conocía bien estas disquisiciones antiguas, sentó cátedra con un argumento dualista (hoy llamado binarismo o juicio doble):169 ese de los seres animados e inanimados, racionales e irracionales, expresados o condensados en la naturaleza del hombre y en la naturaleza (física) del mundo.170 Y desde que este planteamiento dualista de Aristóteles entra en escena el hombre será retirado del mundo animal y considerado como un ser puro y especial; en lo sucesivo se creará para él un empíreo propio, terrenal y casi sagrado. Pero aunque esta escisión se probará imbenigna y fatal en el tiempo, proseguirá. 168

Versión de A.G. Calvo (fragmentos de Parménides): “… Ni es divisible tampoco, pues que es igual a todo entero…” . 169 Aristóteles, “Organon” 170 G.W. Leibniz, “The Ars combinatoria” 219

Pues, cuando el hombre se considera como una naturaleza aparte y no como fruto de una indivisible; cuando se considera dueño y señor de la Tierra, su relación será la de un propietario y se convertirá en un tirano transformador y destructor. Y es en este error donde yo fundo mi crítica a la civilización humana entera. Dos. Básicamente a estas opciones presentadas se reduce la teoría del conocimiento y la epistemología misma, vale decir, la ciencia y su aparente victoria sobre la naturaleza.171 Porque otras formas de concebir al hombre y a la mecánica del mundo no son más que leves variaciones de los trascendentes planteamientos de los filósofos de los tiempos heroicos y de Aristóteles mismo. Así, por ejemplo, entre el siglo XVI y XVII, casi en el presente, Descartes172y Bacon173 estremecen a la iglesia católica reviviendo esas viejas concepciones mecanicistas, colocando nuevamente al hombre en el centro del mundo. En adelante, el predominio humano en cuestiones terrenales suplantaría a la religión, y la ciencia y la técnica coadyuvarían enormemente al despótico reinado de los hombres sobre los seres vivos y en contra de la naturaleza. Pero bien, si esta paridad

171

B.Russell, “History of Western Philosophy” R.Descartes “Reglas para la Dirección del Espíritu” 173 F. Bacon “Novum Organum, o indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza” 172

220

(naturaleza-hombre) fue pensada al inicio como clasificatoria y con fines didácticos (como herramienta para entender nuestra relación racional con el mundo); ulteriormente, y con violencia, la relación hombre-naturaleza será asumida como utilitaria únicamente. Este es otro punto crítico y sobre el cuál no se había pensado hasta ahora.

I. La pregunta por la esencia del hombre ha sido la principal entre muchas interrogantes filosóficas ineludibles, porque es la interrogante que hace de punto de partida para enfocar el problema del ser como ser y, desde ahí, hacia el concepto que resolvería la problemática del mundo como idea y del mundo como naturaleza.174 La indagación por el ser del hombre, entonces, se convirtió en la indagación por las condiciones conforme a las cuales esta especie bien dotada puede mantenerse triunfante sobre la naturaleza.175 Porque en virtud de esta naturaleza especial el hombre no sería un animal simple, llamado a ser uno natural que actúa antes que uno que piensa; dado que éste pensar primero y actuar después sería la actitud que le caracteriza, en general y más 174

A. Schopenhauer en su “Eudemonología”, dice: ... puesto ante el enigma del mundo el hombre quiere, ante todo, conocer su destino, y la incertidumbre sobre este destino es su más dolorosa tragedia… 175 Trenton Merricks, “Truth and Ontology” 221

apropiadamente, como al animal racional que por excelencia existe.176 Pero, por el impacto negativo de la acción humana sobre la Tierra, puede asentarse como firme que la propia existencia del hombre, filosófica o científicamente hablando, ya no es el problema principal a encarar; por el contrario, esta aporía (la dificultad arrastrada por la filosofía en definir al ser y a la existencia del hombre como al sujeto más exquisito y completo del Universo) se ha resuelto a sí misma. Porque ya no es importante ni trascendente conocer qué esencia contiene o no contiene, y que sea común o especial, el ser del hombre, ni qué facultad anima a su sofisticada inteligencia; sino, y esto sobre todo, cómo, frente al panorama sombrío de su futuro, ha de resolver él mismo (con ayuda de toda su sabiduría y con todos los recursos económicos y técnicos a su disposición), el estropicio acumulado por siglos de desordenada existencia. II. Y en el paralelismo que propongo a continuación, trato de la dicotomía humano – hombre, central para aproximarse hasta la 176

Nietzsche, pensando penetrar la moral humana entró mucho en el lenguaje, y sus libros, presentados como rigurosos tratados filosóficos se prueban vacuos (toda vez que están embutidos sólo con injurias, al modo como las almohadas con plumas)… 222

problemática social y humana, y para comprender sobre qué bases se cimentaron las ideas que la justifican y cómo evolucionó el pensamiento que desarrolló a la sociedad hasta este estado; cómo, por último, se establece el consenso con el que hoy, los hombres, actúan para destruir el mundo. Esto es, ¡qué es lo que piensa el hombre del ser del mundo y de su ser mismo; qué piensa el hombre mismo de su ser animal y, por extensión, de los otros seres vivos del mundo! a. Para los escolásticos algunas cosas eran más esenciales que otras para la existencia (porque Dios era el ente cuya existencia determinaba la existencia de lo otro). Este erróneo principio, sirvió sucesivamente y por muchos siglos a múltiples escuelas cuyo pensamiento, a su vez, daba forma al poder de sociedades que actuaron físicamente sobre el mundo. En este respecto, la concepción que los hombres son los seres más éticos de la naturaleza la propuso Santo Tomás, al afirmar que estos no son homos sapiens u homos faber por excelencia, sino seres morales que viven en virtud de su pensamiento que por su obra. b. Y es a raíz de esta concepción pobre y crasa que la teoría socio-biológica moderna asume que la moralidad biológica humana es parte constituyente del cuerpo de los hombres, pero en unos 223

más acentuadamente que en otros.177 A tanto llegó el error, que la escuela americana de la socio biología, nacida en Harvard, quería imponer como científico a un pueril y falso razonamiento, subsumido de esta manera: ¡que la ética y el desarrollo social o político convierte a los hombres en seres diferenciables entre sí, socialmente y cualitativamente! En consecuencia, que en la Tierra no sólo viven diferentes clases de hombres sino que unos son más capaces que otros porque su genética (léase: su ética) los hace “superiores”. En fin, estos enloquecidos “científicos” querían establecer como verdad determinante que la sociedad es capaz de desarrollar la naturaleza corporal y espiritual de unos hombres más que la de otros...! c. Todas estas teorías, sin embargo, son serias tonterías, y no son todas nuevas aunque lo parezcan; la craneología, por ejemplo (aquella estúpida “ciencia” nazi), asumía que la inteligencia del hombre, y 177

E. Wilson, sobre esta materia especifica, en su libro “On Human Nature”, expresa, “…un enfoque evolutivo de la ética es evidente. Pues no es posible aplicar un código único de normas a todas las poblaciones humanas ni tampoco a personas de distintas edades, sexo o características. El imponer un código homogéneo es, por lo tanto, crear dilemas morales complejos e insolubles”. 224

en general el desarrollo o la evolución humana, se relacionaban con la mayor o menor capacidad cúbica craneana de los individuos. Y midieron con líquidos y sólidos millones de cráneos vacios, pero no llegaron a la conclusión demostrativa que los convertía en la raza suprema. III. El Hombre, como animal neto, necesita muy poco para vivir apropiadamente y como la naturaleza manda; éste porta consigo las características físicas y la inteligencia necesaria, para sobrevivir y ser independiente. Porque la Tierra está equipada para mantener alimentado, sano y contento, a este animal bípedo y mamífero: un pan diario, un rincón abrigado. El animal no necesita más. El animal no teme a la muerte no necesita ser social ni solidario: un congénere ocasional de compañía, le bastan; como le bastan la luz del día para cazar y pescar y la noche y su silencio para procrear o dormir (para el animal el pasado o el futuro no existen, sólo el presente continuo, el sol y la vida). Un garrote para atacar y defenderse (la hostilidad es natural entre animales: el hambre la hace ostensible, la genera y mantiene el miedo, de los machos es su prerrogativa): ¡La muerte, a la que a discreción recurren los seres vivos, es ley y es natural, porque que condiciona la 225

supervivencia individual, determinado, a su vez, la renovación y continuidad de seres con vida buena!: El hombre, como animal terrenal que reconoce a la muerte como límite supremo de su comportamiento, es amoral, y es indiferente al bien o a la justicia (lo bueno, por esta causa, sólo es bueno porque le es necesario, y lo justo, del mismo modo, todo lo que no contraviene con su deseo o albedrío). Porque nada necesita el hombre, y ninguna otra cosa los animales, que un pedazo de suelo donde poner sus pies mientras vive y está fuerte; pues, cuando menguan sus fuerzas, un cielo espacioso para desaparecer alivianado como los pájaros o sombras, en el aire o en la eternidad, es suficiente. El hombre, como animal, nada superfluo ni vano necesita. No necesita ni riquezas, ni poder, ni dignidad: ¡Como animal, el hombre, no es indigno; indigno o mísero es como humano, porque se compara con otros, porque entra en competencia con otros! El “humano”, en cambio, ¡ah esta gloriosa e inusitada entelequia de ser! ¡A él debemos las maravillas de la civilización y también la actual y horrenda tragedia! ¡A este pretencioso alter ego del hombre, que la sociedad engendró y que privilegia tanto, hay que abominar hasta destruir! Pues, por la naturaleza ideal y mental de su ser, el 226

“humano” es moral y es insatisfible; exigirá excesivamente mucho de sí mismo o del mundo; será social, egolátrico y religioso. Este idealizado ser, porque su existencia tiene que ser épica, tiene que creer en la jerarquía, en el poder y en la sangre como su aliada; tiene que creer en dioses y demonios, en lo bello y epónimo, porque su destino es y será necesariamente trágico. Y por esto y por nada más es que este ser vano aspira a la riqueza, a la felicidad y a lo sublime. Y será angélico y satánico a la vez o indistintamente; como recto o criminal. Porque será capaz de arrastrarse satisfecho en medio de la pobreza y el vicio, como emerger en la gloria creyendo que es un ave fénix. El “humano” cree en el amor y en el honor, cree en la libertad y en la gloria; cree y defiende la propiedad, el orden y la riqueza. Cree entonces en jefes y en manadas; en esclavos y en amos; cree en tantas cosas delicuescentes e infundadas porque aspira a ser trascendental y eterno. Por eso hace mitos de la reproducción, de su existencia ritos y rezos; del descanso y la diversión ceremonias, negocios. Porque cree en el futuro, en la felicidad, en el desarrollo y en la historia. ¡Pero yo no puedo imaginar un “humano”, ni a la “humanidad” de un hombre! Por eso

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tengo que repensar la existencia del animal hombre en mí mismo:178 ¿Quién soy? ¿Qué soy, sino sólo un hombre? ¿Es mi existencia necesaria? ¿Son otras existencias necesarias en sí mismas, o son necesarias porque sirven de algo a alguien? ¿Soy, ya, un “humano”? ¿Cuándo dejé de ser un hombre, un animal? ¿Y dónde están todos esos “humanos” que reemplazaron a los hombres? ¿En qué nación habitan; alguno les ha visto; sabe alguien como son esas criaturas? ¿Son como los hombres de las ciudades? ¿Son los “humanos”, como esos destructivos hombres que viven en las ciudades? 179 IV. En su sentido más amplio, se concibe a la naturaleza como equivalente a “universo físico”, “mundo material” o “universo material”. El término naturaleza hace 178

179

Dice Aristóteles, en su Metafísica: “…en la definición no hay sino el género (γένоς) llamado primero y las diferencias. La definición está constituida, pues, por el género, que es aquello común a varias especies, y por diferencias no accidentales en virtud de las cuales éste se diversifica según ellas. Por ejemplo, ¿qué es la especie hombre? Se responderá por el género: animal, y habrá de agregarse todas las diferencias por las cuales el hombre no es cualquier otra especie animal; puede retenerse solo la diferencia última, que definirá al hombre como un animal racional… K. Popper, “The growth of scientific knowledge” 228

referencia a los fenómenos del mundo físico, y también a la vida en general (no incluye los objetos creados por intervención humana), a menos que se haga referencia específica a esto, por ejemplo con expresiones como “naturaleza humana” o “la naturaleza de las cosas”. El concepto naturaleza proviene de la palabra latina natura que, a su vez, los griegos llamaban φύσις (fisis-física) en referencia a la forma innata y espontánea de la vida (de plantas y animales). Pero, el concepto naturaleza humana, ese que subraya la diferencia entre lo humano y lo no humano, es de reciente data y, en general, se usa con la finalidad de apartar a los hombres de los demás seres vivos del mundo: a. “Naturaleza humana” sería, entonces, como el concepto que asume a la espiritualidad y racionalidad como a cualidades existentes y peculiares que separan a los hombres del resto de los animales y de los seres vivos, induciéndole, indirectamente, a tomar a su sociedad, y a su civilización, como a otra naturaleza, o, como a esa naturaleza que es más propia y adecuada, que la del mundo mismo, para su existencia. b. Esta vacía y mecanicista concepción, empero, introdujo como real y necesaria la idea de las acciones trascendentes y humanas (esas alfombras mágicas que llevaría a los hombres, inconspicuamente, 229

del presente al futuro o del pasado al presente… y, en forma viceversa pero al mismo tiempo, de lo animal y natural hasta lo humano y divino); imbuyéndoles, del mismo modo, la convicción que todos los seres vivos le son inferiores y tienen que supeditarse a su voluntad superior, omnipotente en el mundo. ¡Esta aberrante y catastrófica concepción es universal y está incrustada en la cabeza de cada hombre! c. La certeza que el hombre debe dominar a la naturaleza y en la naturaleza (que la relación hombre - naturaleza es utilitaria y es de sujeción: propietario-propiedad), que la materia del mundo le es útil pasiva y eternamente, proviene de esta concepción errada, catastrófica e ilusa. Para no decir, además, que esta pretensión delirante es la que señala el derrotero metafísico y destructivo de nuestra sociedad, condicionando como reales y necesarios a vagos ideales, que son inciertos e inalcanzables (dígase: felicidad, progreso, libertad), junto a otros, claro, iguales de rimbombantes y sonoros aunque viciosos y vacíos. d. El concepto “humano” es de cuño latino – humānus-, y era desconocido por los griegos. Éstos llamaban hombre al hombre, y al conjunto de ellos, hombres. Los 230

neoplatónicos,180en los estertores del imperio romano de occidente, y cuando el cristianismo era emergente, impusieron este concepto –general hoy e indisputablecon finalidades de sacralizar la pedestre existencia del hombre ante otros hombres y ante Dios; aunque, al principio, su sentido filosófico no subrayara la inteligencia humana o rebajara las características naturales y reales del hombre.181 El concepto “humano”, generalizado ahora y adoptado acríticamente por todas las sociedades, camufla el aspecto irracional de la trayectoria destructiva del animal hombre y lo presenta (haga lo que haga éste) con un aura de moralidad y superioridad terrenal que éste no tiene. Así, por ejemplo, este vacuo concepto sintetiza mejor que otro la aspiración de los hombres hacia la divinidad o hacia la excelsitud que creen posible de alcanzar en la ciencia, en el arte o en la filosofía. Pero el concepto humano tiene el mismo valor que toda la parafernalia mental generada para resaltar la utópica existencia de la civilización humana en el tiempo (a su 180

M. Bilolo, “La notion de ‘l’Un’ dans les Ennéades de Plotin”. 181 Plotino, dice: “…la auténtica felicidad consiste en la identificación humana con lo mejor del universo”. Eneadas, Libro VII. 231

forzado epos) que necesariamente contiene como núcleo a la estúpida “victoria” humana sobre la naturaleza, por lo siguiente:  ¿No llamamos “humano”, hoy, al ser que antes sólo era un animal más entre los otros? ¿Pero, cómo es ese humano nuestro? ¿Es un híbrido de realidad y deseo (hipotético más que real), o es mental únicamente antes que un animal?  ¿Cuándo comenzó la sociedad a forjar a este homúnculo? ¿Por qué, a esta rara avis, unas veces llamamos “hombre” y otras “humano”? ¿Por qué no le llamamos “hombre” solamente, o solamente “humano”?  ¿Cuál domina a cuál? ¿El real y animal se impone en la sociedad al homúnculo e hipotético humano? ¿Quién sustenta a quién, el animal hombre que trabaja, o el humano con su inteligencia al animal? ¿Y si el animal hombre come pan, que come el humano? ¿Ideas?  ¿Recíprocamente, cómo se relacionan? ¿En igualdad y con justicia o injustamente y con zozobra? ¿Supedita uno al otro o alternamente y en consenso, o de facto, en hostilidad uno es sumiso y manumitido del otro?  ¿En cuál conciencia de ellos se forma la voluntad de la sociedad, el pensamiento 232

hacedor; el criterio trascendente y el lúdico? ¿Las decisiones, quién las toma? ¿El “hombre” (el ser natural del mundo) o el “humano” (el ser social, irreal, puramente moral, de la civilización)?  En fin, ¿por qué la civilización trata de deshacerse del animal que hay en hombre?182Indagando sobre las ideas que fundamentan la existencia de la sociedad humana y de su impacto desastroso sobre la vida en la Tierra específicamente interesándome en el potencial ético y destructivo de sus miembros-, he llegado hasta la filosofía y, desde ella, a las religiones, a la ciencia y al arte. De los filósofos ha venido la magnífica idea de la superioridad humana.183Esto es indisputable. Ellos cimentaron la convicción que al hombre básico hay que reemplazarlo por otro más racional, más ético y más político. 182 182

W. Dilthey,“Die geistige welt” (v.6) Ninguna diferencia (de inteligencia y voluntad, de deseo y poder) puede encontrarse entre una mujer y un hombre. La diferencia física que hay entre una mujer y un hombre es un hecho natural, cuya finalidad, ninguna racionalidad puede invalidar. Socialmente, empero, el valor y el poder de las mujeres fue menguado o socavado en aras de aumentar el valor y el poder de los hombres…

233

Ellos demostraron retóricamente, y con ejemplos prácticos y válidos, que la sociedad necesita purgar y desterrar al animal primigenio que hay en el hombre, a ese salvaje y básico ser, en aras de imponer sobre el mundo al demiurgo superior y civilizado.

XXXIV Capítulo El Hombre, ¿Un Ser de sí Mismo? O’nus proban’di: Como a la vida no se la puede sentir, uno no siente que está vivo si no piensa en ello, expresamente; pues, aunque son constantes el hambre y el deseo, el sueño y los movimientos del cuerpo, no sabemos por ellos que uno está vivo, al menos que se sienta que las fuerzas decrecen o que algo desordena a la armonía entre uno y el mundo. Y es por ello, también, que no se sabrá si la existencia de uno es correcta o incorrecta, si la forma como se vive se colige o no con la vida misma.184

a. Somos animales y debemos asumir que esa es la única realidad para nuestra 184

Se puede decir que el esquema teórico que rige a la sociedad humana es misógino. No porque expresamente demuestra aversión a las mujeres, sino porque expresamente privilegia, en detrimento de aquellas, a la naturaleza imponente del macho humano. 234

existencia; porque esa realidad es la condición que asegurará para siempre que nuestra asociación no se desarrolle hasta el punto de ser nociva para nosotros mismos o para los otros seres vivos. Porque el ser del hombre no puede ser otro que uno y el mismo que el ser de los animales terrestres. Nada más que eso. Porque seres espirituales o inteligencias especiales e innaturales no existen. Y nunca más hay que probar de anular o soslayar esta completa y simple realidad. El ser animal del hombre es el único ser de todos los hombres en el tiempo que sea. No hay que propiciar, entonces, a ningún ser mental, a ningún demiurgo que no puede ser lo que un animal necesita ser en el mundo. b. “Humanos” no somos, nunca podremos serlo. Porque un hombre nunca puede ser un ser ideal, uno que no tiene realidad alguna. ¿Cómo, el hombre, podría ser un ser artificial sin que de esto mismo resulte una tragedia? ¿Cómo su ser, podría ser hecho a medida mística o ética para ser lanzado como arquetipo que reemplace al animal hombre, al ser que es y que será para siempre? La sociedad puede intentar infinitas formas sutiles o directas de “humanizar” o de “civilizar” hasta desnaturalizar a los hombres, pero nunca podrá hacer que uno solo de estos animales se desprenda de su ser animal, esencial. c. Y esta atractiva y monstruosa idea no sólo es gloriosa y egolátrica, constituye, 235

además, el origen del problema más serio al que se enfrentan todos los seres vivos sobre el mundo. Porque la creencia que el hombre, alguna vez, puede dejar el reino de los animales y convertirse en un ser sin instintos y regulado únicamente por su voluntad y sus leyes sociales, es el punto donde se afianza la fuerza que hace girar a la sociedad humana destructivamente. ¡Pues, porque ya sabemos cómo es el hombre cuando se coloca su máscara humana! ¡Y ya conocemos también, cómo es este mundo (el mundo donde procrean, trabajan y “transforman”, los humanos)!

Para Aristóteles la naturaleza era un sistema orgánico (funcional) de cosas, seres y fenómenos cuyas manifestaciones comunes o no hacían posible ordenarlas en clases de especies y de géneros; porque cada especie tiene una forma, propósito y modo de desarrollo en cuyos términos puede expresarse aquél. Este sistema puede ser definido, así mismo, por su simplicidad y complejidad en niveles principales, tales como, el vegetativo, el animal y el racional (el alma, para nuestro venerado filósofo, era otra realidad o magnitud del cuerpo; y los humanos, cuyo espíritu racional constituye la forma más elevada entre todas las especies, es también la más sutil de entre todas las que son perecederas).185 Ya no 185

Teofastro: “Tratado sobre las plantas” 236

quepa duda, entonces, que los griegos clasificaron a los seres en tres clases: (1) seres relativos a las plantas; (2) los que se refieren a animales propiamente dichos (arañas, cabras y caballos, etc.), (3) y ese del hombre. También de ellos, por cierto, nos viene lista la idea que los hombres son los menos animales entre todos porque son más espirituales y racionales. ¿Y dónde encontramos a un solo individuo, ahora, que opine lo contrario? ¿Es decir, uno que crea firmemente que los hombres, que él mismo es sólo un animal y que su racionalidad no le diferencia en nada de los otros animales? Me temo que en ningún lado. Y es éste el asunto problemático que hace de punto de partida para muchas aberraciones materializadas ya éticamente o políticamente, como las siguientes: a. La única forma posible de existencia (de real existencia) es esa de los seres animados y la de los seres inanimados. Ningún ser escapa a ser clasificado en una de estas dos formas de existencia (interdependientes entre sí y nunca contrarias).186 b. La forma racional de la existencia es un mito. Así, la animalidad y la humanidad no 186

Sólo existen los seres animados y los inanimados. La condición racional de un ser es una cualidad transitoria y muy indirectamente propia del ser, como lo dulce, lo duro, lo grande, etcétera. 237

son, como se concibe generalmente, dos formas del ser del hombre; a lo sumo, la humanidad del hombre podría ser vista como una necesidad accidental y circunstancial antes como característica esencial (pues la humanidad del animal hombre no puede influir, ni ser tomado en cuenta, como parte de su proceso evolutivo). c. Aristóteles quiso clasificar técnicamente a los hombres cuando los calificó como “racionales”, orientados por la razón y que obran según el entendimiento; es decir, quiso éste separar a éstos por su aptitud más peculiar y común, pero esta ínfula teórica particular trasuntó como ciencia general en la historia, influenciando posteriormente el orden y la acción de la sociedad negativamente. Pues, creer que somos seres racionales por excelencia y no solamente animales comunes, nos catapulta hasta una superioridad y divinización que nos opone irreconciliablemente a la existencia de los otros seres vivos. Porque es obviamente nefasto que creamos que el hombre es un ser de sí mismo y no un ser del mundo; puesto que el hombre es un ser del mundo como todos los seres vivos. Demostraciones  La filosofía hizo corriente y feble a la creencia contenida en el siguiente y 238

peligroso mito: que el hombre es un animal social y político, antes que uno simple, individualista y natural. Este mito no constituye sólo una creencia pasajera y superflua (que no se tiene en cuenta sino subjetivamente); por el contrario, actuamos según este precepto moral; y es según esta convicción, que consideramos lógica y cerrada, que nos enfrentamos a la naturaleza y perniciosamente a la vida misma.  Los hombres creen constituir un mundo en sí mismos. Esta errónea convicción, que también determina y define su actitud destructiva, se hace explícita en lo que diariamente hacen y desean conseguir los hombres. Por extensión, la sociedad humana cree ser un mundo en sí mismo. Porque esta no actúa como una colectividad animal cualesquiera, como esa de las hormigas, por ejemplo, que condicionan su existencia asociada en relación de supeditación a su medio antes que a las condiciones que ellas mismas generan. La sociedad humana, en cambio, condiciona al medio en que vive en relación a las necesidades que considera como apropiadas para su existencia, aunque estas sean ilusorias y superfluas. Y es por esto mismo que digo que el hombre se cree un ser de sí mismo. 239





Los hombres consideran a su relación con el mundo como condicionada (determinada) por su relación interhumana. ¿Y qué quiere decir esto? Pues, simplemente, que el hombre juzga a su relación con el mundo como de menor valor que a su relación personal y social; que su relación social sobrepasa y domina a su relación con la naturaleza; que, en importancia, su relación interpersonal se impone, que su relación con el mundo está determinada (supeditada) por su relación interhumana únicamente. La relación que el hombre establece con el mundo ha dejado de ser congruente con el ser animal del hombre. Esta relación ya no es directa sino sólo para un sector de sus miembros; pues, la mayoría de ellos viven como extrañados, como en oposición a la naturaleza, viven en ciudades y conglomerados. La relación del hombre moderno con el mundo es en gran parte indirecta, virtual: su indiferencia, su desprecio e irrespeto a la naturaleza son las pruebas de este extrañamiento. El hombre ya no ama ni teme, del mismo modo que un animal cualesquiera, a la naturaleza. Su relación ha devenido en una relación de propietario-propiedad, de amo y dominio. Como propietario, cree estar facultado 240

para usar las materias y a los seres del mundo de la manera que le convenga, de disponer de ellos del modo más rentable posible aunque su acción sea máximamente destructiva.

XXXV Capítulo Del Enfrentamiento Humano con el Mundo Felizmente concebimos y deseamos más que lo que podemos ejecutar en la realidad. Es decir, en nuestro cerebro destruimos y construimos más que lo que podemos materializar con nuestras manos. Y es de eso, precisamente, de lo que se lamentan aquellos que quisiesen dirigir la epopeya humana hasta la gloria suprema (políticos, empresarios, curas y maestros). Estos aplicados hombres, pues, deploran que la ciencia y la técnica, que el trabajo y la potencia de la sociedad, no sean óptimos y que nos tardemos tanto en la construcción de ese paraíso terrenal ansiado, incluso, por nuestros ancestros cavernícolas…

Los hombres tienen que correr el centro de su atención, que generalmente es defenderse del tiempo y del hambre (y de enemigos conspicuos como enfermedades o de otros hombres), hacia algo más trascendente y crucial, y que no atañe a la defensa de su ser personal, sino a la subsistencia de ellos mismos. Porque no se trata ya de defender a 241

la sociedad de la ruina o de asegurar la continuidad de la existencia humana. La sociedad puede desaparecer pero el individuo no. La sociedad está hecha por individuos y con individuos. Si los individuos fracasan también ésta fracasa; si la sociedad fracasa también los individuos (ésta es una cadena hecha de segmentos y eslabones, necesariamente separables y rompibles; el eslabón es el hombre, la cadena, el conjunto enlazado -voluntaria o forzadamente- es de hombres). El hombre tiene que aprender a mirar al mundo con respeto y como a algo que no es suyo sino parcialmente y de forma perentoria e indirecta; así, no tiene que saquearlo, mancillarlo, dividirlo ni disputarlo indiscriminadamente: a. El hombre tiene que aprender a vivir poco y frugalmente, a vivir en peligro y desamparo, como al comienzo de su existencia; tiene que aprender a vivir y a asociarse sin causar estragos, evitando que su existencia desordenada y excesiva se constituya en una amenaza para otros y para sí mismo. Tiene que deshacerse de sus complejos de grandeza y potencia, de esa cáscara épica y de esa moral que le patrocina como a un ser despiadado y depredador, dominante e indiferente. b. El hombre tiene que aceptar la necesidad de su fragilidad y lo trágico implícito en la precariedad de su existencia y de esa de los seres vivos mismos: su finitud, su miseria; su propia muerte y su impotencia y decadencia. 242

Los hombres tienen que asumir nuevamente su minusculidad, su ser común de animal, su existencia simple. Tienen que aprender a desembarazarse de tantas ilusiones pedantescas, de tantas esperanzas y sueños irrealizables y míticos. Tiene aprender a conocer que la destrucción presente se corresponde con su deseo de grandeza; que su felicidad o bienestar son innecesarios y, por consiguiente, peligrosas fantasías.187

El genuino y verdadero hombre, uno que estuviese a salvo de la influencia de la “civilización humana” y de su impacto negativo en la destrucción de la Tierra, tendría necesariamente que ser uno natural y salvaje. Porque aquel individuo, autosuficiente y esencialmente inocuo, no necesitaría gobierno, máquinas o complejas sistemas de leyes y éticas para sobrevivir y ser bueno. Los genuinos y “verdaderos hombres naturales y amorales”, que más se parecerían a nuestros hermanos salvajes, desgraciadamente, ya no podrían existir. Es más: hoy, ningún hombre que se propusiese ser ético a cabalidad y que provenga de una de las ciudades podría subsistir.

187

Yo mismo, nunca desee que el deseo sólo fuese deseo. En esto no fui iluso, lo reconozco. Porque siempre desee que mis deseos se materializasen, que fueran afuera (en la realidad, sobre el mundo) tal y como los tenía adentro, en mi mente… 243

Primero, porque tendría que renunciar a su pacto social, retirándose de la “civilización” a un lugar que le ofrezca condiciones mínimas vitales (pero esas condiciones mínimas ya desaparecieron); segundo, porque tendría que enfrentarse a un mundo que ya le es extraño y que no tendría éxito en su afán de sobrevivir sin conocimientos y herramientas adecuados (sin la prolija red de sus relaciones sociales y productivas). Este ciudadano moriría inapelablemente aislado, en apenas unas semanas de retiro. La sociedad humana, entonces (que es el centro donde se genera lo más positivo y negativo de la conciencia y del comportamiento del hombre), ya no es el espacio ideal para que los hombres verdaderamente morales crezcan y se reproduzcan, por las siguientes razones:  La tierra está repartida y ya fue apropiada, sus propietarios son sangrientos guerreros y aferrados a sus posesiones con documentos y leyes. Cada valle, isla, montaña o bosque del planeta fue tomado a la fuerza desde el principio remoto. Y es de suponer, entonces, que un genuino hombre, que naturalmente carecería de propiedad, perecería. Puesto que nunca llegaría a alimentarse correctamente y con regularidad, sin traspasar las leyes y los limites de esos territorios que ya “pertenecen” a otros.  La violencia es y ha sido el medio más 244

eficaz para aglutinar con cierta armonía a los hombres. El predominio de los más violentos sobre los apacibles y anodinos es evidente. Y se comprende, entonces, que los genuinos hombres hayan sido reducidos a la obediencia (transformados en comunes y obedientes), que por sí mismos ellos hayan desistido de una inútil bondad o de su impráctica autonomía.  El proceso de selección, que se determina únicamente por la sobrevivencia del más apto y la aniquilación de los ineptos o incapaces, es un proceso directo y automático (inconsciente entre los animales), y que no está sujeto a alteración alguna posible.188 En la sociedad humana, sin embargo, esta selección, además de darse naturalmente y por las mismas causas, ha sido acelerada y orientada intencionalmente hacia finalidades que escapan al control de la naturaleza. Porque el proceso de selección natural no está orientado a los fines que los hombres contemplan como sus objetivos. Más claramente, el hombre interviene intencionalmente para que el proceso de la selección natural sea alterado en su especie y en otras de las que se aprovecha económicamente.189El uso de instrumentos y 188

Ch. Darwin, “On the origin of species” J. Lamarck, “Historia natural de los animales invertebrados” (T. VI) 245

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técnicas, las formas variadas y poderosas de organización social y del trabajo, actúan de modo directo sobre los seres vivos y sobre los fenómenos naturales, interrumpiéndolos o modificando su regularidad y su sentido intrínseco. Pero las consecuencias son evidentes y desgraciadas: la raza humana ha exterminado a muchas especies y se ha convertido en una amenaza para la existencia del resto de seres vivos que aun conviven tenebrosamente con nosotros.

XXXVI Capítulo Conocimiento y Poder Miren al mundo, hombres, y luego mírense a ustedes mismos. ¿Son poderosos y supremos como lo creen, o minúsculos, pero peligrosos? ¿Son hacedores y morales al mismo tiempo, o inmorales y destructivos, solamente? ¡Mírense ustedes mismos; unos a otros, mírense!: Miren sus manos y a las huellas de su trabajo en el mundo. Si la huella que dejaron en el mundo es mayor y pronunciada que esa que el mundo dejó en vosotros, todo está mal. ¡Porque no hemos nacido, poderosos hombres, para el desastre! ¡Para su destrucción no nos cobija la Tierra!

La sociedad, indudablemente, anda tras el objetivo de alcanzar un mayor conocimiento para lograr un mayor desarrollo y potencia (potencia y desarrollo que se requieren, al 246

parecer, para asegurar para siempre el bienestar de todos los hombres). Esto es innegable. Y todo me hace pensar que la destrucción de la Tierra se hace en nombre de alcanzar esa potencia y ese bienestar; porque creer que esa destrucción se realiza únicamente para alimentar, vestir, alojar y gobernar a los hombres sería grosero y estúpido. Dudo, entonces, del valor del conocimiento metafísico como dudo del valor del conocimiento científico.190 Dudo, en consecuencia, que el objetivo de la especulación filosófica y científica sea la búsqueda de la verdad, a secas; es decir, dudo que esta búsqueda se haga porque se quiera conocer más, “para ser mejores hombres”, (como se dice), y sin que este conocimiento sirva para incrementar la capacidad humana de destruir el mundo.191 Y ya se ha especulado de modo excesivo como para no saber que la finalidad a la que se aspira es innecesaria; igualmente, ya se ha destruido demasiado como para no saber que lo que se quiere alcanzar con esa destrucción es dañino y adverso.192 190

E. Kant, “Metaphysics of morals” J. Habermas, “Das absolute und die Geschicte” 192 Kant utilizaba a la filosofía de un modo muy orgánico y sistemático. Partía de A y llegaba hasta Z. Su pensamiento era progresivo y demostrativo. Con esta virtud (compulsiva), construyó sistemas muy ricos y complejos de pensamiento, pero que no eran útiles a nadie. Por dos razones: La primera, el pensamiento en la cabeza de los hombres carece de esa sistematicidad y 247 191

Y es por esto que los filósofos no empezaron negando la posibilidad de “entender” el mundo, o afirmando que el mundo no necesita ser comprendido; como es por eso mismo, que no se reconoce que gran parte de esta problemática fue creada y autogenerada, soolo por esta causa y para tal propósito.193Y las razones para perseverar con la peligrosa búsqueda de conocimientos y de las verdades que encierran estos son muchas, pero veamos a dos: Una (metafísica y gratuita), que se ocupa de conocer y explicar algo que no puede tener esencia o existencia, dígase el ser del ser, por ejemplo. El ser y la vida en el ser, según la razón, tiene principio y fin, como lo tiene un abecedario que empieza en A y termina en Z, o un animal que tiene una cabeza y un rabo. Pero el ser y la vida en el ser está allí, delante y en nosotros, y no necesita tener lógica alguna que se busque y se encuentre con el pensamiento; podemos tocar y manipular al ser y a los seres, comprobar su existencia: ¿para qué necesitamos más; qué más puede comprenderse de lo que ya tiene infinidad de expresiones?; y, dicho de otro modo, ¿qué es oculto en eso que tiene

rigurosidad inflexible que Kant proponía. La segunda, los sistemas de pensamiento fracasan en la sociedad porque los hombres son desordenados y reacios… He ahí que las doctrinas religiosas florezcan;…he ahí que el sistema kantiano de ética, o ese absolutista de Hegel, no sirvan para nada… 193 M. Nussbaum, “The therapy of desire” 248

infinidad de manifestaciones y que se expresa por sí mismo? Dos (la necesidad de la verdad “científica”): esa que propiciaría que el hombre pueda conocer más para triunfar sobre las trabas propias de su enfrentamiento con el mundo físico natural, y contra aquellas dificultades y límites racionales que aqueja a los hombres. Entonces, sobre la problemática que se camufla como deseo puramente científico, quiero decir, el deseo agiotista de las empresas, estados e individuos, de saquear de la forma más inteligente y rentablemente, al mundo. ¿Ya son infinitos los conocimientos de los que la sociedad dispone, procesa y aplica? ¿No nos percatamos que con esos conocimientos alcanzados los hombres ya han tenido la potencia de destruir el mundo? ¿Necesitamos conocer y saber más? ¿Necesitamos ser más diestros y más siniestros? Seguramente. Porque se continúa pensando que hemos entendido poco o nada del mundo. Continuamos fundado escuelas y perfeccionando métodos. No pensamos, entonces, que la catástrofe de la Tierra se ha dado porque los hombres siempre ensayan e indagan formas de cómo ser mejores ellos, y de cómo la sociedad humana debe ser para siempre un emporio de justicia y de riqueza. ¿Continuamos creyendo, por lo tanto, que la técnica y la ciencia, la política y la ética humana, pueden ser perfectibles hasta el 249

infinito? Al parecer así lo creemos. Pues todos los académicos del mundo tienen sus cabezas enterradas en el dilema de generar más verdades y más conocimientos o sucumbir deteniéndose! ¿Pero no son estas falacias hiperbólicas, meras patrañas?: ¡Claro que lo son! ¡Porque ya conocemos lo necesario para servirnos digna y limpiamente del mundo! ¡Y es muy lógico que entendamos ahora, muy bien, el rol siniestro y trágico que jugamos en el mundo! ¿O es que no sabemos que nuestra sociedad es destructiva, y que los hombres, sin que uno solo se salve, son insaciables? ¿Y qué es lo hay que conocer del ser de la vida, por ejemplo, que no esté explícito ya en los seres que viven? En esencia, nada hay que conocer. En esencia nada hay que pueda conocerse del ser de la vida, que no esté expresada ya en los sujetos que viven. Porque el ser de la vida nos es conocido: conocemos a múltiples seres que están vivos: nosotros mismos estamos vivos. No podemos decir, entonces, que desconocemos al ser de la vida. Y es por esto que cuando uno se pregunta ¿Qué es la vida? Uno no quiere saber, supongo, a qué cosa se parece la vida (cómo es esta en apariencia).194 Seguramente queremos saber cómo la vida es en esencia. Queremos 194

El principio de predominio de Anaxágoras no puede aplicarse aquí: ..”uno puede, pero no puede más que dos; dos pueden más que uno pero menos que tres”,… Etcétera. 250

conocerla “en sí misma”, pero fuera del cuerpo de los seres que viven. ¿Pero, no es eso hacer malabares mentales? Sí. Y yo llamo a esta loca pretensión: ¡tontería metafísica! ¿Porque, cómo podría ser la vida “algo” fuera de los cuerpos que están vivos? ¡Y es por eso mismo que yo digo que debemos hacer pedazos a la ilusión de creer que necesitamos conocer “la verdad”, a la ilusión de que los que conocen más son seres mejores!

El conocimiento es social, y el conocer es individual. Empero, aunque conocer tiene sólo una finalidad indirecta para el individuo (pues no le será vital como saber caminar), por él, aquél, asume funciones específicas y directas en la sociedad, a saber:195 1. El conocimiento es poder individual o general. Aquéllos que conocen más pueden más. La relación de causa y consecuencia entre conocimiento y potencia se prueba a sí misma, por ejemplo: los que saben fundir metales y convertirlos en herramientas o en armas, podrán cazar o matar más efectivamente y con mayor presteza que ésos que sólo emplean rocas, huesos o palos. Es por eso que la producción y uso de conocimientos ha condicionado históricamente el control del poder, como a 195

Schlegel, “Philosophie des lebens”. 251

la concentración de la riqueza entre los hombres.196 2. Las sociedades que más pueden son aquellas que mayores conocimientos generan y más especializan el conocer de sus individuos. Y no es a la inversa como se produce el efecto que se cree generalmente. Pues poder y conocer es uno y solo una cosa. Porque no puede generarse conocimiento sin poder ni poder sin conocimiento. La reciprocidad que existe entre conocer y poder, entre riqueza y dominio; entre individuos capacitados y otros que no lo son, no ofrece ambigüedad posible (las sociedades que más conocimientos generan predominan sobre otras, siendo esas sociedades, a la vez, más poderosas). 3. El conocimiento es ascendente y es correlativo a un poder ascendente. El conocimiento produce poder: el poder de generar mayores conocimientos; el poder de generar mayor riqueza y poder político con estos conocimientos; el poder de contar con mayor número de individuos instruidos con mayores y mejores conocimientos: he allí que los imperios hayan sido siempre emporios económicos a la vez que centros de ciencia, de tecnología y de arte; he allí 196

M. Foucault, “Power/knowledge”; “The archaeology of human science” 252

que de las sociedades empobrecidas e impotentes no provenga nada, salvo una ética social desordenada y religiosa, un pobre poder político y económico, junto a ciudadanos ignorantes, en cuyas convicciones campea aun la mezcla de costumbres atávicas con brujería y superchería. 4. ¿Pero es recíproca la relación conocimiento – potencia, o es condicional la relación entre el poder y el saber de los individuos en la sociedad humana? Pues, no hay duda que el individuo conoce y puede más porque su sociedad es poderosa y le prodiga de los elementos y facilidades necesarios (teóricamente esto es susceptible de ocurrir). Pero la duda surge en la relación de la sociedad con los individuos por separado, porque ahí se verá que no todos los individuos se benefician del conocimiento y del poder de su sociedad de idéntica forma. Y aunque es obvio que ambas cosas delatan un solo hecho, no podríamos nunca decir que la relación poder y conocimiento es unívocamente correspondiente para los individuos y su sociedad. 5. Pero en la sociedad capitalista parece ser recíproca la relación poder y saber, por lo siguiente: uno, porque “el mercado” (la demanda y la oferta) tiende a nivelar aparentemente todas las diferencias sociales entre los individuos; dos; porque realmente 253

desaparece la reciprocidad social y la igualdad entre individuos, cuando el conocimiento se concentra para producir riqueza y otros beneficios (hecho que condiciona, por ejemplo, que algunos puedan más aunque conozcan menos, o que muy pocos sean ricos aunque carezcan de los conocimientos que muchos pobres si poseen); entonces: a. La relación conocer y poder es determinante para que una sociedad se consolide y expanda, pero no para consolidar el poder de los individuos totalmente. Porque la riqueza de una nación está determinada por el grado de evolución de la relación conocimiento y poder que beneficia al mayor número de individuos, pero no por la relación desigual que esta relación genera entre ellos. b. Aquellos que producen y usan conocimientos acumularán capitales y estarán en estado de producir modos mejores de conocer más, de producir objetos e instrumentos, y otros medios, que les facilitará extender su influencia sobre aquellos que no usan ni renuevan sus conocimientos. Este axioma se cumple porque solamente se puede cuando se conoce: saber cómo hacer es tan importante como saber qué hacer.197 197

Ram Charan, “Know How” 254

c. Conocer, poder conocer, poder obrar, poder dominar, poder crear son facultades sociales que tienen su fuente en la relación conocimiento-poder de los individuos entre si y de ellos socialmente. Y esta es la misma relación que determina el origen, desgraciadamente, de la potencia contraria y negativa del conocimiento y del poder sobre las sociedades que no conocen ni pueden; puesto que: El que conoce y puede destruye, desordena, transforma, aniquila y se beneficia más que aquellos que no pueden ni conocen nada.198

XXXVII Capítulo El Poder Destructivo del Conocimiento La voluntad humana puede trastocar y desbaratar al mundo, pero no puede “cambiarlo” para mejor. El hombre no puede mejorar a la naturaleza. El hombre puede (si no es sólo apariencia) mejorar las condiciones de su existencia pero empeorando las condiciones de existencia de otros seres.199 Y este mejoramiento de su existencia no puede ser eterno, estará sujeto al límite que empieza y

198 199

M. Friedman, “The methodology of positive economics” J. Bentham, “Book of fallacies” 255

termina en la intangibilidad o destrucción de la naturaleza. El mundo no cambia. En sí misma la naturaleza nunca cambia: sus leyes son inmutables, sus efectos interminablemente consecuentes con lo mismo. Para la conciencia humana “el mundo cambia”, “tiene que cambiar”. Y en siglos el animal humano se ha propuesto “cambiar al mundo”, a ese mundo que considera de su propiedad (y lo está logrando magistralmente): ¡Hemos transformado y desfigurado a la Tierra: de un vergel en un infierno! ¡Viva el hombre,… la humanidad entera! ¡Qué viva el progreso…! 200

La cuestión ontológica del ser (un gran problema para los filósofos)201es ejemplar para ver lo protuberante y maligno que ha llegado a ser -para la intangibilidad del planeta Tierra– el conocimiento como nexo entre la naturaleza, las leyes de ésta y su 200

201

Ante tus dioses eres inmoral, hombre, cuando pides un día más de vida, cuando te lamentas. Los animales no usan medicina, no tienen hospitales; ellos no entierran a sus muertos; ellos no ríen ni gozan. No aman. No creen en la inmortalidad ni en la trasmutación. Los animales no rezan. Ellos no son pecadores ni traicionan. No producen ni transforman. No corrompen. Los animales no padecen ni fracasan; los animales no triunfan: ¡Ellos viven para que otros vivan! M. Heidegger, “Grundbegriffe” 256

aplicación, por intermedio del trabajo, en objetos de uso o en ideas (políticas, económicas, por ejemplo) que llevan a los hombres a trastocar los fundamentos de la existencia y, desde allí, a esos de la vida de infinitos seres. Y es obvio que no me refiero al conocimiento en general; no, por lo menos, a ese conocimiento necesario que en todas partes, y para cada hombre, asegura su pan y le permite mantenerse vivo, sino a aquel conocimiento compulsivo y competitivo que encumbrados sectores de la sociedad humana, en las tres últimas centurias, aplican para enriquecerse y dominar. El conocimiento básico es fundamental, ¿quién puede desconocer su utilidad? ¿Pero, consecuentemente, quién, y que no fuese iluso o esté enajenado, puede patrocinar en adelante a la ciencia, por ejemplo, que agilizará el desastre con su aplicación mecánica o técnica?

I. Llamo exceso de conocimientos a toda esa enorme masa de datos que, porque la sociedad ha diversificado tanto sus actividades, necesita para mantener ocupados y funcionales a cada uno de sus miembros; pues, éstos, en su praxis y subsistencia diaria procesan, aplican, consumen y producen infinidad de conocimientos juntamente con lo que hacen con sus manos o realizan subjetivamente con otros. Pero acerquémonos a la metafísica del 257

conocimiento y a la necesidad que de este se tiene, para que esta cuestión resalte su real patetismo y sea menos tentadora: 1. El ser existe. No hay objeción válida posible, en contra.202Es decir, ningún metafísico puede argumentar que el ser existe y no existe como en el pasado (¿recuerdan ese viejo argumento de la semilla: de ese que se valía Scipio y que señalaba ¡que una semilla “era y no era un árbol”!). El ser está siempre y es siempre, porque el ser es solamente. Eso es evidente. Porque podría decirse “el ser no es”, pero sólo serían palabras vacías o trabalenguas. 203 Podría decirse, así mismo, que “el ser únicamente es” pero nunca afirmarse que “el ser no es”. Porque no existe un ser que no sea ser. Y podría afirmarse, así mismo, “que el ser es, o no es” (que es algo o que no es algo), como el tiempo y el espacio que parecen existir pero no son (no son seres). Pero los seres que existen, están o no están: no existe un ser que no está o que no sea. 2. Según la teoría subjetiva de la entropía, esa que versa de la incertidumbre, el valor del conocimiento decrece en relación directa al aumento del mismo.204 Es decir, si sabemos algo del ser, ese algo que ya sabemos determinará que el valor de lo que sepamos 202

G.Berkeley, “A teatrise concerning the principles of human knowledge” 203 V. Kostermann, “Parmenides” 204 J. Bronowski, “Knowledge of certainty” 258

después decrezca en valor. La utilidad del conocimiento está determinada, entonces, por el servicio que presta directa o indirectamente a los sujetos y por el valor del conocimiento mismo. Estos aspectos son inobjetables. Entonces: a. ¿Para qué necesitamos saber lo que el ser es, o lo que aun no sabemos, en qué será diferente de lo que ya sabemos de él? Obviamente en nada. No necesitamos mayores conocimientos, pues, ya sabemos que hay cosas que se pueden conocer y que otras no; ya sabemos lo que podemos y lo que no. Así, por ejemplo, podemos conocer cuántos dedos tenemos en una mano, pero no es necesario saber cómo los tenemos. ¿Además, cómo no vamos a saber quiénes y cómo somos? ¿Quién no sabe lo que él mismo es en el mundo? Y si no lo saben hasta ahora, lo digo yo, a boca de jarro: “el hombre es un ser común y mortal que, debido a las artificiosas maravillas de su civilización, ha terminado creyendo que es un dios terrenal, todopoderoso e impune que, con el tiempo, debido a la enorme potencia de su conocimiento, querría ser inmortal y el único ser en el mundo”. ¿Y quién duda que cada hombrecillo que rasca su trasero sedentario en las ciudades, no crea en ello? ¿Que este mismo hombrecillo, que ya es propietario de una casa, de un auto y de acciones mercantiles, no quiera apropiarse de una isla, de un continente o de todo el 259

planeta? b. ¿Adónde, entonces, quiere ir la sociedad con el conocimiento, hasta dónde la ciencia y toda la actividad racional, humana? ¿A producir un hombre nuevo, un futuro luminoso para cada hombrecillo de todas las ciudades? ¡Claro que sí! ¿Acaso hay gente que no crea que estas grandiosas tonterías son reales?: ¡Pero miren al mundo, incansables hombres; miren el fiasco que hemos engendrado con tanto conocimiento y trabajo! II. He planteado, demostrando, que no necesitamos conocer más; pues, ya conocemos y podemos excesivamente mucho. Así, el conocer más, que nos llevará a destruir más, en adelante, y en todo terreno, será un absurdo incomprensible o una gran estupidez (absurdo, para mí, no sólo es todo lo que se sale de la lógica, sino todo aquello que es lógico pero que no es correcto, conveniente o necesario). Y sometiendo este exceso a ejemplos, por lo infinitos que son éstos, me ocuparé de los más comunes y aberrantes. 1. El absurdo es dominante en la obra humana. En el pensamiento (léase, deseo) esta proporción es alucinantemente y mayor. Pues, porque los objetivos sociales son esencialmente absurdos o muy nocivos y siniestros, será inevitable 260

que los deseos y la acción individual directamente lo sean.205 2. El hombre, como animal, no tiene porque creer en la felicidad, por ejemplo, sino en la plenitud o en la complacencia, que son inmediatos, accesibles y reales. Sin embargo, todo cuanto hacemos (planificamos y emprendemos) se encamina a algún fin ilusorio e innecesario. Esta finalidad absurda, en cuanto es inalcanzable objetivamente, no parece tal; pues, como la felicidad es apenas una fantasía sujeta a creencias y falsas ideas, unas veces se mostrará como necesidad del individuo, otras, como su libertad. 3. La riqueza, por ejemplo, como absurdo proveniente de la desigual relación económica humana, pertenece a la libertad individual y no a la necesidad. Pues la riqueza no es necesaria ni para aquél que la posee: a la naturaleza le es indiferente un hombre rico o pobre. Entre los hombres la riqueza fungirá de medio y de finalidad. Como medio justifica la división económica y política de la sociedad, como finalidad señala un derrotero hermoso pero siniestro: el “bienestar para todos”, por ejemplo; esa búsqueda de poder y 205

A. Camus, “Mito de Sísifo” 261

riqueza general que ya ha destruido el mundo. 4. Necesitamos comer como otros animales comen, pero como animales racionales que somos, tenemos la facultad (la libertad) de hacer que nuestros alimentos tengan características e idoneidades estéticas, morales, sociales; en fin, que cuenten con ingredientes, procesos, colores y sabores, que ningún otro animal los consume. Este es un absurdo que a ningún ciudadano le parecerá tal. Pues, como animales que somos no necesitamos que nuestros alimentos estén empaquetados, sino, lógicamente, que pendan de los árboles o bajo tierra si son frutos, o que pacen y pasten en el campo. 5. De la reproducción, idénticamente, hacemos ritos, contratos y toda suerte de combinaciones absurdas que el resto de animales no realiza, y por las cuales se mofarían de nosotros: No nos reproducimos directamente, y con el solo beneplácito de los sujetos relacionados; debemos complacer a otros (casándonos, por ejemplo): y nos casamos porque es la forma legal, lógica y humana de reproducirse, pero este acto legal y generalizado como necesario es un absurdo total, uno que puede ser lógico para la sociedad pero que será ilógico, 262

innatural para el animal mismo. 6. Fabricamos templos, enterramos a los muertos; nos calzamos, nos adornamos, nos curamos, etcétera; estos actos, considerados en sí mismos y fuera del contexto social que los convierte en ritos necesarios, son absurdos completos, pero como su uso es ancestral se nos hacen lógicos y correctos. Pues, por ejemplo: ¿para qué rezan los hombres? La respuesta carecerá de lógica, porque el hecho en sí mismo es un absurdo. III. El conocimiento es el instrumento más poderoso y útil al que accede el individuo, sea para asegurar los medios materiales y morales de su sola existencia, o para enfrentarse con cierta seguridad a lo que teme y le aflige socialmente. Pero el conocimiento también es un arma (sofisticada y peligrosa) que la civilización humana, posee. Por lo siguiente: 1. Conocer es poder (poder hacer o poder destruir). 2. Las sociedades más organizadas producen más conocimientos., porque es recíproca la correspondencia entre mayores conocimientos y mayor organización social. Puesto que para producir conocimientos, o para llegar a “conocer”, las sociedades deben afianzar su organización políticamente, éticamente.

263

3. Conocer, que es un proceso mecánico antes que uno puramente mental; este cuenta con métodos y acciones prácticas, que son concretos y lúdicos, pero que no son inocuos enteramente. Porque indagar, experimentar, meter las narices en lo que sea, implica disgregar, mezclar o verter; disturbar, alterar y conmocionar al orden de la naturaleza. 4. Conocer implica acceder: el acceso da derechos (de posesión, de uso y abuso). Lo que se descubre o conoce tiene propietarios. Los propietarios usan estos conocimientos como mercancías que venden en objetos o como productos. Estas mercancías se venden o se truecan y produce ganancias y pérdidas; los conocimientos producen bienes y riqueza, con esa riqueza se generan poder y diferencias humanas, del siguiente tipo, por ejemplo:  La crueldad humana, y su tendencia a refinarse con el acceso a mayores conocimientos y técnicas, se demuestra y define por sí misma.  Las sociedades más capaces (tecnológicamente e industrialmente) más armas y herramientas sofisticadas y destructivas usan y fabrican; siendo, a si mismo, las más destructivas de la naturaleza.  Durante siglos y milenios de dominio de los que más conocen, la crueldad 264

(presentada como capacidad técnica y desarrollo del conocimiento) se ha hecho moral y poder, costumbres, artes y profesiones que tienen un lugar sólido en la sociedad humana: El arte culinaria,206por ejemplo, cuya materia es aniquilar y asar de la mejor forma a animales y plantas; la química, que es la ciencia de mezclar, de acelerar procesos, de sintetizar tiempos (de envenenar, de pintar y plastificar el mundo); la guerra, que es el arte de matar selectivamente y con finalidades políticas y económicas, etcétera…  El conocimiento es acumulativo y generativo, sirve para hacer, para saber cómo se hace (para hacer que la vida humana sea más liviana, menos trabajosa y llena de disfrutes y gozos); pero nada de eso podría barruntarse ni sentirse si no se conoce como deshacer y aniquilar, si no se estudia y practica para ser eficientes y diestros. Y es por esto que la acción humana inteligente desordena, desecha y elimina con destrezas incontables. ¡Pero no cambia a nada, a nada mejora en el mundo!

206

Desde que el poder y la economía empezaron a hacerse mundiales infinidad de aves, crustáceos, insectos y peces raros han sido incluidos en las dietas diarias de las metrópolis. 265

XXXVIII Capítulo De la Voracidad Social, Humana Donde esté el hombre querrá ganar, vencer e imponerse a otros (esto es así y será así si no lo detenemos). Porque los límites del poder y de la riqueza individual, por los peligros que acarrean al mundo, tienen que ser fijados para siempre, por todos y para todos. Estos límites, en adelante, tienen que auspiciar el bienestar humano sólo hasta el punto en que este bienestar no constituye una peligrosa amenaza para la naturaleza.

La fuerza que imprimen los individuos para arrastrar a su sociedad (a su mundo civilizado) hasta el punto que desean, no es equivalente a la inercia y normalidad que se asienta, o se cierne sobre los hombros de éstos, éticamente. Esto quiere decir, que lo que cada individuo obtiene a cambio de su sociedad, no es, bajo punto alguno, proporcional con el esfuerzo que él cree haber realizado; que, sus deseos (aunque estén fuera de la realidad y proyectados en el futuro) no se satisfacen directamente con lo que reciben diariamente. Y es por eso que nadie, y ello es palpablemente trágico en la insaciabilidad humana, se considera satisfecho y ahíto de riqueza o de gloria.

266

I. ¿No es la Tierra, para los hombres, el espacio ideal para su existencia? Porque estos siempre quisieron cambiarla y transformarla; en todo caso, hacerla a su medida. Y, visto este asunto históricamente, parecería que los hombres siempre estuvieron incómodos con su ser y con el espacio y las condiciones naturales de su existencia. Pero la razón que domina a esta general incomodidad no puede estar relacionada con su medio natural únicamente, ni ser mental y ético, o político y económica netamente; tampoco, seguramente, se deba a que la sociedad resulta abrumadora y llena de contradicciones y competencias para los individuos, o porque el deber y el trabajo sean más objetivos que el poder y la riqueza; en una palabra: que el placer y los beneficios sean escasos y no equitativos. Esta incomodidad, reflejada claramente en el ansia de progreso o perfección constante, a mi juicio, se deriva de las bases mitológicas sobre las que se sostiene la civilización misma (hablo aquí de lo míticos que son en la praxis la felicidad humana, el bienestar humano, etc., para los individuos mismos). Y, en general, porque gran parte de las actividades de la sociedad están corruptas por el interés personal y se orienta hacia finalidades que no resultan ideales ni rentables para todos los sujetos. En los siguientes puntos, sujeto sus pormenores. 267

a. En la naturaleza, el animal no es responsable sino de su propia existencia y de la de sus miembros más cercanos. En la sociedad humana no, los individuos son responsables de sí mismos, de su familia, y de su comunidad o nación. b. El hombre, como animal de la naturaleza, es reacio a cumplir esa extra responsabilidad puesta sobre sus hombros. En consecuencia, estará incómodo y desilusionado de su sociedad constantemente; pero, cómo no tiene escape, sufrirá en silencio o se refugiará en los vicios, en la política o en la religión. Hete allí los fanáticos, los lunáticos y pervertidos; los viciosos y los éticos y todo tipo de cultores de raridades, desviaciones y estereotipos. c. La guerra, las revoluciones, las disidencias y toda competencia y desorden implican, para nada, la efervescencia histórica de la sociedad encaminada hacia el progreso, antes bien, la incomodidad intrínseca y natural de los hombres atrapados en medio de la ilusión de una multitud contenida por y la necesidad y la fuerza (de modo igual, precisamente, como una plaga encaminada ciegamente hacia la destrucción total). II. Para el hombre no hay supremo, otro bien, que su propia vida y la salud de ésta. Bien, 268

entonces será para éste muy importante vivir y seguir vivo. ¿Y condicionados por este enorme valor, no se subordinan las demás actividades que el sujeto realiza?207 Pero a las prioridades tenemos que separar de lo superfluo, así, lo que se considera individualmente como “importante” tenemos que escrudiñar y enjuiciar como al más raro objeto. ¿Pues, qué sería “importante” fuera de su propia vida, para ese ser hacedor y destructor, que no sea a lo que él mismo aspira o a lo que a él mismo atañe? ¿Y no son estos solo sueños e ilusiones? Obviamente. Y es por eso mismo que lo más importante ahora sea, en todo caso, detener a los hombres más eficientes y con gran riqueza, porque estos son los más ilusos y persistentes. Es a esos hombres a los que debemos detener, excluyéndolos y vigilándolos como a feroces fieras; porque son ellos los que ejecutan, financian y controlan la destrucción del mundo. ¿Y qué otra cosa sería tan “importante” entre los hombres que mantenerse vivos? Veamos porque: a. Importante y no superfluo, para el hombre, es contar con un espacio para desplegar labores encaminadas a su

207

Q. Skinner, “Machiaveli” 269

manutención, a su descanso, a su procreación y solaz diario. b. Importante es, también, bajo todo punto de vista, conservar este espacio vital tanto de la codicia de otros como del desenfreno propio. El hombre, como animal sujeto a peligros eternos, es territorial y extremamente celoso del área de acción donde habita. Esta característica, mantenida espontáneamente, le ha garantizado sobrevivir, pero también generar condiciones para la generalización de la propiedad privada y, en consecuencia, para el poder, la riqueza y miseria; para la destrucción objetiva del mundo, en otras palabras. c. La propiedad privada y la riqueza, angulares en el capitalismo y en la desenfrenada sociedad moderna, y que a mi juicio no son importantes para la existencia humana, han resultado nefastas para la integridad de la naturaleza: La tierra ya está repartida, apropiada y despedazada, pero el movimiento humano por posesionarse de una tajada más de sus riquezas se incrementa y es convulsivo (la hibernación de la China, por ejemplo, ha sido muy larga, pero ahora que se yergue

270

poderosa, aparece como un monstruo capaz de consumir y devorarlo todo). 208 d. Importante tampoco es, a mi juicio, generar riqueza para el resto de pobres del mundo saqueando y dilapidando hasta el agotamiento los recursos del planeta, sino repartir la riqueza que ya se ha adquirido para estabilizar tanto la destrucción como para neutralizar el apetito de los que personalmente quieren acceder a su imposible bienestar personal y relativo. e. Muy importante y vital será, en adelante, mantener el nivel de la población humana hasta el punto en que éste sea correspondiente con la capacidad de regeneración y mantenimiento de la vida en la Tierra, como con aquellos bienes que por sí misma la sociedad produzca si afectar a nada.

208

F. Christiansen/R. Shirin, “Chinese politics and society: an introduction” 271

XXXIX Capítulo De la Ética Destructiva Todo cambio, para que se concrete como tal y no sea ilusorio o trágico, debe ser lento. Igual de esencial que ese cambio producido por la acción de la naturaleza sobre las cosas: Nada podemos cambiar impulsivamente, porque de la noche a la mañana nada cambia… Así, y cuando queremos cambiar a la vida para que sea como la deseamos, debemos saber que ese cambio no será real ni posible para nosotros (de esta única manera cuidaremos que los problemas que resolvamos no se resuelven, a su vez, con otros problemas)…

1. Depender de otro, es trágico; que otro dependa de ti, épico (el poder es épico).209 2. De la relación con otros provienen muchas cosas buenas y también malas: “buenas”, en el sentido menos subjetivo, sería todo aquello que es materia de consumo (cosas necesarias), y de las que deviene seguridad, plenitud y deleite (pero no riqueza u ocio). “Malas”, en el sentido concreto y más objetivo posible, sería todo aquello que suscita enfrentamiento y desorden, consiguientemente, impotencia y humillación, pobreza y vicios; en fin, todo

209

Hasta un siglo atrás, todos los hombres dependían enteramente de la Tierra, ahora es la Tierra la que depende del hombre. Lo verdaderamente trágico de todo esto es que nosotros no tenemos nada que ofrecer a Ella, salvo rezos y arrepentimiento. 272

eso que el individuo experimenta como su propia miseria.

A lo largo de este tratado, y de varias formas, he demostrado que la ética civilizada humana (del conjunto de hombres y no de los grupos, naciones, o de instituciones únicamente) dista mucho de ser óptima –una de seres morales y superiores- o de tender enteramente a la virtud y de encaminar a cada hombre hacia ella.210 Por el contrario, todo me hace asumir que la ética de la civilización moderna (que incide sobre el comportamiento de todos los hombres vivos en este momento) no tiende hacia aquellos objetivos metafísicos y religiosos de virtud y sabiduría, como se pretende, sino, y superlativamente, a organizar del modo más eficiente el saqueo y la destrucción de la Tierra. Por esta causa, los hombres, sujetos y gobernados con esta ética depredadora (política y mercantil), son apabullados por la esclavitud y exigencias de la voraz civilización, a saber: por el interés personal que pone al hombre, y a los de su entorno, por encima de otros y de todos; por aquella ética que subraya y sobredimensiona el valor de la existencia humana y anula o desprecia el valor de la existencia de los demás seres vivos; por la misma ética que impulsa el bienestar humano por encima del bienestar de la naturaleza.

210

C. Bailey, “The greek atomists and Epicurus” 273

Pero toda esta utopía metafísica tiene un costo real, inexpresable en monedas pero sí en muerte y destrucción, o en sudor y servidumbre de la mayor parte de la población humana que deja su vida en las fábricas y en las anónimas oficinas de las ciudades. Demostraciones:  La virtud, entendida ésta como “bondad para algo” y no como “bondad de algo”, solamente puede ser un instrumento ético y destructivo (colectivo y social); porque el hombre, para y por sí mismo, no necesita virtud (productiva o destructiva) alguna. Y es por esto que toda virtud tiene reglas y límites, escalas y jueces; siendo por esta causa, también, que la virtud del sujeto no es regular como la sociedad quisiese que fuese, porque lo que es virtuoso subjetivamente, en la praxis, lo es menos o no lo es. Pues, naturalmente, el individuo será reacio a asumir una bondad que afecte su albedrio o su ventaja, aunque teóricamente se considere que ésta favorece a todos.  Así, ¿para qué necesita ser bueno el hombre si de por medio y directamente no está su beneficio o placer? El hombre, como animal, sólo puede aspirar a beneficiarse con el placer o con la posesión de algo inmediato; contrariamente, como sujeto social (como ciudadano) sólo puede beneficiarse a través del poder que tiene personalmente, o sea, indirectamente, esto es, del poder adquisitivo o político que disponga para acceder a 274

cualquier cosa que le complazca, con dinero u otros medios.  La sociedad y todo lo que la sociedad produce es de todos los hombres, pero casi nada de los individuos mismos. Pero la dirección a la que se encamina ésta no está determinada por la voluntad de la mayoría, sino por la de esos pocos capaces de controlar el poder que gobierna a esa inmensa mayoría. Por eso digo que lo bueno que la sociedad produce está hecha por muchos para beneficiar a pocos (deber versus poder):211 Así, por ejemplo, la satisfacción de las necesidades básicas y de placer, determinantes en la dirección y finalidad a las que la sociedad se encamina, pese a ser las mismas para todos los individuos, no es equitativa su distribución ni accesibles en el mismo grado: pocos habrán, entonces, que satisfacen sus deseos y necesidades, más otros muchos que no (pocos que gozan mucho, y muchos, muy poco).  ¿Y a cuál idea, contenida como virtud, que no sea destructiva, podríamos señalar hoy como insignia que porta la civilización humana y que el individuo debe convertir en su deber? Creo que ni una sola idea de la civilización deslumbra como su objetivo moral principal. El hombre actual es indiferente a cualquier virtud que no le sea útil y práctica 211

Epícteto, “Discursos” 275

directamente: Esto es, aquella virtud que no le haga eficiente, no le sirve, como le será inútil una virtud con la cual no gane algo. El hombre, pues, ya no hará nada donde no vea beneficio o ventaja personal directos. Así, por ejemplo, ¿si no ve ventaja alguna en la protección de la Tierra, para qué haría algo si esa acción afecta sus beneficios?

XL Capítulo El Hombre versus el Mundo212 Ayer u hoy, aquí o allá, el hombre es el hombre (en Europa o en Asia, en el desierto o en la Luna). No creo, en consecuencia, en “distintos pensamientos”, en “países desarrollados o subdesarrollados”, en “judíos, musulmanes o cristianos”; en “civilizaciones superiores o inferiores”. La diferencia esencial y máxima entre los hombres es el grado de evolución de su entorno directo (sociedad) y de su capacidad destructiva. Ninguna, sin embargo, que fuese racial, cultural o moral. He allí que yo

212

No he topado con hombre alguno despojado de la influencia de otro (con uno que no hubiese tenido una visión contaminada de su existencia); quiero decir, con uno, cuya lógica de su pensamiento y acción fuera una, y la misma, que la lógica de la vida… 276

emplee el concepto crítico “plaga humana” como relativo a los conceptos generales: civilización, sociedad e historia humana (a la trayectoria de todos los hombres en el mundo).213

I. El hombre, desde aquel viejo cavernícola hasta el ciudadano de hoy, ha caminado y hecho mucho para mejorar las condiciones materiales y espirituales de su existencia. Este paso glorioso de los hombres, sin embargo, se prueba ya nefasto y catastrófico. 1. Si observamos alrededor, en verdad, a la Tierra ya no se la ve como en el pasado, como la vio ese primigenio cazador y recolector de frutos. Ésta ha sido desfigurada por el trabajo, transformada a la medida del deseo y capacidad humana. De modo idéntico, la superficie de la Tierra y su 213

La sociedad humana, por más que se la divida en partes y nacionalidades, es una unidad indivisible; y, lo es, porque los miembros que la conforman en nada ostensiblemente diferentes o diversos pueden ser naturalmente. No lo son genéticamente ni por la condición de su dependencia de la naturaleza y que comparten. Esto es: todos los hombres son terrestres y pertenecen al mismo orden de primates (denominados indistintamente como “homínidos”, “sapiens”, “humanos”, etcétera). Y, por el hecho que la humanidad es un conjunto indivisible, nadie, ni aquellos despectivamente denominados “pobres o subdesarrollados”, pueden ser exceptuados de haber participado en la destrucción de las condiciones de la vida en la Tierra… 277

insolente y ciego habitante, ya no parecen ser compatibles como lo que eran antes; pues, ya no parece ser el caso (para decirlo más precisamente), que la naturaleza gobierna a la vida y a los hombres, sino que los hombres y su sociedad, gobiernan y disponen de la vida de los seres vivos. 2. Cuando el hombre era nuevo en el mundo, la Tierra ya era vieja, pero incólume. Y lo que pasó en este corto pero mágico tiempo, y que no puede entenderse de un golpe está cuajado en la realidad, y la sociedad lo porta material y espiritualmente, porque la destrucción humana de la Tierra, material y espiritualmente es objetiva, palpable en su cuantía como en sus efectos que se multiplican. Y como la victoriosa trayectoria humana es objetiva, también es susceptible de ser sintetizada a estas muy generales conclusiones: a. En la medida en que el hombre fue capaz de hacerse con armas (y de unirse a otros para defenderse y atacar), abandonó los bosques y los montes; bajó a los valles y se apoderó en paz, o violentamente, de los lugares más ricos y estratégicos de ese vergel antiguo que era la Tierra. En ese lapso el hombre aprendió a transar y a relacionarse políticamente, porque esos lugares estratégicos y ricos no podían ser defendidos por pocos, con pocas artes o solo militarmente. De aquellas alianzas 278

nacieron la permanencia social y luego las leyes que posibilitaron el nacimiento de la agricultura y de la artesanía, y diversas formas de dividir el trabajo y el ocio; de arreglar la familia y el orden; a la par, claro está, que tuvo origen el comercio y la industria y, con ellos, la riqueza parcial y la pobreza generalizada. b. Al principio, los hombres, no eran ricos ni pobres. Porque tanto la riqueza como la pobreza se originarán en la desigual división del suelo y en la diferencia de poder que unos pocos alcanzan sobre muchos. La trayectoria del poder de ese homúnculo irreductible, que caminó y camina aun con el garrote en la mano, entonces, ha impreso en todas las sociedades una profunda huella (esa que recorremos en el presente e históricamente). c. Las cavernas fueron abandonadas en el pasado, y ya no sirven como hábitat; pero ese hombre que moró en ellas existe aun intransformado, inusitadamente multiplicado (vive en las ciudades actuando y sintiendo, pensando angustiosamente y maravillado, como su remoto ancestro). Y si hay una diferencia entre ese antiguo ser y éste de hoy, será en su número y en su capacidad destructiva. Porque en brutalidad y en cinismo, en ambición y deseos, son idénticos. Y no 279

encuentro cómo, el hombre salvaje, puede ser “antípoda moral” del hombre moderno, cuando aquél, al parecer, ya tenía en mentes nociones objetivas de cómo debía ser él en el mundo y cómo el mundo debería ser en sus manos. Y es inequívoco suponer esto porque del hombre que domesticó animales y creó la agricultura, provienen también los lenguajes, los conocimientos rudimentarios y prácticos (que son las matrices de acrecentados y sofisticados otros conocimientos científicos y técnicos); las artes manuales y bélicas; las religiones, los ritos y los mitos; el poder, sus jerarquías:… ¡casi todo proviene de los hombres antiguos! d. Y es por eso que a los hombres de hoy, como podría haberse visto en los antiguos, los encuentro en su estado natural, inalterable: atareados y acorralados como en un establo; encadenados y vigilando o multiplicando sus propiedades. Los miro solos o en masa, ajetreados como una plaga de hormigas, y como hormigas, emulando su acrítica esclavitud voluntaria. Pues no parecen discernir nada correspondiente entre su dedicación abnegada y el presente desastre, nada entre su acción individual y esta gran tragedia.

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1. Para determinar (para siempre), entonces, si una acción humana, minúscula o mayúscula, necesaria o superflua, es buena o mala, debe reducírsela a dos interrogaciones cerradas y apodícticas, ineludiblemente dirimentes porque determinaran, limitando, a la actividad humana futura: La Primera: ¿Qué le pasa al mundo, y a los hombres que están en el mundo también, cuando su sociedad ejecuta una acción para materializar algo? Antes que los hombres caminaran sobre el mundo, éste era intangible (sujeto a catástrofes naturales, ciertamente, pero incólume porque se regeneraba continuamente con mayor fuerza y con mayor número de singulares criaturas vivas). Ninguna criatura de éstas, por entonces, escapó al control de la naturaleza ni se propagó de modo dominante y nefasto, como la especie humana, ahora. Este hecho, por sí solo, expresa la necesidad de cuestionar cualquier proyecto humano que conlleve un cometido económico y que encierre una acción destructiva innecesaria. La Segunda. ¿Qué le pasa a la sociedad, si los hombres no ejecutan una o muchas de sus tareas (unas necesarias, otras perniciosas y superfluas? Aplicar estas interrogaciones (que son como ecuaciones para resolver la problemática 281

destructiva del comportamiento humano), me parece de crucial importancia, pues, por ejemplo: a. ¿Qué le pasa a la vida en general si se construya un puente o se diseca un pantano? b. ¿Qué le sucede al hombre (no a su mundo creado), si no construye puentes ni diseca pantanos? Las únicas respuestas que arrojan estas interrogaciones, sometidas, claro está, a la ecuación verbal propuesta, son elusivas y ejemplares, así: para la primera pregunta, la respuesta será: “La faz de la Tierra se daña, los animales y las plantas son afectados. Se interfiere con el clima, se ensucian los suelos, las aguas, etcétera”. Para la segunda (sobre ejecutar o no una acción), la respuesta es más tajante: “No le pasa nada malo al hombre. Los hombres pueden vivir sin puentes. El hombre no necesita puente alguno para vivir”. Pero a esta ecuación (que debe emplearse para medir la acción positiva y negativa de la sociedad, y esa de los individuos en particular), se la elude, entre otras cosas, porque los hombres están orgullosos de sí mismos y de la ciencia y potencia de su sociedad. Quiero decir, parece que la humanidad ha perdido la capacidad de inferir un mal de un bien y viceversa. Pues, cuando inferimos que lo bueno de ahora 282

malo será para mañana, ¿no deberíamos abstenernos de acometer la acción que fuese? Esto es:  Antes de comer, así como sabemos por qué comemos, tenemos que saber qué es lo que vamos a comer, para estar seguros que no nos envenenamos, o que no nos comemos hoy todo y mañana no tendremos nada comestible. De este modo, debemos emplear la ecuación restrictiva propuesta para saber si es correcto o incorrecto lo que hacemos; quiere decir, por ejemplo, para saber: lo que le pasaría a la Tierra si nos comemos a un animal; y qué nos pasa, igualmente, si no nos comemos a ese animal… En fin, qué pasa a la vida si nuestros niveles alimenticios no son óptimos Digo: qué le pasa a la vida en general; porque no digo: ¡qué le pasa a “nuestra” vida!  Los ejemplos pueden ser infinitos, pero unos son más flagrantes que otros, así: no usamos ningún freno ni escrúpulo (fundamentales para autocensurarnos), por consiguiente, las acciones y sus efectos son desmesurados y desordenados. Porque no medimos nuestros deseos y acciones en armonía con el equilibrio de la naturaleza, sino por el beneficio que esperamos obtener de nuestros actos. Es decir, nunca pensamos restrictivamente y en beneficio 283

de todos los seres vivos, porque casi no pensamos en lo que no nos beneficia directamente, o en lo que no cuenta, en apariencia, con beneficio o utilidad alguna. Entonces, ¿cómo ha de pensarse en la Tierra, en la Vida que ésta contiene? 214

XLI Capítulo Del Temor y del Sufrimiento Humano Los animales no lloran, es decir, no lloran como los humanos suelen hacerlo: con lágrimas, con compunción, demostrativamente, para que otros se conduelan o para expresar lo que la ética pía no puede verter directamente en palabras. Los animales no lloran ni propalan sofisticadamente su padecimiento como los hombres solemos extensamente y con tanta fruición y detalle (en literatura, por ejemplo, o en el cine y unos hacia otros directamente) cuando compungidos buscamos la solidaridad trasmitiendo todo el horror de una tragedia personal o social. Es decir, nuestra civilización expresa más elocuentemente (a través de los individuos) el 214

A. Walker and P. Shipman, “The ape in the tree” 284

dolor que la alegría, o, expresa de infinitas formas, y por muchos medios, antes la tragedia social que su triunfo. Y con razón, pues, los fundamentos de la coexistencia humana están anclados sobre el sufrimiento y la miseria, pero no sobre el disfrute personal. 215

El placer constituye un objetivo racional para los hombres (al que éste manipulará éticamente y que estará presente en cualquier cosa que haga o que proyecte hacer). El hombre, porque manipula éticamente al placer, es más trágico. Pues, al comprender cuál es el efecto de su prolongado goce o de su infinito sufrimiento, también comprende el efecto de sufrir porque ya no goza (el efecto de no gozar si ya no puede o cuando muere). Para los animales, a excepción del hombre, el placer no constituye objetivo racional alguno. Ellos no sufrirán, a semejanza de su congénere humano, “por no poder gozar”. Los animales, indemnes naturalmente a lo ético, también son 215

El placer intelectual nos deleita, las posibilidades mentales de jugar y juzgar a la realidad nos encumbran hasta metas éticas, lógicas o estéticas, pero insólitas. En esto somos inmensamente superiores a los animales simples: Nuestra capacidad de asombro y de alcanzar en la práctica lo más excelso o lo más tenebroso encuentra, sin embargo, su contrario directo en la tediosa normalidad, en lo común, en lo eternamente vulgar y estúpido humano… 285

tentados por el placer, pero a un placer objetivo, no ideal: ¡los animales no convierten al dolor ni al placer en finalidades o en mercancías!

I. El goce humano es moral porque es racional. Ciertamente, los hombres exceden al animal primario en concebir y emplear al placer como al dolor en innumerables formas y para distintos propósitos. La capacidad humana de convertir a estos en instrumentos y en fines los ha hecho poderosos, extrema y estúpidamente destructivos. El goce humano es más goce porque nunca es sólo directo o enfocado hacia una finalidad determinada, pues no termina en el acto y en el momento de perpetrarlo; este goce, para que se convierta en duradero deleite, es especulado y planificado, recreado y revivido, convertido en métodos e ideas trascendentes. Podemos volver, a voluntad y cuantas veces sea requerido, sobre un específico deleite; podemos diferenciar y separar, excluir y seleccionar a uno entre múltiples. En esto somos diestros, infinitamente más sagaces y suspicaces, más cínicos y perversos que los animales. Argumentos: a. Además de producir y asegurar sus bienes de subsistencia, el hombre se encarga de generar otros, morales y estéticos, que “ordenan y adornan” su existencia necesariamente esclavizada y árida-. Esta superioridad, que es la fe que el hombre 286

tiene en sí mismo, y que transfiere a su sociedad, contienen la potencia y el germen de las consecuencias más patéticas: esta superioridad es la base, por ejemplo, de la aparente victoria humana sobre la Tierra. b. Y es esta superioridad, también (refinada y definida con sangre y muerte a lo largo de la historia), la que enseña al hombre a jugar con su destino y con el destino de la naturaleza (juego que nunca es, por lo demás, puramente lúdico sino serio y aplicado, y que calificamos diversamente como: “ciencia”, “producción”, “deporte”, “arte” y de otros modos concretos o abstractos, pero que en conjunto, forman la esencia de esta extraordinaria y catastrófica “civilización humana”. II. El placer no puede ser esencialmente opuesto a las condiciones que lo producen. El sufrimiento, idénticamente, no puede ser distinto a otro ni opuesto extremamente a cualesquier placer que anula.216 a. El hombre, en aparente desemejanza con todos los animales, no tiene otras ventajas sobre placer y sufrimiento que unas que son puramente mentales, las que le permiten juzgarlos a voluntad desde perspectivas éticas y políticas, para programar a su antojo su utilidad y el 216

G.Hierro, “La ética del placer” 287

beneficio de esos (los deportes y la guerra; el comercio, el ocio y el vicio). En la mente, entonces, radica gran parte de la existencia del placer y del sufrimiento, porque esos no pueden ser otros que asunciones de bienestar o de la carencia de ese.217 b. El individuo accede al placer físicamente, mentalmente no le es asequible placer alguno. El placer de leer, por ejemplo, aunque aparece como espiritual y de la mente, no es para nada subjetivo. Este placer se verifica solamente porque leer y comprender son facultades físicas cuyos procesos se determinan por las reacciones que el individuo produce ante el mundo con el que se relaciona. Y la sensación de plenitud cualesquiera, entonces, aunque parezca mental es corporal e interior, determinada solamente cuando el individuo ha sido capaz de satisfacer sus necesidades físicamente (a través de su relación objetiva y subjetiva con el mundo). c. Pero como la relación objetiva y subjetiva de los individuos con el mundo no está libre de alteraciones y disputas, a lo que le es óptimo y satisface, tomará 217

J.W. Prescott, (artículo): “El placer corporal y el origen de la violencia” 288

como su goce o su triunfo, siendo sus pérdidas o yerros todo aquello por lo que fracasa y sufre. Y es de esta manera como parece que entre placer y sufrimiento oscilara la existencia de los hombres, y no entre la necesidad de satisfacción y la imposibilidad de satisfacer estas necesidades. III. Los hombres, en un estado superior de su evolución mental, inventaron (entre otras cosas magníficas y terribles) la risa. Y, Hobbes, el aplomado filósofo inglés, prohibió a los hombres inteligentes que rieran.218 No censuró, quizá, a algunas clases de risa, como a la sonrisa irónica, sino a la carcajada, a ese rebuzno que delata lo bruto y perverso que hay en la alegría humana. En fin, como las deducciones que podrían hacerse de esta tontería alcanzan a infinitas posibilidades, todas relativas al soez comportamiento humano y a la fiesta en que quiere convertir este a su existencia en la pobre Tierra, veamos con cierta atención sólo a unas que demuestran de modo particular y espeluznante su tragedia: a. Para el animal simple (como lo es el hombre) la existencia no tiene que ser trágica, tampoco gloriosa o cómica. Trágica se convierte cuando éste aprende que su existencia tiene que tener finalidades y ser 218

T. Hobbes, “The laws of nature” 289

ordenada y guiada hacia metas específicas; cuando aprende a comparar una existencia con otra y cuando su potencia (su poder personal) empieza a diferir cualitativamente en relación al de los otros, o, cuando su deseo no es satisfecho y se convierte en el punto donde empieza su decadencia o fracaso. b. El hombre que triunfa, o que cree en el triunfo, reirá de otro que fracasa. Esta risa será pletórica, la risa tácita que es como la consideración que el sujeto vence porque es “mejor” que unos otros. Esta risa subraya la diferencia social que cree alcanzar un hombre en su grupo. Esta es la risa despectiva, de desprecio, la risa del poder; la risa que es más risa y de la que más gozan los animales humanos. c. La risa intrínseca, aquella del regocijo y la plenitud animal del humano ante el mundo, es otra cosa. Esta risa es vertida sólo en contados momentos por contados sujetos; esta es como la risa del animal que gusta incondicionalmente de su existencia; es la risa natural, pletórica y ciega de satisfacción. Es la risa más intensa: ¡es la risa del ser que se sabe vivo y en armonía con el mundo! d. El hombre nunca reirá de sí mismo, ni cuando encuentra que sus actos (o que sus pensamientos) le ponen en situación crítica y precaria. Éste llorará pero nunca reirá de su propio fracaso; nunca una risa pura de animal 290

iluminará su decadencia humana (este gigante racional no se dará por vencido, nunca aceptará su derrota con alegría): nunca, por ejemplo, aceptará que su tragedia es solo una pieza cuadrada del dominó de la decadencia social que tiró y cayó por los suelos… IV. El trabajo, el deber y el dolor, antes que la victoria y el goce, constituyen constantes que regulan y dominan la existencia humana (y estas constantes son, así mismo, las que han determinado la exégesis de las leyes fundamentales de la sociedad). Pues, si lo contrario ocurriese, es decir, si el ocio y molicie dominaran, el proyecto de construir la utopía humana anularía la posibilidad de realizar –así sólo fuese mentalmente- aquella sociedad donde el goce eterno reemplazará al trabajo, y la alegría al padecimiento; donde el hombre supremamente ético nacerá, crecerá, se reproducirá y morirá satisfecho, “¿realizado?”: a. El placer es individual, del sujeto y no del grupo; porque no puede haber un placer que sea social o de la sociedad. Y es por esto mismo que el placer se estraga o degenera: cuando se prolonga o se ramifica en otros compulsivos y obligatorios para los individuos (cuando se convierte en deber o en vicios, por ejemplo). b. Cualquier placer, que no sea corporal, sólo será concebible como idea, como deseo generado directamente por la incomodidad 291

individual; porque la idea de ese placer será subjetivo, racional, condicionado por las ventajas sociales de los individuos (como la idea de poseer y usar las ventajas de la riqueza, que es un placer ético-político, dependiente de las condiciones sociales, basado en la esclavitud y en la pobreza real de otros individuos). c. El trabajo es la constante de la existencia; el placer y la riqueza, entonces, accidentes de éste. Porque en el trabajo está intrínseca la lucha obligatoria de la sobrevivencia animal, la voluntad hacedora y destructora; en el placer, en cambio, implícitos el tedio individual, la voluntad desactivada, la disidencia del animal encadenado a leyes que no necesita.

XLII Capítulo Proyecciones Predecibles de la Humanidad como Plaga Esta única vez, ya que todos están tentados a hacer profecías, dictaré la mía: “Porque la acción civilizada humana ha tenido éxito en transformar y destruir el mundo, creo que en el segundo siglo de este tercer milenio, empezarán las calamidades naturales a afectar directamente la composición política y la estabilidad económica de la sociedad. 292

Como principal consecuencia inevitable, los países y sus instituciones tutelares se desintegraran primero y los estados dejaran de ser centros de poder y de dominio; como consecuencia secundaria de esto, se verá a los radicales y fanáticos religiosos persiguiendo y condenando a los ricos y poderosos para aniquilarlos (los bancos y los grandes edificaciones comerciales serán convertidos en establos, en cárceles y centros de reducción y adoctrinamiento); como otra consecuencia secundaria, las ciudades paralizaran sus actividades productivas y comerciales. Es entonces cuando las multitudes (de igual modo como al comienzo de su existencia) sedientas y hambrientas huirán en todas las direcciones del orbe buscando dónde asentarse de nuevo, dónde protegerse del desastre. Pero las tierras baldías, destruidas por el trabajo y la ambición desmedida, habrían reemplazado a esos vergeles que antes los acogieron. ¡Es así como se desplomará la civilización humana!

El tema central de este tratado era demostrar cómo y porqué la humanidad se ha constituido (así misma) en una amenaza y en el agente destructor de la naturaleza; también, y sobre todo, para entender el valor de detener a la presente civilización que, durante 300 años ha desplegado una enorme capacidad constructiva y destructiva. Es decir, demostrar, cómo el pensamiento y los conocimientos desarrollados durante los tres últimos milenios, especialmente, han dotado a los hombres con 293

capacidades técnicas y éticas; es decir, con el poder y la organización correspondientes para que su acción no sólo sea eficiente e impresionante, sino destructiva y abominable. Y la presente demostración, que felizmente aun no se ratifica como una realidad consumada, asume que la destrucción de la Tierra está en moción y un hecho que se está perpetrando diariamente; un hecho que se generaliza e incrementa, aunque más en algunos países y continentes que en otros. Así, cuando califico como “plaga” a la humanidad, no estoy pensando que la fuerte carga despectiva de este concepto me servirá para subir como filosofo en algún túmulo de admiración. No, para nada. Soy acremente crítico de la sociedad y de su “humanismo” porque considero que ambos son indefendibles, peligrosos y decadentes. No quiero, entonces, criticar a nada en particular; quiero, sí, y antes que nada, que ustedes miren más profundamente en el magma de este gran problema que es su realidad, y que lo enfrenten en su origen preferentemente antes que en sus consecuencias. Pues, si la humanidad es hoy una plaga, no lo es porque esa es la idiosincrasia individual del hombre; más bien, porque la sociedad en miles de años de soez existencia ha ido generando una ética destructiva y parasita que ha ido cambiando el comportamiento natural de los hombres. 294

Y por todo esto, entonces, es que tomé como mi deber desmenuzar la lógica y la ética que anima a la sociedad a ocasionar esta hecatombe. Porque en efecto, si la humanidad es una plaga, la tarea de detenerla es necesaria y prioritaria. Pues, al margen de la oposición de los “humanistas”, este tabú debe ser roto y delatado, para que la acción apropiada recaiga oportunamente sobre los agentes y sobre las causas; de modo que las medidas adoptadas (las que fuesen) sirvan para controlar este peligro, cuyos efectos ya son notables y terribles. El calentamiento de la tierra y los deshielos; el lento pero irreversible exterminio de especies marinas y terrestres; la desaparición de los bosques y de millares de especies vegetales; las sequías o las inundaciones; el envenenamiento del cielo y de los suelos; las inmigraciones y desplazamientos humanos; las convulsiones sociales, las guerras y el hambre de más de la mitad de la población, etcétera. Pero no diré una palabra de cómo los hombres deben actuar ante este problema; pues, no sabría cómo controlar la inminencia y la realidad de esta catástrofe. Tampoco diré nada sobre los hombres más apropiados para frenar este desastre y guiar luego a la gente que debe quedar viva. Esa no es la tarea de un filósofo. Mi tarea, como hombre que ha descubierto las verdaderas y siniestras intenciones de la 295

colectividad humana, se reduce a la osadía de decir a voz en grito lo que otros ignoran, callan o camuflan; pues, es mi deber vigilar con el pensamiento, aunque mis fuerzas no puedan detener por sí solas a ningún acontecimiento, a la acción del hombre socializado, y al sentido que tiene su socialización, en el mundo. A continuación, y para demostrar a los escépticos e ignorantes con algo más que con juicios, haré una lista de las consecuencias objetivas, patéticas y reales, ocasionadas por la incesante acción destructiva humana sobre la Tierra (algunas son irreversibles, y otras, porque están en su estado inicial, menos; pero las que no son evidentes y subyacen subterráneas, son doblemente peligrosas porque acarrean la euforia que sumerge a lo macabro de la mentalidad humana): 1. En todas partes y de modo irracional, los hombres se han abierto camino talando, arrasando y matando indiscriminadamente. ¿El resultado de eso?: una Tierra asolada, colonizada y dominada por la especie humana. Porque las ciudades y los asientos humanos ocupan, desde hace siglos, mayores y amplias extensiones de terreno que los bosques o los santuarios naturales del resto de los animales (mayores en número y tan valiosos como los hombres, pero frágiles). 2. La especie humana ha copado todo; en todas partes se ha apropiado de lo mejor o 296

de lo más necesario. No hay lugar en el mar ni en los continentes donde no sea visible y patética la huella humana, la exposición de su carácter dominante, nocivo y excluyente. Donde mora el hombre no mora otro ser sino supeditado a éste, o relacionado con su trabajo, su ocio o su mera gula. 3. Los hombres ya no están interesados en la naturaleza, ni es esa relación la que es absoluta y prioritaria: el mundo del hombre, y no el hombre en el mundo, es el que se impone. La consecuencia de esta funesta realidad es que el hombre está de espaldas a la naturaleza y como en competencia y en contra de la vida de todos los seres. Desde hace tiempo, y aun mas cada día, los hombres ocupan todo su tiempo dentro de las ciudades; pasan más tiempo en afinar sus intereses personales que en su relación de animales con la naturaleza. 4. Como ser social, el hombre se agrupa, tiende a la multitud y actúa concertadamente con ideas y principios que ya no son pensados por el mismo. Las finalidades y los objetivos de su existencia natural no son indispensables de ser conocidas y menos esas de su existencia civil y ciudadana. Los hombres van donde van otros, y harán lo que otros hacen sin enjuiciar la bondad de lo que se hace, por 297

asumir, claro, que eso ya está resuelto y es implícito en el tiempo que se hace lo mismo. 5. El hombre copiará e imitará todo lo que ve hacer o decir a otros a ojos cerrados. Su pensamiento y su espíritu serán como el espíritu y el pensamiento son en otros: cerrados, obtusos; repetitivos y circulares. El “ser como otros son” le ha hecho poderoso, homogéneo y peligroso, pero también ciego y voraz. Porque este imitar y copiar donde esté, y a donde vaya, le hará múltiple como infinito será el impacto de su acción destructiva. 6. Pero el hombre también se sentirá incómodo de remedar, de obedecer, de ser neutral y de comportarse civilizadamente; en fin, como un ser que ha perdido su naturaleza. Siendo por la causa con que se divierte fácilmente, o encuentra regocijo y neutralidad en sociedad, que abominará también de ella y se vengará humillando o sacrificando a otros, aunque él mismo sea objeto de su sacrificio: los ejemplos de la irascibilidad de los hombres son diarios y ostensibles: crímenes infinitos, asesinatos, suicidios, locura y vicios; traiciones y fobias; guerras, etcétera. 7. Los hombres entre sí se humillan o enaltecen; entre sí se agasajan y ungen, y entre sí se procrean y exterminan. El amor y el odio, la admiración y el repudio, 298

doquier marchan juntos pero siempre dividen o agrupan a los hombres: sectas, logias, partidos políticos, nacionalidades, razas: Las religiones, el deporte y el poder amalgama o separa sobre la Tierra a los hombres. Irreconciliablemente conviven por necesidad hasta que unos dominan a los otros, hasta que los problemas envejecen, son abandonados o mueren. 8. ¿Quién, observando las características señaladas, no levantará su dedo acusador para condenarse a sí mismo como miembro de una sociedad destructiva y que ha devenido en una plaga? La competencia irracional humana es permanente e inalterable: el que vive mejor encima de los que viven mal y peor, el que puede más subido sobre los impotentes; el que sabe más sumiendo a los ignorantes; quién tiene más, quién puede más, quién sabe más manda en el mundo. ¿Por qué? ¡En todas partes el triunfo material enorgullece y humilla a los hombres!

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XLIII Capítulo El Súper Depredador Humano Nada de lo que deseo y que ya haya ejecutado, agregará valor a otro ser vivo o al mundo. Esto lo sé. Salí y volveré a la tierra como si no hubiese vivido entre los hombres. Nada de mi carácter o de mi moral se añadirá a las cosas (porque nada que pertenezca a mi mente, o que haya hecho con mis manos, es eterno); soy sólo como otros seres vivos son: hijo de la naturaleza; mi madre es la vida sucesiva 219 y eterna...

¿No nos gusta La Tierra como está? ¿Tenemos que apropiarnos de ella para transformarla mutilándola, saqueándola y despedazándola? ¿Tenemos que erigir cosas nuestras, cosas que queden; cosas útiles, sólo para que los que vengan crean que hemos existido, que sus ancestros eran portentosos matemáticos, arquitectos, artistas insignes y osados y sabios conquistadores y comerciantes?220 219

La actividad humana lo ha copado todo: donde se pongan los ojos allí habrá gente que obra o que descansa; ningún lugar, ninguna cosa está a salvo del deseo de posesión o de investigación. A todo se hurga, a todo se desarregla o arranca; en todo uno mete las narices y sus manos... 220 De pronto me di cuenta que estoy en medio de una avalancha de gente que trabaja incansablemente y de manera mecánica, que se turna y arremete insaciablemente como si no les gustara el mundo como está, como si conociesen una razón poderosa para destruirlo y deformarlo todo... 300

¿No te gusta, superhombre, la existencia burda? ¿Quieres transformarla, quieres “cambiar de vida” y a la vida misma? ¿Y crees que esas cambian; que tú podrás cambiarlas? ¿Crees que la existencia cambia porque has pasado de la pobreza a la opulencia, de la carreta al coche raudo y autónomo, en un zas?  El animal humano es orgulloso de sí mismo. Este admira a su colonia que llama “civilización” y usará de todo lo que dispone bajo los cielos para defender el derecho absoluto de posesión que cree tener sobre la Tierra. ¿Y cuál es la finalidad (así ésta sea intrascendente y subjetiva) que discierne este animal arrogante para su trabajosa existencia? ¿Una distinta que devorar animales y plantas para sentirse el más feliz ser vivo de la Tierra?  ¿Es, de verdad, el hombre, un bienhechor que ama a sus prójimos, a la vida y al mundo entero? ¿No amará más a su bienestar que es más directo y menos subjetivo? ¿No será que su bienestar de sujeto agazapado dentro de una habitación iluminada y alfombrada en medio de una metrópoli bulliciosa, es más importante que todo lo que existe afuera en el mundo? ¿Espera del mundo, el hombre arrogante, otra cosa que la Tierra le asista inagotablemente, y que los hombres más

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ignorantes traigan en sus manos de esclavos los bienes que producen diariamente? En general no es un necio el muy bien aplicado ciudadano. Ha sido educado y entrenado en escuelas y universidades por los mejores maestros; su educación cuesta abundantes recursos naturales y muchos siglos de entrenamiento y preparación. Míresele por donde se le mire a este ser inteligente, no se le vera una mueca de arrepentimiento y no querrá volver un solo paso atrás. El hombre civilizado está en competencia con el mundo, y de esa competencia obtendrá la parte en grandeza que mostrará a otros hombres como su victoria (y como a la victoria humana). Este ciudadano, que se considera a sí mismo como un súper ser animal no es uno que improvisa. No. Ya no es un animal simple, uno más que se despierta en una cueva y baja hacia el mar y a los valles por sus alimentos. Este súper animal delega sus tareas, paga con dinero la satisfacción de sus necesidades (con dinero limpio y nuevo, ganado con sabiduría). Este animal supremo ya no se comunica con ruidos o con señales elementales; se comunica con aparatos sofisticados para ordenar, disponer y obtener. Sabe cómo y cuándo debe ejecutarse una acción o retardarse otra. Ya no tiene un pelo de tonto este 302

supremo habitante de la Tierra: sabe que su civilización, y que la humanidad misma, le patrocina; conoce que la historia de los hombres es la historia de hombres intrépidos como él es. Ya no es un hombre salvaje. Ya no es un ser inferior cualesquiera. El es un súper ser que atravesó la historia con la espada en la mano.221 ¿Quién se atreve a cuestionar su triunfo material y su grandeza espiritual? ¿Quién sería capaz de tachar su existencia, su inteligencia y capacidad tecnológica; quién podría borrar todo lo hecho por su trabajo, y al honor alcanzado por su esfuerzo físico y mental? ¡Nadie! ¡La Tierra es suya, este superhombre la conquistó a sangre y fuego!



XLIV Capítulo La Sociedad Perfecta (Utopía de la Civilización) He dicho que construir una civilización, la más pequeña que fuese, cuesta ingentes recursos a la Tierra y una gran determinación y capacidad social 221

No el übermensch del fanático Nietzsche, ese europeo colonialista que sucumbió (como “sus” imperios) tras la II Guerra Mundial, sino los comunes y poderosos parásitos ciudadanos de ahora. 303

(idoneidad y organización humana). Bien, si esto es así a menor escala, ¿cuáles no serían las imposibilidades para construir aquella sociedad perfecta, o la perfecta civilización, a escala mundial?:  Construir una sociedad perfecta requeriría de hombres necesariamente perfectos (idóneos en inteligencia y moral, como diestros por igual en todas las artes y ciencias).222 Esos no existen hoy ni existirán nunca. Construir esa sociedad perfecta requeriría más recursos que de los que ahora se disponen, que los que el hombre tiene por sí mismo y hace producir a la tierra.  ¿No será mítico, además (irreal, completamente), hacer que todos los hombres fuesen capaces y responsables? ¿No se requeriría que la equidad entre ellos fuese incuestionable, que las disputas por el poder y riqueza fuesen impensables? En fin, cosas ilusorias y dignas de una utopía religiosa antes que de un proyecto serio y práctico.  La idea de una sociedad perfecta, de un mundo perfecto, de un hombre perfecto, etcétera, es, se me ocurre, el resultado opuesto y compensatorio del continuo enfrentamiento y fracaso humano. Actualmente, por ejemplo, y esta es la trágica realidad, los hombres están obnubilados (muy embriagados) con un triunfo material y una potencia falsos y 222

S. Sakse, “What is an ideal society?” 304

frágiles, que los ha hecho creer que su sociedad, a la que consideran “moderna”, constituye el ápice del desarrollo social humano; en otras palabras, el hombre de ahora (acaso porque usa coche y no burro, un ordenador y ya no sus dedos), cree que es mejor y más evolucionado que sus congéneres del pasado.  La sociedad progresa y avanza técnicamente, ciertamente, pero no tanto como para catapultar a todos los hombres, de pronto y sin ocasionar una mayúscula hecatombe, hacia la igualdad, la libertad y la riqueza. Y yo creo, firmemente, que nuestra sociedad no ha avanzado tanto como ha destruido hasta el presente, pero que ha arribado ya a su tope: al límite de donde el retorno o la decadencia son inevitables…

La humanidad, durante miles de años, ha ensayado múltiples formas de organizaciones sociales y políticas que, cómo resultaron fallidas o funestas, fueron abandonadas, disueltas e incluso incluidas en otras que se consideraban “mejores” y “superiores”. Por esta causa, fácilmente debe concluirse que la humanidad proseguirá anidando la esperanza de armar una definitiva y perfecta sociedad, imaginada como la mansión segura para el reinado de los hombres en el mundo. Y no debe descartarse, en consecuencia, que aun después de esta catástrofe ecológica los 305

ensayos continúen y que las utopías aun sean concebibles; demostraciones: Uno, porque no podemos decir que en una parte de la Tierra ya se ha alcanzado esa forma final y suprema de sociedad (esta afirmación sería falsa y contradeciría al carácter evolutivo de una organización que no es autónoma y que no tiene, por consiguiente, existencia propia). Dos, porque tampoco se podrá decir que las naciones de occidente, con su aparente estabilidad democrática y apogeo económico, ya han llegado a una forma definitiva de gobierno y de poder, pues, no podrían entenderse las crisis económicas que las afecta periódicamente o a su actual decadencia (así, esta asunción también es falsa y errónea). Tres, porque hay grandes sectores de la colectividad humana que aun ensayan formas de poder y de gobierno rudimentarias, entre los que florecen las monarquías, las castas tradicionales y los dictadores militares, y donde no se avizora estabilidad y dignidad política alguna. Cuatro, las conclusiones propuestas arriba, entonces, contienen pruebas que la humanidad (los pueblos separadamente o todos en su conjunto) nunca podrán organizar aquella sociedad perfecta que ansían; que, el deseo de hacer del mundo un paraíso de igualdad y bienestar, choca con trabas reales y naturales, como también con otras puramente sociales, localizables en los fines personales del poder 306

que la sociedad misma ha generado históricamente como sus vicios, como estos, por ejemplo: a. Los hombres son ingobernables. Entiéndase el término “ingobernables” en el sentido que los hombres no siempre pueden ser comandados y orientados hacia los fines que la razón considera ideales, al unísono, que ésos, además, pensarán en sí mismos antes que socialmente (en otros); sino fijémonos en cuántos años de reducción, de uso violento de la política fueron necesarios para educar y adoctrinar con ciencia, costumbres o religiosamente; en fin, para llevar a la sociedad hasta este el punto de su actual evolución o “desarrollo”. b. La sociedad humana ha cambiado formalmente y de los hombres mismos algo ha cambiado.223Pero no debe creerse que esos cambios son reales, esenciales y necesarios. Es decir, si algo cambió será la forma como el hombre se enfrenta al mundo, mas ningún cambio en él mismo. Por lo siguiente, patético: un ser vivo o yerto (y el hombre es uno) es reacio a los cambios bruscos, a esos que no se producen sino en millones de años. No puede hablarse de “cambio” esencial alguno, entonces, cuando de la sociedad se trata, sino de “evolución”, puesto que la 223

R. Rorty, “Objectivity, realism and truth” 307

sociedad no se cambia a sí misma y sin que los hombres mismos (que no cambian), hayan perfeccionado las relaciones y los fundamentos que esta tiene desde su origen. Con ello quiero decir, pero en otras palabras, que la sociedad puede ser más grande porque era pequeña, rica y poderosa, porque era pobre e impotente; que puede ser tecnificada porque antes era elemental y rudimentaria, pero nunca esencialmente distinta o contradictoria consigo misma (y la exégesis de todas las utopías pensadas para organizar el poder de la sociedad cuenta con el principio erróneo e ilusorio de este cambio que nunca se produce). c. Estos conocimientos son básicos para entender porqué la sociedad trata de cambiar su poder (a su potencia), o a sus reglas de juego políticas, y nunca puede esencialmente ni definitivamente. Y se subraya esta imposibilidad con la ascensión y decadencia de los imperios, las revoluciones esporádicas y las convulsiones sociales repetitivas e indetenibles. Y este punto es extremamente importante de remarcar; pues, cierra el camino y acalla a quiénes afirman que la sociedad “cambia”, que progresa en su forma y en su esencia; es decir, que no sólo crece en volumen y capacidad productiva sino que transforma y cambia también a sus 308

miembros (haciéndolos mejores, obviamente). Y este es el gran misticismo que requiere un análisis objetivo, puesto que contiene a la peligrosa fábula del “desarrollo social humano” que, a mi juicio, no se diferencia del viejo y persistente sueño utópico de “la grandeza moral humana”.

XLV Capítulo ¿Por qué Detener a Esta Civilización Destructiva? Hay que desconfiar de la normalidad de la sociedad humana, de la aparente normalidad y de la isostasia entre sus fuerzas inmanentes y contrincantes; porque cuando los hombres no se enfrentan entre sí, sangrientamente y se muestran armónicos y en paz, es cuando son vehementemente productivos y, en consecuencia, muy destructivos de la naturaleza. Es en estos lapsos pacíficos y ordenados cuando la sociedad gana fuerzas y consolida varias de sus potencias malignas y negativas: los hombres se especializan y entrenan; los capitales y las fuerzas productivas se alían para actuar al unísono; el bienestar general parece próspero (el comercio y la industria florecen, el trabajo y las organizaciones se consolidad, las ciudades desbordan con gente que derrocha y consume)… Porque es entonces cuando el poder político humano decanta su unidad y define su impacto considerando intereses y beneficiarios. 309

Y es por eso que digo que una sociedad que ingresa en un oasis de prosperidad y desarrollo, es una sociedad que se envuelve a sí misma en una fatamorgana de ilusiones. Porque en ese estado, una sociedad convertirá a sus ciudadanos en seres prepotentes y voraces, en seres entrenados e insensibles, altamente peligrosos…

Los verdaderos maestros de moral, antiguos o presentes, serán siempre esos malditos iconoclastas destructores, mas nunca aquellos bienaventurados conservadores. Ciertamente, pues, los predicadores de la paz o los que se dedican a perpetuar la bondad humana, nunca decantaron para la sociedad ningún miligramo de moral positiva. Nuestra civilización se levanta sobre los fundamentos políticos y morales que trazaron los osados y más arrebatados hombres. Porque ningún escogido pacificador, ningún burócrata civil (con callos en las posaderas) concibió un ápice de éstos. La ética, entonces, que esa ciencia que gobierna al hombre y que lo sujeta con cadenas invisibles a una estructurada regularidad social, justa o injusta, fue forjada a sangre y fuego en los campos de batalla, a caballo y al estruendo de infinidad de espadas desenvainadas…

La sociedad humana ha compelido a los hombres, a esos privilegiados e inteligentes seres, a comportarse como sujetos 310

inescrupulosos y destructivos, convirtiéndolos en una casta parásita que masivamente, y como una plaga asoladora, medra gratuitamente del mundo. Entonces, tomando como terrible antecedente a la destrucción de la vida en la Tierra, alentar la eficiencia de la sociedad humana desde el poder para ensanchar el camino de la técnica, de la ciencia y del pensamiento, multiplicando los resultados del trabajo, guiando y corrigiendo la moral social desde palacios y templos, serán acciones absolutamente irresponsables y repudiables. Porque irresponsable será, incluso, sanar y curar a un solo hombre sustrayéndole de los peligros de la natural precariedad de su existencia al echar mano a la medicina, por ejemplo; para no decir nada de lo arriesgado que será educarlo y de entrenarlo con propósitos de proseguir con la destrucción indiscriminada. Porque todas esas acciones injustificables nada serán salvo subrayar el empecinamiento de la humanidad como organismo nocivo y depredador:224 1. Tenemos que entender que nosotros mismos somos el problema, que nuestra civilización tiene por núcleo a nuestra voluntad egolátrica e insensible; que nosotros generamos el peso muerto que la Tierra no puede soportar un siglo más. 2. Nuestra existencia, y la forma como hemos 224

C.F Göschel “Aphorismen” 311

diseñado la sociedad para acogerla, constituye el mayor peligro para la vida en general y para los seres vivos en particular. 3. Tenemos que identificar y contener a los deseos, inclinaciones y hábitos, que nos hacen propensos a la voracidad, compeliéndonos a actuar solos, o con otros, como los parásitos insaciables de una plaga. Porque la tarea de resolver este serio problema incumbe a los filósofos sólo hasta el punto en que el problema queda expuesto. Yo, por consiguiente, en este tratado que no tiene antecedentes en el pensamiento humano, presento y desarrollo la problemática de la sociedad humana como plaga terrenal, para que los mejores hombres decidan qué tiempo y qué métodos son más efectivos que otros para detener poco a poco pero radicalmente a los agentes destructivos de este planeta. 4. Tenemos que ser conscientes que detener a la sociedad humana implicará, primero, imbuir en los individuos formas nuevas de pensar y de actuar; porque para que tenga efecto la derruición de la mentalidad destructiva de la moral social hay que actuar en la mente individual y en la esencia de cada una las ideas que dan forma y sentido a la acción errónea humana. Pues, la fuerza que hace funcionar a la “civilización” no se parará por sí sola ni en un instante. Esta no se detendrá si un solo individuo piensa 312

distinto o piensa bien. Esta se detendrá cuando la convicción sea unánime, cuando los hombres en conjunto acepten a su existencia como un hecho natural y simple, sin pretensiones de seres divinos. 5. Detener la voracidad humana implicará desactivar los mecanismos morales que aglutinan a los individuos políticamente y económicamente, a la vez de cuestionar el valor y el sentido de los fines familiares y generales, yendo en contra directamente de la alianza histórica humana y de la unidad de los individuos y de los grupos por separado; es decir, llegar al punto de demostrar que el deseo de triunfo y gloria de los individuos, o de la sociedad toda, no es necesaria ni como fantasía. Detenerla, entonces, no implicará eliminar a algunos de nuestros congéneres o a la mayoría de ellos en un zas y de un momento a otro (este viejo método sangriento de la violencia, no tiene principio ni fin y no nos servirá para siempre); hay que buscar un método pacífico, inteligente y que sea aplicado doquier y en los tiempos sucesivos. Un método permanente que penetre en el alma y que atraviese con reglas inquebrantables la tendencia a formar innecesarias colonias humanas. Un método que afecte las creencias de los individuos con otras seguridades y certezas y que los haga volver a la naturaleza para retomar una 313

existencia natural, sin temores ni privilegios. 6. Porque una vez que cada hombre, como miembro de la sociedad humana, haya aceptado su responsabilidad en el desastre irreparable ocasionado al mundo, y tras haber reconocido que la especie humana es una amenaza para la existencia misma, entenderá que debe actuar para detenerla renunciando a la parte más crítica de las condiciones “materiales y fantásticas” de su existencia de ser privilegiado en la Tierra.225 7. Como filósofo, yo no puedo decir cómo debe comportarse el hombre ante semejante tragedia; tampoco, cuáles serán los métodos y el tiempo necesarios para eliminar esta amenaza; únicamente, y creo que es grande este valor, me atrevo a ser el primero en delatarla, pero sin preciarme de este merecimiento, habiendo preferido que la existencia humana fuese más sobria y menos exorbitante, más inteligente y mejor orientada; no hacia la destrucción y el saqueo, sino a conservar intacta la mansión terrenal (que no es humana únicamente), en consideración a la precariedad de la vida y a 225

A. Huxley, “Brave new world”: “Chronic remorse, as all the moralists are agreed, is a most undesirable sentiment. If you have behaved badly, repent, make what amends you can adress yourself to the task of behaving better next time. On no account brood over your wrong-doing. Rolling in the muck is not the best way of getting clean…” 314

la necesidad equitativa de la existencia de todos los seres vivos. Por lo siguiente y obvio: a. Hemos hecho y deshecho demasiado. Hemos consolidado una civilización asombrosa pero a la vez, aunque inversamente, deteriorado el planeta.226 Hemos hecho mucho de malo, entonces, y muy poco de bueno. Por ejemplo, en materia de condiciones que favorecen exclusivamente la existencia de nuestra especie, se ha ejecutado exageradamente demasiado: cementeras, caminos, edificios, ciudades enteras, puertos, represas, fábricas, escuelas, etcétera. b. En todas partes, y a donde vaya la mente y los ojos, el hombre ha convertido en piedra su deseo muy peculiar e irresponsable de grandeza.227Desde dentro y desde fuera la realidad resuma el ajetreo y la efervescencia, la pasión y las ganas de conquistarlo, entenderlo y expropiarlo todo. Pero no es bueno, positivo, ni es necesario todo lo que se ha hecho. Mucho es perverso o tiene trazas de lo peor y siniestro de la inteligencia y la voluntad humana: sadismo, crueldad, 226 227

J. Rawis, “A theory of Justice” C.Kukathas, “Hayec and modern liberalism” 315

desinterés; negligencia y apetitos desmedidos. c. El enfrentamiento del hombre con la naturaleza, si cabe medirlo moralmente, ha sido fatal, sangriento, estúpido e innecesario. Pero parece que estuviésemos ganando, que el bienestar humano dependiese de esta necia y abusiva competencia con la naturaleza; que la victoria humana tiene que ser total, obtenida destruyendo, saqueando y atropellándolo todo.

XLVI Capítulo Del “Futuro” de la Civilización Humana Imaginen a un hombre sin futuro ni pasado. Imaginen al hombre en el mundo sin estas coordenadas mentales y temporales. Cuando lo vean como a un cuerpo y como a un sujeto cualesquiera, sin historia y sin futuro posibles, lo verán tal y como la naturaleza nos quiere en el mundo.

 La muerte de los imperios y las revoluciones esporádicas, son prístinas muestras de la impavidez y de la resolución intransigible que cupe al individuo en circunstancias que hunden a sus naciones en el caos, o en la transición de su renacimiento. Para salvarse él mismo, y salvar consigo a sus relativos 316

directos, el hombre es el animal más imperturbable, cínico y vil.228  Cuando las enfermedades u otras calamidades azotan sus ciudades, los hombres abandonan sin miramientos a sus mansiones y a sus templos, a sus muertos y a sus reliquias sagradas. Nada les detendrá, ninguna consideración cultural o social, ningún rango ni autoridad ni afinidad con la abundancia; nada les anclará si presienten peligro o ya lo experimentan.229  No hay moral ni unidad que detenga, poder o amenaza que doblegue, a un animal acorralado. Su decisión estará impelida por su instinto de animal acosado y expuesto al peligro… En virtud de lo cual, ¿para qué insinuar, siquiera, que soy ese cínico filósofo que vaticina catástrofes gratuitamente? Al contrario, no soy más que un lector de cosas y hechos, un geómetra, si se quiere, que une los puntos lejanos con los próximos en formas y en realidades concretas. En fin, un simple agrimensor que sabe leer el terreno y que mira al mundo (por dentro y por fuera); uno que vigila la trayectoria humana sin complicidad o ceguera. Uno, digamos, que repetirá cien veces que la tarea más 228

E. Jünger, “Stahlgewittern” Tácito, “Anales”. Libro I …Haud dubiý jam in castris omnium mentes; tantusque ni suspenso…

229

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digna del hombre, ahora, será frenar a esos parásitos ganadores y proficuos que encabezan la destrucción del mundo.  ¡Deshacer a nuestra civilización! Este es el acto justo que sigue a un pensamiento justo. Y ese acto tiene que ser equitativo y correspondiente con la tarea que todos, y en mucho tiempo, realizamos para construir la civilización humana. Por cierto que sí. Ésta tendrá debe empezarse hoy mismo y terminarse prontamente, porque derruir algo es más simple cuando es necesario. Y debe hacerse aunque muchos hombres, los más necios y obstinados, y los que más se benefician con el saqueo y la destrucción del mundo, se opondrán con todos sus recursos para que este urgente deber se cumpla (pero se hará, con su aquiescencia o sin ella). Y esta es otra certeza cuyas evidentes razones se expresan solas. Porque estoy tan convencido de la extinción de nuestra civilización como seguro podría estar del fin de un gran incendio; puesto que ni la una ni el otro durarían eternamente cuando deben su furor (y existencia) a materias frágiles y combustibles que se consumen o desaparecen.  He dicho, también, que los hombres de hoy, los que generan y conocen las ventajas y desventajas de su existencia aquí, en este punto de la historia, y los que ya están imbuidos por el pensamiento y creencias que cimentan y 318

cohesionan a esta parasitaria civilización, no serán los que con ardor y placer quieran deshacerse de esta civilización. Y tampoco seremos nosotros que anunciamos su necesidad. Pero serán otros, esos que son nuevos en su alma; aquellos que nacerán de otras generaciones más conscientes quienes desmonten esta decrépita y presuntuosa civilización como se hace con un barco encallado.  Para ellos escribo este tratado cínico y alevoso. No escribo para convencer a los golosos parásitos que insensiblemente acrecientan la corrupción y medran del saqueo de la tierra,230 ni para los obreros y trabajadores que “miran salarialmente al mundo”;231 escribo para los hijos de los hijos de nuestros hijos. En fin, escribo para esos hombres purificados por el desastre y que en el ocaso mismo se encaramarán y resistiendo aniquilarán a la vieja moral, al pensamiento decrepito de esta civilización insostenible. Escribo para aquellos que mirarán al mundo, y a ellos en él, con los mismos ojos del 230

El Corán (Sura al-Baqarah), dice: “No causen corrupción en la tierra”… Y ellos responden: “Pero si nosotros somos reformadores”… 231Aforismos, Tomo III (inédito), del autor: “Al mundo, los hombres, solemos mirar de tres formas. Una, maravillados y aterrados (como animales o como criaturas de la naturaleza); otra, con indiferencia (como sus propietarios) y, la última, como esclavos (como aquellos que miran salarialmente al mundo)”. 319

animal que no se sabe superior sino supeditado a las fuerzas de la naturaleza y de la vida.

Los acontecimientos mismos, y que aun no son sensibles para la mayoría humana, pero que son concretamente trágicos y muy funestos para su existencia futura, me hacen concluir que un día no muy lejano la sociedad arrinconará a sus miembros ante la siguiente e inevitable disyuntiva: “Los hombres acaban con su civilización, o la civilización acabará con ellos”. Ante tal encrucijada, es fácil de suponer que el hombre se inclinará por salvar a su propia persona de la debacle antes que a su sociedad y a sus intereses que tiene en ella; puesto que el valor que el hombre considera para sí mismo es supremo a todo orden de cosas. Sin duda posible, llegado el extremo momento, los hombres sacrificarán a cuantos se les atraviesen, y a su sociedad misma en cualquier estado de desarrollo o de deterioro en que ésta se encuentre, para ponerse a buen recaudo ellos mismos.232 Y la historia es muy prolija en acontecimientos que corroboran este comportamiento animal e instintivo, decidido y asocial de los hombres. Demostraciones: 1. El presente constante, no trascendental, es la única base para nuestra existencia.233 Porque como ya he dicho, tanto el pasado como el 232 233

D. Defoe, “A journal of the Plague year” B.Spinoza “Ethics” (eternity of mind) 320

futuro son herramientas mentales que no existen, que no son reales ni sujetos a experiencia alguna, como son el día o la noche. A partir de esta aserción (temeraria y que contradice lo que se da por asentado) podría revisarse a toda la filosofía, a toda la ciencia; a la llamada “historia humana” y, lo que es más importante, a la acción de toda la sociedad y a su proyección en el tiempo. 2. Los hombres han llegado a creer que el tiempo tiene segmentos independientes y que están interrelacionados con su existencia (pasado, presente y futuro); que hay un presente, un pasado y un futuro en su existencia, y tratan que su memoria -su paso arrasador por el mundo la registra- sea notorio, que se concretice en ideas y luego en cosas; que su presente sea definido, conocido, gozado y provechoso, que su proyección al futuro ejemplar grandiosa y eterna para las generaciones venideras. Pero las consecuencias de este deseo son catastróficas, ya las vemos: a. Catapultarse en el tiempo es sobre todo imaginar vivas a nuestra influencia, a nuestras obras y a nuestra descendencia. Si esto es así, y no es parte de un principio egolátrico sino natural, tiene que contradecir a gran parte de lo que el hombre está haciendo hoy. Pues, sinceramente yo no creo que estemos legando esa civilización maravillosa, muy 321

humana y desarrollada, que pensamos. ¿No veo cómo los problemas creados hoy, por ejemplo, y que esperamos que otros solucionen, no se complicarán sin anular a todo lo que se está proyectando? Me refiero a la tendencia acreciente del número de miembros de la humanidad y a su paso aniquilador. Me refiero al exterminio de los seres vivos; al deterioro del aire y del agua, a la suciedad de los suelos. La población humana no decaerá, no se estabilizará; al contrario, se triplicará en cada centuria y ya no en milenios ni en cien generaciones, sino en solo 10 de estas. b. Y esto implica que una cosa mala acarree a otra peor: a mayor territorio ocupado para los hombres, menor espacio vital para otros seres vivos (y menor espacio para otros seres vivos, menor posibilidad de subsistencia de los hombres). Etcétera. Y esto ya es grave, pero aun no tanto como para que se aliente la negligencia y la estúpida creencia que la humanidad puede vivir por sí misma, que los hombres podrían ser autosuficientes y no depender de nada más que de su inteligencia y desarrollo técnico. ¿Cómo sería esto posible? ¿Ejerciendo el canibalismo? c. No me preocupa, en realidad, lo que ocurrirá “en el futuro” a otros hombres habitantes de esta monstruosa humanidad 322

(las plagas mismas cuentan con mecanismos e ímpetus de autodestrucción y autogeneración muy eficaces que a la larga las hace supervivir las peores calamidades ocasionadas por ellas mismas); me preocupa lo que ocurrirá a los otros seres vivos y frágiles, ya afectados y al borde del precipicio de la existencia, por ejemplo: un tercio, o una mitad de la población humana, seguramente, será diezmada por los efectos concomitantes con la escasez de alimentos y del agua, con la reducción y deterioro del espacio vital y por las áreas de influencia por las que deben competir a muerte. 234 No es de mi incumbencia hacer esta clase de prognosis, sin embargo, el que quiere hacer una legítima y aproximada lectura del asunto, que mire bien a la humanidad y a todo aquello que significa mantener activa y creciente a su respectiva civilización, y que proyecte esa visión en el tiempo. Nada más. 234

El trabajo que un filósofo puede hacer (y en eso consiste el mío), es presentar el problema y exponer sus partes, mas no en solucionar alguno. Lo expreso aquí para detener a aquellos que exijan que me presente con soluciones. Además, ¿cómo puede resolver un hombre, lo que toda la humanidad malogra? 323

d. Así, pues, el tema de este libro no es importante porque escribo un vaticinio, lo es porque expreso y expongo una necesidad contenida en una verdad. Porque no soy un profeta de largas barbas que dice bellas o fatídicas parábolas sin saber de lo que habla. Escribo todo esto porque quiero ver, y así lo debemos esperar todos, que en cien años (cuando la inteligencia se haya impuesto a la voracidad e irracionalidad actual, y se hayan erradicado el idealismo y el humanismo que hacen posible que los hombres se multipliquen hasta el infinito), la sociedad humana sea selecta y sobria, que la existencia del hombre discurra en concordancia con la necesidad que la naturaleza tiene de nosotros, antes que por el deseo de predominio o grandeza actuales, impuestos como objetivos de esta civilización a los individuos.

XLVII Capítulo De la Desaparición de la Civilización Humana ¡La existencia humana sería excepcional si perteneciese a pocos y necesarios individuos! ¡Pero cómo a muchos pertenece, la grandiosidad de la existencia se difumina y degenera! 324

La historia nace, crece, y se estraga en la mente; en la realidad no puede existir la historia. Porque el tiempo en la realidad no existe. ¿Cómo puede existir el pasado, entonces, si el pasado (como comúnmente está determinado) es todo lo que ya no es? ¡Háganme comprender la realidad del pasado, si hasta las ruinas y las ideas muertas son ostensibles o presentes! La relación de los hombres entre sí puede tener historia, pero el individuo no tiene historia posible. Sería ridículo atribuir historia a un ser. Además, como no hay múltiples formas de existencia, no puede haber tantas historias como hombres existen. Argumentos: b. El pasado no existe fuera de la mente. Cada momento de nuestra existencia y de la existencia sólo es presente: y ningún instante de nuestra existencia presente se va al pasado; porque nunca la existencia “pasa” o sale del presente. c. Hacemos existir al pasado por razones que son prácticas, es decir, por razones que son relativas o concomitantes con las acciones sociales y presentes que queremos fijar en la mente. En fin, para encadenar nuestras acciones a los sucesos regulares de la naturaleza (a las estaciones, al día y a la noche, a los eventos y fenómenos, por ejemplo). Al tiempo, en este respecto, “hacemos existir” de la misma forma para sujetar y 325

determinar nuestras relaciones mentales de sucesividad y contigüidad, de finalidad y procedencia o, en su defecto, de causa y consecuencia. d. Los hombres, en su apetito por ser inmortales, crearon mentalmente a muchas cosas, entre ellas al tiempo y al pasado; pues, por ejemplo, si no creyésemos que el pasado existe en el tiempo tampoco tendríamos antepasados. Y es con este fin que hacemos existir lo que no existe. Porque si finiquitamos de la memoria a los hombres y a sus proezas que recordamos y reverenciamos como nuestros, finiquitamos también la posibilidad que nosotros mismos “fuésemos imperecederos” en la memoria venidera de otros hombres, etcétera. e. Esta es la misma razón por la que creemos en el presente o en el pasado, por la que creemos en el futuro y en los dioses. Porque ¿no es, pues, el “futuro” de nuestros antepasados nuestro presente? De muchas formas, obviamente, conocemos al futuro (al mismo futuro que será presente de unos y pasado de otros). Así, por ejemplo, ¿no es el futuro de nuestros antepasados este presente nuestro? Por cierto que sí. ¿Y no es también cierto, que el presente de las generaciones sucesivas será el futuro que nosotros en el presente no creemos que es “nuestro”? 326

f. La proyección en el tiempo, por lo demás, no es exclusividad racional humana; algunos insectos, pájaros y reptiles, también ejecutan acciones previsoras y relativas a su sobrevivencia, y de las que podríamos deducir que las realizan “previendo su futuro”. Porque estos animales, al igual que nosotros, almacenan alimentos, construyen nidos, limpian y protegen sus guaridas, etcétera. Pero esos animales no exacerban esta proyección considerando sus riesgos y finalidades ulteriores ni presentes, ni anteponen a su existencia como la más preciada para la naturaleza: los animales no estudian, por ejemplo; no se ejercitan, no invierten ni planifican; ellos no construyen ni ahorran, no se arman militarmente o tecnológicamente.

El hombre es un animal social pero no por naturaleza propia, sino por la naturaleza de la sociedad misma. Este hecho es inmodificable. Otro hecho distinto es que la conciencia histórica haya dejado una impronta de gloria y autosuficiencia demasiado profunda como para que los hombres de hoy sientan alguna afinidad con la pasada y muy remota existencia salvaje. Su gran afinidad con las ciudades y la aversión casi natural que manifiesta el “moderno ciudadano” por lo rural o campestre (y con todo aquello que implica la existencia natural humana), tiene causas que se originan en las fantásticas ventajas que ofrece la 327

civilización a los individuos y que estos mismos conciben como suyas; consignaré seguidamente a algunos hechos para demostrar cuan lejano y extrañado está el animal hombre de su estado natural: 1. ¿Repartió la naturaleza la tierra entre los hombres y entre estos y los demás seres vivos? Es obvio que no.235 La naturaleza no ha repartido en propiedades, o en lo que quiera llamarse, al suelo, al mar o los cielos. Pero el reparto del espacio vital total, terrestre, ya se hizo en el pasado, no en naciones únicamente, sino en latifundios, minifundios y parcelas personales. El espacio de las ciudades, idénticamente, ha sido cercenado en pedazos ínfimos y se lo disputa seriamente con dinero y sin dinero. Y se puede decir que el planeta Tierra ya no aloja por igual a sus criaturas, que ahora tiene propietarios y desposeídos: una mansión aquí, un palacio allá, un edificio acullá y doquier casuchas y ranchos, favelas y barriadas; antros y templos no muy alejados de los basurales, de los monumentos y cementerios. Muros de piedra y muros mentales nos separan físicamente y moralmente. Estos nos dicen cómo, quienes y hasta dónde y cuándo la propiedad y la dignidad nos separan.

235

E. Cabet, “Viaje a Icaria” 328

2. Ya es tarde para volver al pasado. Ya no pueden ser abandonadas las ciudades. Todos ya no podemos volver al campo y no podemos adoptar de la noche a la mañana una existencia rupestre. El hombre ya no concebiría como posible y necesaria una existencia que en siglos y siglos ha ido abandonando y “modificando”. La mayoría de hombres abominaría de la idea de trabajar el suelo con sus manos. Del punto al que hemos arribado ilusionados no se retorna sin que medie una hecatombe. ¿Cómo, para qué deshacer lo que es bueno y ya está hecho? Nadie vería un solo objetivo para sí mismo en el retorno: atrás no queda nada. En el pasado las cosas no existen, pero el futuro se cierra ante el deseo y la visión de los hombres. La riqueza ya no resplandece en el horizonte y sólo sombras y tempestades; hambre y pobreza se discierne. ¿Qué hacer, entonces, si no es retornar al punto de partida? 3. Nadie querría retroceder, esto se sabe. Volver al pasado, a la precariedad, al trabajo duro y a los peligros, a la muerte temprana. ¿Cómo se podría vivir sin nada de lo que ya se tiene? ¿Es posible una existencia sin objetos, sin comodidades? ¿Qué clase de vida sería esa? ¿No sería reducir a los humanos a la condición de bestias, nuevamente? ¡No hemos trabajado tanto y sobrepasado tantos obstáculos para nada! 329

¡Quién quiere volver al oscurantismo, a las simplicidades! ¡Somos demasiado inteligentes; no podríamos vivir sin máquinas, sin velocidad, sin dinero!236 4. ¡Podemos encontrar una o varias plausibles soluciones a cualquier problema! ¡Los hombres pueden solucionar sus problemas! ¡La vida es un completo solucionar de problemas para los hombres! ¡Podemos construir ciudades verticales, ciudades bajo la tierra, en el mar; podemos habitar otros planetas! ¡Podríamos construir mundos paralelos a la naturaleza! ¿Pero cuánto costaría en tiempo, en materia y en trabajo destructivo hacerlo? Es obvio que no podremos lograrlo nunca. 5. ¿Podemos proseguir teniendo lo que tenemos y no mucho más, y siendo más conscientes del mundo, más inteligentes y sobrios? Tampoco podemos esto. Porque ello implica dos cosas insostenibles: una, llevar hasta cierta riqueza y abundancia a los que nada tienen ahora, o repartir lo que han acumulado otros que ya tienen en abundancia. ¡Cosa imposible! ¿No es cierto? ¿Pues, qué me dicen aquellos que debe repartir su riqueza? Otra, ¿en qué plazo, que 236

Un dato para los ricos: el dinero fue inventado en China hace 5 o 6 mil años, pero los hombres viven en la Tierra por más de dos millones de años. Esto implica una sola cosa: que sí es posible la existencia sin un centavo en las manos. 330

no se alargaría interminablemente se ejecutaría la igualdad, la paz y el desarrollo humano? Nunca. En ningún plazo. 6. Todos sabemos que debemos cambiar mucho, reducir lo superfluo y la superabundancia, pero nadie sabe dónde comenzar, quién debe hacerlo primero, cuándo. Ignorábamos, por ejemplo, que éramos una plaga y, en consecuencia, el problema más importante y cruel que tiene la sociedad en frente. Por eso, yo, ante este hecho catastrófico, no propalo (expresa y directamente) que la solución será el retorno al pasado, al tiempo del hombre con masa de piedra y arpón en las manos. Yo no propugno una utopía regresiva. Yo digo que la civilización humana está arrimando a sus miembros hacia la única opción que queda de esta disyuntiva: ¡deshacer su sociedad o perecer! Porque excluyo que el hombre desee perecer o inmolarse. Entonces la opción que resta es deshacer esta excesiva sociedad y armar una nueva y pequeña: una sociedad menos poderosa y arrogante, menos voraz y consciente que la naturaleza es de todos; que el hombre no es superior ni propietario de nada…

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«ANALISIS GENERAL De la EXISTENCIA HUMANA (De su Civilización Destructiva)» Ricardo Paredes Vassallo .. ∞ .. Versión adaptada para Link en Internet. [email protected]

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