Acerca de la docta ignorancia. Libro I [1]
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Nicolás de Cusa

Acerca de la docta ignorancia Libro I: Lo máximo absoluto (edición bilingüe)

Introducción, traducción y notas Jorge M. Machetta y Claudia D'Amico

Acerca de la docta ignorancia Libro I: Lo máximo absoluto (edición bilingüe)

C olección P resencias M edievales S erie T extos

Dirigida por Jorge Mario M achetta y Claudia D’Amico

Nicolás de Cusa

Acerca de la docta ignorancia Libro I: Lo máximo absoluto (edición bilingüe)

Introducción, traducción y notas Jorge M. Machetta y Claudia D'Amico

Editorial Biblos

Colección P resencias Medievales serietextos

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Nicolás de Cusa

N IC

Acerca de la docta ignorancia: Libro I. De docta ignorantia: liber primus. - 2a ed. - Buenos Aires: Biblos, 2003 182 pp., 20 x 12 cm. - (Presencias Medievales) Traducción de Jorge M . M achetta y Claudia D ’Amico

ISB N 950 -7 8 6-3 7 6-1

I. Título. - 1. Filosofía Medieval

Primera edición: ju n io de 2003 E ste libro se realizó m ed ian te un su b sid io de la F u n d a ción A n torch a s Diseño de tapa: M ichelle Keningstein Armado: A na Souza Coordinación: M ónica Urrestarazu © Introducción, traducción y notas: Jorge M. Machetta y Claudia D’Amico © Editorial Biblos, 2004, 2007 Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires [email protected] / www.editorialbiblos.com Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 Impreso en la Argentina

Esta segunda edición de 1.500 ejemplares fue im presa en Indugraf, Sánchez de Loria 2251, Buenos Aires, República Argentina, en ju n io de 2007.

ÍNDICE

P re s e n ta ció n

........................................................................................ 9

In tr o d u c c ió n ........................................................................................ 11 Vivir en su tiempo: el contexto histórico .................................. 11 El pensamiento cusano entre el Medioevo y el R enacim iento........................................................................... 23 Acerca de la docta ignorancia ....................................................... 26 Cronología ........................................................................................ 29 B ibliografía........................................................................................ 33 TEXTO BILINGÜE DEL LIBRO I: LO MÁXIMO ABSOLUTO Prólogo ...............................................................................................37 Capítulo I: En qué sentido saber es ignorar ........................... 39 Capítulo ii: Aclaración previa de los temas subsiguientes .... 41 Capítulo III Que la verdad precisa resulta incomprensible .... 45 Capítulo IV: Lo máximo absoluto es entendido incomprensiblemente; con ello coincide lo mínimo ..............47 Capítulo v: Lo máximo es uno ..................................................... 51 Capítulo VI: L o máximo es absoluta necesidad .........................53 Capítulo VII: Acerca de la eternidad trina y una ...................... 55 Capítulo VIII: Acerca de la generación eterna ...........................59 Capítulo IX: Acerca de la eterna procesión de la conexión .... 61 Capítulo x: Cómo la intelección de la Trinidad en la unidad sobrepasa todo ................................................. ...... 63 Capítulo XI: Que la matemática nos ayuda muchísimo en la aprehensión de la diversidad divina ......................... 67 Capítulo XIII: Cómo se ha de usar de los signos matemáticos para este propósito ............................................ 71

Capítulo XIII: Acerca de la pasibilidad de la línea máxima e infinita....................................................................... 73 Capítulo XIV: Que la línea infinita sea triá n g u lo..................... 75 Capítulo XV: Que tal triángulo sea círculo y esfera .................77 Capítulo XVI: De qué manera en un sentido traslativo lo máximo está relacionado a todo, como también la línea máxima respecto de todas las líneas ......................... 79 Capítulo XVII: Profundísimas doctrinas que emanan de lo mismo ................................................................................. 83 Capítulo xviii: Cómo a partir de lo mismo, somos conducidos a la intelección de la participación de la entidad .............. 89 Capítulo XIX: Transposición del triángulo infinito a la Trinidad máxima .................................................................. 91 Capítulo xx: Aun más acerca de la Trinidad, por qué no sea posible la cuaternidad o algo más en lo divino ..... 95 Capítulo XXI: Transposición del círculo infinito a la unidad .... 101 Capítulo XXII: Cómo la providencia de Dios une lo contradictorio ..................................................................... 103 Capítulo XXIII: Transposición de la esfera infinita a la actual existencia de Dios ................................... 107 Capítulo XXIV: Acerca del nombre de Dios y de la teología afirmativa ............................................................ 111 Capítulo XXV: Los gentiles nombraban a Dios de varias maneras con referencia a las creaturas ........................... 117 Capítulo XXVI: Acerca de la teología negativa ....................... 121

Notas complementarias ............................................................ 127 1: Alcance y sentido del conocimiento humano ...................127 2: Lo máximo y la coincidencia de los op u estos..................... 140 3: Lo máximo y la T rin idad................................................ ....... 147 4: La simbología matemática ......................................................159 5: Lo máximo en cuanto esencia simplísima o forma essendi ....................................................................... 165 6: Acerca de la posibilidad del discurso teológico .................172

Glosario

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PRESENTACIÓN

La experiencia de varios lustros en el ejercicio de la docencia uni­ versitaria nos ha mostrado que es un requisito insustituible del aprendizaje del filosofar la lectura directa de las obras funda­ mentales de los pensadores de todos los tiempos. Respecto de los escritores m edievales ha sido, precisam ente, esta m etodología, practicada intensam ente en m últiples cursos y sem inarios, la que ha logrado desconstruir tergiversaciones históricas que ocultan su genuina riqueza filosófica. De esta manera, tales autores nos han m ostrado que, con frecuencia, han vivido más intensam ente que ninguno la constante tensión entre el saber que proviene de la fe y el que se origina a partir de las aspiraciones y reflexiones hum anas. Y a ello debem os su­ m ar el cam bio de perspectiva que la actual historiografía ha in­ troducido en la consideración del m undo medieval: se ha dado cabida a líneas de pensam iento que, si bien provienen tam bién de la cultura del “libro”, proponen -c o m o lo hace el pensam ien­ to árabe y el ju d ío - otra lectura de los grandes interrogantes de la filosofía. Así, el horizonte m edieval no ha de quedar reducido a la perspectiva exclusivam ente cristiana de la geografía euro­ pea. A un m ás, consideram os decisivo tom ar distancia de los ex­ trem os que han em pañado el estudio de los m edievales: la “ac­ titud apologética” que alentada por el resguardo de la ortodoxia ha descuidado la legitim idad y amplitud de los planteos filosó­ ficos, y la “actitud prevenida” incapaz de reconocer originalidad especulativa en tales autores, o bien que sólo los considera en el caso de alguna correspondencia con los planteos de la filosofía moderna. 9

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Respetuosos de tales exigencias metodológicas, hemos proyec­ tado para esta colección, Presencias Medievales, recoger esta h e­ rencia a través de la lectura atenta y sin perspectivas unilatera­ les. Para las publicaciones que constituyen la serie Textos, pro­ pondremos en paralelo la obra en su lengua original y la versión castellana. Habremos de adjuntar notas complementarias desti­ nadas a facilitar la comprensión del texto, agrupadas al final con el propósito de no interrumpir la insustituible lectura del mismo. Seguirá un glosario que precise la correspondencia en nuestro idioma de los términos técnicos de cada autor. Las publicaciones que correspondan a la serie Ensayos estarán destinadas a ofrecer un análisis y una interpretación de autores o temáticas que ja lo ­ nan el ámbito del pensamiento medieval, esperando contribuir con ello a una comprensión más profunda de sus propuestas. Con estos criterios, inauguramos esta colección con la obra capital de Nicolás de Cusa, Acerca de la docta ignorancia. Este autor florece en los tiempos del así denom inado “otoño de la Edad M edia”, y es el crítico y genial innovador en quien el pasa­ do se muestra en su riqueza profunda y el porvenir se abre en un horizonte de ilimitada amplitud. Por prim era vez en lengua castellana se presenta una edición de estas características de la fundam ental obra cusana. A ella se­ guirán otros textos de Nicolás de Cusa o de otros pensadores me­ dievales. Ello habrá de contribuir, así lo esperamos, a que los au­ tores medievales se conviertan en interlocutores válidos para nuestras preguntas filosóficas de hoy. J .M .M .-C .D .

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INTRODUCCIÓN

VIVIR EN SU TIEMPO: EL CONTEXTO HISTÓRICO Vivir en su tiem po... así sintetiza el perfil de nuestro pensador E. M euthen, el biógrafo más im portante de N icolás de Cusa en nuestros días: un hombre de su tiem po que ha llevado a su pro­ pio tiem po tan lejos com o ha podido.1 Nacido con el siglo, la vi­ da del Cusano late al ritm o de los acontecim ientos de la prim e­ ra mitad del XV. Por esta razón, Nicolás se inscribe en la línea de ciertos auto­ res -co m o Agustín, Abelardo y algunos otros m edievales-, cuya doctrina no puede ser abordada sin com enzar por hacer una re­ ferencia, aunque sea breve, a su itinerario intelectual y personal, pues éste determ ina en gran medida la configuración de su pen­ samiento. La diversidad de influencias que se articulan en el pensam iento de Nicolás de Cusa vuelve im prescindible la bús­ queda m inuciosa de los episodios que han marcado hitos en su form ación. Esos hitos no sólo se circunscriben a un ám bito que podríamos llam ar “académ ico” en sentido amplio - l a form ación universitaria o la amistad personal con grandes m aestros de su é p o ca - sino que incluye las tareas pastorales y, sobre todo, polí­ ticas que le tocó desempeñar. Al pasar revista a su vida y a su form ación quisiéramos transm itir la perplejidad que produce 1

1. Erich Meuthen, “Leben in der Zeit”, en K. Jacobi (ed.), Nikolaus vori Kues..., pp. 7-26 (los datos completos de las obras citadas figuran en la bibliografía que acompaña esta introducción). 11

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una vida intensa, com prom etida “tem poralm ente”, y una obra de alto voltaje teórico consolidadas am bas en una unidad en la que se descubren, a nuestro entender, escasas fisuras. En 1401, en el pequeño pueblo de Kues a orillas del Mosela, frente a la pequeña ciudad de Bernkastel, nace Nicolás Krebs2 en el seno de una fam ilia burguesa pero m odesta; su padre era viñatero y barquero. Es uno entre cuatro herm anos y el único de todos que manifiesta tem pranam ente interés por el estudio.3 Una muy difundida leyenda lo ubica m uy prematuramente estudiando con los Hermanos de la V ida Común en Deventer. Si recordamos que esta congregación fue fundada por quien es con­ siderado padre de la devotio moderna, Gerard Grotte, no es ex­ traño que se haya sostenido esta prim era influencia en Nicolás, siendo nuestro autor, como los Herm anos, un cultor del camino interior y personal en la búsqueda de lo absoluto. Sin embargo, nada prueba que efectivamente tal cosa haya sucedido.4 Lo que no presenta dudas es que a los quince años ya se encontraba ma-

2. “Krebs”, en latín “Cáncer", significa cangrejo. Nicolás de Cusa adopta­ rá precisamente la imagen del cangrejo para su escudo episcopal. 3. Las fechas precisas concernientes a la vida y obra de Nicolás de Cusa pueden consultarse en el imprescindible trabajo de erudición realizado y editado en cuatro tomos por Erich Meuthen y Hermano Hallauer como Acta cusana. Quellen zur Lebensgeschichte des Nikolaus uon Kues (ac), Hamburgo, 1976-1996. Allí se reproducen todos los testimonios de la vi­ da de Nicolás desde su nacimiento. Como puede suponerse, ciertos perío­ dos, sobre todo los de su infancia y adolescencia, permanecen oscuros o con muy escasas noticias; sin embargo, la etapa de Basilea y muy espe­ cialmente lo que se conoce como su Legationsreise, es decir, su misión co­ mo legado papal a toda Germania a partir de 1451, se encuentra docu­ mentada casi a diario. Por nuestra parte, adjuntamos a esta introducción una cronología general. 4. Parece haber hoy total acuerdo acerca de la no pertenencia de Nico­ lás a la escuela de los Hermanos de la Vida Común. Esta pertenencia ya había sido puesta en duda por Vansteenberghe (Le cardinal...., pp. 6-7). G. Santinello, al pasar revista al itinerario cusano, ni siquiera lo men­ ciona (Introd., pp. 7 y ss.). Sin embargo, no es una cuestión cerrada: ve­ mos aparecer y desaparecer este dato alternativamente; por ejemplo, Marco Vannini en la lntrod.uzione a la reciente edición italiana del De cisione dei (Milán, 1998) lo menciona sin ponerlo en duda. Sobre este te12

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-triculado en la Universidad de Heidelberg que se encontraba ba­ jo el rectorado de Nycolaus de Bettenberg; allí permanece un año. Por estos tiempos Heidelberg representa uno de los más im ­ portantes centros de estudios, exponentes de la via nova -e s de­ cir, el pensam iento de los nom inales opuesto al de los reales, re­ presentantes de la via a n tiq u a -, y Nicolás se forma en esa uni­ versidad, precisam ente, en artes liberales. Esto pudo ponerlo en contacto con algunas tesis de la lógica de los nominalistas que en ese tiem po habían ganado para sí muchas universidades euro­ peas. Los próximos dos destinos, sin embargo, son lo que habrán de marcarlo profundamente: la Universidad de Padua y la matriculación en la Universidad de Colonia después de una breve estadía en Roma. Estos im portantes centros de estudios del siglo XV representan respectivam ente el origen y la orientación de dos núcleos de intereses cúsanos: político-jurídico, en un caso; teológico-filosófico, en otro. He ahí un germano proveniente del Imperio en tierra italia­ na en la que puede ya ser llam ada una “Europa de las patrias” o, atendiendo ciertos casos, de las “pequeñas patrias”, en la que, por lo mismo, se cuestiona seriam ente la idea de un orden inter­ nacional. N uestro autor obtendrá en Padua el título de doctor decretorum y se orientará claram ente hacia el derecho canónico. De hecho, la Iglesia era la única que podía ser considerada “católi­ ca”, en el sentido de universal, y por lo mismo, el derecho canó­ nico el único derecho “internacional”, al menos en cierto sentido.*5 En este marco se da lo que sabem os fue una influencia decisiva para el posterior pensam iento político desarrollado por Nicolás, lo cual tuvo tam bién una cierta derivación metafísica: los cano­ nistas paduanos pertenecían a la tradición conciliarista, muchos de ellos habían tenido una im portancia decisiva en el Concilio de Constanza que puso fin al Cisma de Occidente y, a la vez, habían

ma resulta imprescindible el trabajo de Erich Meuthen, “Cusanus in Deventer” (en G. Paia, ed., Concordia discors...) quien realiza una suerte de reconstrucción histórica de esta leyenda que se remonta a pocos años después de la muerte de Nicolás y es sostenida con mucha fuerza duran­ te la modernidad. 5. Cfr. A. Black, El pensamiento político en Europa, 1250-1450, Cambrid­ ge, 1996, pp. 130 y ss. 13

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echado las bases jurídicas de un gobierno conciliar para la Igle­ sia. Es allí discípulo de los discípulos de Zabarella, tiene grandes m aestros como Prosdocimo Comte, al cual habrá de referirse co­ mo “dom inus m eas et pa ter singularis”.6 Asim ism o Giulano Cesarini, primero condiscípulo, y después maestro y amigo, al cual el Cusano dedicará, en 1440, sus dos obras filosóficas principa­ les, el De docta ignorantia y el D e coniecturis. Sin embargo, Padua no es para Nicolás de Cusa sólo una es­ cuela de derecho que lo acerca al movimiento conciliar, sino que allí se relaciona asim ismo con grandes maestros de la Facultad de Artes: Vittorino da Feltre, Paolo dal Pozzo Toscanelli y Pros­ docim o de Beldomandi, grandes matemáticos y astrónom os que despertarán en él la preocupación por las ciencias y, sobre todo, por las bases para una nueva cosmología. A sí com o Padua será determ inante para el interés jurídico, científico y matemático de Nicolás, que se combina con una na­ ciente búsqueda de concordancia en el ámbito de la Iglesia y en sus relaciones con los poderes tem porales, los breves pero inten­ sos estudios en Colonia lo serán para la configuración de su pen­ samiento teológico-fílosófico. El rector era allí Petrus de W iilre, un sobreviviente de la vía antiqua. Su maestro directo fue el albertista Heymericus del Campo, quien reconoce com o fuente fun­ dam ental de su pensamiento la obra de Dionisio Areopagita, y quien probablem ente en París había conocido el pensam iento luliano.7 Esta perspectiva abrirá para el Cusano un nuevo panora­ ma sin el cual no podrá entenderse el desarrollo de su pensa-

6. Cfr. AC,

I,

n. 15.

7. Sin duda el catalán Eusebi Colomer es quien ha estudiado con más de­ talle las relaciones entre los pensamientos de Lulio, Heimerico y el Cusano. Además de sus numerosos artículos editados en el marco del Insti­ tuto Cusano, del cual fue miembro, puede consultarse en castellano su obra De la Edad Media al Renacimiento, Barcelona, 1975, en la cual de­ dica dos capítulos a la relación entre estos pensadores. Colomer presen­ ta allí la siguiente dificultad acerca de la mediación de Heimerico del Campo respecto del acercamiento cusano a la obra de Raimundo Lulio (p. 95): “Que el maestro flamenco conoció a Llull, puede probarse con certe­ za para los años 1432-1435 sólo con una gran probabilidad para los años anteriores a 1432. Ahora bien, Nicolás comenzó sus apuntes del Líber 14

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* miento metafísico. Las bases del pensar neoplatónico y la prefe­ rencia por los procedimientos simbólicos aplicados a los proble­ mas teológicos -e n particular los símbolos procedentes de la ma­ tem ática- tienen su sede en Colonia, y Nicolás de Cusa comen­ zará con estos dos elem entos unidos un cam ino que no abando­ nará a lo largo de toda su obra. Su corta fam a como “hum anista” también se debe a los días de Colonia en los cuales recoge una enorme cantidad de manus­ critos; ello le acarreará la amistad de no pocos hum anistas ita­ lianos. En Colonia descubrió, además de doce com edias de Plauto, un códice que contenía la República de Cicerón, entre otros textos.8 Sin embargo, este interés meramente literario no echará raíces en él sino que lo harán más bien los problem as jurídico-políticos y, sin duda los filosóficos y teológicos. Después de esta estadía en Colonia, se convierte en secreta­ rio del legado pontificio en Germania, cardenal Giordano Orsini; a partir de allí su nombre circulará como el de “N icolaus Treverensis”.9 En este período Nicolás es clérigo de la diócesis de Trier. En septiem bre de 1427, M artín v lo envía como decano de la Igle­ sia de St. Florín en Coblenza. Ese año muere su madre. En septiembre de 1430, el abogado Nicolás de Cusa presenta una larga apelación en favor de los intereses del conde Ulrico de M anderschied. Poco después, en su carácter de doctor decretorum, se incorpora al Concilio de Basilea. Su presencia se debía a

contemplationis en 1428: «¡Nos encontramos pues ante la paradoja, de que el conocimiento de las fuentes lulianas se comprueba documental­ mente antes en el discípulo que en el maestro! ¿No habrá pues que inver­ tir los términos de nuestra hipótesis y decir que fue la insaciable curio­ sidad intelectual de Nicolás de Cusa la que puso a su maestro y amigo Eimerico sobre la pista de Llull?»”. 8. Una muy extensa lista integra los códices descubiertos por el Cusano: De república, De legibus y De fato de Cicerón, comedias de Plauto, la His­ toria natural de Plinio, toda la obra de Aulio Gellio, la obra casi comple­ ta de Quinto Curzio, varios textos de Cipriano y Tertuliano, entre otros. Cfr. R. Sabbadini, Le scoperte dei codici latini e greci ne’ secoli XIV e XV, Florencia, 1905, p. 110. 9. Así aparece en la correspondencia de Guarino Guarini y Poggio Bracciolini donde se anuncia el descubrimiento de códices antiguos que el Treuirensis habría hecho en Colonia (G. Santinello, ob. cit.,p. 8). 15

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la ya iniciada defensa de los intereses del conde Ulrico, su protec­ tor, que aspiraba al arzobispado de Tréveris. M artín v debía ter­ ciar entre el conde y su opositor. Aunque el Cusano pierde la cau­ sa, permanece en el Concilio. Es convocado para integrar la com i­ sión de fide, allí profundiza aun más los fundamentos de la cau­ sa conciliarista y decide apoyarla En este tiempo inicia su am is­ tad con Juan de Segovia quien se había incorporado al concilio a título personal y después será el representante oficial de la U ni­ versidad de Salamanca. En ese momento Nicolás escribía un pe­ queño texto sobre la superioridad del Concilio sobre el Papa, ba­ se para la que sería su gran obra conciliar. Juan, en cambio, co­ mo profesor de la Universidad de Salamanca, había defendido en el pasado los derechos del P apa.101En Basilea, empero, su conver­ sión al conciliarism o fue inmediata, como también lo fue su ad­ miración por Nicolás de C usa.11 El grupo de juristas paduanos, maestros otrora de Nicolás, ha­ bían sembrado en él la semilla que dará su prim er fruto de con­ cordancia en la gran obra político-eclesiológica: De concordantia catholica (1433). Este prim er texto de envergadura de Nicolás de Cusa es considerado, por los estudiosos del conciliarismo, el fruto más maduro del movimiento conciliar que ya transitaba su terce­ ra generación.12 En él la resolución en términos jurídicos del pro­ blema eclesiástico presenta sólidas bases metafísicas que prea­ nuncian, de algún modo, el sistema cusano posterior. Aun cuando el Cusano se declara contrario a la Presidencia papal del Concilio contra su maestro Cesarini que perm anecía en una posición más moderada y cercana al papa Eugenio IV, un sentim iento de sim patía a ciertas decisiones tom adas por Euge­ nio iba creciendo en él y en muchos de los cardenales cuya autén-

10. De superiori-tate et excellentia supremae potestatis ecclesiasticae et spiritualis ad regiam et temporalem, 1428. 11. Acerca de la relación entre Juan de Segovia y Nicolás de Cusa, cfr. K. Reinhardt, “Concordancia católica. El concepto de la sociedad cristiana en Nicolás de Cusa y Juan de Segovia", Cuadernos Salmantinos de Filo­ sofía, xxii, 1995. 12. Cfr. G. Alberigo, Chiesa Conciliare. Identità e significato del concilia­ rismo, Brescia, 1981, pp. 241 y ss. 16

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•tica intención era la reforma de la Iglesia. Al percibir esto, los cardenales a favor de la causa papal com ienzan una sutil tarea de convencim iento.13 Nicolás inicia un cam ino de paulatina ad­ hesión al Papa. Cuatro años más tarde es llam ado por Eneas Sil­ vio Piccolomini “Hércules de los eugenistas”.14 En estos años Nicolás participa de varias dietas en su propia tierra germana. De regreso en Basilea en marzo de 1436 es de­ signado como juez en la Comisión de Fe del concilio, allí intenta mantenerse al margen de las medidas que el concilio tomará con­ tra Eugenio. A él lo unía la convergencia en un profundo deseo: la unidad de las Iglesias de Oriente y Occidente, y la convocato­ ria de un concilio de unión. Eugenio rv lanza tal convocatoria, só­ lo falta designar una ciudad a la cual pueda accederse por mar. El concilio, ahora bajo la presidencia de Luis Alemán, pretendía que no fuera otra que Basilea. Sin embargo, los griegos conside­ raban que su interlocutor era el Papa, no el concilio. Después de muchas propuestas y controversias -e n las cuales Nicolás sólo se limita a votar por “cualquier ciudad que sea conveniente al Papa

13. Ambrosio Traversari, por ejemplo, intenta ganar a Nicolás y a otros prelados para la causa del Papa. El momento era el adecuado: no sólo por la situación puntual de nuestro derrotado abogado, sino porque el discur­ so hacia el grupo de prelados a convencer se veía fortalecido por un inte­ rés común “en cuanto humanistas”: Traversari venía de recoger manus­ critos antiguos de los monasterios italianos (cfr. Sabbadini, ob. cit., pp. 208 y ss.). Sin embargo, cabe precaverse de establecer una alianza apre­ surada entre el grupo humanista, antes conciliarista, y la conversión al partido papal: de hecho, Eneas Silvio Piccolomini, de cuyo espíritu hu­ manista es imposible dudar, permaneció a favor del conciliarismo de Ba­ silea por muchos años más. Un caso análogo resulté el de Juan de Segovia, gran amante de la acumulación de manuscritos, quien sin embargo permaneció como un “Hércules” de los conciliaristas. 14. “Hercules tamen omnium Eugenianorum Nicolaus Cusanus existimatus est, homo et priscarum literarum eruditissimus et multarum rerum usu perdoctus, cuisque dolendum sit tam nobile ingenium ad illa scliismatis studia divertisse, ut legatione ad Graecos vigore falsi decreti fungeretur. Hic omne studium suum omnemque conatum in defensione Eugenii collocaverat atque, ut est versuti et callidi consilii, nunc una, nunc alia impedimenta texebat”, Enea Silvio, Commentariorum de gestis concili.i Dasiliensis, líber primus, en AC, II, n. 427. 17

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y a los griegos”- el 7 de mayo de 1437, el mismo día en que Luis A lem án convocaba a “griegos y latinos” a Basilea, Cesarini los convocaba a Ferrara. Pocos días después, Nicolás ju n to a otros deja Basilea. La m inoría del concilio lo designa para viajar a Constantinopla en busca de los Padres griegos.15 A comienzos de 1438 se abre el concilio de unión que se exten­ derá por siete años en tres ciudades sucesivas: Ferrara, Florencia y Rom a-Letrán.16 Ciento veinte obispos, griegos y latinos, se ha­ llan reunidos ante Eugenio.17 Si bien Nicolás está allí presente por la minoría de Basilea, de hecho se encuentra trabajando, a pe­ dido del Papa, para el apoyo de la nación alem ana.18 Entre tanto acusa al concilio todavía reunido en Basilea de cism ático.19 Es difícil esclarecer por com pleto las causas del cambio de ac­ titud del Cusano en torno del concilio y la autoridad del Papa. Muchos de sus contem poráneos la valoraron negativam ente, in­ sinuando que el único móvil de este pasaje fue el interés. A sí lo consideró su amigo Juan de Segovia con quien se enem istará por más de diez años. Quienes tienen ante esto una mirada más fa­ vorable aseguran que nada im portaba más a Nicolás que la po­ sibilidad de unión entre las Iglesias de Oriente y Occidente: só­

15. Así pues, en el Concilio de Ferrara es presentado a los griegos como enviado por Basilea: “reverendi patres et domini Antonias Portugalensis et Petrus Dignen sis episcopi necnon venerabilis vir dominus Nicolaus de Cusa, decretorum doctor, prepositus ecclesie, alias per olim concilium Basiliense ad Greciam ambassiatores destinati pro relatione per eos de hiis, que in eundo, stando et redeundo cum Grecis tractarunt et egerunt, fa­ ciendo”, en ac , II, n. 339. 16. El concilio fue convocado por Eugenio iv mediante la bula Pridem ex justis del 30 de diciembre de 1437. 17. El principal resultado del concilio fue la unión con los griegos, los ar­ menios, los jacobitas, los sirios, los caldeos y los maronitas. 18. Según lo consigna Vansteenberghe, ob. cit., p. 63, aludiendo a una carta de Cesarini a Ambrosio Traversari en la cual lo nombra. 19. “Iam nunc existus adeo condempnatus et omnibus vere christianis execrabilis dubia tollit, ut nichil pro scismaticis presumi possit nisi hoc, quod ex “eorum fructibus cognoscatur” in spiritu domini non fuisse con­ cilium, qui est unitatis et pacis auctor, sed in spiritu seminatorum “zizanie” et discordiarum”, AC, li, n. 408. 18

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lo Eugenio podía ser garante de esa unión. Durante diez años Nicolás desem peñará un papel preponderante en esta lucha de iníluencias a través de su país ganando voluntades para el Pa­ pa. Sus com pañeros de ruta son algunos “hum anistas”: Albergati, el austero cardenal de Bologna y su secretario, Tomás Parentucelli, el español Juan de Carvajal, pero tam bién el tomista Juan de Tbrquemada -q u ie n fue orador ju n to a N icolás en una d ie ta - y m erecerá de parte de Eugenio el título de “Defensor de la fe” .20 N icolás asegura, sin interrupciones, la influencia papal en territorio alemán. El C oncilio de Basilea entretanto había anunciado mediante un decreto la deposición del Papa declarándolo herético y relap­ so.21 Cinco días después, el 5 de ju lio de 1439, se produce un he­ cho de singular relevancia: en Florencia se declara la unión de las Iglesias de Oriente y Occidente. Esto significa para Nicolás una confirm ación de que su decisión en apoyo al Papa no había sido errada. En un escrito dirigido al em bajador del rey de los rom anos N icolás expresa que el resultado del Concilio de Flo­ rencia confirm a que tenía razón: “el Espíritu Santo obra la unión y la paz y él ha inspirado a Florencia, no a Basilea”; allí pues está el verdadero concilio. Orientales y occidentales reco­ nocen a Eugenio.22 Al deponer a Eugenio rv, Basilea elige en no­

20. El seguimiento a través de la historia de cada una de las figuras men­ cionadas configura una trama de alianzas y enemistades alternativas. Podríamos considerar cualquiera de los nombres más relevantes y estu­ diar sus cambiantes posiciones. Por remitir sólo algunos casos, el huma­ nista Silvio Eneas Piccolonomi, ferviente defensor del concilio durante el conflicto Basilea versus Ferrara-Florencia, al convertirse en Pío ii (1458) no duda en convocar como su aliado teológico a su otrora oponente del partido papal Juan de Torquemada. Algo semejante ocurre en la relación de Eneas con nuestro Nicolás que pasa de la amistad a la enemistad pa­ ra culminar en una profunda unión. 21. Los puntos de vista de Nicolás podrían ser estudiados más cuidado­ samente a través de las cartas que, pocos días después, escribe en el bar­ co que lo conduce a Frankfurt en misión apostólica: una a Pedro de Me­ ra, otra a Parentucelli, secretario de Albergati. 22. Cod. Rheno-traject. 373, f. 159 (ms. de la Biblioteca de la Universidad de Utrecht) referido por Vansteenberghe, ob. cit, p. 70, n. 2. 19

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viem bre de 1439 a un nuevo Papa, Am adeo de Saboya, quien to­ ma el nombre de Félix V. El antiguo y querido amigo de Nicolás, Silvio Eneas, se pone al servicio de Félix y, en muchas ocasiones, su exquisita pluma se dirige directam ente contra Nicolás de Cu­ sa. La unión de las Iglesias no habría de durar demasiado: al re­ gresar a Oriente, los Padres reciben el rechazo del acuerdo por parte de su gente quien no consideraba que Roma hubiera cedi­ do nada de su poder. Al regreso del viaje desde C onstantinopla hacia Venecia, cuando N icolás no puede ni sospechar que la unión habría de fracasar, le será otorgada, según el m ism o lo relata, la in tu i­ ción que lo conducirá a escribir D e docta ignorantia, cuya re­ dacción concluye en 1440 en un descanso en su pueblo natal. Tradicionalm ente se dijo que en ese m ism o año, Nicolás habría term inado su segunda gran obra, D e coniecturis, sin em bargo últim am ente se ha propuesto una nueva datación y se con side­ ra que si bien habría iniciado su redacción no la concluyó sino hacia 1445: esto ju stifica la diversidad de enfoque y de lengua­ je entre ambas. Durante casi una década, el Cusano residirá en Germ ania con la misión de combatir ahora el conciliarism o de Basilea y en favor de la causa papal. En este período redacta una serie de opúsculos teológico-filosóficos y sermones en los cuales muchas veces presenta en una versión más sim plificada algunos de los temas abordados en las obras mencionadas. En estos escritos se hace patente la tradición teológico-filosófica presente en el pen­ samiento cusano en la cual se destacan los nombres de Pseudo Dionisio, Escoto Eriúgena, Thierry de Chartres y M eister Eckhart.23 Al mismo tiempo, recibe la invectiva de un teólogo aristo­ télico, profesor de la Universidad de Heidelberg, Iohannes

23. Es discutible la inclusión en esta lista del pensamiento de Proclo en este período del pensamiento cusano. Como sabemos el Cusano conoció y anotó el Comentario al Parménides (cod. Cus. 186), la Teología platónica (cod. Cus. 185), Los elementos de teología y El libro de las causas {cod. Cus. 185); sin embargo, se cree que éstas han sido lecturas posteriores a 1453. Con todo, algunos autores afirman una evidente influencia de Pro­ clo en el opúsculo De filiatione dei de 1445. 20

I ntroducción

* Wenck de Herrenberg, quien escribe en su contra el De ignota litteratura.u El tono del texto de W enck es estrictam ente doctrinal, aunque se ha sostenido también que la controversia m etafísica habría tenido su origen más bien en el carácter de conspicuo conciliarista de Wenck quien habría seguido perteneciendo al parti­ do antipapal.2 25 Sus principales objeciones, sin embargo, apuntan 4 a la noción misma de “docta ignorancia” -co m o se infiere del iró­ nico título de su lib e lo - y a la afirmación cusana de la coinciden­ cia entre creador y creatura, esto es, a su presunto panteísmo. Los térm inos en que se defiende Nicolás en su A pología doctae ignorantiae son estrictam ente doctrinales, y en tal respuesta pueden valorarse de manera precisa algunas audaces propuesta del D e docta ignorantia. Sin embargo, no duda el Cusano en co­ locarse en la tradición de autores que deben ser sustraídos a los hombres de “mente débil”. El año jubilar de 1450 significa para Nicolás de Cusa un nue­ vo contacto con el círculo hum anista en Roma. A llí recibe el ca­ pelo cardenalicio de manos de su amigo, “el Papa hum anista”, Nicolás v. De este m ism o año data una carta dirigida a Lorenzo Valla en la cual le inform a que habrá de recom endarlo ante el pontífice com o secretario. Se cree que, en Roma, su viejo amigo de Padua, Toscanelli, lo habría puesto en contacto con León Battista Alberti. En ese mismo año escribe la que se considera su

24. Este texto conocido sólo por referencia a través de la defensa del Cusano, fue descubierto y publicado por Vansteenberghe: Le De ignota litteratura de Jean Wenck de Herrenberg contre Nicolas de Cues, en BGPhM, Vili, 6, Münster, 1910. 25. Sólo recientemente se ha puesto en relieve este aspecto de la polémi­ ca que es mencionada por el propio Nicolás en su Apologia doctae igno­ rantiae. “L atteggiamento politico del Cusano fra il 1435 -quando egli co­ minciò ad avvicinarsi alla curia papale- e il 1449 dovette sembrare al Wenck un voltafaccia contro il concilio, non esente da interessi personali: prebende e benefici, ed ora il premio finale del cappello cardinalizio. Ma di queste cose il Wenck non parla: è il Cusano che sospetta -non a torto, forse- l’animosità politica nella polemica teologico-filosofica dell’avversa­ rio, sentendosi apostrofare con epiteti di pseudoprofeta e pseudoapostolo, nell’atto in cui il suo pensiero veniva condannato come analogo a quello dei Valdesi, di Eckhart, di Wycliffe, dei Begardi e delle Beghine", G. Santinello, ob. cit, p. 72. 21

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tercera obra filosófica “de la rgo a lien to” : los cuatro diálogos agru­ pados bajo el títu lo de Id iota en los cuales este ign oran te, verd a­ dero sabio en sen tido cusano, discurre acerca de la sabidu ría, las potencialidades de la m ente h um ana com o viva im agen de Dios y los experim en tos científicos. D esde R om a parte com o legado papal o latera a A lem an ia con el propósito de establecer la paz en la región, v isita r m on aste­ rios, con vocar con cilios provinciales; en sum a, para prolongar el espíritu jubilar. E ste período, conocido com o el de la “gran lega­ ción” está signado, en lo concerniente a la repercu sión teórica de su actividad pastoral, por la controversia acerca de la teología m ística; y en lo concerniente a lo estrictam ente político y político-eclesiológico, por la inm inente caída del Im perio rom ano de O riente y sus consecuencias. O bras aparentem ente tan distantes com o la m ística D e visione dei y la ecum énica D e p a ce fid ei, son escritas en este tiem po y abordan estos tem as respectivam ente. La preocupación com ún por la cuestión m usulm ana lim a las an­ tiguas asperezas con Juan de Segovia, con quien reinicia una fe ­ cunda am istad a través del intercam bio epistolar. Com o obispo de Brixen trabaja pastoral y políticam ente en m edio de una gran adversidad que culm ina con un conflicto ar­ mado encabezado por el duque de A ustria, Segism undo, en su contra. Su am igo, el papa Pío II, le sugiere abandonar Brixen e ir a Roma con el títu lo de legatus urbis. Realiza un intento por re­ gresar a Brixen pero debe capitular ante Segism undo y refugiar­ se en un castillo. Pertenecen a este tiem po varios escritos de m a­ tem ática e im portantísim os tratados filosóficos com o De beryllo, donde retom a el tem a de la coincidencia de opuestos a la luz de las tradiciones filosóficas; D e prin cipio o acerca del fundam ento uno de toda diversidad y D e possest, en el cual a partir de la coin­ cidencia entre potencia y acto se produce este neologism o para nom brar al creador. Pasa sus últim os años en la curia pontificia en Roma. Escri­ be, todavía preocupado por la cuestión turca, una herm enéutica del Corán, Cribatio A lkorani, y D e li non aliud, acaso la más au­ daz de sus propuestas filosóficas que propone una term inología original a partir del carácter negativo y a la vez relacional del principio. Sus últim as obras D e venatione sapientiae, D e ludo globi, Compendium, D e ápice theoriae, son consideradas com o su testam ento filosófico. 22

I ntroducción

El 11 de agosto de 1464 m u ere en Todi. Su cu erp o se en cuen ­ tra en San P ietro in V incola, R om a; su corazón, p or su explícita volu n tad, descansa en B ernkastel-K ues, su p u eblo natal.

EL PENSAMIENTO CUSANO ENTRE EL MEDIOEVO Y EL RENACIMIENTO. De la gran diversidad de intereses que inquietaron a N icolás no pueden dejar de m encionarse aquellos a los cuales dedicó to­ da su obra y por los que fue reconocido p or la posteridad: el in te­ rés teológico-filosófico, el interés cien tífico y el interés político-ju­ rídico. Pero si fuera im prescindible, en vistas a una introducción, sin tetizar la intención originaria y perm anentem ente presente en la obra cusana, creem os adecuado afirm ar que ella fue la bús­ queda de la unidad en la diversidad para retornar, desde la pers­ pectiva de lo uno, a lo m últiple. En térm in os estrictam en te filosófico-teológicos, los textos cusanos revelan en esta bú squ eda las huellas de una tradición que se extiende desde el A reopagita hasta el albertism o y el m isti­ cism o-especu lativo del siglo XIV, pasando por E scoto Erígena y algunos autores de la E scuela de C hartres, con m arcadas afini­ dades con el neoplatonism o de A gustín de H ipona, y por com ple­ to distante de los desarrollos d e la teología racional de la esco­ lástica aristotélica de la baja Edad M edia. Esta definida tradi­ ción filosófica, que se com pleta con la lectura directa de autores tan disím iles com o Proclo y R aim undo Lulio, parece ubicar defi­ nitivam ente a N icolás de Cusa com o un pensador m edieval de la vertiente del neoplatonism o cristiano y, en cierto sentido, esto es correcto. Sin em bargo, esta valoración no debe soslayar el hecho de que nos encontram os ante un filósofo cuya propuesta se torna original distinguiéndose de la tradición en tem as m uy decisivos com o la idea de unidad ligada a la de coincidencia de opuestos, el rescate de la singularidad y el papel preponderante del hombre com o im agen de Dios y co-creador del mundo. Vale decir: si bien las nociones fundantes de su filosofía especulativa reconocen en el neoplatonism o cristiano su tradición, expresan sin em bargo de una m anera nueva la relación entre la unidad y la multiplicidad en un lenguaje metafisico-m atem àtico, y siem pre desde la pers23

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pectiva hum ana: en suma, en un lenguaje simbólico. Esta dim en­ sión sim bólica com o un auténtico proprium del hombre, auspicia en la obra cusana un nuevo pensar. En ocasiones se ha intentado explicar esta nueva perspectiva por la inserción de Nicolás de Cusa en el ambiente humanista. En este sentido, consideramos que la relación de nuestro pensa­ dor con el hum anism o italiano es un tem a com plejo que amerita ciertas precisiones. En efecto, lejos del estereotipo que hace del hum anism o renacentista un fenóm eno que se da por fuera de los claustros universitarios y cuyo espíritu es laico o anticlerical, el círculo que frecuenta el Cusano en Padua, en Basilea y hasta en la mism a Roma y que merece ser denom inado “hum anista” es el de un hum anism o que daremos en llam ar “eclesiástico-universi­ tario”: un grupo de clérigos que, a partir de su sólida form ación teológica y jurídica, tendrá una enorme gravitación en la convul­ sionada vida de la Iglesia de principios del siglo XV. Este movi­ miento que, com o dijimos, se tradujo a veces en conciliarism o y otras en papalism o, pretendió en todos los casos im buir de “hu­ ma/lilas” la tan esperada e im prescindible reform a eclesiástica añadiendo cierto espíritu ecuménico. Éste es el sentido fuerte del “hum anism o” cusano, más allá de su acotada pasión juvenil por la recolección de manuscritos antiguos, o pretendidas conexiones con el prim er hum anism o de un Petrarca.26 En cuanto a su antropología, los fundam entos metafísicos y teológicos que presenta, la coloca en un nivel de m a­ yor profundidad respecto de los discursos de exaltación de la na­ turaleza hum ana propios del hum anism o renacentista. De esta manera, el pensamiento cusano logra vincular de un lado un neoplatonism o cristiano, cuya raíz mística es completa­ da por el espíritu germánico de la baja Edad M edia, y que cons­ truye de una manera nueva la compleja estructura teórica de su metafísica; de otro, la Italia de la que él m ism o form a parte acti­ va, en el m encionado hum anism o que se encuentra más ligado a la adm inistración eclesiástica que a los problem as teóricos. Si bien resulta sorprendente en un autor com o Nicolás de Cusa la sim ultaneidad con que llevó a cabo una obra político-institucio­

26. G. Santinello es extremadamente crítico respecto de esta relación. Cfr. Studi sull’ manesimo europeo, Padova, 1969, pp. 9-42. 24

I ntroducción

nal y la elaboración teórica de una doctrina metafísica de profun­ didad poco común, no es menos sorprendente la coherencia que ambos planos registran. Por último, quisiéramos hacer una breve referencia al lugar que la historia de la filosofía asignó al Cusano. En este sentido, la ubicación de Nicolás de Cusa entre el Medioevo y la M oderni­ dad resulta un tema recurrente. Con todo, es necesario conside­ rar y fundamentar, en cada caso, hacia qué lado se inclina la ba­ lanza. En efecto, desde las prim eras décadas del siglo XX se ha co­ locado a este pensador bien como el iniciador de la problem ática gnoseológica moderna, bien como aquel cuyo sistema se asemeja al de un teólogo o filósofo medieval. La bibliografía que nutre uno u otro punto de vista es copiosa. Al revisar una parte importan­ te de la historiografía del siglo XX, se revela ante nosotros una di­ versidad resultante de la valoración del pensamiento cusano tras una clave hermenéutica que acentúa el compromiso del punto de vista que se adopta. La hermenéutica católica de los textos cúsanos realizada por autores de la talla de Van Steenberghe y Rotta aportaron traba­ jos de envergadura reforzados por la edición de textos inéditos. El pensamiento cusano otorgaba a estos investigadores una filo­ sofía claram ente distinguible del tom ismo, sin precedentes anti­ guos ni medievales, pero cuyo centro se mantenía en los puntos clave del espíritu medieval. Desde otra vertiente, se darían lue­ go las interpretaciones que verían en Nicolás de Cusa el antece­ dente fundamental de grandes pensadores modernos y contem­ poráneos com o Bruno (Blumenberg), Kant (Cassirer), Hegel (M. de Gandillac), Heidegger (Volkmann-Schluck) y del existencialismo en su conjunto (Jaspers). No pueden dejar de m encionarse las elaboraciones desde el punto de vista de la filosofía hermenéuti­ ca (Gadam er) ni la propuesta interpretativa a partir de la noción de tradiciones filosóficas que atraviesan toda la historia del pen­ samiento (Heimsoeth). Debem os a estos estudiosos una suerte de redescubrim iento del pensamiento de Nicolás de Cusa que abrió el cam ino que se habría de transitar en las últimas décadas en las cuales se han analizado la filosofía y teología cusanas ad intra, y se ha, prácticamente, com pletado la edición crítica de su obra, con la invalorable inclusión de sus Sermones. Cabe desta­ car en este sentido el trabajo llevado a cabo por la Cusanus-Gesselschaft y el Cusanus-Institut de Alemania. 25

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ACERCA DE LA DOCTA IGNORANCIA No sucede con frecuencia que un autor presente su propia obra y, cuando sucede, aquel que introduce ese mismo texto no puede prescindir de tal interpretación: un pensador es siempre el mejor intérprete de sí mismo. En una carta a su maestro y amigo, el car­ denal italiano Giuliano Cesaríni, Nicolás de Cusa presenta los li­ bros que componen D e docta ignorantia y con estas palabras re­ sume la inspiración de ésta, su primera gran obra metafísica: Recibe en este momento, padre digno de respeto, lo que desde hace tiempo, he deseado alcanzar por los varios cami­ nos de las doctrinas, pero que no pude lograr hasta que, al re­ gresar por mar desde Grecia -creo que por un don celestial del Padre de las luces de quien proviene todo don óptim o-, fui guiado hacia esto, para que, en la docta ignorancia, abrazara lo incomprensible de modo incomprensible por medio del as­ censo por sobre las verdades incorruptibles que son objeto de ciencia humana. A esta docta ignorancia puse fin, en aquel que es la verdad, en estos libros, que a partir del mismo prin­ cipio pueden ser condensados o ampliados.27 Sin embargo, en el comienzo de la obra, la dedicatoria que re­ dacta para el mismo Giuliano revela una tensión: el Cusano pi­ de a este humanista, comprometido com o él con los problemas político-institucionales en los que se encontraba la Iglesia de es­ te tiempo, que juzgue la audaz propuesta de quien, a pesar de es­ to, se siente m uy diferente, por la inspiración de su pensam ien­ to y las fuentes en que éste abreva: ¡Oh maestro singular!, si, según tu nobleza de espíritu (humanitas), puedes pensar que aquí se encierra algo de va­

27. DDI, III, n. 263: “Accipe nane, quae iam dudum attingere variis doctrinarum viis concupivi, sed prius non potui, quosque in mari me ex Graecia reduente, credo superno dono a patre luminum, a quo omne d.atum op­ timum, ad, hoc ductus sum, ut incompreherisibilla incomprehensibiliter amplecterer in docta ignorantia per transcensum veritatum incorruptibilium humaniter scibilium. Quam nane in eo, qui veritas est, absolvi his libellis, qui ex eodem principio altari possunt uel extendi”. 26

Introducción

lor; acepta de quien proviene del pueblo germánico, este pe­ culiar modo de razonar (modus ratiocinandi) acerca de las co­ sas divinas... (n. 1) La obra se presenta en tres libros, cada uno de los cuales aborda el mismo tema, lo m áximo (m áximum), en consideracio­ nes diferentes y bajo el piso com ún de la definición cusana de ig­ norancia com o saber. La estructura de la obra se anuncia en es­ te prim er libro que aquí presentamos (cfr. n. 5-7), vale decir que la obra fue concebida por Nicolás de Cusa desde el comienzo co­ mo una estructura unitaria. La prim era consideración se ocupa de lo máximo absoluto concebido com o aquello m ayor que lo cual nada puede haber. Es­ ta aseveración acerca de lo infinito absoluto atraviesa múltiples m anifestaciones del pensamiento medieval. Sin embargo, esta fórm ula se presenta en La docta ignorancia con una radicalidad tal que de ella se derivarán consecuencias que habrán de abrir cam inos hasta este momento no transitados o, por lo menos, no frecuentem ente: el de la coincidencia de opuestos, la complica­ ción absoluta, la posibilidad pura en acto. El libro II aborda otro aspecto de lo m áxim o, i.e. en cuanto privativo o contracto. Habiendo fundam entado en el prim er li­ bro que tal m áxim o, en su consideración absoluta o des-vinculada, es la absoluta entidad de todas las cosas, debe ser adm itido que de él debe provenir la unidad universal del ser (universalis unitas essendi). Tal unidad es el universo y es llam ada “m áxi­ m a” precisam ente por provenir de la m axim idad (quae m áxi­ mum dicitur ab absoluto)-, sin em bargo, su carácter de derivada de un principio hace que esta unidad del ser exista “contractam ente”, vale decir, determ inada y vinculadam ente. F undam en­ tos m etafísicos conducirán a N icolás a sostener la infinitud del universo en el sentido de su carencia de límite y, de allí, se des­ prenderán consecuencias cosm ológicas que auspician nuevos tiempos. A partir de los desarrollos de los dos prim eros libros, la docta ignorancia admitirá que todo considerado absolutam ente en Dios, es Dios mismo y, por ende, infinito, m ientras que conside­ rado en cuanto Universo es contracto y, por tanto, finito. Asim is­ mo, el “ Uni-versus” oficia como una suerte de nexo entre la uni­ dad y la multiplicidad, ya que tal com o su nombre lo indica es la 27

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unidad de la pluralidad; sin em bargo nunca puede superar su ca­ rácter de contracto, determinado, pues sólo puede ser llam ado infinito en el sentido de ilimitado. ¿Cóm o se enlaza, entonces, lo finito y lo infinito; lo contracto y lo absoluto? Este nexo deberá ser absoluto y contracto a la vez y debe serlo m áxim am ente: el li­ bro tercero tratará de este máximo absoluto-contracto, Jesucris­ to, donde la contracción encuentra la perfección com o en su pro­ pio fin al unirse indisolublem ente con lo absoluto. El hom bre frente a la maximidad: tal la perspectiva que abre la docta ignorancia. En la búsqueda de tal maximidad, la discursividad hum ana se convierte en “docta ignorancia” para descu­ brir a partir del sím bolo lo que se esconde detrás de él. Nicolás de Cusa nos invita a transitar este camino, que, como ha soste­ nido recientem ente J. Ándré, resulta una auténtica “filosofía de la interpretación”28 o, para decirlo en térm inos cúsanos, una symbolica investigatio. Cada uno de los libros construye ese discurso en torno de un aspecto que debe ser tenido en cuenta en vistas al todo pero que, sin embargo, resulta de tal densidad conceptual que m erece ser profundizado en cada caso. É sta es la razón por la que presenta­ mos los tres libros en volúm enes separados y hemos optado por ofrecer notas tem áticas para facilitar la lectura com prensiva de los tem as allí abordados. C.D.

28. Cfr. “L’actualité de la pensée de Nicolas de Cues. La docta ignorance et sa signification herméneutique, étique et esthétique”, en K. Yamaki (ed.), Nicholas ofCusa..., pp. 185-200. 28

CRONOLOGÍA

Año 1401

Vida y obra del Cusano

Acontecimientos de su tiempo

Nace en Kues sobre el Mosela, en la familia de los Krebs.

1414-1417

Concilio de Constanza.

1415

Juan Hus es quema­ do durante el con­ cilio. Se impone para la Iglesia un gobierno conciliar.

1416

Se matricula en la Universidad de Heidelberg, donde permanece un año.

1417-1423

Estudia en la Universidad de Padua en la cual obtiene el título de Doctor decretorum.

1424

Breve estadía en Roma.

1425

Retoma a tierras germanas y se matricula en la Universidad de Colonia para estudiar filosofía y teología. Es ordenado sacerdote.

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la docta ignorancia

1429

1430

Juana de Arco entra en Reims. Muere Juan Gerson. Primer sermón conservado, predi­ cado en la Iglesia de San Florino, en Coblenza.

1431

Suplicio de Juana de Arco.

1431-1439

Concilio de Basilea

1432

Se incorpora al Concilio de Basilea.

1433

Escribe su primera gran obra de Nace Marsilio carácter jurídico-eclesiológico: De Fiemo. concordantia catholica.

1434

El concilio le encomienda el estu­ dio de un acuerdo de paz con los husitas. Escrite De reparatione Kalendarii. Abandona el partido conciliar.

1438

Viaja a Constantinopla para acom­ Se abre en Ferrara pañar a los padres griegos al con­ el Concilio de Unión. cilio.

1438-1448

Durante esta década acentúa su Concilio de Ferraraacción en favor del papa Eugenio Florencia. IV sobre todo en tierras germanas; se lo llama “Hércules de los eugenistas”.

1440

D e docta ignorantia

Juan Wenck, De ig­ nota litteratura con­ tra Nicolás de Cusa.

1440-1445 De coniecturis De deo abscondito 1445

De quaerendo deum D e filiatione dei De geometricis transmutationibus D e arithmeticis complementis

1446

De dato patris luminum Coniectura de ultimis diebus

30

C ro n o lo g ia

1447

D e genesi

1448

Es nombrado cardenal in pectore. Tomás Parentucelli, El nuevo papa lo designa oficial­ hum anista y amigo mente cardenal. de Nicolás, es elegi­ do papa Nicolás V.

1449

Apologia doctae ignorantiae, con­ tra Juan W enck de H errenberg en la obra De ignota litteratura.

1450

Se encuentra en Rom a para la im ­ Celebración del Ju­ posición del capelo cardenalicio; bileo es nombrado obispo de Brixen y en la Navidad de ese mismo año legado papal en tierras germanas para predicar el Jubileo. Idiota (D e saplentia wy n; D e men­ te; D e staticis experimentis) D e circuii quadratura Quadratura circuii

1451

Nacimiento de Leo­ nardo da Vinci. Federico m, empera­ dor.

1452-1455

Juan Gutenberg imprime la Biblia.

1453

D e visione Dei De pace fìdei

Los turcos conquis­ tan Constantinopla.

1455-1471

Guerra de las Dos Rosas

1457

D ialogus de circuii quadratura D e caesarea circuii quadratura

1458

D e Beryllo D e mathematica perfectione

1458-1460

Su amigo, el papa Pío II, le sugiere abandonar Brixen e ir a Roma con el título de legatus urbis. Redacta sus últimos escritos matemáticos.

31

Silvio Eneas Piccolom ini es elegido pa­ pa Pío 11.

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1459

Aurea propositio in mathematicis De principio De aequalitate

1460

De possest

1460-1464

Pasa sus últimos años en la curia pontificia en Roma.

1461

Cribatio Alkorani De li non aliud

1462

De venatione sapientiae

1463

De ludo globi Compendium

1464

De ápice theoria (abril). El 11 de agosto muere en Todi.

Luis XI, rey de Francia.

Nace Giovanni Pico della Mirandolla.

32

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TEXTO BILINGÜE DEL LIBRO I: LO MÁXIMO ABSOLUTO

DE DOCTA IGNORANTIA*

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PROLOGUS

Deo amàbili reverendissimo patri dom ino Iuliano sanctae Apostolicae Sedis dignissim o cardinali, praeceptori suo metuendo. Admirafeitur et recte m axim um tuum et iam probatissim um ingenium , quid sibi hoc velit quod, dum m eas barbaras ineptias incautius pandere attempto, te arbitrum eligo, quasi tibi pro tuo cardinalatus officio apud Apostoli cam Sedem in publicis maxim is negotiis occupatissim o aliqdid otii supersit et post om ­ nium Latinorum scriptorum , qui hactenus claruerunt, suprem am notitiam et nunc Graecorum etiam ad m eum istum fortassis ineptissim um conceptum tituli novitate trahi possis, qui ti­ bi, qualis ingenio sim, iam dudum notissim us existo. Sed haec adm iratio, non quod prius incognitum h ic insertum putes, sed potius qua audacia ad de docta ignorantia tractandum ductus sim, anim um tuum sciendi peravidum spero visendum alliciet. Ferunt enim naturales appetitum quandam tristem sensationem in stom achi orificio anteire, ut sic natura, quae seipsam conservare nititur, stim ulata reficiatur. Ita recte puto admirari, propter quod philosophari, sciendi desiderium praevenire, ut intellectus, cuius intelligere est esse, studio veritatis perficiatur.

* Los blancos desparejos que se observan al pie de algunas páginas del texto en latín son inevitables para mantener la correspondencia con la versión castellana. [N. del E.]

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ACERCA DE LA DOCTA IGNORANCIA

PRÓLOGO

A l reverendísim o padre y señor Julián, a quien Dios ama, digní­ sim o cardenal de la Santa Sede Apostólica. A su maestro, con re­ verencia. Se-admirará justificadam ente tu m uy excelente y experimen­ tado talento al preguntarse cuál sea el sentido de esto, por cuan­ to intento imprudentemente hacer manifiestas mis bárbaras ineptitudes, y te elijo a ti como árbitro como si a pesar de tu oficio cardenalicio ante la Sede Apostólica —tan absorbido en las muy importantes gestiones públicas— tuvieras disponible algún m o­ m ento de ocio. Ojalá puedas ser atraído por la novedad del título a este pensamiento m ío probablem ente tan inepto, más allá de tu conocimiento cabal de todos los escritores latinos célebres hasta ahora, a los que, en este mom ento, se suma el de los griegos. P ero esta adm iración incitará a la lectura, espero, a tu espí­ ritu siem pre ávido de saber, no en el sentido que pienses que aquí se incluye algo que previam ente sea desconocido, sino más bien m ediante qué audacia haya sido llevado yo a tratar acerca de la docta ignorancia. Pues los que estudian los fenóm enos de la naturalez¿. sostie­ nen que precede al apetito una cierta penosa sensación en la bo­ ca del estóm ago, de m odo que la naturaleza, que se esfuerza en su propia conservación, así estim ulada se reconforte. A sí pues, considero precisam ente que adm irarse, a causa del cual se filosofa, antecede al deseo de saber, de m anera que el intelecto cuyo ser es inteligir se perfeccione con la dedicación a

De

docta ignorantia ( liber primus )

Rara quidem, et si m onstra sint, nos movere solent. Quam ob rem, praeceptorum unice, pro tua hunianitate aliquid digni hic latitare existim es, et ex Germ ano in rebus divinis talem qualem ratiocinandi modum suscipe, quem m ihi labor ingens admodum gratissim um fecit.

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C A P I T U L U M I . Q U O M O D O S C IR E E S T IG N O R A R E .

Divino m unere omnibus in rebus naturale quoddam desiderium inesse conspicimus, ut sint m eliori quidem modo, quo hoc cuiusque naturae patitur conditio, atque ad hunc finem operari instrumentaque habere opportuna, quibus iudicium connatum est conveniens proposito cognoscendi, ne sit frustra appetitus et in amato pondere propriae naturae quietem attingere possit. Quod si fortassis secus contingat, hoc ex accidenti evenire necesse est, ut dum infirmitas gustum aut opinio rationem seducit. Quam ob rem sanum liberum intellectual verum, quod insatiabiliter indito discursu cuncta perlustrando attingere cupit, apprehensum amoroso amplexu cognoscere dicimus non dubitantes verissim um illud esse, cui omnis sana mens nequit dissentire. Omnes autem investigantes in com paratione praesuppositi certi proportionabiliter incertum iudicant; com parativa igitur est om ­ nis inquisitio, medio proportionis utens. Et dum haec, quae inquiruntur, propinqua proportionali reductione praesupposito possunt com parari, facile est apprehensionis iudicium; dum multis m ediis opus habemus, difficultas et labor exoritur; uti haec in mathem aticis nota sunt, ubi ad prim a notissima principia priores propositiones facilius reducuntur, et posteriores, quoniam non nisi per medium priorum, difficilius. 3 Omnis igitur inquisitio in comparativa proportione facili vel difficili existit; propter quod infinitum ut infinitum, cum om nem proportionem aufugiat, ignotum est.

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de la docta ignorancia ( libro i)

la verdad. Ciertamente lo que es excepcional, aunque sea exorbi­ tante, suele atraernos. En consecuencia, ¡oh m aestro singular!, según tu nobleza de espíritu puedes pensar que aquí se encierra algo de valor; acep­ ta de quien proviene del pueblo germánico, este peculiar modo de razonar acerca de las cosas divinas. Esta tarea inm ensa resultó para m í una modalidad sumamente grata.

CAPÍTULO I: E N QUÉ SENTIDO SABER ES IGNORAR

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Comprobamos que en todas las cosas reside, por divino don, un cierto deseo natural para que puedan ser efectivamente del modo mejor, que el que soporta la condición propia de cada natu­ raleza, y para que este fin pueda actuar y posea los medios ade­ cuados. A éstos el juicio connatural les es conveniente al propósi­ to de conocer, a fin de que no resulte inútil el apetito y que pueda alcanzar el sosiego en lo amado por la tendencia de la propia na­ turaleza. Porque si acaso sucediera lo contrario, necesariamente ello proviene de algo casual, como cuando la debilidad seduce al gusto o bien la opinión a la razón. Por lo cual decimos que el sa­ no y libre intelecto conoce lo verdadero -q u e desea alcanzar con aplicado discurso recorriendo incansablemente todas las cosas-, aprehendido en un amoroso abrazo, sin que dudem os que es muy verdadero aquello ante lo cual una sana mente no puede disentir. Sin embargo, todos los que investigan juzgan proporcional­ mente lo incierto en la comparación con un presupuesto cierto. En consecuencia toda investigación es comparativa aplicando el instrumento de la proporción. Y cuando las cosas que se investi­ gan pueden ser com paradas con lo presupuesto por m edio de una reducción proporcional próxima, el juicio de aprehensión es fácil. En cam bio, cuando tenem os necesidad de muchos medios, se ori­ gina dificultad y trabajo, tal com o es evidente en las matemáti­ cas, donde en lo que se refiere a los primeros y m uy evidentes principios las prim eras proposiciones son reconducidas más fá­ cilmente y las siguientes, por cuanto no se dan sino por medio de las prim eras, más difícilmente. Por lo tanto, toda investigación consiste en la proporción 3 comparativa, sea ésta fácil o difícil. Por lo cual lo infinito en cuan­ to infinito, puesto que escapa a toda proporción, es desconocido. 39

De

docta ignorantia ( liber primus )

Proportio vero cum convepientiam in aliquo uno simul et alteritatem dicat, absque num ero intelligi nequit. Numerus ergo om ­ nia proportionabilia includit. Non est igitur numerus in quanti­ tate tantum, qui proportionem efficit, sed in omnibus, quae quovism odo substantialiter aut accidentaliter convenire possunt ac differre. Hinc forte omnia Pythagoras per num erorum vim constitui et intelligi iudicabat. 4 Praecisio vero com binationum in rebus corporalibus ac adaptatio congrua noti ad ignotum hum anam rationem supergreditur, adeo ut Socrati visum sit se nihil scire, nisi quod ignoraret, sapientissimo Salomone asserente cunctas res difficiles et ser­ m one inexplicabiles; et alius quidam divini spiritus vir ait absconditam esse sapientiam et locum intelligentiae ab oculis om ­ nium viventium . Si igitur hoc ita est, ut etiam profundissim us Aristoteles in prim a philosophia affirm at in natura m anifestissimis talem nobis difficultatem accidere ut nocticoraci solem videre attemptanti, profecto, cum appetitus in nobis frustra non sit, desideramus scire nos ignorare. Hoc si ad plenum assequi poterimus, doctam ignorantiam assequemur. N ihil enim homini etiam studiosissim o in doctrina perfectius adveniet quam in ip­ sa ignorantia, quae sibi propria est, doctissim um reperiri; et tan­ to quis doctior erit, quanto se sciverit magis ignorantem. In quem finem de ipsa docta ignorantia pauca quaedam scribendi labores assumpsi.

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CAPITULUM II. ELUCIDATICI PRAEAMBULARIS SU BSEQ UENTIUM .

Tractaturus de maxima ignorantiae doctrina ipsius m axim itatis naturam aggredì necesse habeo. M axim um autem hoc dico, quo nihil maius esse potest.

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de la docta ignorancia ( libro i)

Por su parte la proporción, dado que im plica la conveniencia en algo uno y sim ultáneamente tam bién la alteridad, no puede ser entendida sin el número. Por lo tanto, el núm ero incluye todas las cosas proporcionables. De aquí que el núm ero no es el que realiza la proporción únicamente respecto de la cantidad, sino en todas las cosas que de alguna manera, sea sustancial sea acci­ dentalm ente, pueden convenir y diferir. Quizá por esto Pitágoras consideraba que todas las cosas son constituidas y entendidas por la fuerza propia de los números. Sin em bargo, la precisión de las com binaciones que hay en 4 las cosas corporales y la congruente adaptación de lo conocido a lo desconocido supera la razón hum ana, de modo tal que a Sócra­ tes le haya parecido que él nada sabía a no ser que ignoraba, que el muy sabio Salomón afirme: todas las cosas son difíciles y no pueden ser explicitables por m edio de la palabra, y otro varón de espíritu divino diga que la sabiduría está escondida y el lugar de la inteligencia se encuentra lejos de los ojos de todos los vivien­ tes. Por lo tanto, si esto es así -d e m anera tal que el profundísi­ m o A ristóteles en la filosofía prim era afirma: en aquellas cosas que son las m ás m anifiestas en la naturaleza nos sucede una di­ ficultad igual a la que tiene el ave nocturna que intenta ver el sol-, ciertamente, puesto que el apetito en nosotros no es vano, deseamos saber que nosotros ignoramos. Y si logramos alcanzar esto en su plenitud, habremos de acceder a la docta ignorancia. Pues nada podrá más perfectam ente acaecerle al hombre que es­ té sum am ente interesado en la doctrina, que se descubra doctí­ simo en la m ism a ignorancia que le es propia. Y uno será tanto más docto, cuanto se sepa a sí m ism o más ignorante. Con esta finalidad de referirme a la docta ignorancia, he asu­ mido la tarea de escribir algunas pocas cosas .1

CAPÍTULO II: ACLARACIÓN PREVIA DE LOS TEMAS SUBSIGUIENTES

Como habré de tratar acerca de la m áxim a doctrina de la ig­ norancia, tengo necesidad de abordar la naturaleza de la misma maximidad. Ahora bien, llamo m áxim o a esto: lo que nada mayor 1

1. V éase nota completaría 1: “Alcance y sentido del conocimiento humano”.

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De

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Habundantia vero uni convenit. C oincidit itaque maximitati unitas, quae est et entitas; quod si ipsa tabs unitas ab omni respectu et contractione universaliter est absoluta, nihil sibi opponi manifestum est, cum sit m axim itas absoluta. M aximum itaque absolutum unum est, quod est omnia; in quo omnia, quia m axi­ mum. Et quoniam nihil sibi opponitur, secum simul coincidit m i­ nimum; quare et in om nibus; et quia absolutum, tunc est actu omne possibile esse, nihil a rebus contrahens, a quo omnia. Hoc maximum, quod et Deus om nium nationum fide indubie creditur, prim o libello supra hum anam rationem incom prehensibiliter inquirere eo duce, qui solus lucem inhabitat inaccessibilem, laborabo. 6 Secundo loco, sicut absoluta m axim itas est entitas absolu­ ta, per quam om nia id sunt, quod sunt, ita et universalis u ni­ tas essendi ab illa, quae m axim um dicitur ab absolute, et hinc contraete existens uti universum ; cuius quidem unitas in pluralitate contracta est, sine qua esse nequit. Quod quidem m a­ xim um , etsi in sua universali unitate om nia com plectatur, ut om nia, quae sunt ab absolute, sin t in eo et ipsum in om nibus, non habet tam en extra pluralitatem , in qua est, subsistentiam , cum sine contractione, a qua absolvi nequit, non existat. De hoc m axim o, universo scilicet, in secundo libello pauca quaedam adiciam. 7 Tertio loco m axim um tertiae considerationis subsequenter manifestabitur. N am cum universum non habeat nisi contraete subsistentiam in pluralitate, in ipsis pluribus inquiremus uuum maximum, in quo universum m axime et perfectissim e subsistit ' actu ut in fine. Et quoniam tale cum absolute, quod est terminus universalis, unitur, quia finis perfectissim us supra om nem capacitatem nostram, de ilio maximo, quod simul est contractum et absolutum, quod Iesum sem per benedictum nominamus, nonnu­ lla, prout et ipse Iesus inspiraverit, subiciam. 8 Oportet autem attingere sensum volentem potius supra verborum vim intellectum efferre quam proprietatibus vocabulorum

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de la docta ignorancia ( libro i )

que ello puede ser. Pero la abundancia conviene a uno. Por lo tanto, coincide la unidad con la maximidad, la cual tam bién es entidad. Por lo que, si la misma tal unidad está desvinculada universalm ente de toda referencia a y de toda contracción, es m anifiesto que nada se le opone, dado que se trata de la maximi­ dad absoluta. En consecuencia, lo m áxim o absoluto es uno, que es todo: en él es todo, porque es lo máximo. Y puesto que nada se le opone, con él coincide sim ultánea­ mente lo mínimo; por lo cual tam bién él está en todo. Y porque es absoluto, entonces es en acto todo ser posible, en nada que­ dando contracto a las cosas, de él viene todo. A este tal máximo, que asim ismo con fe indubitable es aceptado com o Dios de todos los pueblos, me esforzaré, en el prim er libro, en investigar incom­ prensiblem ente por sobre la razón hum ana, guiado por El mismo quien es el único que m ora en una luz inaccesible. En segundo lugar, así como la absoluta maxim idad es la ab- 6 soluta entidad, por la cual todo es lo que es; de la mism a mane­ ra, tam bién la unidad universal del ser proviene de ella, la cual es llam ada lo m áxim o por provenir de lo absoluto, y de aquí que exista contractam ente como universo, cuya unidad ciertamente está contraída en la pluralidad; sin la cual no podría ser. Porque ciertam ente lo m áxim o -a u n q u e en su unidad universal abarque todo, de m odo que lo que proviene de lo absoluto, sea en él y el mismo absoluto sea en tod o-, no tiene sin embargo subsistencia fuera de la pluralidad en la cual reside, puesto que no existe sin la contracción, de la que no puede desligarse. Acerca de tal má­ ximo, es decir, acerca del universo, habré de añadir en el libro II algunas pocas cosas. En tercer lugar y subsecuentem ente, se pondrá de manifies- 7 to lo m áxim o en una tercera consideración. Porque, dado que el universo no tiene una subsistencia que no se dé sino contractamente en la pluralidad, en esa misma pluralidad buscarem os lo uno máximo, en el que el universo m áxima y perfectísimamente subsiste en acto com o en el fin. Y puesto que tal máximo se une con lo absoluto que es el térm ino universal, porque es el fin más perfecto por sobre toda nuestra capacidad, habré de adjuntar al­ gunas consideraciones acerca de aquel máximo, que es sim ultá­ neamente contracto y absoluto, a quien llamamos Jesús siempre bendito, según el m ism o Jesús me inspire. Conviene, empero, a quien quiere alcanzar el sentido, más 8 bien elevar el entendim iento por sobre la fuerza de las palabras 43

D e DOCTA IGNORANTIA (LIBER PRIMUS)

insistere, quae tantis intellectualibus mysteriis proprie adaptari non possunt. Exem plaribus etiam m anuductionibus necesse est transcendenter uti, linquendo sensibilia, ut ad intellectualitatem sim plicem expedite lector ascendati ad quam viam quaerendam studui com m unibus ingeniis quanto clarius potui aperire, om nem stili scabrositatem evitando, radicera doctae ignorantiae in inapprehensibili veritatis praecisione statim m anifestans.

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CAPITULUM III. QUOD PRAECISA VERITAS SIT INCOM PREHENSIBILIS.

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Quoniam ex se manifestim i est infiniti ad finitum proportionem non esse, est et ex hoc clarissim um , quod, ubi est reperire excedens et excessum, non deveniri ad m axim um simpliciter, cum excedentia et excessa finita sint. M axim um vero tale neces­ sario est infinitum. Dato igitur quocum que, quod non sit ipsum m axim um simpliciter, dabile maius esse m anifestum est. E t quo­ niam aequalitatem reperim us gradualem , ut unum aequalius uni sit quam alteri secundum convenientiam et differentiam genericam, specificam, localem, influentialem et tem poralem cum similibus: patet non posse aut duo aut plura adeo similia et aequalia reperiri, quin adhuc in infinitum sim iliora esse possint. Hinc mensura et m ensuratum , quantum eum que aequalia, sem ­ per differentia remanebunt. Non potest igitur finitus intellectus rerum veritatem per similitudinem praecise attingere. Veritas enim non est nec plus nec minus, in quodam indivisibili consistens, quam omne non ip­ sum verum existens praecise mensurare non potest; sicut nec circulum, cuius esse in quodam indivisibili consistit, non-circulus. Intellectus igitur, qui non est veritas, num quam veritatem adeo praecise comprehendit, quin per infinitum praecisius com prehendi possit, habens se ad veritatem sicut polygonia ad circulum ,

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de la docta ignorancia ( libro i)

que insistir en las propiedades de los vocablos, los cuales no pue­ den ser adaptados propiam ente a misterios intelectuales tan grandes. Asimismo, es necesario, usar orientaciones ejem plares de manera trascendente dejando de lado lo sensible a fin de que el lector pueda ascender a la sim ple intelectualidad sin trabas. Para que sea buscado este cam ino, procuré facilitarlo para los in­ genios comunes, cuanto más claram ente pude, evitando toda tor­ tuosidad en el estilo y manifestando enseguida la raíz de la doc­ ta ignorancia en la precisión inaprehensible de la verdad.

CAPÍTULO III: QUE LA VERDAD PRECISA

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RESULTA INCOM PRENSIBLE

Dado que es por sí m anifiesto que no hay proporción de lo in­ finito a lo finito, es asim ismo m uy claro que, donde sea posible encontrar lo que excede y lo excedido, no se llega a lo que es m á­ ximo en tanto tal puesto que las cosas que exceden y las excedi­ das son finitas. En cambio tal m áximo necesariam ente es infinito. Por tanto concedido algo que no sea lo m ismísimo m áxim o en cuanto tal, es evidente que podrá darse algo que es mayor. Y porque encontra­ mos una igualdad gradual de modo que algo sea más igual a uno que a otro conform e a la conveniencia y a la diferencia genérica, específica, local, influyente y tem poral con las cosas similares, resulta evidente que no pueden encontrarse dos o más cosas tan sim ilares e iguales sin que pueden darse aun más hasta el infi­ nito otras más semejantes. De aquí se sigue que la medida y lo que es medido en cuanta manera fueren iguales siem pre perma­ necerán diferentes. En consecuencia, el intelecto finito no puede entender con precisión la verdad de las cosas por medio de la sem ejanza. Pues la verdad no es ni más ni m enos; consiste en algo que no es di­ visible y a esta verdad no puede m edir con precisión todo lo exis­ tente que no sea lo verdadero mism o, de la m ism a m anera com o tam poco puede m edir al círculo, cuyo ser consiste en algo indi­ visible, el no-círculo. Así pues, el entendim iento que no es la ver­ dad, jam ás com prende la verdad con tanta precisión, sin que pueda ser com prendida al infinito con m ayor precisión. El en­ tendim iento se dirige hacia la verdad com o el polígono hacia el 45

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D e docta

ignorantia ( liber primus )

quae quanto inscripta plurium angulorum fuerit, tanto sim ilior circulo, num quam tam en efficitur aequalis, etiam si angulos in infinitum m ultiplicaverit, nisi in identitatem cum circulo se resolvat. Patet igitur de vero nos non aliud scire quam quod ipsum praecise, uti est, scimus incom prehensibile, ven tate se habente ut absolutissim a necessitate, quae nec plus aut minus esse po­ test quam est, et nostro intellectu ut possibilitate. Quidditas er­ go rerum, quae est entium veritas, in sua puntate inattingibilis est et per omnes philosophos investigata, sed per neminem, uti est, reperta; et quanto in hac ignorantia profundius docti fuerimus, tanto magis ipsam accedim us veritatem.

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CAPITULUM IV. M A X IM U M A BSO LUTUM INCOM PREHENSIBILITER INTELLÏGITUR; CUM QUO M IN IM U M COINCIDIT.

Maximum, quo m aius esse nequit, sim pliciter et absolute cum maius sit, quam comprehendi per nos possit, quia est veri­ tas infinita, non aliter quam incom prehensibiliter attingimus. Nam cum non sit de natura eorum, quae excedens adm ittunt et excessum, super omne id est, quod per nos concipi potest; omnia enim, quaecum que sensu, ratione aut intellectu apprehenduntur, intra se et ad invicem taliter differunt, quod nulla est aequalitas praecisa inter illa. Excedit igitur m axima aequalitas, quae a nullo est alia aut diversa, om nem intellectum ; quare maximum absolute cum sit omne id, quod esse potest, est penitus in actu; et sicut non potest esse maius, eadem ratione nec minus, cum sit om ne id, quod esse potest. M inimum autem est, quo m inus esse non potest. Et quoniam maximum est huiusmodi, m anifestum est m inimum m axim o coincidere. E t hoc tibi clarius fit, si ad quantitatem m axim um et m ini­ m um contrahis. M axim a enim quantitas est m axim e m agna; m inim a quantitas e.st m axim e parva. A bsolve igitur a qu anti­ tate m axim um et m inim um

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de la docta ignorancia ( libro i )

círculo, que cuanto m uchos más ángulos tuviera inscripto, tan­ to más sem ejante será al círculo, sin embargo nunca logrará que sea igual, aun cuando m ultiplicara los ángulos al infinito, a no ser que se resuelva en una identidad con el círculo. Es claro, entonces, que acerca de lo verdadero nosotros no sa­ bemos otra cosa sino que lo verdadero mismo, con precisión, tal com o es, lo sabem os incom prensible; com portándose la verdad para sí com o necesidad absolutísim a - l a que no puede ser ni más ni menos de lo que e s -, pero com portándose para nuestro intelec­ to com o posibilidad. Por lo tanto, la quididad de las cosas, la cual es la verdad de los entes, en su puridad es inalcanzable y ha si­ do investigada por todos los filósofos pero por ninguno fue halla­ da tal com o es. Y cuanto más profundam ente doctos seamos en esta ignorancia, tanto más accedemos a la misma verdad.

CAPITULO IV: LO M ÁXIM O ABSOLUTO ES ENTENDIDO INCOM PRENSIBLEM ENTE; CON ELLO COINCIDE LO M ÍNIM O

N o alcanzam os lo máximo, m ayor al cual nada puede darse -sie n d o m ayor en cuanto tal y absolutam ente que lo que pueda ser com prendido por n osotros-, de otra m anera que incom pren­ siblem ente, puesto que es la verdad infinita. Pues com o no es de la naturaleza de aquello que adm ite excedente y exceso, está por sobre todo aquello que pueda ser concebido por nosotros. Porque tod o cuanto es aprehendido por el sentido, la razón o el entendim iento, de tal manera difiere en sí m ism o y en com pa­ ración con lo dem ás que no hay ninguna igualdad precisa entre ellos. E n consecuencia, la m áxim a igualdad, que de ninguna co­ sa es distinta o diversa, excede todo entendim iento. Por lo cual, lo absolutam ente m áximo siendo todo aquello que puede ser, es totalm ente en acto. Y así com o no puede ser más grande, por la m ism a razón tam poco puede ser m enor por cuanto es todo cuan­ to puede ser. Ahora bien, lo m ínim o es aquello m enor al cual na­ da puede ser. Y puesto que lo m áxim o es del m ism o modo, es m anifiesto que lo m ínim o coincide con lo máximo. Y esto te resultará más claro si contraes lo máximo y lo míni­ m o á la cantidad. Pues la máxima cantidad es máximamente grande; la m ínim a cantidad es máximamente pequeña. En con­ secuencia, desvincula de la cantidad lo máximo y lo mínimo 47

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-su btrah en do intellectualiter magnum et parvu m -, et clare conspicis maximum et m inimum coincidere; ita enim maximum est superlativus sicut m inimum superlativus. Igitur absoluta quantitas non est magis maxima quam m inima, quoniam in ip­ sa minimum est m axim um coincidenter. Oppositiones igitur h iis tantum , quae excedens adm ittunt et excessum , et hiis differenter conveniunt; m axim o absolute nequáquam , quoniam supra om nem oppositionem est. Q uia igi­ tur m axim um absolute est om nia absolute actu, quae esse possunt, taliter absque quacum que oppositione, ut in m axim o m i­ nimum coincidat, tunc super om nem affirm ationem est pariter et negationem . Et om ne id, quod concipitur esse, non m agis est quam non est; et om ne id, quod concipitur non esse, non magis non est quam est. Sed ita est hoc, quod est om nia, et ita omnia, quod est nullum ; et ita m axim e hoc, quod est m inim e ipsum. Non enim aliud est dicere ‘Deus, qui est ipsa m axim itas abso­ luta, est lu x,’ quam ita ‘Deus est m axim e lux, quod est m inim e lux’. A liter enim non esset m axim itas absoluta om nia possibilia actu, si non foret infinita et term inus om nium et per nullum om nium term inabilis, prout in sequentibus ipsius Dei pietate explanabim us. Hoc autem om nem nostrum intellectum transcendit, qui nequit contradictoria in suo principio com binare via rationis, quo­ niam per ea, quae nobis a natura manifesta fiunt, ambulamus; quae longe ab hac infinita virtute cadens ipsa contradictoria per infinitum distantia connectere simul nequit. Supra omnem igi­ tur rationis discursum incom prehensibiliter absolutam maximitatem videm us infinitam esse, cui nihil opponitur, cum qua m i­ nimum coincidit. M axim um autem et minimum, ut in hoc libello sumuntur, transcendentes absolute significationis term ini exis­ tant, ut supra om nem contractionem ad quantitatem m olis aut virtutis in sua sim plicitate absoluta omnia complectantur.

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de la docta ignorancia ( libro i )

sustrayendo intelectualm ente lo grande y lo pequeño. A sí ves claramente que lo máximo y lo m ínim o coinciden. A sí pues lo m á­ ximo es superlativo, com o tam bién es superlativo lo mínimo. Por lo tanto, la cantidad absoluta no es más m áxim a que m ínima, porque en ella lo m ínim o es lo m áximo coincidentem ente. Por lo tanto, las oposiciones convienen tan sólo a aquello que admite excedente y exceso, y le convienen diferentemente. De ninguna m anera le convienen al absolutam ente máximo porque está por sobre toda oposición. Porque, en consecuencia, lo abso­ lutamente m áxim o es absolutam ente en acto todo lo que puede ser sin oposición alguna, de tal m anera que en lo m áximo coinci­ da lo mínimo; entonces está sobre toda afirmación y de la misma manera tam bién sobre toda negación. Y todo aquello que se con­ cibe que es, no es más es que no-es. Y todo aquello que se conci­ be que no es, no es más no-es que es. Pero de tal manera es esto que es todo; y de tal manera todo que es ninguno; y de tal m ane­ ra m áxim am ente esto que es m ínim am ente lo mismo. No es, pues, decir otra cosa: “Dios, que es la misma maximidad absolu­ ta, es luz”, que “Dios de tal m anera es máximamente luz que es mínimamente luz”. Pues, de otro modo, la maximidad absoluta no sería todos los posibles en acto, si no fuera infinita y el térm i­ no de todo y por nada determinable, com o en lo subsiguiente ha­ bremos de explicitar por la misericordia de Dios. Empero, esto trasciende todo nuestro intelecto que no puede combinar en su principio los contradictorios por vía de la razón, porque deam bulam os a través de aquellas cosas que nos son m a­ nifiestas por naturaleza; recayendo la razón lejos de esta virtud infinita no puede vincular sim ultáneam ente tales contradicto­ rios infinitam ente distantes. Por lo tanto, sobre todo discurso de la razón vem os incom­ prensiblem ente la absoluta maximidad que es infinita, a la cual nada se opone, con la cual lo mínimo coincide. Ahora bien, lo m á­ ximo y lo m ínimo, tal como se los considera en este libro, son vo­ cablos trascendentes de significación absoluta, de modo que por sobre toda contracción a la cantidad de un cuerpo o de una fuer­ za, abracen todo en su simplicidad absoluta .2

2. Ver nota complementaria 2: “Lo máximo y la coincidencia de los opuestos”.

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CAPITULUM V. M AXIM U M EST U N UM .

Ex hiis clarissim e constat maximum absolute incom prehensibiliter intelligibile pariter et innominabiliter nominabile esse, uti de hoc manifestiorem doctrinam inferius pandemus. Nihil est nominabile, quo non possit maius aut minus dari, cum nomina hiis attributa sint rationis motu, quae quadam proportione excedens adm ittunt aut excessum. Et quoniam omnia sunt eo meliori modo, quo esse possunt, tune sine num ero pluralitas entium esse nequit; sublato enim num ero cessant rerum discretio, ordo, proportio, harm onia atque ipsa entium pluralitas. Quod si numerus ipse esset infinitus - quoniam tune m aximus actu, cum quo coinciderei minimum—, pariter cessarent om ­ nia praemissa. In idem enim redit num erum infinitum esse et m inim e esse. Si igitur ascendendo in numeris devenitur actu ad maximum, quoniam finitus est numerus: non devenitur tamen ad maximum, quo maior esse non possit, quoniam hic foret infi­ nitus. Quare manifestum est ascensum numeri esse finitum ac­ tu et ilium in potentia fore ad alium. Et si in descensu pariter se num erus haberet, ut dato quocum que parvo numero actu, quod tunc per subtractionem sem per dabilis esset minor sicut in ascensu per additionem maior, - adhuc idem; quoniam nulla rerum discretio foret, neque ordo neque pluralitas neque excedens et excessum in numeris reperiretur, immo non esset numerus. Quapropter necessarium est in num ero ad minimum deveniri, quo minus esse nequit, uti est unitas. Et quoniam unitati minus esse nequit, erit unitas m inimum simpliciter, quod cum m aximo coincidit per statim ostensa. 14 Non potest autem unitas num erus esse, quoniam num erus excedens adm ittens nequaquam sim pliciter m inim um nec m a­ xim um esse potest; sed est principium om nis num eri, quia m i­ nim um ; est finis om nis num eri, quia maximum. E st igitur uni­ tas absoluta, cui nihil opponitur, ipsa absoluta m axim itas, quae est Deus benedictus. H aec unitas,

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de la docta ignorancia ( libro i )

CAPÍTULO V: LO M ÁXIM O ES U N O

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De lo dicho consta con toda evidencia que lo absolutamente máximo es inteligible incom prensiblem ente; es, asimismo, nombrable innom brablem ente, tal como, acerca de este tema, expon­ dremos a continuación la doctrina con m ayor claridad. Nada es nombrable que no pueda dársele un nombre mayor o menor que el dado; por cuanto los nombres le son atribuidos a las cosas m ediante un movimiento de la razón, tales nombres admi­ ten excedente o exceso según cierta proporción. Y porque todas las cosas son de aquel modo mejor que el que pueden ser, entonces no puede haber pluralidad de entes sin el número. Pues suprimien­ do el núm ero cesan la distinción, el orden, la proporción, la armo­ nía de las cosas y, además, la misma pluralidad de los entes. Por­ que si el núm ero mismo fuese infinito -d a d o que entonces sería número máximo en acto, con el cual coincidiría lo m ínim o-, de la misma maner.a habría de cesar todo lo antedicho. Pues convergen en lo m ism o que el número sea infinito y que sea mínimamente. Si, por lo tanto, ascendiendo en los números se arriba, en acto, al máximo número, por cuanto el número es finito, no se arriba, sin embargo, a lo máximo m ayor a lo cual no puede ser, porque aquél habría de ser infinito. Por lo cual es claro que el ascenso del nú­ mero es finito en acto y que tal número estará en potencia para otro. Y si en el descenso el número se comportara de la misma ma­ nera que, dado cualquier núm ero pequeño en acto -p u esto que, entonces, siem pre podría darse, por sustracción, uno menor, como en el ascenso por adición se da uno m ayor-, aun así sería lo mis­ mo, porque no habría ninguna distinción de las cosas, y no se en­ contraría en los números ni orden, ni pluralidad, ni lo que excede ni lo excedido, aun más: no habría número. Por lo cual es necesa­ rio que en el número se llegue a lo mínimo, cuyo menor no puede haber, tal com o es la unidad. Y puesto que para la unidad no pue­ de haber menor, la unidad será lo mínimo en cuanto tal, lo que coincide con lo máximo, según lo mostrado recientemente. Empero, no puede la unidad ser número porque el número que 14 admite excedente, de ninguna manera puede ser en cuanto tal ni mínimo, ni máximo; pero es principio de todo número porque es lo mínimo. Y es el fin de todo número porque es lo máximo. Por lo tanto, la absoluta unidad, a la cual nada se opone, es la misma maximidad absoluta, la cual es Dios bendito. Esta unidad por 51

De

docta ign oran tia

( liber

p rim u s )

cum m axim a sit, n on e st m u ltip lica b ilis, q u on ia m e st om n e id, quod esse potest. N on p otest ig itu r ipsa n u m eru s fieri. V ide p er n u m eru m ad h o c n os d e d u c to s, u t in te llig a m u s in ­ n om in a b ili D eo u n ita tem a b so lu ta m p rop iu s co n v e n ire q u od q u e D eu s ita e st u n u s, ut sit a ctu o m n e id, qu od p o ssib ile est. Q u a p rop ter n on recip it ip sa u n ita s m a g is n e c m in u s, n e c e st m u ltip lica b ilis. D eitas ita q u e e s t u n ita s in fin ita . Q ui erg o d i­ xit: “A u d i, Israel, D eus tu u s u nu s e s t” e t “ u nu s e st m a g iste r e t p a ter v e ste r in ca e lis”, n ih il v e riu s d ice re p o tu it; q u i d ice re t p lu res d eos esse, hie n ec D eu m n ec q u id q u a m o m n iu m u n iv e r­ si esse falsissim e a ffirm a re t, uti in seq u d n tib u s osten d etu r. N am uti n u m eru s, qui en s ra tio n is e st fa b rica tu m p er n ostra m com p arativam d iscretion em , p ra e su p p o n it n e ce ssa rio u n ita ­ tem pro tali n u m eri p rin cip io, u t sin e eo im p o ssib ile sit n u m e ­ ru m esse: ita reru m p lu ra lita tes ab h ac in fin ita u n ita te d escen d en tes ad ipsam se h abent, ut sin e ipsa esse n eq u ea n t; q u om odo en im essen t sin e esse? U n itas a b solu ta est e n tita s, ut p osterius videbim u s.

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CAPITULUM VI. MAXIMUM EST ABSOLUTA NECESSITAS. O stensum est in praecedentibus om nia praeter unum m axi­ m um sim pliciter eius respectu finita et term inata esse. Finitum vero et term inatum habet, a quo incipit et ad quod term inatur. E t quia non potest dici, quod illud sit m aius dato finito et fini­ tum , ita sem per in infinitum progrediendo, quoniam in excedentibus et excessis progressio in infinitum actu fieri non potest alias m axim um esset de natura finitorum - : igitur necessario est m axim um actu om nium finitorum principium et finis. Praeterea, nihil esse posset, si m axim um sim pliciter non es­ set. N am cum om ne non-m axim um sit finitum , est et principiatum ; erit autem necessarium , quod ab alio; alioquin, si a seipso, fuisset quando non fuisset. N ec in principiis et causis est - u t ex régula p a te t- possibile ire in infinitum . E rit igitur m axim um sim pliciter, sine quo nihil esse potest.

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de la docta ignorancia ( libro i )

cuanto es máxima no es multiplicable, porque es todo aquello que puede ser. En consecuencia, ella no puede volverse número. Advierte que hemos sido llevados por el núm ero a esto: que podamos entender que a Dios innombrable conviene como lo más cercano la unidad absoluta y que Dios es de tal m anera uno, que es en acto todo aquello que es posible. P or lo mismo, la misma unidad no recibe ni más ni menos, ni tam poco es multiplicable. En consecuencia la deidad es la unidad infinita. Quien, por lo tan­ to, dijo: “Escucha Israel, tu Dios es uno” y “uno es el maestro y pa­ dre vuestro que está en los cielos”, no pudo haber dicho nada más verdadero. Quien dijera que hay muchos dioses, este tal m uy fal­ samente afirmaría que no existe ni Dios ni nada de todo cuanto hay en el universo, com o habremos de m ostrar en las considera­ ciones siguientes. Pues, así como el número, que en cuanto ente de razón está fabricado por nuestra distinción comparativa, pre­ supone necesariamente la unidad en calidad de principio del nú­ mero, de modo que sin ese principio sea imposible que haya nú­ mero, de la misma manera la pluralidad de las cosas que descien­ de de esta unidad infinita está relacionada con ella de modo que sin ella no pueda ser. Pues ¿cómo podría ser sin el ser? La unidad absoluta es entidad, como más adelante habremos de ver.

CAPÍTULO VI: LO M ÁXIM O ES ABSOLUTA NECESIDAD

Se ha m ostrado en los capítulos precedentes que fuera de lo uno m áxim o en cuanto tal, todas las cosas son a su respecto fini­ tas y limitadas. Ahora bien, lo finito y limitado tiene desde don­ de se inicia y hacia donde concluye. Y en consecuencia, es nece­ sario que lo m áximo en acto sea principio y fin de todos los fini­ tos, puesto que no puede decirse que ello sea m ayor que lo finito dado y que lo finito esté siem pre así en progresión hacia lo infi­ nito. Porque en los que exceden y en los excedidos no puede rea­ lizarse en acto la progresión al infinito, en caso contrario lo má­ ximo sería de la naturaleza de los finitos. Adem ás, nada podría ser, si lo máximo en cuanto tal no fuera. Pues, siendo todo lo nomáximo finito, es tam bién principiado; ahora bien, será necesa­ rio que sea por otro. De otra form a, si fuera por sí mismo, sería cuando todavía no es. Ni es posible ir al infinito en los principios y las causas, com o se hace patente por la regla. Por lo tanto, se­ rá lo m áxim o en cuanto tal sin lo cual nada puede ser. 53

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docta ignorantia ( liber primus )

Praeterea, contraham us maximum ad esse et dicamus: M axi­ mo esse nihil opponitur; quare nec non esse nec minime esse. Quomodo igitur intelligi potest maximum non esse posse, cum minime esse sit m axim e esse? Neque quidquam intelligi potest esse sine esse. Absolutum autem esse non potest esse aliud quam maximum absolute. Nihil igitur potest intelligi esse sine maximo. Praeterea, veritas maxima est maximum absolute. Maxime igitur verum est ipsum maximum sim pliciter esse vel non esse, vel esse et non esse, vel nec esse nec non esse; et plura nec dici nec cogitari possunt. Qualecum que horum dixeris maxime ve­ rum, habeo propositum, nam habeo veritatem maximam, quae est maximum simpliciter. Unde, etsi per praem issa m anifestum sit, quod hoc nomen esse aut aliud quodcum que nom en non sit praecisum nomen maximi, quod est super omne nomen, tam en esse m axime et innom inabiliter per nom en m axim um super omne esse nom inabi­ le sibi convenire necesse est. Talibus quidem et infinitis consim ilibus rationibus ex superioribus docta ignorantia apertissi­ me videt m axim um sim pliciter necessario esse, ita quod sit absoluta nécessitas. E st aut‘ëm ostensum non posse nisi unum es­ se m axim um sim pliciter. Quare unum esse m axim um est verissimum.

CAPITULUM VII. DE TRINA ET UN AAETER NITATE.

N ulla um quam natio fuit, quae D eum non coleret et quem m axim um absolute non crederet. Reperim us M arcum Varronem in libris Antiquitatum annotasse Sissennios unitatem pro m axi­ mo adorasse. Pythagoras autem, v ir suo aevo auctoritate irre­ fragabili clarissim us, unitatem illam trinam astruebat. Huius veritatem investigantes, altius ingenium elevantes dicam us iuxta praemissa: Id, quod om nem alteritatem praecedit, aeternum esse nemo dubitai. A lteritas nam que idem est quod m utabilitas; sed om ne, quod m utabilitatem naturaliter praecedit, im ­ m utabile est; quare aeternum.

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de la docta ignorancia ( libro i )

Adem ás, contraigam os lo máximo al ser y digam os: al m áximo ser nada se le opone, por tanto tam poco el no ser ni el ser m í­ nimamente. En consecuencia, ¿cómo puede ser entendido que lo máximo puede no ser, toda vez que ser m ínimamente es ser m á­ xim am ente? Tampoco nada que es puede ser entendido sin el ser. El ser absoluto, por otra parte, no puede ser otro que lo máximo absolutam ente. Por lo tanto, nada puede ser entendido como siendo sin lo máximo. Además, la verdad máxima es lo máximo absolutam ente. Por tanto, m áxim am ente verdadero es que lo máximo m ism o en cuanto tal es o no es, o que es y no es, o que ni es ni no es. Y m ucho más no puede decirse ni pensarse. Con cualesquiera de estas fórm ulas que denomines com o lo m áxim a­ mente verdadero, alcanzo lo propuesto. Pues logro la verdad m á­ xima que es lo máximo en cuanto tal. De donde, aunque por lo precedente es manifiesto que esta denominación “ser”, o cualquier otro nombre, no es el nombre preciso de lo m áximo - l o que es por sobre todo n om bre-; sin em ­ bargo, es necesario que le convenga “ser” máxima e innom brable­ mente, por medio del nombre “m áxim o” sobre todo lo que sea nombrable. Ciertamente, con tales e infinitas razones similares expuestas más arriba, la docta ignorancia ve con perfecta clari­ dad que lo m áxim o en cuanto tal es necesariamente, de modo tal que sea la absoluta necesidad. Ahora bien, se ha mostrado que no puede haber sino un máximo en cuanto tal. Por tanto, es muy verdadero: lo uno es lo máximo.

CAPÍTULO VII: ACERCA DE LA ETERNIDAD TRINA Y U N A

Jam ás hubo ningún pueblo que no diera culto a Dios y que no lo creyera absolutam ente máximo. Encontram os que M arco Varrón en los libros D e las Antigüedades consignó que los Sise­ mos adoraron a la unidad, considerada lo máximo. Pitágoras, empero, varón m uy esclarecido en su tiem po por su irrefragable autoridad, establecía que aquella unidad era trina. Los que in­ vestigam os la verdad de esto y elevam os el ingenio más alto, po­ demos decir conform e a lo que antecede: nadie pone en duda que es eterno aquello que precede toda alteridad. Pues la alteridad es lo m ism o que la mutabilidad. Pero todo lo que precede natu­ ralm ente a la mutabilidad, es inm utable, por lo cual es eterno. 55

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Alteritas vero constai ex uno et altero; quare alteritas sicut num erus posterior est unitate. Unitas ergo prior natura est alteritate et, quoniam eam naturaliter praecedit, est unitas aeterna. 19 A m plius, om nis inaequalitas est ex aequali et excedente. Inaequalitas ergo posterior natura est aequalitate, quod per resolutionem firm issim e probari potest. Om nis enim inaequali­ tas in aequalitatem resolvitur; nam aequale inter maius et minus est. Si igitur dem as, quod m aius est, aequale erit; si vero m inus fuerit, dem e a reliquo, quod m aius est, et aequale fiet. E t hoc etiam tacere poteris, quousque ad sim plicia dem endo veneris. Patet itaque, quod omnis inaequalitas dem endo ad ae­ qualitatem redigitur. Aequalitas ergo naturaliter praecedit inaequalitatem . Sed inaequalitas et alteritas sim ul sunt natura; ubi enim inaequalitas, ibidem necessario alteritas, et e converso. Inter duo namque ad minus erit alteritas. Illa vero ad unum illorum duplicitatem facient; quare erit inaequalitas. Alteritas ergo et inaequalitas sim ul erunt natura, praesertim cura binarius prima sit alteritas et prim a inaequalitas. Sed probatum est aequalita­ tem praecedere natura inaequalitatem , quare et alteritatem; ae­ qualitas ergo aeterna. 20 Am plius, si duae fuerint causae, quarum una prior natura sit altera, erit effectus prioris prior natura posterioris. Sed unitas vel est connexio vel est causa connexionis; inde enim aliqua connexa dicuntur, quia simul unita sunt. Binarius quoque vel divisio est vel causa divisionis; binarius enim prima est divisio. Si ergo unitas causa connexionis est, binarius vero divisionis: ergo, sicut unitas est prior natura binario, ita connexio prior natura divisione. Sed divisio et alteritas sim ul sunt natura; quare et connexio sicut unitas est aeterna, cum prior sit alteritate. 21 Probatum est igitur: Quoniam unitas aeterna est, aequalitas aeterna, sim iliter et connexio aeterna. Sed plura aeterna esse non possunt.

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de la docta ignorancia ( libro i)

Empero, la alteridad consta de lo uno y lo otro. Por lo cual la alteridad, com o el número, es posterior a la unidad. Por lo tanto, la unidad es prioritaria, por naturaleza, a la alteridad y porque naturalmente la precede es unidad eterna. Aun m ás, toda desigualdad se compone de lo igual y lo exce- 19 dente. Por lo tanto la desigualdad es posterior por naturaleza a la igualdad, lo cual puede probarse, con toda firmeza, por resolución. Pues toda desigualdad se resuelve en la igualdad. Pues lo igual es­ tá entre lo mayor y lo menor. Si por lo tanto suprimes lo mayor, habrá lo igual. Si, en cambio, fuere menor, quita del resto lo que es mayor y resultará lo igual. Y esto también podrás hacerlo has­ ta que, suprimiendo, llegues a lo simple. Por lo tanto, es evidente que toda desigualdad es conducida a la igualdad suprimiendo. En consecuencia, la igualdad precede naturalmente a la desigualdad. Pero la desigualdad y la alteridad son simultáneas por natu­ raleza, pues donde hay desigualdad allí necesariamente hay alte­ ridad y a la inversa. Pues entre, al menos, dos cosas habrá alteri­ dad. Una y otra, en verdad, respecto de una de las dos constitui­ rán una duplicidad. Por lo cual, habrá desigualdad. En consecuen­ cia, la alteridad y la desigualdad se darán por naturaleza simul­ táneamente, sobre todo siendo el binario la primera alteridad y la primera desigualdad. Pero queda establecido que la igualdad pre­ cede, por naturaleza, a la desigualdad, por lo cual también prece­ de a la alteridad. En consecuencia, la igualdad es eterna. Adem ás, si se dieran dos causas, de las cuales una fuera an- 20 terior por naturaleza a la otra, el efecto de la precedente sería anterior por naturaleza al efecto de la posterior. Pero la unidad es o bien conexión o bien cau sa de conexión. Por esto, pues, algu­ nas cosas son llam adas conexas: porque están unidas sim ultá­ neamente. El binario, a su vez, o bien es división, o bien es cau­ sa de división, pues el binario es la primera división. Si, por lo tanto, la unidad es causa de conexión y el binario, por su parte, de la división, en consecuencia, así com o la unidad es anterior por naturaleza al binario, de la mism a manera la conexión es an­ terior por naturaleza a la división. Pero la división y la alteridad son sim ultáneas por naturaleza. Por lo cual la conexión, también como la unidad, es eterna, por cuanto es anterior a la alteridad. Por lo tanto se ha probado que: porque la unidad es eterna, la 21 igualdad es eterna, y tam bién de modo sim ilar la conexión es eter­ na. Pero no puede haber varios eternos. 57

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docta ignorantia ( libek primus )

Si enim plura essent aeterna, tunc, quoniam om nem pluralitatem praecedit unitas, esset aliquid prius natura aeternitate; quod est im possibile. Praeterea, si plura essent aeterna, alterum alteri deesset ideoque nullum illorum perfectum esset; et ita es­ set aliquod aeternum, quod non esset aeternum, quia non esset perfectum. Quod cum non sit possibile, hinc plura aeterna esse non possunt. Sed quia unitas aeterna est, aequalitas aeterna est, sim iliter et connexio: hinc unitas, aequalitas et connexio sunt unum. Et haec est illa trina unitas, quam Pythagoras, om nium philosophorum prim us, Italiae et G raeciae decus, docuit adorandam. Sed adhuc aliqua de generatione aequalitatis ab unitate subiungam us expressius.

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CAPITULUM V ili. DE G E NER ATION E A ETER NA.

Ostendam us nunc brevissim e ab unitate gigni unitatis aequalitatem , connexionem vero ab unitate procedere et ab unita­ tis aequalitate. U nitas dicitur quasi djvxaq ab