Vulnerabilidad Social

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Vulnerabilidad Social Posicionamientos y ángulos desde geografías diferentes

jAVrER IVÁN

VULNERABILIDAD SOCIAL. POSICIONAMIENTOS Y ÁNGULOS DESDE GEOGRAFÍAS DIFERENTES

CARMEN EGEA JIMÉNEZ DIEGO SÁNCHEZ GONZÁLEZ JAVIER IVÁN SOLEDAD SUESCÚN (coords.)

VULNERABILIDAD SOCIAL. POSICIONAMIENTOS Y ÁNGULOS DESDE GEOGRAFÍAS DIFERENTES

GRANADA 2012

El libro está dentro y subvencionado por el Proyecto de Excelencia “Cultura de Paz en Andalucía. Experiencias y Desafíos” (convocatoria de la Consejería de Economía, Innovación y Ciencia. Junta de Andalucía), dirigido por el profesor Francisco A. Muñoz, miembro del Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada.

© LOS AUTORES. © UNIVERSIDAD DE GRANADA. VULNERABILIDAD SOCIAL. POSICIONAMTENTOS Y ÁNGULOS DESDE GEOGRAFÍAS DIFERENTES. ISBN: 978-84-338-5392-9 Depósito legal: Gr./ 1.425-2012 Edita: Editorial Universidad de Granada. Campus Universitario de Cartuja. Granada. Fotocomposición^TADIGRA S. L. Granada. Motivo de cubierta: José Manuel Peña. Imprime: Imprenta Comercial. Motril. Granada.

Printed in Spain

Impreso en España

“Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Repográficos - www.cedro.org), si necesitafotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra”.

Espero que seas tolerante y amante de la paz. Espero que, al crecer, te conviertas en una persona racional y educada. Espero que no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran. Espero que tengas muchos motivos para reír. Espero que tengas a alguien a quien amar. Espero que no adoptes ningún extremismo político ni religioso. Espero que tengas un techo sobre tu cabeza y comida para sustentarte. Espero que tengas agua limpia para beber y aire limpio para respirar. Espero que contribuyas a los conocimientos y la cultura de la raza humana. Y espero que nazcas en un país democrático y en una sociedadjusta y equitativa, donde las esperanzas y las aspiraciones puedan hacerse realidad. (M eir Shalev, Es mejor ser un delfín, 1999).

PRÓLOGO

La denominada Geografía del Riesgo tiene en España una corta historia y una temática centrada en el estudio de catástrofes por lo ge­ neral de origen natural (inundaciones, sequías, seísmos, etc.). Estudia fenómenos concretos, si bien conforme avanza el interés y el número de geógrafos que se incorporan a esta temática, se analizan los efectos de esos desastres, los instrumentos para prevenir o paliar sus efectos y, ciertamente en menor medida, la vulnerabilidad humana frente a ellos. Sin duda uno de los grandes déficit de esta Geografía del Riesgo, es el olvido del entorno social, económico y político en que tienen lugar esas catástrofes, de modo que en el ámbito de la Geografía española apenas si se ha abordado el estudio de la vulnerabilidad de las pobla­ ciones, sus secuelas diferenciales en función del género, edad, nivel socioeconómico, etc. Contrariamente a este panorama, nuestros colegas de América Latina vienen desarrollando, desde hace años una línea de investigación en la que el estudio y análisis de los contextos sociales en que tienen lugar esas catástrofes es un aspecto esencial, como lo es igualmente el com­ portamiento diferencial de los grupos sociales ante tales acontecimientos. Los efectos y las respuestas a desastres como los recientes terremotos de Fukushima y Haití son dos excelentes ejemplos de lo que queremos subrayar. La vulnerabilidad en un sentido social, humano, es una dimen­ sión relativa y un concepto complejo y controvertido. Este concepto y en concreto el de la vulnerabilidad social ha penetrado desde hace pocos años en las ciencias sociales, pero permitiendo una mejor y más amplia comprensión de la situación de los sectores sociales más desfavorecidos. Se ha convertido, pues, en un potente instrumento

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PRÓLOGO

de análisis de la realidad social, permitiendo el estudio de lo económico (pobreza), medio ambiente, relaciones de género, papel de los vínculos sociales y de la política, etc. Convencionalmente, los desastres se han venido interpretando como hechos excepcionales de base natural (terremoto, inundaciones, sequía, hambrunas, epidemias...) sin relación causal con los procesos sociales. En distintos países latinoamericanos, a partir de la década de los 70 del pasado siglo frente a ese enfoque natural se potencia una dimen­ sión social como activadora de los desastres. Este enfoque nuevo y complementario de la vulnerabilidad pone el acento en las estructuras y procesos socioeconómicos de desigualdad y pobreza como causantes de la vulnerabilidad. En resumen, el concepto de vulnerabilidad surge de una doble evolución teórica. Gracias al concepto de vulnerabilidad social podemos comprender que las crisis humanitarias no son fenómenos puntuales y espontáneos, sino que son el resultado de causas estructurales. En otras palabras, la vulnerabilidad debe entenderse como el contexto, el caldo de cultivo, para comprender el impacto de una catástrofe, de las crisis económicas, de los cambios en la estructura de las poblaciones, de la reducción de los derechos humanos en un amplio sentido, cuyos efectos serán tanto más devastadores cuanto menor sea la capacidad de resistencia del individuo o sociedad a esa determinada situación. Es decir, sus secuelas variarán en función del grado de vulneración de una sociedad; ante un mismo acontecimiento un colectivo muy vulnerable puede verse más afectado que otro menos vulnerable: pensemos en unas inundaciones, en la pérdida de empleo, en embarazos a edades tempranas, en la pertenencia a grupos considerados minorías y fácilmente marginados, en procesos de renova­ ción urbana, pero en contextos sociales y económicos muy contrastados. Por tanto, la vulnerabilidad puede abordarse a partir de factores de orden físico o biológico, pero también, y es lo que le interesa al enfoque de la vulnerabilidad social, emerge de condiciones sociales más o menos permanentes. Así pues, existen muchas geografías de la vulnerabilidad. La Asociación Latinoamericana de Población (ALAP) ha tenido la feliz iniciativa de constituir una red sobre “Vulnerabilidad Social. Tipos de vulnerabilidades e implicaciones políticas”, que cuenta en la actualidad con una veintena de especialistas, sobre todo de países de América Latina, a los que se suma España. Un elevado número de esos especialistas han elaborado una serie de trabajos sobre vulnerabilidad social que se recogen en este volumen coordinado por Carmen Egea,

PRÓLOGO

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Diego Sánchez y Javier Iván Soledad, integrantes de la mencionada red. En sus más de 300 páginas encontramos, estructuradas en cuatro bloques, hasta un total de dieciséis aportaciones, en las que desde el enfoque de la vulnerabilidad social se abordan temáticas diversas en territorios también diferentes. Un nutrido grupo de autores y autoras (casi cuarenta), Danú A. Fabre Platas, Julio Romano Obregón, Krystyna B. Paradowska Gabriela L. Galassi, Leandro M. González, Gustavo Busso, Rubén Ibarra Reyes, José Luis Hernández Suárez, Diego Sánchez González, Carmen Egea Jiménez, Javier Iván Soledad Suescún, Ana Carolina Soares Bertho, Tirza Aidar, Alberto Augusto Eichman Jakob, Ignez Costa Barbosa Ferreira, Ana María Nogales Vasconcelos, Nelba de Azevedo Penna, María del Carmen Rojas, Marisa Didoni, Marina Cárdenas, María Beatriz Ciuffolini, Norma Cristina Meichtry, Humberto Jure, Julio Javier Castillo, Juan Carlos Vázquez, Adriana Greco, María Belén Herrero, Silvina Ramos y Silvina Arrossi, Daniel Salas Limón, Gabriela Soledad Gauto de Paz, Eramis Bueno Sánchez, Gloria de las M. Valle Rodríguez, Domingo Cervantes Barragán, Ernesto Menchaca Arredondo, María Marta Santillán Pizarro, Daniel Ortega, William Bello Sánchez, René A. González Regó, Rosalía Chávez Alvarado, procedentes de diversas universidades y centros e institutos de investigación, con metodologías diversas y enfoques multidisciplinares nos ofrecen en las páginas que siguen una excelente panorámica de los derroteros por los que transita la investigación sobre vulnerabilidad social. Manuel Sáenz Lorite. Catedrático de Geografía Humana. Universidad de Granada.

PRESENTACIÓN

El producto informativo generado por diferentes ejercicios académicos en tomo a las múltiples manifestaciones de la vulnerabilidad social que encontraron oportunidad de ser lanzados a la comunidad internacional vía IV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Población (ALAP), quedada probablemente como simple recuerdo de aquellos días de apre­ tada agenda, fraternales abrazos y agudos intercambios que conmovieron al histórico Hotel Nacional de La Habana, si la generosidad del Dr. Francisco A. Muñoz, director del Proyecto de Excelencia “Cultura de Paz en Andalucía. Experiencias y Desafíos”, no nos hubiese facilitado la posibilidad de lanzar urbi et orbi, como quien dice, esta Vulnerabilidad social. Posicionamientos y ángulos desde geografías diferentes, que ha sido enriquecida y complementada a partir de la propuesta generada por la convocatoria abierta a todos los miembros de la Red de Vulnerabilidades de ALAP, de manera que el encuentro en La Habana de amigos y colegas ha resultado ser sólo el germen de esta obra colectiva de profesionales preocupados por la vulnerabilidad social. El permanente interés por explorar y dar una determinada sistema­ tización a la complicada madeja de factores causales y consecuencias del fenómeno de la pobreza condujo, de alguna manera, a desarrollar el enfoque de vulnerabilidad, el cual se ha convertido en una herramienta teórico-metodológica de incuestionable importancia para abordar el fe­ nómeno de la pobreza. “A comienzos del nuevo siglo la vulnerabilidad se ha constituido en el rasgo social dominante de América Latina. El predominio del mercado en la vida económica, la economía abierta al mundo y el repliegue del estado de las funciones que tuvo en el pasado provocaron un cambio de envergadura en las relaciones económico-

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PRESENTACIÓN

sociales, en las instituciones y en los valores, dejando expuestas a la inseguridad e indefensión a amplias capas de población de ingresos medios y bajos en los países de la región”. Así deja entrever Roberto Pizarro la importancia del enfoque. Por ello hizo bien la Asociación Latinoamericana de Población en reco­ nocer esta problemática como uno de los contenidos que diera sustento a una de sus redes, definida como “Red de Vulnerabilidad Social. Tipos de Vulnerabilidades e Implicaciones de Políticas” y propuesta como un “Grupo internacional e interdisciplinario enfocado a la producción, intercambio y diseminación de conocimientos e información sobre vulnerabilidad sociodemográfica y otros tipos de vulnerabilidades y sus implicaciones para las políticas públicas”. Están entre sus objetivos, los de “detectar la existencia de estudios en curso que, de manera directa o indirecta, se estén desarrollando en relación al tema en América Latina”; “fortalecer la tradición creada en la Región en investigación sobre vulnerabilidad social, sus tipos e implicancias para las políticas públicas”; “brindar elementos para el análisis socioeconómico, demográfico y cultural de los diferentes tipos de vulnerabilidades de manera de aportar insumos para las políticas públicas”. La Red de Vulnerabilidad Social de ALAP tiene ante si el reto de impulsar, desarrollar y presentar ante la comunidad de estudiosos en población y actores sociales en general, los esfuerzos que desde dife­ rentes perspectivas y geografías llevan adelante sus miembros, y se hace tiempo de hacer realidad los buenos propósitos. Hic Rhodus, hic salta. Eramis Bueno Sánchez Moderador dfc la Red de Vulnerabilidad Social de ALAP Zacatecas, México, primavera del 2011

ENTRETEJIDO Y ACERCAMIENTO A LA VULNERABILIDAD SOCIAL, SUS POSICIONAMIENTOS, SUS GEOGRAFÍAS DANÚ A. FABRE PLATAS DIEGO SÁNCHEZ GONZÁLEZ CARM EN EGEA JIM ÉNEZ JAVIER IVÁN SOLEDAD SUESCÚN

Entretejer es bordar, articular, dar cuerpo. Esta obra pretende, desde inquietudes, miradas y deseos diversos, hacer las paces en la sociali­ zación del conocimiento y construir colegiadamente una propuesta que ofrezca al interesado por la vulnerabilidad social un abanico articulado de formas distintas y posiblemente complementarias de abordaje. Es esta la finalidad última del presente libro; condición que celebramos y aplaudimos y en la que nos vemos reflejados. En este marco, entre los conceptos-herramienta que las ciencias sociales han desarrollado con mayor fuerza en años recientes para conocer la realidad en la que vivimos, el eje analítico de la vulnerabilidad social se muestra como uno de los más complejos y completos porque contempla cuatro elementos fundamentales en sí mismo: i. Atiende a la inter-subjetividad objetivable al focalizar sus miradas hacia las personas, los grupos y las comunidades que se encuentran en una situación desfavorecida; ii. No descuida las condiciones objetivables, los elementos estructurales que muestran a dichas poblaciones desiguales, en condiciones de inequidad y, en algunas ocasiones, de exclusión; iii. Describe y registra con detalle los niveles de riesgo a los que pueden verse expuestos y afectados por esas situaciones desfavorecidas; iv. Dibuja o diseñaron cuidado mecanismos de resistencia con los que potencialmente pudieran minimizar sus efectos.

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El concepto contiene ya una historia que bien podríamos relatar aquí, pero basta para los fines primarios señalar que en la región de América Latina y el Caribe es en donde más se ha desarrollado este enfoque desde la década de los noventa hacia acá; sin desconocer la importancia de este enfoque en otros países, tres son los que pudieran destacar por la investigación en esta línea: Argentina, Brasil y México. La recopilación de trabajos que se presentan en este libro es un síntoma claro de ello. Decir que esta obra no contiene La Verdad sobre los campos proble­ máticos1 que aborda, bien puede pensarse como falsa modestia; pero, en este caso en particular, es justo esa la lógica que propicia la convo­ catoria de las partes contenidas aquí y que le da forma, que le da vida. Recuperando a González (2001) para subrayar la idea, no es la verdad metódica, la verdad de las ciencias positivas, con su método y reglas previamente establecidas (en donde saber es poseer el objeto) la que ordenó el actuar del grupo. Es la verdad hermenéutica, la sociología comprensiva, la que permite formas de interpretar-nos (como estrategia de análisis), la que guió esta publicación y la que diseñó su estrategia de hilado y su cuerpo. Las distintas geografías y posicionamientos son solo una consecuencia de este intentar hacer las paces y posibilitar el dialogo entre los textos mismos. Las pautas para conocer la realidad social en y a través de esta obra, no “pensaron” a la vulnerabilidad como dependiente de una condición inamovible por razones catastrofistas de un destino manifiesto o como producto de una visión conspirativa de la historia o de supuestos au­ tomatismos estructurales que corresponden a la relación lineal de tipo causalista; sino como realidad construida, que implica criterios de plausibilidad, que se orienta hacia posibilidades y que se produce en una realidad compleja, inserta en el modelo de la pre-pos-modemidad. Y es1

1. Bourdieu (1997) concebía al campo de las ciencias como lugar de relaciones de fuerza, como campo de luchas donde hay intereses en juego (a pesar de que las prácticas de los agentes pudieran parecer desinteresadas), donde los diversos agentes e instituciones ocupan posiciones diferentes según el capital específico que poseen, y elaboran distintas estrategias para defender su capital —el que pudieron acumular en el curso de luchas anteriores—, capital simbólico, de reconocimiento y consagración, de legitimidad y de autoridad para hablar de la ciencia y en nombre de la ciencia. Pero la verdadera conquista es colectiva. Y para ello es necesario explicitar los distintos mecanismos del juego, desen­ trañar —hasta donde ello sea posible— las reglas que regulan el juego, y de este modo, crear condiciones sociales de posibilidad para el conocimiento científico.

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justo esta intencionalidad la que hace al libro un abanico de ángulos entretejidos, un mirar no enrarecido con prevalores, una nueva oferta de tratamiento. Pero, y sobre todo, es una manera diferente de problematizar las realidades atendidas. Siguiendo a Zemelman (1987) problematizar es un mecanismo de razonamiento, es cuestionar y reformular, y a la vez, es un proceso de búsqueda de relaciones posibles. En la relación problematización-aprehensión, se construye el objeto de estudio. Con la imaginación creativa, la experiencia y la teoría construimos el problema a investigar. Los distintos acercamientos que los autores proporcionan aquí —en tomo a la vulnerabilidad social pensada como eje articulador y campo problemático— desdibujan diversas formas de realidades. La realidad social, como de-construcción de un fenómeno determinado, debe ser bordada mediante la multirreferencialidad, dado el posicionamiento de intereses, antecedentes, prácticas, así como mecanismos de producción y reproducción en la construcción misma 2; su posibilidad de aprehensión se inicia al reconocer que al conocimiento de esta realidad no se podrá acceder mediante una ciencia unificada, sino contando con un sistema complejo y articulable de conocimientos 3. Sabemos bien que el análisis multirreferencial no parte de categorías explicativas y variables comprobables experimentalmente, sino de cons­ telaciones de ideas, nociones diferentes, heterogéneas, representaciones, juicios, opiniones, actitudes, comportamientos, manifiestos o latentes, conscientes o inconscientes, que expresan valores, significaciones, de­ seos o temores, hábitos, en relación con la situación analizada, ya que corresponden tal vez a sistemas prácticos de inteligibilidad.

2. El término realidad es recuperado de Berger y Luckmann (1968), entendido como una cualidad propia de los fenómenos que reconocemos como independientes de nuestra voluntad. Es un término relativo, en tanto construcción social, y en é! se entiende que hay tantas realidades como sociedades que las construyan. 3. Cabe aquí un primer paréntesis para insinuar al menos algunas posturas: Partimos de que no es posible hablar de La Realidad y La Vulnerabilidad. Es incorrecto. No existen como tales. Solo en sentido fenomenológico podemos plantearlo de esta manera, sin aludir a su aspecto ontológico último. Pero, al afirmar que la realidad social crea vulnerabilidad social, quien a su vez crea realidades sociales, se plantea la síntesis individuo-sociedad y la negación de la dicotomía que separa a lo social de lo individual como entidades inde­ pendientes, opuestas y dominantes una sobre la otra. Esta bien puede ser una reflexión a discutir, usando los entretejidos de la presente obra como insumos útiles a la reflexión.

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La insistencia de Bourdieu (1997) en superar la falsa dicotomía plan­ teada en ciencias sociales entre las perspectivas llamadas objetivistas y las llamadas subjetivistas se fundamentan en cierto elemento ontológico: lo social existe de doble manera, como estructuras sociales externas (la historia hecha cosas) y como estructuras sociales incorporadas (la historia hecha cuerpo). Y, por ello, para poder dar cuenta de las prácticas sociales, es necesario aprehender ambos sentidos de las mismas: el sentido objetivo (el sentido de las estructuras sociales externas e independientes de la conciencia y de la voluntad de los agentes) y la experiencia vivida, el sentido vivido (lo que los agentes se representan, sienten, piensan, creen, viven). Entonces el habitus, es la relación que existe entre las estructuras objetivas (condiciones objetivas externas) y las estructuras incorporadas (condiciones objetivas incorporadas) que las generan. Es desde estas múltiples formas de expresión o referencíalidad que presentan los textos los autores y sus posicionamientos, como se ha tejido esta obra. Sus partes son pensadas como dimensiones de análisis de un mismo fenómeno y es así que las mostramos.1

1. ENTRE EPISTEME Y CONCEPTO La dimensión de lo teórico está fuertemente insinuada para que, desde allí, se generen contagios atractivos y evocantes. Caras y ángulos del prisma fueron los pre-textos con los que se interrogó a los textos recibidos. Por su carácter flexible, este imaginario prisma facilitó armar diferentes órdenes donde se mueven secuencias, tiempos y espacios, así como la generación de ámbitos de consistencia, tensión y conflicto. Además permitió intentar al menos rechazar las polaridades simplificadoras y excluyentes, y reemplazarlas por procesos complejos y fluidos. Danú A. Tabre Platas, Julio Romano Obregón y Krystyna B. Paradowska, en Identidad, cultura, poder, territorio. Insumos periféricos para el redimensionamiento de la vulnerabilidad, plantean una serie de insumos periféricos para el redimensionamiento de la vulnerabilidad. Afirman que, cada vez más nos encontramos en escenarios que nos muestran de manera constante la fragilidad humana, las dimensiones sociales de su alta vulnerabilidad a través de la polarización y reinvención de las identidades, en la descalificación social de los aparatos ideológicos que hace años servían de codificadores masivos de sentido (la iglesia católica, el Estado, la familia, la escuela), en el ejercicio autoritario del poder

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y, como consecuencia, en la renovación de formas de acción social en escenarios y territorialidades diversos. Y es allí donde se hace imperante hincarle el diente a dichos conceptos para ponerlos a prueba, saberlos útiles, mirarlos de manera distinta y entretejerlos frente a estos nuevos contextos-objeto para problematizarlos, interrogarlos. Esa es la tarea a la que se aboca este texto. Diego Sánchez González, Carmen Egea Jiménez y Javier Iván Soledad Suescún atienden más sobre teoría y riesgo como ámbito prioritario de análisis en Apuntes sobre los riesgos sociales, componente principal de la vulnerabilidad social, se centra en reflexionar sobre los riesgos sociales como uno de los componentes principales de la vulnerabilidad social. Esta reflexión se realiza intentando responder a las siguientes cuestiones: ¿Qué son los riesgos sociales? y ¿cuáles deben ser las bases teóricas y metodológicas que plantea su estudio? El acercamiento hermenéutico, desde una revisión bibliográfica, les permite discutir sobre alternativas teóricas y metodológicas para favorecer el conocimiento sobre la vul­ nerabilidad social. Los resultados del trabajo indican la necesidad de formular nuevas interrogantes y favorecer nuevas investigaciones dentro de este enfoque, pero desde otros planteamientos, también teóricos y con posibilidades metodológicas, como los de Sen o Max-Neef. Gabriela L. Galassi y Leandro M. González en Vulnerabilidad social de la clase media en Argentina y México. Desde las crisis de los noventa hasta la crisis internacional de 2008, exploran el perfil de la clase media argentina y la mexicana desde las últimas crisis de ambos países, hasta llegar a la crisis internacional más reciente. El análisis recurre a un abordaje teórico que combina las perspectivas de vulnerabilidad social y análisis de clase, subyaciendo teóricamente una “matriz vulnerabili­ dad - clases sociales”. En el trabajo se analiza la evolución del perfil sociodemográfico de esa clase media en Argentina y México, comparando cifras macroeconómicas que permiten explicar su comportamiento en ambos países ante las crisis económicas. La metodología permite conocer sus debilidades y fortalezas en relación a otras clases sociales a través de la Encuesta de Hogares de ambos países. Los resultados del estudio indican cambios en la estructura sociodemográfica de la clase media, como el envejecimiento y la emigración, por efectos del desempleo en Argentina; y la pérdida de calidad del empleo en México.

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2. ABONANDO A LAS FORMAS DE ACERCAMIENTO La dimensión de lo metodológico aporta ofertas atractivas para el abordaje del eje que ahora nos convoca. Gustavo Busso, en Vulnerabili­ dad y exclusión urbana. Las variables de población en las políticas de desarrollo local en ciudades de tamaño intermedio, nos refiere insumos teóricos importantes sobre la vulnerabilidad desde la perspectiva de la pobreza y la exclusión social, prestando especial atención a las caracte­ rísticas sociodemográficas y económicas de la población y sus implica­ ciones en las políticas de desarrollo local en las ciudades intermedias de los países del Cono Sur. Desde inicios del Siglo XX —nos dice— las sociedades de los países latinoamericanos han pasado de ser mayoritariamente rurales a urbanas, con altas tasas de crecimiento del producto, del ingreso per cápita y de los niveles de consumo de la población en el ámbito urbano. Este proceso de acelerada urbanización y crecimiento económico se ha realizado, principalmente, con políticas de desarrollo urbano que pueden caracterizarse, para las ciudades que tienen hoy un tamaño intermedio, como espontáneas, reactivas y desarticuladas. Sus resultados se observan en problemas urbanos irresolubles (o de alto costo de resolución), en la consolidación de procesos de reproducción y, en algunos momentos y casos, ampliación de niveles de pobreza, exclusión y vulnerabilidad social. En este marco, el trabajo se propone examinar las relaciones históricas y prospectivas entre las variables de la estructura y dinámica de la población con los procesos de desarrollo a escala local. Gabriela Soledad Gauto de Paz nos refiere a su Estudio de la Res­ idencia como forma de aproximación a la vulnerabilidad. El caso de dos familias en Resistencia (Argentina, 2006-2008). El trabajo aporta la necesidad de avanzar en la interpretación de las estrategias empleadas por las familias para superar una situación adversa, desde un concepto altamente noble para rendir productos útiles en este ejercicio constante de renovar y discutir la vulnerabilidad social, la resiliencia. Este tema se investiga a través de dos estudios de caso en el barrio Camalote (ciudad de Resistencia, Chaco, Argentina) haciendo uso de técnicas cualitativas como la historia de vida. Esto le permite conocer a la autora los recur­ sos y estrategias personales (independencia, capacidad de relacionarse, iniciativa, creatividad) y sociales (relaciones sociales, apoyo familiar y social) relativas a los gastos económicos familiares, existiendo múltiples combinaciones en el empleo de los activos y estrategias personales y sociales de cada integrante del hogar para enfrentar la carencia de recursos

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económicos para la adquisición de bienes básicos. Como la valoración de esta dimensión es muy compleja la autora diseña una estrategia para medirla. La misma se orienta a contabilizar al interior de la familia, la capacidad y el aporte de los recursos activos —utilizados y potencial­ mente utilizables— por los miembros que la componen, para enfrentar una determinada situación adversa. Para ello, se partió de determinar el nivel de resiliencia de algunos de los casos presentados en este estudio. Esta estrategia de medición incluyó la combinación de vías cualitativas y cuantitativas de acercamiento de manera atractiva y convocante a pensar la realidad. Daniel Salas Limón y Diego Sánchez González presentan Viviendas vulnerables a los riesgos sociales y ambientales en las ciudades de México. El texto realiza una aproximación teórica y metodológica a la comprensión de los riesgos ambientales y sociales, determinantes de la vulnerabilidad social vinculada a las viviendas en México y, en gene­ ral, en América Latina. La metodología se basa en una amplia revisión bibliográfica y la consulta de bases de datos de población y vivienda (INEGI, Banco Mundial), permitiendo a los autores ahondar en la im­ portancia de discutir y analizar los factores explicativos de los riesgos ambientales vinculados a la vivienda por peligros naturales (inunda­ ciones, terremotos); y sobre todo, riesgos sociales determinantes de la vulnerabilidad como la accesibilidad, el desempleo, la delincuencia, la pobreza, el hacinamiento, los problemas de salud, la discapacidad, la dependencia y la soledad. Se favorece allí la búsqueda de consenso para la estimación de los daños directos, indirectos, tangibles e intangibles asociados a la vivienda y determinantes de la vulnerabilidad social, sin olvidar la perspectiva psicológica y sociológica, a través de considerar las características del individuo y su vivienda para enfrentar un desastre natural o antropogénico. Entre las conclusiones del estudio se advierte la necesidad de que los gobiernos favorezcan la investigación y los pro­ gramas sociales integrales de atención a la vivienda como mecanismo de revertir la creciente vulnerabilidad social de la población en la región, superando visiones parciales y populistas sobre el tema. Eramis Bueno Sánchez y Gloria de las M. Valle Rodríguez en la Po­ breza y vulnerabilidad por género. Una referencia al caso de México, dan continuidad a una línea de investigación implementada a mediados de la primera década de este siglo, para estudiar los problemas concer­ nientes a la pobreza y la vulnerabilidad social. En la primera parte del trabajo se presentan las dimensiones generales de la pobreza vinculada

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al enfoque de la vulnerabilidad social a partir de los datos estadísticos del Censo de Población (INEGI) y de Instituciones como CONEVAL e INMUJERES. La segunda parte del trabajo se centra en analizar la vulnerabilidad social desde la perspectiva de género a nivel nacional. Los resultados indican que el enfoque de género contribuye a mejorar la comprensión de los factores desencadenantes de la vulnerabilidad de las mujeres, uno de los grupos sociales que encabezan los hogares más vulnerables y en riesgo de exclusión social en el país de México.

3. ESTRATEGIAS DE ACERCAMIENTO HACIA CAMPOS ESPECÍFICOS Los ámbitos puntuales de la realidad, y las propuestas concretas de investigación desde el terreno de modelos metodológicos, se abren con el texto de María del Carmen Rojas, Marisa Didoni, Marina Cárdenas, María Beatriz Ciuffolini, Norma Cristina Meichtry, Humberto Jure, Julio Javier Castillo y Juan Carlos Vázquez que nos enriquecen en Aproximación al proceso salud-enfermedad desde enfoques de salud colectiva y vulnera­ bilidad social. Desarrollo de una historia clínica familiar y comunitaria (HCFC), al aportar aquí un modelo de abordaje interesante del proceso salud-enfermedad-atención considerando las determinaciones sociales desde las nociones de procesos críticos, activos sociales y estructura de oportu­ nidades. Abordan el enfoque de la vulnerabilidad desde la perspectiva de los riesgos sociales vinculados a la salud y la enfermedad en los hogares, así como las estrategias y activos para enfrentarlos en el contexto de los consultorios de medicina familiar del Hospital Nacional de Clínicas de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Los componentes contemplados para su construcción están basados en lo intersectorial, multidisciplinar y la participación ciudadana. En el trabajo se describe el software HCFC (Historia Clínica Familiar y Comunitaria, v. 1.0) destinado a favorecer el historial clínico familiar y comunitario de los pacientes, considerando dimensiones médicas, sociales y ambientales como determinantes. Esto, anuncian sus autoras y autores, permite vislumbrar las interrelaciones existentes entre cada uno de los componentes involucrados en el proceso salud-enfermedad, brindando una amplia fuente de información que posibilita la comprensión de los problemas de salud, la toma de decisiones y generación de dispositivos de intervención desde una perspectiva integral.

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Adriana Greco, María Belén Herrero, Silvina Ramos y Silvina Arrossi nos comparten Del riesgo individual a la vulnerabilidad social: factores asociados a la no adherencia al tratamiento de la tuberculosis. Revisión de la literatura. La adherencia al tratamiento constituye un proceso multidimensional complejo y es esta la puerta de entrada o idea-fuerza que ordena el trabajo. Numerosos estudios dan cuenta de los múltiples factores que intervienen en la adherencia, ya sea referidos al sistema de salud y el equipo de atención, a las características de la enfermedad y del tratamiento y a aspectos relacionados con el paciente y su entorno familiar, como las condiciones de vida y las características sociodemográficas; y en este sentido se hace necesario generar un mapa ordenador de dichos insumos. La intencionalidad de dicha revisión es diseñar una herramienta útil para el desarrollo de futuros estudios que aborden esta problemática, así como también para la elaboración de recomendaciones y la definición de políticas de salud orientadas a mejorar los niveles de adherencia al tratamiento, en un marco de mayor accesibilidad, equidad y calidad de la atención. Esto es fundamental, ya que la mayor población afectada con tuberculosis se encuentra en situaciones de mayor vulnerabilidad social y económica. El estudio permite una interesante aproximación teórica a esta temática de la que se pueden desprender futuras líneas de investigación centradas en la dinámica de la enfermedad asociada a la vulnerabilidad social frente al riesgo individual. William Bello Sánchez y René A. González Regó nos presentan Vulnerabilidad de las personas de la tercera edad ante el riesgo de envejecimiento en Cuba; este país cuenta con la mayor tasa de enveje­ cimiento de América Latina y el Caribe. El capítulo muestra cómo una investigación con un enfoque de vulnerabilidad puede alcanzar resultados que contribuyan a esclarecer el comportamiento del envejecimiento en el país caribeño, buscando que con ello la nación se encuentre en mejores condiciones de hacer frente a este fenómeno demográfico. Contar con estudios que aborden la vulnerabilidad de las personas de la tercera edad con una visión geográfica no suele ser tema de muchas investigaciones en la región y menos, desde allí, aproximar algunas formas de registro y el diseño de índices para aprehenderlo. La metodología empleada se ha basado en un análisis cuantitativo y multifactorial de las bases de datos del Censo de Población y Vivienda (2002) a través de dimensiones como la migración, viudedad, nivel educativo, actividad económica y soledad. La vulnerabilidad aquí es tratada en términos de riesgo y capacidades de respuesta de un grupo en cuestión, pudiendo resultar un proceder teórico

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metodológico aplicable a los estudios geográficos (un análisis estadístico y espacial de cada uno de los indicadores que conforman los diferentes índices); y alcanzando con ello resultados que contribuyan a entender fenómenos, como el envejecimiento de la población y su impronta en las personas de la tercera edad. Rosalía Chávez Alvarado y Diego Sánchez González miran desde la Vulnerabilidad social de los adultos mayores retornados en la frontera de México y Estados Unidos. Aquí los autores reflexionan sobre un colectivo poco o nada atendido en la población migrante, los adultos mayores, principalmente retornada ante los riesgos sociales y ambien­ tales en la frontera Norte de México. El estudio indica que los factores sociodemográficos y económicos como sexo, edad, nivel de estudios, estado de salud, discapacidad y dependencia condicionan el tipo de mi­ gración; así como los activos y estrategias de que disponen las personas mayores retomadas ante los riesgos sociales y ambientales (pensión de retiro, acceso a los servicios, redes sociales), sobre todo en las ciudades fronterizas y áreas rurales caracterizadas por la alta pobreza y violencia organizada. La metodología ha implicado una amplia revisión bibliográ­ fica, así como la consulta de datos de vivienda y población de 60 años y más. A partir del análisis de los resultados, describen y reflexionan sobre la situación de este grupo, contribuyendo así al conocimiento y discusión sobre la vulnerabilidad social asociada a la migración en la vejez en una región en desarrollo y fronteriza. Esto con el propósito de favorecer políticas públicas y enfrentar los nuevos escenarios sociales, ambientales y económicos asociados a la migración en los próximos años. •

4. ESCENARIOS Y GRUPOS DESFAVORECIDOS La dimensión del actor, como punto nodal de análisis y reflexión, es atendida en un primer momento por Rubén Ibarra Reyes y José Luis Hernández Suárez. En su texto Vulnerabilidad política y migración. Remesas y participación política de los migrantes, una reflexión sobre América Latina, abordan los mecanismos de exclusión social de los emi­ grantes en la participación de los procesos políticos y democráticos en sus países de origen. Para ello, argumentan en relación a que las remesas son uno de los más importantes soportes de la participación política de los migrantes en sus países de origen y, si bien el crecimiento de las mismas no se corresponde con un crecimiento directamente proporcio­

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nal en el reconocimiento de los derechos políticos de los ciudadanos radicados en el exterior, lo cierto es que los gobiernos de la región han tenido que prestar atención a este tipo de actores, una vez que juegan un rol importante en los países de origen en materia económica, amén del crecimiento del número de emigrados. El trabajo parte de la revisión bibliográfica y la consulta de datos estadísticos del Banco Mundial para argumentar cómo la contribución económica de los emigrantes a través de remesas, no se traduce en plenos derechos y mayor participación democrática, lo que agudiza la vulnerabilidad de este grupo. María Marta Santillán Pizarro y Daniel Ortega investigan en Mater­ nidad adolescente en Argentina. ¿Causa o consecuencia del abandono escolar? una aproximación a partir de datos censales. El trabajo muestra cómo, desde una perspectiva transversal, la edad, la pobreza y el lugar de residencia (urbano y rural) son factores determinantes de la vulnera­ bilidad de las adolescentes ante los riesgos de maternidad y abandono escolar en el país. Desde una perspectiva longitudinal, los datos indican que la fecundidad es un factor concluyente del abandono escolar de las adolescentes. La maternidad en la adolescencia ha sido reconocida como uno de los factores que intervienen en la reproducción intergeneracional de la pobreza porque es más frecuente entre las jóvenes pobres. Ellas constituyen un grupo especialmente vulnerable por diferentes motivos: una alta proporción de adolescentes madres no asisten a la escuela ni ingresan en el mercado de trabajo, o cuando lo hacen, suele ser en con­ diciones precarias; las adolescentes tienen altas probabilidades de ser madres solteras y deben afrontar solas las responsabilidades que deberían ser compartidas, entre otros. Dada la importancia de la educación como uno de los caminos para romper la situación de vulnerabilidad, los autores se preguntan ¿es la maternidad la responsable de la deserción escolar o son las adolescentes que dejaron el sistema las que tienen mayores posibilidades de quedar embarazadas? En Argentina, no se dispone de información que revele el orden de estos sucesos; sin embargo, en el presente trabajo se realizan algunas aproximaciones en base al Censo 2001, planteando la necesidad de abordar un análisis de la distribución espacial del fenómeno a nivel de provincias para conocer las diferencias territoriales vinculadas a los factores de vulnerabilidad estudiados. Domingo Cervantes Barragán, Eramis Bueno Sánchez y Ernesto Menchaca Arredondo tratan de analizar en Vulnerabilidad municipal en el Estado de Zacatecas (México) por la jefatura femenina de los hogares, las dimensiones sociodemográficas como el tipo de hogar, el

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estado civil, el número de miembros que componen la familia, el nivel de ruralidad y los grupos dependientes. Buscan con ello describir las condiciones de los hogares por la jefatura femenina asumida ante el fenómeno de la migración del varón en búsqueda de empleo hacia la ciudad y hacia los Estados Unidos de Norteamérica. Esta condición magnifica la vulnerabilidad de los hogares en tanto estos cuentan con niños y jóvenes aún en edad escolar y además esos hogares se constitu­ yen en extendidos por incluir a individuos mayores que guardan algún tipo de parentesco, como sería la abuela, el abuelo o los parientes que permanecen en el hogar. Los resultados indican que la mayoría de los municipios analizados presentan hogares femeninos con alta vulnerabi­ lidad social, principalmente, localizados en el centro y sur del Estado. Los autores advierten la necesidad de mejorar las bases de datos públicas para favorecer la construcción de un sistema de indicadores consensuado que permita evaluar la evolución de las condiciones de vulnerabilidad de la población femenina. Ignez Costa Barbosa Ferreira, Ana María Nogales Vasconcelos y Nelba de Azevedo Penna abordan en Violencia urbana. A vulnerabilidade dos jovens da periferia das ciudades, la vulnerabilidad social de la pobla­ ción joven ante los riesgos de violencia urbana en la periferia del Area Metropolitana de Brasilia (Brasil). En este trabajo asumen a la muerte por homicidio como uno de los temas principales, como un problema nodal en las ciudades, especialmente en las grandes aglomeraciones que definen nuestros contextos latinoamericanos y mundiales. Los resultados del trabajo ponen de manifiesto que la población joven residente en los espacios deprimidos presenta una alta vulnerabilidad social determinada por factores sociodemograficos, económicos y residenciales como la falta de arraigo al lugar vinculada a altos porcentajes de población inmigrante; y la presencia de población con escasos activos y estrategias para hacer frente a las adversidades (bajo nivel educativo, desempleo, precariedad laboral, pobreza, ausencia de redes sociales y familiares). En los espacios periféricos más pobres, con mayor desempleo y tasas de homicidios más elevadas, los jóvenes se presentan como un colectivo muy vulnerable al riesgo de violencia organizada. Ante esto, la búsqueda de soluciones y medidas de control es un desafio académico, investigativo y ético que requiere del análisis de las diferentes dimensiones que componen dicho campo problemático. La detección de oportunidades de accionar en la población joven es un objetivo central de este estudio y es, sobre todo, un deseo de abonar metodológicamente en este ejercicio.

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Ana Carolina Soares Bertho, Tirza Aidar y Alberto Augusto Eichman Jakob, en: Vulnerabilidad social y la victimización en el tránsito del centro metropolitano brasileño: Municipio de Campinas-SP, 2006, tratan la vulnerabilidad social de la población ante riesgos de accidentes de tránsito en el municipio de Campiñas (Brasil) y contribuyen al conoci­ miento de los patrones y tendencias recientes de los accidentes de trán­ sito en este municipio. A partir de las características sociodemográficas de la población, la localización residencial y el tipo de desplazamiento diario de las víctimas (fallecidos y heridos) han elaborado un sistema de información geográfica. Los resultados muestran que la distribución de las víctimas está asociada a la estructura sociodemográfica y econó­ mica del municipio, salvo en el caso del centro urbano por su carácter de centralidad. Esto es, finalmente, el libro: un abanico de formas de abordar, bordar el concepto de vulnerabilidad social. En sus manos está y solo resta saber cómo podemos entretejer aún más dicho concepto. Dicha intencionalidad cobra sentido, sólo si pensamos que la labor investigativa desea y puede aportar en los procesos de transgresión de las realidades que analiza; condición académicamente necesaria y éticamente fundamental.

BIBLIOGRAFÍA REFERIDA Berger L., Peter y Luckm an, Thom as (1979), La construcción social de la rea­ lidad. Ed. A m orrortu, Buenos A ires-Argentina, 240 pp. B ourdieu, Pierre y Passeron, Jean-Claude, (1975) Mitosociología. Edit. Fontanella, Barcelona, 125 pp.. Foucault, M ichel (1996), “El sujeto y el poder” , Revista de Ciencias Sociales, Fundación de C ultura U niversitaria, N° 12. N icolás C isneros, Soledad Silvia y D anú Alberto Fabre Platas (2011), De la

leyenda al mito. La narrativa en la construcción de la identidad profe­ sional de la enfermera. UAEH-UV (en imprenta). Zem elm an, Hugo (1997), Uso critico de la teoría. En torno a las funciones analíticas de la totalidad. U NU-COLM EX, M éxico, 229 pp. Zemelman, Hugo (2007), El ángel de la historia: determinación y autonomía de la condición humana. Editorial Anthropos, Barcelona, 272 pp. Zem elm an, Hugo y Valencia, Guadalupe (1990), “Los sujetos sociales, una pro­ puesta de análisis”, en: Acta sociológica, Vol. III, N° 2, FCPyS-UNAM, M éxico, pp. 89-105.

IDENTIDAD, CULTURA, PODER, TERRITORIO. INSUMOS PERIFÉRICOS PARA EL REDIMENSIONAMIENTO DE LA VULNERABILIDAD DANÚ A. FABRE PLATAS JULIO ROM ANO OBREGÓN KRYSTYNA B. PARADOW SKA

La intención en este documento es responder a la interesante convocatoria de la Dra. Carmen Egea de compartir reflexiones, a través de una obra colectiva y colegiada, en tomo a las formas de ser y estar vulnerables en el mundo; condición que con gusto aceptamos recrear a partir de explorar algunos conceptos útiles para comprender las dinámicas culturales y los cambios sociales que en esta era del conocimiento nos caracterizan; con la intención de contribuir a la re-construcción o al redimensionamiento de un concepto escurridizo como es el de Vulnerabilidad y con ello establecer algunas vías de análisis al respecto. Las necesidades de creación teórica son cada día más evidentes por que las realidades objetivables que nos rodean son igualmente deman­ dantes. Reflexionar, entender, aprehender y explicar dichos procesos es tarea académicamente relevante y éticamente obligada en estos tiempos de necesaria socialización del conocimiento. En esta inquietud y posicionamiento es que nos sumamos con gusto a tal invitación desde los campos problemáticos de la identidad, el poder, la cultura y la territorialidad; pensándolos como elementos irremedia­ blemente constantes en los análisis de la acción social y como insumos teóricos periféricos que orienten en algún sentido la redefinición del concepto mismo que nos agrupa: la vulnerabilidad.

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UN MARCO DE ENTRADA Nos encontramos en los contextos nacionales e internacionales con nuevas formas de control y de ejercicio del poder y, más aún, nuevas formas de resistencia y de acción colectiva. Se conjugan de manera evidente numerosos símbolos glocales creados o recuperados de la memoria colectiva “arrinconada” en las décadas recientes y puestos a prueba en los últimos años: el símbolo cultural étnico que resurge de la muerte y del olvido al ser re-conocido a me­ diados de los años 90 a través de la imagen de un neozapatismo en un Marcos mexicano; la afirmación antes negada de la mujer como símbolo de emergencia; la participación de la sociedad civil —no solo mexicana sino amplia e internacional— que normalmente se organiza en tomo a problemas públicos límites. Lo anterior es sólo una alusión directa al proceso vivido en Chiapas y hecho público desde 1994 en diversos encuentros intergalácticos a los sucesos no resueltos de Ateneo, a la emergencia misma del terror —y no del miedo— como estrategia masiva de orden y control en Oaxaca, en Morelia, en Veracruz y en la mayor parte de México y del mundo; a la demanda pública y mediática por la paz que nos confunde y a la cual nos solidarizamos por desconocimiento o por esperanza; al descré­ dito y desencanto institucional-gubemamental en todos los ámbitos y que en Egipto y sus territorialidades colindantes encontró un referente indudable de acción y reacción social; al dramático escenario japonés y las re-acciones de la sociedad civil y los espacios gubernamentales que reconocen los riesgos planetarios y las condiciones de vulnerabilidad en la que sobrevivimos. Todos ellos son procesos o acciones que influyen, dinamizan o inhiben vías de democratización, formas de actuar y hacer en este mundo, y que desafortunadamente se quedan en el terreno de la batalla prepolítica, en la reacción social aislada o en la desmemoria colectiva de un nuevo sujeto social aún inexistente y quizás en vías de formación. Cada vez más nos encontramos en escenarios que nos muestran de manera constante la fragilidad humana, las dimensiones sociales de su alta vulnerabilidad a través de la polarización y reinvención de las identidades, en la descalificación social de los aparatos ideológicos que hace años servían de codificadores masivos de sentido (la iglesia católica, el Estado, la familia, la escuela), en el ejercicio autoritario del poder y, como consecuencia, en la renovación de formas de acción social en

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escenarios y territorialidades diversos. Y es allí donde se hace imperante hincarle el diente a dichos conceptos para ponerlos a prueba, saberlos útiles, mirarlos de manera distinta y entretejerlos frente a estos nuevos contextos-objeto para problematizarlos, interrogarlos.

PODER, CULTURA Y PARTICIPACIÓN SOCIAL En este sentido, es terreno común afirmar que la participación demo­ crática es una condición de posibilidad para el futuro de las sociedades. Sin embargo, el problema se encuentra en la imposibilidad real de una congruencia igualitaria en el ámbito formal de decisiones, fundada no en el deseo sino en la propia articulación asimétrica de las relaciones de poder. El poder, pensado aquí como la capacidad de influir en la voluntad de los otros, es un elemento fundamental en la existencia de las prácticas de las organizaciones sociales; además de que son múltiples y complejas sus manifestaciones en todos los niveles de la interacción social. Foucault (1996), al referirse a la microfísica del poder, afirmaba que no hay un solo poder central, sino un haz de manifestaciones del mismo en sus diversas prácticas y contextos. Le Clerq (1995) al discutir sobre Canetti y su definición en tomo al concepto que ahora nos ocupa, anuncia que éste solo se ejerce cuando se vence el miedo a la conjura, cuando se le enfrenta y enmascara. Aquel que permanece inmóvil está condenado a ser arrastrado por el torbellino de la vida; el ejercicio del poder, en este sentido, se encuentra articulado estrechamente al verbo hacer. Asir e incorporar son los factores en los cuales inicia su análisis. “El poderoso busca mantener agarrados a los hombres y hacerlos parte de sí; solo de esta forma puede evitar que se conviertan en una masa dispuesta a descargar sus aguijones acumulados " (Le Clerq, 1995: 41). Sin embargo Foucault (1996) señaló en repetidas ocasiones que, más que cosificar al poder considerándolo como una sustancia misteriosa cuya verdadera naturaleza habría que estar siempre tratando de desci­ frar, conviene plantear la cuestión de cómo se ejerce éste. “El análisis del poder no tiene que partir como datos iniciales, de la soberanía del Estado, la forma de la ley o la unidad global de una dominación; éstas no son más que las formas terminales del poder” (Barth, 1976: 120). Más aún, la razón fundamental del autor a lo largo de buena parte de

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su vida intelectual no es propiamente el poder construido a través de las relaciones sociales; él anuncia que la reflexión deviene más como una vía de entendimiento que como una meta en sí ‘. Por lo tanto no es el poder sino el sujeto, el tema general de investigación de Foucault, condición que compartimos sin lugar a dudas y que pretendemos subrayar aquí. Más que conocer al poder desde su racionalidad interna es oportuno concentrarse en analizar las relaciones de poder a través del antagonismo de estrategias. Con el propósito de entender de qué se tratan las relaciones de poder es importante investigar las formas de resistencia y los intentos hechos para disociar estas relaciones. Sin embargo, no es suficiente con decir que éstas son luchas antiautoritarias que se enfrentan al cuerpo estatal a través de una nueva forma de institucionalización gubernamental; más que lo anterior, es necesario tratar de definir con mayor precisión qué tienen ellas en común y cómo se muestran en los sujetos mismos 12. Sabemos que el Poder existe solamente cuando es puesto en acción, incluso si el está integrado a un campo disperso de posibilidades rela­ cionadas a estructuras permanentes. En sí mismo no es una renuncia a la libertad, una transferencia de derechos, el poder de cada uno y de todos delegado a unos pocos (que no prevén, en esta extraña forma de democracia el simple acto y no tan simple de tomar decisiones, la posibilidad de que el consentimiento pueda ser una condición para la existencia o mantenimiento del poder, sino que la obvian); el relacio-

1. Es cierto que se ve implicado en el terna del poder constantemente y,, podría inferirse fácilmente a partir»de sus numerosas obras que en tanto el sujeto se encuentra en relaciones de producción y significación, se encontraría igualmente en relaciones de poder, las cuales son a su vez sumamente complejas. Sin embargo, la teoría y la historia económica proveen de buenos instrumentos para las relaciones de producción, —así como la lingüística y la semiótica ofrecen buenos instrumentos para el estudio de las relaciones de significación— no sucede lo mismo en el caso de las relaciones de poder. Por lo tanto y en coincidencia con el autor, es oportuno y quizá necesario ampliar las dimensiones de la definición de poder, si se requiere usar ésta para estudiar la objetivación del sujeto. 2. Los significados posibles de la palabra sujeto pueden ser increíblemente diversos, pero en este momento es oportuno presentar sólo dos de ellos: sujeto a otro por-control y dependencia, y sujeto como constreñido a su propia identidad, a la conciencia y a su propio autoconocimiento. Ambos significados sugieren una forma de poder que sojuzga y constituye al sujeto. Hoy, la lucha contra las formas de sujeción —contra la sumisión de la subjetividad— se hace cada vez más importante, incluso cuando las luchas contra las formas de dominación y explotación no han desaparecido, sino que se muestran explícitas en los procesos de la vida cotidiana misma.

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namiento de poder puede ser el resultado de un consentimiento más importante o permanente, pero no es por naturaleza la manifestación de un consenso. El ejercicio del poder consiste en guiar la posibilidad de conducta y poner en orden sus efectos posibles. Básicamente es más una cuestión de gobierno que una confrontación entre dos adversarios o la unión de uno a otro. Bau (2000) agrega que existe un aspecto insuficientemente valorado en la concepción foucaultiana de poder: la íntima relación entre poder y libertad. El poder se ejercita regularmente sobre quien aún tienen cierta posibilidad de elegir. El ejercicio del poder requiere un grado de libertad en los sujetos sometidos al mismo. De ahí se deduce la existencia (entre otras) de dos posibilidades: una, la de la resistencia (o evasión) de los súbditos; otra, la de acometer el ejercicio del poder. El propio Foucault (1996) propone avanzar hacia una nueva economía de las relaciones de poder tomando como punto de partida las formas de resistencia a los diferentes tipos de poder, a modo de catalizadores que permiten evidenciar dichas relaciones, sus métodos, puntos de aplicación, etc. Una libertad, agregaría Morin (2000) a este respecto colocando al sujeto social en el centro del debate sin descartar los amarres estructu­ rales que a éste condicionan, es una posibilidad de elección que puede ser interior, es decir, subjetiva o mentalmente posible (una libertad de espíritu); y puede ser además exterior, es decir, objetiva o materialmente posible (una libertad de acción). La verdadera conciencia de la libertad se funda en la conciencia de la relación autonomía/dependencia, posesión/ poseedor, en la conciencia de la ecología de la acción, en la voluntad de pensar de modo autónomo. A partir de esto es posible entender a los sujetos individuales o co­ lectivos que están enfrentados a un campo de múltiples posibilidades en donde pueden realizar diversas formas de reacciones y de compor­ tamientos, de apropiación y pertenencia, de identidades y culturas. La libertad debe existir para que el poder pueda ser ejercido, y a la vez ser su apoyo permanente, ya que sin la posibilidad de resistencia el poder podría ser equivalente a la imposición física autoritaria. Cabe insistir que lo propio de una relación de poder es que es un modo de acción sobre otras acciones; queremos decir con ello que las relaciones de poder están profundamente enraizadas en el nexo social, no reconstituidas sobre la sociedad como una estructura suplementaria de la que se pueda imagi­ nar su desaparición radical. Una sociedad sin relaciones de poder —sin conflicto, como condición humana— sólo puede ser una abstracción que

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no posibilitaría dar cuenta de los sujetos sociales que allí coexisten y que dan vida a determinadas realidades concretas. Bajo esta premisa, es apropiado pensar que entre una relación de poder y una estrategia de lucha hay una atracción recíproca y una unión perpetua; síntomas dialécticos de toda realidad. En cada momento una relación de poder puede transformarse en una confrontación entre adversarios sin que por ello se extravíe o se invalide la reflexión que aquí anotamos. Paralelo a ello, la relación entre adversarios de un campo problemático determinado en una sociedad puede, en cada momento, dar lugar a la puesta en funcionamiento de mecanismos de poder. La consecuencia de esta inestabilidad, de este escenario de conflicto, es la capacidad de descifrar los mismos eventos y las mismas transformaciones tanto desde el interior de la historia de las luchas o desde el punto de partida de las relaciones de poder; tarea nada fácil, pero atractiva. Incorporando en este andamiaje teórico a Zemelman (1990) con la idea de caminar hacia la definición de cultura (no sin antes atender la reflexión sobre la identidad en general), es posible afirmar que en el ejer­ cicio del poder se contiene potencialmente toda la capacidad destructiva de los esquemas de actitudes, comprensión y acción, que a partir de un sujeto con su proyecto se han transformado en hábitos culturales. En el ejercicio del poder está todo lo que se quiere y lo que se rechaza, lo que se legitima y lo que se marginaliza, lo posible y lo absurdo de creerse y menos de hacerse, lo que se concibe como auténtico y lo peligroso y extraño, que debe ser destruido. Desde esta perspectiva, lo central es “producir sentido simultáneamente con la construcción de conocimiento”, agrega Zemelman (1992: 181). Es lo que se entiende por la creación de identidades activas', no ser importantes en la historia, sino serlo por la historia posible (condición que explica en buena medida las diversas alianzas, enfrentamientos, concertaciones, en las cuales la población glocal se articula o se ve involucrada para poder sobrevivir). En esto consiste la urgencia de abandonar aquello que se piensa como definitivo para adoptar la acechanza de lo incierto; remover lo sabido por el descubrimiento de nuevos espacios de conciencia y de experiencia desde los cuales seguir creciendo. La ontología, por lo mismo, queda reemplazada por la exigencia de lo indeterminado y la filosofía por el pensar en horizontes históricos viables, posibles.

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LAS IDENTIDADES, EL PODER Y LAS CULTURAS Son numerosos y cualitativamente sofocantes los documentos publica­ dos en tomo al concepto de identidad. La tarea de ordenar y sistematizar tal acervo es meramente imposible, sobre todo si en este ejercicio se pretenden contemplar autores nacionales, latinoamericanos y europeos. Sin embargo, para las necesidades propias de este documento es nece­ sario cobijamos en alguna postura teórico-operativa que nos permita reflexionar. Por ello, es desde el acercamiento constante a las posturas de Giménez (2000) que enfrentamos otras perspectivas analíticas para construir la propia. Creemos que el concepto de identidad social es de un empleo doblemente delicado, debido a su carácter polisémico y a la apa­ rente trampa del sentido común que tiende a presentarlo como una entidad homogénea, cristalizada y concreta. Barth (1976) y Giménez (2000) sistematizan con singular cuidado epistemológico los rasgos fundamentales para poder introducirnos al análisis de las identidades; aquí sólo los reorganizamos y entretejemos congruentemente con los posicionamientos que hemos asumido, resumiéndolos en el siguiente decálogo: Uno. De manera preliminar, es oportuno pensar a la identidad como el conjunto de repertorios culturales interiorizados (representacio­ nes, valores, símbolos), a través de los cuales los actores sociales (individuales o colectivos) demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás en una situación determinada, todo ello dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado (Giménez, 2000). Es necesario hacer evidente la relación entre identidad y cultura, concibiendo a esta primera como una eflo­ rescencia de las formas interiorizadas, selectiva y distintiva de ciertos elementos y actores; pero también conviene aclarar que la existencia de un determinado tipo de configuración cultural no implica automáticamente una identidad. Dos. La identidad es producto de un constructo social, que no se puede pensar como un dato objetivo, sino que pertenece al orden de las representaciones sociales (Abric, 2001). Tres. Es una construcción que emerge dentro de marcos histórico-sociales claramente delimitados en donde se establecen las posiciones de los agentes y se orientan sus representaciones y acciones; y no un

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nacimiento arbitrario subjetivo o un mero referente a una tradición ancestral 3. Cuatro. La identidad se crea y re-crea en un sistema de relaciones entre grupos en oposición. Se construye y se reconstruye constan­ temente en el seno de los intercambios sociales; por ello, el centro del análisis de los procesos centenarios, es la relación social. Es un reconocimiento que sólo se formula y reconfigura de manera dinámica y constante en el escenario de lo cotidiano a través del otro. Un agregado que recupera Giménez (2004) de Bourdieu, im­ portante para ser incorporado aquí, es la voluntad de distintividad, demarcación y autonomía, inherente a la afirmación de identidad, que requiere ser reconocida por los demás actores para poder existir socialmente. Existir significa necesariamente ser reconocido, ser percibido como distinto, por y desde el otro. Cinco. Tales procesos se pueden objetivar en un territorio simbólicocultural, que se muestra como componente fundamental de la iden­ tidad y que se comparte con los territorios nacionales (aclarando que lo nacional implica regularmente una apropiación y posesión pacífica y, en la identidad étnica como ejemplo, tal referencia tie­ ne una carga reivindicativa y nostálgica al ser asumido como un espacio del cual fueron despojados física y simbólicamente). Un lugar modelado por el trabajo de muchas generaciones y que, por lo mismo, funciona como un vínculo material entre las generaciones del pasado y el presente; un espacio de inscripción de la memoria colectiva, como soporte material de la vida comunitaria y referente simbólico de la identidad colectiva. Seis. Desde esta postura, y recuperando a Bourdieu (2007), la identidad se puede pensar como una objeto de disputa, de legitimación en las luchas sociales. “Sólo los que disponen de autoridad legítima, es

3. Es oportuno hacer aquí dos acotaciones: Primero, no es útil mitificar el pasado ree­ dificándolo a través de la noción de tradición. Lo que define esencialmente a la identidad es el hecho de conferir al pasado una autoridad trascendente para regular el presente. La base de esta autoridad no es la antigüedad sino la convicción de que la continuidad con el pasado es capaz de incorporar incluso las innovaciones e interpretaciones que exige el presente. La tradición es por tanto una noción dinámica compatible, en principio, con el cambio, la modernización y el desarrollo. Segundo, implica no una repetición mecánica del pasado sino la definición y reelaboración permanente de éste en estrecha vinculación con las necesidades-demandas que la realidad presente le reclame.

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decir de la autoridad que confiere el (ejercicio del) poder, pueden imponer la definición de sí mismos y la de los demás” (Giménez, 2000: 55). Siete. El sujeto social que construye y/o reformula un determinado tipo o tipos de identidad, asume aquí dicha estrategia identitaria como un medio para alcanzar tal fin. Condición sólo posible en la medida en que los actores sociales dispongan de un cierto margen de maniobra, ejerzan ciertos niveles de libertad, considerando con “la correlación de fuerzas entre los grupos, a las maniobras de los demás, la situación social, etc. Es el resultado de la identificación que nos atribuimos nosotros mismos y de la que nos imponen los demás” (Giménez, 2000: 56-58). Ocho. La identidad existe sólo en y para los actores sociales ya que se construye en lo social, en las relaciones entre los hombres; es producto de un proceso de identificación en el seno de una situación relacional. Esta condición hace ver que la identidad no está determinada únicamente por supuestos factores objetivos, ni depende de la pura subjetividad de los agentes sociales; “es una construcción social que se realiza en el interior de marcos sociales que determinan la posición de los actores y, por lo mismo, orientan sus representaciones y acciones” (Giménez, 2000: 56-58). Nueve. En este sentido, estudiar las identidades no implica inven­ tariar los rasgos culturales que pudieran definir una determinada identidad, sino detectar qué elementos han sido seleccionados y usados por los miembros del grupo para afirmar y mantener una decisión cultural. La tarea del científico social aquí, dicho sea de paso, no es la de ponderar una determinada identidad como la ver­ dadera, sino explicar los procesos de identificación sin juzgarlos, tratando de ordenar y explicar las lógicas sociales que convocan a los individuos y a los grupos a autoidentificarse. La identidad, de acuerdo a Barth (en Tellez, 2001), es un producto del proceso de identificación y puede definirse como la organización social de la diferencia cultural. Por ello, lo que realmente importa para expli­ car la etnicidad no es tanto el contenido cultural de la identidad considerado aisladamente, sino los mecanismos de interacción que, utilizando cierto repertorio cultural de manera estratégica y selectiva, mantienen y cuestionan las fronteras colectivas. Diez. La plasticidad en Giménez (2000) es entendida como la ca­ pacidad de variación, adaptación, modulación e incluso maní-

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pulación; es definida como estrategia identitaria a lo largo del tiempo bajo contextos temporales-espaciales-sociales específicos (idea que en mucho se articula con el concepto de estrategia de sobrevivencia que Heller desarrolló de manera lúcida en su libro sobre Sociología de la vida cotidiana, 1991). Tales condiciones, agregaríamos aquí, evidencian la movilidad (son construcción sociohistórica que sólo permanece si se adapta, recomponiéndose y redefiniéndose permanentemente en relación a las realidades que la circundan), las inclusiones o autopercepciones. Heller (1991) y Berger y Luhmann (1979), entre otros teóricos de lo cotidiano, al referirse a la construcción social de la realidad muestran cómo los individuos pueden ponderar un eje rector de pertenencia en el escenario de lo cotidiano, sin que ello implique dejar de lado el reconocerse miembro de conjuntos más vastos tales como un grupo etnolingüístico, una identidad regional, una comunidad nacional y la heterogeneidad de las identidades étnicas (en las cuales se pueden reconocer subidentidades internas decididas a partir del género, la clase o el estrato social, entre otros). Complementando estas diez ideas, el mismo concepto de identidad es una herramienta fundamental en Melucci (1999), en tanto que posibilita articular una acción colectiva determinada con la motivación indivi­ dual concreta; reflexión que aquí pretendemos subrayar. La búsqueda de identidad permite que los sujetos particulares se autorreconozcan como productores del sentido que atribuyen a los hechos y desafien su manipulación por los aparatos de poder, un complicado proceso de desfetichización de la sociedad postmaterial. Es finalmente la búsqueda y construcción de consciencia4.

4. La conciencia como producto cultural y como creadora de cultura en Zemelman (2007) es también construcción de futuro. La conciencia como producto cultural sintetiza las dimensiones de identidad y de sentido de las colectividades sociales, pero a su vez esta conciencia es creadora de cultura, ya que contiene la praxis y a la memoria histórica de los sujetos. En este sentido la cultura es portadora de un amplio potencial movilizados creadora y recreadora del imaginario social y por ello abierto siempre a la utopía, hacia la construcción de lo posible. Construcción que implica una voluntad y un proyecto sobre la realidad. En este punto es en donde la relación entre la cultura y política adquiere una gran relevancia, si se entiende a ambos aspectos como construcción de la realidad con direccionalidad a partir de proyectos sociales.

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La recuperación de una identidad y su sentido y dirección posibles nos llevan a escudriñar en la cultura, si entendemos a ésta como el plano general ordenador de la vida social que le da unidad, contexto y sentido a los quehaceres humanos, y hace posible la producción, reproducción y la transformación de las sociedades concretas. Pero, más que una defi­ nición fina de la misma, es necesario explorar las principales tendencias observables en las realidades; reconociendo allí los proyectos culturales que se encontraban en juego, los planos ordenadores contenidos que anunciaban un determinado tipo de sociedad futura. Morín (2000) en algún momento definía de una manera provocante y atractiva el concepto de Cultura, como una falsa evidencia, palabra que parece una, estable, cerrada, cuando es realmente la palabra trampa, hueca, doble, traidora. Pero, cómo se verá más adelante, el concepto es mucho más que eso. En términos de Berger y Luckman (1979) debemos insistir que la cultura no es sino el efecto de la producción de sentido, en su acepción social más profunda; es decir, trabajando el sentido es como se genera cultura. Ella nunca tiene su génesis dentro del sistema social aislado, ni tampoco fuera (como podrían pensar las distintas versiones de la falacia naturalista que la reduce a mero biologicismo o etología ani­ mal), sino en el complejo cruce comunicacional del ecosistema social y su entorno. El sentido se constituye así como horizonte de posibilidades de acción sobre los otros y la cultura identificable como selección en acto de alguna de esas posibilidades. El sentido nos sirve para acotar y comprender la complejidad del entorno, la cultura controla y actúa sobre esa complejidad del medio histórico. Por esto, no se pueden desvincular nunca las distintas culturas de los distintos entornos y de los distintos modos de relación (sentido) con esos entornos. La configuración de un tipo de cultura depende en primer lugar del horizonte de posibilidades que la forma del sentido produce. Actuar sobre la producción del sentido es totalmente necesario para configurar una cul­ tura determinada, pero al mismo tiempo no podemos olvidar que no hay producción administrativa del sentido’, que éste remite a espontaneidad y que por lo tanto la forma de actuar sobre la producción del sentido ha de ser siempre indirecta y difusa. La cultura representa, en consecuencia, la construcción de la realidad como direccionalidad, lo que implica la inclusión de lo particular de cada práctica y de sus consecuencias en la totalidad que encama un proyecto social determinado. De ahí que los hechos tengan que ser interpretados como concreciones de estos proyectos en los que se manifiesta la fuerza

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o la debilidad de los distintos sujetos en proceso de constitución o de desmembramiento. Conviene agregar a esta discusión, como bien señala Castoriadis, al ser citado por Martínez (2001) que desde Herodoto es sabido que la necesidad (alimenticia, sexual, entre otras vitales) “no llega a ser nece­ sidad más que en función de una elaboración cultural” (Castoriadas, en Martínez, 2001:14). La misma que se construye a través de la interacción compleja de múltiples factores (disponibilidades naturales, posibilida­ des técnicas, condiciones históricas, simbólicas, etc.). Las necesidades, continúa Castoriadis, son definidas (seleccionadas) por un sistema de significaciones imaginarias que valoran y desvaloran, estructuran y je­ rarquizan un conjunto cruzado de objetos que son la orientación de una sociedad, generando la posibilidad real de construir una identidad común.

PENSANDO EL TERRITORIO Sabemos ya que la identidad es producto de la relación de un individuo con su entorno, con lo otro; con lo natural y con lo cultural. Saberse uno es saberse en relación con lo demás, tener conciencia del papel y lugar que se ocupa dentro de un complejo entramado social en el que, forzosamente, hemos de desenvolvemos. La identidad cambia junto con el individuo que modifica su entorno para sobrevivir y él mismo ha de cambiar en un proceso interminable, para adaptarse al nuevo entorno que ha creado. La identidad se ancla ahí, en lo que sugieren dichos entornos y los comportamientos y cosmovisiones que le son propios al individuo que vive, que se desenvuelve, en tales entornos. La identidad se convierte así en el conjunto de elemen­ tos, físicos o simbólicos, que relacionan a un actor social (individuo o colectividad) con su entorno y con su historia: su cultura. La relación entre la identidad y el territorio queda trazada por Garcia-Canclini (2002), aun sea para luego oponer una visión crítica a la tradicional de la identidad y de la cultura, y la relación que hay entre ellas5. Antes de referirse a la relación entre identidad y territorio, quizá

5. Tradicionalmente, “tener una identidad sería, ante todo, tener un país, una ciudad o un barrio, una entidad donde todo lo compartido por los que habitan ese lugar se vuelve idéntico e intercambiable”, afirma Garcia-Cancliní (2002:197). Algo a qué asirse, algo

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sea necesario exponer algunas relaciones entre la cultura y el territorio, para luego agregar a ésas su vínculo con la identidad. Para Kundera (2006), asociándolo a la deconstrucción de una terri­ torialidad como hecho cultural al asignarle un nombre, nos dice que no sólo deja de existir lo que deja de ser nombrado, sino también lo que deja de ser visto y lo que deja de ser escuchado. Una voz que son miles de voces dejan de existir cuando dejan de escucharse; un hombre deja de existir cuando deja de ser visto y nombrado; la historia misma, o una parte de ella, puede desaparecer a fuerza de no ser mencionada. Esa desaparición será, por supuesto, simbólica. De ahí la importan­ cia que Bonfil (1987) atribuye al nombrar; Kundera (2006) al dejar de nombrar; y Bartra (1996) al nombrar de otro modo, o renombrar. Por ello, afirma Bartra (1996), la necesidad de destruir la cultura mexicana por parte de los conquistadores españoles no sólo a través de masacres y sometimientos, sino a través de lo simbólico como la castellanización de los nombres de los lugares, de los puntos de referencia, antes asignados en lenguas indígenas. Un abordaje semejante bien pudiera plantearse desde la violencia directa y la violencia simbólica; pero, de momento, es algo que solo señalaremos como posible. El individuo en tanto parte de un grupo social es capaz, para Bourdieu (2007), de interiorizar una serie de prácticas, o mejor dicho un sistema de prácticas, de modo tal que incluso sin razonarlo está dis­ puesto a actuar de acuerdo con lo que ese sistema establece, o exige, y que asegura la continuidad del propio sistema. Este es el fundamento objetivo de conductas regulares y, por lo mismo, de la regularidad de las conductas. Dicha interiorización permite, además, que el individuo piense o razone de acuerdo con el esquema al que se sujeta el sistema de prácticas, que habrán de definir los pensamientos, percepciones y características de una cultura. El hombre se convierte así en portador y propagador de cultura en la que se inserta el sistema social dentro del cual se desenvuelve. Pero este sistema es adaptativo, dinámico, maleable; es duradero, pero no inmutable.

propio, algo que pueda ser poseído. Y a la vez, algo común, algo “idéntico” y, por tanto, intercambiable; “compartido”. Tener una identidad se ha considerado tradicionalmente, de acuerdo con la visión de García-Canclini (2002), como tener algo a qué hacer referencia cuando sea necesario identificarnos, un territorio quizá, unas características, rasgos o costumbres que sean compartidos con alguien más.

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Para Bonfil (1987) una cultura se apropia de un espacio a través del lenguaje, nombrándolo; lo hace suyo: “Los nombres son como sólidos puntos de referencia que impiden que los cambios lingüísticos produzcan un rompimiento de los esquemas básicos de pensamiento con los que ha sido posible comprender el mundo y ubicarse en él” (Bonfil, 1967: 23). La realidad cambia, y con ella el lenguaje, sostiene el autor, en tanto instrumento para aprehenderla, pero la continuidad secular de los nombres de las cosas permite la supervivencia de un imaginario ancestral, de los referentes culturales en el tiempo una vez anclados en el espacio, en el espacio nombrado, en el espacio apropiado, tanto como en el imaginario. Y esta es precisamente la concepción que tiene Giménez (2007) del territorio: “Concebim os el territorio com o resultado de la apropiación del espacio en diferentes escalas por los m iem bros de un grupo o una sociedad. El territorio es el espacio apropiado, ocupado y dom inado por un grupo social en vista de asegurar su reproducción y satisfacer sus necesidades vitales, que son a la vez m ateriales y sim bólicas” (G im énez, 2007: 3).

Es en el territorio en donde se dan las relaciones sociales y en donde emergen los significados culturales, compartidos. Es un elemento real, cargado de simbolismo, que se comparte. Y la cultura se articula en función del territorio y de la territorialidad. Cabezas (2010) afirma que toda acción colectiva acontece en algún lugar socialmente producido y que un grupo, para su seguridad, moldea su entorno natural y social. Lo dota de significado, al hacerlo recep­ táculo de sus prácticas* En eso consiste para él la territorialización. Y hay una relación recíproca entre la territorialización y la creación identitaria. Similar es el pensamiento de Hiemaux (2001), en quien se puede identificar el ya mencionado proceso de territorialización con la noción de “individualización del lugar”. Esto último consiste en dotar de identidad a un lugar, hacerlo irrepetible, convertirlo en un referente, muchas veces identitario, ineludible: los puntos de rotación sociales son bases de constitución de la comunidad, es decir, lugares de identidad a partir de la cual la comunidad se puede constituir y desarrolla. El lugar no significa por sí mismo, sino por lo que el sujeto socialcolectivo, hace del lugar. Lo convierte en lugar de referencia de prácticas. Puede decirse incluso que el hábitus exteriorizado de Bourdieu (2007), el campo, encuentra un lugar físico en el que los individuos realizan las

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actividades propias de una esfera determinada de la vida social. Territorialización del campo, territorialización del hábitus. Bajo esta línea de pensamiento, Giménez (2007) soporta esta idea recurriendo al concepto de “geosímbolo”, tomado de Bonnemaison: ¿Cómo los indígenas pueden apropiarse sim bólicam ente del desierto? Objetivando y plasm ando en los paisajes su cosm ovisión, sus creencias y sus m itos a través de iconografías, geoglifos, pinturas rupestres, petrograbados, cuevas m ortuorias, itinerarios y, sobre todo, a través de la sacralización de determ inados lugares com o sitios cerem oniales. Con otras palabras, m arcando y tatuando literalm ente el paisaje desértico con geosím bolos (G im énez, 2007: 57).

El territorio, en su concepción meramente geológica, ha sido dotado de sentido y de significado. Ha sido marcado, apropiado si para Bonfil (1987) esto se hace con la palabra y la memoria, para Bonnemaison se hace con las manos para la realidad. Tiene ahora una función social, cultural y simbólica. El territorio entonces existe dos veces: en la rea­ lidad objetiva y en la representación. Incluso, sostiene Abric (2001), es frecuente que la realidad apropiada (es decir, la representación) sea considerada por el grupo (agente social) como la realidad misma, que tenga más peso para el grupo social y sus individuos en el momento en que se han de tomar decisiones o definir tendencias en tomo al territo­ rio. Y precisamente las representaciones constituyen la mediación que permite sustantivar el territorio (Gómez y Hadad, 2009). Aquí es oportuno agregar que “no se pueden desvincular nunca las distintas culturas de los distintos entornos y de los distintos modos de relación (sentido) con esos entornos, sean históricos, sociales o espaciales” (Fabre, 2011: 39). Creemos que es conveniente distinguir entre dos tipos de territorio en tanto espacios apropiados: el nacional y el étnico; el primero se vincula con la jurisdicción de un Estado, y el otro con el proceso de apropiación simbólica que aquí se ha expuesto, convirtiéndose en “objeto de reclamo, de disputa, y en muchos casos, de nostalgia y de recuerdo” (Fabre, 2011: 34). Esa misma distinción hacen, aunque no de manera explícita, Gómez y Hadad (2009), para quienes hay dos aspectos de la territorialización. El primero, que corresponde­ ría al que asociamos con lo jurisdiccional, implica un “dominio”, un aspecto político-económico; el segundo, el étnico de Fabre (2011), una “apropiación” en aspecto simbólico-cultural.

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Pensado así, el territorio se convierte en receptáculo de lo social, se entiende como una dimensión constitutiva de las relaciones sociales. Se impregna de los mismos significados sociales que en el mismo se generan, se erige como el marco primigenio de lo social. El territorio puede existir en tanto representado sólo si es apropiado por un grupo social. Y “las representaciones sociales no son, por lo general, efímeras y de corta vida” (Giménez y Heau, 2006: 12). Distinguir qué es un territorio, un área o una región es ya una necesidad: la necesidad de significar, de trascender, de perdurar algo que parece destinado a lo efímero. Un comportamiento vincu­ lado con un episodio propio de un complejo evolutivo que pretende preservarse permanecerá en forma de costumbre o tradición, aún cuando no tenga ninguna finalidad utilitarista. Lo mismo sucede con un territorio: existe una apropiación, un anclaje temporal, a través de los símbolos con que se siembra un espacio y de los significados de los cuales se dota a ese espacio. Cuando el espacio significa, se convierte en territorio, y entonces un espacio geográfico se vuelve culturalmente significativo.

HACIA LA IDENTIDAD Y LA TERRITORIALIDAD Son fundamentalmente dos las ideas en tomo a la identidad en las que parece haber consenso: su estrecha relación con el sentido de pertenencia (a una cultura o a un lugar) y la condición del reconocimiento de los otros para que ella exista. Identidad y pertenencia. Sobre la primera idea, como puede leerse en las líneas iniciales de este trabajo, García-Canclini (1989) habla de la identidad como pertenencia a un territorio, en donde la relación es recíproca entre el individuo y la tierra: el individuo es de un lugar tanto como ese lugar es del individuo. Y para esta interpretación nos apoyamos en Bilbeny (2007): “Quid est in territorio, est de territorio [Quien está en un territorio, pertenece a ese territorio] Pisam os un suelo y recorrem os un espacio a nuestro alrededor. N os hacem os con el lugar, en una interacción con­ tinuada: somos, en parte, su resultado, pero él acaba siendo tam bién nuestro espejo, al que llam am os “entorno” , “país” y “m undo” . Al final el territorio es nuestro y creem os ser de él. [...] N os hem os convertido en

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seres territoriales: moradores, colonizadores, y negadores, si es preciso, del lugar, pero a favor de otro lugar, nuestro espejo” (Bilbeny, 2007: 75-76),

Para este autor, identidad y pertenencia no se pueden separar, sea esta pertenencia social (cultural) o territorial. Y en tanto pertenencia a un territorio que funja como referente identitario, coincide tanto con Hiemaux (2001). El lugar, el territorio, es un espacio geográfico sobre el cual se desarrollan las relaciones sociales y las prácticas culturales, y son tanto éstas como aquéllas las que otorgan al lugar un valor simbólico, convirtiéndolo en referente cultural o identitario. Recurriendo a la teoría de Bourdieu (2007) sobre la interiorización y exteriorización de las formas culturales, puede decirse que el territorio es interiorizado por los individuos en su valor simbólico-cultural, y sufre el mismo una exteriorización de la cultura que sobre él se gesta. O en palabras de Hiemaux (2001), quien recurre a la sociología de Simmel, “se otorga un papel destacado al espacio de vida, a partir del cual se mide (subjetivamente) el individuo con el resto del mundo. [...] Por la fijación de los contenidos espaciales (ésta puede variar de la sujeción a la libertad completa) se pueden dar puntos de rotación, es decir, deter­ minadas formas de relaciones que se agmpan en tomo a dicho objeto” (Hiemaux, 2001: 38), el lugar. El territorio entonces, a partir de lo que sobre él se gesta, se vuelve único, “irrepetible”, referencia insustituible. Nuevamente, la simbiosis: el individuo define al lugar, en tanto que el lugar define al individuo. El individuo, la humanidad, dota de significado a un suelo para poder luego identificarse con él. Lo que Bilbeny (2007) llama “sagrada valoración de la tierra natal” (Bilbeny, 2007: 75) es asumido aquí como una apropiación física y cul­ tural; en el individuo como en la comunidad se origina “un sentimiento de pertenencia que adquiere la forma de una relación afectiva, e incluso amorosa” con relación al territorio. Los lazos que unen al hombre con un suelo determinado no son sólo utilitaristas 6, sino que invaden ya las

6. Bilbeny (2007) explica en esta misma obra que, en primer lugar, la relación del hombre con el territorio está fundada en los beneficios que aquél pueda obtener de un área geográfica específica. “La mayoría de los vertebrados superiores se sienten atraídos por territorios que les prestan abrigo, alimentación y un lugar para el apareamiento”, de modo tal que un territorio es apropiado materialmente, y no culturalmente, en principio, por un conglomerado de personas. El ser humano, antes que territorial, es social; antes que

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esferas de lo cultural y lo emotivo. En este caso el territorio se convierte en un espacio de identidad o, si se prefiere, de identificación. El espacio, cuando se convierte en territorio, se convierte en un ele­ mento cultural, un referente identitario de una cultura. Se ve impregnado de símbolos, más allá del concepto de geosímbolo de Bonnemaison y más cerca de la idea de Bonfil del lugar como espacio en donde se graba la cultura no sólo física o materialmente, sino también simbólicamente, mediante los nombres. Una peculiar y ejemplar relación entre identidad y territorio la advierten Gómez y Hadad (2006) en tomo a la problemática indígena. Estos autores recuperan la idea de que es necesario “comprender la tierra como un recurso material, cultural y soporte político a la existencia de un pueblo” (Gómez y Hadad, 2009: 16), es decir, en las tres dimensiones en que se ha hablado aquí del territorio (con la notable diferencia de que aquí se habla de soporte físico, y Bengoa de soporte político). En cualquier caso, el territorio está para sus ocupantes, fuertemente vinculado con experiencias concretas, experiencias de vida individuales y colectivas 1.7

sedentario, fue nómada. Las posibilidades de aprovechar un espacio natural son las que en principio determinan que ese lugar ha de ser asentamiento para un agregado humano. Para aprovecharlo, el hombre se ve en la necesidad de interactuar con su entorno y de modificarlo. Heidegger habla de hacerlo habitable para poder habitarlo, y de habitar no sólo los lugares, sino lo que Auge (1992) llamará no lugares. Las necesidades humanas y de los grupos van cambiando con el paso del tiempo, conforme el grupo crece. Llega un momento en que el espacio geográfico no es suficiente, por sí mismo, para satisfacer las necesidades del hombre, y es entonces que el entorno es adaptado. Las finalidades de la territorialización del espacio, según hemos expuesto aquí, son en principio instrumentales. Bilbeny (2007) afirma, aludiendo a Lévi-Strauss, que “si somos seres territoriales es porque necesitamos explotar con eficacia unos recursos que son limitados, pero también porque el territorio constituye, con el parentesco y el lenguaje, la base mínima del sistema social y de la identidad del individuo en él. Hábitat y hábito se amoldan mutuamente”. Quizá sea que el hombre se adapte a su entorno, adaptando su entorno. 7. Si en lo individual podemos hablar, siempre a nivel simbólico más que instrumen­ tal, de lo que Fabre (2011) identifica con nostalgia y recuerdo, en lo colectivo podemos hablar de lo que García-Canclini (2002) identifica con “lo esencial”, un lugar convertido en templo, y los símbolos de lo que allí ocurrió suelen conservarse como reliquias de lugares que adquieren una carga simbólica porque almacenan y protegen los objetos que guardan la memoria de la historia. Dichos lugares son los museos, álbumes de la memoria colectiva de un pueblo, legitimados por un proyecto político. Los museos resguardan la memoria de lo que ocurrió en el territorio.

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El territorio adquiere, así, una dimensión histórica. Es un sustrato físico no solamente sobre el cual se asienta una cultura o un pueblo, sino sobre el cual se impregna la historia de esa cultura o de ese pue­ blo. El territorio guarda la memoria del pueblo que lo hizo territorio. Y aquí es donde es posible recuperar lo escrito en tomo a la relación de pertenencia que guarda la identidad en tomo a la cultura.

LA SOCIEDAD CIVIL EN BUSCA DE UNA UTOPÍA MENOS VULNERABLE Antes de continuar con estas reflexiones teóricas sobre lo observado, es oportuno agregar al discurso algunas ideas en tomo a la sociedad civil. Para Marx, la sociedad civil era la esfera donde se inscribían las luchas entre los intereses económicos e ideológicos privados. Tenía que ver con toda la vida social contrapuesta al estado. Era la esfera de las relaciones económicas intersubjetivas, profundamente desiguales. El término se asocia al conjunto de relaciones económicas que se presen­ tan en las condiciones reales de existencia material y a los procesos de intercambio correspondientes a un modo de producción determinado. La sociedad civil se ubica en la superestructura, en el campo de las luchas ideológicas, en las organizaciones por medio de las cuales se define lo cultural; reconociendo que es en la infraestructura en donde se enfrentan los intereses económicos privados que configuran a la propia sociedad civil, sin ser allí donde se constmya. Sin embargo, en el concepto de sociedad civil no es posible encerrar conceptualmente a todas las instituciones y mecanismos que quedan fuera de las fronteras del sistema estatal propiamente 8.

8. La autora distingue tres grandes enfoques que permitan reflexionar más adelante sobre la sociedad civil como herramienta analítica en relación directa con el territorio que aquí me ocupa. Un primer enfoque que denomina culturalista en el que se sostiene la emergencia de un nuevo grupo, estrato o actor social, sumamente en heterogéneo, que desarrolla una nueva cultura ciudadana de solidaridad y participación mutua. En esta postura al término sociedad civil se agrega el calificativo de emergente u organizada. El segundo enfoque es llamado economicista y en él se afirma que el desarrollo económico sólo se puede generar si se acepta la participación fundamental de la sociedad civil como un tercer sector, en articulación estrecha con el mercado y el Estado. La pretensión es aquí articular este extraño trinomio para desarrollar actividades económicas, productivas y distributivas,

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En este marco, Zemelman (1990) señala el valor de “la utopia, como contenido del horizonte histórico (en tanto movilizador), con base en el re-conocimiento de los nuevos espacios desde los que se pueden iniciar proyectos de construcción social” (Zemelman, 1990: 174). Sin embargo acota el mismo, la utopía puede, en circunstancias particulares, responder al imperativo de cerrar el horizonte histórico, en virtud de lo cual el pasado cumple la función de utopía (Zemelman, 1990). En la historia de un país pueden tener lugar acontecimientos que provocan una ruptura en su continuidad y, en consecuencia, en los contenidos de la memoria colectiva y en los mecanismos de autoidentificación social. De este modo se trastocan los límites de lo que puede verse y afirmarse como posible. El pasado es un contenido sometido a constantes refor­ mulaciones en el presente, según opciones que se construyan, pero no siempre puede ser horizonte de futuro; como bien se observa en algunos territorios contemporáneos. Lo anterior supone la incorporación de la sociedad civil a la lucha política por el poder o el ejercicio del mismo. Pero esta se presenta en el contexto definido por la cultura, la idiosincracia, las costumbres, el pasado, la experiencia y la sociología de la gente; esto es, en un contexto complejo y rico en su entramado de dinamismos múltiples. Esta com­ plejidad expresa la presencia de muchas fuerzas de distinta naturaleza, de ahí que el pluralismo del proyecto revolucionario consista en saber transformarse en un reflejo de esta multiformidad de lo social. Por eso es correcto afirmar que si la lucha en el frente político-estatal es la des­ trucción del poder del Estado reaccionario, la lucha que se despliegue en la sociedad civil persigue “la creación y fortalecimiento del poder alternativo y revolucionario” (Zemelman, 1990: 210). Dentro de esta perspectiva, Zemelman (1990) nos plantea dos enfoques contradictorios. Por una parte se concibe que el rompimiento con el pasado se da en el momento de la conquista del poder; por lo tanto, la construcción del proyecto de sociedad se resuelve en el simple ejercicio de ese poder reducido a su forma instrumental-estatal (supone que el sujeto que lo ejerce está ya constituido, lo que no es siempre cierto). La

desde los espacios comunitarios. El último enfoque se denomina ideologísta y en él la sociedad civil se observa nuevamente como un elemento superestructura!, cuya situación se muestra en una extraña relación dialéctica entre el Estado de la sociedad política por un lado, y por otro, actuando en el terreno del diseño y construcción de ideologías.

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otra visión, más acorde con las propuestas de Foucault (1996) y con la cual coincidimos en buena medida desde páginas anteriores, plantea que el poder se construye en el proceso mismo de su ejercicio; por lo tanto, exige entender la política como una creación cultural (supone que él o los sujetos se deben ir constituyendo como apoyos para la realización del proyecto). Así, la pluralidad consiste en el hecho de que el proyecto de sociedad tiene que ser suficientemente amplio como para expresar las multiformidades de intereses y organizaciones que son parte de la dinámica sociocultural. La realidad histórica y el espacio en el que se pueden impulsar los procesos de cambio devienen en un horizonte más vasto, en cuanto no se circunscriben al espacio definido por el Estado como Aparato, desde cuyo control se pueden precipitar dichos procesos. El principal riesgo de esta reducción de lo político a la instancia estatal es confundir lo político con una simple tecnología de poder, ya que la finalidad de la política es delimitar las acciones del poder en términos de una utopía histórica. De ahí que el poder, más allá de ser un instrumento de la política, es una creación cultural a partir de su mismo ejercicio, pues la política constituye la visión de opciones que, una vez traducidas a la práctica, convierte a dichas opciones en la viabilidad de construcciones sociales menos vulnerables. Pero ¿todos los escenarios son idénticos y los sujetos semejantes? El mundo real no es unilateral; su dinamismo no pertenece a una lógica teórica. La venta en el ámbito planetario de productos estandarizados no da lugar a una estandarización de su consumo ni de las representaciones del mundo, aunque ello no significa que en las mismas tendencias de la globalización capitalista esté inscrita la persistencia o sobrevivencia de las identidades culturales. Al contrario, hoy como nunca antes, la memoria es un espacio estratégico de la resistencia.

LA MEMORIA Y LA UTOPÍA COMO SABERES DE LA ACCIÓN CONTRA LA VULNERABILIDAD Tishler (2000) se refiere a la memoria como un “concepto que rescata la posibilidad de la construcción de un nosotros plural como parte de la resistencia del poder (o ejercicio desigual de poder, agregaría) de la homogeneización-fetichización y la lucha por la construcción de la individualidad” (Tishler, 2000: 19).

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La memoria constituye una forma de redefinición continua de todos aquellos valores, creencias y prácticas cotidianas que preservan las cul­ turas y las comunidades (indígenas sobre todo); y no sólo a la idea de la degradación a la que se verían condenadas si la memoria se limitara únicamente a repetir tradiciones o preservar rituales del olvido. De esta constatación, nos anuncia por otra parte el autor, deriva la necesidad urgente de comprender la memoria como un devenir de múltiples orien­ taciones; no como una estructura unidireccional que se distinguiría de otras estructuras y de sus derivaciones, sino como un entrecruzamiento de sentidos que da lugar a multiplicidad de ramificaciones discursivas móviles; no necesariamente predelimitadas, ni privativas de determinadas geografías, ni de regiones culturales específicas. Asumimos entonces que la memoria es, pues, un elemento que dinamiza la cultura y que a su vez se construye desde las dinámicas culturales mismas; es ese corpus del conocimiento recreado a partir de las nece­ sidades de un presente, ocupando los saberes útiles de las generaciones pasadas, bajo las demandas de un horizonte de futuro pensado como proyecto colectivo posible, como utopía 9. Desde el discurso cotidiano se desprecia a la utopia y se intenta des­ virtuar el anhelo radical inevitable del hombre de ser utópico, el ideal de progreso que siempre está presente en nuestras esperanzas. La utopía, como crítica a una realidad injusta, se convierte en molestia porque al­ tera el statu quo. Para ello los organismos de dominación unifican poder y saber y utilizar los conocimientos a su favor. Intentan manipular al hombre al situarlo en un puente delimitado por las imágenes idílicas del pasado y un futuro irreal que ño existe. Todo para alejarlo del análisis crítico de la realidad. “G lobalización y utopía no se corresponden, ya que la globalización exporta uniform idad y no responde al hom bre escindido y a su diversi­

9. La utopía, comenta Blanco (2001), “supone una ley de cambio, un planteamiento de rebeldía y de revolución, pero no es un fármaco remediador de todo. La utopía nunca

son visiones edénicas o paradisíacas, como se ha querido desvirtuar. La utopia es un viaje duro, un viaje a alguna parte y para emprenderlo es necesario que en el hombre se produzca una catarsis. Necesita despojarse de los ídolos que crea el poder y de todo aquello que le impide ser persona. Y, aunque la utopia casi siempre es obra de un autor o intelectual de clase acomodada, sólo rejleja su esencia cuando es proyecto que cala en una colectividad. La utopía nunca puede ser individual” (Blanco, 2001, entrevista on-line).

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dad. El m ayor crimen, el m ayor hom icidio contra el hom bre es m atar la esperanza, fagocitar su dim ensión utópica y esperanzadora” (Blanco, 2001, entrevista on-line).

Cabe agregar aquí que la sociedad civil en su conjunto está haciendo una labor importante, en voz de Zemelman (1992), ya que demuestra cómo los grupos humanos tienen capacidad para organizarse y dar respuestas y alternativas a necesidades concretas. “Pienso que la intelectualidad no está dando muestras de rebeldia, lo hacen más bien los grupos sociales, los ecologistas, los pacifistas y las OnG. Una condición para ello consiste en trascender la escisión entre realidad y experiencia, mediante la práctica de la esperanza, que es el eje de la concepción política (en oposición a la ontológica) de la realidad” (Zemelman, 1992: 180-181). La esperanza asi pensada no es sólo la utopía deseable, es sobre todo el esfuerzo mismo de ampliar la conciencia por medio de la conformación de campos de interacción con otras realidades construidas o posibles de ser construi­ das; la esperanza posibilita construir acción social en tomo a proyectos y horizontes futuros posibles en territorialidades menos vulnerables. La visión de mundo y la práctica que los sujetos sociales desarrollan en el escenario de lo histórico y de lo cotidiano, son centrales para poder ubicar la discusión sobre la razón humana en el vínculo entre episte­ mología e historia, ya que permite reflexionar entre ser en el querer, y querer la libertad del ser auténtico que se manifiesta en la producción de sentido, siempre posible cuando no se ha perdido al sujeto o más aún cuando se está de-construyendo; en otras palabras, cuando la realidad se recupera como el horizonte en el que tiene lugar la constitución de la voluntad constructora de nuevos territorios para la conciencia. Si la realidad es una síntesis de los triunfos y fracasos de los hombres, su desafío estriba en pensar la racionalidad desde el hombre y no desde un modelo de hombre; hacerlo desde sus sombras, contradicciones, te­ mores, creatividad, engaños y certezas, para no falsear la razón a partir de una pura e ingenua imagen de lo humano, sino más bien apostar a ella desde las flaquezas humanas, pero también desde sus sueños, en los que busca saciarse de sus limitaciones. Creemos entonces que, lo que determina entonces al poder como una creación cultural es exactamente la transformación de las opciones en acciones, ya que significa determinar lo posible como objeto de prácticas en el marco de opciones susceptibles de reconocerse por el sujeto desde una utopía que lucha por convertir en proyecto. Por ello, el poder no

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puede consistir en la simple racionalidad del cálculo, sino además en la constitución simultánea de las fuerzas que transformarán las opciones en prácticas viables, lo que supone la participación de sujetos colectivos constituidos por individuos. Por eso es que el poder deviene conciencia histórica, por ser la apropiación de la realidad posible. En este marco es necesario cuidarse con respecto a los análisis de la sociedad civil, pues un problema es reconocer la riqueza de sus dinamismos y potencialidades, pero otro muy distinto es dar el salto de transformar a cada uno de sus segmentos o sectores en sujetos capaces de servir de apoyo a alternativas de desarrollo. Por eso debemos ir más allá de la descripción de los movimientos de la sociedad civil, de la explosión social o de su politización, para alcanzar a reconocer los embriones de voluntades sociales en condiciones de impulsar procesos de cambio, en vez de limitamos a dar cuenta de la multiplicidad de formas en las que se expresa la creatividad social o concretamente las demandas colectivas.

GLOBALIZACIÓN Y CULTURA, ¿ESTRATEGIA DE ACCIÓN SOBRE OTROS? La globalización, en esta línea de pensamiento centrada en el sujeto y su actuar social-cultural-identitario es entendida hasta ahora, no como un fenómeno científico tecnológico. Es un proceso social consciente en la humanidad, es (entre otras cosas) la interiorización de un modelo de desarrollo hacia el conjunto de sus habitantes haciéndolo o pretendiendo hacerlo dominante10. Ello ha transformado profundamente a las sociedades y ha tenido consecuencias graves sobre vastos sectores de la población que no estaban preparadas para amortiguar o evadir tales efectos; incidiendo estructuralmente sobre su Calidad de Vida, frecuentemente observable en sus niveles de inequidad, desigualdad y exclusión social (Fabre, 2009). Otro aspecto importante, es el binomio ofensivo/defensivo que contie­ ne. Un proceso que más que unir, divide, y geoestratégicamente viene a depositarse sobre una desgarrada lucha por superar una profunda crisis que se arrastra por la última década en medio de una competencia cada

10. Una atractiva síntesis de conjunto sobre las propuestas que devienen de las más fre­ cuentes teorías de la globalización la presenta Abaleron (1999), que recuperó de Waters (1995),

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vez más feroz por el reparto de ganancias y de territorios. La globalización así, oculta posibilidades agravadas de conflictos mayores (que ya hemos avizorado en las territorialidades egipcias y japonesas recientes). En este sentido no es portadora de mensajes de paz, de democracia ni de progreso y, mucho menos, de esperanza. Con esto no asumimos una capacidad maquiavélicamente omnipresente a La Globalízación (me­ nuda simplificación seria esta), pero sí reconocemos en ella procesos pre-posmodemos de de-construcción social, económica y política que tienen sus sentidos y lógica sólo a través de ella, en su articulación con los contextos y actores de las territorialidades específicas. La sociedad global se autopretende una sociedad única y por lo tanto implica una gestión homologadora autoritaria de los modos de vida de unos cuantos sobre los deseos y necesidades del grueso de la población en el mundo. Pero lo más atractivo aquí es que dicho proceso va generando resistencia, en diferentes escenarios glocales. Se está construyendo aquí y ahora un proceso que tiende a convertirse en movimiento, a establecer nexos muy débiles que involucran re-construir lo mundial con una visión de, desde y para las partes; un proceso de planetarización en el sentido amplio de la palabra. Zemelman (2007) formula una toma de posición y el punto de partida para el establecimiento de una relación de conocimiento: la globalízación a pesar de constituir un problema de macrológicas económicas, que tienen sus fuerzas a veces inexorables, no son inamovibles; dependen también de la capacidad de resolución que a esas macrológicas les presten los individuos desde su muy particulares subjetividad; condición epistemo­ lógica que propicia reflexionar lo global en su articulación estrecha con lo local (entendida en ciertos espacios académicos como glocalización) para acercarme a la existencia de un proceso potencialmente alternativo a la globalízación, la planetarización y reorientar nuevamente nuestra mirada analítica hacia los sujetos sociales, de un territorio concreto, en su actuar cotidiano. Asumimos entonces que la planetarización corre paralelamente a la globalización, pero son dos fenómenos que guardan distancia y sin duda se entrelazan; por un lado las transnacionales que pretenden generar procesos estructuradores a partir del mercado y, por el otro, los distintos pueblos que resistiéndose a este enfoque tratan de crear visiones más integral u horizontes posibles de futuro, y por lo tanto más planetarios a través de Organizaciones Sociales o las Organizaciones no Gubernamentales. La construcción de una sociedad planetaria, es la

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construcción de cientos de miles de sociedades que se articulan para construir un universo. Los procesos se están gestando no sin serias dificultades. Los nuevos actores de la planetarización en el campo de lo ambiental (usándolo como un referente útil para reflexionar los conceptos aquí vertidos) participan en una especie de arena de respuestas o de resistencia. El capital multicultural y pluridimensional, contenido detrás de la tendencia globalizadora, propicia un entramado de caminos de comportamiento, de formas de relacionarse y actuar desde lo local y hacia lo planetario. De esta manera, cuando la reflexión se sitúa en la perspectiva de en­ tender la pluralidad (étnica, organizativa, cultural, socioeconómica) como las varias formas de construir un proyecto, no se parte del respeto a los valores de la inercia, ya que el centro del problema es la construcción de una nueva dirección. De esta manera, la construcción ya no es un mero instrumento sino una contracultura o nueva hegemonía; es la búsqueda colectiva de una utopía en contraposición a las castigantes condiciones de sobrevivencia. Es el enfrentamiento de los escenarios de alto riesgo que hacen vulnerable al sujeto individual como sujeto social.

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APUNTES SOBRE LOS RIESGOS SOCIALES, COMPONENTE PRINCIPAL DE LA VULNERABILIDAD SOCIAL DIEGO SÁ NCHEZ GONZÁLEZ CARM EN EGEA JIM ÉNEZ JAVIER IVÁN SOLEDAD SUESCÚN

INTRODUCCIÓN Hacia finales de la década de los noventa el enfoque de vulnerabilidad social se presentaba como una línea de investigación con grandes posi­ bilidades para analizar el impacto social que en América Latina estaba teniendo la “década perdida”, los ajustes estructurales y la globalización, traducido todo ello en inseguridad e incertidumbre en el futuro para muchas personas, grupos y comunidades. Entre finales del siglo XX y primeros años del XXI, se avanza y perfila el marco teórico del enfoque de la vulnerabilidad social (Moser, 1998; Kaztman, 1999 y 2000; Rodríguez, 2000), siendo lo novedoso, en comparación con otros enfoques, que también investigan situacio­ nes de desigualdad, que entiende la vulnerabilidad como un proceso al cual puede concurrir cualquier persona, grupo o comunidad que en un momento determinado se encuentre en una situación desfavorecida o de desventaja con respecto a otras personas, grupos o comunidades; y que las causas, consecuencias y efectos de dicha desventaja se investigan teniendo en cuenta dos elementos: los riesgos que se enfrentan; y los activos con los que se cuenta para mitigar el impacto de los mismos, cuyas características y puesta en funcionamiento marcarán diferentes niveles de vulnerabilidad ante los riesgos.

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Inicialmente, en el enfoque de la vulnerabilidad social los esfuerzos han estado dirigidos a definir el concepto de vulnerabilidad social (Moser, 1998; Pérez, 1999; CEPAL, 2001; Banerrechea et al, 2002; Busso, 2002), e identificar grupos vulnerables cuyo estudio puede tener más tradición que las mismas investigaciones de vulnerabilidad social en sentido estricto (Bustelo, 1987; Morales, 1988; Pollack, 1992; Mezzera, 1995; Morales, 1998; Valenzuela, 2004; Gamboa de Trejo, 2007; Weller, 2009). En mu­ chos casos se trata de definir grupos en desventaja y/o desfavorecidos y potencialmente vulnerables. No obstante, en los últimos años han aparecido trabajos en los que se pone de manifiesto el enfoque de vulnerabilidad en el análisis de esos grupos desfavorecidos (Bueno y Diniz, 2008; Fabre, Fíemanz y Pabón, 2009; Fabre, Donají y Garrett, 2009). En este contexto, este trabajo se centra en reflexionar sobre los riesgos sociales como uno de los componentes principales de la vulnerabilidad social. Esta reflexión se realiza con base a hacer una revisión biblio­ gráfica, intentando responder a las siguientes cuestiones: ¿Qué son los riesgos sociales? y ¿Cuáles deben ser las bases teóricas y metodológicas que plantea su estudio?

ANTECEDENTES: LA “SOCIEDAD DEL RIESGO” Y LA “CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL RIESGO” Desde el punto de vista etimológico, el origen del término riesgo parece estar en un vocablo persa, “rosik”, que significa destino, y que más tarde se vinculó en la Europa medieval a la cultura de los negocios para hacer referencia a fhs personas que desafiando el destino emprendían acciones arriesgadas (Mitjavila, 1995), culpándose al individuo de las consecuencias de tal proceder en caso de que no se alcanzase el éxito esperado. A mediados de la década de los ochenta, desde el punto de vista social, se redefine el concepto de riesgo y se considera su potencial conceptual y analítico en la investigación social (Moreno, 2008). Este interés se ha intensificado recientemente a la luz de los cambios acontecidos por la globalización y las incertidumbres e inseguridades que suscitan fenómenos medioambientales como el cambio climático (Coy, 2010); entre ambos, “globalización” y “cambio climático”, se sitúan otros como los riesgos derivados de la “carrera de armamentos, el desarrollo incontrolado de la técnica, la energía atómica y el armamento nuclear, la contaminación

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de la atmósfera de nuestras ciudades, de los ríos y de los mares, la des­ trucción de los bosques y de la selva amazónica, el agujero de ozono [...] o las nuevas técnicas de la ingeniería genética” (González, 1999). La ansiedad y desazón que suscitan todos estos acontecimientos ha tenido eco en las ciencias sociales, sobre todo a raíz del desastre de la central nuclear de Chemobyl que se considera como punto de partida de la certeza de que se están produciendo cambios importantes en la sociedad, que si bien son difíciles de evaluar y sistematizar se presen­ tan como riesgos para toda la humanidad. Esta preocupación se hace patente en obras como la de Beck (1986 y 2010), Giddens (1991) y Esping-Andersen (1999). Lo interesante en la emergencia de los riesgos sociales es que, por un lado, muchos de estos riesgos son de difícil identificación y explicación y se escapan al control, previsión y conocimiento de su magnitud lo que hace que la sociedad se mueva entre la íncertidumbre, el miedo, y también el escepticismo y la incredulidad; y por otro lado, en muchos países la población tiene que acometer por sus propios medios esa incertidumbre (expresada con diferentes rostros) ya que “la sociedad del riesgo” a la que se refiere Beck (1986), se relaciona con la “desprotección” y con el “sálvese quien pueda” (Méndez, 2005). Esto puede explicar en parte la importancia de enfoques como el de la vulnerabilidad social y el de la resiliencia, puesto que en cada uno de ellos se valora y analiza la capacidad de las personas, grupos y comunidades para enfrentar situa­ ciones difíciles más allá del compromiso del gobierno que no siempre resulta el mejor garante. Esto está en la línea de la reinterpretación de la “sociedad del riesgo” con el reconocimiento del valor del individuo (Banegas, 2008); de manera que resultaría más valiosa su capacidad para resolver situaciones difíciles provocadas por el sistema, que la misma capacidad del gobierno para su resolución, significando a su vez una vuelta a la etimología del término (uno mismo mejor que nadie, resul­ tando meritorio el esfuerzo). Asimismo, la teoría de la “sociedad del riesgo”, plantea otro aspecto interesante tanto desde el punto de vista teórico y metodológico como social: la idea de que el riesgo no es el “daño en sí” sino la situación previa, la que todavía se puede evitar o minimizar si se es consciente de dicho riesgo (de sus efectos) y si se tienen medios para hacerlo (evitarlo o minimizarlo); de esta manera, en la identificación del riesgo juega un papel importante su percepción a nivel individual, grupal o de comuni­ dad. A una escala universal resulta más difícil identificarlos y “señalar”

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quién los produce y quién nos debe proteger de los mismos, aunque es donde mejor se construyen un elevado número de ellos; son los riesgos de incertidumbre indefinida que terminan por generar no una “cultura del riesgo” sino una “cultura del miedo”. Esto hace que una buena parte de la investigación sobre los riesgos devenga en la teorización sobre su “construcción social” donde surgen preguntas como “¿quién construye un riesgo?”, “¿cuál es el proceso de construcción?”, “¿quién nos protege?”, “¿cuáles son los mecanismos de protección?”. En respuesta a estas preguntas aparecen algunos elementos aclaratorios como que la sensación de inseguridad se favorece por la des­ confianza hacia los gobiernos que en ocasiones actúan de forma improvisada (Lemkow, 2002; Espluga, 2004), o desentendiendo los riesgos existentes (Climent, 2006); la dificultad de percibir la ciudadanía algunos riesgos por su “tradición”, “constancia” y permanencia a lo largo del tiempo (Turco, 2000; Filgueira, 2007); los intereses de poder que construyen riesgos para legitimar o desacreditar determinadas políticas (Mitjavila, 1999); que la “fabricación” de un riesgo es a veces apoyada por los intereses de deter­ minados sectores económicos y/o científicos que influyen en dirigentes políticos y a través de ellos en la población (Cardona, 1993); y las carac­ terísticas de la sociedad y su contexto natural, económico, social y político que hace que los riesgos tengan sentido en un contexto espacio-temporal concreto (Berger y Luckmann, 1997; Beck, 2008; Giddens, 2010), lo cual se complica si se desciende a una escala más puramente demográfica1. Pero también habría un camino en sentido contrario, es decir, en qué momento riesgos individuales tan concretos como el empleo en precario, problemas de salud en sistemas con escasa cobertura, falta de seguridad personal, viviendas en lugares poco aptos para la construcción, etc., de­ ben ser asumidos como riesgos sociales, de manera que la solución y la protección provenga de la instancia gubernamental (Banegas, 2008). Esto está relacionado con el Estado del Bienestar, donde la Administración provee de bienestar en un sentido amplio a la población; es la efectividad de los sistemas democráticos, o en caso contrario la reflexión en tomo a

1. Según Esping-Andersen (1996) los riesgos pueden ser riesgos de clase, riesgos del curso de vida y riesgos intergeneracionales. “Con esta clasificación se quiere resaltar que los individuos están expuestos a diferentes riesgos según su grupo social y el momento del ciclo de vida en que se encuentren, y que éstos pueden ser transmitidos a las generaciones futuras” (Esping-Andersen, 1996: 40, en Banegas, 2008: 302).

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preguntas como la que se hace Carlos Fuentes, “¿cuánta pobreza tolera la democracia?”, en relación al riesgo que corre América Latina si se siguen incrementando la distancia entre pobres y ricos (Petit, 2003).

EL RIESGO SOCIAL: CONCEPTO Y COMPONENTES En el estudio de la vulnerabilidad social, el riesgo tiene una papel protagónico de manera que los grupos vulnerables pueden ser tantos como riesgos a los que están expuestos, no siendo fácilmente extrapo­ la re s ni en el tiempo, ni en el espacio, o dentro de un mismo grupo poblacional (Caro, 2003). El riesgo es definido como la probabilidad de que una amenaza se convierta en un desastre o crisis por peligros naturales y/o sociales. En la actualidad se asocia a cualquier situación que denota peligro, aunque los más estudiados son los riesgos relacionados con acontecimientos naturales. En el caso concreto del riesgo social se estaría igualmente aludiendo a acontecimientos probables, en ocasiones predecibles; se trataría de la probabilidad de ocurrencia de un “peligro social” (desempleo, ruptura familiar, ausencia de formación profesional, maternidades a edades tempranas, determinadas situaciones de envejecimiento, marginación, maltrato) originado a un individuo, grupo o comunidad. En este sentido, el riesgo social se analiza a partir de tres componentes que van a definir la vulnerabilidad social: la peligrosidad o amenaza social, la exposición y los activos. La peligrosidad o amenaza social se entiende como el conjunto de aspectos sociales de un fenómeno que inciden en el riesgo y que se concreta por la severidad del fenómeno y su probabilidad de ocurrencia (Ayala, 2002); la exposición está referida a las personas, grupos y comunidades localizadas en un ámbito territorial y/o nivel social y económico próximas a un peligro social, y los activos son los elementos con los que cuenta una persona, grupo y comunidad para enfrentar y/o mitigar los riesgos y/o sus consecuencias.

PLANTEAMIENTOS METODOLÓGICOS PARA LA INVESTIGACIÓN DE LOS RIESGOS SOCIALES Uno de los aspectos más importantes en el estudio de los riesgos sociales es su identificación, relacionada en parte con el sistema de

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valores y creencias de cada sociedad; la posición social y personal del individuo, grupo o comunidad afectada y/o que puede ser afectada; y la determinación de cuáles son los riesgos tolerables o asumióles y los riesgos intolerables o evitables (Peretti-Watel, 2000). La aceptabilidad del riesgo social o riesgo tolerable está vinculada a la valoración de lo que es o no objeto de riesgo (Douglas, 1996) por un individuo, grupo o comunidad; así, ante determinados riesgos sociales (fumar, consumir drogas, mantener relaciones sexuales a edades tem­ pranas) las conductas y juicios morales pueden variar dependiendo del género, edad, nivel educativo, profesión y clase social; por otro lado, la percepción del riesgo social difiere de un individuo a otro, lo cual está condicionado por factores sociales, culturales, económicos, políticos y de familiaridad (experiencia) con el peligro; y en tercer lugar, un in­ dividuo, grupo o comunidad tiende a prestar mayor atención a riesgos sociales “diarios” como el desempleo, la escasez de alimentos, el déficit en educación y vivienda, la delincuencia, que a riesgos globales como el cambio climático; a lo que se suma la variante espacio temporal. ¿Quiere todo esto decir que los riesgos son solo subjetivos y solo forman parte del imaginario de los individuos, grupos o comunidades? Si es así habrá que investigar cómo se construye y percibe la existencia de un riesgo (Sadler, 2006) con base a técnicas de análisis cualitativas (entrevistas en profundidad, observación directa, grupos focales) que permitan conocer las valoraciones y representaciones de los mismos; y el conocimiento y las habilidades de los individuos, grupos y comuni­ dades para enfrentarlos. ¿Pero se pueden identificar riesgos objetivos!, según Chateauraynaud y Tomy (1999) sí. Estos serian evaluados y definidos desde la experiencia y supuestos de investigadores sociales y diseñadores de políticas públicas; por ejemplo sería fácil entender que las personas que tienen un contrato laboral en precario enfrentan el riesgo del desempleo y la inseguridad laboral; que al construir una casa en una pendiente con escasa estabilidad y en un suelo no declarado urbanizable, se corre el riesgo de perder la vivienda en caso de lluvias prolongadas o de procesos de expulsión; que personas pobres o desfavorecidas constituyen “poblaciones en condición de riesgo social” (CEPAL, 2002), “grupos potencialmente vulnerables”. Sin duda en estos y otros ejemplos al riesgo real o riesgo objetivo se une la percepción del individuo, grupo o comunidad, el riesgo subjetivo-constriddo, siendo posible que la importancia del primero quede supeditado a las necesidades de la población: necesidad de trabajar en

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las condiciones que sean, construir donde se pueda no donde se deba... También la posibilidad de investigar riesgos objetivo s se ve avalada por dos interpretaciones señaladas por la CEPAL (2002) y aplicadas en concreto a los adolescentes, pero que pueden aplicarse a otros colectivos: “las conductas riesgosas” y las “situaciones riesgosas”. Ambas no tienen por qué coincidir en un mismo individuo, grupo o comunidad; es decir, se puede actuar con “conductas riesgosas” como conducir por encima de la velocidad permitida; o conducir en una “situación riesgosa” si la carretera no está señalizada de forma adecuada. Estos aspectos, tanto los relacionados con riesgos ob jetivo s como riesgos subjetivos, supone un diseño metodológico complejo y desafiante de cara a los estudios de vulnerabilidad social. Uno de los principales argumentos que frenan el avance de los estudios sobre vulnerabilidad es la proliferación de estudios de caso más descriptivos que analíticos. Es prioritario favorecer un cambio en el uso de las metodologías y proceder a la construcción de nuevas herramientas metodológicas que contribuyan a dar ese salto cualitativo, tan necesario. De otra parte, precisamente, la geografía es deudora, entre las ciencias sociales, de nuevos análisis socioespaciales que contribuyan a esclarecer este tema, de lo contrario, como ocurre ahora, seguirá siendo suplantada por otras disciplinas de la sociología y la economía, aunque con acercamientos espaciales muy limitados como acontece en estos momentos.

REFLEXIÓN PARA CONTINUAR Tras esta exposición es posible hacer una serie de puntualizaciones que pueden ser de utilidad para la investigación sobre los riesg o s sociales', por un lado, existe una diferenciación entre riesgos am bientales y riesgos so cia les, estando los primeros vinculados con los acontecimientos natu­ rales, definidos con un concepto claro, y con una tradición investigativa que implica el desarrollo de una metodología adecuada. Por su parte, los riesg o s so c ia le s están no sólo menos definidos y consolidados en la investigación social, sino que en muchas ocasiones hacen referencia a las implicaciones sociales de los riesgos desde una perspectiva natural, bien porque la actuación de la población incrementa los efectos del acontecimiento natural en sentido negativo, o porque ésta puede verse afectada por los mismos dependiendo de sus condiciones de vida. Así, hay un cierto vacío desde las ciencias sociales en considerar que hay

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riesgos que son propiamente derivados de las características económi­ cas y sociales de la población y del nivel de desigualdad existente y favorecido desde instancias superiores, y que superan consideraciones medioambientales en la vertiente más física del término; es decir, son riesgos sociales. Por otro lado, hay una vertiente teórica en el estudio de los riesgos que se ha visto favorecida desde la antropología y la sociología y que ha estado centrada en la teoría de la “construcción social del riesgo” y la “percepción del riesgo”; en tomo a estas dos ideas la investigación ha girado en desarrollar una metodología que permita conocer como se “construye un riesgo”, teniendo en cuenta su “percepción”, quizás más que en analizar el riesgo en sí. La realidad en todo este contexto es que en la literatura más reciente sobre los riesgos y riesgos sociales se continúa teorizando sin llegar a desarrollarse investigaciones empíricas cuyo objetivo principal sean los riesgos sociales a los que están expuestos los individuos, gmpos o comunidades, aunque bien es cierto que existen aproximaciones muy interesantes y de referencia (pobreza, empleo, inestabilidad familiar, etapas demográficas relacionadas con la edad y con la posición social). En este sentido sería interesante no sólo identificar individuos, gru­ pos o comunidades que por sus características sociales y económicas puedan verse próximos a determinados riesgos, sino también analizarlos en espacios concretos como puede ser el ámbito urbano. Con el fin de acotar metodológicamente este breve planteamiento, la identificación de “gmpos en desventaja y potencialmente vulnerables” tendría una base estadística que serviría para caracterizar “gmpos desfavorecidos”. El paso siguiente sería conocer a partir de esa situación cuáles son los riesgos a los que están o pueden estar expuestos; cuáles son los que los individuos consideran como tales; y de qué recursos y potencial, es decir activos, disponen para evitarlos o minimizar sus efectos. En esta fase de la investigación, la metodología cuantitativa daría paso a toda la riqueza que supone la metodología cualitativa, y entraría a formar parte de la investigación otro concepto desarrollado en rela­ ción al estudio de los riesgos, la gestión del riesgo social en el sentido de involucrar en la gestión a la ciudadanía a través de su participación activa (Geenen, 2008; Sánchez, 2010). Por otro lado, el estudio de “gmpos vulnerables en espacios urbanos” enriquece el análisis porque ubica espacialmente el fenómeno y permite ahondar desde el análisis de los riesgos sociales las múltiples desigualdades

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que generan las ciudades: ¿Existen diferencias entre los riesgos sociales en el espacio rural y urbano?, ¿El espacio es un factor determinante en los riesgos sociales urbanos?, ¿Cómo se enfrentan los riesgos sociales en la ciudad?, ¿Cómo evolucionan los riesgos sociales en la ciudad?, ¿Las estrategias para enfrentar o minimizar los riesgos son diferentes según grupos: mujeres, personas mayores, niños, minorías, inmigrantes?. Finalmente, resulta interesante considerar propuestas teóricas que en­ marquen los planteamientos metodológicos previos y también el mismo enfoque de la vulnerabilidad social. Desde este punto de vista y dado que el enfoque de vulnerabilidad parte de considerar grupos en desventaja y/o en una situación de desigualdad, habría que hacer esta valoración desde un determinado concepto de desarrollo que transcienda aspectos puramente economicistas y que permita conocer que tiene y de qué carece un grupo, porque ello también permitirá conocer sus potenciales para enfrentar riesgos de diferente naturaleza. En este sentido, se propone la teoría del Desarrollo a escala humana de Max-Neff, y el Enfoque de las capacidades de Amartya Sen. Ambas tienen una clara base humanista al considerar como eje principal a las personas y basarse en necesidades básicas incuestionables y ahistóricas, en el caso de Max-Neef; y en las capacidades que una persona tiene para hacer o ser en el caso de Sen.

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VULNERABILIDAD SOCIAL DE LA CLASE MEDIA EN ARGENTINA Y MÉXICO. DESDE LAS CRISIS DE LOS NOVENTA HASTA LA CRISIS INTERNACIONAL DE 2008 G ABRIELA L. GALASSI LEANDRO M. GONZÁLEZ

INTRODUCCIÓN La clase media tiene un rol fundamental en la desigualdad social (Barcena y Serra, 2010; Hoffman y Centeno, 2003; Kessler y Di Virgilio, 2008). Luego de un proceso de concentración de ingresos en los noventa en toda América Latina, el cual afectó especialmente a la clase media, la primera década del siglo XXI estuvo caracterizada por el crecimien­ to económico en gran parte de los países latinoamericanos, derivando en una recuperación de esta clase social en cuanto a su capacidad de consumo (Franco, Hopenhayn y León, 2011). Pero el hecho de que la clase media se haya empobrecido durante las últimas crisis económicas, permite suponer que la misma posee características y comportamientos que la hacen propensa a caer en la pobreza, denotando una situación de vulnerabilidad social del grupo en sí. El objetivo de este trabajo es analizar el perfil de las clases sociales en dos experiencias de crisis latinoamericanas (Tequila en México y 2001 en Argentina), y en el año previo al inicio de la nueva crisis internacional. Se explora así la hipótesis de que los sectores medios muestran ciertos rasgos que configuran una situación de vulnerabilidad relativa.

70

GABRIELA L. GALASSI y LEANDRO M. GONZÁLEZ

Argentina se diferenció históricamente de otros países de América Latina por la magnitud de sus sectores medios (Minujin y Anguita, 2004; González y Svampa, 2001; Kessler, 2002). El nuevo modelo ins­ taurado en el último cuarto del siglo XX, caracterizado por un repliegue del Estado y un resquebrajamiento del mercado laboral y del sistema educativo, resultó en un debilitamiento de los grupos medios. Con la crisis del 2001 gran parte de los mismos fue arrojada a la pobreza, con­ figurando el grupo de “nuevos pobres” (Minujin et al., 1997; Minujin y Anguita, 2004; Kessler, 2002). Ya en la década del 2000, la recuperación macroeconómica derivó en un aumento de los niveles de ingreso de la clase media llegando a niveles pre-crisis. En México, un proceso similar ocurrió con la crisis del Tequila (1995). Durante los noventa el empobrecimiento fue causado por una expansión de la informalidad y la precariedad del empleo (Kessler y Di Virgilio, 2008). Al igual que en Argentina, en los ochenta se habían producido una serie de ajustes estructurales tendientes a fortalecer el rol del mercado en detrimento del Estado, provocando la expansión de la informalidad laboral, la caída del poder adquisitivo y la profundización de la concentración del ingreso (CASA, 2001). Luego de una abrupta devaluación del peso en diciembre de 1994, la economía mexicana entró en la más grave contracción desde la Gran Depresión. La clase media se vio duramente afectada por estas medidas debido a su impacto sobre el sector agropecuario y de pequeñas y medianas empresas (Camberas, 2009), aunque algunos estudios dieron a conocer que el impacto finan­ ciero de corto plazo recayó principalmente sobre los estratos más altos (Gilbert, 1995). En vista de que las crisis se han vuelto un fenómeno recurrente en la mayoría de los países de América Latina es importante conocer su efecto sobre la estructura social, especialmente en la clase media que se ha mostrado propensa a experimentar una movilidad descendente con los shocks externos de las últimas décadas.

CONSIDERACIONES TEÓRICAS Este estudio se enmarca en la temática de desigualdad social, en la línea de los estudios de vulnerabilidad social y de análisis de clase. En el área de desigualdad social, el concepto de vulnerabilidad, de tipo multidimcnsional, viene a dar respuesta a las limitaciones del enfo-

VULNERABILIDAD SOCIAL DE LA CLASE MEDIA...

71

que unidimensional de pobreza basado en el ingreso. Sin embargo, la consideración de la condición de vulnerabilidad proporciona sólo una imagen parcial en términos de la desigualdad social. Así, resulta con­ veniente complementar con una visión de la estructura subyacente a la sociedad en cuestión. En este artículo se propone entonces combinar ambas miradas (la de vulnerabilidad social y la del análisis de clase), subyaciendo teóricamente una “matriz vulnerabilidad - clases sociales” (Galassi, 2010a). La estratificación se ocupa del análisis de la estructura de clases sociales en una comunidad tendiente a establecer su relación con las oportunidades de vida (Breen, 2005). Torrado (1992 y 2007) ha desa­ rrollado una metodología de estratificación social desde la perspectiva crítica dialéctica en base al concepto de división social del trabajo. Para definir la posición de los individuos que no intervienen en dicha división, es decir fuera de la Población Económicamente Activa, se usa el criterio de las relaciones de distribución donde la población inactiva tiene participación indirecta, mediante las transferencias de ingresos que hacen los individuos activos en el seno de la familia; ya que la metodología de Torrado (1992 y 2007) es propicia para la aplicación a censos y encuestas, en este análisis se emplearán los conceptos de su enfoque aplicados a las fuentes disponibles para el período bajo estudio (Sémbler, 2006). El enfoque de vulnerabilidad social, por su parte, se halla inmerso en una serie de nuevos abordajes de naturaleza dinámica y multidimensional que han surgido como respuesta a la insatisfacción analítica con el uso de la noción de pobreza (y su medición basada en los ingresos del hogar) para identificar situaciones sociales desmedradas y orientar las políticas sociales (Arriagada, 2005; Pizarro, 2001). La postura más relevante en este tema en América Latina es la de CEPAL (2002). La vulnerabilidad involucra simultáneamente un evento potencialmente adverso (un riesgo), una incapacidad de respuesta y una inhabilidad de adaptación al nuevo escenario (CEPAL, 2002). Como antecedente se halla el “enfoque de vulnerabilidad de activos” de Moser y Felton (2007), cuyo concepto central es el de activos, superador del ingreso y el gasto como indicadores de la situación de los hogares. La noción de activos también ha sido empleada por autores como Rodríguez (2000) que posibilita contar con algunos elementos susceptibles de medición para determinar la vulnerabilidad social; es por ello que este trabajo se enmarca en dicha línea.

72

GABRIELA L. GALASSI y LEANDRO M. GONZÁLEZ

METODOLOGÍA Con el objetivo de analizar el perfil de la clase media en tomo a los procesos de crisis macroeconómicas de Argentina en 2001 y México en 1995 se escogió como periodo de análisis el último año de crecimiento real positivo previo a la crisis, y el primero posterior; además del 2008 para ambos. En el caso de Argentina esto llevó a tomar a 1998 y 2003, y en el de México 1994 y 1996. El análisis es efectuado a partir de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de Argentina y la Encuesta Na­ cional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de México debido a que proveen información sobre la inserción laboral de los individuos y sus características socio-económicas. Para la construcción de las clases sociales tradicionales (alta, media y obrera) se emplean las variables de las encuestas de hogares relativas a la inserción en el mercado laboral: (1) condición de actividad que delimita el universo sobre el cual es factible determinar la posición dentro de la estmctura social; (2) ocupación que en Argentina permite distinguir jerarquía (director', jefe y trabajador) y calificación (profesional, técnica, operativa y no calificada); y en México donde esta clasificación no es posible, se construyó un gmpo de categorías; (3) categoría ocupacional, es decir patrones, asalariados, cuentapropistas y trabajadores sin remu­ neración; (4) sector de actividad (privado o público); y (5) tamaño del establecimiento, dividiendo entre establecimientos de cinco personas o menos y de más de cinco personas. La unidad de análisis es el hogar cuya posición está determinada por la inserción laboral del jefe de hogar. * En base a las variables anteriormente comentadas fue posible dividir a los hogares de acuerdo a la posición de su jefe de hogar en once catego­ rías (incluyendo una residual “sin especificar”) similares a las definidas por Torrado (1992). En los Cuadros 1 y 2 se muestran para Argentina y México respectivamente cómo han sido formados los grupos (en las celdas están los números consignados en cada uno). Las categorías son: 1) Directores de empresas; 2) Profesionales en función específica; 3) Propietarios de pequeñas empresas; 4) Cuadros técnicos y asimilados; 5) Pequeños productores autónomos; 6) Empleados administrativos y vende­ dores; 7) Trabajadores especializados autónomos; 8) Obreros calificados; 9) Obreros no calificados; 10) Peones autónomos; 11) Sin especificar.1 1. En 2008, ante el cambio del código de ocupación y la adición de la jerarquía “cuenta propia” se la asimiló a “directivo” .

73

VULNERABILIDAD SOCIAL DE LA CLASE MEDIA...

CUADRO 1. CATEGORÍAS SOCIO-OCUPACIONALES EN ARGENTINA. D irectores P a tró n

C a teg o ría s

A s a l a r ia d o

S e c t o r P r iv a d o

S e c t o r P r iv a d o

T r a b a ja d o r C u e n ta

so c io - o c u p a - M á s d e H a sta 5 M á s d e

H a sta 5

S e c to r

d ó n a les

P ú b lic o

f a m ilia r s in p r o p ia

5

ocu­

pados P r o f e s io n a l T é c n ic a O p e r a t iv a N o c a lif ic a d a S in i n f o r m a -

ocupa­

5 ocupa­

ocupa­

dos

dos

dos

1 1 1 1

2

1 1

2

3

3

1 1

n

11

11

3 3

c lo n

s u e ld o

2

¡

5

3

1 1 1 1

7

1 1 1

11

11

11

11

3

7

Jefes P a tró n

C a teg o ría s

A s a l a r ia d o C uen-

T ra b a ja d o r

so cio-ocupa-

M ás de

H a sta 5

M ás

de

H a sta 5

S e c to r

ta p r o -

f a m ilia r s in

dónales

5 ocu-

ocupa-

5 ocupa-

ocupa-

P ú b lic o

p ia

s u e ld o

pados

dos

dos

dos

S e c t o r P r iv a d o

S e c t o r P r iv a d o

P r o f e s io n a l

1

2

1

2

1

2

2

T é c n ic a

4

3

4

4

4

7

4

O p e r a t iv a

4

3

4

4

4

7

4

N o c a lif ic a d a

4

3

4

4

4

7

4

11

11

11

11

11

11

11

S in i n f o r m a ­ c ió n

Trabajadores P a tró n

C a te g o ría s

A s a l a r ia d o

S e c t o r P r iv a d o

C uen-

T ra b a ja d o r

H asta

S e c to r

ta p r o -

f a m ilia r s in

5 ocupa-

5

P ú b lic o

p ia

s u e ld o

dos

pados

S e c t o r P r iv a d o

socio-ocupa-

M ás de

H a sta 5

M ás

dónales

5 ocu-

ocupa-

pados

dos

de

ocu-

P r o f e s io n a l

1

2

2

2

2

2

2

T é c n ic a

3

7

6

6

6

7

6

O p e r a t iv a

3

7

6

8

6

7

8

N o c a lif ic a d a

3

7

6

9

6

10

9

11

11

11

11

11

11

11

S in i n f o r m a ­ c ió n

Fuente: Elaboración propia sobre la base de la EPH de Argentina y la ENIGH de México.

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CUADRO 2. CATEGORÍAS SOCIO-OCUPACIONALES EN M ÉXICO. T ra b a ja d o r e s

A s a l a r ia d o

P a tró n

Categorías socio-ocu- M á s d e H a s t a 5 Sector

p acio nales

5 ocupa­

ocupa­

dos

dos

Directores Jefes y supervisores Profesionales Técnicos y docentes Empleados y vende­ dores Trabajadores especia-

P r iv a d o

P ú b lic o

o m ie m b r o s d e c o o p e r a t iv a s

2 4

5 5 2 5

1 4 2 4

6

6

7

6

8

8

7

g

9

9

10

9

3 3 2 3

1 4 2 4

1 4

3

3

7

7

10 10 cializados Empleados domésticos 10 10 11 11 Sin especificar Fuente: Elaboración propia sobre la base de la

s in r e tr ib u c ió n

p r o p ia

S e c to r

1 1 1 3

lizados Trabajadores no espe­

C u e n ta

10 9 9 9 11 11 11 11 EPH de Argentina y la ENIGH de México.

RESULTADOS A partir de los grupos ocupacionales anteriormente definidos es posible construir un Cuadro de clases para cada país en cada año. La clase alta incluye el primer grupo ocupacional; la clase media del 2 al 6; y la clase obrera del 6 al 10. El Cuadro resultante es el siguiente (se excluye “sin especificar*): CUADRO 3. ESTRUCTURA DE CLASES EN ARGENTINA Y MÉXICO (HOGARES). O c u p a d o s M é x ic o

P E A A r g e n t in a E stra to 1998

2003

2008

1994

1996

2008

3.0 3.9 2.6 2.8 Clase alta 1.8 1.3 32.7 33.2 43.1 Clase media 46.3 45.5 64.6 64.7 64.0 54.0 Clase obrera 53.2 31.6 51.9 Fuente: Elaboración propia sobre la base de la EPH de Argentina y la ENIGH de México. Nota: PEA: Población Económicamente Activa.

VULNERABILIDAD SOCIAL DE LA CLASE MEDIA...

75

Lo primero que destaca es el hecho de que la clase media mexicana es menos abultada que la argentina que además tuvo un mayor incremento entre la última crisis macroeconómica y el 2008. Tanto en Argentina como en México la estructura de clases antes y después de las respectivas crisis no parece haber cambiado significativamente, mientras que el cambio se observa durante la recuperación, habiéndose incrementado tanto la clase media como la alta (en México se mantuvo) en detrimento de la obrera. Esto indica un proceso de movilidad ascendente. Los resultados tanto para Argentina como para México, en líneas generales, resultan consis­ tentes con los encontrados en otros trabajos respecto a la estructura de clases de ambos países en el periodo considerado (Franco, Hopenhayn y León, 2011; Torrado, 2007; Mora y Araujo, 2002; Martínez, 2009; Camberos, 2009; Gilbert, 2005). El hecho de que la estructura social no cambie durante las crisis anteriores responde al hecho de que se trata de un rasgo estructural. El empobrecimiento es producto de las modificaciones en las respuestas sociales a una misma posición. Por ende es menester prestar atención a las modificaciones en el perfil de las clases más que en su participación en la estructura social (Minujin et al., 1992; Kessler, 2002; Minujin y Anguita, 2004; Gilbert, 2005). Desde el punto de vista demográfico (Cuadro 4), los cambios de largo plazo que tienen mayor peso en las condiciones de vida de los individuos (CEPAL, 2002) son la transición demográfica (descenso sostenido de la natalidad y la mortalidad, que reduce el crecimiento de la población y la envejecen, aumentando la tasa de dependencia de los hogares); la transición urbana (incremento sostenido de la proporción urbana de la población y del peso de los movimientos migratorios entre y dentro de las ciudades); y la segunda transición demográfica (postergación de las iniciaciones nupcial y reproductiva, y pérdida de formalidad y aumento de la fragilidad de la institución matrimonial). Estos procesos configuran los perfiles de riesgo sociodemográfico. Además, las personas de edad avanzada y las mujeres conforman un grupo vulnerable por su inserción laboral y social. Las pirámides de población de la clase media en Argentina en 1998 y 2003 (Gráfico 1) muestran un faltante de población en las edades desde el grupo de 20-24 años hasta 35-39 años y la brecha se profun­ diza para 2003. Esto podría sugerir a la migración como una de las estrategias de los hogares tanto en la clase obrera como en la media. Los grupos poblacionales en cuestión corresponden a la población en

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edad económicamente activa, derivando en un incremento de la depen­ dencia demográfica. En 2008, el avance de la transición demográfica y la disminución de la fecundidad se reflejan en una rectangularización de la pirámide. Por otra parte, la estructura de la clase media es más rectangular (envejecida) que la de la clase obrera y menos rectangular que aquélla de la clase alta. En 2008, sin embargo, la estructura por grandes grupos de edad de la clase media es prácticamente igual a la de la obrera. En las pirámides de México (Gráfico 2) también podría verse el impacto del fenómeno migratorio entre 1994 y 1996, dado que en este último año se evidencia una hendidura mayor para el grupo de 15 a 25 años. En 2008, la pirámide muestra proporciones inferiores en el grupo de 24 a 34 años, y en la base de la misma. Cabe rescatar entonces que, además de que la población de la clase media denota un envejecimiento intermedio (entre la clase alta y la obrera), resulta interesante el fenómeno de la migración en edades activas. La comunidad académica de América Latina ya ha mostrado su preocupación respecto a la problemática de la emigración de jóvenes profesionales en la región, especialmente en épocas de recesión económica (Didou, 2008). G RÁ FIC O 1. ESTR U CTU RA DE LA PO BLA CIÓN D E CLA SE M EDIA EN ARGENTINA.

1998

2003

2008

f

Fuente: Elaboración propia sobre la base de las EPH.

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G RÁ FICO 2. ESTRU CTU RA D E LA PO BLA CIÓN DE C LA SE M ED IA EN M ÉXICO. 1994

2003

2008

Fuente: Elaboración propia sobre la base de las ENIGH.

El tamaño del hogar muestra una tendencia descendente en ambos países en todas las clases. En Argentina en 2008, el tamaño no difiere entre la clase alta y la media, aunque es significativamente mayor en la obrera; en México, la reducción del tamaño de hogar en la clase obrera la ha aproximado a los valores de la clase media. La reducción del tamaño del hogar tiene su correlato en una menor cantidad de niños (menores de 14 años) en los hogares de todas las clases sociales (la reducción es mayor en México). Las encuestas de hogares no permiten analizar fecundidad directamente, pero un indicador indirecto como la relación de niños por mujer (número de niños menores de 5 años cada 1.000 mujeres en edad fértil) permite inferir que los cambios en la misma no fueron tan drásticos en Argentina, tanto en la clase alta como en la clase media; mientras que en México, donde la fecundidad está en un nivel mayor, el descenso es más marcado. En cuanto al tipo de hogar, en la clase media Argentina se produce un aumento de los hogares monoparentales entre 1998 y 2003, y una caída de los nucleares (que aumentan en la clase alta) y los extendidos (todo revertido para 2008); también se observa un aumento de la jefatura femenina del hogar entre 1998 y 2003 para disminuir hacia 2008 en todas las clases (a excepción de la obrera). Destaca que la proporción de jefas de hogar es mayor en la clase media, comparado con cualquiera de las otras dos clases. La proporción de individuos en pareja aumentó en todas las clases sociales, pero de manera decreciente a medida que se pasa de la clase alta a la obrera. En el caso de México, también se observa un aumento de la proporción de hogares monoparentales, en detrimento de los hogares nucleares y los extendidos en la clase media, pero en todo el periodo. Esto sugiere un desmembramiento de los hogares; y se observa

78

GABRIELA L. GALASSI y LEANDRO M. GONZÁLEZ

un fuerte incremento en la jefatura femenina en todo el periodo en todas las clases. A diferencia de Argentina, la clase media no es liderada por una mayor proporción de jefas mujeres. En cuanto al estado conyugal, sólo hay datos desde 1996, que indican una caída en la participación de los individuos casados o en unión tanto en la clase alta como en la clase media, pero con mayor profundidad en esta última. En suma, se observa una leve tendencia al deterioro de los indicado­ res demográficos analizados sobre la clase media, mostrando el avance de la transición demográfica, el fenómeno de la “fuga de cerebros”, el debilitamiento de los vínculos conyugales y el incremento de hogares monoparentales y de jefatura femenina. Desde la perspectiva económica (Cuadro 5), los factores que pueden dar indicios sobre grados de vulnerabilidad incluyen dos aspectos prin­ cipales: las condiciones materiales y la inserción en el mercado laboral. Ambos serán tratados a continuación. Con respecto a las condiciones materiales de existencia, la mayoría de los trabajos emplean medidas de pobreza; en este caso, por la complejidad de medición para Méxi­ co 2 de la pobreza por el método de la Línea de Pobreza, se ha usado el concepto de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) por el cual se establece un conjunto de necesidades básicas universales que de no ser satisfechas, indican la presencia de vulnerabilidad. Por otra parte, la vivienda es un aspecto esencial de la vida de las personas y familias, por lo que su tenencia es también un buen indicador de la disponibilidad de activos materiales.

2. En México, existen tres líneas de pobreza, que definen tres tipos distintos: pobreza alimentaria, de capacidades y de patrimonio.

A rgentina Perfil dem ográfico

C lase alta

j

M éxico

Ciase m edia

C lase obrera

1998

2003

2008

1998

2003

2008

0-14

22.6

20.0

26.6

29.0

28.4

15-64

73.8

77.4

71.0

67.6

68.3

3.6

2.6

2.4

3.3

Varones

51.1

44.8

51.2

M ujeres

48.9

55.2

48.8

C lase alta

1998

2003

2008

1994

27.5

31.5

31.2

27.5

69.5

65.0

65.0

68.1

3.3

3.0

3.5

3.8

49.0

48.3

49.6

50.1

51.0

51.7

50.4

49.9

C lase m edia

C lase obrera

1996

2008

1994

1996

2008

1994

29.2

30.6

28.1

37.5

36.3

30.6

68.3

66.5

69.6

60.4

61.9

66.7

4.4

2.5

2.9

2.4

2.1

1.8

2.7

49.2

50.1

48.5

45.7

50.6

49.4

49.0

50.8

49.9

51.5

54.3

49.4

50.6

51.0

1996

2008

38.7

38.5

32.6

57.3

57.7

62.8

4.0

3.9

4.6

49.6

50.4

49.8

49.2

50.4

49.6

50.2

50.8

Estructura p o r edad

65+ Estructura d e sexo

C antidad d e m iem bros del H ogar Prom edio Hog. > prom edio

3.6

3.5

3.4

3.7

3.6

3.5

3.9

3.8

3.7

4.2

4.3

3.9

4.4

4.3

4.1

4.8

4.8

4.3

55.2

47.0

48.0

51.9

49.5

47.4

54.6

52.8

50.0

43.8

41.8

62.6

42.2

41.7

37.0

50.6

50.8

40.9

Tipo de H ogar U nipersonal

7.6

15.9

11.1

11.5

11.7

12.2

10.1

11.9

10.3

2.8

1.9

9.5

4.1

4.1

7.2

6.0

5.4

6.9

N uclear

69.9

66.2

74.0

65.3

62.2

64.2

63.2

62.1

63.4

78.7

74.9

69.4

73.0

72.1

62.7

63.4

63.0

60.0

N uclear m onoparental

10.1

7.6

6.9

9.5

14.2

9.1

10.1

11.0

9.1

1.0

5.2

8.0

4.0

5.9

8.1

6.5

7.1

9.2

Extendido

11.2

10.0

6.7

11.7

9.5

13.4

15.0

12.8

16.0

17.2

14.0

12.7

17.9

17.0

21.2

23.2

23.7

23.1

Com puesto

1.3

0.2

1.2

1.9

2.4

1.2

1.6

2.1

1.3

0.3

3.9

0.4

1.1

0.8

0.8

0.9

0.8

0.8

M asculina

85.9

89.5

82.9

82.1

74.7

78.4

82.3

81.0

80.6

96.1

94.2

87.4

92.1

89.5

82.9

87.9

87.3

81.8

Fem enina

14.1

10.5

17.1

17.9

25.3

21.6

17.7

19.0

19.4

3.9

5.8

12.6

7.9

10.5

17.1

12.1

12.7

18.2

Hom bres

60.1

65.3

65.6

61.5

59.3

61.6

60.3

60.0

59.6

64.0

55.8

60.3

56.4

54.8

56.5

M ujeres

58.3

53.5

66.1

56.8

53.3

60.0

58.8

56.0

57.8

58.2

56.4

58.3

54.8

53.4

54.8

Total

59.2

58.9

65.9'

59.1

56.1

60.8

59.5

57.9

58.7

60.9

56.1

59.3

55.6

54.1

55.7

207

188

341

302

292

307

390

352

299

323

305

257

442

458

313

479

477

362

23.6

20.8

26.5

29.0

27.6

26.2

32.1

31.2

26.6

35.3

39.4

30.0

48.4

45.1

34.7

49.0

49.1

38.6

Jefatura

VULNERABILIDAD SOCIAL DE LA CLASE MEDIA...

CUADRO 4. PERFIL DEMOGRÁFICO POR CLASES SOCIALES.

E stado conyugal (u n id o o casado) d e m ayores d e 14 años

Fecundidad R elación N iños - M ujer H ogares con m enores de 14 años C on 2 o +

Fuente: Elaboración propia sobre la base de las EPH y las ENIGH. Nota: Los datos están expresados en por cien.

>o

GABRIELA L. GALASSI y LEANDRO M. GONZALEZ

80

En lo que a la situación de trabajo concierne, los cambios recientes en el mercado laboral, producto de modificaciones en las formas de producción de la economía globalizada (nuevos procesos productivos, cambios tecnológicos o desregulación laboral), han generado nuevas demandas de mano de obra basadas en valores como la flexibilidad o adaptabilidad, que entran en contradicción con la estructura vigente y aumentan la vulnerabilidad de la población activa, tanto por la exclusión en el acceso al mercado laboral como por el riesgo social derivado de las condiciones de trabajo. Se debe considerar entonces la calidad del empleo caracterizado por la prevalencia de altas tasas de temporalidad y precariedad. Para dar cuenta de las condiciones habitacionales se empleó el Indice de Calidad Global de la Vivienda que sintetiza las dimensiones del tipo de vivienda; condiciones materiales de los muros, de los pisos y de los techos; así como las condiciones de saneamiento de las viviendas. Su utilidad radica en que permite clasificar a las viviendas en términos de irrecuperables (que se necesita construir nuevas viviendas), recuperables (que a pesar de ser deficitarias sólo requieren mejoras) y adecuadas (no requieren ninguna modificación). Se siguió la metodología empleada por el MIDEPLAN de Chile con la Encuesta de Caracterización Socioeco­ nómica Nacional (CASEN) del gobierno chileno. Las condiciones habitacionales eran marcadamente más precarias en México que en Argentina en las últimas crisis, aunque mientras que en Argentina el déficit habitacional se profundizó en todas las clases sociales entre 1998 y 2008, en México se observa una mejora importante en la clase obrera entre 1996 y 2008, y úna más leve en la clase alta. Destaca que en México no mejoraron las condiciones en la clase media, y sí en el resto; y que en Argentina el mayor aumento de hogares en viviendas precarias se dio en dicha clase. Otro aspecto importante en materia habitacional es la posibilidad de acceder a una vivienda propia. En Argentina, el acceso a la vivienda propia disminuyó (en términos de hogares propietarios de la vivienda y el terreno o la vivienda sola) particularmente para la clase alta entre 1998 y 2003, mientras que las demás clases no se vieron afectadas en dicho periodo; entre 2003 y 2008 el impacto más importante se observa en la clase media (disminuyó 7 puntos porcentuales la proporción de hogares con vivienda propia). En México, la mayor disminución en el acceso se observa en la clase alta, y particularmente entre 1996 y 2008 (10 puntos porcentuales) seguida por la clase obrera (7 puntos). 9

M é x ic o

A r g e n tin a C la s e a lta

P e r fil e c o n ó m i c o

C ia s e a lta

C la s e o b r e r a

C la s e m e d ia

C la s e m e d ia

C la s e o b r e r a

1998

2003

2008

1998

2003

2008

1998

2003

2008

1994

1996

2008

1994

1996

2008

1994

1996

2008

V iv ie n d a re c u p e r a b le

3 .7

0 .5

4 .7

1 1 .6

10.5

1 8 .4

2 5 .6

2 0 .4

3 0 .9

1 9 .3

2 6 .9

19.7

4 8 .7

4 9 .8

V iv ie n d a ir r e c u p e r a b le

0.0

0.0

0 .2

2.1

1.5

2 .2

4 .9

4 .0

3 .0

1.1

1.1

4 .9

10.8

8 .8

5 1 .7

5 6 .8

6 0 .6

6 5 .3

5 .3

2 6 .7

2 3 .2

V iv ie n d a d e f ic ita r ia

3 .7

0 .5

4 .9

1 3 .7

1 2 .0

2 0 .6

3 0 .5

2 4 .4

3 3 .8

2 0 .4

2 8 .1

2 4 .5

5 9 .5

5 8 .6

12.7

5 7 .0

8 3 .6

8 3 .8

7 7 .9

8 7 .6

7 7 .9

7 8 .4

7 1 .2

7 1 ,7

6 3 .6

6 1 .9

6 0 .8

6 3 .3

7 9 .0

6 8 .8

6 3 .8

0 .5

0 .4

3 .0

3 .9

3 .7

4 .5

8 .5

7 .7

6 .5

1.3

5 .8

5 .2

6 3 .3

5 2 .9

5 4 .8

5 .7

2 1 .7

8 8 .1

7 8 .3

8 1 .4

7 5 .1

7 5 .4

6 8 .1

7 0 .4

6 8 .4

6 9 .8

8 0 .3

7 4 .6

7 0 .1

6 9 .0

6 9 .1

2 1 .0

6 6 .9

7 4 .6

7 5 .8

6 8 .4

V iv ie n d a i n a d e c u a d a (h o g a r e s )

P r o p i e d a d d e l a v iv i e n d a (h o g a r e s ) V iv ie n d a y t e r r e n o S o lo v i v i e n d a T o ta l N B I ( h ogares) H a c in a m ie n to

0.1

0 .8

0.1

3 .4

3 .9

3 .2

7 .0

7 .5

6 .0

0 .7

1.4

5 .6

11.7

1 0 .9

15.1

2 4 .0

2 4 .5

2 3 .0

V iv ie n d a

0.0

0 .0

0.1

1.6

1.2

1.2

4 .2

3 .4

1 .6

0.0

0.0

2 .4

0.0

0.0

2 .5

0 .2

0 .2

2 .4

I n s t a l a c i o n e s s a n ita r ia s

0.1

0.0

0.0

2 .5

1.6

0 .5

6 .8

4 .0

1.0

1.0

1.2

2.1

1 2 .6

5 .6

4 .6

2 5 .6

1 7 .2

9 .8

E s c o la rid a d

0.0

0.0

0.0

0 .2

0.1

0 .4

0 .3

0 .3

0 .7

0 .2

0.0

0 .3

1.2

0 .8

0 .9

4 .3

3 .6

1.2

C a p a c i d a d d e s u b s is te n c ia

0.1

0.0

0.0

0 .3

0 .3

0.1

1.2

1.1

0 .2

0 .4

0.1

0.1

5.1

1.5

1.4

13.8

6 .2

4 .6

NBI

0 .3

0 .8

0.1

6 .9

6.1

4 .7

1 5 .4

1 3 .4

8.1

1.5

2 .2

7 .0

2 2 .6

15.3

1 7 .9

4 5 .1

3 6 .2

3 0 .2

M e r c a d o la b o r a l T a s a d e a c tiv id a d

5 2 .4

5 1 .1

5 2 .3

4 8 .1

4 9 .0

5 1 .6

4 7 .6

4 7 .5

5 1 .3

4 1 .2

4 4 .4

4 6 .4

3 9 .6

4 1 .3

4 6 .3

4 0 .4

4 2 .0

4 5 .2

T a s a d e e m p le o

4 6 .5

4 3 .1

5 1 .2

4 3 .6

4 3 .4

4 9 .3

4 0 .2

3 8 .7

4 8 .5

4 0 .7

4 3 .8

4 5 .5

3 8 .7

4 0 .2

4 4 .9

3 9 .4

4 0 .7

4 3 .7

T a s a d e d e s e m p le o

1 1 .2

1 5 .8

2.1

9 .3

1 1 .4

4 .4

15.5

1 8 .4

5.5

1.3

1.4

1.9

2 .2

2 .6

3 .0

2 .5

3.1

3 .2

4 .8

1.7

1.7

8.3

1 3 .0

6 .4

14.1

1 8 .7

12.3

2 2 .2

3 2 .7

2 2 .0

2 0 .4

2 0 .6

1 9 .4

2 7 .3

2 7 .6

2 4 .7

1.6

0.1

0 .6

0 .5

0 .5

0 .7

0 .5

0.5

0 .5

T a s a d e d if ic u lta d e s l a b o r a le s

16.1

17.5

3 .8

1 7 .6

2 4 .4

1 0 .9

2 9 .5

37.1

1 7 .8

2 5 .1

3 4 .1

2 4 .5

2 3 .1

2 3 .8

2 3 .1

3 0 .3

3 1 .2

2 8 .4

T a s a d e T e m p o r a lid a d

1 0 .8

1 0 .9

10.3

1 3 .0

17.1

16.1

2 6 .2

2 5 .1

3 2 .2

6 .7

1 0 .4

2 0 .3

1 1 .6

9 .7

2 6 .0

7 .9

7 .9

3 1 .0

T a s a d e s u b o c u p a c io n T a s a d e o cu p a d o s q u e n o tra b a ja ro n

Fuente: Elaboración propia sobre la base de las EPH y las ENIGH. Nota: Los datos están expresados en por cien.

VULNERABILIDAD SOCIAL DE LA CLASE MEDIA...

CUADRO 5. PERFIL ECONÓMICO POR CLASES SOCIALES.

82

GABRIELA L. GALASSI y LEANDRO M. GONZÁLEZ

Un indicador compuesto de la existencia de privaciones, habitualmente empleado en los estudios de desigualdad y calidad de vida, consiste en el de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI); siguiendo la metodología empleada por INDEC, un hogar es catalogado como NBI si presenta al menos uno de los siguientes indicadores de privación: (1) hacinamiento (más de tres personas por habitación); (2) vivienda inconveniente (pie­ za de inquilinato, pieza de hotel o pensión, casilla no construida para habitación o vivienda móvil en Argentina; y cuarto de azotea, local usado como vivienda, vivienda móvil o refugio en México); (3) malas condiciones sanitarias (sin retrete); (4) falta de escolarización (al menos un niño en edad de asistir a la escuela primaria que no lo hace); y (5) baja de capacidad de subsistencia (cuatro o más personas por miembro ocupado y jefe sin tercer grado completo de educación primaria 3). Esta medición muestra que la incidencia de los hogares con NBI en Argentina se mantiene en el periodo de la primera crisis analizada con leves mejoras en todos los ámbitos a excepción del hacinamiento en la clase media y obrera. Entre 2003 y 2008 mejoran los indicadores de NBI, excepto el de escolaridad tanto en la clase media como en la obrera. En México, las NBI se redujeron para la clase media y obrera, mientras que aumentaron en la clase alta. El hacinamiento aumentó en dicho periodo levemente en todas las clases, y se redujeron las defi­ ciencias sanitarias (excepto en la clase alta) y la falta de capacidad de subsistencia. Entre 1996 y 2008, las NBI aumentaron su impacto en la clase media y alta (siendo los principales problemas el hacinamiento y la vivienda deficitaria), mientras que se redujeron en la obrera (las instalaciones sanitarias en particular). Como puede observarse, el concepto de NBI no muestra el proceso de empobrecimiento observado durante las primeras crisis analizadas. Esto es así dada la característica del mismo de medir la pobreza estructural, que es una condición de más largo plazo. Para el caso de Argentina, empleando el método de la Línea de Pobreza, se observa un significativo aumento de la misma durante la crisis de 2001, especialmente en la clase media (Galassi, 2010b) dando idea de la formación de “nuevos pobres”.

3. Para México en 1994, no fue posible identificar los jefes que no hubiesen com­ pletado 3“ grado de primaria, por lo que se consideró a aquéllos con menos de 6 ° grado aprobado.

VULNERABILIDAD SOCIAL DE LA CLASE MEDIA...

83

En lo que al mercado laboral concierne, mientras en Argentina puede observarse un aumento de la tasa de empleo en todas las clases con una participación relativamente estable; en México se observa un incremento de la tasa de actividad en la clase obrera y la clase media en el periodo 1996-2008. El desempleo, por su parte, aumentó en Argentina en el primer periodo (1998-2003) para caer significativamente en el último, pero en mayor magnitud en la clase alta y la obrera. En México, la tasa se mantuvo relativamente estable en todas las clases con una leve tendencia ascendente. Más allá de las modificaciones en las condiciones de acceso al em­ pleo es importante atender a la calidad del trabajo; prueba de ello es el marcado incremento de la proporción de población activa que padece dificultades de inserción laboral (desempleados, subocupados; y en el caso de México aquéllos que no trabajaron en el mes de referencia sin considerarse desempleados) tanto en la clase media como la obrera en Argentina durante la crisis de 2001. En México, con la crisis del Tequila, este indicador aumentó en mayor medida en la clase alta (alrededor de 10 puntos porcentuales). La tasa de dificultades laborales disminuyó para 2008, particularmente en la clase obrera en Argentina y en la clase alta en México (volviendo respecto a esta última a los valores de 1994). La incidencia de los puestos de trabajo temporarios (trabajos temporarios, changas o de duración desconocida en Argentina; y contratos con tiempo u obra determinada en México) aumentó en Argentina para la clase media entre 1998 y 2003, y para la clase obrera entre 2003 y 2008. En México, la temporalidad aumentó mucho en todas las clases entre 1996 y 2008. Respecto al perfil cultural, sólo pudo revisarse el nivel educativo de la población por clases sociales debido a la restricción que presentan las fuentes de datos. La educación, como medio de adquisición de capital humano, es uno de los mecanismos más importantes de movilidad social. Para analizar el perfil educativo de la población fueron homogeneizados ambos sistemas educativos, considerando la primaria equivalente en ambos; y la secundaria en el caso de México estaría incluyendo tanto a dicho nivel como al bachillerato o preparatoria. La educación terciaria en México corresponde a la educación técnica o comercial con preparatoria como requisito previo. Se destaca el menor nivel educativo en general de la población mexi­ cana; aproximadamente la mitad de la clase alta argentina ha tenido acceso a estudios universitarios; una proporción similar de la clase media tiene al menos secundaria completa; e incompleta en el caso de la clase

84

GABRIELA L. GALASSI y LEANDRO M. GONZÁLEZ

obrera. En México, el 36% de la clase alta no había llegado a completar la secundaria en 1994, y el 30% en 2008 (aunque más de un cuarto de la misma ha terminado la universidad, proporción levemente inferior a la de Argentina); similar proporción de los estratos intermedios a lo sumo ha logrado completar la primaria, y cerca del 40% de la clase obrera ni siquiera ha llegado a terminar este nivel (30% en 2008). Además, si se considera a la secundaria completa como el punto de corte entre un nivel educativo alto y uno bajo, el porcentaje que tiene alto nivel educativo es cerca de 20 puntos superior en Argentina al de México en 2008 (excepto en la clase alta, donde la brecha es algo inferior). En todas las clases sociales y en ambos paises, la proporción de población que tiene al menos un nivel de educación secundario ha aumentado en todo el periodo, pero tanto en México como en Argentina este incremento fue significativamente menor en la clase media. Considerando la educación superior completa (terciario o universita­ rio), la proporción de población con dicho nivel educativo aumentó en la clase alta argentina en todo el periodo (de 35,4% a 40,2%), mientras que en la clase media prácticamente se mantuvo entre 2003 y 2008 (en tomo a 20%, la mitad del guarismo para la clase alta). En México, la proporción de población con estudios superiores completos cayó en ambas clases sociales (de 27,8% a 26,5% en la clase alta, y de 10,9% a 9,4% en la clase media).

REFLEXIONES FINALES En este trabajo se ha fevisado la estructura social tanto en Argentina como en México en tres momentos: antes y después de las últimas crisis importantes de cada uno (Tequila en México y 2001 en Argentina); se observó tanto los cambios en magnitud de las clases como sus perfiles en dichos momentos. El objetivo fue identificar los elementos que pueden dar indicios sobre las causas de los impactos diferenciales de los shocks en los distintos gmpos sociales con especial énfasis en la clase media; y se buscó señalar aquellos factores que le confieren vulnerabilidad y la hacen propensa a caer en la pobreza. Los faltantes de población en edad activa en las pirámides de la clase media, presumiblemente por migración de jóvenes hacia países desarrolla­ dos, puede considerarse un factor de vulnerabilidad. Esto se combina con los efectos de la segunda transición demográfica, que producen un cambio

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de composición de los hogares, proliferando hogares monoparentales y unipersonales y de jefatura femenina en la clase media, y una reducción en el tamaño de los hogares, pero en menor proporción que en la clase obrera. La proporción de individuos en pareja aumentó en Argentina y cayó en México en todas las clases, y la clase media denota patrones similares a los de la clase obrera. Con respecto a la fecundidad, con un valor intermedio en la clase media, se redujo en la comparación punta a punta en todas las clases, lo cual se refleja en una menor cantidad de niños en los hogares y en una reducción del tamaño de las familias. Respecto a las características económicas de la estructura social, en Argentina se observa una desmejora generalizada en las condiciones habitacionales a lo largo de todo el periodo, pero con mayor profundidad en la clase media tanto en relación a la calidad de la vivienda como en el acceso a la misma. En México, el impacto de la crisis del Tequila en las condiciones de las viviendas fue recibido por la clase alta, y lo mismo ocurre con la disminución del acceso a la casa propia en todo el periodo. La caída en el acceso a la vivienda en ambos países está asociada con el cambio de composición del crédito a favor del consumo (Franco, Hopenhayn y León, 2010), en detrimento de los hipotecarios. La medición de la pobreza estructural (NBI) muestra una disminu­ ción en todo el periodo. En Argentina, las alertas en la clase media se dan en la cuestión habitacional (hacinamiento) y en la escolaridad (que disminuyó en todo el periodo). Las carencias en México impactaron en mayor medida en la clase alta, aunque también afectaron la clase media desde 1996; asimismo, en este país el aspecto de mayor vulnerabilidad son las condiciones habitacionales. Cabe destacar que las NBI no dan cuenta del proceso de empobrecimiento observado en la sociedad en general, mientras que investigaciones previas que emplean la Línea de Pobreza para Argentina han mostrado un significativo incremento de la población pobre en la clase media. En el mercado laboral, el impacto de las primeras crisis analizadas en Argentina se sintió en el desempleo; mientras que en México fue en la calidad del empleo. En el primero, la clase más afectada fue la clase media, mientras que en el último el mayor embate recayó sobre la clase alta. Sin embargo, durante la recuperación, la clase media ha sido la que ha mostrado menores avances en términos laborales. La educación es uno de los flancos débiles de la clase media, ya que mientras que el nivel educativo ha ido aumentando tanto en Argentina como en México con el paso del tiempo, la clase media se ha quedado

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rezagada, particularmente en cuanto a la proporción de población que culmina la secundaria, pero también a aquéllos que finalizan la educación superior. Esto se conjuga con la devaluación de credenciales que se ha observado en la región (Franco, Hopenhayn y León, 2011), confiriendo especial vulnerabilidad a la clase media. En suma, cabe recordar que los canales por los que el shock puede impactar sobre la estructura social son diversos, generando consecuencias diferentes en términos de las posibilidades a futuro, dependiendo de cuáles sean los activos afectados y el punto de partida en términos de los mismos; por ejemplo, en México, con condiciones laborales y educativas más precarias que en Argentina (en cuanto a calidad del empleo y acceso de la población a la educación formal), el mayor impacto del Tequila se dio en las condiciones habitacionales (principalmente de los sectores más aventajados), que al ser activos físicos tienen más posibilidades de recuperación. En Argentina, que tradicionalmente había denotado una movilidad social ascendente motorizada por el empleo y la educación, los mayores embates fueron provocados en estos activos, poniéndose en duda la capacidad de recuperación de la sociedad. A esta modificación de la condición de vulnerabilidad de las clases sociales, se suma la particularidad de la clase media -cuyo perfil demográ­ fico se ubica en una posición intermedia entre la clase obrera y alta- que ha mostrado tener herramientas más débiles para recuperarse de la crisis en cuanto al empleo y a las condiciones habitacionales particularmente, y que ha quedado rezagada en las mejoras educativas. Respecto a este último fenómeno debe prestarse especial atención al rol de la educación en la movilidad social inter e intrageneracional. El rezago relativo de la clase media comparado con las demás genera una alerta en términos de las posibilidades de desaparición de la clase media a futuro. Frente a este panorama es esencial notar que, para dar respuesta a la problemática de la pobreza en la región, es necesario también prestar atención a su incidencia en la clase media, cuyo rol es fundamental para evitar la polarización social; urge detener el proceso de empobrecimiento de la clase media y dotarla de herramientas que propicien su subsis­ tencia. Así, es particularmente importante generar formas de favorecer el empleo de calidad, particularmente en las regiones deprimidas, ya que éste es uno de los principales medios de su distinción como clase; igualmente debe promoverse a las pequeñas y medianas empresas (con políticas de créditos blandos, tratamiento impositivo diferencial), una de las fuentes principales de empleo de la clase media. Finalmente, es

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im p e rio s o m e jo ra r el a c c e so y la p e rm a n e n c ia e n el s iste m a e d u c a tiv o , p e ro a te n d ie n d o ta m b ié n a su c a lid a d y su p e rtin e n c ia p a ra in g re s a r al m e rc a d o la b o ra l e n c o n d ic io n e s m á s c o m p e titiv a s .

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VULNERABILIDAD Y EXCLUSIÓN URBANA. LAS VARIABLES DE POBLACIÓN EN LAS POLÍTICAS DE DESARROLLO LOCAL EN CIUDADES DE TAMAÑO INTERMEDIO GUSTAVO BUSSO

INTRODUCCIÓN Desde inicios del Siglo XX las sociedades de los países latinoa­ mericanos han pasado de ser mayoritariamente rurales a urbanas, con altas tasas de crecimiento del producto, del ingreso per cápita y de los niveles de consumo de la población en el ámbito urbano. Este proceso de acelerada urbanización y crecimiento económico se ha realizado, principalmente, con políticas de desarrollo urbano que pueden caracte­ rizarse para las ciudades que tienen hoy un tamaño intermedio, como espontáneas, reactivas y desarticuladas. Sus resultados se observan en problemas urbanos irresolubles (o de alto costo de resolución) y en la consolidación de procesos de reproducción y, en algunos momentos y casos, ampliación de niveles de pobreza, exclusión y vulnerabilidad social. En este marco, y tomando como base el análisis de ciudades interme­ dias de países de América del Sur, el trabajo se propone examinar las relaciones históricas y prospectivas entre las variables de la estructura y dinámica de la población con los procesos de desarrollo a escala local. En términos históricos, la intención es analizar la pobreza, la exclu­ sión y la vulnerabilidad urbana en el marco de procesos de largo plazo como la transición demográfica, las transformaciones en los patrones de movilidad territorial y en las tendencias de conformación de hogares.

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Desde una perspectiva de política pública, el trabajo se enfoca en iden­ tificar y poner de relieve las variables de población que pueden afectar a mediano y largo plazo las políticas locales de combate a la pobreza, la exclusión y la vulnerabilidad social. Por último, se propone reflexionar sobre políticas sustentables de desarrollo local que permitan repensar ciudades inclusivas, equitativas y con protección social para el conjunto de la población.

LA VULNERABILIDAD SOCIAL A ESCALA LOCAL EN EL MARCO DE TENDENCIAS DE LARGO PLAZO ¿Cómo abordar la complejidad del proceso de desarrollo en largos períodos de tiempo y a escala local desde el código interpretativo de la vulnerabilidad social? Las respuestas, como lo muestran las investiga­ ciones sobre vulnerabilidad social, no son simples, pero dos puntos de partida pueden permitir ordenar la exposición que sigue. Por un lado, se recurre a describir tendencias estilizadas de largo plazo a nivel nacional y de países de la región en el siglo XX, que enmarcan la comprensión de la situación actual de las localidades de tamaño in­ termedio. La urbanización, los descensos en las tasas de mortalidad y fecundidad, las transformaciones de los núcleos familiares, los cambios socio ocupacionales, entre otros, son tendencias a nivel nacional e in­ ternacional que tienen relevancia para entender la emergencia de nuevos riesgos que generan vulnerabilidad social en la población urbana, en particular a la población pobre y excluida. Por otro lado, se identifican distintos momentos del capitalismo, periodizados a partir del concepto de modelo de desarrollo. La descripción de las tendencias puede ser entendida y periodizada en el marco de las transformaciones del sistema social que las origina. Las transformaciones sociales, políticas e institucionales en las formas en que genera, distri­ buye y consume el excedente económico, implican cambios a escala territorial que afectan el bienestar material, las capacidades endógenas y las estrategias políticas de las ciudades. La lectura conjunta de estos dos movimientos de largo plazo contribuye a armar una visión histórica y contextual del proceso de desarrollo local y de la vulnerabilidad social en los países de la región.

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Tendencias sociodemográficas, económicas y ambientales de largo plazo: desde el centenario al bicentenario En el proceso histórico de desarrollo y difusión del capitalismo en América Latina se han registrado transformaciones de gran envergadura a nivel territorial, y estas transformaciones se expresan en tendencias generales en aspectos económicos, sociales, demográficos y ambientales en países caracterizados como subdesarrollados. Estas tendencias, esti­ lizadas aquí como transiciones de una configuración estructural a otra, dan un marco con fundamento empírico para entender y caracterizar el presente ligado al pasado y los futuros posibles (futuribles). Las proyecciones de escenarios futuros parten de la dinámica de estas tendencias, o movimientos de largo plazo, que dan un entorno común a otros territorios y localidades en los países de la región. En este mismo sentido, la vulnerabilidad social a escala local puede ser observada y explicada en los distintos modelos de desarrollo respecto al tipo de protección y reducción de riesgos que las políticas del modelo propi­ ciaban. En el siglo XX, tres modelos de desarrollo han sido reconocidos de forma consensuada por las ciencias sociales de América Latina que imprimieron una dinámica particular a las tendencias de largo plazo, como se verá más adelante. Por lo menos cinco tendencias centrales merecen mencionarse, aunque sea somera y descriptivamente, para los países del Cono Sur de América Latina. La primera es la transición demográfica, que ha implicado un aumento y posterior disminución del crecimiento vegetativo a lo largo del último siglo, aumento de la esperanza de vida y cambio en la com­ posición de edades; todo ello muestra un claro proceso de tendencia al envejecimiento de la población para la primera mitad del Siglo XXL Hemos pasado de una sociedad predominantemente joven a otra en pleno proceso de envejecimiento, con aumentos sistemáticos de la edad promedio y mediana de la población. Las tendencias podrían marcar un crecimiento vegetativo cero o negativo en la post-transición demográfica, pero también está la migración interna e internacional como factor demográfico cada vez más importante, dada la tendencia a la baja de la fecundidad. En la transición y post-transición demográfica emergieron y surgirán nuevos riesgos, en el primer caso vinculado más a la dependencia demográfica de jóvenes, y en el segundo caso vinculado al proceso de envejecimien­ to. En el último medio siglo las ciudades intermedias que hoy tienen entre 100.000 y 500.000 habitantes han duplicado su población en 35

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años o menos, generando problemas urbanos por ausencia o falencias de políticas de desarrollo local y territorial de mediano y largo plazo. El segundo movimiento a largo plazo es la transición económica, que puede entenderse como un proceso de cambios y adaptaciones sectoriales que llevaron a la industrialización y posterior terciarización de la estruc­ tura económica. Ello fue acompañados de fuertes tasas de crecimiento en el producto y la productividad a largo plazo, incluso más elevadas que las del crecimiento de la población. En el marco del desarrollo en los distintos momentos del capitalismo de los países de la región, fue teniendo mayor importancia la innovación a nivel de las unidades pro­ ductivas y del territorio; las sociedades post-industriales están basadas en servicios y son cada vez más intensivas en conocimiento. En todo este proceso se favoreció la concentración urbana de la producción y la población, introduciendo cambios en los sistemas productivos locales y territoriales en el marco de los diferentes modelos de desarrollo que se abordaran más adelante. La tercera es la transición urbana. Desde el centenario al bicentenario se produjo un cambio cualitativo en los países sudamericanos, dado que se ha pasado de una sociedad predominantemente rural a otra mayoritariamente urbana. A nivel mundial esto recién ha ocurrido a inicios de este siglo por primera vez en la historia de la humanidad. El rol y la importancia de los centros urbanos en el proceso de acumulación de capital en la red global de ciudades se fue modificando, las ciudades de mayor tamaño se fueron transformando en un centro de atracción de la población urbana que influyó cuantitativa y cualitativamente en las dinámicas demográficas de todos los territorios subnacionales. La urba­ nización fue acompañaba por la aglomeración de ciudades y por flujos de migración interurbana e internacional, que combinaron el proceso de concentración de la población y producción en grandes áreas urbanas. Los casos de Argentina, Chile y Uruguay son ilustrativos al respecto. La cuarta tendencia claramente observable es la transición familiar, que ha implicado transformaciones en el patrón de conformación de hogares. Se ha pasado de familias nucleares y multigeneracionales hacia familias de menor tamaño, de mayor importancia relativa de familias nucleares incompletas y ensambladas. Si bien la familia sigue siendo una fuente básica de protección para todas las etapas del ciclo de vida individual, los sistemas de protección social, en gran medida ligados al trabajo, generaron mecanismos de aseguramiento (al desempleo, accidentes, enfermedad, invalidez, etc.) y subsidios que contribuyeron

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a acelerar cambios culturales sobre la familia, las relaciones de géne­ ro, la fecundidad y las pautas de conformación de matrimonios, entre otros aspectos. Los cambios en los roles, en la cantidad y composición de miembros del grupo familiar tienen relación con la tendencia a las bajas en la fecundidad, los aumentos en la esperanza de vida y la edad promedio de la población. En la transición familiar el tamaño de la familia se ha reducido y el patrón de conformación de hogares además se ha diversificado por aumento en las tasas de divorcio; aumentos en la edad a la primera unión y al primer hijo; y aumentos en los hogares con la presencia sólo de adultos mayores. Las nuevas formas de vulnerabilidad a la marginalidad, a la exclu­ sión y la pobreza urbana a inicios del Siglo XXI se relacionan con los cambios observados en los hogares y familias, y como lo han mostrado diversas investigaciones, de haber ocurrido esos cambios posiblemente los niveles de pobreza serían aún mayores. De hecho, a lo largo del último siglo, la protección social a la vejez y a la niñez, que anterior­ mente brindaba principalmente la familia, es ahora provista, en mucha mayor medida, ya sea por el sector público o el mercado. Por otro lado, las transformaciones en el patrón de conformación de familias ubicó a las familias incompletas, principalmente las lideradas por mujeres en el ámbito urbano, como grupos vulnerables objeto de política pública. En el Cuadro 1 se ilustra, con la situación de América Latina a inicios del presente siglo, los riesgos predominantes para las familias en las distintas etapas de la transición demográfica. En gran medida, las diferentes etapas de la transición demográfica están asociadas a niveles crecientes de ur­ banización, lo cual “urbaniza” la importancia de los riesgos emergentes.

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CUADRO 1. ETAPAS DE LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA EN LATINOAMÉRICA Y EL CARIBE, AÑO 2000. PRINCIPALES RIESGOS Y PRIORIDADES SECTORIALES PARA REDUCIR VULNERABILIDAD EN GRUPOS ESPECÍFICOS A ESCALA LOCAL. Etapas de la transición dem ográfica y característi­ cas básicas potencialm ente generadoras de riesgos:

Prioridades sectoriales para reducir vulnerabili­ dad asociadas a:

Países de referencia:

1. Transición incipiente: • A lta proporción de po­ b la c ió n jo v e n y altas ta sa s de d ep e n d e n c ia demográfica • B aja urbanización • M enores niveles de escolarización, alta deserción y repitencia • E nferm edades transm i­ sibles, infecciosas y pa­ rasitarias • A ltos niveles de m ortali­ dad infantil • A ltos niveles de pobreza urbana y rural • M arginalidad en migran­ tes rurales residentes en ciudades

• Atención materna infantil • C obertura y calidad en educación básica y se­ cundaria • Vivienda • Infraestructura rural • Inversión de infraestruc­ tura en ám bitos urbanos • Em pleo urbano

Bolivia Haití

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2. Transición moderada: • R ejuvenecim iento de la población • Em barazo adolescente • Urbanización baja y mo­ derada • Enferm edades transm i­ sibles, infecciosas y pa­ rasitarias • Marginalidad en migran­ tes rurales residentes en ciudades

• A ten c ió n m ate rn o in ­ fantil • Salud reproductiva • Cobertura y calidad de educación básica y se­ cundaria • M arginalidad juvenil • Vivienda • In fra e stru c tu ra u rbana y rural • Em pleo urbano para ab­

Belice El Salvador G uatemala Honduras N icaragua Paraguay

sorber productivam ente m igración rural-urbana 3. Plena Transición: • Em pleo urbano.

• Aumento de edades cen­ trales • Em barazo adolescente • U rbanización moderada y alta • E n fe rm e d a d e s in f e c ­ c io sa s, p a ra s ita ria s y crónicas • Exclusión de los códigos de la m o d e rn id a d de am plios grupos urbanos

• Salud reproductiva • C obertura y calidad de educación secundaria y superior • M arginalidad juvenil • Salud de adultos • Vivienda • Infraestructura urbana • Salud m aterno infantil y de alta com plejidad • Previsión para la vejez • A cceso a información

Brasil Colom bia Costa Rica Ecuador Guyana México Panamá Perú Rep. D om ini­

cana Suriname Venezuela

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4. Transición avanzada: • E n v e je c im ie n to de la • •

• • •

población A lta urbanización P re d o m in io d e e n fe r­ m edades crónicas y de­ g e n e ra tiv a s , a u m e n to de incidencia de causas de m uerte por factores extem os (accidentes, ho­ micidios, suicidios, etc.) A umento de diversidad de arreglos fam iliares A bandono de ancianos C obertura sistem as de

pensiones Fuente: G. Busso, 2001



Em pleo y capacitación perm anente

• •

Calidad educación A cceso a educación su­

• • •

perior Vivienda Infraestructura urbana Salud de alta com ple­

• •

Argentina Baham as Barbados Chile Cuba G uadalupe

Jam aica M artinica Puerto Rico Trinidad y Topara adultos mayores C o b ertu ra y fin an cia- bago U ruguay m ien to de sistem a de pensiones y jubilaciones

jidad Recreación y contención

Por último, una quinta tendencia es la transición ambiental. Esta refleja transformaciones intergeneracionales en el patrón de uso y tenen­ cia de la tierra, en la intensidad de extracción de los recursos naturales renovables y no renovables. A inicios del siglo XXI gran parte de los informes nacionales e internacionales observan fuertes efectos sobre la biodiversidad, la extinción de especies, bosques nativos, la calidad del suelo, agua y aire que se produjo durante todo el siglo XX. Las transformaciones ocurridas en el capitalismo de América Latina a largo plazo contribuyeron a generar un fuerte aumento de población y mayor aumento aún en el ingreso per cápita, con el consecuente impacto sobre los niveles de consumo y su efecto, en algunos casos devastador, sobre los ecosistemas predominantes a inicios del siglo XX. En este marco, se observan tendencias de alto impacto ambiental de talas masivas para destinar tierras al cultivo o al pastoreo del ganado, con el fin de alimentar una creciente población urbana con crecientes niveles de ingresos. Las tendencias ambientales a nivel global muestran que el mundo no es sustentable con este patrón de producción, distribución y consumo, tal como se desprende desde las Conferencias Internacionales de Medio Ambiente de los años 1992 y 2002, y la de Población y Desarrollo rea­

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lizada en El Cairo en 1994. De continuar con el ritmo de crecimiento del ingreso per cápita y del tipo de consumo de las últimas dos décadas el proceso económico no será sustentable. Por lo tanto, la vulnerabili­ dad de las generaciones futuras y actuales aumenta exponencialmente. En este contexto, el crecimiento económico no siempre es una buena noticia para la población, dado que puede generar un balance negativo para grandes grupos actuales e impactos indeseados e irreversibles para las generaciones futuras. Ello puede observarse en la tendencia hacia el monocultivo de soja en las dos últimas décadas en Argentina, Brasil y Paraguay; o del crecimiento de las actividades urbanas de construcción que ha generado un crecimiento urbano descontrolado que puede impactar negativamente en la calidad del hábitat urbano de generaciones futuras.

Modelos de desarrollo en el capitalismo de América del Sur: desde la llegada de los españoles en el Siglo XVI hasta la crisis internacional de inicios del Siglo XXI Dos situaciones pueden constatarse en la historia de lo que es hoy América del Sur, que ponen de evidencia a lo largo de medio milenio la impresionante transformación social en los países de la región. Por un lado, las comunidades precolombinas tenían una dinámica económica, social, ambiental y demográfica que fue totalmente alterada con la llegada de los españoles, portadores y habilitadores del sistema capitalista en América del Sur. Por otro lado, y en el punto de llegada actual, a inicios del siglo XXI se termina de consumar la expansión de las relaciones capitalistas de producción a (casi) todos los territorios y comunidades que la integran. En medio de ese proceso, la ocupación y refuncionalización socioeco­ nómica y ambiental del territorio tuvo un viraje y transformación del que es heredera la población del Siglo XXI, como puede apreciarse en las tendencias descritas anteriormente referidas al último siglo. La actual distribución territorial de la población y de las unidades productivas ha configurado una determinada jerarquía urbana nacional y regional, y este es el escenario urbano sobre el cual se observa el punto de llegada del bicentenario y los posibles escenarios futuros para los aglomerados urbanos de tamaño intermedio. Nuevamente, ¿cómo entender la vulnerabilidad social en ciudades de tamaño intermedio en el marco de tendencias históricas a largo plazo?,

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o es que acaso ¿no se “disuelve” la singularidad de una localidad en el marco de tendencias generales de largo plazo? Es razonable pensar que la generalidad de una tendencia atenta contra la especificidad de un territorio y lugar, es decir, lo que se gana en generalidad describiendo una tendencia se pierde en especificidad de los fenómenos observados. De todos modos, la descripción estilizada de las tendencias requiere explicar por qué ocurren de esa forma y no de otra, y cuáles son las lógicas y las dinámicas que las subyacen. En este marco, una visión de largo plazo sobre la vulnerabilidad social en un territorio requiere partir de una perspectiva histórica del desarrollo del capitalismo que encuadre los riesgos emergentes específicos de esta organización social en distintos momentos de su desarrollo.

Modelos de desarrollo en el capitalismo sudamericano Más allá de discusión sobre fechas, períodos y nombres, podríamos diferenciar en los dos siglos del bicentenario, de modo general y es­ quemático, cinco modelos de desarrollo que se fueron sucediendo en el capitalismo de los países de la región, dentro del marco del tipo de inserción subordinada y extravertida a la economía internacional. En cada uno de estos modelos pueden diferenciarse, al menos teó­ ricamente, formas históricas específicas de intervención y regulación estatal, como así también las relaciones entre el capital y el trabajo (relación salarial) y entre capitales (relaciones de competencia internas e intemacionales). Estos criterios de demarcación, si bien no serán pro­ fundizados aquí dado fos objetivos de este trabajo, habilitan a grandes rasgos la identificación de cuatro momentos o etapas en los países del cono sur de América: el proceso de consolidación del estado-nación de tipo capitalista (circa 1810-1880); el modelo agroexportador (circa 18801929); el modelo de industrialización por sustitución de importaciones (1930-1980); y el modelo neoliberal de apertura externa (1981-2009). La difusión y el desarrollo de las fuerzas productivas del sistema capi­ talista a nivel internacional permitieron el crecimiento de la población de forma extraordinaria. Un aumento sin precedentes de la productividad y del producto bruto per cápita que rompió la “trampa” maltusiana. A pesar de ello, los problemas en la esfera de la distribución siguieron ubicando a la pobreza como uno de los desaños y promesas del capitalismo que se debían afrontar con las políticas de desarrollo. Por su tipo de inserción

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en la economía internacional de carácter subordinado y dependiente, como así también por características históricas y culturales propias, en los países capitalistas periféricos estos problemas se agudizaban. La vulnerabilidad a la pobreza, a la exclusión social y a la marginalidad de grandes grupos de población ha sido una amenaza constante en el régimen de acumulación capitalista. Sachs (2008), lo expresa claramente desde otra perspectiva: “Los seres humanos están presentes en todos los nichos ecológicos del planeta, desde las gélidas tundras hasta los bosques tropicales y los desiertos. En algunos lugares, las sociedades han sobrecargado la capacidad de sustentación del territorio, al menos con las tecnologías que utilizan, lo cual se ha traducido en hambrunas crónicas, degradación medioambiental y el éxodo masivo de poblaciones desesperadas” (Sachs, 2008: 34).

Vulnerabilidad social Para entender y comparar las tendencias generales en las ciudades intermedias, aquí se toma como punto de referencia la vulnerabilidad social en tres niveles de abstracción diferentes: marginalidad estructural, exclusión socio institucional y pobreza. Desde esta matriz analítica, en este apartado se realiza un breve recorrido histórico y comparativo del proceso de desarrollo, de tal forma de poder captar los aspectos sociodemográficos comunes y diferenciales que tienen los núcleos urbanos intermedios. A lo largo del siglo XX, la periodización de los modelos de desa­ rrollo antes descrita permite observar dos aspectos relevantes a escala nacional y local sobre la vulnerabilidad social. El primero de ellos es el funcionamiento del mercado de trabajo en sociedades de alto nivel de heterogeneidad social. La inclusión o exclusión en esta esfera afecta un pilar central en la calidad de vida de los individuos, hogares o co­ munidades; y el segundo aspecto relevante se refiere a los mecanismos de protección que el sistema socioeconómico y político genera para su población. La vulnerabilidad y los mecanismos de protección social son dos caras de una misma moneda, la debilidad o fortaleza de los mecanismos de protecciones civiles y sociales fueron adquiriendo sus propias particularidades sociales y territoriales a lo largo de los distintos momentos del desarrollo capitalista en los países de la región. A inicios del Siglo XXI encontramos la paradoja de que a pesar que nunca en la historia pareciera que los individuos han estado protegidos

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tanto como en la actualidad, existe una sensación de incertidumbre y riesgo que amenaza algunos de los logros obtenidos en el intenso y cíclico proceso de desarrollo económico y social del último siglo. La vulnerabilidad puede ser entendida como un proceso multicausal en la que confluyen, por un lado, la exposición a riesgos y, por otro lado, la capacidad de respuesta y adaptación que tienen individuos, hogares y/o comunidades. La noción de vulnerabilidad da cuenta de diferentes nive­ les en la incapacidad de respuesta y adaptación en diferentes unidades de análisis (individuos, hogares o comunidades), los cuales pueden ser heridos, lesionados o dañados ante cambios o permanencia de situaciones externas y/o internas que afectan su nivel de bienestar y el ejercicio de sus derechos civiles, sociales o culturales. La definición de un concepto y del enfoque que lo subyace delimita, en gran medida, el problema observado y la forma de medirlo, por lo tanto también influye en el modo en que se tratan las soluciones de política que se desprenden de la visualización del problema. En este sentido, el enfoque de vulnerabilidad que aquí se usa permite focalizar la observación en la dotación de recursos o activos de que disponen las unidades de análisis; y por otro lado, las estrategias de uso y reproduc­ ción que ponen en práctica. Esta discusión, que fue muy prolífica en la última década y media, tiene la impronta de poner dos énfasis centrales en el rol de la política de desarrollo local: 1) la necesidad de fortalecer la dotación de recursos de individuos, hogares o comunidades; y 2) la cuantía y tipo de incentivos o desincentivos que tienen las políticas para fomentar estrategias de uso y reproducción de activos para abordar los problemas de vulnerabilidad. Al final de cuentas, la vulnerabilidad no es un concepto como el de pobreza que tiene un tratamiento dicotómico, pobre-no pobre. La vulnerabilidad puede ser entendida como un gradien­ te que se constituye a partir de la capacidad de respuesta que brindan los recursos disponibles (físicos, humanos, sociales, ambientales) y las estrategias de vida que permiten una mejor adaptación y resiliencia a los shock externos. En otros trabajos (Busso, 2001) se ha discutido la posibilidad y la necesidad de comparar y articular la vulnerabilidad con otros conceptos y enfoques de uso habitual en las Ciencias Sociales de América Latina. En este caso, analizaremos el período del centenario tomando como referencia el modelo de desarrollo agroexportador, de sustitución de importaciones y el neoliberal de promoción de exportaciones. En cada uno se observa, en primer lugar, el nivel macro-estructural, que hace

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referencia a la marginalidad social. En segundo lugar, a nivel mesoinstitucional, la vulnerabilidad a la exclusión de los principales pilares de la integración social: el mercado de trabajo, la vivienda, la salud y la educación. Por último, se observan los principales aspectos que en cada momento histórico condicionaban la vulnerabilidad a la pobreza, en particular los ingresos y las necesidades materiales básicas.

El modelo agroexportador y el de sustitución de importaciones El régimen de acumulación del modelo agroexportador en los países de América del Sur estuvo centrado en la exportación de productos de origen agropecuario (ganado vacuno, maiz, trigo, café, etc.) y minería (cobre, estaño, etc.), con una incipiente industrialización en las grandes ciudades de los países de la región. La familia y la comunidad tenían un importante rol en la protección social a la niñez, en las edades adultas y la vejez. El mercado de trabajo era flexible y precario, y todavía no se había transformado en el eje central de los sistemas de protección como de forma creciente ocurrió a partir de la segunda posguerra. En este período se comienza a producir una baja importante en los niveles de fecundidad urbana de la burguesía local y de los asalariados de ma­ yor nivel educativo, vinculados principalmente a servicios y al sector público. También en el período del modelo agroexportador se inicia un fuerte flujo de migración rural-urbana además de la rural-rural, esto alimentó el proceso de urbanización dado que la creciente población urbana consume más producción que la población rural. La protección social se inicia, de forma incipiente, en los trabaja­ dores sociales vinculados al sector público y en gremios vinculados a actividades urbanas industriales, comerciales y de servicios. Parte del crecimiento vegetativo y migratorio de la ciudad se ubicó en asenta­ mientos ilegales y precarios, en tierras fiscales o privadas vulnerables a las inundaciones y los desplazamientos de tierras sin la provisión de servicios municipales básicos. En el período del modelo de crecimiento por sustitución de impor­ taciones se podia observar que la migración de la población rural a las ciudades no era absorbida laboralmente en su totalidad por los sectores económicos modernos urbanos (principalmente la industria), y esta in­ suficiencia dinámica en el capitalismo latinoamericano se generaba por que el incremento de la oferta de trabajo en las ciudades no era acom-

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pañada por el crecimiento de la demanda de trabajo de las estructuras productivas urbanas. De esta forma, una de las imágenes construidas era que la migración contribuía a aumentar la pauperización y marginalidad de grandes masas de población por efecto del desempleo, subempleo y empleo precario en ocupaciones urbanas de muy baja productividad; de ingresos insuficientes, variables e inseguros que, además, no contaban con mecanismos adecuados de protección y seguridad social. Presentado de forma muy esquemática y en código del enfoque maltusiano que tiñó la discusión inicial, podría argumentarse que el debate se tensaba desde dos posturas polares, o bien eran las migraciones las que principalmente originaban el incremento en la pobreza urbana o bien era el tipo de funcionamiento del sistema económico de los países de la región que generaban un tipo particular de crecimiento y modernización excluyente, dado que no podía “derramar” los beneficios para el conjunto de la población1 A pesar de los aumentos en la productividad del trabajo agrícola por la incorporación de tecnología, la migración rural-urbana a partir de los años 50 del siglo pasado entra en declive, y se fortalece en términos relativos la interurbana. En los países de la Región, en particular Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, el modelo de sustitución de importaciones propició una estra­ tegia distribucionista, orientada a una expansión del consumo de bienes masivos del mercado intemo y extensión de los derechos de ciudadanía a la clase obrera urbana, las mujeres, los niños y la tercera edad. Aun­ que en muchos países sigue siendo importante, decrece la importancia relativa de la migración rural-urbana, principalmente por la importancia creciente de las migraciones interurbanas e intrametropolitanas. En las tres décadas siguientes del período de posguerra, las fuertes transformaciones sociales mostraron una clara tendencia a la expansión de las ocupaciones urbanas y no manuales y la concomitante disminución de las agrícolas y manuales. Los aumentos en el consumo y la expansión del mercado intemo se vincularon de forma virtuosa con la producción local, se expandieron empresas medianas y pequeñas para atender la expansión de población y de los ingresos reales que tenía la población. La extensión de derechos civiles, políticos y sociales se manifestó en

1. Es decir, en esta postura la pobreza era resultado del funcionamiento del sistema económico, pero no su causa.

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un aumento de la protección social a través de la mayor cobertura por sexo y edad de la educación, la salud, la seguridad social y otros bienes de origen público o privado.

Desde el modelo de sustitución de importaciones de crecimiento hacia adentro, hacia el modelo neoliberal de crecimiento hacia afuera En el periodo del modelo neoliberal, progresivamente desde mediados de los años setenta, la orientación de las políticas públicas fue hegemonizado por el capital financiero trasnacionalizado, con un tipo de regulación estatal centrado hacia los mercados, amplia apertura externa y privati­ zaciones de empresas públicas. El inicio de este modelo se produjo en el contexto de gobiernos autoritarios, pero validados posteriormente, en varios países, por regímenes democráticos. En este período el supuesto subyacente era que el crecimiento económico al que conducirían las políticas de ajustes estructurales (flexbilidad en el mercado de trabajo, desregulación de merdados, apertura externa y autoridad moneraria autónoma) y la estabilidad macroeconómica, permitiría dinamizar el mercado de trabajo, derramando beneficios para los sectores de bajos ingresos y desempleados en los diferentes territorios de los estados na­ cionales. El criterio de política se orientaba a sostener que el acceso a la salud, educación y la vivienda sería brindado de forma más eficiente a través de la libre interacción de la oferta y la demanda en los distintos mercados proveedores de proteción social. La idea de la autoregulación del mercado entró en contradicciones con la crisis internacional del año 2008, momento que se supone de cierre del período y en la que eventualmente se consolidarán cambios en el contexto internacional que implicarán nuevas articulaciones en los sistemas de protección social. El tipo de crecimiento económico desde los años noventa, en el marco de la heterogeneidad estructural que caracterizan a los países de la región, ha condicionado, en gran medida, la mejora en la equidad en términos sociales y territoriales (CEPAL, 2004). La heterogeneidad estructural supone diferentes niveles sectoriales de productividad e in­ gresos, incorporación de tecnología, niveles de subempleo, informalidad y precarización del trabajo que diferencian, de forma estilizada, a un segmento del mercado laboral primario (integrado a mercados nacionales e internacionales, formales y modernos); un segmento secundario (des­ articulado, de pequeño tamaño, informal y atrasado en términos tecno­

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lógicos); y un segmento marginal al proceso de acumulación capitalista. Mientras mayor es el nivel de heterogeneidad estructural, mayor es el porcentaje de este último segmento. El tipo de crecimiento económico de los aglomerados urbanos de tamaño intermedio se vinculó, en parte, a la renta generada en sistemas agroalimentarios y de extracción de recursos naturales, los cuales tuvieron un fuerte derrame sobre comercio, servicios y la construcción, mercados laborales en donde tradicionalmente en el ámbito urbano ha existido informalidad, precariedad laboral y menores niveles de protección social. El ciclo de crecimiento económico alineó las tendencias en las variables principales de los mercados de trabajo hacia una mejora durante la primera década de este siglo, pero no fueron suficientes para revertir la importancia relativa de los empleos de baja remuneración y modificar la regresiva matriz distributiva heredada de décadas anteriores. El crecimiento económico en la ciudad si bien absorbió fuerza de trabajo de sectores modernos y de alta productividad, en su mayor parte fue en empleos de baja productividad, vinculados al mercado interno y de baja inserción en mercados extra locales y regionales (alimentos y bebidas, construcción, servicios para el hogar, etc.). Los niveles de protección social en estos últimos grupos han sido menores, en estos grupos se encuentran gran parte de los asalariados pobres o vulnerables a la pobreza. Los ciclos económicos y los procesos inflacionarios suelen ser momentos de entrada de grandes grupos de población provenientes de estos estratos socio ocupacionales, a los que se les suman los vulnerables por pobreza, que es el núcleo duro de reproducción intergeneracional de ese flagelo social. La dinámica del mercado de trabajo de las localidades intermedias en las últimas décadas no ha alcanzado, salvo excepciones, para eliminar la pobreza de tipo más estructural, y las políticas de desarrollo local no han sido suficientes. Un hecho importante a remarcar por la magnitud de su impacto sobre la pobreza e indigencia, son los programas de subsidios en varios países de la región, principalmente los de asignación por hijo, alimentación, desocupados, entre otros (Bolsa Familia en Brasil, Asig­ nación Universal por Hijo en Argentina, etc.). Este tipo de medidas ha tenido impacto distributivo progresivo y, se supone que ha contribuido a fortalecer las capacidades de respuesta de los grupos vulnerables por pobreza. Si bien existieron otras políticas de transferencias importantes para atacar la pobreza e indigencia, el impacto ha sido de magnitud dado que precisamente beneficia a los segmentos del mercado laboral

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vinculados al desempleo, subempleo y a empleos de baja productividad, en producciones no transables intemacionalmente, de mayor informalidad y de niveles de ingresos más bajos. Los impactos de estas medidas, en conjunto con otras medidas de política (salario mínimo vital y móvil, jubilaciones y pensiones, gasto en educación y salud, etc.) aplicadas en años anteriores, se han hecho sentir en mayor medida en los indi­ cadores de indigencia, pero también en las mediciones de pobreza y en la cobertura de servicios básicos que favorecen la inclusión social. No obstante los avances logrados en la primera década de este siglo en países de la región, queda una deuda pendiente con la pobreza y la precariedad laboral, dos temas importantes a resolver para una sociedad más integrada, justa y sustentable.

A MODO DE CONCLUSIÓN: LAS VARIABLES DE POBLACIÓN EN EL DISEÑO DE CORTO, MEDIANO Y LARGO PLAZO Según la experiencia de la primera década de este siglo, el crecimiento económico no basta para revertir la reproducción de la heterogeneidad estructural, incluso en el marco de alto crecimiento económico y de mejoras sustantivas en algunos indicadores sociales, como ha sido la experiencia de Argentina y Brasil. A nivel estructural, este es uno de los desafíos que queda para los escenarios futuros desde el bicentenario, sacar de la pobreza, el hambre y la marginalidad a un vasto sector de la población que la sociedad excluye del empleo y de los empleos de calidad por diversos canales. Pero, a pesar de la centralidad del trabajo en el marco del capitalismo contemporáneo, la vulnerabilidad social no sólo atañe al mercado laboral y los mecanismos de protección social. Las vulnerabilidades específicas de la niñez, la adolescencia, las mujeres, la tercera edad y los inmigrantes internacionales, por ejemplo, ameritan miradas integradoras e interdis­ ciplinarias tanto para los diagnósticos sobre vulnerabilidad social como para los diseños de políticas de desarrollo local para escenarios futuros. El nuevo contexto internacional surgido de la crisis económica del año 2008 en los países desarrollados y la maduración de cambios políticosinstitucionales en la gestión del desarrollo local, permiten avizorar desde el año 2010 la configuración de un escenario abierto respecto al futuro. No obstante, las preocupaciones a escala global, nacional y local respec­ to a los impactos del patrón de producción y consumo sobre el medio

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ambiente, el avance del proceso de envejecimiento de la población y la evolución de la pobreza e indigencia, parecen ser tres temas centrales en la agenda política del desarrollo en distintas escalas territoriales. En los últimos años se observan tres procesos vinculados que contri­ buyen a reproducir la marginación y exclusión social en las ciudades. El primero es una clara segmentación social en los servicios de edu­ cación, salud y recreación, en donde la segmentación se ha realizado principalmente por poder adquisitivo. El segundo es una fragmentación en la infraestructura urbana disponible por barrio. En tanto que un tercer proceso es la profundizacíón de la segregación socio-residencial, que tiene como resultado más visible la coexistencia de barrios de muy diferente dotación de infraestructura y calidad de hábitat, desde barrios cerrados hasta las denominadas villas miserias, algunas veces colindan­ tes entre sí. Una ciudad inclusiva requiere una lucha decisiva contra la pobreza, la indigencia y la exclusión social, con un Ente municipal que propicie eficazmente la igualdad de oportunidades, la equidad en los resultados, la integración socio-territorial, la participación ciudadana; y que fortalezca la capacidad de respuesta y adaptación de los sectores sociales más vulnerables. En el marco de las tendencias observadas anteriormente, la sociedad del bicentenario tiene y tendrá una composición etárea diferente a la del centenario. Para el tricentenario faltan demasiados años para las posibilidades actuales de proyecciones en las Ciencias Sociales, pero a mediados de este siglo varias ciudades tendrán un porcentaje superior al 20% de adultos mayores; es posible que tengamos una disminución cuantitativa de niños y niñas, que hagan sobrar bancos en los centros de educación básica, a la vez que surjan déficit en las coberturas en salud y atención a los adultos mayores. Los riesgos y las protecciones sociales asociados a la vejez serán cada vez de mayor importancia y consumirán porcentajes crecientes de los presupuestos públicos nacionales, provinciales y municipales. Otro de los problemas que se podrían vislumbrar es la posibilidad, que ya están teniendo algunas localidades de países europeos, no solo el bajo crecimiento de la población sino además el crecimiento negativo. La migración eventualmente puede ser un paliativo a la disminución de población, y a futuro se constituirá en un aspecto central en la distri­ bución territorial de la población, dada la baja secular en los niveles de fecundidad para la primera mitad del siglo XXL Este tema interpela a la política pública local, regional y nacional sobre la necesidad y posi­

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bilidad real de favorecer o no los factores de atracción de población de estos tamaños de ciudades. Uno de los aspectos más descuidados por la política pública entre el centenario y el bicentenario es la dimensión ambiental. El cuidado del medio ambiente es una de las condiciones imprescindibles para el desarrollo sustentable en el tiempo, dado que determina oportunidades y limitaciones básicas para el desarrollo humano a escala local en términos de calidad del hábitat, potencial de creación de riqueza y vulnerabilidad ambiental. En este contexto, el crecimiento poblacional, combinado con el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas de la ciudad durante todo el siglo XX, fue tanto un proceso creador como destructor. Ello nos advierte las visiones optimistas ancladas exclusivamente en los aspectos productivos y de infraestructura, ya que dejan de lado la otra cara de la moneda: la sobre-tasa de uso de los recursos; la generación de desechos sólidos, líquidos y gaseosos; la pérdida de biodiversidad; la degradación irreversible de parte del patrimonio ambiental; congestión urbana; entre otras. La dimensión ambiental del desarrollo local ubica al ámbito urbano como unidad de estudio, pero en el contexto de su territorio de referencia. Los ecosistemas de la región muestran signos de deterioro en la erosión de los suelos, en la calidad del agua y en la cantidad de contaminantes y agroquímicos que reciben. Sumado a ello está la problemática urbana, tanto como consumidora de recursos renovables y no renovables como por generadora de residuos y ocupación de suelo. Las visiones de política de los gobiernos locales hasta los años noventa del siglo pasado no contemplaron adecuadamente una variable tan fun­ damental como la ambiental, que necesariamente vincula el presente con el largo plazo, es decir las generaciones actuales con las futuras. Es un factor de gran impacto en la calidad de vida de los habitantes; también se relaciona con el crecimiento económico y la equidad intra e intergenera­ cional, motivo por el cual constituye uno de los temas relevantes a futuro. La preocupación por la degradación de los ecosistemas de las regio­ nes adyacentes de las ciudades las tiene como uno de sus principales protagonistas, dado que están dejando su huella ecológica en el uso del suelo y en el uso y tratamiento de las aguas de ríos, arroyos y napas subterráneas. En ese contexto territorial, la ciudad tiene sus problemas, ventajas y potencialidades vinculadas al ambiente en el que se desen­ vuelven individuos, hogares y comunidades. En términos generales, las políticas ambientales deberán generar acuerdos de largo plazo que consideren temas urbanos vinculados al agua, efluentes, residuos sólidos,

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calidad del aire y espacios verdes recreativos de uso público. Los acuer­ dos internacionales y nacionales, como por ejemplo los de la Agenda 21, pueden contribuir a iniciar procesos que incorporen las variables ambientales en la política de desarrollo local. En la dimensión urbana, el acelerado proceso de urbanización que se ha transitado en el siglo XX, ubica al proceso de desarrollo con impronta más urbana, en donde los municipios atenderán una heterogénea y va­ riada gama de demandas de los ciudadanos. La igualdad de acceso de las personas a la infraestructura urbana básica es un criterio de equidad que es facultad del Estado, tanto a nivel nacional como provincial y municipal. Pero hay que considerar desde ya en las políticas públicas locales que el crecimiento y cambio de composición de la población es una de las fuentes de demanda futura de inversiones en infraestructura y equipamiento urbano. Las políticas de vivienda, infraestructura urbana (agua, cloacas, gas, etc.), equipamiento (salud, educación, seguridad), tránsito, usos del suelo, entre otros, deberán formar parte de políticas de Estado que trasciendan una administración municipal. Todas estas dimensiones de lo urbano se verán influidas por el cambio poblacional de las próximas décadas y por la forma en que se expanda o densifique la ciudad en el ejido urbano. Prever estas tendencias permitirá anticiparse a problemas de alto impacto en la calidad de vida de las generaciones presentes y futuras de las ciudades.

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ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA DE APROXIMACIÓN A LA VULNERABILIDAD. EL CASO DE DOS FAMILIAS EN RESISTENCIA (ARGENTINA, 2006-2008) G ABRIELA SOLEDAD GAUTO DE PAZ

INTRODUCCIÓN La pobreza y las consecuencias derivadas de la misma (dificultades para satisfacer las necesidades diarias, falta de trabajo y educación, viviendas y entornos precarios e insalubres, etc.) pueden constituirse en una adversidad para la población que se halla expuesta a las mismas e incidir sobre su vulnerabilidad. Diariamente muchas familias deben implementar estrategias para afrontar estas situaciones. Cada una de las adversidades que le toca enfrentar a una familia puede ser similar o muy diferente a la de otra, como así también la manera de sobrellevarla. Sin embargo, en los procesos de enfrentamiento de una adversidad pueden hallarse elementos comunes: algunos son intrínsecos a la personalidad, otros surgen de las relaciones sociales, y otros son de carácter material. La capacidad de hacer frente a una situación problemática y hallar en esta experiencia una oportunidad de aprendizaje y crecimiento se denomina resiliencia (Rutter, 1992; Osbom, 1996; Vanistendael, 2002; Suárez Ojeda, 2004; y Grotberg, 2004). La búsqueda por comprender lo que ocurre al interior de los procesos familiares despierta el interés de este trabajo. Se estima que cada integrante de la familia dispone de un portafolio de recursos activos (Kaztman, 1999) que pueden ser movili­ zados ante una situación amenazadora y que cuando esta circunstancia

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afecta a la familia en su conjunto, los esfuerzos pueden unirse para dar una respuesta común. Se considera a la familia como una unidad que decide sobre la ad­ quisición, acumulación, uso y manejo de estos recursos y por tanto, se la asimila a una unidad doméstica con una forma propia de producción (Sahlins, 1974), donde los aportes están siempre fuertemente condicio­ nados por las estructuras de oportunidades (Kaztman, 1999) que brindan el Estado, el Mercado y la Sociedad. Es oportuno mencionar que este trabajo se centra en el estudio y análisis de dos familias con la totalidad de sus miembros ubicados en un barrio periférico de la ciudad de Resistencia, provincia del Chaco, y que utiliza como insumos una investigación realizada durante los años 2006 a 2008 1 (Gauto, 2008b) en la que se trabajó con las familias que más adelante se presentan. Por último, la necesidad de herramientas concretas, metodologías, métodos y técnicas ensayadas (y verificadas) que permitan dar cuenta de los procesos resilientes justifican la realización de este trabajo. Como expresara Infante (2004) “uno de los aspectos centrales que define a la segunda generación de investigadores en resiliencia (mediados de los '90) es la búsqueda de métodos de investigación que puedan reflejar el proceso involucrado en la adaptación resiliente” (Infante, 2004: 43). El objetivo principal es aproximarse a una estrategia para medir el nivel de resiliencia de una familia para enfrentar una determinada situación adversa en la vivienda. De aquí que los objetivos específicos sean la determinación de la capacidad de cada miembro de la familia para aportar recursos a ésta según la edad; determinación de un puntaje de los recursos activos*proporcionados por cada miembro a la familia; hallazgo de la tendencia, en cuanto a edad y porcentaje de recursos activos aportados por cada uno de los integrantes de la familia; realización de un análisis de correlación de las variables: capacidad de cada miembro de la familia y porcentaje de recursos activos aportados; comparación de dos familias para enfrentar la misma adversidad; reflexión acerca de si las familias funcionan como Unidades de Producción Doméstica; reflexión sobre las ventajas y desventajas de la metodología utilizada (cualitativa y cuantitativa) para medir el nivel de resiliencia de una familia.

1. En adelante: investigación 2006/2008.

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Estos objetivos parten de la hipótesis de que cada uno de los integrantes de la familia aporta algún tipo de recurso que permite a ésta enfrentar y superar las adversidades de la vida diaria. Las familias funcionan como Unidades de Producción Doméstica en cuanto a adquisición, acumulación y uso de recursos activos, y a mayor capacidad de aporte de recursos por edad de cada miembro, mayor es la cantidad de recursos reunidos en la familia. La combinación de metodologías (cualitativa y cuantitativa) per­ mite aproximarse a una medición del nivel de resiliencia de una familia. Así, se prefirió combinar las metodologías cualitativa y cuantitativa con el objetivo de ver qué resultados producia tal combinación. Para la etapa de recolección de datos se eligió la utilización del método Estudio de Caso Etnográfico y Biográfico y las técnicas Observación, Observa­ ción Participante e Historia de Vida, construida a partir de entrevistas. Para la etapa de análisis2 se construyeron materiales que permitieron un análisis cuantitativo de los datos a través de la estadística inferencial o inductiva, con el programa de computación Infostat. La etapa de recolección de datos estuvo dividida en dos momentos. Un momento previo a la investigación 2006/2008, desde agosto de 2004 hasta abril de 2006, donde se participó en calidad de asistente a la representación técnica de una obra de un programa de la Nación para construir 52 viviendas nuevas en dos barrios, uno de ellos el estudiado. Esta actividad demandó permanecer en el barrio en permanente contacto con las familias seleccionadas para el estudio y con otras, alrededor de ocho horas diarias durante ese período. Si bien, este momento no estuvo guiado por un objetivo de investigación fue valioso ya que sentó las bases para las futuras relaciones con las familias estudiadas y pudo recavarse información acerca de algunos aspectos de la estructura y dinámica de las mismas. El segundo momento ocurrió durante el desarrollo de la investigación 2006/2008, durante el cual se obtuvo información mediante observaciones y entrevistas 3.

2. Que se realiza en esta oportunidad. 3. Se realizaron cuatro entrevistas. Una a cada miembro de las parejas participantes del estudio, en sus hogares y en días y horarios separados. Duraron entre una y dos horas cada una y fueron grabadas. Para indagar sobre algunas cuestiones iniciales se utilizó el guión de entrevistas desarrollado por la Dra. Viviana Masciadri con aportes bibliográficos y sugerencias de la Dra. María del Carmen Rojas en el marco del PIP N° 6208-CONICET.

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MARCO TEÓRICO Día a día en Latinoamérica familias enteras enfrentan un sin número de adversidades, que a su paso genera la pobreza. Según asegura Walsh (2004) “El modo como la familia enfrente y maneje la experiencia disociadora, amortigüe el estrés y se reorganice con eficacia y siga adelante con su vida influirá en la adaptación inmediata y mediata de todos sus integrantes, así como en la supervivencia y bienestar de la unidad familiar misma” (Walsh, 2004: 40). Cada respuesta dada por la familia es resultado de una estrategia, la cual podrá variar aún frente a una misma adversidad. De otra parte, la respuesta que dé cada inte­ grante de la familia no será igual a la de otro. Por ello es conveniente hablar de un proceso y estudiarlo no sólo a partir de la respuesta dada por la familia en su conjunto sino también a partir de cada integrante de ella. Los mecanismos de superación y adaptación no constituyen una serie de rasgos fijos sino que implican procesos multimediados que se extienden en el tiempo, y la mayoría de las variantes del estrés no son simplemente un estímulo único inmediato, sino un conjunto complejo de condiciones cambiantes con una historia pasada y un decurso futuro (Rutter, 1987, en Walsh, 2004). La reciente noción de resiliencia permite comprender que la persona o grupo de personas puede llevar adelante una estrategia de adapta­ ción positiva, esto es, desarrollar capacidades para enfrentar y superar adversidades aún en condiciones de vulnerabilidad. La resiliencia es entendida como un componente del concepto de vulnerabilidad, que junto a la exposición y la fragilidad social forma una triada (Cardona, 2001 a partir de Blaikfe et al. 1994 y 1996); otros autores la definen como “la capacidad de una persona o de un grupo para desarrollarse bien, para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves” (Manciaux et al., 2005: 22). En este sentido, la resiliencia, puede constituirse en un recurso para las personas y las familias, para afrontar las más variadas situaciones de vulnerabilidad, incluidas las derivadas de su vivienda y entornos precarios. Ahora bien, durante el proceso de resiliencia las familias implementan distintas estrategias, donde articulan recursos propios y de su entorno. Estos recursos son “todos los bienes que controla un hogar, tangibles e intangibles” (Kaztman y Filgueira, 1999: 31). También llamados activos o capitales, pueden ser de tres tipos: humano, social y

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA...

117

fís ic o 45 . Las estrategias de acuerdo con Kaztman, son cada una de las

formas particulares de articulación de recursos que permitirá a la familia alcanzar la meta buscada, para este caso: superación de la adversidad. En este trabajo se considera no sólo la propuesta de recursos de este autor, sino también la que surge de los marcos de resiliencia. Así, se in­ corporan los p ila res d e resiliencia 5 (Suárez, 2004; Wolin y Wolin, 1999; Grotberg et. al., 2004). De esta manera, el conjunto de recursos activos considerado queda conformado por recursos activos h u m a n o s : introspec­ ción, independencia, capacidad de relacionarse, iniciativa, creatividad, humor y moralidad, laboriosidad, autoestima consistente, educación y trabajo; recursos activos so c ia le s : las relaciones de apoyo y protección de algún familiar, un otro significativo —que puede ser de la familia o no, por ejemplo un maestro— , los amigos, los vecinos, la comunidad, la sociedad; y recursos activos fís ic o s : todos los bienes materiales, princi­ palmente la vivienda, su infraestructura y equipamiento (Gauto, 2008a). A los fines pragmáticos, se define y caracteriza a la familia a partir de Gutiérrez (2005) según las dimensiones analíticas que la autora señala como habitualmente asociadas a los estudios de estrategias familiares de vida: los miembros de la familia comparten la m ism a unidad de residencia ; algunos miembros están vinculados por relaciones d e p a ren tesco ; los miembros del grupo constituyen una u n id a d de consum o (con ingresos y gastos comunes), o una unidad de fu n c io n a m ie n to d o m éstico (ayuda mutua en numerosos aspectos de la vida cotidiana); y finalmente, puede implicar que funcionen como una un id a d de producció n . Ese último aspecto no es menor y puede aportar a la comprensión de los procesos de resiliencia. Sahlins (1974) dice que las familias son grupos domésticos con una forma de producción “con una tecnología y una división de trabajo apropiado, un objetivo económico y finalidad característicos, formas específicas de propiedad, relaciones sociales y de intercambio definidas entre las unidades productivas y contradiccio­ nes que le son del todo propias” (Sahlins, 1974: 92). Al entender a las familias como unidades de producción doméstica podría interpretarse

4. El capital hum ano se refiere a los recursos educativos y de trabajo; el capital social, a las relaciones interpersonales de protección, apoyos comunitarios y familiares; y el cap ita l fís ic o a todos aquellos recursos materiales. 5. La introspección, la independencia, la capacidad de relacionarse, la iniciativa, la creatividad, el humor y la moralidad, la laboriosidad y la autoestima consistente.

118

GABRIELA SOLEDAD GAUTO DE PAZ

mejor cuál es su función, qué objetivos persiguen, qué actividades y estrategias desarrollan, qué recursos emplean y por qué. En este sentido, para aproximarse a la medición del nivel de resiliencia de una familia habrá que considerar que ésta podría funcionar como una unidad de producción doméstica en cuanto a adquisición, acumulación y uso de recursos para el desarrollo y proceso de resiliencia y que cada familia presentará particularidades en su manera de enfrentar y superar estas circunstancias que se manifestarán a través de las estrategias y recursos que elija utilizar.

EL LUGAR Y LOS CASOS Se partió de los casos elegidos en la investigación 2006/2008, donde la selección del lugar y de los casos fue del tipo no aleatorio, intencional. El trabajo de campo se realizó en el barrio Camal ote6 ubicado al noreste de la ciudad de Resistencia, provincia del Chaco, Argentina. Se tomaron los cuatro casos estudiados en esa ocasión (miembros de las parejas de las familias), y se incorporaron los demás integrantes de la familia (hijos y otros parientes). En total se analizaron dos familias (Cuadro 1). CUADRO 1. CON STITUCIÓ N DE LAS FAMILIAS SELECCIONADAS, AÑO 2007. Fam ilia Silvia/Pedro Integrantes

Nombres

Fam ilia G riselda/Fede *

Edades (aftos)

Integrantes

N ombres

Edades (años)

Padre

Pedro*

36

Padre

Fede*

37

M adre

Silvia*

36

M adre

Griselda*

31

Hijo 1

Agustín

13

Hijo 1

Leandro

15

H ijo 2

Tobías

10

Hijo 2

Guille

13

H ijo 3

Anal í a

5

Hijo 3

Ornar

7

Jorge

5

Sobrina de Lorena Pedro

19

Hijo 4

Hijo 5 4 Alvaro Fuente: Adaptado de Gauto, 2008b. (*) Personas entrevistadas para el estudio de casos de !a investigación 2006/2008. 6. El nombre del barrio fue cambiado para proteger la privacidad de los entrevistados.

119

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA..

Del conjunto de adversidades señaladas en las entrevistas7 de los cuatro casos, se seleccionó solamente una: Alimentación y gastos comunes8. Para cuantificar los recursos activos aportados por cada integrante de la familia para superar la adversidad 1 y luego compararlos, se tomaron como variables todos los recursos activos que teóricamente utiliza una persona o familia durante el proceso de resiliencia (recursos activos humanos, sociales y físicos)9 y se elaboraron escalas y cuadros. Para medir la capacidad de aporte de recursos activos de cada miembro se tomó la variable edad10 y se construyó la escala de 0 a 1" que se muestra en el Cuadro 2. CUADRO 2. CAPACIDAD D E APORTE DE RECURSOS ACTIVOS DE CADA M IEM BRO A LA FAMILIA, DE ACUERDO CON LA EDAD. Clasificación de los m iem bros por edad Persona adulta de 20 años o más A dolescente de 15 a 19 años N iño de 14 años o m enos Fuente: Elaboración propia.

Puntaje asignado 1,0 0,5 0,2

7. Alimentación y gastos comunes, Violencia entre los miembros, Alcoholismo, Edu­ cación en la familia y formación en valores, Educación formal, Deportes y recreación y Vivienda y equipamiento 8. En adelante será llamada adversidad 1. 9. Dentro de la variable “trabajo” se incluyen las actividades laborales continuas y las intermitentes; las que se dan en relación de dependencia y las que se hacen de forma independiente, como así también los subsidios que se reciben por desocupación (planes Jefes/as de Hogar) otorgados por el gobierno Nacional. 10. Se toma la “edad” como una variable objetiva, porque es fácilmente observable. 11. Se estima que la persona adulta tiene la máxima posibilidad de aportar recursos, según la edad, por la experiencia de vida que tiene hasta ese momento: relaciones con personas, capacidad de conseguir trabajo, experiencia previa, entre otras. Es decir, se presume que una persona mayor a 20 años, está más familiarizada con el “manejo” de la vida cotidiana, su entomo y sus adversidades, que un niño e incluso un adolescente.

120

GABRIELA SOLEDAD GAUTO DE PAZ

Por otro lado, con la intención de lograr captar cuántos recursos activos12 aporta cada miembro de la familia se construyó el Cuadro 3 y Cuadro 4 '3 y, para indicar el nivel de participación que le dio el inte­ grante a un determinado recurso frente a la adversidad seleccionada, se ideó una escala de 0 a 214. CUADRO 3. PARTICIPACIÓN DE UN RECURSO ACTIVO FRENTE A UNA ADVERSIDAD Nivel de Participación del recurso -elevada participación - m ediana y escasa -ninguna, no se sabe o no se aprecia Fuente: Elaboración propia.

Puntaje asignado 2 1 0

Para comparar, dentro de una misma familia, los puntajes de recursos reunidos por cada integrante, se elaboraron los Gráficos 1 y 3. Se recurrió a la estadística descriptiva con el propósito de describir el comportamiento de los datos en el conjunto (Cuadro 7 y Cuadro 8). Se buscó obtener medidas de posición: de centralización (media aritmética y mediana), y de orden o de posición propiamente dichas (cuartiles -1° y 3°); y una de las medidas de variación o dispersión: la desviación estándar. Para comprender la incidencia de los aportes de los recursos de cada integrante a la familia y de relacionar esta incidencia con la capacidad de cada miembro por edad se elaboraron el Cuadro 5 y Cuadro 6 con los puntajes de recursos pasados a porcentajes15. Con estos valores se

12. Se registran aquellos recursos activos que son aportados por cada integrante factibles de ser contabilizados y todos aquellos que directa o indirectamente contribuyen/irían positivamente en el logro de enfrentamiento y superación de la adversidad en el hogar. 13. Si bien esta tarea se hizo en gabinete, se creyó necesario platear preguntas que guíen el análisis para la confección de los cuadros de los recursos activos aportados por cada miembro: ¿Qué recursos activos utiliza/ó para enfrentar y superar esta adversidad en la familia? ¿Qué participación le dio al recurso elegido? 14. Cuando un miembro de la familia mostró que para enfrentar y superar la adversidad 1 le da a un recurso una elevada participación, le corresponde el valor máximo de 2. Cuando no pudo apreciarse tal participación (porque demostró no haber hecho intervenir ese recurso o porque no pudo notarse) el valor que le corresponde es 0. 15. El valor de 100% correspondió en cada caso a la suma del total de recursos activos reunidos en la familia para superar la adversidad 1.

121

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA...

pretendió asimismo estudiar el grado de relación y tendencia (si existía) entre las variables porcentaje de recursos activos aportados a la familia y capacidad de cada miembro por edad (Gráficos 2 y 4). Para obtener numéricamente el grado de relación existente (o no) entre las variables se hallaron los coeficientes de correlación de las variables a través de un análisis estadístico (Pearson, para datos sin agrupar) (Cuadro 8 y Cuadro 10). Finalmente, para obtener la tendencia de las dos familias y comparar su comportamiento se volcaron simultáneamente los datos de las dos familias en el Gráfico 5. CUADRO 4: FAM ILIAS D E SILVIA Y PEDRO Y DE GRISELD A Y FEDE. RECU RSO S ACTIVOS APORTADOS O PO TEN CIA LM EN TE UTILIZA BLES.

F ÍS IC O S

S O C IA L E S

2

K vskvot

C reatividad M o ralidad L aboriosidad A uto estim a consistente Educació n Trabajo P u n ta j e p a r c ia l

0

0

0

0

0

0

1

1

0

0

0

0

0

2

I

0

0

0

0

2

0

0

0

0

0

0

1

0

0

0

0 0 0 0

1 2

0 2

0

15

9

A p o y o de a lg ú n fam iliar A p o y o d e algún otro significativo A p o y o d e a m iso s A p o y o de vecinos A p o y o d e com unidad A p o y o d e sociedad P u n ta je p a r c ia l

0

0

0

0

0

1

0

0

4

2

2

0

0

0

2

2

2

2

1

0

0

0

4

17

12

6

4

2

0

2

0

2

1

1

1

0

0

0

0

1

0

0

0

1

2

0 0 0

0

2

0

2

2

1

5

4

0

0

0

2

7

7

8

6

2

V ivienda Infraestru ctu ra d e la V ivienda Equipam iento

1

I

1

1

0

0

I

1

1

1

1

1

1

1

0

0

1

1

1

1

1

0

1

1

1

I

P u n ta j e p a r c ia l PUNTAJE TOTAL

3 23

3 5

2

3 27

22

17

3 13

1

16

0

2

2

Fuente: Elaboración propia.

j

0

I

0

Jorge

0

1

0

1

: O rnar

0

0

2

G uille

2

2 2

1

2

Leandro

2 1

0

2

Pede

A nalía

A gustín

Pedro

1 H

G riselda

Introspección In dependencia C apacid ad d e relacionarse Iniciativa

Lorena

HUMANOS

Siivia

P u n t a j e d e p a r t i c i p a c i ó n d e io s r e c u r s o s p o r c a d a in te s r a n t e

A lvaro

R e c u rs o s A C T IV O S

0

0

0

0

0

2

0

0

1

0

0

0

0

0

0

2

2

0

122

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CUADRO 5. APORTE DE RECURSOS ACTIVOS DE CADA MIEMBRO SOBRE EL TOTAL DE LA FAMILIA SILVIA/PEDRO I n te g r a n te s

C a p a c id a d

R ecu rsos ac­

T o ta l d e r e ­

% d e a p o r te

m ie m b r o s

tiv o s a p o r t a ­

c u r s o s a c tiv o s

de recu rsos

d e la f a m ilia

dos p or cada

r e u n id o s e n la

a c t iv o s d e

seg ú n ed ad

m ie m b r o

f a m ilia

c a d a m ie m b r o s o b r e el to ta l d e la f a m ilia

1

Silvia Pedro Agustín

1 0,2 0,2 0,2 0,5

Tobías Analta Lorena

(a) 23 16 7

0>)

a/b * 100 40 27 12

5 2

...... 59 ......

S 3

6

10

T o t a le s 100* 59 3,1 Fuente: Elaboración propia. (*) El valor de 100% corresponde a la suma del total de recursos activos reunidos en la familia para superar la adversidad 1.

CUADRO 6. APORTE DE RECURSOS ACTIVOS DE CADA MIEMBRO SOBRE EL TOTAL DE LA FAMILIA GRISELDA/FEDE In te g r a n te s

C a p a c id a d

R ecu rsos ac­

T o ta l d e r e ­

% d e a p o r te

m ie m b r o s

t iv o s a p o r t a ­

c u r s o s a c tiv o s

d e recu rsos

d e la fa m ilia

dos por cada

r e u n id o s e n la

a c t iv o s d e

seg ú n ed a d

m ie m b r o

f a m ilia

c a d a m ie m b r o so b re el to ta l d e la f a m ilia

(a) Griselda Fede Leandro Guille . Omar Jorge Alvaro T o ta le s

(b )

aib

*

. ; i '.

27

30 24

i

22

0 ,5

17

0 ,2

13

0 ,2

7

8

0 ,2

2

2

100

20

90

14

0 ,2

2

2

3 ,3

90

100*

Fuente: Elaboración propia. (*) El valor de 100% corresponde a la suma del total de recursos activos reunidos en la familia para superar la adversidad 1.

123

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA...

HALLAZGOS La Familia Silvia/Pedro Con el objeto de comparar, dentro de la familia, los puntajes de re­ cursos reunidos por cada integrante, se elaboró el Gráfico 1. GRÁFICO 1. RECURSOS ACTIVOS APORTADOS A LA FAMILIA SILVIA/PEDRO POR CADA MIEMBRO PARA SUPERAR LA ADVERSIDAD 1.

i Total de recursos

activos aportados a la familia por cada integrante para la adversidad 1

6

Silvia

Pedro

Agustín Tobías

>i

Analía

Lorena

Miembros del la familia

Fuente: elaboración propia.

El Gráfico muestra que todos los miembros intervienen aunque sea con mínimos aportes y que los datos se reúnen en tomo a dos gmpos. Por un lado, están Silvia y Pedro, que son los integrantes que aportan mayor cantidad de recursos activos a la familia; y por otro, están los restantes cuatro integrantes que hacen un nivel de aportes parecidos entre ellos. También puede observarse que Silvia supera a su cónyuge en número de recursos aportados.

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Por último, puede apreciarse que si se considera la cantidad de re­ cursos activos aportados a la familia por los restantes cuatro integrantes podría inferirse que Lorena, sobrina de Pedro, no es una niña y trabaja, pero no aporta dinero a la familia y no se muestra muy colaboradora con las distintas actividades, por lo cual se considera que aporta menos recursos que Agustín (hijo mayor de Silvia). El Cuadro 7 de estadística descriptiva, brinda algunos elementos más para interpretar la incidencia que tiene en la familia el aporte de los recursos activos realizado por cada miembro. CUADRO 7. RECURSOS ACTIVOS APORTADOS A LA FAMILIA SILVIA/PEDRO PARA SUPERAR LA ADVERSIDAD 1. Media­ Resu­ Media D.E. Mín Máx n Ql na men Puntaje Reo. 2,0 5,0 6,0 9,8 7,9 23,0 6,5 Act. Ap. Fuente: Elaboración propia. Nota: Léase en la columna Resumen, Puntaje de Recursos Activos Aportados.

Ql

16,0

A partir de los datos arrojados en el Cuadro es posible mencionar que, por un lado, si el valor promedio es de 10 recursos por persona, esto daría a pensar que gran parte de los integrantes aporta esta cantidad; sin embargo, la cosa es muy distinta como puede apreciarse en el Gráfico 1. Esta situación también puede advertirse al considerar el valor de la desviación estándar. Este valor es de casi 8 racursos, y es muy grande si se considera que solo se han tenido en cuenta seis muestras y que el menor puntaje de recursos es de 2 y el mayor de 23. Los cuartiles indican que sólo dos personas contribuyen con más de 16 recursos, mientras que las restantes cuatro, lo hace sólo con 5. Como valioso, este Cuadro arroja idea de cuán disperso y disparejo es el aporte de recursos activos de los distintos miembros. Sin embargo, el valor promedio se aleja considerablemente de la realidad. Para comprender la incidencia de los aportes de los recursos de cada integrante a la familia y con el fin de verificar si existe una correlación entre esta incidencia y la capacidad de cada miembro por edad, los va­ lores de puntajes de recursos fueron pasados a porcentajes y se elaboró el Gráfico 2. Asimismo se pretendió estudiar la tendencia (si existía) de la relación entre las 2 variables.

125

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA...

GRÁFICO 2. RECURSOS ACTIVOS APORTADOS A LA FAMILIA SILVIA/PEDRO PARA SUPERAR LA ADVERSIDAD 1, SEGÚN CAPACIDAD DE CADA MIEMBRO POR EDAD. DIAGRAMA DE DISPERSIÓN Y RECTA DE LOS MÍNIMOS CUADRADOS, AJUSTE O REGRESIÓN PARA LA RELACIÓN.

Capac. miembro/edad

Fuente: Elaboración propia.

En el Gráfico puede apreciarse el alto porcentaje de recursos activos aportados por los miembros de la familia con mayor capacidad según edad, sobre el total de los recursos conseguidos por toda la familia. Es posible observar una tendencia de aumento en el porcentaje de aporte de recursos activos a medida que aumenta la capacidad del integrante. Otro elemento a considerar es que mientras Silvia, con la máxima capacidad de obtención de recursos (1,00) consigue el 40% de los recur­ sos totales de la familia, Lorena con la mitad de la capacidad (0,50), no aporta ni el 20% del total de los recursos de la familia; apenas supera el 10%. Ligada a esta observación, puede verse, la escasa distancia existente (2%) entre el porcentaje de recursos aportados a la familia por Lorena y

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Agustín. Éste último, con menos de la mitad de la capacidad de aporte, supera a Lorena en porcentaje de aporte de recursos activos a la familia. Se realizó el análisis de correlación estadístico (Pearson) (Cuadro 8), con el objetivo de conocer cuál es el valor de la correlación entre las dos variables consideradas. CUADRO 8. CORRELACIÓN DE LAS VARIABLES “CAPACIDAD DE LOS MIEMBROS POR EDAD” Y PORCENTAJE DE “RECURSOS ACTIVOS APORTADOS O POTENCIALA!ENTE UTILIZABLES”, PARA LA FAMILIA SILVIA/PEDRO. Capac. miembro/edad % aporte rec activos

Capac. miembro/edad 1,00 0,91

% aporte rec activos 0,01 1,00

Fuente: Elaboración propia.

A partir de este Cuadro de resultados se interpreta que existe una alta correlación entre la capacidad de los miembros de la familia según edad y el porcentaje de recursos activos aportados a la familia por cada miembro para superar esta adversidad, ya que el coeficiente de correla­ ción r es de 0,92. De esta observación podría inferirse entonces, que el porcentaje de recursos activos a aportar o potencialmente utilizables en la familia dependería de la edad de cada uno de los miembros.

La Familia Griselda/Fede En este segundo caso, se realizan los mismos pasos que con el caso de Silvia/Pedro.

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA...

127

GRÁFICO 3. RECURSOS ACTIVOS APORTADOS A LA FAMILIA GRISELDA/FEDE POR CADA MIEMBRO PARA SUPERAR LA ADVERSIDAD 1.

Fuente: Elaboración propia.

Puede observarse que no queda ningún integrante de la familia sin participar en el aporte de recursos activos para enfrentar la adversidad 1, pero en esta familia el aporte es más escalonado. Griselda, Fede, Leandro y Guille son los que más recursos aportan. Sin embargo, entre estos cuatro integrantes hay diferencias en los puntajes. Griselda, supera a su cónyuge y éste a Leandro, que también supera a Guille. El caso de Griselda es parecido al de Silvia, ya que ella es la que logra reunir mayor cantidad de recursos para superar la adversidad 1. Entre los hijos pueden notarse dos conjuntos de datos. Leandro y Guille hacen aportes parecidos, aunque Leandro supera a Guille y los restantes tres hijos son los que menos aportan. A continuación se elaboró el Cuadro 9 de estadística descriptiva.

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128

CUADRO 9. RECURSOS ACTIVOS APORTADOS A LA FAMILIA GRISELDA/ FEDE PARA SUPERAR LA ADVERSIDAD 1. Resumen Puntaje Rec. Act. Ap.

n

Media

D.E.

Mín

Máx

Mediana

Q1

Qi

7,0

12,9

9,7

2,0

27,0

13,0

2,0

22,0

Fuente: elaboración propia Nota: Léase en la columna Resumen, Puntaje de Recursos Activos Aportados.

A partir de los datos arrojados en el Cuadro es posible mencionar que, en esta familia, el promedio de recursos aportados por los integrantes es de 13, superior al caso anterior que era de casi 10; posiblemente se deba a que hay mayor participación de todos los integrantes en la superación de la adversidad 1. Sin embargo la diferencia entre la media aritmética y entre el mayor y el menor aporte es bastante grande, de casi 10 recursos; en el caso de Silvia/Pedro era de casi 8, por lo que se entiende que los datos están menos concentrados con respecto al promedio. También se interpreta que sólo dos personas participan con 22 o más recursos. Posteriormente y como en el caso anterior, se elaboró el Gráfico 4.

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA...

129

GRÁFICO 4. CAPACIDAD DE CADA MIEMBRO DE LA FAMILIA GRISELDA/FEDE SEGÚN VALOR POR EDAD Y PORCENTAJE DE RECURSOS ACTIVOS APORTADOS A LA FAMILIA PARA SUPERAR LA ADVERSIDAD 1. DIAGRAMA DE DISPERSIÓN Y RECTA DE LOS MÍNIMOS CUADRADOS, AJUSTE O REGRESIÓN PARA LA RELACIÓN.

Capac. miembro/edad

Fuente: elaboración propia

En este gráfico, puede verse que Griselda, con igual capacidad que su cónyuge, consigue mayor cantidad de recursos activos para la familia. Otro elemento a mencionar es la importante diferencia de porcentaje de obtención de recursos activos entre miembros con igual capacidad. Guille, con igual capacidad que sus restantes tres hermanos los supera considerablemente. Otra situación que llama la atención, es que Leandro con la mitad de la capacidad según edad que Fede, logra reunir un 20% de recursos, muy próximo a Fede que alcanza un 24%. A continuación se muestra el análisis de correlación estadístico entre las dos variables consideradas (Cuadro 10).

130

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CUADRO 10. CORRELACIÓN DE LAS VARIABLES CAPACIDAD DE LOS MIEMBROS POR EDAD Y PORCENTAJE DE RECURSOS ACTIVOS APORTADOS O POTENCIALMENTE UTILIZABLES, PARA LA FAMILIA GRISELDA/FEDE

Capacidad tniembro/edad % aporte recursos activos

Capacidad miembro/ edad 1,0 0,9

% aporte recursos activos 0,01 1,0

Fuente: Elaboración propia.

A partir de este Cuadro se interpreta que existe una alta correlación entre la capacidad de los miembros de la familia según edad y el por­ centaje de recursos activos aportados por cada miembro para superar esta adversidad, ya que el coeficiente de correlación r es de 0,90. Como en la familia de Silvia y Fede, la cantidad de recursos que logre reunir la familia, estaría supeditado a la edad de cada uno de los integrantes.

Qué de común en ambas familias En el Gráfico 5 se aprecia en primer término, que todos los integrantes de cada familia contribuyen con algún porcentaje de recursos a la supe­ ración de la adversidad. Con estos aportes se generaron tres conjuntos de datos. El primero de izquierda a derecha, está conformado por los niños de entre 4 y 13 años; el segundo por los adolecentes de 15 y 19 años; y el tercero por las parejas de ambas familias de entre 31 y 37 años. En segundo término se observa, por un lado, que integrantes con mayor capacidad por edad logran aportar muchos más recursos que el conjunto de aquellos con menor capacidad; por lo que puede inferirse relación entre edad y capacidad; por otro, se ven similares aportes entre miembros de distinta capacidad. Esto ocurría entre los miembros Agus­ tín y Lorena de la familia Silvia/Pedro y Leandro y Fede de la familia Griselda/Fede. Al cabo de estas observaciones se considera que, si bien existe una alta correlación en las dos familias en cuanto a capacidad de los miembros de la familia según edad y aporte de recursos al mismo, la variable edad no es determinante del porcentaje de recursos obtenidos en la familia porque intervienen otros factores que se explicarán más adelante. En tercer término, al comparar las dos familias puede apre-

ESTUDIO DE LA RESILIENCIA COMO FORMA...

131

ciarse que mientras la familia de Silvia/Pedro alcanza una capacidad total de 3,10 y logra reunir un puntaje total de 59 recursos; la familia de Griselda/Fede con una capacidad de 3,30, reúne un puntaje total de 90 recursos. De aquí puede interpretarse que la familia de Griselda/Fede al tener mayor capacidad que el primero, logra reunir mayor cantidad de recursos activos que éste; sin embargo, los aportes no siempre se incrementan con el aumento de la capacidad según edad. GRÁFICO 5. TENDENCIA DE LAS FAMILIAS EN CUANTO A PORCENTAJE DE APORTE DE RECURSOS POR CADA MIEMBRO EN RELACIÓN A SU CAPACIDAD POR EDAD. DIAGRAMA DE DISPERSIÓN Y RECTA DE LOS MÍNIMOS CUADRADOS, AJUSTE O REGRESIÓN PARA LA RELACIÓN. ®

F a m ilia S ilv ia / P e d r o

#

F a m ilia G r is e ld a / F e d e

------------ L in e a l (F a m ilia S ilv ia / P e d r o ) ------------ L in e a l ( A m b a s F a m ilia s )

0 -------------------- -------—

0

0,1

r — -----------r---------—

0,2

0,3

i-------------------------------------- t — ------- —T------------------r------------------ 1----------------- ---------------------