Vivir el presente
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PREFACIO Alan Watts es ampliamente conocido como el mejor intérprete occidental del pensamiento oriental. Autor de casi treinta hbros en el terreno de la filosofía comparada, Watts compartió su interés por la filosofía y la psicología de la religión con lectores de todo el mundo. Durante los años sesenta y primeros setenta dio cientos de conferencias sobre caminos de conocimiento que a menudo son considerados como el aspecto primario de la experiencia religiosa. Antiguo sacerdote anglicano con un profundo aprecio por el hindm~mo, budismo y taoísmo, Alan Watts ofreció una perspectiva compren~ible de la experiencia humana como aspecto integral de la naturaleza. Como a menudo solía recordar a su audiencia: "¡No vinimos a este mundo, crecimos de él!". Alan Watts daba sus conferencias sin utilizar notas y a menudo hablaba durante una hora antes de inquirir si alguien tenía preguntas que hacer. Una de las más frecuentes era: "¿Qué me ocurrirá CUJlildO mueµ?". A la gue solía reseonder: "¿Quién hace la pregunta? Si se identificJl u_§!ed como un indiyjdug ajslQ.do QJW existe separado de y en o osición con el mundo, lo más normal es que crea ue s ero s1 se ve a s1 mismo como un simple 9

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acontecimiento de los que suceden en la vida, y no se aferra a la identidad individual, usted sucederá una y otra vez. Después de todo, lo que ha ocurrido una vez puede siempre volver a suceder". Los siguientes capítulos son selecciones de las enseñanzas orales de Alan Watts, que revelan una sucesión continua de palabras y sabiduría cuidadosamente seleccionada de los archivos grabados de Alan Watts. En el presente libro concluyen los temas ya presentados en La vida como juego y en Salir de la trampa. MARK WAITS

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l. AUTORIDAD ESPIRITUAL, O

EL ARTE DE SER UN GURÚ Me tomaré la libertad de empezar diciendo algo sobre mí mismo y sobre mi papel al hablarles de cuestiones filosóficas, porque quiero que quede bien claro que no soy un guru. En otras palabras, yo hablo sobre lo que denominamos "esas cosas", y ello incluye una multitud de intereses que tiene que ver con la filosofía oriental, la psicoterapia, la religión, el misticismo, etcétera. Hablo sobre ello porque estoy interesado en todo ello y porque disfruto al hacerlo. Cualquier persona sensible se gana la vida haciendo lo que le gusta hacer, y eso también vale para mí. Al decir que no soy un guru, también quiero decir que no trato de ayudarles ni de mejorarlos. Les acepto tal y como son. No he venido para salvar al mundo. Claro está que un riachuelo que fluye desde las montañas hace lo que tiene que hacer, y si le sirve de ayuda a un viajero sediento, pues estupendo. Cuando un pájaro canta no lo hace por el bien de la música, pero si alguien se detiene a escucharle y le gusta, pues eso también es estupendo; yo hablo con ese tipo de actitud. No cuento con un grupo de seguidores. Tampoco trato 11

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de conseguir discípulos, pues trabajo sobre e] principio del médico más que del sacerdote. Un médico siempre trata de deshacerse de sus pacientes y los despide sanos para que se las valgan por sí mismos, mientras que un sacerdote trata de obtener miembros para una organización religiosa, a fin de que continúen pagando sus cuotas, la hipoteca de un costoso edificio, y para que, generalmente, pertenezcan a una iglesia, aireen su pertenencia a la misma y así poder probar con números la veracidad de sus principios. Mi objetivo es deshacerme de ustedes, para que así no me necesiten ni a mí ni a ningún otro maestro. Me temo que algunos de mis colegas no aprobarán esta actitud porque existe la creencia general que a fin de avanzar en la vida espiritual, sea lo que sea, resulta esencial tener un guru, al que se presta una perfecta obediencia. Así que a menudo me hacen la pregunta: "¿Es realmente necesario tener un guru?" Sólo puedo responder de Ja siguiente manera: "Sí, lo es, sí así lo cree". Y lo digo con el mismo espíritu con el que se dice que todo e1 que va al psiquiatra tiene que examinarse de la cabeza. Estamos de acuerdo en que todo esto quiere decir más de lo que a simple vista parece, porque si en realidad usted siente preocupación por sí mismo, y se halla en un estado de confusión tal que le hace pensar que debe acudir a1 psiquiatra para superar dicho estado, entonces, claro está, necc~ita ir. Sucede lo mismo si se halla en la necesidad de recurrir a alguien que le diga qué hacer para practicar meditación, o para conseguir un estado de liberación, nirvana, maksha o como quiera que pueda llamarse; pues si siente profundamente esa necesidad, entonces deberá hacerlo. Porque como dijo el poeta William Blake: "El loco que persiste en su locura se convertirá en sabio". 12