Violencia Sociedad Y Poder

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DE LAS COMUNIDADES PRIMITIVAS A LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO Tomo 1

Alma Imelda Iglesias González Jorge Federico Márquez Muñoz Pablo A rm ando González Ulloa Aguirre

U niversidad Nacional Autónom a de México

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA D E MÉXICO J o sé. N a r r o R o b lf .s • Rector E d u a r d o B a r z a n a G a r c í a • Secretario General E nkiQ U £ D tL V a l At a n c o • Secretario Administrativo

Luis R a ú l G o n / á l f z P í.k e z • Abogado General D a v id H j r n e r B a r r a g á n * Director General de Publicaciones y Fomento Editorial

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES F k r n a n d o C a s t a ñ e d a S a b id o • Director R o b e k j o P e ñ a O u e r r f .r o • Secretario General J o s f L u is C a S T a ñ ó n Z u r i t a • Secretario Administrativo C o n si e l ü DÁv il a 1’é k u z * Coordinadora de Extensión Universitaria F l o r S tjg e y L ó p e z G a m h o a ■Jefa del Departamento d?. Publicaciones

R esponsable de) proyecto p a f iim e pe 3 0141 (), E nseña riza p a ra el estudio de la historia de las re v o lu e ío n e ^ Jo rg e M árquez M uñe#

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SOCIEDAD, VIOLENCIA Y PODER DE LAS COMUNIDADES PRIMITIVAS A I A CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO TOMO I

Alm a Imelda Iglesias González Jorge Federico Márquez Muñoz Pablo Arm ando González U lloa Aguirre

U n iv e rs id a d N a c io n a l A u tó n o m a d e W x i c o

2011

Ilustración de portada: L eonardo Da Vinci. La batalla d? Angfiiari, (copia atrib u id a a Pedru Pablo Kubens). Musco del Louvre, París.

Esta investigación, a rb itra d a p o r especialistas e n la m a te ria a “do b le ciei*o” se privilegia c o n el aval d e la F acu ltad d e C iencias Políticas y Sociales, u n a m Sociedad, violencia y poder. De las com unidades prim itiva s a la caída del Im perio R om ano. Torno 1

E ste libro fu#? fin an c ia d o con recu rso s d e la D irecció n G e n eral d e Apuntos del P ersonal A cadém ico (d g a p a ), d e la U niversidad N acio n al A u tó n o m a de M éxico, m e d ia n te el Proyecto ' E n se ñ a n z a p a ja el estu d io d e la h isto ria d e las revoluciones"» co o rd in ad o p o r Jorge M árquez M uñoz, co m o p a rte del P ro g ram a d e A poyo a Proyectos d e Investigación p a ra eJ M ejo ram ien to d e la E n señ an za (p a p im e ),

vkSOMIO.

P rim e ra ed ic ió n : 18 d e n o v ie m b re 2011 D R . © U n iv e rs id a d N a c io n a l A u tó n o m a d e M é x ico

Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacánr C.P. 04510, México, O.F. F a c u lta d d e C ie n c ia s P o l í ti c a s

y

S d c ia lf .s

Ciudad Universitaria, Delegación Coyoatán, C.P. 04510, México, D.F, D. R, © E d i t o r e s k I m p r e s o r e s P r o v i s i o n a l e s , k d im p rü , s. a. d e < \ v. Tíziaiio 144, Col. A lfom oxni, Delegación Alvaro Obregón, C. P. 01460. México, D.F.

ISBN: 978-607-02-2873-9 UNAM ISBN: 978-007-7744-38-2 Sitesa

I m p r e s o y h e c h o e n M é x ic o / M a d t a n d p rin ted in M éxico

C O N T E N ID O

P r ó l o g o ........................................................................................................ In tro d u c c ió n

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........................................................................................... 13

1. Dejar de ser u n o ....................................................................................21 2. Del sacrificio natural al in fa n tic id io .............................. ...

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3. D e la desconfianza al m ed io y a los otros a la jerarqu ía d é b il ........................................................................... 45 4. Del sacrificio al rito sacrificial...........................................................57 5. La c iv iliz a c ió n .......................................................................................83 6. La parte más sacrificable se reb ela.................................................97 7. Los nóm adas m ontados aterrorizan al hom bre-ganado . . 115 8. El ejército es primero: la casta guerrera m ina las jerarquías , , * .............................................................. 133 9. El com ercio y la escritura conviven con la g u er ra .............. 155 10. El fin d e la sociedad guerrera.................................................... 169 11. El sistema rnultiestatal convierte al rebaño en ejército . . .

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12. S ta sis................................................................................................... 195 13. La guerra entre los g r i e g o s ....................................................... 205 14. D os m odelos del control de la violencia.............. ................... 215 15.

Tragedias y o str a c ism o .................................................................233

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A lm a Im e ld a Iglesia -< G nnzaU z



Jorge F e d m c o M á r q w i M u ñ o z 9 Pablo A r m a n d o ( ¡ o tiló la UUoa A g u ir r t

16.

La guerra es t o d o ................................................................. 239

17.

FJ ascenso de R o m a ................................................................257

18. Los cam inos de la v io le n c ia ........................................................ 283 19. El fin de la antigüedad clásica y los jin etes de la e s te p a ............................................................301 20.La violencia no es externa: ei cam ino axial...............................307 B

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ib l io g r a f ía

......................................................................................................................315

PRÓLOGO

T a Real Academia Española define un acto violento como I aquel “que está fuera de su natural estado, situación o m odo”, -L J “que se hace bruscamente, con ím petu e intensidad extra­ ordinarias” y “que se ejecuta contra el m odo regular o fuera de razón yjusticia”. El esfuerzo por explicar los orígenes y el desenvolvim iento de la violencia no es nuevo. El etólogo británico Peter M. Driver m enciona tres dificultades de estudiar el conflicto: el desagrado de la mayoría de la gente para reconocer los orígenes anim ales del hombre, la tendencia de los especialistas a considerar su área de estudio com o la más im portante para esta cuestión y la incapacidad del hombre de resolver los problemas sociales.1 Respecto al ultim o punto, nosotros no somos tan pesimistas, por el contrario, creem os que la com prensión de la violencia puede contribuir a resolver algunos problemas sociales. Pero estamos conscientes también, de que cada solución crea nuevos problemas. Esta obra es producto del interés y trabajo de un equipo de pro­ fesores, investigadores y becarios. En el sem inario “Violencia y ciencias sociales” que llevamos a cabo durante el año 2010 en las instalaciones del “Seminario de Procesos Políticos y Electorales” de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, participaron aca­ démicos de diversas instituciones de educación superior y centros

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Alma imelda iglesias González *Jorge Federiw Márquez Munns * Pablo Aromando (rtmzáUz UUoa Aguirrc

de investigación. Fue ahí en donde decidim os la pertinencia de esLe texto y elaboramos su guión. El interés mostrado por ios profesores y los investigadores participantes t:n esa primera Fase del proyecto continuó durante el año 2011, en el cual ofrecieron sus consejos para el mejoramiento de la presente obra. Por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, m erecen m ención especial la Doctora Lourdes Q uintanilla Obregón, profesora de historia universal; la Dra. Rosa María Olvera, co­ nocedora de la historia de la guerra; el Dr. Germ án Pérez, anfitrión de nuestro sem inario de 2010 y especialista en la con­ form ación de instituciones políticas; y el Dr. Francisco Javier Jim énez Ruíz, por su apoyo incondicional con diversas fuentes. Del Instituto de Investigaciones Sociales de la u n a m , el Dr. Julio Bracho Carpizo hizo valiosas observaciones sobre la relación entre la guerra y el caballo* De la u a m X ochim ilco, nuestro reconocim iento para D octor Joel Flores, quien hizo ana im ­ portante aportación a propósito de la relación de las religiones antiguas y el milenarism o. También m erecen una m ención especial los becarios de las dos primeras fases del proyecto: Alejandro D om ínguez y Mar­ cela Reynoso jurado, siem pre anim osos y trabajadores. En este volum en nos propusim os el estudio de la relación entre sociedad, poder y violencia en un periodo que abarca desde las primeras com unidades hasta la caída del im perio romano. El segundo volum en abordará el m ism o asunto desde la antigüedad tardía hasta las revoluciones de 2011 en el mundo árabe. N o es un texto omnicomprensivo; se ceñirá en las ma­ nifestaciones sociales de la violencia a partir de conocim ientos de diversas ciencias. Aquí hem os descriLo los m ecanism os neurológicos, antro­ pológicos, psicológicos, políticos y sociales relacionados con la violencia y su contención en diferentes etapas históricas. Rea­ lizam os una narrativa en la que se van añadiendo conceptos y teorías, cada vez más sofisticados en la m edida en que también se compiejizan las sociedades. Encontramos que el infanticidio,

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SOCIEDAD, VIOLENCÍAYl'ODF.R • TOMO l

el sacrificio, la guerra, el im perialism o y la lucha de clases no son connaturales al hom bre ni a la sociedad, sino producto de m om entos e instituciones específicas. Asimismo, mostramos que las formas de contención de la violencia son muy variadas, aunque generalm ente, para evitar la violencia "incontrolable1' es necesaria una dosis de “violencia benéfica” El segundo volumen es la historia de los intentos por superar esta terrible situación y se hace la pregunta ¿se puede controlar la violencia sin violencia? ¿Es posible una sociedad más allá de la violencia? ¿Es siempre necesaria una dosis de violencia para evitar unaviolencia mayor? Pese al im pulso de las religiones que prom ueven la “com pasión universal”, el hum anism o, la Ilustra­ ción, el liberalismo y el socialism o, veremos que entre los m eca­ nismos para contener el caos sigue siendo necesaria una dosis de violencia. Las revoluciones que produjeron el m undo m oderno ocupan un lugar especial en el segundo volumen. Se trata de los grandes proyectos de la hum anidad, que com enzaron el siglo x v n con la Guerra Civil Inglesa y prosperaron en los siglos x v in , x ix , x x y lo que va del x x i. Estos movimientos están caracterizados por el intento de crear condiciones para un “m undo mejor”, o al menos para acercar más la realidad a la utopía. Sin embargo, veremos que muchas de estas revoluciones Jejos de llevar al fin de la vio­ lencia la reprodujeron e incluso la multiplicaron, para, posteriorm ente, instituir sus propias formas de “violencia benéfica”. Este es un texto escrito para estudiantes de ciencia política, adm inistración publica, relaciones internacionales, com unica­ ción, sociología y afines. Aunque hem os intentado que sea atr ac­ tivo para un público más general. Es posible hacer dos lecturas de este libro: el lego puede ignorar las notas al final y el interesa­ do en ciencias sociales, por el contrario, las encontrará especial­ m ente estimulantes. Notas 1 P eter M. Hrivrr, “Towarri a n ethotogy o í'h u m a n c u n llu t: a veview v f ranfíict resoluiton, 3, 19f>7, pp. 361-374.

The Journal

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INTRODUCCIÓN

l siglo x x i no promete ser menos violento que el brutal siglo x x , cuando las guerras provocaron más de setenta millones de muertos. Peor aun es el increm ento de las bajas civiles, que fueron m enores al 10% en la Primera Guerra Mundial pero superaron el 50% en la Segunda Gran Guerra y llegaron al 80% en las de los años noventa y las de la primera década del siglo x x i.2Aunque hoy la mayoría de los países, sobre todo los desarro­ llados» dedican un porcentaje muy reducido de su riqueza, a gastos militares, en términos absolutos, las cantidades son cada año mayores.3 La guerra es la más brutal y notoria m anifestación de la vio­ lencia, pero no es la única. Se trata de un problema ubicuo, que aparece en las naciones ricas y en las pobres, en todas las cultu­ ras y civilizaciones, e incluso antes, pues el m undo anim al está también dom inado por elku Por ejemplo, uno de los supuestos principales de la otología para explicar la afición de los seres hu­ manos por la guerra es la territorialidad, frecuente en el compor­ tam iento de otras especies anim ales. Robert Audrey la definió com o “el im pulso de ganar, m antener y defender el derecho a la posesión de un bien”.4 Esta fue también la tesis central del prem io N obel de Fisiología Konrad L orenzA E rích Fromm intentó demostrar que la “violencia hum ana” era un asunto vin­ culado con el contexto antes que con la biología, que poco podía

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¡melda Iglesias González * Jorge Fetlericv Márquez M v ñ o i * Pabü) Armando GtmzáUi Uliou Aguirrc

aprenderse, para com prender al hombre, del com portam iento de las aves y los peces.ft En esta tónica se encuentra el presente texto. N o privilegia­ mos la búsqueda del origen de la violencia hum ana en los ani­ m ales ni en la biología,7aunque tam poco negam os que existan elem entos fisiológicos que contribuyan a ella.s Para nosotros la cuestión es preguntarse si al “naturalizar” la violencia no la convertimos sim plem ente en un m al irremediable del que no hay nada más que decir. Al contrarío, nuestro enfoque pretende descubrir las variables de esta calam idad y cóm o las distintas sociedades la han tratado, m anipulado y controlado. Partimos pues, tal y com o lo describe el historiador del cani­ balism o, de que en toda form a social, “los hombres, para sub­ sistir, han tenido que aprender a convivir con la violencia” 9 Lo importante para nosotros es dilucidar la relación entre sociedad y violencia, y para ello, nos planteamos responder las si­ guientes preguntas; ¿cuál es el origen social de la violencia?, ¿qué tipo de sociedad logra disminuir la violencia y por qué?, ¿qué tipo de sociedad y por qué, presenta mayores índices de violencia? Nuestro texto, aunque toma de las teorías antropológicas, sociales, psicológicas/0 económ icas, políticas y de las relaciones internacionales, algunos de sus elem entos, no es un catálogo de opiniones, sino una teoría compleja y articulada. Nuestro punto de partida nos lo ofrece Aristóteles, quien en la Poética escribió: “El hombre se distingue de ios demás animales en q ue es el más apto para la imitación”.11Los padres de la Iglesia, To­ más de Aquino, Thomas H ob b esjean Jacques Rousseau e Immanuel Kant opinaban lo m ism o.’ A lo largo de la historia de las ideas encontram os persistentem ente esta noción. Lo m ism o en la obras de Gabriel Tarde al referirse a la m oda/* en las de Paul Lazarsfeld a propósito de los estudios de o p in ió n /4 en las de Jacques Lacan1&y la de Alexandre Kqjéve16sobre el deseo, entre muchas otras, encontram os la im portancia de la im itación. Ahora bien, la im itación puede ser tan simple com o la per­ secución de un objeto que alguien más tiene o bien, tan com ­

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SOCIEDAD, VIOLENCIA Y PODER • T O M O ]

pleja com o la asunción de un rol social. D esde la neurociencia, Leonardo Fogassi y Vittorio Galessi han com probado que las “neuronas espejo” son de dos tipos: las de “congruencia exacta” y las de “congruencia general”. Las primeras se activan cuando el sujeto imita de m anera idéntica a su m odelo, mientras las segundas, cuando lo hace sólo en parte.17 Mientras estos dos tipos de copia los comparten los hombres de todas las edades1*y algunos m amíferos,19hay otro fenóm eno que sí distingue, no por su ausencia o existencia sino por su grado, la mimesis animal e infantil de la adulta: la imitación diferida. Los niños de unas cuantas semanas al igual que los simios, imitan inm ediatam ente y sólo con el paso de unos m eses logran la imi­ tación diferida. Pero únicamente los seres hum anos amplían esta facultad al grado de entender lenguajes complejos. Andrew Meltzoff y Keith Moore atribuyen esta característica al desarrollo del lóbulo frontal, en donde se localizan las neuronas espejo.20 Mark Solms y Oliver Turnbull explican este proceso com o una inhibición de la acción motora que permite retrasar las acciones; es decir, pensar, que significa “actuar de manera imaginaria, m ediante lo cual, se evalúa un acto en potencia1’.21 Llegamos pues a distinguir lo animal de lo hum ano, aunque encontremos algo de animal en el hombre.22 Casi todos los ani­ males viven en el “presente eterno”, la inm ediatez del entorno se les impone; tienen poca capacidad para prever acontecim ien­ tos,23 Pero los simios ya son capaces de abstraer las consecuen­ cias de una acción y almacenarlas en sus m entes para después utilizarlas. Los monos, por ejemplo, logran poner una caja sobre otra para alcanzar una banana. En este sentido, hay cierta con­ tinuidad entre lo hum ano y lo animal. Encontramos pues, algo de conciencia en el animal. Sin em bargo, llama tam bién la atención lo que separa a los otros m am íferos del hombre. La capacidad del niño de im po­ ner una forma mental sobre la materia implica cierta habilidad simbólica; un grado de abstracción y planeación que ni los simios más inteligentes son capaces de realizar. Los primates,

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Alma Imelda Iglesias González * Jorge Federico Márquez M uñoz * Fabht Arm ando González VUna Aguirre

a diferencia de los seres hum anos, no hacen construcciones simbólicas. Es decir imitativas, pues el sím bolo es ya una repre­ sentación de otra cosa.24 A proposito de esta dimensión simbólica Hans Blumcnberg hizo un recorrido que comenzó con los primates, prosiguió con los seres prc-hu manos y concluyó con el hombre. Este paso fue “un cambio forzado”25 en el cual el ser hum ano sustituyó la protección de una vida oculta en los árboles de la selva por una nueva, expuesta al horizonte de la percepción ampliada en la sabana. En este univer­ so, el ser hum ano se vio abrumado por la gran cant idad de datos nuevos que se presentaban ante sus ojos. Para hacerlos aprehensibles les otorgó un sentido, creó denom inaciones. Con las pa­ labras no controló ni pretendió controlar esa realidad que lo trascendía, lo que intentó fue disminuir su propia angustia.26 El historiador de la mente ofreció su propia versión del ori­ gen del lenguaje. De acuerdo con Julián Jaynes algunos m amí­ feros se agruparon com o m étodo de protección. Los primates hicieron esto y, al igual que los hom ínidos, aparecidos al menos hace dos m illones de años, utilizaron señales simples para comu­ nicarse. Se trató de una com unicación esencialm ente visual, que consistió en m ovim ientos del cuerpo, con las m anos, la cabeza, etc. Los neanderthalenses tardíos y algunos anim ales fueron obligados a emigrar debido a las glaciaciones ocurridas en el 70,000 a.C. Salieron de Africa y se dispersaron por la Eurasia subártica. Luego fueron hacia Am érica y Australia. El Medite­ rráneo se convirtió en la zona más densam ente poblada. Entre el 70,000 y el 40,000 a.C., durante los fríos y oscuros días de la Cuarta Glaciación, el lenguaje tuvo una gran evolución. Apare­ cieron los sonidos de llamadas o reclamos que se diferenciaron de acuerdo a su intensidad. Estos llam ados se convirtieron en los prim eros m odificadores que significan cerca y lejos. El siguien­ te paso Fue cuando estas term inaciones gi y jo se pudieron separar de la llam ada particular que las había generado, y se pegaron a otra llam ada con la m ism a indicación.27 16

SOCIEDAD, VIOLENCIA y PODFR * TOMO !

Entre el 25,000 y el 15,000 a.C. encontram os un nuevo salto cualitativo: el desarrollo de la cultura m agdaleniense. En este m undo oscurecido y de cazadores, al igual que vemos cóm o los utensilios se perfeccionan y aparecen los dibujos de animales on las cuevas, vemos también “Jas primeras frases con un nombre com o sujeto y un m odificador predicativo (...). Si ¡uag! significó en un tiem po un peligro inm inente, con mayor diferenciación en la intensidad, podríam os tener’wak il para un tigre que se acercara, oju ab il para un oso”. En buena medida, todo ello se debió a la evolución de una mente que luchaba por adaptarse al medio: el “cerebro, en particular el lóbulo frontal situado frente al sulcus o cisura central, crecía con una rapidez tal que pasma a los evolucionistas m odernos” 2'* Según el historiador de la imagen y los otros métodos de “transrnisión” los primeros sím bolos están vinculados con Ja violencia de la muerte. Para no referirse directam ente a ella, los hombres han creado m ediaciones. Los ceram istas atenienses representan a veces el nacim iento de la im agen baju las especies d e un guerrero en m iniatura que sale de la tumba de un guerrero muerto en combate, lam as hermosa de las m uertes. I /a im agen atestiguaría (...) el triunfo de la vida, pero un triunfo conseguido sobre la m uerte y m erecido por ella. Y que no se crea que el orden del sím bolo tuvo un origen más puro que el más grosero de lo im aginario. El cadáver les presta un m andilo rom án.

Signo viene de sema , piedra sepulcral. Sema cheein, en H om e­ ro» es levantar una tumba. El signo al que se reconoce una sepultura precede y funda el signo de semejanza. La muerte com o semáforo original parece hallarse muy lejos de nuestras m odernas sem iología y sem ántica, pero si se ahonda un poco en la ciencia de los signos, se exhum a el barro cocido, el gres esculpido y la máscara de oro.29

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A lm a tm tld a fg k s ia s González. “ Jorge Federico M á rq u e z M u ñ o z * Pnhio A u n u n d o G m z á t n UUoa A g u trre

M ucho se ha escrito sobre cóm o el temor a la m uerte cons­ tituye el origen de las formas culturales. De acuerdo a esta tesis, el hom bre inventaría ciudades, religiones, mercancías, etc., con el ñn de no pensar en su fatal destino.30 Sin embargo, el historiador del cuerpo y las em ociones, Morris Berman, nos dice que el m iedo a la m uerte es, en realidad, reflejo de un fe­ nóm eno más general: la angustia por la ruptura con el m edio y con los otros. La ruptura es la primera violencia. cuál es la primera rup­ tura?

Notas * Cfr. M ichael Man n, El lado oscuro de la etemoemeia. Un estudio sobre la limpieza étnica, trad . Sofía Molió U o rc a , ed. U niversitat de Valencia, 2009 (Ia ed. e n inglés, 2005), p. V¿.

%Cfr. Niall Ferguson, Dinero y poder en eí mundo moderno 1700-2000, trad . Silvína M arí, M adrid, T aurus, 2001 (Ia ed. en inglés, 3001), pp. 58 y sv. 4 Kobei't Ardrey, African Geiiesis, Nueva York, A theneum , 1961. 3 Cfr. K onrad L orenz, Sobre la agresión: el pretendido mal, México, Siglo x x i, 197i {1* ed. en alem án, 1966). 6 Kricb Kromm. Anatomía de ta destructividad humana, trad u cció n de Félix Blanco, México, Siglo x x í editores, 2000 ( Ia ed. cu inglés, 1974), pp. 158 y ss. 7 Al estu d ia r si el h o m b re nace o se hace violento p o r la influencia de la sociedad, trad irío n alro en te los biólogos h a n favorecido la idea d e que la violencia tiene su origen en la n a tu ra le z a y los antro p ó lo g o s en la crianza. s C om o ya dijera el psiq u iatra R onald Laíng: “sí se pro d u cen d e te rm in a d as tra n s­ form aciones en el e stad o org án ico del individuo, no significa q u e lo org án ico no sea p a rte de lo social. Existe u n a b ioquím ica del m iedo. D e acuerdo, p e ro r esulta d e m a ­ siado sim ple decir: estoy asustado porque tn mi sangre, circula adrenalina T am bién p o d ríam o s d e cir tran q u ilam en te q u e en jni sangre circula a d re n a lin a p o rq u e estoy asustado. En to d o caso, si estoy asustado, digam os q u e lo estoy de otras personas: es decir, m i m ied o es p a rte üe una situación social”. R onald D. L aing entrev istad o por Viceií^o C a m ti, I~t>s locos y los cuerdos, tra d . Silvia Furió, México, G rijalbo-C onsejo N acional p a ra la C u ltu ra y las A rtes, 1990 (Ia ed. e n español, 1980; 1* ed. en italiano, 1979), p. 95, 3 Jacques Atlali, M iknio>México, Seix Barra), 1994 ( Ia cd. e n francés, 1990), p. 12. 10 Incluso d é la eiología, la neurociencia y la biología, au n q u e claro está, sin llegar a los extrem os de lasociobiología. C om o ya nos advirtió el antropólogo M arshal Sahlins h ace m ás de tres décadas: “E n lu g ar d e u n a constitución social de significados, (la sociobiología) ofrece u n a d e te rm in a ció n biológica d e las interacciones h u m an a s que tiene su fuente, en p rim e r lu g a r en la ten d en cia evolutiva gen eral de los genotipos

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SOCIEDAD, VIOLENCIA V PODER * TOMO 1

individuales a m ax im izar su éxito; re p ro d u c e u n a nueva varied ad d e u tilitarism o sociológico, p e ro trasp u esto ah o ra a u n cálculo biológico del provecho sacado de las relaciones sociales”. A propósito, específicam ente d e la violencia, Sahlius com enta la o b ra d e E dm und W ilson, Soctobifilogy: “En correspondencia con la agresividad h u m a n a encontram os en todos los hom bres u n gusto p o r la violencia y la g u e rra , así corno p o r la te rrito ria lid a d y lo* sistem as de d o m inación o ra n g o social.” A lo cual el m ism o S ahlins responde: “Es evidente que las personas que intervienen en u n a g u e rra —o, en realidad, en cu alquier tipo de lu c h a - no son d e m odo a lg u n o necesariam ente, agresivas, b ien d u ra n te la acción o con a n te rio rid a d . M uchas de ellas e stán co m p letam en te a te rro riz a d as. Las per sonas que intervienen en u n a g u e rra p u e d en te n e r u n a serie d e m otivaciones p a ra hacerlo y éstas stielen e slar en co n traste con u n a sim ple d escripción c o n d u c tiv a del acontecim iento com o violencia. I os hom bres p u ed en verse m ovidos a lu ch a r p o r am or (p o r ejem plo al pars) o p o r h u m a n id a d (ante ia b ru ta lid a d a trib u id a al enem igo), p o r h o n o r o a lg ú n tipo de a m o r propio, p o r sen tim ien to s de culpa o p o r salvar el m u n d o p ara la dem ocracia. F.s difícil concebir a p rio r i—y más difícil todavía a fortiori p a ra un a n tro p ó lo g o - tin a disposición h u m an a que no p u e d a ser satisfecha p o r la g u e rra , o m¿ís c o rre c ta m en te, q u e no p u e d a co n citar u n a m ovilización social p ara su consecución. La com pasión, el odio, la generosidad, la vergüenza, el prestigio, la em ulación, el temor» el desprecio, la envidia, la codicia, es decir, desde el p u n to de vista etnográfico, Jas en erg ías q u e m ueven a los hom bres a luchar, son p rácticam ente c.oincidentes con el ab an ico de las m otivaciones h u m an a s. Y eso en v irtu d d e otro tópico de la experiencia com ún y antropológica; que las razones p o r las que luchan los individuos no son las razones p o r las q u e se pro d u cen las guerras". M arshall Sahlins, Usoyubusvdelabiofogin. Una crítica antropológica de la svciobiclogia, tra d .d e Kula.Ha Pérez Sedeño, M adrid, Siglo x x i, 1982 {1* ed, en inglés, 197$), pp. 2, 3, 14, 1H y 19. n ‘'M ás ap to ’’ d ice el estag irita, no el único. Se ha com probado que g ra n can tid ad de an im ales son tam bién im itativos. Cfr. G iacom o Rizzolatti, y M. Arbíh, uí .anguage w iihin dui g r a s p \ Trends in Neuroscience, 1998, 21, pp, 188’194. 1? W olígang Palaver, “M im esis a n d Scapegoating in th c Works of Hobbe.s, R ous­ seau and Kant", p o n e n cia p re sen ta d a en CoUoquium ofViolence & Religión, A m beres, Bélgica, 31 de mayo de 2001. J* Cfr. G abriel l a rd e, Social laws: an outline vfsociology, trad . d e 1íovvaid C. W arrcn, Nueva York, ftatoche Books> 2000 (Ia ed. en inglés, 1899, conferencias p ro n u n ciad as en el CoIIége L ibre des Sciences Sociales, en o c tu b re de 1897). J4 Cfr. R a ym ondA ton , Las etapas delpensamiento sociológico. UDurkkeim-Weber-ParHo, trad. A níbal Leal, B uenos Aires» E diciones Siglo V einte, 1970, p. 105. 5’ “El deseo es siem pre el deseo del o tro ”, Jacques l acan, Ecríis, París, Seuil, 1966, p. 181. 1,1 F.l deseo h u m an o n o es el deseo p o r u n objeto sino q u e “el deseo h u m an o está o rien tad o p o r o tro deseo”»A lexandre Kojéve, Inlmduction tothertfidingofHegtl. Leciure\ oji the '*Phcnammolt>gy of $piñi \ trad . Jam es U. N ichols, L ondres, C o rn e ll University Press, 1969, p. 5. ” Cfr. I-. Fogassi y,V. Gállese, ‘T h e n e u ra l co rrclates o f action u n d e rsta n d in g in non -h u m an prim ates", M. Stamenov, y V. G állese (ed.), Mirror ntu-rons and the evoluíion of brain and lartguage, A insterdam , J o h n B enjam ius Publi-shing, 2002, pp. 13-36. ,

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jVtrui im eitlaigtesias C.vnzálfiz • Jr/j%vF¿dcneo M á rq n n M vñ o i * Pablo Arm ando Gonzdlet Ulloa Aguirrj

,s logassi y Gallase h a n m ostrado que estos dos (¡pos de n e u ro n a s fu n c io n a n en ad u lto s ai igual que en recién nacidos. 19 Loa sim ios ro n (oda seg u rid ad . n Cfr. A. M cltzofí y K. M oore, "Im itation o f facial a n d 'm a n u a l ^estures by h u m a n n e o n ates”, Science., 198, 1977. pp. 75-7#. 21 M. Sulmn, y O. T urnbull. The brain and the inner wvrld. an infroductíon to the neurosnence of subjeclive expórtente, N ueva York, O th e r Press, 2002, p. 281. *9 Cfr. G eurges BatailJc, til erotismo, trad- Tom Vicens, B arcelona, Tusqucts, 1982 ( I a ed, en francés, J957), p. 201. w “La a n im a lid ad es la in m ediatez, o l a in m a n e n cia (...). No hay, del an im al c o ­ m ido al que com e, u n a /ela ció n de su b o rd in a ció n com o la que un las ligas entre individuos. De acuerdo a las investigaciones de Walter Burkert, hay claros rasgos de la religión desde el Alto Paleolítico c incluso los neandertalcs practicaban cerem onias funerarias que sugieren ya su presen­ cia. Los cultos cum plen con una función biológica al proveer de dirección y significado a aquellos que se sienten desespera­ dos ante la infinita complejidad del m undo y sobre todo, ante la realidad ineluctable de la m uerte. Son muy variados los m odos en que la religión consuela y da fuerza a una hum ani­ dad ansiosa. El autor de Creation ofíhesacred: Lracks ofhiology in earíy religions se refiere al sacrificio para probar su tesis. Narra la historia de Elio Arístides, sofista adinerado que vivió en el siglo 11. Era un h ipocondríaco que pasó diez años frente a un santuario en Pérgamo. Un día soñó que el dios de la curación le decía que si no se cortaba un dedo, moriría en tres días. Poco antes de hacer e] sacrificio Esculapio le hizo una propuesta m enos doiorosa; simplemente entregar su anillo. Ofrecer el dedo a un dios es una práctica que puede encontrarse en gran cantidad de culturas. La lección pa­ rece clara: hay que sacrificar una parte para el salvar el todo.1 Esta historia también nos recuerda la am bigüedad del mito del sacrificio del prim er m onarca Shang, en China: “T'ang

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A b n a Intel& i Iglesias G onzález • Jorgr Federico M á rquez M u ñ o z * Pablo A r m a n d o C o m á ltx. UUoa A g u t n r

hizo un sacrificio al arrojarse a la pira, pero m ilagrosam ente com enzó una torm enta que lo salvó”. D esde ese m om ento el rey y sus sucesores com enzaron a entregar a los dioses sólo una parte de sí mismos: el cabello y las uñas.2 Burkert se preguntó si la práctica de culpar a un chivo ex­ piatorio de los males de una sociedad no es una analogía de la historia de Arístides: se mata a uno para salvar a muchos. Pero el autor va más lejos y considera que se trata de una práctica que antecede a la humanidad. En la situación en la cual un re­ baño, digam os de cebras, es atacado por unos leones, cuando una de ellas es capturada, el resto se siente a salvo, al m enos por un tiem po. Tras repetir esta experiencia algunas veces este programa quedaría guardado en los genes y pasaría incluso a los seres hum anos, quienes instintivamente sabrían que al sacrificar a uno sobreviven los demás. Y es ello lo que explica la univer­ salidad del sacrificio. En el siglo x ix Charles Darwin ya había visto a la naturaleza com o una gran m áquina sacrificial. El autor de El origen de las especies tomó esta idea de Thom as Robert Malthus, quien tenía la creencia de que para que m uchos sobrevivan otros deben morir.3 Los grupos de cazadores-recolectores son nómadas. Es en el m ovim iento, la huida, en donde encontram os la continuidad más clara del sacrificio natural descrito por Burkert. Elias Canetti tiene una metáfora que nos recuerda la persecución del león a las cebras: La repentina orden de huida que el fu eg o dicta a los hom bres se ve confrontada de inm ed iato con la im posibilidad de un m ovi­ m iento com ún. La puerta por la que cada u n o debe pasar, la que ve, en la que se ve nítidam ente recortado de todos los dem ás, es el marco de una im agen que muy piorno lo dom ina. Así la masa, apenas en su apogeo, d ebe desintegrarse a la tuerza. Este proceso aparece en las más violentas tendencias individuales: se empuja, se golpea y pisotea alrededor d e u n o con frenesí.

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SOCIEDAD, VIOLEN CJ A Y FODKR * TOMO l

Cuanto más se lucha por la propia vida, tam o más evidente aparece la lucha contra los otros que lo obstaculizan a u n ó por todos Lados (.*.). El individuo quiere (...) escapar de la masa (...). En un m o ­ m ento así no p u ede acentuar suficientem ente su individualidad. G olpes y em p ellones tienen su réplica en otros golpes y em p ello ­ nes. C uanto más da, cuanto más recibe, tanto más claram ente se percibe a sí m ism o, tanto más nítidam ente se le hacen visibles los lím ites d e su propia persona.4

D e tal m anera que la preocupación de los prim eros hum anos, al igual que la de gran cantidad de aním ales, no sería tanto la de cazar, sino la de no ser cazado. Erich Fromm se refirió a este asunto cuando habló de la dieta de tos primates, hom ínidos y el hom bre primitivo: todos los prim ates del antiguo continente tienen una dieta esen ­ cialm ente vegetal (...) La dentición hum ana está p oco adaptada a los hábitos carnívoros del hom bre, quien todavía conserva la form a dental d e sus ancestros com edores d e frutas y vegetales. (...) El sistem a digestivo del hom bre tien e todos los caracteres fisiológicos d e un vegetariano, 110 de un carnívoro. (...) La dicta incluso d e los cazadores y recolectores prim itivos era aproxim a­ dam ente 75% vegetariana y 2f>% o m enos, carnívora. (...) Aunque los arqueólogos futuros que estudien los bosquim anos contem po­ ráneos pudieren sacar la conclusión d e que las piedras de cascar o hachas de m an o halladas con puntas de flecha bosquim anas se em pleaban para partir huesos y sacarles la m édula, en realidad las em pleaban las mujeres para cascar nueces o frutos parecidos, que da la casualidad d e que constituyen el 80% d e la econom ía bosquim an a.5

El A tlas of worid cultures de G eorge Peter Murdock refuerza esta­ dísticamente. esta tesis. A hí apreciam os que entre los !Kung del sur de Namibia, los Hadza del norte de Tanzania, y los Naron de Botswana, entre muchas otros grupos, la recolección juega un

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A tin a I m d d a Iglesias G onzález * jorge fe d e n c o M á rquez M u ñ o z w Pablo A r m a n d o G onzález UttLas explicaciones acerca de esta práctica son muy variadas. En primer lugar, el hecho de que se trata de grupos nómadas, implica que los niños deben cargarse o arrastrarse durante largos periodos. Si consideram os además que tienen rom o m étodo pedagógico para los primeros meses abrazar y acariciar a los niños casi todo el tiem po, notaremos que es poco probable que una madre quiera más de un hijo hasta que el otro ya pueda arreglárselas por sí mism o.40 El desapego que perm ite a estos hombres ser libres, es también desapego de las

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A I77it¿ J m d /ta J g lw a * González-



Jorge M e r k o Mú.Tnunca se discuten con los demás los propios proyectos, por ejemplo sobre compras o ventas o sobre la decisión de emprender un viaje (...). Una mujerjamás cuenta a las vecinas¡ y aun ni siquiera a sus parientes, que espera un niño, que está trabajando en hacerse un vestido nuevo o que prepara algo especial para la cena. Vemos a q u í con to d a clarid ad el tem o r a la envidia, el m al de ojo q u e am enaza a to d o cu an to todavía perten ece a nu estro fu tu ro y posee un valor estim able. Algo de este tem o r sigue a le n tan d o en m uchos hom bres cultos. A lgunas de las cosas fu tu ras que an h elam o s o esperam os nos las reservam os p ara nosotros m ism os hasta que se pro d u cen o son ya com pletam ente seguras”. Ibid., p. 118. H acien d o referencia til estudio de A. C ohén, “Four categories o f in terpersonal relation ship in th e fam ily an d com m uníty in a ja m a ic a n village”, Schoeck concluye: *Sea cual fuere el g rad o de bien estar de un h a b ita n te de la aldea, está convencido de que a Lodos los dem ás au n q u e sean evidentem ente m ás pobres les va m ejor que a él y que han am asado m ás d in e ro ”. ídem* 26 Cfr. G eorge Peler M urdock, Atlas Qfwadd cuitares, p. 124. 21 Por ejem plo, a ser víctim a de la brujería. 2S Le. al ser convertido e n chivo expiatorio p o r acusaciones de robo o destrucción de la p ro p ied a d de los dem ás. 23 Estos hom bres se conocen dem asiado, están dem asiado cerca los unos de los otros y p o r tanto, tien d en a observar con detalle al vecino. No creen en la igualdad, exageran aún las m ás peq u eñ as diferencias. w “Los indios hopi conocen el peligro de la envidia. U na de sus norm as capitales es nunca alabarse o jarra rse . La gente puede robar las cosas del jactancioso o dedicarse a hechicerías malévolas contra él. Una p erso n a ideal, según las concepciones de los hopi, condena la envidia com o actitu d esp iritu al inútil, Un hopi debe d e sterra r siem pre de >>u cabeza todo pensam iento de envidia- Los motivos que p u ed en provocar envidia sou, e n tre los hopi, los m ism os q u e en todas partes: Un hombre siente envidia de otro porque tiene ttiús dinero o mejor cana. Tu corazón está apenado porque otra persona tiene más dinero que tú. Te dices a ti mismo: eso tendría que tenerlo yo. Pero semejantes reflexiones son inútiles. En la lengua hopi existe la palab ra unangtupuiga, que (...) significa está enfermo en jw corazón y q u e los etnólogos estadounidenses trad u cen p o r envious, jealous". H clm ut S dioeck, La envidia, p. 102. J a re d D iam ond h a n a rra d o cómo» a lo largo del siglo x v n , los habitantes de la Isla de Pascua, e n fre n ta n d o u n a catástrofe m edioam biental provocada p o r ellos mismos, com enzaron a su frir la crisis d e las diferencias: prim ero, al d e sc o n o ce rla auto rid ad del rey y la nobleza, después, al desconocer la diferen cia en tre lo com csdblc y lo no com estible y practicar, después d e siglos de no hacerlo, el canibalism o. Ai no e n co n trar un chivo expiatorio capaz d e calm ar los ánim os, la consecuencia fue la g u e rra civil y la extinción de u n a fo rm a com pleja de organización social. Cfr. Ja re d D iam ond, Colapso. ¿Porqué unas sociedades perduran y otras desaparecen?, trad. Ricardo G arcía Pérez, México, L ibro de Bolsillo, 2007 (1“ ed. e n inglés, 2005), cap. 2, esp. 150 y as. *2 El antro p ó lo g o n o rtea m e rica n o Edw ard S. G ifford h a descrito lo exten d id a que es )a creencia de q u e aquellos q u e tien en algún defecto tísico —especialm ente e n los ojos—son vistos com o sospechosos perm anentes, pues en principio, son quienes tienen

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m ás motivo p a ra h acer el mal, ya que suelen e star resentidos. Cfr. Edw ard S. GifFord, The evil eye. Studies in Otefotírfore of visión, N ueva York, T h e Macm illan Com pany, 1958, pp. 20 y ss. w R ene G irard. Los orígenes de la adtura, p. 67. M De estas sociedades, aú n en m uchos sentidos primitivas, au n q u e ya no igualitarias, surgió la creencia en el m al d e ojo, com o form a d e c o n d en a r a q u ien es no estaban dispuestos a c o o p e ra r plenam ente con el g ru p o . Cfr. F ierre Bettez Gravei, The maUvolent eye. A n essay on the evil eye, fertility and the concepl of mana, Nueva York, A m erican University Studies, 1995, p. 8, ** t i vínculo e n tre lasje rarq u ía s y el sacrificio es no to rio en los dem onios vedicos, “que siem pre inten tab an d e rro c a r a los dioses y u su rp a r su lugar. A fin de alcanzar su objetivo, debía deb ilitar el rita”, el o rd en ritual. P a ra ello o p e rab a n ‘'d o n d e q u ie ra que un rey se interp u siera en el cam ino d e los b ra h m a n es o d e la celebración norm al del sacrificio. l o m ism o p o d ía aplicarse a cu alq u ier introm isión en la e stru c tu ra de clases, pues las clases n o se defin ían tan sólo p o r el papel social q u e c ad a una de ellas d esem p eñaba, sino p o r la relación q u e g u a rd a b a n con el sacrificio. Tales intro m isio ­ nes socavaban el m u n d o o rd e n ad o . Si no se p o n ía freno a ellas el cosm os q u e d aría desin teg rad o e n el caos. En la práctica, cualquier sequía dem asiado prolongada se in te rp reta b a com o u n a m anifestación del caos y como señal de q u e no se h abían ofrecido los sacrificios adecuados”. De la misma m anera que “e n cierta ocasión h ab ían intentado evitar la creación del m u n d o o rd e n ad o , los dem onios p u g n a b an a h o ra p o r p e rju d ica r el m undo y a los seres Hum anos y anim ales que lo h abitaban. A m enazaban las propiedades, buena suerte, sulud y vida". E ran seres que vagaban p o r el m u n d o “en parejas o e n b an d as e n te ras” P ara e n g añ a r a sus víctim as p o d ían to m ar fo rm a hum ana, sobre to d o de mujer, “pero distorsionada, de ojos am arillos y tres caberas”. Tam bién p o d ía n irru m p ir com o reptiles o serpientes “El pueblo im ploraba a A gni, el dios del fuego, p ara q u e m antuviera a raya a aquellas criaturas. Responsables de lac n ferm e d ad . E n situaciones críticas, tales com o la m uerte de u n fam iliar o u n p a rto , u n a persona e ra especialm ente propensa a ra e r víctim a de dem onios51. I os ' seres hum anos p o d ían aliarse con dem onios. El enem igo p o d ía valerse de un dem onio para estro p ear u n sacrificio. Los hechiceros p o d ían servirse de los dem onios y de esta fo rm a convertirse ellos m ism os en u n a su erte de dem onios. J anibicn podía suceder que to d a u n a categ o ría de seres hum anos pasase a considerarse dem oníaca. Tal e ra el caso d e los llam ados dasas, las gentes de piel o scu ra que o c u p ab a n el n o rte de la In d ia c u a n d o llegaron los indoarios. En las leyendas se observa con frecuencia la dcinouización d e los dirigentes d e los Ansas”. N orm an C ohn, t i toamos, el caos, pp. 90-91. % “La violencia orig in al es única y e sp o n tá n e a . Los sacrificios rituales, p o r el con­ trario, son m últiples; se repiten h asta la saciedad. T odo lo que escapa a los hom bres en Ja violencia fu n d ad o ra, el lugar y la h o ra de la inm olación, la elección d e la víctim a, es d e te rm in a d o p o r los propios hom bres en los sacrificios. L a em presa ritual (. ..) in ten ta realm en te sacar de la violencia fu n d a d o ra u n a técnica del apaciguam iento catártico. (...) El rito está llam ado a fu n c io n a r al m arg en de los perío d o s de crisis aguda, desem p eñ a u n p ap el que (...) n o es curativo sino preventivo (,..). El sacrificio ritu a l está basado e n u n a doble sustitución; la p rim e ra, la que jam ás se percibe, es la sustitución d e todos los m iem bros de la com unidad p o r u n solo; se basa

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Alm a ¡melda Iglesias González. • Jorge Federico Márquez M uño* “ Pablo Armando González Ulloa Aguirre

en el m ecanism o de la víctim a propiciatoria. I.a segunda, ú n ica exactam ente ritual, se su p e rp o n e a la prim era; sustituye la víctim a orig in al p o r u n a víctim a p e rte n ec ien te a u n a categ o ría sacrificablc. l a víctim a propiciatoria es in te rio r a la com unidad, p e ro la víctim a ritu al es exterior, y es preciso que lo sea, puesto q u e el m ecanism o de la u n a n im id ad no ju e g a autom ática m ente e n favor suyo”. Rene G irard, La vzolenciay lo sagrado, p. 110. ,7 Rene G irard, Los orígenes de la cultura, p. 67. 38 R o b erto Calasso, La ruina de Kasch, p. 197. w Ibid., pp. 202-203. i0 “Los m itos son las g ran d es producciones del O rd e n ritual. C u en tan p o r qué hay q u e c o n ju ra r la violencia, cóm o amenaza, a cada u n o y la colectividad y cóm o, para conjurarla, hay que d ifere n cia ra los individuos p a ra elim in ar su rivalidad, y ensañarse sólo con un chivo e x p ia to rio ”. Jacq u es AttalL Los tres mundos. Para una teoría de la post crisis, trad. Pilar Calvo, M adrid, Ediciones C átedra, 1982 ( l a e d . e n francés, 1981), p. 144. 41 R oberto Calasso, La ruina de Kaseh* p- 204. ^ Rcné G irard, La violencia y lo sagrado^ p. 207. 49 Ibid., p. 223. “Si se analizan los g ran d es relatos originales y los m itos fundadores, es posible darse cuenta de ha-staqué p u n to estos pro clam an el papel fu n d a m e n ta l y fu n d a d o r de la víctim a única y su asesinato u n á n im e (.. En la m itología sum eria las instituciones culturales surgen del cu erp o d e u n a víctim a única, E a , T iam at, Kingu. Y lo m ism o o c u rre en la India: el sistem a de castas tiene su origen en el despedazam iento de la víctim a p rim ordial, P u ru sh a, a m anos de una m u ltitud enloquecida. Mitos sim ilares a p are ce n tam bién en Egipto, C hina, los pueblos germ ánicos, prácticam ente en todas partes. La p otencia cread o ra del asesinato se co n creta a m enudo en la im p o rta n cia c o n c e d id a a los fragm entos de la víctim a. Se considera que de ellos se orig in an dererm inadasinstituciones, clanes totém icos, subdivisiones territoriales e incLuso el vegetal o anim al que p ro p o rcio n a el alim ento prin cip al de la com unidad. F.t c u e rp o ríe la víctim a se co m p ara e n ocasiones a u n a sim iente q u e h ab rá de descom ponerse p a ra germ inar. G erm inación inseparable de la restauración del sistema cultural, d e te rio ra d o p o r la crisis anterior, o d e la creación d e un sistem a to talm en te nuevo, q u e suele a p a re c e r com o e) p rim e ro ja m á s en g en d rad o , com o u n a especie de invención de la h u m an id ad . .Vi el grano no muere anies de ser sembrado, quedará solo, pero si muere, producirá muchos frutos*. R ené G irard, Veo a Satán caer como el relámpago, trad. Francisco Diez del C orral, B arcelona, A nagram a, 2002 (T1 ed. en francés 1999), pp. 115-116. 14 Por ejem plo, babilonios y asirios consideraban que los dem onios utukkueaxii los responsables del m al de ojo, de la envidia que u n o sufría. Cfr. E dw ard S. G ifford, The evileye>p. 4& “Los hom bres consiguen evacuar con m ucha m ayor facilidad su v io lenciacuando el proceso de evacuación no se les presen ta com o propio, sino com o u n im perativo absoluto» la o rd e n d e un dios cuyas exigencias son tan terribles com o m inuciosas11. René Girard» La vioienciay lo sagrado, p. 21. R oger Caillois, d u rk h e m ian o fiel, sab ed o r de que p a ra fu n c io n a r la religión no d ebe se r vista com o un m ecanism o social, escribió, a pro p ó sito de los años del Oo-

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llege de Sociología (1937-39): "Datadle (...) poco disim ulaba su in tención de recrear un elem ento sagrado, viru len to y devastador, que term in aría p o r im ponerse gracias a su contagio epidém ico, y ex altar a quien h u b iera sido el prim ero en sem b rar su gem um . D urante una de las reu n io n es privadas confío su idea a Ale j and ro Kojevnikov (...). Este resp o n d ió que sem ejante tau m a tu rg o no ten d ría más o p o rtu n id a d que ser a rre ­ batado, a su ve?., p o r la sacraüzación de se n ca d en a d a p o r él que u n p restidigitador de persu ad irse de la existencia d e la m agia y asom brarse de sus propios juegos de m anos. Yo estaba convencido de ello. Pero Bataílle, que tenía la asom brosa facultad de m o n tar en cólera a voluntad, pasó p o r alto el argum ento. A dem ás, n o lo decía todo. E speraba constituir el foco inicial d e la expansión irresistible d e lo sagrado m ed ian te un gesto ritual irrep arab le, consistente (...) e n u n sacrificio h u m an o consentido, p ara el cual co n tab a ya con la víctim a y h abía o b ten id o de ella (...) u n certificado d e stin a d o a la justicia, que exculpaba de ¡antemano al asesino. T an ta cautela, p o r o tr a p a rte tan útil, n o concordaba con la explosión salvaje de ío sagrado que debía volver a vigorizar u n a sociedad sin fervor”. Roger (Jaíllois, Acertamientos a ios imaginario, trad. José A ndrés Pérez C arballo, México, fcjé, 1989 (Ia ed. e n francés, 1974), pp. 77-78. Irónicam ente, la lam entación d e B ataílle p o r el triu n fo del individualism o en E uropa, que e sju sto lo que p re te n d ía b a rre r con el retom odt h sagrado, tuvo lugar un a ñ o antes del inicio de la S egunda G u e rra M undial, c u a n d o el liberalism o fue b a rrid o p o r el entusiasm o y el pánico colectivos. 10 “R especto a ios an tig u o s egipcios» sabem os p o r la a u to rid ad de M anetón que acostum braban a q u em ar hom bres pelirro jo s y aventar sus cení/,as con abanicos, y es altam en te significativo q u e este b á rb aro sacrificio se ofreciese p o r eL rey en la tum ba de O siris. Podem os c o n je tu ra rq u e las víctim as re p re se n tab a n a O siris mismo, el cual era m u e n o , desm em brado y e n te rrad o u n añ o tras otro, e n sus diversas personifica­ ciones, p ara que pu d iera vivificar la sim iente e n la tierra. Es posible que en tiem pos prehistóricos los reyes m ismos rep resen tasen el papel del dios y en este c ará cte r fuesen m u erto s y despedazados. Lo m ism o de Set que de Osiris se d e tía que había ¿¡ido troceado después de un re in a d o d e 18 días, lo q u e se con­ m em o rab a por u n a fiesta a n u al d e la misma, duració n . Según u n a trad ició n . R óm ulo, p rim e r rey de Koma, fue cortado e n pedazos p o r los senadores, que e n te rra ro n después sus frag m entos en el suelo; la tradicional fe ch a d o su m u erte el 7 de ju lio , se celebraba con ciertos curiosos ritos que a p are n te m en te estaban conectados con la fertilización artificia) de la higuera. T am bién la leyenda g rieg a nos c u e n ta que Penteo, rey de Tebas, y L icurgo, rey de los cdonios d e T racia, se opusieron al dios de la vid Dionisos y cóm o los im píos m onarcas fu ero n destrozados, el u n o p o r las bacantes frenéticas y el o tro p o r caballos- Las tradiciones griegas p u e d en m uy bien h ab er d esfigurado tas rem iniscencias de u n a costum bre de sacrificio de seres hum anos, y especialm ente de reyes divinos, en su c ará cte r de Dionisos, dios q u e re cu e rd a a Osíris en m uchos p u n ­ tos y que, com o éste, fue d escuartizado m iem bro a m iem bro. Sabem os q u e e n Chío de sc u artiz a b an hom bres com o un sacrificio a Dionisos, y puesto que ellos su frían la m ism a ciase de m uerte q u e su dios, es razonable suponer que le personificaban. La fábula del tracio O rfco, que fue del m ism o m odo destro zad o m iem bro a m iem bro p o r las bacantes, nos p arece in d ic a r que tam bién p ereció en el cará cte r de dios. Es significativo q u e del tracio Licurgo, rey d e los edonios, se dijera q u e había sido m uerto con objeto de q u e la tierra, que se h ab ía hecho estéril, recobrase la fertilidad (...).

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A lm a Im e ld a Iglesias G onzález 9 Jorge Federico M árquez. M u ñ o z * Pablo A r m a n d o G onzález V llo a A g u lrre

I -os indígenas de Kiwai, isla situ ad a en la d esem bocadura del río Fly, en la Nueva G u in ea B ritánica, c u en tan d e u n cierto m ago llam ado Segera q u e ten ía por tótem el sagú. C u an d o Segera llegó a vieja y enferm ó, dijo a las gentes q u e m o riría pronto, mas no ob stan te el oblig aría a sus h u erto s a producir. Con este objeto, les instruyó p a ra q u e cu an d o m u rie ra le co rtasen en trozos y colocasen los pedazos d e su c arn e en los hu erto s, p e ro que su cabeza se e n te rra ra e n su pro p io huerto. Se dice que él sobrepasó la edad c o rrie n te y q u e n in g u n a p e rso n a conoció a su p a d re, m as el consiguió hacer bueno el sagú y ya n ad ie pasó ham bre. Viejos q u e vivían hace alg u n o s años afirm ab an h a b e r conocido en su juventud a Segera y la op in ió n general d e la gente de Kiwai es que Segera h ab ía m u erto hacía dos generaciones En sum a, las leyendas señ alan la e x te n d id a práctica de d esm em b rar el c u erp o de u n rey o m ago y e n te rra r los trozos en diferentes p artes del país p ara afirm ar la fertilidad del te rre n o y prob ablem ente tam bién la fe cu n d id ad d e hom bj^s V bestias'1. Jam es Fiazer, l a rama dorada. Magia y religión, erad, E lizabeth y T adeo I. C am puzano, México, fc.ü, 3981. (I a ed, en inglés, 1890), pp, 435-436. 17 De a h í títulos com o el *Rey F ructífero” o el uRey F ructificador”, asociados p o r ejem plo a D ionisio e n G recia, que seg ú n Frazer, o rig in a lm e n te e ra u n a referencia a un an cestro que a n te rio rm e n te fue u n m onarca, Cfr. ibid., p. 445. 4t “t i rey de Y ukún e n N igeria e ra u n ente sagrado, cuya vida se movía d e n tro de lím ites estrictam ente observados. Su tarea m ás noble n o e r a la de conducir a su pueblo a la lucha com o g u e rre ro o d e destacarse p o r u n a sabía a d m in istrac ió n de su país. No im p o rtab a que fuese u n a g ra n personalidad; m ás b ien se le c onsideraba com o el contin en te viviente del que fluían las fuerzas que aseg u ran fertilidad a la tie rra y ger­ m inación a los granos, y con d io b rin d a vida y bien estar al pueblo. A la conservación d e estas fuer innu m erab les m onarcas del sur y deJ norte, sum erios y sem itas se en fre n taro n en un e slu e r/o por crea r u n reino que ab arc ara la totalid ad de M esopotainia, Aquellas g u e rra s iban acom pañadas de m atanzas y destrucciones masivas*. N orm an C ohn, El cosmos, el caos, p. 40. 3 Cfr. C harles Tilly, Coerción, capital y los estados europeos* 990-1990, trad. Eva R odrí­ guez HaJfter* M adrid, A lianza, 1992 (Ia cd, en inglés, 1990), pp. L9-21. 6 Los mushkenu, clase a la que perten ecía la g ra n masa. E m re ellos estaban los cam ­ p e sin o s-q u e re p re se n tab a n el 80% de la población to ta l- los peq u eñ o s propietarios, los soldados y los artesanos. 7 Cfr. Lewis M um ford, The city m hislory, p. 44. * El intervalo del perio d o P rolodinátisco i al P rotodinásúco n . y Cfr. J o h n K eegan, Historia de la guerra, p. 172. J0 Cfr. Ibid., p. 173. II “He a q u í la traducción literal de la leyenda, que a ju ? g a rp o rs n redacción parece ser una inscripción original del propio rey Sargón Sargón, soberano poderoso, Rey de Agades, tal soy yo. M i madre era vvstal; de mi padre no tengo conocimiento; pert> del hermano de mi padre sé que vivid en las montañas. En Azupirajii, mi ciudad natal, que se halla situada en la margen d¿l Eufrates, mi madre, la vestal, me dio a luz. Nací en un lugar oculto. Luego mi madre me colocó en u?¡ cesto de juncos, cerró la tapa con betún y me depositó cu fas aguas del rio, y yo sobreviví. La corriente me llevó hasta Akki, el aguatero. Akki, aguatero, me alzó en Ui bondad de corazón; Akki, aguatero, me abrazó romo a, su propio hijo; Akki, aguatero, me convirtió en su jardinero. Y haciendo este Lralxtjo de jardinero, gané el amor de Istar, me convertí en-rey y como soberano goberné durante cuarenta y cinco años*. O tto R ank, El mito del nacimiento del héroe, trad. E d u ard o A. L ocdcl, México, Paidós, 1989 (la ed. en alem án. 1906), p. TI. 15 Q k jo h n K eegan, Historia de Ut guerra, pp. 173-174.

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]>i Cfr. Will DuraiH> Our oriental heritage, pp. 120-122. 14 La logística d e su ejército e ra muy lim itada. Sus hom bres apenas p o d ían cargar raciones de alim ento y com ida p ara tres días. El avance tam poco era muy im presio­ nante: trein ta kilóm etros al día. Por tan to , las cam pañas rápidas no p o d ían ir a más de noventa kilóm etros. 15 Cfr. Michael M ann, l (tsfuentes, vol. 1, pp. 205 y ¿í. )6 La tesis de Míchel Foucault invierte la sentencia de Clauscvvitz y afirm a que “la política es la g u e rra co n tin u a d a p o r o íro s m edios -y n o sólo la política, sino cambien la ley y el orden-, En los estados occidentales, el derech o se deriva, en b u e n a m edida, de la costum bre g erm an a según la cual los juicios se resolvían m ed ian te la fuerza, d a n d o com o resultado gana dores y p e rd ed o re s decisivos, de m an era que eldercchoera una forma regulada de hacer la guerra. La investigación ju d ic ial d e los hechos de un caso para establecer u n a verdad im parcial aparece en la escena histórica con p o sterioridad com o una reem ergencia de las prácticas griegas y rom anas. La an tig u a ley germ ánica p ro p o rcio n a un m odelo p a ra la drástica hipótesis de Foucaull, q u ien coloca a la g u e ­ rra com o fu n d a m e n to del o rd en social: la historia que nos contiene.y determina tim e una forma más parecida a la de la guerra que a ía del lenguaje. -relaciones de poder; no relaciones de significado-. Las disputas legales y los debates políticos utilizan el lenguaje p ara disfrazar el conflicto bélico, evitando su carácter violento, sangriento y letal al reducirlo a la tranquila forma platónica d d lenguaje, y d diálogo. En el principio no fue el Verbo, sino la G uerra. El estado nace bajo la violencia1 sostiene Philip Bobbitt, rólo cuando éxi* ha obtenido el legítimo monopolio de la violencia puede promulgar la ley". Jam es Híllnuvu, Un terrible amor por la guerra, trad, J u a n Luis d e la M ora, M adrid, Sextopiso 2010 (11 ed. en inglés, 2004), p. 53» lf Cfr. M ichael M ann, Las fuentes, vol. 1, pp. 212 y .»'■ IH Es decir, en sus m odalidades p a triarc a l y patrim onial. )C* El im p erio a ta d io ten ía tres limitaciones* 1 .-El ceniru del Im perio era el ejército m ism o de Sargón, p o r tanto, e ra un núcleo móvil. Era así p ara p o d e r resp o n d er a las am enazas locales. Sargón cenia entonces que p erm a n ec e r en cam p añ a p ara evitar la fragm entación de sus territorios. Era la form a de m an ten er atem orizados a sus súbditos. Esta estrategia requiere un despliegue agotador de en erg ía de los conquistadores. 2.-El estado e ra inestable, pues d e p en d ía de los vínculos personales. La única relación estable e ra aquella en tre eJ g o b e rn an te con su elite, inicialm ente reforzada p o r el parentesco. Sin em bargo, en la m ed id a en que el im perio se e x p an d ía los lazos sanguíneos contaban menos. Peor aún, los lugarten ien tes se casaban con m ujeres locales y se debilitaba aú n m ás el paren tesco del m onarca. 3.-La alfabetización estaba lim itada a los lugares centrales de las ciudades y no abarcaba grandes distancias. Y aunque el código de H am m ui ahi rellcjó la am bición deg o b e rn ar a travos d e leyes con u n a fuerza extensiva, e n realid ad no era u n territo rio gob ern ad o p o r el derecho. 20 (Jornia de cinco elem entos: 1.-Pacificación m ilitar, q u e catap u lta el com ercio gracias a la pro tecció n del im perio -las tropas im periales eran ap ta s p a ra el p a tru lla je -. La facilidad p a ra el com ercio contribuye tam bién a la cspecialiTarión regional y p o r tanto, al aum ento riel p o d e r colectivo. La pacificación tam bién estabiliza a u to ritariam e n te la p ropiedad y el valor, incluso u san d o norm as m onopolistas.

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A l m a ¡ m e ld a Ig le s ta s G n n z a k z * J o r g e F ederico M á r q u e z M v w c í * P a b lo A r m a n d o G o v z á U n U llo a A g itir r e

2--FI m ultiplicador m ilitar. D ebido a que el tam añ o y las funciones del ejército aum entan, tam bién lo hacen sus necesidades de consum o. Ello crea una d e m a n d a que im pulsa a la producción. Asim ism o, p o r cuestiones m ilitares m ejoran los cam ino* y eso facilita tam bién el com ercio. 3.-A uloridady valor económ ico. M ediante sellos cilindricos el estado rcdistributivo asignaba el valor de las m ercancías. Vemos entonces que, gracias al p o d e r político, nacen las proto-m onedas c incluso la usura. Para que cJ valor asignado sea funcional necesita ser estable, y csío se logró g ra ­ cias a la im posición estatal, la g a ran tía del derech o de pro p ied ad y los contratos, y a la verificación g u b e rn am en ta l de los pesos y m edidas. 4.-La intensificación de la fuerza de trab¿yo. D ebido a las conquistas h ab ía g ra n can tid ad de esclavos y o tro s trabajadores n o U bres—servidum bre y condicionados p o r deudas. Pero la com plejidad del im p e rio tam bién re q u irió d e otros em pleados y fue aquí en d o n d e apareció p o r p rim e ra vez el trab ajo asalariado. L a especializaciún, organización y con cen tració n del trabajo, pro d u jo u n beneficio general. 3.-1* difusión coercitiva. M ientras los cu atro elem entos an terio res son un p o d er au to ritario , éste im plica la m ezcla d e cu ltu ras y técnicas d e los conquistadores y los conquistadas. La fusión contribuyó a m ejoras económ icas. Así surgió p o r ejem plo, la escritura acadia-sum eria, silábicay con pocos caracteres. Esta sim plificación benefició a ta diplom acia, el com ercio y la b urocracia, Cfr Ibid., pp. 220 y w\ 21 Cfr. René G irard, La vioUncia y lo sagrada^ pp. 177 y M “C u an to m ás el deseo asp ira a la diferencia, tan to m ás g en era identidad. El deseo m im é tiro tien d e siem pre a la fru strac ió n de sí m ismo. A m ed id a q u e progresa, sus consecuencias se hacen m ás graves y al fin ese agravam iento llega a ser idéntico al d elirio y a la locura. Esta es la razón p o r la cual enco n tram o s exactam en te en el deli­ rio las m ism as cosas q u e enco n tram o s en las fases an terio res de deseo m iniético, solo que a q u í la form a es exagerada* caricaturesca. Por lo m enos en aparien cia hay más diferencia y m ás identidad., p o rq u e los dobles n u n ca cesan de im itarse el u n o al otro, y esta vez la im itación es bien visible (...). El delirio n o es o tra cosa q u e el resultado forzoso de u n deseo que se m ete e n el callejón sin salida del m odelo obstáculo. Ese callejón sin salida es la form a m ás general del doble vínculo que G regnry Bateson ve com o la fu en te de la psicosis. T odos los deseos te rm in a n p o r q u e d a r arrap ad o s en la co n tra d ic to ria exho rtació n doble imítame; no me. imites C u an d o los efectos del universal vínculo doble se hacen dem asiado extrem ados p a ra p erm a n ec e r ocultos, hablam os de psicosis. Y n a tu ra lm e n te la observación de esos efectos extrem os revela (...) el doble vínculo com o u n a relación d e deseo. Lejos d e reco n o cer la recip ro cid ad que lo acosa, el deseo siem pre huye h acia el exped ien te de im itar m ás en la d e m e n ria l búsq u ed a de la diferencia, lo cual lo lleva cada vez m ás a h a lla r reciprocidad. No podem os escapar d e la recip ro cid ad para refugiarnos en el delirio sin verla re ap a rec er e n la irónica form a de los dobles”. René G irard, Literaluray mimesis y antropología, trad . A lberto L. Bixio, Barcelona, Gedisa, I9fi4 (Y ed, en inglés, lí)78) pp. 106-107. 23 ME1 responsable prin cip al de la decadencia d e la din astía H a n fu e el de siempre: el surgim iento de u n p o d e r local o regional q u e eclipsó a la din astía central. La d e ­ bilid ad e n el cen tro se debió a diversas causas: una sucesión de em peradores inútiles, su dom inación p o r p a rte d e la fam ilia d e Ja e m p eratriz, la usu rp ació n del p o d e r p o r p a rte d e los eunucos y m uchas o tras rivalidades facciosas en la corte. EJ favoritism o

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y la co rru p c ió n d iero n com o resu ltad o la designación de personal inadecuado, la ra p ac id a d en la explotación del pueblo, la d esatención h acia los intereses d e fam ilias de m ercaderes y m agnates y el deb ilitam ien to de la capacidad m ilitar dinástica. Tales debilidades e n el cen tro co rrían paralelas al crecim iento d e u n p o d c rlo c a l y regional e n m anos de fam ilias aristocráticas q u e p oseían territo rio s y ciudades am uralladas, com o tam bién in d u strias e n su interior. El desastre final o c u rrió en el añ o 220, a raíz de u n a revuelta en C h in a del N o rte e n tre fam ilias aristocráticas o rig in a lm e n te n ó ­ m adas y sus criados, quienes se h a b ía n establecido d e n tro del m u ro y a ú n m an te n ía n sus habilidades y p ro p e n sió n a la g u erra. D u ra n te d ich a rebelión se d e sa rro llaro n dos procesos q u e co n d u ciría n a más de tres siglos d e d e su n ió n e n tre la.C .hinadel N orte y del Sur: p rim ero , la con stan te incur­ sión d e pueblos nóm adas e n C hina del N orte, y seg u n d o (en p a rte com o resu ltad o de ello), la em igración d e los chinos H an hacia las zonas m ás cálidas y fértiles del valle del Yangtsé, al sur. Así se establecieron las bases p a ra u n de sa rro llo dual en to rn o a pequeñas din astías regionales al n o rte y aJ sur. D espués de la era conocida com o los T res R ein o s-2 2 0 al 265 d .C .-, y d e u n a reunLficación tem poral del país e n tre los años 280 y 304, en tre el añ o 317 y el 589 surgió en C hina del Sur, a lo largo y bajo elY angtsé, u n a sucesión conocida com o las Seis D inastías, m ientras e n C h in a del N orte la com ­ petencia por, la h egem onía abarcaba h asta dieciseis reinos. Los principales invasores en el n o rte ya n o eran los X iongnu turcos, cuya co n federación se h abía d esintegrado, sino un pueblo nó m ad a protom ongol conocido com o los X ianbei, quienes establecie­ ro n estados en G ansu al oeste y e n H ebei y S han d o n g al este. En lu g ar de c o rro m p er Ja cultura local china, estos invasores m enos civilizados to m a ro n rápidam ente las rien d as d e las fam ilias aristocráticas chinas y se u n iero n en m atrim o n io con los H an locales, estableciendo cortes al estilo chino. Los m ás notables fu ero n los turcos Toba, q ue fu n d a ro n su din astía Wei del n o rte (386-535) p rim e ro en D atong, e n el Shanxi nórdico, y posterior m e n te -tr a s h a b e r conquistado y reunificado C hina del N o rtc -e n su seg u n d a capital, Luoyang, justo al su r del río A m arillo, a n tig u a capital de los H an tardío*. E ntre las m ayores realizaciones d e los Wei del n o rte se c u en tan su devoción al budism o y las g ran d es esculturas de p ie d ra que levantaron cerra de sus dos capitales". J o h n K ing F airbank, CAma. Una nueva historia, trad . Gila Sharony, Santiago de Chile, A ndrés Bello, 1996 (I a ed. e n inglés 1992), pp. 101-102. M “Las dinastías Z hou y Q in en la C hina noroeste h ab ían obten id o algo de su vigor m ilitar a p a rtir de sus contactos con las trib u s del n o rte y d e los m atrim o n io s m ixtos, com o o cu rrió con los Sui y los T ang en su época. Ello fu e sólo un paso m ás en el piuceso p o r el cual las trib u s invasoras del n o rte se a p o d e ra ro n d irec ta m en te de u n a p a n e de C h in a y la g o b e rn aro n con ayuda ch in a, p e ro a través d e u n a casa din ástica no china. Este m odelo de gob iern o d u al sino-nóm ada se hizo visible desde el siglo c u a rto de la era cristian a e n M an ch u ria del Sur, y alcan zaría su apogeo d u ra n te el control global que siguió a las conquistas de. los m ongoles y de los m anchúes”. Ibid., p. 146. ^ Cfr. M ichael _\laun, Las fuentes, vol. 1, pp. 256 y j s .

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7. LOS NÓMADAS MONTADOS ATERRORIZAN AL HOMBRE-GANADO

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e acuerdo a la cosmovisión egipcia el universo era vigilado por el faraón, quien luchaba por mantener la armónica alternancia de los elementos del mundo que garantizaban a lo creado contra todo peligro de ruina y contra el deívorden.1 Al morir un faraón MaaL se encontraba turbada y cuando el soberano era coronado se restablecía el orden; la amenaza del caos era alejada y el júbilo invadía todo Egipto; Goza tn tu corazón, País ludo, han llegado los felices tiempos. Todas las tierras tienen un señor,; d más benéfico de todos, elfaraón. L a marea crece, los días tienen su longitud, las noches tienen las horas exactas y la luna se levanta como siempre}

Com o heredero del creador y señor del universo, el hijo de H o­ ras asum ía un poder absoluto. La vida pública y privada del faraón estaba regulada por un rígido ceremonial; todos sus ac­ tos eran m agnificados en solem nes inscripciones sobre estelas y relieves. El hom bre com ún casi nunca veía a su rey y cuando le era concedido verlo, se le aparecía lejano e inalcanzable com o los dioses;3 además, no sólo tem ía al faraón, sino que también lo admiraba y le estaba agradecido.

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A l m a Im e ld a Ig le s ia s G o n z á le z * J o r g e F ed e rico M á n p i e i M u ñ o z * P a b la A r m a n d o G o n z á le z U llo a A g u t r r e

(...) era miembro de un estado bien organizado que regulaba

minuciosamente su existencia. En el vértice y, a ios ojos del ciuda­ dano, casi junto al cielo, se encontraba el faraón, a quien estaban ligados Egipto y su prosperidad. Era él quien implor aba a los dioses: Soy vuestro hijo, avado por vuestras dos brazos. Vosotros me habéis hecho soberano, Vida, Salud y Fuerza de todo el país, Ifoofros habéis hecho de m í la perfección sobre la tierra (...); podía afirmar con orgullo: He hecho vivir a toda lu tierra con sus habitantes (...) he rescatado al hombre de su miseria*

La dupla faraón-maat era la síntesis del orden en el antiguo Egipto. El orden y su vigilante. El m onarca se valía de un gran prestigio, una gran burocracia, un gran ejército y del favor de los dioses para m antener el orden sacro. ¿De dónde deriva el prestigio del faraón? De su sitio en el cosmos: interm ediario entre los dioses y los hombres; el faraón cum plía im personalm ente los actos del culto y los ritos para agradar a los dioses y hacer posible la existencia del cosmos. C om o no podía llevar a cabo todos los ritos en todos los tem ­ plos, ni todos los procedim ientos en todas las cortes, delegaba su poder en ciertas castas: la de los nomarcas o gobernadores, la de los sacerdotes, etc. La religión egipcia daba a cada cual su lugar, los hombres y las mujeres tenían su función en e) todo. Era una sociedad que promovía el conformismo; para el hom bre com ún la vida, aunque dura, era buena, pues los dioses lo acom pañaban. Aún el trabajo era visto con gusto por los egipcios. La maquinaria de la economía se movía a fuerza de brazos; la obli­ gatoriedad de las prestaciones laborales puede presentarse como algo semejante a la servidumbre, perú el pensamiento de trabajar para los dioses y para el faraón era sentido como un deber, y uti­ lizar el término esclavitud resultaría insensato y no tendría nada que ver con la particular estructura de la sociedad y de las normas relativas al trabajo obligatorio.5

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SOCIEDAD, VIOLENCIA Y PODER * TOMO 1

Los súbditos del faraón, en general, no sentían envidia por él. Su trabajo representaba una gran responsabilidad; los hombres com unes ni siquiera pensaban en ser él o com o éL Había gran distancia entre los súbditos y el faraón: el deseo m im ético era externo. El conflicto con él sería absurdo; contradecir su ley -q u e es la de maat—una tontería.*’ Pero la estabilidad no duró para siempre. D ebido a que el faraón era responsable de los ciclos ambientales, en el m om ento de una mala cosecha, era considerado el culpable. Los rituales sacrificiales intentaban aplacar la ira de los dioses pero tam­ bién de las com unidades hambrientas. Cuando todo fallaba, el faraón caía. Vemos entonces los cam bios de dinastías. I .os historiadores aún no han podido concluir las causas exactas de la mayoría de los casos, pero es probable que se tratara de una com binación de trastornos am bientales con problemas palaciegos*7 ¿Quién más traicionaría al faraón sino quienes es­ tán cerca de él?8 D e cualquier m anera la caída de A m enem het I, quien gobernó entre 1976 y 1947 a.C., primer faraón de la décim o segunda dinastía, está claro: en un contexto de sequía5 fue obligado a renunciar pero no sin antes ceder el trono a su hijo, quien se convirtió en un déspota cruel con sus cortesanos y se m antuvo en el poder con la ayuda del terror. Su sucesor, Am enernhet III, quien gobernó entre 1853 y 1807 a.C., es recordado por sus majestuosas obras de irrigación y su exitosa labor administrativa. Pero trece años después de su m uerte su dinastía fue deténestrada en m edio de una disputa entre rivales de la m ism a fam ilia que reclamaban el trono. El reino quedó dividido y fue presa fácil para los invasores.10 La llegada de estos semibárbaros de la frontera tuvo consecuencias terribles. En un periodo de 230 años se registraron 175 faraones, m uchos de ellos ¡hiesos!11 Entre el año 1800 y el 800 a.C. los im perios de dom inación en O riente M edio estaban conm ocionados. A lgunos desaparecieron, otros sobrevivieron com o unidades de otros más y unos pocos se convirtieron en grandes imperios.

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Al?7ia ¡-m elda Ig le s ia s G o n z á le z * J o r g e F e d e r ic o M á r q u e z M u ñ o z 9 P a b in A r m a n d o G o n z á U z U iló ü A g u i r r t

La crisis se debió, en buena m edida, a los problemas suceso­ rios de los grandes imperios d é la edad de bronce.12La lucha de facciones se com binó con la incapacidad militar de babilonios y egipcios para enfrentar a los nuevos invasores que contaban con carros de combate*:i y armas de hierro.14 Los conquistadores provenían del norte, no eran sedentarios ni alfabetizados. A las civilizaciones les parecían un desafío ex­ terior, pero ellas mismas los habían ayudado a crear. Los im­ perios del Cercano Oriente, con la am pliación de sus redes de poder, estimularon transformaciones en un área muy amplia que incluía el norte de Africa y Asia Central. En esa vasta zona la interacción era muy intensa. Las transformaciones que sufrieron los invasores del norte provenían de sus contactos con el sur. En el 3000 a.C. com erciantes de Oriente M edio y Asia Me­ nor traficaban ya con metales, anim ales, esclavos y lujos en el Cáucasoy en la m eseta irania. En las estepas orientales estaban los pastores nóm adas. En Europa Oriental y Rusia, estaban los agricultores de roza y los pastores a caballo. Los habitantes de esas zonas se encontraban organizados en sociedades de rangos, con poca propiedad privada, sin civilización, con una estructura de clanes y tribus. Posteriormente, gracias al aum ento de la-riqueza y el manejo de la metalurgia del bronce, crearon una organización estratifi­ cada y descentralizada. Los clanes im portantes se convirtieron en una aristocracia con derechos de propiedad e incluso, en una realeza débil. En el 1800 a.C, los indoeuropeos dom inaban ya el carro ligero. Era un instrum ento de combate veloz, maniobrable, que llevaba a dos o tres hombres; el piloto y los arqueros. Su táctica consistía en m ovim ientos rápidos en torno a las infanterías y los carros torpes de sus enem igos sedentarios. Disparaban masas de flechas desde una posición segura y provocaban la desbandada de sus adversarios.15 Lanzaban entonces una carga frontal e iniciaban la masacre. Joh n Keegan describe la situación:

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Hacia m ediados del segu nd o m ilenio a.C. los pueblos que habían aprendido a hacer y usar carros ligeros y arcos com puestos des­ cubrieron que los defensores d e las tierras de asentam iento no eran capaces de resistir tos m étodos agresivos que ellos habían desarrollado en origen para rech a/ar a los depredadores que atacaban sus ganados. Los guerreros en carro que bajaron de la m eseta a las llanuras abiertas iníligieron im punem ente graves bajas a caldeos y egipcios. Corriendo en círculo a una distancia de cien o doscientos metros de las m anadas de soldados de infantería sin coraza, la tripulación de un carro ligero, un hom bre para conducirlo y otro para lanzar flechas, pod ía herir a seis hom bres por minuto; diez m inutos de acción de diez carros causaban quinientas bajas o más, al agredido no le quedaba otro rem edio que huir corriendo o rendirse. En cual­ quiera de los dos casos, el resultado para los m ontados en carros sería un buen núm ero de prisioneros, probablem ente destinados a convertirse sin dilación en bienes muebles en su condición de esclavos.1*

E\ historiador de la guerra describe cóm o fue que los invasores animalizaron y esclavizaron a los derrotados: la prim era interpenetración de pueblos esteparios y sociedades ci­ vilizadas lú e producida por los m ercaderes a largas distancias que llevaban ropas, baratijas y objetos de m etal para intercam biarlos por artículos de valiosa artesanía producto del m undo bárbaro, com o pieles y estaño, y esclavos. N o se sabe cóm o em pezó el com er­ cio de esclavos, pero se les ocurriría d e form a natural a los puehlos pastores, acostum brados a conducir m anadas de cuadrúpedos, en particular si los extranjeros adoptaron la costum bre de llevar sus m ercancías a lugares en los que los ganaderos se reunían para c e ­ lebrar fiestas anuales, que (...) fueron convirtiéndose en escenario de ferias, y tales ferias serían los prim eros m ercados de esclavos. Si los pastores aprendieron a reunir y conducir esclavos para venderlos en la estepa, pod em os suponer que, cuando finalm ente

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A lm a I m i d a Iglesias G onzález 9 Jorge Federico M á rq u e z M u ñ o z



Pablo A r m a n d o G v n z á ia U U ú a A p tir r t

descendieron de la estepa en sus cam pañas de conquista, estaban ya habituados a hacer cautivos, vendiéndolos com o esclavos, y a im poner autoridad a los pueblos que conquistaban a través d e un estrato interm edio de esclavos dep en d ien tes de ellos. (,,.) Eso explicaría que grupos bastante reducidos d e intrusos agresivos n o sólo derrocaran a pueblos más num erosos que ellos» sino que durante un tiem p o conservaran el poder. (...) Eos con­ ductores de carros ligeros eran adem ás esclavistas. Claro que la esclavitud se conocía antes de la era del carro en M esopotam ia y Egipto, pero su práctica, especialm ente el tráfico, debió de inten­ sificarse con la llegada d e ios conquistadores en carro.17

Los invasores concebían a la civilización m ediante un doble vínculo. Para conquistarla, había com enzado despreciándola;18 pero una v e/ derrotada, ia civilización cautivó a los bárbaros; sus sentim ientos por los agricultores evolucionaron de la envidia a la adm iración. Los ejércitos móviles del carro de combate tenían ventaja en terreno abierto. Triunfaron en el Cercano O riente y en Asia pero sus victorias fueron menores en Europa. Desde sus temibles vehículos podían devastar los cam pos y los diques de los agri­ cultores, pero no cercar las ciudades. Además, estos guerreros, desmontados y en sus campamentos, eran vulnerables. Por lo cual, com enzaron a edificar fortificaciones sencillas que les permitieran resistir una emboscada. Estos conquistadores del norte, posteriorm ente entraron en Asia Suroriental y Central. Tomaron la India entre el 1800 y el 1200 a.C. Los hititas se establecieron en Asia Menor en el 1640 a.C. Los m itianos en Siria (1450 a.C.), los hiesos en Egipto (1650 a.C.) y los casitas en M esopotam ia (1500 a.C.). También había una variedad de estos ejércitos autóctonos en China, los Shang.iy ¿Cómo se hizo posible esta serie de victorias en tan corto tiempo? “Fue consecuencia de diversos progresos en la meta­ lurgia, la ebanistería, el curtido y la guarnicionería, así com o

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del em pleo de colas, huesos y tendones, pero, sobre todo, de la dom a y mejora física del caballo salvaje”.20 Pero el carro ligero no era suficiente-para el inicio de su dom i­ nación, Los casitas lo tuvieron m ucho antes de empezar sus in­ cursiones. Más aún, sus invasiones no solían ser una rnera victoria militar. Se asentaban en el margen de las civilizaciones o incluso, en su interior, en donde desarrollaron el carro de combate. Y muchas veces ejercían presión sobre la civilización y finalmente, la dom inaban con oleadas de emigrantes, sin importancia del elem ento militar. Esto fue lo que pasó con los m inoicos en Creta y con los arios en la India. El uso eficaz del carro requería tácticas, organización y logísti­ ca. Solo podían ser usados en ciertas estaciones, sobre pastos y su movilidad era compleja. Estos conquistadores no eran bárbaros sino señores de las marcas. Al haber convivido con la civilización los invasores habían m odificado sus estructuras sociales. Se organizaban en federa' ciones adaptables, con propiedad privada. Tenían una identidad flexible, no eran pueblos ni razas y aunque en origen tenían un núcleo indoeuropeo, algunos prácticamente ya no lo eran. Los hititas se habían mezclado sanguínea y culturalm cnte con las poblaciones locales. Tampoco lo eran los casitas. Los hiesos eran hurritas mezclados*con semitas. En fin, todos ellos eran grupos m ixtos que practicaban m atrim onios exógen osy com enzaban a alfabetizarse.2* Los imperios conquistados por los invasores del norte atrave­ saban, de antem ano, por un período de dificultades. Antes de su caída, Babilonia estaba ya inm ersa en una larga guerra civil, iniciada por los descendientes de Hammurabi a propósito de la sucesión real.** M esopotam ia estaba siendo disputada por los sum erios y los asírios. Egipto, previo a la llegada de los hiesos ya sufría por las luchas dinásticas del Segundo Período Inter­ m edio. Además los invasores no lograron crear im perios estables y extensivos, porque: el carro de combate era un arma ofensiva

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A l m a Im e ld a Ig U sia s G o n iÁ lm . ' jo r g e F ederico M á r q u e z M u ñ o z 9 P a b lo A r m a n d o C o n z á U z U U oa A g u i r r e

e inútil para la defensa; necesitaban de valles extensivos para el pastoreo y no de territorios aluviales ni de la econom ía urba­ na; las Lácticas y ventajas del carro fortalecen a la aristocracia descentralizada con fronteras flexibles; a estos guerreros no los caracterizaba la obediencia al m ando centralizado sino la des­ treza individual y la capacidad para coordinar pequeños desta­ cam entos que en las campañas, actuaban de form a au tón om a/51 su ética era la del honor y no la de la cooperación. Los invasores admiraban y envidiaban a las civilizaciones que derrotaron. Los hiesos que invadieron Egipto pronto llamaron faraón a su líder y fundaron dinastías. Lo m ism o ocurrió con los shang, que adoptaron las formas de gobierno de la civiliza­ ción previa del norte de China. Sin embargo, aunque imitaron algunas cosas de las civilizaciones, otras escaparon a su en ten ­ dim iento y además, pronto se enfrentaron al problema, ya no de conquistar, sino de gobernar. Poco sabían al respecto. Los arios, entre ellos los m itanios24y los hiesos, no lograron consolidar un estado, pues tenían una estructura aristocrática y descentralizada. Eran incom petentes para integrar territorios extensos, pues no dom inaban la escritura y no tenían experien­ cia para la coordinación coercitiva de trabajadores. Los conquis­ tadores del norte sucumbieron cuando los agricultores lograron reaccionar construyendo fortificaciones. En el año 1580 a.C., los egipcios, que aprendieron las técnicas guerreras y la organización militar de sus enem igos23 y aprove­ charon las ventajas de la organización centralizada. Finalmente expulsaron a los hiesos. En M esopotam ia, en 1370 a,C., los herederos culturales de Sumeria, los asirios, también expulsa­ ron a los invasores. En 1100 a.C. los babilonios recuperaron el poder.26 D esde esc m om ento no había más ventajas definitivas, pues los rivales aprendían el tino del otro. Más aún, aprendie­ ron a convivir y no siempre estaban luchando. De hecho, el intercam bio cultural, social y comercial era más frecuente que la guerra.27

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La segunda oleada de invasores semibárbaros se gestó en 2000 a.C. Debido al impulso económ ico dado por el sur, los pueblos asentados en las inm ediaciones del Mar Negro, perfeccionaron la extracción de hierro y la fundición de carbón o aleaciones de cobre, para producir semiacero oxidable. Pero en 1400 a.C. la producción de hierro mejoró y se volvió más barato que el bronce. El hierro está por todos lados y es di­ fícil controlar su acceso, a diferencia del cobre. Esto hizo posible la producción masiva de herramientas y armas duraderas. Esta revolución dem ocratizó un enorm e poder. Cualquier agricultor podía tener un hacha o un arado. En parle, este cam bio des­ centralizó la econom ía cam pesina y dio auge al com ercio local de bienes de uso sem idiario —Le. vino y la ropa—. El com ercio a larga distancia seguía centralizado, pero el transporte marítimo que pasaba por puntos no controlados, también dem ocratizó este tráfico. El poder distributivo se m odificó.28 Los hititas fueron los primeros en usar de m odo generalizado armas de hierro. Y en el 1200 a.C,, el secreto de la metalurgia del norte ya se había extendido por Asia y Europa. Gracias a este nuevo material aumentaron las fuerzas económ icas (por los ins­ trumentos de labranza) y militares (por las hachas, las espadas y las armaduras). El poder colectivo aumentó, Europa m eridional fuera de Grecia, estaba en m anos de tribus semidemocráticas, militarizadas y sin estado. El Medio O riente se encontraba bajo im perios de dom in ación com o Asiría, que también aprovechaban el hierro para aum entar la producción y armar a las masas.2^ Los egipcios aprovecharon de m anera distinta la revolución de la metalurgia. Ellos nunca dom inaron la fundición del hie­ rro pero contrataron a otros pueblos que sí lo hacían, com o mercenarios. En pocas palabras, las transformaciones originadas en esta época se debían más a factores geopolíticos que a una evolución interna. El poder naval fue crucial para la segunda oleada de conquistadores. Los im perios del interior fueron los m enos afectados. 123

A tn u i i m e t d a Ig le s ia s G o n z á le z * jo r g e F ederico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G v n z á l t t U llo a .\g v > r re

Troya fue destruida en 1250 a.C. Cinco décadas más tarde Kgipto perdió los territorios más allá del N ilo y el Delta a m anos de los pueblos del mar. Estos, eran confederaciones flexibles de cam pesinos, comerciantes-piratas provenientes del Mediterrá­ n eo y del Mar N egro.311Todos ellos poseían armas de acero. En 1150 a.C, fueron destruidos los restos de la cultura inicéncia y cayeron los reinos hitita y casita en M esopotam ia.32 I,a¡> dos oleadas de invasores provocaron la interdependencia de los territorios extensivos y de num erosos pueblos; mayor cantidad de estados pequeños entraron en com petencia, co ­ m erciaron e iniciaron intercambios. Aunque hubo nuevos im perios,33 éstos ya no eran hegem ónicos, pues estas revoluciones militares y económ icas habían desatado el multipolarismo, Más aún, los estados tenían poca capacidad para penetrar en la vida social y por tanto, debían li­ diar con desafíos tanto internos com o externos, pues las redes de poder atravesaban las fronteras y no había control sobre ellas. Las dos oleadas de invasiones detonaron tres cambios ocurri­ dos en el primer m ilenio aXl: estím ulo a los estados comerciales intersticiales,34 principalm ente Fenicia y Grecia; otorgó más poder a los cam pesinos y a los soldados de infantería; motivó la reaparición de la movilización militar de comunidades pequeñas y democráticas; incentivó el crecim iento extensivo e intensivo de los imperios de dom inación. Lo que hace peculiar al Cercano Oriente y el M editerráneo es el hecho de que es una región geopolíticam ente multicéntrica y tiene tros raíces ecológicas: valles fluviales regados y tierras de labranza delim itadas que conform an el núcleo de los imperios terrestres de Medio Oriente; tierras de labranza abiertas y exten­ sivas en Europa; y mares internos que conectan ambas zonas. N otas 1 "El faraó n m an te n ía el o rd en universa] a se g u ra n d o el curso d ivino y dictando leyes p a ra los hom bres. T odos los actos del c u lto e ra n teóricam ente t^alizados p o r el rey (...). lx>s sacerdotes egipcios te n ía n tín icam en te e n co m en d a d a la m isión delegada

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SOCIKDAD. VIO l ENCIA Y PODER • TOMO 1

de m an te n e r la in te g rid ad de la presencia de los dioses .sobre la tie rra, e n los tem plos do n d e estos habían puesto su m o rad a ”. Franco G im m ino, Vida cotidiana de los egipcios, p. 95. '¿ Ibid., p* 121. * E n algunos docum entos se lee: “Fuim os a conferenciar con su Majestad y, cuando nos encontrábam os delan te de él, e ra com o si estuviéram os delan te d e un dios". Ibid., p. 1252. 4 lbid.t p. 121. s Ibid., p. 145. * O tro ejem plo q u e llam a la aten ció n de la distancia en o rm e e n tre el m onarca y sus súbditos, es el caso de los em p erad o res chinos, en d o n d e vemos la im itación sin com petencia, es decir, la presencia del m ed iad o r externo: "Desde C h in a nos inform a u n m isionero francés: cu an d o el e m p e rad o r de C hina ríe, víanse tam bién los m a n d a ­ rines. A penas deja de reír, tam bién d ejan ellos. Si el e m p e rad o r está triste los rasgos de ellos se vacían. Se creería q u e sus caras están hechas de resortes y q u e el e m p e rad o r puede accionarlos y ponerlos en fu n cionam iento a su antojo. l.aejem plaridad del rey es general. A veces se reduce a la adm iración y veneración. N ada d e lo que él h ace carece de significado. E n cada u n a de sus extcriori?aciones se descubre un sentido. A veces, sin em bargo, se va m ás allá y se percibe c ad a exteriorización com o u n a ord en. Q ue él e sto rn u d e significa: ¡Estornudad! Q ue se caiga del caballo ¡Caed! T an repleto de fuerza de m an d o está q u e n a d a sucede porque sí. La orden ha m ig rad o en este caso de la palab ra a la acción ejem plar. Se agrega a esto q u e toda su existencia a p u n ta a la m ultiplicación, el acrecentam iento; com o hem os dicho es su razón de estado. Así tam bién todo m ovim iento y m anifestación suyos tienen (endem ia a d e sp e rta r u n a m ultiplicidad análoga. P o d ría decirse que en tales o p o rtu n id a d es su corte se convierte en una especie d e m uta de m ultiplicación, si no p o r lo que respecta a su sen tim ien to in te rn o , sí p o r lo que h a ce a su com p o rtam ien to externo. Todos hacen lo m ism o, p e ro el rey lo hace prim ero". Elias C anetti, Masa y poder,, p. 410. 7 En ocasiones la élite d isid e n te -a lg u n o s sacerdotes in clu id o s- tam bién llam aría a la agitación del pueblo. La sexta din astía quizás cayó e n m ed io d e u n a revuelta popular. Cfr. Franco C im m ino%Vida cotidiana de los egipcios, p. 63. 8 Cfr. Jo sé M aría Blázque?. M artínez, "‘P reh isto ria y prim eras c u ltu ras”, Historia Universal, vol. 1, Instituto G allach-O céano, 1990 p. 252. 9 En Egipto» en el últim o siglo del tercer m ilenio a.C., se desm oronó la autoridad. Esto fue iniciado p o r u n a catástixífe geológica. A lgunos textos d e la é p o ca hablan de q ue N ilo se secó, el Sol se escondió y las cosechas decayeron. Los egipcios escapaban de las ciudades, los nobles desm alezaban los cam pos e n busca de com ida, los herm anos p eleaban e n tre sí. los hom bres m ataban a sus p ad res m ien tras las pirám ides y tum bas e ra n saqueadas. Cfr Julián Jaynes, El origen de la conciencia, pp. 176. 111 Cfr. Will D u ra n t, O yr oriental keriiage, pp. 152-153. 11 Cfr. José M aría Blázqucz M artínez, I*rekisíorúi y primeras culturas, p. 264. 17 En B abilonia estos problem as c o m e n ta ro n con las disputas en tre los sucesores de H ainm urabi. J3 Q u e p re d o m in aro n en tre el 1800 y el 1400 a.C. 11 Q ue se d ifu n d ie ro n en el p e rio d o del 1200 al 800 a.C.

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A l m a I m d d / t Ig le s ia s G o n z á le z 9 J o r g e F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z 9 P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U ttu a A g u ir v e

v* El arco com puesto estaba en uso en el seg u n d o m ilenio a.C., y no p u ed e h aber surgido espontáneam ente, “riada su com plejidad estru ctu ral que, a sem ejanza de la del c arro de g u e rra , lleva im plícitos diversos pro to tip o s y décadas, si no siglos, de ex p eri­ m entación”; su m od alid ad definitiva no varió en perfeccionam iento desde el segundo m ilenio a.C. y hasta su caducidad com o arm a de g u e rra en el siglo x ix ; "los m anchúes fueron los líltim os en usarlo”. Jo h n K eegau, Historia de la guerra, pp. 205-206. m Ibid., p. 209. El c arro ligero y el arco com puesto surgieron sim ultáneam ente “va que resp o n d ían a u n a necesidad crucial de los pastores nóm adas: co n tar con un m edio p a ra llevar los rebaños a u n a velocidad m ayor de la posible a pie, y al m ism o tiem po situarlos en parecidas, si no iguales, condiciones de m ovilidad respecto a dep red ad o res, lobos y quizás osos, y los grandes félidos, que acosaban a la m an ad a p o r los flancos. (...) El c arro constitu iría u n a m agnífica plataform a p ara u n arq u ero que persiguiera a un lobo, d o tán d o le de la m ism a capacidad p a ra hacer blanco sobre u n a presa móvil, si no m ás, que la que m ás ta rd e a d q u iriría el jin e te desde su silla de m ontar. Los pueblos sedentarios se m aravillarían de la h abilidad de los jin e te s al soltar las rienda* y d isp a rar u n a flecha co n tra u n a presa a la carrera. (...) A lo idóneo de su equipo y su experiencia con los anim ales, los g u e rre ro s de carros u n ía n su habilidad y rapidez de m ovim ientos. (...) La adopción de la a g ric u ltu ra redujo la pro p o rció n de c arn e en 1a d ieta hum ana; no sólo sabem os que el paso a la producción de cereales siem pre reduce la ingesta de proteínas» pues el ag ricu lto r dedica m ás la tierra a cultivos que a pastos, sino q u e es u n hecho verificable al alcance d e cualq u iera que los agricultores in te n tan pro lo n g ar la vida de los anim ales dom ésticos p ara aprovechar al m áxim o que Ies d e n leche, ad q u ieran m ayor peso o les presten en erg ía m uscular, m as que destinarlos a recurso alim en tario en cu an to están crecidos. C om o consecuencia, el ag ricu lto r carece de las habilidades propias del carn icero o del m atarife de anim ales jóvenes prestos a eludir sus m ortíferas intenciones; m ien tras q u e los prim itivos cazadores, a pesar de ser excelentes carniceros* (.. .) no eran tam poco muy diestros en la técnica d e m atar, pues sus preocupaciones se c en traría n m ás en seg u ir y a c o rra la r a la presa que en el m étodo preciso p a ra asestarle el golpe fatal, Los pastores, p o r el contrario, a p ren d iero n , com o cosa n a tu ra l, a m atar y selec­ cionar las víctimas; y d eb ían de m ostrarse muy poco sentim entales respecto a ovejas y cabras, que p ara ellos no son m ás que alim ento con pezuñas, leche y sus derivados m antequilla» cuajada, suero, yogur, bebidas ferm entadas y queso, pero sobre todo c arn e y quizás sangre. N o está claro si los nóm adas esteparios de la A ntig ü ed ad ex­ tra ía n sangre de su g an ad o com o hacen los de A frica occidental, pero es muy posible; lo que sí es evidente es que m atab an an u alm en te uri n ú m ero de anim ales jóvenes de crianza adem ás de ios m ás viejos del rebaño, ju n to con los heridos, deform es o lisia­ dos y siguiendo u n sistem a rotatorio. Este p ro g ram a d e m a ta iu a re q u ería habilidad p ara ab atir a u n ser vivo con el m ín im o de d a ñ o p ara la m asa de c arn e y sus valiosos contenidos, y con el m e n o r trasto rn o posible p ara el resto del rebaño. L a p rincipal hab ilid ad d e los pastores era a d m in istrar u n solo golpe m ortal preciso y ráp id o p o r el im perativo de c a s tra r a la m ayoría de los m achos del reb añ o , a p re n d e ría n m ejor a co rtar la c arn e y tam bién p o r el h ech o de asistir al p a rto de las ovejas y aplicar los ru d im e n tario s conocim ientos de ciru g ía veterinaria". Ibid., p p 203-207. v> Ibid-, p. 210.

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ltt “Los pueblos sedentarios e sp eran d o rm ir bajo techado y n o disponen de tiendas de cam paña, se guarecen cu an d o el tiem po se vuelve inclem ente, carecen de ropa» im perm eables y gustan de com ida re g u la r guisada. El lab rad o r es m ás d u ro q u e el ai te sa n o p e ro au n así, un lab rad o r es blando com parado con el nóm ada. Los nóm adas están constantem ente en m ovim iento, com en y b eb en c u a n d o p u e d en , d esafían a los elem entos y ag rad ecen cu an to les depa ra la suerte; p u ed en em p aq u etar cu an to poseen en caso de apuro, llevan consigo los víveres y cam bian de cam p am en to con arreglo al agua y los pastos p ara el ganado. Los antiguos nóm adas de la estepa á rid a d o n d e las tribus tenían que co m p etir en tre sí p o r ios escasos pastos que hubiera, deb iero n de ser los seres m ás d u ro s de la creación”. Ibid., p. 203. ^ La transm isión de tan exitosas técnicas de com bate a E u ro p a deriva de la m ig ra­ ción de los m icénicos desde Asia Menor, quienes a d o p ta ro n el c arro d e com bate en la segunda m itad del seg u n d o m ilenio a.C. “El esclavismo e n C hina d a ta del ascenso de la din astía Shang, m ientras que, segíín el Rigtwdti, los conquistadores en c arro del valle del In d o sen taro n con el esclavismo la base cielo que m ás tard e serían las casias”. Ibid., p. 211. 20 Ibid., p. 196. “Kl prim er caballo que el h o m o sapiens conoció no e ra g ra n cosa; (...) lo cazaba p ara comer. (...) F.l hom bre de la E dad de 1‘ied ra prefería, com erse a los caballos a m ontarlos porque (...) no tenía u n lom o lo b astante resistente para ag u am ar a u n ser hum ano, y los hom bres aú n n o habían inventado un vehículo al q u e u ncir un a nim al de tiro. (...) La relación en tre el hom bre y las especies eq u in as es (...) com pleja, pues (...) el caballo req u iere que se le se p are d e la m an ad a y se le dom e si se desea q u e surja u na relación mutua e n tre él y su amo. (...) En la E dad de P ie d ra no h abía razones p a ra que el hom bre se d iera cuenta de que el caballo era potencialm ente m ás útil p ara él q u e sus prim os equinos el ex­ ten d id o b u rro o asno, el hem ión de M ongolia y T ürkestán, el kiang de la llan u ra del T íbet, el k h u r de la In d ia occidental o el on ag ro de M esopocam ia y T u rq u ía q u e (...) carecen por motivos genéticos de la rap acid ad p ara d a r p o r crianza selectiva variedades mayores, m ás fuertes y rápidas. (. ..) N o parece que el h o m b re intentase g u iar o m o n tar al caballo ni a los équidos afines siu p ro b a r antes con la vaca y quizás con el reno. Los agricultores del c u arto m ilenio a.C descubrieron q u e castran d o al toro dom esticado se ob ten ía el buey, que era un anim al sum iso q u e se dejaba u n c ir a u n a rad o como los q u e el m ism o hom bre a rra stra b a, y el u n c ir estos anim ales d e tiro a u n trin eo , e n terren o s desprovistos de árboles com o la estepa y las llanur as aluviales, fu e u n p ro g reso lógico; a ello le siguió m o n ta r los p atines sobre rodillos fijos y a p a rtir del rodillo debió de sur g ir fácilm ente la ru e d a que g irab a sobre un eje fijo, com o ya conocían los alfareros (...). Kl carro , con sus ru e d as de m ad e ra de dos piezas, deriva del pro to tip o de rueda de u n a pieza y cabe su p o n er que los sú m en o s h ab ían com probado q u e los onagros e ra n m ejores anim ales de tiro que los bueyes (..,). No ob stan te (.. .) el o n ag ro no es m as que u n b u rro algo m ayor y de patas nías largas (...) Pero la toz udez d e este anim al llega a ser más inflexible que la del amo. tiene u n um b ral de resistencia al dolor muy alto (...) y no se le p u ed e m o n ta r en la posición de la n tera de cantral, sólo a n d a a dos velocidades al paso y al tro te y si la p rim e ra es aún m ás lenta que la m archa h u m an a , la se g u n d a es a m ata caballo. Estas características, im posibles d e m ejorar p o r c ría selectiva, relegan al asno y a los hem iones a restringi-

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A l m a I m e l d a ig le s ia s G o n z á le z * J o r g e F ederico M á r q u e z M u n o i 9 P a b lo A r m a n d o G o n z á le z IJUsut A g u i r r e

dofc trabajos dom ésticos y, com o bestias d e carga, ta n to su ra d io de acción ro m o su potencia son lim itados (...). No es de e x tra ñ a r q u e a principios del seg u n d o m ilenio a.C. el caballo dom esti­ cado com enzase a cam biar su papel de an im al com estible p o r el de anim al d e carga. (-•■) Los pastores ya h abían a p ren d id o los ru d im e n to s del c ru ce p o r su experiencia con ovejas, cabras y vacas, y aplicarlos al caballo fue u n paso n a tu ra l, au n q u e no se piense que se o b te n d ría n d e in m e d iato los electos esperados; los prim ero s linajes de anim ales criados p o r selección tien d en a ser de m en o r tam año, lo que en el caso del caballo red u ciría la posibilidad de m o n ta rlo y aú n rnás su potencial atractivo, a lo que se sum aba p o r o tro lado la desventaja p a ra usarlo com o an im al de tiro. Al asno (...) se le co n tro la fácilm ente con u u a b rid a u n id a a u n ro n /a l y se lim ita a tira r del arnés m ientras lo e n cu e n tre cóm odo; el m anso buey no requiere m ás que u n íustazo p ara ponerse en m archa y tira fácilm ente del c arro uncido a él p o r u n yugo bien adaptado. Pero al caballo, m ás nervioso, sólo se le do m in a ponién d o le u n bo cad o de h ierro (...). El h o m b re tard a ría e n d escu b rir que el a rre o m ás idóneo para el caballo de tixo es u n a collera a trib u id a a los chinos o u n a collera con horcate. H asta entonces, sus m étodos p a ra d o m in a r con arreo s al caballo fu ero n contradictorios: c o n striñ e n d o su boca p a ra gu iarle tam bién variaba su paso, tira n d o de la collera y e n torpeciéndole la respiración, le h acía a m in o ra r la m archa. (...) Ll caballo con arreo s e ra u n anim al in ad e cu a d o p ara el tiro, tan to de los carros pesados rom o d e los arados que se h u n d ía n p ro fu n d am e n te e n la tie rra y que c o m e n /ab a n a ap arecer en E uropa e n el seg u n d o m ilenio a.C.; lo que lógicam ente significaba que el vehículo al que se le u n cía había, d e ser lo m ás ligero posible. El resultado fue el c arro de g u e rra . (.. 0 El c a rro ligero con dos ru ed as de radios apareció de pro n to sim ultáneam ente m erced a u n koine tecnológico en todas las civilizaciones desde E gipto a M csopotam ia, (.. .) El nuevo factor e n consideración e ra la velocidad p ro c u ra d a por u n a nueva fuerza m otriz, que en el caso d e los peq u eñ o s caballos de la A ntigüedad sólo p o d ía aprovecharse m ediante u n a innovadora com binación d e ligereza y resistencia. La adopción de u n concep to d e lam ccán ica estructural, el carro de ru ed as d e disco tirado p o r bueyes, p u ed e considerarse u n a e stru c tu ra sólida h ech a de troncos, m ientras que el c arro de g u e rra es u n a e stru c tu ra de m adera, ligera, rápida, (.. .) en tensión con su arm azón y llantas d r m adera curvada L a velocidad del tra n sp o rte h u m an o en tierra se m ultiplicó de pro n to p o r un factor e n to rn o a 10: de poco m ás de 3 kilóm etros p o r hora que invertía un buey a m ás de 30 kilóm etros”. Ibid., pp. 198-202. 21 “¿De d ó n d e p ro c ed ían estos guerreros? la conclusión d e que los carros de g u e rra y el nuevo tipo de g u e rre ro su rg iero n e n las zonas lim ítrofes d e la estepa y las tierras civilizadasjunto a los ríos, parece convincente’’. Ibid., p 202. “Dos e x tra o rd in a rio s artefactos el c arro ligero y el arco com puesto se o rig in a ran al p a re c e r e n las fro n teras d e la civilización con el m u n d o nóm ada, (...) Los elem entos del c a rro -ru e d a s, arm azón, lanza y accesorios m etálicos—eran d e origen civilizada, pues derivaban de pro to tip o s m enos eficientes inventados paj a trabajos agrícolas y de co nstrucción’’. El c arro ligero servía, desde luego, p a ra la guerra, p e ro tam bién p ara la caza, *pues con él p o d ía reco rrerse terre n o áspero y utilizarlo com o platafo rm a d e tiro para c az ar con el arco com puesto". Ibid., pp. 202 y 208.

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SOOJKOAD, VIOLENCIA Y PODER • TOMO 1

22 Cfr. W ill D u ra n t, Our oriental heritage, p. 222. 25 L a falla de disciplina m ediante instituciones hizo muy com plejas las relaciones en tre la elite. El líd e r carism ático, el g u e rre ro c o n q uistador que re p artía el botín, daba, cierta estabilidad a su reino, p e ro u n a vez m uerto, com enzaba la lucha p o r el poder. Tal fue el caso del e stad o h itita, cu an d o fattusili, segundo rey de H attusa, envejecido, vio com o su pro p ia fam ilia se d isp u tab a el p o d e r y u n a de las facciones facilitaba la invasión de los hurritas. Cfr José M aría Blázquez M artines, Pre/Ustvria y primeras culturas, p. 182. *4 Los prim ero s antagonistas de Kgipto e n el C ercano O rie n te alababan a Mitra, In d ra y V a ru n a ,y p osteriorm ente e m ig raro n a Persia e India. La p alabra a rio es, o riginalm ente, el n o m b re de u n a de las tribus hititas. Cfr. Will D urant, Our oriental heritage, pp, 286-287. “B rough se divierte con la idea de q u e el faraón egipcia Tktmosis rvnc fue capaz de pensar en tener un ejército permanente hasta que su mujer indoeuropea le metió esta idea en la cabeza (...)• No desconozco la im p o rta n cia de ios parlam en to s d e a lm o h a d a (...) pero el m atrim o n io de Tutm osis n o es evidentem ente sino u n aspecto de u n a alianza (con lo sm ita n i) que h a debido de im plicar, co n tra el enem igo com ún (los hiesos), el envío de consejeros e in structores”. G corges Dum ézil, Mito y epopeya. ///. Historias romaruis, México, Fondo de C u ltu ra Económ ica, 1996 (I a ed. e n francés, 1973). p. 35$. La utilización de m ercenarios y la form ación d e un ejército p erm a n en te por p a rte de los faraones, surgió “sólo después d e la invasión de los hiesos’’. Franco C im m ino, Vida cotidiana de los egipcios^ p. 213. 26 Cfr. Will D u ran t, (hir oriental heritagei p. 223, 27 “La tiranía de los cond uctores de carro s d u ró poco en todas partes. Los arios, dom in ad o res de la civilización del Indo* p arecen h ab er sido los únicos invasores del carro que n o fu e ro n derro cad o s p o r fuerzas internas, au n q u e hay especialistas que consideran la aparición del budism o y eljain ism o com o u n a reacción indígena contra la tira n ía de casia im puesta p o r los arios. Los hiesos fu ero n expulsados de E gipto al restablecerse el p o d e r faraónico bajo Amosis, fu n d a d o r del Im p erio Nuevo hacia 1567 a.C. O tro s pueblos del c arro ligero, los h ititas d e Anaxolía, la. T u rq u ía actual, y los m icenicos de G recia, q u e posiblem ente fuesen quienes destruyeron la civilización m inoica de C reta y quizás inspirasen la gesta hom érica de Troya, fu ero n d errocados por pueblos del n o rte de G recia, los frigios y los dorios, aproxim adam ente en el 1200 a.C. (...) El h ech o m ás im p o rta n te fue el triu n fo d e los ind íg en as de M esopotam ia que, bajo el re in a d o de A ssur U ballit, concluyeron e n 1365 a.C. u n a p ro lo n g ad a cam paña c o n tra los señores hu rritas y recu p e raro n el an tig u o re in o que conocem os con el nom bre de A siría p o r su capital A ssu r’.J o h n , K ecgan, Historia de la guerra, pp. 212-213. *a “La piedra» el bronce y el caballo Jos principales m edios con los que se hacía la g u e rra en la é p o ca e n que c o m e n tab a n a su rg ir los estados y e x p erim en tab an el acoso de pueblos g u e rre ro s que vivían allen d e las tie rras cultivadas, eran p o r su n a tu raleza recursos lim itados, au n q u e en diversos aspectos. La p ie d ra es u n m aterial difícil de trabajar, el bro n ce es u n p ro d u c to ex traíd o de m etales escasos, y ef caballo sólo puede m antenerse, en n ú m ero suficiente p a ra servir d e m o n tu ra a u n ejército, en tie rras de pastos q u e sólo existen e n áreas restrin g id as del planeta. Si la piedra, eí bronce y el caballo hu b ieran seguido siendo los m edios p ara hacer la g u e rra , sus fines e intensidad jam ás h a b ría n rebasado los niveles (...) alcanzados e n el p rim e r m ilenio a.C. (..,). Eí

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Ah/ia Imelda fg lm u y C oniálst * jorge Ftdrnco Martjuéz M uñoz * Pablo Arm ando González UUoa Agutrrp j

hom bre necesitaba o tro recurso co a el que a tacar en (as zonas tem pladas y arbóreas, p e ro tam bién para op o n erse a la posesión de las tie rras hab itad as por las m inorías fu ertes y ricas que b eb ían m onopolizado la costosa tCf nologia.de la g u e rra e n la E dad de Bronce. Ese m aterial fue e! h ierro (...). I7.! hom bre que an te rio rm e n te había trabajado con p ied ra y m ad era p ara a b rir d a ro s e n los bosques y h acer surcos en la superficie de la tierra, disp o n ía ahora de arm as y h erram ien tas. V esas h erram ien tas, adem ás de perm itirle e m p re n d er la lab ran za de sucios que an te s se le resistían, le a n im a ro n a co lon izar regiones alejadas de las zonas d e asentam iento existentes, a ex p lo tar con m ayor im ensidad las que ya cultivaba o a sim plem ente hacerse sedentario en territorios previam ente conquistados por los pueblos de los carros. El h ie rro es u n m aterial que req u iere pocas explicaciones. El bronce es una aleación del a b u n d a n te cobre y del escaso estaño; la escasez de este últim o y sus m inas de localización específica le convirtieron en u n a sustancia susceptible de alcanzar fácilm ente altos precios en el m ercado y p ro d u c ir fuertes tasas de peaje e im puestos en el p u n to de entrega. E n consecuencia, los g u e rre ro s m onopolizaron en seguida el m ateria) y con ello alcanzaron casi siem pre la condición de g obernantes. El hierro, por el c o n tra rio , ab u n d a, ya que su m en a constituye aproxim adam ente un 4,2 p o r ciento do la m asa de la tie rra y su distribución es muy generalizada (...). Fueron lo.s h e rre ro s caldeos los prim eros en fu n d ir h ierro hacia el 2300 a.C. en su in ten to de e x tra er pigm entos, com o el ocre, d e m enas en íntim a relación con el m etal. El de los h e rre ro s con stitu ía un oficio bastante greg ario consagrado a un a rte secreto bajo la protección de los gu errero s a quienes abastecían con sus valiosos productos. F.I prim er h ierro fu n d id o d e b ió de con stitu ir un m onopolio casi con certeza, y su em pleo no se g eneralizó h a sta el 1400 a,C. (...). Por aquella época la producción se centraba en A natolia, zona a b u n d a n te e n ricas m enas a cielo abierto, y fue com o consecuencia de d isp o n e r de h ie rro que los h ititas pud iero n lanzar sus cam pañas agresivas contra los reinos de los valles*. íhtá., pp. 290-291. La de los h e rre ro s se convirtió en u n a profesión m ald ita y b e n d ita a la vez, un oficio bisagra: “se les tem ía, p o rq u e los in stru m e n to s que fabricaban p o d ían ser utilizados com o arm as. El h e rre ro e ra u n a especie d e chivo expiatorio perm anente, vivía de h ech o fuera de la com unidad. Digam os q u e era, a la vez, tem ido y resp etad o ” R ene G irard, El engen dé la cultura, p. 127. "H acia el 1200 a.C. los hititas habían dejado de ser los únicos pro p ietario s de La incipiente in d u stria del hierro, época en la que su im perio fue destruido. Los h errero s de A natolia, dispersos com o consecuencia de ello, llevaron sus artes a otros lugares en busca di* nuevos clientes y protectores. P u ed e que tam bién p o r entonces la m etalurgia del h ie rro alcanzase u n ap o g eo tecnológico; pero debió de ser m erced a u n a serie de etapas. L a p rim e ra de ellas consistiría en perfeccionar u n h o rn o e n el que fu n d ir la ganga p a ra o b ten e r lingotes, y d e tam añ o ad ecu ad o p ara econom izar com bustible (el com busdble principal fue el carb ó n hasta la é p o ca m o d ern a en que los chinos y luego los eu ro p eo s descub rieron cóm o tran sfo rm a r el carbón en coque). I-a g an g a de h ie rro fu n d e a u n a tem p e ra tu ra m ucho m ás alta que el cobre o el estaño, y requiere ventilación; los p rim e ro s h o rn o s se situ aro n en m ontículos e n los que incidía el viento, hasta que se utilizó el fuelle. Estos h o rn o s pro d u cían u n ocho p o rc ie n io apro x im ad a­ m ente d e h ie rro con arreg lo a u n d ete rm in a d o peso de ganga, en íb rm a d e m ateria esponjosa d e n o m in a d a a rra b io , susceptible de ser tran sfo rm a d a en lingotes p ara útiles o arm as m ed ian te constante calen tam ien to y m artilleo; p e ro au n así, a m enos

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SOCIEDAD, VIOLENCIA Y FOHFR • TOMO 1

que ia m ena tuviese u n notable conten id o de níquel, el pro d u cto logrado e ra b lando y el filo ríe p o ca duració n ; el m artillead o en frío p ara restab lecer el filo, técnica do los artesanos del bro n ce, no daba resu ltad o en el caso del hierro. Sólo c u a n d o lia d a el 1200 a.C. se descubrió que m artilleá n d o lo al rojo y tem plándolo con a g u a se o btenía un filo d u ra d e ro , el h ie rro p u d o co m p etir c o a el b ro n c e y ob ten er categoría de m etal netam en te superior. En esa tase debía de hallarse la in d u stria cu an d o los herreros anatólicos se disp ersaro n p o r O rie n te M edio El su rg ir de estas artesan ías de fundición y h e rre ría tuvo diversos efectos m ilita­ res; los pueblos gu errero s m ejoraron su arm a m e n to p a ra a tacar a los estados ricos y sed en tario s y, p o r consiguiente, el h ierro contribuyó al desorden re in a n te en O riente M edio y O rien te Próxim o a principios del p rim e r m ilenio a.C.; pero tam bién serviría fi nalm ente a esos im perios p ara contraatacar, ya que cu an to de m ás h ierro disp o n ían , m ás hom bres p o d ían m an te n er arm ados los estados con rentas suficientes p a r a d lo . F.l ejército asirio e ra u n a fuerza de hierro» y hasta el E gipto tecnológicam ente atrasado a d o p tó el h ierro d u ra n te el rein ad o de los úkim os faraones ’. Los celtas, “fu ero n conquistadores o colonos al m enos, y sus arm as de h ierro las a d o p ta ro n de form a g en eralizada sus vecinos allende las m ontanas de la gran llan u ra europea, en p a rtic u la r los griegos” Jo h n K eegan, Historia da la guerra, pp. 292-293. 90 “Los m ercenarios fu ero n (,,,) c ad a vez m ás num erosos. C om batían según sus propias costum bres y conservaban sus ropajes. Del ejército de Tutm osis i form aban p a rte m uchos nubíos, que se distin g u ían p o r llevar u n a cola de p a n te ra colgando sobre la espalda y p o r unos ad o rn o s d e cuero. Estos soldados m arch ab an con la m aza d e com bate em p u ñ ad a. La g u a rd ia real de A m enoüs iv Ak.hcna.ton estaba com puesta por m ercenarios sirios, libios y nubios. El faraón H o rem h cb d e la decim octava dinastía, hizo afluir hacia su ejército con tin g en te m ilitares sirios* La g u a rd ia real de Ramscs ii estaba en gran p a rte com puesta p o r sherden", quienes oran m ercenarios libios (de origen in doeu ropeo), refugiados en el n o rte d eÁ frica tras la in v a s ió n d e la “g e n te d el norte". Franco C im m ino, Vida cotidiana de ¿os egipcios, p- 215. 31 Con una e stru ctu ra sim ilar a la de los vikingos d e m uchos siglos después. Se agru p ab an en bandas de unos treinta y cinco rem eros y se organizaban tem poralm ente en grupos mayores, p ara el saqueo. Cfr. José M aría Blázquez M artines, Prehistoria y primeras culturas>p. 345. ** Por ejemplo, Egipto, controlado p o r la casta guerrera desde la decim octava dinastía, se convii lió en un im perio de dom inación, que com binaba la organización estatal con las tácticas indoeuropeas. Cfr. F ranco C im m ino, Vida cotidiana de los egipcios, p. 210. 54 En la satisfacción de sus necesidades el h o m b re crea redes sociales. E n ocasiones las institucionaliza y en ocasiones, van en contra d é la s propias instituciones, es decir, em ergen intersticialm ente, e n contra, consciente o inconscientem ente, d e las reglas sociales. Las redes intersticiales, au n q u e surgen a contraco rrien te, p u e d e n llegar a ser m uy poderosas y después, erig ir ellas m ism as u n nuevo o rd e n . N unca han ¡surgido sociedades tan perfectam ente institucionalizadas que no p e rm itan la aparición de intersticios. Tal es el caso de organizaciones com o las del c rim en org an izad o o bien, de la burguesía e n el m u n d o feudal.

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8. EL EJÉRCITO ES PRIMERO: LA CASTA GUERRERA MINA LAS JERARQUÍAS

T as sim ilitudes entre las funciones de la guerra y el sacrificio I

fueron destacadas por Dostoyevksi, quien escribió la guerra es buena porque exalta el espíritu de sacrificio, el cual hace la grandeza del hombre; la humanidad7 que tiene conciencia de ellot ama par esta razón, confusamente la guerra; la paz prolongada conduce al cinismo y a la hipocresía, hace a los hombres ávidos, feroces y groseros; mala el honor y deja subsistir sólo los gestos y las palabras de honor; la guerra da un impulso precioso a las ciencias y a las artes, las renueva, las refrescat las provoca. Sobretodo, constituye un remedio saludable que se ha hecho indispensable por la decrepitud del mundo. (...) Un ano más tarde, a proposito de los rum ores de guerra con Turquía, Dostoyevski vuelve al asunto (*..). Se felicita por el entusiasm o popular ante la idea de un conflicto event ual. Nu «s solam ente por sus herm anos eslavos m artirizados por los turcos que se alegra. Espera de la guerra una renovación de la atmósfera espiritual (...). La paz engendra los motivos innobles d e la guerra: la rivalidad económ ica por la conquista de m ercados (,.*)* Escoria de la paz, tales guerras depravan a los pueblos, mientras que una guerra sostenida voluntariamente por una noble causa sana las almas, refuerza la unidad de las naciones, favorece la comunión con el pueblo?

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A l m a i m e l d / i Ig le s ia s (io n z tílc z * J o r g e F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U iio a A g u ir r e

Los vínculos entre la guerra y el sacrificio son numerosos: el riesgo,2 la violencia que se mitifica y con ello genera la unidad interna, pues el culpable siempre es el enem igo exterior; los perdedores se convierten en los chivos expiatorios que a la vez son odiados porque perturbaron el orden, y sacralizados en tanto contribuyeron, una vez derrotados, a mantenerlo;3 y en ocasiones, en tanto com ienza com o un proceso incontrolado —com o el sacrificio natural—y termina com o parte de un ciclo bien conocido —como el sacrificio ritual o preventivo-.4La guerra, al igual que el sacrificio, es una lógica de sustituciones: matar al otro para no ser yo el asesinado; quitarle su territorio para no ser yo quien desfallezca de hambre. O bien, en el caso de un im pe­ rio que castiga a una provincia rebelde: crueldad una vez para no necesitarla cien veces. Esta lógica sustitutoria es lo que per­ mite que un imperio prevalezca, pues no podría durar sí se pro­ pusiera declararle la guerra a todas sus provincias. La combinación de imperios de dom inación con los m étodos de cóm bale y armas de los guerreros indoeuropeas dio pie a nuevas formas sociales. El ekal masharti, o "palacio del lugar de ordenación de fuerzas’^ es el arquetipo de esta fusión. Vemos aquí la mezcla de dos tríadas, agricultura-almacén-distribución y guerra-saqueo-botín. El Imperio Nuevo de los egipcios, Asiria y Persia lo m ism o que las polis fenicias y griegas, son algunos de los más destacados ejem plos de estas nuevas organizaciones. Eran sociedades dirigidas por castas de guerreros y esto se tra­ dujo en expansionism o y creación de marcas vasallas que con el tiem po podían convertirse en un nuevo desafio. La guerra no era solamente un m odo de imponerse a los veci­ nos, sino también de resolver los problemas internos: los territo­ rios conquistados ofrecían nuevas tierras para cultivar y los pue­ blos sometidos» tributos, esclavos y prostitutas.5Además, los males podían atribuirse a los enem igos externos. Eran éstos, en la pro­ paganda, quienes provocaban el inicio de la guerra. En nombre de la civilización, de la justicia o de la restauración del cosmos, los pueblos guerreros declaraban la guerra. En ocasiones es claro que los enem igos eran vistos com o víctimas sacrificiales. 134

SOCIEDAD. VIOLENCIA Y PODER ♦ TOMO 1

U na de las cerem onias de cu llo que se oficiaban en los templos egipcios era la aniquilación ritual de enemigos. D icha cerem onia adquiría carácter de sacrificio cruento de anim ales salvajes, ani­ m ales que por una u otra razón se consideraban enem igos de los dioses. Dichas víctim as se identificaban con pueblos rebeldes. Ello explica por qué en m uchos tem plos los retratos de las victorias bélicas dei faraón se entrem ezclan con im ágenes del faraón cazan­ do o sacrificando anim ales salvajes. Los textos que acom pañan la pintura p o n en de m anifiesto que esta clase de im ágenes se veían respaldadas por cerem onias y h ech izos destinados a reducir y destruir a los enem igos del rey /

Los asirios encontraban placer en torturar a los prisioneros, por ejemplo, cegando a sus hijos frente a sus padres, desollándolos vivos, rostizándolos en hornos o encadenándolas a sus jaulas. Todo esto se hacía en publico, tal y com o se representaban los sacrificios en los ziguratso las pirámides de Mesoamérica, para la diversión del pueblo. Asimismo, la guerra era un sacrificio para el dios Ashur. Siglos más tarde, Ares y Marte, en Grecia y Roma respectivamente, siguieron exigiendo m onstruosos sacrificios de batalla. La naturaleza guerrera de estas sociedades las volvía inesta­ bles debido a que los derrotados podían transformarse, de la noche a la mañana, de nobles a esclavos. La geopolítica obliga­ ba a las elites guerreras a reorganizar sus ejércitos, a inventar técnicas y estrategias que les permitieran vencer a sus rivales. La im itación de los enem igos hacía que las ventajas dejaran de serlo y era necesario nuevamente crear algo nuevo. Sin embargo, podía ser dem asiado tarde. Pese a la inseguridad de la escalada militar era muy importante, para la clase dom inante, promover la idea de que no era así, que los dioses los asistían7y los harían prevalecer sobre el enem igo. - De cualquier m anera el pueblo tem ía a la guerra9 y se aferraba a sus protectores locales. Sin embargo, la situación no era tan mala com o para deses­ perar. De hecho, la am enaza de guerra era más frecuente que

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A l m a I m e l d a / g k í i a s G o i i z á k i * j o r g e F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z * P ablo A r m a n d o G o n z á le z V U n a A g u ir r e

la guerra misma. Bastaba una guerra ejemplar, por su cruel' dad, para hacer que m uchas aldeas y ciudades se sometieran “volu ntar iam en te Los asirios provenían de Azur, a un lado del Tigris, en el nor­ te. Era una ciudad situada en la ruta comercial entre Acadia y Su­ merja, al sur de A natoliay Siria. Los registros más antiguos que hay de ellos los describen com o un pueblo que hablaba acadio y comerciaba desde la región de Assur. La primera Asiria era débil, pluralista y oligárquica. Pero en el 1500 a.C. comenzaron las transformaciones sociales, producto de la edad de hierrolü favorecida por los yacimientos minerales de la zona. El rey di­ fundió los aperos y las armas de hierro entre los campesinos. Estos cambios condujeron al militarismo. La capital se mudó hacia Nínive.11 La política de expansión se desplegó en dos momentos: el Im perio M edio (] 375-1047 a.C.)12 y el Imperio Nuevo (883-608 a.C.), marcado por la m áxim a extensión y al m ism o tiempo, por la decadencia. En el primer periodo vemos una serie de sucesiones del poder “norm ales” Es decir, una ve/ muerto el rey, su hijo hereda el poder.13 Cuando llega la muerte del monarca y ninguno de sus vástagos está en edad de gobernar, el trono es ocupado por otro de sus familiares, generalm ente un hermano. Pero en el segundo, el relevo de los gobernantes estuvo marcado por la violencia. Los fracasos militares del Nuevo Imperio redujeron la distancia entre cortesanos y monarcas.14 En este periodo cerca d d final de casi todos los reinados (...) la corte sufría dis­ turbios por la sucesión. El anciano m onarca veía conspiraciones a su alrededor y en m uchas ocasiones, su m uerte era acelerada (...). Los asirios preferían los levantam ientos violentos a las elecciones corruptas.15

El m ilitarism o asirio buscaba aterrorizar a los pueblos conquis­ tados con la fama de unos cuantos combates fulm inantes. El ejército estaba com puesto por un núcleo y por levas.16 Llegaba

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a reunir hasta veinte mil hombres, aunque en la propaganda se decía que eran quinientos mil. D e todas formas se trataba de un ejército mayor que el de cualquiera de sus provincias dom inadas.17 Las ventajas militares de los asirios com enzaban con los avances tecnológicos: contaban con caballos pesados y rápidos extraídos del norte, que convertían la unidad caballo-jinete1* en un instrum ento de combate superior al torpe, carro de combate. La segunda ventaja era organizativa, pues se trataba de un ejér­ cito que coordinaba la caballería con los arqueros. En la línea de batalla era una m ilicia flexible, móvil y vanada: arqueros protegidos por escuderos con armaduras y lanzas, los jinetes, honderos e incluso carros de combate, luchaban com o un solo cuerpo.19Todo esto se hizo más notable en el siglo vir a.C. cuan­ do los asirios lograron m antener un ejercito permanente.*0 Michael Mann hace un m inucioso análisis de las limitaciones del ejérciLo asirio para llegar a la conclusión de que era logísticamente imposible que se comportara con la vehemencia sangrienta descrita en la propaganda. Por el contrario, hay testimonios de su amabilidad en el trato con los babilonios. Muestra también de que preferían la diplomacia a la violencia es el hecho de que goberna­ ban, la mayor parte de sus conquistas, a través de líderes clientelares locales. Los asirios querían asegurar los tributos y sólo si había resistencia practicaban la crueldad. Los feroces conquistadores gobernaban conquistando, ame^ nazando y m ediante la deportación de pueblos enteros, una técnica aprendida de los hititas. Pero su form a más usual fue la cooperación obligatoria. Para ello, construyeron palacios que eran centros administrativos, militares y alm acenes para los cc~ reales; el estado sum inistró arados a los cam pesinos y adquirió caballos de tiro para la agricultura y la guerra. Las conquis­ tas eran la clave de este sistema, que dependía de aum entar el excedente de tierras y población. El od io de los som etidos y la dificultad por m antener un ejército en tiem pos de paz, mermaba al im perio asirio. Para

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A l n a J m t l d a ig le s ia s (r o n z á le z * j m g * F ederico M á r q u e z M u ñ o z * P a t í o A i m a n a n G o n z á le z V ilo a A g u ir r e

atenuar estos riesgos se usaron el feudalismo*1 y el ejercito de cam paña móvil.22 De cualquier manera, el m ilitarism o asirio no resolvió nunca sus contradicciones y por ello, se trató de un gobierno débil, que sufrió largos periodos de guerra civil, disputas sucesorias y anarquía. ¿Por que duró el imperio? Por el pseudonaciónalismo, basado en una conciencia de unidad de clase de las élites del imperio -asirías y conquistadas asim iladas-, ya muy clara en el 1400 a.C. Esta clase terrateniente, grupo cohesionado y núcleo del im pe­ rio, se veía a sí misma com o cercana a los dioses, compartía un código com ún y una vida cultural intensa; sus integrantes eran la “nación asiría”. La palabra asirio, primero se usó para referirse a la ciudad de Assur, luego a la (ierra de Assur y después, signi­ ficaba sagrado. La población se dividía en cinco cusías; nobles, artesanos, profesionales y m iembros de guildas, cam pesinos y trabajadores no especializados pero libres, siervos -a l estilo m ed ieval- y esclavos, que sufrían tan deplorable situación por las guerras o las deudas. La distancia social entre las clases era mayor que entre las regiones o las etnias. La clase política de todo el im perio compartía ciertos valores y privilegios que la volvían solidaria. Contaba con la ventaja de diagrama. Pero ju n to a la protonación también surgió el cosm opolitis­ mo, que era una m ezcla de rasgos asirios, babilonios y hurritas y que debilitaba la solidaridad frente a los enem igos exteriores. A dem as, los p od eres intersticiales com enzaron a ganar terreno. Paradójicamente incentivados por las deportaciones forzadas, el cosm opolitism o regional23y el comercio, fortalecie­ ron a los aram eos y a los fenicios. El im perio estaba dom inado culturalm ente por una ideología que escapaba de las m anos de la clase gobernante. En térm inos m odernos, la sociedad civil se salió de las m anos del gobierno y, de nueva cuenta, esto mermó la solidaridad en tiem pos difíciles. Tras vencer a los escitas, hacia el ano 700 a.C., los asirios contaron con el mayor tam año alcanzado por su empresa de conquista, pero ai m ism o tiem po, fue una victoria que los dcbiliLó. Dice John Keegan: 138

SOCIEDAD, VIOI ENCÍA Y PODF.R • TOMO 1

La caída del imperio asirio fue debida a la irrupción a finales del siglo vil a.C. de un pueblo ecuestre llamado los escitas, una raza del Irán cuyo lugar de origen podría ser tan lejano como los mon­ tes del Altai en el este de Asia central; (...) llegaron pisando los talones a otro pueblo ecuestre iraní, los cimerios, que invadieron Asia Menor hacia el 690 a.C. trastocándolo todo (...). Eos propios asirios, a la llegada de los escitas, sufrían fuertes presiones en las fronteras de su imperio: al norte, en Palestina, al sur por el supuesto estado vasallo de Babilonia y al este por los medos de Irán. Todas estas presiones habrían podido resistirlas, pues Asiria se había recuperado de sus antiguos desórdenes; pero en el 612 a.C. los escitas se aliaron a los medos y los babilonios y pusieron sitio a la gran ciudad de Nínive logrando tomarla. Dos años más tarde, a pesar de la ayuda egipcia, el último rey asirio volvió a ser vencido frente a una alianza de escitas y babilonios (...), y en el 605 el poder asirio pasó a Babilonia. En el 668 Asurbanipal ascendió al trono y recogió lo que su padre, Esarhaddon (Asarhaddón), cultivó: la decadencia pro­ ducto del agotam iento de cuarenta años de guerra. Peor aun, el intento de aplastar rebeliones25 y establecer la disciplina en un im perio heterogéneo que abarcaba de Arm enia a Etiopía y de Siria a M edia, hundió aún más a los asirios* Asurbanipal m urió en el 626 a.C. Catorce años más tarde un ejército de babilonios bajo Nabopolassar, logró unir a los m edos, los ciaxares, una horda de escitas del Gáucaso y captu­ ró las ciudades nucleares de Asiria. Nínive fue devastada y su población esclavizada. Pero el poder de Babilonia no tardó en pasar a m anos d e Persia. ¿Quiénes eran esos m edos que jugaron un papel tan impor­ tante en la destrucción de Asiria? La primera noticia que hay sobre ellos es que habitaban Parsua, u n lugar en las montañas de Kurdisián. Igual que otros indoeuropeos llegaron al Cerca­ n o O riente provenientes del Caspio, mil años antes de Cristo. Después se establecieron en Bujara y Samarkanda y poco a poco

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A l m a I m e l d a Ig le s ia * G o n z á le z * J o r g e ¡'c tü ric o M á r q u e z M u ñ o z • P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U líoa A g u irn >

se movieron hacia el sur hasta alcanzar Pcrsia. En el valle de Fxbatana - “lugar de encuentro de m uchos cam inos”- D eioces fundó su primera capital.26 La historia de D eioces es reveladora: al ser un hom brejusto sus vecinos lo buscaban para arreglar sus disputas.27 Después, .se le nom bró juez y posteriorm ente rey. Su autoridad deriva entonces, tal y com o en la civilización Sumeria, de sus habili­ dades com o mediador, Pero su biografía también es ilustrativa en otro sentido: Después que se vio con el mando los preciso a que fabricasen una ciudad, y que fortificándola y adornándola bien, se pasasen a vivir en ella» cuidando menos de los otros pueblos. Obedeciéndole también en esto, construyeron los medos unas murallas espaciosas y tuertes, que ahora se llaman Ecbatana (...). Luego que Deioces hubo hecho construir estas obras y esta­ blecido su palacio, mandó que lo restante del pueblo habitase alrededor de la muralla. Introdujo el primer ceremonial de la corte, mandando que nadie pudiese entrar donde está, el Rey, ni ésie fuese visto por persona alguna, sino que se tratase por medio de internuncios establecidos al electo. Si alguno por precisión se encontraba en su presencia, no le era permitido escupir ni reírse (..,)• lodo esto se hacía con el objeto de precaver que muchos ruedos de su misma edad, criados con él y en nada inferiores por su valor y demás prendas, no mirasen con envidia su grandeza, y quizá le pusiesen asechanzas. No viéndole, era más fácil considerarle como un hombre de naturaleza privilegiada.23 Deioces unió a los m edos,29 basado en un orden diferenciado, en el cual, él m ism o se convirtió en el m ediador externo. Su reinado duró cincuenta y tres años, y le sucedió su hijo Fraortes. Este realizó una expedición contra los persas. Se convirtió así en el dueño de dos naciones. Bajo esta dinastía los m edos vivieron con austeridad y bajo am enaza de ser invadidos por los asirios. Esta am enazase desvaneció cuando el hijo y sucesor de FraorLes, Cyaxares, destruyó Nínive. Posteriorm ente, 140

SO C IED A D , V IO L E N C IA Y PO D ER • T O M O l

su ejército avanzó hasta lo que actualmente es Turquía, pero se detuvo y regresó despavorido a su hogar, tras un eclipse de soL Oyaxares entonces selló la paz con sus viejos enemigos y consi­ guió así un imperio que abarcaba Asiría, Media y Persia. Pero al siguiente año murió y una generación más tarde, ese imperio ya no existiría,30 A Cyaxarcs lo sucedió en el trono uno de sus vastagos, Astyages. Durante el gobierno de este últim o “la clase alta se convirtió en esclava de la m oda y el lujo” Peor aún, los primeros reyes m edos se enorgullecían por ser justos, pero Astyages, molesto con Hárpago^1 por no haber cum plido su orden de matar al hijo de M andane32 y Cambises,31 le sirvió para com er cordero revuelto con la carne de su propio hijo, H árpago com ió y dijo que, por ser un platillo que el rey le daba, se sentía complacido, sin importar lo que fuera. Sin embargo, años más tarde, se ven­ garía al ayudar a Ciro a destronar a Astyages. Cuando el joven y brillante gobernador de Anshan, en Persia, se rebeló contra el tirano de Ecbatana, los m edos m ism os le dieron la bienvenida y lo aceptaron com o su rey. Persia dejó de ser vasalla de Media para invertir la situación. Ciro estableció la dinastía aqueménida que gobernaba sobre Asiria, Babilonia, Lidia y Asia Menor. A unque n o sabem os si los detalles de esta historia son exactos, de lo que sí tenem os certeza es de que, entre m uchos otros, los persas, eran vasallos de los m edos. Am bos pueblos eran culturalm ente muy parecidos. En el año 550 a.C. el reycliente persa, Ciro II, aprovechó las divisiones palaciegas de los m edos y se rebeló. Ciro conquistó Media y tres años más tarde m archó al oeste en donde tomó Lidia, gobernada por el rey Creso. Posteriorm ente dom inó una parte sustancial de Asia Menor y algunas ciudades griegas. En el 539 a.C. doblegó a Babilonia. Los persas establecieron un im perio guerrero a finales del siglo v i a.C. En ese entonces el poder en Oriente M edio se había equilibrado entre los im perios de Babilonia, Egipto y Media.

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A h n a Im e ld a IfrU vuts ( t o m á l t t • j o r g e F e d e r ic a M á r q u e z . M u ñ o z ■ Pahlsi A r m a n d o G o n z á le z VIU tíi A g u i n r

Éstos últim os se establecieron en la m eseta iraní. Sus técnicas de combate com binaban arqueros m ontados de las estepas con lina organización similar a la asiría. El im perio persa era el más grande nunca antes conocido. Contaba con satrapías desde la India hasta Egipto; del sur de Rusia a Mesopotamia; comprendía las costas del O céano índico, el Golfo Arábigo, el Mar Rojo, el M editerráneo y el Mar Negro. De este aoeste m edía más de tres mil kilómetros cuadrados v de sur a norte, más de mil quinientos. Los sátrapas gobernaban so­ bre treinta y cinco m illones de habitantes. Este enorm e dom inio duró en paz doscientos años bajo la dinastía aquem énida, que desapareció tras la derrota a m anos de Alejandro M agno,35 La geografía del im perio era enorm e y diversa. Había m ese­ tas, cordilleras, selvas, desiertos y complejos de regadío. Pero su estructura organizad* >nal era caótica. En grandes regiones solo tenía un débil control, y en la mayoría de ellas, sólo nom inal -Le. en las m ontañas-. Gran parte del im perio estaba gobernado bajo clientes sem iautonóm os, com o en el sur de Rusia, en Asia Central, en la India y en Arabia. La fuerza de Persia residía en la flexibilidad de sus estruc­ turas. La mayoría de sus victorias militares se vieron facilitadas por su sentido oportunista de la intervención, su capacidad para llevar a cabo intrigas palaciegas y dividir a sus enem igos. Los persas gobernaban con una cultura política limitada, pero realista; es decir, eran tolerantes36 y tomaban lo que les parecía útil de otras civilizaciones.*7 Por tanto, muchas veces no eran odiados por sus vasallos.*8 Ciro, además de ser el liberador de Persia fue un gran con­ quistador. Pero n o vivió lo suficiente para organizar su imperio. Fue asesinado en una batalla contra los masagetas, una tribu del Caspio. Su hijo, Cambises, heredó el trono. De inm ediato asesinó a su herm ano, Esmerdis. Después conquistó Menfis pero fracasó su incursión en el oasis de Am m ón. En venganza se burló públicam ente de la religión local y hun dió su daga en el toro venerado por los egipcios com o el dios Apis; exhum ó

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a las momias y curioseó entre las tumbas reales. Profanó los tem plos y ordenó quemar los ídolos. Poco después sufrió una epilepsia y los egipcios pensaron que se trataba de la venganza de los dioses. Su gobierno estuvo m arcado por la arrogancia y la locura; Gambises mató a su hermana y esposa Roxana con una patada en el estómago, mató a su hijo Prexaspes con una flecha, quemó vivos a nueve nobles persas, condenó a Creso a muerte y se arrepintió. Se alegró ríe que la sentencia no se hubiera aún llevado a cabo, pero castigó severamente a los oficiales por haber retrasado el castigo. Después, se suicidó/*1 Subió al poder un usurpador que afirmó ser Esmerdis. Dijo haber sobrevivido milagrosamente al ataque de su hermano. En realidad era un fanático religioso, un devoto de la vieja religión de los magos, que quería acabar con el zoroastrismo. Muy pronto una nueva conspiración, organizada por siete nobles, lo depuso. Los conspiradores eligieron a uno de ellos mismos para hacerse cargo del trono: Darío. El asesinato de Esmerdis dio a los gobernadores vasallos de Egipto, Lidia, Susiana, Babilonia, Asiría, Arm enia y Sacia, un buen pretexto para iniciar una rebelión. Darío aplastó las revueltas. Supo entonces que los territorios conquistados d e­ bían ser reconquistados periódicam ente y que el ejér cito debía m antenerse siempre en forma. Cada generación debía llevar a cabo al menos una campaña. Con Darío, el imperio gobernaba sobre cuarenta m illones de personas. En el año 500 a.C. Darío reorganizó el im perio en veinte satrapías. Cada una de ellas era un m icrocosm os de la adm i­ nistración del rey, pues contaban con autoridad civil y militar; asimismo, se hacían cargo de la seguridad y la justicia; y tenían departam entos de hacienda, manufacturas y cancillería. Estas organizaciones se regían por relaciones desde ahajo, con el rey; y desde arriba, con las autoridades locales.

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A l m a Im e L ia I g le s ia s G o n z á le z . 9 Jorge F ed e ri™ M á r j u i z M u ñ o z 9 P u b lo A r m a n d o G o n z á le z U U oa A g u i r r e

Los persas preferían las estructuras Jocales de poder para administrar el im perio siempre que rindieran los tributos, con­ tribuyeron a la leva y gobernaran al estilo imperial; es decir, que dejaran las cosas de m anera muy similar a com o estaban antes de su anexión.40 Los sátrapas o nobles podían ser persas trasladados a los d o­ m inios para fungir com o gobernadores o bien, líderes locales, que bacían de clientes. En Grecia, a estas figuras se les denom i­ naba tiranos.41 Para vigilar a los gobernadores el m onarca enviaba un ge­ neral que a la vez se encargaba de la seguridad de la provincia. Asimismo, enviaba espías, “los ojos y orejas del rey”, que tenían derecho, en cualquier m om ento, de revisar los asuntos locales. Cuando el m onarca lo consideraba conveniente restituía, sin explicación alguna, al rey vasallo. En otras ocasiones, sim ple­ m ente aparecía envenenado.^ Sin embargo, el im perio exigía un grado de sumisión: sólo había un rey y no se toleraban otros. El m onarca había sido ungido por Ahura Mazda para gobernar la tierra. Y la condi­ ción para tolerar las religiones de los pueblos dom inados era que sus propios dioses también ungieran al gobernante persa. Debajo del rey había gobernadores, clientes y vasallos, todos ellos subordinados al monarca. El régim en persa era patrim onial. En el centro se ejercía e] poder despóticam ente. En la corte había un am biente de postración ante el Rey de reyes, cuyo poder era, teóricamente, absoluto. Podía matar con una palabra, sin juicio alguno. Ocasionalmente otorgaba a su madre o a su espo­ sa este poder. Muy pocos nobles de la corte se atrevían a rechazar o criticar las órdenes del monarca. Incluso sabemos de un hombre que, tras haber perdido a su hijo por una flecha disparada por el monarca, lo felicitó por su buena puntería.43

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El rey tenía pretensiones universales, pero contaba con una infraestructura débil. El despotismo del monarca era en realidad muy limitado. Mientras más lejos del núcleo m enos dom inaba la idea de que se pertenecía al imperio o incluso, de qué era el imperio. Menos aún podían ejecutarse sentencias dictadas desde el centro. Los súbditos lograban esconderse fácilmente en el vasto imperio y eso les otorgaba cierta libertad. Incluso en la corte la insubordinación era común, sobre todo en los m om en­ tos en que se percibía flaqueza del mandatario. “El rey tenía el derecho de elegir, entre sus hijos, a su sucesor. Pero la mayoría de las veces el traspaso de poderes se encontraba determ inado por el asesinato y los golpes de estado” ^ El im perio se enfrentó a muchas dificultades, com o el hecho de que su cosm opolitism o tenía el límite de que las cabezas del gobierno central siempre eran persas, lo cual generaba resentim iento al interior de la propia élite y a muchas intrigas palaciegas. Así, cada sucesión era un m om ento en el cual el orden peligraba. Otra dificultad la causaron las localidades conquistadas con tradiciones dem asiado resistentes para ser incorporadas. La diversidad regional fue otro obstáculo para la estructura política. Finalm ente, los desastres en el exterior45 provocaron serios cuestionam icntos a la legitim idad persa. Pese a lo anterior, el im perio duró m ucho más. ¿Por qué? Al igual que Asiría, debido a que fom entó un sentim iento protonacionalista entre las clases altas, una moral internacional de la elite, un sincretismo que se im ponía sobre los particula­ rismos. Para lograr esto se usaban tres m étodos. En prim er lugar, los hijos de las clases altas del im perio eran llevados a la corte real o a la de una satrapía. A h í aprendían oralm ente -p u es no sabían leer-, historia y religión persa, arte, política y derecho. En segundo lugar» estaban los m atrim onios de la nobleza, que unían a elites de diferentes partes del imperio. Y finalm ente estaba la entrega de feudos distantes a la patria, con ello, los líderes no tenían lazos fuertes con los autóctonos y se sentían

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Alirut ¡m elda Ig lesia s C o n z á lt z * forgc F r d e n c v M ñ r q u s i M u ñ o z * P /x b b A m a n d o G o n zá lez. V í i o a A g u i r r e

apoyados por el cenl.ro. Gracias a estos m étodos se forjó una capa gobernante politizada con una ideología extensiva.4*1 El poder ideológico persa giraba en torno a la política y la religión. En cuanto a la política, había dos centros de autoridad: el Gran Rey y las noblezas locales. Había disputas entre ellos, pero también solidaridad ante las amenazas externas y de las clases bajas.17 Que la elite era una casta guerrera, cuyo dom inio en última instancia recaía en sus funciones de protectora, puede constatarse con el térm ino m ism o del monarca: El rey era Khshathra, de donde derivan los términos sha y sátrapa. El termino es similar a Kshatriya, que es la casta guerrera de la india. En cuanto a la religión, los persas vieron el nacim iento del Zoroasti ismo. En siglo vii a.C., su fundador, “El hom bre de los cam ellos viejos” era protegido d e Teispes, monarca de Anshan, una ciudad pastoril. Zoroastro tuvo unas “revelaciones" en las cuales conversó con el “Señor que sabe”, Ahura Mazda, quien le encargó difundir un mensaje: quien siga al Bien48 encontrará la dicha, la felicidad y la inmortalidad. El zoroastrismo, que es el núcleo m ism o de las religiones salvacionistas49 predicó una ética universal e igualitaria*0que no necesita rituales ni expertos/’1De acuerdo a las enseñanzas del profeta, los hum anos son seres racionales capaces de descubrir en qué forma Dios rige el universo. Lo que es más importante, pueden encontrar la luz o bien perderse en las tinieblas. Pero las ideologías política y religiosa term inaron por fun­ dirse. El zoroastrismo, que nació com o una doctrina universal, cayó bajo el dom inio del rey y la nobleza, quienes la usaron como justificación para su poder. En sus edictos y juicios se suponía que el rey estaba inspirado por Ahura-Mazda. La palabra del rey era voluntad divina y n o obedecerla era violar la orden de dios. Debajo del rey estaban los jueces, que eran los intérpretes de la ley Las normas eran, por lo general, elaboradas y siste­ matizadas por la casta sacerd otal/2 La prueba de fuego para Persia fueron sus dos enfrentam ien­ tos con los helenos. En el 480 a.C. jerjes, seguido de doscien­

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tos m il hombres, invadió Grecia. Entre ellos iban setenta mil soldados. Los defensores reunieron un ejército para rechazar­ la invasión, de tan sólo veintiséis m il hombres. ¿Por qué triun­ faron los griegos? En primer lugar por la desventaja logística del traslado. En segundo lugar porque los griegos podían concentrar más hombres en una form ación, la falange. Para que esta fuerza aprovechara al m áxim o sus ventajas, los griegos buscaron que la lucha ocurriera en terrenos óptim os, com o las Termopilas. En tercer lugar, por la debilidad política de los persas debido a que no lograron fom entar lealtades duraderas. N o contaban ni con la lealtad de los sátrapas,53 ni con las de sus aliados mi­ litares. Al no confiar en las noblezas locales el m onarca evitaba que los ejércitos de las satrapías fueran grandes. Sus propias tropas eran de diez m il soldados de infantería ("los inm orta­ les”) y diez mil de caballería. Los sátrapas contaban sólo con mil soldados. Por ello, la mayor parte del ejército era producto de la leva. Pero estas m edidas alim entaban el resentim iento de los cam pesinos y las revueltas. Así, para llevar a cabo una gran campaña militar, era nece­ sario tener más que un m ontón de tropas poco disciplinadas dirigidas por un pequeño núcleo profesional. Jerjes recurrió a ios m ercenarios. Esto fue especialm ente crítico en las batallas acuáticas, pues los persas no eran un pueblo de navegantes. El rey contrató marineros que a la hora del com bate mostraron grados variables de lealtad. Los fenicios fueron quienes mejor lucharon, porque rivalizaban con los h elen os por las rutas comerciales. Pero la mayoría de los “aliados” de los persas no sentían tanta pasión. Después, con Alejandro Magno, llegó el derrumbe. En el año 334 a.C. cruzó el H elesponto con una fuerza m ixta de griegos, en cuyo núcleo estaban los m acedonios. En sólo och o años conquistaron el imperio persa y un pedazo de la India. Darío III no logró generar un vínculo suficientemente fuerte entre sus vasallos para contener al ejército m acedonio.54 Pero si

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A b n a I m e l d a ¡ g U ñ a s G o n z á le z mj o r g e F ederico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U U oa A p a r r e

la flexibilidad y autonomía de las regiones obstaculizó la defensa del im perio persa, al m enos tuvo una ventaja: al desaparecer su poder central no surgió el desorden. Paralela a la derrota militar estaba también la derrota m o­ ral de la élite persa; es decir, la crisis de las diferencias. Una vez establecido el im perio, el vicio dom inó a todas las clases sociales. Comer era la principal ocupación. En el pasado, los persas se jactaban por su dureza, al tomar alim entos una sola vez al día. En la época de esplendor, esto significó que se podía com er durante Lodo el día. Asim ism o, Jerjes tuvo m uchos problemas por escuchar y seguir los consejos de sus esposas y amantes. Después de veinte años de intriga sexual e indolencia administrativa fue asesinado por un cortesano, Artabano. El asesinato de Jerjes fue planeado por Artajerjcs I quien, tras un largo reinado fue sucedido por Jeijes II. Pero este nuevo rey no tuvo tanta suerte y fue ultimado unas semanas más tarde, por su m ed io herm ano, Sogdiano, quien a la vez fue elim inado seis m eses después por Darío II. Acabó con la revuelta de su propio cunado, Teritucmc, el sátra­ pa de Armenia, m atándolo, cortando a su esposa en pedazos y enterrando vivos a su madre y sus hijos. Le siguió en el trono su hijo, Artajeijes II, quien en la batalla de Cunaxa tuvo que luchar contra su herm ano menor, Ciro, Artajerjes II gozó de un largo reinado, aunque m ató a su hijo Darío por conspirar en su contra. Otro d e sus hijos, O co, también planeó el asesinato de su padre. Pero a diferencia de su herm ano mayor, él si ob ­ tuvo el trono. Su esposa Estatira, mató a m uchos parientes del monarca. O co reinó durante veinte años, hasta que el eunuco y general, Bagoas, lo envenenó. I ,os m iembros de la aristocracia persa que habían obtenido algún cargo im portante en la corte, usaban su influencia para prom ocionar la carrera de sus parientes, algo que no gustaba nada a los reyes: familias dem asiado poderosas podían con^ vertirse en serios com petidores al poder. A sí pues, los reyes confiaban en los eunucos más que en los nobles, quienes a su voz, odiaban a los eunucos. 148

SOCIEDAD, VIOl .ENCIAY PODER * TOMO 1

Bagoas también entronó al hijo m enor de Oco; Arses. Pe­ ro el am bicioso eunuco com enzó entonces una cam paña de asesinatos en contra de la fam ilia del nuevo monarca, “para protegerlo”. Posteriorm ente m ató al m ism o Arses y en su lugar colocó a C odom ano, un general aquem énida, aparentem ente desconocedor de las intrigas palaciegas. Sin embargo, sorpren­ dió a Bagoas: éste intentó engañarlo pero Arses lo obligó a probar su propio vino envenenado. Codom ano, quien adoptó el nom bre de lOarfo III, fue de­ rrotado por Alejandro M agno en Arbcla, La frecuencia de las revueltas internas agotó al imperio. Darío le ofreció la paz a Alejandro, pero éste la rechazó al considerar que el persa nada podía ofrecerle, pues todas sus posesiones ahora le pertenecían a cL Darío III reunió un nuevo ejército y se enfrentó con Alejandro en Gauagamela, en donde su ejército fue definitivam ente derrotado y él, en su cam pam en­ to, asesinado por sus propios gen erales.If> Notas 5 R oger Caillo.% La cuesta de la guerra, tra d . R ufina B órquez, M éxico, f c e , { l1 ed. en francés, 19fi3), pp. 10y-llü. 2 Q uien se im plica e n la g u e rra sabe que p u ed e m orir, que ha e n tra d o en una d inám ica que lo su p era y, ai q u e igual q u e en la del sacrificio n atural, puede ser él el perdedor. * “Ya sea po rq u e obedezca a u n im pulso h u m an o o a u ry,t necesidad social, lagucrra. req u iere u n enem igo im aginario. Ln guerra, escribe H obbes, es aquella condición en la rjue todo hombre es enemigo de todos los demás', y Ctausewitz insiste e n que si enemigo debe tenerse siempre en mente. (...) ¿Se p u ed e im ag in ar u n a g u e rra sin im a g in ar p rim e ro un enem igo? Sin im p o rta r sí el acento se coloca sobre la presa, la víciiina sacrificial, el espíritu m aligno o el objeto del deseo, es la enem istad la que m oviliza la e n ei^ ía. La figura del enem igo n u tre las pasiones d e m iedo, odio, ira, v e n g an /a, destrucción y lujuria, y c o n fié rela fuerza explosiva q u e hace posible que exista el cam po de batalla”. Jam es H illm an, Un terrible &mor por la guerra, p. 3(j. * Es el caso d é la violencia ej em plar, cu a n d o u n im pe r io pa ra m a a te n e r a raya a los territo rio s conquistados ataca b ru talm en te al que se rebela. Ello, no con la finalidad d e a tacar de esa m an e ra a los dem ás, sino sólo de m ostrarles lo conveniente d e no c uestionar a la autoridad. ñ Cfr. Will D urant, Our oriental kerii.age, p. 275. h C ohn, El cosmos, el caos, p. 30.

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A l m a I m e l d a /g fe s ia s G o n z á le z ' j o r g e F ederico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U llo a A g u ir r *

7 “Iva cabeza form al del im p e rio A sirlo e ra el dios Ashur; todos los p ro n u n c ia ­ m ientos, los edictos, los im puestos y las g u erras eran rea! izados en su nom bre. El rey tam bién se consideraba divino, lin a encarn ació n d e Sham ash, el sol”. W ill D urant, Our oriental hentage, p. 272. 6 “No existía afirm ación m ás p o d e ro sa del o rd en e n el m u n d o que las victorias bélicas. Ello se aplicaba tan to si se tra ta b a de u n a g u e rra colonial en Nubia, de una g u erra civil en el pro p io E gipto o, d u ra n te el Im perio Nuevo, de u n a g u e rra contra una fuerza im perial rival. (...) Se consideraba que las fuerzas enem igas eran fuerzas del caos. A ía h o ra de co m batir a dichas fuerzas* E gipto y sus dioses e ra n aliados”. En los tem plos egipcios enco n tram o s u n a “im agen esculpida o p in ta d a , perú siem pre situada en u n lu g ar p referente, que m u estra a u n o de los dioses m ás p o d e ­ rosos en tre g an d o al rey la m aza de la victoria. Los textos q u e acom pañan la im agen in te rp re ta n el sim bolism o: Tim a Ui espada, oh poderoso rey, dice el dios H orus al rey Seth i (1318-1504), a fin decastigarü lospaíses rebeldes que quebrantan tus fronteras (...) se desplomarán sobre ?u propia sangre por el poder de tu padre Amón, quien ha decretado para ti poder y victoria. El dios p o d ía celebrar la victoria que él y el rey h ab ían logrado ju n to s, tal com o A m ón Ra hizo en beneficio del rey Tutm és m (1504 1450): He reducido a tus enemigos a la altura de tus sa n d a lm sjl'ú has castigado a las hordas de rebeldes tal como te lo ordené./A lo largo y ancho de la tierra, occidentales y/onenUiles se someten a UJHe privado sus fosas nasales del aliento de la vida,/H e impregnado íws corazones d d terror por tu majestadJNo hay rebeldes hasta donde alcanza el circuito/del cielo;/Llegan cargando tributos sobre vu.s espaldas,/Inclinándose ante tu majestad según ntis órdenes ’. Diversos “m onum entos y anales coinciden e n m o strar al rey siem pre victorioso. P ero ¿con qué precisión refleja esto lo que en realid ad acontecía? C on poca”. N orm an C ohn, El cosmos, el caos, pp. 29-30, 9 La g ente sen tía un p ro fu n d o tem o r an te la d e rro ta . aI.os m esopotám icos, al igual que los egipcios, no p o d ía n fingir que jam ás su frían d e rro ta s bélicas, ya q u e su ex periencia histórica e ra dem asiado tenebrosa”. La caída en batalla “p o d ía concebirse com o triu n fo p ara el caos". El neohahilónico Poem a de E rra n a rra “las hazañas de u n dios e n tre cuyos epítetos se incluyen em in en te hijo de Enlil, g ra n señor y adalid do los dioses1'. E rra e ra el dios de la g uerra e n ten d id a com o “orgía d e destrucción y mat anza. D u ran te m uchos siglos, E rra había sido de h ech o el n o m b re del dios Nergul> quien rein ab a en el m u n d o su b te rrán e o y sobre Jos m uertos que lo habitab an . Siem pre había sido u n g ra n asesino. Su única preocupación residía en que la población de su reino creciera cada vez más, y lo lograba no sólo a rre g lan d o la m uerte p re m a tu ra de ciertas personas, sino tam bién sem brando epidem iasy guerras. Además, disponía de tropas, u n a horda de dem onios (...) los Siete. C reados (,,,) p o r A nu p ara a te rro riz a r y m atar a seres hu m an o s e n el m o m en to en que em p ezaran a h acer ruido, (...) actu ab an a través del fuego, los vientos tem pestuosos, la ferocidad del león, el veneno del drag ó n y la g u e rra ”. Ibid, pp. 67-68. 10 Q ue perm itió el control d e extensas tie rras cerealistas d e secano. n “T ras u n a serie d e ataques de los babilonios, los lideres de A shur, decidieron fu n d a r o tra capital, m ejor p ro teg id a y m enos cálida que la prim era: Nínive, tam bién llam ad a N ina, la 1sh tar d e los asirios. A quí, e n la época de A surbanipal (siglo v n a.( ].) vivían m ás d e Lr escientos m il h abitantes y u n a g ra n can tid ad d e pueblos del C ercano O rien te le re n d ía n tributo*'. L a población de Nínive “era u n a mezcla de sem itas (de

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SOCIEDAD, VIOLENCIA Y PODER • TOMO I

origen babilonio y acadio) y tribus no sem íticas del oeste (hititas, ñutam os) y m o n ta­ ñeses k u rd a s del t ’.áucaso” Will Duran!., (Mir oriental hentage, pp. 2f)5J2íH>. 1? “El prim er nom bre de Ja bistoria. Asiria es T iglath-P ileser i. E ra 1111 g ra n rey y un iien.> cazador de leones. D erro tó a la gente ríe Q u m m h u , a los egipcios y a los babilo­ nios. Iodos le re n d ía n tributo. Pero cu an d o los babilonios se rebelaron y d e rro ta m n a su ejército, destruyeron sus tem plos y c ap tu raro n las estatuas de sus dioses, TiglatbPilesier m u rió de triste/a (...). Su reino es u n a síntesis de la histo riad o Asiria: m u erte e im puestos. A surbanibal n conquistó una docena de pequeños estados, llevó los botines a casa, incluidas g ran d es cantidades de m ujeres p ara su h arem y los prostíbulos d e su ciu d a d 1', Ibid., p 267. 1?1 T iglatb'P ilescr i iue sucedido p o r su hijo, Asbai id-apal-Ekur. que al m orirjoven dejo el n o n o a su h e rm a n o Ashur-bel-kala. Tras la m u erte del rey ascendió su hijo: Eriba-A dad 11 . Aquí u n a excepción, pues este m onarca p erd ió el p o d e r Iras un golpe de estado organizado p o r mi pro p io tío: Sham shiadad iv. Pero el u su rp ad o r, que apreciaba la estabilidad, se dedicó a la reconstrucción de tem plos. l)e nueva cuenta consiguió establecer u n a dinastía d u rad era cuyas ¡sucesiones fueron norm ales. Le siguió en el p o d e r su propio hijo, A surnasirpal l pq u ien a la ve/, h ered ó el reino a su retoño: Salruauasar n. T am bién éste fue sucedido p o r su hijo: A ssur-nirari iv, etcétera. w “Tiglath-Pileser m realizo num erosas conquistas y m urió, pacíficam ente en su caroa. Sin em bargo, la sucesión 110 fue sencilla: Sardón u. un oficial del ejército, llegó al p o d e r tras u n golpe d e estado, Al m orir, S ennaquerib h e red ó el trono. Aplacó re ­ vueltas en el Golfo Pérsico p e ro no tuvo éxito en sus incursiones en Jeru salcn v Egipto I s pueblos som etidos, cu an d o eran confiables, p o d ían in g resar al ejército. n l.o* hititas lo g ra ro n re u n ir tre in ta mil* p e ro bajo señores diferentes; y la mismo puede decirse del im presionante ejército persa do och en ta m il soldados, com puesto, sobre todo, de cam pesinos; más tarde, el ejército rom ano reu n ió hasta setenta mil legionarios, au n q u e lo hab itu al es que fu eran trein ta mil. Todas estas eran m ilicias que, por las lim itaciones logísticas de la época, solo p o d ían lu ch ar u n a batalla. '* ""Guando el c arro de g u e rra estaba e n el apogeo de su eficacia fue suplantado p o r u n solo elem ento de su conjunto: el caballo” F ueron los asirios m ism as los autores do esta revolución. Ya desde el segundo m ilenio el caballo se m o n tab a en el m undo civilizado y “el ario ecuestre lo d o m in a b a n ya los egipcios e n el 1530 a.C,71. N o ob stan te no se traía de jinetes, puesto que m o n tan a pelo, sin estribos e iban sentados sobre los cuartos tra se ro s) n o sobre el cen tro del anim al. Esto indica que “los caballos no eran aún lo b astan te fuertes p ara ser m ontados al estilo ecuestre m oderno. Sin em bargo, hacia el siglo vtri a.C. con la crianza selectiva se había obten id o u n caballo q u e los asirios m on tab an en silla ad elan ta d a carg an d o el peso en los hom bros del anim al y ya se había establecido u n a c ierta com penetración cu tre m o n tu ra y jinete de m an era que éste era capaz de d isp a rar un aic.o cabalgando. De todos m odos, esa com penetración (...) no estaba avanzada al extrem o de que< I jin e te pudiese soltar las riendas: en u n bajorrelieve asirio se ve a soldados de caballería

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A l m a im e l d a I g l e u a s G o n z á le z * / u r g e F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z • P a b lo A r m a n d c (.¡o n tá le z U l i v e A g u ir r e

por parejas c u las que u n o d isp ara el arco com puesto m ientras su com paíieiu sujeta las riendas de los dos caballos”,J o h n K eegau, Historia de la guerra, pp. 221 -222. w El im p erio asirio “perm itía a los pueblos som etidos in g resar en el ejército, com o haría después Roma, con su arm a m e n to distintivo (...) y form aba con ellos cuerpos auxiliares d e su fuerza central*; y lo m ism o h acía con “los ingenieros d e asedios, que en el a rte asirio ap arecen a ta ca n d o los cim ientos de m urallas, excavando túneles, construyendo ram p as d e asalto o m an ejan d o diversas m áquinas”. Ibid., p. 216. 20 M uestra tam bién de su eficacia adm inistrativa. ,¿) Q u e consiste e n oto rg ar tierras y trabajadores a los lugarten ien tes ya los soldados a cam bio de su lealtad, en cuanto a la en treg a de trib u to s y el servicio m ilitar. 71 P ara vigilar a los señores feudales, en cuyas cortes había m ilitares del im perio y líderes locales. 25 La escritura sim plifinadaaram cafuc u n o de los elem entos intersticiales producto de) cosm opolitism o. M ibid,, p. 222. 95 Incluida la de su h e rm a n o , Sham ash-shum -ukin, q u e term in ó con la cap tu ra de B abilonia, después de u n largo sitio. ^ Cfr. Will D urant, Our oriental heritage, p, 350. 21 “Según a m í me parece, los am igos d e Deioces h a b la ro n en estos bellos térm i­ nos: Si continuamos así, es imposible habitar en este país. Nombramos, pues, un rey para que le administre con buenas leyes y podamos nosotros ocupamos en nuestros negocios sin miedo de. ser oprimidos por la injusticia. P ersuadidos p o r este discurso, se som etieron los ruedos a u n rey. (...) Al p u n to m ism o tra ta ro n de Ja p erso n a que eleg irían p o r m onarca, y no oyéndose o tro nom bre q u e el de Deioces, a quien todos p ro p o n ía n y elogiaban, quedó no m b rad o rey p o r aclam ación de] congreso”*H erodoto, Los nueve libros de la historia, trad. P. Bartolom é Pou, México, P orrúa, 1997 ( l 4 ed, 1971), Libro í, ap artad o s x c v n yxnvm . ™ H erodoto, Los nuev* libros, Libro i, x c v i i i y xt:ix. 29 M edia se com ponía de diferentes tribus, las d e los: busas, paretacenos, struchates, arizanios, budios y m agos. 30 W ill D urant, Our oriental kentage, p. 351. 31 Fam iliar y m inistro del m onarca. 12 Hija de Asiyages. Tras un suerio d e m al a g ü ero cJ m o n arc a la m an d ó casar con un persa. M Q ue se ^ ú n u n a profecía lo d erro caría. L a visión del m o n arca Astyages se hizo realidad y Ciro venció a los m edos. M Es decir, ejércitos en un id ad es sep arad as de lanceros, arq u ero s y caballería. v-’ Cfr. M jehael M aiin, Las fuentes, i, p. 344. * “Este im perio se basaba e n la tolerancia religiosa, pues los aquem énidas o pinaban q u e las creencias e ra n m ás podeix>sas que el estado. F.n lu g ar de q u e m a r los tem plos y d e stru ir las ciudades conquistadas, los reyes persas se declarab an ad m irad o res de sus nuevos vasallos. R espetaban su form a de vida a cam bio de u n trib u to ”. Will D urant, Our oriental keritage, p. S53.

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J> Por ejem plo, usaron la escritura cuneiform e clam ita (de Susa), acadia (babilonia), p a le o p e rsa y los jeroglíficos egipcios p ara las inscripciones d e la elite» Pero la ¿ingurt franca e ra el aram eo, que e ra flexible y fácil de trad u cir; a u n q u e tam bién se usaba, en c ie ñ a s ocasiones, el griego. O tro ejem plo, es el uso de la m oneda tom ada de G recia y Asia M enor; tam bién im itaron los cam inos con postas de los acadios. Los ejércitos de m ercenarios eran dirigidos p o r generales griegos y las flotas, p o r capitanes fenicios. % Esto se ejem plifica e n el tra to festivo con el que fueron recibidos al e n tra r a la recién d o m in a d a Babilonia; o bien, con la celebración que Jos ju d ío s ren d ían a Ciro, p o rq u e les devolvió a su tierra. M Ibid,, p. 354. ’ID Cfr. Amy Cliua, Doy of empire. Ifow hyperpoive-Ts rise ¿o global dominante and why they fail, Nueva York, A n ch o r Books-Ram ioni H ousc, 2ÜÜ9 (Ia ed. 2007), p. 8. ” Cfr. M ichael M ann, Las fuentes, i, p. 345 y íj. 4V Cfr. Will D urant, Our oriental hentage, p. 362. 4* Ibid., p. 3f>9, 44 Idem. 4ri El im p erio Persa su frió hum illan tes derrotas: D arío con los escitas y je ije s con los griegos. 46 Cfr. M idiael M ann, Las fuentes^ i 5pp, 348-349. 47 *Los persas son u n a n ació n com puesta de varias castas y pueblos (...) Estos p e r­ sas, de quienes d e p e n d ía n todos los dem ás, eran los arteatas, los persas prop iam en te dichos, los pasagaidas, los m erafjos y los m asios, De todos ellos, los pasagardas eran los m ejores y m ás valientes, y en tre éstos se c u en tan los aq nem e ni des, que es aquella fam ilia de donde vienen los reyes persianos. Los o tro s pueblos son los panthialeos, los derusieos v los germ anios, que se d ed ican a lab rar los cam pos, y los daros, los m ardos, los dró p ico sy los sagartios que viven com o pastores”, H e rodoto, Los nueve libros, l.ibro i. cap. cxxv. 46 En las revelaciones ap areciero n tam bién los gemelos: el Bien yol Mal. En el p rim e r m ilenio surgieron otras religiones sim ilares. La que más d ire c ta ­ m ente surgió bajo la in fluencia zoroástrica, fue la judaica. Los jn d ios eran clientes de los persas y lu e ro n éstos quienes les devolvieron a Jerusalén. El judaism o hablaba de un Dios po seed o r d e Ja verdad, que luchaba co n tra los cultos rivales, que a d o ra b a n a falsos diosos. Al igual q u e el zoroastrism o, el ju d aism o tam bién e ra accesible a todos p e ro se expresaba m ediante profetas y ángeles. ** C laro está, hay u n a ú n ica excepción d eje rarq u ía : el profeta, e n ta.ntosei revelado, posee la auto rid ad . M A unque surgieron los magos, los sacerdotes del zoroastrísm o, que e ra n de origen m edo. Sin em bargo, no fo rm aro n u n a casia, com o los brah am an es en la India, ni tam poco exigían el m onopolio d e los actos religiosos. 5V Will D u ra n t, Our oriental kuritage, p, 361. j;i C om o los sátrapas gozaban d e m ucha a u tonom ía ten ían elevadas aspiraciones. Los golpes de estado e ra n frecu en tes. Ciro llegó al p o d er tras u n a rebelión; Cambises, ascendió tras m atar a ku propio h e rm a n o y al m orir, estaba e n fre n ta n d o u n a nueva revuelta encabezada p o r o tro de sus herm anos. D arío rep rim ió a los levantados y castigó a las poleis de Asia Menor, q u e h ab ían encabezado la revuelta. Jerjes sofocó

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A l m a b u f l d a i g k s u i s G o n z á le z * j o r g e F ederico M á r q u e z M u ñ o z * P a b ltt A r m a n d o (*>n z á l c i U H va A y u n i r

los levantam ientos de Babilonia y Fgipto. P osteriorm ente, al ser expulsado de G recia, tuvo que e n fre n ta r revueltas e n su p a tria. D esde ese m om ento h u b o u n a sucesión de g u erras civiles en las cuales, u n a alianza ro n los griegos p o d ía sig n ih rar la victoria. M Cfr. Aro y C hua, Day o f vmpiw, p. 22. y:j Cfr, Will D urant, Our /mental heritnge, p. 383-285.

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9. EL COMERCIO Y LA ESCRITURA CONVIVEN CON LA GUERRA

diferencia de lo ocurrido en el Egipto anterior a la invasión de los hícos, en Grecia el encapsulam iento de la sociedad guerrera no significó estabilidad m ilenaria. Por el contra­ rio, el desorden com enzó muy pronto. El hecho de que fueran guerreros de la edad de hierro y no sacerdotes quienes goberna­ ban y de que so tratara de una civilización multicéntrica, fueron elem entos que contribuyeron al dinam ism o e inestabilidad de la civilización de la hélade. Pero existe un factor adicional: la ampliación de los poderes difu sos1de la navegación, la m oneda y el alfabeto, imitados de los lidios y los fenicios. Estos dos pueblos, en muchos sentidos fueron muy similares a los imperios de dom inación de la época,2Ambos controlaban la violencia interior con sacrificios masivos, incluso de hum anos;3 crearon estados atrapados en un ciclo maltusiano que les obli­ gaba a expulsar parte de su población y fundar colonias; tenían ejércitos de la edad de hierro que luchaban por territorios. Pero, a diferencia de los otros im perios de dom inación, estos dos pueblos le daban un papel muy im portante al com ercio y se distinguían, incluso de los lidios, por no temer al mar y sus avanzados barcos y técnicas de navegación. Los lidios desplazaron com o potencia, de Asia Menor a los frigios. El segundo rey que estos herederos de los hititas tuvieron, fvie Midas, cuya m aldición de transformarlo todo

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A im u ¡m elda iglesias G onzález * Jorge Federico M á rquez M u ñ a



Pablo A rm a n d o G onzález V t lm Agvurre

en oro es una condena contra la avaricia,4 Es curioso que sus sucesores lidios celebraran cou tanto entusiasm o la riqueza.5 Se considera incluso que fue Creso quien inventó la acuñación de la m oneda.6 Pero fue sobre todo a partir de la admiración y envidia a los fenicios que los griegos desarrollaron su propio sistema m onetario y sus navios. Fenicia apareció en m edio del vacío de poder en las costas orientales del M editerráneo ocasionado por el derrumbe de los imperios hitita, m iccnico y la retirada de Egipto al Nilo. Los fenicios se asentaron en una estrecha franja de cien millas de longitud y diez de anchura, entre Siria y el mar. Este pueblo no “creyó que valiese la pena establecerse en los m ontes del Líbano que tenía a su espalda ni poner esos m ontes bajo su dominio; se contentaron (...) con que esa benéfica barrera los protegiese de las naciones más belicosas cuyas mercancías llevaban ellos por todas las sendas del mar”.7 Pero esos m ontes los obligaban “a vivir sobre el agua1*. Y cuando se em anciparon de Egipto, hacia 1200 a.C., llegaron a ser los amos del M editerráneo. Ellos m ism os m anu­ facturaban varias form as y objetos de vidrio y d e metal; hacían vasos esm altados, armas, adornos y joyas; tenían el m onopolio de la púrpura, que extraían d e los m oluscos que abundaban en sus playas; y las mujeres de Tiro eran fam osas por los suntuosos colores con que teñían los productos de su diestra labor de aguja. Embarcaban estos productos y el sobrante (...) de la India y el C ercano O riente (cereales, vinos, tejidos y piedras preciosas) con destino a todas las ciudades del M editerráneo, lejanas y próxi­ mas, y sus naves regresaban cargadas de plom o, oro y hierro de las costas m eridionales del mar N egro, cobre, ciprés y grano de Chipre, marfil del Africa, plata de España, estaño de Britania y esclavos de todas partes.8

En la historia de las ciudades fenicias encontram os la transfor­ m ación de ciudades-tem plo a ciudades de guerreros, y de éstas

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a urbes de comerciantes, que estaban, claro está, dispuestos a hacer la guerra si era necesario. Rihlos se creía la m ás antigua de las ciudades; el dios El la había fundado al principio del tiem po, y hasta el fin de su historia fue la capital religiosa de Fenicia. (...) A unas cincuenta m illas más al sur (...) estaba Sidón; u n a fortaleza al principio, se convirtió (...) en aldea, luego en próspera ciudad; sum inistro sus mejores naves a la flora de Jerjes; y cuando más adelante los persas la ase­ diaron y capturaron, sus orgullosos jefes la incendiaron d elibe­ radam ente hasta arrasarla, y cuarenta m il habitantes perecieron en la conflagración. Estaba ya reconstruida y floreciente cuando llegó Alejandro (...). La más grande d e las ciudades fenicias fue Tiro (... la roca), construida en una isla, a varias m illas de la costa. También ella em pezó com o fortaleza; pero su espléndido puerto y su segu ri­ dad con respecto a ataques en em igos pronto hicieron de ella la m etrópoli de Fenicia, gran bullicio cosm opolita de m ercaderes y esclavos procedentes dfc todo el m u nd o m editerráneo. Ya en el siglo nono antes de Jesucristo, Tiro había logrado la opulencia bajo el rey Hiram , am igo del rey Salomón; y para la época de Za­ carías (hacia 520 a. d e j. C.) había amontonado plata como el polvo y oro como el barro de las calles. A quí las ¿osos-decía Est rab ón - tienen muchos pisos, todavía más que las casas de Roma. Su riqueza y bravura la m antuvo independiente hasta la llegada de Alejandro.9

Fenicia, en parte por su geografía, transformó la pasión por el honor guerrero en pasión por la riqueza. N o es que, com o dijeran los ilustrados del siglo x v in y los liberales del x ix , el com ercio sustituya a Va guerra, sino que los fenicios lo subordi­ naban todo al com ercio e incluso, cuando era necesario hacer la guerra por razones económ icas, se mostraban valerosos,10 Muchos autores han relacionado la escritura alfabética con el surgim iento de la conciencia, es decir con la capacidad de im aginar un espacio interior de reflexión que perm ite hacer

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Alma Imelda Iglesias González. *Jorge t^den^o Márquez M uñra * Fablo Armando C w záluz Ultoa Aguirrc

grandes abstracciones, calcular para conquistar el futuro. A los fenicios se les atribuyen estas dos cosas: el alfabeto y ser hom bres inteligentes. Pero el prim er lenguaje que dom inaron, antes que la escritura, fue el del comercio. Aunque la capacidad de calcular no los dulcificó, al m enos les dio la m alicia diplomática. No trataban a todos por igual, sino que intentaban sacar ventaja de comprender la mentalidad y capacidades de los otros. En cierta forma, los fenicios estaban al margen de las oleadas guerreras, es decir, de la inestabilidad producto de los conflictos entre imperios. Los puertos de com ercio de la antigüedad eran epineion: accesos a la costa de una región definida, ya sea la de una tribu, de un país o de una ciudad. No era n ece­ sario que estuviese en la costa: con frecuencia surgía a orillas de un gran rín o donde se encuentran el desierto y la m ontaña. Allí podían intercam biarse productos bajo la protección no m ilitar de un santuario, un m onasterio o una autoridad política débil. Su organización interior variaba m ucho según el contexto social en el que se integraba la adm inistración del com ercio (...) Su función principal era la de garantizar la neutralidad (...). La presencia de una fuerte potencia m ilitar en el lugar de com ercio los habría asustado inevitablem ente (..,). Se necesitaba, pues, uri entend im ien to previo entre las partes basado por lo general en tratados regulares.11

Las ciudades portuarias fenicias comenzaron com o pequeñas urbes-templo con un subgrupo capaz de proteger las bodegas. Pero por su ubicación, éstas no estaban llenas de productos culti­ vados, sino de mercancías obtenidas en otro lugar. Eran ciudades que fungían com o intermediarias diplomáticas y comerciales y por tanto, no se ocupaban de lleno a la agricultura. Es los puertos de com ercio llegaron a s e r muy valorados por las potencias antiguas. Anterior al advenim iento del Imperio hitita, Al M ina12 y Ugarit,13 ya tenían esta función. Aunque

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eran unidades políticas independíenles, la geopolít ica las había hecho posibles: El grado ian alto de especialización era a veces parte de una or­ ganización todavía más com pleja que com prendía a u n pequeño estado vecino con funciones d e m ediador entre los im perios le­ janos y el puerto de com ercio. Esta debió de ser la relación entre el rein o de Alalakh y Al M ina (...). Al excavar la ciudad pariente de Al Mina, Alalakh, W oolley no encontró n in gu n a prueba de que los Imitas hubieran tom ado Al Mina. Una dem ostración más conclusiva de la neutralidad de ésta es el h ech o de que no sufrió asedios ni ocupaciones en el segundo m ilenio, cuando los imperios egip cio e hitita se apoderaron de toda la zon a,14

Respecto a Ugarit, bajo la esfera de influencia egipcia, obser­ vamos el m ism o fenóm eno. Era un reino independiente que combinaba (a función de puerto de com ercio con la de csrado neutral. N inguna de las dos urbes fue atacada durante las ri­ validades imperiales. Aunque fue tomada entre los siglos x v t h y x v it a.C., el periodo de los hiesos en Egipto, por un pueblo bárbaro, analfabeto y militar. Vemos pues que las potencias políticam ente más evolucionadas seguían una política de no intervención con respecto a los puertos de com ercio.15 Los puertos de Sidón y Tiro tienen una libre también de agresiones y de duración todavía mayor tiem po que sus antece­ soras Al Mina y Ugarit. Si sus vecinos 110 las molestaban no se debía a factores militares, sino al hecho de que estas prósperas ciudades se encontraban imbricadas en un contexto económ ico “fundam ental para la organización internacional del comercio, incluyendo al de las potencias continentales; ése fue el origen de su relativa seguridad”.16 En el siglo ix a.C. com enzó la dom inación de los asirios, pero no tenían un im perio marítim o sino terrestre. Por ello, los fenicios mantuvieron su poder com o transportistas. En el 814 a.C. fundaron Cartago.

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M in a , fm e i d a J g te n a s G o n z á le z * J o r g e b 'c d c n w M á r q u e z M u ñ o z • Pablo A r m a n d o G o n z á le z U l i t i a A g m m

A partir dei prim er cuarto del primer m ilenio se observan ya ciertos cambios: debido al éxito de las econom ías fenicias,17 se convirtieron ellas mismas en potencias;1*la actitud continentalizadora de los grandes imperios com enzó a ceder lugar al interés por los mares y, la aparición de un nuevo competidor por el com ercio internacional: las polis griegas. Com enzó entonces a desaparecer el atributo más característico de los puertos de comercio: su neutralidad* Las potencias continentales com enzaron a intervenir sobre los ahora am enazantes puertos com erciales. La conquista directa estaba descartada ya que habría destruido el valor de aquellas ciudades com o canales de comercio. Era necesario idear otros m étodos. Una solución fue la desm ilitarización. A veces se usaba una dem ostración de fuerza o el control tran­ sitorio seguido de una retirada*19 En otros casos se recurría a una simbiosis que implicaba una cooperación más estrecha entre costa e interior*20 Aunque en el siglo vi a.C. perdieron la supremacía naval ante Nabucodonosor II, u n siglo después ante los persas y más tarde ante los m acedonios y los rom anos, los fenicios siguieron siendo útiles para las potencias hegem ónicas. La com petencia entre griegos y fenicios por el control del com ercio en el M editerráneo estuvo m ediada por la dom ina­ ción persa. Este im perio usaba el m ínim o de coacción. “Esto debió de significar para las ciudades costeras una prom esa de autonom ía, cuyo cum plim iento dependió (...) de que éstas aceptaran la soberanía persa” 21 De tal suerte que las urbes fenicias conservaron a sus reyes y eran libres de adherirse a las expediciones persas o rechazarlas. Los persas usaron dosis m oderadas de violencia para m antener el orden.22 I,os fenicios, a diferencia de los com erciantes anteriores, transportaban artículos de primera y serniprimera necesidad. Su com ercio era disperso, descentralizado y dinámico. Crearon un vasto mercado. Muchos de sus productos eran para los hoga­ res com unes, no para los palacios. No padecían las restricciones

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de las m ediaciones redistributivas porque no tenían un m ando centralizado. Por ello, no eran fácilm ente enjaulados por los im perios de dom inación. La mayor aportación de los fenicios fueron los poderes difu­ sos y descentralizados de la escritura y la m oneda. Los imperios de dom inación no m odificaron ni la escritura cuneiform e ni la jeroglífica. En 1700 a.C. para la diplom acia se usaba la cu? ncifbrm e acadia, que se convirtió en lingua fran ca . Pero con la caída de dichos imperios ya no hubo nada parecido. Por tanto, se volvió de gran utilidad la escritura fonética. El alfabeto ser­ vía para hacer una conversión entre los distintos idiom as. En el periodo del 1400 al 1000 a.G.s proliferaron las tabillas con m uchas escrituras y dialectos. Era com ún ver en ellas el acadio, el sum erio, el hitita, el hurrita, el egipcio y el chipriota. El ugarita,2^dada su simplicidad, servía com o lengua interm edia para traducir. Nuevas sim plificaciones se inventaron entre el 1000 y el 900 a.C. cuando el fenicio adoptó más consonantes aunque no contaba con vocales. En el 800 a.C. los griegos las añadieron.24 La escritura inició por el estado, pero una vez simplificada, escapó del poder central. Su desarrollo se debió a los comer­ ciantes que necesitaban traducir. El perfeccionam iento de la escritura im plicó mayor velocidad de los m ensajes y m enor costo para el registro; la escritura estaba entonces al alcance de muchos, sin importar que no contaran con grandes cantidades de recursos. Era ya un poder difuso.25 En cuanto a la m oneda, prim ero estaba en m anos del esta­ do, que le asignaba su valor. Los pesos, m edidas y precios eran controlados centralm ente y se les asignaba u n precio, para una sola transacción. Los imperios de dom inación conservaron este sistema. Pero dada la complejidad de estos sistemas, también com enzaron a usarse valores de uso-cam bio m ixtos, com o píeles, cueros, hachas o lingotes, que servían m uchas veces. El historiador del dinero concluye que los imperios de dom inación basaban su econom ía en el sistema tributario o redistributivo.

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A lm a im tlia ígbsios González 9Jorge Federico Márquez M uñoz * Pablo Arm ando González UUoa Aguirrc

Sin embargo, aparecieron también formas primitivas de mer­ cado y dinero. Tal es el caso del dinero-m ercancía.26 Los sistemas de intercambio mejoraron con la llegada del hierro, pues las nueras herramientas podían cortar y estampar el m etal.27 En el 800 a.C. existía ya una protonioneda: lingotes estam pados que aún requerían de una autoridad central com o emisora y verificadora, Pero una vez puesta en circulación ya no necesitaba más al estado. Los pueblos comerciantes la hacían circular, con éxito extraordinario los fenicios y los arameos, y el valor era asignado por el mercado. La descentralización de la acuñación implicó la confianza entre los oligarcas de distintas ciudades. Sin em bargo, la p rotom oneda tenía obstáculos para su universalización: era dem asiado pesada para los p equeños comerciantes; era de gran valor, por lo cual, no se usaba para intercambios cotidianos, sino para el pago de im puestos de los ricos y el sueldo de los m ercenarios. De hecho, esta econom ía surgió para el crédito entre estados e interm ediarios com er­ ciales poderosos y entre estados y soldados que cubrían, por un salario -h e aquí el primer form a de trabajo asalariado de la historia-, el servicio m ilita rá En el 700 a.C., en Lidia y otras ciudades, vemos el auge de la m oneda. Se usaba también en los imperios de dom inación de O riente M edio y entre los cam pesinos y com erciantes de Asia Menor. Eran p ed a/os de m etal con un sello en el anverso y el reverso que generalm ente era la insignia del reino o ciudadestado que la había em itido. Los historiadores del dinero y los mercados distinguen dos m om entos del sistema monetar io: el diplom ático, en donde la política subordinaba casi por com pleto a la m oneda,30 y el eco ­ nóm ico, en donde la m oneda adquiere tal fluidez que escapa a las restricciones estatales e incluso, m odifica las reglas del siste­ ma político y después, de la geopolítica. El primer m om ento es el que hem os descrito en este capítulo. El segundo, lo veremos con detalle en Grecia.

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SOCIF.DAD, VTOI.F.NCIA Y PODER ♦ TOMO i

N otas ] Es decir, que en b u e n a m edida escapan al d om inio d e la a u to rid a d central. 2 “Creso fue (...) el prim ero en tre los bárb aro s que conquistó algunos pueblos de los griegos, haciéndolos sus tributarios, y el prim ero tam bién q u e se ganó a otros de la m ism a nación y los tuvo p o r am igos. C onquistó a losjonios, a los eolios y a los dorios, pueblos todos del Asia M enor, y ganóse p o r am igos a los lacedem onios’\ H erodoto, Los nuzut libros de la historia, 1, ív. Vemos las nociones d e la m oral g u e rre ra y p ag an a que castiga el e rro r d e no reco n o cer los lím ites de la propia condición (la hubris de los griegos, ig n o rar a Maat de acuerdo a los egipcios), la g u e rra y el sacrificio, tal y com o po d ríam o s e n c o n tra r­ los en lo* dem ás im perios d e d om inación, en la historia de Creso q u ien “m ostró sus riquezas a Solón y luego le p re g u n tó a quien consideraba el m ás feli¿ de los hom bres. 5olón, después de n o m b ra ra tres personas ya difuntas, se negó a llam ar feliz a Creso, aleg an d o q u e no podía saberse qué infortunios le reservaba el m añana. Creso despidió a) g ra n legislador teniéndolo p o r necio, dirig ió su atención a co n sp irar c o n tra Persia y halló de pro n to a las huestes de Ciro an te sus puertas. Según el m ism o historiador, los persas g a n a ro n p o r el h e d o r de sus cam ellos, que los caballos de la caballería lidia no pud iero n so p o rtar; huyeron los caballos, fueron derro tad o s los Udios y cayó Sardis. Creso, según la vieja tradición, p re p aró u n a g ra o p ira funeral, se colocó en ella ron sus m ujeres, sus hijas y los jóvenes más nobles en tre los ciudadanos sobrevivientes, y o rd en ó a sus eunucos q u e encendiesen la h o g u e ra que h a b ría d e quem arlos a todos. En sus últim os m om entos reco rd ó laa p alab ras de Solón, lam entó su propia ceguer a y cclió en cara a los dioses el que le hubiesen aceptado todas sus hecatom bes y pagado con la destrucción. Ciro (...) se apiadó de él, hizo ap ag ar las llam as, se llevó a Creso con el a Persia e hizo de é) u n o d e sus m ás escuchados consejeros". Ibid., pp. 390-391. 3 El rey Gige& fu n d ó el re in o de Lidia, con su capital en Sardis; Abates lo elevó a la prosperidad y el poder; “Creso (570-546) lo h eredó y d is fru tó lo extendió por conquista hasta co m prender casi to d a el Asia M enor, y luego lo rin d ió a Persia, S obo rn an d o (...) a los políticos locales consiguió poner, u n o tras otro, a los pequeños estados q u e lo rodeaban bajo el dom in io de Lidia, y m ed ian te pías hecatom bes sin preced en te en h o n o r de las deidades locales apaciguó a los pueblos sojuzgados y los convenció de que él era el favorito de los dioses". Ibid., p, 590. E ntre los fenicios enco n tram o s diversos rasgos de los im perios de dom inación: el panitrónjerarquiüado de las civilizaciones, el culto a la íe i tilidad y tam bién, el sacrificio hum ano. “Cada ciu d ad ten ía su Baal (,,, Señor) o dios ciudadano, q u e se concebía com o an tepasado de los reyes y fuente de la fertilidad del suelo; el grano, vino, higos y lino eran torios obra del divino Baal. K lde T iro se llam aba M elkarth; com o H ércules, con q uien los griegos lo identificaban, era u n dios de fuerza y realizaba proezas A starté era el nom bre griego d e la fenicia Istar; gozaba la distinción d e ser vene­ rada en algunos lugares com o diosa de artem isica castidad y e n otros com o la am orosa y caprichosa d eid ad del a m o r físico, e n cuya form a la identificaban los griegos con A frodita. C om o Istar-M ilita recibía en sacrificio la virg in id ad de las devotas doncellas de Babilonia; así las m ujeres q u e h o n ra b a n a A starté en Riblos habían d e consagrar le sus largas tre n z a s e en treg arse al p rim e r e x tra ñ o que solicitara su a m o r en d recinto del lem plo. Y com o Ista r h ab ía am ado a T am uz, así A starté había am ado a Adón

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A h n a I m e l d a Ig le s ia s G & n zá lsz * J o r g e F ederico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G m a ú l e z U U oa A g u i m

Señor), cuya m u erte p o r la h erid a de los rol mi líos do un ja b a lí e ra anualm ente pla­ ñ id a e n Biblos y Palos (Chipre) con gem ires y golpear de pechos. A fo rtu n ad am en te A dón levantábase d e e n tre los m uertos tan frecuentem ente com o m oría y ascendía a los cielos e n presencia de sus fieles. Fi nal m ente estaba Moloc (... Rey), el terrible dios a quien los fenicios ofrecían n iñ o s vivos com o sacrificio e n la ho g u era; e n C artago, d u ra n te u n sitio , pp. 53. ** Cfr. David Sckaps, The invention of coinag¡e and the mvnetizativn in ancienl Greece, Michigan» T h e University o f M ichigan Press, 2007 {Ia ed. en 2004) p. 34 y ss. 59 Cfr. M ichael M ann, Las fuentes, I, pp. 283 y ss. ** “El com ercio no d e p en d ía p rin cip alm en te de los m ercados, sino que cenia u n a •historia y u n a lógica propias q u e d im a n a b an del prin cip io d e u n lugar políticam en ­ te n e u tro d e intercam bio. En el comercio silencioso -'principalm ente p o r razones de se g u rid ad —se llegaba a u n acu erd o sin que las dos p artes se c om unicaran e n tre sí directam en te. Esta, form a d e com ercio prim itivo debió d e estar exten d id a p o r el Me­ d ite rrá n e o oriental en tiem pos prehistóricos, com o in d ican los restos arqueológicos de algunos enclaves costeros am urallados. Se h a n d ese n te rrad o recintos situados en la costa p e ro fu e ra de las ciudades p ro p iam en te dichas. C o n tab a n con un alta r p ara a se g u ra r la se g u rid ad de hom bres y m ercancías (...), Las m an u fa ctu ra s fenicias gozaron d e u n a d e m a n d a universal y fueron objeto de tru eq u e p o r diversos bienes; esclavos, ganado, m etales, pro d u cto s de prestigio, etcétera.. {•..) F.l aum ento del volum en y la variedad de los intercam bios fueron ligados a la extensión de los tratados. Las m ism as em barcaciones tirias tra n sp o rta b a n g ra n cantidad de m ercancías, p e ro c o n tin u a m e n te llegaban a T iro o tro s barcos, así com o caravanas d e tierra. P a ra a se g u ra r el abastecim iento de m erc an c íasp ara un com ercio de ta n ta envergadura, p a ra facilitar el m anejo d e los pro d u cto s y p a ra g a ran tiz a r la seg u rid ad de los barcos y caravanas fu e necesaria indudablem ente una actividad d i­ plom ática que llegase prácticam ente a lo d o el m u n d o entonces habitado y con o cid o ”. R obert Revére, Tierra de nadie, pp. 99 y 103.

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10, EL FIN DE LA SOCIEDAD GUERRERA

T as nuevas civilizaciones aprendieron de los invasores a I tratar a las clases bajas com o ganado, aunque en la meJ -J d id a en que tuvieron que armar al pueblo, esto cambió gradualm ente en G recia,1 Los derrotados, los esclavos e in* cluso los cam pesinos, eran vistos con desprecio. Los asirios, los persas, los griegos de la época hom érica y los arios de la India, conform aron una sociedad de castas, según la cual el sitio superior lo ocupaban los guerreros. El subgrupo agresivo n o sólo se convirtió en defensor, sino también en el tim onel del estado. Se asoció entonces a las clases bajas con el mal y la suciedad. Las clases altas sufrieron lo que Nietzsche llamó el “pathos de la distancia”, es decir, se aferraron a su superiori­ dad y llamaron nobles y buenos a sus actos, llenos de vitalidad; mientras que calificaron malas las labores de los esclavos, los cam pesinos, los débiles.2 C om o vim os en el capítulo 8, cuando la casta guerrera gobierna tiende a m inar las jerarquías debido a que necesita el com bate para afirmar su posición social y autoestim a. El periodo hom érico es el que anuncia la gloria y a la vez el final de esta etapa. El eclipse de la edad heroica da pie a lo que propiam ente conocem os com o civilización griega, que com binó las herra­ m ientas de la edad de hierro, el uso del alfabeto, el com ercio y 109

A l m a Im é td a Ig U .u a s O o n t á U z mjo r g e . F e d r r ia i M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o C,onuil*rz U U í>a AxnXirre

los navios*3 De las ruinas de la sociedad heroica y los dem éritos adoptados de los fenicios y los lidios, surgió una nueva civiliza­ ción peculiar que definió la historia de occidente. En el periodo hom érico, es decir, del siglo x ii al ix a.C., la5 virtudes eran predeterm inadas por el puesto del hom bre en su com unidad y los privilegios y deberes de su rango. En esta sociedad vemos una estructura moral que incorpora tres conceptos; el del papel social que se exige al individuo;1 el de las virtudes com o cualidades que hacen capaz a un individuo para actuar según lo exige su papel social;* y el de la condición humana com o frágil. Ser virtuoso no es evitar la vulnerabilidad y la m uerte sino darles lo que les es debido.6 Estos elem entos pueden encontrar sus lugares interrelacionados sólo dentro de una estructura unitaria mayor: la narrativa épica que es una forma encarnada en la vida moral de los individuos y la estructura social; La religión principal era la olím pica. Era una sociedad de guerreros sacros, sacerdotes, sacerdotisas, reyes y aristócratas. N o había más movilidad social que aquella que daba la guerra, pues m ientras el cosm os funcionara, se creía que cada quien m antendría un lugar inamovible. Gobernaban las castas sa­ gradas y los dem ás sim plem ente lo asum ían com o parte del orden natural. La religión era aristocrática. Tenía su origen en los tiem pos de los reinos primitivos y fue reforzada por los primeros prín­ cipes. Representaba el elem ento m ás estable y conservador del m undo helénico.7 La religión era también sacrificial, en la cual la solidaridad bajo el signo de la víctim a expiatoria estaba hecha de reconoci­ m ientos mutuos entre personas de igual estatuto, de fidelidad y de protección entre personas de estatutos diferentes. Los intercambios estaban regidos por la religión y las obligaciones sociales, el tributo y la redistribución.9 El yo de la etapa heroica carece de aquello que algunos filó­ sofos m orales m odernos toman por característica esencial de

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SOCIEDA.U, VIOLENCIA Y PODER • TOMO

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la identidad humana: la capacidad de separarse de cualquier punto de vista, de dar un paso atrás com o si se situara, opina­ ra y juzgara desde el exterior. En la sociedad heroica no hay “exterior”, excepto el del forastero.y JulianJaynes nos aclara que este rasgo podem os encontrarlo en la problemática ¡liada. Problemática porque la versión que conocem os fue escrita a lo largo de varios siglos.10 Concentrem onos en los elem entos preconcienLes, aquéllos en los cuales es notorio que los hom bres aún no han desarrollado interioridad y por lo tanto, tam poco una gran capacidad de calcular.11 En la primera Ilía d a v e mos el yo del universo oral, en el cual no existen conceptos para hablar de conciencia, alma, voluntad ni cuerpo. “Los personajes de la litada no se sientan a pensar que hacer: N o tienen mentes conscientes” ni introspecciones; es una epopeya de acción no de reflexión. Son los actos de Aquiles y sus consecuencias, no su ideas, lo que interesa a Homero. Los dioses son los que inician las riñas, causan las guerras y planean su estrategia; tom an el lugar de la conciencia. La acción “no ocurre en planes, razones y motivos conscientes; se encuentran en los hechos y discursos de los dioses"1^ Por otra parte, vemos que una característica de estos héroes es la ausencia de elección, situación que provee certidumbre. Los ritos funerarios, la pena y la lam entación, son claves en el esquem a moral y ponen de m anifiesto que el sujeto solo existe, aún después de la muerte, en tanto constituye parte de una com unidad a la que obedece.1S La hom érica es la etapa del surgim iento de la polis. A h í apa­ reció una nueva figura de autoridad: el rey. En principio, no pretendió sobreponerse a los líderes de las tribus, las familias y las fratrías. El rey era el sacerdote del hogar público pero su poder pronto com enzó a incluir el m ando del ejército, de la asamblea y de los jurados. Los antiguos jefes tribales formaron a su lado una aristocracia. Eí rey no era el único líder; cada peder era análogo al rey, pero en su gen. Por ejemplo,

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A l m a I v tg ld a ¡ g U íta * G o n z á le z * jo rg r. F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z . 9 P a b lo A r m a n d o C o n iÁ U i U llo a A g u i m

en Atenas cada fratría y cada iribú tenía su jefe, y ju m o al rey de la ciudad estaban los reyes d e las tribus (...). fcra una jerarquía de jefes, teniendo todos, en un d om inio más o m enos extenso, las m ism as atribuciones y la m ism a inviolabilidad. El rey de la ciudad no ejercía su p od er sobre la población entera; el interior de las fam ilias y tuda su clientela se sustraían a la acción .1*

Los guerreros habían creado u n m undo inseguro y privilegiaban la violencia com o m étodo para contener sus temores. Philip Slater ha descrito la difícil relación que en la Grecia antigua tenían ios varones con las mujeres. También ha narrado cóm o el hecho de que los niños fueran vistos con desconfianza por sus madres les hacía a la vez inseguros y conflictivos.15 En su búsqueda por la seguridad no encontraban un Objeto Transicional claro, pues la religión de los olím picos no reconfortaba, sino que intensificaba el m iedo por su am bigüedad: invitaba a los guerreros a imitar a los dioses pero a la vez, les castigaba por haberlos im itado.1* El “doble vínculo” la transformación de la adm iración en odio, hacía de los olím picos unos seres sum a­ m ente inseguros, que para reafirmarse, necesitaban castigar a los hombres, quienes tem ían “la envidia los dioses”. D ebido a la inseguridad del contexto el pueblo necesitaba confiar y apoyar a los guerreros. Sin em bargo, esta casta de or­ gullosos combatientes estaba expuesta a una tremenda presión. Era un subgrupo agresivo que ocultaba, tras una máscara de narcisismo, sus temores. El hecho de que la civilización griega fuera rmilücéntrica con entidades guerreras, con necesidad de afirmarse combatiendo, la volvió sum am ente inestable. I .as sociedades cambiaban, pues com o dijo Heráclito “Polemos es el padre y rey de todas las cosas”. La guerra “es la prueba justa que establece quién es libre y quien es esclavo* quién permanece hombre ordinario y quién se eleva a la existencia d iv in a '}1

Las jerarquías no eran entonces tan estables com o en las antiguas civilizaciones. La casta guerrera capturaba a las polis

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en el “dilem a de la seguridad'5, en el cual, la desconfianza m u­ tua hace que todas las partes estén alerta y sobreinterprelen las acciones de sus potenciales enem igos. Se generaba así, un am biente paranoico que contribuyó al estallido de conflictos. Claro está, todo esto tenía com o telón de fondo el éxito de los griegos al usar herram ientas de hierro para sus arados. Esto generó una situación maltusiana, pues el infanticidio no podía darse en una escala considerable, ya que los hijos eran valiosos en tanto guerreros potenciales. Para evitar los conflic­ tos internos Jas polis sz expandieron. Pero esta solución trajo nuevos problemas. Dado el crecim iento continuo de las polis —que no sólo conta­ ban con un área urbana, sino también con un pedazo dé tierras al exterior de la ciudad— éstas chocaron entre sí: las fronteras de una polis pronto se confundieron con las de la siguiente y esto trajo más conflictos. Los lím ites estaban marcados por tumbas. Las de los héroes señalaban en dónde com enzaban los dom inios de una ciudad y empezaba el caos - e l m undo salvaje-, o bien, los dom inios de otra ciudad -lugares en donde gene­ ralm ente se podía esperar hospitalidad—. El terreno silvestre cada vez fue m enor y las fronteras de las ciudades disminuían. Al ser las tumbas de los héroes también un envidiable tesoro para cada poiis> fueron saqueadas y tomadas por otras polis . AL encontrarse las fronteras de un estado con las de otro, cada uno las reclamaba com o suyas; con ello buscaban expandir su territorio y apoderarse de aquéllas. N o ta s

1 Aun e n una época tard ía, Platón, en El político escribió: “La política es u n a cien­ cia teórica de m ando d irecto sobre seres anim ados q u e viven en g ru p o s (o rebaños) terrestres, bípedos, sin plum as, ello es, hom bres (...) D en tro d e esta coyuntura, se viene a defin ir al político com o u n h o m b re de m ando, com o u n conductor, com o un pastor del g ru p o h u m an o ”. Platón, Las leyes. Epinomu. El político, Mcxico, Porrúa., 1991, p. 295. “E l fu nriador de la Acadeni ia asim i 1a rá a lt >s pe rro s pastores de. la *form as deg rad a­ das de g o b ie rn o -tira n ía , oligarquía y d e m o c rac ia-, con anim ales q u e en v czdc hacer

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ttuí

I m e l d a Ig U a ia s G o n z á le z * J o r g e F ederico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n z á le z V U o a A g u i r r e

de g u a rd ia n as de la m an ad a de ovejas, p o r falta d e disciplina, h am b re o un h ábito m alsano, se tran sfo rm an en lobos que la e stran g u lan ”. Patríelo M arcos, Diccionario de la d Los hom bres im itaban a los gu errero s d e la Riada. L a g u e rra de Troya, la g u e rra ejem plar, había m ostrado cóm o los h éro es se b añ ab a n d e gloria. D espués de los g u e ­ rreros descritos p o r Hornero, los de las polis dejaro n de ser héroes y se convirtieron en sim ples g u e rre ro s que a sp irab a n a ser héroes, p e ro que sólo p o d ría n conseguirlo después de m orir. hn la ilíadfi; “Los h éro es im itaban a A polo, Apolo h ab ía im itad o a Zeus. La im itación es el gesto m ás peligroso p ara el o rd en del m undo, p o rq u e tiende a b o rra r los lím ites. Por tanto, los dioses p lan e an la g u e rra q u e te rm in a rá con los héroes'1. Cfr. R oberto Caíasso, Las bodas de Cadmo y Harmonía, trad. Jo a q u ín Jo rd á , H arcelona, A nagram a 1994, ( Ia ed, en italiano, 1988), pp 321 y 302. l a envidia que u n dios sentía hacia un m o rtal po d ero so estaba in sp irad a en la posible pérd id a de lo que el dios de a n te m an o poseía y se negaba a com partir, pues esto rep re se n tab a u n a reducción del privilegio; ia envidia d e los dioses era. provocada p o r un deseo d e re te n e r exclusivam ente p a ra ellos algo q u e los m ortales am enazaban to n obtener. I os olím picos ten ía n privilegios bien dciinídos. El d e stin o de Ayax en la o b ra de Sófocles nos d a u n a lección a este respecto. E n la litada, l'oseidón está furioso p o rq u e los griegos h a n c o n stru id o u n a m uralla p a ra p ro teg e r sus barcos y con ello dejan d e ofrecer hecatom bes a los dioses. Cfr. P eter W alcot, Envy and the greeks, A síudy of human befiavionr, W am inster, Axis & PhliJlp.s Ltd., 1978, p. 25. 17 G uillerm o A m ará, La violencia en Ui historia, México, Trillas, 1987, p. 57.

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II, EL SISTEMA MULTIESTATAL CONVIERTE AL REBAÑO EN EJÉRCITO

l sistema político griego en el año 800 a.C, refleja ya una dualidad. Había una asamblea popular, integrada por to­ dos los varones adultos y libres, pero estaba subordinada a un consejo de nobles ancianos. Este sistema era la manifestación de dos grupos relevantes e interdependientes: los cam pesinos, cuyo excedente agrícola alim entaba a la polis;1y por otra parte, la aristocracia, caballar, ganadera y que conform aba una élite guerrera.2 La mayor parte de los pueblos de la edad de hierro no tenían esta tensa dualidad, pues la aristocracia mi litar había dom inado, hasta el punto de crear castas y m onarquías fuertes. Pero en Grecia, las monarquías fueron abolidas3y hubo, desde el inicio, una tensión entre la cuna y la riqueza. I ;a pohssrA un estado territorial autónomo con un hinterland urbano y agrícola. Todo terrateniente nacido en dicha zona era un ciudadano libre. La igualdad entre los terratenientes y la lealtad a la ciudad, no a la fam ilia ni al linaje, son los conceptos clave de la ciudadanía. El estado debilita y en ocasiones rechaza la aristocracia sanguínea, pues valora el igualitarism o debido a su tendencia dem ocrática. Es un estado en m anos de los propietarios, que son quienes participan en la política. Es el gobierno del num ero por encim a del carisma y de la tradición.

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A l m a f m d d a fg fj’ix n s G o n z á le z * jtjrg e Federico M á y p.2\-^,A. ’ Los helenistas y los griegos mismos, h a n d o c u m e n tad o exten sam en le la com ­ paración en tre el despotism o orien tal y la relativa libertad y d em o cratización de la sociedad griega, “Un c u arto de m illón de los soldados del rey persa perecieron e n u n vano intento p o r acabar con la lib ertad de u n a p e q u eñ a región balcánica de m enos de 130,000 kilóm etros cu ad rad o s d e extensión. El prec io de aquella líber ación fue la masac re masiva de u n gran núm ero de soldados qu e habían acudido al combate a golpe de látigo, y no en virtud de ningún odio cultural, étnico o religioso hacia la cultura helénica. N inguno de los m uertos de Jerjes era ciudadano libre en una sociedad Ubre, de m odo que es lógico que no sepam os n ad a de ellos. Jerjes no prom ulgó n in g ú n d ecreto en Persépolis p ara co n m em o rar su sacrificio. N in g ú n cenotafio público, n in g u n a elegía fú n e b re re co rd ó su p é rd id a (...) N in g u n o d e los hom bres que luchaba p o r no su c u m b irá las olas el 28 de sep tiem ­ b re del añ o 480 a.C. go¿aba de Otro reconocim iento legal a p a rte del de ser bandaka, o esclavo de Jerjes, concepto heredado de la idea babilónica previa de que lodo individuo e ra ardu, es decir, pro p ied ad del m onarca. P or el c o n tra rio , en la G recia del siglo v a.C,* casi todos los dirigentes políticos de las ciudades-estado eran elegidos p o r votación y sus cargos estaban som etidos a u n refren d o anual p o r pa rte d e un consejo electo (...), Al parecer, no existía u n concepto abstracto o legal de l ib ertad e n la Persia aqnem enida. En la c o rrespondencia im perial, p o r ejem plo, los sátrapas ap arecen com o esclavos: t i Rty de Reyes, Darío, hijo de fTistaspes, dice lo siguiente a su esclavo Gadaías: Me he percatado de que no obedeces mis órdenes en todos sw porm mons (...) El rey aquem énida actu ab a com o un m onarca absoluto y aunque no tuviera ca­ rácter divino, sí era el regente del dios A h u ra M azda e n la tierra. Todos sus súbditos y todos los extranjeros que acu d ían a su presencia debían cum plir con la proskynesis, arro d illarse ante el G ran Rey”. V ictor Davis H anson, M atanzy cultura, pp. 50, 52 y 53. * ibid., pp. 49-50. 7 ¡bid.t p. 53, * R ecordem os que la posesión de la tierra e ra lo que d ab a el derech o al voto. y Ihid,, p. f>6. m Ibid.t pp. 53-34 51 *Los griegos no sólo tenían u n a p alabra, sino dos, p a ra la lib ertad de expresión: isegoria o igualdad ante el derech o de h ab lar públicam ente en la Asam blea, y parrheúa, derecho de cada u n o a d e cir lo q u e se le antoje”. Ibid., p. 71.

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A l m a I m e l d a ig le s ia s G o n z á le z 9 J o r g e Federico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n zá lez. U U oa A g u i r r e

12 “La idea d e lib ertad (...) surgió en los siglos v n y v i a.C. en tre los hab lan tes de lengua griega de los pequeños y relativam ente aislados valles agrícolas de la tie rra c o n tin e n ta l griega, d e las islas del E geo y de la costa de Asia Menor. La palab ra liber­ tad o su equivalente —com o las igualm ente e x tra ñ as ciu d ad an o (poMes), gobierno de consenso (politeia) y dem ocracia (demokratia, isegoria)- no se e n c u e n tra al p arecer en el léxico de otras lenguas an tig u a s co n te m p o rá n e as excepto el latín (libertas, civis, res publica). Ni las tribus galas del n o rte ni los sofisticados egipcios del su r alen tab an ideas tan absurdas. La Libertad de las ciudades-estado griegas no e ra la lib ertad de facto que gozan los nó m ad as que no p re te n d en o tra cosa q u e vagar sin control. (...) T am poco e ra la d e se n fre n a d a lax itu d de la q u e disfru tab a la élite dirigente de sociedades tan je ra r­ q uizadas com o la p ersa o la egipcia- Al contrarío, la eleutheria, ese d escubrim iento griego, dem ostró ser u n concepto que p o d ría trasce n d er los caprichos del tiem po y el espacio, d e lo ru ral y lo u rb a n o , d e u n paisaje densa o escasam ente poblado, del gobierno de consenso según la estrecha definición que le d a n las oligarquías o tal como se p ractica en las dem ocracias. La eleutheria g arantizaba a los ciu d ad an o s lib e rtad de asociación, lib ertad p ara elegir a sus rep resen tan tes, lib e rtad p ara p o seer propiedad e sy a d q u irir riquezas sin tem o r a la confiscación, y lib ertad fren te a la coacción o al castigo arbitral ios”. íbid., p. 69. '* “En las m as de m il ciudades*estado q u e había en G recia, no todos e ra n libres. A lo largo de los c u a tro siglos d e historia de las polis autónom as (700-300 a.C ), hubo diversas gradaciones, de m odo que para ser c iu d a d an o de p leno derech o prim ero hizo falta co n tar ro n extensas propiedades, luego bastó con p o seer a lg u n a y finalm ente uo fue necesario tenerlas. Vio m ism o sucedió con los cargos públicos, a los que tuvieron acceso p rim ero muy pocos, m ás tard e m uchos y p o r últim o todos los ciudadanos. A lgunos de éstos, y a títu lo individual, no pud iero n en m uchos casos votar o em itir sus opin io n es libre o p ú blicam ente, p e ro ni siquiera los estados m ás oligárquicos in te n taro n establecer teocracias q u e p u d iera n con tro lar el com portam iento social, c u ltu ral y económ ico de sus súbditos. En general, los dirigente» de las autocracias occidentales ju m as alcanzaron el g rad o de p o d e r q u e los déspotas orientales im pu­ sieron p a ra con tro lar la vida d e sus súbditos. Aun así, n in g u n a de las ciudades-estado que existieron en tre el m ar N eg ro y el su r de Italia am plió la igu ald ad política a las m ujeres, los esclavos o los ex tranjeros”. Ibid.. p. 70. li Los griegos creían que la libertad “era la verdadera clave de su victoria (...). F,1 principio m oral que esgrim e H eródoto es inconfundible: los ciudadanos libres jon majares guerreros puesto que luchan por vn pmpia salvación y la desúsfamilias y por suspropiedades y no por los reyes, aristócratas o sacerdotes que los gobiernan. A ceptan, adem ás, un grado iuavor de disciplina que los soldados m ercenarios o q u e luchan bajo coacción. H eró d o to afirm a que después de M aratón (490 a.C.) los atenienses com batían m ucho mejor, F ra más fácil luchar bajo la recién adq u irid a dem ocracia que d u ra n te el lai*go reinado de los d ra n o s pisistráüdas; Los atenienses, mientras estuvieran regidos por una tiranía, no aventajaban a sus vecinos en el terreno militar; y en cambio, al desembarazarse de sus tiranos, alcanzaron una clara superioridad. H eródoto explica a qué se debe este cam bio: Cuando eran victimas de la opresión, se mostraban deliberadamente, remisos por considerar que jw esfuerzos redundaban en beneficio de un amo, mientras que, una vez Ubres, cada cual, mirando por sus intereses, ponía de su parte el máximo empeño en la consecución de los objetraos'. Ibid-, pp. 66-67, Ibid.y p. 72. ,6 C om o la fam ilia o los vínculos afectivos con el patró n .

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13, LA GUERRA ENTRE LOS GRIEGOS

l éxito continuo y difundido de los estados concentraba gran poder y riqueza en las clases altas de las polis podero­ sas. En el año 500 a.C., este rasgo centralizador se reforzó debido a la necesidad de defender la propiedad frente a las amenazas persa y cartaginense* Una vez pasado el peligro ex­ terior, Atenas no renunció a esta organización, pero tam poco tuvo la fuerza suficiente para m antenerla y por ello, com enzó la Guerra del Peloponeso. Los griegos se habían mostrado solidarios ante el enem igo de una civilización diferente y, pese a la brutalidad de sus tácticas, civilizados en las guerras entre ellos m ismos. Pero esto com en­ zó a cambiar. La rivalidad entre Esparta y Atenas, se mantuvo al nivel de las amenazas m ediante el ju eg o de alianzas, hasta que en el 510 a.C", “se agudizó cuando Esparta intervino direc­ tam ente para acabar con la decisiva im plantación del sistema dem ocrático en Atenas”. No obstante, el enfrentam iento se vio interrum pido por el avance persa, en el 511 a.C. en los territo­ rios jónicos de Asia Menor. Eran ciudades que habían estado som etidas a Lidia» y después pasaron al dom inio de Persia, Sin embargo, en el 4$9 a.C.,

E

con apoyo ateniense, se rebelaron declarándose independientes; el emperador persa Darío aplastó la rebelión en el 494 a.C., pero

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A l m u Im e ld a fg U .ú /u ( j o n z á l e z * ) o r $ t F ed e ricv M á r q u e z M u ñ o z * P a h to A r m a n d o C jO nzálzz U U oa A g u i r r e

decidió acabar de raíz con el problema, que juzgó era la propia Grecia, y en el 490 a.C., se puso al mando de un ejército bien armado de cincuenta mil hombres y, transportándolo en su mag­ nífica ilota, desembarco en la llanura de Maratón a cincuenta y ocho kilómetros de Atenas. Los atenienses emprendieron la marcha para hacer frente al avance por tierra» y a ellos se unieron sus aliados de Platea.1 La d i f e r e n c i a se im p u s ie ra n

d e fu e rz a s cotí

y ta m

año

hacía p r e v i s i b l e

q u e lo s p e r s a s

f a c ilid a d s o b r e lo s g r ie g o s ,

el imperio persa era enorme. Con 2.600.000 kilómetros cuadrados de extensión y cerca de setenta millones de habitantes era la mayor organización política que había conocido el mundo civilizado. Por el contrario, los hablantes de lengua griega del continente no llegaban a los dos millones y ocupaban un territorio que no superaba los 130.000 kilómetros cuadrados.2 Pero los griegos sorprendieron. En la batalla de Maratón los atenienses destruyeron la séptim a parte del ejército persa con pérdidas m ínim as y el enem igo se retiró. Fue la pri mera ocasión en que se enfrentaron las falanges griegas y las filas menos firmes de un ejército m onárquico de Próximo Oriente, conform ado por soldados súbditos de muy diversa valía. Entre los años 484 y 481 a.C., Jerjes se alió con Cartago, A lgunos estados pequeños griegos trataron de hacer la paz con el Rey de reyes y únicamente Atenas y los del Pcloponeso hicieron frente al desaf io. El general ateniense Temístocles, preparó su potente flota para proteger el flanco marítim o de la fuerza expedicionaria de la liga, que haría frente al avance persa más al norte. Los lacedem onios mantuvieron u n frente en el punto en que la ruta costera de la llanura de Tesalia discurre por el desfiladero de las Termopilas. En agosto de 480 a.C. la flota ateniense derrotó a la persa al tiempo que, en el paso de las Termopilas, Leónidas, dem oró el avance de los invasores de oriente. Fue una batalla heroica en

SOCIEDAD, VIOLENCIA. Y PODER • TOMO 1

la cual los trescientos del paso resistieron hasta la muerte. Mien­ tras tanto, la flota, tras librar combate, evacuó a la población de Atenas a la isla de Salamina para esperar el resultado de los siguien te s en frentam ien tos. F] resto de las fuerzas aliadas se habían retirado ya al sur del istmo de Corinto, dejando que Temístucles demostrase que se podía derrotar a los persas por mar, y éste, manipulando con astucia la información, hizo quejerjes creyera que los atenienses se pasarían a su bando si la escuadra persa entraba en acción, y así logró atraerla a aguas cerradas en donde su superioridad nu­ mérica» unos setecientos navios contra quinientos, no le confería ventaja; yen una sola jornada de lucha (...) (el 23 de septiembre de 480 a.C.) los atenienses destruyeron la mitad de las naves persas, perdiendo ellos sólo cuarenta, y obligaron al resto a huir hacia el norte La invasión de ferjes no había sido totalmente rechazada; esto no se logró hasta el año siguiente, en julio en la batalla terrest re de Platea y en la batalla naval de Micala en agosto, cuando Atenas y Esparta acabaron con la fuerza expedicionaria persa apoyadas por sus aliados (sobre todo tebanos) y no sólo la expulsaron de la península, sino que lograron recuperar y conservar los estrechos del mar Negro.? Las guerras m édicas dem ostraron “que para derrotar a una falange griega había que tener el m ism o valor que los griegos, formarla con griegos o disponer de una táctica nueva más compleja” 4 El valor de los soldados helenos no era exportable pero los m ercenarios sí. Los persas ya los habían contratado en el 550 a.C., para la conquista de Egipto. La lección más im portante de la cam pana de 480-479 a.C. fue la naval, que hizo ascender la potencia de las flotas a un nivel equiparable al de los ejércitos de tierra en los estados ribereños, sentando la pauta

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A i m a J v te íd a Ig le s ia s G o n z á le z 'J o r g e F ederica M á r y u t z M u ñ o ? . 9 P a b lo A r m a n d o G o n z á le z V tfo a A g u i n e

de un nuevo estilo de guerra, profundamente estratégica, que predominaría en la lucha de intereses del Mediterráneo oriental durante el resto del siglo. Y sus principios acabarían por sentar tradición entre los pueblos marítimos.5 La estrategia naval ateniense se basaba en el barco de guerra a remos, desarrollado por los fenicios. Éstos, en la época de Jerjes eran súbditos persas, pero su tecnología ya había exportada a Grecia, y en Atenas se em pleaba la trirreme. El ejército de Atenas contaba con m arineros reclutados en la clase baja de los hoplitas. En los enfrentam ientos de abordaje “los rem e­ ros se unían a la refriega que adquiría carácter de cuerpo a cuerpo” 6 Atenas, que tenía dificultades para alim entar a su población pues sus cam pos eran poco fértiles, se dedicó a instaurar un im perio comercial con ciudades aliadas o dependientes. Fue gracias a estas alianzas que, en la guerra contra Fersia, adqui­ rió la hegem onía desde las batallas de Salamina y Platea. En el 450-464 a.C. trasladaron sus fuerzas navales y expedicionarias para luchar por el control de Egipto, en esc entonces en ma­ nos de Persía. Esparta “se desentendió de la guerra, mientras que Atenas, cabeza de la liga delia, la continuó” y exigió “cada vez mayores contribuciones a sus aliados; llegaría a haber 150 ciudades pagando tributo”,7 En el 448 a.C. Atenas y Persia firm aron la paz. Pero los ate­ nienses siguieron exigiendo lealtad a las pequeñas polis, Y esto le ganó “la desafección general de las clases contribuyentes de la liga delia” Además, los atenienses no sólo cobraban im pues­ tos a sus protegidas-aliadas sino que intervenían en ellas para democratizarlas. Atenas era ya una república imperial. Corinto y Tobas com enzaron la rebelión en contra de los “liberadores de los pueblos* A lgunas otras poleis y polis la s siguieron. Los espartanos les prestaron ayuda a los insurgentes. La primera guerra del Peloponeso concluyó en el 445 a.C. sin grandes pérdidas para ambas partes, pero Atenas había entrado en una 208

SOCIEDAD, VíOI ENCIA Y POUKR • TOMO 1

dinámica que hacía inevitable la reanudación de las hostilidades. Atrincherándose con fortificaciones los muros ¿ergusque cercaban el puerto del Pireo y la ciudad se convirtió en inexpugnable por tierra, y centrando, animada por su activo dirigente Pericles, sus recursos financieros y militares en una expansión a ultramar, se convertiría en una ciudad singular que imponía implacable su dominio sobre los antiguos aliados de la liga delia y amenazaba los intereses de otras ciudades comerciales importantes y la mis­ ma condición de Esparta como primera potencia militar de la península^ La guerra entre Atenas y Corinto com enzó en el 433 a.C. y un año más tarde Esparta intervino e involucró a las ciudades de la liga beocia. La guerra duró hasta el 404 a.C. cuando Atenas fue derrotada. El resultado: arruinó el sistema griego multicéntrico, y las hostilidades que continuaron dejaron una Grecia debil y puesta para la conquista y unificación forzosa por m ano de los m acedonios. Fue un conflicto del poder en tierra y del poder m arítim o y la suerte no favoreció a n in gu n o de los bandos. En la fase inicial, Esparta intentó derrotar a Atenas por hambre, invadiendo su hinterland todos los años. Ésta resistió el bloqueo alim entándose de im portaciones del mar Negro. En el 424 a.C. Esparta, envió un ejército con el fin de apoderarse de los puertos de Tracia, que eran la ruta de abastecim iento. Atenas pidió una tregua, pero los laconios no supieron asegurar la paz y algunos de sus aliados los abandonaron, lo que hizo renacer las esperanzas de victoria de Atenas, que la indujeron a reanudarla guerra en el 415 con objeto de provocar una crisis definitiva, y, así, lanzó una expedición contra la ciudad siciliana de Siracusa con el designio de apoderarse de toda la isla y asegurarse un centro de aprovisionamiento que reforzase eficazmente su posición económica.9 Pero fue un error de cálculo de los atenienses, que aún creían que habría un lím ite civilizacional en la guerra con sus her­ 209

A l m a Im e ld a Ig le s ia s G o n z á le z 4 J o r g e F ederica M á r q u e z M u ñ a z 0 P a b lo A r m a n d o G o n z á le z UUoti ¿ ¿ j- ia n ?

m anos helenos. Por el contrario, para Esparra la expedición a Sicilia significó una crisis mayor, pues consideró que ahí se jugaba la hegem onía d d m undo heleno. Los lacedem onios pidieron ayuda a los persas. Entre los años 412 y 404 a.C., en una serie de campañas terres­ tres y marítimas que se extendieron hasta la entrada del mar Negro, el ejército espartano y la flota persa infligieron una serie de derrotas a los atenienses que (...) los obligaron a replegar sus fuerzas dentro de los Muros Largos. La flota persa, tras destruir a la ateniense en la batalla de Egospótamos en el 405, apareció en el Píreo, y en abril del 404, bloqueada por tierra y mar, Atenas se vio obligada a rendirse,10 D e acuerdo al historiador de la guerra los nóm adas montados inventaron la “guerra sin lím ites” es decir, sin m iram ientos morales ni reglas rituales.11 En principio, los griegos no hicieron así la guerra entre ellos. Pero después de los éxitos en contra de Persia, se escalaron los m étodos de combate producto de la rivalidad ateniense-espartana. Las falanges ya no sólo eran brutales y las guerras de navios no sólo eran crueles, sino que dejaron atrás las reglas de la civilización.12 Esparta obtuvo la victoria y consiguió una hegem onía que duró hasta el 380 a.C., cuando Atenas y Tebas se liberaron. N in gu n a ciudad logró entonces un d om in io duradero. La autonom ía política y económ ica volvieron a florecer pero la cultura dem ocrática ya estaba debilitada. Diversos factores militares contribuyeron también a la de­ cadencia de la dem ocracia helena: con la necesidad de más soldados por la larga Guerra del Peloponeso, Jos mercenarios se convirtieron en la mejor opción y con ello, se debilitaron los hoplitas-ciudad anos; más aun, los soldados fueron ahora usados com o m ercenarios de otras ciudades; la complejidad de los m étodos de combate, desde las guerras m édicas, puso de relieve la utilidad de un m ando centralizado para coordinar a

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los soldados de infantería, los arqueros y la caballería en com ­ bates abiertos o en asedios. Pero esta coordinación im plicó el debilitam iento de los lazos ciudadanos. La decadencia de la civilización griega, más allá de la d e­ mocracia, también se debió al hecho de que la autonom ía de las polis debilitaba las alianzas; a que cada vez más mercenarios provenientes de las marcas ingresaron en las batallas y no res­ petaban las normas de la hélade; hasta el punto que, en el año 400 a.C., las leyes de la guerra ya no tenían ningún valor. En la m edida en que la rivalidad entre las potencias escalaba la guerra, ésta se hacía más costosa. En fin, los cambios en la form a de hacer la guerra no eran viables para las polis tradicionales, pero si para los estados auto­ ritarios. Fue la era de los tiranos-mercenarios, com o Dionisio de Sicilia y los reyes del norte, com o Jasón de Tesalia. En algunos casos las elites mismas de las polis traicionaron la dem ocracia y negociaron con los nuevos invasores. Filipo de M acedonia tejió una alianza panhelénica con las clases altas de las polis para construir una organización más cercana al im perio de dom inación que al ethos griego. El éxito de este pueblo no se debió solo a su diplom acia sino también a su estructura militar com puesta de mercenarios, a que los combatientes m acedonios eran muy disciplinados, estaban bien coordinados e incluso, fueron convertidos en muías de carga que eran com pensadas con el b otín saqueado. En el 338 a.C* el conquistador obtuvo la victoria en Q ueronea y com enzó la incorporación de las polis a su imperio. Más tarde, en Asia, Filipo falleció, pero su hijo continuó su proyecto de expansión. D esde ese m om ento los estados de la hélade no volvieron a ser autónom os. Durante los m il años posteriores no fueron más que m unicipios y clientes de los im perios de dom inación.

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A l m a Im e ld a Ig le s ia s G o n z á le z 9 jo r g e F t d v n u j M á r q iitz M u ñ o z • P a b lo A r m a n d o G t m z á k z U U oa A p u i r r e

Notas *J o h n K eegan, Misiona de la guerra, p. 3JO. 9 V íctor Davis H anson, Matanza y cultura, p. 51. 3 Jo h n Kefcgan, Historia de la guerra, pp. 310-311. a M d .y p. 311. * Ib%,) se habían vuelto un fen óm eno tan incontrolado en Ja vida ateniense que Soíón prohibió la esclavitud por deudas y canceló todas las deudas significativas, para partir con un sisLema financiero y m ercantil saneado. Otros líderes políticos, durante el m ilen io transcurrido desde Solón, han intentado valerse de la m ism a estrategia, pero, (...) la cancelación de las deudas ha

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significado tan sólo u n respiro político y los m ism os problem as financieros fian resurgido con prontitud.36

El conflicto que el circuito m onetario provoca surge de la tensión existente ent re los detentadores privados de la riqueza y el estado, en torno al precio del dinero. Cuando no hay un acuerdo, ambos intentan m anipular dicho valor.17 La confianza es la base de este sistema. Q uien más se beneficiaba del espacio m onetario era Atenas, que adem ás de contar con las m inas de plata tenía un ejército y una marina poderosos, respetados y temidos. Esta posición le perm itió explotar a las demás polis - c o n sus excepciones clan) e stá - y obtener beneficios del sistema mercantil a los que ninguna otra cieudad tenía acceso. El más im portante de ellos fue que su m oneda, la tetradracma , se convirtió en la divisa del comercio internacional- A diferencia de la clasificación ilustrada de acuerdo a la cual el comercio evita las guerras, ventos en Ate­ nas el surgim iento del complejo comcrcial-militar. Asimismo, a diferencia de las teorías liberales, el florecim iento del sistema m onetario, implicó el fortalecim iento del estado-35 Pese a las ventajas que para los atenienses implicaba el siste­ ma m onetario de la antigüedad, Platón estaba en su contra. Platón, eterno dictador en cuestiones de moral, deseaba ¿legalizar el oro y la plata, al igual que las m onedas foráneas. Según dice en Las en lugar de auténtico dinero debía haber unas pocas m onedas sin valor, un tipo d e Echa o escrito gubernam ental para llevar un registro entre los m ercaderes. Q uienquiera que volviese de un lugar foráneo con dinero debía ser obligado a entregarlo al arribar, (...) N ingún individuo honesto podía ser nunca rico, pues la deshonestidad era siem pre más rentable que la honestidad; por ende, cuanto más rico era un individuo, m enos honesto y virtuoso debía de ser. D esde la perspectiva de Platón, había que castigar a la gente si intentaba com prar o vender su terreno o la casa que se les había asignado.í9

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A h n a I m e l d a Ig le s ia s G o n z á le z * J o r g e F ederico M á r t p i n M u ñ o z • P a b tv A r m a n d o G o n z á le z UU(h i A g v i r r t

Aristóteles, tenía sus propias ideas al respecto. Le parecía que no se debía cobrar el m ism o precio a todo el m undo en el m ercado. Consideraba natural que la gente c o t í más dinero pagara precios más altos que la gente más pobre. Es decir, “no concebía los principios de un mercado impersonal en funciones; sólo percibía relaciones personales”. No comprendió que esa era justo la base de su funcionam iento. Además, condenaba el mor­ cado pues consideraba que no se trataba sólo de intercambiar bienes sino de satisfacer la codicia. *Por lo tanto, el mercado atendía a un instinto hum ano básicam ente indeseable y había de ser supervisado cuidadosam ente. Curioso es que Aristóteles viera la operación del m ercado en térm inos personales antes que abstractos. Aun cuando estaba muy bien dotado para el pensam iento abstracto.40 Notas 1 L oretta N apoleoni, Economía canalla. La rmeva realidad del capitalismo, trad . L o u r­ des Ba&salsy A ntonio Francisco R odríguez, B arcelona, Paidós» 2008 (l* ed. cu inglés, 2008), p. 223. 2 Cfr. Ibid„ p. 224. s J e a n R audouin, KartPopper^ tra d . J e a n n e KibaJchick, México, C onsejo N acional p ara la C u ltu ra y las A rtes-Publicaciones C ruz o.s.a*, 1995 (Ia ed. e n francés, 1989), p. 21. 4 ibid., p. T i. n J b i d p. 26. NoamChomskyyF.dward H erm án, Washin^onyel/ascismodéltercermundo^trAd..Rosa Molina, México, Siglo Veintiuno editores, 1981 ( P ed. en inglés, 1979) , pp. 111-112. 7 Cfr. Fuste! de Coulanges, Í ji ciudad antigua, ív, xijt . * A rn o ld J. Toynbec, Guerra y civilización, trad. Jorge Z am alea, M adrid, Alianza E ditorial, 1984 (1" ed. 1952), p. 36. 9 Ibid, p. 38. m /bid., p. 39. n Fustcl de C oulanges, J.a ciudad antigua* j v , x m . 12 “L o que salvaba a E sparta e ra la ex trem ad a división que supo in tro d u c ir entre las ciases inferiores. Los ilotas no p o d ía n en ten d erse con los laconios; los m otaces d esp reciab an a los neodám odas. N o e ra posible n in g u n a colación, y la aristocracia, m erced a su educación m ilitar y a la e strech a u n ió n de sus m iem bros, era siem pre bastan te fuerte p a ra h acer fren te a c ad a u n a de las clases enem igas”. Ihid., ív, x n i.

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SOCIEDAD, VIOLENCIA Y PODER • TOMO 1

15 “E ntre los siglos vi y v a.C., gracias a la g u e rra del Peloponeso y a las ex pedicio­ n es en Asia, E sp a rta h a b ía recolectado gran can tid ad fie dinero. De esa é p o ca es el com en tario de Platón: en Esparta el oro entra pero no sale L a palabra., al igual que la riqueza, se con cen trab a en u n o s cuantos. Y con ella, el p o d e r político. Sin derech o a la p alabra, el pueblo n o ten ía derech o a discu tir ni a p ro testa r an te las instancias del gobierno. M ientras en A tenas, amiga de los discursos (...) la palabrafluye espontáneamente, es un arroyo que irriga todos los ¿apilares de la ciudad, en Esparta, ja más m le aflojan las rien­ das a la palabra (...)• F.l d in e ro se distribuyó de u n m odo muy desigual. E n esa m isma época desapareció p au la tin a m e n te la p e q u eñ a p ropiedad- La tie rra estaba e n poder de unos pocos; adem ás, los laccdem onios no contaban con u n a in d u stria im p o rta n te y eJ com ercio con el ex terio r era prácticam ente inexistente. N o se d ab a a los pobres n in g ú n trabajo y los ricos cultivaban sus inm ensos dom inios sirviéndose de esclavos. Al co n tarn o s la vida d e Agís y la de C leóm encs, Plutarco nos m u estra q u e e n tre los esp a rta n o s rem ab a u n a m o r d e se n fre n a d o p o r la riqueza; lejos estab an los días en los q u e L icurgo había con tro lad o esa sucia pasión. T odo se su bordinaba a ello, y así, en tre alg u n o s rein ab a el lujo y la m olicie; p e ro la m ayoría no e ra m ás que u n a tu rb a m iserable de indigentes que n o te n ía n derechos políticos ni valor en la c iu d a d ”.Jorge M árquez, Política y envidia en la antigua Grecia, cap. 4.1. H (fr' J ack W eatherford, La historia del dinero, p. 64, 13 Digámoslo en térm inos muy simples; en la situación orig in al el país posee una riqueza de 100 y el gob iern o controla el 30%. C on el com ercio, la riqueza au m en ta a 1000, p e ro el gobierno n o p u ed e c o n tro lar el m ism o porcen taje que am es, p o rq u e la p ro sp erid ad se basa, en b u en a medida» en relaciones e n tre privados. Así, el g obierno logra sólo re ca u d ar el equivalente al 15%. De cu alq u ier m anera, tiene ah o ra m avor m argen de m aniobra, pues cu en ta con m uchos m as recursos q u e antes. 16 “Las repercusiones de esa oleada revolucionaria que fue el com ercio hicieron surgir e n tre los griegos nuevos tem plos, edificios públicos, estadios y anfiteatros, adem ás de un conglom erado de obras artísticas, filosóficas, dram áticas, poéticas y científicas sencillam ente glor iosas. El cen tro d e la ciu d ad gr iega de la época clásica no fue el palacio de un g ra n m onarca, la fo rtaleza d e un ejército o siquiera el cemplo d e oración. L a vida pública griega se cen tró e n el ágora: el m ercado. La suya fue, en lo esencial, u n a civilización m ercantil. Tras varios m ilenios de sucesivos im perios e n to d o el m undo, el m ercado surgió d u ra n te la Grecia clásica y vino a m odificar definitivam ente la historia. C ada civi­ lización mayor, a n te rio r a G recia, se h a b ía basado e n la u n id a d política y la fuerza resp ald ad a p o r el p o d e r m ilitar. G recia, p a ra entonces unificada, se cim entó en el m ercado y el com ercio. H abía cread o u n tip o com pletam ente nuevo d e civilización. 1-a riqueza gen erad a p o r el com ercio perm itió que la élite g rieg a dispusiera de m ás tiem po libre, lo cual propició u n a vida cívica de g ra n riqueza y el cultivo de ciertos lujos sociales e n tre los que se incluía la política, la filosofía» los d e p o rte s y las artes, al igual q u e la buena com ida y los festejos colectivos. N unca an te s en la histo ria del hom bre h abía o c u rrid o q u e ta n ta g ente d isfru tara de tan to b ienestar; y au n cu an d o era u n m undo en el que sólo había u n o s pocos bienes de lujo, Jos individuos d estinaban la riqueza disponible a los pasatiem p o s y el ocio”. Ibtd., p. 65. v Ibid., pp. 61. 10 Michel A glietta y A n d ré O rleán, I.a violencia de la moneda, pp. 219-220. 19 Ibid, p. 221.

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A lm a Im eld a Ig ln ia s G onzález

9Jorge Federico M á r q u e z .\ fu w tz



Pablo A r m a n ú t G onzález Uíloo. A g u u r c

50 tóm. -1 Ibid., p. 220. 22 Ibid,Tp. 221. Jack W catherfoi'd, La historia del dinero, p. >2. 21 Cfr Jean -P ierre V ernant, Aíjiífc and society, p. 20. 25 El h o m b re económ ico piensa en el futuro, m aterna tiza, calcula. w E u la lucha p o r el status, c u a n d o la gente com enzó a p e n sa r en el equivalente, p u d o su stitu ir Jos objetos deseados p o r otros. de igual valor. 27 Jar.k W catherford» La historia del dinero, p. t>ü. 25 Cfr. Ibid., p. 63. *u Idem. “La contabilidad existió m ucho antes q u e el dinero, p e ro (...) ten ía u n a utilid ad muy lim itada. U n buen p asto r no necesitaba saber tan sólo c u án tas vacas u ovejas oslaban bajo su cuidado; debía reconocer a cada u n a de ellas p o r so apariencia, p or su balido y sus huellas. No le servía de m ucho saber q u e u n a vaca estaba perdida; precisaba d e te rm in a r q u é vaca e ra la q u e se había perdido. Si conocía a esa vaca, su apariencia, su historial y sus hábitos, el pastor p o d ía saber si estaría en el arbusto p a rie n d o o si h a b ría vuelto al abrevadero p ara b e b e r o tro poco de agua. Sabía dónde buscar a la vaca y cóm o localizarla e n caso de que se hu b iera u n id o a o tro rebaño. El uso de la co n ta b ilid ad y los n ú m ero s, d d cálculo y las cifras, im pulsó una tendencia a la racionalización e n e l p ensam ien to h u m a n o que no ap arece en n in g u n a c u ltu ra trad icio n al en q u e n o se em plee el d in e ro . El d in e ro no h i/o a la gente m ás inteligente; la hizo p en sar d e u n m o d o nuevo, e n nú m ero s y sus e q u iv a leE icia s. Hizo del p e n sa m ien to algo b a stan te m e n o s perso n alizad o , m ucho m ás abstr acto”. Ibid., p. m . síl Michel A güeita y A rnlré O rleán, La violencia de la moneda, p. 217. M J.as ciudades, en tam o más crecen, tien d en a deb ilitar los vínculos sociales y la in d iferencia com ienza a g a n a r terreno. M ientras m ayores el nú m ero de personas con q uien uno tiene contacto, m enos p u ed e p ro fu n d iza r sus sentim ientos hacia ella. Q ue a este p u n to habían llegado las ciudades de los griegos, puede verse reflejado en VI discurso fu n e ra rio de Pericles, que T ucídides recoge en el libro seg u n d o de su Historio, la idea de lib ertad com o la capacidad de elegir sin trabas aparece reflejada com o en n in g ú n o tro lugar: En nuestras relacionéis con el estado vivimos corno ciudadanos libresy, fiel mismo modo, en h locante a las mutuas sospechas propias del trato cotidiano, nosotros no sentimos irritación contra nuestro vecino si hace algo que le gusta. V ictor Davis H anson, Matanza y cultura, p. 73. *T.1 d in e ro posibilitó u n a organización d e la sociedad en u n a escala m ayor y m ucho m ás com pleja de la que h u b iera n h ech o posible el parentesco o la íüerza. (...) El d in e ro se volvió el nexo capa?, de relacio n ar a los seres hu m an o s en bastantes más form as de las q u e antes e ra posible, sin im p o rta r c u án distan tes o tran sito rias fu e ra n estas relaciono*». El d in ero (...) creó nuevos nexos sociales, pero, al volverlos más e x p e ­ ditos y transitorios. debilitó los lazos tradicionales basados en el parentesco y el poder político" Jack W eatherford, La historia del dinero. De iapiedra arenisca alciberespacio, trad. de Jaim e CoNyer, B arcelona, Ed. A ndrés Bello, 1998, (l^ e d . e n infles, 1997), p, fií?. 1.a fuerza del sistem a m o n eta rio g en era disgregación de la solid arid ad social. IJn fenóm eno visto y tem ido p o r A ristóteles. Cfr. Michel A glictta y A ndré O rleán, La violencia de la moneda, pp. 218-219. E xplicadas e n el capítulo 8.

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SO C IEDA D , VIOLENCIA Y PODER • TOMO 1

La el ase g o b e rn an te ten ía m ás conciencia de sí m ism a com o clase, m ientras que la baja privilegiaba rasgos id em itario s no clasistas, com o la fam ilia, el lugar de residencia o incluso la relación c fic n te larc o n su patrón. V1 La ventaja de d iag ra m a que ya hem os m encionado. ■ S5 Siem pre útiles p a ra u n a m ejor organización que los rivales, e incluso, para so­ bornarlos y dividirlos. Cfr. David Schaps, The invention of coinage and the monetizaiion of “C uando el mera) se convirdó en m ercancía, “con el desarrollo de las relaciones m ercantiles, existió u n a tensión entre el valor m ercant il del m etal y su valor m onetario instim ulo. Esa tensión perm itió verificar la calidad de la acuñación oficial y a p a rtir de ahí la solíde/., política de la ciudad. 1-a existencia de un m ercado del m etal se convirtió en la relación p o r la cual pudieron precipitarse las crisis m onetarias- Es p o r ello que sostener la fuerza subversiva de las relaciones m ercantiles pasa p o r la vigilancia estrecha de eso.* m ercados, y p o r consiguiente de la detentación privada de tesor os y de piezas extranjeras. C orrelativam ente la constitución del tesoro público adquirió u n nuevo papel social que sacó partid o del papel simbólico que tenía en las sociedades religiosas más antiguas como sustituto de la víctima sagrada. El tesoro público es una garantía del fun d am en to fiduciario de la m oneda, con un carácter esencialm ente sim bólica, que actúa sobre las representaciones de los individuos en los periodos inciertos de discordias y de violencias políticas, cu an d o la influencia norm alizadora del estado ya cío parece asegurada”. Michel Aglietta y A ndró O rleán, La violencia ritr la "moneda, p. 222. w “En el siglo v hasta las guerras del Peloponeso, p osteriorm ente d u ra n te la mayor parte del siglo tv después del apaciguam iento de 404, la potencia com ercial y financiera de A tenas do m in ó el m ar Egeo. La m oneda ateniense, la tetradrac.ma, se convirtió en la m oneda interciudades y m edio del im perialism o d e Atenas, p o iq u e las otras ciuda­ des estaban obligadas a aceptarlo p a ta e n tre g ar el trib u to que le debían. El cam bio había ya desarrollado iodos los aspectos que se en cu e n tra n en el m undo m oderno: pro p o rcio n ar m edios de pago a los com erciantes en m onedas extranjeras, ser la base de las transferencias unilaterales de valor en beneficio del estado hegcm ónico, ser el vehículo de las transferencias de riquezas privadas, tolerar, vigilándolo estrecham ente, el arbitraje? sobre la diversidad de tipos m onetarios y las diferencias de u n lugar a otro en las relaciones de equivalencia en tre los m etales. La abun d an cia de los tesoros públicos perm itía hacer d e sc an sa rp o r largos periodos la equivalencia en tre el oro y la plata. La acuñación de u n a p a rte de los tesoros encerrados en. los tem plos y que provenían de conquistas m ilitares anteriores garan tízala solidez de la tetmdranna ateniense que pudo resistir así a las g u erras del Peloponeso. En el siglo tv la utradiucmavzli'A en Delfos más de 5% q u e el m e u l. Esta p reponderancia del orden político en la gestión de la m oneda, que se vuelve a e n co n trar en Roma, tenía como arm a decisiva la capacidad de la ciudad de requisar los m etales preciosos detentados p o r los particulares pagándoles un precio que fijaba soberanam ente. Una pa rte de la requisa no e ra acu ñ ad a sino íran sio n n a d a en tesoro público. El resto del tesoro e ra alim en tad o p o r la fiscahdad y los dones al estado; la reinyecciórv de los tesoros en los circuitos m onetarios provenía de los gastos suntuarios del estado y de los gastos m ilitares. EJ pago en m oneda de los'soldados fue, p or cierto, el canal más im p o rta n te p o r el cual inícialm ente las sustancias alim enticias fueron transform adas en m ercancías ”, ibid., p. 222. 39 |ack W eatherford, La historia del dinero, p. 70. 40 Cfr Ibtd., p p . 70-71.

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15. TRAGEDIAS Y OSTRACISMO

E

l correlato cultural del periodo poshom érico nos los ofre­ cen las tragedias. En el análisis de Alasdair Maclntyre sobre las obras de Sófocles resalta el hecho de que no ofrecen solución a los conflictos elem entales. La intervención de un dios en la tragedia a m enudo implica la revelación de una incoherencia entre las reglas y el vocabulario moral; Las formas y pretensiones del clan, aunque no idénticas en el siglo v ateniense a lo que fueron en siglos anteriores, substancialmente perviven. Pero los valores hom éricos ya no definen el horizonte moral, del m ism o m odo que la estirpe o el parentesco son ahora parte de una unidad mayor: la polis . Ya no hay reyes, aunque muchas de las virtudes de la realeza sigan siendo estimadas. El desacuerdo moral en los siglos v y ív a.C. brota de que un conjunto de virtudes se contraponga a otro y de que coexisten concepciones rivales de una m ism a virtud,1 Jacques Attali vincula las tragedias y los concursos musicales con los ritos sacrificiales. De hecho, durante “las Targedias de Atenas, consagradas a A polo hacia el m es de mayo” se incluye el rito de los “Farmacoi (chivos expiatorios), de las procesiones y de los concursos m usicales”^ En L a violencia y lo sagrado s y L a ruta antigua de los hombres per­ versos4 Rene Girard analiza las tragedias. Se trata de historias en las que aparecen ilustradas la crisis sacrificial, la indiferenciación,

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Alm a Im e ld a fgfesüi* G onzález * Jorge Federico M á i y u n M u ñ o z * Pablo A rm a jid t j G o n zá te i U llm A o va rte

el mimetismo conflictivo y su resolución. La víctima propiciatoria ofrece una catarsis. Por ejemplo, Edipo rey. Todo comienza cuando una plaga infecta a Tebas. Se trata de una imagen simbólica que anuncia la expansión de la violencia y el caos. Edipo se lanza a la búsqueda del individuo que, según el oráculo, es culpable de la plaga y al mismo tiem po de malar al rey I.ayo. Según Girard, realidad Edipo emprende la búsqueda del chivo expiatorio. Sin embargo, a medida que avanza en su cacería, quien com ienza a ser visto com o culpable es el propio Edipo, quien, según la comunidad, posee “señales” de culpabilidad. La pérdida de diferencia queda ilustrada cuando el rey La­ yo, el profeta Tiresias y el cuñado de Edipo, Creóm e, creyeron poder aplacar la violencia y term inaron siendo sus víctimas. Los tres culparon a Edipo de haber desatado la ira, y éste, a la vez, los culpó a ellos. Se creó una relación de “dobles violentos” y ninguno de ellos respetó el status del otro. Cuando Edipo es juzgado, aunque el lector sabe que aquél es culpable, la com unidad no presenta testim onios en su contra y se le term ina acusando con base en una serie de señales: es rey, cojo, extranjero, llegó a Tebas en circunstancias inusuales y derrotó a la Esfinge. Todo ello parece acentuar la idea de la arbitrariedad de la elección de la víctima propiciatoria; sin em ­ bargo, Edipo es culpable de regicidio y parricidio por matar a Layo, y de incesto por acostarse con Yocasta. Sus crím enes son contra la cultura. Al final, el propio Edipo, contagiado por el deseo de la m ul­ titud, acepta su culpabilidad y se vuelve partícipe de la violencia unánim e en su contra. Nadie, ni siquiera el público, se resiste a imitar el deseo de la masa. La cuestión del chivo expiatorio que ha dejado de ser un m aldito para convertirse en un redentor queda ilustrada en Edipo en Colono. Al inicio de la obra, Edipo es aún desdichado y contam inado, pero al final, Tebas y Colono se pelean por el cuerpo del “héroe” Hay pues, cierta continuidad entre el sacrificio ritual y su correlato, el mito, con el.chivo expiatorio de la tragedia: 234

SOCIEDAD, VIOLENCIA Y PODER • TOMO 1

Si nuestra tesis es exacta, es fácil explicar que el pkarmakos, al igual que el propio Edipo, tuviera una doble connotación; por una parte, se le ve un personaje lamentable, despreciable y hasta culpable; aparece condenado a todo ripo de chanzas, de insultos, y claro está, de violencias; se le rodea, por otra parle, de una vene­ ración casi religiosa; desempeña el papel principal de una especie de culto. Esta dualidad refleja la metamorfosis de una víctima ritual, a continuación de la víctima originaria, debiera ser ei ins­ trumento; debe atraer sobre su cabeza toda la violencia maléfica para transformarla, mediante su muerte, en violencia benéfica, en paz y en fecundidad (.„), Tampoco hay que asombrarse de que la palabra pkarmakos, en griego clásico, signifique a un tiempo, el veneno y su antídoto, el mal y el remedio y, finalmente, toda sustancia capaz de ejercer una acción muy favorable o muy des­ favorable» según los casos, las circunstancias, las dosis utilizadas; el pkarmakos es la droga mágica o farmacéutica ambigua, cuya manipulación deben dejar los hombres normales a los que gozan de conocimientos excepcionales y no muy naturales, sacerdotes, magos, chamanes, médicos, etc.5 De cualquier manera Girard considera que existe una diferencia fundam ental entre el mito y la tragedia. En el primero, nadie duda de la culpabilidad del inm olado, y en la segunda, queda la duda. En cierta forma, la tragedia es una crítica del mito. Pero el autor va más allá y considera que la tragedia también desve­ la al rito. En Las Bacantes, de Eurípides, una fiesta que com ienza com o la celebración idílica de una tebana se convierte en una “pesadilla sangrienta” en la que una mujer delirante ataca lo m ism o a los hombres que a las bestias mientras los ciudadanos sucum ben ante la locura. La dionisiaca elim inación de las dis­ tinciones do género y edad, circunscrita en una liberación ar­ m ónica, degenera en una forma virulenta de indiferenciacíón. Incluso la distinción entre hum anos y dioses queda borrada y la com unidad elige inm olar a su rey, Penteo, atribuyendo a Dionisio dicha elección*

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A l m a Im eU la Ig le s ia s G o n z á k z 9 J o r g e F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U U oa A g v i r r e

La clave de las tragedias griegas es la duda que, aunque al final queda borrada, al-m enos aparece durante el desarrollo de la historia. Las tragedias aparecen en un m om ento de revo­ luciones sociales, cuando las jerarquías son derribadas no sólo por las guerras con el enem igo externo, sino también, por la lucha al interior de \& polis. El personaje trágico tiene un punto de vista diferente al de la com unidad. A esta algunos autores le han llam ado conciencia. Al tiem po que los teatros presentaban las tragedias se im­ ponía también el ostracismo. Se trataba de una institución característica de la dem ocracia ateniense establecida cuando los tiranos fueron expulsados de Atenas en el 520 a.C., es un invento p oco sofisticado en donde u n a mayoría de votos enviar a una persona al exilio por diez años siem pre que se alcancen seis m il votos.6

El nom bre del individuo a ser expulsado era escrito en una os traka> un pedazo de olla o una ostra. El ostracism o servía pars evitar que regresaran los tiranos y era una m anera de pelear entre las facciones políticas que se atentar al ju e g o dem ocrático; era u n a parte esencial de la maquinaria dem ocrática, casi inventado idealm ente para canalizar la envidia pues la dejaba expresarse legítim am ente y no traía consecuencia: devastadoras para la víctima: sólo diez años de ex ilio sin pérdida de propiedades ni de ciudadanía.7

El sacrificio es a la religión lo que el ostracismo es a la dem ocra cia. Aunque la democracia ateniense es una sociedad de clases, e ostracism o nos recuerda el sistema primitivo, pues trata de evi tar que el líder acum ule un poder excesivo para m antener e igualitarism o. El ostracismo apareció cuando se fue el últim o tirano y st abrió el cam po a la lucha de los clanes aristocráticos para con

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SOCJKDAD, VIOLENCIA Y PODER * TOMO 1

quistarel poder. “Clístenes, que había organizado, con la ayuda del oráculo de Delfos y del rey de Esparta, la caída de la tiranía \ fue derrotado por Iságoras en las elecciones para el Arcontado. El m olesto perdedor organizó un golpe de estado e impuso "el principio de la soberanía del pueblo. El arcontc conservaba la prerrogativa de ser el epármnt}'* El rey conservó la dirección de las fiestas y los sacrificios, a la vez que resolvía las impugnaciones referentes a los sacerdocios hereditarios. El polemarca, perdió las atribuciones militares pero mantuvo la organización de cier­ tos cultos. Había pues, una división de poderes, derivada claro eslá, más de la impotencia de los grupos de poder por controlar mayores ámbitos que por una convicción democrática. Cíístenes sobrepuso, al calendario tradicional, uno político. “El calendario laico organiza también un extraño ritual para regenerar el orden, mediante el sistema de señalar regularm en­ te un chivo expiatorio laico, el ostrakím\ El ostracismo com enzó en el año 487 a.C. y term inó en 417 á.C., es decir, cuando des­ apareció la dem ocracia.9 A pesar del triunfo de Esparta sobre Atenas la lucha de la cuna contra la fortuna se resolvió en favor de la segunda. Lo atestiguan la victoria del dinero y el comercio sobre la econom ía de autoconsumo; de los hoplitas sobre los guerreros heroicos; del racionalismo -sob re todo para hacer la guerra y administrar el estado- sobre la religión tradicional; de la extensión del voto y la reorganización de la polis en dem os en lugar de en tribus. En térm inos w eberianos la G recia clásica fue el prim er m om ento en el cual la dom inación tradicional abrió paso a la dom inación legal-r ación al. Pero el patrimonialismo del m odelo tradicional no cejó y reapareció con el dom inio rnacedonio, que intentó resacralizar el poder, es decir, desciudadanizar a los helenos y convertirlos en habitantes de satrapías. En Roma, la ciudadanización convivió, de m anera problemática, con el patrim onialism o de los patricios, los reyes, los cónsules, los em peradores y los generales.

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A t m a J m e ld a I g le s ia s G o n z á le z * jo r g e F ed e rico Aiá r tp ie z M u ñ o z * P a b lo A r m a n / l o G o n z á lc ¿ V l h a A g u ir r e

Notas 1 Cfr. A lasdair M aclntyre, Tras la virtud, trad. Am elia Valcárcel C rítica, Barcelona, 1987 (Ia ed. e n inglés, 1981), p. 171. 2 Jacques Attali, Historias dvl tiempo, p. 44. 3 Cfr. René G irard, La violencia y lo sagrado, pp. 70 y ss. * Cfr. René Girad, La ruta antigua de los hvmbres perversos, trad. Francisco Díe 2 del C orral, B arcelona, A nag ram a, 1989 (1* ed. e n francés, 1985), pp. 47-56 y 133-143. J' René G irard, La violenta y lo sagrado, p. 103. & F eter W alcot, Envy and the greek.s, p. 53. ’ Jo rg e M árquez, Envidia y política en la antigua Grecia, cap. 3.5. * D aba su nom bre al año» regulaba el calendario, org an izab a las fiestas de Délos y de Asclepios. 9 Cfr. |a rq u es Attali, Historias del tiempo, pp. 44-45.

16. LA GUERRA ES TODO

T I

a guerra del Peloponeso term inó ron la hegem onía atenien se pero los espartanos no lograron establecer un J L J d o m m io sólido. Nada pudo reconciliar a los estados de la hélade, ni siquiera las intervenciones de los persas en los asuntos griegos, ni la invasión de los bárbaros m acedonios.1 Peor aún, durante siglo rv a.C. las polis y las poleis siguieron luchando para ganar posiciones, cam biando de alianzas de un m odo cada vez más arbitrario y recurriendo a la ayuda persa con un espíritu egoísta. Entre el año 395 y el 387 a-C, Atenas y sus aliados de la liga ática se unieron a Persia contra los lacedem onios, que habían defendido a las poleis jonias. Una flota conjunta destruyó a la espartana en la batalla de Cnido. Pero el renacim iento del p o ­ der ateniense asustó a los persas y m andaron ayuda a Esparta. De nuevo cambiaron las alianzas y los griegos reconocieron la soberanía aquem éndia en Asia Menor. Esparta continuó con sus intentos de proseguir la guerra. Pero Tebas derrotó a los laconios en Leuctra (371) y M antinea (362).2 En la segunda de estas baLallas Epaminondas cayó y dejó sin jefatura a Tebas, que estaba experim entando una nueva táctica de combate y que pos­ teriorm ente copiaron los m acedonios. En Grecia, M acedonia com enzaba a adquirir la hegem onía. Aunque despreciados por los helenos los m acedonios no eran

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A l m a Im e ld a Ig le s ia s C o n i x d t i * jo r g ? ied é ru za M á r q u e z M u ñ o z m P a b lo A r m a n d o G o n z á le z t>Uuu A g u a r e

del todo bárbaros, sino hombres de las marcas que usaban los m étodos y armas de la civilización griega con algunas mejoras .á Filipo, adm irador de Epam inondas,4reorganizó el ejército m a­ ce don io para reforzar su potencia al concentrarla en un punto de Jas líneas enem igas, para entrar en ellas y matar a placer.5 Era una m ilicia similar a las falanges griegas pero más apta para la ofensiva, más veloz y que daba mayor relevancia a la caballería,6 pero que descuidaba algunos aspectos defensivos.7 No obstante, en donde era más notoria la diferencia entre el m odo griego de hacer la guerra y el m acedonio, fue en su concepto mismo: m ientras para los griegos era una justa honorable, rodeada de protocolos, ritos y lím ites,18 para los m accdonios la guerra era total. El m om ento en el cual más se nota esta diferencia es el trato que unos y otros daban a los ejércitos vencidos: los pri­ m eros sim plem ente los dejaban ir, m ientras los segundos, los perseguían para aniquilarlos.9 En la guerra de 355 a 346 a.C., derrotó a los atenienses y logró la hegem onía en la anfictionía nororiental. En el año 339 a.C. Atenas y Tebas declararon la guerra a la liga anfictiótica y se enfrentaron a Filipo en Q ueronea. Pade­ cieron una terrible derrota. Un año más tarde, el m acedonio convocó un concilio de todos los estados griegos y éstos, con excepción de Esparta, le aceptaron com o soberano y se avinieron a unirse a M acedón ia en una cam paña para expulsar a los persas d e Grecia dirigiendo una ex p ed ició n a Asia M enor.10

En el 336 a.C. Filipo fue asesinado cuando su hijo acababa de cum plir veinte años. Tras pasar dos décadas creando el ejército que había pacificado Grecia, el padre de Alejandro, Filipo II» fu e destripado por Pausanías, aristócratajoven, parásito y resentido, quizá a consecuencia d e un desengaño hom osexual, pero es más probable que siguiendo

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SOCIEDAD, VÍOI.ENCIA Y PODER ♦ TOMO 1

órdenes del propio Alejandro y de su madre, Olimpia, que querían asegurar la sucesión del joven príncipe."

El nuevo emperador era un guerrero vanidoso, criado por su ambiciosa madre, para convertirse en héroe. Siendo muy peque­ ño era “casi fem enino”, pero O lim pia y sus tutores lo educaron para ser un Aquiles o un Hércules, capaz de deshacer el nudo gordiano. El resultado: un joven en extrem o agresivo.12 Alejandro M agno asumió el reto de la cruzada contra los per­ sas con mayor energía que su padre.13En el año 334 llegó a Persia con el propósito de derrocar al emperador Darío III. Los medos “se había adueñado de las tierras de los anteriores imperios de Oriente Medio y contenía dentro de sus fronteras a Mesopotamia, Egipto, Siria y Asia Menor con las colonias griegas”.'4 Por otra parte, Alejandro llevaba consigo cincuenta mil hombres,15 una cifra enorm e respecto a las tropas que se habían enfrentado durante la guerra del Peloponeso,16El conquistador realizó tres campañas en Persia y llegó incluso a la India. Su principal objetivo, la Persia aquem énida, había extendido exce­ sivam ente su poder y era vulnerable a un ataque en la periferia, y más cuando, para enfrentarse a los feroces com batientes d e la fa­ lange y de la caballería acorazada de Alejandro tenía que depender en térm inos generales de tropas que pertenecían cultural m ente a la tradición del O riente M edio de eludir el com bate cuerpo a cuerpo, luchando tras una cortina de proyectiles y confiando en los obstáculos para im pedir el avance del en em ig o .17

D esde el principio de sus cam pañas en Persia Alejandro sum ó victorias decisivas en el río G ránico,1* Isos19 y G augam ela,20 con lo cual fue m erm ando la capacidad de resistencia de su enem igo, para finalm ente acabar con él. El ejército m acedonio persiguió al em perador persa, hasta encontrarlo, diez m eses más tarde, recién asesinado por sus propios cortesanos.

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Alm a Jmeida Igk.xiax G&nzátez * Jorge Federico M árquez M uñoz mPabln Armando González VUou Aguirie

La empresa de Alejandro parecía no tener límites. Se le pro­ clam ó “faraón de Egipto y rey de Babilonia”, y asum ió también wcl título de em perador de los persas”. C om enzó entonces a ha­ cerse llamar rey de Asia. En Grecia, donde acababa de aplastar la sublevación de los espartanos y atenienses, la liga confirm ó su nom bram iento com o “soberano único y vitalicio”. Mucho se ha discutido el sentido de la divinización de Ale­ jandro. Los griegos no creían que los hombres fueran dioses. Amy Chua, considera que se trataba, primero, de una estrategia de tolerancia religiosa para ganar la confianza de los recién conquistados y después, de una piedad honesta.31 Pero, para los historiadores de la guerra, al igual que los contem poráneos he­ lenos del conquistador, era propaganda mezclada con locura.*2 U na tercera hipótesis: sí, se trataba de una estrategia, pero no sólo para ganar el favor de sus nuevos subditos, sino para crear una lejanía simbólica con sus cortesanos y sus generales. Quizás la respuesta sea una m ezcla de todos estos elem entos. Acerca del impacto de la “orientalización” de Alejandro sabe­ mos más. Sus generales no lo aprobaban, se sentían humillados por tener que postrarse ante su otrora Igual.23 Los griegos, aún aquellos que se habían unido a su ejército, tenían, desde antes de la cam paña en Asia, bastantes motivos para odiar al macedonio:*1la violenta campaña en tierras helenas fue brutal; los griegos lo veían com o un tramposo que pretendía compartir sus valores dem ocráticos -convocaba a asambleas cuando le convenía-,25 pero en realidad sólo quería utilizarlos para sus sangrientas campañas m ilitares.26 En fin, a la lista de agravios, con la supuesta divinización de Alejandro, se agregaba otro. C om enzaron las conspiraciones, que rindieron fruto al morir el emperador: los diadocos m ataron a toda su fam ilia y se repartieron las conquistas por las que ellos mismos habían luchado. El im pacto de la divinización del m acedonio, para él mis­ mo, fue también desastroso. Inundado de hubris com enzó las campañas militares más ruinosas, para cuya logística su ejército

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SOCIEDAD, VIOT ENCIA Y PODER * TOMO 1

no estaba bien preparado. “Su prolongado deam bular bélico por Asia central y el norte de la India fue la persecución de una quim era”. Al terminar una batalla “surgía otro enem igo, hasta que su ejército, cansado del exilio, le obligó a regresar a la patria”27 Alejandro se convirtió en la principal am enaza no sólo para sus enem igos,28 sino para todo aquél que se atravesara en su cam ino29 y aún para su propio ejército.'10 Alejandro M agno unió las ventajas de los jinetes indoarios, de la falange hoplita y la astucia de Epaminondas. Si bien fue el más eficaz de los ejércitos de su época, por m ucho superior al de los persas» no los pudo superar en sus m étodos de gobierno, aunque mejoró la recaudación e intentó centralizar el poder. Pero era una tendencia no del todo congruente con sus políti­ cas, pues al tiem po que deseaba más poder distributivo, am plío el poder colectivo difuso de los m ercados.31 De nueva cuenta recurrió a la cooperación obligatoria y a los otros tres m étodos imperiales tradicionales cuando fue necesario. No m odificó eri nada el gobierno de Darío IIL Las satrapías fueron las mismas, sólo que ahora, los gobernadores eran generales m acedonios. El gobierno de los m acedonios implicó cierta helenización de oriente y orientaUzación de los helenos; es una mezcla sim boli­ zada con el m atrimonio masivo de diez m il griegos con mujeres persas.32 Alejandro se proclamó “rey divino” y aunque hubo cierta resistencia, en general los griegos prefirieron pensar que se trataba de una estrategia propagandística, molesta, pero que rendía sus frutos.33 Asimismo, ofreció la igualdad formal a los persas, para que vivieran com o Jos griegos.34 De todas formas, el im perio de Alejandro y los pequeños im perios de sus suce­ sores, tenían m enos legitim idad que sus antecesores debido a sus excesivos saqueos35 y al hecho de que m uchos pensaran que se trataba de un usurpador. Para los griegos, los m acedonios habían traicionado todo en Jo que creían. Para los otrora súb­ ditos de Darío, eran sim plemente otros extranjeros que habían llegado a gobernarlos, con la diferencia de que eran más brutales y hacían más guerras que sus antiguos amos.*6

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A l m a i m e l d a ig le s ia s G o n z á le z 9 J o r g e F ederico M á r q u e z M u rU ri 9 P a b lo A r m a n d o G o n z á le z ¡'¿U k í A g w r * *

Alejandro conquistó com o griego pero gobernó com o persa, aunque con una mayor dosis de brutalidad. En ese sentido, no superó los m étodos de control de la violencia ni de organiza­ ción de los aquem énidas. Peor aún fueron sus sucesores. Para los diádocos la prioridad era resolver quién sería el sucesor de Alejandro. El m accdonío dejó tras de sí “una serie de estados satélites superficialm ente helenizados que sus generales gobernaron a partir de su m uerte en Babilonia el 323 a.C ” Eran conquistas “inseguras y sus gobernantes se enzarzaron en mutuos enfrenta­ m ientos y durante el siglo siguiente la mayoría de ellos relajaron su helenism o y retornaron al espíritu indígena”.37 Los lugartenientes convirtieron sus satrapías en dom inios independientes y com enzó de nuevo la guerra.3*Después de d é­ cadas de lucha, en el 281 a.C+?quedaron establecidos tres reinos: M acedonia, gobernada por la dinastía antigónida; Asia Menor, por los seleúcidas; y Egipto, por los ptolom eos. Todos hacían la guerra com o griegos, aunque con algunas variaciones.39 Estas dinastías hablaban griego y se jactaban de su racionalismo. Las masas en cambio, m antenían sus costumbres. La distancia entre la clase gobernante y el pueblo, fue nuevam ente inmensa. El m odelo de la polis parecía entonces superada. Los griegos ahora estaba influidos por Persia. N otas 1 “A rtajeijes, el persa, atacó alg u n as colonias dorias y esío provocó que Agesilao d e sc u id a ra A leñas p ara lu ch ar en co n tra d e sus antiguos aliados. Esto fue e n el año 380 a.C, Isócrates p e n só q u e la p o stu ra de los persas había vuelto a crea r u n am biente am igable en tre los griegos. Al e n co n trar u n enem igo com ún volverían a unirse. Sin em bargo, Isócrates falló en sus suposiciones; in ten tó llevar a cabo u n proyecto de un ió n en tre E sparta y Atenas p a ra c o m b a tirá los persas, p e ro fracasó "J o rg e M árquez, Envidia y política, 10.1. 2 E n L euctra, las fuerzas del general teba.no Epam inonando.s eran seis m il contra, once m il espartanos, “p e ro cuad ru p licó la potencia del ala izquierda y, d isim ulando la deb ilid ad de la d erecha, efectuó con aquélla u n a carga; los espartanos, esp e ra n d o que la batalla .se desarrollase conform e al esquem a norm al del ch o q u e d e falanges,

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SOCIEDAD,VlOl.fcNCIAYPODF.R • TOMO 1

no reforzaron a tiem po la sección m ás am enazada y se d esb a n d aro n con grandes bajas p ara ellos y muy pocas p ara los tebanos. A p esar de esta advertencia, volvieron a ser so rprendidos d e igual m odo en M antinea nueve años m ás larde". Jo h n K cegan, Historia fa la guerra, p. 315. * “¿Era griego A lejandro? L ingüísticam ente, no. (...). El problem a con M acedonia n o era su áspe ro y m ayormen te i ncoiuprensible 1c nguaj e.ym i icho m enos las c u est iones ríe raza, el problem a e ra su cultura. Más en concreto, al n o rte d e la fro n tera griega con Tesalia, 110 existían verdaderas ciudades-estado, sino pueblos y aldeas d o n d e vivían los pobres y g ran d es pro p ied ad es donde hab itab an los ricos, dedicados gen eralm en te a la cría de caballos. T odos ellos estaban dom in ad o s p o r u n conglom erado de reyezuelos belieoso.se insignificantes {...). Filipo unificó aquellos feudos en u n verdadero reino y llevó a M acedón ía a los artistas, filósofos y hom bres de ciencia helenos, subvencionan­ do su talen to con un b o lín y u n o ro robados. Miles de artesan o s y científicos griegos c o n tratad o s a co m p añ a ro n a A lejandro y a sus m acedonios al este a fin de ase g u ra r su sup erio rid ad tecnológica y organizativa sobre los ejércitos aq uem enidas” Victor Davis H anson, Matanza y culturas p. 102, 4 “Filipo fue u n jo v en huésped de Tebas (369-368 a.C.) d u ra n te la época d e a p o ­ geo de] brillan te general teb an o E pam inondas El p ad re de A lejandro ad o p tó la falange, y ro n ella la tradición d e las grandes un id ad es de in fan tería , el asalto frontal decisivo, la disciplina e n la form ación v el inicio de las m aniobras tácticas. De G recia, Filipo abrazó la Lradición racionalista y la investigación científica desinteresada e in d ep e n d ie n te d e la religión y eí poder, sólo así p u d o c o n stru ir m áquinas d e asedio y catapultas de torsión. De G recia, ad o p tó la tradición de 3.a iniciativa, individual u n id a a u n a férrea disciplina m ilitar que p o n ía m ás énfasis en la solid arid ad del g ru p o que en el nú m ero de enem igos m uertos. De ese m odo fue capar: d e reclu tar y fo rm ar a m uchos lalangistas llenos de espíritu y capaces d e carg ar a u n a or den suya co n tra un m u ro erizado de p u n tas de lanza”, Ibid,, p. 108. ■' “Poco después de la destrucción do Tebas y de los estados griegos p o r A lejandro, éste, que a la sazón contaba veintiún anos, in au g u ró la plan ead a invasión persa de su p a d re con u n a victoria c u el río G iánico, cerca del H elespom o (334 a.C.). En su p ri­ m er y feroz ataq u e en el G rám co, A lejandro estableció u n a p au ta en la q u e podem os d istin g u ir u n a secuencia d e sucesos q u e coincide con lo acaecido en Lsos (338 a.C ), G augam ela (331 a.C.) e H idaspes (326 a,C), sus tres g ra n d es triunfos posteriores: brillante adaptación a u n terre n o con frecuencia desfavo rabie (libró rodas sus batallas en lugares escogidos p o r sus adversa ríos); jefa ti ira que se distin g u ía p o r d a r ejem plo de valentía al fren te de la C aballería d e C om pañeros (lo que con frecuencia estuvo a p u n to de costarle la vida); asom brosos ataques de caballería concen trad o s sobre un solo p u n to d e la línea enem iga; jin e tes que desde la re ta g u a rd ia del enem igo, que contem plaba la acción con p erplejidad, em pujaban a éste co n tra las picas d e la falan­ ge, y persecución d e las fuerzas enem igas en el cam po d e batalla, lo q u e reflejaba la d e te rm in a ció n del rey no sólo p o r d e rro ta r, sino tam bién por elim in ar a los ejércitos hostiles. E n todo m om ento, lo p rim ordial era e n c o n tra r al enem igo, c a rg a r contra él y aniq u ilarlo en u n a b atalla cam pal. L a victoria, d e ese m odo, no se d e ca n ta b a del lado del ejército m ás num eroso, sino de aquel que p o d ía m an te n er la form ación y q u e b rar al enem igo com o u n to d o cohesionado. A lejandro n u n ca lideró u n ejercito su p erio r a los 50,000 efectivos, u n h ech o que se debió m ás a la necesidad q u e al deseo: p a ra m an te n er la paz, se vio obligado a dejar en G recia al m enos a 40,000 m acedonios. En sus prim eras batallas (como en G ránico

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A l m a h n e l d a Ig U sia s G o n z Á le z 9 J o r g e F u U r ic o M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n zá lrz. U U o a A g m r tr

e Isos) b ah ía m ás griegos luch an d o e n su c o n tra que a su lado. Puesto que tam bién necesitaba guarn icio n es y fuerzas del o rd en para a se g u ra r sus conquistas, lo ex trañ o , d a d o que M acedonia contaba con reservas de recursos hu m an o s muy lim itadas, es que llegara a co n tar siquiera con u n ejército (...). I'ara A lejan d ro (...) el tam a ñ o del ejército adversario im p o rtab a poco* y es que su táctica consistía en co n cen trarse e n u n peq u eñ o segm ento d e la línea enem iga m ien tras los viejos m ariscales de su p ad re m an te n ía n ocu p ad o al enem igo e n otras parres. Las reservas co n trib u ían a a se g u ra r q u e el enem igo 110 so rp re n d iera p o r la retag u ard ia. En com bate, A lejandro se ded icab a a esperar, b u scar u n a brocha y e n ­ viar a su c u ñ a de jin e te s y p iqueros p ara aplastar al enem igo. La carga de estas tropas provocaba escalofríos de pánico e n los m iles d e súbditos im periales, m ucho m enos disciplinados. ¿Q uién de en tre los soldados enem igos, cu an d o e n tre sí d iferían en el habla y las costum bres, sería el p rim e ro en m an te n er la posición y m o rir fren te a los enloquecidos tu acedo n ios sólo p a ra que otros m iem bros del ejército del G ran Rey p u d ie ra n sum arse a su sacrificio y ro d e a r a A lejandro? ' Ibtd., pp. 101-102. b U tilizada con g ra n precisión y energía, “la nueva falange m acedonia asestaba un golpe definitivo u n a vez que el objetivo había sido divisado y se hacia vulnerable gracias al trabajo de la caballería y d e las un id ad es auxiliares. C om o un m artillo, las cargas d é la caballería m acedonia se concentraban sobre un p u n to prefijado d e la línea enem iga, irru m p ía n p o r la brecha y, iras m aniobrar, aplastaban la espalda del enem igo co n tra el pesado yunque erizado de p u n tas de lanza de la falange. Esta coordinación en tre infantería y caballería dio paso a u n a e tap a en te ram e n te nueva en la historia de la d o c trin a bélica occidental y fue id ead a p a ra hacer irrelevante la superioridad num érica del enem igo. Las batallas de Filipo n o fueron enorm es choques f rontales en tre falanges, sino ofensivas dignas de u n N apoleón concentradas sobre un punto en p a rticu la r que a la hora d e ser explotadas p o d ía n destru ir al enem igo y acabar con su m oral" Ibid., p. 90. ’ “El eq u ip o y las tácticas de la falange m acedonia no diferían radicalm ente de los que em pleaban los lanceros hoplitas tradicionales de las ciudades-estado griegas, si bien los falangistas eran m ercenarios escogidos e n tre los más altos y más fuertM reclutas de Filipo. La falange m acedonia m antuvo la lanza, que se alargó -si la griega m edía dos m etros y m edio, la m acedonia p o d ía alcan zar cinco o seis—y rem ató con u n a p u n ta de h ie rro m ás pesada y u n a trasera de bronce m ás recia y acabada e n form a cónica. La lanza prim itiva se tran sfo rm ó en u n a verdadera pica -p e sa b a casi siete kilos, (...) seis veces más que la vieja lanza h o p lita -, de m o d o q u e e ra n necesarias am bas m anos para m anejarla. Los falangistas sostenían sus sarissaia dos m etros de la p u n ta trasera p a ra que sobresalieran cu atro m etro s p o r d elante, lo que concedía a los m acedonios un alcance de (...) dos y m edio o tres m etros m ás que el ho p lita tradicional. FJ viejo escudo red o n d o d e u n m etro de d iám e tro fue sustituido p o r u n disco m etálico más peq u eñ o que colgaba del cuello o d e u n hom bro; la s grebas, los pesados petos de bro n ce y el yelm o hoplitas tam bién fueron sustituidos p o r protecciones de m e r o o se a b an d o n a ro n definitivam ente. C on el cam bio se conseguía q u e las c u a tro o cinco prim eras hileras d e la falange, y no sólo las tres prim eras, asom asen las picas, con lo que se g an ab a el 40% d e a rm as a p u n ta n d o al enem igo. U n fren te tan erizado g a r a n t i z a b a u n g rad o desconocido d e p o d e r ofensivo, adem ás de u n a g ra n protección defensiva a las prim eras hileras de falangistas. Desde un p u n to d e vista ideológico, los grandes escudos d e los hoplitas griegos tradicionales, sus pesados petos y cascos, y sus lanza* d e longitud m oderada reflejaban

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SO CIEDA D , V IO LE N C IA Y PODKR • T O M O I

los viejos valores cívicos y delensivos d e los hombre.s de la milicia d r u n a ciudad-estado libre, algo com pletam ente opuesto a la m entalidad de los falangistas m aeeílóuios, agre­ sivos y poco protegidos, que basaban su m anera de com batir en el m anejo de la pica. 1-os m accdonios, adem ás, e ra n profesionales y desarraigados, hom bres sin polis y con li^cuenci;isin granja propia, que optaron p o r añ ad ir más de dos m etros a la lanza hoplita a costa de reducir en dos tercios el escudo que los protegía: se optaba antes p o r el avance y p o r m atar al enem igo que p o r la protección personal y p o r m an ten er la posición. A esta laJangede duros y profesionales compañeras, de api* (pezelairoi), Filipo añadió la Caballería de C om pañeros (k e t.a h n i), un cuerpo de élite de jinete* patricios, con pesadas arm aduras y m onturas muy resistentes. En la cultura de las ciudades-estado del su r de Grecia la cría de caballos siem pre se había m irado con suspicacia. D edicarse a ella era utilizar de m odo ineficaz u n suelo escaso y privilegiar a u n a élite que a m enudo prefería la autocracia. Por lo dem ás, el caballo era de poco valor frente a un m uro de lanceras. No o cu rría lo mismo en M acedonia, u n a sociedad d o n d e había dos y no tres clases, amos y siervos, y una Tierra extensa com o la de Tesalia. D ebem os recordar, adem ás, que la Caballería de Com pañeros acabaría finalm ente com batiendo contra soldados de infantería orientales, equipados con lanzas y a rm ad u ras m ás ligeras que las occidentales. Ju n to a la falange, el cen tro de la lín e a m acedonia estaba o cupado p o r o tra u n i­ dad d e in fan tería con a rm a d u ras m ás pesadas y lanzas m ás cortas: los portaescudos o hipaspistas (...que) eran las prim eras tropas do in fan tería que seguían la ofensiva inicial de la C aballería de C om pañeros, y p ro p o rcio n a b an (...) u n a conexión viial en tre el ataque de los jin e te s y el avance, inm ediatam ente posterior, d e la falange. Las u n id a ­ des de in fan tería ligera profesional com puestas p o r arqueros, ho n d ero s y jabalineros Lambién form aban pa rte de este cu erp o de ejército com binado, e ncargándose tam o del bom b ard eo p re lim in a r com o del crucial apoyo d e reserva". Ibid., pp. 06-97. ñ (.'lavo está, todo esLo desaparecía cu an d o se tratab a de luchar conLra los persas. 5 “Las m ilicias de las polis griegas estaban sujetas a un conjunto de norm as esta­ blecidas con consecuencias políticas y culturales m ás allá del cam po de batalla: las batallas libradas p o r el acuerdo de am bas p artes p o d ían decidir guerras enteras ia d u so cu an d o el potencial bélico del p e rd e d o r no qu ed ab a agotado con la d erro ta. C om o ya hem os visto, Filipo puso fin a las batallas b oplitas com o form a a rb itra ría de resolución de conflictos. E ntre tanto, aprovechó el descubrim iento griego d e la batalla de ch o q u e p rotagonizada p o r la in fan tería y lo aplicó a u n nuevo concepto occidental, el de g u e rra total". V ictor Davis í íanson. Matanza y cultura, p. 116. Ibid., p. 316. u Ibid., p. 96, 1■ Cfr. A ni y C hua, Day of empirtt, p» 23. “Filipo (...) n o tenía n in g ú n interés e n el m ilitarism o cívico, el control civil sobre su ejército o la lib ertad política de sus soldados (...). No le interesaba el bagaje políuco y social de las frágiles y balbucientes ciudades-estado. A lejandro heredó la m ism a desconfianza de su padre, a la q u e éste añ ad ió un brillan te concepto propagandístico: Ja G ran Idea de u n a cru zad a panheléniea co n tra Pcreia (...) que haría p ag ar a los A quem énidas el incendio de la Acrópolis ateniense, vengar la esclavización de [oiüh y u n siglo de introm isión en los asuntos de Grr.dvt, y, al m ism o tiem po, la p ro p u esta de saquear las arcas persas de sus tesoros p ara e n riq u e ce rlo s Balcanes m ás allá de lo que podía alean ¿ arla im aginación y d a r fo rm a a la unificación de todos los pueblos de habla griega,creando, p o r fin» un auténtico sentim iento nacional, u n a nación en arm as. Kilipo

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A l m o im e l d a I g le s ia s G o n z á le z * jorge, F e d e n c o M á r q u e z M u n c ii “ P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U llo a A g u i ñ e

sabía que sólo d e este m odo p o d ía dejar u n a G re d a segura, a re ta g u ard ia m ientras se dirig ía a la conquista del O riente. C iertam ente, siem pre habría patrio tas y agitadores, com o D em óstenes c H ipérides, capaces de in trig a r t inq u ietar a la población, siem pre existirían hoplitas griegos que lx>com b atirían en Asia, gracias a la m agnífica paga que ofrecía el G ra n Rey. Bajo u n a falsa l iga de Corinto, Filipo a firm aría que m ataba por Grecia, no p o r propio interés. E n la p rim e ra cru zad a eu ro p ea Filipo ofreció a Grecia, sum ida en luchas fratricidas, los vínculos de u n ió n necesarios p ara saquear u n O riente despótico p e ro u n id o ”, Victor Davis H anson, Matanza y cultura* p. 104. )4J o h n .Keegan, Historia de la guerra, p. 316. l> “Incluía In ertes regim ientos d e caballería con anim ales criados en las praderas allende las m o n ta ñ a s m acedónicas; la fuerza de choque d e ésta, los C om pañeros, era d e jin c tc s (todavía sin estrib o sy eo n sillas de m o n ta r rudim entarias) con coraza, lanza y espada; el núcleo principal lo com p o n ían u n a s falanges de soldados con la tradicio­ nal a n d a d u ra griega pero provistos d e u n a lanza m ás larga, la j-sntta, lo que perm itía una form ación doble e n fondo a la anterio r; las un id ad es estaban form adas a p a rtir de u n a e stru ctu ra tribal pero, lo q u e es m ás im p o rta n te , al con tin g en te m acedonio lo anim aba un p ro fu n d o esp íritu nacional, pues A lejandro h ab ía logrado in culcar en tre ios griegos u n sentim iento patrió tico común". Ibid., p. 31 *7. E sp arta apenas reu n ió diez mil. 17/tó rf ..p ,K l. ]9 La batalla del Gráníco, en 334 a.C,, fue u n en cu en tro p re lim in a r en el cual Ale­ jandro estuvo “a la cabeza d e la caballería (.,.): bus un combate de caballería efectuado como si se tniUiw de líneas de infantería; los caballos prm/maban unos contra otros (...) intentando romper la primera linea persa y obligarlos a ir hacia terreno llano* y les persas Iratundo d? cerrarles elpasoy rechazarlos hacia elrío. A lejandro eligió el p u n to de ataque al ver com o los persas buscaban protección detrás de la orilla del n o , clara evidencia de su am edrenram icntov a la vez curiosa rem iniscencia de las primitivas tácticas, elusivas de supervivencia ( . . 1 -a im paciencia de los griegos de A lejandro p o r la lucha cu erp o a cu erp o le obligo a cargar sobre el p u n to en el que las fuerzas persas parecían m ás fuertes, u n riesgo que resultó (...) justificado al a b rir brecha en el; la falange de griegos m ercenarios de segunda línea inm ovilizada de pánico ante la inesp erad a catástrofe, fue rodeada y destrozada. A lejandro (...) acababa d e d em o strar que la falange griega, com binada con caballería acorazada, podía llevaría g u erra al territo rio persa y ganarla”, ibid,, p. 318. 19 En Isos, en 333 a.C,, A lejandro “reforzó la m ism a estrategia. C on u n a irfferioridad num érica de tres a u n o (...), A lejandro volvió a a tacar co n tra el sector m ás fuerte, eligiéndolo p o rq u e en algunas p artes los persas h ab ían con stru id o em palizadas p o r lo que el estado Mayor d e A lejandro intuyó que D arío no e ra un h o m b re anim oso; cru zan d o a to d a velocidad la zona que cu b rían los proyectiles del enem igo, sin de ja r­ se in tim id a r p o r la (...) b a rre ra de flechas lanzadas p o r los arcos com puestos de los persas, dirigió (...) ia caballería sobre el flanco en q u e se hallab a Darío, m ientras en el cen tro su falange chocó y fue d e te n id a p o r su equivalente de m ercenarios griegos; p e ro tras obligar a D arío a e m p re n d er la h u id a, volvió la caballería co n tra el flanco de la in fan tería enem iga, p a ra destrozarlo y erigirse con la victoria”. Ibid., p. 318. 20 A lejandro volvió a d e rro ta r a D arío M e1 1 de octu b re del 331 a.C. e n G augam ela (...). Los m acedonios se h a lla b an en aquel m o m en to en lo que se su p o n ía e ra el lím ite de su ra d io de acción logístico, tras alejarse (...) de la flota q u e los apoyaba al cru7ar el É ufrates p a ra in te rn a rse e n M esopotam ia; y D arío calculó q u e sí p o d ía contener

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SOCIEDAD, VIOLENCIA Y PODER • J OMO l

a A lejandro desde u n a posición de fuerza, sería posible vencerle (...). Se apostó muy bien e n G augam ela, lim p iando u n a zona próxim a a un afluente del Tigris e n un área de unos veinte kilóm etros cu ad rad o s p a ra que sus c a rra s (...) con ruedas provistas de cuchillas tuvieran sitio p ara m an io b rar y trazan d o en ella tres avenidas para, la carga los chinos tam bién p re p a ra b a n así el cam po de batalla); su ejército contaba no sólo con carro s (...) sino con contingentes de vein ticu atro nacionalidades d istintas de súbditos i> de m ercenario.'., en tre los que se en co n trab a n algunos griegos, jin etes esciias de la estepa, soldados de caballería in d ia y h asta u n g ru p o de elefantes. Igual que en el G ránico y en Isos7 los persas su p erab an e n nú m ero al ejercito m acedonio {...). La victoria p arecía aseg u rad a y h a b ría sido suya si A lejandro no hubiese burlado el ju e g o exp ectan te de D arío, p a ra efectuar a continuación un golpe íácdco innovador. Retrasó c u atro días la e n tra d a en com bate, dejan d o a los persas inm ovili/.ados en sus posiciones, y c u a n d o p o r fin lanzó el ataq u e desplegó sus tropas igual que Diario, la cab allería en los flancos y la in fan tería e n el centro; poro, con u n a im aginativa ad aptación de la táctica de E pam inondas en L cuctra, la dirigió an te la ató n ita p ri­ m era línea d e los persas c o n tra su ílanco izquierdo; esto sorp ren d ió a los persas y su c o n tra ata q u e se re tra só cu an d o ya los m acedonios h a b ía n e n tra d o e n contacto y, al decidirse a cargar» A lejandro ya estaba encim a con su caballería d e los C om pañeros, abalan zándose sobre la b re ch a ab ierta y causando pavor en las tropas de D arío, quien (...) em p ren d ió u n a larga h u id a con el m acedonio a la 7.aga”. ibid., pp. 318-319. '2Í CJr. Amv («hua, O ay o f empire, p. 26. “D espués rie la b a ta lla del río G ránico, la p rim era que l ibró en suelo asiático, A le­ ja n d ro d edicó diversas estatuas a los C om pañeros caídos, visitó a los heridos y exim ió a las fam ilias de los m uertos del pago de im puestos. A hora, tres años después, A lejandro se estaba convirtiervdo cu u n m onarca d e clase m uy distinta. Cada ve/ contem plaba a sus oficiales con m ayores recelos y p ro n to com enzaría a alistar m ercenarios persas en su ejército. C autivado p o r la pom pa y a rro g a n c ia d e los teó cratas d e O riente, era uti m egalóm ano que ansiaba algo m ás que el saqueo y destrucción de las satrapías occidentales del Im p erio persa. Su p a ran o ia lo llevaría a m atar al hombix* que lo había ayudado a c rea r su ejército, a alguien que, años atrás, h abía qu itad o de en m edio a los aristócratas que se o p o n ían a su ascensión al tro n o , a la m ism a p erso n a que le había enseñado a m a n te n e r a raya, d e n tro y fuera del cam p o de batalla, a los rebeldes príncipes de las tierras bajas de M acedonia, al m ism o soldado q u e en G augam ela, una vez m ás, m an te n d ría con firm eza su posición, salvando a su ejército. U na de las grandes ironías del últim o p e río d o de dom in io m ilitar de A lejandro fue su sistem ática destrucción de los com andantes que habían facilitado sus grandes victorias, u n a purga calculada que sólo llevó a cabo después d e q u e aquellos ve te ranos h ubieron aseg u rad o la destrucción del ejército aquem énida. Sin em bargo, p a ra el fin de P arm enión, que. m urió a p u ñ alad o a m anos de unos cortesanos de A lejandro en K ebatana, capital de una lejana provincia p e rsa - u n a vez m uerto, lancearon su cu erp o , lo d eca p ita ro n y enviaron la c ab e ra al rey m acedorúo, que se en co n trab a e n o tro rincón de su im p e rio -, todavía q u e d ab a n once meses*. V íctor Davis Flanson, Matanza y cultura, pp. 83-84. ** “Incluso los m ercenarios no ciu d ad an o s se disgustaron con el creciente o rie n ta ­ lismo de A lejandro y su deplorable im posición de la protkynesis, es decir, la costum bre de que un h o m b re libre se inclinase an te él, to can d o el suelo con la fren te, com o si el rey m acedonio fuese un dios viviente”. Jbiá.t p. 104,

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Alm a h n d d a iglesias Ooftuíinz * jorga tzdm r.a M árqw z M uñoz * P atío Arm ando ConzáUz IJllaa Agturrr

?4 Prueba de ello el h echo de que “d u ra n te los prim ero s cu atro anos fie invasión (334-SSl a.C.)» m iles d e griegos se dirig iero n a Persia p a ra lu ch ar corara A lejandro, el libertador, y que casi n in g ú n p ersa luchó a su lado”. Ibid., p. 101. “Antes de la batalla de Gaugaro el a, A lejandro recordó a sus m ercenarios que, pese a todo, eran hom bres libres”. Pero las falanges d e A lejandro, to m o los m ercenarios que fo rm aro n p a rte de la expedición d e los Diez Mil, gozaron de u n a lib ertad lim itada, pues la celebración de asam bleas e ra "ú n icam en te cu an d o a A lejandro le convenía'. Q uizás lo m ás grave p a ra los griegos que seguían a Alejandro» fuera, la inversión de la culpa. P a ra los griego?» los responsables principales de los errores, e ra n los líderes políticos y los generales, hilos servían de chivo expiatorio si las cosas salían nial. Este es quizás el rasgo m ás b ru tal pero tam bién definitorio d e la dem ocracia clásica. Para A lejandro, la cuestión e ra al revés. Los chivos expiatorios eran sus subor­ dinados, él p arecía n u n ca ten e r n in g u n a responsabilidad p o r los yerros, sólo recibía honores y prem ios p o r las victor ias. “'I ras salir del desierto de Gedrosia* A lejandro inició siete días de in in te rru m ­ pida b o rrac h e ra que cu lm in aro n en u n a serie de nuevos decretos de ejecución. Los generales O le an d ro y Sitalces, y m ás tard e A gatón y H eracón y seiscientos de sus soldados fueron asesinados sin ju icio legal ni previo aviso. Al parecer, eran culpables de m al c o m p o rtam ien to o insubordinación, Pero probablem ente fueron ejecutados a causa de su colaboración en el asesinato» por o rd en del p ro p io A lejandro, del p o p u lar P arm en ión, un e rro r que h ab ía causado g ra n m alestar en tre los veteranos y requería algún tipo de cerem onial público de expiación. A lejan d ro diezm o lite ralm e n te u n c u e rp o de ejército de 6,000 hom bres, (a prim e ra evidencia clara en Jos ejércitos» occidentales de esa práctica de h acer fo rm ar un a u n id ad y m atar a uno de c ad a diez soldados. El rey m acedonio había in troducido en O ccidente, tom ándolas del O rien te y del sur, dos ideas gemelas: la costum bre de castigar a u n a u n id a d diezm ándola y la crucifixión", ibid., pp. 104 y 111. UA diferencia d e lo que o c u rría en las ciudades-estado griegas, en el ejército m a­ cedonio no ex istíala costum bre del m an d o co m partido p o r un consejo de generales, y tam poco había controles civiles, ni ostracism o p o r votación ojuicios que supervisaran la actuación del ejército y de su rey» A lejandro, com o m o n arca absoluto, reaccionaba a las sospechas de deslealtad con sentencias de m uerte. T oda u n a generación de n o ­ bles niacedonio.s fue ejecutada p o r el rey al que servían. Los asesinatos del m onarca au m e n ta ro n con la p a ra n o ia y dem encia de los últim os años, y con la constatación de que, tras el d e rru m b e del ejército real a q u em én id a y el exterm in io o esclavización de los peligrosos m ercenarios griegos, ya n o necesitaba sus servicios*4. Ibid., p. 110. 77 Jo h n K eegan, Historia d f la guerra, p. 320. íft í .a revolucionaria práctica de A lejandro, “de persecución y destrucción total del enem igo d e rro ta d o g aran tizab a u n a can tid ad d e bajas tras cada batalla in im aginable tan sólo algunas décadas antes. En el G ránico (mayo de 334 a.C ), A lejandro destr uyó por com pleto el ejército persa y, después de cercarlos, m ató a ca si todos los m ercenarios griegos; sólo se libraron de la m u erte ‘¿.,000 que envió a M acedonia to m o esclavos. A lejandro ex term in aría a en tre lS^OOy 18,000 griegos cuando la batalla ya estaba decidida. A lejandro m ató a m ás helenos en u n solo día que los ruedos en las batallas de M aratón, las T erm opilas, Salam ina y Platea ju n ta s. E n el G ránico cayeron tam bién cerca d e 20,000 persas, m ás que en n in g u n a o tra batalla terre stre de ios b oplitas en

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ios dos siglos anteriores. El G ránico d em o stró dos cosas: q u e A lejandro m ataría rom o n in g ú n o tro d é lo s occidentales que lo habían precedido, a fin de conseguir mis fines políticos, y que so vería obligado a e lim in a r a m iles d e griegos, que p o r codicia o principios deseab an lu ch a r co n tra él y al servicio del rey persa. Al año siguiente, e n Isos (333 a.C.), batalla que tam bién libró frente al gran ejército de D arío n i, las bajas alcan zaro n m agnitudes desconocidas en c u alq u ier e n fre n tam ien to previo e n el que se h u b iera visto involucrado u n ejército griego o m acedonio. Cayeron otros 20,000 m ercenarios griegos y en tre 50,000 y 100,000 reclutas persas, u u reto form idable desde un p u n to d e vista espacial y tém pora]: m atar a más de Trescientos hom bres p o r m in in o d u ra n te o ch o horas. El exterm in io alcanzaba nuevas cotas, evidenciando en qu é p o d ía convertirse Va g u e rra cu an d o se re cu rría a la batalla de choque p a ra a n iq u ilar al enem igo e n lu g ar d e p a ra solventar disputas fronterizas. La falange m acedonia se em pleaba m enos p a ra expulsar a las tropas enem igas del cam po de b atalla que p a ra a n iquilarlas p o r la re ta g u a rd ia d u ra n te horas después de q u e la b a ta lla v a estuviera decidida. Después de Gaugamela» en la ba.ta.lla de! río H idaspés (326 a.C/), su cu arta y d e ­ finitiva victoria sobre el p rín cip e indio Poro, A lejandro m ató a a lre d e d o r d e 20,000 soldados enem igos. (...) En el curso d e tan sólo ocho anos A lejandro M agno acabó con la vida de m ás de 200,000 hom bres únicam ente en b atallas decisivas. A cam bio, no p erdió más que a algunos centenares de m acedonios. Sólo los m ercenarios hopütas griegos con quienes se topó en el G ránico y e n Isos ie causaron verdaderos problem as; sin em bargo, cu an d o se vieron superados en nú m ero y rodeados, estuvieron a punto de ser aniquilados; su m an d o am bas batallas, cayeron cerca de 40,000, los suficientes para g a ran tiz a r que en G augam ela apenas qu ed ase a lg ú n griego en el ejercito de Darío, batalla y en la subsiguiente m u erte de civiles d u ra n te los anos de pacificación”. V íctor Davis Flanson, Matanza y cultura, p. 106. w “E ntre aquellas batallan form ales, A lejandro tam bién atacó buen num ero de. ciu­ dades persas y griegas, con lo que se ponía de m anifiesto la verdad de que la d o c trin a m ilitar occidental no se lim itaba ya a la técnica de desplegar a la infantería en la batalla, sino a una ideología consistente en un b ru tal asalto frontal co n tra cu alq u ier obstáculo que se interp u siera en su cam ino. A lejandro cap tu ró y esclavizó sistem áticam ente a casi rodas las ciudades que en co n tró a su paso, em pezando p o r Asia M enor para seguir p o r la costa siria y las satrapías orientales d e Persia, y te rm in a r con la m atanza de las com unidades indias del Punjab. La.s fuentes clásicas nos dicen poco acerca del nú m ero preciso d e hom bres caídos en la cap tu ra de Mileto (33-1), H alicam aso (334), Sagalasus ($33)* Pisidia (333), Celene (333), Soli (333), la m asacre de los b ranquidas (320), las diversas fortalezas del Sir D aria (329), la plaza fu erte de Ariama7.es (328), las ciudades indias de M assaga (327), Aorno (327) y Sangala (32f>). La m ayoría de estas pla­ zas eran mayores que Tebas, el p rim er asedio de A lejandro, d o n d e 6,000 griegos fueron masac rados en las cal les. A rriano sugiere que en la conquista d e las ciudades p u n jabíes .situadas en torno a Sindima.na m u rie ro n 80,000 personas y que en Sangala cayeron 17,000 y otras 70,000 fueron capturadas. Un cálculo conservador p u e d e establecer la cifra de residentes urbanos m uertos en tre los años 334 y 324 a.C. en un c u a rto de m illón de personas, la m ayoría do ellos defensores civiles que hab itab an en localidades .situadas en el cam ino de A lejandro hacia el este. 1-as m atanzas m ejor d o c u m e n tad a s son las d e las ciudades fenicias de T iro y Gaza, Tras varios meses d e heroica defensa, T iro cayó el 29 de ju lio del añ o 332 a.C. N a hay datos exactos que nos digan cuántos cayeron en la defensa de la ciudad, pero

A lm a

G o iiz á te z * j o r g e F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z 9 P o b ló A f i n a n d o G o n z á le z U tlo a A g u m e

en el caos del úHímo d ía de su existencia fueron aniquilados en tre 7,000 y 8,000 de sus habitantes. Dos mi) supervivientes varones fu ero n crucificados; h ab ía que d a r una lección sobre la futilidad de ofrecer cu alquier tipo de resistencia. E ntre 20,000 y 80,000 m ujeres y niños fu ero n esclavizados. T iro, com o le había sucedido antes aT ebas, dejó de existir com o com unidad. A continuación le llegó la h o ra a Gaza, tam bién situada e n la costa siria, pero algo m ás al sui. i ras un asedio de dos m eses, A lejandro dejó que sus tropas asesinasen a los hab itan tes d e la ciudad a voluntad. Todos los varones sirios fueron exterm inados. Fallecieron cerca d e 10,000 árabes y persas. I.os m illares do m ujeres y niños cap tu rad o s fu ero n vendidos com o esclavos. A lejandro ató a Batis, p e rfo ró sus Jobillos, le puso u n a s correas y lo a rra stró p o r toda la ciudad, com o hacía A quiles, hasta que expiró (.. .) D u ra n te la mayor pa rte de la d écad a que pasó e n Asia, A lejandro fue incapaz de a tra er a sus enem igos a u n a b atalla cam pal, d e m odo que llevó la b atalla hacia ellos, m archando hacia el e slee n m ed io d e la oscuridad, incendiando aldeas sistem áticam en­ te, asesinando a los dirigentes locales y a rra sa n d o plazas f uerLes en sucias g u erras de represalia en las que las tradiciones bélicas de los nóm adas orientales -escaram uzas, em boscadas y ataques fu lm in a n te s y rá p id o s - causaron estragos e n su ejército. O rie n te n u n ca h a b ía p a d ec id o n ad a sem ejante al ejército d e A lejandro, que ofrecía a sus enem igos la posibilidad d e o p ta r e n tre la sum isión o la m uerte y tenía la voluntad y el p o d er de co n seg u ir am bas cosas. N in g u n a de aquellas tribus ten ía la m ás m ínim a o p o rtu n id a d de v encerá los m acedonios en u n a batalla cam pal. Su única o p o rtu n id a d se cifraba e n lib rar g u e rra s esporádicas e n terren o m ontañoso, con la esperanza no de d e rro ta r a Alejandro» sino de d e te n e r y fru stra r sus progresos'1. Ibid., pp. 107-108. 50 “M uchos m acedonios y nativos m u rie ro n ci> la desgraciada travesía del desierto de G edrosia a finales del verano de 325 a*C, u n viaje que tra n sc u rrió a lo largo de la costa septentrional del océano Índico, desde el d elta del In d o hasta el golfo Pérsico, l.as fuentes clásicas ofrecen escabrosos relatos de los padecim ientos y m uerte de m u­ chos de los que realizaron aquella m archa de sesenta días a través d e 730 kilóm etros. A lejandro inició el viaje con u n ejército de al m enos SO,000 com batientes, a los que seguían un nu m ero so contingente d e m ujeres y niños. (...) Innum erables bajas a consecuencia de la sed, el cansancioy las enferm edades, y m encionan un ra stro d e decenas de m iles d e m uertos. En tres m eses, A lejandro fue responsable de m ás m uertes en tre sus propias tropas, que los persas tras u n a d écada de enfren tam ien to s, I.a verd ad era am eua/.a p a ra los falangistas m acedonios no era un ren eg ad o in d io o persa, sirio su propio y crim inal com andanie". Ibid., p. 110 M C on A lejandro M agno “en vez de la decadencia que h a b ría cabido esperar, se produjo en realidad un resu rg ir del an tig u o p u erto de com ercio casi en su form a clásica. D u ran te m ucho tiem po, el p u e rto d e com ercio, con su adm inistración neu tral de las transacciones e n tre m uchos pueblos extran jero s, d em o stró ser in dispensa­ ble. Para c a n a liz ar el com ercio del O rien te que ten ía que cru zar el o céan o índico y el m ar Rojo, C leóm encs de N aucratis recibió de A lejandro M agno el encargo de p la n e a r u n a ciu d ad e n el p u n to de enerada a O ccidente. F,1 resultado fue el p u erto de com ercio p o r excelencia, A lejandría. Su razón de ser e ra la n eutralidad. A unque situada e n territo rio egipcio y erig id a bajo u n gobierno griego, ni los egipcios ni los m isinos griegos la controlaban, fcstaba c o n stru id a fuera d e la fro n tera adm inistrativa de la satrapía egipcia, y su a u tonom ía resu ltaría indestructible. La n e u tra lid a d se g arantizaba a se n ta n d o allí a g ra n d es cantidades de ju d ío s y egipcios p ara red u cir la

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p reponderancia de los griegos. La seg u rid ad del com ercio bajo la a u to rid ad m unicipal se g arantizaba hacien d o que las transacciones se ju ra ra n an te el a lta r d e H efestion, el am igo d esaliado de A lejandro, El g ra n rey que dedicaba su genio a estos detalles h ab ía ord en ad o que se erig ieran dos tem plos * H efestion y que todos los docum entos de negocios invocaran la sanción del dios protector. A lejandría fue el m odelo al q u e se ciñ ero n en la época helenística, m uchos otros p u erto s de com ercio, ta n to e n la costa fenicia com o en G recia o Asía M enor. Los p u e r­ tos de com ercio ten ía n a h o ra un rango p ro p io n o form alizado. T iro, Biblos y Sidón gozaban de la m ism a independencia que las ciudades griegas de la costa, p e ro no así las poleis griegas del interio r de B abilonia. Así, los im perios transcontinentales d e la época helenística, lejos de devaluar el concepto de p u e rto de com ercio, lo fortalecieron y renovaron. Pero había superado el rechazo de la costa que había caracterizad o al m u n d o antiguo, y se ap roxim aba el m om ento en que se habr ía de crea r e n ei M edite­ rrá n e o occidental, en torno a Roma, u n a constelación com pletam ente nueva de p o d er con respecto a la costa y el c o n tin e n te ” R obert Reveré, Tierra de nadie* p. 107. MT.,a relación de A lejandro con el helenism o, con la. propia c u ltu ra occidental, es paradójica. N ingún hom bre hizo m ás que él p o r d ifu n d ir el arte, la literatu ra, la filosofía, la ciencia, la a rq u ite c tu ra y la d o c trin a m ilitar de la c u ltu ra h elénica más allá de las fronteras de la G recia co ntinental, p e ro tam poco nadie hizo m ás que el y que Filipo, su padre, p o r d e stru ir trescientos años de libertad e independencia que los propios griegos disfru tab an en el in te rio r d e G recia, A lejandro reu n ió m ás soldados d e habla griega p ara m atar a soldados no griegos que n in g ú n o tro heleno d e la histo­ ria, p e ro causó la m u erte de m ás griegos en Q u ero n ea, Tebas. el G ránico e Isos que n in g ú n o tro g eneral griego de la historia. Su p rim e ra intención e ra ro b ar y saquear a u n a clep to craciaaq u em en id ay a caduca. AI m ism o tiem po, liberó el tributo acum ulado du ran te siglos y con la acuñación de nueva m oneda alim entó un renacim iento cu ltu ral in im aginable biijo dom inio persa, puesto que m iles de especuladores, ingenieros y artesanos itin e ran tes griegos lo acom pañaron a Pcraia. A lejandróse dirigió al O riente, dijo, p ara d ifu n d ir el helenism o, p e ro lo cierto es q u e nin g ú n filósofo, san tó n o rey hizo m ás por o n e n ta liz a r a los griegos q u e él. A lejandro debilitó las ciudades-estado griegas seculares a fin d e ab razar la teocracia asiática, dejan d o com o legado la p rác­ tica helénica, de tres siglos de la A ntigüedad, de u n rey dios plutocrático acom odado y aislado de sus súbditos e n una capital im p e rial”. VicLor Davis H a m o n , Matanza y cultura, p. 104, M “Se escuchaba decir a los conquistados: los otros dioses se han retirado, o no puedén oímos, ni se preocupan por nosotros, o no existen, pero tú estás aqití,_no estás tallado ¿n madera ni piedra, pero eres real y a ti Alejandro te rezamos (...). A unque de dudosa sinceridad, u n a nueva actividad cobró vida: la veneración ofrecida a reyes y em peradores. La p rim era clara insistencia sobre este tem a fue el culto que se le rin d ió a A lejandro M agno. V enerar a los gob ern an tes e ra novedoso para los griegos (,,,). Existen m uchos otros ejem plos de reyes helenos divinizados. Incluso, e n to rn o a A lejandro M agno corrió la versión de q u e e ra hijo de u n faraón. La divinización del e m p e rad o r fue vista con desconfianza p o r los griegos, quienes h acía m ucho tiem po habían im puesto com o ideal político la isonomiay no creían en las diferencias radicales. Las distinciones de rangos h abían perd id o pUmsihilidad. M ientras las g u e rra s civiles m o straro n q u e los pobres p o d ían im p o n e r un gobierno a su antojo, las luchas entre

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A l m a I m e l d a Ig le s ia s G o n z á le z * jo r g e Federico M á r q u e z M u ñ o z 9 P a b lo A r m a n d o G o n z á le z l i l l a a A g u i m

las ciudades e n se ñ aro n que cualquiera p o d ía convenirse en esclavo de la n o ch e a la m añ an a El e m p e rad o r fue erigido com o u n dios, P eter G reen ha m o strad o que el culto a la persona del conquistador, aun siendo u n a práctica h ipócrita, tuvo m ucha im portancia. Al p o seer Jos atributos sagrados, el e m p e rad o r no podía ni debía ser envidiado. La distancia creada e n tre él y sus súbditos, au n q u e no siem pre c onsiderada legítim a, fue respetada. Los m ilitares que lo acom pañaban qui¿á n o lo creían, p e ro lo aceptaban sin em bargo, ante su calidad m ilitar y d e g o b ern an te. Si A lejandro no poseía mi halo divino y si n ad ie creía que fuera hijo de un faraón, al m enos contaba con el apoyo de un g ra n ejército que había som etido al m u n d o griego, cansado de las guerras. H artos de un cosmos e n d o n d e rein ab a la envidia - y supuestam ente la isononna-, fingieron ver en A lejandro un dios y en los dem ás u n igual -homoios-*. Jo rg e M árquez, Política y m vidia en la antigua Grecia, cap. 10.3. M *Es bien conocida la escena, c u a n d o en un ban q u ete en Opis, A lejandro rezó p or la u n ió n de los corazones (homoncia) y la com u n id ad do m acedonios y persas. Así, q uedaba establecida - a l m enos idealm ente—la hom ogeneización de los hom bres; ya no se tratab a del viejo isas qxie d o tab a d e e q u id a d e n las polis. I a isanomia sólo podía re in a r entre los iguales p o r iniciación, p e ro en un im perio tan vasto com o el m ace­ donio, todos eran iguales p o r d e cre to ”, Itlern. “¿Qué propósito ten ían tan tas m uertes? D esconocem os los deseos de A lejandro, au n q u e la pacificación del nuevo im perio a p a rtir de las ru in as del régim en aquem énida es la explicación m ás probable a su co n tin u a d a expedición de rapiña por las r i m a s de Asia. Unas veces, los m acedonios m atab an d u ra n te el viaje, otras, en el cuartel general. (...) C u an d o consiguió som eter Persépolis, la capital persa, A lejandro p e rm itió que sus m acedonios se to m aran u n d ía de asueto p a ra dedicarse al saqueo y lo.s asesinatos gratuitos. En su frenesí, los m acedonios incluso saqueaban las casas de la gente hum ilde. Se llevaron a las m ujeres y vendieron com o esclavo a rodo el que sobrevivió a aquel día de azarosa m atanza. Plutarco señala que los m acedonios tam ­ bién acabaron con la vida d e m uchos prisioneros. C u rd o Rufo a ñ ad e que m uchos re­ sidentes p referían saltar de los m uros con sus esposas e hijos o q u em ar sus propias casas y fam ilias a ser destripados en las calles (...). Tras un respiro de algunos meses, los m acedonios se llevaron todo el tesoro im pe­ rial (...) y q u e m a ro n el palacio real en una orgía de alcohol y desenfreno. Es probable que los fuegos se p ro p a g ara n m ás allá del palacio y que d u ra n te u n tiem po d ejaran la capital inhabitable. (.. .) El inm enso b o tín reunido, 120,000 talem os según la m ayoría de ellas, un tesoro m aterial q u e req u irió p a ra su tran sp o rte de 10,000 pares de ínulas y 5,000 cam ellos, p e ro lio h ab lan del coste en vidas hum anas. Si Perscpolis e ra la capital de u n im perio de m illones de personas y ten ía cientos de m iles d e habitantes, m uchos m illares m u riero n d u ra n te Ja m atanza inicial, la esclavización subsiguiente y las d e portaciones y dispersión definitivas”. Victor Davis H anson, Matanza y cultura, p.I09“El hecho de que A lejandro rechazase el gobierno constitucional, el m ilitarism o cívico y la autonom ía m unicipal tuvo la segura consecuencia de que sus conquistas nunca dieron lugar a u n a civilización helénica estable e n Asia, o, ni siquiera, a la lib ertad en la propia Grecia, sino a los reinos d e los diádocos (323-31 a.C), que hered aro n tina m en­ talidad sim ilar a la suya. D urante tres siglos, diversos teócratas m acedonios, epirotas, selem idas, tolom eos y atálidas g obernarían, lucharían, saquearían y vivirían con gran esplendor y con el b arn iz helénico que les conferían las élites y los profesionales griegos

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SOCIEDAD. VIO! ENCIA Y PODER • TOMO I

que pululaban por Jas cortes asiáticas y africanas, aJ m enos h asta que todas ellas fueron som etidas p o r las legiones de la República rom ana. Esta, a diferencia de los griegos del período helénico, com binaría verdaderam ente las ideas de !a política griega, el m ilita­ rism o cívico y la batalla decisiva p ara forjar un ejercito en o rm e y letal com puesto por ciudadanos con derecho a voto cuyo gobierno creaba el ejército y no al revés”. B ajólas dinastías helénicas que siguieron a A lejandro, “la m ilicia d e ciudadanos dejó paso a los m ercenarios y la g u e rra consum ió presupuestos y m ano do obra en ca ntidades astronóm icas. La lib e rtad de m ercados, la investigación en tecnología m ilitar y la m ejora de la logíctica se com binaron p a ra c re a r unos ejércitos occidentales inim a­ ginables algunas décadas antes. La idea o riental d e u n rey divinizado se convirtió en norm a en los estados de los diádocos. con sus acostum bradas m egalom anía, opresión y m uertes gratuitas, que iodos asociam os con las teocracias", Ibid., pp. 105 y 112. Jo h n K eegan, Historia de la guerra, p. 320. v “Al m o rir A lejandro y hasta la o cupación ro m an a, el im perio pasó a m anos de los diádocos: adm inistradores y generales q u e h abían sido com pañeros del e m p e rad o r y que se dividieron su im perio a nom bre de su fam ilia, a u n q u e ésta fue asesinada por D asandro, el reg en te de Pella, la capital del im perio. Lo.s diádocos pelearon entro si. H ubo luchas sangrientas e n las q u e in tervinieron las falanges, los elefantes y las caba­ llerías. Si h abía u n triu n fa d o r tra ta b a con afecto a ios vencidos; les dejaba e n libertad y los colm aba de presentes. El vencedor buscaba que ios d e rro ta d o s lo vieran como el d ig n o sucesor de A lejandro. Los diádocos fu n d a b an ciudades con su nom bre, com o lo había h echo el em perador, y a veces con el nom bre d e sus esposas ( .. .). T ras la m uerte del g ra n caudillo m acedonio, las jerarq u ías .sociales se debilitaron; los d iádocos se creían , c a d a u n o p o r su cu en ta, h e re d e ro s legítim os del im perio. H abía en tre ellos un pro b lem a d e legitim idad: cada d iádoco tenía que convencer a sus subditos de ser el verdadero hered ero , de se r u n a d e id a d '.J o rg e M árquez, Política y envidia en la antigua Grecia, cap. 10.3, iy “En Jas décadas posteriores a la m u erte de A lejandro, los diádocos recibieron (. .) críticas por a b a n d o n a r el dom in io del rey en la co o rd in ació n de la in fan tería y de la caballería en favor, sim plem ente, de la cantidad. Las picas se p ro lo n g aro n hasta ro n d a r los siete m etros y au m en tó el uso de los elefantes y la artillería de torsión en d e trim en to de la caballería e x p erim e n tad a y especializada. En defensa d e capitanes com o Ann'gono, Seleuco, K um enes y 'lblom eo, hay que d e cir que no se e n fren tab an a los persas, sino a otros ejercí ton griegos y m acedonios co n tra ios cuales las cargas de caballería h a b ría n re su lta d o ineíicaces. P ara dividir a u n a falange de piqueros en una batalla decisiva h acían falla elefantes u otra falange. En consecuencia, no es ver­ d ad que los diádocos o lv idaran la m ovilidad y sapiencia d e A lejandro e n las batallas dom in ad as p o r la caballería, es m ucho m ás probable que, en las nuevas g u e rra s que e n fre n tab a n a ejércitos d e piqueros griegos y m acedonios liderados p o r veteranos eu ro p eo s que h a b ría n sido capaces de atem o rizar a los jinetes de A lejandro, las co n ­ siderasen irrelevantes.” Víctor Davís H a n so n , Matanza y cultura, p. 99.

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17. EL ASCENSO DE ROMA

UE1 poder de la casa de M acedonia en el país de origen y en la propia Grecia fue derrocado por un pueblo insignificante en la época de Alejandro: los rom anos” Su religión giraba en torno a Marte “el dios latino más auténtico {...) quien antes de convertirse en la divinidad de la guerra fue una deidad rural”.1 Los romanos se definían por su relación con el suelo y la gu e­ rra y según M ichael Mann el im perio rom ano llegó a ser un conquistador tan eficiente com o la logística de las sociedades agrarias lo permite. Su poder derivaba de dos fuentes; la cooperación obligatoria m aximizada con la econom ía legionaria; y la influencia cultural de la clase alta romana, que asim iló a las elites conquistadas y ejerció un dom inio horizontal que a la vez convenía a las pro­ vincias, debido al increm ento del poder colectivo. Los griegos y los fenicios surgieron com o marcas entre los labradores de la edad de hierro y las civilizaciones del M edi­ terráneo Oriental. Esto m ism o ocurrió en Italia, en donde los etruscos,3 hacia el 600 a.C. ya habían fundado las primeras ciudades-estado. Una de ellas fue Rom a.3 D esde el inicio contó con escritura, m oneda acuñada y hoplitas, A 1 igual que los griegos los itálicos pelearon entre sí por te­ rritorios y por honor. Los romanos vencieron sobre sus vecinos por su situación geográfica4y porque contaban con un ejército 257

A l m a I m e i d c fg U s ia s G o n z á le z * j o r g e M é r i t o M á r q u e z M u ñ o z • P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U lltia A g u ir r p

hoplita* mejorado en tecnología6, tácticas y organización»7y una caballería para terreno abierto que se articulaban de m anera flexible.8 En cuanto a la estructura social romana encontram os siem ­ pre tensiones entre: el poder patriarcal9 y la com unidad políti­ ca10; las relaciones oficiales con la ciudadanía y el clienteli.smo1*; y los elem entos de la estructura política, es decir, el senado12 y el pueblo.13 Las guerras defensivas primero y de conquistas después, m odificaron constantem ente las relaciones entre los estratos /11 La romana era una sociedad de clases, graduadas de acuer­ do a sus obligaciones respecto al servicio niiliLar. En la punta de la pirám ide estaban los assidui,15 la clase ecuestre que a la vez se subdividía por la riqueza que daba al estado;1* y los proletarii , que aportaban sólo su persona y la de sus hijos a la milicia. En tanto fue aum entando la importancia del ejército la es­ tructura política del imperio fue modificada. Cada centuria tenía derecho a voto en la asamblea popular, la comida ceníunata , en donde se otorgaba el voto incluso a los pobres. Era un sistema político que clasificaba y com binaba lo m ism o la estructura económ ica que la militar. Al inicio, la stasis ocupó un lugar más im portante en Roma que en Grecia, pues las clases eran simétricas y extensivas. De cualquier m anera el clientelism o, la política y la m ilicia intro­ ducían elem entos horizontales que diluían el conflicto interno. En la medida que el im perio militarizaba a la sociedad, la lucha de clases se fue desvaneciendo. El m ilitarism o rom ano fue producto de la tensión creativa entre la com unidad étnica -q u e reconoce a los patricios por encim a de to d o s- y la estratificación social —que tiene que dar un papel im portante a los pobres para que luchen por su ciu­ d ad -, que fom entaba la evolución sim ultánea de la infantería pesada17y de la caballería. Apareció también la lucha de clases en e) seno del ejército: los patricios adm itieron a los plebeyos ricos en la caballería18 y los agricultores hicieron la primera

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SOCHÍDAP, VIOLKNCIAYPODER • TOMO 1

huelga militar porque querían participar en el gobierno y las decisiones m ilitares.19 Pero gradualm ente la stasis desapareció por el predom inio de la organización militar sobre las diferen­ cias de clase,^ Más aun, la organización del ejército profesional, que se nu­ tría de muertos de hambre, con las victorias y el tiempo dio a.sus hombres un orgullo especial. Los legionarios tenían una ética propia; “el deseo de gozar de la buena opinión de los compañeros, la satisfacción por las señas (...) simbólicas del éxito profesional, la esperanza de ascenso y la expectativa de un redro adecuado y honorable” 21 Durante la época de la república la política exterior de Ro­ ma estaba concentrada en desmantelar a las fuerzas hostiles a su a l r e d e d o r .“Roma se anexionaba poco a poco territorio y lo consolidaba Los ciudadanos ocupaban la tierra volun­ tariamente, y no eran súbditos desplazados desde su lugar fie origen en castigo por falta de lealtad” 23 En la m edida en que Roma triunfaba el perím etro de sus dom inios crecía. El éxito inicial se debía a las reformas milita­ res que creaban una organización bélica destructiva, basada en la profcsionalización de la milicia;34 sus triunfos también se debían a que los dem ás estados no tenían identidad nacional sino una estructura social dom inada por la clase. Además, sus rivales, lejos de convivir en una tensión creativa, vivían bajo una am biente de od io y traición, aún en m om entos de guerra. Los pueblos conquistados solían obtener del imperio, a cambio de sus tributos y obediencia, un trato flexible25 y constructivo.26 Para el 272 a.C. Roma había logrado el dom inio sobre el sur de Italia27 y lo gobernaba com o una federación flexible, alfabe­ tizada, censada y obediente de las leyes constitucionales, Pero hasta aquí seguía siendo igual que los estados del Mediterr áneo OrienLal, especialm ente, a las polis griegas. Fueron las guerras contra los cartaginenses las que establecieron la división entre los hijos de las viejas potencias y los hijos de Marte. La diferencia la hizo la segunda guerra púnica.

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A l m a im p id a Ig le s ia s G o n u t i r z * J o r g e F ederica M á r q u fZ M u ñ o z • P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U llo a A g v i r r e

Cartago bloqueaba la expansión romana hacia el sur y el mar. £ n la primera guerra púnica28 Roma creó una flota que derrotó a los cartaginenses. La segunda^ fue épica, pues Aníbal esiuvo a punto de tomar Roma tras la victoria de Cannas, pero no recibió los sum inistros necesarios^0 El resultado de la derrota para los cartaginenses fue; la expulsión de Italia c Hispania; la invasión romana de Africa, en donde derrotaron a Aníbal31 y Cartago fue som etida en condiciones humillantes. Cincuenta años más larde, en el 146 a.C,, los romanos provocaron a sus otrora temi-. bles rivales para arrasar su ciudad; era una venganza debido a las inolvidables victorias de Aníbal en suelo ítalo.32 Los rom anos se impusieron por la capacidad de sacrificio moldeada por su estructura social militarista;33 por el sistema de profcsionalización de los oficiales del ejército;31 por la extensión de la ciudadanía a los pueblos ítalos som etidos35e incluso, a los prisioneros y esclavos;36 por su disposición a convertirse en una potencia marítim a.37 Pero sobre todo, Roma se im puso por la diferencia de la estructura política de am bos gobiernos. Los romanos tenían la voluntad de m antener sus instituciones y su civilización libre38 pese a perder algunas batallas importantes,39 m ientras el sistema político cartaginés tendía a las intrigas palaciegas, la desconfianza entre los m iembros de la elite, su separación radical del pueblo40 y la rápida desm oralización y fragm entación de los ejércitos al perder algunas batallas;41 y, finalm ente por el hecho de que los cartagineses eran una sociedad esclavista —no se puede contar con los esclavos para la batalla-.42 La transformación ocurrida durante las guerras púnicas, dotó a Roma de un enorm e poder colectivo en el terreno m ili­ tar. Los romanos constituyeron una m aquinaria de guerra más destructiva que los griegos y los diádocos. Los primeros, se encontraron con el problema del celo ciu­ dadano, que no les permitía ampliar su milicia cívica, pues no estaban dispuestos a extender la ciudadanía a los pueblos con­ quistados, ni a los esclavos y en ocasiones, ni siquiera a todos los

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hombres libres no terratenientes. La escasez de hombres fue el problema que afrontaron las polis .4* Los diádocos superaron este obstáculo al contratar m erce­ narios, que hacía la base de recluías tan amplia com o el tesoro real lo perm itiera. Pero eran ejércitos que no contaban con el enorm e poder de la lealtad ciudadanía. Más num erosos pero m enos compactos, se convirtieron en un poder más extensivo pero que debilitaba el poder colectivo cuando eran necesarios ciertos sacrficios.44 A los romanos se les presentó entonces el dilem a entre la am pliación del ejército pero aflojam iento de la lealtad o un ejército com pacto form ado por ciudadanos, pero pequeño. Lo resolvieron al extender la ciudadanía y así obtuvieron un ejér­ cito enorm e y solidario.45 El fracaso de este m odelo com enzó cuando la ciudadanía dejó de significar ciertos privilegios para convertirse en una mera formalidad y peor aún, cuando Roma regresó al m odelo de los diádocos de contratar mercenarios en lugar de ciudadanizar a sus aliados,4*5 Los romanos se enfrentaron a ejércitos de ciudadanos en (Jrecia. Ahí, debido a que 110 era posible explotar los conflic­ tos de c la s e /7 los hijos de Marte aprovecharon los conflictos internacionales entre el del dom inio m acedonio y las rebeldes ciudades-estado. Finalm ente, en el 168 a.C. M acedonia fue derrotada por Roma. Posteriorm ente los rom anos también triunfaron en sus avances hacia occidente.48 Las conquistas de los romanos perm itieron al im perio apro­ piarse de los bienes de los territorios conquistados y emplearlos para financiar al ejército y pagarle al gobierno. Con cada nueva conquista venía un nuevo botín y nuevos aliados militares. Roma “fue, pura y simplemente» un im portador de riqueza”4t> Pero la expansión del im perio no sólo trajo beneficios. De hecho el m odelo del saqueo para la m anutención de los gastos del im perio se hizo claramente inviablc a finales en el siglo i de nuestra era, cuando la extracción de riqueza de los nuevos dom inios fue m enor que los gastos que implicaba su conquista y manutención.™ 261

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Alm a imelda Iglesia* González J o t^ . Federica Márquez M uñoz



Pablo Armando González Ulloa Aguirre

Además, mantener el orden en los territorios anexos presenta­ ba serios obstáculos para Roma: eran gobernados por magistra­ dos romanos desganados, eso sí, respaldados por guarniciones de legionarios; los altos costos para el núcleo de imperio;51 y lo más importante, las dificultades políticas debido a las distorsiones sociales, en la metrópolis, provocadas por el militarismo.5* El imperio no trajo igual prosperidad para todos, sino mayor desigualdad. En el siglo i a.C., Craso, el hom bre más rico de Roma, contaba con recursos suficientes para alimentar a cuatro­ cientas mil Familias, Esto, al tiem po que las granjas quedaban arruinadas por el aum ento de impuestos para las guerras. Los grandes terratenientes aprovecharon para comprar tierras y cientos de miles de cam pesinos em igraron a Roma. En la ciu­ dad se convirtieron en proletarios, orillados por la pobreza, a enlistarse com o soldados profesionales.^ La m ilicia dejó en­ tonces de estar com puesta por ciudadanos. Pero la expansión del ejército parecía resolver las tensiones sociales provocadas por el militarismo. Sin embargo, surgieron nuevos problemas. En primer lugar, el ejercito tom ó una base autónom a y sus propias jerarquías, derivadas de su dinám ica interna. Las victorias en el cam po de batalla brindaban nuevos honores a los generales, hasta convertirlos en imperator. Y la estratificación al interior de la milicia era aún más drástica que fuera de ella.54 El ejército era el centro de la sociedad imperial. Parecía engullirlo todo. Hasta que llegó el punto en el cual se hizo evidente que quien controlaba el estado eran los militares: ellos tenían acceso a los beneficios del im perio55 c incluso, al poder imperial m ism o.56 La estructura militar afectaba La vida cotidiana, prim ero en las provincias y finalm ente en la capital misma. La desigualdad agravada del ejército fue imitada tam­ bién en lo civil.57 También debido al im perialism o los esclavos se multiplicaron y provocaron dos problemas muy violentos: el primero, su concentración m ism a qne les dio la idea y el valor para organizar rebeliones;58 el segundo, las consecuencias desas­

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trosas para los ciudadanos pobres, pues al tener que competir con los esclavos por los em pleos los salarios se deprim ieron aun más. Esto trajo consigo m otines de proletarios brutalm ente reprimidas.59 En lugar de aum entar la participación del pueblo en la polí­ tica, el gobierno imperial decidió reprimir la violencia callejera e implementar la política asistencial de subsidiar el trigo60 y la diversión para los pobres. En un contexto de pánico por las derrotas romanas en las Calías, en el año 108 a.C., el cónsul Mario, propuso una serie de reformas. La primera, reclutar voluntarios proletarios por dieciséis años de servicio a cambio de un sueldo y pensión en tierras. La segunda, sí bien los aliados siguieron conform ando las fuerzas auxiliares de las legiones, ahora también aportaban miembros de la caballería. Con esto, el m ando militar siguió en m anos de las clases altas pero la estructura de m ando dejó de corresponder a lajerarquía ciudadana, pues los extranjeros, ahora ocupaban cargos relevantes en el ejército pero no conta­ ban con instrum entos de participación política. La reforma de Mario resolvió el problem a de la seguridad frente a los galos, pero causó nuevos problemas: el ejército se hizo más autónomo; los aliados eran ahora más num erosos que los romanos. Al percatarse de su importancia, los extranjeros de las legiones exigieron la plena ciudadanía y esto llevó a una guerra entre los anos 91 y 98 a.C. entre Roma y sus aliados. Finalmente, les fueron otorgados los mismos derechos que a los rom anos.61 La am pliación de la base ciudadanía contribuyó a hom ogenizar el imperio. Los habitantes de las ciudades, los municipio, y coloniae más rem otos contaban con los m ismos derechos y deberes que los romanos. Gracias a esta política de inclusión, surgida com o todo en Roma del conflicto, los aliados com enzaron a ver a los hijos de Marte com o benévolos conquistadores que, lejos de tratarlos com o Cartago, los tratarían com o sus iguales. Las elites de las

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A l m a I m p id a Ig le s ia s ( j o m á U z * f o r g t F a b r i c o M d r q u n M u ñ o z 9 P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U U ca A g u i r r e

colonias estrecharon sus vínculos con los romanos e incluso, llegaron a tem er más a sus propios pueblos que a las autorida­ des im periales.62 Las reformas militares de Mario, la am pliación ciudadana y el pacto con las elites coloniales, llevaron a Roma a un periodo de relativa calma. Ya no había que temer más a las clases bajas, pues aunque había desigualdad tenían em pleo y estabilidad. Sin embargo, las am biciones de la elite no estaban satisfechas y el faccionalism o debilitó al imperio. En otra época el ejército habría resuelto la situación, como árbitro distante, pero ahora él m ism o jugaba en el laberinto de las intrigas palaciegas y la violencia callejera. Peor aún, las legiones no sólo no contribuían a term inar con la violencia intestina, sino que agravaba la división del im perio con sus propias divisiones. Debido a las reformas de Mario cada legión se convirtió en una unidad de consolidación política m edian­ te la mejora de los cam inos63 y su organización interna.64 Las carreteras mejoraron el sistema de recaudación y el control de las colonias; también facilitaron la logística para la expansión a nuevos territorios.65 Pero asim ism o com enzó el más inm ediato de los efectos negativos de la sobre-extensión: las legiones esta­ ban lejos unas de otras66y la obediencia e integración al imperio se volvió cada vez más innecesaria. Todo esto contribuyó a la autonom ía de los destacam entos. Los mayores poderes del im perio los ejercían los reyes, los cónsules07 y los generales.63 Estos tres factores en ocasiones cooperaron y en otras causaron la guerra civil. Un sistema tan explosivo tenía dos opciones: fragm entarse en reinos distin­ tos com o ocurrió con el im perio m acedonio a la m uerte de Alejandro o concentrar el poder en un imperator. Roma tomó el segundo cam ino. En el año 27 a.C. Octavio recibió el título de Augusto y con ello, llegó a su fin, al m enos form alm ente, la república y com enzó la era del im perio.69 El sistem ajulio-claudiano, iniciado por César y consolidado por Augusto

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dio buenos resultados durante el reinado de sus inmediatos su­ cesores, pero tenía sus peligros. Si se producía una disputa por la sucesión imperial o Roma perdía una guerra, la autoridad tendía a recaer en manos del ejército sobre el que descansaba toda la estruc­ tura del imperio, y los logros de éste le impulsaban (...) a hacer la guerra porque i j q podía tolerar desórdenes e n sus fronteras; pero al mismo tiempo la creciente prosperidad que fomentaba animaba a los extranjeros a tratar de penetrar en él por la fuer/a. Su principal problema eran los desórdenes en Oriente donde los antiguos reinos y la supervivencia de los imperios rivales de Partay Persia veían con rencor los esfuerzos de Roma por crear una línea estable de control; las intrusiones constituían el problema en Occidente a lo largo de la línea del Rin y del Danubio, donde los vastos movimientos poblacionales, acl ivados por la presión desde la estepa, comenzaban ya a notarse en el primer siglo de nuestra era.70 Bajo el gobierno dejulio-ciaudiano se produjeron noLables éxi­ tos militares71 pero también sublevaciones que costaron m ucho al im perio.72 En el año 68 de nuestra era N erón fue destronado por una insurrección militar. Com enzó la guerra civil y con­ cluyó con la designación de Vespasiano. Era un militar hábil y restableció la estabilidad imperial. Nerva su sucesor, impuso el principio de nombrar gobernantes fuertes mediante el proceso de la adopción formal de u n heredero; y así reinaron cuatro suceso­ res por adopción: Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio, buenos administradores y generales. Durante el reinado de estos emperadores antoninos (98-180), los ejércitos romanos obtuvieron una serie de victorias y el imperio se anexionó Mesopotamia, Asiria y la provincia transdanubiana de Dacia (la actual Hungría). (...) El éxito de los antoninos se debe a la adopción de una política de estabilización militar donde fuera preciso, es decir en todo el perímeUo del imperio» salvo en la frontera abierta con Parta y Persia; una estrategia magistral basada en una seguridad excluyeme, con el establecimiento de una barrera lineal sobre un perímetro defensivo en el imperio.71 265

A l m a ! w . i d a I g l t s i a s G o n z á le z * ¡ o r g f F r.d * ñ co M á r q u e z M u ñ o z • f'a b io A r m a n d o G o n z á le z UlU>a A g u i r r f

Aunque estos fueron los primeros emperadores reconoci­ dos com o tales, el im perio había existido inform alm ente al m enos desde el año 100 a.C. y duró hasta el 350 de nuestra era. A lo largo de ese periodo se trató de un imperio, con o sin emperador. Dom inaba territorios inm ensos con el ejército y una burocracia con pretensiones centralizadoras. Agravaba la desigualdad económ ica y jurídica. Lo que hizo a Roma diferente respecto al resto de los im­ perios de dom inación fue su capacidad de im poner “la forma más intensiva y extensiva de cooperación obligatoria del mundo antiguo, a la que yo denom ino econom ía legionaria” Esta, con­ virtió a “Roma en el primer im perio territorial de 1.a historia, desde aproxim adam ente el 100 a.C. en adelante1’.72 La clave del éxito del im perio romano fue la dim ensión de su m ilitarización,73 que perm itía nuevas conquistas. Estas a la vez fortalecían la econom ía, daban sentido alas instituciones polí­ ticas y prom ovían la estabilidad social. Pero una vez alcanzado el lím ite razonable de la expansión, también com enzó la deca­ dencia. El lím ite lo impusieron las condiciones geográficas,71 la incapacidad del im perio de m odificar el poder distributivo para incrementar el colectivo y hacer frente a los obstáculos a la expansión del imperio,75 y el estancam iento tecnológico76y claro está, las mejoras organizativas de los señores de las marcas. Notas 1 F n c h Kahlcr, Historia universal del hombre., pp. 96-97, ■ In m ig ra n tes m arítim os de Asia M enor y los Balcanes m ezclados con la» tribus autóctonas. 3 C/r. WiH D u ra n l, C&sar and Chrtsl, Nueva York, Mjr Books, 1971, pp. 3 y ■* "E n cu an to a la evolución política y social, la diferencia básica e n tre las ciudades griegas y R om a estriba en que e n las prim eras había m uchas ciudades en com petencia p or la h egem onía;y sólo la conseg u ían de u n m odo lim itad o y pasajero. En el caso de Rom a, h ab ía sólo una ciu d ad que g a n ó cor» rapidez sup erio rid ad sobre sus vecinos y com petidores. Las causas de este fenóm eno se en cu e n tra n e n la situación geográfica e x tra o rd in a riam en te favorable en que se h alla Roma: el centro d e u n a p enínsula com pacta, situada en la desem bocadura de u n río y bien pro teg id a p o r el m ar y las m ontañas". Eric.h Kahlcr, Historia universal det hombre, p. 96.

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SOCIEDAD, VIOT tiNClA Y POOER • TOMO 1

r' ( '.opiado ele los é t n i c o s y éstos a la vc.z lo h a b ía n im itado de los. griegos. íl "Kn Carinas, la mayor p a rte de Jos m ercenarios africanos y eu ro p eo s d e A níbal iban equipados con a rm as y a rm a d u ras rom anas q u e form aban pa rte riel b o tín que hab ían conseguido en T rcbia y lY asim eno. Si casi todos los enem igos d e R om a d e s­ nu d ab an a sus m uerios y les a rre b a ta b a n las arm as, pocos legionarios se interesaban por el equipo de los galos o los africanos caídos c u c ó m b a le / V ictor Davis U anson, Matanza y cultura, p. 144. 7 “A diferencia de las íal.m gcs griegas, de las que h ab ían evolucionado, los le­ gionarios rom anos avanzaban en u n a form ación fluiría. Los soldados arro jab an sus jabalinas, o pila, y co rrían para lu ch ar de cerca co n tra su enem igo con sus m ortales espadas conas, el lam oso gladius de doble ñlo ío ijad o con acero hispano, un arm a m ucho m ás letal y versátil q u e la pica m acedonia. Los escudos rectan g u lares servían a m enudo com o arm as de ataque, puesto que los legionarios utilizaban sus refuerzos m etálicos p ara go lp ear las zonas desprofegidas del c u erp o del enem igo. G racias al uso com binado de lajab alin a. el en o rm e escudo y la espada d e doble filo, los rom anos resolvieron el viejo d tierna de elegir entre u n ataque con arm as a rro ja d la s y uno c u e ip o a cuerpo, en tre la m ovilidad y el choque, y com binaban las ventajas de am hos. Por la posibilidad de lanzar susjabalinas, los legionarios p o d ían com pararse a las unidades de jabalineros asiáticos, pero, gracias a sus largos escudos y a sus afiladas espadas, tam bién p o d ían a c tu a r com o un c u e rp o de choque, a la m a n e ra de los falangistas griegos. A diferencia de la falange, sin em bargo, las (.res líneas de avance sucesivas de la legión les p e rm itía n c o n ta r con reservas y c o n c e n tra r sus fuerzas sobre los puntos m ás débiles de la línea enem iga. Frente a una falange m acedonia, los ataques con arm as arrojadizas sorpi en d ían y h erían a los piqueros. A continuación, algunos m anípulos se precipitaban al com bate cu erp o a cu erp o en aquellos lugares d o n d e [as colum nas enem igas m ostraban mayor debilidad. De igual m odo, cu an d o lu ch ab an conrra las tribus del norte de Europa, las legiones p o d ían avanzar en form ación, p resen ta n d o u n fren te sólido y disciplina­ do de escu d o sy espadas capaz de abrirse paso a través de las desorganizadas tropas tribales, que ten ían m uy pocas posibilidades de éxito frente a un cu erp o de choque en form ación cerrada. C ontra am bos adversarios, las dos líneas de m anípulos que form aban a retag u ard ia, los prindpi y los iriari, observaban el choque de las hileras de v anguardia, los hastali, im pacientes p o r ex p lo tar el éxilo in ic íalo evitar la ru p tu ra de la línea {...). A u n a distancia establecida de. antem an o , la p rim e ra h ilera lanzaba sus pila, de m ás de dos m etros d e longitud, g rita n d o en ese m om ento p o r ve¿ p rim era, com o (pierien d o facilitar el vuelo del proyectil. De inm ediato, y sin h ab er recibido la m enor señal que pu d iera po n erlo s sobre aviso, cientos d e enem igos caían em palados o sus escudos q u e d ab a n inutilizados bajo un c h ap a rró n de lanzas. A continuación, desenvainando sus letales espadas cortas, las prim eras hileras de legionarios se precipitaban sobre sus perplejos adversarios. Sus escudos recta ngulares tenían en d centro refuerzos de h ierro que utilizaban como arietes, mie n tras clavaban la espada en brazos, piernas y cabeza. L uego co n tin u a b an p resio n an d o p ara e x p lo ta rla s posibles b rechas que dejaban los m uertos y heridos del enem igo. Casi in m ed iatam en te llegaba u n seg u n d o ejército, la linea de prindpi, y arro jab a sus pila p o r encim a de sus com pañeros, inm ersos en el choque, p a ra am p liar las brechas creadas p o r los prim eros m anípulos. Ls decir, se rep etía el m ism o proceso: carga, lanzam ien to d e ja b a lin a s y ataque con espadas, que aún rep ro d u ciría u n a tercera oleada de legionarios”. Ibid., pp. 141-144,

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A lm a í m r l í ü Ig le s ia s G o n i / d e i * j o r g e F td e n c o M á r q u e z M u ñ n z • P a b lo A r m a n d o G o r u á l n U ü o a A g u i ñ e

* G racias a que, en el 550 a.C. Servio Tulio hizo una reform a p ara reo rg an izar su ap arato bélico: cada legión co n taría con 3500 hom bres d e in fan tería, con 250 de cab allería y u n destacam ento de dim ensión variable de auxiliares A su voz, la legión se subdividía en centurias. q E lem ento tribual que sobrevivió en el derech o privado. 10 E n ca rn ad o en el derech o público. 11 O r g a n iz a d a p o r fa c c io n e s p o lític a s, c a m a r illa s y a lia n z a s e n tr e c la n e s o trib u s, 12 De or igen tribual. 13 R epresentado en las asam bleas populares. 14 Los rom anos "‘tuvieron u n origen tribal y se a g ru p aro n en u n a co n centración g radual de p eq u e ños a sen taim em os en iassiete colinas de Konia. E rigieron un tem plo y un palacio fortificado, prim ero e n c) m onte P alatino (de a h í el palatimim), y después en la colina capitalina. En el valle que se extiende en tre las colinas se en co n trab a la plaza de las asam bleas y el m ercado, el foro, d o n d e se re u n ía n los comida, el consejo d e los m iem bros varones de las fam ilias fu n d ad o ras, los p ad res (los paires o patncii, patricios), un consejo que lim itaba ul p o d e r de los reyes .sagrados. De esta asam blea general de los hom bres libres de los» clanes fu n d ad o res surgió después un consejo es­ pecial de ancianos» que e ra n los jefes de las fam ilias nobles. De a q u í surgió el Senado Rom ano. Igual que en Grecia, el rey Negó p ro n to a ser u n fun cio n ario elegido o fue sustituido p o r funcionarios elegidos En el añ o 510a.C ., el rey. tras una revuelta.,fue sustituido p o r dos jefes m ilitares de las tribus, los tribunos, a quienes p o ste rio rm en te se les llam ó pretores (hom bres que van a la cabeza)» “los que m arch an al fren te del pueblo* Con el tiem po este cargo se tran sfo rm ó en el consulado* re p resen tad o p o r dos cónsules elegidos a n u alm en te D espués so dio el título de trib u n o a varios cargos m inisteriales. Los trib u n o s del pueblo eran los m ás conocidos y re p re se n tab a n a las tribus, o rig in a lm e n te e x tra n je ­ ras, de los plebeyos, que eran las capas inferiores del pueblo {pequeños agricultores, com erciantes y artesanos que a d q u irie ro n g ra d u alm e n te ciud ad an ía plena). U na de las funciones de m ayor influencia c o rrespondía al censor, quien levantaba los censos, evaluaba la p ro p ied a d e investigaba las violaciones de las costum bres y la m oral. El titulo de p re to r se asignó p o r últim o a los principales ju ec es (...) ‘Los comitta de los patricios, que eran u n a reu n ió n d e je fes de fam ilias aristo crá­ ticas, d ieron a los cónsules el p o d e r de m an d o o imperium. Este, se confería a un jefe m ilitar para las cam pañas de g u e rra , e ra tem poral y oto rg ab a a u to rid ad ilim itada (imperator). D ebem os d istin guirlo del dkiatar, que era elegido p o r seis m eses cu an d o m ás, ro m o co m a n d an te suprem o del estado en tiem pos de peligro y em ergencia. El d icta d o r sustituía a los cónsules siem pre que e ra p reciso adoptar decisiones rápidas y se necesitaba la m áxim a concentración de a u to rid a d ”. Érich Kabler, Historia universal del hnmhre, pp, 93 y 94. Q u e d ab an asistencia financiera a! estado 16 l.os m ás acaudalados cooperaban con 18 centurias de caballería; después seguían los que a p o rta b a n 80 cen tu rias de hoplitas; abajo estaban q u ien es a p o rta b a n 20 centurias sin cota de m alla n i escudos; luego, 20 centurias sio g re b a p e ro con lanza y jab a lin a ; y finalm ente, quienes a p o rta b a n 30 cen tu rias con hondas. 37 E n carg ad a a los pueblos aliados y a rm a d a y financiada con d in e ro rom ano. ,fi Lo cual dio m ayor dinam ism o a la caballería.

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10 F.n el añ o 494 a C. Jos cam pesinos condicionaron su serv id o m ilitar a la inte­ gración de tribu nos de la p leb e que los re p re se n tara n . Los m agistrados, de o iigen patricio, interced iero n p o r ellos. ^ Cfr Will U urant, Casvr and Ckrist, Nueva York, m jf liouks, 1971, pp. S3 y ss. 21 J o h n K eegan, Historia da la guerra, p 329. '¿,¿ Cfr, Will D n ra n t, Casar and Christ, pp. 35 y íj. 23 Jo h n K eegan, Historia de la guerra, p. 325, ?1 “El ejército rom ano había avanzado cu organización y bien atrás qu ed ab a aqnelfa esL rurtura del m odelo hoplita; d u ra n te las g u erras con los galos, que com batían e n un orden abierto muy móvil, los generales rom anos c o m probaron q u e la form ación de la falange e ra desventajosa, y habían ya creado un sistem a que p e rm itía la m an io b ra en el cam po de b atalla a secciones m ás reducidas, los manípulos* y tam bién habían p rescin d id o de los venablos arrojadizos, sustituidos p o r u n a ja b a lin a llam ada pilum a la que, iras arrojarla, seguía el soldado espada en m ano. A parte d e esto, se fue a b an d o n a n d o el pesado eq u ip o del hoplita, progresivam ente a la form ación d u ra n te el siglo iv de las legiones, un id ad es equivalentes a u n a división p o r la agrupación de m anípulos, q u e ado p taro n u n escudo ligero alargado, que acabó siendo igual para toda la tropa, y u n a coraza m ás liviana a base d e argollas de h ierro q u e no habría resistido los lanzazos del choque de las falanges p e ro servía p a ra desviar los golpes de espada y la p u n ta de los proyectiles. T an im p o rta n te com o la eñcacia a largo plazo del ejército ro m an o con este cam bio de eq u ip o y Lácticas fue la introducción de un nuevo sistem a de servicio m ilita r (,„) Las ciudades griegas tran sg red iero n e n últim o extrem o el principio d e que c ad a c iu d a d an o se pagase la cam paña, y, au n q u e algunas se vieron incluso obligadas a p ag ar a la tro p a del e rario público en el 440 a G., Atenas p agaba las tripulaciones de las trirre m e s y las tropas de allende el Kgco, el servicio del hoplita en la g u e rra a expensas propias seguía siendo el ideal. Peco Rom a lo había ab an d o n a d o ya en el siglo iv a,C. y pagaba a sus legionarios u n estip en d io diario. Esta innovación m arcó la divergencia m ás im p o rtan te en tre los sistemas m ilitares griego y rom ano. Los pequeños pro p ietario s rom anos, obligados p o r u n a elase política cada vez m ás hegem ónica, dejaron de e star vinculados a su tie rra y d e alim entarse con sus recursos, p ara convertirse e n un estrato social en el que se reclutaba el ejército profesional en cada cam paña añ o tras año y ra d a vez m ás lejos de Italia a m edida que la república ro m an a exten d ía su im perio ” ibid., p. 322. ’¿r’ Algunos se inlegraban p o r rom plelo y sus hom bres ob lem án ineluso la ci udadanía; otros se convertían en estados aliados autónom os, q u e a p o rta b an tropas auxiliares. C abe d estacar tam bién la política de tolerancia religiosa, que au n q u e tenía sus lím ites -i¿ \ la repulsión p o r d sacrificio h u m an o o el rechazo abierto al politeísm o por p a rte de ju d ío s y cristian o s-, solía fu n c io n a r bien. Cfr Amy C hua, Day o f empire, pp. 48-50. 2li Por ejem plo, con los beneficios de la cooperación obligatoria. *7 C o n tab a ro n trescientos m il ciudadanos y u n a superficie de cien m il kilóm etros cuadrados. ** C u an d o los rom anos log raro n so m eter a sus vecinos itálicos llegaron a Sicilia. I os cartagineses juzgaron esto com o u n a introm isión e n su esfera d e influencia. “El e nfrentam iento de Rom a con Pirro, enem igo tam bién de C ar tugo, debilitó su posición en la isla, y en el 265 a.C. las dos po ten cias se hacían la g u e rra en la isla; g u e rra que se exten d ió (...) p o r tie rra y m ar h asta que ios cartagineses se vieron obligados a a ce p ta r

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/U rn a I m t l d a Ig le s ia s ( j o n z ú l t z * jo r g e f e d e r i t n M á r q u e z M u ñ o z • P a b lo A r m a n d o C o n z á ltt.

U ü o ü A gU > rre

la d e rro ta y el dom inio de Rom a en la p a rte occidental de la isla. M ientras R om a se Anexionaba C órcega y O r d e ñ a en los albores de su im perio m arítim o y efectuaba sus prim eras incursiones en tie rras galas, C a rta zo resp o n d ió con una cam paña a lo largo de las rostas m ed iterrá n ea s españolas contra Jas ciudades aliadas de Jos romanos*1. Jo h n K eegan. Historia de la guerra, p. 330w Iniciada el 218 a.C. y concluida diecisiete años m ás tarde. “F1 sitio de S ahum o en el 2 \9 a.C. recru d eció la g u e rra que d u ró siete años y concluyó con la d e rro ta d e C artago, n o sin que Rom a hubiese estado al b o rd e de la catástrofe C artago, d u eñ a de u n a g ra n flota, contaba (...) con un ejército de m ercenarios re rlm ad o s en la costa n o rtea fric a n a y pagados con las ren tas de su im perio com ercial, cuyos tentáculos se e x te n d ían h a stalas regiones productoras d e estaño de B ritania; la p otencia african a da ría a la historia d u ra n te la seg u n d a g u e rra p ú n ica dos generales célebres: los h erm an o s A níbal y A sdrúbal, cuya capacidad de m ando e innovadoras táctica!» trascen d iero n las limitaciones, que la n a tu raleza m ercenaria de sus tropas imponía-a unas operaciones m ilitares efectuadas tan lejo sd e su base. A níbal las inició con lo que sería u n a de las cam pañas más fam osas de la historia, el fu lg u ran te avance desde I lispania, cru zan d o la C alía, los Alpes y p e n e tra n d o e n Italia central, con un c u e rp o de elefantes; d e rro tó a u n ejército rom ano e n el 217 a.C. en el lago T rasim eno, rebasó Rom a, hizo aliados en el su r de la península» escapó ai largo y lento acoso de Fabio M áxim o y se acantonó en u n a posición en la q u e esperaba lograr apcjyode Filipo v, d escendiente de A lejandro. Pero lo» rom anos ya h ab ían p e rd id o la paciencia con las táct icas dilatorias de Fabio M áxim o, y el 216 a.C. su ejercito avanzó p a ra establecer contacto con el cartag in és cerca de la ciudad apulia de C anoas, y allí, el 2 de agosto, dieciséis legiones form adas p o r unos 75*000 soldados lan zaro n el ataque. V arrón, el general que m an d a b a las fuerzas rom anas, había situado la m asa de in fan tería en el cent ro y la caballería en am bos flancos» seg ú n el despliegue clásico; pero A níbal invir­ tió los térm inos, dejando el cen tro débil y situando la m asa de su m ejor in fan tería en los flancos. Los rom anos se vieron envueltos n ad a m ás in iciar el avance y su línea de retirad a q u ed ó c o rta d a p o r u n a carga d e caballería cartag in esa sobre la retag u ard ia, y los fugitivos, en n ú m ero de 50,000, sucum bieron a la m atanza en su d eso rd en ad a luga Tero los rom anos su p iero n con ju rar el desastre de C aim as con u n a estrategia de diversión; form aron nuevas legiones con reclutas no propietarios, exentos de ser­ vicio, e incluso con esclavos, y con esas fuerzas log raro n con fin ar a A níbal en el sur de la pen ín su la que e ra d o n d e los cartagineses contaban con ¡diados; e n H íspania, donde el cónsul C o m elio Escipión había (.. ) estacionado dos legiones p ara im p ed ir que el cartag in és obtuviera refuerzos, los rom anos pasaron a la ofensiva, y en el 209 a.C. el hijo de F.scipión, que m ás tard e sería el célebre Escipión el A fricano, lanzó un ataq u e sorpresa co n tra Cart ago Nova, d o n d e las atrocidades com etidas p o r sus tropas surtiero n el efecto de g an arse a la población n eutral. Y c u a n d o A sdrúbal se batió en reí n a d a hacia el A driático, siguiendo la m ism a ru ta d e su h e rm a n o A níbal once años antes, fue obligado a p re sen ta r batalla, p ara se r d e rro ta d o en el río M erauro. Su su­ cesor en Hispania» o tro A sdrúbal. sufrió la indig n id ad de ser vencido en u n a batalla en !a q u e Escipión aplicó )a m ism a táctica de lo.s cartagineses en Gannas; este reves, que E scipión aprovechó p ara c ru z a r a A frica, obligó a C artago a p e d ir a A n íb al que regresase, y en Zaina, la actual Tunicia, ch o caro n los dos ejércitos en el 202 a.C. Una carga cartaginesa con elefantes n o su rtió efecto gracias a q u e F.scipión había dispuesto

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la* tropas e n form a de tablero ílc ajedrez; cu an d o é$Las p asaro n al c o n tra ata q u e el ejército cartag in és no resistió y A níbal huyó”. JbitL, p. 330-531. 51 E n e l 2 0 2 a.G ., e n Z a in a .

w Cjr, Will D uran t. Casar and Chrisi, pp. 39-55. ** Q u e les p erm itió resistir, m ejor que los cartagineses, la g u e rra de desgaste. En 200 a ñ un el 13% de los hom bres ro m an o s estuvieron e n guerra, y el 50% pasó en prom edio siete años en el servicio m ilitar. M Una de las mayores fortalezas del ejército rom ano estaba “en la oficialidad estructural de lab legiones constituida por Jos centuriones; los ceniui iones rom anos, oficiales de. las unidades con larga hoja de servicios procedentes de las filas del ejército, integraron eL prim er cuerpo de oficiales profesionales e n ca m p a n a de la histoiUi., y fueron ellos quienes transm itieron degeneración en generación el código de la disciplina m ilitaryacum ularon la experiencia especializada de las lácticas que las fuerzas rom anas aplicaron con éxito contra un sinfín de enem igos d u ra n te más de cinco siglos de guerras constantes (...). Con un cu erp o de oficiales d e esta calidad, form ado p o r hom bres que se liabían pasado la vida en filas, que no ten ían am biciones de m ed ra r en la clase política, y cuya m áxim a aspiración e ra te n e r éxito en u n ám bito concreto, surge por p rim era vez en la histo ria u n a profesión apreciada y autónom a, y no es de e x tra ñ a r que Roma extendiese sus fronteras desde el A tlántico al Cáucaso; pues, consiguió, con los m edios q ue fuese, tran sfo rm a r la ética del g u e rre ro de u n a ciudad estarlo p equeña e n una auténtica c u ltu ra m ilitar El c en tu rió n , en sentido muy parecid o al del legionario, com batía en p rim e ia línea contra el enem igo, a veces cu erp o a cuerpo, y aceptaba el riesgo d e resultar h erid o com o un gaje de la vida q u e bahía elegido.” John K eegan, Historia dr. ln guerra, pp. 327-328. v' “Las ciudades-estado griegas h ab ían en ro lad o nuevos ciu d ad an o s de m anera ocasional y a \ítulo individual, p e ro estos tíitilos de ciud ad an ía e ra n honoríficos y escasos. G ran p a rte del com ercio de las polis griegas q u ed ó en m anos de residentes ex tranjeros (...) que q uizá poseyeran ovas capital que cu alq u ier c iu d a d an o y no obs­ tan te tenían vetado el derech o al voto en la Asam blea. Los griegos sentían tan to celo por su autonom ía y lib ertad y ten ía n tan to aprecio nacionalista al paisaje que ro d eab a sus ¿>0/» que no qu erían o to rg a r a ex tran jero s e in m ig ra n te s -e n realidad, ni siquiera a otros griegos de u n a polis d istin ta - los m ism os derechos de c iu d ad an ía que tenían los robustos granjeros que labraban sus tierras ancestrales. (. ..) La escasez de tropas siem pre fue la p esadilla de los ejércitos griegos, u n a carencia que venía provocada p o r el obtuso requisito de q u e todos Jos soldados debían ser ciudadanos, cu an d o no todos Jos residentes lo eran (...). Por el contrario, la c u ltu ra co n tra la que A níbal com batió en Italia se e n c o n tra ­ ba en m edio de u n a tran sform ación revolucionaría de su identidad. La iro n ía de la S eg u n d a G u erra P única consiste en que la in corporación a la com u n id ad ro m an a de aquellos a quienes hasia el m om ento se había considerado extranjeros, lo que sirvió p ara fortalecer aún m ás los cim ientos sociales y m ilitares de Ja República rom ana, se debí ó en g ra n p a rte a A níbal, el enem igo ju rad o de Rom a. C on su invasión, el general cartaginés contribuyó á acelerar u n a seg u n d a evolución en la historia del gobierno republicano occidental, que su p eraría con m ucho las constituciones provincianas de las ciudades-estado griegas (...). C annas provocó u n a crisis que supuso, e n tre o tras rosas, que la can tid ad d e pro p ied ad es necesarias p a ra fo rm ar p a rte del ejército, concepto h e red a d o del censo h oplita de los griegos, se rebajara prim ero a la m itad y luego, a

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/ i t m a I m e l d a ig le s ia s G o n z á l n 9 J o r g e F ederico M á r q u e z M u n o i * P a b lo A r m a n d o G v n z á ie z V U n a A g u i r r e

lo largo de io d o el siglo n a.C., se reb ajara todavía m ás, hasta que. con el cónsul Cayo M ario, este requisito desap areció (...)• Los pueblos d e Italia -sam nitas, etruscos y los hab itan tes gre coparla rites del surtenían varios g rad o s d e alianza con Roma. Incluso la desconfianza hacia los asuntos de R om a que sen tían los pueblos confederados de Italia e ra consecuencia no tan to del tem or y el o d io h acia la dom in ació n e x tra n je ra com o de la envidia y el resentim iento jmh no ser todavía ciudadanos rom anos d e pleno derech o y p o r tan to con d erecho a voto y a d e sem p eñ ar cargos oficiales. En el m u n d o clásico, el ex tran jero e m ig rab a m uchas veces a las ciudades helénicas e italianas en busca de o p o rtu n id a d es y m ayor libertad. E n tre los griegos enco n trab a tolerancia, indiferencia, o prosp erid ad ; entre los rom anos, y con el tiem po, Ja ciudadanía. Las levas llevadas a cabo p a ra vencer a A níbal sirvieron, e n definitiva, p ara catalizar la evolución hacia la parid ad del resto de Italia con Roma. Ya hacia eJ siglo m a.C. h u b o en Rom a m uchos visionarios que ap elab an a la ciudadan ía de pleno derech o de todos los habitantes de Italia, cuestión q u e no se re ­ solvería hasta la G uerra Social, que tuvo lu g ar a principios del siglo i a.C., cu an d o p o r fin se reconoció que los pueblos afines a Rom a en ideología y circunstancias m ateriales debían, en teoría, ser inco rp o rad o s a la com u n id ad romana* C u an d o se produjo la invasión de An íhal, no obstante, m uchas com unidades italianas que no hablaban lacín estaban com puestas p o r ciu d ad an o s rom anos que estaban bajo el am paro de la ley ro m an a pero no te n ía n derecho a voto en los asuntos de la República, l a necesidad de reco b ra r el apoyo de la P enínsula Itálica, fo rm ar legiones y evitar deserciones a favor de A níbal aceleró las concesiones de Rom a a sus aliados. D u ran te el p eriodo final de la R epública y con el Im perio, los libertos y los pueblos m ed iterrán eo s no italianos casi lleg arían a ser tan iguales an te la ley com o los aristócratas rom anos”, V ictor Davis H ansou, M atanzay cultura, pp. 145-14G. 36 “Va d u ra n te las G uerras P únicas se liberó en ocasiones a inuchos esclavos y, d e ­ p e n d ie n d o de su contribución m ilitar, se les concedió la ciud ad an ía rom ana. Después de C annas, m iles de ellos p articip a ría n e n el ejército y lo g rarían la em ancipación. Los rom anos, en definitiva, recogieron la idea d e polis y la tran sfo rm a ro n en la idea de nalú). Muy pro n to no serían ya la etnia, la geo g rafía o el nacim ieuto en lib ertad los elem entos que d e fin irían lo rom ano. Por el c o n tra rio , a lg ú n día aquellos que no hab lab an latín, que h a b ía n nacido com o esclavos y que vivían fu e ra d e Italia p o d rían , en teoría, a d q u irirla ciudadanía, siem pre y cuando, p o r supuesto, pu d ieran convencer a los óiganos decisorios com petentes de que eran rom anos en espíritu y querían p restar el servicio m ilitar y p ag ar im puestos a cam bio de la protección de la ley ro m an a y de la se g u rid ad que oto rg ab a u n a econom ía libre y m ercantilista” Ibid., p. 147. s7 C u an d o se lo propuso, Rom a consiguió el control d e los m ares apoyada en: la solidar ídad ciudadana, el valor* la capacidad p a ra copiar los barcos de los cartagineses y la estrategia de oto rg ar la ciu d a d an ía a los conquistados leales. Pues los beneficiarios del m odelo de m ilicia ciu d ad an a eran muchos. ** "Lo m ás notable de C an n as no es que d u ra n te la lucha se m asacrara a m iles de rom anos con tan ta facilidad, sino que esa m atan za tuvo m uy poco efecto estratégico. U n año después d e la batalla, los rom anos contaban con nuevas legiones de u n a calidad sem ejante a las que cayeran e n agosto del año 216 a.C. -q u e a su ve* eran reem plazos de las tro p as q u e cayeron e n Trebia y T rasím en o -, si bien com an d ad as p o r hom bres que, a p a rte de ser designados p o r el Senado, h ab ían ex traíd o una lección de los pecados lácticos com etidos en el pasado. Los estudiosos atribuyen la resistencia y capacidad

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de R om a a la e x tra o rd in a ria facilidad de su gobierno p ara re o rg a n iza r sus legiones y m ovilizar a sus ciudadanos, y hacerlo d e n n a fo rm a legal, constitucional, q u e ga­ ran tizab a el apoyo h a sta del m ás p o b re de los granjeros. E n Italia, A níbal co nstataría que lo q u e diferenciaba al ejército ro m an o d e sus m ercenarios no e ra ta n to que aquél estuviera m ejo r equ ip ad o y organizado, ni fu e ra m ás disciplinado o tuviera la m oral m ás alta, sino que e ra m ucho más insistente y fastidioso. Podía clonarse o copiarse a voluntad incluso tras el m ás grave de los desastres, puesto q u e nuevos reclutas y oficiales c o n tin u a b an dispuestos a u n irse al m ismo, realizar u n a d u ra instrucción y establecer un vínculo p erm a n en te con sus padres, q u e se p u d ría n e n la llan u ra de G annas, y con sus fu tu ro s hijos, que pro n to m ata ría n a m iles d e africanos en las afueras de la propia C artago, Si la victoria le supuso a A n íb al alg u n as tropas de refresco, tras la d e rro ta , los rom anos crearo n nuevas legiones. Los legionarios cincuentones que cayeron en C annas aceptaban el fin creyendo, sin n in g ú n tipo de duda, que sus nietos, q u e com o ellos tam bién eran ciu d ad an o s rom anos, llevarían a lg ú n d ía el m ism o tipo d e a rm a d u ra, com pletarían su m ism a form ación m ilitar y* con el co rrer del tiem po, vengarían su m uerte y el in fo rtu n io de Rom a en u n a b atalla lib rad a no e n Italia, sino en. suelo cartaginés. Y ten ían razón. El ejército que a n iq u ilaría a los m ercenarios d e A níbal en Zam a (202 a.C.) rep resen tab a m enos de u n a décim a p a rle de la in fan tería y recursos navales de Rom a en ese m om ento", I b i d pp, 135-136, 40 D onde Roma difería d e su vecino p ú n ico ‘e ra en su idea de ciu d a d an ía y en los deberes y derechos in h ere n te s al título de civh romanus, id ea poLítica que trascendía, con m ucho los aspectos legales d e u n órg án o deliberativo q u e se lim itara, sin más, a resp etar los preceptos constitucionales. La noción occidental de gobierno consen­ suado que surgió en el siglo v iu a,C, e n la G recia ru ra l estaba, en principio, llena de contradicciones, puesto q u e la política, o riginalm ente, no consistía e n o tra cosa que en la re u n ió n de algunos pro p ietario s p a ra d e lib e ra r sobre aquellos asuntos que los afectaban a todos» El concepto, absolutam ente radical, de que los ciu d ad an o s ten ía n derecho a decidir sobre su propio gobierno dio pie a u n a p re g u n ta inm ediata: ¿quiénes e ra n ciudadanos y p o r qué? Si la participación ciu d ad an a en las prim eras ciudades-estado griegas, que eran en realid ad p e q u eñ a s oligarquías» m arcó orig in alm en te la invención revolucionaria de que los gob ern ad o s d eb ían d a r su consentim iento a las decisiones d e los dirigentes, los ciudadanos re p resen tad o s en el g obierno no llegaban en la m ayoría d e los casos a la c u a rta p a rte d e la población residente. Sin em bargo, com o lam en tó Platón, exisLía u n a tendencia constante hacia el igualitarism o y la inclusión en la ciudad-estado. H acia el siglo v a.C., especialm ente e n B eo ciay e n algunos estados del Peloponeso, para ten e r derech o al voto sólo h acía falta a c re d ita r la posesión de c u atro h ectáreas de tierra o su equivalente e n dinero, A consecuencia de ello, h acia el siglo v a.C, la m ayoría de la población m ascu lin a adulta de G recia p o d ía p a rticip a r p o r pleno derech o en el gobierno. E n la Atenas im perial y en sus satélites dem ocráticos, todos los varones libres e hijos de ciudadano varón, fu e ra cual fu e ra su riqueza o linaje, gozaban del derech o de ciudadanía, lo que p e rm itió la form ación d e u n a en o rm e flota d e rem eros com puesta p o r ciudadanos li­ bres. Y, lo que es aú n m ás asom broso, la difusión de la ideología dem ocrática occidental no se circunscribió a cuestiones de fo rm a relativas al voto, sino que, p o r el contrario, c onfirió u n a u ra igu alitaria a todos los aspectos sociales d e la ciudad-estado, desde la fam iliaridad e n el h abla y e n e! vestir h a sta c ie rta id en tid ad en la a p arien cia y el

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A lm a im tid a iglesias G onzález * Jorge Federico M á rq u e z M uñoz.



Pablo A rm a n d o G onzález U lh a A g u irre

com portam iento e n público, la vida privada gozó de u n a lib eralid ad que sobreviviría incluso en los periodos d e m o n arq u ía y autocracia p o r lo» qu e m ás tard e atravesaría O ccidente. (...) Caí lago e ra u n en o rm e im perio dirig id o p o r u n a p e q u e ñ a cam arilla delib erati­ va de m ercaderes y com erciantes d e origen nobiliario. Por el contrario, Rom a tom ó p restad o el ideal griego de gobierno cívico y lo m ejoró y ad ap tó a su sin g u lar idea de nacionalirlad (natío), que perm itía la in d ep e n d en c ia a sus aliados de habla latina, con ciud ad an ía plena {óptmn iuré) o parcial (sinesufragio) p a ra los residentes de o tras com unidades italianas, y en siglos posteriores, p len a ciu d a d an ía a aquellas personas, de cu alq u ier raza y lengua, que aceptasen las leyes ro m an as y el pago de im puestos, l.o que en origen no era m ás q u e un estado regido p o r u n gobierno no m in al de aristócratas ro m an o s y latinoparlantcs evolucionó (...) hasta convertirse e n u n estado plural en el q u e las asam bleas locales p o d ían a ctu ar en c o n tra del Senado, y los líderes p opulares, v e la rla legislación oligárquica11. llnd., pp. 138-139. 11 “Los griegos y oíros pueblos no rom anos de la A ntig ü ed ad p u d iero n m ovilizar grandes ejércitos siem pre que quisieron. Pero la m ovilización de tribus y ejércitos m ercenarios que llevaron a cabo galos, hispanos, persas o africanos n o constituía, en n in g ú n sentido, u n a nación e n arm as. Ni u n o solo de los form idables adversarios que Roma tuvo a lo largo de los siglos co m p artió alg u n a vez la idea occidental de contar con soldados ciudadanos libres, Los im presionantes m ím idas d e Y ugurta (112-104 a.C.)> los cientos d e m iles de germ anos de Ariovisto (58 a.C), el c u a rto de m illón de galos que se re u n ió a las órdenes de V ercingetórix (52 a.C.) y los m uchos godos que cruzaro n el D anubio p a ra m atar a m iles dtí rom anos e n A drianópolis (378) eran g u e ­ rrero s m agníficos y muy num erosos. G ran parce de aquellas tribus ten ían una larga h is to ria ) com plejos m étodos d e organización m ilitar. En el fondo, sin em bargo, no e ran m ás que ejércitos tem porales com puestos p o r tribus nóm adas que se re u n ía n por algún motivo concreto y cuyo servicio d e p en d ía exclusivam ente de la paga, el b otín y el m agnetism o y habilidad d e su com an d an te o del régim en al q u e servían. C uando se consideraban saciados, estos ejércitos se retiraban", Ibid.t p. 151. 12 CJ'r. M ic h a e l M ann, Lnsfuentes delpf>de.Tt /, pp. 353-365. 'w “Los prim eros griegos inventaron el concepto de m ilitarism o cívico, la idea de que los que votan d eb en tam bién lu ch ar p ara p ro teg e r la com unidad, que, a cam bio, es garan te de sus derechos. C om o resultado de ello, las ciudades-estad o clásicas ali­ n earo n cu erp o s d e in fan tería que su m ab an casi la m itad d e su población m asculina residente. (...) Los ciu d ad an o s de la G recia clásica n u n ca llegaron a ap reciar lodo el potencial del m ilitarism o cívico, debido al en o rm e celo con que se tom aban la noción de ciudadanía, que no se exten d ía a todos los ciu d ad an o s d e La polis. Los griegos h ab ían m an ten id o la H élade líbre d e la ocupac ión persa gracias, en parte, a la revolucionaria idea de que todos los ciu d ad an o s d eb en h acer la g u e rra , pero por el m ism o m otivo p e rd ie ro n su autonom ía ante los m acedonios siglo y m edio después, víctim as, precisam ente, de la escasC 2 de soldados ciudadanos"1. Víctor Uavís H anson, Matanza y cultura, p. 148. 44 Frente a la concepción griega de la milicia ciudadana, con el lím ite de la escase/ de hom bres provocado p o r el celo ciudadano, rentemos “el auge del ejercito real de Fílípoy Alejandro, a quienes im portaba poco la condición de sus guerreros con tal de que supieran com batiry fueran leales a quienes les pagaban. Los m onarcas maccdonio* y sus sucesores no eran dem ócratas. Sin embargo, su buena disposición a integrar por igual en sus ejér­ citos mullí culturales y profesionales a m acedonios y griegos y pagarles la m ism a soldada

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-los desesperados unidos p o r u n deseo com partido de gloria y botín y no divididos por el idioma, la procedencia o el orgullo é tn ic o - era. en cieno sentida y de un m odo que jamás soñaron las ciudades-estado griegas, perversam ente igualitaria (..,). I.a existencia de enorm es ejércitos m ercenarios d u ra n te el p e rio d o helénico (323-31 a.C.) resolvió p o r u n tiem po el tradicional problem a de la escasez de recursos hum anos, p e ro lo hizo de u n m odo que con frecuencia iba en detrim en to del a n te rio r im pulso cívico de la ciudad-estado. (...) Los griegos p o d ían fo rm ar ejércitos de gran tam año o ejércitos patrióticos v llenos de espíritu, p e ro no am bas cosas”. Ibid., pp. 14S-14Q. ° “La nación ro m an a y su idea radical de u n a ciu d a d an ía in te g ra d o ra lo g raría tal com binación d e u n m odo b rillante, g a ran tiz a n d o adem ás q u e sus ejércitos fueran m ucho mayores que los de la G recia clásica y pese a ello m ucho m ás patrióticos que las tropas m ercenarias que (...) eng ro sab an las filas de las huestes helénicas (...) La idea de u n a en o rm e nación en arm as - e n 218 a.C., año d e com ienzo de la S eg u n d a G u erra Púnica, había dispersos p o r to d a Italia niás d e 325,000 ciudadanas rom anos varones; de ellos, casi un c u a rto de m illón estaban en e d ad m ilita r- resul­ taba incom prensible p ara los cartagineses, que restrin g ían el título d e ciu d a d an ía a un peq u eñ o g ru p o de hablantes del p ú n ico circunscritos a la zona de C artago y sus alrededo res. Desde u n p u n ió d e vista m ilitar, p e o r e ra q u e los caí tiigineses jam á s se acogieran plenam ente a la trad ició n helénica de levas ciudadanas, es decir, a llam ar a filas a aquellos que gozaban de los derech o s de c iu d ad an ía, precisam ente para defenderlos. C artago tam p o co co m p artía la idea ro m an a d e nación según la cual la nacionalidad trascendía Ja procedencia, la e tn ia y el idiom a. Los m iem bros de las tribus africana* cercanas a C artago, e incluso sus propios m ercenarios, p odían com batir a los rom anos o al propio estado púnico, tan to les d ab a A parte del b arn iz de ciertos representantes de la élite, u n exam en d etenido revelaba muy pocos elem entos occiden­ tales en la consideración cartag in esa d e la política y de la g u e rra . A diferencia de los griegos, C artago no insistió en que debían ser sus ciudadanos quienes com batieran en sus batallas. Al con trario que los rom anos, le faltaron los m ecanism os p a ra e q u ip a ra r políticam ente a sus aliados n o n e africa n o s o del occidente de E uropa, a los pueblos conquistados o a los siervos, con sus nativos, de a h ilo s e n fren tam ien to s constantes y a m enudo brutales con sus propios ejércitos m ercenarios y rebeldes. C artag o ni siquiera fingía que su A sam blea servía de foro a los deseos del pueblo. Al parecer, se tra ta b a de una sociedad en la q u e existían dos, no tres, clases: la privilegiada, com puesta por aristócratas dedicados al com ercio, y el resto, es decir, los siervos y los trabajadores, sin n in g u n a representación en los órganos d e ciso rio s'. Ibid., p. 149. Alarico fu e el m ás célebre de estos m ercenarios, q u ien tras no recibir su paga, saqueó Roma. 47 Pues en las polis había la m ism a e stru c tu ra de tensión dinám ica que en Roma. Ju lio C ésar añ ad ió “la G alia al im p erio m erced a ú n a serie de cam pañas e n tre los años 58 y 51 a.C. Tras la p rim era expulsión de las tribus galas del n o rte de Italia, en el 121 a.C., R om a había establecido bastiones en la Galia y exten d id o esta provincia hasta H tspania; en el 58, p a ra im p e d ir la p rim e ra m igración h istórica a g ra n escala con que se e n fre n tab a R om a la de los ktlvetii (...), C ésar creó posiciones d e bloqueo en el valle del R ódano y aceptó ayuda de los galos p ara co n ten er la invasión; tras la d e rro ta d e los helveíh, Ja zona de control se vio am en azad a p o r o tra invasión”: la d e la 11 ¡bu teutónica al m an d o de Ariovisto. C ésar efectuó entonces u n “avance envolvente

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Atona ¡metda Iglesias GonzáUi *Jorge Federico M árquez M uñoz * Pablo Arm ando González Vlloo Agnirre

p o r el n o rte del Rin; su éxito, bien acogido p o r los galos del sur, alarm ó a los del n o rte cuya coalición tribal se exten d ía h asta G erm an ia en la o tra orilla del Rin, C ésar luchó contra este belicoso pueblo d u ra n te cu atro años, in te rru m p id o s p o r expediciones contra los venetide B retaña y sus h erm an o s celtas de In g laterra (56 54 a.C.), p e ro (...) logró im p o n e r u n a paz no m in al en la Galia”. En el añ o 5$ a.C. los galos pacificados se sublevaron en m asa en u n in ten to p o r im p e d ir so inclusión en el im perio. C ésar rean u d ó las actividades bélicas. “I -a fase final d e la g u e rra de las Galias, llevada a cabo contra u n enem igo q u e había a p ren d id o m ucho de los propios rom anos, d u ra ría un año, cu an d o V ercingetórix se acan to n ó e n u n inm enso cam po fortificado en Alesia, ju n io al nacim iento del Sena; u n a d e c isió n equivocada, pues lo i rom anos len ían buen caudal de e xperiencias en la g u e rra de asedio (..,). K.s posible que ciertas técnicas las deb ieran a sus antiguos inventores, los asirios, y les lleg aran a través del m ercado intern acio n al del a rte m ilitar que im p reg n ó d u ra n te siglos Asía M enor y n o ta rd a ro n en dejar Alesia aislada de cu alq u ier posibilidad do refuerzo al ro d e arla de un círculo de fortificaciones (...), cada u n a de ellas de unos veinte kilóm etros do circunferencia. Los legionarios eran m aestros m an ejan d o la pala, pues c u a n d o eiectu ab an m archas en territo rio enem igo, la legión m o n tab a ru tin a riam en te p o r las noches u i l cam po fortificado con arreglo a u n m odelo reglam entario. Al h acer su aparición un ejército celta de socorro, cuyo con tin g en te (...) h a b ría sido de u n c u a rto de m illón. C ésar arm ó a sus 55,000 hom bres, rechazó el ataq u e y con tin u ó el asedio de la posición de V ercingetórix”, q u ien aceptó la rendición y fue llevado a Rom a p ara ser exhibido y a c o ntin uación ejecutado. “C on esta m u erte cesó toda resistencia en la G alia y toda la provincia q uedaba in co rp o ra d a al im perio romano^. J o h n K eegan, Historia de la guerra, pp. 332-333. 49 Jack W eatheríord, La historia del dinero, pp, 80-81, ”La conquista y el saqueo sirvieron p ara fin an ciar el im p erio tan sólo p o r un breve perío d o . Muy p ro n to , las legiones rom anas habían conquistado y saqueado las regiones más ricas d e los alrededores. D u ran te el reinado de Trajano, del 98 al 117 d.C., el costo de Ja conquista h ab ía sobrepasado el valor do las riquezas que ésta a p o rta b a al im perio. Para sus nuevas conquistas, los em p erad o res hub iero n de a d en trarse en regiones m ás b ien m arginales, com o las Islas Británicas y M esopotam ia, y el costo de la conquista m ereció escasam ente la p en a pues los recursos n a tu ra le s v los bienes generados no bastaban p ara m an te n er las guarn icio n es necesarias p ara ocu p arlas y tenerlas vigiladas". Ibid., p. 82. &1 Al m enos hasta que se resolvía la extracción de im puestos locales p ara m an ten er las tropas. Situación q u e se resolvía tardíam ente. “El propio éxito expansionista del im p erio había provocado en Italia u n a crisis social y política; los incesantes reclutam ientos, sobre todo e n tre los itálicos cuya in co r­ poración al im perio n o le s había valido el derech o a la ciudadanía, y el creciente poder d e los cónsules que reg resab an victoriosos de las cam p añ as anuales y se e n fre n tab a n a los m agistrados de Koma con sus exigencias de d in ero y a u to rid ad , h acían cada vez m ás obsoleto c\ viejo sistem a d e alistam iento de las legiones y de gobierno d em o ­ crático. Ya había h ab id o u n am ago de disturbios a finales del siglo u a.C. cu an d o los h erm an o s G raco in te n ta ro n re d u c irla c arg a de las levas m ilitares y la in d ep en d en cia de la a u to rid ad m ilitar; disturbios q u e cob raro n gravedad e n el 90 a.C. c u a n d o los itálicos sin derecho a la ciud ad an ía se reb elaro n co n tra los reclutam ientos obligatorios y sólo fu e posible restablecer la pa? concediéndoles la ciudadanía. Pero no p o r ello se p o n ía fin a los problem as derivados de d o ta r de tropas a las legiones, a pesat de

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qu e se estableciera a finales del siglo I la disp en sa real de los antiguos requisitos de propiedad, ru a n d o el cónsul M ario abrió la posibilidad do la in co rp o ració n a tilas de voluntarios del estrato social m ás bajo deJ censo; esta m edida, paradójicam enté, añadió leña al fuego del conflicto e n tre los cónsules que dirig ían las cam pañas m ilitares y la clase política u rb a n a, p o r el h ech o d e q u e los legionarios sin tie rras se sen tían más vinculados a su g eneral, se identificaban m ejor con sus intereses (y m ás si, com o hizo M ario, se les pro m etía tierras en recom pensa p o r su servicio en filas), con lo q u e se refo rzáb ala posición d e los generales fren te a senadores y m agistrados5*.Jo h n K eegan, Historia de la guerra, p. 353. “Los historiadores a tribuyen a Siria la im plantación del sistem a de ejército regular» y (...) p arece pro b ab le que las m edidas que instituyó, incluidas la de pago reg u lar a los m ilitares de em pleo fijo, la creación d e arsenales y depósitos, la construcción de cu arteles y la m an u fa ctu ra cen tralizada de arm am ento, sen taro n la p a u ta a seg u ir por su im perio y otros venideros; fue u n sistem a que se d ifu n d ió desde el O rien te Medio a otras zonas de intensa actividad m ilitar muy al oeste d u ra n te los siglos vi y v a.C., debido en p a rte al contacto de los persas con los griegos y tam bién al increm en to del m ercado de m ercenarios q u e se pag ab an del erario publico; sin em bargo, n in g ú n ejército a n te rio r al ro m an o de la época rep u b lican a alcanzó tal nivel de legalidad v bu rocracia en el reclutam iento, organización, m an d o y abastecí miento". Su capacidad p a ra p e rp etu arse d u ra n te las guerras, derivaba Kde la solución estatal que todos los gobiernos centralistas d a n al acu cian te problem a m ilitar: la de a se g u ra r u n a fuerza estable a baso de levas Hables y eficaces. En la é p o ca do las g u erras púnicas, aunque seguía teó riram e n te vigente la m ilicia obligatoria, el proced im ien to h abía perd id o fuerza y l a s legiones se n u tría n de tro p a m ed ia n te u n proceso selectivo, el dilectos, p o r el q u e los m ejores de los ciudadanos q u e se presen tab an voluntariam ente q u e d ab a n alistados sets años (servicio que p o d ía prolongarse hasta dieciocho años). La adopción del diiexlus refleja un e m p e o ram ien to de la situación de los pequeños pro p ietario s agrícolas, pues (...) las fin casen expansión de los ricos estaban elim inando la p eq u eñ a propie dad; n o obstante, el servicio voluntario rem u n e rad o parece h ab er representado u n a alternativa bastan te generalizada al trabajo agrícola, (., .No) hubo necesidad de a p lirar él ditectus a los altos m andos de las legiones, pues el sistem a político rom ano (.. .) im ponía com o condición al can d id ato a los cargos políticos que jalo n a b a n la c arre ra hacia el consulado que los jóvenes de b u en a c u n a hubiesen com pletado un d ete rm in a d o p e río d o com o tribunos, cargo del que había seis re p re se n tan te s en cada legión; p a rec e q u e esta cualificación re q u ería diez años de servicio o diez cam p añ as”. fbid., p. 32í>. M En el año 200 a.C. los centuriones obtenían el doble de los b otines que sus soldados y cien años después» con Pompeyo, la proporción equivalente e ra d e 20 a 1; p e o r aún, p ro p o rció n e n tre los m ás altos m andos y el m iem bro d e la in fan tería e ra de 500 a l. A las m inas, a los cam pos agrícolas y los esclavos. iC A m edida que las colonias cobraron im p o rtan cia subieron al p o d e r los generales y gobern ad o res de las provincias recién conquistadas. “En el curso d e este desarrollo, el imperaior se convirtió e n com an d an te en je fe y g o b e rn an te del estado. A p rincipios del siglo j a.C., el an tig u o ejército do ciudadanos de la república ro m an a se profesionalizó con m ercenarios en resp u esta a la necesidad de u n a m ilicia p e rm a n e n te en las nuevas provincias u ltra m arin as. Este ejército, q u e estaba fu e rtc m e n te ligado a d eterm in ad o s líderes, llegó a ser un factor po d ero so en los asuntos públicos, hasta q u e arre b a ta ro n el p o d e r de h a ce r n om bram ientos a las asam bleas del pueblo v el senado. E specialm ente

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Alma ¡TJif.Uüi Iglesias Goruátei *Jorge F?,dórico Márquez M utIoi

4PaOto Armando González. Vltou Aguirre

las g u a rd ia s p reto rian as fu ero n m uy influyentes e n las Alias esferas clol poder. Dcscle los tiem pos antiguos, los líderes m ilitares, que en un principio se llam aro n preiores, tenían u n a tro p a especial, una g u a rd ia personal. L a fam osa Décim a l egión de C esar era u n a g u a rd ia de ese tipo. F inalm ente estas g uardias term in aro n p o r elegir los em peradores. C u an d o Julio César, al cru zar el R ubicán (49 a. C.) decidió lan zar su ejército c o n tra el senado rom ano, q u e le había o rd e n ad o de ja r el m an d o de sus provincias y sus tropas, hizo que la historia de la h u m a n id a d d iera un viraje revolucionario. C reó u n a nueva clase de gobierno basado sólo en la p ersonalidad. Sin duda, había ten id o predecesores en esa actitud. A los hom bres que no se consideraba g o b e rn a n ­ tes legítim os, e n com paración con los reyes h e red ita rio s sagrados o los funcionarios nom brados, se les llam aba tiranos. T enían m ía g u a rd ia p ersonal de m ercenarios q ue se hallaba en conflicto constante to n el ejército. Fueron estos hom bres los que inventaron el servicio secreto, pues utilizaban u n a tro p a de espías responsable solo an te ellos. N o obstante, Ja innovación de C ésar consistió e n q u e su régim en personal rebelde, basado sólo en un p o d e r m ilitar presento y un apoyo p o p u la r ilegítim o, se convirtió en u n a m o n arq u ía d u ra d e ra que tuvo influencia p ro fu n d a sobre la h istoria europea, fortificó su p o d e río al o bligar a] .seriado a am pliar ilegaJm entc Jo* lím ites de esos cargos. C ésar fue el prim ero q u e se hizo n o m b rar dictad o r p e rp e tu o (dicialor perpetuui). T am bién fue no m b rad o cónsul p o r diez años, en ve 2 de los dos que eran habituales, e investido del p o d e r de los trib u n o s (tribunicia poíesías) aunque, com o patricio, n o podía ser tribuno, pues éste ora u n cargo plebeyo. Su p o d e r de trib u n o c o m p ren d ía la sacrosanctitas o in m u n id a d sagrada* u n privilegio d e los tribunos plebeyos para protegerlos co n tra los nobles “C on el tiem po todos estos térm inos tradicionales que designaban autoridad y que derivaban de cargos republicanos., qu ed aro n oscurecidos p o r el nom bre de La persona, César, en griego Knisar, q u e llegó a ser u n a designación general para m onarcas que r egían sobre diferentes pueblos y países. D espués de su m uerte siguió ad elante con firm eza au n q u e con lentitud la transform ación de la república en un im p erio ’*. Ibid., pp. 99-100. ■ M U n a evolución que p u ed e rastrearse en la pérd id a de los m edios de defensa de la plebe c o m ra la a rb itrarie d ad de las autoridades. En el 135 a.C. en Sicilia, tuvo lu g ar la p rim e ra revuelta d e esclavos im portante. R eunieron u n ejército de 200 m il inconf'orm es y pelearo n d u ra n te c u a iro años liaste, ser som etidos cru elm en te p o r las legiones. 59 F.s bien conocido el in ten to del Lribuno de la plebe, J ib e ro G raco, q u ien después de un viaje p o r Italia re to rn ó in d ig n a d o p o r la m iseria en que vivían los cam pesinos rom anos. Dijo que n o los esclavos y los ciudadanos proletarios no eran equiparables y p o r tan to, no d eb ían co m p etir p o r el trabajo. El a rg u m e n to e ra que los esclavos no luch ab an , n o estaban dispuestos a d e fe n d e r su patria. El re p re se n tan te del pueblo p ro p u so el re p a rto de las tie rras conquistadas e n tre los pobres. En el añ o 119 a.C., al intentar reelegirse, fue asesinado por el sum o sacerdote de Roma, quien era sum am ente rico. R eto rn aro n al p o d e r los conservadores y la refo rm a ag raria fue cancelada. w En la é p o ca de C ésar y Augusto, el im perio m an ten ía a 150,000 indigentes, y en el añ o 203, bajo Séptim o Severo, a irnos 175,000. 65 Cfr.; M irhael Maní)» Las fuentes del poder, /, pp. 30Éi-3t>7. 62 Por ejem plo, en el añ o 133, Atalos m , rey fie Pérgam o, que n o ten ía hijos y tem ía

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una rebelión popular, h e re d ó a Rom a sus dom inios (el noroeste de Asia M enor) a cam bio de la protección del im perio. r'3 La construcción d e cam inos fue vista com o la base de la dom inación im perial. Por ello, M ario bi/.o tic cada m ilitar u n co n stru cto r de cam inos. C ada legionario era un “soldado-m ula”, debido a la en o rm e carga q u e llevaban p ara sus trabajos de albañilería. M A u m en taro n los efectivos de la legión a seis m il doscientos infantes m ás una cohorte de seiscientos de caballería. 6b El im perio territo rial ro m an o fue posible po rq u e gen erab a u n a en o rm e cantidad de excedentes, del cual, recaudaba tam bién porcentajes muy elevados. Así, la elite contaba con recursos d e in frae stru ctu ra , n u n ca antes conocidos p o r los estados de la a n tig ü ed ad . Con la reform a de M ario, c o m e n tó la construcción, a g ra n escala, de carreteras. A dem ás, el im perio contaba con todas las ventajas de la época p ara la navegación, pues de los griegos y los cartagineses lom ó los m odelos de los barcos y las técnicas de navegación. El tran sp o rte p o r vía fluvial e ra m enos costoso que el tcrrescre y se usaba siem pre que fu e ra posible. Para aquellas ocasiones (i.e. el invierno, o en la necesidad de tra n s p o rta r g ra n nú m ero de legionarios) y lugares en los cuales no lo era, estaban la extensa red do cam inos. O tro rasgo del im perio territo rial fu e q u e logró a m p liare l espacio de adquisición de excedentes, al cultivar extensivam ente lodos los terren o s del im perio que fuera posible. Así, se p o d ía alim en tar en el cam ino a los bueyes, las ínulas y los soldados. Kinahnejue, la organización territo rial tam bién descansaba e n la organización p ara la adquisición de los excedentes locales, que a la vez descansaba sobre la econom ía legionaria. En la base, el im perio se dividía en m unicipios, que estaban con obligados a a p o rta r tropas locales. I .os gobern ad o res provincia les y los jelé s de las legiones p o d ían req u isar tran sp o rtes terrestres y m arítim os p ara co n cen trar provisiones. La legión era u n a fuerza de 5,000 hom bres, capaz de m an io b rar com o u n id ad autónom a. Claro que c o n ce n tra r fuerzas mayores im plicaba cierto esfuerzo, p e ro el desp h u am ieu to de ejercilos de 20,000 hom bres e ra u n a operación ru tin a ria. m M uchas de ellas se en co n trab a n a cientos de kilóm etros del destacam en to más cercano. TQ ue ten ían sólo m an d ato p o r u n an o y necesitaban crearse u n a facción propia p a ra m an ten erse en el p o d e r y hacer sus reform as legislativas. P a ra ello, usaban so ­ bornos, violencia y am enazas. bB Q u e d e p e n d ía n d e la lealtad d e sus tropas. Para ello buscaban in flu ir en la legis­ lación sobre concesiones de tierras conquistadas y pensiones p ara los m ilitares. ^ A ugusto, q u e in sta u ró el sistem a ju lío -c la u d ía n o , p a re e ió resolver- alg u n a s anom alías “intrínsecas a la e stru c tu ra d e g o b e rn a r un estado m ilitar m ed íam e la política com petitiva d e una clase electoral excluyem e que ya no e ra representativa. 1 os prim eros electos se h icieron sen tir e n el pro p io ejército. A ugusto lo encontró enorm em ente diinensionado p o r electo d e las g u erras civiles con un toral de m edio m illón de hom bres, la m ayoría de ellos sim ples m ercenarios seguidores de generales rivales; él lo redujo d rásticam ente y estabilizó su fuerza en veintiocho legiones. Para aseg u rar la seg u rid ad del gobierno central y que no se repitiese el cesarism o, form ó la gu ard ia p reto rian a, u n a nueva fu e r/a con guarn ició n en Roma, y el ejército e n pie de g u e rra q u ed ó re p artid o (...) en las fronteras, con m áxim a concern ración en el bajo

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A lm c Im e ld a Iglesias

C

c n z á ltz * jo ^g s Federico M á rq u e z M u ñ o z * P a tio A r m a n d o G onzález UUoa A g u irre

Rin, fren te a G erm ania, d e la que ya com enzaba a sentí rse la presión poblacional; en el alto D anubio, o tra región en la que se h acían sen tir los disturbios bárbaros, y e n Siria. Al m ism o tiem po se m a n te n ía n pequeñas guarn icio n es e n H íspanla, A frica y Egipto. De igual im p o rta n cia fu ero n las m odificaciones que efectuó en las condiciones p ara el servicio; la ficción de la m ilicia obligatoria fue abolida y el alistam iento e n las legio­ nes se hizo sobre u n a base profesional, en la que te n ía n preferencia los ciudadanos, p e ro p o r la q u e se oto rg ab a dicha ciu d a d an ía a los can d id ato s adecuados; el plazo a servir en filas e ra de quince años (veinte, m uchas veces, e n la práctica) y d u ra n te él les estaba pro h ib id o casarse a los legionarios; d e todos m odos, au n q u e ilegales, las fam ilias se vinculaban a los cam pam entos , la paga e ra fija y re g u la r y al licenciarse el ex com batiente recibía u n retiro suficiente p a ra vivir (...). El ejército de A ugusto se equ ilib ró e n to rn o a 125,000 hom bres; u n a cifra e q u ip a ­ rable servía e n las un id ad es auxiliares d e caballería e in fan tería ligera.de las legiones, u nas unidades que R om a h ab ía em pleado desde el inicio de sus conquistas e n Italia, época en la q u e los auxiliares n o d isfru tab a n d e la ciu d a d an ía y el plazo d e servicio e ra irregular. A p a rtir d e este m om ento, estas tropas recibían u n a p ag a adecuada; p e ro el m ejor incentivó e ra que al final d e los veinticinco años de servicio, el licenciado recibía el derech o a la c iu d ad an ía, extensible, ya que entonces p o d ía casarse, a los hijos que p u d iera te n e r su esposa. Estas condiciones sirvieron p a ra m ejo rar (...) la calidad de las tro p as auxiliares (..,). A dem ás, con el tiem po, las alas d e cab allería y las cohortes de in fan tería dejaron de reclutarse e n el m om ento d e e n tra r en servicio (una tendencia que eq u ip a rab a e n o rm e m e n te su calidad a la de las propias legiones), su m an d o pasó d e jefes locales a oficiales im periales, y fu ero n distribuidas p o r todo el im perio listas para e n tra r en com bate (♦.♦)♦ A ugusto hizo cu an to p u d o p o r a se g u ra r la fu tu ra lealtad del ejército con las disposiciones relativas al m ando, Bajo la república, el pro có n su l d e u n a provincia m an d ab a las legiones que hubiese e n ella, p e ro A ugusto se no m b ró procónsul de casi todas las provincias y así m an d a b a d irec ta m en te e n todas las g u arn icio n es de legionarios, m ientras que p a ra el resto, e n las q u e el senado seg u ía n o m b ran d o a los go b ern ad o res, las legiones q u e d a ro n al m an d o d e legados re p re se n tan te s del em perador. P ara a d m in istra r y fin an ciar u n sistem a ta n com plejo y centralizado, A ugusto creó u n servicio civil im perial, form ad o y dirig id o p o r hom bres d e la clase política a quienes confió b u en as responsabilidades pagándoles u n salario estatal; estos fun cio n ario s im periales ten ían e n com endado re ca u d ar im puestos p a ra subvenir a las necesidades de la a dm inistración económ ica de las provincias y las g u a rniciones, tran sfirien d o las sum as al tesoro im perial y» e n E gipto y A frica, co m p rar y recoger el trig o de re p a rto gratu ito a la población y del que la m etró p o li im p o rta b a 400,000 toneladas al a ñ o ”.J o h n K eegan, Historia en C arras, al n o rte de Siria, p erd ió siete legiones. En la se g u n d a fase estratégica aum ento el nú m ero de legiones e n las fro n tera s y la principal am enaza eran los extranjeros que hacían incursiones en las provincias pacificadas. N o se les p o d ía elim inar, po rq u e eran nóm adas, p e ro se les in tentaba contener. N o obstante, esa política e ra muy costosa, po rq u e req u ería de tropas en g ran d es p erím etros. Los rom anos c rea ro n entonces fortificaciones fronterizas, que n o eran p ara obligar a los in tru so s a co n cen trarse en u n p u n to de e n tra d a y salida. 77 Esto se debió, en g ra n m edida, a la incapacidad de los em peradores de e x tra er m ayores recursos a las provincia». T radicionalm cnlc las tasas trib u tarias las decidía el senado, p e ro d a d o el p o d e r del e m p e rad o r Augusto, éste com enzó a legislar al res­ pecto. H e a q u íla p rim e ra d ific u lta d : los generales conquistadores a rg u m e n ta ro n que no p o d ía h aber u n alza de los im puestos q u e no hu b iera sido decidido por el senado. De cualquier m anera, los em peradores hicieron las m odificaciones, au n q u e sólo en el papel, pues su rap acid ad recau d ad o ra e ra muy lim itada. Michael M ann habla de un em pate de p o d er en tre el p o d er cen tral y las clases alLas provincianas: el prim ero no lograba a u m e n ta r los trib u to s y las segundas n o lograban dism inuirlos. 73 Esto se d ebía a que los ro m an o s no te n ía n capacidad técnica, ni se a p resu rab an a aplicar de form a práctica los fru to s de ios descubrim ientos científicos. En la esfera m ilitar había mayores avances com o las m áquinas d e asedios, i’ero no h abía n in g ú n avance en la a g ric u ltu ra y c u a n d o los hnho, no se d ifu n d ie ro n . La aceña palesd n a y la segadora gala, am bas del siglo i de n u estra era, fueron inventos desconocidos p a ra el resto del im perio. L o m ism o p u e d e decirse de los tornillas. Vas palancas y las poleas, que se usaron sólo localm ente. Q uizás esto se debió a que había a b u n d an te m ano de obra, coloni y esclava, que hacían innecesaria, o quizás incluso peligrosa desde el p u n to de vista d e la estabilidad social, la difusión de lecnologías p ara el cam po. Además, la. tecnología d e los m o d ern o s es intensiva, es decir, d irig id a a extraer m ás pro d u cto s e n form a de en erg ía y recursos a p a rtir de m enos recun>os. Los ro m a­ nos p o r el c o n tra rio c o n ce n tra ro n su inventiva en prácticas extensivas; se d edicaban a e x tra e r m ás productos a p a rtir d e ínsum os más coordinados y organizados. La revolución de la E dad del H ierro, fue intensiva: perm itió p e n e tra r físicam ente el suelo en m ayor p ro fu n d id ad y re d u c ir el ám bito de organización social auto ritaria. P ero los rom anos aprovecharon esa base m ed ia n te la extensión hacia afuera, la paci­ ficación del espacio y la organización. “¡Recuérdese lo que colgaba de la p e rijg a d e M ariol C ada pieza del eq u ip o legio­ n ario n o ten ía en sí n ad a de n otable com o invención. 1 o notable e ra su com binación en u n a organización social com pleja y extensiva”. Míchael M ann, Lasjiwntea, /, p. 407. El resultado fue el im p erio territo rial. Sin em bargo, esta form a d e ve rla tecnología, u n a vez alcanzados los lím ites de la expansión, tam b ién frenó la viabilidad del im perio. Para el añ o 100 d,C. los rom anos h ab ían alcanzado las fro n teras razonablem ente conquistables, explo tab an la m ayor p a rte d e las tie rras aptas p a r a la a g ric u ltu ra y su organización política y fiscal tam bién h ab ía p e n e tra d o e n to d o el Im perio. 282

18. LOS CAMINOS DE LA VIOLENCIA

T a sociedad romana estaba com puesta por cuatro clases I sociales: esclavos, ciudadanos libres, terratenientes1y elites J-Jau tócton as o del estado. La necesidad de obtener esclavos se incrementó en la medida en que Roma se m ilitarizó, pues debido a que Los ciudadanos estaban en la m ilicia escaseaba la m ano de obra. Al principio, las tilas de los esclavos se engrosaron con los prisioneros de guerra. Los rom anos aprendieron la esclavitud a gran escala de Cartago. Al vencer en las guerras púnicas, obtuvieron territo­ rios que les perm itieron la agricultura extensiva. Usaron a los esclavos de sus antiguos enem igos. Muchos de d io s habían per­ tenecido a estados sin tradición ciudadana y para ellos resultaba casi igual trabajar para sus viejos que para sus nuevos amos. F.n el siglo I a.C. 35 por ciento de la población de Italia era esclava. Hacia el año 100 de nuestra era, cuando las conquistas disminuyeron, se redujo también el núm ero de esclavos. Pero el factor más im portante de este descenso fue más complejo: la com binación de la degradación del cam pesino-ciudadano y el ascenso gradual del esclavo convertido en jornalero.2 Llegó el punto en que estas dos figuras se mezclaron en una sola: la del trabajador semiesclavo asalariado agrícola.3 Al fundirse en una sola categoría, se les otorgó a los miembros de esta clase,

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A lm u Im e ld a Iglesias G onzález * Jorge Federico M á rq u e z M u ñ o z m Pablo A r m a n d o G onzaU ¿ U lioa A g ü irre

la ciudadanía,4 pero fue únicam ente una concesión nominal; de hecho no participaban en la política, ello debido a la gigan­ tesca brecha d e la desigualdad. La ciudadanía m asificada no implicaba realm ente una organización extensiva. Debido a la segm entación horizontal, a la represión ejemplar y a los benefi­ cios del imperio, prácticamente no hubo revueltas campesinas. Los desórdenes sociales por lo general eran provocados por las luchas entre las élites, que en escala distinta, movilizaban también a ciertos sectores de las clases bajas. Había m ucho resentim iento contra los beneficiarios del sis­ tema, que se manifestaba principalm ente en la delincuencia, la única form a de rebelión constante a lo largo de la historia del imperio. En el cam po, dentro del espacio supuestamente pacificado, se construían casas fortificadas para evitar a los ban­ didos de esclavos fugitivos, campesinos y soldados. Sin embargo, todos estos rufianes no se atrevían a enfrentar directam ente a las autoridades, ni siquiera a robar al recaudador de impuestos. Incluso, m uchos de ellos se convirtieron en aliados semioficiales del régim en y hacían funciones policíacas. Otras lórmas de rebelión contra el sistema, menos constantes que la delincuencia pero de alcances políticos más amplios, fue­ ron los m otines urbanos/’ las revueltas de esclavos/ las guerras civiles dinásticas7 y los cismas religiosos/ La lucha de clases no se presentó extensivam ente debido a que dom inaban los elem entos de segm entación horizontal: los cam pesinos que se rebelaban lo hacían siguiendo una au­ toridad local para linchar a una estatal -L e. el recaudador de im p u esto s-/ las formas no económ icas de organización com o el ejército, la iglesia y las sectas; los movimientos regionales que daban la ventaja de diagram a10 a las clases altas. En general, cuando el pueblo se mostraba activo lo hacía en el marco de organizaciones clientelares. Por tanto, la lucha de clases era sólo latente, aunque al inicio, con la República, el conflicto social liego a existir en un sentido más cercano al m oderno.

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La stasis era débil y localizada debido, en buena m edida, a la naturaleza de la econom ía romana. Más del ochenta por ciento de la población trabajaba en labores agrícolas y su nivel de consum o era casi el m ism o que su nivel de producción. Por lo tanto, la mayor parte de su econom ía era autárquica. En el siglo iv de nuestra era el com ercio era tan m arginal que sólo equivalía al cinco por ciento de la producción total. Las clases sociales sólo son extensivas si existe una mayor interacción cutre las masas. De cualquier manera el imperio elevó los niveles de vida de sus habitantes. Aunque se basaba en unidades económ icas casi autónomas, civilizacionaimente casi todos los territorios se veían beneficiadas por los avances organízacionales y tecnológicos ro­ manos.11Esto es notorio en la dinámica demográfica1yy urbana,™ y también en la productividad de la cosecha por semilla durante el imperio14en comparación con los índices posteriores a la caída de Roma.15 Otras señales de la prosperidad del imperio son: la monetización de un porcentaje importante de las actividades económicas;16 el pago en efectivo que indica niveles de vida más altos que el pago en especie por la posibilidad de un mayor inter­ cambio de bienes;17las rentas y tributos en efectivo, que fomentan el comercio, a diferencia de las obtenidas en especie, que son unidireccionales y no fom entan el mercado; la gran cantidad y variedad de artefactos, com o ollas, lámparas, monedas, herra­ mientas, piedras talladas y ornamentos;18 el perfeccionam iento de las técnicas agrícolas, que es visible en la difusión de gran va­ riedad de cultivos,.ganado y abonos; el tamaño y la densidad de la población, que fue mayor que en cualquier otro imperio de la an­ tigüedad.19 Los m iembros de la clase gobernante del im perio romano se convirtieron en terratenientes, reivindicaban su propiedad privada y autonom ía respecto al estado. Sin embargo, su posi­ ción se inició debido al crecim iento del estado y dependió de éste para m antenerse.

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A l m a i m e l d a Ig le s ia s ( ¡ a n u tle z 'j o r g e I ^ t h r k o M á r q u e z M u ñ o z • P a b lo A r m a n d o G o n z á le z fJU oa A g u ir r ?

La riqueza y el control de la fuerza de trabajo producto de la conquista, acabaron con la ciudadanía participativa. Los genera­ les, que al inicio eran miembros del orden senatorial, eran quie­ nes repartían el botín. A su vez, las nuevas provincias generaban más riqueza. Los gobernadores, los jueces, los recaudadores de impuestos, los magistrados y los contratistas del ejército, encar­ gados de la administración de los nuevos territorios, también procedían de la d ase ecuestre. En la m edida en que las conquistas avanzaban estos funcio­ narios eclipsaban a la adm inistración central, que no crecía proporcionalmente. Las élites locales tenían el derecho absoluto de propiedad e incluso, si lo consideraban necesario, saqueaban las riquezas de sus provincias, ¿Qué mantuvo entonces la integración de la élite imperial? Las relaciones jerárquicas del im perio m ediante la dom inación territorializada por la econom ía legionaria;1^ y las relaciones horizontales que integraban ideológicam ente a la d ase alta.21 Muestra de ello es el hecho de que, a pesar de la violencia en el proceso de sucesión el imperio se mantenía unido. No parece que ninguno de los aspirantes fuera un líder provincial nacional que ambicionara la secesión provincial o una conquista que habría entrañado esta­ blecer la hegemonía de una provincia sobre Lodo el imperio. La hegemonía de Roma no estaba en disputa. Eso también era algo nuevo: en los imperios anteriores la hegemonía había oscilado entre las provincias y las capitales como resultado de enfrenta­ mientos civiles y dinásticos de ese tipo.32 El im perio romano se mantuvo unido debido a que la clase g o ­ bernante compartía una cultura que la hacía consciente de sí misma y debido también, a los m étodos análogos de dom ina­ c i ó n . E l im perio no fue gobernado por camarillas de líderes locales particularistas ni por un núcleo conquistador romano, sino por una clase política extensiva. El grado de hom ogeneidad

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de la elite romana sólo encuentra punto de com paración, en la m ism a época, con la dinastía Han, en China. El período de auge del imperio romano fue del año 100 a.C. al 200 a.D. La d ase gobernante estaba cohesionada y la eco­ nomía legionaria era eficaz para derrotar a los enem igos en el cam po de batalla e institución al i/ar la econom ía y la seguridad internas. El comercio y la circulación de m oneda se mantuvieron constantes, cuando no en ascenso. La defensa de los territorios quedó estabilizada en el 117 de nuestra era. Las guerras civiles, aunque endémicas, no fueron peores que las presentadas a (ma­ les de la república. En fin, la supervivencia de Roma no estuvo amenazada. Pero a finales del siglo n, bajo el gobierno de Marco Aurelio, vemos ya señales de decadencia. El primer envilecim iento grave de la m oneda, la plaga, la despoblación de algunas localidades y tribus germ ánicas que cruzaron las fronteras en diversas incursiones. Para fines del siglo n vemos nuevas amenazas externas a la estabilidad del imperio. En los años 160 y 180 el im perio tuvo que combatir con casi todas sus legiones para defender el Da­ nubio de una confederación de tribus germánicas: los marcom anos El traslado masivo de tropas desde el este, en donde acecha­ ban los partos, revelaba lo peligrosa que podía ser una guerra sim ultánea en este y oeste al tiem po que dem ostraba que los m arcom anos eran sintom áticos de la creciente capacidad de organización de ios bárbaros.21 Al ver que la defensa de los bordes era inviable, los severos intentaron reformar la estrategia militar del imperio. En el año 193 Séptim o Severo retiró las legiones de choque de los puestos fronterizos y las sustituyó con colonos atraídos para esta labor con incentivos fiscales. Las legiones fueron trasladadas a posiciones móviles para hacer de reserva y apoyar puntos específicos.25 El hijo de Séptim o, Carcalla, extendió la ciudadanía a todos los varones libres que habitaran en el imperio, ganar su lealtad

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A lm o In td d a Iglesias González Jorge. Federico Márquez M uñoz

9Pablo Armando González Ulloa Aguirr*

y ampliar la base tributaria. Pero el dinero no era suficiente y era im posible, sin causar una sublevación, elevar los impuestos para hacer viables los costos del nuevo m odelo defensivo. Los severos intentaron en ton tes una estrategia que resultó ruinosa: envilecer la m on ed a.26 El im perio rom ano em itía m oneda en función de sus necesidades de gastos, pero dejaba la oferta en m anos de productores e interm ediarios privados. Por tanto, no podía hacer nada peor que destruir la confianza en su m oneda. Si se advertía el envilecim iento, seguirían el atesoram iento y la inflación. Además, a ojos de sus ciudadanos, envilecer su contenido era fallar en una de las principales fun­ ciones del estado. Este m étodo era una tentativa de engañar a los súbditos. Debido a que las m edidas contra la crisis em pobrecieron más al imperio, los germ anos se sintieron alentados a atacar, al tiem po que Roma tuvo que renunciar a intervenir en O riente M edio, cuando en el año 226, el estado de los partos se vio derrocado por invasores persas, encabezados por la dinastía Sasánida. Los sasánidas fundaron uti estado centralizado, capaz de em prender enorm es cam pañas de guerra. Los romanos, simples observadores del agresivo poderío per­ sa, se vieron obligados a increm entar sus defensas orientales.27 Esto ocurrió al m ism o tiem po que en el Rin y el Danubio los bárbaros em prendieron algunas de sus mayores incursiones. El final de los severos llegó en el año 235?'¿8 cuando el ejército del Rin se am otinó por no recibir su paga. Todo ello después de una larga lucha no decidida contra los persas y de la incursión a Italia, en el 232, de los m arcom anos. Los nuevos em peradores no hicieron sino agravar los pro­ blem as de Roma. Entre el 235 y el 284 el sistema fiscal se fue paralizando y el contenido de la plata en las m onedas decayó. La población rechazaba las m onedas im periales y aum entaron los precios. Al m ism o tiem po com enzó la decadencia urbana y del comercio.

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Cada vez era más difícil aprovisionar a las tropas y éstas» com o respuesta, se am otinaban. De los veinte em peradores siguientes a los severos, dieciocho murieron de form a violenta, uno en una prisión persa y otro por la peste.29 A los invasores les resultaba fácil aprovecharse de la situa­ ción, con lo cual causaban mayores dislocaciones económ icas. En la década que com enzó en el 260 atacaron sim ultáneam ente los godos por el norte y los persas por el este. Los primeros destruyeron Atenas y los segundos capturaron al emperador Valeriano y saquearon Antioquía. Entre el 270 y el 280, cuando parecía que Roma estaba acabada, los emperadores lograron im portantes victorias y le dieron un respiro al imperio. D iocleciano y sus sucesores, hasta Constantino, lo aprovecharon.^ Las reformas iniciadas por D iocleciano rom pieron con pa­ sado al aceptar la decadencia y la im posibilidad de recrear la estructura de sacrificio com ún existente durante los primeros siglos del imperio. Los cambios trataron de quebrantar el poder autónom o de clase alta.31 El éxito de esa estrategia dependía de la capacidad del estado para penetrar la sociedad civil. Para ello, en la esfera militar, se volvió a introducir la recluta con carácter perm anente y los efectivos del ejército se duplicaron,32 y a principios del siglo iv llegaba a 650,000 legionarios.33 Estos nuevos militares, leales al emperador, se usaban para patrullar el imperio, cuidar los cam inos y los puertos, pacificar ciertas zonas y extraer los impuestos. Gracias al aum ento de ingresos se duplicó la burocracia. Al tiem po que esto sucedió D ioclecian o tam bién reorganizó el aparato adm inistrativo. Subdividió las unidades adm inistrativas para hacerlas más pequeñas y restarles autonom ía frente al poder central. D iocleciano, debido a sus reformas, sus victorias militares y sobre todo, al hecho de que estaba dispuesto a usar la fuerza»34 fue capaz de aum entar e im poner nuevos impuestos. Para que esto fuera eficaz, reaÜ2Ó un censo. Creó así un presupuesto realista para las necesidades del estado.

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A ltn a im e ld a Iglesias G unzález *Jo rg e Federico M á rq u e z M u ñ o z * Pablo A rm a n d o G onzatez UUoa A g u r n e

Sin embargo, el m ercado y la econom ía agrícola tendieron a sofocarse y creció la resistencia a pagar im p u e s t o s .L o cual provocó que se hiciera necesario el crecim iento del ejército, que a la vez requirió de mayores tributos.36 Mientras esto ocurrió los señores de las marcas y los persas siguieron am enazando al imperio. Los romanos hicieron enton­ ces una alianza con los germ ánicos. Éstos, a cambio de luchar por el imperio, recibieron tierras en regiones fronterizas. Para el historiador de la guerra este fue el inicio del fin, pues puso el im perio en m anos de los bárbaros.37 En el año 375 los hunos, de Asia Central, destruyeron el reino ostrogodo al sur de Rusia y desplazaron a gran cantidad de pueblos germánicos, ahora hicieron presión sobre occidente. Tres años más tarde, el em perador Valente fue derrotado y su ejército destruido en Adrianópolis. La lección era clara: ya no se podían im pedir nuevos asenta­ m ientos de visigodos, ostrogodos y otros bárbaros. Había enton­ ces que buscar una nueva estrategia. De acuerdo con Amy Chua la mejor habría sido una com binación de asimilación voluntaria y tolerancia, pero Roma eligió otra: los usó para defender sus fronteras del norte. El im perio no necesitaba más impuestos para pagarles, pues los nuevos aliados no contaban con una econom ía m onetizada y se conform aban con Ja explotación agrícola de los territorios otrora romanos. Más tarde, al llegar A tilaa los dom inios del imperio, algunos de los “invasores bárbaros, que habían sufrido el dom inio de los hunos fuera del imperio, acudieron en auxilio de A ecio y formaron en Chálons en el 451 un im portante contingente”. Lograron una victoria que evitó la devastación de Galia. Apenas se alejó e] peligro de los hunos cuando Roma se vio asolada por Genserico, wque había cruzado Galia e H ispania para fundar un reino en el norte de África”. El líder vándalo se em barcó con sus tropas, tom ó Córcega y Cerdeña, y, desde esa base, se apoderó de Roma» saqueándola, en el 455. La contrao-

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fensiva organizada por L eón, em perador de Bizancio, se saldó con un fracaso; los vándalos establecieron un régim en pirata que dom inaba el M editerráneo d esde sus bases en Sicilia y Africa, continuado por sus sucesores sarracenos y berberiscos durante mil años (>..). En Galia e Italia el poder pasó a tresjefes germánicos, Ricirnero, Orestes y O doacro, que entronizaron a una serie d e em peradores comparsas. U no d e ellos, Mayoriano (457-461)* logro restablecer brevem ente la autoridad im perial en el sur de Galia, pero fue destronado. En el 476, O doacro, que disponía d e la mayor fuerza en Italia, en teoría un ejército rom ano obediente al em perador com parsa Róm ulo, venció a R icim ero en la disputa por el poder, desposeyó a Róm ulo y se proclam ó rey en vez de em perador. EL senado, que, sombra de lo que fue, aún perduraba, devolvió los sím bolos im periales al em perador de G onstantinopla: el ejército rom ano de O ccidente había dejado de existir ,38

Aunque en el siglo v existían aún ejércitos llamados legiones, eran en realidad fuerzas regionales que actuaban com o guar­ niciones defensivas; milicias sin la capacidad ingenieril para consolidar territorialmente sus victorias. Sólo restaba un ejército central de campaña, que estaba encargado de proteger al em ­ perador. Para ese entonces, había dejado de existir la econom ía legionario y había com enzado el feudalismo» El derrumbe político y militar definitivos, llegaron en el ano 476, cuando se depuso del trono al últim o emperador de O c c i­ dente, irónicam ente llamado Rómulo Augústulo. Pero el declive económ ico y social ocurrió gradualmente, antes y después de esa fecha. La desorganización del im perio im plicó el abandono de las ciudades, la falta de cultivos en terrenos enorm es, la m uerte de mucha gente por desnutrición y enferm edades.39 Socialm ente también hubo m uchos cambios: los hombres que hasta entonces habían sido libres se colocaron com o coloni bajo protección de los terratenientes locales, para evitar al

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A lm a Im s ld a Iglesias G o n z a k z * jo ? g e Federico M á rq u e z M u ñ o z * Pablo A r m a n d o G onzález U lloa A g u ir r t

recaudador imperial;40 aldeas enteras pasaron a m anos de un patrón; la descentralización económ ica consolidó la econom ía de latifundios (el oikos) que al inicio com petía y luego sim ple­ m ente ignoraba, la m altrecha econom ía central; el com ercio interprovíncíal decayó por com pleto con las invasiones; las com unicaciones se volvieron inseguras. El más im portante cambio fue la consideración de los terra­ tenientes locales y de ios cotoni de que las autoridades im peria­ les eran explotadoras a cam bio de nada.41 Por tanto» crearon una estructura social en la cual el trabajo lo hacían siervos dependientes. El efecto del derrum be del imperio, sobre los cam pesinos, no fue muy dramático, incluso m uchos de ellos consideraron que habían mejorado. En algunas 2onas Las masas y, en m enor m edida, las élites locales, acogieron complacidas la dom inación de los bárbaros. Se habían librado de tos altos impuestos, de las políticas centrales de austeridad y de la esca­ sez de m ano de obra por las obligaciones militares. ¡Mejor no defender ningún imperio! El im perio de Constantinopla, sin embargo, sobrevivió mil años más. Tras la división administrativa del imperio, a O cci­ dente tocó la difícil tarea de defender la vulnerable frontera Rin-Danubio, salvo los últim os 500 kilómetros. Finalm ente no lo consiguió. El principal reto para Constantinopla eran los persas. Para contenerlos recurrió a una sucesión ordenada de guerras, tratados de paz y actividades diplomáticas. Despucs de todo, los persas tenían problemas de organización similares a los de los romanos. Los germ anos eran señores de las marcas. Roma les dio la organización militar y económ ica con la que la asesinaron. La estrategia defensiva del im perio de occidente fracasó por su incapacidad para responder a los retos que ella misma creó en sus fronteras.

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Notas 1 H om bres de clase alta, perten ecien tes a los órdenes ecuestre y senatorial. ? En el añ o 200 los esclavos ascen d iero n form alm ente a la servidum bre y los cam ­ pesinos cayeron a ella. H Recibía n n sueldo p e ro estaba a lad o a la tierra en la q u e trabajaba. Y esta co n d i­ ción adem ás, e ra hered itaria. * O to rg ad a p o r C arcalla e n el añ o 212. * Q ue e ra n un proceso seiui-institucionali/ado p ara p e d ir asistencia al estado, sobre to d o en cuestiones de justicia en co n tra d e los fun cio n ario s provinciales. 6 F.sias rebeliones fu ero n m enos frecuentes en la e tap a del im perio que en la d e la república. G eneralm ente eran conflictos locales que buscaban a rre b a ta rle las tierras a los i órnanos p a ra restablecer su pro p ied ad a los antiguos pueblos. 7 Q ue p o d ía o rig in a rse com o expresión de u n agravio de clase. Por ejem plo, cuando los soldados, ex cam pesinos em pobrecidos y m uchas veces m altratad o s en las ciudades* que veían com o enem igos a los habitantes de las urbes, saq u eab an e n el m arco tic una conspiración d e sus generales e n co n tra dei p o d e r central. La m ás conocida d e estas crisis tuvo lu g a r wal concluir C ésar 1* conquista de la Galia, cu an d o in ten tó pro lo n g ar su m an d a to y el senado se lo negó. C ésar abandonó la provincia, h a b ie n d o ya caducado sus p o d eres de m ando, al fren te de la x n i legión para dirigirse a Rom a, prop ician d o con su desafío la g u e rra civil. Ésta d u ró siete años (50-44 a.C.) y tuvo p o r escenarios E spaña, E gipto y A frica, a m ed id a que el senado p o n ía en pie legiones y re cu rría a generales, Pompcyo en p articular, p a ra re p rim ir la rebelión de César, que cu lm in ó con la victoria de éste y, finalm ente, to n su asesinato a m anos de sus principales adversarios y enem igos. E n la lu ch a que siguió p o r hacerse con el poder, el so b ñ n o de César, O ctavio, venció a todos sus adversarios en u n a nueva g u e rra civil y en el 27 a.C., después de que el sum iso sen ad o le otorgase el título de e m p e rad o r (que literalm ente era el de p rinceps o p rim e r ciudadano); él le a ñ ad ió el d e A ugusto’: Jo h n K eegan, Historia de la guerra, p. 33S. * Q ue apareció p o r p rim e ra vea d u ra n te el Bajo Im perio. Por «jem plo, e n el siglo rv los donatistas d e nu m id ia su m aro n a su causa a los separatistas regionales. 5 1.o cual co nfirm aba la relac ión clíentelar e n tre terra te n ien tes y labradores. 10 Q ue p erm ite ver el todo sobre las partes. Esta ventaja d e las auto rid ad es centrales íes p e rm itía m over sus tropas a la ?,oua conflictiva. Jl ÍJ[j. W ill D u ra n t, C&$arand Christ, pp. 311Í-337. 17 La d em o g rafía del Im p erio e ra muy dinám ica. En el añ o 28 a.C, h abía poco más de c u a tro m illones de ciudadanos, y en el año 14 de n u estra era, ya eran casi cinco m illones, La p oblación total* en esta ú ltim a fecha, llegaba a los 14 m illones d e los cuales, sólo 3.5 hab itab an en la actual Italia. E gipto e ra la región m ás d ensam ente habitada. H abía ciudades muy pobladas, desde luego, estaba R om a, con sus 750 mil habitantes en el siglo r d.C. E n el siglo n , con el m áxim o apogeo de la m etrópolis, llegó al m illón y m edio. i%Los rom anos inventaron el arco y utilizaron m asivam ente ladrillos. Gracias a estas innovaciones las construcciones adquirieron dim ensiones n u n c a antes conocidas. Los edificios, tanto los de gobierno com o los de culto, eran muy am plios y reflejaban la grandeza del im perio. En esos espacios, el individuo se sentía fascinado y abrum ado.

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A l m a i m e l d a I g le s ia s G t n u á l e i * Jo rg * F t d e r ú v M á r q u e z M u ñ o z * P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U lfo a A g u ir r e

Los rom anos vivían en casas y en dep artam en to s. H abía edificios d e dos y tres pisos que eran sum am ente in seg u ro s p e ro necesarios p o r la aglutinación u rb a n a . En el siglo IV, en Rom a, había 1,800 casas p articu lares (domus) y m ás de 46,000 edificios (¡nsulae). C ada noble era u n a especie de rey d en tro d e su casa. Las casas de los patricios eran muy grandes y cóm odas. G ran pa rte de ellas estaban en las afueras de las ciudades». M Q u e en los siglos i a.C- y n a .C . era, en Sicilia, de 10 a 1, en E tru ria d e 15 a 1 y en Italia de 4 a 1. 1S E ntre el siglo v m y x e n Francia e Italia la relación e ra de 2,5 a 1. Es decir, casi la m itad d e Ja cosecha ten ia que volver a cultivarse, y d i o colocaba a la población p e li­ grosam ente cerca del ham bre. Esta relación com en /.ó a cam biar en el siglo x n i, pero n o alcanzó los niveles del im perio rom ano. E n In g laterra, la econom ía m ás avanzada d e esa época, la relación era de 4 a 1. E ntre el siglo x í v y el x v u , In g laterra, Francia e Italia lleg aro n a la pro p o rció n de 6,5 a 1 Claro está> las zonas m ás pobres sufrieron m uchos años h a m b ru n a s y a p en as lo g raro n u n a relación 1 a 1. lü “La Fundición y reem isión frecuente de m onedas m antuvo la casa de m oneda del tem plo de J u n o M oneta en operaciones casi to d o el tiem po, Pareciera q u e las m onedas aflo rab an com o un arroyo incesante d e la casa d e m oneda, yes del térm ino latino curtir^ que significa co rrer o fluir, que se deriva el térm in o inglés actual de currrncy (m oneda o divisa) Las devaluadas m onedas afloraban como un gran riachuelo del M onte C apitalino p ara difundirse p o r todo el im perio" JackW cathertbrd. La historia del dinero, p. 79. 57 Kn el año 301 el U iocleciano em itió u n edicto que obligaba a los patrones urbanos a o torgar el 66 p o r ciento de los salarios en efectivo y el resto en especie, ksra es la m ism a p ro p o rció n que en co n tram o s en In g laterra en el siglo xvi. ]9 La cantidad y variedad de estos objetos son, p o r m ucho, superiores a las de cual­ q uier o tra civilización antigua. 10 La m ayor den sid ad poblacional estaba en E gipto, que e n tre el i a.C. y el u a.C. contaba con 18 personas p o r kilóm etro cuadrado. El D anubio y la C alía e ra n las regiones m enos pobladas. En Italia, en el 225 a.C, h ab ía 5.5 m illones de habitantes, 22 personas p o r kiló­ m etro cuadrado. Las cifras c o rrespondientes p a ra el añ o 14 de n u estra era, fue de 7 m illones y 28. E n el año 500, con la decadencia, la población de Italia se redujo a 1 m illones. Fue h asta el 1200 que volvió a ten e r 7 m illones. En todo el im perio, e n el añ o 14,la población e ra d e 70 m illones. Posteriorm ente, sufrió reducciones p roporcionales a Jas padecidas p o r Italia. A pesar d e que e ra u n im perio enorm e, de 3 m illones d e kilóm etros cuadrados, la d en sid ad p o blacional e ra muy a lta pat a los índices de la a n tig ü ed ad . H ab ía m uchas ciudades, muy pobladas y distribuidas e n to d o el territorio. 2fl l^a cooperación obligatoria d e la econom ía legionaria consistió en la creación de u na in frae stru ctu ra logística que inicialm ente fue u n subproducto del avance m ilitar. Este m odelo de dom in ació n perm itió terrlto rializai el an tig u o m odelo del im perio de d om inación. Sólo u n a \C7 q u e se estableció la in tegración k>£í.stka, p u d o e x p an d irse tam bién la ideológica. A lgunos logros d e la econom ía legionaria. Desde el 250 a.C. aum entó an ualm ente 500% el com ercio y e n el 200 de n u estra era, se estabilizó y com enzó a d e clin ar gi ad ualm entc. En el 157 a.C. au m en tó 1000% la acuñación de m o n ed a y su crecim iento

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SOCJF.D/VD, V IO LE N C IA Y PO D ER * TO M O ]

con tin u ó h a sta el 200 a.C. cu an d o se envileció. Es decir, el com ercio au m en tó prop o tcio n alm en te p o r las conquistas. G racias a ellas las fro n teras estaban abieitas. Y no sólo el com ercio estatal creció, sino tam bién eJ que realizaban los particulares, especial m ente el de bienes su n tu ario s y esclavos. L ae lite ro m an a usaba el b o tín para h acer estas com pras. Además del covuercio, los particulares y el estado a u m en taro n sus rentas. Ya lueran ex traíd as del trabajo esclavo, de los siervos o d e la m ano de o b ra libre y crearo n u n a liquidez sin preced en te e n la antig ü ed ad . El sistem a trib u ta rio forzó la unificación m o n eta ria del im perio. Esto a la ve?, construyó el circuito de la econom ía m ercantil clelim perio: las econom ías de España, Egipto, el su r de las G alias y Asia M enor, p ag ab a n im puestos e n dinero. Estos, se ex­ p o rtab a n y gastaban en Italia o en las provincias fronterizas, en d o n d e se e n co n trab an descacados los ejércitos. A su ve?., las provincias ricas recu p erab an su d in e ro m ediante la venta de alim entos y otras m ercancías a las regiones im p o rta d o ras de im puestos. Por lo tanto, el estím ulo del com ercio era la trib u tació n y la distancia en tre d o n ­ de trab ajab an lo* p ro d u cto res -p rin cip ale s c o n trib u y en te s- y d o n d e estab an los que gasiaban, es decir, loé funcionarios y los legionarios. En conclusión, pese a la acum ulación de enorm es pro p ied ad es privadas y a la autonom ía de íacto de la clase alta provincial, ésta siem pre d e p en d ió del estado p ara m an te n er y acrecen tar su p rosperidad. -1 YA im perio g o b e rn ab a las provincias m ed ia n te élites autóctonas respaldadas p o r g o b ern ad o res y destacam entos legionarios. Los d e rro ta d o s p odían m an te n er en el p o d e r a su vieja aristocracia -c o n excepción d e los c a rta g in e se s- a cam bio de rom anizarse. Para ello, íu e de g ra n im p o rta n cia la expo rtació n del laiín, au n q u e e n eL siglo ■ a.C. el im perio adm itió que Grecia seria u n a excepción y se oficializó entonces, que h ubiera dos lenguas del im perio. O lio pilar de la rom anización íue la alfabetización, q u e servía com o instrum ento de p o d e r del estado y ro m o vínculo de solidaridad de la clase alta. P rim ero se alfabe­ tizaba a las eblcs locales y luego se exten d ía a o tras clases sociales. El terc er elem ento d e rom anización e ra la expansión del gusto artístico. Por ejem plo, vemos teatros y anfiteatros p o r to d o el im perio. f.n c u a rto lugar, estaba la in teg ració n flexible d e los cultos locales a los ro m a­ nos. Y finalm ente, la a p e rtu ra al senado p ara la clase d o m in a n te provincial. R ecor­ dem os que se tra ta b a de u n a institución con form ada al inicio, sólo p o r aristócratas rom anos, luego e n tra ro n los burgueses ennoblecidos italianos, m ás tard e , los colonos de F.spaña y las G alias, después los africanos y sirios y finalm ente, los danu b ian o s y balcánicos. 22 M íchael M ann, Las fuente\ del poder, i, p. 386. 2i M onopolización de la tie rra y de la m an o de obra. *• El im p erio había elevado los niveles productivos y organizativos de los señores de sus m arcas de diversas form as: con m ayor variedad d e plantas, m aq u in a ria sencilla y fertilizantes, que se d ifu n d ie ro n por E uropa, Asia M enor y Africa. Por tanto, desde el 200 d e nuestro era, la producción agrícola d e esas zonas em pezó a re p re se n tar u n a seria co m petencia a la a g ric u ltu ra rom ana.

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Alm a ¡ihdda iglesias González *Jorge Federico Márquez M uñoz * Pablo Arm ando (iontález. UUcxi Aguirre

En segundo lugar, .se d ifu n d ie ro n las técnicas m ilitares, debido a que los barba ros las ap ren d iero n m ientras fu n g iero n com o tropas auxiliares de los rom anos. C on m otivo del éxito de las incursiones, la e stru c tu ra social d e los bárbaros se centralizó. A hora los vemos obedeciendo a sus reyes-guerreros, d e sa rro llan d o la p ro ­ p iedad privada y hacien d o en o rm es ciudades fortificadas que con ten ían poblaciones num éricam ente sim ilares a la rom ana: eran instituciones que gen erab an prosperidad, o rden y d o tab a n de m ayor p o d e r p a ra h acer más d a ñ o a sus enem igos. ™ “A p a rtir del siglo in , al intensificarse la presión poblacional e n O ccidente y las tensiones bélicas con Persia en O riente, la asociación de las legiones con las fronteras fortificadas fue absoluta; se produjo u n a racionalización fronteriza, sobre todo en el D anubio, d o n d e se aban d o n ó la provincia de Dacia e n el 270; en el Rin; en el bajo Nilo, d o n d e los rom anos h allaro n a los m í m idas tan irreductibles com o lo habían sido en tiem pos d e los faraones; y en Africa, d o n d e en el 298 se evacuaron zonas de M auritania. M ientras que en las divisorias m ás cortas las legiones seguirían luchando un siglo m ás, y la estrategia d e Rom a se c en traría en la protección de los territorios centrales cuya integ rid ad definían las fronteras fortificadas. U na vez que las fronte­ ras q u e d an definidas p o r fortificaciones que se convierten en lugares de guarnición p e rm a n e n te de un id ad es regulares con d enom inación propia, o al m enos en lugares fijos de rotación de dichas unidades, éstas co b ran u n a im portancia sim bólica p a ra las tropas que las defienden; el surgim iento de este sim bolism o se detecta sin dificultad en la historia del ejército ro m an o cu an d o ( ..) com probam os que 1a vi Legio V ictrux, que llegó a In g laterra hacia el año 122 pro ced en te del Rin, c o ntinuaba e n el mismo lugar sesenta años m ás tarde; que la n i Legio C yrenaica, reclutada p o r Julio C ésar en el Ni)o> seguía aca n to n a d a en Egipto e n el siglo TV,y que dos regim ientos d e caballería Ala A ugusta G allorum P etrian a y Ala i P a n n o n io ru m Sabiniana, form ados en G aliay P anonia (la m o d ern a H u n g ría) respectivam ente sirvieron desde el siglo n al n r en el m uro de A driano, el últim o de ellos e n la localidad q u e actualm ente es Stanwix (...). J .os ejem plos son elocuentes: e n tre el añ o 69 y el 215, la i i i Legio G a llk a estuvo e stacionada en Siria; del 85 al 215, la n Legio A diutrix perm an eció en H u n g ría, y del 71 al 215 la v i l Legio G em ina tuvo d estin o cu el Rin (...) Es im posible que la conciencia do la tro p a no quedase circunscrita (...) por la g e o ­ g rafía de las fronteras, e n el seno de u n ejército cuya colum na vertebral la constituían m ilitares profesionales p o r b o ca d e los cuales c irc u la ría d e generación en generación la re ta h ila de los a cantonam ientos legionarios y las tradiciones de la vida local. Y no faltaron cosas q u e distrajesen su atención de la defensa del im perio, e n p a rtic u la r las frecuentes disputas sucesorias que du ran te el siglo iv hicieron que las legiones entrasen en conflicto unas con o tras al servicio de los u su rp a d o res y de los aspirantes locales. En v irtud d e la reorganización de las guarn icio n es bajo C o n sta n tin o (312’337), que logró el títu lo p o r su victoria e n u n a de aquellas g u e rra s civiles, estas se re tira ro n a diversas reservas centrales, fu ero n red u cid as d e tam añ o y el ejército se am plió con cuantiosas form aciones de caballería. Estos cam bios a lte ra ro n (...) la com posición del ejército, debilitan d o d e golpe la fortaleza de la institución de la in fan tería e n la que se había fu n d a m e n ta d o desde la é p o ca republicana. En cu alq u ier caso, subsistía u n ejército im perial, financiado con los im puestos im periales, p o r difícil que fuesen de recaudar, y dedicado a la defensa de las fronteras p o r muy alejadas que estuvieran de sus bases. La calid ad de las fuerzas auxiliares, que p o r la reform a de C onstantino q u e d a ro n relegadas a u n incóm odo aislam iento en las c ad a vez m ás contestadas fronteras, fue decayendo com o consecuencia d e su falta de contacto con las legiones;

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SO CIEDA D , V IO LE N C IA Y PO D ER • T O M O !

estas un id ad es d€ hmiíanei fueron form ándose cada ve/ m ás con m ilicias de cam p e­ sinos locales, agricultores antes que soldados. No obstante, la potencia m ilitar de las u n id ad es reg u lares con tin u ó siendo tem ible’’. Jo h n K eegan, Historia de la guerra, pp. 339-340, ¿f> Debido a la espiral del gasto oficial, les em peradores b uscaban nuevos ingresos y nuevas form as de m ultiplicar los existentes. E n el añ o 64 de n u estra era, N erón co­ m enzó a m an ip u lar la acuñación de m oneda en sí m isma. Intentó e n g atu sa r al pueblo y ‘'dism inuyó el conten id o de p lata en las m onedas e hizo levem ente rnás peq u eñ as las un id ad es d e p lata y d e oro. Al re tira r d e circulación las m onedas existentes y re tu n ­ dirlas con su re tra to en busto, em pleando p ara ello m enas plata, generó u n superávit m om en táneo de o ro y plata. La m ism a libra de p lata que antes había pro d u cid o 84 d en ario s p roducía ah o ra 9 6 (...). El e m p e rad o r a u m e n tó p o r la m ism a vía de 10 a 45 el nú m ero d e áureos que se fabricaban a p a rtir de u n a libra de o ro ”. D esdr ese m om ento, cada vez que u n e m p e rad o r sintió presiones económ icas, re cu rrió a la m ism a estrategia. ‘‘E m pleando la provisión adicional d e p lata y oro para p ro d u c ir m ás m onedas, el e m p e rad o r dispuso d e m ás m onedas p ara g astar sin elevar los im puestos. Al in cre m e n tar el n ú m e ro de m onedas, sin em bargo, rio in crem entó verdaderam ente la m asa de dinero. D urante su reinado, N erón había reducido el contenido de piara del den ario a u n 90%; p o r la época de M arco A urelio, el d e n ario ten ía sólo u n 75% de plata y, a finos del siglo segundo, C óm odo había reducido el con tenido a sólo 67%. Entonces, cuando el e m p e rad o r Lucio Séptim o Severo elevó la p ag a de los soldados, se vio obligado a rebajar el conten id o d e plata del d e n ario a m enos d e u n 50% (Jaracalla in tro d u jo una m oneda en te ram e n te nueva, el an to n in ian u s, o d e n ario doble, que contenía incluso m enos plata p e ro tenía u n valor no m in al equivalente a dos d e los viejos denarios. En el rein ad o de G alieno, en tre el 260 y el 268, el an to n in ian u s con ten ía m enas de un 5% de plata. (.. .) A m ed id a que decrecía el contenido de p la ta ,e l precio de los bienes subía en proporción d irecta. El trigo vendido a cam bio d e m edio den ario en el siglo seg u n d ó se encareció a cien denarios un siglo después, vale decir, u n alza de doscientas unid ad es.”Jack W eatherford, historia del dinero, pp. 84-85. Cfr. Wi II D u ra n t, C&sarand Ckrist, pp. 542 y sígs. ™ A lejandro Severo Lúe asesinado y sustituido p o r su general M axim inio. í9 Cfr. Micliael M arín, Las fuentes delpoder\ t, p. 413. ** Cfr. Will D u ra n i, Casar and Christ, pp. 658 y & D ividiendo a la clase senatorial d e la ecuestre y privando a la p rim e ra tan to de los cargos m ilitares com o de los civiles. G racias a esta reorgan ización Ju lia n o reu n ió 65 m il hom bres p ara Juchar contra los persas en el año 365. C uatro veces m ás respecto a las fuerzas con las q u e contaba Augusto. Si fallaba la recaudación, los destacam entos te n ía n derech o a to m ar en especie, de la población local, su paga. ** Desde el rein ad o d e A ugusto los im puestos se derivaban d e dos fuentes, ‘ El tnbutum capitts e ra u n im puesto perso n al que p agaba a n u alm en te cada ad u lto e n tre los doce y los sesenta y cinco años. El tñbuium salí e ra un im puesto anual a la p ro p ied a d q u e se aplicaba a la to ta lid a d d e la tierra, desde los bosques a los terren o s de cultivo, y a los barcos, esclavos, anim ales y otros bienes muebles. Este im puesto parecía equivaler a (...) u n 1% del valor total de la propiedad. El peso de esta carga impositiva recaía

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A ( m a í m v l d a íg U s iú S G o n z á le z mJ o r g e F ed e rico M á r q u e z M u ñ o z * P a b ia A r m a n d o G o n z á le z V lio ti A g m r r ?

sobre la a g ric u ltu ra e n m ayor g rad o que sobre el com ercio, incentivando de ese m odo la actividad c o m e rcia r. La m ayoría de estos tributos p a ra b a en la tesorería del gobierno central. Asi, las “ciudades y provincias co b rab an sus propios im puestos p a ra cu b rir proyectos cívicos y los salarios. Además, crearo n im puestos urb an o s y provinciales sobre los bienes que se tran sferían d e n tro y fu e ra de su territorio. Lstas dos m odalidades básicas de im puestos bastaron m ien tras el ejército apor­ tó g ran d es botines con sus conquistas, p e ro com enzaron a hacerse insuficientes al elevarse los costos del g obierno y los gastos m ilitares. Los em p erad o res d ebieron impone r nuevos tributos. A u m en taro n lr>s im puestos sobre la tierra, a raíz de lo cual los agricultores a b an d o n a ro n los cam pos m enos productivos y el ren d im ien to agrícola decayó. Los em p erad o res volvieron (...) su atención h a c ía la trib u tació n del com ercio y los bienes heredados, llegando al p u n to d e id ea r un im puesto sobre las veneas. En busca de mayores ingresos p o r tributación, T iberio ord en ó a cada hom bre d e n tro del im perio que llevara con él a su esposa e hijos a la com u n id ad d o n d e h ab ía nacido, p ara cornarlos y establecer u n im puesto individual sobre todos ellos”. Para apovar al ejército, e n el siglo tercero, el e m p e rad o r om itió u n a exacción de íñ b u to s que im plicó la requisición de aceite, vino, trigo, carne, cuero y topas. U lteriorm ente. - los peq u eñ o s negociantes y m ercaderes so p o rta b an la carga cada vez m ayor del opresivo im puesto denom inado róry-ozrgynmsobre los bienes m anufacturado!, y los negocios al p o r m enor. A unque dicho im puesto rin d ió relativam ente poco a favor de las arcas nacionales* hizo m ucho d a ñ o a lo s artesanos y pequeños com erciantes (. ..). M ientras m ás p ro d u c ía la gente, m ás im puestos debía pagar. Por la época de Diocleciano, m uchos súbditos ro m anos.no estaban gan an d o suficiente d in ero para costear sus im puestos anuales. Para cu m p lir con la obligación trib u ta ria fueron obligados a vender sus anim ales, h erra m ie n tas o incluso el terre n o en q u e laboraban. O c u rrió cada ve? más que esos com erciantes m ás pequeños, que carecían de tierras, no tuvieron otra alternativa que vender a sus propios hijos y a veces a ellos m ism os, cayendo e n la esclavitud para p a g ar sus im puestos. Así, cada vez m ás fam ilias se vieron reducidas a la p obreza” Jack W eatherford, La historia del dinero, pp. 86-87. 9,; E n tre el 324 v el 364 los im puestos se duplicaron. 57 “A pesar d e la desastrosa cam p añ a co n tra los persas en el 363, en la que m u­ rió el e m p e rad o r Ju lia n o el A póstata, y la catástrofe de A drtanópolis (396), donde Válem e pereció a m anos de los godos, el o rd e n in te rn o y la defensa de las fronteras se restableció m erced a los titánicos esfuerzos d e Teodosio, que logró u n ir la m itad o rien tal con la occidental y o rganizó u n a serie de cam pañas p ara expulsar a los intrusos allen d e las fronteras. N o ob stan te (...) fue Teodosio quien dio el paso fatal de c om prom eter la condición ro m an a d mayo 9 de 1996 (www.nvrb.com), consultado el 6 de ju n io de 2011. C ohn, N orm an, El cosmos, el caos y el mundo venidero. Las antiguas raíces de. la fe apocalíptica, trad. Bettina Blanch, Barcelona, CríticaGrijalbo-M ondadori, 1995 (prim era ed ición e n ingles, 1993).

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A l m a ¡ m e ld a Ig le s ia s G u m á f e z * J o r g e F e d e n c v M á r q u e z M u ñ o z m P a b lo A r m a n d o G o n z á le z U llc a A g v i r r e

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