Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación
 9783954870950

Table of contents :
Índice
Agradecimientos
Introducción
Tabla de los capítulos que se contienen en este libro de la Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación
Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, carmelita descalza
Dedicatoria Al Glorioso Patriarca San José, Esposo De La Santísima Virgen María, Madre De Dios Y Señora Nuestra
Aprobacion Del Doctor Don Diego De Malpartida Zenteno, Canónigo De La Santa Iglesia Metropolitana De México
Licencia Del Señor Virrey
Aprobación Del Doctor Y Maestro Don Ignacio Hoyos De Santillana,Canónigo Magistral De La Santa Iglesia Metropolitana De México,Abad De La Congregación Del Señor San Pedro Y Calificador Del Santo Oficio De La Inquisición
Licencia Del Ordinario
Prólogo
Protestación
Preámbulo A La Vida De La Venerable Madre Isabel De La Encarnación
Primera Parte De La Vida De La Venerable Madre Isabel De La Encarnación, Religiosa Descalza, Carmelita
Segunda Parte De La Vida De La Venerable Madre Isabel De La Encarnación. Religiosa Descalza Carmelita
Tercera Parte De La Vida De La Venerable Madre Isabel De La Encarnación

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BIBLIOTECA INDIANA Publicaciones del Centro de Estudios Indianos

Universidad de Navarra Editorial Iberoamericana

Dirección: Ignacio Arellano y Celsa Carmen García Subdirector: Juan M. Escudero Coordinadora: Pilar Latasa.

Comité asesor: Trinidad Barrera, Universidad de Sevilla Miguel Donoso, Universidad de los Andes, Santiago de Chile Andrés Eichmann, Universidad de Navarra y Academia Boliviana de la Lengua Paul Firbas, Stony Brook University Pedro Lasarte, Boston University Raúl Marrero Fente, University of Minnesota Alfredo Matus, Academia Chilena de la Lengua Rosa Perelmuter, University of North Carolina at Chapel Hill Sara Poot-Herrera, University of Santa Barbara, California José Antonio Rodríguez Garrido, Pontificia Universidad Católica del Perú

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VIDA DE LA VENERABLE MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN

PEDRO SALMERÓN EDICIÓN DE ROBIN ANN RICE

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • Bonilla Artigas Editores • 2013

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Agradecemos a la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, México la colaboración para la edición de este libro.

Derechos reservados © Iberoamericana, 2013 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2013 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net © Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V., 2013 Cerro Tres Marías # 354 Col. Campestre Churubusco C.P. 04200 México, D. F. [email protected] www.libreriabonilla.com.mx ISBN 978-84-8489-702-6 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-754-1 (Vervuert) ISBN 978-607-7588-67-2 (Bonilla Artigas) Depósito Legal: M-3097-2013 Diseño de la serie: Ignacio Arellano y Juan Manuel Escudero Diseño de cubierta: Marcela López Parada Foto de Rene Huerta:Anónimo siglo XVIII, San Juan de la Cruz patrono de Puebla y la venerable sor Isabel de la Encarnación.Templo del convento del Carmen de Puebla. Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

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ÍNDICE

Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Tabla de los capítulos que se contienen en este libro de la Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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AGRADECIMIENTOS

Este libro es el fruto de muchos esfuerzos individuales que quiero agradecer. Doy gracias al director del GRISO, de la Universidad de Navarra, el Dr. Ignacio Arellano, que ha tenido interés en este trabajo y ha confiado en mí. Esto me ha significado mucho. Sin su apoyo no habría podido realizar esta edición.También incluyo a los alumnos que ayudaron en la fijación del texto y las lecturas en voz alta para hacer correcciones: Juan José Naime, Italia Vázquez e Itzel Díaz. Reconozco y expreso mi gratitud a la Lilly Library de Indiana University-Bloomington por haberme otorgado la Mendel Fellowship para poder terminar el trabajo sobre Isabel de la Encarnación. Me permitieron trabajar con una primera edición en su silenciosa y amena sala de consulta por tres semanas para poder corregir la Vida de la venerable madre Isabel.También, me permitieron revisar otros libros mexicanos del siglo XVII para ampliar mi estudio de la obra. Sin el apoyo de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, del Departamento de Investigación y del Departamento de Artes y Humanidades no habría sido posible dedicar el tiempo necesario para este proyecto. Con su soporte y comprensión, tuve la oportunidad de presentar avances en foros internacionales para recibir retroalimentación.Y, por fin, dedico este libro a mis hijos, que llenan mi corazón y dan sentido a todo.

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INTRODUCCIÓN

Cuando Isabel de la Encarnación murió el «lunes postrero de febrero, año de mil y seiscientos y treinta y tres»1, la Catedral de Puebla se alborotó tanto que no había espacio cuando el Cabildo Eclesiástico llegó para hacer las exequias, pues –como dictamina el licenciado Salmerón– «Fue uno de los mayores y más lucidos auditorios que se han visto en esta tierra y decían personas graves que parecía concurso de Madrid» (p. 296). No obstante, Isabel de la Encarnación era de Puebla y, justamente por ese motivo, el autor la celebró como un ejemplo a emular. Incluso alude a la posibilidad de que pudiera inspirar a los otros fieles poblanos porque era «uno de nuestra misma patria», y, por esto, podría servir para «despertar nuestra tibieza y flojedad» (p. 298). Además, tan excelso ejemplo de la espectacularidad de la vida de la carmelita descalza es sólo uno más de un largo, explícito, relato épico de las hazañas espirituales de esta monja. En efecto, Isabel incitó la veneración local, tanto así, que fue «un modelo propuesto por la orden del Carmen, un retoño indiano»2. Incluso en su crónica de los carmelitas en América, fray Agustín de la Madre de Dios la llama la «Teresa indiana»3.Tanta fue la devoción a esta venerable que «en el Archivo General de la Nación México hay diversos procesos relacionados con la prohibición de pintar a Isabel en lienzos como si fuera santa»4. Según Manuel Ramos, en el siglo XVIII, los carmelitas la inmortalizaron en una pintura que está en el altar mayor del Templo de la Virgen del Carmen de

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Salmerón, Vida, p. 293. En adelante, cuando se remita a esta obra, se colocará inmediatamente después, y entre paréntesis, el número de página de esta edición. 2 Ramos, 2003, p. 62. 3 Ramos, 2003, p. 62. 4 Ramos, 2003, p. 62.

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Puebla. Isabel y San Juan de la Cruz son laudados como protectores de la ciudad5.

LA ‘VIDA’ COMO

GÉNERO LITERARIO

Los cientos de ejemplos de hagiografías escritos bajo el disfraz de ‘vidas’6 de religiosos bastan para poder entender el discurso colonial y su actitud frente a lo marginal. Una manifestación biográfica o, a veces, autobiográfica, la ‘vida’ asentaba –a manera del exemplum medieval– la vida, la obra y la muerte de personajes locales religiosos para abastecer los argumentos del éxito evangélico en la Nueva España, y entre 1450 y 1750 se redactaron cientos de estos textos en la Europa católica y sus colonias7. En la Puebla de los Ángeles, los confesores y otras figuras eclesiásticas produjeron más vidas que en cualquier otra ciudad de las colonias españolas de América8. Además de su función religiosa, la proliferación de estos textos puede haber tenido una función lúdica. La circulación de libros del Viejo Continente a la Nueva España fue controlada de muchas maneras. Primero, entra en consideración «[e]l largo proceso que va desde el taller de producción hasta su venta en librerías [...] convierten al libro en uno de los elementos de la cultura material con más significantes y significados que podemos encontrar»9. Luego, si se podía lograr la impresión del material, había otros problemas. Como dictamina Dolores Bravo: [que] los escritos de ficción fueran tan poco cultivados en la Nueva España reside en una significativa Cédula que el Emperador Carlos V envió a América en 1531 y en la que prohibía que llegasen a las nuevas tierras los textos de contenido novelesco; este veto comprende: «libros de romance, historias vanas o de profanidad, como son de Amadís o otras desta calidad, porque ese es mal ejercicio para los indios e cosa en que no es bien que se ocupen»10.

5

Ramos, 2003, p. 63. De ahora en adelante, usaré el término ‘vida’ para referirme al género hagiográfico de los siglos XVI-XVIII. 7 Bilinkoff, 2005, p. 65. 8 Myers, 2003, p. 49. 9 Rueda, 1999, p. 80. 10 Bravo, 1997, p. 111. 6

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Introducción

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Esto no quiere decir que muchos tomos no lograran burlar la prohibición, y llegaran a manos de las élites novohispanas textos de índole imaginativa, pero con el paso del tiempo importar libros prohibidos se convirtió en una labor muy difícil. A partir de 1571, se instala la Inquisición mexicana y «organiza una red de vigilancia en el interior del virreinato, somete a instrucciones severas la visita de navíos y encausa a varios libreros e impresores»11.A pesar de una exigua propagación de libros de contrabando, la necesidad colectiva de alguna literatura imaginativa parece ser aplacada por la multiplicación de ‘vidas’ cada vez más y más estrafalarias. La escasez de literatura imaginativa se compensa en el siglo XVII por la proliferación de éstas. Este género biográfico se usaba para destacar las virtudes de los «beatos», «siervos de Dios» y «venerables» que poblaron los conventos y monasterios del período. Fiel a la tendencia barroca novohispana de interesarse por «lo exótico y [...] lo contrastante»12, las vidas de los religiosos empezaron a volverse cada vez más extravagantes: Por un lado se nos muestra a una sociedad sedienta de hechos prodigiosos y a un grupo clerical dispuesto a proporcionárselos a través de una rica literatura; por otro lado, vislumbramos una cultura obsesionada por lo religioso y por los contrastes violentos; finalmente descubrimos la existencia de un aparato represivo que controlaba las manifestaciones populares y que frustraba cualquier intento devocional que no se sujetara a las normas de la religiosidad oficial13.

Efectivamente, esta situación contradictoria es fomentada, como se verá más adelante, por los jesuitas y su manera de ejercer y de cultivar la fe.

LOS

JESUITAS Y LA COMPOSICIÓN DE LAS ‘VIDAS’

En la segunda mitad del siglo XVI, el Concilio de Trento hizo un cambio en la instrumentación de la Inquisición. Fundada en el siglo XII, el manejo de la Inquisición había estado en manos de los dominicos. El cambio se efectuó cuando el Concilio se la asignó a una orden fundada en el siglo XVI por Ignacio de Loyola: la Compañía de Jesús14. De ahora en adelante, en la 11 12 13 14

Rueda, 1999, p. 85. Rubial, 1999, p. 52. Rubial, 1999, p. 52. Couliano, 1987, p. 194.

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Nueva España, existiría una peculiar paradoja: los que animaban a los religiosos a contar sus extrañas historias eran miembros de la Compañía, pero, también era la Compañía la que estaba relacionada cercanamente con la censura y prohibición de estos mismos relatos. Los jesuitas están íntimamente relacionados con las últimas manifestaciones de la cultura fantasmagórica medieval en cuanto a sus prácticas espirituales. Ignacio de Loyola incorpora el adiestramiento de la imaginación como parte de la metodología didáctica en sus Ejercicios espirituales, publicados en 1596. Por medio de la práctica de una especie de arte de la memoria, los discípulos tenían que imaginar las torturas del infierno, los demonios, la Pasión de Cristo y otras escenas de la historia del cristianismo. Pero, estos ejercicios no son solamente actividades del mundo de la meditación, los participantes crean su propio teatro interno de lo fantasmagórico. Los practicantes son alentados a recordar los sucesos por medio de los sentidos de vista, oído y tacto (Secunda Hebdomada, dies I-VII). Involucrados en la creación del escenario, los religiosos son animados a participar en las escenas imaginadas15.También, «Loyola suministra una posición de escritura que impone una ficción de transparencia para que al confesor no se le escape nada»16. Por esto, las monjas escritoras se obsesionan por seguir el modelo de la escritura impuesta, pero, a la vez, son conscientes de que «el confesor juzg[a] la valía de sus escritos»17. En el caso de Isabel, su mismo confesor redacta su vida, usurpando el papel de sujeto hablante, asegurándose de incluir el uso de la «teatralidad y del simulacro»18 tan importante en la mentalidad de los jesuitas. En muchos casos, los movimientos y las tendencias ideológicos se hiperbolizaban en la Nueva España. Sea cual sea el motivo, las manifestaciones espirituales transmitidas en las vidas poblanas siguen, y hasta exageran tal vez, las disposiciones de Loyola en su Ejercicios espirituales. En cuanto a Isabel de la Encarnación, hay mención de una memoria escrita por ella, además de las redacciones de Miguel Godínez, Melchora de la Asunción y otra de Francisca de la Natividad19. El texto del padre Salmerón es básicamente una transcripción de Godínez y esto es significativo, pues la importancia de 15 16 17 18 19

Couliano, 1987, p. 194. Ferrús y Girona, 2009, p. 23. Ferrús y Girona, 2009, p. 23. Ferrús y Girona, 2009, p. 23. Loreto, 2006, p. 162.

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Godínez en esta historia es reveladora. Además de ser por un tiempo el confesor de Isabel, Godínez tenía puestos muy importantes dentro de la jerarquía de la Iglesia novohispana, como dictamina Rosalva Loreto: [era] rector de los colegios jesuitas de la ciudad de México entre 1631 y 1638 [...]. En 1641 fue propuesto como calificador del Santo Oficio de la Inquisición de la Ciudad de México, puesto que ocupó en 1643 simultáneamente con el de rector del colegio de San Ildefonso de Puebla. El jesuita entabló una fuerte amistad con el virrey obispo Juan de Palafox y Mendoza con quien compartió algo más que puntos de vista sobre el tema de la perfección espiritual y la búsqueda de espíritus alumbrados, perfectos y proficientes en el Nuevo Mundo20.

Los jesuitas estaban estrechamente relacionados con la creación literaria de las vidas de las religiosas en la Puebla de los Ángeles. Además, como vemos en el caso de Godínez, también, formaban parte del aparato de la Inquisición. La Compañía de Jesús y su concepto particular de la vida espiritual crearon ciertos rasgos para definir el estado de ‘venerable’. Estos rasgos se transformaron en patrones de conducta que los líderes espirituales jesuitas de la Puebla de los Ángeles transmitieron a sus seguidores. Los creadores de la hagiografía barroca novohispana heredaron el afán de asentar estas experiencias fantásticas de la sociedad bolandista formada por un grupo de eruditos jesuitas, encabezados por Jean Bolland, con quienes «se intodujo la búsqueda sistemática de manuscritos, la clasificación de fuentes, la conversión del texto en documento, paso discreto de la verdad dogmática a una verdad histórica»21.

Seguramente, la sociedad bolandista tenía en mente otros tipos de contenidos para su «verdad histórica», pero la práctica bolandista está relacionada, por lo menos en espíritu, con las hagiografías que salían de las plumas de los confesores novohispanos de venerables. La Compañía de Jesús tenía un «proyecto pedagógico» que incluía la redacción y transmisión escrita de textos hagiográficos llamados ‘vidas’: «A través de estos textos se deja ver su intención de estructurar y trasmitir esquemas de comportamiento, a partir

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Loreto, 2006, p. 160. Rubial, 1999, p. 38.

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del diseño de estereotipos femeninos o modelos ejemplares a seguir»22. Pero el aspecto que más perplejidad provoca es qué «estereotipos femeninos» querían diseminar. Parte de la respuesta a esta pregunta tiene que ver con la manera singular de la Compañía de Jesús de visualizar e instaurar en sus condiscípulos los «modelos ejemplares». El camino espiritual se desarrollaba por pasos: «Reconocían sus afectos y mediante la humillación personal limpiaban su alma (vía purgativa), ordenaban los sentidos para sentir a Dios (vía iluminativa), para hallar la voluntad de Dios (vía unitiva)»23. Curiosamente, el demonio intervenía en «el imaginario de las religiosas que cursaban por la vía iluminativa»24. Con el permiso de Dios, el demonio formaba parte del plan divino para forjar y comprobar los grados de virtud.Vemos esta característica en otros casos célebres. Por ejemplo, en el famoso caso francés de Loudun, cuando el padre jesuita Surin descubrió que un gran número de monjas del convento de las ursulinas tenía síntomas alarmantes de estar poseídas por el demonio. Además de recurrir al exorcismo, el jesuita decidió instruir a las monjas en los secretos de la vida mística. Sus enseñanzas: la posesión diabólica es una señal del favor divino. En efecto, es una de las maneras que Dios utilizaba para purgar un alma favorita en preparación para la unión mística25. El padre Surin reitera la importancia de la práctica de asentar por escrito estas experiencias. Si bien nos parece una actividad peligrosa en los tiempos inquisitoriales, seguía siendo un paso importante en la vida espiritual. El mismo padre lo repite en el Prefacio de La ciencia experimental (1663): En todos los siglos Dios ha escogido personas que han participado algo de esta experiencia. [...] Puesto que como la teología está de acuerdo en que por medio de las posesiones diabólicas se nos declaran los objetos sobrenaturales o que por lo menos sobrepasan lo humano, y habiendo permitido Dios una posesión célebre en este siglo [...]. Lo que hemos visto y oído y palpado con nuestras manos acerca del estado del siglo futuro, nosotros lo anunciamos a quienes quisieren leer esta obra. Por esta razón pusimos la mano en la pluma a fin de explicar las cosas extraordinarias que han pasado por nuestra experiencia. [...] Con el mismo espíritu y con la misma intención con que conocimos estas

22 23 24 25

Loreto, 2006, pp. 156-158. Loreto, 2006, p. 167. Loreto, 2000, p. 281. Cervantes, 1994, p. 101.

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cosas en una aventura que tuvimos en este siglo y a la que nos comprometió la providencia de Dios, las empleamos ahora en este discurso para afirmar la fe a la que nos compromete la profesión de la religión católica, y para que seamos mejores cristianos; y esto les interesa a todos aquellos a quienes dirigimos este libro y a quienes yo quisiera hacer un servicio para toda la eternidad26.

Ésta es la explicación de fondo, no sólo para la redacción de vidas que contienen escalofriantes episodios demoníacos, sino que justifica también la circulación de textos que pudieran inducir una inspección por el Santo Oficio: los autores solamente estaban cumpliendo con sus deberes como testigos de extraordinarios hechos divinos. En la hagiobiografía de Isabel de la Encarnación, hay secciones que hubieran podido causar revuelo en la Inquisición, ilustrando otra vez que la frontera entre herejía y hagiografía es muy difusa. Como nos recuerda Antonio Rubial, «mientras aumentaban los controles oficiales, la literatura hagiográfica se vería enriquecida por una serie de elementos provenientes del humanismo renacentista»27. Como parte de estos elementos, las hagiografías novohispanas presentan el debate entre la variante «racionalista y la emocionalista»28. Esta efervescente atmósfera religiosa del Barroco novohispano produjo artificios artísticos que mezclaban a la perfección tal dicotomía. Por un lado, registran en las biografías datos y sucesos con fechas, nombres y lugares geográficos, exactos, identificables, que aportan un efecto historiográfico. Por el otro lado, estas historiografías están imbuidas por fantasmas, monstruos y extrañas y perturbadoras pruebas de lo sobrenatural. Tanto las vidas autobiográficas como las biográficas tienen elementos en común. Como nos recuerdan Ferrús y Girona: «el discurso religioso cuenta con sus propios “clásicos”, […] pues la Imitatio Christi, la Imitatatio Mariae y la Imitatio Vitae Sanctorum no solo son un requisito artístico, sino también un imperativo moral»29. A pesar del decreto del papa Urbano VIII de 1625, que prohibía la edición de textos sugerentes sobre los milagros, las visiones y otros hechos sobrenaturales de religiosos, sin la aprobación de la Sagrada Congregación de Ritos, los temas como el sufrimiento como penitencia y el demonio, entre otros, crearon una «religiosidad alimentada por la espirituali-

26 27 28 29

Ver Certeau, 2004, pp. 214-215. Rubial, 1999, p. 38. Rubial, 1999, p. 39. Ferrús y Girona, 2009, p. 20.

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dad de San Ignacio, que recomendaba ejercicios de “visualización”, consistentes en imaginar visiones, audiciones y olores del infierno y del cielo»30.

LOS

INICIOS DE LAS

CARMELITAS DESCALZAS

EN

PUEBLA

La historia de las Carmelitas Descalzas en la Puebla de los Ángeles está moldeada por mujeres que buscan una existencia estable y el posible amparo de la vida conventual. No se niega su vocación, pero es de notar que varias entraron ya viudas y otras, por ser huérfanas. Hay que recordar que había dos caminos posibles para la mujer ‘honesta’: un buen matrimonio o el recogimiento en un convento. Las fundadoras de las Carmelitas no son una excepción. El licenciado Salmerón relata que Fueron pues las primeras piedras angulares de él dos señoras honradas y principales y temerosas de Dios, hermanas, llamadas doña Ana y doña Beatriz Núñez, naturales de la Villa de Gibra, León: hijas legítimas del doctor Hernando Núñez de Montalbán, médico del Duque de Béjar, y de doña Leonor Gómez de Sotomayor, su legítima mujer por cuya muerte, viéndose las dos hermanas huérfanas, pasaron a estas partes de las Indias con la decencia y recogimiento que convenía a su calidad, en compañía de un tío suyo, llamado Rafael de Sotomayor, por haberlas enviado a llamar su hermano Pedro Núñez de Montalbán, vecino de la Veracruz, que estaba muy rico (p. 67).

Ana y Beatriz emigran a México tras haberse quedado huérfanas. Sin el amparo de sus padres, su hermano Pedro, quien había hecho su fortuna en la Nueva España, manda por ellas, y las mujeres son trasladadas «con la decencia y recogimiento que convenía» a América. Las hermanas apenas alcanzan a ver a su hermano, que muere al poco tiempo y les deja una generosa herencia. Beatriz se casa con Juan Bautista Machorro y Ana vive con ellos, pero, «Estábase retirada en su cuarto tratando de oración y mortificación y menosprecio de sí misma y de los bienes de la tierra con frecuencia de sacramentos» (p. 68). En este tiempo, llega procedente de Sevilla Elvira Juárez, quien, en breve, enviuda y va a vivir con Ana: ambas trataban de caminar por el camino de la perfección, teniendo por guías y maestros a los padres de la Compañía de Jesús y en particular al padre Alonso 30

Rubial, 1993, pp. 76-77.

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Ruiz de cuya santidad hay grande noticia en este reino por cuya orden se agregaron a doña Ana y doña Elvira otras dos hermanas muy nobles, doncellas, naturales de Sevilla, llamadas doña María y doña Joana Fajardo que llegaron entonces de España (p. 68).

María se casa, pero rápidamente enviuda y va a vivir con su hermana Joana en compañía de Ana y Elvira. Para estar más cómodas, pasan a vivir en otra casa, propiedad de Ana. El licenciado Salmerón es muy claro en sus apreciaciones. Las mujeres no tenían sustento porque la hacienda de doña Ana estaba en poder de Juan Baptista su cuñado, pero toda su confianza tenían puesta en la Providencia de Dios cuya vocación seguían aunque este hidalgo hizo obligación a doña Ana de darle diez mil pesos no más porque había tenido grandes pérdidas (p. 68).

Además de ilustrar las penurias de las fundadoras, alecciona sobre la falta de independencia económica que sufrían las mujeres en general. Con el permiso del obispo de Tlaxcala, don Diego Romano, «hicieron públicamente votos de castidad y clausura en manos del vicario del lugar con tanta puntualidad que no quitaban el velo de la reja cuando las visitaba cualquier persona aunque fuese eclesiástica» (p. 68). Quedaron así bajo la dirección del padre Alonso Ruiz, que era su confesor el cual les dio un modo de vida monástica muy semejante a la que ahora profesan las madres descalzas: que cada una estuviese retirada en un aposento sin comunicarse sino a hora señalada, que no tuviesen cosa propia y que diesen la obediencia a doña Ana Núñez a la cual Dios había escogido por guía y capitana de tan lucido ejército (pp. 68-71).

No sabían cómo constituirse religiosamente hasta que En este tiempo llegó a sus manos un libro de la vida de la santa madre Teresa de Jesús (que nunca lo habían leído) y como sus deseos eran de soledad, oración y penitencia, echaron de ver que aquel instituto era el que les convenía seguir para sus intentos (p. 69).

El texto de Santa Teresa les inspiró y encontraron una afinidad entre su vida protomonacal y la ideología de la española carmelita y sus propios designios.

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En este tiempo, falleció Juan Baptista Machorro, esposo de Beatriz Núñez, y la mujer cayó tan enferma que pidió entrar al recogimiento con hábito de viuda con las otras mujeres. Clemente VIII despachó dos bulas desde Roma, «La una para que se fundase el convento de la Orden Descalza de Santa Teresa, sujeto al Ordinario, y la otra, para que doña Beatriz estuviese con las religiosas sin hacer profesión» (p. 69). Con estas dos grandes noticias, las mujeres hacen un radical cambio adicional, como relata el licenciado Salmerón: «considerando que no había comodidad para fundar el convento en aquel lugar, por ser el temple muy cálido y por otros respectos, alcanzaron licencia del señor Obispo don Diego Romano para fundarlo en esta Ciudad de los Ángeles» (p. 69). Por supuesto, no había comparación entre el atractivo eclesiástico de la Veracruz y la Puebla de los Ángeles, pues esta última era un baluarte de órdenes religiosas, congregaciones, iglesias y manifestaciones populares piadosas. Ocuparon una casa pequeña junto a la iglesia de San Marcos y el día de San Juan Evangelista, o sea, el 26 de diciembre de 1604, se celebró la fundación del primer convento de las Carmelitas Descalzas en América. La comunidad se compuso de cinco mujeres: la fundadora principal, Ana Núñez (Ana de Jesús), nombrada prelada; Elvira Juárez (Elvira de San José), designada priora; Beatriz Núñez (Beatriz de los Reyes); Joana Fajardo (Joana de San Pablo), investida como maestra de novicias y María de Vides (María de la Presentación), escogida como tornera. Después de tres años, se trasladó el convento donde permanecería hasta finales del siglo xx. El licenciado Salmerón ocupa casi 12 folios para discurrir sobre la fundación del convento y la edificación y el fortalecimiento de la orden.

ISABEL

DE LA

ENCARNACIÓN

La hagiografía de la monja empieza: La madre Isabel de la Encarnación (llamada en el siglo Isabel de Bonilla) nació en esta Ciudad de los Ángeles, de la Nueva España, en el barrio de San Agustín, a tres de noviembre, en que celebra la Santa Iglesia la infraoctava de Todos los Santos, del año de 1594. Fue bautizada en la iglesia de la Vera Cruz, que entonces servía de Catedral. Sus padres fueron Melchior de Bonilla y Mariana de Piña, su legítima mujer, naturales de la Villa de Viruega, junto a Guadalajara, en el Arzobispado de Toledo, cristianos viejos, limpios de toda mácula y lo que más importa, siervos de Dios, de buena vida y ejemplo (p. 89).

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Su prodigiosa infancia se marca por una precocidad espiritual espectacular. Como parte de sus juegos infantiles, levantó ermitas y altares para mayor gloria de Dios. Practicaba el arte del silencio y prolongados ayunos. Desde los ocho años, tenía visiones del Paraíso, del Purgatorio y del Infierno, y a los diez años empezó a retirarse durante largos periodos de oración. Empezó a rechazar las frivolidades de la vida, como fueron las conversaciones, los vestidos ostentosos y los juegos infantiles. Cuando tenía nueve años de edad, ya tenía noticias de la fundación del convento de las Carmelitas Descalzas y el hagiógrafo cuenta que una noche se quedó dormida y vio en sueños que las dos madres fundadoras de este sagrado monasterio de San José se le hicieron encontradizas, y llegándose a ella, alzando los velos que tenía le dijeron: Hija no temas que de esta religión has de ser.A estas palabras recordó de aquel sueño misterioso que fue presagio cierto de lo que había de suceder. Quedóle tan impreso en su alma el rostro y semblante de la principal fundadora que muchos años después, viniendo a la reja a tratar de su entrada, luego que la vio conoció que era la misma que la había animado y hablado en el sueño (p. 92).

Cuando tenía la edad apropiada, sus padres querían que se casara, pero Isabel se negaba y empezó a hacer ayunos y sacrificios para afearse. Por fin, sus padres cedieron a sus deseos cuando ella amenazó que «se quemaría con una plancha de hierro encendida y se pondría tal que ningún hombre la quisiese por esposa» (p. 93). Entró como novicia el 25 de marzo de 1613, a los 19 años de edad.

LA VIDA

DE ISABEL DE LA

ENCARNACIÓN

La Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, narrada por el licenciado Pedro Salmerón e impresa en 1675, es una de las hagiobiografías más extensas y más extrañas del siglo XVII novohispano.Además, la vida de Isabel de la Encarnación (1594-1633) fue contada no una, sino múltiples veces, unas cinco o seis, incluyendo el texto de Salmerón. Pero, a pesar de tantos intentos de plasmar su existencia, la biografía está exenta de una voz que pudiera representar un ‘yo’ biográfico, o cualquier otra persona histórica. Al contrario, las partes biográficas son hiperbólicamente hagiográficas y las secciones en las que relata sus múltiples e inimaginables enfermedades, visiones, tentaciones y otras tribulaciones se podrían calificar como fantasmagóricas.

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Como una macabra tragedia, la lucha espiritual de Isabel induce terror, pero sin evocar compasión en los lectores, más bien, despierta zozobra y repugnancia. La reiteración en episodio tras episodio de ataques diabólicos y poderes sobrenaturales enajena a los lectores. En el siglo XVII, diversos poblanos escribieron, publicaron y hasta enviaron a Roma docenas de biografías hagiográficas31, que tenían que seguir ciertas normas: Toda aquella causa de santidad que quisiera ser presentada al Vaticano debía ir acompañada de un modelo de vitae. […] Nacimiento en el seno de una familia virtuosa, temprana vocación religiosa, apariciones del niño Jesús y de la Virgen, gracias místicas, ingreso en el convento contra la oposición familiar, obstáculos conventuales que recuerdan el camino hacia el Calvario, tentaciones diabólicas, etc., arman los topoi que se repiten en las vidas, como legado de la tradición hagiográfica32.

Los topoi se repiten en todas las vidas, pero lo que varía es su entonación y volumen: algunos están modulados por caer en herejía pero otros parecen salir de la órbita de la pura imitatio vitae sanctorum. Entonces, las reescrituras de la vida de Isabel de la Encarnación y las repetidas intercalaciones de visiones, enfermedades y provocaciones del demonio parecen ser estrategias para lograr el objetivo de ser revisada en Roma para una posible beatificación. Las tácticas narrativas están profundamente arraigadas en la espiritualidad barroca que, en la Nueva España, usa el demonio como instrumento clave en el largo camino hacia la perfección del individuo. La vida de Isabel está íntimamente ligada a la de otra monja: Francisca de la Natividad. Las dos eran monjas carmelitas del convento de Santa Teresa de Puebla. Las dos compartían también un mismo confesor: el jesuita Miguel Godínez (padre irlandés, cuyo verdadero nombre era Michael Wadding), autor de la Práctica de la theología mystica (Sevilla, 1682). El confesor encargó a Francisca que escribiera «las virtudes y dones que caracterizaban la ejemplar vida mística de Isabel de la Encarnación»33. La consecuencia fue la creación de «uno de los manuscritos más antiguos escrito por una mujer en la Nueva España»34. Según Rosalva Loreto:

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Myers, 2003, p.72. Ferrús y Girona, 2009, p. 21. Lavrín y Loreto, 2001, p. 5. Lavrín y Loreto, 2001, p. 5

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junto con pasajes de la vida de Isabel de la Encarnación se entremezclaron callada y casi de manera imperceptible el origen, la infancia y los acercamientos a la vida ascética y la cotidianidad de Francisca, pareciendo en algunos momentos que ambas monjas compartían recuerdos o que una se apropiaba de las vivencias de la otra. Lentamente el texto adquirió matices más cercanos a una crónica fragmentaria de la comunidad y a una autobiografía de Francisca que a una biografía de la Madre Isabel35.

De hecho, revisando el texto de Francisca de la Natividad36, me di cuenta de que casi no hay mención a Isabel. El padre Godínez también redactó una de las primeras biografías espirituales de la monja, c. 1630, llamada La vida y heroicas virtudes de la madre Isabel de la Encarnación, que nunca se publicó. Entre 1646 y 1653, fray Agustín de la Madre de Dios retomó y modificó el escrito, pero tampoco se pudo alcanzar su edición. Es en 1675, más de 40 años después de la muerte de Isabel, cuando el presbítero y capellán de las Carmelitas, el licenciado Pedro de Salmerón, logra publicar su Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, Carmelita Descalza, Natural de la Ciudad de los Ángeles. Sale a Luz a cuidado de la Cesárea, Nobilísima, Ciudad de la Puebla de los Ángeles, cuyos contenidos y circunstancias son objeto de este estudio. Salmerón transcribió la totalidad del texto de Godínez y, al igual que fray Agustín de la Madre de Dios, hizo cambios retóricos. Salmerón añadió una tercera parte que calca las devociones favoritas de la monja37. Sin embargo, como apunta Rosalva Loreto: «El rescate verdadero de la “Vida” de Isabel se debió [...] al Padre Godínez, quien tan bien la conoció [...] y a quien paradójicamente sus cronistas y editores no dedicaron siquiera una línea reconociéndolo»38. En mi revisión de los textos de Agustín de la Madre de Dios y del licenciado Salmerón comprobé que, es cierto, repiten hasta los mismos usos del «yo» escuché, «yo» vi, etc. del padre Godínez. Se puede decir que esta hagiobiografía es un largo relato de aventuras que enlista las terribles enfermedades que sufrió la monja, las constantes y extrañas tormentas infligidas por los ubicuos y siempre presentes demonios que invaden casi cada página de la hagiografía, y los extraños milagros que 35

Lavrín y Loreto, 2001, p. 5. Revisé la «Selección y transcripción» llevada a cabo por Rosalva Loreto e incluida en Lavrín y Loreto, 2001, pp. 1-14. 37 Loreto, 2006, pp. 180-182. 38 Loreto, 2006, p. 182. 36

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ejerce Isabel sobre las almas del Purgatorio. La ‘fantasmagoría’ se refiere a los episodios que exponen una «ilusión de los sentidos o figuración vana de la inteligencia, desprovista de todo fundamento»39. De hecho, según las normas de la época que se aplicaron, por ejemplo, para medir lo subversivo en los inocuos escritos de santa Teresa de Jesús o de sor Juana Inés de la Cruz, este escrito, definitiva y violentamente, traspasa la delgada línea que separa hagiografía de herejía. Sin embargo, según la espiritualidad novohispana era mucho menos peligroso obsesionarse con lo fantasmagórico y las andanzas con el demonio que, por ejemplo, opinar sobre la oración mental o participar en el debate de moda sobre las finezas de Cristo. Abren el escrito sendas secciones que redundan en las múltiples y escandalosas enfermedades de Isabel, que se manifiestan alborotadamente: Porque el mal humor inficionaba y corrompía lo interior del cuerpo de tal manera que lanzaba podre y materias verdes del mal olor por la boca, con grandes vascas y arcadas, apostemando y llagando no solo por la boca y pecho y garganta sino las tripas y demás partes del cuerpo. [...] A veces le apretaban juntamente dolores de ijada, de orina del pulmón, de costado, de corazón, de oídos, de estómago, de quijadas, dientes y muelas, con inflamación en el hígado, y bazo padeciendo juntamente agudos dolores en las espaldas, brazos, pies, y manos (p. 100).

Las descripciones físicas que atribuye Salmerón a Isabel no son de su apariencia como ser humano, sino de sus múltiples enfermedades y calvarios. No sabemos cómo era físicamente Isabel, salvo que era atractiva, pero las repugnantes manifestaciones externas de sus enfermedades se convierten en hilo conductor de las descripciones de su fisonomía.Tanto en las vidas autobiográficas como en las biográficas escritas por confesores, «El dolor auto-infligido y la enfermedad […] son también dos poderosos lenguajes de un relato donde el yo es siempre un yo-cuerpo»40. El sujeto hablante en la autobiografía es un yo-cuerpo tal como el sujeto hablado en la biografía es un yo-cuerpo: «comparten las tecnologías corporales»41. Conjuntamente, Isabel se torturaba a sí misma y las demás cooperaban con este maltrato. En una ocasión, la monja descubrió que la refitolera –con el permiso de Dios, dice el texto– no le había dado agua en su vaso, y 39 40 41

DRAE. Ferrús y Girona, 2009, p. 38. Ferrús y Girona, 2009, p. 38.

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aunque pudiera lícitamente pedirla [...] calló con disimulación [.] [Era] [...] en tiempo de verano caluroso [...] y cuando a la tarde fue al refectorio, halló el mismo vaso sin agua [...] pasó aquella noche con tan grande trabajo y sed tan rabiosa que se abrazaba [...] volvía al refectorio los días siguientes más con deseo de beber, que de comer, y hallaba el vaso sin agua, como el primer día, sufría con silencio, sin poder comer, porque tenía secas las vías y la lengua rajada. Con este increíble tormento pasó hasta que el cuarto o quinto día se resolvió pedir licencia a su Prelada para beber (porque ninguna religiosa puede beber gota de agua sino es a la hora del comer y cenar en el refectorio sin licencia) (p. 97).

Con «ánimo varonil» –reza el texto reiteradamente– sufrió muchas enfermedades que fueron exacerbadas por el maltrato u órdenes de la prelada, que únicamente estaba siguiendo las instrucciones de Dios: se ahogaba por la falta de respiración que era con dificultad y causaba pena a los que la veían: mandóle la Prelada en una ocasión que [...] no respirase con tanta violencia: obedeció quitando a la pobre naturaleza aquel pequeño alivio, tal punto reventaron caños de sangre por la boca y narices que fueron testigo de su grande rendimiento (p. 104).

Este «segundo Job», como enfatiza el licenciado repetidas veces, tenía la costumbre de castigarse a sí misma: traía cilicios cadenillas, rayos, usaba rigurosas disciplinas, dormía vestida, y en mucho tiempo no se acostó en la cama, sin tener más que un jergón de paja y sin usar en ella ni en el vestuario, de alivio [...] poníale garbanzos en los pies y mordazas en la boca y algunas veces se encubría casi todo el cuerpo de ásperos cilicios, para que todos sus miembros estuviesen atormentados y hasta en los ojos se los ponía. Muchas veces se echaba en los brazos y en otras partes de su cuerpo gotas de cera ardiendo que le causaba ampollas y llagas (pp. 149-150).

Se podrían dar muchos otros ejemplos, pero esta objetivación del cuerpo de Isabel por medio de las omnipresentes descripciones de tortura nos alejan de su ‘yo’ interior biográfico, y la convierten en un espectro, en la cara repulsiva del ‘otro’. El pensamiento mágico se inserta en la literatura cristiana por medio de la presencia del demonio. En el caso de la Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, los aspectos demonológicos ocupan más de una tercera parte de su biografía. Curiosamente, en la teología de Salmerón, Dios es el insti-

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gador de la actividad demonológica. El demonio y sus miles y maravillosas manifestaciones fantásticas formaban parte del imaginario conventual poblano. En el caso del escrito sobre la monja carmelita, lo fantasmagórico se agudiza en los episodios demonológicos. El autor la llama un «segundo Job», porque ella, como Job fue atormentada constantemente por demonios, todo ello bajo el auspicio y permiso de Dios. Normalmente eran tres demonios, pero, en algunas ocasiones, éstos traían asistentes, que «eran tantos como átomos del sol» (p. 103). Los demonios intervenían de distintas maneras en la vida de Isabel. Primero, aparecieron en formas de animales asentando todo el bestiario imaginario demonológico: uno de estos tres asistentes y verdugos tenía forma de una disforme culebra que la ceñía por la cabeza, frente y sienes con intolerables dolores. El segundo en forma de una espantosa serpiente que se le enroscaba por la cintura. [...] El escuadrón de los demás demonios era en diversas formas y figuras de leones, tigres, lagartos, toros, tortugas, perros, gatos, cangrejos, cigarra y de otros animales y tan bien en forma de soldados, unos negros, otros desnudos a caballo. Andaban a veces sobre su celda y debajo de ella, como si anduvieran carros haciendo grandes ruidos, ya con picos, dando golpes en las paredes para derribarlas ya en la circunferencia de ella como manadas de yeguas y tropel de caballos (pp. 103-104).

Los demonios tenían la capacidad de agredirla físicamente provocando estragos, tormentos y suplicios: Entrábensele por los oídos y en otras partes del cuerpo causándole tan grandes dolores como si tuviera puñales atravesados y a veces la tenían embarrada sin dejarle mover pie ni mano impedíanle la respiración, ahogándola, causábanle ardores grandes en la cabeza que parecía echar fuego por los ojos y en ella interiormente sentía andar un enjambre de escarabajos.Tirábanle como con un garfio las telas de los sesos con dolores increíbles. Entrábanse particularmente innumerables demonios en la apostema que tenía unas veces en forma de hormigas, otras en forma de gusanos y otras en forma de moscas, amenazándole de que habían de impedir las curas y medicinas y lo cumplían. [...] otras veces le causaban grandes temblores, apretábanle las quijadas sin dejarle hablar, ni comer, arrastrábanle por los suelos en presencia de las religiosas, jugaban con su cuerpo como si fuera una pelota, arrojándola de unas partes a otras dando golpes contra las paredes. Dejábanla muchas veces por muerta causando inquietud y alboroto en el convento. [...] estando en el coro [...] como fuera del extraño porque le traían la cabeza, dándole vueltas de una parte a otra, con tanta prisa como si

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fuera de tornillo de devanadera. [...] estando en su celda [...] le echaban la mano de un pecho y se lo apretaban con gran dolor. [...] la cogían los demonios y le doblaban el medio cuerpo hacia atrás con grande violencia y con tanta fuerza que se admiraban las religiosas que no quedaba muerta (pp. 104-105, 199).

Por fin, aparecen las múltiples descripciones de los demonios disfrazándose como hombres en un intento de engañarla o seducirla: Venía a temporadas un demonio en figura de ermitaño y asistía en la celda, paseándose [...] y con tanto ruido que muchas veces las oía la religiosa que estaba cerca y era cierto que en viniendo este traidor en esta figura no dormía un instante y tenían advertido las religiosas que a ninguna hora pasaban por el dormitorio donde estaba la enferma, de día o de noche, que no la oyesen quejar con un quejido tan delicado y [...] lastimoso y [...] tan suave que parecía cosa del otro siglo causándole lástima y compasión.Yo la oía en una ocasión que me la trajeron en brazos al comulgatorio y confieso que me quebró el corazón [...] el [...] más penoso, en figura de un hombre desnudo que con extraña porfía la combatía para que perdiese su pureza virginal haciendo y diciendo cosas torpes y abominables que le causaban mayor tormento que todos sus dolores, enfermedades y trabajos. [...] otro demonio le apareció en figura de un galán vestido de verde ofreciéndole que la sacaría del convento si quería (pp. 103-104, 108).

Es interesante que el mismo licenciado agregue el comentario «que parecía cosa del otro siglo», en una clara referencia a lo imaginario medieval y lo fantasmagórico. En el siglo XVII estas descripciones se convirtieron en lugares comunes. Durante mi investigación sobre la madre Isabel, encontré vidas de otras monjas con descripciones parecidas. Lo fantasmagórico se convirtió en una especie de logotipo estético de la hagiobiografía de la época. Lo que no encontré en los relatos de las contemporáneas de Isabel eran las cuantiosas veces que habían asentado por escrito sus vidas y por tantos distintos autores.Tampoco encontré hagiobiografías de la época con episodios demonológicos y fantásticos tan extensos como los de la Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación. Es claro que lo fantasmagórico es moldeado en este texto por motivos religiosos: México, y más específicamente Puebla, anhelaban tener su propio santo, e Isabel de la Encarnación fue uno de sus proyectos en este sentido. Pero también hay que recordar que la del Renacimiento era una cultura que promovía la magia, los fantasmas y lo fantasmagórico. De hecho, el padre Godínez, jesuita y uno de los redactores más tempranos de la vida de

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Isabel, quizás fomentó su tendencia por lo fantasmagórico. Si la Reforma conducía a una censura total de lo imaginario por considerarlo ídolos concebidos por los sentidos interiores, la Contrarreforma, por medio de los jesuitas, quizás lo impulsó. Como se narra en otras vidas de venerables, Isabel de la Encarnación también tenía relación y unos poderes muy especiales con las almas que penaban en el Purgatorio. Folio tras folio se cuenta su intervención en los asuntos del Purgatorio porque su «divina bondad [...] le permitía [...] viese en el Purgatorio, que se le apareciesen las cuales le pedían con grande instancia la favoreciese y ayudarle con rogar a Dios por ellas» (p. 170). El Señor la dejó sufrir por un brevísimo tiempo los tormentos del Purgatorio, «lo cual le causó tanta novedad y asombro que [...] dio tan grandes voces y gritos por la terribilidad de aquellas penas que alborotó el convento» (p. 167). Relata su hagiógrafo que era muy frecuente que las almas en pena entraran y salieran de su celda. Una noche no dejó de rezar el oficio de difuntos porque le visitaba un alma que suplicaba cada vez que terminaba el oficio: «rézame otro, y en acabándolo, oía la misma voz, y volvió a rezar otro, y casi toda la noche se pasó en lo mismo» (p. 173). Por su consuelo y gracias a sus oraciones, Nuestro Señor le permitía ver las almas escapando del Purgatorio; el escrito narra escena tras escena de estas liberaciones. El licenciado Salmerón comenta que la memoria de estos ascensos al cielo queda «cerrada y sellada en el archivo del convento con otras cosas maravillosas de esta venerable religiosa» (p. 177). Las visiones –además del hecho en sí de haber tenido tales visiones inverosímiles– forjan escenas fantasmagóricas en su contenido. El constante vaivén de las almas implorando a Isabel que recen por ellas, sus viajes interiores al Purgatorio con las escenas que se llevan a cabo en su celda y los múltiples saludos del Cielo mientras las almas hacen su ascensión subrayan la naturaleza extraña de la relación de la venerable Isabel con el mundo de los penitentes. Parece que la Nueva España practicaba su propio estilo de misticismo. Además de ésta, hay otras hagiobiografías que usan escenas fantasmagóricas muy parecidas. Por ejemplo, la madre María de Jesús Tomellín (15791637), monja profesa en el convento de La Purísima Concepción en Puebla de los Ángeles; María de San Joseph, del convento de Santa Mónica, también en Puebla o, ¿por qué no?, Catarina de San Juan (la China Poblana) «liberta hindú adscrita a la iglesia de los jesuitas de Puebla»42 tienen 42

Rubial, 2005, sin número de páginas.

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experiencias estrafalarias que las distinguen de sus «venerables» contemporáneas en España. Curiosamente, el padre Godínez está involucrado directamente en la vida de muchas de ellas. La obra de Godínez, Práctica de la Teología Mística, no fue publicada en su vida y los escritos sobre las vidas de las venerables tampoco se vieron impresos antes de 1644, año en que murió; «la exaltación espiritual del padre Godínez resultaba en ocasiones excesiva para la disciplina jesuítica [...] y no gozó de aceptación en Roma»43. Sin embargo, el irlandés era respetado en la Nueva España; prueba de ello son los importantes puestos que ocupaba y su gran amistad con Juan de Palafox y Mendoza. No es una coincidencia que el licenciado mencione en numerosas ocasiones a santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz y a fray Luis de Granada. No se puede ignorar la rápida canonización en 1622, únicamente 40 años después de la muerte de santa Teresa.Tanto ésta como Isabel de la Encarnación eran carmelitas descalzas, pero la diferencia estilística entre la autobiografía de la santa y la biografía de Isabel es enorme. Si los hagiobiógrafos de la vida de Isabel pretendieron recibir la atención para una posible canonización, se desviaron mucho de El camino de perfección. Santa Teresa de Jesús fue rápidamente canonizada y, sin embargo, el Libro de la vida estuvo en manos inquisitoriales por 13 años. En 1580, su confesor le ordenó destruir sus meditaciones sobre los Salmos. En 1589, siete años después de su muerte, teólogos de la Inquisición instaron a que se quemaran todas sus obras44. Entonces, la primera pregunta que deberíamos hacer es, si santa Teresa de Jesús, a pesar del cuidado que demuestra en sus escritos, tuvo tantas contrariedades con la Inquisición, ¿cómo se atrevieron los distintos biógrafos de la madre Isabel a trazar tantos episodios fantasmagóricos con respecto a su relación con el demonio? Las visitas constantes de demonios en forma de toros y grifos, su intervención en el Purgatorio, las extrañas manifestaciones de sus enfermedades ¿no provocarían también una investigación profunda por parte de la Inquisición? ¿Qué pretendían el padre Godínez y el licenciado Salmerón? Las opiniones sobre Isabel de la Encarnación son muy diversas y, a veces, opuestas. Por ejemplo, en su artículo intitulado «Isabel de la Encarnación, monja posesa del siglo XVII», Manuel Ramos Medina afirma:

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Loreto, 2006, p. 163. Weber, 1990, p. 35.

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Robin Ann Rice Isabel de la Encarnación vivió una forma de posesión diabólica similar a la de otras monjas europeas, tales como Juana de los Ángeles (1632-1640), en Loudun, las hermanas de Louviers (1640-1647), en Francia, y sor Benedetta Carlini (1630-1650), en la Toscana.45

Otra versión de la vida de la venerable Isabel fue escrita por fray Agustín de la Madre de Dios, quien redactó entre 1646 y 1653 «la fuente primaria para la historia de la orden de los Carmelitas Descalzos en la Nueva España»46, con el largo título de Tesoro escondido en el Monte Caramelo mexicano. Mina rica de ejemplos y virtudes en la Historia de los Carmelitas Descalzos de la provincia de la Nueva España. Descubierta cuando escrita por fray Agustín de la Madre de Dios, religioso de la misma Orden. Dedica 14 capítulos a la vida de la madre Isabel siguiendo, parece ser, el texto de Godínez. No la considera posesa o integrante del grupo de las alumbradas y exclama, hablando de su muerte: Si una religiosa tan santa como la Madre Isabel de la Encarnación, que no perdió la gracia bautismal y que vivió con la pureza y perfección que habemos visto, crucificada con tantos trabajos y tormentos se halló atribulada y afligida en el juicio de Dios, ¿qué aguardo yo siendo tan pecador?47

Cuando murió, el 29 de febrero de 1633, los biógrafos relatan el suceso como si se tratara de una santa: Reparóse en la ciudad que al instante que expiró esta dichosa virgen empezaron las iglesias un repique como si estuvieran todas avisadas […]. Sabida en la ciudad la muerte de la madre concurrió a sus obsequias toda ella, así de lo secular como de los eclesiástico, sin que faltase religión alguna ninguna persona principal.Todos quedaban suspensos de ver la grande hermosura que se derramó en su rostro, porque con ser así que estaba tan exhausta […] se trataba un ángel en su aspecto y así cantaron la misa de los ángeles en lugar de la de réquiem y en hombros de sacerdotes la llevaron al sepulcro cortándola los hábitos, el velo y parte de las manos para tener reliquias de esta santa y venerable virgen48.

Aunque Manuel Ramos la llama «posesa» y la compara con los endemoniados de Loudun, en su época fue venerada, y escribieron su vida seguramen45 46 47 48

Ramos, 1993, vol. 1, p. 43. Báez, 1986, p. XI. Agustín de la Madre de Dios, Tesoro escondido, p. 656. Agustín de la Madre de Dios, Tesoro escondido, p. 656.

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te con la intención de enviarla a Roma para una posible beatificación. Definitivamente, la madre había creado con todas sus visiones fantasmagóricas y extraño comportamiento todo un culto a su persona. Una pieza más de este misterio de cómo una monja con experiencias espirituales tan dudosas que una vez mandaron sacerdotes para hacerle un exorcismo, pudiera terminar tan reverenciada podría ser el virrey-obispo Juan de Palafox y Mendoza. El padre Godínez, fiel admirador de Isabel, era también un gran amigo de Juan de Palafox y Mendoza: «Su amistad llegó a tal grado que el jesuita firmó junto con su provincial Andrés Pérez, la introducción de la primera edición del libro de Palafox, El varón de los deseos»49. Godínez ordenó la escritura de los cuadernos hagiográficos sobre la madre María de Jesús Tomellín que fueron usados por Palafox «al comenzar el proceso de beatificación de la monja concepcionista […] [pero] la “Causa del Lirio de Puebla” […] fue interrumpida en la Sagrada Congregación de Ritos en la ciudad papal»50 y Palafox nunca logró una beatificación poblana. Algunos alegan que Palafox quería «hacer coincidir la terminación de la magnífica catedral poblana, su dedicación a la Purísima Concepción de María y la beatificación de una religiosa de la misma orden representante del grupo criollo de la América Septentrional»51. Pero no fue así. Sin embargo, Godínez tenía mucho interés en la vida de Isabel y quizás el irlandés la tenía como suplente de la madre María de Jesús en su plan de beatificar a una mexicana. Es obvio que el fervor religioso del siglo XVII nos parece extraño en cuanto a penitencias y otras grotescas manifestaciones costumbristas, pero el caso de la venerable Isabel cruza todo límite. Una cosa son las idiosincrasias de las épocas pasadas y otra la promoción de una biografía que se asemeja a una novela de terror. Además, existe el dato de que su vida fue plasmada una y otra vez por distintos biógrafos ilustres, descubriendo una relación estrecha entre la hagiografía y lo fantasmagórico. Tanta fue la atracción de lo fantasmagórico en su vida que, en los años precedentes a su muerte, se había convertido en una heroína popular. La hagiobiografía es como un palimpsesto: aun escarbando en las diferentes versiones de su vida, podemos nada más imaginar lo que realmente sucedió en el convento. Se supone que Isabel tenía escritos propios que estaban, según Salmerón, sellados y guardados como tesoros en el con49 50 51

Loreto, 2006, p. 160. Loreto, 2006, pp. 161-162. Loreto, 2006, n.12, p. 162.

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vento. Además, no tenía ningún control sobre lo que pudieran llegar a escribir sobre ella. Las expresiones de fervor religioso eran cuidadas por los confesores, que podían interpretar, asentar por escrito o destruir lo asentado. En el caso de Isabel, el padre Godínez decidió darle alas a sus experiencias. El lenguaje místico era el lenguaje del cuerpo y del ser, que las mujeres podían ‘hablar’ legítimamente si contaban con el respaldo de sus confesores52. Las visiones místicas eran más comunes en mujeres que en hombres, pues éstos tenían la autoridad y la libertad de ocupar espacios públicos, lujos que no tenían las mujeres. El viaje místico que las rescataba de su claustro, aunque fuera en la imaginación, resultaba atractivo. En cuanto a las alumbradas, el desplazamiento místico es paralelo a los vuelos de las brujas: las transportaba a lugares distantes, sin fronteras y sin limitaciones53. Pero, según Michel de Certeau, el acto de habla mística existe cuando el ‘yo’ queda absorto ante la voluntad del otro, por ejemplo, de Dios. El ‘yo’ en este discurso no tiene ninguna autoridad institucional más allá de la experiencia subjetiva. La monja tuvo un acceso directo a lo sobrenatural y no podían refutarla porque vio todo en un trance. Pocas veces las otras monjas vieron lo que había visto Isabel de la Encarnación. Es por medio de la escritura como las monjas podían insertar sus experiencias fantasmagóricas dentro del mundo racional54. Esta extraña narración hiperbólicamente espectral se puede entender mejor si la contextualizamos como un resultado normal de la estrecha relación entre lo demonológico y la espiritualidad barroca novohispana. Según Fernando Cervantes: «Detrás de las exageraciones y del estilo confuso y desesperado [...] revela elementos que pueden considerarse paradigmáticos de la espiritualidad de la época»55. En su estudio, Cervantes, aunque no examina los escritos de la madre Isabel, inspecciona testimonios muy parecidos y de la misma época, empezando con los endemoniados de Loudun hasta llegar a casos novohispanos. Las apariencias y los tormentos de los demonios representaban una clara señal de la misericordia divina. Eran pruebas divinas dispuestas para destacar a ciertas personas especialmente devotas. Sus hazañas, como los antiguos héroes de las épicas y cantares de 52 53 54 55

Franco, 1989, pp. 3-4. Franco, 1989, pp. 5-6. Franco, 1989, pp. 8-9. Cervantes, 1993, p. 126.

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gestas consistían en aguantar y resistir los ataques continuos de las tropas de diablos que visitaron las celdas y otros sitios sagrados de los conventos: lo extraordinario de estas obsesiones diabólicas es que no se hayan convertido en una fuente de ansiedad, sino que, antes bien, hayan representado síntomas de progreso espiritual [...] entre más vivas y persistentes fueran las representaciones del demonio, más dignas de admiración y de respeto eran las víctimas56.

Esto, en parte, explicaría la tolerancia, en primer lugar, de los múltiples episodios fantásticamente retratados en la Vida de Isabel.También, entre las numerosas redacciones de su vida por distintos personajes de la época, se irían aumentando y volviéndose más fantásticas para provocar aún más admiración y respeto hacia ella. Esta teoría está subrayada en distintas biografías de la época, aunque la más extrema, desde mi punto de vista, es la que encontramos en la hagiobiografía de Isabel. Por ejemplo, con un tono muy atenuado,Antonio González de Rosendo asienta en su biografía de Palafox que Según la doctrina de San Pablo, [...] el hombre [...] está compuesto de una repugnancia y contradicción, que es espíritu y carne; y es una viva y continuada contienda su miserable hechura; [...] que es lo mismo que decir que uno a otro tiran a deshacerse y sujetarse [...y] es constante en toda Teología y documento de fé que el demonio no intenta que el espíritu prevalezca contra la carne [...] sino lo contrario57.

El demonio se ha convertido en un instrumento de la justicia divina. Incluso cuanto más actos de tortura y ultrajes demoníacos, más oportunidades tendría el personaje para acumular méritos y avanzar en el camino de la salvación. Según una extraña interpretación teológica que se difundía en los paradigmas de los sucesos estrambóticos de las hagiobiografías novohispanas Todo cuanto hiciera por atormentar físicamente a sus “víctimas” cabía juzgarse no tan solo como una permisión divina, sino, más aún, como una bendición que ayudaba al cristiano a luchar contra el cuerpo y a anonadarlo para, así, quedar en libertad de unir su alma a Dios58.

56 57 58

Cervantes, 1993, p. 131. Cervantes, 1993, p. 136. Cervantes, 1993, p. 137.

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Si lo vemos así, Isabel, con más descripciones de ataques demoníacos que cualquier otra hagiobiografía del siglo XVII novohispano, sería verdaderamente la más venerable de todos. Las escalofriantes escenas de demonios que doblan a la venerable Isabel por la mitad o la tiran debajo de una mesa son «en realidad, la norma en la literatura hagiográfica de la época, al punto de convertirse en elementos esenciales de santificación [...] los tormentos diabólicos parecían aumentar en proporción al grado de virtud y de paciencia con que se toleraran»59. Como hemos visto en el caso de la madre Isabel de la Encarnación, Dios permitía y propiciaba los terribles ataques del demonio y sus ayudantes con el fin de conseguir un bien mayor. En la teología barroca novohispana, éste es un lugar común en los textos hagiobiográficos. Sin embargo, estos atropellos demoníacos parecen cruzar la frontera entre ortodoxia y literatura fantástica. Había dos caminos que pudo haber tomado la vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación; gracias a la intervención del padre Godínez, de fray Agustín de la Madre de Dios y el licenciado Salmerón, que compartían el concepto barroco de la espiritualidad novohispana, Isabel fue venerada y no enjuiciada por la Inquisición. Esto se puede apreciar en su muerte y las celebraciones fúnebres que relata Salmerón sobre sus exequias: A las dos de la tarde la bajaron las religiosas en procesión con el canto y ceremonias de la orden al coro bajo que estaba bien adornado de mucha cera y flores. Pusiéronle la corona y palma bien aderezadas de flores, y levantóse el velo para que se pudiesse ver de la iglesia: y antes que se abriesse la retrató un excelente pintor desde acá fuera. [...] cuando le di la extremaunción estaba tan desfigurada y flaca como la misma muerte, le volvió el Señor su hermosura y entereza antigua de tal suerte que ponía admiración y parecía que estaba viva con el rostro apacible y risueño como solía (p. 294).

El arte del bien morir que relatan y las exequias demuestran que Isabel de la Encarnación aparentemente ganó la batalla contra el demonio. Su hagiobiografía fantasmagórica demuestra el papel del demonio en el camino de la espiritualidad en el Barroco novohispano.

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Cervantes, 1993, p. 132.

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Como todas las obras de la época, la primera sección incluye las aprobaciones y licencias requeridas para la impresión de cualquier texto. El 19 de febrero de 1675, el canónigo de la Iglesia Metropolitana de México, Diego de Malpartido Zenteno, da su beneplácito para la publicación de la Vida, elogiando a la monja con el tópico de la pauca e multis: no hay lengua humana que pueda bastantemente encarecerlas, aunque todos los artículos del cuerpo se desaten en voces y todas las partes se conviertan en lenguas, pero aunque todas las lenguas se hagan plumas apenas explicarán alguna parte de las muchas prerrogativas y virtudes (p. 57).

La segunda y última aprobación es del doctor y maestro don Ignacio Hoyos de Santillana, canónigo magistral de la Iglesia Metropolitana de México y calificador del Santo Oficio de la Inquisición. El texto consta de tres partes, compuestas por 123 folios o 246 páginas más la dedicatoria, aprobaciones, licencias, prólogo y protestación y tabla de capítulos que no están paginados. El «Preámbulo» (pp. 67-85) del texto se inicia con un relato de cómo se fundó el primer convento de religiosas carmelitas en América. El licenciado relata cómo se fue formando el pequeño núcleo de mujeres que paulatinamente, por un interés común de consagrarse a la vida contemplativa y por las afinidades que se fueron descubriendo entre ellas –pues todas eran huérfanas, viudas y otras mujeres de bien que se encontraban de repente en la Nueva España sin el amparo de un pariente masculino–, se congregaron para buscar un sentido de vida en común. Después de relatar la fundación del convento en Puebla, el padre detalla la adscripción de Isabel al convento. La «Primera parte» (pp. 87-120) abarca inmediatamente las visiones extrañas que tuvo la monja, las asombrosas enfermedades y las tentaciones carnales que puso el demonio frente a ella.También, rememora los confesores y otros religiosos que no la creyeron y la acusaron de «endemoniada», «embustera», «mujer de mala vida» y, otros, de «ilusa» (p. 116). Incluso algunos clérigos llegaron a practicarle exorcismos. El licenciado explica en esta sección la diferencia entre «posesas» e «ilusas»: se le levantó una polvareda de desconsuelos y aflicciones que no se puede encarecer viéndose perseguida de los hombres letrados del mundo y de los

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Robin Ann Rice confesores que sentían mal de su espíritu, haciéndole entender el demonio que decían verdad los cuales entendiendo que estaba endemoniada trataban de conjurarla con los exorcismos que la Iglesia tiene ordenados. Pero antes que pasemos adelante se debe de advertir que hay dos maneras de personas combatidas por el demonio: las unas se llaman posesas que tienen dentro del cuerpo al demonio por pecados graves que han cometido para cuyo remedio son los exorcismos del Manual: porque en virtud de ellos vemos que el demonio desampara del cuerpo del miserable paciente de que están llenas las historias. Otras personas hay llamadas obsesas las cuales tienen asistente al demonio fuera del cuerpo, causándoles en él y en el alma graves martirios y tormentos y estas son almas de grande pureza y santidad (pp. 116-117).

En otra sección de la «Primera parte», enlista los nombres de personas preclaras que apoyaron a la religiosa contrarrestando a los detractores que dudaron de su santidad considerándola una embustera. La «Segunda parte» de la Vida trata, en primera instancia, de sus actitudes humildes, las visiones que tuvo de santa Teresa y otros personajes en el paraíso, y sus intervenciones con las almas del Purgatorio. Intentaba mirar al suelo, siempre guardaba silencio y evadía cualquier manifestación de intromisión en asuntos del convento. Solía recitar estos versos a las otras religiosas: Si obedezco tendré paz: ¿en lo demás quién me mete? Ruede el mundo, paz del alma, y venga a lo que viniere. Cuatro cosas he de hacer, si me quiero conservar, no ver, oír, y callar, y en callando ensordecer (p. 127).

Su filosofía de no entrometerse quizás revela la difícil situación de vivir la vida religiosa en la Nueva España. Otra monja del siglo XVII, sor Juana Inés de la Cruz, se queja más de una vez en sus escritos de la atmósfera cargada de la vida del claustro. Por otro lado, su sumisión a la humildad es completa: «En la celda, en el vestido y en lo demás, no sólo no tenía singularidad, ni vana curiosidad, antes gustaba de verse con la cama y hábito y velo más pobre, roto y remendado» (p. 127). A veces, la madre Isabel hacía penitencias muy estrafalarias: «bajaba al refectorio a hacer mortificaciones y penitencias en compañía de sus hermanas. Salía con una corona de espinas en la cabeza, una soga a la

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garganta, con un crucifijo y una calavera en las manos y de rodillas decía sus culpas» (p. 127). O en este ejemplo de total abnegación, por un lado, por parte de Isabel y, por el otro, de gran crueldad por parte de las otras religiosas: Poníase a la puerta del refectorio muchas veces, tendida en el suelo para que le pisasen la boca, otras de rodillas para que todas le diesen bofetadas, besábales los pies a las religiosas y muy de ordinario se postraba y besaba el suelo con grande sentimiento de los demonios los cuales le daban muchos golpes por esta mortificación (p. 127).

La humildad de Isabel va acompañada de la crueldad de sus coetáneas religiosas. La carmelita tiene una relación especial con las almas que penan en el Purgatorio. En varias ocasiones, relata que estas almas recurren a ella y da cifras exactas de los años que había podido ahorrar para los penitentes. El autor es muy explícito cuando atesta que la monja tuvo un permiso especial por parte de Nuestro Señor para ver el Purgatorio: «Mostróle Nuestro Señor diversas veces el Purgatorio y las penas con que las almas son atormentadas por mano de su rigurosa justicia» (p. 168). Su intervención es real y calculada. Por ejemplo, una vez encontró a una religiosa condenada en el Purgatorio por no guardar el voto de pobreza y por descuidar sus obligaciones monacales. Nuestro Señor la condenó a 30 años en el Purgatorio y la difunta pidió la intercesión de Isabel recibiendo estos excelentes resultados: «por lo mucho que padeció le perdonó el Señor los once años y finalmente hizo tanto [...] que la sacó del Purgatorio» (p. 168). Sirvió como mensajero de Dios para advertir a las preladas y a los prelados que tuvieran mucho cuidado de no pecar para no terminar en el Purgatorio como otros religiosos. En otras ocasiones, regañaba a las otras religiosas o las felicitaba cuando un alma se quejaba de que no habían hecho sus penitencias especiales para su liberación o le agradecía las oraciones que las había redimido. Con claras reminiscencias de obras de literatura didáctica como la Divina Comedia o la pintura religiosa de las almas penitentes, las visualizaba en «un lago profundísimo de fuego y de ahí le daban voces pidiéndole socorro» (p. 171). Unas salían despacito y antes de llegar al Paraíso, «se detenían en unos eriazos, otras en jardines» (p. 172). El presbítero pinta escenas locales de personajes que quizás los lectores de la época habrían conocido. El texto cuenta que un español mató a su esposa. Mientras él fue a gozar del Paraíso por haber tenido mucha paciencia con su esposa, ella necesitó de la

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intervención de la monja porque estaba atrapada en el Purgatorio por «haber sido muy amiga de galas» (p. 173). En otro retablo, un niño está en el Purgatorio consolando a un alma porque lo había tratado con mucha amabilidad en la vida. Quizás en una alusión a alguna situación real, detalla que vio «muchas almas de los cofrades de Nuestra Señora del Rosario» (p. 173). Las almas son muy insistentes y no la dejan dormir: Una noche […] se puso a rezar el Oficio de los Difuntos por uno que le habían encomendado […] después de haberlo acabado, oyó un voz que decía «Rézame otro» y en acabando, oía la misma voz y volvió a rezar otro y casi toda la noche se pasó en lo mismo porque rezó cinco oficios que le pidió aquella alma (p. 173).

Las almas de Purgatorio como los demonios y otras figuras de la topografía espiritual de la carmelita son personajes que pueblan las grandes secciones imaginativas del texto. Importante en la «Segunda parte« de la vida son las oraciones que recitaba Isabel. La mayoría son de los Salmos y van acompañadas de los tormentos que provocaban en ella la venganza demoníaca. El licenciado transcribe fragmentos de escritos de Isabel que dan testimonio de su fervor religioso, su sufrimiento y su capacidad de escribir en un estilo muy parecido a la forma y el lenguaje del presbítero Salmerón, según las normas retóricas de la época. Sobre su letra, el autor es muy claro cuando discute las grafías malformadas en algunas composiciones de la monja por culpa de los demonios que intentaban arrancar la pluma de su mano: Muchas veces si tomaba la pluma para escribir algunas cosas devotas, se la quitaban de la mano o le daban golpes en ella, para que no pudiese formar la letra. Un papelito tengo en mi poder que escribió para su consuelo y en él se hace muy bien de ver el impedimento que le causaron cuando lo escribía porque están las letras tan mal formadas y con tantos rasgos y defectos que con muy grande trabajo pude acertar a leerlo por ser de edificación lo pondré a la letra que dice así supliendo las muchas letras que en él falta, siendo así que cuando podía, escribía la letra muy legible (p. 203).

Con las muchas veces que hace mención de los escritos de Isabel, sorprende que no se haya publicado una autobiografía al estilo de santa Teresa. Por otra parte, el padre hace especificaciones sobre la vida mística. Primero de todo, como en cualquier discurso sobre el misticismo, hay que tratar los extremos opuestos, que son los endemoniados y los demás charlata-

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nes. Por momentos, habla de los problemas que tuvo Isabel en este sentido, a pesar de dar evidencias más adelante en el escrito de que tenía el apoyo de las autoridades. Por ejemplo: un confesor docto que creyó muy de veras que estaba endemoniada y que todos eran embustes, e hizo diligencias para que la persuadiesen que los confesase de plano voluntariamente porque si no quisiese, lo haría con fuerza y violencia en grave detrimento de su honor y persona. Dijéronselo y también que se tenía sospecha si tenía algún trato con el demonio y que sus cosas tocaban al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y advirtiese que traía confusos y escandalizados tantos hombres doctos con sus cosas (p. 116).

Sin embargo, tiene el apoyo –y así se indica– de personas importantes en el ámbito eclesiástico: «Y si miramos su vida y virtud, bien podemos asegurarnos de las revelaciones que tuvo: mayormente que todas han sido examinadas por hombres doctos y espirituales y las han aprobado por ser conformes a la doctrina de los Santos y para utilidad y ejemplo nuestro» (p. 208). Pero, hay momentos en que le han hecho exorcismos y el padre habla sobre diferentes tipos de personas endemoniadas. Unas son las posesas y otras, las obsesas. Estas últimas son venerables y hay casos de ellas tan memorables como el de Job: hay dos maneras de personas combatidas y atormentadas por el demonio: las unas se llaman ‘posesas’ que tienen dentro del cuerpo al demonio por pecados graves que han cometido para cuyo remedio sólo los Exorcismos del Manual porque en virtud de ellos vemos que el demonio desampara el cuerpo del miserable paciente de que están llenas las historias. Otras personas hay llamadas ‘obsesas’, las cuales tienen asistente al demonio, fuera del cuerpo, causándoles en él y en el alma graves martirios y tormentos y éstas son almas de grande pureza y santidad como fueron el santo Job, San Antonio Abad y la venerable señora doña María Vela (p. 117).

En primera instancia, consideran que Isabel es posesa y no obsesa, y le hacen un exorcismo con el permiso de la prelada. Pero, posteriormente, la reconsideran y la clasifican como obsesa. El licenciado Salmerón sabía que estaba tocando un tema muy delicado que había creado problemas a otras personas en su posición, y seguramente es por esto que se cura en salud al inicio de la Vida con esta proclamación sobre el léxico que utiliza: las palabras de santidad, sancta, milagros, mártir, virgen, y reliquias, y otras semejantes, se entiendan en el sentido común, que los diáconos y los presbíteros de la iglesia

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Por las descripciones de las exequias de la carmelita, se aprecia que pudo superar las dudas que se tenían sobre su virtud. La «Tercera parte» de la obra toca distintos asuntos importantes en la vida de Isabel. Primero, repasa de nuevo sus particulares devociones. En el resto, además de repasar en segmentos coloridos y descriptivos los terribles sufrimientos que padece, retrata su ‘buena muerte’ y las espectaculares exequias que se celebran por ella. Entre los muchos folios dedicados a los Salmos que recitaba, también el texto es pletórico en las explicaciones de sus devociones. Isabel es devota del Santísimo Sacramento y de la Pasión de Cristo, de la Virgen María y, muy en particular, de la fiesta de su Asunción, del Agua Bendita, y de su propio ángel custodio. Estas devociones dan lugar a nuevos ataques por parte de los demonios y nuevas enfermedades que la transfiguran en mártir. La carmelita tiene poderes especiales concedidos por la Virgen María. Tiene la capacidad de conocer el interior de los seres humanos y también tiene el «don […] de [la] profecía» (p. 258). Los ejemplos que dan son descriptivos y entretienen a los lectores, como éste del don de ver el interior: Yendo una vez una religiosa a llevarle de comer (que estaba en la cama bien fatigada), tropezó en la escalera y estuvo a pique de caer y rodar por ella. Díjole, así como entró, sonriéndole: ¿Qué es hermana, queríala derribar el demonio? Ella se quedó admirada y le dijo: ¿Quién se lo dijo porque nadie lo vio? Respondióle: Yo lo vi (p. 258).

O cuando demuestra el licenciado su don profético: «Encargáronle que encomendase a Dios a una mujer que estaba preñada y habiéndolo hecho con mucho cuidado, dijo a una religiosa que había de morir de aquel parto y sucedió como lo dijo» (p. 258). Definitivamente, las narrativas cultivan interés en los lectores. Al final de su vida, Nuestro Señor le concedió un favor en cinco ocasiones distintas. Después de comulgar, se transfiguró Cristo en su corazón en forma de cordero.También, tres meses antes de morir, Cristo dio permiso para que tres demonios la atormentaran de nuevo.Y en una parte que 60

Salmerón, Vida, «Protestación».

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pudiera parecer divertida, Isabel tuvo «una visión espantosa [...] acerca de las calumnias con que los demonios la acusaron en el tremendo juicio de Dios» (p. 286). Después de varias falsas alarmas en las cuales le administraron la extremaunción, por fin murió el último lunes de febrero de 1633. Pero la madre priora advirtió que «no doblasen [las campanas] hasta que pasasen algunas horas por ver si volvía en sí como había sucedido otras muchas veces» (p. 293). Esta vez fue cierto y comenzaron todas las fórmulas que tradicionalmente se seguían cuando una persona santa moría. En cuanto a su cuerpo, los lugares comunes describen que aquel venerable cuerpo estaba tan blando y tratable como si fuera vivo, arrodillábanse los sacerdotes besándole los pies descalzos con gran devoción y la capa, escapulario y velo […].Y si el Señor Vicario no estorbara pasara más adelante con todo, le cortaron algunos pedazos de las manos sin que tuviese rastro de corrupción o mal olor, saliendo de ellas un óleo extraño (p. 294).

Y para demostrar que a pesar de los exorcismos que le habían practicado, fue reivindicada al final de su vida: «A muchos hombres doctos y espirituales que sabían la virtud de nuestra difunta, pareció conveniente que aunque se saliese de paso ordinario de Carmelitas Descalzas, se le hiciesen exequias porque de ellas resultaría grande edificación a la Ciudad» (p. 296). Pero antes de hacer esto, faltaba hacer su retrato: «pusiéronle la corona y palma bien aderezada de flores y levantóse el velo para que se pudiese ver de la Iglesia y antes que se abriese, la retrató un excelente pintor desde acá fuera» (p. 294). El retrato se completa con el tópico de que, a pesar de haber estado fea y desfigurada por sus enfermedades y por la agonía, estaba bellísima y risueña en la muerte. Sabemos lo demás, del clamor y tumulto de sus exequias.Además, el licenciado Salmerón lamenta que no tuviera con qué imprimir el sermón porque «me dijeron los hombre doctos y graves que lo oyeron que fue uno de los mejores y más bien trabajados sermones que habían oído en su vida» (p. 297).Termina el padre Salmerón con el deseo de que el libro de su Vida sirviera de consuelo para otros que sufren en este mundo. ESTILO

DE LA

VIDA

DE LA VENERABLE MADRE ISABEL DE LA

ENCARNACIÓN

Uno de los estilos que caracteriza a las ‘vidas’, tanto de santos como de venerables, es lo que se llamaría perspicuo en cuanto a su claridad y su acce-

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sibilidad a los lectores de la época: «claro y sin demasiadas o complejas elaboraciones literarias»61. Sin embargo, si el lenguaje es claro, no es sencillo y esto se ve en las elaboradas escenas que pinta el licenciado: son muy gráficas y con ejemplos detallados como si él las hubiera presenciado, esto da la posibilidad a los lectores de sentirse parte de ellas. Las características más utilizadas son las comparaciones entre Isabel y otros santos reconocidos en la época, el carácter fantasmagórico —que ya hemos analizado en otras partes de este texto— y la presencia de «las ordenaciones sintácticas paralelísticas con valor de insistencia»62. Por fin, un aspecto de la narrativa que tiene un importe emocional son las veces que el narrador cuasi-omnisciente, que reseña la vida en tercera persona del singular, de repente irrumpe en la historia con aseveraciones y reacciones en primera persona. Esta técnica de narrar en tercera persona intercalada con la subjetividad del narrador intruso en primera persona es análoga a otra característica de la obra. Por un lado, el presbítero relata la vida como parte de la historia oficial de la Iglesia y de las Carmelitas Descalzas en América. Por otro, entre las fechas exactas y los lugares identificables de la Puebla de los Ángeles, entremezcla escenarios fantásticos e inverosímiles. El hagiógrafo también incluye ‘doctrina’ de la época sobre tipos de posesión diabólica, como hemos visto, y sobre tipos de oración mística. Además de estas características invaluables para profundizar en la mentalidad novohispana espiritual, hay descripciones de cómo se celebraban ciertas festividades eclesiásticas y los orígenes de cultos religiosos locales. Durante toda la Vida, el padre compara a Isabel con distinguidas figuras santas y, a veces, Isabel se lleva la palma. Una de estas figuras es Job: «pues Nuestro Señor la llevaba por el mismo camino que a él para que en nuestros siglos tuviésemos otro segundo Job» (p. 248). Al inicio del texto, el autor ilustra inequívocamente que Isabel sufrió más que Job en su calvario. Pues Job sufrió la tortura de un solo demonio por siete años y tuvo una sola enfermedad, que fue la lepra. Pero, «esta sierva de Dios tuvo casi diez y nueve años hasta que murió, muchas enfermedades e innumerables demonios que, con ordenación divina, la martirizaban» («Prólogo»). Hay otras comparaciones que parangonan las actitudes de la madre Isabel con las de santa Teresa y con san Benito.

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Arellano, 2004, p. 26. Arellano, 2004, p. 28.

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El padre Salmerón usa las ordenaciones sintácticas paralelísticas con valor de insistencia para crear la hipérbole: Fue mártir con un prolongado martirio de más de diez y ocho años […]. Fue mártir por los graves tormentos que padeció en defensa de su pureza virginal. Fue mártir por las terribles obscuridades, desamparos y tentaciones de su alma. Fue mártir por no dejar la devoción de la sacratísima Virgen Señora Nuestra que tantos martirios le costó. Fue mártir por las persecuciones que tuvo del mundo. Fue mártir por los tormentos que padeció por la devoción del Santísimo Sacramento […]. Fue mártir por los martirios que le dieron los demonios por las ánimas del purgatorio y por la salvación de sus prójimos. Fue mártir por las grandes penitencias que hizo mientras vivió desde sus tiernos años. Fue mártir por los continuos martirios con que los demonios […]. Fue mártir en el ejercicio de la oración porque a veces le era grave martirio. Fue mártir por la continua mortificación que guardó en sus sentidos y en especial en la rabiosa sed que padeció nueve días. Fue mártir hasta en el comer y en el sueño (p. 109).

Como este ejemplo hay muchos de distintas estructuras pero siempre con la intención de subrayar un particular comportamiento. Uno de los aspectos más interesantes de este documento es la mezcla literal y metafórica de la voz objetiva en tercera persona del singular y la subjetiva en primera persona del singular. Por un lado, el presbítero documenta eventos históricos con fechas exactas en la vida de Isabel y de las Carmelitas Descalzas de la Nueva España. Por otro, intercala eventos fantásticos e inverosímiles en los cuales usa un lenguaje apto para la épica o para la novela. En un fragmento, discute su enfermedad clínicamente y menciona que los médicos habían estado con ella en 1623 y que no habían encontrado una cura para sus quejas físicas. En otra parte, atribuye la causa de su enfermedad a los demonios y describe la patología dramáticamente: «Entrábanse, particularmente, innumerables demonios en la apostema que tenía, unas veces en forma de hormigas, otras en forma de gusanos, y otras en forma de moscas.Amenazábanla de que habían de impedir las curas y medicinas y lo cumplían» (p. 104). La voz narrativa es, a veces, objetiva y en tercera persona, pero, como si no aguantara más, a veces la voz del presbítero irrumpe en la relación de los hechos. En una ocasión, mientras describe los martirios sufridos a causa de los demonios, el autor escribe: «Yo la oí en una ocasión que me la trajeron en brazos al comulgatorio y confieso que me quebró el corazón y derramé

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muchas lágrimas cuando la comulgué» (p. 104). En distintas instancias el narrador revierte a la primera persona, liberándose de la objetivación de la tercera persona e identificándose con el personaje. El uso de metáforas y símiles es moderado y se acota a lugares comunes sencillos. En una sola ocasión usa un símil épico, o sea, muy extenso, y curiosamente es para comparar a la monja con un guerrero. Casi al final del largo texto, el presbítero escribe: Cuando un capitán esforzado y valeroso alcanza la victoria de sus enemigos en una sangrienta batalla, no se acuerda de los trabajos pasados ni hace caso de las heridas que recibió, antes las tiene por corona de su triunfo porque la alegría de él y de los despojos, lo vencen todo, […] Lo mismo sucedió a la madre Isabel de la Encarnación porque aunque quedó tan atormentada (como hemos visto), comenzó a gozar de una paz, alegría y quietud en su alma extraña después de tantas batallas y tentaciones, trabajos y martirios con que sus enemigos la procuraban perturbar y afligir (p. 281).

Salmerón se preocupa por representar la realidad, no por ilustrarla. En otras palabras, el narrador prefiere recrear los sucesos de la vida de la monja y no simbolizarlos. La recreación literaria de los acontecimientos tenía un efecto pedagógico y lúdico. El biógrafo también discurre sobre ‘doctrinas’ de la época en su descripción de Isabel.Ya hemos visto sus discusiones sobre tipos de influencia demoníaca. Describe los arrobamientos, raptos y éxtasis de Isabel y, en particular, su oración. Según el licenciado: La oración (según la doctrina de los Santos) o es infusa o adquisita. La adquisita es la que las almas tienen con la frecuente meditación y consideración de las cosas divinas para amarlas y alcanzarlas, encaminando al conocimiento los efectos y deseos sobrenaturales de la voluntad y al fin sobrenatural las obras exteriores (p. 180).

Este tipo de oración mental es distinta de la oración infusa que describe como el tipo que «Dios infunde en el entendimiento una especie intelectual impresa sin pasar por los sentidos que es principio de un conocimiento altísimo con que el alma, en breve tiempo, tiene noticia sobrenatural de cosas que le inflaman la voluntad con tanta eficacia que brota en mil afectos tiernos» (p. 180). La mención de la «oración mental» es una clara referencia a santa Teresa y el hagiógrafo añade que, cuando Isabel participaba en la oración infusa,

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perdía muchas veces el uso de sus sentidos, estando su alma toda embebida en Dios el cual le comunicaba en ella altísimos secretos de los misterios de nuestra fe con que se afijaba más en esta virtud.Tenía tales inflamaciones en la voluntad que ella misma se espantaba de verle con afectos seráficos tan unitivos63 que parecía se hacía una misma cosa con Dios (pp. 180-181).

El documento también sirve como relato de inestimable valor para saber cómo se celebraban los días de festividades eclesiásticas. Se describe con todo lujo de detalles lo que se hace en el convento para celebrar la Muerte, Tránsito y Asunción de la Virgen María. El presbítero ocupa más de dos folios con descripciones de la conmemoración de la muerte de María, que reza: «Todas vienen de rodillas a aquel Santo Sepulcro, otras con cruces, coronas de espinas y sogas a las gargantas y con otras diversas mortificaciones, todas reguladas por obediencia y ha menester la prelada poner taza y límite» (p. 245). Incluye cómo aderezaban las ermitas con muchos días de anticipación y los pormenores de la celebración. Un suceso de culto local religioso sobre el cual Salmerón se dilata es el del Santo Arcángel Miguel, en la cercana localidad de Tlaxcala. Justifica la digresión cuando narra que la tierra y el agua de un lugar muy santo en Tlaxcala auxilian a Isabel cuando los demonios la maltratan. La historia de la aparición del Arcángel asemeja en algunos aspectos a la de la Virgen de Guadalupe, pues el Arcángel se aparece ante un indio llamado Diego de San Francisco y narra que le señaló con una vara de oro que llevaba en las manos una grande piedra que en él estaba y le mandó que la quitase y que debajo de ella hallaría una fuente de agua clara con la cual era Nuestro Señor servido que se obrasen de allí adelante grandes prodigios y maravillas de que había de resultar su gloria y alabanza porque todos los que llegasen a beber de la agua con fe viva y dolor de sus culpas, alcanzaría remedio para todos sus trabajos y necesidades espirituales y corporales, y en particular para no perder el sentido de la hora de la muerte (p. 254).

Fue un evento notable porque ocupa varios folios para incluir las particularidades de la historia.

63 «Vía unitiva»: es en la mística aquel estado de perfección y virtud del alma que la une con Dios por el amor, de tal modo que no quiere otra cosa que lo que quiera Dios (Aut).

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Robin Ann Rice LA EDICIÓN

Utilizo de texto base la única edición del texto, que es de 1675, México, por Francisco Rodríguez Lupercio, en el puente de Palacio. Sigo los criterios de edición del GRISO e intento apegarme a los mencionados por Ignacio Arellano en Editar a Calderón, modernizando las grafías y la puntuación. En mi revisión de la edición que pertenece a la Lilly Library de Indiana University y la que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, encontré tres discrepancias en los números de páginas. Revisé y acoté el contenido de las páginas con errores de paginación y no hay variaciones en el texto. La edición de la Lilly Library tiene la marca de fuego del Convento del Monte Carmelo de Tenancingo, México.Además, está escrito en la portada, a mano: «Este libro pertenece al Santo Decierto (sic)», pues, el Convento del Monte Carmelo de Tenancingo pertenece a la Comunidad de Carmelitas Descalzos del Santo Desierto.

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COVARRUBIAS, S., Tesoro de la lengua castellana o española, eds.I. Arellano y R. Zafra, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2006. FERNÁNDEZ, J., Programas iconográficos de la pintura barroca sevillana del siglo XVII, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002. FERRÚS, B. y GIRONA, N., «Estudio preliminar», en Vida de Sor Francisca Josefa de Castillo, eds. B. Ferrús y N. Girona, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2009. FRANCO, J., Plotting Women, New York, Columbia University Press, 1989. GÓMEZ DE LA PARRA, J., Fundación y primer siglo: crónica de primer convento de carmelitas, coord. M. Ramos, Puebla,Viuda de Miguel Ortega, 1732. LAVRÍN, A. y LORETO, R., «Introducción», en Monjas y beatas: la escritura femenina en la espiritualidad barroca novohispana: siglos XVII y XVIII, eds. A. Lavrín y R. Loreto, México, UDLAP/AGN, 2001. LORETO, R., Los conventos femeninos y el mundo urbano de la Puebla de los Ángeles del siglo XVIII, México, COLMEX, 2000. — «Oír, ver y escribir, los textos hagio-biográficos y espirituales del padre Miguel Godínez, ca. 1630», en Diálogos espirituales, manuscritos femeninos hispanoamericanos siglos XVI-XIX, eds. A. Lavrín y R. Loreto, México, BUAP/UDLAP, 2006, pp. 156-182. MARTÍNEZ LEAL, L., «Los impresores libreros en Nueva España del siglo XVII», Revista Casa del Tiempo, mayo 2002, . MEDINA,Toribio. La imprenta en la Puebla de los Ángeles: (1640-1821), 1908. Disponible en . Última consulta: 22 de septiembre de 2011. MERLO, E. y QUINTANA, J., Quién como Dio, San Miguel del Milagro, Puebla, UPAEP/H.Ayuntamiento de Puebla, 2009. MURIEL, J., Cultura femenina novohispana, México, UNAM, 2000. MYERS, K., Neither Saints nor Sinners,Writing the Lives of Women in Spanish America, Oxford, Oxford University Press, 2003. RAGON, P., «Los santos patronos de las ciudades del México central (siglos XVI y XVII)», Historia mexicana, 002, 52, 2002, pp. 361-389. RAMOS MEDINA, M., «Modelos de santidad y devociones en el Carmelo novohispano», en Camino a la santidad siglos XVI-XX, coord. M. Ramos, México, Centro de Estudios de Historia de México/CONDUMEX, 2003, pp. 51-68. — «Isabel de la Encarnación, monja posesa del siglo XVII», en Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, coord. C. García y M. Ramos, vol. 1, México, UIA/INAH/CONDUMEX, 1993, pp. 41-51. RUBIAL,A., «Los santos milagreros y malogrados de la Nueva España» en Manifestaciones religiosas en el mundo colonial americano, coords. C. García Ayluardo y M.

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Robin Ann Rice

Ramos Medina, vol. 1, México, UIA/INAH/CONDUMEX, 1993, pp. 71105. — La santidad controvertida, México, UNAM/CFE, 1999. — «Los santos fallidos y los olvidados. Los “venerables” contemporáneos de Sor Juana»,Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2005. RUEDA, P., «La circulación de libros entre el viejo y el nuevo mundo en la Sevilla de finales del siglo XVI y comienzos del siglo XVII», Cuadernos de Historia Moderna, 22, 1999, pp. 79-105. SALMERÓN, P., Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, México, Francisco Rodríguez Lupercio, 1675 (microfilm en Brown University). — Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, México, Francisco Rodríguez Lupercio, 1675 (Biblioteca Nacional de Madrid). — Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, México, Francisco Rodríguez Lupercio, 1675 (Mendel Collection, Lilly Library, Indiana University). WEBER, A., Teresa of Avila and the Rhetoric of Femininity, Princeton, Princeton University Press, 1990.

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TABLA DE LOS CAPÍTULOS QUE SE CONTIENEN EN ESTE LIBRO DE LA VIDA DE LA VENERABLE MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN

PRIMERA

PARTE

Preámbulo a la vida. En que se contiene el origen y fundación del convento de religiosas de nuestra madre Santa Teresa de la Ciudad de la Puebla. Capítulo I De la patria y virtudes que tuvo desde su tierna edad la madre Isabel de la Encarnación. Capítulo II De cómo la llamó Dios a la religión y de las grandes contrariedades que tuvo. Capítulo III De la entrada en la religión y lo que hizo en el noviciado hasta que profesó. Capítulo IV De una visión misteriosa que tuvo después que profesó y de una sed que padeció nueve días. Capítulo V De las muchas y graves enfermedades que padeció mientras vivió. Capítulo VI De cómo los demonios la atormentaron. Capítulo VII De lo mucho que padeció en su alma y de las muchas y varias tentaciones que la afligieron. Capítulo VIII Del grande martirio que padeció en defensa de su pureza por tiempo de diez años.

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Tabla de los capítulos que se contienen

Capítulo IX De cómo el demonio procuró quitarle la honra y fue tenida por endemoniada y lo que padeció con algunos confesores. Capítulo X De los que aprobaron su espíritu. SEGUNDA

PARTE

Capítulo I De su profunda humildad. Capítulo II Donde se prosigue la misma materia de su humildad. Capítulo III De su obediencia. Capítulo IV De la admirable paciencia, mansedumbre y de la gran fortaleza que en esto tuvo. Capítulo V En que se prosigue la misma materia. Capítulo VI De su mansedumbre y del don que tenía de consuelo para con los próximos. Capítulo VII De su penitencia y mortificación. Capítulo VIII En que se prosigue la misma materia. Capítulo IX Del grande amor que tuvo a Cristo Señor Nuestro. Capítulo X En que se prosigue la misma materia. Capítulo XI Del amor que tuvo a sus prójimos. Capítulo XII En que se prosigue la misma materia. Capítulo XIII De la gran devoción que tuvo a las almas del Purgatorio y de lo mucho que rogó por ellas.

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Tabla de los capítulos que se contienen

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Capítulo XIV En que se prosigue la misma materia. Capítulo XV En que se concluye la misma materia. Capítulo XVI De su oración y contemplación. Capítulo XVII En que se prosigue la misma materia de la oración y contemplación. Capítulo XVIII En que se prosigue la misma materia acerca de una contemplación oscura que tenía. Capítulo XIX De la oración que tenía acerca de los Salmos y otros lugares de la Escritura sagrada. Capítulo XX En que se prosigue la misma materia. Capítulo XXI En que se concluye la misma materia y de los tormentos que padeció por rezar el Oficio Divino. Capítulo XXII En que se prosigue la misma materia del Oficio Divino. TERCERA

PARTE

Preámbulo para los capítulos siguientes Capítulo I De la devoción que tuvo al Santísimo Sacramento. Capítulo II En que se prosigue la misma materia de la devoción al Santísimo Sacramento y a la Pasión del Señor. Capítulo III De los regalos que la hacía Cristo Señor Sacramentado cuando le recibía y los tormentos que le daban los demonios. Capítulo IV De los impedimentos que se ponía el demonio para que no recibiese a Nuestro Señor.

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Tabla de los capítulos que se contienen

Capítulo V En que se trata y prosigue la misma materia y de cómo los demonios le agravaron sus enfermedades. Capítulo VI De la devoción que tuvo a la Virgen Santísima. Capítulo VII En que se prosigue la misma materia y de los muchos favores que le hizo Nuestra Señora. Capítulo VIII De los muchos tormentos que padeció por la devoción de Nuestra Señora. Capítulo IX De la devoción que tuvo al misterio de la Concepción de Nuestra Señora. Capítulo X En que se concluye la misma materia y tratase del modo con que se ha de celebrar la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora. Capítulo XI De la devoción que tuvo al Santo Ángel de su guarda. Capítulo XII En el que se prosigue de la misma materia y tratase del agua y tierra de la fuente del Serafín San Miguel. Capítulo XIII Del don que tuvo de profecía y de conocer los interiores. Capítulo XIV De otras muchas mercedes y favores que le hizo Nuestro Señor. Capítulo XV De los favores especiales que le hizo Nuestro Señor. Capítulo XVI De una visión que tuvo de la gloria. Capítulo XVII De cómo le mostró el Señor las penas del Infierno. Capítulo XVIII De cómo se le agravaron las enfermedades. Capítulo XIX De cómo se le acercó el fin de sus trabajos.

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Tabla de los capítulos que se contienen

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Capítulo XX De cómo la libró el Señor de los tres demonios asistentes. Capítulo XXI De la gran paz que tuvo en su alma por espacio de treinta días. Capítulo XXII De cómo, tres meses antes de su muerte, la entregó Nuestro Señor a otros demonios, dándoles permiso para que la atormentasen. Capítulo XXIII De una visión espantosa que tuvo acerca de las calumnias con que los demonios la acusaban ante el Tribunal de Dios. Capítulo XXIV Cómo dio el Señor fin a los trabajos y martirios de la madre Isabel de la Encarnación con su dichosa muerte. Capítulo XXV Del entierro que se le hizo a esta sierva de Dios. Capítulo último De las exequias que se le hicieron a la Madre Isabel de la Encarnación. Epílogo moral Del provecho que debemos sacar de la historia y vida de la madre Isabel de la Encarnación. Laus Deo

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VIDA DE LA VENERABLE MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN, CARMELITA DESCALZA

NATURAL DE LA CIUDAD DE LOS ÁNGELES. SALE A LUZ A CUIDADO DE LA CESÁREA, NOBILÍSIMA CIUDAD DE LA PUEBLA DE LOS ÁNGELES.

COMPÚSOLA El LICENCIADO PEDRO SALMERÓN, PRESBÍTERO, NATURAL DE ESTA CIUDAD.

DEDÍCASE AL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ, PATRÓN UNIVERSAL DE ESTE REINO Y PARTICULAR DE ESTA CIUDAD.

AÑO DE 1675.

CON LICENCIA, EN MÉXICO, POR FRANCISCO RODRÍGUEZ LUPERCIO, EN LA PUENTE DE PALACIO1.

1 La familia Rodríguez Lupercio figura como una de las dinastías de impresoreslibreros del siglo XVII en México. En sus aproximadamente ochenta años de actividad, entre los 1650 y 1730, grabaron unos 444 libros.Ver Martínez Leal, 2002.

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DEDICATORIA AL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS Y SEÑORA NUESTRA.

VOS sois (Patriarca Santo) aquel encendido querubín que la majestad de Dios puso por custodia y amparo de su paraíso, la sagradísima Virgen María, Madre de su unigénito Hijo, haciéndoos dignísimo Esposo Suyo. Sois Patrón Universal de este nuevo hemisferio de las Indias y en particular de esta ilustre Ciudad de los Ángeles que cada día experimenta los grandes favores y mercedes que recibe de vuestras liberales manos, librándola de las continuas tempestades y trabajos que padece2. Sois el protector general que la Santa madre Teresa de Jesús (singular devota vuestra) escogió entre todos los Santos para amparo y defensa de los paraísos celestiales que tanto resplandecen en santidad, y, en especial, sois el Patrón Celestial de este santo convento de Carmelitas Descalzas de esta Ciudad que se principió debajo de vuestra sombra y protección y lo sustentáis con providencia paternal. En él fue religiosa la dichosa madre Isabel de la Encarnación, esclava vuestra, y que recibió singulares mercedes y beneficios de Dios por vuestra intercesión (como se verá en el discurso de este libro) el cual de justicia se os debe dedicar, pues sois patrón de las vírgenes, demás de ser el cronista vuestro esclavo indigno y que desde sus tiernos años ha deseado ser vuestro devoto y haceros algún servicio. Recibid pues (dueño y señor mío) el que os ofrezco con humilde reconocimiento de las grandes mercedes que he recibido

2

Entre los patronatos de la ciudad, está san José, nombrado en 1546 (Loreto, 2000, p. 235). San José se había convertido en el primer protector de Puebla contra las tormentas, cuando «habiendo encomendado este negocio muy de veras a Dios Nuestro Señor se echaron suerte entre algunos santos (de donde salió sorteado su nombre)» (Ragon, 2002, p. 371).

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de vuestra mano, y si la defensa y amparo de los esclavos y de los que les toca incumbe y pertenece por derecho a sus señores, obligado estáis a defender y amparar esta obra siendo como es de vuestra esclava y escrita por vuestro esclavo que con su ignorancia habrá cometido muchos yerros que estando debajo de vuestra protección será bien recibida y tendrá lucidos efectos que redunden en honra y gloria de Dios Nuestro Señor.Amén. Licenciado Pedro Salmerón3.

3

Según el canónigo Francisco Pardo, el licenciando Pedro Salmerón también fue digno de ser sujeto de alguna hagiografía. Oriundo de la Nueva España, era conocido como docto, habiendo recibido el título de licenciado en Cánones en la Academia de México.Además de ser abogado de la Real Audiencia, fue fiscal en el ínterin de la Fiscal de Guatamala, donde también fue alcalde. Ejerció «varias y honrosas comisiones de orden del Supremo Consejo de las Indias» (Gómez de la Parra, Fundación y primer siglo, pp. 136-137). Juan de Palafox y Mendoza lo estimaba mucho y como señal de esta estimación, le dio puesto de mucha confianza. Además de sus proezas administrativas, hay testimonios por parte de muchos de su clemencia con los pobres, pues repartió su hacienda entre ellos, y de su gran espiritualidad. La madre Juana testifica que su costumbre era levantarse a las tres o cuatro de la mañana para rezar y dar misa. Según la religiosa, sus misas podrían durar hasta tres horas (Gómez de la Parra, Fundación y primer siglo, p. 137).

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APROBACION DEL DOCTOR DON DIEGO DE MALPARTIDA ZENTENO1, CANÓNIGO DE LA SANTA IGLESIA METROPOLITANA DE MÉXICO

EXCELENTÍSIMO SEÑOR. Por mandato de Vuestra Excelencia, he visto el libro de la venerable madre Isabel de la Encarnación, religiosa del convento de mi madre Santa Teresa de Jesús e hija de la muy noble Ciudad de los Ángeles, títulos para hacer más apreciable el mandato de Vuestra Excelencia cuando se adelanta su grandeza a mandarme a lo mismo que deseaba pedirle. Itaque (dijo San Ambrosio a Sabino deseando que saliese a luz un libro) Arbitrum eorum, quae postulas rogavi, facile est tibi de nostris iudicare: tuum est liquido decernere, & sorutanter discutere, quod corrigas. Darles a los interesados la censura y fiar la aprobación de los propios es con alta providencia condescender a lo que se pide para que se facilite lo que para el provecho de tantos se desea haciendo árbitro a quien tiene tanta parte en el libro. Arbitrum eorun, quae postulas rogavi, &c. Pero si en obediencia de lo que Vuestra Excelencia me manda, he de seguir el parecer y sentir de San Ambrosio. Respondo con San Ambrosio: Ego certe buc inuitatu tuo librum prodeumdum putavi, que puede salir a luz este libro, mas con advertencia (dice San Ambrosio) que se ha de poner una nota al margen o que se ha de añadir una palabra al libro: Notam appone ad verbum. No dice cuál ha de ser la señal pero yo digo que si se ha de poner una nota, la que yo tengo es muy grande que es ser parte porque en cuanto toca a mi madre Santa Teresa, procuro serlo y no fuera muy extraño pasar-

1 Originario de Huejotzingo, Puebla, que «desde la silla de medio racionero, por sus letras y por su virtud, subió a primera silla».También, repartió todos sus bienes en forma de limosnas durante su vida (Gómez de la Parra, Fundación y primer siglo, p. 315).

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me de la censura al elogio, pues en alabanzas de una hija le toca mucha parte a la madre. Díjolo San Bernardo: Cum filiam honoramus a gloria matris non recedimus. La otra nota es la obligación de la patria, títulos que puedan hacer escrupulosa la censura pero otro recelaba mayor que era pasarme de los términos que pide la brevedad de una censura al dilatado campo de los discursos, pero no es culpa, dice San Gerónimo a Marcela, alabar cada uno de lo que posee: Plus enimlaudat unus quisque quod posidet. Y así en llegando el Santo ha de cifrar las virtudes de Paula. Parece que no cabía por el camino de los encarecimientos comunes y así se desvió buscando rumbos por sendas irregulares: Si cuncta corporis mei membra verterentur in linguas, & omnes artus humana voce resonarent nihil dignum sanctae ac venerabilis Paulae virtutibus dicerem. Cierto, que si se atienden a las de la madre Isabel de la Encarnación que no hay lengua humana que pueda bastantemente encarecerlas aunque todos los artículos del cuerpo se desaten en voces y todas las partes se conviertan en lenguas, pero aunque todas las lenguas se hagan plumas apenas explicaran alguna parte de las muchas prerrogativas y virtudes con que adornó Dios a esta criatura, cualquier alabanza es corta. Non laudo (dijo San Bernardo) quia non laudo. No hay que alabar lo que está fuera de la actividad del ingenio, por ser sus virtudes de esfera tan relevante porque deslustran méritos grandes, alabanzas cortas.Yo, dice San Gerónimo, a Rufino disculpándose de esta calumnia, hablé como pude porque no puedo callar: Sed quia tacere non putui, loqnutus sum ut potui, porque estaba obligado a decir algo, y si no dije todo lo que pude, a lo menos quisiera decirlo todo. Disculpa es también de San Agustín a San Gerónimo: Nec ideo, tamen non debui facere quid potui, si non potui, totum volui. Quien atendiere pues a las obligaciones de hijo disculpará el que exceda los términos de la censura cuando son estos los primeros frutos que da la muy noble Ciudad de los Ángeles que con tantas veras2 está empeñada a que salga a luz este libro que ha de ser paso a mayores diligencias. Fío de la mía este cuidado, escribiéndome la sirviese.Y así no es mucho que me lastime el no dilatarme más cuando es obligación precisa el servirla que a propósito San Bernardo a Balduino: Epistola quam missisti affectum tuum redolet, mouet meum, & doleo, quod prout moueor non possum rescribere tu vero pro schedulae breuitate affectum non aestimes, quem nulla sui prolixitate explicare possetoracio.

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veras: eficacia, fervor y actividad con que se ejecutan o desean las cosas (Aut).

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Pedro Salmerón

No se ha de tantear el afecto por la brevedad de las letras sino por el estilo de la censura: no me atrevo a decir que lo es, hasta que Vuestra Excelencia lo mande prodeumdum putaui. México y febrero 19 de 1675. Doctor Don Diego de Malpartida Zenteno.

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LICENCIA DEL SEÑOR VIRREY.

El ilustrísimo y excelentísimo señor maestro don Fray Payo de Ribera13,Virrey de esta Nueva España dio su licencia para la impresión de este libro. Como consta por decreto de 20 de febrero de 1675. Rubricado de su Excelencia.

3

Fray Payo de Rivera, sevillano, fue virrey desde 1673 hasta 1680, a la vez fue arzobispo de México desde 1668 hasta 1680. Dada la avanzada edad del virrey Pedro Nuño de Colón, Mariana de Austria ordenó que el arzobispo ocuparía el puesto de virrey en caso de que muriera el virrey. Por esta razón, fray Payo de Rivera fue, a la vez, arzobispo y virrey de la Nueva España. Es de mencionar que durante su reinado fue íntimo amigo y mecenas de sor Juana Inés de la Cruz.

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APROBACIÓN DEL DOCTOR Y MAESTRO DON IGNACIO HOYOS DE SANTILLANA, CANÓNIGO MAGISTRAL DE LA SANTA IGLESIA METROPOLITANA DE MÉXICO,ABAD DE LA CONGREGACIÓN DEL SEÑOR SAN PEDRO Y CALIFICADOR DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICIÓN.

Remitióme el señor doctor don Nicolás del Puerto,Tesorero de esta Santa Iglesia de México, Catedrático jubilado de Prima de Cánones, Comisario General de la Santa Cruzada, Provisor y Vicario general del Arzobispado, &c. Este libro en que el licenciado Pedro Salmerón, Capellán que fue del convento de Santa Teresa de Jesús de la Ciudad de los Ángeles escribe La vida de la madre Isabel de la Encarnación, religiosa que fue de dicho convento.Y confieso que habiéndolo leído, quedé tan admirado que prorrumpí en las palabras con que San Ambrosio celebró la inimitable vida de la esclarecida virgen y mártir Santa Inés: Quis neget hanc vitam fluxisse de cœlo, quam non facile invenimus in terra. Están fuera de la jurisdicción de lo humano el singular modo de vivir y el nunca oído estilo de padecer de esta virgen ejemplar que más parece ángel venido del Cielo para enseñar sufrimientos que criatura nacida en la tierra para gloriosa idea de constancias, quan non facile invenimus in terra. Nuevo género de martirio dijo San Ambrosio que se había experimentado en Santa Inés: Novum martir y genus. Y lo mismo repito yo de la madre Isabel de la Encarnación, pues no sólo en las enfermedades del cuerpo padeció lo que hasta hoy otro ninguno ni otros muchos tuvieran alientos para sufrir, sino que interiormente le atormentaban tres espíritus infernales.Y así con razón, pues el autor la compara con el pacientísimo Job y pudo decir la constante mártir lo que el sufrido paciente Non concedit quiescere spiritum meum, & implet me amaritudinibus. Y exponiendo San Gregorio Magno estas palabras dijo: Vir Sanctus impletum se amaritudinibus asser it, quia cum tormenta exterius tollerat, illud est grauius, quod

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de tentatione adversari y in intimis portat. Y lo que más admiro de su invencible valor en tan continuo padecer, ya en la gravedad de sus achaques, ya en la tiranía de los demonios, es que jamás se le oyó el menor quejido ni desahogó la pena ni el dolor en una voz: tacuit semper silui paciens fui. Ejemplo fue sin segundo en la tolerancia que aunque en todas las demás virtudes lució con exceso, en esta prerrogativa no ha tenido semejante, y es que la fragua del amor en que se ardía por su Esposo Divino, por la conversión de los pecadores y por el alivio de las almas del Purgatorio le hacía padecer gustosa tan desmedidos tormentos: Charitas omnia suffert, dijo San Pablo. El libro informará mejor esta materia tan devota por el sujeto de quien habla como deleitable por la suavidad del estilo con que se escribe donde no he hallado el menor acento que disuene a nuestra Santa Fe y buenas costumbres, bien si concertada armonía de voces que recrean en la noticia de tan heroicas virtudes como resplandecieron en esta pacientísima mártir y esposa de Jesucristo.Y así se puede y aun se debe imprimir para ejemplo del mundo, para admiración de los hombres, para gloria de Dios, y para honra de la Ciudad de los Ángeles que a tal hija le puede decir con justo titulo: Tu honorificenti i populi nostri. Así lo siento, salvo, & c. México y febrero 25 de 1675. Doctor y Maestro Don Ignacio Hoyos de Santillán.

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LICENCIA DEL ORDINARIO.

Nos el doctor don Nicolás del Puerto4, Tesorero de la Santa Iglesia Catedral de esta Ciudad de México, catedrático jubilado de Prima de Cánones en esta Real Universidad, Juez Provisor, Oficial y Vicario general de este Arzobispado por el ilustrísimo y excelentísimo señor maestro don fray Payo de Ribera, Arzobispo de México del consejo de su Majestad, Virrey Gobernador y Capitán general de esta Nueva España y Presidente de la Real Audiencia de ella. &c. Damos licencia a cualquiera de los impresores de esta Ciudad para que pueda dar a la estampa la Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación, religiosa Carmelita Descalza del convento del glorioso patriarca San José de la Ciudad de la Puebla de los Ángeles que compuso el licenciado Pedro de Salmerón, presbítero, y presentó ante nos el capitán don Thomas Laynes en nombre de la dicha Ciudad que está vista y reconocida por el señor doctor don Ignacio de Hoyos Santillán, Canónigo Magistral de dicha santa iglesia Catedral e informadonos no haber inconveniente para su impresión que escrita en ciento y cincuenta hojas de a cuatro en pliego, rubricadas del infraescripto notario publico. Dada en la Ciudad de México, a dos días del mes de marzo de mil seiscientos y setenta y cinco años. Doctor Don Nicolas del Puerto. Por mandado del Señor Provisor y Vicario General. Francisco de Villena, Notario público.

4 Entre las hazañas del Dr. Nicolás del Puerto se sabe que el 11 de diciembre de 1665 fue uno de los encargados como juez para «hacer las informaciones sobre la verdad de las apariciones guadalupanas» (ver ).

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PRÓLOGO

El gran Doctor de la Iglesia, San Gregorio en el libro 19 de sus Morales pregunta por qué causa Cristo Nuestro Señor encubrió sus virtudes y milagros, pues sabía que se habían de publicar y responde: Servis suis exemplum dedit, & tamen ut alijeorum exemplo proficerent producuntur inviti. Facta sua occultando, se ipsos custodiunt sed dum producuntur inviti, bona ad proximos transmittunt: eorum occultatio fit propria custodia: eorum publicatio fit utilita aliena. Cristo Nuestro Señor, con este hecho, dio ejemplo a sus siervos para que procurasen ocultar sus virtudes, pero para que otros se aprovechen con sus ejemplos, da traza para que se descubran contra la voluntad de ellos, los cuales encubriendo sus virtudes se guardan, pero cuando Dios las descubre es para grandes bienes del prójimo: el ocultar las virtudes es bien propio y el descubrirlas Dios es bien ajeno por lo cual ha tenido siempre su Divina Majestad singular providencia en orden a descubrir las virtudes de los santos, por más ocultas que fuesen, para que con sus ejemplos se animen los flacos y se persuadan que las virtudes y santidad no es tan imposible como imaginan, y que nuestra flaca naturaleza, con el favor de la Gracia, puede competir con los ángeles. Notable cuidado tuvo la madre Isabel de la Encarnación de encubrir y ocultar sus virtudes y las mercedes que recibía de Dios, pero mayor le tuvo su Majestad de manifestarlas para su gloria, honra y ejemplo nuestro por medio de sus preladas, confesores y padres espirituales a los cuales era forzoso comunicar los secretos de su alma para que encaminasen y guiasen en un camino tan extraordinario, lleno de dificultades, peligros y engaños, teniendo siempre temores y recelos de ser engañada como ha sucedido a muchos.Y habiéndose asegurado los padres espirituales con largas experiencias que hicieron que el espíritu era de Dios por ser camino de cruz, trabajos y mortificación con grande obediencia, humildad y resignación en la voluntad de Dios, encargaron a las preladas que con el secreto y recato conveniente fuesen escribiendo las acciones de esta virgen pura y las

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Pedro Salmerón

cosas que le manifestase y lo mismo hicieron los confesores, pues no era justo que se ocultasen tantas maravillas como nuestro Señor obraba en ella. Yo la comuniqué en los últimos años de su vida y fui su confesor (de que tengo harta confusión), por orden y mandato particular que tuve para ello del ilustrísimo señor don Gutierre Bernardo de Quiróz1, Obispo de este Obispado que Dios haya, a cuya jurisdicción está sujeto este santo convento.Y así me dio cuenta de toda su vida y de lo que le iba sucediendo en ella, la cual fue tan prodigiosa y tan adornada de virtudes como se verá en el discurso de esta historia en la cual certifico que he hecho cuantas diligencias he podido porque la verdad salga apurada y sin sospecha, valiéndome para ello no sólo de las cosas que a mí me comunicó, sino de los papeles originales que sus preladas escribieron y de los que ella misma escribió a sus confesores y padres espirituales que son personas de conocida santidad y letras y muy diestros en cosas de espíritu de quien se debe tener entera satisfacción con los cuales y con las religiosas he conferido y comunicado diversas veces todo cuanto contiene este libro, y así se puede leer con muy gran seguridad. Es la vida de esta virgen pura tan singular que pondrá admiración y espanto a los más santos y sabios porque verán una mujercita flaca tan fortalecida con la gracia que pudo vencer todo el Infierno, pasando muchos años los mayores trabajos espirituales y corporales que se pueden imaginar con grandísima paciencia, alegría y resignación.Y aunque pudiera compararla a muchos santos antiguos y modernos, no he hallado prototipo ni ejemplar que más le cuadre que el del santo y pacientísimo Job: pues por espacio de siete años (según doctrina de algunos doctores) con permisión de Dios y por mano del demonio padeció tantos trabajos, miserias y calamidades en su persona, hijos y hacienda, como sabemos, con tanta resignación y conformidad con la Divina Voluntad que se nos propone por ejemplo de paciencia. Pero al fin, era hombre varonil, era rey sabio y tenido por santo.Tuvo amigos que lo consolaban y estando patente en el esterquilinio2 muchos se compadecían de sus trabajos. Padeció una sola enfermedad de lepra y no tuvo más que un demonio por verdugo que le atormentaba solamente en el cuerpo, y al fin volvió a su prosperidad antigua y aun la tuvo 1 Natural de Asturias, inquisidor de Toledo y de México, electo obispo en 1626 y muerto en 1638. 2 esterquilinio: muladar o lugar donde se junta mucha bascosidad (inmundicia o suciedad) o estiércol (Aut).

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Prólogo

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mayor. Pero esta sierva de Dios tuvo casi diez y nueve años hasta que murió, muchas enfermedades e innumerables demonios que, con ordenación divina, la martirizaban, no sólo el cuerpo sino el alma, con espantosas tentaciones, obscuridades y desamparos que hicieran desmayar y desfallecer al varón mas fuerte. Fue tenida por endemoniada y embustera y tuvo confesores y personas que la desconsolaban y afligían, viviendo encerrada en su convento sin poder salir de su celda, a tiempos con pobreza, afrentas, menosprecio, dolores y tormentos, crucificada en una cruz hasta que murió con tanta pobreza y resignación que la podemos llamar con razón, el pacientísimo Job de nuestros siglos como verá el piadoso lector en esta historia, a quien suplico humildemente, juzgue y perdone con discreción mis faltas que proceden de ignorancia y no de malicia, recibiendo mis deseos que son del provecho de su alma y de que alabe y glorifique la omnipotencia de Dios que tantas maravillas obra en sus criaturas para ejemplo nuestro, gloria y honra de su santo nombre.Amén.

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PROTESTACIÓN

Estando el decreto de nuestro muy santísimo Padre Urbano Octavo1 de feliz recordación, protesto que todo lo que en este libro de la venerable madre Isabel de la Encarnación, natural de la Ciudad de la Puebla de los Ángeles escribió el licenciado Pedro de Salmerón, confesor que fue de dicha venerable Madre. No se le dé más crédito que el que se debe a una fe humana de tan calificados autores cuyo parecer se sujeta a la corrección de la Santa Madre Iglesia Católica.Y las palabras de santidad, sancta, milagros, mártir, virgen, y reliquias, y otras semejantes, se entiendan en el sentido común que los diáconos y los presbíteros de la iglesia las usurpan2, sin que por ellos sea visto, ni por lo que aquí se escribe, se entienda, se pervierte el juicio de la Santa Madre Iglesia, que sólo califica santidades3. La Ciudad de la Puebla.

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Fue papa de 1623 hasta 1644. usurpar: arrogarse la dignidad, empleo u oficio de otro, y usarlos como si fueran propios. 3 El licenciado Salmerón se cura en salud, pues se sabe que «el 13 de marzo de 1625, el papa Urbano VIII firmó un decreto, que fue ratificado en junio de 1631, en julio de 1634 y en agosto de 1640, en el que prohibió imprimir libros que contuvieron sugerencias de santidad, milagros o revelaciones sin que contaran con la aprobación explícita de la Iglesia, a través de la Sagrada Congregación de Ritos» (Rubial, 1993, p. 76). 2

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DEL ORIGEN Y FUNDACIÓN DEL CONVENTO DEL GRAN PATRIARCA SAN JOSÉ, DE LA NUEVA REFORMACIÓN DE LA ORDEN DE LAS DESCALZAS DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN DE LA CIUDAD DE LOS ÁNGELES EN ESTA NUEVA ESPAÑA. Antes que tratemos de la vida y heroicas virtudes de la madre Isabel de la Encarnación, me ha parecido conveniente referir el origen y fundación del convento de las madres Descalzas Carmelitas de esta Ciudad de los Ángeles que es un vergel y paraíso celestial donde esta generosa planta se crió y tuvo el aumento de virtudes que veremos en el discurso de su historia para que nuestro Señor sea alabado y glorificado que con unos fundamentos tan flacos ha levantado un edificio tan insigne, así en lo formal como en lo material. Fueron pues las primeras piedras angulares de él dos señoras honradas y principales y temerosas de Dios, hermanas, llamadas doña Ana y doña Beatriz Núñez, naturales de la Villa de Gibra, León: hijas legítimas del doctor Hernando Núñez de Montalbán, médico del Duque de Béjar, y de doña Leonor Gómez de Sotomayor, su legítima mujer, por cuya muerte viéndose las dos hermanas huérfanas, pasaron a estas partes de las Indias con la decencia y recogimiento que convenía a su calidad, en compañía de un tío suyo llamado Rafael de Sotomayor, por haberlas enviado a llamar su hermano Pedro Núñez de Montalbán, vecino de la Veracruz que estaba muy rico. Fueron grandísimos los trabajos que pasaron en el viaje porque fueron robadas de cosarios, y las echaron con los demás pasajeros en unos montes, desconsoladas. Fue Dios servido que llegasen a casa de su hermano que las recibió con mucho amor el cual las dejó por herederas de su hacienda por haber muerto poco después de su llegada. Doña Beatriz Núñez se casó con Juan Baptista Machorro y aunque a su hermana

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doña Ana se le ofrecieron muchos casamientos, los repudió porque sus intentos eran de darse toda a Dios siguiendo el consejo del Apóstol San Pablo.Vivía en compañía de su hermana y cuñado al cual entregó la hacienda que le cupo. Estábase retirada en su cuarto tratando de oración y mortificación y menosprecio de sí misma y de los bienes de la tierra con frecuencia de sacramentos. En esta ocasión vino de España con su marido, doña Elvira Juárez, natural de Sevilla, y viéndose viuda y sola porque murió luego su marido, se fue a vivir en compañía de doña Ana que la recibió con grande amor y caricia y ambas trataban de caminar por el camino de la perfección, teniendo por guías y maestros a los padres de la Compañía de Jesús y en particular al padre Alonso Ruiz de cuya santidad hay grande noticia en este Reino por cuya orden se agregaron a doña Ana y doña Elvira otras dos hermanas muy nobles, doncellas, naturales de Sevilla, llamadas doña María y doña Joana Fajardo que llegaron entonces de España. Casóse doña María y pocos años después, por muerte de su marido, fue religiosa en compañía de su hermana, doña Joana, la cual se quedó con doña María y doña Elvira, viviendo con grande conformidad y deseos de servir a Dios muy de veras.Y para tener mayor comodidad, se pasaron las tres a una otra casa propia que tenía doña Ana en la Veracruz sin tener con qué sustentarse más que la hacienda de doña Ana que estaba en poder de Juan Baptista, su cuñado, pero toda su confianza tenían puesta en la providencia de Dios cuya vocación seguían aunque este hidalgo hizo obligación a doña Ana de darle diez mil pesos no más porque había tenido grandes pérdidas. En esta casa se encerraron y con licencia de aquel gran prelado y acérrimo defensor de la inmunidad1 eclesiástica, el señor don Diego Romano2, Obispo de Tlaxcala3, de gloriosa memoria, hicieron públicamente votos de castidad y clausura en manos del vicario del lugar con tanta puntualidad que no quitaban el velo de la reja cuando las visitaba cualquier persona aunque fuese eclesiástica. Decíales misa en casa un capellán, gobernándose por la orden y dirección del padre Alonso Ruiz que era su confesor, el cual les dio un modo de vida monásti-

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inmunidad: la ejecución y privilegios que tienen para defender y amparar los que jurídicamente se recogen a ellas según el título del derecho de immunitate Ecclesisarum (Cov.). 2 Obispo entre 1578 y 1607. 3 La diócesis de Tlaxcala incluía los actuales estados de Puebla,Tlaxcala,Veracruz, Tabasco, Hidalgo y Guerrero.

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ca muy semejante a la que ahora profesan las madres descalzas: que cada una estuviese retirada en un aposento sin comunicarse sino a hora señalada, que no tuviesen cosa propia y que diesen la obediencia a doña Ana Núñez a la cual Dios había escogido por guía y capitana de tan lucido ejército.Trataron con el padre Alonso Ruiz y con otros padres de su religión de hacer una fundación pero no hallaban camino para ella por no tener caudal para fundarla. En este tiempo llegó a sus manos un libro de la vida4 de la Santa madre Teresa de Jesús (que nunca lo habían leído) y como sus deseos eran de soledad, oración y penitencia, echaron de ver que aquel instituto era el que les convenía seguir para sus intentos.Y así trataron con eficacia de enviar por breve5 de su Santidad para profesar la reformación de religión de Carmelitas Descalzas. Murió en esta ocasión Juan Baptista Machorro, marido de doña Beatriz Núñez, y aunque quiso luego entrarse con su hermana doña Ana, no fue posible hasta que las cosas de su hacienda se dispusiesen, y como los deseos que tenia de imitarla y seguirla eran tan grandes, pasados nueve meses, con achaque de entrar a visitarla, se quedó en su compañía con la hacienda que tenía.Y por ser tan enferma que les parecía imposible poder seguir aquel modo de vida, se procuró alcanzar de su Santidad permiso para que estuviese en aquella santa compañía en hábito de viuda, y a esta sazón vinieron de Roma dos bulas despachadas por el Papa Clemente Octavo, la una para que se fundase el convento de la Orden Descalza de Santa Teresa, sujeto al Ordinario, y la otra para que doña Beatriz estuviese con las religiosas sin hacer profesión. En el ínterin que se disponían las cosas, se agregó a esta santa congregación una señora llamada doña María de Vides, viuda, natural de Málaga, vecina de México, por órden del padre Alonso Ruiz que era deudo suyo, fue recibida de las cuatro con gran caridad y benevolencia. Y considerando que no había comodidad para fundar el convento en aquel lugar, por ser el temple muy cálido y por otros respectos, alcanzaron licencia del señor Obispo don Diego Romano para fundarlo en esta Ciudad de los Ángeles.Y en esta conformidad, habiendo vivido siete años en la clausura y recogimiento que habemos dicho, salieron estas cinco señoras de aquella ciudad para ésta. Hospedólas en el camino el contador Alonso de Villanueva y doña María su mujer que, antes de casarse, había deseado ser religiosa

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Vida de Santa Teresa de Jesús, escrita entre 1562 y 1565. breve: el buleto apostólico concedido por el Sumo Pontífice […] llamóse breve porque se escribe y despacha sin las formalidades jurídicas (Aut). 5

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Carmelita, y les hicieron grandes regalos, y mostrándoles una hija que tenían, llamada Francisca de edad de tres meses, teniéndola en sus brazos la fundadora doña Ana Núñez le dijo a su madre que, pues, los deseos que había tenido de ser monja Carmelita no se habían cumplido, nuestro Señor había de ser servido de que su hija lo fuese y así sucedió porque hoy es religiosa en su santo convento. Llegaron pues a esta Ciudad y apeáronse en una casa pequeña que alquilaron junto a la Iglesia de San Marcos y se fueron disponiendo las cosas lo mejor que pudieron para la fundación.Y estando ya todo dispuesto (aunque la vivienda era estrecha y desacomodada y como de prestado), en otra casa más próxima, con orden del señor obispo, se pasaron a ella, acompañándolas muchas señoras principales, víspera de San Juan Evangelista, a 26 de diciembre de 1604 años, donde se ocuparon aquella tarde y noche en disponer las cosas para el día siguiente.Y habiendo traído un sastre cuatro hábitos que le mandaron hacer para las cuatro que habían de recibirlas, se hallaron cinco porque el maestro había hecho inadvertidamente otro más, pero fue por órden de Dios porque doña Beatriz Núñez que no pensaba ser religiosa por su poca salud, sino vivir en hábito secular en virtud de la dispensación de su Santidad, viendo este suceso, se determinó a ser religiosa con grande ánimo y confianza en Dios. El día, pues, de San Juan Evangelista, fue el señor Obispo con sus prebendados y la capilla6 a dar principio a la fundación donde hubo gran concurso de gente y un común regocijo y alegría en la ciudad, y estando las cinco que habían de ser las piedras fundamentales de esta sagrada religión en la reja del coro de la iglesia que se dispuso de la parte de adentro, su Señoría y su vicario, el chantre7, don Pedro de Piza, les dieron el hábito con las ceremonias de la orden mudándoles los nombres en esta forma: A la fundadora principal doña Ana Núñez: Ana de Jesús, a la cual su Señoría nombró por prelada y las demás le dieron la obediencia. A doña Elvira Juárez: Elvira de san José a la cual hizo su priora. A doña Beatriz Núñez, hermana de la fundadora: Beatriz de los Reyes. A doña Joana Fajardo: Joana de San Pablo y la hizo maestra de novicias, la cual vive al presente muy enferma. A doña María de Vides: María de la Presentación que quedó por tornera8. 6

capilla: se llama también así al religioso o monje de cualquier religión (Aut). chantre: es dignidad en las iglesias catedrales, a cuya cuenta está el entonar las atífonas, salmos y himnos y todo lo demás que puede tocar a la cantoría (Aut). 8 tornera: la que se encarga del torno.Torno: una cierta caja embebida en una ventana por donde se da recado a las monjas y a otras personas recogidas y encerradas (Aut). 7

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Con esto se dio principio a la misa y se puso el Santísimo Sacramento con gran solemnidad y predicó el venerable padre fray Pedro de los Apóstoles, prior que entonces era del convento de nuestra Señora del Carmen de esta Ciudad (de quien trataré en su lugar) quedaron todas muy contentas, dando muchas gracias a Dios por ver logrados su deseos, escogiendo por Patrón principal de la Iglesia al glorioso Patriarca San José que lo es de toda esta Sagrada Religión como lo dejó ordenado su Santa madre Teresa de Jesús la cual casi en todos los conventos que fundó, lo escogió por Patrón, llamando a sus hijas las monjas de San José. Habiendo, pues, dado el hábito a dos doncellas que trajeron consigo y cumpliéndose el año de la probación, profesaron las cinco madres fundadoras en manos del señor Obispo con gran fiesta y solemnidad, el día de los Santos Inocentes del año siguiente y predicó el mismo padre fray Pedro de los Apóstoles.Y como las obligaciones del estado religioso son tan grandes, se hallaron estas madres obligadas a procurar caminar a la perfección.Y así trataban a porfía9 y con una santa emulación de cumplir y guardar sus reglas y constituciones con gran puntualidad, las cuales a instancias del señor Obispo escribió el mismo padre fray Pedro de los Apóstoles, y venía de ordinario a instruir a las religiosas en ellas y en el rezado, canto y ceremonias de la orden y en el modo de criar las novicias que como este Santo Convento fue el primero que se fundó en las Indias, no hubo donde traer religiosas que las enseñasen.Y es cosa cierta que el modo de vida monástica que con tanta perfección guardan las religiosas, se debe a este santo padre porque las amaba mucho y acudía con grande caridad y puntualidad a cultivar aquella nueva planta. Fue uno de los primeros que fundaron en esta Nueva España la Sagrada Religión de los padres Carmelitas Descalzos de que tanta gloria y honra resulta a Dios Nuestro Señor y utilidad espiritual a las almas. Dos veces fue provincial10 y muchas, prelado de los conventos principales por ser de apacible gobierno, docto, muy penitente y de una oración altísima.Y habrá años que dejó este destierro por el Cielo como podemos creer piadosamente por sus excelentes virtudes y santidad, siendo ya muy viejo.

9 porfía: Una instancia y ahínco en defender alguno su opinión o constancia en continuar alguna pretensión (Cov.). 10 provincial: En las religiones tienen divididas sus casas por provincias, y los que las gobiernan se llaman provinciales (Cov.).

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Pasados tres años, pareció conveniente que el convento se pasase del lugar donde estaba (por ser atrásmano11 y por otros justos respectos) al sitio donde ahora está que es de los más principales de la Ciudad.Y así, con licencia de la Sede Vacante, (que ya era muerto el señor obispo don Diego Romano) se mudaron las religiosas acompañadas de su vicario y otros prebendados y de señoras principales en carrozas cubiertas las cortinas.Y aunque el sitio era capaz, la iglesia y vivienda por entonces no lo podía ser, y así pasaron grandes incomodidades, trabajos y pobreza. Luego entró a ser religiosa doña María Fajardo, hermana de la madre Joana de San Pablo que ya era viuda (de quien tratamos al principio) la cual, desde niña, fue muy sierva de Dios y que en el siglo vivió como si fuera religiosa y aunque estaba tan enferma que se tenía poca esperanza de su vida, recibió el hábito habiendo vivido siete semanas. Se le dio la profesión in articulo mortis llamándose María de la Ascensión y recibidos todos los sacramentos, murió siendo de edad de 48 años dejando a las religiosas envidiosas de su buena muerte y dichosa suerte.Y con su hacienda (aunque no era mucha), hubo para pagar el sitio nuevo y para otras cosas necesarias porque ya no había caudal12 por los muchos gastos que se había hecho en la fundación.Y para que fuese adelante, trataron de admitir un patrón pero no tuvo efecto porque pedía muchas condiciones pesadas a la religión.Y viendo esto la prelada, con acuerdo de religiosas, nombró por patrones a la Reina de los Ángeles y al Santísimo José, su esposo, con determinación de no admitir otro alguno, ordenando que todos los sábados se cantase una salve en el oratorio, con solemnidad a la sagradísima Virgen y que se le pusiese una vela encendida en sus manos sagradas como patrona.Y bien se ha echado de ver cuán bien lograda salió esta diligencia y la viva confianza con que se hizo, pues en pocos años tuvo el convento el estado que hoy tiene con admiración de todos los que lo vimos al principio que nos parecía una cosa sin fundamento, pero como corría por cuenta de Dios y de tales patrones, no podía dejar de tener tan gloriosos fines como ahora diré. Luego trataron las religiosas de que se edificase la casa y la iglesia con grande confianza en Dios sin tener más caudal que las limosnas y piedad de los fieles y los dotes de las que iban entrando que se aplicaban para la obra, 11 atrásmano: apartadamente y fuera del curso ordinario y con ella se explica el modo de estar una cosa fuera del camino derecho o que no se puede hallar a la mano (Aut). 12 caudal: quasi capital (Cov.).

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la cual, en pocos años, se acabó, y es una de las mejores y más fuertes que hay en las Indias porque el convento tiene todas las oficinas altas y bajas necesarias con dos patios. El principal todo en ladrillado con claustro entero de bóveda, altares bien adornados de excelentes imágenes en las esquinas para las procesiones. Por él se entra al refectorio a la escalera que es muy buena y cubierta y al coro bajo cuyas rejas salen a la capilla mayor y allí junto está el comulgatorio que cae sobre las primeras gradas del altar mayor. De este claustro se pasa a la portería, Sacristía interior y al torno y al locutorio, todo debajo de cubierta y también al otro patio donde hay otras oficinas para el servicio de la casa del cual se pasa a la huerta que es muy buena y tiene muchos árboles frutales con grande abundancia de flores para el ornato de los altares y pila de agua corriente. En ella hay dos ermitas: la una que hizo a su costa el capitán Miguel de Sosa13 que Dios haya. Es muy grande y suntuosa de bóveda con un cuadro de la Calle de la Amargura, tan grande que ocupa todo un testero14 de arriba abajo. La otra es del Huerto Getsemaní, con un cuadro de la misma suerte, aunque es más pequeña. En estas ermitas tienen las religiosas ejercicios los días continuados que a las preladas parecen, estándose allá en soledad y oración todo el día hasta la noche que vienen a la celda.También tienen los mismos ejercicios en otro aposentico alto que llaman la tribuna que cae junto al altar mayor con reja y puertas con llave y una celosía de hoja de lata, a manera de rallo15. En subiendo la escalera, está la sala donde se tiene la recreación conventual, bien adornada de imágenes y pensamientos devotos: por ella se entra al coro cuyas rejas salen a la iglesia. Es capaz y muy adornado con imágenes excelentes de talla y pintura y de él se pasa a la sala del capítulo y a otras piezas que tiene. Los dormitorios son como los de los religiosos con sus celdas, todas de una manera, y los tránsitos tienen imágenes y cosas de devoción en las paredes. Hay así mismo en lo alto, noviciado y enfermería, oratorio y otras oficinas, y las ventanas de ellas y de las celdas, con rejas de hie13

En la primera parte de Los Prodigios de la omnipotencia del padre Alonso Ramos (1689), relata que el capitán Miguel de Sosa fue el benefactor de Catarina de San Juan, la China Poblana. 14 testero: la frente o principal fachada de una cosa (Aut). 15 rallo: instrumento bien conocido que se reduce a una plancha de hierro por lo regular con un poco de cavidad en la cual están abiertos y como sembrados unos agujerillos ásperos con los cuales se desmenuza el pan, queso y otras cosas estregándolas contra él.Y por extensión se llama así cualquier otra plancha con los mismos agujeros que sirve a otros usos (Aut).

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rro.Todo esto interior del convento vi en una ocasión que entré en compañía del señor doctor don Antonio de Cervantes, canónigo de esta santa iglesia Catedral, comisario del Santo Oficio, vicario de los conventos de religiosas de esta ciudad y particular bienhechor de éste que entró a visitar la clausura por unas obras que se hacían, porque cuando se ofrecen entrar a sacramentar a alguna enferma, vamos vía recta al lugar donde está sin divertirnos a otra parte en manera alguna, recibiéndonos la prelada y clavarias16 con sus velos en la portería, hincadas de rodillas para que les demos la bendición y no se apartan de nosotros hasta que volvemos a salir tocándose una campanilla para que ninguna religiosa parezca mientras hay persona de fuera en el convento, y todos guardamos silencio y los médicos y cirujanos en los claustros y dormitorios, de tal manera que mientras se confiesa la enferma, está el compañero junto a la puerta de la celda con las madres sin hablar una palabra aunque sea por mucho tiempo y sin que se quiten los velos porque en esto hay gran rigor. La iglesia es muy suntuosa y grande, de cuatro bóvedas labradas de yeso con su cornisa y algunos artesones dorados, y en la esquina su torre y campanario bien curioso. Es de los mejores y más fuertes que hay en esta tierra. Tiene reja que divide la capilla mayor en la cual hay dos altares, el mayor de talla y pincel a lo moderno, bien costoso y tan grande que ocupa toda la testera de alto a bajo, y en lugar principal está el glorioso Patriarca San José, de bulto, sentado en una silla con el Niño Jesús en los brazos. Al lado derecho, frontero del coro bajo, está un suntuoso altar de la Purísima Concepción de Nuestra Señora con reja de hierro, torneada y dorada, hecha en Vizcaya. Este altar hizo un devoto y ha dado para su ornato muchas preseas de oro, plata, joyas, perlas y otras cosas de gran valor con un ornamento todo entero y cumplido de tela fina, bordado que vino hecho de Milán al uso romano, el más curioso que hay en esta Ciudad que costó muchos ducados y solamente sirve en las cuatro fiestas principales que celebra este santo convento. Está la capilla mayor llena de cuadros de lindas pinturas al óleo, los más de la vida de la Santa madre Teresa. En el cuerpo de la iglesia, frontero de la puerta principal, hay otro altar de la misma Santa que hizo a su costa otro devoto y ahora se trata de hacer otro frontero de la segunda puerta de la Concordia Espiritual que fundó aquel gran venerable Carme-

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clavarias: consejeras. Llamadas originalmente clavarias porque eran ellas las que guardaban las claves del arca.

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lita Descalzo general de su religión, fray Domingo de Jesús María17 que fue gloria y ornamento de ella. La Sacristía tiene suficientes ornamentos, ordinarios y extraordinarios: las palias18, corporales19 y albas20 y lo demás que sirve de ordinario. Es todo muy curioso y para las fiestas principales, lo que a esto toca, es muy costoso y cuanto se puede desear. Hay mucha plata labrada y la mejor custodia de plata dorada que hay en esta Ciudad fuera de la Catedral, con unas andas de ébano y marfil, harto curiosas. El aseo, limpieza y curiosidad con que las religiosas aderezan todo lo que toca al culto divino es grandísima.Y por gozar de ella, hay gran concurso de sacerdotes que vienen a decir misa.Y todo esto que toca a la Sacristía y ornato del culto divino, así de retablos, ornamentos y plata, con lo demás se ha dado de limosnas por los vecinos de esta Ciudad, animándose a ello por verlas tan bien logradas y empleadas.Y es cosa cierta que quien viere el aderezo de la Iglesia, la curiosidad, aparato, riqueza, aromas y olores y cera con que los Divinos Oficios se celebran, sin que se pida cosa prestada, entenderá que es grande la renta que tiene el convento y lo juzgará por muy descansado, y no es así porque las dotes se gastaron con otras grandes limosnas en sólo el edificio de la iglesia, casa y sitios que se compraron en lo cual se han gastado más de ciento y cuarenta mil pesos largos de que estoy bien informado.Y así no tiene el convento de renta la tercia parte de lo que ha menester para el sustento de las religiosas, y si no fuera por la grande piedad y caridad de los vecinos de esta Ciudad, fuera imposible sustentarse. Éste es el estado que tiene al presente este santo convento en 29 años que ha que se fundó, poco menos, en que se hace

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En el texto La imprenta en la Puebla de los Ángeles: (1640-1821), de José Toribio Medina, hay noticias de fray Domingo de Jesús María. Se menciona el escrito «Monte de piedad y concordia espiritual Instituida por los merecimientos de muchos siervos de Dios en socorro de las necesidades de las almas que las necesitan ordenado por el venerable, padre fray Domingo de Jesús María, General de los Carmelitas Descalzos de la Congregación de Italia. Debajo del amparo de la Reina de los Ángeles y aprobada por la Santidad Gregorio XV con muchas diligencias. Reimpreso en la Puebla por la viuda de Miguel de Ortega. En el Portal de las Flores, 1755».Ver Medina, 1908, p. 333. 18 palia: Un linteo sobre que se descogen los corporales, y el paño con que cubren el cáliz (Cov.). 19 corporales: está restringido a significar los lienzos que se ponen en el altar, sobre los cuales se coloca en la misa el cuerpo de Nuestro Redentor Jesucristo (Cov.). 20 albas: estola y capa pluvial del sacerdote.

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bien de ver la grande Providencia de Dios que así favorece a los que con viva fe ponen la confianza en su Divina Majestad. Resta que tratemos de lo formal de este santo convento que es del instituto que en él se profesa y de las excelentes virtudes de sus fundadoras que ya son muertas porque será de muy grande ejemplo y edificación. En cuanto a lo primero, siempre se ha procurado y procura guardar con gran puntualidad la regla y constituciones que están impresas y las leen de ordinario las religiosas, y si hubiese de tratar en particular de todo lo que me consta acerca de esto, sería menester un libro entero y así por no dilatarme más, apuntaré breve lo más principal. Es notorio que el instituto de esta sagrada religión es de oración, penitencia y mortificación continua lo cual se guarda inviolablemente en este santo convento, no contentándose las religiosas de él con lo obligatorio sino que añaden otras penitencias y mortificaciones y horas de oración de supererogación21 con orden de la prelada y es menester que les ponga límite y taza. Las mortificaciones y penitencias públicas en el refectorio son ordinarias y andan solicitando a la prelada para que las mortifique y a las hermanas para que en los capítulos les digan sus culpas para pagarlas de contado en esta vida. El retiro y clausura bien notoria es en esta Ciudad, pues no hay que ver religiosa por las rejas de la iglesia en las cuales no se habla a persona alguna de cualquier cualidad que sea ni se admite visita en ellas, de tal suerte que un predicador docto dijo en un sermón que sabían por fe humana que había religiosas descalzas porque las oían y no las veían en el locutorio si no es a padre, madre o hermanos (que es raras veces). No se quita el velo que está en un bastidor con llave, la cual tiene la prelada, y ella es la escucha siempre, y así, ni se ven ni conocen las religiosas por los extraños aunque sean religiosos o personas graves. En la puerta, no hay hablar, ni admitir visita aunque sea de padre o madre y para que se entienda mejor el rigor de la clausura, referiré un caso extraño que sucedió con el ilustrísimo señor don Alonso de la Mota y Escobar22, dignísimo prelado de este obispado, gloria de los nacidos en esta tierra y ejemplo de prelados por sus excelentes virtudes y limosnas y por las insignes obras con que ilustró esta Ciudad. Habiendo pues venido su señoría a la iglesia una mañana, quiso 21

supererogación: cosa ejecutada sobre o además de los términos de la obligación

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Obispo entre 1608 y 1625.

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entrar en el convento a verlo en compañía de un padre muy grave, rector de la Compañía de Jesús, y envióselo a decir a la prelada la cual con el comedimiento y reverencia debida, le respondió al que llevó el recado que dijese a su señoría que si había alguna diligencia que hacer en el convento de visita o corrección que las puertas estaban abiertas como a su prelado, pero que si era para otra cosa ya sabía el rigor que se guardaba en la clausura. Quedóse el señor obispo admirado y edificado y lo dijo al padre rector y se fueron sin entrar en el convento y de allí adelante estimó mucho más a la prelada y religiosas y fue grande el amor que les tuvo y la caridad que les hizo. En lo que toca al silencio y gran rigor, porque no se habla en los claustros ni dormitorio ni se entra en las celdas ni hablan las religiosas si no es con licencia de la prelada, exceptas las dos veces que el convento se junta a la recreación que está reducido a cosas de devoción, y como no tienen criadas, se puede guardar puntualmente el silencio.Acuérdome que habiéndose confesado conmigo generalmente una religiosa para morirse que luego dentro de pocos días murió, viendo la pureza de su alma, le pregunté si en tantos años de religión había echado alguna maldición y con grande asombro me respondió estas palabras: Jesús, Padre, no se usa eso en la religión. No se consiente trato, ni comunicación, ni amistad familiar entre las religiosas y en esto hay gran rigor.Y, en suma, no se hace acción, aunque no sea más que barrer la celda, sin licencia de la prelada, la cual procura que todas las religiosas se ejerciten en la humildad y con no ser más que veinte y una (porque es el número tazado por la constitución) acuden a hacer todo cuanto es necesario sin que haya excepción de alguna, por antigua que sea, en servir a la mesa, barrer, cargar agua, leña, y en otros oficios humildes, andan a porfía. En una ocasión, llegué al torno y me dijo la tornera (que es el oficio de mayor confianza después de la prelacia) que toda la tarde había estado llevando desde el torno, cántaros de agua que se había traído de fuera para el convento y confieso que quedé bien edificado. De la pobreza trataré en el cuerpo de la historia y sólo diré ahora que se guarda con gran puntualidad y me consta que las religiosas pasan hartas necesidades, así de vestuario como de otras cosas, con una alegría y regocijo que me admira, sin que haya alguna que se queje, ni pida lo necesario, y es menester que las preladas anden cuidadosas viendo sus necesidades sin aguardar a que ellas las manifiesten. Responden que siempre les parece que no han menester cosa alguna. En la comida es lo mismo por pobre que sea o mal aderezada, no hay que hablar palabra.

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Porque en ella usan mil mortificaciones y una de ellas es no usar el chocolate que es el mayor regalo que hay en las Indias y las más por voto y me han confesado que no se acuerdan de él y que tienen poca o ninguna mortificación en esto. Cuando van a la huerta o a cultivarla o en comunidad, ninguna llega a la fruta de ella sin licencia de la prelada. Acerca de la obediencia, respeto y veneración a las preladas, había mucho que decir porque es cosa que admira ver el cuidado con que las religiosas viven para no faltar un punto en esta materia, no sólo en lo exterior sino en lo interior, teniendo por culpa gravísima cualquier descuido en esto, por mínimo que sea, y sin replicar a cosa que la prelada ordene, por dificultosa que sea, poniéndola luego por obra con grande alegría, con un rendimiento extraño. El respeto, veneración y humildad con que están en su presencia es grande, con los ojos en el suelo y de rodillas las más veces, si no se les manda otra cosa. El postrarse y poner la boca en el suelo es muy ordinario cuando les habla y ha sucedido irse la prelada sin hacer señal de que se levanten por no advertirlo y estarse dos horas postradas sin mostrar queja ni sentimiento. Cosas he hallado en esta materia escritas en el archivo del convento (de donde he sacado lo contenido en este preámbulo de la fundación de él) casi increíbles y muy semejantes a aquellos actos heroicos de obediencia ciega que refiere Casiano23 y El prado espiritual24.Y sólo diré uno por no dilatarme más, estando la superiora en años pasados, en la huerta junto a la pila de agua, dijo, burlando a una religiosa (que ya murió) llamada Teresa de Jesús (de quién trataré después) si la obediencia le mandara que se arrojara en esa pila, ¿qué hiciera? Apenas lo hubo dicho cuando se arrojó dentro, estando muy enferma y fue necesario hacerle mudar luego ropa con harta admiración de las religiosas las cuales gozan del privilegio que su Santa madre Teresa alcanzó de Nuestro Señor de que no críen sabandijas25 en la ropa, siendo de lana y si la novicia las cría, es señal de que no ha de perseverar en la religión. Hay especial cuidado en no admitir la profesión a la que no es a propósito sin reparar en respectos ni intereses humanos, y estando la fundación en los principios con harta pobreza, despidieron a una novicia por no acomo23

Juan Casiano, monje y escritor ascético de los siglos IV-V. Escribió Instituciones cenobíticas y Colaciones espirituales, en las cuales describe la vida monástica. 24 El prado espiritual: escrito por Juan Moshka sobre las comunidades monásticas del oriente entre los siglos IV y VI. 25 sabandija: pequeño insecto que es desagradable o molesta mucho.

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darse al instituto con diez y siete mil pesos que traía entonces y otras herencias futuras. Las religiosas que ha habido con las que al presente viven en este santo convento en los años que ha que se fundó son 32. Dios dé el cielo a las difuntas y conserve en su Gracia a las presentes.Amén. Tratemos ahora brevemente de las excelentes virtudes de las madres fundadoras de este santo convento para mayor gloria y honra de Dios.Ya dijimos como la principal fundadora de él fue la madre Ana de Jesús cuya santidad fue muy conocida y si de propósito hubiera de tratarse de ella fuera necesario dilatarse mucho porque como Dios la eligió para piedra fundamental de esta obra la previno con su Gracia muy temprano y así vivió en el siglo con gran cuidado de la pureza de su conciencia, frecuentando los sacramentos y ejercitándose en todas las virtudes y en particular en la humildad y en el menosprecio de las cosas de la tierra de las cuales estaba tan desasida que se hizo pobre por amor de Dios mucho antes que fuese religiosa dejando en poder de su cuñado su hacienda sin querer poseer cosa ni admitir muchos casamientos que se le ofrecieron muy ricos, tratándose como una pobre con el vestido roto y remendado.Y después que murió, el cuñado hizo donación ante escribano de la hacienda que tenía a las compañeras doña Joana y doña Elvira sin reservar cosa alguna, escogiendo por su porción y heredad a Dios con quién tenía trato muy regalado en la oración26. Dotóla Nuestro Señor de un grande ánimo y valor para emprender esta fundación que tantos contrastes y dificultades tuvo a los principios y ella fue la que llevó el mayor peso y trabajo. Después que fue religiosa, admiraba a las compañeras su profunda humildad porque se trataba como si fuera la menor de todas sin admitir singularidad ni regalo alguno con haber sido seis años continuados prelada y después tornera. En la mesa hacía que le pusiesen los mendrugos27 y la fruta que no era de provecho y lo peor. Era prudentísima, afable y apacible con todas y de gran caridad con estar continuamente enferma, hacía grandes penitencias y mortificaciones, levantándose de ordinario a las dos o tres de la mañana a la oración que era altísima y muy regalada según dijo su confesor que ella tuvo secreto en esto por ser tan humilde.Tuvo un don particular de paciencia en sus trabajos y enfermedades y en la última que le sobrevino la mos26 Este dato parece una confusión por parte del licenciado Salmerón, pues en los fols. 2-3 comenta que su cuñado Juan Baptista Machorro, marido de doña Beatriz Núñez, había muerto antes de la profesión de votos. 27 mendrugos: pedazo de pan de los que dan a los mendigos.

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tró bien porque estando en la cama se puso a rezar prima con una vela encendida y se pegó fuego al pabelloncillo28 que tenía de algodón por abrigo que pudo abrazar las celdas, y como estaba sola e impedida, no hubo quien la socorriese y cuando las religiosas vinieron, hallaron que tenía abrazada la mano y brazo izquierdo y estaba con tanta paciencia y sufrimientos que sin acordarse de su trabajo decía a las religiosas que perdonasen por amor de Dios el alboroto que les había causado. Curáronla con mucho cuidado y al fin se le secó el brazo, padeciendo excesivos dolores seis meses continuos que vivió con admirable paciencia y dando gracias a Dios, recibidos los sacramentos, murió víspera de Nuestra Señora de los Ángeles, que es a primero de agosto de 1612. Habiendo tenido revelación de ello, siendo de más de sesenta años, y siete poco menos de la fundación del convento. Quedó su cuerpo tan blando y tratable como si estuviera vivo. Enterráronla en la iglesia por no haber entonces lugar acomodado y hubo gran concurso a verla y le quitaron los hábitos por reliquias con devoción y moción de Dios, y con estar fea y flaca que parecía la muerte en vida, se puso con una hermosura extraña. Después de nueve meses, se abrió la sepultura para trasladar su cuerpo al entierro de las religiosas y lo hallaron entero, hasta la ropa, y sin rastro de corrupción, ni mal olor, solamente tenía algo deshecho el pico de la nariz y el labio superior de la boca. Hízose esta traslación con mucha solemnidad. La madre Beatriz de los Reyes, hermana suya, que tanta parte tuvo en la fundación, fue la que tuvo dispensación para vivir en el convento en hábito secular (como habemos dicho) y con grande confianza en Dios se resolvió a ser religiosa, viendo que sobraba un hábito y se echó bien de ver la fe con que hizo este acto, pues viviendo en el siglo con grandes enfermedades, luego que fue religiosa, vivió cuatro años con salud entera, comiendo pescado y vistiendo lana y durmiendo en un jergón de paja (que es la cama de las religiosas) y siguiendo coro y actos de comunidad como si fuera moza y acudiendo a las disciplinas, mortificaciones y penitencias que las demás con gran tesón sin admitir dispensación ni regalo. Era humildísima y muy caritativa y en el siglo fue muy limosnera. Llegó a tener una altísima oración de 28 pabelloncillo: es una manera de tienda de campo y cobertura de cama, que se inventó al principio para los que caminando habían de dormir en despolbado, adonde de ordinario suelen ser molestos los mosquitos y las marisposas, para defenderse de sus picaduras (Cov.).

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unión y en ella le hizo el señor grandes regalos y estando ya en el artículo de la muerte29 con grandes desamparos interiores, se le apareció, mostrándole la llaga de su costado (de quien era devotísima), y le dijo que no tuviese pena que allí la tenía metida. Con esto murió en paz con todos los sacramentos, siendo de edad de sesenta y dos años. La otra madre fundadora, llamada María de la Presentación, fue observantísima en las cosas de la religión, de gran caridad, humildad y penitencias, con estar de ordinario con muy poca salud. Sirvió mucho a la religión por ser prudente y de gran capacidad en el oficio de tornera. Falleció con mucha paz y confianza de su salvación, recibidos los sacramentos, siendo de cincuenta años y habiendo sido religiosa seis años. Las primeras religiosas naturales de esta Ciudad que recibieron el hábito, luego que el convento se fundó, fueron dos hermanas, hijas legítimas de Balthasar Guerrero y Ana Mendoza, personas honradas y principales. La mayor que entró primero, estando el convento junto a San Marcos, se llamó Melchiora de la Asunción. La menor, que entró el mismo día que se trasladó al convento, se llamó Teresa de Jesús que ya son muertas. La madre Melchiora de la Asunción dio muestras desde niña del gran talento y capacidad que había de tener después porque tenía asiento y reposo en sus acciones como si fuera de edad cumplida. Ayunaba, traía cilicios y hacía otras penitencias, dormía en una tabla con disimulación y en oyendo tocar a maitines se levantaba a tener oración. Era enemiga de galas y afeites30 y fue siempre de una condición apacible porque la dotó Dios de un don de mansedumbre extraño. Era caritativa y compasiva con extremo y hacía las limosnas que podía.Y en estas virtudes fue creciendo siempre con la edad. Cuando la tuvo para tomar estado, deseó sumamente ser religiosa carmelita y sus confesores viendo que era imposible por no haberse fundado en este reino convento de la Santa madre Teresa, le aconsejaron que recibiese el hábito de Santa Clara31, pero no quiso, diciendo que no había de recibirlo en otra religión que del Carmen y rogaba a sus padres que la enviasen a España para cumplir sus deseos los cuales le cumplió Nuestro Señor en la nueva

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estando ya en el artículo de la muerte: estando para expirar (Cov.). afeite: el aderezo que se pone a alguna cosa para que parezca bien, y particularmente el que las mujeres se ponen en la cara, manos y pechos, para parecer blancas y rojas, aunque sean negras y descoloridas, desimintiendo a la naturaleza. 31 La bula expedida por Pío V, con la licencia fundacional de Santa Clara llegó en 1570 (Amerlink de Corsi, 1995, p. 56). 30

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fundación de este santo convento con grande gozo de las madres fundadoras que luego conocieron cuán a propósito era para la religión y lo mucho que había de aprovechar en ella por sus grandes virtudes y capacidad. Profesó a 20 de agosto del año de 1606 y predicó el reverendo padre fray Rodrigo de San Bernardo, Carmelita, cuya santidad y letras son notorias en esta Nueva España que era prior del convento del Carmen de esta ciudad y después fue provincial. Era tan humilde que luego que entró en el noviciado porque no la estimasen, dio en cubrir su talento, haciéndose simple y comunicándolo con su confesor, se lo prohibió, pareciéndole que estando la religión en los principios con necesidad de sujetos tales no era bien encubrir el talento que Dios le había dado para servirle y así hubo de seguir su prudente consejo. Fue cosa notable como se amoldó luego al rigor de la religión porque era muy obediente, humilde, pobre, callada. Hacía grandes penitencias y mortificaciones. Aprendió luego el canto, ceremonias y rezado que les enseñaba aquel santo padre fray Pedro de los Apóstoles y en breve era la maestra de todas en la religión. Acerca de esto era muy dada al ejercicio de la oración y a los principios tenía seis y siete horas de comunicación con Nuestro Señor. Ocupábanla en diversos oficios y para todos era muy acomodada su condición y capacidad y por ella fue puesta en el de maestra de novicias con no ser antigua y lo fue de la madre Isabel de la Encarnación a la cual amó mucho y ayudó y favoreció en todos sus trabajos, y fue la que escribió las cosas más particulares de su vida por orden de los confesores. Las virtudes que empezó a ejercitar en los principios de su noviciado fueron siempre en crecimiento porque lo más del tiempo gastaba en oración y llegó a tener un grado muy alto y regalado de ella. Sus penitencias y mortificación, humildad y obediencia eran norma para las demás. Padeció grandes trabajos interiores con mucha medra de su alma. Fue electa prelada el año de 1622 con sumo gusto de las religiosas y los prelados, vista su capacidad y buen gobierno, la dejaron por vicaria otro trienio, y habiéndose cumplido, la volvieron a elegir las religiosas, y en el gobierno murió por marzo del año de 1631 con extraño sentimiento de sus hijas y de los prelados los cuales la continuaran en el oficio muchos años si viviera porque la dotó Dios de todas las partes y capacidad que una santa prelada ha de tener. Era sabia, leída, discreta, prudente, apacible y afable, caritativa y con ser de una mansedumbre notable. No disimulaba cosa por menuda que fuese sin castigo y corrección. Fue devotísima de la Virgen Santísima y entabló que sus fiestas se celebrasen con el ornato que ahora se hace.También, dispuso la bendición de los panecitos de su Santa madre Teresa con

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que Nuestro Señor ha obrado tantas maravillas32, y tenía comunicación con las religiosas de España para instituirse mejor en las cosas de la religión. En cosas de oración y espíritu, era muy diestra, de tal manera que las religiosas para las cosas interiores de su alma, no había menester comunicación de letrados. Escribía cartas para diversas cosas que le consultaban otras personas que causaba admiración a los más doctos.Y decían los padres carmelitas que era uno de los mejores talentos de cuantos había en España. Finalmente, habiendo padecido graves y continuas enfermedades con harta pobreza y paciencia, fue Nuestro Señor servido de llevársela, dándole el premio de sus virtudes y trabajos con los Santos Sacramentos.Yo le asistí a su muerte que fue muy conforme a su santa vida, siendo de edad de cuarenta y cinco años, poco menos, y de veinte y seis de religión. Su hermana, la madre Teresa de Jesús, no fue menos en virtudes y santidad. Entróse en el convento el día que se trasladó, sin tener edad suficiente, sin dejar nada a sus padres con la demás gente que había entrado y no quiso salir más. Fue observantísima religiosa, de gran penitencia y mortificación y de una singular obediencia como se echó bien de ver cuando se arrojó en la pila de agua (como habemos dicho). Padeció grandes trabajos interiores desde muy niña y enfermedades con grande paciencia. Andaba continuamente en oración como elevada sin que se le estorbasen las cosas terrenas de las cuales estaba tan desasida como si no viviera en esta región, sin acordarse de sus padres, ni deudos, ni ver ni hablar a su hermana la madre Melchora de la Asunción, sino era raras veces y con licencia. En las fiestas principales se enajenaba de sus sentidos en el coro y era menester volver a rezar las horas. Era humilde y se holgaba de andar rota y despreciada. No había en esta vida cosa que la alegrase si no su Dios y así vivía con grandísimas ansias de morirse por gozarle, llorando con una santa envidia la muerte de las demás porque le llevaban la delantera.Y así cuando Dios le cumplió sus deseos, fue grande su alegría y decía lo que San Pablo: Deseo dejar esta cárcel por gozar de Jesús. Diéronle los Santos Sacramentos y estuvo en éxtasis siete horas con el rostro hermosísimo, diciendo Salmos y otros 32

El 15 de octubre, día de santa Teresa, de 1640, en el convento de las Carmelitas Descalzas de la Puebla de los Ángeles, se inauguró la costumbre de hacer unos panecitos con el sello de la imagen de la santa. En 1648, la poblana María Poblete buscó y encontró un milagro con el uso de estos panes. Desde aquel momento, los pobladores de la Nueva España empezaron a experimentar milagros por los famosos panecitos de santa Teresa.

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lugares de la Escritura que causaban admiración. Repetía muchas veces: Quia tempus miserendi eius, quia venit tempus, y aquel verso de la Magnífica: Et misericordia eius &.Y diciendo aquel verso: In conspectum Angelorum, dio su alma a Dios, habiendo estado en la religión diez y ocho años, siendo de edad de treinta y tres. Concluyo este preámbulo en que me he dilatado más de lo que pensé (dejando omisas otras religiosas que son ya muertas de quienes pudiera decir mucho) y por remate trataré solamente de la madre Mariana del Santísimo Sacramento. Llamábase doña Ana María de Montoya, natural de Cuenca, fue casada con García de Greda, y ambos nobles y principales y muy temerosos de Dios. Fueron vecinos de tierra firme y después de esta Ciudad donde dejaron muchos descendientes que hoy viven. Hallándose pues viuda, emprendió una cosa (al parecer imposible por ser de sesenta y tres años, rica y criada en regalo) que fue ser religiosa Descalza, y aunque tuvo grandes contradicciones y que se entendió que no podría llevar vida tan rigurosa o que moriría luego, fiada del favor de Dios, recibió el hábito y fue cosa que admiraba y confundía a las religiosas ver de la manera que se amoldó a la religión sin echar menos la vida y regalo del siglo. Era la primera en el coro, en las disciplinas, penitencia, ayunos, cilicios y mortificaciones. Acudía a cargar agua y a barrer, hilar y a las demás cosas como si fuera de veinte años. Estaba continuamente meditando y leyendo las reglas y constituciones en las cuales fue una de las más observantes que ha habido que así se lo reveló Nuestro Señor a la madre Isabel de la Encarnación cuando murió. Pues en la obediencia y respecto a las preladas, ninguna le llevó ventaja. Su silencio y oración era con grande continuación. Su humildad, no sólo con las preladas, sino con las hermanas era profundísima. A todas las tenía por santas y no se le oyó jamás palabra que pudiese ofender a alguna. Sola ella se tenía por pecadora y aún en el siglo cuando castigaba a sus esclavos, les pedía perdón de rodillas. Si alguna religiosa le daba una flor u otra cualquiera cosa, se lo agradecía de rodillas con una humildad extraña.Vino a estar tan desasida de las cosas que dejó, y de sus hijos y descendientes, como si no los tuviera. Fue devotísima de la Santísima Virgen y de las ánimas de Purgatorio.Tuvo grandes batallas con los demonios y los veía pero luego los hacía huir con el agua bendita y le derribaron la pileta en una ocasión y aunque cayó de alto no se quebró. En los últimos años de su vida padeció graves enfermedades del comer pescado y no traer lienzo y llevólas con grande paciencia.Tuvo una muerte para envidiar con grande confianza en Dios y ansias de verle.Y habiéndola sacramentado, poco antes

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que muriese, se le apareció la Santísima Virgen y la animó y la consoló, asegurándole su salvación y con esto dio su alma a Dios, a 23 de noviembre, día de San Clemente, del año de 1630, de edad de ochenta años, habiendo sido religiosa diez y siete años. Requiescat in pace.Amén.

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PRIMERA PARTE DE LA VIDA DE LA VENERABLE MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN, Religiosa Descalza, Carmelita.

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CAPÍTULO PRIMERO

DE SU PATRIA Y NACIMIENTO Y DE LAS VIRTUDES QUE COMENZÓ A EJERCITAR EN SU TIERNA EDAD. La madre Isabel de la Encarnación (llamada en el siglo Isabel de Bonilla) nació en esta Ciudad de los Ángeles de la Nueva España, en el barrio de San Agustín, a tres de noviembre, en que celebra la santa iglesia la infraoctava de Todos los Santos del año de 1594. Fue bautizada en la iglesia de la Vera Cruz que entonces servía de Catedral. Sus padres fueron Melchor de Bonilla y Mariana de Piña, su legítima mujer, naturales de la Villa de Viruega junto a Guadalajara en el Arzobispado de Toledo, cristianos viejos, limpios de toda mácula, y lo que más importa, siervos de Dios, de buena vida y ejemplo, los cuales, entre otros muchos hijos, tuvieron por su dichosa suerte a la madre Isabel de la Encarnación, para tanta gloria y honra de Dios Nuestro Señor, de sus padres y deudos y de su patria.Y como su divina Majestad la tenía escogida para tan gran sierva suya y querida esposa, luego en sus tiernos años empezó a dar muestras de lo que había de ser después. Crióse en una hacienda de campo de su padre, no lejos de la ciudad y toda su ocupación en su niñez era levantar ermitas y altares, pretendiendo con el silencio, retiro y soledad remedar la vida de los ermitaños. Ordenándolo así la Divina Providencia para que con estos pueriles ejercicios se conservase la pureza de su alma, anticipándose a la discreción, la fuerza de la devoción. Empezó a ayunar desde edad de ocho años y algunas veces a pan y agua, y por haber comido el pan caliente en una ocasión, bebiendo agua sobre él, le dio una enfermedad grave que entendieron que muriera.Y habiendo estado casi tres días sin habla ni sentido y sin comer cosa alguna, volvió en sí, como quien despierta de un sueño, y dijo a los que estaban presentes que había visto el cielo y en él a algunos niños conocidos que eran ya muertos y a muchos ángeles y que también vio el infierno y a los demonios, lo cual

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sería con particular providencia de Dios para que estuviese prevenida para las batallas que con ellos había de tener. Hacía crueles penitencias desproporcionadas a su tierna edad, castigando su cuerpo antes que hubiese culpa con disciplinas y cilicios, quitando para ello los cabrestos de cerdas a las cabalgaduras con los cuales liaba y ceñía su cuerpo virginal con tanto rigor que se le hacían llagas que como unas bocas, daban voces mudas de lo mucho que ama a su Querido Esposo, pues en tan tiernos años daba pasos de gigante con la cruz en su busca y seguimiento. Empezó a darse al ejercicio de la oración de edad de diez años, con tanto fervor que todas las noches cuando los demás dormían, se levantaba con disimulación y se iba a un aposento a orar delante de un crucifijo donde estaba dos y tres horas de rodillas.Y algunas veces que su padre y hermanos la echaban menos, la hallaban haciendo oración y ella quedaba corrida y avergonzada. Llevábala su padre algunas veces a ver los sembrados y le sucedía lo que a San Bernardo que iba tan absorta en Dios que cuando volvía no se acordaba de cosa que hubiese visto aunque se lo preguntaban sus hermanas las cuales le tenían respeto, aunque mayores, porque las reñía y corregía, deseando que fuesen santas.Y en aquella primera edad, parecía mujer de maduro juicio y capacidad, en las obras, religiosa, en las palabras, compuesta, y santa, en las costumbres. Sus convites y regalos eran los ayunos disimulados, su cama era el duro suelo, con gran recato porque no se entendiese. Fue enemiga de conversaciones y todas sus ansias eran el silencio, la soledad y el retiro para buscar a su Querido Esposo.Y sin saber qué era religión, tenía ya deseos de ser religiosa.Y aun antes de entrar en el mundo, barruntando sus peligros, deseaba dejarlo.Y así, tenía por grave tormento vestir las galas que su madre le daba que alguna vez se ponía por obedecerle, pero luego las desechaba sin poderlas más arrostrar1 por ser como son incentivos de la concupiscencia y tan contrarios al espíritu de la penitencia.

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arrostrar: admitir alguna cosa, y dar muestras de apetecerla y serle grata (Aut).

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CAPITULO II

COMO LA LLAMÓ DIOS A LA RELIGIÓN Y LAS GRANDES CONTRADICCIONES QUE TUVO Y COMO LAS VENCIÓ CON LA DIVINA GRACIA. Es la vida de los justos como el sol, que cuando más se acerca el meridiano, tanto más comunica su luz y calor al mundo. Lo mismo sucedió a esta virgen, pues en el principio de su vida, como en horizonte, amaneció con la naturaleza, la gracia y donde la razón apenas discurría con destreza, la Virtud Divina la ayudaba y fortalecía con el ejercicio de tantas virtudes las cuales iban creciendo con la misma naturaleza. Cuando llegó a los nueve años, tuvo noticia de la fundación del muy religioso convento de las madres Descalzas Carmelitas de esta ciudad y sin tener entera noticia del santo y riguroso instituto que profesan, sintió en lo más íntimo de su corazón una firme vocación y deseo eficaz de abrazar y seguir el bien que aún no conocía. Pero como el Divino Espíritu con estas inspiraciones la guiaba para que alcanzase la perfección, la hacía anhelar y suspirar con ardientes deseos de ser religiosa Carmelita y abrazarse con la Cruz y mortificación que con tantas veras se profesa en los conventos de esta sagrada religión.Viéndola su madre con tanto retiro y silencio y tan pensativa, sin entender que una niña tan delicada podía apetecer la aspereza de la vida religiosa que a los más esforzados causa terror y espanto, le causó admiración y mayor cuando supo los ardientes deseos que tenía de ser religiosa Descalza y pareciéndole que no estaba sazonado el juicio en tan poca edad para emprender tan dificultosa empresa, procuró disuadirla diciéndole que no tenía discurso para escoger semejante estado ni las partes necesarias que requiere, y si le veía algún descuido pueril, olvido o poca diligencia en lo que le mandaba, la reñía diciendo que no era para religiosa la que tenía tales descuidos. Pero luego se hincaba de rodillas y pedía perdón con tanta humildad que ponía admi-

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ración y espanto. Sufría y callaba con grande paciencia sin aflojar en los ayunos y penitencias con una oración continua, suplicando a Nuestro Señor le cumpliese sus deseos que cada día crecían, afirmándose más en su vocación.Y estando con estas ansias, una noche se quedó dormida y vio en sueños que las dos madres fundadoras de este sagrado monasterio de San José se le hicieron encontradizas1, y llegándose a ella, alzando los velos que tenía le dijeron: Hija no temas que de esta religión has de ser.A estas palabras recordó de aquel sueño misterioso que fue presagio cierto de lo que había de suceder. Quedóle tan impreso en su alma el rostro y semblante de la principal fundadora que muchos años después, viniendo a la reja a tratar de su entrada, luego que la vio conoció que era la misma que la había animado y hablado en el sueño. Llegando pues a edad competente para tomar estado, sus padres y un tío suyo trataron con grandes veras de casarla porque había un hombre honrado y rico que la pedía, así por su virtud y recogimiento como por ser hermosa y tener otras muchas gracias naturales que tanto se estiman en el mundo.Tratáronselo con grandes persuasiones y caricias, representándole cuán bien le estaría casarse y no perder una ocasión tan buena en utilidad suya y de sus padres y deudos. Pero como ella tenía tan diferentes intentos y consagrada su pureza al Divino Esposo, no pudieron reducirla en largo tiempo a lo que deseaban con ruegos ni con amenazas.Antes, su vocación y el amor divino que arda en su pecho crecían y se aumentaban con mayor eficacia con los soplos de esta fuerte contradicción.Y desde este tiempo (permitiéndolo así Nuestro Señor), se dio principio a la terrible guerra y tormento que padeció después en el discurso de su vida con gravísimas tentaciones contra su pureza virginal.Y como el demonio barruntaba lo mucho que había de crecer esta tierna planta si se trasplantaba en el jardín de la religión, procuró con grandes veras derribarla, ya con la obediencia que debía a sus padres en una cosa tan santa como el matrimonio, ya tomando por instrumento algunos hombres lascivos para que la solicitasen a los gustos torpes que tanto ella aborrecía desde niña. Afligióse sobre manera viendo la porfía2 de sus padres con firme determinación de perder su gracia y aun la vida antes que su pureza y así comenzó a afear su hermoso rostro buscando modos extraños para ello, aumentando los ayunos, peni1

econtradizas: salir al encuentro de otro sin que parezca que se hace de intento. porfía: una instancia y ahínco en defender alguno su opinión o constancia en continuar alguna pretensión (Cov.). 2

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Capítulo II

tencias y mortificaciones, vistiéndose lana en lugar de lino y acudiendo con oración fervorosa y continuas lágrimas de día y de noche a pedir favor y auxilio a su Celestial Esposo para que la sacase en paz de tan fuerte batería, y viendo que la que sus padres le daban no cesaba, con un ánimo varonil y esforzado, les dijo que no se cansasen porque ni sus ruegos ni lágrimas ni cuantos tormentos hay en el mundo habrían de apartar de sus intentos que eran de ser Carmelita Descalza, y que si todavía porfiaban en darle otro estado, se quemaría con una plancha de hierro encendida y se pondría tal que ningún hombre la quisiese por esposa. Con esto quedaron vencidos, confusos y admirados sus padres, pareciéndoles que los castigaría Dios si estorbaban a su hija tan santa vocación y así le dieron licencia para ser religiosa.Y como la Majestad Divina era el autor principal de esta obra, allanó brevemente las dificultades que parecían imposibles siendo sus mismos padres los que de allí adelante solicitaron con grandes veras el estado religioso que tanto habían repugnado para que su hija perfeccionase en la religión las grandes virtudes que en el siglo había comenzado.

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CAPÍTULO III

DE SU ENTRADA EN LA RELIGIÓN, Y LO QUE HIZO EN EL NOVICIADO HASTA QUE PROFESÓ. Cualquier planta fructuosa trasplantada de una tierra inculta y eriza a un jardín bien cultivado tiene conocidas medras en su crecimiento lográndose el trabajo del jardinero. Sucedió esto mismo a esta generosa virgen porque siendo como una rosa hermosa trasplantada del eriazo1 del siglo al vergel florado de la religión, comenzó tan a prisa a tener crecimiento en las virtudes que había ejercitado desde niña que bien parecía que el Espíritu Santo con el riego de sus influencias ayudaba a sus aumentos. Entró en el noviciado a veinte y cinco de marzo, día de la Encarnación del Verbo Eterno, el año de 1613, siendo de edad de diez y nueve años, poco más o menos. Diole el hábito el venerable padre fray Pedro de los Apóstoles de su misma religión que fue un varón verdaderamente apostólico como dijimos en la fundación de este santo convento. Comenzó nuestra novicia con gran esfuerzo y aliento la carrera de la perfección con los ejercicios del noviciado que son muchos y bien rigurosos de oración, silencio, obediencia, mortificación y penitencias.Y como en el siglo se había ejercitado en ellos, todo le era fácil y suave, íbase al paso de Dios que la guiaba, conformándose en todo con la santa obediencia y regulando por ella sus fervorosos deseos que se adelantaban mucho a sus obras. Callaba en lo exterior con un continuo silencio, hablando en lo interior con su Regalado Esposo que suavemente iba disponiéndola y fortificándola con su gracia para las espantosas batallas que después había de vencer. Salió pues en campo Satanás (con permisión de Dios) a dar principio a ellas con una por1

eriazo: aplícase a la tierra o campo sin cultivar ni labrar (Aut).

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fiada y terrible tentación contra la pureza de esta virgen con un asalto tan bravo y repentino que le causó notable pena por ser cosa que tanto aborreció desde niña. Pero como ya en el siglo se había ejercitado, tenia experiencia del modo con que se ha de pelear en semejantes batallas.Añadió nuevas mortificaciones y penitencias, reguladas con obediencia, vistiéndose de cilicio, y conmutando la ordinaria abstinencia en un riguroso ayuno y en todo el año del noviciado y mucho tiempo después, no se acostó en su pobre cama sino que se estaba en vela y oración en su celda sin desnudarse.Y para reposar algo, se asentaba sobre un pie como si estuviera arrodillada teniendo una cañita en la mano para que cayéndosele despertase si se durmiese y volviese a la oración en que pedía favor a su esposo para vencer tan terribles tentaciones el cual aunque escondido estaba presente a las batallas de su esposa y era él que hacía las expensas de esta guerra dándole sus auxilios para que venciese al demonio capitán veterano y tan ejercitado en semejantes combates y que tantas victorias alcanza de los valientes y esforzados, quedó aquí vencido, corrido y avergonzado porque la flaqueza de una niña tierna y delicada, ayudada de la gracia, es poderosa a vencer tan fuerte enemigo. En una cosa repararon las religiosas, que de ordinario los padres de las novicias buscaban la más delgada estameña2 y el sayal menos áspero para los hábitos, y que dieron los padres de esta novicia el sayal y estameña más gruesa y áspera que se había visto en el convento, ordenándolo así Nuestro Señor para que los anticipados deseos que tuvo en el siglo de aspereza y rigor con su persona tuviesen cumplido efecto. Finalmente, habiendo pasado el año del noviciado con grande edificación del convento y estando las religiosas muy satisfechas de sus virtudes, le dieron la aprobación para su profesión que fue a diez y nueve de mayo, día de Santa Potenciana Virgen, del año 1614 que parece fue presagio de la potencia y fortaleza con que otra virgen ayudada de la Divina Gracia había de triunfar del demonio, mundo y carne. Hizo la profesión en manos de la madre Joana de San Pablo, priora que entonces era (de quien se pudieran decir muy grandes virtudes por ser una religiosa observantísima), y el padre fray José de San Eliseo, Carmelita Descalzo. Le dio el velo el día siguiente con las ceremonias de esta sagrada religión, con beneplácito y licencia del ilustrísimo señor don Alonso de la Mota y Escobar, Obispo de Tlaxcala, de buena memoria.

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estameña: tela conocida, dicha así por ser la urdimbre y trama del estambre (Cov.).

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CAPÍTULO IV

DE UNA VISIÓN MISTERIOSA QUE TUVO DESPUÉS DE LA PROFESIÓN Y DE UNA SED QUE PADECIÓ NUEVE DÍAS DE QUE LE RESULTARON SUS ENFERMEDADES. Grande fue el gozo espiritual que tuvo nuestra profesa, viendo ya cumplidos los deseos tan anticipados de ser religiosa Carmelita.Y conociendo con luz del cielo las obligaciones de su estado y profesión, estando en el coro a solas con su Esposo, hecha un mar de lágrimas, dándole infinitas gracias por un beneficio tan grande, y deseando reconocerlo con perpetuo agradecimiento para disponerse con esto a recibir otros mayores (como dijo San Bernardo) se le dio a entender interiormente que con ninguna cosa podía satisfacer tan gran merced como con resignarse a padecer con ánimo varonil los trabajos, miserias, calamidades que Dios le enviase.Y habiéndose ofrecido a ello con humildad y confianza en la Divina Gracia, se le mostró un camino larguísimo, todo lleno de abrejos y agudas espinas en cuyo remate había una luz tan pequeña que apenas se divisaba y oyó una voz que le dijo: Este es el camino que has de andar, y para llegar a gozar de la luz y descanso has de pasar por él hecha pedazos, dejando las entrañas en esas espinas. Quedó espantada y atemorizada con notable agonía aunque su espíritu estaba pronto y dispuesto a padecer y seguir el estandarte de la cruz, la carne como flaca y miserable temía la carrera, y como la Divina Providencia, sin violencia alguna, hace con su gracia que el apetito sensitivo de la carne flaca apetezca lo amargo y desabrido de los trabajos teniendo por factible lo que parece imposible, dio ánimo y esfuerzo a una mujer flaca para emprender empresa tan gloriosa.Y hallándose fortalecida con la Gracia, se ofreció con resignación y humildad a entrar por aquella senda con grande ánimo poniendo toda su confianza en Dios y suplicándole que pues

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conocía su flaqueza, no le faltase su favor y auxilio, y habiendo tenido prendas1 ciertas de que jamás le falta y quedó muy alegre y consolada. Conociendo pues las nuevas obligaciones que le corrían, empezó a ejercitar extrañas mortificaciones y penitencias como veremos en un caso raro y extraordinario que es para admirar y no para imitar. Poco después de esta visión, fue al refectorio a comer con las demás religiosas y asentándose en su lugar señalado, advirtió que el vaso que en el tenía estaba sin gota de agua porque la refitolera (con permisión de Dios) se había descuidado y aunque pudiera lícitamente pedirla en aquel lugar, calló con disimulación, ofreciendo por primicias aquella mortificación que en ella era mayor por ser de un natural colérico y sanguino necesitado de beber mucha agua para mitigar el calor natural que se aumentaba con el pescado y otras comidas cuadragesimales que siempre comen las religiosas si no es en caso de enfermedad por orden de los médicos, pasó grandísima sed aquella tarde siendo en tiempo de verano caluroso, dilatando su remedio para la hora de colación, y cuando a la tarde fue al refectorio halló el mismo vaso sin agua.Volvió los ojos a su Dulce Esposo crucificado y acordándose de la sed que tuvo en la cruz que le obligó a mostrar sentimiento sin haberle mostrado en los crueles tormentos que con tanto silencio padeció, se ofreció a sufrir aquella mortificación por su amor sin buscar remedio, teniendo como luz del Divino Espíritu de que era la voluntad de Dios. Pasó aquella noche con tan grande trabajo y sed tan rabiosa que se abrazaba. Y a mí me confesó que había sido uno de los mayores que había tenido en el discurso de su vida. Volvía al refectorio los días siguientes, más con deseo de beber que de comer y hallaba el vaso sin agua como el primer día. Sufría con silencio sin poder comer porque tenía secas las vías y la lengua rayada. Con este increíble tormento pasó, hasta que el cuarto o quinto día se resolvió a pedir licencia a su prelada para beber (porque ninguna religiosa puede beber gota de agua si no es a la hora de comer y cenar en el refectorio sin licencia) para estar más cierta de la voluntad de Dios en cuyo lugar están los prelados con determinación de no hacer más de lo que se le mandase. Fue pues con esta resignación una tarde a las tres a la prelada y sin decirle lo que le había pasado, hincándose de rodillas, besando el escapulario con los ojos bajos (que es ceremonia que se hace en las licencias que se piden) se la pidió para beber

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prendas: no escatimar garantías, concesiones, gastos o recursos para lograr un acuerdo u otro propósito cualquiera (DRAE).

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agua. Dijole la prelada estas palabras: Mortifíquese, Hermana y no beba, pues bebió a medio día en el refectorio. Cosa que se hace muchas veces en esta sagrada religión para que las religiosas se mortifiquen y ejerciten en la negación de su propia voluntad. Con esto se afirmó esta virgen pura en su pensamiento de que era orden divina que prosiguiese en tan pesada mortificación, mayormente que siempre que iba al refectorio a medio día y a la tarde hallaba el vaso sin gota de agua, íbansele los ojos y el corazón tras la que veía sin querer llegar a la boca por amor de Dios, dejándose guiar de su Providencia. Pasó con este terrible martirio por espacio de nueve días continuos con firme determinación de no exceder un punto de la Divina Voluntad. Pero ya la naturaleza no pudiendo sufrir tanta violencia y carga tan pesada se hubo de rendir tomando Dios este medio para dar principio a los grandes trabajos y enfermedades que su sierva había de padecer por el áspero y espinoso camino que le mostró. Secaronsele las vías, requemaronsele las cóleras con una fiebre ardiente que se abrazaba, pero mucho más tenía abrazado el corazón en el amor de su Esposo, estando gozosa y alegre en lo interior de padecer todos cuantos trabajos fuese servido. De aquí tuvieron su origen y principio las enfermedades que padeció por espacio de tantos años hasta que acabó la vida como veremos en el capítulo siguiente.

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CAPITULO V

DE LAS MUCHAS Y GRAVES ENFERMEDADES, QUE PADECIÓ MIENTRAS VIVIÓ. COSA cierta es que el santo Job, estando en su palacio real con tanta prosperidad, era santo canonizado por boca del mismo Dios, pero cuando se trocó el palacio en muladar, la salud en lepra, y la riqueza en suma pobreza y la calamidad, no hay duda sino que entonces fue mayor el realce de su santidad pues la adversidad es la piedra de toque que descubre los quilates de esta joya. Como dijo el Ápóstol San Pablo, grande fue la virtud de esta sierva de Dios, pues como vimos en el capítulo primero, desde que tuvo uso de razón fue creciendo con los años pero donde se descubrió su fineza fue en la singular paciencia y resignación que tuvo en medio de los mayores trabajos y enfermedades que se pueden imaginar, y si la paciencia es el fiel con que se ha de regular la inocencia, ruego a todos los que leyeren esta historia que ponderen despacio la paciencia admirable de este segundo Job y verán el poder y fortaleza de la gracia en la flaqueza de la carne. Habiéndose entendido por las preladas la gravedad de enfermedades de esta sierva de Dios, llamaron médicos y cirujanos que la curasen, pero descubrieron tantas y tan mortales enfermedades originadas de la sed que padeció que se quedaron admirados y se acobardaron conociendo que aquel cuerpo estaba hecho un hospital de enfermedades gravísimas y que naturalmente no podía vivir muchos días.Antes se admiraban de que no hubiese muerto y dijeron que sin duda había causas ocultas sobrenaturales que no alcanzaban ni conocían fuera de lo ordinario, pues con las medicinas se embravecían las enfermedades y todos los remedios que le aplicaban no servían sino de atormentar de nuevo a la enferma. Criósele una apostema en el remate de las espaldas, hacia abajo, interiormente que le duró lo restante de la vida con agudos e intolerables dolores y con tan extraño tesón y porfía que no se pudo

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hallar remedio ni medicina que no le sirviese de mayor martirio porque aunque reventó con los madurativos que le pusieron, fue por la parte interior de que le resultaron nuevos achaques porque el mal humor inficionaba y corrompía lo interior del cuerpo de tal manera que lanzaba podre y materias verdes del mal olor por la boca con grandes vascas y arcadas, apostemando y llagando no sólo la boca y pecho y garganta sino las tripas y demás partes del cuerpo. Cerrábase esta apostema algunos mese interpolados que era mayor daño porque recogía los malos humores haciendo llamamiento hacia aquella parte y entonces padecía agudos y vehementes dolores hasta que volvía a reventar, inficionando de nuevo todo lo interior del cuerpo.Y con ser esta enfermedad tan mortal que ella sola bastaba a quitarle la vida en pocos días, como lo más vence lo menos, la juzgaban por achaque ligero en comparación de las otras que predominaban porque tenía tan frio y helado el medio cuerpo hasta los pies que parecía la misma nieve con un frío que le traspasaba los huesos y la otra parte de la cintura arriba parecía un horno encendido con tan ardiente fiebre y calor que abrazaba la mano de quien la tocaba y parecía que echaba llamas de fuego. Sobre este frío y calor que es principio de toda corrupción, hacían asiento otras muchas enfermedades mortales que cada una bastaba a quitarle la vida si Dios milagrosamente no la conservara con un continuo prodigio para que viésemos cómo en ella vivía la muerte y moría la vida sin que prevaliese la muerte porque a veces, le apretaban juntamente dolores de ijada1, de urina del pulmón, de costado, de corazón, de oídos, de estómago, de quijadas, dientes y muelas, con inflamación en el hígado y bazo padeciendo juntamente agudos dolores en las espaldas, brazos, pies y manos, sin que hubiese coyuntura que no tuviese particular verdugo y tormento pareciéndole intolerable de ordinario, en la frente, ojos y cabeza, con fríos y calenturas continuadas y unos sudores copiosísimos de tan mal humor que inficionaba con el olor los dormitorios.Vino a estar tullida y gafa2 y a no poderse rodear en la cama, sin poder dormir ni reposar un punto de día ni de noche, teniendo postrado el apetito, y a veces se le apretaban tan fuertemente las quijadas que no podía pasar bocado, y si comía algo (que era haciéndose gran fuerza) era para mayor tormento porque lo volvía a lanzar con muchas cóleras3 adustas, dejándole bien lastimada la garganta por tenerla llena de llagas.

1 ijada: cada una de las cavidades simétricamente colocadas entre las costillas flotantes y los huesos de la cadera (Aut). 2 gafa: que tiene encorvados y sin movimientos los dedos de manos y pies (DRAE).

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Todas estas enfermedades y otras que se irán descubriendo en el discurso de la historia padeció esta pacientísima virgen con tan extraña paciencia y alegría (como veremos), no por un año o cinco sino por más de diez y ocho hasta que murió, siendo las más causadas por demonios con permisión de Dios para mayor corona de su sierva y para que viésemos y glorificásemos su omnipotencia, pues sustentó tantos años un cuerpo humano lleno de tantas enfermedades que parece exceden a las de la medicina en calidad y cantidad.Y no es justo que pasemos en silencio las curas que le hicieron que fueron rigurosas y le causaron particular martirio porque como sus males eran contrarios, el remitir o mitigar alguno era dar aumento y fuerzas a su contrario resignándose siempre en la voluntad de Dios con una paciencia extraña y obedeciendo a los médicos y cirujanos en cuanto ordenaban, los cuales conociendo que sus medicamentos eran sin fruto porque eran cosas sobrenaturales, y que sólo Dios con su brazo poderoso las podía remediar, dejaron de curar a la enferma remitiendo su remedio a su Divina Providencia y solamente ordenaban algunas unturas frescas y bebidas cordiales para mitigar los ardores que padecía.Y bien se echaba de ver que su medicina había de ser del cielo porque la principal que tuvo en tantas enfermedades fue el agua bendita que bebía de ordinario y la que se le aplicaba en pañitos mojados en ella por las religiosas en cualquier parte que le doliese con la cual se le mitigaban algún tanto los dolores.Y no hay que maravillarnos de que esta pacientísima virgen estuviese con tanto ánimo y esfuerzo cercada de tantas enfermedades, miserias y calamidades, pues su Celestial Esposo le asistía y le animaba a padecer porque estando al principio en lo más riguroso y apretado de estos trabajos y agonías, suplicándole la ayudase y se compadeciese de su flaqueza y miseria, se le aparecía muchas veces con una cruz pesada a cuestas y una soga a la garganta, lastimado y afligido, animándola y diciéndole fuese en su seguimiento con lo cual sentía luego un nuevo vigor y aliento para padecer mucho más. Entonces se arrojaba en sus manos divinas, le pedía con vivo afecto que mientras le durase la vida no le diese otra cosa que trabajos y cruces con paciencia.Y esta petición haría hasta que murió y se hecha bien de ver que se le otorgó pues, todo lo restante de su vida fue una continua cruz y martirio queriendo Nuestro Señor labrar con tantos golpes este fino diamante para engas-

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cóleras: es uno de los cuatro humores.Tómase algunas veces por la ira, por cuanto es efecto de la cólera.

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tarlo en la gloria. Pero todo lo que habemos referido hasta ahora fueron no más que unas escaramuzas ligeras en comparación de las batallas sangrientas en que después se ejercitó como veremos en los capítulos siguientes.

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CAPÍTULO VI.

COMO LOS DEMONIOS LA ATORMENTABAN. Admiración y espanto habrá causado lo que esta sierva de Dios padeció por espacio de diez y ocho años, poco más o menos, con tantas y tan graves enfermedades que casi siempre estaban en un mismo punto sin tener declinación que fuese considerable. Pero mayor asombro ha de causar lo que resta porque estas enfermedades tocaban al cuerpo solamente, más los trabajos que después la combatieron fueron mucho mayores por ser en el alma que por ser más noble que el cuerpo, forzosamente han de ser más sensibles sin ninguna comparación sin que el cuerpo quedase libre, pues juntamente padecía con las aflicciones del alma. En el capítulo primero y segundo de Job, hallaremos que un solo demonio tuvo permiso de Dios para atormentarlo pero esta purísima y pacientísima virgen tuvo con la misma permisión de Dios tres demonios que continuamente le asistían y atormentaban, fuera de otros innumerables que en diferentes tiempos venían a ayudarles que ella decía eran tantos como átomos1 del sol los cuales zaherían a los tres asistentes, llamándolos de cobardes, flojos y descuidados, pues no podían alcanzar victoria de una mujercita flaca y con esto cobraban nuevo ánimo y esfuerzo, y como corridos y afrentados, se embravecían, y ayudados de los demás, le causaban nuevos tormentos, penas y dolores. El uno de estos tres asistentes y verdugos tenía forma de una disforme culebra que la ceñía por la cabeza, frente y sienes con intolerables dolores. El segundo, en forma de una espantosa serpiente que se le enroscaba por la cintura. El tercero y más penoso, en figura de un hombre desnudo que con extraña porfía la combatía para que perdiese su 1

átomos: vale cosa tan pequeña que no es divisible (Cov.).

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pureza virginal, haciendo y diciendo cosas torpes y abominables que le causaban mayor tormento que todos sus dolores, enfermedades y trabajos. El escuadrón de los demás demonios era en diversas formas y figuras de leones, tigres, lagartos, toros, tortugas, perros, gatos, cangrejos, chicharras2 y de otros animales y también en forma de soldados, unos negros, otros desnudos a caballo. Andaban a veces sobre su celda y debajo de ella como si anduvieran carros, haciendo grandes ruidos ya con picos dando golpes en las paredes para derribarlas ya en la circunferencia de ella como manadas de yeguas y tropel de caballos. Entrabansele por los oídos y en otras partes del cuerpo, causándole tan grandes dolores como si tuviera puñales atravesados y a veces la tenían envarada sin dejarle mover pie ni mano. Impedíanle la respiración, ahogándola, causabanle ardores grandes en la cabeza que parecía echar fuego por los ojos y en ella interiormente sentía andar un enjambre de escarabajos.Tirábanle con un garfio las telas de los sesos con dolores increíbles. Entrábanse, particularmente, innumerables demonios en la apostema que tenía, unas veces en forma de hormigas, otras en forma de gusanos, y otras en forma de moscas. Amenazábanla de que habían de impedir las curas y medicinas y lo cumplían.Y como los dolores así de las enfermedades como causados de tales verdugos eran tan continuos, apenas dormía, ni reposaba de día ni de noche y de puro rendida se adormecía, luego se lo impedían con golpe que le daban y con nuevo ruido que hacían.Venía a temporadas un demonio en figura de ermitaño y asistía en la celda, paseándose y pasando unas cuentas grandes y con tanto ruido que muchas veces las oía la religiosa que estaba cerca y era cierto que en viniendo este traidor en esta figura, no dormía un instante y tenían advertido las religiosas que a ninguna hora pasaban por el dormitorio donde estaba la enferma, de día o de noche, que no la oyesen quejar con un quejido tan delicado, subtil y lastimoso y por otra parte tan suave que parecía cosa del otro siglo, causándoles lástima y compasión.Yo la oí en una ocasión que me la trajeron en brazos al comulgatorio y confieso que me quebró el corazón y derramé muchas lágrimas cuando la comulgué. Otra veces le causaban grandes temblores, apretábanle las quijadas sin dejarle hablar ni comer.Arrastrábanla por los suelos en presencia de las religiosas. Jugaban con su cuerpo como si fuera una pelota, arrojándola de unas

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chicharra, cigarra: es un animalejo insecto, que se cría en los montes y parece en el tiempo de estío (Cov.).

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partes a otras, dando golpes contra las paredes. Dejábanla muchas veces por muerta causando inquietud y alboroto en el convento. De ordinario le causaban otro tormento, así estando en el coro en las horas como fuera de él, extraño y de gran penalidad porque le traían la cabeza, dándole vueltas de una parte a otra con tanta prisa como si fuera de tornillo o una devanadera3 sin que las religiosas pudiesen tenerla, admirándose de que un cuerpo humano pudiera quedar con vida en semejante tormenta. Otras veces, la quisieron echar en un pozo y lo hicieran si Dios les diera licencia y permiso para ello. Llevábanla en espíritu por unos riscos y cuestas altísimas, por sendas muy angostas que le causaban grande pavor. Todos estos tormentos de los demonios y otros muchos se irán descubriendo en lo restante a este libro. Padeció esta sierva de Dios, no por espacio de dos o tres años sino de diez años, poco más o menos porque aunque desde el año de noviciado comenzó a tener los prenuncios de lo que después había de padecer porque estando en su celda hacían ruido los demonios y oía que se paseaba uno por ella como vestido de gorgorán4 que hace ruido, y que otras veces le echaban mano de un pecho y se lo apretaban con gran dolor. Realmente entendió que eran duendes5 y también las religiosas y confesores porque no había cosa alguna hasta que por el mes de julio del año de seiscientos y veinte y tres, estando en su celda en compañía de otra religiosa que le asistía por orden de la prelada, se le aparecieron en visión imaginaria los tres demonios asistentes que habemos dicho y los dos se le enroscaron, el uno en la cabeza y el otro en la cintura y esto fue con tan grandes dolores y tan terrible espanto que cayó como muerta en presencia de la religiosa la cual se atribuló de manera que fue a llamar a la prelada que era la madre Melchiora de la Asunción que estaba con la comunidad en oración en el coro.Vino luego y hallóla tal que entendió estaba muerta, y habiendo vuelta en sus sentidos, le refirió el grande trabajo en que Nuestro Señor la tenía por medio de aquellos ministros a los cuales y a los demás vino a perder el miedo, de manera que no le causaban temor ni

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devanadera: máquina en que se ponen las madejas de hilado para devanar (Aut). gorgorán: tela de seda con cordoncillo sin otra labor por lo común aunque también los había alistados y realzados (Aut). 5 duende: especie de trasgo (demonio casero que de ordinario inquieta las casas particularmente de noche, derribando las mesas y demás trastos, tirando piedras sin ofender con ellas, jugando a los bolos y con otro estruendos aparentes que desvelan a los habitadores) o demonio que por infestar ordinariamente las casas se llama así (Aut). 4

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hacía más caso de ellos que si fueran moscas (como lo dijo diversas veces) aunque le causaban tan grandes tormentos hasta que poco tiempo antes de su muerte, permitió Nuestro Señor que tuviese extraños pavores y espantos porque no le faltase este tormento, cosa que puso en confusión a las religiosas y en particular a la madre Francisca de la Natividad que al presente era priora de este santo convento (de cuyas virtudes pudiera decir mucho pero pasólas en silencio por no contravenir al consejo del Espíritu Santo) la cual tenía un ánimo varonil, y así fue la que ayudó desde los principios a llevar la mayor carga y peso de estos trabajos de esta santa religiosa, asistiéndole y teniéndola mucho tiempo en su celda por orden del señor ilustrísimo su prelado y con tener tan grande ánimo que no le causaba temor alguno estas cosas ni a las demás religiosas después le tuvo de manera que se admiraba (como diremos) en otro lugar.

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CAPÍTULO VII

DE LO MUCHO QUE PADECIÓ EN SU ALMA,Y DE LAS VARIAS TENTACIONES QUE LA AFLIGIERON. EN el libro del santo Job se refiere que habiendo dado Dios aquella comisión tan amplia al demonio para que le atormentase, la limitó con estas palabras: Ecce in manu tua est: veruntamen animam illius serva.Todas las cosas de Job pongo en vuestras manos, pero entended, que no le aveis de llegar al alma. Según esto, como sienten muchos doctores, mayor y más amplia fue la comisión que Dios dio a los demonios para atormentar a esta pacientísima virgen, pues se extendió a afligirle el alma con varias, porfiadas y graves tentaciones casi de ordinario contra la fe, la esperanza y la caridad desde el noviciado, sintiendo (contra su voluntad) un tedio contra Dios y las cosas divinas con tanta ceguedad en el entendimiento y con tanta obscuridad que apenas podía entender cosa que no fuese para mayor pena y tormento. La imaginación estaba a veces llena de imaginaciones torpes, infieles, temerosas que le ponían grima1, el entendimiento ciego, la voluntad seca, fría, repugnante a todo lo bueno, con tanta dureza que parecía ramo de obstinación, los sentidos turbados y confusos. La oración, a ratos, le era un teatro de combates, los sacramentos tormento, la obediencia violencia, y ésta le duró por un año y otra contra sus hermanas las religiosas, que ella amaba más que a su misma vida y decía que este fue uno de los mayores martirios que había tenido. Otras veces, le apretaban los demonios para que desesperase de la misericordia de Dios que ya no la había para ella, pues se la tenía entregada y que era alma condenada y sin remedio hasta hacerle entender

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grima: el horror y espanto que se recibe de ver u oir alguna cosa horrenda y espantosa (Aut).

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que no estaba baptizada. Diversas veces le ofrecieron una soga material para que se ahorcase. Otro demonio se le apareció en figura de un galán vestido de verde ofreciéndole que la sacaría del convento si quería consentir en su voluntad. En medio de estas batallas y aflicciones, se le escondía su querido esposo Jesús con tan grandes tinieblas y desamparos que le parecía que su alma estaba en el infierno, trayéndole gravísimos temores y recelos de su salvación sin hallar alivio ni consuelo en el cielo ni en la tierra. Pero estaba el Señor presente (aunque escondido), dándole ánimo y fortaleza como a los santos Hilarión y Antonio para que venciese tan porfiados y fuertes enemigos los cuales, diversas veces, viendo que no la podían vencer con tantas tentaciones y malos tratamientos, dándose ya por vencidos y rendidos (si así se puede decir), le prometían que la dejarían de atormentar con condición que dijese estas palabras: Señor ya no puedo más, pero como su virtud, la fortaleza con un ánimo más que humano les decía, Eso no traidores que esto y mucho más puedo yo vencer con el ayuda de mi Dios. Haced de mí lo que quisieredes, con lo cual se embravecían, haciéndole malos tratamientos con exquisitos tormentos hasta dejarla por muerta.Y para que mejor se entienda lo que padeció acerca de las tinieblas y obscuridades en que Dios la tenía, pondré a la letra las formales palabras que ella misma escribió a su padre espiritual por el mes de julio de 1631: Tengo avenidas de tentaciones contra la fe y es tanta la obscuridad del entendimiento que me acontece decir, Señor, que pierdo el juicio. De todo punto se me escurece la fe sin poder saber ni entender que hay Dios. Pero hay otro género de obscuridad diferente que no quiere el alma salir de él aunque sea muy penoso. Represéntasele al alma Dios, muy airado contra ella, que le parece que todos los tormentos del infierno son pocos para ella y los abrazara de buena gana para la satisfacción de la Justicia Divina. Grandes fueron las ansias y deseos que esta venerable madre tuvo de imitar a los mártires que derraman su sangre por la fe, teniéndoles una santa envidia y emulación. Pero ya que esto no pudo ser, por no haber trajanos2 ni dioclesianos3 que la martirizasen, cumplióle Nuestro Señor sus deseos dando permiso a los tiranos y verdugos infernales para que la atormentasen con martirios que duraron tantos años con los cuales y su gran paciencia y fortaleza entrase victoriosa en el cielo con dos coronas, la una de virgen pura y la otra de mártir valerosa 2 trajanos: por Trajano, emperador de Roma y señor de España, tercer perseguidor de la Iglesia (Cov.). 3 dioclesianos: por Diocleciano, emperador romano [...] fuera muy buen emperador si no persiguiera tan cruelmente la religión cristiana (Cov.).

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porque conforme a la doctrina de San Gregorio, San Bernardo y otros santos, no solamente merecen la corona del martirio los que derramaron su sangre perdiendo las vidas por mano de los tiranos, sino también, los que con paciencia padecieron en este siglo enfermedades, pobreza, persecuciones y trabajos.Y así vemos que lo enseña y canta Nuestra Madre la Iglesia en el oficio de San Martín Obispo.Y veremos en todo el discurso de esta historia que la madre Isabel de la Encarnación no solo deseó con grandes ansias derramar su sangre por la fe (con que podemos decir que faltó el martirio a la voluntad y no la voluntad al martirio), sino que también, padeció los martirios que los santos mártires por mano de los tiranos infernales (con permisión de Dios). Fue mártir con un prolongado martirio de más de diez y ocho años hasta que murió por las increíbles enfermedades que padeció y las rigurosas curas y medicinas que le aplicaron, con grande paciencia, alegría y resignación. Fue mártir por los graves tormentos que padeció en defensa de su pureza virginal. Fue mártir por las terribles obscuridades, desamparos y tentaciones de su alma. Fue mártir por no dejar la devoción de la sacratísima Virgen Señora Nuestra que tantos martirios le costó. Fue mártir por las persecuciones que tuvo del mundo. Fue mártir por los tormentos que padeció por la devoción del Santísimo Sacramento y por recibirle y adorarle en la misa y por la devoción de los santos y sus reliquias. Fue mártir por los martirios que le dieron los demonios por las ánimas del purgatorio y por la salvación de sus prójimos. Fue mártir por las grandes penitencias que hizo mientras vivió desde sus tiernos años. Fue mártir por los continuos martirios con que los demonios la atormentaban porque rezaba el Oficio Divino y daba alabanzas a Dios y por cualquier acto de virtud que hiciese, no solamente ella, sino sus hermanas las religiosas, tomando venganza de esto, como ellos mismos se lo decía. Fue mártir en el ejercicio de la oración porque a veces le era grave martirio. Fue mártir por la continua mortificación que guardó en sus sentidos y en especial en la rabiosa sed que padeció nueve días. Fue mártir hasta en el comer y en el sueño porque la comida le era un martirio por tener postrado el apetito y por no poder dormir, así por los continuos dolores como porque los demonios no la dejaban reposar. Finalmente, toda su vida desde la puericia hasta que murió en una continua cruz y martirio, y en especial, en la observancia religiosa en una religión que profesa tanta penitencia y mortificación en la cual no dio paso ni hizo acción que no le costase terribles tormentos, pero todas las enfermedades, martirios y trabajos corporales y espirituales que padeció en el discurso de su vida, no le causaron tan gran-

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de tormento ni aflicción como el martirio que se contiene en el capítulo siguiente. Confieso que antes de escribirle ocurrí a pedir favor a Nuestro Señor, valiéndome de oraciones de muchos siervos suyos para que me diese su Divina Luz y guiase la pluma en un caso tan extraordinario que no sé que se halle semejante en alguna historia antigua ni moderna. Solamente he hallado que aquel grande trabajo que padeció aquella venerable mujer fuerte, doña María Vela, que tanto pondera el autor de su libro, pues temblaba la venerable de sólo imaginarlo sin hacer caso de otros muchos trabajos que padeció, fue semejante a él que tuvo nuestra Isabel.Y no sé si hubo en aquél las circunstancias que en éste y algunas dejaré omisas por justos respectos con deseo de acertar a decir una cosa tan tremenda para mayor gloria y honra de Dios y aprovechamiento espiritual de nuestras almas.

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CAPÍTULO VIII

DEL GRANDE MARTIRIO QUE PADECIÓ EN DEFENSA DE SU PUREZA VIRGINAL POR TIEMPO DE DIEZ AÑOS. En el principio de esta historia vimos las batallas que la madre Isabel de la Encarnación tuvo contra su pureza virginal, no sólo en el siglo, sino en los años del noviciado y jovenado porque desde entonces comenzaron los demonios a combatirla con fuertes y porfiadas tentaciones sensuales de las cuales salió con ilustres y gloriosas victorias, quedando su pureza más acrisolada y con nuevos merecimientos y coronas. Pero en comparación de las de ahora diremos fueron como pintadas porque Nuestro Señor, para mayor prueba de la virtud y constancia de esta su querida esposa, y para que conozcamos lo que puede hacer su gracia con un instrumento tan débil y delicado como una niña tierna, y para mayor corona suya, permitió que aquel demonio asistente en figura humana (que era el abominable espíritu de lascivia), la combatiese, afligiese con tan terribles tentaciones y representaciones que ponen admiración, diez años continuos sin cesar de día ni de noche sino eran algunos breves intervalos, con extraordinario martirios y tormentos que le daba por ver si la obligaba por mal a consentir en sus infernales intentos ya que por bien y con halagos, no la podía vencer. Acometíale pues con extraña porfía y pertinacia, con graves y torpes tentaciones, visibles e invisibles, y con vivas representaciones, haciendo y diciendo en su presencia con aquel cuerpo aéreo que tomaba.Trasfigurábase en forma de un mancebo lindo, hermoso, amoroso y halagüeño, y con palabras y acciones impúdicas, la procuraba persuadir a que consintiese en las tentaciones, y aunque ella con el auxilio divino, resistía con gran valor y constancia, era tanta su porfía que no cesaba un punto de persuadirla, levantando en aquella alma pura terribles llamas, que en una pureza grande, sólo llegar a las puertas de la imaginación, es el mayor tormento, y así le causa-

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ban sumo horror, temor y tristeza. Crecía la lucha y batalla entre los dos muchas horas continuadas. La virgen resistía, llamando a Dios y a la Santísima María, Señora Nuestra, su particular devota con lágrimas, gemidos y oraciones para que la defendiese de tan peligroso trance y el demonio instaba en su porfiada, abominable pretensión, todo a fin de persuadirla a que había dado asenso a sus pensamientos, con que le quedaba la duda de la liberación en tan terrible contienda viéndose ya vencido y que no podía sacarle un mínimo asentimiento, intentaba acabar con fuerza y violencia lo que con tantos medios suaves no había podido alcanzar de aquel puro y limpio corazón, y usando de la licencia que Dios le había dado, se embravecía, trocando la amorosa blandura en crueldad, haciéndole malos tratamientos con crueles y exquisitos tormentos corporales, aumentándole los dolores de sus enfermedades con tanto rigor que le acabara la vida si Dios no se la conservara milagrosamente. Hallábase tan afligida, tan desconsolada y atribulada en medio de esta lucha y fuerte batería que sus ojos eran unas fuentes de lágrimas de día y de noche.Y aunque tenía librada toda su confianza en Dios que la fortalecía, como las batallas eran tan fuertes y continuas, conociendo su flaqueza con humildad, andaba llena de temores y recelos de no caer en cosa que fuese ofensa de su esposo a quién tenía desde niña consagrada su pureza. Ésta era su aflicción y el mayor tormento que podía padecer y como el demonio le encendía el cuerpo (contra su voluntad) con llamas tan vivas y crueles por las torpezas que hacía y decía, aquí era el reventar del dolor porque le parecía que ya la carne se arrojaba adonde el espíritu no quería.Aquí era donde el demonio la apretaba fuertemente para afligirla y desconsolarla haciéndole entender que ya había dado consentimiento a sus tentaciones, siendo contra la verdad, porque aunque le abrazaban las llamas de ellas, su voluntad estaba más firme que una roca en medio del mar que aunque esté combatida de las olas, no se mueve ni deshace. Pero, afligíale mucho sentir en sí dos apetitos y voluntades que parecían diferentes porque el sensitivo con lo que el demonio le hacía entender parece que asentía, pero el racional confortado con la Gracia no consentía y perdiera mil vidas en la demanda. El alma y el cuerpo como si fueran dos personas distintas así parecía que combatía entre sí una dura y sangrienta batalla entre la naturaleza y la gracia, entre el alma y el cuerpo, entre la carne y el espíritu (como dice San Pablo), y esto por tantos años y la continuación que habemos visto.Y que pasó en una ocasión sin dormir sesenta noches continuas con tan terribles tormentos y temores, gimiendo y llorando sin hallar descanso en la oración ni en los sacramentos ni en los con-

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fesores, pareciéndole que ya Dios la tenía desamparada porque la obscuridad que sentía en su entendimiento era grande y mayor la sequedad de voluntad, pero en la resistencia y valor un diamante, poniendo espanto al mismo demonio y a todo el infierno, pues no podía vencer a una niña tierna y delicada en materia tan peligrosa y en que suele alcanzar tan grandes victorias. Éste fue el mayor tormento y martirio que padeció esta virgen pura mientras vivió porque todos cuantos padeció, así los que habemos dicho como los que después diremos, en su estimación era como nada respecto de éste. Los demás pasábalos con grande ánimo y alegría y paz interior pero éste le causaba tan grande sentimiento que continuamente andaba gimiendo y llorando con increíble aflicción y tristeza, llena de temores y recelos de no perder la joya tan preciosa de su pureza aun con el más leve pensamiento en tan fuerte y porfiada batería, y cuando venía al confesionario llena de lágrimas y aflicciones ya sabía el confesor su pena, antes que la dijese porque los demás trabajos y tormentos no le causaban semejantes sentimientos y a veces era tanto el que mostraba que el confesor, sin poderse ir a la mano, lloraba tiernamente de lástima y compasión porque quebrara el corazón a las piedras si fueran capaces de compasión y sentimiento. Si se pondera con piadosa consideración lo que esta sierva de Dios padeció en defensa de su pureza virginal, la podremos llamar a boca llena, mártir de la castidad, pues los tiranos antiguos no hicieron mayor violencia a las santas vírgenes por quererles quitar la fe y virginidad juntamente como el demonio hizo a esta sierva de Dios de cuyas batallas salió como el oro del crisol más fino y apurado, más pura virgen con corona de mártir: más pura, más humilde, más recatada, más admirada de la Gracia Divina que le dio valor y fortaleza para vencer tan porfiada y sangrienta pelea de tantos años y de tan poderoso y fuerte enemigo el cual hubo de confesarse por rendido y vencido, pues nunca le pudo sacar una mínima ofensa contra su virginal pureza ni a ella le quedó remordimiento de conciencia que después le inquietase que es prueba muy suficiente de que la victoria quedó por la gracia. Antes que cierre este capítulo, referiré un caso particular que a esta sierva de Dios sucedió por ser concerniente a la misma materia.Vivía con tanto cuidado en traer compuestos los sentidos exteriores que son las puertas por donde entra la sensualidad, que jamás miró a persona de la iglesia cuando estaba en el coro, pues en una ocasión que fue llevada en procesión la imagen de la Santa madre Teresa de Jesús en una solemnidad que hubo, habiendo bajado al coro con otras religiosas a ver la Santa que estaba muy bien

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aderezada, sin advertencia acertó a mirar a un hombre que allí estaba y aunque luego reparando el descuido sin detención alguna, recogió la vista y cerró los ojos, tuvo después que padecer tres años continuos de representaciones con el demonio. La afligió sobre manera por una inadvertencia tan ligera, para que entendamos el cuidado y vigilancia con que hemos de vivir en la guarda y recogimientos de los sentidos para conservar la pureza que tantos contrarios tiene y tan domésticos. Pues vemos que una virgen tan pura tuvo tanto que padecer por un leve descuido e inadvertencia aunque de todo la sacó Nuestro Señor con excelentes victorias, medras y ganancias espirituales. Concluyo este capítulo advirtiendo el piadoso lector que por dos razones me pareció conveniente escribir tan por extenso el martirio y trabajo que esta virgen y mártir padeció en defensa de su pureza virginal. La primera, por no privar de tanta gloria y honra y alabanza como se debe al brazo poderoso de la omnipotencia de Dios por unas victorias tan grandes como alcanzó con un instrumento tan flaco y débil en ignominia y oprobio del demonio que en tantas baterías y batallas siempre quedó vencido, y así no era justo que esto se ocultase, pues de ello ha de resultar tanta gloria y honra a Dios Nuestro Señor. La segunda razón y motivo que tuve fue para que las almas puras que tienen consagrada su pureza a Dios se animen y no desmayen ni se desconsuelen cuando se vieren cercadas de tentaciones y representaciones abominables, tan vivas que les causen en la sensualidad terribles incendios: con el ejemplo de esta venerable madre que poniendo toda su confianza en Dios con profunda humildad y haciendo de su parte lo posible, pueden vivir seguras de que Nuestro Señor las sacará a paz y salvo de semejantes batallas con muy aventajadas coronas y victorias.

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CAPÍTULO IX

COMO EL DEMONIO PROCURÓ QUITARLE LA HONRA Y FUE TENIDA POR ENDEMONIADA Y LO QUE PADECIÓ CON ALGUNOS CONFESORES. Multa tribulationes iustorum; sed de omnibus liberabit eos Dominus. Muchas son las tribulaciones de los justos (dijo el profeta David) pero el señor los librará de todas. Bien grandes fueron las que esta alma justa padeció en el discurso de su vida, así en el cuerpo como en el espíritu (como habemos visto y veremos en lo restante de este libro), y para que no dejase de experimentar trabajo ni tribulación alguna, permitió Nuestro Señor, para su mayor merecimiento y corona, que padeciese persecuciones del mundo en su honor y reputación que es trabajo que de ordinario sigue a los siervos de Dios (como dijo San Pablo), y tanto y mayor cuanto los contrarios son más espirituales, más doctos y de mayor autoridad en la República. No se puede negar que el camino por donde Nuestro Señor llevó a esta sierva suya, por ser tan extraordinario, estuvo lleno de dificultades, en especial a los principios, porque en semejantes cosas se deben hacer muchas pruebas y experiencias para conocer el espíritu, con grande tiento y circunspección, sin arrojarse luego a reprobarlo (como algunos hacen) que quieren medir las magníficas obras de Dios con su corta capacidad y sin más consideración, a carga cerrada1 atribuyen a ilusión y engaño del demonio lo que no pueden alcanzar con sus razones y argumentos.Así sucedió con el espíritu de esta sierva de Dios, a muchos hombres doctos que la comunicaron2: de

1 carga cerrada: el disparo que hace un ejército contra otro […] tirando a un mismo tiempo todos los soldados (Aut). 2 comunicar: es tratarle y conversarle (Cov.).

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los cuales unos la tuvieron por endemoniada, otros por embustera y mujer de mala vida, y otros por ilusa.Y esta era la censura más blanda que dieron a su espíritu permitiéndolo así nuestro Señor para que lo imitase en los agravios y afrentas que padeció, pues sus enemigos dijeron que era una endemoniada, embustera y de mala vida y costumbres. Ad solatium servorum fuorum. Para consuelo de sus siervos (como dijo San Agustín) cuando el mundo los tratare, como trató a Cristo nuestro bien. De aquí resultó grande sospecha del espíritu y camino de esta sierva de Dios en sus prelados y preladas, temor y recelos en las religiosas, duda y perplejidad en algunos confesores, tanto que pareció a personas espirituales convenía recatarse de ella, entre las cuales hubo un confesor docto que creyó muy de veras que estaba endemoniada y que todos eran embustes, e hizo diligencias para que la persuadiesen que los confesase de plano voluntariamente porque si no quisiese, lo haría con fuerza y violencia en grave detrimento de su honor y persona. Dijéronselo y también que se tenía sospecha si tenía algún trato con el demonio y que sus cosas tocaban al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y advirtiese que traía confusos y escandalizados tantos hombres doctos con sus cosas. Todo lo llevaba con grande paciencia y resignación en la voluntad de Dios, sin alterarse ni mudar el semblante que son efectos de la buena conciencia aunque se afligió mucho con este trabajo porque tocaba en lo vivo del corazón, y mucho más porque una persona grave le dijo que creyese que su vocación a la religión no había sido de Dios sino por orden del demonio, pues había entrado a turbar a esta santa comunidad y viéndose afligida, lo comunicó con un confesor y le respondió lo mismo. Llegó a tanto su desconsuelo y aflicción que le persuadió el demonio que la habían de echar ignominiosamente de la religión.Aquí se le levantó una polvareda de desconsuelos y aflicciones que no se pueden encarecer viéndose perseguida de los hombres letrados del mundo y de los confesores que sentían mal de su espíritu haciéndole entender el demonio que decían verdad, los cuales entendiendo que estaba endemoniada, trataron de conjurarla con los exorcismos que la Iglesia tiene ordenados. Pero antes que pasemos adelante se debe de advertir que hay dos maneras de personas combatidas y atormentadas por el demonio: las unas se llaman posesas que tienen dentro del cuerpo al demonio por pecados graves que han cometido para cuyo remedio sólo los Exorcismos del Manual 3 porque

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Posiblemente se refiere al Rito de los exorcismos aprobado por el papa Pablo V en 1614.

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en virtud de ellos vemos que el demonio desampara el cuerpo del miserable paciente de que están llenas las historias. Otras personas hay llamadas obsesas, las cuales tienen asistente al demonio, fuera del cuerpo, causándoles en él y en el alma graves martirios y tormentos y éstas son almas de grande pureza y santidad como fueron el santo Job, San Antonio Abad y la venerable señora doña María Vela, y otros muchos de cuyo número fue esta venerable madre de quien vamos tratando a las cuales ejercita Nuestro Señor por este camino dando permiso al demonio para que las atormente, y ellos ganen aventajados grados de merecimientos con la paciencia por el tiempo que su Divina Majestad es servido.Y para remedio de estos, no son los exorcismos, ni surten efecto para que el demonio asistente los deje, pues asiste por orden del mismo Dios a quien todas las cosas obedecen. Esto supuesto, digo que estos padres que vamos diciendo, habiendo entendido que nuestra religiosa era posesa y no obsesa, con licencia expresa del prelado, entraron en el convento diversas veces a conjurarla4 como a endemoniada con las ceremonias del Manual. Ella obedeció el mandato con prontitud y rendimientos, ofreciendo a Dios aquella afrenta que recibía, teniendo en el ínterin grande paz interior.Y estando en altísima oración, con el rostro y semblante grave y compuesto, aunque a veces se embravecían contra ella los demonios asistentes, y la ahogaban sin dejarle pronunciar el santísimo nombre de Jesús y María, y era menester tenerla fuertemente dos religiosas y dos sacerdotes que asistían a este acto, pero era el trabajo en vano porque los demonios asistentes no la desampararon hasta que Nuestro Señor fue servido como diremos en su lugar.Y aunque un religioso grave que siempre aprobó su espíritu la conjuró también, no fue porque creyese que era endemoniada sino por la grande instancia que le hicieron las preladas a las cuales dijo que no tuviesen temor ni recelo alguno porque el camino de aquella religiosa era seguro y su espíritu de Dios y que mientras la había conjurado estaba interiormente con grande paz y en oración. Por lo que más les atribulaba y a los que la tenían por posesa eran los ademanes que hacía en aquel acto y algunas palabras que decía, siendo cierto que no estaban en su mano pues estaba con suma paz en su alma sino por orden de los demonios asistentes. Otro religioso docto y discreto vino también a conjurarla y viéndola con tanta paz y modestia dijo con mucho sentimiento que él había visto en

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conjurar: sinifica algunas veces exorcisar, conjurar nublados y demonios. Esto se debe hacer conforme almanual, y no en otra manera (Cov.).

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España personas endemoniadas, pero que la que tenía presente no tenía traza de serlo en ninguna manera y que él había hecho aquel oficio por habérselo mandado la obediencia y quedó de allí adelante muy aficionado a su virtud y buena vida y fue uno de los que la consolaron y probaron su espíritu. Pero al fin, permitió Nuestro Señor que las preladas y religiosas y algunos confesores que habían sido de contrario parecer, se desengañasen con el discurso del tiempo por las muchas experiencias que hicieron, atendiendo con particular advertencia todas las acciones públicas y secretas de esta sierva de Dios y viendo que no hallaban cosa digna de reprehensión y que su camino era todo de cruz, trabajos y mortificación, con grande humildad, obediencia, silencio y resignación, sin mudar paso ni semblante con una admirable paciencia, se sosegaron sin tener más dudas ni recelos.Y el que más contrario le fue a los principios, se resolvió a confesarla generalmente, por orden de la prelada, para descubrir por este camino la verdad.Y viendo la llaneza y entereza de la confesión y la grande pureza de aquella alma cándida, quedó maravillado y al fin mudó parecer y aprobó su espíritu por bueno, dando muchas gracias a Dios que permitió semejantes debates y contradicciones para que esta venerable madre saliese como el sol: post nubila clarior. Pues aunque permite que sus siervos padezcan detrimento en la reputación, es para mayor bien y para que su limpieza y honor quede ejecutoriado y más acreditado.

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CAPÍTULO X

DE LOS QUE APROBARON SU ESPÍRITU. Pero entre estas dudas y recelos de hombres doctos, hubo otros muchos de grande santidad y letras que confesaron y comunicaron a nuestra religiosa y la animaron y ayudaron mucho, aprobando su espíritu entre los cuales fue el muy reverendo padre fray Andrés de la Asunción que a poco que murió, habiendo sido provincial de esta santa provincia de San Alberto de los Carmelitos Descalzos de esta Nueva España, persona de muy grandes letras y conocida virtud y que fue bien ejercitado de Nuestro Señor en trabajos espirituales y corporales.También aprobó el espíritu de esta sierva de Dios, el doctor Francisco Durán, clérigo presbítero, que murió siendo capellán y confesor de este santo convento cuyas letras fueron muy conocidas y celebradas en este reino.Aprobáronle también otros muchos religiosos de la misma orden de Nuestra Señora del Carmen de esta dicha provincia de San Alberto, personas que la han gobernado siendo prelados, y eran de mucha autoridad por sus letras y conocida virtud y el uno de ellos la gobernó el tiempo que estuvo en esta ciudad dándole la obediencia con voto de no encubrirle cosa de las que pasasen por su alma con licencia que tuvo de su prelada. También la ayudó y consoló mucho otro padre muy grave, docto y muy diestro en materias espirituales de la Compañía de Jesús, el cual luego que la comunicó, conoció su buen espíritu y la consolaba, no solamente cuando residió en esta ciudad, sino por cartas cuando estaba ausente, de suerte que con el ayuda y dirección de estos padres espirituales tuvo grande alivio y ayuda en los grandes trabajos y tribulaciones interiores que padecía, pero como se iban de esta ciudad, era forzoso haber de volver a comunicar con los otros confesores que eran contrarios a su espíritu y así salía del confesionario con nuevas dudas, miedos y sospechas, de si estaba engañada o no, ati-

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zando estos pensamientos los demonios con mentiras y quimeras para afligirla y desconsolarla.Y otras veces cuando estaba en el rigor de sus enfermedades y trabajos, como no podía viajar al confesionario, padecía grandes desamparos sin tener a quien volver los ojos, que era un grave tormento porque no hay duda, sino que las almas que caminan por estos caminos extraordinarios no hallan otro consuelo sino la comunicación de los padres espirituales que entienden su espíritu.Y si esta les falta, andan como un navío de tempestad sin gobernarle piloto. Pero como Nuestro Señor asiste a estas almas con particular providencia acude a su consuelo cuando están más afligidas y desamparadas de los auxilios humanos como sucedió a esta sierva suya porque estando en la cama muy apretada de sus enfermedades y en un grave desamparo de su alma, se puso en oración pidiendo remedio a Dios por el camino que fuese servido, pues sabía que no tenía confesor, ni padre espiritual a quien volver los ojos, apareciósele su Santa madre Teresa de Jesús, con cuya vista se consoló mucho, animóla y alentóla, diciéndole que pusiese toda su confianza en Dios y que siguiese los consejos de un padre espiritual que le había escrito pocos días había porque por su medio, había de tener mucha luz y consuelo. Con lo cual quedó muy animada, y mucho más cuando vio que se comunicaba con él en espíritu de allí adelante, sucediéndole esto muchas veces, quedando maravillada de que cuando veía cerrados los puertos para su consuelo, le abrió Nuestro Señor este tan extraordinario y milagroso con que andaba tan alentada que causaba novedad en el convento.Y estando un día en el coro en oración, admirada de cómo podía ser aquella comunicación que tenía con este padre espiritual, siendo tan cierta y verdadera, no dudando en la sustancia sino en el modo, se le apareció su ángel custodio y le puso delante un espejo cristalino y mirándolo se vio a sí misma de rodillas delante de quel mismo padre dándole cuenta de su espíritu con lo cual le dio a entender su ángel que las cosas divinas se deben venerar con respeto y rendimiento sin escrudiñar el modo. Pues, no hay cosa imposible a la ominipotencia de Dios.Y, otras veces, le enviaba su majestad al ángel custodio del mismo padre en su figura y hábito para que la consolase cuando estaba en el rigor de las batallas con los demonios, los cuales le decían muchos males de él y la persuadían que no lo creyese que la engañaba. Pero, como Dios le daba a entender lo contrario, no le turbaban estas persuasiones demás de que la experiencia le mostraba que cada vez que lo comunicaba, ora fuese en espiritu o en el confesionario, aunque le hallase muy afligida, cobraba nuevo ánimo, vigor y aliento y consuelo.

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SEGUNDA PARTE DE LA VIDA DE LA VENERABLE MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN. RELIGIOSA DESCALZA CARMELITA

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CAPÍTULO I

DE SU PROFUNDA HUMILDAD. Ya es tiempo que tratemos de las excelentes virtudes con que esta alma pura estuvo adornada, y porque la humildad es el fundamento de ellas, como dijo San Augustín.Trataremos de la que tuvo que fue en grado heroico, pues fue el cimiento sobre que fundó este edificio espiritual de las demás virtudes que ejercitó desde su tierna edad. Con ningún modo podré declarar mejor la humildad de que esta venerable madre tuvo que con la doctrina del Angélico Doctor Santo Tomás el cual pone los grados que ha de tener la perfecta humildad interior y exterior, en que se incluyen otras virtudes que de ella proceden. Dice pues que el verdadero humilde no solo ha de serlo interiormente sino también exteriormente, trayendo los ojos fijos en el suelo, hablando pocas palabras muy medidas con voz mansa sin que sea fácil en cosas jocosas y de risa, guardando silencio sin ser singular en sus acciones. Ha de creer y confesar que es más pecador, más vil, más indigno y más inútil que los demás. Ha de ser obediente, teniendo paciencia en las cosas adversas. No ha de ser amigo de su propia voluntad y parecer, sujetándose a los demás aunque sean inferiores, y, finalmente, ha de andar con continuo temor y reverencia a la Majestad de Dios, Nuestro Señor. Todos estos grados de la perfecta humildad hallaremos en esta virgen pura con grande excelencia porque siendo así que desde sus primeros años fue tan prevenida con la gracia de Dios que en su vida no hallaron sus confesores que hubiese cometido pecado mortal, antes conservó la gracia que recibió en el Santo Baptismo (que es cosa rara y peregrina) y que, cuanto era posible, vivía con especial cuidado de no cometer pecado venial ni imperfección, a lo menos con advertencia, como lo certifican las religiosas y confesores. Con todo esto, tenía tan alto conocimiento de la soberanía y

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alteza de Dios y juntamente de su miseria y vileza que en su estimación era la mayor y más vil pecadora del mundo y la más ingrata a los beneficios de Dios los cuales siendo tan singulares (como veremos después), pues la trataba con tanto amor y cariño y familiaridad, descubriéndole las cosas futuras, con don de profecía, la gloria de los bienaventurados en cuya compañía asistió diversas veces entre las vírgenes que seguían el cordero, comunicando ordinariamente con su ángel custodio y teniendo muchas veces vistas y apariciones de la santísima Virgen María, Madre de Dios, Señora Nuestra de su madre Santa Teresa, de San Benito1 y otros santos y almas ya bienaventuradas a quien trató y comunicó en el mundo.Y que muchos que estaban en el purgatorio venían a pedirle el socorro de sus oraciones y trabajos, significándole cuán agradables eran a Dios.Todos estos favores y privilegios no sólo no le causaban vanagloria ni estimación propia más antes, le servían de aniquilarse y humillarse más, atribuyendo a Dios sus dones sin atribuirse a sí cosa alguna. Causábanle nueva confusión, nuevos temores y recelos de la estrecha cuenta que había de dar en el tribunal divino de tantas mercedes, juzgándolas por mal empleadas y peor aprovechadas y que si el mayor pecador del mundo las recibiera, fuera más agradecido a la infinita liberalidad de Dios y aunque padecía tantos trabajos y tormentos con tanta paciencia y resignación, todo le parecía nada en recompensa de tantos dones.Y así andaba continuamente con nuevas ansias de padecer y más padecer por satisfacer en algo tantas obligaciones en que se veía puesta. Pero lo que más se debe ponderar es que habiendo tenido revelación de su predestinación y de que no había de pasar por el purgatorio2, andaba continuamente con grandes temores y recelos de su salvación, como si fuera la mayor pecadora del mundo, derramando muchas lágrimas, cosa que causaba admiración y confusión a las religiosas que conocían su grande virtud y veían tantos temores en ella de no perder a Dios. Éste era su dolor y su cuidado de día y de noche teniendo por incierta cualquiera seguridad en esta miserable vida y de ordinario decía a sus confesores y preladas estas

1 San Benito Abad, fundador de los Benedictinos, es particularmente reverenciado por los órdenes religiosos por ser el autor de la Regla de los monjes, compuesta en c. 570 d.C. en latín. El texto está compuesto por un «Prólogo» y 73 capítulos que describen, por ejemplo, las clases de monjes, nomenclatura de oraciones, consejos sobre la vida espiritual y monacal, etc. 2 Desde san Agustín, el libre albedrío es parte de la doctrina de la Iglesia. Por esto, el comentario resulta curioso.

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formales palabras: ¿No temo el padecer, sino si he de ser ingrata a mi Dios? ¿Si le tengo de ofender? ¿Si le tengo de perder? Confesábase con extraña humildad, ponderando sus defectos como si fueran gravísimos, siendo más descuidos leves de la naturaleza, hechos sin advertencia, y por ellos se juzgaba digna de muchos años de purgatorio. A todas su hermanas las religiosas tenía por santas, haciendo grande aprecio de su virtud, con una santa envidia y emulación, viendo que acudían a las obras de su comunidad y religión con tanta puntualidad, teniéndose así por inútil y desaprovechada y que sólo les servía de trabajo y cuidado por estar tan impedida, juzgando que por sus pecados no merecía andar en tan santa compañía. Persuadíale el demonio que por no ser de provecho sino de carga y cuidado al convento, la había de echar de él, cosa que sentía en el alma sólo imaginarla por el grande amor que tenía a la religión.Y también, la afligía cada vez que se humillaba para que desconfiase de la infinita misericordia de Dios, de manera que hasta en esto tenía que padecer. Sentía mucho que hubiese quien hiciese caso de ella y deseó que todos la olvidasen, hasta sus deudos. Preguntándole una vez su confesor, cómo la tenía tan olvidada, le respondió: Padre, no tienen ellos culpa alguna porque yo se lo he suplicado a Nuestro Señor y me lo ha concedido. Esta profunda humildad que tenía fue principio de los singulares favores y consuelos que Nuestro Señor le comunicaba, los cuales la hacían siempre más humilde sin que las religiosas, en tantos años, conociesen en ella algún rastro de vana estimación o soberbia cuando hubo tantos pareceres dudosos en su espíritu, teniendo muchos hombres doctos sospechas de que iba errada. Estuvo tres años sola en una celda apartada de las demás religiosas sin que se oyese de su boca la menor queja del mundo porque se persuadía que tenía razón y cuando los confesores y preladas le decían que iba herrada y que su espíritu no era de Dios, dándole ásperas reprehensiones, callaba sin disculparse, volviendo los ojos a Dios que sabía su inocencia y conformándose con su santa voluntad. Finalmente, llegó a tener no sola la humildad de los pecadores, nacida de los pecados pasados, sino la de los inocentes que procede de los divinos dones que Dios comunica al alma con los cuales le infunde luz y claridad para que conozca que todo lo bueno es de Dios y que de su parte ni son, ni pueden, ni valen nada, la cual es humildad más generosa y perfecta que la ordinaria.

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CAPÍTULO II

DONDE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA HUMILDAD. A la humildad interior (de que hasta ahora habemos tratado) ha de acompañar la exterior en los actos exteriores, como dijo Santo Tomás en el lugar citado, pues esta sierva de Dios no se contentó con la humildad interior sino que fue muy aventajada en la exterior en todas las acciones porque como era tan humilde de corazón, rebozaba por los ojos, por la boca, y por las demás acciones y ejercicios la humildad que en él tenía encerrada. Traía ordinariamente los ojos fijos en el suelo, sin mirar a las religiosas al rostro, y siempre que estaba en presencia de las preladas o antiguas era grande su modestia y compostura. Guardaba perpetuo silencio, soledad y recogimiento interior, estando en su celda meditando la ley del Señor como lo manda la regla. No hablaba con la compañera que tenía en la celda si no era cosa tan necesaria que no le pudiese excusar para el remedio de sus continuas enfermedades.Y las pocas veces que podía asistir con la comunidad en las dos horas que las religiosas se juntan cada día (conforme a las constituciones) a tener una honesta conversación en el lugar diputado1 para ello, estaba con sumo silencio, sin hablar si no era preguntada, y sus palabras eran pocas, muy medidas y de edificación y con una voz tan mansa y apacible que causaba devoción a quien la oía. No se entremetía en cosas del gobierno del convento (que tanto perturba la paz religiosa), guardando siempre silencio, y decía muchas veces que los religiosos que no son entremetidos gozaban en esta vida del cielo, y que los que lo eran, gobernaban en vano y no tenían paz, ni la dejaban tener a los demás y decíales a las religiosas estos versos que tenía escritos en un libro. 1

diputado: destinar o señalar (Aut).

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Capítulo II

127 Si obedezco tendré paz: ¿en lo demás quién me mete? Ruede el mundo, paz del alma, y venga lo que viniere. Cuatro cosas he de hacer, si me quiero conservar, No ver, oír, y callar, y callando ensordecer.

Jamás se le oyó palabra que pudiese tener rastro de ira o descompostura o desabrimiento.Y si es cierto que toda su vida estuvo en una perpetua cruz, tan cercada de dolores y trabajos interiores y exteriores que lugar pudieran tener entre tantos martirios y tormentos, las palabras jocosas y de risa, fue singular la modestia que en esto guardó. Era enemiga de singularidades (que en una religión suele ser la piedra del escándalo), y cuando era necesario hablaba altamente en esta materia. En la celda, en el vestido y en lo demás, no sólo no tenía singularidad2, ni vana curiosidad, antes gustaba de verse con la cama y hábito y velo más pobre, roto y remendado.Y cuando la ropera y refitolera3 tenían cosas rotas y deshechadas, ya sabían que ninguna las recibía con mayor gusto y agrado que la madre Isabel de la Encarnación porque tenía por cierto y decía que aun lo muy desechado y despreciado no merecía.Y así, no pedía cosa alguna de que tuviese necesidad, dejándose a la providencia de las preladas que están en lugar de Dios y cuando la enfermera le llevaba de comer lo recibía con tanto amor, agradecimiento y estimación como si fuera una pobre a quien por caridad y no por obligación se le hiciera limosna, y con tener de ordinario el apetito postrado, ni se quejaba de la comida, ni pedía más de lo que le daba. Continuamente estaba pidiendo perdón a las enfermeras y compañeras, a las preladas y religiosas, del mucho trabajo que les daba con sus continuas enfermedades, juzgándose por inútil y pesada al convento y que les daba mal ejemplo de no acudir como quisiera al curso de la comunidad de que pedía perdón de ordinario con grande humildad.Y las pocas veces que podía, acudía con grande alegría y prontitud a servir a las enfermas y ejercitar los oficios más humildes de la casa, siendo la primera en ellos y en las mortificaciones que se hacen continuamente en este santo convento, así en el 2 3

singularidad: la particularidad, distinción o separación del común (Aut). refitolera: la religiosa que tiene cuidado del refectorio (Aut).

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refectorio como en los capítulos.Y es cosa cierta que si hubiera tenido salud, ninguna religiosa le hubiera llevado la ventaja en estas cosas. La pobreza exterior (que así mismo procede de la humildad interior) se guarda con gran puntualidad en este religioso convento como lo mandan las reglas y constituciones porque no hay propiedad en hábito ni celda (que está sin llave), y en ella, no hay más que la pobre cama, una cruz grande pintada en la pared, otra de madera, una calavera, un banquillo pequeño, una canastilla abierta de las ordinarias para la costura que manda hacer la prelada sin que ninguna religiosa tenga arca. Permítesele que tenga alguna imagen de papel con algunos libros devotos, pero en ellos, ni aun en el breviario, no tiene propiedad porque están a la disposición de las preladas.Y lo que más es que no se probará que religiosa alguna en su vida haya tenido, ni poseído medio real, ni una blanca, ni la ha visto en sus manos si no es que sea prelada o tornera a cuyo cargo está el sustento del convento. Esta humilde pobreza guardó nuestra religiosa con grande observancia todo el tiempo que vivió, estando más alegre y contenta cuando se veía con lo más despreciado porque todas cuantas cosas hay en el mundo, las despreciaba, como dijo el Apóstol San Pablo. Pues en la obediencia y rendimiento a la voluntad de las preladas, y aun de las demás religiosas sin tener propia voluntad, fue singular, y también en la paciencia que son los otros grados de la virtud de la humildad de lo cual trataré en su lugar y así no me detengo en esto. Solamente diré que llegó nuestra venerable madre al grado altísimo de la humildad que pocos alcanzan que es mostrar dolor y sentimiento en las honras y alegría, y regocijo en las injurias y afrentas como dice Ezequiel en sus ejercicios porque en el tiempo que anduvo su espíritu en tantas opiniones, entre los hombres doctos que entendían estaba endemoniada y que era una embustera y como tal, debía ser castigada por los prelados. Entonces, estaba ella con grande paz y alegría en su alma y no sólo no tenía enojo, ni sentimiento contra los que así la injuriaban sino que los disculpaba, procurando salvar su intención y cada vez que entendía que la tenían por buena y en especial cuando las religiosas le rogaban las encomendase a Dios, se afligía por entender que tenían buen concepto de su virtud, diciendo que era la mayor pecadora del mundo y la que más necesidad tenía de las oraciones de todas. Cuando en los muchos ratos que tenía, estando enajenada de sus sentidos, hablaba acerca de las cosas celestiales que el Señor le comunicaba. Sentía sobre manera que la hubiesen oído las religiosas y para haber de decir lo que Dios le había revelado, era menester que la prelada se lo mandase por obediencia, y

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entonces, hablaba con grande confusión y encogimiento, haciendo muchos actos de humildad y dando a entender que aquellas mercedes le hacía Nuestro Señor, no porque ella fuese más virtuosa que las demás, sino para manifestar su infinita bondad y misericordia que tanto más resplandecía en comunicar sus dones a quien no los merecía por sus pecados. Bendita sea y glorificada por todos los siglos porque así esconde estos arcanos y secretos maravillosos de los sabios soberbios del mundo y los revela a los pequeñuelos y humildes como lo fue esta venerable madre en lo cual vemos verificado lo que Cristo nuestro bien dijo en su Evangelio que los que fueran humildes, serán honrados y ensalzados, permitiendo ahora que se publiquen y prediquen las virtudes de una pobre religiosa Descalza tan retirada, que tanto deseó ser abatida y humillada y no conocida para que nos sirva de ejemplo.Y su Divina Majestad sea ensalzado, glorificado por las maravillas que obra en sus santos como dijo el real profeta David, Mirabilis Deus in sanctis suis.

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CAPÍTULO III

DE SU OBEDIENCIA. Así como el médico conoce por el pulso el concierto o desconcierto de los humores interiores del enfermo, de la misma suerte el médico espiritual por la obediencia conoce las virtudes o desconciertos del alma, y así confiesan los padres espirituales que donde no hay obediencia, no puede haber santidad, ni otra virtud considerable y en especial en los que la profesan por voto que por eso dijo San Gregorio: Obedientia sola est, quæ menti cæteras virtutes inserit, incertas que custodit. La obediencia es la que injiere en el alma las demás virtudes y la que las guarda. Por ser como es hija de la humildad y es cosa cierta que el que fuere muy humilde será muy obediente de lo cual podemos inferir que habiendo tenido tan grande humildad (como vimos en los capítulos antecedentes), fue así mismo grande la obediencia que tuvo porque desde niña la empezó a ejercitar en el siglo, siendo muy obediente a sus padres en cuanto le mandaban y si tenía algún descuido en esto, les pedía perdón de rodillas.Y cuando trataron de darle otro estado de él que ella pretendía y tenía ofrecido a Dios, sintió mucho faltar en la obediencia a sus padres. Desde que entró en la religión, antes que profesase, dio muestras claras de lo mucho que se había de aventajar en esta virtud porque era obediente y puntual a todo cuanto le mandaban con grande silencio y alegría. Pero después que profesó y se obligó por voto a la obediencia, conociendo las nuevas obligaciones que le corrían de cumplirlo y teniendo luz particular del cielo del grande aprecio que esta virtud tiene en los ojos de Dios, procuró aventajarse en ella con grandes ansias y deseos de ser muy obediente a sus preladas y obedeciendo sus mandatos como los del mismo Dios, captivando y sujetando su entendimiento a ciegas sin discurso alguno, sin hacer réplica, ni poner dificultad en cosa que le mandasen aunque fuese al parecer imposible.Y no sólo ejecutaba cuanto le mandaban, sino que

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interiormente se alegraba de que le mandasen cosas contra su gusto y voluntad porque siempre fue enemiga de su parecer y propia voluntad por ser tan contraria a la profesión religiosa y a la humildad que ella tanto amaba. Como siempre la traía Nuestro Señor crucificada con tantos trabajos y tormentos interiores y exteriores, y tenía prendas ciertas de que éste era el camino cierto y seguro para el cielo, hacía grande aprecio del padecer y tenía escritas en su celda, en una tablita, estas palabras: Amor meus crucifixus est. Mi amor está crucificado. Acordábase de ordinario de aquellas palabras del apóstol San Pablo: Factus obediens usque ad mortem: mortem autem Crucis. Fue obediente el Señor hasta la muerte, y muerte de Cruz. Con esta consideración se alentaba a obedecer con resignación, y aceptar con alegría, cuantos trabajos le viniesen de su mano y a ser obediente a sus preladas, no sólo en las cosas fáciles sino en las dificultosas, siguiendo en esto el consejo de su Santa madre Teresa de Jesús que traía de ordinario en la boca estas palabras. La verdadera obediencia se prueba en las dificultades porque el Señor le había dicho que no era obedecer si no estuviese determinada a padecer, y así tuvo esta venerable religiosa firme determinación de obedecer cuánto le mandasen como veremos en los casos siguientes. Siendo novicia empezó a padecer aquella fuerte y terrible tentación contra su pureza (como vimos al principio) para cuyo remedio acudió a la prelada (que entonces era) la cual le ordenó que procurase no dormir sino estar siempre en vela y oración, pidiendo favor a Dios cuya orden obedeció con tanto cuidado que por no dormir no se desnudó, ni acostó en la cama en al año del noviciado, ni después, teniendo una cañita en la mano para que cuando se cayese la despertase. Éste fue el primer acto heroico de obediencia que hizo en la religión. El segundo fue la prompta obediencia con que se sujetó a la prelada en aquella sed rabiosa que tuvo cuando le mandó que no bebiese como se dijo al principio. En todas las enfermedades que padeció en el discurso de su vida, era cosa notable ver la obediencia y rendimiento que tenía a las preladas y a los médicos y cirujanos en tantas curas y remedios como le ordenaban que a veces le eran más penosos y de mayor tormento que las mismas enfermedades y aunque se veía que no le habían de ser de provecho ni alivio alguno porque era ejercicio que Dios le daba a cuya voluntad no puede haber resistencia, sufría y obedecía, sujetándose a la obediencia la cual no solamente tenía a las preladas sino a las enfermeras y compañeras que le asistían, y

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cuando le traían la comida, les rogaba con grande encarecimiento que se la pusiesen en el suelo donde gustaba de comer por su humildad, sin que le pusiesen mesa ni otro aparato pero si se la ponían, obedecía y se rendía, aunque era contra su voluntad. Mandábale la prelada que algunas veces para divertirse, hiciese costuras curiosas y aunque estaba en la cama con sus enfermedades, se esforzaba y animaba y las hacía poco a poco con grande primor y curiosidad y no con pequeño trabajo, alegrándose mucho de tener que padecer con el mérito de la obediencia, sin excusarse, pues estaba tan legítimamente impedida. Otras veces, se animaba y levantándose de la cama, iba por ver a sus hermanas las religiosas, a quien tanto amaba a la recreación donde todas se juntan.Y cuando más consolada estaba, le mandaba la prelada se fuese a su celda porque no le hiciese daño a su salud. Obedecía sin réplica, haciendo a Dios en esto un grande sacrificio y un acto heroico de obediencia, íbase a su celda sola pero muy acompañada de su Divina Majestad. Estando otra vez bien apretada en los principios de sus enfermedades con excesivos dolores, le mandó la prelada que se animase y levantase a servir el refectorio aquel día. Obedeció y sin replicar ni decir palabra, se levantó de la cama dándole Nuestro Señor esfuerzo, milagrosamente, y fue al refectorio y sirvió a las religiosas, pero fueron tan grandes los dolores que allí padeció con el movimiento y ejercicio, que estuvo reventando sin darlo a entender y decía después que escogiera a la naturaleza de mejor gana que le atravesasen un puñal que pasar semejante tormento como el que allí tuvo.Viendo la prelada cuán bien le había salido aquella prueba de obediencia, sin entender lo mucho que le había costado a la pobre enferma, le mandó que vistiese lana y comiese pescado y las demás cosas que las religiosas comen, lo cual hizo con grande puntualidad sin reparar en el daño y detrimento de su salud que fue tan conocido luego que se le agravaron sus enfermedades y, en especial la apostema, y fue necesario que la misma prelada le mandase comer carne. Dábanle a tiempos bien en que merecer unos sudores de pestilencial olor y calidad causados por el demonio que calaban el colchón hasta la tabla. Parecióle a la prelada que le haría provecho hacer algún ejercicio para la mañana y así le mandó que madrugase y se pasease por un corredor descubierto que está sobre el claustro hasta que se cansase.Aceptó esta obediencia sin réplica y aunque pasaba la noche con sumo trabajo, quedando debilitada por los sudores que tenía, se levantaba como podía, sacando fuerzas de flaqueza, y paseábase por el corredor, y aunque le hacía notable daño y quedaba con grande

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flaqueza y debilitación, proseguía su obediencia, pidiendo fuerzas a Nuestro Señor para cumplirla, el cual, dándose por servido de un acto tan grande de obediencia, se le apareció una mañana con la cruz a cuestas, muy fatigada, y se puso a su lado paseándose en su compañía y dando tantas vueltas y paseos cuantos daba su querida esposa, la cual, con tal favor y regalo, quedó animada y con firme determinación que hacer cuantas cosas le mandase la obediencia aunque pareciesen imposibles, sin réplica, ni excusa alguna. Otras veces se ahogaba por la falta de respiración que era con dificultad y causaba pena a los que lo veían. Mandóle la prelada en una ocasión que se fuese a la mano y no respirase con tanta violencia. Obedeció, quitando a la pobre naturaleza aquel pequeño alivio, y al punto reventaron caños de sangre por la boca y narices que fueron testigos de su grande rendimiento y obediencia. Estando tan fatigada de sus enfermedades que no podía ir al coro, le mandó la prelada muchas veces que por todo el tiempo que estuviesen las religiosas en maitines que son casi dos horas, se ocupase en cantar Salmos sin cesar un punto, por probar su obediencia y porque se divirtiese y aunque ésta fue una cosa para ella muy rigurosa por aumentarle sus dolores con tanto extremo que le hacían derramar muchas lágrimas con ser en extremo sufrida, cumplía puntualmente el mandato y obediencia sin quejarse.Y algunas veces, viendo la enfermera lo que en ello padecía, movida de compasión, sin decirle nada, se iba al coro donde estaba la prelada y le significaba el trabajo en que estaba la enferma y que por amor de Dios le enviase a mandar que cesase de cantar y quedando edificada de su obediencia, le enviaba a mandar que no prosiguiese en aquel ejercicio. En otra ocasión que estaba bien fatigada en la cama sin poderse levantar, le mandó por obediencia la prelada se animase y fuese a escardar1 las flores de la huerta por hacer prueba de su obediencia, y fue cosa maravillosa que se levantó dándole Dios fuerzas, y como si estuviera buena y sana, fue a cumplir lo que se le mandó con grande paz y consuelo de su alma, dando muchas gracias al Señor por la virtud y fuerzas que le había dado para no faltar a la obediencia. Habiendo tenido noticia de las cosas tan extraordinarias de esta sierva de Dios, el ilustrísimo señor don Gutierre Bernardo de Quiróz, con el santo 1 escardar: entresacar y arrancar los cardos y cardillos y otras hierbas de los sembrados cuando los panes están tiernos y en berza. en berza: los panes o los sembrados de campos. Es estar tiernos y por madurar las espigas como suelen estar para dar verde al ganado (Aut).

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celo de su oficio pastoral, vino a verla y habiendo estado muy de espacio con ella en la reja y hechole muchas preguntas, quedó muy satisfecho de su virtud y, en especial, por la relación que le dio la prelada. Animóla y mandóle que se esforzase y acudiese al coro y a todos los demás actos conventuales, siguiendo la comunidad, para que con esto se divirtiese. Ella respondió que haría lo que su Señoría Ilustrísima le mandaba aunque se hallaba sin fuerzas para ello, poniendo toda su confianza en Dios, fuese luego a la oración y estando suplicando a su Divina Majestad, fuese servido de darle fuerzas para cumplir con lo que su prelado le había mandado, pues le constaba cuán impedida estaba por sus enfermedades. Apareciósele Nuestro Señor y dijole estas palabras: No fuera mucho que estando con fuerzas acudieras a la obediencia de tu prelada. Lo que tengo de estimar es que aunque sea reventando acudas a cumplir lo que te ha mandado. Con este favor se halló tan fortalecida y animada que de allí adelante (aunque con grandísimo trabajo) acudió con gran puntualidad a todas las cosas de la comunidad muchos meses y decía iba reventando por obedecer. Pero agraváronsele después los males, de manera que era imposible pasar adelante.Afligióse mucho y aunque procuraba animarse y levantarse para cumplir esta obediencia, no podía, porque fue esto en los últimos tercios de su vida y estaba ya muy consumida y sin fuerzas. Acudió a la oración que era el único remedio de todos sus trabajos y aflicciones y estando suplicando a nuestro Señor con fervorosos afectos, fuese servido de darle fuerzas para cumplir lo que le había mandado su prelado. Si así convenía a su divina voluntad, pues sabía cuán pronto estaba su espíritu para obedecer aunque la carne estaba flaca y enferma. Estando con esta aflicción, tuvo una luz intelectual y claro conocimiento en que se le dio a entender en qué consiste la perfecta obediencia y que cuando su ejecución se impide sin culpa de él que desea obedecer, acepta Nuestro Señor el deseo eficaz, como si tuviese cumplido efecto.Y que pues ella deseaba obedecer con tantas veras y no podía por estar legítimamente impedida con tan graves y penosas enfermedades, no se afligiese, porque Dios había aceptado sus buenos deseos como si fuesan acompañados con las obras. Todo esto fue menester para que se consolase porque sentía con extremo no poder acudir a todos los actos conventuales para ayudar a sus hermanas las religiosas.Así porque le constaba lo mucho que Nuestro Señor se agrada de que los religiosos acudan a seguir el curso de su comunidad que es su profesión como por ver el sentimiento que mostraban los demonios cada vez que acudía a los actos conventuales, poniéndole mil estorbos y atormentándola con nuevos martirios pero vencíalos con la gracia de Dios y

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aunque estaba con grandes dolores y exhausta y consumida, iba al coro y a los demás actos conventuales cuando Nuestro Señor le daba fuerzas y allí asistía gimiendo y llorando causando por una parte edificación a las religiosas, y por otra grande lástima y compasión.Y muchas veces rogaba la llevasen en el jergón2 al coro donde se estaba todo el día en oración. Viendo la prelada que ningun remedio de cuantos le hacían, era de alivio ni de provecho, le mandó que dejase obrar a la naturaleza y que no usase remedio alguno de medicina sin orden suyo. Diole una noche un dolor excesivo en un lado que se abrazaba. Acudió la compañera que le asistía, y queriéndole poner un poco de ungüento rosado para que se mitigase el ardor, no lo consintió en ninguna manera, diciéndole que cómo podía ella ir contra lo que la obediencia le había mandado y replicándole que no se entendía en un caso semejante, ni con un medicamento tan manual, le respondió que no podía usarlo sin contravenir a la obediencia y tampoco consintió que fuese a pedir licencia a la prelada por ser muy tarde y estar ya el convento recogido, y solamente le pidió mojase un pañito en agua bendita y se lo pusiese porque con aquel remedio no contravenía a la obediencia. Mandáronle también las preladas en diferentes tiempos que estuviese ocupada en algunos oficios, como de despensera, ayudante de sacristana y de ropera para que se divirtiese, y aunque no tenía fuerzas ni vigor por sus continuas enfermedades y tormentos que padecía, se animaba y acudía todo reventando sin replicar ni excusarse hasta que las mismas preladas viendo su imposibilidad, de su propio motivo le mandaban no prosiguiese en aquellos oficios, pues veían que no podía. Cuando más desganada estaba y más postrado el apetito, en mandándole que comiese no sólo las preladas sino las enfermeras, obedecía y hacía mucho más de lo que podía. Estando una vez con la garganta inflamada y que no podía pasar sino cosas líquidas con gran dolor, le mandó la prelada comiese cosas sólidas porque le diesen fuerza y aunque parecía imposible, obedecía y comía pan y otras cosas que no eran líquidas y con padecer muy gran dolor y trabajo, todo lo posponía a la obediencia porque tenía firme determinación de no excusarse en cosa que se le mandasen aunque fuese muy dificultosa o imposible y así jamás le oyeron decir no puedo, ni replicar

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jergón: funda gruesa en forma de colchón que se llena de paja, atocha o cortaduras de papel (Aut).

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sino que callaba y obedecía.Y no hay que maravillarnos de esto pues (como dijimos arriba) cuando se veían en medio de los demonios que la atormentaban, prometiéndole que la dejarían con condición que dijese Señor, ya no puedo más, no lo quiso decir, ni mostrar semejante flaqueza, con la fortaleza que Dios le comunicaba, el cual también se la dio para no volver atrás en cosa de obediencia, ni decir que no podía porque con tal auxilio se hacen fáciles las cosas imposibles. No fue el menor acto de obediencia que hizo cuando le mandaron los prelados la usase a la portería para que la conjurasen tanta veces, teniéndola por endemoniada sin que se le oyese réplica alguna como queda dicho en su lugar. Otras veces le mandaron que no comunicase, ni se confesase sino con personas que eran contrarias a su espíritu, a las cuales obedecía con gran puntualidad en cuanto le mandaban y esto mismo hizo con todos los confesores y padres espirituales cuyas órdenes y consejos guardaba como si el mismo Dios se los diera. Finalmente, vino esta venerable madre a hacer hábito en las cosas que le mandaba la obediencia y así regulaba todas sus acciones por ella y como quien tanta luz tenía de los quilates de esta virtud, hablaba altamente de ella cada vez que se ofrecía, aconsejando a las religiosas fuesen muy obedientes a sus superiores, y sentía mucha cualquier desdén y falta que esto hiciesen, y una de las tentaciones que más le afligió fue cuando los demonios la persuadieron a que faltase en la obediencia como queda dicho. Verdaderamente que quien considerare lo mucho que esta virgen pura se aventajó en la obediencia, no se admitirá de qué alcance tantas vitorias del mundo, demonio y carne, pues las tiene prometidas el Espíritu Santo al que fuere obediente. Vir obediens loquetur victorias.

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DE SU ADMIRABLE PACIENCIA Y MANSEDUMBRE Y DE LA GRAN FORTALEZA QUE EN ESO TUVO. Resta que tratemos de la paciencia y mansedumbre de esta pura virgen y de la gran fortaleza que tuvo en sus trabajos que son los otros grados (que según la doctrina del angélico Doctor Santo Tomás en el lugar citado) ha de tener la perfecta humildad.Yo confieso que desde que empecé a escribir la vida de esta venerable y pacientísima virgen y no la menor de nuestros siglos, he temido llegar a tratar de este punto, acordándome de las palabras del profeta Isaías. ¿Quis credet auditui nostro? Y aunque toda su vida fue un continuo padecer y más padecer con paciencia y más paciencia y con una extraña mansedumbre, me pareció conveniente hacer capítulo particular de ella porque en el tiempo que la comuniqué, conocí en ella un grado tan alto y soberano de esta virtud que no sé cómo tengo de ponderarlo. Ocurrí a los otros padres espirituales que tuvo (con quien confiero todo lo que escribo) y tratándoles de esta materia se quedaron confusos y encogiendo los hombros, me dijeron que no tenían palabras para decir lo que sentían porque cualquiera exageración era corta y que sólo Dios podía conocer los quilates de esta virtud. Fuime a las religiosas que son los testigos mayores de toda excepción que vieron por sus ojos y palparon con las manos estas cosas y respondiéronme que cuando conferían entre sí de tanto padecer y tanta paciencia y mansedumbre como la que tuvo esta sierva de Dios en tan prolongados trabajos y martirios, la celebraban con admiración y silencio. Si bien consideramos toda la vida de esta pacientísima virgen y mártir valerosa, hallaremos que desde sus tiernos años hasta que murió siguió el estandarte de la cruz (como habemos visto hasta aquí y veremos en lo que resta de este libro) porque en su niñez procuró afligir su tierna naturaleza con tantas penitencias y asperezas, como dijimos al principio, sin que goza-

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se de alivio, descanso, ni contento de esta vida y hollando1 y menospreciando los deleites que el mundo le ofrecía, se encarceló y sepultó en una religión que profesa tanta clausura, mortificación y penitencia en la cual la ejercitó Nuestro Señor con tan graves y continuas enfermedades y martirios espirituales y corporales por mano de tan crueles ministros como los demonios que ponen admiración y espanto, navegando siempre por este mar lleno de borrascas y peligros como un navío de alto bordo que va a la bolina2 contra la furia de los vientos, haciendo su viaje con inmenso trabajo.Y parece que Nuestro Señor dio permiso a todas las criaturas para que la afligiesen y atormentasen para su mayor corona porque desde que tuvo uso de razón apenas tuvo tiempo, edad, lugar, estado, ni ocasión en que no padeciesen con los hombres, con los demonios, con los confesores, con los médicos y cirujanos, con los prelados y preladas que le mandaban cosas penales con su misma naturaleza que tan oprimida estaba con la destemplanza de los humores que tales enfermedades le causaban con su misma alma metida entre tantas tentaciones, dudas, sequedades, angustias y obscuridades, y finalmente, con su Dios que en medio de tantos trabajos y crueles batallas, se le escondía y al parecer la desamparaba pero teníala tan fortalecida con su gracia que no sólo no dio paso atrás en un camino tan cuesta arriba sino que siempre fue con tantas cruces en pos de su querido esposo que es el capitán de los crucificados, sin tropezar, con una fortaleza, tesón y perseverancia extraña.Y así le podemos dar justamente el renombre de la mujer fuerte que tanto celebra el Espíritu Santo porque tuvo admirable fortaleza en acometer y vencer con osadía y ánimo varonil las grandes dificultades que tiene el camino de la cruz y mortificación.Y con el escudo de la paciencia, sufrió tantos golpes y encuentros de sus enemigos y tan graves enfermedades como padeció que son las dos partes que ha de tener la virtud de la fortaleza como dicen los santos para lo cual le comunicó Dios un don de paciencia y sufrimiento particular y extraordinario, fuera de las reglas comunes porque los siervos del Señor de ordinario llevan las enfermedades, trabajos y tribulaciones con paciencia y resignación en su Divina Voluntad, pero aunque la parte superior del alma esté pronta a obedecer y aceptar la cruz, la inferior, con la flaqueza de carne, siente, se aflige y con-

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hollar: pisar, apretar una cosa caminando o poniendo sobre ella las plantas (Aut). bolina: se llama la cuerda con la pesa que se echa en la mar para reconocer la altura o profundidad (Aut). 2

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goja y aún resiste y desea verse libre del trabajo porque es natural del apetito sensitivo como sucedió al santo profeta Elías que viéndose perseguido de la inicua reina Isabel dijo con grande aflicción: Sufficit mihi Domino: tolle animam meam. Señor ya no puedo más con tantos trabajos y persecuciones, llevadme ya.Y las mismas palabras dijo el profeta Jonás en una ocasión que se vio afligido porque estos son sentimientos de la flaqueza humana que ordinariamente huye el trabajo y penalidad y desea el descanso, pero no se pierde en ellos el mérito de la paciencia que por eso dijo San Bernardo que Nuestro Señor tuvo en el Huerto aquella agonía tan extraña para que sirva de consuelo a sus siervos cuando en los trabajos y enfermedades con sentimiento y aflicciones y desearen verse libres de ellos ya que no puedan llevarlos con el júbilo y alegría que San Andrés y otros santos porque el padecer con alegría es privilegio concedido a muy pocos entre los cuales gozó de él la madre Isabel de la Encarnación porque le dio Dios singular don de una paciencia tan realzada y subida de los puntos y términos ordinarios que no sólo estaba interiormente conforme con la Divina Voluntad cuando más combatida se veía de enfermedades, dolores y penas espirituales y corporales, sino que en lo exterior no tenía ni mostraba aflicción, ni pena de padecer, antes estaba con gran paz y alegría.Y mientras más trabajos y martirios le enviaba Dios, le pedía más y más con aquellas tiernas palabras de San Agustín: Ad auge dolores, & ad auge pacientiam. Señor, vengan más dolores, auméntense los trabajos y aumentad la paciencia.Y al paso que Dios se los aumentaba, crecía en ella el deseo y ánimo de padecer más, de la misma suerte que en el hidrópico, el beber le causa mayor sed.Y era tanta la que tenía de padecer, que tratando de esto con una religiosa, le dijo estas palabras: Hermana una de las cosas que más contento y alegría me causan en esta vida, es padecer mucho por amor de Dios y en esta materia jamás me veo contenta, ni satisfecha. A quien no pondrán asombro y espanto palabras semejantes para que las pondere con sentimientos interiores, pues los exteriores son cortos, luego bien podremos decir que esta pacientísima virgen llegó a alcanzar aquella fortaleza y paciencia tan rara que tuvo el apostol San Pablo cuando en medio de sus enfermedades y trabajos decía: Mihi absit gloriarinisi in cruce Domini nostri Iesu Christi. Libenter gloriabor in infirmitatibus meis. Líbreme Dios de que yo tenga otra gloria, ni contento, si no fuere en la cruz de mi Señor Jesús Cristo.Y así de muy buena gana, me glorio con mis enfermedades y trabajos. Porque estas palabras son en sustancia las que dijo nuestra religiosa y verdaderamente las ponía en ejecución, pues tenía librado todo su consuelo en esta vida en padecer y más padecer por amor de Dios con tan rara e invisible

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paciencia que me han certificado las religiosas y sus confesores que entre tantos trabajos y martirios tan prolongados, no sólo no le vieron un acto de impaciencia, pero ni aun un desabrimiento, cosa extraña, y que no me atreviera a escribirla si no me constara que era verdad por la inquisición que hice en apurarla. Cuando padeció aquel riguroso martirio en defensa de su pureza, tantos años, permitiendo Dios que como a otro San Pablo la abofetease y atormentase el demonio con los estímulos de la carne que la hacían llorar y gemir y la traía tan afligida, no era porque sentía el padecer en ninguna manera sino por el temor y recelo que tenía de no deslizarse en alguna culpa en cosa tan peligrosa y pegajosa con tan fuertes y porfiadas baterías del enemigo que así lo dijo a su confesor: Padre no temo el padecer sino si he de ofender a mi Dios, &c.Y aquel quejido tan lastimoso como suave y devoto que tenía, más era un alivio que la naturaleza hallaba para no rendir el espíritu con tantos trabajos que aflicción, ni pena en padecer, porque en esta materia tenía ya perdido el miedo y temor que los hombres tienen naturalmente a los trabajos y penalidades de esta vida por especial dispensación de la omnipotencia de Dios.Y de la manera que el cumplimiento de los deseos causa contento y alegría, así la tenía esta sierva de Dios cuando se veía llena de trabajos y tormentos porque veía cumplido lo que tanto deseaba en esta vida que era padecer por amor de quien tanto padeció por nosotros.

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CAPÍTULO V

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA PACIENCIA. Crecieron de manera los deseos que tenía que padecer este ejemplo de paciencia que no dándose por satisfecha con los terribles trabajos y enfermedades que Dios le daba a manos llenas, tenía una santa emulación y envidia a los santos que habían derramado su sangre por la fe católica, deseando imitarlos con dolor de que esto no podía tener efecto para cuya prueba pondré a la letra lo que ella misma escribió a un religioso de la Compañía de Jesús, muy siervo de Nuestro Señor que era su confesor: Estando (dice) víspera de San Bernardo con mucha fatiga interior, para animarme, estaba considerando cuantas veces había deseado el martirio. Hacía cuenta que estaba entre infieles que me estaban martirizando y así ofrecía a Dios aquellos tormentos. Entonces, interiormente me dieron a entender que los trabajos que padecía se podían contar entre los mayores del mundo. Cuatro meses antes que llegase su dichoso tránsito1, la libró Nuestro Señor de aquellos demonios asistentes que de ordinario la atormentaban (como diremos en su lugar) y dándole el parabién su confesor y diciéndole que cómo le iba, le respondió que era muy grande la merced que Dios le había hecho, pero que ya no se hallaba sin los tormentos que le daban.Tanta era la alegría y ansias con que deseaba padecer con esto porque tenía bien conocidos los quilates que tienen los trabajos llevados con paciencia.Y al paso que Nuestro Señor le regalaba con tantos favores, como recibía en los ratos, y revelaciones (de que se hará capítulo particular), se aumentaban los

1 tránsito: se llama asimismo la muerte de las personas santas y justas o que han dejado buena opinión con su virtuosa vida porque es un paso de las miserias de ella a la eterna felicidad (Aut).

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deseos de padecer por su amor y aún le dijo a su confesor una vez que se holgara se comutasen en penas y dolores porque en ellos no podía haber el peligro que tienen las revelaciones por las muchas ilusiones y engaños a que suelen estar sujetas. Otra cosa teníamos advertida sus confesores que siendo tantos sus trabajos, penas, dolores y martirios que nos quebraba los corazones y nos hacía derramar muchas lágrimas de lástima y compasión, ella sentía tan poca o ninguna a sí misma que trataba de ellos con un ánimo y fortaleza tan grande como si no le tocaran o como si su carne fuera de metal, como dijo el santo Job: ¿Nunquid caro mea ænea est? Porque había hallado gusto y alegría en el padecer.Y así jamás deseó morirse, ni pidió a Dios la llevase por librarse de tantos trabajos como padecía, dejándose a la disposición de su Divina Voluntad porque sus deseos eran siempre de padecer hasta morir sin querer ni apetecer gusto ni descanso en esta vida. La cual (como decía su madre Santa Teresa) no es buena para otra cosa que para padecer.Y esta doctrina la tenía bien digerida y asentada en su alma, animándola el Señor a practicarla en diversas ocasiones y particularmente en una que estándose haciendo fuerza para comer por cumplir con la obediencia que era uno de los tormentos que padecía por tener postrado el apetito, le dijo Nuestro Señor estas palabras: Hija mía, come pan de dolores y bebe agua de tribulaciones. Con este favor y otros muchos que recibía de la mano de Dios, cobraba nuevo ánimo y esfuerzo, y crecían los deseos de padecer mucho más, suplicándole le enviase cuantos trabajos fuese servido y como su Majestad es tan liberal en esta materia por lo bien que nos están, dábaselos sin límite ni medida, y llegó a tal extremo que la prelada le mandó por obediencia que no pidiese más trabajos a Dios sino que aceptase los que fuese servido de enviarle, conformándose con su Santa Voluntad y aunque lo sintió mucho, como todas sus acciones regulaba por la obediencia, obedeció lo que se le mandó con gran puntualidad, pero no cesaron los trabajos porque la Voluntad Divina era que estuviese crucificada hasta la muerte. Alegrábase grandemente siempre que le mandaban las preladas cosas dificultosas y penales, porque obedeciendo, tenía nueva ocasión de padecer y ejercitar la paciencia como vimos en los capítulos de su obediencia. Criábanse en la huerta del convento unos gusanos grandes, tan perjudiciales que demás de que se comían las hojas y flores, eran tan ponzoñosos que las religiosas temían ir a cortar las flores con que adornaban los altares de ordinario porque si les picaban, les duraba el dolor muchas horas.Y una religiosa me certificó que habiéndole picado uno, se halló bien congojada

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porque le duró el dolor veinte y cuatro horas. Para remedio de esto, le mandó la prelada a la madre Isabel de la Encarnación (que estaba con algún alivio) fuese a la huerta y quitase los gusanos, pues hacían tanto daño. Animóse por ver que se le ofrecía ocasión de padecer y en compañía de otra religiosa que le ayudó, los fue recogiendo en una vasija con mucha flema y espacio porque eran muchos los que había.Y ha sido cosa maravillosa que desde aquel día hasta hoy, no los hay en la huerta y las religiosas están reconocidas a Nuestro Señor de esta merced que les hizo por intercesión de su sierva. Como sus enfermedades fueron tantas y tan graves y fue necesario hacerle muchos remedios, en especial a los principios, y algunos eran bien rigurosos y penosos, los cuales aceptaba sin hacer contradicción alguna, con mucho gusto, por tener más en que padecer y ejercitar su paciencia, y cuando la curaban los médicos y cirujanos estaba con ánimo y semblante que los dejaba admirados. Labráronla una vez con fuego en el estómago y medio cuerpo y no hizo más sentimiento que si fuera de mármol. Si me pusiese escribir los singulares actos de paciencia que esta pacientísima virgen tuvo en tantos años de enfermedades, dolores, trabajos interiores y martirios, fuera nunca acabar porque en más de diez y ocho años, de día y de noche, sin cesar un punto, la estuvo ejercitando con una fortaleza, tesón y perseverancia que causa admiración sin que en cosa de esta vida tuviese alivio, ni descanso, ni en la comida, ni en el sueño, ya con los dolores y enfermedades, ya con las obscuridades de su alma, ya con las tentaciones y martirios de los demonios.Y realmente si esto se considera atentamente, se hallará que el padecer y paciencia de esta sierva de Dios, fue de las mayores y más raras que hay escritas en todas las historias antiguas y modernas (como dijo un religioso docto que fue su confesor) y tratando de esta misma materia con otro que fue el que más años la comunicó, desde los principios hasta que murió, después de haberle leído todo lo que queda escrito, me dijo: que entendiese que quedaba corto porque si se hubiese de escribir todo lo que padeció y la paciencia increíble que tuvo, fuera menester estar escribiendo todos los diez y ocho años que padeció y hacer grandes libros.Y no fue encarecimiento porque es hombre de conocida santidad y enemigo de ponderaciones.También me han certificado las religiosas que como estas cosas eran tan ordinarias y continuas ya no les causaban admiración, ni novedad, que eso causa la costumbre en cosas maravillosas, como dijo San Agustín.Y todo cuanto voy escribiendo es nada en comparación de lo mucho que se les ha olvidado por descuido y por no entender que había de llegar a este punto y

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que aunque la madre Melchiora de la Asunción escribió mucho, empezó a hacerlo muy tarde, por orden de los confesores, y así quedaron otras muchas maravillas omisas. Pero no es justo dejar de referir algunos casos particulares para que veamos hasta donde llegó la paciencia de esta venerable religiosa. Diversas veces le sucedió caerse a deshora de la noche de la pobre cama en que estaba en el suelo, y no poder volver a ella y estarse hasta la mañana acostada sobre la estera que tenía adelante con grande paciencia y conformidad con la voluntad de Dios.Y cuando venían las religiosas a verla, la hallaban muy contenta en tan dura cama por haber tenido que padecer y diciéndole que ¿por qué no había llamado a la religiosa que estaba junto a su celda para que la ayudase en aquel trabajo? Respondía que por no inquietar el convento que ya estaba recogido, ni dar más trabajos a las religiosas de los que con ella padecían. Otras veces, cuando la enfermera le llevaba de comer, le rogaba le dejase la comida y fuese a acudir a las otras enfermas y aunque se hacía grande fuerza, no era posible pasar bocado y se estaba en ayunas hasta la noche, sin quejarse, ni darlo a entender, haciendo mucho más de lo que podía, por esforzarse, por no dar trabajo, hasta que la misma flaqueza le obligaba a decirlo, pidiendo por amor de Dios, le diesen alguna cosa líquida que beber y pidiendo perdón del cuidado que esto daba. Jamás le oyeron quejarse de que la comida fuese fría o caliente o que no estuviese de manera que la pudiese comer porque tenía asentado en su corazón que todas cuantas cosas le sucedían adversas eran por orden de Dios y así las llevaba con grande paz y alegría.

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CAPÍTULO VI

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA PACIENCIA Y EN PARTICULAR DE LA MANSEDUMBRE, Y EL DON QUE TENÍA DE CONSUELO PARA SUS PRÓJIMOS. Era la paciencia de esta virgen y mártir acompañada con una singular mansedumbre, la cual tuvo desde sus tiernos años y la conservó lo restante de su vida, de tal manera que en medio de tantos trabajos, dolores, desconsuelos y martirio como padecía, estaba siempre con una mansedumbre y apacibilidad tan rara que pudieran dudar las religiosas que la veían de tanto padecer si no tuvieran evidencia de ello, pues no mostraba pena ni congoja antes estaba con el rostro (que era hermoso) risueño y apacible, sin alguna demostración de desabrimiento exterior. En muchas ocasiones que los demonios la afligían con tormentos mayores que los ordinarios, pedía con humildad a las preladas que nos llamase para que entrásemos a confesarla y a consolarla, diciéndole Evangelios, Salmos y oraciones porque decía que sentía grande alivio porque los demonios se amedrentaban y acobardaban en viendo sacerdotes y ministros de Dios.Y cuando entendíamos que la habíamos de hallar con agonías y los desabrimientos que naturalmente causa el padecer, la hallábamos en la cama con un rostro tan afable, risueño y apacible que nos admiraba y confundía, especialmente cuando nos decía lo que actualmente estaba padeciendo. Las veces que se animaba para ir a la recreación con la comunidad, hablaba y entretenía a sus hermanas las religiosas como si no tuviera pena, ni tormento, siendo así que los padecía gravísimos el tiempo que allí estaba como lo decía después, haciéndose fuerza por no darlo a entender y por no contristarlas. Y lo mismo le sucedía cuando la mandaba la prelada ir a la huerta con las religiosas en los días que se permite que estaba tan alegre y tan apacible que ya les parecía estaba con entera salud porque juzgaban por

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lo exterior y no veían lo que padecía así en el alma como en el cuerpo.Y es cosa cierta que cualquiera persona que la viera, si hubiera de juzgar por el semblante, entendiera que no era de importancia lo que padecía porque Nuestro Señor, con un continuo milagro, la conservó tan entera y el rostro con tal disposición como si no tuviera tantas cruces y trabajos sobre sí. Si ya no es que digamos que como había hallado tanto gusto y alegría en ellos, no la enflaquecían, ni consumían.Verdad es que poco antes que muriese, se enflaqueció mucho como diré en su lugar, pero todo era fuera de las reglas comunes de la naturaleza porque un cuerpo humano con tan graves y mortales enfermedades, tormentos y martirios, casi sin comer, ni dormir y sin un punto de descanso, en buena razón había de estar tan exhausto y consumido que pareciese un retrato de la muerte.Y aquí vemos quebrada esta regla por particular dispensación de Dios. Era tanta su paciencia y mansedumbre que por tenerla tan conocida las enfermeras acudían primero a las otras enfermas, así en la comida como en lo demás y tenía en esto particular consuelo.Y cuando se habían tardado por esta causa y le pedían perdón, ella con grande apacibilidad y mansedumbre, les rogaba lo hiciesen siempre así, diciendo que acudiesen con puntualidad a la curación y regalo de las demás porque ella no lo merecía, pues era tan inútil que no les servía sino de carga y trabajo que no tuviesen pena ni cuidado que cualquiera cosa bastaba para ella. Bajaba algunas veces al refectorio aunque con excesivo trabajo, por acudir al curso de la comunidad pero no podía asistir a la mesa con las demás y por mandado de las preladas, le ponían una mesita baja en un aposento que está en el mismo refectorio donde se guardan los instrumentos de las mortificaciones que en él se hacen de ordinario por las religiosas y dos o tres veces se olvidaron las que servían de llevarle de comer, divertidas con el cuidado de las demás, y acordándose ya tarde, cuando se habían levantado de las mesas, entraban en el aposento con mucha pena del descuido, diciéndole las perdonase y que por qué no había avisado y con grande mansedumbre y alegría, las consolaba, diciendo que para ella no era menester cosa alguna que con el pan que allí tenía, sobraba, que no les diese cuidado. Dióle Nuestro Señor a esta mansa corderita otro don singular de consuelo para sus hermanas las religiosas, estando ella tan llena de trabajos y desconsuelos interiores que en buena razón parece que había de tener necesidad de que todas la consolasen pero en los trabajos y desconsuelos que padecían, no tenían otro alivio, ni otro refugio que ir a comunicarlos con este espejo de paciencia (precediendo primero licencia de la prelada) y

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era cosa notable que aunque estuviese en la mayor furia de sus dolores y martirios, les hablaba con tanta suavidad y regocijo, amor y caricia que se consolaban y jamás salió ninguna de su presencia sin el consuelo que había menester para su alma.Y como Nuestro Señor la tenía tan ilustrada y alumbrada con luces del cielo, hablaba altísimamente en cualquier materia, respondiendo a las dudas que le preguntaba con una doctrina celestial y cosa cierta, de que a mí me consta por experiencia que sólo oír el eco de su voz, daba consuelo y devoción porque hablaba con particular gracia y así dicen las religiosas que con sólo verle el rostro tan apacible, gracioso y cariñoso, y con oír su voz, se alegraban y consolaban aunque estuviesen con grandes aflicciones. Entraban algunas veces a consolarle y aunque estuviese en altísima contemplación y oración, recibiendo regalos y favores de su Esposo, se privaba de ellos (como otro San Pablo) por acudir al consuelo de sus hermanas.Y me consta que muchas de ellas no sólo hallaban el remedio de sus trabajos y tribulaciones en ella, sino el de sus enfermedades porque si tenían algún dolor o achaque, le rogaban les pusiese las manos y haciendo la señal de la cruz y diciendo una oración, al instante, quedaban buenas.Y aunque es verdad que por ser tan continuas sus enfermedades y tormentos pudiera ser de grande carga y peso a las religiosas por lo mucho que padecieron y trabajaron en curarla y asistirle tantos años, era tan grande y recíproco el amor que le tenían que sintieron y lloraron su muerte con grande ternura y sentimiento y la lloraran mientras viviere, imitando a su querida madre Santa Teresa que tanto lloraba la muerte de los justos.Y me han dicho que les faltó todo su consuelo y refugio en sus trabajos y un vivo ejemplo de la humildad, paciencia y obediencia, y de las demás virtudes y que de muy buena gana escogiera estarla acompañando y sirviendo mientras viviesen porque les ha hecho una falta y soledad increíble. Cerremos este discurso con las palabras que dijo San Gregorio en sus Morales del Santo Job: Beatus Job quot voces pacientiæ, in laudem Dei percusus redidit, quasi tot in adversari y pectore, iacula intorsit. Bienaventurado Job que tantos dardos tiró al pecho del Demonio, cuantas voces de paciencia dio alabando a Dios. Las cuales podemos justamente decir de este ejemplo de la paciencia, pues cercada de tantos martirios como los demonios le daban, estaba alabando a Dios con grande paciencia y alegría, haciendo burla y donaire de ellos con estas palabras: Dad más recio, malditos, que en esta cabeza que vosotros estáis quebrando, mi Señor Jesús Cristo, por su misericordia, ha de poner una riquísima corona para mayor gloria suya y confusión vuestra. Ea perros, mi señor Jesucristo os ha de atar, no os tengo temor. Éstas y otras palabras semejantes les decía que era para

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ellos dardos de fuego que los abrazaban, viéndose burlados y vencidos de una virgen tierna y delicada pero fortalecida con la Gracia del Omnipotente Dios para que entendamos que su Divino Auxilio es más poderoso que la naturaleza y así como pudo hacer suaves y deleitosas las llamas del fuego del horno de Babilonia para los tres niños, y las parrillas para San Lorenzo y los tormentos para los mártires, asimismo hizo suaves los que esta virgen y mártir padeció para que en ellos tuviesen la paciencia con el gusto y alegría y fortaleza que habemos visto.

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CAPÍTULO VII

DE SU PENITENCIA Y MORTIFICACIÓN. Cosa cierta es que la virtud que no está acompañada con penitencias y mortificaciones es sospechosa, y así vemos que los grandes santos hicieron grandes mortificaciones y penitencias. Esta verdad tenía bien conocida con luz del cielo, nuestra religiosa. Pues vemos que desde niña comenzó a ejercitarlas con tanto fervor que podremos decir que empezó por donde otros acaba y si con la edad fueron creciendo las penitencias (como veremos) sin duda que llegó a un altísimo grado de esta virtud. El principal motivo que tuvo para ser religiosa Carmelita Descalza fue por entender que en esta sagrada religión se profesa principalmente penitencia y mortificación (como dice la Santa madre Teresa en sus reglas y constituciones) y así las cumplió y guardó con gran puntualidad porque por el gran deseo que siempre tuvo de padecer, era inclinada a penitencia, rigor y aspereza, y enemiga de todo lo que es regalo y descanso.Ya vimos al principio, en los primeros años de religiosa, las mortificaciones y penitencias que hizo antes que estuviera impedida con sus continuas enfermedades: traía cilicios, cadenillas, rallos, usaba rigurosas disciplinas1, dormía vestida, y en mucho tiempo, no se acostó en la cama sin tener más que un jergón de paja y sin usar en ella ni en el vestuario de alivio descanso, ni regalo, y esto con disimulación sin que se hiciese de ver.Tenía sobre el jergón una tabla cubierta con la frazada porque era muy recatada en todo cuanto hacía para que no se entendiese en el convento. Poníase garbanzos en los pies y

1 disciplina: el instrumento de que se usa para el ejercicio de los azotes. Suele formarse de alambre para mayor rigor pero lo regular es de cáñamo torcido y separado en diferentes ramales (Aut).

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mordazas en la boca y algunas veces se encubría casi todo el cuerpo de ásperos cilicios para que todos sus miembros estuviesen atormentados y hasta en los ojos se los ponía. Muchas veces se echaba en los brazos y en otras partes de su cuerpo gotas de cera ardiendo que le causaban ampollas y llagas.Y las religiosas me han dicho que según eran las ansias y deseos que tenía de hacer crueles penitencias, tienen por cierto que hizo otras mayores de que no tienen noticia por el recato que guardó siempre. Pero después que Nuestro Señor la ejercitó con tan graves y continuas enfermedades y martirios para dar entero cumplimiento a los deseos que tenía de hacer penitencia, pues ninguna voluntaria, por grave que sea, puede ser tan meritoria como los trabajos de su mano llevados con paciencia y resignación. No es creíble el sentimiento que tuvo de ver frustrados sus deseos y que no podía acudir a las disciplinas, mortificaciones y penitencias ordinarias de la comunidad, teniendo grande envidia a las religiosas que las hacían, pero conformábase con la voluntad de Dios, ofreciéndole en recompensa de aquellas penitencias los muchos dolores y tormentos que padecía y con todo eso, cuando le daban lugar, se animaba, haciendo más de lo que podía y disimulando sus males, pedía de rodillas a las preladas le diesen licencia para hacer disciplinas y otras penitencias y en alcanzándola, se alegraba mucho. Aguardaba a que las religiosas estuviesen recogidas, y a deshoras de la noche, se iba al coro y se disciplinaba rigurosamente en lo más delicado y sensible de su cuerpo, derramando muchas lágrimas y algunas veces la oían las religiosas que estaban en el coro en oración sin que lo entendiese por estar sin luz.Y se quedaban admiradas de ver que un cuerpo humano que tanto padecía con tan graves enfermedades y martirios, tuviese fuerzas para hacer semejantes penitencias y si echaba de ver que la habían sentido le pesaba mucho y para excusarlo se disciplinaba algunas veces en los pies que es parte más delicada y sensible, y a una religiosa le aconsejó que cuando quisiese disciplinarse con más dolor y sin ruido, usase este ardid. Póngase una cruz a cuestas con soga a la garganta y corona de espinas en la cabeza y vaya a hacer estaciones a las ermitas de la huerta y sacando fuerzas de flaqueza, iba, y si no podía, las hacía por los dormitorios o en el coro o en la celda y la derribaban los demonios maltratándola y esto les causaba muchas lágrimas, ternura y devoción a las religiosas que la veían y decíales que era éste un ejercicio muy agradable a Nuestro Señor y ella lo tenía por particular devoción porque (como veremos adelante) las más veces que Nuestro Señor la regalaba con su preferencia, era con la cruz a cuestas con corona de espinas y soga en la garganta, animándola a llevar la

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pesada cruz que había puesto sobre sus hombros.Y así hacía esta mortificación y penitencia tan metida y embebida en Dios y tan fuera de sí que se echaba de ver el consuelo interior que en ella le comunicaba. Otras veces bajaba al refectorio a hacer mortificaciones y penitencias en compañía de sus hermanas. Salía con una corona de espinas en la cabeza y una soga a la garganta con un crucifijo, y una calavera en las manos, y de rodillas decía sus culpas (como si fueran gravísimas) con tanta humildad, lágrimas y sentimiento que hacía llorar muchas lágrimas a las religiosas con grande confusión, viendo un ejemplo tan grande de penitencia y humildad. Poníase a la puerta del refectorio, muchas veces tendida en el suelo para que le pisasen la boca, otras de rodillas para que todas le diesen bofetadas. Besábales los pies a las religiosas y muy de ordinario, se postraba y besaba el suelo con gran sentimiento de los demonios, los cuales le daban muchos golpes por esta mortificación y decía que la sentían grandemente. Procuraba disimular sus achaques y flaqueza para que las preladas le diesen licencias para hacer estas penitencias, y muchas veces se las negaban por constarles el impedimento que tenía para ello que era una gran mortificación, pues le estorbaban lo que tanto deseaba y con todo esto volvía, en otros días, a pedir licencias con no pequeña admiración de las preladas, viendo tanto fervor y espíritu, y tanto animo en un cuerpo tan combatido de dolores y tormentos. Tengo por cierto según los deseos que tuvo desde niña de ejercitarse en penitencias que si Nuestro Señor no le hubiera ligado las manos con el impedimento de sus enfermedades, fuera el más raro ejemplo de penitencia que se hubiera visto en el mundo.

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CAPÍTULO VIII

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIAL DE PENITENCIA Y MORTIFICACIÓN. No se contentaba esta verdadera penitente con tantas asperezas y penitencias como hemos visto sino que también añadía un dolor continuo de sus ligeras culpas que es la principal parte de la penitencia. Llorábalas con tantas lágrimas y sentimiento como si fueran gravísimas, siendo así que más eran descuidos y defectos naturales (sin los cuales ninguno por santo y perfecto que sea puede vivir) que culpas con advertencia, imitando a San Agustín que confiesa que por estas ligeras culpas eran sus ojos fuentes de lágrimas y esto era con tanto extremo que tenía necesidad que las religiosas la consolasen y animasen.Y decíales que no se admirasen de su dolor y sentimiento porque las esposas de Jesucristo habían de dar rigurosa cuenta en el juicio de sus culpas y descuidos por ligeros que fuesen, por las grandes obligaciones de su estado y profesión. Pues la mortificación que tuvo toda su vida fue tan grande que más parecía muerta para las cosas del mundo que mortificada. Traía siempre enfrenados todos sus sentidos, como dijimos en el discurso de su humildad y, en particular, el de la vista que tantos daños causa.Y si alguna vez se descuidaba, lo pagaba luego de contado con una áspera reprehensión de su querido y celoso Esposo. Estando una vez en el refectorio con la ordinaria inapetencia que tenía de comer, se descuidó en mirar cómo comía la compañera y habiendo caído en ello, se confesó e hizo penitencia por esta ligera culpa, tanto era el temor que tenía de no ofender a Dios. En los últimos tercios de su vida, le quitó la vista que para otra fuera de grande mortificación y tristeza como sucedió al Santo Viejo Tobías, pero para esta virgen pacientísima, fue de gran consuelo porque sólo milagrosamente le concedió el Señor viese los

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bultos en confuso y sin distinción alguna y sólo le permitió viese a leer y labrar, y cuando estaba en el coro (esto con estar bien distante del altar mayor oyendo misa, por ser grande la iglesia) veía distintatmente el Santísimo Sacramento, no pudiendo ver la gente que estaba en ella. Una de las grandes mortificaciones que tuvo en la religión (como lo decían muchas veces) era verse obligada por obediencia de los médicos y preladas a traer lienzo y dormir en colchón de lana porque quisiera tratar el cuerpo con el rigor que las demás religiosas y mucho más. En el comer tuvo una perpetua mortificación porque era enemiga de regalos y apetitos y cuando le llevaban de comer las enfermeras apetecía de mejor gana los manjares ordinarios con tener tan postrado el apetito, y si había alguno de regalo extraordinario, les rogaba les llevasen a las otras enfermas, diciendo que tenían más necesidad que ella porque no lo merecía. Pues en el beber, que mortificación guardaba, la que tuvo fortaleza para no beber gota de agua en nueve días (como dijimos al principio) mayormente siendo tantas sus ansias de padecer y más padecer. Cuando le daban las purgas amargas de la botica, acordándose de la hiel y vinagre que dieron a su Esposo, se regocijaba, recibiéndolas con gran ánimo y contento por tener en qué mortificarse, y así no quiso usar de algunos medicamentos como se acostumbra para evitar el mal olor por no excusar la amargura que le causaba.Y después de bebida la purga, quedaba con tanta serenidad y gusto como si hubiera bebido algún licor suave y regalado porque el mayor regalo que tenía en esta vida era padecer por cualquier camino que fuese.Y así las recreaciones le servían de martirio como ya hemos visto en su lugar.

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CAPÍTULO IX

DEL GRANDE AMOR Y CARIDAD QUE TUVO A DIOS NUESTRO SEÑOR. El gran Doctor de la Iglesia, San Agustín, tratando de la caridad y amor de Dios, dijo: Charitas radix est omnium bonorum omnia vincit, sine qua nihil valent omnia: & quæ ubicum que fuerit, trahit ad se omnia. La caridad es raíz y origen de todos los bienes, vence todas las cosas, sin ella no hay cosa buena y donde la hubiere, traerá así todas las cosas. Lo cual es conforme a la doctrina del Apóstol San Pablo porque todas las virtudes sobrenaturales son como efectos de la caridad en cuanto las encamina al fin sobrenatural que es Dios.Y así el que tuviere virtudes excelentes sobrenaturales, forzosamente ha de tener gran caridad, pues por los efectos se conocen las causas. Según esto, quien considerare las heroicas y excelentes virtudes en que se ejercitó esta sierva de Dios toda su vida, sin haber perdido la gracia baptismal, hallará por evidente consecuencia que su amor y caridad para con Dios Nuestro Señor, fue ardientísima en grado heroico porque su humildad, su pureza virginal tan combatida, su obediencia, su paciencia, modestia y mansedumbre, su penitencia y mortificación, su fortaleza, perseverancia y otras muchas virtudes que tuvo tan realzadas que otra cosa, son que efectos claros y manifiestos de fuego de amor de Dios con que tenía abrazado su corazón. Y si los quilates del amor y caridad se prueban en emprender cosas arduas, duras y dificultosas por el amado porque todo lo vence y atropella el amor, como dijo San Agustín: Nihil tam durum quod non amoris igne vincatur. La que tuvo ánimo y valor para emprender una cosa tan ardua como fue el sepultarse en medio de su juventud en una religión de tanto rigor y penitencia, venciendo y atropellando tantas dificultades y hollando los gustos y contentos que el mundo le ofrecía con tan grande fortaleza y constancia

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que ni con halagos, ni amenazas pudo ser vencida (como hemos visto). ¿Qué quilates de amor y caridad tendría a su querido y regalado esposo? Y si como dijo el mismo Augustinio: Verus amor non sentit amaritudines, sed dulcedinem. Quia labores amantium delectant. Que el amor verdadero no siente amargura sino dulzura en los trabajos. La que por amor de Dios halló descanso en los trabajos, alivio en los dolores, consuelo en las tribulaciones, regalo en las penas, suavidad en los tormentos, dulzura en los martirios, almíbar en la amargura, alegría en las tristezas, blandura en la aspereza y penitencia, fortaleza en la flaqueza, inclinación en padecer, salud espiritual en las enfermedades corporales, facilidad en lo posible, hartura en no comer, refugio en no beber, reposo en no dormir, honra en las injurias y afrentas, paz en las batallas, tranquilidad en las persecuciones, flores en las espinas, amor en la cruz y vida en la muerte, contra las reglas comunes de la misma naturaleza. No hay duda sino que su amor y caridad fueran verdaderos que excedió los límites ordinarios, pues con la divina gracia pudo hacer cosas al parecer, imposibles. Finalmente, si la mayor prueba y fineza del amor (como dijo Cristo Nuestro Bien) es padecer por el amado hasta dar la vida por él, ¿Qué valentía y fineza del amor tendría esta virgen y mártir? Pues vemos que por amor del mismo Señor padeció por tan largo discurso de tiempo tan incomparables trabajos, martirios y tormentos, especialmente en defensa de su pureza virginal por guardar la fe y lealtad que debía como esposa suya, sin darse por contenta, ni satisfecha en esta materia y que al paso que se aumentaban, crecía en ella la sed y deseo de padecer por su Amado hasta envidiar la dichosa suerte de los mártires, deseando perder su vida a manos de los tiranos como ellos ya que esto no fue posible. No se puede negar que con éste, alcanzó su amor la fineza mayor que puede haber en esta vida porque como dijo San Gerónimo tratando de lo que San Pedro dejó, por seguir a Cristo Nuestro Señor, es su Divina Majestad tan gran remuneradora que nos paga los deseos y afectos como si se ejecutasen cuando por nosotros no queda su cumplimiento.Y pues, esta virgen deseó dar la vida por su Esposo, no hay duda que su caridad en su divino acatamiento llegó a la mayor prueba que pudo tener como si su deseo hubiera surtido efecto. De más de que ya vimos como por otro camino le otorgó el Señor lo que deseaba, permitiendo que por mano de los tiranos infernales padeciese los martirios que los mártires padecieron. Verdaderamente, que quien atentamente considerare y ponderare el don particular que Nuestro Señor concedió a su sierva de alegrarse con los tra-

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bajos y tormentos, deseando padecer y más padecer (que es don que tan pocos alcanzan), podrá colegir1 que tal sería la caridad que producía un efecto tan grande como éste que al fin, todo lo puede él que es verdadero amante de Jesucristo, como dijo San Gerónimo: Amemus Christum, et difficile videbitur esse facile.

1

colegir: inferir, deducir, hacer argumento y consecuencia de una cosa a otra por lo que se ha visto, leído u oído (Aut).

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CAPÍTULO X

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA CARIDAD Y AMOR DE DIOS. Una de las causas porque en muchos lugares de la Sagrada Escritura se compara el amor al fuego es porque así como este elemento no puede estar oculto ni escondido, así el amor si es perfecto y verdadero no se puede esconder en lo interior del alma sin que brote por los ojos y por la boca y se manifieste por las acciones exteriores. Pues, como esta alma pura estaba tan abrazada en fuego de caridad de su Esposo echaba llamas de sí en lo exterior, índice de la caridad interior que en su pecho ardía. Andaba continuamente en la presencia de su Amado, diciéndole mil requiebros y jaculatorias amorosas aunque estuviese en la furia y rigor de sus dolores, enfermedades y martirios. Preguntóle una vez la prelada cómo era la presencia que tenía de Dios y respondióle que de la manera que si una cosa estuviera dentro del sol estaría rodeada de luz, así sentía su alma toda anegada y metida en su Dios. Siempre traía a la boca estas palabras: Bendito y alabado sea el dulcísimo y amorosísimo corazón de mi dulce Jesús de mi alma, por lo mucho que por nosotros padeció, glorificado sea por el infinito amor con que lo padeció.Y como Nuestro Señor la tenía crucificada, tenía particular consuelo en alabar continuamente su Pasión y su Cruz, convidando a las religiosas para que le ayudasen a este santo ejercicio.Todas sus pláticas y conversaciones eran de alabanzas a Nuestro Señor y a su Pasión con diversas oraciones jaculatorias.Tenía de ordinario cuando podía en las manos una cruz y una imagen de la Santísima Virgen Nuestra Señora, besándolas y poniéndoselas en los ojos y en la cabeza diciéndoles muchos amores con tanta ternura y devoción que la causaba a las religiosas.Tenía hábito ya de esto y así ni el ruido ni otra cualquiera ocupación le era de estorbo ni impedimento para que dejase de alabar a Dios con diversos lugares de la Sagrada Escritura con particular luz del cielo (como diremos después).

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Cuando las religiosas le daban las gracias de alguna cosa que hacía por ellas, les decía: No me digan esto sino Dios le dé infinitos grados de amor fervorosísimo con que siempre le esté amando. Andaba tan inflamada con este fuego de amor y tan fuera de sí que muchas veces se le ponía el rostro tan encendido que parecía un serafín1 y estaba tan absorta que aunque le hablasen en el lugar de la recreación o fuera de ella no respondía y después volvía como de un sueño y diciéndole que cómo no respondía a lo que le preguntaban, decía: ¿Qué es lo que me dicen que no le he oído? Perdónenme por amor de Dios. Algunas veces estando en la oración conventual en el coro, se enajenaba de sus sentidos y daba unos suspiros muy tiernos y después que se lo advertían, decía que no estaba en su mano ni lo advertía, quedando con grande vergüenza y encogimiento. En cualquier parte que viese la imagen del Niño Jesús, era cosa notable ver como lo besaba y abrazaba diciéndole palabras tiernas y amorosas.Y así como el que se llega al fuego participa de su calor, de la misma suerte, cada vez que las religiosas y confesores le hablaban, les pegaba ternura y devoción.Y un religioso docto y siervo de Dios de la orden del Carmen dijo que cada vez que le hablaba y la animaba a padecer por amor de Dios eran tantos los afectos y actos de caridad que hacía que lo inflamaba y encendía en amor de Dios. Preguntándole las religiosas si cuando entrase en el cielo se había de ir derecha a su Santa madre Teresa (a quien amaba tiernamente) respondió que no sino al corazón de su dulcísimo Jesús en quien estaba todo su bien y su amor y su consuelo. Jamás deseó morirse por excusar el padecer (como hemos dicho) pero como todo su amor estaba en el cielo y no en las cosas terrenas, deseaba con fervorosos afectos salir de este destierro por verse unida con su amado Jesús.Y así de ordinario en sus conversaciones lo mostraba con grandes ansias diciendo: ¡O mi Dios! ¿Cuándo llegará el día en que me vea fuera de este cuerpo, hecha una cosa con voz por amor? Repitiendo aquellas formales palabras de San Pablo: Cupio disolví ese cum Cristo. Deseo ya salir de esta cárcel y estar con Cristo. Estando muy fatigada y con grandes ansias que parecía que se le salía el alma en algunas ocasiones y mostrando compasión la compañera que asistía 1

serafín: el sujeto singular o especial en el Amor Divino y por esto se da este epíteto a san Francisco de Asis. Se dice del sujeto de especial hermosura.

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en su celda, le dijo que no pensase que aquellas ansias eran del cuerpo sino del alma que deseaba verle con su Dios y estaba batallando por salir de esta vida. Otras veces decía que de la manera que anda un pájaro saltando con inquietud en la jaula, buscando por donde salir y así su alma andaba, desasosegada, sin reposo, con ansias de salir de la cárcel de su cuerpo y verse unida con su Dios. Decía que muchas veces rehusaba fijar la mente y los ojos en la imagen de Jesús crucificado (que era todo su amor y consuelo) porque tras de los ojos se le iba el alma y dejaba el cuerpo casi sin vida por los efectos fervorosos que tenía de ir gozarle para anegarse en el mar inmenso de su amor. No pensaba ni hablaba ni hacía acción alguna que no fuese encaminada al amor de Dios. Exortaba de ordinario a las religiosas que todos sus deseos, pensamientos, palabras y obras, ahora fuesen de obligación, ahora voluntarias, fuesen acompañadas principalmente con el amor de Dios para que tuviese más subido valor en su divino acatamiento.

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CAPÍTULO XI

DEL AMOR QUE TUVO A SUS PRÓJIMOS. Cosa llana1 es que la caridad y amor de Dios ha de ser acompañada con el amor del prójimo como dijo el Discípulo Amado en su epístola primera: Et hoc mandatum habemos à Deo? Ut qui diligit Deum, diligat et fratem suum. Precepto es de Dios que el que le ama, ame también a su prójimo. Porque el amor de Dios procede necesariamente el del prójimo como rama de su tronco según doctrina de San Gregorio y otros muchos santos. Pues, si consideramos la grande caridad que abrazaba el corazón de esta virgen (como hemos visto) hallaremos consecuentemente que fue grande el amor que tuvo a sus prójimos porque no puede estar el uno sin el otro. Era tan verdadero y perfecto el amor que tenía a sus prójimos que la satisfacción de todas sus obras, martirios y tormentos ofrecía a Dios por ellos sin reservar ni aplicar cosa alguna para sí en que se hace bien de ver la fineza del amor que les tenía. Andaba con una sed continua de la salvación de las almas, llorando los pecados del mundo con gran sentimiento y dolor de que siendo Dios tan digno de ser amado, servido y obedecido hubiese quien se atreviese a ofenderle y así de día y de noche estaba rogando a Dios por todas las necesidades públicas de la Iglesia y en particular por los justos para que su Divina Majestad los conservase en su gracia y por los que estaban en pecado mortal para que los sacase de tan miserable estado.Y no quedando satisfecha de lo que en esto hacía (aunque era mucho) pedía a las religiosas le ayudasen con sus oraciones y otras obras penales y meritorias para que Nuestro Señor le otorgase lo que le suplicaba. En teniendo noticia que alguna persona estaba en mal estado, era increíble su sentimiento y las 1

llana: con lisura, claridad y verdad (Aut).

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ansias con que rogaba por ella hasta ofrecerle a padecer otros nuevos tormentos para que Dios diese cumplimiento a sus deseos, poniéndose (como dicen) a brazo partido con su Divina Majestad como otro Moisés, sin cesar un punto hasta que sabía que aquella oveja perdida se había reducido al gremio y gracia de su Pastor.Y me consta que por intercesión de esta venerable religiosa, se han convertido muchos pecadores a Dios de que no conviene tratar en particular y esto no le costaba poco porque demás de los continuos dolores y martirios que padecía se embravecían los demonios contra ella como quien les había quitado de sus manos la presa que tenían ya por suya y le daban otros nuevos y crueles tormentos.Y no fue el menor el que estando en esto la arrebataron los demonios y dieron con ella dentro la bóveda o caracol de las campanas siendo imposible pudiese entrar por tener la llave de la puerta la prelada y no tener ventana ni resquicio alguno de tal bóveda y echándola menos las religiosas oyeron tocar a la puertecilla de parte de adentro y abriendo la prelada la halló con muchísimo gusto por aquel tormento que había padecido y así éste como los demás tormentos los llevaba con suma alegría por una tan insigne victoria como ésta. Y tenían advertido las religiosas que todas las veces que en este santo convento se hacían rogativas y plegarias por la salud espiritual o corporal de esta Ciudad o por otra cualquiera necesidad pública o particular, especialmente si era tocante a la salvación de las almas (siendo muchas las que de ordinario ocurren a él todo había de pagar a la madre Isabel de la Encarnación) porque los demonios le daban nuevos y exquisitos tormentos, vengando en ella el sentimiento que tenían.Y sucedió muchas veces estar la madre priora o la tornera en alguna ocupación del servicio de Nuestro Señor en orden a la salvación de las almas y en el ínterin maltratarla los demonios sin que ella supiese la causa hasta que después cuando la veían les decía: ¿Madres, qué ocupación han tenido que tanto han sentido los demonios? Miren cual me han parado. Como nuestro Señor desea tanto la salvación de las almas y le eran tan agradables las oraciones y sacrificios de esta esposa suya que hacía por amor de sus prójimos, le revelaba los peligros de cuerpo y alma en que estaban y ella con su caridad de más de lo que hacía y padecía por ellos, daba noticia a las preladas para que los encomendase a Dios toda la comunidad y lo mismo encargaba a sus confesores rogándoles acudiesen a estas necesidades por todos los medios que tuviesen. Veía que las casas de tablajes y juegos estaban llenas de demonios y que en especial asistían a las mesas donde se jugaba con gran fiesta y regocijo

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por las ganancias que tenían de aquel ejercicio de que tanto se ofende Nuestro Señor.Y advertía que cuando entraban los jugadores, los salía a recibir los demonios ayudando a los criados a poner las sillas con lo cual se hallaba obligada a hacer mucha oración por aquellas almas. Otras veces veía que los demonios andaban como unos leones bramando por las calles de esta Ciudad en ocasión que sucedían muertes violentas y acudía a Dios suplicándole no permitiese que causase más daños a la República. En dos ocasiones se le apareció Cristo Nuestro Señor y le mandó que le dijese a la prelada que todo el convento hiciese continua oración, por esta Ciudad de los Ángeles porque estaba en mucho peligro de ser castigada por sus grandes pecados y de perderse. Otra vez le manifestó el Señor un grande trabajo de alma y cuerpo en que estaba cierta persona que yo conocí.Y vio al demonio que andaba muy solícito para derribarla y habiendo hecho mucha oración por ella se ofreció a padecer lo que Dios fuese servido porque la librase de aquel peligro. Aceptó la oferta dando permiso al demonio para que la atormentase el cual lo hizo mucho tiempo en figura de grifo y al fin fue Nuestro Señor servido de librarla de aquel trance. En otra ocasión tuvo una revelación (de la cual tuve noticia habrá tres años) y confieso que me causó tanto temor y confusión por mis pecados, y para que mejor se entienda, pondré a la letra lo que ella misma escribió a su confesor que era un religioso docto y muy siervo de Dios de la Compañía de Jesús. Las palabras son las siguientes: Habiendo pasado una noche y un día muy afligida por ser muchos los tormentos que me daban los demonios, sentía que me hacían mucha fuerza para que me levantase a rezar el Oficio Divino: estando rezando con mucha fatiga, pedía a Dios favor y en este instante se me representó Nuestro Señor muy afligido y abierta la llaga de su costado dándome a entender, llamase a las puertas de misericordia con prisa. Estando muy fatigada por ser los tormentos agudos, vi que el demonio me quería afligir con una tentación.Volviéndome al Señor, se me apareció afligido y volviéndose al convento decía «Hijas, favorecerme, ¿no veis cuál me han parado?». Diciéndole yo, «¿Quién Señor? ¿Son mis pecados?». Me dijo que se abrazaba el mundo en vanidades y que las culpas de los que debían mirar por su religión eran los que así le habían puesto de aquella manera y me decía que comiese pan de dolores y agua de tribulaciones. ¿Quis talla fundo temperet á la crimis? ¿Quién no temblará y llorará oyendo cosa semejante? Otras veces le decía con gran sentimiento cuán ofendido le tenían los sacerdotes y le mandaban hiciese mucha oración por ellos la cual se hace

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desde entonces con especial cuidado en este santo convento. Pero esta sierva de Dios no sólo hacía oración continua por todo el Estado Eclesiástico sino que para aplacar su ira se ofrecía con mucho ánimo a padecer por él todos los tormentos que el Señor fuese servido, doliéndose de los pecados de los sacerdotes por conocer con Luz Divina lo mucho que le ofenden porque son los amigos regalados y comensales de su mesa y los que han de llorar los pecados del pueblo para que no les castigue Dios y así no hay cosa que tanto sienta su Divina Majestad como que no vivan con la pureza conveniente a su estado como consta de la Profecía de Malaquías y de otros lugares de la Escritura, por lo cual dijeron San Agustín, San Gerónimo y otros santos que son más graves los pecados de los sacerdotes que celebran indignamente que el que cometieron los judíos en crucificar a Jesucristo, y San Gregorio en la Homilía 9 dice: Quanto mundus gladio feratur aspiritis, quibus quotidie percutionibus intereat populus videtis:cuius hoc nisi nostro Sacerdotum peccato agitur &.

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CAPÍTULO XII

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DEL AMOR DE LOS PRÓJIMOS. De todo lo que habemos dicho en el capítulo antecedente, podemos inferir la grandeza de caridad de que esta virgen y mártir tuvo a su Dios, pues tantas almas redujo a su gracia que es el acto de la mayor caridad que puede haber como dijo San Gregorio en una Homilía: Illein amore Dei maior est, qui ad eius amorem plurimos trahit. Pero la de la madre Isabel de la Encarnación no paraba en esto solo, antes pasaba más adelante porque el amor cordial que tenía a las religiosas sus hermanas era grandísimo fundado en Dios.Teníales a todas (aunque fuesen las legas) grande respeto reverencial y decía que por conocer en ellas tanta virtud las entusiasmaba y reverenciaba como esposas de Jesucristo y que ella sola era la pecadora, y una de las causas porque sentía no poder acudir a los actos conventuales era por verse privada de su compañía.Y aquella tentación que dije al principio con que el demonio la quiso desunir de este amor la afligió sobremanera.Y como era tan mansa y pacífica tuvo siempre con todas grande unión, paz y conformidad, exortándolas a que se amasen unas a otras en Dios y por Dios que es lo que encarga nuestra Santa madre Teresa en su Regla1. En el poco tiempo que pudo ser enfermera, se admiraban las religiosas del amor y cuidado con que las servía y regalaba con una continua asisten1

Santa Teresa fundó el Convento de Carmelitas Descalzas de la Antigua Observancia de la Regla de San José de Ávila en 1562. La Regla primitiva, que santa Teresa y san Juan reintroducieron por su reforma divinamente inspirada, proporciona el medio a través del cual las almas escogidas pueden cumplir el mandato de amar a Dios y al prójimo. Cada religiosa deja familia, amigos y bienes para ganar a Jesús por los votos de pobreza, castidad y obediencia.

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cia y aunque estaba con tantos trabajos, enfermedades y tormentos, se animaba y pedía licencia para ir a visitar a las enfermas a las cuales asistía mucho más tiempo de el que le daban lugar sus males, consolándolas y animándolas a la paciencia y conformidad con la voluntad de Dios usando de quel don singular de consolar a sus prójimos con su acostumbrada apacibilidad y gracia y con la misma les daba de comer y de cenar y les hacía remedios con sus manos con tanta alegría como si estuviera sana y buena. Estando una religiosa muy enferma y cercana a la muerte, supo que estaba fatigada y aunque ella estaba padeciendo con sus continuas enfermedades, pidió licencia a la prelada para ir a consolarla y era tanta su caridad que se quedó tres o cuatro noches en su compañía, asistiendo a su cabecera, consolándola con la melodía y dulzura que tenía en sus palabras y cada instante le preguntaba como se sentía y si había menester algún remedio.Y viéndola en la última noche muy afligida, se fue al coro a encomendarla a Nuestro Señor, lo cual hizo con tanta instancia y fervor que su Majestad le dio a entender que la enferma no moriría de aquella enfermedad y habiendo vuelto a verla, la halló mucho más apretada y con grandes temores de la muerte: díjole con mucho secreto que no tuviese pena que no había de morir de aquella vez y que luego había de tener conocida mejoría con lo cual se animó y consoló y desde aquel instante comenzó a declinar el mal y luego estuvo buena. En otra ocasión que estuvo con una grave enfermedad la prelada, se estuvo también a su cabecera sin desnudarse ni dormir en tres noches, consolándola aunque ella estaba bien apretada y sintieron tanto los demonios este acto de caridad que la atormentaron mucho. Cuando las religiosas estaban en artículo de muerte, era cosa notable el cuidado que tenía de asistirles y acompañarlas de día y de noche, diciéndoles palabras consolatorias y muchos salmos y oraciones, ayudándolas a bien morir y encomendándolas a Dios, y ofrecía por ellas todo lo que padecía y estos actos de caridad u otra cualquiera buena obra que hiciese, le habían de costar nuevos trabajos y tormentos de los demonios. Vio una vez al demonio en figura de dragón, muy airado y rabioso contra sus hermanas las religiosas, y como su caridad era tan grande y el amor que les tenía, fuese a hacer oración y con grande y fervoroso afecto pidió a Nuestro Señor que fuese servido de librarlas de aquel enemigo y le mandase que toda su rabia e indignación descargase sobre ella que de muy buena gana padeciera cualquier trabajo y tormento como sus hermanas no lo padeciesen. Otorgóle su Divina Majestad lo que le pidió y aquel dragón le

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dio por mucho tiempo terribles tormentos y en una ocasión dijo que este trabajo la había acabado mucho porque había sido más de marca2. Pero llevólo con el gusto y alegría acostumbrada y aun mayor por el amor que tenía a las religiosas. Tenía especial cuidado de rogar a Dios por los confesores que sentían mal de su espíritu y decía que les había cobrado grande amor porque mandaba Dio que sean amados los que nos persiguieren. Una cosa me certificaron las religiosas que me causó admiración que era tanta su piedad que hasta con los animales la ejercitaba por ser naturalmente compasiva porque de ordinario enfermaban las aves del convento y se les apostemanan3 las cabezas y se morían muchas y ella imitando en este acto la piedad al Abad Joan4 que refiere el Prado espiritual, con licencia de la prelada, bajaba abajo con harto trabajo y con mucha flema y espacio, las curaba y les reventaba las materias y si no podía bajar, las subían a su celda para que las curase.Y cuando algunos palominos se caían de los nidos altos, se los llevaban y les daba de comer por sus manos porque no muriesen de hambre. Y que estas cosas hacía con tanta gracia, piedad y compasión que dejaba espantadas a las religiosas y bien edificadas de ver un natural tan compasivo e inclinado a hacer bien a todos que como estaba tan encendida en caridad con Dios, se le había pegado la compasión que su Divina Majestad tiene de los animales irracionales como consta del capítulo 4 del profeta Jonás al cual dijo que cómo se había de compadecer de tanta multitud de hombres y jumentos como había en Nínive. Et iumenta malta.

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más de marca: alguna cosa es excesiva en su línea, y pasa y sobrepuja a lo justo y razonable (Aut). 3 apostemar: causar postemas. postema: absceso supurado. 4 Se refiere al abad Juan Mosco de los siglos VI-VII que escribió el Prado espiritual, dedicado a san Sofronio.

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CAPÍTULO XIII

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA CARIDAD CON LOS PRÓJIMOS ACERCA DE LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO POR LAS CUALES PADECIÓ GRAVÍSIMOS TORMENTOS. Doctrina es de los santos que ninguna obra podemos hacer de mayor caridad ni más grata a Dios que ayudar y favorecer con nuestros sufragios y obras penales a las ánimas de Purgatorio. Esto tenía bien conocido la madre Isabel de la Encarnación y como era tanta la caridad de que tenía con sus prójimos, no se contentaba con lo mucho que hacía, y padecía por los de este siglo (como hemos dicho en los capítulos antecedentes) sino que se extendía a los que en el otro estaban en el Purgatorio por los cuales hizo y padeció tanto que se pudiera hacer un libro entero de sola esta materia. Ya habemos visto cuán ejercitada y cuán curtida estaba con los trabajos y crueles tormentos y martirios que padecía con un ánimo y alegría que excedía a las flacas fuerzas de la humana naturaleza con las ansias de padecer mucho más, y siendo esto así porque no le quedase tormento que no experimentase, permitió Nuestro Señor que por un brevísimo espacio padeciese las penas del Purgatorio lo cual le causó tanta novedad y asombro que sin ser más en su mano, dio tan grandes voces y gritos por la terribilidad de aquellas penas que alborotó el convento, admirándose las religiosas de una novedad como ésta en quien veían tanto sufrimiento y fortaleza. Halláronla espantada y como fuera de sí, y temblando les dijo lo que le había sucedido y que creyesen que todos cuantos encarecimientos dicen los santos en esta materia son cortos porque todos cuantos martirios padecía juntos, ni todos los de esta vida aunque sean gravísimos, pueden llegar al mínimo de los que había experimentado porque no había palabras para poderlos declarar ni ponderar y así, desde entonces cobró nuevo ánimo para padecer mucho más y exortaba a las religiosas que no perdiesen el tiempo mientras viviesen

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sino que se ejercitasen en penitencias y obras meritorias para que se excusasen de tan graves penas y que era muy necio el que remitía la satisfacción de sus pecados para el Purgatorio lo cual es conforme a la doctrina de San Agustín y otros muchos santos. Mostróle Nuestro Señor diversas veces el Purgatorio y las penas con que las almas son atormentadas por mano de su rigurosa justicia y como era tan compasiva y caritativa y tenía experiencia de ellas, tomó tan a pecho el ayudarlas que de ordinario estaba ocupada en rogar a Dios por ellas, ofreciendo sus dolores y trabajos y pidiendo otros de nuevo por sacarlas de aquella dura y penosa cárcel.Y es cosa cierta que los mayores tormentos que padeció por mano de los demonios fueron por esto porque sentían mucho que se ocupase en este santo y piadoso ejercicio y así tomaban de ella venganza con nuevos y extraordinarios tormentos y mayores cuando decía a las preladas mandasen hacer oración por lo mismo, ya causándole nuevas penas y dolores en las enfermedades, ya dándole tan crueles golpes que le quebrantaban y molían los huesos, ya abrazándola con fuego, ya ahogándola y usando otras crueldades propias de tan impíos tiranos (como dijimos en los capítulos que tratan de esta materia) en la cual se quedan muchas cosas omisas porque eran ya tan ordinarias que no causaban novedad ni admiración a las religiosas y así ni las escribieron ni las encomendaron a la memoria (como dije en otro lugar).Vio una persona religiosa en el Purgatorio la cual le dijo que se vio en grande riesgo de condenarse porque no había guardado con puntualidad el voto de la pobreza y por tener mucho descuido en acudir al coro y a los demás actos de la comunidad pero que Nuestro Señor con su infinita misericordia la había sentenciado en treinta años de Purgatorio.Y le pidió que se compadeciese de sus penas y tuviese cuidado de encomendarla a Dios lo cual hizo con tanto cuidado que por sus oraciones y las que pidió a las religiosas y por lo mucho que padeció, le perdonó el Señor los once años y finalmente hizo tanto en esto que la sacó del Purgatorio en el cual vio también otra persona religiosa que estaba condenada en cien años de tormentos por un pecado de fragilidad1.Y decía muchas veces con grande sentimiento y espíritu por lo que había visto en la otra vida estas palabras: Desdichado del religioso o religiosa que no acude a las obligaciones de su estado.Vio así mismo las terribles penas que padecían los

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malo.

fragilidad: se toma por la propensión que la naturaleza humana tiene a caer en lo

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prelados eclesiásticos y las preladas por los descuidos y negligencias cometidas en el oficio, y oíales decir a voces: O, cuidado de almas ajenas que pesado que eres. Rogáronle, ofreciéndose por ellos oraciones y obras penales y meritorias y lo hizo con mucho cuidado por los que Nuestro Señor le mostró hasta que fueron libres de las penas que padecían.Y el uno de ellos le encargó avisase a los prelados y a las preladas y a los demás que tenían cargo de almas, la estrecha cuenta que habían de dar a Dios de los pecados de sus súbditos cometidos por su descuido y negligencia y las terribles penas que por ello se padecen en el Purgatorio.

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CAPÍTULO XIV

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LAS ÁNIMAS DE PURGATORIO. Cosa es muy cierta que Nuestro Señor con su infinita clemencia solicita a los fieles conspiraciones y otros medios para que hagan bien por las almas del Purgatorio de que hay muchos ejemplos, pero baste el de la Santa madre Teresa a quien había revelado que saldría de las penas un alma el día que se dijese la primera misa en una fundación de un convento y que porque se descuidó algunos días con otras ocupaciones le mandó que las dejase y fuese a concluirla porque aquella alma estaba padeciendo grandes tormentos. Pues como su Divina Bondad conocía los deseos de su sierva acerca de esta obra de misericordia y le eran tan gratas las que hacía, le daba a entender interiormente lo que muchas almas padecían para que ofreciese por ellas oraciones y otras obras satisfactorias. Pero lo más ordinario era que permitía las viese en el Purgatorio o que se le apareciesen las cuales le pedían con grande instancia las favoreciese y ayudase con rogar a Dios por ellas y ofrecer las penas y tormentos que padecía. Pedíanle oficios de difuntos: Salmos penitenciales y graduales1, el de Miserere mei con requien æternam, muchas oraciones del Paternoster con requiem æternam, y muy en particular que pidiese a las preladas les aplicasen el Oficio Divino de la comunidad y todos los actos conventuales porque decían eran de grande satisfacción y también le pedían oraciones del Santo Sudario e indulgencias y otras cosas semejantes. Acudía luego con su caridad a hacer fervorosa oración a Dios por ellas, ofreciéndole sus trabajos y tormentos y a padecer todos los más que fuese servido, diciéndole que de muy buena gana satisfaría lo que habí1

salmos graduales: los que usan para preparar los peregrinos antes de embarcarse.

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an de padecer y el Señor aceptaba la oferta, dando licencia a las furias infernales para que de nuevo la martirizasen y ellos lo hacían con extraña crueldad, de tal suerte que muchas veces la dejaban por muerta y en especial la apretaban mucho más cuando las almas estaban cerca de salir de las penas. Con grande admiración de las religiosas, viendo su caridad fervorosa y que todo el año se le iba en padecer tormentos ya por los vivos como por los difuntos, con tanto ánimo y fortaleza y alegría como si fuera de piedra. Acudía luego a las preladas a pedirles aplicasen los actos conventuales por las ánimas y algunas le pedían en particular los Salmos que todo el convento reza en el acto humilde del fregado2 después de comer y a la noche. Otras le pedían comuniones suyas y de las religiosas a las cuales rogaba con mucha humildad y compasión la ayudasen porque eran tanto los oficios de difuntos y rezados particulares que le pedían las almas (que sucedía venir muchas juntas), y no era posible acudir ella sola aunque estuviera con salud entera y así encomendaba a cada una lo que le parecía así de rezado como de penitencias y comuniones y lo demás.Y a las que veía más fervorosas, encomendaba almas particulares, prometiéndoles que cuando fuesen al cielo serían sus abogadas.También les encargaba rezasen la coronita pequeña de la Pasión porque le tenía mucha devoción.Y cuando veía que se disminuían las penas, les decía a las religiosas con mucho contento: Muy buena va el alma que le encargué ya va saliendo aprisa.Y porque una religiosa se descuidó de rezar lo que había prometido, le dijo: A si viesen lo que están padeciendo, no se descuidaría. Era cosa notable verla hecha una procuradora general de las almas del Purgatorio con tanto amor y caridad como si no hubiera otra cosa a que acudir. Llamábalas mis madres, mis señoras, con una devoción extraña, y era tan solicita y cuidadosa en esto que todo el año traía ocupadas a las religiosas y a no tener tanta caridad como tienen, pudiera decir que cansadas porque decían que parecía que todo el Purgatorio se les había venido al convento y que eran tantas las ocupaciones que las tenía la madre Isabel de la Encarnación que no hacían otra cosa de día y de noche que sufragios por las ánimas y que no tenían lugar ni tiempo según era lo que les pedía lo cual dijeron a su confesor en una ocasión que se le aparecieron muchas. Veía a muchas de estas almas o se le representaban a los principios como en un lago profundísimo de fuego y de allí le daban voces, pidiéndole soco-

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fregado: la acción de fregar los platos (Aut).

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rro, y pasado el tiempo que Nuestro Señor era servido (que a veces era mucho), habiendo hecho todo lo que podía por ellas, veía que iban saliendo muy despacio de aquel lugar al mismo paso que eran los sufragios y algunas subían de allí al cielo. Otras se detenían en unos eriazos, otras en jardines y aunque no padecían pena sensible, estaban afligidas y desconsoladas por carecer de la vista de Dios. Otras venían a padecer esta detención y pena de diario al coro del convento (donde asistían continuamente hasta que iban al Cielo), pero salían en compañía de las religiosas, asistiendo a todos los actos conventuales aunque fuesen de refectorio, huerta y recreación y en acabando, se volvían al coro. Estando en él un alma purgando sus culpas se leyó un auto proveído por su señoría ilustrísima del señor obispo y al punto que se empezó a leer su nombre, vio que aquella alma hizo una profunda humillación con suma reverencia que duró el tiempo que se leyó su nombre y el Oficio Pastoral que tiene a su cargo, permitiendo Nuestro Señor que esto se manifestase a esta sierva suya para ejemplo nuestro, dándonos a entender la reverencia y respeto que se debe tener, no sólo a las personas de los prelados eclesiásticos sino a su nombre. Otras almas le rogaban con grande encarecimiento dijiese a las preladas que procurasen hacer diligencia con personas que señalaban para que les mandasen decir muchas misas y otras pedían se diese aviso de lo mucho que padecían a sus albaceas o parientes para lo mismo o para que hiciesen algunas restituciones por las cuales estaban detenidas en tan graves tormentos en lo cual tenía bien que padecer la madre Isabel de la Encarnación porque como era tan recatada, temía que estas cosas saliesen fuera del convento y así lo dilataba muchos días pero eran tan rigurosas las reprehensione interiores de Nuestro Señor que no podía dejar de manifestarlo a las preladas las cuales hacían la diligencia por mano de los confesores y por los otros medios con el recato conveniente. En una ocasión, le encargó un alma con gran encarecimiento que le hiciese decir unas misas y díjole que aunque se le había dicho un número grande por sus herederos y albaceas, no todas se las había aplicado Nuestro Señor para algunas restituciones que tenía a su cargo. Huyóse afligida la madre Isabel de la Encarnación de no tener la limosna para estas misas y díjole el alma que se le diese noticia a cierto vecino honrado de la Ciudad que él haría esta buena obra. Llamó a su confesor y rogóle que hiciese la diligencia el cual le respondió que le parecía que aquella persona estaba necesitada y que no lo haría: replicóle que sin embargo se lo dijese que

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Dios le movería la voluntad. Al fin, hizo la diligencia y salió bien lograda porque mandó luego decir las misas aunque estaba con necesidad y dijo que aunque no tuviese qué comer no era justo faltase para una obra tan piadosa con lo cual, y las oraciones de la sierva de Dios y los tormentos que padeció, salió el alma del Purgatorio. Mató un hombre a su mujer en España sin culpa y ocurrió al socorro de esta sierva de Dios y dijole que se había ido a gozar de Dios por la paciencia con que llevó aquel trabajo y que las penas que padecía eran por haber sido muy amiga de galas. Otra alma vio en el Purgatorio y reparó que tenía a su lado un niño que la miraba con apacibilidad y la consolaba y entendió que en la vida había usado de caridad con él y por eso le servía de alivio. En otra ocasión quedó bien compadecida porque vio que un niño de poco más de ocho años, estaba en el Purgatorio y rogóle se acordase de él y que se hiciese oración por las religiosas y le pidió un Oficio de Difuntos. Llamó a la prelada y rogóle que el convento ofreciese sufragios y la comunión de aquel día (que era de Santa Magdalena), y habiéndosela ofrecido al punto lo vio salir de las penas muy resplandeciente. ¿Quién no temblará con un ejemplo semejante viendo cuán delgadas son las cosas del Juicio de Dios pues un niño tuvo necesidad de pasar por el fuego del Purgatorio? Vio muchas almas de los cofrades de Nuestra Señora del Rosario y le dijeron: Di a tus hermanas las religiosas que también son nuestras hermanas que se acuerden de rezarnos los rosarios que pudieren, por amor de Dios. Apareciósele una alma en ocasión que tenía bien que hacer por otras, y pidióle muchas oraciones, penitencias y otros ejercicios. Hallóse congojada y dijo: ¡Válgame Dios! ¿Qué de ello me pide esta alma? Pero diole su Divina Majestad una reprehensión tan grande que la atemorizó mucho y quedó bien escarmentada de allí adelante. Una noche, después de maitines, se puso a rezar el oficio de difuntos por uno que le habían encomendado en tiempo que seguía la comunidad aunque con trabajo. Después de haberlo acabado, oyó una voz que decía: Rézame otro.Y en acabándolo, oía la misma voz y volvió a rezar otro y casi toda la noche se pasó en lo mismo porque rezó cinco oficios que le pidió aquella alma, sin cansarse, tanta era su caridad como ésta. Estando cenando en el refectorio, se le apareció una alma y con grande instancia y prisa, le rogó que dejase la cena y le rezase un Oficio de Difuntos. Al punto, se levantó y con licencia de la prelada, se fue a rezarlo y juntamente le rezó muchas oraciones del Santo Sudario y Salmos y otras devociones y rogó a las religiosas le ayudasen con lo cual salió en breve de las penas.

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Otra alma le rogó le rezase unos Oficios de Difuntos pero que si cuando los rezase llamasen a la oración conventual los dejase en aquel estado y fuese al acto conventual y que en acabando los volvería a proseguir.

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CAPÍTULO XV

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LAS ÁNIMAS DE PURGATORIO. Estando la sierva de Dios bien fatigada y en el rigor de sus trabajos y dolores (en una ocasión que muchas almas le vinieron a pedir su favor), se le apareció Nuestro Señor y le dijo estas palabras: Hija mía, por estas almas y por mi amor, ¿no padecerás dos horas más? Respondióle: Sí, Señor mío, de muy buena gana. Replicóle: ¿Hija, no me darás tres horas?Y habiéndole respondido que de mil amores, le dijo el Señor que fuesen siete y como su caridad no tenía límite, se ofreció a padecerlas y las demás que fuese servido en las cuales padeció doblados dolores y tormentos con grande paciencia y alegría, conformándose con la voluntad de Dios. Bendita sea su infinita bondad que con tanto amor solicita nuestro bien. En otra ocasión entró una religiosa a verla y hallóla que estaba actualmente padeciendo increíbles tormentos por otra alma que estaba próxima a salir del Purgatorio y tuvo grande compasión porque parecía que la hacían pedazos y le molían los huesos.Y después de haber pasado algún tiempo, empezó a decir: Bendito sea Dios, bendito sea Dios, ya salió de las penas y entró en el Cielo. Pero quedó tan cansada y atormentada que no podía hablar ni rodearse como si estuviera muerta. Era cosa notable que con ser estas cosas tan temerosas que a los más esforzados hacen temblar, le había dado el Señor tanto ánimo que aunque se viese sola, no le causaban algún temor sino antes paz y consuelo.Venía muy de ordinario una alma (mucho tiempo) a pedirle el socorro de sus oraciones y obras penales a lo cual acudía con su acostumbrada caridad. Vino una noche ya tarde a pedir un Oficio de Difuntos y respondióle que de muy buena voluntad pero que estaba sin luz por haber apagado la vela, y replicóle que se levantase y fuese a encenderla. Así lo hizo yendo en su

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compañía la misma alma, y después se estuvo gran parte de la noche rezándole Oficios, Salmos penitenciales y otras oraciones que le iba pidiendo, y tanto hizo por ella que la sacó del Purgatorio. Otras almas venían a lo mismo y le pedían que hiciese oración por otras que padecían mayores y más graves penas de que quedaba dando gracias a Dios por ver la caridad y amor que las almas le tienen en el otro siglo. Cosa admirable era ver el gusto y contento que mostraba sin poderlo disimular cuando veía tan bien logrados sus trabajos y oraciones en una obra de tanta caridad como ésta.Y para mayor consuelo suyo, permitió Nuestro Señor que viese cómo salían las almas, por quien padecía de aquella terrible cárcel, tan hermosas y resplandecientes y entraban en la gloria dándole primero las gracias y al convento por lo que les habían ayudado las religiosas. En una ocasión, vio subir al cielo a una alma con tanta gloria y regocijo que le dieron grandísimas ansias a la sierva de Dios de irse con ella que parecía se le arrancaba el alma y dijole el alma que no era tiempo porque le faltaba mucho por padecer. Un día de nuestro seráfico padre San Francisco, vio que bajó del cielo una estrella grande y resplandeciente y fue derecha al Purgatorio y en entrando fue extraño el gozo y alivio que todas las almas sintieron y que volvió a salir, llevando en su compañía muchas de ellas1.Y podemos entender que fue este Santo Patriarca pues consta de la Crónica de su Orden que en su día le ha dado el Señor este gran privilegio de que baje a sacar del Purgatorio a sus devotos y en particular a los religiosos de las tres órdenes2 que instituyó para tanto bien del mundo. Vio así mismo que cuando estas almas dichosas entraban en el cielo, las salían a recibir sus padres, hermanos y deudos que ya gozaban de Dios y que las llevaban en medio con grande fiesta y regocijo. En tantos años como esta gran religiosa padeció por las ánimas del Purgatorio tan crueles tormentos, haciendo las oraciones y plegarias que habe1

El licenciado menciona una imagen muy conocida por los pobladores de la Nueva España: la de san Francisco sacando almas del Purgatorio. Entre los muchos ejemplos pintóricos están: San Francisco de Asis sacando Animas del Purgatorio de Juan Correa; en la Iglesia y convento de san Bernardino de Siena, en Xochimilco, hay un mural de santo Domingo y san Francisco sacando almas del Purgatorio, entre otros que proliferaban en la época. 2 En el siglo XIII, san Francisco fundó tres órdenes: los Frailes Menores de la Primera Orden de San Francisco, las Hermanas Clarisas y Hermanos y Hermanas de Penitencias.

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mos dicho, sacó un copioso número de ellas y confieso que cuando vi la memoria que tengo en mi poder3, me admiré mucho, la cual queda cerrada y sellada en el archivo del convento con otras cosas maravillosas de esta venerable religiosa que por ahora no convienen salgan a la luz por justos respetos hasta que en los tiempos venideros cuando Nuestro Señor sea servido se manifieste para su mayor gloria y para ejemplo y edificación de los que entonces vivieren. Cierro este discurso, dejando otras cosas por no alargarle más con decir que un hombre grave y docto a quien era manifiesto lo mucho que esta venerable religiosa hizo y padeció por las ánimas del Purgatorio dijo que sin duda hubo gran pena y dolor accidental4 en el Purgatorio el día que murió por haber faltado una capellana de tanta importancia a las benditas almas que en él padecen aunque en el cielo se acordara de ellas no tiene estado de padecer. Pero lo cierto es que una de las causas porque sus confesores habemos llorado y sentido su muerte es porque teníamos gran consuelo que cuando Nuestro Señor fuese servido de llevarnos si por su infinita misericordia y sin mirar a nuestros pecados fuésemos al Purgatorio, dejábamos una hija espiritual que con sus oraciones y obras satisfactorias había de pagar lo mucho que por nuestros pecados merecemos y nos había de sacar de aquellas penas. En todo se cumpla la Voluntad Divina.Amén.

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Hace mención de una memoria redactada por Isabel que no ha sido localizada. Accidental: contingente.

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CAPÍTULO XVI

DE LA ORACIÓN QUE TENÍA LA MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN. Sentencia es de San Agustín, San Bernardo, San Buenaventura y otros muchos santos que así como el cuerpo humano es imposible que viva sin el manjar corporal así no puede haber vida espiritual sin oración porque es la que sustenta y conserva en el alma la fe, esperanza y caridad, la humildad, obediencia y todas las demás virtudes y la que le da fortaleza para vencer todos los enemigos visibles e invisibles. Según esto, quien considerare las excelentes y heroicas virtudes de la madre Isabel de la Encarnación echara de ver el alto grado de oración que Dios le comunicó porque sin ella ni las pudiera adquirir ni conservar. ¿Cómo fuera posible que una mujer flaca ejercitara tantas virtudes desde niña con tan gran perseverancia (como hemos visto) sin el socorro de la oración? ¿Cómo pudiera padecer los trabajos, enfermedades, tormentos y martirios tan prolongados y cómo pudiera alcanzar tan grandes victorias de los demonios si no fuera por la fortaleza que Dios le comunicaba en la oración? Desde su tierna edad, se dio a este santo ejercicio y siempre fue creciendo con los años con particular Providencia de Dios que con este medio pretendía levantar en ella tan grande edificio espiritual, adornándole de tan raras y excelentes virtudes como tuvo, y para haberle concedido un privilegio tan singular y extraordinario de que no perdiese la gracia bautismal pues jamás le apartó el Señor de ella ni ella de su Divina Majestad, con lo cual fue siempre en aumento el amor recíproco de Dios en su sierva y como el verdadero amante no puede hallarse ni vivir sin la presencia de la cosa amada porque todas sus delicias tiene libradas en su trato y comunicación, la tenía esta virgen con su amado esposo continúa sin apartarse de su presencia con tiernos y amorosos afectos (como vimos en el capítulo de su

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caridad ardiente), pidiéndole su auxilio y favor para resistir tan crueles baterías de tentaciones de sus enemigos y no perder los estribos de la paciencia con tan graves enfermedades, dolores y tormentos como tenía, los cuales no pudiera llevar sin el trato familiar de Dios por medio de la oración, a la cual llamó San Agustín subsidio para el que ora y azote para los demonios. Oratio est or anti subsidiun; & Demoníbus flagelum.Y así vemos que cuando los confesores mandaron a la Santa madre Teresa y a la beata doña María Vela que no tuviesen oración, les mandó el Señor que no les obedeciesen porque sin ella no podrían vencer las tentaciones ni llevar con paciencia los trabajos que padecían.

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CAPÍTULO XVII

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA ORACIÓN Y CONTEMPLACIÓN. La oración (según la doctrina de los Santos) o es infusa1 o adquisita. La adquisita es la que las almas tienen con la frecuente meditación y consideración de las cosas divinas para amarlas y alcanzarlas, encaminando al conocimiento los efectos y deseos sobrenaturales de la voluntad y al fin sobrenatural las obras exteriores. Este género de Oración Mental tuvo la madre Isabel de la Encarnación con más afectos que discursos del entendimiento desde sus principios. Los afectos eran amorosos, delicados, tiernos y suaves, encendiéndose su alma en las llamas del Divino Amor y éste era su ordinario modo de oración, y como los trabajos y mortificaciones sirven como de leña con que el Espíritu Santo atiza este fuego, habiendo sido tales los que esta virgen y mártir padeció toda su vida que son admirables a los varones perfectos e increíbles a los imperfectos, necesariamente había de ser su oración amorosa, muy subida de quilates. Tuvo también otra oración y por mejor decir, contemplación infusa, la cual se llama así porque Dios infunde en el entendimiento una especie intelectual impresa sin pasar por los sentidos que es principio de un conocimiento altísimo con que el alma, en breve tiempo, tiene noticia sobrenatural de cosas que le inflaman la voluntad con tanta eficacia que brota en mil afectos tiernos. En esta oración y contemplación que Dios infundó en su querida esposa, perdía muchas veces el uso de sus sentidos, estando su alma toda embebida en Dios el cual le comunicaba en ella altísimos secre-

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Infusa: propiamente se dice de la ciencia o sabiduría que Dios infunde al hombre sin estudio de este (Aut).

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tos de los misterios de nuestra fe con que se afijaba más en esta virtud.Tenía tales inflamaciones en la voluntad que ella misma se espantaba de verle con afectos seráficos tan unitivos2 que parecía se hacía una misma cosa con Dios. Era este amor y unión suave, secreto y delicado porque la abrazaba sin que la quemase. Hallaba el cuerpo acongojado y atormetado y el alma consolada y alegre. De esta oración le nacían arroyos de su fuente, la constancia en la paciencia, la fortaleza en lo difícil y la resignación y conformidad tan admirable que tenía con la Divina Voluntad.Y así como el alquitara3 destila el agua olorosa conforme a la cualidad de las flores que tiene, así esta alma dichosa llena de flores de tantas virtudes con este fuego manso del amor divino, se deshacía con sentimientos amorosos conforme a la virtud que predominaba en lo interior, diciendo algunos versos de los Salmos muy a propósito de los afectos que tenía. Cuando en la oración tenía visiones celestiales, estando trasportada, hallaba en ellas motivos para alabar a su Dios. Del rezado, del padecer, del comer y de todas las acciones indiferentes, sacaba como abeja solícita nuevos impulsos para amarle y conversar con él. Las criaturas y las demás cosas de esta vida, le eran escalones para subir al trono del verdadero Salomón. La oración del silencio era con mucha paz y quietud sin que el ruido ni otra cosa terrena pudiese perturbarla.

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vía unitiva: es en la mística aquel estado de perfección y virtud del alma que la une con Dios por el amor, de tal modo que no quiere otra cosa que lo que quiera Dios (Aut). 3 alquitara: lo mismo que alambique: especie de vaso destilatorio que se hace de cobre, vidrio, estaño o barro.

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CAPÍTULO XVIII

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA ACERCA DE UNA CONTEMPLACIÓN OBSCURA QUE TENÍA. Así como no se hallan dos rostros en todo semejantes, de la misma manera apenas se hallarán dos espíritus tan semejantes que no difieran en muchas cosas. Muchos van por el camino de la Cruz pero en el modo hay gran diferencia. Acerca de esto me dijo un religioso de la Compañía de Jesús, docto y diestro en cosas de espíritu que fue confesor de esta sierva de Dios que había comunicado muchas almas llenas de trabajos, sequedades y aflicciones espirituales y corporales con gran virtud y fortaleza pero no había hallado alguna que fuese su semejante porque si convenía en la substancia, había diferencia en el modo con que esta pacientísima virgen padeció tantos años.Y no teniendo otro refugio en el continuo padecer que la oración permitía al Señor, a veces que esta misma oración le fuese una pesadísima cruz y martirio aunque no siempre porque se veía una obscura contemplación que era conocimiento secreto, firme y muy delicado de Dios, estando juntamente su voluntad con grandes ansias de amarle sin poder (a su parecer), alcanzar lo que pretendía con verdadera resignación en sus manos y una sed extraña de padecer, y con sumo menosprecio de sí misma. Y todos estos afectos brotaban de la voluntad sin tener más que aquel conocimiento obscuro pero muy firme en Dios. Hallaba su alma grande aflicción en este género de unión sin poderse apartar de ella. Aquí se le representaba Dios airado con los atributos que más se acercan a su rigurosa justicia con grande aprecio de ella y suma veneración, y aunque sentía algún gozo, era mezclado con pena y dolor: causábale propio conocimiento de su miseria y un encogimiento tan grande que tenía suma estimación de cualquier beneficio que Dios le hiciese.

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Esta obscuridad nos es igual en todas las almas sino más o menos conforme a la Gracia que cada una recibe de Dios. Al principio, este modo de oraciones es penosísimo y con la continuación se hace llevadero pero es muy provechoso porque la purifica y hace más capaz de los dones divinos y después de muchos años que ha pasado por este camino obscuro, suelen ser muy abundantes en el cual sola la fe es el estribo que el alma tiene cuando se halla con mas tedio y aflicción la cual es una altísima purificación.Y la voluntad tiene afectos sobrenaturales, no de gozo y suavidad sino de pena y aflicción, y con esto se arraigan más las virtudes y con la continuación se hace más fuerte el alma y la pena y aflicción equivale a muy grandes penitencias y obras penales. Pero cuando llega a este punto, suele ser después que el cuerpo está exhausto con penitencias y oprimido con enfermedades como fue el de nuestra religiosa que cuando llegó a esta oración estaba en el rigor de sus trabajos y enfermedades y con los combates de los demonios sin tener otro refugio que esta oración obscura, ni otra luz que la fe, ni otra áncora que la gran confianza que tenía en Dios, y era imposible que declarase lo que sentía y así era necesario que el padre espiritual le ayudase a lo que sentía en su alma y no podía explicarlo con palabras. Pero como el Señor la sacó de los otros trabajos con tantos merecimientos, también la conservó en éste, sacándola con gran medra espiritual y estimación de padecer por su amor. Finalmente, muchos más dones recibía en la oración de los que podía explicar porque excedían la corta capacidad de su naturaleza y si yo quisiera tratar en particular de los modos que tenía de oración, fuera necesario hacer un tratado muy largo. Baste saber que su amor fue a la medida de sus penas y dolores y que la luz intelectual de su oración era a la medida de sus tinieblas. Sicut tenebra eius, ita & lumen eius, como dijo el Real Profeta David.

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CAPÍTULO XIX

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE SU ORACIÓN ACERCA DE LOS SALMOS Y OTROS LUGARES DE LA SAGRADA ESCRITURA DE QUE USABA CON PARTICULAR LUZ DEL CIELO. Cristo Nuestro Señor (como refiere San Mateo en el capítulo once) dio alabanzas a su padre eterno por haber revelado los secretos divinos a los pequeños e ignorantes escondiéndolos a los sabios de la tierra. Confiteor tibi pater quia obscondisti hac a sapientibus, & prudentilus & revelasti en parvulis. Porque como dijo el Apostol San Pablo: Infirma & stulta elegit Deus, ut fortia confundat. Que elige Dios a los flacos e ignorantes para confusión de los más fuertes y sabios de este siglo. Lo cual vemos verificado en una humilde religiosa Carmelita ignorante de las letras y ciencias del mundo, pero muy sabia y docta en las del cielo porque en aquella altísima contemplación y estrecha unión que tenía con su Dios, le comunicaba grandes secretos y maravillas, ilustrándole el entendimiento con divinas iluminaciones para entender muchos lugares de la Sagrada Escritura, así para que con ellos se inflamase más su Voluntad en la oración como para que cobrase nuevo aliento y esfuerzo en sus trabajos y enfermedades y en las continuas batallas que tenía con los demonios, y quedasen confusos y avergonzados por verse vencidos de una mujercita flaca, fortalecida con la Gracia la cual cuando estaba enajenada de sus sentidos (que era muy de ordinario), gozando de aquel vino suave que dice la esposa en los Cantares, prorrumpía por la boca los amorosos efectos que le abrazaban el corazón, diciendo muchos versos de los Salmos del Real Profeta David de los cuales usaba también como de unos dardos con que atravesaba a sus enemigos y los dejaba rendidos y decía a las religiosas que usasen de ellos en su oración. Porque les había dado Dios gran virtud y eficacia para cualquier trabajo y tribulación lo cual es conforme a la doctrina

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de San Basilio en su Hexamerón libro 9 y se los explicaba en nuestro castellano como lo pudiera hacer cualquier hombre docto y así vemos que nuestra Madre la Iglesia regida por el Espíritu Santo, usa de ellos en la oración que todos los eclesiásticos hacemos cada día como ministros suyos. Un religioso, maestro en teología, tan venerable como docto que ha escrito muchos libros, hombre de gran oración que al presente no está en este reino, me dijo que no había oración para él que tanto le inflamase su voluntad en el Divino Amor como un versito de los Salmos por la virtud que Dios les había comunicado y que le sucedía empezar su oración con este verso u otro semejante. Quid mihi est in Cælo? & à te quid volui super terram? Y pasar casi toda la noche sin salir de él porque decía que todas las cosas de la Sagrada Escritura y en particular los Salmos tenían encerrados grandes misterios por ser dictados por el Espíritu Santo. Esto mismo hacía la madre Isabel de la Encarnación, no sólo en su ordinaria oración sino en los ratos que tenía en los cuales habiendo dicho el verso en latín lo iba explicado en castellano con grandes sentimientos interiores, causando suma devoción y ternura a las religiosas que le asistían.Y también usaba de otros lugares de la Escritura como diré en el capítulo siguiente en el cual los pondré con el mejor orden y distinción que pudiere, conforme a la memoria que la madre priora me envió la cual me ha dicho que otros muchos se han olvidado pero estos eran los ordinarios.

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CAPÍTULO XX

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA. En los raptos y éxtasis que esta alma enamorada tenía de ordinario, se le encendía el rostro con tanta hermosura de más de la natural que parecía un ángel del cielo y estando enajenada de sus sentidos decía los versos siguientes y otros semejantes con tanto fervor y dulzura que enternecía a las religiosas que de propósito venían a oírla porque se encendían y abrazaban en el amor de Dios y a veces era con tanto ahínco que parecía que se le apartaba el alma del cuerpo.Y era cosa que causaba admiración ver las acciones que hacía y de la manera que los iba glosando y explicando. Y como esto era tan ordinario, conforme los Salmos y palabras que decía, echaban de ver las religiosas las mercedes y favores que Nuestro Señor le hacía o los trabajos y tentaciones que padecía. Domine labia mea aperies, & os meun anuntiabit laudem tuam ex Salmo 50. Señor abrid mis labios y mi boca manifestará vuestra alabanza. Gloria Patri, & Filio, & Spiritui Sancto. De este verso usaba muy de ordinario como oración jaculatoria y del siguiente. Gloria tibi Domine, qui natus es de Virgine, cum Patre, & Sancto Spiritu.Amen. Magnificat anima mea Dominun Lucæ. I. Mi alma engrandece y alaba al señor. Con este cántico tenía particular devoción por ser devotísima de la Santísima Virgen como veremos en su lugar. Misericordias Domini in æternum cantabo. Psalmo 88. Cantaré eternamente las misericordiosas que el Señor usa conmigo. También repetía de ordinario este verso en su oración vocal por la devoción y amor de su Santa madre Teresa que siempre lo traía en la boca. Laudate Dominum omnes gentes: laudate eum omnes populi: Salmo 116. Todas las gentes, naciones y pueblos dad alabanza al Señor.

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In conspectu Angelorum psallan tibi: adorabo ad Templum Sanctum tuum, & confitebor nomini tuo. Salm. 137 Alabaré, Señor, tu nombre con mil alabanzas en presencia de los ángeles y adoraré tu santo templo. Cœli enarrant gloriam Dei: & opera manuum eius annunciat firmamentum. Psalm. 18. Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia y manifiesta las obras de sus manos. Regi sæculorum immortali, & invisibili, soli Deo honor,& gloria in sæcula sæculorum. I.Timo I. La gloria y honra se dé por todos los siglos a solo Dios Rey e inmortal e invisible de los siglos. Beatus vir qui timet Dominum: in mandatis eius volet nimis. Psalmo 111. Dichoso y bienaventurado es el varón que teme a Dios que emplea su voluntad en sus mandamientos con sumo conato1 y diligencia. 1. Cuando estaba con aquellas ansias de ir a gozar de Dios que dijimos en el capítulo de su caridad, decía los versos siguientes. Heu mihi, quia incolatus meus prolongatus est, habitaui cum habitantibus Cedar: multum incola fuit anima mea Psal. 119. Ay de mí, que sea prolongado mi destierro, habitando con los habitadores de Cedar: en un penoso destierro ha estado mi alma. Quis mihi dabit pennas sicut columbæ, & volabo, requiescam Psal. 54. ¿Quién me dará alas como de paloma para volar y descansar? Que madmodum desiderat cervus ad fontes aquarum: it a desider at anima mea adte Deus. Si tivit anima mea ad Deum fortem vivum: quando veniam, & apparebo ante faciem Dei! Psal. 41. De la manera que el siervo sediento desea las fuentes de las aguas así te desea mi alma, Dios mio. Mi alma está sedienta por vos, mi Dios fuerte y vivo. ¿Cuándo será aquel día dichoso en que parezca ante vuestra preferencia?

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conato: esfuerzo, empeño, aplicación y cuidado grande en la ejecución de alguna cosa (Aut).

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Hæc recordatus sum, & effudi in me animam meam: quoniam transibo in locum tabernaculi admirabilis, usque ad domum Dei ex eodem Psal. Heme acordado Señor de esto y mi alma no cabe de gozo en mí, porque he de ir al lugar del tabernáculo admirable hasta la casa de Dios. Exultent, & latentur super te omnes quaræntes inte: & dicant semper, magnificetur Dominus, qui diligunt salutare tuum. Psal. 39. Alégrense y regocíjense en ti todos los que te buscan y digan todos los que te aman: sea magnificado y engrandecido el Señor. Quis mihi est in Cœlo? & à te quid volvi super terram? Ex. Psalm. 72. ¿Señor qué hay para mí en el Cielo ni en la tierra fuera de vos? Diligam te Domine fortitudo mea; Dominus firmamentum meum, & refugium meum, & liberator meus. Psal. 17. Améte yo fortaleza mía, mi firmamento y refugio que me libras de mis enemigos. Con todo este Salmo tenía particular devoción y lo repetía todo en diversas ocasiones y decía que estaba lleno de dulzura y suavidad. 2. Cuando hacía actos de humildad y lloraba sus pecados, decía los versos siguientes. Miserere mei Deus secundum magnam misericordiam tuam.Tibi soli peccavi, & malum coram te feci. Averte faciem tuam à peccatis meis, & omnes iniquitates meas dele. & Psal. 50. Dios mío habed misericordia de mí, según vuestra gran misericordia. He pecado contra vos, haciendo males en vuestra presencia, apartad vuestro rostro de mis pecados y borradlos. Sacrifitium Deo Spiritum contribulatus: cor contritum, & humiliatum Deus non despicies Psalm. 50. Para vos, mi Dios, es sacrificio el espíritu atribulado: no desprecies el corazón contrito y humillado. Todo este Salmo entero repetía qué es el que usamos para pedir a Dios perdón de nuestras culpas. Delincta iuventutis meæ, & ignorantias meas ne memineris. Psal. 24. No os acordéis Señor de los pecados de mi juventud ni de mis ignorancias. Respice in me, & miserere mei: quia unicus, & pauper sum ego. Psal. 24. Miradme y tened misericordia de mí porque soy la única y pobre. Vid hum litatem meam, & laborem meum: & dimute universa delicta mea. Ex cod. Psal. Ateneded a mi pequeñez y a mi trabajo y perdonad todos mis pecados.

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Domine non est exaltatum cor meum: neque elati sunt oculi mei. Neque ambulauiin magnis; neque in mirabilibus super me. & Psal. 130. Señor mi corazón no se ha exaltado ni mis ojos se han levantados ni he hecho cosas grandes ni admirables.Todo este Salmo decía por estar lleno de actos de humildad. Sana animam mean: quia peccavi tibi. Psal. 40. Dad salud a mi alma porque he pecado contra vos. Ego dixi in dimidio dierum meorum: vadam ad portas inferí. Canti: Ezechi. Isai. 78. Bajaré ahora que estoy viva hasta las puertas del Infierno con la consideración de aquellas penas que merezco por mis pecados. Recogitabo tibi omnes annos meos: in amaritudine animæ mea ex eod. Canti. Haré memoria y recordación de todos los años de mi vida con amargura y dolor de mi alma. Tu autem eruistim animam meam, ut non periret: proiecisti post tergum tuun omnia peccata mea. ex eod. Canti. Pero vos sacastis mi alma de peligro para que no pereciese y olvidastes todos mis pecados, echándolos a las espaldas. Quoniam ego in flagella para tus sum:& dolor meus in conspectum meo semper. Psal. 77. Por lo cual aparejada2 estoy para recibir los azotes de vuestra mano y mi dolor está siempre delante de mis ojos. Deus vitam mean annuntiavi tibi: posuisti lacrymas meas in conspectu tuo. Dios y Señor mío, yo os he manifestado mi vida y habéis puesto mis lágrimas en vuestra presencia. Quis dabit capiti meo aquan, & oculis meis fontem lacrymarum: & plorabo die, ac noctæ? ¿Quién dará a mi cabeza y a mis ojos fuentes de lágrimas para llorar de día y de noche? Scribis enim contra me amaritudines, & cosumere me vis peccatis adolescentiæ meæ Job. 13. Escribes, Señor, amarguras contra mí y me queréis consumir con los pecados de mi juventud. Sicut ocui ancillæ in manibus dominæ suæ, it a oculi nostri ad Dominum Deum nostrum, donec misereatur nostri. Miserere nostri. Miserere nostri Domine, Psal. 122.

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aparejada: preparar, prevenir, disponer, apercibir lo necesario y conducente para cualquier obra, operación u otra cosa (Aut).

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De la manera que una esclavilla tiene puestos los ojos en las manos de su señora así tengo yo mis ojos en mi Dios y mi Señor para que tenga misericordia de mi miseria. Misericordia Señor.Todo este Salmo es de afectos para pedir misericordia y así lo decía con todos sus versos. 3. En aquella espantosa batalla tan prolongada que tuvo contra su pureza virginal (que tantas lágrimas y gemidos le costó) se valía de los versos siguientes. Libera me de sanguinibus Deus, Deus salutis meæ: & exuti auit lingua mea iustitiam tuam. Psalm. 50. Dios mío, Dios de mi salud, libradme de los pecados sensuales y se alegrará mi lengua alabando vuestra justicia. En este verso decía que había puesto el Señor gran fuerza y virtud para vencer las tentaciones contra la castidad y así lo repetía de ordinario en los fuertes combates que tenía en esta tentación. Domine uim patior, responde pro me. Isai. cap.38. Señor mío y Dios mío, fuerza, padezco de mis enemigos, volved y responded por mí. De este mismo verso se valía en sus trabajos la venerable doña María Vela como dice su historia. Cor mundum creain me Deus:& spiritum rectum in nova in viceribus meis. Psal. 50. Dadme, Dios mío, un corazón puro y limpio y renovad en mis entrañas el espíritu de rectitud. Respice inimicos meos, quoniam multiplicati sunt:& odio iniquo oderunt me. Custodianimam meam, & erue me: non erubescam, quoniam speraui in te. Psalm. 24. Atended Señor, que mis enemigos se han multiplicado y me aborrecen con un odio malvado. Librad mi alma de ellos y guardadme y no quede yo vencida y avergonzada pues he puesto mi esperanza en vos. In hoc cognoui quoniam voluisti me: quoniam non gaudebit inimicus meus super me. Psal. 40. En esto conocí que me amáis que mi enemigo no se alegrará en mí. Aicntus sum, & humiliatus sum nimis: rugiebam à gemitu cordis mei. Psal. 77. Afligida y humillada estoy en gran manera, bramando con gemidos de mi corazón. Gemitus meus à te non est absconditus ex eod. Psal. Mi gemido manifiesto es a vuestros ojos.

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Quia cinerem tamquam panem manducabam:& potum meum cum fletu miscebam. Psal. 101. Porque comía ceniza como pan y mi bebida iba mezclada con lágrimas. Ne tradideris me in animas tribulantium me: quoniam insurrexerunt in me testes iniqui,& mentita est iniquitas sibi Psalm. 26. No me entreguéis, Señor, a los que me afligen y atribulan porque se han levantado contra mí testigos inicuos y la maldad se ha mentido así misma. Ad te Domine levaui animam meam: Deus meus in te confido, non erubescam. Psal. 24. Ne dere limquas me Domine Deus meus: ne discesseris à me. Psal. 77 A ti Señor levanté mi alma. Dios mío, en ti confio, no permitáis quede confundida y avergonzada. No me desamparéis, Dios mío, no os apartéis de mí. Intende in auditorium meum Domine Deus salutis meæ ex eod. Psal. 37. Venid, Señor Dios de mi salud, a ayudarme y favorecerme. Verba mea auribus percipe Domine: intellige clamorem meum. Psalm. 5. Señor oíd mis palabras y entended mi clamor. Domine deduc me in iustitia tua propter inimicos meos. Quo niam non est in eorum veritas. Sepulchrum patens est gutur eorum: iudica illos Deus. Ex eod. Psalm. 5. Señor, sacadme a paz y a salvo en vuestra justicia, por mis enemigos porque no hay verdad en su boca y su garganta es como el sepulcro asqueroso abierto. Juzgadlos vos, Señor mío. Confundantur, & revereantur simul qui quærunt animam meam: ut auferant eam.: Psal. 39. Sean confundidos y avergonzados los que buscan mi alma para quitarla y perderla. Adiutor meus, & protector meus tu es: Deus meus ne tardaberis. ex eod. Psalm. 39. Ayudador mío y protector mío, sois vos, mi Dios, no os tardéis. Quoniam tribulatio próxima est: quoniam non est qui adiuvet Psal. 21. Auxilium meum à Domino, qui fecit cœlum, & terram. Psal. 120. Porque la tribulación está próxima y no hay quien me ayude y el auxilio y esfuerzo me ha de venir de la mano del Señor que hizo el cielo y la tierra. En esta fuerte y prolija tentación y martirio que padeció esta virgen y mártir repetía muchas veces con grandes gemidos y lágrimas estas palabras. Jesus mío y Dios mío, morir, mas no ofenderos. Dios mío, fortaleza mía, no me desamparéis. 4. De los Salmos que decía en todas las victorias que alcanzaba en cualquiera tribulación de los demonios.

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Benedictus Dominus: qui non dedit nos, in captionem dentibus eorum. Psal. 123. Bendito y glorificado sea el Señor que no permitió que fuésemos cogidos y despedazados entre los dientes de los enemigos. Anima nostra sicut paser erepta, est de laqueo venantium: laqueus contritus est. & nos liberati sumus.Adiutorium nostrum in nomine Domini. ex eod. Psalm. Nuestra alma ha sido librada del lazo de los cazadores que la querían prender de la manera que el pájaro se escapa de ellos. Quebróse el lazo que nos habían armado y estamos libres porque nuestro auxilio y esfuerzo es el nombre del Señor. Cum ir asceretur furor eorum in nos: forsitam aqua absorvisset nos.Torrentem pertransivit anima nostra: forsitam pertransisset anima nostra aquam intolerabilem ibi. Cuando se embravecía contra nosotros la ira y furor de los enemigos, nos vimos en casi peligro de que el agua de las tribulaciones nos sorbiese y consumiese porque nuestra alma pasó anegada por una grande avenida casi intolerable de tribulaciones y trabajos. Qui tribulant me: ipsi infirmati sunt, & ceciderunt Psal.16 Los enemigos que me causan tribulaciones y tentaciones desfallecieron y cayeron en tierra. Prevenerunt me in die aflictionis mea: factus est Dominus protector meus. Et missit sagittas suas,& disipauit eos: fulgur a multiplicauit, & conturbauit eos. Et eduxit me in latitudinem: saluum me fecit, quoniam voluit me. Psal. 17. Mis enemigos se anticiparon en el día de mi aflicción pero el Señor salió a la demanda como mi protector y arrojó sus saetas multiplicándolas como unos rayos contra ellos y los destruyó y conturbó y a mí me puso en salvo sacándome del peligro y dando a mi alma una grande paz y serenidad porque quiso usar conmigo esta gracia y misericordia. 5. De los salmos que decía en medio de sus enfermedades, trabajos y tribulaciones. Circunderunt me dolores mortis. Dolores inferni circundederunt me: præoccupaverunt me laquei mortis. Psal. 17. Cercada y toda ocupada me tienen dolores y lazos de muerte y del infierno. Non est sanitas in carne mea Psal. 37. No tengo cosa sana en todo mi cuerpo. Quoniam propter te mortificamur, æst mati sumus sicut oves occitions. Psal.43. Porque por tu amor somos mortificados y tratados como unas ovejas que llevan al degolladero.

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Tribulationes cordis mei multiplicatæ sunt. Psal. 4. Ad Dominum cum tribularer clamaui & exaudiuit me. Psal. 119. Las tribulaciones de mi corazón se han multiplicado y en medio de ellas clame al Señor y fue servido de oírme. Domine quid multiplicati sunt, qui tribulant me? Multi insurgunt adversum me. Psal 3. ¿Señor, como permitís que se multipliquen los enemigos que me atribulan y que se levanten contra mí? Todo este Salmo decía que es de gran consuelo para las tribulaciones. Tu autem Domine susceptor meus es: gloria mea, & exaltans caput meum ibi. De torrente in viabibet, propterea exaltabit caput. Psal. 109. Pero, Señor mío, sois mi gloria y el que me ha recibido debajo de su amparo y que ha de hacer que levante la cabeza y sea exaltada por haber bebido en esta vida el agua de las tribulaciones y trabajo. 6. De los Salmos y oraciones que usaba contra las tentaciones de la Fe. Como la madre Isabel de la Encarnación estaba tan firme en los misterios de nuestra fe con las grandes luces que tenía del cielo, decía que no le daban cuidado las tentaciones que los demonios le traían en esta materia de las cuales no se había de hacer caso (que es el mejor medio para vencerlas), pero algunas veces cuando estaba metida en las obscuridades que habemos dicho, en que los enemigos la pretendían conturbar con tentaciones contra la fe, persuadiéndole que lo que nos enseña es mentira y dándole muchos tormentos por ello, decía el símbolo de San Atanacio: Quicumque vult salvus esse.Y rogaba a las religiosas se leyesen y decíanle los demonios que todo aquello era quimera que no lo creyese pero quedaban tendidos con los heroicos actos de la fe que hacían con los versos que le iban leyendo. También hacía que le leyesen en esta misma ocasión y en otras, todo el Psalmo In exitu Israel de Ægipto porque decía que con él daba vaya3 a los demonios y los confundía, y también con aquellos versos del himno de laudes en la festividad del Santísimo Sacramento. O Salutaris hostia &.

3 daba vaya: viene de la frase «dar que van dando»: frase vulgar con que se explica recibir un golpe que pasa sucesivamente del primero al segundo, de este al tercero, de este al cuarto, y asi en adelante (Aut).

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7. De los Salmos que decía cuando se vio perseguida de los que sentían mal de su espíritu y como estuvo retirada en una celda, llevándolo con grande paciencia y silencio. A micimei, & proximi mei: adversum me apropinqua: verunt, & steterunt. Et qui iux tameerant de longesteterunt; & vim faciebant, qui querebant animam meam. Psal. 37 Mis amigos y mis próximos se han acercado y están vueltos contra mí.Y aquellos que estaban más cerca de mí se han retirado lejos de mí y hacían fuerza los que buscaban mi espíritu. Ego autem tamquam surdus non audiebam: & sicut mutus non aperiensos suum. Et factus sum sicut homonon audeins; & non habens in ore suo redargutiones. ex eod. 37 Quoniam in te Domine speravi; tu exaudies me Domine Deus meus, ibi. Pero yo, en medio de estas persecuciones, estaba como el sordo que no oye y como el mudo que no abre su boca y como un hombre que no tiene reprensiones que hacer porque puse mi esperanza en ti. ¿Tú, Dios mío y Señor mío, me oirás? 8. De cómo en las grandes obscuridades y desamparos, congojas y tristezas de su alma que padeció sin hallar consuelo en el cielo ni en la tierra como dijimos al principio, se valía de los Salmos siguientes. Collocavit me in obscuris, sicut mortuos sæculi: & anxiatus est super me Spiritus meus, in me turbatum est cor meum. Psal. 142 Puesto me ha mi enemigo en obscuridades como a los muertos del siglo, y mi alma se ha congojado sobre mí y mi corazón se ha turbado. Multiplicatæ sunt super capillos capitis mei : & cor meum de reliquit me Psal. 40. Multiplicados se han mis males y son más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me ha desamparado. Abisus abisum invocat. Psal. 41. Un abismo de obscuridad y turbación llama otro abismo. Inimi i mei dixerunt mala mihi: quando morietur & peribit nomen eius? Adversum me susurrabant omne inimici mei: adversum me cogitabant mala mihi. Psal. 40. Mis enemigos maldicientes han pensado y me han dicho cosas malas a mí misma y contra mí que cuándo moriré y perecerá mi nombre.

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Fuerunt mihi lacrhymæ meæ panes die, ac nete: dum dieitur mihi quotidie, ubi est Deus tuus? Quare triste es anima me? Quare conturbas me? Quare oblitus est mei? & quare contristatus incedo, dum afligit me inimicus? Psal. 41 Las lágrimas de mis ojos fueron mi manjar de día y de noche porque todo el día me están diciendo mis enemigos ¿dónde está tu Dios que así te ha dejado desamparada? Ea alma mía, ¿por qué estás triste y me conturbas? Y vos, Dios mío, ¿cómo me teneís tan olvidada en medio de mis tristezas y de las aflicciones que me causan mis enemigos? Estos versos repetía muchas y diversas veces. Deus iudex iustus, fortis, & patiens. Nunquid ir ascitur per singulos dies. Psal. 7. Dios que es justo, fuerte y paciente, ¿por ventura está airado4 contra mi siempre? Quare posu stime contrarium tibi? & factus sum mihi met ipsi gravis. Job 7. ¿Por qué, Señor, me habéis puesto de esta suerte que parece que estoy contraria a vos? Y a mí misma soy pesada. Deus, Deus meus, quare me dereliquist, respice in me? Psal. 21. &. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis desamparado? Volved a mí estos divinos ojos y miradme. Este Salmo decía muchas veces, todo con sus versos que son misteriosos y de gran consuelo para los desamparados y afligidos, y rogaba a las religiosas los leyesen cuando con mayores aflicciones y tormentos estaba, y que le hiciesen cruces cuando los decían en los lugares y partes donde sentía mayores dolores porque decía se mitigaban y que los demonios se acobardaban. Saluum me fac Deus: quoniam intraverunt aquæ usque ad animam meam infixus sum in limo profundi, & non est substantia.Veni in altitudinem maris: & tempestas demersit me: Laboraui clamans: raucæ factæ sunt fauces mea. Psal. 68. Dios mío hacedme salva porque son tantas las tribulaciones que han entrado hasta mi alma que estoy metida en un cieno5 profundo y ya no tengo fuerzas, y la tempestad de alta mar me tiene sumergida y anegada. Estoy dando voces con tanto trabajo que ya estoy enronquecida. Timor, & tremor venerunt super me; & contexerunt me tenebræ. Et formido mortis cæcidit super me. Psal. 54 Temores y temblores de muerte han dado sobre mí y las tinieblas y obscuridades me tienen rodeada. Miseremini mei: meseremini mei, saltem vos amici mei. Job 19. Compadeceos de mí y tened misericordia de mí siquiera los que sois mis amigos.

4 5

airado: irritar (Aut). cieno: tierra corrompida con la humedad y el tiempo (Aut).

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9. De los Salmos que decía para alentar su alma con la esperanza y confianza en Dios. Uno de los grandes trabajos que esta pacientísima virgen padeció toda su vida y la que más le afligió el alma fue una ordinaria tentación con que los demonios la persuadían a desconfiar de su salvación y de la infinita misericordia de Dios, y como en su estimación era la mayor pecadora del mundo y su Divina Majestad se le escondía, dejándola al parecer sola y desamparada en medio de tantos enemigos, hallaban entrada por aquí para atormentarla y afligirla, diciéndole que ya era alma condenada y sin remedio y que Dios se la había entregado por suya que no tenía que esperar misericordia (como dijimos en su lugar). Dábanle fuertes asaltos y combates sobre esto pero aunque le causaban sumo desconsuelo y aflicción estaba más firme en la confianza en su Dios que una roca y cuando los contrarios le apretaban los cordeles decía estas palabras: No os canséis que aunque mi Dios me eche en el infierno, no he de dejar de amarle y servirle. Eitam si occidecit me in ipso sperabo.Aunque me mate, esperaré en su infinita bondad y misericordia. Job, c.13. Para vencer esta porfiada tentación, no tenía otro remedio que los Salmos que los más están predicándonos la infinita misericordia de Dios y la esperanza firme que habremos de tener en ella. Inte Domine speraui non confundar in æternum. Psal. 30. Esperaré, Señor, en ti, y no seré confundida eternamente. Este Salmo decía con todos sus versos. Qui habitat in adiutorio altissimi. Que es el Salmo 90 con todos sus versos que son muy al propósito. También decía aquellas animosas palabras del Santo Job: Pone me iuxta te, cuiusvis magnus pugnet contrame. Ponedme, Señor, junto a vos que con vuestro favor y confianza, no tengo que temer a todo el mundo que quiera pelear conmigo. Finalmente, según la memoria que la madre priora me dio acerca de esto y lo que me ha dicho, apenas hay en el Psalterio Salmo que despierte la confianza en Dios que no dejase de ordinario para librarse de esta tentación y trabajo en el cual siempre salían sus enemigos vencidos y avergonzados y ella con señalados triunfos y victorias si bien le costaba nuevos tormentos que le daban en el cuerpo porque era grande el sentimiento que tenía de los dardos y flechas que les tiraba con los Salmos que decía que

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eran tantos y tan a propósito que si hubiera de escribirlos todos en cada párrafo, fuera interrumpir mucho el hilo de nuestra historia la cual proseguiré en el capítulo siguiente.

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CON QUE SE CONCLUYE LA MISMA MATERIA DE LA ORACIÓN TOCANTE AL OFICIO DIVINO Y LOS GRANDES TORMENTOS QUE ACERCA DE ÉL PADECIÓ. Cosa es notoria (según doctrina de los santos) que uno de los actos de religión más agradable a Dios es la oración que los eclesiásticos hacemos en el Oficio Divino como ministros públicos de la Iglesia.Y así habíamos con toda diligencia de rezarlo con la debida atención y reverencia como lo encarga el Pontífice Inocencio en el cap. Dolentes de celebra. Mis, ibi studio celebrent, & devote. Esto hacía la madre Isabel de la Encarnación con especial cuidado y no había acto de comunidad a que acudiese con más alegría y prontitud como a éste, así por ser tan obligatorio como por el consuelo que recibía su alma en alabar al Señor con los Salmos de que tenía tan grande inteligencia.Y cuando sus enfermedades y ejercicios se lo impedían, lo sentía mucho y decía con ternura y sentimiento a las religiosas: Dichosas son sus caridades, pues merecen tanto bien como es hacer el Oficio de los ángeles.Yo por mis pecados no lo merezco. Las veces que asistía en el coro al Oficio Divino (para lo cual se esforzaba todo lo posible) causaba devoción a las religiosas ver la compostura, atención y reverencia con que lo rezaba con los ojos bajos sin mirar a ninguna parte y con el semblante tan alegre y agraciado que parecía un ángel y veía que millares de ellos asistían en el coro ayudando a dar alabanzas a Dios con las religiosas a las cuales decía que no había tormento para los demonios por el odio y rabia que tenían a su Divina Majestad como el Oficio Divino y otro cualquier acto de religión que se haga en su servicio aunque no sea más que poner una flor con reverencia en las imágenes. De esto resultaba que todas las veces que esta sierva de Dios se ocupaba en dar alabanzas a Dios y en particular con el Oficio Divino, se embravecí-

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an los demonios contra ella, causándole grandísimos tormentos y procuraba por mil caminos estorbárselo porque eran lanzas de fuego para ellos, por la grande gloria y honra de Dios que recibía en ser alabado y glorificado por una alma tan pura y agradable a sus divinos ojos.Y uno de estos malditos tenía un nombre que significaba estorbo para el Oficio Divino que así lo dijo a su confesor. Cuando iba al coro a rezarlo muchas y diversas veces, en llegando a la puerta, le daban embiones1, para que no entrase, haciéndola volver atrás, y era necesario que las religiosas la tuviesen y con oraciones y agua bendita (aunque con sumo trabajo) la entraran dentro. Otras veces en llegando a tomar agua bendita, le decían ¿para qué es tanto santiguar? Y le daban tantas vueltas alrededor como si fuera de tornillo, llevándola hasta medio tránsito, hasta que acudían las religiosas y a veces hallaban tanta resistencia que entre todas no la podían tener ni volver al coro. Sucedíale muy de ordinario en llegando al medio del hacer la humillación al Santísimo Sacramento para irse a su lugar (como es uso y costumbre) así como se inclinaba, la cogían los demonios y le doblaban el medio cuerpo hacia atrás con grande violencia y con tanta fuerza que se admiraban las religiosas de que no quedase muerta y quebrada por la cintura hacia las espaldas y era necesario acudir luego a ayudarla y con todo eso la derribaban a veces en el suelo pero caía siempre con grande modestia y compostura. En acabando este trabajo, empezaba otro de nuevo porque al tiempo que volvía a hacer la humillación que se hace a la prelada, le daban muchas vueltas con el cuerpo y la cabeza, sin dejarla hacer este acto de reverencia y humildad y no podía llegar a su lugar sin ayuda de las religiosas y muchas veces daban un gran golpe con ella en el suelo y se estaba caída junto a la reja tan atormentada que no se podía levantar y de aquesta suerte pasaba mientras se rezaba el Oficio Divino con doblado trabajo que si estuviera en su lugar.También le hacían dar a veces muchas vueltas alrededor con el cuerpo con prisa y violencia al tiempo que hacía las humillaciones al gloria Patri; y era con tanta fuerza que a las religiosas que llegaban a tenerla, las traía de la misma suerte atormentándolas.

1

embiones: golpe dado con fuerza y violencia para arrojar de sí alguna cosa (Aut).

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EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DEL OFICIO DIVINO Y DE OTROS TORMENTOS QUE PADECÍA EN ÉL. No paraba en esto la rabiosa envidia que estos enemigos tienen contra Dios sino que pasaba más adelante porque después que llegaba a su lugar esta virgen y mártir luego al punto que empezaba el Oficio de las Divinas Alabanzas, la cogían por el cerebro dándole tan crueles vueltas y golpes y tan recio que le oían crujir los huesos de él y de las quijadas y le rechinaban las muelas y los dientes y luego le traían la cabeza alrededor con tanto ruido, prisa y violencia que no parecía sino de tornillo, causando tanta lástima y horror a las religiosas que no la osaban mirar.Y este era el ordinario tormento que padecía en el coro y muchas veces sin parar un instante mientras duraba todo el Oficio Divino que se reza con grande espacio y pausa. Otras veces le dejaban algunos ratos y luego volvían a atormentarla. Otras muchas, le daban vaivenes con la cabeza doblándosela hacia las espaldas que era milagro no quebrársela según era la fuerza y crueldad de tan impíos enemigos y en una ocasión le quebraron la garganta por el lado izquierdo y se le hizo un bulto mayor que una nuez que salía afuera y si las religiosas llegaban a tenerle la cabeza, no podían y no era de alivio para ella sino de mayor tormento porque decía que como los demonios le torcían la garganta y se la tenían por arriba, perdía el sentido y se doblaban los dolores y así la dejaban sola en tan intolerable trabajo. Porque aunque estaba casi atontada y con los dolores que se dejan entender, era mejor dejarla supuesto que cuando la tenían, hacían mayor fuerza los demonios y era sin comparación mayor el martirio que padecía. Para que mejor se entienda pondré lo que ella misma escribió de su letra a su confesor que era un religioso docto y muy siervo de Dios de la Compañía de Jesús. Sus palabras son estas.

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Los impedimentos que me pone el demonio para rezar el Oficio Divino son estos. Al tiempo que entro en el coro, se me pone en la cabeza un fuego tan pesado que me hace perder el tino y es tan grandísimo el peso que me hace inclinar la cabeza sin poderla sustentar. Cuando voy a abrir los ojos, no veo sino centellas de fuego. Otras veces parece que me meten alesnas1 ardiendo por la cabeza y oídos. Danme tan terrible dolor de dientes y muelas que no es posible pronunciar palabra. Parece que me meten lanzas por el cerebro y por ahí quiere sacar los ojos. Otras veces, me traen la cabeza alrededor con tanta prisa como si fuera devanadora y si me llegan a tener pierdo los sentidos con mucha pena interior. Otras veces, parece que muchas chicharras andan dentro de la cabeza con mucho ruido que me ensordecen y juntamente parece que enjambres de escarabajos andan encima de las telas2 de la cabeza y parece que tuercen las mismas telas que no me dejan respirar, no dando gritos. Estando en prima en el coro, rezando con quietud con la comunidad a 17 de julio se dijo la calenda3 que es costumbre de las fiestas que celebra la Iglesia el día siguiente y llegando a echarla de santa Isabel virgen que fue monja en un monasterio de la provincia de Sconaugia4, al mismo punto embistieron los demonios con nuestra virgen Isabel y le dieron terribles golpes, torciéndole la cabeza como solían la cual con una boca de risa y con mucha gracia dijo después a las religiosas: Si la otra Isabel es santa, ¿qué culpa tengo yo? Que como se les representó a los traidores que nuestra Isabel de la Encarnación imitaba a la otra y había de ser santa, quisieron vengar su furor en atormentarla y le decían muchas veces que la rabia y pena que les daba cuando las demás religiosas rezaban el oficio divino, había de quebrar en ella y por eso la tormentaban ya que no les daba Dios licencia para vengarse de ellas. Diversas veces estando rezando el Oficio Divino en el coro con las religiosas, le tapaba los oídos de tal suerte que no lo podía oír. Privábanla también en otras muchas ocasiones de sus sentidos para que no rezase ni oyese lo que se rezaba y en otras le causaba una modorra5 y sueño tan pesado que aunque hacía muchas diligencias, no era posible desecharlo y así no podía oír ni hablar palabra alguna.

1 alesna: instrumento agudo de hierro con que se horada alguna cosa, especialmente los cueros (Aut). 2 tela: la parte interior del cuerpo del animal (Aut). 3 calenda: la lección del Martirologio romano en que están los santos y fiestas pertenecientes al día (Aut). 4 Sconaugia: forma latina por Schönau en la diócesis de Tréveris. 5 modorra: accidente que consiste en una gran pesadez de sueño violento (Aut).

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No se daban estos malditos por contentos con tantos martirios como hemos visto, porque después de acabado el oficio, embestían con esta virgen y mártir y la tenían fuertemente para que no saliese del coro porque no fuese a tomar algún alivio a la celda, haciendo la misma fuerza para esto y aun mayor que la hacían para que no entrase en el coro y era necesario sacarla las religiosas de él a poder de oraciones y echando agua bendita y aún no podían.Y una vez que no era posible que saliese, llegó la prelada y empezó a llevarla a la celda, pidiendo favor a Dios y a emtrambas las llevaron casi en el aire y las derribaron junto a la cama con grande admiración de las religiosas que se hallaron presentes. Todo esto que habemos dicho le causaba a esta sierva de Dios gravísimos dolores en todo su cuerpo porque con el movimiento que hacía se renovaban sus llagas y se aumentaban las enfermedades que padecía y en particular la apostema que le solía reventar y echar por la boca podre hediendo y asquerosa y como iba tan molida y atormentada a la celda no era posible tener alivio ni de reposo. Pero lo que más sentía era la inquietud que causaba en el coro a sus hermanas y como naturalmente era tan compuesta y modesta en todas sus acciones, tenía mucho que ofrecer a Dios en la afrenta que padecía cada vez que los demonios la hacían descomponer pero iba muy alegre y regocijada por verse digna de padecer aquella afrenta por ir a dar alabanzas a su dulcísimo Esposo Jesús.Y como este Señor es tan gran remunerador de lo que se hace en su servicio aun en este valle de lágrimas, le hacía muy grandes favores para que se animase a padecer mucho más por su amor porque estando en el coro una mañana en el Oficio Divino con quietud, vio que entró en él su Divina Majestad en el traje que traía en el mundo pero al parecer, muy fatigado y fuese derecho al lugar donde estaba su querida esposa y reclinó su cabeza sobre su corazón donde estuvo haciéndole dos mil regalos y dándole a entender que allí había hallado descanso y alivio de la fatiga que traía. Otras veces, estando rezando el Oficio Divino bien afligida, llegando a los versos de los Salmos que eran acomodados a su aflicción, pedía favor a Dios mentalmente para ella y el señor le hablaba y respondía con mucho amor y cariño sintiendo en su alma grandes influencias de consuelo. Cuando por estos estorbos y el impedimento de sus continuas enfermedades estaba imposibilitada de ir al coro, se animaba haciendo mucho más de lo que podía y rezaba el Oficio Divino en su celda pero era con los mismos martirios que padecía en el coro, y a veces mayores, sin que los demonios se cansasen de atormentarla y apenas la dejaban rezar porque sentían

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mucho que alabase al Señor o hiciese cualquier acto de virtud y es cosa cierta que ninguno hacía aunque fuese hablar una palabra de consuelo para las religiosas, que no le costase nuevos tormentos. Algunas veces cuando estaba rezando las horas en su celda, hacían tantas danzas e invenciones ridículas en su presencia por divertirla que había menester hacerle mucha fuerza y pedir favor a Dios para no reírse y les daba con un palo diciéndoles mil oprobios y como se veían menospreciados volvían las danzas en tormentos que le daban.Y así, tomaba un libro devoto para leer un rato y tener oración con la lección, se lo impedían con mil estorbos, quitándole el consuelo que en esto pudiera tener. Muchas veces si tomaba la pluma para escribir algunas cosas devotas, se la quitaban de la mano o le daban golpes en ella, para que no pudiese formar la letra. Un papelito tengo en mi poder que escribió para su consuelo y en él se echa muy bien de ver el impedimento que le causaron cuando lo escribía porque están las letras tan mal formadas y con tantos rasgos y defectos que con muy grande trabajo pude acertar a leerlo por ser de edificación lo pondré a la letra que dice así supliendo las muchas letras que en él falta, siendo así que cuando podía, escribía la letra muy legible. No juzgues y no serás juzgado. Perdona y serás perdonado. Obedece y tendrás paz. Hazte piedra con sufrir pues no se mueve la hoja del árbol sin la voluntad de Dios.Acuérdate de la muerte y nunca pecarás. En silencio y esperanza será mi fortaleza. El Reino de los Cielos padece fuerza y los fuertes lo arrebatan. Quien quiere venir en pos de mí, tome su cruz y sígame: no hay otro camino para el Cielo sino el de la Cruz. El religioso que no enfrenare su lengua, en vano es su religión. Dice San Pablo: espectáculos somos del mundo, de los ángeles y de los hombres. Decía el padre San Francisco que era el mayor pecador del mundo y preguntándole que ¿por qué decía aquello? Respondió que si Dios le dejara a él peores cosas hiciera.

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TERCERA PARTE DE LA VIDA DE LA VENERABLE MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN. Trátase en ella de las mercedes y regalos que recibió de Nuestro Señor en las visiones y revelaciones que tuvo y de los trabajos y tormentos que padeció hasta su dichosa muerte.

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PREÁMBULO PARA LOS CAPÍTULOS SIGUIENTES.

Todo lo que resta de esta historia está lleno de las singulares mercedes, regalos y favores que Dios Nuestro Señor hizo a esta querida virgen y mártir, esposa suya, si bien mezclados en grandes trabajos y martirios que no cesaron hasta el último punto de su vida en conformidad de sus deseos y de la condición de Dios que como dijo San Crisostomo siempre da los regalos y consuelos a sus amigos, mezclados con amargura como aquel cálice que dijo el Real Profeta en el Salmo 72. Plenus mixto, lleno de vino, pero mezclado.Y para que lo que dijéremos sea mejor entendido y admitido, se ha de suponer una verdad muy cierta que uno de los dones gratis datos con que Dios tiene adornada a su Esposa la Iglesia Militante, es de las profecías y revelaciones (como dijo el Apóstol San Pablo, en la 1 a los Corintios cap. 12) para utilidad y enseñanza de los fieles. Pero no se puede negar que en ellas hay muy grande peligro por estar sujetas a engaños e ilusiones que el demonio suele hacer, transfigurándose en ángel de luz, mayormente en personas que las desean y tratan más de ellas que del ejercicio de las virtudes de que han resultado tantos daños como cada día vemos por experiencia.Verdad es que no todas las revelaciones y profecías se han de condenar a carga cerrada (como algunos hacen) porque es contra la doctrina del mismo Apóstol. Prophætias nollite spernere sedprobate.Ad tesa. I. cap. 5. Profecías y revelaciones no se han de menospreciar sino examinarlas con grande tiento y cuidado para ver si son de buen espíritu (como dijo San Juan en su Canónica) porque siendo conforme a la Doctrina de la Iglesia y de los Santos y para ejemplo y edificación de los fieles, agravio haríamos a la bondad de Dios en no tenerlas por ciertas y sería poner dolo en las historias antiguas y modernas de los santos las cuales están llenas de profecías y revelaciones.Y aunque no consiste en ellas la santidad ni en los prodigios y milagros, pues suele Dios obrarlos por instrumentos imperfectos para utilidad nuestra como enseña Santo Tomás en la

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2.2.q. 72 art.4 & q 78 art 2. No se puede negar que se admiten y reciben mejor cuando son reveladas y obradas por persona de conocida santidad que son muy seguras cuando en ella causan confusión y humildad y mejoría en su alma como enseña la maestra y Doctora de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, gloria y honra de nuestra España. Esto supuesto, si consideramos con atención las heroicas virtudes que ejercitó la madre Isabel de la Encarnación desde su tierna edad y los trabajos, enfermedades, tribulaciones interiores, sequedades, desamparos, persecuciones, tormentos y martirios que padeció hasta que murió, con tanta alegría y paciencia y sed insaciable de padecer mucho más.Veremos claramente que una mujercita flaca, era imposible que pudiese tener el tesón, constancia y fortaleza que tuvo si Dios no le diese a beber el cáliz tan lleno de pasiones, mezclado con el suavísimo néctar de sus Divinas Consolaciones y regalos y si estos (como dice San Pablo en la 2. a los Corintios cap. I) son a la medida de las cruces y trabajos que los santos padecen. Bien se sigue que fueron los consuelos y revelaciones ordinarias y de marca mayor pues tan grandes fueron los trabajos y tormentos porque como dice aquel gran maestro y guía de las almas, el venerable padre fray Luis de Granada no deja Dios boquisecos a sus amigos en este valle de lágrimas antes para que no desfallezca en el camino áspero y amargo de la cruz, les da grandes ayudas de costa de regalos y consuelos con los cuales cobren aliento y esfuerzo para atropellar las dificultades y para alcanzar la victoria prometida a los que legítimamente pelearen con los enemigos, visibles e invisibles. Por lo cual debemos creer piadosamente que Nuestro Señor, con su infinita providencia, comunicó a esta alma pura crucificada grandes secretos celestiales llenos de consuelos y regalos porque sin ellos desfalleciera por la fragilidad humana que tanto siente y rehúsa lo amargo de los trabajos. Y si miramos su vida y virtud, bien podemos asegurarnos de las revelaciones que tuvo: mayormente que todas han sido examinadas por hombres doctos y espirituales y las han aprobado por ser conformes a la doctrina de los Santos y para utilidad y ejemplo nuestro. Demás de que estaba tan poca asida a las revelaciones que las tenía por una pesada cruz y tormento y pedía a Dios encarecidamente que si no repugnaba a su Divina Voluntad, le diese en lugar de ellas otros nuevos trabajos porque como era tan humilde en su estimación, se juzgaba por indigna de tantos favores y siempre andaba con dudas y temores de ser engañada, temiendo que el demonio se podía transfigurar en ángel de luz como le sucedió en una ocasión que padeciendo excesivos tormentos por mano de

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un demonio en figura de grifo1 se le apareció otro en figura de la Madre de Dios con manto azul, corona en la cabeza y un niño en los brazos y le dijo con mucho amor que se animase que ya su Hijo había oído sus clamores y ella, levantando el corazón a Dios, tuvo conocimiento infuso de su mano para alcanzar el engaño del demonio y le dijo: yo no soy digna de que la Madre de Dios me visite. Imitando en esto al otro Santo del Hiermo2 que refiere el Prado espiritual con lo cual desapareció la visión de Satanás y al punto le embestieron cuatro ministros suyos que la atormentaron cruelmente. Quedó con esto tan advertida y atemorizada cada vez que Dios le hacía favores y mercedes y las resistía cuanto era posible y lícitamente podía hacer, dando luego cuenta a sus preladas y a sus padres espirituales cuando los veía, pidiéndoles examinasen con recato, y cuando las cosas que Dios le revelaba y le dijesen lo que había de hacer para no ser engañada.Y este era otro tormento de nuevo por hallarse obligada a manifestarlas por obediencia y por la fuerza interior que Dios le hacía, temiendo que en algún tiempo se podían publicar y ser tenida en diferente estimación y concepto del que ella juzgaba de sí misma. Cuando pareció conveniente que las preladas escribiesen las maravillas que Dios le comunicaba por orden de sus confesores porque no quedasen en olvido, era necesario proceder con gran tiento y circunspección porque ella no lo imaginase en manera alguna que si tal rastreara, según era su humildad, o no las manifestara o ya que no lo pudiera excusar, fuera para ella uno de los mayores trabajos que pudiera tener. A las religiosas decía muchas veces que tratasen de ejercitar las virtudes y que no deseasen revelaciones porque estaban sujetas a muchos engaños e ilusiones del demonio y que tuviesen lástima y compasión a cualquiera que las tuviese y no envidia porque no consistía en ellas la santidad. Viéndose una vez muy atribulada por las revelaciones continuas que tenía, se fue a comulgar y con grande afecto suplicó a Nuestro Señor no permitiese que el demonio la engañase y le respondió que se asegurase y no temiese porque todas eran de su Divino Espíritu con lo cual quedó consolada y con una grande paz en su alma, acompañada de profundísima humildad y para que se vea cuán fundada estaba en esta virtud acerca de las revelaciones, diré lo que me ha certificado la madre priora que muchas 1 grifo: animal fabuloso que finge tener la parte superior de águila y la inferior de león con grandes y fuertes garras, cuatros pies y ligeras alas (Aut). 2 Santo del Hiermo: san Antonio Abad.

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veces cuando estaba enajenada de sus sentidos, recibiendo misericordias y favores del Altísimo, le oyó decir estas formales palabras: Señor Dios mío, a Isabel la pecadora, queréis vos hacer estas mercedes y regalos. Mirad, Señor, que no los merezco. Deteneos, advertid que merezco el infierno, pues ¿cómo se sufre esto? ¡Estos dones depositáis en un vaso tan vil! No lo permitáis, Señor, que son mal empleados.Ya os lo digo, ya lo confieso, yo me conozco pero hágase vuestra Divina Voluntad. Palabras son dignas de un alma tan pura y humilde y semejante a las que dijo San Pedro. Apartaos Señor, que soy un pecador y a las que decían aquellos grandes santos Efrén, Cyro y Francisco Javier, gloria y honra de la compañía de Jesús que en semejantes ocasiones decían a Dios: Sat est Domine. Basta, Señor, apartad vuestros divinos consuelos de nosotros.

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CAPÍTULO I

DE LA DEVOCIÓN QUE TUVO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO. La devoción del Santísimo Sacramento del altar tanto será mayor cuanto mayor fuera el amor y caridad que el cristiano tuviere a Nuestro Señor porque en ninguna obra de cuantas hizo para nuestra redención manifestó la grandeza de su amor, como en quedarse sacramentado para unirnos así, entendiendo en la manera que fue posible, el Misterio de la Encarnación a cada uno de los que le reciben dignamente (como dijo San Crisostomo) por lo cual San Cyrilo llamó al Santísimo Sacramento «vínculo de amor y caridad», y Santo Tomas «memorial del Divino Amor».Y finalmente, no hay en este destierro otro medio para unirnos con nuestro Amado Jesús y gozar de lo que allá se goza en el cielo (aunque con diferencia en el modo) como recibir el Santísimo Sacramento que por eso le llama San Dionisio «unión corporal que el alma hace con Cristo». «Como al mismo Señor», lo dijo por San Juan. Pues siendo la caridad que esta alma pura tenía a Dios tan ardiente (como hemos visto que ni los trabajos ni las tribulaciones ni los tormentos ni la hambre ni la sed ni la desnudez ni los peligro ni las persecuciones ni los ángeles malos ni las creaturas ni la vida ni la muerte pudieron apartarla un punto del amor de Cristo), (cómo dijo de sí mismo San Pablo a los Romanos cap. 8) con qué sed, con qué afectos abrazados, con qué ardores y sentimientos interiores, con qué ternura y devoción, con qué fe se llegaría a recibir a su querido y amado Jesús Sacramentado para unirse y abrazarse con él y recibir nuevo aliento y esfuerzo con este pan de los fuertes con que pudiese rendir a los enemigos y alcanzar tan gloriosas victorias como tuvo. Esto verdaderamente que es más para meditarlo en piadosa consideración y silencio que para explicarlo con palabras, mayormente por la luz tan grande que Dios le comunicó acerca de este misterio y por las singulares

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mercedes que le hizo en muchas ocasiones después de haber comulgado como ahora veremos. Estando en el coro adorando al Santísimo Sacramento (que estaba descubierto) vio la Sagrada Humanidad de Cristo Nuestro Señor y se le dio a entender como allí asiste toda la Santísima Trinidad per concomitantiam y esto fue con tan altos y soberanos resplandores de gloria que quedó asombrada y tan fuera de sí que sin ser en su mano, se fue a levantar echando mano de la reja para dar voces a los que estaban en la iglesia que advirtiesen la Majestad de Dios que tenían presente y estuviesen con el temor y reverencia que debían y no lo hizo porque reparó en ello y se sosegó y así era grandísimo el sentimiento que tenía de que se perdiese el respeto al Santísimo Sacramento en cuya presencia tiemblan los mas altos serafines cuando echaba de ver que se parlaba en la Iglesia, y en una ocasión que dos personas estaban en conversación, vio que el demonio en figura de mastín las incitaba a parlar, haciéndoles muchos halagos con grande regocijo y asimismo vio que en la cornisa de la iglesia estaba otro asentado, escribiendo y apuntando las cosas que se hablaban en ella y muy en particular los descuidos y distracciones voluntarias que las religiosas tenían en la oración conventual del coro y en el oficio divino. Otra vez vio que el demonio estaba, vueltas las espaldas al Santísimo Sacramento, y sintiólo tanto que empezó a decirle oprobios e injurias al traidor, el cual embistió a ella y le dio tan grandes golpes que la dejó sin sentido. Fue tan firme y radicada la fe que tenia de este Sacrosanto Misterio que decía que jamás había tenido tentación en esta materia (aunque las tenía bien grandes a veces contra otras cosas de la fe) como dijimos al principio. Y también, decía que en muchos tiempos no tenía otra oración que con su dulce Esposo Sacramentado porque era todo su consuelo y su regalo donde hallaba el único remedio de sus trabajos y tentaciones.Y se fortalecía para pelear con todo el infierno y que en él hallaba quietud y reposo y claridad en sus dudas. Sucedíales tener algunos que comunicar con su Padre Espiritual y por no haber comodidad de que viniese, irse al coro y proponerlas al Santísimo Sacramento con tanta fe y confianza que salía consolada y con grande paz en su alma por la luz que este Señor le comunicaba sin que fuese necesario otro remedio ni consuelo. Dicen las religiosas que eran tan grandes las ansias y sed que tenía por comulgar que no las podía encubrir y que cuando estaba enferma e impedida para bajar, era grandísimo el sentimiento que tenía y la envidia a las

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que podían gozar de tanto bien y consuelo, diciendo que ella no lo merecía por sus pecados y que otras veces se animaba, sacando fuerzas de flaqueza y la bajaban en brazos y les daba tantas gracias por ello que las edificaba. Habiéndola bajado, les rogaba la dejasen que ella se iría poco a poco y por tener que ofrecer a Dios, se iba arrastrando por el suelo porque estaba tullida así al confesionario como al comulgatorio con grande trabajo.Y habiendo durado como seis meses, le hicieron unas muletas con las cuales se ayudaba aunque era necesario irla teniendo porque no cayese. El tiempo que se vio aliviada de sus achaques y que podía bajar sola a comulgar, iba con tanta compostura, silencio y devoción que la causaba a las religiosas, y después se recogía a tener oración conventual con la misma devoción, y de cuando en cuando, daba unos pequeños y muy sentidos suspiros, sin ser más en su mano, que enternecían a las religiosas, las cuales, algunas veces, le oían dar unos tiernos suspiros y que decía y repetía estas palabras: ¿Pues cómo, Señor mío, a Isabel tantas mercedes? Y todo el día de la Sagrada Comunión se ocupaba en loores y alabanzas al Santísimo Sacramento, convidando a las religiosas para que le ayudasen.

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CAPÍTULO II

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA DEVOCIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y A LA PASIÓN DEL SEÑOR. Tenía particular consuelo en repetir de ordinario así el día de comunión como en sus tribulaciones y tentaciones, y en particular contra la fe y la castidad, aquellos versos del Himno de Laudes de la Festividad del Santísimo Sacramento. O salutaris Hostia, Quæ Cœli pandis ostium. Bella premunt, hostilia, Da robur fer auxilium.

Oh hostia de nuestra salud que abres la puerta del cielo, dadnos fuerzas y vigor. Dadnos auxilio para vencer los enemigos que nos aprietan y hacen guerra.Y también decía muchas veces con ellos versos: Gloria tibi Domine, qui vere es cibus. Seais Señor glorificado que sois verdadero manjar.Tenía tanta fe y devoción con estos versos que los traía escritos consigo y decía que tenían singular virtud contra los demonios. Alegrábase mucho cuando veía a las religiosas ocupadas en hacer flores y otras curiosidades para el ornato del Santísimo Sacramento y les ayudaba cuando podía encargándoles lo hiciesen con grande amor y alegría, y la tenía particular en que se buscasen flores naturales para los altares y que hubiese en el Culto Divino grande limpieza y ornato y cuando le decían que algún devoto había socorrido las necesidades de la Sacristía, mostraba mucho agradecimiento y lo encomendaba a Dios muy de veras. Cuando tenía algún alivio, pedía licencia a las preladas y bajaba a la huerta y se ocupaba muy despacio en limpiar las clavelinas y flores para el adorno del Santísimo Sacramento y en las ocasiones que podía ir con las

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religiosas a la huerta, se ocupaba en este devoto ejercicio y las convidaba para él a todas, diciéndoles cuánto lo sentían los demonios por ser para el culto divino. Una vez se concertó con una religiosa para que todas las veces que fuesen a la huerta se ocupasen en sembrar cierto número de flores y habiendo gastado en esto el tiempo que en ella estuvieron, aquella noche la atormentaron los demonios con nuevos martirios sin dejarla reposar, y por la mañana cuando la prelada fue a verla, la halló muy atormentada y preguntándole la causa, respondió que por el concierto que había hecho con la religiosa en servicio del Santísimo Sacramento.Y es cosa que admira ver que cuántas palabras y acciones hacía por su amor y devoción, le habían de costar nuevos martirios y tormentos pero todos se le hacían fáciles y suaves por la caridad y amor que tenía a su Esposo Jesús. En el poco tiempo que pudo ayudar a la sacristana porque se lo mandó la obediencia, siendo en los últimos años de su vida que ya la naturaleza estaba muy acabada con tantos trabajos, enfermedades y martirios, se esforzaba y animaba y bajaba a la Sacristía con tanto esfuerzo y alegría como si estuviera sana, sólo por ser en servicio del Santísimo Sacramento y daba muchas gracias a la sacristana por el cuidado que ponía en el adorno y aseo de las albas y ornamentos y con brevedad aprendió a encarrujar1 la ropa blanca y le ayudaba en todo lo que era necesario con tanta gracia y presteza que se admiraba la sacristana y le decía con una gran devoción y alegría: Mire hermana qué de ropa le he doblado para mi Señor. Que era palabra de que usaba de ordinario. De la devoción, que tenía a la Pasión de Nuestro Señor. Una de las causas porque fue tanta la devoción que tenía al Santísimo Sacramento era por ser memorial de la Muerte y Pasión de Jesús Cristo, Nuestro Redentor, como el mismo Señor lo dijo por su boca y por la de su apóstol San Pablo porque continuamente la tenía presente y estampada en su alma y para alivio de sus enfermedades, dolores y martirios no tenía otro refugio que los que el Señor padeció por nosotros en su Muerte y Pasión y así por esta causa mucho más.Y de ordinario se ocupaba en dar gracias a Dios por el beneficio de nuestra redención haciendo grande aprecio de su Cruz y como el Señor la tenía crucificada, las más veces que se le aparecía con la Cruz acuestas o fatigado o lastimado, animándola con su ejemplo,

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encarrujar: retorcerse, ensortijarse (Aut).

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para que siguiese e imitase sus picadas (como habemos dicho).Y en particular a los principios de sus enfermedades y trabajos, las veces que podía ir a maitines, al salir del coro, en un tránsito obscuro que tenía, hallaba al Señor con la Cruz acuestas el cual la iba guiando hasta su celda que era la última y estaba muy aparrada2 por no haberse acabado la casa y con este favor cobraba nuevo ánimo y aliento para llevar la Cruz de su Querido Esposo. Tenía particular devoción con una cruz grandecita de madera que le dio el reverendo padre Fray Pedro de la Concepción (que murió siendo provincial de la Orden del Carmen de esta Provincia, dejándola huérfana por ser tan venerable como docto), y díjole que se la daba para que se defendiese de los demonios y que antes de dársela, había dicho una misa teniendo la cruz en el altar en la cual había rogado con viva fe y confianza a Nuestro Señor le comunicase particular virtud contra los demonios.Y podemos creer piadosamente que fue bien despachada su petición porque la madre Isabel se defendía de ellos trayéndola de ordinario en las manos. En cualquier parte que viese la cruz, se le iban los ojos y el alma con tantos actos de reverencia y devoción que la causaba a las religiosas y la besaba y se la ponía en la cabeza, diciéndole estas palabras: Signum redenptionis nostæ. ¡Oh quien fuera digna de verse crucificada con Cristo! Particularmente era devotísima del Paso de la Columna y se enternecía mucho cuando lo meditaba porque habiéndose traído del convento de los padres Carmelitas Descalzos, una imagen de este paso en que está nuestro Redentor muy lastimado y caído en el suelo y que un verdugo le tiene puesto el pie sobre el pecho, dándole azotes con una cadena de hierro. Se llevó a una de las ermitas de la huerta y habiendo ido la madre Isabel de la Encarnación a verlo, quedó tan lastimada y enternecida que se quedó allí para tener oración y meditación y estando en ella le dijo el Señor que aquellos azotes y tormentos había padecido por los pecados de la sensualidad de los hombres. Otra vez bajó a comulgar con grandísima fatiga y trabajo, padeciendo intolerables dolores y al instante que recibió el Santísimo Sacramento se le apareció el Señor muy llagado y ensangrentado de la manera que lo quitaron de la columna y le dijo estas palabras: Hija, tu vienes cansada y fatigada a descansar en mí.Yo vengo cansado, y de la manera que ves, a descansar en ti.Y

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aparrada: se aplica a ciertos árboles tortuosos y parecidos a la parra (Aut).

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diciendo esto, se le recostó sobre el corazón y con tan singular favor quedó muy alentada y consolada. Decía muchas veces que tenía empacho de mirar la imagen de Jesús Crucificado considerando que ella no le estaba conforme a sus deseos aunque padecía tanto como vemos, y le pedía, muy de ordinario, que antes que muriese, le hiciese merced de que viese su cuerpo aniquilado y deshecho y se lo otorgó el Señor, como veremos, poco antes de su dichoso tránsito. En la recreación conventual en que las religiosas se ocupan en alabanzas de Dios y de los Santos del día y cada una va diciendo lo que se le ofrece conforme a su devoción, la tenía particular de ordinario en alabar el amorosísimo Corazón de Jesús el Nazareno, por su Pasión y Muerte y todo lo encaminaba a este fin de los dolores que por nosotros padeció. Leía muchas veces cuando podía, o hacía que le leyesen, la relación de los golpes, bofetadas, azotes, coces e injurias que Jesús Cristo padeció que fueron revelados a una alma pura, y se enternecía en gran manera y también tenía gran consuelo y alivio en sus dolores y trabajos, meditando los dolores mentales e interiores que Nuestro Señor tuvo en su Pasión y Muerte, revelados a una santa que están escritos en un cuadernito de mano que me envió la madre priora y son muy tiernos y devotos. Éstos le leían las religiosas, algunas veces, para que se alentase a padecer por quien tanto padeció y hacía grande aprecio de la infinita caridad del Señor de que volvería a padecer por una alma sola (si fuera necesario) mayores tormentos. Las cuaresmas tienen devoción las religiosas de hacer algunas mortificaciones en reverencia de la Pasión del Señor y echan suertes para que cada una haga lo que le cupiere, pues aunque esta alma crucificada estaba tan impedida con sus trabajos, hacía con grande prontitud y alegría lo que le cabía en suerte.Y antes que le sobreviniesen las enfermedades, en el año del noviciado, hizo grandes penitencias la Cuaresma y después con todos sus impedimentos se animaba y pedía licencia y las hacía mayores de lo que sus fuerzas alcanzaban y era necesario irle a la mano pero Nuestro Señor daba cumplimiento a sus deseos porque era cosa ordinaria y asentada que todas las Semanas Santas se habían de multiplicar sus enfermedades, dolores y martirios, con grande gozo de su alma, por ofrecerlos al Padre Eterno en unión de los que su Hijo padeció por nuestra redención.Y lo mismo le sucedía en todas las festividades del Santísimo Sacramento y su Octava que por la grande y cordial devoción que le tenía por ser memorial de la Pasión del Señor, le enviaba mayores trabajos y tormentos que era el mayor regalo y consuelo que tenía en esta vida.Y aunque estuviese con la fuerza de sus

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dolores, se animaba y bajaba a comulgar el Jueves Santo y el día del Corpus Christi, trayéndola en brazos las religiosas y después la llevaban al coro donde asistía con excesivo trabajo, padeciendo los tormentos que le daban los demonios.Y otras veces, la tenían tan impedida que no podía salir de la celda y aunque lo sentía mucho, era con grande paz y conformidad con la voluntad de Dios que así lo ordenaba.

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CAPÍTULO III

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA DEVOCIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO,ACERCA DE OTROS REGALOS QUE EL SEÑOR LE HIZO CUANDO LO RECIBÍA, Y LO QUE PADECÍA EN ADORARLO CUANDO VEÍA EL SAGRADO MISTERIO DE LA MISA. En una ocasión que estaba en medio de sus dolores, enfermedades y tormentos, le mandó la prelada que bajase a comulgar.Alentóse con la virtud de la obediencia y habiendo bajado las escaleras, dolorida y reventando con un trabajo y fatiga excesivo, se le apareció el Señor con la Cruz acuestas, muy fatigado, y quitándola de sus hombros, se la puso a su querida esposa y le dijo que se animase que él le ayudaría a llevarla.Y tomando su Divina Majestad el extremo de ella, fue haciendo el oficio del otro Simón Cyrineo1 hasta que llegó a comulgar con lo cual la dejaron sus dolores y volvió a la celda con tanto ánimo y esfuerzo como si estuviera buena y sana.Y supuesto que Nuestro Señor era el Cyrineo que le ayudaba a llevar tantas cruces y trabajos, no hay que maravillarnos de que tuviese la fortaleza y constancia con tanta alegría como tuvo en padecer hasta la muerte porque no hay cosa dificultosa ni imposible con su Gracia y Auxilio. Estando otra vez, después de haber comulgado, adorando al Santísimo Sacramento que estaba descubierto, se le puso el demonio en forma de dragón a un lado y le dijo: Adórame a mí y no adores a ése.Volvió el rostro y con grande paz y serenidad le respondió: Harto mejor será que tu adores a mi Espo-

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Simón Cyrineo:Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su cruz (Mat. 27:32).

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so. Mira qué lindo está.Y como si le tirara una lanza, se fue huyendo con grande rabia y confusión. Muchas almas que venían a pedirle socorro, le rogaban que en particular ofreciese a Dios por ellas la Sagrada Comunión (como dijimos en su lugar), señal cierta de lo mucho que agradaba a su Divina Majestad.Y algunas vio salir de las penas del Purgatorio, en acabando de comulgar y otras en la misa que oía, ofreciendo al Padre Eterno por ellos los infinitos merecimientos de la sangre de su precioso Hijo. Estando tan impedida que no podía andar sin ayuda de las religiosas, la trajeron al comulgatorio y después de la oración conventual que se tiene en comulgando, se fueron las religiosas y ella estaba tan absorta y fuera de sí que sin saber cómo, se halló en la ermita de Getsemani que está en la huerta bien apartada del comulgatorio, y se estuvo en ella casi enajenada de sus sentidos, hasta que acertó una religiosa a ir a la huerta y admirándose de verla en la ermita, le preguntó que quién la había traído allí y respondióle que no sabía porque le pareció que la trajeron por el aire y la ayudó a subir a la celda que ella sola no podía dar paso. Porque no hubiese cosa del servicio de Dios en que no padeciese, le sucedía muchas veces ponerse de rodillas (aunque con trabajo) para adorar al Santísimo Sacramento y los demonios se lo estorbaban, dándole por detrás tan grandes golpes y emviones que caía con el rostro en el suelo. Otras veces cuando hacía reverencia al Santísimo Sacramento, postrándose para besar el suelo, le daban con el rostro en él grandes golpes y decía que tenía mucho gusto en hacer este acto de reverencia porque lo sentían tanto los demonios. Sentía mucho (aunque con paz y resignación) no ir a asistir al Sacrosanto Misterio de la Misa por el impedimento de sus continuas enfermedades y con todo se animaba e iba casi arrastrándose porque decía que recibía su alma particular alivio y consuelo y muy de ordinario, al tiempo que iba a adorar al Santísimo Sacramento, le daban los demonios los mismos tormentos que cuando rezaba el Oficio Divino porque no viese a su Amado Esposo Sacramentado, trayéndole la cabeza alrededor y alzándola y bajándola hacia el pecho y espaldas con grande prisa y violencia, y era menester tenerla mientras se decía misa y echarle agua bendita, poniéndole algunas reliquias lo cual sentía mucho porque quisiera estar con suma quietud en aquel lugar y no causar a las religiosas estorbo y trabajo. Otras veces, le impedían y quitaban la vista para que no pudiese ver ni adorar al Santísimo Sacramento.

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CAPITULO IV

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA ACERCA DE LOS IMPEDIMENTOS QUE LOS DEMONIOS LE PONÍAN PARA QUE NO RECIBIESE EL SANTÍSIMO SACRAMENTO Y LO MUCHO QUE EN ELLO PADECIÓ. Así como esta virgen y mártir fue incansable en el padecer y más padecer por amor de Dios, así los demonios fueron incansables en martirizarla con una extraña porfía pero quedaron siempre vencidos, confusos y avergonzados, viendo que no podían contrastar ni acobardar el ánimo varonil de una mujer tan fuerte y valerosa que al mismo paso que la atormentaban, se aumentaban los deseos y ansias de padecer mucho más.Viendo pues estos enemigos envidiosos el consuelo y alivio que esta alma recibía con el Manjar Divino que bajó del cielo para darnos sustento y fortaleza, procuraron impedirle la sagrada Comunión con diversos medios (como le sucedió a la santa doña María Vela) y en efecto, lo pusieron en ejecución sin que sacasen algún fruto de sus dañados intentos porque la omnipotencia de Dios que permitía esto no está ligada a medios algunos para que sus siervos reciban vigor y fortaleza para contrastar las fuerzas infernales mediante su gracia por otros caminos extraordinarios que su sabiduría infinita tiene ocultos a los ojos humanos. Desde el mes de junio del año de 1622 hasta el día de la gloriosa Santa Anna que es a 26 de julio del año siguiente, no fue posible que la madre Isabel de la Encarnación recibiese el Santísimo Sacramento (que fue una de las mayores mortificaciones que tuvo en su vida) aunque con muy grande resignación en la Divina Voluntad. De suerte que en un año y un mes careció de este consuelo 10 años antes de su preciosa muerte porque sobre tan graves enfermedades como tenía, le causaban los demonios unas trasbocaciones1 1

trasbocaciones: arrojar lo que se tiene en el estómago.

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ordinarias y continuas que es uno de los legítimos impedimentos para comulgar aunque al principio no se entendió que venía por este camino sino que procedían de los malos humores de sus enfermedades. Por lo cual, aunque la prelada conocía las ansias que la enferma tenía de recibir el Santísimo Sacramento y el grande consuelo para el alivio de sus trabajos, no se atrevió a pedir al padre capellán se lo diese.Y algunos días cesaban las trasbocaciones, al instante que se daba orden para comulgarla, le volvían con mayor fuerza.Y si le aplicaban remedios y confortativos, no aprovechaban y como las enfermedades que padecía conocían que eran ejercicio que Dios le daba para que tuviese en qué merecer y ejercitar la paciencia y que vivía milagrosamente. Los médicos se cansaron y dejaron de curarla porque los remedios no servían sino de atormentarla más (como dijimos al principio de este libro). Pasó la sierva de Dios casi todo el año con grandísimo trabajo y el mayor que sentía era verse privada del consuelo que tenía en recibir a Nuestro Señor pero llevólo todo con la paciencia y alegría que solía, diciendo que por sus grandes pecados no merecía tan grande bien, pero viendo la prelada que esto iba tan adelante y deseando acudir a su consuelo, 30 días antes de la festividad de la gloriosa Santa Anna, hizo llamar los médicos los cuales la curaron de nuevo con mucho cuidado, ordenando y aplicando diversas purgas, jarabes, unturas y otros remedios pero fueron sin fruto porque en todos los 30 días no fue posible que recibiese sustento alguno porque al instante lo volvía a lanzar sin que le quedase cosa en el estómago y antes echaba muchas cóleras adultas juntamente de humor maligno. Halláronse confusos los médicos y no sabían qué hacerse y realmente entendieron que moriría con brevedad porque demás de no comer ni beber cosa alguna por lanzarla luego, no dormía ni reposaba un instante y tenía grandes dolores y tormentos y desconciertos de estómago. Estando pues la prelada con gran pena y cuidado y admirada de que hubiese vivido 28 días la enferma sin comer ni beber ni dormir, estando tan consumida y apurada la naturaleza por los muchos remedios y evacuaciones que padeciendo juntamente tantos dolores y tormentos, le dijo que Nuestro Señor le había dado a entender que vivía milagrosamente porque todos aquellos días no había recibido el estómago sustento alguno pero que sentía dentro de su alma realmente la presencia del Santísimo Sacramento como en una Custodia y que este Señor la sustentaba sin otro manjar corporal milagrosamente. Con todo, por orden de los médicos, le dieron a beber zumo de naranjas agrias con las cuales cesaron algo las eructaciones

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dos días antes de la fiesta de la gloriosa Santa Anna pero subiéronsele las cóleras a la cabeza y estuvo como privada de los sentidos hasta el día de la Santa que volviendo en sí se halló (al parecer) con tan gran desamparo de Dios que a voces (sin ser más en su mano) decía y repetía muchas veces estas palabras: Madres y señoras mías, ¿qué es de mi Dios? ¿Dónde está mi Dios? Y lo mismo decía a los doctores y confesores.Y si le preguntaban cómo estaba o le hablaban de otra cualquier materia, volvía a decir las mismas palabras sin cesar un punto con tanta ternura y amoroso sentimiento que lloraban tiernamente todos los presentes y enterneciera a las piedras y también decía: Ay, qué inmensos dolores. ¿Dónde estáis, mi Dios? ¿Cómo me habéis desamparado así? Con estas ansias sin cesar, estuvo el ángel hasta las cuatro de aquella tarde que con grande ahínco pidió a la prelada que le diesen a su Dios y Señor que lo quería recibir la cual fue luego a tratarlo con el padre capellán que era el doctor Francisco Durán (de quien arriba hicimos mención) pidiéndole que entrase luego a darle el viático2 porque lo pedía y que ya las trasbocaciones no eran como solían, de más de que había muestras claras que eran por orden de los demonios. Con este animó y resolvió en comulgarla aunque con temor y le dio el Santísimo Sacramento a las cinco de la misma tarde de Santa Anna y no le dio la Extremaunción porque se la había dado pocos días antes con lo cual quedó sosegada y muy consolada, dando muchas gracias a Dios.Y dijo a la prelada que en aquel gran desamparo y ejercicio en que Dios la tuvo que la tuvieron por muerta, iba ya a despedir el alma y quería salir del cuerpo pero que la preferencia del Santísimo Sacramento que sentía la había detenido y confortado para no desamparar el cuerpo para que tuviese más que padecer. Con esto se despidieron los médicos y ordenaron que pues las trasbocaciones habían cesado, dejasen descansar a la naturaleza para que fuese cobrando fuerzas.

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viático: se llama el sacramento del cuerpo de Cristo que se administra a los enfermos que están en peligro de muerte (Aut).

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CAPÍTULO V

EN QUE SE TRATA Y PROSIGUE LA MISMA MATERIA Y CÓMO LOS DEMONIOS LE AGRAVARON SUS ENFERMEDADES. Estuvo esta venerable virgen y mártir, ejemplo de paciencia, sin el achaque de las trasbocaciones un mes, poco menos, y así pudo recibir el Santísimo Sacramento aunque con sumo trabajo porque como estaba tan flaca y sin fuerzas, era necesario bajarla al comulgatorio en brazos de las religiosas y, algunas veces, la hacían tan pesada los demonios que no podían llevarla porque parecía de plomo e iban reventando que también usaban este ardid para privarla del consuelo espiritual de su alma. Pasados estos días, volvieron las trasbocaciones aunque no continuadas pero ya no se hacía caso de ellas porque se le volvían a agravar las enfermedades que tuvo luego que profesó (de que tratamos al principio), con tan grande fuerza que fue necesario llamar a los médicos porque los dolores que padecía en todos los miembros eran intolerables sin haber alguno que no tuviese particular verdugo que la atormentase con grave mal de ijada1, de orina, de estómago, pulmón, con los demás que se dijeron en su lugar, y con falta de respiración que se ahogaba, pero lo que más le atormentaba, eran los terribles dolores de cabeza, cerebro, sienes y que le torcían las telas de los sesos con grande fuerza, llevando todo esto con su acostumbrada paciencia y alegría y con deseos de padecer mucho más. Hiciéronle muchos y diversos remedios los médicos, y algunos bien penosos, y ninguno aprosvechaba.Trataron de darle las unciones y que el cirujano viese con una tienta2 si estaba

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ijada: el lado del animal debajo del vientre junto al anca (Aut). tienta: instrumento de hierro largo y redondo con que por la cavidad de la herida se examina su profundidad y penetración (Aut). 2

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dañado el casco de la cabeza, y quedaron de acuerdo que la víspera del señor San Francisco se juntarían para ello. En el ínterin, quiso Dios que se echase de ver por las religiosas y por su capellán el doctor Francisco Durán que era cansarse en vano, supuesto que los demonios eran los instrumentos de tantos dolores y que se mitigaban con agua bendita, oraciones y reliquias, y no con remedios humanos. Habiendo pues juntádose los médicos el día citado del mismo año de 1623 con el cirujano, se les dio a entender lo que pasaba y que los remedios eran escusados, pues sólo servirían de atormentar más la enferma y consumir su flaca naturaleza. Concordaron en que a ellos les parecía lo mismo porque lo que padecía era cosa sobrenatural y que era imposible vivir si Dios milagrosamente no la sustentase, y así se despidieron, diciendo a la prelada que usasen de los remedios divinos y le diesen a menudo el Santísimo Sacramento. Hacían todo esto las religiosas con gran caridad, por amor de Dios, y porque amaban con extremo a aquel ejemplo de paciencia que tenían presente, pero los demonios no dejaban de causar impedimentos para que no comulgase porque algunas veces, la noche antes de la Comunión, le volvían las trasbocaciones con mayor tesón y fuerza y estaba toda la noche, hasta la hora que había de ir al comulgatorio, lanzando tanta abundancia de cólera y mal humor que se admiraban las religiosas de que viviese quien tal cosa tenía en el cuerpo, y así se quedaba sin comulgar. Otras le sucedía lo mismo que a la venerable doña María Vela porque cuando iban por la enferma para que comulgase, la hallaban sin habla porque los demonios le tenían apretadas las quijadas fuertemente, y parecía que se ahogaba por faltarle la respiración. Con todo eso, las religiosas no dejaban de hacer diligencias para que recibiese el Santísimo Sacramento e iban a su celda y con grandísimo trabajo la empezaban a vestir, (que la venerable madre no podía), y eran tantos los vaivenes y golpes que le daban los demonios que no la podían tener ni vestir y así la dejaban. Hacíanle dar vueltas, doblábanla por medio cuerpo, ahogábanla, y dábanle tan crueles golpes hasta apartarla de las que la querían tener que se cansaban y pasaba la hora y así se iban a comulgar, dejándola hecha pedazos con el cansancio y aflicción que se puede entender.Y muchas veces, les hacía inmovil como si fuera de plomo, de tal manera que no la podían rodear en la cama. Otras veces (cuando Nuestro Señor era servido), la vestían aunque con grande trabajo y dificultad, y la llevaban en brazos y no les era de peso a las religiosas como solía, pero no se cansaban los demonios de causarle nuevos estorbos porque cuando la bajaban por las

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escaleras, la hacían ahirmar3 fuertemente con los pies y que se atraviese de las barandillas, y con agua bendita y oraciones la dejaban pero daban tan grandes vaivenes a las religiosas que temían no rodar todas con la enferma por las escaleras. Mas ya que con tanto trabajo la llevaban al comulgatorio, no paraba en esto porque se multiplicaban sus dolores que le obligaban a dar grandes gemidos y al tiempo que se llegaba a comulgar, la hacían temblar y le causaban los tormentos que dijimos en el Oficio Divino, dándole muchas vueltas con la cabeza, bajándosela hacia el pecho y espaldas muy aprisa y era necesario tenerla fuertemente las religiosas, pidiendo favor a Dios con Salmos y oraciones.Y ya que había recibido la Sagrada Hostia le apretaban la garganta y le trababan las quijadas, para que no la pudiese tragar: cosa que daba harto cuidado a todas.Y otras veces, no le dejaban tomar el lavatorio, dándole golpes con la cabeza en el vaso de agua y quitándole la respiración, de suerte que se ahogaba. También le hacían dar arcadas, revolviéndole el estómago para que trasbocase y con oraciones que decían las religiosas, se sosegaba y comulgaba. Pero un Jueves Santo, habiendo bajado a comulgar con el ordinario trabajo, fueron tantos los tormentos que le dieron y las trasbocaciones que tuvo que le mandó la prelada que no comulgase y se fue muy afligida a la celda y antes de subir las escaleras, se le apareció Nuestro Señor con la Cruz acuestas como otras veces, muy afligido, y le dijo que se consolase pues lo veía de aquella suerte. Ella se resignó en su Divina Voluntad para padecer todos cuantos trabajos fuese servido.Y esta vez, y las demás que no podía recibirle, decía a las religiosas con aquella paz y mansedumbre que tenía: Hoy ha vuelto mi Señor por su honra en no permitir que una criatura tan mala y tan pecadora le haya recibido. Pero, pues es así su voluntad.Yo estoy muy contenta porque toda mi gloria es hacer su Santa Voluntad. Tenían advertido las religiosas, la grande fuerza que ha puesto Dios en los mandatos y obediencia de las preladas porque iban algunas veces a su celda para traerla a comulgar y la hallaban tan impedida que decía no era posible levantarse porque los demonios la tenían tan atormentada e inmóvil que no podía rodearse y en llegando la prelada que se lo mandaba por obediencia, al punto la dejaban los demonios y la podían llevar a comulgar. Y esta eficacia de la obediencia se vio en otras ocasiones porque estando

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ahirmar: sostener (Aut).

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muy afligida y atormentada con los martirios de los demonios que no la dejaban sosegar aunque las religiosas le echaban agua bendita y le decían las oraciones que solían, en llegando la prelada que las decía, la dejaban.Y particularmente en ocasión que tenía tan postrado el apetito que no podían hacerle las religiosas comer cosa alguna, fueron a llamar a la prelada y habiéndole rogado que se alentase y comiese, no pudo, y entonces le dijo: Madre priora, mándemelo Vuestra Reverencia en virtud de santa obediencia que con esto será Dios servido que puede comer algo. Hízolo así la prelada y fue cosa maravillosa que comió una pechuga entera de ave y pan, con tanto aliento y gana como si estuviera buena.Y si después de esto las religiosas que le asistían, le traían de comer, no podía pasar bocado hasta que venía la prelada la cual le dijo que por qué no comía, y se animaba cuando no estaba presente pues le constaba que todas veces no podía venir a hallarse presente por las ocupaciones de su oficio. Respondióle la enferma: Ay Madre mía, es tan grande la diferencia que hay de mandarlo Vuestra Reverencia o las religiosas que se espantaría: porque los demonios están haciendo burla de ellas y en viendo Vuestra Reverencia, me dejan y se van huyendo con gran tropel y esto mismo sucede con las oraciones que me dicen mis hermanas que no tienen la eficacia que cuando Vuestra Reverencia las dice. Cierro este capítulo y discurso con advertir que era tan grande la sed que tenía de recibir la Sagrada Comunión que aunque le costaba nuevos martirios y tormentos de los demonios, no sólo no se acobardaba pero antes eran estímulos para ir a comulgar el entender que por este camino tendría más en qué padecer a trueque de recibir a su amado Esposo Sacramentado, teniéndose por muy dichosa en imitar a San Ignacio mártir que decía que no estimaba en nada padecer los tormentos y martirios de esta vida, ni los infernales, con tal que llegase a unirse con Jesús Cristo y a gozarle.

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DE LA GRAN DEVOCIÓN QUE TUVO A LA VIRGEN SANTÍSIMA MARÍA, MADRE DE DIOS, SEÑORA NUESTRA. Toda la santidad, virtud y resplandor de la Iglesia Católica se debe a la intercesión de la Santísima Virgen María, Señora Nuestra porque como dijo San Bernardo, es la medianera entre Dios y los fieles y la puerta por donde habremos de entrar en el cielo, y ninguno se salvaba si no es por su intercesión, ninguno recibe dones de Dios ni alcanza misericordia sin su patrocinio: es la que nos defiende y ampara en nuestras tribulaciones y tentaciones. Y todos los santos fueron devotísimos de esta Señora y recibieron singulares favores y mercedes de sus liberales manos. Grande y cordial fue la devoción que la madre Isabel de la Encarnación tuvo a la Santísima Virgen, Nuestra Señora y en todos sus trabajos, enfermedades, tribulaciones y tentaciones, no tuvo otro remedio que acudir a pedirle su amparo y protección, y muy en particular, en aquella terrible y prolongada batería con que el espíritu impúdico tanto la atormentaba (como dijimos en su lugar) para lo cual saludaba a la Purísima Concepción de la Virgen con grande y amoroso efecto, rezándole el oficio menor de Conceptione y pidiéndole que por su pureza, no permitiese que ella fuese maculada ni vencida de aquel deshonesto enemigo.Y decía que esta devoción de la Concepción era grave tormento para los demonios. Decía muy de ordinario este verso: Tota pulcra es, & macula non es in te.Y cuando podía ir a la recreación conventual, en acabando, con extraña devoción, daba gracias a la Santísima Trinidad porque concedió a la Santísima Virgen el privilegio de ser concebida en gracia y en gloria y decía a las religiosas que era grande la dignidad que Dios le había concedido por ser hijas de la Virgen del Carmen y que hasta que estuviesen en la otra vida, no habían de poder

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conocer la grandeza de este beneficio por el cual daba continuas gracias a Nuestro Señor. Rezaba muchas veces las Salutaciones a los Purísimos Pechos de esta Señora, de que usaba Santa Brígida.Y tenía gran devoción con la Salve.Y así se animaba para ir al coro los sábados a oírla y era de manera que cuando estaba tullida, íbase poco a poco arrastrando hasta la puerta del coro y allí se quedaba sin entrar por no interrumpir ni estorbar a las religiosas. También rezaba todos los días el Oficio Menor de la Santísima Virgen cuando sus tragos1 le daban lugar.Y el Rosario y a la palabra que dice: Santa María, añadía, dignísima Madre de Dios.Y persuadía a las religiosas que tuviesen esta devoción porque era muy grata a la Virgen Santísima. Cuando no podía rezar el Rosario (que lo sentía mucho) decía las tres palabras primeras del Ave María.Y era tanta la devoción que tenía al santo Rosario que se lo ponía de ordinario como guirnalda en la cabeza. Saludaba continuamente a la Santísima Virgen con estas palabras: Salúdote, Purísima y Dignísima siempre Virgen, Madre de mi Señor Jesús Cristo.Templo virginal, Sagrario de la Santísima Trinidad. Rezaba también los cinco Salmos del Nombre Santísimo de María Señora Nuestra y su letanía y cuando no podía, rogaba a las religiosas se las dijesen y con oírlas se consolaba. Era devotísima del Misterio de la Encarnación que se obró por obra del Espíritu Santo en las Purísimas Entrañas de la Virgen y por eso se puso el sobrenombre de la Encarnación.Y muy de ordinario, cuando se veía en sus tribulaciones, repetía los versos Angelus Domini &c. que rezamos a prima noche y los del símbolo, Et incarnatus est &c. por el cual la atormentaban mucho y si no podía, hacía que las religiosas lo repitiesen muchas veces porque recibía alivio y consuelo y los demonios se acobardaban en oyéndolos y decía que huían del Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, y así se lo ponía sobre la cabeza besándolo con mucha devoción. Causaba grande consuelo a las religiosas oír las alabanzas que daba a la Santísima Virgen (que era su ordinaria ocupación), decía que daba muchas gracias al Padre Eterno por haberla escogida por hija y a Jesús Cristo por ser Hijo de la más pura Madre que puede haber y al Espíritu Santo por ser Esposa suya y a la misma Virgen por los privilegios que le fueron concedi-

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tragos: adversidad, infortunio o desgracia que con dificultad y sentimiento se sufre

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dos. Cada vez que renovaba los votos de su profesión (como lo hacen las demás religiosas en la comunidad), hacía voto de morir si se ofreciese ocasión, en defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen Santísima. Con la Magnificat tenía especial y cordial devoción y oyéndola, recibía grande alivio y consuelo en su alma. Finalmente, tenía la misma devoción con los himnos y antífonas de sus festividades y en particular con el de Laudes de su oficio: O gloriosa Domina. Era cosa notable oír lo que decía a las religiosas acerca de la devoción de la Virgen, exhortándolas siempre a ella. Decía que era imposible que se condenase persona que le fuese devota y que tenía por muy cierto que ninguna que lo hubiese sido estaba en el Infierno. Estando en oración vio a una alma bienaventurada (con quien había tenido comunicación en el siglo) en un trono de grandísima gloria y resplandor.Viniéronle grandes ansias de subir al trono y dijole aquella alma bienaventurada estas palabras: La devoción de la Virgen Santísima me subió aquí y si tú quieres subir a otro semejante lugar, le has de ser muy devota.

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DE LA GRAN DEVOCIÓN QUE TUVO A LA VIRGEN SANTÍSIMA MARÍA, MADRE DE DIOS, SEÑORA NUESTRA. Toda la santidad, virtud y resplandor de la Iglesia Católica se debe a la intercesión de la Santísima Virgen María, Señora Nuestra porque como dijo San Bernardo, es la medianera entre Dios y los fieles y la puerta por donde habremos de entrar en el cielo, y ninguno se salvaba si no es por su intercesión, ninguno recibe dones de Dios ni alcanza misericordia sin su patrocinio: es la que nos defiende y ampara en nuestras tribulaciones y tentaciones. Y todos los santos fueron devotísimos de esta Señora y recibieron singulares favores y mercedes de sus liberales manos. Grande y cordial fue la devoción que la madre Isabel de la Encarnación tuvo a la Santísima Virgen, Nuestra Señora y en todos sus trabajos, enfermedades, tribulaciones y tentaciones, no tuvo otro remedio que acudir a pedirle su amparo y protección, y muy en particular, en aquella terrible y prolongada batería con que el espíritu impúdico tanto la atormentaba (como dijimos en su lugar) para lo cual saludaba a la Purísima Concepción de la Virgen con grande y amoroso efecto, rezándole el oficio menor de Conceptione y pidiéndole que por su pureza, no permitiese que ella fuese maculada ni vencida de aquel deshonesto enemigo.Y decía que esta devoción de la Concepción era grave tormento para los demonios. Decía muy de ordinario este verso: Tota pulcra es, & macula non es in te.Y cuando podía ir a la recreación conventual, en acabando, con extraña devoción, daba gracias a la Santísima Trinidad porque concedió a la Santísima Virgen el privilegio de ser concebida en gracia y en gloria y decía a las religiosas que era grande la dignidad que Dios le había concedido por ser hijas de la Virgen del Carmen y que hasta que estuviesen en la otra vida, no habían de poder

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conocer la grandeza de este beneficio por el cual daba continuas gracias a Nuestro Señor. Rezaba muchas veces las Salutaciones a los Purísimos Pechos de esta Señora, de que usaba Santa Brígida.Y tenía gran devoción con la Salve.Y así se animaba para ir al coro los sábados a oírla y era de manera que cuando estaba tullida, íbase poco a poco arrastrando hasta la puerta del coro y allí se quedaba sin entrar por no interrumpir ni estorbar a las religiosas. También rezaba todos los días el Oficio Menor de la Santísima Virgen cuando sus tragos1 le daban lugar.Y el Rosario y a la palabra que dice: Santa María, añadía, dignísima Madre de Dios.Y persuadía a las religiosas que tuviesen esta devoción porque era muy grata a la Virgen Santísima. Cuando no podía rezar el Rosario (que lo sentía mucho) decía las tres palabras primeras del Ave María.Y era tanta la devoción que tenía al santo Rosario que se lo ponía de ordinario como guirnalda en la cabeza. Saludaba continuamente a la Santísima Virgen con estas palabras: Salúdote, Purísima y Dignísima siempre Virgen, Madre de mi Señor Jesús Cristo.Templo virginal, Sagrario de la Santísima Trinidad. Rezaba también los cinco Salmos del Nombre Santísimo de María Señora Nuestra y su letanía y cuando no podía, rogaba a las religiosas se las dijesen y con oírlas se consolaba. Era devotísima del Misterio de la Encarnación que se obró por obra del Espíritu Santo en las Purísimas Entrañas de la Virgen y por eso se puso el sobrenombre de la Encarnación.Y muy de ordinario, cuando se veía en sus tribulaciones, repetía los versos Angelus Domini &c. que rezamos a prima noche y los del símbolo, Et incarnatus est &c. por el cual la atormentaban mucho y si no podía, hacía que las religiosas lo repitiesen muchas veces porque recibía alivio y consuelo y los demonios se acobardaban en oyéndolos y decía que huían del Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, y así se lo ponía sobre la cabeza besándolo con mucha devoción. Causaba grande consuelo a las religiosas oír las alabanzas que daba a la Santísima Virgen (que era su ordinaria ocupación), decía que daba muchas gracias al Padre Eterno por haberla escogida por hija y a Jesús Cristo por ser Hijo de la más pura Madre que puede haber y al Espíritu Santo por ser Esposa suya y a la misma Virgen por los privilegios que le fueron concedi-

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dos. Cada vez que renovaba los votos de su profesión (como lo hacen las demás religiosas en la comunidad), hacía voto de morir si se ofreciese ocasión, en defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen Santísima. Con la Magnificat tenía especial y cordial devoción y oyéndola, recibía grande alivio y consuelo en su alma. Finalmente, tenía la misma devoción con los himnos y antífonas de sus festividades y en particular con el de Laudes de su oficio: O gloriosa Domina. Era cosa notable oír lo que decía a las religiosas acerca de la devoción de la Virgen, exhortándolas siempre a ella. Decía que era imposible que se condenase persona que le fuese devota y que tenía por muy cierto que ninguna que lo hubiese sido estaba en el Infierno. Estando en oración vio a una alma bienaventurada (con quien había tenido comunicación en el siglo) en un trono de grandísima gloria y resplandor.Viniéronle grandes ansias de subir al trono y dijole aquella alma bienaventurada estas palabras: La devoción de la Virgen Santísima me subió aquí y si tú quieres subir a otro semejante lugar, le has de ser muy devota.

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CAPÍTULO VII

EN QUE SE PROSIGUE LO MISMO ACERCA DE LA DEVOCIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA Y DE LAS MERCEDES Y FAVORES QUE RECIBIÓ DE SUS MANOS. Para defenderse de los demonios, así en las tentaciones como en los tormentos que le daban, traía siempre consigo algunas imagencitas de la Santísima Virgen y hacían hartas diligencias por quitárselas. Cada vez que pasaba por donde hubiese imagen suya, aunque le costase mucho trabajo, se postraba y besando el suelo, le rezaba la salutación Angélica del Ave María.Y no había en el convento imagen de esta Señora con quien no tuviese particulares y diversas devociones cuando las había porque decía que de todas había recibido especiales mercedes y favores, y que aun siendo niña las había recibido de sus liberales manos y tenía advertido las religiosas que en viendo su Santa Imagen era tanta su alegría y regocijo que no lo podía disimular y parecía que se le iba el alma tras ella.Y aunque estaba con tantos males, se animaba y esforzaba para vestir las imágenes de Nuestra Señora, y tenía singular gracia en ello, y causaba devoción oír los requiebros amorosos que les decía mientras las vestía, hasta con los mantos y ropa de estas santas imágenes la tenía muy grande, y así se las ponía en la cabeza y en otras partes donde sentía mayores dolores, recibiendo alivio y consuelo. En una ocasión estuvo su celda llena de demonios y no le tocaban por una imagen que tenía allí de la Santísima Virgen, Nuestra Señora y siendo necesario sacarla, luego al punto embistieron con ella y le dieron tan crueles tormentos que la dejaron por muerta. Dióle la señora Mariana de Piña, su madre (que con esta cortesía la trató por haber tenido tal hija) una imagen de Nuestra Señora en talla, pequeña, milagrosa por haberse hallado en lo interior de un madero que se cortó en

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su casa y tenía gran devoción con ella pero tenía duda de si era milagrosa o no y siempre la tenía consigo. Estando pues tan impedida que no podía andar ni subir las escaleras sin ayuda de las religiosas, y hallándose una vez al pie de ellas sin poder dar paso, suplicó con grande afecto a la Santísima Virgen que si era servida le manifestase si aquella imagencita era milagrosa en que pudiese subir las escaleras sin ayuda de nadie. Fue cosa notable que al punto se halló con tanto aliento que las subió como si estuviera buena y sana y lo mismo le sucedió por mucho tiempo con lo cual salió de la duda que tenia y se aumentó la devoción de la santa imagen la cual tiene común veneración un religioso que fue su padre espiritual a quien la dio la prelada después de su muerte. Las mercedes y regalos que recibió de esta Reina Soberana fueron grandes como ahora diré, reservando otras para lo último de la historia. Un singular favor que recibió de esta Señora, refiere por sus formales palabras que escribió a su confesor que son estas: Estando día de la Madre de Dios del Carmen muy fatigada con los tormentos que me daban los demonios, se me apareció la Virgen y me prometió que a la hora de la muerte vendría por mi alma. Traía debajo del manto una religiosa de este convento, ya difunta gloriosa, y me dijo también que no entraría en el purgatorio. Estando en el mayor rigor de sus enfermedades, sintió en lo interior del pecho un ruido como de una cosa viva y diole cuidado, fuese a la oración que era su refugio y regalo (como decía muchas veces), y estando suplicando a la Virgen Santísima la librase de aquel trabajo si fuese servida, apareciósele muy resplandeciente, y díjole que no le diese cuidado que no era enfermedad causada de mal humor sino que el demonio hizo a aquel embuste para turbarla, con lo cual quedó muy consolada y mucho más cuando en otra ocasión la misma Señora le dio a entender que las más enfermedades que padecía no eran naturales sino causadas por los mismos demonios. Estando con el apetito tan postrado que no era posible comer cosa, causando grande cuidado y trabajo a la prelada y enfermera que le buscaban cosas de regalo extraordinarias para que pudiese comer y no podía, púsose en oración, invocando el favor de su Madre y Señora [que así llamaba a la Virgen Santísima], y apareciósele, mandándole que comiese berzas.1 Díjoselo a la prelada y con ser una cosa que parecía imposible, pues ningún

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berzas: especie de col (Aut.).

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regalo apetecía, y que le podía hacer daño a su salud, las hizo aderezar a la enfermera, y las comió entonces y después con tanto aliento que las dejó admiradas y mucho más de que no le hiciesen daño.Y siempre que se las daban, acordándose de este gran favor, las comía, no pudiendo comer otras cosas de regalo. En otra ocasión se le antojó (estando muy acabada), una fruta de las Indias que es como calabaza, y habiéndose hecho extraordinarias diligencias en buscarla, no se pudo hallar porque no era tiempo y sólo se hallan solamente cuando llueve. En esto llegó una buena mujer al torno y trajo a la tornera esta fruta la cual le preguntó que si se la habían pedido o si tenía noticia que andaban a buscarla, y le respondió que no sino que la acertó a tener en su casa, y por ser cosa fuera de tiempo, la quiso traer para las madres. Quedóse admirada y dando gracias a Dios, se la llevó a la enferma, diciéndole lo que le había pasado y que entendiese que su Divina Majestad se la enviaba, y así la comió, dándole muchas gracias.

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CAPITULO VIII

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA ACERCA DE LOS CRUELES TORMENTOS Y MARTIRIOS QUE PADECIÓ POR LA DEVOCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN. Ya sabemos la rabia y odio capital que los demonios tienen a la Reina de los Ángeles por ser como es la que nos ampara y libra de sus lazos y tentaciones y la que les quebrantó la cabeza como consta del capítulo tercero del Génesis, según Doctrina de los Santos.Y así decía la madre Isabel de la Encarnación que no hay cosa que tanto sientan como la devoción de esta Señora y Abogada nuestra por ver que por su patrocinio se les quitan las presas que ya tenían casi por suyas de sus manos.Y como esta sierva de Dios en sus trabajos y tentaciones, no tenía otro refugio que el amparo de la Santísima Virgen, llamándola y alabándola con millones de loores y alabanzas (como hemos visto), embravecíanse estas furias infernales contra ella y usando de la licencia que Dios les había dado, le daban crueles y prolongados martirios, vengando en ella su rabia de tal suerte que la podemos llamar mártir por la devoción de la Virgen Santísima, como docta y elegantemente ponderó el padre predicador en el sermón de sus exequias.Y me consta que si se hubiera de escribir todo lo que padeció acerca de esto, fuere necesario un libro entero porque así como esta devoción era continuada, así lo eran los martirios que los demonios le daban, diciéndole muchísimas veces que la atormentaban por esta causa y prometiendo dejarla si dejase de alabar a la Virgen y de invocar su favor, pero no sólo no se acobardaba, sino que antes le servía esto de estimulo para darle mayores alabanzas y haciendo burla y donaire de ellos les decía: Ea malditos, venid y alabemos a la Virgen María, mi Señora, prorrumpiendo en sus alabanzas y rogando a las religiosas la ayudasen las cuales acudían a ello con grande gusto y alegría, y en particular cuando la enferma no podía hacerlo con la lengua, por los tormentos

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que padecía, trabándosela y ahogándola por quitarle su consuelo y devoción y cuando más instaban en que la dejase, decía a voces: Madre mía, Señora mía, Carmelita mía, Regalo mío, Esperanza mía, morir, mas no dejaros.Y estas últimas palabras, repetía muchas veces con otros tiernos afectos que solían durar muchas horas sin cesar, no haciendo caso de los crueles tormentos que por ello padecía.Y es cosa cierta que todas las devociones con que alababa a la Reina de los Ángeles le habían de costar nuevos tormentos y martirios hasta las que tenían las religiosas porque los mismos verdugos le decían que todo lo había de pagar.Y en la mayor furia de ellos estaba con un ánimo y constancia y alegría tan extraña que ponía admiración a las religiosas y asombro a los atormentadores, y se tenía por muy dichosa por merecer padecer y dar alabanzas a su Madre y Señora. Algo padeció acerca de esto aquella venerable mujer fuerte (de que habemos hecho mención), porque los demonios le persuadían que dejase esta devoción de la Santísima Virgen.Y esto mismo sucedió a esta otra mujer no menos fuerte y valerosa porque muchas veces, con excesivos dolores, le bajaban los ojos por privarla del consuelo que en ello tenía. Estando pues corridos y avergonzados de ver que no podían rendir ni contrastar aquel pecho y ánimo varonil, tomó a su cargo uno de ellos, de horrible aspecto, esta empresa, diciendo a los demás que él le haría dejar la devoción que tanto les atormentaba, a puros martirios y tormentos y con engaños y astucias diabólicas. Usaba las extrañas, atormentándola grandemente pero era trabajar en vano, y viendo que no la podía divertir de su santo propósito, convocaba otros enemigos, y todos en cuadrilla con suma rabia e ira la volvían a atormentar de nuevo. Dábanle muchas vueltas a la cabeza alrededor y hacia las espaldas.Volvíanle la boca y los ojos atrás, trabábanle la lengua, apretábanle fuertemente las quijadas quitándole la respiración, de tal suerte que se ahogaba, dábanle vueltas en lo interior con las entrañas, y grandísimos golpes con el cuerpo en el suelo, haciéndole crujir los huesos y con esto se renovaban todas sus enfermedades y dolores dejándola muchas veces como muerta por algún tiempo, causando grandísima compasión a las religiosas las cuales le asistían, echándole agua bendita y poniéndole imágenes de la Virgen Santísima, repitiendo diversas veces las mismas alabanzas, oraciones y antífonas que usaba esta virgen y mártir, y al fin, prevalecían contra aquella legión de demonios y la dejaban de atormentar pero era para volver como de refresco a la pelea. Una vez, la atormentó tanto un demonio en figura de culebra en el oído que sin ser más en su mano se fue de la celda a lo último del conven-

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to, y habiéndolo sabido la prelada, fue allá en compañía de otra religiosa y halláronla rabiando del dolor, hincáronse de rodillas y dijéronle la letanía de la Santísima Virgen, haciéndole cruces en el oído y con esta diligencia se halló luego libre y se volvió a la celda. Cuando le vio en aquel aprieto que dijimos en el capítulo cuarto de esta tercera parte, por octubre del año de 1623, que se entendió que era llegado el fin de su vida, vióla la enfermera tan acabada que fue corriendo al coro a dar aviso a la prelada que era la madre Melchiora de la Asunción (que Dios haya) que estaba en oración, fue al punto a ver a la enferma y hallóla como muerta y fatigándola con la oración Deus qui de Beata Maria que es del Misterio de la Encarnación, al instante que dijo aquellas palabras Verbum tuum, volvió en sí, sonriéndole, díjole la prelada que cómo se reía estando muriéndose, a lo cual respondió que al punto que dijo las palabras referidas: Verbum tuum, la dejó el demonio que la tenía atormentada y se fue huyendo con una figura tan ridícula y desarrapada que no pudo dejar de sonreírse.Tenía especial devoción a esta oración por ser del Misterio de la Encarnación y la repetía muchas veces en rigor de sus trabajos y también decía estas palabras: Per tribulationem dolorem, & angustiam tuam, Sucurre nobis pia Virgo María. Socorrédnos, piadosa Virgen María, por las tribulaciones, dolores y angustias que en esta vida padecisteis.Y cuando no podía, rogaba a la compañera se las dijese muchas veces.

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CAPÍTULO IX

EN EL QUE SE PROSIGUE LO MISMO EN RAZÓN DE LOS MARTIRIOS QUE PADECIÓ POR LA DEVOCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN: ES COSA NOTABLE. Son las cosas que pasaron acerca de esto, tan notables que me pareció conveniente hacer capítulo de ellas.Todas las religiosas tenían bien que hacer y que padecer en ayudar y acompañar a la madre Isabel de la Encarnación (como hemos visto). Pero la que más le asistió y acompañó y ayudó a llevar la mayor carga y peso de sus trabajos fue una religiosa que Dios haya y fue prelada dos veces, de gran virtud y de ánimo varonil y muy devota de la Virgen Santísima Nuestra Señora la cual viendo lo que padecía esta virgen y mártir por la devoción referida, le ayudaba ordinariamente con diversas oraciones, antífonas e himnos a alabar a la Reina del Cielo, haciendo muchas cruces en las partes y lugares donde los demonios la atormentaban los cuales se irritaban de nuevo contra la enferma, privándola muchas veces del uso de la lengua y de los sentidos, y sucedía dar esta batalla dos y tres horas y más, y como le daban tan grandes golpes con el cuerpo y cabeza, acudía a tenerla con fuerza sin cesar un punto en las alabanzas de la Virgen.Abrazábase con la madre Isabel y sentía que le crujían todos los huesos. Los Demonios eran muchos y aunque ellas eran dos solas, como tenían de su parte el favor y auxilio de la Virgen Santísima, al fin quedaban victoriosas porque con la eficacia de las oraciones, se rendían los enemigos pero quedaba tan hecha pedazos la una y la otra que no se podían rodear y esto sucedía casi de ordinario. Una vez, saliendo de maitines esta prelada, casi a las once de la noche, fue a ver a la enferma y hallándola muy fatigada, le preguntó la causa. Respondióle que la atormentaban los demonios porque había ocupádose en rezar sus devociones ordinarias a la Santísima Virgen ya que no podía ir a maitines y que por ello la había querido ahogar, y le persuadían lo que siempre que la

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dejarían con condición de que no diese alabanzas a su Madre y Señora, pero que se las daba mayores por no seguir un consejo tan perverso.Viéndola pues la prelada en aquel trance, con grande afecto, prometió al Señor de no cesar un punto en las alabanzas de su Santísima Madre hasta que los demonios dejasen de atormentar a la enferma, y tomando una imagen de la Virgen pequeñita, se la puso en la cabeza y le mandó que prosiguiese que ella le iría ayudando y ambas empezaron con estas palabras: Bendita y loada sea la Purísima Concepción de mi Señora, la Virgen María, concebida en Gracia y en Gloria, dignísima Madre de Dios, con otras semejantes alabanzas. Pero fue cosa espantosa ver cómo se embravecieron aquellos verdugos, quitáronle el habla, apretáronle las quijadas y ahogándola, torcíanle los nervios y cuerdas del cuerpo y dábanle crueles golpes en el suelo, torciéndole la cabeza alrededor y hacia atrás y hacia el pecho, (como solían), y teníanla tal que se vio afligida la prelada porque parecía que le acababan la vida, la cual viendo su pertinacia se fervorizó mucho más y con nuevo aliento y esfuerzo, empezó a convidar a los ángeles y santos y a todas las criaturas para que le ayudasen a dar alabanzas a su Reina y Señora en oprobio y rabia de las furias infernales, y habiendo durado este santo ejercicio cuatro horas y media sin cesar un punto, al fin quedaron vencidos, pero al dejar a la sierva de Dios, la maltrataron de manera que dio un grito lastimoso, diciendo: Ay Madre nuestra, parece que me han despedazado las entrañas, con lo que quedó sosegada pero ambas tan atormentadas como se deja bien entender de una batalla tan proterva1 y lastimosa. Finalmente, era cosa muy asentada que antes que llegasen los días de todas las festividades de la Santísima Virgen, se había de armar un ejército infernal para atormentar a esta pacientísima virgen, agravándole sus trabajos, dolores y enfermedades, y causándole nuevos martirios, teniéndola con esto impedida del consuelo que pudiera tener en celebrar estas fiestas en compañía de sus hermanas las religiosas con los santos ejercicios que en ellas se hacen, pero todos los venían a pagar con los tormentos que le causaban y ya que no podía levantarse de la cama algunas veces, conformábase con la voluntad de Dios, ofreciéndole sus trabajos y martirios en hora de su Santísima Madre, y aunque le había de costar otros de nuevo, se ocupaba aquellos días y sus octavas en continuas alabanzas de esta Señora, rogando a sus hermanas le ayudasen y que ya que ella no podía, supliesen sus faltas en hacerle muy señalados servicios.

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proterva: tenaz, insolente, arrogante (Aut).

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Pero aunque padecía mucho en todas sus festividades, en la que más le apretaban los demonios era en la principal de la gloriosa Muerte,Tránsito y Asunción de la Santísima Virgen como veremos en el capítulo siguiente.

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CAPÍTULO X

CON QUE SE CONCLUYE LA MISMA MATERIA.TRÁTASE DEL MODO DE QUE SE CELEBRA EN ESTE SANTO CONVENTO LA FIESTA DE LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA Y LA RABIA E INDIGNACIÓN QUE TENÍAN LOS DEMONIOS POR ESTA FESTIVIDAD. La fiesta del glorioso Tránsito y triunfante Resurrección y Asunción de la Reina de los Ángeles, ha veinte años, poco menos que se celebra en este santo convento con gran devoción y unas santas ceremonias que son conformes a lo que San Juan Damasceno y otros santos dicen en los tratados de esta festividad la cual introdujo y dispuso la madre Melchiora de la Asunción que Dios haya, de quien traté en el principio y fundación del convento.Y de cuatro años a esta parte, se ha entablado en las demás de esta Ciudad que son Santa Caterina de Siena, la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, Santa Clara, San Gerónimo, la Santísima Trinidad y Santa Inés de Monte Policiano donde se celebra con particular fiesta, devoción y regocijo, acudiendo las religiosas a dar lo necesario para lo que se gasta con grande prontitud y liberalidad.Y para ello, me entregó la madre Melchiora de la Asunción una memoria de su letra que tengo en mi poder de la cual saqué los traslados1 para los demás conventos. Es en la forma siguiente2. El día de Santa Clara, tres días antes de la Asunción de Nuestra Señora, se adereza y previene en la ermita de bóveda (por no estar hecha la de Trán-

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traslados: escrito sacado fielmente de otro que sirve como original (Aut). Este segmento es invaluable para conocer los detalles de las tradiciones seguidas por las monjas para ciertos días festivos. 2

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sito de la Virgen) que está en la huerta, un bufete con muchas flores y alfombras y sobre él se ponen las andas y el féretro en que está la santa imagen difunta, ricamente aderezada con corona y palma, hábito, escapulario y capa y sandalias de tela de oro y plata del mismo color que usan las religiosas las cuales en el coro alto tienen dispuesto un monumentico, hecho a propósito, con gradas y altar, bien adornados de flores, naranjas, pebetes3 y candeleros. Quince días antes, hacen para mayor prevención, las estaciones que refieren autores graves hizola la Santísima Virgen, despidiéndose de los lugares donde se obró nuestra redención.Y el día antes de Santa Clara, se previenen unas cedulitas4 de una urna con los nombres de los Santos Apóstoles, San Dionisio y el Divino Hierotheo5 que asistieron al Tránsito de la Virgen y cada una saca el que le cabe por fuerte para asistir en su nombre y tenerle por patrón y abogado. Hechas estas diligencias, a campana tañida se juntan las religiosas a las ocho de la noche, el dicho día de Santa Clara, con capas, cruz, ciriales, incensario y una campanilla, y con grande silencio y sentimientos interiores van en orden a la ermita, considerando que van a la casita de la Virgen para traerla al sepulcro (habiendo precedido de la Comunión aquel día). En llegando, se postran todas en el suelo, ofreciendo a la Santísima Virgen sus corazones para sepulcro, y hecha señal por la prelada, se levantan y comienzan a cantar las palabras de los cantares tota pulchra & que están en la segunda lección del primer nocturno del día cuarto de esta festividad y luego el himno, O gloriosa Domina (incensando en el ínterin a la imagen la prelada). Luego, toman las andas y se ordena la procesión llevándolas debajo del palio y con velas encendidas, y tocándose la campanilla con pausa, van cantando la Letanía de Nuestra Señora y en llegando al coro, ponen el féretro con la imagen en el monumentico sobre el altar con muchas luces, y habiéndose dicho la antífona y versos de la vigilia de la fiesta, dice la prelada la oración de ella. Desde aquel punto, hasta el día de la Asunción inclusive, hay otra continua oración en el coro, remudándose las religiosas, también se hacen comuniones extraordina-

3 pebetes: composición aromática confeccionada con polvos odoríferos que encendida, echa de sí un humo muy fragrante y se forma regularmente en figura de una varilla (Aut). 4 cedulitas: hoja o tira de papel escrita o por escribir (Aut). 5 El divino Hierotheo, español de nacimiento, fue convertido, según algunos historiadores, al cristianismo por san Pablo. San Dionisio de Aeropagita lo llamaba maestro. Fue obispo de Atenas.

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rias, disciplinas, ayunos y penitencias.Todas vienen de rodillas a aquel Santo Sepulcro, otras con cruces, coronas de espinas y sogas a las gargantas y con otras diversas mortificaciones, todas reguladas por obediencia y ha menester la prelada poner taza y límite.Asisten de día y de noche en aquel lugar (después de cumplidas las cosas obligatorias) con sumo silencio y devoción en oración mental y vocal acerca de la gloriosa muerte de la Santísima Virgen y renuevan muchas veces sus votos en público delante de las demás. Antes que se canten los maitines del día de la festividad, quitan la santa imagen difunta y se pone en el mismo lugar otra en pie, ricamente aderezada con grande adorno de luces, flores y olores, y de esta manera está toda la octava6. En entrando las religiosas antes de los maitines que son cantados con grande solemnidad, se hincan de rodillas y dan dos mil parabienes a la Reina de los Ángeles de su gloria y triunfante Resurrección y Asunción, y el día siguiente se celebran los oficios con mucha fiesta y aparato. Este es, en suma, el modo con que se celebra esta festividad en este santo convento y en los demás de esta ciudad y ojalá se entablase en otras fuera de ella que con este fin he querido hacer esta relación.Y bien podemos creer que redunda en grande gloria y honra de Nuestro Señor y de su Santísima Madre, pues tanto se oponen a ella los demonios como veremos en el párrafo siguiente. I. De los impedimentos y rabias de los demonios que veía la madre Isabel de la Encarnación contra esta solemnidad. Es tan grande la devoción con que celebran esta fiesta las madres descalzas que veinte días antes van disponiendo las cosas para ella y al punto veía la madre Isabel de la Encarnación la rabiosa envidia con que los demonios se oponían a ella porque formaban un ejército con pífano7 y a tambor, a modo de soldados, convocando a las demás furias infernales para que viniesen a estorbarla, haciendo guerra interior a todas las religiosas y causándoles mil impedimentos exteriores en las cosas que prevenían hasta cortarles los cordeles de las campanas diversas veces en la víspera del día de la fiesta, y en 6 octava: espacio de ocho días durante los cuales celebra la Iglesia la festividad de algún santo o fiesta solemne (Aut). 7 pífano: instrumento militar […] pequeña flauta de muy sonora y aguda voz que se toca atravesada (Aut).

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trayendo cera, flores u otras cosas que suelen enviar los devotos para su ornato, mostraban extraña rabia y sentimiento.Y particularmente lo tuvieron grandísimo en una ocasión que trajeron una corona nueva para la Virgen Santísima la cual pusieron en la Sacristía interior (donde estaba esta sierva de Dios) y fue tanta la rabia de los traidores que embistieron con ella y le dieron tantos golpes en el suelo y en un bufete8 que fueron volando a llamar a la prelada, y habiendo venido y hecho oración, la dejaron como otras veces sucedía, pero amenazábanla de que todo lo había que pagar y le dijeron que tenía grande rabia contra una religiosa que siempre adereza la Santa Imagen con especial gracia y devoción. Poníanse el aderezo para la fiesta en años pasados, en una sala alta del convento y pareciéndole a la prelada mejor, ordenó que se pusiese en el coro alto para que estuviesen con mayor veneración y silencio las religiosas. Sintiéronlo con extremo los demonios, y en venganza vio la madre Isabel de la Encarnación que pusieron por todos los tránsitos muchos lazos (como los que vio San Antón Abad9), andando muy solícitos y diligentes para hacer caer a las religiosas en algunas faltas o descuidos. Veía que entrándose de la prevención para esta fiesta, andaba un demonio en figura de un toro negro ferocísimo por todo el convento, echando fuego por la boca, el cual asistía, lo más ordinario, junto a una puerta principal que es tránsito forzoso y que acometía con rabia y furor a las que entraban o salían.Y en llegando la procesión, se iba huyendo y decía qué era esto con tantos bramidos y con tanto coraje que la hiciera temblar a no haberle dado Nuestro Señor tan grande ánimo contra los demonios los cuales parecía que querían destruir el convento todo el tiempo que duraba la prevención hasta que se daba fin a la fiesta. II. Segundo de los tormentos que padeció la madre Isabel de la Encarnación por esta fiesta. Ya hemos visto cómo los demonios atormentaban a esta pacientísima virgen por todos los servicios que las religiosas hacían a Nuestro Señor, 8 bufete: mesa grande o a lo menos mediana y portátil que regularmente se hace de madera o piedra (Aut). 9 San Antón Abad: La leyenda dorada relata e hizo famoso que este santo egipcio del siglo III fue tentado constantemente por los demonios.

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diciéndole que pues no tenían permiso para atormentarlas, se habían de vengar en ella. Lo mismo le sucedía en esta festividad y aun era con mayor rigor. Cuando estaba totalmente impedida que no podía ayudar a las religiosas para la fiesta, les encargaba, afectuosamente, que se esmerasen en el ornato de ella, pues tanto se agradaba a la Santísima Virgen, y luego tenía que padecer por esto. Luego que vio los lazos que los demonios pusieron y las astucias que urdían contra las religiosas (como dijimos en el antecedente), fue a la celda de la prelada para que estuviesen advertidas y con cuidado las religiosas y antes de entrar, la quisieron detener con muchos golpes, haciéndola volver atrás diversas veces. Y saliendo la prelada al ruido y habiendo entendido la causa, le mandó en virtud de santa obediencia se la dijese, y echándole agua bendita le dejaron y le refirió lo que pasaba aunque con mucho trabajo. Algunas veces, se animaba e iba a asistir al coro mientras tenía alivio, y el poco tiempo que podía, estaba con una alegría y devoción que la causaba a las demás. Queriéndose hacer un día la procesión, se procuró esforzar para ir en ella pero diéronle graves tormentos, y luego la dejaron, y aunque estaba hecha pedazos, fue con las religiosas con gran trabajo.Volvieron al coro con la imagen y habiendo renovado todos sus votos, quiso hacer lo mismo y al punto la empezaron a tormentar en la cabeza y cuerpo (como solían), apretándole fuertemente las quijadas y quitándole el habla, y al fin, con agua bendita y oraciones, la dejaron y pudo cumplir con su devoción.Y notaron las religiosas que al tiempo que iba a prometer la obediencia, le causaban mayores estorbos y también cuando quería decir sus culpas en el mismo lugar (que es una mortificación que se usa en otra fiesta y en otras), y en una ocasión la maltrataron de fuerte por esto que cayó en el suelo como muerta y cada vez que las religiosas decían sus culpas, le oían crujir los huesos de todo su cuerpo. Otra noche de esta misma fiesta mientras las demás estaban en el coro, estuvo padeciendo muchos dolores y tormentos. Fue a verla la prelada y preguntándole la causa, le dijo cómo el demonio que andaba en figura de toro rabioso, se le había entrado allí y que la abrazaba con el resuello de las llamas de fuego porque se vengaba en ella de los servicios que se hacían a la Santísima Virgen en su fiesta.Y se vio en harta tribulación la prelada porque la veía levantar en el aire, dándole crueles golpes y diciéndole que el traidor estaba debajo de la cama. Fue Dios servido que con agua bendita y oraciones, se fue huyendo dando temerosos bramidos.

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CAPÍTULO XI

DE LA DEVOCIÓN QUE TUVO A SU ÁNGEL CUSTODIO Y A OTROS SANTOS Y A SUS RELIQUIAS Y LOS TORMENTOS QUE LE CAUSABAN LOS DEMONIOS POR ELLAS. Uno de los consuelos que la madre Isabel de la Encarnación tuvo en todos sus trabajos y martirios, era la gran devoción que tenía a los Santos y a sus reliquias por cuyo medio e intercesión le concedía Nuestro Señor fortaleza para contrastar y vencer las continuas batallas que tenía con sus enemigos y el que más se señalaba entre todos era su ángel custodio a quien Dios la había encomendado el cual se le aparecía diversas veces en figura de mancebo hermosísimo, animándola para que no desfalleciese en un camino tan trabajoso con los premios y coronas que tiene Dios prometidas a los que se pelearen y vencieren las dificultades que hay en él hasta el fin. Lo mismo hizo en otras ocasiones su Santa madre Teresa, San José, San Benito y otros santos con los cuales tenía particular devoción.Y cotejada la memoria de ellos, hallé que son los mismos con quien su Santa y querida Madre tenía devoción que refiere el señor obispo de Tarazona1 en su libro 3, capítulo 21. Y entre todos era singular la que tenía con aquel ejemplo de paciencia el Santo Job, procurando imitarlo en ella, pues Nuestro Señor la llevaba por el mismo camino que a él para que en nuestros siglos tuviésemos otro segundo Job (como hemos visto en el discurso de su vida), y en todas las festividades de estos santos, le sucedía lo que a la venerable doña María Vela que sus enfermedades, dolores, trabajos y martirios se multiplicaban para que tuviese más en qué merecer con la singular paciencia que

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Obispo de Tarazona: se refiere a fray Diego de Yepes, obispo de Tarazona a partir de 1599 y que escribió la vida de Santa Teresa.

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tenía.Y nueve días antes que viniesen las fiestas de sus devotos, se esforzaba y les hacía nueve estaciones con la cruz acuestas con otras devociones que les rezaba aunque algunas veces estaba tan impedida con sus continuas enfermedades que no podía, pero ofrecíales lo mucho que en ellas padecía. Estando en una ocasión, tratando con las religiosas de las virtudes de Santa Juliana (que era muy devota suya) y como estando presa venció a los demonios al instante, la comenzaban a atormentar con tanto rigor que la levantaban en alto dándole crueles golpes, y no la podían detener hasta que con agua bendita y oraciones la dejaron. La experiencia tenía ya industriadas a las religiosas para que en los trabajos y martirios que padecía su querida hermana, le pusiesen reliquias de los Santos porque tenían grande eficacia para que los demonios la dejasen y también las traía consigo y ellos la atormentaban de nuevo y le persuadían se las quitase y al fin, se rendían y la dejaban. Poco antes que muriese, entrando a darle el Santísimo Sacramento, me dijo que había tenido particular consuelo con un relicario pequeño de un religioso Carmelita que fue su padre espiritual y el que aprobó su espíritu, que se lo había prestado y que los demonios la habían amenazado de que la habían de martirizar si no se lo quitaba y que embistieron con ella y se lo quebraron y al fin, la hubieron de dejar. También tenían experiencia del valor y eficacia que ha puesto Dios en la devoción, reliquias, imágenes y libros devotos de los santos, y así usaba de ellos para librarse de los demonios, también de los libros píos y devotos de algunos varones vulnerables.Y así, leía comúnmente la vida del venerable padre, fray Juan de la Cruz, varón de tan rara virtud como sabemos. Leyeron las religiosas en una víspera de Santa Lucía en la recreación conventual, en el libro de este venerable varón, y al mismo punto empezaron los demonios a maltratarla, retorciéndole la cabeza (como solían), y fue con tanto extremo que la dejaron privada de sus sentidos más de dos horas, llevándola a la celda y vuelto a leer en dicho libro, la maltrataron otra vez los demonios porque dejasen las religiosas de leer. Otra vez recibió una religiosa en un papelito estas palabras: Verbum caro factum est, de que usaba el venerable padre fray Juan de la Cruz, y entró en su celda para dárselo y así como se llegó a ella sin decirle nada, empezaron los demonios a turbarla y a afligirla, haciendo grandes muestras de sentimiento, y la querían llevar a echar en un pozo, diciéndole que se quitase aquel papel que le había puesto en la ropa la religiosa, y lo que más es que cuando las religiosas decían estas mismas palabras referidas en presencia de la sierva de Dios, luego ha-

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cían extremos de sentimiento, y aunque la atormentaban, al fin prevalecía contra ello y la dejaban.Y lo mismo sucedía con su libro y de propósito lo tenía debajo de la almohada y le quitaban el habla y le apretaban fuertemente los oídos porque no oyese aquellas palabras, y el remedio que halló para que se volviese en sí y les pudiese decir, era darle una poca de agua bendita, y era menester entrarla con violencia, teniéndole la boca por estar apretada por entre los dientes lo cual sucedió muchas veces. Decía esta venerable madre a las religiosas que cualquiera que trajese consigo la imagen de este venerable padre (porque fiaba en Nuestro Señor lo había de honrar la Iglesia y hoy que se está imprimiendo este libro, se tuvo noticia de su beatificación2), tendrá grandísima defensa contra los demonios porque Nuestro Señor le había concedido este privilegio contra ellos y que así se lo dijeron porque su Divina Majestad se lo había mandado y que lo confesaron con harta confusión suya.Y también le dijeron en la misma ocasión que el sentimiento y aversión que tenía a sus reliquias era porque algunos de los que la atormentaban fueron vencidos diversas veces por el mismo venerable padre cuando vivía en el mundo. En una ocasión que en años pasados hubo un grande alboroto en esta Ciudad de que pudieran resultar graves daños e inconvenientes, vio que había innumerables demonios fomentándolo con grande diligencia a los cuales se opuso el venerable fray Juan con una Cruz en las manos y los echó fuera de la ciudad con lo cual cesó el alboroto, y le dijo que Nuestro Señor le había dado particular patrocinio para esta Ciudad y que la amaba mucho y así venía a defenderla. También tenían los demonios aversión al libro de la venerable doña María Vela y se valía de él para defenderse de ellos. 3. Ya dijimos en diversos lugares cómo el remedio más eficaz de que usaban las religiosas para librar a la madre Isabel de la Encarnación de sus tormentos, enfermedades y dolores, era el agua bendita que tantas virtudes tiene como dicen los Santos.Traía siempre consigo una poca en un vaso pequeño y se la derramaban los demonios diversas veces y así la tomaba de día y de noche continuamente porque para sus trabajos, dolores y tentacio-

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San Juan de la Cruz fue beatificado por Clemente X en 1675.

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nes, y los malos tratamientos que le hacían, era su total remedio. Bebíanla de ordinario y yo tenía siempre cuidado de bendecirla con muy poquita sal para este efecto. Echábansela en la comida y en las medicinas y aconsejaba a las enfermeras que la diesen a las enfermas y la echasen en las medicinas porque era un preservativo de grande eficacia para la salud corporal. Decía también que tenía larga experiencia de la fuerza que Dios ha puesto en el agua bendita contra las tentaciones de cualquier cualidad que fuesen y que cuando más atribulada se veía con tentaciones y obscuridades, recibía tres tragos de ella en nombre de la Santísima Trinidad y que al punto se hallaba libre de ellas.Aconsejaba a las religiosas que cuando sintiesen algunos ímpetus de impaciencia o desabrimientos que usasen de esta celestial medicina y veían cómo se sosegaba su espíritu. Diversas veces la atormentaba el demonio en los oídos, causándole grandes dolores y se aliviaba con echarle agua bendita, y certifican las religiosas que era cosa admirable ver que al punto que la echaban en el oído, hervía y rechinaba de la misma fuerte que cuando entran un hierro ardiendo en el agua, y que otras veces, le tapaba el demonio fuertemente el oído para que no la recibiese y no era posible recibir una gota y que oían un ruido extraño en lo interior de la cabeza de la enferma. Pero uno de los remedios más eficaces de que usaba así en sus enfermedades como para defenderse de los verdugos infernales que continuamente la martirizaban, era el agua y tierra milagrosa donde apareció el glorioso Arcángel San Miguel cuatro leguas de esta ciudad como veremos en el capítulo siguiente.

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CAPÍTULO XII

EN EL QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA DE LA DEVOCIÓN A LOS SANTOS, ACERCA DEL AGUA Y TIERRA DE LA FUENTE DE SAN MIGUEL,Y TRÁTASE DE LA APARICIÓN DE ESTE SANTO ARCÁNGEL. Sabida cosa es la gran superioridad que Dios ha concedido al Príncipe de los Ángeles, el glorioso Arcángel San Miguel contra los demonios, pues como consta del capítulo 12 del Apocalipsis1, fue el que como Capitán General de la Milicia Celestial venció aquella sangrienta batalla contra Lucifer y sus secuaces, echándolos del Cielo en los profundos del Infierno y así tiemblan de su nombre. Esto experimentó diversas veces la madre Isabel de la Encarnación en muchas ocasiones y en especial con el agua y tierra del lugar donde se apareció, cuatro leguas de esta ciudad. Porque cuando estaba más fatigada y atormentada de los demonios o sin habla, al punto que le daban el agua o tierra, huían y la dejaban y poniéndosela en las partes y lugares donde más la atormentaban, se mitigaban los dolores y esto era con tanto extremo que cuando las religiosas la traían, se iban huyendo, 1 Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La Mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro: y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. […] Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón.También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él (Apocalipsis, 12:3-9).

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diciendo que se la quitasen de allí porque era grande el tormento que les causaba.Y porque esta aparición sea notoria a todos, será bien que tratemos de ella brevemente y así pido licencia al piadoso lector para hacer esta digresión del hilo de nuestra historia, pues no será justo pasar en silencio un beneficio tan grande como Dios ha hecho a esta tierra en darle por patrón y abogado a este Santo Arcángel pues vemos la gratitud que toda la Iglesia Católica tiene por la aparición que hizo en el Monte Gargano, rezando de ella con oficio doble a ocho de mayo2. En la jurisdicción y territorio de la insigne Ciudad de Tlaxcala (que tanto ayudó al Marqués del Valle en la Conquista de este Reino)3, está cerca de ella un lugar pequeño de la Advocación de la Natividad de Nuestra Señora, convento de religiosos del Glorioso Patriarca San Francisco el cual estará poco más de cuatro leguas de esta Ciudad de los Ángeles. En él nació un indio llamado Diego de San Francisco y con la doctrina y enseñanza de los padres religiosos desde sus tiernos años, fue virtuoso, de buena vida y ejemplo, sin que le hubiese sentido vicio ni flaqueza que desdijese de su

2

Según el Breviario romano, San Miguel apareció en el Monte Gargano, el 8 de

mayo. 3

«Porque aunque al principio como valerosos guerreros, le resistioron la entrada al Señor Marques del Valle Don Hernando Cortés, y sus Soldados saliendoles al paso con inumerables gentes repartidas en diferentes batallones, y Esquadras con muy buen orden, y concierto militar, dandoles tres diferentes batallas en los llanos de Tecoatzinco, que fueron tan peligrosas, así por su mansedumbre, como por su constante valor, que se vieron los Españoles en riego [sic] evidente de perderse todos, que a no ser el esfuerzo de nuestros Españoles tan grande, y la miseriocordia de Dios Nuestro Señor tan conocida, se malogra la mayor, y la mas provechosa Conquista que háure conocido los Siglos anteriores, y celevran los venideros, moviendo Dios los corazones de los Tlaxcaltecos, á muchas instancias del invicto Don Hernando Cortés á que viniesen de paz, y depuestas las armas, lo reciviesen, lo agasajasen, é introduciesen en su Ciudad, diesen la obediencia á Nuestro invictísimo Emperador Carlos Quinto, y recibiesen pronta, y voluntariamente la fée católica, que con la lealtad á sus Reyes han observado invidablemente ser[?]ique les desmayase las persuaciones, y promesas de Moctezuma, y los Mexicanos, ni tantos, y tan diferentes acaecimientos de desgracias, rotas, y perdidas, como despues acontecieron, sino que naciendoles nuevos brios de los mayores infortunios, bolvían á empeñarse con mas eficacia á los mayores peligros, saliendo de esta Ciudad para la de Cholula en que alevosamente tenian dispuerda el acavar, y concluír con todos: diez mil Indios de guerra que les hicieron escolta, y con su ayuda se defendieron, y pacificaron aquella Ciudad, que estuvo rebelde y pertiníase en no querer sujetarse» (Archivo General de la Nación, México: Historia, vol. 1, exp. 13, foj. 196r-213v, transcrito por Felix Hinz, ).

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virtud.Yendo pues en una procesión solemne que se hacía en el lugar, se le apareció el Glorioso Arcángel y le dijo que en la parte que ahora está la fuente, cavase y descubriría el agua de ella que lo dijese a los vecinos porque había de ser muy saludable para sus necesidades. Quedó el mozo (que sería como de dieciocho años) admirado y no se atrevió a hacer la diligencia que se le mandó ni lo osó decir a persona alguna. Pasado algún tiempo, le dio una enfermedad tan grave que llegó a lo último de su vida con paroxismos y accidentes mortales y estando sus padres velándolo y creyendo que moriría presto, dos días antes de la aparición que de este Santo Arcángel celebra la iglesia, a ocho de mayo, a media noche, vieron una luz repentina y tan refulgente que con gran temor salieron huyendo, pensando que había caído algún rayo que abarcaba la casa. Entraron luego porque cesó la luz con el cuidado de su hijo que tenían por difunto y habiendo pasado algún tiempo, volvió en sí con tanto aliento y vigor que los dejó confusos y admirados y les dijo que no tuviesen pena porque ya estaba con entera salud por intercesión del Glorioso Arcángel San Miguel el cual se le apareció cuando vieron la luz que los atemorizó y lo llevó (sin que él supiese el modo) a una quebrada pequeña que está un cuarto de legua del dicho lugar (donde jamás había habido fuente ni rastro de ella), y que al tiempo que pasaba el Santo Arcángel por aquellos riscos y breñas, se abrían a un lado y a otro, haciendo el paso llano y que los árboles se desgajaban, haciéndole humillación y reverencia, y que aunque era de noche, estaba todo aquel espacio más claro que a medio día. Estando pues el Santo Arcángel en el sitio en que al presente está la fuente, le señaló con una vara de oro que llevaba en las manos una grande piedra que en él estaba y le mandó que la quitase y que debajo de ella hallaría una fuente de agua clara con la cual era Nuestro Señor servido que se obrasen de allí adelante grandes prodigios y maravillas de que había de resultar su gloria y alabanza porque todos los que llegasen a beber de la agua con fe viva y dolor de sus culpas, alcanzaría remedio para todos sus trabajos y necesidades espirituales y corporales, y en particular para no perder el sentido de la hora de la muerte,y que al punto que el Santo Arcángel señaló el lugar de la fuente, vino un torbellino de vientos con tantos alaridos y gemidos que se halló con gran turbación si el Santo Arcángel no lo confortara, diciéndole que no temiese que aquellos eran los demonios que hacían sentimiento de los beneficios que Dios había de hacer a los hombres con aquella fuente en el cuerpo y en el alma porque muchos se habían de enmendar y corregir viendo tantas maravillas, dando gracias y alabanzas a su Infinita Bondad y Misericordia. Estando en

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esto, bajó una manga de luz refulgente del cielo hasta la superficie del sitio donde estaba la fuente, de mucho mayor resplandor de el que tenía el Santo, y díjole el Santo Arcángel que significaba la virtud que el Señor le comunicaba con su Infinita Providencia.Y mandóle que luego hiciese la diligencia que le había mandado sin dilatarla más porque sería gravemente castigado y que la enfermedad que había padecido era en pena y castigo de no haber cumplido lo que le había mandado el día de la procesión y que en prueba y certidumbre de la verdad de esta visión, quedaría sano y bueno y que él solo levantaría aquella gran piedra que cubría la fuente que era de ocho varas en contorno y muchos hombres no la pudieron rodear. Todo esto refirió el enfermo a sus padres los cuales quedaron maravillados, dando muchas gracias a Dios y mucho más cuando vieron bueno a su hijo que lo tenían ya llorado por muerto y en esta conformidad se fueron al lugar de la fuente y los dos solos, padre e hijo, quitaron la piedra que habemos dicho con que se acreditó más el milagro y hallaron la fuente de agua como el Santo Arcángel lo había dicho y estando limpiando, oyeron una voz que se apartasen y apenas se hubieron desviado cuando cayó de lo alto de la quebrada cantidad de piedra y tierra que los matara si los cogiera donde estaban. La piedra que se quitó está dentro de una estacada y porque la iban quebrando y llevando por reliquia en testimonio de este prodigio del cual se dio noticia a los religiosos del convento que les constaba el peligro de muerte en que estuvo este venturoso mancebo y se maravillaron de verlo bueno y sano y de ver la fuente milagrosa y de la relación que él y su padre les hicieron que es la misma que yo he referido la cual me enviaron los padres religiosos que residen en el dicho convento de más de haberme informado de otras muchas personas dignas de fe y crédito. La fuente está (como habemos dicho) en la quebrada y será como de dos o tres varas en la circunferencia como un poco, sin tener más de agua que media vara poco más y es cosa maravillosa que no rebosa ni se vierte sino que siempre está en un peso y aunque de día y de noche saquen cántaros de ella, al punto se vuelve a hinchar, dando solamente la que es menester sin que se vierta fuera de ella. Luego que se vio esta gran maravilla, fue grande el concurso de gente de todas fuertes y estados y muchas personas grave que acudieron e la fuente en romería.Y me han certificado que son tantos los milagros patentes que Nuestro Señor obra cada día con aquella agua milagrosa y con la tierra de ella que era menester un libro entero para escribirlos, sanando muchos enfermos, cojos, tullidos, ciegos.Y que sólo ver la modestia del mozo Diego

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de San Francisco que acudía a sacar el agua y oír las palabras que decía de tanta edificación, les causaba harta devoción y admiración al cual, después de lo sucedido pasado algún tiempo, le sobrevino una enfermedad mortal y estando en el rigor de ella, dijo a sus padres que Nuestro Señor se la había enviado para que estuviesen más firmes en la devoción de aquella agua santa y que le trujesen luego un vaso de ella y verían como sanaba al punto. Trajéronsela en uno con otros llenos de aguas diferentes y fue cosa admirable que entre todos conoció el agua santa y habiéndola bebido, sanó como lo dijo, el cual habrá un año que murió con grandes señales de predestinación. Se ha edificado una ermita con licencia de su Señoría Ilustrísima, donde se dice misa junto a la misma fuente. Demos todos muchas gracias al Señor que nos ha hecho tan gran beneficio en darnos por protector en esta tierra a este Príncipe soberano del Cielo para que por su intercesión alcancemos grandes mercedes espirituales y temporales4.

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Hasta la fecha, los peregrinos llegan al Santuario de San Miguel del Milagro en Tlaxcala.Ver el excelente compendio sobre esta historia de E. Merlo y J.A. Quintana.

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CAPÍTULO XIII

DE UN PRIVILEGIO QUE CONCEDIÓ NUESTRO SEÑOR A LA MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN DE CONOCER LOS INTERIORES Y DEL DON QUE TUVO DE PROFECÍA. Entre otras mercedes y dones que Dios comunicó a esta esposa suya, no fue el menor que conociese las cosas interiores de las almas y las que se hacían en el convento, estándose ella en su celda. Viose en una ocasión tan afligida una religiosa, afligida con una terrible tentación que la tenía bien atribulada y como Nuestro Señor le había dado aquel don de consuelo que dijimos en la Parte Segunda de este libo, capítulo 16, fue a comunicarla con la madre Isabel de la Encarnación, pero cuando entró, trató de otras cosas y no de la causa que le había movido a verla. Díjole entonces: Hermana, bien sé que la tribulación que la trajo a verme es ésta. Haga tal diligencia y se le quitará. Quedóse admirada la religiosa, dando gracias a Dios, y en otras ocasiones que la iba a visitar, le declaró las cosas secretas de su alma, diciéndoselas todas como si se las hubiera comunicado. Otra vez, estando una persona en su casa (con la cual había tenido amistad en el siglo), en peligro de perder su alma, se lo reveló Nuestro Señor y se le apareció después de media noche, estando media dormida, y le dio una áspera reprehensión y recordando, se halló con harta turbación y habiéndola visto después que esto sucedió en la reja, le trató muy en particular del caso, diciéndole las cosas más ocultas de él y le dio a entender cómo Dios le había dado licencia para irle a dar el aviso y reprehensión que le dio y esto fue bastante para que se enmendase de allí en adelante. Bien sabe Nuestro Señor la gran confusión con que yo padecía en presencia de esta santa porque tenía por cierto que conocía mis grandes pecados ocultos a los ojos de los hombres y que a veces para no ser más ruin,

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me importaba entender que desde su celda le eran manifiestas las cosas que yo pudiera hacer en mi retrete. Yendo una vez una religiosa a llevarle de comer (que estaba en la cama bien fatigada), tropezó en la escalera y estuvo a pique de caer y rodar por ella. Díjole, así como entró, sonriéndole: ¿Qué es hermana, queríala derribar el demonio? Ella se quedó admirada y le dijo: ¿Quién se lo dijo porque nadie lo vio? Respondióle: Yo lo vi. Estando con una religiosa, le preguntó que cómo se veían las cosas de la otra vida. Respondió que cuando Dios era servido, las manifestaba con mucha claridad y añadió estas palabras: Como ahora que es servido de que vea que a la cabecera de una sierva suya (que está agonizando) le asisten dos ángeles fuera de el de su guarda con otras dos almas bienaventuradas, hijas suyas, que le ayudan en aquel trance. Tuvo juntamente don de profecía y así dijo muchas cosas mucho tiempo antes que sucediesen, un gran trabajo y tribulación en que se vio este Reino en años pasados (que por justos respetos no declaró), se lo reveló Nuestro Señor algunos años antes que sucediese y lo dijo a las religiosas. Encargáronle que encomendase a Dios a una mujer que estaba preñada y habiéndolo hecho con mucho cuidado, dijo a una religiosa que había de morir de aquel parto y sucedió como lo dijo. También le reveló Nuestro Señor la muerte de algunas religiosas y en particular, la de la madre Melchiora de la Asunción, y de la madre Mariana del Santísimo Sacramento a la cual estuvo encomendando a Dios, y su Majestad le dio a entender que moriría a las doce del día en que murió y aunque lo dijo a la prelada, no le pareció que era llegada su muerte porque estaba la enferma con mejoría pero sucedió puntualmente como lo dijo.

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CAPÍTULO XIV

DE OTRAS MERCEDES Y FAVORES QUE NUESTRO SEÑOR LE HIZO. Estando un día de la Natividad de Nuestro Señora, a media noche, muy fatigada de tormentos y dolores causados por los demonios, se le apareció Cristo Nuestro Señor, (como otras veces solía), con la Cruz a cuestas y la animó y consoló mucho, dándole prendas de su salvación y quedó tan consolada que estando absorta y fuera de sí, se sentó en la cama y con gran fervor que parecía que el alma se le arrancaba, comenzó (oyéndolo la compañera) a dar gracias a Dios por un beneficio tan alto, y decíale muchas veces: Señor mío, dichoso el día en que nací, dichoso el sustento con que me crió mi madre, pues para tanto bien me habéis criado, con otras palabras gratulatorias. En otra ocasión que estaba padeciendo mucho, sintió repentinamente que Nuestro Señor la recogió en sus brazos, comunicándole gustos y regalos celestiales y después la volvió a dejar en sus tribulaciones y trabajos. Estando una vez en oración, le mostró Nuestro Señor una fuente copiosa de agua clara. Alegróse mucho y estando interiormente pensando si Nuestro Señor, por su misericordia, quería ya dar fin a las aguas turbias de sus trabajos y tribulaciones y que su alma tuviese paz y serenidad. Le respondió Nuestro Señor: No hija, no es de esa manera, no lo has entendido bien. Esas aguas, significan otros muchos trabajos que has de padecer de nuevo. Pero no se turbó ni desconsoló sino que con grande resignación se puso en sus manos ofreciéndose a padecer cuantos trabajos le enviase y de allí adelante los tuvo de marcamayor hasta que murió. Habiendo ido otra vez a la huerta con las religiosas un día de San Nicolás Tolentino, se apartó de las demás con una hermana y estuvo tan absorta y fuera de sí y con tanta alegría interior que no le cabía en el corazón y

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díjole estas palabras: Hermana, cuando me viere en la furia de mis trabajos y tormentos, dígame, hermana Isabel, acuérdese de lo que le pasó el día de San Nicolás. Pero no se declaró más. Cuando le daban lugar sus achaques, se animaba por ir a hallarse a la recreación conventual que tienen las religiosas en la huerta a donde a la prelada le parece, y asistía con mucho gusto porque Nuestro Señor le había revelado que se agradaba de aquella honesta recreación que se tiene en las Pascuas y en otros días solemnes y está reducida a cosas de devoción y veía que lo sentían mucho los demonios y en una ocasión la atormentaron grandemente por ello y después con mucha gracia decía a las religiosas: ¿Qué les parece? ¿Todo lo he de pagar yo? Como esta recreación se hace por obediencia y con tan buen fin, no la pueden sufrir los demonios. Díjole una vez a la prelada (que era la madre Melchiora de la Asunción) que cuando hubiese tempestades (que es la plaga que esta ciudad padece) al punto que tocasen en la Iglesia Catedral a plegaria, hiciese tocar porque le había dado Nuestro Señor a entender que le era muy agradable que se guardase este orden que cada vez que en semejantes ocasiones, se tocase a plegaria en la matriz, hiciese lo mismo en los demás conventos. En el tiempo de las Carnestolendas1 (que tantas locuras hay en el mundo), se ocupan las religiosas de este santo convento en continua oración, penitencias y mortificaciones extraordinarias y díjole Nuestro Señor a la madre Isabel de la Encarnación que le eran muy agradables los ejercicios que sus hermanas hacían por su amor y servicio en tiempo que tanto era ofendido. Estuvo muchos años tullida y para que pudiese andar por la celda y dormitorios, le hicieron unas muletas. Lleváronla a una ermita de las de la huerta para que tuviese ejercicios donde estuvo algunos días impedida que no podía dar paso sin las muletas y estando allí en oración, se le apareció el venerable padre fray Gabriel de San Gerónimo, tío suyo, hermano legítimo de la señora Mariana de Piña, su madre, religioso de la orden descalza de San Francisco, Comisario de su orden que fue martirizado en Japón, el año de catorce, y díjole que por su intercesión le hacía Nuestro Señor merced de que dejase allí las muletas y se fuese a su celda sin aquel impedimento, y al punto, se halló sin él, y con la novedad del caso, le sucedió lo que al otro 1 Carnestolendas: los tres días de carne que preceden al miércoles de ceniza en los cuales se hacen fiestas, convites y otros juegos para burlarse y divertirse con que se despiden de este mantenimiento (Aut).

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paralítico a quien sanó el Apóstol San Pedro porque salió de la ermita y llamando a una religiosa que estaba también en ejercicios en la otra ermita, con grande regocijo, le dijo la merced que Nuestro Señor le había hecho, dándole muchas gracias, y las mismas dieron las religiosas. Las muletas están hoy en la ermita en testimonio deste milagro. Habrá tres o cuatro años que (como hemos dicho) le hicieron ayudante de sacristana para que se divirtiese. Estando pues sola en la Sacristía interior, un día, algo aliviada porque la sacristana había ídose de allí, embistieron los demonios con ella y la atormentaron gravemente, dejándola sin sentido debajo de una mesa grande, muy bajita, que apenas cabía en ella.Y cuando la sacristana vino, no sabía dónde estaba hasta que la oyó gemir y la sacó de allí, bien atormentada. Díjole que según eran los tormentos que aquellos crueles verdugos le daban, acabara la vida si no proveyera Dios que viniese una alma bienaventurada con quien había tenido amistad espiritual en este siglo a echarlos con un hisopo2 de agua bendita, la cual se le apareció diversas veces en la furia de sus trabajos y la animaba y consolaba mucho, exhortándola a la paciencia y perseverancia, y decíale qué fin había de tener sus penas y martirios, y que todos eran nada comparados con la eternidad de la Gloria que había de gozar en el Cielo, y que cada día en amaneciendo, hiciese cuenta que aquel había de ser el último de su vida. Otras muchas almas gloriosas que fueron sus hermanas espirituales, la vinieron a consolar y animar en diversas ocasiones que estaba bien desconsolada, y las religiosas la oían hablar y responder aunque no hallaban la voz de quien le hablaba, pero echaban de ver quién era por lo que respondía.

2 hisopo: palo corto y redondo a manera de cetro en cuya extremidad se pone un manojo de cerdas el cual sirve en las iglesias para esparcir o echar al pueblo el agua bendita (Aut).

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CAPÍTULO XV

EN QUE SE PROSIGUE LA MISMA MATERIA ACERCA DE OTRAS MERCEDES QUE DIOS LE HIZO.TRÁTASE DE LA PATERNAL PROVIDENCIA QUE SU DIVINA MAJESTAD TIENE CON ESTE SANTO CONVENTO. Cuando a los principios de sus enfermedades pudo tener algún alivio, la puso la obediencia en el ministerio de la despensa del convento, a que acudió con gran trabajo y gran puntualidad algún tiempo en el cual estaba la despensa tan desproveída de todo lo necesario que las religiosas pasaban extrema necesidad sin tener dineros con qué remediarla. Fuese la madre Isabel de la Encarnación al refugio común que es la oración y estando suplicando a Nuestro Señor, afectuosamente, remediase tan urente necesidad, pues las religiosas aunque pereciesen, no habían de pedirlo a sus deudos ni a otra persona, y que solamente pedían de su paternal Providencia. Respondióle su Majestad que pusiese su confianza en ella y que se remediaría.Y como el decir de Dios es hacer, desde aquel punto fueron tantas las limosnas y socorros que enviaron los piadosos vecinos de esta Ciudad que en breve, quedó la despensa bien abastecida de todo lo necesario.Y siendo así que lo más del sustento de las religiosas o casi todo, está librado en sus limosnas (como dije cuando traté de la fundación del convento), es cosa que pone admiración de la manera que Nuestro Señor les mueve los ánimos para que acudan a darlas sin que se pidan muchas veces, como veremos en los casos siguientes. Sea el primero que en años pasados, siendo priora la madre Francisca de la Natividad, se halló afligida un día porque no había un real que gastar para la provisión del convento. Envió a llamar al alférez Pedro de Jáurigui Bárcena, mayordomo de él (que lo fue mucho tiempo sin llevar salario, acudiendo a todo lo necesario con el cuidado y diligencia que fue bien notoria), para que diese algún medio en tan extrema necesidad.

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Vino otro día muy de mañana al torno, y halló a un hombre honrado de esta ciudad que traía de limosna para el convento veinte y cinco pesos en reales los cuales le entregó para que los diese a la prelada que estaba en el coro y no había bajado al torno, y habiendo venido y significándole la necesidad del convento, le dijo cómo ya Dios la había remediado, y le entregó la limosna referida, dándole muchas gracias a su divina Majestad. La misma madre priora me ha certificado que diversas veces en otras necesidades semejantes, siendo tornera, halló cantidad de dineros puestos en el torno cuando lo abría por la mañana sin saber quien los hubiese traído, y que sucede muy de ordinario haber falta de pescado y otras cosas y que sin buscarlas ni pedirlas, las envian los devotos quedándose admiradas las religiosas, y reconociendo las grandes mercedes que Nuestro Señor les hace con semejantes socorros y limosnas de las cuales con mucha caridad parten con los pobres que llegan al torno, no sólo a medio día que se da de comer a muchos como se hace en los demás conventos de religiosos sino entre día, y ninguno va desconsolado de lo cual soy yo buen testigo porque dan de gratis de lo que reciben gratis siguiendo el consejo del Señor. Luego que fue electa por priora, la madre Francisca de la Natividad, había como dos años, poco más, me ordenó que le buscase cantidad de sayal pardo para hábitos porque las religiosas los traían hechos pedazos y llenos de remiendos, y que al presente no tenía dineros que darle que lo sacase por mi cuenta, y que cuando los tuviese me los daría. Fuime a una tienda y concerté dos piezas, y saliendo a buscar un mozo que las llevase al convento, se llegó a mí un hombre honrado y buen cristiano, y me dijo que pensaba comprar cantidad de sayal para que las madres se vistiesen que quizás tendrían necesidad de hábitos y que allí traía dos muestras que viese cuál era mejor.Yo confieso que me enternecí mucho y le dije que Dios le había inspirado aquella buena obra porque allí tenía escogidas dos piezas de sayal para enviar al convento y que las tenía concertadas que fuese a hablar a la madre priora y le diese la limosna para pagarlas y así lo hizo. Pero no hay que maravillarnos de que el Señor tenga tan particular cuidado y providencia del sustento y provisión de este santo convento, pues es su Pastor porque diversas veces lo vio la madre Isabel de la Encarnación en traje de pastor que andaba pastoreando unas ovejitas por el convento, mirándolas con particular afecto y que ellas lo estaban mirando de la misma suerte, y díjole su Majestad, era el pastor del convento y que aquellas ovejitas significaban a sus hermanas las religiosas. Pues si el Señor

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es su pastor, claro está que no les puede faltar cosa alguna, como dijo el Real Profeta en el Psalmo 22: Dominus pastor meus est, & nihil mihi daerit. El Señor es mi pastor y así no me faltará cosa que haya menester.Y tampoco nos maravillamos de que los lobos infernales procuren hacer diligencias (aunque en vano por la gracia de Dios) para inquietar y perseguir a estas religiosas porque en diversas ocasiones los veía la madre Isabel de la Encarnación en cuadrilla por el convento, diciéndole que lo habían de destruir y hacer todo el mal que pudiesen a las religiosas.Y porque se lo decía a la prelada para que (sin dárselo a entender) las previniese, le daban crueles tormentos. Diole aviso una noche a las ocho, como venía una legión de ellos (que asistía de ordinario en la esquina de la huerta), entrando por el dormitorio hacia el coro, salió al punto y con el Psalmo de Miserere echó agua bendita (y a mí me confesó que realmente en su interior sintió la presencia de aquellos malos espíritus) los cuales salieron huyendo a la huerta donde los veía la madre Isabel muy airados y rabiosos. Otro día que la prelada con otras dos religiosas y la sierva de Dios, (a hora que las demás estaban recogidas) con una imagen de la Santísima Virgen, Cruz y Agua Bendita, diciendo su letanía al lugar donde decía estaban, y en llegando a él embistieron con la madre Isabel de la Encarnación y la hicieron volver muchos pasos atrás como si fuera una pluma.Y aunque llegaron a tenerla, a todas las detenían y con el agua bendita y oraciones las dejaron y huyeron a otro lugar de la misma huerta, y yendo a echarlos de él, las traían a todas alrededor, y finalmente pusieron una cruz en él con agua bendita y reliquias, y con esto salieron del convento. En una ocasión, se trujo una purga para una religiosa de las más esenciales del convento de la botica de Joan Millán, singular bienhechor de él, con orden y receta del licenciado Francisco González que curaba a las religiosas sin salario con su acostumbrada caridad. Al tiempo que la enfermera se la dio a la enferma y que la bebió, se le trabó la lengua y empezó a hacer ademanes como se le hubiera dado veneno.Turbándose las religiosas, llamaron al médico y cuando vio y supo el caso, dijo que era veneno mortífero el que tenía la purga e hizo remedios contrarios, y yendo a la botica en persona, hizo averiguación de que la purga se había hecho con mucho cuidado y conforme su receta.Y finalmente, estando todos confusos, la madre Isabel de la Encarnación oyó cómo los demonios conferían entre sí cómo habían echado veneno mortífero en la purga con intento de matar a la religiosa y que se desacreditase el médico y no curase más a las religiosas, y que hubiese inquietud y pendencia entre él y el que hizo la purga. Llamó luego a la

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prelada y díjole que se sosegasen porque había sido traza de los demonios, refiriendo lo que les había oído los cuales quebraron su furia en ella como solían por haber descubierto el caso. Pero quedó la enferma con hartos achaques y accidentes, los cuales fueron procedidos del veneno.

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CAPÍTULO XVI

PROSÍGUESE LA MISMA MATERIA DE OTRAS MERCEDES QUE DIOS LE HIZO.TRÁTASE DE UNA VISIÓN MISTERIOSA DE LA GLORIA. Quien considerase el camino tan lleno de cruces y trabajos por donde esta alma pura caminó fácilmente conocerá que ne deficeret in via, para que tuviese aliento y no desfalleciese. Necesariamente, había de tener en medio de sus penas y trabajos grandes ayudas de costa, de los que Dios comunica a sus siervos en esta triste peregrinación (como dijimos en el preámbulo de esta Tercera Parte) y así lo hizo con esta esposa suya crucificada porque muchas y diversas veces, estando en lo más rigoroso de sus enfermedades y martirios, tenía raptos y éxtasis, unos breves y otros que duraban algunas horas, en que el Señor le manifestaba los arcanos celestiales acerca de los premios y gloria que se da a los que legítimamente pelearen para que tuviese ánimo y valor en tan fuertes batallas como las que tenía con los demonios lo cual era bien manifiesto a las preladas y religiosas que le asistían porque por las acciones que hacía y palabras que decía, conocían las mercedes y regalos que recibía de las liberales manos de Dios.Y era esto tan ordinario que ya no les causaba admiración ni novedad y así dejaron de escribirlas como otras muchas cosas de que pudiera resultar grande gloria de Nuestro Señor y provecho espiritual de nuestras almas. Pero entre todas, tuvo una misión de la Gloria misteriosa que duró casi cinco horas continuas que fue en la forma siguiente: el día de los Santos Niños Inocentes de él de 1630, estando la madre Isabel de la Encarnación muy fatigada de sus trabajos y dolores y en especial en el costado, a las diez de la noche entró la enfermera a verla y preguntándole cómo estaba, respondió que con un agudo dolor de costado. Díjole si quería que le aplicase algún remedio y respondióle que no porque había de tener aquella noche

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muchas visitas del cielo lo cual repitió diversas veces.A esta ocasión, llegó la prelada y habiendo entendido lo referido, le preguntó que ¿quién le había dicho que había de tener aquellas visitas? Y aunque estaba enajenada ya de los sentidos, respondió que su Santa madre Teresa y que había de ser a hora de maitines. Estúvose pues la prelada en compañía de otras dos religiosas en la celda acompañando a la enferma la cual como si estuviera buena se sentó sobre la cama, arrimándose a la almohada y quedó arrobada con el rostro y los ojos tan hermosos y encendidos que parecía un serafín (como sucedía siempre que se arrobaba1). Comenzó a hacer ademanes con los brazos, cruzándolos como cuando una persona abraza a otra con tan grande ternura y amor que ponía admiración, diciendo palabras amorosas y de gratitud a las almas que veía que según lo que decía, conocieron que eran las que estaban ya gloriosas en el cielo y habían salido del purgatorio por sus oraciones y sufragios, que venían a visitarla dándole el parabién de la gran merced y favor que Dios les había de hacer aquella noche. Pero repetía muy a menudo estas palabras con grandísimas ansias y afición por la dilación: O válgame Dios, si tocasen ya a maitines. Habiendo pues estado con estos deseos, tocaron a los maitines en los conventos y al mismo instante, se quedó absorta mirando al cielo con una admiración extraña y comenzó a decir: Vidi turbam magnam, como que vio todos los santos del cielo.Y luego, haciendo grandes actos de humillación profunda que parecía, se aniquilaba y deshacía, comenzó a adorar y a alabar a la Santísima Trinidad con muchas alabanzas, repitiéndolas diversas veces, y después de haber gastado largo tiempo en ellas, dijo y repitió estas palabras: Señor mío y Dios mío, ¿tan grande merced a una pecadora tan vil como yo? Señor mío, ¿mirad lo que hacéis? ¿No conocéis a Isabel la pecadora? Luego (como si le fuesen descubriendo una cortina) comenzó con muchos otros actos de reverencia a saludar a la Santísima Reina de los Ángeles, diciéndole amorosos requiebros y devotas salutaciones y alabanzas, hablando con esta Señora con tales ademanes y oraciones tan fervorosas que se persuadieron las religiosas que sin duda la veía porque se infería de las acciones que hacía y lo que decía, en lo cual se detuvo algún tiempo. Después de esto, con otra nueva admiración, empezó a regocijarse, hablando con los Espíritus Angélicos como si los viera. Luego, se detuvo con los Profetas y Patriarcas, dando a todos muchas alabanzas. Lo mismo 1

se arrobaba: quedarse pasmado y como asombrado y suspenso por causa de alguna vehemente pasión y afecto del ánimo (Aut).

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fue haciendo con los Santos Apóstoles y Evangelistas, con los Santos Doctores y Mártires, Confesores y Vírgenes, deteniéndose en cada uno de los coros de estos santos algún tiempo, dando a todos por su orden grandes alabanzas con tanto fervor y afectos amorosos y tantas humillaciones que parecía que se le arrancaba el alma (estando las religiosas hechas un mar de lágrimas de pura devoción y ternura) porque iba diciendo cómo Dios se los mostraba con el mismo orden que tiene en el cielo, dándole muchas gracias sin cesar por un favor y merced tan grande como le hacía. Después de todo esto volvió a repetir las palabras que dijo al principio. Viditurban magnan, quan dinumerare nemo poterat, ex omnibus gentibus, que refiere San Juan en el capítulo 7 de su Apocalipsis, diciendo cómo veía una innumerable multitud de los bienaventurados de todas las naciones, saludándolos con actos de reverencia y palabras muy devotas y dándoles el parabién de su dichosa suerte. Luego empezó a hablar con las benditas ánimas del Purgatorio como si las viera, y les dijo estas palabras: Madres y señoras mías, mil parabienes les doy de la dichosa suerte que han tenido aunque siento mucho verlas detenidas en estas penas. Mostróle Dios entonces aquel purísimo coro de las vírgenes que vio San Juan en su Apocalipsis que siguen al Cordero2, los cuales hacían delante de él muchas danzas, fiestas y regocijos, cantándole mil alabanzas, y era tanto su regocijo que se deshacía, en cuya compañía vio a muchas religiosas y religiosos que conoció y los fue nombrando.Y luego, torciéndose las manos y con muestras de sentimientos, dijo que aunque asistan en aquella fiesta del Cordero, algunas personas religiosas que conoció no iban en la danza ni cantaban con las demás vírgenes por haberse casado antes de ser religiosas y decía muchas veces: ¡Oh, válgame Dios, lo que se han perdido por no ser vírgenes! ¡Oh, quién pudiese dar a entender al mundo la dignidad que pierden los que no lo son! 2

«Seguí mirando, y había un Cordero, que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.Y oí un ruido que venía del cielo, como el ruido de grandes aguas o el fragor de un gran trueno; y el ruido que oía era como de citaristas que tocaran sus cítaras. Cantan un cántico nuevo delante del trono delante de los cuatro Vivientes y de los Ancianos.Y nadie podía aprender el cántico, fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra. Estos son los que no se mancharon con mujeres, pues son vírgenes. Éstos siguen al Cordero a dondequiera que vaya, y han sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero, y en su boca no se encontró mentira: no tienen tacha», Apocalipsis, 14, 1-5.

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Reparó luego, admirándose de los favores singulares que hacía Dios a algunas vírgenes religiosas que conoció por haber dejado el mundo por su amor y haber sido observantes en las cosas de su estado y profesión y dijo: Pues, según esto, Señor mío, con mucha razón las regaláis tanto. Y luego decía: Dichosas las religiosas Carmelitas que guardaren su profesión con puntualidad hasta que estén en la otra vida no han de conocer la gran merced que Dios les hizo en su vocación. Siendo ya cerca de las tres de la mañana, al punto que tocaron a laudes en el convento de Santa Bárbara de los padres Descalzos de San Francisco, dijo: Ya se empiezan las laudes en el cielo y los bienaventurados cantan desde sus lugares. Sanctus, Sanctus, Sanctus. Con lo cual se empezó a sosegar y las religiosas se fueron y la dejaron sola con harta admiración de haber oído lo que Dios reveló a su querida esposa, dándole infinitas gracias.Y otro día vino la madre superiora a verla y le mandó que le dijese la merced que Dios le había hecho aquella noche (sin darle a entender que había estado en su compañía), y le refirió el gran favor que su Divina Majestad le había hecho, de la misma suerte que ella lo había oído el cual recibió en otras ocasiones porque Nuestro Señor le mostró el coro de las santas vírgenes que siguen al Cordero con las danzas y músicas que le cantan, y así le daba muchas gracias por la merced que le había hecho de conservarle su pureza virginal, haciendo grande aprecio y estima de una joya tan preciosa y tan agradable a los ojos de Dios. En muchas ocasiones vio que bajaban al coro almas gloriosas que conocía, dándole a entender el gozo que tenían de asistir en él.Y reparó que una de ellas cantaba con grandísima melodía y suavidad, pero no podía entender lo que cantaba, y estando deseosa de entenderlo, le preguntó qué cantaba.Y díjole: Canticum novum. Un cantar nuevo.Y luego, cantando, fue nombrando a todas las religiosas del convento, diciéndoles que fuesen por cruces y trabajos al Cielo.

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CAPÍTULO XVII

DE CÓMO LE MOSTRÓ DIOS LAS PENAS DEL INFIERNO. No sólo mostró Nuestro Señor a esta esposa suya en los éxtasis y raptos que tenía, los premios que tienen prevenidos para sus amigos y escogidos, sino también los tremendos castigos con que han de ser castigados sus enemigos en el Infierno lo cual fue en diversas ocasiones.Y cuando volvía en sí, empezaba con grandísimo fervor a dar alabanzas a Dios, por mucho tiempo, sin cesar un punto.Y preguntándole las religiosas la causa, decía que aunque era grande el dolor que le causaba ver la gran multitud de almas que se condenaban y los atrocísimos tormentos y suplicios con que eran atormentadas, ninguna cosa le lastimaba tanto el corazón ni le ponía tanto horror y espanto como oír las blasfemias que los miserables condenados decían contra un Dios tan digno de ser amado, alabado y glorificado, y que así en recompensa de esto, quisiera deshacerse por su amor y estar continuamente alabándole, y pedía a las religiosas que se ocupasen continuamente en darle loores y alabanzas. Pocos días antes que muriese, estando arrobada, oyó las blasfemias y desesperaciones de los miserables precitos1, y volvió en sí dando voces y diciendo: Bendito sea Dios, alabado sea Dios, glorificado sea Dios.Y habiéndolas oído la prelada que estaba en su celda, vino a toda prisa a ver lo que tenía y hallóla sentada en la cama, como espantada y atemorizada, haciendo grandes ademanes y repitiendo las mismas palabras: Bendito sea Dios, etc. sin decir otra cosa, y aunque le preguntaba la causa, no le respondía cosa sino que volvía a decir las mismas palabras sin cesar un punto con una agonía y aflicción extraña, y esto fue con tanta continuación que duró hora y media, estando admirada la prelada de ver el tesón con que 1

precito: condenado a las penas del infierno (Aut).

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estuvo alabando a Dios, estando como estaba tan flaca y sin fuerzas, y quedó tan cansada y rendida que apenas podía hablar. Díjole que había visto las penas y tormentos de los miserables condenados (como otras veces) y que oyendo las blasfemias y desesperaciones contra la Majestad de Dios, quedó tan lastimada que pensó acabar la vida de puro dolor y sentimiento y que así, había prorrumpido en sus divinas alabanzas, excediendo a las fuerzas de la naturaleza, el vigor y aflicción de su alma. Y ya sabían las religiosas que todas las veces que volvía de los raptos2, dando alabanzas a Dios con grande agonía y congoja, era señal que había visto las penas del infierno. Muchas veces dijo a sus preladas que los vicios que más almas llevaban al infierno, eran la deshonestidad, la codicia y los juegos ilícitos, y que vio en él innumerables condenados por ellos, los cuales eran atormentados con tan terribles tormentos que no había palabras con que poderlos exagerar ni ponderar.

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Rapto: se toma también por lo mismo que éxtasis. Los raptos y arrobos son una de las mayores maravillas que Dios obra en las almas santas (Aut).

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CAPÍTULO XVIII

CÓMO SE LE AGRAVARON SUS ENFERMEDADES EN LO ÚLTIMO DE SU VIDA Y LO DEMÁS QUE FUE SUCEDIENDO HASTA SU DICHOSA MUERTE. Ya es tiempo que nos acerquemos al término y fin que tuvieron tantos trabajos, dolores y martirios que padeció esta alma pura, crucificada con la paciencia y resignación que habemos visto.Y así, trataremos en lo que resta de este libro de las últimas enfermedades que padeció y de las finales batallas que tuvo con los demonios y las señaladas victorias que de ellos alcanzó con otros favores y regalos que Dios le hizo hasta su preciosa muerte, todo lo cual se irá refiriendo sucesivamente con el orden que pasó. Bien se puede colegir1 y entender que estos verdugos infernales, con la inteligencia y sutileza de su ingenio, rastrearon2 que no podía durarles mucho tiempo la licencia que Dios les había dado para atormentar a esta pacientísima virgen porque la naturaleza estaba ya gastada naturalmente con tan prolongadas enfermedades y martirios, y así procuraron multiplicarlos con extraña crueldad, dándose prisa por acabar en breve lo que en tantos años no pudieron, aunque fueron en vano sus diligencias, porque la gracia de Dios la tenía tan fortalecida que alcanzó nuevas victorias de sus enemigos para su mayor merecimiento los cuales dieron gravísimos tormentos sin dejarla sosegar, acometiendo a aquel fuerte diamante con mayores tentaciones, obscuridades y trabajos interiores de los que habemos hecho relación en los tres años últimos de su muerte.Y en especial, le agra-

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colegir: juntar en uno las cosas que están sueltas y esparcidas (Aut). rastrear: inquirir, indagar y averiguar alguna cosa, discurriendo por conjeturas o señales (Aut). 2

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varon todas sus enfermedades que tuvo al principio, así la apostema como los demás, principalmente en el corazón, cabeza, cerebro, el pulmón y las entrañas. En el corazón le encendieron un fuego tan grande que se abrazaba, causándole juntamente una melancolía y tristeza extraña causada del humor melancólico, con tan grande aflicción y agonía que decía que tenía el corazón como entre dos piedras con lo cual procuraban inducirla y provocarla a rabia e iras e impaciencia contra su Dios y contra las criaturas, causándole grande pena y congoja esta fuerte tentación de la cual la sacó el Señor con victoria como de las demás. El accidente del pulmón era muy doloroso y le impedía la respiración, causando mucha lástima a las religiosas porque se ahogaba por momentos demás de los ardores que padecía en el hígado y en las entrañas, procedidos del daño que padecía el pulmón. Lo del cerebro fue un accidente y tormento no conocido de los hombres pero muy practicado por los demonios contra esta sierva de Dios que fue torcerle las telas interiores de la cabeza que parecía se las arrancaban con garfios de hierro encendidos de que resultaba que tenía los ojos tan caídos y el semblante tan triste (sin ser posible otra cosa) que causaba novedad a las religiosas y les decía que no podía más, pero en lo interior estaba con grande resignación y voluntad de padecer mucho más y con la paciencia que siempre hasta que murió. El otro accidente fue un dolor agudo en los intestinos, tan vivo y fuerte que no la dejaba sosegar un punto y fue acogida en la cama como un ovillo3, y se fue encogiendo y tullendo poco a poco, desde que empezaron estos achaques, de manera que no podía menear pie ni mano ni volverse en la cama ni levantarse sino con sumo trabajo y ayuda de las religiosas las cuales la traían en brazos al comulgatorio las veces que había de comulgar. Fuésele postrando poco a poco la gana de comer y casi no dormía ni reposaba un punto, así por los dolores de estas enfermedades como por los grandes tormentos que le daban los demonios y reparaban las religiosa que iba perdiendo poco a poco las fuerzas y hermosura y color del rostro que de antes estaba tan entero como si no padeciera tormento alguno como habemos dicho.

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ovillo: se dice de las cosas que están enredadas y forman figura redonda (Aut).

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CAPÍTULO XIX

EN QUE SE PROSIGUE LO MISMO QUE SE PROPUSO, CÓMO SE FUE ACERCANDO EL FIN DE SUS TRABAJOS. De esta suerte, pasó la madre Isabel de la Encarnación sus últimos trabajos que cada día iban en aumento, faltándole las fuerzas naturales con el crecimiento de sus enfermedades pero tenía tan esforzado el espíritu y ánimo interior que me dijo muchas veces con una alegría y valor más que humano que aunque el cuerpo estaba ya muy acabado, su espíritu tenía aliento para padecer mucho más y que le parecía que le faltaba muy largo camino para llegar al fin que se cumpliese la voluntad de Dios que ella no deseaba otra cosa, y esto me decía con un ánimo y esfuerzo que me dejaba admirado, sin mostrar sentimiento ni deseos de que llegase el término y fin de tantos trabajos. Seis meses antes que se cumpliese, pareció a la prelada conveniente mudarla a otra celda.Y cuando las religiosas quisieron llevarla porque no podía, se le apareció el demonio con una soga en la mano y le dijo: Ya no te pueden sufrir Dios ni las criaturas, por eso te andan mudando de una celda a otra: toma esta soga y ahórcate, acabarás con todo.Y respondióle con mucha paz las palabras del santo Job que en otras ocasiones decía: Aunque mi Señor me mate y me eche en los infiernos, esperaré en él. Embravecióse el traidor con esta animosa respuesta y dándole tan crueles tormentos que le obligó a dar muchas voces que era cosa nueva para ella. Pasáronla a la celda y fue necesario que la prelada le señalase dos religiosas por enfermeras para que de día y de noche no le faltase compañera que le ayudase por estar ya tan imposibilitada y rendida, así por sus enfermedades como por los tormentos de los demonios. Se quedó dormida un rato pero despertó luego bien congojada porque uno de ellos la tenía agarrada por las espaldas en figura de dragón y con agua bendita la dejó bien lastimada y atormentada.

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Luego que la mudaron a aquella celda, le sucedió una cosa que la tenía confusa y a todas las demás religiosas porque habiéndole Nuestro Señor concedido tanto ánimo contra los demonios que no les tenía más temor que si fueran moscas (como habemos dicho), permitió que les tuviese tanto con tan grande horror y asombro que no podía estar sola un punto de día ni de noche, y a las compañeras las despertaba y les rogaba que estuviesen sentadas junto a su cama, diciéndoles que estaba un demonio en figura de serpiente de extraña grandeza en el rincón de la celda y la tenía tan atemorizada que se moría de temor, causándole esto grave tormento.Y si de puro rendida se quedaba algún rato dormida, despertaba con tanto espanto que sin ser más en su mano, daba grandes voces diciendo: Hermanas mías, socórranme, por amor de Dios.Y en una ocasión, fue tanto el pavor que tuvo que le pareció a la compañera se moría y fue volando a llamar a otra religiosa aunque era después de media noche, y cuando vino, le dijo el grande miedo y pavor que tenía a los demonios y respondiendo las religiosas qué bobedad era aquella en quien tan perdido les tenía el miedo. Les dijo que no lo sabía porque no estaba en su mano pero Dios le había dado luz particular para conocer el grande horror y odio que los demonios tenían a su Divina Majestad. Y este pavor y espanto era de participantes porque jamás tuvieron las religiosas miedo estando en compañía de la enferma cuando actualmente la atormentaban los demonios, y todas andaban asombradas con unos temores extraños de manera que la enfermera que dormía en la celda no dormía de temor, por lo cual, a instancia de la enferma, la llevó a su celda la madre priora pero no cesaban los pavores en ambas con grande confusión de ver una novedad tan grande y al fin, la mudaron a otra celda donde estuvo hasta que murió que fue dentro de pocos meses, pero no cesó este tormento hasta que Nuestro Señor la libró de los tres demonios asistentes como veremos en el capítulo siguiente. Tenía esta sierva de Dios a su carne aquel odio y aborrecimiento que dijo Cristo Nuestro Señor por San Lucas y así le pedía de ordinario le hiciese merced que viese consumido su cuerpo a puros dolores y tormentos antes que muriese.Y su Majestad se lo otorgó porque cinco meses antes, se empezó a consumir y enflaquecer muy aprisa y cuando murió, vino a quedar en los huesos, tan acabada y desfigurada que parecía la muerte, y era grande el regocijo que tenía por verse de aquella suerte, dando muchas gracias a Dios porque veía cumplido sus deseos. Desde este tiempo se le fueron agravando las cuatro enfermedades que dije. Cerrósele la apostema (en que tuvo bien que padecer en los princi-

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pios) y como no purgaba, los malos humores se quedaban en su interior y la iban corrompiendo con inmensos dolores y a veces, lanzaba a la podre por la boca.Agravábasele juntamente el dolor de costado sin que el médico hallase remedio para él y le duró hasta que expiró.Vino a postrársele el apetito de tal suerte que no podía comer cosa si no era con el precepto y fuerza milagrosa de la obediencia de la prelada y era con gran dolor por tener llagada la garganta. No dormía ni reposaba un punto así por los agudos dolores como por la flaqueza y por los gravísimos tormentos que le daban los demonios. Estando en medio de estos trabajos y agonías, hecha un ejemplo de paciencia con su acostumbrada mansedumbre, y pedía perdón a las religiosas de no mostrarles el agasajo y apacible agrado que solía porque no podía más y decía que era para ella otro nuevo género de martirio. Pero aunque estaba ya tan sin fuerzas (como se puede entender), no le faltaron jamás hasta que murió para ayudar a sus madres y señoras, las benditas ánimas del purgatorio, ofreciendo a Dios por ellas las penas y tormentos que padecía.

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CAPÍTULO XX

CÓMO LA LIBRÓ DIOS DE LOS TRES DEMONIOS ASISTENTES. ES COSA NOTABLE. En todo el discurso de esta historia, habremos visto las continuas batallas que la madre Isabel de la Encarnación tuvo con los demonios desde sus tiernos años, así visibles como invisibles, los cuales con un tesón y porfía extraña le atormentaron con crueles martirios el cuerpo y el alma con terribles asaltos y tentaciones de las cuales, con la Divina Gracia, quedó tan victoriosa que podemos decir de esta virgen pura y mártir de la pureza, las palabras que el Espíritu Santo dijo de Job: In omnibus his non peccabit Job læbÿs suis, neque stultum quid contra Deum loquutus est. Job, I. En tan prolongados trabajos, martirios y tentaciones con que Dios quiso que fuese atormentada esta pacientísima virgen, no sólo no cometió pecado alguno de impaciencia o desesperación, ni se lo oyó queja o palabra acerca del rigor con que Dios la trataba, pero antes estaba con una increíble paciencia y alegría, deseando padecer mucho más y dando continuas alabanzas a Dios, haciendo aprecio y estima de la merced que le hacía en llevarla por cruces y trabajos que es el camino verdadero para el Cielo lo cual hizo desde que empezó a padecer hasta que espiró con notable perseverancia que es la que corona las obras de los Justos. Viendo pues Nuestro Señor las fuertes batallas que esta esposa suya, virgen pura y mártir valerosa había alcanzado con su auxilio del mundo de la carne, y de los tres demonios asistentes que con otros innumerables la atormentaron tantos años, fue servido por su bondad infinita de que llegase el tiempo en que fuese libre de ellos y cantase el dichoso triunfo y victorias tan gloriosas, haciendo notorias y manifiestas al mundo para que todos diésemos alabanzas infinitas a su Omnipotencia. Pero permitió que tres días antes, aquellos verdugos infernales la pusiesen entre abrojos y espinas tan

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ponzoñosas (de que estuvo rodeado su cuerpo) que le causaron uno de los mayores martirios que padeció en todo el discurso de su vida (porque no quedase alguno que no experimentase), penetrándole las espinas todos los miembros del cuerpo con dolores tan intolerables que no podía sufrir la ropa pero tuvo una grande ayuda de costa porque por el espacio de los días que estuvo en esta zarza1, la acompañó su devoto, el gran patriarca San Benito, animándola y consolándola con nuevas ciertas de que ya se acercaba el tiempo en que Dios le había de librar de aquellos tiranos los cuales, como vieron que ya se les acababa la comisión que su Divina Majestad les había otorgado, multiplicaron los tormentos con un rigor increíble y con la mayor rabia y furor que se puede imaginar. Estando en la furia de ellos con su acostumbrada paciencia, se le apareció su Santa madre Teresa y la consoló, animándola a llevar con resignación aquellos tormentos que muy presto se acabarían. Pero el mayor consuelo que tuvo, fue con la preferencia de la Madre de Dios, Nuestra Madre y Señora, en cuya intercesión tuvo siempre toda confianza, y díjole que ya se llegaba el tiempo de su libertad y que muy presto quedaría libre de sus enemigos, y mandóle que se levantase y fuese al coro a dar gracias al Señor en compañía de sus hermanas que iban a la misa conventual que se dice a las nueve.Y aunque sola se vistió, dándole Dios fuerzas milagrosamente y como pudo, arrastrándose, llegó hasta la puerta de la celda y viéndola allí la madre priora que iba al coro, se admiró mucho y entendió lo que le había pasado, la llevó con ayuda de otra religiosa al coro donde oyó misa y ahí se volvió a aparecer la Santísima Virgen, asegurándole la nueva que le había dado. Sacáronla del coro y pusiéronla en una camita en la sala de la recreación conventual que está a la entrada de él lo cual fue a 28 de octubre, día de los gloriosos Apóstoles San Simón y Judas, del año pasado de 1632, cuatro meses antes que muriese. Estuvo pues en compañía de las religiosas como absorta y fuera de sí, y entonces se le volvió a aparecer su Santa madre Teresa, diciéndole que diese infinitas gracias a Dios porque aquella noche le había de cumplir sus promesas que hasta aquel punto no se le declaró el cuándo. Aquí fue donde parecía que todo el Infierno se había embravecido contra ella porque según fueron los tormentos que le dieron, acabara la vida en ellos si Dios milagrosamente no se la conservara. Díjole a la madre priora como ya se llegaba el tiempo en

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zarza: mata espinosa que echa las varas muy largas y en todo se asen o prenden

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que se había de librar de aquellos verdugos y que sin falta sería aquella noche que la hiciese encomendar a Dios porque había de padecer mucho lo cual se hizo con mucho cuidado por todo el convento. Lleváronla pues a la celda de la madre priora donde se le hizo una cama baja, y allí se estuvo a su lado con la madre superiora sin dejarla un punto, llorando y clamando a Dios sin cesar, echándole agua bendita y poniéndole reliquias.Y me han certificado que todos cuantos martirios y tormentos padeció juntos en el discurso de tantos años, no llegaron a los que pasó aquella noche y que no tienen palabras con que ponderarlos porque con estar ya tan hechas a verlos que no les causaba novedad ni admiración, se vieron en la mayor tribulación que habían tenido en su vida porque como un toro acosado y vencido que despedaza cuanto encuentra con grande furia y coraje, así aquellos crueles tiranos yéndose ya vencidos y que se empezaba a cantar la victoria contra ellos, quebraban toda su furia en aquel cuerpo virginal por acabarlo si pudiesen, levantábala en el aire sin poderla tener las madres, torcíanle la cabeza alrededor, doblábansela a las espaldas, tirábanle los ojos y la boca hacia el cerebro , doblábanle el cuerpo por medio de la cintura hacia las espaldas, dábanle cruelísimos golpes y martirios de fuego en las telas de la cabeza y en el corazón y los miembros de su cuerpo renovándole todas sus enfermedades y dolores con tanta crueldad e impiedad como se puede entender de ministros tan rabiosos y encarnizados, y se debe ponderar que con estar esta virgen y mártir tan curtida en trabajos y tormentos que en medio de ellos desafiaba a los demonios, haciendo burla de ellos (como dijimos en su lugar), en este último y riguroso trance, se halló tan afligida, tan atribulada, tan acongojada que temió no desfallecer y fue necesario que la Santa madre Teresa, en compañía de su patrón, el gran patriarca San José que era muy su devoto, y asistiesen, animándola y esforzándola, dijéronle que dijese el Psalmo, Ad Dominum cum tribularer, &c. Y pidió a las madres lo fuesen repitiendo muchas veces y de cuando en cuando ya después de la una de la noche con una agonía nunca vista, les decía: Santos míos, cuándo se ha de acabar esto.Y respondíanle que tuviera fortaleza que presto y después de haberles preguntado lo mismo diversas veces, le respondieron que a la hora del alba, que tuviese ánimo y confianza en Dios. Entonces le dijo a la madre priora que ya se había señalado la hora que viese donde le parecía que les mandase ir porque como Dios le dio victoria contra ellos, le hizo esta gracia y favor que como a vencidos los echase donde quisiese. Respondióle la madre priora que los enviase a las tierras más incultas y solitarias que hubiese para que no hiciesen daño a criatura

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alguna. Finalmente, lo hizo así y habíanla apretado terriblemente por la despedida.Tocaron la campanilla del alba y al mismo punto, la dejaron tan hecha pedazos y tan atormentada como se puede colegir de la rabia y furor que tenían contra ella, y tembló y se estremeció toda la celda. Quedó como muerta y luego, como si resucitara, empezó a decir diversas veces: Gracias a Dios, bendito sea Dios, ya se han ido estos enemigos, ya Dios me ha librado de ellos. Ayúdenme a vestir y vamos al coro a dar gracias al Señor. (En el cual estaban todas las religiosas en oración). Cobró ánimo y las madres la vistieron con muchas lágrimas de gozo y alegría y decíales que al tiempo que la dejaron, pensó acabar la vida y que fue con grandes dolores y tanta violencia y crueldad, como si una persona la tuviese agarrada con garfios de hierro ardiendo, remachados, y tirasen de ellos con grande fuerza. Lleváronla al coro y las religiosas quedaron admiradas cuando la vieron. Díjoles la madre priora cómo Nuestro Señor había sido servido de librar a la madre Isabel de aquellos tiranos que se alegrasen y le diesen muchas gracias, y que cantasen un Te Deum laudamus con gran solemnidad. (A esta ocasión bajé a decir misa y cuando oí el Te Deum me causó notable admiración, y luego me dijo la madre priora lo sucedido) y aunque estaba la sierva de Dios quebrantada y molida, se animó y ayudó a cantar a las religiosas y a rezar las horas hasta nona2, y oyó la Misa conventual estándose en el coro dando gracias al Señor hasta medio día que la llevaron a la celda a reposar. Preguntóle la madre priora que ¿en qué parte estaban aquellos enemigos? Y díjole que en unos riscos y peñascos donde no podían hacer daño y que aquel espíritu deshonesto que tanto la afligió y atormentó con tan fuertes tentaciones, estaba metido entre dos peñas sin salir de ellas, como encarcelado y que los otros dos estaban junto a él, en figura de salvajes, y que cuando volvía los ojos a verlos, temblaban de ella, y les era grave tormento el mirarlos de pura confusión como vencidos y avergonzados.

2 nona: una de las horas en que dividían los romanos el día y equivale al tiempo de las tres de la tarde. […] en el rezo es la última de las horas menores que se dice antes de vísperas (Aut).

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CAPÍTULO XXI

DE LA GRANDE PAZ QUE TUVO EN SU ALMA LA MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN Y LAS SINGULARES MERCEDES QUE DIOS LE HIZO POR EL ESPACIO DE TREINTA DÍAS. Cuando un capitán esforzado y valeroso alcanza la victoria de sus enemigos en una sangrienta batalla, no se acuerda de los trabajos pasados ni hace caso de las heridas que recibió, antes las tiene por corona de su triunfo porque la alegría de él y de los despojos, lo vencen todo, como lo dijo el profeta en el Psalmo 118: Letabor, sicut qui invenit spolia multa. Lo mismo sucedió a la madre Isabel de la Encarnación porque aunque quedó tan atormentada (como hemos visto), comenzó a gozar de una paz, alegría y quietud en su alma extraña después de tantas batallas y tentaciones, trabajos y martirios con que sus enemigos la procuraban perturbar y afligir.Y así todo su ejercicio y ocupación era dar alabanzas a Dios por haberle dado tan ilustres y señaladas victorias de ellos y a la Santísima Virgen Nuestra Señora y a los Santos por cuya intercesión las había alcanzado la cual se le apareció poco después, y la animó y consoló mucho, diciéndole que había de tener unos ejercicios y entendió que eran de los que las religiosas suelen tener en las ermitas de la huerta, y no fue así sino otros nuevos trabajos que había de padecer hasta lo último de su vida (como veremos después), y no hay que admirarnos de que no entendiese esta revelación porque muchas tuvieron los Santos que las entendieron en diferente sentido de lo que después sucedía como se ve en lo que Dios dijo al profeta Jonás de quien dentro de cuarenta días había de castigar a Nínive, y después se halló confuso y apesarado de no haberse cumplido la profecía porque no la entendió en el sentido que Dios tenía determinado. Las enfermedades y dolores que habemos dicho en los capítulos antecedentes se estaban en su punto, y cada día iban en aumento, pero en compa-

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ración de los tormentos y tentaciones con que los demonios afligían, eran nada en su estimación, y así andaba muy alentada y con su alegría acostumbrada, acudiendo al coro y a los demás actos conventuales sin hacer caso de sus enfermedades que a otra que no tuviera su valor y fortaleza, la tuvieran bien impedida y atribulada.Ya no había rastro de tentaciones ni obscuridades ni trabajos interiores (que eran los que la afligían y desconsolaban el alma), todo era paz y serenidad sin que hiciese caso de las enfermedades y dolores que padecía. Las misericordias con que Dios la regalaba eran tales que se le derretía el corazón con unos gozos celestiales, tan grandes que la pobre naturaleza (hecha a los trabajos) no parecía capaz de tanta suavidad y dulzura.Y un día, dijo a una religiosa que ya no había menester más que cerrar los ojos del cuerpo para ver las cosas del Cielo. En este tiempo que duró la paz de su alma, que fue por espacio de treinta días, le hizo Nuestro Señor una merced y favor singular, en cinco días diferentes e interpolados, en los cuales, después de haber comulgado, se le transfiguraba su Divina Majestad en su corazón en figura y forma de cordero hermosísimo, causando en su alma tales efectos que perdía los estribos (como dicen), y sin poderse contener, brotaban por los ojos y la boca los amorosos afectos que le abrazaban el corazón, cruzando los brazos muchas y diversas veces sobre él, abrazando con lazos de amor aquel Agnus Dei que veía engastado en su corazón. Dábale muchas gracias y alabanzas, atribuyéndole la victoria que había alcanzado de sus enemigos como al autor y dador de todos los bienes, y juntamente rendía las gracias a la Santísima Virgen Nuestra Señora que fue la medianera e intercesora de tantas mercedes. Duraban estas avenidas1 regaladas cada vez, cuatro o cinco horas contínuas, teniendo admiradas a las preladas y religiosas que veían una novedad tan grande, y si le decían que se fuese a la mano, decía que no podía más. Prorrumpía por la boca unas coplas y consonantes llenas de amor, en conformidad de los ardores y sentimientos con que la abrazaba el corazón aquel Divino Cordero, cantándolas con tanta dulzura, suavidad y consonancia que parecía cosa sobrenatural porque jamás la tuvo en la voz ni sabía cantar, demás del grande impedimento de sus continuas enfermedades que fueran estorbo para el canto en caso que su voz fuera suave. Los versos que repetía y cantaba eran los siguientes:

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avenidas: impetuosa y súbita creciente de río o arroyo por el concurso de muchas aguas que los hacen salir de madre y correr con furia y precipitadamente (Aut).

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Capítulo XXI

283 Ya no más Corderito de oro, ya no más. Ya no más Corderito de paz, ya no más. Ya está vencido el dragón. Su obstinación y porfía. Con el nombre de María. Ya está vencido el dragón, Jesucristo lo venció, con los méritos de su Pasión. Ya no más Corderito de mi corazón. Ya no más Corderito de paz. Ya no más Corderito de oro, ya no más. A las bodas del Cielo llaman aprisa: ay mi Dios, ¿quién será ésta? Cristo es el esposo, la Virgen, la Madrina: dichosa el alma que fuere digna. Ay Jesús mío, y ¿quién será digna?

Estos eran los versos que cantaba tan suavemente (como habemos dicho) mientras le duraba el regalo del Cordero, y era con grande continuación, repitiéndolas diversas veces con otros amorosos requiebros que le cantaba con unos ademanes y acciones que le parecía que el alma se le arrancaba de puro gozo y alegría, teniendo el rostro tan encendido que parecía que echaba fuego. Era cosa que causaba tanta devoción a las religiosas que se deshacían en lágrimas viendo aquel triunfo de Amor Divino, arrojando centellas de fuego por la boca de las que no le cabían en el corazón, y verdaderamente parecía alma que estaba en el Cielo gozando y no padeciendo las miserias de este valle de lágrimas. Después que pasaban estas influencias celestiales, quedaba en suma paz y tranquilidad, más humilde, más encendida en amor de su Divino Esposo, más agradecida a las mercedes que de su mano había recibido, ya no había miedos, temores, ni recelos ni viso de tentación porque todo era bonanza, navegando su alma viento en popa que como estaba hecha a las tempestades pasadas. Estimaba en mucho la tranquilidad presente aunque las enfermedades corporales estaban en su punto dando continuas alabanzas a Dios las cuales son tan ciertos indicios para asegurarnos de que estas cosas eran dimanadas de su poderosa mano.

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CAPÍTULO XXII

COMO TRES MESES ANTES DE SU MUERTE, LA ENTREGÓ NUESTRO SEÑOR A OTROS DEMONIOS, DÁNDOLES PERMISO PARA QUE LA ATORMENTASEN. Este bocado tan lleno de júbilos celestiales dio Nuestro Señor a su querida y regalada esposa que tantos y tan prolongados trabajos había padecido, para que como otro Elías cobrase esfuerzo para poder subir la última cuesta que le quedaba hasta llegar a la cumbre del Monte Santo de la Gloria.Y cierto que podremos aplicarle las palabras que dijo el orador cristiano, el venerable padre fray Luis de Granada, en la vida que escribió de aquel apóstol de Andalucía, gloria y honra de todo el clero, el venerable padre maestro Juan de Ávila1 al cual Nuestro Señor, en lo último de su vida, ejercitó con gravísimos dolores, tormentos y trabajos porque en esta vida no tiene su Divina Majestad otro don que dar a sus grandes amigos que cruces y trabajos en premio de sus servicios que así se lo dio a entender a su sierva en una ocasión que vio que el Señor puso su Cruz a una persona que amaba mucho, y de allí adelante padeció mayores trabajos que de antes a la cual también dio a beber de un cálice lleno de amargura, sirviendo esto de gran consuelo a la madre Isabel de la Encarnación, por los trabajos y amarguras que pasaba.Y esta es la causa porque todos los Santos, en el grado que lo fueron, padecieron tanto que así lo dijo el Apóstol San Pablo en el capítulo 11 de los Hebreos: Sancti per fidem, &.Y en el capítulo 12, tomando las palabras del Apocalipsis y de los Proverbios, dice que a los que son hijos queridos de Dios, legítimos herederos de su Gloria, los aflije con trabajos en esta vida.Y el profeta Zacharías, capítulo 13, dice: Vrameos, sicut vritur argentum, 1

Fray Luis de Granada (1504-1588) escribió la Vida del venerable maestro Juan de Ávila.

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&. Yo abrazaré y quemaré sus quilates de la manera que se purifica en el fuego la plata y el oro, lo mismo hizo Nuestro Señor con esta alma pura que tanto amaba. ¿Quién le pudiera decir madre Isabel de la Encarnación, qué júbilos y alegrías son esos que así le hacen olvidar los trabajos y refriegas pasadas y los dolores y enfermedades, que ahora padece? Acuérdese que continuamente pedía a Dios trabajos y más trabajos con una sed insaciable, deseando padecer hasta morir crucificada en la Cruz para que de ella subiese al Cielo. Tiemple, tiemple esos gustos con esta consideración y pues toda su vida estuvo puesta en ella. No piense que le ha de faltar en este último trance que al fin se canta la gloria y se coge el fruto de los trabajos. Pasados los dichos treinta días en que tantos regalos recibió de Nuestro Señor, se le apareció la Santísima Virgen y le dijo que cobrase nuevo ánimo y esfuerzo porque la voluntad de su precioso Hijo era que volviese a tener batallas con los demonios para su mayor corona y merecimiento. Quedó tan asombrada con esta nueva que podemos decir: Cæpic pauere, & tædere, que empezó a temblar y a temer la carrera que aunque su espíritu estaba pronto a obedecer, la carne como enferma y hecha a los consuelos y regalos pasados y hostigada con la experiencia de los tormentos y encuentros de los enemigos, quería huir el cuerpo a los que ahora se le ofrecían, sintiendo aquella colluctación2 y pelea entre su alma y su cuerpo que dice San Pablo.Y en medio de ella, le aseguró la Santísima Virgen que la ayudaría con su amparo que no temiese y que aceptase aquel cáliz de amargura porque así convenía por entonces con lo cual se rindió la carne al espíritu, conformándose con la Divina Voluntad. Al mismo punto, envió Lucifer otros demonios diferentes de los pasados (que aquellos nunca más la afligieron) los cuales a porfía la atormentaban de día y de noche sin cesar un punto y lo hicieron hasta el punto que acabó la vida.Y lo que más sentía, era que uno de éstos hacía instancia en que dejase la devoción de la Santísima Virgen, y a veces le causaba impedimentos en sus alabanzas. Fuéronsele agravando con estos tormentos sus enfermedades las cuales, desde el principio de su profesión por discurso de más de diez y ocho años, padeció con la paciencia y alegría que habemos visto, y ésta no le faltó en el último combate que tuvo con los demonios por estar muy conforme con la Voluntad de Dios aunque la dejaban a veces con reliquias, agua bendita, y oraciones de que usaba para defenderse de ellos.

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colluctación: colluctatio quiere decir «lucha, conflicto».

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CAPÍTULO XXIII

DE UNA VISIÓN ESPANTOSA QUE TUVO ACERCA DE LAS CALUMNIAS CON QUE LOS DEMONIOS LA ACUSARON EN EL TREMENDO JUICIO DE DIOS. Del Santo Agaton, Arsenio y otros santos, se refiere en el Prado espiritual1 que estando a la hora de la muerte, empezaron a temer la cuenta que habían de dar de sus acciones siendo santos porque el juicio de Dios es muy diferente de lo que juzgan los hombres. Así dijo por la boca del Real Profeta2: Ego iustitias iudicabo. Que en las obras que nos parecen justas, tendrá mucho que juzgar y reprobar. Esto se confirma con una visión que tuvo la madre Isabel de la Encarnación, bien temerosa, antes de su muerte porque por espacio de dos horas, estuvo arrobada y fuera de sus sentidos, padeciendo las mismas agonías que si se muriera, turbósele la vista, desfiguróse, abríanse las narices y las canillas3 de los brazos, levantósele el pecho con el ronquido de la muerte y empezó a sudar y a afligirse con tan extraña congoja y aflicción que causaba pavor a las religiosas que se hallaron presentes, y estando bien confusas, dijo estas palabras: Encomiéndenme a Dios, que estoy en el Juicio.Y de cuando en cuando decía: No he hecho tal, pues ¿no lo sabeis vos, Dios mío?, como sucedió a un monje Esteban en ocasión semejante.Y me han certificado que ponía grima4

1 Prado espiritual: se refiere al texto escrito por Juan Basilio Santoro llamado Prado espiritual recopilado de autores antiguos clarísimos y santos doctores, editado en Madrid en 1674, en el cual narra las virtudes y hazañas de personas preclaras y virtuosas. 2 Real Profeta: el Rey David. 3 canillas: se llama canillas a los huesos de que se compone el brazo desde la espadilla hasta la mano (Aut). 4 grima: el horror y espanto que se recibe de ver u oír alguna cosa horrenda y espantosa (Aut).

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y horror ver semejante espectáculo en una alma tan pura la cual después que volvió en sí, quedó tan espantada y asombrada que no podía hablar palabra de la manera que sucede a alguna persona cuando se ve libre de un trance y peligro de la vida que muda el color y no le alcanza el resuello5 ni puede hablar.Torcíase las manos y con acciones extrañas, decía cuán engañados vivían los mundanos, pues no temían el juicio y rigor con que han de dar cuenta a Dios de sus acciones y que se holgara6 poder salir y dar voces contando lo que había pasado.Y preguntándole la prelada (después que se sosegó un poco), se lo refiriese: dijo que había sido llevada en espíritu al Tribunal de Dios para ser juzgada y que parecieron allí innumerables demonios los cuales le pusieron muchas acusaciones, calumniándole todas las acciones, pensamientos y palabras de su vida, y levantádole muchos testimonios pero que eran con un modo de cobardía que echaba de ver la malicia de los acusadores, y que hallándose tan afligida y atemorizada, se volvió a Cristo Nuestro Señor que era el juez y con grande turbación y humildad, le dijo que bien sabía y le constaba que no había cometido las culpas de que era acusada pero que toda su confianza la tenía librada en su Misericordia y en los méritos de su Pasión, y que el Señor, mirándola con semblante benévolo, la dio por libre de las acusaciones de sus enemigos y le dijo: Vete en paz, que la sentencia ha salido en tu favor, alcanzado has victoria de ellos. Pero que mientras viviese, no sería posible olvidar el aprieto, agonía y temor con que estuvo en aquel tremendo juicio y decía muchas veces: Madres mías, ¿cómo es posible que viva quien ha visto cosa tan espantosa como ésta? No me espanto de que el santo Rey David, siendo tan justo y amigo de Dios, díjese en el Psalmo 142: Non intres in iudicium cum servo tuo Domine: quia non iustificabitur in conspectu tuo onmis viuens. No entréis en juicio conmigo porque ninguno de los vivientes, por justo que sea, lo será en vuestra presencia. Si una religiosa tan pura como la madre Isabel de la Encarnación que no perdió la Gracia baptismal y que vivió con la pureza y perfección que habemos visto, crucificada con tantos trabajos y tormentos, se halló tan atribulada y afligida en el Juicio de Dios, ¿qué aguardo yo siendo tan pecador? Y ¿qué juicio tendrán los hijos de este siglo que viven como gentiles, añadiendo pecados a pecados tan sin temor de Dios, como si no creyeran lo que profesan? Si in viridiligno hæc faciunt in arido quid fiet?, dijo Cristo por

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resuello: aliento o respiración. En lo común se toma por la violenta (Aut). holgar: celebrar, tener gusto, contento y placer de alguna cosa (Aut).

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San Lucas, capítulo 23. Si esto vemos que pasó por un árbol verde y cargado de merecimientos como esta sierva de Dios, ¿qué era del seco, sin virtud y lleno de pecados y abominaciones? Pues como dijo el Príncipe de la Iglesia en su Epístola 1, capítulo 4: Et si iustus quidem vix salvabitur; impius, & peccator, ubiapparebunt? Pidamos pues todos lo que el Santo Rey David: Confige timore tuo carnes meas Domine. Que por su infinita misericordia tenga clavada nuestra carne y sus apetitos con su santo temor para que vivamos como quien ha de pasar por el juicio rigoroso de su justicia. Antes que pasemos al capítulo siguiente, se ha de notar que Nuestro Señor tenía determinado que la muerte de esta sierva suya fuese en breve, sin los prenuncios y aflicciones y agonías que suelen disponer para ella (como después veremos) las cuales son meritorias, llevadas con paciencia, y suelen servir de purgatorio como sucedió a un santo monje del Cister, según refiere el Padre Martín Roa de la Compañía de Jesús7 en aquel librito que escribió del estado de las almas, tan breve como docto y devoto, y es conforme a la doctrina de San Gregorio en el libro 24 de sus Morales porque son los dolores del parto con que los justos nacen para la gloria.Y así, vemos que muchos siervos de Dios tienen grandes aflicciones y agonías en la hora de la muerte, como dice el padre maestro fray Luis de Granada las cuales tuvo anticipadas la madre Isabel de la Encarnación (como hemos visto) porque no le faltase el mérito de este trabajo y agonía a la cual tenía tanta sed de padecer por amor de Dios.Y también podemos entender que, con particular inspiración suya, ordenó se despidiese de todas las religiosas (a quien amaba tanto con amor recíproco) porque ocho días antes que muriese rogó encarecidamente a la madre priora que le llevase a su celda a todas las religiosas juntas, que las deseaba ver, que por su flaqueza y la gravedad de sus enfermedades, no se podía levantar de la cama, y aunque padeció una cosa nueva, la madre priora, por acudir a su consuelo y por ver el afecto con que lo pidió, mandó que toda la comunidad fuese a su celda donde estuvo todas más de una hora.Y fue hablando a cada una en particular, con tantos actos de amor y caridad y con una alegría que no le cabía en el corazón, significándoles lo mucho que se había consolado su alma en 7

El padre Martín Roa nació en Córdoba en 1561. Fue el autor de obras como Beneficios del Santo Ángel de Nuestra Guarda (Córdoba, 1632) y Estado de los bienaventurados en el cielo. De los niños en el limbo. De los condenados en el infierno: y de todo este Universo después de la Resurrección y juicio universal (Sevilla, 1624) entre otros textos.Ver Fernández López, 2002, pp. 193-194 nn. 23-25. Seguramente, se refiere al segundo texto.

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verlas (pues habían sido en sus trabajos sus compañeras) por lo mucho que las amaba y aliviándose lo mejor que pudo, se sentó en la cama y tomó las manos a la madre priora y se las besó diversas veces con grande amor, respeto y humildad, haciendo tantos actos amorosos que todas los extrañaron y tuvieron por cosa nueva, y estaban confusas sin saber a qué atribuirlo. Finalmente, mandó la madre priora que las religiosas se fuesen a sus celdas y que cada una se fuese despidiendo de la enferma, echándole su bendición con estas palabras: La bendición del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, quede con vuestra caridad. Amén. Hiciéronlo así con grandes muestras de amor y ternura, quedando ella muy regocijada y consolada porque la brevedad de su muerte no dio lugar a que pudiese despedirse de sus hermanas las cuales quedaran con desconsuelo, si no se hubieran despedido de ella en esta ocasión, por el grande amor que le tenían.

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CAPÍTULO XXIV

CÓMO DIO EL SEÑOR FIN A LOS TRABAJOS Y MARTIRIOS DE LA MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN CON SU DICHOSA MUERTE. El Real Profeta David en el Psalmo 105 llama preciosa a la muerte de los Santos y San Bernardo en una epístola da la razón con estas palabras: Con mucha razón se dice preciosa la muerte de los justos porque es el fin y el término de sus trabajos, la consumación de sus victorias, la puerta y entrada de aquella perfecta seguridad de la Vida Eterna. Por lo cual, nuestra Madre la Iglesia, regida por el Espíritu Santo, generalmente no celebra fiesta al día en que los santos nacieron sino el día en que murieron porque entonces nacieron para la Gloria y así llama a su muerte natalicia, y vemos los grandes júbilos y alegrías que tienen cuando Nuestro Señor es servido de revelarles la hora de su muerte y las ansias con que la desean, como decía San Pablo que la mayor ganancia para él era morir, deseando que su alma se desatase de las cadenas del cuerpo para unirse con su amado Jesús porque mientras viven en esta vida (que como dijo San Gregorio, es una muerte prolija) están desterrados de aquella ciudad permanente que es la Bienaventuranza y anda inquieto el corazón hasta que repose en su centro que es Dios (como dijo el enamorado Agustino) y en llegando hora tan deseada, se alegran como el labrador que empieza a gozar de la cosecha que le ha costado grandes trabajos y expensas, y como los que han salido victoriosos con los despojos de sus enemigos. Así lo dijo Isaías capítulo 9: Læt abuntur coram te, ficut qui lætantur in mese; sicut exultant victores capta præda. Por lo cual consuela y anima a los justos aquella guía verdadera de pecadoras para el cielo, con las palabras del mismo profeta: Dicite iusto, quoniam bene. Decidle al justo que bien, que no tema la muerte porque tiene al juez propicio, que no tema su juicio, ha de ser con benigna clemencia y misericordia, que no tema a los demonios,

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pues tiene a Dios de su parte y que no le atemoricen las agonías de la muerte porque han de ser para su mayor gloria.Y dijo San Anselmo: Non nocet bonis, si occidantur, vel súbita morte rapiantur. Non enim subito moriuntur, quidem per se cogitaverunt morituros: & si quolibet infortunio moriantur, semper est pretiosa mors eorum: & ideo mors non nocet ímo multum prodest eis, quia si quid peccati contraxerunt per fragilitatem, relaxatur per mortis acerbitatem. No les daña a los justos que mueran a puñaladas, ni con muerte repentina porque no es muerte súbita la de él que siempre meditó en ella, y en cualquier acaecimiento siempre es preciosa su muerte. La cual, siendo violenta o con dolores y agonías, es provechosa porque les sirve de Purgatorio. Esto es conforme a lo que dijo el Espíritu Santo: Iustus, & si morte præoccupatus fuerit in refrigerio erit (en el libro del sabio). Que aunque el justo muera súbitamente, no le faltará el premio y descanso debida a sus buenas obras porque le hallará su Esposo velando con lámpara encendida de caridad como sucedió a las vírgenes prudentes del Evangelio. Refiere el Padre espiritual que yendo un monje a la ciudad, vio que un león había despedazado a un santo ermitaño, y que a un rico que había muerto se le dio sepultura con grande pompa y solemnidad, y estando confuso le dijo un ángel que el rico estaba en el Infierno y el ermitaño en el Cielo y que aquella muerte violenta le sirvió de Purgatorio. De todo lo que se ha dicho en el discurso de esta historia, consta que la madre Isabel de la Encarnación vivió desde niña como virgen prudente, en vela, sin que jamás se le apagase la lámpara de la caridad, pues no perdió la Gracia baptismal, deseando siempre padecer como quien tenía conocidos los quilates de los trabajos llevados con paciencia sin que jamás desease morir por librarse de ellos porque mientras más padeciese, sería mayor el premio, y así nunca pidió a Dios le manifestase la hora de su muerte que bien lo pudiera hacer, imitando al santo Rey David en el Psalmo 38: Notum fac, & y a otros santos. En muchas ocasiones que me comunicaba sus trabajos, tormentos y tribulaciones, le pregunté si tenía alguna luz del fin y término de ellos que es la muerte y siempre me respondió que no, con tanto ánimo y desganada de morirse como si viviera con el mayor descanso del mundo porque estaba pendiente de la Providencia y Voluntad de Dios con una valiente resignación y en particular, me respondió lo mismo cuando le di el viático1 poco antes que muriese.Verdad es que mucho tiempo antes le 1 viático: el sacramento del Cuerpo de Cristo que se administra a los enfermos que están en peligro de muerte y como un viaje para la eternidad como verdadero sustento del alma (Aut).

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reveló Nuestro Señor que su muerte sería cuando menos pensase pero no la hora ni el día y así lo había dicho a su prelada de lo cual podemos entender piadosamente que como sus delicias y deseos eran de padecer y más padecer (como dijimos en su lugar) con ansias de ir desde la cruz al Cielo, Nuestro Señor (que tan liberal es en esto) dio cumplimiento a sus santos deseos y así vemos que revelándole tantos arcanos celestiales, no fue servido de revelarle la hora de su muerte para que estuviese crucificada hasta el último punto de ella con los graves dolores y tormentos como padecía porque cosa llana es que si le hiciera este favor algunos años antes que muriese (como a otros santos), fuera un regocijo y alivio increíble para la parte inferior de la carne que naturalmente desea verse libre de los trabajos aunque la parte superior del espíritu desease padecer por amor de Dios. Fuéronsele pues a nuestra enferma agravando más las enfermedades que habemos referido en estos tres meses últimos, y en particular el dolor del costado sin que el médico ni las religiosas ni sus confesores entendiésemos que se llegaba el término de ellas porque a todos nos contaba que Dios la sustentaba milagrosamente sin que tantas enfermedades mortales juntas tan graves tormentos le hubiesen quitado la vida en tantos años.Y aunque estaba tan consumida en el cuerpo, la valentía de su espíritu nos aseguraba mayormente que en otras muchas ocasiones estuvo ya como muerta y oleada y después volvía a cobrar fuerzas sobrenaturales pero con todo eso, le dimos en este tiempo el viático dos veces con las ceremonias de la Orden porque ella lo pidió y la última fue sobre tarde, pocos días antes que muriese y lo recibió con grande afecto y devoción, reservándose la extremaunción para su tiempo. Entonces, me dijo que no tenía luz alguna de su muerte, con el ánimo y resignación que solía y me refirió los grandes dolores que padecía así de sus enfermedades como de los tormentos de los demonios aunque no eran tan crueles como los de los asistentes, y me dijo que mucho más la afligían los grandes trabajos y desamparos que padecía en su alma. Salí bien lastimado y entristecido, deseando que Nuestro Señor pusiese término a tantos tormentos si así convenía a su Divina Voluntad. Las religiosas andaban con harto cuidado, asistiéndole con su acostumbrada caridad y el grande amor que le tenían y procurando algunas cosas extraordinarias que comiese porque totalmente tenía postrado el apetito sin que pudiese reposar ni descansar un punto con sus continuos trabajos y martirios y su ordinaria paciencia. De esta suerte, llegó inopinadamente2 el

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inopinadamente: sin pensar o sin esperarse (Aut).

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dichoso y alegre día en que Dios había de poner término en ellos que fue lunes postrero3 de febrero, año de mil y seiscientos y treinta y tres. Estuvo aquel día más aliviada, y a las seis y media de la tarde, habiendo comido con más aliento que de antes, se sentó en la cama, arrimada a las almohadas (estando la comunidad haciendo colación en el refectorio). Dejola así la compañera por un rato y salió a ayudar a tocar las campanas y repique de la fiesta, cuyos cordeles están allí cerca de la celda en que estaba la enferma. Volvió a entrar luego, y viola tan desfigurada que le pareció se moría. Llamó presto a la madre priora y vino luego con las religiosas a la celda pero no se turbaron aunque la hallaron sin habla y con paroxismos porque era esto ordinario. Llamáronme para darle la extremaunción y fui a dársela con harta prisa, y al fin, murió con esta brevedad in osculo Domini, como otro Moisés, dando el Señor fin a los increíbles trabajos, enfermedades y tormentos tan prolongados que había padecido y el premio debido a sus grandes merecimientos como podemos creer piadosamente de su infinita bondad, librándola con una muerte tan breve de las amenazas que los demonios le hacían continuamente para aquella hora que a veces la tenían bien atribulada como a la venerable doña María Vela.Y aunque tenía señales de difunta y le dije el responso que manda el ceremonial de la Orden, advertí a la madre priora cuando me iba que no doblasen hasta que pasasen algunas horas por ver si volvía en sí como había sucedido muchas otras veces. Causóme gran ternura y devoción ver el respeto y veneración con que las religiosas veneraban aquel cuerpo virginal que tantos martirios había padecido y estaba ya tan exhausto y desfigurado como la muerte, dándole mil parabienes de sus victorias y llamándola virgen y mártir a boca llena con muchas lágrimas y sentimiento por la falta que les había de hacer aquel ejemplo de paciencia, obediencia, humildad y de las demás virtudes como hacía San Ambrosio cada vez que moría algún justo.Visto pues que ya no había que aguardar después de las nueve y media de la noche, doblaron y habiéndola amortajado en la forma ordinaria con el hábito y capa de la Orden, la llevaron al coro alto poniéndole mucha cera y dijeron los maitines con una devoción y ternura extraña, dando mil gracias a Dios por el triunfo con que la llevó a gozar de su Divina Majestad.Y como el amor que le tenían era tan grande, estuvieron todo lo restante de la noche acompañándola, envidiando su dichosa muerte.

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postrero: lo que es último en orden (Aut).

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CAPÍTULO XXV

DEL ENTIERRO QUE SE HIZO A ESTA SIERVA DE DIOS. El día siguiente, habiéndose dado noticia de la muerte de la madre Isabel de la Encarnación al señor vicario, envió orden a la madre priora para que se le diese sepultura a la tarde, después de las cinco, para que se hiciese con mayor solemnidad con asistencia de los señores capitulares y la música de la Catedral y en esta conformidad se fueron disponiendo las cosas para el entierro. Díjose la misa conventual del Santo Ángel Custodio con la ordinaria solemnidad con que se celebran los oficios en este santo convento y después de ella, se cantó el responso a la difunta.A las dos de la tarde, la bajaron las religiosas en procesión con el canto y ceremonias de la orden, al coro bajo que estaba bien adornado de mucha cera y flores. Pusiéronle la corona y palma bien aderezadas de flores y levantósele el velo para que se pudiese ver de la iglesia, y antes que se abriese, la retrató un excelente pintor desde acá fuera.Y aunque es verdad que cuando le di la extremaunción estaba tan desfigurada y flaca como la misma muerte, le volvió el Señor su hermosura y entereza antigua, de tal suerte que ponía admiración y parecía que estaba viva con el rostro apacible y risueño como solía. Fue grande el discurso y moción con que la venían a ver, aclamándola por santa por toda la Ciudad. Vinieron a las cinco de la tarde todos los señores capitulares e hizo el Oficio el señor vicario, cantósele la vigilia en canto de órgano por la capilla en la iglesia con gran solemnidad, y habiéndose acabado, entraron a darle sepultura con algunos padres sacerdotes.Y fue cosa notable ver aquel venerable cuerpo que estaba tan blando y tratable como si fuera vivo, arrodillábanse los sacerdotes, besándole los pies descalzos con gran devoción, y la capa, escapulario y velo a porfía, y si el señor vicario no lo estorbara, pasara más adelante con todo, le cortaron algunos pedazos de las manos sin que tuviese rastro de corrupción o mal olor, saliendo de ellas un óleo extraño.

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La gente que estaba en la iglesia (que era mucha) pedía con grande instancia reliquias y yo les di por la reja algunas flores del féretro. Finalmente, la sepultamos en la sepultura de las religiosas, recibiéndola en ella dos sacerdotes. Cuando salimos fuera, ocurrieron los que estaban en la iglesia a pedirnos reliquias y allí se repartieron algunas pero no hubo para todos. Estúvose la sepultura sin apretar la tierra ni losarla muchos días y me certificaron las religiosas que siendo así que era necesario solar luego las demás por el mal olor que exhalaban. Ésta no le tuvo en ninguna manera y que tenían por cierto que el cuerpo no tenía corrupción. Después, se hizo lo que con las otras, solando la sepultura con señales de azulejos para que sea conocida y es grandísima la veneración que le tienen. Fuéronse cantando las nueve misas en la forma acostumbrada hasta que se hicieron las exequias como veremos en el capítulo siguiente.

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CAPÍTULO ÚLTIMO

DE LAS EXEQUIAS QUE SE HICIERON A LA MADRE ISABEL DE LA ENCARNACIÓN. A muchos hombres doctos y espirituales que sabían la virtud de nuestra difunta pareció conveniente que, aunque se saliese del paso ordinario de Carmelitas Descalzas, se le hiciesen exequias porque de ellas resultaría grande edificación a la Ciudad que deseaba celebrar sus virtudes. Dio licencia el Señor Ilustrísimo para ello y así se dispuso lo necesario para el día que pareció a propósito. Púsose el túmulo en la capilla mayor, bien adornado de cera, lunes a 4 de abril. Fue tan grande el concurso que con haberse de empezar los oficios después de las diez porque así lo ordenó el señor vicario que dijo la misa, y que se había de acabar primero la conventual de la Catedral, desde las siete estaba tan llena la iglesia de gente (con ser grande y muy capaz) que no había por donde entrar y fue necesario tener cerrada la reja de la Capilla Mayor para las religiones y personas graves, y cuando el cabildo eclesiástico vino, no fue posible que entrase por las puertas de la iglesia y para haber de ir a su asiento, fue necesario que entrase por la portería que tiene puerta a la Sacristía y fue con mucha dificultad y trabajo porque estaba la gente tan apretada que no había por donde romper. Fue uno de los mayores y más lucidos auditorios que se han visto en esta tierra y decían personas graves que parecía concurso de Madrid. Asistieron todas las religiones con algunos prelados, la de Santo Domingo, San Francisco de ambos conventos de la observancia, y Descalzos de San Agustín, la Merced, y la Compañía de Jesús, y de San Juan de Dios.Y es cosa cierta que si tal se entendiera, se hubiera dispuesto una sombra o ramada en la calle para que todos cupieran porque fue mucha la gente que se volvió con harto sentimiento, pero como era día de trabajo, entendimos que hubiera poco concurso. Empezóse la vigilia por la capilla y mucha de la Catedral (sin querer

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Capítulo último

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paga ninguna), con gran solemnidad, y después de la misa, predicó el muy reverendo padre Diego de Santiago de la Compañía de Jesús, con el grande espíritu y erudición que solía.Tomó por temas las palabras del capítulo tercero de los Cantares: Que ascendit per desertum, sicut virguta fumi, ex aromatibus myrrha, & turis, & universi pulveris pìgmentariÿ.Y sin salir un punto de ellas, fue tratando de las excelentes virtudes de la difunta, de los grandes martirios y enfermedades con que Dios la ejercitó y molió para que fuese al cielo.Y con ser ya tarde y el tiempo de excesivo calor y que el sermón fue muy largo, tuvo tan suspenso todo el auditorio y con tanto gusto y devoción que puso admiración, y me dijeron los hombres doctos y graves que le oyeron que fue uno de los mejores y más bien trabajados sermones que habían oído en su vida.Y siento mucho no tener con qué imprimirlo en esta primera impresión pero será Dios servido que en otra que se haga para mayor ornato y comprobación de todo lo contenido en esta historia. Hallóse a este acto la señora Mariana de Piña, madre dichosa de nuestra difunta, con sus hijos y deudos y el padre predicador le dio mil parabienes y a la Ciudad y religión por haber tenido una hija tan virtuosa que cierto se puede preciar esta Ciudad de los Ángeles, no tanto de su antigüedad, lealtad, nobleza, riqueza, ni de los suntuosos edificios que tiene como de haber tenido una hija tan sierva de Dios como la madre Isabel de la Encarnación.Y espero en su Divina Majestad, será servido de ornato, poniéndola la Santa Iglesia en el catálogo de las vírgenes para amparo y defensa de esta angélica Ciudad. Epílogo moral del provecho que habemos de sacar de esta historia. Será de consuelo para los que padecen trabajos en esta vida. Benedicta a deo illa anima (dice San Cesario, Obispo de Arles) cuius humilitas confundit superbiam; cuius pacientia proximi extinguit ir acundiam; cuius obedientia pigritiam alterius increpat; cuius fervor inertiam alieni corporis exucitat. Bendita sea de Dios el alma (dice San Cesario Obispo) cuya humildad es tan grande que confunde la soberbia, cuya paciencia es bastante a apagar la ira de su prójimo, cuya obediencia reprehende su pereza, y cuyo fervor y caridad aviva y resucita su descuido, tibieza y flojedad. Muy bien cuadran las palabras de este Santo a una alma tan bendita como la de la madre Isabel de la Encarnación que tantos ejemplos nos ha dejado de caridad, de obediencia, de paciencia, y de las demás virtudes en que se ejercitó mientras vivió, poniéndonos el Señor, delante de los ojos, una mujercita flaca (pero fortalecida con su gracia) para confusión de aquellos miserables siglos en que vemos cumplido lo que dijo el sabio Rey Salomón, que todo es vanidad y más vanidad por ser infinito el número de los necios e insensatos que piensan salvarse con la fe sola, gastan-

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do la vida en vanidades, pasatiempos y deleites del mundo, siendo así que el reino de los cielos (como dijo el Apóstol San Pablo) ha de costar fuerzas y trabajo y se ha de conquistar con el ejercicio de las virtudes y que no ha de gozar de la Corona de la Gloria el que no peleare varonilmente venciendo los malos resabios y apetitos de la carne, imitando los ejemplos de los Santos que tantos trabajos, afrentas y martirios padecieron y tantas penitencias hicieron para gozar de la Bienaventuranza, entre las cuales se nos propone uno de nuestra misma patria para despertar nuestra tibieza y flojedad. Pues vemos una niña tierna y delicada, tan valerosa que tuvo brío y ánimo para vencer al mundo con sus regalos y apetitos y las furias infernales con las cuales tuvo tan fuertes batallas y tan porfiadas baterías, saliendo de ellas con tan ilustres triunfos y victorias con la Divina Gracia que no se negará jamás a quien tuviere la determinación que ella tuvo. Pero, porque los flacos que tanto huyen del camino de la Cruz, no desmayen viendo el que esta sierva de Dios ejercitó con tan inmensos trabajos y martirios, llevándolos con él alegría y deseos de padecer más de lo que hemos visto, me valdré para animarlos del venerable padre maestro Fray Luis de Granada, en el tratado segundo c. 2. de su Memorial1 el cual, habiendo referido las increíbles penitencias que aquellos santos del tiempo de San Juan Climaco2 hacían, dice que es justo y conveniente se escriban las grandes virtudes de los Santos y las hazañas memorables que hicieron para que veamos lo que puede nuestra flaca naturaleza con el auxilio de la Gracia de Dios, la cual siempre está aparejada y dispuesta para todos los fieles así los que fueron entonces como para los que ahora son y serán, si se esforzaren a trabajar como aquellos, que por eso dijo nuestra señora la venerable doña María Vela que los grandes santos se hicieron con la grande terminación y ánimo que tuvieron de resignarse en sus manos, sin resistencia a sus divinas inspiraciones. Lo segundo para que nos confundamos y avergoncemos vista nuestra tibieza y flojedad y el fervor y caridad de los santos, y para que con el ejemplo de esta valerosa mujer y de los demás, nos ofrecemos a hacer algo más de lo que hacemos para salvarnos, visto lo mucho que ellos hicieron, pues ni tenían cuerpos de otra materia que los nuestros ni otra ayuda y favor que el de nuestro Dios y Señor que por eso se ponen y representan los ejemplos de cosas mayores para que no extrañemos siquiera las menores. 1

Memorial: Memorial de la vida cristiana, dos volúmenes (1565). San Juan Climaco: en 1562, fray Luis de Granada traduce y anota el texto de san Juan Climaco (579-649) llamado Escala espiritual. 2

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Verdad es que ninguno debe desmayar sino hiciere lo que estos santos hicieron porque así como en el cuerpo humano hay muchos miembros, unos más nobles y otros menos nobles pero todos necesarios (como dijo San Pablo), así también en la Iglesia hay diversos grados de merecimiento, diversas vidas, diversas penitencias y diversos caminos que disponen para el cielo, en el cual también hay muchas y diversas mansiones y sillas, unas más altas y otras más bajas, conforme a los merecimientos de los Santos y cada uno de ellos está contento con el lugar y suerte que le cabe (como dijo San Gregorio). Ni tampoco debemos desconsolarnos porque no hacemos todas las penitencias y mortificaciones de los Santos porque muchas se nos proponen más para que nos admiremos que para que las imitemos o porque lo que viene bien para un gigante no viene bien para un pigmeo, y lo que se compadece con el espíritu muy alto no conviene para el que no lo es. Pero porque como dijo el Apóstol San Pablo, todas las cosas y virtudes de los Santos que se escriben, no son para que solamente nos deleitemos en lo superficial de ellos sino para que seamos instruidos y enseñados con sus ejemplos, conviene que saquemos de lo que esta sierva de Dios nos dejó con su vida, algunos documentos y consideraciones para provecho espiritual de nuestras almas.Y aunque había mucho que decir acerca de la imitación de su profunda humildad con tanta pureza de conciencia, de sus penitencias, estando al parecer legítimamente impedida con sus continuas enfermedades y martirios de su pobreza, oración, silencio, mortificación, caridad con Dios y con los prójimos, y de las demás heroicas virtudes que tuvo, y en particular, de aquella constancia tan grande con que resistió tan fuertes combates contra su pureza virginal, y del vencimiento de su propia voluntad con rendida sujeción y obediencia a sus preladas. No me quiero detener en estas cosas por no alargar tanto este discurso, dejándolas a la piadosa consideración de los fieles que tienen bien que ponderar e imitar en ellas y en particular los religiosos, y así trataré solamente del grande aprecio que debemos tener todos de los trabajos y tribulaciones en esta vida, llevadas con paciencia en que tanto se señaló esta pacientísima virgen para que nos animemos a seguir sus pisadas en cuanto alcanzaren nuestras fuerzas, poniendo toda nuestra confianza en Dios que (como dice San Pablo) no da a cada uno más trabajos de aquellos que puede llevar conforme a su capacidad. Su Divina Majestad me dé su gracia para que acierte a decir una cosa tan ajena de estos miserables siglos como es que no hay otro camino para el Cielo que el de la Cruz y trabajos que tan desabridos son a nuestra carne, y

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que todos, por la mayor parte, deseamos huirles el cuerpo, buscando lo que él tanto apetece como es el descanso y el contento. Por lo cual habemos de suponer una doctrina muy cierta de todos los Santos (como dijo San Máximo): Quod omis Christiani vita, qui secundum Evangelium vixerit, Crux est, atque martyrium. Que la vida del verdadero cristiano no es la que se usa en el mundo en el cual todos, por la mayor parte, aborrecen los trabajos, procurando con gran connato y diligencia, las riquezas, deleites y descanso sino una perpetua cruz y martirio. Ésta fue la que vivió Jesucristo Nuestro Señor, nuestro camino, nuestra guía y ejemplar, y la que nos enseñó en la predicación de su Evangelio, y en especial en aquel primer sermón que predicó en el monte donde no dijo que gozaran de la Bienaventuranza los que buscan honras, riquezas, deleites y descansos, sino los pobres, los que lloran, los humildes, los que padecen persecuciones, tribulaciones y trabajos.Y esta doctrina nos enseñaron con palabras y obras los santos Apóstoles, sus discípulos y los demás santos que le sucedieron. Oigamos a uno de ellos, el Apóstol San Pablo: Andamos (dice) tan perseguidos del mundo como fiera que lidian en el cosso3. Padecemos hambre, sed y desnudez; somos abofeteados, maldecidos, blasfemados y tratados como al polvo de la tierra, de tal suerte que con ninguna cosa piensa el mundo que agrada a Dios tanto como nuestra muerte. Los Santos fueron escarnecidos, azotados, encarcelados, presos, apedreados, aserrados; anduvieron por el mundo vestidos de pieles de animales, necesitados, angustiados, afligidos, teniendo por vivienda las cuevas de los montes. Éstas son las palabras de este gran Doctor y Maestro del mundo.Y si bien consideramos todas las vidas de los Santos, desde el principio de la Iglesia hasta nuestros tiempos, hallaremos que todos padecieron grandes trabajos y martirios, menospreciando las vanas honras y falsas riquezas que tanto estima el mundo, y como tenían tanta luz del Cielo, no pedían otra cosa a Dios que trabajos, cruces y tribulaciones. ¿Qué pedía aquel tierno enamorado Augustino? Señor, no me deis en esta vida descanso sino trabajos. Quemad, cortad aquí esta carne, no le perdonéis en este siglo para que en el otro alcance perdón.Y mientras viniere la hora dichosa de mi muerte, no quiero que me apacentéis con otra cosa que con mis lágrimas y sollozos ni que me recreéis sino con mis dolores y tormentos.Y no traigo otros muchos ejemplos que pudiera, pues tenemos el de esta sierva de Dios que tenía bien conocidos los quilates de los trabajos, y así tenía continuamente una sed insaciable de padecer sin verse harta ni satisfecha en esta materia (como habemos visto).

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cosso: la plaza, sitio o lugar cerrado donde se corren y lidian los toros (Aut).

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De lo cual se ha de inferir por buena consecuencia que viven muy engañados los que piensan que han de gozar de los grandes premios de la Bienaventuranza sin pasar grandes trabajos, cruces y tribulaciones (como dijo San Gregorio) porque si como enseña el Apóstol San Pablo en su canónica, el cristiano para salvarse, ha de imitar y seguir las pisadas y vida de nuestro Capitán y Maestro Jesucristo y ésta vemos que fue una continua cruz. Fíjese que sin ella no puede haber gloria ni eterno descanso, pues el mismo Señor dijo que para entrar en él, fue conveniente que padeciese y muriese en la Cruz.Y pues todos los Santos lo imitaron, pasando por este camino. Es cosa indigna de un pecho cristiano que quiera el Cielo de balde4 y que gozando de los deleites del mundo, quiere gozar de los del Cielo. Ni bien, [dijo San Bernardo] que nosotros que somos miembros de Cristo, andemos en esta vida coronados de rosas, teniendo nuestra cabeza una corona de espinas. No hay duda sino que el Cielo y los grandes premios y coronas de él, son para los que legítimamente pelearen, venciendo al demonio, mundo y carne con sus desordenados apetitos como enseña el Apóstol San Pablo y toda la doctrina evangélica, el cual certifica como testigo de vista que estos premios son tan grandes que no hay humana capacidad que los pueda comprehender, y que todos los trabajos y martirios juntos de esta vida, no son condignos de la Gloria que Dios tiene prometida a sus amigos.Y añade San Agustín que por gozar de ella un día solamente, era poco menospreciar cuántas delicias se pueden imaginar en esta vida, sobre lo cual dice el padre Pedro de Ribadeneira, (que tanto ha ilustrado su religión con sus escritos) que con ser tan atroces los tormentos que los Santos padecieron, se les da de balde el premio y la corona de gloria [como dijo el Señor por San Juan] pues es un bien tan inmenso e incomprensible que aunque nos costase cuantos martirios puede haber en esta vida juntos, son como nada en su estimación y comparación. Oigamos a aquel grande amador de Cristo, San Ignacio mártir en una Epístola: Todas las cosas temporales son basura a trueque de gozar de Jesús. El fuego, la cruz, las bestias, el ser miembros despedazados y molidos, la muerte, y todos los tormentos de los demonios vengan sobre mí conque yo goce de Cristo.Y este mismo es el sentimiento y parecer de todos los Santos y si los que están en el cielo fueran capaces de pena y dolor, lo tuvieran grandísimo de no haber padecido muchos más trabajos de los que padecieron en esta vida por amor

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de balde: de gracia, sin precio alguno (Aut).

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de Dios la cual (como dijo la Santa madre Teresa) no es buena para otra cosa que para padecer. Ofrecióle el Señor una Cruz a su querida esposa Caterina de Sena, dos coronas, una de oro y otra de espinas y díjole que escogiese cuál de ellas quería en esta vida y escogió la de espinas con que se nos da a entender claramente que el que en esta vida quiere gozar de corona de oro, llena de los deleites falsos y momentáneos del mundo, se persuada que en el otro siglo será atormentado con las espinas de los eternos tormentos. Lo segundo que habemos de inferir de esta doctrina evangélica es que la pobreza, las tribulaciones, las enfermedades y trabajos de esta vida, no son malos (como el mundo necio piensa) sino el mayor beneficio y merced que Dios nos hace porque es la joya de mayor estima que da a sus mayores amigos, la que escogió para sí, para su Madre Santísima y para todos los predestinados, haciéndolos participantes de su Cruz. Ésta es una verdad tan cierta que no hay para qué detenernos en comprobarla, pues como dijimos en el cuerpo de esta historia, de muchos lugares y testimonios de la Sagrada Escritura consta que a los que Dios ama mucho, los aflige en esta vida con grandes trabajos y martirios y los da en premio de grandes servicios.Y así vemos que esta sierva de suya los padecía mayores de marca en todas las festividades del Señor, de su Madre Santísima y de los Santos.Volvamos a ponderar aquellas palabras del Apóstol San Pablo a los Hebreos, capítulo 12: Quem diligit Deus castigat, flagelat autem omnem filium. Quod si extra disciplinam eius estis cuius participes facti sunt omnes ergo adulteri & non filÿ estis. Dios dice castiga en esta vida a sus queridos hijos que han de ser herederos de su Reino y si vosotros no sois castigados con esta disciplina de la cual han de participar todos los escogidos, luego, ni sois hijos ni herederos del cielo sino adulterinos para el Infierno.Yo confieso que quedé asombrado cuando leí estas palabras, dichas por este órgano del Espíritu Santo, pues dice que la señal que habemos de tener para saber si somos predestinados, es si somos afligidos con trabajos en esta vida. Alegraos pues, y regocijaos todos los que padecéis persecuciones, enfermedades, pobreza, tribulaciones y trabajos, que si los lleváis con paciencia, vuestro es el reino de los cielos. Dichosa ha sido vuestra suerte y desdichada la de los que no gozan de la Cruz de Cristo ni participan en el cálice de su Pasión, bebiendo de él que aquella mujer del Apocalipsis, da a los amadores de este siglo, pues sus deleites (como dijo San Gregorio) son momentáneos y sus tormentos serán eternos. Pero dirá alguno que según esta doctrina de los Santos parece, quedan excluidos del Reino de los Cielos los príncipes y monarcas del mundo y los

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ricos y poderosos que, al parecer no tienen trabajos, antes gozan del descanso y felicidad mundana. No es así, porque si estos cumplen con las obligaciones cristianas de su estado, llevando con paciencia los trabajos que Dios le enviare (que suelen ser mayores de marca) serán salvos.Y así vemos canonizados muchos reyes que en las obligaciones de la monarquía supieron juntar las de cristianos, usando misericordia con los pobres.Verdad es que el estado humilde de los pobres es más seguro para el cielo y así dijo Cristo Nuestro Señor en su Evangelio que era dificultosa la salvación de los ricos porque el amor y cuidado de adquirir riquezas suele ocupar tanto el corazón con la depravada inclinación de la naturaleza que se olvidan de Dios, poniendo toda su felicidad en las cosas de la tierra y viviendo con tanta relajación como si no hubieran de morir.Y triste del rico que se gloriare de que no tiene trabajos (si es que hay alguno que no los tenga).Y si no traslado a aquel desdichado del Evangelio que se gloriaba de que no los tenía, poniendo su amor y felicidad en sus riquezas, pues todas las perdió en un momento, siendo sepultado en los infiernos.Y al otro necio del tiempo de San Ambrosio, que habiéndose jactado de que siempre había gozado de la felicidad y descanso del mundo, se le cayó la casa encima, padeciendo en un instante todos los trabajos juntos del alma y cuerpo. Persuádanse, pues, los ricos y poderosos de este siglo que si quieren gozar de los descansos eternos, han de redimir sus pecados con limosnas, llevando con paciencia los trabajos que Dios les enviare sin poner el corazón en el amor de sus riquezas (como dijo el Real Profeta David) y viviendo según las leyes de cristianos. Pero dirán los pobres que bien conocen y admiten esta doctrina evangélica de que los trabajos y la cruz es el verdadero camino para el Cielo pero que viven desconsolados, viendo que en el padecer no tienen la alegría y deseos de trabajos que tuvo la madre Isabel de la Encarnación, antes se afligen y desean desechar la carga si pudiesen. Consuélense y no desmayen que el tener sentimiento y desconsuelo en los trabajos no quita el mérito de la paciencia porque son efectos de la carne flaca y miserable que naturalmente los aborrece y apetece el regalo y descanso. Esté la voluntad resignada en la de Dios que esto basta que el padecer con alegría y perder el miedo a los trabajos es don singular concedido a algunos santos como dijimos en el capítulo de la paciencia de esta sierva de Dios.Y si le pareciere que padecen por sus pecados, dele infinitas gracias porque como dijo San Gerónimo, es uno de los mayores beneficios que pueden recibir de su bendita mano, pues les da en esta vida el Purgatorio, librándolos de las atro-

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císimas penas del futuro que (según doctrina de muchos santos), son tan grandes que todos los martirios juntos de esta vida no equivalen a la menor pena del Purgatorio. Cierro este discurso (en que me he detenido más de lo que pensé) suplicando humildemente a todos los fieles cristianos que con piadosa consideración rumien y mediten este ejemplo. Si un hombre fuese llamado de una parte muy remota para heredar un reino y monarquía de suma grandeza y felicidad para la cual hubiese dos caminos distintos, el uno muy ancho y llano, lleno de jardines deleitosos, pero tan peligroso ya por enemigos que en él andan, ya por sótanos disfrazados, ya por serpientes encubiertas entre las flores, latet anguis in herva, que ninguno que haya caminado por él deja de perder la vida. El otro, de cuestas trabajosas, áspero, eriazo y lleno de incomodidades pero tan ajeno de peligros que ninguno deja de llegar a la jornada aunque con trabajo. ¿No sería muy necio e inconsiderado el llamado para esta herencia, si se resolviese a caminar por el camino deleitoso con evidentes peligros, dejando el cierto y seguro por no pasar un poco de trabajo e incomodidad? Pues cristianos de mi alma, no nos crió Dios para esta vida sino para la otra donde (como dijo San Pablo) hemos de ser coherederos con Cristo para gozar de un reino y monarquía que no ha de tener fin: no es ésta nuestra ciudad permanente sino la futura de la Bienaventuranza. Para ir a la otra vida es fe católica que no hay más de dos caminos: el uno, si bien es trecho, áspero y desabrido (que es el de la virtud) tiene cierta e infalible seguridad sin que haya peligro de perderse. El otro, aunque parece ameno y deleitoso, no lo es, porque sus deleites son falsos: Multa flagella peccatoris.Y cuando no lo fueran, son momentáneos, y la fe nos enseña que en él habemos de perder nuestro mayorazgo, padeciendo los eternos tormentos del Infierno. Alto pues, no seamos necios y ciegos, caminemos por el camino cierto y seguro de los trabajos y de la cruz para que imitando a esta venerable madre, alcancemos la posesión de nuestra herencia que es la Bienaventuranza que es el fin a que he dedicado el trabajo de esta historia, sujetando todo lo contenido en ella, no sólo a la corrección de Nuestra Madre la Iglesia sino a la de cualquier mejor juicio debajo del amparo y protección de la Santísima Virgen y el glorioso patriarca San José, su esposo, a los cuales pido humildemente, me alcancen gracia y fortaleza para poner en ejecución lo que predico (siendo tan gran pecador) Ne dun alijs prædicaberim, ipse reprobus efficiar. LAUS DEO, Et B. MARÆ, & eius Sponso JOSÉ.