Veinte poetas españoles del siglo XX
 9789783763197, 9783763199, 9789801400646, 9801400641

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Colección Poesía del Mundo Serie Antologías

Veinte poetas españoles del siglo XX

Caracas - Venezuela 2008

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Veinte poetas españoles del siglo XX Selección de Marta López-Luaces y prólogo de Miguel Casado

Ministerio del Poder Popular para la Cultura Fundación Editorial el perro y la rana

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© Fundación Editorial el perro y la rana, 2008 © Selección de Marta López Luaces

Centro Simón Bolívar Torre Norte, El Silencio piso 21, Caracas - Venezuela. Teléfonos: 0212-377-2811 0212-8084986 Correos electrónicos: [email protected] [email protected] Hecho el depósito de Ley Depósito legal: 40220088003260 ISBN: 978-376-319-9 (Colección) ISBN: 978-980-14-0064-6 (Título) Rediseño de portada: Fundación Editorial el perro y la rana, 2008 Edición al cuidado de: Joyce Ortiz Raylú Rangel

Impreso en Venezuela

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Presentación Poesía del Mundo, de todas las naciones, de todas las lenguas, de todas las épocas; he aquí un proyecto editorial sin precedentes cuya finalidad es dar a nuestro pueblo las muestras más preciadas de la poesía universal en ediciones populares a un precio accesible. Es aspiración del Ministerio del Poder Popular para la Cultura crear una colección capaz de ofrecer una visión global del proceso poético de la humanidad a lo largo de su historia, de modo que nuestros lectores, poetas, escritores, estudiosos, etc., puedan acceder a un material de primera mano de lo que ha sido su desarrollo, sus hallazgos, descubrimientos y revelaciones y del aporte invalorable que ha significado para la cultura humana. Palabra destilada, la poesía nos mejora, nos humaniza y, por eso mismo, nos hermana, haciéndonos reconocer los unos a los otros en el milagro que es toda la vida. Por la solidaridad entre los hombres y mujeres de nuestro planeta, vaya esta contribución de toda la Poesía del Mundo.

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Sobre historia, crítica y poética en la poesía española contemporánea Al considerar la poesía española contemporánea, la zona de conflicto se sitúa en la conexión entre historia, crítica y lectura. En ese nudo, lo deseable sería partir de la lectura que, en su insistencia y elaboración, se hace crítica, permitiendo por fin un aporte de materiales sobre los que sería posible historizar. Sin embargo, no suelen producirse así las cosas: mientras la lectura es postergada, la crítica y la historia surgen a la vez, confundidas, condicionadas por una serie de prejuicios, de categorías previas, exteriores a los textos. Brevemente apunto rasgos de este proceso. A finales de los años ‘70 se consolida en todo el mundo una maniobra normalizadora, de la que van a surgir la globalización ideológica y económica, el rebrote del neoliberalismo, la concepción del arte como espectáculo de masas, de la literatura como entretenimiento, etc... En España, esta ola nos alcanza en el momento de la transición; es decir, en un momento de fuertes cambios, donde todo lo aparentemente nuevo parece deseable y liberador, el páramo intelectual que el franquismo había establecido potencia tales novedades. En alguna ocasión, he usado como emblema de este fenómeno en la poesía la fecha de 1978, cuando aparecen las dos antologías “fundadoras” de la llamada generación del 50 y se consolida el desplazamiento del rótulo novísimo hacia posiciones estéticamente conservadoras. Normalización supone adecuación con la realidad existente, con un punto medio de conformidad; también se vincula a norma: producción de ortodoxia, contenido ideológico de IX

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tales actitudes. Es curioso que se trate de la época de la movida, tan pródiga en signos transgresores; en la poesía, la disidencia, la innovación se hicieron sospechosas a priori. La fuerte carga ideológica de estas posiciones, así como su confortable apoyo en el sentido común –por primera vez, parece entenderse que la poesía es también un asunto de opinión pública–, las inmuniza frente a cualquier crítica, por fundada que sea. Así se explica la impermeabilidad de las etiquetas: cuando alguna clase de valor ha sido aceptado o excluido de esta doxa resulta estéril la evidencia más nítida en sentido contrario: nada se moverá ya. Si Juan Eduardo Cirlot fue un poeta marginal durante su trayectoria, que recurrió a la autoedición y murió sin ser reconocido, dará lo mismo que la lectura y la crítica encuentren en él un mundo y una lengua memorables, sin casi parangón posible en la segunda mitad del siglo XX; seguirá, pues, sin acceder al canon. No cabe asumir que la historia y la crítica estén dadas de antemano; al contrario, siempre quedan por definir, por hacer. Es preciso modificar, ir transformando los horizontes de expectativas habituales en la poesía española, pues han sido construidos desde poderes sociales e ideológicos y permanecen opacos a la movilidad de las poéticas. La poesía desborda siempre las expectativas o las satisface por medios imprevistos; la crítica y la historia no pueden quedarse quietas, esperando que la poesía se acerque a ellas, encaje en los modelos previos que le imponen. Este método normativo, ajeno a los textos poéticos reales, prescriptivo en último término, tiene uno de sus principales puntos de apoyo en la lectura de semejanzas, ese modo de X

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leer que aborda cada obra buscando en ella los aspectos comunes que pueden relacionarla con otras y permitir de ese modo una clasificación. Sin embargo, el poeta nunca se constituye en lo que es común a otros, sino en lo que le hace singular, y la inversión de este criterio distorsiona la posibilidad de percibir el valor de cada obra; los poemas se convierten en pretexto, en un depósito de rasgos dispersos que sólo adquieren sentido al componerse en el discurso del crítico o del historiador. Confieso que a mí me ocurre al revés: cuando hojeo un libro en la librería y veo que su ritmo y su mundo es previsible, que se acomoda a plantillas bien conocidas, me siento expulsado de la lectura y lo vuelvo a dejar en su mesa o estante, porque esta lectura de semejanzas estimula, con frecuencia, una escritura que procede del mismo modo. He hablado de ello recurriendo a un concepto que Cernuda toma de Wordsworth: dialecto poético, repertorio de fórmulas lingüísticas que se identifican de antemano con la poesía y que se asumen acríticamente, variables en cada época; escribir se convierte entonces en un ejercicio combinatorio de esas fórmulas: si se disponen con cierta habilidad, entonces se dice de alguien que “escribe bien”. Adjetivos e imágenes, entonaciones y ritmos, poses y giros temáticos. Ocurre en cualquier opción poética, tanto con los cisnes de Rubén Darío como con los exabruptos y excrementos del llamado realismo sucio. El dialecto poético es lo opuesto a la singularidad. Cabe advertir, no obstante, que, al igual que la formación de un dialecto amenaza a cualquier poética, también la lectura de semejanzas y la generalización son difíciles de evitar, pueden darse incluso en quienes tienen voluntad XI

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crítica e impugnan los vicios del sistema. Tomo como ejemplo unas palabras de Pablo García Baena: “ahora los poetas jóvenes –y no quiero señalar a nadie– parece que escriben todos igual. Hay un aforismo de Juan Ramón que dice: si te dan un papel rayado escribe de través, pero ahora se olvidan de eso y parece que todos escriben con marquillas, son todos iguales”. Por mucha base que tenga, este juicio se opone a la lectura; su razonamiento sitúa a quien lo dice al margen de los textos reales, privándoles de existencia, y contribuye a la creación de un clima de conformidad y fatalismo, de aceptación de lo que hay (de lo que se dice que hay). Se trataría más bien de leer para encontrar motivos contra las generalizaciones: no hay época en la que no se den poetas del mayor interés, ni quizá tampoco épocas en que los sistemas sociales e ideológicos no hayan actuado para ocultarlos. Otro factor que ha contribuido a la debilidad de la crítica es el predominio de un enfoque temático, que actúa como si la poesía se dirimiera en los temas. Esta concepción convencional del tema no alcanza siquiera a preguntarse por el modo en que surge el sentido de un texto, el modo en que cuaja haciéndose forma. La supeditación de la lectura a la historia, según estos procedimientos, impediría detectar cualquier clase de cambio. Así, parecería incomprensible el súbito vuelco habido a finales de los años ‘80 en la recepción de poetas que por entonces rondaban los cincuenta años de edad (Antonio Gamoneda, Luis Feria, Manuel Padorno, Vicente Núñez, Julia Uceda…). Alguna vez propuse la fecha de 1987 como contrapunto de lo que había significado antes la XII

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de 1978, símbolo de la normalización; el desmoronamiento de algunos tópicos y el cansancio ante la falta de pluralidad de la crítica propiciaron esta brecha, esta inesperada entrada de luz. La lectura no puede bloquearse en las clasificaciones que le quiere imponer la historia literaria y, además, incorpora en su propia naturaleza la temporalidad. Un poeta es quien tiene un mundo-lengua personal; es, por tanto, alguien que pisa un terreno no pisado, o que lo percibe de otro modo. Como consecuencia lógica, su obra no se abre inmediatamente a la lectura; incluso si, desde el primer momento, se apreciara su tarea, leerlo requeriría tiempo: un posarse de las palabras y las cosas, un proceso de asimilación en que se va viendo poco a poco lo que la nueva propuesta implica. La lectura de poesía va haciéndose con el tiempo, profundizándose, reconociéndose en sus contradicciones, descubriendo de pronto la luminosidad y la transparencia que alientan en el poeta más oscuro, que nos estaban esperando en él. Si la tarea fuera hacer listas, elaborar categorías generalizadoras, no se podría atender a la exigencia de las obras vivas, en proceso siempre de crecer, de girar, de desconocerse a sí mismas. Se haría lo posible por vetar los cambios en la recepción, se negaría la temporalidad que anida en todo poema. Por eso, parece necesario resistir a las tentaciones de catalogar, de fabricar tendencias, de producir cánones, por mucho que se perturbe con ello a los profesores que requieren una cómoda clasificación escolar, un “programa” ordenado, o a los poetas ansiosos de entrar en el escalafón. La lectura, para seguir siéndolo, debe mantenerse móvil, libre y plural, sin la obligación de XIII

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responder a categorías previas a ella. Y, si la historia literaria parte de ahí, no podrá trazar una línea ni caracterizar una época mediante una tendencia dominante; en vez de como línea, tendrá que tejerse como malla: red de nudos sin jerarquía, sistema de conexiones transversales, en distintas direcciones, extendida y dispersa como la realidad. Jameson, es cierto, ha sentenciado que “no podemos no periodizar”, pero también lo es que su propio análisis de la modernidad no actúa como modelo de periodización, pues no fija ni reduce, lee transversalmente a distintas velocidades, cambiando de ritmo, abismándose a veces en las incertidumbres de un tiempo pasado en el que siempre acaba hallando algo distinto de lo que parecía haber la última vez que se había circulado por allí. Las periodizaciones al uso en la poesía española –las consabidas generaciones– han naufragado hasta el punto de que nadie defiende ya que tengan otro contenido que la edad, de tal modo que, si alguien dice que Gamoneda pertenece por edad a la generación del 50, está aportando la misma información que si dice que nació en 1931. Sin embargo, pese a su vaciamiento crítico, siguen usándose y contaminando de prejuicios y falsificaciones la lectura. Como ya me he ocupado otras veces de ello, me detendré ahora sólo en tres consideraciones. La primera es de índole histórica: para los historiadores de la poesía española parece que el franquismo no hubiera existido. España vivió hace setenta años una durísima guerra civil, seguida por una sistemática represión y una dictadura que duró cuatro décadas. Siguiendo el famoso grito del general Millán Astray –“¡muera la inteligencia!”–, XIV

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el franquismo, como se sabe, persiguió especialmente la libertad de expresión y cortó todas las vías de contacto con el pensamiento, el arte y la cultura que se generaban fuera de las fronteras españolas, desarticuló la universidad, envió al exilio a la mayor y mejor parte de los escritores, censuró con saña las publicaciones; en todo ello, tuvo la continua ayuda de una institución ideológica tan influyente como la Iglesia católica. Siempre tuve conciencia de que los jóvenes de mi edad –y ya era el final de la dictadura– nos habíamos formado en un terrible vacío de pensamiento. Sin embargo, la historia de la poesía no considera relevantes estos hechos y mantiene perfecta continuidad con lo que se había ido categorizando –reconociendo, silenciando, jerarquizando– durante el franquismo; valora las discusiones habidas, los criterios empleados, como si se hubieran producido en un país normal, equiparable al que surgió de la Transición. Tal vez el frecuente rechazo que sienten los poetas por la reflexión teórica sea una herencia de tan larga oscuridad. En segundo lugar y como consecuencia inmediata, los modelos y criterios utilizados para periodizar la poesía española de la segunda mitad del siglo XX son completamente ajenos a los que sigue la historia de las ideas, del arte o de la literatura en general, y mantienen una estricta separación respecto a las demás áreas estéticas y humanísticas. No ocurre esto por necesidad: las artes plásticas de los mismos períodos consiguieron, en buena medida, sobreponerse a las circunstancias y trazar líneas de encuentro con el pensamiento y el arte extranjeros. Esta opción de la historia y la crítica de poesía revierte, sin duda, inevitablemente en el aislamiento de la poesía española, cuya más grave prueba es la voluntaria XV

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ignorancia de la poesía latinoamericana, la amputación de buen número de los clásicos contemporáneos de nuestra lengua. De manera significativa, sin embargo, las voces más singulares del periodo no parecen aisladas, hallan el modo de tender sus propios puentes; pero, en todo caso, se ven también afectadas en cuanto a la recepción, al horizonte de expectativas al que se dirigen y que, lógicamente, no puede oírlas. En tercer lugar, como ya apunté, la historia de la poesía se ha construido en su mayor parte sobre falseamientos y manipulaciones que no deberían seguir admitiéndose. Por ejemplo, el grupo que promocionó la etiqueta de generación del 50 lo hizo publicitando un presunto enfrentamiento con la llamada poesía social, de la que procedían y en la que habían formado su mundo y su lenguaje la mayoría de sus componentes. O el ya citado caso del desplazamiento del relato novísimo y de cada uno de sus elementos –culturalismo, metapoesía, etc.–, vaciando de contenido la inicial propuesta de ruptura, sesgándola hacia inertes rasgos temáticos mientras se hablaba de generación del lenguaje, y ofreciéndose, por fin, como eslabón de continuidad tradicionalista. Todo empuja a huir del cierre de los esquemas históricos, no sólo porque la lectura de poesía no puede acotarse de tal modo, sino también por la experiencia de cómo ha funcionado hasta aquí. La única actitud honesta sería suspender tales esquemas –en su planteamiento global y en los detalles de su aplicación–, atreverse a leer sin ellos y empezar de nuevo desde el principio, basándose en los textos y basándose en la historia. XVI

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Esta manera de abordar la historia de la poesía durante las últimas décadas es coherente con cómo se ha venido presentando en los medios académicos la tradición literaria: proceso de construcción de una sostenida continuidad, sucesión de periodos que se definen, cada uno, por su consistencia unitaria, suturando u obviando los conflictos de la historia –que los escritores tuvieran que exiliarse a decenas, por ejemplo–, la certeza de que todos los tiempos están atravesados por contradicciones y que las poéticas participan de esa realidad. La tradición se inserta en la vida, mientras el tradicionalismo es el punto de vista que la reduce a fósil, a institución y ortodoxia, a rígida autoridad de lo que está muerto y se ha vuelto manipulable. Tradición es, así, un término cuyo sentido sólo puede formularse de manera polémica, nunca con significado unívoco, pues cada vez que se propone alguno, parece llevar implícito su opuesto. Mientras unos la ven como repertorio de soluciones ya previstas, al que resulta obligado remitirse, para otros es un repertorio de problemas sin resolver, de vicios reiterados, de codificaciones cada vez más inertes, pues, en efecto, hay también entre nosotros una tradición crítica, en la que se inscribieron Unamuno, ValleInclán o Cernuda. Lo que a la poesía le interesa de la tradición es reconocer sus zonas de quiebra, el itinerario conflictivo con que a través de la historia ha ido constituyéndose; sus zonas ocultas, dormidas o postergadas, sus intencionados silencios cuentan también. Se trata, sí, de una tradición de la ruptura, pero no ya sólo como conexión con la labor de las vanguardias, sino como modo de leer, de hacer propio el material heredado. XVII

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El sistema literario de una época no es unitario ni tampoco estable: tendencias distintas lo recorren, su centro se mueve constantemente, las relaciones son multipolares y en continua mutación; no hay un sistema único que luego muere y es sustituido por otro, también único. El cambio está incorporado al presente, lo constituye como diferencia, a la vez que lo deshace por su identidad, que se va cargando, saturándose. Vista así, la tradición ofrece una referencia viva, un espacio plural expuesto a la lectura; la crítica y la poesía necesitan constituirse tanto en cuanto tradición como en cuanto ruptura. Así, quizá para quienes crecimos durante el franquismo suene natural una toma de postura como la de Rimbaud, de ruptura interna en su lengua: rehuir lo español, buscar respuestas en los textos extranjeros, en las traducciones que había disponibles, implicaba una reacción de rechazo frente al entorno opresivo y mezquino. La lengua que hablamos, la tradición literaria como su expresión más alta, nos proporcionan al escribir el suelo que pisamos y también las raíces que se extienden bajo él para sostenerlo; pero también nos recluyen en límites invisibles que recortan la realidad de un modo análogo para quienes habitamos ese ámbito. La traducción, en cambio, incorpora una extrañeza que potencia el aprendizaje de la extrañeza que toda poesía forzosamente es; la poesía escrita en otras lenguas desborda las combinaciones léxicas y gramaticales aprendidas y se convierte en elemento decisivo para la formación de un poeta: lo extranjero puede ser la cuña que hienda la tradición heredada haciéndola lengua personal.

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Constituirse en cuanto ruptura, introducir una cuña: creo que la idea de discontinuidad es doblemente clave: para la constitución del mundo personal que define al poeta y para la elaboración histórica; descubrirla, describirla, en cada caso, es lo que caracteriza a la crítica. El movimiento de renovación intrínseco a la escritura poética resulta, de este modo, ajeno a una lógica lineal. Los poetas abren su espacio propio estableciendo discontinuidades en el entorno de lenguaje (de uso y literario) que los rodea, para evitar las zonas de estancamiento, los depósitos dialectales en que toda lengua, primero viva, acaba momificándose. No se puede, por tanto, hablar de crítica ni de historia sin plantearse cada vez la pregunta por la poesía misma. Para hacerlo, se ha partido a menudo –con variadas interpretaciones también, en tonos distintos– de unos versos de Hölderlin: “Pero el recuerdo / lo da y lo quita el mar / y el amor fija y rige la mirada. / Lo que queda lo ordenan los poetas”. Son versos tan abiertos que evocan una extrema ambición, medular en toda poesía verdadera, y esbozan también la humildad de la tarea poética; en la síntesis de las dos direcciones, en su necesario conflicto, donde habría que situarse. Por una parte, opera la ambición: saber que la poesía establece los límites de la lengua, los amplía, explota sus posibilidades hasta las últimas consecuencias; es la necesidad invisible de la lengua, la oculta inscripción de su destino aún no consumado. Por otra parte, cada poeta no se encuentra nunca ante una misión de envergadura oceánica, sino ante unos materiales precarios, una aguda fragilidad: “lo que queda”, dice Hölderlin, es nuestro campo de trabajo.

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Quizá sea esta dualidad en la raíz la que concede su carácter específico a la poesía: mientras resulta irreductible a las definiciones, es en cambio reconocible en la experiencia de lectura: no se puede definir, pero puede reconocerse. No la delimitan una frontera de género, una forma o una materia propias; más bien, la constituye un estado de la lengua, un estado sometido al curso del tiempo, afilado en esa misma amenaza. Cuando reconocemos la poesía, es su intensidad, su radicalidad lo que reconocemos, la de algo que sólo ocurre una vez –y así, igual de irrepetible, cada vez que ocurre–. Tan cercana, con las mismas palabras de cualquiera y tan lejana como todo lo que es único. Miguel Casado

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Antonio Gamoneda

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Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) A los tres años, ya huérfano de padre (de su mismo nombre, poeta en la órbita del modernismo que publicó un solo libro, Otra más alta vida, en 1919), se trasladó con su madre a León. Para sus ojos infantiles, el barrio leonés de El Crucero, donde se instalaron al principio, fue un observatorio “privilegiado” de la represión llevada a cabo por los nacionales durante la guerra civil y la inmediata postguerra. Desde 1979 hasta su jubilación en 1991 fue director gerente de la Fundación Sierra-Pambley, creada en 1887 como una especie de apéndice de la Institución Libre de Enseñanza orientado a la educación de campesinos y obreros. De poesía o en torno a la poesía ha publicado hasta ahora dieciséis libros, entre los que destacan: Sublevación inmóvil (1960), Descripción de la mentira (1977), Blues castellano (1982), Libro del frío (1992), Libro de los venenos (1995), ¿Tú? (1998, en colaboración con el artista Antoni Tàpies), Arden las pérdidas (2003) y Cecilia (2004). Sus ensayos aparecen recogidos en El cuerpo de los símbolos, y su obra poética completa se editó en el 2004 con el título de Esta luz. El poema más antiguo que conserva fechado es de 1947 y dice así: “Te beberé el cabello / y cerraré los ojos. / Tú seguirás manando / tu cabello / turbio de besos”. Buena parte de sus obras ha sido traducida a distintos idiomas (francés, portugués, sueco, árabe, hebreo, neerlandés). Ha participado, con lecturas, poemas y conferencias, en cursos y encuentros de instituciones y universidades de toda España y países de Europa, América, África y Asia. 3

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En 1985 fue Premio Castilla y León; en 1988, Premio Nacional de Literatura por su libro Edad; posteriormente, Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid 2005; Prix Européen de Littérature 2006; Premio Reina Sofía de Literatura Iberoamericana 2006 y Premio Cervantes 2006, por el conjunto de su obra en estos cuatro últimos casos. Es doctor honoris causa por la Universidad de León.

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TE BEBERÉ el cabello y cerraré los ojos. Tú seguirás manando tu cabello turbio de besos.

ACARICIAS mi garganta con tu voz y tu mano lejanísima. Oscura: bebe en el viento el olor a tristeza de mis manos.

MIS lágrimas entran en la luz. Miro a mi amor: es una avecilla desnuda, negra, fría.

(De La tierra y los labios)

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CANTIDADES de tiempo sitúan cantidades de sonido. Escucho más allá de la muerte. La música se alza de un pozo de silencio; es labranza del aire en tímpanos de fuego y ha entrado en mí. Ahora es música mi pensamiento. (De Sublevación inmóvil)

EXISTÍAN tus manos. Un día el mundo se quedó en silencio; los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos y nosotros sentíamos bajo nuestra piel el movimiento de la tierra. Tus manos fueron suaves en las mías y yo sentí la gravedad y la luz y que vivías en mi corazón. 6

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Todo era verdad bajo los árboles, todo era verdad. Yo comprendía todas las cosas como se comprende un fruto con la boca, una luz con los ojos. (De Exentos I)

AMOR Mi manera de amarte es sencilla: te aprieto a mí como si hubiera un poco de justicia en mi corazón y yo te la pudiese dar con el cuerpo. Cuando revuelvo tus cabellos algo hermoso se forma entre mis manos. Y casi no sé más. Yo sólo aspiro a estar contigo en paz y a estar en paz con un deber desconocido que a veces pesa también en mi corazón.

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LIBERTAD EN LA CAMA Todos los días salgo de la cama y digo adiós a mi compañera. Vean: cuando me pongo los pantalones, me quito la libertad. Cuando llega la noche, otra vez vuelvo a la cama y duermo. A veces sueño que me llevan con las manos atadas, pero entonces me despierto y siento la oscuridad, y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y el mío. (De Blues castellano)

EL ÓXIDO se posó en mi boca como el sabor de una desaparición. El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,

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y no acepté otro valor que la imposibilidad. Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar, escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso; escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra al ingresar en lo que quedaba de mí; escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en mi espíritu, y no pude resistir la perfección del silencio. (De Descripción de la mentira)

SUCEDÍAN cuerdas de prisioneros; hombres cargados de silencio y mantas. En aquel lado del Bernesga los contemplaban con amistad y miedo. Una mujer, agotada y hermosa, se acercaba con un serillo de naranjas; cada vez, la última naranja le quemaba las manos: siempre había más presos que naranjas. Cruzaban bajo mis balcones y yo bajaba hasta los hierros cuyo frío no cesará en mi rostro. En largas cintas eran 9

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llevados a los puentes y ellos sentían la humedad del río antes de entrar en la tiniebla de San Marcos, en los tristes depósitos de mi ciudad avergonzada. (De Lápidas) LA LUZ hierve debajo de mis párpados. De un ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas musicales, surge una tempestad. Desciende el llanto a las antiguas celdas, advierto látigos vivientes y la mirada inmóvil de las bestias, su aguja fría en mi corazón. Todo es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir los insectos en las bujías del amanecer. Así arden en mí los significados. HAY una astilla de luz en la apariencia de la eternidad, hemos lamido, casi amándolas, membranas invisibles, no hay más que invierno en las ramas inmóviles y todos los signos están vacíos. Estamos solos entre dos negaciones como huesos abandonados a los perros que nunca llegarán.

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Va a entrar el día en la habitación calcinada. Ha sido inútil la sutura negra. Queda un placer: ardemos en palabras incomprensibles.

LA MEMORIA es mortal. Algunas tardes, Billie Holiday pone su rosa enferma en mis oídos. Algunas tardes me sorprendo lejos de mí, llorando. (De Arden las pérdidas)

COMO si te posases en mi corazón y hubiese luz dentro de mis venas y yo enloqueciese dulcemente; todo es cierto en tu claridad: te has posado en mi corazón, hay luz dentro de mis venas, he enloquecido dulcemente.

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ACERQUÉ mis labios a tus manos y tu piel tenía la suavidad de los sueños. Algo semejante a la eternidad rozó un instante mis labios.

ALGUNAS tardes el crepúsculo no enciende tus cabellos; no estás en ningún lugar y hablas con palabras cuyo significado desconoces. Así es también mi pensamiento.

ESTÁS sola en ti, debajo de tu luz, llorando. Hay un pétalo herido en tu rostro.

Fluye

tu llanto en mis venas. Tú eres mi enfermedad y tú me salvas.

YO ESTARÉ en tu pensamiento, no seré más que una sombra imprecisa; 12

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habré existido en un instante en que la alegría y la piedad ardían en tus ojos. Pero también quiero permanecer desconocido en ti. Desconocido. Simplemente envuelto en tu felicidad. Tú distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, y así, imperceptiblemente amado, esperar la desaparición. Aunque quizá estamos ya separados por un hilo de sombra y cada uno está en su propia luz y la mía es la que tú vas abandonando.

ERES como una flor ante el abismo, eres la última flor. (De Cecilia)

LA SERPIENTE que silba en el rocío entra en el corazón de las infantas y la sombra es ovípara. el animal que calla.

Me mira

Después, la mano del pastor extiende vértigo y luz. De las bóvedas verdes caen hojas aciagas al fondo de la púrpura. 13

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el animal que calla.

Me mira

LAS SERPIENTES se desnudan en la luz y las madres silban en el oído de los agonizantes. Es la lógica mortal. ¿Para qué soportar la pureza de las preguntas? Va siendo preferible que empiece la inexistencia y que las serpientes dejen de llorar.

EN HERIDAS y sombras puse mi vida y, cualquier día, de mi corazón, van a ir saliendo los insectos y van a ser ciegos. Lástima de luz. Lástima de luz. (De Exentos III)

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TENGO frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar mi corazón. Hay hierba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre Sombras, pero ¿qué hago yo delante del abismo? Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado.

ENTRE el estiércol y el relámpago escucho el grito del pastor. Aún hay luz sobre las alas del gavilán y yo desciendo a las hogueras húmedas. He oído la campana de la nieve, he visto el hongo de la pureza, he creado el olvido.

ANTE las viñas abrasadas por el invierno, pienso en el miedo y en la luz (una sola sustancia dentro de mis ojos), pienso en la lluvia y en las distancias atravesadas por la ira.

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UN BOSQUE se abre en la memoria y el olor a resina es útil al corazón. Vi las esferas del sudor y los insectos en la dulzura; luego, el crepúsculo en sus ojos; después, el cardo hirviendo ante el centeno y la fatiga de los pájaros perseguidos por la luz.

ESTA CASA estuvo dedicada a la labranza y la muerte. En su interior cunden las ortigas, pesan las flores sobre las maderas atormentadas por la lluvia.

EL CUERPO esplende en el zaguán profundo, ante la trenza del esparto y los armarios destinados a los membrillos y las sombras. De pronto, el llanto enciende los establos. Una vecina lava la ropa fúnebre y su brazo son blancos entre la noche y el agua.

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SOBRE excremento de rebaños, subo y me acuesto bajo los robles musicales. Cruzan palomas entre mi cuerpo y el crepúsculo, cesa el viento y las sombras son húmedas. Hierba de soledad, palomas negras: he llegado, por fin; éste no es mi lugar, pero he llegado.

EXTRAÑEZA, fulgor: el gavilán inmóvil, y la melena del carrizo, y, sobre el agua, mis manos ante las zarzas polvorientas. Pongo los frutos negros en la boca y su dulzura es de otro mundo como mi pensamiento arrasado por la luz.

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VI LA serenidad en los ojos de las reses destinadas a los cuchillos industriales y los caballos inmóviles en la tristeza; después, la cal, su luz en los ancianos, y grandes grietas habitadas por los lamentos.

TIENDO mi cuerpo sobre las maderas agrietadas por las lágrimas, huelo la linaza y la sombra. Ah la morfina en mi corazón: duermo con los ojos abiertos ante un territorio blanco abandonado por las palabras. (De Libro del frío)

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Juana Castro

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Juana Castro (Villanueva de Córdoba, 1945) Además de escribir poesía, es columnista y ejerce la crítica literaria. Académica correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, en la que coordina el ciclo “Los martes poéticos de la Academia”. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Cóncava mujer (1978), Del dolor y las alas (1982), Paranoia en otoño (1985), Narcisia (1986), Arte de cetrería (1989, 2ª edición La Palma, Madrid, 2004); Alta traición (1990), Fisterra (1992), No temerás (1994), Del color de los ríos (2000), El extranjero (2000), La jaula de los mil pájaros (2004), Los cuerpos oscuros (2005). Antologías: Alada mía. Antología 1978-1995 (1995), Pañuelos del aire (2004) y La extranjera (2006). Ediciones en italiano: Venere allo specchio (1988), Volo cieco (1990), Memoria della luce (traducción de Emilio Coco, 1996), Calice (traducción de Alessandro Ghignoli, 2001). En prosa: Valium 5 para una naranjada (1990). Como traductora: Veinticinco años de poesía en Italia. De la neovanguardia a nuestros días (1990). Obtuvo, entre otros, los premios: “Juan Ramón Jiménez”, “San Juan de la Cruz”, “Jaén” y “Carmen Conde”. También el de “Periodismo” del Ministerio de Cultura 1984 y el “Carmen de Burgos”, Universidad de Málaga 1996. Es medalla de oro de Andalucía. Sobre su obra se han publicado los estudios: Temática y pensamiento en la poesía de Juana Castro (1996) y Sujeto femenino y palabra poética. Estudios críticos de la poesía de Juana Castro (2002).

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DESTIERRO Yo no soy de esta tierra. Era ya extranjera en la distancia del vientre de mi madre y todo, de los pies a la alcoba, me anunciaba destierro. Busqué de las palmeras mi voz entre sus signos y perforé de hachones encendidos la amarga región del azabache. Yo no sé qué vuelo de planetas torcería mi suerte. Sobre el mudo desvío, sé que voy, como víbora en celo, persiguiendo el rastro de mi exilio. No encontrará mi alma su reposo hasta que en ti penetre y me amanezca y ría. (De No temerás)

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INANNA Como la flor madura del magnolio era alta y feliz. En el principio sólo Ella existía. Húmeda y dulce, blanca, se amaba en la sombría saliva de las algas, en los senos vallados de las trufas, en los pubis suaves de los mirlos. Dormía en las avenas sobre lechos de estambres y sus labios de abeja entreabrían las vulvas doradas de los lotos. Acariciaba toda la luz de las adelfas y en los saurios azules se bebía la savia gloriosa de la luna. Se abarcaba en los muslos fragantes de los cedros y pulsaba sus poros con el polen indemne de las larvas. ¡Gloria y loor a Ella, a su útero vivo de pistilos, 24

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a su orquídea feraz y a su cintura! Reverbere su gozo en uvas y en estrellas, en palomas y espigas, porque es hermosa y grande, oh la magnolia blanca. ¡Sola! (De Narcisia)

DE LA CAZA CON EL GAVILÁN Ni una sombra, ni polvo, quedarán de este lance. Tan secreto será, tan silencioso, que aguardo ya tu nombre, descendiendo, cuando el vuelo levantes tras la muerte. Ni un gemido se oirá, ni el aletazo breve de tu sombra en mi rostro. Parpadeo y te acecho. Más temprano o más tarde has de intentar la huida. No te equivoques, ciega, porque el pico es a viento y hay dolor en tus manos. Será el golpe más limpio para nadie y nosotros. Quién habrá de morir no importa nada ya, si el sigilo se esconde en la brisa del campo y sus murmullos. Lo que tardare un ojo en abrir y cerrarse, será un cuerpo abatido. El otro, victorioso, se volverá a la vida. Bañado, perfumado, 25

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sin que sola una pluma, despeinada publique el perpetrado crimen. (De Arte de cetrería)

DE LOS CASCABELES Óyeme. No podría perderme porque al rincón más último del mundo llevaría tu música clavada. Óyela. Óyeme como suena, confiada y alegre, en el pliegue más hondo de la noche. Sonoro tatuaje que tu verdad sembró sobre mi orilla. Óyete. Óyela en los caminos, en los ríos, los campos, y en el sueño que enredado navega para verte. Óyete. Óyete con tu alma vuelta ya melodía por la miel y su altura. Y óyete y óyeme, y aprendamos a oírnos para oírla, desde lejos, por siempre. Pues que siempre por mi piel tu bordón cruzará su armonía, 26

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cruzará sobre el claro repique de mi prima. (De Arte de cetrería)

SENTIR el peso cálido. Girar previsora la vista, y saber que no hay nadie. Agacharse. Enrollar el vestido, dejar en las rodillas la mínima blancura de la tela, su felpa y el fruncido que abraza la cintura y las ingles. Mojar con el chorro dorado, tibio y dulce la tierra tan reseca de agosto, el desamparo sutil de las hormigas en la hollada palidez de los henos. Mezclar su fragancia espumosa con el verde vapor denso de mayo, sus alados murmullos, la espantada carrera de los grillos. 27

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Y en invierno, elevar un aliento de nube caldeada, aspirando el helor de hoja fría del aire. Orinar era un rito pequeño de dulzura en el campo. (De Fisterra)

CÁLIZ Y ahora soy tan igual a ti, madre, que no me reconozco en el cristal de este retrato tuyo tan presente. Si supieras que todo lo que de ti he odiado y maldecía ahora en mí lo descubro tan exacto y reciente como el cerco de una piedra en el agua, repetida. Vengo a verte de nuevo. Tócame, pon mis dedos aquí sobre tus llagas, y ábreme esta rosa de espinas del costado. Soy tan tuya que el mar 28

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tu voz copia en mi voz para su canto. Y me despierto, y en la hora vivo tu misma inmensa sed, esa que siempre en tus huesos vacíos irremediable ardiera. Yo no soy tu fantasma, quiero crearte ahora en el filo de quien te dio mi ser, resucitada. De muerta a muerta dime: ¿Quién amamanta a quién, serpiente mía? (De No temerás)

EL POTRO BLANCO Tiene razón ella, y el espejo que me enseñó esta tarde. –Mírate, tú no eres un hombre. Los hombres nunca tienen esa fiebre en los ojos, ni los muslos les florecen redondos, ni en los pechos les crecen dos botones erguidos como islas detrás de la camisa. –Mírate. Y me miro, 29

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y me voy desnudando de mis tristes aperos. Y entonces aparece, sin que yo lo convoque, mi cuerpo como el lirio de sol y la radiante manzana de la carne, igual que en el milagro del primer potro blanco saliendo de su madre. (De Del color de los ríos)

PADRE Esta tarde en el campo piafaban las bestias. Y yo me quedé quieta, porque padre roncaba como cuando, zagal, dormíamos en la era. Me tiró sobre el pasto de un golpe, sin palabras. Y aunque hubiera podido a sus brazos mi fuerza, no quise retirarlo, porque padre era padre: él sabría qué hiciera. Tampoco duró mucho. Y piafaban las bestias. (De Del color de los ríos) 30

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AMOR MÍO Antonia buena chica ingresó ya cadáver. Carmen muy educada vaqueros blusa beis y Raquel silenciosa es el amor. Amor de amoratarse amor que es amoldar y amancillar. Amor de amenazar amor de amurallar amor de amartillar y de amasijo. Amor de amortajar. Rosa Lola María Inés Luisa mi amor. Compañero mi amigo mi enemigo. Rafael veinte años arma blanca su novia en una calle. José Pablo dos hijos divorciado y Raúl empresario gran sonrisa el amor. Es el amor que amengua que amuralla que amortece y amarra. Amor de amuñecar amor que es amputar amor de amilanar y de ambulancia. 31

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Amor de amordazar. Manuel Félix Cristóbal Jaime Isidro mi amor. Mi señora mi dueña mi rehén. Amo mío mi amor. El anillo no sabe no sabía. El anillo. El cuchillo. (De La extranjera, antología)

CALLE CRUZ DE VENTURA Hace ya tanto tiempo que andamos entre coches... Déjame, hija mía, que descorra los miedos y la niebla. Llevamos ya dos horas perdidos en la acera de no sé qué avenida, preguntando en porteros donde nadie conoce a nuestra hija. El ascensor no estaba, y otra vez nos cambiaron el cuadro de los números. Tu padre, cinco pisos, mis piernas, los jardines, 32

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mil comercios... Había una carrera, porque estaban los guardias. Y la música loca, tanta gente, y el cristal embobado de las casas sin nombre. –Traéis cemento detrás de las orejas. Y arañados los pies de rascacielos. Ayer, el autobús de las espinas blancas (¿o fue hoy?) nos llevó a la deriva por vueltas y revueltas de hormigón y de luces. Y de pronto, en un brillo del oscuro café, una mirada, esa malicia inteligente y cómplice del agua (del agua de los ríos que van a dar al mar): la casa, el pueblo. Nosotros, ya, Ventura 14. (De Los cuerpos oscuros)

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LOS ENCERRADOS Los atrancados. Los encerrados vivos. Oscurecidos, aherrojados en el último cuerpo de la casa, se consumen y hablan. Corre la muerte afuera. Hablan con el televisor y con sus muertos. Olvidan los plazos del futuro igual que olvidan hoy qué cosas les dolieron ayer tarde. No abren las ventanas porque no entren el sol ni los ladrones, y el cielo está techado de uralita, y no quieren saber a cuántos años se murieron su madre ni su padre. Por olvidar, olvidan enfadarse, se tragan las horas, el caldo, las pastillas, y arrastran su nombre y sus dos pies como un misterio. Y leen y releen, una vez y otra vez, tercos como funambulistas, la cuenta de la luz, el testamento, la invitación de boda de una sobrina nieta –Anda, padre, hay que andar. Y se levanta, y sale, y anda, porque su hija le ha dicho que hay que andar cada día si no quiere oxidarse.

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Mientras madre, para no ver el filo, para no ver la muerte, olvida que hoy es miércoles, olvida que es agosto. Olvida que ha vivido. Y se afana, y trajina, y se ríe y se ríe. –Cómo voy a tener yo ochenta años. (De Los cuerpos oscuros)

ASECHANZA La serpiente se enrosca como un naipe de oro en mi memoria y yo le doy mi frío. La serpiente es un dado de seis cabezas romas que duerme en las orillas de mis ojos y me roba las lágrimas. La serpiente no sabe que la espío cuando baja en la sombra, envuelta en la maraña de la duda a beber en mis labios.

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La serpiente es mi hija. (Que no lo sepa nunca). (De Los cuerpos oscuros)

PAÑUELOS En un golpe de aire los papeles han salido volando, y esparcen por el suelo su forma de blancura. Campo seco, sembrado de rectángulos tersos, limpias lenguas de sombra. –Mis pañuelos son otros. De batista y de lino, descansan sobre el pasto –sus vainicas aladas–, y a mis manos reciben su perfección de agua. Escritura caída: Pañuelos y pañuelos, vida mía, palabra. (De Del color de los ríos)

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Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) Además de poeta, ha escrito en otros géneros, como la novela, el relato y el ensayo. El conjunto de su poesía está recogido en el volumen El río de sombra. 35 años de poesía (1967-2002). En 1975, su libro Sepulcro en Tarquinia recibió el Premio Nacional de la Crítica. Es autor de dos novelas: Un año en el sur y Larga carta a Francesca, así como de tres de relatos: Días en Petavonium, Huellas y Leyendo en las piedras. Entre sus obras de ensayo cabe destacar: El sentido primero de la palabra poética, Conocer a Aleixandre y su obra, Sobre la Vida Nueva, Hacia el infinito naufragio. (Una biografía de Giacomo Leopardi), Rafael Alberti en Ibiza (Seis semanas del verano de 1936), Del pensamiento inspirado, Los días en la isla y La simiente enterrada (Un viaje a China). Ha recibido también el Premio Nacional de Literatura (1982), el Premio de las Letras de Castilla y León (1999) y el mismo año, en Italia, el Premio Internacional Carlo Bettocchi por su labor como traductor y estudioso de la cultura italiana. Su versión de la Poesía completa del Premio Nobel Salvatore Quasimodo recibió, en Italia, en 2005, el Premio Nacional de Traducción. Conjuntamente, acaba de publicar una versión de las Iluminaciones de Rimbaud. El paso del tiempo y los libros que he ido escribiendo y publicando me han convencido, cada vez más de la dificultad, o de la imposibilidad, de fijar una teoría sobre mi propia poesía. Es por ello quizá por lo que soy últimamente 39

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muy escéptico hacia las Poéticas que he escrito y ahora me gusta simplemente decir que ser poeta es “un modo de ser y de estar en el mundo”. Con ello no hago sino establecer, de una manera radical, la fusión que, a mi entender, debe existir entre poesía y vida, entre la experiencia de escribir y la experiencia de crear. Es verdad que la poesía también puede ser otras cosas –una vía de conocimiento, una profundización en el misterio de la existencia (“el alma del poeta se orienta hacia el misterio”, nos dijo Machado)–, pero lo que hoy prevalece en mí es ese afán de que la poesía sea un medio de conocimiento y de realización personal. Y esta consciencia del poeta se da precisamente, de manera ideal, en el medio de la naturaleza, esa fuente de la que todo mana y a la que todo vuelve; esa fuente que cada día el ser humano está perturbando con una mayor rapidez y gravedad.

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SIMONETTA VESPUCCI Simonetta: por tu delicadeza la tarde se hace lágrima, funeral oración, música detenida. Simonetta Vespucci: tienes el alma frágil de virgen o de amante. Ya Judith despeinada o Venus húmeda tienes el alma fina del mimbre y la asustada inocencia del soto de olivos. Simonetta Vespucci: por tus dos ojos verdes Sandro Botticellli te ha sacado del mar, y por tus trenzas largas, y por tus largos muslos. Simonetta Vespucci, que has nacido en Florencia.

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GIACOMO CASANOVA ACEPTA EL CARGO DE BIBLIOTECARIO QUE LE OFRECE EN BOHEMIA EL CONDE DE WALSTEIN Escuchadme Señor: tengo los miembros tristes. Con la Revolución Francesa van muriendo mis escasos amigos. Miradme: he recorrido los países del mundo, las cárceles del mundo, los lechos, los jardines, los mares, los conventos y he visto que no aceptan mi buena voluntad. Fui abad entre los muros de Roma y era hermoso ser soldado en las noches ardientes de Corfú. A veces, he sonado un poco el violín y vos sabéis, Señor, cómo trema Venecia con la música y arden las islas y las cúpulas. Escuchadme, Señor: de Madrid a Moscú he viajado en vano, me persiguen los lobos del Santo Oficio, llevo un huracán de lenguas detrás de mi persona, de lenguas venenosas. Y yo sólo deseo salvar mi claridad, sonreír a la luz de cada nuevo día, mostrar mi firme horror a todo lo que muere. Señor: aquí me quedo en vuestra biblioteca, traduzco a Homero, escribo en mis días de entonces, sueño con los serrallos azules de Estambul

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NOVALIS Oh Noche, cuánto tiempo sin verte tan copiosa en astros y en luciérnagas, tan ebria de perfumes. Después de muchos años te conozco en tus fuegos azules, en tus bosques de castaños y pinos. Te conozco en la furia de los perros que ladran y en las húmedas fresas que brotan de lo oscuro. Te sospecho repleta de cascadas y parras. Cuánto tiempo he callado, cuánto tiempo he perdido, cuánto tiempo he soñado mirando con los ojos arrasados de lágrimas, como ahora, tu hermosura. Noche mía, no cruces en vano este planeta. Deteneos, esferas, y que arrecie la música. Noche, noche dulcísima, pues que aún he de volver al mundo de los hombres, deja caer un astro, clava un arpón ardiente entre mis ojos tristes O déjame reinar en ti como una luna.

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CANTO XXXV Me he sentado en el centro del bosque a respirar. He respirado al lado del mar fuego de luz. Lento respira el mundo en mi respiración. En la noche respiro la noche de la noche. Respira el labio en labio el aire enamorado. Boca puesta en la boca cerrada de secretos, respiro con la savia de los troncos talados, y como roca voy respirando el silencio, y como las raíces negras respiro azul arriba, en los ramajes de verdor rumoroso. Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce sombrío de mis venas toda la luz del mundo. Y, al fin, yo era un gran sol de luz que respiraba. Pulmón el firmamento contenido en mi pecho que inspirando la luz va espirando la sombra, que renueva los días y desprende la noche, que inspirando la vida va espirando la muerte. Inspirar, espirar, respirar: la fusión de contrarios, el círculo de perfecta consciencia. Ebriedad de sentirse invadido por algo sin color ni sustancia, y verse derrotado en un mundo visible por esencia invisible. Me he sentado en el centro del bosque a respirar. Me he sentado en el centro del mundo a respirar. Dormía sin soñar, mas soñaba profundo y, al despertar, mis labios musitaban despacio 44

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en la luz del aroma: “Aquel que lo conoce se ha callado y, quien habla, ya no lo ha conocido”.

LA NOCHE DE LOS RUISEÑORES AFRICANOS Cayó el alma en el pozo de la noche y desde abajo, desde lo más hondo, ve la luna de junio madurar en la brisa, que trae enloquecidos cantos de ruiseñores africanos.

REGRESO A PETAVONIUM Dejadme dormir en estas laderas sobre las piedras del tiempo, las piedras de la sangre helada de mis antepasados: la piedra-musgo, la piedra-nieve, la piedra-lobo. Que mis ojos se cierren en el ocaso salvaje de los palomares en ruinas y de los encinares de hierro. Sólo quiero poner el oído en la piedra para escuchar el sonido de la montaña preñada de sueños seguros, el latido de la pasión de los antiguos, el murmullo de las colmenas sepultadas. 45

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Qué feliz ascensión por el sendero de las vasijas pisoteadas por los caballos un siglo y otro siglo. Y en la cima, bravo como un espino, el viento haciendo sonar el arpa de las rocas. Es como el aliento de un dios propagando armonía entre mis pestañas y las nubes. Un águila planea lentamente en los límites, se incendian las sierras de las peñas negras, mas no veo las llamas, las llamas que crepitan aquí abajo, enterradas bajo el monte de sueños aromados, bajo la viga de oro de los celtas, junto al curso del agua del olvido que jamás, en vida, podremos contemplar, pero que habrá de arrastrarnos tras el último suspiro. ¡Cómo pesan los párpados con la música del tiempo! ¡Cómo se embriagan de adolescencia perdida las venas! Dejadme dormir en la ladera de los infinitos sacrificios, en donde arados y rebaños se han petrificado, en donde el frío ha hecho florecer cenizales y huesos, en donde las espadas han segado los labios del amor. Dejadme dormir sobre la música de la piedra del monte, pues sólo soy un nogal junto a una fuente ferrosa, la vela que ilumina una bodega de mostos morados,

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un trigal maduro rodeado de fuego, una zarza que cruje de estrellas imposibles.

LA PRUEBA Mira: a punto estás de penetrar en el bosque. Vas a dejar la casa blanca de la cima, tan plácida, tan llena de música y sosiego y ahí te espera el bosque impenetrable. Irremediablemente deberás cruzarlo: el bosque que desciende por ladera escabrosa, el bosque en que no hay nadie y el bosque en el que puede haber de todo. El bosque de humedades venenosas, morada de lo negro, y de una luz que enturbia la mirada. Entra en él con cuidado y sal sin prisas, mas nunca se te ocurra abandonar la senda que desciende y desciende y desciende. Mira mucho hacia arriba y no te olvides de que este tiempo nuestro va pasando como la hoz por el trigo. Allá arriba, en las ramas, no hay luces que te cieguen, si es de día. Y si fuese de noche la negrura más honda la siembran faros ciertos. 47

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Todo lo que está arriba guía siempre. Mira: te espera el bosque impenetrable. Recuerda que la senda que lo cruza –la senda como río que te lleva– debe ser dulce cauce y no boa untuosa que repta y extravía en la maraña. Que te guíe la música que dejas –la música que es número y medida– y que más alta música te saque al fin, tras dura prueba, a mar de luz.

NOCTURNO Perdámonos más allá, más allá todavía, en las lomas de las piedras de bronce, en las montañas negras de septiembre, en cuyas hondonadas pronto alzarán los chopos sus hogueras. Perdámonos o deja que me pierda en ti, o acaso tras las tapias, también de bronce, de ese mínimo huerto. Detrás veo un nogal y a su sombra hallaríamos tu paz y la mía.

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Llévame, o tráeme, o piérdeme por esta amarga y dulce tierra nuestra, pero este anochecer del verano moribundo no me saques del laberinto sin salida de tus ojos.

FE DE VIDA Esperar junto a este mar (en el que nacieron las ideas) sin ninguna idea. (Y así tenerlas todas). Ser sólo la brisa en la copa del pino grande, el aroma del azahar, la noche de las orquídeas en las calas olvidadas. Sólo permanecer viendo el ave que pasa y que no regresa; quedar esperando a que el cielo amarillo arda y se limpie con los relámpagos que llegarán saltando de una isla a otra isla. O contemplar la nube blanca que, no siendo nada, parece ser feliz. Quedar flotando y discurriendo de aquí para allá, sobre las olas que pasan, como un remo perdido. O seguir, como los delfines, la dirección de un tiempo sentenciado. Ser como la hora de las barcas en las noches de enero, que se adormecen entre narcisos y faros. 49

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Dejadme, no con la luz del conocimiento (que nació y se alzó de este mar), sino simplemente con la luz de este mar. O con sus muchas luces: las de oro encendido y las de frío verdor. O con la luz de todos los azules. Pero, sobre todo, dejadme con la luz blanca, que es la que abrasa y derrota a los hombres heridos, a los días tensos, a las ideas como cuchillos. Ser como olivo o estanque. Que alguien me tenga en su mano como a puñado de sal. O de luz. Cerrar los ojos en el silencio del aroma para que el corazón –al fin– pueda ver. Cerrar los ojos para que el amor crezca en mí. Dejadme compartiendo el silencio y la soledad de los porches, la hospitalidad de las puertas abiertas; dejadme con el plenilunio de los ruiseñores de junio, que guardan el temblor del agua en las últimas fuentes. Dejadme con la libertad que se pierde en los ojos de una mujer.

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ZAMIRA AMA LOS LOBOS Zamira ama los lobos. Yo quisiera ir con ella a buscarlos a las tierras más altas, donde los robledales rojos de Sotillo han perdido sus ojos en las fuentes, allá donde los caballos beben el agua helada de los caballos y se espera la nieve como una bendición. Tú y yo estamos en este hospital esperando a la muerte. No la muerte tuya ni la muerte mía, sino la de aquellos que nos dieron la vida. Y éstos ¿a quiénes pasarán cuando mueran sus muertes? Tú y yo esperando el final, el vacío del límite, mientras la vida tiembla y brilla entre nosotros como un cuchillo inocente. Y es que, esperando la muerte de los otros, esperamos, un poco, la muerte nuestra. Quizá por ello Zamira ama los lobos. Quizá, por ello, yo deseo también salir a buscarlos con ella este mes de diciembre, a los páramos altos, 51

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a los prados remotos. Y podríamos ver los espinos, y las brasas de sangre del sol en mimbrales morados. Puesta ya en nuestros ojos la venda de la nieve, que no pensemos más, que ya no nos deslumbre el acre resplandor de los quirófanos. Zamira ama los lobos, quiere escapar del laberinto de piedra y cristal del dolor. Zamira: partamos y no regresemos.

EN LOS PÁRAMOS NEGROS Gracias por la muerte de estos montes y por la de estos pueblos, en los que sólo las piedras se mantienen con vida; gracias por estos negros páramos del invierno en los que la tierra asciende a los cielos y las nubes descienden hasta tocar la tierra; gracias por esta hora de todos los vacíos en la que se intuye el final. De tanta pureza y soledad, de tanta muerte, sólo puede brotar una vida más cierta.

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Gracias por la noche, que a punto está de llegar con la bondad de sus nieves, y por ese perro vagabundo que prueba a calentar con su hocico el estanque helado para extraer un poco de agua; gracias porque no nos hemos cruzado con ningún ser humano para pulsar el dolor, y por la pana remendada de parcelas y prados, que conservan como un tesoro las heridas de los disparos, los tizones de los últimos incendios; gracias por los frutales grises de los mínimos huertos y por las colmenas adormecidas, y por la casa cerrada desde hace muchos años de la que no se conoce su dueño. Y, sin embargo, en este anochecer, yo quisiera ofrecer lo mejor de mi vida a toda esta muerte; yo quisiera cambiar todo el gozo y el oro que hubo en mi vida por la contemplación (desde estos páramos negros) de las montañas últimas. Porque aquí empezó todo para mí, porque cuanto he sido, y soy, y digo, nada sería sin las raíces de las luces frías, sin esos senderos impenetrables que sólo han recibido la visita de los rayos amargos. 53

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Por eso, quiero ser esa lastra ferrosa bajo la que duerme la víbora, la yerba tan fuerte, o su escarcha, que el sol no logró deshacer. Quisiera arrodillarme como tapia batida, como pinar abrasado. No deseo ni puedo volver hacia atrás la mirada, desandar el camino (¡tan largo!) recorrido, pues ya sé que, vacío, en la hora en que todo parece morir a punto está todo de nacer. La mirada vuela sobre la fosa del valle (sobre la fosa de la vida), hacia la gran mole coronada de silencio, hacia la cima que los misterios alberga. Gracias por este anochecer en el que me he quedado entre las manos con las pobres, escasas semillas de las que habrá de germinar luz perpetua. En el anochecer de los páramos negros estoy solo y profundamente en paz.

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LA CASA DE LOS VERANOS DE ORO Debo escribirte para no perderte, pequeña casa de la infancia de los veranos de oro, en la que lo más negro de ti siempre será para mí lo más blanco: el muro del corral de piedras negras, el suelo de éste, con el manto oscuro, crujiente de las hojas de la encina y el horno con su fuego y sus cenizas, pero siempre al amparo del hollín de su cúpula. O aquel otro negror de la amplia campana, la de la chimenea, por la que ascendían el humo y el calor de nuestra sangre. Te imagino negra, negra como las losas que arrastraron nuestros antepasados desde las ruinas de los castros celtas, para fundar el lar donde se adormecían las llamas de las jaras. Y la escalera que ascendía brusca al cuarto en penumbra, en el que se guardaban en secreto mis sueños: una espada, una lira, una lechuza. Hasta la cuna azul en que dormí –la cuna más humilde, la que tallaron con ternura y calma 55

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las manos de un herrero– hoy me parece negra. La casa, negra y mansa como eran las noches en los estíos de la Vía Láctea; Negra como más tarde (tras infancia feliz) suelen serlo la vida de los hombres; negra como lo es el corazón que siente y que sueña mucho más de cuanto debe y puede. Pequeña casa de la infancia pura, refugio de los veranos de oro, hoy eres negra y mansa en mi memoria, negra y hermosa como el firmamento, pues en ti parecía estallar la luz de cada estrella. Eres negra y profunda como tiempo sin fin. Y sin embargo, como la noche, también eras finita, presagiabas el alba, la luz primera, pálida y suave que siempre hubo y que habrá en mí mientras aún tiemble cual pabilo de vela mi vida.

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LETANÍA DEL CIEGO QUE VE Que este celeste pan del firmamento me alimente hasta el último suspiro. Que estos campos tan fieros y tan puros me sean buenos, cada día más buenos. Que si en tiempo de estío se me encienden las manos con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno los sienta como escarcha en mi tejado. Que cuando me parezca que he caído porque me han derribado, sólo esté arrodillándome en mi centro. Que si alguien me golpea muy fuerte sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo de la fuente serena. Que si la vida es un acabar, cual veleta, chirriando en lo más alto, allá arriba me calme para siempre, se disuelva mi hierro en el azul. Que si alguien, de repente, vino para arrancarme cuanto sembré y planté llorando por las nubes, me torne en nube yo, me torne en planta, que sean aún semillas mis dos ojos en los ojos sin lágrimas del perro. Que si hay enfermedad sirva para curarme, sea sólo el inicio de mi renacimiento. Que si beso y parece que el labio sabe a muerte, 57

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amor venza a la muerte en ese beso. Que si rindo mi mente y detengo mis pasos, que si cierro la boca para decirte todo y dejo de rozar tu sangre ya sembrada, que si cierro los ojos y venzo sin luchar (victoria en la que nada soy ni obtengo), te tenga a ti, silencio de mi cumbre, o a ese sol abatido que es la nieve donde la nada es todo. Que respirar en paz la música no oída sea mi último deseo, pues sabed que, para quien respira en paz, ya todo el mundo está dentro de él y en él respira. Que si insiste la muerte, que si avanza la edad y todo y todos a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa, me venza el mundo al fin en esa luz que restalla. Y su fuego me vaya deshaciendo como llama de vela: con dulzura, despacio, muy despacio, como giran arriba extasiados los planetas.

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¿CONOCÉIS EL LUGAR? ¿Conocéis el lugar donde van a morir las arias de Händel? Creo que está aquí, en este espacio donde se inventa la infinitud de los amarillos; un espacio en el centro del centro de Castilla en el que nuestros cuerpos podrían sanar para siempre si tus ojos y mis ojos mirasen estos páramos con piedad absoluta y en donde hasta el espíritu suele arrodillarse para hacernos su ofrenda en rosales de sangre. En este espacio hay un fuego blanco en el que viene a expirar una música que nos llega de lejos, ¡de tan lejos! ¿Conocéis el lugar donde van a morir las arias de Händel? Está aquí, en el centro del centro de Castilla, donde por los linderos morados se tensa, como un arco, la luz. Es un espacio en que la nada es todo y el todo es la nada, y en el que junio joven viene por los montes vertiendo de su copa oro líquido. 59

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Es un lugar en el que espacio y tiempo sólo son una hoguera que arde y que mantiene su combustión gracias a nuestras vidas (quiero decir: gracias a nuestras muertes). La música que más amáis aquí tiene su tumba. Es la música que a través de la respiración de las espigas, viene a morir en la luz que respiran nuestros pechos.

EN EL MAR MUERTO Llegar a este confín donde madura la invisibilidad y conocer la dimensión extrema de ser. El desierto sajado nos abre su alma de cal, esa gran esmeralda temblorosa de un mar que reverbera y que va ascendiendo como fuego hasta un cielo inflamado. Unas piedras sublimes por vencidas, los restos 60

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de un pavoroso incendio. (Hoy sólo arde ya el fuego blanco de la luz). Un bulto (creo que es una mujer), acaso está orando bajo el sol desmedido, inclina derrotada en una piedra su cabeza de piedra y pone un beso negro en el lugar de la víbora. ¿Hacia dónde estará volando su plegaria? Constelación de lejanías. Anulación de la memoria. ¿Y el mundo? Salitre, espesor y cristalización de una brisa que hierve. Llamarada amarilla del barro. Amansa la piedad estos montes que son como bestias abiertas en canal. El ritmo envolvente de la luz acompasa mi cuerpo,

refluye

el abandono, mana de una fuente de labios

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la plegaria sonámbula, respira en su delirio la palmera, y yo voy respirando mientras bebo el más allá en el espacio blanco. Más allá que está aquí, fosilizado. ¡Extremada certeza de ser! ¿O de no ser? Las rocas son mi carne. Las piedras son mis lágrimas. Soy tiempo que no pasa. Éste no es mi vivir: el de los años que estuve desviviéndome. Y cuando intento hablar cada palabra viene del silencio y retorna al silencio. Tierra y cuerpo son uno en la luz del silencio. Que perdure este tiempo sin tiempo que enciende en extravío infinito la llama de una vida más plena. Esta es la dulce muerte de saber que en esta luz que abrasa y va entregando la savia de su vida a nuestras vidas, ya no existe la sed del ansiar más, 62

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ya no existe la angustia de saber. Acto puro de la respiración y de ser respirado por el mundo. Frente a ese morir que hemos llamado vida, esta calma: la de un silencio verde que asciende desde un mar que llaman Muerto, pero que da la Vida. Cuerpos se bañan en la lejanía como en vidrio molido. Cielo abatido en el desierto, mar elevado a mis ojos. Desierto de mis ojos entregado en el ara del sol. Oasis del contemplar. Salí, salí de mí cuando en realidad estaba muy adentro, sumido en un círculo, y giraba regresando a mi estrella perdida, a mi astro olvidado. Y en esa travesía del desierto que es todos los desiertos, 63

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inspirando,

espirando, me pareció oír unas palabras que gemían, acaso las del hombre que aquí vino a sembrar luz en el fuego: “Dejad ya de sacaros los humanos ojo por ojo, pues podría quedarse el mundo ciego”. Sángrame, luz, muy lentamente, sángrame, hasta que sea mi luz la que en ti pierda dulcemente la vida. Y que sea la muerte solamente una ofrenda, solamente una ofrenda.

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Jenaro Talens (Tarifa, España, 1946) Creció y se educó en Granada, por cuya Universidad se doctoró en Filología Románica en 1971, tras haber cursado estudios en Ciencias Económicas y Arquitectura en la Universidad Central (hoy Complutense) de Madrid. Ha sido sucesivamente catedrático de Literatura Española, Teoría de la Literatura y Comunicación Audiovisual en la Universidad de Valencia, de Teoría de la Literatura en la Universidad Carlos III de Madrid y profesor visitante, entre otras, en las de Minnesota, Montréal, Buenos Aires, Técnica de Berlín, Aarhus y California-Irvine. En la actualidad es catedrático de Literaturas Hispánicas y Literatura Comparada en la Universidad de Ginebra. Ha publicado una treintena de libros sobre teoría e historia de la literatura y teoría e historia del cine y traducido, entre otros, a Petrarca, Shakespeare, Hölderlin, Goethe, Rilke, Trakl, Beckett, Heaney, Walcott y Zach. Su obra poética, traducida, entre otras lenguas, al inglés, francés, italiano, portugués y alemán, está recogida en tres volúmenes: Cenizas de sentido. Poesía 1962-1975, El largo aprendizaje. Poesía 1975-1991 y Puntos cardinales. Poesía 1992-2006, publicados por Ediciones Cátedra.

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OBSCENIDAD DE LOS PAISAJES I Esta mañana somos dos los que observan el mo­vimiento de las hojas, el cíclico murmullo de los primeros rostros que marchan al trabajo; dos los que miran lo impreciso de cuanto existe ajeno y nos rodea y a su manera nos define como ajenos también. Tan sólo el ocio frágil de la imaginación pudo asociar un día tantos datos dispersos y construir sobre el caótico montón de sus detritus un simulacro de saber. Nos cegó el énfasis soberbio de inventar historias, de otorgar sentido. No supimos ver sino la luz, o, cuanto más, lo iluminado. Nunca nos detuvimos a sentir los ojos, su cotidiana sensación de estar, que no da nada y todo lo recibe, como un don. Fuimos uno (mirar nos desdoblaba). Tuve piedad (tuvimos) del gorrión temprano, del solitario poto, del jardín deshabitado por la lluvia bajo nuestra ventana. El día viene ahora hasta nosotros como presencia sólida y el aire que me azota dice que en el silencio oscuro de mis pasos hoy somos al fin dos, yo, tú, nunca nosotros ni su crimen lejano, reconocida tú, por quien camino. II Ah, pronunciar el aura del viaje, sentir un poco cuando el sol lo pida, decirte soy como lo escucho, y escuchar lo que digo y descubrirme ahí. Los mur­mullos que estallan en 69

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mi boca queman como faros y, a no dudar, impiden que te exile la luz, donde la hierba crece franqueando el espacio de los ojos. La muerte ya no insiste: una simple emoción recono­cida. De nadie nos consuela la fidelidad (su intensi­ dad es silenciosa). Así, sonrío al borde de mi voz. Piedra angular. O antorcha. La locura. III De todas formas nadie nos espera. No hay por qué apresurarse. El cartero pasa de largo, sin llamar (no llamará dos veces, ya lo ves). El agua le chorrea y busca dónde guarecerse. Para qué, me preguntas. Y de qué. La lluvia. Siempre llueve en esta época del año. No sé por qué buscamos, sin embargo, su secreta razón, su calidad de imprevisible. Abando­nemos pronto este recinto; pero no, no es recinto. El frío de la tarde desconoce que aún quedan sensa­ciones sin clasificar, el sonido amortiguado de los tubos de escape, la lividez del cielo azul plomizo, el olor del mal tiempo que camina entre rachas de sol y nubes grises, como un cabrilleo de liquidación, sus maneras afables y alguna referencia más bien vaga a las cisuras que parecen otorgar a cada histo­ria su enfática porción de intimidad. La ceremonia ciega, ¿en qué consiste? Dejemos ya de divagar, me dices, no nos caiga la noche. Ah, sí, la noche. IV La sombra oblicua que nos desdibuja en el límite del día sabe del entusiasmo de las estaciones, de la hazaña del 70

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tiempo, del dolor que acumula un pensamiento inhóspito. Allí el deseo se agazapa, se acomoda a un espacio elaborado con fragmentos de hierba y levadura triste. Nada tan dócil como la sorpresa de distinguir rendijas familiares por donde penetra un sol sin atributos. Brilla su imaginaria proyección sobre el escorzo de aparatos de bronce, de muñecos mecánicos, esa falsa materia que el mar vislumbra en la prisión del cielo. Ahora que somos dos (la tormenta lo dice) y la noche que cae nos señala el camino con culebras de luz. V A solas otra vez, irremediablemente, como el viejo serrín de una muñeca de trapo, desparramados entre restos de ternura y sábanas sin sol. El frío de la madrugada no precisa de afán. Un bulto inmar­cesible hecho de incertidumbre, de ruidosa brega. La voluntad de abismo aturde igual que música pautada en otras tablas, en la trinchera próxima. Un espacio concluso donde hacer mío el fuego que crepita en torno a las comisuras tristes de tu boca. (1980)

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CONTACTOS I La luz no tiene peso, ni volumen, es una variable desazón, la música invisible de un sueño que no es sueño, que proyecta en el sueño su materia precisa, con el rumor preciso, sin imagen, sin otro fulgor que su presencia, el tacto de quien mira una ausencia monótona, una mirada ciega contemplándole al fin, sin atributos, con la posesión de una promesa vaga, el túnel que devora tanta heredad. Por qué la luz, por qué este metal confuso que hace suyo el deseo, la paradoja de una identidad que se disgrega, y son nacimientos ahora, y alguien muere, bajo la tolerancia de las estaciones, no es un sueño, escucho el ronroneo de una piel, un alba que se inscribe en esta alquimia dócil donde el rigor se desgasta como una fina lluvia de verano, como un crepúsculo blanco, el ojo ayer hostil hoy se mezcla contigo, eres tú que yo esbozo, yo semejante a ti, su vidrioso acarreo. Mordidos por la niebla penetramos en tu madriguera, pensamiento mío, tu avidez va podando rostros sin lugar ni memoria, tu desesperación, surcada por palabras, ¿sabrá captar un día 72

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el temblor inconfundible de nuestro mutismo, esa delgada piedra de la noche donde la perseverancia de los oleajes nos hace naufragar? Las manos buscan a tientas el eco de un calor los contornos de un cuerpo silencioso y frágil como el agua, la claridad de un río que en el cauce desierto se despoja de su tibia profecía, su humedad, y avanza, es ya una oquedad sin nombre, imagen de otro río en otro sueño antiguo, hacia un mar que no existe, que es nada más el trazo que nos liga, que nos atraviesa y nos recoge, el centro de un furor cuya sombra he bebido, y era espuma, y en cada estallido el gusto, un resplandor, el agrio amanecer sin condiciones, sin la inexpugnable desnudez de las astillas, no, la luz no tiene peso ni volumen. II Y sin embargo es luz. Puedo tocarla. Es aire. Toda esta luz de estío, tan diamantina como tu presencia. Su solidez me abrasa con escozor de aurora. Luz de un cuerpo, piedra huidiza entre los brazos de un laberinto de vegetaciones penetra en los confines de tu despertar con una inercia opaca. 73

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El misterioso regazo de una concha azul pende de un soplo, su estupor me aniquila, eres tú, se desangra por espinas de fuego, entre sonidos irreconocibles que sólo yo percibo sin conseguir hollar un cielo que otros, anónimos aún, atraviesan sin ti, sin mí que te construyo como tú me construyes con hojas de un gran árbol huésped del frío y de la niebla. La explosión surte intermitente más allá de la gruta a que retorno, espejo despoblado por donde desfilan lluvias, albas inhóspitas, una escenografía sin actores. El amor conoce el mediodía exacto por un sabor más áspero, quizá por un aroma que acompasa las respiraciones con el ritmo de un goce que ignora la erosión porque asume la muerte, la emergencia de un fin en el vasto reino de la noche, del imperio nocturno donde todo rumor se vuelve transparente con el silencio de tu piel, o es esa sombra que nos aglutina bajo su claridad, disuelta luz que rompe: qué avidez del deseo por vivir en el otoño prematuro la putrefacción del sol en las cortinas.

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III La última espiral de la consciencia son dos bultos insomnes, la paradoja de un vuelo que cruza por el cuarto con la precisión de un horizonte inmóvil, como un sol ilegible surgido de la hondonada misma donde el furor es vértice y bisagra, un aire transportado con delicadeza desde el lado imposible de un universo que fuimos aunque no fuimos, que somos y no somos, la floración del pubis mientras el tiempo ardía. El éxtasis indómito no es la monotonía con que las manos se pronuncian en la madrugada sin otro norte que las mordeduras de lo que siempre discurre por primera vez ante las solicitaciones de una oquedad de hierba como yacija o pájaro constante. Es la costumbre. Así, cuando el aire de la mañana me golpea el rostro asocio el ritmo de mis pensamientos con un olor desvaído, allá entre los rotos mármoles, junto a las yedras y las aspidistras, en el jardín antiguo tan a menudo convocado como testimonio, el cielo negro de su irrealidad con un latido húmedo, y ahora, sin transición, el orden nos invade desde el desasimiento del armario, la lámpara difusa, la ropa dejada caer anoche como un fardo sobre la moqueta,

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todo lo que es real y está ahí, y nos invade, esa imagen cercana de una presencia largo tiempo escindida, la solidez de descubrirnos vivos sin el subterfugio que borra el sudor de los cuerpos reintegrados a su opacidad. (1981)

ESTOY IMPLICADO EN ALGO I Nunca quise ser libre. Sólo hablaba y hablaba de una confusa libertad. Conozco, a duras penas, el abismo súbito que separa un refugio del color del cielo de este cielo que me cubre con su indiferencia, mostrando los caminos abiertos ante mí. Y hoy, primero de abril, bajo la luz de un alba casi amiga dejo mi casa y mi ciudad, los libros que tanto amé, las calles, los jardines y el cuerpo extraño en que busqué mi imagen sin comprender del todo lo que hacía. Nada hay atrás que implique una atadura, quizá algunos residuos de memoria, algún olor indefinido, un poco de la nostalgia absurda con que se aparece 76

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cuanto el deseo quiso construir sin aceptar sus límites inciertos. Esta mañana, al fin mientras, algo cansado, vuelo entre las nubes, veo a través de sus resquicios el azul del océano, la transparencia insólita del aire y sé que es cierto que soy libre, que ya no me vivo en nadie, que mi noche es profunda, y es mía. II Supongo que ser libre es estar solo, aceptar la violencia con que la noche cae, sin otra compañía que la noche. Nadie depende ahora de mí. No tengo planes. Tampoco estoy seguro de la eternidad, pero, conozco, al menos, mis limitaciones. Sé lo que quise o que fingí querer manipulando a veces mi memoria. Y aquí, sentado, espero mi bebida entre rostros extraños que me ignoran. Oigo el confuso parloteo de los comensales y distingo con nitidez una pequeña ardilla desde la ventana Juega en el parque, entre la nieve, y no sabe siquiera que es abril y hace frío. La luz resbala por sus ojos, como gotas de lluvia. Abre tu puerta –dice, y no te ocultes en la oscuridad. Un falso sol que tiembla en el invernadero tiñe de azul las lilas y los potos. 77

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Saludo sin pasión a un árbol solitario. Son malos tiempos para la ternura. III Son malos tiempos para la ternura. Olvida el absurdo vaivén del día y de la noche. Quédate junto a mí. No tengas miedo. Sabrás que, al fin, no hay nada misterioso, cómo y dónde se inicia, tras el maquillaje, ese monólogo de sombras que llamamos poema. Yo, que tanto he escrito sobre lo que ignoro, ya no pretendo comprender. Escúchame, vivir consiste en enterrar la muerte, y esas viejas historias, como dijo el anciano, se parecen tanto todas entre sí. Tú, viejo profesor, que nada tienes salvo tu deseo, deja el terror a un lado. Nadie mira. El mundo es algo ajeno, aunque tu vida esté sola y desnuda en los escaparates. Nada de lo que digan eres tú. Ven conmigo. Andemos juntos esta madrugada. No hay lugares inhóspitos. El cielo tan sólo cambia de color, y es dulce, y nos cobija, y hay tantas nuevas cosas que aprender. (1983)

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REMINISCENCIAS EN MÜNSTERPLATZ A Carlos Alvar En las brasas más frías se extinguen soles. Veo desde mi hotel el puente sobre el Rhin. Siento que acaba de pasar un pájaro. Lo sé por el sonido de sus alas. Oigo el despertar de las gaviotas. Es un alba furtiva y de placer confuso. En el apogeo de su humildad, la luz anula los colores y la piedra roja, en la penumbra de la catedral, cobija tu nombre inscrito, ese estremecimiento que ya nadie transita salvo el silencio de la muerte. Tú, quien quiera que ahora seas, escucha cómo el agua fluye bajo mis pies, cómo las grandes barcazas se deslizan sin hacer ruido y sin saber de ti. Viejo Erasmo de Rotterdam, ¿a dónde va la música cuando ha dejado de sonar? (2000)

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NIÑO QUE CORRE CON LOBOS (Palabras para Matías en el otoño de Guadalajara)

A Teresa y Luis Vicente de Aguinaga Huyo de una mirada que ahora sé que no es mía. Con ella, sin embargo, gocé los fastos de la primavera y bebí de una luz donde, aún, improbable, persevero. No era la herrumbre al uso ni la desnudez del otoño lo que me esperaba al otro lado del jardín, pues sólo quien remonta por el cauce puede encontrar la huella de un origen y son las brumas las que borran el destello de unos años vividos en cascada. Si algo aprendí de un cielo avaro de esplendor, fue el poder de los sueños amablemente infieles. Por eso tus dos ojos, hoy recién florecidos, me devuelven un estremecimiento muy antiguo que hace tiempo olvidé, la certidumbre de que otras son las aguas que corren bajo el mismo río y han sembrado en mi casa, como quien pone enigmas al recuerdo para hacerlo culpable, la alegre combustión de la pureza. (2006)

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Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950) Es licenciada en Filología Románica por la Universidad de Oviedo y en Filosofía por la Universidad de Valladolid. Ha publicado los siguientes libros de poemas: El tercer jardín (1986), Exposición (1990, Premio Ícaro de Literatura), Ella, los pájaros, (1994, Premio Leonor de Poesía), Caza nocturna (1997) –traducido al sueco, Nattlig jakt, 2004–, Del ojo al hueso (2001), La poesía, ese cuerpo extraño (antología) (2005), Y todos estábamos vivos (2006). Es también autora del ensayo biográfico Teresa de Jesús (2001), así como de textos para catálogos de artes plásticas (Kiefer, Tàpies, Zush, Broto, Fernández de Molina, Bienal de Venecia 2001, Vicente Rojo, Luis Costillo, Juan Soriano...), y de numerosos trabajos de reflexión literaria. Ha traducido el libro de Pier Paolo Pasolini, La religión de mi tiempo (1997), y (en colaboración con Monika Zgustova) una amplia selección de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, El canto y la ceniza. Antología poética (2005). Co-dirige la revista Los Infolios desde 1987, y fue miembro fundador de El signo del gorrión, a cuyo consejo editorial perteneció durante sus diez años de vida (1992–2002).

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ALGUNAS piedras se vuelven transparentes con el sol, casi transparentes. A veces, al caminar, me siento y las miro. Algunas almacenan luz, pulidas y cerradas, como si fueran vivas. Las cojo, están llenas de tierra por debajo, tienen un tacto áspero y fresco.

CUANDO voy a trabajar es de noche, después amanece poco a poco, hace mucho frío aún. A menudo en el cine me parece oír lluvia azotando el tejado, como si no hubiese lugar donde guarecerse. Hoy alguien en un sueño dijo: ten, en esta garrafa hay agua limpia, por si toma moho la del corazón.

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VERDE. Las hojas de geranio en la luz gris de la tormenta tiemblan, tensión de nervadura verde oscuro. Te mirabas las manos, nervadura de venas; si los dedos fueran deliciosos, decías. Al caminar apoyaba mi sien contra la tuya y en la noche escuchaba el ruiseñor y el graznido del pavo. Indiferencia de todo, oscuridad. Me llamabas con voz muy baja. Sólo un día reíste. (De Ella, los pájaros)

LA MUERTE es una forma en algunas pinturas del XV, una curva que el cuerpo figura entre quien lo sostiene y su propio peso. Una curva también la forma del amor, plegarse dúctilmente. O de otro modo, recto, peso muerto sobre paño 86

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verde, mariposas aéreas, amarillas, o sombra pálida, bullentes. Tú tenías anillos, dedos en las manos.

ESTE conocido temblor de las hojas con la brisa y este verde de abril como un vómito en la luz. Suficientes aún las antiguas palabras: no percibe el cadáver dulzura ni calor y sí, en cambio, el silencio y el frío, puesto que se percibe lo que se es. Discontinua vivencia, porque todas aquí somos iguales. Como mirlos y mirlos esbeltos en el canto y en el negro intercambian sonidos: acepta la vida, el acorchamiento de la vida, desecha la vieja hybris, nada pierde quien muere, nada gana tampoco. Es nítido el sonido tras la lluvia, se percibe ahora el tren con violencia veloz, el obsesivo zureo de palomas.

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LA VOZ, la de esta niña que canta sola ahí, la del muchacho que por la noche da gritos y repite obsesivo hijo de puta, las voces de los niños que juegan; intransitiva voz, exenta en el mundo, cuerpos autómatas que a diario veo y que no veo, chillidos veloces de vencejos en el anochecer. (De Caza nocturna)

SE DEJABA caer sobre la cama con la ventana abierta, acompasaba todo el aire del huerto al respirar, los naranjos y hortensias, el olivo, los nísperos y rosas. Era profunda y leve esa respiración, hondo su sueño, todo tenía un regusto de ropa que el azulete aclara, punzante como sol en el armario oscuro. Poder sentir el peso en el cuerpo sin redes.

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LA distancia entre quien habla y por ejemplo dice mi pecho y quien sirve de soporte a esa habla y dice por ejemplo yo es la que atraviesa la retórica, toda la lengua. El sonido que bandadas de gaviotas producen es externo, el encharcamiento estacional de las tierras llanas, ese espejo, pecho desnudo, graznidos para lo vulnerable.

AL salir a la calle, sobre los plátanos, muy por encima y por detrás de sus hojas doradas y crujientes, el cielo, muy por encima azul, intenso y transparente de la helada. A cuatro bajo cero se respira el aire como si fuera el cielo que es el aire lo que se respirara. Corta y se expande y un instante rebrota antes de herir. Ritmos de la respiración y el cielo, uno lugar del otro, volumen que quien respira retrajera, puro estar del mundo en el frío, de un color azul que nadie viera, intenso, 89

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que nadie desde ningún lugar mirara, aire o cielo no para respirar. (De Del ojo al hueso)

OYE batir la sangre en el oído reloj de los rincones interiores topo que trabaja galerías, gorrión que corre ramas desnudas del tubo del ciprés no sabe

cómo de cálido es el manto de la tierra, cómo bordea o mueve piedrecillas, si en lugar más espacioso la madre amamanta topillos de la nueva camada, ciegos olisqueando, cuál la temperatura del hocico, de la ubre ni cuánto tardan pétalos, hoja rizada del roble en ser materia del manto, cuánto hueso de carnero o cuervo o plumas en empastarse e ir bajando cubiertos de otro otoño, nuevo corte de gente, mantillo, manto, maternidad desde dónde, Perséfone, lo mira 90

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lo contempla en su corazón sintiendo cómo late la sangre en el oído

ENTRE lo literal de lo que ve y escucha, y otro lugar no evidente abre su ojo la inquietud. Al lado, mano pálida de quien convive con la muerte, cráneo hirsuto. Atendemos a la oquedad, máscaras que una boca elabora; distanciada y carnal, mueve el discurso, lo expande y desordena, lo concentra, lo apacienta o dispersa como el lobo a sus corderos. El sonido de un gong. Es literal la muerte y las palabras, las bromas luego de hombres solos, broma y risa literal. Todo sentido visible, todo lo visible produce y niega su sentido. Si respiras en la madrugada, si ves cómo vuelven imágenes, contémplalas venir, apaciéntalas, deja que estalle la inquietud como corderos. (De Y todos estábamos vivos)

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Francisco Ruiz Noguera (Frigiliana, Málaga, 1951)

Profesor titular de Lingüística en la Universidad de Málaga. Fundador y director de las revistas El Laberinto de Zinc y Robador de Europa. Ha publicado: Campo de pluma (Granada, Ánade, 1984), Laberinto (Málaga, Corona del Sur, 1985), La manzana de Tántalo (Málaga, Puerta del Mar, 1986); Pentagrama (edición de Ángel Caffarena, Málaga, El Guadalhorce, 1987), La luz grabada (Córdoba, Col. Ricardo Molina, 1990), Simulacro de fuego (Madrid, Libertarias, 1993), Verbi gratia (Málaga, Miguel Gómez Ed., 1996), Arte de restaurar (Madrid, Huerga & Fierro, 1997), Campo de pluma (Poesía reunida) (edición y estudio de A. García Berrío, Málaga, Ciudad del Paraíso, 1997), El año de los ceros (Madrid, Visor, 2002), El oro de los sueños (Madrid, Hiperión, 2002), Memoria (Antología) (introducción de Vicente Luis Mora Málaga, Monosabio, 2004), Materia griega (Córdoba, Cuadernos de Sandua, 2005), Ventanas interiores (Antola) (Fundación Málaga, 2008), Arquitectura efímera (Madrid, Visor, 2008). Ha obtenido la Beca a la Creación Literaria del Ministerio de Cultura (1989) y los premios de poesía Ricardo Molina (1989) y Antonio Machado (2002) y Vicente Núñez (2007); en 2003 fue finalista del Premio Nacional de Poesía. Ha publicado numerosos trabajos sobre poesía contemporánea y poesía medieval española en revistas especializadas y en suplementos literarios de la prensa, entre ellos: Antología de la poesía medieval española (Málaga, Ágora, 1995), Antología de la poesía española contemporánea (Ottawa/



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New York, Legas, 1991), Frontera Sur (Antología de jóvenes poetas malagueños) (Málaga, Puerta del Mar, 2007), así como ediciones de la obra de Estébanez Calderón, Domenchina, Muñoz Rojas, García Baena, Alfonso Canales, Manuel Alcántara, Vicente Núñez, María Victoria Atencia, Pérez Estrada, José Infante.

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VERBA / RES La palabra es la red que se sumerge en el mar inasible del pasado y busca en la experiencia hasta que encuentra el recuerdo fundido con la malla: qué curiosa esta red que identifica con su presa los hilos que la forman. Así, la evocación de lo vivido, ya manchada de luz y de hermosura o adornada del polvo de la calle, convertida en fetiche nos ofrece este juego canalla del poema. (De La manzana de Tántalo)

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LA MANZANA DE TÁNTALO

Manzanas son de Tántalo, y no rosas, que después huyen del que incitan ahora Góngora

De pronto se detiene la mirada en la mano que alarga generosa la ofrenda llamativa de su fruto. Y otra mano, tendida en su impaciencia, requiere la manzana de un convite vedado para el ansia de aquel labio. También pende el recuerdo ante los ojos, como fruto dorado entre la niebla de las horas, despliega su artificio. Y así yo, como Tántalo, esperando, en la huida constante de los días, conformar la memoria de otro tiempo. (De La manzana de Tántalo)

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EL MIRADOR OCULTO El agua ha perfumado los pinares con el olor a tierra mojada por las lluvias del otoño. Mueve el aire los flecos de la tarde y convoca el rumor de otras brisas antiguas. ¿Qué busca la avidez de la mirada? ¿Qué rastrean los dedos, en la arena de un río que ya es otro, sino la luz amarga de la memoria viva que duerme en las adelfas? En la baranda en brumas del mirador oculto, otra vez el ensueño, acodado, zahorí de lo muerto, se deleita en alargar la sombra del recuerdo sobre el espejo ciego de los días. (De La luz grabada)

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GOYA El sueño de la razón produce monstruos

Huye de las celadas de la mente. Ay de aquel que perdido en laberintos da su aliento a caducas reflexiones y pábulo a los monstruos engendrados por sueños de razón. Mata el empeño ciego por indagar la sombra, o ver ascua de nieve en medio de la noche. Bástete con la muda presencia de lo oscuro velando tu mirada. Por lo demás, qué importa si es la vida quien cruza los umbrales del tiempo o está inmóvil la vida y el tiempo la traspasa. La luz de amanecida, que ignora estos asuntos, no olvida, en cambio, su costumbre, y filtra su viva impertinencia por entre la persiana. Así, el tiempo y la vida, de la mano –con desprecio por todos tus terrores–, se aprestan a ofrecer un nuevo día: otro umbral u otra espada entre la niebla. (De La luz grabada) 100

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EL LAGO OCULTO Debajo de este espacio, dispuesto para el signo y su ensamblaje, corre un río de formas reclamando su muerte en la palabra. El silencio profundo de su ruido es como la lisura inquietante de un lago que aguarda agazapado bajo el hielo. (De Simulacro de fuego)

MEDIODÍA Contiene, al mediodía, la terraza todos los ingredientes de la vida: la claridad radiante del azul sobre el campo, el seto de arrayán en los jardines, los macizos de flores, y este encaje de sombras que procura la enramada. Para que nada escape a este momento, también –con el sigilo de costumbre– 101

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el viso de la muerte en el aroma dulce de unas mondas de fruta sobre el plato. (De Simulacro de fuego)

COMPÁS

P. G.

El tiempo es el espacio que limita, como un hito de luz en la memoria, la línea que separa los recuerdos; si pierdo la memoria, qué pureza, también se queda el tiempo extraviado, perdido entre las brumas de la nada. (De Arte de restaurar)

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LA BUSCA

J. A. M-R.

Miro cada detalle de este espacio: el granado cercado por zarzales, el lugar donde el pozo no es más que una maraña de juncos y de espinos, la maleza que oculta la vereda, los muros derruidos de la casa. Intento levantar sobre esta imagen –como raíz al agua, en busca de su esencia– la que vive, distinta, en la memoria. Pero cada reclamo es como una pavesa que voló incontrolada y se detuvo sobre un papel en blanco y allí dejó su huella, que, perdiendo la fuerza de su fuego, esconde bajo el gris de la ceniza sólo una mancha fría: un capricho tostado, un breve cerco sepia, ya sin vida. (De Arte de restaurar) 103

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GRANADO / 2 Esa línea espiral de los recuerdos me lleva hasta las ramas del granado; y allí –fiel y redondo, mientras la luz me asista–, ese hermético cofre con interior de fuego: la granada. Arena de los días, el presente me ha traído hasta ahora; y aquí –fiel y punzante, mientras la luz me asista–, este cofre de niebla con interior de humo: la memoria. (De Arte de restaurar)

EL AÑO DE LOS CEROS / 1 Cercado por rumores de misterio, el año de los ceros llega cada mil años: éste es como un cometa, con cabeza de cisne, arrastrando una cola redonda de promesas: tres círculos perfectos que almacenan la medida del tiempo. 104

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El primero contiene la memoria: alza su periscopio y otea el espejismo de un desierto con vida que guarda los recuerdos. El segundo se abre con cada amanecer y se llena del paso de los días: colecciona sonidos y miradas, el tacto de la seda y el olor de la bilis, el sabor de la miel y del hastío. El tercero es la niebla en la que se dibuja –como en una pantalla conocida– lo que es repetición de círculos pasados. Como todos los años –a pesar de sus tres burbujas de futuro–, el año de los ceros no es el año perfecto, así es que seguiremos a la espera de aquella Edad de Oro que de forma inminente anunciaba Virgilio hace ya dos mil años. (De El año de los ceros)

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Julia Otxoa (San Sebastián-Guipuzcoa, 1953) Poeta, narradora y artista gráfica. Entre sus obras se encuentran los poemarios: Luz del aire (en colaboración con el escultor Ricardo Ugarte, 1982), Centauro (1989), L’eta dei barbari (Italia, 1997), La nieve en los manzanos (2000), Al calor de un lápiz (2001), Gunten café (2001), Taxus baccata (con ilustraciones de Ricardo Ugarte, 2005) y los libros de relatos Kískili-Káskala (1994), Un león en la cocina (1999), Variaciones sobre un cuadro de Paul Klee (2002) y Un extraño envío (2006). Su obra ha sido traducida a varios idiomas y recogida en diversas antologías de microficciones como Galería de hiperbreves ( 2002), Sea breve por favor (2002), Dos veces bueno - 3 - Cuentos breves de América y España, Micro Quijotes (2005), Fábula rasa (2005), Ciempiés-Las microficciones de quimera (2005), La otra mirada (2006).

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EL PULSO DE LOS MUERTOS El pulso de los muertos retumba insoportable en los armarios, ya no sabemos dónde guardar nuestra comida hecha de relámpagos. Abrasados en llanto, el menor de los pájaros es más fuerte que nosotros.

EL RÍO ROJO Era una niña, y no repararon en mí, cuando todo empezó me fui asustada a la otra orilla, junto al granado, desde allí vi cómo hombres disfrazados rompían los tambores, las flautas y los violines sobre sus rodillas, uno de ellos reía tan salvajemente, que comencé a sangrar del oído izquierdo, 111

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luego, una vez destruidos todos los instrumentos, comenzaron con las partituras y los músicos. En un momento debí de perder el conocimiento, mi sangre tiñó el río del color del granado. Más tarde cuando desperté, toda la ciudad había sido reducida al silencio, y yo me había convertido en el río rojo que había visto morir a la música.

TODOS LOS TRAJES DE LA MUERTE La vida es insoportable sobre las cenizas de las víctimas. No me hables de los héroes, he visto todos los trajes de la muerte, la sombra de la sangre derramada es siempre imborrable y única. Miro nuestra casa y sólo veo fantasmas.

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DOS MARIPOSAS BLANCAS Aquella noche la abuela trajo dos mariposas blancas y las colocó sobre los ojos del durmiente, más tarde, cuando tras la cabeza de la luna asomó frío el aullido del lobo, los sueños de aquel hombre que dormía bajo las mariposas, nos ayudaron a crecer en la serenidad.

NO DE ESTE MODO No será desde luego hundiendo el tenedor en el corazón de las golondrinas como nos alimentaremos de libertad. (De La nieve en los manzanos)

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A veces dejo que la fiera meta su pata por la ventana y me revuelva la sopa, luego, cuando se aleja otra vez hacia la melancolía, queda un rastro de pelos en mi plato, una navegación a la deriva, un idioma extraño y necesario.

Silenciar la escritura, salir de casa, caminar al azar, experimentar el tiempo como forma de creación, como otro modo de expresar el mundo, la percepción como escritura íntima.

Existió en otro tiempo un lugar donde cada pétalo caído era enterrado en una pequeña tumba de cristal.

Acostumbraba a dictar las sentencias de muerte sobre delicados papeles confeccionados con alas de mariposa.

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Harta estoy de repetirlo en todas las embajadas, soy Camille Godan traductora atípica, hasta el extremo que bien podría tener al menos cinco piernas y doce manos, todo un concierto en sol mayor para un número indeterminado de cabezas.

Me río abiertamente de la desorientación en mi búsqueda y haciéndolo experimento la sensación de haberme liberado después de haber estado prisionera largo tiempo. Bailo sin rumbo fijo a campo través, cada día un viaje alrededor de la aproximación. (De Gunten café)

ASISTIENDO a la barbarie cotidiana, el instante tiene la turbulenta inseguridad de lo inestable y amenazador. En mi inexperiencia del horror futuro, me reconforta pensar que también a mis antepasados les tocó vivir un tiempo semejante. En su recuerdo me fortalezco. La Historia como ser circular, el presente como resistencia poética en la repetición.

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PENSÁBAMOS de niños que las montañas estaban ahí para la eternidad, que aquellos hermosos gigantes no morirían nunca, luego supimos que estábamos equivocados, las montañas también mueren como el más frágil de los hombres.

LEER en otro idioma, leer en otro idioma, ser el otro, verme desde fuera.

LOS hijos del guarda me persiguen, mis ojos no distinguen las sombras del día o de la noche, deambulo dentro de mí misma huyendo del camino. Mi hambre es de nomadismo.

ESCOJO ser en el margen como única posibilidad de existencia.

LA constante interrogación del desarraigo, el extrañamiento del ser en el mundo. Sólo después de la fiebre y el dolor de las preguntas sin respuesta se puede hallar la

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serenidad en el total desvalimiento. Desde la humildad de la ignorancia, el misterio del ser se convierte entonces en cobijo.

DENSAS sombras en lugar de aire, geometría de espanto y baba negra, era veloz la pureza afilando los rostros hasta la calavera.

NOMBRAR la realidad política de mi país con un lenguaje alejado de la costumbre, por ejemplo a través del lenguaje especializado de los forenses.

ANTE el caótico ruido del mundo, siento la necesidad de centrarme en lo leve, lo sutil, lo aparentemente insignificante, aquello que no brilla y no es voceado por los vendedores al uso. La poesía de lo invisible.

TÚ, el enamorado del mundo, el gran cansado, apoya tu vida sobre mis labios. (De Taxus baccata)

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EL MUSGO EN LA BOCA I Primero la inquietud y el lenguaje, el enigma como punto de partida y llegada. Está luego el testimonio de lo que se ve, el horror de lo visto, la repetición del tiempo del crimen, el sucio lenguaje estratégico del capitán loco, la nave a la deriva, y el otra vez cómo narrar la pequeña calavera que rueda bajo la ventana, la sonrisa del verdugo. Escribir este funesto tiempo que ya fue antes es enloquecer. Golpéate el rostro con tu pequeño puño y despierta, el mar devuelve a la playa las cabezas cortadas de las palabras, las vísceras de animales desconocidos, cuadros rotos, hachas. Donde estuvimos otra vez estamos, la nuestra es una historia de fantasmas.

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II El tiempo, como un instante de musgo, húmeda la tierra dentro de las bocas de los comensales, como si fueran gruesos topos excavando en la noche, exponiendo su ceguera como garantía dialéctica de su nada. Y siempre, siempre, el desconocido muerto sobre la mesa, su desamparo en medio de las viandas, los licores y el humo de los puros. El testimonio de los forenses parece un pequeño tratado surrealista al estilo Marcel Duchamp. La invisibilidad del muerto se firma ante notario, los diccionarios callan. La vida sigue indigna escribiendo la sacrosanta historia a nivel de los establos. Veo el futuro reflejado en los asnos mi querido Sherlock Holmes, el tiempo es un rebuzno pero no me rindo, yo al muerto le conozco y gritaré su nombre, tendrán que ver los comensales el cadáver ahí, despojado de todo junto a nuestros platos, nuestras cucharas, y nuestra falta de misericordia. (Inédito) 119

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DIARIO DE UNA ESCRITORA Sólo con pensar en escribir se agota, y sin embargo es lo único que desea, pero tiene serias dudas de si escribir refleja el vivir, a menudo cree que no, otras que sí y vuelta a empezar. Ella por lo general entiende, entiende muy pocas cosas, la mayor parte del tiempo transcurre volátil, la cabeza como un golpe de tiza, la escritura muda, va por la calle como recién venida. No sabe vivir. Tras cada impacto hay un instante agudo sin nada dentro, luego es la ferocidad y el cansancio y el preguntarse siempre cómo narrar, como si fuera posible dejar constancia de lo apenas entrevisto, del curso precipitado de las cosas, de la presencia fantasmal del asalto, del extraño latido del pequeño corazón desconocido. No le gusta jugar en espacios inmaculados, ni que el nudo resista las soterradas sacudidas de la cuerda. El gesto de escribir es para ella, en primer lugar un salto en el vacío.

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La intensa significación de la expresión, la agitación de las palabras, eso sólo se consigue furtivamente. A veces a ella le parece caminar hacia atrás, desatender lo aprendido, sembrarse en batallas perdidas de antemano, alimentar el delirio, vivir el poema en lugar de escribirlo.

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Miguel Casado (Valladolid, 1954) Es autor de una amplia obra poética, crítica y de traducción. Como poeta ha publicado: Invernales, La condición de pasajero, Inventario (Premio Hiperión), Falso movimiento o La mujer automática. Su último libro hasta ahora es Tienda de fieltro (2004); en 2006 aparecieron sendas antologías de sus poemas en Uruguay (Para ordenar los plurales) y Francia (Théorie de la couleur). Su escritura crítica se recoge en las ediciones de Antonio Gamoneda o José-Miguel Ullán, y en volúmenes de ensayo como La puerta azul (Las poéticas de Aníbal Núñez), Del caminar sobre hielo, La poesía como pensamiento, El vehemente, el ermitaño (Lecturas de Vicente Núñez), Ramón del ValleInclán, Archivos (Lecturas, 1988-2003) y Los artículos de la polémica y otros textos sobre poesía. En 2006 se publicó Deseo de realidad. Sus traducciones más recientes son la edición bilingüe de La soñadora materia de Francis Ponge (2006) y la Obra poética de Arthur Rimbaud (2007).

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PIERROT LE FOU Jean-Luc Godard, Pierrot le Fou. Hay una línea recta en el mapa que une este punto y el mar; por ella circula un tren con las ventanas encendidas, constantemente circula, cruza el puente sobre el estuario hacia el sur, hacia el norte cuando cae el día. El viaje en camisa con esta fiebre inconsciente era como un comienzo, no era el final de una época. Al atardecer salieron nubes rosáceas, flotaban encima del lago. Entre los objetos, una malla compacta y pegajosa, hilos no se ven, sed, espacio imposible. En la cuneta, una balanza vacía, los platillos descentrados, mohoso el seguro que ha de soltarse para conocer el peso.

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Latas agujereadas se apilan en la pared de la gasolinera. Hemos abandonado el coche, corremos entre los surcos sin sembrar, sobre las piedras agudas de la vía, traviesa a traviesa, resbalamos en el metal de los raíles. O arrojan las piedras, se apilan luego en un rincón, crían despacio telarañas. Algo desnudo y sin perfiles habita aquí, en esta casa oculta, inquietud de días. Ojos brillan en el sueño, remueven pasión, arañazos de yeso. Tras las cristaleras no hay memoria. No hay palabras que duren todo el tiempo en que hiere la caricia. La mirada se teme y se desea, pasos al otro lado de la puerta como quien espera un mensaje. Cerveza y ensalada de pescado con salsa blanquecina en cuenco hondo. Atardece sobre el recodo entre iglesias, las casas están doradas, se entornan persianas provenzales. Bromeo porque me siento 128

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intruso en este ambiente de frontera, donde el límite es leve, aquí mismo, al alcance de la mano. No supe si alegrarme de que nunca dijeras que estaríamos sentados aquí para siempre. O llorar. El vértigo es incomprensible desde fuera del vértigo. Viento sobre las rocas, el oleaje impide seguir la pesca; sentado en el suelo espero, grumo de codos y rodillas. Velozmente un tren se despeña ante mis ojos; el reflejo de las ventanas, mientras en línea recta va hundiéndose. Es el retorno de la lógica a estos espinos, aunque su elección de lugar sea ambigua. A qué lado del sentido, al final de qué trayecto, con qué gusto en los labios. Atadijo de dinamita, desembocadura. (De Inventario)

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LA MUJER AUTOMÁTICA Edward Hopper, Automat, 1927. Albert Camus, L’étranger, I.5.

El sombrero es una campana que la fija a la mesa; cierra las rendijas de aire, la fija a la mesa. Cuanto más redonda, blanca, encendida de luz está la mesa, más se encoge. Se absorbe. Sin mover los labios, que no la miren: una esponja húmeda va pasando por los rincones, con cuidado, limpia cercos de líquido. No retiene nada con los ojos, resbalan, no se para en nada con los ojos. Las letras, el pequeño anagrama se emborrona en el plato, el surco de café, el montón de colillas. Hasta el borde apura, hasta el filtro naranja que apaga el fuego. Caramelos de menta, al vapor, los más agudos. Más cigarros.

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La taza vacía, hace mucho. Fijeza no es concentración. Campana no es dentro; entre la piel y el aire, espacio de campana. Silencio no son ojos, el silencio no piensa. Cuando va al wáter, tropieza con las sillas apretadas, los grupos se reúnen para el desayuno. Triple hilera en la barra, en las mesas no hay sitio para tantos platos. Ahora son operaciones usuales: bola de papel, borde de la taza, tiras de papel, perímetro. Entra por detrás una corriente, se oye su roce; fría en la nuca, grisácea de callejón. La mesa tiene estelas grises de ceniza arrastrada un punto en que al perderse de todo se pierde de sí. Ritmo del pájaro esquiador: cierra las alas junto al cuerpo como el esquiador poco antes del salto, junta las alas al cuerpo;

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se mantiene en el aire con su cresta pequeña. (De La mujer automática)

PASTRANA. TAPICES DE ALFONSO V DE pORTUGAL Los surcos de hilo tiemblan en los ojos, la superficie se cuaja de ondas, las caras sin fijeza, tan distintas de la pintura: y al tiempo, como por contagio, no consigo recordar los personajes en los paneles de São Vicente de Fora, sólo la sensación de la mañana, su quietud de ventanas verdes. La carne de los héroes se deshila. Cuando Alfonso ganó esta batalla africana, encargó los tapices para que le acompañaran siempre; materia portátil de la gloria, los perdió en la batalla de Toro –lo imagino allí, desde el alto mirador sobre la vega del Duero, como cuando veíamos el río desbordado. Perdimos entonces nuestra oportunidad de otro ser, pero el botín se arrincona sin símbolo 132

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en los muros de la iglesia. El guía murió hace ocho meses y su viuda ha estudiado las edades y los reyes y los mezcla en una masa donde sólo se distingue a la mítica princesa pirata y la habilidad de la mano con la aguja –cada persona cosía un metro cuadrado. Los ojos patinan en un impulso que no para, resbalan ahora por las olas picudas el azul alineado en rizos, las flores de los jardines, la trenza vigorosa, triangular, de las naves, las cestillas coloreadas de los vigías, la carne de los héroes se deshila. Pienso en algunos amigos del otro lado, que los invito aquí, a compartir la estúpida rabia, el brote de la ira; pero me detengo luego en los moros de Tánger, con sus fardos y sus niños al hombro, abandonando en tropel sus casas, dejando que se luzcan los elegantes jaeces de las bestias, que la epopeya se trame en hilos. Unos entran por una orilla del tapiz y buscan otros la otra, quizá hacia campamentos del desierto, como hoy la gente de telas azules y ojos brillantes, los que entre arena añoran su arena. El rácor de tanto trajín, 133

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textura de la vida, cadena de los nombres huecos: castellanos, portugueses, rifeños, saharauis; éste es el optimismo de Nuno Gonçalves, dibujó en los pendones rojos la rueda de la fortuna rodeada de lágrimas, pero el azar es de la ira. Subimos titubeando una ladera, apoyando a veces en el suelo la mano, hacia las cuevas de los eremitas; nos mostramos el camino y la agilidad de las ovejas, la del burro que conduce el pastor. Desde arriba, las hileras de casas, las angostas ventanas medievales, los vanos negros, huertas y árboles hasta el embudo de lomas. Ya no tienen los condes palacio ni los recogidos monasterio y tú hurgas en los surcos como arqueóloga de la realidad, hay un túnel del que brota el agua. (De Tienda de fieltro)

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EL AIRE En la zona más arenosa del camino, aún estaban tus huellas, esa suela de pequeñas pinceladas, corral de animalillos benéficos. Y el árbol de ramas amarillas, acolchado de líquenes. Jugaba a oír tu voz, hablaba contigo de las hojas de almendro sobre el hueco del tronco quemado. Y vi volar allí donde nombraste la estepa dos golondrinas. Lo llamo el aire de la nueva vida, y es frío a rachas, transparente con la luz que se va abriendo en la tarde, claro de materia tras las larguísimas lluvias. El camarero lleva hasta ocho platos a la vez, tensa los músculos del brazo y lo convierte en escalera de mesas. Cuando tiene las manos libres se toca el hombro; alterna su eficacia circense con un rictus 135

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de dolor. Nos fijamos durante la comida en él. Como nosotros, cuando seguimos trabajando más allá de lo posible. Sí –dices–, pero ya antes habíamos enloquecido. Me quedo dormido contigo en mi hombro, con tu pierna sobre las mías, dejando que se absorba la humedad de hace un momento. Luego me despierto en seguida –el calor, cada punto de tu piel que me toca, el alivio de tu ritmo al respirar. Lo llamo el aire de la nueva vida. Y no sé si me ayuda o me sitúa ante un vacío, si es demasiado transparente y me veo a través de él, recibo en bruto el esqueleto de mi historia. Pese a estar tan bajo, el sol reparte vida: al álamo estridente y dorado, a los nervios vacíos de los chopos, a los carrizos secos y las tierras crudas. Quedan algunas explanadas luminosas 136

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junto al río, que el viento arrasa. Por la noche, ya muy tarde, pones tu cabeza sobre mi hombro, la aprieto contra mi mejilla. No puedo evitar la sensación de que paseo por un espacio escrito, de que he ido haciendo historia de estas cosas y ahora me miran como un lugar interior. La boca del metro, la tienda de flores plantadas en cestas de mimbre, los monitores en el escaparate de la peluquería, la farmacia con sus gusanos en frascos. Atiendo a si todo eso enmudece, atiendo a lo que dice cuando habla. Escritura produce escritura, traza aceras en medio de la vida. Pero es raro, un punto hostil, abierto en su exigencia. Se conoce sólo lo que ya estaba, Freud o Platón, lo mismo hacia atrás, ir excavando. Una escalera transparente, un grumo prieto con párpados de amapola. Contra Platón. Lo nuevo, lo que no era, un país de tierra, ojos en la cara. 137

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Esta vez he vuelto sólo por las flores de Nolde –orquídea, flor de verano–, la insólita vida de sus colores sombríos; la desgrané, me la fui describiendo sin palabras. Luego muy de cerca reconocí el movimiento leve de la acuarela en el agua, del color deslizándose por el agua, parándose de golpe. La energía, el pulso del azar.

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María Antonia Ortega

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María Antonia Ortega (Madrid, 1954) Forma parte del Consejo de Redacción de la revista Rey Lagarto y colabora en otras publicaciones como Los cuadernos del sur del diario de Córdoba. Su obra está siendo traducida al rumano. Ha participado en diversas actividades, dentro y fuera del territorio nacional. Ha publicado ocho libros de poemas, entre ellos: Épica de la soledad (1988), La viña de oro (1989), Descenso al cielo (1991), El espía de Dios (1994), La pobreza dorada (2003) y el poema dramático Junio López (1999). Está incluida en varias antologías de la poesía española contemporánea: Elogio de la diferencia (1997), Ellas tienen la palabra (1997) y Milenio, poesía ultimísima (1999). Su poética conjuga de forma original el espacio cotidiano con el mundo interior. La realidad adquiere en sus versos matices insólitos, porque se amplifica en la profundidad y ahonda en lo espiritual sin renunciar a lo material. Es una realidad que quiere verse más allá de las pupilas, pero no por ello ignora lo que tiene delante de los ojos. Así, lo marginal encuentra acomodo junto a lo excelso y el expresionismo, camina paralelo a la levedad, hasta fundirse en alguna encrucijada. La aparente inocencia de las palabras nuevas y limpias se cargan, a poco que profundicemos, de toda una cadena de tradición que va de la poesía contemplativa al existencialismo, sin dejar de pasar por la crítica social o la ironía feminista. Todo ello como en un susurro, sin elevar la voz, sin impostarla, pero siempre con tono contundente. Surrealismo, esperpento, duende, drama, infancia, pensamiento, ironía, confesión, y 141

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lenguaje son conceptos cercanos a su mundo poético; un mundo que se ensancha hacia dentro.

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LA GAVIOTA DE LA GUARDA I Preludio y fuga inicial de la palabra que No dudó poner su acento sobre un Corcel de larga huida Con bridas de quebradiza oscuridad: Rehusó abrirse Las venas del miedo. De la negra Garganta Tomó las tortuosas sendas. Evitó De aquellas plazas Donde, mandadas ahorcar después De un juicio severísimo, Algunas palabras se balanceaban De los árboles. Dispersó rebaños De los valles, por la corriente De los ríos no se hizo arrastrar. Así pudo Salvar todos los puentes y tocar El viento de la otra orilla; Asir las crines De la noche uncida delante de su Furtiva yunta de ojos A carros, en los que otras eras 143

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Dejaron Atadas sus gavillas de estrellas; Y alzarse en brazos de antiguos Candelabros Que suben por escaleras De quebradiza oscuridad, Para iluminar el desván, Donde un lugar que las ruinas Olvidan Duerme apoyando sobre sus lindes El único nombre ileso que le queda De algún país secreto y Prometido. Terminaría allí de romper En silencio sus cadenas. II Y si alguna vez llegas, palabra Salvadora, hasta La consumación de lo inexpresado Y luego decides regresar, Ven A mí Como una gaviota de la guarda, Para dotarme de nuevos Labios azotados por el mar, Donde yo pueda volver a nacer De la nada. (De Épica de la soledad) 144

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EL CUERPO I La noche oscura del cuerpo Tan grande es el espanto que los miembros de mi cuerpo y todos sus músculos se me antojan una tripulación asustada a bordo de una nave a la que zarandea la tormenta. Otras veces creo oír en él el crujido de alguna madera, una puerta que golpea el viento, o los pasos sigilosos de algún visitante nocturno, tal vez los de algún ladrón. Mi cuerpo me da miedo algunos días, como si fuese una casa abandonada con los cristales de la ventana rotos y muchas veces saqueada, como si fuese una casa construida al borde del precipicio, como si fuese una casa que nunca hubiera servido de hogar, como si ya se hubiesen muerto todos. Mi cuerpo ya es demasiado grande para mí.

LA BELLEZA Y así como la materia, cuando se ha acumulado, llega a veces a desprenderse como la montaña; y cuando su nivel crece, el agua rebosa, y fuera ya de su cauce empapa la tierra y se convierte en humedad, ¡oh espíritu del agua, que se eleva hasta la llegada de las próximas lluvias!, así el 145

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espíritu no puede continuar siéndolo durante mucho tiempo sin llegar a sublimarse en un cuerpo. Y así nace la belleza, hace así su acto de presencia, cuando aumenta la visibilidad del espíritu, y se gozan los sentidos repatriados. Huella tangible del espíritu es la belleza que pesa tanto como el cuerpo de un dios, como esa señal que los labios de los peregrinos dejan en la piedra de los templos, ¡oh materia del espíritu, oh su cuerpo sensible, oh belleza! Alma mía, alma mía, busca un cuerpo en que pueda yo ser real, como el árbol, o la montaña encumbrada o la música cadenciosa, un cuerpo que amanse como el canto de los pájaros, un cuerpo encendido. Dame un cuerpo desnudo, verdaderamente desnudo, y que no tenga otro pudor que la belleza, y aparta de mí todo cuerpo que en tu fuente no se bañe, o que en ella se hunda como un barco de barro. (De Descenso al cielo)

EL BALIDO DE LA OVEJA NEGRA Dice un radical romántico: de nada sirve ganar en un campo de batalla lo que después puedas perder sobre un tablero de ajedrez, tomar a la fuerza lo que luego no seas capaz de defender con buenos argumentos. Buena vida, buena educación, buen corazón, buen gusto. Esta es la 4B de un verdadero radical-romántico. 146

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Soy humilde. Si no me atrevo a decir que vaya a luchar por un mundo mejor, sí por lo menos por un mundo más bello. Prefiero las revoluciones del siglo XIX a las del XX, pues si estas últimas han sido a favor de la igualdad, las primeras lo fueron a favor de la independencia. La vida es breve, pero algunos instantes son eternos. Indudablemente tengo un ramalazo católico, vivo en una comuna de católicos ortodoxos. Pero mi corazón canta como una vedette de los años sesenta: unas veces, cuando era más sensata, mami, me llamabas egoista; otras, cuando era más original, loca. Así era castigada en mi lucha por la libertad. Gracias a ti, mami, ahora me da menos vergüenza desnudarme que confesarle a alguien que le amo. El mundo de los abogados necesita un poeta, y el mundo de los poetas un abogado defensor. Trabajo preferentemente como abogado criminalista en mis ratos de ocio. Ahora voy archivando los casos en mi despacho; a los procedimientos penales les llamo “las flores del mal”, y a los de divorcio “lo que el viento se llevó”. Pero volvamos otra vez al principio de este poema, cuya urdimbre e intriga no han dejado de ser nunca una estrategia radical romántica. El amor es siempre un buen guión para malos actores. Por eso siempre sale mal. Mi doncellez es la soledad. Hay quien tiene muchos hijos, y quien forma parte de muchas familias; de casi todas. De la pasión a la literatura, y de la literatura a la pasión sólo hay un paso. 147

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La pasión es la marea fuerte, atracción de la luna que deja limpia la arena de la playa convertida en el cofre abierto de un tesoro, la fina arena del reloj de arena convertida en un desierto interminable, como un tiempo que afortunadamente tarda todavía mucho en pasar. ¡Vista el poeta un sobrio traje de chaqueta, pues, hoy por hoy, poeta ha de ser aquel capaz de dominar sus emociones, pero no su esperanza! Mientras “I miss you” de Haddaway es mi banda sonora; y os recuerdo que Rimbaud dijo: “Hay que ser absolutamente moderno”. Tristan Tzara dijo: “La poesía es acción”. Al encender la televisión, cuando llegué por la noche a mi casa, un personaje secundario, un oscuro teniente de la revolución mejicana, habló como si fuera un oráculo: “No existen ni el bien ni el mal, sino sólo distintos caminos, y cada cual ha de saber escoger el suyo”. Ramón Buenaventura dice: “El poeta ha de ser absolutamente magistral y excesivo”. Ruth Toledano dice: “El poeta ha de ser absolutamente atractivo”. Y yo digo que una pasión sin amante es como una religión sin Dios. Aquella noche que me emborraché, antes de ir a aquella fiesta, llamé a un prestigioso hombre de letras, cuyo nombre ahora no quiero desvelar, para decirle: ganas me dan de suicidarme; me pasa lo contrario que a muchos escritores, ellos intentan encontrar la vida dentro de los libros; por el contrario, yo busco lo que dicen los libros 148

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en la vida. El mejor remedio contra la resaca del día siguiente es hacer de ella literatura. Las sábanas me aprietan como vendas. La resaca es una escayola que solamente me deja mover con libertad un pie desnudo. Prefiero llamar a la terrible jaqueca, a las punzadas en la nuca, al temblor de las manos, al dolor de los ojos, y a los zumbidos en el oído, los cinco estigmas de la noche, porque, si no, serían irresistibles. El oficio del escritor es el más antiguo del mundo, porque es el oficio de Dios, que ser y hacer sean lo mismo. Para el final del poema dejo estas frases aisladas que quedan fuera del contexto. La palabra es la cuerda en la que han de vibrar las emociones. Hay que tener talento para poder sufrir. La verdadera oración es un corazón reverdecido, bien dispuesto. (De El balido de la oveja negra)

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EL ESPÍA DE DIOS Dios no habita en lo alto, sino en lo profundo, y su revelación dura lo que un libro que se escribe en una noche. Y en su familia, familia de Dios, por lo menos hay siempre un loco y un poeta. Aquel que con él se ve en secreto, quienquiera que pueda reconocer al Invisible, a los demás infunde miedo, a los demás hombres. Pues tiene ojos de puta que se sienta en la barra del bar sola, y más hambre que una buscona. Pues hace los mismos gestos que un mudo hablando con otro mudo. Y está acosado por sus acreedores como ciervo que saltando de un tejado a otro es perseguido hasta un alero por una rehala de podencos sueltos entre cúpulas, chimeneas y letreros luminosos, porque sobre esta ciudad no solamente hay constelaciones, sino también extrañas cacerías. Así es el que ve a Dios, porque al que Dios mira es aquel que verdaderamente se ha quedado solo. Misteriosos jardines de la infancia, hoy mecidos por el viento como ángeles con las alas cubiertas de sombras, frutales que ayer resplandecían como un fondo de coral. Al final del verano , cosíamos las hojas de los castaños con agujas de los pinos, y cuando escampaba después de la tormenta, salíamos para disfrutar del olor a tierra mojada. Pues el niño es el hombre más cerca del suelo, y el hombre 150

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el niño que vive más cerca de las estrellas. Cuando se cruzan con su candil una gitana triste y una poetisa inglesa es que ya va a amanecer. Antiguamente los ángeles todavía señalaban las cunas de los recién nacidos. Tu ángel debió confundirse porque te dio el destino de otro. Quién podría entender un destino así, el de espiar a Dios, el discretísimo, el que te contempla con ojos tan profundos como zulos. Un destino, tan sólo, para escribir un libro en menos de lo que dura una noche, un libro para pedir un milagro: No más alas/sino paracaídas de piedra./No más ángeles/sino hombres iniciados en la tristeza y el deseo./No más alas/ sino náufragos con salvavidas de piedra./No más alas/sino un corazón insaciable. (De El espía de Dios)

LA POBREZA DORADA La Peña del Águila: En la casa del padre, en la casa del padre hay muchas moradas. Yo vivo en el segundo patio interior entregada al sueño, la meditación y la lectura de los libros sagrados, sentada en el suelo. Suena el timbre. Me llama mi padre a su despacho de la zona suntuaria, y así me alecciona: “Hija mía muy amada, 151

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si en esta vida compensa depender de algo es de un sueño; el resto es destrucción. Y si no, mírame a mí; después de recorrer el mundo entero estoy como al principio: pienso en uno que no conozco. No te muevas, puesto que alejarse es ya regresar, y el punto de partida es siempre el lugar de llegada, pues todo viaje se completa con el retorno; pero escucha atentamente los relatos de los vagabundos que vengan a visitarte. Vuelve a tu habitación, hija mía muy amada. Que en la casa del padre hay muchas moradas, muchas moradas”. Aparte de mi alma, otras dos me dan ahora su espíritu: el alcohol y la música. Los estigmas de la pasión tienen dos imágenes: la doncella que quiere en sus manos las llagas de Cristo, y la Prostituta; ninguna aventaja a la otra en elevación espiritual por los frescos del techo; pues, ¡cuánto exceso hay siempre en la renuncia, y cuánta renuncia en el exceso!

El lenguaje es el sueño más hermoso del hombre, pero también el más inalcanzable. Hablar es soñar. Pues la palabra pájaro, ¿acaso no vuela más alto que el pájaro? Y la palabra manzana, ¿no brilla más que el fruto? Y las rosas amarillas no florecen al mismo tiempo en mis labios que en mi jardín.

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Hay un impulso que es como el deseo de vivir, que nace de la vida y es para la vida. Pero existen criaturas crepusculares cuya meta es la imaginación extrema, que nos acercan a la muerte y llenan de intensidad. Has hecho muy bien aceptando la vida, pero recuerda que la intensidad es el don y la belleza de la muerte. Decir por primera vez que el poeta está hecho para la muerte, es decir para el presente, para enjoyar y adornar, celebrar nuestra carne mortal con hoja caduca, por ser más bella en otoño que el laurel; abrazar todo lo que es perecedero precisamente por tener el privilegio de ser fugaz, como el color de las hojas en noviembre. Coronar nuestra carne mortal, envolverla con el olor de los parques en Otoño, es el único mérito del poeta. (De La pobreza dorada)

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Juan Carlos Suñén (Madrid, 1956) Fundador y director de la revista El Crítico. Ha ejercido la crítica literaria en los diarios El País y ABC, así como en distintos medios. Es director de la Escuela de Letras de Madrid. Ha publicado hasta la fecha los siguientes libros de poemas: Para nunca ser vistos, Un ángel menos, Un hombre no debe ser recordado (Premio Rey Juan Carlos, 1991), La prisa, El hombro izquierdo (Premio de Poesía Ciudad de Melilla, 1996), Cien niños, El viaje de todos (Premio Francisco de Quevedo 2004 del Ayuntamiento de Madrid) y La misma mitad. Ha sido incluido en La prueba del nueve, antología de poesía española actual de Antonio Ortega, El último tercio del siglo (1999) y Poesía española reciente (1980-2000), de Juan Cano Ballesta (2001). Dirige la colección “Narradores XXI” de la editorial Dilema.

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LA PRISA (Fragmento) 1

Teníamos la prisa de las navajas. Doblábamos la manta en que dormían nuestros muertos y alzábamos el vaso en honor de algún sol moderno y limpio. Teníamos el orgullo, la salud y el regalo de la pobreza, las señales y el tiempo de las señales, la ignorancia y el brazo de la ignorancia, el pan, y la buena suerte. Teníamos la prisa de las navajas. Eso, y una escasa experiencia de lo fría

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que es la piel de la noche. Pero hoy de nosotros queda sólo este hombre al que el cielo molesta en una mano y en la otra la sed. Y que camina hacia su verdadera soledad, camina hacia donde le espera 159

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su espera retrasada, su recibo paciente, su noticia sin daño: tu hijo ha vuelto a las andadas, tienes 3

que hablar con él. Y el hombre se pregunta si no será la prisa, que aún le sigue los pasos desde su borrachera semanal, su tonto oficio, sus deberes paternos; que aún le duele el poco imán que queda de los muchos idos hacia su odio, o vueltos a su amor, pero con toda

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la luz intacta bajo su fantasma. Así el dolor que permanece puro en el miembro amputado. Pero ahora, encontrado y despierto, ¿qué respuesta

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procura, qué confianza? Con las manos guardadas, ¿dónde cree

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que va, si ya no sabe volver a ser el mismo que apostaba su bebida más sabia por la lluvia más fina, por animales bellos, por países equívocos? ¿Acaso no ha negado hoy también –su pie medido, y su flema en la puerta, entre cumplidas bolsas sin rubor– qué celoso asedio le persigue?

Hemos estado sin duda demasiado y hemos visto

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al desierto paciendo sobre los viejos días.



¿Papá cómo se llevan los paraguas?, pregunta la pequeña. ¿Y qué importan, la muerte, los paraguas, la maldita velocidad del pensamiento?



¿Y esta no requerida canción que le acompaña, que perdura como el dolor perdura

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en el miembro amputado?



Teníamos la prisa de las navajas. Pero, entre el sello y el molde de la evidencia, entre la irritación y el libro de la temeridad, nos reservamos una despreocupada posesión: esa frase



que quedaba de menos temblando en las palabras, justo antes del dulce deber de la ternura. Lo primero

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que enterramos sin casi darnos cuenta.



Mira a su hijo, siente crujir el hueso (al levantarse para huir de esa mirada que hace crujir el hueso).



Es así porque quiso rendir cuenta a una doble cacería:



ganar al ciervo en su huella,

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al rey en su paradero.



Y el que fue confiado en la intención de la muerte, alto en la reverberación de los metales, inmodesto en el barro, deja allí su crujido. Como uno de esos objetos de poder que el padre sacaba del cajón algunas noches en que el cielo era fuerte contra su mala cabeza –y miraba sin pleito: el llavero de bronce con una marca comercial grabada, el viejo encendedor sin gasolina y una pulsera de reloj sin reloj, y la insignia representando un ibis–. Con esmero, los colocaba en fila sobre el hule y los limpiaba así, con la memoria, y volvía a guardarlos. Como uno de esos objetos años después aparecidos, sin recuerdo ni sobresalto ahora de su severidad, abandonados en el suelo del cuarto de la niña,

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deja sin recoger ese crujido.



Ha estado a punto de caer por tierra nuevamente, pisa como de viaje, como cuando era (movimiento orgulloso) encontrado de aquel destino, dueño que iba extrañando el mar: avaras piedras sostenían la inmensa desidia de las aguas, escoltaban un signo obligatorio, mudo allí en medio de la caridad.



Ha pasado de largo. En Occidente había todo eso y cobijo

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y papeles pequeños que se iban sumando.



Luego el primer milagro y el espeso café antes de marchar aconsejado por la audaz prostituta o el tímido ladrón (nada te guardes que puedas compartir, nunca procures nada que no sepas guardar). Posible se apoya en tu recuerdo –pero pasas de largo– sostenida por su traje de fiesta,

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esa mujer occidental que quiere, para su vaso sin detalle, para su embriaguez generosa,

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una oración mentida y un sitio retirado.



Sin hacer, ¿de qué cuarto vuelve sola esta música fantasma? ¿A qué lugar vacío, hacia qué hora consumida se vuelve



como al dolor el gesto de la mano se vuelve, defensivo,

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en el miembro amputado?



Reclamaban al abandono de la ley, los puertos: juntos sólo sabían una medida de la soledad.



Pero ahora recuerda, se confunde. Busca un cuarto pasado junto a otra mujer, en Occidente. Oye cantar un canto confiado, lo oye volverse deuda en la ciudad obsequiada. 165

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Un momento, tan sólo, se confunde. Y esa noche soñaba con el peor de sus seres: ángel acobardado que envejece sin tregua

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en el funeral de la luz.

EL HOMBRO IZQUIERDO (Fragmento)

Este día es del viento que no prescinde, y de la luz, que no avisa. Y hoy el hombre, que nunca tuvo miedo a caer, ha descendido del monte desbastando su palo. Cortó uno del mismo tronco a duras penas vivo, su padre; pero ese se hizo no con esta escabrosa paciencia del que talla para saber, sino sabiendo cómo se hace un bastón. No había en cosa alguna esta paciencia: todo era tal e ignorado, como el verano fue júbilo, la cal urgente y sin hueso. 166

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Y en el roble: dura la agalla y fina la vara del porvenir. ............ De otras manos bajaban la sed y la naranja, el vaso limpio, y el sable oliva en la firmeza de los balcones, el secreto del aire iluminado por las bandadas, el sol en los tejados batiendo rojo, grande, blanco en limpios cuadrados sobre la hierba. De otras manos la esquiva, el olor a cermeña, la beatitud del campo entre dos osas. ............ El tendedero y el añil, las niñas de otro lugar, el muro albero. Imaginaba entonces dejarse al mar no visto aún, abandonarse a ellas como un hombre, junto a ese volverse así como los campos, campo tensado sobre un solo tañido, yendo hacia lo abrupto, cofre no de lo quieto o lo vivo, sino del gran silencio sopesado un instante antes de la creación. La ropa blanca 167

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y el azul verdadero. Pero ya la pinza se esforzaba en los dedos de la mayor, pequeña todavía para llegar a la cuerda. ............ Es de roble el de ahora. Le ha hecho un puño del brezo de la ladera donde habita noches que no confunden el animal paciente, el animal aún dueño de sí, el que no procura. Decidido entre varias raíces desigualmente valiosas. De este lado el dolor, del otro el palo. Así ha vuelto a su casa, sin tropiezos. Este día es del hombre arrastrado en un vórtice, del que no muele culpa. ............ De hierba santa el vaso: de caña, que no arroja sobra sino una mancha amarillenta 168

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sobre el barniz. Comienza su trabajo pero algo le replica que nada es efectivo hasta que baja al sueño. Entra entonces de nuevo en la casa cerrada, ahora por la rendija –entre el cenizo blanco y el torvisco incipiente– de la puerta de forja como hace, silenciosa, la corneja en la encina hueca. Lo sueña uno que prefirió humillarse a humillarse, arrojarse a caer con miedo. Para no alterar la maraña, se levanta a sí mismo del suelo tirando de las lengüetas de sus zapatos. Dice: fíjate en la leñosa raíz: tolera el hacha. La voz. ............ Se echaba toda la tarde en el jaral la cabra y luego se le peinaba la pelambre y se ponía la lana a hervir en vino. Se cuajaba de noche, al aire. Era lo suyo entonces. Y ahora cómo 169

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hace usted esa receta. Ni los viejos. Mírele bien, si habría que ver si no es verdad: si no son siete y no seis a la izquierda, y seis a la derecha y no más los agüeros del hombre. Así le importa la medicina que se traiga, a quien quiere vencerse del otro lado. ............ Éste ha podido tanto –acompaña a uno que es verdadero y viene de abajo– de lo mucho que no se cuenta, éste ha rendido golpes sin otra causa que vivir, se ha hecho así al amparo de ceder a duras cortezas: juntos, pero no solos, llegan a la fiebre. Se confunden tras un cristal de veneno. Otra, de nadie, voz dice que la noche presta ofensa a los contratados para buscar enemigo. ............

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Viene con ellos el precio del trabajo, y la otra más antigua, más cierta voz que le dice del que sube, baja la enredadera y luego la derriba. Viene lo que era nuevo y encendía las luces de la noche como un regalo al mundo pequeño. Y toma todo la calidad de un sorbo más de eso, y el mismo timbre. El que antes de irse mueve las brasas, mira hacia arriba y se teme puro episodio. Corre las cortinas por que no entre la luz y dice algo sobre el jardín que el otro no responde. ............ Toda la noche ha estado funcionando el aparato de televisión. Y ha sido dentro un sonido, aunque absurdo, arrogante: han caído regiones y han ardido convoyes, la cigüeña vuela serenamente. Verdaderas regiones y esperados convoyes, las ortigas han tomado la tierra reservada a la frambuesa. Todo acabará teniendo su lugar en esta 171

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nueva rutina. Incluso que uno otra vez padezca la mirada sin honor, y que otro ceda su manta inútil a la orfandad de fuera. ............ No es de la enfermedad ese zumbido. La tormenta ha aclarado el horizonte y ha borrado el sendero. Reverberan los libros dentro, la presencia de otros días en la memoria, el ajetreo del mirlo en el jardín. Entre el exhausto visillo y el cristal busca su hueco la abeja: así no tiene (como él no tiene más que su mal sueño, o su sueño) otro rango ni baza que sus últimas brazadas para perder el largo del horizonte. ............ Junto al rescoldo ha dormido un perro rojo como la miel. La boca le sabe a color malva, a religión y a cuarzo. El animal vigila cada gesto y su propio 172

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miedo. No toma el pan de la mano. Tampoco salta para atraparlo antes de que llegue a la alfombra. ............ Se ha acercado por fin, reclina el peso de la cabeza sobre las rodillas desnudas del centésimo mono.

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Esther Zarraluki (Barcelona, 1956) Es licenciada en Filología Hispánica y se dedica a la enseñanza. Dirigió cursos en la Casa de Cultura de Girona y ha co-coordinado durante varios años la Setmana de Poesía de Barcelona. Forma parte de la redacción de la revista Barcelona Poesía 80. Ha publicado los poemarios Ahora, quizás, el juego (1982), Cobalto (1996), y los cuadernos El extraño (2000), Visitas (2004) y El fruto oscuro (2005) con poemas que más tarde incorporó a Dónde (2006). Su obra ha aparecido en diversas antologías, como Ellas tienen la palabra (1997), Traversie (2003), Por vivir aquí (2003) y The other poetry of Barcelona (2004).

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ABRES la puerta como si atrás quedara un accidente. La calle está en orden. La bondad de las acacias cae desde lo alto y deja las aceras sembradas. Mujeres limpian pescado y ríen enseñándote su presa –Mira, aún vive. Vas donde ellas explican las mañanas, el paso rápido, la conjura de los dientes, gotas de leche en el embozo. –Acércate, aún vive. Una canción bucea el aire desde la esquina que ocupa el muchacho atento: hielo liso un paraíso para el que bien sabe bailar. Tintinean las monedas, el peso tiñe el cuello de las camisas, roce de rodillas, un paseo hacia la noche. Y en la esquina una estudiante sonríe y el muchacho se pregunta si pondrá los labios donde pide. El agua ya encharca el suelo. Un canturreo barre la calle. Las sámaras buscan un trozo de tierra y niños las devuelven al aire, arriba, arriba. 179

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Entre los dos planos: las cosas que acaricio y que brillan en mis dedos, sin necesidad de que nada las cubra y aquello que intuyo, un centro difícil de decir y que huye de la metáfora, aparece el otro. Me enseña sus yemas y el contagio de lo que toca, algo que no sabe y que le lleva al silencio cuando me mira. Nos acariciamos como si la carne fuera el punto exacto entre lo que escapa. * Las pescaderas remueven el hielo hablan con el cliente y piensan en sus cosas, algunas con los pezones duros bajo el milagro de sus puntillas de noche aman sus carnes tiran las cabezas al suelo 180

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descaman la piel con encías inocentes asoman sus uñas rojas cuando destripan al pez y le cambian el nombre el poema se les parece * Era niño. Subía por la cuesta con los bolsillos llenos de tréboles. Las casas están vacías y los años por venir a su boca ávida de leche. No es la música que espera, no es la luz que espera, y las sabe insalvables ya, como un balón al fondo de un barranco. Camina y se hace hombre mientras con dedos fríos come amargo sabor por distraerse.

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* Una mujer arranca plantas que dejó morir. Las miraba secarse. Con sus sucios dedos se ensaña en las raíces, en la traición, en los tentáculos de la hermosura. * El visitante me mira. Parece triste y dejo que beba en mi vaso y que me quite las medias mientras dice obscenidades con la lengua llena de flores y de grillos. El visitante me observa. Ronda por la casa y en el centro de mis sueños. Cuando le acuso de traición me enseña las hierbas con que lavó mis ojos y si tengo sed me da la carne de tu nombre. Ahora retoza en mis papeles.

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* Nada se parece a un tallo en el agua. Los durmientes quieren ser carneros al sol, pero sueñan viejas persianas que esconden la matanza, el celo, intimidades como un aliento. Y puertas a las que alguien regresará a través de corredores iluminados cuando acabe el día. Y mujeres que dejarán apresar su pelo en lo oscuro y parirán en habitaciones blancas y con urgencia ahogarán el peligro en alimento. Nada se parece al silencio de un tallo en el agua. * Como dijiste al atardecer nadé hasta no poder más y jadeante miré hacia la playa. Los vencejos rastrean ya la noche. Con ellos regreso a la promesa de lo quieto y al placer del agua, de la luz, del movimiento

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(escribía esto cuando llamaron. La mujer se apoyó en el quicio y desgranó una historia plagada de contrariedades. Sangra, dijo, le da miedo la calle. Mis padres envejecen y me repiten por teléfono lo solos que les ha dejado mi infancia. No tengo dinero para zapatos. Escuché un rato y cerré la puerta suavemente) (De Cobalto)

BIENES La culpa atesora mis bienes manos huesudas los guardan en escotes sin leche sin piel dulce. Saco mis ahorros uno a uno para dártelos a ti. La culpa duerme.

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UNA NOCHE EN HENOC I Nací en esta ciudad. Y canté el polvo en los lirios, la sequía en el pantano, las negras negras noches. Mis padres me dejaron aquí, rígida en la ensoñación del junco y el agua, oliendo la métrica en los sauces en esta ciudad. Puse aquí a mis hijos, les hablé del lirio y la noche, de su brillo, de los dóciles juncos. Ablandaremos el barro, dije, como pájaros que hacen sus nidos con piedras. II Fue por amor por quien desdije el nombre heredado y escarbé en mi memoria lo indigno: una frase que pudiera decir. Lo indigno: mi nacimiento y este relato de nacimientos y muertes, este accidente sucesivo. 185

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Lo indigno: la piedra de mi construcción. Por amor rompo mis herramientas, me dejo en el vacío, me obligo a mirar. ¿Qué palabras seré capaz de decir aquí, por amor? III La noche en el mar los ruidos en la noche donde nada germina sólo hay que llevar el cuerpo a la orilla que permite la historia llegar los juncos se rompen con sonido humano, de vértebra, hablamos de sufrimiento y de amor en el agua negra que corre,

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con sonido humano, de vértebra. IV Abre la puerta, que la noche se cierra sin hierba doblegada, sin una bestia de sangre caliente que tienda la promesa de su lomo, sin pájaros, sin vuelo. Busco en los restos el léxico del mundo, el agua que fluye y el fuego que alza la vista hacia el centro, la sangre busco, las palabras que abrirán la puerta de la casa paterna. ¿Qué ves, qué escuchas? Apoyas la frente en el otro lado, tras el cristal. No oigo la música, pero escribes signos con el dedo, sobrecogido. V Transcurren los minutos. Indagamos la dulzura ante la caja por abrir, sin levantar la voz, el templo del amor en la nada.

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VISITAS La conozco. Se pone sus mejores ropas cuando oye su nombre, acerca una mueca y dice que perfuma el aire de ausencia. Se sienta en la galería con sus medias negras  y mira a la vecina tender la ropa, le hace crecer algo en el pecho, un exceso, tamborilea con los dedos, oye, escoge un ruido  a través de la ventana, en la ciudad. A veces se ríe y nos llama hermanos,  dice que bailamos con la violencia de amantes que aborrecen el silencio, el mundo perdido, la paz. Qué elegante es la muerte. Cierro la persiana y la distraigo con mis canciones. (De Dónde) 188

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Tomás Sánchez Santiago (Zamora, 1957) Ha publicado: Amenaza en la fiesta, La secreta labor de cinco inviernos, Vida del topo, Ciudadanía, En familia y, recientemente, El que desordena. En 2001 apareció en Lisboa una antología bilingüe de su poesía (Detrás de los lápices). En prosa ha publicado Para qué sirven los charcos y Los pormenores, libros “de escritura repentina” los ha llamado el autor. Su novela Calle Feria (2007) fue galardonada con el premio Ciudad de Salamanca. Una amplia selección de artículos periodísticos apareció reunida bajo el título Salvo error u omisión. Se ha aproximado con ediciones críticas, estudios y artículos a autores como Bécquer, Julio Verne, Carlos Barral, Claudio Rodríguez, Antonio Gamoneda o Aníbal Núñez. Asimismo, se ha ocupado de artistas de la vanguardia como el escultor Baltasar Lobo o la pintora Delhy Tejero, de quien editó sus diarios Los cuadernines (19361968). Reside en León.

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(Retracción) No sé por qué no quiero que me pille diciembre –sus jardines de plata, sus relojes sin sueño y sus lanas cansadas–. Es hora de cerrar las alas a las tiendas. Sé que venden gemidos en una calle oblonga donde hay frascos con llanto encerrado de niñas. Llevadme allí. Y si vuelven pájaros silenciosos, no les dejéis que aniden en lugares donde hubo pajas muertas y dicha templada. Nos veremos más acá de los brillos que pone en sus fronteras este mes malvenido. Por sus aceras lisas hay un hielo que amarga los pasos confiados de quienes traen azúcares. (De Vida del topo)

DESMANTELAMIENTO DEL SÁBADO Mientras me acerco a casa, y parece imposible que los sentidos puedan desentenderse al fin de lo último probado, recogido en la noche entre rostros cruzados por la luz del alcohol, por un humo que deja el aire emputecido de nostalgia en los bares, pienso en ti. No te veo mejor que veo a las huertas últimas que ya enfilo, 193

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ancladas en lo negro. Me lo impiden las ráfagas de escenas ya deshechas, pero que se resisten a aceptar la sentencia hermosa de lo efímero y me golpean y huyen como olas que cloquean contra el cantil. Mira que si nada fuera cierto -como pasa en los sueños, en las corolas de los fuegos artificiales que luego se hacen lágrimasy tú no me aguardaras con el rostro enterrado, con el aliento absuelto de la respiración inocente y segura que te sube del pecho y casi lo hace hervir… mira que si estirase la piel y no estuvieras, la brújula del sexo se hubiese extraviado en un pozo sin fondo y sin regreso… Dime que sí lo entiendes, anda, que sabes que te quiero más si salgo a buscar peligros poderosos que en tu rostro no caben. Que comprendes lo oscuro de vivir resistiendo sobre un volcán abierto sin querer despertarlo ni ocultar entre nieves sus labios luminosos… Hasta que los veloces paños del alba estallen y me desacrediten un poco más el rostro, quiero mirar en vilo la alta carrocería que hincha al cielo de luces, la ensalivada luna que íntimo empuja el pecho por los hoyos del río y es el único cuerpo que aún me da la cara.

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MUDANZA Ya van a ser los días del abandono. Las músicas de las tormentas, qué orden eficaz de mugidos que bajasen a llenar los insomnios de aventura y de campanas muertas. Deslizarse por los manteles de los calendarios hacia atrás, hacia luces primordiales, antes de que el vacío pueble estas salas y entren en ellas ojos extranjeros. A solas con la edad y la memoria, el dulce estorbo del pasado abruma y deja miel y sal en el aspecto solar de las tarimas. Y hay canciones secretas en la paz de los objetos, sones traseros, rumores que aún mojan rezagados la dicha o el dolor (en todo tacto, fértil suena un tiempo). Oirás pronto gemir, arrodillada, la materia que actúa entre otras manos industriales y ciegas, no citadas para otra ceremonia que el vaciado veloz. Te harás a un lado. Nadie sabe que por la oscuridad de los camiones la plata sueña aún penosamente. (De En familia) 195

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Por mucho que caiga el tamaño de la desgana encima de las asas y de las cremalleras quietas, desentendidas en armarios donde duerme el pasado y sus moluscos oscuros, nosotros siempre oímos delante otra canción. Y aunque vaya entrando silencio en las maletas, como una mujer húmeda que al pasar deje huevas furiosas y el licor de la lástima en habitaciones de ropas desesperadas que se enfrían bajo la teoría del abandono, nosotros esperamos una convocatoria. Cerrarán el ala los candados con su mordisco exacto. Veremos las espaldas de las cosas, para siempre entregadas a su totalidad. Estará todo pleno y sosegado y frío como toallas tranquilas en la noche. Y, sin embargo,

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más que nunca esos signos nos anuncian que son preparativos de un viaje.

PASIÓN DEL DESENCUENTRO Todo lugar es también un camino. Roberto Juarroz Llego siempre a buscar lo que ya sólo se halla en la música imposible de las despedidas, en el dulce apagón de las equivocaciones. Y ese es mi sino y esa es mi gloria: acertar el corazón helado del silencio, recoger con las manos una luz derrotada como la que entra, íntima y torpe, en las escuelas y en los balnearios achuchados por el abandono y el estremecimiento maldito de la lástima. Las horas, con su fábula y su norma de estructuras que sólo dan fijeza, se llevan actos firmes y sólidos diversos. Improbable materia de certeza. Pero en el trámite 197

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queda lo deshuesado para quien cree que está el muestrario de la verdad en las sustancias quietas del vacío, en el sorbo que desclava el revés enterrado de las actuaciones, allá donde se mojan de lágrimas finales últimos adjetivos que cuidan la tardanza, que se desencaminan y van a un desencuentro con las cosas.

VALS DE LO TARDÍO Está la edad de las mujeres solas y el ruido aplazado de las salsas en las servilletas usadas y está el olor silvestre que desata el olvido en medio de la noche sobre la deriva de nuestro cuerpo, desorientado hacia el silencio como un compás que ya no designara. Y está el humo rizado que sale soñoliento por las toallas benignas cuando los aletazos de las manos, allá en la última luz que cancela la tarde, sueltan jugos y pérdidas

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... y el misterio del moho... ... y el agua derrotada, sollozando en los charcos... y así este desfile innumerable de citas desafinadas deja en el corazón la crema maltratada de lo tardío llamando como puede, entre esfuerzos por no entregar el pulso a las anulaciones y entre contratos con la dejadez, con la pureza de lo que no está en plenitud y sólo recula con la cara dada a las sombras, y ya iba a florecer pero prefiere un sueño y se desdice.

AHORA Ana Fidalgo (y qué estará pasando en una habitación de un hospital del Poniente.

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ahora: mientras juega su vez la baza de la nieve y un forro de niñez lo endulza todo pétalos en ampollas, música de campanas en las sondas a lo mejor) (De El que desordena)

LA LLEGADA He venido a buscar tus dientes inmediatos, la pequeña pasión de tu pisada y el humo blanco, el humo que despiden tus palabras más largas, las de plata callada, las que salen al convite del mundo entre las aberturas de lo obvio. Todo he venido a buscarlo. Y a ti con todo. (inédito) 200

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Juan Carlos Mestre (Villafranca del Bierzo, León, 1957) Poeta y artista visual, es autor de los poemarios Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonais, 1985), Las páginas del fuego (1987), La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992) y La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999), libro este último escrito durante su estancia como becario de la Academia de España en Roma. Su obra poética entre 1982 y 2007 ha sido recogida en la antología Las estrellas para quien las trabaja (2007). Ha realizado las antologías sobre la obra poética de Rafael Pérez Estrada, La palabra destino (2001), y La visión comunicable (2001) de Rosamel del Valle, además de la edición comentada de la novela de Enrique Gil y Carrasco, El señor de Bembibre (2004); asimismo, es autor de El universo está en la noche (2006), libro de versiones sobre mitos y leyendas mesoamericanas. En el ámbito de las artes plásticas ha expuesto su obra gráfica y pictórica en galerías de España, EEUU, Europa y Latinoamérica. De su diálogo con la obra de otros artistas plásticos han surgido los libros Bestiario apócrifo (2000), Enea y los gatos (2002), El Adepto (2005), Arde la oscuridad (2007) y Los sepulcros de Cronos (2007). También ha editado numerosos libros de artista, como el Cuaderno de Roma (2005), versión gráfica de La tumba de Keats. Su colaboración con otros creadores y músicos como Amancio Prada o Luis Delgado, ha sido recogida en varias grabaciones discográficas.

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HISTORIA SECRETA DE LA POESÍA Al octavo día los poetas despreciaron la serpiente, Ilhan Berk añadió entonces una torre al mar de Galilea, el ciervo fue al mercado, la luz afiló su noticia en las columnas. El viento todavía no inclinaba el humo, no había moscas en el matadero. Al día siguiente el cuello de las floristas se alargó hasta el primer centenario, la tierra se desnudó, Ilhan pensó en todas las cosas que no había hecho. Era el séptimo día, es decir, un huevo de alondra. Ilhan se avergonzaba ante su saber porque no llovía y la rama de olivo ya había sido cortada. Entonces llevó a sus hijos al cine, fue al taller del zapatero, compró panecillos. Cayó la noche como una pelota de goma en el patio de al lado. Ilhan la recogió y la puso en la puerta del sexto día para que jugaran Ivy, Leila y Ahmet. Así fue, llegó el quinto día preguntando dónde vendían pescado, la hija del afilador fue en bicicleta a llevarle pan a su erizo, las rosas salieron del aburrimiento, el amarillo eligió su oficio. Deprisa se hizo la noche cuarta, salieron los rebaños sobre las chimeneas, la luna pacía con las gacelas y los membrillos olían como los bazares. Ilhan hizo café de higo, pensó en una llave y se acostó.

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Al tercer día se oyó decir que alguien había inventado una silla, Ilhan miró al sol, se acordó del desierto y le envío una carta. Le había crecido la barba como un jardín y fue a dar una vuelta por Estambul. Era ya la víspera del primer día cuando una mujer preguntó la hora en qué habría de nacer su hijo. Tenía la cara pálida como las manos de las lavanderas. Eso quiere decir que alguien podía hervir agua y regar los geranios al levantarse, también ir a una isla y regresar. Ya casi era hoy. Las gallinas cantaban, sus patas eran azules como la historia de un viaje contado en la cantina. “Puede oírse el cielo”, dijo. Al día siguiente Ilhan se puso una camisa blanca y descansó.

SALMO DE LOS BIENAVENTURADOS Bienaventurado el que a los cuarenta años aún no ha conocido la recompensa y llama virtud al cordón de un zapato, el hombre sin convicción que tumbado en la hierba pasa el día durmiendo y discute sobre el esfuerzo con los saltamontes. Bienaventurado el que soporta el préstamo de la verdad, el excavado en piedra y el que construido en paja es 206

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alternativamente señor de la nada y rey de un solo vasallo. Bienaventurado tú que sin llamarte Juan no eres otro que Juan el explícito, el padre del aire cuyos hijos heredarán los molinillos de viento. Bienaventurado el que ha pasado la noche con la insignificancia, porque embellecido por la privación será de él alguna vez la ausencia, el que es vecino de dos bocas, el de la voz menuda al que le falta un diente, el hombre sin pretexto que tuvo un asno, una boina, un chivo. Bienaventurado el que ante el argumento de la pólvora tuerce su hocico de linterna y habla alto, el que paga su aullido con la vida, el que en un instante es articulación de lobo y árbol de rodillas. Bienaventurado el pájaro cuyo canto despierta el corazón de una madre en las ramas de la tristeza. Bienaventurado el manco y su violín de oxígeno, la abeja del azúcar que liba la corteza de los licores blancos. Bienaventurado el viajero que vaga en lo concéntrico y traduce el límite, la fertilidad del sacrificio, la teología de las medallas de la luna. Bienaventurado el que emigra al borde de su amor, porque de él será la extraña fruta del animal del sábado. Bienaventurado el esqueleto de Rimbaud y su pájaro influyente, único héroe en el festín del cráneo. 207

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Bienaventurado el que ante la alusión de los espejos se vuelve pensativo y amablemente azul sus lágrimas ignora. Bienaventurado lo inmortal del muerto, la excusa del sombrero y su balido, el repentinamente desahuciado en el paladar de tablas de la muerte. Bienaventurada la golondrina de madera que le late al niño antes de conocer el sexo. Bienaventurado el aire de la soledad del péndulo, el manso bajo el sol y la virtud del ciego, la esponja que da de cantar su lluvia a la garganta. Bienaventurado el que apoyado en su bastón está toda la noche ahí y es piedra de la luz, piedra de la edad, los dos ojos del pájaro en el collar del cero. Bienaventurado el astro que ignora su caballo y ha cerrado el párpado, la agria lepra que arde en las arterias, la sal del paraíso. Bienaventurado el que condensa lutos negros, porque de él será la última soga del relámpago, el primer peldaño en la escalera del descendimiento.

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SUCEDE sucede que un día viene a cenar Apollinaire y no hay nada en la nevera sucede que nuestra conversación es gratis como propaganda a la salida del metro sucede un arma corta calibre veintidós y un centímetro cúbico de carruseles belgas suceden los maniáticos minutos los maniáticos segundos las maniáticas horas sucede un aroma caliente en las calabazas de pentecostés sucede un yacimiento de icebergs en la vajilla rota del último sueño sucede el tic sucede el tac sucede veronal en los relojes viejos sucede que hay alquimistas en las primeras lluvias suceden pájaros trompeta mariposas rubias jóvenes anillos de leño sucede un funicular entre la aurora boreal y los maizales del club paraíso suceden altavoces de verbena en el deshielo de las pompas fúnebres suceden vientos niños en las heladerías que soñó petrarca sucede que al otro lado del teléfono vive acacia de Madagascar sucede la oreja del nautilius en el buzón de las nieves astutas

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sucede un centavo de ruiseñor en el monedero de la dormición de la virgen suceden lágrimas populares incompatibles con el binóculo suceden manos que cuidan del esparto en el mausoleo de lenin sucede el extintor de las rosas en el cortejo de las siemprevivas sucede el apostolillo verde de los semáforos sucede que voy a contarte las cosas de mi vida tal como eran sucede un telegrama de nitroglicerina en tu lápiz de labios sucede que yo te quiero un noventa por ciento más que tu novio

PRÍNCIPE BENDECIDO Amiri Baraka canta como quien tira pájaros a las piedras Amiri Baraka escribe como quien desayuna Amiri Baraka saluda como quien tiene un orgasmo Amiri Baraka escribió un prefacio para una nota suicida en veinte volúmenes Amiri Baraka lloró en el entierro de Martin Amiri Baraka fue amigo de Malcom Amiri Baraka tiene nueve hijas y un hijo en la cárcel Amiri Baraka se casó con una chica judía llamada Hettie Amiri Baraka conoció a otra chica que no era judía Amiri Baraka se fue a vivir a Harlem y simpatizó con el islamismo 210

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Amiri Baraka tomaba café con Sonia Sánchez y Nikki Giovanni Amiri Baraka inspiró a Bobby el de los Panteras Negras Amiri Baraka era hijo de LeRoi Jones LeRoi Jones había dejado Carolina del Sur LeRoi Jones se había pegado con el acomodador de un cine Amiri Baraka ingresó en las fuerzas aéreas Amiri Baraka tenía 23 años y era corto de vista Amiri Baraka abandonó la farsa del error Amiri Baraka se enamoró de Hettie de quien ya hemos hablado Amiri Baraka se levantaba temprano para publicar a Allen y Kerouac Amiri Baraka se metió en líos y le partieron los dientes Amiri Baraka obtuvo la beca Guggenheim Amiri Baraka todavía se llamaba LeRoi Jones como su padre Amiri Baraka conoció a Sylvia y se casaron por el rito yoruba Amiri Baraka todavía no era un Príncipe Bendecido Amiri Baraka comenzó a llamarse Amiri y su mujer Amina Amina Baraka era pintora y activista política Amiri Baraka era poeta y defensor radical de los derechos civiles Amiri Baraka vió morir a Larry vió morir a Coltrane vio morir a Gilbert Amiri Baraka se hizo marxista Amiri Baraka dudaba entre el Infierno de Dante y el Paraíso de Milton 211

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Amiri Baraka se compró una chaqueta de pana y una corbata de punto Amiri Baraka vivía en Newark a media hora de Nueva York En Newark mataron a treinta personas durante los alborotos del 67 Amiri Baraka fue detenido, acusado de tenencia de armas, absuelto Amiri Baraka todavía no era un Príncipe Vencido

A LA MEMORIA DE JOSEPH Tomé café con Brodsky en un bar del Gianicolo Yo no sabía inglés, él no hablaba la lengua de Cervantes Mecachis en la mar apenas nos pudimos entender El pidió un sándwich de huevo duro mientras reflexionaba Sobre la claridad innata de las ruinas de Roma Al menos eso deduje por el modo en que desenfundaba Sus ideas como una navaja de afeitar en la cara de un niño Los payasos están destruyendo el circo, me dijo A mi me pareció de mal gusto hacerle alguna matización Si yo fuera un prerrafaelista también me hubiera enamorado de Ofelia Si yo fuera un licenciado en ciencias exacta habría reinventado el cero Tampoco hay que ponerse así por unas cuantas decapitaciones Ambos sentíamos admiración por los polígamos 212

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Sin embargo, nuestro temperamento flemático Era lo más parecido a un buque de guerra Y hasta las palomas se lo pensaban dos veces antes de acercarse Iba para Ischia, no muy lejos de donde vivió Virgilio Haciéndole honores a sus antecedentes de vago Se fue poniendo rígido al barajar algunos nombres Virutas de garlopa, lágrimas de quien pica cebolla Cambiamos de chismorreo, hablamos de las abejas Hablamos de los accidentes aéreos y la escritura cuneiforme De las gallinas en el barro, caravaggios contra berninis Un tipo estupendo, lo habían echado de un manicomio Y a mí me echaron de la Academia unos días después (De Las estrellas para quien las trabaja)

ELOGIO DE LA PALABRA Esta palabra no ha sido pronunciada contra los dioses, esta palabra y la sombra de esta palabra han sido pronunciadas ante el vacío, para una multitud que no existe. Cuando la muerte acabe, la raíz de esta palabra y la hoja de esta palabra arderán en un bosque que otro fuego consume. Lo que fue amado como cuerpo, lo escrito en la docilidad del árbol único, será consolación en un paisaje lejano. 213

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Como la inmóvil mirada del pájaro ante la ballesta, así la palabra y la sombra de esa palabra aguardan su permanencia más allá de la revelación de la muerte. Sólo el aire, únicamente lo que del aire al aire mismo trasmitimos como testamento de lo nombrado, permanecerá de nosotros. La luz, la materia de esta palabra y el ruido de la sombra de esta palabra.

LA VOZ DE VOCES Voz de los vientos. Voz y júbilo de los vientos en la oscuridad. El oráculo de la melancolía, el martillo de los ferroviarios al golpear los rieles. La voz de los extranjeros en el pasadizo, voces de plata en los subterráneos como tambores mojados. Resplandor de las voces al anochecer, cuando los circos encienden sus bujías en los descampados y los vagabundos silban a los viejos caballos de madera que giran en los carruseles. Sábanas. Sábanas de voces en la escritura de mi corazón. Desconocidas, piadosas, azules sábanas bajo la lluvia y los números de la muerte. Voces bajo la especie del odio, voces desocupadas por el pensamiento de los solitarios. Voces en los anzuelos y voces en los alambres blancos del vacío. Voces cuya tiza traza 214

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círculos en la desolación, semillas de las que brota el otoño, las hogueras que sueño, los cisnes decapitados. Voz y compás de la voz en la construcción de las bóvedas, voz cuya invocación es el aire. Voces llamadas a claridad, a niebla, a palabra de árbol. Pero voces también bajo la forma de herida, bajo figura de palomas en un charco de sangre. Poesía de las voces y narración de las voces. La ficción de Hamlet en el foyer del teatro, la ficción de las rosas, las sirenas de la policía. En esta escena no, pero sí en el carromato de las amazonas bajo el cruce de las autopistas. Pero sí en el club de la carretera. Voces oídas por el acróbata, voces cuya perfección es la esfera y la aguja de vidrio. Voces cuyo ruido es arrastrado por el viento. Voces anilladas por el ornitólogo, pronunciadas sucesivamente, leídas sucesivamente como cartas de un muerto, como jaulas vivas colgadas del marfil, del hueso de cristal en los salones de caza. Voces, voces puras cuyo país es mi alma. (De La poesia ha caído en desgracia)

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Blanca Andreu

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Blanca Andreu (A Coruña,1959) Pasó su infancia y adolescencia en Orihuela, Alicante y Murcia y, posteriormente, se trasladó a Madrid donde contrajo matrimonio con el novelista Juan Benet en 1985. A raíz de la muerte de su esposo, ocurrida en 1993, se radicó en La Coruña. Obtuvo el Premio Adonais en 1980 con su libro De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall, y el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo en 1982 con Báculo de Babel. Posteriormente, publicó Capitán Elphistone en el año 1988 y Sueño oscuro en el año 1989. Fue galardonada en 1981 con el Premio de Cuentos Gabriel Miró, en 1982 con el Ícaro de Literatura y en el año 2001 le fue otorgado el  Premio Laureá Melá de Poesía por el libro La tierra transparente. Está considerada como el punto de partida de la llamada “Generación postnovísima” española.

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DI que querías ser caballo esbelto, nombre de algún caballo mítico o acaso nombre de tristán, y oscuro. Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años, di sur, y di paloma adelfa blanca, que habrías querido ser en tales cosas, morirte en su substancia, ser columna. DI que demasiadas veces astrolabios, estrellas, los nervios de los ángeles, vinieron a hacer música para Rilke el poeta, no para tus rodillas o tu alma de muro. Mientras la marihuana destila mares verdes habla en las recepciones con sus lágrimas verdes o le roba a la luz su luz más verde te desconoces, te desconoces. (De De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall)

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FÁBULA DE LA FUENTE Y EL CABALLO Dicen que murió un caballo. Contaron que pasó como una sombra, que galopaba como noticia que va corriendo todos los días hasta la fuente-agua y sonidos blancos, jaurías blancas y galgo crepitartodos los días entre la nieve y en el deshielo, sobre la hierba de mayo, año tras año huía de los lobos ese caballo que ahora está muerto, atravesaba los bosques encendidos por la luna quien lo saludaba fríamente. Era castaño -acaso era una yeguaese caballo del que hablo. Nunca lo podré conocer. Me han dicho que pasó como una sombra que su vida no fue sino una sombra y sin embargo el caballo era luz. Era un caballo ateniense. En sus ojos brillaba el fuego de la verdad y la belleza, pero nadie lo conoció. Ese caballo que ahora viene vigilante hasta este poema con los ojos agrandados por el insomnio de la muerte, con la mirada de mi hermano y la sonrisa de fábula a veces miraba a los hombres, pero los hombres no sabían prestar atención a un caballo. Ni el sabio ni el indiferente se preocuparon de indagar. 222

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Y así el caballo pudo ir año tras año hasta la fuente aquella y dicen que se hicieron compañía durante los durísimos tiempos. No hablaban más que de sus cosas en un lenguaje desconocido, más misterioso que el sueco aquel caballo y aquella fuente. La fuente era una comadre de las que todavía quedan, vividora, aficionada a los chismes. El caballo era un caballero, no puede decirse otra cosa. Dicen que galopaba como noticia que va corriendo a propagar la prosperidad, como un mensaje del rojo del verano. Y nadie lo escuchó sino la fuente, nadie supo su signo ni su símbolo, nadie quiso saber sino la fuente de aquel caballo color hoja seca. En el interior de un verso sueco descansa de su soledad y ahora ha llegado a este poema antes del amanecer con grandes ojos semejantes a los de un antiguo profeta, con ojos que no se preguntan si fue Dios quien hizo la muerte, con grandes ojos elevados a la categoría de potencias. Sueño y sendero, sangre y oscuridad que suenan como campanadas. Hacia dónde vuelan. De su paso no queda vestigio alguno. Y el caballo –desde la noche– mira y aprueba 223

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no los ojos de la desapacible sino la última luz de una brizna de hierba. (De Elphistone)

OCEÁNIDOS A Moustaki, esta ola verde De los bosques salados llegan ciervos que son delfines brincando en su belleza como arcos celestes. Parecen hechos de hojas de olivo tras una lluvia de luz de luna. Como potros como campanas saltan brillan salpican sueños.

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MARINA DEL LIBRO A José Hierro Real, con amor Inquiero los porqués, los hasta cuándo los cómo y dónde y esa pregunta muda que me ahoga y vive en el silencio. Y entonces tú contestas majestuoso enorme gamo verde país de agua donde los soñadores se dan cita. Me hablas grande mar telón del cielo. Y tus olas responden como páginas de un libro cuyo autor lo sabe todo. Como páginas, mar y como pétalos de una rosa que nunca se deshoja.

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EN LA INDIA (LOTO) –¿Quién eres tú, misteriosa paloma vegetal de las aguas perfumada estrella viviente? –Cuando alza el azafrán como un monarca su morada corona y hace brillar su pistilo escarlata del color de unos labios diciendo: “cosechadme” y las lentejas de agua y las castañas de agua abren sus verdes ojos y pasean por el lago yo lanzo mis raíces a las profundidades navego por debajo en un viaje de muerte como el amor terrible atravieso el olvido y llego hasta la tierra sub-acuática como a un palacio negro y allí entro sombrío, soberano a comenzar mi historia apareciendo. Y luego vivo contra las aguas 226

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desde la tierra al cielo como el amor real y majestuoso subo de la savia a la flor y entonces soy corazón blanco en las manos del río soy nube anclada de salvajes raíces soy el suave cordero de las lagunas: la rosa de Shidarta. (De La tierra transparente)

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Rodolfo Häsler (Santiago de Cuba, 1958) Desde los diez años reside en Barcelona. Es co-director de la revista Poesía080 de Barcelona. Tiene editados los siguientes libros: Poemas de arena (1982), Tratado de licantropía (1988), Elleife (premio Aula de Poesía de Barcelona 1992, 1993), De la belleza del puro pensamiento (beca de la Oscar B. Cintas Foundation de Nueva York 1993, 1997), Poemas de la rue de Zürich (2000), Paisaje, tiempo azul (2001), Cabeza de ébano (2007) y Antología poética (2005). Ha publicado la plaquette Mariposa y caballo (2002). Ha sido incluido en la Anthologie de la poésie cubaine du XXè. siècle (1997), Nueva poesía latinoamericana (1999), Antología de la poesía cubana (2002), Poemas cubanos del siglo XX (2002), Los poemas de la poesía (2003), Por vivir aquí. Poetas catalanes en castellano. 1980-2003 (2003) y Barcelona. 60 poemes des de la ciutat (2004). Ha traducido la poesía completa de Novalis y minirrelatos de Kafka.

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ENSALZA, corazón, la ruta de Macao, porque allí soñaste, allí te esperan puertos y otro puerto, las figuras de piedra en el parque entre estrellas, porque allí viviste con la naturaleza en ese río que guardas en tu cajita de té.

CHINA apareció entre nosotros como un enorme jade que duele en sus aristas, como un lejano río de aguas fangosas que enloda todo tu cuerpo, tu cuerpo jade, mi cuerpo amarillo como madera. China apareció como sábana de arroz entre tu pelo, el agua, el barro, el soplo.

DE las tinieblas de la casa inferior, una figura llena de majestad ascenderá por un momento, en cuerpo de diosa, acaso una heroína. No es seguro cuál sea su destino, presa de amor, bajo el peso de sus faltas, en el fuego de la lira, Eurídice, la amada de Orfeo que vive en el infierno. Descansa la doncella elegida con los pies descalzos y el vestido holgado cae en numerosos pliegues. 233

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El movimiento apresurado de la cabeza puede quizás indicar que acaba de llegarle la noticia, en la oscuridad más completa, de mi requerimiento. Dueño de los aspectos ardientes e irracionales de la vida, es capaz de alterar el comportamiento de los animales en el jardín de Arcadia. Parece ignorar, hasta el momento, el suceso maravilloso que ha tenido lugar en el infierno. Independiente y lleno de energía, su poderoso cuerpo, elástico y sano por los juegos y la guerra, espera en armoniosa unidad respuesta de los dioses. Ha realizado una ofrenda divina y debe alcanzar perfección digna de semejante categoría. Sus palabras revelaron a los escogidos los secretos de la creación, por lo tanto, su posición es importante. Ni sus pies ni sus manos sirven para sostener la tierra.

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SIN corporeidad alguna, como ave fénix en su aire sublime, caracol o ángel, como nunca anteriormente me complazco en mí mismo. Las hondas incisiones que dejan en la mente los íncubos sin consecución, flores turbias como la abundancia que desde la ventana, en el blanco alféizar, me espantan, el sonido equinoccial de la música para apoderarse del misterio y la vastedad, en la nueva dimensión de Narciso, el ahogado, en el agua griega, sin ritmo posible en la respiración.

COMO una actinia oscura, rojo púrpura, ni hablo mi lengua ni habito en mi país, soy, eso sí, el heredero de una inteligente familia fenicia. Heme aquí el fenicio del célebre poema de Eliot para seguir siendo el ahogado para siempre. Como se sabe, los poetas no tienen vida propia, mueren lacerados por el agua, ciervos sin dominio, oteando los retirados predios que les sirven de morada, esquivos como piezas de un viejo juego de ajedrez, sin sangre para manchar el suelo de la alcoba. El invierno es la estación idónea para que las mujeres me cierren definitivamente los párpados, 235

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y la intensidad con que un día descifré largos poemas griegos convertida ya en nieve prodigiosa, pierde, entre tanto, todo su calor.

MI negro vestido de joven extranjero se antepone al destino y al arte de la salvación para agotar el círculo de flores que en el corazón expiran, para sucumbir como pájaros migratorios que en novias egipcias se convierten y que esperan la noche en la isla de Böcklin. Sólo busco aposento para la perfección, una roca, púlpito, umbrosa caverna ............ * ahuyenta los insectos de la ceniza fría, la felicidad es el único sacramento por el que, con frecuencia, nos sentimos morir, con las manos abiertas en incesante manantial, supervivientes de la fatalidad, embarcados un atardecer de placentera calma, presentes como el niño lleno de cruces que nos reclama el alma para la vida eterna, para desposarnos secretamente mientras dura el verano, 236

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refugio de suma brillantez ............ * sobreponerse a los actos, al fuerte olor a albaricoque que del frutero me llega, la duda que con celeridad me asalta como galgo hambriento, obediente, y los aullidos devuelven la expresión del rostro, centinela del insomnio, mi propia tumba. Ardiendo me convierto en supremo sacerdote y mis manos curan las llagas del infierno, y me estremece, lleno de miradas, el fulgor del sol en el espejo.

NUEVE GACELAS POR EL MONTE LÍBANO gacela primera

Te rindes mientras muerdo en tu corazón húmedo como la pulpa áspera del kaki. gacela segunda

Cuando te despiertas, dentro del espejo o dentro del estigma de la flor, lo primero que haces es amarte terriblemente a pesar de que Narciso pereció en tus ojos, 237

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en la cama de este hotel donde te escondes, cuidadísima belleza, del alba que te acosa. gacela tercera

Obedece a tu instinto ahora que me crees dormido, inténtalo despacio, véngate, mátame si puedes, quiebra el vínculo, como la espuma vencida, de repente, en la Corniche. gacela cuarta

Qué inoportuno puedo llegar a ser contigo, qué poca consideración a tu pudor cuando te saco de la cama, yo vestido de gala, convertido en jeque para variar tu tiempo. Confirma tu opinión que mi vida es ocio, seda blanca que, como siempre, acaba entre tus manos. gacela quinta

Delicia, la vida no dura más de media hora, victoria azul violácea, caníbal, a escondidas de los tuyos, sólo flores blancas compran tu silencio. gacela sexta

Casi invernal el tiempo en el inmenso secreto de tus ojos negros al convertirte en mariposa, en sollozo, con el talle mojado por la lluvia fría, sin ser tan inocente como tú me crees, infinita tristeza para el próximo poema. 238

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gacela séptima

La luz roja del atardecer, del desasosiego, no existe en ningún lugar como en tu ausencia, comer gacela asada en una esquina de Ashrafié, carne humeante de tus caderas entre mis colmillos. Los ojos ardorosos por el exceso de vino. gacela octava

Si pagase por tu cuerpo, qué precio tendría, a cuánto el último pétalo de la magnolia herida, mis ojos en la onda del estanque que me puede traspasar, que me hace no hablar por el bien de todos. gacela nona

Los labios enrojecidos, química o martini bianco, tantos días, ciertamente, no podré olvidarlo fácilmente ni decir habibi en lengua alguna.

CLEOPATRA Como helada sortija se enreda la blancura entre los dedos, bajo el peso malva del aire y el suntuoso encaje que le cubre el pecho descansa la pálida carne conocedora de la muerte. Abandonado al reino de las conclusiones nadie atenderá el postrer mandato, 239

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la última reflexión, la más profunda. Hay veces que morir es una venganza, con la sangre morada como los higos maduros, desprovisto de esperanza, una consideración como toda despedida.

OLOKUN Anterior a la felicidad, antes incluso de la creación, luchaban una contra otra el agua y la tierra por la posesión de la ira de tu cabeza. Cuando la blanca paz interviene para salvarte, una cuerda de dieciséis cauris te detiene para que no me desbordes, para que no me asaltes. Amarrado has de vivir, dominado por tu cólera, en el fondo del mar la luna nueva te alimenta, de no ser así pobre de mí, pobre si de ti me olvido. Las conchas y las piedras guardo en la húmeda oscuridad para salvar tu condición de sirena, mitad hombre mitad pez, para acercarte a mis ojos, para afirmar, con toda certeza, que el peso de tus sentimientos te abruma, no te deja hablar. Tu color es el azul ultramar, lapislázuli, el misterio, y para poder continuar beso los dedos que te han tocado, tres veces me inclino, y pido la bendición, para encontrarte.

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Suite de tánger El poeta en Tánger Todo aquel que estudia poesía anuda en primer lugar la esquina de su turbante, solitario y azul en torno a la cabeza. Lo que dice quiere ser diáfano, en palabras cíclicas que nunca aclaran el enigma, quizá por culpa de la luz o de tanta desesperación que aflora en ávido tacto. El signo caritativo del pez o de la flor, seres escasamente humanos en una línea que no pretende el arabesco, sí la libertad presente en la escritura. Las formas se diluyen por las cuestas de la ciudad, en la pincelada arenosa de muchas de sus calles, por haber transitado siempre el camino intacto. Souk el Hamra Si hubiese creado el mundo abigarrado y alguien me exigiese cuentas por ello, lo llevaría a oler la fruta aplastada en el suelo. Desde el inicio tenía la certeza de que las hormigas recorrían continuamente mis piernas, decididas, como luna inmóvil en el recuadro de la plaza. La mancha verde del gomero, por encima de la puerta, 241

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hundida en la sombra, es testigo de mis visitas, y el joven que soñaba con el cansancio de sus amantes, regateando a gritos, como mercadería, es vendido ante mis ojos en la impiedad de un gesto, casi pornografía. Qué alivio que esos aburridos europeos hayan dejado de fotografiar la mezquita del viernes. Metamorfosis de la vida, así nombro lo que los muros atesoran, pues una vez conoces el precio de las manzanas en el zoco y qué dátiles transparentan la luz, no hay ya modo de olvidar ni razón para exaltar mayor encantamiento.

EL INQUILINO A Paul Bowles Sonaba en la calle una grabación de la cofradía gnaua en un charco turbulento y el inquilino se despertó confuso, con profunda sensación de desamparo. Paseó la vista por la habitación en penumbra y advirtió que aún faltaba hasta que le sirvieran su acostumbrada infusión de especias, y con el corazón fúnebre de una rosa me confesó que se durmió vestido. Le dije que yo también me despertaba 242

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con sabor a arena en la boca y que nunca había asistido a una ceremonia secreta de ñáñigos en Cuba. Él sí. El día había comenzado con signo favorable y de nuevo se escuchó la música en la calle, un grito de mujer, y las palabras dejaron de contar para ser dulce deleite del idioma en el bochorno salobre de la tarde.

TEL-AVIV No sé qué decir de la arquitectura de esta blanca ciudad, en el balcón, sin poner las manos extendidas sobre la mesa y ver cómo se amarga el dulce de miel. El estilo de Viena, de Berlín, de Brno y de Zürich siguió adelante tras el hundimiento de Europa. ¿Dónde acaba Europa? Mi fachada es un poema en forma de ocho. Es una maldición que me persigue desde la infancia, reconozco inmediatamente en la arquitectura el vientre cómodo de la ballena donde ocultarlo todo y arrodillarse ante el tiempo transcurrido. El poeta no sabe si es necesaria tanta reflexión sobre el 243

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entorno habitado. Hay terrazas para tomar agua de jamaica mientras escuchas el ruido de la calle. Vamos a sacar de la cama a los amigos del Rehov Soutin para llevarlos a caminar por la playa. Aunque nadie se bañe, la gente más hermosa deja sus pisadas y sus huellas de infinito. La semilla no va a germinar, fue un momento de creatividad que ha quedado olvidado, agotado para siempre. ¿Alguien querría paladear tanta belleza? La luz se parte en infinitas líneas rectas frente a las ventanas pensadas para truncar al sol. Las flores del insomnio caen lentamente de las manos y las nubes que anuncian lluvia nos despiertan y ordenan alejarnos de semejante esplendor. Cuerpo y alma buscan cómo transcribir la impresión de plenitud.

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Aurora Luque (Almería, l962) Es profesora de griego y colabora como articulista de opinión en Diario del Sur de Málaga (sus artículos están recopilados en Los talleres de Cronos, Ateneo de Málaga, 2006). Ha dirigido la colección de poesía Cuadernos de Trinacria y codirige con Jesús Aguado la colección MaRemoto de poesía internacional. Recientemente ha fundado una editorial literaria, Ediciones Narila. Entre sus libros de poemas destacan los títulos Hiperiónida (l982), Problemas de doblaje (Accésit al premio Adonais, l990), Carpe noctem (Premio Rey Juan Carlos, l994), Transitoria (Premio Andalucía de la Crítica, 1998), Camaradas de Ícaro (Premio Fray Luis de León, 2003) y Haikus de Narila (2005). Su poesía se antologa en Las dudas de Eros (2000), en Portvaria. Antología 1982-2002 (2002), en Carpe verbum (2004) y en Carpe amorem (2007). Sus poemas han sido traducidos al inglés, árabe, italiano, rumano, griego, alemán, francés, sueco, esloveno, chino, holandés y portugués. Ha traducido a Meleagro de Gádara (25 epigramas, 1995) y a María Lainá (Los estuches de las células, 2004). Asimismo ha preparado la edición y traducción de Los dados de Eros. Antología de poesía erótica griega (2000) y Safo. Poemas y testimonios (2004). En 2007 aparecieron sus traducciones de Renée Vivien y Luisa Sigea. Ha realizado ediciones de la dramaturga María Rosa de Gálvez (El valor de una ilustrada, 2005, y Poesías, 2007) y de Mercedes Matamoros (El último amor de Safo, 2003).

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DE LA PUBLICIDAD I En la pantalla gira con malla de lunares como falsa muñeca Loulou breves segundos. Saber los casilleros de la noche y la absoluta falta de estructura del desear. II Pasa de largo. Ahora sobrecoge la tensión infinita de los límites. Nunca conoceremos al Tiempo íntimamente. III Abultan excesivas las páginas sin signos de días levemente derrotados.

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IV Hay días que parecen fotocopias. Las segrega de modo compulsivo una máquina neutra. V Reportaje de moda en Marrakech. Très loin de l´innocence este perfume. Una fotografía retocada con acuarelas suaves. Si desea reparamos su piel. Esta revista cuenta familiares parábolas al fin: de cómo maquillar los sueños agresivos o cómo estilizar la derrota y el tedio. Perfumada de Armani la nada es altamente soportable.

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LA ISLA DE KIRRIN A Herminia Luque Los leías después del viaje a la ciudad sobre la cama, en junio o en julio sobre todo, echada la persiana que dejaba filtrar olor de albaricoques y pintura caliente y una luz laminada verde oscura sobre las bicicletas y los páramos, las mochilas, las granjas, el desayuno inglés, la isla de Jorgina: historia fabulosa de una infancia a punto de perderse. Porque una vez leídas todas las aventuras de los Cinco supuse que tenía que crecer. ¿De qué sirve ser niña, si luego, en vacaciones ningún bote te lleva a la isla de Kirrin? Tal vez ya sospechaba que los libros podían ser reloj o calendario exacto y enigmático del cuerpo.

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TANGO 3 Puedo creer los tangos porque tuve tu cuerpo. Vuelvo a tu cuerpo vuelvo de brisa acribillada tus pezones de hombre se deslizan se deslizan se alejan y tan muerta al final como tan muerta al principio de niña una muerte especial un intersticio entre el jadeo y entre la agonía verdadera: toda la muerte extraña que aprendí de tu cuerpo gastándose furioso toda la eternidad carta de juego morder morder moluscos deshacer moluscos tensos dentro de sus conchas; paréceme que estoy tan agarrada al pecho de Gardel que su voz va hacia fuera y que no necesito ciudades ni destino. Puedo creer los tangos porque tuve tu cuerpo y si vuelco mi copa sé que las gotas caen en tu rostro a miles de kilómetros; sólo pude encontrarme en los ensueños del arrabal oscuro de tu pecho. Podré creer un cuerpo cuando escuche su tango.

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DEL ORÁCULO FALSO Había oído hablar de las sorprendentes irisaciones de la aurora obre el mar Jónico cuando se la contempla desde la cima de Etna. Marguerite Yourcenar No esperé así la vida: el asombro, la ráfaga instantánea de la dicha, la humillación, el tedio. Pero es que aún la lava del Vesubio nos podría abrasar, o tal vez los milagros de la cima del Etna o la belleza del mar semidivino. No esperé así la vida: paraísos perdiéndose o batallas perdidas de antemano. (De Problemas de doblaje) INSOMNIO La noche desemboca su latido en un río de noches caudalosas. 252

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Turbio y efervescente, un minuto es afluente de un minuto. Aceptas el insomnio como un libro de páginas sin fondo cuyas letras resbalan hacia fosas submarinas. Qué atrocidad vivir, qué enloquecido temblar en los rincones de las horas. Si la muerte tuviera guardarropa, dejaría los guantes del lenguaje para frotar la nada con los dedos.

LENGUAJE PROVISIONAL Palabras que la noche regenera o destruye, palabras que friccionan entre sí con la blanda ferocidad de tríbades, palabras desgarrando mutuamente sus límites, su piel más sabia y rota, las palabras más solas, los colores no ungidos, una metamorfosis inmediata de palabras en tacto y en huida, en anuncio de vértigo, en alas desplegadas de duras gaviotas, palabras que se enrosquen con fulgor de serpientes soberanas al eje del deseo. Disolución de mitos, hondura efervescente que comparte el poema con los labios vacíos. 253

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SIESTA DE PAPIRÓLOGO –La siesta en las orillas del Iliso. Oigo cómo se eleva lentamente el carro de su alma. –Paseo entre los libros espirales en una ciudad-ninfa. –No volveré a la guerra. He tirado el escudo riendo con Arquíloco. –Soy aquella adversaria de la última estrofa y escuché de sus labios la dulce priamela. –En las casualidades de los siglos al menos sé tu nombre, Anactoria querida. –En mi alma hay un trozo de papiro ilegible. (De Carpe noctem)

ANUNCIACIÓN DEL VERANO Una avioneta blanca sobrevuela la costa con su estela de lona casi en blanco. Anúnciese en el aire. Desde el apartamento los parasoles verdes, naranjas y morados hacen que el mar se vista a estas alturas 254

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una túnica pop. Se hunde aquel barco centímetro a centímetro, sus tribales quehaceres de antigua pesquería. Este verano nos deslumbra el blanquísimo poliéster de un yate sobre el puzzle inacabado de un movedizo mar turquesa, malva. Descienden las gaviotas.¿No está la vida acaso bajo un inmenso toldo de luz que la protege del ardor del vacío, de su abrazo, de las ondas violetas de la muerte, de su quehacer tribal, del viejo pacto? MONA ...pero no era más que el derecho de cualquier ruina a reventar de flores durante un instante Derek Walcott, Elegías de verano Huele bien el amor. A posteriori. Hoja desmenuzada entre los dedos, una savia marina en las levísimas redes de rombos grises que toda piel arrastra. Todavía el temblor está contigo, esa incesante alquimia de las bocas, los restos de la magia de un cuerpo huracanado. Hueles, piensas tus manos. La memoria suplica 255

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–esa memoria elástica que se aplica al presente recién ido– un recipiente duro, uno de esos antiguos estuches de carey acolchados por dentro... Contigo ya el olor del casi ayer, el casi amargo fruto de la noche, pero absorbido ya, como minutos en un viejo reloj de una arena intratable.

HOMENAJE A KAVADÍAS Duerme, duérmete mar abajo, pecho adentro, toma tu camiseta roja y descolorida, toma tus glamurosas olas engalanadas, diles que sabes algo del sexo de los barcos. Duerme. No iremos a Kalymnos, no veremos volver el barco con esponjas. Pero en la calle un hombre con un siglo dio su nombre, y los nombres penetran como reyes en la cabaña sórdida del tiempo. Duerme. 256

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Que la sirena díscola de tu tatuaje no te abandone nunca cuando duermas.

COSECHA Recoge la cosecha de los días, su cereal, su polen, sus bayas inservibles, sus cortezas amargas, su reseca raíz, sus vainas huecas, su escasísima pulpa azucarada. En las cuadradas cajas pon la fruta selecta que le agrada a la memoria. (De Transitoria)

AL ENCONTRAR EN INTERNET UN MAPA DEL MUNDO SUBTERRÁNEO Morir tiene su guía particular de viaje. Caminar a la orilla de un río murmurante y olvidar el sonido de la palabra río. Pisar hierba muy fresca y muy oscura. Estrenar traje negro: ser sólo un traje negro. Vivir la vida fue tantalizar, poseer tanta fruta que no saciaba nunca. 257

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No intentes consolarme de la muerte, consuélame tal vez de los andamios quebrados de la vida. Tenuidad de la sombra, deudas con el barquero. –No pagaré a Caronte de mi propio bolsillo.

EL ORO DE KLIMT Viena. Noche. Agosto. Hotel Stefanie. Capítulos del Libro de los Cuerpos. Me pongo a descifrar la escritura nublada, lo que tuvo la vida de puro enigma áureo, de impredecible cueva iluminada, de aspereza de estrellas. Hotel Stefanie. Agosto. Húmeda noche. Y un río caudaloso, como de oro de Klimt, me arrasa todavía. (De Camaradas de Ícaro)

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ERINIAS Los deseos tenaces como un perro que se obstina en negar el abandono. Cuántos impulsos fieles gimen si abro la puerta. Sus hocicos humean con aliento nublado en el pasillo. A los pies de la cama, sus vísceras calientes, tumorales. Metástasis inmensas desfiguran el cuerpo de la noche. Mis erinias –criaturas malcriadas, panteras en la alfombra– piden, muerden despojos. Las furias, oh, las furias, sus aullidos carnales... (De Carpe amorem) HAIKUS DE NARILA Invierno. No sé si mendigar a la luna de arriba o a la niña de ayer. Leña apilada. Borrasca. 259

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La mente no encuentra leñador. Álamo húmedo. Madriguera de hojas. Huele a setas de cuento. No apresó bien el mirlo a la salamanquesa. Rebotó contra el toldo. Tarde tenue. Se pierden en invierno colores de la caja de acuarelas. Las moreras. Crió gusanos de seda que criaron metáforas. MIEDO La lluvia inunda la calle. El trueno y el relámpago, el cuarto de la niña. Un abanico azul. Pinto en él versos de Safo. (De Haikus de Narila)

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Eloísa Otero

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Eloísa Otero (León, 1962) Tras licenciarse en Ciencias de la Información comenzó a trabajar como periodista, oficio que lleva desempeñando más de veinte años en distintos diarios y medios de comunicación de Galicia, Madrid, Castilla y León. En la actualidad imparte un taller de periodismo en un instituto leonés, trabaja para distintos medios e instituciones, y colabora con la Biblioteca Virtual Leonesa que promueve la Fundación Saberes (www. saber.es). Como poeta, ha publicado hasta ahora dos libros: Cartas celtas y Tinta Preta, en la Colección “Provincia” de León, y aparece recogida en diversas antologías, como: Ellas tienen la palabra. Dos décadas de poesía española, de Noni Bengas y Jesús Munárriz; De los ojos ajenos. Lectura de poetas de Castilla y León, de Miguel Casado; Mujeres de carne y verso. Antología poética femenina en lengua española del siglo XX, de Manuel Francisco Reina e Ilimitada voz. Antología de poetas españolas 1940-2002, de José María Balcells. También ha publicado un libro sobre fotografías antiguas de León, titulado León a través de la gafa de oro, por encargo de la Filmoteca de Castilla y León, y una guía de Escultura urbana en la ciudad de León. Colabora con distintas revistas de literatura y poesía, como El signo del gorrión, Los infolios, Milenrrama (Castilla y León), Solaria (Asturias), Leer (Madrid), Zurgay (Euskadi) y Galerna (Nueva York). Ha traducido, junto con Manuel Outeiriño, los libros Con pólvora y magnolias y Contra Maquilero, del poeta gallego X.L. Méndez Ferrín, y poemas de otros autores gallegos, como Lois Pereiro o Chus Pato. 263

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Isla Kokotero es su bitácora de poesía (http://islakokotero. blogsome.com), y también mantiene actualizada otra bitácora en torno a la figura de Antonio Gamoneda (http:// farogamoneda.blogsome.com).

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DE LOS VIAJES Mirar lo que está lejos dentro del alma. A. Machado I (navegar) Las anémonas ocultaron la botella y su mensaje hasta que el corcho se picó y el agua disolvió la tinta y el papel. II (volar) Un ciruelo y una flor. (Sueño con la fruta madura) III (errar) Extraños silencios los que ponen en camino, llenos de preguntas asaltadas (y la brújula para qué la quiero y el mapa con las líneas de la vida). Estoy que no trino. Ahueco el ala. Lejos de casa. De la nata espesa y el azúcar. (Sin crear grandes obras, sin pasarlo fetén) 265

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El universo, la savia de la vida es también esto: oler la tierra húmeda en el luscofusco, recibir una cagada de cigüeña en la cabeza, pulsar ese botón extremo y añorar los bosques, el fuego, el aullido de los coyotes, la compañía discreta de otro neardental. IV (emigrar) Viajar es trazar en el mapa una deriva, esquivar la catástrofe sin otro rumbo que la propia chamba. Pero la suerte se tuerce cuando calcas la huella y descubres un ángel que te protege de todo menos de ti misma. Si te hubieras quedado donde estabas… V (explorar) Recorreremos grandes distancias con botas de siete leguas estelares, para no volver. Evocaremos el origen hasta alcanzar un punto de no retorno.

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(Distancia: la tranquilidad posible) VI (rodar) No hay lugar para los pies descalzos ni orilla de la playa un sol poniente rojo abismo vespertina luz. No hay lugar donde inclinarse o replegar la imagen que construyes, el olor ensimismado. VII (correr) Hasta virar a casa, el cuartito, un renglón y tú seguido

PAISAJES Mandala   Flowers, dice. Y se ríe. El Dalai Lama estudia inglés. Mira de pronto el agua que corre. River, dice. 267

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Water. Y se ríe. Dibujar con arena es una forma de meditar sobre el vacío. La primera bacteria ¿salió de un cristal? Barro las hojas secas del jardín, riego el ciclamen, pongo la planta japonesa al sol y las hortensias recién brotadas a la lluvia, bajo el arco iris ejerzo mi soberanía en este reino de propuestas zen o refugio.   Paisaje de infancia en la cocina Alboronía, caldo, abuela, huele la casa a piel de naranja, hierros en el fuego, arroz con leche, papilla, papaya, dulzura, toda la nata en una pota. Flotas en el algodón de un lecho de arreboles sin saber cómo interpretar los petroglifos. Cada cosa está unida a un nombre, cada nombre tiene su propia vida.

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Madre, manta, escaramuza, te has clavado el alfiler en un sofoco. ¿Qué soñaste que no pudo ser? Días de lluvia y de poner en orden las cosas. LIBRO EN BLANCO Para M. Pero algún día tu recuerdo hablará. ¿O no? Es como escribir en un libro en blanco con tintas invisibles que sólo tú eres capaz de leer. Tu recuerdo tramado en palabras que nadie dice. No es como el poema que recitó Jakura, el monje zen, en el instante anterior a la muerte: “Este año quiero ver el loto al otro lado” ya que jamás sabremos cuál fue tu poema. Como a Jakura, te fallaron las fuerzas, mas no hubo allí pincel para escribirlo ni nadie lo escuchó, ni lo retuvo. 269

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S/T Una fotografía gris ceniza marca el territorio donde guardo tu rostro, única cosa que me queda de ti. Lo miro con mucha fijeza. Una vez más quiero imprimirlo en mi memoria, luego cierro los ojos y lo proyecto ahí (en la sala oscura del interior de la cabeza) sin nada en torno a esa imagen que después de un rato pierde nitidez. Hay situaciones que te cambian la cara para bien o para mal, me digo, esperando que alguna vez vuelvas en sueños naufragando en luz de madrugada, en el mar de la tranquilidad. Puedo vaciar tu imagen con palabras. Componerte un gesto inquieto capaz de dar lecciones de autoestima. Dibujar la piel porosa, largas pestañas, legañas de cinco días y hasta una cicatriz en el mentón. Pero un rostro no deja de ser un papiro con el relato de una vida, y el tuyo tiene una buena historia. Puedo escribir cualquier cosa para cambiarte la cara y, sin embargo, es precisamente en la escritura donde no estás.

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NANAS PARA GUADALUPE Para María José Alvarez y Víctor M. Díez Non hai relato sen voz, non hai tenrura sen xesto. O relato, o tenreiro, poñen algo en tensión; a voz, o xesto, pulsan os mecanismos das preguntas, descubren a miúdo escaleiras, caligrafías encubertas. No hay relato sin voz, no hay ternura sin gesto.   El relato, lo que es tierno, ponen algo en tensión; la voz, el gesto, pulsan los mecanismos de las preguntas, descubren a menudo escaleras, caligrafías encubiertas.

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A voz crea o mundo. Os xestos de cotío son de amor cando ti chegas.   Arrólote nun idioma que eu non coñezo. Nun idioma que ti tampouco entendes. Arrólote. La voz crea el mundo. Los gestos cotidianos son de amor cuando tú llegas.   Te arrullo en un idioma que no conozco. En un idioma que tú tampoco entiendes. Te arrullo. Edredón o teu berro cheo de música, zunzún, axóuxere, espírito, forza na páxina do esquecemento. Illa: abstracción lonxana 272

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mentres que non atopo as verbas capaces de habitala. Edredón tu berrido lleno de música, zunzún, sonajero, espíritu, fuerza en la página del olvido.   Isla: abstracción lejana mientras no encuentro las palabras capaces de habitarla. Deixa de mamuxar e zuga a teta, vai. Cousa, chícharo, garavanciña marela, escaravello xoguetón. Zuga no zume a miña alma, a miña substancia, o principio vital. (Apalpas, escoitas, ollas, cheiras, comes mellor que calquera especie protexida. Agora non é preciso que fales para contar o ben que estás.) Deja de reburdiar y chupa de la teta, ¡va! Cosa, guisante, 273

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garbancita amarilla, escarabajo juguetón. En el zumo chupa mi alma, mi sustancia, el principio vital.   (Palpas, escuchas, miras, hueles, comes mejor que cualquier especie protegida. No es preciso que hables ahora para contar lo bien que estás.) Mincha, carne da miña carne envolta en presentimentos, no fío do real.   Noite na noite. Poden chiar as galaxias mentres ti, luceiro, brillas no meu ventre ferido. Caracolita, carne de mi carne envuelta en presentimientos, en el filo de lo real. Noche en la noche. Pueden chillar las galaxias mientras tú, lucero, brillas en mi vientre malherido.

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Sentar a beleza no colo e despois deixar que fuxa como unha bolboreta, como unha maruxiña, como peixe esbaradizo entre as mans… Sentar a la belleza en el regazo y después dejar que huya como una mariposa, como una mariquita, como pez resbaladizo entre las manos… Agora, a túa avoa amósache como escoitar o mar nunha buguina. (Non esquezas) Ahora, tu abuela te enseña cómo escuchar el mar en una caracola. (No olvides)

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Jorge Riechmann (Madrid, 1962) Es poeta, traductor literario, ensayista y profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad de Barcelona. Vivió en Berlín, París y Barcelona antes de regresar a Madrid en 1996, donde actualmente trabaja como investigador sobre cuestiones ecológico-sociales en el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de Comisiones Obreras. Publicó su primer poema en revista a los quince años y su primer poemario, Cántico de la erosión –por el que obtuvo el Premio Hiperión de poesía– en 1987. Entre sus últimas obras destacan los volúmenes de reflexión sobre poética: Canciones allende lo humano (1998), Una morada en el aire (2003) y Resistencia de materiales (2006); así como los poemarios El día que dejé de leer El País (1997), Muro con inscripciones (2000), Desandar lo andado (2001), Poema de uno que pasa (2003), Un zumbido cercano (2003), Anciano ya y nonato todavía (2004), Ahí te quiero ver (2005), Poesía desabrigada (2006) y Conversaciones entre alquimistas (2007). En los últimos años, ha ido formulando la vertiente ética de su filosofía ecosocialista en una “trilogía de la autocontención” que componen los volúmenes Un mundo vulnerable, Todos los animales somos hermanos y Gente que no quiere viajar a Marte. Ha traducido extensamente a poetas como René Char y dramaturgos como Heiner Müller.

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BUSCARRUIDOS Poesía: material móvil. “Todo lo que se mueve es poesía/ lo que no cambia de lugar es prosa”, se meneó Nicanor Parra. Movimiento material. Búsqueda, indagación (de la base y de la cima, según René Char, quien precisa enseguida: “Indagaciones de la base. Tinieblas en la cima”, si es que hay siquiera cima: las tinieblas no permiten apreciarlo). En castellano se llama buscarruidos a la persona inquieta, un punto pendenciera. De repente, qué atinada definición del poeta: un inquisitivo buscarruidos. Buscarruidos, buscavidas, buscadichas. Dicha, del latín dicta: cosas dichas. La dicha del decir: a la ventura, un buscarruidos, con el zurrón repleto de cosas ya dichas, sigue el rastro de lo por decir. La virtud del cazador es la sagacidad: el buen olfato. (Sagaz, del latín sagax: con buen olfato, capaz de seguir la pista.) El buscarruidos es un indagador (del latín indagare: seguir la pista de un animal). Me dieron por nombre Riechmann. Del alemán riechen: oler, olfatear, husmear. Riechmann es el Husmeador. Me dieron este apellido: hoy, que bauticé mi casa –Amargua–, lo hago mío por fin. Al final de esta caza no se mata la presa: el cazador, durante un venéreo y venatorio instante sin tiempo, busca hacerse uno con ella. Dos en uno: amor, querencia al menos. Querer, 281

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del latín quaerere: buscar, inquirir. Poesía: un amor que indaga. Poesía: decir lo que no se sabe, y sin saberlo queriéndolo, y por eso indagando en ello, aproximándose a algo que está ahí, que siempre ha estado ahí, ya inmediato y de repente inaccesible. El buscarruidos, chasqueado, guarda algo en el zurrón –no está seguro de lo que será– y sigue husmeando. (De Desandar lo andado)

PARÁBOLA DEL JUGADOR Que yo te tenga así de pie sobre las puntas de los dedos al cabo de un movimiento leve acróbata volcado Que nadie sepa qué línea abismal impávido atravieso nadie pregunte desde cuándo es azul la máscara lanosa de clown cruel que visto ya sin dolor Al norte de mi corazón de cuero comienza el marfil de un país que recorro muy raras veces No hablo de mi ofrenda al demonio del naipe 282

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funámbulo dormido sin lujo sobre el arpa Cada minuto dejó su piel sobre mi piel escaqueada He conocido armados amores de arlequín fervientemente insensible Como San Pedro seré colgado de los pies: que nadie diga nada Este momento es mío vértice íntimo o víctima frecuente El azar no me quema las manos Soy entonces el gran negador dueño por un instante del mundo y de la nada Entonces por qué ceder en la última escalera saltar al vacío si el manotazo es luego como un solo disparo que derrumba castillos Mi padre era griego que no pregunte nadie por la iguana de labios bezudos que está lamiendo la sangre a mi costado (Del libro inédito El miedo horizontal)

LA CIUDAD BLANCA Ahí donde veis flores amarillas encima del tejado, ahí es mi casa. 283

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Amarillas y azules. Y la canción purísima del musgo. No ha sido edificada. Ahí es mi casa. (De Cántico de la erosión)

ARQUITECTURA INTERIOR Excavaste en ti mismo alcobas, escaleras, alacenas. Dispusiste cierto complejo equilibrio entre las cavidades. Las comunicaste mediante los pasadizos adecuados. Decoraste con gusto y sobriedad los interiores, y colocaste una buena cerradura en la puerta que daba al exterior. Luego has tirado la llave. Y hoy afirmas que eres un ser de una pieza, macizo, irreversible, enteramente libre de oquedades. (De La lengua de la muerte)

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ESCENA DE INFANCIA De niño encendí hogueras para quemar lombrices de tierra vivas. Veraneaba entonces en el valle de Hecho. La crueldad de quienes torturaban sapos me asqueaba, alguna vez llegamos a las manos. Lombrices: carne rosa hasta la indefensión, universales anillos de sufrimiento mudo. Se retorcían como seres humanos.

POEMA DEL DESCONSUELO Llamo corazón a lo que se emparenta con la llama. Y en consecuencia, inevitablemente, con la ceniza. Estoy de pie como tallo al que hubieran raspado todas las hojas y todas las yemas. La soledad de esas comidas sentado a solas ante una mesa blanca, chirriantes ritos de comunión estrangulada, esas comidas agrias que no pueden compartirse... 285

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Inmenso grito de angustia, semejante a un viento helado, que se cuela por todos los resquicios de la creación. ¿Pues qué clave enrevesada enlaza las geometrías interiores y exteriores del hombre? (¿O no hay clave ninguna, sino sólo caos y ruina y torpe desolación sin espinazo?) Donde acaba el extravío comienza la desolación. Y quién narrará la desolación de las cimas. Consuelo. Dos dulces manos cortadas no pueden traer consuelo. No pueden traer alivio. ¿De qué nos serviría? Íntegra tierra mansa, unánime bestia moribunda. ¿Qué pueden traer dos manos en vela al corazón insumiso de la noche? Remoto núcleo de calor rodeado por una costra impenetrable de cenizas: hay una almendra en el centro de la tierra. (De Cuaderno de Berlín)

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OTRO RITMO POSIBLE Un buen verso no sacia el. Un buen verso no construye un jardín. Un buen verso no derriba al tirano. Un verso en el mejor de los casos consigue cortarte la respiración (la digestión casi nunca) y un ritmo insinúa otro ritmo posible para tu sangre y para los planetas. (De Poesía practicable)

BIENVENIDO AL CLUB Eres uno de los pocos que podían aspirar a esto, en realidad te estábamos esperando sólo a ti. Hemos sabido siempre que eras diferente, 287

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ahora ya has llegado: relájate y disfruta. Nota cómo te crecen los músculos viriles y pliegues cerebrales bajo las yemas de los dedos. Nosotros vamos a volverlos rabiosos. Tu piel adquiere un bronceado envidiable, se te esponja la próstata, tus esfínteres conversan en inglés. Ahora te tensaremos hasta la excelencia. Nota cómo te crece una memoria mejor. Eres otro, ya no eres quien eras, nunca fuiste quien eras pero tenías que llegar tan alto con nosotros para saberlo. Ahora ya has llegado. Te lo mereces todo y nos lo debes todo: te lo cobraremos hasta la última gota. Bienvenido al club. (De El corte bajo la piel)

ALABANZA DE LOS TRENES VERDADEROS Hay muchos trenes falsos. Es fácil confundirlos con los trenes auténticos. Casi todos los llaman también trenes: los revisores

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los ferroviarios los carteristas los viajeros casi sin excepción y hasta yo mismo cuando no quiero dar muchas explicaciones. Trenes sólo son los que parten de noche. Trenes sólo son los que llevan a ti. (De Baila con un extranjero)

AMANTES EMBROLLADOS, 1995 Amar puede ser un aperitivo con sifón en una mañana de colores ácidos o puede ser zambullirse en un lago de montaña nadar equidistante entre el cielo y el fondo suspendido de un sol de extrema desnudez Las buenas chicas no piden la cabeza del Bautista sobre una bandeja Ya sé que no eres una buena chica pero piensa que la cabeza de cualquier fantasma sobre bandeja de plata desequilibraría a cualquier bailarina 289

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Las cabezas parlantes prometen la vida eterna con sifón pero yo he elegido cocinar contigo crear contigo follar contigo dormir en el país que delimita el aroma de tu cuerpo desnudo Amor mío olvídate de decapitamientos con sifón Ven a nadar al lago donde ya estamos Rechazar el sueño de la ingravidez no implica renunciar a la caricia de la piel azul del cielo ni del dulce légamo suavísimo del fondo. (De El día que dejé de leer El país)

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Marta López-Luaces (A Coruña, 1964) Obtuvo su PhD en 1999 por New York University. Desde 1998 enseña literatura española y latinoamericana en Montclair SU. Como poeta ha publicado los siguientes libros: Distancia y destierros (1998), Las lenguas del viajero (2005) y la plaqueta Memoria de un vacío (2002).Tiene inédito el poemario Los arquitectos de lo imaginario. Su poesía ha sido publicada en numerosas antologías de España, Latinoamérica, Estados Unidos, Italia y Rumanía. Su obra ha sido traducida al inglés y publicada en la selección de plaquetas Rebel Road y en numerosas revistas, entre ellas Literary Review y Mandorla. Una selección de su poesía fue traducida al italiano y publicada bajo el título Acento Magico (2002) y otra antología, traducida al rumano, fue publicada bajo el título Pravalirea focului (2007). Como traductora al inglés ha traducido poetas españoles para las revistas Terra Incognita, Hofstra Hispanic Review, Tamame, entre otras. Actualmente está terminando una antología de poesía española (1930-1965) que se publicará en el 2009. Como traductora al español ha colaborado con revistas de Latinoamérica y España traduciendo poemas de Louis Gluck, Robert Duncan, Leonard Swartz, Anne Lauterbach, entre otros. Actualmente está terminado la traducción del libro de Robert Duncan, Selected Poems. Entre su obra crítica ha publicado los siguientes libros: Ese extraño territorio: la representación de la infancia en tres escritoras latinoamericanas (que luego traducido al inglés fue publicado por Juan de la Cuesta Delaware University, 293

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2005) y Poesía y sus máscaras (2007). Es co-editora de Galerna: Revista internacional de literatura. La ciudad de Nueva York le otorgó la distinción de Speaker for the Humanities of NYC (2003-05).

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EL RECUERDO COMO TRADUCCIÓN MEMORY AS TRANSLATION Ample make this Bed Maple make this bed Make this Bed with Awe, Make this bed, so I can rest, In it wait till Judgment break, And there I’ll Wait for you [until Dawn [Breaks, Excellent and Fair

Excellent and Fair

Be its Mattress straight–, Be like a Mattress Firm Be its Pillow round–, Be my Pillow Let not Sunrise’s yellow noise, Let no Sunrise’s yellow [Boise awake me, Interrupts this Ground–

or interrupts my Peace

La traducción

El recuerdo

Haz esta Cama Amplia Haz esta Cama con Reverencia,

Arce haz esta cama Hazla para que descanse

En ella espera hasta el día Y allí te Esperaré [del Juicio, [hasta el Alba Excelente y Justo Excelente y Justa Que sea colchón firme–,

Sé como un Colchón Firme 295

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Que sea almohada cómoda–, No dejes que el ruido amarillo [de la Aurora, despierte Interrumpa este Suelo–

Sé mi almohada No dejes que el ruido amarillo de [la Aurora me ni Interrumpa mi Paz

CAMELIA DEL VIENTO This poem is concerned with language on a very plane level. Look at it talking to you. You look out a window or pretend to fidget. You have it but you don’t have it you miss it, it misses you. You miss each other. John Ashbery Una camelia copiosa de capullos pétreos ahora sobre mí savia de rosas sedienta, crisálidas efluvios, la insistencia de flores en los ojos febriles incertidumbre medrar de la infancia. Copos que se abren a la edad.

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ETERNOS BOSQUES DEL TIEMPO En las fronteras de lo humano Saint-John Perse Lo busqué por los diversos senderos del silencio de la lluvia del rocío y la tormenta. De su presencia sentí el desafío su similitud con las llamas el agua los vientos De su porvenir supe el predecir de un eclipse la encarnación del fuego la llamada del abrego.

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EL CANTO DEL DESTERRADO Los que cantáis todos los destierros en el mundo, ¿no cantaréis para mí un canto nocturno que tenga la medida de mi dolor? Saint-John Perse I En el desorden del alma un canto anochece desposado, gozo de azul vestido anida en la garganta –necesidad alada en el cielo titilante. II Mi prerrogativa es el cielo mi propósito las estrellas Saint-John Perse Mi prerrogativa el arrebolado cielo vespertino; mi propósito el Tiempo como lucero de un río que desemboca en el alba: azogue transfigurado.

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SYLVIA INTERROGA A PLATH And I have no face I have wanted to efface myself Sylvia Plath –Plath, ¿Qué augurios atormentaron la paz de tu nacimiento? –Ariel no pudo expulsar la oscuridad que crecía en mí. Desde los contornos del sueño aprendí del Mal las lenguas del infierno. –¿Qué animal negro te atrapó entre sus garras y te hizo presa en el interior de su rostro? –I was inhabited by a cry1 1 Me habitó un llanto. 299

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–¿Por qué el esplendor? es ahora albacea de las irreconocibles señas de tu deseo? –Fui memoria de un porvenir en que no me reconocía. –Plath, si la muerte es un arte ¿qué sería el suicidio la performance de un poema o la interpretación de una obra? –Vestía mi muerte como traje de gala y bailé la danza de los espectros en los grandes salones de las estalagmitas del alma. –Los viejos dioses moribundos, Daddy, se negaban a tan hondo sentir hacia mí morir fin de siglo mascarón en la obscenidad de un idioma. –Tu misterio se escinde 300

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en la exactitud de un gesto que no llegó a cumplirse.

REMINISCENCIAS DE ECOS But internal difference where the Meaning are (Pero las diferencias internas es donde está la diferencia) Emily Dickinson Diredes destes versos i e verdade que teñen extraños insolitos armonías. Rosalía de Castro En el follaje de las palabras Emily y Rosalía hablan en mí. Espacios de cielos nocturnos alimentan el ámbito de la diferencia. –Deseé que el cielo brotara de las tormentas silenciosas de Amherst y que el Tiempo atrapara 301

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mi mirada en ti, Blancura. –De mí vaguedades do orballo2, corrupción del alba deseos trocados en voz al otro lado do Branco. Se confrontan las dos orillas de mi horizonte. –De la que las voces desafió paisajes previstos por las miradas del western mystery3 nocturnos ámbitos interiores ecos son laberintos de mi tradición. –De mi bretema chegan4 2 La imprecisión del rocío. 3 Misterio de occidente. Verso de Emily Dickinson. 4 Niebla/llegan. 302

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desde los eternos bosques cantos de extraños insólitos pájaros.

EL BLANCO Un cuadro donde ocurre el blanco Pierre Reverdy Poseer el sentido del blanco, variación de la lluvia, ocurre en el alma. Separar los elementos más íntimos del blanco, abrir una ventana, el mar brilla, entra el perfume de un mundo. Llueve blanco en las noches de las palabras y algo cae en el vacío.

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LA ORDEN DE LOS PÁJAROS Serviré con devoción en la orden de los pájaros. Odyseas Elitis Por la vertiente del fuego vespertino se adentra la lluvia en la noche corriente de pétalos, el más íntimo misterio es un fluir lento

el mundo se sostiene en el secreto

Linaje del rocío es de Ecos la morada la forma el bajorrelieve de este paisaje es canto de pájaros.

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LOS INFINITOS DE LA TARDE One loves only form and form only comes into existence when the thing is born. Charles Olson Se insinúa el reflejo de la tarde en la lluvia condenada a ser su propia deriva. Se retrae: la distancia en su lejanía el horizonte en su línea. En la algarabía de la visión la alharaca de los sentidos el fresno y su mirlo. Entre imágenes y sonidos el paisaje se desliza hacia la fosa de los nombres.

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Luis Muñoz

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Luis Muñoz (Granada, 1966) Se licenció en Filología Española y en Filología Románica. Ha publicado los libros de poemas Septiembre (1991), Manzanas amarillas (1995), El apetito (1998), Correspondencias (2001), por el que obtuvo el Premio Generación del 27 y el Premio Ojo Crítico, y Querido silencio (Tusquets, 2006). Su obra poética hasta 2005 está recogida en el volumen Limpiar pescado. Poesía reunida 1991-2005 (2005). En 1994 preparó el libro colectivo El lugar de la poesía (Maillot Amarillo) y ha traducido, entre otros autores, a Giuseppe Ungaretti (El cuaderno del viejo, 2000). Dirigió desde su fundación hasta su cierre (1992-2002) Hélice. Revista de poesía. Su obra poética está recogida en numerosas antologías de la poesía española actual como La generación del 99 de José Luis García Martín (1999), Fin de siglo (1992 ), 10 menos 30 (1997) y La lógica de Orfeo (2003) de Luis Antonio de Villena, Poesía española reciente de Juan Cano Ballesta (2001) y Cambio de siglo. Antología de poesía española. 1990-2007 (2007) de Domingo Sánchez-Mésa.

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FÁBULA DEL TIEMPO Seguramente, si lo piensas, estos años no van a repetirse. Vivirás su carencia irremediable, se llenará de sombras tu mirada, te habitará el vacío y, con el tiempo, se destruirá tu imagen del espejo. Y esperarás cansado, te aseguran, muchas tardes morir en tu ventana, buscando en la memoria ese tiempo feliz, siempre perdido, esa estación dorada que tuviste y que debe ser ésta, más o menos. (De Septiembre)

PRIMERA HORA Con sus patas de araña el día apenas toca lo que toca. Al cielo de la plaza lo despeina un viento tibio. A menudo lo oí y no lo quise: que la repetición te manda. No: 311

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con la fibra de ayer, con lo que quieras el hoy es uno.

POSTALES EN UN SOBRE Tomaron un pequeño apartamento al calor de la historia que empezaba en un pueblo radiante de la costa. Las familias miraban de reojo su dulce suficiencia, su ambigua cercanía cuando tomaban sol, los leves empujones en la orilla de muchachos buscándose en el juego, la risa incontrolable, el júbilo de luces y de compras los días de mercado y un remolino oscuro de murmullos se levantaba al paso como una nube torda. En sólo quince días avivaron contrarios sentimientos, un ascua adormecida y una imagen inquieta de la felicidad. Recordarían de aquello más que nada, muchos años después, en su país del norte, la coartada airosa de su idioma para hablar de deseo sin entenderles nadie, las noches enlazadas de sus cuerpos 312

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con las marcas blanquísimas de los trajes de baño y un sobre con postales de vocación turística que guardaron por siempre como un talismán: el farero viejo cortando caña, la junta de los bueyes en la plaza del pueblo y una chica en biquini diciendo okey. (De Manzanas amarillas)

COSTUMBRES Pienso en tener costumbres. Y en las latas vacías debajo de las aguas, el hogar de los pulpos. Los recuerdo de niño, con las gafas de buzo y las aletas como de piel de foca. Muy dentro de una lata comida por la arena, las patas sonrosadas con ventosas y ese sentido atroz de propiedad. Las costumbres se aferran a cafés, a citas a deshora, a viajes, como si fueran más que necesarias. Al tiempo, sus ventosas se hacen fuertes y su boca tenaza más aguda.

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Pienso en ellas y en cómo variaban en mi vida con tanta diligencia.

CAMISETAS Se cambiaron la ropa entre los dos en los primeros días. La camiseta negra con los dioses aztecas recuerdo de un museo, por el jersey fino de pico de listas amarillas veteadas de azules. El polo añil gastado de hacía cinco años, por el blanco de seda, como alado y de puntos, de cuello blando y grande. Era como un abrazo ceñido y vaporoso. Acostumbrar tu piel al tacto de la suya, imponerlo al salir como una caricia. Si se encontraban solos en citas agridulces con antiguos amantes, la dulzura del otro soplaba en el tejido. Si se encontraban lejos como una sombra débil al borde de las sombras, el otro aparecía como una fortaleza.

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Era la afirmación que siempre les faltaba, El toque permanente de alerta en sus afectos. Y, eso sí, no escucharon que nadie les dijera: los hilos de la tarde se cosen sin la tarde.

OCHO DE LA MAÑANA Le miro cómo duerme enredado en la sábana. La esponja del descanso le borra los sentidos. Deja pasar dos planchas moteadas de luz la ventana entreabierta picotea en el borde de un tiesto de geranios un gorrión tremante con ojos de cabeza de alfiler y el picoteo se hace del ritmo de una frase inquisitiva. Pero no se despierta. Se abraza a la almohada, se hunde como en nubes y me atrapa al volverse alzando una rodilla. No sé si formo parte de su sueño. Querer es una escala y no sé si alcanza al sueño. (De El apetito)

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SIN TÍTULO Viene la tarde igual que raspadura de limón. Con su tacto grumoso y su perfume como de amor reciente. Sólo esto que sabes que es de ahora puede llegar a ti. Lo que tiene la tarde en su filo amarillo y en su temblor de fruta y aquello que se resta de la tarde. Lo que incendia los vasos, la raya estremecida que bordea la casa, que bordea la fuente de los sueños y la comida seca sobre el mantel de anoche y esa sustancia amarga, como de uva negra, que reclama a la luz un pacto oscuro. La resta de otras tardes es la tarde. Lo que ninguna tuvo, la conjunción de humor y pelo y sal y encías, el ángulo de fe en cosas menudas, la sugestión de ayer, de hace un instante, tu brújula de afectos, el mapa desdoblado. 316

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Miras la tarde y miras para adentro. Un cráter sumergido en un agua viscosa. En la reacción de cada cuerpo en ella, de cada objeto mínimo empapado en su jugo, está el mundo exterior. Esa es la tarde o eso es lo que importa de la tarde. Más allá del ahora y sus esclusas todo es un barro. Un barro figurado o revivido, compuesto, descompuesto.

ANTONIO MACHADO Raspaba las paredes candentes del infierno cada ocasión que el daño le brindaba. Las algas calcinadas y la arenilla roja las pasaba al bolsillo de forro descosido de los momentos malos. Eran allí remedio, ahuyentador, aviso y compañía.

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ESCULTURA LÍQUIDA Si todo terminara aquí, si todo se cerrara, de golpe, como un cepo, no lo lamentaría. Suena una hebilla en la otra hebilla encima de la colcha. Luego, los cuerpos de tormenta, el suyo, que es un ciclón de seda, el mío, que es un tronco volcado y esa intersección de memoria y olvido, de afirmación y nada, de posesión y fuga, de planos sobre planos sobre planos. (De Correspondencias)

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CAMPO DE ALCORNOQUES No sé por qué, respiran paz, la que no tengo. Ordenan la mirada, la sostienen, le dan fuerza, la fuerza de esperar, la que me falta. Son dependientes y únicos. No sucumben al hoy. No conocen la duda, su cadena explosiva. No se llenan de noche, la que me sobra. (De Querido silencio)

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Índice Sobre historia, crítica y poética en la poesía española contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX Antonio Gamoneda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 Te beberé el cabello . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Acaricias mi garganta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mis lágrimas entran en la luz.. . . . . . . . . . . . . . . . Cantidades de tiempo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Existían tus manos.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Amor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Libertad en la cama. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El óxido se posó en mi boca. . . . . . . . . . . . . . . . . Sucedían cuerdas de prisioneros. . . . . . . . . . . . . . La luz hierve debajo de mis párpados.. . . . . . . . . Hay una astilla de luz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La memoria es mortal. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Como si te posases en mi corazón . . . . . . . . . . . . Acerqué mis labios a tus manos. . . . . . . . . . . . . . Algunas tardes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estás sola en ti.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Yo estaré en tu pensamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . Eres como una flor ante el abismo. . . . . . . . . . . . La serpiente que silba en el rocío. . . . . . . . . . . . . Las serpientes se desnudan en la luz . . . . . . . . . . En heridas y sombras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tengo frío junto a los manantiales. . . . . . . . . . . . Entre el estiércol y el relámpago . . . . . . . . . . . . .

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Ante las viñas abrasadas por el invierno . . . . . . . 15 Un bosque se abre en la memoria. . . . . . . . . . . . . 16 Esta casa estuvo dedicada a la labranza. . . . . . . . 16 El cuerpo esplende en el zaguán profundo. . . . . . 16 Sobre excremento de rebaños. . . . . . . . . . . . . . . . 17 Extrañeza, fulgor: el gavilán inmóvil. . . . . . . . . . 17 Vi la serenidad en los ojos de las reses. . . . . . . . . 18 Tiendo mi cuerpo sobre las maderas agrietadas.. 18 Juana Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Destierro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Inanna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De la caza con el gavilán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De los cascabeles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sentir el peso cálido.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cáliz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El potro blanco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Padre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Amor mío. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Calle Cruz de Ventura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los encerrados. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Asechanza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pañuelos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Antonio Colinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39 Simonetta Vespucci. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 Giacomo Casanova acepta el cargo de bibliotecario que le ofrece en Bohemia el Conde de Walstein. . . 42

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Novalis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Canto xxxv. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La noche de los ruiseñores africanos. . . . . . . . . . Regreso a Petavonium . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La prueba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nocturno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Fe de vida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Zamira ama los lobos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . En los páramos negros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La casa de los veranos de oro. . . . . . . . . . . . . . . . Letanía del ciego que ve. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Conocéis el lugar?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . En el mar Muerto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Jenaro Talens. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67 Obscenidad de los paisajes. . . . . . . . . . . . . . . . . . Contactos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estoy implicado en algo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Reminiscencias en Münsterplatz . . . . . . . . . . . . . Niño que corre con lobos. . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Olvido García Valdés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 Algunas piedras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cuando voy a trabajar es de noche. . . . . . . . . . . . Verde. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La muerte es una forma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Este conocido temblor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La voz, la de esta niña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Se dejaba caer sobre la cama . . . . . . . . . . . . . . . . La distancia entre quien habla . . . . . . . . . . . . . . . Al salir a la calle, sobre los plátanos,. . . . . . . . . . Oye batir la sangre en el oído. . . . . . . . . . . . . . . . Entre lo literal de lo que ve. . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Francisco Ruiz Noguera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Verba / res. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La manzana de Tántalo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El mirador oculto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Goya. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El lago oculto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mediodía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Compás. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La busca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Granado / 2. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El año de los ceros / 1. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Julia Otxoa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109 El pulso de los muertos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El río rojo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Todos los trajes de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . Dos mariposas blancas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . No de este modo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . A veces. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Silenciar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Existió. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Acostumbraba. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Harta estoy. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Me río. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Asistiendo a la barbarie cotidiana.. . . . . . . . . . . . Pensábamos de niños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Leer en otro idioma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los hijos del guarda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Escojo ser en el margen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La constante interrogación del desarraigo.. . . . . . Densas sombras en lugar de aire. . . . . . . . . . . . . . Nombrar la realidad política. . . . . . . . . . . . . . . . . Ante el caótico ruido del mundo. . . . . . . . . . . . . . Tú, el enamorado del mundo.. . . . . . . . . . . . . . . . El musgo en la boca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Diario de una escritora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Miguel Casado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Pierrot le fou. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La mujer automática. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pastrana. Tapices de Alfonso V de Portugal. . . . . El aire. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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María Antonia Ortega. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 La gaviota de la guarda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El cuerpo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La belleza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El balido de la oveja negra. . . . . . . . . . . . . . . . . . El espía de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La pobreza dorada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El lenguaje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152 Hay un impulso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 Juan Carlos Suñén. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 La prisa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159 El hombro izquierdo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166 Esther Zarraluki . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177 Abres la puerta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bienes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una noche en Henoc. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Visitas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Tomás Sánchez Santiago. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 191 (Retracción) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Desmantelamiento del sábado . . . . . . . . . . . . . . . Mudanza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Por mucho que caiga. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pasión del desencuentro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vals de lo tardío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ahora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La llegada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Juan Carlos Mestre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203 Historia secreta de la poesía. . . . . . . . . . . . . . . . . 205 Salmo de los bienaventurados . . . . . . . . . . . . . . . 206

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Sucede . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Príncipe bendecido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . A la memoria de Joseph. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Elogio de la palabra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La voz de voces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Blanca Andreu. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219 Di que querías ser caballo esbelto . . . . . . . . . . . . Fábula de la fuente y el caballo . . . . . . . . . . . . . . Oceánidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Marina del libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . En la India (loto). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Rodolfo Häsler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231 Ensalza, corazón, la ruta de Macao . . . . . . . . . . . China apareció entre nosotros. . . . . . . . . . . . . . . . De las tinieblas de la casa inferior . . . . . . . . . . . . Sin corporeidad alguna. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Como una actinia oscura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mi negro vestido de joven extranjero. . . . . . . . . . Nueve gacelas por el monte Líbano. . . . . . . . . . . Cleopatra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Olokun . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Suite de Tánger. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Souk el Hamra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El inquilino. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tel-Aviv . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Aurora Luque 1962. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 De la publicidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La isla de Kirrin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tango 3. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Del oráculo falso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Insomnio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lenguaje provisional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Siesta de papirólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Anunciación del verano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mona. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Homenaje a Kavadías. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cosecha. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Al encontrar en internet un mapa del mundo subterráneo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El oro de Klimt. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Erinias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Haikus de Narila. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Miedo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Eloísa Otero 1962. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263 De los viajes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Paisajes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Paisaje de infancia en la cocina . . . . . . . . . . . . . . Libro en blanco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . S / t. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Nanas para Guadalupe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Jorge Riechmann. 1962. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279 Buscarruidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Parábola del jugador. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La ciudad blanca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Arquitectura interior. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Escena de infancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Poema del desconsuelo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Otro ritmo posible. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bienvenido al club . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Alabanza de los trenes verdaderos. . . . . . . . . . . . Amantes embrollados, 1995. . . . . . . . . . . . . . . . .

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Marta López-Luaces 1964 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293 El recuerdo como traducción Memory as translation . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Camelia del viento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Eternos bosques del tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . El canto del desterrado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sylvia interroga a Plath. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Reminiscencias de ecos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El blanco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La orden de los pájaros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los infinitos de la tarde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Luis Muñoz. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309 Fábula del tiempo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Primera hora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Postales en un sobre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Costumbres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Camisetas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ocho de la mañana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sin título. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Antonio Machado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Escultura líquida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Campo de alcornoques. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Esta colección ha sido creada con un fin estrictamente cultural y sus libros se venden a precio subsidiado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Si alguna persona o institución cree que sus derechos de autor están siendo afectados de alguna manera puede dirigirse a: Ministerio del Poder Popular para la Cultura Av. Panteón, Foro Libertador, Edif. Archivo General de la Nación, planta baja, Caracas 1010. Telfs.: (58-212) 564 24 69 / 808 44 92 / 808 49 86 / 808 41 65 Fax: (58-212) 564 14 11 / [email protected] Caracas - Venezuela

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