Valencia y las primeras ciudades romanas de Hispania 8484840433

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Valencia y las primeras ciudades romanas de Hispania
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Valencia y las primeras ciudades romanas de Hispania



AJUNTAMENT DE VALENCIA

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Valencia y las primeras ciudades romanas de Hispania

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COORDlNADORES: José Luis Jiménez Salvador Albert Ribera i Lacomba AUTORES: Lloren~ Alapont, Xavier Aquilué, Carmen Aranegui, Ferran Arasa, Gino Bandelli, Giovanna Battaglini, Manuel Bendala, Juan Blánquez, Helena Bonet, Josep Burriel, Ramón Corzo, Xavier Dupré, Antonio Ferreruela, Luigi Gambaro, Joaquim García, Carlos Gómez, Elena Grau, José A. Hernández Vera, José Luis Jiménez, Umberto Laffi, José Luis López Castro, Carmen Marin, Albert Martín, Consuelo Mata, José A. Minguez, Juan F Murillo, Manuel Olcina, Luigi Pedroni, Mª José Pena, Sebastián Ramallo, Albert Ribera, Pere Pau Ripolles, Lourdes Roldán, Elena Ruiz, Joaquín Ruiz de Arbulo, Alfred Sanchis.

Oficina de P11blic11d1111cs h11p://www.ay1o-,•;1l ~ncia.es

© de csia en "" mi , mos. sinn que variaron en función de IJ 11puc~tamcntL" motivada por !'actores conm la L·aída ,k Tiro. L·uyas repcn:usioncs rca lc, en OcridL"ntc Mlll 111:h que d1uln~as ( Alvar 11)91 ). cuando en n·alidad no son sino los re~ul tadn, de un proL·,·,o ,k lar¡!a duraciún en el que se ahandomí la mayoría de los asL·ntamientos cnlnnialL"~ prL'L'.,i~tL"ntcs para rnnccntrarsc la pnhlaci ún en l·i11dades lLope1. Castro ll/l/5, 57 ss. 20011 cuyu, nnmhrc~ se han prc~crvadn en las fuentes grecolatinas postL·rinrl·s: Gwlir (C.ídi1). Cartl'ia. M,i/a/..a tM :ílaga). S1·.u (i\lmuiiécar). /\hdaa (Adral. /laria (\lillaricos) e /hoshi111 (lhi 1a). por citar las 111:í, importantes, y a las qm: habría L)lll' a1iadir Li.rns (Larache). en el No, tc ck i\friL"a. Un impnr1antc asL"ntamiL·nto fl'l'il·ntemcntc excavado en la dcscmhoead11ra del Segura e, , n La Fo111,·ta. fundado en el si¡!lo VIII a.c .. presenta un proceso de amurall:11niento tempran o . se kd1a haria nll'diados del siglo VII a.C. (Gonzalcz Prats 1998, 20.5 ss.), acompaiiado dr " control siµnifü:ativo dl'I territorio circundante como demuestra el asentamiento fortificad o I• cio del Cahem dd Esta1in (Uarcin Mcnarguez 1995). La publicación de los resultados dv , invcstiµa,i11nes arqm·11llÍ¡!Íl'as en La Fonteta pennitir:í profundizar en los rasgos urbanos de e '." : cndavc rnl11nial. ilkntificadn por sus excavadores con la antigua Hema citada por Avieno CI! :a

Ora M11riti11111

(v.

4h4).

En la costa mL·ridinnal, uno ele los asentamientos fenicios donde se puede apreciar mejor e ste fenómeno de formaci(in de una ciudad es Toscanos, en la desembocadura del río Vélez (M:ílaga). Fundado haria mediados del siglo VIII a.C. (Niemeyer 1986), en la centuria siguiente iba a experimentar un crecimiento considerable, pasando de 4 a 12 o 15 hectáreas de extensión delimitadas por una imponente muralla de 4 metros de anchura erigida en torno a 600 a.C. (Schubart, Nicmcycr y Limkmmm 1972. Sehubart 2000). Fuera de ésta, el asentamiento se extendía en un :irca portuaria junto a la ribera del río Vélez (Arteaga 1997). La ciudad cuyo nombre desconocemos, pero que ha siclo atribuida a Mai11ake (Niemeyer 1979-80) o a Mainoba, se trasladó al vecino Cerro del Mar, donde pervivió una población hasta época romana imperial, aunque sin la importancia de épocas pasadas (Arteaga 1981, 1985 y 1997). Paralelamente a este proceso de crecimiento registrado en Toscanos comenzó a utilizarse un nuevo espacio funerario, la necrópolis de Jardín. cuyos enterramientos se diferencian netamente de los conocidos en épocas anteriores por su tipología y número, y cuyo uso se prolongaría cronológicamente entre los siglos VI a III a.C. (Schubart y Maas-Lindemann 1995). Similares rasgos de cambio se registran en Malaka, donde el abandono del asentamiento del Cerro del Villar coincide con el crecimiento de la ciudad (Aubet 1995) y su amurallamiento en un momento más o menos coetáneo al de Toscanos, como han puesto de relieve las recientes excavaciones en el Palacio Buenavista en Málaga, que vamos conociendo por noticias prelimi-

VAL! NCIA Y IAS PklMFRAS rtlJIJ,\Dl'S RO~IANAS DE IIISl'AN IA

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nares (Cisncros ,., a/ii 2000. 192. Suan.:z et a/ii 2001. 118-119). También en este caso la publicación de los resultados permitir.í conocer mejor el lcnómcno urbano en Malaka. Al igual que en Toscanos. una necrópolis se inicia en este periodo. la de Campus Elíseos en Gibralfaro. situada en el extremo nordoriental de Ma/aka. que se prolonga desde el siglo VI a.C. hasta el I d.C. por los datos conocidos (Martín Rui z y Perez-Malumbres 1999 y 2001 ). En el resto de las ,íreas colonizadas nuestros datos sobre el proceso de urbanización son más escasos: salvo algunas excavaciones de urgencia en áreas urbanas como Almuñécar, Adra o Villaricos. nuestra principal fuente de infomiación son las necrópolis. como las de Cádiz (Martín Ruiz 19 1)5, 47 ss .. 254-255. Lavado 2000), Puente de Noy (Molina, Ruiz y Huertas 1982. Molina y Huertas 1985). Villaricos (Siret 1908. Astruc 1951. Almagro Gorbea 1984. Rodero et alii 19%) o Ibiza (Femandez 1992. Costa, Femandez y Gomez Bellard 1991. Gomez Bellard, 1990), en las que se documenta una amplia tipología de enterramientos y ajuares que se extienden cronol Cc-,ar ~ 111, uco n1er im ien1 m r olíli co\ que rodea ron el prnce,, 1ud1u.il Jb1r n,, w 111n1 H.il ho. n il111 1nr1mn n un a vur ll a vi11l e n1 a en el añ o 56 a.C .. que a nu In• 11m1t• nf nt.ib.1a ' 111rt" ,ol"luk, cun 1111crcsc, polílicm c laramenle de finido s sohre la mh."!,'. IJ, 1t 11 ,, nn en l'l r -radt• roniam• 1Lopc, Ca, 1ro 199.'i . 197 \S .. 22X s~./ a J 1J1J,1 al1 1t11d de Jcis gndilano, a l"a\'nr de César e n la guerra ci vil le\ proc uró de manos d a,i ul'I la u,n,'l''ll'll del e,1n1u111 de 111u111cirin de derecho romano. Sc.r.1. pnr su parle. oh1u,·o rl lJIUW J e 111u111r ip111 J r drrcdl ll lalinn ra sando a denominarse Fim111111 !11/i,1111 Sc.n ·. mil'nlr:is ,iue H, ,/,,l,, I'ª'" a ,c r una c:iudad tcdcrmla. rara ohlcncr má s de un ~iµln dc-\pUl'\ \ll C\11111110 111 u11K1 p.1l. ~ a cn c: poca llal'ia . al igual que Ahdt•ra y /lari11 (Lore7 Ca\lro J lJll5. 2,1() \\ ,: :!. 1) \ \ . ) 1 artir Je fin alc, del , iµln I a.C. la, arlliµuas ciudadc~ fenicia\ u1111,·u111n,n n 1ra11\h1rmar , u fi" 1n, 1111 ía urhana ,·111prcndicmlo prnµrama s edilicios de va~lo nkance cle\linadt•s a alhn!!ar el nuc1t1 mareo i11, 1i11Ki11nal y la vida n11111icipal. Tenemos noticia de la ,·tmslrnc,·itín a in\lanrias J e Lfalh11 el Mc1111r en c;,,dn , el nucvo nombre romano de la anlipm ,·iudad knicia. de una amph a, iún J e la ciudad lla111:1da /Jrc/i1111·. a~í ,orno imlalacioncs portuarias y un impnrlanle 1ea1m ,·,m,crvaclo ha,1a la arlualidad cnlre edificios 111ocle11111s. "fombi,' n :\·f ,tlctl.,1 cnnslrnyó su ll'a• lro l'n época auµu,1 ca. 1110111c1110 en el que S,·.u i11il'i1í 1111 ,·0111pk·jn sisll'ma l'dilirio sohre 1111 crip1Uplll1ico ar1uah11c111c tll·110111i11adn "Cul'va ele Si,·lc Palal'ins", y una larga eondUl'l'Ítín de ag uas que con ~crva varios arncdu,·1os (Lopcz Caslro 1995. 190 ss.). Dc,dc los :nius del ca111hio de era se inidtí, pues. un prnl'eso lk progrcsiva disolul'ión rk la ide111idad étnica y lill)!Ü Íslira sc111i1a ti,· cslas pohlacinncs y su asimilaritin por las nuevas fu r,1 .:1~ i,kulú¡?ica~ domin:mlcs ro111:mas, ron pcrvivcm:ias qu,· podcmos raslrcar a lravés de la 011 011 . ,lira personal suministrada por la i11J'onnad1í11 epi)!r:ífica alloimpcrial (Lopcz Castro en prcn, . , ). como cpi)!ono de una t:ivilizaci1\11 quc pcrmanct:ió m:is de ot:ho siglos en la Península lb,; ri, · José Luis López C: ..- rn UNIVERSIDAD DE A LM.

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NOTAS 1 El aUlor agradece vivamcnlc al proícsor Diego Ruiz Mala y al profesor Juan Blánquez las fotografías de Caslillo de Dlllia Blm1ca y Caricia, lan mnablemcnle cedidas para ilustrar esle capítulo.

V.\1.ENCIA Y IAS PRIMERAS CIUDADES ROMANAS De IIISl'ANIA

EMPORlON Y EL URBANlSMO GRlEGO EN LA PENlNSULA lBERlCA Xavier Aquilué

lnlroducción C uando Ro ma dccidc su política de fundaciones urbanas en la Península Ibérica, existían ya dnti 11u1d,1d l'n la, pn>dun:i,mcs n::r.i111icas rcgi\trada~ rc \ pel'lo a los materiaks :t\tlL'iadn\ a l11s 111\ ck 111J1¡:,·na,. pnr otra. en el :í111hito edilicio. los rc\ultados \011 ha,tant(· 111:i\ \t>rprcmkntc\, ~a yul' hts de la l'iudad. adaptados a una topngral'ía accidrntada ,1ul' nccesitar:í. en distintos puntos. 1:, r,·aei,ín dc constrnl·,·ionl's atL·rrazadas. La impronta de este primer viario se puede seguir en el :",,pin trazado de las l'alles rom:111as y en la coincidencia de las orientaciones de las construcc ,u1 ~s púnicas y romanas. El ejemplo 111:ls l'larn de esta superposición lo constituyen los restos h:tllados en la plaza de San Ginés donde se constató una calzada púnica empedrada que conectaha la entrada de la l'iudad rnn el pu,·rto, a la que se le sobrepone en época romana un decumanus (M,1rtín y lkrnal 1992, 131 ).

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En c11.111to a la cultura matcrial, este periodo se caracteriza por un ligero aumento de los productos de origen púnico, un predominio de los vasos de Cmnpanicnse A y la presencia de una notablt: variedad de productos que nos indica la situación comercial de la ciudad convertida ahora no sólo en una base militar cartaginesa sino también en un emporio comercial, como centro productor de plata y rcdistribuidor de productos. Siempre se ha querido ver en el botín de guerra de Escipión un relato exagerado del bando romano pero quiz,ís. limando algunos detalles, este texto no debió estar muy alejado de la realidad, sino más bien puede ser ilustrativo de una de los núcleos m:ís pujantes de la Península Ibérica a finales del siglo III a.C.

La ciudad romana La llegada de los romanos a la Península Ibérica con motivo de la segunda guerra púnica y la consiguiente conquista de la ciudad por Escipión en el 209 a.C., que tiene como primer objetivo acabar con el dominio de los cartagineses en la península, señala el inicio de una nueva etapa en el proceso histórico de la urbe. Esta conquista no implicó una destrucción sistemática ya que la mayor parte de las estructuras púnicas se reocuparon o mantuvieron en uso, como hemos podido comprobar en las propias murallas de la ciudad y en las construcciones

V,\ l.[NCI,\ Y l,\S PRIMl'it\S CIUDADES ROMANAS DE IIISl'ANIA

p11 11 i,:" ,k la l' l.11a San Gi nL''· C/ Cua1n, Sa111,,, -tll ~ i\ lila,! n" a ala 1H.:slL'. T:111 >11mi11s Bih11/11s y G11. ComC'lius Ci111w. qui e n contribuyó cn 11 ciento dos pies cid muro . Es importante destacar también la constru cción ele la muralla en a lg unos puntos 11.fi111dm111·111ci.1· hien porque esta no existía o bien porque había siclo complctam.:: nt c dañada durante la Guem1 Civ il. En este sentido. hay que señalar que la may or parte de los epígrafe s se deben situar, destl.:: el punto ele vista cronológico. en el arco de ti empo que tran sc urre entre los mios trein ta y los :uios veinte antes del cam bio de era (c. 40-20 a.C.), s in que se pueda prec isar m.ís. De momento. no se ha localizado ningú n tramo de la muralla aludida por las in scripc iones, aunque es posible suponer un trazado paralelo a la línea de costa , esto es al occidente de la ciudad, sector que, probablemente, arrancaría ele la citada puerta Popilia , ta l vez la porta ad stag1111111 \ Y IA, l'lll~ll·RAS (IIJll,\llES ROMANAS DE

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primer s ig lo dl'I Imperio. fue recngi da por una muralla que se dcsmontó para acometer una ampliación mud10 m:ís extcnsa quc es la l'onocida tradicionalmcnte como 11011_;'

V,\LENCIAY L-\S PRl ~IFR ,\S CllJll \11P\ !W\I \\J ,\S OE l t\SP,\ \:IA

i,ta \."~nilnl d.: :\rea úllTC"'ipondienl · a lo~ mu ro~ 1nínit·ns y la 111111-;tlla t.k ca,amala.~. ,·on la c.·. 01rada a la l ·it In ,le, •,·ha de la fo1ogmfín. E11d11111 de tndn, ,·11 dirccci,ín ni tcmpln. rc,tn, de l:1 i/0 11111.,· tic ~pnca i111¡ic1 i.

relevo pnr centros pn ximos y m:ís pujantes desde en1onces. como Algeciras o Tarifa. el re,• do de la anligua Cartl'ia cobra 1'11er1.a lh!sde los tiempos del humanismo mode rno. :tlen1 a !u , •, r la vista de las minas de algunos de sus edificios principales. y se in1ensifica con la e rudi c ión lt,, toricista del siglo XIX . Yn en el siglo XX, en el que se desarrolla definitivame nt e la Arqu eología científica, empezaron las primeras excavaciones, inéditas y con res ultados muy limi1 adus. por obra de Julio Martínez San1aolalla (Caslelo N 11/ii 1995, 103-114 ). Los afias scsenlll de la pasada centuria marcaron acusadamcntc la historia rec ie 111e de l lu ga r de Car1eia debido a la instalación de un gran polígono induslrial que ha dafiado scnsiblemenl e el con1cx10 ambiental y arqueológico de la ciudad an1igua. Para reservar lo m ás imponanle. se encomendó a M. Pelliccr un infonne técnico en 1964. resuello media111e una prospecc ión para delimiiar el pcrímclro de la ciudad romana y la ubicación de las necrópolis, con la conclusión afiadida, a la vista de los malcrialcs analizados, de que nada en ellas era remo111able a tiempos anleriores al siglo 111 a.C. (Pcllicer 1•1 afii 1977. 224-225). lnmediatamenle después, entre 1965 y 1970, se llevaro n a cabo excavaciones patrocinadas por la Fundación Bryant y dirigida por D. Woods, con la colaboración de F. Collantes ele Terán y C. Fern:índez-Chicarro, muy alentado e l primero ele ellos por la identificación legen daria ele Car1eia con Tarte.1·.1·0.1· (Woocls el afii 1967. Woods 1969). Después, entre 1971 y 1985, se desarrolló una larga etapa de excavaciones acometidas por mi embros del Depanamento de Historia Antigua de la Universidad de Sev illa, bajo la direcc ión de F. Presedo (Pre sedo 1977. Presedo el a/ii 1982. Presedo y Caballos 1988). Paralelamente, en el m arco de los estudios modernos acometidos acerca de las diversas manifestaciones de la ciudad antigua, se reali za-

Al I NCIA Y IAS l'Rl~IFRAS ClllllADFS ~O~IANAS llE IIISl'ANIA

.•lk de la e ntrada en la c iudad. en el que destacan los muros de la fortificación púnica helenística y. bajo dios. los correspondientes a la ciudad fundacional del sig lo IV a.C.

h , , ,,, 1,is trabajos importantes. como la sistematización y valoración de sus emisiones moneC luvcs 1979).

1:il :

1 11 ima mcnte. tras estudios que condujeron a la publicación de un libro sobre las técnicas c·cn1,1rn ct ivas aplicadas en Carreia (Roldán Gómez 1992), hemos puesto en marcha un proyecto ,k i11vcs ti gac ión arqueológ ica sobre la realidad urbana de Carreia y su territorio desde sus primcras etapas históricas hasta la Edad Media. Los trabajos sistemáticos de excavación comenzaron c n 1995. y aunque es muy limitado el espacio analizado. hemos alcanzado conclusiones que permit en nuevas aproximaciones a la hi storia de la ciudad y de sus características urbanísticas (Bcnclala cr alii 1994. Rolclán er alii l 999).

Los estudios arqueológicos llevados a cabo en el entorno de la desembocadura del Guadarranque permiten establecer, con bastante firmeza, la hipótesis de una correlación entre un antig uo ase ntamiento fenicio en el Cerro del Prado. al fondo de una amplia bahía interna donde la actual desembocadura del río, que debió ele fundarse en una fecha todavía imprecisa, hacia el siglo VII a.C ., y fue abandonado hacia la mitad del siglo IV (Pellicer er alii 1977. Ulreich er alii 1990) y e l asentamiento definitivo de la ciudad ele Carreia en el litoral mismo de la bahía. La población debió ele tras ladarse al nuevo emplazamiento. müs que por razones derivadas de la progresiva colmatación ele la ría en la que desembocaba el Guaclarranque. seguramente sobrevalorada, por la as unción de planteamientos urbanos y urbanísticos de futuro . que. en el marco de un a fase ele consolidaci ón ele la presencia púnica en el mediodía hispano. llevó a optar por instalarse en un luga r müs apto para el proyecto de c iudad portuaria y de mayor nivel que el originario , determinante de la nueva Caricia. Cabe recordar que el traslado vendría a coincidir con la firma del segundo tratado romanocartaginés. en el 348 a.C. . que pone de relieve el incremento

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de lu, in1ercses i:arlagi nl'ses en el 111cdiudia peninsular en una línl'a asi:cndente que i:ul111 i11,, , ,_, con la dara di111ensiJ 5 IICJ\1,\ M~ llk

IIISl'ANIA

NUEVAS EVlDENClAS SOBRE lA FUNDAClÓN DE CORDUBA Y SU PRlMERA lMAGEN URBANA Juan F. Murillo Redondo José L. Jiménez Salvador

Introducción Los orígenes de la Córdoba romana han despertado siempre un elevado interés tanto para la historiografía local como entre los investigadores que. desde distintas perspectivas. se han interesado por la historia de la que fue capital de Hispania Ulterior. Sin superar completamente las sec ue las de las "doctas" opiniones de Ambrosio de Morales y de sus epígonos de la erudición local, a mediados del pasado siglo Samuel de los Santos Gener fonnuló una tesis que defendía la ex istencia de un núcleo indígena en las proximidades del vado donde hoy se ubica el Puente Vi ejo. al Sureste de los Altos de Santa Ana y del Colegio de Santa Victoria. Inmediatamente al No rte de este poblado turdetano, los romanos habrían instalado su primer campamento, la Urbs Quadrata , en los últimos años del s. III a.C. (Santos Gener 1955). Aunque Santos Gener fue incapaz de presentar argumentos a favor de su hipótesis y apenas una década después se localizaba y excavaba el emplazamiento de la Córdoba prerromana en el actua l Parque Cruz Conde (en la denominada "Colina de los Quemados" ). lejos de donde él la sit uó ( Bernier y Fortea, 1963), lo cierto es que la indefinición de las últimas etapas del asentami e nto prerromano (Luzón y Ruiz Mata, 1973) y la falta de investigaciones en la propia ciudad romana llevaron a varios autores a retomar su tesis, planteando el traslado de la población turdetana desde el Parque Cruz Conde al solar de la posterior ciudad romana (Blanco y Corzo 1976. Marcos Pous 1978. Bendala, 1990). Esta situación se mantendría hasta la década de los noventa del pasado siglo. cuando los nuevos trabajos arqueológicos en el asentamiento prerromano (Murillo 1995) y en la propia ciudad romana (Ventura Villanueva et alii, 1996) pennitieron redefinir la problemática de la fundación de Corduba desde una nueva perspectiva.

El asentamiento turdetano y la ciudad fundacional romana: una relación de coexistencia Por lo que respecta a la Corduba prerromana. la campaña de excavaciones de 1992 pennitió precisar la secuencia estratignífica ya definida por Luzón y Ruiz Mata. situando los inicios de la ocupación en el III milenio a.C. y detectando. por primer.i vez. las evidencias de la continuidad en el hábitat hasta finales del s. 11 a.C .. con posterioridad al inicio de la presencia romana en el Valle del Guadalquivir y a la fundación de hl nueva ciudad romana (l\lurillo 1995 ). Aun cuando las Unidades Estratigr.íticas correspondientes a esta Fase se encontrab:in muy alteradas como consecuencia de l prolongado abandono del asentamiento y de la ulterior impbntación sobre el mismo de uno dc los arrabales de la cimh1d isl:imka. se pudicron identiti.:ar tanto

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tnll' t111.1, ,k h.1bit,ll'i,in n,nu, tkp,i,itns rclaeionaclo, con este momento epigonal en la vicia de la , ll'JJ ·,,11 /11/>a. Tra, 1111,1 la11'.a l't,1pa marl·ada pnr el final de las importaciones de ccnímicas áticas a mediados d ·I ~- I\' ~ la au,c11,·ia Je lTramiea, tk hami z 11egro dura11tc tocio el s. 111 (Murillo 199.'i), aparece.m ahnra. au11quc en u11a mínima exprcsiún. las producciones de Cmnpanicnse A. que en una primera l'tapa apenas n:pt'l',cntar.ín el O.:i4'1f, del volumen total de ccr.ímica. en tanto que en un m,,n1c•1fü1 ulh:rillr. ~ a dl' la scgumla mitad del s. 11. supondrán el .'i.66t>/,, del total, estando representada, tanto la~ produl't:iom:s de Campaniense A como las de B (Murillo y Vaquerizo 1996). E~ta, ccr.ímil·as dl· impnrtm:iún se cnrncntran asociadas a las típicas producciones turdeta11a, 4ul' cntn111c·an enn la tradiei{111 alfarera local de los siglos III y IV a.C. La continuidad es igualmente manificsta por lo que rcspceta a las estructuras de hahitaeión. de planta n:etangular y e,m muros de tapial que se alzan sohrc un zócalo de cantos rodados. Aun4uc el monu:nto final de esta Fase se encuentra muy desdibujado por la supcrposicis part'l'en cs\ar definidos por un e levado porcentaje de importal'ione, it :i lil·a, t:infora s vinarias. vajillas de barniz negro campanicnsc, lucernas ... ) que subrayan c l l"ar.Íc \l:r fur,inen de los habitantes de la fundaciún ele Marn•/111.I' , al menos e n el sel'tnr pnixinw al fnrn y en la zona de Altos de Santa Ana. puntos en los que se han cfel'tuado las exca,·al·innt' S 4ue resc1iamus . La falta de rnnstat:11: iún de este hori zonte en sectores m:ís amplios de la ciudad impide eonfrnn\ar t' s\c dato. dejando abierta la posibilidad de zonas en las que la cultura material de .. tradi cilin imlígcna"' sca m:ís signil'it-ativa. A este respecto, habría que incidir cn la cucstión de la posiblc c xtrapolación a estos momentos iniciales del virns l,ispa1111.1· dOl' Umcntado para época imp,:rial. En cual4uicr caso, consideramos que el car.ícter mayoritariamente "it:ílico" o .. indíge na·· de los contextos cer:ímicos debe ser tratado con mucha prudencia en tanto no se cue nte con un volumen de infonnaci1í11 tanto cuantitativa como cualitativamente superior, no teniendo po r qui! indicar necesariarm:nte la "n:u:ionalidad" de quien los utilizó. A este respecto. conside ramos altamente ilustrativas las observacioncs de Keay ( 1997) a propósito de lt:ílica. Varias excavaciones realizadas en el sector meridional de la primitiva ciudad romana (Leó n et alii. 199J. López y Morena. 19%) permiten definir una temprana fase de "monumentalización" de la ciudad en el tr:ínsito del s. 11 al I o, como muy tarde. a lo largo de l prime r terc io de este último siglo. Por primera vez se documentan sólidos muros de sillares de calcaren ita, c im entados con frecuencia sobre los viejos zócalos de cantos y guijarros. Las paredes aparecen reves tidas con decorac iones de estuco pintado al fresco con vivos colores y encontramos los prime ros pavimentos de opus sig11i1111111 con diseños geométricos fonnados por teselas de piedra caliza o cuarcita. Igualmente es novedoso el empleo de trgulae en las cubiertas (Carrillo 1999). La evidente transfom1acicí11 en la fisonomía de la ciudad, que corre paralela al definitivo cese en la ocupación de la vieja ciudad turdetana. se aprecia en el edificio público excavado en el Corte I de la Casa Carbonell (Márquez 1995. Ventura Villanueva et alii 1996), que contaba con capiteles de tipo dórico-toscano tallados en arenisca local, paralelizables a los del foro republicano de Ampurias. o en los tambores de columna posiblemente procedentes de un santuario extramuros (Márquez 1998, 121 ss.) A estas alturas Corduha era ya capital de la Ulterior y residencia del gobernador romano. Tal circunstancia explica su monumentalización y que los autores latinos nos transmitan, en tomo a los años 80-70 a.C., la impresión de una ciudad dotada de ricas casas decoradas con estatuas y tapices importados de Oriente, así como de un foro en el que se localizaría el templo consagrado a la tríada capitolina y la basílica sede de la administración civil (Rodríguez Neila 1981 ). Todo ello dibuja un panorama en el que resulta fácil comprender el comienzo oficial por parte de la ciudad de sus propias acuñaciones, que portan la leyenda CORDVBA (Chaves 1977). Sin embargo, con motivo de las Guerras Civiles, la ciudad tomará partido por el bando pompeyano y esto la llevará a ser brutalmente asediada y destruida por César tras la batalla de Munda (45 a.C.), algo que a escala arqueológica se manifiesta por lo general en un potente estrato de cenizas o incluso en la amortización de estructuras.

VAi Ell:CIA y IAS l'Rl ~IERAS CIUIJAIJES RO~IANAS OE III SPANIA

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Para esta etapa de los siglos 11-1 a.C. carecemos de datos arqueológicos relativos a las relaciones entre la ciudad y su territorio inmediato (Rodríguez Neila 1992), en el que no contamos con evidencias arqueológicas de asentamientos de carácter rural hasta la primera mitad del s. I d.C. La inseguridad propiciada durante el s. 11 a.C. por las incursiones lusitanas, junto a la canalización de la inversión de capitales romanos e it,ílicos hacia la minería de Sierra Morena (Domergue 1972 y 1990) podrían explicar la aparente falta de interés por la agricultura que observamos en estos momentos. Sin embargo, esto contrasta con las referencias explícitas a la existencia de possessio11es de los cordobeses, situadas al otro lado del río y arrasadas por lastropas de Casio Longino en el 48 a.C. Esta ausencia de asentamientos rurales con ocupación de época republicana es muy similar a la constatada en toda la Ulterior, escapando a ella únicamente ciertas zonas de la Citerior (Gorges 1979. Keay 1997). Sin embargo, esto posiblemente se deba a una distorsión motivada por la falta de distribución de cerámicas importadas en el medio rural. Frente a ello, son numerosos los asentamientos que en este medio muestran una ocupación de época "ibérica" indefinida y que, dada la ya comprobada perduración de la "cerámica indígena" hasta bien adentrada la época imperial, en buena parte mantendrían su ocupación hasta el s. I d.C. (como demuestra por lo demás la subsiguiente aparición de terra sigillata). En consecuencia, nos encontraríamos con una situación en la que la mayor parte de las tierras de cultivo se encontrarían en manos de elementos indígenas, bien con plena propiedad o como possessio (Rodríguez Neila 1992: nota 31 ). en tanto que los inmigrantes, fun damentalmente itálicos (Brunt 1971. Knapp, 1977), asentados recibirían parcelas del ager publirns a título individual, al tiempo que podían adquirir nuevas tierras mediante compra.

Juan F. Murillo Redondo AYUNTAMIENTO DE CóRDOBA

José L. Jiménez Salvador UNIVERSITAT DE VALENCIA

NOTAS ' Sobre esta necrópolis, localizada a poniente del Parque Cruz Conde. está uno de nosotros (~IR) preparando un trabajo del que la actual noticia es un avance. A juzgar por los materiales cerámicos procedentes del conjunto de sepulturas, expoliadas a comienzos de los años noventa y posteriormente repartidos entre diversas colecciones particulares, la necrópolis debió estar en uso. al menos. desde el s. VII al II a.C. ' Agradecemos esta información a Dña. Inmaculada Carrjsco.

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LA ROMANlZAClÓN EN EL TERRlTORlO DE LOS LAYETANOS Y LA FUNDAClÓN DE LA ClUDAD ROMANA DE lLURO (HlSPANlA TARRACONENSlS) Albert Martín Menéndez Joaquim García Roselló

Los íberos layetanos antes de la llegada de los romanos Los layetanos habitaron un extenso territorio situado básicamente en las actuales comarcas costeras de Barcelona, delimitado por el macizo del Garrafal sur, el río Tordera al norte y la Cordillera l'' re litoral catalana al interior. Según un modelo teórico propuesto recientemente (Zamora et alii en ' • ensa) . a partir del siglo IV a.C. el poblamiento layetano se organizó estratégicamente en el territo~:,. ocupando esencialmente las cimas y las vertientes de las montañas y de las colinas de la Cordi, .. r:1 Litoral catalana. Los layetanos fijaron su capital política en el oppid11111 de Burriac, un extenso poblado de entre ·; :; 1O ha situado en la vertiente marítima de la montaña más alta del valle de Cabrera de Mar. Desde •:. ,,! enclave se controlaban algunos de los pasos naturales de acceso a las llanuras interiores de las actuales comarcas del Valles, donde se extendía la principal área de producción agrícola layetana. En las inmediaciones de Burriac se concentraron diversos núcleos rurales dispersos. entre los que destaca el del Turó deis Dos Pins, algunas áreas de almacenaje en silos -Can Miralles/Can Modolell y Can Bartomeu- la imponente torre de vigilancia del Turó deis Dos Pins. dos grandes necrópolis Can Rodon y Turó de Dos Pins- y el santuario en cueva del Montcabrer. En algunas montañas costeras de la Cordillera Litoral. también en su vertiente marítima. se distribuían otros oppida de carácter básicamente residencial pero de menor extensión -hasta tres hectáreas-. Eran los poblados del Turó de la Rovira (Barcelona). de Montjuic (Barcelona). del Turó d 'en Bosca (Badalona), de la Cadira del Bisbe (Premia de Dalt). de la Torre deis Encantats (Arenys de Mar) y de Montpalau (Pineda). Entre estos oppida y el mar se extendía la llanur.1 litor.il. una estrecha i llana franja del territorio deshabitada, explotada como zona de captación de recursos natur.iles. En la zona interior de la Cordillera Litoml se desarrollaba una segunda línea de oppida. cuya extensión no superaban las 0,5 ha. Estaban situados en las cimas de las montañas que dominab;m la Depresión Prelitoral, de manem que controlaban directam.:nte las gr.ind.:s áreas de producción cerealísticas del Valles y el paso natuml que confom1a ésta depresión. a la vez que configuraban un:i b:1rrera fortificada que protegía por el interior los oppida situados en la costa. Son los oppida dd Puig C1stellar (Santa Coloma de Gmmanet), del Turó de les Maleses (l\lontcad;1 i Reixac). d.: Castellruf (Montomés), de San Miquel (Vallromanes), del Turó Cremat (La Roca del Valli:s). dd Turó de Gllecs

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m u,\ ~ el ,·,1 nl>kci mir 11111 r.,11ilicad11 drl Tun:i drl Vcnt (Llinars del Valles) que acogía en su intemr una 1m¡x111antc ,in:a dt' alma,-en,~j,· rn si l11s. La r ,1111,·tura 1eni11,rial layetana. rdk_j(I ele una comunidad proto-cstatal social y políticamente c, 1111¡,I ja. ~e , io ahl·r.1da p11r k,s a,·011tc·cimil'ntC1s de finales del siglo fil e inicios del siglo II a.C.

La conquista romana y el inicio de la romanización del territorio La Sl·gunda Gunra Plinil'a (218-202 a.C.) motivtÍ la llegada de los romanos a la Península lhé ri.:a con d lin dr collar los suministros al ejército cartaginés que avanzaba hacia Roma. Tras su vic1nll' a las l ll hect;ireas. 1 ,1rn.1hm· nt1· 'L' ha, istn in vaJid11 pnr una urhani1.aci1in de chalets. qu e han arrasado los rcsLmti guG~ en la ~u p,-rlil'ic qt1L' e,ta, l'l1n,tru1Tioncs ocupan. El resto se encuentra dedicado a l;il-\11 ' S a¡!nn•l a,. qucdamln una wna akdaiia a una Cahaiicra Real (precisamente el top6nimo Cahaiicta pan:cc qu,· m, e, sinn una nm·upcit'in del ténnino ca bañera). que recorre de oeste a este l1111gi1mlinalmentc tud11 el yacimiento. en titularidad pública. por lo que nunca ha sido cultivada. En e,ta w na se 1·nn,errnn a ras de sudo diferentes e,tructuras pétreas correspondientes a diversa, estancias. as í ,umu algunas ,upeq10,iciunes de pavime ntos duros.

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lnlervenciones arqueológ icas Si hil'n su existencia es conocida desde hace siglos (incluso se llcg11 a pl'nsar que aquí se encontraba la ib.'rica Sc1/t!11ic. antecesora de Cac.m raugusta (Zarngoza). o a eonsi1krarla refugio d,~ los cristianos pL'rseguidos en la Zaragoza romana), poco es lo que n:almente se sabía sobre .. La Cabalieta ... salvo que se trataba de un asentamiento de gran extensión. situado en llano y de cronología rnma11 rr, ulla r,kil J r caniarsc por ninguna posibilidad concreta a la hora k uh1,·:u- C,m, , . \.-li11. puc,111 qut· tan s11lo se indica Cl11110 rrlc rente urbano próximo a la ciudad de ·, 11111 ·/ it1. t,mwda r'l'r Sc1111rin nll'diantc· un a,cdin prolongado de 44 días. Iras lo cual se dirigió con l.1, tn •p.l, hac ia d [ hro in,talando su campamrnto de invicmo dctrüs del oppidum llamado Castra A.-/1lrfl

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.U.EJ TomlMttJIAllo.:.li,"1 1 91. EIIWd:Ui«IUlko.:l,' ,·11stnn l'llya trayectoria parece ir rrnís ligada a una intensa actividad n>ml'n:ial : el h1mka1kr,1de la Torre 1k la Sal. Con una superficie aproximada de 3 ha y una ncupa,·i,in d,,rnmentada al 111,·nos 1ksdc el siµlo VI aC. a partir de la segunda mitad del siglo 11 paren· c,pcrimc•ntar un i111p11rtante desarrollo liµado al auge del comercio it¡jJico que se traduce en una masiva pn:s,·rll'ia 1k contcncdon:.-s anl"iíricos del tipo Drcssel I A, tanto en la zona del fon1.kadcro n>m11 en el pohladn. y vajilla de mesa de las produl·ciones campanicnse A y B. Por su , itual'ic>n al prinl'ipio 1k· un importante eje transversal. un camino histórico que atraviesa los corn:dores prditoralcs y siµuc hasta las tierras mont:niosas de L'Alt Maestral y Tcrucl. este asent,1111icnto dl'l1ió e_krccr un papd fundamental en la actividad comercial a lo largo de los siglos 111 y. por tanto, en la llegada de productos it,ílirns a los asentamientos del int,·rior. Es justamente en cst,· yacimiento donde se ha cnrnntrado la hasta ahora única evidencia de utilización de técnicas y matcriaks rnnstructivos romanos en un pavimento posiblemente utilizado en actividades de daboración de produ,·tos agrícolas o pesqueros. En el SCl'tor meridional. en el litoral de la comarca la Plana, se encucntr.111 sendos fondeadores a ambos lados de la desembocadura del río Millars: al norte el de Bcnafcli (Almassora) y al sur el del Calamó (Borriana). de los cuales tan sólo se conoce el asentamiento del segundo. Hacia el sur. debe haber existido un yacimiento de estas características en la Torre Derrocada (Moncofa). posiblemente relacionado con el importante asentamiento de la Punta. pero a penas es conocido. Por último. el abastecimiento comercial de los asentamientos situados en el extremo meridional de la Plana y en todo el valle del Palancia debió realizarse desde el Grau Vell, el puerto de Sagunt.

El siglo I y el final de la ocupación A lo largo del siglo I se observa una acentuación de las dos tendencias anteriormente apuntadas: un lento abandono de los oppida y un aumento progresivo de los pequeños asentamientos para los que el factor defensivo no resulta determinante. En suma, un poblamiento genuinamente ibérico, en el que no hay indicios de uil/ae tardorrepublicanas ni de colonización itálica. De manera general, los asentamientos que han proporcionado materiales que pueden fecharse en la primera mitad de siglo son los siguientes: el Poaig, el Pujo! de Gasset (Castelló de la Plana), el Castell de la Vilavella, la Punta, la Curolla (Xert), el Puigpedró y el Mas d'En Senyor (Vilanova d'Alcolea), el Tossal de la Balaguera, el Cormulló deis Moros, el Tossal de l'Assut y Montncgre (Borriol). Posiblemente otros como el Tossalet y la Torre de la Sal también prolongan su ocupación hasta el primer cuarto de siglo. En este período, la estructura jerarquizada del poblamiento se mantiene en algunas zonas, con una pervivencia selectiva de los asentamientos mayores: algunos medianos y pequeños oppida parecen actuar como núcleos de territorios reducidos en los que se encuentran escasas aldeas o masías. Los casos mejor definidos son el Tossal de la Balaguera, el Puigpedró y el Cormulló deis Moros; posiblemente puedan sumarse a ellos el Castell de la Vilavella y la Curolla (Xert). El primer cuarto de siglo se caracteriza por la continuidad en la actividad comercial, con cambios en los tipos anfóricos y en la composición de la vajilla de mesa. Al tipo mayoritario de las ánforas Dressel IA se suman, en proporciones siempre minoritarias, otros nuevos como las Dressel lB y lC y Lamboglia 2, así como los primeros ejemplares tarraconenses que al principio imitan estos tipos y son el mejor testimonio del inicio de la exportación a pequeña escala de las producciones vitivinícolas catalanas. En este sentido, la activación de un circuito regional desde la costa catalana hacia al sur del litoral peninsular permitirá igualmente la llegada de otras

VAi E~Cl,\ Y 1/lS l'lll l ll·N,\S CIIJ IJ,\1Jf5 NfJ , 1ANAS DE IIISl'AN1A

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producciones ccram1cas como las imitaciones de los vasos de paredes linas. Entre la vajilla de barniz negro se produce una sensible pérdida de cuota de mercado en la campaniense A y el aumento progresivo de la campaniense B de Cales, sobre todo en su producción tardía. La guerra sertoriana supone un período de inestabilitat que debió afectar a la comercialización de los productos itálicos. En este sentido, la destrucción o abandono de asentamientos no debe ser más que el reflejo de la profunda crisis económica y demográfica en la que debió quedar inmersa la zona, con la consiguiente disminución de la capacidad adquisifa cavacilin de la muralla de la Torre d'Onda (Borriana. tiva de la población. Sin embargo. su la Plana Baixa). Foto Muscu Arqucológic de Borriana. incidencia real en el poblamiento no puede determinarse con seguridad. L p,; :, ,?c imie111os excavados son pocos y los materiales arqueológicos. frecuentemente procedente:, , .· pros pección, no siempre pern1iten tales precisiones cronológicas. La única ocultación 11 1, ·,:,:t;iria co nocida que puede fecharse en este siglo, la del Tossal de l'Assut, situado junto al c. 1,,1 q1u por e l que después se trazará la vía Augusta, se ha fechado en los años 76(75 y se relaci o:ia con este episodio. Algunos de los oppida que continúan ocupados en el primer cuarto de si,!I ,, pudrían haber finalizado su ocupación en este momento. La reactivación de los intercambios comerciales en el segundo cuarto de siglo se caracterizar.í .: 11 d campo de los contenedores anfóricos por la continuidad en la llegada de los tipos itá1icos. y la irrupción -entre las ánforas tarraconenses- del tipo Tarraconense l. Entre la vajilla de barniz negro, la presencia de la campaniense A parece residual en un panorama dominado por la campaniense B tardía de Cales, con la que llegan algunas piezas de otras producciones minoritarias como la aretina de barniz negro. Esta es la situación que hacia mitad de siglo o principios de su segunda mitad encontramos en los asentamentos que han sido m,ís excavados como la Torre d'Onda. Sin embargo, en general entre los asentamientos conocidos pocos presentan e,·idencias de ocupación. Algunos motivos decorativos propios de la cer.ímica campaniense B. como las "losanges" que encontramos en el Poaig y las estampillas en fonna de doble pelta del Castell de la Yilavella, pueden fecharse en la primera mitad de siglo. Las ,infor.is Dressel I tarraconenses encontradas en el Poaig. el Bordissal. els Barranquets. el Tossal de l'Assut. el Corrnulló deis Moros , les Forques y la Moleta del Mas de Salvador. y el único ejemplar del tipo Tarr.iconense 1 de la Torre d ' Onda, pueden fecharse de manera general en la primer.1 mitad del siglo e incluso hasta su tercer cuarto. La escasez de otras produc.:iono::s .:ontempor.íneas puede expli ·ar,e por su difusión minoritaria y fundam.:ntalmente urbana. Tampoco los hallazgos numism:iticos permiten llenar con seguridad los d.:eenios rnmpn:ndidos entre .:1 horizome sem,rian,, ~ t i ro::inadc_,_1'_ _ _ _ _ _

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nombre ,kl magi, 1radn TM,111/ius TfScrgia; lleva en el anverso una cahoa 111asL·tilina a la ckr..:cha y L'n d rcversn una nave de ,·.,trafüt rnrma. de si lueta casi sc111i-circular. con un pez debajo. 1.as vacilacinnes en rna11to a la ubicacis dat11, su gieren que el cuerpo fue depositado sobre la pira tun raria tlc,·uliill• ,upim,. ,·1,n In, hrarns y la, piernas ex tcnditlm. y que el foco tém1ico estaría ,uuadt• en e l ,·cntn> ti,· la hll!,!Ut·ra a la altura tic las vértebras lumbares del difunto.

L , nrit'nta,·iún d,· los e,qucktos inhumado, en las tumbas de la fa se republicana antigua era mu~ , anahk. ,·in:un, tanl'ia que sugiere la inexistencia de predilección por una oricntaci6n concreta. Nn ,,b,tante. la oriental'itin predominante es en sentido Oeste-Este. al documentarse en 1111 2., .~'.í- de los ,·a,ns. Tal variacit'ln sugiere que la elección de la orientación del csquckto y de la 111mba estaría dct,·nninada por f.ll'tnrcs prácticos relacionados con el espacio disponible. Pare.:c porn pn,hahk qu,· la oricntal'itin estu viera relacionada con la necesidad de guiarse por el a111an,·l'er o el ncasn. La po,il'ión del ,·ueqm en la tumha es un importante elemento para la n:,·onstrul't' ilÍn del proceso de inhumal'it'in del difunto. La mayor parte de los esqueletos se en,·ontraban denihito supino. un 80.h% de los n1cq1os estaban en esta posici1ín. Este dato sugiere 1111 cierto cuidado en el momento n practicando en los mome ntos iniciales del asentamiento con el fin de obtener un compleme nto en su dieta. Con todo, la caza en estos momentos ha derivado hacia una actividad más bien marg inal , a pesar de la ex istencia de zonas boscosas próximas (El Saler) muy propicias para ella. De los materiales posteriores ( 135-75 a.C.) se obtienen diferencias respecto a los precedentes. Ahora son los ovicaprinos los que presentan un NR y N~,U mayor. aunque el papel de los cerdos sigue sie ndo de stacado . Los bóvidos experimentan un fuerte retroceso. Asistimos adem:ís a una gran diversificación del espectro taxonómico. al documentarse restos de galliformes. conejos, peces, aves indeterminadas y restos malacológicos. La caza de ciervos no se documenta. Todo esto parece indicamos e l desarrollo de un verdadero mercado en la ciudad republicana. Como conclusión ele la representación de especies. cabe destacar el hecho de que el cerdo es e l más re presentado en los momentos fundacionales. mientras que a partir del desarrollo de la ciudad y hasta su destrucc ión ( 135-75 a.C.). los ovicaprinos son los más abundantes. Esto puede tener una explicación sie mpre condicionada por lo reducido de las muestrJs y por tr.11:irse de dos conjuntos aislados dentro del e ntramado urbano de la ciudad. Con todo. creemos que el ek\ :ido porcentaje de s uidos e n los mome ntos iniciales puede deberse a que son anim:1les muy fác iles de mante ner, ya que podrían ser alimentados con los uespercl i.:ios humanos. pe m1:1neciendo sud to, por las zonas ele marjales y pantanos. al pan:cer muy fn:cuentes en los momentos d • fund :ición

d ' lll n11d ,1J. " 'brt' ll>dCl t'll las 7.onas cercanas al río. Se trata ele 1111 animal que necesita sombra ~ humedad (Hanis 144.-. 4)). y en e,tas 1onas las cnrnntraría ffü: ilmentc .

8,1s tau rus

IJSn.C. rl'M!nt:ulus S('gLín momcnlos cronnlügkos en las ln::s prindpaks l~spc,.:ics

La infonnal"ión rnn la que contamos sobre otras zonas estudiadas de la ciudad en su fundaci ón es escasa. En Unión-Cortes l.1 cantidad de fauna recuperada es muy baja. siendo los ovicaprinos los müs representados. Algo similar sucede en los niveles republicanos de anteriores campa1ias de la Almoina. En cambio, en localidades francesas de cronología republicana como Burdeos (Caillat 1988. 45, 47) o Liún (Krausz 1990, 97) el cerdo es el que domina. Esta aparente arbitrariedad en la composición ele los conjuntos entre ovicaprinos y cerdos puede estar relacionada con patrones concretos. muy influenciados por el e xistente entre los in d ígenas y tambil'n por la llegada de los pobladores itálicos. La representación anatómica nos indica que en los bóvidos no est,ín representadas todas la s 11n idades, mientras que en los ovicaprinos y suidos sí. Quizá el mayor tamaño de los restos de bóvido obliga a que sus huesos sean a menudo descamados y su carne vendida deshuesada. En los otros , o s ra.ra. muchos de los huesos van contenidos en los paquetes cárnicos, prepamdos por los cam icu -is y vendidos para el consumo doméstico. Estos animales presentan en algunas unidades estratigr; ,íicas individuos representados con casi la totalidad de sus restos, normalmente de corta edad, no dtscua11izados y que se han preparado completos, aportando mayor cantidad de unidades anatóm icas que en el caso de los bóvidos. Con esto se infravalora el papel de los bóvidos en la alimentación. Han aparecido m,ís restos apendiculares en los suidos, mientras que en los ovicaprinos los axiales son los más importantes. En los cerdos se puede explicar por el mayor número de metapodios. ya que los cerdos tienen cuatro por extremidad, mientras que ovejas y cabras sólo dos. En los ovicaprinos se conservan m,ís las costillas, las vértebras y los fragmentos craneales que los huesos largos. Los primeros se fracturan menos durante el proceso carnicero. Las vértebms se dividen como máximo en dos fragmentos, las costillas también y los cráneos normalmente se parten en dos mitades. aunque el propio consumo puede aumentar el número de fragmentos. Todo esto facilita más su preservación, mientras que los huesos largos han sido sometidos por el carnicero a una gran acción de fractura, dependiendo del tipo de demanda. La conservación de los huesos largos puede vincularse a lo antes expuesto. En los ovicaprinos, en los momentos fundacionales, tan sólo un resto de un total de veintitrés se ha conservado completo y se trata de un metacarpo (hueso marginal con poca carne). En los conjuntos posteriores (135-75 a.C.) aparecen enteros tres huesos de 296, siendo dos de ellos rnetapodios y un radio. En ambos momentos los valores de huesos largos completos son muy reducidos. En los cerdos, en los momentos fundacionales, nueve restos de 132 aparecen completos. La mayor preservación respecto a los ovicaprinos se explica porque en los primeros momentos abundan los esqueletos casi completos de suidos infantiles que se han preparado enteros para el consumo. En las cronologías posteriores, cuatro de treinta y nueve restos no están fracturados. En los bóvidos, tan sólo hay un hueso entero de un total de doce en la etapa fundado-

VAU:NCI/\ Y IAS l'llli\l[ RAS CIUIJAIJES ROi\11\NAS UE IIISf'ANIA

nal. Este hecho no es frecuente. ya que los huesos largos de estos animales de talla grande se descaman y no suelen aparecer en los dcpósilos urbanos domésticos. Por otro lado. los mayores porcentajes de desechos en los momentos fundacionales respecto a los posteriores puede estar relacionado con la existencia de establecimientos carniceros sólo a partir del desarrollo ele la ciudad. mientras que en el inicio, los animales consumidos por los colonos son procesados. si no en lugares similares, sí en zonas cercanas. Las edades de sacrificio nos informan ele la utilización primaria de los animales como fuente de camc para el consumo humano. Animales muy jóvenes han aparecido en los conjuntos fundacionales. presentando marcas de haber sido consumidos, lo que dola de menor significación la idea de su posible carácler ritual. Las edades de muerte se retrasan a partir del desarrollo urbano de la ciudad ( 135 a.C). En los bóvidos se observa que sus restos son de animales de más de cuatro años, pero aún con la carne tierna, vendidos fileleados para el consumo cárnico en la ciudad. Por lo que respecta al cerdo, siguen muy bien representados los individuos jóvenes o muy jóvenes, lo que corrobora la tendencia bastante extendida de asar cochinillos enteros. Los cerdos adultos están presentes sobre todo muy fracturados, vendidos así en función de la demanda. Los ovicaprinos aumentan su espectro ontogénico, destacando los individuos de dos a tres años, siguiendo pauta~ similares a las del cerdo. La aparición de algunos individuos adultos en los primeros momentos puede estar relacionada con una explotación secundaria de los mismos, como la lana o el ordeño para ob1ener leche. El proceso carnicero, a pesar de las diferencias observadas en la representación anatómica y en las marcas, pensamos que fue similar para las tres especies: después de sacrificar al animal, se separa del cuerpo la cabeza y las patas: a continuación se produce el despedazado del animal o descuartizado y la preparación de la carne por el carnicero en función del tipo de demanda (Leguilloux 1991, 283). Para Bos raurns, a pesar del bajo NR, podemos extraer algunas conclusiones. De un total de s iete restos con señales de manipulación humana, tan sólo uno corresponde a un hueso (fémur) relacionado con paquetes cárnicos. El hueso fue fracturado con un instrumento pesado, pero con an1erioridad fue descarnado. Los demás pertenecen a zonas marginales o desechos relacionados con un procesado carnicero primario. Estos huesos, más que proporcionar carne, son utilizados fracturados en la cocción de alimentos o para preparar caldos (metapodios). Del mismo modo la falange nos está indicando la extracción de la piel del animal. La clavija córnea y su separación del cráneo, más que para la utilización de este último para fines alimenticios. la vinculamos como fuente adicional de materia prima para la elaboración de ciertos utensilios. Tan sólo el fragmento de fémur nos está indicando que la porción cárnica correspondiente a esa zona del miembro posterior era deshuesada para obtener filetes de carne, pero también que los huesos largos eran a menudo fracturados con la finalidad, antes expuesta, de enriquecer los caldos y guisos~ En el caso de Sus sp, al contrario de lo que sucedía en los bóvidos. la mayoría de huesos que presentan marcas carniceras, salvo un metacarpo, corresponden a zonas con elevado potencial cárnico. Las marcas de desarticulación en la epífisis proximal del metapodio y la inexistencia de otras marcas (descamado o consumo) nos muestm que estas zonas marginales (metapodios y falanges) no son consumidas. La abundancia de marcas y su amplia distribución nos hablan de un procesado carnicero muy intenso. En un primer momento se sepamn las patas (desde los metapodios ha.,ta la., falanges). !:is cuales no presentan señales de haber sido consumidas. L,L~ marca., y frJctur.L~ en el cr.ineo nos indican que es consumido partido en dos mitades (si11cip11t) o en más frJgmentos. par,1 apro,·echar la masa encefálica y las zonas carnosas como los carrillos o la lengua. Por otro lado. las costillas muestran un tratamiento cárnico, donde diversas porciones incluirían varios frJgmentos óseos. separada.~ de las vértebras y asimismo fmctumd,t~ en dos panes. El resto de elementos óseos ap:trecer.in contenidos dentro de los paquetes c,ímicos que se preparJ.11 según l.t, exigencia.~ Jd diente.

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