Una geometría de la acumulación (del capital de las naciones) 9683675298 9789683675293

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UNA GEOMETRIA DE LA ACUMULACIÓN (DEL CAPITAL DE LAS NACIONES) Ro berto

C

astañeda

Ro d r íg u e z - C Neptuno, e! Naysgoijoni

UNIVERSIDAD N A C IO N A L A U T Ó N O M A DE MÉXICO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES E C O N Ó M IC A S

abo

Nota del editor: siendo esta segunda edición corregida y Hiirttnncialmente aumentada, deseamos advertir al lector que la primera parte de este libro corresponde al titulado Geometría del mpitul de las naciones aparecido on 1997 (agotado) y que a partir de la página 147 se incorpora el nuevo material.

Una geometría

de la acumulación (del capital de las naciones)

R O B E R T O C A S T A Ñ E D A R O D R ÍG U E Z -C A B O

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ECONÓMICAS

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO Dr. Francisco Bamés de Castro Rector Mtro. Xavier Cortés Rocha Secretario General Dr. Humberto Muñoz García Coordinador de Humanidades INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ECONÓMICAS Dra. Alicia Girón González Directora Dr. Fernando A. Noriega Ureña Secretario Académico Mtra. Patricia Rodríguez López Secretaria Técnica María Dolores de la Peña Jefa del Departamento de Ediciones Edición al cuidado de Marisol Simón D.R. © 1999 Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM Ciudad Universitaria, 04510, México, D.F. Primera edición 1997 [titulada Geometría del capital de las naciones] Segunda edición corregida y aumentada 1999 [Una geometría de la acumulación] Impreso y hecho en México Printed and made in México ISBN 968-36-7529-8

ÍNDICE A gradecimientos

15

U nas palabras sobre el método de exposición

19

A m anera de prólogo

21

1. N e p t u n o e l N a v e g a d o r e

35

Un sistema de teoría unificada, 35; Algo sobre el tí­ tulo original de la obra, 4G; Las primeras reglas del juego, 48; Entremos en materia, 50. 2. L a BRÚJULA de Ham elin

55

La métrica es el lenguaje de la ciencia, 59; Empece­ mos por lo difícil: Einstein, 63. 3. E l N e p t u n o de v ia je por la s i 500 4. LA ECUACIÓN DE ENERO (E2/N/R) Por los caminos de Silesia, 113; Del caburro al cojusideme y al problema de Orwell, 121; Hacia el con­ cepto de las dobles pirámides, 123.

[7]

67 113

5. A MANERA DE INTERLOGOS O INTERLUDIO

149

El halcón rey, 151; Las escalas de la geométrica, 155; El señor Michio Kaku, 156; La idea de los “campos de fuerza en la economía”, 157; ¿Del capital de las naciones o del sistema oligopólico central?, 158; Un marxismo elegante, 158; De dónde salen las ideas, 162; Los primeros resultados, 164; Problemas vie­ jos, soluciones nuevas, 165; Los cascarones de la evolución, 166; Atribuir y desatribuir, 169; Se go­ bierna con ideas, 171. 6. N e p t u n o , e l N a v e g a d o r e , zarpa de n u ev o. H acia la construcción de una teoría , o , lo QUE ES LO MISMO, DE VIAJE OTRA VEZ

173

Las dudas de Max, 173; El menú de la cena, 175; Las dudas de Simplicio +, 178; Una conferencia a bordo después del desayuno, 182; Definiciones, 190; Otras definiciones, 191; Más definiciones, 192; Simetrías, 194; La rosa de los vientos que le soplan al Navega­ dore, 195. 7. EL FUNCIONAMIENTO INTERNO DE UNA ESTRUCTURA

197

Unas palabras sobre Ricardo, 199; Una vez más, a navegar, 200; ¿Necesita usted una nueva ciencia?, 201; Meses antes, 209. 8. ¿POR QUÉ DIMENSIONES NAVEGA EL NEPTUNO El despertar a bordo, 217; Falsear una hipótesis = meterse en problemas, 218; Nuevas preguntas, 222; Aparece el inquisidor, 224; Con los diagramas se fabrica una diagramática, 226; A trepar por los mástiles, 229; Los mástiles del Navegadore, 233; In­ tentando traducir los conceptos de Fortune a los de

8

215

Marx, 234; Preparar la escena, 238; Unas palabras sobre la historia de la idea de campo, 242; Conver­ sando durante la cena a bordo, 244. 9. E studiando e n la cabina del Capitán . L o s PARÁMETROS DEL “AVE” Y LA “NAVE”

249

La Brújula Maestra, 249; La competencia, 254; ¿In­ tensificación o densificación?, 255; Ciencia básica + información = conocimiento, 256; El álgebra de las leyes científicas, 257; Escuchemos a la bisabuela, 258; ¿“Un campo de fuerzas” en la economía?, 262; Algo más sobre las moléculas algebraicas, 264; Unas palabras sobre el horror económico, 265; Cam­ biar de óptica, 266; Esos y ésas, 266; Low profile. Festina lento, 268. 10. N uevas herramientas

271

Las primeras herramientas del Navegadore, 272; Las herramientas de lujo del Navegadore, 272; Un esquema de los cuatro elementos de los Griegos, 273; El sistema de parámetros, 273; Álgebra, simetrías y diagramática, 274; Bases para fundar una Geometría de. la acumulación del capital de las naciones, 274; Este es el espacio exadimensional del Navegadore, 275; Los ámbitos del escenario de diez dimensiones, 275; La idea del campo y sus componentes, 276; Para ilustrar la idea de los campos profundos, 276, La idea del campo y sus componentes, 277; La quinta: la dimensión faltante, 277; La estructura de las cin­ co dimensiones, 278; Una matriz conceptual nos lle­ va al campo faltante, 278; Las dimensiones básicas de Keynes y sus derivadas, 279; El tetraedro con un octaedro inscrito, 280; El antecedente de la Brújula Maestra, 281; Para explicar la hipótesis de la triple simetría, 282; Usemos una geometría para ubicar las dialécticas, 283; La Brújula Maestra, 284; Boce­ tos de las brújulas del espacio del Navegadore, 284.

9

11. B reve introducción a la geométrica y la GEOGRÁFICA DE MASAS EN LA ECONOMÍA El desarrollo diferencial del primer módulo, 308; La cuarta molécula conceptual, 309; Estructura abs­ tracta de una molécula empresarial, 310; De la mo­ lécula central al cubo unitario, 311; La consistencia interna del modelo, 312; La imagen a través del micro-tele-scopio, 313. 12. LA ESTRUCTURA A GRAN ESCALA DEL ESPACIOTIEMPO DE LA ECONOMÍA El paradigma de las dobles pirámides en 1992, 322; La lógica y la tiranía de los números, 323; La tripiramidona oligopólica global de 1992, 324. 13. B reve introducción a la geográfica HISTÓRICA 14. U n ejercicio de democracia cognoscitiva , a PROPÓSITO DE LAS CONCEPCIONES DEL MUNDO B ibliografía

io

Ge orne tría del capi tal de las n aciones, el juego g obal del m odelo real.

X •

Geometría del capital de las naciones el juego global

11□ □ □ □ □ □ □□□n□□□ □□□n□□□ □□□□□□□ □□□□□□□ □□□□□□□ □□□□□□□ Una interpretación econométrica de la historia

12

Geometría del capital de las naciones, el juego global del modelo real.

Este trabajo está dedicado a la memoria del doctor Roberto Castañeda Alatorre, mi padre.

AGRADECIMIENTOS Este trabajo hubiese sido absolutamente inimaginable sin la colaboración, el apoyo, la ayuda y el entusiasmo de muchas personas. En primer término, debo señalar a una serie de amigos que han ocupado la dirección del IIE c, como la actual directo­ ra, Alicia Girón, Fernando Carmona de la Peña, Benito Rey Romay, José Luis Ceceña Gámez, Arturo Bonilla Sánchez, Fausto Burgueño Lomelí; todos ellos, en las distintas etapas de la evolución de mi trabajo fueron comprensivos y estimu­ lantes. Quisiera extender mi agradecimiento a otro grupo de ami­ gos que desde otros ángulos apoyaron esta investigación, mis maestros: de Teoría del Desarrollo Económico, Horacio Flores de la Peña; de Planeación Económica, David Ibarra Muñoz; de Finanzas Públicas de México, Ifigenia Martínez; de Teoría Económica Burguesa, Javier Barajas Manzano [q.e.p.d.]; de Historia Económica, Solón Zabre [q.e.p.d.]; de Teoría de las Finanzas Públicas, Benjamín Retchkiman Kirk [q.ep.d.]; de Matemáticas para Economistas, Hernán Calónico, Enrique Hueda Ojira, José María Sánchez; a Luis Maya Pastoriza (mi maestro de Lógica Formal [q.e.p.d.]) y a Miguel Manzur Kuri (Historia de las Doctrinas Filosóficas); de todos ellos recibí la clase de cariño y aprecio que los que edu­ can y enseñan logran transmitir a todos los que les rodean. La economía política es, como abora se sabe, la más propen­ sa a la demagogia y la simulación; todos ellos intentaban ayudar a hacernos ver el camino para atravesar el pantano [15]

nomfa burguesa; lo mismo que las obras de Mandely de Matlick. Todos olios so alio­ nen a las formulaciones clásicas.

y

(6

Ahora, si dividimos entre sí los conceptos del lado izquier­ do de las ecuaciones 5 y 6 obtenemos el mismo resultado que si, primero dividimos por un mismo factor (Ex) los dos concep­ tos del lado derecho y luego establecemos su proporcionali­ dad. O sea: r = V/A1= PEl /i E1 (7 Do marera que existe una extraordinaria corresponden­ cia, un alto grado de correlación cruzada entre la evolución de E l, medido en atpc, con r, medida en %\ esto, es necesario se­ ñalarlo, es algo de lo que difícilmente nos hubiésemos podido enterar a menos que partiésemos del supuesto implícito de la existencia de un comportamiento algebraico estructural (abreviado, cae); es decir, de la idea implícita de que es posi­ ble fabricar un espacio pluridimensional en el que podemos ver unas “moléculas algebraicas” que operan dentro de ese es­ pacio cognoscitivo de varias dimensiones (o parámetros com­ plejos), en las que, a su vez, es posible describir la simultaneidad de los comportamientos complementarios y antagónicos. Esto inevitablemente llevaba a Max a preguntarse más ge­ néricamente, qué tipo de relaciones tienen entre sí los con­ ceptos que forman las moléculas conceptuales. ¿Qué tiene que ver la evolución de una proporción, o relación entre dos magnitudes, con la evolución de una tercera? ¿Por qué, entre los marxistas, o entre los keynesi anos oíos liberales, ninguno había incursionado dentro de una estructura matemática tan lógica y tan “hegeliana” como la de “los tres tristes tigres”: la tríada primaria, la secundaria y las tríadas terciarias? Aunque todo eran preguntas, esta vez a Max no le iba a suceder lo que en cierta ocasión le pasó al buen jesuita Girolamo Sacchcri. Recordemos que en 1733 el sacerdote italiano Girolamo Saccheri (1677-1733), un estudioso jesuita quien fuera profe­ sor de matemáticas en la Universidad de Pisa, concluyó su obra maestra, Euclides ab omni naevo vindicatus, en la que 236

intentó demostrar que el sistema geométrico de Euelidm, ron su postulado de las paralelas, es el único posible ni ln lidien y en la experiencia. Su estruendoso fracaso, dice el pniíWioj E. T. Bell, es uno de los ejemplos más notables de la historia del poium miento matemático, de la inercia mental que produce una educa ción en la obediencia y en la ortodoxia, confí miada en la madurez por una excesiva reverencia por las obras perecederas de loa in­ mortales.17

Asimov lo dice de otra manera. Dice que Saccheri “puso el dedo sobre un importante descubrimiento matemático un si­ glo antes que nadie y [...] 110 tuvo el valor de mantener el dedo firmemente sobre él”.18 Karl F. Gauss (1777-1855) llegó algunos años después a una conclusión semejante a la de Saccheri, y también “le faltó el valor necesario para publicar su descubrimiento*. Cien años después del intento de Saccheri, en 1833, elhúngaró Janos Bolyai (1802-1860) publicaría un breve apéndice de 27 páginas en un libro escrito por su padre, W. Bolyai un excompañero de escuela de Gauss, en que retomaba el tema de las geometrías no euclideanas. Por la misma época, entre 1826 y 1829, aunque en forma aislada, Nikolai Ivanovich Lobachevski (1793-1856), un ruso, avanzaba por la misma pista. —¿Qué le pasó a Saccheri? —Se asustó de lo que había descubierto. “Saccheri titubeó al borde mismo de la inmortalidad matemática y ...retroce­ dió. No podía. Se necesitaba demasiado valor para aceptar la noción de una geometría no euclideana”. Como bellamente nos lo han platicado Isaac Asimov19y E. T. Bell,20 el sacerdote jesuíta italiano Girolamo Saccheri (1677-1733) concluyó en “ E. T. noli, Historia de las matemáticas, México, FCE, 1992, pp. 339-340. 16 Isaac Asimov, La edad del futuro I, Barcelona, KBA editores, 1994, p. 20fi.

10 Ibid., capítulosx y XI,“El quinto de Eticlidea"y “La verdad del plano”. 20 E. T. Bell, Historia de las matemáticas, op. cit.

237

1733 su obra maestra Euclides ab omni naevo vindicatus [Euclides sin fallas], en la que pretendía haber refundado la 8uprema autoridad del postulado de las paralelas (el quinto postulado). Para hacerlo, Girolamo se había tomado la mo­ lestia de trabajar con una hipótesis con la que siglos antes ha­ bían trabajado el poeta persa Ornar Khayyam (1050-1123) y otro matemático árabe, Nasir Eddin al-Tus (1201-1274). Re­ cordemos que en los siglos XII y XIII los pensadores árabes, en el esplendor de su civilización, se empezaban a plantear los límites conceptuales de la geometría plana, Estaban a punto de introducirse a algo a lo cual Girolamo Saccheri, a princi­ pios del siglo XVIII, se metió de cabeza y se estremeció de te­ rror cósmico. Descubrió, casi como en las fantasías eróticas de san Antonio, tratándolas de refutar por absurdas, las geo­ metrías convexa y cóncava. Esto es, Girolamo Saccheri descu­ brió, sin proponérselo, tratando de mostrar su inconsistencia lógica, las geometrías que un siglo después, en 1829 y 1833, volverían a ser descubiertas por el profesor de la Universidad rusa de Kazán, Nikolai Ivanovich Lobachevski (1793-1856) y por ese magnífico exponento de la especie humana que fue el genial húngaro Janos Bolyai (1802-1860). De éste se cuentan unas anécdotas maravillosas que, desgraciadamente, sólo los matemáticos conocen: entre otras muchas, se dice que siendo Janos un soberbio espadachín, en cierta ocasión tuvo necesidad de responder de manera continua a trece desafíos; venció en todos, y entre cada uno de los encuentros a sable de­ leitó a sus amigos, a sus adversarios y sus acompañantes to­ cando al violín música de su querida Hungría. Bueno, pero ¿a qué venían estas extrañas historias? Eran, quizá, para P r e p a r a r la e s c e n a

Finalmente, pensaba Max Complex, había llegado el día en que tendría que enfrentarse con la lectura de aquel temible capítulo. El capítulo en el que, según él, aterrizaría aquella fantástica hipótesis que desde hacía ya muchos años se había 238

empezado a manejar. El capítulo se trataba de 1n encnln frían te hipótesis de la existencia de loa camjHHa i'conomfli i eos. ¿O tal vez se trataba aquello de una nueva rmn» de ln mecánica estadística?,21 ¿de una especial área inexplorada de la mecánica cuántica?22 Durante semanas y semanas, meses y meses, M;ix lo Imbuí estado posponiendo; en él, pensaba Max, tendría que den mu trarse que las triples simetrías que aparecían al estudiar el comportamiento algebraico estructural; es decir, la dinámica de los componentes de las estructuras algebraicas molécula re¡i, eran ondas de alguna desconocida naturaleza que cerraban el sistema de categorías y mostraban su funcionamiento en­ dógeno, sin necesidad de externalidades de ninguna especie, No iba a ser tan sencillo como había pensado; había que de­ mostrar, de alguna manera, que si los tres pares de conceptos opuestos dentro de la estructura conceptual molecular reaccio21 Heinz R. Pagels, quien, fuera profesor de física teórica en la Universidad Rockefellory director ejecutivo de la Academia de Ciencias de Nueva York, escribió un extraordinario libro llamado Los sueños de la razón, un muy interesante trabajo so­ bre las extraordinarias capacidades de la computudora y el desarrollo de las nuevas ciencias do la complejidad y el libro FJ código del universo, un lenguaje de la natura­ leza, Madrid, Ediciones Pirámide, 1990, en el capítulo 8, dedicado a la mecánica es­ tadística, Pagels ha escrito un párrafo del cual nos es posible hacer una lecturu ligeramente distinta, cambiando tan sólo unos cuantos conceptos; donde él dice "materia" diremos “economía”, donde ó■dice ‘‘partícula’1diremos “empresa”, y cuan­ do él dico “mecánica estadística” nosotros decimos “el Navegadare". ¿Paroco fácil? Bien. En la página 127 Pagels dice: “La hipótesis básica de la mecánica estadística conaiñte en quo toda la materia se compono do partículas —éstas pueden identifi­ carse como átomos o como moléculas— cuyo movimiento obedece las leyes mecáni­ cas de la física clásica, determinista. En la práctica es impusible aplicar con detallo las leyes mecánicas a cada partícula, partiendo do la base do que hay muchísimas partículas en una porción macroscópica de materia. La idea principal do Maxwell, Boltzmann y Gibbs fue aplicar métodos e atu dísticos para determinar la distribución de probabilidades de los movimientos de las partículas, en lugar de intentar estable­ cer el movimiento de cada partícula individual.’' ¿CómoresulLa el ejercicio de leer 1Tsica desde el punto de vista de la economía? Un poco eso es el Navegadora, una mecánica estadística, una mecánica ondulatoria. 22 Véase el libro introductorio de Joáo Andrude e Silva y Georges Lochak, dos fí­ sicos teóricos del Institut Honri Poincaró de París, Los cuantos, Madrid, Guadarra­ ma, 1969, para un ameno relato del descubrimiento paralelo do Louis de Broglie y de Werner Heisonbcrg, la mecánica ondulatoria.

239

naban con un muy alto grado de correlación, al grado del para­ lelismo que se muestra en la gráfica 9 de Geometría I, resultaría posible deducir varias cuestiones de gran importancia: —primero, que el método de investigación podría resultar extraordinariamente fructífero; —segundo, que el modelo de interpretación tal vez pudiera ser el adecuado, que estaríamos usando el filo de la Navaja de Occam. O como se diría en otras latitudes, que estaríamos trabajando casi “sin paja”, con la explicación más sencilla; —tercero, que los paralelismos o simetrías de los compor­ tamientos de los valores opuestos en la estructura molecular sugieren la existencia de movimientos endógenos, estructu­ ralmente inducidos, de movimientos correlativos tan seme­ jantes que dan la impresión de ser el resultado de la existencia de algo como “un campo”, de “un campo econométrico” o, tal vez, si se prefiere, de una versión aún desconocida de la mecá­ nica ondulatoria. O, mejor todavía, tal vez estamos acercán­ donos a la posibilidad de traducir el lenguaje de los precios al sistema de los valores, medidos en tiempo de trabajo. El pro­ blema inverso al que se plantearon Karl Marx y el matemá­ tico Ladislao von Bortkievicz. Pensar por primera vez en estos términos parecía algo raro, sobre todo considerando que estamos a más de un siglo de distancia de la obra de James Clerk Maxwell (1831-1879), el genial físico británico autor de las ecuaciones del campo electromagnético, la traducción matemática de la amplísima obra experimental de Michael Faraday (1791-1867); el des­ cubridor de muchas de las diversas manifestaciones de los campos electromagnéticos, y a más de un siglo de distancia de la obra de Ludwig Boltzmann (1844-1906)y de Josiah Willard Gibbs (1839-1903); es decir, de la obra de los padres de la mecánica estadística, y a casi un siglo de la obra de Albert Einstein (1879-1955), el padre de la teoría de la relatividad. Sin embargo, la idea ronda desde hace muchos años en la li­ teratura económica. Desgraciadamente, e9 muy extraño que ningún economis­ ta hasta la fecha había profundizado en una idea tan sencilla 240

y tan luminosa.23 Extrañamente han sido muy pooon, imi mu teria de ciencias sociales, quienes han trabajado en la idea, 111 idea del campo. Se había trabajado mucho en la idea de lint estructuras, sin profundizar gran cosa en el concepto de las tructuras matemáticas de aquellas estructuras, en la metaentructura matemática, y, por lo tanto, evitándose la posibilidad de intuir la existencia del concepto del campo; de acercarse a la coherencia logicomatemática por una vía inexplorada. Bueno, he dicho “extrañamente”, pero siempre y cuando no se entienda algo de lo muy extendido y generalizado que está el dramático fenómeno de la esquizofrenia cultural que Ed­ gar Snow describe tan bien en su trabajo Las dos culturas.2* Por un lado, las arrogantes ciencias duras, el audaz cómo del universo; del otro, las ciencias blandas, las tímidas humani­ dades, ei porqué y el para qué de los cómos. Científicos que no sabían en qué mundo vivían, por un lado, y por otro, huma­ nistas que viven al margen de un incesante proceso de cono­ cimiento. El descubrimiento de la idea del campo parecía ser impor­ tante y que habría que darlo a conocer y discutirlo. Tenemos en las manos, me atrevo a considerar, “algo nuevo”. La idea de c .h

-

23 Do alguna manera, el fonómenn no en tan sorprendente. Quienes abordaron los estudios estructuradstaa, el marxismo filosófico, rechazaron las verificaciones estadísticas. Y, simétricamente, quienes se enfrentaron a las estadísticas y al mode­ lismo, vieron con desdén a los teóricos de la totalidad y las contradicciones abstrac­ tas. Quienes estudiaron las empresas trasnacinnales no se quisieron moler en los problemas de la actualización de la teoría de Marx y, simétricamente, como en un waitz de sombras, quienes pretendían estar en la ortodoxia despreciaban toda veri­ ficación empírica. Como el rostro dobla del dios Jano de la Roma pagana, que, veía en direcciones opuestas, asf la Ciencia Social, durante toda la guerra fría, no se atrevió a asomarse a ver con el telescopio ni el microscopio del enemigo. Peor para ambos. Y peor para el mundo y todos nosotros. 24 Op. cil., Madrid, Alianza Universidad. Quizá la obra do Snow sea, después de la frase de Marx alusiva al “idiotismo del oficio”, la mejor crítica que se haya formu­ lado respecto de Sa profunda escisión cultural de nuestra civilización. La división del trabajo científico, la formación de parcelas opistémicas, de las cuales casi nadie so atreva a cruzar los linderos, como peone» acanillados, es patética. Isaac Asimov, en su prodigiosa producción de cerca de 5ÍH) volúmenes de histeria, divulgación cientí­ fica y ficción, nos explicó que era más fácil entenderla ciencia por el lado de la histo­ ria y la historia por el lado de la ciencia, quo cada una aislada.

241

los campos econométricos en el interior de las moléculas alge­ braicas polidimensionales cierra el sistema de categorías. La evolución de la productividad (V/E1( de acuerdo con nuestras ecuaciones), por ejemplo, depende de la evolución de los dos conceptos moleculares complementarios; es decir, la rotación (V/AL) y la intensidad (Aj/E^; así: d(V/Ej) = d(V/Aj) / d(Ax / Ex) (8 Por su parte, la evolución de la rotación, a su vez, depende de la evolución de los dos conceptos complementarios, la pro­ ductividad (V/El) y la intensidad (Al/El); así: d(V/A,) = d(V/E,) / díAj/Ej) (9 Y finalmente, para cerrar las categorías del modelo, la evo­ lución de la intensidad depende de la evolución de los concep­ tos complementarios, la rotación y la productividad, así: díAj/Ej) = d(V/Aj) / d(V/E:) (10 Lo que tenemos, al parecer, es “un campo”. Un espacio pluridimensional donde las variables son totalmente interdependientes. Digamos pues U n a s pa la b r a s so b r e l a h is t o r ia d e la id e a d e c a m po

La idea de campo, según se puede ver en cualquier buen libro de historia de la física25 se puede remontar por lo menos hasta el famoso experimento de Hans Christian Oersted (1777-1851), El lector interesado en ampliar sus conceptos sobre este tema puede consultar los volúmenes 6 y 9 do la magnífica Historia general de las ciencias, obra colectiva dirigida por René Taton, director científico dol Centre National de la Recherche Sciuntifique, dedicados respectivamente a las ciencias físicas en los siglos xvin y X I X , Barcelona, Ediciones Orliis, 1988; el capítulo 22, dedicado a la industria eléctrica de la soberbia A shart hislory oflechnology, de T. K. Derry y Trevor L. Williams, Oxford Univorsity Press, cuarta impresión, Londres, 1979, y varios capítulos de la enciclo­ pédica obra Nueva gula de la ciencia, de Isaac Asimov.

otro contemporáneo de Ilegely de Ricardo, llanta la ópni-a rl« Oersted —nace con la revolución estadounidense prevale cía la diferencia establecida por el inglés William ( ¡ i l l i n t (1540-1603) a fines del siglo XVI: una cosa era la electricidad, y otra distinta, el magnetismo. Este investigador danés, según sabemos, en cierta ocanión mientras daba su clase en 1819 en la Universidad de Copen hague, por accidente puso una pila voltaica formando un cir cuito cerrado cerca de una brújula. O tal vez fue al revés, puno la brújula cerca del cable y el circuito de la pila. El caso en que, accidentalmente, sin habérselo propuesto Oersted, de pronto la aguja de la brújula se movió perpendicularmento al cable que transmitía corriente eléctrica y, fíat lux, el electro­ magnetismo como concepto físicoy como problemática cientí­ fica había nacido. Cuando, en 1820, se anunció en la Academia de Ciencias de París el maravilloso descubrimiento de Oersted, Andró Marie Ampére (1775-1836) se lanzó inmediatamente a repro­ ducir el experimento e idear nuevos. La electricidad y el magnetismo, aislados —hasta ese día en que Oersted pretendió hablar de los dos asuntos en clase y ahí, frente al grupo, descubrió que se trataba de un único asunto—, tenían una larga historia independiente. La electri­ cidad como fenómeno observable era un poco más antigua, el físico alemán Otto von Guerricke (1602-1686), el mismo que siendo alcalde y queriendo resolver una discusión filosófica por la vía experimental había hecho el famoso experimento del vacío con unos hemisferios de metal en Magdeburgo en 1654, trabajó con la idea de William Gilbert de la electrifica­ ción por fi’icción; Gilbert, como se sabe, era medio hermano de Sir Walter Raleigh, el favorito de Isabel I de Inglaterra, y fue uno de los primeros que adoptaron una actitud experimenta­ dora, moderna, frente a las opiniones y creencias ancestrales. En 1600, empezando el siglo XVII, publicó su libro De magna­ te, la primera obra moderna sobre el tema, y fue el primer in­ glés que tomó como válida la hipótesis copernicana. A partade los experimentos de Gilbert y de Guerricke, durante todo

un siglo se avanzó por esa vía construyendo grandes máqui­ nas de fricción, que permitían acumular grandes cantidades de electricidad estática. El italiano Alessandro Volta (17451827), dos siglos después del libro de Gilbert, había inventa­ do la pila voltaica, en 1800; Luigi Galvani (1737-1798) había hecho algunos experimentos con ranas y la botella de Leyden; el francés Charles Augustin Coulomb (1736-1806) en 1785, cuatro años antes del estallido en la Bastilla, había medido las fuerzas atractivas y repulsivas de las cargas eléctricas. Ciertamente, de esto también había antecedentes griegos. Tales de Mileto, en Jonia, en la costa ahora turca del Egeo, co­ nocía los efectos magnéticos de las piedras descubiertas en la cercana Magnesia (magnetita, un óxido de hierro), y había ex­ perimentado con la electrificación estática de pequeñas barras de ámbar desde la época griega clásica. En fin, como decíamos, el caso es que en 1820, Oersted dio a conocer el resultado de sus experimentos. En cuanto la noticia se supo en la Academia de Ciencias de París, André Marie Ampére y Dominique Fran^is Jean Arago (1786-1853), repitieron el experimento de Oers­ ted y desarrollaron nuevos experimentos que mostraban las afinidades y relaciones entre lo que apenas se empezaba a in­ tuir como un campo eléctrico y un campo magnético. Ampére mostró atracciones y repulsiones en cables con corriente eléc­ trica, le iba poniendo las pistas a Faraday y a Maxwell. El filósofo Karl Popper, quien parafraseando La miseria de la filosofía de Karl Marx escribió La miseria\ del historicismo, y luchando contra una concepción totalizadora de las cosas, La sociedad abierta y sus enemigos para enfrenar a los hegelianos de su época, se asustaba de todos los determinismos históricos. C o n v e r s a n d o d u r a n t e la c e n a a b o r d o

Es que ya llegaron los tiempos, los finales de siglo, los finales de milenio y de era, decía Comply mientras paladeaba su vino; los hombres están huérfanos de sus dioses, de sus viejas religiones y sus costumbres que consideraban eternas. 244

Sus tradiciones de dominio se caen a pedazon. Kl ¡ilnn l: h, lo» inl im perio romano, desde antes de que éste surgiese, y de pronto, con Constantino, gana el favor político el partido de la muyo ría pobre, el partido de los cristianos, partido que en buh orí genes era una escisión dentro del propio judaismo, partido que llevará la centralización y la concentración del poder ¡i loa terrenos en que no se había incursionado durante toda ln época republicana ni durante buena parte de la época impe­ rial. La época de la pluralidad cosmogónica, de la democracia en el nivel teológico, el paganismo, el politeísmo había termi­ nado. Pero el que triunfaba no era el dios de los judíos, el otro monoteísmo de la época, el original, si descontamos el de Akcnatón unos siglos antes de Moisés, sino el hijo de aquél. Del interior mismo del pueblo judío surgían las ideas y los hom­ bres que convertirían a los judíos en los extranjeros de la tie­ rra, en los eternos inadaptados, en los obligados outsiders, en los apátridas, y el resultado de la historia sería, como decía el médico, que la especie perseguida desarrolla talentos que el perseguidor desconoce.26

28 Una ojeada al magnífico trabajo del profesor Saúl Friedliinder, Una psicosis colectiva, El antisemitismo nazi, Buenos Aires, Crunica Editor, Colección Psiquia­ tría y Sociedad, 1972, de la Universidad Hebrea de Jeniüalcn, permitirá rastreur lo:} orígenes y la evolución de este malea tur de la cultura occidental.

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9

. E s t u d ia n d o e n l a c a b in a d e l C a p itá n

Los parámetros del “ a v e ” y de la “ n a v e ”

Los parámetros o dimensiones del análisis son, ex definitioric, los marcos de referencia dentro de los cuales se conceptúa y se interpreta la evolución del fenómeno. El mapa. La parti­ tura, si hablásemos de música. El plano maestro, si se tratase de urbanismo. L a B r ú ju l a M aestr a

—Dijo el Capitán, tomándose la barbada mandíbula inferior entre el índice y el pulgar. —Si fuésemos a hablar de la nueva economía política del tomo uno, deberíamos ser, en primer lu­ gar, capaces de ubicar cada componente del proceso, dijo des­ pués el Capitán, poniendo ambas palmas sobre la amplia mesa que lo separaba de su juvenil auditorio y recostándose hasta el respaldo de una silla de madera y cuero. —“¡N-e-p-t-uno!” ¿¡Cómo no lo había pensado antes!? ¿¡Có­ mo no se me había ocurrido que pudiera haber aquel significado oculto enelacrónimo delNepturio',?Tomó nota en silencio —des­ de su lugar, atrás de las pequeñas— la maestra de matemá­ ticas, en su libreta; Neptuno, el Nauegadore, ahora tenía un sentido más que metafórico; ahora era también un anagra­ ma; la forma se iba llenando de contenido. —Deberíamos hablar de las relaciones sociales de produc­ ción y de las fuerzas productivas que hacen posibles esas re­ laciones. Activos, Ventas y Empleo, Alf V y Ej son ese tipo de relaciones y de fuerzas; usamos la nomenclatura oficial, no la [249]

clásica. Cada arte, técnica o ciencia tiene su vocabulario. Sus herramientas conceptuales, Para producir entendimiento. Si hablásemos del clima, dijo poniendo la palma de su mano so­ bre el esquema griego de los cuatro elementos, en uno de cuyos ejes se simbolizaba la tierra, en otro el aire, y en un tercero, el agua; afuera del esquema tridimensional el cuarto elemen­ to, el fuego; nuestros parámetros lo serían en primer término, la temperatura ambiental, ¿es alta?, ¿es baja?, ¿sube?, ¿baja? Y necesitaríamos, para hacer las mediciones necesarias, un termómetro como éste, dijo el Capitán, señalando con el índi­ ce derecho el tubo de vidrio colocado sobre un sencillo marco de cedro en el que la columna de mercurio en esos momentos marcaba una agradable tarde de octubre de 1997 con un re­ gistro de 16 grados centígrados; en segundo lugar, necesitamos saber cómo anda la presión atmosférica; ésta, como ustedes saben, está determinada en gran parte por el grado de humedad relativa, y este grado depende en cierta medida de la tempera­ tura ambiental;1cuanto más cálida la atmósfera, más húmeda y, por tanto, más pesada; y, al contrario, cuanto más fría la at­ mósfera, más seca, y por tanto, más ligera; y, para hacer las mediciones de los cambios en esta variable, la presión atmos­ férica, necesitamos un aparato como éste —continuó diciendo aquel hombre de amplia frente y largas patillas poniendo la mano de dedos fuertes aunque delicados sobre el aparato al que se refería—. Este aparato cognoscitivo, como seguramen­ te saben ustedes, fue primeramente ideado por Torricelli para colaborar con la investigación abierta por su genial ami­ go Galileo a principios del siglo XVII. La idea iba más o menos así: si la Tierra se movía, la atmósfera debería permanecer unida a la Tierra gracias a su masa, y por tanto a la presión, que podría medirse, de la masa gaseosa sobre una superficie líquida de mercurio; es decir, mediante un barómetro; y, en tercer lugar, para lograr el cierre sistémico, o sea, para com­ pletar la tríada de variables que forman una serie de ecuaciones 1Las dos expresiones, “en gran parte” y “en cierta medida” se refieren a propor­ cionalidades (%) definibles en las tablas de navegación y de climatología. 250

presión = temperatura Xhumedad; es decir, un pensamiento organizado;a lo que se le 1liimil 111 ut o |»i nión cuando es abstracta y aproximativa, y se le da el calillen tivo de científica cuando se fundamenta en los datos concrelo» y recientes, la humedad relativa y, en este caso, lo que non lince falta, para medir y conocer la dirección de los cambios; dijo se­ ñalándolo sobre el amplio tablero de mando del Neptuno //el Navegadore, es un higrómetro como éste. Si finalmente agre­ gásemos la escala de Beaufort, de los vientos, que aparece en este tablero, dijo señalándole con el índice izquierdo al grupo de las niñas que habían entrado esa mañana a saludarlo un ancho círculo de cromo que enmarcaba un indicador que iba de 0 a 10, tendríamos los parámetros del escenario, las dimen­ siones cognoscitivas, que se pueden aprender o por experiencia o por expertancia, o sin ninguna teoría, o con algunas teorías. Los vientos, como todas ustedes saben, son tangentes a las masas atmosféricas de distintas presiones, y las presiones de estas masas dependen de la humedad relativa y la tempera­ tura; y estas variables, a su vez, dependen de la latitud en que nos encontremos; cerca de los polos es frío y seco, y entre los trópicos, pero en especial en el Ecuador es húmedo y cálido; aunque esto sólo es en términos generales, pues depende, además, de la época del año o, lo que viene a ser lo mismo, del punto de la trayectoria elíptica anual en que nos encontre­ mos, pues el invierno es frío y seco y el verano cálido y humedo, la primavera calienta y el otoño enfría. —¿En qué punto de la trayectoria estamos? —preguntó una de las niñas. —Eso lo averiguaremos a media noche —contestó el Capi­ tán y concluyó diciendo— finalmente todo, además, depende de la hora del día; es decir, del ángulo en el que nos encontra­ mos del giro diario del planeta, pues, como todas ustedes se han dado cuenta, al atardecer enfría y al amanecer calienta. —¿Y las olas? —preguntó Ménica, una de las encantadoras niñas que acompañaba al grupo que aquel 10 de septiembre había zarpado con nosotros. 251

—¿Qué con ellas? —le respondió el hombre que dirigía el Neptuno II mientras encendía un cigarrillo, poniendo ambos codos sobre la mesa del salón de popa, colocando su mandíbu­ la inferior sobre las palmas de ambas manos y poniendo todos los dedo3 junto a sus mejillas, en un gesto que fácilmente po­ dría traducirse como “me encantan estas preguntas”—. ¿Qué con las olas? —¿Cómo se miden las olas? —preguntó la primer niña, to­ davía con la inquietud de la tormenta de la noche anterior. —¿Alguien más tiene preguntas? —dijo el Capitán hacien­ do, con un breve cierre de los ojos, un gesto de comprensión hacia la pequeña. —¿Qué es lo que vamos a averiguar a media noche? —pre­ guntó otra de las pequeñas—. ¿No se puede ver de día? Yo me duermo a las nueve. —Me encantan esas preguntas, se dijo en voz baja aquel hom­ bre al que el sol, el agua de mar y los vientos habían tallado los rasgos, ajustándose las gafas y viendo a través de ellas con una imperceptible sonrisa de cariño y ternura a aquellas ni­ ñas y jovencitas de escasos nueve años—. El viento es el que produce las olas. De ahí que conociendo la velocidad del vien­ to, nos damos una idea de la altura de las olas. Así, para me­ dir la altura de las olas nos basta con la escala de Beaufort. Y, como ya hemos dicho, los cambios en la temperatura, en la humedad y en la presión nos anuncian lo que puede ser la in­ tensidad de ios vientos. Un cambio produce cambios concomi­ tantes. El clima es un sistema. Cada cosa influye en las demás. Ahora, respecto a por qué “a media noche”, bueno —dijo po­ niendo con firmeza la palma de su mano sobre el gran globo terráqueo que ocupaba el centro de aquel salón de popa, Estamos aquí —dijo el Capitán poniendo el dedo índice de su mano derecha sobre el mar Egeo—, enfrente de la isla de Rodas. La Tierra gira en 24 horas los 360 grados de su circun­ ferencia. Al amanecer aparece el Sol por la costa turca y al atardecer se pone hacia las Columnas de Hércules. El Sol pa­ rece viajar del lado oriente hacia el poniente a lo largo del día. Ese movimiento aparente del Sol corresponde a nuestro giro 252

diario en sentido contrario, de poniente a Orionlo, Kl moví miento aparente, percibido, es el resultado trimétrico del un perceptible movimiento inverso. Observen que digo niini'fi ico para referirme a la relación que existe entro: 11lo percibido subjetivamente (el giro de la bóveda del cielo), y 2 1lo objetivo imperceptible (el giro del planeta). De esto quiero que tomen nota. Ahora bien, la expresión “n medio dia”, significa lo mismo que dándole la cara al Sol, o, me­ jor dicho, con la superficie de la Tierra perpendicular al Sol —dijo girando el globo con la palma izquierda—. Y la expre­ sión “a media noche” significa lo mismo que dándole la espalda al Sol. La hora del día es lo mismo que el ángulo en relación con el Sol. —De acuerdo. ¿Y qué con eso? —insistió la niña que quería saber qué pasaría a media noche. —Bueno, pues a media noche podremos ver qué constela­ ciones tenemos en el cénit y, como sabemos que a esa hora el Sol está a nuestras espaldas, en la constelación del lado opuesto, sabremos en qué punto de la trayectoria anual estamos. Cuando las niñas salieron para asistir a la clase de gimna­ sia olímpica, la sala quedó con unos cuantos de los oficiales, Max, Simplicio, la Maestra, el Capitán y el que esto escribe. Fue entonces, al ver que habíamos quedado puros adultos, cuando el Capitán, poniendo de nuevo la mano sobre el es­ quema de los cuatro elementos, retomó el tema de los cam­ bios climáticos. —El incendio de Kuwait del verano de 1991; es decir, fue­ go, dijo señalando el lado derecho del esquema ya referido, llenó durante meses las capas de la atmósfera de una cauda larga de aceite hirviendo y gases. Es decir, dijo, mostrando el eje vertical; que al elevar la temperatura de las zonas de latitu­ des similares, a lo largo de una amplia franja que ha llegado en siete años a forrar totalmente el planeta de anomalías cli­ matológicas extraordinariamente interesantes pero igualmenté catastróficas, desde el punto de vista de la especie humana en su conjunto. Se ha pretendido ocultar detrás del “Niño” que las inundaciones del Medio Oeste estadounidense 253

desde 1993 y 1994, de Alemania, Francia, Italia, España, Po­ lonia, de China y California, en estos años; y que las sequías sucesivas son el resultado do un cambio climático fabricado en la primavera de 1991, de un cambio que se deriva lógica­ mente de algo que equivale a un movimiento artificial del Ecuador y de la distancia al Sol. Digo esto de manera meta­ fórica, pero si las fotos de satélite o los videos de satélite de lo que ocurrió con los centenares de pozos incendiados se estu­ dian, se ve cómo cuando se disipó el humo, meses después, toda­ vía dejó una cauda de calor que se fue abriendo hacia el norte y hacia el sur, creando un clima ecuatorial en la latitud de Kuwait, y años después en las de Europa y Rusia. Y algo pa­ recido ha ido ocurriendo en el hemisferio sur recientemente. L a c o m p e t e n c ia

Lo que Esparta fue para Atenas, y Venecia para Génova, lo fue París para Londres: la competencia, la eterna y fraterna rivalidad y, al igual que la primera división y el primer conflicto le abrieron camino primero a los macedonios y luego a los ro­ manos, el segundo conflicto le abrió paso al imperio español y, el tercero, le abrió camino a Estados Unidos de Norteamé­ rica, a Alemania, a Japón y lo que sigue. Las más profundas de las raíces de la historia están en las centenarias rivalida­ des. A partir de ellas han evolucionado la ciencia y la técnica, la moda y la filosofía. Esas profundas rivalidades, frente a las cuales las demás circunstancias se alinean y subordinan, son lo que hasta nuestros días llamamos la historia. Hemos dicho antes que una determinada problemática (la de la acumulación de capital, en la obra de Karl Marx) no ha­ bía podido ser abordada científicamente por carecer del apa­ rato cognoscitivo de traducción de unos conceptos a otros; también dijimos que había un problema específico de las ciencias sociales (el objeto de estudio nos incluye a los sujetos que lo queremos estudiar), lo que hace de la ciencia social un espejo al que es desagradable asomarse y más desagradable aún pedirle a los demás que se asomen. Pero las sociedades, 254

como los individuos, gustan de engañarse y auponoiw mojo res de lo que realmente son; o, por lo menos, no HiiponiTiin como realmente se es; ilusiones, mitología, narcisismo, fhll.ii de espíritu crítico y autocrítico, cada una de las diversas ru­ mas de la ciencia social ha pretendido delimitar, definir, acó tar como les gusta decir ahora a los de la posmodernidnd, pero, como decía Rudi Dutschke hace casi treinta años: “lo único que define o acota a los neoliberales es su incapacidad para definir y definirse”. En fin, las ciencias sociales han pre­ tendido acotar su área, ponerle un cerco a su corral, como lo hizo Rómulo en Roma; pero ya no hay corral que valga. La enpecialización incomunica, la metáfora comunica (véanse los trabajos de Pert & Bohin). El problema actual de la ingenie­ ría constitucional, uno, entre otros es el límite de la política: “la criminalidad de los gobernantes” (véase la obra de Luis María Diez-Picazo). ¿I n t e n s if ic a c ió n o d e n s if ic a c ió n ?

¿Intensidad o densidad? ¿Cuál era el concepto adecuado? ¿Se intensificaba o se densificaba la relación? La relación A 1/E 1 , podía verse de las dos maneras: o como aumentos o incremen­ tos, en la relación A 1/E 1 en que ambos son positivos, aunque, como veremos, el numerador crece más que el denominador, o como aumentos o incrementos combinados y desiguales de signos distintos o semejantes pero más que proporcionales. Se intensifica la relación en la fase progresiva y se densifica en la fase regresiva. Cuando ambos incrementos redundan en la elevación del empleo tenemos intensificación. Cuando el empleo cesa de crecer y la acumulación continúa, entonces decimos que se presenta la densificación.

2r>r>

Acumulación de capital = I + D (Trotski + Rosa Luxemburg) El diagrama conecta los Conceptos Medidos en unos casos: es decir, las moléculas o módulos conceptuales, o moléculas sistémicas o módulos sistémicos o estructurales

y los Parámetros de Medición en otros casos: es decir, el sistema paramétrico, el sistema de unidades (CGS por ejemplo), el espacio cognoscitivo o más sencillamente, la Geometría del Capital de las Naciones.

La gráfica conecta, Geometría del capital de las naciones I y II dentro de una fracción del espacio epistémico, fracción que se define en los márgenes y que se puede localizar en la Brújula Maestra, incluso la propia brújula de Hamelin, es una fracción de aquélla. C ie n c ia b á sic a + in f o r m a c ió n = c o n o c im ie n t o

Una estructura cognoscitiva a base de conjuntos, vectores y dimensiones en la economía, es decir, que recoja los grandes conceptos de Evariste Galois, Hamilton, Grassmann, Bolyai, Lobachevski y Riemann en matemáticas nos hace posible ex­ plicar fenómenos que hasta la fecha no han sido conceptua­ dos coherentemente, colocándolos ahora dentro de una visión sistémicapluridimensional (ViSiPlu). A esta ViSiPlu (no discipli, sino ViSiPlu) la denomino Nauegadore. Para estudiar la fracción “AVEGA” se usa la brújula de Hamelin, para estu256

diar el resto del anagrama se utiliza la Brújula MmohI ra. I-un brújulas y la ViSiPlu que hacen posible formar partí» de lo que hemos llamado Una geometría del capital de las inicio nes; es decir, un intento de hacer ciencia básica (geometría) aplicada a un caso de interés general (la acumulación del ca­ pital de las naciones). E l á l g eb r a d e la s l e y e s c ie n t íf ic a s

Casi todas las leyes científicas son del género a = (b) (c) o del género a = b/c; es decir, o establecen una relación directa o es­ tablecen una relación inversa entre los elementos. Unas y otras son simétricas, formas distintas de apreciar las relaciones es del género

E = me2 a = be

si llamamos “a” a la energía, “6” a la masa y “c” a la velocidad de la luz al cuadrado. Hay un tercer tipo, que establece los dos tipos de relación a = [(b) (c)]/d. Como en la ley de la gravitación universal, en que “b” y “c” son masas, y “d” es el cuadrado de la distancia entre ellas. Hay pues, en toda ley científica, un intento implícito de co­ nectar matemáticamente una tríada conceptual, o un par de conceptos, o un conjunto, con otro. Hay, decimos, un intento de conectar unos conceptos con otros. Si las relaciones mate­ máticas que se pretende establecer, pueden ser medidas, al grado de precisión que el estado del arte hace posible, habre­ mos descubierto las correlaciones dimensionales del sistema, los conectores lógico-matemáticos, que explican el modelomundo-real, lo que se llama “el capitalismo realmente exis­ tente”. Dejemos esto por lo pronto y... 257

E s c u c h e m o s a la b isa b u e l a

Upton Sinclair, en una vieja novela que usted tal vez leyó o conoció hace tiempo —le dijo Max a la viejecita que tenía la edad del siglo y que, por añadidura, era nada menos que la bis­ abuela de la maestra de matemáticas a la que acompañaba emocionada por la travesía—, plantea la génesis de la prime­ ra guerra mundial desde un ángulo muy semejante al que dice Simplex. Fue entonces cuando Simplex aclaró: No es mi idea. Es de un italiano. —¿Cuál es la idea? y ¿cuál es la novela? —Preguntó la viejecita de 97 años. —Déjeme que le platique la idea, y usted se acordará de la novela, le dijo Max. —Muy bien, cuénteme. ¿De qué se trata? —Dice Simplex que ese italiano2 dice lo mismo que Sin­ clair, —Bueno ¿y qué dice Sinclair? —Dice que la primera guerra mundial fue hecha delibera­ damente para evitar el alza progresiva de los escaños socialdemócratas en el Reichstag, cosa con la que estaban de acuerdo todas las demás democracias. —Sí. Efectivamente. Creo que en el fondo de eso se trataba. —Dijo la viejecita que recordaba su cumpleaños 14, el día mis­ mo de Sarajevo-—. Sí, la novela es magnífica, lo recuerdo, la leí al empezar la segunda guerra mundial, tenía por entonces cua­ renta años.3Y ese libro me permitió entender en qué se perdió esa etapa de mi vida, todos mis compañeros fueron llamados a filas entre 1917 y 1919. Muy pocos de ellos, casi un puñado, re­ gresó ileso. Aquello fue literalmente la masacre industrialia Luian Fabri, Dictadura y revolución, Buenos Aíres, Editorial Proyección, 1967; oscrilo entre 1919 y 1920, se publicó en Ancona en 1921; sn castellano se publicó en Buenos Aires, Argentina en 1923, 1938 y 1967. En este libro de Fabri, maravilloso, está el origen de la idea do Erich Fromm; tí id o q] capitule XII «ludo al tema frornmiano del “miedo a la libortad1’ que ¿ate redescubre en la Alemania profascista. 3 Se irata de El fin del mundo. Una historia novelada, Buenos Aires, Editorial Claridad, 1941.

258

zada. Toda una generación entera fue eliminada Europa. La industria de armamentos, propulnon-ii, pi uy» 1 11 les, vehículos, artillería, un consorcio todopodi'mm i i !•• cuando se trata de resolver el destine de la impede Iuiuihiih La industria bélica es la industria que funda Ioh imipiim Acuérdense de los hititas. Ellos vendían a loa caldeen y a !"'< egipcios lo que éstos no podían ni sabían fabricar: arman dihierro. Y los hicieron pelear en Kadesh hace casi cuatro mil años. —Bueno pero entonces usted nos dice que la guerra no la brica como negocio. —Como negocio y como política. Véanlo: la última guerra del siglo pasado en Europa, la guerra franco-prusiana, termi­ na en revolución, la Comuna de París; la guerra grande ante­ rior, la que ocupa de 1713 a 1815, de la guerra de sucesión española al Congreso de Viena, se interrumpe dos o tres veces por la revolución, y nacen, de las tres revoluciones, las nue­ vas naciones; de la revolución de 1776 salen las 13 colonias, que vendrán a ser la primera comunidad europea sin latinos, de la segunda revolución, la de 1789 sale un poder popular in­ contenible hasta thermidor que se vuelve sátira de imperio y sólo puede continuar la guerra en nombre de la Revolución; de la tercera revolución que nos ocupa salen loa países de América Latina que habrán de ser apetecidos por quienes en­ cabezaron el proceso político que lleva a las primeras revolu­ ciones y a la guerra. Es un cuento muy viejo. —Platícamelo bisa —dijo la niña de ojos dulces detrás de ventanas de cristal. —Los puertos. Los puertos. Por ahí entran armas. Los grin­ gos nos vendieron su chatarra. Los ingleses nos vendieron su chatarra. Y cuando ganamos: nos siguieron vendiendo su chatarra. España nunca existió. Era Austria, eran los Habsburgo. Y cuando éstos perdieron, eran los Borbón. No éramos. Los que nos gobernaban no eran. Todo era una monstruosa ficción. Un teatro gigantesco cuyo escenario central era Euro­ pa pero que ya abarcaba todo el planeta para cuando los co­ lonos de las trece colonias se dan cuenta de que es preferible l >

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hacer una pequeña revolución que vivir todos los días, año tras año, en un campo de batalla. Los ingleses habían armado a la mitad de las tribus para que pelearan contra las otras tribus, a las que los franceses habían armado con parecido propósito. A los pieles rojas de lo que ahora es Canadá y Estados Unidos se les contagió durante el siglo XVIII un viejo malestar que ve­ nía de Europa: la guerra de los Cien Años, seguía seis siglos después (véanse los mapas que iluminaron las niñas). A los estadounidenses no les quedó más opción que tomar partido en la guerra. Y esa guerra de siete siglos, entre Francia e Inglaterra, hace de cima a la Revolución de Independencia de las 13 Colonias. Ha nacido la primera comunidad europea, Europa seguirá durante siglos dividida. El nuevo imperio ha nacido. A su rival de 1789 le lleva 13 años de ventaja, su pró­ ximo paso lo dará Jefferson en 1806, o el negocio o la guerra, a los treinta años el imperio sabe crecer y negociar con una tier­ na revolución de 17 años. Napoleón, después de lo que pasó en Trafalgar el año anterior, negocia, y Francia pierde el si­ glo XX y el XXI. Pero ia ventaja histórica (tiempo) junto a la ventaja geográfica (espacio) hicieron del experimento nortea­ mericano una réplica de la guerra europea: los que habían pe­ leado allá ahora estaban acá, los latinos y los sajones, era la misma frontera del Rhin que se movía hasta el río Bravo y el río Colorado, los papistas y los protestantes, los que opinaban que Gregorio VI había hecho algo bien hecho y los que opina­ ban que nada de lo que el papá de Lucrecia y de César Borgia había hecho estaba bien hecho. Cuando Sir Walter Raleigh, el medio hermano de William Gilbert, el médico de Isabel 1 de Inglaterra, ocupó Virgina en 1587, el almirante Duque de Medina Sidonia llevó al año si­ guiente la Armada Invencible a hundirse frente a las costas británicas. Inglaterra sacó hasta la última tina de baño que flotara. El derecho al mar y el Nuevo Mundo habían traspa­ sado las respetuosas líneas que España defendía. Piratas y papistas. Unos acogidos a una fe, los otros a la otra. Ambos peleando el mismo botín. Un continente entero. Lleno de gen­ te indefensa e inconsciente de lo que Europa es y significa. 260

Los dos puntos de la evolución tocándose. Los europeos venían de pelear siglos con los sarracenos, durante todas las cruzada», y con los vikingos y los mongoles durante toda la Edad Media; la tecnología de guerra era totalmente distinta. Unos esta­ ban en el neolítico y el paleolítico los otros estaban entrando a la edad de la ciencia. Con grandes telarañas del medievo, pero entrando con cada vez mayor audacia. El siglo XVI fue te­ rrible en Europa, Carlos, el nieto de los Reyes Católicos, tenía demasiado que gobernar, cada uno de sus abuelos era riquí­ simo y poderosísimo. Dirigía además del imperio español nada menos que el Primer Reich, el Sacro Imperio Romano Germánico. —¿Entonces hubo otros Reich? —preguntó la niña de an­ teojos. —Mjhuh, Mjhuh, —asintió la bisa—; el segundo, el de Bismarek, y el tercero, el de Adolfo Hitler. —¿Y qué con la tecnología militar? —Cada tecnología produce una determinada ideología y al revés, cada tipo ideológico va produciendo tipos tecnológicos. Y eso vale para lo militar y lo civil. La sociedad y sus indivi­ duos pasan por esas contradicciones estructurales. Son ma­ trices objetivas. Lógica matemática pura, y eso produce... —¿Por qué “contradicciones”? —interrumpió una de las ni­ ñas. —Porque lo “tecno” y lo “ideo” tienen lógicas opuestas, la economía y la política están disociadas. Una tiende a la con­ centración y la centralización y la otra a la democratización, la federalización y las autonomías. —¿Y eso, supone usted, está provocando los separatismos? —le preguntó Max. —Sí. Y cuanto mayor es el centralismo más se tiende a con­ trarrestarlo. Es una dialéctica. —¿Las grandes ciudades entrarán paulatinamente en de­ cadencia? ——Sí y no. Muchas actividades sí. Otras no. Algunas prospe­ rarán. La decadencia es una forma de la que se nutre la pro» peridad. Y al contrario, esta prosperidad es una forma total ini'nl e lili I

decadente del sistema. Tienen que decaer muchos para que algunos prosperen. Se prospera sobre una decadencia. ¿“U n c a m po d e f u e r z a s ” e n la e c o n o m ía ?

Pensaba que si había medido los movimientos de las masas monetarias y de trabajo y las velocidades relativas podría medir las fuerzas. Que tenía en mis manos “el campo de fuer­ zas”. Lo que teníamos en las manos, al parecer, era una física en diez dimensiones: las cuatro del espacio tiempo y las seis de una economía política ideada por un investigador mexica­ no de las postrimerías del siglo XX. No estaba mal para algo escrito dos siglos después de Kant y 93 años después de la ex­ posición primera de la teoría de la relatividad, el espaciotiempo económico, una nueva versión de la teoría del valor/trabajo, no estaba mal para un hombre de 55 años con más de un ter­ cio de siglo metido entre libros de economía y estadísticas de todas tallas, algo tenía que salir tarde o temprano. Mi prime­ ra intención no fue refutar, quería saber, saber realmente, y empecé por medir y clasificar, por intentar una sistematiza­ ción primera, lo que permitió elaborar los materiales que ocu­ pan el cuarto y el quinto volúmenes de Geometría del capital da las naciones. Aquello mostraba las imprudencias y torpe­ zas a que la “competencia” (por acumular) conducía a dece­ nas de las grandes empresas y bancos del mundo a principios de los noventa. Desde El Nacional y El Día, fui mostrando la profundidad de la crisis en la rama I de la industria global, lo mismo que sus efectos sobre la gran banca estadounidense, advirtiendo de los riesgos que ello provocaría sobre la inad­ vertida y candorosa política económica de aquella época. Los efectos tardaron dos o tres años en presentarse y se les llamó “efecto tequila” allá, y “error de diciembre” acá: simple y de­ senfrenada especulación con el peso y fuga de capitales con­ comitante; había que haber consultado la estadística de los de los Tesobonos, pero ¿quién en el Honorable Congreso de la Unión? El entonces presidente apostó con México a su cham­ ba futura y nadie lo advirtió. Todo el país, con algunas hono-

rabilisísimas excepciones, chupaba el dedo con mm/.nm m dulzada y tibia que el Señor de las Tierras, Ioh Mure» y !5

GRÁFICA 12

La evolución de la tríada de velocidades nos da una idea de la simetría del campo

años Cada uno de los tres movimientos del primer plano tiene, en otras dimensiones paralelas, una correspondencia con los movimientos del segundo plano, la triple simetría es real. Fuente: Gráfica 6,7 y 8 d e G e o m e tría d e l c a p ita l d e la s n a c io n e s .

296

R.C.R.C., 1997

GRÁFICA 13

Evolución del empleo, las ventas y los activos en las 500 mayores fuera de Estados Unidos

años

Fuente: Fortune, 1971*1989.

n.c.nc.

GRÁFICA 14

Evolución de la productividad, rotación e intensidad en las 500 fuera de Estados Unidos proporción

mülones cié dólaras/emplao

añ o s

Fuente: Fortune, 1971-1989.

H.c.n.c.

GRÁFICA 15

La primera simetría (ventas-intensidad) en el conjunto de las 500 fuera de Estados Unidos

anos

Fuente; F o rtu n e , 1971-1989.

R.C.R.C,

299

GRÁFICA 16

Segunda simetría (activos-productividad) en el conjunto de las 500 fuera de Estados Unidos

años

Fuente: F o rtu n e , 1971-1989.

300

R.c.R.c.

GRÁFICA 17

¿La tercera simetría? (empleo-rotación) en ei conjunto de las 500 fuera de Estados Unidos

años

Fuente: F o rtu n e , 1971-1989.

R.C.R.C.

301

GRÁFICA 18

Evolución del empleo y la rotación en las 500 mayores industrias exteriores

años

Fuemte: F o rtu n e , 1971-1989.

302

R.C.R.C.

GRÁFICA 19

Ciclos de acumulación en: V, E1 y A1 en las 500 de la industria de Estados Unidos

años

Fuente Gráficas 15,16 y 17 de G e o m e tría d e ! c a p ita l d e la s r a c io n e s . R.C.R.C.. 26*97

303

GRÁFICA 20

Los ciclos de incrementos y caídas en ventas y activos en las 500 de Estados Unidos incrementos en mmd

años

Fuente: Gráficas 15 y 16 de G e o m e tría d e l c a p ita l d e la s n a c io n e s . R C R .C .26W 97

304

GRÁFICA 21

Los ciclos de incrementos y caídas en las ventas y el empleo en las 500 de Estados Unidos verlas « i mmd

sm p'eo en miles

yFwi anas

Fuente: Gráficas 15 y 16 de G e o m e tría d e l c a p ita l efe la s n a c io n e s . R.C.R.C, 2&W97

30G

GRÁFICA 22

Ciclos de incrementos y reducciones en activos y empleo en las 500 de Estados Unidos activo on mmd

empleo en mitos

años, cuatrienios y presidentes

Fuente: Gráficas 16 y 17 de G e o m e tría d e l c a p ita l d e la s n a c io n e s . R.C.R.C., 2 M V 9 7

306

i i . B r e v e in t r o d u c c ió n a l a g e o m é t r ic a Y LA GEOGRÁFICA DE MASAS EN LA ECONOMÍA

Un estudio visual del funcionamiento de la megaestructura del capital El espaciotiempo de la economía

[307]

DIAGRAMA 16

El desarrollo diferencial del primer módulo Nuevos conceptos:

Incremento

intensidad

productividad

marginal

m arginal

dWdll

dA.i/iSi

ricrement* L »n

cramenti en

Ventad

,

V c tlv o i rotación margln;

'''^ 'fln a*^ -'' dP/d!

¿ V /d A l

rotación marginal

•burda''

Los conceptos marginales o terciarios forman una nueva capa conceptual que forra la estructura modular primaria. Omitimos en este diagrama, para simplificar, la capa de conceptos secundarios y el núcleo.

RCRC, I99E

308

DIAGRAMA 17

La cuarta molécula conceptual

En este plano aparecen los conceptos diferenciales; entrarnos al territorio del marginalismo, mostrando la eslructura molecular. Hemos dejado la rotación en el centro. R .C R C

1395

;¡ o í )

DIAGRAMA 18

Estructura abstracta de una molécula empresarial

Aquí tenemos una óptica de microscopio. Podemos imaginar las partes, las relaciones, el conjunto, la sistematicidad, la eonectividad estructural de los conceptos, por eso hablamos de álgebra molecular versus álgebra de átomos o partículas; lo particular y lo atómico no considera lo modular, de módulos, de partes de una totalidad. R.C.R.C., 7/12/96

;u.o

DIAGRAMA 19

De la molécula central al cubo unitario

Los conceptos primarlos (A1-V-E1)se despliegan en conceptos de segundo nivel, con io cual se asciende p o r nueve caminos (o flechas blancas y negras) de le concrelo a lo abstracto para formar una molécula hipercompleja que funciona dentro de una geometría de cuatro dimensiones complejas [EiyE2], [VEZ], [%/E2] y [Í/E1/E2], y una dimensión Inexplorada: ia unidad.

R.C.RC., aW93

311

DIAGRAMA 20

La consistencia interna del modelo dos visiones

HCRC.. 1996

312

DIAGRAMA 21

La imagen a través del micro-tele-scopio

Lo concreto, lo abstracto y lo complejo Definimos como: El primer anillo, o anillo de las tesis a aquel donde se ubica la molécula o triada primaria [E1, V, A1] El segundo anillo, o anillo de las antítesis, a aquella reglón donde se ubica la tríada antitética [p, I, r] El círculojnterior, o círculo de las síntesis, a la reglón, donde se encuentra la tercera tríada [a., b., c.] R.C.R.C., 17/71">5

313

GRÁFICA 23

Evolución de ia intensidad del capital y de los ciclos de intensificación

años

Fuente: A partir de cifras d e F o rtu n e .

314

R.C.R.C., 1997

GRÁFICA 24

La evolución de la productividad y de la productividad marginal en las 500 de Estados Unidos

año»

Fuente: F o rtu n e , 1975-1984. R.C.R.C., 1997

315

GRÁFICA 25

Evolución de la productividad marginal y la densidad marginal en las 500 de Estados Unidos miles de dólares por empleado 35

Fuente: F o rtu n e , 1970-1984,

316

R.C.R.C., 1997

GRÁFICA 26

La simetría entre incrementos de empleo y rotación marginal en las 500 de Estados Unidos _Jfoporcián

Fuente: Gráficas 15,16 y 17 de G e o m e tría d e ! c a p ita l d e fa s n a c io n e s .

miles de personas

1250

R.C.R.C., 26AC/97

317

GRÁFICA 27

Ciclos de la rotación marginal ‘lina” en las 500 de la industria de Estados Unidos

70

2

4

6

8

80

2

4

6

8

90 1 2 3

años

Fuente: F o rtu n e , 1970-1984.

31.8

R.C.R.C., 7/XÍ/1997

GRÁFICA 28

Simetría entre los ciclos de la rotación marginal “ fina” y del empleo en las 500

años

Fuente: F o rtu n e , 1970-1984.

R.C.R.C..7/XÍ/1997

319

DIAGRAMA 22

La gran máquina trialéctica Los números de las gráficas corresponden a G e o m e tr ía d e l c a p ita l d e la s n a c io n e s

2 9 y 31

Los campos que se forman tejen una madeja de contradicciones dialécticas en apariencia confusa y caótica; aunque, ahora, hemos identificado los componentes de la dobla tríada y empezamos a darnos una idea del espacio en que ocurren los cambios y conflictos estructurales.

R.C.R.C., 1998

320

12. LA ESTRUCTURA A GRAN ESCALA DEL ESPACIOTIEMPO DE LA ECONOMÍA

[321]

DIAGRAMA 23

DIAGRAMA 24

El paradigma de las dobles pirámides en 1992