Un nosotrxs sin Estado [8a ed.]

Table of contents :
¿Nunca más un México sin nosotrxs? ----- 11
Estructuras minúsculas ----- 61

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YÁSNAYA AGUILARGIL

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OnA

ediciones

UNNOSOTRXS SIN ESTADO

UN NOSOTRXS) SINE1STADO

YÁSNAYA ELENA A.GIL

ESTA EDICIÓN ESTA HECHA CON SOFTWARE LIBRE Y EN LICENCIA DE PARES compartir igual-no capitalista-atribución Se permite la copia y distribución de este libro con el lucro que quieran a colectivas, organizaciones o cooperativas no jerárquicas que trabaj en en la destrucción de los sistemas de dominación racista, clasista, patriarcal, colonial.

Ediciones OnA Valencia- Chiapas 1ª edición 2018 8° edición febrero 2023 Esta es una re-edición modificando el segundo de los textos, quitamos "Los actos de lectura están inmersos en una red de colonialismo". El compromiso de OnA es generar herramientas editoriales que no sigan beneficiando la supremacía blancamestiza en el mundo editorial

¿NUNCA MÁS UN MÉXICO SIN NOSOTRXS? II Sobre pensar que igual hay que repensar hacia atrás y hacia delante (lo posible) de dónde nos viene el término indígenas, su vinculación a los proyectos de Estado y los límites que hay para que sigamos e forzando la construcción de un nosotrxs abajo.

ESTRUCTURAS MINÚSCULAS 61 Sobre recuperar lo que nos es dado, lo que está a la mano. Pensar en espacios omunales, no en espacios macros que no podemos intervenir. Hacer política minúscula que no minoritaria, una reflexión sobre la escala de los mapas a propósito del Covid

Yásnaya Elena A. Gil (Ayutla Mixe, forma parte del COLMIX, estudió Lengua y Literaturas Hispánicas y cursó la maestría en Lingüística en la UNAM. Se ha involucrado en el desarrollo de material escrito en mixe y en la creacion de lectores mixehablantes. Ha traducido textos literarios y especializados del inglés al castellano y del castellano al mixe. En OnA ha publicado Lo Lingüístico es político (2,019 ), No subir (2.02.0 ) y Futuro Ancestral (2.02.1 ). Será futura editora invitadx 2.02.2. .

1981 )

¿NUNCA MÁS UN MÉXICO SIN NOSOTRXS?

Un río El nombre de un río que nace en la m seta tibetana, pasa por la India y L1lraviesa Paquistán cuenta con una historia inquietante. Su nombre propio ' l1 castellano, Indo, proviene de una unligua lengua reservada para los ofi·i s y las escrituras sagradas del hinluismo. Del sánscrito "sindhu" la pala1 r:., pasó al persa como "hindush", al Kri go como "indós", y de ahí al latín " i ndus", y luego al castellano ya conV rlida en "indo". El nombre de este d se relaciona también con la región qu conocemos como India y después, m. diante una historia de confusiones K gráficas escuchada ya demasiadas v •ces, el gentilicio "indio" terminó si ndo utilizado para nombrar a los i11L grantes de un conjunto de pueblos ¡u habitaban el continente americano u In llegada de los colonizadores europt•os. El viejo nombre de un río, men11

cionado en el texto más antiguo de la India, adquirió también en latitudes remotas una carga connotativa fuertemente despectiva. En este río pienso cuando, dentro de la cabina de un taxi, escucho al conductor lanzar improperios contra una persona que casi provoca una colisión, una lista de insultos que termina de manera culminante con un sonoro "indio" . Contrario a la creencia de muchas personas, las secuencias indi- de las pala bras "indio" e "indígena" no tienen una relación etimológica. Lejos del acuoso origen de "indio", la palabra "indígena" proviene del latín y se utilizaba para designar la adscripción a un lugar de nacimiento: de indi- (de allí) y gen(nacido) su significado etimológico sería "nacido allí" u "originario". En los usos más antiguos que podemos encontrar en castellano de la palabra "indígena", se muestra un significado etimológicamente estricto. Indígena 12

dt• i;i naba entonces a toda persona " n·1 ' ida allí"; la naturaleza deíctica del

" ti Ii" permitía que "indígena" adqui' t" l significado según el lugar al que • hiciera referencia. ¿Cómo fue que pnlubras tan distintas, indio e indígena, • t 11 garon a usar para nombrar apa 1't 1tl mente la misma categoría muchos sigl después? ¿Cómo fue que adqui11i 'r n su significado actual?

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1:-, tu s palabras, indio e indígena, tam-

l>it1 11 [ odrían lavar su significado, deslt•1ti1·s en medio de un río que se lleve 111'-l ·structuras que les dan sustento poi· ¡u , al menos en la actualidad, es la 1•xisl ncia de los Estados nacionales las qu • 1•s da cuerpo. Es decir: en cierto t''l 'l 1iario futuro esas palabras podrían vo lv •rse insignificantes, felizmente 1•1·t• I •vantes. Imaginar ese escenario es t• I p,·opósito central de este ensayo. 1

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Un accidente histórico Gracias a la politóloga mixe Tajeew Díaz Robles tuve noticias del periodista mapuche Pedro Cayuqueo, autor del extraordinario libro Sólo por ser indios y otras crónicas mapuches, en el que, entre otras cosas, se vuelve evidente la tensión entre el Estado chileno y los pueblos indígenas, especialmente el pueblo mapuche. En una de las entrevistas que concede Cayuqueo, declara que él es mapuche, que su nacionalidad es la nacionalidad mapuche, pero que cuenta con un pasaporte chileno debido a un lamentable accidente histórico que prefiere no mencionar. Tras esta declaración, más que ocurrente, encuentro dos elementos fundamentales para entender la situación actual de los pueblos indígenas de México y del mundo: las particularidades propias de los pueblos y naciones y

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l surgimiento, lamentable para Cayuqueo, de un mundo dividido en entidades legales llamadas Estados. Aunque parece una declaración ociosa, me interesa recalcar esta observación obvia: nunca en la historia de la huma nidad el mundo estuvo dividido en 1 co más de doscientos países bajo un 1n delo ideológico en el que a cada uno s le ha construido una identidad, una lw ndera, una historia, una lengua y 11110 serie de símbolos asociados. Casi 1·t· ·ulta imposible pensar hoy el mundo •,in estas divisiones, que en muchas o ·usiones se asumen como existentes d •·ele siempre, como dadas desde el 01·ig n o como el modo en el que el 11111ndo ha sido ordenado desde un ¡ll'incipio. La división del mundo en 1:s Ludos nacionales se utiliza también t•o11 to catalejo para mirar el pasado: el "M •xico prehispánico" solemos decir fr( t'll ntemente, ignorando la gran inexnl' l il 11d de la frase pues lo prehispá1

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nico excluye por fuerza México, un Estado creado hace apenas doscientos años. La existencia de un par de centenares de Estados en el mundo choca con una realidad: la existencia de miles y miles de naciones que quedaron encapsuladas dentro de esos doscientos Estados. El pueblo ainu en Japón, el pueblo sami que habita en No ruega, Suecia, Finlandia y Rusia, y el pueblo mixe en Oaxaca son considerados pueblos indígenas a pesar de ser naciones distintas entre sí y de tener experiencias históricas más que contrastantes. Los une un rasgo bajo la categoría "indígena": el hecho de no haber conformado su pro pio Estado, el hecho de haber quedado encapsulados dentro de otros Estados. Aún más: estos Estados construyeron prácticas y narrativas homogeneizantes que niegan la existencia misma de otras naciones, naciones con lengua, territorio y pasado en común. 16

1,n gran trampa de los Estados modernos s que, a golpe de ideología nacio11nli sLa, nos han hecho creer que, ade1111í ' d Estados, son también naciones. l,n s naciones, entendidas como pueblos dvl mundo, no son necesariamente l. sludos. La falsa equivalencia Estadoun ·i · n subyace la lógica y el funciona1nl 'tllo del mundo actual y genera t·nle rías en principio insostenibles, l'lltnO "cultura francesa", cuando solo 1 11 la Francia continental se hablan, 11dvm5s del francés, otras doce lenguas d slinlas, o como "cultura mexicana", !'llnnd los mexicanos -es decir, los ¡H' t'I •necientes al Estado mexicanolinbhn lenguas agrupadas en doce li1111ilins lingüísticas radicalmente dis1 11 t ,, s ntre sí y pertenecen a más de (,H nnciones con diferencias culturales 11H1 y marcadas. México es un Estado, 11 0 utw nación. México es un Estado qtlt' lw encapsulado y negado la exisl1•11ciu d muchas naciones. La consti111rlon mexicana es bastante elocuente 17

en cuanto al establecimiento de esas equivalencias cuando enuncia que "la nac10n mexicana es única e indivisible". Si realmente lo fuera, no sería necesario decretarlo. Basados en el número de lenguas distintas en el mundo, podríamos decir que existen aproximadamente siete mil naciones, repartidas en aproximadamente doscientos Estados, doscientos países. Esto tiene como consecuencia que la mayor parte de las naciones en el mundo no cuenten con un Estado que los respalde o con un ejército que resguarde su autonomía. Los Estados establecen pactos con individuos concretos a los que reconoce como ciudadanos iguales ante la ley y no con las naciones y las colectividades que en realidad lo conforman. Para formar la equivalencia Estado-nación, los Estados modernos se han empeñado en combatir la existencia de 18

1111•n• 11uciones. En 1998 hablantes de l I ot1·us lenguas que se hablan en 11 •1•1• tori francés, como el bretón, el !' 11 tln n y el aragonés, pidieron al 1:, 1nel o francés el reconocimiento de •11• 1 1\ uas en la Constitución. Esta p1•01>11 ' La chocó con una férrea oposi1· rn1 ; lo Academia Francesa, por ejemplll, qu ' rara vez se pronuncia pública11H•111 ', declaró que "las lenguas regio11 tl t·ii alentan contra la identidad 11 11·in11ul". Estas palabras me parecen 1111 1 o · ptación tácita de la ideología qtu • s sliene a los Estados: la mera 1•x 1s1 ·ncia de lenguas y naciones distin11 1 lu que han creado los Estados 111 •111 ·1 contra el proyecto del Estado 111 S lll , 1

l,1 1s 11·1ciones del mundo que no confor111111'011 Estados son la negación de los p1·oy ' Los de Estado. A la mayoría de r1• los Derechos de los Pueblos l11d1x('I\DS como el Convenio 169 de la 31

Organización Internacional del Trabajo, que reconoce la autonomía de los pueblos indígenas sobre su vida y territorio (este último tratado de carácter vinculante), en la práctica está lejos el pleno reconocimiento a la libre determinación de los pueblos indígenas y a la consulta cuando se trata de emprender proyectos en sus territorios. Como resultado del surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994 y de los Acuerdos de San Andrés firmados en 1996, en 2001 se modificó el artículo segundo de la Constitución. Ahora reconoce: "La nación mexicana es única e indivisible. La nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas [... ] El derecho de los pueblos indígenas a la libre determinación se ejercerá en un marco constitucional de autonomía que asegure la unidad nacional". Aun cuando 32

r forma representa un avance 111¡,orUmte, llama la atención el hecho 11 • qu el estado mexicano se enuncie 111 11 0 nación y la existencia de los pueblos indígenas se contemple desde la p1 •Pspectiva de la diversidad cultural. 1:11 : lado mexicano mantiene así la fic1 (ltt que legitima su existencia: se x 11 narrando a sí mismo como si IIH•ra una nación con diversidad de 1 1ilturas. Por un lado, concede autono1111u a los pueblos indígenas; por el ni,, , se enuncia como la única nación pn ible. " 1n

l ,o diversidad cultural es un rasgo pro1>i

de todas las sociedades. Así, la diversidad cultural también se pres 'tlta dentro de cada una de las nacio 11 s indígenas, que lejos están de ser pueblos homogéneos, culturalmente hablando. Reconocer la obvia diver-sidad cultural no tiene las mismas implicaciones políticas que tendría enunciar l:.1 existencia de un estado plurinacio 33

nal. Ahí se encuentra la trampa del multiculturalismo neoliberal, como lo han llamado diversos autores. Ante una realidad que pone en entredicho su legitimidad, el Estado mexicano se ha alejado del indigenismo integracionista (al menos en teoría) para acercarse al discurso que pondera la multiculturalidad. Los resultados me parecen casi los mismos. El Estado tolera e incluso alienta la existencia de los pueblos indígenas solo cuando se trata de sus manifestaciones culturales. Los espacios oficiales que han abierto sus puertas a los pueblos indígenas se concentran sobre todo en el sector cultu ral, mientras que los espacios políticos siguen todavía cerrados. Cada vez tenemos más premios para la producción literaria en lenguas indígenas, pero registrar a una niña con un nom bre en otomí continúa siendo un terrible calvario.

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1>::ira evitar el reconocimiento de que este país es en realidad un Estado en el ¡ue existen muchas naciones, México 1w preferido confinar a las naciones indígenas en categorías culturales y no '11 categorías políticas, a pesar de que lo Constitución les concede autonomía. La narrativa identitaria mexicana, reforzada cada lunes en las escuelas y obonada muchas veces por los estudios ontropológicos, ha encerrado en una trampa la lucha por la autonomía de los pueblos indígenas. La trampa ha consistido en esencializar el rasgo indígena y asignarlo como rasgo cultural. Resulta bastante común leer estudios titulados "Cosmovisión indígena", "Música indígena" o "Danza indígena", como si los pueblos que no conformamos Estados debiéramos tener, por esa mera razón, una misma cosmovisión, una misma música o un mismo tipo de danza. El propio movimiento indígena ha caído muchas veces, me parece, en 35

la trampa de hacer de "indígena" un rasgo esencial, cuando es en realidad un rasgo político que debería ser temporal. Esta narrativa, que mantiene la ficción de que el Estado mexicano es una nación rica en diversidad cultural, oculta el ejercicio de "borramiento" que implicó su creación y la violencia que se ha ejercido sobre naciones distintas que cuentan con su propia lengua, un pasado particular y un territorio común. Mientras tratemos la categoría "indígena" como categoría cultural, el Estado la seguirá utilizando como velo para ocultar que el proyecto integracionista y las violencias asocia das continúan a marchas forzadas.

Nosotros sin México En un intercambio virtual, Pedro Cayuqueo me hacía notar la sorpresa con la que había recibido, desde su contexto, uno de los principales lemas del movimiento zapatista: "Nunca más 36

11n México sin nosotros". El movimiento al que Cayuqueo se adscribe busca justamente lo contrario: un ' hile sin mapuches, un pueblo mapuche sin Estado chileno, un Estado que 1 s permita ejercer a los mapuches la nutonomía a la que tienen derecho. L::is prácticas y el discurso nacionalista del Estado mexicano han sido muy exi1 sos porque han convertido una ideal gía en sentimientos individuales, de los cuales es muy difícil desprenderse. hl nacionalismo estatal hace parecer ·orno algo perfectamente natural la •xistencia del Estado mexicano como nación única, como identidad única y como unidad cultural. Es la bandera, t'S el himno, son los símbolos, son las fiestas y los altares patrios los elemen 1os fundamentales que constituyen la narrativa con la que se ha violentado la •xistencia misma de los pueblos indígenas. Las prácticas del nacionalismo mexicano posibilitaron en gran medida 37

los castigos físicos y psicológicos que sufrió la población infantil indígena para adquirir de manera violenta el castellano como lengua nacional. Es el nacionalismo estatal el que dio sentido al despojo que sufrieron pueblos chinantecos y mazatecos cuando, en aras del bien de la "nación", tuvieron que dejar su territorio para que el Estado construyera la presa Miguel Alemán en Oaxaca. El nacionalismo mexicano es la narrativa que justifica la violencia racista que han padecido los pueblos indígenas de México. A pesar de todo, y contra el funciona miento mismo del Estado mexicano, los pueblos indígenas han ejercido cierto grado de autonomía. Por ejemplo, un gran número de comunidades indígenas en Oaxaca se organiza de modo distinto al del Estado mexicano. En muchos municipios oaxaqueños las elecciones locales se realizan sin partidos políticos, sin campañas electorales 38

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