Un asunto redondo: Reflexiones sobre las sociedades autóctonas en la región del Diquís / Costa Rica y Panamá, durante los últimos siglos antes de la conquista española y la importancia de las famosas bolas de piedra 9783964560049

Análisis de las esferas líticas prehispánicas de la subregión Diquís, pertenecientes a la cultura chiriquí, en el sudest

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Spanish; Castilian Pages 148 [152] Year 2005

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Un asunto redondo: Reflexiones sobre las sociedades autóctonas en la región del Diquís / Costa Rica y Panamá, durante los últimos siglos antes de la conquista española y la importancia de las famosas bolas de piedra
 9783964560049

Table of contents :
índice General
Prólogo
Introducción
El fenómeno de las esferas líticas: su difusión
Esferas líticas como recuerdos en la sociedad actual
Características especiales de la subregión del Diquís en la cultura Chiriquí
Riqueza en oro y prestigio
Producción de víveres, división del trabajo y estructura de los asentamientos
Importancia económica y política del delta del do Térraba
Riqueza en oro y demostración de poder
Carácter estable de la antigua sociedad indígena del sureste de Costa Rica
El fenómeno de las esferas líticas: su producción
Esferas líticas: material y transporte
El dinero de piedra de Yap -una interesante comparación etnográfica-
Las culturas megalíticas y el fenómeno de megalitos en Nias -otra comparación etnográfica-
Esferas líticas: símbolos de poderío e importancia en el contexto cultural
Esferas líticas: inventario actual
Las esferas de oráculo de hoy y su posible relación con las esferas líticas prehispánicas
¡Herencia indígena en peligro!
Resumen
Agradecimientos
Bibliografía
Ilustraciones (mapas y fotos de autora)

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Ursula Thiemer-Sachse Un asunto redondo

BERLINER LATEINAMERIKA-FORSCHUNGEN Herausgegeben von Marianne Braig, Bernd Hausberger, Reinhard Liehr, Carlos Rincón, Renate Rott und Ursula Thiemer-Sachse Band 16

BERLINER LATEINAMERIKA-FORSCHUNGEN

Ursula Thiemer-Sachse

Un asunto redondo Reflexiones sobre las sociedades autóctonas en la región del Diquís / Costa Rica y Panamá, durante los últimos siglos antes de la conquista española y la importancia de las famosas bolas de piedra

VERVUERT • IBEROAMERICANA

• 2005

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© Vervuert Verlag, 2005 Wielandstr. 40, D - 6 0 3 1 8 Frankfurt am Main Tel. + 4 9 69 597 4 6 17 Fax + 4 9 6 9 597 87 4 3 © Iberoamericana, 2005 A m o r d e Dios, I, E-28014 Madrid Tel. + 3 4 91 429 35 22 Fax + 3 4 91 4 2 9 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 3 - 8 6 5 2 7 - 2 0 3 - 7 ISBN 84-8489-193-3 Reservados todos los derechos Diseño de la cubierta: Michael Ackermann T h e paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9 7 0 6 Impreso en España

Depósito legal: B-5.487-2005 Impreso en Cargraphics

Dedicado a Wolfgang Haberland

J

índice General Prólogo Introducción

4 7

El fenómeno de las esferas líticas: su difusión

10

Esferas líticas como recuerdos en la sociedad actual

20

Características especiales de la subregión del Diquís en la cultura Chiriquí

23

Riqueza en oro y prestigio

40

Producción de víveres, división del trabajo y estructura de los asentamientos

46

Importancia económica y política del delta del río Térraba

55

Riqueza en oro y demostración de poder

58

Carácter estable de la antigua sociedad indígena del sureste de Costa Rica

65

El fenómeno de las esferas líticas: su producción

67

Esferas líticas: material y transporte

70

El dinero de piedra de Yap -una interesante comparación etnográfica-

79

Las culturas megalíticas y el fenómeno de megalitos en Nias -otra comparación etnográfica-

83

Esferas líticas: símbolos de poderío e importancia en el contexto cultural

85

Esferas líticas: inventario actual

94

Las esferas de oráculo de hoy y su posible relación con las esferas líticas prehispánicas

97

¡Herencia indígena en peligro!

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Resumen

110

Agradecimientos

127

Bibliografía

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Mapas y figuras

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4

Prólogo Las famosas bolas de piedra de la subregión del Diquís de la cultura Chiriquí, en el sureste de Costa Rica y la zona fronteriza de Panamá, pertenecen a la clasificación de objetos arqueológicos transportables por lo que en su mayoría se han separado del conjunto original de hallazgos. La mayor parte de estas grandes esferas líticas han sido desplazadas de sus sitios originales, debiéndose esto en parte a la búsqueda de tesoros que se dio durante el mismo período de los años cuarenta del siglo XX, en el que los arqueólogos las conocieron. Algunas esferas estorbaban grandes proyectos agrícolas, otras fueron vendidas a coleccionistas y otras más fueron victimas del vandalismo. Aún en nuestros días es posible comprar algunas de estas bolas de piedra. Podemos añadir que sobre su antigua integración en la estructura local de la cultura autóctona casi no se puede decir nada irrefutable. A pesar de esto, las esferas son un fenómeno interesante, lo que se discutirá de aquí en adelante. Se han encontrado bolas de piedra en los hallazgos arqueológicos de diferentes culturas prehistóricas del mundo, especialmente en América. Pero las de otras culturas se han hallado en diferentes contextos culturales. Además no tienen estas dimensiones extraordinarias de hasta dos metros y más de diámetro como las esferas líticas del Diquís. Como los arqueólogos de Costa Rica actualmente propagan la intención de pedir a la UNESCO que declare los gigantescos esferolitos del Diquís patrimonio de la humanidad, es todavía más interesante tratar su importancia para la respectiva cultura prehispánica. Las esferas líticas fueron conocidas de manera simultánea por los arqueólogos y otras personas que, en su búsqueda de tesoros, las movieron en su gran mayoría de sus posiciones originales, además que estorbaban a los grandes proyectos de la agricultura. Debido a esto, casi no se puede decir nada sobre su lugar dentro de la estructura local de la antigua cultura autóctona. Los restos que han sobrevivido las destrucciones intencionales y las debidas a influencias históricas y naturales, sólo parcialmente son útiles para poder desarrollar una interpretación científica sobre su importancia original en la sociedad autóctona del delta del río Térraba / río Diquís. Por esto existen diferentes hipótesis con argumentaciones insólitas, las cuales no se pueden compartir. No obstante, estoy suponiendo que en la cultura Chiriqui se hubiera podido reclamar poder de acuerdo con la producción y posesión de las bolas de piedra. Su posesión quizás hizo posible la continuación durante siglos de determinadas relaciones de dominio. En mi opinión son testimonios especiales de la estabilidad interna de la sociedad prehispánica, un fenómeno interesante y digno de ser discutido.

5 Por eso, trataremos de entrar en diálogo con un pasado que nos ha dejado unos testimonios apreciables. Además: ¡la protección de las esferas líticas prehispánicas, en cuanto a la herencia cultural de épocas remotas, debe ser una demanda especial!

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"Picar la piedra, labrarla, es marcar la eternidad. La piedra es eterna, como el conocimiento cuando se protege." (García/Jaén 1996: 28)

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Introducción Quiero anteponer unas observaciones acerca de las características especiales de la subregión del Diquís1 dentro del contexto arqueológico de las culturas de la América Central prehispánica. El Chiriquí pertenece a la llamada Baja América Central (Lower Central America), así es como unos arqueólogos han denominado a la parte sureste del puente centroamericano, área intermedia (Intermedíate Area), la región entre Mesoamérica y la zona andina. El Chiriquí es una gran región arqueológica, que incluye la región desde el Chiriquí hasta los ríos Savegre y Bocas, así como una parte de la región atlántica de Costa Rica. Además, pertenecen al Gran Chiriquí territorios que se extienden desde la cordillera central de Talamanca hacia el sur, hasta el Océano Pacífico. Estos últimos constituyen la subregión del Diquís. Este, por lo menos, es el concepto que se ha desarrollado basándose en los hallazgos arqueológicos que cubren los últimos 400 años antes del descubrimiento de América por el Viejo Mundo. En 1502 los españoles -bajo el mando de Cristóbal Colón- llegaron por primera vez a las regiones costeras centroamericanas del Mar Caribe. En el cuarto viaje de Colón (1502-1504), los españoles entraron en la Bahía del Almirante (Bocas del Toro), la llamada tierra firme, es decir el puente centroamericano. En la provincia de Chiriquí, las sociedades autóctonas de las tierras bajas cerca del Mar Caribe fueron destruidas por los conquistadores, en búsqueda de oro y esclavos, alrededor del año 1530. En contraste, el sur de la región grande (el Gran Chiriquí) casi no fue afectado por la influencia de la conquista española, la cultura autóctona se conservó hasta mediados del siglo XVI. Las regiones montañosas, principalmente, se convirtieron en zonas de refugio, a las que las sociedades indígenas se retiraban, huyendo de las pretensiones coloniales. Sin embargo, los indígenas empezaron también a adaptarse a las influencias de la nueva situación, y según parece, esto ocurrió a través de contactos indirectos con los conquistadores. De acuerdo con los hallazgos arqueológicos, esta región grande del Chiriquí abarcaba el Panamá occidental y, en la Costa Rica actual, las penínsulas de Burica y Osa, así como los valles del rio Diquís (o Térraba), del río Grande de El General, del rio (Coto-)Brus y sus afluentes (Haberland 1978: 400). Al reflexionar sobre esta región debemos considerar en general que las grandes áreas culturales son

1 La base de datos del Museo Nacional en San José incluye más de 450 hallazgos arqueológicos a flor de tierra y lugares de excavación para esta subregión, a pesar de que el Diquís es considerada como la región arqueológicamente menos investigada de Costa Rica.

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constructos de la arqueología, que muchas veces se conciben falsamente como hechos estáticos. Como en el Chiriquí, en la mayoría de los casos no se ha reflexionado suficientemente sobre las situaciones culturales y sus cambios desde el punto de vista histórico, sin embargo, en general, también en el Chiriquí se puede observar un lento cambio cultural. Para los siglos previos a la invasión de los españoles se pueden reconocer dos grandes períodos con una evidente estabilidad en los rasgos culturales y un considerable cambio alrededor de 700 d. de C. Como sistema de referencia arqueológica, Drolet definió a partir de la cerámica encontrada las fases I a VI. A grandes rasgos, Drolet desglosa este desarrollo cultural, con sus respectivas transformaciones, como sigue: de 5000 a 1000 a. de C., de 1000 a. de C. a 0, de 0 a 700 d. de C. y de 700 a 1500 d. de C. Las fases se relacionan con rasgos socioeconómicos característicos. Después de un Período Arcaico (o Paleoindio, o también fase Precerámica), se puede hablar con cierta seguridad de un Período Formativo, señalándose con este término los procesos de la formación y estabilización de una cultura caracterizada por ciertos rasgos distintivos. Dicha cultura se debe reconocer por ciertos rasgos dentro de un territorio y debe diferenciarse de los caracteres preexistentes así como de los subsiguientes, tomando en cuenta todos los procesos internos de un cambio al parecer continuo. En el Chiriquí, el Período Formativo fue reemplazado por otro que se extendió hasta la llegada de los españoles, después del año 1500 de nuestra era. El último período por es denominado lo general Período del Precontacto. A pesar de que esta denominación hace pensar en un lapso de tiempo corto, pues se relaciona con el acontecimiento histórico de la conquista española, realmente se trata de un lapso de más de 800 años. Cierto es que según secuencias de cerámica los arqueólogos han formulado una subdivisión adicional de la historia cultural del Chiriquí, pero no han podido proponer cambios decisivos en la visión general de la sociedad prehispánica, por lo que la discusión científica del fin del Período Formativo es la única que ha jugado un papel especial en la aportación de información. A partir de diferentes criterios se ha discutido, aceptado o rechazado que el Formativo finalizó alrededor del año 600 de nuestra era o cien años más tarde. Desde luego, no es decisiva la cuestión de la fecha absoluta sino la de la importancia de los cambios en el marco de una aparente estabilidad de la sociedad en general. Durante todo el lapso de tiempo que va desde el fin del Formativo hasta la conquista, se puede observar un cambio continuo, aunque lento y moderado, de las características culturales. A pesar de esto, se puede verificar indudablemente que en el Chiriquí existieron sociedades que se caracterizaban por una gran estabilidad de estructuras

9 sociopolíticas, a diferencia de las culturas del mundo mesoamericano y centralandino. Estas últimas se sustituían entre sí mucho más rápidamente, lo que se puede explicar haciendo referencia a las contradicciones internas de las sociedades con Estado que se desarrollaban allí. En el Diquís existen nichos ecológicos muy diferentes dentro de un paisaje escabroso, con algunos sistemas fluviales. En los distintos niveles característicos del terreno se encuentran suelos aprovechables de diferentes formas. Caen lluvias estacionales con intensidad variada. Los múltiples microclimas originados hospedan una flora y fauna muy variada. Sin duda se dió una influencia de estas condiciones del medio natural sobre el desarrollo cultural de la región del Diquís. Snarskis (1981: 84) sostiene que "the abundance - not the lack - of viable ecozones may have stifled the cultural evolutionary development of much of the area between Mesoamerica and the Andes." Esta es una tesis interesante que hay que tomar en cuenta. De esta manera se explicaría la estabilidad observada en el Diquís durante un largo lapso de tiempo, debida a un equilibrio que se basaba en el aprovechamiento de las zonas cercanas que ofrecían diferentes recursos. Estos eran proporcionados por intensivos contactos recíprocos de las comunidades. Como consecuencia de esta situación, al parecer, se evitaban en gran parte los conflictos graves, las situaciones de crisis que pudieran estimular el desarrollo, así como contradicciones crecientes entre las comunidades.

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El fenómeno de las esferas líticas: su difusión Parece que especiales rasgos culturales, entre ellos las famosas esferas líticas, los gigantescos megalitos esferoides de la cultura Chiriquí, ponen de manifiesto la estabilidad sociopolítica y cultural. El territorio principal de su difusión es el Diquís.2 En las esferas de piedra, el trabajo de una sociedad entera es mucho más visible que en los objetos de oro, acerca de los que voy a proporcionar detalles más adelante, por lo que deben de haber sido símbolos de grupos enteros con conciencia de su propia identidad, o sea símbolos del poder de sus representantes. Al parecer, éstos tenían buen éxito en movilizar comunidades enteras para la producción y el transporte de las esferas hasta el lugar de su colocación (Lothrop 1963: 114). Como consecuencia, las esferas líticas de la subregión del Diquís de la cultura Chiriquí son dignas de especial atención. Estos testimonios de cultura autóctona se han encontrado en una variedad de tamaños, que van desde unos pocos centímetros hasta casi 2,50 m de diámetro. En Costa Rica hoy en día se denominan bolas, esferas o esferas de piedra; la última denominación se encuentra en la hoja de información oficial del Museo Nacional. Los trabajadores en las plantaciones del delta, como pudimos observar, las llaman esferas redondas o piedras redondas.

2 En el Handbook of South American Indians, Stone (1948: 174) observa que fuera de la planicie del Térraba existían esferas líticas en el valle de El General, el valle de un afluente del río Térraba. Informa que el ejemplar más grande hasta entonces encontrado tendría un diámetro de al menos 1,40 metros y sería una de cuatro bolas encontradas en las colinas cercanas al Pacuare, un brazo del río El General, y esto sería, respectivamente, dos en un terreno de 1 kilómetro de longitud en ambas orillas. Stone recordó la existencia de bolas de piedra también en el territorio de los antiguos Guetar (o Huetar) en la Meseta Central, de las cuales dice que tendrían un diámetro de hasta 0,70 metros. Igualmente constató que en aquel entonces no se sabía nada referente a bolas líticas en Nicaragua o El Salvador, pero sí en Honduras (Stone 1948: 177, 181, 183). Compárese Baudez (1972: 26) sobre la utilización problemática del etnónimo Huetar: „[...] Etikette Huetar [...] Diese Gleichschaltung ist sehr gefährlich, weil sie stillschweigend voraussetzt, daß die Kulturen dieser Gebiete unverändert geblieben sind, so weit man in die Vergangenheit zurückgeht, und daß die Bevölkerung dieser Länder eine rezente Erscheinung ist." (= [...] etiqueta Huetar [...] Esta sustentación es peligrosa, pues da por sentado que las culturas de estas regiones han quedado inalteradas desde un pasado remoto y, además, que la población actual de estos territorios es de aparición reciente" (traducción de la autora), esta diferenciación entre culturas arqueológicas y grupos étnicos comprobables en las fuentes históricas es de considerable importancia. Coordinar las esferas líticas a complejos arqueológicos por esto es posible, una a grupos étnicos hasta ahora no es posible por falta de testimonios orales.

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Interrogados acerca del origen de las esferas liticas, los costarricenses en general explican que fueron hechas por los indios. Los actuales habitantes indígenas del territorio, los boruca, no tienen, para las bolas de piedra, ninguna explicación que lo confirme, y a pesar de que se las adscriben a sus antepasados (Quintanilla según Varela 2000: 7; Creedman 1991: 36), no existen en sus mitos indicios de esto. Stone (1968: 37) delimita la región original de los hallazgos como la zona de los afluentes de los ríos Diquís y El General, así como el territorio entre la sierra de Talamanca y la cordillera Costera Occidental. Stone pone el límite occidental en la planicie de Uvita. La misma autora identifica la zona oriental de difusión con el delta del río Térraba (o Diquís), incluyendo los valles de Cabagra y Coto Brus, así como la región de Potrero Grande. Un gran número de bolas de piedra, quizás la cantidad más grande señalada hasta hoy, se ha encontrado en la región del delta, hasta la planicie aluvial del río Esquina (Esquinas). El mayor grupo de esferas líricas (45 ejemplares) se ha registrado mediante informe arqueológico en Jalaca, en la zona del delta más cercana al Océano Pacífico (Lothrop 1963: 16). Cabe constatar, sin embargo, que tal vez sea imposible definir exactamente el territorio de la difusión y el número original de las antiguas esferas líricas, las que al parecer fueron varias millares (Lothrop 1963: 15). Entretanto, se puede ampliar el territorio en el cual se han encontrado in situ las esferas líricas atríbuibles a la cultura Diquís. En primer lugar, hay que mencionar la zona arqueológica de Barriles en Panamá, acerca de la cual se habla también como poseedora de esferas líricas. Según la tipología de la cerámica, la zona arqueológica de Barriles pertenece a los períodos IV, V y VI (1000 a. de C. - 1500 d. de C). Se considera este sitio como la población con esferas más grande, probablemente, en todo el Chiriquí. Es muy probable que Barriles tuviera una importancia más allá de la región, quizás fuera la sede de un cacique mayor. Se supone que existió una población de importancia comparable en la zona del delta (Haberland 1984: 242). Si se consideran los problemas todavía por discutir acerca de las condiciones de vida en el delta, habría que pensar preferentemente en la sede de un cacique y no en una población muy extensa y numerosa. En Barriles se hallaron las bolas de piedra al lado de las esculturas en forma de barril,3 las mismas que le han dado el nombre al sitio, y de las esculturas de señores con un casco cónico sentados en los hombros de esclavos (Lothrop 1963: 196); „Herrscher, huckepack auf einem Sklaven sitzend" (Haberland 1991: 209) o sea jefes sentados a cuestas de un esclavo; sin embargo, tal

3 Estos barriles se han interpretado como asientos ceremoniales (Stone 1977: 105).

12 vez se trataba de dignatarios rituales o chamanes ,4 como lo señalaría su casco cónico. Se hace observar que las mencionadas esculturas de piedra antropomorfas se han hallado quebradas y ritualmente enterradas (Haberland 1991: 209). Su importancia ritual quizá estuviera relacionada con la vida y actuación de una sola personalidad representada, que transitó por la muerte, mediante una destrucción ritual, al mas allá, al mundo de los venerados ancestros. 5 "These thrones, as well as the statues, barrel-shaped objects, and stone spheres already mentioned, were probable the work of specialists living at the courts and forming another class of Aguas Buenas society. There are scarcely any indications about the religion, which might have centered on a cult of ancestors and, perhaps later, of deified chiefs, pictured in the famous stone statues." (Haberland 1984: 244). Especialmente la destrucción ritual de las esculturas habla en contra de la deificación de los hombres representados en éstas, pero, en cambio, podría hablar a favor de su nuevo destino en un más allá, como el mundo de los muertos, y de una sustitución por parte de un sucesor en este mundo. La destrucción ritual de las esculturas hace pensar en la figuración de chamanes que tenían que adquirir individualmente su dignidad y actuación, más que en la representación de los caciques, cuya dignidad era heredable. Puesto que existen esculturas análogas también pertenecientes al Período del Precontacto tardío, esta conclusión es especialmente relevante para esa época, y es posible, sin embargo, aplicarla retrospectivamente. Haberland (1984: 244) declara: "Whether the stone spheres and the barrel-shaped stone objects had any religious significance cannot be ascertained at this time." Es extraño que Haberland no sea el único que ha enfrentado esta problemática. Sin embargo, ¿cómo explicar estos testimonios culturales sino con una interpretación religiosa? Sólo pueden ser definados como objetos relacionados con el prestigio de

4 En la literatura etnológica se utiliza el término chamán muy diferentemente (véase Schrdder 1964: 269-334). No se puede verificar para el tiempo prehispánico y las sociedades aquí estudiadas según los hallazgos arqueológicos, si los rasgos principales del chamanismo en el sentido estricto de la palabra - c o m o por ejemplo el traje y sus atributos, la capacidad para los llamados viajes del ánima y la posibilidad de tomar contactos con seres y energías extrahumanos en favor de la comunidad- correspondían a los dignatarios religiosos en caso de lo cual sería justa esta denominación. Términos como curandero o sacerdote tampoco son muy apropiados para denominar a los responsables para los rituales más importantes en las sociedades autóctonas prehistóricas. Por esto aquí se utiliza la denominación generalmente usada del chamanismo entre comillas al lado de las recientes denominaciones autóctonas. 5 Algo comparable sucedió con las esculturas de piedra en la zona del delta (Stone 1977:

126).

13 los poderosos. Se tiene que constatar que ante todo las esferas líticas no podían ser utilizadas como objetos de uso cotidiano, volviéndolas, de esta manera, profanas. A nuestros ojos no presentan ninguna importancia funcional reconocible, ni constituían invariablemente una parte inmediata de unidades arquitectónicas, por lo tanto se tiene que buscar su función social. Generalmente es inevitable preguntarse qué sentido pudieran tener en las culturas prehispánicas piezas de arte como las esferas líticas fuera de una atribución de importancia religiosa. "La perfección de su acabado, esfericidad, y el trabajo que supuso cortar la piedra en lejanos y desconocidos lugares, labrarlas y transportarlas, supone un esfuerzo y un avance considerable, tanto técnico como humano, que nos habla también del desarrollo del ritualismo y de un aumento del excedente de producción, organizado y distribuido quizás por los chamanes o por los jefes. O bien por unos jefes con carácter sacerdotal." (Cabello Carro 1980: 26). Es importante, por lo menos, el hecho de que se pueda reconocer la presencia de las esferas líticas como fenómeno cultural antes de que finalizara el sitio Barriles de la fase Aguas Buenas, alrededor del año 600 a. de C., con motivo de la erupción del volcán Barú (también llamado volcán Chiriquí). 6 Este desenlace está comprobado por una capa gruesa de cenizas y lapilli, así como por la destrucción de las esculturas de piedra (Stierling 1966: 89; Haberland 1984: 246). También se supone que la destrucción intencional de esculturas de piedra indica que la población temprana de Barriles desapareció por la presión de grupos inmigrantes. Es posible ver una conexión entre la fuerza destructiva de la erupción del volcán y una pérdida del poder de la élite, y suponer que por esto se mataron ritualmente sus imágenes líticas. Puede ser que en esto también se manifiesten contradicciones sociales internas. Es importante resaltar el hecho de que en Barriles las esculturas de piedra son de andesita y granito, y lo son también los llamados barriles, no solamente las esferas líticas (Snarskis 1981: 76). Esto hace presumir que el material para ambos grupos de objetos procede de las mismas canteras. Al contrario, en la zona arqueológica de la Finca Remolino, del período VI (es decir, del que duró hasta el tiempo del contacto, alrededor del año 1550), se encuentran incorporadas trece columnas naturales de basalto en los muros de contención de las plataformas (Drolet 1992: 233). A una parte de estos pilares de una altura de hasta 4 metros, que por su origen natural no son redondos sino angulares, se les había dado en un extremo la forma conveniente para que se pudieran ensamblar 6 Graham (1981: 134), sin embargo, no puede declararse de acuerdo con que las bolas líticas de Barriles pudieran ser fechadas en la fase temprana de Aguas Buenas (1-300 d. de C.), como lo hace Stone (1977: 105-106).

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mejor (Snarskis 1981: 80). Su transporte desde el lugar de origen natural hasta la zona poblacional debió enfrentar a los constructores con problemas semejantes a los de las esculturas grandes y las esferas de piedra. Pero seguramente los pilares de basalto no vinieron de las mismas regiones que las esculturas de andesita y granito. La aparición temprana del fenómeno de las gigantescas esferas líticas en las cercanías del volcán habla a favor de que fueran inventadas y materializadas primeramente en esta región montañosa, es decir que la idea proceda de ahí. Hasta hoy día queda en duda si se desarrolló en el delta el fenómeno semejante de aprovechamiento de las esferas líticas en su conjunto cultural, también muy temprano. Además no podemos elaborar una estadística sobre la existencia de esferas líticas sin reservas. Lamentablemente no podemos decir nada sobre su colocación original, el origen de la cantera, su edad, etc. Otro punto interesante es que el cambio cultural, o bien las transformaciones en la sociedad, se desarrollaron tan lentamente que hay bolas de piedra que pertenecen todavía al escenario de zonas arqueológicas que se pueden ubicar en el tiempo de la conquista española, es decir aproximadamente mil años después con respecto a la fase temprana de Barriles. Supuestamente, esta tradición relativamente corta del estilo temprano de Barriles, con sus esculturas monumentales de piedra, hubiera funcionado como un impulso inicial muy fuerte. "The early tradition of stone sculpture in Diquís, emerging in early Period V, is limited to peg-base figures, zoomorphic effigies, and stone spheres, the latter often of monumental size." (Graham 1981: 126). Esta tradición, por consiguiente, seguiría cultivándose hasta la conquista española (Graham 1981: 113). Además, se pueden mencionar, dentro y alrededor del delta del río Diquís, diferentes sitios de hallazgos de bolas de piedras, entre otros: Jalaca, Palmar, Punta Uvita, la planicie aluvial del río Esquina(s), Pilas de Buenos Aires, Las Bolas, Pejibaye de Pérez Zeledón, Sabana Bekis, Cerro de las Bolas al sur del río Pejiyaba, la Sabana Kamankaua, Térraba y la Isla de Caño (Corrales eí al. 1988: 89; Künne 2001 a). Las esferas líticas oriundas de la fase Aguas Buenas (0-300 d. de C.), fechadas mediante fragmentos de cerámica, son las más antiguas registradas en toda esta gran área. Fueron encontradas cerca de rocas con petroglifos, por ejemplo en Ujarrás cerca del río Ceibo (Stone 1977: 106). Laurencich/Minelli (1972: 222, nota 8) mencionan para la temprana fase Aguas Buenas (que ellos fechan entre 300 a. de C. y 300 d. de C.), al lado de esculturas en forma de barril, también piedras con petroglifos, denominadas por los vecinos piedras pintadas, y bolas de granito en su inmediata cercanía.

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Entre los bribrí en la región de Talamanca actualmente se sostiene la opinión que ya sean petroglifos o piedras con formas especiales y extrañas, que nosotros podemos reconocer como de origen natural, son huellas de los espíritus. De esto, ellos deducen que por este motivo en la sierra alta de Talamanca y a orillas de los ríos existen tantas piedras grabadas, "piedras con huellas" (Alí García 1999, testimonio oral a Künne). Como consecuencia, los bloques con petroglifos no son percibidos como vestigios de la cultura humana, sino como la obra de espíritus visibles e invisibles. "Los koróm son espíritus invisibles que tallan grabados en las piedras, viven en el bosque y en la sien-a. Durante el tallado ellos emiten sonidos que todos los bribrí pueden escuchar. Pero solamente los awapa (los chamanes) pueden entender lo que los sonidos significan. Solamente ellos pueden hablar con los espíritus. También los koróm pueden grabar las piedras. Como estos seres también crearon los metales, muchas veces se hallan yacimientos de oro cerca de las piedras grabadas y debajo de ellas. Los espíritus dibujaban en las piedras para entretenerse, y así demostraron a los hombres que en este lugar existen espíritus. Los símbolos en las piedras tienen sentido múltiple, y eran utilizados para pronosticar el futuro así como para interpretar el pasado. Muchas señales contienen informaciones sobre el origen, el parentesco y el grupo étnico de los seres que produjeron los grabados." 7 Según estas constataciones, las esferas líticas prehispánicas con grabados se tendrían que interpretar de la misma manera; se trataría de ejemplares extraordinarios, pues suponen que los espíritus las grabaron como pasatiempo. Al igual, se puede deducir que los criollos de la población costarricense que conocieron estos relatos indígenas, creyeron en ellos, y quisieron sacar provecho de esta creencia buscando oro bajo aquellas piedras, o sea bajo las rocas con grabados o las esferas líticas. Stone (1977: 106) sostiene que existieron esferas líticas de la misma fase temprana de Barriles también en el delta del río Diquís, donde se podrían asociar con formas 7 (Traducción de la autora) „Die korom sind unsichtbare Geister, die Gravuren in die Steine schlagen. Sie leben im Wald und im Gebirge. Beim Schlagen der Gravuren entstehen Laute, die alle bribrí hören können. Aber nur die awapa können verstehen, was diese Laute bedeuten. Nur sie können mit den Geistern sprechen. Auch die köbra können Steine gravieren. Da diese Wesen ebenfalls die Metalle erschufen, befinden sich bei oder unter gravierten Steinen oft Goldvorkommen. Die Geister zeichneten auf den Steinen als Zeitvertreib. Sie zeigten damit den Menschen an, daß es an diesem Ort Geister gibt. Die Steinzeichen besitzen vielfache Bedeutungen. Sie dienten zur Schicksalsvoraussage und als Rückblick. Viele Zeichen enthalten Informationen über die Herkunft, die Verwandtschaft und die ethnische Gruppe der Wesen, welche die Gravuren anfertigten." (Künne, según el testimonio personal de Baldomero Torres Torres 2000).

16 tempranas de cerámica. "The spheres of the Diquís Delta thus appear to have direct Barriles ancestry, with a probable Period V date for the commencement of their production in the delta." (Graham 1981: 126). Algunos arqueólogos refutan esta clasificación temprana de las esferas líricas en el delta. Ferrero (1975: 178) piensa que en el delta se pueden clasificar solamente las cerámicas más antiguas, como las de la fase Burica (500 a 800 d. de C.). La fase Chiriquí no se había difundido hasta la costa pacífica antes de alrededor del aflo 1100 de nuestra era, época en que las bolas de piedra se convirtieron en un rasgo cultural ampliamente difundido. Al mismo tiempo, el número de las esferas líricas disminuye en los campos de entierros fuera del delta, "giving weight to the idea that the high accumulation of these in the lower Terraba cemeteries marks a principal territorial authority center during this period." (Drolet 1992: 233). Laurencich/Minelli (1972: 233) pueden constatar, cuando menos, que la existencia de los barriles asi como de las piedras con grabados y de las bolas de piedra en la fase formativa hablan a favor de rituales desarrollados. Según su opinión, éstos fueron suficientemente complejos como para permitir sospechar la existencia de una "clase sacerdotal". Se podría interpretar su término de "clase" en el sentido de que dichos autores pensaban en un grupo extraordinario, quizás un rango de dignatarios responsables para los rituales. Además, ellos dedujeron que esta fase había sido muy larga en la región de San Vito, demostrando una fuerte continuidad, y a la que se le sobrepuso sin más la siguiente fase Chiriquí del Altiplano, de duración mucho más corta. Incluso, la toponimia de la zona arqueológica Sitio Las Bolas en el valle central del río Térraba deriva de las bolas líricas como elemento cultural extraordinario. Drolet (1983) y Stone (1977) hablan en total de 14 bolas de piedra. En un terreno con una superficie de alrededor de cinco hectáreas existían plataformas rectangulares que contenían sepulturas inhumadas y estaban rodeadas por muros de cantos rodados. Parece que en el área de los sepulcros se habían hallado esferas de granito de considerable tamaño, algunas de ellas con un diámetro de dos metros. Drolet (1983: 35-36) deduce: "A este sitio se asocian varias esferas de piedra, algunas de las cuales alcanzan hasta dos metros de diámetro. La presencia de estos artefactos sugiere una asociación entre una residencia especial en el sitio y el entierro de personas de rango dentro de los montículos." De acuerdo con el contexto de los hallazgos, las esferas se ubican como contemporáneas a la fase Burica (400 - 600 d. de C.) (Drolet 1983: 36, 63; Corrales et al. 1988: 69). Drolet (1988: 176) opina: "The construction of large stone spheres (Sitio Bolas) and human statues (San Vito) for ceremonial use in these sites confirms specialized arrisan crafts linked with the use of iconographic

17 symbolism to express authoritative rank of select individuáis of territorial prestige." Nos llama la atención que Sitio Las Bolas se ha tomado como un centro aproximadamente cinco veces más grande que las treinta poblaciones vecinas contemporáneas. Esto indica una integración similar a la de los centros que se encontraron en zonas más orientales de la región del Chiriquí (Drolet 1988: 174; Lange/Stone en Haberland 1984: 256). Además, es importante haber averiguado que las poblaciones de la fase Aguas Buenas se orientaban en su mayoría hacia la zona alta de la sierra, tanto en la agricultura como en la caza (Drolet 1983: 36; Lange/Stone en Haberland 1984: 257). No se han encontrado testimonios del tiempo de la fase Aguas Buenas más al oriente y por ende tampoco monumentos de granito de la misma época (Lange/Stone en Haberland 1984: 256). De la misma fase Aguas Buenas son las bolas de piedra más antiguas encontradas en Purruja (P-313 CP), en la costa del Golfo Dulce de la región de Golfito, a unos 50 kilómetros al sureste del delta del río Diquís (en su conjunto entre 500 a. de C. y 600 d. de C.) Estas esferas, sin embargo, son mucho más pequeñas que las del delta del río Diquís (de 70 a 100 centímetros de diámetro) (Hoopes 1994). Hoopes subraya que él no considera las esferas líticas de Golfito como "property markers": no hay indicios al respecto. Puesto que las esferas líticas demuestran la misma habilidad artesanal y sobre todo son del mismo material que las de la región del delta, Hoopes supone que la élite en la zona costera estaba relacionada muy estrechamente con la del interior. Además, opina que las esferas fueron transportadas de la misma manera que las que se han encontrado en la isla de Caño. Supuestamente, fueron traídas por una élite local que podía aprovechar las esferas líticas en la región del delta, o bien, fueron transportadas en barco hacia el Golfo Dulce por una élite del delta. Por un lado, esto significaría que la economía local aseguraba una base de vida suficiente como para poderles permitir tener tales bolas de piedra, por el otro lado, demostraría la importancia de la zona costera para los grupos de tierra adentro, en el valle del río Térraba (Diquís). Se podría suponer que las élites de la zona del delta y de los valles de los ríos Térraba y Coto-Brus trataron de asegurarse los derechos de la pesca en la costa, y de la caza y recolección en los bosques costeros. Esto dejaría vislumbrar la utilización de diferentes nichos ecológicos dentro de una red de compleja interacción social. Hoopes (1994) planteó con respecto a la tarea, mediante investigación arqueológica, "to determine whether elite objects were being traded over the area of widely varying ecological zones that corresponds to that of stone sphere distribution." Se puede constatar que precisamente en el Golfo Dulce se encuentra un puerto seguro que quizás en tiempos prehispánicos jugara un papel importante para la navegación costera. Por lo demás, la costa es "mui braba y tener dhos. Ríos malas

18 barras, y aunque los barcos sean pequeños se suelen perder en ellas." (Mehedano de Saavedra y Córdova [1684] 1976: 373-374)." Existe bastante información sobre las esferas líticas de la isla de Caño, a 17 kilómetros al noroeste de la península de Osa, tomando como base la investigación arqueológica, y esto a pesar de que se han dado grandes destrucciones por parte de los huaqueros. 9 Se han encontrado 17 sitios arqueológicos mediante hallazgos a flor de tierra; solamente dos de ellos (P-485 Nm; P-487 Br) fueron excavados. En el llamado Sitio 2 se han encontrado tres bolas de 19 hasta 40 centímetros de diámetro y unas más que son muy pequeñas (4-8 centímetros de diámetro). Se nos informa que estas últimas, aunque no tienen una forma esférica tan precisa, no se pueden clasificar simplemente como instrumentos, como por ejemplo piedras martillos, pues se encontraron asociadas con las otras esculturas de piedra (Finch/Honetschlager 1982/83: 189-193). Sin duda fueron traídas de tierra firme. Las bolas son de granito, de una formación geológica que no existe en la isla. Se supone que estas bolas tuvieron una importancia ritual, pues no se omitió ningún esfuerzo para traerlas a la isla. Esta hipótesis también se apoya en el hecho de que en la isla existen muchos entierros 10 y pocos indicios de una población. La isla de Caño era un lugar predilecto para entierros, probablemente porque en las partes elevadas de la isla las sepulturas quedaban mejor protegidas de las mareas, en comparación con el terreno de aluvión del delta del río Diquís. Los habitantes cercanos les platicaron a los arqueólogos que por curiosidad, algunas personas se habían llevado unas de las bolas del Diquís de mayor tamaño. Esto significa que existen piezas que no se pueden tomar en cuenta para una visión general. Parece que la isla de Caño ha sido visitada por los habitantes de tierra firme desde el Tiempo Formativo hasta nuestros días, como lo demuestra la cerámica que se ha hallado en 8 Todavía a finales del siglo XVII los grupos indígenas de esta zona fueron caracterizados como muy belicosos. La misma imagen se puede aplicar también a los habitantes de la isla de Caño (Mehedano de Saavedra y Córdova [1684] 1976: 374-375). Esto significa que para ellos era ventajoso defender con armas sus recursos y su vida tradicional contra los intereses coloniales de los españoles. 9 Huaqueros: denominación oriunda del idioma quechua para los saqueadores que mediante excavaciones ilegales se apoderan de los restos arqueológicos con la meta de venderlos. Este término de la zona centralandina se utiliza en Costa Rica. 10 Una observación de Stone (1943-44: 80, nota 20) es interesante, y es que los habitantes actuales de la región del Térraba relatan que los indígenas de las regiones interiores tenían la costumbre de enterrar a sus difuntos en la isla de Caño. Esto se puede combinar con el mito de que las ánimas de los antepasados hacen un viaje al mar para recesarse allí encima de las piedras, como ya lo ha relatado el padre Urcullo (1981: 23) a finales del siglo XVII.

19 ella. (Finch/Honetschlager 1982/83: 193-197). Cabe llamar la atención, sobre las ideas míticas de los actuales grupos indígenas del interior, según las cuales sus difuntos encontrarían descanso sobre las piedras del mar. Si se considera esto, la isla de Caño, sin duda, alcanza más importancia. Merece prestarle atención al hecho de que los boruca actualmente viajan a Caño para buscar la cera de cierta especie de abejas salvajes {¿Apis trigana o Meliponal). Stone (1949: 15) está convencida de que en tiempos anteriores los Boruca buscaban con regularidad esta cera, que contiene mucha resina, con el fin de utilizarla para calafatear sus barcos. Los Boruca traían hasta 25 kilos de cera por viaje. En esto se puede encontrar un indicio de que la zona del delta, desde tiempos remotos, tuvo una importancia especial para los grupos del interior del sistema fluvial del Diquis, como punto de partida o como región de tránsito de las expediciones qu tenían como fin abastecerse de materias primas especiales. De la misma manera que las esferas líticas encontradas en la isla de Caño, también las de Purruja en la bahía de Golfito (o en el Golfo Dulce) demuestran que el poder político - y acaso también las relaciones entre diferentes grupos a lo largo de la costa, y no solamente en dirección a la isla- tenía gran importancia. En las cercanías de Golfito se hallaron esferas líticas en relación con concheros, y otras encima de colinas; además, cerca de Costa Purruja hay esferas también en el contexto de los así llamados barriles de piedra. Todo esto indica que en esta región de Golfito, en el Tiempo Formativo (de 200 d. de C. en adelante) se utilizaron preferentemente los recursos del océano así como las plantas silvestres, mediante recolección; pero que nunca se cultivó el maíz (Hoopes 1994). Aquí se puede observar, por lo que parece, una especialización regional que solamente se puede explicar dentro de una red de relaciones económicas entre las diferentes regiones: se puede suponer un intercambio con otras zonas para asegurarse el acceso a los alimentos básicos. Stone (1977: 106) subraya que aún de la fase tardía del Período Chiriquí se han hallado, entre otras, esferas líticas puestas en plataformas de cantos rodados especialmente construidas para este fin. Un trato tan extraordinario solamente se encuentra en el delta, como resultado de un largo desarrollo de la integración de las esferas en conjuntos culturales de poblados y campos de entierros.

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Esferas líticas como recuerdos en la sociedad actual En Costa Rica se pueden ver las esferas líticas en distintos lugares, pues fueron sacadas del conjunto de los hallazgos y llevadas a otros lados. A veces puede ocurrir que, al mirarlas desde una cierta distancia, se confundan sus réplicas de cemento con originales. Hoy, se sabe que estas bolas se reproducen en cemento, como símbolos de una peculiaridad costarricense, y aún es posible conseguir las piezas originales para comprarlas. Se calcula que hoy en día en la capital costarricense se encuentran más de cien bolas originales (Varela 2000: 6). No se trata más que de orgullo y no se puede observar en la gente común una conciencia histórica especial con respecto al pasado prehispánico. Sacar objetos arqueológicos del suelo, llevarlos y hacerlos objetos de comercio, y por fin convertirlos otra vez en objetos de prestigio, en Costa Rica se concibe generalmente como una forma de minería. Se cree, con esto, no causarle disgusto a nadie. Esta acción equivale, por decirlo así, a un delito sin víctima, por lo menos cuando se la entiende como un acto criminal (Heath 1973: 218), y esto a pesar de que en Costa Rica existen desde el siglo XIX leyes para la protección de las antigüedades." Cierto número de bolas de piedra prehispánicas12 se encuentra en el patio del Museo Nacional en San José, donde las esferas se pueden admirar como testimonios de un carácter cultural especial, en fin, un fenómeno extraordinario de la Costa Rica prehispánica. Además de los ejemplares que sirven como documentos históricos, otras bolas se encuentran en lugares muy extraños. En 1999, por ejemplo, vimos unas

11 Demuestra la miseria en la cual la arqueología costarricense todavía se encuentra: ¡la codificación es susceptible tan sólo de una interpretación y al mismo tiempo de doble sentido! La primera ley de protección ya fue ratificada en 1850 y desde entonces muchas veces actualizada. Hoy día la exportación de objetos arqueológicos está prohibida lo que debe haber disminuido el contrabando en casi un 50 por ciento. Pero el comercio dentro del país florece y es comentado con encogimiento de hombros con la observación: "por lo menos queda en el país" (Lange 1977: 126). El importante párrafo 2 de la Ley de Protección formulada en 1938, confirmado sin cambiar nada en 1982, ofrece, sin embargo, diferentes oportunidades de interpretación. Se expresa de la siguiente manera: con objetos y monumentos arqueológicos se tienen que entender restos de actividades humanas de importancia artística, científica e histórica (Ley N a 7: 75). Pero, ¿quién decide sobre lo que se entiende como importancia artística, científica e histórica? También se puede ignorar la misma deliberadamente, (véase Thiemer-Sachse 2002: 84). 12 Puede ser que entretanto las bolas vistas en 1999 ya no existan más en ese lugar, debido a un intento de devolver las respectivas esferas líticas a la región del Diquís, de lo que se hablará más abajo.

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esferas con diámetro de más de un metro frente a la parroquia La Merced en el parque Braulio-Carrillo en San José, también las encontramos en el valle de El General, frente a la parroquia de la ciudad de San Isidro de El General y en algunos de sus jardines. Hallamos una bola en la plaza principal de la ciudad de Buenos Aires (Puntarenas): allí, curiosamente, enfrente de un supermercado. Las vimos como elementos decorativos en las puertas de haciendas particulares al lado de la Interamericana, la carretera internacional de tránsito vehicular. Allí hasta se ofrecen a la venta. En estos casos, se interpretan como símbolos de un patriotismo falsamente entendido y un factor de prestigio para nuevos ricos costarricenses. Estos últimos, en su mayoría, tal vez no tienen mucho interés en las culturas indígenas de su país, a parte de la posesión eventual de objetos de oro auténticamente prehispánicos. Siendo este un pueblo aficionado al deporte, se ha llegado hasta a pintar en una de las esferas líticas prehispánicas los rasgos de una pelota de fútbol, para situarla en un parque oficial. ¡Esto verdadera y desgraciadamente es una forma de vandalismo! 13 También encontramos estos testimonios esféricos del arte del picapedrero cerca de la antigua reserva indígena Territorio Indígena China Kicha, frente a la iglesia en San Antonio, en lo alto del valle fluvial al lado derecho del río de El General. Y por fin las encontramos en diferentes lugares en el delta del río Térraba, o sea en el parque central de Palmar Norte, frente al ayuntamiento, y en Palmar Sur, en el estacionamiento principal de coches. Especialmente decorativa aparece la bola de piedra que se halla enfrente del monumento de la locomotora bananera, la vieja locomotora del ferrocarril de . la United Fruit Company en Palmar Sur. Posteriormente encontramos una cantidad considerable de grandes bolas de más de un metro y medio de diámetro en la Finca Doña Victoria, en las cercanías de las plantaciones de plátanos, a un lado de la antigua pista de aterrizaje; en un parque frente a unas casas hemos podido ver nueve de las 13 esferas líticas que allí supuestamente existían. Una parte de ellas ha sido ordenada en una fila, una presentación que quiere imitar las antiguas hileras en el delta. Todas estas esferas deben ser consideradas como extraídas de su conjunto arqueológico. Lo mismo vale también para los ejemplares que se encuentran en un crucero en la entrada a las plantaciones de plátanos, donde están ordenados en un pequeño parque, donde también se encuentra, en posición vertical, el disco de piedra hoy nombrado por los vecinos la tortilla, de caliza dura, llamada coquina. En el mismo lugar se hallan dos bolas del mismo material; Lothrop (1963: 123) las 13 Cerca de la plaza de La Cuesta al sur de la Ciudad Neily; documentada en forma de una foto y comentada por el geógrafo Ludwig Ellenberg (Berlín) a quien le agradezco esta referencia.

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considera como extraordinarias, de hecho, únicas aunque en realidad no muestran una esfericidad tan absoluta como las esferas de piedra más dura. Bien porque ppsiblemente la piedra sedimentaria reacciona más a las fuerzas naturales de erosión; o bien, por causa de su composición de partículas de piedra un poco más gruesas, ya de antemano estas bolas no fueron elaboradas en forma esférica tan precisa.14

14 La caliza puede formarse en casos raros en concreciones esféricas. Si esto pudiera haber sucedido para las bolas de piedra como núcleos de cristalización, se tendría que investigar cada caso por separado. Se tendría que encontrar algo de esto todavía en las rocas, si bien no sería relevante para el fenómeno de las esferas líticas como testimonios culturales, pues las bolas de caliza seguramente forman una minoría especial. De esta manera se puede rechazar la idea de que de esto se derive la tesis de cómo se elaboraron las piedras esféricas.

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Características especiales de la subregión del Diquís en la cultura Chiriquí Si se desea entender la importancia de las esferas líticas en el contexto de la cultura Chiriquí, es necesario discutir esta cultura arqueológica, hablar de las peculiaridades regionales en la zona donde se han encontrado las bolas de piedra, así como de la sociedad que ha creado este extraordinario fenómeno cultural. La imagen de la sociedad prehispánica de esta región se puede describir, a partir de las fuentes existentes, de la siguiente manera. Bn las grandes poblaciones de importancia de la región convivían cientos de personas. Se puede suponer que estos poblados fueran al mismo tiempo las sedes de caciques mayores. 15 Hay que subrayar que se trataba de poblaciones con carácter de aldeas grandes, a las que les faltaban las características importantes de ciudades tempranas. Aunque es verdad que según los hallazgos arqueológicos se pudo comprobar parcialmente la especialización artesanal de algunas poblaciones o de sus barrios, la vida económica en estos poblados, sin embargo, no se distinguía decididamente, en cuanto a la división del trabajo, con respecto al territorio de alrededor. Pudiera ser que la interacción social en su totalidad estuvo caracterizada por impulsos que provenían de estos centros. Pero faltan muchos rasgos de una vida urbana para que se pueda hablar de centros económicos y administrativo-civiles. No se puede constatar que fueron organizados mediante estructuras políticas y/o fueran centros religiosos. Pocas veces se encuentra una estructuración interna, por ejemplo, alrededor de una plaza central con edificios destacados, en los cuales una administración urbana pudiera haber tenido su sede. Normalmente se comprueba la existencia de diversos 15 El término de cacique, oriundo del idioma arnaco de los tainos de las islas antillanas, fue difundido por los conquistadores españoles para denominar a los jefes indígenas (Friederici 1960: 113). Como no se le ha definido correctamente, cada vez requiere aclaraciones adicionales. Se utiliza, sin embargo, también para los jefes de la Costa Rica autóctona; por eso también aquí se usa al lado de los términos capitán y jefe. De las fuentes coloniales no podemos saber como se les llamaba a los caciques mayores. A comienzos del tiempo colonial, los caciques secundarios, subordinados en la jerarquía, eran llamados laque que significó lo mismo señor, jefe, capitán. Esta denominación es comparable al título del zaque de los muiscas en Colombia (Ferrero 1975: 189) y demuestra la semejanza de los términos en los diferentes idiomas chibchas. La categoría de en medio, los caciques principales, se denominaba 'ibux'. Los caciques menores, es decir, los que contaban con influencia mínima, fueron quizás los jefes de las aldeas, los ancianos de los linajes y los miembros de los consejos de los ancianos.

24 elementos iguales, barrios o casas grandes. Además, a veces se encontraron los lugares rituales fuera de las fortificaciones que cercaban las poblaciones. Por esto, sobre todo, no se puede suponer que en el interior de estas grandes poblaciones fortificadas los habitantes desarrollaran una conciencia de grupo que excluyera a los grupos de los alrededores. Además de estos poblados mayores, sobre todo a orillas de los ríos y en la región de la costa del mar, existían pequeñas aldeas que estuvieron estrechamente unidas con dichos centros de acuerdo con relaciones de parentesco bastante estrechas, pero también a una economía caracterizada por una división del trabajo ya compleja. Se puede suponer que al menos en el Período Formativo (500 a. de C. - 600/700 d. de C.) el concepto de identidad envolvía a la población completa de un señorío o cacicazgo. Los bordes de las cumbres y las terrazas elevadas arriba de los ríos eran las sedes preferidas por las poblaciones, pues ofrecían seguridad frente a inundaciones y ataques por parte de extranjeros (Haberland 1984: 242). Se calcula que en el momento en que fueron descubiertos por los conquistadores españoles, estos grandes cacicazgos ya existían desde muchas generaciones atrás, se habían estabilizado y deslindado unos de los otros. Tal vez, durante los siglos sus límites se habían desplazado algunas veces, siguiendo los cambios en las relaciones de poder. Con las nuevas condiciones de la conquista española todo esto se convirtió en un proceso dinámico que desembocó en la disolución de las estructuras autóctonas. Los hallazgos arqueológicos forman las únicas fuentes con cierta garantía de probabilidad para conocer la realidad prehispánica, aunque dan lugar a muchas variantes en su interpretación. Sobre todo en la fase de formación y desarrollo de las formas de poder características del cacicazgo (fase que abarcaría el período entre 700 a. de C. y el comienzo de nuestra era), fueron típicos ciertos cambios en la estructura social y en la organización política. Empezaron a existir formas más desarrolladas de organización social y nuevos principios de movilidad social, así como una estructura jerárquica al lado de una organización de parentesco por consanguinidad. Tomando como base fuentes arqueológicas muy diferentes y algunas fuentes historiográficas, se pueden percibir claramente las características de los cacicazgos existentes durante el tiempo protohistórico, como se va a demostrar más abajo. Existían contactos que se presentan como transporte y cambio de bienes a escala ultraregional, quizás se tratara de un comercio continuo a larga distancia realizado siempre por las mismas personas, es decir que implicara interacciones intencionales en grandes territorios, o más probablemente, sólo se tratara de una transmisión de bienes materiales de una entidad socioeconómica a otra. Hoy día solamente se

25 pueden verificar ciertas relaciones de extensión más allá de la región en hallazgos arqueológicos, las cuales en su mayoría se caracterizan como objetos de prestigio y/o bienes de lujo. Por encontrarse difundidos en un territorio extenso, los bienes de prestigio por sí mismos no pueden reflejar suficientemente las relaciones sociales más intensas a escala regional ni tampoco los límites políticos. Muchas veces, además, no se ha hecho caso al hecho de que distintos nichos ecológicos también participaban, de diferente manera, en la satisfacción de necesidades elementales de las comunidades particulares, lo que hizo necesario un intercambio de bienes. La cantidad limitada de los hallazgos ha llevado a suponer que el intercambio intertribal se restringía solamente a bienes de lujo: "[...] since the composite units of a tribe are relatively independent economically, trade and exchange both within and between tribal systems are limited primarily to status goods and nonbasic resources. Finally, surplus at the tribal level can be generated and used to establish and maintain status hierarchies in emergent ,big man' systems." (Creamer/Haas 1985: 739). Por ejemplo, en el sureste de Costa Rica, entre estos bienes valiosos cuya existencia se podía registrar lejos del lugar de origen de su materia prima, aparecen tronos de piedra o mesas-aras en forma de metates16 con la figura de un jaguar, moluscos de ambos océanos, así como huesos de manatí. Existen algunos de tales objetos, ha sido comprobado, en el Tiempo de Precontacto [en las publicaciones arqueológicas, el Tiempo del Precontacto se denomina también Periodo VI (1000 - 1500 d. de C.) o fase clásica del Chiriquí (Haberland 1984: 259; Drolet 1992: 218)]. Tener éxito en conseguir tales bienes de lujo significó, sin duda, prestigio y aseguraba aún más autoridad. Por esto, probablemente, el logro y la presentación de ciertos bienes de prestigio fueron un deseo especial de los caciques. En este sentido, éstos entraban entre sí en un proceso de competencia, cuyo efecto llevaba a la unificación de su cultura. Solamente cuando conseguían tal consideración por parte de los caciques, los presíige-makers ganaban tanto valor que en la mayoría de los casos su valor de uso no tenía importancia. De aquí que se desarrollara una cultura de élite casi uniforme, la que se puede reconocer según los hallazgos arqueológicos. Esta cultura existe en una región que por cierto sobrepasaba ampliamente el dominio de un cacique, y por esto no coincidía con unidades políticas. 16 El término se deriva del náhuatl clásico: el mellad es el mortero plano para el maíz. Debido a su aspecto - d e una plataforma con piernas- que se parece más o menos a los metates de Mesoamérica, esta denominación fue transmitida por los arqueólogos a un grupo de objetos arqueológicos que -adornados con diferentes esculturas- era difundido por las culturas costarricenses del tiempo prehispánico. Probablemente se tratara de sillones para dignatarios o de mesas-aras. De vez en cuando los interpretan como mesas para sacrificios.

26 En correspondencia con el despliegue de energías en la demostración de lujo y la exigencia de hacer visible el prestìgio, sólo se desarrollaba un cambio cultural muy lento, ya que los objetos en general se aceptaban como portadores de prestigio y se atesoraban y, probablemente, eran entregados de una generación a otra. La visión de la cultura arqueológica del Chiriquí se nos presenta como resultado de todos estos procesos (Fowler 1988: 367). Se tiene que pensar, sin embargo, que no todos los objetos que son fuentes de prestigio deben ser visibles en el conjunto de los hallazgos arqueológicos. El reconocimiento de los llamados prestige-makers en la descripción arqueológica, o bien la interpretación de ciertos testimonios materiales como tales, son fuertemente influidos por la visión subjetiva del científico en torno a las relaciones prehistóricas investigadas y se debe considerar que la acumulación podría haber sido determinada también por herencia. Esto puede incidir en los hallazgos arqueológicos, es decir, los bienes de prestigio se destruyeron al ser consumidos en las fiestas o fueron intercambiados. Además, como se sabe, en sociedades recientes, diversas personas alcanzan un aumento de prestigio mediante la realización de fiestas. Puede ser que, al igual que hoy, las fiestas para lograr mérito significaban el consumo directo de los bienes acumulados, su gasto mediante donación o destrucción. Estos distintos ritmos temporales en las fiestas demostraban la relación entre la acumulación de riquezas materiales y la aceptación de lo inmaterial como prestigio. Esto significa que un cambio en la estructura jerárquica, o sea la integración de personas particulares en este sistema, no necesariamente tenía que concretizarse en bienes de prestigio o bienes que pudieran ser hallados por los arqueólogos. El intercambio de bienes deseados, probablemente, se realizaba también como intercambio ritual de dones, sobre todo con el fin de demostrarse recíprocamente prestigio y poder. Lo que se deja reconocer en el descubrimiento arqueológico como transporte de bienes especiales dentro de un marco regional o hasta más allá de la región no debía ser un comercio institucionalizado. Es probable que este transporte se realizara a lo largo de arterias fluviales, es decir a lo largo de los ríos, pero también se habla de rutas que no seguían los ríos. Se puede apreciar la importancia de estas vías de comunicación por el hecho de que en parte, todavía hoy en día juegan un papel decisivo para la población indígena actual. Se han reconocido antiguos caminos de transporte y comercio en los sitios Cabagra, Ujarrás y Ri vas en el valle de El General,17 y se puede suponer que han existido desde hace muchos siglos 17 "Existían dos rutas que comunicaban el cacicazgo de Quepo con el valle General. Una por Aserrí y la otra por Pacaca. Ambas desempeñaban un papel relevante en el intercambio de bienes y productos" (Ibarra Rojas 1990: 41).

27 conocimientos y experiencias para atravesar las regiones montañosas de Costa Rica, por lo que se explica también el hecho de que entre los indígenas los métodos de transporte casi no han cambiado. Además, es importante la información de Francisco de San José ([1697] 1884: 372), según la cual existían lugares en que los indígenas se reunían para el intercambio de bienes. Se hacían señales de humo: "hacen grande humo para que vayan á pasarlos con las canoas [...] humo para cambalachar (pero no pasan á la isla)". Es decir que para las acciones de intercambio no iban directamente al lugar mencionado, una población situada en una isla fluvial, o sea a la población protegida. Además, las fechas en las que concurrían para el intercambio de bienes no estaban reguladas según ciertos ritmos, sino que las señalaban los interesados de manera especial (mediante señales de humo). De estos datos se puede deducir que aún a finales del siglo XVII se trataba de un intercambio intertribal que se realizaba en lugares de comercio neutrales aceptados por todos, los que se localizaban fuera de las poblaciones. El intercambio se llevaba a cabo en fechas señaladas por algunos de los interesados según su necesidad. Se debe suponer que el intercambio se realizaba de la misma forma ya en tiempos prehispánicos. Por lo que parece, existían lugares neutrales para el comercio y contactos pacíficos." Al contrario, no existen indicios indiscutibles acerca de la existencia de un comercio a larga distancia practicado por mercaderes especializados. Esto no excluye que un comercio de este tipo empezara a formarse en los contactos con las sociedades de regiones alejadas, y es posible que se estableciera también por la influencia de actividades forasteras sobre los cacicazgos del Diquís relacionadas con comercio a larga distancia, pero no se puede definir con seguridad hasta que grado se realizó este proceso. Tocante a la cuestión de la intensidad, dirección e importancia de las relaciones de intercambio, no ha sido posible encontrar una cantidad suficiente de objetos de materiales orgánicos, por lo cual dichos procesos se pueden asegurar con dificultad y de ninguna manera basándose en los hallazgos arqueológicos. No haría falta encontrar, por ejemplo, esteras, calabazas grabadas, flechas, hamacas, abrigos, tambores, maracas, cueros y pellejos de animales, cestos, flautas nasales, collares de dientes de animales, plumaje, palos de madera tallados y tela de corteza y algodón cuya especial elaboración artesanal se presume (Snarskis 1981: 103). Se sabe algo sobre el intercambio de estos productos entre grupos étnicos en el tiempo colonial. 18 Así se proseguían las experiencias de tiempos precoloniales. Esto se puede deducir de lo que bajo el régimen colonial en general habían sido de uso otras formas del movimiento de bienes, a pesar de que no pudieran eliminar estas antiguas formas.

28 Francisco de San José ([1697] 1884: 370) en 1697 escribió un informe sobre los Térraba, en el que menciona que los Boruca, por ejemplo, les ofrecían a aquellos sal, hachas, machetes, perros y otros objetos para el intercambio; de todos estos bienes de intercambio, en los hallazgos en poblaciones del tiempo del contacto y la colonia únicamente se pueden encontrar hachas y machetes, debido al origen y a la composición de la materia prima. Hay que tener en cuenta que objetos de metal se pueden hallar únicamente a raíz de una pérdida casual o como ofrendas funerarias. En efecto, hay que suponer que los objetos de metal fueron destinados frecuentemente a ser reutilizados, puede ser que la mayoría de los objetos aquí mencionados jugaran un papel solamente en el intercambio intratribal, sobre todo cuando se trataba de instrumentos, o de materias primas de los cuales existiría una necesidad entre los habitantes de diversos nichos ecológicos. En el caso de una necesidad más amplia, sin duda, los bienes como, por ejemplo, la sal, se ofrecían y adquirían hasta más allá de los límites de los cacicazgos; pero en los hallazgos arqueológicos esta circulación difícilmente se puede verificar. De los hallazgos arqueológicos y las informaciones históricas se deduce una diferenciación social. Las sociedades se subdividían en: jefes y/o nobles, o sea caciques mayores, caciques principales, mandones; gente común, acaso también personas dependientes;'9 especialistas artesanos, acaso también artesanos ambulantes; guerreros y chamanes. Los arqueólogos aceptan esta subdivisión, basándose preferentemente en la diferenciación de las ofrendas funerarias (Haberland 1984: 251). Es importante notar que, al parecer, dicha diferenciación se demuestra solamente en ciertas ofrendas, que se encuentran en sepulcros de seres masculinos,20 hablando en pro de rasgos de diferenciación mostrados por los miembros masculinos de una comunidad, orientados hacia fuera y allá percibidos, haciéndose muestra de dichos rasgos en la vida así como en el ajuar que acompañaba a los difuntos hacia el otro mundo. Todo esto, además, habla en favor de que, en la división de los papeles entre los sexos, a las mujeres les pertenecía el radio de acción interno de las comunidades, de las casas y familias, donde no era tan esencial demostrar prestigio mediante objetos materiales. La autoridad de las mujeres allí estaba relacionada, por lo que parece, con lo inmaterial: las tradiciones en el marco de la organización matrilineal del parentesco les aseguraban su prestigio.

19 En las fuentes historíográficas también se llaman esclavos. 20 Esto es válido, sin embargo, solamente en este sentido cuando mediante investigaciones antropológico-físicas se ha verificado el sexo de los enterrados.

29 Los cementerios (campos de entierros) no se distinguen entre sí. Demuestran una coordinación clara con las distintas poblaciones y partes de éstas. De esto se ha deducido una organización basada en la consanguinidad, pero también una subdivisión según grandes conjuntos de hogares, 21 por lo que parece era una sociedad con una subdivisión jerárquica, que se manifiesta en los sepulcros de dignatarios particulares, que se encuentran en el contexto del cementerio de su grupo. Sin embargo, para caracterizar con mayor precisión la estructura social, es necesario consultar las fuentes etnohistóricas del Tiempo del Contacto, además de las fuentes arqueológicas. El conquistador Vázquez de Coronado ([1563] 1976: 105) habló de principales, como también del "cacique su sugeto", lo que hace suponer que existía una subdivisión múltiple según principios jerárquicos. La división del trabajo no se basaba solamente en la edad y el sexo, como opina Cabello Carro (1980: 52), sino que estaba determinada socialmente, a pesar de que salta a la vista la así llamada división natural. Las mujeres realizaban la mayoría de los trabajos agrícolas (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 97), después de que los hombres hubieran finalizado los trabajos de la roza. Aquí se demuestra una división del trabajo bastante diferente en comparación con el caso de los campesinos cultivadores de maíz en Mesoamérica. 22 En la región del Diquís los ancianos hilaban y tejían, 23 y los hombres se les presentaron a los españoles sobre todo como guerreros. Este hecho se puede explicar haciendo referencia a la situación extraordinaria del tiempo del contacto, cuando los españoles se enfrentaban a grupos de hombres armados y listos para el combate, y los clasificaban especialmente de esta manera. A este respecto, cabe constatar que en los grupos indígenas actuales 21

"Typically, these cemeteries had no special features associated with them, however, one did have two petroglyphs and another had a large granite stone ball, suggesting variation in these burial lots possibly associated with social distinctions. The cemetery divisions at Caracol perhaps correspond to sector or household divisions within a nearby Chiriqui community, a hypothesis worthy of future investigation" (Lange/Stone en Haberland 1984: 260,261).

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Para Mesoamérica se explica el hecho de que el hombre realiza todo el trabajo en los campos, ya que la mujer necesitaba mucho tiempo para la preparación de la alimentación, principalmente del maíz, con el moler la masa en el metate y la fabricación de las tortillas. Entre estos, al contrario, que no fabrican preferentemente tortillas para su alimentación, como lo era el caso para los grupos autóctonos del sureste de Costa Rica, el trabajo agricultor es organizado diferentemente.

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En las fuentes españolas suena así como los ancianos, los viejos fueran hombres. Esta impresión, sin embargo, parece derivarse del hecho que el término masculino caracteriza grupos que incorporan miembros de ambos sexos. En la región del Diquís, al parecer, hilaban y tejían los ancianos de ambos sexos.

30 todavía se valoran especialmente a las ancianas, se les pide consejo y se respetan sus decisiones, lo que también se refleja en los mitos (Bozzoli de Wille 1976: 34).24 Esto se puede relacionar con el papel importante que ellas desempeñaban en los grupos de parentesco matrilineales, en los que la mujer, en consideración a su linaje de herencia, gozaban de una aceptación generalmente mucho más fuerte que en comunidades patrilineales. De las informaciones proporcionadas por los conquistadores se puede deducir la situación socioeconómica de las sociedades autóctonas en el momento de la conquista. La mayoría de los informes describen las regiones al occidente de la zona del Diquís, del Valle Central y de la vertiente atlántica de Costa Rica, y a pesar de que Vázquez de Coronado llegó a la región del río Térraba, sus observaciones se limitan a la región de Coctu (Coto) y a unas indicaciones vagas, ortogadas por sus informantes indígenas, sobre sociedades que él no había conocido personalmente (Drolet 1983: 62). Hay que suponer que los cacicazgos se organizaban jerárquicamente, los caciques cuya dignidad era heredada tenían diferente autoridad y poder, y por ende, distinta importancia, como adversarios en disputas o aliados de los conquistadores españoles. En este punto era considerado decisivo el contacto y rivalidad entre los cacicazgos, y no que el contacto fuera determinado por la jerarquía. De importancia fundamental para la consolidación de las unidades sociopolíticas de los diferentes dominios eran el acceso a los recursos deseados y la limitación territorial del poder (Ibarra Rojas 1990: 129). El cacique que tenía el mejor acceso a materias primas deseadas ganaba la mayor influencia, también fuera de los límites de su propio dominio, pues podía participar decisivamente en la satisfacción de las necesidades de otros en relación con intercambio de uno u otro carácter. El control de los recursos repercutía también en las relaciones entre las diferentes comunidades. Es posible que se caracterizaran por cierta labilidad. Tal vez ya en el Tiempo del Precontacto, y a raíz de combates bélicos, los límites del poder fueron desplazados algunas veces. Con esto también cambiaba el acceso deseado a bienes de lujo y prestigio, o bien a las materias primas, así como a otros recursos de importancia vital para toda la comunidad. Esto lo demuestran los combates entre los cacicazgos observados por los españoles. El papel 24 De una nota por parte de Stone (1949: 4) se hace patente qué papel tienen dichas relaciones de parentesco y, basado en esto, la limitación de los unos a los otros. Entre los boruca hasta hoy día las mujeres se visitan pocas veces entre ellas en sus respectivas casas. Aquí hasta la actualidad existen los principios de orden de la matrilinealidad y matrilocalidad. Cada mujer representa un radio de acción también idealmente, no solamente en el sentido estrecho de la palabra, lo que demuestra con su comportamiento.

31 de los combates en esta red de relaciones tenía que ver con el prestigio y el dominio de los respectivos capitanes/caciques. Por lo que parece, para lograr todo esto era necesario legitimar continuamente el poder y asegurar asi cierta estabilidad de la estructura social en el intercambio; a pesar de ello, se mostraban procesos de un lento cambio sociopolítico. A este respecto, es necesario subrayar la existencia del principio de la matrilinealidad en la herencia, como ya observó entre otros el Padre Urcullu en 1763 (1918: 23). Cabe suponer que este principio de organización del parentesco estaba muy difundido en el Diquís, si no es que era la regla general. A favor de esta forma de organización hablarían algunos indicios a los cuales se hará referencia posteriormente. La matrilinealidad significa que el poder y la dignidad del cacique casi siempre pasaban por herencia al hijo de la hermana. El conquistador Dávila ([1566] 1976: 343, 344), al contrario, habló del parentesco de los padres, hijos y nietos. Hay que suponer que él simplemente no reconoció el principio de la matrilinealidad, pero que si pudo constatar que relaciones de parentesco a través de las generaciones jugaban un papel importante para la constitución de unidades tales como aldeas y provincias. Influido por las experiencias de su propia sociedad, la española, Dávila caracterizó todo esto como secuencia de parientes masculinos. Tales provincias acaso tuvieron sus límites territoriales a lo largo de los ríos y en otros rasgos destacados del ambiente geográfico. Lehmann (1920: 199) considera el río Chiriqui el Viejo como el antiguo límite de idiomas. Si esta opinión es correcta, entonces implicaría unidades étnicas o bien políticas que allí se contactaban, o mejor dicho delimitaban una con la otra. Cabe suponer que los diferentes cacicazgos y sus poblaciones estaban separados por zonas despobladas. Se observaba: "los palenques y casas están distantes unos de otros" (San José [1697] 1884: 372). Tales zonas de fronteras podían ser fajas de tierra con selva virgen sin roza para fines agrícolas. Su utilización para la caza y la economía de recolección quizás estaba arreglada mediante normas de costumbres aceptadas por ambos lados. No se debe olvidar que estrategias de economía complementaria tuvieron gran importancia para la economía en su conjunto, y seguramente no se dejaban estos terrenos de frontera sin aprovechar. Existen muchos indicios de que los caciques y sus parientes más cercanos vivían en poligamia, y esto en la mayoría de los casos o, mejor dicho, cuando era posible hacerlo en la forma del sororato (Bozzoli de Wille 1976: 27). Como lo hacen suponer informaciones sobre costumbres de entierros, también fueron incorporadas en tales familias poligínicas mujeres de otros grupos, tribus o cacicazgos que se habían

32 integrado en la comunidad como resultado de peleas bélicas. Con todo esto, es legítimo suponer que para los hombres de estas comunidades la posición social dependía de la cercanía al jefe aceptado, esto, a su vez, dependía del papel de las respectivas mujeres -madres y hermanas- dentro del sistema jerárquico, si verdaderamente existió matrilinealidad en el orden de sucesión. Se puede suponer que también existían otras relaciones de los hombres con el respectivo jefe, como las que conformaban grupos masculinos que podemos denominar de partidarios. Para esto, al lado de normas de consanguinidad eran decisivos los modelos que se fundaban en la autoridad y el poder, y que podían ser muy emocionales. Existían grandes casas redondas que reunían bajo su techo hasta cien personas de distintas generaciones, en la mayoría de los casos se les denomina casas de gentes o clanes. En las aldeas agregadas, en su mayoría, las casas eran más pequeñas. Quizás a los que vivían allí les guiara un jefe de rango más bajo, a cuyo ambiente social pertenecieran menos parientes y, sobre todo, menos partidarios. Una vez más se presenta la idea de que se trataba de casas de clanes dentro de las cuales los diferentes grupos matrilineales vivían en lugares apartados (Ferrero 1981: 99). La comparación etnográfica ayuda a caracterizarlas exactamente, y encontramos hasta el siglo XX tales casas grandes entre las tribus de la Talamanca. Siempre estaban bajo el mando de un anciano (del linaje o del clan) y estaban subdivididas entre las familias, cada una con su propio fogón. Pero el término casa de gentes o clanes solamente es aceptable en el sentido de que allí vivían las parientes femeninas entrelazadas entre sí por su linaje, y se cree que pudieron haber concebido las casas como su propiedad heredada por línea materna. Cómo la idea de tal propiedad era concebida entre ellos, no se puede verificar basándose en las fuentes existentes. Se tiene que considerar que a estas unidades dentro de las casas - e s decir también en sus partes, que tenían una economía bastante aislada las unas de las otras- pertenecían naturalmente los parientes afines. Allí vivían y trabajaban los hombres, los que pertenecían a gentes o clanes diferentes y se habían integrado por matrimonio en la comunidad de habitación y familia. Consecuentemente se tiene que diferenciar por un lado, entre propiedad tradicional de la casa grande por parte de los miembros femeninos del grupo matrilineal y su derecho de por vida al suelo perteneciente a esta comunidad, y, por otro lado, la realidad de la convivencia cotidiana de las familias que formaban pequeñas unidades económicas. Se ha observado que esta organización gentil se ha conservado hasta el tiempo actual y que los nombres de las diferentes unidades se pueden caracterizar como totémicos (Lehmann 1920: 220). Además se tiene que considerar que, como consecuencia de dicha supuesta matrilocalidad, los respectivos jefes y caciques

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dejaban la sede heredada de su familia, de la misma manera que lo hacían todos los otros hombres, a raíz de su primera boda, la que definía la mujer principal. Este cambio de lugar, sin embargo, no debía envolver desplazamientos muy amplios. Al contrario, los jefes podían cumplir con sus tareas y toda su responsabilidad hacia sus getts o clan solamente en el caso de que pudieran actuar en las cercanías y, a veces, en una posición social más alta. Como las poblaciones estaban formadas por más de una de estas casas de gens o clan, tal vez el desplazamiento de los hombres no rebasaba los límites del mismo poblado. Por lo que parece, podía pasar que el principio de la matrilocalidad fuera quebrado también mediante el rapto de mujeres u otra intervención con violencia masculina como resultado de guerras, lo que se demostrará con algunos ejemplos más abajo. Snarskis (1981: 84) se refería, hablando del tiempo justo antes de la conquista española, de una "balcanización" de la región del Chiriqui: "The ,balcanization' of these zones took place in the late period: they broke into relatively small, agglomerated, rudimentary - architecture settlements, for political control and defensive strategy, with occasional strong leaders who organized several centers into a site hierarchy or alliance for brief periods." Pero es cuestionable la opinión según la cual antes habrían existido unidades más grandes, que se habrían fragmentado solamente bajo la influencia más o menos indirecta de la conquista española, a raíz de las peleas por privilegios y poder. Al contrarío, se puede deducir de las informaciones del tiempo del contacto que la meta de los combates era más bien una concentración del poder. Una forma elevada de la organización estaba representada por la alianza, quizás elegida frente a la amenaza exterior ya en tiempos prehispánicos. Si se formaron alianzas especialmente en el tiempo de la conquista, esto se debió probablemente a la necesidad creciente de protegerse y recobrar fuerzas contra los invasores extraños, los conquistadores españoles. Por causa de la intervención directa de los españoles, sin embargo, las tendencias hacia la concentración del poder y las federaciones se disolvieron rápidamente. Los españoles, por sus propios intereses, impidieron la concentración del poder en algunos de los cacicazgos. Por parte de los informantes españoles esto se muestra como una intervención a favor de sus aliados indígenas, como una acción especialmente humana. De esto hay un ejemplo muy importante, que siempre se reporta en la literatura. El cacique mayor Corrohohe de Quepo (Quepos) pidió a Vázquez de Coronado que le devolviera a su hermana, robada por el cacique

34 enemigo de Couto (Cocto, Coto) (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 95, 96).25 En ninguna de las relaciones interpretativas se han expuesto claramente las consecuencias relacionadas con este acontecimiento. Hay que tener en cuenta lo siguiente: en el caso de que la mencionada hermana no hubiera vuelto por la intervención de los españoles, el cacique mayor de Coto hubiera podido asegurase el poder sobre el otro cacicazgo. A raíz de la captura de la mencionada hermana, el cacique tuvo un medio para aspirar legalmente al cacicazgo de Quepo. De acuerdo con las normas existentes, nadie hubiera cuestionado este derecho. Solamente tenía que realizarlo mediante esa mujer, procreando un descendiente con ella. A través de la integración de la mujer en su familia poligínica, podía alcanzar la dignidad de cacique de Quepo, ya que ésta se heredaba por línea materna y por consecuencia le correspondía a su hijo. La usurpación del otro cacicazgo hubiera sido más segura si se hubieran podido fortalecer estos derechos hereditarios procreando una hija. La dignidad de cacique, y además la herencia de toda la propiedad que se heredaba matrilinearmente, podían asegurarse para Coto, mediante una hija, durante generaciones posteriores. Una política orientada a una larga permanencia en el poder era posible mediante el rapto de la hermana de un cacique, por lo que para el cacicazgo de Quepo esto significó una amenaza real a su existencia igualitaria. Por lo tanto, el rapto de mujeres y niños, como consecuencia de guerras, como se aprecia en los relatos, sucedía constantemente, y no como forma de apropiación de fuerza de trabajo, sino hacia la ampliación del poder mediante derechos hereditarios. Por esto parece lógico que estos prisioneros tuvieran que acompañar al cacique difunto al otro mundo (Vázquez Coronado [1563] 1976: 97, 105), esto significa que, en el caso de muerte del cacique, eran sacrificados como acompañantes en la tumba, y así no podían servir a ningún otro. Como resultado de experiencias reunidas durante siglos, los cacicazgos formaban unidades sociopolíticas en las cuales las relaciones de consanguinidad eran un elemento complementado de dicho sistema de partidarios, lo que, sin embargo, no 25

"La hermana del cacique Corrohohe y otros indios habían sido raptados en guerra y sus captores esperaban obtener a cambio un valor equivalente - e n bienes y servicios- para liberar a los prisioneros. La mediación de Vázquez de Coronado se basó en la tradicional reciprocidad indígena, condicionando su ayuda a que los de Quepo (Quepos) se sometieran a la Corona. Estos aceptaron la propuesta y consiguieron que Vázquez de Coronado intercediera por ellos y entregara bienes a los de Coctú (Coto), quienes los encontraron equivalentes a Dulcehe y a los demás indios, por lo que los devolvieron a su casa" (Ibarra Rojas 1990: 117). Sin embargo, hay que constatar que existía un desequilibrio en cuanto al poder y a la fuerza por parte de los españoles, de modo que ambos cacicazgos se sometían, lo que no hubieran hecho voluntariamente.

35 puede reflejarse en el material arqueológico. Este sistema de partidarios se explica por la orientación de los jóvenes guerreros hacia un capitán de guerra exitoso. Originalmente, la adhesión podría haber tenido sus raíces en un apego emocional. La meta declarada o preferente de una guerra no era la expansión territorial, sino la oportunidad de hacer botín. Los éxitos en la guerra estaban estrechamente relacionados con el aumento del prestigio personal. Por esto la guerra era, al lado del intercambio y el comercio, la otra oportunidad para conseguir aquellos bienes de lujo que no se podían producir en la propia comunidad. Esta carencia podía tener su causa en la escasez de las respectivas materias primas o en la falta de especialización de la mano de obra. Cuanto más grande era el arrojo personal, más importante era la adquisición del prestigio, lo que repercutía sobre los jóvenes guerreros partidarios, una relación que ya no se basaba siempre en la consanguinidad. Siguiendo las fuentes etnohistóricas, según las menciones y nombres que se distinguen, se pueden identificar por lo menos 13, pero tal vez hasta 19 de dichos cacicazgos en el territorio de la Costa Rica actual. Acerca de esto, es importante notar que es muy difícil dilucidar indicios unívocos. En los documentos de los siglos XVI y XVII, para denominar las diferentes unidades, se utilizaban nombres de caciques, de elementos del paisaje, así como de poblaciones. El origen de estas denominaciones dependía de lo que para los españoles era comprensible, lo que quedaba en su memoria (Ibarra Rojas 1993: 8-9), independientemente del hecho de que originalmente fueran nombres de personas o topónimos. Las diferencias en la anotación en los antiguos documentos vuelven aún más difícil la identificación. Con estas denominaciones no se caracterizaban siempre unidades sociopolíticas. Consta que los españoles habían comprendido la posibilidad de aprovechar la rivalidad entre los diferentes cacicazgos, poniéndolos los unos contra los otros mediante la oferta de alianzas y el apoyo especial a algunos caciques. Al hacer esto, los españoles descubrieron, para su sorpresa, que los capitanes tenían un poder casi absoluto sobre las comunidades dirigidas por ellos, pues sus intereses y decisiones eran seguidos por todo el grupo, esto habla en contra de la tesis según la cual se trataba de jefes tribales. Estos últimos no hubieran tenido más que competencias reducidas por las decisiones de los consejos de ancianos, o tal vez de las así llamadas asambleas del pueblo. Se puede poner en discusión si se deben definir y denominar los caciques de la Costa Rica prehispánica con el término etnológico big man o chief de un chiefdom, es decir, señor de un señorío. Más tarde, en el tiempo colonial, los españoles aprovecharon la fuerza aparentemente grande del poder de los caciques para conseguir las así llamadas pacificaciones de rebeliones (Dávila [1566] 1976: 342; Stone 1984: 307). Los españoles podían quebrar la resistencia indígena

36 solamente afectando a la persona del cacique. Ibarra Rojas (1990: 192) subraya: "Algunas de las áreas de refugio -como Quepos, Boruca y Talamanca- se convirtieron en verdaderos escondites, desde donde se planificaban rebeliones y estrategias en contra de los españoles." La dominación por parte del régimen colonial se realizaba orientándose directamente contra la dominación del respectivo cacique. Existen indicios de que los jefes vivían en casas que se encontraban en zonas diferentes de su cacicazgo, o sea con su parentela y una parte de los partidarios, según las estaciones y la respectiva oportunidad de aprovechamiento concentrado de distintos recursos (Stone 1984: 306). La gente común, y entre ella seguramente, en primer lugar, los asi llamados partidarios, servían a los caciques con sus trabajos en la preparación del cultivo del campo, la construcción de las casas y la producción de otros bienes, así como en la guerra (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 97). Ofrecían regalos, los que los informantes españoles denominaban tributos. Pero se trataba en realidad de dones, de acuerdo con las normas y costumbres tradicionales. En las fuentes no encontramos ni un solo indicio que deje pensar en una eventual demanda o regularidad de las dádivas, lo que les conferiría el sentido de impuestos o tributos. El término utilizado por los españoles para las actividades observadas de este tipo no es el adecuado a la situación socioeconómica. Prisioneros de guerra, es decir, tanto hombres como mujeres y niños, eran tratados, según los cronistas españoles, como esclavos. En cualquier caso eran dependientes desarraigados de sus grupos de parentesco originales y se les consideraba como víctimas potenciales de sacrificios humanos (Graham 1981: 123) o, mejor dicho, como acompañantes sacrificados en el caso del funeral de un dignatario (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 97, 105; Lothrop 1963: 107, 108). Por lo que parece, en la mayoría de los casos mataban a los hombres ya fuera durante la guerra o un poco más tarde (Vázquez Coronado [1563] 1976: 97). Esto deja suponer que no existía la necesidad de su mano de obra ni de ningún otro uso dentro del grupo vencedor. Por regla general, ellos no llegaban a una integración en la comunidad; aunque puede ser que existieran excepciones. En estas sociedades, por lo que parece, el trabajo de esclavos no era una fuente de riqueza. No se mencionan ejemplos de adopción de especialistas de artesanía u otros hombres con habilidades especiales. Si se toman en cuenta las informaciones etnográficas sobre las tribus de la Talamanca, sobre todo los bribrí y los cabécar, se puede suponer que, en contraposición a los caciques, el oficio de los chamanes, los curanderos y los sacerdotes no era hereditario, sino que era entendido como resultado de un

37 llamamiento por parte de fuerzas extrahumanas (Stone 1984: 307).26 También es posible que la dignidad del jefe y las funciones rituales estuvieran unidas en un solo hombre; 27 consideremos que en estas comunidades se trataba de contactos de personas particulares, así como de grupos en su conjunto, con fuerzas y energías extrahumanas. Al parecer, todo el ambiente natural era comprendido como animado. En la mayoría de los casos, estas energías de vida o espíritus se asignan, en el uso general del idioma actual, a la categoría de dioses. Según las categorías de la historia de las religiones, también se les denomina sobrenaturales. Pero en las sociedades aquí estudiadas no son entendidos de esta manera. En las opiniones de los grupos actuales de la Talamanca, después del acto de la creación no existe nada fuera o tal vez encima de su mundo, es decir, en nuestro uso del idioma, arriba de la naturaleza. Estos conceptos del mundo, que conciben una naturaleza totalmente viva, tienen raíces prehispánicas. Lo que no se puede reducir a la influencia de los misioneros católicos se tiene que entender en este sentido, y la interpretación debe darse con toda la precaución que en estos casos se requiere. Por lo que parece, algunos de los espíritus eran personificados, lo que tiene algo que ver con el concepto del culto a los ancestros: sus habilidades pueden ser consideradas tan grandes que al final podría desembocarse en su deificación, porque el problema era la influencia que querían ejercer sobre los fenómenos naturales como el clima y el mar bravo, una influencia que se esperaba que fuera practicada por los ancestros a favor de la comunidad de los vivos, esperando poder lograr esto mediante rituales. Comparativamente, en los mitos de los grupos de la Talamanca se habla de las energías del ambiente natural, entendidas como masculinas y, además, como si existieran en dimensiones temporales que no son la vida humana regular. En su mayoría se les comprende como invisibles, aunque también pueden tomar una forma

26 Recientemente se sostiene que los grados más elevados de chamanes (usékares e isogros) eran heredados de padre a hijo (Aguilar 1986: 41). Pero como actualmente ya no existen estos chamanes de alto rango entre los grupos de la Talamanca, no se puede constatar si aquí hay un error de interpretación o . si se ha quebrado el principio de la matrilinealidad justamente entre los dignatarios religiosos. Puede ser que la elección según fuerzas espirituales especiales fuera más tarde interpretada como hereditaria; pero también es posible que se prefirieran a descendientes masculinos en la patrilínea y se quebrara así el principio generalmente aceptado de la herencia por la matrilínea. Los rangos inferiores de chamanes y curanderos, al contrario, fueron desarrollados según elección por las fuerzas extrahumanas y en una enseñanza mediante una relación maestro - alumno (Aguilar: ibid). 27 Entre los cabécar actualmente también existen mujeres como chamanes; no se puede excluir que en el tiempo prehispánico también hubieran mujeres con fuerzas y funciones similares; pero no se han podido encontrar indicios de esto.

38 visible. Sibú (sibo) era la energía de la creación esencial, entendida como entidad masculina, una especie de héroe cultural. Ya existía en el pasado mítico, cuando el mundo actual fue creado por él. Según la opinión de los indígenas, sin embargo, Sibú todavía existe. Esto se deduce de la existencia de la naturaleza y la comunidad humana creada por él. Así, ellos están convencidos de que Sibú, en forma de buitre, les habría enseñado a los hombres a bailar, es decir las actividades rituales. 28 Si su personificación es la adecuada a un dios creador o no lo es, no se quiere discutir aquí. La categorización guiada por ideas preconcebidas cristianas tiende a esta interpretación y por esto hace desaparecer el concepto original. En un uru, un palo ceremonial de un curandero actual de los cabécar, se encontró la imagen de Sibú (sibo) como ser antropomorfo (Künne 2001 a, Apéndice: 164, Fig. 5, según Salazar 1980: 30). Aunque esto podría ser ya una forma de transmisión al concepto indígena de la imagen de un santo cristiano. Es interesante destacar, sin embargo, que al lado de Sibú se considera existente, en los mitos de estas comunidades matrílineales, a una hermana de este ser creador masculino. Se entiende como un tapir femenino, del cual se originan los seres humanos. Este concepto podían derivarse de la idea que el origen se cuenta según la línea materna. Al tapir femenino como un ancestro pueden referirse todos, a pesar de que los diferentes grupos, con sus nombres totémicos, se reflejan adicionalmente en otros animales. En los encuentros de animales concretos con aquel tapir femenino, los seres humanos tienen que observar varias normas y tabúes. Estas prescripciones, por ejemplo, conciernen a la caza de tapires, que se realiza de diferente manera según la respectiva pertenencia a un clan o gens (Bozzoli de Wille 1976: 19).29 Se debe diferenciar entre las relaciones míticas y redes de comportamiento entrelazadas en la vida cotidiana, pero sin importar el sexo del animal concreto. Se sabe que existen conceptos de sexo aplicado a especies enteras de plantas y animales, los cuales son esenciales para las normas y costumbres. Estos conceptos religiosos se distinguen rotundamente de la religión transmitida con la evangelización, que en parte están en

28 Sibú, "pues le gusta disfrazarse" (García/Jaén 1996: 42). 29 A finales del siglo XIX los bríbrí tenían más de SO clanes, de los cuales muchos eran caracterizados mediante espíritus zoomorfos; asi tenían nombres que quizás se referían a ancestros-animales, como buho, quetzal, tucán, jaguar, oruga, colibrí, mono o hoco (Stone 1962: 75-81), y nos hace pensar en una forma de totemismo del respectivo grupo. En un relato sobre el origen de los clanes chamanes de los bríbrí se explica que los clanes habían sido denominados según los respectivos ríos creados por el espíritu creador Sibú, el que había distribuido a los ancestros ordenándolos como parejas para que pudieran procrear las próximas generaciones (García/Jaén 1996: SO, SI).

39 contradicción con ella. 30 Por esto se puede suponer que en aquellos conceptos se vuelven visibles tradiciones de hace siglos. Los bribrí, por ejemplo, están convencidos de que los caminos de los seres míticos invisibles o espíritus se pueden reconocer por huellas y señales. Esta creencia ha conducido a una interpretación múltiple de apariencias naturales distintivas. Los bribrí creen que no todos los espíritus están dispuestos a reconocer a los seres humanos. La influencia se realiza mediante una inversión del día y la noche y viceversa: los hombres registran señales de la existencia de espíritus durante el día y los influyen mediante rituales nocturnos; al mismo tiempo, se piensa que los espíritus actúan al revés. En relación a esto, es interesante constatar que hasta hoy día los chamanes de los bribrí actúan ritualmente sólo por la noche (García 2000, testimonio recogido por Künne). El chamán poderoso de las sociedades prehispánicas tenía que obrar a favor del cumplimiento de las normas de la comunidad, de la misma manera como el jefe o la persona que tuviera ambas dignidades y responsabilidades. Esto concernía a los tabúes y a la sanción de aquellos que los violaban. Tenía que curar enfermos, predecir el futuro, tratar los objetos sucios, sobre todo los difuntos, y así acompañar a las ánimas al más allá y mediante todo esto proteger a la comunidad contra los daños (Ferrero 1981: 102). En el tratamiento especial a los difuntos - c o n extensos rituales de entierro primario y secundario y con un importante culto a los ancestros relacionado con estas atenciones- se han expresado recientemente entre los indígenas de la Talamanca la continuidad de la comunidad y la inmortalidad del grupo consanguíneo (Ferrero 1981: 102). Las reliquias arqueológicas de los entierros prehispánicos muestran que desde hace mucho tiempo se ha pensado y actuado de la misma manera. Lo demuestran los campos de entierros, sobre todo los accesorios ritualmente matados, como cerámica quebrada y esculturas de piedra destruidas.

30 Así es un fenómeno interesante constatar que para los indígenas de la Talamanca el concepto de que todos los seres humanos son hermanos de Jesucristo no es transponible a su relación con su ser creador Sibú. Sibú que por los misioneros fue identificado con el dios cristiano, solamente puede ser considerado como el hermano del ancestro femenino de los indígenas y con esto según las reglas de la sucesión matrilineal no es directamente pariente de ellos (Bozzoli de Wille 1976: 19).

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Riqueza en oro y prestigio "El trabajo en equipo de grandes grupos humanos, rígidamente organizado y que en estas sociedades se habia vuelto obligatorio, junto con la función de redistribución económica que desempeñaban príncipes y caciques, hizo posible la construcción de edificios representativos y de carreteras pavimentadas, actividades de infraestructura como la edificación de terrazas para cultivo, canales de riego en terrenos inundados, campos elevados, así como una regulación de las corrientes de agua.'" 1 Sin embargo, cabe observar que tal vez en los cacicazgos la redistribución no fue el impulso para su constitución, sino sobre todo el resultado de esta. "While redistribution of resources has been cited as a primary cause of chiefdom development [...], recent archaeological research indicates that redistribution may be a correlate of chiefdoms but its not a cause of chiefdom formation" (Creamer/Haas 1985: 740). El territorio de los grandes platanares en el delta del río Grande, también denominado río (Grande de) Térraba o río Diquís, 32 se ha vuelto famoso sobre todo por sus pequeñas piezas de arte autóctono en oro. Durante más de medio milenio o, tal vez, durante un milenio entero, 33 en esta región, en tiempos prehispánicos, el poder y privilegio de la élite que tenía el mando se mostró a través de estas piezas de oro. 34 "There is some surplus production of resources in the chiefdom, and the surplus is placed in the hands of the chiefs for redistribution, maintenance of the bureaucracy, and support of a small number of craft specialists, who produce sumptuary goods for the chief and the chiefly kin group" (Creamer/Haas 1985: 740). Se puede suponer que en las comunidades al lado del río Térraba ya existían grupos organizados mediante una división social del trabajo, como artesanos especializados que, eventualmente, vivían en distintos pueblos o barrios. Además, se 31

Traducción de la autora de: „Der in diesen Gesellschaften verbindlich gewordene, straff organisierte Arbeitseinsatz großer Menschenmengen ermöglichte zusammen mit der ökonomischen Umverteilungsfunktion der Fürsten und Häuptlinge den Bau repräsentativer Gebäude und gepflasterter Straßen. Infrastrukturmaßnahmen wie die Anlage von Feldterrassen. Bewässerungskanälen, in Überschwemmungsgebieten Hochbeet-Feldern, sowie eine Regulierung der Wasserläufe" (Bischof 1982: 39).

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Dikij = río grande (Corrales et al. 1988: 55); dik = agua, krjta = grande (Stone 1949: 3).

De acuerdo con dataciones arqueológicas, se piensa que en Costa Rica las primeras muestras de metales pertenecen a los siglos V o VI d. de C. (véase Snarskis 1985: 93-96). 34 A pesar de todos los esfuerzos por definir mediante los topónimos la cantidad de cacicazgos, es decir de decidir qué tamaño tenían las diferentes unidades sociopolíticas en la región denominada hoy día subregión del Diquís de la cultura Chiriquí, esta cantidad es totalmente incierta.

41 puede discutir si existieron unos poblados que por causa de yacimientos de materia prima o por causa de tradiciones se habían especializado en distintas actividades artesanales (Corrales et al. 1988: 69). Drolet (1983: 46) logró demostrar de que los sitios arqueológicos Curré (P-62 Cé) y Murciélagos (P-107 Me), al lado del rio Térraba, fueron centros de producción especializados en el tallado de instrumentos de piedra, 35 entre otros de hachas pulidas (Corrales et al. 1988: 81) y eventualmente metates (Drolet 1983: 11). Para hacerlos, se tenía que traer la materia prima desde canteras alejadas o desde terrazas de cantos redondos a lo largo de los ríos, pues no se podía encontrar en cualquier lugar granito de la calidad y del tamaño necesarios. Quizás se especializaron también en la elaboración de piezas de oro. Pero, todavía no se han podido encontrar poblados que indudablemente puedan ser identificados como centros de producción metalúrgica en el Periodo Formativo, como lo quiere suponer Drolet (1992: 229). Se tiene que considerar que en el primer milenio de nuestra era la elaboración de objetos de prestigio de oro o tumbaga (aleación de oro y cobre) fue transmitida desde afuera y que estos objetos ocuparon el lugar que antes estaba atribuido a los objetos de jade. 36 El material era tan valioso que en una primera etapa se le impuso un proceso de continua reutilización. Puede ser que excepcionalmente dichos objetos tuvieran importancia, en sentido ritual, para la vida de los difuntos en el más allá. En el transcurso del tiempo, aumentaron cada vez más los objetos de oro entregados a los entierros. Por efecto de la reutilización, tal vez, es muy difícil comprobar la existencia de talleres. Para la producción de la cerámica que por su calidad sobresale del conjunto de la cerámica de uso cotidiano, se supone una análoga especialización artesanal de distintos poblados (Haberland 1984: 243). En estas comunidades quizás se creyera que en el adorno de oro se manifestaban fuerzas mágico-religiosas y prestigio, pues la pérdida de tales objetos a favor de enemigos en la guerra o por la captura de quién los llevaba, parece que decidía el fin del combate y la retirada. Esto lo podemos inferir de informes españoles sobre el códice de comportamiento de los miembros de cacicazgos vecinos que hacían la guerra. En sus rituales funerarios, los dignatarios muertos fueron enterrados, para su viaje al otro mundo, con ricos atavíos de objetos de oro. Ya que a los difuntos y a los 35

Esta actividad no surgió al azar; el dominio técnico que evidencia la gran mayoría de los artefactos, sugiere la existencia de mano de obra especializada. Para tallar en piedra fue indispensable: seleccionar la materia prima, realizar obra de cantería, el traslado del material, desbastamiento del bloque y acabado final en formas escultóricas, lo que requiere un plan de diseño. (Chaves Chaves/Fontana Coto 1993: 21). 36 Esto significaría un corte decisivo que separa el Formativo del período siguiente.

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ancestros se les tenía por intermediarios frente a las fuerzas motrices del mundo, especialmente de la tierra, existió un culto a los muertos muy elaborado. Probablemente a los adornos, emblemas y trajes se les atribuía en el más allá, después de la muerte, la misma función que en la vida de este mundo. Puesto que los adornos, en su función especial, estaban relacionados directamente con la persona del dignatario fallecido, no se podían legar a los sucesores en el oficio o a los descendientes. Para la entrega del poder al sucesor, éste tenía que mandar producir todos los emblemas necesarios para el culto e importantes para la política, o bien fabricarlos él mismo. De esta manera, muchas de estas pequeñas piezas de oro fueron sepultadas en las tumbas, como posesiones personales que traspasaban el umbral de la muerte, o bien fueron producidas especialmente para la vida en el más allá. 17 A partir de la conquista española, el suelo devolvió este oro autóctono. Esto ocurrió sobre todo cuando, desde 1927, la zona húmeda del delta del rio Diquís alcanzó una nueva importancia económica a raíz de la plantación de grandes platanares. Al mismo tiempo, el desarrollo de las comunicaciones amplió el mercado ilegal de los objetos de oro indígenas. Pero ya desde que a finales del siglo XVI y comienzos del XVII los españoles empezaron a controlar la región del Diquís, las pequeñas piezas de arte indígena contribuyeron al enriquecimiento de los nuevos dueños del país. De la política, formulada en España, de la guerra justa contra los paganos también derivaba el derecho a robar las riquezas de los vivos y de los muertos. Con la destrucción de las sociedades autóctonas se perdieron al mismo tiempo sus valores originales. A pesar de que en las regiones de refugio del sureste de Costa Rica, en el Pacífico Sur, 38 se desarrolló repetidamente una resistencia activa contra el régimen colonial, allí

37 Así se han salvado docenas de objetos de oro de los enterramientos de la famosa finca 4 de las plantaciones platanares en la zona del delta que hoy día se encuentran en el Museo de Oro en San José; véase Quintanilla (1995: 4). Bray (según Lothrop 1963: 94) investigó e interpretó hallazgos de los enterramientos de Palmar Sur, los que también existen actualente en el Museo de Oro en San José y pudo dar una evaluación sobre la homogeneidad del estilo del Diquís. Además pudo reconocer que una gran parte de los objetos de oro fue hecho, al parecer, especialmente para el entierro: "In the Palmar Sur treasure there were several defective pieces, with casting flaws not yet repaired and surfaces incompletely polished. Most items were fresh, with no signs of wear on the suspension loops. Elsewhere in Diquís, gold objects were ceremonially ,killed' or mutilated before being placed in the tomb" (Bray 1981: 160). 38 Por región Pacífico Sur se entiende generalmente el territorio circunscrito por los siguientes límites: al norte los ríos Partía y Pirrís, al oriente la frontera con Panamá, al noreste la cordillera de Talamanca, y al sur: el Pacífico.

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tampoco se pudo conservar la vida tradicional, sino que todo cambió profundamente. Bajo el poder español, los jefes indígenas con influencia limitada consiguieron su aceptación. Francisco de San José ([1697] 1884: 371) pudo calcular, a finales del siglo XVII, en un centenar el número de los así llamados caciques, los cuales encabezaban grupos de 15 o 20 personas que vivían en una misma casa. Pero esta aceptación por parte del régimen colonial significaba para tales caciques encontrarse prensados entre los indígenas y el poder colonial. Conforme a su función, ellos debían y querían representar propiamente a la sociedad indígena. Pero, bajo la presión colonial, tomaron muchas decisiones cuyas consecuencias finales se volvieron en contra de su propia comunidad. La evangelización y el desplazamiento de grupos étnicos crearon condiciones totalmente nuevas en toda la Costa Rica oriental, desde la costa del Mar Caribe, a través de las cordilleras, hasta la estrecha franja de tierras bajas a lo largo del Pacífico (Sáenz [1675] 1976: 366; Johnson 1948: mapa detrás de la página 196; Stone 1968: 37). Por efecto de las reducciones cristianas en el tiempo colonial, empezaron nuevos procesos sociopolíticos e interétnicos. Se iniciaron y desarrollaron procesos de etnogénesis cuyos detalles hoy día casi son casi irreconcibles. Hay que aceptar el hecho de que las relaciones étnicas en el tiempo de la conquista española no se pueden reconstruir sin dar lugar a dudas. Desplazamientos y procesos de fusión afectaron parcialmente a los Coto y a los Quepo aún en el siglo XVIII (Stone 1949: 4). Así también los Térraba migraron hacia el río que hoy lleva su nombre, solamente por orden del misionero Pablo de Rebullida, alrededor del año 1700 (Pittier 1903: 707: León Fernández 1883, 3: 327 nota, según Stone 1954). En los relatos míticos de los Bribrí, sin embargo, se les define como sus enemigos principales. 3 9 A los grupos cuyos descendientes hoy integran los Boruca, les pertenecen entre otros los Coto, Quepo, Turucaca, así como los Burucaca, Burica y Abuba, cuyos nombres se transmiten desde el tiempo del contacto, así c o m o los topónimos (Stone 1956: 167; 1966: 210; Snarskis 1981: 96; Drolet 1983: 63). Todos ellos formaban parte de la familia lingüística chibcha, como se puede deducir sobre todo de los topónimos que

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Por ejemplo, existen relatos con la siguiente temática: "Historia de la guerra entre los bribris y térrabas; Los bribrís contra los térrabas; La guerra de los bribris c o n los térrabas: El u s e k ó L contra los térrabas" ( B o z z o l i de Wille 1977: 7 7 - 8 1 ) . Es. sin e m b a r g o , dudosa la profundidad histórica de e s t o s relatos, pues se añade un relato c o n el tema: "Y Sibft n o s iba a destinar a pelear contra los Teribes" (García/Jaén 1996: 33). "Sibo deseaba una guerra entre l o s bribris y los teribes (García/Jaén 1996: 42). Parece que en e s t o s relatos se reflejan también c o n f l i c t o s entre grupos e v a n g e l i z a d o s y los que todavía no lo estaban.

44 todavía existen. Esta misma pertenencia es comprobada por los restos de grupos tribales de la Talamanca de hoy: los bribrí, los cabécar y los teribe (térraba). Todos estos indígenas pertenecen al grupo lingüístico macrochibcha. Los Guetar (Huetar) del altiplano central de Costa Rica, lioy extinguidos, sirvieron un tiempo a los españoles como intérpretes con los grupos mencionados (Stone 1966: 211; Cabello Caro 1980: 52). Esto hace suponer que todos tuvieron idiomas estrechamente emparentados o bien que, al intensificarse los contactos, fue posible entenderse entre poblaciones distintas. Tal vez el idioma de los Guetar tuvo la función de lengua franca. Cabe suponer que los habitantes del sureste de Costa Rica tuvieron contactos estrechos con los grupos de idioma chibcha de Sudamérica de los cuales se habían separado antiguamente, pero es difícil afirmar algo seguro sobre este punto. En el Diquís no se pueden adscribir con seguridad los hallazgos arqueológicos a los distintos grupos étnicos (Stone 1949: 4). Desarraigo y nuevo comienzo, despoblamiento y fusión de los restos de los grupos produjeron entre los indígenas el desarrollo de una revisión diferente sobre su historia. El cambio de los valores, provocado sobre todo por la evangelización, tuvo una influencia decisiva en la reflexión sobre el pasado prehispánico. Por consiguiente, hay que apreciar con cuidado los mitos transmitidos. Estos reflejan la necesidad de explicar el mundo en el tiempo en el que fueron registrados por escrito, lo que significa que no es posible trasponer sus contenidos a situaciones prehispánicas. El conocimiento de tales mitos, sin embargo, abre muchas posibilidades para hacer comparaciones y desarrollar hipótesis. La búsqueda de lo que en nuestra sociedad actual logra un nuevo valor, destruye progresivamente los testimonios del pasado. Zonas arqueológicas de antiguos poblados y cementerios retroceden frente a proyectos de construcción. El amplio abanico del delta del río Térraba probablemente era en aquel entonces uno de los centros de formación del poder político. Pero no podemos decidir correctamente en que momento del tiempo prehispánico lo fue y por cuánto tiempo. Tampoco se puede decir algo seguro sobre la extensión y el carácter de estas relaciones de poder. Los hallazgos demuestran, sin embargo, que el delta era uno de los centros autóctonos de riqueza en oro, y esto a pesar de que allí no se extraía la materia prima. La zona llana del delta, con su inclinación moderada, es una gran región de pantanos y manglares. Se extiende entre los siete brazos de la desembocadura del rio Térraba hasta la Laguna de Sierpe. En tiempos remotos esta área fue cubierta por una selva tropical húmeda y espesa. Queda sin aclarar en qué tamaño, en tiempos prehispánicos, fue reducida la selva mediante roturación para una utilización agrícola.

45 Los yacimientos de oro no se encuentran en el delta, sino en algunas partes del curso superior del rio, de esa arteria vital que en el idioma de los Boruca se llama Agua Grande, en sus manantiales así como en sus afluentes pequeños. La riqueza en oro de los antiguos poblados del delta habla en pro de un desarrollo del poder que seguramente no se basaba en el aprovechamiento directo de los yacimientos de oro y tampoco en una productividad sobresaliente de la agricultura.

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Producción de víveres, división del trabajo y estructura de los asentamientos En los suelos aluviales en diferentes terrazas a orillas del río Térraba, en su parte mediana, existían condiciones favorables para una agricultura intensiva, si se sabía luchar contra la erosión (Lothrop 1963: 107). Por lo que parece, sin embargo, no había terreno cultivable en sobreabundancia, pues Francisco de San José ([1697] 1884: 373) en 1697 informa que "la tierra no es suficiente y se salen á otras isletas (del Río Térraba) y á la tierra firme, hacia los Térrabas, á sembrar y poner plátanos." Fuera de las terrazas fluviales con sus suelos aluviales, la región se caracteriza por suelos rojos húmedos y ácidos, poco fértiles. Sobre todo a orillas del río, el cultivo del maíz, podía arrojar tres cosechas anuales (Drolet 1983: 62; Corrales 1985: 14). San José ([1697] 1884: 373) habló de dos cosechas anuales de maíz. Esto refleja la situación en las condiciones del tiempo colonial. Por lo que parece el maíz tuvo una especial importancia ritual. Esta se puede explicar por su extraordinaria importancia económica, además del hecho de que esta planta alimenticia anual es relativamente sensible frente a influencias excepcionales del medio natural. Ya que siempre existía el peligro de malas cosechas, era necesario erigir una protección ritual contra este peligro. Es interesante observar que en el sureste de Costa Rica los chamanes han empleado hasta tiempos recientes los granos de maíz como ofrendas especiales cuando querían recibir sus piedras de oráculo (Stone 1962: 63). 40 Hay que constatar, sin embargo, que no se consumía en absoluto el maíz (Zea mays) como preferido y único medio de alimentación básico, como se hizo en Mesoamérica. 41 No se preparaban las tortillas tan típicas de Mesoamérica como parte principal de la alimentación. Más bien, se cocinaba masa de maíz y se comían las mazorcas tiernas como verdura. Más que nada, consumían el maíz en forma de chicha. 42

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También es conocido que los Guaymi consideraban medidas de precaución durante el cultivo de maíz. No se debía nunca tostar el maíz, ni se debían preparar los terrenos para un campo de maíz mediante quema y roza, pues el maíz nunca debía tener ningún contacto directo con el fuego (Wassén 1954: 272-273). 41 Parece que la especie de maíz utilizado en aquel entonces era de origen sudamericano (Snarskis 1976: 348). 42 Chicha, quizás una palabra taina de las islas antillanas, significa una bebida hecha con maíz fermentado, pero también de otros granos, frutos, raices o miel. La costumbre se ha

47 En las fiestas grandes se consumía la chicha en considerables cantidades, así como se hace también en la actualidad (Stone 1949: 10, 22). San José ([1697] 1884: 373) habla de "chichadas" especiales con motivo de ritos de entierro secundario. En los mitos de los bribrí, sobre todo, encontramos la idea de que tener bastante chicha significa lo mismo que tener bastante comida. Se ha entendido tomar chicha como comer (Bozzoli de Wille 1976: 51). "Esto significa que la chicha es buena para que las semillas apaguen hambre. [...] El maíz es bueno para hacer la chicha." (García/Jaén 1996: 55). Se relata en los mitos que, en el tiempo remoto de la oscuridad, una chichada fue el rito festivo en el que el espíritu creador de los bribrí preparó la luminosidad para el mundo (García/Jaén 1996: 51). Los conquistadores españoles también fueron testigos de chichadas en las partes medianas del Agua Grande (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 95). Con el consumo de la chicha, tan importante en muchos rituales, se consumía colectivamente una parte del producto excedente de la agricultura (1988: 366). Se tiene que considerar que esos pueblos podían producir chicha no solamente con el maíz, sino también con otras plantas alimenticias amiláceas, como por ejemplo la yuca (Stone 1966: 221). En 1763 el padre Urcullu ([1763] 1918: 21-22) relata que bebían continuamente chicha de maíz, pejibayes (palmeras, U.T-S.) yuca y batatas, y que solamente tenían una comida de yerbas y plátanos (Musa sp.) por la tarde, siendo estos últimos importados en el tiempo postcolombino e integra-dos en la agricultura indígena. Es interesante registrar que los grupos a orillas del río Diquís ya cultivaban los plátanos como plantas alimenticias cuando los primeros españoles invadieron la región, y esto tres generaciones después del descubrimiento de América por del Viejo Mundo. Esto se puede deducir por una lista de plantas alimenticias que se encuentra en los informes de Vázquez de Coronado ([1563] 1976: 105). No hay motivo para suponer que el conquistador hubiese confundido estas plantas alimenticias muy llamativas con otras. La adopción del plátano comprueba la capacidad con la que los autóctonos se adaptaron a las nuevas condiciones y que tan rápidamente se apropiaron de lo útil. En el tiempo colonial el cultivo del maíz ganó, al parecer, aún más importancia, pues los grupos indígenas del sureste de Costa Rica "juzgaban que la creación del hombre había sido como semilla, que Dios tenía todas las semillas y como sembró el maíz y lo demás, así sembró á los hombres y luego fueron procreados" (San José

mantenido hasta nuestros días: los boruca conocen alrededor de una docena de especies de maíz que utilizan exclusivamente para la producción de chicha (Stone 1949: 6).

48 [1697] 1884: 372) 4 3 La alimentación, sin embargo, se basaba en un aprovechamiento múltiple de tubérculos, sobre todo la yuca, de frutos de árboles, especialmente muchas especias de frutos de palmas (p.e. pejibayes, Guilielma utilis Oerst, Guilielma gasipaies Ba'úy/Bactris gasipaes y de las palmas Acrocomiá). El cacao (Theobroma cacao) era una bebida que al igual que la chicha tenía importancia ritual. Se informa que también el cacao se consumía en forma de masa de chocolate (Stone 1966: 220). En las sociedades autóctonas existían privilegios para su consumo, por lo que es probable que el cacao fuera exigido especialmente por parte de los caciques, los miembros de la nobleza y los partidarios guerreros que estaban a su lado. En los mitos de los indígenas del sureste costarricense el cacao aparece como símbolo de la sangre, se cree que unifica a los grupos de parientes matrilineales y tiene un efecto ritual de limpieza (Bozzoli de Wille 1976: 20; 27-29). Los descendientes de los antiguos habitantes de la zona mediana del río Térraba, los boruca,44 aún hoy en día cultivan el maíz casi solamente para la producción de la chicha (Stone 1956: 68), rara vez comen tamales, mientras que entre ellos las tortillas son totalmente desconocidas. 45 Así se demuestra que una influencia de la región mesoamericana, supuesta por algunos investigadores, no ha podido cambiar profundamente las costumbres del cultivo y del aprovechamiento de las plantas alimenticias en estos grupos humanos. En cambio, se comprueban influencias sudamericanas, como se puede observar en muchos otros aspectos de la vida de los indígenas del sureste de Costa Rica. El maíz, aunque se destinaba principalmente a la producción de chicha, alcanzó una importancia mayor durante los últimos siglos antes de la conquista española, en comparación con otras plantas cultivadas. Beber en común era decisivo para el

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San José por su parte habla de "diós"; pero poco antes había dicho: "Estos pobres no tienen idolatrías" ([1697] 1884: 372). 44 Se llaman a si mismos brunka, y a su poblado principal Boruca (Stone 1949: 4); pero la denominación boruca es generalmente usada para el grupo como una denominación de afuera. 45 Véase Fray Francisco de San José ([1697] 1884: 370). Todas estas materias primas, inclusive el cacao, no se podían remojar e hinchar antes. Por esto tenían que agregar agua y molerlas. Esto se puede suponer indirectamente por los marcos de los metates que tenian la tarea de evitar que la masa húmeda se derramara (Stone 1949: 8; 1956: 171). Los metates ricamente adornados servían, al parecer, también para fines rituales. Se discute, entre otros, si pueden ser también entendidos como aras o mesas para el sacrificio, o quizás como tronos. Son típicos para las culturas arqueológicas costarricenses, si bien, difieren entre las regiones según sus especiales rasgos culturales. Véase Stone (1949: 6: 1956: 168): Stone/ Balser (1957: 167).

49 acuerdo de las comunidades, y esto no sólo en las aldeas, sino también en el marco del dominio de caciques mayores. Se piensa que los caciques mayores tenían que cumplir con tareas especiales, las que se concretizaban en la redistribución de materias primas, de productos, de donativos y bienes 4 6 , no por último, también de la chicha. Corrales y otros (1988: 69) opinan que debían de tener un acceso privilegiado a los recursos, lo que por fin llevó a una diferenciación de los poblados, ya que las sedes de los caciques mayores podían formarse como centros de poder económico, político y religioso, por lo que se considera que pudieron ser puntos de cristalización en el sentido de un desarrollo urbano; pero este proceso no se realizó en el sureste de la Costa Rica prehispánica. La agricultura floreciente basada en la técnica de la roza y quema hizo posible una densa población en los valles en las orillas del río (Ibarra Rojas 1990: 82-98). En sus alrededores, los densos bosques tropicales de humedad cambiante ofrecieron oportunidades de caza y recolección. Un papel muy importante lo jugaban las materias primas y las plantas medicinales (Lothrop 1963: 107). Probablemente, en tiempos prehispánicos, también se plantaron huertas de árboles frutales (Stone 1949: 6), los que, como se sabe, pueden aprovecharse solamente unos años más tarde. Como lo señalan los así llamados concheros, a la caza y la recolección en el interior se agregaba la pesca, así como la recolección de moluscos en los ríos y el mar. Cuando los boruca, en tiempos recientes,47 viajaban hacia el mar para ir en busca de sal, la pesca de animales marinos era una actividad complementaria no menospreciable (Stone 1949: 8). Se puede suponer que esto era usual ya en tiempos prehispánicos, utilizándose de las chonchas y caracoles también para la fabricación de cuentas y otros elementos ornamentales, siendo de gran importancia traerlas desde el mar (Ibarra Rojas 1990: 98). A todo esto se añadió el comercio con materias colorantes procedentes de la región costera, un comercio que realizaban los boruca con los bribrí en la Talamanca. Como se puede saber gracias a los informes del tiempo del contacto (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 111) y a unas excavaciones arqueológicas, en los últimos

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Importante para la apreciación justa de los dignatarios es que entre los boruca hoy día todavía se guarda una parte de la cosecha para el sacerdote (católico), del cura (Stone 1949: 23). Y a los chamanes les ofrecen como regalos y símbolos de un respeto altísimo chicha así como también a la muchacha más atractiva, cuando viene de visita al poblado (Stone 1949: 25). En esto se demuestra la antigua tradición de entregar manes al dignatario religioso bienes, donativos que le pertenecían por costumbre. 47 Estas excursiones para abastecerse a sí mismos eran posibles hasta los años cincuenta del siglo XX; después fueron suprimidas por el monopolio estatal sobre la sal.

50 siglos antes de la conquista española, se habían creado ya diferentes formas de interrelaciones entre los distintos nichos ecológicos de la parte mediana del río Térraba que contaba con paisajes culturales con una densa población. Como lo demuestran las investigaciones arqueológicas, existían en las orillas del río Térraba en su tramo medio, a lo largo de 120 kilómetros, poblados separados entre sí por una distancia de alrededor de 5 kilómetros (Drolet 1983: 39), o bien de 5 a 10 kilómetros (Corrales et al. 1988: 78). De los 56 poblados comprobados, aproximadamente la mitad perteneció a la fase Aguas Buenas y la otra a la fase Chiriquí,48 y esto, por lo que parece, cada vez en diferentes nichos ecológicos y con distinta especialización artesanal (Drolet 1983: 38-39; Haberland 1984: 255). Esto significa que dichos poblados no existieron al mismo tiempo y que su florecimiento económico no se demuestra a través de una sucesión y estratificación del material arqueológico in situ. La posibilidad de una utilización agrícola más intensiva del suelo llano y húmedo de los valles, así como de las fértiles terrazas fluviales (con el resultado de lograr más de una cosecha por año), había alentado los modelos de vida sedentaria. Pero no se puede aclarar totalmente en qué medida los poblados arqueológicamente comprobados estuvieron habitados al mismo tiempo o sucesivamente o en un cambio continuo. Hay que considerar que los tiempos de barbecho necesarios, así como actividades especiales de carácter estacional, podían provocar el desplazamiento temporal o total de las aldeas. Además, diferentes alianzas en la red territorial podían cambiar la jerarquía y la interdependencia de los poblados (Drolet 1992: 232). Los campos de entierros se encuentran en los alrededores de los poblados, en la mayoría de los casos en las terrazas más elevadas o en las colinas arriba de los suelos fértiles. Los arqueólogos suponen que la necesidad de controlar los suelos más fértiles provocó guerras entre los cacicazgos (Corrales et al. 1988: 80). En el tiempo de la conquista algunos de los cacicazgos estaban en lucha entre sí. No es totalmente esclarecido si la causa era la mencionada necesidad de tierras. Tal vez exteriorizaron conflictos internos. En los pleitos de competencia entre caciques, ante una diferenciación social ya bastante fuerte, se quiso demostrar poder, y esto se realizó por el combate y por la captura de cautivos; además se hacía la guerra, desde luego también, para conseguir botín y crear la posibilidad de llegar a los yacimientos de oro. No hay que caracterizar estos combates como guerras de expansión para lograr nuevos territorios (Drolet 1983: 63,64).

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La fase Chiriqui siguió a la de Aguas Buenas alrededor de la mitad del primer milenio de nuestra era.

51 Especialmente río abajo de la angostura del río Térraba, en la cordillera costera, hay vastas regiones de valles con suelos aluviales fértiles que podían ser aprovechados. 49 Allí, además, empieza otro clima, el clima caluroso y húmedo de la costa del mar. Hasta hoy día queda todavía sin aclarar, en relación a esto, el papel que jugó la zona del delta. En ausencia de trabajos de drenaje intensivos, tal vez, la gran humedad no hizo posible un aprovechamiento intenso del terreno aluvial, de por sí muy fértil. Por esto no se desarrolló una densa población en el delta. Además, las oportunidades muy reducidas de abastecerse de agua potable debieron de ser un factor decisivo en determinar una densidad demográfica muy reducida (Lothrop 1963: 13). Pero esto no nos dice nada sobre la fuerza política y económica de la élite que allí dominaba. "Se presentaron ocasiones en las que la comunidad tenía control más o menos exclusivo sobre algún recurso del que los otros pueblos carecían. Esos bienes como por ejemplo la sal, las conchas, y el oro, eran 'escasos', en el sentido de que solamente se obtenían en medios específicos" (Ibarra Rojas 1990: 108). Tal vez el acceso al Pacífico jugó un papel no poco importante, en vistas de la utilización múltiple de sus recursos para la alimentación y el logro de materias primas, así como por los contactos de largo alcance que se podían lograr bordeando la costa. Además, se sabe que para los grupos autóctonos tuvo importancia la extracción de la púrpura de los caracoles marinos (Purpura patila Gould y Purpura kiosquiformia Duelos; Stone 1949: 17; Purpura patula pansa; Ibarra Rojas 1990: 101) para teñir telas. 50 Esto quizás provocara contactos estrechos de comercio/trueque entre los grupos de la costa y los del interior. Para la economía colonial, que era sobre todo una economía de robo para conseguir oro, esclavos y cacao, la extracción de la púrpura, de todos modos, tuvo también importancia hasta la mitad del siglo XVII. Se conseguía matando los moluscos, desde Tehuantepec en la Nueva España hasta el golfo de Nicoya en Costa Rica. Existen, sin embargo, informes sobre métodos no destructivos de extracción de la púrpura, más al sureste de la costa pacífica. Estos datos hacen suponer que los indígenas allí prolongaban tradiciones autóctonas. sl Se 49

"En cuanto a suelos, la mayoría son den origen volcánico y aluviales, aunque su fertilidad se ve limitada por la cantidad de humedad y las altas precipitaciones, que traen consecuencias inmediatas, por medio de la lixiviación y los malos drenajes" (Chaves Chaves /Fontana Coto 1993: 1). 50 Todavía hasta el siglo XX entre los grupos de la Talamanca y los boruca, las telas coloreadas pertenecían a la indumentaria y a las ofrendas en los entierros (Stone 1949: 14; 1966: 226, nota 52). 51 "Los borucas, más astutos, usan otro método. Soplan el caracol, con lo cual el molusco expulsa un liquido contra el atacante; el liquido cae sobre el hilo de algodón blanco puesto a

52 tiene que observar, además, que también la mayoría ele los colores minerales necesarios para la cerámica policroma venia de la región de la costa del Pacífico (Lange 1988: 430). Por todo esto, la zona del delta, tal vez, podía ofrecer algo que en el interior era muy deseado y podía crear dependencia del interior con respecto al delta mismo. Hay que tener en cuenta que pensar en que muchos de los bienes transportados mediante el intercambio tradicional52 no aparecen en los hallazgos arqueológicos ni han dejado allí sus huellas. Esto se explica por el hecho de que se trataba de bienes de uso cotidiano, como víveres u otras cosas que se pudrieron rápidamente por la humedad tropical. Otros bienes que sí se encuentran en los hallazgos arqueológicos, tampoco se pueden clasificar como bienes de intercambio, como son por ejemplo esclavos y perros. Las relaciones quedan más claras solamente allí donde a los hallazgos arqueológicos se pueden agregar informaciones etnohistóricas y etnográficas. Es interesante un testimonio de la población indígena de la región de la Talamanca, en la que el más allá está relacionado con el mar. "[...] dicen que todas las almas de los muertos van al mar a estarse quietas sobre una piedra", como la registró el padre Urcullu (1918: 23) en 1763. Conceptos similares han sobrevivido hasta tiempos actuales. Como se sabe gracias a las observaciones etnográficas, tales conceptos muchas veces evidencian relaciones estrechas entre las regiones de los difuntos y las regiones del origen real de los antepasados. Pero siempre hay que considerar que los mitos también cambian, que informaciones sobre el pasado de grupos étnicos se pierden o son sustituidas por nuevas experiencias. A pesar de esto, la creencia de que los antepasados (o sus almas) descansan en piedras en el mar es importante. De ello se puede deducir, eventualmente, una referencia a la isla de Caño como lugar preferido para entierros. propósito por el indio. Después colocan nuevamente el caracol en las rocas del mar. El algodón adquiere así el color púrpura y el molusco vive lo suficiente para ser utilizado en otra ocasión" (Stone 1956: 168; véase también la misma 1949: 17). En los relatos de los Boruca se trata de lo siguiente: "Ya a teñir el hilo. No ve qu'ellos amarraban. Tenían hilo teñido". (Costenla Umaña/Maroto Rojas 1986: 171). En esto es interesante que se utilizaban, al parecer, a la par que textiles, también cortezas de árboles (San José [1697] 1884: 373374). Quizás existió un privilegio de la élite para el algodón. También se teñían hilos del maguey (Ibarra Rojas 1990: 100). 52 Stone (1966: 229) enumera lo siguiente: Cerámica, algodón crudo, algodón ya hilado, telas coloreadas, perlas de las conchas, figuritas de oro, hamacas, esclavos, perros, sal, pescado salado, tapires, jabalíes, aves, plumas, el colorante del achiote (Bixa orellaná), maíz, cacao, encina y escudos hechos de piel de tapires.

53 En el delta, diferentes fenómenos de la naturaleza deben de haber destruido en intervalos más o menos regulares muchos testimonios de la vida prehispánica. Así las mareas altas repentinas que ocurren con un ritmo de alrededor de diez años, han escarbado por debajo y arrastrado la mayoría de las plataformas elevadas, incluyendo las que fueron plataformas con cimientos de casas. Parece que de esto han sido responsables las anomalías del clima, como del así llamado fenómeno del Niño. Este proceso se ha prolongado hasta tiempos actuales y se ha interrumpido solamente donde funciona en relación con las plantaciones plataneras un sistema moderno de drenaje. Huellas de tales plataformas prehistóricas demuestran que no tenían más de tres metros de alto (Lothrop 1963: 13). En algunas no habían existido edificios; o, por lo menos, no se pueden registrar huellas de ellos, otras, al parecer, tenían casas de material efímero. Por el calor, estas probablemente ni siquiera tuvieron paredes de palos, sino solamente techos para la protección contra el sol y la lluvia. También puede ser que, en la mayoría de los casos, estos pobladosestuvieran compuestos por casas que no han dejado huellas, construidas en soleras de estacas (Gil González Dávila [1524] según lbarra Rojas 1990: 60) y agrupadas alrededor de plataformas. Por lo menos hasta hoy en día, no se han encontrado huellas de postes o restos de colores que demuestren su existencia en los suelos (Lothrop 1963: 14). Vázquez de Coronado ([1563] 1976: 107) informa acerca de tales chozas sobre postes en Coctu (Coto), acaso el único poblado importante que el conquistador conoció,53 y que con mucha probabilidad se encontraba fuera del delta. En Coto siete caciques dirigían a sus respectivos grupos; aunque el cacique mayor no residía allí (Drolet 1983: 62). 54 Por este motivo se tiene que discutir la cuestión de si el cacique mayor de Coto tuvo su sede mayor en la región del delta o si la había desplazado a esta zona por intereses de seguridad, ya antes de la llegada de los españoles. La amplia difusión de casas hechas en soleras de estacas en la zona del delta podría significar que las plataformas con un diámetro de alrededor de 20 metros fueron erigidas solamente para residencias de la élite y, en el aspecto arqueológico, señalan la existencia de tales residencias efímeras (Lothrop 1963: 15). Puede ser que las reconstruyeran mediante el servicio de trabajo por parte de la comunidad, muchas veces después de ser destruidas por las altas mareas.

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También las casas indígenas tradicionales en el altiplano se erigían encima de estacas. Drolet ( 1 9 8 3 : 71, nota 17) discute que las luchas entre Coctu y Quepos observadas por parte de los conquistadores españoles reflejaban el combate por la preponderancia de uno de estos cacicazgos. Pero se puede suponer también que este cacique mayor existía en el delta del Diquís y no fue detectado por los españoles.

54 A nuestros reducidos conocimientos sobre la población prehispánica del delta se agrega una pérdida decisiva de informaciones: durante el tercero y cuarto decenio del siglo XX, con motivo de la fundación de las plantaciones, cuando en la mayoría de los casos grandes máquinas de construcción destruyeron los campos de entierros. Además, en aquel mismo tiempo, huaqueros se habían valido de la ocasión para revolver los restos prehistóricos reconocibles en búsqueda de tesoros; de la misma manera otros sitios de hallazgos se han vuelto casi inútiles o ya no reconocibles para una investigación. En el interior, más arriba del delta, los españoles encontraron palenques con carácter de fortificaciones, que ellos llamaron también "pueblos palenques" o "poblazones palenques" (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 96; Stone 1984: 306). Estos palenques fueron erigidos en repisas o espolones en las laderas de las montañas, en cuanto posiciones estratégicas, o en la forma de grandes poblados rodeados de empalizadas. Acerca de las empalizadas, se nos informa que en la mayoría de los casos se hicieron con zarzales y cactáceas. Los sitios para el culto que pertenecían a estos poblados se encontraban a sus alrededores. Vázquez de Coronado ([1563] 1976: 98) menciona poblados comparables también para las zonas de sabanas 55 en el interior. Snarskis (1982: 58) los incluye entre los "city states" del así llamado período VI, la última fase de un desarrollo autóctono. Esto sin embargo, no puede quedar sin contradicción, si se diferencian según su carácter los cacicazgos y los Estados, así como los poblados grandes y las ciudades. También Lange (1988: 434) rechaza el concepto de Snarskis: "There is no question that such sites reflect more complex societies, chiefdoms, central places, site hierarchies, and even societies evolved in organized competition, and warfare. They, however, were not 'city states' as the term is usually applied." En el sureste de Costa Rica existieron señoríos (cacicazgos, chiefdoms) de diferente importancia. Sus relaciones internas de consanguinidad eran decisivas, la tendencia de los guerreros jóvenes a considerar los éxitos en la guerra y los botines como factores importantes para su posición de partidarios no eliminó completamente el poder a partir de la dignidad heredada al interior de un grupo consanguíneo. Para el tiempo colonial, en todo el territorio de la Costa Rica actual, no se puede comprobar ninguna formación de un Estado dirigido por una élite organizada según el principio territorial y con una burocracia que funcionara fuera de las relaciones consanguíneas.

SS Es posible que las sabanas fueran antropogéneas, y que fueran zonas intencionalmente rozadas ya en tiempos prehispánicos a favor de la agricultura o por causa de guerras.

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Importancia económica y política del delta del do Térraba Es esencial tratar especialmente lo que nosotros sabemos sobre la importancia económica y política del delta del río Térraba, pues faltan informes sobre poblados grandes y fortificaciones en esta región. En el tiempo de la invasión de los españoles, en los años sesenta del siglo XVI, esta región, al parecer, no era muy interesante para los conquistadores extranjeros. Parece que los españoles no hicieron esfuerzos particulares para invadir este territorio. Tal vez, por causa de su ambiente natural fue percibida negativamente, e incluso, es muy probable que se creyera que estaba despoblada. Se tendría que investigar si el delta, ya antes del año 1530, estaba despoblada por causa de la invasión de los españoles bajo el mando de Andrés Niño. Tal vez, si en esta región, en las capas de hallazgos culturales autóctonos, se encontraran objetos de origen europeo, 56 adquiridos mediante intercambio o de otra manera indirecta, éstos podrían demostrar que en el tiempo de los contactos existia allí una población más o menos densa. 57 Hasta nuestros días, sin embargo, no ha habido hallazgos de este tipo. En la primera mitad del siglo XVI los españoles organizaron la captura de esclavos para su comercio, para llevarse mano de obra indígena de Nicaragua a Perú; esto también afectó a las regiones costeras en el noroeste de Costa Rica. Probablemente por efecto de las condiciones de acceso relativamente difíciles a la costa, la región Pacifico Sur quedó generalmente fuera de dichos procesos. Solamente en los años 56

Lo siguiente es interesante para las comparaciones: "Por otro lado se han encontrado fragmentos de hierro y estribos a lo largo del Río Diquís, sobre todo en la región de El Zapote. Quizás esa fue la ruta que tomó Vázquez de Coronado. " (Traducción de la autora; el texto alemán dice: „Andererseits haben sich längs des Flußlaufes des Diquis, vor allem in der Gegend von El Zapote, Eisenfragmente und Steigbügel gefunden. Vermutlich war dies die Route, die Vázquez de Coronado genommen hat" (Stone 1968: 37). También de un sitio a orillas del río Changuina (Changuería), en la zona de los manantiales del río Coto-Brus, uno de los afluentes del río Diquís, se conocen herramientas y perlas de vidrio millefiori (Stone 1958: 47-48, según Haberland 1984: 253); y también de Curré se informa sobre dos perlas de vidrio, las que se interpretan como objetos de intercambio utilizados por los españoles para conseguir de los ayudantes indígenas víveres, oro y trabajo. Además allí se han encontrado en un cementerio herramientas, hachas y cuchillos como ofrendas a los difuntos, al lado de ofrendas de origen indígena (Corrales Ulloa 1998: [3-4]). 57 En las regiones vecinas existen muestras de tales hallazgos. La provincia de Coto es -con la región de la Talamanca- la única parte de Costa Rica de donde se conocen mercancías europeas como las perlas millefiori de vidrio azul retorcido e instrumentos de hierro (hachas, puntas de lanzas, cuchillos, tijeras), encontradas en considerables cantidades en entierros indígenas.

56 sesenta del siglo XVI, esta área empezó a despertar la atención de los españoles, así que se puede considerar como una región de refugio en la que, por efecto de una reducida libertad de movimiento y por el tamaño reducido del territorio, unos cacicazgos pugnaban entre sí con el fin de prevalecer, tal vez como siempre o por primera vez. Se puede suponer que a los conquistadores el delta les pareció poco atractivo, en razón a su naturaleza repulsiva, y cuya riqueza en metal precioso socialmente determinada les quedó escondida (Lothrop 1963: 108). Es posible que los jefes de los cacicazgos más al norte, por ejemplo el de Coto, sugirieran a los españoles explorar el delta (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 107). Probablemente tuvieron problemas para entenderse con los indígenas, y queda aún un punto por discutir: ¿hasta qué parte del delta se extendió el cacicazgo de Coto? Tal vez los españoles tocaron la zona costera del delta. Por lo menos, los españoles, por lo que parece, no se sintieron estimulados a invadir el interior del delta. Pero lo hubieran hecho, si hubieran recibido informes sobre su riqueza en oro. Podemos conjeturar que los habitantes del delta tuvieron algo así como castillos rodeados por zanjas de agua, porque gracias a los pantanos de los alrededores podían prescindir de fortificaciones como las que se conocen en las regiones río arriba y que se han registrado en los hallazgos arqueológicos. De acuerdo con los hallazgos de cerámica, parece seguro que el delta estuvo poblado por un lapso de tiempo de alrededor de 800 años, más o menos entre 500 y 1300 d. de C.. Pero faltan estudios a base de radiocarbono que puedan comprobar las fechas del tiempo de colonización. Se pueden notar montículos redondos y ovales en un territorio de más de 800 hectáreas, que son plataformas rodeadas de muros de contención hechos con cantos rodados, las cuales no tienen huellas de construcciones en su interior. Parece que fueron terrenos llanos y elevados, con el fin de llevar a cabo rituales que toda la población pudiera ver, tal vez ocupando directamente las plataformas con casas, plazas, caminos pavimentados, hoyos para desechos, zonas de entierros, tal vez también talleres. Además se han encontrado grupos de esferas líticas, oro, esculturas de piedra, así como una gran cantidad de tiestos de cerámica, los que hacen posible una datación. Todo esto demuestra una utilización compleja del delta (Quintanilla 1995: 4). Podemos considerar que su importancia cultural y social tuvo un carácter específico. Los testimonios materiales oriundos de excavaciones de saqueo, sin embargo, aparecen hoy día fuera de contexto, pues faltan correlaciones comprobadas. No sabemos nada de los rituales que seguramente acompañaban la consagración y utilización de tales testimonios, como son las esferas líticas. Las posibilidades de interpretar los supuestos rituales, por ende, son reducidas (Quintanilla 1995: 7).

57 Además, se tiene que pensar en que la subjetividad de nuestra percepción está lejos de la connotación cultural original. Interpretar presupone entender, lo que, sin embargo, no se puede realizar sin apreciar los conjuntos, especialmente si los objetos todavía existen pero se han perdido las ideas de los que los habían creado y formado, es decir los relatos relacionados con ellos.

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Riqueza en oro y demostración de poder El acceso de la élite al oro como materia prima debe de haber ocurrido mediante una red de relaciones de intercambio y dependencia cuyas peculiaridades son en gran parte desconocidas. Se tiene que pensar, sin embargo, que probablemente el comercio del oro no se había realizado siempre, como muchos de los arqueólogos han supuesto hasta hoy día. Con la idea de un comercio como tal, se intenta explicar la influencia visible de elementos estilísticos sudamericanos de diferentes regiones del Perú, posiblemente de Ecuador y seguro de Colombia (Haberland 1991: 210). Se puede suponer, sin embargo, que originalmente se trataba, en la mayoría de los casos, de la entrega de donativos con motivo de misiones diplomáticas, como las que los conquistadores observaron más tarde como costumbre difundida en toda Costa Rica. "Así al arte constituía una prerrogativa de su posición, ya que el rango de un individuo se podía demostrar mediante la cantidad, calidad y variedad de los bienes artísticos que poseía [...] a través de la posesión de estos objetos, así como el intercambio ritual de ellos, demostraban el poder del gobernante, dándole a la vez una autoridad sagrada para erigir el destino de sus pueblos" (Soto Méndez 1996:13). Desde cualquier punto de vista, en este contexto se puede aceptar que originalmente todo el conocimiento de la metalurgia fue transmitido a la América Central desde el sur (Stone 1977: 123). Se puede suponer que, en las zonas de contacto, a los donativos de objetos de oro de importancia ritual seguían más tarde los conocimientos necesarios para la extracción de la materia prima y para la producción artesanal. Así "también la pertenencia común a la familia lingüística chibcha podría haber contribuido a la intensificación de los contactos, cuando los pueblos sureños aparecieron como socios con conceptos atractivos y tecnologías nuevas como la elaboración del metal."58 Similitudes estilísticas, por consiguiente, se explican por la imitación de donativos de cuyo valor para el prestigio, tal vez, la élite se persuadió, y -lo que era decisivo- por el desarrollo ulterior a partir de la creatividad propia. Si las piezas de oro, al contrario, hubieran sido solamente objetos de comercio, las personas procedentes del sur que las ofrecían no hubieran tenido mucho interés por entregar sus conocimientos sobre la producción y la extracción de

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Traducción de la autora; el texto alemán dice: „[...] dürfte auch die gemeinsame Zugehörigkeit zur Chibcha-Sprachfamilie zur Intensivierung der Kontakte beigetragen haben, sobald die südlichen Völker als aktive Partner mit attraktiven Konzepten und neuartigen Technologien wie der Metallverarbeitung auftraten." (Bischof 1982: 18; Stone 1977: 129).

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la materia prima. Si lo hubieran hecho, finalmente habrían perdido o traspasado su posición de monopolio en este comercio. El porqué la zona costera del delta del Diquís, tan pobre en materia prima de minerales, pudo llegar a una comprobada riqueza considerable de objetos del metal precioso, queda por discutirse. Tal vez su riqueza tuvo causas políticas y también económicas. Otras riquezas de la región costera hallaron su camino hacía los grupos del interior que disponían de los yacimientos de oro y los controlaban. Tal vez se trataba de cera de abejas y resina, púrpura y sal.59 En efecto, también se tiene que remarcar que la montañosa península de Osa, que se encuentra al sureste de esta planicie de aluvión, es hasta hoy día una región con muchos pozos de mina y yacimientos de oro ilegalmente explotados. Hacen soñar con una riqueza en oro legendaria, especialmente porque dicha extracción de oro está prohibida en esta zona de protección ambiental. 60 Los yacimientos secundarios, allí, en los sedimentos de arenas en los arroyos y ríos, ya se habían aprovechado en el tiempo prehispánico. Hasta ahora queda por aclarar si ya en tiempos prehispánicos existía una minería de oro sencilla, mediante pozos poco profundos. Probablemente, entre otros, el control del acceso a este eldorado era decisivo para el poder y la riqueza de la élite dominante en la vecina zona del delta. Esta riqueza, por lo menos, sí se puede comprobar mediante los tesoros en oro de sus entierros, los que, sin embargo, en los últimos decenios y en la mayoría de los casos, solo se han excavado ilegalmente. Las piezas de adorno producidas en la mayoría de los casos mediante el método de la fundición a cera perdida crearon la visión de una riqueza con un número casi 59

Se sabe algo sobre como los boruca se abastecían de la sal de mar y como desarrollaban el intercambio con los otros grupos (San José [1697] 1884: 370; Stone 1949: 24). En la tradición oral de los boruca se encuentran indicios en narraciones más antiguos sobre como conseguían la sal. Es evidente que, al parecer, sus ancestros desde hacía mucho tiempo viajaban al mar para ir a buscar la sal: "Cuasran. [...] Mi abuelo iba mucho a la mar. A hacer sal, a cocinar sal de piedra, que esa ceniza que queman hace de sal" (Costenla Umaña/ Maroto Rojas 1986: 173). Además queda claro que actualmente se comprende el consumo de la sal como civilización, un concepto muy difundido no solamente entre los indígenas de Costa Rica que surge de los prejuicios frente a extranjeros y así llamados paganos. Además se supone que seres extrahumanos no comen sal. Así se sabe de las narraciones entre los boruca del ser mítico señor de los monos Knásula: "Entonces toma chicha, pues la chicha sí le gusta. Pero no come; la comida salada no le gusta porque no es bautizado. Si lo fuera, entonces sí comería con sal" (Costenla Umaña/Maroto Rojas 1986: 178). San José ([1697] 1884: 370) denomina una planta que fue utilizada por los indígenas como sustituto de la sal. 60 La dificultad en la exploración del terreno de esta península se puede deducir de la denominación de sus montañas: "Sal-si-puedes".

60 infinito de variantes en la combinación de signos y símbolos propios de la cultura del Diquis. Su iconografía se orienta hacia los modelos zoomorfos del ambiente de la selva tropical húmeda (Snarskis 1985: 89). A causa de la técnica empleada, los objetos de oro son piezas únicas, aparecen unidos solamente por su estilo, que se explica por el simbolismo. Unidad en la multitud y multiplicidad unida por una impresión general relativamente uniforme se demuestran en una abundancia de objetos destacados. Se trata sobe todo de colgantes aviformes denominados por los españoles "águilas" o "aguilillas". Son representaciones del buitre real (Sacroramphus papa) (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 93, 97); Aguilar 1986: 18).61 Además, se pueden mencionar: pectorales en forma circular o semilunar martillados en oro, pequeñas láminas de oro para disfrazar los dientes, orejeras, cuentas redondas para collares y diademas, así como láminas de oro para coserlas en los trajes. La abundancia de los objetos de oro se explica en esto que junto a los distintivos de rango también existían símbolos que marcaban la pertenencia a grupos de parentesco y a regiones. 62 Tal vez se pueda demostrar esta opinión mediante ensayos de registros estadísticos. Si en ciertos grupos de entierros se encontraran muchas piezas casi idénticas, se podría discutir esta tesis con mayor éxito. Pero la huaqueria en general ha vuelto imposible lograr hallazgos completos no destruidos. Los adornos de oro, por lo menos, existían en tal cantidad, y en tal multiplicidad de formas, que todos los miembros de la élite podían presentarse al público con ellos para demostrar un rango y una importancia particular. A menudo se encuentran representaciones del caimán; en las zonas pantanosas del delta esta especie animal fue conocida sin duda como peligrosa, y por esto representada en oro, probablemente como símbolo de supremacía. Pero también la fuerza del jaguar se encuentra simbolizada en estas pequeñas piezas de arte. Seres dobles y motivos de serpientes denotan intimidación, 63 motivos de ranas remiten a la lluvia 61 "Las variaciones sobre un pájaro con alas extendidas y cola ensanchada, visto de frente, suman un alto porcentaje de la orfebrería costarricense" (Snarskis 1985: 99). Este buitre tiene una importancia específica, si se recuerda que Sibú, el espíritu creador de los grupos de la Talamanca, disfrazado de buitre, enseñó a los hombres a bailar. En esta figura se dio a conocer, por esto, en los rituales. 62 En este sentido es interesante que entre los boruca llevar plaquetas de oro grabadas señalara la pertenencia a distintos grupos sociales, como lo menciona Stone (1949: 28); quizás, sin embargo, marcaran con ellas grupos de edad y de género, no solamente el estatus de una persona. 63 Entre los bribrí se interpretaban a gemelos y seres con dos cabezas como presagios de la muerte y como señales comunes de la intimidación. "¿La intención de los colgantes de doble figura era la de inspirar temor o miedo? Ya que sabemos que los guerreros vestían artículos

61 (Lothrop 1963: 114) y la fertilidad. Seres mixtos, compuestos por hombres y animales, se relacionan con rituales chamárticos.M Fuera de todo esto también se encontraron utensilios de oro de uso cotidiano, como agujas y alesnas, pincetas para depilar las barbas y anzuelos que seguramente sólo se encontraban en posesión de algunos privilegiados, dignatarios vivos y fallecidos. Algunas de las piezas de adorno, parece que se fabricaban únicamente para el más allá, ya que no demuestran huellas de uso. Estos testimonios de la habilidad artesanal autóctona del tiempo prehispánico sólo pueden hablar por si mismos, porque, separados del conjunto de los hallazgos arqueológicos, dicen poco sobre su utilización e importancia. Se pueden ordenar seguramente según su contenido de diferentes materiales en una supuesta aleación. Según investigaciones arqueológicas se sabe que los antiguos orfebres conocían la técnica de dorar piezas de tumbaga 65 mediante un tratamiento de la superficie {miseen-couleur). En Jalaca, una de las zonas más húmedas del delta cerca del Océano Pacífico, durante una excavación arqueológica de entierros, se han encontrado sobre todo objetos de tumbaga (Stone 1977: 123). Desde luego, se podrían estudiar también conjuntos concretos artesanales y estilísticos, sobre todo de objetos que provienen de excavaciones aseguradas por parte de arqueólogos. Tal vez se podría demostrar la escritura de artistas o talleres particulares. Los objetos de oro, sin embargo, sólo pueden darnos conocimientos sobre el mundo de sus creadores artesanales prehispánicos y sus antiguos portadores en reducida medida, los miembros de la élite dominante vivos y muertos. En efecto tenemos indicios sobre el uso del metal precioso gracias al deseo de oro por parte de los españoles, durante el tiempo del contacto. Algunos datos también indican la extracción del oro en tiempos prehispánicos, el conquistador Vázquez de Coronado de oro para la batalla, esta es, al menos, una interpretación probable" (Snarskis 1985: 9899). "[...] las culebras representan peligro e incesto, son vistas como los arcos y flechas de espíritus malignos y su mordedura es vista como obra demoníaca" (Bozzoli de Wille I97S según Snarskis 1985: 98). 64 "[...] aspecto proteico de shaman-guerrero-cacique del que se creía que podía adoptar formas y atributos animales a voluntad." (Snarskis 1985: 100). 65 Tumbaga es una aleación de oro con cobre, con una diferente porción de ambos metales asi como una porción muy reducida de plata. Sobre todo el punto de fusión más bajo en comparación con los elementos tal vez era decisivo para el aprovechamiento de esta aleación. La combinación ideal es 60 % de oro con 40 % de cobre, porque entonces ya se alcanza el punto de fusión a los 778 ° C. El tratamiento de la superficie mise-en-couleur se realizaba calentando la pieza y bañándola en el jugo ácido de yerbas, lo que provocaba que en las partes superficiales el cobre se oxidara y se perdiera.

62 menciona a veces que cada poblado tenía su río, del que se podía conseguir oro.66 En la literatura interpretativa se habla de secciones de los ríos, de las cuales los poblados disponían para la extracción del oro (Stone 1977: 127; Bray 1981: 158). Puede ser que así fuera; pero no se pueden encontrar indicios en los antiguos informes que lo confirmen. Durante los combates entre los diferentes cacicazgos, el objetivo era capturar enemigos, para sacrificarlos después. Esto se hacía especialmente porque se pretendía lograr fuerza mediante las cabezas trofeo.67 Vázquez de Coronado ([1563] 1976: 107, 108) señala expresamente la existencia de un culto a las cabezas trofeo, que son consideradas como símbolos de fertilidad al igual que las semillas de las plantas. También provocaban las guerras para tener mejores condiciones en el control de los yacimientos de oro, y en ocasiones la guerra podía llegar hasta la destrucción total de un poblado, como informa Vázquez de Coronado ([1563] 1976: 108). Los mitos de los grupos indígenas contemporáneos hablan, de acuerdo con sus experiencias modernas, de dinero, también de plata, ya no de oro, como conscuencia de las guerras entre los grupos étnicos. Como se relata, los reyes alcanzaban con el botín de dinero un prestigio creciente, riqueza y poder.68 No hay motivos para pensar que en tiempos prehispánicos existieran conceptos similares de riqueza. Los adornos e insignias de oro más bien documentaban prestigio y poder sobre otros hombres; pero no pueden equipararse con la riqueza en el sentido actual ni identificarse con ella, pues requerían una sanción ritual. "In our context here of unstratified societies, it may be more accurate to see art as the evidence of past wealth in the form of power 66 Véase Juan Vázquez de Coronado en sus relatos en forma de cartas escritas del 4 de mayo y el 2 de julio de 1563, en: León Fernández (1908: 98, 108). Juan Dávila, informe, en León Fernández (1908: 343). 67 En los relatos de los bribrí se describen tales combates en tiempos antiguos para lograr cabezas trofeo de la siguiente manera: "A los Térraba los maltrataban demasiado. Los térrabas ataron a uno para matarlo, le cortaron la cabeza, y la cabeza la llevaron para usarla en lugar de calabaza o jicara, para jalar agua. A esta cabeza los térraba le hicieron un trabajo de quitarle el cerebro y dejarle sólo hueso, y cuando estaba como ellos querían la utilización para jalar agua (...]" (Bozzoli de Wille 1977: 184). 68

En los relatos míticos de los bribrí lo son preferentemente los térraba, los habitantes actuales de la región que aquí nos interesa, a los que se ha vencido y robado su dinero: "[...] en esa época existía una gente que se llamaba térraba y con esta gente hubo batallas simplemente por hacerse reyes y para tener plata, porque los térrabas traian mucho dinero. Si los reyes lograban matar a unos de los Térraba entonces les quitaban su dinero y con esto se hacían ricos. Si algunos lograban matar a los de Térraba, hacían lo mismo, les quitaban la plata y este dinero se lo entregaban al rey porque a él lo tomaban como persona con mucho poder, capataz, rey, etc." (Bozzoli de Wille 1977: 184).

63 over the labor process, including materials, rather than as wealth in the sense of convertibility [...] assuming some logical and predictable correlation between hierarchy and the authority to direct human society" (Graham 1988: 169). Graham entiende aquí con el término de sociedades no estratificadas las que no tuvieron clases sociales y el régimen de un Estado, así incorpora los chiefdoms/señoríos. En los informes españoles también tenemos algunas noticias acerca de cómo la producción artesanal fue integrada dentro de la estructura general de la sociedad. En sus informes sobre la conquista, Vázquez de Coronado relató, entre otros, acerca del cacique Coctu (Coto, Couto), quien subrayó que él mismo había fabricado sus adornos de oro. Por lo que parece, se sentía muy honrado por haberlo hecho, y esto se puede explicar en razón de la importancia ritual de los objetos de oro. 69 La habilidad en producir tales piezas de arte, tal vez, era una de las fuentes de considerable prestigio, descrito por los españoles, que tenían los caciques mayores. 70 Probablemente, la elaboración del metal precioso para la fabricación de objetos de fuerza mágico-religiosa fue para los miembros de la élite una tarea que se basaba exclusivamente en conocimientos secretos. Las combinaciones muy difíciles de símbolos lo hacen suponer e indican una vinculación entre poder y funciones religiosas. Por lo menos, se puede decir que se trataba de una rama específica de la producción, con reglas y tabúes que se tenían que observar. O quizás el oro como materia prima tuviera en estas sociedades una importancia especial, sobre la que lamentablemente no hay información (Snarskis 1985: 97). Resumiendo, podemos constatar que existía una producción importante de bienes de lujo, la que podía realizarse gracias a la abundancia de víveres, producidos en exceso. La riqueza de bienes de uso cotidiano producida en estas sociedades, por lo que parece, podía garantizar tales artes mecánicas especializadas. Además, la sociedad había desarrollado grupos privilegiados que podían consumir los bienes de lujo. Todo esto era posible a partir de una agricultura desarrollada y un intercambio o comercio que permitía que riquezas específicas de nichos ecológicos particulares pudieran ser realizadas en otras regiones.

69 Se podría comparar con la fabricación de los recipientes de cacao en la cultura clásica maya cuya pintura podía estar de la misma manera en manos de miembros de la élite (Reents-Budet 2000: 253), o con las actividades de los comerciantes de larga distancia mayas, como se ha documentado sobre los cocom en Yucatán (Landa [1566] 1990: 107108). 70 "[...] en Diquís, el cacique Coctu era él mismo un talentoso orfebre, siendo esto una de las fuentes de su considerable prestigio" (Snarskis 1985: 97).

64 Además sabemos que en la región del río Térraba, así como también en otras zonas de Costa Rica, existía la costumbre de anunciar la disposición a alianzas o subyugación mediante donativos en oro. Se subrayaba el mensaje transmitido mediante objetos de oro que se le agregaban (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 99, 105-107; Dávila [1566] 1976: 342-343). Suponemos que con esto, además de los mensajes orales, se activaba un lenguaje simbólico especial mediante los objetos de oro. Una costumbre que, sin embargo, a los informantes españoles les fue incomprensible. Los españoles elogiaron las así llamadas "águilas de oro" que les regalaron los caciques indígenas. Vázquez de Coronado ([1563] 1976: 107-108) habló expresamente de oro fino. Estas piezas pesadas, adonios, distintivos de rango y amuletos, eran muy deseadas como señales de disposición a alianzas o subyugación. Se informa que los indígenas las difundían en gran cantidad entre los oficiales españoles así como entre los soldados. Probablemente tenían el propósito de tranquilizar a los invasores al parecer pendencieros, brutales y exaltados por la fiebre del oro. No se nos informa si con estos donativos también entregaron voluntariamente los símbolos de prestigio y poder a los extranjeros y se pusieron en manos de ellos. Se tiene que considerar que, por la falta de competencia lingüística de los mismos conquistadores españoles, no se cuenta con más información. No queremos olvidar, en este contexto, que también encontramos el indicio de que negociaciones de paz fueron abiertas con intercambio de donativos y regalos de víveres, los cuales deberían de anunciar la subyugación (Vázquez de Coronado [1563] 1976: 95).

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Carácter estable de la antigua sociedad indígena del sureste de Costa Rica Las informaciones con las que se cuenta, en general insuficientes, se pueden entender solamente desde la perspectiva de los invasores españoles interesados en el metal precioso. La reunión de los testimonios historiográficos, arqueológicos y etnográficos, desgraciadamente, no nos ofrece más que una visión general de las sociedades pasadas, una visión insuficiente, que provoca especulaciones.71 A éstas no han participado totalmente los estudiosos que pretendían poner las sociedades centroamericanas de la llamada área intermedia en una relación de equilibrio con las complejas sociedades con Estado, socialmente muy diferenciadas, de las áreas mesoamericana y centralandina en vísperas de la conquista española.72 Con esto, muchas veces no pudieron aceptar la capacidad y aspectos culturales propios de las sociedades autóctonas de América Central, o subrayaron que en esta región no había florecido nunca la civilización-, "[...] durante toda su prehistoria Costa Rica parece haber sido un 'rincón' aislado, un cul de sac, abierto por ambos lados, en el cual nunca floreció la civilización" (Coe 1962: 181 según Ferrero 1975: 180). De estos esfuerzos provino muchas veces la tendencia a derivar rasgos culturales de sociedades centroamericanas de una u otra región de las llamadas altas culturas, sin que se pudieran presentar para esto argumentos y pruebas suficientes. Por lo que parece, existen dificultades en aceptar el auténtico carácter de las sociedades centroamericanas, en las cuales cacicazgos (chiefdoms, señoríos) de diferente tamaño e importancia fueron una forma estable de la vida social. Esto no excluye que en el transcurso de siglos y milenios se realizara de distintas maneras el traspaso de progresos culturales, conocimientos y habilidades desde las regiones vecinas, e inclusive desde algunas más lejanas del doble continente. Así se apoya mucho a favor del traslado, en casos excepcionales. Un ejemplo muy considerable es el cultivo del cacao, que no se difundió en las regiones vecinas hacia el sur de Costa Rica y en Colombia. El cacao cultivado fue probablemente oriundo de Ecuador y 71

En esta problemática Sheets (1992: 31) toma directamente esta posición: " T h a t does mean that there were no changes, but it does mean that there w a s no conquest, no social collapse, no immigration and indigenous replacement, or other drastic change that w e can detect in the record over that large span of time".

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De manera diferente se han reflejado los tiempos tempranos de la formación cultural en América Central. Asi ya en los años veinte del siglo XX Lothrop y Vaillant se decidieron, de acuerdo con una serie de esculturas de piedra por un así llamado complejo Q, que no tuvo su origen en la cultura maya, c o m o un complejo cultural básico de América Central (Stone 1948:169.170).

66 transportado por barco o balsa al noroeste. Costa Rica fue la primera región al noroeste de Ecuador en la que, como en la región maya, se cultivó el cacao y donde este cultivo alcanzó una gran importancia. A veces se pueden aceptar similitudes con rasgos culturales de Sudamérica, como por ejemplo la preferencia por el cultivo de tubérculos, la construcción de casas redondas, la fundación de poblados empalizados, toda la metalurgia o la organización del parentesco según las reglas matrilineales y matrilocales, pero se tiene que considerar la peculiaridad de cómo fueron aceptados, utilizados y desarrollados tales rasgos culturales por parte de las sociedades centroamericanas. Esto ha provocado una estabilidad específica de la sociedad en sus formas tradicionales, "this symbolic art must have been an important factor in maintaining social stability of the chiefdom network". (Drolet 1992: 237). Así, hay que oponerse a la interpretación de Helms (1992: 326) que opina: "that one significant reason for the failure of Lower Central America chiefdoms to evolve into more complex political structures may well have been the simple fact that (in terms of contemporary means of travel and communication) they stood too far away geographically from the major states of Mesoamerica and the Central Andes to be significally structurally modified by contacts with those polities. Even though bits and pieces of material cultures could be avidly sought as long-distance chiefly good." Si los cambios rápidos y las transformaciones significaran progreso, se tendría que aceptar la opinión de Lange (1988: 424): "the rates of development in the Intermediate area are much slower than in the Mesoamerican and Andean areas. Significant changes occurred during 300-400 year-long periods, but these are not easy delineated by the material culture remains that have survived."- "The stability began with a preceramic interaction sphere, and continued through the Formative and later developments" (Lange 1988: 439). Una estabilidad prolongada se demuestra, sin duda, en las normas de subsistencia de las poblaciones y de su duración como tales.

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El fenómeno de las esferas líticas: su producción Un símbolo cultural muy importante para esta estabilidad son, sin duda, las famosas esferas líticas. Por esto vale la pena estudiar un poco más este contexto. Hasta hoy día no se sabe cómo en aquel entonces se logró alcanzar la forma esférica casi total o con una irregularidad tan mínima que se puede descartar. Estas bolas tienen una forma esférica y son de tamaños tan diferentes entre sí (Corrales el al. 1988: 90; Lothrop 1963: 18-20). La forma esférica precisa se encuentra preferentemente en las bolas líticas que sobresalen en una superficie muy bien alisada (Lothrop 1963: 16). Se ha supuesto que se construía un marco de madera y se recortaba toda la piedra sobrante, o sea la que no estaba conforme al segmento del círculo (Stone 1954: 7). En todo caso esto significa que tenían la capacidad de calcular la forma. También Quintanilla se adhirió a la opinión de Stone, según la cual probablemente los constructores habían utilizado marcos de madera (según Varela 2000: 9). Tienen razón en suponer que tuvieron los conocimientos exactos sobre la dirección de las grietas de la piedra así como sobre la técnica de labrarla y pulirla. Se puede presumir que se insertaban cuñas de madera en huecos cincelados en la piedra; mojando las cuñas se lograba romper la piedra. Quintanilla, además, opina que aprovecharon el cambio rápido entre fuego y descenso de la temperatura para deshacer aquellas capas de la roca de las cuales se podía prescindir para elaborar la forma esférica. El tratamiento de la roca mediante fuego es conocido entre los chamanes de los grupos en la Talamanca. Estos relatan que piedras masculinas que tienen una forma esférica también pueden ser calentadas (Alí García en una comunicación personal a Künne, 1999).73 Las piedras de que hablan, sin embargo, son sus pequeñas piedras de oráculo esféricas, que caben en la palma de su mano. Es interesante recordar que los bribrí actuales adjudican fuerzas especiales a las piedras de origen volcánico. Se sabe que se han aprovechado estas fuerzas. Se han calentado estas piedras para utilizarlas en baños de vapor para curandería; además, según un mito, se las han utilizado para calentar el cacao (Alí García, entrevistado por Künne, 1999; García / Jaén 1996: 26, 33). Además hay que tener en cuenta que, según Torres Torres (entrevistado por Künne, 2000), las piedras de oráculo se van a buscar a las regiones más altas de la Talamanca. Cabe suponer que deberían ser recogidas allí por razones rituales. Para los bribrí estas piedras de oráculo viven como las plantas, y es cierto que viven en aquellos lugares de la Talamanca en los

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"Se calientan algunas piedras grandes en una hoguera. Deben ser piedras volcánicas, porque las de otro tipo se quiebran o estallan" (García/Jaén 1996: 26).

68 que se encuentran grandes cantos rodados. Estas "piedras sagradas", como Alí García las denomina, servían "para comunicar con los espíritus" (García, entrevistado por Künne, 1999; véase García/Jaén 1996: 9). Según los conceptos de los bribri, los espíritus pueden ser invocados mediante la pronunciación de su nombre. Por esto les parece peligroso a los indígenas de la Talamanca pronunciar siempre directamente las denominaciones de las cosas que se quieren aprovechar o de fenómenos naturales (González/González 1989: 15). A este ámbito pertenecían lógicamente las cosas que se percibían como sagradas y fenómenos como dios y la madre tierra. Como Baldomero Torres Torres (entrevistado por Künne, 2000) ha subrayado categóricamente, no se llamaban estos fenómenos con su nombre ni de ellos se produjeron imágenes, como se hace con los santos católicos. Además los sukia, los curanderos, y los awápa (chamanes) usaban "otro lenguaje que los bribri": esto significa que existió (y existe) una lengua ritual esotérica transmitida que los otros miembros de la comunidad étnica y lingüística no entienden.74 Para poder entenderse, por esto, en la vida cotidiana y al mismo tiempo no provocar a los espíritus, utilizaron denominaciones de referencia.75 Por cierto, es un gran problema reconocer estas ideas en los relatos y comprender su sentido oculto en favor de una interpretación científica. Para la problemática de las bolas de piedra aquí en discusión, es de interés especial que en una tradición de los bribri sobre el señor del relámpago se habla de picar leña como substituto de ir a buscar piedras. "Cuando se dice que Itsó está picando leña, en realidad, lo que está picando son piedras. Lo que en aquella dimensión veríamos como leña y árboles, en nuestro mundo son piedras. Picar la piedra, labrarla, es marcar la eternidad" (García / Jaén 1996: 28).76 Se puede entender que labrar la piedra se asocia con la idea de marcar la eternidad, pues los indígenas pueden observar el carácter casi imperecedero de las esculturas líticas. Además se debe observar que detrás de la denominación de ciertas actividades se pueden esconder 74 García / Jaén (1996: agradecimientos): "traducción de la lengua sagrada a la lengua bribri". "El idioma que canta el awá es el idioma del tiempo de la oscuridad. [...] Al hablar en el lenguaje de los orígenes del tiempo, el awá adquiere respecto frente a esos seres" (García/Jaén 1996:21). 75 Sobre la importancia del hígado como sede del alma se dice: "término para decir alma del hígado es el mismo que para decir piedras curativas. O piedras sagradas. Se dice Yábolo" (García / Jaén 1996: 7). 76 Itsó según los bribri es un espíritu. Lo descrito se puede comparar con la manera en la que los Huicholes del noroeste de México, por ejemplo, están comprendiendo la peregrinación en busca del peyote alucinógeno como la caza ritual del venado y denominando el cactus que cosechan como 'el falleciendo gran hermano venado' (Kessler 1985: 23).

69 otras que intervienen decisivamente en el modo de vida humano. Se dice, por ejemplo: "hacer un trabajo: hacer un hechizo" (García / Jaén 1996: 74) lo que se denomina trabajar es entendido como hechicería. Esto significa que el hablar sobre actividades para conseguir piedras podría esconder metáforas, algo que se tiene que descubrir y comprender. De esto se puede deducir el porqué los bribrí evitan hacer pinturas o imágenes de ciertas cosas y seres vivos en su forma natural, es decir, según nuestras categorías, realista. Probablemente esto motivó las decoraciones en los utensilios de uso cotidiano, en los objetos rituales y en los petroglifos de esta región, que para nosotros aparecen como abstractos, y que sugieren que puede tratarse de una prolongación de antiguas tradiciones. En los relatos se encuentran huesos, ánimas y granos de maíz como símbolos del origen y de la identidad (Bozzoli de Wille 1981: 9). Esto hace suponer que también en el contexto de las representaciones gráficas existía un sistema de referencias, lo que significa que las bolas de piedra generalmente representaban algo diferente de lo que nosotros pensamos cuando interpretamos su forma esférica. Para finalizar, tendríamos que encontrar cinceles y martillos de piedra, quizás también una concentración de arena, como se utilizaba antiguamente para pulir, en los respectivos talleres. En este sentido se tendría que discutir entre los arqueólogos y los picapedreros actuales, directamente en los lugares de los supuestos talleres antiguos. De esta discusión se pueden esperar resultados positivos, si se calculan los medios de los picapedreros en tiempos remotos, sus incipientes conocimientos tecnológicos, sus habilidades e instrumentos (Lothrop 1963: 16). Con esto se define un desiderátum de la investigación.

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Esferas líticas: material y transporte La roca caliza (coquina) se encuentra en la región costera al noroeste del delta, cerca de la ciudad de Coronado, así como en la parte más húmeda del delta, cerca de Jalaca (Stone 1977: 121). Lo que significa, sin embargo, que dista alrededor de 30 kilómetros del lugar donde, según parece, las esferas líticas de este materialjugaron un papel en la cultura autóctona y se encuentran hoy día (Stone 1977: 121). Esta materia prima, por lo tanto, fue transportada en tiempos prehispánicos desde una distancia considerable, paralelamente a la costa, tal vez por la zona de las lagunas, y después río arriba (Lothrop 1963: 21). Se tiene que pensar en un transporte mediante balsas, pues por causa de la fuerza con que rompen las olas del mar, un transporte en canoas era difícil, si no totalmente imposible. Indicios sobre las oportunidades y las condiciones difíciles de la navegación a orillas de la costa centroamericana del Océano Pacífico ya se encuentran en un documento del siglo XVII (Mehedano de Saavedra y Córdova [1684] 1976: 373).77 En la tradición oral de los boruca se encuentran descripciones detalladas de las balsas y su navegabilidad. Estas fueron empleadas en las antiguas expediciones a la isla de Caño, así como para la travesía del río Grande en la ruta hacia el Golfo Dulce (Golfito), al oriente del delta.78 Sería importante averiguar si tales transportes se 77

Se tiene que considerar en este contexto la información del geógrafo Ludwig Ellenberg (Berlín), que comparte la experiencia personal de la autora durante años en investigaciones a orillas del Pacífico en la región del sureste de Costa Rica. 78 En una versión española imprimida sinópticamente al texto boruca se dice entre otros: "Los Tesoros de la Isla del Caño. 12. Las personas de aquel tiempo iban allá montadas en balsas, pues no tenían botes. 13. Para construirlas buscaban los balsos más grandes. 14. Los derribaban y los cortaban en tucas de doce a quince varas de longitud. 15. Luego arrimaban ocho de ellos y los amarraban con bejucos. 16. Hacían clavos de pejivalle, del tamaño apropiado para los troncos de balsa: de una cuarta de largo. 17. Y con ellos terminaban de unirlos. 18. Después ponían las velas. 19. Que hacían con hilos de algodón trenzados. 20. Entonces ya salían sobre la mar bogando con canaletes. 21. Sobre aquella embarcación grande hacían una casita con hojas de cocotero. 22. En ella llevaban provisiones y su cocinera, una moza muy fuerte. 23. De este modo llegaban a donde se los antojara." (Costenla Umaña / Maroto Rojas 1986: 99, 101). "Los alcaldes. [...] 15. Para ir allá caminaban por la selva y luego cruzaban el Río Grande en una balsa que tenían para esta finalidad." (Costenla Umaña / Maroto Rojas 1986: 125). "Cuasran. [...] Es que esas balsas lo cogían de Puerto Cortés para abajo. / Sí, porque en los chifones no se puede. Para arriba el río es [...] más así, ¿ve? Entonces ahí sí podían usar la balsa. Ahí construían las balsas y con eso iban a la mar. Pero de ahí arriba no se puede subir en una balsa porque [...] Muchos chiflones [...] Muchas corrientes [...]" (Costenla Umaña / Maroto Rojas 1986: 171). Se puede considerar que en estas informaciones están también experiencias de tiempos más

71 podían realizar más fácilmente durante las temporadas de lluvia o de sequía (Lothrop 1963: 22); se trata de un asunto que sí valdría la pena estudiar, ya que no se pueden ignorar las diferentes condiciones de las corrientes. Es seguro que los boruca

y sus

vecinos consideraban el río Diquís como una vía de comunicación importante. Está comprobado que algunas familias se especializaron en el transporte fluvial a lo largo del mismo río, a pesar de sus cataratas (Stone 1949:14, 15). Al mismo tiempo es interesante notar que los chamanes

actuales de los bribrí dicen que "el río es el cami-

no de los espíritus" (Alí García, testimonio a Künne, 2000). La mayoría de los megalitos esferoides están hechos en piedra de origen volcánico. Por lo que parece, se trata sobre todo de granito, andesita, basalto o granadiorita. 79 Las esferas de andesita o granito deben ser producto del trabajo humano, ya que estas piedras borruqueñas no tienen formaciones naturales en forma de bolas. 8 0 Pero

tardíos. Pero describen actividades que se habían realizado ya antes, en tiempos remotos, además se sabe que las condiciones naturales para el transporte por agua no cambiaban. "La leyenda del encanto. [...] se fue por tierra hasta la punta de San José en donde hizo una balsa para trasladarse a la isla del Caño." (Costenla Umaña / Maroto Rojas 1986: 179). Balso (Ochroma Lagopus Sw.). 79 Para la comparación vale mencionar que Chaves Chaves/Fontana Coto (1963: 18) registraron que en las colecciones del Museo de Jade en San José casi la mitad de las esculturas de piedra no son de jade, sino que son de andesita; en segundo lugar viene el cuarzo con solamente 16 %. 80 En una entrevista con la autora, el geógrafo Ludwig Ellenberg (Berlín) dice que en el delta ha visto solamente esferas líticas de andesita y granito. Sobre los hallazgos de las diferentes piedras magmáticas y volcánicas en Costa Rica el geólogo Hartmut Seyfried dice lo siguiente: "Lo más fácil es con el granito, la granodiorita y diorita. Estas diferentes piedras magmáticas de la serie ahita solamente se encuentran en la Talamanca, es decir al este de la ruta del valle de El General y su prolongación en dirección al sur. Los equivalentes volcánicos a las piedras magmáticas granito, granodiorita y diorita son las piedras riolita, dacita, andesita. Andesita se encuentra en toda Costa Rica, sobre todo como andesita basáltica en el cinturón de volcanes actualmente activos. En la región en cuestión, es decir en el valle de El General y el valle del río Térraba, se encuentra andesita también al occidente de la ruta del valle, y bien especialmente en forma de venas de andesita. Pero estos son yacimientos insignificantes. Pero para una cantera indígena seguramente pudiera ser bastante. Basalto se reduce -dejando aparte unas pocas excepciones- a yacimientos en la pensínsula de Burica, en Osa, en el promontorio de Quepos así como en Nicoya y Sta. Elena, y allí se lo encuentran en grandes terrenos (especialmente en Nicoya). El granito se encuentra en poca cantidad como piedra en venas en casi todos los lugares, también en la Fila Costeña y en la Talamanca asi como en Baja Talamanca. La cuestión es, sin embargo, si los indígenas han aprovechado la piedra siempre de la roca viva o si han utilizado cantos rodados. En el valle de El General se tienen terrazas muy antiguas de cantos rodados con ejemplares parcialmente muy grandes que vienen de las zonas de los afluentes. Con ellos, la

72 también es posible que piedras casi esféricas resultantes de la erosión del granito en forma de almohadas ( W o l l s a c k , pillow) geométrica perfecta. de coquina,

81

hayan sugerido la elaboración de la forma

Sin embargo, algunas de las esferas líticas son de areniscas 82 o

c o m o lo pudimos observar cerca del crucero en el delta, que ya se ha

descrito. Esto, por lo menos, comprueba que el origen de las bolas - a pesar de todas las discusiones sobre su origen natural 8 3 - no se puede explicar haciendo referencia a

piedra ya está algo rodada y solamente se tiene que perfeccionar. Si los picapedreros, sin embargo, tenían la intención de hacer algo para la eternidad entonces seguramente preferían material fresco, poco afectado por la erosión, y para esto las mejores condiciones se encuentran en la vertiente occidental de la Talamanca" (testimonio personal). 81 Se puede comparar con las informaciones de Alexander von Humboldt en su diario de viaje por Venezuela en los años 1799/1800 sobre la erosión de granitos en forma de almohadas y bolas en la región del Orinoco: „In allen diesen Granitkuppen Anlage zu kugelförmig schalig abgesonderten Stücken" (2000: 263). (En todas estas cumbres de granito, tendencia a piezas esféricas que se disuelven en cáscaras; traducción de la autora). „Auf dem Gipfel dieser Felsmassen in 30 t[oisen] Höhe ungeheure Granitkugeln von 40 50 Fuß Durchmesser, wahre Kugeln, Geschiebe, vom Wasser abgrundet und sichtbare Zeichen, daß die Orinoco-Wasser einst diese Höhe erreichten" (2000: 323) (En la cumbre de estas masas de granito a una altura de alrededor de 60 metros se encuentran gigantescas bolas de granito de un diámetro de 10 a 12 metros, verdaderas bolas, cantos rodados por el agua y señales visibles de la altura hasta donde entonces las aguas del Orinoco llegaron; traducción de la autora). El dibujo agregado por Humboldt así como mis observaciones personales en la misma región, sin embargo, demuestran que estos Wackelsteine (piedras en cumbres que se mueven) no son esferoides como se podría creer de las noticias del famoso viajero. En otro lugar, Humboldt indica categóricamente que los granitos en forma de almohadas son almacenados „in runden Butzen, nicht Kugeln! sich nicht schälend" (2000: 254) (en formas redondas, ¡no esféricas! no se disuelven; traducción de la autora); pero en otro lugar habla nuevamente de ..Granitkugelgerülle" (2000: 258) (bolas de granito como cantos rodados; traducción de la autora). Humboldt también se interesó por las „Grünsteinkugeln" (bolas de piedra verde) de 30 centímetros a 1,80 metros de diámetro cerca de Antímano en Venezuela y las compara con hallazgos en regiones montañosas de Alemania (2000: 187). Todas estas piedras, sin embargo, no tienen nada que ver, no se pueden comparar con las piedras esféricas de la cultura del Diquís. 82

En comparación con esto también una parte de las esculturas líticas en el delta es de piedra volcánica, y concretamente las figuras que tienen la forma de pilares. En cuanto a las otras, al contrario, las figuras aplanadas y caladas, se puede decir que son de arenisca (Kubier 1990: 34).

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El granito se forma de a veces casi como una esfera, que en la mayoría de los casos se explica a partir de la erosión en cubos con bordes rodados. Son muy raros en comparación con las formas de erosión conocidas como almohadas (Wollsack, pillow). Si en Costa Rica se pueden encontrar estas formas geológicas se debe de aclarar. En comparación con esto existen en el mundo formas naturales de piedra que se acercan en diferente grado a la forma

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puros procesos geomorfológicos, ni a procesos naturales de erosión. Estas bolas, en cambio, si no son totalmente la obra de picapedreros, por lo menos tienen que haber sido concluidas seguramente por manos humanas y transportadas cada una a la región en la que se las ha encontrado en su mayoría, o sea al delta del río Diquís. Que las esferas líticas hayan sido transportadas y depositadas por movimientos naturales del material es inimaginable, cuando se comprobó su presencia en el delta dentro del contexto arqueológico in situ, ya que se encontraban las bolas aisladas en la matriz fina de los sedimentos de arena. Dichos sedimentos tienen su origen en las corrientes fluviales y marítimas, motivo por el cual las esferas no pueden pertenecer a los cantos rodados del río que fueron depositados en otras partes. En este sentido las esferas son extranjeras y fueron puestas allí por los hombres. Hasta ahora no se conocen las canteras de las que pudiera venir el material. En la literatura arqueológica solamente se encuentra la suposición de que la piedra, la roca, debería estar situada originalmente en regiones alejadas. 84 Baudez et al. (1993: 33) opinan que las esferas de granito y granodiorita, posiblemente, tienen su origen en las canteras de las colinas cercanas. El informe del Museo Nacional declara que el material de las esferas de grabo y arenisca fueron hechas de 500 a. de C. en adelante, y sobre todo entre 800 d. de C. y 1500 d. de C. y deben tener su origen en canteras que se encuentran a más de 20 kilómetros de distancia. Esta anotación es irrelevante, esférica y se formaron por procesos geomorfológicos directos. Así se encuentra un fenómeno geológico único para México, y puede ser que por causa de su tamaño también para el mundo, en la Sierra de Ameca, estado de Jalisco, en la cumbre del llamado Cerro Piedra Bola/Piedras Bola así como en la cumbre vecina del Cerro Agua Blanca a más de 1500 m sobre el mar: cientos de bolas de piedra de origen natural. Se tiene que subrayar que no son integrados en un conjunto cultural prehispánico. Se trata de cientos de bolas de un diámetro de hasta 3 metros. Según los geólogos es una formación a base de vidrio volcánico, procedente de corrientes de ceniza volcánica en la época terciaria. Parece que las bolas están apareciendo por la erosión de las cumbres, lo que habla a favor de un número más de estas bolas bajo la superficie. Véase Stirling 1969; Guia turística, histórica y geográfica de México. Zona occidente: Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán 1984: 86-87; Anaya Rodríguez 2002: 28-34. Tampoco la arenisca forma bolas naturales. 84 Sin duda las comunidades con un inventario de instrumentos neolíticos generalmente tenían la capacidad de ir a buscar monolitos pesados a alejadas canteras, para aprovecharlos en contextos rituales. Uno de los ejemplos más famosos es el del Stonehenge en Inglaterra. Allí, el camino para el transporte de las piedras azules -se piensa que originalmente eran alrededor de 60 ejemplares de un peso de aproximadamente cuatro toneladas- fue de cerca de 385 kilómetros. Parece que una gran parte de este camino, desde la cantera en Gales hasta el sitio ritual, eran transportadas en balsas a lo largo de la costa (Osbome 1998: 2, 4, 10, IS). Este transporte podía durar más de un año, por causa de diferentes condiciones decididas por el clima, y requería una gran cantidad de gente para estos trabajos.

74 pues no considera claramente ni la distancia o el lugar concreto de una cantera, ni el material, sino, resumiendo informaciones, presenta variantes y posibilidades a discreción. Aquí se muestra claramente una laguna en la investigación. Hay que constatar que no se ha podido comprobar la existencia de canteras en las inmediatas cercanias del conjunto cultural de las esferas líticas; pero tampoco se pueden encontrar en la literatura arqueológica indicios de que se haya tratado de encontrar estas canteras. Lógicamente, no se puede esperar que se encuentren en la zona de aluvión del delta, tampoco parece que se localizaran en la Fila Costera (también llamada cordillera Costeña o Brunqueña), donde no existen rocas intrusivas o volcánicas como granito o andesita. 85 En tiempos prehispánicos y hasta tiempos actuales se han aprovechado los grandes cantos redondos para construcciones: para cimientos y para cubrir colinas con entierros, para plataformas con casas y pavimento de caminos. Este material no proviene de rocas vivas, sino que se saca del rio. Como ya se ha mencionado, en las zonas aluviales se pusieron esferas líticas también en las plataformas formadas por cantos redondos, las que además tienen una superficie hecha de estos mismos cantos (Stone 1968: 37). Una importancia especial tienen estas plataformas en el delta, ya que se pueden integrar en una cronología según la cerámica allí encontrada y que sí se puede datar (Lothrop 1963: 119). Al contrario, la materia prima de granito y andesita, también usada para las esferas líticas, se encuentra en zonas muy lejanas de la vertiente sur de la Talamanca, la cordillera central del puente centroamericano, concretamente en la región entre Buenos Aires y San Vito (de Java).86 Este hecho constituye una coincidencia considerable con la situación arqueológica ya mencionada. Las esferas más antiguas 85

En los años noventa del siglo XX, Aída Blanco realizó nuevas investigaciones sobre las esferas líticas. En la primavera de 2000 mencionó (entrevistada por Kiinne) que supone que la cantera al lado izquierdo del río Térraba, cerca del camino a la Finca El Silencio, pudiera ser la cantera que proveía el material de las esculturas gigantescas del tiempo prehispánico. En la cercanía de esta cantera se puede visitar la más grande de todas las bolas líticas costarricenses hasta ahora halladas. Ya en 1999 visité esta cantera, y pienso que la idea de la arqueóloga es muy lógica aunque no coincide con las condiciones geológicas, pero se tiene que realizar allí investigaciones geológicas detalladas. 86 De la misma manera Wassén (1949: 151) discute el origen de las grandes piezas de andesita de la tumba I en Boquete, Chiriqui, Panamá: "[...] it is not too so easy to say from what place the Indians of Boquete may have brought these often very large covering stones as nothing like them seems to exist in the immediate vicinity." Supone que Algarrobo entre los poblados David y Boquete puede ser el lugar de origen de este material. Esto, por lo menos, habla a favor de que en la cultura Chiriqui se transportaban grandes piedras para fines rituales.

75 que se han hallado en conjuntos culturales se han encontrado precisamente en los complejos culturales de esta zona. Hay que recordar que estas culturas del Formativo se orientaban completamente hacia las montañas y no a la costa del Océano Pacífico. Se tiene que deducir que para la búsqueda de la materia prima para las esferas, y para el largo viaje de transporte, necesitaban una gran cantidad de mano de obra, así como una organización del trabajo sorprendente (Lothrop 1963: 22).87 Aguilar Piedra (1996: 17) dice sobre los chamanes de los bríbrí y cabécar lo siguiente: "En tiempos antiguos se dice que existieron famosos chamanes, verdaderos magos transformadores; tan poderosos, que mediante levitación pudieron transportar inmensas bolas de piedra desde las canteras al pie de la montaña hasta las llanuras de aluvión de la cuenca del río Térraba, puntos situados a muchos kilómetros de distancia uno del otro." En los relatos publicados hasta ahora de estos dos grupos étnicos, que ahora viven en la región montañosa de la Talamanca, no se encuentran confirmaciones a esta aseveración. Como Aguilar Piedra reproduce este indicio solamente en estilo indirecto, no se puede evaluar en qué medida estas ideas están arraigadas en estos grupos. Interpretando una pieza de oro prehispánica y opinando que representa a un usékar, un chamán importante, Aguilar Piedra (1996: 60) reanuda la discusión: "[...] un gran 'usékar', controlador de la vida y de la muerte, un gran transformador, cuya mejor evidencia es su propia metamorfosis: la de hombre a jaguar lagarto, un ser con extraordinarios atributos de procreación y fertilidad, un místico, con un inmenso poder de levitación, capaz de transportar -desde las canteras al pie de la cordillera hasta las llanuras de aluvión del río Térraba- grandes y pesadas bolas, receptáculos de poder mágico, protectoras de los pueblos y hombres que las tallaron en dura piedra." Parece, sin embargo, que se trata en gran parte de una reinterpretación. En efecto, el autor presume que los grupos en las montañas, en el tiempo de la creación de sus mitos, tenían conocimiento de la existencia de las grandes bolas de piedra en las planicies aluviales, lo que no se puede comprobar. Hay que suponer que el investigador provocó con sus preguntas estas respuestas y que aquí tenemos un ejemplo de la formación actual de leyendas. Por lo menos, sin embargo, esta exposición nos aclara que el mismo arqueólogo está convencido de que las canteras

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En comparación con esto se puede observar lo que se ha calculado sobre el trabajo invertido en la erección de tales monumentos, como las tumbas de megalitos en la Europa central. Hay que tener en cuenta que se tiene que calcular antes: ¿cuántas personas vivían juntas en la respectiva sociedad y cuántas personas se podía mandar a estos trabajos - por lo menos durante cierto tiempo - ? Así los cálculos no son del todo útiles para una comparación, pero pueden dar una idea de las dimensiones de tales trabajos según los conceptos actuales de los esfuerzos de trabajo y gasto de energía (Gerdsen 2000: 472).

76 para las esferas líticas deben haber existido en el dominio de los chamanes de los bribri y cabécar (en la Talamanca) y que se habían transportado esferas listas y no bloques de roca. Excluyendo la mencionada interpretación mítica, queda la pregunta: ¿cómo producían y transportaban estas esferas líticas que pesaban varias toneladas?88 Se discute la hipótesis de que ya en las canteras o cerca de ellas se transformaban los bloques en bolas casi listas, pues el transporte de bloques angulares sería mucho más difícil. 89 Esto implica que se tienen que buscar lugares con talas de piedra o hasta talleres completos en las regiones en las que existen las respectivas rocas y se ha extraído la materia prima.90 Salta a la vista que en el delta no se han encontrado instrumentos, ni cerca de las bolas de piedra ni en algún otro lugar. Hallazgos arqueológicos registran metates y morteros para preparar la comida, pero no instrumentos para los trabajos en piedra (Lothrop 1963:42). Stone (1943: 76, 77), sin embargo, menciona un basurero cerca del moderno hospital, al pie de las colinas que están entre la cordillera costera y el delta. Allí, al lado de cinco colinas artificiales, además de talas de piedra, se encontró una cantidad considerable de esculturas de piedra sin acabar o quebradas, lo que hace suponer la existencia de un taller. El material debería de ser arenisca, ya que las estatuas del Diquís, comúnmente, se han

88 Esferas de 2,15 m de diámetro tienen un peso de 13,5 toneladas (Stone 1968: 37). Las bolas más grandes con un diámetro de cerca de 2,50 m y que son de granito tienen un peso calculado de 25 toneladas. 89 Así lo supone el geógrafo Ludwig Ellenberg (Berlín). Stone (1954), al contrario, opina que sería más fácil transportar un bloque crudamente formado que una bola, pues aquellos objetos brutos tenían partes planas. Si no se encuentra una zona cultural o un cementerio cerca de la esfera lítica más grande, entonces cabría la posibilidad de afirmar que simplemente fue abandonado en el camino pues no era posible moverla más. Esto también indicaría que se trasportaban bolas listas y no rocas brutas. 90 Aquí se le impusieron muchas comparaciones, empezando con los talleres de obsidiana en el CeiTo de las Navajas, México (véase Thiemer-Sachse 1993; 1994) y hasta muchos monumentos de piedra que en tiempos prehistóricos fueron preparados, pero por muy diferentes causas no extraídos de la roca madre en las canteras y no transportados al lugar de su vocación. Por ejemplo, se puede mencionar grandes pilares para los palacios de Mitla, Oaxaca, México (Holmes 1919: 337), la estatua del dios de la lluvia Tlaloc de la cultura teotihuacana en Coatlinchan, México central (Solís 1993: 72) o las esculturas megaliticas de los Moai en el cráter del volcán Rano Raraku en Rapa Nui (Isla de Pascua) (Esen-Baur 1989: 90-95). Son solamente algunos de los casos más o menos espectaculares. Pero no tienen la forma de una esfera, pero demuestran que se tienden, en escala mundial al transporte de esculturas monumentales ya casi listas en comparación con lo de rocas brutas.

77 hecho de esta piedra (Ferrero 1975: 172, 314, 343). Entre estos hallazgos no se encontraron partes de esferas rotas. Serla interesante estudiar nuevamente este sitio. De cualquier manera, se puede suponer que algún día se podrá comprobar la existencia de talleres prehistóricos en la montaña donde trabajaban picapedreros. Proporcionar la materia prima o esferas semiconfeccionadas muy lejos de los poblados en los que fueron depositadas podría indicar, más allá de los problemas técnicos, la existencia de condiciones políticas específicas, pues debe de haber existido una forma de comunicación más allá de las fronteras de los cacicazgos particulares. Esta comunicación tenía que ser asegurada mediante una aceptación mutua, en el marco de una situación pacífica extraordinaria, que tal vez existía en cada vez solamente en un reducido lapso de tiempo y fue acompañada por rituales especiales o fue garantizada por considerables posiciones de poder, y fue, de esta manera, asimétrica (Lothrop 1963: 23). Las cosas serían así también en el caso de que sólo se hubieran transportados bloques brutos. Drolet (1992: 222) es de la opinión que se talaron las rocas brutas en el lugar de la cantera, en los valles interiores del río Térraba o en su sector más elevado, para elaborar la forma definitiva en el lugar de la instalación del objeto. Lo que es muy seguro es que los trabajos finos del pulimento, para conseguir una superficie tan lisa, se realizaron después de un transporte largo y difícil. Hay que considerar que la mayoría de las esferas líticas, y además las del mayor tamaño, se han encontrado, por lo que parece, a una gran distancia de las canteras, en la región del delta. Esto requería actividades logísticas decisivas, pues se tenían que reclutar - no se sabe de qué grupos, equipos de picapedreros, de trabajadores que les debían ayudar y que debían realizar el transporte, había que obligarlos al trabajo, instruirlos y abastecerlos por un cierto lapso de tiempo en una zona alejada. De todo esto se encargaba seguramente la comunidad que tenía la intención de aprovechar estos símbolos de prestigio en el contexto de sus propios poblados o campos de entierros - y en este sentido fue el dirigente de los artesanos. Probablemente esta responsabilidad fue delegada mediante dignatarios que también tenían los necesarios conocimientos especiales. Fue seguramente indispensable acompañar la elaboración y el transporte de estas esferas líticas con varios rituales, los que provocaban una conciencia de identidad en la comunidad. Lothrop (1963: 23) opina que para realizar estos trabajos se enviaron expediciones específicas, tal vez en intervalos de algunos años. Él dedujo que para lograr esto se disfrutó, en aquel entonces, de un período de mucho más pacífico que en el tiempo de la conquista española, cuando se desarrollaron, como se sabe, muchas guerras por el poder entre los caciques mayores. Lothrop (1963: 24) expone, incluso, que basándose en la existencia de las esferas

78 líticas, se puede hablar de una continuidad cultural durante siglos y por esto también de una continuidad de la población. Además cree en la difusión de las bolas de piedra como ofrendas para entierros y, en el contexto mágico/religioso, habla a favor de que generaciones sucesivas se esforzaban: "to enlarge the number of specimens in individual assemblies" (Lothrop 1963: 25). Sin una demostración de poder muy patente por parte de los caciques y heredada por generaciones, seguramente no era posible proporcionar otros testimonios más del poder que estos. De todos modos se debe cuestionar si la situación latente de guerras sólo fue un fenómeno propio de los contactos en el tiempo de la conquista española.

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El dinero de piedra de Yap -una interesante comparación etnográficaUna comparación etnográfica nos interesa de manera especial ya que nos da la posibilidad de evaluar mucho mejor estos esfuerzos para la demostración del poder mediante piedras grandes. Pero se debe tomar en cuenta que las analogías históricas que estriban en comparaciones etnográficas quedan siempre fuera del marco metodológico de prueba y contraprueba. El así llamado dinero de piedra de Yap, una isla del grupo de las Carolinas, en Micronesia, es uno de los fenómenos dignos de ser examinados como comparación. El dinero de piedra sin duda se distingue del fenómeno de las esferas líticas gigantescas, pero puede proporcionar muchos aspectos dignos de reflexión. Es cierto que no tiene la profundidad histórica que presenta la integración cultural de muchos siglos en el Diquís. El dinero de piedra no se considera muy antiguo. Tampoco ha recibido una glorificación en relatos mitológicos que hablen de dioses o héroes culturales que lo hayan creado u originalmente introducido (Furness 1910: 100). Su documentación existe desde hace decenios y se funda en observaciones de forasteros y en la descripción por parte de etnólogos (Furness 1910; Gilliland 1975; Labby 1976). El material de los discos, hechos a semejanza de piedras molares que han servido como medida de valores o equivalente, es la aragonita. Esta piedra es difícil de labrar y es muy apreciada como de mucho valor. No hay yacimientos de aragonita en la isla de Yap; este material fue extraído en la isla de Babelthuap, en el archipiélago de Palau, a una distancia de cerca de 400 leguas marinas (Furness 1910: 93). Para conseguirlo, se habían organizado verdaderas expediciones cuyos miembros atravesaban el océano, desafiando la muerte para traer los deseados discos de piedra. Elaboraban los discos en el lugar de la cantera y los transportaban en balsas de bambú hasta detrás de la barrera del arrecife y después en barcos con batangas por las aguas del océano. También hay informes según los cuales los pobladores de Yap cubrían toda la distancia en balsas (Furness 1910: 93). Cierto es que era necesario hacerlo así en el caso del transporte de los discos de piedra más grandes, los que no se podían transbordar en plena mar. No se conoce desde hace cuántas generaciones se ha traído este dinero de piedra y cuál haya sido el verdadero impulso para hacerlo. No se encuentra ningún indicio de antecedentes históricos de la práctica de hacerse a la vela rumbo a Palau para traer la materia prima de allí. En Palau, donde existen los yacimientos de aragonita, no se aprovecha la piedra de una manera comparable, o sea como equivalente. El valor del trabajo de la elaboración y del transporte, en este dinero materializado, solo entró en la economía de la lejana isla de Yap. Este valor allí se realiza mediante la adquisición

80 de los resultados de la pesca común de grupos de hombres jóvenes, pero también mediante la compra de puercos y otros víveres para la preparación de fiestas. Los discos de piedra también sirven para la compensación simbólica de grupos de aldeas vecinas por la captura de mujeres jóvenes que viven en las casas comunales de los jóvenes varones (Gilliland 1975: 11; Furness 1910: 45-46). Los rituales que se cumplían para un jefe fallecido significaban una festividad muy costosa. En parte se pagaba con los mencionados discos de piedra; por otra parte, al fallecido le tocaban algunos pequeños discos, muy bien hechos, como ofrendas en el entierro (Furness 1910: 167). El dinero de piedra de esta manera funcionaba como tesoro que le servía al fallecido en el más allá, para el prestigio o para la compra de bienes especiales o servicios personales. Como resultado de la pesca común o también por su trabajo común en la construcción de casas, los grupos de hombres jóvenes de una aldea podían lograr este dinero de piedra en ejemplares grandes. Entonces, ponían ostensiblemente los grandes discos enfrente a la casa común ("failu" o "pabai"). Se podía aprovechar este dinero, sin embargo, también para comprar canoas, especialmente las que tenían batangas, y para redes (Furness 1910: 45). En todas estas ocasiones, el dinero se convirtió en una posesión de la casa común de los hombres jóvenes. También se informa que en el caso de guerras se entregaba al vencedor tal dinero de piedra como indemnización (Gilliland 1975: 11). Parece que era un donativo bienvenido en diferentes ocasiones. Todas las transacciones mencionadas aclaran que ellos percibían el dinero de piedra como un objeto de prestigio de gran importancia. Los discos de caliza muy dura llamados "rai" y antiguamente también "fei" tienen en el medio un hueco. Era importante para los ejemplares grandes, porque así se podían transportar por tierra en una viga, cargando la viga en los hombros. Cabe suponer que para poder transportar un disco grande eran necesarios varios hombres. El hueco central tiene un diámetro seis veces menor que el disco mismo, y los discos pequeños también tienen este orificio. Por lo que parece, los discos más pequeños eran los más antiguos. Según se puede comprobar, según excavaciones arqueológicas, los discos de piedra más antiguos solamente tenían un diámetro de alrededor de cuatro centímetros (Gilliland 1975: 19). Por esto se puede suponer que el hueco, en origen, servía para ensartar unos ejemplares: esto hace posible una comparación con el dinero de conchas existente en la isla de Yap, el que también, originalmente, se había importado de Palau (Gilliland 1975: 102). Se conocen discos de piedra desde pocos centímetros hasta 3,50 metros, aunque en su mayoría tienen un diámetro de 50 a 90 cm. Los más grandes se crearon sólo por los intereses coloniales de la Alemania imperial, que en 1898 había comprado las

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islas Carolinas a España. Mercaderes trasbordaban estos grandes discos a barcos europeos. Los gigantescos discos deben de haber sido transportados así a Yap, pues era imposible transportarlos en canoas con batangas. Su valor dependía de su tamaño. Se tiene que notar que los discos mayores tenían más valor que la respectiva suma (en tamaño y peso) de discos menores. La elaboración de los discos de piedra y su transporte eran difíciles y peligrosos. Por esto preferían la posesión de los mayores en comparación con los menores. Se sabe que en Yap los discos de piedra recibían nombres individuales. Se supone que fueron nombres de jefes que habían promovido las expediciones, o también de los maestros entre los picapedreros o los barqueros (Gilliland 1975: 10). Pero, tal vez, estos nombres tenían un origen totalmente distinto, pues según las ideas tradicionales de Yap, en las piedras viven espíritus que se habían transformado de cuerpos humanos en tales entidades (Gilliland 1975: 19). Esto podía excluir una relación de los nombres con los propietarios de las piedras, ya que no se podía pensar en la identidad de las piedras con personas vivas, o tal vez se habían llegado a desarrollar ideas de reencarnación. Se dice que en el año 1939 existían casi 13.000 piezas de dinero de piedra en posesión de las gentes de Yap; debían de ser piezas de tamaño muy diferente. Su valor también dependía de la forma y calidad de la piedra. El dinero de piedra se pulía con piedra pómez. Primero, se almacenaban las piedras en las casas de los así llamados hombres ricos (Furness 1910: Fig. tras pág. 24). Si el dinero de piedra se erigía frente a las casas y tomaba una apariencia poco llamativa, lo renovaban mediante pulimento. Aunque la erosión no ftie percibida del todo como devaluación (Furness 1910:94-95). Es interesante notar que el transporte con barcos modernos no acarreó enseguida tendencias inflacionistas. Esto se explica, sobre todo, por el prestigio que se podía demostrar con este dinero. También el contacto de los jefes con los transportistas del régimen colonial fue decidido por el prestigio. Ya con anticipación se pusieron a cuenta cosechas enteras de copra para conseguir ciertos discos de piedra. En los discos de piedra se manifestaban los costos enormes de su producción y de la actividad de tanta gente. Los hombres ocupados con esta tarea faltaban muchas veces en su aldea, para el trabajo cotidiano, durante más de un año. El resto de la comunidad tenía que sustituirlos en la pesca y durante los trabajos en los campos de taro. Se informa que en una cantera trabajaban hasta 400 hombres al mismo tiempo, por lo que se puede suponer que entonces en Palau trabajaban diferentes grupos, unos al lado de los otros. Las partes útiles de la roca eran de difícil acceso, teniéndose que erigir andamios para los picapedreros (Gilliland 1975: 10).

82 En los discos de piedra se concentró un valor visible. Esto concierne a los instrumentos, especialmente a las hachas de conchas. Era necesario producirlas a gran escala a causa del rápido desgaste. Esto también concierne a los víveres para los miembros de las expediciones y los donativos para los jefes de Palau, en cuyo territorio existían las canteras, así como para los trabajos que aquellos jefes requerían adicionalmente. Se informa que los jefes de Yap que organizaban estas expediciones, o tan solo daban permiso para este fin, requerían los "rai" más grandes y dos quintos de los menores (Gilliland 1975: 9). Hasta donde se puede deducir, la comunidad tenía permiso ilimitado para estas tareas. En Yap se erigían los discos de piedra en las casas de los poderosos, así como en el frente de las casas comunes de los hombres jóvenes. Los discos quedaban en su lugar también cuando cambiaba de propietario (Furness 1910: 96). Después de su colocación no era necesario moverlos, ya que todos los miembros de la comunidad sabían a quién correspondía el prestigio que demostraba. Esto se puede ver también en el caso de la pérdida de discos de piedra que, por ejemplo, por causa de mareas altas, quedaron cerca de la costa o en pantanos. La posesión y el prestigio asociado con éstos siguieron siendo reconocidos por la comunidad (Gilliland 1975: 11). Como ejemplo muy ilustrativo se puede citar también el caso de la pérdida de un disco grande de piedra durante una tormenta en alta mar. El equipo de una balsa solamente pudo salvarse del naufragio cortando las gruesas cuerdas con las que el disco estaba amarrado y dejar que se perdiera en el océano. Todavía tres generaciones más tarde se recordaba la pérdida de este disco extraordinariamente grande y de una calidad especial por culpa de sus transportistas. Mediante la memoria colectiva, se le imaginaba inclinado visiblemente en la pared de la respectiva casa (Furness 1910: 97-98). Decisivo, pues, fue el trabajo representado por los discos de piedra y reconocido por la comunidad, hasta en el caso citado, en el que solamente tenía su sanción en la memoria. Desde cualquier punto de vista se pueden suponer situaciones comparables y una reflexión mental similar referente a las esferas líticas del Diquís.

83 Las culturas megalíticas y el fenómeno de megalitos en Nias -otra comparación etnográficaYa desde hace mucho tiempo se han registrado los testimonios arqueológicos de culturas que utilizaron monolitos ostentativamente gigantescos y se han interpretado como un complejo de culturas megalíticas. Para la discusión general del fenómeno de los megalitos considerables, dentro de esta interpretación, la idea difusionista trató de buscar el origen común en la tradición europea. Existen extensos debates sobre el fenómeno de las culturas megalíticas, reconocibles desde el neolítico en adelante, que tratan de los testimonios arqueológicos en la Europa prehistórica y la región mediterránea oriental. Se interpretan complejos de megalitos como estelas en memoria de difuntos o plazas para manifestaciones rituales, cementerios y observatorios astronómicos. Los casos de ios círculos de megalitos de Stonehenge y Avebury, de los dólmenes y otras tumbas construidas mediante megalitos, o de los menhires, hablan a favor de estas interpretaciones. La comparación etnográfica puede abrir otros caminos para una interpretación promoviendo reflexiones sobre la manera en que funciona una sociedad, sobre su conciencia común y su identidad, que se expresan en las formas megalíticas de su arte. Por eso se quiere discutir aquí también otro ejemplo, el de la llamada cultura megalítica en la isla de Nias, en la parte occidental del Archipiélago de Indonesia. (Bonatz 2002: 25-32). En esta isla, con una superficie de menos de 5.000 kilómetros cuadrados, existen todavía actualmente poblados con una cultura múltiple de megalitos que sigue viva y se puede observar entre los habitantes. Se puede constatar que la instalación de los megalitos se asocia con grandes actividades de fiestas que están relacionadas con el ciclo de la vida y con el aumento del rango y prestigio de una persona. Es interesante el hecho de que se asocian con banquetes para muchos huéspedes y la entrega de un nombre de honor para el anfitrión (Bonatz 2002: 26). Es decir, estas piedras (bancos y mesas de piedra así como también estelas, en parte con rasgos antropomorfos) se erigen en favor de gente viva. Como se las erige frente a las casas, sirven para el prestigio de la respectiva familia, que aumenta con cada fiesta en que se rememora el evento. La identidad individual, de este modo, se combina con la memoria de las generaciones de ancestros, pues se construye de esta manera un conjunto cerrado del espacio de la vivienda, de estructuras y monumentos de piedra. Los megalitos son monumentos de festividades anteriores llenos de prestigio y "son símbolos de la riqueza y el aprecio, plazas para asambleas y lugares aprovechables para secar ropa lavada, arroz y otros productos. Desde el momento en que los erigieron, es la utilidad social la que decide

84 el valor de un monumento y la que influye para que todavía después de generaciones permanezca en su lugar."9' Se ha observado que el j e f e de un poblado tuvo que legitimar su fuerza mediante tales megalitos, es decir, que le fue posible activar medios y fuerzas, hasta el punto de que pudo obligar a quebrar piedras del peso de varias toneladas, transportarlas y colocarlas, en el marco de una festividad. A menudo se reclama la unicidad del que fue un ancestro importante en el primer megalito erigido en un poblado recién fundado, del que sobresalió como el más antiguo. Si se consideran todas estas peculiaridades reconocibles de "culturas megalíticas" actuales, se abren nuevos aspectos para la interpretación de las famosas esferas líticas del Diquís.

91 Traducción de la autora, el texto alemán dice: „[...] sind Symbole für Reichtum und Ansehen, Ruhe- und Versammlungsorte und geeignete Plätze, um Wäsche, Reis und andere Produkte zu trocknen. A b dem Moment der Errichtung ist es somit der soziale Nutzen, der den Wert eines Monuments bestimmt und der nach Generationen dafür sorgt, daß es seinen Platz im öffentlichen Lebensraum behält" (Bonatz 2002: 27).

85 Esferas líticas: símbolos de poderío e importancia en el contexto cultural La creciente distancia entre las canteras y los lugares de la colocación significaba al mismo tiempo que había que aprovechar recursos y mano de obra en mayor medida y que de esta manera se demostraba el aumento de poder. Quintanilla (según Varela 2000: 7) opina que las esferas líticas se necesitaban como símbolos de poder entre los grupos y que su tamaño estaba directamente relacionado con el estatus de los respectivos poblados. Se tiene que añadir, además que no hay que observar sólo el tamaño, sino sobre todo la cantidad. También se debe tomar en cuenta el trabajo manifestado en la producción, el transporte y la colocación en conjunto, pues demostraba el poder de los caciques para la planificación y la realización de la acción. Asimismo, se puede pensar que la demostración del poder hacia adentro era ciertamente tan importante como hacia afuera. "Esto sólo fue posible lograrlo por la gran capacidad de organización y movilización de recursos y personas que ya tenían los cacicazgos de esa época, posiblemente coadyuvados por mecanismos de coacción mágico-religiosos." (Corrales eí al. 1988: 90). Se tiene que subrayar, sin embargo, que se trata de una acumulación de la demostración visible del poder en una unidad sociopolítica durante años, decenios y generaciones. Pero conocemos más o menos exactamente sólo el resultado de dichas actividades en los hallazgos arqueológicos. Lo que llegó al ambiente natural del lugar de destino pudo ser símbolo de poder y prestigio por un largo lapso de tiempo, pero nosotros no lo sabemos con certeza. El largo camino entre la cantera y el lugar de la colocación y la garantía del transporte podría hablar en cada caso a favor del poder del cacique. Puede ser que solamente demandara la misión, como puede ser que sí acompañara la acción. El cacique tenía sin duda en cada situación la posibilidad de proteger a los que se entregaban al cuidado de su poder. Se puede suponer que la comunidad recordaba, tal vez durante generaciones, los rituales observados, que se realizaban en relación a la preparación y colocación de las esferas líticas, y seguramente la comunidad tuvo relatos de contenido mítico o histórico sobre las bolas de piedra. Tal vez las esferas líticas tenían denominaciones individuales. La relación entre el objeto de piedra y el prestigio del cacique se convertía de esta manera en una coherencia individual y por este motivo no se tenía que mover la respectiva esfera lítica más tarde. La integración cultural de las bolas líticas del Diquís, en una cantidad y un tamaño tan extraordinarios, es un caso único en el mundo. "Aunque se ha documentado la presencia de esferas en diferentes partes de América, las del Diquís resaltan por su tamaño, número y perfección en el acabado" (Corrales eí al. 1988: 90). Se habla de

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un misterio en lo que atañe precisamente al sentido de las esferas del delta del Diquís, junto con algunos otros grupos bien definidos de esculturas megalíticas, como los de la isla de Pascua, los menhires de Inglaterra, las terrazas ciclópicas de Polinesia, las estelas mayas y las intihuatana en el Perú. A diferencia de los grandes discos de piedra de Yap, que Lothrop no menciona, a todos estos ejemplos de épocas antiguas les faltan, sin embargo, las descripciones etnográficas. El sureste de Costa Rica, en este sentido, es sensacional, a pesar de que existen indicios de esferas líticas, pero de un tamaño más pequeño, en otras culturas prehispánicas del doble continente americano. A menudo han sido rescatadas en investigaciones y excavaciones arqueológicas. Su documentación para una percepción de conjunto queda turbia, porque no siempre se ha tratado como algo importante.92 En la mayoría de los casos, las bolas de diferente tamaño aparecen como ofrendas en entierros. Sobre su importancia sólo se pueden hacer especulaciones. Además, sería oportuno saber la cantidad de estas ofrendas que se ha encontrado en cada entierro. Sólo con esta información se podría hablar con cierta seguridad sobre si fueron equivalentes para conseguir cosas necesarias en el otro mundo, como los discos de piedra en Yap.93

92 En comparación con las esferas líticas del Diquís, varios investigadores han tratado de dar una sinopsis que da ejemplos desde el norte de Patagonia hasta Tennessee e incluye hallazgos en las islas antillanas (véase Stone 1943; Baudez el al. 1993: 35). Continúa comparando Stirling (19S7: 15, 19), cuando encontró bolas de piedra -no tan grandes- en Piedra de Río Chiquito (San Lorenzo) y Cerro de las Mesas en Veracruz, México, de la cultura olmeca. Graham (1981: 126) las comparó con las bolas de piedra en Izapa, Chiapas, México, subrayando que las bolas de piedra para la gente en el Diquís, al parecer, tuvieron mayor importancia de la que se puede deducir de su tamaño y perfección técnica. En la mayoría de los casos fuera del Diquís las esferas líticas son mucho más pequeñas, como por ejemplo, las de Zaculeo en Guatemala (Woodbury/Trik 1953, 1: 224-225). Hartmann (1901: IV, Fig. 6, 7,42) encontró esferas líticas con un diámetro de alrededor de 60 centímetros en tumbas forma de cajas de piedra en el Valle Central de Costa Rica, cerca de Siquirres y Orosí, así como bolas líticas aun más pequeñas (de cinco a nueve centímetros de diámetro) en entierros en Las Mercedes, Atlántico Central. Hurtado de Mendoza/Gómez Fallas (1984: 84) informan sobre cuatro bolas de piedra en Ta'Lari en la región Atlántico Central, de las que dos se han encontrado en el contexto arqueológico (250-1550 d. de C.). También Kennedy (1968) informa sobre bolas de piedra, tal vez de granito, en la Costa Atlántica central. 93 Se supone algo semejante para los hallazgos de tesoros en tumbas de los zapotecas, en el sur de México, que contenían hachuelas de cobre (León 1910: 27).

87 En la región mesoamericana las bolas líticas se pueden interpretar como copias líticas de las bolas de caucho del juego ritual de pelota, copias que se usaban para fines rituales.94 Graham cree poder relacionar el culto de las cabezas trofeo en el Diquís con la importancia de las así llamadas cabezas colosales de los olmecas y reconocer las bolas líticas como símbolos semejantes. Este autor subraya: "Sacrifice by decapitation alter the ball game in Classic-period Mesoamerica may perhaps be related to the Diquís trophy-head imagery and stone balls." (Graham 1981: 127). El tiene la impresión de que la elaboración y el transporte de las bolas de piedra fueron similares a lo de las cabezas colosales de los olmecas, que se relacionaban con el juego ritual de pelota. En ambos casos la habilidad de realizar tales proyectos, para él, habla a favor de la demostración de autoridad política y poder económico. En esto reconoce rasgos de alta cultura. Pero, en lo que se refiere a la comparación con el contexto cultural de las bolas de piedra en la subregión del Diquís, su posición es irrelevante, puesto que en esta zona no se ha comprobado la existencia del juego de pelota en tiempos prehispánicos. Únicamente el hecho del transporte de grandes esculturas líticas de canteras de una región montañosa a una zona costera, con sus problemas logísticos y técnicos, 95 hace tal vez posible comparar estos ejemplos y que se puedan discutir paralelamente, ya que también para la cultura olmeca, a este respecto, quedan muchas incógnitas. Stone (1968: 37) afirma: "El significado de estas esferas líticas es problemático; pero, de todos modos, se tiene una prueba de que por lo menos algunas de ellas sirvieron para la limitación de campos de entierros." 96 Si hay que constatar que desde 94 Directamente a este contexto, al juego ritual de pelota pertenecen dos bolas de piedra de diferente color, una casi blanca de mármol y una negra de obsidiana en el conjunto de una maqueta de piedra de la cancha del juego de pelota en forma de doble T, de la cultura azteca (México) (León-Portilla 1995: 64). 95 Véase Stuart 1993. 96 Traducción de la autora; el texto alemán dice: „Die Bedeutung dieser Steinkugeln ist problematisch, doch gibt es immerhin bei Chánguina und Las Bolas am Rio Cabagra einen eindeutigen Beweis dafür, daß zumindest einige von ihnen zur Begrenzung von Gräberfeldern dienten." "En la expedición del Museo Nacional de Costa Rica al Chánguina, un afluente al Diquis, en el año de 1954, se realizó una excavación en un campo de enterramientos en una cadena de colinas vecinas. Aquí se encontró que el campo de enterramientos fue claramente marcado por dos bolas de piedra de un diámetro de 1,20 m; una se encontró en el límite oriental y la otra en el límite occidental de los enterramientos." (traducción de la autora; el texto alemán dice: „Auf der Expedition des National-Museums von Costa Rica im Jahre 1954 an den Chánguina, einen Nebenfluß des Diquis, wurde in einem Gräberfeld, das auf einem benachbarten Höhenzug gelegen war, eine Grabung durchgeführt. Hierbei ergab sich, dass dieses Gräberfeld durch zwei Steinkugeln mit einem

88 el poblado de Buenos Aires río abajo se han encontrado bolas de piedra, al contrarío, "the use of natural 'pillars', in cemetery areas appears to be more common in the región upstream from Buenos Aires" (Quilter/Blanco Vargas 1995: 217). También el mencionado contexto referente a las rocas con petroglifos es interesante, aunque hasta ahora no se ha explicado el fenómeno y también se encuentra en discusión. El sitio a orillas del río Chánguina (río Chángena) es especialmente importante porque se ha podido comprobar una utilización del lugar durante el tiempo colonial (Haberland 1984: 253). Hasta ahora queda sin explicación, sin embargo, si, todavía en tiempos de la influencia de los españoles sobre los indígenas, las bolas líticas estaban visibles en el campo de entierros o, en fin, si se pueden ubicar en este período. Por lo que concierne a las relaciones de las bolas de piedra del Diquís con las rocas con petroglifos, hay que considerar que al lado de las mucho más de cien esferas líticas reconocibles con una superficie totalmente lisa, hasta hoy en día sólo se han encontrado dos o tres cubiertas con grabados. Una bola de arenisca se encuentra en la exposición del Museo Nacional en San José. Pero es una lástima que no se tengan informaciones sobre su contexto original. Es importante el hecho de que toda su superficie está cubierta con relieves relativamente profundos, con grabados que a nosotros nos parecen abstractos, en el sentido de un horror vacui. Hasta ahora su contenido iconográfico nos queda incomprensible. No se pudo averiguar si esta piedra es idéntica a la que Laurencich/Minelli (1972: 222, nota 8) encontraron en un contexto arqueológico cerca de San Vito de Java. El arqueólogo Francisco Corrales UUoa (entrevistado por Künne en 1999) informó sobre otra bola con grabados, 97 que debe estar en el territorio de la familia Webb cerca de los manantiales del río Chánguena (Hammett 1967: 70; según Künne 2001 a). Lo extraordinario del fenómeno cultural aquí discutido, o sea de la elaboración y utilización de esferas líticas de varías toneladas de peso, ha animado a los arqueólogos costarricenses a intervenir a favor de su buena presentación. Han pedido que se devuelvan las esferas líticas a la región del delta, lo que se ha realizado en Durchmeser von 1,20 m klar markiert war; die eine Kugel lag an der Ostgrenze, die andere an der Westgrenze der Gräber" (Stone 1968: 37) 97 Se ha encontrado en el Perú una pieza interesante que serviría para una comparación; se trata de una así llamada piedra del dragón, una piedra no completamente esférica, de la Plaza Circular de Chapín de Huantar. Se ha grabado una cara con boca y ojos representante claramente del estilo de Chapín. Seguramente se distingue de las asi llamadas cabezas clave del Nuevo Templo de este sitio arqueológico. No podría ser integrado en un muro como las cabezas claves, pues le falta el tapón. Su antigua utilización queda sin aclarar (Carolina Hohmann, información a la autora, 2000).

89 octubre de 1999 con ocho de estas bolas.98 Esto suena demasiado bien, pero sólo se está persiguiendo el fin de crear una atracción turística en la región sureste del delta tan alejada de la capital costarricense. Parece que muchas personas particulares no tienen la intención de renunciar a sus esferas lfticas en favor del proyecto de devolución. Hasta ahora esta llamada no ha tenido éxito. En la mayoría de los casos, se desconocen los contextos originales y tampoco es posible definirlos en el pasado. Las últimas investigaciones en el delta que cumplieron las condiciones que permitirían la ubicación de estos objetos en su contexto cultural original fueron los estudios arqueológicos realizados en los años cuarenta y en la primera parte de los años sesenta del siglo XX. Investigaciones actuales en las zonas marginales del delta ya no pueden contribuir a aclarar el origen de las esferas líticas, a pesar de que se han encontrado, hace poco, esferas líticas en un contexto arqueológico aparentemente no tocado. La arqueóloga Doris Stone, cuyo marido ocupaba una posición dirigente en la compañía platanera, en los años cuarenta del siglo XX, como investigadora, tuvo tal vez la primera y, al mismo tiempo, última oportunidad de recoger impresiones de la entonces casi intacta situación arqueológica y de plantear una hipótesis. Ella pudo disponer de las primeras descripciones de George P. Chittenden, en los años treinta (Lothrop 1963: 13). La descripción de Stone, sin embargo, no siempre es satisfactoria. Se trata del tiempo de la primera percepción de este fenómeno cultural. La misma Stone pidió enseguida nuevas investigacioness, para poder decir algo sobre las esferas líticas con respecto a su posición en líneas (Stone 1943: 83). Pero este proyecto fracasó ante el del proceso del proyecto agroindustrial de la United Fruit Company. Es importante remarcar que los conquistadores españoles no mencionaron nada acerca de las grandes esferas (Lothrop 1963: 13). Esos monumentos, que con gran seguridad marcaban lugares para rituales en plazas oficiales, en tiempos de la conquista ¿estaban fuera de modal No es posible creerlo, considerando su importancia durante siglos para las sociedades de la subregión del Diquís de la cultura Chiriquí. Parece más aceptable pensar que los españoles no les prestaron atención y los indígenas no tenían motivo para dirigir la atención de los invasores especialmente a sus esferas líticas. Puede ser que no les interesaran a los conquistadores tales esculturas de piedra, esculturas considerables si se piensa en la habilidad artesanal. A

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Venían del Museo Nacional, de la posesión del expresidente Rodrigo Carazo, del famoso artista Alfonso Jiménez y de la Caja de Seguros Costarricense (véase Varela 2000: 8).

90 los españoles estas esferas líticas no les parecían deidades paganas por combatir, los así llamados ídolos, como las esculturas de piedra antropozoomorfas. En los siglos siguientes, por lo que parece, nadie ha mencionado tales esferas líticas. Por primera vez en el año de 1939, en un folleto sobre arqueología, se divulgó la presencia de las grandes bolas de piedra de la así llamada región Brunka y se las llamó landmarks of cemeteries. Se trató de hallazgos de piedras en la superficie, en cementerios o en lugares sagrados. Se supuso que se habían talado de gigantescos bloques erráticos. Además, se encuentra la señal de una de estas bolas de piedra en el mapa acompañante, pero está erróneamente dibujada en la península de Osa, en vez del delta del río Diquis (Lines 1939: 20; fig. 2). Al mismo tiempo, es decir, en 1940 y 1941, cuando la arqueóloga Doris Stone (1943: 74-88) reconoció el fenómeno de las grandes esferas líticas, empezó la destrucción del contexto de los hallazgos. Ya a finales de los años treinta, la implantación en el delta de las plantaciones plataneras por la United Fruit Company significaba la roza a gran escala de la selva húmeda de las llanuras tropicales. En aquel entonces se creyó poder observar por primera vez que en tiempos remotos el delta había tenido una población bastante densa y que gigantescas bolas de piedra fueron puestas en fila en plataformas antiguas o a su lado. Enseguida aparecieron huaqueros que revolvieron las esferas más pequeñas, desplazándolas de su contexto arqueológico original para buscar, debajo de ellas, tesoros de oro. No sabían mover las esferas mayores. También destruyeron algunas de las esferas mediante dinamita, porque suponían la existencia de tesoros de oro en su interior (Baudez et al. 1993: 33). Se decía que ya antes de la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo los indígenas de Costa Rica habían hecho esas grandes esferas líticas para esconder grandes tesoros (Varela 2000: 6); lo que resultó ser una leyenda. Otras esferas líticas fueron afectadas por el gran calor que se desarrolló por causa de la roza y quema de la selva húmeda y estallaron (Lothrop 1963: 17, 123, 127). También es posible que algunas de ellas ya antes fueran destruidas por la casual caída natural de los árboles gigantescos de la selva. Sobre todo se revolvían las plataformas de casas y otras en las que de vez en cuando estaban colocadas las esferas líticas. Estas rodaban fuera de sus plataformas y se hundían en el suelo más suave. La investigación arqueológica sólo insuficientemente pudo llevarse con certidumbre. Stone (1943: 78) ya entonces tuvo que constatar que las alineaciones y posiciones de las bolas observadas por ella no coincidían con seguridad con la situación original. Por esto, por ejemplo, todas las especulaciones sobre una interpretación astronómica de las líneas deben encallar en el hecho de que hoy en día no se puede reconstruir mediante mediciones exactas la posición de las diferentes

91 esferas y sus distancias. Esto significa que no se pueden hacer hipótesis a partir de esto. Por consiguiente, se encuentran constataciones muy generales como, por ejemplo: "Ocurre que ellas (las esferas líticas) están colocadas en una fila, y se pregunta uno si en este caso no tuvieran la función de indicar una dirección interesante desde el punto de vista astronómico." 99 Como Baudez et al. (1993: 3645), resumiendo, tiene que constatar, las filas y relaciones de tamaño de las diferentes bolas entre sí, así como su posición en grupos en plataformas o enfrente de ellas, pues, no dan muestras que se puedan interpretar. Stone (1943: 78-79) y también Lothrop (1963: 17-23) habían observado y documentado las mencionadas filas a distancias mayores. En uno de los casos se trata de diez esferas líticas dispuestas en una curva suave de este a oeste, en otro caso la fila abarcaba 300 metros más o menos. También se observó el caso de que tres bolas parecían formar un triángulo como resultado de una acción intencional. Hasta ahora no se puede explicar lo que Lothrop observó: según sus estudios algunas de las esferas líticas formaban filas orientadas según el polo magnético. La misma orientación también la observó en un muro (Lothrop 1963: 24, 130). Queda por discutir si estas fueron situaciones producidas por casualidad las cuales el arqueólogo sobreinterpretó o si ya en tiempos prehistóricos existía la posibilidad de registrar apariencias magnéticas y manifestarlas en rasgos culturales. 100 Una cuestión muy interesante queda totalmente sin consideración, a pesar de que se tienen dibujos de mapas con los lugares de las bolas registradas por Stone y Lothrop. De los curanderos de los bribrí sabemos que la posesión de cuatro y ocho piedras de oráculos es importante: "Los números cuatro y ocho simbolizan en este contexto la repetición, multitud y unidad de las apariencias naturales."' 01 Esto, tal vez, se relaciona con las ideas de ocho inframundos y ocho cielos, que están difundidas entre los grupos actuales de la Talamanca (Baldomero Torres Torres, entrevistado por Künne, 2000). Si en las grandes esferas líticas se vieran piedras de

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Traducción de la autora; el texto alemán dice: "Es kommt vor, daß sie in einer Reihe stehen, und man hat sich gefragt, ob sie in diesem Falle nicht die Funktion hatte, eine vom astronomischen Gesichtspunkt her interessante Richtung anzugeben" (Baudez 1972:1 97). 100 Se han discutido fenómenos comparables de orientación magnética, por ejemplo, para la cultura olmeca (Carlson 1975) y el aprovechamiento para la orientación de edificios en la cultura del Monte Albán, México (Fähmel 1991a; 1991b; 1992). 101 Traducción de la autora; el texto alemán dice: "Die Zahlen vier und acht symbolisieren dabei die Wiederholung, Vielheit und Einheit der natürlichen Erscheinungen" (Künne 2001a: 186).

92 oráculo de gigantescas dimensiones,102 su número original en cada conjunto sería de suma importancia. Parece que en el delta las esferas pertenecían a plataformas de casas redondas u ovales y no servían para marcar campos de entierros (Baudez et al. 1993: 36), se les encontraba asociadas a esculturas de piedra antropomorfas y zoomorfas, así como a los así llamados metates, aras o mesas para sacrificios.'03 Pertenecían a un considerable complejo ritual dentro de una unidad de población que, al parecer, fue dividida en varios complejos de habitaciones o sectores. Baudez et al. (1993: 45) opinan que estos distintos sectores, a pesar de que tenían diferente tamaño, de ninguna manera demuestran una organización estructural según varías funciones específicas, porque casi todos fueron caracterizados por plataformas pavimentadas, esferas líticas y esculturas líticas. Por esto se tendrían que entender las unidades de los poblados como sectores más o menos uniformes que caracterizaron los grupos de consaguinidad y sus rituales. Drolet (1992: 233) interpretó la función de las esferas líticas en relación con la mitología de la población. Él supone que se tendría que asociar la colocación cerca de campos de entierros con el sol y la luna, y que las esferas así, demostrarían el origen mitológico de la antigua élite. Pero se debe constatar que entre los grupos actuales del sureste de Costa Rica el mundo es percibido como un cono doble.104 Su centro horizontal es el disco de la tierra rodeada por el agua, y como bóveda la encierra el cielo. Este edificio cósmico corresponde en su parte superior a las casas redondas tradicionales.105 Tal cosmogonía se desarrolló tal vez, entre otras cosas, a parte de las impresiones de la vista panorámica, desde los altos de la Talamanca, la que en días claros llega hasta las costas del Pacífico y del Mar Caribe. Así en la interpretación tradicional de los bribrí y cabécar de la sierra de la Talamanca es comprendida como el centro de la tierra (González/González 1989: 159). Los discos 102 "Lo que en el otro mundo es grande, aquí es pequeño, lo que aquí es pequeño en el otro mundo puede ser algo gigantesco" (Francisco García, en: García/Jaén 1996: 28). 103 "The normative sexual division of labor that identified metales with the domestic work of women was symbolically and redefined so that the cermonial metales came to be associated with elite men." (Graham 1988: 197). 104 "Dentro de la cultura occidental el cielo se concibe como una esfera partida a la mitad, pero dentro de la cosmogonía bribrí, el cielo es como un rancho cónico en cuya base está la tierra." (García/Jaén 1996: 11). 105 González y González (1989) hablan de familias ampliadas sin que definan claramente su carácter. Pero la organización ha sido de consanguinidad de gentes o clanes, en la que las diferentes familias nucleares ocuparon determinadas partes dentro de las grandes casas redondas.

93 de oro de la cultura Diquís, por esto, se describen como los discos del sol y así mismo de la tiena (Aguilar Piedra 1996: 47-49). Considerando esto, no hay motivo para considerar las grandes esferas líticas como cuerpos celestes, si se acepta la opinión de que los antiguos mitos se han conservado con sus rasgos principales. La idea de que las esferas líticas representan el cosmos, "pues es claro que manejaban la idea de lo esférico", así lo afirma el arqueólogo Adrián Badilla en el Museo Nacional en San José (según Varela 2000: 7), deriva muy claramente de la cosmogonía moderna de origen europeo. Lothrop (1963: 24) rechaza las ideas difundidas en las leyendas de la población mestiza local que dicen que las esferas líticas representan el sol con los mismos argumentos como los aquí desarrollados. Stone (1943: 83), incluso, cree que las esferas líticas son de importancia calendárica, por lo que se puede juzgar más adecuada la interpretación de Quintanilla (según Varela 2000: 8), quien piensa que ha existido un interés considerable por representar un concepto abstracto, o sea la forma de la esfera, sin que hoy en día nos sea posible definir el porqué. Aunque es poco satisfactoria, es hasta ahora la única interpretación contra la que no hay porque oponerse enseguida basándose en los conocimientos arqueológicos y etnohistóricos. En este contexto, se tiene que constatar que no se puede definir el modelo natural para la forma abstracta de la esfera sin problemas. Pudiera ser que las grandes esferas líticas sirvieran como una visible sobredimensionalidad para la demostración del prestigio o poder que tenían los chamanes en tiempos prehistóricos, como hoy en día lo hacen a través de la posesión de las pequeñas bolas de piedra que todavía utilizan para prácticas mágicoreligiosas. En estas cuestiones se tiene que entrar más tarde. Sin duda, las esferas líticas en aquel entonces fueron colocadas en plazas visibles para todos los miembros de la comunidad; es por esto que queda claro que actuaban como elementos de prestigio (Corrales eí al. 1988: 89). Se puede adherir a la opinión de Stone (1943: 83) que tenían importancia donde individuos y grupos tenían que demostrar intereses y exigencias entre sí, es decir, donde se concentró una multitud de influencias. Graham (1981: 127) opina que las bolas de piedra originalmente estuvieron en un contexto simbólico, junto con las esculturas líticas antropomorfas.

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Esferas líticas: inventario actual Todas las investigaciones posteriores, realizadas en los terrenos de las plantaciones, no pudieron llegar a resultados ciertos. Todavía Lothrop (1963: 124) pudo referirse al hecho de que la United Fruit Company, inmediatamente después del "descubrimiento de las gigantescas esferas líticas, a fines de los años treinta, había decidido conservar algunos de los imponentes monumentos prehispánicos, pensando en el turismo de visitantes casuales. En aquel entonces se dejaron vacíos sectores del terreno dentro de las plantaciones bananeras, en particular en aquellos en que se encontraron varias de las esferas líticas. De esta manera se creó una especie de zona de protección. Pero también se sabe que propietarios de terrenos a veces han decidido sepultar las bolas de piedra."106 Tal vez fue más fácil excavar los cantos redondos de la plataforma, así como el suelo debajo de las esferas líticas de muchas toneladas de peso, y de esta manera hundirlas en el suelo, que moverlas con máquinas pesadas. Otras esferas líticas fueron atadas con cadenas y arrastradas para alejarlas de la red rectangular de los caminos de transporte y zanjas de riego, así como del trazado del ferrocarril de la empresa. Todo esto se observó, describió y documentó entonces con fotografías, así que no hay ninguna duda de que ocurrió así. La documentación, sin embargo, no era tan exacta como para que, después de nuevas investigaciones y sus resultados obtenidos,107 se pueda decir con seguridad cuáles y cuántas de las esferas líticas están hoy en día en el mismo lugar de su colocación original. Así también más tarde mi idea de ir a ver las famosas bolas de piedra in situ resultó como irreal, ¿quién puede fiarse de que no se han movido las esferas líticas que hasta ahora existen en las zonas protegidas, frente al área de explotación agrícola en las fincas 4, 6 y 7? De nuestro guía, el trabajador de las plantaciones plataneras Alexander Cruz, que conocía muy bien el terreno, supimos que en la primavera de 1999 existían todavía

106 Traducción de la autora; el texto alemán dice: [...] „Entdeckung der riesigen Steinkugeln Ende der dreißiger Jahre entschieden hatte, einige der imposanten vorspanischen Monumente touristenwirksam für etwaige Besucher zu erhalten. Damals wurden einzelne Abschnitte des Terrains in den Bananenplantagen ausgespart, nämlich solche, in denen sich mehrere Steinkugeln befanden. Damit entstand eine Art Schutzzone. Doch wird auch berichtet, daß Landeigner sich zuweilen für ein Vergraben von Kugeln entschieden haben" (Baudez etal. 1993:34) 107 Por ejemplo, por Baudez y sus colaboradores (1993) o por Quintanilla (en el proyecto "Hombre y ambiente en el delta Sierpe -Térraba", también en los años noventa, en el que se registraron SO sitios arqueológicos).

95 25 bolas de piedra en las mencionadas fincas de la Bananera. En el así llamado sector 19, él nos mostró siete bolas de piedra. 108 La zona cubierta de zacate,109 pasto casi de la altura de un hombre, hizo difícil la orientación; así como la pertenencia cultural, por ejemplo, con plataformas elevadas (¿de casas?) no se pudo reconocer, sino solamente adivinar. Tampoco se puede ver alguna huella de las antiguas filas. Se calcula que en el delta existieron cientos de estas bolas de piedra. A comienzos de los años sesenta todavía se pudieron contar 45 ejemplares (Lothrop 1963: 15). Se puede suponer que solamente las mayores y más pesadas habrían quedado en la zona. Varias de estas esferas liticas muestran una erosión fuerte en la parte de la superficie que está expuesta al sol y al clima. Se informa que, en aquel entonces, en el delta todas las grandes esferas liticas estaban colocadas en cimientos de cantos rodados (Stone 1954: 7). Hoy en día, sin embargo, las bolas grandes están tan hundidas en el suelo, que se puede ver solamente más o menos la cuarta parte. Durante investigaciones recientes se constató que por esto es difícil medirlas. 110 La más grande de todas las esferas liticas de la cultura Diquís hasta ahora conocida se encuentra en las cercanías de Palmar Sur. Se halla fuera de la zona de las plantaciones plataneras, en la orilla izquierda del río Térraba en el terreno de la antigua Finca El Silencio. Sin un guía vernáculo no sería posible encontrarla, pues se tiene que caminar cien metros tiena adentro desde la carretera, 1 " cruzando una plantación de árboles melia (Meliaceae)."2 La bola es de granito, tiene un diámetro de cerca de 2,45 a 2,50 m. Hoy tiene un rancho, un techado, para su protección. 113 No hay que suponer que esta piedra fue movida en tiempos modernos, pues está demasiado lejos de las empresas agroindustriales. Es posible que en aquel entonces dejaran la bola en este terreno cuando resbaló del camino," 4 igualmente puede ser que la interpretaran como una señal de fuerzas 108 Medición con GPS (Géographie Positioning System), el 11 de marzo de 1999, a las 10: 10 horas en la finca 6, parcela 19 resultó para las bolas allí visibles: 8,91288° Norte, 83,47755° Oeste. 109 Zacatl (nahua): Pasto, paja de maíz, matorrales. 110 Véase Ifigenia Quintanilla: Informe de labores 1993: "Las esferas de piedra y su contexto arqueológico" dentro del Proyecto Sierpe-Térraba, iniciado en 1991. 111 GPS-medición del crucero, el 11 de marzo de 1999, 14: 02 h: 8,95137° Norte, 83,44242° Oeste. 112 Plantación para conseguir materia prima para la producción de papel. 113 GPS-medición, el 11 de marzo de 1999,alas 14:05 h: 8,95131° Norte, 83,44209° Oeste. 114 En las culturas preindustriales de todo el mundo se encuentran a veces indicios de la interrupción del transporte de grandes piedras bajo condiciones adversas, por ejemplo, si el

96 sobrehumanas opuestas al transporte dilatado. De otras relaciones culturales postcolombianas, por ejemplo, se han conocido semejantes argumentos para tales fenó„ 115 menos.

objeto se resbaló de la ruta prevista y antes, al parecer, aplanada, alineada y fijada. Tal vez significó que no eran capaces con los medios técnicos existentes de corregir la situación. Pero también se tiene que pensar que tal vez en el problema técnico se vió un indicio de las fuerzas y energías sobrehumanas o dioses para dejar la piedra en ese mismo lugar. Aquí sólo se mencionan unos ejemplos típicos de las culturas prehispánicas de América. Así en México, en la red de caminos mayas de Cobá, de Ekal, en Yucatán, se encuentra en el mismo camino una piedra aplanadora de cerca de S toneladas de peso, quebrada y ladeada (Morley 1947: 375, Lám. 55 b; Benavides Castillo 1981: 110). Al parecer, había servido a los maya del tiempo postclásico en los trabajos acerca de sus sacbeob, sus caminos blancos. En las planicies de aluvión del río Urubamba en el Perú, en la cercanía de Ollantaytambo, se encuentra una piedra grande que en aquel entonces era prevista para la construcción del templo fortificado de la llamada ciudad incaica. Pero no llegó hasta el fin previsto, pues se ladeó en el camino preparado. Parece que no podían elevarla otra vez al camino. En la muy famosa crónica de Felipe Guamán Poma de Ayala (1980: 159) sobre los incas, se habla de la piedra que lloró lágrimas de sangre, es decir, mató a una muchedumbre de trabajadores cuando empezó a moverse sin control. 115 Hay que pensar, sólo por ejemplo, en el desarrollo de leyendas en la América española frente a imágenes de santos y de vírgenes que de una manera mística han obligado a los creyentes a erigir iglesias en lugares determinados; así la Virgen de la Soledad, Santa Patrona de la ciudad de Oaxaca, pues una muía cargada ya y desconocida, que se había agregado a una caravana, cayó muerta en el lugar de destino, en la caja partes se encontraron de una escultura de una virgen.

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Las esferas de oráculo de hoy y su posible relación con las esferas líticas prehispánicas La importancia de las piedras, sobre todo de las piedras de oráculo, en las ideas actuales de los grupos indígenas del sureste de Costa Rica tal vez pueda abrir el camino para entender el papel de las grandes esferas líticas del Diquís. Si se quiere seguir el rastro de las gigantescas esferas líticas del Diquís, es interesante analizar lo que los grupos indígenas de la región dicen generalmente sobre las piedras. Entusiasmado por mi interés en las bolas de piedra prehispánicas, Beltrán Vega Castro me relató en marzo de 1999 que los indígenas de la costa atlántica de la cordillera de la Talamanca también poseían bolas líticas. Las guardaban en sus casas y las consideraban como el centro del mundo. Escondían su existencia. Por esto, los arqueólogos no supieron nada de ellas, pues los indígenas temían que se las quitaran. Probablemente Vega Castro repitió una leyenda, pues hasta entonces nunca había estado en la Talamanca. Esta información es interesante, porque en la mitología de los mencionados grupos étnicos las piedras juegan un papel importante. No se debe dudar de la veracidad de esta información, pues las esferas líticas en el delta también se encontraban en casas, como han comprobado los restos de cimientos en los hallazgos arqueológicos (Lothrop 1963: 24). En parte fueron colocadas en cuartos con un propósito, aunque no se debe sostener que se quisieron guardar en aquel entonces para quitarlas de la vista de ojos no autorizados. No se puede excluir, sin embargo, que las bolas como piedras llenas de fuerza mágica tuvieran una importancia que se puede comparar con la interpretación actual. Quizás fueran interpretadas como el centro del mundo. Pero entonces existía una multitud de focos, cada uno de los cuales concernía un centro del mundo concreto de una comunidad estructurada dentro de la sociedad, por ejemplo, de una gens /de un clan. Si se quiere seguir esta idea, cada una de las bolas de piedra tuvo que marcar el axis mundi de un grupo de parientes consanguíneos. Los hallazgos arqueológicos, sin embargo, muestran a menudo antiguas filas de esferas líticas en un complejo poblacional, lo que pareciera hablar en contra de esta interpretación. Además, su diferente tamaño podría señalar diferenciaciones del prestigio entre los varios grupos, lo que tampoco sería consecuente con el contexto de las ideas de los respectivos diferentes axis mundi.

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Bozzoli de Wille (1982: 57) denomina las piedras utilizadas por los curanderos bribri como bolitas.116 Durante sus estudios sobre el problema de la interpretación de petroglifos, en los últimos años, Künne realizó pesquisas entre representantes de los grupos de los bribri, boruca y íérraba. Los resultados que él había obtenido completaban de manera interesante los indicios conocidos a través de los mitos y cuentos transmitidos y publicados. Aquí se refiere a lo que concierne a las bolas de piedra casi redondas y su importancia ritual. Así Künne constató que se adscribe siempre una fuerza curandera a las piedras sagradas: "Ciertas piedras poseen fuerzas explicativas e instructivas. Representan un mundo y tiempo mitico trascendental (tiempo de oscuridad) que se encuentra invisible como esencia de todas las cosas detrás de las apariencias reconocibles y detrás de la actualidad experimentada (tiempo de la luz). El más allá y el mundo de este lado, tiempos míticos y reales forman, desde todo punto de vista, una unidad inseparable."117 Digna de consideración es una afirmación de Stone (1977: 106), según la cuál las bolas líticas más pequeñas, de un perímetro de 7 centímetros "may have been an implement for warfare, the modera Boruca Indians claim, or it may have been a symbol of the larger ones and places in graves."118 Se podría discutir si lo último no

116 Es interesante constatar que también en otras regiones de la América indígena existen piedras esféricas para fines mágicos. Se ha demostrado en documentos de Trujillo, que en Perú, en el año de 1768, se condenó a un curandero por culpa de idolatría, que depuso en juicio porque creía poder luchar contra la magia negra de un enemigo mediante tales bolas. (Gareis 1999: 136). 117 Traducción de la autora; el texto alemán dice: „Bestimmte Steine besitzen erklärende und belehrende Kräfte. Sie gelten als Symbole ewiger, unverrückbarer und konzentrierter Wahrheit. Sie repräsentieren eine transzendente mythische Welt und Zeit (tiempo de oscuridad), welche als Essenz aller Dinge unsichtbar hinter den wahrnehmbaren Erscheinungen und der erlebbaren Gegenwart (tiempo de la luz) liegt. Jenseits und Diesseits, mythische und reale Zeiten bilden dabei eine untrennbare Einheit" (Testimonio de Ali García, 1999). 118 En Jalaca se ha hecho un hallazgo interesante que se adapta muy bien a la problemática aquí discutida: huesos de manatí (Trichechus manatus L.), oriundos de la costa caribe y elaborados para ser pequeñas bolas pulidas, al parecer, para utilizarlas para la caza con la cervatana. Es lo mismo que las bolas de barro que las tribus de la Talamanca producen hoy en día (Stone 1977: 123). Pero no se debe creer que tiene que existir una relación muy estrecha entre estas bolas pequeñas y las piedras redondas para los oráculos. En sus pesquisas de los bribri sobre representaciones artísticas en piedras con petroglifos y palos ceremoniales de madera, Künne tuvo que reconocer que representaciones en diferentes materiales resultan ser comprendidas como imágenes totalmente diferentes. Es considerable

99 era directamente lo contrario: las grandes esferas líticas representaban símbolos del poder, visibles para todos los miembros de la comunidad, símbolos que se manifestaban para los dignatarios religiosos, y tal vez al mismo tiempo civiles, en la misma forma que las pequeñas piedras de oráculo recolectadas y tomadas en posesión por ellos para aprovecharlas en diferentes rituales." 9 Por lo menos se puede constatar que varias de estas bolas de piedra muy pequeñas tienen una esfericidad exacta y están muy bien pulidas (Lothrop 1963: 17). Representan un trabajo artesanal excelente. De esta manera se comprueba la gran habilidad de sus creadores en hacer una obra perfecta. El hallazgo de bolas de piedra en entierros' 20 se puede explicar así: "were regarded as personal property of sufficient importance to carry to another world" (Lothrop 1963: 129). Pues mientras las grandes bolas de piedra con su contenido simbólico eran importantes para toda la comunidad y se mantenían visibles en el poblado más allá de la vida del dignatario en particular, las piedras pequeñas tenían una relación muy estrecha e inseparable con las personalidades y, por esto, se volvieron invisibles y destinadas para el más allá, enterrándolas con el difunto. Como las condiciones de conservación de huesos en esta región son muy malas, queda abierta la interrogante sobre si las pequeñas bolas de piedra solamente acompañaron a difuntos adultos de sexo masculino, es decir, eventuales dignatarios espirituales, lo que se podría presumir que así fue. La relación de las grandes bolas de piedra con las pequeñas, y viceversa, tiene también importancia en los conceptos de los indígenas. Según los bribrí, piedras que en nuestra realidad se perciben como objetivamente grandes, en los paisajes míticos son pequeñas. Piedras objetivamente pequeñas, al contrario, en lugares trascendentales se transforman en grandes bloques de rocas. "En las montañas, rocas y piedras viven seres invisibles, los que se mueven omnipresentes con el viento y el agua por mundos sobre y bajo la tierra." 121 (Traducción U.T.-S.). que Künne (2001: 156) con su idea de buscar paralelo probable no encontró comprensión alguna entre sus interlocutores. 119 También se les llaman piedras sukia. Esta denominación corresponde al término con el que. a finales del siglo XVII, se denominaba al curandero en las culturas autóctonas de Nicaragua y Costa Rica. Además, esta palabra se utiliza para las esculturas de piedra que representan hombres en cuclillas que parecen fumar (Aguilar 1986: 86. nota 243). 120 También en el delta fueron encontrados en enterramientos (Lothrop 1963: 14, pl. 25 abajo; Stone 1976: 110). 121 Traducción de la autora: el texto alemán dice: „Gebirge, Felsen und Steine werden von unsichtbaren Wesen bewohnt, die sich mit dem Wind und dem Wasser allgegenwärtig durch ober- und unterirdische Welten bewegen." (Ali Garcia, 1999, entrevistado por Künne).

100 Especialmente interesante es el intento de buscar una explicación racional para la existencia de bolas de piedra no tan grandes en las filas de esferas líticas grandes. Lothrop (1963: 129) supone que las bolas de piedra menores simbolizaban bolas mayores que se tenían que sustituir más tarde. "In that case, a small ball in an alignment might be a temporary substitute for a larger one in process of construction." En realidad Lothrop no proporciona ningún elemento que nos haga saber cuántos casos de estos ha observado. Asi no se puede decidir si esto constituye una excepción extrema o una situación varías veces registrada. Si se sigue esta hipótesis, la consecuencia sería precisamente que las menores bolas de piedra no pudieron ser sustituidas por las mayores por una interrupción de las actividades planificadas. Hasta ahora, sin embargo, faltan pruebas del hecho de que la elaboración de esferas líticas y su colocación en el delta se interrumpieran por causa de acontecimientos políticos. No se puede poner en relación con esto la conquista española, que fue un acontecimiento histórico tan esencial. Además, la influencia de este hecho es dudosa, porque en el delta a lo menos una bola de piedra puede ser ubicada en el tiempo del contacto. Fue encontrada en conexión muy estrecha con la cabeza de una escultura litica, así como se han encontrado otras del mismo estilo también fuera del delta, asociadas con instrumentos de hierro (Lothrop 1963: 24). Pero se podría argumentar que el transporte de las grandes esferas líticas ya no se podía realizar a causa de la subyugación de los indígenas en el tiempo colonial. El poder de los caciques disminuyó; con seguridad no se extendió más allá de las fronteras del delta. Los españoles vigilarían para impedir acciones como esas que necesitaron mucha mano de obra. Con ésto, se podría aceptar la tesis desarrollada por Lothrop aplicada únicamente en una situación tardía excepcional. Sólo podría atañer a la existencia de una o dos semigrandes o, mejor dicho, pequeñas bolas líticas en distintas filas, además, en las supuestas condiciones, tampoco se hubieran podido traer estas bolas menores, tampoco se debe suponer que las sacaron de su contexto original, ya dentro de la región, por ejemplo, de una fila, para aprovecharlas como substituto en otra fila. Su valor ritual seguramente fue definido en su contexto original, relacionado con la memoria colectiva y, en el verdadero sentido de la palabra, inalterable. Para los así llamados curanderos entre los bribrí, los awapa (singular: jawá, awá), está comprobado: "Son asimismo de gran importancia para el curandero dos o más piedras mágicas, que recibe en el momento de su consagración, llegando a obtener más tarde un número mayor a ellas." (Becker-Donner 1966: 139). Las piedras pueden ser de sexo masculino o femenino y tener diferentes potencias. Alí García (en una entrevista con Künne, 1999) subraya la diferencia de la siguiente manera: las piedras

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de oráculo masculinas son esféricas y chiquitas, las hembras, sin embargo, son "piedras de poder". Esto es una observación muy interesante, porque en ella se encuentra la idea de que las piedras llanas femeninas son percibidas como más poderosas que las masculinas. Las piedras de oráculo esféricas, no obstante, tienen una importancia especial, probablemente como equilibrio del poder ritual del principio masculino en el individuo chamán frente a la sociedad organizada según la línea materna. "Los atributos que se adscriben a diferentes piedras pueden combinarse de manera múltiple. Así las piedras de oráculo siempre son pequeñas y vienen de altos niveles de las montañas. Pueden ser de sexo masculino o femenino. Las piedras redondas, sin embargo, siempre tienen rasgos masculinos incluyendo también en este género la clasificación de piedras blandas. Para el cercamiento en forma de anillo de colinas de entierros y cimientos de casas, se utilizaban muchas veces los cantos redondos del río. En los conceptos míticos de los bribrí estos últimos representan piedras muy ancianas que se formaron antes de las plantas, los animales y los hombres." 122 En primer lugar, se tiene que observar que ya el padre Urcullu ([1763] 1918: 24) dijo sobre los chamanes de la región de la Talamanca lo siguiente: "A los segundos llaman 'jacguac' y estos son los que tienen la piedra del adivinar [...] Para dar respuesta el jacguac a las preguntas que los demás le hacen sobre los sucesos futuros, ponen en la palma de la mano la piedra, que es poco más grande que un duro de cordoncillo: allí la está soplando y repitiendo ciertas palabras en secreto, y si la piedra se menea o da vuelta es señal adversa, y si no se menea es favorable [...]". En este contexto es importante la idea de curanderos bribrí actuales de que todas las piedras de oráculo masculinas tienen su origen en el padre de Sibú (sibó) Sibókomo (Alí García, en una entrevista con KUnne; García/Jaén 1996: 52). Con esto se carac-teriza una relación de parentesco, ya que, por el concepto de la herencia por línea materna, las piedras oraculares llegan a los hombres bribrí del padre de Sibú a través de su hermana tapir. Sería necesario conocer la formulación exacta por parte de los curanderos actuales, para poder comprobar esta relación. 122 Traducción de la autora; el texto alemán dice: „Die Attribute, welche verschiedenen Steinen zugeschrieben werden, können vielfältige Kombinationen miteinander eingehen. So sind Orakelsteine immer klein und kommen aus hohen Gebirgslagen. Sie können sowohl männlich als auch weiblich sein. Runde Steine besitzen dagegen grundsätzlich männliche Züge. Auch weiche Steine werden diesem Gender zugeordnet. Zur ringförmigen Einfriedung von Grabhügeln und Hausgrundrissen wurden oft Flußsteine verwendet. Letztere verkörpern in den mythischen Vorstellungen der bribri sehr alte Steine, die noch vor den Pflanzen, Tieren und Menschen entstanden sind" (Ali Garcia 1999, en una entrevista con Künne)

102 Pero también existe la idea que el espíritu creador Sibú soñó su mismo nacimiento de una piedra de oráculo (yábbolo) que su padre (sibókomo) había perdido: "Nació de una piedrita que se perdió." (García/Jaén 1996: 53). Por esto hasta ahora todas las piedras de oráculo serían hermanos de Sibú (sibo) (Alí García, en una entrevista con Künne, 1999). Interpretando este concepto, las piedras de oráculo sí son parientes de los hombres, pero no tan cercanos, es decir, no por la línea materna, sino indirectamente como hermanos del espíritu creador. Por esto, los curanderos/chamanes en proceso de iniciación tienen que adquirir individualmente las piedras de oráculo, como ya se ha dicho, pues no pueden ser heredadas en el grupo de parientes. Con esto, entonces, se podría explicar también la posición de las piedras de oráculo concebidas como masculinas y, de la misma manera, la posición de sus parientes o hermanos de dimensiones gigantescas, las bolas de piedra prehispánicas. Simbolizaban la fuerza y el poder que no se podían heredar, y que se le adjudicaban al espíritu creador Sibú y a los hombres como sus hermanos pequeños. En este sentido, también en tiempos remotos la dignidad ritual no era definida y heredada, como la dignidad de los caciques, por la línea materna. Por el contrario, se la tenía que adquirir adicionalmente y hacerla visible, como ya se ha visto. El proceso de producción de las grandes esferas líticas sirvió como una señal especial, visible y gigantesca y como prueba de esfuerzos espirituales. En contraposición a las piedras de oráculo pequeñas, que eran relacionadas con las fuerzas de seres extrahumanos apropiadas por los jefes mediante la elaboración, el transporte y la colocación de las esferas en las comunidades. Todavía hoy en día, en los mitos se construyen relaciones de parentesco con seres antropomorfos de los tiempos anteriores a la creación o existentes durante la creación realizada por Sibú. Los informantes bribri actuales hablan acerca de estos con cierta distancia, cuando suponen que espíritus que ayudaron a Sibú a crear el mundo, fueron después convertidos por él en piedras (Alí García, entrevistado por Künne, en 1999; García/Jaén 1996: 73). Por lo tanto, puede ser que ya en tiempos remotos se concibieran las piedras de oráculo esféricas como parientes de los hombres, una forma de parentesco que está en contraposición a la forma matrilineal. En esto también se puede apreciar la distancia que los bribri manejan con respecto a seres humanos del pasado, que es entendido como un pasado anterior a la creación del mundo. Esto coincide con el hecho de que los indígenas de la Talamanca conocieron sus esfuerzos culturales mediante los hallazgos arqueológicos. De todos modos, se debe tomar en cuenta que los indígenas de hoy en día aprovechan las piedras de oráculo que vienen de los entierros, apropiándose de esta manera de su fuerza. Además es importante recordar que cada piedra de oráculo tiene su propio espíritu,

103 pues piedras de oráculo son aceptadas como seres transformados y por esto percibidas entre los bribrí como personas vivas (Alí García, 1999, entrevistado por Künne). Gs interesante el hecho de que en tiempos actuales también se sepa de chamanes femeninos que han utilizado piedras de oráculo que se sacan de entierros antiguos (Stone 1949: 26). 123 Los awapa de los bribrí relatan que los cábecar tienen también chamanes femeninos (Alí García, 1999, entrevistado por Künne). Se puede suponer que sus piedras de oráculo no son esféricas, pues son utilizadas por chamanes femeninos y colgadas en hilos de seda en el techado de la casa, lo que ocasionaría problemas técnicos en el caso de una forma esférica, pues para poder colgar piedras de oráculo esféricas habría que colocarlas en algo como una red o bolsa. 124 Los curanderos tienen una bolsa o mochila que llevan sobre el pecho y en la que se encuentran las piedras de oráculo. 125 Nadie, excepto el mismo curandero y su mujer principal, debe tocar las piedras de oráculo (Baldomero Torres Torres 2000, según entrevista con Künne). Tal vez el uso de piedras de oráculo esféricas no era ni está permitido a las curanderas. Las piedras mágicas o sagradas, como se las denomina generalmente en la literatura, procedieron, según el concepto de los bribrí y cábecar de un acto de creación en el que Sibú también creó a los curanderos. "Three of these men predicted that he would not stay dead but would go to the sky. One of these was díkúswa who was once a water bird and when he said that sibu would never die he was made into the most powerful of the siá or medicine man's three principal stones" (Stone 1962: 63). Un chamán en proceso de desarrollo tiene que adquirir estas piedras denominadas sagradas, en un ritual especial. Siempre se han adquirido en un lugar con grandes bloques de roca. Quizás fueran antiguas canteras o, por ejemplo, también piedras con petroglifos, pues podemos suponer con cierta seguridad que estos últimos pertenecieron al paisaje ritual. "There is a spot in Talamanca where there are large boulders: here live the siá, the medicine men's stones. A new medicine man, if it is

123 Véase Stone 1962: 84. 124 Entre los utensilios de los chamanes se mencionan junto con plumas de diferentes aves, bancos blancos de madera de balsa de los que uno tiene una cabeza y una cola simbólicas de un animal, un palo de madera, una piel de jaguar, una larga flauta de caña que solamente debe ser fabricada por el chamán, y otras cosas de importancia reducida, también las piedras sagradas de las que se dice categóricamente que están envueltas en un pedazo de algodón (Aguilar 1986: 43). 125 "El narrador señala un saquito pequeño que está guindado de un horcón, donde él guarda LAS PIEDRAS curativas." (García/Jaén 1996: 52, nota 2).

104 possible; goes there and leaves grains of white Maize on the rocks at night. The next morning the stones appear" (Stone 1962: 63). En este caso está fuera de duda que se podía o debía buscar allí las piedras medicinales o de oráculo sólo después de un ritual distinto. En éste se sembraban granos de maíz y cosechaban piedras de oráculo, un suceso que se relaciona con la creación continua de la vida por la fertilidad del mundo. Este acontecimiento se realiza en la noche en la que los espíritus pueden actuar, es decir, en una situación que se puede relacionar con la fertilidad y el crecimiento. Pero se tiene que considerar que en este caso se repite simbólicamente el acto creador, porque los granos de maíz se conciben como similares a los hombres que Sibú había sembrado (García/Jaén 1996: 74). Tales conceptos son típicos de la cosmovisión de grupos de agricultores que mantienen relaciones con los ancestros. Entre los bribrí se creyó en un lugar sagrado126 en el que las piedras viven (Stone 1962: 84, nota 287). Y entre los cabécar existió un lugar llamado sibusuLa, que también fue comprendido como el domicilio de los ancestros o donde se creyó que se habían realizado sucesos en el pasado, por ejemplo, que allí en tiempos remotos Sibú había jugado pelota con los frutos del cacao. "In subusuLa there is a large stone and a chasm at the river's edge. There are people within the stone." (Stone 1962: 64). Aquí se demuestra, a lo menos, que piedras, y especialmente piedras de oráculo, han sido concebidas como habitadas por seres transcendentales.U1 Las famosas esferas líticas, por esto, tal vez fueron también percibidas de esta manera, o sea como animadas. Los cabécar han creído que los huevos de araña esféricos coinciden con las piedras de oráculo: "Most spiders in Talamanca have white eggs. These symbolize the stones which sibu left. Sibu blew and the spider eggs became round and white. The medicine man's best stones are round and white [...] The stones found in graves are of no use now because the people then had other medicine men." (Stone 1962: 67). Aunque esta información es proporcionada por los cabécar actuales, se puede construir un puente hacia el pasado: se ven las piedras de oráculo y los huevos de araña en un contexto mítico. Este es un ejemplo del hecho de que, casi siempre, el 126 Stone (1962: 84) lo denomina pool, de lo que se puede entender al mismo tiempo una formación geológica asi como un lugar para bañarse, y lavar la ropa. 127 Hay paralelos interesantes en la cultura de Nazca, Perú, en la que se dibujaron esferas volantes con ojos. Como se puede deducir del contexto de la presentación, se trata de proyectiles de piedra concebidos como animados (véase M.N.A.A.H. Lima C-064127; C12075; Schlesier 1959: Fig. 191, 194). También en los dibujos en vasijas de los nazcas se encuentran pinturas semejantes de esferas a los que les falta el significativo de animado, pues no tienen un ojo; pero esto de ninguna manera significa que puedan ser comprendidos como inanimados. Los proyectiles de piedra lanzados se movían, lo que es posible que entendieran como vivir o ser animado.

105 ambiente natural es el punto de partida para distintos modelos culturales (sí bien no se puede afirmar ni reconocerlo en cada caso). Esto podría sugerir una explicación para las famosas esferas líticas. Las esferas líticas del Diquís podrían haber sido piedras de oráculo transformadas en dimensiones gigantescas, cuyo origen mítico fueron pequeños y esféricos huevos de araña. San José ([1697] 1884: 372-373), informó lo siguiente sobre las piedras de oráculo: "Otros tienen unas piedras como de jugar á las tablas, de diversos colores, los colorados adivinan si hay enemigos por donde van á trabajar ó caminar; otras como de mármol con unas vetas aplomadas, para saber el buen día de su siembra; otras de laja para cazar ó pescar; y el modo como lo hacen es que ponen la piedra sobre la palma de la mano y le hacen su razonamiento, y luego le dan un soplo; si la piedra baila hay feliz acierto; y si no, no van ó no caminan porque sucederá algo mal; en esto tienen grande fe, porque dicen que Dios les dio á sus mayores de aquellas piedras para gobernarse." Primeramente, es interesante que San José y Urcullu se contradigan en lo que significaba la interpretación positiva o negativa de un movimiento eventual de las piedras de oráculo durante su actividad en el ritual.128 San José expone claramente la conexión entre la posesión de estas piedras y el dominio de los jefes sobre las comunidades indígenas. Esto se puede extender por analogía al tiempo prehispánico, cuando grandes esferas líticas debieron haber sido una señal clara del poder. Siguiendo su discurso, San José ([1697] 1884: 373) describe cómo se lograban las piedras y cómo se les formaba para que fueran esféricas: "y ellos lo imitan y van á sacar á la cantería en ayunos, y luego la amuelan; y en este tiempo no comen sal". Así sabemos que les era necesario imitar ciertas piedras, si no las habían encontrado en la forma esférica deseada; esto significa que fueron afiladas, y esto fue una acción que sólo pudo realizarse bajo la observación de ciertas prescripciones de ayunos y por parte de un chamán. También aquí se puede proponer un paralelo con los responsables de la elaboración de las famosas esferas líticas prehispánicas. Pudieron haber sido dignatarios rituales o espirituales que tuvieron en su mano la elaboración y el transporte de las bolas de piedra. Aguilar (1986: 75) deduce de la importancia de las piedras de oráculo en relación con las grandes esferas líticas, que "debieron ser receptáculos de poder mágico al 128 García/Jaén (1996: 24) dicen sobre esta situación: "Él coloca una piedra en su mano y debe soplarla. Si la piedra se mueve o se suspende en el aire da una respuesta afirmativa a la pregunta que el awá formula. La piedra solo puede contestar sí o no a las preguntas del awá. [...] Si lo que ha dicho el awá es parcialmente cierto, entonces, la piedrecita apenas se mueve".

106 servicio de la comunidad o de los individuos que las poseyeron. Pudieron haber servido de intermediarios entre los chamanes y los espíritus, de tal modo que a través de ellas podrían haberse obtenido los poderes adivinatorios, los de dominar los fenómenos atmosféricos, las calamidades públicas, las enfermedades, etc."

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¡Herencia indígena en peligro! Como el arqueólogo Michael Snarskis (1982: 54), colaborador del Museo Nacional, ha aclarado, la mayoría de los costarricenses no tienen ninguna otra relación con las riquezas prehispánicas de su país que hacer con ellas un negocio. Para ellos el pasado indígena no cuenta como parte de la historia de su país. Esto se explica por el hecho de que los habitantes de la así llamada Suiza centroamericana generalmente son descendientes de inmigrantes blancos, llegados después de que se hubieran eliminado a los indígenas autóctonos, en gran parte durante los primeros tiempos de la Colonia. La historia de su país se concibe como la historia de los últimos 500 años escasos, en los que se colonizó la tierra. De los antiguos 400.000 habitantes indígenas de las regiones que hoy en día pertenecen al territorio estatal costarricense (Ibarra Rojas 1990: 45), han sobrevivido solamente alrededor de 35.000, distribuidos en 21 así llamados territorios indígenas. Los indígenas son cerca del 1% de la población costarricense. Por esto no juegan casi ningún papel en la política oficial, no se percibe su presencia. Sus organizaciones tienen que luchar de manera casi desesperada por sus derechos y el mantenimiento de su territorio. Durante los últimos decenios colonos no indígenas han invadido sus territorios y están en pleito con los indígenas sobre el aprovechamiento de su suelo. Así se crean realidades que se vuelven cada vez más desfavorables para los indígenas. Los indígenas tienen que luchar, sobre todo, contra grandes proyectos industriales, los que, como la presa Boruca que dentro de algunos años podrían acabar con los recursos de su ambiente natural. Las consecuencias de las inundaciones provocadas por dichos proyectos se calculan diferentemente. Desde comienzos de los años ochenta se han realizado investigaciones arqueológicas en las regiones de la parte media del río Térraba, amenazadas por la inundación. Fueron planificadas y realizadas directamente con el fin de investigar la zona, pues se inundaría. 129 Este es el método que se conoce también en México: con una vista a la historia y una integración de las ciencias se abre el camino al progreso técnico. Entretanto, los restos de poblados y cementerios encontrados en la parte media del río Térraba demuestran la importancia prehispánica de esta región. Hoy en día se han desarrollado planes para trasladar a otros lugares la población indígena todavía 129 Esta conexión directa entre el proyecto de la presa y las investigaciones arqueológicas se puede observar en un informe que arqueólogos norteamericanos escribieron a comienzos de los años ochenta y publicaron en San José, la capital costarricense. Demuestra que este proyecto de construcción ha tenido un largo lapso de tiempo de preparación, en el que también se integraron las trabajos arqueológicos (véase Findlow el al. 1981: 71-79).

108 existente. En este programa se olvida que en los suelos aluviales de las terrazas del río existen condiciones favorables para la agricultura tradicional. Con estas mudanzas la mayoría de los indígenas perderá su independencia económica.130 A pesar de que Costa Rica tiene ya desde hace mucho tiempo leyes para la protección de los sitios y objetos arqueológicos, éstas se han acomodado a las condiciones de los diferentes tiempos y al comercio ilegal de obras de arte prehispánicas que continúa hasta hoy en día. Pero se tiene que considerar que la incidencia porcentual de los huaqueros en la destrucción de sitios arqueológicos es menor en comparación con la que resulta de la utilización de grandes máquinas de construcción. Así, las actividades realizadas en los años treinta para construir las plantaciones plataneras en el delta del río Térraba encuentran hoy su continuación. En la parte media del río Sonador, en el año de 1999, se aplanaron restos de la cultura autóctona y se destruyó un campo de entierros entero, usando grandes máquinas de la empresa PINDECO. A pesar de que fue denunciado frente al CAN (Consejo Nacional de Arqueología), esta destrucción quedó sin consecuencias. Mucho más dramática, sin duda, sería la pérdida de testimonios culturales prehispánicos por causa de la gigantesca presa Boruca,131 y por el proyecto PueblaPanamá que planea la continuación de las intervenciones de este tipo. Pero esto no es lo único: a los hombres cuyos ancestros han creado y estimado testimonios extraordinarios de la cultura como las grandes esferas líticas ahora les quitan elementos básicos de su existencia, les demuelen sus valores tradicionales y destruyen el sentimiento de su pasado; del que pudieran lograr orgullo y aprecio para sí mismos. Acentuando la importancia de poner estos problemas al cuidado de la ciencia, quizás podamos hacer algo para que este proceso no sea irreversible. Las

130 Los testimonios arqueológicos oriundos de las zonas arqueológicas no son comprendidos como algo que se deba guardar. A quien pertenece el suelo piensa que también tiene el derecho de posesión de los objetos arqueológicos móviles. Y entonces se dice: "excava en tu patio y paga tu tierra". También es usual el comprender los sitios arqueológicos en el propio terreno como una especie de cajita de ahorros, la que se abre y aprovecha en tiempos de carestía, por ejemplo, por una mala cosecha, la agricultura no asegura la subsistencia: "hasta que el tiempo se pusiera duro". Entonces se venden las piezas excavadas en el mercado clandestino. ¡No hay que acumular, sólo hay que extraer el tesoro al que se puede recurrir! 131 Todo esto es posible y se explica por causa del malentendido sobre la importancia de hallazgos arqueológicos. Está fundada en el hecho de que por causas económicas sólo existen posibilidades reducidas de investigar las zonas arqueológicas. Así la huaquería que existe desde hace siglos puede florecer aún más. Es llamada arqueología de subsistencia. pues en la opinión pública se percibe la importancia de la arqueología científica sólo muy reducidamente.

109 esferas líticas prehispánicas regresadas al delta pueden desempeñar el papel de un testimonio de un pasado digno de ser cuidado, que puede ayudar a los indígenas que aún viven allí a conservar su ambiente y mucho de su modo de vida tradicional.

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Resumen Las famosas bolas de piedra que se han encontrado en la subregión del Diquís de la cultura Chiriquí, al sureste de Costa Rica y en la zona fronteriza con Panamá, pertenecen a aquellos objetos arqueológicos móviles que han sido extraídos de sus contextos, no sólo por ignorancia y falta de conocimiento sino, sobre todo, por la utilización agroindustrial del terreno y la codicia individual. Gran parte de las bolas fue vendida o sacrificada al vandalismo; en principio, se las puede comprar aún hoy en día. Pero lo que se ha conservado sirve para una interpretación científica sobre su importancia original en la sociedad autóctona del delta del río Térraba (o Diquís) y para su protección como herencia cultural de épocas pasadas. Fueron conocidas de manera simultánea por los arqueólogos y otras personas que, en su búsqueda de tesoros, las movieron en su gran mayoría de las posiciones originales, además que estorbaban a los grandes proyectos de la agricultura. Así, casi no se puede hablar sobre su lugar dentro de la estructura local de la antigua cultura autóctona. No obstante, son testimonios especiales de la estabilidad interna de la sociedad prehispánica y, por eso, un fenómeno interesante y digno de ser discutido. En la cultura Chiriquí, al parecer, se podía establecer y combinar el derecho al poder con la producción y la posesión de bolas de piedra, o derivarlo de esto. Durante siglos -alrededor de un milenio- su posesión posibilitó la existencia continua de determinadas relaciones de poder. Por consiguiente, tratamos de dialogar con el pasado sobre la base de los testimonios accesibles. Es necesario anticipar algunas observaciones sobre las características que distinguen la subregión del Diquís en el contexto arqueológico de las culturas prehispánicas de la América Central, ya que son de importancia para los resultados. Se puede constatar que el Chiriquí (o Gran Chiriquí) comprende, como región arqueológica, los territorios que se extienden desde la cordillera central de la Talamanca al sur, hasta el Océano Pacífico. El Chiriquí pertenece a la llamada Baja América Central, como los arqueólogos han denominado la parte sur oriental del puente de tierra centroamericana. Basándose en los hallazgos arqueológicos, esta es la situación que se observa para los 400 años previos al descubrimiento de las regiones de costa de la zona del Caribe por los españoles: el sur de esta vasta región casi no fue afectado por la conquista española inclusive hasta la mitad del siglo XVI, aunque puede ser que funcionara como zona de retirada, en la que las sociedades autóctonas empezaron a acomodarse a las condiciones que se desarrollaron a causa de las exigencias coloniales.

111 Si uno se ocupa de la subregión del Diquís, tiene que considerar que con frecuencia las grandes regiones culturales se consideran de manera estática y que los complejos arqueológicos o las situaciones históricas con sus cambios están mal interpretados. Con todo, se pueden definir dos largos períodos y una estabilidad sensacional de los rasgos culturales. Según los distintos arqueólogos que han trabajado en la región y los intérpretes de los resultados del trabajo arqueológico de campo, estos dos períodos tuvieron una diferente duración. El tránsito de un período a otro no se ha definido con seguridad debido a los diferentes problemas que presentan los métodos de datación absoluta con respecto a los hallazgos arqueológicos disponibles. Sin embargo, se puede hablar de un Período Formativo que fue sustituido por un llamado Tiempo del Precontacto que duró hasta la llegada de los españoles, después de 1500 d. de C. De ahí que sea decisiva la importancia que se atribuya a los cambios dentro de la estabilidad aparente. Sin duda, las manifestaciones culturales en el Diquis reflejan una sociedad en transformación que, a diferencia de las culturas de los mundos mesoamericano y centralandino, se caracterizó por una gran estabilidad de varios siglos. Por desgracia una combinación de los datos historiográficos, arqueológicos y etnográficos solo nos da una visión muy general e insuficiente de la antigua sociedad, que puede inducir a especulaciones. Numerosas propuestas mal fundamentadas son producto de aquellos científicos que tuvieron interés en comparar las sociedades centroamericanas de la llamada zona intermedia con las sociedades estatales mesoamericanas y andinas en las vísperas de la conquista española, motivados por la cuestión de una equivalencia en el desarrollo de la diferenciación y jerarquización social. Así, a menudo no supieron aceptar como tal las manifestaciones culturales y capacidades propias de las sociedades autóctonas de América Central o subrayaron que en esta región nunca floreció la civilización. Más aún, parece ser que estos autores tuvieron problemas para aceptar el carácter peculiar de las sociedades centroamericanas, donde los señoríos o cacicazgos de diferente tamaño e importancia jerárquica representaron entre sí una forma desarrollada y estable de convivencia. Esto no descarta que durante el transcurso de los siglos o milenios no se realizara una transferencia de progresos culturales, de conocimientos y habilidades desde las regiones vecinas, una transferencia que tuvo diferentes características. Mucho habla a favor de que en casos extraordinarios también hubo traslados directos. A veces es posible reconocer manifestaciones culturales de Sudamérica, como la predilección por el cultivo de tubérculos, la construcción de chozas redondas y casas grandes igualmente redondas, la fundación de poblaciones rodeadas de empalizadas, la metalurgia o la organización del parentesco

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basada en principios matrilineales y matrilocales. Sin embargo, se debe considerar la particularidad de la aceptación social de la utilización y el desarrollo de los respectivos rasgos culturales en la América Central. En la región del Diquís existen nichos ecológicos muy diferentes debido al paisaje fragmentado, con unos pocos sistemas fluviales, diferentes alturas, suelos más o menos fértiles y, por causa de las temporadas, lluvias de diferente intensidad. Todo ello influyó en el desarrollo cultural de la región, pues los nichos poblacionales estaban conectados entre sí mediante redes de contactos. En las grandes poblaciones de importancia transregional, que seguramente fueron la sede de caciques mayores, convivían cientos de personas. Lugares preferidos para tales poblaciones fueron las crestas de las montañas y las terrazas fluviales altas que garantizaban protección contra los ataques de enemigos y al mismo tiempo contra las inundaciones. Se tiene que constatar que por los criterios propios del área estas poblaciones fueron aldeas grandes donde faltaron muchos rasgos característicos de las ciudades tempranas. A pesar de que mediante métodos arqueológicos se pudo comprobar la especialización artesanal de algunas poblaciones, o secciones con carácter de barrios, la vida económica de éstas no se distinguió decisivamente de la zona aledaña si consideramos la subdivisión del trabajo. La interacción social en su totalidad pudo haber sido determinada por estos centros. Faltan, sin embargo, muchas características de la vida urbana que podrían motivamos a hablar de centros económicos, cívico-administrativos y religiosos basados en estructuras políticas. La existencia de parcialidades iguales entre sí -barrios o casas grandes- se reconoce con claridad. Los recintos para los rituales, empero, fueron encontrados fuera de las fortificaciones que cercaban a las poblaciones. Por ello, tampoco se puede suponer que las poblaciones grandes y forti-ficadas, que alojaban y protegían a gran cantidad de personas, hubieran desarrollado una conciencia de grupo que excluyera a los habitantes de los alrededores. En la orilla de los ríos y en la región costera existían rancherías que debieron estar relacionadas con estos centros seguramente a través de enlaces de parentesco y quizás también medi-ante compromisos económicos basados en una división del trabajo. Se puede suponer que la conciencia de identidad envolvió a toda la población de estos cacicazgos. En general se piensa que los cacicazgos mayores, conocidos por los conquistadores españoles y sus cronistas, se consolidaron y diferenciaron entre sí varios siglos atrás. Por lo mismo se supone que en el transcurso de los siglos las relaciones de poder cambiantes dislocaron varías veces los limites entre las poblaciones. Basándose en el material arqueológico, se piensa que los cambios en la estructura social y las organizaciones políticas fueron típicos, sobre todo en la fase formativa de tales construcciones de poder o cacicazgos.

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En tiempos remotos, el abanico del delta del río Diquís era, al parecer, uno de los centros de desarrollo político cuyo poder se extendió sobre otras zonas río arriba. La riqueza de los artefactos de oro hallados en la zona del delta habla en pro de un poder que seguramente no se basó en el aprovechamiento directo de las minas auríferas y tampoco en una productividad extraordinaria de la agricultura. La gran humedad imposibilita de por sí un aprovechamiento intensivo del fértil terreno de aluvión sin trabajos intensivos de drenaje. Por eso tampoco se desarrolló una población densa dentro del delta. Además, las reducidas posibilidades para obtener agua potable debieron ser un criterio decisivo para mantener una densidad poblacional baja. Pero todo esto no dice nada sobre la fuerza política y económica de la élite que dominaba la región. El acceso al Pacífico con sus multifacéticos recursos para la alimentación y la obtención de materias primas especiales jugó tal vez un papel decisivo en la acumulación de poder, junto con los contactos a larga distancia a lo largo de la costa. De esta manera, es posible que el delta ofreciera productos muy codiciados a las zonas de tierra adentro, fomentando la dependencia. Desafortunadamente, nos faltan relatos sobre los pueblos grandes y las fortificaciones en el delta. En los tiempos de la conquista española, esta región, al parecer, no fue de interés para los extranjeros. Es probable que a causa del ambiente natural fuera concebida como adversa al hombre y por ende que estuviera desocupada. Queda claro que hubo un intercambio supraregional, que quizás funcionó a manera de comercio continuo. Pero se ha discutido si se llevó a cabo por las mismas personas, que viajaban largas distancias. Es posible que sólo se efectuaran a través de la tramitación de bienes materiales de una entidad sociopolítica a la otra, según la autoridad de los diferentes señores. Hoy en día el intercambio supraregional solo puede ser comprobado mediante el hallazgo de objetos arqueológicos que, por lo general, son definidos como antiguos objetos de prestigio o de lujo. Por eso muchas veces se ignora el hecho de que la población común de los diferentes nichos ecológicos también participó, aunque de distinta manera, en la satisfacción de las necesidades elementales de las diferentes comunidades, lo que hizo necesario un intercambio general de mercancías. Tener éxito en la adquisición de objetos de lujo significaba prestigio y prometía aún más poderío. Por lo mismo, se observa una estandarización considerable en la cultura de la élite de una región que se extendió mucho más allá de los límites de poder de uno u otro cacique, y por consiguiente esta cultura de élite no marca las fronteras políticas. A la vez estaba expuesta a cambios muy lentos durante el curso de los siglos. Y por ello quedó plasmado en la cultura arqueológica del Chiriquí, dentro de la subregión del Diquís.

114 Según los hallazgos arqueológicos se deduce una diferencia social con caciques mayores, caciques principales y/o mandones, gente común, quizás también dependientes que en las fuentes historiográficas son denominados esclavos, especialistas artesanales y artesanos ambulantes, guerreros y chamanes. Los cementerios investigados no muestran grandes distinciones entre sí, pero sí demuestran una evidente correlación con los distintos pueblos y barrios. De esto se ha deducido la organización del parentesco. De los relatos del tiempo de la conquista se puede inferir la situación sociopolítica. Se puede suponer que los cacicazgos basados en la herencia de la jefatura y su dignidad se ordenaban jerárquicamente en relación con la plenitud del poder. Se puede suponer que los contactos fueron decididos por las rivalidades más que por la jerarquía. De importancia fundamental para la consolidación de las entidades sociopolíticas de los diferentes señoríos fue el acceso a los recursos deseados y la limitación territorial del poder de cada uno de los propios jefes. El que tenía el mejor acceso a las materias primas codiciadas lógicamente también lograba tener la mayor influencia fuera de su propia soberanía, pues mediante el intercambio podía participar decisivamente en la satisfacción de las necesidades de los otros. Esto repercutía en la interrelación de las diferentes comunidades, interrelaciones que quizás se caracterizaban a veces por cierta inestabilidad. Su papel en esta red se manifestaba a través del prestigio y la intensidad del poder de los respectivos jefes. Mucho indica que los caciques y sus parientes masculinos más cercanos vivían en poliginia. Relatos sobre las ceremonias funerales nos permiten deducir que las mujeres de otros grupos -tribus o cacicazgos- aceptadas en la comunidad por causa de las guerras, fueron admitidas dentro de tales familias polígamas. Para los hombres de estas comunidades esto pudo ser un factor decisivo en lo que se refiere a su posición social y su cercanía al jefe aceptado. Pero también dependía del papel de las respectivas mujeres -madres y hermanas- dentro del sistema jerárquico. La captura de mujeres y niños no se orientó tanto a la ganancia de mano de obra adicional, sino al aumento del poder mediante los derechos hereditarios según el orden matrilineal. Por eso parece lógico que estos prisioneros de guerra tuvieran que acompañar al jefe fallecido al otro mundo. Si se les sacrificaba, no podían servir a nadie más. Existieron grandes casas redondas que reunían bajo su techo hasta cien personas de todas las generaciones. Allí vivían y trabajaban los hombres que procedían de los diferentes clanes y que adquirieron la membresía en la comunidad por casamiento. Es, sin duda, necesario diferenciar entre la propiedad hereditaria de tal casa grande por parte de los miembros de la línea materna y sus derechos al suelo correspondiente, por un lado, y la realidad de la convivencia cotidiana de las familias

115 que formaban pequeñas entidades económicas, por el otro. Además, se debe considerar que al casarse, los respectivos jefes y caciques, por regla general, salían de su círculo familiar de parentesco hereditario. Pero este cambio de lugar no debió de ser muy riguroso. Al contrario, solo podían responsabilizarse del grupo si eran informados de todos los problemas, es decir, si podían actuar cerca o desde una posición más alta en la jerarquía social. Como resultado de las experiencias vividas durante siglos, los señoríos o cacicazgos formaron entidades socioeconómicas en las cuales las relaciones de parentesco fueron complementadas por la compañía en las armas, lo que, sin embargo, casi no se reflejó en el material arqueológico. Este énfasis en el combate se explica por la orientación de los jóvenes guerreros hacia la imagen del jefe exitoso, aunque pudiera ser que en un principio se basara en relaciones emocionales. La meta de dichas guerras no fue la expansión territorial sino, sobre todo, la ganancia de botín. Los éxitos de guerra significaban un aumento en el prestigio social. Así la guerra y el intercambio o comercio fueron otra oportunidad de conseguir aquellos bienes de lujo que por falta de las respectivas materias primas o la especialización necesaria de la mano de obra disponible no pudieron ser producidos dentro de la comunidad. Los prisioneros de guerra eran vistos como posibles sacrificios humanos o como acompañantes de los altos dignatarios fallecidos. En la mayoría de los casos parece que mataban a los hombres durante la guerra o poco tiempo después, se puede constatar que dentro del grupo victorioso no existía ninguna demanda de su mano de obra. Es posible afirmar que durante el tiempo de la conquista los españoles supieron enfrentar a los caciques, aunque también se llevaron una sorpresa al observar que el poder casi absoluto de un cacique, basado en sus intereses y decisiones, obedecía al interés de todo el grupo. El oficio del chamán, del curandero o sacerdote, en contraste con la dignidad del cacique, no era heredado sino efecto de una vocación a las fuerzas extrahumanas. No obstante, es posible que la dignidad del cacique y la función del ritual se reunieran en un solo hombre, pues en estas comunidades eran esenciales los contactos del grupo entre sí y los del individuo con las fuerzas y energías extrahumanas. El terreno de las vastas plantaciones de plátano en el delta del río Diquís, no por casualidad, ha sido famoso por sus objetos prehispánicos. En esta región los adornos de oro fueron muestra del poder y los privilegios de la élite dominante por más de medio milenio. Durante las ceremonias funerales, a los dirigentes fallecidos se les proveía de muchos amuletos de oro para su viaje al otro mundo. Al parecer, existió

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un culto funerario caracterizado por el dispendio, pues se consideraba a los muertos o ancestros como mediadores con las fuerzas motrices del mundo, especialmente las de la tierra. Así, muchos de los objetos de oro entendidos como propiedad individual hasta el momento de la muerte pasaron a formar parte de los entierros o fueron producidos especialmente para la vida ulterior. Después de tomar el poder, el cacique sucesor tenía que mandar producir o incluso producir él mismo de nuevo todos los emblemas de oro esenciales para el culto y necesarios para la política. Se puede suponer que los grupos de la Costa Rica sur oriental se dedicaron a mantener contactos más fuertes con los grupos sudamericanos de lengua chibcha, ya sea que se han separado de ellos o que se ha conservado vivo el origen común. El desarraigo, la extirpación y mezcla de los grupos restantes durante la época colonial debieron significar para los indígenas algo así como un nuevo comienzo, desarrollándose una retrospectiva modificada de su historia. El cambio de valores, determinado especialmente por la evangelización, debió influir decisivamente en la reflexión general sobre el pasado prehispánico. Por ello se tiene que contemplar con sumo cuidado el contenido de los mitos que se conservaron. No pueden ser llevados mecánicamente a las condiciones prehispánicas, ya que reflejan en forma escrita la necesidad de formular las explicaciones dentro de la visión del mundo contemporáneo. Su conocimiento, sin embargo, abre muchas posibilidades para intentar comparaciones y desarrollar hipótesis. Los bienes de prestigio en general se podían transportar sin dificultades, ¡pero no los testimonios arqueológicos extraordinarios que nos interesaron aquí: las grandes bolas de piedra de la cultura Chiriquí! Parece que algunos rasgos culturales, entre ellos los gigantescos esferolitos, comprueban la estabilidad antes mencionada. En estos megalitos el trabajo social se manifiesta de forma aún más clara que en los objetos de oro. Deben de haber sido, por ello, símbolos de identidad de grupos enteros que tenían conciencia del poder de sus representantes. Estos últimos habrían logrado movilizar comunidades completas para su producción y transporte al lugar de su exhibición. En Costa Rica estos testimonios de la cultura prehispánica, encontrados en una amplía variedad de tamaños -desde unos pocos centímetros hasta casi 2,50 m de diámetro- son denominados hoy en día bolas, esferas o esferas de piedra. Si se pregunta por su origen, los costarricenses contestan por lo general que los indios las hicieron. Los actuales habitantes indígenas del respectivo territorio, los boruca, no tienen ninguna explicación para las bolas de piedra. A pesar de que se las atribuyen a sus ancestros, no se encuentran indicios de ello en sus mitos.

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La zona principal de difusión de las esferas es el Diquís; la mayoría de ellas se encontraron en el delta del río del mismo nombre. La mayor cantidad recuperada por arqueólogos en un contexto auténtico de 45 bolas proviene de Jalaca, en la zona del delta muy cerca del océano. Se tiene que constatar, sin embargo, que nunca más se podrá afirmar, ni de manera aproximada, cuantos miles de bolas de piedra fueron producidas en la antigüedad. La población prehistórica de Barriles, en la Panamá actual, ocupa un papel extraordinario por las bolas allí encontradas. Según la tipología cerámica (fase Aguas Buenas), este lugar perteneció al período IV (1000 a. de C.-500 d. de C.) de la ocupación regional, probablemente haya sido la mayor población de su época en todo el Chiriquí, y fue de importancia supraregional. Pareciera que fue la sede de un cacique mayor. Se supone que existió una población de importancia comparable en el delta del río Diquís. Si se consideran los ya discutidos problemas para la vida en el delta, se tendría que suponer que allí se encontraba la sede de un cacique sin un pueblo populoso. Ahora bien, para resolver la cuestión de la importancia de estas piezas de arte habrá que buscar la función social de las bolas de piedra. ¿Cómo se deben explicar fuera de una interpretación religiosa? Cabe recordar que las bolas de piedra no se podían utilizar como objetos de uso corriente y profano. No tenían una función claramente reconocible y no formaban parte de las unidades arquitectónicas. En la mayoría de los casos las esculturas de la cultura del Diquís son de granito o andesita, como las bolas y los llamados barriles, lo que permite suponer que el material para la producción de ambos grupos de objetos provenía de las mismas canteras que se desconocen hasta hoy en día. Vale la pena notar que las bolas de piedra aparecen, como un fenómeno cultural, antes de la erupción del volcán Barú (también denominado volcán Chiriquí), acaecida alrededor del año 600 d. de C., y que la ocupación del lugar Barriles de la fase Aguas Buenas se acabó por esas fechas. La manifestación temprana de este fenómeno y la aparición de bolas grandes de piedra muy cerca del volcán habla en pro de que fueron concebidas, es decir creadas, y materializadas en esta región montañosa. Otro fenómeno de interés es que los cambios culturales o sociales se desarrollaron tan lentamente que las bolas de piedra todavía aparecen en las zonas arqueológicas fechadas alrededor de mil años más tarde, es decir, cerca de la conquista española. Parece que la tradición escultórica monumental del estilo Barriles temprano fue relativamente corta, aunque fue la chispa de un desarrollo mucho más largo que llegó hasta la época de la conquista española.

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Ferrerò (1975: 178) supone que la cerámica más antigua del delta pertenece a la fase Burica (500 a 800 d. de C.) y que la fase Chiriquí se difundió hasta la costa del Pacífico alrededor del año 1100 d. de C. Las bolas de piedra se tomaron en un rasgo cultural reconocible hasta esta última fase. Fuera del delta sucede lo contrarío, puesto que en el contexto de los cementerios el número de bolas de piedra disminuyó en ese mismo tiempo. Llama la atención que el Sitio Bolas, denominado así por las bolas de piedra, se distingue por su centro que es aproximadamente cinco veces más grande que los de las treinta aldeas vecinas de la misma época. Esto indica una integración política en las cercanías del río Diquís y permite hacer comparaciones con los centros más al este, en la región del Chiriquí. Además es importante constatar que todas las poblaciones de la fase Aguas Buenas se orientaron hacia la tierra montañosa, no sólo por la agricultura sino también por la caza. De la misma manera que las bolas de piedra halladas en la isla de Caño, las del Golfito (o Golfo Dulce) demuestran que el poder político y quizás también las relaciones entre las entidades fueron de gran importancia a lo largo de la costa y no solo tierra adentro. Parece que existió una especialización regional que sólo se puede explicar en función de la red entera de interrelaciones económicas entre las diferentes zonas. La mayoría de los megalitos es de piedra dura de origen magmàtico o volcánico. Por lo general se trata de granito, andesita, basalto o granodiorita. Hasta la fecha se desconocen las canteras que debieron surtir a los artífices de las gigantescas esferas. En la literatura arqueológica sólo se conjetura que la piedra tuvo que venir de muy lejos, pero no se puede aseverar que alguien haya tratado de encontrar las canteras. En el terreno aluvial del delta no se les puede esperar, y tampoco parece que se encuentren en la Cordillera Costeña (también denominada Fila Costera o Cordillera Bruqueñá), pues ahí faltan los yacimientos de piedras intrúsitas como el granito y la andesita. Para su elaboración se tiene que calcular una mano de obra y una organización de trabajo sorprendente, empezando por la extracción del material y el largo trayecto de transporte. Podemos suponer que las esferas se elaboraban en los yacimientos hasta alcanzar su forma final, pues el transporte de rocas angulosas habría sido mucho más difícil. Por otra parte, debería ser posible encontrar los talleres donde laboraban los picapedreros, y demostrar que la solución de los problemas técnicos implicó la existencia de condiciones políticas especiales y vías de comunicación que llegaban más allá de los límites territoriales de los diferentes cacicazgos. El intercambio debió estar asegurado a través de la reciprocidad dentro de un marco que garantizara la paz, aunque ésta sólo fuera temporal y acompañada de rituales especiales, o llevarse a cabo en un sentido asimétrico por posiciones de

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poder extraordinarias. De seguro los distintos trabajos finos, como por ejemplo el pulimento para la confección de la superficie extraordinariamente lisa, fueron realizados después del transporte largo y difícil. Es asombroso, que la mayoría de las bolas de piedra - y además las de mayor tamaño- hayan sido encontradas en la región más distante de las canteras, es decir, en la zona del delta. Esto significa una cantidad de requisitos logísticos: se tuvieron que contratar los grupos de picapedreros y los trabajadores de transporte y sus ayudantes dondequiera que se les hallara; se les tuvo que dirigir y mantener en una región lejana por un tiempo bastante largo. Y esto seguramente se realizó por la comunidad que buscó utilizar estos símbolos de prestigio en el contexto de los propios pueblos o cementerios, la comunidad que, por decirlo así, era el comiter de los artesanos. Esta responsabilidad probablemente fue delegada a los dignatarios que también dominaron los respectivos conocimientos especiales. Se puede suponer, sin embargo, que fue indispensable combinar la elaboración y el transporte con actividades rituales que funcionaron como impulso para los sentimientos de identidad y con las cuales se podía identificar la comunidad. Partimos de la hipótesis de que se mandaban expediciones especiales, quizás en intervalos de algunos años, para realizar estos trabajos. De esto se deducirá, también, que en aquellos tiempos hubo épocas más pacíficas que durante la conquista española, cuando prevalecieron las luchas por el poder entre los caciques mayores. Observando la existencia de las gigantescas bolas de piedra se puede hablar de una continuidad cultural de siglos y quizás también de la respectiva población. Sin la demostración categórica del poder, heredado por los caciques a lo largo de las generaciones, apenas hubiera sido posible recoger los testimonios de tal poder. Por supuesto, hay que poner en duda si la situación de guerra latente fue un fenómeno que sólo se dio durante el tiempo de la conquista española. La creciente distancia entre la cantera y el lugar de exhibición significó, al mismo tiempo, que se tenían que aumentar los recursos y la mano de obra, con lo que se podía demostrar un orden superior creciente. Hay que suponer que las bolas de piedra se aprovecharon como símbolos de poder entre los grupos y que su tamaño y número tenía algo que ver con la posición del respectivo pueblo en el conjunto de las poblaciones. También se tiene que considerar en su conjunto el trabajo invertido en la elaboración, el transporte y la colocación de las piezas dentro de un ambiente ceremonial, pues todo ello demostraba el poder de los jefes civiles y rituales sobre la planificación y realización de la empresa. Además, la demostración del poder hacia adentro seguramente fue de la misma importancia que la de hacia afuera. Se tiene que constatar, de igual manera, lo que parecería haber sido una acumulación de la manifestación del poder visible en

120 una entidad socioeconómica por años, decenios y generaciones. Desde el punto de vista arqueológico, sin embargo, tan sólo conocemos el resultado de algunas actividades. Lo que llegó al ambiente cultural del sitio de colocación pudo ser un símbolo de poder y prestigio que perduró por un largo tiempo, pero desconocido para nosotros. El largo camino desde las canteras hasta el sitio de colocación, y la confianza en que el transporte llegara a buen fin hablan del poder político y económico de los caciques. Estos pudieron haber dado las órdenes y eventualmente acompañar la acción, pero en cada caso fueron capaces de garantizar la protección a quienes se entregaron a su cuidado. Las comunidades seguramente recordaban por generaciones los rituales relacionados con estos eventos y quizás tuvieran relatos con contenidos míticos e históricos sobre las bolas de piedra. Tal vez las bolas tuvieron denominaciones individuales. La conexión del objeto de piedra con el prestigio del respectivo jefe debió ser trasmitida de una manera que se conservara la coherencia individual. Por ello, más tarde no fue necesario mover las respectivas bolas de piedra. La cultura del Diquís es única por el número y el extraordinario tamaño de las bolas de piedra. Incluso se ha llegado a hablar de ello como un misterio, lo que a su vez ha motivado muchas especulaciones. En ese sentido, el sureste de Costa Rica es excepcional, aunque también se conocen bolas de piedra de menor tamaño en otras culturas prehispánicas del continente americano. En la mayoría de los casos, las bolas de piedra se han encontrado como ofrendas de entierros, por lo que su significado aún es objeto de especulación. Sería útil saber el tamaño y el número con el cual estas ofrendas se asociaban a los entierros, con el fin de verificar si eran necesarias en la otra vida para adquirir alguna cosa equivalente, tal y como sucede con las ruedas de piedra en la isla de Yap, en Micronesia. En Mesoamérica, las bolas de piedra se pueden considerar, entre otras, como representaciones pétreas de las pelotas de caucho para el juego de pelota ritual. Pero esta interpretación no es relevante para comprender los contextos culturales de la región Diquís, pues ahí no se ha podido comprobar la existencia del juego de pelota prehispánico. Los únicos ejemplos arqueológicos comparables, por razones técnicas y de logística, se refieren a las grandes esculturas de piedra transportadas desde las canteras ubicadas en la región montañosa volcánica de los Tuxtlas hasta la zona aluvial costera, ocupada por la cultura olmeca. Pero también sobre esta cultura quedan muchas cuestiones por resolver. En cuanto a la interrelación entre las bolas de piedra y los petroglifos, se tienen que constatar que sólo dos a tres más de cien bolas registradas científicamente en el Diquís tienen la superficie grabada. Hasta la fecha su contenido iconográfico nos es ajeno.

121 Las últimas investigaciones en el delta que pudieran datar estos objetos en su contexto arqueológico original fueron las encuestas arqueológicas de los años cuarenta y sesenta del siglo XX. Las investigaciones de rescate más recientes, realizadas en las zonas periféricas del delta, ya no permiten satisfacer todas las dudas, incluso si las bolas de piedra se encuentran en contextos arqueológicos intactos. Es curioso que los conquistadores españoles no relataran nada sobre las grandes bolas. ¿Acaso estos monumentos que seguramente marcaban los lugares ceremoniales en las plazas oficiales y en los cementerios, estaban fuera de la moda en el momento de la conquista? Por su importancia y larga vigencia entre las sociedades de la subregión del Diquís de la cultura del Chiriquí parecería poco creíble. Sería más comprensible que los españoles no las registraran y que los indígenas no tuvieran el interés de llamar la atención de los invasores sobre ellas. Podría ser que a los españoles que visitaron la sede de los caciques no les impactara el considerable valor artístico de dichas esculturas. A diferencia de las esculturas de piedra antropomorfas y antropozoomorfas, las bolas no les recordaron a las deidades paganas. ¡Y esto seguramente que no lo eran! En los siglos siguientes, las bolas de piedra, por lo visto, no fueron mencionadas en ninguna fuente. Su conocimiento por parte de la arqueóloga Doris Stone de 1940 a 1941 fue simultáneo a su destrucción. Hacia finales de los años treinta, el proyecto de las plantaciones plataneras de la United Fruit Company provocó la roza extensa de la selva virgen húmeda tropical. Fue entonces cuando se pensó por primera vez que la zona húmeda y caliente del delta habla sido poblada intensamente y que las gigantescas bolas de piedra fueron alineadas encima y al lado de las antiguas plataformas. Enseguida aparecieron los huaqueros, que hicieron rodar las bolas menores de su contexto arqueológico original para buscar depósitos auríferos debajo de ellas. También destruyeron algunas de las bolas mediante dinamita, pues supusieron la existencia de tesoros de oro dentro de ellas. Las investigaciones arqueológicas no pudieron evitar el paso de la destrucción. Desde un principio, Stone tuvo que constatar que los alineamientos que observó seguramente no correspondían a la alineación original. Consecuentemente, todas las especulaciones basadas en una interpretación astronómica están destinadas al fracaso. Por lo mismo tampoco es probable llegar a explicaciones correctas sobre su lugar en el paisaje. Parece ser que en el delta las bolas de piedra estuvieron asociadas a plataformas redondas y ovaladas y que no funcionaron como marcadores en los cementerios. Estaban asociadas, también, a esculturas de piedra antropomorfas y zoomorfas, así como a los llamados metates, altares o mesas de sacrificio. Por lo tanto, pertenecían a

122 un complejo ceremonial considerable dentro del pueblo, y precisamente un pueblo grande, al parecer, dividido en sectores o complejos habitacionales. Estos sectores, a pesar de ser de diferente tamaño, no permiten demostrar un orden jerárquico con funciones específicas, pues todos presentan las mismas plataformas pavimentadas, bolas, esculturas de piedra y otros artefactos de piedra y cerámica. Por ellos hay que entender a las diferentes entidades de la población como sectores igualitarios que representan a los grupos de parentesco y sus rituales. Existen interpretaciones diferentes de los objetos que nos interesan. Abarcan desde la afirmación más austera sobre su importancia para el prestigio de las élites prehispánicas, pasando por consideraciones sobre su papel mágico-religioso, hasta las especulaciones más absurdas. Drolet cree que la función más importante de las bolas de piedra se dan en la mitología de la antigua población. Supuso que su colocación en los cementerios estaba relacionada con el sol y la luna que mostraban el origen mítico de la élite. Pero se puede constatar que entre los grupos indígenas del sureste de Costa Rica se visualiza el mundo como un doble cono con diferentes estratos. Su centro horizontal lo forma el disco de la tierra circundado por el agua y cubierto por la bóveda del cielo. En su parte alta, esta construcción cósmica corresponde a las casas redondas tradicionales. A partir de esta imagen, no hay necesidad de discutir las grandes bolas de piedra como representaciones de cuerpos celestes, aunque algunos detalles de los antiguos mitos pudieron haber cambiado. La idea del arqueólogo Adrián Badilla del Museo Nacional en San José, según la cual las bolas de piedra representarían el cosmos "pues es claro que manejaban la idea de esferidad", obviamente proviene de la moderna visión del cosmos europea y no de la de los grupos indígenas de Costa Rica, nos indica, sin embargo, que no es fácil descubrir un modelo natural para la figura abstracta de una esfera. Quizás las gigantescas bolas de piedra sirvieran como demostración del prestigio y poder que tenían los chamanes de aquel entonces, ya que como los de hoy poseían pequeñas bolas de piedra que les servían como medio para sus prácticas mágicoreligiosas. Sin duda, las esferas de piedra depuestas antiguamente en plazas visibles, es decir, en zonas de interés oficial y con la respectiva atención, actuaron preferentemente como elementos de prestigio. En este sentido podemos mencionar a Stone, quien ve su importancia especialmente ahí donde se cruzaban muchas influencias, donde los individuos y grupos tenían que demostrar sus intereses y exigencias recíprocas. El lugar fundamental de las piedras, sobre todo las piedras de oráculo, en el imaginario actual de los grupos indígenas de la Costa Rica suroriental probablemente permita tender un puente hacia el papel de las grandes bolas de piedra del Diquís. Si

123 se quiere seguir el rastro de la importancia de las gigantescas bolas de la antigüedad, es necesario conocer lo que los grupos indígenas de esta región dicen sobre las piedras, sin importar el motivo que los mueva a hablar sobre ellas. Por nuestro interés en las bolas prehispánicas, Beltrán Vega Castro, del pueblo Christo Rey en el alto valle del río de El General se vio precisado a explicamos, en marzo de 1999, que los indígenas ubicados del lado atlántico de la Talamanca también las poseían, sólo que las guardaban en sus casas. Las comprendían como el centro del mundo y ocultaban su existencia. Por eso los arqueólogos no sabían nada de ellas, pues los indígenas temían que les quitaran las bolas. Esta información es valiosa en tanto que la mitología de los grupos mencionados otorga un papel esencial a las piedras. No se debe dudar de la fidelidad de esta información, ya que en el delta las piedras también fueron depuestas en las casas, como lo demuestran los restos de sus plantas en el contexto arqueológico. Eran colocadas en los cuartos con determinado propósito, aunque esto no significa que trataran de ocultarlas de personas no autorizadas para verlas, como sucede hoy en día. Se puede suponer que en el delta húmedo y caliente las casas fueron elaboradas mediante techos colocados sobre una viguería fijada en los cimientos de piedra, por lo que las bolas habrían sido visibles para todos, incluso si eran guardadas dentro de la casa. Además, podríamos preguntamos si en aquel entonces hubo hombres de quienes había que esconder tales bolas de piedra. Al contrario, debieron de ser vistas y registradas por parte de los extranjeros que venían al pueblo como huéspedes del cacique, embajadores o mercaderes. Se buscaba demostrar el poder manifestado en ellas, tanto hacia fuera como hacia adentro. No se puede excluir la posibilidad de que desde entonces se les diera cierta importancia por estar cargadas de magia y que fueran comprendidas como símbolo del centro del mundo. Pero esto significaría que en una comunidad existían numerosos focos orientados al centro del mundo, por ejemplo, en cada uno de los clanes que estructuraron la sociedad. Si se le da continuidad a esta idea, las bolas de piedra habrían marcado el axis mundi de cada grupo de parientes. Pero los hallazgos arqueológicos muchas veces muestran líneas de bolas de piedra dentro de un mismo complejo habitacional, lo que hablaría en contra de la idea antes expuesta. Además, su diverso tamaño estaría señalando diferencias de prestigio entre los distintos grupos, lo que tampoco sería conveniente para los respectivos axis mundi. Bozzoli de Wille llama bolitas a las piedras utilizadas en el curanderismo bribrí. Las entrevistas con chamanes bribrí (Alí García 1999 y Torres Torres 2000) agregan elementos interesantes a los mitos y cuentos transmitidos y publicados. Lo que de

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alguna manera se refiere a piedras redondas y a su importancia ritual será mencionado de aquí en adelante. Parece ser, que el contenido simbólico de las grandes bolas de piedra era esencial para toda la comunidad, y que eran depositadas en lugares visibles de la población durante la vida de cada dignatario, mientras que las pequeñas piedras tenían una relación muy estrecha, casi inseparable, con una persona y que por eso eran ocultadas o destinadas al otro mundo dentro de los enten-amientos. La relación entre las piedras grandes y las pequeñas, y viceversa, también tiene una importancia especial dentro del imaginario indígena. Según las ideas de los indígenas de la Talamanca, los cabécar y los bribrí, las piedras de oráculo, mágicas o sagradas como son denominadas comúnmente en la literatura, tienen su origen en un acto creador en el cual su héroe cultural Sibú también creó a los primeros curanderos. Según los bribrí, las piedras que en nuestra realidad objetiva parecen grandes son pequeñas dentro del paisaje mítico. En cambio, las piedras que nos parecen pequeñas se tornan en grandes rocas en los lugares trascendentales. Para los curanderos bribrí, son asimismo de gran importancia dos o más piedras mágicas, que reciben en el momento de su consagración, llegando a obtener más tarde un número mayor de ellas. Se pueden diferenciar piedras masculinas y femeninas, y otras con potencias especiales. Alí García subraya las diferencias de la siguiente manera: las piedras mágicas masculinas son redondas y chiquititas, es decir, muy pequeñas; las hembras son "piedras con poder". Esta es una observación interesante, pues con ella se explica bien que las piedras sagradas chatas, femeninas, son consideradas más poderosas que las masculinas. A pesar de esto, las piedras mágicas redondas han tenido una importancia especial, pues probablemente representan el equilibrio del poder ritual del principio masculino imbuido en el chamán en relación con la comunidad organizada matrilinealmente. Interpretando las ideas de los bribrí resulta, también, que las piedras sagradas son parientes de los bribrí, es decir, de los hombres, indirectamente hermanos del poder creador. Por eso es necesario que los curanderos o chamanes adquieran sus propias piedras sagradas durante el proceso de su iniciación, pues no pueden ser heredadas dentro del grupo de parentesco. De esta manera se podría explicar también el lugar de las piedras sagradas masculinas y el de sus parientes o hermanos gigantescos, las grandes bolas de piedra prehispánicas: simbolizaban la fuerza o el poder relacionado con el creador, hecho visible en los hombres como si fueran sus hermanos menores y a la vez una fuerza que no era transmitida por herencia. Esto significaría que en tiempos remotos la dignidad ritual tampoco se podía heredar como la dignidad del cacique,

125 que se conseguía por la línea materna. Al contrario, se habría tenido que adquirir de forma adicional y hacerla visible. La adquisición de las grandes bolas de piedra habría servido como símbolo especial, visible y gigantesco, para la demostración de las fuerzas espirituales. A semejanza de lo dicho sobre las pequeñas piedras de oráculo en posesión de las dignidades, las grandes habrían estado relacionadas con su idea sobre las fuerzas extrahumanas, apropiadas y dominadas por los jefes a través de su producción, transporte y deposición visible dentro de las comunidades. Por lo mismo, las piedras de oráculo redondas pudieron haber estado ligadas a los hombres de antes mediante un parentesco que aparece en contradicción con la matrilinealidad. Con esto también se podría mostrar la distancia entre los bribri y los hombres del pasado prehispánico, entendido como un pasado previo a la creación de su propio mundo. Cabe señalar que los indígenas de la Talamanca conocen la producción de aquellas a través de los restos arqueológicos y que se apropian de sus fuerzas tomando las piedras de oráculo de los entierros prehistóricos. Más aún, a cada piedra sagrada corresponde a un espíritu, entendido como un ser transmutado al que los bribri consideran como una persona viva. Estos seres humanos o extrahumanos, empero, no existen en el mundo de la comunidad viva. Las famosas bolas de piedra seguramente han sido entendidas de la misma manera, es decir, como objetos animados. El que los cabécar crean que los huevos blancos y redondos de las arañas representan a las piedras de oráculo permite tender un puente hacia el pasado y relacionarlos míticamente. Es, a la vez, un ejemplo de cómo la naturaleza frecuentemente sirve como punto de partida para la elaboración de patrones culturales y para la explicación de las grandes bolas de piedra que no tuvieron ninguna utilización práctica. Desde cualquier punto de vista, las antiguas bolas de piedra pudieron haber sido piedras de oráculo gigantes que tenían un origen mítico en los pequeños huevos esféricos de las arañas. Francisco de San José ([1697] 1884: 372-373) relató lo siguiente sobre las piedras de oráculo: "Otros tienen unas piedras [...] y en esto tienen grande fe, porque dicen que Dios les dio a sus mayores de aquellas piedras para gobernarse". En San José se encuentra, claramente expresada, la relación entre la posición de piedras y el dominio de los caciques de las comunidades indígenas. Esta se puede transmitir, por analogía, al tiempo prehispánico, cuando las grandes bolas de piedra tuvieron que ser marcadores de poder. Siguiendo con la fuente antes mencionada, San José explica cómo se obtenían las piedras y como se elaboraban las esferas. Era necesario imitar otras piedras esféricas

126 si no se las encontraba de esta forma. Para tallarlas había que observar las prescripciones referentes a la guarda de ayunos y esto sólo lo podían realizar los chamanes. También aquí se puede pensar en una situación análoga a la de las dignidades rituales o espirituales responsables de la producción de las grandes bolas de piedra prehispánicas. Hoy en día nadie puede esperar un contexto arqueológico intacto en lo que concierne a las grandes bolas de piedra de la subregión, especialmente en el delta del río Diquís, aunque el movimiento y transporte de objetos que tienen un metro de diámetro y un peso de algunas toneladas no es una tarea fácil. Pero esto no es impedimento para quienes manejan grandes proyectos, como constructoras de presas, que eliminan elementos culturales y ambientales de poblaciones enteras, cuyos antecesores estimaron las grandes bolas de piedra como testimonios extraordinarios. Al quitarle sus valores tradicionales, también destruyen las futuras reflexiones sobre su pasado, del cual podrían nutrir su orgullo y dignidad. Recordándolo y poniendo estos problemas al alcance de la ciencia, podemos contribuir a que este proceso no sea irreversible.

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Agradecimientos Al geógrafo berlinés Ludwig Ellenberg y al geólogo, de Stuttgart, Harmut Deifried, quienes me han ayudado con sus conocimientos especiales a comprender mejor los detalles respectivos a la influencia geográfica y geológica del área. Además, quiero agradecer especialmente a mi joven colega berlinés, el arqueólogo americanista, Martin Künne, quien permitió que mis investigaciones contaran con una serie de informaciones obtenidas de sus entrevistas con representantes de los bribrí, y que me han conducido a ideas posteriores sobre las relaciones entre las piedras de oráculo y las esferas líticas. A él y a los americanistas berlineses Christiane Ciados y Norbert Díaz de Arce, Ute Schüren, así como a Alberto Guaraldo de Turín agradezco las discusiones que me impulsaron a una investigación viva e inquisitiva. Le agradezco también a la filósofa Ana Chen Charpentier, de Oaxtepec, Morelos, la revisión gramatical de este escrito. También deseo extender mi agradecimiento a la antropóloga Aída Blanco Vargas, de la Universidad Nacional, por su hospitalidad en San Isidro, Costa Rica.

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Ilustraciones (mapas y fotos de la autora)

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El Gran Chiriquí

143

Cacicazgos del siglo XVI en Costa Rica

144

Mapa del sureste de Costa Rica, según Linares 1939

145

Esferas líticas en el parque de la finca Doña Victoria, Palmar Sur

146

Esfera lítica cerca de la locomotora de la United Fruit Company puesta fuera de servicio, Palma Sur

147

Esferas líticas en la zona de protección dentro de las plantaciones bananeras de Palmar Sur