Tierras del mar azul

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DELFINA BUNGE DE CALVEZ

TIERRAS DEL

MAR AZUL 41'

«

EDITÜHIAL AMÉRICA UNIDA

.

TALI.EMES GHÁFICOS ARGENTINOS L. J. ROSSO, SARMIUNTO BUKNOS AIRES

779

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2010 with funding from University of Toronto

http://www.archive.org/details/tierrasdelmarazuOObung

TIERRAS DEL

MAR AZUL

LIBROS DE DELFINA BUNGE DE GALVEZ

Simplement (Poémes)

La

Nouvelle moisson (Poémes)

Nuestra Señora de Lourdes (Historia y Novena)

El alma de

Las mujeres y Las imágenes

El

niños

los

tesoro del

Oro, incienso

la

vocación

del

Infinito

mundo y mirra (Cuentos)

Los malos tiempos de hoy Tierras del

En

mar

azul

colaboración con Julia

El Arca de Noé, lecturas

Bunge de Uranga:

infantiles, 2

volúmenes.

DELFINA BUNGE DE CALVEZ

ERRAS

T^I

~~

DEL

MAR AZUL I

«

KDlTOniAL



AMKRICA UNIDA

TALLEBES GRÁFICOS ARGENTINOS L. J. BUENOS AIRES

.

ROSSO, SARMIENTO

779

'\

?

JuBtifícación del tiraje;

Es propiedad. Qaeda hecho

el

depósito de ley.

-i^^J

HACIA EL

MAR AZUL

.

.

BRASIL Rio de Janeiro Espectáculo magnífico y completo. La parte divina y la humana. Mar y tierra. Playas y montañas. Edificios y vegetación. Todo rivaliza aquí en esplendor: mar, piedras, cascadas, bosques.

a la vez.

Todo

Todo

se destaca.

sobresale.

Todo Todo es .

.

extraordinario: mar, piedras, bosques o montañas.

Díceme "Esta

bahía

una joven

me

de

interesante

.

espíritu:

cansa; es demasiado inquieta".

Y me

doy cuenta de que esta frase traduce exactamente mi propia impresión. ¿Será porque la vemos hoy, en un día casi desapacible? No; porque el más bello y tranquilo día no podrá dar tranquilidad a las inquietas formas.



es éste

espíritu encontrará reposo.

Mas

el

lugar en ^ue

el

todo lo hace Dios

sabiamente. Para que la temperatura tropical no adormeciera a los habitantes de estas tierras, púsoles ante los ojos esta naturaleza excesiva,

naturaleza capaz de despertar y sacudir

más

aletargado.

esta

el espíritu

DELFINA BUNGE DE GALVEZ

8

Mientras tanto, no es aquí donde viajero encuentra su reposo.

No hay

el

espíritu

reposo en las

montañas de formas caprichosas y fantásticas. No hay reposo en el mar que en esta orilla está comunmente agitado. La bahía, demasiado extensa y complicada, multiplícase en tantas otras bahías, en tantas otras curvas, que ella es la imagen viva

de un alma buscándose a

Podemos llamarla

así:



misma

sin hallarse

bahía

la

no saben qué mirar; porque apenas posado en una cosa, otra los atrae. los ojos

Como imagen

contraste,

preséntame

del lago Ipacaray, en

el

nunca.

el

se

han

recuerdo

la

Paraguay. Mara-

de paz absoluta, de reposo

villosa revelación

Y

inquieta...

infi-

El agua quieta. Los colores y los reflejos quietos. Las costas tranquilas, las curvas suaves nito.

de

los

cerros matizadas de

violetas;

manchas

rosas,

lilas,

cuyos

son las flores de aquella tierra,

como un eco, los colores del cielo en el atardecer. Es como un sol poniente reflejado en la tierra. Y como si esto no fuera bascolores repiten suavemente,

tierra florecidos se repiten

tante, cielo

y

realmente

nacarada.

Parece

de inmensa, de profunda paz. en

el

mundo

algo

aquello

tes,

No

un

el

agua sueño

Difícilmente se verá

más intensamente, más constante

y quietamente bello. Las bellezas de Río de Janeiro conjunto de

en

maravillas — están

de sorpresas,

hechas de contras-

de movimiento,

es aquella suave, lenta,

— grandioso

de amplitud.

y como eterna armonía

BRASIL

paraguayo y de sus costas, donde la Bereposo. Aquí se lleza misma parece haber hallado su pronto, está subiendo una montaña y aparece de

del lago

a pique, a nuestros pies, la

mancha

rugiente

y azul

admirando la del mar orillado de espuma. Se está piedra, y nos invade arquitectura fantástica de la de improviso

Se

espeso.

exuberancia y la vida de un bosque sube todavía, vamos a alcanzar una la

cumbre y nos ataja el paso un lago, tan cómodamente instalado sobre aquella altura como lo estaría en el valle extenso y al nivel del mar. Conbrusquedad, grandiosidad. Pero

trastes,

el espíritu,

no habituado a estas humoradas, solicitado por tanta variedad de elementos y de formas, no nos dice: "Quedémonos aquí". Dice por el contrario: "Subamos a aquel otro pico, y al de más allá. Buena nos sería una barca, y. ." El espíritu se ha con.

de inquietud y quisiera indagarlo todo. Quisiera convertirse en una enorme mariposa de antenas vibrantes y de vuelo rápido, y volar sobre cada el mar, y salpicarse de espuma, y posarse en

tagiado

cumbre un instante; un instante nada más...

He

aquí

Iluminado.

a Río de Janeiro con

sol.

Caldeado.

Incendiado. Realmente ecuatorial. Así

DEXFINA BUNGE DE GÁLVEZ

10

le quiero.

He

aquí su ritmo y su armonía:

el calor.

El calor fuerte y excesivo, si se quiere, que nos revelará la bendición de la fronda umbrosa. La ar-

que nos explicará que por todas partes entra, dencia

los caprichos del

salta

mar

y brama. Róm-

pense sus grandes olas contra las playas o los diques,

y saltan convertidas en un chorro de fuente, desmenuzado en blancura de espuma. Y es frescura para los ojos.

y

Hay como una

lucha entre la tierra

mar. Es como una discusión acalorada. El uno

el

quiere refrescar y bañar.

Y

^a tierra exagera sus

promontorios para argumentos de ardencia y que los árboles sean más gibantes, las frutas más ;

sabrosas y

el

verde más invasor.

Henos aquí sobre el Pan de Azúcar. Como ninguna nube se interpone a nuestra vista, abarcamos toda

variedad del extenso, extensísimo panorama.

la

¿Para qué lado se extiende Río de Janeiro? ¿P^ra qué lado el Océano? No se sabe del todo, pues la

mezclan y entrelazan. Y siempre es el mar en lucha con la tierra, la tierra en lucha con el mar. He aquí desplegado todo el capricho

mar

tierra

y

de

formas; tan caprichosas a ras del suelo

en

las las

el

se

cumbres.

Y

como

el paisaje resulta laberíntico.

Curvas en este sentido y en y playas allá. Montañas que

el otro.

se

Playas aquí

han escapado de

han instalado, audaces, en aisladas y como en Montañitas del mar. medio berlina. Grupos de montañas jugando a la rueda y encerrando un trozo de mar que se han empe_

la

tierra

firme

y

se

BBABIL

11

nado en convertir en lago. Mar domesticado, que se embravece unos pasos más allá. Panorama enmarañado, de mar que persigue a las montañas, de

montañas que persiguen al mar. Busco en las montañas, tan diversas, un rasgo siquiera de familia, y lo he encontrado. Hay cierta uniformidad en sus cimas,

como

y encorvadas,

a

la

pico de ave de presa.

el

ave de presa tienen de común

y

el

querer

vez puntiagudas

escalar el cielo.

aire

el

¿No

llevan

Y

con

huraño algunas

en sus picos un girón arrancado a alguna nube? Aseméjanse también a una giba de camello no

muy

rozagante

tienen de el

y que algo ajada

común con

el

camello

mostrarse en caravana,

vesar

el

ya en

A

el

como

se

inclina.

Y

vestido pardo y si

quisieran atra-

de agua y no de arena, mar. ¿No avanzan sus pies hundidos sino

desierto,

conquistar

el

las olas?

pesar de la gran claridad del día no hay

aquí la transparencia de Palma de Mallorca, de

Atenas o de nuestra Córdoba argentina. Diríase que una leve niebla, entre dorada y blanca, se extiende sobre el agua y la tierra y las muestra lige-

ramente veladas. Es que aquí hasta en el lucha. Es algo como el vaho del mar y de en lucha con

el

sol.

Y

si

no

se

al

hay

la tierra

decimos: "Quisiera ver

este paisaje a la puesta del sol"...

ha visto

aire

(Paisaje que

atardecer puede decirse que no

como no se conoce a un alma antes de que haya amado y sufrido). Si decimos: "Quisiera se conoce,

.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

12

un

verlo en

claro de luna, o al amanecer",

no de-

cimos todavía: "Quedémonos aquí...", pues sabe-

mos que no hallaremos aquí Pero bueno es que

nuestro reposo.

el espíritu sea,

de cuando

en cuando, sacudido por esta grandiosidad inquieta, para que no se aletargue ni se duerma. Fué un

mismo

quien

Artífice

ideó

este paisaje

y

del

el

lago tranquilo y nacarado, para la diversidad de

y para la diversidad de del hombre.

las horas

espíritus,

espíritu

La

visto —

el

.

flor del Brasil: las mariposas.

¡ay!

— encerradas

en

cuadros

El más precioso esmalte no iguala alas.

en

Ni en

el color, ni

en

al

Las hemos de

vidrio.

azul de aquellas

el brillo, ni

en

la trans-

parencia: verdadero lujo para los ojos aquel es-

malte vivo, aquel esmalte azul.

un

pedacito

o en las aguas

Más hermoso que más

recortado

en

más

más hermoso que

bellas;

el

precioso

cielo,

la

más

preciosa piedra desenterrada de entre los tesoros

¡Y no es más que una cosita efímera que vuela! Lujo de Dios para los ojos del hombre; de

la tierra.

joya

al

alcance del niño, y del pobre, y del vaga-

bundo. Prueba de munificencia; riqueza derramada sin

medida, en

lo

más

leve,

en

lo

más

breve, en

el

13

objeto o la vida de

menos valor

al

pedacito de papel que es para los ojos

que

oro y que

el

el

zafiro.

Mariposa

un

parecer:

más

precioso

brillante,

y

toda viva de azul, de oro, de fuego, de rubí; mariposa, flor inquieta del trópico ¿no encarnas tú el espíritu

de estas tierras del Brasil? ¿Y no hemos

sentido nosotros mismos, sus visitantes de el

un

día,

deseo de convertirnos en una inmensa y ligera

para atravesar

libélula

los

rayos de este

sol,

posamos sobre cada ola, sobre cada cima, un un instante, nada más? tante. .

En

para ins-

.

esta tierra

la sorpresa es el

ya nada nos sorprende, porque

estado habitual del espíritu entre

aquella naturaleza donde la exageración es la expresión exacta.

Miramos

los alardes

de habilidad, de

arte sutil del Arquitecto divino en aquellos salones

de piedra que son

— una

las grutas

enorme mole

— se

de Ti juca. El techo

apoya apenas en dos

moles de piedra también. Y como lo más sorprendente sería aquí natural, buscan los ojos el mobiliario: las sillas y mesas que podían haber brotado de la tierra, o caído del cielo; lo mismo que las paredes, y que el techo que nos

puntos

sobre

otras

abriga e inquieta,

pues parece sostenido sólo por

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

14

milagro. ¿Es ésta la tierra del milagro? Es la tie-

Pero

rra del prodigio.

si

hubiera de canonizarse

a algún paisaje, no sería éste Elegiría,

el

del lago Ipacaray,

el

sí,

muestra ya a Acrópolis

No

.

eligiera.

las tardes

los ojos la beatífica aureola.

propondría, a pesar de todo, la la

que yo que en

.

difícil

Y

hasta

causa de

.

beatificaría el paisaje brasileño por poco

conforme y poco humilde; por exceso de ambición. Y porque antepone, al parecer, el deseo de brillar

y deslumhrar,

al

de

la

Belleza perfecta.

Salida de Santos.

Dos horas dura templado desde naturaleza

de

Ha

la

pasado

el

el

estupendo panorama con-

vapor en marcha. Es

la

misma

Río, pero apaciguada, dulcificada.

turbulencia.

Y

es

como

si

el

mar

y las montañas hubiéranse puesto por fin de acuerdo. (jTendrá esto mucho que envidiar al Bosforo famoso.^ Quizá

sí.

El Bosforo es

más

variado, sus

costas tienen no sé qué carácter de cosa de ensueño. Ellas guardan la emocionada huella de siglos

de esplendor, de historia humana, de trabajo del

hombre. Sus costas esmaltadas por Dios y por

el

BRASIL

15

hombre, de dibujos, de grabados, de colores tan

y

finos

asombrosamente a

aseméjanse

diversos,

las obras bizantinas: a sus mosaicos, a sus minia-

turas.

tus

I

Oh, Bizancio, que

montañas!

misteriosamente foro

que

lejos.

.

Y

.

de Bizancio,

lejos

estamos

lejos del

como cosa soñada. Lejos están

es

matizados,

rros

has esmaltado hasta

así

Pero estamos

entre

como por musgos

milenarios,

de

mo

de vegetación

los ce-

diversos,

y donde, junto a un

creemos ver algo co-

primavera,

muestrario

tan

verdes

sus

Bos-

acompañando admirablemente los restos de antiguos muros y de fortalezas, mientras que un verde reciente hace marco a algún palacio que baña sus pilares en el agua. Aquí, en Santos, el paisaje es más ingenuo. Es pura naturaleza y una naturaleza que no ha ruinas

conocido

desengaño ni

el

como

fresca,

la ruina.

recién salida de las

o surgida del fondo de

las

Una

naturaleza

manos de Dios

aguas tranquilas; que

no ha reflejado todavía ninguna historia contradictoria o tumultuosa. El verde de estas tierras, uniforme,

casi

ventud.

He

conocen

el

nocen del

más

es

dicho

todo

que

desengaño,

los rigores

del

esplendor, estas

lozanía, ju-

vegetaciones

no

y es verdad. Pues no coinvierno que a las orillas

Bosforo tanto dan que hacer. El Bosforo es teatral .Esto es

Aquí

el

mar sabe

más ingenuo y espontáneo. hacerse pequeño como por

voluntad propia y sin violencia. Vuélvese, no sólo lago, sino estrecho canal.

Como

por juego, extiende

DELFINA BTJNGE DE GÁIVEZ

16

el

mar un brazo

delgado, y abraza

así,

en estrechí-

simo canal, a una pequeña montaña que

le

enamora;

rodéala por completo y la convierte en una isla de-

La abraza

liciosa.

la

ilusión

fresca

sin dañarla, sin

de

sus

Y

hermosísimos heléchos.

de hasta

las

ondas

dañar en nada

exuberantes, la tierra

la ternura

delicados,

confiada extien-

de sus ramas. Pa-

samos, por momentos, tan cerca de las costas que distinguimos perfectamente las hojas multiformes, la

verde

iglesia,

filigrana.

Y

de una sencillez

he aquí que una pequeña tal

que parece haber nacido

espontáneamení"' de entre los heléchos, ha venido

como

corriendf

hacia

nosotros,

con su vestido

de campesina y con su breve campanario, se detenido justo al borde del agua. Ha abierha y to sus puertas y parece decirnos: "Más no puedo blanco

avanzar.

.

.

He

querido por

lo

menos

saludaros.

Bendecid a Dios por sus obras, y El os bendecirá". Esto es casi un Delta, un Paraná de aguas saladas. Y salimos de una maravilla para entrar

Tan pronto las montañas, sembradas en mar como al acaso, nos salen al encuentro y parece que vamos a llevarlas por delante, como se en otra. el

retiran sonrientes para darnos paso. la

serie

se

Y

abre en ancho semicírculo.

* * *

luego toda

.

.

BBA8IL

17

Dos horas hemos jugado así al escondite con las montañas, y luego que nos hemos separado de

la

última,

parecen

todas aquellas sierras y montañas anfireunirse, alinearse en

agruparse,

más altas asomándose por sobre los hombros de las más pequeñas, para seguirnos con la teatro: las

mirada hasta perdernos de es larga.

verde

la

Todavía en

la

vista.

lejanía,

las

El azul del Adiós y de verdad más esencial

la

la

—y

la

— de

la

despedida el

frescura de su realidad, idealízanse las

montañas en un azul que

to

Y

perdiendo ya

las cosas todas

.

.

asemeja

ausencia

más

al cielo.

que

real

.

es quizá

por

lo tan-

UN día en TÁNGER

En

la

barca

que

nos

transporta del

Conie

boteros nos inician Verde al puerto de Tánger, los de la senté ya en la presencia ruidosa y llamativa trajes multicolores, marroquí, de sus gestos, de sus discusiones. de sus gritos y de sus alborotadas mercado. pleno en Un coche nos introduce medio en hallamos Y como es hora temprana nos previos no sin de una multitud abigarrada que, provisiones sus allí hace disputas, ademanes y activo y oriental al pues, para el día. He aquí, puedo vista primera por lo que a bullicioso que,

en nada se parece al árabe silencioso y Túnez, betranquilo visto hace algunos años en

juzgar,

su eterno biendo en las blancas tacitas o fumando narguilé. partiY, cqué hace aquella rueda de gentes tienen cularmente sucias y harapientas? O no compras que prisa por sus compras o no tienen la Esto último es lo más probable, dada

hacer.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

20

indigencia de sus atavíos.

en

medio,

Nos acercamos y vemos, de

"encantador

al

serpientes".

jAh!

¿De qué hace provisión para el día esta pobre gente junto al mercado lleno de frutas y de viandas? ¿Distrae su hambre con este espectáculo? ¿Por qué no los llama más bien el muecín a la mezquita? ¡Lejos estamos del piadoso musulmán que imaginábamos efectuando

las abluciones matinales

seguidas de oración!

Más

haraposo aún que sus espectadores, con

algunas largas greñas levantadas sobre su cabeza,

encantador de serpientes hace todo

el

de por parecer

terrible,

y

lo

que pue-

a fe que lo consigue.

No

tanto por los saltos y los gritos con que se esfuerza en parecerlo, como por lo que él mismo significa

y

es.

encima de

y

se

hace

la allí

la lengua, los

Parece una

un poseído. Por un hilo de sangre serpiente. Y morder

furia,

nariz le chorrea

morder por

la

párpados. Luego se enjuga la sangre

con paja recogida del

suelo, y sobre la que, momentos antes, se arrastraban las víboras. Se mete a la boca esa misma paja, la masca y echa humo. Cuando, al final, pasa a la ronda su pla-

hace como

si amenazara con un infernal mordedura del reptil, a quien se atreviese a negarle una moneda. Hemos vuelto más tarde a ver a este hombre quizá llevado por Cook en el patio del hotel. Ya no era la fiera anterior; mostrábase menos salvaje. Los gritos y la furia eran tal vez para

tillo,

lo

sortilegio o



con

la



UN

DÍA EN TÁNGER

21

impresionar a los naturales, quienes

poderes

así

atribuyen

le

divinos.

¡Dios mío! ¡Vale la pena de poseer poderes divinos para hacerse morder la lengua,

los

pados, la nariz, por una víbora, y mascar

la

pár-

paja

de su madriguera! Henos, pues, provistos, en el mercado de Tánger, de una dosis suficiente de asco

y de horror. Y he ahí a esa pobre gente que alimenta sus ojos y su espíritu con estos espectáculos, mientras sus compañeros, más afortunados, se proveen de frutas y verduras, o hacen, quizá, sus abluciones seguidas de oración. El musulmán reza cinco veces si

halla a

serpiente,

y

se

día,

al

ante

extasía

el

espectáculo repugnante.

árabe rechaza en sus templos la imagen

o de del

los

pero

un hombre que se hace morder por la y es por esto un santo, deja su oración

humana

ángeles, pero sacia sus ojos en la

hombre que

y sangrante, marabú*

se

acompaña de

a

quien,

reptiles,

nudo de

mugre

desgreñado

venera

quizá,

El

como

enredada

¿Quién

desatará

el

madeja de

callecitas

por donde nos hemos me-

*

Según

plea, siendo

el

esta

diccionario, morabito, palabra

marabú

la

usada generalmente.

que nadie em-

.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

22

tido? Callecilas

que suben y que bajan, entre persque aparecen en

pectivas de muros imprevistos,

distintos planos; recortes cuadrados de edificacio-

nes árabes, o simples muros pobres que nos ofre-

cen una salida, una puerta ovalada; muros amaa medio desteñir.

azules,

rillentos,

cucharemos?

(jA la

darnos paso? (X

¿A quién esel muro para

puerta abierta en

que sube ofreciéndoun nuevo panorama? ¿A esta otra que baja como un río arrastrando una corriente humana? No le creamos a ninguna; pues cuando nos imaginamos que alguna calle va a llevamos afuera, resulta que nos mete más en la apretura. nos para

allá

Imposible

de estas van.

Y

preveer

callecitas.

de

adonde

Ni

los

nos

ellas

los guías son casi

Estamos en to,

callecita

la

arriba

más inseguros que

los zocos, bien distintos,

Y

los tranquilos

ellas...

por

cier-

zocos tunecinos.

misteriosos y frescos

Aquéllos daban la impresión de algo artístico.

ninguna

llevará

mismas saben adonde

más

fino

y

árabes parecían exhibir

más por amor

al

arte

que por

afán de lucro. Esto es infinitamente

más

plebeyo,

allí

su mercancía,

y de un carácter más zable.

fuerte,

de algo no europei-

.

Abundancia de harapos, de gritos y de roña. Pero también de variados y graciosos atavíos, de ojos brillantes, de barbas renegridas y de palabras vivas.

El conjunto es alegre y pintoresco. la desolación que

La pobreza no aparece aquí con en otros pueblos orientales. La

miseria se cubre;

tm

con su nota de

los trapos,

superpuestos,

cima,

Y

casa.

color,

gentes parecen, a

pobre; estas

23

DÍA EN TÁNGEB

todos los

al

más

llevar

en-

no faltan veces,

que tienen en

la

piden limosna, no es con aquel triste

si

gemido que

se

pega a

los oídos del

que ha andado

por Egipto o por Jerusalén. De cuanto conozco de Oriente, es éste el único lugar donde una cierta alegría se halla sas.

.

como esparcida en todas

las co-

.

Avanzamos como podemos por

las

callecitas

atestadas de moros y de burritos cargados con que exceso, a los que hay que dar paso. Y hay aguador darlo también al árabe con su carga, al

que se anuncia con su campanilla, como si fuera una "asistencia pública", y que trota, no pausadamente como el burrito, sino como el camello, con tanta despreocupación como si la calle estuviera del todo libre. ¿Estas gentes están realmente atareadas o sólo deseosas de terminar cuanto antes su trabajo para darse al oriental reposo? El caso es

aun cuando no lleven carga, quizá por la costumbre de subir las

que van de

agachadas,

prisa, y,

eternas pendientes.

Para cualquier lado que se dé un paso o que se mire, es siempre el

mismo hormiguero: de horPor la mañana

migas activas, gritonas, movedizas.

y por

la

tarde; siempre

el

mismo

bullicio.

Como

pasadizo

desahogo común, y estrecho, de un enorme e intrincado conventillo, todo vive en la calle. Allí

si

la

calle

fuera

interior, retorcido

el

el

,

DEXFINA BUNGE DE GÁLVEZ

24

los chicos se

pelean y los grandes los separan.

las calles se cocina

En

y se come; se compra y se ven-

de; la gente anda de prisa y se estaciona. Se reza

también, a juzgar por los rosarios de ámbar que

¿Es posible vivir en este constante

se desgranan.

bochinche y apretura?

No;

la raza es

nómada, y aquí

se

Al cabo de un tiempo, deben sentir la

necesidad

quizá sea a

del la

libre

espacio y del silencio.

inversa: que las gentes,

de silencio y soledad, pasado el hacinamiento, y se agrupen

Lo

comprende.

los naturales

el desierto, así,

O

saciadas

busquen

pasajeramente...

que nada como estos pueblos nos da de idea la que una ciudad es una feria del momento de que estamos de paso en las ciudades, de paso cierto es

por

el

mundo.

Hay,

sin

embargo, pequeñas celditas dei hor-

miguero donde parece reinar algún sosiego. Eso sí,

lle,

celditas abiertas hacia el bullicio, hacia la ca-

hacia la vida en común.

más moblaje que una

En una de

ellas,

sin

un hombre está sentado delante de un sucio tintero, con una lapicera en la mano. Es un "hombre de letras", dispuesto a servir de secretario a quien no sepa escribir.

¿Y

estera,

quién, entre estas pobres gentes, sabría

DÍA EN tIngEB

UN

25

trazar los complicados caracteres árabes? Pero no

hay en prehda

momento

este

la utilidad

nadie, al parecer,

que com-

o la necesidad de la pluma y

¿Ninguna carta de amor? ¿Ninguna noticia esta mañana que enviar al hermano o al amigo ausente? El hermano o el amigo ausente cruza, quizá, lugares ignorados, donde papel...

del

el

¿Qué?

correo no alcanza.

delante de su

Y

©1

hombre

está solo

y ocioso

tintero.

más

Otras celditas se ven

concurridas. ¿Es éste

un Juez? ¿Es un escribano? Personaje ya más el suelo, sino que está

opulento, no se sienta en

recostado en un diván. él,

están los clientes.

En

el

suelo,

delante de

Examinan, con extremada

documentos extensos como nuestros diaAnte uno de estos señores del diván, una

seriedad, rios.

mujer con

la

cara cubierta escucha la lectura de

uno de aquellos vastos manuscritos. Y he aquí, junto a un zaguán, una celdita sino ventana triangular, que no tiene puerta, abierta a la calle, y ante la cual nos quedamos embobados. Es una escuelita, tan "estilizada" diríamos, que se parece a algún oriental y artístico juguete moderno, o a la presentación de algún cuento ilustrado. El sitio es tan estrecho, que no cabe sino exactamente lo que allí hay: el maestro y sus diez o doce diminutos discípulos, sentados cada uno sobre la habitual estera. El maestro es la más elocuente personificación de un maestro,

con

la

pomposidad de su amplio

traje oriental.

.

delfín A BUNGE DE CALVEZ

26

que parece esconder entre sus pliegues todos los arcanos de la ciencia. Con la indispensable grave-

dad

excesiva, con

una larga caña en

estirar siquiera el brazo, alcanzará

distante de sus discípulos. estilización.

No



si

Y

los

mano. Sin

la

con

ella al

discípulos,

más otra

solemnidad del maestro

la

hace parecer más humildes y más pequeñitos, pero ninguno parece pasar de los cinco años. Con los

sus tuniquitas de monjes en miniatura,

en

la

mano y

de

los

jeroglíficos

una cañita

teniendo delante un cartón lleno árabes,

toscamente

trazados,

leen o recitan versículos del Corán. Las litúrgicas del cuerpo, hacia adelante y hacia y el golpe de la cañita, van como llevando compás de las palabras. Los más chiquititos

oscilaciones atrás, el

no dicen palabras, sino un aan continuado. Quizá se les habitúa antes que nada a la emisión de la voz acompañada del balanceo del tronco. La caña del maestro

alumno

da un leve golpecito en

que

la

cabeza del

había vuelto para mirarnos. El

se

disgusto que le causa al dómine nuestra presencia es evidente.

Y

no es cosa de que por nosotros se

castigue a los pequeños

También por

mos

las

,

.

calles se

diminutos monjes, con

ven

las

los

graciosísi-

amplias mangas

y con su capuchón echado sobre la cabeza. Y entre los hombres, a muchos igualmente vestidos, que llevan con dignidad sus túnicas azules o marrones, se

les

tomaría

por

religiosos

europeos.

Algunos

difícilmente se distinguirían de nuestros carmelitas

tTN DÍA

EN TÁNGER

27

O franciscanos. Si "el hábito hace al monje" estos moros debían sentirse semejantes a los franciscanos, radicados en sus tierras desde hace tanto

tiempo, y dejarse atraer por

ellos.

Pero a pesar

de esta extraña similitud exterior la distancia moral

amengua. Así

no

nos

dijo,

lo

cuando entramos

en un convento franciscano, un simpático monje

de barba blanca. Después de treinta y allí, consideraba a los musul-

español,

ocho años pasados

manes poco menos que Siendo

vísperas

en

franciscano

¡Oh

inconvertibles.

Navidad,

preparaba

el

un bonito Nacimiento, palacios de un suntuoso estilo y

su iglesia

poblado de casitas árabe...

de

pobrecitos

los

en

monjecillos

mi-

niatura, aplastados toda su vida con el tedio del

Corán si

1

¡Cómo gozarían

si

alguien les mostrara aquí

Niño! ¡Si alguien

les

alguien

les

cómo nació

contara, el

divino

enseñara un verdadero canto,

un canto alegre, un villancico! Pero ellos seguirán la monotonía arenosa de aquella cantinela interminable, balanceando su cuerpo como un péndulo vano en las áridas mezquitas donde no florece ni un ángel, ni una imagen, ni una lágrima, con

ni

una

flor.

.

.

En

aquellas mezquitas, verdaderos

donde no aparece un oasis de ternura, ni siquiera un espejismo de luz sobrenatural, de gloria, de alegría para los pequeños monjecillos desiertos,

marroquíes.

TIERRAS DEL

MAR AZUL

.i

MALLORCA La

Catedral

Al bajar en este puerto de Palma de Mallorca nos sale nos

al

espera,

con sus dos plantadas.

encuentro la la

Catedral

ut

civiías,

nos

Grande,

recibe.

de líneas sobrias y bien una reina a la que hay que ren-

torres, seria,

Como

dir tributo antes de entrar

ciudad

La Catedral

Catedral.

como

la

en la ciudad. Edificatur

Jerusalén celeste.

Como una

doblemente defendida: por su solidez

por su belleza. (¡No es

la bellezja

y

un elemento de

de duración? Un edificio en el que no pone belleza ¿no será siempre endeble? La Catedral de Mallorca es fuerte y bella hasta darnos resistencia,

se

la

impresión de

Y

el

sol

lo

de

indestructible,

lo

eterno.

parece haberse complacido especialmente

dándole un precioso y suave color dorado. Brilla el sol sobre toda Mallorca de igual modo,

en

y

ella

sólo a la Catedral

ha dorado

así.

gracia divina que sobre todos los

Imagen de

hombres

la

se de-

.

DBXFIIíA

32

BUNGE DE

GAI.VEZ

rrama y sólo recogen y muestran en su esplendor almas privilegiadas de los santos. Magníficas son las puertas de la Catedral, tres. La primera es "la puerta del mar", son y y está cerrada para que la admiremos mejor. Se abrirá, quizá, de par en par, cuando, en homenaje las

.

a los sueños y a la intrepidez de se

vean venir desde

Raimundo

la costa africana las

musulmanas convertidas

a

Lulio,

multitudes

Abriráse,

Jesús.

sin

duda, para recibirlas, "la puerta del mar". De las otras puertas del templo no nos dijeron

el

nombre.

Mas

la

que da frente

al cuartel

c'no es "la puerta de la ciudad"? Esta puerta jus-

tifica ella

el

cuartel

y

el

armamento,

diciendo

que

guarda tesoros dignos de ser defendidos. Tam-

bién está cerrada; y ha de abrirse, a no dudarlo, si atacada la ciudad necesitan sus soldados el auxilio

de las fuerzas divinas.

aquella

Y

más humilde que da

la

tercera puerta,

a una calle angosta

en donde se agrupan las viviendas, debe ser "la puerta del pueblo". Está perennemente abierta, para los íntimos,

pequeños anhelos de todos

los días...

Por ella entramos, y una vez en el santuario -comprendemos que todo él es puerta del Reino, "Puerta del Cielo"...

MALLOBCA

La

33

Mallorca

luz en

¿Desde cuándo está aquí este bello sol que hoy gozamos? Parece que desde siempre, pues en ninguna parte puede hallarse más a gusto, ni ser

más bellamente recibidos. Es Mallorca un poco como aquel claro cristal con que compara al alma Santa Teresa de Jesús. Un alma cuyo centro sus rayos

habita

Señor, y

el

intercepta

enturbia

ni

Así,

en esta

una

pureza

en laque, siendo

isla

y

los

rayos

pura, nada

ella

del

divino

de Raimundo Lulio, transparencia

sol.

de

el aire,

nos

maravillosas,

transmite la luz con caracteres que no parecen hallarse en es inútil

Y no donde tanta belleza

ninguna otra parte de

que reine

así la luz

la tierra.

hay para poner en evidencia. Tengo, ciertamente, impresión de hallarme dentro de un topacio donde todo brillara con inefable suavidad. Hasta

la

los

más

recónditos pliegues

de

la

montaña

se

han

iluminado, y nuestros ojos parecen gozar de un

cance mayor que

el

al-

habitual. Diríase que poco falta

para que veamos a Dios. cQué extraño es entonces que en este ambiente sonaran las palabras exquisitas del

El

diálogo entre "El

color en

el

Amado"?

Mallorca

c'Cómo hablar de del color?

Amigo y

La

luz es

la

como

luz

sin

el

alma

hablar también del color,

y

el

DELFINA BUNGE DE OixVEZ

34

color es el cuerpo

que nos hace

Claro está, por lo tanto, que

color.

Esta

isla es así la

Meca de

para qué decir con palabras

(jY

colores son?

lo

allí

los pintores.

que aquellos

Los colores de Mallorca tienen

alas;

Mallorca andan esparcidos por

colores de

los

la luz.

en Mallorca, extraordinario es también

la luz el

visible

extraordinaria es

si

el

mundo en centenares de muy bellos cuadros. Al modo que se dice es nuestra tierra "el granero del mundo", podemos su arco

Y

iris;

el

estos colores

que Mallorca es su paleta,

decir

granero mundial de los colores.

que viajan en

alas del pincel

y del

arte,

todos los conocemos. Hasta he de confesar,

en

que

lo

me

toca,

que

si

bien he visto a Mallorca

como dentro de un diamante la plenitud del día, solo

resplandeciente en

conozco sus horas álgidas

de colorido, su amanecer y su ocaso, a través de la pintura. Agradezco así a los pintores el haber

completado mi visión de aquel paraíso de los ojos... Cierto es que el haber vivido algunas de sus horas

me ha

sido

una clave para

apreciar

las

obras

de aquellos artistas que se dieron banquetes de luz

y de color, permaneciendo semanas enteras en isla que Dios creara sin duda para ellos. Así, si ante los casi inverosímiles matices

uno de sus paisajes pintados, alguien

me

la

de

dice:

"Estos colores no son del cielo ni de la tierra",

yo

le

respondo: "Son de Mallorca", y sé que

pintor está en lo cierto; que así debe ser

amanecer.

Y

si

allí

el el

ante un tríptico cuyos rojos hieren

MALLOEOA

35

hay quien proteste, igualmente digo: "Así deben incendiarse las rocosas cumbres de la isla de oro en los ocasos". Ante aquellas telas, vista,

la

por

fin,

nuidad

cuyos matices parecen sobrepasar en

"En Mallorca inesperado.

bajos o

más

deben

te-

repito:

a los ojos un alcance

la luz regala

Allí

me

la aurora,

tonos

revelársenos

altos en la escala de colores

que estamos habituados".

a

llos

de

los colores reales

más

que aque-

Gomo

el

oído

ejercitado del músico percibe los cuartos de tono

do sostenido y el re bemol, una coma más alta éste que aquél, así en esta patria de los pintores han de afinarse los ojos

y

la diferencia teórica entre el

y percibirse cuartos y octavos de tono en el color. Dicen que nc hay roca en Mallorca que no esté salpicada

de pintura; y se desespera el pintor un sitio no descubierto

recién llegado por hallar

por ningún colega. Inútil y vana desesperación.

Yo

desafiaría a

que

me

iguales.

todos los pintores del

trajeran de

allí

mundo

a

dos cuadros espontáneamente

Los pintores no pueden

repetirse,

porque

no se repite. En cada minuto que pasa, en cada paso que se dé, el panorama es otro. Sin el color allí

contar con que otra es también tista.

se

Todos

parecen.

los

el

alma del

Conocemos de memoria

nocturna, con sus góndolas des, los reflejos

ar-

cuadros de Venecia, por ejemplo,

como

de luces en

obscuridad parece surgir

el

el

la

Venecia

misteriosos ataú-

agua, y de cuya

canto de los gondoleros,

diciéndonos que a pesar de las apariencias mor-

delfín A BUNGE DE GÁLVEZ

36

no todo muere, ya que el hombre canta; y los cuadros diurnos con los palacios blancos y los matices idénticos en las palomas y en los mármoles de San Marcos. Pero los paisajes de Mallorca serán siempre nuevos. Sus pintores no tietuorias

nen ante



un sujeto definido como Venecia y

sus canales, sino que el sujeto principal en esta tierra parece ser, las

no

el

mar, ni

las

montañas, ni

formas, sino tan sólo la incorpórea luz y

el

color, inalcanzable a causa de su movilidad con-

tinua. texto, lor

Las formas no aparecen sino como un precomo un cañamazo, para que la luz y el co-

borden en

Un

ellas.

solo cuadro de Mallorca

es como un compás o frase musical arrancada de una composición; hay que oír la pieza entera. Habría que mirar una serie de obras allí inspi-

en la que se hallare retratado algo como tiempo que pasa en el color fugaz de cada

radas, el

hora. Bien podría realizarse

de Mallorca, con este solo

un

de cuadros

reloj

cada

título,

uno: "las

dos", "las tres"; o bien: "la hora blanca", "la hora rosa", "la hora azul". Sin contar con las grandes

horas de las diversas estaciones, de los almendros

como

florecidos

auroras, de los ocasos estables en

Verdadero

las arboledas rojas del otoño. sol,

del

tiempo, de

más que

quiero algo

¿Quién

me

luz eterna

minosas

la luz el

y

del

se

deslizan

reloj del

Pero yo

retrato de la hora pasajera.

dará en un cuadro

y del color

color.

fisonomía de

la

inmutable.'^

sobre

la

Las horas

isla

la

lu-

maravillosa,

.

MALLORCA

37

digna tumba de Raimundo Lulio ... el

Y

es quizá

místico mallorquín, "el doctor iluminado", quien

nos revela, en los matices de su alma,

la

única

que no sea fugaz, y que no pueda medirnos reloj ninguno

luz

.

.

Valldemosa, refugio de Chopin

A pesar de este magnífico sol, al subir por la montaña, en mitad del camino, nos sorprende el frío. Mas en la casita que habitó Chopin, contigua a la Cartuja, nos recibe un pequeño jardín amura-

donde parece haberse encerrado

llado,

dejando

solar,

licioso;

que nos

el frío afuera.

calor

el

Abrigado, verde, de-

un verdadero nido que nos reconforta y ofrece, a sus pies, un extenso, bellísimo

Una tierra que desciende ampliándose, como un manto ex-

paisaje lleno de quietud.

suavemente,

tendido del Señor. Todos los tonos del verde

man

allí

del

color

los

ojos.

for-

una escala lentamente progresiva; melodía hecha para

descanso del espíritu y (¡Habrá hallado aquí descanso el alma el

soñadora, apasionada, tierna y fantástica que nos revelan los poemas musicales de Chopin? Junto a la

serenidad del paisaje

venturadas

— ofrecíasele,

mensa paz

del claustro

— espejo por

de almas biena-

añadidura,

y de su

iglesia.

la

Pero

inla

paz falló a Chopin posiblemente. Impidióle, quizá.

DELFINA BTJNGE DE GÁI.VEZ

38

gustar de aquel divino sosiego la caprichosa qui-

mera de un amor por demás profano. Su inquieta mariposa de fantástico vuelo, inaccesible buscaba la

haya hecho

espíritu,

¿qué

flor

que no pudo hallar aquí? ¡Dios

alma Por

florecer al fin para su

das las lágrimas, por toda

I

to-

la poesía

y la belleza habrá dado Dios,

que en su música nos legara, c'no fin, al romántico Chopin el infinito reposo que pudo soñar y que posiblemente nunca alcanzó, por ni

aún en

este luminoso paisaje lleno de quietud?...

La montaña

Y

seguimos camino a

agua y entre

llas del

montaña

las

Soller,

pueblito a ori-

montañas. Atravesamos,

es

mar; y que fuera maravilla a cualquier luz, en esta luz maravilla de maravillas. Pero entre

el

mar y

pues, la

sin perder la vista del

este paisaje,

las

montañas hállase

el

espíritu

como más

dividido por impresiones diversas. Así, quiero

bien concretarme a las sugestiones del camino de vuelta,

y en

el

hecho directamente de Soller a

que impera únicamente

didos entre

el oleaje

haber entrado en El

mar

es

como

el

la

la

ciudad,

montaña. Per-

inmóvil de la roca, parécenoa corazón mismo de la

los ojos del planeta

y

el

tierra.

mirarlo

nos induce a una plácida y vaga ensoñación. Las

montañas nos muestran un

alma más salvaje

.

HAIXOBCA

más

primitiva,

y

39

mismo tiempo más en contacto

al

con nuestra propia naturaleza humana. El mar es como un sueño de la tierra, pero la montaña nos muestra su fuerte realidad corpórea. Henos aquí, pues, entre dos murallones de

montañas. el

No

en qué abismo se ha quedado



mar, que ya no

montañas

alcanza nuestra vista. Las

lo

del lado derecho son de piedra leibrada:

por las aguas, por

los siglos,

por los cataclismos,

Las del lado izquierdo, y más adelante labradas por

buriles del Escultor Divino. llenas de vegetación,

hombre. Allá abajo, muy abajo, aparece ahora un Pueblito de casitas blancas, tan diminutas el

desde esta altura como conchillas y caracoles api-

ñados en una playa. Bástanos,

me

digo,

subir a

hombre y a su habitación: como moluscos en una playa. Mas luego me respondo: i¿Pot qué hemos de juzgar las cosas por su tamaño? "*/ano es extasiarse ante lo inconmensurable del espacio y de los mundos

esta relativa altura para ver así al

.

sin

considerar

que

Dios

puede

haber

.

realizado

mayor maravilla en lo más pequeño y haber en aqueel alma humana puesto lo más grande llos caracoles, como ahora nos aparecen los habisu



tantes del profundo valle

metros

Setecientos

minos escalonados en de

la

montaña.

Y

idéntica manera.



.

hemos

subido

zigzags, sobre

por

una misma

cafaz

ahora bajamos zigzagueando de

Camino cuya

línea

quebrada cae

desde la cumbre hasta abajo en forma de relám-

DELFINA BUNGE DE CALVEZ

40

pago, y en

que,

el

como relámpago,

se desliza nues-

tro automóvil excesivamente rápido. Si así

bajamos

nosotros con nuestras máquinas, (¡cómo no ha de

bajar la mirada de Dios hasta Alégrese

el

pueblito

de conchillas,

brilla

al

el

humilde valle?

como un apiñamiento

que,

pie de

la

montaña, pues

para ornamento suyo ha creado Dios estas altu-

y magnificencias

ras

El hombre

He

en este lado izquierdo que decía,

aquí,

el hombrt. T^a montaña ha vuelto una especie de torre con muchos pisos regulares; un castillo trabajado y alhajado de jardines; una escalera de gigantes. Escalonada está la montaña por la mano del hombre: ya por

la

montaña labrada por

que

se

caminos

que

le

solamente,

ya

por

simétricos

dan un aspecto encantador. Nada

vergeles

quita esta

de la montaña, y subraya su belleza con el sobrio dibujo lineal de sus planteles de árboles frutales. La naturaleza ha dejado en prolabor

sino

tenaz

que

piedad

a

magnificencia

la

dulcifica su fisonomía

al

hombre

subraye en

la línea recta

para que con

los jardines la gracia

de

ella

las naturales

curvas del ramaje.

Y

ahora, a la derecha, del lado de la roca

desnuda, en aquel otro desfiladero de montañas

MAIXOECA

41

que alzan sus múltiples, indómitas cabezas, ^no distinguimos también el pasaje del hombre? ¿Qué

como de hormigas que sube hasta las cumbres abruptas? Toda la montaña salvaje y ruda está como dibujada por una mano que tiembla; como por una línea trazada con tiza por la mano de im niño en un pizarrón inmenso. es,

aquel

sino,

senderillo

El pizarrón es de piedra clara y gris, y la línea curva y quebrada brilla al sol. Así, más que como

de hormigas,

senderillo

ahora

aparece



aquel

vez!

¡otra

teado que deja en su camino

me

humilde trazo

— como el

el

rastro

caracol

(el

pla-

"bi-

cho baboso" que cuando chicos mirábamos dibujar en

el

suelo con su invisible lápiz). ¡Tan poco es lo

que modifican

allí

estos

caminos del hombre

la

naturaleza abrupta y fuerte!

hombre pequeño e intrépido; del lado de la montaña por él domesticada, la labor del agricultor que ha puesto su nota Del lado de

tierna,

que no

la

roca viva,

el

humilde y sumisa a la naturaleza; su labor es nunca destructora. Si en aquellas al-

turas es aquí,

la

en

el

rastro del

el

hombre como

el

del caracol,

labrado de los huertos, se descubre

nobleza del alma humana, que ni aun en tarea

tan utilitaria ha querido o ha podido prescindir

de

la belleza.

se

levantan

de este lado les

Porque

si

de aquel lado

las

montañas

como gritos inmensos de la hombre ha armonizado estos

el

tierra,

gritos,

ha dado medida y ritmo, y ha compuesto con una dulce melodía.

ellos

LA COSTA AZUL

Llegada a Monaco, de noche, como a tantos otros puertos. Pero (¡dónde está aquí la noche

y su misterio? ¿Dónde esa impresión intensa y como de enigma cuyo esclarecimiento se espera? Al llegar así, de noche, a una ciudad extraña, el y en silencio, confidencia; una como en el momento parece que contiene la respiración para no perder nada del secreto que quizá va a confiársele y que espíritu suele recogerse con respeto

de recibir

alma desconocida de la ciudad: esa alma que sólo poco a poco se revela al recién llegado... Aquí no hay confidencia ni secreto. En cuanto el vapor se acerca a sus orillas, la pequeña ciudad es

de

como

el

Monte Cario

expuesta

en

que desde

el

primer golpe

en su plenitud

el

ojos

como

toda iluminada, para

de

extranjero.

vista

Como

la

aprecie

en un gran

como para que todo luzca y nada quede escalónanse en la montaña las casas y los

escaparate, oculto,

se ofrece a nuestros

una vidriera

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

44

grandes edificios. Tiene, por otra parte,

de Monaco

la

moderada, pequeña,

de cosa

la

delicadeza de un objeto

rada

labrado,

pues hasta

la

na-

complace aquí en demostrar que tampuede ser civilizada. El agua es como

turaleza se

bién ella

una piedra de

reflejos varios,

delicadamente engarzada en

de sus costas.

Y

luces reflejadas o

las

nuevo

aro bien dibujado

esmeraldas

rubíes,

de "cambalachería", según de

un "agua marina"

ahora, en su fondo obscuro y cam-

incrústanse

biante,

el

los

y zafiros

diferentes

colores

como encendidas,

con

fulgor, dentro del agua.

Bajamos y andamos; y almorzamos

al aire libre

o

es

de noche o es de día;

tomamos

te en

un hotel

donde, en un solemne y aburrido vestíde peluca y panbulo, nos sirven los gargons

de

lujo,

más democrático y acompañados por una original orquesta que emplea entre sus instrumentos una inmensa talón corto, o bien en lugar

ameno,

Y

por dentro o por fuera, y a cualquier hora, y por cualquier lado que se le mire, este lugar es siempre lo mismo; su significación harmónica.

se

nos brindó desde

es el jazz-band.

el

prime^r instante.

Es

la

vida

más fiel Hasta nosotros mismos nos hemos

en pleno bazar;

la

vida cuya expresión

convertido en vivientes muñecos que, con nuestro

de turistas, flaneurs y despreocupados, completamos el ambiente; en el aire, iluminado de sol y perfumado de suaves brisas marinas, nos parece movernos también dentro de un escaparate. aspecto

LA COSTA AZUL

45

Todo adquiere aquí una como mayor

evidencia.

Hasta los viejecitos reumáticos que, tomando sol, caminan penosamente apoyados en sus bastones, parecen no tener otro objeto que dar más relieve al cuadro, amenizar el paisaje. No se le ocurrirá al turista que aquellos son seres que tal vez sufren. El mar y las montañas mismas parécenme ahora objetos destinados a usos la

frivolos,

contemplación del artista o del

de

al lujo

los ojos ociosos

nunca a sino

filósofo,

o de las naturalezas dé-

que precisan de este clima, y no tampoco para

biles

amar o

sufrir, sino

perficial o

tan sólo para esta su vida su-

simplemente vegetativa.

Brillan en las ramblas los collares

que en

y pulseras

exhiben y que el sol se presta a realzar; chillan en profusión los colores y las las vidrieras se

sedas de las tiendas,

como

dos del jazz-hand de moda. so (¡hemos visitado lettes,

el

los sonidos desorganiza-

Y

ante tanto lujo

fal-

Casino: las horrendas

toi-

horrendas pinturas

las

decorativas, la ho-

rrenda vejez ávida de francos!),

en cara y

la sencillez

distinción

y

la

el

lujo

nos aparece como

nos la

da

única

única aristocracia dentro de esta

kermesse viviente.

Igualmente lucen aquí, en estos deslumbrantes mediodías,

las

dras finas y unas los guijarros del

papel,

y

los

perlas de fábrica

que

las pie-

con otras se confunden. Hasta

mar en

brillantes

lorizado a nuestros ojos,

estas joyerías harían

buen

verdaderos se han desva-

no diferenciándose mucho

.

.

DELFINA BUNGE DE CALVEZ

46

de un trozo de vidrio arrojado entre

mismo modo poeta con

el

Del

la arena.

iguálanse todos \ús espíritus: el del del

más

necio caminante; ninguno

aquí otra cosa que hacer que tomar este

tiene

y mirar estas vidrieras La naturaleza, dócil al gusto de esta ciudad de paseantes nos muestra y de traficantes, ahora un sol que tiene los caracteres de la luz arti-

poco de

sol

.



ficial:

talla

.



de lamparilla eléctrica a través de

la

pan-

blanca de las nubes o celeste satinada de la

Y la montaña es, cuando el sol declina, como un estuche abierto sobre cuyo terciopelo

atmósfera.

verde que se apaga, muestra las casas y los edificios como una clara y pintada porcelana. Por fin,

de noche,

parecen,

al

levantar los ojos,

sobre terciopelo azul,

las

ticas e inimitables piedras preciosas.

quisiéramos infinitos,

volar

y

pasearnos

por

las

estrellas

únicas autén-

Y los

hasta

las calles y hoteles de Monaco alma no tiene nada que hacer.

porque en

o de Niza

el

allí

espacios

.

GENOVA

En

contraste con Niza y

pintura — Genova

Monte Cario

— de-

Hay coración y una tranquila belleza en este grupo compacto de es la realidad.

edificación, en el conjunto geométrico de sus líneas,

aunque el

lo

veamos hoy envuelto en brumas, desde

puerto. Afírmanse sólidamente, rectas sobre

el

agua, las grandes construcciones que, con ser gran-

des y macizas, dejan que sobresalgan entre ellas, y s^obre ella« extiendan su soberanía, los templos.

Todo parece

señorial

en Genova: las casas,

las

calles, los grandes jardines que den por la montaña y que hemos visto en el magnífico camino hacia Portofino-Kulra. Fúndense en esta ciudad lo antiguo y lo moderno en un todo

en espiral ascien-

armónico. Y, en todas partes, la despreocupación

vano afeite, no necesitar de del

Mostrábanse el

la

despreocupación del que sabe

afeites para

también

ser bello.

perpendiculares

sobre

agua las vastas construcciones de Monaco, pe-

DELFINA BUNGE DE CALVEZ

48

ro parecían de juguete, o por lo

menos "de oca-

sión", sin verdadero arraigo en la tierra, puestas allí

para

la fácil

con profunda allí

y

superficial admiración del tu-

Mientras que a

rista.

ha de

raíz,

las

de Genova siénteselas

plantadas para

crecer, tener ideales

— para

de Monaco y de Niza escalonados exhíbense para

cios



tras

el

hombre que

y morir. Los

el

edifi-

mayor

efecto

paseante.

Mien-

que aquí, en mayor homogeneidad de naciomayor unidad de vida, afírmase el

nalismo, en

núcleo fuerte de la edificación, y, sin propósitos

deslumhrar

de

más

cierta

por

la

al

viajero,

y más segura de

consigue

una

belleza

misma; fué labrada no por el ej paseante. Si Niza y Monte Cario son decoración y pintura, Genova representa la realidad. Y la realidad responde mejor a vida y para paseante y para

los

la

vida



— estable — y

anhelos nuestros.

El Cementerio

En medio

de perspectivas que

la

magnifican

y que no parecen conducir al mundo de los vivos, esta ciudad de los muertos es como un mundo aparte. Colocada en mitad de una colina y en tiene medio de un extenso marco de montañas,

— —

ella

misma

la

forma de un gran túmulo, con todo

su enorme pedestal labrado.

Porque esta colina

GENOVA

como un monumento

es

en sus laderas hasta

el

49

natural,

labrado

caminos que

jardinillos de césped, los

ahora

por las tumbas, los

valle,

escalan.

la

La

iglesia ocupa, en la meseta, el punto central y culminante. Desde ella parten los senderos en declive, donde se escalonan las cruces o las galerías horizontales

con su florescencia de mármoles,

como canteros de azucenas. Así, variadas son las perspectivas dentro del cementerio mismo, donde hay "muchas moradas", como en la Casa del Pahay tumbas que reposan en lugares bajos humildes; otras que, en movimiento ascendente, y dre;

suben por

la

cuesta; otras que se acogen a la som-

bra de las galerías techadas o de la iglesia misma.

Y de

montañas como como defendiéndolos

hacia todos lados vense las

guareciendo a los muertos,

vanas o impías concepciones de

las

los vivos,

o desafiando a los vivos a sostener frente a te

pensamientos vanos o pequeños

Como nible,

hallo en todo esto

alguien

sepulcrales

me

.

.

la

Muer-

.

una belleza

indefi-

recuerda que estas esculturas

son "mediocres". Las hay bellas, sin

embargo, y es casi preferible que no sean todas extraordinarias obras de arte que nos obliguen a ante una u otra estatua. Es justamente esta homogeneidad en el sinnúmero de

detenernos

figuras:

hombres,

mujeres,

uniforme expresión de para mí o

la

beljeza

fe,

del

ángeles,

de piedad,

conjunto.

niños; lo

esta

que hace

Los escultores

marmoleros que trabajaron aquí debieron

ser

.

DELFINA BTTN6E DE GÁLVEZ

50

todos creyentes. Es

el

cuentan igualmente Pero

si la

móreas,

galería,

se

azucenas,

me

pueblo cristiano, en

los

vivos

y

los

el

que

muertos.

.

con su profusión de figuras mar-

como un cantero de

representó

veo ahora que estas azucenas se han

como nacidas que son en

vestido de sombras,

En

invernáculos de la muerte.

los

verdad, no imagino

mejor decoración funeraria que esta pátina que, como con sombras trazadas por un experto esfumino, matiza las esculturas en este cementerio. Pátina que sólo he visto aquí, que da a los már-

moles un tono suave y grisáceo, y al mismo tiempo un brillo apagado como de seda; pátina que presta a las figuras escfulpidas las cualidades del gra-

bado o de adquieren

las así,

Las túnicas marmóreas la flexibilidad de

grisailles.

en

apariencia,

y hasta parece que una levísima respiración animara. Y me pregunto: ¿Es posible que ésto

la tela

las

sea obra de la humedad, del acaso? Estas sombras,

hechas

de

humedad y de tiempo acumulados,

parecen nacidas del ser el rastro de

no



corazón de

los

muertos,

o

qué humeantes, inexhaustos

e invisibles cirios votivos.

.

Y me

.

persigue, a lo

largo de las galerías, del cantero funerario, donde el

ignorado artista

— ha

— quizá

un Ángel compasivo

embellecido las "mediocres" esculturas cu-

briéndolas con tenues velos de sombra, con som-

bras

como de piedad y de

duelo; en este cemen-

que aparece separado del mundo de los vivos por un parapeto de montañas me persigue terio,

.

51

de un hermoso sueño soñado en un pasado

la idea

uno de esos sueños que reaparecen en la memoria embellecidos también por una pátina misteriosa hecha de eternidad y que nos dejan

lejano;

sé qué impresión de certeza espiritual, algo más que consoladora. Es la impresión de cierta beatitud materializada, como la que vaga ahora por

no

estos lugares. gris las

sobre

Y

levanto los ojos; y en este día

nubes y cielo

el

que todo

se

las nieblas

y sobre

son otr

suave pátina

i

De manera

las montañiis.

ha vuelto ahora extrañamente armo-

nioso.

"Sin embargo, esto no es un sueño; esto

existe

y

me

es real,

digo.

Nuestro mundo

con estas cosas debajo del

sol".

Y

es así;

comprendo

que Dios ha amado al mundo que nos dio por habitación; si no, no lo hubiera hecho tan bello. Dios

— con

de

celo

Artista

— ha

encontráramos bellas sus obras.

Y

querido

que

ahora que

le

hemos admirado, ¿querrá desacreditarse a nuestros ojos, abandonándonos a la corrupción y a la nada? Este cementerio, en medio de esta belleza, de estas grandes

perspectivas,

parece

colocado

aquí

por

Dios mismo, para que en El confiemos, aun frente a la

Muerte

.

.

.

TÚNEZ, HACE ALGUNOS ANOS

Por

primera

vez

me

en

encuentro

so-

el

ñado Oriente. Es en Túnez, y me pregunto: ¿Me nuevo para mí, del alma humana? Tengo la impresión penosa de sentirme como en medio de una borra de humanidad revelará esto algo,

.

De dónde me concreta

es,

viene esta impresión casi

no sabría

decirlo.

física,

.

tan

Quizá del aspecto

de río revuelto que forma, en algunas callejuelas, esta mezcla de emigrados de otras tierras, de restos de razas, indefinibles algunas, traídos aquí por

no se sabe qué vientos encontrados.

.

Parece que aquí nada tiene arraigo, que todo está fuera de su sitio.

blancas casitas sajero

venerada

parecen tener arraigo las

como palomas en pamonumento musulmán,

Ni el tumba de San como marabú (y

descanso.

pretendida

No

tunecinas,

Luis,

Sidi-Bou-Said,

esta

ingenua

vene-

ración nos conmueve), ni los zocos con sus colores

de tiendas de paso, o de "exposición" ocasional,

.

BUNGE DE GÁLVEZ

DE3.FINA

54

ni los beduinos, ni los judíos, ni los turcos, ni los franceses.

.

Más de

allá

orillas

de un lago de olor insoportable y se nos muestran "las ruinas

estériles,

de Cartago". "Eres polvo y en polvo te conver-

que a

mismo

c'No se dijo esto a las ciudades, lo

tirás".

los

hombres? ¡Las ruinas de Cartago Nombre 1

sonoro y evocador, que sólo designa ahora una especie de canteras de mármol, cuyos trozos

turados están esparcidos por

no de convulsiones de la

es esta piedra el tesoro

tierra nos brinda,

sino el desecho de las

obras humanas. Cierto

descúbrense

es

Y

civilización muerta,

capiteles.

estos

no son

restos

sino corrompida

civilización,

.

.

.

de

Por

corrompida o muerta,

sombra de San Agustín. Pero San Agusestá ausente; hasta la sombra de su espíritu

busco tín

aquella

trozos

estos

ráfaga del lago pestilente

la

viene a susurrarnos que

sobre

en

que

columnas y de

de

restos

Pero nada más.

una

sino de convul-

No

siones de la Historia.

que

la tierra,

tri-

Producto,

suelo.

el

la

ha partido para Roma, Se nos señalan por ahí restos de circos de fieras, recuerdos de mártires.

Pero también

los mártires

sión penosa continúa.

Como

contraste,

.

han huido.

Y

la

impre-

.

viéneme

al

recuerdo

la

im-

presión de noble y pura espirituaUdad que poco antes experimentara al entrar en París. Al decir del

más

mundo,

las

ciudades

corrompidas,

y a

la

más

civilizadas

cabeza de

la

son

las

corrupción

TÚNEZ, HACE ALGUNOS AÑOS

nómbrase a

Mas,

París.

en

lización, se progresa

55

por motivos de

si

Mal hasta

el

los refina-

mientos perversos cpor qué no creer que

de una civilización

Roma de

Al lado de Nerón

la época.»^

Y

luego,

que,

junto

a

.

.

la

Francia actual

la

corrupción

mayor,

deben

más puros y más nobles

¿Dónde, sino en Francia, podía pro-

tierra.

la

más grandes estaba acaso

c'no

Así, en

encontrarse los espíritus

de

pervertida

la

lado de los verdugos estu-

al

vieron los mártires. creo

En

¿no se hallaban los espíritus

Séneca?

tratándose

lógico

cristiana.

Bien

mayor desenvol-

lidades del espíritu alcanzado su

Esto es doblemente

el

las nobles cua-

ha hecho igualmente su camino, y vimiento?

civi-

ducirse la deliciosa flor de Santidad que fué Teresa del

Niño Jesús?

Pero de

la

en

aquí,

Oriente,

se

paréceme,

trata,

decadencia del mal y del bien

al

mismo tiem-

po: de una decadencia completa y total del ser humano. Hasta que llegue el nuevo soplo y lo levante.

Pues

antonomasia, cristiana la

Y

civilización

la

única

— que

vuelta



'



civilización por

la

completa,

civilización

la

partió de Oriente, después de dar

mundo, en Oriente debe terminar.

en ninlguna parte habrá florecido entonces como

allí,

muy se

la

en üu propio suelo. futuro.

Y

.

.

Mas

mientras tanto,

acentúa un sábado

al

esto

la

es

un sueño

impresión penosa

atardecer.

.

.

delfín A BUNGE DE GÁLVEZ

56

* * *

Sábado

atardecer.

al

Barrio

por qué nos ha traído aquí

No

judío.



cochero. Estamos

el

como en una trampa; como un ratón demasiado la trampa. Dudosa es la intención del auriga como dudosa es su raza. c'Hagrande y que desbarata

brá querido jugar a estos pobres judíos una mala pasada,

o habrá querido jugárnosla a nosotros?

¿Divertirse furia sin

de

de nuestra

ellos

.^*

difícil

situación

o de

la

Imposible aclararlo. Aquí estamos,

poder avanzar ni retroceder en

la estrechísima

Aquí estamos, en medio de un hormiguero Como una hoja o un bicho demasiado grande, nuestro coche ha alborotado calle.

revuelto y vociferante.

al

hormiguero

Es sábado. te

quizá

Y

momentos

pacífico

antes.

a pesar de la festividad, gran par-

de esta multitud judía es en este momento ne-

Unos venden y

compran.

Otros

pasean simplemente, con sus vestidos de

fiesta,

gociante.

otros

liay algunos casi suntuosos. Aquél, por ejemplo, la gran túnica y turbante de paño color celeste adornado de cordones. Es, nos dicen, "el matarife"

de

gran dignidad entre los judíos; cuchillo en piciatoria

el cuello del animal,

sino

alimento

de nuestro coche,

a

del

nuestro

que clava el no víctima pro-

el

pueblo. pesar,

Las ruedas voltean

la

TÚNEZ, HACE ALGTTNOS AÑOS

57

pequeña mercancía cuidadosamente expuesta sobre tablas, en los bordes

de vela que ga

al pasar.

de

la calle, entre

monstruo

el

míseros cabos

— nuestro vehículo — apa-

Las túnicas de colores diversos

se agi-

como banderas de un pueblo que no las tiene; los turbantes se indignan. Si nos quedamos inmóviles las gentes se enojan: en un idioma que no tan,

entendemos nos conminan a que salgamos. Si nos movemos se enfurecen los mercaderes dañados, y las gentes que, delante de los caballos, se ven obligadas a avanzar, pues a los lados no hay lu-

Arreamos, pues, a una multitud y otra multitud enojada nos sigue.

gar.

enojada,

El cochéío hizo mal, sin duda, pero nosotros

podemos

agradecérselo.

la expresión

Le debemos

el

haber visto

de aquellas caras de facciones abulta-

das y exentas de belleza. Le debemos el haber visto, de m i'iífiesto, aquella alma del mercader judío. Exprpsi'm de furia y sordidez que no se olvidan. Así debieron ser, me digo, los mercaderes que pro-

vocaron

la

indignación

de Jesús en

que ellos

ellos

el

Templo.

Casa de su Padre, profanaban. De buena gana tomarían

Jesús los echó a latigazos de

venganza,

echando a

la

los

cristianos,

echán-

donos a nosotros, intrusos en sus callejuelas, en su día festivo. Su humillada condición los contiene, y se contentan con lanzarnos los latigazos de sus insultos o maldiciones, que felizmente no

gritos,

entendemos

.

.

DELFINA BUNGE DE QÁLVEZ

58

Una mañana de de

Túnicas

negros.

sol.

Una

muy

Los nebros rodean

colores.

Y

putado santo.

turbulenta procesión

banderas

blancas,

éste hace,

de

marabú, hombre

al

entre

re-

paso y paso,

mientras avanza, cabriolas y saltos y contorsiones. Para excitarlo, un negro toca en un enorme tambor

y

Y

grita.

no,

con

tal furia que,

y de estar poco vestido,

rros sobre el

a pesar de ser invierel

sudor

betún lustroso de su

le

cae a cho-

rostro,

de sus

nervudos brazos, de su pecho; hasta diríase que el

negro se derrite o se destiñe. Este negro es como

una fuerte máquina de negro hierro hirviente que se llena de gotas de vapor. Por si aquella música no fuere suficiente para dar cuerda al que no sólo tiene la virtud de las cabriolas, sino también la de comer

los

manjares menos apetitosos, como ser

víboras y escorpiones que,

según se

vivos, otros negros tocan macizas

tañuelas de hierro.

agudo

chillido o

Y

dice,

y enormes

traga cas-

a esto añádese todavía

el

gorgoreo de las negras.

El concierto es tan infernal que instintiva-

mente nos alejamos temerosos por nuestros tímpanos, que no son de hierro, como parecen ser los de

ellos.

bras

algún

del

Y

nos explicamos las desesperadas manio-

marabú,

modo

a

deseoso

aquella

quizá

baraúnda.

de escapar de

TÚNEZ, HACE ALGUNOS AÑ03

Y

he aquí

el

en esta misma Túnez

silencio,

de tan múltiples aspectos.

59

Un

mediodía tranquilo.

Los árabes pasean lentamente

o están sen-

al sol,

tados "a la oriental" en las puertas de sus casas.

Hasta

los

más pobres

un

tienen

de tranquila

aire

nobleza; una elegancia hecha de gravedad y sen-

para llevar

cillez

que

blancas

veces

ei

veces

me

en

el

obscuras

ni

aire

aunlana

y de rasgos

despreocupado es casi

hacen

los nobles

Si

arpillera.

Las

de un blanco grisáceo. Las caras tostadas,

blanca, ni

de

sean

turbantes,

más son de

túnicas y

sus

pensar

en

los

nobles.

señoril.

A

Otras

griegos,

filósofos

romanos.

alma del mercader judío

me

apareció

cuando aquél vio volcada su mercancía, frustrada quizá su pequeña ganancia, y el alma ingenua del negro en medio del frenético bullicio, esta otra alma oriental, esta alma de los árabes, parece descubrirse mientras toman su taza de café. Hay "Estarán sentados que observarlos largamente. .

unos frente a otros. venes,

circularán

.

.

entre

.

Jóvenes eternamente jóellos

ofreciéndoles

que no emCorán como me persigue mientras contemplo a

(dos clases de cada especie) y

un

licor

briaga". Este versículo, repelido en

un

leil

motiv,

frutas

el

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

60

en

árabes

los

Hasta

cafés.

los

desheredado encuentra

saborear des-

de ahora aquellas delicias prometidas por

A

feta a los elegidos.

más

árabe

el

modo de

el

el

pro-

todos se les ve gozar, en la

paz de una desocupación absoluta, una especie de pregusto del Paraíso que esperan.

Hay que predican,

miento! inútil.

A

No

observarlos largamente.

con su actitud, ellos

no

No

.

.

¡Cómo nos

vanidad del movi-

se les sorprende

se sonríen.

tados en esteras

la

hablan

en ningún gesto

casi nunca. Sen-

— mientras

no llegan los tapices, con creo que de Persia, que el Corán les promete una gravedad profunda, la minúscula tacita hun-

mano (como toma

dida en la palma de la

campesino

Y

el



mate) saborean

el oafé,

nuestro

trago a trago.

entre trago y trago, y del todo indiferentes al

ruido del

mundo y

a lo que a su alrededor suceda,

parecen quedar sumergidos en una contemplación sin

fin.

Mahoma votos.

conocía

gusto de sus futuros de-

el

Si a estas gentes les ofrecieran

las alabanzas eternas,

el

volar,

el

el

cantar

cruzar los es-

pacios y visitar nuevos planetas, creo que estas

promesas no

les

sedujeran.

miento. Los árabes el

me

Ni música

ni movi-

aparecen silenciosos como

desierto que quizá atravesaron para llegar hasta

Y cuando los he oído tratando de cantar, su voz era sorda como sonido de arenas que se arrasaquí.

tran, el

y sus melodías monótonas

ruido del simún.

e indefinidas

como

TÚNEZ, HACE ALGUNOS AÑOS

¿Por qué

al

mentar

se alude

siempre a

rentes a

ellas,

en

las

el

"el paraíso

mujeres?

61

de

Mahoma'

Las frases

refe-

Corán, son generalmente so-

la misma edad que el y de mirar modesto ".Estas vírgenes de mirar modesto "estarán en pabellones"... Paréceme que ante las delicias del café (el "licor que no embriaga") y de los dátiles de dos clases (que en Túnez son realmente exquisitos) la promesa de las mujeres ocupa un lugar muy se-

brias:

"Habrá mujeres de

elegido, vírgenes bellas

cundario.

Bástanos contemplar a estos árabes tunecinos en este mediodía de

saboreando sus tacitas

sol,

de café, blancas como

las

paredes de sus casas,

delante de las casas blancas y chatas, ligeramente

abovedadas como

las tacitas

de café; basta verlos

más seductoras

pro-

mesas, las principales delicias del paraíso de

Ma-

así

para comprender que

homa, deben sentados,

con

las

consistir para ellos en aquel los

"estar

codos apoyados sobre magnífi-

cos tapices, unos frente a otros,

y bebiendo una

bebida que no embriaga..."

Y

ésta es quizá

la

aquí del alma humana.

revelación que esperaba

Cuando

sus inclinaciones

múltiples no están unificadas, equilibradas por cristianismo, ella es así:

O

entregada del todo

el

al

movimiento desordenado y vano como en el caso de los negros (cuando no a supersticiones absurdas, repugnantes y diabólicas como la del comedor de escorpiones); o puesta

por

entero en

el

.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

62

material interés de la ganancia

de

los judíos;

sombra de

la

o "sentada en

la

muerte", como en

graves y tristes hijos de

como en

el

caso

ociosidad y en la

caso de estos

el

Mahoma

.

.

TRÍPOLI La mezquita Entro por primera vez en una mezquita. ahorna Para que no profanemos el templo de de polvo muchos con nuestros zapatos que traen

M

pueblos cristianos, nos brindan estos oscuros

consabidas babuchas.

Siento

mu-

algún

sulmanes

las

temor;

de encontrarme en su antro, con algún

el

maléfico espíritu invisible. ritu invisible ni hallo nada.

Mas no

hallo al espí-

La pequeña mezquita

preciosamente labrada y dibujada, con incrustaciones de nácar sobre madera oscura, y tan bonita con

muchas cúpulas, solo encierra un vacío impresionante. En vano busco ahora la sombra de Alah; los moros que nos acompañan no parecen tampoco igar. Y la imtener un sentimiento religioso del presión del vacío se acentúa. Ha> aquí un vacío mayor que en cualquier otra parte. Como si se notara o se respirara una gran ausencia. Un vacío mayor que en cualquier casa. Un vacío mayor sus

'

.

.

DELFINA BUNGE DE GÍX,VEZ

64

que en la calle. Un vacío mayor que en el campo. Y es porque aquí debía haber algo que no hay. .

A

pocos pasos está

María de

La

los Angeles.

pobre que

la

católica:

la iglesia

iglesia es

.

Santa

pequeña y más

mezquita, aunque con decoraciones

La

árabes también.

pequeña; pero está

iglesia es

tan llena que se ha convertido ahora a mis ojos la vida que derramada por el

en un pequeño universo para contener ella

encierra; tanta vida,

mundo,

ella

que,

sola bastara para llenarlo todo.

.

El barrio árabe pobre. Junto a

la

ciudad europea, que respira bien-

suntuosidad

estar,

miseria,

Ojos enfermos, y reMujeres y hombres cubiertos

de harapos que dejan ver rasgaduras, y penetrar

ciedad,

ser-

musulmanas. Fango,

suciedad siniestra.

pugnantes; ciegos.

En

como

arrástranse,

casi,

pientes, las sinuosas callejuelas

pueblos

el

cuerpo por sus muchas

frío.

el

.

hemos

visto

su-

pero en ninguna parte tan sórdida.

En

otros

orientales

pintoresca;

aquellos otros pueblos la suciedad

es

cubierta y disimulada por

Aquí hasta de

color

hay pobreza;

el color.

solo se ve el color de

la

mi-

Aterra la idea de que tuviéramos que bajarnos de nuestro coche. Tanta repugnancia nos causa seria.

la idea

de poner

los pies sobre este suelo

viscoso

.

tbípoli

y de rozar esta

peste,

65

como

realmente se tra-

si

tara de caminar sobre las verdaderas sierpes bajo

cuya

figura

luz, sin aire,

ofreciéronseme

estas

hasta sin agua,

al

a corta distancia



lo sé

callejuelas

sin

Y

ahí,

parecer.

porque

lo

.

.

he visto

— se

el mar. cQué castigo, qué maldición de Dios ha pasado por aquí? Si en otros pueblos de-

halla

.

seamos que de nuestros

el

.

aspecto local se conserve, para goce

ojos,

aquí quisiéramos que

europeo barriera por

Y mía,

fin

con todo.

el

soplo

.

preguntándome el porqué de esta impresión respondo que quizá es por lo mismo que

me

se halla este barrio dentro de la ciudad europea,

y

es así

como un alma de

en pecado dentro de el

mar

como un alma

hereje,

la cristiandad.

Quisiéramos que

azul lavara esta inmundicia, que la civi-

lización barriera esta miseria desprovista de poe-

que el cristianismo purificara este pecado... ¿Qué hace "Santa María de los Angeles" que no

sía,

irradia hasta aquí su intensa vida?

ÑAPÓLES Las hornacinas

"La día de

bella

sol.

Ñapóles" nos recibe con un bello

Entretejida de luz y de vapor, flota,

embargo, sobre algunos paisajes un poco de niebla retardada. Niebla luminosa que no se sabe si deslumbra o si vela tenuemente la tez de las

sin

aguas y ladas,

el perfil

como un

de

las riberas

montañosas y azuvela un rostro

"tul de ilusión"

de bellísimas facciones. En Ñapóles, donde todo es ternura, parece que la tierra amara al agua, y que al abrazarla la aquietara, convirtiendo al mar en tranquilo .

.

lago lleno de transparencias: dulcificado,

responde a la dulzura de

dad de Ñapóles ¿no

la tierra.

éCómo

el

mar

esta suavi-

es sólo aparente? Allí está el

Vesubio siempre humeante. preguntado:

Mas

De

lejos

nos habíamos

esa gente puede vivir a los

un volcán, en peligro constante? Mas una vez aquí comprendemos que los hombres se dejen

pies de

.

.

DKLFINA BUNGE DE CALVEZ

68

engañar y no puedan creer que esta tierra, esta montaña y este mar de tan suave aspecto quieran dañarles nunca: esta naturaleza canta como las sirenas.

.

Pero otras son aquí sólo la dulzura del

la tierra

to físico; la dulzura del espíritu es

por otro orden de cosas.

Ñapóles

No damos un

que nos acompañe

sin

Pues no hay y de su aspecincitada también

las sirenas.

mar y de

la

paso en

silenciosa insi-

nuación de estas sirenas no engañosas, sirenas no mar, sino del

del

cielo:

imágenes de santos

las

y de santas que nos hablan de eternas beatitudes... Colocadas en profusión, en las calles, dentro de pequeños nichos, en una especie de fanal, y hasta en verdaderos altares, estas imágenes son la nota

más en

el

y encantadora de Ñapóles. He aquí paseo, sobre el mar, un San Juan Bautista

tierna

blanco,



también,

chas luces.

tan

las

el

Pero

muy



con su altar, blanco que arden, en pleno día, mu-

¿era de mármol.*^

en

más que

pequeñas

estos

altares

capillitas

encan-

góticas o ba-

el frente de una casa o en una pared cualquiera, una Virgen con el Niño o con sus ángeles. Y he aquí, en medio mismo de la calle, sobre un gran pedestal, un Cristo rodeado de luminarias. Cuando el sol se apaga, cuando llega la noche, todas estas velas y lam-

rrocas que guardan,

parillas,

incrustadas en

encendidas por

un diálogo con el mente a las lejanas

la fe

cielo,

la piedad,

y

respondiendo

estrellas.

.

entablan

humilde-

r

,

las magníficas

Ni

Castellamare

69

ÑAPÓLES

pudieron

bellezas de Sorrento

hacernos

olvidar

las

y de hu-

mildes capillitas. A lo largo del camino, en lo alto de las esquinas ochavadas formadas por el muro que limita las huertas, solicitaba a cada ins-

tante nuestra mirada una

Madona de

dulce ros-

Pintada con delicados tro, sola o con colores, destacábase en su marco de mampostería, sobre el fondo de los limoneros esmaltados de dorada fruta {Kennsi Du das Land wo die Cilronen Niño.

el

don del cielo como quien tomando o de la tierra, que íbamos recoge las florecillas de un sendero. Con este, co-

hliihn?),

mo ramo

ofreciéndonos no se qué

de margaritas silvestres en el espíritu, el estupendo y extraño panorama

llegamos ante

de Sorrento. Barrancas de tierra de colores metálicos, cayendo a pique sobre el mar azul y verde pedestales

cambiante; parados

por

Dios

pilares naturales,

soberbios,

para

la

cortados,

edificación

que se afirman en

el

pre-

humana; agua; ar-

quitectura divina que ha incitado y que completa la

arquitectura de los edificios que

allí

se alzan.

Y

cuando toda esta esplendidez desaparece, a la vuelta, bajo la noche y la llovizna, por los caminos enfangados y con un inhábil chauffeur (no incita Ñapóles a la mecánica) ¡cómo nos acompañan de nuevo y nos confortan, en la vaga inquietud y en

el

cansancio, las hornacinas luciendo en la obs-

curidad

Sabemos,

sus

veías

o

sus

positivamente

lamparillas

sabemos,

encendidasl

que

si

algún

.

DELFINA BUNGE DE GÍXVEZ

70

nos ocurriera

accidente

en

lucecillas se

El Pesebre

camino,

el

que encendió para

piadosa

mano

la

pasante

el

aquellas

nos tendería piadosa y amiga

.

.

ariistico

Exhíbese, en este tiempo de Navidad, un pesebre

compuesto por

cientos

de

figuras,

obras

todas de buenos escultores del siglo XVIII. Conser-

por distintas y numerosas que poseía alguna la ha prestado para el Nacimiento que se nos muestra con el nombre de Preseppe artístico. Este dio una casa, aquél de más allá un tabernero, este otro un pevadas,

aisladamente,

familias, todo el

rrillo.

Envidio a aquellos que pudieron propor-

cionar las Sagradas Personas.

Y

¡qué a gusto se

hallan ahora estas figurillas todas juntas! Si algo sintiesen, al

En

¡cuánta

pena habrían luego de tener

separarse para volver a su dueño cada una!

su

conjunto

resultan

una obra

admirable;

tan armónica en su complejidad que se la creería

de un solo autor. Sin duda, una misma

mo

amor, habían guiado a

los artistas

fe,

un mis-

que en estas

obras humildes se aplicaron.

Y

así

habían compuesto este trozo de mundo,

y de mundo de mayor interés dentro del mundo y de los siglos. Y lo vemos presentado con tal naturalidad y seneste trozo de vida: el trozo de vida

nípoles

cillez

"71

elementos, sino englobándolos

(sin elegir sus

que hay que dreer en su verdad interna, aunque exteriormente no estuviese del todo conforme con las realidades de Belén. Descubrimos la influencia de "la bella Ñapóles" en las pre-

todos),

ciosas perspectivas del pueblecillo colocado en la

parte

más

alta del Preseppe artístico.

Y

más aba-

campos y poblaciones, todo está representado con un extraordinario lujo y perfección de detalles. Hay que observar hasta las ristras de cebollas y las frutas que se ofrecen a aquel público de talla, que en nada

jo:

mercados,

tiendas

orientales,

difieren a las de cualquier mercado, en cualquier

día y en cualquier parte del

mundo. Atestiguase

así cómo el Verbo hecho carne "habitó entre nosotros", en medio mismo de nuestras costumbres Vemos aquí a las gentes y cosas cotidianas. .

.



— minuciosas

encontrány acabadas esculturas calles o en las tiendas, dándose la no-

dose en las ticia

de

miento.

los

Y

sucesos milagrosos del divino Naci-

adivinamos, en las distintas actitudes,

el distintjo espíritu

con que estas nuevas se reciben.

Algunos personajes inician ya, de

vimiento

acudir

Otros, sentados ante

pen de beber llos

esto

ellos

ansiosos,

también

una mesa, sólo

— es evidente — para

el

mo-

"ver"...

y

se interrum-

reirse

de aque-

"cuentos de comadres". Nosotros, que todo

miramos, creemos en

palabra

y actitud

que parece decirnos: "Allí; yo lo he visy tanta es la elocuencia de su gesto que

del niño, to. ..";

la

.

DELFINA BUNGE DE GÁI-VEZ

72

quisiéramos

hasta la

el

con

correr

lugar que

dedo.

el

que

Jesús, al sitio en

chicuelo de

Llegaríamos

.

.

por los diminutos senderillos el

madera nos señaa la Gruta de

así

la estrella se detuvo.

se detiene nuestro espíritu

.

Con

ella

.

El Aquarium "Quis

Dominus?"

sicut

(jQuién

superará

la

imaginación de Dios? ¿No nos da aquí una mues-

de otros seres que El haría

trita

mundos y

si

quisiere:

de

que no podemos siquiera ¡Y pensar que hay ¿entes tan exentas de imaginación que hallan üiiicultad en admitir la existencia de Angeles y otros

con^'^bir

y que

seres

tal

vez existen?.

.

.

de Demonios!

He

— para

aquí seres quizá tan

difíciles

de concebir

quien nunca

— como

los

los

vio

mismos

Angeles: estos hongos y paragüitas vivos que rivalizan con el agua en transparencia y en fluidez;

más

finos

levemente

que al

el

cristal,

abriéndose y cerrándose

nadar, con una deliciosa perfección

de movimientos. Hongos vivos de

cristal flexible,

finamente incrustados de esmalte azul y esmalte rojo. Están vestidos con más gloria que Salomón,

mismo que los lirios de los valles ... ¿Y los peces como gelatina, en cuya gelatina se engarzan, como dos zafiros, sus inexpresivos ojos azules? lo

ÑAPÓLES

Miramos ahora la

de

estas plantas enroscadas

la "flor del aire",

mos carnosos y

73

y una

como

especie de crisante-

amarillos o escar-

transparentes,

y de pronto se nos revela en ellos la vida animal. Los pétalos filiformes se agitan en el agua como "cuernitos de caracol"; muévense con anar-

lata;

quía, la

como

si

discutieran

rumbo a tomar.

el

Y

planta quédase en su puesto.

bichos con su pobre vestido gris: todo

pusieron en sus casas, sus casas nacaradas...

palacio así:

poniente ellas

las

y

el

lujo lo

tan orgullosos están de

(¿qué rey tuvo jamás un

un palacio que

solidificado.^).

que no

Y

.

aquí van unos

como un

es

Tan

orgullosos

trozo del

están

de

abandonan jamás. Sobre sus cuer-

pos míseros y blandos

lentamente

arrastran

los

magníficos y fuertes caracoles, erizados de puntas como castillos con almenas. Más allá se ven peces

que imitan lo cual, en

mas

aspereza de la piedra,

la

quietud y

el

mar, presérvales de ser

la

las

vícti-

de sus voraces compañeros. ¡Seres tan inferiores y que viven, sin embar-

en un mundo de magia y de color; en un mundo de colores más brillantes que los que al sol lucen, y que ellos no pueden admirar! ¿Para qué

go,

habrá

allí

entonces

que no pueda indagar el por escondida que sea,

mensa admiración...

mará villa. Quizá para hombre en parte alguna,

tanta

Y

si

sin

^^

hallar

para

el

motivo de

in-

país de los peces

de inexpresivos ojos has puesto esta suntuosidad,

DELFINA BUNGE DE 6ALVEZ

74

Señor, c'qué esmeraldas y qué esmaltes y qué tal

cris-

habrá para tus Angeles? henos aquí frente a algo que más bien

Mas

lo más fantástico del aquarium y más fascinador: este gran pulpo. Hállase de humor activo, pues lo vemos maniobrar, trasladán-

es el

Demonio;

lo

dose a través de su prisión, de un lado

Se pasea

... si

acometer

el

su forma y

al

otro.

paseo puede llamarse a este maligno

agua.

A

cada

hasta su color,

movimiento cambia que va del rojo vivo

el blanco. Parece que por cuerpo tiene sólo una tornasolada tnnica vacía, y sus ademanes son los del fantasma aterrador de estos dominios. Mas no es vano fantasma: ya nos mostrará lo apasionante que para él es el comer. Echanle una sardina, y se nos revela en aquel ser informe una

hasta

avidez de fiera hambrienta. Levántase hasta cierta el

altura,

desplegándose todo y ahuecándose en

agua como

tela inflada por el viento,

pítase por fin sobre su presa.

en

el

Debajo

y

preci-

del pulpo,

espacio en que se ha extendido para atrapar

hubiera cabido un gato. Aparece desproporcionado el aparato de caza para la caza al

pececillo,

aquella.

Pero

aparece

desproporcionado

también

y deshecho como es el pulpo se alimente de otro ser de formación tanto más sólida y perfecta que la suya, como es la pobre

que un

ser tan fofo

sardinilla. ¿De qué terrible realidad moral es la imagen este pulpo.»^ Nada existe en la materia que no sea representación de algo espiritual que

.

NÁPOLE8

también

existe.

Temamos

el

75

mal que como un

tasma nos acecha, pues quizá cobre realidad del pulpo.

la

fas-

terrible

.

El Museo Antiguas

estupenda

de

viejos...

pero las

más

sobrepasan

la

griegas

escultEuras

estatua

del

orador

Hay también

y romanas. La Eschines,

cabezas

cabezas

de jóvenes,

extraordinarias son las de los que

edad madura.

se ajara la tersura

de

la piel

¿Era necesario que

para que, dibujándose

en surcos y arrugas, hiciérase visible la fuerza de la virilidad? ¿Necesario era que decayese la belleza

de to?

la cara c'O

63

para que se mostrara

la del

pensamien-

que estos abuelos de nuestra cultura

interpretaron mejor que a la juventud a la ve-

museo cómo los griegos romanos a la ancianidad escucharon, veneraron y

jez? Evidenciase en este

y personificaron en ella a la sabiduría. He aquí un rostro lleno de mirada. Es el rostro, la cabeza de Homero. La ceguera, en su expresión, es evidente.

Pero se nos revela aquí un ciego

que ve más que otros cuyos ojos están sanos; un ciego que ve en un mundo de ideas, de recuerdos, aunque de fantasías. Y se sabe inmediatamente que esta es la cara de un cieno nos lo dijeran go, por lo mismo que su mirada, que no está en





.

DELFINA BTJNGE DE GÁLVEZ

76

los

ojos,

toda

la

como esparcida intensamente en extensión del rostro. Todo el rostro mira, hállase

con una ansiedad de ver

mo

—y

de expresarse,

— co-

difícilmente se hallará en otra figura.

Y

mirando.

seguimos

Estos

hombres.

son

Cada una de estas estatuas o cabezas es un hombre. Un hombre real, lleno de vida, de inteligencia; con

el

testimonio, en su cara o en su actitud, de

haber vivido, pensado, sufrido.

No un

diría.

símbolo de

guió a tal hombre, ser,

muchas

Rodin,

al

ser,

esculturas modernas.

o pretenden

Al recordar a

París, tanto admiré,

junto a esto que ahora miro, aparé-

cemte no sólo lo

integral,

carácter que distin-

como parecen

que ha diez años, en

al recordarlo

que

tal

Un hombre

como un autor fragmentario,

dóneseme

sino

Y

encuentro también casi ridículo ...

per-

en atención a mi solo pro-

la insolencia

pósito — en mi ignorancia en materia

de arte

dar aquí una impresión personal, frente a



d*^

la es-

y romana que puede decirse que ¿Qué majaderías, me pregunto, nos presenta Rodin, en lugar de un hombre completo y real, con cuerpo y alma? Y no se diga que hay puro convencionalismo en esta estatuaria cultura griega

hoy descubro.

.

.

antigua. Porque a la vez de ser arte noble, adiví-

nanse en

ella

retratos fidelísimos: las expresiones

son tan distintas unas de otras, tan intensas, tan reales,

que

difícil

fuera

sometido únicamente, concebidas

.

.

el

inventarlas o

al realizarlas,

el

haberse

a normas pre-

ÑAPÓLES

77

Pero, a pesar de todo, ésto a

más que no hay

Necesito algo

mí no me

aquí.

basta.

Aquí está

el

hombre entero y real, rae he dicho, pero falta lo que levanta al hombre como sobre sí mismo. Aun los

no

dioses

son

aquí

en que

concepción cristiana,

posesión de Dios, en cierto

Falta la

hombres.

sino

hombre, con

el

modo

la

se diviniza. Falta

Cristo.

Pozzuoli:

He

el

Templo de Serapis

aquí

Templo de

el

Serapis: solo quedan

mitad hundidas en

algunas columnas

las

aguas

antiguo recinto y que prestan a las ruinas una como ficticia o malsana fangosas que inundan

Y

poesía.

como

si

el

un demonio adverso aun

habitara, espárcese, por las cercanías, al

parecer,

embarradas

la

miseria

la

pobreza y

asemejándolas

a

los

.

.

.

el

Pululan en estas la

las

fango y, calles

suciedad napolitanas,

de

arrabales

algún

pueblo

oriental.

Tocónos ver en

el

camino

la

preparación de

un

entierro pobre. Aprestábanse a llevar o a seguir

el

pobrísimo

ataúd

unos muchachuelos vestidos

de renitentes blancos. Eran estas vestiduras algo como nuestros dóminos de Carnaval, de altos ca-

puchones beza

terminados en punta, cubriendo

con sólo dos agujeros para

los ojos.

la

ca-

.

DEUIITA BtrWQE DE GALVEZ

78

Suciedad, fango y hasta superstición, réis;

la

que-

si

pobreza extremada en este pueblo, que tiene

mitad de su casa en

adonde se ponen

la calle,

a secar, colgadas, las indefinibles ropas y los ta-

Fango y suciedad

llarines.

de

bellezas

pero con los grandes

.

religioso

y de

las

Calles

de

pero iluminadas por las hornacinas dulces y protectores, intimamente

santos,

los

.

naturaleza circundante.

la

negro lodo,

de

.

sentimiento

del

respiraderos

asociadas al recuerdo y a la vida del pobre, que

vive la mitad de su vida en la calle.

.

Pienso que quizá alguno de estos pequeñuelos

que ahora chapotean en

el

barro, con los pies

descalzos, se irá a probar fortuna

que

ciudad allí?

bien

conozco.

.

.

a

cQué

aquella

gran

ofrecemos

le

El conventillo horrendo y la fábrica, con

solo respiradero del cinematógrafo

el

norteamericano

de deshecho (ladrones y "vampiresas"). se haya civilizado tanto que sepa ya

Y

cuando

leer,

se le

venderán, por pocos centavos, revistas de un lodo

más

pernicioso, por cierto,

juelas.

Y me

gritarle:

que

el

de estas

entra una gran pena y

el

calle-

deseo de

"Quédate, pequefíuelo, aunque sea en

las

Templo de Serapis; si en estas ruinas se oculta algún demonio adverso, mil otros te esperan en la gran ciudad. No vayas a la gran cercanías del

ciudad que yo conozco. ¿Qué te importa que tus pies descalzos se enloden si tu mirada puede lavarse en aquel

mar y en

aquellas montañas;

tu alma puede reposar en la

si

vecindad de las ca-

irÁPOLEs

pillitas

que

te protegen

79

No

y acompañan?

dejes

por un poquito menos de miseria material

aun quién

sabe! — tanta

riqueza

como

— ¡y

estas tie-

rras ofrecen a tu espíritu".

El Sudatorium de Nerón

cQué ha inventado

hombre que no

el

He

viera antes en la naturaleza?

de

la

montaña, una gran cocina natural, con su

gran caldero, ya que, según dicen, templa

que de

avecinan.

se le las

más

escondido,

y

allá, el

el

el

aguas

el

combustible

está

fuego no se vé. Sólo aparece, aquí

humo que

he aquí

las

Es una "cocina económica",

perfeccionadas;

sale

dras, para probarnos

Y

estu-

aquí, en esta parte

que

por arriba, entre la

las pie-

cocina está encendida.

gran horno interior, de temperatura

bien graduada.

Como

panes demasiado tostados,

vense esparcidas algunas piedras calcinadas, que

comienzan a ponerse negras. ¿Qué estará preparando gar

el

— con

invisible

cocinero



el

espíritu

del

lu-

tales ingredientes.?

Y

he aquí también, próximo a la cocina, el mercado natural. Como cestas desbordantes de provisiones son ahora

los lagos

vecinos,

en antiguos cráteres, cuya forma es una

nacidos

muy

re-

Adornados sus bordes con profusión de verdura, el agua en ellos parece que gular

circunferencia.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

80

hierve: se la ve levantarse a borbollones; es directamente a

por

abundancia de peces en con-

la extraordinaria

tinuo movimiento. Diríase que

en sus millones de

Esto

pues,

es,

mas no

causa del fuego cercano, sino

el

agua misma vive

olitas agitadas

y puntiagudas. un almacigo de peces que el agua

templada favorece. Cocina, horno, aprender

al arte

donde nada si

El

pileta y abashombre puede aquí

la vida;

puede instalarse aquí,

todo junto.

tecimiento;

de

le faltará.

Si tiene calor échese al agua;

tiene frío ofrécele la naturaleza el curioso ca-

lorífero:

el

túnel o galería circular, dentro de la

podemos penetrar, y en donde Nerón tomaba, al parecer, sus baños de aire caliente. (¡Afición de Nerón por el fuego! Incendio de Roma; cual

cristianos

vivas

sirviendo

— símbolo

en

su

elocuente,

jardín

ya que

de el

antorchas cristiano, a

ejemplo del Maestro, ha de ser "luz del mundo", pero

que

— c'En

monstruo no podía comprender. el qué sudaiorium de temperatura no gra-

duada podría Nerón expiar sus crímenes? ¿Lleél la hora en que hallara excesivo el fuego al que tanta afición mostró?). Pero dejemos a Nerón. y sirvámonos armónicamente de la naturaleza y de sus dones. cQué tomaremos hoy de esta cocina, y de este garía para

.

calorífero,

y de

de pan vive

el

.

este almacigo de peces?

sólo

hombre, y en este horno podrían

sazonarse también frutos de sabiduría.

no parece

No

salida la

De

este hor-

palabra de San Pablo: "cQué

.

.

ÑAPÓLES tiene

81

hombre de bueno que no lo haya reciel agua, la tierra y el propio ser

el

bido?" El fuego,

para usar de

también por

mirarlo todo.

nombre aquí recibidos

.

Pompeya

no sólo corp oralmente, sino ya que nos fué dado el ad-

ellos,

el espíritu,

No

por cierto,

hizo,

se invoca,

Nerón, cuyo

un buen uso de

los bienes

.



La

Solfaiara

Después de haber visitado las ruinas de Pomalmorzamos plácidamente en el simpático

peya,

hotel vecino.

Y

digo plácidamente porque nos ha

acompañado durante toda la mañana un tiempo tan magnífico, hemos quedado tan satisfechos, los ojos

y

el espíritu,

de nuestra excursión, y ahora

mientras comemos nos cantan tan bellas y tan napolitanas canciones (oídas ya todas en nuestra tierra),

que todo respira en este momento

cer de viajar, el placer de vivir ...

Y sin

el

pla-

embargo,

venimos de ver una ciudad en ruinas. Sin embargo, aquella ciudad fué sorprendida

fuego,

el

justamente

en

y sepultada por

momentos como

éste,

en que todo respiraba, quizá, en medio del maravilloso clima, este placer

En y de

de

vivir.

¿Qué importa?

estas cosas no se escarmienta en cabeza ajena.

ni él

.

aún en cabeza propia; pasado el desastre, si nos hemos salvado, un bello día de sol basta

.

DELFINA BUNGE DE GALVEZ

82

para que

olvidemos todo. Inútil es que

lo

Pompeya

gima; sus ruinas no nos entristecen. Destruidas, aquellas casas parecen

dieron

el

aún más

alegres;

per-

si

techo material adquirieron otro de

cielo,

penetra y aerea todos los rincones, ilumina los amenos y armoniosos decorados y pinturas. Y vuelvo, pero a la inversa, a mis primeras re-

y

la luz

flexiones al trabar conocimiento con la tierra na-

Me

politana.

pareció entonces que la naturaleza

cantaba como una sirena para que se olvidaran los peligros del volcán. Y ahora me digo que es necesaria

constante

la

amenaza de aquel fuego

para que, en medio de estos paisajes, no se dejen los hombres engañar demasiado por la dulzura

de

vivir.

.

.

Para que no se pierda del todo

temor" saludable,

"el

que es "el principio de la sa-

biduría". Allí está para eso, accesible a los pasos la Solfatara.

de todos,

Hemos caminado

sobre su

ceniciento, sintiendo bajo nuestros

y como sonaba el mundo a hueco. Hemos visto cómo el fuego luchaba por salir hasta la superficie; cómo sus pequeños brotes se hacían camino, suelo caliente pies

formando un

siniestro vivero

de plan titas de humo.

Y no faltaban, para causar espanto, las grandes humaredas, las verdaderas "bocas del infierno", en cuyo fondo braman las olas de azufre líquido e hirviente y en cuyas orillas hierve hasta la misma arena. Todo esto es necesario para templar el

espíritu en la bella,

Ñapóles.

.

en

la dulce,

en

la divina

UNAS HORAS EN

.^ICILIA

Pasamos en nuestro vapor, a media noche, delante del Strómboli. Iluminaba

el

volcán en erup-

ción parte del cielo y de las aguas

natural y magnífico. boli faro

también de

En

como un

otros tiempos fué

los espíritus a

el

faro

Stróm-

quienes iluminó

deseo de una vida pura y una piadosa devoción por las almas de los muertos;

inspirándoles

el

por las almas que expían en bilidades

de su vida

el

terrenal.

Purgatorio las de-

Pues

aquellas llamas habíanse creído oir

— multiplicados

oído

dentro

—o

se

de

habían

lamentos y gemidos... Los la montaña, bajo el

haces de luz que florecían en nocturno,

cielo

se

convirtieron

entonces,

a

los

ojos del creyente, en señales hechas a los vivos,

de

en súplicas que subían los

muertos.

Y boli

y

.

morada

de

— dejados atrás Strómsugestiones dolientes — henos aquí,

henos aquí ahora, las

aquella

.

en pleno día, frente a

la

el

refrescante claridad del

DELFINA BUNGE DE GALVEZ

84

Etna. El altísimo volcán corónase hoy de nieve,

y con su aspecto como de monte entrado ya en la Gloria,

parece hablarnos de las almas rescatadas

y

Nos habla de paz

felices.

.

.

Como prenda

.

paz, de su deseo de no dañarnos,

un

el

de

Etna formó

una figura de Santa Águeda,

día con su lava

patrona de este pueblo que a sus pies se extiende,

y en cuya Catedral

se venera la milagrosa efigie.

Desde Catania hasta Taormina es esto lo que vemos: Nieve que brilla a ratos, descendiendo de las altas cumbres como en cascadas de plata; play tonos celestes nacarados; derroche de suavidad, de frescura, de transparencia que se

ta

y

nieve,

nos entra por

los

ojos,

mientras saturan

de un suave olor a limones,

los

el

aire

bosques que, du-

rante horas de camino, nos van ofreciendo su carga

de fruta color de sol,

que a ratos se

Y

los limoneros.

con

sol.

el

el

oro del

esconde, parecen puestos ahí

parece esconderse tan sólo

sol

propósito de que luzca mejor su obra de sa-

zón en cielos!

el

Para reemplazar

los

estos

limones...

— ¿Y

cuando

estén,

bosques cubiertos de azahar, nieve

perfumada que cubra

los

árboles

y que cubra

suelo, rivalizando con las nieves de las

cFlorecerán

¡oh

acaso

en

Primavera

los

el

cumbres? azahare?»,

cuando la nieve del Etna comiénzase a diluir, para que no falte aquí nunca la blancura; para alegría y delicia que esta acuarela inimitable de los ojos no pierda nunca la claridad de sus matices, esta su claridad de alma en fiesta?





.

UNAS HORAS EN

Y

85

SICILIA

ahora, en Taormina, lugar de antiquísimos

recuerdos, desde la terraza del Hotel incrustado en la

montaña como un nido

ciblemente

apacible,

miramos apa-

conjunto del paisaje: El Etna de

el

cumbres plateadas, suavemente resplandenciente, sin que ningún rayo de sol hiera la vista; a sus pies el

mar

color azul de cielo, las suavísimas cos-

y sobre nuestras cabezas, en nuestra cielo que es otro mar azul, las oscuras ruinas griegas, como en una bienaventuranza un recuerdo de lo que ya fué: ruinas

tas ondeadas;

misma montaña y bajo un

descascaradas

dados por

la

"Algún

como

me

fin,

así nuestros ojos

como

esqueletos,

atmósfera

.

.

fósiles

guar-

.

digo,

debe tener

de belleza".

Y

como

el

llenarse

difícilmente

un provecho directo para el cuerpo, algo más debe haber en nosotros que de esta be-

sería este fin

lleza

se

alimente como se alimenta de alfalfa

borriquillo.

satisfacción

gemidos

Algo más, que cumplida,

como

aquellos

si

quizá que,

nos

desde

el

haga

exhalar

buscándose camino

por la abertura del volcán, llegaron vivos,

el

algún día no halla

al

oído de los

seno ardiente del Strómboli.

.

EN LA ACRÓPOLIS DE ATENAS

En medio

del

mar

azul, límpido, sereno; en

azul,

maravillosamente

medio del

llosamente límpido, sereno y azul.

cielo

maravi-

En medio

del

y como aureolada de pureza por una luz tibia, dorada y suave, álzase la Acrópolis de Atenas, coronada de mármoles como de una nieaire diáfano,

ve sólida y eterna. ¡Situación estupenda, colina predestinada,

como

surgida del mar, del cielo y de la tierra conjurados

en un

homenaje a

triple

sagrarse por



misma a

la la

Divinidad! Parece con-

Divinidad esta colina,

aun cuando ningún templo se levantara en ella. Centro de la ciudad y de los valles que se postran a su alrededor como de hinojos; y centro también de toda la belleza helénica. Porque toda la belleza de aquel mundo se concentra y resume con admirable se

armonía en esta Acrópolis. Híasta

acerca,

tributo:

a

trechos,

a sus plantas,

mar y montañas parecen puestas

sólo para formarle un

el

mar

rindiéndole

marco conveniente.

allí t'an

BUNGE DE GÁLVEZ

DEILFINA

88

Israel

Libros;

tuvo

Palabra escrita en

la

griegos

los

tuvieron,

en

Sagrados

los

páginas del

las

mundo, esta colina que se diría una revelación de la Armonía Perfecta. Obra maestra de la naturaleza, había de germinar en ella la obra maestra

humana. A la sugestión de la colina respondieron los mármoles magníficos; respondieron los griegos convirtiendo entera a

consagrándola a

la

colina en

deidad

la

más

un

santuario,

noble por ellos

conocida y regalando aún a esa deidad nuevas noblezas.

Como

producto natural de aquel

bro-

suelo,

taron las columnas. Vámoslas ahora como tallos

que no quisieran dar ramas para no privar a la tierra de la caricia azul del cielo. Porque la tie-

misma

rra

placido

se viste

el sol

aquí de oielo y de azul.

.

.

Com-

ante la blanca eclosión de tallos nun-

ca vistos, añadió a los mármoles pentélicos una tonalidad única en

y suave que nos ultraterrena.

No

el

los

mundo; tonalidad dorada

muestra como una materia

creemos ver ya

el

mármol

nocido, sino una materia amasada de arte, de glos

y de

Mas al

sol

estos

cosi-

de Grecia. tallos

no siempre son

atardecer extienden sobre

el

suelo

estériles;

ramas de

sombra y florecen con los reflejos del poniente. Son también así las agujas de un inmenso reloj de sol que marca sobre esta colina privilegiada, no sólo las horas,, sino los siglos y las civilizaciones.

Y

ahora

el sol

enciende, sobre las columnas, vivos

EN LA ACRÓPOLIS DE ATENAS

que

capiteles, llamas

89

en

los convierten

cirios pas-

cuales sobre un altar inmenso.

Jamás imaginé que estos restos del antiguo helénico, que estos templos bárbaramente mutilados, pudieran contener tanta belleza. La belleza es en ellos como alma que persiste en un cuerpo maltratado. Esa belleza, esa alma suya, que los genios destructores no pudieron arrancargenio

les,

canta aún, aprisionada en los pórticos saquea-

dos, en las Cariátides admirables, en las

columnas

Como már-

descabezadas y en los bajo con las manos y los pies cortados, siguen -

relieves.

tires que,

confesando su

fe,

así confiesan estos

má,rmoles su

eterna aspiración a la belleza.

Tengo

la

curiosa

impresión

de haber visto

la

Acrópolis en un amanecer, siendo así que sólo

la

conocí en pleno día y en la tarde. ¿Es porque

aquellas formas blancas o doradas y

entre

mar, se

me

como

surgidas

presentaron con

la y una frescura de un amanecer para el espíritu, de belleza antes nunca imaginada? Estas blancas columnas me aparecen ahora como guiones que

de

una

la

el

cielo

tierra

el

y

el

sola expresión

cielo

forman una palabra

de belleza y de verdad.

sola,

DELFINA BUWGE DE GÁLVEZ

90

¡Sócrates,

Platón,

Aristóteles!

¡Intentos

de

serenidad en medio de la desesperación pagana!

cCómo no había de y buscarse para los ojos

y era lugar? Ya que

presentirse aquí la Serenidad

las almas, si ella se

la el

dueña y mar y el

entraba por

espíritu

el

cielo la

¿no habría de expresarla de algún

mismo

modo

humana? Como maravillosa expresión de

el

armada



levantáronse

los

así,

alma

esta se-

renidad que los griegos encarnaron en Pallas

Minerva

del

expresaban

— en

mármoles

extáticos.

Y

coronada por

espuma una

lumbramiento; Dios y

las del

Creador y deslumbramiento,

Aunque

de un des-

cresta

es la armonía entre las obras de hombre; es un pacto de belleza en-

tre el

no.

como por su

ellos,

ola del mar, la Acrópolis es

La Acrópolis

la criatura.

especialmente

para

el

es

un

cristia-

esto parezca paradójico, sólo el cris-

tiano descifra ahora aquel enigma mítico. Sólo el cristiano posee

lo

que estos mármoles cantaron.

humana

Porque

la

noble y

guró a

la

Acrópolis sólo en

sanción y respuesta.

de

la

La

aspiración que transfi-

Cristianismo halla

el

diosa guerrera y nacida

cabeza de Zeus es hoy para

el

mundo una

fic-

y lo era ya para los filósofos contemporáneos de Fidias. Sólo el cristiano conoce la verdad oculta

ción,

en

los

sueños atenienses: sólo

él

conoce a

la ver-

Minerva que infinitamente sobrepasa a Pallas Atenea con sus atributos múltiples. dadera

Cierto es que al hallarme en aquel deslumhra-

.

EN LA ACBÓPOLTS DE ATENAS

me

miento

91

pregunté, celosa de las bellezas que no

eran nuestras: Si Pallas Atenea, es decir, una

fic-

ción de la Sabiduría, con la Justicia y la Victoria

(que implica

el

Poder) ha inspirado estas obras,

¿cómo nosotros, que conocemos la verdadera y divina Sabiduría, y la Justicia y el Poder divinos, no he-

mos hecho y

algo semejante, algo

divinamente — expresase

otras

cosas,

Verdad

es

cierto;

integral,

la

caben

p>8ro

que

así

— tan simple

Divinidad? Tenemos en

el

Cristianismo,

otras cosas.

las

.

y

.

ésto.

Y trasladada en espíritu a un templo gótico, lleno de altísimos ajíhelos y de profundas angustias, me el

respondo: Es qtie nosotros conocemos, además,

Amor.

divino

Hemos

al Dios-Hombre podemos ya levantar

visto

llorando y Crucificado, y no

y triunfante: divinidad indiferente a nuestro propio dolor. Esta blancura extática no es ya posible, cuando se sabe lo que el Pecado ha costado a nuestro Dios. Aquí no hay lágrimas; aquí no hay dolor; no hay, templos a

la

sola Divinidad serena

pues^ Redención, ni, para

cipación

posible

con

la

el

hombre

Divinidad.

caído, parti-

Nosotros 'no

un templo sin lágrimas. Sería olvido de Cristo; sería no querer tener parle en su Pasión. Quizá algún día, atenuado este milenario duelo del mundo por la muerte de Jesús,

podemos

edificar ahora

.

y cuando El ya reine de veras en la tierra, podamos levantar un Templo inmaculado, más bello

y magnífico que

el

ParLenón de Atenas.

.

.

i

DELFINA BUNGK DE GÁLVBZ

92

Si las plegarias murieron en los labios de los

antiguos artífices o se extraviaron por fantásticos senderos,

el

cristiano

puede recogerlas aquí y conLas columnas

ducirlas hasta la Sabiduría increada.

parece que

saben

el

camino,

hablando a Dios

directamente.

Al mirar su belleza indescriptible compren-

demos que cubrieron

la

techumbre con que

— por

los griegos las

perfectas que sus líneas fueran



fué provisional e hizo bien en derrumbarse. Estas

columnas nacieron para sostener sostener,

de

los

no

el inflexible

el

cielo:

para

techo griego, prolongación

armónicos frontones triangulares,

sino

el

magnífico cielo azul de Atenas, único techo, bóveda,

cúpula que

las

mereciera.

Y

hoy sostienen algo más: son estas columnas las fuertes sostenedoras de un Ideal inextinguible. Parecen atraer sobre sí, como una nueva e invisible techumbfe, una serena y dulce fe en el verdadero Zeus, Padre de los hombres, "Señor de los señores", "Feliz entre los felices"

y Padre tam-

bién de la Sabiduría. Parécenos ver cernirse o apoyarse levemente en los capiteles, esta techumbre

que nos conforta y nos ampara. estos mármoles a Dios, porque sólo El pudo poner, en quienes no le conocían, la aspiración a la Divinidad que nos revelan. Quie-

espiritual

Proclaman

nes tales formas concibieron adoraron en secreto

EN LA ACRÓPOLIS DE ATENAS

93

"Dios desconocido" dándole los nombres que al vulgo, de pequeños dioses. Entre ellos hallóse oculta la Verdad cuando adoraron al

halagaban a la

Suprema Inteligencia. La desesperanza pagana

go

la

quizá,

fué,

la

te-

ensombrecía y que lueProvidencia quitó con admirable gesto. La

chumbre que a

los pilares

como

esperanza cristiana,

aire diáfano

el

puede ahora circular entre

marmóreo

el

de troncos invencibles.

y

azul,

plantel



como aun puede El techo bajo y pesado templo de Teseo, intacto e el pequeño en verse al pie

de

la colina

— no

pagana extinguiendo pesando sobre tales. el

Y

la

la

pudo

ser sino la tristeza

luminosidad del ambiente,

aspiración de las columnas inmor-

a causa del techo desplomado vése ahora

suelo ennoblecido; cubierto

como de una

blan-

cura hecha pedazos; extraño granizo, mensaje de pureza, llovido de lo alto, que balbucea también

no



qué cosas.

cidos por

el

.

.

Estos trozos de mármol espar-

suelo parecen seres sumidos en

co sueño, esperando un despertar. tanto,

las

Tiendo

el

la

un blanmientras

un divino diálogo platóHablan de la

oído y escucho

.

inmortalidad del alma; hablan de terial

.

Y

columnas, libres del antiguo peso, en-

tablan, con el cielo azul, nico.

.

.

.

la

música inma-

arrancada del material instrumento.

música arrancada a esta inmensa

cuerdas que, sobre

el

lira,

.

.

¡Oh,

a estas

fondo azul, son las columnas

doradas como las mieles del Hymetol Los acentos

DELFINA BTTNGE DE CALVEZ

94

han pasado ya por ellas; la Acrópolis feliz, en que recibió al Huééped es-

cristianos

tuvo su hora perado.

La hora

en que "el Deseado de

feliz

las

Na-

allí a su Apóstol y se hizo dueño del no venía a destruir (y así lo dijo), sino a dar cumplimiento a la Palabra. Venía a revelar a los helenos la realidad objetiva de la Divinidad a que ellos aspiraran. Los propíleos debieron estremecerse de gozo, como si en los nuevos himnos

ciones" envió lugar. El

hallaran

anhelada

expresión

la

y presentida.

Y

algunas palabras de Platón y de Aristóteles se aureolaron entonces de Verdad y de Infinito.

La hora de

Cristo en la Acrópolis pasó; des-

mereciéronla, sin duda, los cristianos ...

ron

después

destructores.

los

.

.

Y

Antes

vinie-

de

per-

manecer musulmán, el Partenón ha preferido ser de nuevo el Templo del Dios desconocido. Así lo vemos ahora; porque muchos que no entran en el Templo del Dios que conocemos, vienen aquí buscando cómo saciar sus almas en un sueño de belleza.

Y

amando

— a El se acercan

,

Belleza

— atributo de

Dios

sin saberlo.

Los templos de sagrados

la

son cia

arquitectónica

y

estética,

gración?.

jOh,

que en

el

se cumpliera aquel sueño del poeta, de

si

día del Juicio se reconstruirán los bellos

monumentos; de que también "las cosas se estremecerán al conjuro de las trompetas"! (*) Si en tal día les fuera devuelto su

espíritu

a

las

grandes

obras humanas, veríamos siquiera entonces a Santa Sofía en todo el esplendor de su católica belleza. (*)

Ángel

titulado

de Estrada: El

Roma.

color

y

la piedra.

Capítulo

DEXFINA BUNGE DE GÁLVEZ

148

Asistiríamos a la resurrección completa de Bi-

zancio y quizá viéramos aparecer, "como un enviado de Dios", vestido de púrpura y oro, cubierto de piedras preciosas, la imponente figura de tino, tal

como apareció en

honrando con

tal

pompa

la

el

reunión de

que definieron

tos sesenta Obispos

Constan-

Concilio de Nicea,

la

los trescien-

admirable

fórmula del Credo.

La pasada magnificencia de Bizancio se hace llorar más que ia desolación de Jerusalén. Porque que todo

en los lugares en que y donde sigue siendo horriblemente mutilado. Las manifestaciones de triunfo desentonarían en los lugares en que Cristo padeció. está bien

llore

Cristo fué crucificado,

Pero en Bizancio o en es

poca para celebrar

el

Roma

toda la suntuosidad

reconocimiento del Mesías

en medio de los gentiles. ¡Ay! la desgracia de Bizancio estaba ya mar-

cada por

el

Cisma. Doloroso es para

el

católico

recuerdo de su separación de Roma. Mas debemos a Constantinopla una inmensa gratitud. Cuando fué tomada por los turcos, ella había ya llenado una importantísima misión; había sido

el

durante mil años baluarte y defensa de la cultura cristiana y europea contra el Islam, contra todas las barbaries, contra la continua amenaza del invasor.

Por

fin,

en aquella nefasta mañana de

(en l4fi3) en que

Mahomed

II

Mayo

hizo su entrada

.

CONSTANTINOPLA

en

cuando suprimió

la ciudad,

Santa Sofía

— ¡aquel

altar

149

altar

el

mayor de

de oro macizo,

todo

cuajado de esmaltes y de pedrería que le diera Justiniano! el Imperio de Bizancio había dejado



de

existir, y,

cristiana.

con

él,

aquellos sueños de fastuosidad

¡Desde entonces

llora

templo de

el

Divina Sabiduría, y todo cristiano debe

la

con

llorar

él!

En

las calles de

Estambul

"Aquí no hay nada más que nos dijeron

Y

esto

— nos

poner

al

— por

los pies

las

mezquitas",

en Constantinopla.

lo menos para un día de turismo más cierto de lo que imagináramos.

resultó

Hay, pues, ante todo,

las mezquitas,

de

las cuales,

de origen católico y bizantino (y son casi todas) tienen un tristísimo aire de dejadez. Los turlas

cos nunca las amaron. ron,

dentro de

viente,

también

la

.

.

Quizá porque

un reproche amargo y las

ellas fue-

usurpada ciudad, una voz constante.

vi-

Hay

murallas de Constantino con sus siete

torres; y algunos escasos monumentos turcos que no tenemos, por cierto, tiempo de visitar. Sin

contar con

el

barrio europeo de Pera

quier otro barrio sant,

vemos

europeo — donde,

más

— como cual-

en un

thé

aan-

y distinguidas señoritas turcas (y armenias y sirias) en sus primeros y ya definitivos ensayos de europeización. a

las

bellas

.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

150

Su cualidad de principiantes sólo consiste en mostrarse algo más exageradas en el baile, o algo más despejadas en el trato que las que nunca conocimos

el tchartchaf.

¿Y aparte de

esto?

Hemos

atravesado barrios

y barrios inacabables que eran toda una ciudad en ruinas. Ruinas, escombros, restos de incendios.

Y

menor asomo de

reconstrucción. Ni una vaga intención de mejora. Ni un campito cultivado ni el

y verde.

.

.

calcinado,

Como

i'^nica

producción de aquel suelo

diseminadas

acaso,

al

como

hongos

brotados aisladamente, se ven las casitas de madera,

acabando por formar grupos en los barrios más poblados. Junto a estas viviendas, ni un pequeño jardín, ni un pájaro en una jaula, ni una flor en una maceta que disimule tanta desolación. Hay algo

de inhospitalario,

que

se

exhibe

de

hostil,

pudor,

sin

sin

en esta miseria

todo se agrava en este día de invierno, con intenso

Las sus

y

Y

atenuantes.

el

el frío

la llovizna.

casitas,

enrejados

todas idénticas, de dos pisos con salientes

(los

musharabíes),

de

madera carcomida, parecen no poder mantenerse ya en pie. Se diría que un solo empujón derrumbaría a algunas que se inclinan achacosas. Y sin embargo sus habitantes no deben ser gentes en la miseria. Así lo dicen las cortinas blancas, los esteres bor-

dados que se ven en todas sé

qué daría

teriores!

por

Entre

las

ventanas

.

.

.

poder mirar en aquellos

la cortinilla

¡No in-

que habla de íntimo

.

.

CONSTANTINOFLA

bienestar y

con

madera ennegrecida que,

exterior de

agua, parece destilar miseria, hay tal con-

el

traste

el

151

que pregunto

al fin:

"Esas casitas ¿no serán

por dentro otra cosa de

lo

que parecen?

miseria externa lo que

el

antiguo íchartchaf que

ocultaba cas?"

ponde;

rostro,

el

más

inseguras, al parecer,

del pájaro en la rama, las

que

mujeres tur-

me

se

res-

siquiera

que no

el

.

nido

(*)

se

los anteriores visitantes

veían por montones,

que

en este penoso inviernol

noches de tormenta?

¡Gracias rros

las son!,

viento se cuela por todas las rendijas".

el

¡Viviendas

¿Y en

de

la belleza

usted viera lo que

"¡Si

c'Será su

ven ya

los pe-

de Constantinopla

transitando por las

calles!

Claude Farrére, marino francés, turcófilo, en su juventud compañero de Loti, ha escrito sobre esta ciudad algunas páginas (harto escasas y pobres, lo turco y su larga permanencia

dado su amor a en

el

lugar).

Farrére se encanta con las casitas

— ¡quizá primavera! — y se

carcomidas, "de color violeta" tren de tal

ante

la

modo en

bondad de

los turcos,

se

mues-

enternece

probada por aquellos

ochenta mil perros hambrientos y sedientos que encontraban enfre ellos caridad. A renglón seguido se acuerda las

de

matEuizas.

armenios y disculpa como puede Los armenios eran usureros.

los

.

(*) Las casas se construyen así en Constantinopla por temor a los temblores, a pesar de estar ya tan lejano el último gran temblor nllí habido. Huyen pues ese peligro, pero caen en el de loa incendios que las devoran.

.

DELFINA BUNGE DE GÁI.VEZ

152

El lector sonríe y se dice: Quizá era todo cuestión de número. Ochenta mil perros podían tolerarse

daban

cpero aquellas cifras de armenios que nos periódicosP

los

"Doscientos mil

armenios

exterminados. Éxodo de cuatrocientos mil armenios perseguidos". Eran éstas noticias diarias, hace al-

gunos años. (Y uno pensaba que inventado,

habrían

los turcos

duda, para matar armenios,

sin

algo

equivalente a las pantallas de alambre con que se

matan

las

moscas) ¡Doscientos mil, cuatrocientos

mil armenios. fuere:

los

.

.

y todos usureros

turcos

toleraron

1

Sea

lo

durante siglos a

perros pero no toleraron a los armenios.

que los

Sus ra-

zones debían tener para aquella preferencia, dadas las

virtudes que les atribuye

cual debe conocerlos.

ei

autor

francés, el

.

Pero nosotros tenemos mala suerte, y en nuestras escasas horas de turismo en esta tierra, hé aquí la

muestra que de

ofrece:

un

la

noticia,

hombre

la

en

ahorcado

"bonhomía turca" el

diario

por

el

local

del

se día,

nos

de

horrendo crimen

del uso del turbante, recientemente proscripto lo

mismo que

el fez.

Los turcos tuvieron su esplendor

— aparte de que se vistieron con ajeno — pero a larga cqué van

propio, nos dicen el

esplendor

la

dejando detrás de sí, sino rastros de destrucción, de dictadura cruel?

Por lo demás, ahora que esta dictadura ha echado de sus puestos a cuantos no eran turcos, no hay medio de entenderse con guías ni con chauf-

CONSTANTINOPLA feurs; estos turcos

153

nada entienden,

ni los

que pre-

tenden saber francés; y sólo con grandísimas

difi-

cultades se consigue ser llevado a los lugares

más

notables y conocidos. Así, esta ciudad de Estambul es

de aquellas de

las

que

viajero sacudiría

el

el

polvo de sus zapatos. Solo nos atraería de nuevo allí

esperanza de rescatar

la

a

Santa Sofía

de

quitar la media luna y reponer la cruz.

El Bosforo

Entonces. desde

el

.

.

belleza

(jaquella

tan

admirada

puerto? c'Todo aquel lujo de cúpulas y y de grandes y bellas construcciones

minaretes,

que nos deslumbre mientras el vapor se acercaba? Ahora sabemos lo que Estambul guarda bajo esa suntuosidad

abandono,

aparente. miseria,

la

Hemos la

visto

fealdad

de cerca

encerradas

el

en

aquel conjunto de lejos tan hermoso. Mejor dicho,

sabemos que esta suntuosidad y belleza no pertenecen a la Constantinopla de los turcos, a la Constantinopla de hoy.

espejismo otras

Sabemos que asistimos a un tiempos,

de

de otras civilizaciones que por

allí

maravilloso,

razas,

de

lejanos

pasaron dejando su indeleble huella. Así, parécenos oír la

voz de aquella ciudad de ensueño, diciéndonos:

"Yo no

soy

la

ciudad actual; no soy yo Estambul.

Soy una que fué y que tú

estás viendo

como en

.

DELFINA BUNGE DE GÁXVEZ

154

No

milagrosa visión.

pertenezco a estos habitantes

que no supieron ni siquiera amar

Y

lo

que usurparon".

continuar nuestro paseo por

al

el

Bosforo

— cuatrocientos kilómetros de belleza — aquel espemás prodigioso. Las costas montañosas extienden, en suavísimos pliegues, hasta el agua, un precioso tapiz magníficamente bordado. Labrado todo él, sin dejar un resquicio, de distintos

jismo se hace cada vez

verdes, de piedras de diversos colores filigranas.

Cierto

día es

como

allí

es si

el

que

la

de

falta

y como de sol

en este

fondo de oro que realza

los

mosaicos o las miniaturas bizantinas se hubiere

Mas, a pesar de todo, este itinerario de belleza no decae un solo instante. Belleza que no decae un solo instante y que en disleído.

.

todos los instantes nos sorprende con lo nuevo. Trecho a trecho, vamos dividiendo con los ojos el

suave declive de

las costas,

en cuadros, en páginas

variadísimas, pero con algo de tinte

como de naturaleza

común que

antigua,

es

poseedora

un de

tantos secretos que sólo quiere hablar en voz baja.

Tinte como de colores antes vivos, y ahora apagados por el larguísimo desfilar de las cuatro estaciones,

con sus

Aquí

soles,

con sus aguas, su granizo...

es una pequeña mezquita aislada, con su cúpula y su minarete; luego un riente jardín con casitas veraniegas; un paso más allá, baja gravemente hasta el agua una antiquísima muralla o se ven restos de un viejo castillo; otro paso, y en el marco de un oscuro bosque se destaca un

CONSTANTINOPLA palacio de

155

mármol blanco construido

casi

a ras

del agua.

Y

hay en todo

ijue decía,

como de

aquel tinte conmovedor

ello

paisaje antiguo.

como

viejo o de viejos esmaltes, la

tierra

si

Tonos de oro existiera para

largamente labrada una pátina natural

y aun los verdes recientes nacieran impregnados de ella. Es tal la suavidad de estos verdes variados, ellos

de estos musgos rojizos y como oxidados, que nos aparecen como ecos de tiempos y vidas

muy toria,

es

Y

este

de cuadros, en esta tierra rebosante de His-

también para nosotros como

miniaturas

las

amor y recuerdo. Así

lejanas, pidiendo

desfile

al

de

un antiguo

preguntarme por

el

recorrer

misal.

contenido de sus pá-

el

ginas, por el contenido de aquel inimitable tapiz

en que, durante siglos y siglos entretejieron sus hilos,

arte,

rivalizando entre

ellos,

paréceme hallar en todo

de Santa Sofía, concentración historia de Bizancio.

mas, más se

Aquí

allá sus mosaicos.

la

ello

se

Y

naturaleza y

ella misma de la comentan sus for-

en todo

comentan sus sueños de noble

lleza

y su esplendor antiguos.

el

alg/m comentario

el

recorrido

triunfo, su be-

JERUSALEN

EL SANTO SEPULCRO

Los antiguos peregrinos, en cuanto vislumbraban a lo lejos la Ciudad Santa, apeábanse de sus caballos, se postraban en tierra y permanecían algún tiempo arrodillados antes de acercarse a sus murallas y penetrar en su recinto. Así mi espíritu, al evocarla ahora, siéntese sobrecogido como por un

temor sagrado. ¡Y sólo Dios sabe

el

es necesario para levantarse de su

esfuerzo que le

muda

adoración

y atreverse a penetrar con la palabra en los lugares que encierran tantos divinos misterios ¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Si yo pudiera con sólo 1

repetir esta palabra evocar en el espíritu de mis lectores la visión interna de la Jerusalén real

que

nuestros ojos vieron, de la Jerusalén espiritual que nuestras almas vislumbraron!

Yo

quisiera

hacer

una hora de ensueño, en la que cada uno viera su Jerusalén propia, y los que ya la visi-

vivir en ellos

taron

la

volvieran a vivir!

la impresión

cY cómo

lograré yo dar

de aquella Jerusalén, una y múltiple;

.

'"*

DEXFINA BUNGE DE GAL VEZ

160

miserable

opulenta,

y

llena de gloria

y

minuciosamente

conocida

y desconocida,

No

será describiendo

llena de dolor? las cosas

'

y lugares

visitados.

Todos

podrían encontrar descripciones mejores que las

mías en

los notables escritores

que no sólo

taron sino que detenidamente la la

en

la visi-

ayuda de una erudición que a mí me Nuestro pasaje

absoluto.

con

estudiaron

por

falta,

Palestina fué

rápido y efectuado en condiciones defectuosas peira el

que quiere compenetrarse con una

ciudad y

comprenderla.

Pero esto mismo encarecer

el

me

servirá de

argumento para

poder de aquellos lugares, de aquellas

piedras; es tal su virtud intrínseca que ni las

favorables

condiciones

de quienes

las

menos

visiten

la

pueden amenguar. Jerusalén ejerce su influencia, misteriosa y fuerte, aun en el viajero más apresurado,

de

más

frivolo,

más

distraído. Fácil es burlarse

las prácticas cristianas

en Buenos Aires, en un

salón moderno; pero desafío al alma

más

descreída

o insensible a que vaya a reírse a Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén! Alguien ha llorado sobre y las huellas de estas lágrimas no podrá borrarlas ningún poder humano. ¡Jerusalén! No te hemos tí,

y detenimiento, lo que esperábamos. Como Simeón, estamos a punto de decir: "Ahora, Señor, puedes sacarnos de este visitado con la deseada tranquilidad

pero te hemos visto, y esto es ya

mundo, pues nuestros

más de

ojos vieron".

.

Las horas pasadas en Jerusalén no son horas

EL SANTO SEPÜLCBO

161

la misma extensión y que son como otra vida,

en medio de las otras, de

de

la

misma

especie, sino

añadida a nuestra vida. Al que llegara alguna vez

Marte bastaríale decir: "Estuve en Marte". Pues aunque sólo pasara allí cinco minutos habría entrado en un plano de vida diferente, habría adquirido nociones de un valor incalculable, comparadas con las que desde aquí pudiera tener de aquel a

planeta. Así, bástanos haber pisado la Tierra de

Promisión, Tierra de Cristo, para haber adquirido sobre Cristo, sobre la vida y sobre

el

mundo, nocio-

nes inalcanzables desde aquí.

Y

es tal en Jerusalén el

poder de su realidad

y su presencia, es tal su fuerza de evocación, que por advertidos que allá fuéremos, si

el llegar

de pronto nos asaltara Jerusalén en

buscándonos es

como

ella a

es

como

camino;

nosotros y no nosotros a

ella;

literalmente nos saltara al cuello,

y apoderándose, no sólo de nuestros si

el

ojos,

sino de

todo nuestro ser: de nuestra alma actual y pasada y de nuestra alma futura de todos nuestros recuer;

dos,

de todas nuestras esperanzas.

La mayor sorpresa que Jerusalén nos

reserva,

aquello con lo que no se contaba, es su extraordinaria belleza exterior. Pero ¿es posible acaso separar en

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

162

Jerusalén la belleza exterior de su significado di-

vino? Porque

si

fuéramos a detallar aquellas

belle-

zas casi no sabríamos decir en qué consisten: belleza

que no está hecha de hermosos edificios, engarzados en grandes y fértiles montañas, rodeados de bosques o de ríos caudalosos. Siempre os hablarán del aspecto desolado de Jerusalén,

y de

la

extraña aridez

Y

sin

embargo, Jeru-

actual de su suelo pedregoso.

salén es maravillosamente bella, ya se la mire desde

un

valle o desde lo alto de sus colinas.

Cantábala David

diciendo "Sobre los montes

santos está Jerusalén fundada". luz

que no

Y

allí está,

se oculta "bajo el celemín".

como

Pero su luz

es suave y su belleza misteriosa como la ciudad misma. Sus montes no son altos, sus valles son ári-

dos;

mas hay en todo que nos

cible; algo

la

aquello una armonía

inde-

muestra como una

visión

y suavemente luminosa. Si hubiera si hubiera altas y fértiles montañas o ríos caudalosos, éstos serían como ornamentos frivolos que no nos dejarían ver su belleza desolada y misteriosa. Las colinas arenosas, las construcciones

extraterrena allí

bosques,

de piedra, todo nos aparece suavemente dorado

como en una

mística aparición en

que

las

formas

materiales se mostraran apenas para no impedir la visión espiritual.

Hemos

solamente de

lo

espiritual e invisible,

que esta

belleza

su

"añadidura";

y

la

ido a Jerusalén en busca

exterior

se

ofrece

por

como un don un gran amor se acuerda.

agradecemos

accesorio, del cual sólo

nos

y he aquí

.

EL SANTO SEPULCRO

163

"Buscad el reino de los Cielos y el resto os será dado por añadidura". "El resto", en Jerusalén es la belleza, y yo he querido mencionarla antes que otros grandes intereses ocuparan nuestro espíritu.

Es una templada noche de dejado atrás

Canal

de

el

Suez.

especie de balsa.

estrellas.

Hemos

Cairo y nos hallamos frente

Lo atravesamos,

creo,

Sólo recuerdo la

suavidad

al

en una con

que nos deslizábamos, bajo un gran cielo de ¿cuál de ellas nos guiaba como a estrellas



los

Reyes Magos?

— Como en un sueño pasábamos

del África al Asia, de

un Continente

y

la

noche apacible parecía, en verdad, anunciarnos

la

Tierra Prometida. Hacia ella nos lleva ahora

el

tren,

al otro;

a través de la noche y de los sueños, vamos

con más rapidez y comodidad, sin duda, que los israelitas guiados por Moisés, a través de los desiertos.

.

.

En

la

madrugada, apreciamos ya cómo

nuestro tren se abre camino, serpenteando por enlas montañas como un río que corre y sabe donde va Invito a mis lectores a bajar conmigo en Jeru-

tre

a

.

.

salén. Al mirar, en este bello

ficación apiñada, el alma,

y claro día, su edique no ha sentido aún

X

. .

DEXFINA BT7NGE DE GÁLVEZ

164

el

dolor de Jeriisalén, siente

el

gozo de Jerusalén.

¡El gozo de saberse en la ciudad escogida por Dios

para

desde



el

comienzo; para que descendiera

sobre ella el Justo! ¡En la ciudad que Jesús

amó hasta

profetizando su destrucción! Pero especial-

llorar

mente, en sotros

.

la

ciudad en que El respiró como no-

.

Ahora pisamos con nuestros pies las callejuelas tortuosas por donde Jesús pasaba. La piedra casi blanca de casas y de muros nos sorprende agradablemente, pero no miramos nada: vamos camino del Calvario, y nuestro corazón camina delante de nosotros, lleno de

la

ansiosa pregunta de la

Magdalena: "¡Defcidnos adonde

Hemos

le

habéis puesto!".

llegado a la calle del mercado.

y variedad de objetos en

las

La

profusión

pequeñas y apiñadas

tiendas, semejantes a todas las tiendas orientales,

quieren retener nuestras miradas; pero retendrían

también

nuestro

paso,

retendrían

nuestro

espí-

y nuestro espíritu vuela más aprisa que nosAhora bajamos una serie de escalones. Y

ritu;

otros.

he aquí tes,

los

como

mendigos; he aquí sus voces, tan doliensólo en Jerusalén se oyen.

que

samente

el

mercado quieren

Más

podero-

retenernos

.

.

Aquellas voces lamentables se arrastran como ge-

midos, y aunque no miremos a los hombres y jeres

que

las exhalan,

sión de los ojos que

reconocemos en

no ven, de

mu-

ellas la expre-

los rostros

carcomidos

Parecen pegarse a nuesttos oídos,

por

la

tirar

de nuestras ropas, obligarnos a volver atrás

lepra.

.

.

.

.

SANTO BEPXJLCKO

FOi

Pero de un poco más

mucho más

allá se

doloroso que

el

165

oye venir otro gemido los mendigos

de todos

un llamado más apremiante. Es el gemido del Calvario; el gemido del Crucificado que pide compasión ... Y entonces pasamos por entre la miseria humana como por un obstáculo que se de

la

tierra:

salva,

para llegar a

Jesús.

A

la

los lugares

de

la

angustia de

vuelta nos detendremos delante de los

ciegos y los tristes; y quizá les traigamos

zón más misericordioso.

un

cora-

.

Estamos ya en el atrio, frente a la Basílica de Constantino y Santa Elena, reconstruida después por los Cruzados; allí están su cúpula redonda y su campanario tronchado. Los viejos muros guardan celosos el lugar

y

roso prodigio de el

donde se efectuó el dolomuerte del Verbo encarnado;

las rocas la

de dolor que estremeció a los cielos y que hizo temblar el suelo, obscurecerse el abrirse las rocas y conmoverse los corazones

prodigio

la tierra: sol,

más empedernidos Entramos. Vamos ahora a "ver y a tocar" como Santo Tomás. Ahora diremos como aquellos que oían a Jesús: "No es ya por lo que nos han .

.

contado que creemos,

sino

por

lo

que estamos

.

DELFINA BUNGE DE CALVEZ

155

penumbra a una esde templete. Entramos en él. Estamos en

viendo". pecie la

Nos acercamos en

la

antecámara del Santo Sepulcro, en la Capilla Aquí el Ángel habló a las mujeres. Una

del Ángel.

gran sombra aparece delante de nosotros. ¿Es

Ángel que viene a anunciarnos

Es un sacerdote

de figura esbelta y

griego,

barbas de plata, custodio del lugar. Por

largas

señas, nos invita a pasar a la

sepulcro mismo. Por

agachándonos.

.

.

del corazón del

que

el

Resurrección?

la

el

Y

pequeña cámara

del

baja abertura pasamos,

la

nos hallamos de pronto dentro

mundo.

corazón del

Y

mundo

nos encontramos con es

un sepulcro

vacío.

Justamente porque es un sepulcro vacío; porque es el único lugar en donde se venció a la Muerte, es

éste

que

no

el

corazón de

quiere,

que

la

no

Humanidad, del alma puede morir. Afuera,

Tiempo; aquí comienzan a oirse los secretos de la Eternidad. Y ha llegado así el momento de mayor emoción en la vida del cristiano. Pero esta emoción es demasiado sagrada y demasiado íntima para que pueda fácilmente decirse. Sólo diré que no creo que nadie pueda hacer en los latidos del

vano

la visita del

Santo Sepulcro

.

EL SANTO SEPULCRO

(|En

¿En

qué está

secreto de aquella emoción?

el

"Aquí, fué aquí"? No; yo creo que

decirse:

el

16T

no bastara. Creo firmemente que aquellas piedras, saturadas de lo que allí pasó, guardan en sí mismas una fuerza secreta y que nadie puede

esto

abordarlas sin sentirse sacudido en todo su ser,

sepa o no dida. si

el

porqué o

aparatos

Si

la

naturaleza de esta sacu-

construidos

por

los

hombres,

materias determinadas guardan o transmiten,

a través de lugares o de tiempos,

la

palabra

humana

y su sonido ¿cómo estas piedras y estos lugares no habrían de transmitirnos algo de la presencia de Jesús? "De

El,

dicen los evangelistas, se des-

prendía una virtud que curaba a los enfermos"

aun

a los

que

sólo

tocaban sus vestidos.

piedras y lugares fueron

como

las

Y

.

.

.

estas

vestiduras de

8U muerte y resurrección.

Además, quien entra al Santo Sepulcro entra mundo, sino también a lo

no

sólo al corazón del

más hondo de la

su propio corazón:

vida ttanscurrida, con

aun

se

ha de

vivir.

el

allí

donde yace

pregusto de lo que

"Yo pondré

a descubierto los

corazones de muchos", dijo Jesús, y esta palabra

parece

cumplirse,

sepulcro.

una urna sible,

el

Y

de misteriosa

manera,

en

su

por esto, este sepulcro vacío es también

llena de lágrimas

y

llena de dolor.

Impa-

sacerdote griego permanece de pie, en

el

fondo de la pequeña cámara, como un cirio o como una estatua. Está siempre allí, como midiendo las

emociones que pasan, o mejor dicho, como para

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

J68

'

recordar que

el

tiempo pasa y que es necesario

dejar a otros

el

lugar.

He

interrogado a algunos visitantes del Santo

Sepulcro. fe

— he

Y

— aun

de todos

de los que no tenían

sacado esta conclusión

:

Que

allí

es nece-

sario llorar todas las lágrimas de la vida: las

que

lloramos antes, las ignoradas; las de ahora,

las

de después,

las

que hayamos de

del Cielo. Llorar

como

hora

llorar hasta la

dijo Cristo: "por nosotros

y por nuestros hijos". Y las lágrimas no derramadas y contenidas; y las penas nuestras ignoradas de nosotros mismos. Y todo el dolor del mundo. Pues todo el

el

mundo

dolor del

se

halla contenido

en

dolor de Cristo.

¡Jerusalén, vaso de lágrimas!

Para que aquel

Evangelio, que según las palabras de Jesús sería

narrado en todo

mundo, fuera narrado aquí

el

hasta por las piedras, estas piedras doradas, casi blancas, de Jerusalén recuerdan el vaso de la

Mag-

dalena. Aquel perfume fué derramado aquí; aquellas

lágrimas fueron aquí vertidas.

de Jerusalén, imitando

el

Y

las piedras

alabastro, parecen prontas

a ofrecer los preciosos ungüentos. Diríase que todo el llanto

de la

tierra,

todo

el

dolor del

mundo

qui-

.

El

SANTO SEPtTLCKO

169

sieran ofrendarse en este vaso. ¡Jerusalén, Jerusa-

En ninguna

lén!

parte se ha llorado

como

aquí,

desde David y desde Jeremías. Desde las lágrimas de arrepentimiento y amor de Magdalena, las inconcebibles de la

Madre

del Crucificado, hasta las

del último de sus visitantes.

presionante

el

Y

no

es el

menos im-

llanto de los míseros judíos, llorando

aquí, cada viernes, su templo y su Jerusalén per-

didos.

¿Cómo

podría no llorarse donde Jesús

Jerusalén es así la revelación del dolor

y del dolor divino.

Allí se sabe el

lloró.'*

humano

verdadero

signi-

ficado de las lágrimas. Creíamos llorar a nuestros

muertos o nuestras penas pasajeras.

Pero aquí sabemos que lloramos junto a un sepulcro vacío; que lloramos, como la Magdalena, la ausencia del

Señor

Nos

.

aún explorar toda la grande y complicada Basílica donde reina, como un silencio respetuoso y sagrado, como un velo puesto sobre los ornamentos brillantes y a la vez ajados de los griegos, una penumbra que se extiende desde la

falta

entrada y se esparce por todos

por todos el

los rincones.

Sepulcro y

el

los santuarios,

En mitad de

Calvario,

hay en

el

camino, entre

suelo

una gran

DELFINA BUNGE DE CALVEZ

170

piedra

por

custodiada

Es

religiones.

de

luminarias

todas

las

"la piedra de la unción". Ella recu-

bre la roca sobre la que Jesús fué ungido por las

Santas Mujeres y por José de Arimatea, antes de colocado en el sepulcro nuevo. Unos pasos

ser

más

allá,

una escalera nos conduce, en Calvario.

a la capilla del allí

brilla

en la sombra es un cuadro de la Virgen reca-

mado en el

la obscuridad,

Lo primero que

plata a la

manera de

los griegos.

lugar preciso del Stabat Mater.

misa en

el

altar latino

la

que ocupa

bárbaros

unos inconcebibles

A

se

Señala

derecha óyese el

sitio

donde

entregaron

a

siniestra e infernal tarea de clavar a Cristo en

cruz. El lugar

donde

la cruz fué

la

una

levantada en alto

y plantada en tierra pertenece a los griegos, del otro lado de Stabat Mater. A través de una reja, debajo del

altar,

tocamos

roca

la

— revestida

de



donde fué plantada la cruz. Y allí junto, mármol así como Santo Tomás metió su mano en la llaga del costado de Cristo, podemos nosotros ponerla en la roca que se abrió, como herida de dolor, al exhalar Nuestro Señor

subterráneo de

el

la Basílica,

veremos la base de esta rrada. Dice la leyenda que desde ñar

el

el

último suspiro. en roca, la

la capilla

En

el

de Adán,

igualmente desga-

sangre de Jesús corrió

madero, por aquella hendedura, hasta ba-

cráneo de nuestro padre Adán,

enterrado, CcJavera",

en

el

allí

monte Calvario, monte

abajo ''de

la

EL SANTO SEPULCKO

Como

recordará,

se

171

sepulcro de Jesús se

el

hallaba en un jardín, a pocos pasos del lugar del suplicio.

tes

de

sición

A

su alrededor se hcín nivelado las pendien-

la colina, al edificar la iglesia;

de todas estas cosas es

días de la Pasión. El sepulcro

han dejado

tales cuales eran,

viva; sólo se recubrieron de

la

pero la dispo-

misma que en

los

y su antecámara se tallados en la roca

mármol para

varlos mejor. El jardín, donde vagaba la

preser-

Magda-

como vagamos nosotros ahora recuerdos, es actualmente una ca-

lena en busca de Jesús,

en busca de sus pilla

también

la

columna de

No me

allí

la

Basílica.

a Jesús resucitado. Allí se venera

aparición de Jesús a su madre, tal cual

se la supone,

de

siempre dentro de

franciscana,

Magdalena vio

y

se

guarda además un trozo de

la

la flagelación.

es posible detallar las capillas

la Basílica,

entre las cuales

y sus

vemos

la

espada de

Pero no quiero dejar de mencionar

Santa Elena, a

la

de

sacristías llenas

y rincones reliquias,

Godofredo.

la capilla

de

que bajamos alumbrándonos con

BUNOE DE GÁLVEZ

delfín A

l'ÍZ

velitas.

Ocupa

la

hondonada adonde,

déla Pasión, arrojáronse

mentos del

la cruz

y

el

día

mismo

los otros instru-

y donde fueron luego descu-

suplicio,

biertos por la Santa.

Todo

el

Calvario había sido sepultado por

paganismo romano, allí

y

el

santuarios a Júpiter y a Venus, entre mirtos

laureles, el cristianismo

y su recuerdo quedarían

abolidos para siempre. Pero así

como

vantó del sepulcro y de la muerte a los también, a los tres siglos resucitaron de

el

cual creyó que levantando

la Pasión,

sepultura,

y

Cristo se

le-

tres días, así los recuerdos

los lugares sagrados salieron de su

triunfando del paganismo.

Una mujer

primera en ver a Cristo resucitado y en pregonar la nueva. Una mujer es también la

había sido

la

primera en ver

salir

a la verdadera cruz de su se-

pulcro. Esta cruz había pacientemente esperado a

Santa Elena y a Constantino.

Y

fué así cómo, des-

pués de tres largos días de un siglo cada uno, se vio al Cristianismo levantarse, lleno de vida, con el

advenimiento del primer emperador cristiano.

EL MONTE DE SION

No me

será posible, en estas páginas, hablar

de todo. Pero c'cómo no decir siquiera una palabra del

Monte de Sión? Este

era el fundamento, centro

Y

fundamento fortaleza del Cristianismo son los misterios que en él se veneran. El Monte de Sión no es un monte aislado, sino sólo una elevación del terreno, a corta distancia del Calvario. Condénsanse los recuerdos en medio de esta edificación, donde el dorado se intensifica recordando el pan profusamente expuesto en las callejuelas, casi a ras del suelo. ¡Quizá también nos recuerde el Pan de la Ultima Cena! He aquí el palacio de Herodes, donde estuvieron los Reyes Magos, y donde luego compareció Jesús. Aquí se alza la nueva y hermosa iglesia de los PP. Benedictinos, llamada de La Dormiiion. Mas no es éste tan sólo el lugar del Tránsito o muerte de María sino ante todo el si-

y y

fortaleza de la antigua ciudad.

tio del

Cenáculo. Jerusalén es una ciudad

como de

.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

174

planos superpuestos. Por las habituales escaleritas,

subimos ahora a una mezquita pobre y casi abandonada, y los PP. franciscanos nos dicen que aquello

y alhajada" donde celebró Los musulmanes no dejan católicos poner allí los pies; ni aun descalzos.

fué "la sala grande

Jesús la última cena

a los

Pero abajo, en

nos dice que tico que en

Que

los

.

.

.

Iglesia

la

los Benedictinos,

es allí el sitio del Cenáculo, la

más

se

autén-

mezquita sobre nuestras cabezas.

cruzados veneraron

terios del

Monte de

los

allí

divinos mis-

Sión: la Eucaristía, la institu-

ción del sacerdocio, y, con la

de

ello, la

consagracüón de

primera Iglesia cristiana; luego

la aparición

de

Jesús resucitado a los Apóstoles reunidos, la ve-

don de lenguas, la primera predicación de Pedro ... Y por lo menos aquí, impresionado por la magnitud de los su-

nida del Espíritu Santo con

cesos,

por

Entre la

sagrado del lugar,

lo

arrodillarse.

el

el

Monte de Sión y

el

Vía Dolorosa. Exceptuando

la estación

el

cristiano puede

.

más

interesante se

Ecce Homo, anexa a

la

Calvario recórrese las

hace en

casa de las

del

Calvario,

la Basílica deí

Damas de

Sión.

Hállase ésta construida en una parte del emplaza-

EL MONTE DE SIÓN la Fortaleza Antonia,

miento de se agrupan

las capillas

sición de la cruz

de

la Basílica

y

la

de

175

y a su alrededor

la flagelación,

de

la

impo-

coronación de espinas. Dentro

se ha encerrado parte de la triple

arcada que fué de la Fortaleza, y pueden verse los muros de piedra del Pretorio. Allí

intactos

fué Jesús juzgado y mostrado al pueblo: Ecce

Y las

Homo.

Religiosas nos muestran, dentro del Convento,

antiguas losas del piso en las que se ven grabados los juegos

en

que entretenían a los soldados romanos de la Fortaleza.

los patios o pasajes

Es interesante recordar que

esta

iglesia

y

convento fueron fundados por Ratisbonne, judío convertido por una aparición de la Virgen, para

que

allí

perpetuamente

se

implore

la

conversión

de los judíos deicidas. L'na gran inscripción en altar

mayor, repite para

dónales,

Y

hay

ellos estas palabras;

el

"Per-

Señor, porque no saben lo que hacen". allí

mujeres en plena juventud, francesas

o españolas, que, por obtener este perdón de

los

judíos, pasan su vida arrodilladas debajo de aquel

arco de Pilatos, con la Pasión de Jesús ante ojos ...

Y

prender

la

los

hay que haber estado allí para comtensión de espíritu que esto significa. Seguimos las estaciones bajo una lluvia lamentable, que de aquel oro de las calles de Jerusalén hace un lodazal, pasando por característicos portales techados, acurrucándonos en los rincones para dejar

paso a asnillos.

los

Y

mercaderes orientales y a sus cargados en aquel tumulto de las callejuelas

DELFINA BtJNGE DE GÁLVEZ

176

estrechas y en pendiente, miramos a Jesús arras-

madero, tropezando en

piedra resba-

trando

el

ladiza,

burlado e insultado por aquellas gentes de

mezcladas razas

de

gente

Jesús);

exaltada.

.

(así

.

eran también en tiempo

lo

sucia,

grosera,

No puede

Damas de

y

Siónl

en Jerusalén darse un paso que no

sea penoso: justo es que así sea es subir o bajar,

o resbalar; o salimos cabras,

desarrapada

¡Y es ahí donde han establecido su

adoración perpetua las

Todo

la

al

donde Jesús penaba.

o tropezar en las piedras encuentro un rebaño de

o sorprendernos la lluvia, o perseguirnos

lamento de los mendigos que piden su ¡meshkin madame! con una especie de gemido de alma en pena, que se queda mucho tiempo sonando como un lejano llamado de piedad en los oídos del viajero. No hay en Jerusalén paso qlie no sea penoso, pero no hay tampoco allí fatiga sin recompensa. Donde parece que nada hallaremos, en cada recobeco, en cada escalón que se sube o que se baja, un nuevo recuerdo, un nuevo centro de vida, un mundo diferente. Aquí es el Convento armenio el

que sabemos fantásticamente

y

rico

en manuscritos

pedrerías: miniaturas en colores gastados por

el

EL MONTE DE SIÓN

177

tiempo; piedras engarzadas en pesado y

En

metal antiguo. griego,

público;

este

otro

lado,

oscuro

un convento

cuyo centro es un gran patio abierto si

subimos a su azotea vemos

exacta que alcanzó la cruz

por una cruz sobre

el

la

al

altura

de Cristo, señalada

Calvario.

Más

allá es otro

convento ruso, adonde miramos a una monja que

perpetuamente de piedra por

reza, la

de

pie,

junto a una portada

que Jesús pasó, agobiado bajo

la

cruz.

Difícil es, al pronto, orientarse

en Jerusalén. Todo

y todo está lejos. La presencia de tantas de alma todo lo invade y nos penetra; llenas cosas y la sentimos en todos los rincones, sin saber de

está cerca

donde viene. Mas para alcanzar lo que creemos próximo, tenemos que dar un gran rodeo, y lo que creemos lejano se halla a un paso. De cualquiera de sus colinas abrazamos toda Jerusalén con nuestra vista. Todo está cerca; pero hay que bajar o hay que subir o hay que dar la vuelta. Así ella es una ciudad fácil y una ciudad difícil; una óiudad pequeña y una ciudad grande. Y esta extraña to-

pografía

nos aparece simbólica y representativa.

Tantas veces creíamos

lejos a la gracia o al con-

178

suelo,

delfín A BUNGE DE GÁLVEZ

y estaban

allí,

a una vuelta del camino:

en unos pasos que con humildad bajáramos, en un

pequeño esfuerzo de ascensión. Jerusalén realiza una gran de vida en un pequeño espacio.

reconcentración

Y

damos

gracias

de que siquiera estas subidas y estas bajadas dejen al espíritu respirar entre el recuerdo de un acontecimiento y de otro.

EL

MONTE MORIAH

Subamos ahora al Monte Moriah, donde el Templo de Salomón, reedificado por

estuvo

Zorobabel y reemplazado actualmente por la gran mezquita de Omar. Digan otros las maravillas de la

famosa mezquita.

alrededor desde la

Yo prefiero mirar hacia mi enorme explanada. jHe aquí

de Jerusalén y

la belleza

la revelación

de su

es-

plendor antiguo! La perspectiva que abarcan nuescontrario,

no nos aparece ilimitada, sino, por el como de antemano medida, cortada,

planeada.

La que

tros ojos

compleja. la vida.

.

.

percibe es múltiple y Acumúlanse aquí los siglos, la muerte, el espíritu

Lo que vemos voy a

tratar de decirlo.

.

.

La explanada está en parte sostenida por los altos muros color de trigo maduro, color de tierra tostada, amasada o cocida por el sol. Esos muros parecen casi una diadema de oro antiguo puesta sobre la frente de Jerusalén a la que guardan, rodeándola.

En

la

muralla vemos

la

doble Puerta

.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

180

'

'

Dorada, por donde pasó Jesús el día de Ramos, montado en un asnillo; por donde luego pasaron los cruzados. Los musulmanes la han cerrado, porque dice una de sus profecías que por ella ha de entrar un cristiano que se adueñe de Jerusalén. Los Montes de Moab, con el desolado Monte de la Tentación, piérdense en una azulada lejanía.

Monte

Allí está el

Salomón;

donde

del Escándalo, del pecado de

Salomón

depuso

su

sabiduría

por complacer a una mujer, sacrificó a los ídolos, desafiando

al

Templo que

frente nuestro levántase el

Detrás hemos dejado prendida en

Y

los

la

Montes

tenía delante.

Y

Monte de

Olivos.^^/^

los

en-

Jerusalén cristiana, comdel Calvario y

de Sión.

a nuestros pies, fuera del muro, a gran profun-

didad,

el

torrente del Cedrón,

Valle de Josafat, que es

viesa

el

de

muertos, clamando

los

ahora seco, atra-

al cielo.

como la ciudad De profundis. .

Haoia lo más hondo del valle precipítanse las tumbas. Bajan por la vertiente del Moriah las tumbas musulmanas, mientras que las sepulturas judías agloméranse en

la falda del

Monte de

los Olivos,

disputándose desde ahora un buen puesto para

la

terrible escena futura del Juicio universal. ¡Extra-

ña prisa de los judíos, de ser juzgados, cuando han de serlo por Aquel a quien desconocieron! Por fin, aquí, junto a nosotros, yérguese la sombra del Templo magnífico, donde hasta los paganos aspiraban a llevar sus sacrificios. Y la del segundo Templo, que

alceinzó

mayor

gloria

que

el

de Sa-

>

.

EL MONTE MORIAH

con

loraón,

181

advenimiento de Jesús. Aquí fué

el

Jesús presentado por su madre. Aquí la predicación a los doce años. ¡Y sus enseñanzas y sus milagros!

Todo

está aquí. Estos valles

que nos rodean son

más profundos montes más culminantes;

para los ojos del espíritu los valles

de

vida;

la

éstos

los

cada uno con su nombre, su gloria y su dolor. Cree uno soñar y lo está viendo todo .

Entramos ahora en

la

.

mezquita.

A

los artistas

me

admirar y el describir sus primores. Yo contentaré con lo más tosco, y al propio tiem-

po

lo

dejo

y

el

más

siete

desconcertante.

metros por catorce

tro; engarzada,

La enorme roca

— encerrada

como una piedra

enrejado de hierro, una

rejilla

en

— diez

el cen-

preciosa, por

un

de madera y una

fila de columnas. Y no es más que un trozo de roca obscura y ruda. Es el antiguo altar, respetado y guardado por los musulmanes, sobre el cual, en los días de Pascua, inmolaban los judíos hasta

doble

doscientas mil ovejas y setenta toros. El son de los címbalos, de mezclaban a

y de

las espesas la

las los

trompetas y de los tambores se mugidos y balidos de las víctimas;

nubes de incienso aplacaban

sangre derramada y se mezclaban

el olor

al

humo

.

DELFINA BUNGE DE GÍXVEZ

182

del

Aun

altar.

existen

las

canaletas por

aquella sangre de las víctimas iba hasta

el

donde Valle

de Josafat, para darle una fertilidad extraña.

Mirando estas

canaletas,

de escalones gastados,

serie

hemos bajado una y nos introducimos

en un hueco debajo de la roca. Allí vimos a un musulmán en oración. No podía haber elegido sitio más escondido. ¿Esperaba quizá ver las sombras de Abraham, de Salomón y de Mahoma, quienes,

según los musulmanes, tienen

ca,

mente

el sacrificio

pan y

sacrificio del

do

allí

sus conciliábulos?

Pero hay más; hay mucho más. Sobre esta roque coronaba el Monte Moriah, fué probable-

el

no consumado de Abraham,

el

del vino de Melchisedec, cuan-

misterioso personaje, lleno de magestad y al encuentro del patriarca. ¡Melchi-

nobleza salió sedec, "rey Cristo!.

de Salem"; Abraham, David, Salomón,

.

Si en el Santo Sepulcro

bamos en en

el

centro

En un

me

pareció que entrá-

corazón del mundo, aquí nos hallamos

el

mismo de

la Historia.

libro fantástico de Wells funciona

una

"máquina de explorar el tiempo". Explorar el tiempo no es cosa tan imposible. Lo hace ya quien ha

.

EL MONTE MOKIAH

183

llegado a Egipto. Sólo que allí explórase únicamente

pasado: un pasado que pasó y que no puede volver. Ni conocemos a los descendientes de los

el

faraones, ni aquel pueblo egipcio es el pueblo de

hoy, ni son de hoy aquel idioma, ni aquellos geroglíficos.

No

se encontrarán

aquellos dioses.

momia como

ya

los

adoradores de

Egipto no es más que una

Todo el momias de

sus faraones. Admiray admirablemente conservada, pero momia fin, a la que ningún egiptólogo podrá dar vida las

ble,

al

ni actuación.

Mientras que en Jerusalén presenciamos milagro de la viva estabilidad del

tiempo.

el

No

hallaremos aquí las momias de Moisés ni de Abra-

ham, pero



para

ellos la

misma veneración de

Y no sería imposible que nos encontráramos con nuevos Moisés y nuevos Abraham aunque sólo fuese en caricatura. No hallaremos

antaño.

.

a Cristo en su

sepulcro, justamente porque

.

está

Viven sus enseñanzas en nosotros y en los sitios en que se prodigaron. Aquí lo pasado es a la vez presente. El pueblo de ayer es el de hoy; el Dios que adoraron es nuestro Dios. Lo miramos vivo.

todo con un alma antigua y con un alma nueva. Y todo vive, y lo antiguo es actual, y lo actual antiguo, ya que fué previsto por los profetas.

en presencia de tantas profecías cumplidas,

Y

vis-

lumbramos el futuro cumplimiento de las profeaun no consumadas. Siendo así Jerusalén un

cías

DELFINA BXJNGE DE GÁLVEZ

184

compendio de plorar no sólo

tiempos, parécenos en ella ex-

los el

tiempo, sino también la Eternidad.

Si tratamos de leer la historia de Jerusalén,

a través de los Sagrados Libros

y hasta nuestros

grandeza espiritual nos sobrecoge y estamos a punto de exclamar: "¡Cuan terrible es este lugar!" días, su

Porque en

continuamente

él

se

oye

la

voz de Dios,

reveíanse sus designios, extiéndese la sombra de

su presencia. Jerusajén ocupa un lugar tan único

mundo, que se diría que no está en el mundo: que es una ciudad aparte y como de naturaleza en

el

diferente.

Ella no tuvo la opulencia del Egipto, ni la sabiduría de Grecia, ni la civilización y

de

los

poderío

romanos. El pueblo de Israel era material-

mente pobre, y pobre también en cias.

el

artes

y en

cien-

Y, sin embargo, míranse pasar por Jerusalén

todos los imperios conocidos y todas las civilizaciones, en

Es como

un el

largo desfile de

ciones forman fin

de

de

las

los

más de cuarenta

siglos.

cortejo involuntario que todas las

—y

Na-

continuarán formando hasta

tiempos

—a

Jesucristo,

al

el

"Deseado

Naciones". Pues, ¿qué otra cosa tenía Je-

rusalén para que así fuera codiciada y para que

MONTE MORIAH

KL

hasta hoy todo

el

palmo? Suenan

mundo

185

se la dispute,

palmo a

las palabras del profeta refiriéndose

a los valles de Jerusalén, al Valle de Josafat: "Reu-

Naciones para juzgarlas respecto

niré a todas las

a

Y

mi pueblo".

es

como

si

dijera:

"Respecto a

Cristo".

A

quien no cree en Cristo podría la historia

de Jerusalén convertirle a El, Pues predestinación.

primeros

los

que

la historia

de

la

de su extraordinaria

Fué prometida

a los patriarcas desde

esta ciudad no es otra

años

cuarenta

perseguida

tiempos,

a través de los desiertos, y ¡en qué términos cantada los Profetas! Jerusalén es el centro de todas las

por

profecías,

promesas.

de todas

amenazas,

las

De tal modo que

si

de todas

las

aquel pagano en Roma,

y temblar la tierra en aquel viernes de dolor, exclamó: "Parece que un Dios hubiera muerto", basta leer la vieja historia al

ver obscurecerse

de Jerusalén, aun en decir:

el

sol

la

ignorancia de Cristo, para

"Parece que un Dios debiera nacer en

Viven simultáneamente aquí

Nuevo Testamento. ¡Qué

el

ella".

Antiguo y

verlo todol ¡Qué complemento, qué realización terial

de todo

lo

el

privilegio el nuestro: poder

ma-

aprendido, de todo lo que de núes-

DBXFINA BTJNGE DE GÁLVEZ

186

tro las

cristianismo

conocíamos!

recorren la

franciscanos

Via Dolorosa,

una gran cruz y seguidos de Y mientras así se proclama la

los fieles

la

de

la

Nuevo

cargando

en oración.

allá

abajo,

muralla exterior del Templo, gime

Antiguo Testamento, el

en

Buena Nueva de

Redención, ese mismo día viernes,

al pie

en

El día viernes,

estrechas de la Jerusalén cristiana, los

calles

la

el

que no quiso reconocer realización de sus viejas esperanzas. el

Aquellos judíos, con su terrible ceguera y con aquel llanto suyo, son hojas arrancadas y dispersas de las

Escrituras,

viejas

testimonios

vivientes

del

castigo que sobre ellos pesa.

Pero como en ese implorar aún su Mesías y y su Templo y su esplendor perdidos hay como un vestigio de la pasada grandeza,

llorar su Jerusalén

evidenciase al

mismo tiempo

la elección

aquella raza para destinos eternos.

anhelan

los

judíos

el

Y

eterna de

así,

cuando

término de su dispersión,

unímonos en cierto modo a aquel anhelo. Pues su reunión no podrá ser otra que su conversión a Cristo, y su nueva Jerusalén triunfante será para nosotros un anuncio de la Jerusalén celeste.

Todo

esto

contemplamos

explanada del Monte Moriah.

desde

la

extensa

Hemos evocado

los

EL MONTE MORIAH

187

tiempos de Salomón y su gloria no igualada, cYiando, según la promesa de Dios, su reino se extendía

"desde

Nilo hasta

el

el

Eufrates".

En

la

dedi-

cación del Templo, en su magnífica oración, prevé

Salomón que su pueblo ha de pecar una y otra vez el Señor, y anticipadamente pide sea

más contra

oído cuando, convertido, hiciere penitencia en aquel lugar.

¿No parece que

esta oración repercutiera en

los últimos tiempos, cuando, convertidos los ju-

díos, reciban

en un nuevo Templo

Y

desecharon?

oídos estas palabras del jero que

no

es

Rey

Sabio:

de tu pueblo de

lejanas tierras, atraído por tu te adorare

en este lugar, tú

Podemos en Señor

—y

al

Mesías que

extrañamente suenan en nuestros

espíritu

"Aun

al

extran-

Israel, si viniere

nombre grande, y

le oirás

desde

el

Cielo".

"en este lugar"

adorar

de

al

— ¿acaso por otro que por El hemos venido.^

la

alcanza.

oración de Salomón de esta manera nos

A

nosotros,

que venimos "de lejanas

rras" y de lejanos tiempos.

pués de Salomón.

.

.

tie-

fres mil años des-

EL MONTE DE LOS OLIVOS

Cuando, mirándolo desde lejos, nos dijeron: "Ahí está el Monte de los Olivos", él se nos apareció todavía

como cosa

irreal e inaccesible.

Tuvimos

estremecimiento que acompaña a la inminente revelación de algún misterio. Y, como siempre en el

Jerusalén, sorprendiónos

la

belleza,

la belleza

de

aquellos contornos suavemente dorados bajo el cielo rosa pálido de la tarde, subrayados discre-

tamente por algunos obscuros ciprés es que, ocultándonos

Y,

parecen custodiarlos. embargo, hemos llegado. Aquí estamos

los olivos,

sin

dando vueltas alrededor de los gruesos troncos de los ocho enormes olivos, los olivos auténticos del Huerto de Getsemaní, al pie de la montaña. ¿Qué nos dirán estos árboles retorcidos? Providencial elección para este sitio la del olivo, árbol en cierto

modo

imperecedero, ya que no muere, sino que

perpetuamente se renueva. Renuévase así en los grandes Santos la angustia de Jesús allí sufrida

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

190

¿y en qué cristiano no brotaría de ella sic^iera La revelación del Misterio de Get-

algiin retoño?

semaníno puede dárnosla sino

el

propio sufrimiento...

Los Padres Franciscanos, guardianes del lugar, han cercado estos viejos testigos de la mayor angustia que la tierra viera, para evitar que sus ra-

mas fueran desgajadas por esto

todo

:

los visitantes.

Y

no es

piedad franciscana ha sembrado de

la

tímidas flores este huerto: humildes violetas, florojas,

recillas

crecen

al pie

que recuerdan

de

los retorcidos,

el

sudor de sangre,

atormentados troncos

San Francisco que floreciese la sencilla y mística alegría, aun a la sombra del dolor. Propusiéronse quizá los monjes que los via-

milenarios. Así quería

unas

respetaran

jeros,

llevándose

olivos.

El franciscano que nos recibe tiene no sé

violetas,

qué íntimo parentesco con su barba plateada

como

los viejos árboles:

las

quizá

hojas del olivo y

há^bSto del color de la tierra en

el

Sagrado Huerto.

Y

el

que está plantado.

El caso es que aquel anciano parece un retoño

en

los

más

en aquel lugar de agonías,

como en

el rostro franciscano, hay ahora una paz Paz obtenida para nosotros por la suprema angustia; por aquella aceptación del supremo y

infinita.

divino sacrificio.

Enttamos en la iglesia que encierra la gruta misma de la Agonía, una gruta natural, y junto a ella el

lugar preciso de la Traición. Ante el altar

mayor podemos

arrodillarnos en la

misma piedra

.

EL

MONTE DE LOS OLIVOS

191

en que se arrodilló Jesús y donde cayeron las gotas de aquel sudor de sangre.

Aquí

preciso

sería

haber venido

Aquí

solo.

fuera preciso pasar una noche, vagando de la gruta a los olivos, de los olivos a la gruta. ¡Cuánto secreto condensado!

Y

Todo

el

destino de los hombres.

en una desilusión anticipada de Cristo, toda

amargura de Dios. La amargura de

de

las lágrimas,

sumados.

De

infinita del

los sacrificios inútilmente con-

De

llamados sin respuesta.

los

la

amor,

nuestra

incredulidad, de nuestra ingratitud previstas. Esto

era aquel sudor de sangre ...

Y

ésto

es

que

lo

dice esta piedra sobre la que doblamos las rodillas.

Toda dolor.

la

gruta se llena entonces del eco de aquel

.

Nos cuesta arrancarnos de nos persigue velar

una hora

estos lugares, pues

reproche de Jesús: "¿No podéis

el

en

conmigo.*^". Allí atrás,

diente rocosa, ios discípulos dormían

.

.

la

pen-

Pero

.

las

horas nos están contadas y es preciso seguir.

A

pocos pasos está

la iglesia

de

la

Asunción,

quitada a los franciscanos y ahora griega. En la obscura cripta visitamos la tumba muy parecida a

la

de

Cristo

— donde



María reposó

algunas

horas y que los apóstoles encontraron vacía. Si a la Virgen Santísima, para llevarla al Cielo, buscáronla los Angeles al pie de la montaña, junto al

Valle de Josafat, "valle del llanto", como a su humildad convenía, Jesús, dejando abajo el lugar

DELFINA BTJNGE DE GÁLVKZ

192

de su amargura, debía ascender

Hemos de

la

desde

al cielo

cumbre de aquel mismo Monte de

la

los Olivos.

llegado al lugar de la Ascensión. Parte

roca donde quedó grabado

al dejar la tierra está

el

pie de Jesús

encerrada en un pobre y des-

mantelado templete musulmán, en el cual los catópueden decir misa el día de la Ascensión.

licos sólo

Aquel palmo de tierra nada nos

Pero en

dice.

lo

un gran gozo nos espera. Todo Jerusalén enfrente nuestro. Con tt)da su belleza espiritual y física. Con sus murallas y su Templo (yo veo siempre el Templo) y su Puerta Dorada, que vemos ahora desde el exterior. Todos alto del alminar,

los sitios

prenderse

y bajo

el cielo,

— mejor

desde aquí que desde la expla-

nada del Templo. Hasta Belén,

— y com-

culminantes pueden enumerarse

entre

palmeras,

el

caserío

delicioso

adivínase

en

la

de

lejanía.

Miramos el camino de Betania, donde estaba la casa de Marta y de María y el sepulcro de Lázaro, camino tantas veces recorrido por Jesús y que también nosotros hemos hecho. Y aquí cerca un grupo de cipreses señala

el

sitio

donde Jesús

Jerusalén antes de entrar en la ciudad. el

desierto de Judá,

y

lloró

A

allá abajo, a mil

por

lo lejos...

metros de

MONTE DE LOS OUVOS

ETL

193

profundidad y entre los montes, la mancha espejeante del Mar Muerto. Al elevarse gradualmente, Jesús pudo abarcar entera con sus ojos la ciudad

amada

Deducen, sin embargo, por

ingrata.

e

la

posición del pie en la huella dejada, que Jesús subió

dando

la

espalda

hacia aquel

al

Templo y

mundo de

gentiles

la

ciudad;

que

sería el

mirando primero

en reconocerle.

Pero nosotros podemos ahora posar los ojos en los campanarios cristianos que en Jerusalén se levantan, y podemos extender la mirada por todo

mundo. Así, vemos alargarse los caminos por donde nos llegó hasta el Nuevo Mundo, por donde ha de llegar a todos los hombres, algún día, la palabra de Jesús. Y vemos cómo todos estos camiel

nos,

partiendo

gen en

El

la

de esta Jerusalén

visible,

conver-

invisible Jerusalén celeste.

Monte de

no es de gran elevación de la tierra. montañas otras

los Olivos

comparado con las Pero es como un árbol de vida cuyas raíces penetran en lo más hondo de la angustia humana y hasta en

las regiones

fat,

alto

de

la

muerte, con

para luego elevarse y elevar el gozo.

A

estas alturas

el

Valle de Josa-

alma hacia el más

hemos llegado por

las

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

194

Montaña, que muy probablemente tuvo lugar aquí. Pues es también aquí, y en mitad de este monte, donde nos fué enseñada la oración. Hemos visitado hace un instante el Convento Carmelita, que consagra el sublimes gradas del Sermón de

la

lugar del Padre Nuestro y en cuyas galerías esta oración,

escrita

en treinta y cinco idiomas, nos

recuerda que, a pesar de la diversidad de lenguas,

tenemos todos un mismo Padre: ¡Padre Nuestro! El Monte de los Olivos vuélvese así el divino campanario que a todos los hombres llama con las ocho campanas de oro de las Bienaventuranzas. La Montaña de los Olivos no tiene gran elevación. Pero, ¿de qué otro punto del globo se abar-

una perspectiva más inmensa? Si en el Santo Sepulcro parecía latir el corazón del mundo, y en

caría

el

Monte Moriah penetramos en

Historia universal, aquí, en la

de

los

más

el

centro de la

cumbre

Olivos, parécenos hallarnos en

alto

de

la

vida.

del el

Monte mirador

La perspectiva que desde

aquí se abarca es infinita.

LA JERUSALEN ACTUAL Y LA JERUSALEN CELESTE Cuántos hay que van a Europa, cinco, seis y no piensan jamás en ir a Jerusalén! Cristianos que no sueñan sino con Londres y con París. I

veces,

Son,

sin

duda, intensas las impresiones de arte

que París o Londres pueden darnos. Pero, ésto comparable con lo que en Palestina nos pera?

Aun

basta

la

¡el

aparte

que forman de Josafat,

el

Mar Muerto,

la

corona funeraria de Moisés,

el

los

los

Montes de Moab, el

Valle

Monte Carmelo, monumento

profeta Elias! Parece,

de

es-

impresiones religiosas,

las

evocación de nombres como éstos:

sola

Jordán,

de

¿es

profetas,

la

al

nombrarlos, oírse

la

del

voz

voz de Dios haciendo surgir

estas cosas para destinos eternos.

En cuanto ella

al

debiera ser

a la ciudad el

misma de

Jerusalén,

anhelo de todo cristiano, porque

traspasar sus murallas nos adentramos en

conocimiento

de

Cristo.

Si

no podemos,

el

como

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

196

Juan, reclinar la cabeza en

el

Corazón Sagrado,

puédense, por lo menos, auscultar los Montes de la

Ciudad Santa, que

Como

es

como una imagen de

Jesús.

fué ella prometida a los hombjres,

Cristo,

y anunciada fué su ignominia y su -gloria. Como Cristo, padece, es vendida, muerta y sepultada. Desconocida, discutida, repartidas sus vestiduras: entre todas las naciones repartidos sus despojos.

Y, como Cristo, continuamente sale de su sepul-

ha de resucitar como El y tener su Ascen-

tura. Así

sión en la Jerusalén Celeste.

Aquellos que "se desilusionan" de Jerusalén, c'qué

de

la

habían

esperado

encontrar?

devoción y del amor tierra de contradicción.

Jerusalén,

muestras

{[Jn

Paraíso

fraterno? Esto no sería

lo

que

¡Jerusalén,

te

eres: oprobio para los cristianos

que

no supimos conquistarte, merecerte; oprobio para cuyo crimen, cuya milagrosa ceguera y cuya humillación publicas; oprobio para los musulmanes, aquí destructores, usurpadores: intru-

los judíos,

sos a quienes Jerusalén

condena Y, 1

al

mismo tiempo,

gloria de los musulmanes, de los judíos; gloria de los cristianos.

De

sido destinados,

los

musulmanes, porque

como estaba

escrito,

el

haber

para guar-

JEBUSALÉK ACTUAL T LA JEBTTSALÉN CELESTE

US.

díanes de

la

tumba

del Señor,

y

la misteriosa atrac-

ción que sobre los hijos de Ismael ejercen los bres de Jesús y de María,

c'no es

nom-

quizá signo de

y de esperanza? Gloria para

elección

197

los judíos,

raza escogida: para ellos fué destinada Jerusalén,

y

dones de Dios son sin arrepentimiento".

"los

Entre

ellos

ellos íes fué

fante.

Y

y de ellos había de venir Cristo; y a prometida la futura Jerusalén triun-

gloria,

ante todo, para

los

cristianos;

Jerusalén un título

que tenemos en cada piedra de de nobleza y de divina filiación.

Venerada por

musulmanes, por

para

por

los católicos,

los

los

cristianos,

los

judíos y

Jerusalén se mantiene así en

su carácter excepcional y único.

*

Aquel acudir naciones,

al

*

de

Sepulcro

tantas religiones

y

Cristo

tantas

aquel

dispu-

ritos;

tarse en el sagrado recinto los centímetros, añade

a

la

impresión de universalidad y de grandeza.

De un modo

confuso respóndese así

al

amoroso

llamado: "Venid a mí todos los que estáis cargados..." Y todos van a depositar su carga sobre ia

tumba de

cuentren

Jesús.

Y

es de esperar

misericordia.

No

que todos en-

desesperemos

de ver algún día llegar a los discípulos de Confucio allí

DELFINA BUNGE DE cixVEZ

198

y de Buda, aunque sea agobiados bajo una carga de satánicos engaños. Nadie podrá acercarse a aquel Sepulcro en vano. El ver venir a las gentes; a cada uno con su indumentaria propia, no es sólo

motivo de interés para

el

curioso,

sino

que en

la

variedad de trajes, de lenguas y de ritos se evidencia

cómo

todos,

clara

o

confusamente, tienen

necesidad de Cristo.

Por otra parle,

la

dominación turca ha sido

evidentemente providencial.

¡Ay,

de nosotros

si

aquello estuviera en poder de los griegos cismáticos,

que son

allí

católica!

Nada nos hubieran

por

los peores

cierto, la destrucción

manes de

la

enemigos de

la

latinidad

dejado. Dolorosa

es,

perpetrada por los musul-

antigua Jerusalén cristiana. Pero

si

Jerusalén hubiera estado siempre en poder de cristianos

y de

occidentales, ella habría probablemente

perdido casi todo su carácter. Providencial ha sido allí

aquella condición de estancamiento musulmán,

puesta como una valla la

al

progreso que arrasara

Jerusalén que vemos. Sin los hijos de

hu hiéranse

sin

duda respetado

Mahoma,

los lugares

y

reli-

quias santas, pero no veríamos ya esta Jerusalén

de

calles estrechas

y apretados muros, que de

tal

LA JEBU8ALÉN ACTUAL Y LA JEBUSALÉN CELESTE

modo

continúa la antigua

Pocos años hace que dato,

y

se

y oriental Jerusalén.

los ingleses tienen allí su

ven ya, en

las

199

man-

afueras de Jerusalén,

lujosas casas modernas, levantadas por ios judíos

venidos de Norte América. Y (jno se proyecta un gran hotel y balneario a orillas del Mar Muerto. ..? lUn hotel lleno de confort frente al Monte de la Tentación, y en el desierto en que ayunó

ricos

Jesús cuarenta días! Frente a aquel gran monte

como un colmenar

desolado, que vimos agujereado

por las ermitas que

se hicieron los antiguos

allí

penitentes. Allí, freiite a frente, se bailará en

hotel inglés con el jazz-band.

En

Jerusalén

hay,

.

pues,

el

.

al

mismo tiempo,

pena y consuelo para el cristiano. Pena grandísima en especial de que los santuarios más sagrados Belén no sean nuestros; es decir, realmente de





Cristo: de los que integralmente aceptan su doctrina

legada por los Apóstoles. el

mundo

entero

error o con fe

— con

— corre

Y

consuelo de ver

cómo

ignorancia o ciencia, con hacia El

como

los insectos

atraídos por la luz.

Otros se desilusionan en Jerusalén por un em-

peño de erudición y de

análisis.

Las dudas o

las

.

DELFINA BTJNGE DE GÁLVEZ

200

disputas sobre la autenticidad de una u otra piedra los

desconciertan. Pero,

siones,

importan

(Jqué

todo Jerusalén es auténtico?

si

ésta es la tierra,

el lugar, si

si

Aparte de que tantos son

tes!

indiscutibles

¡Si éste es

éstos son los

mon-

y piedras

los sitios

.

Nos dicen aquel suelo,

las discu-

un particular fenómeno de

que, por

allí

todo se hunde: que

el

mismo SanTodo se

to Sepulcro se halla, en parte, hundido.

hunde,

pero

truida

y

todo

tantas

Tantas veces des-

reaparece.

reconstruida,

Jerusalén

guarda

en su seno una como mina espiritual de testimonios

y recuerdos. ser

.

Los mismos hundimientos solieron

.

providenciales

tesoros

fué

para

Y

enterrados.

artificial

como en

el

y

la

conservación

aun cuando por

dictado

los

entierro

este

pérfidos

de

designios,

caso del Calvario sepultado por Adria-

no, él ha contribuido a que con

mayor

brillo reapa-

reciesen luego los vestigios de la Pasión.

Dicen que Palestina, perdida en absoluto su antigua

extraordinaria

en primavera, de otros,

turistas

fertilidad,

flores

cúbrese

ahora,

como sangre. Noshemos visto cubierta

rojas

de invierno,

la

tan sólo de piedras de un color dorado de hoja seca;

de piedras,

mente

flores desoladas

de

ia historia.

Continua-

excava en Jerusalén y continuamente resurgen de su suelo la Jerusalén de Constantino, se

la misma Jerusalén del Evanpudimos comprobarlo en la Piscina Probática en que el paralítico fué milagrosamentle la

de los Cruzados y

gelio.

Así

LA .TEBUSALÉN ACTUAL T LA JERUSAXÉN CELESTE

curado por Jesús; pósitos

vimos en

lo

miento de

allí,

sino

no sólo reaparecen

que

se

extraen,

columnas que rodeaban

altísimas

las

Y

agua,

del

los

la

201

los de-

intactas, piscina.

importante y reciente descubriPadres Asuncionistas (resultado de el

pacientes excavaciones practicadas durante veinte

años): la prisión donde Jesús pasó la noche del

jueves

al

viernes de la Crucifixión, en los subte-

Forman

rráneos de la casa de Caifas.

esta prisión

unas grutas conservadas íntegras, con detalles de impresionante realidad. Las cruces características

de

grabadas en

los cruzados,

que

el

las paredes,

prueban

lugar fué por ellos venerado.

Esa especie de grutas abundan en Palestina Tierra de Promisión que ofrecía al hombre habitaciones naturales, como un árbol

— verdadera sus frutos



y

ellas

eran aprovechadas en la cons-

trucción de las viviendas.

Esto ha permitido

la

conservación intacta de muchos lugares sagrados: la

gruta de

hay duda

Belén,

alguna;

cuya autenticidad no

sobre la

de

La Dormition.

gruta de piedra simbólicamente blanca,

blanca como

el

mármol, de

la

servir

Y

tan

casa de Santa Ana,

donde nació María (hoy Capilla de Concepción).

Aquella casi

la

Inmaculada

tantas otras. Estas grutas suelen

de cripta a

las iglesias

que

las

guardan.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

202

La Jerusalén sepultada no podía ser nunca inerte, sino una raíz viva, de donde, si nuevos retoños brotan, llevan todos la misma vieja savia. La Jerusalén sepultada es como un árbol genealógico en cuyas ramas se leen los reinos que una ruina

por la

así,

Jerusalén que vemos

Jerusalén qfue

No el

Y

ella pasaron.

el

el

reino de Dios, la ideal

Apocalipsis nos anuncia.

cabe, pues, en Jerusalén, desilusión para

viajero ya se la visite :

logo o

algún día ha de brotar de

como simple

va como

cristiano.

la desilusión, sino

como

curioso.

artista,

Especialmente

Entonces no sólo

que

allí la

como arqueósi

se

es imposible

realidad de una Jeru-

salén a la vez terrena y ultraterrena nos asalta.

Y

es inenarrable aquel

de todo

lo

encontrarse con la verdad

antes vislumbrado a ttavés de los libros

y de nuestros ensueños. Es como un velo que se como un despertar, mas no para decir:

descorre»

"¡Todo era un sueño!", sino para gritar con alma: "¡Todo era verdad!"

confirmada por

la

Y

el

esta verdad de ayer,

verdad de hoy, es como un anti-

cipado testimonio de la verdad futura.

De modo

que ante la Jerusalén real, ofrécese al alma la visión de la Jerusalén Celeste, de aquella por cuyas puertas no puede entrar la duda, porque, según la

palabra de San Juan: "la claridad de Dios

tiene iluminada".

la

ROMA

.

ROMA

Para

que recorre

cris'tiano

el

momento de

alegría perfecta.

Y

el

mundo hay un

es aquel en

columnatas de San Pedro, en Roma,

que

las

le reciben en

su abrazo. El viajero se detiene conmovido ante

magnífica acogida. La inmensa Basílica, ostentando con magestad su cúpula, como un rey esta

su corona o

abre ante

él

como

el

Pontífice

máximo

su mitra,

sus puertas generosas. Junto a

tan las fuentes dándole

la

él

can-

bienvenida.

El viajero ha llegado muchas veces a muchos sitios,

pero esta impresión es nueva y única en

su vida; parécele que por primera vez ha llegado

Y es que ha llegado a la casa del Pauna Patria que añoraba sin saberlo. Y cuanto a sus ojos Se ofrece ahonda de tal modo esta sensación de reposo y de final de la jornada, que de veras.

.

.

dre, a

el

peregrino mira hacia lo alto preguntándose

se está allá arriba o aquí abajo.

no

dista,

por cierto,

mucho

si

La Ciudad Eterna

del Cielo

.

.

DELFINA BITNGE DE GÁLVEZ

206

Sabe

sin embargo, que está allí Pero sabe también que Roma queda; y su alma ha conquistado a Roma ya que Roma el

peregrino,

sólo de paso.

así

le

ha conquistado. Roma, que

antes de entrar en

ella,

pertenecía

le

pertenece desde ahora

le

con nueva realidad y para siempre. Esto no es ya Rizando, la que fué y no pudo ser. No es Jerusalén que llora con Cristo sus pa-

y nuestra ingratitud. Esto es más que un espejismo de la Iglesia Triunfante, y no en vano, en la explanada de San Pedro que las decimientos

dobles columnas circundan, cantan las fuentes sü invitación a la alegría. tar

No

venimos aquí, a deposicomo en el Santo

nuestra carga de dolores

Sepulcro,

No

sino trayendo nuestro gozo.

.

.

venimos, como a otras ciudades antiguas,

en busca tan sólo del pasado.

A

la

vez que

el

pa-

buscamos aquí un presente refrescante y magnífico. Y he aquí que de Roma, como de sado,

sus fuentes los chorros del agua melodiosa y clara,

surgen también todas nuestras esperanzas. Nuestras

esperanzas de

salvación para

Porque esta

salvación

para

el

mundo, de

el espíritu.

Roma

católica

que tiene sus raíces

en las Catacumbas y está pavimentada con huesos de sus Santos, es también una Roma viente y actual.

Y

si

es

ciudad moderna,

la

los vi-

ciudad antigua, es a

la

vez

la

única capaz de conducir a los pueblos por nue-

la

la

ciudad del porvenir;

.

207

VOS caminos, por las sendas de Cristo aún inexploradas.

.

Roma

Si

que

el

mundo

la Inteligencia

misma,

dejara de existir quedaría

realmente decapitado, pues

se tiende ahora a desprestigiar, habría perdido

su último baluarte. Si en oir los latidos del

el

Santo Sepulcro creí

corazón del mundo, en Roma,

cabeza del mundo, paréceme sorprender

los

pensa-

mientos de Dios.

A * * *

¡Roma, cabeza del mundo; Rasílica de San Pedro, centro de Roma; y centro de la Rasílica, la

tumba

Avanzamos lentamente dentro

del Apóstol!

de aquel Templo cuya grandiosidad nos ennoblece, y nos acercamos a la tumba de San Pedro,

en su centro mismo, en un plano más bajo para mayor recogimiento. Parécenos asomarnos a un

profundo

abismo los

designios de

de

donde

Dios.

"Tú

esta piedra edificaré

nos rodean

nos

mi

Iglesia".

mismo.

¿No

.

manan

Piedra y sobre

Y

las cosas

que

muestran esta palabra de Cristo

cumplida hasta en su sentido

Con emoción

claramente eres

intensa

estricto

bajamos

hasta

y material. el

sepulcro

.

es toda

Roma un

poco como San Pedro

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

208

que negó a Cristo y gobernó luego el orbe cristiano? {Y como San Pablo, cuyas cenizas también guarda, que cuando más encarnizadamente perseguía a Cristo en sus adeptos, fué por Cristo con-

vertida? La;

Roma

invencible, la

dueña

sólo por Cristo podía ser conquistada.

para dar su castigo a

se le escogió

cida,

aunque

tardara

en

luego

la

del

No

mundo, en vano

ciudad dei-

comprender.

.

.

¡Qué misterio hay en ésto: Jerusalén devorada por Roma! ¡Roma, destructora de la Jerusalén culpable, y vencida luego; vencido su espantable paganismo por la semilla santa de la imperecedera

Jerusalén

El

I

Arcó de Tito

encierra

una doble

que aquel emperador no podía

significación

pechar siquiera.

.

.

sos-

----..

Estamos, pues, en la ciudad Apostólica, en

la

ciudad de Cristo, y somos sus ciudadanos. Hemos salido del desconcierto del mundo para unir nuestras voces

decir a

en este concierto admirable. Venimos a

Cristo,

como San Pedro que aquí

"(jA quién iríamos sino a Tí?



yace:

solo tienes palabras

de vida eterna". Venimos a honrarle en su Pontí-

como una reparación de la crucificción que Las pompas del Vaticano, los honores prodigados al Papa c'qué son, sino una refice

le

infligimos.

paración de

los

que a Cristo

se rehusaron?

Roma

una reparación de Jerusalén. cuando de rodillas besamos la mano del Santo Padre que nos bendice, cuando nos es concedido el espectáculo incomparable del Papa aciaes

Así,

,

ROMA

mado, desfilando entre

209

con su séquito

los Suizos,

de Cardenales y de Caballeros de distintas órdenes, cuando asistimos en la Capilla Sixtina a una mag-

y conmovedora ceremonia, nuestra alma, llena de gozo, se complace en rendir, por fin, tributo a Cristo en su representante. Y ninguna

nífica

pompa

No

para Cristo Rey. embargo, aquellos a quienes "el

sería excesiva faltan, sin

lujo" del Vaticano escandaliza. ¿Quisiérase enton-

que siguiéramos imponiendo

ces

Iglesia

el

fundada por Cristo como

oprobio a la

se le

impuso a

El mismo? Curiosa manera de honrarle sería ésta

.

* * *

Nada interrumpe en Roma templativa. Sea que

la

meditación con-

vayamos de un Santuario

al

detengamos junto a las fuentes, o nos sentemos en sus plazas o en sus parques. Porque otro, o nos

en

las calles

pirase ritu.

de

Roma

y en sus alrededores,

siempre ambiente de hogar para Casi es

lo

mismo

allí

el

res-

espí-

entrar en una iglesia

o permanecer afuera; recorrer un museo o pasearse por una plaza. Tenemos la impresión en Roma de

que nunca

se está afuera.

Siempre

se está

dentro

de un Santuario, siempre junto a un monumento.

Porque toda Roma es un Santuario, toda Roma un monumento. Y si admiramos en sus museos

.

.

DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ

210

las grandes obras pictóricas, cada rincón de la ciudad nos ofrece también un cuadro, una pers-

pectiva

No

bella,

contrario,

el

y

artística,

todo en

de significación.

llena

por esto nos hallamos

Roma

allí

oprimidos. Por

amplio,

es

aereado.

no creemos estar nunca afuera, tampoco tenemos nunca la sensación del encierro; ni en sus vastas iglesias, ni en sus calles. Más aún; hay Si

.

en

.

vastedad del Vaticano y de las Basílicas algo como de paisaje de aire libre. El alma no la

.

se siente, en ningún

desterrada.

.

punto de Roma, ni presa, ni

.

Y toda Roma es también un jardín. ¿Hay muchos jardines en Roma? No lo sé; pero tengo de ella la impresión de un lugar de retiro delei-^ .

table,

ta

sombreado de esculturas y de

.

árboles. [Has-

recuerdo algunos árboles aislados que cobran

allí el valor de un monumento, mientras que algunos mármoles parecen brotados para dar sombra o frescor como las plantas. Jardín, lugar de retiro

deleitable, pues

no vive

allí el

espíritu en tensión

como en Jerusalén. Ni hay, gracias a Dios, en Roma, el hacinamiento, ni todo aquel conjunto de elementos ruidosos y discordantes que forman una ciudad cosmopolita .

Roma no puede porque

ser

.

una ciudad cosmopolita

impone al extranjero, el cual, mienviva, no puede ser sino ciudadano de

ella se

tras en ella

Roma. Hacerse a costumbres a

veces,

pero

extranjeras

cuesta

aquí no hay más que entregarse

.

ROMA al

Roma

reposo espiritual que

principalmente

211

en

consiste

nos ofrece, y que reconocimiento

aquel

de que en ella hay una Patria para el alma. Paréceme que, sean cuales fueren sus creencias, debe sentirlo así todo visitante que posea alguna sensibilidad espiritual.

que él,

Roma es

es

para

Roma

la

.

Pero ¿cómo expresar

.

integral,

lo

y sólo para verdadera Roma, la

creyente? Para

el

la

él,

de Dios.

intérprete

Yo no puedo

Roma

recordar a

imaginativamente,

medio

en

A

apacible y luminosa.

sin hallarme,

una

de

atmósfera

creer al recuerdo que ella

ha creado en mi imaginación, aseguraría que Ro-

ma

está

iluminada

que proviene de de

monumentos

Hay

'los la

todos.

que material.

de .

sólo

fuentes

las

campanarios,

los

ritual

tan

.

los

Una

una suave luz

por

florecidas de agua,

mármoles, y de sus suave luz más espi-

.

Roma una

armonía inalterable. Hasta monumentos paganos parecen armonizarse con

Roma

en

cristiana; parecen subsistir

menaje, como un testimonio de

la

como un ho-

antigua

Roma

y su furor pagano; un testimonio del cumplimiento de

los

designios

pueden ni

los

de

Dios,

imperios ni

contra

el

cual nada

las aberraciones

y arraigadas; un testimonio del infinitamente prodigioso, de Jesús. horribles

* * *

más

triunfo,

delfín A BUNGE DE GÁXVEZ

212

A la Ciudad Eterna se le ha llamado también Ciudad de la Muerte. La muerte en Roma no se esconde porque Roma está orgullosa de sus muertos. Y bien puede ostentar la muerte quien guarda en sus manos el poder de repartir la vida,

la

de atar y desatar; quien tiene Vida Eterna.

En ninguna

parte

otra

llaves

las

ve a

se

la

de

la

muerte

bajo tantos y tan diversos aspectos. Desde aquel

gran Castillo de Sant'Angelo, antes orgullosa tum-

ba de Adriano y el cristianizado Panteón, hasta las Catacumbas con sus emocionantes inscripciones.

Y

tumbas de

las

los

Papas

terio

.

.

.

de los

los

Apóstoles, y las

Sin olvidar

el

en donde,

Capuchinos,

tumbas de Cemen-

originalísimo

sobre

pilas

de calaveras y huesos sabiamente ordenados, vemos esqueletos vestidos con su sayal de monjes, en las actitudes que éstos tuvieron en vida: ya leyendo, de pié, centes.

Y

lo

su breviario, ya sentados o ya-

que aquí más -asombra

es el estado

de ánimo del monje que pacientemente plugo

en

formar,

para

esta

Capilla

com-

se

mortuoria,

lámparas y adornos con los desenterrados huesos. Nos levanta de la humillación de este espectáculo el recuerdo de los quinientos monjes muertos en olor

de

santidad,

cuyos

relicario;

de

y

se piensa

intercesores

que

en

el

también

restos

guardan. Aquellas salas cobran

así el vsJor

extraordinario

invisiblemente

Misas celebradas en aquel

altar,

.

.

allí

se

de un

número

asisten a las

Mas no

sólo

.

213

estos restos materiales de los muertos

hemos

visto

en Roma, sino también lo que pudiera llamarse la auténtica firma de algunas almas del Purgatorio: manos de fuego que ellas dejaron impresas

en libros de oraciones u otros objetos, los cuales se exhiben en el pequeño museo anexo a una Capilla construida para sufragio de los muertos.

En Roma el

se evidencia,

de

significado

en todas sus formas,

muerte, sin

la

el

cual

la vida

¿En dónde, como en la ciudad de los mártires, se desafió a la Muerte? c'En dónde, como allí, el Amor y la Fe vencarece de significación.

misma

cieron a la

pue5, que

Muerte y ir

al

Roma

a

temor a la Muerte.^ Hay, para aprender a morir .

***

He

renunciado,

monumentos de

la

por cierto, capital

a

hablar de los

cristiana

y de

las re-

liquias extraordinarias que ella guarda. ¡Aquel San^

Pablo

extra-muros,

que

otra

alegría nos

gran

brinda; todas las grandes Basílicas;

la

iglesia

de

la parrilla del Santo aún mantumba de Pío IX, y junto a la asoma sobre un muro, en un plano más alto,

San Lorenzo, con con

chada, cual la

¡Y

línea el

de

Circo

la

cipreses

guardianes del Cementerio!

Romano, y

las

Catacumbas

!

.

DELFINA BUIÍGE DE GÁLVEZ

214

Yo que en

sólo quise decir esta impresión

Roma nos aguarda.

bido como un hijo en

el

de Patria

Esta alegría de ser

reci-

abrazo de las columnatas

de San Pedro. Esta esperanza grande que nace para nosotros en la tumba del primero de los Papas, que reflorece en el sepulcro de Pío X, y que se deposita a los pies del actual Pontífice. En cualquiera otra ciudad podemos sentirnos

perdidos

entre

la

multitud.

Pero

Roma

tiene,

un lugar que exclusivamente le pertenece. Y así, entramos a Roma, y a San Pedro y al Vaticano, con pie firme, como al sitio más nuestro sobre la tierra. Por lo mismo que para cada uno,

es

Roma

la

ciudad jerárquica, tenemos

lado nuestro puesto,

Lo

cual no es posible dentro de las

donde,

si

alVí

seña-

por pequeño que éste sea.

todos son iguales, no hay

democracias, sitio

especial-

mente reservado para nadie. Es, pues, en Roma donde se determina nuestra situación en el mundo. Imposible entrar en Roma, decir el puesto que hemos ocupado en ella y lo que ella nos sugirió, el

»in definirnos ante nosotros mismos, ante

mundo, y ante Dios.

FIN

índice Hacia el

Mar Azul 7

Brasil

Un

día en

19

Tánger

Tierras del

Mar Azul 31

Mallorca

La costa Genova

43

azul

47

Túnez, hace algunos años

53

Trípoli

63

Ñapóles

67

Unas horas en

En

la

Sicilia

Acrópolis de Atenas

El Cairo

Museos

del Cairo

83 87

99 115

El desierto

129

Constantinopla

139

216

ÍNDICE

Jerusalén El Santo Sepulcro

159

Monte de Sión El Monte Moriah El Monte de los Olivos La Jerusalén actual y

173

El

179 189 la

Jerusalén

celeste

195

Roma

Roma

205

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