The Penguin companion to the arts in the twentieth century 9780140511444, 014051144X

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The Penguin companion to the arts in the twentieth century
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COLECCIÓN «NOESIS DE COMUNICACIÓN»

ANDRÉ LEROI-GOURHAN

Dirigida por Manuel Mar/in Serrano

1. La opinión y la multitud, por Gabriel Tarde.

2. Conducta y comunicación, por Charles E. Osgood. 3. La creación cienufica, por Abraham A. Moles. 4. Obra lógico-semiótica, por Charles S. Peirce.

EL HüMBRE y LA MATERIA (Evolución y técnica 1)

5. La gráfica y el tratamiento gráfico de la información, por Jacques Bertin. 6.

Escritos sobre prensa, periodismo y comunicación, por Karl

Marx y Friedrich Engels.

Versión castellana de ANA AGUDO MÉNDEZ-VILLAMIL

7. El hombre y la materia. por André Leroi-Gourhan. 8. El medio y la técnica, por André Leroi-Gourhan.

Prólogo de MANUEL MARTÍN SERRANO

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Título original: Evolution et Techniques Tome 1: L'Homme et la Matiére © 1945 & 1973, Éditions ALBIN MICHEL, París

EL UNIVERSO TEÓRICO DEL GESTO

Maqueta de cubierta: ALCORTA/MARQUÍNEZ

DEL GESTO AL SISTEMA DE LA INVENCIÓN

l. De la pertinencia

Existen obras, contemporáneas y del pasado, que inician un ámbito de reflexión nuevo o proponen un punto de vista distinto. Esas obras son paradigmáticas cuando redefinen el objeto o transforman el contenido de alguna rama de las ciencias. En ocasiones la reorganización del saber que provocan estos textos tiene que ver con el nacimiento de los estudios sobre la comunicación, o toma en cuenta el modo de enfrentarse con los objetos propios de los teóricos de la comunicación. Libros de esta naturaleza permiten conocer cuál es el suelo epistemológico en el que hunden sus raices los estudios comunicativos. A veces también aclaran los vinculos que relacionan a las Ciencias de la Comunicación con otras Ciencias de la Naturaleza, de la Sociedad y de la Cultura. Esta categoria de obras paradigmáticas tienen todas ellas un lugar en esta colección. «Noesis» está editada precisamente para des-cubrir teóricamente la comunicación desde su origen en unos saberes no comunicacionales y para re-conocer

cultura Libre © 1988, ALTEA, TAURUS, ALFAGUARA, S. A. TAURUS Juan Bravo, 38 - 28006 MADRID ISBN: 84-306-6007-0 (tomo 1) ISBN: 84-306-9964-3 (obra completa) Depósito Legal: M. 22.235-1988 PRINTED IN SPAIN

las trazas de enfoques comunicacionales en el origen de otros saberes. Dicha vocación de des-cubrimiento y de re-conocimiento explica por qué todas las obras de «Noesis de Comunicación» están introducidas por un estudio. Se le encomienda al introductor que aclare y cuando sea posible amplie el significado paradigmático que posee el texto. André Leroi-Gourhan ha escrito dos obras que me parecen muy pertinentes para cumplir con los objetivos de este proyecto

editorial. La primera, Evolution et techniques, tiene dos tomos. El primero, L'Homme et la matiére, este libro que está ya en manos del lector. El segundo tomo, Milieu et technique, verá la luz seguidamente. La segunda obra se llama Le geste et la parole. Escrita igualmente en dos tomos, también aparecerá editada en esta colección. Evolution et techniques comparte con Le geste et la parole un mismo empeño teórico. El sentido cienufico de cada texto se aclara en e! otro. Por eso la decisión de publicar la primera obra supone la edición de la segunda. Evolution et techniques tiene reservado un lugar único en una colección que busca apeos seguros para construir el edificio de las Ciencias de la Comunicación. Con este libro A. L. G. inicia una metodologta nueva y muy potente destinada a investigar los útiles. El autor usa e! método para investigar las técnicas de adquisición y de consumo de bienes que han inventado los hombres. Pero ese mismo método puede ser aplicado para estudiar otros campos. Por ejemplo, para estudiar la génesis de las herramientas comunicativas, sus tipos y sus usos. El estudio comparativo de los diversos instrumentos de comunicación que se han utilizado por los distintos grupos humanos es una información muy necesaria. Permitirá que una Ciencia Social de la Comunicación pueda incluir entre sus disciplinas una Economia Politica de la Comunicación y una Historia de los Usos Sociales de la Comunicación. La posterior edición de Le geste et la parole se explica por razones distintas, pero no menos pertinentes. En dicha obra A. L. G. pone en relación la génesis del trabajo y de la comunicación. El autor arranca desde donde habian sugerido Marx y Engels: de la hominizacion y de la socialización, aunque Le geste et la parole remite a otros planteamientos teóricos distintos a los que me referiré más tarde.

Ciertamente, otro cientifico podria abordar el estudio sistemático de las técnicas materiales de la comunicación y plantear esa investigación recurriendo a los métodos que A. L. G. ha creado. Ese proceder no constituirá falta de respeto a la obra de! autor, sino e! mejor de los reconocimientos. Pero ese trabajo aqut no se ha intentado porque no seria una introducción a la obra de otro, sino otra obra. Convertido A. L. G. por e! silencio de la muerte en imposible referencia de si mismo, habria sido viable buscar entre los etnografos, etnólogos, tecnólogos, arqueólogos, historiadores, quien con más autoridad y mejor bagaje que los mios introdujese unos textos escritos por quien ejerció académicamente como catedrático de Prehistoria. Pero la mirada del especialista, si se ensimisma, puede frustrar el proyecto cultural que se persigue con esta colección. No es al especialista a quien conviene encomendarle e! análisis de la obra paradigmática. Una obra conocida desde las claves de las ciencias que la tienen por suya, para que llegue a ser paradigmática todavia tiene que ser re-conocida, examinada desde otras claves, las de aquellas otras ciencias para las que no fue escrita. El prólogo de Marx a la Filosofia de! Derecho, cuando pone al revés la Dialéctica Hegeliana, obtiene un paradigma para el Materialismo Histórico. El prólogo de Lévi-Strauss al estudio del Don de M arcel M auss, cuando generaliza uno y el mismo método para e! estudio del ritual y de los mitos, obtiene un paradigma lógico para la Aruropologia Estructural. A. L. G. no va a tener e! privilegio de que su obra sea re-conocida por un prologuista que se le equipare. Pero está a mi alcance llevar a cabo ese reconocimiento. En estos libros se contiene un modelo posible para el estudio tanto de las prácticas productivas como de las expresivas. Re-conocimiento que tal vez le habria parecido a A. L. G. preferible al más prestigioso de los reconocimientos.

2. De esta Introducción

3. De la obra de A. Leroi-Gourhan

La edición española de Evolution et techniques se proyectó cuando A. L. G. vivia. El propio autor iba a encargarse de esta introducción. Le solicitamos que ampliase su reflexión sobre la transformacion de las materias y de las técnicas al campo de las herramientas y de los usos comunicativos. El fallecimiento de A. L. G., acaecido en 1986, ha frustrado ese proyecto. Ahora la edición de sus libros cumple otra funcián diferente a la prevista.

La obra de A. L. G. es paradójica. Trabaja paralelamente con objetos aparentemente poco relacionados, tales como bronces chinos y huesos occipitales. Aplica las técnicas de investigación con criterios muy heterodoxos. Por ejemplo, utiliza la estadistica para estudiar el simbolismo de las pinturas rupestres cántabropirenaicas; recurre al análisis funcional de la motricidad para clasificar los útiles.

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BIBLlOGRAFiA DE A. LEROl-GOURHAN

La Cívílisatíon du renne, col. Géographie humaine, Gallimard, 1936; Documents pour l'art comparé d'Eurasie septentrionale, Ed. d'art et d'histoire, París, 1943; Evolution et Techniques. vol. 1: L'Homme et la Matiére. Albin Michel, 1943; Evolution et Techniques, vol. II: Milieu et Technique, ibid., 1945; Archeologie du Pacifique nord, Travaux et mémoires de I'lnstitut d'Ethnologie, París, 1946; Les Fouilles préhistoriqueso Techniques et Méthodes, A. y J. Picard, París, 1950; «L'hypogée II des Mournouards (Mesnil-sur-Oger, Marne)», en eolab. con G. Bailloud y M. Brézillon, en Gallia Préhistoire. t. Y, fase. 1, 1962; Les Religions de la préhistoire, P.U.F., 1964; Le Geste et la Pamle, vol. 1: Technique et Langage, AIbin Miehel, 1964; Le Geste et la Parole, vol. 11: La Mémoire et les Rythmes. ibid.. 1965; Préhistoire de l'art occidental, Mazenod, París, 1965; «L'Habitation rnagdalénienne n.? 1 de Pincevent pres Montereau (Seine-et-Mame)», en Gallia Préhistoire, t. IX, fase. JI, 1966; La Prehistoíre, en eolab. con G. Bailloud, J. Chavaillon, A. Laming-Emperaire, col. Nouvelle Clio, P.U.F.• 1966; Fouilles de Pincevent. Essai d'analyse ethnographique d'un habitat magdalenien (la seetion 36). en eolab. con M. Brézillon, F. David, M. Julien y e Karbin, 2 vol., eN.R.S., París. 1973,7.' suplem. para Gallia Préhistoire; Les Racines du monde, entretiens avee Claude-Henri Rocquet, biografia y bibliografia Belfbnd. 1982.

El mismo sentido paradójico sugiere su historial académico y

cientifico. A los veinte años, en 1931. inicia lo que parecia una brillante carrera de filólogo con un diploma en ruso. al que le sigue dos años más tarde otro en chino. A los veintitrés años está en el Japón. Pero alli no estudia. como cabia suponer. el idioma y los testimonios escritos de una de las culturas más ricas del mundo. Se interesa por los testimonios materiales de una de las civilizaciones más modestas: los ainos. Analiza la evolución de los objetos tales como el kayak y el arpón esquimales. Puede entenderse que un filólogo hubiese derivado en un etnógrafo de los pueblos siberianos. El tránsito del estudio de la transformación de los nombres de las cosas al estudio de la difusión de las propias cosas. se habria producido en otras ocasiones y en iv

ambos sentidos, tanto entre los filólogos como entre los etnógrafos. En 1945 la vocación del cienttfico aparentemente ha cristalizado ya como especialización etnográfica. A. L. G. presenta una tesis en la Facultad de Letras con el título de «Archeologie du Pacifique Nord». En ese mismo año comienza la carrera académica del autor en la Universidad de L yon, precisamente como profesor de Etnologia y Prehistoria. Y. sin embargo, en esa fecha de la titulación universitaria, quien en 1945 recibia el reconocimiento académico como etnólogo hacia tiempo que producia una clase de investigación que tenia que interpretarse con claves paleontológicas. Ya habia escrito y publicado los dos libros que forman Evolution et techniques'. Ciertamente. en estas obras el objetivo etnográfico (describir la cultura material de los pueblos esquimales y siberianos) quedó rebasado por otro etnológico (sistematizar toda posible investigación arqueológica de las herramientas). Aún cabe reconocer el cordón umbilical que enlaza esta «paleontologia del útil» con la arqueologia de las industrias prehistóricas y novohistóricas. Sin embargo la observación que A. L. G. hace de los útiles ya es caracteristica del naturalista más bien que del arqueólogo. Desde sus primeros trabajos centrados en el área arqueológica del Pacifico Norte, A. L. G. se habia preocupado de clasificar antropométricamente la evolución de los cráneos esquimales al tiempo que clasificaba etnográficamente los útiles de pesca. Todavia estos primeros estudios de Antropologia Fisica -como los estudios primeros de Etnografia de las herramientas- están al nivel de un análisis seriado de objetos. Pero la intención que se descubre, tanto en la selección de los «documentos materiales» -fuesen cráneos o útiles-, como en la organización de esos documentos. indica que A. L. G. busca correspondencias entre la evolución de los fósiles humanos y de las herramientas. En la década de los treinta, cuando A. L. G. se inicia como investigador trabajando al tiempo con testimonios anatómicos y tecnológicos, esa doble actividad podia legitimarse. Etnógrafos y antropólogos fisicos aceptaban que sus respectivas especialidades fuesen concebidas como vias, igualmente necesarias y por lo tanto igualmente subsidiarias, de una Antropologia Evolutiva. El objeto cientifico último estaba en poder desandar el camino por el [ El que ahora introduzco, L 'Homme el la mauére. aparece en 1943. El segundo volumen, Milieu el technique. se edita en el mismo año de 1945, correspondiente a la presentación por A. L. G. de su tesis de Letras.

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que evolucionaron solidariamente las aptitudes biológicas y técnicas de la especie humana. Este enfoque venía de Margan. Recuérdese que las correlaciones entre hominización, humanización, fabricación de herramientas y desarrollo de las capacidades lingüísticas habían sido explícitamente subrayadas por Engels. La concepción de la Antropología Evolutiva como una ciencia natural de la cultura humana en aquellos años era asumida tanto por el Materialismo como por el Positivismo. Ambas Escuelas esperaban esa fundación de «una ciencia natural de Hombre» para cuando la Antropometría por su parte, y la Etnografía por la suya, aportasen series de cráneos y de instrumentos líticos que fuese posible contrastar a lo largo del espacio y del tiempo. A. L. G. podría haberse definido a sí mismo en sus obras como un antropólogo evolutivo. Pero nunca lo hace. No hay en sus textos, salvo inadvertencia de quien escribe, reconocimiento de filiación intelectual alguna respecto a la obra de Margan o de Engels. Cada vez que la ocasión lo requiere, como a veces sucede con este mismo libro, A. L. G. afirma que está haciendo Paleontología. Cuando se remite a un Padre fundador elige a Couvier y no a Darwin. Los antropólogos evolucionistas trataban de tender un puente por el que se pudiese transitar desde la historia natural a la historia social. En cambio, A. L. G. pretende que la filogenia sea el hilo que anude hominización, humanización, cultura material y cultura simbólica. En términos prácticos, ese intento requiere que la Paleontología amplíe su campo de estudios. Además de sistematizar las especies animales, identificando las semejanzas genéricas que relacionan a unas especies con otras, cabría sistematizar filogenéticamente las «especies» de útiles. A. L. G. pretende incorporar el estudio de los productos materiales y simbólicos de la cultura al estudio, en clave paleontológica, de la evolución de la especie humana. Entre 1937 y 1954 está ocupado en los trabajos de base que requiere este proyecto. En 1954 presenta «La trace d'équilibre mecánique du crune des vertébres terrestres», obra con la que obtiene su doctorado en Ciencias. Se puede establecer un paralelo entre lo que representa «Archéologie du Pacifique Nord» -su tesis de Letras de 1945-, para el nacimiento de una paleontología del útil, y lo que viene a representar su tesis de Ciencias de 1954 para el posterior desarrollo de una arqueología del gesto y la palabra. En ambas ocasiones el autor está alterando las líneas divisorias que acotan el campo de las ciencias naturales y sociales: vi

- A. L. G. se enfrenta con la herramienta como si fuese un fósil de una especie extinguida o viva. El paleontólogo reconstruye el esqueleto de un cuadrúpedo a partir de las características de un hueso de la mano. El tecnomorfologo que reconozca los rasgos distintivos de cada útil debería también poder reconstruir las herramientas antecesoras de ese útil y prever las formas variantes que hayan podido ensayarse en algún otro lugar y momento de la evolución tecnológica. - El enfrentamiento de A. L. G. con el gesto y la palabra contempla la mano y la cara [osiles como si fuesen herramientas'. La mecánica y la dinámica de estos útiles biológicos condicionan la transformación que el hombre lleva a cabo de la naturaleza, incluida la transformación de su propia naturaleza. El útil estudiado como un [ásil, el fosit estudiado como un útil. La creatividad teórica suele proceder de quienes piensan sobre los objetos de una ciencia con los puntos de vista de otra. Actitud paradójica frente al conocimiento. Recurso si se quiere muy característico de l'esprit francés: recuérdese a Malebranche describiendo a los animales como máquinas, a Durkheim tratando las «constantes sociales» como cosas. La obra de A. L. G. -lo decía al comienzo de este análisis- es paradójica.

4. La referencia teórica de A. Leroi-Gourhan La paradoja puede ser sólo un truco, maligno o inocente, destinado a épater le bourgeois. En tales casos es cienuficamerue irrelevante; artimaña de bufones que así llaman la atención en el mercado del conocimiento. Pero también la paradoja es un recurso epistemológico. El análisis paradójico es una de las maneras posibles de enfrentarse con la resistencia que opone la realidad a dejarse captar como un todo por el conocimiento. El cientifico puede recurrir a la paradoja cuando se empeña en abarcar en un mismo proyecto teórico el estudio de objetos divergentes: la naturaleza y la cultura, la necesidad y la creatividad, el organismo vivo y el símbolo, la herramienta y la palabra. Objetos renuentes a la convivencia en un mismo sistema analítico. 2 A. L. G. explica la conformación anatómica de la cara y de la mano a partir de las transformaciones dinámicas de los vertebrados que desembocanen la estación vertical de los homínidos.

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Son posibles otros recursos epistemológicos para hacer teorías que abarquen esos mismos objetos. Se puede sustituir la paradoja por la asimilación de los objetos. Por ejemplo, la naturaleza se reduce a la cultura, o viceversa. Este proceder serviria para caracterizar un talante cienufico frecuente tanto en e! Idealismo como en el Empirismo inglés. También cabe disociar la teoría para salvar la unidad de los objetos. Por ejemplo, Nietsche rompe la unidad del conocimiento cienufico cuando se enfrenta con el mundo «como voluntad» y «como representación». Esquizofrenia epistemológica que acaba en el 1rracionalismo, tan recurrente en las ciencias alemanas. Otra opción posible consiste en negociar el alcance de la teoría. Utilizar para interpretar el mundo un modelo operacional. Modelo que será tenido por válido cuando permita establecer relaciones útiles entre diversos niveles de la realidad. Por ejemplo, es lo que hace James para conectar subjetividad, sociabilidad, conocimiento. A partir de este autor, el recurso a la teoría negociada es característico de tantos otros cientificos americanos, aferrados al Pragmatismo por diversos que sean sus puntos de vista behavioristas. [uncionalistas. culturalistas, sistémicos. El carácter paradójico de la obra de A. L. G. es la opción epistemológica de quien quiso abarcar teóricamente la génesis de! hombre y sus productos, sin ceder ni al reducionismo, ni a la disociación, ni a la negociación de la Teoría. A. L. G. sabía que jamás podría completar ese proyecto ni por lo tanto cerrar teóricamente su Sistema. El conjunto de la producción de A. L. G. tiene una coherencia poco frecuente: cada libro ya enuncia el siguiente y supone los precedentes. Pero todos los pasos que le aproximan al objetivo teórico final dejan atrás otras tantas obras abiertas'. Sin embargo, una obra abierta no es lo mismo que una obra frustrada. Son los cientificos que derrumban las bardas del conocimiento y no quienes ponen los mojones aquellos que dejan una herencia más fecunda. Las urgencias teóricas de nuestro tiempo orientan a establecer los territorios de cada ciencia. La Arqueología, la Etnología, la Antropología, también la Psicología y la Sociología, más recientemente la Teoría de la Comunica3 Por ejemplo, Evolution el techniques requiere un estudio que abarque los útiles utilizados por las sociedades que surgen con las revoluciones burguesas, trabajo que el autor no podría acabar en vida. Para completar Le geste el la parole se requeriría un análisis de las formas de expresión simbólica igualmente

inabarcable.

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clOn, sólidamente anudadas unas a otras en su condición de «Ciencias sociales o ciencias del hombre», han caído y recaído en la tentación de romper sus lazos con las llamadas Ciencias de la Naturaleza: Biología, Paleontología, Etnología. El resultado es esa debilidad teórica y metodológica que se confiesa con las distinciones entre ciencias «duras» y «blandas», «nemotéticas« e «ideograficas». «experimentales», «cuasi-experimentales» y «conceptuales». Y sin embargo, lo más duradero de estos cien últimos años de reflexión sobre el hombre y el mundo tal vez llegue a ser, precisamente, el legado de quienes han navegado contra corriente. La obra de aquellos autores que han establecido puentes todavía frágiles, para terminar con esa articulación fragmentada del conocimiento sobre la naturaleza y la sociedad. A. L. G. encontró en el Estructuralismo un modo de relacionar el conocimiento sobre objetos biológicos y culturales. Otros cienuficos. animados de un talante igualmente comprehensivo, optan por manejar teóricamente la contradicion -la paradoja que se historiza-« y recurren a la Dialéctica. Estructuralistas y dialécticos están muy distantes metodológicamente y axiolágicamente. No se necesita reconciliarles entre sí para que se evidencie lo que les asemeja. Ambos conciben la realidad como diversidad. Diversidad que se compone, opone o descompone ante toda conciencia, ante toda intervención de los hombres. Pero aunque los niveles de la realidad fuesen indefinidos, y sus manifestaciones impredecibles, tanto los estructuralistas como los dialécticos creen que sin embargo son inteligibles. La realidad es inteligible porque cabe recurrir a una racionalidad universal. La razón muestra su universalidad porque puede aplicarse al análisis de todo objeto y porque el funcionamiento cognitivo de los hombres opera con lógicas comparables. Esta creencia en la unicidad del conocimiento es sabido cuánto repugnaba a los relativistas antiguos, y repugna a los modernos, con Popper a la cabeza. Los herederos actuales del Relativismo han firmado el acta de defunción de los paradigmas universales, entre ellos el estructuralista y el dialéctico. Me estoy refiriendo al rechazo de toda pretensión de trabajar en una ciencia unitaria por parte de los etnosociologos. etnometodólogos, semioretoricos y otros a sí mismos llamados «posmodernos». No hay por qué alarmarse. Esa clase de rechazos del valor universal de la racionalidad se han producido desde que la ciencia trató de encontrar leyes. Lukács lo concebía como la manifestación del perenne asalto a la razón. ix

El Estructuralismo francés es la referencia epistemológica en la que debe incluirse la obra de A. L. G. Los autores estructuralistas confluyen por diversas vías en e! estudio antropológico de los modelos cognitivos. Los modelos cognitivos son representaciones de! mundo que guían la acción sobre el entorno y que proporcionan algún sentido a la interpretación del entorno, incluida la interpretación cientifica. Los orígenes más inmediatos del Estructuralismo están en Durkheim. Al final de su vida, este autor señala las relaciones que existen entre «las formas elementales» de la representación (p. e" los mitos) y de la acción (p. e" los rituales) por una parte, «la reproducción social» de las organizaciones y de los modos de vida, por otra. A. L. G. Y Lévi-Strauss son continuadores de Durkheim, con quien enlazan a través de Marce! Mauss, autor que les orienta hacia la investigación antropológica de las estructuras accionales y del conocimiento. El propio Mauss había mostrado con su obra que el Estructuralismo era un paradigma que no se acoplaba con los cortes epistemológicos que distinguen a unas disciplinas de otras. El Estructuralismo está obligado a demostrar su validez tanto cuando explica e! funcionamiento del conocimiento sobre el mundo, como cuando pone en relación ese conocimiento con el repertorio de actos, de objetos materiales o simbólicos. Por ejemplo, cuando Mauss estudia el Don' se habia encontrado con una representación del valor de las cosas que remitía al ritual de las interacciones. Unas categorías atribuidas a la Economía (el valor de uso y de cambio de los bienes) tenían que ser examinados con criterios antropológicos. Mauss ya estableció correspondencias entre e! nivel de las distintas técnicas del cuerpo y e! nivel de las diferentes representaciones culturales del sujeto. A. L. G. en esta obra relaciona el nivel de las técnicas de producción y consumo con el nivel de la representación de los gestos productivos. Más tarde intentará conectar los gestos técnicos con los gestos expresivos buscando un puente entre la producción de bienes y la comunicación. Por su parte, Lévi-Strauss va en busca de modelos que toman como objeto el intercambio mismo, tanto si lo que se cambia concierne a la producción y al consumó (los bienes), a la conformacián del parentesco (las mujeres) o a la representación mítica del universo (las palabras). . 4 Práctica de intercambio generalizado de bienes existente entre algunos grupos de la costa atlántica norteamericana, de distinta especialización productiva.

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Los estructuralistas saben muy bien que bienes, herramientas, actos, símbolos, mujeres, son entidades materialmente irreductibles y que poseen una identidad histórica. Pero entienden que pueden ser estudiadas y por lo tanto relacionadas recurriendo a una única lógica. Las líneas que siguen tratan de desvelar cuál es el uso de la lógica estructural que hace A. L. G. para sistematizar un fenómeno muy complejo: la invención tecnológica.

5. El sistema tecnológico y la estructura de la invención Cada invención tecnológica es un hecho que se manifiesta individual, impredecible, en algún lugar y en algún momento. El hecho «invención de tal útil» potencialmente es ubicable (apareció precisamente en un grupo humano bien identificado) y datable (se registró por primera vez en una fecha o etapa cultural bien diferenciada). En la práctica, la datación y ubicación histórica de todos los inventos-útiles parece tarea inviable. Pero aunque el invento de tal útil sea un hecho que escape a la documentación histórica, ese hecho está materializado en una cosa: en una herramienta determinada. En la herramienta, el hecho (invento tecnológico) se hace patente como la cosa inventada'. Hecho cosificado, la invención del útil, que tal vez pueda eludir para siempre la cronología (cósmica o sociológica) del historiador, tiene que plegarse a la tipología lógica del sistematizador. A. L. G. propone en esta obra un sistema lógico de la invención de herramientas. El propio autor se encarga de subrayar el interés y la importancia que tiene e! estudio histórico de las invenciones humanas. Pero se atiene a un criterio compartido con otros estructuralistas franceses como p. e. Lévi-Strauss. Ambos señalan que la historia puede (en ocasiones) aclarar por qué llega a existir (o a dejar de existir) un producto creado por el hombre. Pero el recurso a la historia carece de pertinencia para diferenciar cada cosa de toda otra cosa en el universo de las cosas. Universo que incluye los productos que el hombre efectivamente ha inventado, tanto como aquellos otros que alternativamente podrían haber sido creados, aunque nunca lleguen a tener existencia. 5 El lector familiarizado con las CienciasSocialesreconocerá en este enfoque la tradición del positivismo durkheimiano.

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En el universo del Sistema de las herramientas cada útil es miembro de un repertorio de útiles. Yel repertorio en su conjunto, la manifestación de una lógica de la invención tecnológica. La invención tecnológica puede ser lógicamente sistematizada, porque la génesis y la transformación de los útiles es un dato que remite a la génesis y transformaciones de la razón y no meramente un fenómeno sobre el que razona el investigador. La razón se materializa en las cosas inventadas. El diseño, el modo de manipulación de la herramienta, la aplicación que de ella se hace sobre unos u otros materiales, muestran una (de las posibles) soluciones técnicas que el hombre ha inventado para incorporar las fuerzas naturales al trabajo. El útil se analiza por referencia a una serie que incluye en su repertorio desde soluciones técnicas elementales a soluciones técnicas muy complejas. Cuando se dispone de «documentos» suficientes, en la transformación de los tipos de herramientas se puede llegar a captar la evolución de los modelos de invención. El objetivo heuristico es que el hecho de invención que representa la existencia de un nuevo útil, pueda ser integrado en el Sistema de las herramientas. En el Sistema, los útiles conocidos se relacionan con todos los demás útiles que no se han conservado y los que aún no se han inventado. Para construir el Sistema de las herramientas hay que interpretar la invención tecnológica como un proceso de operaciones lógicas, y los propios útiles como un repertorio de funciones lógicas. Cabe la posibilidad de afrontar el estudio de las tecnologias como el despliegue en el espacio y en el tiempo de una lógica de la invención. Este planteamiento se substenta en la explotación metodológica que el Estructuralismo hace de una paradoja: toda creación humana es la respuesta a una constricción. El juego entre la determinación y la creatividad se refleja en todo producto, sea material, como la herramienta, o simbólico, como la fábula. Los útiles distintos que pueden inventarse son indefinidos, pero su variedad, a fuer de inabarcable, no les hace por ello menos determinados. Tomemos pie en las propias palabras del autor: El determinismo técnico está tan marcado (en la producción de objetos en progresión) como el determinismo zoológico (en la producción de especies en progresión). Porque el hombre se ve constreñido a cortar la madera desde un cierto ángulo, aplicándole una determinada presión, esta constricción hace que las formas, los mangos de los útiles puedan

ser clasificables.

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La identificación de cuáles son las constricciones que afectan a la invención tecnológica, permite construir un operador adecuado para explicar lógicamente la génesis y la transformación de las técnicas. Correlativamente, ese mismo operador permite clasificar lógicamente cada útil en un Sistema de herramientas. Los primeros pasos en la construcción del operador consisten en decidir cuáles son los limites que diferencian una actividad humana como «técnica» y, luego, en señalar cuáles son los componentes que incluyen necesariamente un Sistema tecnológico. A. L. G. concibe las técnicas como procedimientos de adquisición o de consumo. Esta acotación incluye en el Sistema herramientas destinadas a la recolección, la agricultura, la mineralogia: la caza, la pesca, la cria de ganado; la alimentación, el vestido y la habitación. Conviene dejar constancia desde ahora que A. L. G. incurre en dos omisiones: no incluye ni las técnicas del cuerpo, ni las técnicas de la comunicación'. Toda solución técnica se interpreta como el resultado de idéntica lógica de la invención: - En razón de las peculiaridades fisicas que posee aquella materia que se desea transformar en un determinado bien, -la herramienta proporciona o amplifica algún medio de acción sobre la materia, - que permita controlar los efectos transformadores de alguna de las fuerzas naturales disponibles. Las constricciones que determinan las opciones posibles para la invención tecnológica proceden de tres componentes:

Técnicas

~

[materias

U

medios de acción]

fuerza~J

Para elaborar al tiempo una «paleontologia de la herramienta» y una «tecnomorfologia», el problema radica en identificar los grados de libertad que tiene el Sistema. Dicho en otros términos, se requiere una tipologia de materias, otra de medios de acción, y 6 Posteriormente, en Le geste el la parole A. L. G. se ocupará de ambas actividades. Sin embargo, L 'Homme ella matiére erala ocasión paraelaborar un Sistema general que incluyese todas las tecnologías. Este trabajo aún no se ha

hecho.

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otra de fuerzas. De la combinatoria de estas tres tipologías, procederán todos los objetos tecnológicos distintos que son lógicamente posibles. A. L. G. diferencia el repertorio de materias distintas, en razón de las constricciones que los materiales imponen al trabajo del útil; el repertorio de fuerzas diferentes, en razón de las constricciones que el control de la dinámica impone a la mecánica del útil; el repertorio de medios alternativos de acción sobre la materia, en razón de las constricciones que imponen las modificaciones de los materiales. Los criterios que A. L. G. elige para repertoriar las materias, los medios elementales de acción y las fuerzas, seguramente pueden ser otros y en todo caso perfeccionados. El propio autor asi lo declara explícitamente, cuando transcurridos veintiocho años desde la primera edición valora esta obra. Igualmente se comprende que el catálogo de útiles sistemáticamente descritos por A. L. G., a pesar de su amplitud, no puede ser exhaustivo. Sin embargo, la hazaña intelectual de A. L. G. ha consistido en establecer uno y el mismo esquema lógico para interpretar la génesis y la evolución de los útiles y para pensar la clasificación de los útiles. Cuando A. L. G. escribió este libro, aún no disponía de las «técnicas» que han multiplicado las posibilidades de la investigación sistemático-estructural. El tratamiento informatizado de los datos ahora hace posible formalizar el modelo lógico que subyace en la clasificación de los útiles. Igualmente, permite generar todas las variantes de herramientas distintas que puede «producir» el modelo (incluidas, obviamente, las que nunca se han producido). También ayuda a establecer series y tipologías de técnicas utilizando criterios de agrupación y de distinción muy variados'. Estos desarrollos del modelo de A. L. G. tal vez interesen a especialistas de diversas ciencias. A. L. G. dejó un ancho camino para los demás abierto en L'Homme et la matiere. Él prefirió proseguir su obra por un sendero más estrecho y mucho más resbaladizo. A partir de L'Homme et la matiere, se adentra por los vericuetos donde se borran las fronteras. La producción de útiles, la comunicación, la hominización, la diferenciación social 7

no sólo evolucionan, sino que hacen evolucionar y a veces revolucionar a los restantes componentes. Milieu et techniques, el próximo libro de esta colección, proporciona la ocasión de analizar dónde concluye la aventura teórica del autor, y qué nuevos desafíos intelectuales se ofrecen en esas fronteras del conocimiento. Manuel MARTÍN SERRANO

Como he mencionado, quedan además por incorporar al análisis de

A. L. G. los productos tecnológicos inventados por las sociedades capitalistas. Este trabajo plantea problemas de recopilación de documentos y de análisis de objetos muy complicados. Quienes se animen a iniciarlo se verán en la necesidad de modificar los criterios de clasificación que ha elaborado el autor para operar con útiles inventados en estadios tecnológicos precapitalistas.

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PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN

Tanto este primer volumen de La evolución y las técnicas como el segundo, El medio y las técnicas, incluyen una parte amplia formada por un cuadro clasificatorio de los documentos tecnológicos y una parte reducida, teórica, que se sirve de los hechos ordenados para sacar de ellos las líneas generales de la evolución. De esto se deduce que, si bien el cuadro sistemático -tomado en su conjunto- no ha variado, el aparato teórico, por su parte, puede y debe haber evolucionado. Las correcciones introducidas interesan especialmente a la prehistoria y a la organización sistemática de los «Medios elementales de acción sobre la materia». Cuando escribí la primera versión de este libro no era muy importante el valor de los materiales que la prehistoria podía suministrar a la tecnología. Desde entonces esta situación ha cambiado considerablemente. Se ha conseguido un mejor enjuíciamiento sobre la participación de las formas humanas, incluso las más primitivas, en el nacimiento y progreso de las técnicas, gracias a los numerosos descubrimientos que han tenido lugar en una generación tan sólo. Por otra parte, este caudal científico se ha utilizado en los dos volúmenes de El gesto y la palabra -que salieron a la luz en 1965-, aunque con algunas modificaciones en lo relativo a las primeras nociones desarrolladas. Junto a esta «paleontología del útil» que introducía el desarrollo de los datos prehistóricos, me había parecido posible estudiar una «paleontología del gesto», la cual ha aportado notables mejoras en la clasificación de los «medios elementales», concretamente en la cadena dinámica «impulso-transmisión-acción», así como en el concepto «máquina». Intenté que El hombre y la 7

materia se beneficiase de las mejoras mencionadas estableciendo lazos con El gesto y la palabra sin alterar demasiado la redacción de una obra que, aunque con imperfecciones, señala a mi modo de ver el comienzo de una larga aventura científica. André

INTRODUCCIÓN

LEROI-GOURHAN

La etnología está formada por varias disciplinas, cuyo concurso facilita, al menos en principio, la comprensión de los lazos que unen a los individuos en grupos étnicos particulares. Es, ante todo, la ciencia de la diversidad humana; su campo de investigación no está limitado ni en el espacio ni en el tiempo. Si encuentra su terreno favorito en los pueblos no industrializados del mundo actual, esto se debe a una tradición científica normal que la ha llevado a investigar esa diversidad fuera de nuestras propias culturas, inversamente a la sociología, que, debido a razones prácticas, ha centrado primero su objetivo en el mundo moderno. Pero el hombre del presente industrial ofrece también materia para un análisis de su diversificación en macro-unidades étnicas, al igual que el hombre del pasado prehistórico ofrece una contribución valiosa al conocimiento de las formas auténticamente primitivas de la organización étnica. Entre las disciplinas etnológicas, la tecnología constítuye una rama especíalmente importante, pues es la única que muestra una total continuidad en el tiempo, la única que permite aprehender los primeros actos propiamente humanos y seguirlos de milenio en milenio hasta el umbral de los tiempos actuales. Cuando nos remontamos en el pasado, las distintas ramas de la información etnológica van muriendo más o menos rápidamente: las tradiciones orales se extinguen con la última generación que las ha recibido, las tradiciones escritas pierden fuerza rápidamente, y el siglo XVII ha enmudecido ya para la gran mayoría de los pueblos; sólo los productos de las técnicas y del arte permiten, si las circunstancias han asegurado su supervivencia, una larga andadura en el tiempo. Incluso el arte desaparece con bastante rapidez, por lo que, pasada la frontera de unos 50.000 años, únicamente las técnicas permiten re8

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montar la corriente humana hasta sus orígenes, es decir, uno o dos millones de años. Por lo tanto, el testimonio de las técnicas es valioso, pues sobre él se apoya la posibilidad de no confundir lo que suponemos que fueron los primeros pasos de la humanidad con lo que sabemos de ellos objetivamente. La filosofía ha distinguido dos humanidades sucesivas: la del hamo sapiens, que es la nuestra, y la del hamo faber, criatura teórica, cuya única característica humana habría sido la de poseer herramientas. El hamo faber. término cómodo pero sin fundamento paleontológico, engloba en realidad toda la larga serie de los antrópidos de los que surgió el hamo sapiens ': los más viejos (cuentan con más de un millón de años), los australántropos, poseian ya nuestra estación vertical y tallaban útiles muy primitivos. A partir de este momento, que, salvadas todas las proporciones, no debe de hallarse muy alejado del punto de partida, los progresos del cerebro en volumen y en organización tienen como corolario una doble serie de cráneos y de útiles cada vez más variados y perfeccionados. Desde estos comienzos hasta unos 50.000 años antes de nuestra era, la madeja va devanándose sin interrupción, pero su hilo es fino, ya que se limita al inventario de algunos tipos de útiles de piedra labrada: prueba suficiente del progreso, sólo sirve de asidero en lo referente a una mínima parte de los rasgos culturales que desarrollaron los hombres anteriores a nosotros. Entre los años 50.000 y 30.000 antes de nuestra era, los testimonios se diversifican, y desde hace unos 30.000 años, con las primeras etapas del hamo sapiens, se entra en la humanidad actual, que forma un todo hasta los tiempos presentes. Aunque todavía muy incompleto, nuestro conocimiento de la prehistoria, tanto del antiguo como del nuevo mundo asegura un campo tecnológico considerabie. Sus elementos se inscriben en la base de la evolución de técnicas y objetos que han seguido su curso hasta el momento presente. Conocida ahora casi en todo el mundo, la prehistoria del hamo sapiens pone de manifiesto que las culturas estaban ya muy diferenciadas en el plano técnico y que tanto Europa como las distintas partes de Asia, África, América y Australia conocían una diversidad étnica que se hace más evidente a medida que van aumentando nuestros conocimientos. El hecho de que hayan podido desarrollarse culturas regionales implica largos siglos [ A. LEROI-GOURHAN, El gesto y la palabra. Vol. 1: Técnica y lenguaje, París, Albin Michel, 1964.

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de permanencia en las mismas regiones, y la diversidad del equipamiento da fe de una lenta maduración que se halla en contradicción con las viejas ideas concebidas sobre el perpetuo nomadismo de los pueblos primitivos. Es cierto que los grupos de cazadores de mamuts o de focas eran nómadas, pero lo eran en su propio territorio; las migraciones extraterritoriales desempeñaron un papel menos importante de lo que muchas veces se supone. En cambio, los objetos o la idea de su existencia circularon de grupo en grupo, a veces hasta los límites de los continentes. Si se pudiera hacer desfilar cronológicamente en una pantalla los movimientos de los hombres, así como los de sus creaciones técnicas, se sentiría la tentación de pensar que eran la muestra de pueblos en marcha, de razas que se desplazaban con su material, se perseguían ardorosamente y se devoraban. Pero probablemente no fue así; veríamos en realidad algo tan fugaz como el juego de la luz sobre una fina capa de petróleo en la superficie del agua. El curso del tiempo desplazaría a los hombres al igual que el agua arrastra la mancha de petróleo deformándola, algo así como un tornasol imperceptible deslizándose sobre moléculas prácticamente inmóviles. Fijémonos en la Europa occidental de estos diez últimos siglos: las grandes potencias han llevado a cabo guerras que a veces han desplazado temporalmente importantes cantidades de hombres; sin embargo, la distribución antropológica apenas se ha visto modificada por ello; la Francia del siglo x, físicamente, es casi la misma que la Francia del xx, y Europa, si consideramos los esqueletos de sus millones de habitantes, apenas ha variado. Sin embargo, icuántas ráfagas la han agitado! ¿Son indicios de migraciones las techumbres de tejas, el código napoleónico, la bóveda ojival, la artesa mecánica o la bicicleta? Un 50 por ciento de la vida material del Japón es de inspiración china (y se trata de la parte más ostensible): la escritura, la lengua oficial y culta, el budismo, las industrias textiles y otros muchos aspectos. Ahora bien, los chinos no han conquistado nunca el Japón; no se podrá encontrar la menor huella de esqueletos chinos en las grandes islas del archipiélago. Hay dos tipos de movimientos, que, dada la ausencia de sincronismo, complican el cuadro de la etnología. Por un lado, tenemos los desplazamientos de los hombres, que, salvo excepciones, son muy lentos y se desconocen bastante; y, por otro, los desplazamientos culturales, sobre cuya rapidez y fantasía aparente no se debe exagerar. Es necesario añadir a dichos movimientos un tercero, no menos 11

importante; nos estamos refiriendo al movimiento de evolución propio de cada pueblo, movimiento muy vanable. en intensidad y dirección que hace girar en espiral a un grupo mlentra~ que los otros progresan en línea recta, y en un momento determinado lo lanza bruscamente hacia adelante. Al movimiento de los hombres se une el problema de las razas; al movimiento general de los productos, el de las civilizaciones; y al movimiento interno, el de las culturas. Puede sentirse la tentación de buscar en los tres la unidad del desarrollo humano y de confundir a veces la raza, la civilización y la cultura. No aventuraré ahora una más de las muchas definiciones personales de los tres términos, a los que tan sólo aludiré a lo largo de estas páginas para dar algunas breves opiniones de conjunto. De los tres movimientos, en un punto dado, resulta una entidad étnica más o menos duradera: segun su importancia, aplico aquí los términos poco compro~etedores de grupo humano, etnia y grupo de etnias, simples dl:"lslOnes de comodidad, susceptibles, por tanto, de numerosas intrusiones. No hay ninguna urgencia en desarrollar definiciones que cnstahcen una masa tan poco analizada como la de los seres humanos. Dejando a un lado en la presente obra los mo:"imientos humanos me ceñiré al doble movimiento, externo e interno, de las técnicas más materiales, aquellas con las que se fabrica, ~e produce y se consume los elementos indispensables para la vida des~e el punto de vista físico. Estas técnicas han mteresad? a los etn~­ logos desde los orígenes de la etnología, han sido obJet? de clasificaciones que, en el ámbito francés, ha puesto al día Marcel Mauss y I'Institut d'Ethnologie; constituyen una parte Importantísima de ese admirable instrumento para el estudio que es el Musée de I'Homme. Los cuadros clasificatorios de las técnicas no han sido establecidos por tecnólogos, sino por etnólogos que tenían en sus mentes más bien una distribución de los productos del grupo que estudiaban en cómodas divisiones que un análisis de la fabncación. En otras palabras, estos investigadores se han fijado más bien en la forja que en el trabajo de los metales, en el cesto que en la cestería, en el vestido que en el trabajo de las fibras. Un cuadro basado en estos principios asegura totalmente las necesidades del análisis cultural y deja a un lado los problemas propiamente tecnológicos. Este es el motivo por el q~e, aprovechand? (a pesar de mi formación teórica) mi gran aficIón por las actividades manuales, yo, sin método preconcebido, he mampulado el

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hacha, he tallado el sílex, he tirado con arco y he soplado en la cerbatana. Estos experimentos, que aún practico, han sido realizados de dos maneras: sobre el terreno, observando, imitando y escuchando al operante; y en el laboratorio, siguiendo las descripciones (algunas muy precisas) de los viajeros. La cantidad de documentos recopilados de esta manera es bastante escasa: unas 40.000 fichas por lo que respecta a todas las técnicas estudiadas en este libro. A pesar de esta relativa pobreza, el fichero resulta valioso por tratarse del primer esfuerzo más o menos extenso en este sentido y porque la separación, ficha por ficha, de un gran número de conjuntos técnicos ha permitido que los documentos se autoagrupasen, dejando así una mínima parte a la interpretación personal. De este hecho ha resultado, desde 1935z una tecnomorfología fundada en las materias primas. Son los cuadros de este primer intento los que han sido mejorados y reforzados en el primer volumen de la presente obra. Actualmente, sería inútil pretender adquirir un conocimiento, ni siquiera superficial, de toda la humanidad. Ningún investigador podría describir la actividad de los hombres en todos los tiempos y en todos los países, pero las grandes clasificaciones se realizan aunque una ciencia no esté totalmente explorada. Los animales y las plantas fueron clasificados entre los siglos XVII y XIX (a pesar de que la mayoría de las especies eran todavía desconocidas) en cuadros, cuyas líneas generales quedaron como definitivas. La ciencia del hombre se halla en el mismo caso. Esto se debe, tanto en zoología como en etnología, al carácter permanente de las tendencias; parece que todo sucede como si un prototipo ideal de pez o de sílex labrado se desarrollase siguiendo líneas preconcebidas: en el primer caso, del pez al anfibio, al reptil, al mamífero o al pájaro; en el segundo, de una masa amorfa de sílex, a las láminas retocadas esmeradamente, al cuchillo de cobre o al sable de acero. Pero no debe sacarse una conclusión falsa: estas líneas reflejan simplemente un aspecto de la vida, el de la elección inevitable y limitada que el medio propone a la materia viva. Al tener que elegir entre el agua y el aire, entre la natación, la reptación o la carrera, el ser vivo sigue un número limitado de grandes líneas de evolución; en etnología, dado que el hombre no tiene otra manera de hacerse con la madera que cortándola desde un cierto ángulo con una presión determinada, las formas y los enastados de las herramientas se pueden clasifi2 Encyclopedíefrancaíse permanente, v,

VII.

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car,' El determinismo técnico es tan fuerte como el de la zoología: al igual que Cuvier, al descubrir una mandíbula de zarigüeya en un bloque de yeso, pudo invitar a sus incrédulos colegas a seguir con él estudiando el esqueleto y predecirles cómo serían los huesos marsupiales, la etnología puede, en cierta manera, hacer previsiones, a partir de la forma de una hoja de herramienta, sobre la forma del mango y sobre el empleo de la herramienta completa. Pero no debe olvidarse que Cuvier se equivocó en ocasiones, ya que entre la tendencia determinante y el hecho material existe una diferencia fundamental: las tendencias generales pueden dar lugar a técnicas idénticas pero sin lazos de parentesco material, y los hechos, sea cual sea su proximidad geográfica, son individuales, únicos. Los esquimales de Alaska, los indios del Brasil y los negros de África simultáneamente tenían la costumbre de ponerse en el labio inferior adornos de madera o de hueso. Evidentemente, puede hablarse de identidad técnica, pero, hasta el momento presente, no se ha podido demostrar en ningún estudio el parentesco de estos tres grupos humanos. El arado malayo, el japonés y el del Tíbet representan tres formas similares y, sin duda, relacionadas durante la historia antigua de los tres pueblos; sin embargo, cada uno de ellos, según el tipo de suelo cultivado, los detalles de su montaje, el modo de enganche o el sentido simbólico o social que lleva implícito, representa algo único, categóricamente individualizado. Todo parece indicar que existe a la vez una tendencia «arado» realizada en cada punto temporal y espacial por un hecho único, así como relaciones históricas ciertas en escalas de tiempo y espacio muy importantes a veces. Al menor descuido, el especialista salta de uno a otro punto, y no se ajusta a la realidad. No es necesario insistir sobre el interés del aspecto histórico de nuestras investigaciones: una parte importante de la ciencia de los hombres descansa en lo que se ha podido trazar sobre la hístoria de los grandes movimientos de los pueblos. Volveremos a tratar este aspecto en numerosas ocasiones a lo largo del libro; pero es preciso, para comprender los tanteos de la etnología, tener presente que estamos lejos de conocer lo que aún sobrevive actualmente y que desconocemos casi todo de pueblos que no hace más de un siglo se encontraban todavía en el globo. En cuanto a los pueblos actuales más próximos, incluso los de Europa, la enorme suma de materiales recopilados no es más que una po!dón lnlianificante de los hechos observables; si se pretende

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llevar a cabo un esfuerzo de síntesis histórica, lo más que se puede hacer es poner jalones con los hechos conocidos y llenar los vacíos con lo que nos dicten las tendencias. Por lo que respecta al mundo actual, se alcanza probablemente un grado de verosimilitud bastante próximo a la realidad; pero si nos adentramos en siglos pasados, las hipótesis van ganando terreno. Existen temas privilegiados: descubrimientos recientes como el tabaco, cuya hístoria se podría escribir con bastante claridad, o las armas de fuego. Sin embargo, hay que tener prudencia con estos temas: si nos fijamos en que el tabaco llega de América a Europa, gana toda el Asia y África, se confunde a veces en sus modalidades de consumo con el cáñamo y el opio y regresa al continente americano tanto por el este (influencia sino-japonesa), por mediación de los pueblos de Siberia, como por el oeste, con nuestras exportaciones, ante semejante embrollo de préstamos, inventos locales e influencias, podemos preguntarnos con qué precisión se podrá restituir la técnica más antigua. Todo esto es plantear el problema del origen de las técnicas, que volveremos a tratar en la conclusión de este libro. El problema del origen se halla formulado implícitamente en el término «primitivo», que se aplica aún con demasiada frecuencia a los pueblos que no llevan una vida tan perfeccionada como la nuestra, desde el punto de vista material. U n buen diccionario define al «pueblo primitivo» como «el que surgió en el origen y conserva de éste un determinado carácter». Pensamos enseguida en el australiano, el esquimal, el aino, los siberianos o los polinesios. Dichos pueblos no son más primitivos que nosotros. Ahora que la arqueología comienza a dotar de un pasado a las culturas que carecen de escritura, se observa que en el transcurso de los siglos y milenios estas culturas conocieron, por lo que respecta al terreno no técnico, una evolución tan compleja como la nuestra, y que, en el plano técnico, se produjeron cambios sensibles, pues la sociedad, aun aislada, iba acomodando constantemente su caudal técnico a las necesidades y a la evolución del medio natural. Se puede usar la palabra «primitivo», pero con un sentido estrictamente económico, para referirse a los grupos que viven únicamente de recursos de la naturaleza salvaje. En efecto, los cazadores y los pescadores-recolectores practican el mismo modo de explotación que los lejanos ancestros del hombre actual, quienes fueron en realidad los únicos primitivos auténticos. En cuanto a la palabra «pueblo», la arqueología sólo rarísimas veces es capaz de explicar las sociedades sin escritura. 15

La noción de pueblo se funda, por lo que se refiere a un período más o menos largo, en la relativa coincidencia de criterios geográficos y políticos, lingüísticos e institucionales, que apenas dejan rastros palpables. Así pues, sólo se puede hacer historia sobre testimoníos materiales, la mayoría de los cuales tienen que ver con las técnicas. Por lo demás, este tipo de historia sólo interesará a una mínima parte de las manifestaciones culturales, aquella cuya conservación está asegurada por el azar de las causas de aniquilamiento físico-químicas. En el presente libro trataremos con bastante frecuencia el tema de los ainos de Hokkaido, lo cual permitirá juzgar sobre la importancia material de su cultura: hace un siglo (los viajeros japoneses dan abundantes testimonios de ello), poseían viviendas de madera bastante amplias, atuendos tan voluminosos y complicados como los nuestros, utensilios y platos de madera muy importantes, así como barcas con varios remeros. Actualmente, apenas queda nada de sus testimonios materiales del siglo XvIII: algunas hachas de piedra o algunas hojas de sílex labrado, en pequeñas depresiones del suelo (débiles señales del emplazamiento de sus antiguas casas). Si se tiene en cuenta que desde hace al menos 30.000 años una gran parte del globo estuvo poblada por hombres que llevaban UBa vida material tan compleja como la de los ainos y que, sin embargo, no nos han dejado más que algunas piedras talladas y muy pocos esqueletos, la tecnología aparece como una tarea delicada, azarosa y sembrada de trampas. Insisto en la fragilidad de los testimonios con el fin de provocar deliberadamente la desconfianza en el lector. Si en estas páginas no aparece la historia de las técnicas, es por razones muy claras. Siempre que sea posible, haré trechos en el camino; cuando surja un caso de origen seguro, un caso de innovación será acogido con mayor o menor entusiasmo según su rareza, y se ordenará el resto no de manera histórica sino lógica. En efecto, si bien los documentos se salen a menudo del marco de la historia, sin embargo no pueden sustraerse a la clasificación. Resultan cómodos los cortes para estudiar la gran cantidad de artículos debidos a la actividad humana: entre la indumentaria y la caza podemos encontrar numerosas adherencias, como, por ejemplo, el vestido impermeable para la caza de la foca, o la caza de animales para aprovechar sus pieles como vestimentas; pero tal confusión no puede durar mucho tiempo. Desde hace unos cincuenta años, tanto en Europa como en América, se intentan separar las actividades humanas por apartados: vivienda, 16

indumentaria, agricultura. etc. El número de dichos apartados es casi invariable: cerca de veinte por lo que se refiere al aspecto puramente material. Estos cortes lógicos son naturales; se da un acuerdo universal sobre su valor, pero el orden de su sucesión es totalmente arbitrario: cada país, cada escuela tiene el suyo; cada trabajo de conjunto suscita una clasificación apta para estudiar su carácter. Ya que mi objetivo es describir las técnicas desde su lado más material, he adoptado un orden que difiere bastante de los que se suelen proponer. Tengo en cuenta, en primer lugar, los medios más elementales de los que disponen los hombres: la prension y las percusiones rñültiples mediante las cuales los hombres pueden romper, cortar o modelar; el fuego, que puede calentar, cocer, fundir, secar y deformar; el agua, que puede diluir, fundir, ablandar, lavar y que, en diferentes soluciones, dados sus efectos físicos o químicos, sirve para curtir, conservar o cocer; el aire, por último, que

puede avivar una combustión, secar o limpiar. U na vez clasificados estos medios elementales, los pondremos en movimiento mediante fuerzas: de los músculos humanos, de los animales, del agua o dclaire. Fuerzas que no se derrochan al azar, pues el movimiento se dirige o amplifica mediante palancas o transmisiones y se economiza mediante el equilibrio. Los transportes, síntesis de fuerzas, asegurarán la manera de lograr las materias primas y de difundir los productos. Dejando claro desde un principio que es la materia la que condiciona a todo tipo de técnicas y no los medios' o las fuerzas, me he separado totalmente de los datos adquiridos y he adoptado una clasificación que comienza por las materias sólidas, para llegar de manera progresiva a los fluidos. Los sólidos que no cambian de estado han recibido el nombre de sólidos estables: piedra, hueso, madera; los que adquieren una cierta maleabilidad, mediante calentamiento, por ejemplo, son llamados sólidos semi-plásticos: es el caso de los metales; aquellos que, maleables en estado de tratamiento, se hacen duros al secarse o al cocer, son los plásticos: alfarería; barnices, gomas; y, finalmente, los que, en todos los momentos de su estado, son flexibles pero no maleables se denominan sólidos flexibles: pieles, hilos, tejidos y objetos de cestería. Los fluidos no dan lugar a subdivisiones, por lo que nos limitamos a señalar que el tipo es el agua y que engloban todas las materias que, en estado normal de tratamiento y de consumo, son líquidas o gaseosas. Los medios elementales, la fuerza y la materia tienen usos

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generales; su utilización termina en los instrumentos de las técnicas de adquisición y de consumo. De su combinación sale la flecha, el calzado o la vivienda; en gran medida, están indiferenciados en su empleo. Provistos de estas posibilidades de fabricación, abordaremos los objetos tal como los ofrece la investigación. Todo lo referente a los aspectos sociales, religiosos o estéticos de la vida rebasa los límites de la presente obra, por lo que el estudio se ceñirá, por un lado, a la adquisición de los artículos necesarios para la vida material: productos animales (caza, pesca y cría), productos vegetales (cosecha y agricultura) y productos minerales; y por otro, a su consumo a través de la alimentación, la indumentaria y la vivienda. A los técnicos les sorprenderá el carácter elemental de la nomenclatura. Habiendo acometido un inventario razonable de las técnicas, excepto de aquellas que derivan de la evolución industrial moderna, el observador se halla en la situación en la que se encontraba la tecnología en Europa a finales del XVIII. El vocabulario de la Grande Encyclopédie o el del Dictionnaire des Métiers pueden satisfacer, por lo tanto, gran parte de las necesidades. Por esta razón, me he limitado a emplear sólo el mínimo de neologismos y de términos especializados. Otra preocupación, la de no sobrecargar el texto con nombres extraños, me ha llevado a evitar (salvo cuando no existe correspondiente en nuestra lengua) los nombres indígenas, que el lector deseoso de conocerlos encontrará mediante la consulta de las monografias más accesibles. Los límites de la etnología son imprecisos y arbitrarios. A grandes rasgos, podemos considerarla como el estudio de todos los pueblos que no han sido absorbidos por la civilización industrial: el hecho de estudiar la farmacopea o la cirugía china estaría enmarcado dentro de la etnología médica: estudiar las mismas materias, pero en lo relativo a la Edad Medía europea, pertenecería a la historia médica: y estudiarlas en el mundo occidental del siglo XX es un hecho que pertenece a la medicina simplemente. Sin llegar a afirmar que para un médico chino estos términos tendrían que invertirse y que nos encontraríamos ante la etnología pura, se aprecia cuán flotante es la línea de separación. Al estudiar ciertas técnicas en Extremo-Oriente, por ejemplo la fundición, he decidido frecuentemente partir del estado industrial actual (fundición), pasar después al estado artesanal actual (etnología), conseguir mediante los textos formas desaparecidas desde

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hace algunos siglos (historia), y terminar con excavaciones prehistóricas (arqueología). La distinción entre la historia (no política), la arqueología y la etnografia parece que ni siquiera tiene siempre la ventaja de la comodidad. Otra división corriente es la que se establece entre etnología y etnografía. El etnólogo estudiaría los pueblos en sentido general, mientras que el etnógrafo se interesaría sólo por la descripción de los mismos. En la práctica se dan tantas injerencias mutuas que cada etnólogo es también con mucho un etnógrafo y viceversa. Generalmente, los distintos países han confundido los términos y, en Francia incluso, los mejores autores han llamado etnografia a lo que se entiende hoy normalmente como etnología. Personalmente, he procurado quedarme tan sólo con el término de etnología. Pero el uso de la palabra etnografia está muy arraigado y corresponde, para muchos, a datos seguros; por esta razón, me limito a precisar que el contenido arqueológico, histórico o etnográfico de este libro conduce sin líneas de demarcación hacia un estudio amplio de las formas de la actividad material del hombre, estudio que parece no poder admitir otro calificativo que el de etnológico. Los hechos que serán examinados a continuación se han tomado de un gran número de pueblos y de las más diferentes épocas. En cada una de las divisiones técnicas se destaca algún grupo humano: la Europa medieval y el Oriente se distinguen por el ingenio en el empleo de las fuerzas mecánicas y de los órganos de transmisión; hay buenos ejemplos de metalurgia en Asia menor, África negra e Indonesia; la alfarería de China y Japón ofrece temas particularmente demostrativos. Cada técnica se fijará en un centro geográfico y una época que permitan a la vez estudiar al máximo la riqueza de los procedimientos y la difusión progresiva de los productos. Sin embargo, disto mucho de pretender la universalidad; he hablado, sobre todo, de los pueblos que me son más familiares, es decir, aquellos que habitan en el contorno del océano Pacífico: indonesios, chinos, japoneses, ainos y siberianos, así como los esquimales e indios de la costa noroeste de América. Todos ellos ofrecen Una gama bastante rica, se escalonan en estadios de civilización lo bastante variados como para asegurar casi a cada apartado una importante contribución de hechos. Una parte considerable de los objetos que vamos a mencionar se halla en París, en los sótanos o en las vitrinas del Musée de I'Homme; así pues, el contacto visual podrá suplir las lagunas de 19

I las ilustraciones. Un trabajo de este tipo supone una gran parte de compilación, pero yo sólo tengo práctica directa en lo relativo a Europa y el Extremo-Oriente templado y el ártico; por lo tanto, podríamos contar con una copiosa bibliografía, pero me he visto obligado a reducirla por varias razones: son escasos los autores que han tratado las técnicas desde el punto de vista tecnológico, autores que pienso citar: pero la gran mayoría de los restantes se ha limitado a nombrar, describir o a dar alguna información sobre los objetos en algún museo: por ello, dar una referencia para cada viajero en un libro de tipo general sería absurdo. A todo ello se añade el hecho de que las fuentes francesas son raras y que los títulos de obras alemanas, inglesas, chinas, danesas, españolas, holandesas, japonesas o rusas sólo tendrían, para la mayoría de los lectores, un interés de curiosidad tipográfica. Expreso aquí mi agradecimiento a aquellos que han estimulado, guiado o secundado mi trabajo: me refiero a Marcel Mauss y a Jean Przyluski, cuyos afectuosos consejos me han servido a menudo de apoyo: al Centre national de la Recherche Scientifique, que ha asegurado la independencia material de mis trabajos: así como a los artesanos, cazadores y pescadores del Pacífico y de Francia, a quienes debo el poder haberlos emprendido con cierta seguridad en el terreno práctico.

NOTA.-8e encontrará la explicación de las figuras en el índice de las pági-

nas 295 • 309.

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ESTRUCTURA TÉCNICA DE LAS SOCIEDADES HUMANAS

El conocimiento del hombre físico está estrechamente ligado a las ciencias naturales. Desde el punto de vista del paleontólogo, el hombre es un mamífero surgido de la lenta evolución de una serie de otros mamíferos que lo emparentan hace más de un millón de años no con los monos (que ya se hallaban diferenciados como tales), sino con una serie de primates ya bípedos, pero con el cerebro todavía primitivo '. Como mamífero, el hombre apenas plantea más problemas que el caballo o el rinoceronte, siempre y cuando admitamos que los fósiles colocados uno tras otro para constituir la línea genealógica no son necesariamente los antepasados directos los unos de los otros, sino un ensamblaje lógico de formas cada vez más antiguas. El estudio no concluye en la creación de un cuadro histérico, sino en una restitución, cuya elevadísima verosimilitud equivale prácticamente a la genealogía real, tornada inaccesible por la escasez de los documentos. El intelectual apenas puede contar con documentos que no sean los relativos a la actividad técnica, salvo para las formas más recientes, tan próximas a nosotros físicamente que el problema sigue en pie. Suponer que los antrópidos primitivos tenían una cierta cohesión social no se apoya de manera fundamental en ningún hecho indiscutible: se trata simplemente de un argumento puramente lógico fundado en la constatación de que muchos animales ofrecen un alto grado de cohesión social, en concreto los primates. Lo mismo cabe decir del resto de las instituciones. Así pues, el único testimonio (junto con algunos vestigios de 1

A. LEROI-GOURHAN, El gesto y la palabra. Vol. 1: Técnica y lenguaje, París,

Albin Michel, 1964.

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esqueletos) del aspecto propiamente humano de la evolución es lo que queda de las actividades técnicas. ¿Camina dicho testimonio en la misma dirección que el de los restos óseos y conoce las mismas limitaciones? En otras palabras, ¿se puede estudiar un desarrollo paralelo y sincrónico de los hombres y de sus productos, se puede hablar de una evolución continua de las técnicas, construir el marco cronológico de todo ello, hacer historia propiamente dicha trazando vías de difusión, estableciendo centros de innovación, e incluso, quizá, señalando grupos humanos, anónimos pero definidos? Si no se pide más a los objetos que a los esqueletos, se habrá logrado entonces el objetivo: se sabe (en lo referente a todas las culturas que precedieron al homo sapiens) gracias a los útiles de piedra tallada -que son prácticamente nuestros únicos testimonios- que los útiles, en su conjunto, siguieron una línea de evolución progresiva comparable a la que siguieron las formas humanas, desde los lejanos australantropos hasta los pitecántropos y el hombre de Neanderthal. Cada forma de útil, de un período a otro, se presenta como si hubiera tenido como ascendiente la forma que la precede. Así como no vemos que un tipo muy perfeccionado de Equido preceda a las formas ancestrales de los caballos, no vemos tampoco incoherencia en la sucesión de las obras humanas: los útiles se van encadenando en la escala del tipo en un orden que se muestra, a grandes rasgos, tanto lógico como cronológico. Sin embargo, no hay que perder de vista que la precisión histórica se halla lejos de estar plenamente realizada; aún faltan los detalles, por lo que hay razones de sobra, dado que los útiles son millones de veces más numerosos que los cráneos, para esperar una visión más detallada de los hechos. En menor grado, la tecnología prehistórica o histórica se encuentra en la misma situación que la paleontología. Si suponemos, para un rasgo técnico cualquiera, series de variaciones dispuestas cronológicamente, podremos imaginar tres modos de explotación: FORMAS

. {ABCD de ia sene' más antigua A' B' C' D'

. ~. la sene mas reciente

A" B" e" D" A'" B'" C'" D'"

En el primer modo no cabe ningún reproche: ABCD, origen de A/B/C'D', etc., supone el conocimiento completo de las formas Que le hallan entre dos límites del tiempo y en un punto

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preciso; sólo en muy raras ocasiones, la tecnología puede aplicar ese modo de explotación a problemas lo bastante generales como para esclarecer de manera útil la historia humana. El segundo modo consiste en poner a A como origen de A', A", A"', etc.; aunque parezca idéntico al primero, encierra una

fuente importante de errores: la diferencia de evolución entre A y A' es menor normalmente a la diferencia de variación entre A' y B', lo que da lugar, por ejemplo, al tercer modo erróneo: ? (prototipo supuesto) origen de A', de B", de C", etc. Estos tres métodos han sido explotados claramente por la paleontología, disciplina que puede arriesgarse a trazar árboles genealógicos; en lo referente a la etnología, ciertas teorías de conjunto han procedido con menos precisión a causa de la gran confusión de los documentos. Generalmente, nos vemos obligados a suponer un hecho siberiano (A"') como vestigio de una forma ancestral común a varios pueblos asiáticos (A'B'C ...); hechos bretón, ruso, iraní (A'''B'''C''' ...) como supervivencia de un estado indoeuropeo antiguo (A), lo que confiere a la reconstrucción un carácter doblemente hipotético, ya que al margen de error de las variaciones mencionadas más arriba se añade la atribución arbitraria del hecho a una fase cronológica más o menos precisa. Esto no obstaculiza de ninguna manera al filósofo que da cuenta de los desplazamientos de formas entre el estadio ABCD y el estadio A"'B"'C'''O'", pero sí paraliza al historiador, que

debe dar cuenta de la posición de cada elemento en el tiempo y el espacio. No hay que dejarse engañar, por consiguiente, sobre el valor absoluto de los conocimientos históricos que poseemos acerca de las técnicas humanas. Nuestro caudal se compone de una masa enorme de documentos muy variados (la mayor parte de ellos muy recientes), que sólo representan la centésima parte de lo que nos haría falta para trazar nuestra historia a lo largo de estos cien últimos siglos. Por lo que respecta a la segunda mitad del XIX y al siglo XX, aún nos falta mucho. Del xv al XIX, las informaciones son escasas y se deben en su mayoría a relatos de viajeros no preparados para una tarea científica. Por lo que respecta a épocas anteriores, tenemos que basarnos en los estudios arqueológicos, fundados en versículos de la Biblia, fragmentos de autores griegos o latinos, alusiones chinas, excavaciones en las que se descubren esqueletos sin ataúdes o, por el contrario, una tumba sin esqueleto, algunos ladrillos, bronces y sílex. Y con estos materia-

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les ingratos, el etnólogo reconstituye la historia. Tanto si aborda un plano filosófico muy general como si permanece en los límites de un haz que compagine la raza, la industria material y las manifestaciones intelectuales o sociales, no se separará casi de la realidad pero no podrá ir muy lejos, pues las aproximaciones seguras se vuelven enseguida muy difíciles. Si trabaja sobre un punto preciso (la agricultura, por ejemplo) experimentará, por el contrario, una sorprendente facilidad para abordar progresivamente zonas cada vez más amplias, para pasar de un continente a otro; a un mínimo esfuerzo del etnólogo, se le ofrecerá la perspectiva dorada de una teoría de conjunto con migraciones e infiltraciones a larga distancia. Todo esto explica por qué no sabemos gran cosa de la historia de los pueblos, y por qué, en cambio, la ciencia es rica en visiones de conjunto sobre las técnicas y las instituciones. Dicha riqueza va aumentando a medida que nos alejamos de las técnicas materiales y alcanza su cima en las teorías religiosas o en el folklore.

LA TENDENCIA Y EL HECHO

Este doble aspecto llevaría a observar en la actividad humana dos tipos de fenómenos de distinta naturaleza: fenómenos de tendencias, que se deben a la naturaleza misma de la evolución, y hechos, que se hallan ligados indisolublemente al medio en el que se producen. La tendencia tiene un carácter inevitable, previsible, rectilíneo; empuja al sílex que se tiene en la mano a adquirir un mango, y al bulto arrastrado sobre dos palos a dotarse de ruedas. Dado que el adorno es una tendencia, el hombre se unta con barro coloreado, siguiendo las líneas naturales de su cuerpo: no debe extrañar el encontrar en los extremos del globo los mismos dibujos por las piernas o alrededor de los pechos; se pone, inevitablemente, adornos alli donde los pueda colgar y se clava espinas o varillas de hueso en el lóbulo de las orejas, en los labios o en las narices, porque en estas partes se ven mejor y, además, todo ello se puede realizar sin demasiado dolor, derrame de sangre o molestia anatómica. La presencia de piedras da origen a un muro, y la construcción del muro provoca la palanca o el aparejo. La rueda trae consigo la aparición de la manivela, la correa de transmisión y la desmultiplicación. En el terreno de las tenden-

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cias son posibles todas las extensiones: cuando un vecino lleva a un pueblo el grado de perfeccionamiento que sigue en el orden lógico al estado en que se encuentra dicho pueblo, éste lo adopta sin esfuerzo, y e! etnólogo, sin telón histórico, no puede saber con seguridad si se trata de un invento local o de un préstamo reciente o milenario. El hecho. al contrario que la tendencia, es imprevisible y particular. Es en igual medida el encuentro de la tendencia con mil coincidencias de! medio, es decir, la invención y el préstamo puro y simple de un pueblo a otro. Es único, inextensible, es un compromiso inestable que se crea entre las tendencias y el medio. La forja, por ejemplo, es un compromiso esencialmente plástico entre las virtualidades inutilizables en la práctica: el fuego, el metal, la combustión, la fusión, el comercio, la moda, la religión y así, progresivamente, hasta e! infinito. La permanencia de la actividad metalúrgica es posible gracias a la realidad independiente del tiempo y del espacio de todos estos factores inmateriales. La evolución es el tiempo que experimenta el equilibrio del compromiso expresado por el hecho «Forja». No existe una tendencia «Forja», sino un hecho que se presenta como universal en la medida en que se reúne un mínimo de tendencias simples para producir una industria metalúrgica. Entre los extremos del tiempo y del espacio, entre la forja de los egipcios y la de los malayos existen relaciones en la medida en que las tendencias se unen de manera idéntica: encontramos una diversidad creciente a medida que se van añadiendo rasgos secundarios; diversidad que desemboca en la forja sudanesa o de los tungusos, y, en definitiva, en la forja de cualquier artesano de cualquier pueblo. La tendencia y el hecho son las dos caras (una abstracta y la otra concreta) del mismo fenómeno de determinismo evolutivo, que será tratado de nuevo al final de este volumen. Ya que la evolución marca por igual al hombre físico y a los productos de su cerebro y de sus manos, es normal que el resultado de conjunto se traduzca en el paralelismo de la curva de evolución física y la curva técnica del progreso'. La tendencia implica en sus resultados tanto el invento local como el préstamo realizado entre pueblos muy distantes (piénsese en los portugueses y holandeses que en el siglo XVI llevaron directamente desde Europa hasta el 2 A. LEROI-GOlrRIlA~. HI gesto .1' la pa/ahra. Vol. I: Técnica .l' lenguaje, París, Albin Michel, 1964. Cf. figs. 64. 65. 66 Y 77.

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Japón algunos objetos que, en cuatro siglos, han llegado a ser propiamente japoneses), la tendencia autoriza, en el plano filosófico, una restitución del movimiento progresivo, pero no puede ir más allá ni permitir una reconstrucción histórica exacta. Ésta

sólo puede surgir de la continuidad de los hechos en el espacio y en el tiempo. Mucho más prosaica y menos espectacular que la tecnología de las tendencias, la recopilación de los hechos (es indispensable reunir muchos para que sean continuos) puede por sí sola hacernos abordar el problema de los orígenes y trazar vías eventuales de difusión. Esto no significa, sin embargo, negar la realidad de todos los constructos históricos. Existen hechos innegables de filiación; el especialista puede descubrir fácilmente en una serie de armas o de útiles solamente las huellas seguras de las relaciones que unieron a un grupo de pueblos, pero toda reconstitución de este tipo implica algunos riesgos y únicamente adquiere un auténtico valor cuando otros especialistas, a partir de series muy distintas, han llegado a las mismas conclusiones. Los GRADOS DEL HECHO Sólo puede ejercerse un control sobre hechos que estén bien preparados y agrupados en haces lo más sustanciales posible. Estos haces esclarecen tanto mejor la historia de los pueblos cuanto más diferentes son los temas de que se componen (a falta de poder englobar la totalidad de la actividad del pueblo estudiado). Tomar como campo de estudio los utensilios agrícolas, la economía agraria o la morfología rural supone ya contar con un instrumento de investigación útil. Hacer esto con varios grupos mediante los cuadros establecidos conjuntamente sobre las otras técnicas de fabricación y de adquisición proporciona una serie de imágenes multidimensionales, cuya confrontación, si bien no siempre permite establecer la historia de las relaciones de los distintos grupos, al menos sí delimita claramente los problemas históricos. Teniendo en cuenta que aún nos hallamos ante la imposibilidad de dar para cada pueblo un cuadro completo que permita hacer comparaciones infalibles, me inclino por este segundo método que no dificulta el desarrollo de la especialidad y que mantiene lejos las tentaciones demasiado agradables de crear frescos monumentales. El control, como ya hemos dicho, solamente puede ejercerse

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sobre hechos bien dispuestos; así como un animal sólo puede ser conocido y clasificado con precisión cuando se le ha disecado y preparado en el laboratorio, el hecho únicamente puede adquirir su valor cuando sus detalles son visibles. Al no ser aplicable el método de los haces de hechos más que a pueblos bien conocidos, toda investigación comienza por el estudio de los hechos aislados. Se puede dar a estos hechos aislados el suficiente cuerpo para tratarlos individualmente como haces poniendo de relieve sus caracteres accesorios: comparar cepillos o limas provenientes de diferentes pueblos sólo resulta provechoso si se realiza para cada objeto una lista que parta del rasgo dominante (cepillo o lima) y se extienda a los caracteres más importantes (madera o metal a tratar, hoja de hierro o de piedra) y, después, a los detalles más particulares (fijación del mango, ligaduras, sentido simbólico del útil). Las piezas aisladas de una misma serie adquieren entonces un valor comparativo real, y se obtiene la mejor prueba cuando se constata que las series ya no van a cubrir el globo terrestre por entero, sino que van a inscribirse sencillamente en

zonas bien delimitadas. Una vez que se ha llegado a tales resultados, se constata que los hechos presentan grados de valores distintos y que no son los caracteres del primer grado, generalmente ligados a la tendencia, los más interesantes, sino aquellos del segundo y tercer grado, propiamente ligados al pueblo o grupo de pueblos de los que ha salido el hecho estudiado. Para ilustrar el procedimiento, tomemos el ejemplo del propulsor (figs. 1 a 9), simple plancha o varilla terminada en un gancho o en un ojillo cuya finalidad es alargar el brazo del lanzadar' cuando arroja lanzas o arpones. Su hechura es uniforme y sencilla: todos los tipos tienen un extremo para la prensión, un extremo en el que se apoya el arma y un cuerpo más o menos alargado. Además, su mecanismo es invariable; porque nos hallamos en las mejores condiciones para observar por grados las características particulares de cada forma: Primer grado. Instrumento destinado a aumentar la fuerza de propulsión de un arma arrojadiza. Se sujeta por un extremo con la mano derecha; el otro extremo se apoya en el arma que se va a lanzar (ABe). Distribución. Europa en la Edad del Reno, la Australia y Melanesia actuales, la América ártica actual y la América precolombina.

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2.o grado / 3." grado / 4." grado / 5." grado ~ ~======"i!!J

1

*iue'2

In

2

~--~

A) varilla cilíndrica terminada en un gancho: Europa en la Edad del Reno, Melanesia y Perú: los propulsores de la Edad del Reno, conocidos de manera incompleta, resultan inutilizables más allá del 2.° grado, apéndice de apoyo para la mano: Perú (l), apéndice de apoyo para la lanza, acanaladura: Melanesia (2); B) plancha ovalada con gancho y pomo: Australia: plancha ovalada muy ancha: Australia occidental (3), plancha ensanchada hacia el pomo: Australia septentrional (3'),

plancha ensanchada hacia el gancho: Australia meridional (3");

3'

,

e) plancha sub-rectangular con ganchos y acanaladura: América: sin huellas de dedos: México (4), con anillos para los dedos: Estados Unidos (4'),

3"

J

/

4-

con huellas de dedos: esquimales occidentales y centrales, costa noroeste; plancha estrecha: esquimales occidentales, costa noroeste: huellas simétricas: costa noroeste (5),

bordes paralelos: sur de Alaska (6), huellas profundas: norte y centro de Alaska (7); plancha ancha: esquimales centrales y orientales (8); gancho sustituido por un ojillo: esquimales orientales (9).

'"

5 1

6

7 )

f~

8 9

Solamente se han realizado las subdivisiones hasta el quinto grado para lo relativo al propulsor estrecho con huellas, con objeto de no alargar inútilmente este cuadro; esto basta para indicar el mecanismo de individualización progresiva de los hechos. He agrupado los materiales de este libro mediante su aplicación y con el mínimo de intervención personal. Aunque ya no deba mencionar el procedimiento más que incidentalmente, éste subyacerá en todas las divisiones propuestas en la serie. Si seguimos las etapas de la progresión, podremos constatar que, en el primer grado, el propulsor se muestra como un hecho prácticamente universal, puesto que abarca Europa, Australia y América, y se extiende desde la Edad del Reno hasta el siglo xx. Ateniéndonos a esto, se podrían establecer muchas relaciones históricas. Segundo grado (creo que es el primer estado utilizable). Se dibujan en él centros bien delimitados, tales como la Europa prehistórica, Australia y América. Mientras que el primer grado

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sólo señala una tendencia realizada (la de aumentar la fuerza de propulsión de un arma mediante el alargamiento artificial del brazo humano), el segundo grado limita ya zonas geográficas. Si se quiere sacar desde ahora relaciones históricas entre los centros, es necesario acudir a un haz de hechos nuevos tomados de los grados siguientes.

El tercer grado es el de los grandes cortes dentro de los grupos étnicos. Las principales divisiones de las tribus australianas se materializan en las variaciones del propulsor al oeste, norte y sur de su habitat. Entre los esquimales, los dos tipos, propulsor de tope y propulsor con ojillo, marcan perfectamente la separación de los grupos orientales y los occidentales. Los propulsores de la América india, que desaparecieron antes o poco después del Descubrimiento, apenas son conocidos, por lo que no se pueden sacar enseñanzas muy detalladas más allá del tercer grado. Las buenas descripciones realizadas por los viajeros permiten, sin embargo, trabajar sobre series bastante interesantes en este grado, que ofrece ya un control importante a la hora de realizar constructos históricos. El cuarto grado (siempre que la información sea suficiente, se pueden añadir otros). Permite la descripción detallada del hecho y su fijación en un grupo reducido; puede señalar el rastro de las relaciones tenues entre los hechos del tercer grado. Es muy raro que, a partir del cuarto grado, los hechos sobrepasen el marco de la tribu o de la confederación de tribus: esto sólo.se suele producir con los objetos de intercambio, como las ollas de piedra de los esquimales, las guarniciones de sables japoneses que se infiltraron como adornos por toda la costa septentrional del Pacífico hasta Alaska, las armas de fuego y, en general, todos aquellos objetos que sobrepasen las posibilidades de la fabricación local. Es inútil insistir sobre el peligro que supone para el porvenir de una teoría el empleo de los hechos en el primer grado; este caso es bastante "raro, sólo algunos teóricos han podido desarrollar, con documentos tan frágiles, teorías monumentales sobre la población general del globo. Es menos raro ver islotes de hechos en los grados segundo y tercero, reunidos mediante puentes de hechos en el primer grado: es el artificio lo que permite soldar entre si a dos pueblos que gustaría ver relacionados históricamente. Observamos que el primer grado del hecho corresponde a su 30

función: martillo, arpón y propulsor: esta enumeración implica la identificación del primer grado del hecho con la tendencia, ya que corresponde estnctamente a divisiones lógicas de la actividad humana. Podemos exponer las relaciones de conjunto en un cuadro: TENDENCIA

HECHO

I l ." grado matar a un animal marino con

I

I

I

i

2.° grado I.cr grado 2.° grado 3.cr grado 4.° grado

un ARPÓN I

I

I

en todo el mundo

con punta de hueso y flotador de

vejiga OCéan1o Pacífico, esquimales de Alaska

U na vez hecha esta constatación, está justificada nuestra desconfianza con respecto al valor histórico del primer grado del hecho: lo que depende de la tendencia, es decir, los cortes que nuesta lógica realiza por comodidad en las actividades de los hombres, sólo se halla unido al medio, o sea a la sustancia histórica, por el único lazo que supone una palabra. Este primer grado tiene un poder total cuando se trata de ordenar los hechos por categorías; su valor arquitectónico es importantísimo. Lo emplearemos en este libro, que no es más que una proyección lógica del ovillo desconcertante de los hechos observables en cada punto del tiempo y del espacio. Pero me abstengo de antemano de hacer ningún tipo de constructo histórico. JERARQUÍA DE LAS TÉCNICAS

La insistencia con que se presenta el problema de los orígenes a la consideración de los autores obliga a mantener la atención despierta. Es cierto que hemos encontrado un vicio de construcción: el teórico pasa inconscientemente del suelo movedizo de los hechos al terreno en apariencia sólido de la construcción lógica de las tendencias. Dentro del montón de hechos de toda clase de proveniencias, elige y ordena según el rigor que se haya propuesto, rastrea la ruta de un atuendo a través de los siglos can la esperanza de conseguir un núcleo de formación. Si realiza el estudio de varios pueblos, aquel que haga uso de útiles de piedra le parecerá el más cercano al origen que aquel otro que se sirva 31

del bronce, y aquel que emplee el hierro será, según él, más reciente que los demás. Observando en el mapa que los más rústicos se hallan circunscritos en las regiones desfavorecidas y lejanas, marcará límites, círculos concéntricos, cuyo centro será, para él, el origen. Si se ha aplicado tantas veces un ordenamiento de los hechos como éste, ¿no tendrá parte de verdad? Una vez más, debemos tomar de la paleontología los elementos de comparación. Al margen de toda noción sobre la evolución de los animales extinguidos, la zoología había señalado un marco lógico que se extendía del invertebrado al pez, al batracio, al reptil y al ave para terminar en el mamífero y, con él, en el hombre. Sólo en un siglo, la paleontología ha dado a la zoología un caudal inmenso de seres clasificados, no ya lógicamente, sino históricamente; desde los estratos más profundos de la' era primaria al suelo superficial. Ahora bien, la progresión histórica de estos seres sigue con bastante fidelidad la clasificación lógica: los invertebrados preceden a los peces, los batracios surgieron antes que los reptiles, las aves y los mamíferos aparecen tardíamente, y el último es el hombre. Cuando Cuvier, antes de 1812, formulaba el principio de la correlación «la forma del diente entraña la forma del cóndilo; la del omoplato entraña la de las uñas, así como la ecuación de una curva entraña todas sus propiedades...», estaba construyendo, basándose en la lógica pura, una ley de tendencia a la que, no obstante, los hechos aportaron innumerables confirmaciones. ¿No es comparable a esto lo que nosotros sabemos acerca del pasado de la humanidad? Indiscutiblemente, la piedra labrada precedió a la piedra pulida, el bronce siguió al cobre, y el hierro es un producto tardío, apenas prehistórico. Ciertamente, vemos cómo los peces han ido atravesando todos los períodos, desde el primario hasta la época presente, sin variar lo más mínimo; pero también hemos visto cómo surgen invertebrados mucho tiempo después de la aparición de los mamíferos; la ya citada mandíbula de zarigüeya deberia ir acompañada de todos los caracteres anatómicos de los marsupiales; sin embargo, también conocemos vertebrados que no tienen cóndilo, el cual deberían tener dados sus dientes, y cuyo omoplato no está en armonía con las uñas. El primer útil conocido es el guijarro labrado; los australianos que aún lo utilizan parecen primos hermanos de esos peces que nos han dejado el testimonio de tiempos inmemoriales, pero conocemos pueblos que han tenido chozas y que, por indigencia, han vuelto al simple cobertizo; que han poseído metales y que, sin embargo, han regresado al hueso;

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que han tenido cuchillos de piedra y los han sustituido por hojas de madera. Así pues, es necesario rendirse ante la evidencia: las probabilidades que tenemos de reconstruir la historia son írriso,;as, pues a pesar del aumento de los descubrimientos, la mayona de los testimonios de la vida de nuestros ancestros ha desaparecido irremediablemente. Nos sobrarán materiales para confirmar las líneas generales de las construcciones lógicas, podremos distinguir a grandes rasgos la sucesión de los estados técnicos cadavez más perfeccionados, daremos una fecha probable de la apancion del hom bre; pero no podremos reconstruir con detalle el dehcado entramado de los movimientos que marcaron el período más largo de nuestra historia, entre el comienzo del cuaternano y la edad de los metales. El interés de nuestra tarea reside, no obstante, en la investigación de esas líneas casi desdibujadas; en bastantes casos, en lo relativo a los tiempos más recientes (desde finales de la Edad de Piedra en Europa) podremos llegar a aproximaciones alentadoras. ' Se puede conseguir mucho de un documento. incluso estudiado de manera aislada, se puede leer en él las cosas más interesantes sobre su autor o sobre esas grandes verdades humanas que son las tendencias, Con algunos hechos colocados con tino en la escala del tiempo, se puede esclarecer bastante la historía; pero es necesano aguzar todo el ingenio para descubrir en torno a cada hecho testimonios accesorios que ayuden a probar cómo todos losdocumentos examinados pertenecen a la misma corriente histónca. Este tipo de testimonios se da casi siempre; se puede ordenar su explotación una vez que se haya llegado a atribuirles su d~!,ominación y cualidades exactas. Este trabajo de denominacron depende por entero de las ten dencías de la lógíca, ya que toda ctencia se funda en este único instrumento, del cual dispone nuestra mente para dividir el universo; hay que emplearlo a fondo para catalogar con precisión los hechos y, después, abandonarlo para siempre con objeto de agrupar los mismos hechos en cuadros de historia'. Los capítulos siguientes están dedicados a este trabajo preliminar. Probablemente, darán la impresión de que se limitan a exponer los elementos de una historia sin abordar el mejor; bastará en ese caso con ver la obra entera como la crítica de un gran libro, cuyo autor todavía no ha nacido. Así pues, ¿qué debemos entender por jerarquía de las técnicas? Hace 3 Es el segundo aspecto de esta investigación el que hemos intentado ilustrar, fundamentalmente en «Arqueología del Pacífico norte».

JJ

mucho tiempo que investigadores como Lucien Febvre han sacudido al edificio anticuado de los pueblos que de cazadores pasaron a ser pastores y luego agricultores, en una progresión que es una hipótesis tan teórica que apenas encuentra confirmación en la realidad. Existen estados muy complejos: muy pocos grupos pueden ser considerados como esencialmente cazadores, pescadores, pastores o agricultores; ninguno vive exclusivamente en uno de estos estados simples. Por lo tanto, no es esa la división sobre la que hay que basarse. Es más bien sobre la cuestión de lo «primitivo y lo civilizado» sobre lo que conviene tratar de nuevo. Son conceptos tan cómodos, tan atractivos, que los especialistas los emplean constantemente, aunque lamentándose de su inexactitud. Podríamos decir que la jerarquía es el doble contraste histórico y geográfico de los pueblos. Sería una especie de mapa temporal en el que se vería dentro de un mismo color a todos aquellos que labraban guijarros desde el principio de los tiempos hasta el siglo XIX, a todos aquellos que guardaban manadas, etc. Una representación semejante tiene gran valor, pues pone en su lugar, en el tiempo y el espacio, cada documento; sería incluso el instrumento de trabajo ideal, comparable a la interrelación de la palezoología y la zoología actual. Pero está contagiada de dos vicios: no se puede seguir un tema técnico o sociológico desde sus principios hasta nuestros días sin caer en tremendas lagunas tanto en el tiempo como en el espacio; no siempre se sabe a qué unidad antropológica pertenece un documento antiguo, y muy frecuentemente se ignora la unidad política o social a la que se refiere. Sin embargo, es el método que permitiría afirmar que la agricultura precedió, siguió o fue coetánea de la recría; el método por el que se podría decir que un determinado pueblo actual se halla mucho mejor provisto técnica, estética o socialmente que cualquier otro'. Se puede tener la convicción de que las verdaderas cuestiones históricas se plantean gracias a una paciente acumulación de hechos sobre los mapas; pero nosotros apenas estamos autorizados para resolverlo, y si yo propongo aquí algunos términos, ello se debe a que son indispensables como Símbolos, como resúmenes que economizan constantes definiciones. Podemos desconfiar de todas esas divisiones culturales admitidas y tratadas, sin embargo, desde hace un siglo. La humanidad 4 Este punto de vista ha sido desarrollado en Técnica y lenguaje, capítulo V, pág. 205.

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tomada en cualquier momento de su evolución implica toda una serie de etapas. Aún existen pueblos que desconocen el arte de fundir el hierro, otros que sólo cuentan con la rueca para hilar, que carecen de arado o bestias de tiro. El error comienza en el momento en que se hacen pequeños paquetes con todos aquellos que poseen o no, determinado grupo de rasgos técnicos o religiosos y en que se establecen relaciones; sin embargo, a todos los investigadores se les ha pasado por la mente que entre el australiano y el árabe hay una distancia que parece una progresión. Incluso abandonando la idea de progresión, que puede llevar a equívocos, queda (en el terreno estricto de las técnicas materiales que ahora nos ocupa) una jerarquía auténtica, en la que las divisiones son variables, pero la enumeración permanece casi constante. Podemos fijamos, por ejemplo, en la agricultura y constatar que los neocaledonios o los peruanos, con sus coas, palos para excavar el suelo, están peor equipados que los negros de África con la azada; que éstos tienen un material menos eficaz que los árabes o los chinos con el arado sin ruedas, y que los europeos están más avanzados que todos los pueblos mencionados gracias al arado con ruedas. Podemos proceder de igual manera en lo relativo a los tejidos, la metalurgia, la alfarería, la caza o la navegación; se dan contradicciones, verdaderos «salvajes» que cuentan con mejores utensilios que nosotros para una tarea muy determinada, pero las variaciones generales de las listas son constantes. No hay técnicas sino conjuntos técnicos regidos por conocimientos mecánicos, físicos o químicos generales. Cuando se ha conseguido el principio de la rueda, se puede llegar también al carro, a la rueda de alfarero, al torno de hilar o al torno para madera; cuando se sabe coser, no sólo se puede tener un vestido de una forma determinada, sino también vasos de corteza cosida, tiendas cosidas o canoas cosidas; cuando se sabe conducir el aire comprimido, se puede tener la cerbatana, el encendedor de pistón, el fuelle con pistón o la jeringa. Vistos de este modo, a grandes rasgos, existen pueblos que no son ni específicamente cazadores ni pastores o agricultores pero que están más o menos equipados. Se trata de encontrar, pues, términos que no tengan un significado formalmente histórico o geográfico, que no tomen en manos de teóricos demasiado hábiles un color de evolución técnica. El procedimiento más simple sería hablar de estados técnicos A, B, C, D, dividiendo la lista de los pueblos en cuatro o cinco partes; pero es bastante incómodo y está envuelto de una falsa apariencia científica que nuestra jerarquía no puede permi-

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tir. Así pues, yo propongo cinco términos de estados: muy rústico, rústico, semi-rústico, semi-industrial e industrial; bien aclarado que dichos términos no designan estados determinados por la concordancia absoluta de sus detalles. Me guardaré incluso de dar una lista de los pueblos que se incluyen en estas divisiones, pues en los márgenes se pasa de un estado a otro sin discriminación. Se podrá decir, por ejemplo, que los australianos son muy rústicos o que los esquimales son rústicos porque su imperfección técnica no les permite trabajar los metales; en otros aspectos, serán calificados' de semi-rústicos porque en determinado campo hayan llegado lo bastante lejos como para merecer ese término. Los negros de África serán semi-rústicos porque conocen el trabajo de los metales aun sin tener equipos mecánicos importantes. Estas tres primeras divisiones indican los estados pre-industriales. China, India y el mundo islámico serán considerados como semi-industriales por analogía con la Europa medieval, época en la 'que los conjuntos mecánicos sólo se servían de medios de acción material poco importantes. El término industrial, finalmente, se aplica a lo que llegó a ser el estado medieval de Europa desde el xvn al XIX. De esta manera, se dispone, sin esfuerzo, de un gran comodín del que no habrá que abusar pero que será útil para tornar en términos vagos lo que se conozca muy vagamente, guardando así a la etnología el tinte de rusticidad del que todavía no se ha desprendido'. s Estos términos (rústico, semi-rustico...) nunca me han convencido. Son poco apropiados por dos razones: «rústico» connota un juicio de valor estético, mientras que «industrial» señala un estado socio-económico: por lo tanto, ni uno ni otro tienen relación directa con la tecnología. Si se considera toda la serie de mis trabajos y en particular El gesto y la palabra. se comprenderá por qué se impusieron inconscientemente en esta primera obra los dos valores parásitos de estética y de socio-economía: el nivel de tecnicidad es potencialmente equivalente en todos los hombres; así pues, sólo hay una «jerarquía» socio-económica. Insuficientemente estudiado en su época, este hecho justificaría un cuadro clasificatorio tecnológico y socio-económico simultáneamente, cuadro que no podemos desarrollar en las páginas presentes. Da por sentada la relación entre la disponibilidad técnica y la adquisición alimentaria (ef. El gesto y la palabra, vol. 1: Técnica ~' lenguaje, cap. V) y da por definidos los diferentes niveles de intercambio de 'los productos fabricados (conyugal y familiar, en diferentes grados: intra e interétnico) así como la naturaleza de las contrapartidas correspondientes a los objetos intercambiados. Ahora bien, en un mismo grupo pueden coexistir varios sistemas: desde el simple intercambio informal entre cónyuges hasta el artesanado remunerado. Por consiguiente, es preferible llevar más allá de la sistemática puramente tecnológica una clasificación de los fabricantes. Puesto que dicha clasificación no puede ser puramente tecnológica, antes que

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hacer girar la definición sobre un juicio de valor (rusticidad) es mejor tomar como eje un término socioeconómico que implique, al menos, una parte de las consecuencias tecnológicas. Creo que el eje mencionado corresponde al artesanado, en un sentido amplio, es decir, a un estado social en el que algunos individuos dedican su tiempo a técnicas de fabricación (metalurgia en particular); este tiempo les es compensado por una contrapartida en especie o en metálico correspondiente a la imposibilidad de adquisición alimentaria que resulta de su actividad de fabricación. La noción de artesanado hace intervenir a la sociedad global en el plano de las instituciones sociales y de las operaciones económicas simultáneamente: los grados progresivos de complejidad social tienen como corolario (y como elemento del componente) la liberación gradual del tiempo de fabricación de los individuos especializados. Es exactamente llevar a la «jerarquías técnica al nivel del medio favorable (véase t. ll, caps. VIII y IX) y comprender que el «grupo técnico» no puede ser separado del conjunto de la sociedad. A este respecto, se pueden considerar las siguientes divisiones: - preartesanal: la sociedad no distingue, en el plano de la fabricación, a algunos de sus miembros y, al menos teóricamente, todos los individuos (por parejas) pueden asegurar la parte de fabricación que corresponde a sus necesidades fundamentales. Dicho término se ajusta más que «muy rústico» a los caracteres que quise definir cuando escribí este capítulo por primera vez. - proto-artesanal: sin dejar de asumir la parte mayor de su producción alimentaria, uno o algunos individuos fabrican objetos que forman parte de las necesidades fundamentales del grupo. Esto último asegura la compensación, generalmente en especie. Protoartesanal podría sustituir a «rustico», pero a partir de este punto las dos terminologías sólo se recubren parcialmente. - artesanal aislado: en este nivel los individuos se convierten en especialistas de tiempo completo (lo cual no excluye algunas actividades de adquisición alimentaria pero hace que este nivel pase a un plano menor). Queda muy reducido el número de artesanos, los cuales se hallan incluidos individualmente en el grupo.

- artesanal agrupado: los artesanos forman cuerpos: están agrupados por unidades de producción, en un sector ciudadano adecuado para ellos, o bien, en ciertos casos, en los pueblos, como sucede con los alfareros. Se distinguen de los proto-artesanos rurales, que pueden -por lo que respecta a la totalidad del pueblo- dedicar una parte de su tiempo a la fabricación y el resto a los trabajos de producción alimentaria. - industrial: los individuos se hallan agrupados jerárquicamente en el seno de una empresa de medianas o grandes proporciones, cuyos medios de acción son externos con relación a los ejecutantes. Es evidente que estas categorías son permeables entre sí, en un doble sentido. En un grupo que ha llegado al tipo artesanal aislado o incluso industrial, algunos hechos de fabricación permanecen en el conjunto de los individuos diferenciados por sexos (la costura y la cestería, en la mayoría de los casos). Lo mismo sucede en los casos de transición entre los tipos como el de los artesanos aislados en una colectividad rural; pero que constituyen, en ciertos planos, un agrupamiento con otros artesanos aislados de las colectividades cercanas.

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11 MEDIOS ELEMENTALES DE ACCIÓN SOBRE LA MATERIA

Antes de abordar las técnicas como conjuntos destinados a la fabricación, a la adquisición y al consumo, es necesario ordenar las acciones que pueden ser comunes entre sí, puesto que agarrar, golpear, cocer, humedecer, ventilar o apalancar pueden aplicarse a los procesos más variados. Estos «medios elementales» son significativos en sí mismos: por ejemplo, el hecho de tallar la madera con un cincel golpeado con un martillo corresponde a un determinado estado de evolución técnica, diferente de aquel otro en que, para hacer el mismo trabajo, se emplea la azuela. Los medios elementales son, en primer lugar, las prensiones con los distintos dispositivos que sustituyen la acción directa de la mano; después, las percusiones, que caracterizan la acción en el punto de encuentro del útil y la materia y, finalmente, los elementos que extienden y completan los efectos técnicos de la mano, a saber el fuego, el agua y el aire. Los útiles, en su parte activa, son estrechamente solidarios del gesto que los hace moverse: fuerza motriz y transmisión, que se estudiarán al final del capítulo.

LAS PRENSIONES

Las operaciones realizadas con la mano sin más desempeñan un papel preponderante en ciertas técnicas como la cestería; intervienen de manera notable en algunas formas de tejeduría o de hilatura, y forman parte de los trabajos en cadena más variados para agarrar, torcer, estirar, presentar la materia ¡¡, la acción del útil o sujetar los elementos de una ensambladura. Los diversos modos de acción de la mano en su papel prensar pueden clasifi-

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carse en cuatro categorías de gestos: enganchar con los dedos, coger como si los dedos fuesen pinzas (prensión interdigital), agarrar, empuñar con la mano abierta (prensión dígito-palmar) y contener con las manos en forma de cuenco. U na de las características más sorprendentes de la evolución humana es la liberación, gracias al útil, la sustitución de los útiles naturales por útiles artificiales amovibles y más eficaces. Desde los primeros testimonios de actividad técnica, las acciones de martillear, cortar o raspar se materializan mediante herramientas (1), pero no se sabe nada sobre los sustitutos eventuales de la mano en su función prensara: objetos como el palo agujereado (117) sugieren la existencia de objetos de prensión, pero no con anterioridad al Paleolítico superior, es decir, hace treinta mil años. Por lo tanto, prácticamente todos los ejemplos pertenecen a los tiempos históricos.

Los medios elementales de prensión corresponden a gestos exteriorizados, y, por esta razón, su clasificación será retomada en la división «fuerza motriz y transmisión» (pág. 79). Nos limitaremos ahora a ordenar sus caracteres generales. Implican las acciones manuales propiamente dichas y los aparatos cada vez más apropiados que han venido a sustituir a los movimientos naturales de la mano para enganchar, coger a modo de pinzas, agarrar y contener. Podrá parecer arbitrario el hecho de ver en el anzuelo un sustituto del dedo con gancho o en el tornillo de Arquímedes un desarrollo de dos manos unidas en forma de cuenco. A veces, como en el caso de las fibras torcidas, por ejemplo, se conocen todas las formas que se extienden desde la acción interdigital hasta la rueca; o en el caso de las maderas plegadas, que pueden citarse ejemplos, unos tras otros, desde el asta de lanza enderezada entre las manos y los dientes hasta las máquinas con torno para alabear las maderas gruesas (152 y 356), de suerte que si queremos afirmar que se trata de un cuadro lógico y no de una reconstrucción histórica, parece que esas categorías son defendibles. Podemos hablar, igualmente, de las distintas categorías de acciones: levantar un peso mediante una polea con un gancho podría ser incluido bajo el título de «asir» o bien bajo el de «enganchar». El principio que se sigue es el de considerar las polivalencias eventuales del dispositivo: el objetivo de una polea de pozo es mover los recipientes para sacar agua, figurará, por lo tanto, bajo el título de «contener»; el mismo dispositivo colocado en un granero tiene la finalidad de recibir en el gancho un nudo corredizo que hará subir sacos de grano, y será estudia40

do bajo la denominación «asir»; y llamaremos «enganchar» a la función realizada por una grúa de múltiples usos. Enganchar se refiere a las acciones que emplean, con diferentes fórmulas mecánicas, un órgano curvado en contacto directo con la mano (un gancho, por ejemplo) o un objeto prolongado de manera que quede distante de la mano (una gafa). Las acciones manuales sin oposiciones del pulgar pertenecen a esta categoría, así como los aparejos de levantamiento en los que el elemento activo es un gancho. Los anzuelos (1. Il, 770-788) y los diferentes órganos a los que van fijados pertenecen también a la misma categoría. . La presión interdigital engloba operaciones como la cestería o el trenzado. La tejeduría ofrece todas las gradaciones del desarrollo mecánico, desde los hilos levantados manualmente hasta los dispositivos con varias filas de lizos que sustituyen a los dedos en combinaciones cada vez más complejas. Las pinzas destinadas a coger cosas finas, como es el caso de las pinzas o las conchas para depilar, los palillos para comer de Extremo Oriente o las tenazas para manipular el fuego o las piedras calientes forman parte también de la categoría mencionada. Una parte importante la integran los dispositivos de torcimiento: desde las fibras enrolladas entre los dedos o en el muslo hasta el huso, la rueca y los distintos torcedores de cordelería (434 y 449). Asir abarca las acciones dígito-palmares que intervienen en todas las técnicas cuando hay que inmovilizar o desplazar. Los objetos que pueden sustituir a la mano son muy numerosos y también ellos pertenecen a las técnicas más variadas. Se extienden desde los guantes o los dediles de segador con hoz (1. Il, 831), hasta los órganos de animales de caza o de pesca como el halcón, el perro o el corvejón, o bien de animales de trabajo como el elefante. Comprenden igualmente dispositivos para asir como son las lazadas, los lazos y las trampas con sujeción o con peso (1. Il, 791-796). Las pinzas, los tornillos de presión y las trabas para inmovilizar constituyen otra serie de dispositivos de agarre al igual que la mayoría de los tornos, aparejos y grúas. Contener: Se aplica a una categoría de objetos cuya función es hacer posible el manejo de los cuerpos líquidos o de los cuerpos parecidos a los fluidos, como es el caso de los granos. Con este título pueden estudiarse todos los recipientes de corteza, hojas, madera, barro o metal (véase fluidos, alimentación, en El medio y la técnica). También podemos incluir los aparatos para sacar agua, palas, cubetas de regadío (560), balancines de 41

pozos, ruedas elevadoras, así como la noria y el tornillo de Arquímedes. Por último, podemos considerar como pertenecientes a esta misma clase los dispositivos para encerrar animales vivos: trampas de recipiente, nasas, cercados y jaulas. Los dispositivos de prensión aún pueden subdividirse en dos categorías más, en función de la relación prensión-traslación. Podemos incluir en la primera categoría los dispositivos en los que la acción es puramente prensora: tanto el cuerpo del instrumento como su punto de acción son fijos, y la traslación sólo interviene para poner la parte activa en contacto con el objeto, como sucede, por ejemplo, en las trampas con resorte o en los tornillos de presión. La segunda categoría está integrada por aquellos dispositivos en los que la traslación es el hecho dominante: la parte activa es móvil y recorre un determinado trayecto, arrastrando al objeto durante el movimiento. Podemos citar como ejemplos la cuchara, las tenazas del herrero, los lizos del telar, los aparatos para sacar agua y los aparatos elevadores en general. En estos últimos, el hecho de que la traslación sea dominante se demuestra por el carácter de la parte activa, que, según los casos, para un mismo dispositivo (una grúa, por ejemplo) puede ser un gancho, un cangilón o una cesta -depende de la naturaleza del objeto que debe ser trasladado.

LAS PERCUSIONES

Desde que se empezaron a tallar las primeras piedras, una de las mayores inquietudes ha sido la de fabricar; nuestra atención debe fijarse ante todo en los medios, muy limitados, que hacen posible toda fabricación. El hombre saca provecho de los elementos: gracias al fuego, al agua o al aire, puede fundir los metales, disolver sustancias sólidas o desecar los líquidos, pero los elementos mencionados intervienen tan sólo en un plano secundario, muy por detrás de los actos violentos que consiguen d~r a la materia una forma utilizable. Fundir, martillar, tallar, pulir o dividir la materia, para recomponerla acto seguido, son los fines que absorben lo mejor de la inteligencia técnica. Únicamente existe un medio para todos estos fines: la percusión. Prácticamente no hay ningún producto, ya se trate de un pañuelo, ya de una casa, de un hacha o de un carro, que no haya experimentado la acción de una herramienta que elimine materia para esculpir un mango o una viga, que triture fibras vegetales para obtener 42

hilo o que desplace las moléculas de un metal para modelarlo. El papel desempeñado por la percusión es preponderante, y más aun en la fabricación de herramientas que en otras cosas; y como todo tiene su ongen en una herramienta, hay que determinar en pnmer lugar la definición de las percusiones. Lacantidad de fuerza que caracteriza a una percusión se puede aplicar de tres maneras: las dos primeras son testimonio de un estado técnico idéntico; Son las más naturales, las más «primitivas», SI es que cedemos a la tendencia lógica. Aplicación

La percusión aplicada (lO) consiste en poner en contacto la herramienta con la materia aplicando directamente la fuerza de los músculos. Como ejemplos podemos citar el cuchillo, el cepillo, el rascador y la sierra. Dirección

La percusión lanzada (11) es aquélla en la que la herramienta, que se sujeta con la mano, se lanza en dirección de la materia. El brazo (a menudo alargado por un mango) acompaña a la herraml~?ta en una trayectoria más o menos larga y asegura la aceleración de la parte percutiente, que llega con gran fuerza al punto que se está golpeando. La percusión aplicada es bastante precisa, pues se golpea exactamente en el punto deseado, pero tiene unos efectos limitados debido a la poca fuerza que pueden desarrollar los músculos. Por el ~ontrario, la percusión lanzada es bastante imprecisa, ya que el útil entra en contacto tanto por arriba como por debajo del punto buscado; Sin embargo, la fuerza de percusión aumenta considerablemente durante la trayectoria. La tercera modalidad (12) es uno de los logros más importantes de la técnica; ha sido practicada por numerosos pueblos e Inventada probablemente en muchas ocasiones a lo largo de los años; Sin embargo, por muy elemental que parezca, su uso dista mucho de ser universal. Poco importa si este tipo de percusión nació de la idea de disociar el elemento percutiente de la fuerza de percusión o de dar a una herramienta aplicada sobre la materia la fuerza de una

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herramienta lanzada. Se unen en ella las ventajas propias a cada una de las dos clases de percusiones anteriores: la herramienta se aplica con precisión sobre la materia con una mano mientras que la otra manipula un percutor separado que aumenta el peso mediante la aceleración. Este último tipo es lo que denominamos percusión aplicada con percutor. Estos tres tipos de aplicación de la fuerza son de una gran importancia para la industria humana, dado que todos los objetos, y sobre todo los de madera, están hechos siguiendo alguno de los tipos mencionados. Los pueblos de Siberia oriental, los ainos y los esquimales conocen las herramientas aplicadas y las herramientas lanzadas, pero (sobre todo los ainos) utilizan más generalmente las primeras que las segundas. Muchos grupos africanos han llegado a tener gran habilidad en la percusión lanzada; en el trabajo de la madera utilizan la azuela para la parte más fácil y dejan el cuchillo en percusión aplicada para el acabado. En Europa, la percusión lanzada se halla muy relegada; casi sólo se hace uso de ella para cortar materiales, en especial de carpintería (hacha, segur y azuela); la percusión aplicada, por su parte, se utiliza para cortar sustancias blandas (cuchillos de todas clases) y para algunas técnicas delicadas como el cincelado o el torneado. La percusión aplicada con percutor, a pesar de la mezcla de los pueblos, conserva su superioridad técnica. Hay algunos pueblos que no hacen uso de este tipo de percusión; los chukches, por ejemplo, que poseen cuchillos de piedra bastante grandes (22), sólo se sirven de ellos para romper los huesos, con el fin de extraer su médula; los esquimales, que tienen pequeños mazos (15) para clavar clavijas de madera, no los utilizan para mejorar sus percusiones. Salvo rarísimas excepciones, únicamente los pueblos a los que no tengo reparos en atribuir un estado de cultura artesanal hacen un uso normal de este tipo de percusión. Se trata de los grupos de civilización de gran difusión de nuestra antigüedad mediterránea, el Islam, la India, China y los territorios que se hallan bajo su influjo. En estas zonas, el percutor (martillo o mallo) va asociado de manera indisoluble al cincel, al buril y a la gubia. Quizá parezca inútil que nos tomemos tanto cuidado en estudiar rasgos tan elementales como sujetar un cuchillo o usar un buril; pero no es tiempo perdido. Nadie, hasta el momento presente, se habia preocupado explícitamente de estas cosas; la tecnologia comparada está por hacerse, por lo que a veces hay que

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pasar por verdades de La Palisse. Con un aparato científico más preciso, estas evidencias tendrían la fortuna de pasar como originales; son útiles desde el momento en que aportan los medios por los que se puede separar claramente a los hombres en dos grupos: los que están «más acá» y los que se hallan «más allá» del martillo. Sin duda, el martillo es uno de los medios elementales más importantes de acción sobre la materia. Parece ser que los paleolíticos del período inferior desconocieron su uso salvo en el Paleolítico superior (entre los 15.000 y los 10.000 años antes de nuestra era), para hundir cuñas de asta de reno, probablemente destinadas a resquebrajar, o bien a partir del Paleolítico medio (hace unos 100.000 años) para el retoque indirecto al colocar el borde del instrumento cortante que se quiere avivar sobre un yunque de hueso al golpearlo con otro instrumento ligero detrás del punto en el que debiera saltar la esquirla de sílex. La razón principal de esta carencia de las percusiones aplicadas con percutor se debe sin duda al hecho de que el sílex no puede soportar golpes violentos sin resquebrajarse. Por otra parte, tampoco existen pruebas fidedignas de que en el Paleolítico se utilizase la percusión lanzada con herramientas cortantes con mango.

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Forma La aparición tardia (hacia el año 7000 antes de nuestra era) del hacha y de la azuela marca simultáneamente una transformación técnica importante (el pulimento del filo) y una transformación de la materia prima (sustitución de las rocas de estructura cristalina por rocas elásticas). Los lapones, los chukches y los esquimales ofrecen un buen ejemplo de cómo un pueblo puede aferrarse a un procedimiento técnico tradicional: cuando tienen un cincel de madera con hoja de hierro (útil aplicado con percutor), tienden primeramente a quitarle el mango y a poner la hoja de la herramienta con una inclinación de 45° -como si se tratase de una hoja de piedra con un mango de fabricación propia (112)- con el fin de hacer una azuela (útil lanzado); estos pueblos, sin embargo, tienen martillos, pero no los utilizan con los útiles aplicados. El percutor es una laboriosa adquisición humana. A partir del guijarro con la forma que tiene cuando se le encuentra (13, América tropical) encontramos algunos tipos en los que la masa se

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confunde con el mango (14, África negra). Parece como si, paulatinamente, la observación hubiera ido restando importancia al centro de gravedad colocado en el extremo de la herramienta: los esquimales (15 y 16) muestran dos etapas en el descubrimiento. El Perú precolombino (17) alarga el mango, lo que, con una masa comparativamente más pequeña, disminuye la presión del golpe. Los japoneses varían la forma y tamaño de la masa según pretendan conseguir la ligereza de una percusión amplia (18, mazo para ablandar los tejidos), el peso a corta distancia (19, mazo para aplanar las sandalias), la manejabilidad y la rapidez (26, mazo de tallista), la masa propiamente dicha (27, mazo para clavar estacas) o la masa concentrada en una reducida superficie percutiente (28, martillo de herrero). Los martillos de piedra pulida de los pueblos que aún los usan sólo sirven para clavar o triturar (21 y 22): los prehistóricos son muy similares (24 y 25), y casi podemos considerar como seguro que su uso no estaba muy extendido. El martillo de pala (nuestro martillo actual) se halla claramente distribuido alrededor del Mediterráneo; los modelos más antiguos corresponden a la antigüedad romana (29), y, por lo que respecta al continente africano, está ligado a la industria metalúrgica de influjo islámico (30). Acabamos de definir los caracteres de aplicación de las percusiones; debemos señalar ahora que existen otros dos de los que depende el resultado material del golpe realizado con el útil: el ángulo de ataque y la superficie percutida. El útil puede abordar a la materia perpendicularmente a su superficie; es el caso de la percusión perpendicular, adecuada sobre todo para los trabajos violentos en los que hay que cortar o romper. Si es aplicada (31), la percusión perpendicular conduce a la cuchilla y, en general, a todas las herramientas como son los punzones o los cuchillos que se utilizan introduciéndolos progresivamente, sin movimiento de sierra, en la madera, el cuero o los alimentos. Lanzada (32), se realiza con todas las hachas, cuchillas y martillos para picar, que están concebidos para penetrar con fuerza en la madera o la piedra. Y, por último, aplicada con percutor, es la percusión característica de herramientas como la cuña para rajar (33) o la puntilla para abatir al ganado mayor. Si el útil aborda a la materia desde un ángulo agudo, el resultado será muy distinto: la percusión oblicua produce una pérdida de sustancia y no una resquebrajadura; es el tipo de percusión característico de la escultura o del cincelado. Casi todos los objetos se modelan de esta manera. Si es aplicada (34), se usarán el 48

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cuchillo para esculpir, los útiles del grabador, el cepillo y la garlopa (nuestro cortaplumas actúa normalmente como útil de percusión oblicua). El mejor ejemplo de la percusión oblicua lanzada es la azuela (35) o la segur; es propia para desbastar la madera. Aplicada con percutor (36), se realiza en los trabajos modernos con piedra, carpintería o cincelado de metales. Entre la percusión oblicua y la percusión perpendicular existen relaciones comparables a las que se dan entre la percusión aplicada y la percusión lanzada. La percusión oblicua es precisa y sus resultados son limitados, mientras que la percusión perpendicular es violenta y poco utilizable en trabajos precisos. La percusión oblicua aplicada corresponde al máximo de suavidad y control del útil; la percusión perpendicular, por su parte, al máximo de fuerza y a la ausencia relativa de medida en los resultados. A las dos percusiones anteriores se añade la percusión circular. Su finalidad es perforar; se realiza mediante todos los instrumentos puntiagudos con movimiento de rotación. Desde el punto de vista mecánico, es la combinación de una presión perpendicular que se ejerce en la punta que perfora y de unas percusiones oblicuas con movimiento helicoidal realizado por facetas cortantes que siguen a la punta en su progresión. El deseo de perforar sustancias duras y en particular las piedras ha estimulado muy tempranamente la inventiva del ser humano; y el enastado de las hachas, de las mazas o de las mazas de guerra ha empujado a la industria hacia este medio, que permite horadar los cuerpos más compactos. El trabajo del jade, corriente en todo el Pacífico, ha dado origen a varios descubrimientos capitales que estudiaremos más adelante (transformación de las fuerzas). Los principales taladros son manuales (37): frotados con las palmas o agarrados con el puño; de cuerda (38), cuando el eje gira por efecto de una cuerda o una correa enrollada; de arco (39), si la cuerda está atada en los extremos de una varilla; de parahuso (40), cuando el palo horizontal gira mediante movimientos verticales y la rotación es asegurada por un volante. Todas las formas mencionadas (sobre todo, las dos últimas) son comunes al Mediterráneo, a Europa y al Pacífico; han llegado a conocer una difusión casi universal. En efecto, podemos considerarlas, con las reservas de control sobre las que ya hemos insistido, como dos de los grandes inventos mecánicos anteriores a la gran industria y como herramientas que ejercían gran seducción entre los pueblos que las iban conociendo. 50

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El hecho de distinguir una percusión aplicada de una percusión lanzada o aplicada con percutor proporciona un primer grado de diferenciación entre los útiles; y dar a cada una de estas tres modalidades la cualidad de perpendicular o de oblicua distribuye todos los útiles en clases bien definidas. Así pues, sólo falta ya precisar el efecto producido para que el cuadro de la clasificación quede completo. La parte percutiente del útil nos suministra esta última caracterización. Si la parte percutiente es un filo, la percusión será lineal; si es una punta, será puntiforme; y si se trata de una masa bastante grande la percusión será difusa. La percusión lineal puede ser dividida a su vez en: lineal-longitudinal, si la posición del filo se halla en el eje de la herramienta; y lineal-transversal, si tiene una posición perpendicular al eje. Gracias a estos diez términos, disponemos de un medio para comprender perfectamente las propiedades de una herramienta; pero la aplicación de dichos términos exige imperíosamente que se tenga en cuenta ante todo lugar su manejo: un cuchillo (53), 51

PERCUSIONES

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, con correa de pecho y cinturón). Cuando se le engancha a un carrito, como se hace en Bélgica (233), se le pone entre los varales junto a uno o dos perros más colocados a los lados, como se hace con las caballerias de tiro rusas. Tres formas de tracción (la canina es la normal) son corrientes en el trineo. Los esquimales del Canadá y Groenlandia tienen el tiro en abanico (234): cada animal está unido directamente al trineo y dispone de una gran libertad para sortear los obstáculos, pero el rendimiento es menor que el obtenido en el enganche lineal recto. Éste (235) se practica en Siberia oriental y entre los esquimales de Alaska: únicamente se une al trineo una tira de cuero a la que los perros van enganchados alternativamente a cada lado. Los europeos de la América ártica han perfeccionado esta modalidad mediante el enganche en fila (236), en el que los perros son colocados entre dos correas y tiran en línea recta con sus paletillas, mientras que, como sucede con el reno, las otras formas de enganche obligan a tirar de manera sesgada. Un enganche grande puede estar formado hasta de 12 perros; en condiciones meteorológicas favorables, estos perros pueden tirar de 100 150 kilos; pero los enganches más pequeños (seis, tres e incluso un perro solamente) son muy frecuentes; en este caso el conductor ayuda a empujar o a tirar de su vehículo.

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LA NAVEGACIÚN

Los medios de transporte por agua son numerosos y muy variados; sin embargo, pueden ordenarse fácilmente en unas cuantas categorias generales. Las necesidades de la flotabilidad, del equilibrio y de la resistencia al avance son imperiosas, por lo que todos los pueblos que tienen gran actividad en navegación acaban utilizando esquifes más o menos fusiformes. Los materiales del esquife proporcionan un primer término 132

, Ypor otro, :~o:tener bajo la palma de una tela pudieron ser utilizados pa d mientras que la otra mano mano la cara externa de la pare , dilatarla. Pero todo esto , ión sobre la cara mterna para hana pres .. n cesto . ' ede ser considerado, a pnon, no es moldear una vaSija en u por lo tanto, el moldea~ol;~e~~ por lo que se puede observar como la técnIca arcaica de a a ." d madera arcilla o yeso), , . ( ,ado en matnces e en la actualidad vact . . dades que cuentan con bue, más bIen asocie l el vaciado pertenece o se trata nunca, salvo en a gunas herramientas, En todo ~as~~ ~orma característica de la alfarenOS grupos suramenca~os, , e en Extremo Oriente, desde los ría. En el mundo medlte,:ane~Jtturasclásicas, se aplica el molcomienzos de sus respechvas I ares' por un lado, como tejas Y deado a los productos mas v~:s est~tuillas Y objetos que no se cañerías (390), y por otro'da , d strial se establece un compropueden tornear. En el esta o m ud' nuestro actual moldeado . tre el moldeado Y el tornea o' mISO en en el torno, d I s estatuillas moldeadas en dos El molde es externo cuan o a rt de masa que adqUIere . tando una ca eza .' piezas se oblienen ~pre n el molde (388). sus contornOs extenores e 1aislado ofrecen vanos eJemLas sociedades de tipo arte~ana de una técnica de «armadura os de moldes mternos o mas len p 197

perdida», que guarda cierta relación con la fundición «a la cera perdida». Consiste en recubrir una armadura de paja elaborada toscamente con una capa de arcilla para que tome sus contornos. En la fase de cocción, dicha armadura, muy ligera, se quema. De este modo, se pueden confeccionar incluso vasos de formas anormales (389). Pero esto no es tampoco moldear en una cesta, puesto que la armadura es un simple tapón de paja o de hierba. Ya que tenemos testimonios en varios puntos del África negra, en el Perú y en Assam, podrían servir de auténtica ilustración de la teoría de los cestos revestidos de arcilla, pero en dichos casos se trata de armaduras de paja muy toscas que dejan su marca no en el exterior, sino el interior del vaso, lo cual no es.precisamente lo que muestran los ejemplos clásicos de vasijas con marcas de cestos. Erland Nordenskiold' señala en Chaco una técnica, la alfarería a cera perdida, por desgracia mal estudiada: las vasijas se obtienen colocando una capa de arcilla en un molde de cera que se funde cuando se seca; en todo caso, se trata de un procedimiento muy limitado técnicamente hablando porque la contracción producida durante el secado, sobre una pieza un poco fuerte, entrañaría inevitablemente la dislocación de la arcilla en ese molde rígido. El torneado. Resulta evidente, por lo anterior, que el término torneado se refiere a dos formas técnicamente muy distintas. La alfareria modelada se realiza sobre una base que gira lentamente, de manera irregular, para que el alfarero pueda ver sucesivamente todas las caras de la vasija. El movimiento circular sólo desempeña en este caso el papel de comodidad, pues si la pieza es demasiado voluminosa y frágil, será el mismo alfarero quien gire lentamente alrededor de su obra. Por el contrario, en la alfarería torneada se trabaja sobre una base giratoria continua, bastante rápida, y el movimiento lleva la masa entre los dedos del obrero: estamos ante el torno propiamente dicho. Así pues, no hay lugar para considerar una línea de progresión histórica que se desarrolle en las etapas del casco giratorio, la bandeja móvil (391), la rueda giratoria (392) y el tomo (393 y 394); pero una serie tan seductora choca a la vez con la historia y la lógica. Ambas formas pueden coexistir sin influencia recíproca, como sucede en África del norte, donde las mujeres cabileñas modelan sus cacharros 4

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Modíflcations in Indian culture through ínventions and íoans, Góteborg,

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con el casco o la bande'a iratorí . utilizar¡ el torno con vol~nt~ L n~, mIentras que los argelinos son distintas o bien en I . -d erramlentas de cada método , , e caso e se . °1 manera diferente en el model d r SI mi ares, se emplean de Se trata, en realidad, de dos co~ o COn casco que en el torneado. los pueblos de tipo artesanal ais¿~ntos técnicos- uno es propio de azada, el huso y la fragua d d de Ypuede tener como útiles la el otro tiene relación con l;so ~:bl e piel cerrrada manualmente; nales y se desarrolla junto e p I os que forman grupos artesaválvula. Aun sin dar un Ion: rueca, el arado y el fuelle con resulta evidente que el to~a o~ a ~~Iuto a estos vecinos técnicos en el área de las má . no e a arero se desarrolló solament~ . quinas con ruedas y v I t S . . o an. e.. e halla distri; buido por todo el Occidente eur oriental. Como en el caso de las o~~' ASIa mendíonat y extremo ya mencionadas, debemos habl';;' des adqUISlclOnes mecánicas OCCIdente (394), y otro en Oriente 1~9dos tipos generales: uno en treo de los mismos obieto id 3). Este encuentro sistema. , s Con I éntico E Extremo Oriente (por no citar m . uso, en uropa y en pensar en contactos antiguos int as qUeblos extremos), ¿no hace dad de origen? Sin antici ' d ercam lOS multlples e indentilibro, podemos responder par emaslado la conclusión de este ya sien de una sola forma d q~e habna sido suficiente la difun e maquma c '. continuo para crear en los d on mOVImIento circular dencia técnica que para se ~sbe:'trdemos del continente una ten. , r ra .rtca a ' debola ma teri sanamente en todo lo q enaIi.Izarse nece. ue requiere un m ' . tmuo. Planteado de este modo el oVlmlento cIrcular conpara cada caso dos Orígenes osibl problema se Iimita a prever es. el prestamo y el invento local. Una solución cate óri P parecer fácil: el torno oc~id~~~a~P:~elhtor~o de alfarero) podría 1 a ec o pensando en poder sentarse en él a la europea extremo-oriental se halla ~ c~~et~~lernas colgando; y el torno menudo para poder manejarlo sentad suelo, incluso hundIdo a podemos presumir que cada forma s o e? el suel.o. Por lo tanto, asegurar, además la independ . urgro de un Invento local, y Pero no podríam~s ver con ta ~ncI~ p~mitiva de los dos objetos. a las condiciones locales es d n. a ~ an ad un préstamo adaptado que supieron recortar el 'e'e e e~lf, a marca del genio de artesanos brados a trabajar en el sU~lo n ~~ casos en que estaban acostumbre Un asiento elevado Ést' y argarlos cuando trabajaban soexisten muchas variante's y pa. sten a una soíucío» sencilla, pero . para trabajar sentado res amos truido S I ' El tor no OCCIidental, consneo, en un medio en el que I~ e ~mp ea edn el Onente mediterrá_ s a esanos e otros OfiClOS trabajan 200

agachados en el suelo. Por el contrario, todavía encontramos a veces entre nosotros el torno impulsado con un palo, al igual que en Extremo Oriente y en la India, ancho «giroscopio» que gira a ras del suelo y que obliga al alfarero a trabajar sentado, con las piernas separadas. Cuando constatamos que existen tantas formas de tornos que no coinciden la mayoría de las veces con el tipo de alfarería fabricada ni en algunos casos siquiera con las grandes áreas culturales, podemos pensar que la etnología es una utopía y que una disciplina que propone tantas soluciones antitéticas no es una ciencia. En efecto, hay grandes términos que no tienen más que un sentido muy estricto; hablar de un pueblo como lo hacían los viajeros de los siglos pasados «