Sociología del trabajo industrial
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Sociología responder la investigación es el tipo de hombre que están generando las condiciones y las exigencias dél trabajo industrial. En íntima relación con este objetivo plantea Max Weber la cues­ tión metodológica. Para el estudio del «carácter» de los obreros no re­ sultan adecuad os los métodos de las ciencias naturales, como la fisiología o la psicología experimental. La economía, como ciencia cultural, tiene un método diferente. Y si bien Weber piensa que es necesaria una co­ laboración entre ambos tipos de ciencias, considera al mismo tiempo que la diferenciación entre las ciencias naturales y las ciencias cultura­ les no sólo no es fácil de superar, sino que en ningún pasaje de estos dos trabajos presenta vía alguna para la superación de está contraposición. 1. Las investigaciones empíricas de M ax W eber

Las reflexiones más sistemáticas de Weber sobre el trabajo industrial, y sobre lo que podría considerarse un esbozo de «sociología industrial», están contenidas sin duda en los dos escritos de 1908/1909 que ahora se publican en castellano, pero, con anterioridad a ellos, Max Weber se había ocupado en otros momentos del estudio de la situación de los

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obreros industriales, y también de la situación de ios obreros agrícolas. Un repaso de estos otros trabajos puede darnos una visión más comple­ ta del significado de los mismos dentro de su obra. La primera aportación de Max Weber a la investigación empírica de la sociedad alemana, concretamente la situación de los obreros agrícolas, tuvo lugar en 1892, con ocasión de una encuesta que había organizado la «Asociación de Política Social» (Verein für Sozialpolitik). Fundada en 1872 por prestigiosos profesores universitarios alemanes —denominados usualmente «socialistas de cátedra»—, esta Asociación se había ocupado de algunas cuestiones teóricas y prácticas relaciona­ das con el liberalismo económico. Entre sus miembros más famosos destacaban Lujo Brentano, Heinrich Herkner, Wilhelm Roscher, Gustav Schmoller y Adolf Wagner. Y si bien no todos ellos compartían los mismos principios téoricos, compartían al menos algunas ideas bási­ cas. No aceptaban el ideal de la armonía social que predominaba en el pensamiento económico liberal, por considerar que era un ideal ajeno a la realidad. Defendían una ciencia económica más anclada en la rea­ lidad empírica, que en el caso de Schmoller implicaba una profunda orientación historicista. Y eran críticos respecto a la situación social de su época, demandando una política social por parte del Estado que corrigiera la situación económica y social en que se encontraba Alema­ nia, aunque rechazaban, por otro lado, la teoría y el programa práctico del partido socialdemócrata alemán (SPD). Nacida la Asociación con la finalidad de poder suministrar propuestas prácticas de política social que pudieran ser tenidas en cuenta por el Estado, comenzó en 1890 la preparación de una amplia investigación empírica sobre la situación de los obreros agrícolas en Alemania, que se realizó entre diciembre de 1891 y enero de 1892. En esta ocasión al joven Max Weber se le encomendó la evaluación e interpretación de los cuestionarios remitidos por los obreros agrícolas del Este de Alemania, que aquél plasmó en un Infor­ me publicado en 18921. El interés de Max Weber por profundizar en el conocimiento de la situación de los obreros agrícolas no se colmó por completo con la encuesta de la Asociación de Política Social y el mismo año de 1892 propuso al Congreso Evangélico Social (Evangeliscb-sozialerKongress) que realizara otra encuesta sobre el mismo tema. El propio Webet y el secretario general del Congreso Evangélico Social, Paul Góhre, redac­ taron un cuestionario con veintitrés preguntas y remitieron 15.000copias a los párrocos evangélicos de toda Alemania. En el mes dé junio de 1893 habían recibido; unas mil respuestas, y Weber se encargó nuevamente de evaluar las procedentes del Este de Alemania2. Estos trabajos de Weber sobre los obreros agrícolas de Alemania tienen una clara significación dentro de su trayectoria intelectual. Lo que Weber valora en primer término son las consecuencias de la

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implantación del capitalismo en el sector agrícola; consecuencias de' orden económico, social, político, psicológico y moral. Y también desde el punto de vista metodológico tienen estos estudios una clara signifi­ cación; constituyen una fase importante en el desarrollo por parte de Weber de un método de investigación empírica, pues en los años siguien­ tes continuaría interesado por los problemas que generaba la implan­ tación progresiva del capitalismo, con la consiguiente destrucción de los modelos culturales tradicionales. En efecto, después de su estudios sobre la Bolsa3, en los que apa­ recen nuevas facetas del capitalismo, Weber centra su atención direc­ tamente en la investigación de la situación de los obreros industriales. En todos sus trabajos sobre los obreros industriales escritos entre 1897 y 1909, y de manera similar a sus trabajos sobre los obreros agrícolas, la cuestión que más le preocupa a Weber son los efectos que produce la extensión del capitalismo, ahora en el sector concreto de la gran industria alemana. La transformación de Alemania en un Estado indus­ trial era una tema habitual de discusión y análisis en la última década del siglo xix. En 1897., por ejemplo, el VIII Congreso Evangélico Social se ocupó expresamente de él, y Weber, asiduo participante en sus re­ uniones, dio también a conocer allí su posición al respecto. Sin contarse entrelos que manifestaban un optimismo expreso por el desarrollo del capitalismo, Weber reconocía, sin embargo, que no podía frenarse el desarrollo capitalista de Alemania. El capitalismo era algo inevitable y sólo se podía actuar económicamente desde la vía que a.quél había establecido. Por eso Weber estaba en contra tanto de quienes estaban por una «feudalización del capital burgués» como de los defensores de un capitalismo nacional encerrado en los límites de Alemania. Para Weber, ambas posiciones eran igualmente un obstáculo parala libertad política de Alemania y para un saludable desarrollo social. La posición de Weber a favor del imperialismo estaba íntimamente ligada a la ne­ cesidad, expresamente reconocida por él, de que Alemania se moder­ nizara económica y socialmente y avanzara hacia una mayor libertad política^. La intervención imperialista hacia el exterior debería forzar en el interior la modernización económica y política de la sociedad y del Estado alemán. Poco tiempo después, en 1900, colaboró en una investigación sobre los tipógrafos en Alemania5, pero donde Max Weber abordó de una manera más amplia y profunda el estudio empírico de la industria fue en 1908/1909, con motivo de la gran encuesta organizada nuevamente por la Asociación de Política Social. En el planteamiento de la encuesta tuvieron un papel decisivo los hermanos Alfred y Max Weber, espe­ cialmente Alfred Weber, que fue quien fijó los temas principales de la investigación. En la reunión dé la Comisión ejecutiva de la Asociación de Política Social, celebrada en Magdeburg el29 de septiembre de 1907,

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' fue aceptado como tema de investigación de la encuesta el que propo­ nían Alíred Weber y Heinrich Herkner: «la industria y sus obreros». Con este tema se pretendía investigar las exigencias de todo tipo —intelec­ tuales, psíquicas y físicas— que la industria moderna imponía a los obreros así como las transformaciones que los obreros industriales estaban experimentando en su personalidad. Alfred y Max Weber formaron parte de la Subcomisión de la Asociación nombrada para la realización de la encuesta y se destacaron de manera especial en las sesiones de trabajo de esta Subcomisión, tanto en la celebrada el 13 de junio de 1908 como en la celebrada el 11 de octubre de 1908. En esta segunda reunión se adoptaron los acuerdos definitivos sobre la reali­ zación práctica de la encuesta: Max Weber se encargó de redactar una exposición sobre cuestiones metodológicas y Alfred Weber elaboró el «Plan de trabajo» y el «Cuestionario»®. El escrito metodológico que Max Weber redactó con esa finalidad —la Introducción metodológica del presente volumen— fue publica­ do como libro en 1908, con un título algo diferente y con un contenido algo más amplio que el publicado posteriormente en 19247. Paralela­ mente a los preparativos de la encuesta de la Asociación de Política Social, Max Weber acometió personalmente, en el verano de 1908, una inves­ tigación empírica sobre los obreros de la industria textil en una fábrica de un tío suyo en Westfalia. Los resultados de esta investigación y de la discusión metodológica en la que la enmarcó los publicó Weber en la revista A rch iv fü r Sozialwissenscbaft u n d Sozialpolitik, entre 1908 y 1909, en una serie de cuatro artículos sobre Psicofísica del_trabajo industrial, que se publican asimismo en el presente volumen®. La encuesta de la Asociación de Política Social comenzó a realizar­ se en octubre de 1908 y sus resultados fueron publicándose en la co­ lección de escritos de la Asociación entre 1910 y 19159. En la asamblea de la Asociación del año 1911; que tuvo lugar en Nuremberg y abordó el tema «Problemas de la psicología de los obreros», Heinrich Herkner informó sobre los resultados de la encuesta. También intervino Max Weber, quien se limitó a insistir en que los resultados de la encuesta no eran en absoluto definitivos y que realmente se estaba sólo al comienzo. Según Weber, serían necesarios nuevos materiales y mucho más tiem­ po para poder llegar, «con una elevada probabilidad», a resultados va­ liosos y contundentes10. : A partir de entonces desaparece el interés de Weber por la inves­ tigación empírica de la industria. Pero hay que mencionar todavía, sin embargo, otra manifestación suya referida a este tema y que tuvo lugar en 1909. Se trata de una recensión de varios escritos de Adolf Levenstein, en la que Weber analiza críticamente la investigación sociológica que Levenstein estaba llevando a cabo entre mineros, obreros metalúr­ gicos y obreros textiles desde 190711. Max Weber le sugiere una serie

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de puntos técnicos, el más importante de los cuales es quizá el concer­ niente a la necesidad de elaborar una tipología precisa. Levenstein clasificaba las respuestas a los cuestionarios según una tipología que había concebido de manera intuitiva, sin ofrecer una base clara para la cla­ sificación. Weber le critica expresamente esta falta de sistematización y le indica que debiera adoptar un procedimiento más lógico12. 2. Objetivos de la investigación sobre el trabajo industrial: el tipo de hom bre que origina la gran industria

El objetivo de la encuesta de 1908 pretende alcanzar la doble cara de la misma realidad, pues aspira a analizar la «selección» que la gran industria moderna opera sobre sus obreros, a la vez que el proceso de «adaptación» que, por su parte, tienen que sufrir los obreros industria­ les procedentes de otro medio laboral, social y cultural distinto. Este doble objetivo requiere, por consiguiente, según manifiesta Max We­ ber en su Introducción metodológica, de una parte, la investigación de las transformaciones profesionales délos obreros y las experimentadas en su modo de vida como consecuencia de las condiciones de trabajo establecidas por la industria moderna. Pero, por otro lado, implica asimismo el análisis de la incidencia que la cualificación profesional y el modo de ser de los obreros tiene sobre la toma de decisiones empre­ sariales, tanto en el ámbito de las medidas de carácter laboral como en el de las inversiones y renovación tecnológica. En definitiva, la cues­ tión última que le interesa a Max Weber en esta investigación socio­ lógica del trabajo industrial es indagar «qué tipo de hombre está con­ figurando la gran industria moderna en virtud de sus características ifltérñas y quéüpo de destino profesional les depara a las personas que trabajan en ella y, a través de ahí, de manera indirecta, qué destino extra profesional les depara» (Introducción metodológica, p. 56). Esta pregunta por el tipo de hombre que origina la industria modernase sitúa, por tanto, dentro del objetivo general que guiaba asimismo sus estudios sobre sociología de la religión, con los que quería contribuir a una caracterización del hombre occidental moderno, a perfilar su talante, su actitud básica, su G esinnung 1J. Tanto en sus estudios de sociología de la religión como en estos de «sociología de la industria» que ahora nos ocupan, Max Weber está interesado por la dimensión cuíjitativa del co rnportam iento humano, por el carácter humano q tipo de hom­ bre que se ha ido configurando en la época moderna. La gran industria, en efecto, se le presenta a Weber con unas carac­ terísticas tan propias y definidas y con tales efectos sobre el «modo de vida» que llega a afirmar que aquélla «Ha cambiado el rostro espiritual del género humano, hasta casi no poder reconocerlo y seguirá transfor­ mándolo» {Introducción metodológica, p. 74). Es esta significación de

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la gran industria para la cultura y la civilización humana la que le in­ teresa averiguar a Max Weber. Con su hermano Alfred comparte Max Weber la apreciación de que la gran industria moderna ha creado ante todo un peculiar «aparato» de producción, que le imprime su sello diferenciador. Los elementos que configuran este «aparato» dé produc­ ción —la existencia de una jerarquía en los puestos de trabajo y de una fuerte disciplina en el trabajo, el sometimiento del hombre a la máquiJ na, la generalización del cálculo de todos los movimientos y rendimientos de los obreros— convierten a la gran industria como sistema de pro­ ducción, según Weber, en un sistema propio e independiente respecto a su forma de funcionamiento —capitalista o socialista—. El sistema de producción es en sí mismo mucho más importante qué la cuestión menor dé si éste funciona bajo una dirección capitalista o una socialis­ ta.. Él es expresamente consciente, sin embargo, de que el espíritu que -sé--vive en esta terrible coraza de la gran industria moderna cambiaría, sise sustituyese el principio básico de la rentabilidad por alguna forma .de economía sin afán de lucro. Pero la investigación, según Weber, no debe entrar en la emisión de juicios de valor sobre la situación en la que la gran industria coloca a los obreros ni debe preguntar quién tenga la «culpa» de esa situación, sino que debe limitarse a investigar la situa­ ción de hecho y la relación que ésta tiene con las condiciones estruc­ turales del trabajo en la gran industria. 3. Crítica del «naturalismo» metodológico

La perspectiva desde la que Weber considera que debe set abordada la investigación del trabajo industrial es la propia de la ciencia económi­ ca, quées una ciencia cultural (Kulturwissenschaft). Por esta razón su rechazo del «naturalismo», es decir, del intento de aplicar los métodos de las ciencias naturales a las ciencias culturales, es rotundo tanto en la Introducción m etodológica como en la Psicofísica del trabajo indus­ trial. La diferenciación y contraposición entre los métodos de ambos tipos de ciencias no se suaviza en absoluto en estos trabajos. Investigar el trabajo industrial desde la perspectiva dejaeconomía significa para Max Weber estudiarlo desde el criterio d¡J la rentabili­ dad. Hasta entonces habían primado en la investigaciónTós enfoques fisiológicos o médicos, y el interés prioritario de los investigadores se había centrado en las consecuencias patológicas de la fatiga y del éxceso de trabajo en los obreros. A Max Weber, sin embargo, lo que le interesa son los efectos típicos del trabajo industrial en la vida normal del obrero, es decir, aquellos efectos que no le producen necesariamen­ te una enfermedad. Weber quiere examinar cómo se adaptan los obre­ ros al sistema del trabajo industrial, cómo rinden y cónió sírn ellos mismos, én definítivaj rentables para las empresas. Desdé lá perspec­

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tiva de la ciencia económica los obreros industriales son vistos como un factor de la producción, y, de manera similar a como ocurre con los otrósTSctores de la producción, se calcula su capacidad de rendimien­ to, sus posibilidades de fallos, etc. Desde esta perspectiva, las empresas se preguntan si sus obreros tienen un rendimiento adecuado para que el producto final pueda competir en el mercado e inmediatamente se plantean cómo aumentar el rendimiento de los obreros. Para fomentar el rendimiento de los obreros, las empresas suelen contar con el sistema de trabajo a destajo o con el despido de los obreros menos rentables, es decir, de los que produzcan menos o peor. Esto pone de manifiesto un hecho decisivo para el rechazo del «naturalismo» metodológico. El que el obrero pueda incidir sobre su producción — por el atractivo de las primas o bonificaciones, por su propio interés en el trabajo o por otros fines— dificulta la medición de su rendimiento y la atribución exacta del mismo a sus factores causales. Este hecho hace que el estudio de la rentabilidad del obrero industrial se escape-al tratamiento de la psicología experimental o de la psicofísica. La medición de aquélla no tiene nada que ver con lo que ocurre en las mediciones de los rendimien­ tos de los laboratorios de psicología. Ni siquiera puede equipararse a las condiciones del laboratorio de psicología la situación de cuando el obrero trabaja con máquinas provistas de aparatos de medición, pues el obrero puede apagar o encender la máquina según sus intereses; La motivación, el estado de ánimo, la comodidad o el cálculo de sus ga­ nancias son factores cualitativos que iniciden sobre el rendimiento y escapan a la medición exacta del laboratorio. Max Weber es siempre consciente del abismo que existe entre el método de medición del rendimiento de la psicología experimental y el de medición del trabajo industrial desde la perspectiva económica de la rentabilidad, aunque considera que ese abismo se puede estrechar acudiendo al análisis de los sistemas de destajo y de los cálculos para el rendimiento efectivo, si bien estos sistemas encierran en sí mismos elementos que escapan asimismo a la medición exacta (Psicofísica del trabajo industrial, pp. 135ss.). La medición, en definitiva, del trabajo industrial desde la perspectiva de la rentabilidad no se puede determi­ nar solamente con conocimientos de la fisiología y la psicofísica, pues éstas no explican adecuadamente factores subjetivos o cualitativos del rendimiento, como la motivación o el interés por el trabajo. Son precisamente estas insuficiencias de la fisiología otie la psico­ física las que Max Weber pone de manifiesto en los primeros seis ca­ pítulos de Psicofísica del trabajo. industrial^ n^los que.examina y discute las aportaciones conceptuales de Emil KraepelinjEste psiquia­ tra, discípulo de Wundt en su Iabo rato rió"d que confirm a totalm ente las- opiniones de Kraepelin en sus puntos 'csenciales.BásjcíífflíBíe, lastrabas de la policía y la falta de locales sindicales, e tc ., llevan a los obreros a dep ender de los taberneros y, consiguientem ente, del alcohol. 13. E s asom broso que no se haya organizado todavía ninguna encuesta con los m édicos— evi­ dentem ente lo más internacional posible— que pudiera d ar un cu adro de la frecu en cia d e fas rela cio nes sexu a les que se co nsidera norm al en las diferentes condiciones clim atológicas, culturales, sociales y étnicas (prim eram ente de La frecuencia en Las relaciones m atrim oniales, q u e-es el term ó m etro m ás im portan te). E sta podría ser una de las encuestas m édicas más indicadas y rela tiv a m en te fácil de hacer.

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9 GANANCIA A DESTAJO Y DIFERENCIAS DE RENDIMIENTO

En este apartado queremos analizar un conjunto de series numéricas tomadas de los registros de los telares y de los libros de pagos de una tejeduría— citada ya en varias ocasiones— y convertidos en porcenta­ jes de medias o de valores máximos según el modo antes explicado. El único objetivo que se pretende con ello es lograr una imagen aproxi­ mada de si se podrían encontrar factores causados «psicofísicamente» y en qjjé-pioestos. A primera vista estos números presentan aparentemente un caos totalmente arbitrario. Pedimos al lector que mire la Tabla I (p. 239), que indica qué porcentaje de la tarifa normal de los tejedores varones —que hace las veces de salario mínimo garantizado— ganaron deter­ minados tejedores, varones y mujeres1, entre agosto de 1907 y agosto de 1908 en promedios mensuales, dejando al margen todos los com­ plementos por sexo, las bonificaciones, las penalizaciones, etc., es decir, tomando en consideración solamente la «ganancia a destajo»2. Si se miran estas cifras en conjunto, la primera impresión que se tiene es la de una completa arbitrariedad, una impresión de subidas y des­ censos de los salarios de cada obrero sin atender a ninguna regla, la impresión de unas diferencias de rendimientos entre los distintos obre­ ros y de su movimiento de mes a mes sin regla alguna: aparentemente no se encuentra aquí, en absoluto, ningún paralelismo. Llama especial­ mente la atención, dentro de los rendimientos de los distintos obreros, algunos saltos bruscos hacia arriba de un mes a otro, que al mes siguien­ te retroceden totalmente o casi. Esto ocurre, por ejemplo, en el tejedor f de marzo a abril—hacia arriba—, en fe de diciembre a enero y en l de marzo a abril —r-también hacia arriba—, y al mes siguiente retroceden en todos ellos hacia abajo, etc. Es preciso constatar de antemano que estos saltos, así como las diferencias en los pagos mensuales, no significan necesariamente, en

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absoluto, unas diferencias en el rendimiento laboral efectivo. La ganancia a destajo se fija, al calcular los salarios, según la cantidad entregada por el obrero en el período remunerado. La entrega se produce por lo gerleral después de terminar cada «pieza». Como cada pieza tiene una longitud de unos 40 metros, la circunstancia casual de que una entrega se pro­ duzca poco antes del final de mes o inmediatamente después puede ^generar una oscilación bastante pronunciada. Pero el obrero tiene además la posibilidad de guardar intencionadamente una pieza en el almacén y de entregarla algún tiempo después de su acabado efectivo. Hacer esto puede tener un considerable beneficio, cuando, como en el caso anterior, existe un sistema de bonificaciones salariales combinado con el sueldo mínimo. Un mes con un rendimiento menor —por cual­ quier motivo— puede dejar una pieza en el telar y se conforma con el salario mínimo: como consecuencia de esta reserva, puede alcanzad al mes siguiente un rendimiento especialmente alto (aparentemente) y, con ello, un tipo de bonificación elevada. De esta manera puede trabajar, alternativamente, un mes «cómodamente» a la sombra del salario mínimo y poder ganarse al mes siguiente, con esta artimaña, sin exce­ sivo esfuerzo, una bonificación. No hay duda de que se hace uso de esta posibilidad y de.que, aun cuando esto no ocurra intencionadamente, el cálculo basado en la entrega de piezas, que naturalmente siempre se hace a golpes, influye notoria­ mente sobre las cifras. A modo de ejemplo se ha registrado en la Tabla I, en el obrero k, como rendimiento de enero un. 12.1,6%; el dato está puesto entre paréntesis, porque el obrero sólo había trabajado los pri­ meros 6 días del mes y se ha recogido la cifra excepcional mente —sólo a modo de ejemplo—, a diferencia de todos los demás casos, donde estos cortos períodos no se han tomado en cuenta sencillamente por ser incomparables. Esa cifra está más de un 50% por encima del mes an­ terior y del mes siguiente, y esto se explica casi completamente por el hecho de que en esos primeros seis días es cuando se produce la entrega de 4 piezas de mercancía, dos por cada uno de los telares servidos (en este caso, quizá, sin una intención planeada por parte del obrero). Por el momento en que se efectúa la entrega se explican algunas otras fuer­ tes oscilaciones similares —por las anotaciones de las fichas de los telares que se llevan para control de las urdimbres—, pero, por supuesto, no todas ni con mucho3. Un poco más adelante vamos a comentar que existen mas bien otros motivos para las oscilaciones, que tienen real­ mente una fuerte incidencia. Si miramos ahora las cifras; tal como están, para ver si se pueden descubrir algunas regularidades, y dónde, sólo una cosa llama la aten­ ción a primera vista: los promedios de rendimiento de estos trece meses se escalonan en el modelo II, en los tejedores varones y mujeres, corres­ pondiéndose bastante exactamente con la edad4, mientras que esto no

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A

DESTAJO

Y

DIFERENCIAS

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ocurre en absoluto con los tejedores en el modelo I. Ordenados por la edad, el rendimiento medio es como sigue: Tipo de telar I: edad: rendimiento:

b

e

c

a

d

48 94,9

40 81,1

37 104,5

30 87,7

28 110,7

Tipo de telar II: edad: rendimiento:

o 44 90,9

37 83,8

33 74,5

32 74,1

Tejedoras: edad: rendimiento %:

a. 27 99,6

P 24 98

Y 23 77,3

5 22 62,2

k

m

l

n

31 73,6

f

24 7Í,7

P

31 70,7

B 19,5 60,4

En los tejedores, en el modelo I, por tanto, los tres mayores con­ siguieron en conjunto un promedio más elevado (93,5) que los más jóvenes (86,7), pero individualmente parece que reina la arbitrariedad, pues et máximo rendimiento lo consiguió el segundo más joven y la diferencia entre ambos promedios está producida al contar también al tejedor más joven en situación de aprendizaje. En cambio, en los dos otros grupos — varones en el tipo II y mujeres— hay una clara grada­ ción del rendimiento por edades. Esto podía ser una casualidad total en las cifras pequeñas. Y una mirada más detenida da como resultado que, en todo caso, no es la mera edad, sino la experiencia la que explica la gradación de los rendimientos. En el caso de los tejedores del tipo II, los dos casos aducidos aquí con los máximos rendimientos (o y k) eran antiguos tejedores manuales, muy experimentados; lo mismo se puede decir det tejedor b del grupo I, que demostró uno de los rendi­ mientos máximos. Los antecedentes del tejedor c y del tejedor d, uno de los tejedores más jóvenes especialmente hábil y equilibrado, no me son conocidos, pero es un hijo de tejedores manuales. Lo que ocurre es que la mayoría de los restantes obreros mayores proviene de familias de tejedores manuales. Pero muchos de ellos pueden haberse visto frenados en su práctica del tejer (por trabajar como albañiles en verano, junto al trabajo de tejedor manual durante el invierno) y algunos también por trabajar intensamente en la agricul­ tura. De todos modos, es muy probable que la pequeña coincidencia entre edad (esto quiere decir nivel de experiencia) y rendimiento medio en los tejedores del grupo I respecto a los restantes tejedores tenga otras causas. En primer lugar, la mayor importancia que tiene preci­ samente en estos telares la calidad de los ojos, al tratarse aquí de superficies especialmente anchas de hilos filos en movimiento (véase

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antes p. 171). Ya se ha mencionado antes que en el quinto lustro de la vida, y a veces incluso algo antes, comienza a tener importancia para el rendimiento de los tejedores de manera muy sensible el descenso de agudeza de la visión. Pero también la situación concreta de esta em­ presa: los géneros del grupo I, a diferencia de los otros, eran géneros nuevos — en el período analizado— y fueron introduciéndose conti­ nuamente otros nuevos; se examinó por vez primera si las nuevas tarifas de destajo eran «correctas» para el rendimiento; en un período así las ganancias a destajo puras de los obreros afectados por ellas tienen que tener forzosamente una tendencia a oscilar irracionalmente: también las ganancias mínimas garantizadas, entre otros, tenían que tapar esa fuente de descontento. De todos modos, la cualificación más alta de los tejedores manuales antiguos y experimentados es probable­ mente cierta, por sí misma y según la experiencia de la propia empresa. La dirección de la empresa considera naturalmente que tienen las mejores oportunidades los obreros que estuvieron ocupados en los telares mecánicos desde su juventud (o en el encanillado de los carre­ tes). El evidente y rápido avance en la práctica, que se puede observar en los promedios mensuales del obrero f de la Tabla, es una buena ilustración de lo anterior. Por lo que respecta a las tejedoras del grupo III5, que están todas en los veintitantos años, aquí interviene en cierta medida una mayor práctica en los telares. Pero la capacidad para el rendimiento máximo no pueden adquirirla realmente las tejedoras solamente a través de la práctica —aunque ésta sea naturalmente un presupuesto—, sino que requiere cualidades personales específicas, y por cierto bastante poco abundantes, que pueden residir tanto en su disposición natural (con­ centración y serenidad, es decir, nervios más seguros) como en un modo de vida aprendido (sobre el que se habló anteriormente)^ Si se buscan otras regularidades en el movimiento de las cifras de las ganancias a destajo, poco se ve en la Tabla. Sin ningún otro comen­ tario se puede explicar que el.paso a otro tipo de telar, es decir, a otras condiciones de trabajo diferentes en varios sentidos, produzca prime­ ramente una caída en las cifras de las ganancias a destajo: el rendimien­ to sube de nuevo, por regla general, a consecuencia de la práctica. Pero incluso esta caída que se ve en la Tabla7no es un fenómeno que no tenga excepciones: otro obrero, que durante los mismos meses (de agosto de 1907 a agosto de 1908) había ganado en un telar del tipo II 63%-65%68,4% -70,l% -68% -75,5% -71% -77% -77,3% -72,6% -68,6% -64% 65% de la producción estándar, la subió a 124,3% al pasar a un telar del tipo I en septiembre de 1908; estaba, por tanto, particularmente adecuado para este cambio. Por lo demás, la Tabla no muestra a primera vista, en las relaciones entre un mes y el siguiente, ninguna homogeneidad en los movimientos

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de las cifras y sólo en algunos casos muestra una «tendencia general» clara, de modo que los movimientos opuestos podrían ser considera­ dos como casuales y provocados por condiciones especiales. Sólo está clara, en cierta medida, la tendencia a la baja entre octubre y noviembre y luego a subir en primavera, tendencia en la qué confluyen varios factores: los efectos de la iluminación artificial en los meses más oscu­ ros del año, el intenso frío de enero y febrero, desavenencias ocasiona­ das por el movimiento sindical, numerosos nuevos géneros. Como ya hemos hablado de esta tendencia, y precisamente por incluir no sólo la mano de obra recogida en la Tabla sino toda la mano susceptible de comparación según la situación del material®, remitimos a lo dicho. N O TAS 1. Se han elegido intencionadam ente las edades y tipos de em pleo Lo más diferentes posible; p o r o tra parte, se han reunido sólo aquellos casos en los que la posibilidad de com paración no esté dificultada por una situación especial reconocible con total seguridad. 2. Por lo que respecta al co n cep to «salario a destajo» en el sentido de las cifras d e í s ta Tabla, hay que indicar lo siguiente sobre el m od o de cálculo; las cifras absolutas, cuya conversión en porcentajes respecto al salario norm al ( = m ínimo) representan las cifras de la Tabla, se obtienen dividendo el núm ero de jornadas de trabajo efectivo (o fracciones de jornadas) entre la parte de la rem uneración mensual que consta del salario «a destajo», y cu yo nivel se puede ver desde los bloques de salarios para aquellas sem anas en las que, po r estar e( rendim iento a destajo por debajo del sueldo m ínim o usual, se pagó este últim o. Están descontados todas los días a jornal, todas las bonificaciones y los com plem entos de aprendizaje de los «aprendices». E n este pu nto hay que indicar que los trastorn os y el trabajo adicional causados p o r el aprendiz se com pensan de sobra con la ayuda que le da al obrero un aprendiz capaz, después de superar las prim eras dificultades que pueden lim itar, en efecto, el salario a destajo del m aestro. E n cam bio, los com plem entos de destajo dados po r una «urdimbre mala» — fuera porque el hilo era m alo o fuera porque la urdim bre estaba m al encolada— se incluyen en el cálculo cu ando era im portan te averiguar si Ja eficacia del ob rero se po n e de m anifiesto en las cifras, al co n trario de los datos dados m ás adelante al analizar las causas de las oscilaciones (véase). N o es fáci 1la cuestión de có m o había que proceder co n tejedores de doble telar en los períodos en que tenían que trabajar co n un solo telar a consecuencia del cam bio de la urdim bre, o de un fallo m ecánico» etc. Para estos períodos se pagan bonificaciones p o r hora {1 /3 del salario norm al p o r horas). E n los núm eros de más abajo, que se calculan para el análisis de las oscilaciones de los rendim ientos, no se ha tom ad o en co n sid eració n evidentem ente, este pago. Por el co n trario , los he incluido en el cálculo en las ci fras de esta Tabla. La pérdida dé salario, producida p o r el paro de uno de los dos telares, es m uy diferente según la urdim bre y tam bién según el individuo, pues el in crem en to de rendim iento eti el o tro telar qite trabaja el ob rero durante ese tiem po es extrem adám ente diferente (sobre esto véase más abajo). P o r término m edio, si se co ntrapesara la pérdida d irecta de la oportunidad de recibir rem uneración en un telar con la oportunidad de increm entar el rendim iento en el orro> la rem u neración podría m ás que cubrir esa perdida. L o que n o está cu bierto (y no puede cubrirse co n esta rem uneración) es el dañ o que produce a las oportunidades de g a n a r— que com entarem os en seguida— la necesidad de adaptarse a la n ueva situación, cada vez que se introduce una nueva urdim bre o un nuevo género (pérdida por «adaptación»). N o h e quitado el cálculo de la indem nización p o r trabajar en un solo telar, pues este cálcu lo, de todos m od os, es apropiado para com pensar parcialm ente la trascendencia de esa causa de oscilación para las, nó obstante, oscilantes y com plejas cifras, oscilación que no hay que to m a r todavía en cuenta para el pu nto de vista que tenem os ah o ra en el prim er plano. 3. N o se puede decir co n seguridad el grad o de influencia co n cre ta del sistema salarial co m o tal en este tem a. H ay un núm ero de obreros en los que Las oscilaciones en los bloques salariales

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crece n mes a m es tras la introducción del sistem a de salarios m ínimos y de primas. Ju n to a ellos hay o tro s en los que esas oscilaciones suben en parte y en parte descienden. Esto últim o ocurre en algunos obreros cu yo rendim iento ya de p o r sí elevado subía más tras la introducción del sistema de prim as (por ejem plo, d y o de Ja T ab la), y también es de p o r sí evidente que la tentación de po d er alternar, p o r m edio de la m encionada manipulación* entre el trabajo có m od o con una ganancia segura (m ínim a) y un esfuerzo m ayor con ganancia de prim as utilizando el producto realizado en el m es anterior, debe de ser m uy efectivo especialm ente entre obreros que, por su disposición o su experiencia, n o están tan fácilm ente en situación dé ganar prim as de m anera continuada. H ay que considerar co m a un resultado contrario a Jos efectos del sistema salarial el que los m aestros sólo autoricen a hacer entregas de dos piezas de tejido a los obreros más eficientes, m ientras que los m enos eficientes — los más propensos, p o r tan to , a em plear aquella artim aña— tienen que entregar cada pieza co n el objeto de co n tro lar la calidad más concienzudam ente. Pero, en conjunto, tras la introducción de este sistem a salarial, predom inan las amplias oscilaciones sobte las de la época anterior, cupndo no existía un sistema sólido de prim as ni un salario mínimo siem pre y en todas partes iguaft pero no se dan de m anera tan pronunciada co m o para poder pensar que sea dem asiado fuerte el efecto de los retrasos intencionados en las entregas sobre las cifras. N o sería en absoluto sencillo contestar la pregunta general de qué efectos tenía el sistema salarial, pura men te co m o ta l, en la ev o lución de los ren dim iento s en su co n ju n to . Entre los obreros varones, que son los que interesan aquí sobre rod o, se ve un increm ento del rendim iento exactam ente de 2 /5 p o r térm ino m edio en los tres meses siguientes a la introducción del sistema salarial frente al p rom ed io del trim estre anterior y lina reducción del rendim iento de 1/3. El trirflestre siguiente arroja o tra elevación del rendim iento en sólo 1/5 de los casos, una reducción en 2 /3 de los casos, perm aneciendo el resto igual, de m od o que, respecto al trimestre anterior a la introducción del sistema salarial, sólo la m itad subió (7 /1 5 ) o bajó, perm aneciendo el 1 /1 5 igual. En este punto hay que to m ar en cuenca que ese trim estre com prende los meses más oscu ros del año y que, adem ás, el m ovim iento sindical fue entonces especialm ente vivo (el sistema de prim as tenía que aparecer, tuviera esta intención o ño, en cu anto a su conten ido, en todo caso, co m o un revés a los principios de solidaridad sindical) y que el cam bio de género tenía un efecto relativam ente im portante (de esto se habla m ás abajo). Pero si se com paran ah o ra con el trim estre anterior a la introducción del sistem a de prim as los mismos tres m eses del año siguiente, se ve una reducción del rendim iento en 9 /1 5 de los casos, un rendim iento igual en 3 /1 5 de los casos y un aum ento del rendim iento en só lo 4 /1 5 de los casos (así y to d o un aum ento considerable), m edido según la ganancia a destajo. La posibilidad de com parar se dificulta aquí p o r el bastante intenso cam bio de género, p o r las m odificaciones técn icas realizadas en un g ran núm ero de telares vinculadas a las reducciones del destajo, el com ienzo de la depresión que redujo la intensidad del trabajo. Pero en algunos obreros es innegable una cierta relajación después del impulso del com ienzo y parece bastante seguro —lo cu al se corresponde co n las im presiones de Ja dirección de Ja fábrica— que el sistem a de primas en co n exió n co n una ganancia m ínim a garantizada tuvo unos efectos desiguales, según la eficacia y o tras características individuales de los o b rero s; una m inoría — dentro de ella tanto los obreros m ás jóvenes, en aprendizaje, co m o los obreros m ás eficientes de la em presa— se estim uló para increm entar bastante notablem ente su rendim iento; frente a ella parece que estaban o tro s obreros — asim ism o una m inoría— que, co n la vista puesta en U ganancia mínima garantizada, n o sólo n o in crem entaron su rendim iento sino que propendieron a reducirlo; p o r últim o, una parte de obreros parece que no reaccionaron en absoluto, de m anera notable, al cam bio del sistema salarial. E n tre estos dos últimos grupos se encuentra los obreros de p o r sí m enos eficientes de la em presa, que n o esperan ninguna prima o sólo Ja esperan excepcionalm ente. E l sistema de prim as est qui2á, en esta co n creta com binación , apropiado para m arcar las d iferen cia s entre los obreros según su respectiva disponibilidad y eficacia, Pero sus efectos deben ser distintos según las particularidades de los obreros y def ambiente de cada em presa. N aturalm ente incide tam bién sobre sus. efectos cí n iv e l de las prim as: en el caso presente suben hasta un 8 % del salario, de m od o que el estímulo para rendir m ás se mantiene en unos lím ites m oderados, dado que existen m uchas circunstancias que n o dependen de los obreros y que condicionan un rendim iento.m ayor. Pero unas prim as más elevadas p ro vo carían , p o ru ñ a p arte, una «carrera» y, p o r o tra, acum ularían un m aterial de conflicto — inevitable en estas circunstancias— entre los obreros y los m aestros que reciben las piezas, pues el pago de las prim as depende tam bién del lo g ro de un cierto m ínimo de calidad, sólo determ ina ble m ediante una v aloración; de esta m anera, el sistem a de prim as se desacreditaría rápidam ente entte los obreros.

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4. En Ja T ab la, las cifras están agrupadas sencillam ente en el orden del registro, el cual, por su p arte, en cu anto que no im pere en la distribución de los núm eros la pura casualidad, se corresponde en cierta m edida, por lo generaf, con la fecha de entrada en (a em p resa , En las m uchachas, p o r su p arte, que en su m ayoría viven con sus familias, pero que suelen estar más vinculadas a su zo n a, el registro correspond e en la m ayoría de los casos a la edad de las muchachas, co m o se ve en la última colum na. (La «edad» significa aquí siem pre los años que los obreros cum plen, según el registro, durante el período de 13 meses que está a la base de este trabajo.) 5. En la página 1 6 7 de este volumen se indicó equivocadam ente que era «normal» el número de 4 telares: en la tercera línea de esa página y en la nota 4 , p. 1 7 2 , debe decirse «hasta 4». C uatro ha de valer» adem ás, co m o una «norm a Ideal», rara vez alcanzable. E n la p, 1 6 5 hay una equivo­ cación.* el tejedor varón que allí se m enciona no es el único obrero.sajón de la em presa, con el que lo he confundido al escribir el trabajo. Este últim o es m ás bien el obrero p de la Tabla I, que llama Ja atención p o r su bajo rendim iento en los telares corrientes y que está por debajo del nivel de las mujeres, 6. Esto se destaca en la gran diferencia de las ganancias a destajo. Sobre las razones, véase p. 1 6 6 , y p. 1 7 2 nota 4 . 7. L a caída aparecería con un 2 0 % m ás, si no se hubiera descontado el com plem ento pot sexo en el m odelo II (véase p. 1 6 6 ). • 8. Se han tenido que descartar los obreros recogidos en esta Tabla que cam biaron de tipo de telar durante el período (g, h, i) y todos los obreros que no estuvieron em pleados durante todo et periodo.

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MEDICIONES DE LOS CONTADORES DE LOS TELARES Y OSCILACIONES EN LOS RENDIMIENTOS

Como estas cifras de las ganancias a destajo muestran, al menos en principio, una cierta inutilidad, y como las oscilaciones en concreto parecen totalmente ilógicas en su inmensa mayoría, es natural pensar si se podría llegar a mejores resultados a través de la indagación de las oscilaciones de los rendimientos en períodos de tiempo más cortos, a ser posible de un día a otro, es decir, a través del contador del telar que indica exactamente el número de pasadas de trama hechas por los obreros en una unidad de tiempo cualquiera. Y esto vendría reforzado por cuanto —como muestran los comentarios anteriores— las cifras que indican las ganancias a destajo son el resultado de un cálculo: lacomparabilidad de esas cifras entre sí reside en el supuesto de que las tarifas de destajo para los géneros que van trabajando los obreros consecutivamente son «correctas», es decir, que son tarifas que están calculadas de modo que toman en consideración acertadamente la distinta cantidad de trabajo que cada uno de estos géneros requiere. Más adelante veremos el papel que desempeña esta «adaptación» del obrero a la medición del destajo en las oscilaciones de ios rendimientos. Ahora sólo recordaremos que una medición «correcta» del destajo, en su sentido exacto, sólo sería posible, en principio, si los diferentes rendimientos sólo fueran diferen­ tes en la cantidad o en la intensidad que se exige a los obreros. Pero no es esto lo que ocurre. Las diferencias de exigencia a los obreros son, al menos, de naturaleza más cualitativa que las «destrezas» concretas: la capacidad de concentración, por ejemplo, la rapidez de reflejos, la uniformidad en el mantenimiento de la atención, etc., cada una de las cuales es requerida en un cierto grado para cada uno de los géneros, pero se combinan de manera muy diferente en los diferentes tipos de género. El cálculo del destajo, por tanto, no parte en absoluto de consideracio­ nes sobre la medida que se requiere de cada uno de los distintos «com­

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ponentes» del rendimiento, sino que se calcula, por el contrario, de una manera puramente empírica partiendo del conocimiento de los resul­ tados del rendimiento —el nivel de aprovechamiento de la máquina—, que suele alcanzar un «obrero idóneo de tipo medio» trabajando un género concreto. Este cálculo se realiza, por tanto, por razones eviden­ tes, como ya se ha dicho antes en términos generales, de manera total­ mente opuesta a como debería hacerlo un análisis «psicofísico» del tra­ bajo. ¿No sería mejor, por consiguiente, dejar a un lado las cifras que se apoyan en esa base —que, como ya vimos, están sometidas a todo tipo de casualidades al no basarse realmente en el «rendimiento» sino en la entrega de la mercancía— y atenernos exclusivamente a los resul­ tados de los contadores de los telares, que, como «controlan» en rea­ lidad el trabajo inmediatamente, parecen ofrecer un material «exacto» en un sentido totalmente diferente? No hay duda de que la medición con ese instrumento del número de pasadas de trama realizadas por los obreros merece realmente el calificativo de «exacto» y de que, por tanto, en la medida en que el rendimiento del obrero se expresa en ese número de pasadas, se mide asimismo «de manera exacta». Pero entonces pasa totalmente inad­ vertida la calidad del tejido producido, que es extremadamente im­ portante para valorar el nivel de rendimiento. (La calidad puede ave­ riguarse recurriendo a las fichas de control de la urdimbre con las anotaciones del empleado que recibe las piezas, pero ni de una mane­ ra ni de otra es «exacta».) Esta deficiencia la comparte la «medición de los contadores de los telares» con las «desnudas» ganancias a destajo de la Tabla I. (En estas últimas se podría obtener alguna claridad, al menos, para los rendimientos por encima de lo normal a través de la indicación de si se han pagado primas, lo cual sólo ocurre cuando la mercancía tiene buena calidad; sobre este punto volveremos en otro momento.) Pero, además, en estas mediciones de los contadores de los telares sólo tenemos, nuevamente, el resultado final, el «rendi­ miento» que ellos establecen; pero al comparar varios rendimientos entre sí seguimos sin tener seguridad de qué dicen realmente esas pasadas de trama sobre el tipo de rendimiento, es decir, sobre la me­ dida en que son requeridas las diferentes cualidades del obrero rele­ vantes para la tejeduría (véase p. 133 s.). Una sencilla comparación atendiendo al número de pasadas realizadas por un obrero, por día o por hora, daría un resultado equívoco si se cambian los géneros. ¿Cuán­ tas pasadas de trama podría hacer un obrero en un nivel ideal, que nunca se da en la realidad, en una determinada unidad de tiempo, si la máquina no sufriera ningún fallo, si el hilo fuera irrompible, si no fuera necesario vaciar y rellenar la lanzadera con hilo, si la ausencia de fallos en la confección de la urdimbre no requiriera ninguna repa­ ración, si no se enredaran los hilos por otros motivos, es decir, en

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pocas palabras, si la máquina y el hilo continuaran funcionando por sí mismos y produjeran tejido continuadamente de manera que el obrero fuera superfino? Este máximo «ideal» del aprovechamiento de la máquina se guía naturalmente, ante todo, por la rapidez de la má­ quina, por su número de vueltas por minuto, y el número óptimo de vueltas es distinto según el tipo de hilo, según el nivel de resistencia del hilo — que depende, de nuevo, de su finura (de la cantidad de vueltas dadas al hilo al hilarlo ), de la calidad de la materia prima, etc.— y según la resistencia del hilo a los roces en el telar1. Un núme­ ro alto de vueltas requiere, sin duda, ceteris paribus, la atención del obrero en una gran medida y afecta más intensamente a sus nervios — de nuevo ceteris paribus; pero los cetera no son ahí, por lo regiílar, precisamente iguales, pues, cuando se trata de dos géneros distintos entre sí, cada factor puede ser más que compensado por otras cir­ cunstancias que faciliten el trabajo— . Cuando se utiliza un hilo más grueso y, por consiguiente, menos rompible con una calidad igual del material, ceteris paribus, él número elevado de vueltas va unido, en general, a un alivio en la atención y en la vista del obrero, pues hilo más grueso significa al mismo tiempo un tejido más grueso; pero, por otra parte, el hilo más grueso significa también un aumento del nú­ mero de interrupciones por parte del obrero para llenar la lanzadera, pues no cabe en ésta tanto hilo grueso como cabe del más fino- au­ mento de las interrupciones que, en ocasiones, significa un 100% y más por jornada, es decir, para el obrero significa un trabajo mecáni­ co mayor. Por lo tanto, no se trata de poner como base de la compa­ ración las cifras absolutas de los contadores de las pasadas de trama en un día o por hora2. Es, más bien, la relación entre el número de pasadas de trama hechas y las posibles la que resulta más apropiada para ello. Sobre esta cuestión, unas observaciones previas. El nivel en que queda una máquina servida por un obrero respecto ai número ideal de pasadas de trama que se podría hacer con un determinado número de vueltas en una unidad de tiempo (día, hora) está en fun­ ción, sobre todo, de dos condiciones: en primer lugar; está en función de la frecuencia requerida para llenar la trama '(de lo que se trataba) — una circunstancia que es totalmente independiente del obrero— y de la rapidez en rellenarla, la cual depende de su habilidad; en segun­ do lugar, está en función de la frecuencia con que revienten los hilos de la urdimbre (la ruptura de los hilos de la trama juega un papel inferior), lo cual depende, en parte, del material del hilo y también de la calidad del encolado (es decir, de cosas que están precisamente «dadas» para el tejedor), pero, en parte, también de la atención del obrero a la urdimbre que entre en la máquina, porque los hilos se revientan en una cantidad importante de veces como consecuencia de los enredos de los hilos de la urdimbre, que el obrero puede y debe

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eliminar a tiempo. Además de estas dos causas de interrupción del proceso de la máquina, otra cosa que afecta ai rendimiento del obrero es la calidad del tejido, en beneficio del cual el obrero tiene que obser­ var y regular, llegado el caso, el desenvolvimiento de la urdimbre de manera continuada: también aquí puede suceder que haya que parar la máquina, pero cuanta mayor sea la experiencia del obrero más rara vez se producirá. Cuando se compara el número de pasadas alcanzable por la media de los obreros, según muestra la experiencia, en una unidad de tiempo determinada y con estímulo suficiente para llevar al máximo sus capacidades, con el número ideal máximo de pasadas que resulta de multiplicar el número de vueltas por la cantidad de minutos de trabajo, el número de pasadas que se puede esperar nor­ malmente (esto quiere decir el nivel de aprovechamiento que se pue­ de esperar normalmente de la máquina) está, en cada caso, en una relación porcentual con el número de pasadas ideal, relación que es distinta, con igual número de vueltas, para cada género diferente y que alcanza su nivel óptimo para cada género con un determinado número de vueltas. Pero dónde se encuentre el nivel óptimo de este «aprovechamiento» alcanzable depende, en cada tipo de género, de una gran cantidad de factores técnicos o del material, como indican ya estas rápidas observaciones, pero depende también, por otro lado, de la cualificación de los obreros, y concretamente de las diferentes cualificaciones para cada uno de los géneros. Como los distintos obre­ ros reúnen en sí mismos estas cualidades en muy diferentes niveles, la dirección de la fábrica establecerá el número de vueltas eventualmen­ te de manera individual para cada uno de los géneros; pero, globalmente, habrá que operar con la experiencia de lo que los obre­ ros por término medio rinden, tal como son en cada caso: una vez que se conoce aproximadamente el nivel óptimo medio del número de vueltas, según indique la experiencia, la tarifa de destajo se mide por el «rendimiento efectivo» (respecto al máximo ideal) alcanzable por término medio y entonces se adjudican a cada obrero aquellos tipos de género para los que resultan relativamente más adecuados según la experiencia hecha con cada uno, es decir, se les adjudican los géneros que puedan trabajar de la manera relativamente más renta­ ble, tanto para la empresa como para los obreros mismos. Si se trata de introducir nuevos géneros, es inevitable ir probando hasta que se determine qué obreros resultan los más adecuados relativamente para el género y los más capaces para alcanzar el nivel estándar de la ga­ nancia a destajo. En conjunto, también en las cifras de los contadores de los telares, aparentemente medidas «con exactitud», está incluido el cálculo de la dirección de la empresa, y esta circunstancia requiere ser tomada en cuenta, si se pretenden comparaciones entre varios obreros o entre los rendimientos de un mismo obrero en tiempos di­

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ferentes. Aquí no podemos proceder, en todo caso, sino de la siguien­ te manera: en vez de basarnos en las cifras absolutas de las pasadas de trama, inutilizables para el fin de comparar los rendimientos de dife­ rentes généros1, nos basamos en el «rendimiento efectivo» (porcenta­ jes respecto al rendimiento máximo ideal, «teórico», de las máqui­ nas)4. Pero hagámonos primero la siguiente pregunta: ¿el rendimiento diario de un mismo obrero en pasadas detramaenuna misma urdimb re representa, al menos en cierto sentido, una medida firme, más firme que las oscilaciones de las ganancias medias mensuales? Difícilmente po­ dremos esperar esto, después de lo que se ha dicho antes (p. 147 ss.). ¿O se observa alguna regularidad en los movimientos de los ren­ dimientos día a día de varios tejedores que trabajen al mismo tiempo ? Según lo dicho en página 147 lo tendremos por algo pensable, pero des­ pués de las observaciones que se han reproducido en la página 153, por algo incierto. Miremos, por tanto, lo siguiente: la Tabla II reproduce una cifra de día en día para un cierto numero de meses seleccionados y para los obreros sometidos en ese tiempo al control de los contadores de los tela res —la cantidad de anotaciones de contro 1existen tes es como tal pequeña y, desgraciadamente, tiene fuertes oscilaciones para los dis­ tintos meses—; esa cifra expresa la relación del rendimiento correspon­ diente respecto a la media de pasadas logradas por los obreros en su, correspondiente urdimbre y la cantidad media de.la semana anterior (en los domingos, en cifras espaciadas)5. Al contemplar esas series numéricas, salta a la vista—por empezar por esta cuestión— que no existe ninguna tendencia clara y uniforme en las oscilaciones. Se ve especialmente que las oscilaciones no se pueden explicar por las con­ diciones meteorológicas existentes cada día o por otras condiciones «generales» del trabajo. Si las oscilaciones diarias de los rendimientos dependieran consi­ derablemente de tales circunstancias «generales» de cualquier natura­ leza, entonces la gran mayoría de los obreros empleados debería mos­ trarse influida, al menos de manera aproximada, por esas circunstan­ cias, en esos mismos días, en la misma dirección. Pero no es esto lo que ocurre. Nosotros encontramos, precisamente en un caso ya comentado anteriormente, que el grado de humedad del aire mostraba un parale­ lismo bastante exacto con el rendimiento de algunos obreros que tra­ bajaron en ese día6, Y es indudable que el aumento de la sequedad del aire dificulta el trabajo. Los obreros la sienten personalmente y suelen quejarse entonces de que los hilos se rompen más veces. En cierto sentido sólo se encuentra un ejemplo similar en otro único día7. En cambio, los otros días en los que la humedad med ida del aire estuvo por debajo del 70% —por encima de este nivel no se puede constatar en absoluto ningún efecto en las cifras

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diarias— muestran unos efectos muy indeterminados, pero algunos de

ellos muestran precisamente lo contrario del descenso esperado8. La Tabla muestra con carácter totalmente general que las desviaciones de la media se encuentran en los distintos obreros en el mismo día y en tod as las variaciones posibles y que no se puede hablar aquí de la existencia en ellos de estado de ánimo diario general, que pudiera estar condicio­ nado por circunstancias generales externas y cuya variación de una día para otro explicara las fuertes oscilaciones en los rendimientos diarios)9. . La fría temperatura exterior en invierno, que presiona con frecuen­ cia sensiblemente las dos primeras horas de trabajo hasta que las manos «se descongelen», así como trabajar en invierno con luz artificial en vez de con luz natural, que hace más pesadas las horas de la mañana y de la tarde, y el fuerte y seco calor en el verano, que dificulta el trabajo al mediodía y en las primeras horas de la tarde, todas estas condiciones tienen evidentemente sus correspondientes efectos. Éstos se encuentran en las fuertes reducciones en la media de rendimiento que se observan en los cálidos meses del verano y en los fríos y oscuros meses del invier­ no. Pero, sin embargo, sólo una parte de los obreros reacciona inme­ diatamente con una reducción de su rendimiento diario o semanal ante estas dificultades en el trabajo (el que los hilos se rompan con más fre­ cuencia por la sequedad del aire, el efecto adormecedor del calor, la tendencia a funcionar de una manera insegura y la fatiga de los ojos por la iluminación artificial). Los otros buscan, aparentemente, mantener su nivel de ganancias anterior con un mayor esfuerzo y lo logran fre­ cuentemente tan bien, que incluso algunos días desfavorables desde el punto de vista de la humedad del aire arrojan rendimientos muy con­ venientes) 10. Sólo cu ando estas desfavorables condiciones generales del trabajo se mantienen durante mucho tiempo y superan un determina­ do nivel, fracasa esa reacción con el adormecimiento de las ganas y de la energía para trabajar. Así como se descartan las condiciones meteorológicas como una posible explicación de las oscilaciones diarias de los rendimientos, también se descartan todas las demás condiciones de trabajo «genera­ les» pensables, es decir, que afee ten a los obreros en su conjunto, si esas condiciones no muestran ningún tipo de uniformidad, como se ve. En este tema, por lo tanto, como en las oscilaciones mensuales, no queda sino operarcon cada obreroy sus rendimientos por separado, sise quieren esperar algunos resultados. Para los rendimientos diarios se descarta, naturalmente, la idea de determinar, por cualquier vía, por qué el ren­ dimiento de un obrero, por ejemplo, del día 1 de noviembre de 1907 fue un 10% más alto y no tan bajo como en el día anterior o posterior. Seguramen te ser ía una operación útil anotar a 1final de la jornada lo que marque el contador de un gran número de obreros que trabajen con contadores en los telares e indicar cuidadosamente, lo más pronto po­

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sible, las razones que han generado —en su opinión— las diferencias de rendimiento en los diferentes días. Pero, en éste punto, se puede predecir con total seguridad lo siguiente: 1) en tanto las diferencias no estén fundadas en condiciones de trabajo objetivas, es decir, en la situa­ ción de las máquinas o del material (la frecuencia con que se quiebran los hilos, etc.), sólo se podrán hacer datos seguros en una minoría no muy grande de casos, incluso en el caso de que los que respondan sean muy concienzudos (o, más bien, precisamente si lo son); 2) si se les es­ condiera a los obreros el contador de pasadas de trama y luego se les preguntara qué rendimiento creían haber alcanzado ese día y por qué, es decir, si había sido mayor o menor que el día anterior, en ese caso, digo yo, se recibirían respuestas sólo aproximadamente acertadas en una parte aún menor de casos, pues el nivel del propio «estado de ánimo» psicofísico para el trabajo se les escapa con frecuencia incluso a las personas con las que se experimenta en laboratorio o queda sin una explicación, y los obreros no se encuentran, por lo general, ni siquiera en situación de apreciar en cierto modo el nivel de su propia fatiga, y con frecuencia ni siquiera de ser claramente conscientes de la realidad de la fatiga, si se prescinde de las horas extraordinarias 'o de otros esfuerzos excepcionales; mucho menos van a querer intentar adentrarse en las razones dé las oscilaciones entre las distintas jornadas de trabajo que quedan varios meses atrás (entre 3/4 y 1 1/2 de año). Si persegui­ mos, así y todo, por el mero interés en los hechos mismos, las oscila­ ciones diarias de los rendimientos de un único tejedor (que trabaja un solo telar), del que casualmente existen controles consecutivos paralos diez meses comprendidos entre noviembre de 1907 y agosto de 1908 (es el tejedor c de la Tabla I), se ve el cuadro de la Tabla III. Los rendimientos del obrero, que por lo demás está entre los teje­ dores más regulares de la fábrica, oscilan de manera muy variada y no se pueden explicar con toda certeza con ningún medio que sea exhaus­ tivo para nosotros. Aun así, se pueden hacer algunas observaciones sobre las cifras de la Tabla II y la Tabla III11. Nosotros consideramos básica­ mente que una parte muy considerable de-los rendimientos más bajos se dan al comenzar nuevas urdimbres y nuevos géneros12. Es verdad que una nueva urdimbre no comienza siempre con una reducción del ren­ dimiento diario, pues también ocurre lo contrario: altos rendimientos iniciales y luego bajos: Según parece, en concreto cuando el cambio a ün nuevo génerq representa el paso de un trabajo difícil a uno más fácil (aunque no exclusivamente en esos casos), el obrero al que el trabajo le resulta fácil infravalora el esfuerzo y pretende ganar mucho, por ejemplo, en la Tabla III, el día 18 de agosto, donde el obrero tuvo que pasar de trabajar un hilo 1/3 más grueso a trabajar un género un 28% menos grueso, manteniéndose igual el número de vueltas y la anchura del tejido, y de manera similar en otros casos diferentes. En estos casos

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sí se encuentra mayoritariamente un menor rendimiento inicial. Por otro lado se dan casos, como veremos, en los que un obrero muy eficiente procura mantener con todo su esfuerzo el número de pasadas de trama ante rior al cambiar a un género más difícil y sólo después de algún tiempo cae bruscamente. Nosotros nos atenemos aquí al hecho de que el tra­ bajo con nuevos géneros, y también con nuevas urdimbres del mismo género, permanece, en todo caso, con muchísima frecuencia por deba­ jo del rendimiento medio conseguido globalmente en esa urdimbre. Y nos preguntamos si esto se corresponde con la media y en qué medida. Si así fuera, habría que suponer realmente que estamos ante manifes­ taciones de la «práctica» (Ubung). Vamos a analizar ahora con mayor precisión la presencia de estas manifestaciones. NOTAS 1. C uando el núm ero de vuelcas es muy elevado, entra en consideración el desgasee de la m áquina, que entonces se increm enta rápidam ente. El algodón puede soportar los núm eros de vueltas más elevados (hasta m ás de 2 0 0 p o r m inuto); en los paños, p o r el contra rio, 7 5 vueltas poi m inuto es ya un núm ero bastante frecuente; el (i no está entre am bos, pero acercándose m ucho m ás a las cifras medias de los panos que a las cifras medias del algodón, pero con diferencias de un 3 0 4 0% » según el género y el m aterial. 2. C on esto no se quiere decir que semejante com p aración no pudiera ser instructiva ni que n o debiera hacerse co n una investigación realm ente «exacta» de la situación, que aquí no puede intentarse. 3. Para los rendim ientos de diferentes obreros en el mismo tipo de género sólo tenía 4 ejem plos, de los cuales se hablará en su m om ento. Dos de ellos ya han sido utilizados anteriorm ente (p. 148 y p. 168). 4Y siem pre se pro ced e de m anera que las cifras dianas se calculan en porcentajes del rendim iento efectivo pro medio logrado po r esre obrero en esa urdim bre. P o r lo que respecta al nivel del rendim iento cfecrivo alcanzado: en la tejeduría del lino es m ucho más bajo que en la tejeduría de la lana y del algodón» que pueden co n tar co n rendim ientos efectivos de entre el 8 0 y el 9 0 % resp ecto al rendim iento m áxim o reórico (o incluso m ás), m ientras que el rendimiento medio en la tejeduría del lino no es raro que descienda p o r debajo del 5 0 % , al m enos al servir varios telares. A nosotros no nos interesan aquí estas gradaciones. 5 . Siempre la sem ana entera , de m od o que las cifras de diferentes géneros se contraen en la m ism a m edia; dos obreros que fueron controlados en el mes de julio co n dos urdimbres cada uno se han excluido ahora, p o r falta de espacio, y serán com entados posteriorm ente p o r separado. 6. Para com pletar el ejem plo: 5 obreros observados exactam ente m ostraron el siguiente co m portam iento: % del rendim iento m edio de estos cin co obreros en el día 2 3 (higróm etro: 7 7 ) : 1 0 9 ,3 ; en el día 2 4 (higróm etro: 7 0 ): 9 9 ,5 ; en el día 2 5 (higróm etro: 6 4 ): 9 2 ,1 . Del 2 3 al 2 4 , dos o b retos tuvieron una disminución de rendim iento, 2 un aum ento y uno mantuvo el m ism o. Del 2 4 al 2 5 , 4 tuvieron una dism inución y uno un pequeño aum ento. 7. 3 0 de m ayo de 1 9 0 8 : 1) m edia de Jos 5 obreros observados: el día 19 de m ayo (higróm etroT 7 0 ) : 9 1 ,8 ; el 2 0 d e m ayo (higróm etro: 6 5 ) : 8 1 ,7 ; el 2 1 de m ayo (higróm etro: 7 0 ) : 1 0 3 ,3 . 2 ) El rendim iento de cad a uno de los cin co obreros el 2 0 de m ayo está por debajo de su rendim iento m edio; en cu atro de ellos m uestra una reducción respecto al día 19 y un aum ento en uno; del 2 0 al 2 1 sube el rendim iento en todos ellos; del 21 al 2 2 de m ayo (higróm etro: 7 6 ) hay un aum ento en cu atro de ellos respecto al 2 1 y una reducción en uno. Pero esro se corresponde, así y to d o , con el postulado, 8. El 2 de junio de 1 9 0 8 , con un nivel dei 6 8 % , es al m ism o tiem po uno de Eos días más raros en el que todos los o b rero s observados — m ás de cuatro— ■tuvieron un rendim iento por

189

P StCO FlSICA

DEL

TRABAJO

IN D U S T R IA L

encim a de su rendim iento m edio (un aum ento entre el 3 ,6 y el 1 5 ,3 % ). El i de junio» co n el m ism o nivel de hum edad, es un lunes, y po r ello no es utilizable. £1 1 6 de m ayo, con el m ism o bajo nivel de satu ración, m uestra tam bién un aum ento en cu atro de los obreros observados. E sto no significa, evidentem ente la ¡¡relevancia del nivel de hum edad, sino sólo lo siguiente: significa, en prim er lugar, que sus efectos sólo son ntedibíes en los distintos obreros cuando se está, prim ero, m uy p o r debajo del nivel estándar y, segundo, co n velocidades y niveles m uy distintos; significa, en tercer lugar, que cu ando las oscilaciones se m antienen en los lím ites de hasta un 1/6 del nivel estándar, su influencia se solapa con o tras circunstancias d e otro tipo (véase m ás abajo). 9. Esto se desprende de m anera m as convincente aún de la siguiente observación; durante un período de 1 9 7 jornadas de trabajo fue investigado un cierto núm ero de obreros — observados exactam ente co n los co n tad ores de los telares respecto a su rendim iento durante todos los días en que trabajaba m ás de uno de ellos— en cuanto a las desviaciones de sus respectivos rendim ientos respecto a l a m edia (en sus respectivas urdimbres) (1 0 0 % ) y luego se com pararon cad a uno de los días para ver qué diferen cia s tenían los rendim ientos entre sí- El núm ero de los obreros osciló en esos días entre 2 y 6. E n 1 4 1 días, es decir, en el 7 0 % del períodoj se observó una desviación d e m á s áe\ 1 5 % de media entre ellos, y en 1 1 9 días de esos 1 4 1 1 es decir, el 6 0 ,1 % dej toral de días, también se desviaban respecto a la m edia hacia arriba o hacia abajo. D esviaciones de más del 1 0 % de la media en cada uno, hacia arrib a o hacia abajo, se dieron en 4 6 días, es decir, en el 2 3 ,3 % del total de días. Los obreros se desviaron, en conjunto, de la media hacia a m b a o hacta abajo, en 1 3 4 días ( = 6 7 ,6 % del total). D esviaciones en los rendim ientos entre sí m en o res del 5 % de la m edia sólo se vieron en 1 7 días (8 ,6 % ) y d e menos de un 2 % sólo en 5 días (4 ,9 % ), Pero se form ó una relación en térm inos tales que, en los días en que fueron observados sim ultáneam ente m á s de dos obreros en relación a su rendim iento, tos rendim ientos se desviaban respecto a La m edia, e n d ireccio n es distintas, en el 8 3 ,4 % de los casos, y este porcentaje asciende al aum entar el núm ero de obreros observados y sube a 1 0 0 con seis ob rero s {d en tro de este m aterial estadístico), es decir, que está en función del núm ero de obreros observados sim ultáneam ente, con lo que no puede determ inarse en n in g ú n caso una tendencia válida c o n ca rá cter g en era l para todos los obreros. 10. Véanse las siguientes observaciones. Según la dirección de la fábrica, los obreros sienten cad a descenso n ota ble en la hum edad norm al del aire y entonces reclam an ayuda. C om o , a pesar de ello, no se da un paralelism o enere el nivel de humedad y el rendim iento diario — co m o ya ha sido dicho— , sólo es posible probablem ente la explicación presente. 11. Ün detalle: los dos últim os sábados de ag osto, cuyas cifras están entre paréntesis, porque sólo representan un trabajo de cu atro horas com o consecuencia de la disminución de horario en la em presa, m uestran los efectos sobre la elevación del rendim iento de una jornada laboral más co rra, co n un rendim iento alrededor del 1 0 % superior al del viernes en cada uno de esos sábados. L o m ism o sucede co n la m ayo r parte de los o tro s obreros en un nivel incluso m ayor (increm entos de hasta el 4 7 % resp ecto al día an terio r), pero no co n rodos. Los increm enros afectan a algo m ás dé Jas tres cuartas partes de to d o s los casos; del resto, que arro ja lina reducción, una parte es debida a la casualidad, pero existen algunos casos en los que descendió la disposición al trabajo a consecuencia de la jorn ada laboral porta. 12. Hay que to m ar en cu enta, p o r lo que resp ecta a la Tabla ILI, que la urdim bre que funcionaba a com ienzos de noviem bre ya había funcionado algún tiem po en octubre.

190

11

AUMENTO DE LA PRÁCTICA Y AUMENTO CONTINUADO DEL RENDIMIENTO

Hay que adelantar en seguida, sin embargo, que no se puede conside­ rar, en ningún caso, una mayor «práctica» del obrero como el único motivo de un rendimiento bajo en las nuevas urdimbres o en los nuevos géneros1. El comienzo de la urdimbre así como su terminación —los días de estas operaciones muestran en un promedio global rendimien­ tos más bajos— son, en sí mismos, más difíciles que el trabajo general en la urdimbre por motivos técnicos de los propios telares, y hay que achacar a esta circunstancia, al menos para los primeros tiempos, la mayor parte de la causa de los bajos rendimientos. Pero que los efectos de la «práctica» tienen una fuerte presencia se deriva, a pesar de todo, con una gran probabilidad, de la observación de que, aun cuando un obrero entre en el lugar de otro en una urdimbre que este último hu­ biera trabajado hasta la mitad, aquél —el nuevo— comienza a trabajar por debajo de la media que él mismo logra después — en todos los casos en los que esto se puede observar en los materiales— y sólo más tarde sube2. La pregunta es solamente cuándo se notan estos efectos de la prác­ tica, es decir, cuánto tiempo necesita un obrero experimentado en la tejeduría para «adaptarse» a un nuevo género o a una nueva urdimbre del mismo género. Se tiene la tendencia a suponer que esto es un asunto de pocos días y algunas series en las Tablas, que indican una subida rápida del rendimiento tras un nivel bajo al comienzo, así parecen confirmar­ lo. Pero en este punto sólo los promedios pueden arrojar claridad, pues pueden ser determinantes de esta subida, en un caso concreto, circuns­ tancias muy variadas, tanto circunstancias accidentales del material como los esfuerzos extraordinarios que haga el obrero en un caso determinado, por los motivos que sea, así como la situación de tejer en dos telares (con mercancías estrechas), que se comentará después. A la

191

PSICOFfSICA

DEL

TRABAJO

IN D U S TR IA L

vista de la distinta velocidad con que se trabaja una urdimbre, —dis­ tinta velocidad producida por número diferente de vueltas—, nosotros no ponemos como base el tiempo sino el rendimiento medio diario por unidad de rendimiento, es decir, por «pieza» (unos cuarenta metros de largo, metro arriba metro abajo, según los géneros). Existen compro­ baciones para una parte de los obreros controlados con los contadores de los telares que nos permiten proceder así. Como las urdimbres son de longitud muy diferente — algunas se acaban con la séptima pieza, o tras dan, por ejemplo, 25 piezas—, el número de urdimbres que se pueden tomar en consideración para el rendimiento medio limitándonos a las primeras piezas es considerablemente mayor que el número de urdim­ bres si se tomaran en cuenta el máximo de piezas posteriores (5). Así que si tomamos sólo las primeras ocho piezas de todas las urdimbres controladas (24) y ponemos como 100 el rendimiento medio de pasa­ das de trama por día en la primera pieza, nos resultan los siguientes rendimientos: Pieza: Rendimiento %:

1 100

2 105,2

3 105,2

Pieza: Rendimiento °/o:

6 105,5

7 108,4

8 109,1

4 107,3

5 110,9

o, para la primera y segunda pieza conjuntamente: 102,6% del rendi­ miento contado en la primera pieza; para las piezas 3 y 4: 106,2; para las piezas 5 y 6:108,2; paralas piezas 7y 8:108,7% . Se trata, así y todo, de un incremento aceptablemente regular—con un retroceso en la sexta pieza tras una fuerte subida en la quinta pieza—, para cuya valoración (véase más arriba) hay que tomar en consideración que, al menos para la primera pieza, pero también para la segunda, actúan como factores de la subida las condiciones puramente técnicas del tejer, no sólo el «aumento de la práctica», y que, en casos desfavorables, es muy posible que aquellas condiciones amplíen aún más sus efectos. Para el desarro­ llo posterior, limitándonos a las urdimbres largas3, resulta lo siguiente: Piezas: Rendimiento %:

1-3 100

Piezas: Rendimiento %:

16-18 114

4-6 109,2

7-9 107,9

10-12 111,2

13-15 110,3

o, de seis en seis piezas: 1-6: 104,6% del rendimiento logrado en la primera pieza; 7 -12:109,5; 13-18:112,2% .Es, por tanto, un aumento del rendimiento asimismo rítmico del 14% en las últimas tres4 frente

192

A U M E N T O

DE

LA

PRÁCTICA

al rendimiento de las tres primeras piezas tomadas en conjunto y de alrededor del 7% si se toman cada seis piezas. Aquí se podrá considerar como probable —teniendo siempre a la vista que su reducido número aconseja prudencia— que la «adaptación» a cada género o urdimbre es realmente decisiva, porque es improbable que tengan un efecto las dificultades iniciales de la urdimbre del segundo grupo de tres piezas y, mirando los grupos de seis piezas, se excluye que lo tenga sobre la sexta pieza5. No habrá que considerar evidente en absoluto la existencia probable de un aumento de la práctica de en torno a un 10% en una sola urdimbre en los obreros más viejos y con muy buena experiencia y en un trabajo tan uniforme, aparentemente, como la tejeduría mecánica (en el plazo de tres meses aproximadamente y si se descuenta el efecto de las dificultades iniciales de la urdimbre), pero no habrá tampoco que considerar que no tiene importancia, si se confirmara como un hecho al corroborarlo con cantidades mayores en otras industrias similares. No carece de importancia, junto con las dificultades de «adaptación» producidas por el telar, para valorar los efectos de un cambio mayor o menor de urdimbre o de género sobre los beneficios del obrero. Para la cuestión de si se pueden establecer efectos «psicofísicos» de la práctica, y hasta qué punto, debe tener interés, además de la evolu­ ción de los niveles de rendimiento, la intensidad de las oscilaciones en el decurso de la «adaptación» a un nuevo género o a una nueva urdim­ bre de un mismo género. Estas oscilaciones podrían representar una especie de prueba de si se puede aceptar realmente como plausible lo que se ha explicado en cierta forma como probable sobre los efectos de la práctica como probable. Según los experimentos psicofísicos, la amplitud de estas oscilaciones debería tender a reducirse al aumentar la práctica, el trabajo debería ser «más constante». Si se calcula el promedio de las oscilaciones diarias (en porcentajes del rendimiento medio) para las seis primeras semanas^ de trabajo en un género, resulta el cuadro siguiente del movimiento de las oscilacio­ nes, calculado en porcentajes respecto al rendimiento medio para los siguientes veinte casos tomados al azar: nana: a) b) c) d) e) f) 8) h)

1

2

3

4

13,3 9,12 23,2 12,1 7,2 13,6 19,0 15,6

15,9 8,2 20,5 6,9 8,2 12,3 10,9 10,9

8,2 8,0 28,5 9,5 5,6 17,3 15,9 11,1

20,2 4,8 15,2 12,6 13,3 16,1 3,5 10,2

193

5

6

17,3 8,1

23,6 8,3

6,7 8,1 9,3 11,3 10,7

8,3 6,3 1,3 10,7 19,2

PSICOFlSJCA

i) k) l)

m) n) o) P) q) r) s) t) u)

13,2 15,5 7,7 8,1 3,4 13,9 13,6 12,1

DEL

9,8

IN D U S TR IA L

18,9 8,1 29,9 14,7 4,4 14,4 16,3 5,2 4,4 5,1 12,0 5,0

13,5 8,5 8,3 7,5 12,4 12,1 7,5 15,8 7,9

16,1 18,7 6,2

TRA B AJO

6 ,4

10,2 8,9

10,9 6,3 17,7 6,8 2,8 16,7 14,6 24,6 5,5 13,7 2,2 5,7

6,3 5,9 11,5 7,1 9,1 9,5

9,5 4,7 0,8

7,2 7,1 9,6 3,3

4,3 3,4 3,6

Cortemos aquí. Añadir más casos no iba a cambiar nada la impre­ sión de arbitrariedad que producen estas cifras y, por otro lado, los materiales no iban a ser suficientes para obtener promedios de canti­ dades mayores. Si, aun así, ponemos como prueba el promedio de estos veinte casos (en los que sólo participan 8 obreros distintos), se muestra lo siguiente: Semana: Oscilaciones %:

1 12,57

2 3 11,19 12,17

4 11,17

5

6

8,36

8

Esto representaría, si se prescinde de la tercera semana que muestra un retroceso, un descenso continuo de las oscilaciones de un 12,57% a un 8%, es decir, a un nivel inferior a los 2/3 de las oscilaciones del comienzo; por tanto, estaría en consonancia al menos con el aumento del mantenimiento del rendimiento, que se podría reclamar desde el punto de vista psicofísico como consecuencia de un « incremento de la práctica». Si tomamos ahora cada dos semanas, las oscilaciones llegan a un 11,88% en el primer tercio, a 11,67% en el segundo y a 8,18% en el tercer tercio. Si tenemos presente que las oscilaciones cuando se teje en dos telares son necesariamente más ilógicas7 que con un solo telar y si consideramos además que en la quinta y sexta semana se termina­ ron algunas de las urdimbres incluidas en el cálculo, podemos abrigar la sospecha de que, considerando solamente tejedores que tejen en un solo telar y limitándonos a los casos en los que se ofrecen datos para las seis semanas, la serie numérica tendrá que ser todavía más constan­ te, uniforme. Si lo intentamos y calculamos e! promedio de estos casos (d, e,n, o, r, s, «, es decir, siete casos), resulta el siguiente cuadro: Semana: Oscilaciones %:

1 9,83

2 7,54

3 7,06

194

4 10,04

5 6,5 3

6 4,49

A-JU M E N T O

OE

LA

P R Á C TIC A

También aquí hay sólo un retroceso, en la cuarta semana, habiendo una subida continua, que llega hasta el 46% respecto a la primera se­ mana. Si de nuevo los reunimos por grupos de dos semanas, tenemos 8,68% en el primer tercio, 8,55% en el segundo y 5,71% en el tercer tercio, es decir, un ritmo y un nivel en el retroceso similar al de todos los casos en conjunto. El hecho de que en ambos casos el tercer tercio (la quinta y sexta semana) muestre una muy clara desaparición del tamaño de las oscilaciones, parece estar en consonancia con la circuns­ tancia de que la adaptación a un nuevo género suele suceder muy de golpe, con un fuerte esfuerzo y sus consiguientes retrocesos (sobre este tema, véase más adelante). De todos modos hay que prevenir muy seriamente de tomar estas series como «resultados» que podrían «demostrar» que también valen aquí aquellas experiencias psicofísicas, o cuyo desarrollo podría ser con­ siderado como una «expresión» indudable de aquéllas. El «retroceso» que se encuentra en cada una de las-series de los promedios podría ciertamen­ te establecerse, con un análisis más preciso, como una «casualidad»8y muy bien podría ser considerado como tal con una suficiente clarifica­ ción del «tipo» sin una demostración especial, y sin que perdieran su va­ lor en todo caso las series numéricas. Pero, aun así, las cifras que están a la base son realmente demasiado pequeñas y requerirían una dimensión veinte veces mayor para poder llegar a resultados seguros. ■Pero, sobre todo, si se decanta aquí realmente como «típica» una disminución de las oscilaciones, un aumento en el mantenimiento del rendimiento efectivo, hay que preguntarse de nuevo hasta qué punto la causa de ello es el aumento de la «práctica» del hombre y hasta qué punto lo son otras condiciones externas a su persona. Entra en consi­ deración aquí la circunstancia, que ya nos hemos encontrado antes, de que tras la introducción de una nueva urd imbre en un telar pasa un cierto tiempo hasta que se dan las condiciones normales de trabajo similares a las que existen durante el resto del proceso, que duran hasta que se presenta de nuevo una situación desfavorable, similar a la del princi­ pio, a consecuencia de la terminación de la urdimbre y la consiguiente inseguridad en los movimientos de la misma. La primera semana con toda seguridad, y también con mucha frecuencia la segunda, están bajo la influencia de estas circunstancias desfavorables, independientes de la «práctica» del obrero y no son, por consiguiente, comparables a las siguientes semanas; así y todo hay que contar siempre con la posibili­ dad de que estos efectos se extiendan ocasionalmente aún más y que, por tanto, continúa siendo inseguro, en todo caso, en qué grado par­ ticipa en el descenso de las oscilaciones la tendencia a una «adaptación» creciente a un género (en el sentido de un aumento de la «práctica» del obrero) — tendencia en sí plausible yprobable— yen qué grado lo hacen las condiciones técnicas de su trabajo, cuando no hay en la base espa­

195

PSICOFfSICA

DEL

T R A B A |0

IN D U S T R IA L

cios de tiempo superiores a seis semanas. Por otro lado, si yo pusiera exclusivamente los casos de aquellas urdimbres que funcionan durante varios meses (en un solo telar), el número de casos observados con exactitud en fenómenos tan dependientes de circunstancias irracionales, como lo son las oscilaciones de día a día, sería demasiado escaso5. No parece dudoso, a priori, que las distintas estaciones del año, con sus muy diferentes efectos sobre el rendimiento laboral (la iluminación, la temperatura y la humedad) ej erza n también una influencia sobre el grado de las oscilaciones, pues éstas dependen del número de veces que se rompen los hilos (que aumenta con la sequedad) y, en parte también, de la rapidez y seguridad de la vista y de los movimientos del obrero (que son influenciados desfavorablemente por la iluminación artificial y por el calor o frío intensos); esto no se puede verificar aquí, pues ios materiales existentes para el verano y para el invierno se refieren a distintos géneros. Supongamos que la amplitud de las oscilaciones será de dimensio­ nes diferentes, no sólo dentro de una misma urdimbre sino sobre todo entre distintas urdimbres y, aún más, entre distintos géneros, y realmente según las condiciones concretas del trabajo y, por último, según las peculiaridades personales de los obreros. ¿Se puede extraer algo plau­ sible sobre este punto de los materiales? Tomamos, primeramente, como prueba al mismo obrero, cuyos rendimientos durante diez meses se reprodujeron en la Tabla III, y perseguimos las oscilaciones medias a través de.lós géneros trabajados por él en ese tiempo, cuyas características externas medibles (grosor, anchura, finura del hilo) se indican, así como el número de vueltas de las máquinas, los rendimientos efectivos normales (los esperados por término medio) y la divergencia de los logrados de hecho, todo ello en porcentajes respecto al primer género trabajado, pero en números re­ dondeados. El cuadro que sale es el siguiente: 1 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Anchura %: Grosor %: Finura del hilo %: Número de vueltas %: Tarifas de destajo %: Rendimiento efectivo normal %: 7. El rendimiento efectivo alcanzado suma menos que el normal %:

100 100 100 100 100 100

13,5

2 97

100 _10 99 91,5

117

16,3

196

3

4

5

6

100 -...87 128 128 150 162 95 ■95 127,6 127,6

115 128 150 95 142,5

115 100 100 95 : 93,2

93,1

102,4

80,9

_11

8,7

16,1

0,3

A U M E N T O

DE

LA

P RÁ CTICA

8. Las oscilaciones