Sociedad, economia y cultura material, historia urbana de Panama La Vieja [1/1, 1 ed.]
 9962029163

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SOCIEDAD, ECONOMIA Y CULTURA MATERIAL

Historia urbana de Panamá la Vieja

ALFREDO CASTILLERO CALVO

SOCIEDAD , ECONOMIA y CULTURA MATERIAL Historia Urbana de Panamá La Vieja

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Castillero Calvo, Alfredo Sociedad, economía y cultura material, historia urbana de Panamá La Vieja / Alfredo Castillero Calvo. - Panamá : Imprenta Alloni, 2006. l,lOOp. ; 24 cm. ISBN 9962-02-916-3 l. HISTORIA SOCIAL l. Título.

2. HISTORIA ECONÓMICA

Se reservan todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta obra puede reproducirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin autorización expresa de su autor.

Primera edición, año 2006. Tiraje de 2.000 ejemplares.

Diseño y Diagramaci6n de Texto y Portada Lourdes Jaramillo Aguirre Impresión: Editorial e Impresora Alloni Buen:·~·,, ,;; :·;_·.~~ ~ . -: ......

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y; en aquel tiempo la Hacienda de Su Majestad que vino del Perú", aludiendo seguramente a la que condujo La Gasea. En 1551 se pagaron 69 pesos corrientes a Antonio Pérez de Vivero, apoderado y sobrino de Robles, por el alquiler de "un aposento alto y dos bodegas", en los bajos de la casa del ex-oidor, "en que estuvo y se recibió la Hacienda de Su Majestad que vino del Perú en los navíos de Antonio de Rodas, Juan Rodríguez, Martín Sánchez y Juan Gallego, que fueron 1.598 barras y 5 planchas y 4 medias barras de plata". En otra cuenta del mismo año, se pagaban por el alquiler de "dos cámaras" de las mismas casas, 63 pesos 3 tomines y 6 granos "para meter la plata de Su Majestad que trajo del Perú Diego Hernández". Agrega la fuente que "por otros dos aposentos en dicha casa donde estuvo la plata [se pagaron] a 5 pesos cada una al mes". En la misma cuenta se dice que en los mismos aposentos residían los oficiales reales de Hacienda Alonso de Sotomayor y Gonzalo de Umaña, donde tenían "su cocina", pagando a razón de 10 pesos al mes. Puesto que era costumbre que los oficiales reales despachasen en su propia residencia, era natural que allí guardasen el tesoro real y su custodiasen las arcas con los ingresos fiscales. Así pues, las casas de Robles continuaron empleándose como oficinas públicas, concretamente de Hacienda, es decir, como Contaduría. No se sabe en cambio si además también allí despachaba el gobernador. Sin duda, la calidad de la construcción, así como su ubicación estratégica al lado del puerto aventajaba a otras edificaciones, puesto que las embarcaciones que arribaban a La Tasca podían de modo expedito hacer su descarga (siempre que hubiese marea llena) casi a las puertas de las casas de Robles. Uno de los primeros pasos del nuevo organismo institucional fue encontrar un edificio para sus oficinas y para acomodar de manera decorosa a sus funcionarios. Decía así uno de los primeros mandamientos del nuevo organismo, fechado, en Panamá el 25 de abril de 1565. "Que haya en la ciudad de Panamá Casa de Audiencia donde habiten el presidente y los oidores y esté nuestro Sello Real y Registro y la cárcel y alcaide della y la fundición. Y entretanto que no hubiere comodidades para vivir los oidores, vayan a posadas que tomaren con voluntad de los dueños pagándoles alquiler. Y la Audiencia se haga en casa morada del presidente. Y allí estén la cárcel y alcaide della" 7º. 70

En AGI Contaduría 1454.

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En obedecimiento de estas instrucciones se compraron varios edificios y solares situados en la eminencia situada junto al puerto. Aunque no se indica taxativamente, parece evidente que las "casas de piedra" que sirvieron de base a las futuras ampliaciones de las Casas Reales fueron las ya mencionadas de Pérez de Robles. Luego, en 1566, se hicieron nuevas compras de casas y solares contiguos para residencia del presidente y los oidores. La adquisición más importante fueron las casas compradas en 9.000 pesos ensayados al carpintero Alonso Cano (¿de Araúz?), que medían "doce pares de lumbres" y colindaban con las Casas Reales. Estas casas se adaptaron para residencia del presidente y los oidores. El año siguiente se gastaron 4.579 pesos ensayados, un tomín 7 granos en la compra de otro edificio, de un solar, y en la adquisición de materiales y jornales para ampliar las Casas en "dos lumbres" y construir un "terract~ [... ] hasta las dejar acabadas y habitables" 71 • .'l> Este solar quedaba frente a las Casas Reales y fue comprado "por impedir no se edificase en él por quitar la vista a dichas casas". Ese mismo año se gastaron otros 7.000 pesos en la compra de madera al capitán Juan de Vargas y en pagos a los oficiales y peones que trabajaron en la construcción, a la sazón en proceso. En las Cajas Reales de Panamá encontramos diversas partidas fechadas a partir de 1566 para la compra de clavos "de tillado" y "medio tillado"; un centenar de nudos de goznes, aldabas, cerrojos "con sus cerraduras y llaves", aldabillas chicas, soleras de robles, jornales para carpinteros, varias docenas de tablas, clavos de barrote, cañas, bejucos y verjas. Ese mismo año se pagaron al carpintero Dionisia Ginés, 217 pesos por diversos trabajos que realizó en los aposentos donde se alojaba el fiscal, como la hechura de cajones, "encerados" para ventanas "con sus bastidores y por los goznes y tachuelas y lienzos" que colocó en ellas. En 1569 se pagaron al carpintero Alonso Cano 70 pesos por "ocho cerraduras y aderezo de una cama y una aldaba y cuatro almudes y dos llaves". En junio del mismo año se pagaron 50 pesos a "negros jornaleros y hacheros de a tasajos para hacer un entresuelo y un pasadizo para salir a las cocinas". Al mismo Cano se pagaban 44 pesos por seis soleras "para un salidizo". En 1568 se entregaban al capitán Juan de Vargas 66 pesos y 7 tomines "por tablas y jornales de negros, carpinteros y alfajías, para obra y reparos de las Casas Reales y de un horno que en ellas se hizo". Los pagos o "libranzas" se daban tanto en la Caja de Panamá como en la de Nombre de Dios, haciéndose referencia expresa a las "Casas Reales de la ciudad de Panamá, donde estaba fundada la Real Audiencia", cuyas obras parecían no tener término, pues tan pronto se hacía obra nueva como se realizaban nuevos gastos en reparaciones. En 1571 se gastaron otros 2.000 pesos en tablas para el entechado que se estaba cayendo, por ser de cañas los materiales que se emplearon en la construcción original. En 1572, se pagaron otros 2.000 pesos ensayados a Juan Mateo de Ureña, "alguacil mayor de corte nombrado por la Audiencia para labor del edificio de las Casas Reales para acabar seis lumbres de Casas que corren desde la sala real en que está la Audiencia hasta la parte de la ciudad en que vive uno de los oidores". Hasta 1571 se habían gastado 25.643 pesos ensayados tanto en la compra de las casas como en diversas reparaciones y gastos de materiales. La suma era 71

Ibídem.

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considerable para aquella época. Pero los gastos continuaron sin cesar. Los nombres de personajes conspicuos de la sociedad local aparecen como proveedores de la madera empleada en las obras, como el ya citado Juan de Vargas, Alonso Sánchez, Gerónimo Sánchez, Miguel Ortiz, Francisco Jiménez, Pedro Carreño, Francisco Delgado, el Lic. Montalvo, Diego Franco, Juan Ruiz y otros. Y a la lista de oficiales mecánicos se agregan, además de los carpinteros ya citados, el cerrajero Juan Bautista y el calafate Cristóbal Rodríguez 72 • También en los textos de la Contaduría de la Real Hacienda se dan las medidas de estas construcciones. Para la década de 1570, las Casas Reales medían 14 lumbres de frente, es decir unos 57,4 metros. Nos encontramos ante u_n edificio de proporciones respetables si lo comparamos a los demás de la Éíudad. Era mayor que la catedral, que según la "Descripción" de 1607 tenía entonces 56 varas, es decir 47 metros, y 20 varas de ancho, o sea 16,7 metros. También era de mayores proporciones que la catedral reedificada después del terremoto de 1621 y que en 1638, según Requejo Salcedo, medía diez lumbres de largo, o sea 41 metros. Las Casas Reales de Panamá eran equiparables en dimensiones a la Aduana de Portobelo, llamada a veces también Casas Reales, concluida en 1630. El frente de ambos edificios era prácticamente igual. Ante tales dimensiones, no es de extrañar que en los egresos de las Cajas Reales de Panamá los gastos ocasionados por las reparaciones de los años siguientes constituyan un renglón considerable. De esto quedan pruebas. En 1585, por ejemplo, ya existía una posición permanente para darle mantenimiento al edificio, el de maestre mayor de obras, que recaería por lo menos hasta 1600 en Martín de Moguruza, que era también el "alarife de la ciudad", una especie de arquitecto jefe municipal y quien había llegado al país en 1596 a petición de Antonelli para las fortificaciones de Portobelo 73 . Sólo en el año 1585 las reparaciones rutinarias ascendían a 6.348 pesos corrientes de 9 reales, lo que sugiere que las Casas fueron nuevamente objeto de obras importantes74 • Para fines del siglo XVI las Casas Reales no parecen requerir mayores obras, ya que no se encuentran erogaciones en las Cajas reales entre 1594 y 1600 75. Sin embargo, en 1603 se hacen reparaciones por valor de 1.000 pesos corrientes. Nada se gastó en 1604. En 1605 se gastaron 1.150 pesos corrientes, y en 1609 se necesitaron hacer nuevas reparaciones, gastándose 5.032 pesos de ocho reales 76 • En la década de 1580, según un texto de Bautista Antonelli, las Casas Reales estaban constituidas por seis edificios de madera y piedra "además de las [casas] del presidente que son todas viviendas, y todas adyacentes unas a las otras". Acompañando este texto, que es de 158777 , debía encontrarse el plano del mismo autor que hoy guarda el Museo Naval y que aquí se reproduce, donde se 72

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Toda la anterior información de Hacienda sobre los gastos de las Casas Reales, en AGI Contaduría 1454. Cartas de Antonelli del 2.11.1596 y 11 y 13,IIl,1596, en los Autos sobre traslado de Nombre de Dios a Portobelo, AGI Panamá 44. AGI Contaduría 1460. AGI Contaduría 1466 a 1670. Para los años 1603 a 1605, AGI Contaduría 1472 y AGI Contaduría 1474 para el año 1609. El texto está publicado en la Colección Hakluyt, Vol. 122.

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observa la fila de casas en referencia, en número de seis, separadas pared por medio y de portes distintos, de menores a mayores en sentido Noreste a Sureste. En el plano llama la atención las extraordinarias proporciones de las Casas Reales, cuya longitud supera a cualesquiera de las manzanas de la ciudad y es vez y media la de la plaza. Aplicada la escala del plano, que es de dos pasos, tendríamos que la longitud de la planta ocupada por las Casas Reales sería de 200 pasos o 400 pies, es decir unos 120 metros. Esto lo confirman otras referencias más precisas, lo que significa que desde que empezaron a ocuparse las Casas en la década de 1560, cuando llegaron a medir 57,4 metros, éstas habían ido aumentando gracias a sucesivas construcciones nuevas, extendiéndose unos 62 metros más, o más que duplicándose. Hay otros dos planos que muestran la misma orientación, emplazamiento y dimensiones de las Casas Reales. Uno es el ya conocido de Roda, de 1609, aunque debido a su escala reducida apenas agrega nada nuevo. Más importante en ese sentido es otro, sin fecha y de autor desconocido, al que ya me he referido a propósito del fuerte de las Casas Reales. Es el que guarda la Biblioteca Nacional de Madrid, que por desgracia ha sido separado del texto que lo acompañaba. Como ya he sugerido, tal vez sea del propio Roda, y acaso contemporáneo del de 1609. Es más, probablemente el texto que acompañaba dicho plano sea el que escribió Roda en Panamá el 2 de febrero de 1609 y en el que, entre otras cosas leemos: "Primeramente es el sitio en donde están las Casas Reales de esta ciudad, una peña que tiene de largo 620 pies y de ancho 110 [... ] y tiene de alto la dicha peña de la mar de 15, 18 a 20 pies y es peña tajada[ ... ] y encima de esta peña alta están las Casas Reales en donde viven los Presidentes y Oidores y Contador y Tesorero y sala de Audiencia alta, fabricada la delantera de mampostería y debajo de esta sala está la cárcel y todo lo demás son de maderas muy viejas que cassi no se pueden habitar en algunas de ellas sino se aderezan y cada año se gastan gran cantidad de aderezos en repararlas" 7ª . Ya sugerí páginas atrás que la autoría de este plano corresponde a Roda, basándome en la coincidencia que existe entre éste y el proyecto que él propuso en 1609 para reconstruir las Casas Reales junto con un fuerte o castillo que las cercara. El plano del proyecto, que obviamente tiene la finalidad de proponer un sistema de defensas abaluartado en tomo a las Casas (es decir, como proponía Roda en su texto), nos muestra la planta de las mismas tal como eran en la realidad en tiempos de Roda: "estas líneas negras son las Casas Reales donde vive el Presidente y Oydores". Aplicada la escala en pies, tal como aparece en el plano, tenemos que el largo de las Casas sería de 400 pies o 120 metros, es decir como en el de Antonelli de 1586; los distintos cuerpos varían en profundidad de 65, 80, 70, 90 y 210 pies, correspondientes a los seis cuerpos de casas, con un promedio de 103 pies o unos 30 metros. Según lo anterior, la planta de las Casas Reales sería de alrededor de 3.600 metros cuadrados. Puesto que eran edificios de dos plantas, su superficie construida sería de unos 7.200 metros cuadrados. Si mis cálculos son correctos, lo anterior significa que se trataba del edificio de mayores dimensiones en la ciu78

'"Relación del sitio en donde están las Casas Reales desta ciudad de Panamá e isla de Perico", en AGI Panamá 87.

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Plantas de las Casas Reales de Panamá la Vieja. Proyecto de Antonio Fonseca de Oriochea.

dad y con gran ventaja sobre cualquier otro: casi el triple de largo que la iglesia mayor; más del doble que la otra gran obra cívica de la colonia, la Aduana de Portobelo, y el mayor de cuantos se construyeron en el país probablemente hasta el siglo XX; incluso mucho mayor que el actual edifücio•de la Presidencia de la República, del que las Casas Reales eran predec~soras. De hecho, aún considerando la reciente extensión de las oficinas presidenciales hasta ocupar toda la manzana, alcanzando la avenida B, las Casas Reales tenían mayores dimensiones. Ocupaban el 71 % de la media hectárea de la eminencia rocosa que le servía de asiento y desde la cercana ciudad debía lucir, por sus dimensiones y emplazamiento en lo mis alto del recinto urbano, con la imponente majestad de su fuerza simbólica, como expresión concreta del dominio imperial. Los distintos planos conocidos muestran claramente su disposición. Probablemente para aprovechar mejor las condiciones y espacio del terreno donde se asentaba, el conjunto de edificios de las Casas Reales no quedó colocado geométricamente hacia el Oeste, sino ligeramente sesgado en sentido Noreste. En todo caso miraba de frente a la ciudad, en línea casi recta a la calle de La Carrera. La planta de las Casas Reales tenía por tanto casi la misma orientación que el Cabildo, y probablemente que el edificio original de la catedral, antes de su reorientación hacia el Norte en la década de 1580. A sus espaldas quedaba la ensenada y a un costado el puerto de La Tasca, que cada vez era menos usado en beneficio de Perico, lo que verosímilmente afianzaría la preferencia por la orientación que finalmente se dio al edificio. Una orientación que, además, el clima tropical hacía recomendable, puesto que aprovechaba el sol mañanero y atenua-

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ba los efectos mortificantes de los rayos solares del atardecer. Elección sin duda feliz, que antepone a las limitantes condiciones topográficas, las del clima. Y junto a la consideración de estos criterios -clima, topografía, funcionalidad, todos ellos apoyados obviamente en razones de conveniencia práctica-, había que agregar el de su intencionalidad simbólica como expresión del poder regio. Una construcción que además de cumplir sus funciones prácticas -administrativas, judiciales y militares- sirviera de símbolo edilicio de la distante autoridad imperial, con toda la carga de contenido político aparejada a esa significación, frente a una sociedad a la que había que recordarle día a día sus fidelidades a la lejana metrópoli, advirtiéndole con su presencia dominante los límites y subordinaciones de la gestión local, el horizonte final de sus querellas. En las Casas Reales se concentran todos los atributos del poder real: la riqueza de los tesoros, el tribunal de la Audiencia, se alojan las fuerzas militares, los prisioneros, e incluso allí viven con sus familiares todos los funcionarios de mayor rango civil. En lo alto, a distancia, separadas del resto de la comunidad, como imponiendo una división física que advertía sin asomo de duda dónde estaban la autoridad y el poder, las Casas Reales epitomizan, tal vez como ningún otro edificio colonial, los atributos del Estado Absolutista de Felipe 11 en cuya incumbencia, no por azar, se construyó.

Las Casas Reales en 1591 La "Perspectiva de las Casas Reales", fechada el año 1591 y de la que se conservan dos copias en el Archivo de Indias, es el único plano en perspectiva conocido de las primitivas Casas Reales79 (ver páginas a color). Tal vez sea la mejor fuente para figuramos su composición, estructura y estilo arquitectónico. Por su fecha, se advierte cuál debió ser su aspecto exterior tanto en los tiempos de Antonelli como en los de Roda, y probablemente fue ese mismo el que lucía a lo largo del siglo XVII hasta su destrucción. (Como ahora veremos, hacia 1640 hubo un proyecto para demoler el edificio y construir otro nuevo). El dibujo muestra tres grandes cuerpos de edificio, lo que sugiere que a las seis casas que tenía originalmente, se había dado a cada par una cierta unidad. A mano izquierda se lee al pie de uno de los cuerpos lo siguiente: "casa real Tesorería, de tabla" . Al pie del cuerpo central que parece sobresalir a los otros, tanto en la línea de construcción como en altura, y que a su vez tiene otro cuerpo que aún sobresale más hacia el frente, se lee: "cárcel y casa de Audiencia, de piedra". Era, pues, donde se encontraba la "sala de la Real Audiencia". Y en el tercero, a mano derecha y hacia el Sur, dando de costado al mar: "casa del Presidente, de tabla" . Se trata, al parecer, de edificios con techo a dos aguas. Todos tienen dos plantas y a juzgar por sus proporciones éstas eran relativamente muy elevadas. Tres vanos de puertas y otros tantos para amplios ventanales con dos balcones, más cinco ventanas pequeñas el de la Tesorería; la casa del presidente con dos vanos para puertas, de arco conopial y sobre éstos otras dos amplias ventanas con balcones en balaustrada, además de una docena de ventanas menores, y finalmente la casa central con un cuerpo saliente cuyas dos plantas separa una suerte de cordón magistral, ambas mostrando sendos pares de ventanas y las de arriba hendidas en el muro. Su parte principal, también de dos plantas, muestra como nota singular en los bajos, el gran pórtico de acceso, punto focal del 7 9

AGI Mapas y Planos, Panamá, Números 33 y 236.

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conjunto edilicio, con dos columnas a los lados, acaso exentas, de fuste cilíndrico y de piedra, apoyadas sobre bases de molde sencillo que sostienen un pétreo entablamento compuesto de dintel y tímpano de claro corte grecolatino. A un lado del gran pórtico, el vano de otra puerta. En lo alto, una suerte de logia con su balcón abalaustrado y una columna central que alcanza el techo; a un lado, cuatro vanos hendidos en el muro, al igual que los del cuerpo saliente del edificio, como sugiriendo ventanas para cárceles. Seguramente las escaleras avenaban en el pasillo que creaba la logia para dar acceso a las celdas de los presos, cuya ubicación en los altos parece ser la costumbre de entcmces, pues también en el Cabildo las cárceles quedaban en la planta alta. (Años más tarde, sin embargo, las cárceles de la Audiencia se mudaron a la planta baja). No obstante el carácter somero de la traza que nos ofrece la "perspectiva", parece evidente que se trata de un edificio sin grandes pretensiones en los detalles decorativos de su exterior. Un edificio funcional, de líneas escuetas y sólidas, que evoca con fuerza la arquitectura del bajo Renacimiento.

La últimas Casas Reales de Panamá la Vieja Las Casas Reales de los tiempos de Antonelli, es decir entre 1580 y 1590, se encontraban ya en muy mal estado para 1631, como lo indican diversos documentos. El terremoto de 1621 ocasionó graves daños al edificio, al igual que sucedió con la mayor parte de las construcciones de mampostería de la ciudad. El peor daño lo sufrió la sala de la Audiencia "que no se puede habitar en ella sino es haciéndola muy grandes aderezos", aunque también quedó severamente afectado el pabellón o vivienda donde residía el oidor Alonso Espino de Cáceres, e igualmente parte de la cárcel. La Audiencia ordenó a los carpinteros Esteban de Alarcón y Francisco Portilla para que evaluasen los daños del maderamen, y a para la mampostería a los "maestros de cantería y albañilería" Cristóbal de Armiñán y Diego de Sosa. Según la Memoria que presentaron estos expertos, la vivienda de Cáceres quedó en tal mal estado que era preciso derribarla. Las esquinas eran de cantería, probablemente rafas. La testera que dividía la casa de Espino, tenía diez varas de largo y otros diez de alto. Armiñán proponía que las "dos esquinas que caen a la calle entrambas [sean] sacadas desde abajo hasta arriba de esquinas de sillares de a vara y vara y sesma y que todas las esquinas lleven contraesquinas". A la puerta principal debía "echársele un codo de piedra". Proponía rehacer "las tres ventanas del mismo tamaño que están ahora y se les ha de echar a cada una cuatro tranqueros de cantería y con sus arcos de ladrillo". Se usaría "madera de cedro nuevo"ªº. Tres elementos son evidentes: ladrillo, piedra para las rafas y los quicios, y madera de cedro. Siguiendo el parecer de los peritos, mediante Auto del 25 de agosto de 1622, la Audiencia tomó la decisión de reparar el edificio estableciéndose 21 "condiciones". Estas condiciones ordenaban entre otras cosas, lo siguiente. Que las paredes debieran tener "cinco cuartas de grueso". Los canes y contracanes se harían de cantería. La sala de la Audiencia se haría "encalar y enlucir [... ] como está agora". Los estrados se entablarían con "seis gradas de cedro espino y la reja que divide la sala con pasamanos sobre los balaústres". La obra fue rematada por el maestro cantero Diego de Sosa, que ofreció hacerla por 5.000 pesos. Se·trataba por tanto de un trabajo mayor, ya que los costos equivalían a construir so Autos iniciados en Panamá 4.V.1621 y concluidos el 15.IV.1623, en AGI Panamá 34.

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una casa nueva. En noviembre de aquel año las obras ya estaban adelantadas. La "Memoria" y las declaraciones de los maestros ·de obra sugiere que se trataba de un edificio mayormente de cantería y de grandes proporciones81 • Sin embargo de estas refacciones, las Casas Reales volvieron a deteriorarse y en 1631 el gobierno acordó en Junta de Guerra repararlas a fondo. Un testimonio de ese año describe el estado en que se encontraban de la siguiente manera: "La última escalera por donde se sube para entrar a la sala de la Audiencia se está cayendo y todo lo conjunto de ella, por donde entra a la casa en que vive el señor licenciado Sebastián Álvarez de Avilés y Valdés [...]. Y en la sala de la Audiencia junto a los estrados y debajo de ellos, está la madera carcomida con riesgo de caerse y que suceda una gran desgracia[ ...] al tiempo de hacer Audiencia" 82 • Las Casas fueron nuevamente reparadas, pero pronto volvieron a encontrarse en pésimo estado. Como resultado de los constantes gastos en refacciones y remodelaciones fue extendiéndose cada vez más el clamor por sustituir enteramente los viejos edificios por otros nuevos, aunque sobre los cimientos originales83 • En 1647 la Audiencia comunicaba a la Corona haber echado al suelo las Casas Reales84 • Fuertemente criticada después por Madrid, esta acción tenía el propósito, obviamente, de sustituir las viejas ruinas por una nueva obra. Ya entre 1640 y 1641 se había presentado formalmente un proyecto que serviría de base para las nuevas edificaciones. Uno de ellos, de 1641, es la "Planta y perspectiva de las Casas Reales que se han de hacer en Panamá", consistente en dos planos, uno de planta y otro de fachada, y fueron remitidos a la Corona junto con sus correspondientes expedientes explicativos. Los planos, firmados por Antonio de Fonseca Oriochea, muestran las dos plantas -alta y baja- con la distribución de los distintos aposentos de las nuevas Casas Reales y la fachada con una doble arquería de soportales -15 arcos para cada nivel 85 • En la planta baja se observan 16 aposentos, incluidos cinco vestíbulos y cinco juegos de escaleras que daban a la planta alta, la cual contaba unas 20 salas. La planta alta tendría un segundo orden de soportales con arcos de medio

Fachada de las Casas Reales. Copia del proyecto de Fonseca de Oriochea. 8! 82

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Ibídem. Junta de Guerra de la Audiencia y los Oficiales Reales, Panamá 19.II.1631, AGI Panamá 87. "Planta y tasación que se hizo de la fábrica de las Casas Reales de la ciudad de Panamá", con carta del oidor decano, presidente a.i., Andrés Garavito de León, Panamá, 18.VIII.1641, AGI Panamá 32. También sobre el tema, R.C. de 23.IX.1637 y R.C. de 18.II.1640, AGI Panamá 229. Ver AGI Mapas y Planos, Panamá 32. Más datos en AGI Panamá 19,21, 23, 34, 35 y 230. La Audiencia al Rey, Panamá 26.XII.1647, AGI Panamá 21. La "Planta y perspectiva de las Casas Reales que se han de hacer en Panamá", en AGI Mapas y Planos, Panamá 284 y 284bis. El texto que acompaña este plano en AGI Panamá 21.

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punto en la fachada principal y en la parte posterior un corredor estrecho. Al parecer, el edificio estaba distribuido en cinco cuerpos separados por sus respectivas paredes medianeras ocupando cada uno los dos niveles. Al extremo izquierdo quedaban los aposentos o casas de los oidores con lo que parece un vestíbulo, dos aposentos en la planta baja y la correspondiente salida al patio y unas escaleras que conducían a cuatro salas en lo alto, destinada una para "recibimiento". Cada cuerpo del edificio estaba subdividido por una pared corrida, de manera que para ascender a la planta alta cada uno disponía de su propia escalera y su correspondiente salida al patio. Junto a los aposentos de los oidores estaba en la planta baja, hacia el frente, la "sala del despacho" y al fondo el "archivo de papeles", al cual se accedía, al parecer, por detrás. El área para cocinas quedaba en el patio. Aunque no lo indica el plano, las cocinas estaban sin duda techadas. Cada cuerpo tenía una suerte de vestíbulo que conducía a una escalera. En el cuerpo donde estaban la sala de despacho y los archivos se subía por la escalera del veshbulo a cuatro salas situadas en la planta alta. Según el plano, este segundo cuerpo correspondía a las oficinas del factor de la Real Hacienda; probablemente los altos estaban destinados para su vivienda. El siguiente cuerpo correspondía al despacho del contador o de la Contaduría de Hacienda. Tenía en la planta baja dos aposentos que se comunicaban entre si, a diferencia de la oficina del factor en que, por razones de seguridad, el "archivo de papeles" tenía su salida al patio y estaba separado de la cocina por el grueso muro del edificio; por la escalera se ascendía a cuatro salas situadas en la planta alta. El siguiente cuerpo correspondía al tesorero, con características similares al del contador. En el extremo derecho se encontraba la casa del presidente. El veshbulo era más generoso que el de los otros cuerpos. El espacio ocupado por el presidente era en general algo mayor que el de los cuerpos restantes. Tenía también su patio y cocinas individuales. En lo alto disponía de cuatro amplias salas. De acuerdo con la escala o "pitipié" del plano, el frente del edificio medía unos 270 pies o 90 metros aproximadamente. Entre cada uno de los 15 arcos de la fachada la distancia sería de unos 18 pies. La nueva obra de las Casas Reales tendría unos 30 metros menos que su modelo anterior. El lector familiarizado con la Aduana de Portobelo, reconocerá de inmediato el notable parecido entre ese edificio y el alzado de las Casas Reales de Fonseca Oriochea. Pero esta semejanza no debe sorprender, pues desde fines del siglo XVI, en América se adoptó un modelo de edificio cívico que sirviera para palacio de gobierno y a la vez para Contaduría y Aduana muy parecido al de nuestros ejemplos. El salto de la fachada plana, sin ándito porticado, a la arquería de soportales tipo Aduana de Portobelo, revela una sensible transformación arquitectónica, que por cierto ya se anuncia desde comienzos del siglo XVII en Panamá. Tal vez el primer antecedente local gráficamente documentado sea el proyecto de Juan García Carrasco en 1607 para la Aduana de Portobelo. Conceptualmente este proyecto es muy parecido al que propone Fonseca para las Casas Reales de Panamá casi 40 años más tarde. Pero antes que Fonseca, Alonso Cano había a su vez proyectado una obra para Panamá -que él llama "Aduana", aunque obviamente se trata de unas nuevas Casas Reales- la cual tiene una clara filiación con el modelo de García Carrasco86 • 86

Cf. AGI Mapas y Planos, Panamá 278; los testimonios de Autos ilustrando este proyecto, en AGI Panamá 379.

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El proyecto de Alonso Cano es más pequeño que el de Fonseca, pues da para la fachada 220 pies; además, el perfil no muestra arcadas en la planta alta, como en el de Fonseca, y en su lugar sólo se observan ventanas, una por cada arcada. El "trazo" de Cano evidencia una mano menos profesional que la de Fonseca, pero sin duda se inspira en nociones constructivas al menos en cuanto a fachada, no muy distintas, por lo que bien pudiera considerarse un precedente. Fonseca seguramente conocía estos proyectos y pudo basarse en ellos. Pero la prueba más convincente es que para 1641, cuando Fonseca presenta sus proyectos, acababa de terminarse la construcción de la Aduana o Contaduría de Portobelo, por cierto según un plano muy parecido al de García Carrasco ejecutado por Cristóbal de Armiñán87 , como lo evidencia la disposición de sus diez arcos, uno menos que los propuestos por García en 160788 • Que la nueva obra de las Casas Reales de Panamá se proyectara a manera de réplica de la Aduana de Portobelo no debiera sorprender, ya que ésta, como he dicho, acababa de concluirse en 1630, habiéndose acaso recomendado 87

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Sobre la identidad del constructor de la Aduana, A. Castillero Calvo, "La Aduana y Contaduría de Portobelo", y "La Aduana y Contaduría de Portobelo. Siglos XVI-XVIII", ya citados en los capítulos V y VI. Cf. AGI Mapas y Planos, Panamá 280, 281 y 282, remitidos por el Alcalde Mayor de Portobelo, Cap. Bernardo de Vargas Machuca, Portobelo 20. VI. 1607. El texto de remisión en AGI Indiferente General, 2663

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reproducir el modelo en Panamá una vez las autoridades admiraron sus bondades. El proyecto de Fonseca Oriochea, lo mismo que la Aduana de Portobelo, era una obra sobria, elegante, sólida y funcional. Respondía a exigentes cánones estéticos y podía expresar con donaire todos los contenidos simbólicos de intención política que se pudiera desear. Todas eran buenas razones para que este proyecto fuera propuesto como modelo sustitutivo de las viejas Casas Reales de la capital, entonces a punto de derrumbarse. La desaparición de las Casas Reales, virtualmente hasta los cimientos, y la falta de evidencias documentales y de estudios arqueológicos, impiden establecer de manera concluyente si el proyecto de Fonseca llegó efectivamente a llevarse a efecto. El único indicio documental que se conoce es el grabado holandés del ataque de Margan en 1671, que muestra las Casas Reales como una ristra de casas contiguas desprovistas de su característica arquería, es decir sin ningún parecido con el proyecto de Fonseca Oriochea. Si, como sospecho, se trata de una representación gráfica bastante realista, podría concluirse que dicho proyecto finalmente no se ejecutó. El hecho es que háyase o no construido las nuevas Casas según el proyecto de Fonseca, cualquier edificio que servía de Casas Reales en 1671 sufrió enormes daños cuando Margan atacó Panamá la Vieja y el gobernador Juan Pérez de Guzmán ordenó incendiar el polvorín que hizo volar el viejo edificio por los aires. De hecho, cuando Antonio Fernández de Córdoba llegó a Panamá en reemplazo de Guzmán, encontrando la ciudad en ruinas, no le quedó otro recurso que alojarse y despachar en las Casas Reales donde sólo quedaban en pie las paredes de cuatro aposentos pequeños89 • Pero estos también acabaron por derrumbarse y desaparecer. Hoy, lo único que queda en pie es un conjunto fragmentario de ruinas, demasiado escasas y dispersas, que requieren de mucha imaginación para figurarse la magnificencia que una vez tuvo el edificio. Detrás de las ruinas de lo que una vez fuera el polvorín de la Gu.ardia Nacional, encontramos los restos ruinosos de una construcción pétrea del periodo colonial casi en el filo del promontorio rocoso donde estuvo la antigua ciudadela. Al otro extremo del promontorio, cayendo sobre el arrecife que queda al descubierto al retirarse la marea, se encuentran los restos de El Taller, de proporciones aun mayores, mostrando paredes divisorias y lo que parecen ser hasta tres niveles. Entre estos dos grupos de ruinas, nada más se ofrece a la vista sobre la superficie del suelo, salvo la roca viva. Metros más hacia el Oeste, en dirección a la antigua ciudad, en el punto donde el roquedal del promontorio empieza a deslizarse hacia un nivel más bajo y llano, observamos varios grandes orificios de cerca de un metro de diámetro e inmediatamente, lo que perece ser la línea del antiguo foso seco del cerco que dio una vez protección a la ciudadela. ¿Tenían estos orificios el propósito de colocar los grandes postes fijantes de la vieja empalizada de 1591? No se sabe, como tampoco se sabe si finalmente llegó a construirse el proyecto de Fonseca Oriochea.

Vida cotidiana y cultura material en las Casas Reales Diversos documentos permiten inferir el contenido de las Casas Reales, es decir el mobiliario y la diversidad de objetos y artefactos que podían encontrarse 89

Memorial del Procurador General de la ciudad, Diego Carcelén Ladrón de Guevara, dirigido al presidente Antonio Fernández de Córdoba, Panamá, 15.1.1672, AGI Panamá 89 .

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en su interior. Sin embargo, se trata de una información con referencias aisladas y fragmentarias. Para tener una efectiva visión de conjunto, la mejor fuente son las Visitas que de cuando en cuando realizaba un visitador general expresamente nombrado por la Corona para verificar si se cumplían las ordenanzas, y para poner las cosas en orden si hacía falta, cubriendo su competencia a la propia Audiencia, la Real Hacienda, el Juzgado de Bienes de Difuntos "y los demás tribunales del reino". Durante las Visitas Generales a la Audiencia debía levantarse un inventario de lo que había en sus dos Salas, en sus archivos, en la capilla, y en la cárcel de corte y sus calabozos. Además, se inventariaba el interior de las Casas del Cabildo, la Lonja y la cárcel municipal. Era el equivalente más cercano a los llamados Libros de Fábrica, donde los obispos inventariaban durante sus periódicas visitas pastorales los archivos y objetos litúrgicos que se encontraban en las iglesias. Mediante provisión real de Madrid, el 13 de abril de 1658 se nombró visitador general de la Audiencia panameña a D. Juan Antonio Avello de Valdés, impartiéndole instrucciones detalladas. Se trata de una de las Visitas más completas y mejor conservadas para Panamá. Por razones desconocidas, el manuscrito original no se encuentra en el Archivo General de Indias, donde supuestamente debía estar, sino en la Biblioteca del Rectorado de la Universidad de Sevilla. El volumen tiene 183 hojas pero carece de foliación. Lleva afuera el sello de la Biblioteca Provincial de Sevilla y adentro el de la Universidad de Sevilla, con un papel adjunto donde se dice que "probablemente perteneció al M[arqués] del Rico" 90 • Avello de Valdés era miembro del Consejo de Su Majestad y alcalde de corte de la Real Chancillería de Valladolid. La anterior Visita General a Panamá había estado a cargo del Dr. D. Jerónimo de Mancilla, oidor de la Audiencia de Lima. Los interrogatorios y la Visita propiamente se inician a las siete de la mañana del 9 de abril de 1660. A la llegada de Avello "le salió a recibir" el presidente D. Fernando de la Riba Agüero, "por tener su vivienda en un cuarto nuevo que para su habitación se ha hecho a un lado de dicha Audiencia". Avello y el presidente escucharon misa en la capilla y pasaron a la Sala de la Audiencia donde se encontraba el tribunal. A esta primera sesión asistieron por la Audiencia el presidente Riba Agüero, el fiscal Dr. D. Iñigo Pérez de Lara, y el oidor decano Dr. D. Diego de Valverde Orozco. Además, estuvieron presentes D. Gabriel Martínez de Salas, escribano de cámara más antiguo, el Dr. D. Jerónimo Gómez de Vega, relator, el Lic. D. Alonso García de la Calle, abogado, y los procuradores Antonio de Vega, Salvador Medianero de Madrid, Juan de Baeza y Lorenzo de Cubillas. El escribano de la Visita era Juan de la Vera Tirado y el portero D. Juan de Peñalosa. Luego pasaron a la Sala del Acuerdo y se inició propiamente la ceremonia oficial, sentándose Avello en forma de tribunal "bajo un dosel que hay en dicho Acuerdo" . De inmediato pidió abrir "un escaparate de tres llaves que para el dicho efecto entregó su señoría [el presidente] al señor doctor don Diego de Val verde y Orozco", y éste al portero, para que lo abriese. Fue un acto muy ceremonioso. En el escaparate se encontró "una cajita de escribanía aforrada en terciopelo carmesí con una cerradura dorada, cuya llave exhibió su señoría", y "se sacaron asimismo todos los libros y papeles que había en dicho escaparate y 90

Biblioteca del Rectorado de la Universidad de Sevilla, manuscritos, signatura 331/333.

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puestos encima del bufete del dicho tribunal se fueron reconociendo por merced del dicho señor visitador en presencia de los dichos señores". El texto incluye, acto seguido, un detallado inventario de los libros, legajos y cuadernos de los Acuerdos de la Audiencia, conteniendo reales cédulas, ordenanzas, fallos, a~erdos y votos, provisiones reales, decretos, penas de cámara y pedimentos. Vistos los cuales, y discutido su contenido, se devolvieron al "escaparate o armario". Se hizo luego el inventario de la Sala del Acuerdo; de aquí se pasó a la Sala de Audiencia, que también fue inventariada; luego se inventarió la capilla y f~nalmente la Cárcel de Corte, cuyos contenidos reproduzco en el cuadro que sigue. INVENTARIOS DE MUEBLES Y OTROS ARTEFACTOS REALIZADOS POR EL VISITADOR GENERAL AVELLO Y VALDÉS A LA AUDIENCIA DE PANAMÁ EN 1660 Sala del Acuerdo

Capilla

"Un dosel de damasco carmesí viejo y roto, y una hechura de Cristo crucificado pintado en un lienzo"

Se encontraba "enfrente del dosel y estrados de la Audiencia con su reja de cedro y balaústres"

"Una mesa o bufete cubierto con damasco carmesí viejo y maltratado"

"En el altar un santo Cristo de bulto de tres cuartas de largo"

"Una tabla en que están escritas las fiestas de obligación de esta Audiencia"

"Un santo Cristo pequeño de plata dorado en el altar"

"El escaparate de tres llaves en que están los libros y papeles inventariados"

"Un cáliz dorado con patena"

"Una caja vieja de cedro donde se recogen las almohadas de los estrados"

"Dos vinajeras y salvilla de plata

"Un banquillo raso"

"Una campanilla de plata"

Sala de Audiencia

"Un atril de bronce"

"Un dosel de damasco carmesí con cenefas de terciopelo y en medio las armas reales bordadas en el mismo dosel"

"Un misal, dos ca[n]tores, uno del Evangelio de San Juan y otro del Canon"

"Una sobremesa de damasco carmesí viejo sobre un bufete largo de los estrados"

"Dos candeleros y un osteario de plata"

"Dos tinteros y una salvadera de plata"

"Dos pares de manteles con puntas"

"Seis sillas de terciopelo carmesí Ruevas [con] clavazón dorada con su galón de oro"

"Dos pulias [sic] con puntas"

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Sala del Acuerdo

Capilla

"Una alfombra buena grande del estrado que alcanza a cubrir todas las gradas para subir a él"

"Un frontal del ama de Italia con galón de plata"

"Una mesa que atraviesa la larga cubierta con un paño de Quito viejo, donde se ponen el relator y escribanos de Cámara a ejercer sus oficios"

"Una ara"

"Un banco raso donde se asientan el dicho relator y escribanos de Cámara"

"Dos casillas, una de tela de Milán nueva y otra de damasco carmesí con cenefa, vieja"

"Dos escaños a los lados para los abogados"

"Dos alas, dos amitos y cuatro caídas de lienzo para los lados del altar"

"Dos bancos rasos para los procuradores"

"Una alfombra pequeña al pie del altar"

"Una tabla de arancel de los derechos bien tratada"

"Un dosel con su cielo de damasco carmesí muy usado" "Un cajón viejo donde se guardan los ornamentos" "Otra alfombra grande nueva para la iglesia" "Un taburetico [sic] que se cierra en que se pone el sitial para el señor presidente" "Diez sillas de terciopelo negras nuevas con clavazón dorado y galón de oro" "Diez almohadas o cojines negros nuevos de terciopelo con galón de oro" "Un paño negro de terciopelo nuevo del sitial" "Otro [paño] carmesí para el dicho sitial" "Otras diez almohadas o cojines nuevos de terciopelo carmesí con galón de oro y borlas"

Avello preguntó al portero si de estos objetos se tenía inventario y recibo y Peñalosa respondió "que no lo tenía", por lo que el Visitador lo hizo poner por escrito "con la distinción y claridad expresada". Más tarde la comitiva pasó a la Visita de la Cárcel de Corte, adonde se encontraba su alcaide Diego del Águila, nombrado desde hacía seis años por D. Jorge Antonio de Prado, alguacil mayor de la Audiencia. Avello reconoció "las puertas principales de dicha cárcel que son las de la calle y otra segunda del golpe [sic], otras dos que caen a la mar y seis cerraduras y llaves". La que caía al mar la encontró "muy endeble y con los goznes casi rendidos". Avello ordenó abrir los demás calabozos "para reconocer el estado en que estaban y los presos

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que en ellos hay". En el calabozo "grande" se encontraba D. Gaspar de Torres, preso por deuda con el rey y "enfermo en cama"; también Joseph de Cuéllar y Antonio Rodríguez Magalla, "presos por el gobierno". Dentro estaban también algunos esclavos negros a la espera de ser embarcados para Perú para ser vendidos. En este calabozo se encontró un cepo grande y una cadena. Luego se visitaron los "demás calabozos pequeños que son tres". Uno de ellos era para encerrar mujeres, aunque no había en ese momento ninguna. Todos se encontraban en muy mal estado. Se preguntó a los presos si el alcaide "los maltrataba, o los estafaba o hacía otras vejaciones, si jugaban y si tenían el sustento ordinario y el agua necesaria". Respondieron que no tenían quejas ni les faltaba nada. A la entrada y a un costado del "recibimiento" de la cárcel, se encontraba "un altar y en él una imagen de Nuestra Señora del Pópulo en un lienzo con su marco y un frontal de damasco viejo con unos manteles, una ara y un atril". Esta capillita no tenía otros ornamentos porque, según el alcaide, cuando se oficiaba misa se traían los necesarios de la capilla de la Audiencia. Frente a la cárcel había "una tarima grande que coge de pared a pared con sus gradas donde el dicho alcaide dijo se pone el tribunal y estrados de los señores presidente y oidores de esa Audiencia cuando bajan a Visita de Cárcel los sábados y a los generales que se hacen las vísperas de Pascua". A la mitad de la testera que hacía frente al "calabozo grande principal" pendía de un clavo "un lienzo en que están pintadas las armas reales". Mientras se examinaba la cárcel se presentó un esclavo negro arrastrando un grillete asido al pie quien dijo oficiar de verdugo y estar penando dos años de cárcel. De una pared pendía otra tablilla con los aranceles de las multas. Entre los muebles de la cárcel se inventariaron solo dos bufetes, uno muy viejo, un escaño para los abogados y un banco raso para los escribanos. Se dio por terminada la Visita a la cárcel y Avello abandonó el edificio de las Casas Reales para pasar a la Visita del Cabildo, la Lonja y la Cárcel Municipal. Pocos testimonios ofrecen una imagen tan reveladora de la atmósfera cotidiana y el universo material que poblaba las Casas Reales. El mobiliario inventariado sugiere una severa austeridad, apenas disimulada por los doseles y las finas telas de damasco carmesí o terciopelo. Sorprende la abundancia de almohadas y cojines, tanto en el estrado como en la capilla de la Audiencia. ¿Permanecían de pie o sentados en el suelo sobre cojines los vecinos que acudían al tribunal para apelar de sus fallos o elevar peticiones? El mobiliario es poco diverso, limitándose a mesas o bufetes, sillas, un pequeño taburete, cajas, un escaparate o armario, escaños, banquillos rasos. Aparte la alfombra, dos sillas de terciopelo y el dosel, los despachos carecen de lujos. Los tinteros y la salvadera de plata probablemente se colocaban en el centro del bufete del estrado, para firmar los acuerdos o provisiones con la necesaria solemnidad. El inventario indica que las mesas o bufetes se cubrían con una tela o paño, una costumbre que probablemente no era exclusiva de la Audiencia. No debía ser muy cómodo el trabajo de los abogados, los relatores y procuradores, que debían permanecer sentados en duros bancos y escaños de madera. Las sillas de terciopelo eran obviamente para el presidente y los oidores. Nada se dice en cambio de adornos en las paredes, donde podría esperarse que hubiesen colgado.~ mapas, o láminas con paisajes, o cuadros con pinturas al óleo de temas religiosos, tan abundantes en las casas privadas. La atmósfera era grave, rígidamen-

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te solemne y ceremoniosa, donde ningún adorno superfluo debía distraer a los adustos ministros. Los ornamentos de la capilla tampoco son muy lujosos, pero no falta nada. La presencia de capillas tanto en la Audiencia como en la cárcel, es una prueba inequívoca de la intensa religiosidad de aquella época, donde la temprana misa mañanera preparaba el espíritu para la jornada diaria. Nada truculento se observa en los calabozos, donde los huéspedes son apenas un puñado. El preso más conspicuo lo es por deuda. No había mujeres encarceladas, aunque sí espacio para tenerlas. El verdugo es un pobre hombre que también es prisionero. Nadie parece quejarse de malos tratos o carencias. La de Avello debió ser una de las visitas menos problemática de todo el período colonial. Solo se echan de menos los inventarios de las demás dependencias que funcionaban en el recinto de las Casas Reales, como la casa de fundición, el presidio y las residencias de los miembros del tribunal y de los oficiales reales, pero las tareas del visitador debían limitarse a sólo las oficinas que efectivamente visitó.

El Taller de Playa Prieta Un edificio hasta ahora desconocido y nunca antes identificado es El Taller. Estaba situado en el mismo promontorio elevado y rocoso donde se encontraban las Casas Reales, aunque al Oeste, a la orilla de la playa. Una playa que insistentemente todos los documentos llaman Playa Prieta. Por su proximidad a las Casas Reales, a primera vista sus restos parecieran ser parte de estas. Aunque se trata de las estructuras mejor conservadas de las que se construyeron en el promontorio, las escasas evidencias que quedan en pie arrojan muy poca luz sobre sus característica arquitectónicas o sus funciones. Estas evidencias son principalmente dos. La primera son los propios restos, donde se observa un dintel de piedra en una pared interior con las tres paredes que lo encuadran, y varios tramos de gruesas paredes exteriores que al parecer sostenían un inmueble de tres niveles. La segunda es el grabado de la edición holandesa del libro de Exquemeling, cuya primera edición apareció en 1678 con el título De

Ruinas de El Taller, desde las Casas Reales.

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Americaensche Zee-Roovers. En el detalle que aquí reproduzco, se observa con claridad sobre el promontorio, situado del lado izquierdo, u Oeste, un masivo edificio de piedra, de uno o más altos, con un portón de madera de acceso frente al mar, numerosas ventanitas y techo de teja a cuatro aguas. Por su ubicación es evidente que se trata de El Taller. Al frente destacan cuatro baluartillos del primitivo fuerte que protegía las Casas Reales, y éstas se observan detrás de aquellos formando cuatro estructuras de alto. Se trata, por supuesto, de un dibujo muy esquemático, seguramente basado en las propias descripciones de Exquemeling, pero no obstante, parece bastante cercano a la realidad y nos brinda una idea aproximada de su aspecto exterior. Como los restos de El Taller no han sido estudiados arqueológicamente, lo que a simple vista puede discernirse es todavía muy poco. El grueso muro del frente marino que sigue en dirección a las Casas Reales y se interrumpe abruptamente, sugiere el vano correspondiente a la puerta principal que se aprecia en el citado grabado de Exquemeling. Desde ese punto puede observarse que el edificio se entierra hasta el nivel de la playa, lo que confirma que se construyó "a la lengua del agua", como señalan los textos conocidos.

Detalle de grabado de la edición holandesa de Exquemeling. Sobre el promontorio rocoso, en primer plano, la muralla de escasa altura con cuatro pequeños baluartes que protegían las Casas Reales. Detrás de este "fuertecillo" abaluartado destacan cuatro edificaciones de alto contiguas, y más atrás' de ellas otra más alta, ya envuelta en llamas. En el costado izquierdo del fuerte, rebasándolo, el edificio masivo de El Taller, con su gran portón asomado a la orilla del mar. Igual que sucede con el edificio del Cabildo, no se ha conservado ningún plano de El Taller, de manera que sólo podemos figurarnos su apariencia siguiendo el grabado holandés y las someras descripciones que hacen los documentos sobre sus distintas funciones. Al quedar desplazado el puerto de La Tasca por el fondeadero de Perico, era cada vez era más frecuente que las embarcaciones de cabotaje que llegaban del Interior o de Sudamérica que anclaban en Perico, tuvieran que buscar un sitio a la orilla de la ciudad donde

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poder hacer la descarga. El problema era que esta descarga sólo podía hacerse en pleamar, es decir sólo dos veces al día, y aparentemente el único sitio donde podía realizarse con seguridad esta operación era en el promontorio donde quedaban las Casas Reales. En otras palabras, un lugar al borde del mar donde, gracias a la marea alta, hubiera suficiente fondo para dar cabida a las barcas de cierto calado, como las llamadas "de la Tasca". Si se observa el lugar donde quedaba El Taller, era sin duda el mejor sitio donde, con la pleamar, podía realizarse esta tarea. El primero en construir una edificio para que sirviera a ese propósito fue el presidente Sebastián Hurtado de Corcuera, cuyo ejercicio se extendió entre 1633 y 1634, cuando tuvo que abandonar Panamá al ser promovido a la presidencia de Manila. Pero esta construcción no era más que una simple ranchería tejada sin mayores pretensiones que la de proteger a los obreros y los materiales mientras se hacían reparaciones a las Casas Reales, en ese momento en proceso de refacción. Como recordaba años más tarde el Cabildo, era "para que los oficiales que trabajaban en las fortificaciones [de las Casas Reales] se amparasen del sol y agua" . Consistía en una simple galera de "tablas y madera como un portal o colgadizo", es decir, nada pretensioso91 • De hecho, cuando la Corona se enteró de esta iniciativa se refirió a la ranchería como "taller y obrador de mis Casas Reales" 92 • Los oficiales de Hacienda de Panamá, refiriéndose al edificio fueron más específicos. Dicen que Hurtado de Corcuera, "mandó fabricar en 1634, en la Playa Prieta de esta ciudad, una enramada de madera y teja a que después se dio el nombre de El Taller, para que en ella trabajasen los oficiales que se habían de ocupar en la fábrica de las Casas Reales, con reparo del sol y agua y tuvo esto de costa 2.728 pesos de 8 reales y así se conservó con reparos de poca importancia, hasta que vino por presidente Juan de Vega Bazán, que por su orden se hizo en la forma que hoy está" 93 • En efecto, cuando el presidente Juan de Vega Bazán asume el cargo en la década de 1640, dispuso construir una obra en firme de mampostería que no sólo sirviera de obrador o taller -de ahí su nombre- sino también de alhóndiga, es decir, un lugar donde pudieran almacenarse granos como trigo, maíz, frijol o garbanzo, en anticipación de épocas de carestía94 • Vega describe someramente lo que había hecho Corcuera y lo que él se propuso realizar: "Hallé [...] que don Sebastián de Corcuera, [...],habiendo destinado fabricar una fortificación en la marina, hizo un taller a la lengua del agua para recoger los materiales y hacer sombra a los obreros, el cual por no haber tenido efecto la fábrica, sirvió después de abrigo a las mercaderías y mantenimientos que se embarcan en el puerto en gran beneficio del bien común por el daño que antes recibían expuestos a las lluvias que aquí son muy frecuentes" 95 • 91

92 93 94

95

"Súplica del Cabildo de Panamá al rey", vista en el Consejo de Indias, Madrid, 23.1.1663, AGI Panamá 31. R. C. de Zaragoza, 5.VIIl .1646, AGI Panamá 139. Informe preparado a petición del comisario del Cabildo, capitán Juan Andrés Picón, en octubre de 1656, AGI Panamá 31. Carta de Vega Bazán al rey, Panamá, 30.XII.1645, AGI Panamá 139. Ibídem.

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Vega Bazán continúa diciendo que cuando llegó, encontró la obra "casi caída" y agrega que, "pareciéndome convenía reedificarse, [reconstruí] lo caído en mejor forma que antes tenía por haber hecho levantar el suelo en la proporción necesaria, y para que no entren en él las aguas que en las crecientes las inundan, hice un muelle que no había y algunas bodegas que se alquilan y tengo determinado hacer otras y una grande que sirva de alhóndiga para guardar el maíz, sustento común de la tierra, prevención para que no falte, muy necesaria, y voy disponiendo la cosa de suerte que acabado lo que falta reedificar juzgo tendrá su majestad" 96 • Fue durante la administración de Vega Bazán, como veremos en el capítulo XV, cuando estalló la peor crisis alimentaria del siglo y fue durante su gobierno cuando se incendió la ciudad en 1644, consumiendo todas las reservas alimenticias existentes. Como indican los textos contemporáneos, la ciudad carecía de alhóndiga y ciertamente no se había preparado para una calamidad de esa magnitud y naturaleza. Puede pues legítimamente sospecharse que fue esta crisis la que inspiró su iniciativa. La comunidad aplaudió la obra, que también recibió la aprobación real, y de inmediato la Corona ordenó a los oficiales de Real Hacienda, como era típico, que estableciesen aranceles por el almacenamiento y el transporte de la carga y de esa manera asegurar una fuente adicional de ingresos. Para hacer más eficiente el edificio, acabamos de ver, Vega Bazán ordenó construir un muelle y varias bodegas. Estas bodegas debían ser de regular tamaño, si juzgamos por lo que se cobraba de alquiler al mercader Juan Vicencio Justiniano Chavarri en 1645. Por esta bodega Justiniano pagaba 800 pesos al año97 , lo que sugiere, si se compara con los alquileres de bodegas en casas de vecinos, un espacio de una lumbre de alto por otra de ancho y tal vez dos de fondo, es decir, unos 34 metros cuadrados, o tal vez un poco más98 • Vega Bazán, como vimos, hace referencia a un número plural de bodegas, aunque no dicen cuántas eran. En 1656, segun los oficiales de Hacienda, las bodegas servían también para "guardar pertrechos de artillería y aparejos del bergarHín de vuestra majestad" 99 • Para entonces, la administración de, las bodegas corría por arrendamiento de un particular que sólo pagaba al año 650 pesos de 8, aunque el texto no explica la sensible diferencia entre estos alquileres y lo que se cobraban antes, en tiempos de Justiniano. Se sabe por otra parte, que el edificio tenía una capilla dedicada a Nuestra Señora del Rosario "donde todos los días se celebra misa porque no queden sin ella los marineros y negros jornaleros" 10º. Una R.C. indica que en El Taller se 96

97 98

99 100

Informe preparado a petición del comisario del Cabildo, capitán Juan Andrés Picón, en octubre de 1656, AGI Panamá 31. Sobre el alquiler de El Taller, decreto en Panamá, de 16.1.1645, AGI Panamá 19. Más sobre la obra de Vega Bazán, en Carta del Cabildo de Panamá al rey, con testimonio de Autos fechados en Panamá y Madrid en 1646, y "Representación del procurador de la ciudad Antonio Linares del Castillo", del 12.IX.1645, ambas en AGI Panamá 31. Informe preparado a petición del comisario del Cabildo, capitán Juan Andrés Picón, en octubre de 1656, AGI Panmná 31. Juan Berna[ de Contreras, "Relación y Descripción del Obispado de Panamá", Panamá, 23.Vlll.1650, BAHM, Col. Muñoz, Tomo 66.

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encontraba el "peso real", es decir, las balanzas donde se pesaban oficialmente las mercancías1º1 • Tenía, además, funciones de aduana. Quedan numerosas evidencias sobre las actividades de El Taller y el almacenamiento de diferentes granos hasta la destrucción de la ciudad en 1671. Por ejemplo, los oficiales reales de Hacienda certificaban el 20 de diciembre de 1668, el cobro por el transporte a El Taller, de "costales de harina, frijoles y garbanzos que trajo de Trujillo el capitán Francisco de Vega en su fragata San Antonio que acaba de llegar de socorro a este reino [...] y asimismo buscar de una bodega en qué meter la harina, frijoles y garbanzos para que estén en ella en el interín que se determina lo que se ha de hacer con ellos" 1º2 • O bien, certifican la carga de 1.000 fanegas de harina encostaladas y 50 fanegas de frijol y garbanzos que llegaron también de Trujillo el 12 de septiembre de ese año. A veces se refieren al costo de acarreo de granos desde las bodegas de una casa privada hasta El Taller, como los más de 1.000 costales de harina y 49 de frijoles, que se llevaron desde "las bodegas de las casas de Dª María Serrato de Figueroa io3. Y así otros cargamentos del mismo tenor. Al parecer, eran vituallas llegadas desde el Sur con el propósito de cubrir el mercado panameño en un momento de escasez. El Taller fue un claro antecedente de ese otro Taller, construido entre los primeros edificios que se levantaron en la nueva Panamá, que tuvo parecidos propósitos y funciones. Me refiero al edificio que empezó a construir el oidor Losada Quiñones y que el Cabildo le expropió. El mismo en cuyo solar construyó el ingeniero Manuel Hernández el edificio de la Contaduría, y sobre cuyas estructuras se levanta al actual Palacio Presidencial. Al igual que El Taller de Panamá la Vieja, quedaba "a la legua del agua" y junto a Playa Prieta, un nombre ya demasiado familiar, que se daba a toda esa playa de lama o arena negruzca que se extiende desde la vieja ciudad hasta el ancón de la nueva. Y que constituye una de las tantas evidencias de la continuidad de los modelos arquitectónicos que se trasladan de Panamá la Vieja a la nueva capital, como he insistido en varios de mis trabajos y he vuelto a repetir en este. La vivienda es el caso más palmario, pero también lo es El Taller.

El Cabildo Después de las Casas Reales, el segundo edificio cívico en jerarquía era el Cabildo. En América, desde un comienzo, cada Ayuntamiento, Cabildo o corporación municipal debía construir su propio edificio. Ya que el Cabildo era la representación jurídica de la comunidad de vecinos, el edificio en el que ejercía sus funciones debía contener, al menos en principio, valores arquitectónicos y emblemáticos mediante los cuales pudiesen reconocerse sus atributos como órgano de poder local. Su locación, en el entorno urbano, también debía reflejar su lugar preeminente. De esa manera, cuando se hacía el trazado de la ciudad y se repartían los principales solares en el acto de la fundación, se reservaba para el edificio capitular un lugar privilegiado en la plaza mayor, donde compartíc honores con la catedral y las casas donde vivirían familias proceras. 101 102

103

R.C. de Madrid, 20.IX.1647, AGI Panamá 31. Certificado firmado por los oficiales de Hacienda, Antonio de Mohedas y Alvarado, Felip de Hinestrosa y Guerrero, y Matías Pérez, AGI Contaduría 1485A. Ibídem.

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El Cabildo de la nueva ciudad de Panamá. Foto de E. Muybridge de 1875. Aunque construido en la segunda mitad del siglo XVIII, este edificio replica el patrón arquitectónico del que existió en Panamá la Vieja.

Durante los rudos y turbulentos años de la Conquista las casas capitulares no fueron más que modestos bohíos, y más tarde casuchas de madera sin mayores pretensiones. Una de las primeras referencias conocidas sobre la construcción del edificio capitular en Panamá data de 1540, cuando se mencionan las zonas afectadas por el incendio del 15 de febrero de ese año. Se dice que el Cabildo se encontraba entonces en proceso de construcción y que fue destruido por el fuego 104 • Pero no se sabe nada de las características que tenía este proyecto. Lo cierto es que a medida que las ciudades fueron desarrollándose y los Ayuntamientos pudieron contar con mayores recursos, empezaron a construirse edificios con características arquitectónicas más emblemáticas, siguiendo un modelo que rápidamente se convirtió en el canon para todas las colonias y que estuvo inspirado en la montea que hizo el arquitecto sevillano del Renacimiento Hernán Ruiz para las Casas Reales americanas . Estos edificios serían de mampostería y se caracterizaban básicamente por ser de dos plantas, ambas con corredores al exterior con arquerías de soportales formando recova, o bien, como dice Lampérez y Romea "con pórtico en la planta baja y galería cubierta en la principal" 1º5 • Fue un modelo que se reprodujo redundantemente y que incluso copiaron las casas señoriales. En la galería baja se acostumbraba celebrar los remates públicos. En otro recinto, situado también en la planta baja, solían encontrarse tiendas públicas. La

º

1 4• 105

Carta del oficial de Real Hacienda Martín Ruiz al emperador, Nombre de Dios, 3.IX.1540, BAHM, Col. Muñoz T. 82, f.157 y AGI Patronato 194 ramo 53. Arquitectura civil española de los siglos l al XVl/l, dos vols. Madrid, 1922, p . 36.

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galería alta servía de balcón desde donde los capitulares daban albricias por alguna noticia feliz, o informaban al público que se congregaba en la plaza ávido de conocer las decisiones que se tomaban en la sala capitular cuando el asunto era grave. También desde allí se dirigían los ocasionales Cabildos Abiertos, donde participaba toda la comunidad. En la sala capitular, situada en la parte posterior de la galería alta, se celebraban las sesiones de la corporación. Como tantas otras cosas, el Cabildo de Panamá la Vieja, tiene dos historias. Su propia historia como edificio, lo que había en su interior y lo que sucedía entre sus paredes; y su historicidad, es decir, lo que ha llegado hasta nosotros a través de los estudiosos. Primero me ocuparé de esto último. Hasta tiempos muy recientes, se confundió su locación con el conjunto de casas que para la fundación del convento de monjas de La Concepción, el Cabildo cedió al matrimonio Terrín y que hoy conocemos como "Casas Terrín", situadas al lado Norte de la plaza mayor. Probablemente este error se originó en el hecho de que este conjunto era identificado en la documentación como "casas del Cabildo", siendo que se trataba en efecto de viviendas de propiedad de dicha corporación, pero no del edificio capitular. Este es un tema que el autor ya había dejado aclarado en varios escritos desde la década de 1980, pero que conviene retomar aquí, anque sólo sea para reconstruir el proceso de su historicidad. Que se sepa, el primero en confundir su locación fue Juan B. Sosa, en su conocido libro Panamá La Vieja, de 1919. Empieza correctamente, afirmando que gracias a los impuestos de propios del Cabildo (como almacenaje en la Aduana de Cruces, Correduría de Lonja, pregonería, impuesto del vino, de carnicería y arrendamiento de solares de propiedad municipal), para 1583 se había logrado "levantar edificio de mampostería [... ] de tres lumbres en cuadro, de dos pisos, separados de la iglesia catedral por un angosto pasadizo" 106 . Pero luego Sosa se confunde inexplicablemente. Por una parte, al mostrar una fotografía de la fachada Sur de lo que fueran las "Casas Terrín" y otra desde su parte posterior, indicando que se trata del edificio capitular. Por otra, basado en Requejo Salcedo, aunque sin citarlo, afirma que "el temblor del 2 mayo de 1621 arruinó casi el edificio; pero ya en 1640 la Corporación Municipal lo había alzado nuevamente, siendo el cuerpo de artillería (sic, por sillería) y de cantería sus arcos, corredores y pilares". También sin citar su siguiente fuente, agrega que la nueva obra cubría "un área de 610,50 metros cuadrados, extendiéndose por 18,50 metros de Norte a Sur y por 33 metros de Este a Oeste, con una sala en la planta baja frente a la plaza, dos tiendas sobre la calle que corría al Sur y atrás un recinto o gran patio lindante con el predio de la iglesia; arriba, y dando a la plaza, la sala de sesiones y otras oficinas de servicio sobre la calle mencionada"101. Como la fuente utilizada por Sosa seguramente daría las medidas en lumbres, medida de longitud usada entonces para los edificios y con la que probablemente no estaba familiarizado, puede presumirse que su cálculo en metros (medida moderna), no procede de dicha fuente sino de medidas que él mismo tomó en las "Casas Terrírt". Si después del terremoto de 1621 se reconstruyó el edificio, como dice Requejo, y como sabemos, no existían espacios laterales para ampliar su fachada, es casi seguro que se conservaron las mismas o 106

Op. cit., p. 39.

107

Ibídem.

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muy parecidas dimensiones a las preexistentes, es decir "tres lumbres en cuadro", lo que hace un total aproximado de unos 156 metros cuadrados por planta. Por lo demás, cuando se reconstruía un edificio, se aprovechaban hasta donde era posible sus cimientos y todos sus materiales, sobre todo los de cantería, como la sillería o las columnas, de manera que una reconstrucción suponía una reposición del edificio tal como estaba antes. Entonces ¿de dónde extrajo Sosa sus datos para calcular que el edificio medía más de 610 metros cuadrados? Todo esto sorprende, porque Sosa conocía, ya que lo reproduce en su libro, el mapa de la ciudad hecho por Roda en 1609, en cuyo original del Archivo de Indias se lee claramente "Cabildo", en la pequeña estructura que se observa al Sur de la Catedral y cuya fachada principal quedaba al Este de la plaza mayor. Sin embargo debe disculpársele esta omisión porque la reproducción que probablemente tuvo a la vista, dada la pobre calidad de las fotografías de entonces, hace muy difícil la lectura del texto donde está escrito "Cabildo". Debido a esta misma dificultad, el vicealmirante de la marina norteamericana John F. Shafroth comete idéntico error de interpretación. De hecho, Shafroth, basado en Sosa (aunque citando correctamente a Requejo), reproduce las mismas fotografías de las "Casas Terrín", para identificar el edificio capitular 108 • José de la Cruz Herrera publica en 1926 una obra de divulgación turística: Panamá la Vieja, Resumen Histórico y Gu(a de Ruinas, que ha reimpreso recientemente el Patronato de Panamá Viejo conjuntamente con el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales. El breve párrafo que le dedica al Cabildo sigue casi al pie de la letra a Sosa, en el que obviamente se basa sin aportar nada nuevo; tampoco hace referencia a la locación del edificio 109 • María del Carmen Mena, por su parte, que escribe en 1992, cuando ya la historiografía había esclarecido la ubicación del Cabildo, cita a Requejo Salcedo correctamente, pero sigue a Sosa (sin citarle), donde describe las características del edificio. Agrega que el edificio era de dos plantas "con una superficie de tres lumbres en cuadro, o sea 150ms2". Mena no cita su fuente para estas medidas, aunque probablemente se basa también en Sosa. Lo cierto es que la locación del Cabildo ya se encontraba claramente definida en el plano de Roda, donde se lee en el sitio correspondiente "Cabildo", y aún mucho antes, en el plano de Bautista Antonelli de 1586,donde está escrito con claridad en el mismo lugar "sala del Cabildo". Se sabe que se encontraba en construcción en 1540, cuando el gran incendio del 15 de febrero de ese año lo consumió 111 • La gran dificultad que ofrece el estudio edilicio del Cabildo consiste en que casi no quedan restos arquitectónicos y las referencias textuales son sumamente escasas. Hasta hace pocos años, cubriendo prácticamente toda la planta que ocupaba el edificio capitular, se encontraba un jardín en forma de escudo de Panamá la Vieja, editor, Juan A. Susto, Cincuentenario de la República, 1903, Imprenta Nacional, Panamá, 1952, pp. 15, 43 y 45. 109 En la edición original, p. 31. La reimpresión, en Serie: Los Amigos de Panamá la Vieja, Vol. 4, abril de 2002, sin pie de imprenta, pp. 21 -22. 110 La Ciudad[ ... ], p. 140. 11! · Carta del oficial de Real Hacienda Martín Ruiz al emperador, Nombre de Dios, 3.IX .1540, BAHM, Col. Muñoz T. 82, f.157 y AGI Patronato 194 ramo 53 . También, carta del Dr. Francisco Pérez de Robles al rey, Panamá, 16.11.1540, AGI Patronato 194. 1os

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grandes dimensiones donde se representaban las armas de la antigua ciudad. Como parte del programa arqueológico del Patronato de Panamá Viejo se realizó el levantamiento del sitio, eliminando este escudo y logrando rescatar casi completa la escalera de piedra del interior del edificio que conducía al piso alto donde se encontraba la sala capitular. En la galería baja quedó expuesto el piso tapizado de canto rodado, una característica que se ha observado en los zaguanes, vestíbulos y patios de otros edificios de carácter privado de la plaza mayor112 • Pero no se encontraron bases para las columnas que sostenían los arcos que debieron existir allí. Sin embargo de estas escasas evidencias, es posible figurarse las características básicas del edificio. Obviamente era de .un alto, con paredes de mampostería, con elementos sillares para las rafas esquineras, probablemente con colum:nas de cantería para soportar la arquería. Su piso alto probablemente era de "ladrillo por tabla", como se acostumbraba en Andalucía y se seguía usando en Panamá en el siglo XIX113 • Su frente hacia la plaza mayor era de tres lumbres, o poco más de 12 metros. Todo lo cual sugiere que el edificio que primero se construyó en 1583 debió reconstruirse después del terremoto de 1621 conservando las mismas características formales, como ya he mencionado. Cuando se visita el sitio se observan estructuras en la parte posterior que son de difícil interpretación. Los arqueólogos sugieren que probablemente el edificio se extendía hacia atrás. De hecho, en su parte posterior aparece una estructura que comparte el muro del edificio capitular y que podrían ser otras oficinas o depósitos del propio Cabildo. El Departamento de Arquitectura del Patronato de Panamá Viejo, ha calculado para lo distintos componentes que integraban el edificio capitular un área de 396m 2.Como es evidente todavía hacen falta mayores investigaciones de archivo, arqueológicas y arquitectónicas. Para el conocimiento de su equipamiento interior, sólo se conoce hasta ahora el inventario que levantó durante su Visita Juan Antonio Abello de Valdés, en 1660. El seis de octubre, después de hacer la Visita a las Casas Reales, Abello se trasladó en coche al Cabildo donde "primeramente se hizo reverencia y humillación a una hechura de un Santo Cristo crucificado que estaba en la frontera de la dicha sala debajo de dosel damasco carmesí". Lo que supone que Abello y su comitiva entraron por la recova de la planta baja y subieron directamente a la sala capitular por la escalera de piedra. Inmediatamente Abello procedió a inventariar los bienes del Cabildo. Encontró lo siguiente. INVENTARIO DE BIENES DEL CABILDO DE PANAMÁ POR EL VISITADOR ABELLO Y VALDÉS, AÑO 1660

112

11 3

l.

Cristo crucificado debajo del dosel de damasco carmesí en la sala capitular

2.

También en la sala, un lienzo donde estaban pintadas las armas de la ciudad

3.

También en la sala, "un estrado con tres sillas de terciopelo carmesí, 18 banquetas de moscovia, otras seis sillas viejas, un bufete con su sobremesa de terciopelo carmesí nueva con sus borlas y galón de oro"

Ver Juan Guillermo Martín-Rincón, "Pisos Coloniales en Panamá la Vieja, Una manera de afianzar el status", en Arqueología de Panamá la Vieja_. Aumrces de Investigación . Época Colonial, Panamá, agosto de 2001 . Edición en CD Rom, pp.225-238. Ver Alfredo Castillero Calvo, La Ciudad Imaginada, El Casco Viejo de Panamá, Bogotá, 1999, p. 151-152.

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INVENTARIO DE BIENES DEL CABILDO DE PANAMÁ POR EL VISITADOR Abello Y VALDÉS, AÑO 1660 4.

Igualmente en la sala, "otro bufete donde asiste el dicho escribano los despachos con sobremesa de paño verde".

5.

"Un tintero grande y salvadera labrados ambas piezas con las armas reales de dicha ciudad".

6.

"Efigie de la majestad de los reyes nuestros señores con su campanilla y un sello con las armas de dicha ciudad"

7. "Dos mazas plateadas, dos vestiduras de damasco carmesí viejas para los porteros del dicho Cabildo con dos gorras de tafetán colorado" 8.

El archivo del Cabildo, donde se encontraron copias de reales cédulas, varios libros "becerros" con actas capitulares desde el año 1567, varios libros con registros de los remates para el abasto de carne, con ordenanzas para captura de negros fugitivos, libros sobre reparto de solares, alhóndiga, aderezos de caminos y otras obras públicas, copias de cartas enviadas al rey, gastos en fiestas de Corpus, en maestros de la escuela de la Compañía, etc.

Fuente: "Instrucciones y actas de la Visita que hizo en 1658 (sic, por 1660) D. Juan Antonio Abello de Valdés a la ciudad, caja y oficiales de Panamá, juzgado de bienes de difuntos y demás tribunales del reino de Tierra Firme y provincia de Veragua", Biblioteca del rectorado de la Universidad de Sevilla, Mss. Sign. 331 /333.

Con lo anterior se concluyó el inventario y la Visita, encontrándose todo en orden. Abello no realizó visita a la cárcel pública. Con tan parco inventario apenas puede sacarse conclusiones. El damasco carmesí obviamente tenía un significado simbólico, reservándose la sobremesa de paño verde para un funcionario menor, el escribano del Cabildo. El bufete de la sala capitular debía ser una gran mesa alrededor de la cual se sentaban los capitulares. Probablemente el estrado con las tres sillas de terciopelo carmesí eran para sentarse el gobernador y los dos alcaldes ordinarios, que presidirían las sesiones del Cabildo a la sombra del dosel carmesí y el Cristo crucificado. Los demás veinticuatros se sentarían en las "banquetas de moscovia" . El tintero y la salvadera con las armas reales de la ciudad seguramente eran de plata. Las mazas plateadas sugiere la parafernalia usada por los porteros en la pompa ceremonial. El archivo, cuyo inventario aquí reproduzco de manera muy abreviada, evidencia que era mucho lo que todavía se conservaba en fecha tan avanzada, aunque para perderse del todo apenas una década después. El "libro becerro" con las actas capitulares más antiguo es de 1567. Lo anterior ya no existía, perdido en algún incendio, o por la incuria, los insectos o los roedores. La razón principal por la que se encuentran tan pocos datos sobre la historia del edificio, a diferencia de las Casas Reales, o las fortificaciones, es que la documentación de archivo conservada hace referencia mayoritariamente a edificios costeados por el Estado, no por los municipios. Los gastos e intervenciones en obras municipales debían archivarse en los propios Cabildos, pero todos estos archivos se han perdido para siempre y sólo muy ocasionalmente encontramos algún dato disperso e incompleto que hace referencia al tema. De esa manera, debemos contentarnos con hacer una sumaria reconstrucción de su historia edilicia a base de hitos cronológicos: se construyó en tal fecha,

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Modelo de "montea" para edificios públicos en América. Siglo XVI. AGI.

se quemó tal otra, se cayó tal día. Y apenas poco más. En 1621, según Requejo, como vimos, sufrió grandes daños a causa del terremoto del dos de mayo. Pero volvió a reconstruirse y, según Requejo, "de sillería, y sus arcos y corredores y pilares de cantería" 114 • La reconstrucción debió hacerse entre las décadas de 1620 y 1630, ya que Requejo escribe en 1638. El edificio se salvó del gran incendio de 1644, que no lo tocó, siendo que la catedral, situada al lado, sufrió graves daños. Sin embargo, a pesar de la reconstrucción en piedra posterior al terremoto, no debiera sorprender que la primitiva arquitectura del Cabildo volviese a reproducir el canon basado en la montea de Hernán Ruiz, conservando de esa manera su aspecto original, al menos en sus aspectos formales. Pero desapareció para siempre tras el ataque de Margan de 1671. Primero debió sufrir considerablemente con el incendio, luego se le iría despojando de sus columnas, arcos, rafas, dinteles y quicios, como parte del sistemático proceso de depredación que sufrieron las principales ruinas de la ciudad para usarlas como material de construcción en la nueva Panamá. El montón de ceniza negra que encontraron los arqueólogos en un rincón del Cabildo cuando investigaban el sitio, quedó como una prueba ominosa de su penúltimo día.

Tempranos proyectos de mudanza Como ya he mencionado, las condiciones físicas del asentamiento de Panamá la Vieja fue desde muy pronto objeto de queja por parte los vecinos y 114

Op. cit., p. 54.

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gobernantes, que propusieron mudarla a otro sitio mejor sobre todo por su insalubridad. El cronista Antonio de Herrera así lo menciona en un informe que escribe en respuesta a protestas del conde de Puñonrosto sobre denuncias formuladas contra su abuelo Pedrarias Dávila. Dice así: "También se injuria [el conde] de que se diga que su agüelo non acertó en el sitio de Panamá, siendo ansí que toviera mexor en el Río Grande, frontero del Puerto de Perico; porque donde agora está han muerto más de cincuenta mili castellanos, por ser malsano" 115 • De haberse hecho así, Panamá se habría establecido en la actual salida del Canal por el Pacífico, donde queda el barrio de La Boca, una idea que, como ahora veremos, no sería olvidada. Sobre el tema, el mismo Antonio de Herrera, escribe en su Historia, que el juez de residencia y gobernador en funciones de Panamá, licenciado Antonio de la Gama (1529-1532), "intentó mudar la ciudad de Panamá ,; otra parte de mejor sitio, porque desde que Pedrarias la pobló, se entendió que aquel sitio no era sano, con propósito de labrar casas de piedra, para que se perpetuasen los vecinos y que se casasen; y porque viviesen con buen ejemplo, procuró que se hiciesen buenas Ordenanzas [... ]" 11 6. Pero como la mudanza de una ciudad, y sobre todo si se trataba de una capital, no podía hacerla De la Gama motu proprio y sin la aprobación de la Corona, su iniciativa sólo tuvo posibilidades de materializarse cuando la reina Juana, probablemente atendiendo a los clamores de los vecinos y sobre todo al parecer de su juez de residencia, le ordenó a este mediante R. C. del 4 de abril, el traslado de la ciudad a otro sitio más saludable. Esta R. C. era obviamente respuesta a las quejas que llegaban de Panamá. Esta orden fue luego reiterada por Carlos V mediante R. C. de Toledo del 7 de marzo de 1534, dirigida al gobernador Francisco de Barrionuevo (1533-1536). Otra R. C. de Toledo, del 4 de abril de 1534, ordenaba también al Ayuntamiento de Panamá que trasladase la población. Para poder ejecutar estas reales órdenes, Francisco de Barrionuevo convocó a reunión en la iglesia catedral el sábado 26 de septiembre de 1535. Asistieron el deán D. Francisco Pérez de Lezcano, el arcediano Lorenzo Martín, el teniente Pascual de Andagoya, el Lic. Gaspar de Espinosa, el alcalde Rui Díaz, el tesorero Gonzalo Marte! de la Puente, y los regidores Toribo Montañés, Juan de Castañeda y Juan de Panes, todos ellos vecinos. Actuó como escribano Hernando del Castillo. Se leyó la R.C, que remitía a la que se había enviado primero a Antonio de la Gama, ordenándole que juntase al Cabildo y "los más principales del pueblo", para que diesen su parecer sobre "que el sitio de la ciudad de Panamá no es bueno y que será bien que se mudase a otra parte" . Como todavía en 1534 la Corona seguía sin la respuesta a esta diligencia, repetía la misma orden "como cosa que tanto importa a nuestro servicio y al bien y ennoblecimiento y perpetuidad de los vecinos y moradores de aquella ciudad", conminándoles a que se pronunciasen. Leída la cédula, Andagoya tomó la palabra y pidió el parecer de los demás, que de manera consensuada se opusieron a la mudanza porque, según alegaron, cuando Pedrarias fundó la ciudad , Este informe lo publica José Toribio Medina, en Descubrimiento del Océano Pac1Jico: Vasco N1í ñcz de " Balboa, ... Documentos, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, 1914, Vol. I, T. I, p . 574. 116 Historia General[ ... ], versión de la Universidad Complutense de Madrid . Madrid, 1991, Libro X, Cap. VII, T. III, p . 125. 115

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"se miraron bien todos los sitios y puertos y ríos y asientos para fundarla y todo lo demás que Su Majestad mandaba que se mirase en la fundación de los pueblos y ciudades que se fundaran en esa Gobernación, e entonces a todos parece esto el mejor e más a propósito de todo lo que convenía e que más se confirmaba con lo proveído por los reyes católicos y que ahora por experiencia, se ha visto y ve ser así y que no se hallará ni se ha visto hasta ahora cosa más acertada que la edificación de esta ciudad [... ] e que si a Su Majestad se hizo relación de lo contrario, sería por personas que no lo hubiesen aún visto e entendido" 117 • Por tanto "les parece que no se debe de mandar mudar la dicha ciudad ni pensar [en ello] ahora ni jamás" 118 • Como se sabe que las quejas por lo inconveniente del asiento urbano, no sólo eran ciertas, sino que continuaron reiterándose hasta que finalmente se mudó la capital para la nueva Panamá, a los firmantes debían asistirle otras razones. Una de ellas consistía en que mudar la ciudad suponía el serio riesgo de perder sus privilegios, los lotes que se habían asignado a los primeros pobladores y, por supuesto, las inversiones realizadas en las casas y demás construcciones que se habían levantado. En ese momento, por otra parte, la fiebre de la conquista peruana absorbía todas las atenciones y muchos vecinos estaban abandonando la ciudad para irse al Perú. La situación era pues muy voluble así como inestable e incierta la permanencia de los pobladores, de modo que era más prudente pensar en otra cosa. Mudar la ciudad no era una prioridad y representaba más desventajas que ventajas, al menos dadas las circunstancias y el momento. Por otro lado, por ambos costados la ciudad estaba rodeada de ríos con agua potable, aunque estos ríos eran insuficientes y su agua era de mala calidad. Además, tenía la ventaja de La Tasca, ya que dadas las exigencias de la navegación para aquellos años, constituía un puerto aceptable. Finalmente, para esas fechas no se pensaba en los peligros de la piratería o en ataques de potencias enemigas, y mucho menos por la vertiente del Pacífico, de modo que no tenía mucha importancia que el terreno donde se había asentado la ciudad no ofreciese prácticamente ninguna ventaja para construir fortalezas o murallas que la defendieran de un ataque externo. Se trataba de un problema que no se llegaría a plantear seriamente hasta muchos años después, y lo cierto es que en ese momento a nadie le inquietaba. Por lo pronto, era mejor dejar las cosas como estaban y en esto los vecinos tenían razón. Pero la idea de la mudanza persistió, convirtiéndose en un tema recurrente hasta que finalmente se logró varias generaciones después. Así, por ejemplo, Requejo Salcedo nos recuerda en 1638, a propósito del intenso calor, "que causa muchas enfermedades", que "se ha pensado de mudarla a mejor sitio", aclarando que no se ha hecho "por el gran precio de las casas y por haberse muerto los antiguos pobladores". Requejo, como es típico en él, se remite a las Décadas de Herrera, y así lo consigna: "como dice el autor referido, cap. 16, Década 2, libro 9, col. 305, año 1530, tomo 2" 119 , es decir que se basa en 117

118

119

Ambas cédulas y el parecer del Cabildo, en AGI Patronato 193, Ramo 22. Las R.C. también en AGI Panamá 235. Ibídem. Op. cit. p. 71.

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un texto impreso a principios del siglo. Lo que no deja de sorprender porque ninguna falta le hacía recurrir a otra fuente, cuando él mismo, siendo residente como era, debía estar mejor enterado del tema. En ese sentido es un caso extremo de autor que prefiere citar a una autoridad reconocida, en lugar de remitirse a la propia realidad que conoce directa y personalmente. Y así lo hace cada vez que se ofrece a lo largo de todo su texto. Por eso resulta sorprendente que de como segunda explicación a la posposición de la mudanza el hecho de "haberse muerto los antiguos pobladores" . Si la ciudad era tan malsana como se decía ¿no debieran ser los vivos los más interesados en mudarla? Era preciso que se produjera una catástrofe de efectos irreversibles, como el ataque de Margan y el incendio total de la ciudad, para que de una vez para siempre se renunciara al discurso del "gran precio de las casas" . De hecho, todavía entre 1671 y 1672 algunos vecinos continuaron defendiendo la idea de permanecer en la ciudad destruida, pero eran ya una minoría que fue superada por el resto. El hecho es que el tema de la mudanza persiste y como veremos en otro capítulo, esta idea mantenía plena vigencia en vísperas del ataque de Margan.

El proyecto de mudanza de Tejeda y Antonelli, año 1591 El primer proyecto de mudanza realmente serio data de 1591. Fue estudiado examinando toda la costa vecina y como parte de un esquema militar y portuario mayor. Además se trata de una propuesta plateada por verdaderos expertos en la materia, el maese de campo Juan de Tejeda y Bautista Antonelli. Como dije páginas atrás, Antonelli había llegado al Istmo por primera vez en 1586 para estudiar la viabilidad de la mudanza del puerto de Nombre de Dios y, aparentemente, también el traslado de la ciudad de Panamá a otro sitio mejor. En esa ocasión Antonelli se dirigió a Panamá, donde dibujó el plano de la ciudad fechado en 1586. En su regreso a Panamá el año 1591, acompañado del maese de campo Juan de Tejeda, estudia nuevamente el caso de la capital y, desde La Habana, el 10 de febrero de ese año ambos ingenieros proponen mancomunadamente un proyecto de mudanza. Empiezan por fundamentar su recomendación a la Corona "para que se mudase la dicha ciudad de Panamá de donde está de presente por ser el lugar malsano y a veces suele tener tan poca salud como Nombre de Dios y lo causa estar situada la dicha ciudad en un bajo adonde vienen a morir todas las aguas que llueven y como 1.500 pasos tiene unas ciénegas de agua que con los grandes soles ~ienen a podrirse las aguas y dan muy malos vapores a la ciudad y esto causa muchas calenturas" 120 • En lo anterior no había novedad. Como tampoco la había en la propuesta para el sitio donde los ingenieros proponían hacer la mudanza, es decir, en La Rinconada, cerca de la boca del Río Grande, el río cuyas aguas sirven al Canal de Panamá por la vertiente del Pacífico, una idea que como vimos páginas atrás databa desde los mismos orígenes de Panamá. Pero resulta difícil establecer con seguridad el sitio de La Rinconada. En el reverso del plano de Panamá de 1586 se dibuja una línea sinuosa donde se indica un punto acompañado con el nombre de "ancón grande" que parece coincidir con La Rinconada, pero se trata de un 120

Carta de Juan de Tejeda y Batista Antonelli al rey, La Habana, 10.II.1591, AGI Patronato 26 Ramo 35.

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simple borrador que obviamente no pretende tener ningún rigor cartográfico. Por otra parte, los rellenos y la intensa acción humana que se ha desarrollado en el área la han perturbado a un grado extremo. Tomando en cuenta lo anterior, sólo es posible hacer una propuesta provisional, por lo que sugeriré, y lo hago con muchas reservas, que este sitio quedaría en las estribaciones occidentales del Cerro Ancón, es decir, entre las actuales áreas residenciales de La Boca y Balboa. Según el informe de Tejeda y Antonelli, La Rinconada "está dos leguas de esta ciudad y media legua de las islas o puerto de Perico, adonde vienen a surgir los navíos así los que vienen del Pirú como los que vienen de Nueva España y otras partes". Una de las ventajas de Río Grande consistía en tener "muy lindo sitio de sabanas de muy buena tierra escombrada que la bañan los vientos y alrededor no tiene ciénegas ni aguas encharcadas sino es el río que corre a la mar". Además, "del dicho Río Grande se podría sacar riego y se podrían hacer muchas huertas y podrían tener muchos regalos lo que no pueden tener estando adonde presente está poblada la dicha ciudad" 121 • La ciudad "se podría hacer junto al dicho río y cerca de la mar y poblándose aquí no sería necesario en la isla de Perico tanta fortificación de lo que tendría si se poblase en el Río Grande". Esta referencia alude obviamente a la propuesta para el islote formulada entonces por el presidente Alonso de Sotomayor y sugiere que Antonelli y Tejeda no la respaldaban, o al menos no de las dimensiones que proponía Sotomayor. Más adelante escriben que "mientras se hace un camino de las islas o puerto de Perico a Panamá se harán cuatro y más de las dichas islas de Perico al dicho Río Grande y con más seguridad aunque hubiese mareta, pues que el trecho es de media legua y en La Rinconada se podría hacer un muelle de piedra seca adonde pudiesen cargar y descargar los barcos y con el dicho muelle y una punta de tierra que sale de la dicha Rinconada no entraría mar que ofendiese a los barcos que allí estuviesen a la carga y descarga" 122 • La idea de unir por tierra el continente con las islas es muy claro. Se trata probablemente de la primera propuesta que se hizo en ese sentido. Dada la corta distancia de Panamá la Vieja a La Rinconada -"no es más de dos leguas de tierra llana"-, la mudanza se podría hacer sin "mucho gasto" pudiéndose transportar la madera, la teja y "hasta la clavazón", "y también se podrían llevar estos pertrechos por mar" 123 • Las ventajas estratégico-militares eran obvias. "Es muy bien que los puertos estén cerca todo lo más que se pudiere a las poblaciones donde tienen su comercio, pudiendo ser y no apartado como de presente está Panamá apartada del puerto de Perico, porque si viniese un corsario estando las naos con el oro y plata que baja del Pirú de Vuestra Majestad y de particulares en el puerto de Perico y la población adonde está de presente con gran dificultad podrían los de Panamá socorrer las naos o descargar el oro y plata con presteza por mar ni tampoco por tierra y si llegasen al Río Grande que es el trecho más corto que 121 122 123

Ibídem . Ibídem. Ibídem .

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hay de tierra firme a las islas o puerto de Perico y allí como estuviese despoblado y sin barcos que pudiesen pasar al socorro sería de ningún efecto y si dicen que descubriendo los navíos a la mar que con barcos pondrán gente en Perico y si hubiese mareta de ninguna manera se pueden embarcar por el tumbo de mar que hay en toda la playa. Este impedimento no habrá estando la población en el dicho Río Grande que con más presteza se puede echar gente en tierra en las dichas islas de Perico y descargar el oro y plata por ser el trecho de inas de media legua como tengo dicho y no haber el tumbo de mar que hay en Panamá y lo causa estar las tres islas de Perico delante como Vuestra Majestad podrá ver en la descripción de Panamá y el dicho puerto de Perico" 124 • Otra de las ventajas era la mayor cercanía de La Rinconada a la casa o aduana de Cruces, situada "como cuatro leguas a línea recta camino llano" 125 , es decir, un trecho mucho más corto que el existente desde Panamá la Vieja. Luego continúan explicando cómo financiar la mudanza. Otra importante ventaja era la cercanía de La Rinconada a un importante manantial de agua fresca en sus inmediaciones. Tejeda y Antonelli no mencionan El Chorrillo, a las faldas del Cerro Ancón, y probablemente ignoraban su existencia. De haberse mudado entonces la ciudad para La Rinconada, la población habría podido contar en sus inmediatas cercanías con una de las fuentes de agua fresca más valiosas de toda esa zona. Aprovechando la pendiente del cerro y la fuerza de la gravedad, desde este manantial las aguas habrían podido conducirse hasta alguna fuente situada en la ciudad y Panamá habría tenido su primer acueducto. Como veremos en el último capítulo, a mediados del siglo XVII la idea de la mudanza volvía a revivirse, proponiéndose el "sitio del ancón" como el más a propósito. La propuesta de La Rinconada cayó entonces en el olvido. Desde entonces el ancón fue la elección preferida y de hecho la única. Cuando se recibieron noticias del desastre ocasionado por Margan en 1671, una de las primeras soluciones que se plantearon para la reconstrucción de Panamá fue mudarla de sitio, coincidiendo todas las opiniones en que el mejor lugar era el "sitio del ancón". De manera independiente esta propuesta fue planteada por la Corte virreinal en Lima. Luego, la Corona le dio instrucciones al gobernador Antonio Fernández de Córdoba para que ejecutara el traslado a ese sitio. Entre los propios vecinos de Panamá existía un gran clamor en el mismo sentido. Se trataba, pues, de un tópico que obviamente había estado flotando en el ambiente desde hacía mucho tiempo. Al escogerse el "sitio del ancón" para establecer la nueva capital, uno de los factores decisivos fue su mayor cercanía a Perico, es decir, una de las razones que habían esgrimido Antonelli y Tejeda para justificar la mudanza. Sería interesante plantearse cómo habría sido la historia de la ciudad si se hubiese aceptado la propuesta de la mudanza de estos dos estrategas. Probablemente no habría corrido mejor suerte que Panamá la Vieja cuando fue atacada por Morgan, ya que tampoco ofrecía ventajas para una cerca de murallas. Pero sin duda se 124 125

Ibídem . Ibídem.

ESTRUCTURA URBANA, ARQUITECTURA CfVICA Y PROYECTOS DE DEFENSA

223

habrían evitado muchas enfermedades y muertes por insalubridad y ahorrado muchas pérdidas materiales en el trasiego de pasajeros, mercancías y tesoros, al poder contar con un puerto mejor en el Río Grande. Un proyecto como el de la mudanza suponía enormes esfuerzos materiales y no era una decisión fácil de tomar. Como era tan costosa y el Erario imperial andaba siempre en apuros, sería inevitable que una y otra vez la mudanza quedase pospuesta. Pero cuando no podía haber marcha atrás, dado el carácter perentorio de la reconstrucción, se actuó tan rápido como se pudo y finalmente la ciudad se trasladó a un costo ingente para el "ancón", donde se estableció la nueva Panamá.

CAPÍTULO VII

LA CIUDAD CONVENTUAL La conventualización de Panamá la Vieja Como en el resto de las capitales americanas, en Panamá la Vieja la arquitectura religiosa constituía el elemento dominante del tejido urbano. Dos ermitas situadas en el extrarradio -Santa Ana y San Cristóbal-, siete grandes conventos -La Merced, San Francisco, La Concepción, San Juan de Dios, La Compañía, Santo Domingo, San José- y la catedral, conformaban el gran programa arquitectónico que la Iglesia implanta en la capital, ocupando una extensión de cerca de 2,6 hectáreas y alrededor del 6,5% del total del casco urbano 1 • Estos edificios se encontraban dispersos en lugares estratégicos de la ciudad, ocupando las arterias más importantes -La Merced, San Francisco, San Juan de Dios, Santo Domingo, San José-, o calles que devienen céntricas como "la Empedrada", gracias a que pasaban junto a La Concepción y La Compañía. Al principio eran humildes casas de paja o casuchas de madera, que apenas ocupaban un pequeño solar dentro de una manzana. Pero al ir creciendo la ciudad y mejorar las condiciones económicas de los vecinos, las limosnas y donativos fueron a su vez acrecentándose, permitiendo a los conventos ampliar su área de ocupación urbana. Con ese constante flujo de nuevos recursos, pudieron ir expandiéndose, sobre todo desde principios del siglo XVII. Adquirieron solares contiguos e invadieron calles vecinas hasta ocupar manzanas enteras, como Santo Domingo, La Merced, La Compañía o San Juan de Dios. Algunos llegaron a ocupar hasta dos manzanas, como San Francisco y La Concepción. La voracidad de la arquitectura conventual por ocupar mayor espacio urbano fue característica de todas las capitales americanas del Imperio español y Panamá la Vieja siguió la regla2 • De hecho, he calculado unas Z,7 hectáreas de arquitectura religiosa para el intramuros de la nueva Panamá, una ciudad que replicó muchos aspectos de la ciudad vieja3 • Aunque mis medidas para la nueva Panamá son menos precisas y el recinto amurallado en el que se encontraba ofrecía un espacio menor, de cualquier forma también aquí la edilicia eclesiástica ocupaba un área considerable, de manera que en términos absolutos el espacio conventual de las dos Panamá era casi igual. En ambas ciudades, el volumen de la arquitectura religiosa era avasallador e imponente.

1 2

3

Baso estos cálculos en el plano de Roda de 1609 y en las medidas de las iglesias y conventos que me ha suministrado el Departamento de Arquitectura del Patronato de Panamá Viejo. Sobre este tema, Miguel A. Castillo Oreja y Juan Luis González García, "Ad maoiorem Ordinum gloriam: Arte retórica y propaganda en la historiografía conventual de la Ciudad de los Reyes (1600-1687)", en Barroco Iberoamericano, Territorio, Arte, Espacio y Sociedad, Sevilla, 2001, Vol. 2, pp.871-888. Cf. La Ciudad Imaginada, Cap. 11, p .39.

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La poderosa y, de hecho, masiva presencia de los conventos dentro de la trama ediliEDIFICIOS METROS cia, creó perspectivas y voluCUADRADOS metrías que dieron carácter a la Catedral 2.114 ciudad, que con razón podría denominarse una "ciudad conConvento de Santo Domingo 3.608 vento". Esta "conventualizaLa Compañía de Jesús 4.873 ción", según la acertada expresión de Ramón María Serrera4 , Monjas de la Concepción 6.918 jalonó el crecimiento urbano Convento-hospital de hacia extramuros -La Merced, San Juan de Dios 2.406 San José y las ermitas de Santa Ana y San Cristóbal-; a la vez, Convento de San Francisco 3.215 al ir los conventos apropiándo1.477* Convento de La Merced se de calles, solares y manzaIglesia de San José (no quedan nas, modificaron el trazado restos del convento) 442 reticular que establecieron los fundadores. TOTAL 25.053 El amplio espacio que ocuNota: *= Sólo el área de la iglesia. Juan B. Sosa conjepaban estos conventos-iglesias tura que el de La Merced era el convento que -con un promedio de cerca "ocupaba el área más extensa" (op. cit., p.58). de 3.300m2- permitía en el inFuente: Departamento de Arquitectura del Patronato terior de sus claustros la consde Panamá Viejo. trucción de grandes aljibes externos, como el de La Concepción, y de pozos o de aljibes subterráneos, como en San Francisco, y al parecer Santo Domingo, aunque éstos todavía no se han estudiado. Tenían también huertas, caballerizas y depósitos para guardar alimentos. Además, debían contar con numerosas celdas para alojar a los religiosos o religiosas, amplios refectorios donde pudieran hacer vida común durante las comidas mientras escuchaban alguna lectura edificante, o pabellones para los enfermos como en el de San Juan de Dios. Es decir que cada convento constituía una ciudad en miniatura, con gran autonomía para administrar su régimen interno y relativamente autosuficiente para garantizar su subsistencia. La gran dificultad que presenta el estudio de la arquitectura religiosa es la falta de fuentes documentales. Las excavaciones arqueológicas o el estudio arquitectónico de las ruinas, permiten discernir sobre sus estructuras, sus dimensiones, algunas características constructivas y materiales empleados, así como otros aspectos de este tenor. Sin embargo, debido al fuego de 1671, a la implacable acción del tiempo y al proceso depredatorio que sufrieron desde el abandono de la ciudad en 1673, cuando las propias comunidades se fueron llevando piedra a piedra las quicialeras, las jambas, las rafas, las columnas, y casi cualquier cosa tallada en piedra que mereciera la pena desmantelar, en la actualidad apenas es posible figurarse los valores arquitectónicos y estéticos que alguna vez tuvieron. Una excepción es la iglesia de La Merced, cuya portada fue trasladada completa para colocarla en el templo mercedario de la nueva Panamá. ÁREA DE LOS CONVENTOS E IGLESIAS DE PANAMÁ LA VIEJA

4

"Las Indias españolas en el siglo XVII", en Antonio Domínguez Ortiz, director, Historia de España, vol. 8, Barcelona, Ed. Planeta, 1995, pp.400-408.

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También cabe mencionar el caso de la escalera de piedra de la catedral, que según la tradición fue colocada en la iglesia de Santa Ana, en el arrabal de la nueva capital. Se sabe por otra parte, gracias a una relación del obispo Antonio de León en 1677, que se gastaron 14.000 pesos en el trabajo realizado por ocho peones en el desmantelamiento y traslado en barcadas de las campanas de la torre de la catedral y de diversos materiales de construcción que se transportaron a la nueva Panamá5 • Lo mismo había ocurrido con los materiales del convento de las concepcionistas 6 , y seguramente con todo lo que podía aprovecharse para la construcción. Era comprensible que así sucediera, ya que los materiales de construcción, sobre todo los de cantería, eran sumamente costosos y el transporte resultaba relativamente fácil y barato, pues bastaba con llevarlo a la cercana orilla en marea alta, y transportarlo en canoas a la nueva Panamá, situada a pocos kilómetros de distancia. De hecho, según el padre jesuita Bernardo Recio, quien fue rector de La Compañía en Panamá de 1750 a 1760, las ruinas de Panamá la Vieja llegaron a convertirse en una suerte de cantera para abastecer de materiales de construcción a la nueva Panamá, y todavía muy avanzado el siglo XVIII algunos negros y mulatos seguían ganándose la vida arrancando piezas de cantería y deshaciendo muros7 • Recio se encontraba en Panamá cuando un tal Ambrosio murió aplastado por un "arco de ladrillo de bello calibre, de la iglesia y convento de San Francisco", que le cayó encima cuando trataba de deshacerlo a pico. También Recio visitaba con frecuencia las ruinas "por el fin que iban otros muchos vecinos, esto es, a sacar de sus ruinas materiales para las nuevas fábricas", ya que a la sazón él se encontraba construyendo la iglesia de La Compañía, "en cuya nueva iglesia estaba empeñado", escribeª. Todavía entonces se contemplaban "unos edificios todavía tan altos y medio enteros; pues fuera de la iglesia mayor, que demostraba grandeza, y las casas de la ciudad, que ostentaban magnificencia, veíase aquí en la iglesia de Santo Domingo algunas pinturas, que adornaban todavía sus paredes; en la iglesia de monjas de La Concepción, un arco hermosísimo, y en unas y otras partes grandes rastros y reliquias de la antigua grandeza" 9 • En cuanto al mito del retablo mayor de San José -el llamado "altar de oro"-, que el vulgo desea suponer de "oro macizo" (!),y que se cree originario de Panamá la Vieja, su factura barroca, característica de las primeras décadas del siglo XVIII, evidencia que fue realizado con mucha posterioridad a la destrucción de la ciudad, hipótesis que han sugerido especialistas como el historiador del arte Héctor Schenone10 • De hecho, se ha propuesto como fecha de construcción la década de 1730, es decir más de medio siglo después del ataque 5 6 7

8 9 10

Lo cita Juan B. Sosa, op. cit. pp.55-56, nota 2. Ibídem, nota 3. Compendiosa Relación de la Cristiandad de Quito, C.S.I.C. Instituto Santo Toribio de Mogrovejo, Madrid, MCMXLVII, (121). Ibídem (120). Ibídem. Jorge E. Horna, "Retablos barrocos en la ciudad de Panamá: Capilla de Santo Domingo y la Iglesia de San José", en Symposium Internazionale sul Barocco Latino Americano, Roma 21 /24 Aprile 1980. Resúmenes, p . 16. Estoy en deuda con Alfredo Morales Martfnez por esta información.

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de Morgan. La leyenda de los monjes josefinos afanándose por pintar de negro su altar dorado para que no lo robase el pirata, carece de fundamento y sólo puede aceptarse con indulgente benevolencia. Los documentos o planos que se acumulaban durante la construcción o las reparaciones realizadas en las iglesias y conventos, debían reposar en la propia comunidad y salvo rara excepción eran copiados para enviarse a España. No constituían documentos oficiales ni estatales que debían remitirse al Consejo de Indias para pedir aprobación, aunque podían enviarse, siempre excepcionalmente, cuando se solicitaba alguna ayuda económica para empezar o completar la obra, o para exhibir los méritos de lo que se había construido con fondos de las Cajas Reales cuando tal era el caso, como sucedió sobre todo con la catedral. En consecuencia, es extremadamente escasa la documentación que sobre la arquitectura religiosa ha llegado hasta nosotros. Un grabado de Exquemeling muestra las únicas imágenes conocidas de iglesias y conventos de Panamá la Vieja (ver p. 323-324 y págs. a color), y las únicas plantas conocidas son las del plano de la ciudad de 1586, que son muy escuetas ya que no son propiamente plantas arquitectónicas, y que comentaré luego. Por excepción, para la nueva Panamá se han conservado varios juegos de planos de la catedral y una "perspectiva" del convento de La Concepción, ambas del siglo XVIII, pero nada más. Un texto hace referencia a un plano de la catedral enviado en 1676, pero éste se ha perdido 11 • Para el interior del país sólo se conoce un plano del convento-hospital de San Juan de Dios en Santiago de Veraguas por el gobernador Bejarano. Los textos conocidos, incluso para la catedral, siempre la mejor documentada, suelen reducirse a describir el mal estado en que se encuentran los edificios con referencia a tal o cual elemento desplomado o derruido, como el coro, las paredes, o el techo, los materiales con que se construyeron o se construirían y el dinero que se requiere para las reparaciones o lo que se ha gastado. También se hacen ocasionales referencias a los profesionistas que se contrataron, el monto del contrato, y los trabajos que se habían realizado. Pero casi siempre se trata de referencias textuales muy someras, sin el respaldo de planos o alzados. En ese sentido, la situación es muy similar a los edificios municipales, como el Cabildo o El Taller. Como en este caso, apenas podemos responder a preguntas como cuándo se concluyó la construcción de tal o cual convento o iglesia, cuánto costó, o los daños que sufrieron en tal o cual incendio o en el terremoto de 1621. Para figurarnos algunos de los elementos característicos de estos edificios, apenas disponemos de unos cuantos manuscritos y de los textos de Requejo Salcedo, Berna! de Contreras, Diez de la Calle, o el padre jesuita Pedro de Mercado. Esta mínima información podría complementarse, aunque sin abusar, remitiéndonos a los cánones arquitectónicos de la época en materia eclesiástica. Sobre esta precaria base pueden proponerse alzados, fachadas, acaso dibujos de portadas, pero todo en un plano puramente especulativo e imaginario cuya utilidad es más didáctica que científica. Resumiré lo poco que la documentación ha revelado sobre estas iglesias y conventos, destacando lo esencial. n Lo remitía el obispo Antonio de León en carta al rey de 8.X.1676, en respuesta a orden de la reina, AGI Panamá 79. Por el despacho real del 17.11.1673 que autorizaba la mudanza a la nueva Panamá, la Corona se comprometía a costear la construcción de la nueva catedral. Se calculaba el costo de la obra en 200.000 pesos, aunque fue poco lo que entonces se hizo .

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La catedral El solar destinado para catedral debió elegirse en el mismo momento en que se trazó la retícula fundacional. En el sitio escogido no tardó en levantarse una somera construcción pajiza donde se oficiaría la primera misa, sin que conste cuándo se hizo una cosa o la otra. Probablemente se llevaron algunos ornamentos litúrgicos de la iglesia que fungió como catedral en Santa María la Antigua. Pero no fue hasta la llegada del obispo fray Tomás de Berlanga en 1535, cuando empezó a construirse formalmente el edificio catedralicio. Para la obra, "sabiendo la necesidad que en Panamá había de albañil", Berlanga contrató en La Española al maestro alarife Antón García, aunque esto le creó problemas a ambos porque el obispo se lo llevó sin las correspondientes licencias 12 . El edificio que probablemente se construyó sería de madera, pequeño y de aspecto humilde, conservando esta apariencia hasta que fue destruido por el devastador incendio del 15 de febrero de1540, que también destruyó el Cabildo como ya he mencionado. Como resultado del incendio, Berlanga inició un nuevo proyecto para construir la catedral, que esperaba hacer de mampostería. Quiso aprovechar la ocasión para escoger un mejor emplazamiento en el entorno urbano, ya que la primitiva catedral se encontraba "en parte donde no tiene vista", sin que se sepa con precisión a qué se refería esta carencia y en qué sitio exacto quedaba. El proyecto se traslada entonces a "la delantera de la plaza, donde ella tuviera vista e honrara e adornara mucho la plaza y esa cuidad", según lo ordenó una R.C. del 15 de abril de 1540. El nuevo sitio había sido reservado previamente para el edificio del Cabildo secular13. Para ejecutar su empresa, Berlanga reclutó en Sevilla a los mejores albañiles y canteros que pudo, y bien pertrechado de herramientas, ornamentos litúrgicos y toda la parafernalia que necesitaría para la nueva catedral, zarpó para Panamá el 4 de noviembre de 1540. Le acompañaban además varios familiares. Pero la expedición tuvo un final trágico al naufragar dos de los barcos a diez leguas de Ada, ahogándose varios de sus parientes y cuatro esclavos, "uno de ellos que me costó 250 ducados por ser de los mejores albañiles de Sevilla". Algunos operarios perecieron tratando de salvar sus herramientas. Pero el intrépido obispo, famoso por haber introducido el guineo en La Española y descubrir las islas Galápagos, logró salvarse, asiéndose a un madero junto con otro fraile, el conquistador Julián Gutiérrez y una sobrina suya. Todo se perdió en el naufragio, incluyendo "los órganos, imágenes y ornamentos, y los hábitos de los frailes". Llegado a Ada, entonces un misérrimo pueblo de sólo diez vecinos, escribió al emperador informándole de lo sucedido14 . De allí cruzó el Istmo por tierra hasta llegar a Panamá. Ya sin herramientas y con muy pocos operarios, en el nuevo sitio designado para la catedral probablemente sólo pudo levantar una obra modesta de madera y teja. Pero esa fue la catedral durante los siguientes cuarenta años. 12 Sobre García, carta del Cabildo eclesiástico de Panamá, 25.IV.1535, BAHM, Col. Muñoz, T.80, fol.126.

13 Esta R.C. en AGI Panamá 235, lib. 11, fols. 130-131. 14

Carta de Berlanga al emperador, Ada, 4.ll.1541, AGI Patronato 194, R. 60. Hay copia en BAHM, Col. Muñoz, T. 82, fol. 228.

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En efecto, en 1578, cuando llegó el nuevo obispo fray Manuel de Mercado Aldrete, encontró la catedral en estado ruinoso, de una sola nave y de madera y teja. Escribió: "hallé una iglesia de tablas desportillada y podrida y muy sujeta a robos e incendios y a todo género de profanidad, tanto que está no menos digna de llorar que de temer, y con esto está dicha iglesia tan pequeña que un día de procesión y sermón generalmente no cabe en ella la tercia parte de la gente del pueblo. Demás de esto es tan pobre de fábrica que ni esta ni las limosnas de los vecinos bastan para su reparo" 15 • Para los mismos días el Cabildo catedralicio escribe al monarca en términos parecidos: "porque a causa de ser las paredes con todo lo demás de tabla, como lo son todos los edificios de esta ciudad, está en grandísimo peligro de ser profanada porque no cuesta más que quitar una tabla con gran facilidad y entrar con la misma a cometer cualquier maleficio". Se temía que los negros cimarrones, entonces muy numerosos, "que casi las más noches suelen venir a la ciudad", entrasen impunemente a la catedral para robarla, "como ya lo ha sido y hurtado coronas de oro y plata y la imagen de Nuestra Señora, sin otras cosas que cada día faltan de la dicha iglesia" 16. Se quejaban de que la fábrica era "pobre", y "ser tan pequeña que un día de fiesta y procesión y sermón general apenas cabe de tres partes la una de la gente del pueblo"; además, la madera de la catedral era "muy sujeta a corrupción, tanto que tiene necesidad cada día de nuevos reparos y por consiguiente mucha costa". Concluían diciendo el Cabildo que era preciso hacerla "de piedra, de que en esta ciudad hay mucha abundancia" 17 • Otra queja de los prebendados era que la catedral "está edificada al revés por estar del cierzo al mediodía" 18 • Es decir, construida de Norte (cierzo) a Sur (mediodía). Si estaba "al revés" podría suponerse que los prebendados habrían deseado que estuviese orientada de Sur a Norte, en cuyo caso su fachada estaría mirando hacia el mar. Esto podría explicar la actual posición de la torre. Como se sabe, desde la Edad Media lo normal era orientar las catedrales hacia el Este, de manera que la capilla mayor estuviese colocada en esa dirección para que el astro rey iluminara durante la mañana el presbiterio en tanto que "Dios es la luz del mundo" 19 • Siendo así, la catedral no estaba "al revés", sino de lado, ya que estaba orientada no al Este o al Oeste, sino de Norte a Sur. Por otra parte, las torres de las iglesias suelen encontrarse junto a su portada principal o a sus "pies" y contiguas al atrio, pero la torre de la catedral de Panamá la Vieja se encuentra junto al ábside y al lado de la capilla mayor, es 1s Carta al rey, Panamá, 15.V.1578, AGI Panamá 100. Dice el obispo que había llegado a su diócesis hacía "tres meses poco o menos" y que estaba "visitándolo". 16 Firmaron la carta el chantre y dos canónigos, Panamá, 10.V.1578, AGI Panamá 102. 17 Ibídem . También el obispo Mercado pedía hacerla de piedra en carta al rey de Panamá, 21.X.1578, AGI Panamá 100. Uf" Ibídem. 19 Agradezco esta información a Rafael López Guzmán.

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decir en la testera. Lo cierto es que se ignora si esta torre ya existía cuando escribían los prebendados en 1578. Si era así, y se esperaba corregir la orientación de la catedral, probablemente se dejó la torre donde estaba originalmente, para que de esa manera la catedral pudiera quedar orientada hacia el Norte, quedando en consecuencia la torre en su parte posterior. Después de todo, una torre de mampostería, si es que ya para entonces era de este material, y considerando los altos costos de construcción y la escasa mano de obra calificada, era mejor dejarla donde estaba que construir otra nueva. Si se hubiese querido acomodar en el mismo solar, mirando al Este, la catedral habría quedado dando las espaldas, cabecera o testera, a la plaza mayor, lo que tampoco era muy canónico ni práctico. De hecho, su fachada habría quedado mirando hacia las casas del barrio comercial y el puerto de La Tasca. Por otro lado, si se hubiese ampliado, como ya para entonces se requería, habría tenido que montarse sobre una calle importante y ocupar uno o más solares de vecinos, creando un serio problema urbano y de circulación en una zona comercialmente muy activa ya que era el barrio situado en las proximidades del puerto y de las Casas Reales. La posición de la catedral respecto de la plaza también tiene una explicación. Esta posición de lado a lo largo de la plaza seguía la norma que había recomendado Frances Eximenic en El Crestiá (escrito entre 1381 y 1386), a saber, que las catedrales debían evitar situarse de cara a las plazas mayores, o donde quedase el cadalso, o el mercado, a fin de que las actividades que se escenificaban en la plaza no ofendiesen la dignidad de la iglesia o perturbasen lo·s oficios divinos. Sobre todo los ajusticiamientos en el "árbol de la justicia", rollo o picota en el centro de la plaza mayor, ya que "Eclessia abhorret a sanguini". En muchas catedrales americanas se cumplieron estas indicaciones y Panamá siguió la norma20. Así están situadas algunas iglesias coloniales del Interior, como Parita y Los Santos. La parroquial de Portobelo tampoco miraba a la plaza mayor del pueblo. Pero en cambio, la catedral de la nueva Panamá mira directamente a la plaza mayor y en dirección Este. La de Natá también tiene la fachada hacia la plaza. De modo que en el Istmo no existió en ese sentido un patrón fijo. Por otra parte, tampoco en Panamá la Vieja existió una norma fija para la orientación de las iglesias. La de Santo Domingo tiene su fachada hacia el Norte, la de San José hacia el Sur, La Compañía hacia el Este, La Concepción hacia el Oeste, La Merced, San Juan de Dios y San Francisco hacia el Sur y la ermita de Santa Ana hacia el Este. Dicho lo anterior, cabe preguntarse si el obispo, el Cabildo y los alarifes trataron de ajustarse a la normativa que había hecho circular Carlos Borromeo a partir de las reformas tridentinas. Decía así: "Ahora bien, el sitio de esta capilla [mayor] debe elegirse en la cabeza de la iglesia, en el lugar más elevado por cuya región esté la puerta principal; su parte posterior mire en línea recta hacia el oriente, aunque los domicilios del pueblo estén por la parte de atrás. Y no se sitúe nunca completamente hacia el oriente solsticial, sino hacia el equinoccial".

20

Cf. Jaime Salcedo Salcedo, op. cit., p . 41.

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El casco urbano. Se observa la orientación de la catedral ("iglesia m[ay]yor") hacia el Norte. Al Sur "Casa de Cabildo" y la bahía; al extremo Oeste, "los teatinos" (jesuitas); al Norte, "St. Domingo"; al centro la "Plai;a"; al Este, el puerto y las Casas Reales. Detalle del plano de Panamá de 1586.

Esta disposición no hacía otra cosa que confirmar una tradición que hundía sus raíces en la Edad Media, como ya hemos visto. Pero si no era posible reorientar la iglesia en ese sentido, y tal era el caso de la catedral panameña, Borromeo ofrecía otra opción: "Pero si de ningún modo puede haber tal posición, la edificación de aquella podrá volverse hacia otra parte, mediante el juicio del obispo y con su permiso; y entonces al menos cuídese esto: que no mire claramente hacia el norte sino hacia el sur, si puede hacerse. Pues bien aquella [la capilla mayor] deberá construirse hacia el occidente, donde, según el rito de la iglesia el sacerdote suele hacer el sacrificio de la misa en el altar mayor, con el rostro vuelto hacia el pueblo. Esta capilla esté abovedada; además adórnese con decoro mediante obra de mosaico, o mediante otra especie de pintura o estructura ilustre, según el tipo y dignidad de la iglesia que se edifica" 21 • La indicación es bastante confusa, aunque parece entenderse que lo ideal era que la cabecera de la iglesia se orientase al Oriente y la fachada a los pies o 21

Carlos Borromeo, "Instrucciones de la fábrica y del ajuar eclesiásticos", Introducción, .. traducción y notas de Bulmaro Reyes Coria, Nota preliminar de Elena Isabel Estrada de Gerlero, Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1985, p . 15. Estoy en deuda con Alfredo Morales Martínez por esta información. Corchetes y cursivas mías.

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Poniente, pero si no se podía, entonces, como lo indica la frase del texto en cursiva, habría que situar la capilla mayor al Sur y la fachada al Norte, de manera que tenían razón los canónigos cuando decían que la iglesia estaba "al revés". Al reorientada con la fachada hacia el Norte (como quedó después de las intervenciones de 1578), no se hizo otra cosa que colocarla correctamente, al menos según la segunda opción tridentina. El hecho es que para 1578 ya la vieja catedral resultaba demasiado estrecha e inapropiada, sobre todo para una ciudad que había empezado a convertirse en una dinámica urbe comercial con varios miles de feligreses y un creciente trasiego de gente de paso. A las quejas de los prebendados y del obispo se sumó el Cabildo secular, y se levantó una información para conocer el dictamen de los maestros carpinteros, a los que se agregó el maestro mayor de carpintería de las Casas Reales Martín de Moguruza22 • A estas quejas, la Corona respondió con la R.C. de Badajoz del 7 de julio de 1580, ordenando construir la nueva catedral y ofreciendo cubrir un tercio del valor de la obra con los fondos de las Cajas Reales de Panamá, mientras que los vecinos y los indígenas, correrían con los dos tercios restantes23 • Se ignora cuándo se concluyó la nueva obra; solo se sabe que no se hizo de mampostería, sino de madera y teja. En este punto de la historia edilicia de la catedral acude en nuestro auxilio un testimonio decisivo: "La Planta y Prospitiva de la ciudad de Panamá", de 1586 (ver p. 232). Este plano muestra con toda claridad la orientación de la catedral y la ubicación de los principales elementos del edificio. Su torre, con una cúpula coronada por una cruz, la cabecera y la fachada principal, se encuentran ya en el mismo sitio que ocupan en la actualidad. La planta evidencia un vano en la fachada principal que da a la Calle del Obispo, y dos vanos laterales, tal como todavía se aprecia hoy y lo describen los textos del siglo XVII. Entre la fachada principal y la Calle del Obispo hay un amplio espacio, lo que podría sugerir que el edificio se extendió hacia esa calle posteriormente. La planta catedralicia que aparece en el plano de Antonelli, con ser muy escueta, parece pues sugerir que el proyecto de construir una nueva catedral ya había materializado para 1586, dejando el edificio en la posición que conservó durante el resto del período colonial y, como vimos, conforme a la reglamentación tridentina. La "Descripción" de la Audiencia de 1607 explica, refiriéndose a la catedral, que "todo su edificio es de madera". La nueva obra era de 56 varas de largo por veinte de ancho. Tenía tres naves: la mayor, con 10 varas de ancho y las laterales con 5 varas de ancho. Además del altar mayor, tenía otros cuatro: el de la Pasión, de Nuestra Señora de la O, de Nuestra Señora de la Concepción y el de las Ánimas. El coro quedaba en el suelo, la pila de bautismo al Levante (o al Este) y el órgano al Poniente (o al Oeste)24 • Sin embargo ya para 1610 la catedral se encontraba en muy mal estado y, durante la administración diocesana del fraile agustino obispo Agustín de Carvajal, la torre se vino al suelo. Como escribía el obispo Carvajal, la capilla mayor estaba desplomada "de suerte que amenaza la misma ruina con que su torre vino al suelo, por cuya falta están las campanas vergonzosamente colgadas 22 23 24

Esta "Información" es del 6.V.1580, AGI Panamá 62 Registro Cedulario, AGI Panamá 229, lib. l. Op. cit., p. 207.

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de una horca que las levanta poco más de un estado" (unos seis pies). Estaba mal provista de ornamentos, "y éstos gastados y tales que no hay parroquia en España tan pobre que no se ofendiese del uso de ellos" 25 • En vista del estado de decrepitud en que se hallaba la iglesia mayor, los vecinos, característicamente, empezaron a ofrecer cuantiosas limosnas, que fue acumulando el Capítulo catedralicio con el propósito de iniciar la construcción de la catedral en piedra. Juan de Carrión donó a la Iglesia 150.000 pesos. Los capitulares construyeron cuatro casas de alquiler que producían una renta para las obras de 1.000 pesos anuales. En 1613 ya se habían fabricado para la obra 23.000 ladrillos. Sin embargo, las constantes dificultades que presentó el obispo, en permanente conflicto con el Capítulo, impidieron que la construcción avanzara. De hecho, los capitulares responsabilizan al obispo por el estancamiento de la obra. Le acusan de distraer los fondos en un Seminario al que se refieren con sorna: "Buscó seis muchachos y los metió en la casa que el obispo llama seminario". La totalidad de los ladrillos que habían recogido, los "prestó" el obispo a los conventos o los vendió a los vecinos. De esa manera, la fábrica de la catedral no lograba progresar y todo los esfuerzos realizados se habían perdido 26 • Finalmente, ese mismo año, el obispo Carvajal fue promovido a Guamanga y abandonó Panamá sin que durante su administración se hubiese hecho prácticamente nada por mejorar las condiciones del edificio catedralicio. Así, cuando llegó el obispo siguiente, fray Francisco de la Cámara, la catedral amenazaba ruina, algunas paredes estaban desplomadas, el techo goteaba y "hecha una ciénega de las goteras, que no se atrevían a entrar los vecinos en ella por el peligro y mal olor de los cuerpos que en ella se enterraban" 27 • Tuvieron que aplicarle veinte puntales para mantenerla en pie. Finalmente, durante su período, empezó a construirse el templo enteramente de nuevo, esta vez de mampostería28 • La obra pudo levantarse gracias al tercio que cubrieron las Cajas Reales, según lo dispuesto en la R. C. de 1580, y las limosnas de la feligresía, sobre todo las aportaciones que hicieron algunos vecinos pudientes, como el presbítero Agustín Ribero, quien estuvo a cargo de las obras entre 1612 y 1618, cuando tuvo que abandonarlas por haberse enemistado con el obispo 29 • Según la Probanza de Méritos que presentó en 1618 para aspirar a una prebenda, Ribero había gastado de su bolsillo "más de 16.000 pesos en esclavos para cortar madera en el monte para la catedral". Con esa enorme suma podía haber comprado entre 30 y 40 esclavos varones adultos y fornidos. Sin embargo, esta madera resultaba muy difícil de extraer por los ataques de los indios cunas, que hostilizaban la región maderera de Bayano. También había contratado al cantero Cristóbal de Armiñán para la construcción en piedra de las tres portadas de la catedral. La portada principal estaba concluida en 1618 y las otras dos ya estaban prácticamente terminadas 30 • 25 26

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29 30

Carta al rey, Panamá, 25.VIl.1610, AGI Panamá 100. Carta del Capítulo catedralicio, de Panamá 27.VII.1613, AGI Panamá 102. Requejo Salcedo, op. cit., p. 28, lo que repite en p. 36. Ibídem, p. 28. Carta del padre Ribero al rey, Panamá 29.VI.1617, AGI Panamá 47. Declaraciones en Panamá, 7.VII.1618, de los testigos capitán Nicolás Martínez Montenegro, quien conoció a Hernando Ortíz desde cuando se encontraba en Italia, y del deán Francisco de Ribera Bustamante, en la Probanza de Agustín Ribero, AGI Panamá 104.

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Armiñán era probablemente el cantero y alarife más prestigioso y competente del reino, ya que también sería contratado para la construcción del Puente del Rey y de la Aduana de Portobelo31 , aunque son las portadas catedralicias su primera obra documentada en PanaFirma de Cristóbal de Armiñán, má. Por las tres portadas de la catedral Ribero año 1629 le pagaría 5.150 pesos. Además, según un testigo, Ribero "estaba dispuesto a gastar hasta 20.000 ducados de su hacienda si se le daba la capilla del Cristo de la catedral y hacerla de piedra, para su entierro, porque es muy rico y poderoso". Había levantado la catedral "desde sus cimientos" y ya en 1618 tenía construido en piedra "el cuerpo de la iglesia casi hasta la mitad y la portada principal está acabada, todo de su propio caudal" 32 • Lo anterior evidencia que fue durante la mayordomía de Ribero cuando realmente la construcción de cal y canto de la catedral empezó a avanzar. La presencia de Armiñán podría sugerir que fue a este cantero y alarife a quien se le encargó la restante obra de cantería de la catedral y que acaso fuese él quien, finalmente, construyó gran parte del templo. De hecho, en las detalladas listas de maestros y oficiales de la construcción de la "Descripciones" de 1607 y 1610, no aparece ningún cantero, lo que sugiere, por un lado, la escasez de profesionistas de la piedra, y por otro, que Armiñán llegaría después de estas fechas. Era en efecto, muy difícil conseguir canteros en Panamá. Los canteros Martín de Beas, Lastra y Martín de Moguruza, cuyo trabajo tanto complacía a Bautista Antonelli y que llevó de España para las fortificaciones de Portobelo en la década de 1590, probablemente ya habían fallecido 33 • Sin embargo, como vimos en el capítulo anterior al discutir la refacción de las Casas Reales después del terremoto de 1621, además de Armiñán existía otro maestro cantero, Diego Sosa, quien fue contratado para esta obra. Lo anterior podría sugerir que la presencia de estos dos canteros alentó a los vecinos y a las autoridades a emprender las numerosas obras de mampostería y cantería que caracterizaron la construcción en la ciudad entre las décadas de 1610 y 1640. Probablemente cuando Armiñán se avecindó en Panamá, se presentó como un humilde cantero, pero a medida que fue aumentando su cotización y prestigio, con la, al parecer, solitaria competencia de Sosa, empezaría a anunciarse como alarife (o constructor) y finalmente, con audacia creciente, como contratista de obras mayores, como la Aduana o el Puente del Rey, para mencionar sus dos obras más notables y mejor documentadas. Entonces ¿por qué no la catedral? Sin embargo, su construcción debió avanzar muy lentamente, sobre todo al retirarse Ribero. En 1622, los prebendados se quejaban de que 31

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Sobre Armiñán como alarife del Puente del Rey y de la Aduana, Alfredo Castillero Calvo, "La Aduana y Contaduría de Portobelo", y "La Aduana y Contaduría de Portobelo. Siglos XVI-XVIII", ya citados en los capítulos V y VI. Probanza de Ribero, ya citada. Otros testigos fueron Andrés Pérez de Salinas, Lic. Francisco Bósquez de Toro, el Cap. Juan de la Fuente Almonte, Antonio Silvera de la Cerda, el abogado Lic. Luis de !barra y el cap. Gaspar de Zurita. Cartas de Antonelli del 2.II.1596 y 11y13,lll,1596, en los Autos sobre traslado de Nombre de Dios a Portobelo, AGI Panamá 44.

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"la capilla mayor esta toda en el suelo, por cuya causa los oficios de su altar mayor se hacen en el cuerpo de la iglesia, que se hubiera venido al suelo con el temblor grande pasado, a no hallarla un poco levantada las paredes en que estriban. Así está toda apuntalada y cada día se teme una grande ruina, por cuya causa está desaparroquiada y no acuden los vecinos a asistir a los divinos oficios ni se dignan de entrar ni entrarse en ella" 34 • Lo peor de todo es que, como resultado de esto, los vecinos preferían dar sus censos y capellanías a los conventos, eternos rivales financieros de la iglesia mayor. A Ribero le sucedió como mayordomo de las obras el deán Francisco de Ribera Bustamante, que también se querelló con el obispo35 • Estaba al frente de las obras en 1619 y continuaba diez años más tarde, habiendo contribuido de su bolsillo con 2.000 pesos36 • El Cabildo secular aportó 2.000 pesos y el obispo De la Cámara legó a su muerte 4.000 pesos. Pero es obvio que la obra marchaba lentamente, pues como acabamos de ver, durante el terremoto de 1621 la catedral se encontraba todavía en construcción. Sin embargo sus paredes pudieron resistir el sismo 37 • Ya estaban construidos, aunque en tierra, dos vanos para puertas cuyos ~arcos eran "de obra corintia", la capilla mayor, la sacristía y "otras oficinas", que tampoco sufrieron daños. Se trataba, obviamente, de las portadas de Cristóbal de Armiñán, aunque Requejo sólo menciona dos portadas de las tres que contrató Ribero con el cantero. Mientras avanzaba la obra, el viejo edificio de madera fue demolido y la función catedralicia fue trasladada a La Compañía el 20 de agosto de 1626. Finalmente, ya terminada la catedral, el 29 de septiembre de 1629, el Santísimo Sacramento se trasladó a ella "con muy solemne procesión y fiesta" 38 • El nuevo templo medía, como ya mencioné, diez lumbres de largo, o 41 metros, es decir poco menos que el edificio anterior. En su mayor parte era de cal y canto, con pisos de ladrillo, artesonado de madera y techo de tejas sostenido sobre largas pilastras de cedro apoyadas en bases de cantería. Su componente más sobresaliente era la inmensa mole de su torre de tres cuerpos, de diez metros de largo cada uno de sus cuatro lados y 30 metros de altura. Era notable no sólo por su impresionante volumen sino también por su extraña posición junto a la testera y el ábside de la catedral. Por su parte Pedro de Alarcón, un vecino acaudalado que asumió la mayordomía después del deán Ribera Bustamante, y del que me ocuparé más adelante, "la asistió hasta acaballa con su torre, supliendo muchos pesos de su hacienda "39. Gran benefactor de la iglesia, Alarcón adquirió en remate a censo la antigua casa del obispo en 1640, probablemente para continuar ayudando al mantenimiento de la catedral. Si hemos de creer a Requejo, fue él quien concluyó el templo. Requejo describía la catedral con entusiasmo en 1638: 34

Carta de los prebendados, Panamá, 20.XIl.1622, AGI Panamá 102. Testimonio de autos sobre construcción de la catedral, Panamá, 25.X.1619, AGI Panamá 378. 36 Información presentada por el deán Ribera Bustamante en 25.X.1619, acompañada de petición suya de 1627, AGI Panamá 102. W Requejo Salcedo, op. cit., p. 53. 38 Ibídem, pp. 17-18. 39 Ibídem, p. 28. 35

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"Está reedificada de nuevo, muy capaz para la vecindad de la dicha ciudad, de cantería y mampostería toda, enladrillada, con tres anchas naves de bastante longitud, de diez lumbres, con estantería de un palo fortísimo que produce la tierra, llamado María, con vasas de cantería y su enmaderamiento muy bien labrado de cedro" 40 • La cerca del coro era de cedro, con su sillería y balaustrada de cocobolo. La tribuna para el órgano también era de cedro. "Las capillas colaterales[ ...] engrandecen y ensanchan la iglesia". El arco toral de la capilla mayor era de cantería. El altar mayor donde estaba colocado el sagrario era dorado. La torre era ''bien alta de tres cuerpos, encadenada de sillares y mampostería, con seis campanas consagradas [en 1619], que su sonido consuela en las tempestades, y toda ella hermosea y adorna la ciudad" 41 • La capilla mayor quedaría al Sur. Tenía las siguientes capillas con sus altares "muy bien adornados": Santísimo Sacramento, Nuestra Señora de la Concepción, Ánimas del Purgatorio, San José, Nuestra Señora de los Reyes, Nuestra Señora de la Antigua, Nuestra Señora de la O y San Sebastián42 • La capilla del Cristo, que había soñado Agustín Ribero para su tumba, y que probablemente había existido en el templo anterior, ya no existía más. Las más notables eran las dos capillas situadas respectivamente en los muros del Evangelio y de la Epístola. La de Nuestra Señora de la Concepción tenía un altar colateral del lado de la Epístola, es decir, hacia el Oeste. Según Requejo, lo había costeado su mayordomo y era el mejor de la catedral, "con la imagen de la Concepción, muy devota, en un retablo principal, muy bien dorado". Tenía frontales para el altar, colgadura y seis candeleros medianos de plata43. La capilla de las Ánimas se encontraba en la pared del lado del Evangelio, hacia el Este. Era de piedra, con dos arcos de cantería "que se sustentan sobre una columna bien formada, de lo mismo, con su basa y cornisas, y sobre otros dos medias embebidas en las paredes de los lados". Se subía a la capilla por una grada de sillería. En su altar se encontraba "un retablo de pintura prima, hecho en Lima por un grande artífice, que causa mucha devoción, y por otra parte temor, por la variedad de figuras que se ven en la pintura de un infierno, en el que está retratado en el purgatorio y seno de los Santos Padres". Siguiendo el canon, las ánimas eran rescatadas por "Cristo Nuestro Señor resucitado para la gloria, adonde los ángeles llevan las dichas almas" 44 • Requejo destaca algunos ornamentos que adornaban el interior del templo. Tiene, dice, "mucetas muy vistosas y ricas; tres grandes lámparas de plata, dotadas de aceite, que arden delante del Santísimo Sacramento; ocho candeleros de plata y una buena colgadura que adorna y cubre en todas sus fiestas la capilla mayor" 45 • El siguiente hito que marca la historia de la catedral es el incendio del 21 de febrero de 1644, del que me ocuparé detalladamente en otro capítulo. Se inició en 40 4! 42

43 44

45

Ibídem, p. 29. Ibídem. Ibídem, p. 21. Ibídem, p. 24. Ibídem, p. 25. Ibídem, p. 22.

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la Calle de los Calafates y, siguiendo el impulso del "norte", arrasó 83 de las mejores casas del barrio comercial hasta detenerse en la catedral, que destruyó casi por completo: "cayó en tierra por ser como era de madera todo lo más de ella", escribió el obispo trinitario Fernando Ramírez. Sin embargo, rápidamente se recogieron limosnas con ayuda del obispo, el presidente Juan de Vega Bazán, el oidor Diego de Orozco, vecinos y pasajeros, hasta completar varios miles de pesos, pudiéndose iniciar entonces la reconstrucción. Desde el incendio hasta 1647, estuvo a cargo de las obras el chantre Mateo de Ribera. En un informe suscrito ese año junto con el arcediano Blas Álvarez de Quiñones, afirma que la "catedral se reedificó hasta techada", aunque todavía se encontraba "sin coro, sin baptisterio, sin órgano, sin adorno en los altares, sin ornamentos ni misales", lo que imputaba a sus diferencias con el obispo Ramírez, quien al parecer no soltaba 5.000 pesos que habían donado los mercaderes de Lima para la construcción46 • Mientras se desarrollaban las obras y siguiendo la costumbre, las funciones catedralicias se trasladaron a La Compañía. Según el obispo Ramírez, la catedral ya había sido concluida en 1649 "quedando más lucida y bien labrada que estaba antes de la quema" 47 • El día del Corpus de ese año se colocó en la catedral el Santísimo "con gran consuelo de mi alma y de toda esta ciudad" 48 • Con mucho orgullo el obispo exclamaba que todo se había hecho sin que le costara un maravedí a las Cajas Reales. Al igual que la catedral anterior, era de mampostería y cruz latina, con tres naves, a la que daban luz diez claraboyas. La nave central tenía una extensión de 65,50 metros y los brazos de la cruz, en cuyos fondos se encontraban, como antes, las capillas de La Concepción y de Las Ánimas, medían 31,70 metros de ancho. En el arco toral "por la parte de afuera de la capilla mayor", el obispo Ramírez se empeñó en colocar la cruz trinitaria que tenía su Orden por insignia. Esta cruz estaba pintada "con sus tres colores, blanco, azul y colorado", representando a la Santísima Trinidad. Estaba flanqueada por "los dos santos fundadores [de la Orden trinitaria] San Félix y San Juan de Mata, en cuyos marcos grandes está escrito que vuestra majestad reina". Sin embargo el chantre Ribera, secundado por otros dos prebendados, criticaron al obispo por querer imponer la cruz de su Orden, aunque sin lograr nada pues allí permaneció. Este arco toral medía 10,30 metros. La capilla mayor ocupaba una superficie de 163 metros cuadrados49 • A la torre, a la que se le aumentó un cuarto nivel, se ascendía por una escalera de cantería en forma de espiral, que asomaba atrevidamente al exterior. Al Sur de la catedral se encontraban la sacristía "que la ennoblece e ilustra", y las viviendas de los prebendados. Rodeaba el edificio un amplio altozano y al frente tenía un atrio. Expediente con la defensa que de sf hace el obispo Ramfrez en 1651, contra las acusaciones del chantre Mateo de Ribera y del arcediano D. Bias Álvarez de Quiñones, en Memorial, dirigido al rey, AGI Panamá 131. 47 Carta del obispo Fernando Ramírez al rey, Panamá, 8.VIll.1650, AGI Panamá 101. En su "Relación" de 1650, siguiendo a Ramfrez, Berna! de Contreras dice: "quedando más lustrosa y mejor edificada que estaba antes de quemarse". Cf. "Relación y Descripción del Obispado de Panamá", Panamá, 23.VIII .1650, BAHM, Col. Muñoz, Tomo 66. :rs Ibídem. 49 Expediente con Ja defensa que de si hace el obispo Ramfrez en 1651, ya citado. 46

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Pero esta flamante obra, que tanto había costado, apenas estuvo en pie durante 21 años y meses, quedando totalmente destruida en 1671 para convertirse en cantera de materiales de la nueva Panamá.

El convento-hospital de San Juan de Dios La presencia de instituciones hospitalarias, aunque rudimentarias y deficientes, acompañaron desde el comienzo a los conquistadores. La Corona era consciente de la necesidad de médicos, cirujanos, enfermeros y medicinas para asegurar el éxito de la Conquista, por lo que desde muy temprano procuró crear hospitales en los territorios que los conquistadores iban ocupando en el Nuevo Mundo y Panamá confirmó la regla. Por R.C. de diciembre de 1513, la Corona ordenó la compra de 50 camas y los aderezos necesarios para equipar el hospital que había mandado establecer en Santa María la Antigua. En una carta escrita en Darién el 20 de enero de 1513 el propio Balboa había pedido que no vinieran de España abogados sino médicos. Ya en 1515 se encontraban en tierras darienitas los médicos Lic. Rodrigo Barreda, el bachiller Diego de Angulo y el sevillano Dr. Chanca50 • Luego se agregaron el boticario milanés Francisco Cotta y el cirujano Hernando de Vega. También llegó el boticario Simón Bernal. Pedrarias Dávila estableció en diciembre de ese mismo año el primer centro hospitalario en Santa María la Antigua. Lo bautizó con el nombre de Santiago. Lo dirigía el Lic. Rodrigo de Barreda, secundado por el cirujano Hernando de Vega y el boticario Cotta. Como mayordomo fue elegido el clérigo Hernando de Luque. Pero la ayuda real continuó y en la Armada de Gil González Dávila de 1521, se remitían medicinas al hospital por un valor cercano a los 13.000 maravedíes51 •

Claustro del convento-hospital de San Juan de Dios. so Ver Apéndice Nº 5 de P. Álvarez Rubiano, op. cit., p. 417, donde se menciona a Barreda. 51

También José María Reverte, op. cit., p. 292. Sobre lo anterior, Juan B. Sosa, Panamd la Vieja, (1919) tercera edición, Panamá, 1955, pp. 8284. Y Juan Antonio Susto, "Historia de la Actividad Hospitalaria en Panamá (1514-1924) -El Hospital Santo Tomás-", Revista Loter(a, Panamá, Segunda Época, Sept. 1958, Nº 34, p. 31. Se reprodujo en edición especial de la Revista Loter(a en junio de 1997, p.95.

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La ayuda de la Corona al hospital se mantuvo cuando la capitalidad se mudó a Panamá. En 1521, el emperador Carlos V ordenó la fundación de un hospital en regla y mediante R.C. de 1523 le otorgó 300 pesos de oro al año. En 1535 Francisco Pizarro donó al hospital 600 pesos. Ese mismo año, mediante R.C., la reina ordenaba la construcción de otro hospital en Nombre de Dios. Sin embargo, el hospital de Panamá tuvo que cerrarse por falta de recursos, aunque la peste de 1569 planteó nuevamente su necesidad. Así lo expresaba el bachiller Castro, miembro de la recién establecida Audiencia de Panamá: "este reino ha estado este año muy enfermo, tanto que son muertos muchos vecinos antiguos y ricos y de los otros que me dicen los curas que el día que enterraban cuatro eran pocos, y al presente cinco o seis y dicen estar la tierra sana"52 • En consecuencia, y a falta de respuesta por parte de la Corona, en 1575 los mismos vecinos de Panamá, de su propio peculio, fundaron el hospital de caridad de San Sebastián, que servirían mujeres y esclavos como enfermeros. Su primer mayordomo fue el vecino Gonzalo Díaz, quien "con limosnas de los vecinos labró una buena casa de madera donde se curan los enfermos, vive el mayordomo y capellán y está la botica" 53 . Sin embargo, desde el principio la institución tuvo una existencia precaria, como se desprende de la carta escrita en 1584 por el oidor decano Diego de Villanueva Zapata, quien tomó probablemente las primeras medidas firmes para que la autoridad real, a través de la Audiencia, tuviese alguna injerencia en el manejo de la institución hospitalaria. Esto era así porque los hospitales se consideraban parte del patronazgo real, por lo que la Corona estaba obligada a ayudar en su mantenimiento. Vale la pena glosar por extenso esta carta porque se trata del informe más acabado sobre el funcionamiento del hosp_ital en sus comienzos. Dice Villanueva que no se conocían papeles sobre su fundación y que carecía de un régimen interno apropiado. Recordaba que "en tiempo del emperador nuestro señor", se le había hecho merced al hospital, cada año, "no sé si son 10.000 maravedíes poco más o menos para pagar al médico", es decir, unos 37 pesos de 8 reales. La suma en efecto era correcta, según lo confirma la "Descripción" de 160754 • Pero Villanueva consideraba que era "muy poco, porque en médico y cirujano se deben dar más de 200 pesos de salarios, sin otros regalos que les suelen hacer" 55 . En un principio "este hospital estaba en una casilla vieja y pequeña de tablas como es uso de aquella tierra". Explica que la Audiencia solía ir los sábados a inspeccionar el hospital, aunque esta "buena costumbre se había enfriado". Por otra parte, el día de la fiesta de San Sebastián "va todo lo más del pueblo [... ] y ese día se suele elegir mayordomo por un año a un vecino honrado que tiene cuenta con las limosnas y rentas del hospital y reparo de las casas y propios de él". Pero como la renta era poca y los gastos muchos, "huyen los más vecinos de encargarse de él" 56 • La principal fuente de ingresos del hospital "son 52

Carta al rey, s.f., AGI Panamá 39.

53 Carta al rey del oidor decano a cargo de la presidencia, Diego de Villanueva Zapata, Panamá, 5~ 55 56

año 1584, AGI Panamá 13. Op. cit., p. 195. Carta de Villanueva de 1584, ya citada. Ibídem.

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casas, que valen allí muchos los alquileres". Recién en 1584 el nuevo mayordomo, capitán Luis Rodríguez de Aranda, había construido otras casas más. La renta de estas casas ascendía a 6.000 pesos de renta anual "según él me dijo". Pero tampoco esa cantidad "basta por la gran careza [sic] de la tierra". De hecho, el principal ingreso procedía de limosnas "que los vecinos hacen". La aportación de la Corona representaba por tanto sólo una pequeña, de hecho, mínima parte. Sin embargo, gracias a que la Corona aportaba 10.000 maravedíes, la Audiencia, como su representante, ejercía el derecho a nombrar el médico. Sobre la utilidad del hospital agregaba Villanueva: "Cúranse gran cantidad de enfermos, especial a llegada de flotas de España y del Perú. Yo he visto en tiempos 150 enfermos juntos curándose y así se hace allí gran servicio a nuestro Señor y caridad y socorro a mucha gente pobre que va de acá" 57 • También para el sustento del hospital el mayordomo cobraba media soldada de limosnas a los navíos que llegaban a Panamá y al puerto de Perico, lo que rendía 50 pesos por navío "más o menos, conforme al porte del navío", aunque en todo el año "no monta mucho". Los enfermeros que servían en el hospital eran "algunos buenos hombres vestidos de sayal". "Lo demás todo es servicio de negras y negros que tienen siempre menos de los que han menester". Además, en su Visita General al reino en 1583, Villanueva condenó a prestar servicio en el hospital, "por algún tiempo", a ciertos indios que había detenido por la comisión de delitos; también hizo lo mismo con algunos negros y mulatos delincuentes. Continúa el oidor-presidente refiriéndose a las grandes carencias del hospital y a la necesidad de recibir mayores socorros de parte del rey, proponiendo algunas fuentes de recursos. Ya en la Visita General de 1583 había encontrado otro hospital en Natá. Este se sostenía de las rentas que producía "un hato de vacas, unas casas y otras haciendas", pero como la población era muy escasa, no se curaban allí más que dos enfermos, por lo que recomendaba anexarlo al de Panamá58 • El hospital de Panamá conservó su naturaleza secular hasta 1620, pero para esas fechas había llegado a tal grado de decrepitud y deterioro, que la Audiencia, el obispo y el Cabildo conjuntamente resolvieron cederlo a la Orden de San Juan de Dios, quedando desde entonces su administración bajo esta Orden religiosa59 • En 1620 cuatro religiosos de la Orden llegaron desde Lima para hacerse cargo de la labor hospitalaria en Panamá y se les traspasa la propiedad60 • La Orden de Hermanos Hospitalarios había sido fundada en Granada por san Juan de Dios (1495-1550), un portugués que había renunciado a su carrera militar y entregado todos sus bienes a los pobres. Debido a su fervoroso entusiasmo por los enfermos y desvalidos, se le consideró loco y recluyó en un manicomio, donde concibió la idea de fundar la Orden de Hermanos Hospi57 58 59 60

Ibídem. Ibídem. Al mudarse a la nueva Panamá la Orden abrió nuevamente el hospital, que continuó en funciones hasta mediados del siglo XIX, cuando fue abandonado para siempre. Otras fuentes mencionan tres juaninos que llegan para el hospital de Panamá y otros tres que se destinan para el hospital de Portobelo.

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talarios, que fue aprobada por el Papa Pío V en 1571. Tuvo tal éxito que ya para 1620 se había propagado por toda España y las colonias españolas 61 • En Panamá, el h.o spital conservó el nombre de San Sebastián, aunque desde entonces empezó a llamarse también hospital de San Juan de Dios. Cuando se hizo el traspaso en 1620, el hospital-convento era propietario de 19 casas y numerosos censos al rédito del 5% anual, con lo que podían mantenerse los religiosos y los enfermos, y comprar ropas, alimentos y medicinas 62 • El 17 de junio de 1620, por órdenes del obispo Francisco de la Cámara, se hizo inventario de las propiedades urbanas y de los ornamentos litúrgicos que se encontraron en la iglesia del hospital. Consistía en el equipamiento mínimo indispensable para la celebración de los oficios divinos. INVENTARIO DE LA IGLESIA DEL HOSPITAL DE SAN SEBASTIÁN EN 1620 Un cuadro de San Sebastián grande y otro pequeño. Dos candeleros de azofar ( peltre) Un ostiario de plata Una imagen de Nuestra Señora con su corona de plata Unas vinajeras de plata Una vinajera de plata en que están los olios Un cuadro pequeñito de alabastro de Nuestra Señora Ropa litúrgica Un cáliz de plata Dos campanillas Una campana grande Fuente: BAHM, Colección Salazar y Castro, Legajo 34, Documento l. Tras la solemne toma de posesión -notarizada el 4 de junio y cuya ceremonia describo en el capítulo próximo-, se procedió a hacer el inventario del hospital y las 19 casas de los juaninos. La ubicación del hospital es descrita de manera precisa. Dice que "de una parte da con casas de don Ordeño de Salazar, alguacil mayor, y por la otra una callejuela que cae junto las casas de Dª Floriana Ponce y por enfrente la calle Real que va hacia San Francisco" 63 • De esa manera, su frente Sur pasaba por la Calle Real o de la Carrera, y colindaba con casas de Ordoño de Salazar. No dice que colindaba por el Norte con la calle Empedrada, calle que después compartiría con el convento de La Concepción, como lo sugieren el plano de Roda y otras representaciones cartográficas que han circulado recientemente para usos turísticos y de divulgación. Esta omisión podría significar que junto a la Empedrada se encontraban otras viviendas que estaban situadas detrás del hospital. Es decir, que la manzana hasta ahora atribuida en su totalidad al hospital era compartida con otras propiedades, al menos para 1620. La posición descrita sugiere, por otra parte, que el hospital ya se encontraba en el mismo sitio que en1609, puesto que es allí donde lo ubica el plano de Roda. bl

Juan A. Susto, op. cit. p .33.

6l Ver Alfredo Castillero Calvo, La Vivienda Colonial en Panamá, ya citada, pp.164-166. 63

Para todo lo anterior, BAHM, Colección Salazar y Castro, Legajo 34, Documento l.

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La transferencia del hospital a la comunidad sanjuanina produjo desde temprano roces con las autoridades catedralicias, ya que hasta entonces la institución le había estado subordinada. Como su administración había estado en manos de seglares, era la catedral la que administraba los sacramentos y enterrado los muertos, cobrando los derechos correspondientes, que constituían una de sus principales entradas económicas. Pero esto cambió al llegar los hermanos juaninos. Empezaron a enterrar los muertos en el hospital y "hacer los curas y se llevan los derechos de los que pueden testar y tienen que enterrarse". Es decir, entraron en conflicto directo con la catedral, disputándole una de sus fuentes de ingresos. Según Requejo Salcedo, la Corona había ordenado a los juaninos a que "traten solamente de hospitalidad y no a otra cosa, pues el enterrar y sacramentar solo pertenece a los curas". Pero como Requejo era uno de los prebendados catedralicios y por tanto perjudicado por las prácticas sanjuaninas, probablemente no es una fuente imparcial64 • También los juaninos tuvieron que enfrentar a la Audiencia en lo referente al nombramiento del médico, punto en el que insistía el presidente Rodrigo de Vivero y Velasco apelando a la cédula que ordenaba a las Cajas Reales entregarles 10.000 maravedíes anuales. Según Vivero, el hospital era patronazgo de la Corona por lo que él, como su representante, tenía potestad para decidir sobre su administración. La crisis estalló en 1625 cuando el prior del hospital, padre fray Juan Bautista de Alarcón devolvió la aportación real y no quiso cobrarla más, pensando que de esa manera quedaba en libertad para nombrar el médico de su preferencia. Vivero intentó entonces despojar a los hermanos de la administración del hospital, provocando una sucesión de reales cédulas y protestas del Cabildo secular, que se oponía a esa medida. Sin embargo, la campaña de descrédito contra los juaninos, dirigida a arrebatarles la administración del hospital, la habían iniciado los prebendados del Capítulo catedralicio, que encabezados por el tesorero Diego de Vargas Ballesteros y el canónigo Rodrigo de Herrera, se convierten en sus más encarnizados enemigos. Habían ganado la primera vuelta, al obtener de la Corona una R.C. de Madrid, 13 de noviembre de 1626 65 , que ordenaba a los juaninos devolver el hospital al poder secular. De esa manera, volvería a ser nuevamente administrado por mayordomos, como lo había hecho el ya difunto García de Marta, su mayordomo durante nueve años y el último antes de que entrasen los juaninos. Sin embargo, el contraataque no se hizo esperar, y el nuevo prior, fray Juan Pobre, solicitó una extensa información para demostrar a la Corona los sensibles beneficios que había representado la presencia de la Orden en la curación de los enfermos, mejorando las condiciones físicas del hospital, y sobre todo haciendo disminuir dramáticamente las tasas de mortalidad. Otra de sus pruebas consistía en que la Corona aportaba realmente muy poco y que el hospital se sostenía sobre todo de limosnas, que a menudo los hermanos, acompañados por algunos vecinos, recogían "de puerta en puerta" 66 • 64 65

66

Requejo Salcedo, op. cit., p. 31. Esta R.C. en Pleito entre el Cabildo catedralicio y el convento-hospital en 1629 sobre que se restituyera dicho hospital al Patronazgo Real y fuese administrado por un mayordomo secular, AGI Panamá 104. Testimonio de autos sobre el hospital de san Juan de Dios, informe del prior fray Juan Pobre, del 30.Ill.1628, AGI Panamá 104.

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Fray Juan Pobre presentó a sus testigos. Algunos eran vecinos cuyas casas compartían paredes con el hospital y que podían dar testimonio fidedigno del contraste entre la situación anterior y los cambios que trajo la nueva administración. Los interrogatorios empezaron en Panamá el 30 de marzo de 1628. El primero en declarar fue Esteban Basurto, quien vivía "pared por medio del dicho hospital" (lo que es otra prueba de que todavía en 1628 el hospital compartía la manzana con otras viviendas). Le constaba, por haberlo observado personalmente, que cuando la administración había estado bajo García de Marta, la condición de los enfermos era "miserable", y que era "cosa lastimosa y vergonzosa la manera en que estaba la dicha casa e iglesia". Dijo que esa fue Ja razón por la que "el Cabildo, la Audiencia y los obispos decidieron pedir a los juaninos" 67 • El siguiente testigo fue el capitán Ordoño de Salazar, quien declaró que la iglesia "era pequeña [...] y de ninguna manera lo parecía ni había más que Ja forma de un altar de madera [... ] y sin ornamentos". Las camas y la ropa eran "pocas, malas y rotas y sucias [...] y el hospital no servía sino de basurero" . En cuanto a los capellanes que tuvo, dijo que "era cosa vergonzosa y tal hubo que quitaba los colchones y las camas y los echaban por las ventanas [para venderlos]". En cambio, desde que se hicieron cargo los juaninos, eran "muchos los pobres que han ocurrido, lo uno por la buena curación y regalo que hallan[ ... ] y mueren mucho menos que antes [... ] y con las mismas rentas que antes han curado y curan más enfermos y han reparado las casas y la iglesia [... ] y han comenzado a labrar la casa de manera que la tienen con clausura, acrecentando mucha ropa y camas con que evidentemente se ve fue gran acierto entregarles el dicho hospital en sí por el estado que lo tienen como por lo que han de mejorar". Concluía afirmando que "en Dios y en su conciencia será gran error el quitarle el hospital a estos religiosos sino antes favorecerles" 68 • Otro testigo, Julián Talciano, afirmaba que bajo los juaninos se curaban muchos más pobres que en tiempos de los mayordomos. Dice que antes, "para que un pobre ingresase al hospital necesitaba de una cédula del presidente o del obispo", mientras que bajo los juaninos "entraba cualquiera sin desechar alguno". Decía que la Corona no contribuía con gran cosa para el sostenimiento del hospital, y "aunque en él se curan algunos soldados del presidio, la poca limosna es de sus mismas pagas y no de la hacienda real". También menciona la construcción de "un cuarto de la casa de cal y canto que dejó comenzado el padre prior fray Juan Bautista de Alarcón, el cual está acabado, que será de mucho refrigerio para Jos enfermos" . Por el mismo tenor declaran los demás testigos, Esteban Márques de Montemayor, Juan Fernández de la Madrid, Baltasar de los Reyes y el padre Sebastián Martínez69 • Sin embargo, el Cabildo catedralicio siguió defendiendo su posición. Sus argumentos eran falaces . Alegaban que los hospitalarios carecían de médicos competentes, y que el único que tenían era a fray Fabián Diez, "persona tan corta de vista, sin letras ni suficiencia, que a pedimento de los médicos de esta ciudad los años pasados por no poder ver las orinas ni conocerlas se Je mando no curase y se fuese de esta ciudad". Agregaban que los hermanos sólo habían construido 67

68 69

Ibídem . Ibídem. Ibídem.

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el edificio de la iglesia, el coro y la residencia donde vivían, mientras que la enfermería se estaba cayendo. Que recibían cuantiosas limosnas de los vecinos y que tenían bellamente adornada su iglesia, donde se celebraban los sacramentos y "más de diez fiestas religiosas" y gran cantidad de misas en lo que gastaban lo que debía destinarse a las curaciones. Que a los enfermos les daban sólo "un poco de ternera cocida guisada con sal y agua sin especias", mientras que en la administración de los mayordomos les daban gallina y conservas en abundancia. Que eran trece hermanos cuando sólo hacían falta tres. Que faltaban medicinas en su botica. Que alojaban a muchos huéspedes de su Orden cuando iban de paso para Perú o para España, desviando recursos que debían ser para los enfermos. Que uno de los hermanos más conspicuos, fray Juan Bautista de Alarcón, había enviado 4.000 pesos en dos cajones a España, siendo dinero del hospital, y que a otros el prior los había encarcelado y enviado a Lima también por haberse apropiado de dinero del hospitaFº. Llegaron incluso a insinuar que dentro del hospital había muchos desórdenes, que los juaninos apostaban jugando, celebraban comedias e introducían "mujeres de mala vida y fama a visitar los enfermos, con quienes escandalosamente estaban amancebados". Como prueba de que tenían gastos en oficios religiosos que eran innecesarios cuando el hospital estaba a cargo de mayordomos, describieron el interior de su iglesia según el cuadro que sigue. RETABLOS Y ORNAMENTOS LITÚRGICOS DE LA IGLESIA DEL HOSPITAL EN 1629 "Un sagrario del valor que es notorio" "Lámparas, blandones, dos pares de vinajeras con su salvilla, todo de plata" "Dos cálices con sus patenas doradas que con uno sobra" "Un incensario son su naveta" "Cruz alta con manga y ornamentos" "Dos altares enteros de todos colores cada uno para sus festividades" Pero no dicen que cuando los juaninos recibieron la iglesia ya venía equipada con todos los ornamentos necesarios y que, además, una iglesia era indispensable en el hospital, estuviese éste administrado por mayordomos o por hermanos. Obviamente, era una prueba maliciosa. Una por una, estas "siniestras" afirmaciones fueron desmentidas por el nuevo prior, fray Pedro Joseph de la Concepción, en un extenso alegato del 18 de mayo de 1629. Además de fray Fabián, el hospital había contado desde 1600 con el médico Lic. Antonio López del Barral, que también hacía de cirujano, y en ocasiones se contrataba al Dr. Juan Jerónimo Navarro. Reconocía ser cierto que los médicos de la plaza habían echado a fray Fabián, pero eso fue así porque no cobraba por sus servicios. Que además, el propio deán de la catedral, que tanto se oponía a fray Fabián porque éste carecía de licencia para ejercer la medicina, 70

Petición del Cabildo catedralicio al Real Acuerdo de la Audiencia, en 10.V.1629, en Pleito entre el Cabildo catedralicio y el convento·hospital en 1629, ya citado. Firmaron por el Cabildo, el deán, el arcediano D. Alonso Pareja de Godoy, el maestrescuela D. Juan Requejo Salcedo, el tesorero Diego de Vargas Ballesteros, el Lic. Fernando de Herrera, otro Lic. Herrera, el Dr. Francisco Carreño y el Lic. Flores de Colmenares.

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también curaba sin estar autorizado para ello. Que recibían a tantos enfermos en el hospital, que en una flota solían ingresar 200 enfermos y sólo durante el mes de enero anterior, se habían atendido 113 enfermos "sin ser tiempo de flota". Cuando era mucha la demanda hasta el coro y la iglesia se usaban como enfermería. Desde que se hicieron cargo de la institución, habían construido una nueva enfermería a un costo de más de 14.000 pesos y adquirido una nueva casa para renta. Además, se habían saldado todos los alcances que había dejado el administrador anterior García de Marta, pagándole 5.600 pesos de lo que se le debía a su hija y heredera. Nunca había estado tan saneada la administración del hospital, jamás se habían curado tantos enfermos, ni, lo que era aún más importante, eran cada vez menos los enfermos que morían. También desmentía que las misas que se oficiaban en el convento suponían gastos para el hospital; además, eran sólo tres misas, no diez, como acusaba el Cabildo. La de San Carlos Borromeo se pagaba con una donación que dejó el alguacil mayor D. Tomás de Meneses. La misa cantada de San Sebastián existía desde la fundación del hospital, que además era el santo de su advocación y era obligatoria. La tercera y más reciente, dedicada a San Felipe y Santiago, había sido instituida por orden del mismo monarca y la oficiaba cada vez que se celebraba el propio obispo Cristóbal Martínez de Salas, desde que llegó a Panamá en 1625. Finalmente, fray Pedro Joseph de la Concepción ponía el dedo en la llega descubriendo las verdaderas razones que empujaban a los prebendados: celos por los éxitos de la Orden juanina en la comunidad de vecinos, que cada vez entregaba mayores donaciones y limosnas al hospital, pérdida de ingresos para la catedral por disminución de los servicios sacramentales que, como los entierros, los vecinos preferían hacerlos cada vez más en el cementerio del hospitaF 1 • Era comprensible que el Capítulo catedralicio ardiera de envidia al observar que este creciente fervor hacia los hermanos hospitalarios. Durante los nueve años que habían tenido a cargo el hospital habían recibido 1.062 pesos solo en testamentos. El mismo año del pleito, Benito Gil, un rico vecino que murió en el hospital, les había dejado una manda de 5.000 pesos. Cuando estaba vivo, este devoto de los juaninos había obsequiado a su iglesia una lámpara de plata para iluminar el Santísimo Sacramento. Otra lámpara de plata había sido donada por Dª Gerónima de Herrera y Dª María de Melo para iluminar la imagen de San Carlos Borromeo. El alférez Esteban Marte! de la Puente había obsequiado "los blandones de plata grandes" y otros vecinos habían dado limosnas para "ayuda de la Cruz" y la compra de diversos ornamentos litúrgicos72 • Ninguno de estos costosos ornamentos habían salido de los fondos del hospital. Lo peor era que lo mismo estaba sucediendo con los demás conventos, desviando recursos que el Capítulo habría querido para sí. Ante el alarmante peligro de que se hiciese cumplir la R.C. que ordenaba quitar el hospital a los juaninos, el vecindario, por medio del Cabildo secular, reaccionó con vehemencia. En varias cartas y una súplica, el Cabildo secular expuso al rey la conveniencia de que el hospital siguiese administrado por la Orden del todavía entonces beato Juan de Dios. En Ja súplica afirmaban que cuando el hospital era administrado por mayordomos, eran muchos más los n La presentación del prior, en el mismo pleito de la nota anterior. 72

Ibídem .

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enfermos que morían que los que sanaban y solicitaban al rey que ayudase al hospital a concluir la construcción de la enfermería que se había empezado73 • El tema de las tasas de mortalidad era obviamente una prueba decisiva, por lo que en 1629, el prior del convento, padre fray Pedro Joseph de la Concepción, solicitó un testimonio oficial de los enfermos que habían ingresado vivos al hospital desde febrero de1611 hasta el 6 de junio de 1620, cuando los hermanos se hicieron cargo de la institución, y los muertos que se habían enterrado durante el mismo período. También pidió evidencias sobre la disminución de las defunciones a partir del 6 de junio de 1620 hasta el 14 de mayo de 1629, fecha de su petición. Jerónimo Remón, escribano del rey y de la provincia, rindió el informe. Examinó varios libros de registro "donde se asientan los enfermos que entraron a curarse en este hospital de San Sebastián" y que le entregó el padre fray Bartolomé Martín Linero, religioso del convento. Este informe tiene particular interés, ya que evidencia la altísima tasa de mortalidad que se registraba en el hospital cuando estuvo bajo la administración secular, es decir bajo mayordomos, y la drástica disminución de las defunciones cuando se hicieron cargo los juaninos. Cada registro incluía el nombre del enfermo, por lo que nos enteramos de que el hospital acogía no sólo a hombres sino también a mujeres, como María Hojos, hija de Andrés Hojos y de Juliana Sánchez, que ingresó el 10 de diciembre de 1621. El hospital era fundamentalmente para pobres, hombres y mujeres, incluyendo a la tropa del presidio. Los enfermos de familias acomodadas se curaban en sus casas. ENFERMOS Y MUERTES EN EL HOSPITAL DE SAN SEBASTIÁN AÑOS 1611-1629 PERÍODOS

ENFERMOS

MUERTOS

PORCENTAJE DE MUERTES

24.11.1611-6.VIJ.1620

1.988

351

17,7%

7. VIl.1620-10.XIl.1621

1.375

99

7,2%

10.XIl.1621-11.IX.1624

1.395

118

8,5%

13.IX.1624-10.IX.1626

1.455

131

9,0%

7.VIl.1620-24.V.1629

6.411

511

8,0%

Fuente: Testimonio de Jerónimo Remón, en Autos sobre el hospital de San Sebastián, Panamá, 24.V.1629, AGI Panamá 378.

Cada período del cuadro corresponde a los datos contenidos en un libro de registros. El período de 1611 a 1620 corresponde a la administración de los mayordomos seculares, evidenciando una proporción excepcionalmente alta de defunciones, mientras que para el resto del período los niveles disminuyen dramáticamente, con un 8% de muertes anuales. Este porcentaje es todavía muy alto para los estándares actuales, pero muy inferior a los años anteriores a la administración juanina. En la actualidad, en el Hospital del Niño de Panamá el 73

Carta del Cabildo del 15.IV.1628 en AGI Panamá 104. Otra carta de la misma fecha en AGI Panamá 31 y una súplica también de ese día en AGI Panamá 31.

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porcentaje de defunciones es del 1 al 2% anuaF4 • Eran pruebas irrebatibles y la Orden ganó el caso. Como consecuencia, según una fuente, a partir de 1629 la Corona también entregó a la comunidad de hermanos sanjuaninos la administración del hospital de Portobelo, hasta esa fecha manejado por un mayordomo. Sin embargo, en el pleito entre el Cabildo catedralicio y los juaninos, de 1629, consta que cuando se les entregó la administración del hospital de Panamá en 1620, llegaron seis hermanos de Lima, tres de los cuales se encargaron del hospital, mientras que los otros tres lo hicieron con el de Portobelo. Finalmente, en 1670, fray Juan de Burgos fundó el Hospital de San Juan de Dios en Natá, también regido hasta entonces por mayordomos seculares. Desde entonces, la Orden juanina quedó a cargo de toda la actividad hospitalaria del reino de Tierra Firme. Sin embargo, los juaninos siempre estuvieron escasos de recursos y en 1644 sufrieron grandes pérdidas cuando el devastador incendio de ese año destruyó once casas de su propiedad. Se calculaba el valor de estas casas en 62.000 pesos. Su alquiler rentaba 3.200 pesos anuales. Sin embargo, sus gastos eran los habituales, pues constantemente en el hospital permanecían unos 60 enfermos y en 1643 habían curado a más de mil "pobres" 75 .Tal vez como consecuencia de estas pérdidas, en 1665 se encontraban con "grandes aprietos y necesidades". Entre 1664 y 1665, el Cabildo secular de Panamá, el obispo, los prebendados, el presidente y la Audiencia, escribieron a la reina varias cartas, comunicándole la situación angustiosa en que se encontraba el hospital. Le expresaban que en sus mejores momentos habían podido contar con 20 religiosos juaninos, pero que en los últimos años sólo tenían diez. Señalaban que a causa de los incendios y de los aguajes se habían perdido varias casas de su propiedad, "donde tenía más de 1.000 pesos de renta". Sin embargo los gastos no cesaban, ya que "tenía de ordinario más de cien enfermos" y que debido a "la carestía de la tierra y cortedad de caudales no era posible acudir al sustento de los pobres, ropa de enfermería y obras de la casa". La reina respondió con la R.C. de Madrid, del 5 de marzo de 1666, ordenando que se entregase al "hospital de San Sebastián", durante un lapso de diez años, la suma de 1.000 ducados procedentes de las vacantes de obispados de todo el virreinato 76 • El asalto de Margan a Panamá en 1671 tuvo efectos devastadores en el hospital, pues no sólo quedó destruido, sino que además se perdieron todas sus propiedades urbanas y las casas que pagaban censos a su favor. La documentación conocida hace referencia a la ayuda que repetidamente entregaba la Corona al hospital. Pero esta ayuda consistía sobre todo en la compra de medicinas para la botica, los salarios de los médicos y del escaso personal de enfermería, o para ocasionales reparaciones a los edificios. Sin embargo, los textos no dicen prácticamente nada sobre sus características arquitectónicas, salvo que gran parte de su estructura era de ladrillos, mampostería y que su techo era de teja. Según Requejo Salcedo, el terremoto de 1621 no afectó el hospital: "en todos cuatro lienzos, que son de ladrillo, que miran a la calle, quedó sin lesión 74

75 76

Por esta información estoy en deuda con el médico pediatra Dr. Max Ramírez de la Fundación Pro Niños del Darién. ' Carta del obispo Fernando Ramírez al rey, Panamá, 25.III.1644, AGI Panamá 31. Las cartas aparecen resumidas en la citada R.C., AGl Panamá 277.

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ninguna, ni ruina" 77 • Según Juan Antonio Susto, en el momento de la invasión, el edificio era una "casa grande" de un alto, con cuatro lienzos de paredes de ladrillos y cal y canto, cuyo hospital, convento, claustro e iglesia ocupabanl.000 metros cuadrados78 • Susto no revela sus fuentes, pero la primera parte se basa obviamente en Requejo, es decir, a la situación del edificio 50 años antes. En cuanto al área de construcción, se trata seguramente de una conjetura suya. Si se tiene en cuenta que la institución llegó a contar con 20 frailes, que alojaba regularmente más de cien enfermos, y que además de las limosnas de los vecinos, empezó a recibir sumas importantes a partir de 1666, es más que probable que el hospital-convento se fuese expandiendo hasta llegar a ocupar sus edificios toda la manzana y 2.406 m 2 • Esto lo sugiere la cita de Requejo, quien escribe en 1638. Su afirmación de que tenía "cuatro lienzos, que son de ladrillo, que miran a la calle", podría interpretarse en el sentido de que para entonces todo su perímetro ocupaba la manzana entera, ya que, como él dice, sus "cuatro lienzos miran a la calle". También lo sugiere el conjunto de ruinas que aún quedan en pie. Los gruesos cimientos y altos muros que exhibe el perímetro parecen concluyentes, aunque son lienzos de mampostería y no de ladrillo, como decía Requejo. Pero hay que recordar que Requejo no era alarife y debía resultarle lo mismo decir ladrillo que cal y canto, aunque también pudo ocurrir que se hicieron de mampostería después de que escribiera su texto. Su amplio espacio interior estaría ocupado por la iglesia, los pabellones para los hombres y las mujeres pobres, probablemente separados de los que ocupaban los enfermos de la guarnición (como sucedió luego en la nueva Panamá, cuando los soldados exigían que se les colocase separados de los pobres), la enfermería, la botica, el claustro y el espacio abierto reservado al cementerio. En el lado Oeste del conjunto, extendido entre la Calle Empedrada y la Calle Real, se observa con claridad un gran espacio flanqueado por altos muros de piedra en el que se adivinan los anchos vanos de un ventanal que asomaba a la calle y que· sugieren la nave rectangular de una iglesia. El ancho del frente que corre a lo largo de la Vía Cincuentenario (antigua calle Real) mide 15,23 metros y el fondo 53,30 metros. El ancho de sus muros occidentales es de 1,40 metros y sobre estos muros se asientan paredes de menor anchura. Tenía la misma orientación que las iglesias vecinas del convento de San Francisco y de La Merced, es decir, con su fachada principal en la calle Real o de la Carrera y mirando al mar. La nave carecía de crucero. Según el alzado y la maqueta elaborados para el Patronato de Panamá Viejo por el arquitecto Eduardo Tejeira Davis, la iglesia de San Juan de Dios quedaba orientada hacia el Este, con su fachada principal frontera a la calle que conduce a Las Monjas, de manera que su costado correría a lo largo de la calle de la Carrera. Sin embargo, no queda ninguna evidencia observable, es decir, muros o restos de cualquier tipo, que sugieran esta orientación. En cambio, los restos que se observan al Oeste, y que acabo de mencionar, son tan obvios y constituyen, no obstante su condición de ruinas, una estructura tan importante, con sus grandes vanos, sus gruesos y elevados muros, que es difícil no reconocer en ellos los 77

78

Op. cit., p. 54. Juan A. Susto, op. cit., p .98.

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restos de lo que debió ser la nave de la iglesia. Se trata no solo del complejo arquitectónico más imponente de lo que se conserva del antiguo hospitalconvento, sino que es también prácticamente lo único que queda en pie para admitir una interpretación razonablemente aceptable. Lo restante se reduce virtualmente a los muros posteriores del hospital-convento, situados paralelamente a la calle Empedrada. Entre ese muro y la calle de la Carrera se encontrarían el cementerio, algún pozo o aljibe, las residencias de los juaninos, el claustro, la botica y la enfermería, según las evidencias documentales que ya he citado. Por lo que, para ese espacio virtualmente vacío, proponer dónde quedaba qué, sería totalmente gratuito y meramente imaginario. Mi hipótesis de la ubicación de la iglesia en el sector Oeste del complejo de San Juan de Dios la refuerza el hallazgo de varios restos humanos por parte de los arqueólogos del Patronato de Panamá Viejo, junto al sitio donde quedaría el altar mayor. Estos restos probablemente correspondían a devotos de la Orden, esos vecinos ricos que, con sus limosnas, contribuían a mantener el hospitalconvento. Probablemente el lugar de enterramiento para los enfermos quedaría en el sector Este del complejo, aunque esta hipótesis debe ser verificada documental o arqueológicamente. También hace pocos años el equipo de arqueólogos del Patronato de Panamá Viejo descubrió ladrillos de su piso alto, con medidas que sugieren la utilización de la técnica conocida como "ladrillo por tabla", luego aplicada en la nueva Panamá (como en Casa Góngora} y todavía muy común en las casas rurales de Andalucía 79 , y cuando escribo estas líneas se están realizando prospecciones en la zona perimetral contigua a la calle de la Empedrada, poniéndose a la vista parte de sus cimientos. Todavía no se ha excavado el área donde quedaba el cementerio, lo que seguramente deparará muchas sorpresas. Cuando la ciudad de Panamá se mudó a su nuevo emplazamiento en 1673, uno de los primeros solares que se adjudicaron fue el de san Juan de Dios. En 1675 la Corona hizo merced de 6.000 pesos por una sola vez para que se fabricara el edificio, que se empezó a construir ese mismo año. Otra real cédula, de 1676 ordenó al presidente de la Audiencia de Panamá que "los soldados dl!l presidio de Panamá que enfermen y entren a curarse al hospital paguen para este efecto, 4 reales al mes"; el 10 de noviembre de 1682 una nueva pragmática otorgó por cuatro años otros 1.000 ducados más, con lo que la edificación quedó aseguradaªº. Es evidente que el edificio fue uno de los primeros que se erigió, como lo evidencian dos de los primeros planos de la ciudad que se dibujaron. Me refiero al que remitió la Audiencia de Panamá al rey en 1673, donde indica "según ha de quedar en el sitio donde se está mudando", conservado en el Archivo General de Indias, y el del ingeniero Fernando Saavedra, de 1688, cuyo original se encuentra en el Museo de Historia de Panamá.

El convento de La Concepción En dos capítulos posteriores, La Vivienda Urbana e Iglesia y Sociedad, me ocuparé de las propiedades y rentas del convento de monjas, así como de su función social. Aquí me limitaré a explicar sus orígenes institucionales y a recuperar parte de su historia edilicia. 79

Ver Alfredo Castillero Calvo, La Ciudad Imaginada, El Casco Viejo de Panamd, Bogotá, 1999, p. 151-152. so Varias de estas reales cédulas, en AGI, Panamá 271.

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La relación de sus orígenes es conocida por media docena de fuentes básicas: Todas coinciden en lo esencial. Dos de ellas son muy conocidas. Me refiero a la "Descripción" de 1607 y a Requejo Salcedo, a menudo citadas por los historiadores desde su publicación en 1908 por Manuel Serrano y Sanz. Las demás proceden del Archivo de Indias, y consisten en Autos mandados elaborar por el Cabildo de la ciudad -promotor de su fundación-, de las escrituras protocolizadas del principal donante, y de cartas de autoridades civiles y religiosas. · Una de estas cartas es del obispo Antonio Calderón, quien había tornado posesión de su silla el 26 de mayo de 1599, cuando el proyecto fundacional ya se había iniciado, pero quien tuvo acceso a toda la documentación disponible. Se trata de la carta que escribe al rey el 3 de mayo de 1604 dando cumplimiento a la R.C. de Valladolid de1602, que le ordenaba dar cuenta de la fundación del convento. Con ella enviaba un extenso expediente de Autos sobre el asunto. Dice que la creación del convento fue originalmente una iniciativa del Cabildo capitalino, que contó con el apoyo del presidente interino de la Audiencia, oidor decano Francisco de Cárdenas, nombrado el 9 de febrero de 1586 y muerto en Panamá en1596. El 29 de noviembre de 1594, Cabildo y Audiencia acordaron fundarlo. El 30 del mismo mes, día de San Andrés, encontrándose vacante la silla episcopal, se ofició la primera misa con aprobación del deán y el Cabildo de la catedral. Como mayordomo del convento fue nombrado Francisco Terrin "alguacil mayor y persona de las más ricas" de la ciudad. En tal calidad se hizo cargo de la "fábrica de dicho convento, y con lo procedido de las limosnas que hicieron los vecinos y con lo que él fue gastando de su hacienda, se fue labrando la casa y convento y se compraron los solares y casas donde se fundó" 81 • Pero tanto los textos publicados por Serrano y Sanz corno la relación del obispo son muy abreviados y a ratos imprecisos o confusos, por lo que es necesario acudir a los Autos que envió Calderón y los Autos del Cabildo capitalino, que amplían y puntualizan la historia de los orígenes del convento y arrojan luz sobre las motivaciones que subyacían al proyecto fundacional. Ilustran, además, los mecanismos y procedimientos que acompañaban iniciativas de esa naturaleza82 • Los resumiré. Según esta información, fue una vecina rica de Panamá, Dª María Rodríguez de Tapia, la primera en proponer la creación del convento. Ofreció unas casas de piedra de su propiedad para dar comienzo al cenobio, pero inicialmente no encontró mayor eco entre los vecinos, falleciendo antes de que materializara su propuesta. Estas casas hacían esquina en la calle de La Empedrada y una calle (o "calleja") secundaria que se dirigía hacia la "Huerta de Reynoso", la cual colindaba con otras casas de Dª María, donde a la sazón residía el vecino Francisco de Almaraz. De hecho fue en las casas que ofreció Dª María donde se alojarían las primeras monjas cuando, años más tarde, se fundó el convento. Poco después, en efecto, el influyente vecino Andrés Cortés, elegido ese año procurador de la ciudad, retomó la iniciativa fundacional, y en sesión del Cabildo capitalino del 29 de noviembre de 1594, presidida por el oidor decano en BJ • 82

Esta carta en AGI Panamá 104. Ibídem, y "Testimonio e interrogat orio pedido por Andrés Cortés de la Serna, como procurador general de la ciudad para que se hiciera merced al convento de monjas de la Concepción", Panamá, 29.XI.1594, AGI Panamá 30. Estos Autos tienen 42 folios .

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funciones de presidente de la Audiencia, Lic. Francisco de Cárdenas, propuso la creación del convento bajo la advocación de la Limpia y Pura Concepción de Nuestra Señora. Fundamentaba sus argumentos en la "gran necesidad de una Casa de Religiosas y Monasterio de Monjas [... ] porque con él se evitarían muchos inconvenientes que la experiencia nos muestra". Nos deja a la imaginación cuáles eran esos "inconvenientes". Consideraba muy fácil fundarlo pues decía que "con solo tomar una casa particular, la que convenga, y poner una persona tal que se requiere para ello, y hacer un Altar donde se diga misa, que es el primer principio y piedra que se ha de poner en la dicha fundación quedaría fecho". Para sustentar el convento, ahí estaban "muchos vecinos ricos [... ] y muchas viudas ricas, demás de lo cual personas que mueren y dejan sus haciendas a obras pías [... ] con todo lo cual y con las dotes de las doncellas y religiosas que fueren entrando en él, irá en aumento de suerte que en poco tiempo estaría muy poblado y abundante de hacienda y renta" 83 • Pocas veces se reconoció en el Panamá colonial que había "muchos vecinos ricos" y "muchas viudas ricas". La sociedad solía ser muy quejosa entonces y más bien se lamentaba de penurias, estrecheces y falta de recursos. Lo que sugiere que en Panamá seguían acumulándose grandes fortunas todavía a fines del XVI (fenómeno que ya venía ocurriendo desde por lo menos dos décadas atrás, según veremos en otro capítulo}. Más importante tal vez sea el hecho de que el proyecto de establecer un convento de monjas revele el propósito de una sociedad que ya aspiraba a asentarse y a dejar de estar "solo de paso" . Esta aspiración a la estabilidad (corroborada además por diversas evidencias que discuto en otros capítulos de esta obra} desmiente así la tesis tradicional sobre el carácter endémicamente transitorio de los vecinos panameños. Es cierto que algunos documentos expresan de manera taxativa que el Istmo era una "venta de paso para Perú", afirmación que la historiografía ha aceptado de manera literal y sin cuestionarla; pero se trata, como en muchos otros casos, de una afirmación que necesita ser matizada. La propuesta de Andrés Cortés fue aprobada, manifestándose en la sesión capitular que "ha muchos años que lo en ella declarado se ha deseado poner por la obra por ser como es cosa tan justa y de que tanta necesidad ha habido y hay en esta ciudad". Es decir, que no era una idea del todo nueva. Se acordó así "'que se haga el dicho Monasterio", y que se expropiaran las casas que había ofrecido María Rodríguez de Tapia para instalar en ellas el convento. Las monjas usarían el hábito de las concepcionistas, estarían sujetas al obispo de Tierra Firme y se regirían por la regla de San Agustín. Se nombró como mayordomo del convento al capitán Nicolás Martínez de Montenegro, quien era regidor del Cabildo, y al maese de campo Fernando de Berrio se le nombró para que las proveyera de capellán. Se declaró por patrono del convento al Cabildo, y se acordó que los alcaldes ordinarios iniciaran diligencias para traer de Lima las primeras religiosas84 • 83 84

Ibídem. Ibídem, Firmaron esos Autos el presidente Lic. Francisco de Cárdenas, Juan de la Fuente, Gonzalo Vázquez, Juan Bautista de Nava, Baltasar Pérez Berna!, diego de Ortega Funes, D. Juan de Cárdenas, Fernando de Berrio, Antonio Carreño de Abreu, Nicolás Martínez de Montenegro, Damián Méndez, Baltasar Pérez, Andrés García, Francisco Pérez, Francisco Terrin, Francisco de Vilches, Alonso Sánchez de Córdoba, Juan Núñez, y como escribano, Femando de la Cueva.

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Al día siguiente, miércoles 30 de noviembre de 1594, día del apóstol San Andrés85 , se protocolizó la fundación del monasterio, y el Cabildo capitalino en pleno tomó posesión de las casas de la difunta María Rodríguez de Tapia. El acto de toma de posesión estuvo acompañado de la pompa y ceremonia acostumbrada en estos casos. De la catedral salió la comitiva en procesión, encabezada por el presidente Cárdenas, los veinticuatro del Cabildo capitalino, y los tres prebendados del Cabildo catedralicio que, por estar la silla episcopal vacante, lo presidía no el deán, como dice el obispo Calderón, sino el arcediano y provisor D. Juan de Luque Cubides. Les seguía una muchedumbre de clérigos, vecinos y pobladores. La procesión era de Cruz alta e iba acompañada por la imagen de la Limpia Concepción. Las autoridades civiles y eclesiásticas subieron a los altos de las casas de Dª María, donde se improvisó un altar "adornado con sus imágenes y cruz y se tañó una campanilla, y dijeron que tomaban y tomaron la posesión de las dichas casas para el dicho efecto de monasterio y casa de religión". Al mismo tiempo, "se repicaron las campanas de la catedral y de otros monasterios". El arcediano celebró misa, el clero cantó oraciones e himnos dedicados a la Concepción y, acabada la ceremonia, devolvieron la Cruz y la imagen de la Virgen a la catedral. Montenegro falleció semanas más tarde, en diciembre del mismo año, y en su lugar fue nombrado D. Juan Reynoso, quien cayó mortalmente enfermo poco después, y tuvo que ser reemplazado interinamente por el abogado D. Carlos Segarra. Reynoso fallece en agosto de 1595 y en su lugar es nombrado como nuevo mayordomo el regidor Francisco Terrin, a la sazón alcalde de la Santa Hermandad de la capital y "de edad de más de 46 años". Su mayordomía fue decisiva para el destino del convento. Durante su primera etapa, y mientras se esperaba a que llegaran monjas profesas de Lima, la viuda de Diego de Mendoza, Ana de Espino, una mujer rica, dirigió el convento, al que pronto ingresarían "algunas mujeres doncellas y viudas"86. Es decir, que al principio el convento fue gobernado y ocupado por mujeres vecinas de la ciudad, es decir no por monjas profesas. Desde temprano varios vecinos aportaron grandes sumas para la fundación. Según Requejo Salcedo y otras fuentes, el mayordomo Juan Reynoso contribuyó con más de 8.000 pesos, y Ana de Espino donó 3.000 pesos ensayados87 . Al parecer se trataba de posesiones inmuebles donadas al convento para renta. Por otra parte, Andrés Cortés había solicitado a la Corona una ayuda para el convento por 30.000 pesos, o bien un "tercio que tiene de costumbre ayudar a tales fundaciones", para terminar "de labrar de piedra como se ha comenzado". Como veremos, esta suma nunca llegó, y el rey sólo autorizó que de las Cajas Reales de Panamá se le entregase al convento durante seis años una modesta suma para comprar cera, aceite y vino, de manera que los vecinos, pero sobre todo Terrin, siguieron corriendo con los gastos. Fue un caso típico. 85

~ 86 87

Probablemente el español Andrés Cortés y Sáez, casado con una panameña, uno de cuyos hijos fue Andrés Cortés de la Serna, con quien no debe confundirse y quien también fue un conspicuo miembro de la élite local. Ver más adelante el subtítulo dedicado a esta familia en el capítulo XII Gentes de negocios. Declaraciones de Francisco Terrin, en el ya citado "Testimonio e interrogatorio pedido por Andrés Cortés de la Serna[ ... ]", AGI Panamá 30. Op. cit., p. 66.

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Según el obispo Antonio Calderón, Terrin continuó costeando gran parte de la construcción del edificio, y el 10 de febrero de 1597, "deseoso de favorecer el dicho convento con título de segundo patrón y fundador", se comprometió con su mujer Catalina Rodríguez Franco a dotar cada seis años "una doncella por monja sin dote" 88 • Es decir, costear el ingreso (para ello era la dote) de una doncella cuyo padre, aunque honrado y aceptado socialmente, no podía cubrir ese gasto. Para ello los Terrin dotaron al convento con una renta perpetua de 2.000 pesos corrientes anuales, "por siempre jamás", hipotecando sus propios bienes "y con las mismas cargas en sus herederos" 89 • La correspondiente escritura de donación se protocolizó el 10 de junio de 1598. En consecuencia, Terrin sería nombrado mayordomo vitalicio del convento. La condición de mayordomo suponía que no solo administraría los bienes del convento, sino que además, en su calidad de patrono, debía ser su benefactor. Algo así como presidente de un Patronato en la actualidad. Esta condición de patronos y fuP.dadores le confería a este matrimonio el privilegio de gozar las "honras y preeminencias, indulgencias y sufragios de que gozan los tales fundadores, con asiento, lugar y entierro en la capilla mayor del dicho convento, para ellos y para sus herederos". Los restos del matrimonio Terrin serían enterrados a la derecha de la capilla mayor; los de Dª Ana de Espino se enterrarían a la izquierda. Además, las monjas debían rezar todos los días por el matrimonio; los sábados y en las ocho fiestas de la Virgen celebrarían misas por ellos, y los días de comunión general, al finalizar los oficios, darían un responso con ese mismo propósito. El heredero de los Terrin, Agustín Franco, recibiría los mismos privilegios, y asumiría iguales obligaciones con el convento. A fin de crear la citada renta perpetua de 2.000 pesos, el matrimonio TerrinRodríguez Franco solicitó al Cabildo las casas y lotes de su propiedad situados en la cuadra Norte de la plaza mayor, para construir a su costa seis "pares de casas" cuyas rentas pasarían a los fondos del convento. A lo anterior agregarían las rentas de otras cinco casas más, cuatro de ellas de cuatro lumbres y una de tres, es decir todas "casas principales". Sobre estas casas volveré en el capítulo dedicado a La Vivienda Urbana. Las posesiones que hipotecó el matrimonio Terrin para garantizar su compromiso, comprendían un hato de ganado vacuno manso situado junto a la ciudad, con una casa de piedra y madera, 300 reses y cinco esclavos; un hato de ganado en Pacora llamado Hato Grande, con 1.000 cabezas de ganado y cien bestias mansas y bravas con seis esclavos; un hato de ganado vacuno confinante con el de Hato Grande, llamado Tapagra, con 1.500 reses y cien bestias mansas y bravas y siete esclavos. Total, 2.800 reses, 200 bestias caballares mansas y bravas y 18 esclavos. Al parecer también era parte de este legado "un tejar de hacer ladrillo" junto a la ciudad, "con su horno y bohío", con "ocho esclavos de servicio e ministerio de hacer dichos ladrillos"90. 88 89 90

Carta del obispo Calderón, del 3.V.1604, ya citada. Requejo Salcedo, op. cit., pp. 65 y 66, y carta del obispo Calderón, del 3.V.1604, ya citada. "Memoria de la posesión de casas e hatos de ganados vacuno e tejar de hacer ladrillos y esclavos e todo lo que al presente sobre que se imponen en los 2.000 pesos de renta que Francisco Terrin e su mujer se obligaron con el convento [ ... ]" , por Agustín Franco, Panamá a 12.1.1617. La escritura original, con idénticas posesiones, data del 16.IV.1606, AGI Escribanía de Cámara 452A, fol. 991.

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La aportación de los Terrin le dio al convento el impulso que necesitaba, pues fue a raíz de ello que empezaron a dar fruto las gestiones que hacía en Lima Diego de Aramburu, representante del Cabildo panameño, para que el arzobispo Toribio Mogrovejo enviara las primeras religiosas profesas a Panamá "para instruir y enseñar a las hijas de vecinos de esta ciudad que habían de entrar en él" 91 • Muy a tono con la época, a nadie debió sorprender que el arzobispo nombrase a Francisca de la O, una parienta de los Terrin, como abadesa de las cuatro monjas que escogió. Las otras eran: Dª Leonor Velázquez, vicaria 92 ; Dª Isabel Pantoja de Heredia, maestra de novicias; y Juana Bautista, portera. Las cuatro monjas eran profesas del convento de la Concepción de Lima, "muy antiguas y principales". En el coche del virrey Velasco se dirigieron de Lima a El Callao el 16 de abril de 1598, acompañadas por Dª Ana Verdugo, esposa del Dr. Alberto Acuña, nombrado oidor para la Audiencia de Panamá. Allí embarcaron en el navío San Juan Bautista, del maestro Pedro González Refolio, "en la armada que bajó del Perú con la plata". En el largo viaje por mar falleció la portera, y según una fuente, el 10 de junio siguiente las tres restantes arribaron a su destino, donde fueron recibidas solemnemente por el presidente Alonso de Sotomayor, y por otras autoridades civiles y eclesiásticas y numeroso público. (Otro documento coevo afirma que llegaron "por el mes de mayo", lo que sugiero como fecha más correcta, no solo por la naturaleza de este documento, sino también porque el trayecto de El Callao a Panamá no solía tardar más de un mes, sobre todo si llevaban el apremio de entregar la plata93 ).El deán del Cabildo catedralicio ratificó en su cargo a la abadesa y a la vicaria, hasta que se celebrase una nueva elección, según las reglas acostumbradas. Cuando se instalaron en el convento panameño, se encontraron con "cinco o seis monjas doncellas hijas de vecinos principales", que tras su llegada, tomaron el hábito. Con las tres monjas profesas y las otras que ya había en el convento, es decir con unas ocho o nueve, finalmente el cenobio entró en regla94 • Años más tarde, en 1621, el obispo De la Cámara escribía al rey que para entonces una de las monjas que llegó de Lima había muerto y las otras dos se habían regresado a esa ciudad 95 • Según el obispo Calderón, desde la llegada de las monjas de Lima hasta 1604, habían ingresado al convento trece monjas, que aportaron otros 2.000 pesos corrientes de dote (al parecer procedentes de la renta comprometida por Terrin), lo que sumado al valor de las rentas que producían las propiedades de Reynoso y de Ana de Espino, sumaba un total de 4.000 pesos de renta anual, pero esta cantidad no les alcanzaba. Para esa fecha, ya se encontraban en el convento 23 monjas entre profesas y novicias, y dos donadas, más otras 30 mujeres de servicio, lo que ocasionaba un gasto anual de 6.000 pesos corrientes. Sólo en 91

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Requejo Salcedo, op. cit., pp. 65 y 66 y Carta del obispo Calderón, del 4.V.1604, ya citada . Sobre el nombre de Ja primera abadesa, declaración de Dª Leonor de Velázquez, Panamá 22.IV.1604, en "Testimonio de Autos sobre las rentas del convento de La Concepción", AGI Panamá 377, donde Dª Leonor alega que fue ella la primera abadesa del convento. Certificación del escribano del Cabildo capitalino Urbán de Medinilla, sobre el arribo de las monjas y su posesión del convento, AGI Panamá 62. Cuando ya tenía redactado este capítulo, el Patronato de Panamá Viejo publicó un folleto titulado Presencia de la orden concepcionista en Panamá, Panamá, enero de 2004, con un breve estudio sobre los orígenes del convento por Pilar Hernández Aparicio. Cita algunas de las fuentes que he utilizado y reproduce un breve apéndice documental. Estos documentos tienen, sin embargo, varios errores de transcripción, sobre todo de naturaleza onomástica . Carta al rey, Panamá, 18.VII.1621, AGI Panamá 100.

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salarios al capellán, al médico, al cirujano, al barbero, al procurador, al solicitador en cortes, al sacristán y al sobrestante de las obras, debían pagarse 902 pesos anuales. En ropa para las monjas y sus sirvientas, en la compra de materiales para la construcción del convento, y en el pago de jornales a los oficiales y peones de la fábrica del convento, habían gastado el año 1603 otros 2.853 pesos. Además nunca faltaban "gastos extraordinarios". En ese momento estaban necesitando "acabar de hacer la cerca de piedras que está empezada y la iglesia, y las demás oficinas de la casa que son necesarias y socorro para que las religiosas que estén con la clausura tengan la decencia que conviene". Los costos de estas obras se calculaban en 30.000 pesos96 • La Corona había expedido una R. C. en Toledo el 7 de julio de 1596, para dotar al convento por un período de seis años, de "botija y media de vino de Cazalla, y seis arrobas de aceite y dos y media de cera labrada en especie para alumbrar el Santísimo Sacramento, bendecir y celebrar las misas". Obedeciendo esta R. C., los oficiales reales de las Cajas de Panamá empezaron a entregar las sumas correspondientes desde el 14 de septiembre de 1598. Pero se trataba de una ayuda mínima y el convento necesitaba mucho más97 • Las monjas vivían pues con grandes estrecheces, pobreza y "necesidad". Sin embargo, Terrin no dejaba de aumentar sus contribuciones. Además de los 2.000 pesos de renta anual "que estaba obligado a darles cada un año, ha gastado otras muchas cantidades de pesos de su hacienda". Según el obispo, Terrin había prestado al convento la suma de 13.733 pesos. Además de esto, había comprado a los frailes de La Merced varias casas (seguramente de alquiler) "donde está fundada la iglesia" de La Concepción, que las monjas todavía no habían podido pagarle98 • La iglesia del convento se había construido, pues, sobre el solar que ocupaban casas que habían pertenecido a los mercedarios. Como era obvio para el obispo, con 4.000 pesos de renta el convento no podía subsistir, y mucho menos acabar de construir su edificio. Apelando a la comprensión real para que ayudara con algo más sustantivo, explicaba la necesidad de la institución: "La fundación de este convento y su conservación es de mucha importancia para el aumento de este reino porque en él se recogen y han recogido muchas doncellas hijas de vecinos honrados que no tenían hacienda para poderse casar conforme sus cualidades" 99 • Agregaba que "por ser este reino una venta que no es sino de paso para el Perú y no haber en él sustancias ni comodidades para poder dejar sus casas y familias con la seguridad que se requiere" r gracias al convento "se han detenido algunas casas, así por haber donde queden sus hijas como porque las mismas hijas detienen a sus padres y parientes"too. El obispo apuntaba a la verdadera razón por la cual los conventos de mujeres eran socialmente necesarios en Indias. Quería decir con lo anterior, que la existencia del convento constituía un alivio económico para las familias de 96 97

98 99 100

Carta del obispo Calderón del 3.V.1604, ya citada. Ibídem Ibídem. Ibídem. Ibídem.

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limitados recursos y con hijas mujeres a las que no podían entregar en matrimonio con una buena dote. Esto era así porque para casarse se exigía una dote que pocas familias podían costear, mientras que al convento se podía ingresar entregando una dote mas bien módica. Asimismo, la creación del convento contribuía a retener en el país a familias blancas que de otra manera habrían emigrado, permitiendo que se afianzase la comunidad de vecinos. El convento de monjas constituye por tanto un elemento de cimentación social. Y como veremos en su momento, era una sólida evidencia de que una élite urbana estaba en proceso de consolidación. El obispo concluía clamando a la Corona para que ayudase al convento e informando que el presidente Alonso de Sotomayor viajaba en esa Armada a la corte "como carta viva", para dar información fundamentada del asunto 101 • Con la misma fecha y adjunta a la carta del obispo, ya que era parte del expediente que remitía a la Corona, se incluye una certificación detallada del "estado del convento y de su fábrica" por D. Diego Jiménez, maestro mayor de obras del convento y alarife de la ciudad 102 • La iglesia ya estaba construida, su cuerpo medía de "largo desde el altar mayor hasta la reja del coro", 110 pies, "de a tercia cada pie". Desde la reja del coro hasta "la última pared", 30 pies. Total, 140 pies. El "cuerpo" (o ancho) de la iglesia y grueso de una pared a otra era de 28 pies. Las paredes eran "fuertes y buenas de cal y canto, de una vara de medir de grueso", es decir de 0,84 cm. En el interior de la iglesia estaban "caladas a manos de obra prima", es decir de primera categoría, "dos portadas principales de cantería que salen a la calle, con sus puertas fuertes y buenas". Otra portada salía al corredor del convento que corría "pegado con el cuerpo de la dicha iglesia". Esta portada era de 15 pies de ancho. A lo "largo del cuerpo de la iglesia" iría "otra puerta principal donde se ha de poner portería y torno y puerta reglar". La altura de la iglesia era de 34 pies; 24 hasta las ventanas. El largo del convento, desde el corredor hasta la última pared, medía 180 pies, siendo su ancho de 140 pies. Todo el convento estaba cercado de mampostería, "de piedra y cal muy fuerte y muy bien labrada" . Los cimientos eran "de muy buenos materiales de piedra y cal". La altura del muro que rodeaba el convento era de cinco varas, poco más de 4 metros, y su espesor de una vara y cuatro dedos. Era de mampostería "con sus verdugados de ladrillos" . Lo anterior quiere decir que intercalada en la mampostería tenía filas de ladrillos colocados de canto y en posición horizontal, sirviendo de guías para que la obra quedase pareja. Precisamente a ese sistema constructivo se le denominaba "verdugada". Como todavía le parecía poco alto el muro, el Cabildo pretendía subirlo hasta alcanzar a siete varas, "con su lomo fuerte y muy labrado" 103 • En el recinto se habían acumulado 4.000 cargas de piedra, mil fanegas de cal y otros materiales para hacer "todas las demás cosas necesarias para el servicio de dicho convento" . Si se consideraba que las ventanas ya construidas resultaban demasiado bajas se cerrarían para elevarlas. El convento ya tenía "salas y aposentos altos principales [... ] apartados y divididos unos de otros, así 101 102

103

Ibídem. Ibídem. Publicó esta certificación Mª del Carmen Mena, en La Ciudad [ ... ],ya citada, pp. 287288. Ibídem .

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en los corredores como en el cuerpo de la casa, competentes para muchas personas". Finalmente, ya estaban construidos el refectorio, las cocinas y el horno, y en el patio y la huerta se encontraba un pozo de 10 pies de ancho con agua abundante, "de tal manera que se coge el agua a mano" 104 • El maestro mayor también describe la exacta ubicación del convento. Por la "parte delantera está una calle ancha principal", dice refiriéndose a la calle Empedrada, . que iba a San Francisco. Por la parte posterior, hacia el Norte del convento, no tenía vecinos, salvo unos solares vacíos y "casillas bajas". Hacia el Este, del lado del altar mayor, lindaba con una "calleja que de frente están unas casas principales [... ] de Francisco Terrin". "Por la parte del coro, hacia San Francisco, están otras tres casas, que solían ser de [ ...] María Rodríguez de Tapia". Estas casas eran de tablas, "más bajas que las del dicho convento y se extendían hasta alcanzar una calle. Ocupaban casi tanto espacio como el convento, por lo que el maestro mayor recomendaba "meter e incorporar las dichas casas en el dicho monasterio y casa". Con ello se conseguía que el convento ocupara "toda la isleta", o manzana, sin tener que compartirla con otros vecinos, impidiéndose así que desde estas casas asomasen miradas indiscretas hacia el claustro 105 • Al parecer se contemplaba seriamente levantar el muro hasta las siete varas o casi seis metros, aunque no se sabe si así se hizo. El altar mayor de la iglesia estaba "armado sobre un tablado de tablas de tres cuartas [... ] bien aderezado y adornado con todo lo necesario, así de sus frontaleras y demás aderezos, como puede estar en cualquier iglesia parroquial o catedral". En él se encontraba una imagen de bulto de la Inmaculada Concepción. También en el retablo mayor se encontraban "dos imágenes grandes, bien guarnecidas pintadas en lienzo [es decir al óleo] sobre tablas con las figuras de [... ] San Pedro y San Pablo". Frente al altar mayor colgaba una lámpara mediana de plata. También se encontraba "un hachero de madera con un cirio y una alfombra grande por el suelo" 106. La iglesia tenía asimismo dos altares colaterales "con sus frontaleras y manteles", donde ya se decía misa. Uno tenía la imagen de Nuestra Señora y el otro de Santiago, "Patrón y Abogado de las Españas" . A los lados de las paredes se encontraban dos retablos grandes con diferentes imágenes representando la vida de la Virgen y de los Santos1º7 • Según esta prolija descripción, ya para 1604 la iglesia del convento se encontraba muy avanzada y capaz de celebrar los oficios divinos. Su interior estaba decorosamente vestido, sus fachadas lucían obras de cantería, y aunque todavía seguían realizándose obras en el resto de la casa, ya existían las condiciones básicas para que pudiera desarrollarse la vida conventual. La descripción del maestro mayor evidencia que las obras que se seguían haciendo tenían el propósito de ampliar el convento ganándole terreno a casas vecinas y elevar el muro y probablemente las ventanas. Se trataba, obviamente, de un gran proyecto y con toda seguridad sus planes de expansión futura continuaron materializándose ya que, pese a que no dejaron de producirse quejas por la falta de recursos, el convento continuó recibiendo incesantes ingresos gracias al apoyo de los vecinos.

º 1º6 1 4 105

º

1 7

Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ibídem.

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Aparte las rentas que he mencionado, los vecinos continuaron aportando sumas considerables para continuar las obras. En 1601 se calculaba que sus aportaciones sumaban 31.770 pesos de 9 reales. Para entonces, otros vecinos habían aportado 5.200 pesos y en mandas se habían recogido hasta 3.770 pesos1º8 • Total, 40.740 pesos, lo suficiente para levantar una casa de considerable tamaño y apariencia. En 1612 las rentas del convento alcanzaban a 5.500 pesos y sus propiedades a 110.000 pesos. En 1640 ya ascendían a 9.000 pesos de ocho anuales y sus propiedades eran evaluadas en más de 300.000 pesos. Para 1670, sus rentas y propiedades habían aumentado a más de siete veces su valor original. Todo esto permite sugerir que el convento no dejó de contar con recursos para continuar ampliándose y mejorar sus condiciones. De hecho, las evidencias arqueológicas y arquitectónicas revelan que la construcción original se extendió hacia el Oeste hasta duplicar su longitud original. Es decir, que el proyecto de extender el convento a expensas de las casas de María Rodríguez de Tapia efectivamente se logró. En cambio, el sector Este, incluyendo la testera y la cerca que se extendía hacia el Norte, conservaron las dimensiones originales. Sin embargo, el convento tenía también muchos gastos, las monjas y los mayordomos no lo administraban bien, y además la iglesia y el convento sufrían frecuentes daños que debían repararse. El más grave ocurrió durante el terremoto del dos de mayo de 1621. Un mes preciso más tarde, la abadesa del convento, Dª Beatriz de Isasiga, Dª Dorotea de Herrera, vicaria, Catalina de la Torre, definidora, Dª María de Sotomayor, definidora, pedían al Real Acuerdo que se les autorizase levantar información sobre los daños causados por los temblores y el dinero que se necesitaba para repararlos. Recordaban que el sismo empezó, "como a las cuatro de la tarde poco más o menos[ ... ] con el cual se vino al suelo el coro y pared de piedra que cae a la calle con mucha parte de la iglesia y cerca del convento y lo demás que quedó por caer tan mal parado y de suerte que es forzoso derribarlo por el suelo y el dormitorio y refectorio, que también es edificio de piedra se padeció casi el mismo daño, aunque no tan grande y las oficinas de madera de la misma suerte, por lo cual nos hallamos muy desconsoladas y afligidas por vernos sin vivienda necesaria y la que hay arruinada y estrecha y sin tener iglesia ni coro donde celebrar los divinos oficios" 109 • Es decir, que prácticamente todo el convento quedó en ruinas. Según Requejo Salcedo, que fue al convento el mismo día, el coro y el techo de la iglesia se desplomaron, siendo el de las monjas el convento que sufrió mayores daños: "fue el más lastimado". Encontró a las monjas sollozando y de rodillas rezando al Santísimo Sacramento, en el "estrecho" patio del convento "rodeado de altas paredes"llO. El obispo Francisco de la Cámara confirma lo anterior en carta al rey del 18 de julio de 1621. Al parecer, las condiciones del convento ya eran 108 109

110

"Descripción" de 1607, p . 212. "Testimonio de lo que pidió el convento de monjas de la Limpia Concepción de Panamá a la dicha ciudad para reparar el daño que recibió el dicho convento con el temblor del día de San Atanasio [... ].año 1621, AGI Panamá 104. Op. cit., p. 47 y 54.

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precarias antes del terremoto: "de cuya vejez y amenaza de caerse tengo avisado a vuestra alteza desde que aquí llegué". En efecto, el 6 de junio de 1615 le había escrito al rey que "el coro de las monjas de esta ciudad se ha caído y amenaza por el consiguiente caerse toda la iglesia" 111 • Y así sucedió. Con el sismo, "la iglesia y coro" se desplomaron y las "cercas y otros cuartos de la casa" queqaron "maltratados. Luego describe los daños que causó el terremoto al resto de la ciudad: "A las cinco de la tarde comenzó un terrible temblor que jamás tal se ha visto en esta tierra que con durar su rigor aún no dos credos fu~ grandísimo el daño que hizo en casas y templos" 112 • Al parecer, el imaginario popular se encargó de abultar la magnitud del infausto recuerdo, pues el obispo Fernando Ramírez, que no vivió la experiencia y debía repetir lo que le contaron, atribuía al terremoto una duración mucho mayor: "duró casi un cuarto de hora". Incluso confundió el año: "en el año 1622 tembló la tierra en esta ciudad y reino muchas veces". Pero al referirse a los estragos que causó, llama la atención el hecho de que singulariza el daño que sufrió la iglesia de las monjas -"se cayó una iglesia de un monasterio de monjas de la Concepción"-, como queriendo destacar que fue el edificio que experimentó mayores destrozos113 • La información solicitada por las monjas el 2 de junio de 1621 fue autorizada y se presentaron a declarar varios testigos a partir del 20 de junio siguiente. El primero en presentarse fue el Lic. Joseph Fernández, presbítero y capellán del convento. Le siguió el Lic. Luis de lbarra, alcalde ordinario del Cabildo y abogado de la Audiencia, de 40 años, quien conoáa el convento desde su fundación, había sido su abogado, y tenía allí a su madre, una viuda, que había sido varias veces vicaria y a una hija novicia. Declaró que las monjas vivían con muchas estrecheces y que el convento había quedado en tan mal estado "que era forzoso repararlo y derribarlo por el suelo y asimismo el dormitorio y refectorio". Para estas reparaciones calculaba un costo de 20.000 pesos. Otro testigo, el alguacil mayor y benefactor del convento, Agustín Franco, destacaba que el convento sólo tenía 5.000 pesos de renta, 2.000 pesos de la renta que había dejado su tío Francisco Terrin, y otros 3.000 pesos que se agregaron en los últimos 23 años de su existencia, suma muy baja para las necesidades del cenobio: "Y ansí de ordinario ha estado el dicho convento con mucha necesidad y pobreza y a causa de haber ido entrando más religiosas y muchas doncellas hijas de hombres principales de esta ciudad que están en el dicho convento por seglares y ser muy corta la vivienda que tienen han padecido y padecen mucha estrechez e incomodidad para poder vivir por ser como es esta tierra tan calurosa, es cosa muy intolerable y así tiene necesidad muy forzosa de ensancharse de más vivienda porque del estar tan estrecha se les siguen enfermedades [ ... ]"114.

Según Franco el terremoto había derribado "un pedazo grande de la iglesia [...] y parte del coro y lo demás de piedra[ ... ] así de la iglesia como de las cercas m AGI Panamá 100. 112 AGI Panamá 100. 113 Carta al rey, Panamá, 17.VII.1634, AGI Panamá 100. 114 Ibídem.

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quedó todo tan malparado que es necesario derribarlo y hacerlo de nuevo". Coincidía con !barra en que harían falta 20.000 pesos. Sin embargo, otros testigos aseguraban que no se repararía el convento con menos de 30.000 pesos 115 • Basándose en esta Información, las monjas solicitaban la cantidad de 20.000 pesos, del fondo de 200.000 pesos que había dejado el vecino Juan Gómez de Zúñiga para obras pías y cuya distribución estaba pendiente de un pleito entre el obispo y la Audiencia 11 6. Aunque no se sabe si las monjas recibieron la suma que pedían, probablemente la reconstrucción no demoró, aunque según Requejo Salcedo todavía en 1638 la iglesia no se había concluido. Dice que el convento pretendía "hacer la iglesia de piedra, que costará 20.000 pesos" 117 • Lo anterior podría sugerir que sólo quedaba pendiente de conclusión la iglesia, no así el resto del convento. Obviamente la reedificación no se hizo esperar mucho. La iglesia y el coro fueron nuevamente levantados, probablemente después de 1640, aunque no se conoce constancia documental de lo que efectivamente se hizo. En una fecha no precisada, pero con seguridad después del terremoto de 1621, se construyó el famoso aljibe del convento, al que ya me he referido en un capítulo anterior. Obviamente aún no existía en 1604, ya que, como vimos, el maestro mayor Diego Jiménez sólo hace referencia explícita al "pozo" y es poco probable que, dado su oficio, desconociera las diferencias entre un pozo y un aljibe. El primero se alimenta de agua subterránea y es un hoyo profundo generalmente de tres o más metros, con un gran brocal con su sardinel de ladrillo de unos dos metros de diámetro, que sobresalía del nivel del suelo hasta alcanzar la cintura de un hombre. El aljibe es por el contrario una cisterna abovedada donde se deposita agua de lluvia. Requejo Salcedo, que escribe entre 1638 y 1640, tampoco menciona el aljibe, lo que sugiere una datación post quem. Este aljibe corría a lo largo de la pared Noroeste de la iglesia y al extremo Sur-Oeste del patio central. Allí se recogía el agua que caía a los tejados y corría por canales hasta caer a su depósito abovedado. El agua depositada se extraía por un pequeño brocal. Estaba rodeado por un muro de mampostería, su piso era de ladrillos y el depósito tenía cuatro bóvedas. Cada bóveda era sostenida por arcos de piedra a su vez apoyados en.columnas también de piedra. Según las medidas que tomó hacia 1919 el arquitecto Leonardo Villanueva Meyer, el aljibe tiene 14,50 metros de largo por 10 de ancho y 4,80 de elevación. Calculaba que tenía capacidad para 124.000 litros 118 •

Convento de San Francisco Es muy poco lo que se sabe de los conventos de varones. En el capítulo Iglesia y Sociedad discutiré las fechas de establecimiento de cada Orden y otros aspectos de su historia. Aquí me limitaré a tratar de sus edificios. Todos tuvieron comienzos muy precarios y, como ya he dicho, sus primeras casas fueron humildes ranchos o modestas construcciones de madera y teja. Esta situación no empezó a cambiar hasta fines del siglo XVI y principios del XVII, cuando los religiosos aumentan en número y la sociedad muestra sus primeras señales de estabilidad. 115 116

117 JIB

Ibídem. Ibídem. Op. cit. p. 67. Citado por Juan B. Sosa, op. cit. p. 80.

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Así ocurrió con los franciscanos, que luego de vivir durante décadas en incómodas y estrechas viviendas, empiezan a levantar una nueva casa de mejor apariencia en 1573. Luego pretenden construir un amplio dormitorio de cinco lumbres en 1589, gracias a las generosas limosnas de los vecinos. La construcción de un dormitorio de tan grandes dimensiones se debía al propósito de la Orden de poder contar con espacio suficiente para alojar no solo a otros miembros de su orden sino a cualesquier transeúnte de paso para Perú que buscara refugio en su convento. Estas cristianas costumbres hospitalarias eran comunes en la época. Las tasaciones realizadas por los maestros carpinteros Martín de Moguruza y Alonso Cano de Araúz indican que la obra tendría un costo de poco más de 7.000 pesos y sería de madera y teja 119 • Pero el proyecto no llegó a concluirse hasta 1601, costando más de 22.000 pesos. La utilidad de este dormitorio se demostró en 1603 cuando llegaron a alojarse hasta 60 miembros de la Orden en tránsito para Perú. Ese mismo año empezó a construirse la iglesia de cal y canto, que para entonces ya contaba con un retablo y gradas en el altar mayor, una capilla dedicada a San Antonio con una talla de San Francisco, un retablo de San Cosme y San Damián, y un altar dedicado a San Eloy. Este altar tenía una imagen de plata del patrono de los plateros 120 • Para 1650 el convento contaba con cinco cofradías, y cada una tendría o bien su propio retablo o lo compartía con otra. Estas eran, Nuestra Señora de la Concepción, La Veracruz, San Diego, Nuestra Señora de los Remedios y San Juan de Buenaventura 121. Pero las estrecheces continuaban. En 1608 la Audiencia escribía al rey que la comunidad franciscana "es tan pobre qµe aún casa capaz para poder estar en él los religiosos no tiene". Para ese entonces "la iglesia va fabricándose de limosna". Con esta carta, la Audiencia respondía a una R.C. del 26 de junio de 1607 donde se le pedía información sobre las rentas de los conventos, resumiendo la situación diciendo que "los dichos conventos son muy pobres" 122. El terremoto de 1621 produjo daños en el convento franciscano, aunque según Requejo, éstos podrían repararse a un costo de 3.000 pesos 123 • La historiadora sevillana Mª del C. Mena García asegura que el convento de San Francisco era "el doble que el Hospital de San Juan de Dios y la Compañía de Jesús y más del triple que el de Santo Domingo" 124 • Para afirmarlo se basa en una fuente tan poco confiable para el cálculo comparativo de la superficie como es el plano de Roda de 1609. Pero su estimación no la sustentan las actuales medidas. Como vimos en un cuadro anterior, San Francisco medía 3.215 m 2• Por tanto Santo Domingo, La Compañía y La Concepción lo superaban en superficie, estos dos últimos con mucha ventaja. Sólo San Juan de Dios y el convento agustino de descalzos de San José eran inferiores en tamaño. De acuerdo con Juan B. Sosa, que debió basarse en las medidas que tomó su amigo el arquitecto Villanueva Meyer, el convento franciscano tendría 3.671 119

120 121 122

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124

Esta tasación en AGl Panamá 103. Lo publica Mª del Carmen Mena en La Ciudad[ ... ], p. 286. Carta de los religiosos de la Orden, Panamá, 2.Vl.1603, AGI Panamá 103. Relación del obispado de 1650, por Berna! de Contreras, ya citado. Carta al rey, Panamá, 13.Vll.1608, AGI Panamá 15. Firman el presidente Valverdi de Mercado, y los oidores Alonso de Coronado y Pérez de Salazar. Op. cit., p. 52. La ciudad[ ... ], pp. 173-174.

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metros2. Su iglesia era un "edificio sólido y bien proporcionado", que de acuerdo a sus medidas tenía 1.646 m 2. Según él, tenía "capillas colaterales bajo arcadas, capilla mayor de 182 metros superficiales, sacristía y bautisterio anexos a ésta, torre y tres puertas: dos para el acceso del público y la otra el de la comunidad"125. Sin citar su fuente, Sosa describe el convento de la siguiente manera: "El sistema de celdas corría desde la trasera del templo por el Este, el Norte y el Oeste del convento, rematando al Sur de éste con una amplia construcción destinada al uso en conjunto de la cofradía. El patio principal, sobre el cual daban los claustros, contenía además de algunos pozos, una bonita alberca de dos metros cuadrados con capacidad suficiente para depósito de aguas de lluvia. Atrás del convento se extendía la huerta de éste, sembrada de árboles frutales y hortalizas hasta la tercera calle desde el mar, cerrando la calle de la Empedrada con una tapia que echó al suelo el terremoto ocurrido en la ciudad el 2 de mayo de 1621"126.

El convento de La Merced Para Juan B. Sosa, el convento de mayores dimensiones era el de La Merced. Dice así: · "Ocupaba el área más extensa entre los de la ciudad, por sus amplias dependencias del servicio, anexas a los claustros, y los extensos patios cultivados de hortalizas y frutales, con un ancho y profundo pozo, el más hermoso de los que encuentra todavía el visitante" . Como Sosa no indica la superficie que ocupaba este convento, acaso hacía su estimado basándose en la impresión visual que le causaban sus ruinas. En cuanto a su descripción, probablemente se apoyaba en lo que todavía era posible discernir en las ruinas que llegó a conocer, cuando todavía faltaban muchos años para que la agresión urbanística del área invadiera su espacio. Esta circunstancia ha impedido al Patronato de Panamá Viejo la identificación del pozo a que alude Sosa y medir el área del convento, limitándose a la de su iglesia, cuyas medidas actuales son de 1.477 m 2. Como se sabe, gracias a que La Merced quedaba muy alejada del centro urbano, no se quemó durante el ataque de Morgan, pero esto no la libró del saqueo posterior, cuando fue dilapidada sistemáticamente para construir la iglesia y el convento mercedario en la nueva Panamá, tema al que ya me he referido. Para hacer más difícil el estudio de sus restos, la Avenida Cincuentenario cortó su nave en dos, y apenas pueden observarse las ruinas de su iglesia, que sigue mostrando algunos de los elementos de cantería con los que se construyó. A la iglesia pertenecían cuatro cofradías, y probablemente cada una tendría su propio retablo. Estas eran la de Nuestra Señora de la Soledad, de Nuestra Señora de la Candelaria, de Santa Catalina y de Nuestra Señora de Aguas Santas127 . Como ya he dicho, se acepta generalmente la hipótesis de que su portada fue colocada en la iglesia que construyeron los mercedarios en la nueva Panamá, mientras que los demás restos del convento fueron utilizados en la construcción de sus murallas. Pero si la hipótesis de la portada es cierta, resultaría ser el refei2s

Op. cit., p. 61.

126 Ibídem. 127 Relación del obispado de 1650, por el padre Berna( de Contreras, ya citado.

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rente más completo para el conocimiento de la arquitectura religiosa en Panamá la Vieja. Para su estudio las fuentes gráficas más antiguas son fotos del siglo XIX. Una es de E. Muybridge de 1875 y otra de la época de construcción del canal francés, en la década de 1880. Muestran una iglesia sin enlucido, ya envejecida por el tiempo, flanqueada por dos torres, ambas coronadas por un pequeña cúpula, cada una con cuatro pináculos en sus esquinas. Toda la portada es de piedra labrada y sus paredes de sillería. La gran puerta de entrada, con arco de cantería, tiene a sus lados dos pares de columnas estriadas de capitel toscano. Entre las columnas se encuentran sendos nichos, ya desocupados cuando se tomaron las fotografías. Sobre estas columnas, apoyadas al nivel de la primera cornisa, se levantan otras dos columnas del mismo estilo, pero de fuste más corto, también cada una con su nicho. A la misma altura, se abre una ventana con barrotes cruzados de hierro. La segunda cornisa es doble y está exornada por un escudo coronado de la Orden mercedaria que la parte en dos por la mitad. Sobre la cornisa se apoya el frontón, en cuyo centro destaca otro nicho donde se oculta una imagen de bulto de la Virgen de la Merced, apoyada en una venera a guisa de ménsula. Es una obra sencilla, casi adusta, desprovista de toda pretensión y muy apegada a los cánones estéticos en boga.

El convento de Santo Domingo El convento de Santo Domingo, al igual que las otras Órdenes, tuvo orígenes modestos. Aunque una Probanza indica que ya los dominicos se habían establecido en 1566, según la "Descripción" de la Audiencia, de 1607, se originó con la llegada de fray Domingo Pérez y otros tres dominicos procedentes del Perú. Compraron "una casa con su huerta en el sitio donde fundaron", pagando por ella 3.200 pesos ensayados que les prestó el vecino Gerónimo Suárez. Con limosnas de los vecinos pagaron a Suárez 3.000 pesos y éste les condonó el resto. La casa era un pequeño edificio de madera y tejas y en ella continuaban viviendo en 1577. En 1607 seguía siendo un convento pobre: "no tiene posesión, estancia, ni ganado", siendo su renta de apenas 993 pesos corrientes y dependían de las limosnas que recibían en las misas o las que recogían pidiendo por las calles de la ciudad 128 • Al igual que los demás conventos, no fue hasta el siglo XVIT cuando empezó a construirse de mampostería, piedra y ladrillos. Su portada estaba orientada hacia el Norte, como la catedral, y su fachada Oeste corría a lo largo de la Calle de Santo Domingo, el equivalente al cardo máximo, y que, junto con la de la Carrera, era la calle más importante de la ciudad. Era la calle que conectaba la plaza mayor con el Puente del Rey y por donde la ciudad se extendía hacia extramuros. Los dominicos tenían cinco cofradías, cada una con su propio retablo o bien éste era compartido con otra: Nuestra Señora del Rosario, San Jacinto, San Crispín y Crispiniano, San Juan de Letrán y Nuestra Señora del Rosario. La cofradía de Nuestra Señora del Rosario era de negros congos 129 • En su gran claustro, extendido hacia el Este de la iglesia, se han encontrado abrevaderos para mulas y se sospecha que tenía un aljibe bajo tierra, aunque éste no se ha explorado todavía. Entre sus restos han podido encontrarse diversos ejemplares de bellos 128 129

Página 212. Relación del obispado, de 1650, del padre Berna! de Contreras, ya citado.

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mosaicos de inconfundible factura sevillana, iguales a los que todavía se observan en algunos conventos coloniales de Lima. Era uno de los de mayores dimensiones, ya que medía como vimos 3.608 m_. Sólo lo superaban en superficie La Compañía, La Concepción y probablemente La Merced. Según Requejo, el terremoto de 1621 no le causó ningún daño de consideración 130 •

La Compañía de Jesús También es muy escasa la información que ha llegado hasta nosotros sobre el convento de La Compañía. Según la "Descripción" de la Audiencia, de 1607, el año 1578 el virrey del Perú, Francisco de Toledo, envió al padre jesuita Miguel de Fuentes acompañado de un hermano de su Orden "para que entendiese en las cosas de piedad y culto divino", en el recién creado presidio del Bayano, que se establece para proteger la frontera oriental contra los negros cimarrones. El padre Fuentes convenció a los vecinos de Panamá para que le adquiriesen una casa en la ciudad, que le compraron al maestro carpintero Alonso Cano de Arauz. Ya en 1582, se agregaron a los fundadores otros cuatro jesuitas que llegaron de Lima. "Después, con limosnas de los vecinos han ido comprando otras casas y fundaron el convento, que se va aumentando y ahora se va labrando de cal y canto" 131 • En efecto, varias fuentes coinciden en señalar que fue durante la primera década del siglo XVII que se construyeron en forma, tanto el templo como el convento de La Compañía. Hasta 1602 la casa era de madera y como ya estaba vieja "se hundió". Los jesuitas recién habían adquirido tres casas por un total de 4.000 pesos, compradas al vecino Juan Gómez de Zúñiga, "que están tabla en medio del dicho colegio", con cuya adquisición podían ampliar el convento y levantar una nueva iglesia, ya que la anterior se encontraba en el suelo y las misas se decían en "una pieza muy pequeña", totalmente inadecuada 132 • Ya en 1607 los jesuitas habían levantado los cimientos y algunas paredes. Remitiéndose a las Cartas Annuas de la Orden, el padre Mercado, dice que en 1606 "se erigió en el templo de la Compañía de Jesús un altar a San Ignacio", con aprobación del obispo. Para su consagración se celebró misa cantada, acudiendo la Audiencia "y toda la ciudad con demostraciones de amor y piedad [... ] a los festejos en nuestra iglesia" 133 • Según las Cartas Annuas, la obra se hizo de acuerdo a los planos del padre coadjutor Andrés Alonso de Valladolid, arquitecto de formación que se encontraba en Panamá en 1610. Continúa explicando el texto de las Cartas Annuas que con la participación de todos los miembros de la Orden, haciendo unos de carpinteros y otros de albañiles, y con solamente la colecta de limosnas, misas, mandas y otras contribuciones pías, los jesuitas pudieron levantar el primero y más hermoso edificio monacal que tuvo Panamá a comienzos del siglo XVIl 134 • Por otra parte, el Cabildo capitalino escribía al rey una carta fechada el 22 de junio de 1607 donde le comunicaba que ya la obra había empezado a construirse "de piedra y ladrillo", calculándose su costo en 20.000 pesos. Este dinero

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Op. cit., p . 53. Página 213. Probanza de La Compañía, del 21.Vl.1601, AGI Panamá 62. Op. cit., p . 293. Sobre la presencia de Andrés Alonso y su obra, ARSI, Roma, Ca talogi Provincial Triennal Peruanensi 4i, años 1568-1619.

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lo habían conseguido los jesuitas exclusivamente de limosnas 135 • Al mismo tiempo que empezaban las obras, el padre Julio Pes~e 136 supervisaba el corte de madera que se usaría en la construcción del templo en las montañas cercanas a Pueblo Nuevo de los Remedios. Según otras fuentes, el padre Pes~e, había estado catequizando a los indios de San Félix y Guabalá hasta 1609, fecha en la que se regresó a Panamá 137 , lo que sugiere un ante quem para sus actividades madereras. La iglesia tenía un altar dorado dedicado a Nuestra Señora del Carmen138 • Otro altar estaba dedicado a El Salvador. Según la Relación del obispado del padre Bernal de Contreras, de 1650, ambos tenían su correspondiente cofradía. Según Requejo, el convento no sufrió grandes daños durante el terremoto de 1621, ya que éstos se podían reparar con 1.000 pesos 139 • La Compañía debió ser el templo conventual más prestigioso del siglo XVII, dado que en las dos ocasiones que tuvieron que trasladarse las funciones catedralicias fuera de la catedral, fue la iglesia de los jesuitas la que se escogió. Así sucedió, como ya vimos, en 1626, cuando la catedral se encontraba en proceso de construcción. Durante tres años fue La Compañía la que fungió como catedral, hasta que ésta pudo abrir sus puertas en 1620. Después del gran incendio de 1644, la catedral volvió a mudarse para La Compañía, donde permaneció hasta 1649, cuando finalmente se traslada a ella el Santísimo Sacramento y recuperó sus funciones.

Las ennitas de Santa Ana y San Cristóbal y el convento de San José Siguiendo la calle de Santo Domingo, en dirección al Puente del Rey se encontraba a la izquierda la ermita de Santa Ana, que ya existía en 1586, según lo indica el plano coevo de Bautista Antonelli. Fue construida gracias al deán D. Alonso Miño, que la dotó con 100 pesos a~uales de renta. Muy cerca, a la derecha, se encuentra la iglesia y convento de San José, de los agustinos descalzos. Este edificio se había empezado a construir en 1620, pero el presidente de la Audiencia Juan de Santa Cruz lo hizo derribar por diferencias con los descalzos, de modo que su construcción definitiva es de fecha posterior. Los restos de su iglesia indican que era de cruz latina, con sus "pies" hacia el norte y su capilla mayor hacia el sur. Lo más llamativo en ella son sus capillas laterales de bóveda, una técnica poco usada en Panamá. Los restos del convento estaban todavía en pie a principios del siglo XX, pero ya han desaparecido. Otra ermita en el extrarradio era la de San Cristóbal, situada en el cerro de ese nombre, en la encrucijada del camino que entonces se usaba para ir a Nombre ·de Dios. Se sabe que fue costeada por Francisco Díaz, el problemático chantre de la catedral, y por el clérigo Juan de Soto, que estaban ejerciendo entre 1560 y 1580.

Una nota final sobre la economía escatológica Hasta aquí hemos visto que para la construcción de iglesias y conventos se invirtieron considerables sumas de dinero. La inmensa mayoría procedía de 135 136 137 138 139

Esta carta en AGI Panamá 30. Op. cit., p. 339. Ver A. Castillero Calvo, Conquista, Evangelización [... ], Cap. IV, p. 99. Pedro de Mercado, op. cit., p. 321. Op. cit., p . 53.

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limosnas o donaciones de los vecinos, algunas verdaderamente cuantiosas. De hecho, el gasto en obras pías excedió con mucho lo que se invirtió en construcciones militares o en diferentes obras cívicas. Esta realidad, que fue común a los países católicos de Occidente durante la misma época, ha intrigado mucho a los historiadores, que hasta ahora no han encontrado una explicación satisfactoria. Es difícil, en efecto, establecer si la construcción de una iglesia era una forma racional de invertir dinero, dado que con ello no se pretendía alcanzar un beneficio material de un capital terrenal. Hace falta por lo tanto analizar estas donaciones y limosnas en función de una mentalidad económica distinta a la nuestra, ya que el donante seguramente calculaba su inversión en términos de una economía escatológica. Se mostraba generoso con la Iglesia no sólo porque de esa manera descargaba su conciencia, sino también porque estaba convencido de que hacía una inversión tan racional como dejarle su fortuna a sus hijos ya que con ello podía ganar la salvación eterna, es decir una apuesta que difícilmente podía despreciar. Pero también existía otra dimensión del problema, a saber, el efecto multiplicador que producía la construcción de edificios tan costosos. La madera debía comprarse en los aserraderos de Bayano y trabajarse en los talleres de los carpinteros. La cal, que era transportada desde alguna calera distante de la ciudad, así como las tejas y ladrillos que se producían en los tejares de las inmediaciones, debían beneficiarse en los hornos que tenían los vecinos. El hierro de la clavazón, las llaves, las cerraduras o las aldabas, debía ser procesado en los distintas herrerías, donde también se construían las herramientas. La piedra debía llevarse de las canteras para ser trabajada por canteros y albañiles. El diseño y la construcción debía encargarse a maestros carpinteros y alarifes. Todos los materiales debían acarrearse desde lejos. Y para el trabajo no calificado, en la tala de la madera, en el transporte, en los hornos o en la construcción, debían alquilarse esclavos de los vecinos. Es decir, que cada elemento del proceso constructivo suponía una generación de actividades que tenían un costo y que proporcionaban trabajo a varios p_rofesionistas y a numerosos operarios libres y_esclavos. Para emplear a los maestros constructores era precisa la concertación de contratos, lo que daba ocupación a los escribanos, y si los primeros incumplían, a los abogados. Los trabajadores que enfermaban podían ir al hospital de San Juan de Dios o pagar por los médicos y las medicinas. Y muchos vecinos acomodados, dueños de esclavos, de aserraderos, de caleras, de tejares, de hornos, de mulas y de bongos, o mercaderes locales que importaban y vendían insumos para la construcción, también participaban en ella directa o indirectamente obteniendo beneficios. Pero a la vez, todos los que trabajaban en las construcciones empleaban su dinero en adquirir otros insumos, vestidos y alimentos, sea comprando en las pulperías, la carnicería o la panadería, dando de esa manera empleo a otras personas del pueblo llano y ganancias a los matarifes, los ganaderos y los comerciantes. Si eran maestros de talleres, seguramente vivían en casas de alquiler y debían pagar renta. Además todos, sin excepción de los esclavos (cuando ya estaban aculturados), reservaban parte de sus ganancias para entregar limosnas a la Iglesia y asegurarse su porción de bienestar en el más allá. De este modo, el efecto multiplicador de la actividad constructiva de iglesias y conventos dinamizaba la economía, y la racionalidad escatológica tenía un impacto terrenal. Era, sin duda, una buena inversión para el más acá y para la eternidad.

CAPÍTULO VIII

LA VIVIENDA URBANA , CU~TURA MATERIAL, IDEOLOGIA Y SOCIEDAD Fuentes y problemas metodológicos Cuando empecé a estudiar la vivienda colonial a principios de la década de 1980, el conocimiento sobre el tema era entonces desolador, particularmente en el caso de Panamá La Vieja1 • Todo parecía limitarse a vagas y confusas referencias a la "casa del obispo" y a las "casas Terrin", tan mal conocidas entonces que todavía en la década siguiente un conocido especialista continuaba identificándolas como "casas del Cabildo". Dado que las ruinas de la primera evidencian una construcción excepcional y que el estado de las otras apenas permitía diferenciar una unidad de otra, la búsqueda de una tipología parecía un reto difícil de remontar. Como es evidente en todos mis trabajos sobre arquitectura y urbanismo, mi primordial interés ha sido siempre su dimensión social. De esa manera, al empezar a estudiar la vivienda en Panamá La Vieja, me conformaba, al menos como punto de partida, con establecer las dimensiones superficiales de las casas, con el propósito de discernir tanto sus aspectos formales y funcionales básicos, como el espacio que ocupaban, a fin de tener una mejor comprensión de las realidades sociales de aquella época. Buscaba esclarecer aspectos como la calidad de vida, la densidad ocupacional, la tugurización, si la había, los costos de la construcción y los alquileres, y otros temas de ese tenor. Porque, en aquella etapa temprana de la investigación, ni siquiera se sabía qué frente ocupaba una casa típica y cuál su fondo, y por las crónicas y otros documentos más o menos conocidos, sólo teníamos sumarias noticias descriptivas sobre sus alturas, técnicas constructivas y materiales de construcción. El primer paso sería pues, un intento de reconstrucción hipotética del parcelario. Primero, mediante el análisis estadístico de la información contenida en la "Descripción" de 1610; el siguiente paso sería un intento de representación cartográfica de conjunto tomando como base, simultáneamente, tanto la "Descripción" como el plano de Roda; luego, el análisis de conjuntos individualizados por la documentación, y finalmente el análisis de casos particulares. Cada uno de estos pasos nos ayudará a aproximamos a la definición de una tipología de los solares ocupados por las viviendas. Me permitiré recordar mis fuentes, así como la metodología para los dos primeros pasos. En la "Descripción" de 1610 se enumeran calle por calle, las casas y solares que ocupaban el frente de cada cuadra. Se da la orientación de las calles, y algunas indicaciones que permiten situar con relativa seguridad cada manzana. Esta información nos permite discernir, para empezar, las dimensiones del frente de los solares, al menos como media para el conjunto; como punto de 1

Para un resumen de la situación en 1994, ver Preámbulo de La Vivienda Colonial en Panamá, p. 25.

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partida es ya un primer paso alentador para la reconstrucción del parcelario. Complementa esta información la "Descripción" de 1607, que amplía la información sobre las casas. Pero el gran complemento para la "Descripción" de 1610 es el conocido plano de Roda de 1609. En este plano se traza el perímetro de las manzanas y se da el nombre de las calles mencionadas en la "Descripción". Por fortuna, se trata de documentos -los textos y el plano- levantados contemporáneamente. Es gracias a esta combinación de fuentes que la representación cartográfica resulta posible. Debo advertir, sin embargo, que la misma sólo pretende servir de ayuda visual, ya que resulta sumamente difícil recomponer el trazado de manera rigurosa o siquiera fiable, como podrá resultarle evidente a cualquiera que haga este ejercicio2 • La correlación de estas fuentes como base metodológica para el análisis la desarrollé primero en "Panamá Viejo, Primera Parte, La Fundación de Panamá Viejo, Móviles y Conflictos", publicado en La Prensa en agosto de 1985, donde también publiqué por primera vez el plano de la ciudad con el trazado hipotético del parcelario, dibujado por Julián Chang. Apropiándose de este mismo tratamiento metodológico y sin mencionar al original, que obviamente conoce pues cita el artículo de donde procede en su bibliografía y en distintas partes de su texto, María del Carmen Mena García reproduce otro plano esencialmente igual en La ciudad en un cruce de caminos (Panamá y sus orígenes urbanos), de 1992 y ya citado. En la página 90 plantea explícitamente este método como original suyo. En La Vivienda Colonial en Panamá desarrollo esta problemática en el capítulo V; sin embargo me permitiré reproducir aquí gran parte de su contenido por dos razones que el lector sabrá comprender. En primer lugar, aquel libro se agotó en pocos meses y circuló muy poco en el ámbito académico tanto local como internacional, de manera que para el estudioso interesado continúa siendo un texto inédito. En segundo lugar, porque la obra que tiene el lector en sus manos debe tener, como todo libro, carácter autónomo y sería imperdonable omitir un tema que resulta esencial para la comprensión urbana de Panamá La Vieja. La siguiente pieza documental básica que he utilizado es la breve pero muy útil serie de 19 propiedades del hospital de San Juan de Dios durante la década de 1620, que incluye diversas referencias sobre las casas que no da la "Descripción" de 1610, como sus dimensiones, ubicación, inquilino, alquiler y otros detalles. También es importante la serie de 1609, consistente en 19 casas consecutivas, situadas a lo largo de la Calle Real o de la Carrera, desde la plaza mayor hasta la carnicería, con información sobre el propietario, la locación de cada casa dentro del conjunto, sus lumbres de frente y valor. Otra serie igualmente útil es el conjunto de once casas pertenecientes al convento de monjas de la Concepción en 1617. Finalmente, también nos resultará útil la serie de seis casas contiguas que sirvieron de base para las futuras Casas Reales. Se trata pues de cuatro series distintas y un total de 55 casas que existieron contemporáneamente a la Descripción de 1610. Además de esto, contamos con datos diversos sobre algunas propiedades concretas, que también arrojan luz sobre el tema. Con este material, que es mucho menos de lo que haría falta para una comprensión en firme sobre esta problemática, mas lo que buenamente he podido averiguar sobre los 2

Reproduje en el Apéndice 12 (pp. 379-381) de La Vivienda Colonial el texto de la "Descripción" con la indicación de las casas, calles, plazas y solares.

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SOCIEDAD, ECONOMfA Y CULTURA MATERIAL

propietarios identificados, aventuraré aquí algunas hipótesis, sujetas por supuesto a revisión una vez aparezcan nuevos hallazgos. Agregaré al análisis el caso de Portobelo, ya que es la única otra ciudad colonial con información documental como la que aquí se analiza, y porque presenta problemas semejantes a los de Panamá. Su estudio nos ayudará a completar nuestra comprensión del problema. La mejor referencia para una visión de conjunto de Portobelo es un conocido plano anónimo de la ciudad, de 1600, cuyo examen también permite conocer lo que sería el parcelario ideal proyectado para dicha ciudad. A lo anterior se suman, aquí y allá, diversas descripciones sobre la dimensión y características de las casas, dibujos de fachadas y solares y otras referencias útiles que ayudan a precisar el análisis.

Descripciones tempranas de la vivienda Puesto que vivienda y parcelario están íntimamente relacionados, empecemos con algunas descripciones sobre la primera. Citemos uno de los primeros antecedentes locales documentados, la que construyó el cronista Oviedo y Valdés en Santa María del Darién. Orgulloso de su casa, Oviedo nos dice que en ella "se pudiera aposentar un príncipe". Tenía, agrega, "buenos aposentos altos e bajos"3 • Se trata, probablemente de la primera casa de alto que se construyó en el país. El mismo Oviedo escribía 25 años más tarde, refiriéndose a Nombre de Dios y Panamá, que allí "los cristianos hacen ya estas casas [... ] con sobrados, e cuartos altos e ventanas, porque como tienen clavazón, e hacen muy buenas tablas, y lo saben mejor edificar que los indios, hacen algunas casas de aquestas tan buenas, que cualquier señor podría aposentar en algunas dellas" 4 • La casa de alto, pues, se convierte desde temprano en una característica de la vivienda urbana panameña. Este modelo será también típico de Portobelo, que en varios sentidos fue, desde un punto de vista urbanístico, una ciudad gemela de la capital, aunque prima Jacie no lo pareciera. En 1638 el maestrescuela de la catedral Juan Requejo Salcedo ofrece una típica descripción de las casas capitalinas: "sobre los estantes ponen sus soleras y vigas, y de una a otra unos maderos delgados que llaman varas, y desta manera doblan dos veces o tres sus edificios; cércanlo todo de tablas, con clavos que llaman de barrote, los maderos tan trabados entre sí unos con otros con clavos de escora y media escora, conforme son menester, y las soleras y quadrantes con clavos de a dos tercias, que llaman encolamenta, y donde son menester de alfaxía, y después abrazados con las tablas vienen a quedar las casas tan firmes y con tanta fortaleza que hacen ventaja a las de piedra" 5 • Según la cita anterior, las casas tenían hasta dos altos: "doblan dos o tres veces sus edificios". La "Descripción" de 1607 dice textualmente, refiriéndose a las 3

4 5

G6'nzalo Fernández de Oviedo, Historia, T. 1, p.144. La cita completa dice: "Yo hice una casa en la cibdad de Sancta María del Antigua del Darién, que no tenía sino madera e cañas, e paja e alguna clavazón, y me costó más de mili e quinientos pesos de buen oro; en la cual se pudiera aposentar un príncipe, con buenos aposentos altos e bajos, e con un hermoso huerto de muchos naranjos e otros árboles, sobre la orilla de un gentil río que pasa por aquella cibdad". Ibídem. Juan Requejo Salcedo, op. cit, pp. 51-52.

LA VIVIENDA URBANA: CULTURA MATERIAL, IDEOLOGÍA Y SOOEDAD

273

332 casas existentes en Panamá, que todas estaban "tejadas y con sobrados y la mayor parte con entre····· suelos". Más adelante, al hablar de las únicas seis .' casas de particulares construidas de piedra, agrega . . .. que tres de estas "son de piedra hasta el sobrado". La referencia al piso alto o "sobrado" y a los "entre.... i ...... suelos" no deja lugar a dudas. Muchas otras pruebas, tanto descriptivas como estadísticas, confirman esta realidad. En Portobelo se repite básicamente el modelo panameño. Un problema más difícil es establecer las dimensiones del solar que ocupaban las casas en Panamá o Portobelo, sea de la parte construida propiamente, como del solar entero, con patios, cocina, . . Proyecto anónimo para Porto- huerta y corral, cuando los tenían. Como se sabe, en belo, fechado en 1600, donde las Actas de fundación de ciudades se acostumbrase observan las característi- ba incluir un plano donde se señalaba puntualmencas del trazado urbano, no te la distribución de solares de la cuadrícula urbasólo de las calles sino también para los solares. Re- na, con los nombres de los favorecidos. Allí se cuerda mucho el conocido mostraba la orientación del trazado, ubicación de plano de Frances Eximenic los solares para la plaza mayor, el Cabildo y la Igle(1383). AGI Mapas y Planos, sia, ancho -y a veces nombres- de las calles, insPanamá 18. Según un infor- cribiéndose también dentro del cuadro corresponme para la mudanza de diente a cada solar el nombre del vecino fundador y Portobelo, fechado en esta ciu- nuevo propietario. Por desgracia son raras las Actas dad el 11.III.1600, su autor que s.e conocen y aún menos las que, además, pudo ser el maestro mayor de conservan todavía el plano en cuestión. Para el istlas fábricas de Portobelo, el alarife Hemando de Montoya. mo de Panamá la única Acta de la época de la conquista que se conoce es el de Natá, que como se AGI Patronato 256. sabe es la más antigua conocida6 • Allí se hace clara alusión a la existencia del plano mencionado y se indica la proporción de los solares que se distribuyeron entre los fundadores. Dice que estos tenían 100 pasos de frente, equivalentes a 201 pies (es decir 67 varas ó 56,28 metros). El fondo tenía la misma extensión. Esto daba para cada solar un área de 3.167 metros cuadrados. Al parecer esto era lo que correspondía a los solares de los vecinos principales, porque en el Acta no se hace mención a la distribución de los lotes restantes, lo cual quedaría a juicio del capitán y teniente de gobernador de Pedtarias, Diego de Albítez, responsable inmediato de la fundación. Las proporciones eran enormes, como también lo sería el ámbito jurisdiccional concedido a la ciudad -cien leguas-, cuyos límites excedían con mucho los que se acostumbraba dar a las nuevas poblaciones. Pero no había para esas fechas ninguna regla fija sobre el particular y, de hecho, la normativa fundacional no vino a establecerse con rigor hasta las Ordenanzas de Descubrimiento y Nueva Población y Ocupación de las Indias, firmadas por

• . 1• .. • ...

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6

En un capítulo anterior me he he referido al Acta de fundación de Natá, cuyo traslado se encuentra en "Testimonio de Autos de la Villa de Los Santos en Suplicación de Mercedes", AGI Panamá 376. ·

274

SOCIEDAD, ECONOMfA Y CULTURA MATERIAL

Felipe II en 1573, cuando se asignaba a los lotes urbanos más pequeños 50 pies de ancho por 100 de largo, y a los mayores o caballerías 100 pies de ancho por 200 de profundidad. Esto hace alrededor de 1.476 metros cuadrados de superficie, es decir, la mitad que en Natá. A los más chicos se les concedían 13.7 de frente por 27.3 de fondo ó unos 374 metros cuadrados. En Lima, por ejemplo, Agustín de Zárate decía que "cada casa ocupa su solar de 80 pies de delantera y doblado el largo" 7 • Así, cada ciudad, según sus características ecológicas, la función para la que se establecía, la decisión del capitán fundador u otros factores, aplicaba medidas distintas y no hubo en realidad una regla estricta. Aquí la pregunta que cabe hacerse es si el mismo criterio que se usó en Natá fue el que se aplicó en Panamá, fundada apenas tres años antes y por el propio Pedrarias. O el que se usó en Nombre de Dios, fundado en 1520. Como las Actas no se conservan es difícil saberlo. Lo cierto es que las dimensiones y la relación de uno a dos que las Ordenanzas de 1573 establecen para los solares, constituye más bien una propuesta ideal diseñada por políticos o burócratas en España, con poco conocimiento de la realidad americana, y tuvo muy escasa incidencia en la práctica. Sin mencionar que ya para entonces la gran mayoría de las fundaciones se había consumado, con lo que su posible eficacia quedaba reducida a futuras fundaciones, y aún éstas, salvo algunas excepciones, solo se ajustaron a las Ordenanzas en mínima medida. Con la excepción de Natá no se conoce, pues, ninguna evidencia sobre las medidas o relaciones que se impusieron a los lotes en las primeras ciudades panameñas. Pero cualesquiera que hayan sido, de todas formas la realidad del parcelario no tardaría en quedar radicalmente modificada . Deben tenerse en cuenta, por otra parte, las sensibles diferencias ecológicas entre Natá y Panamá, factor que debió resultar decisivo en la dimensión de los solares originales. Natá, como se sabe, se encuentra situada en una extensa planicie y la amplitud de los solares podía ser todo lo generosa que se deseara. En todo caso, el tamaño de los mismos no era un factor limitante serio para los fundadores puesto que lo que sobraba era espacio. En cambio en Panamá, encajonada ecológicamente y con muy pocas posibilidades de expansión, el modelo natariego era inviable y, verosímilmente, los lotes que se repartieron en la fundación de la ciudad debieron ser mucho menores. Se trata, de todas formas, de meras conjeturas.

Reformas y consolidación del parcelario Los historiadores del urbanismo americano han sostenido que las Ordenanzas de 1573 llegaron tardíamente, pues la mayor parte de las principales ciudades americanas ya se habían fundado para entonces y que pocas veces se utilizaron en la fundación de nuevas ciudades. Sin embargo, muchas de sus órdenes aparentemente sí se aprovecharon para "reformar", como se decía entonces, el trazado y orientación de las calles, que en muchos casos no respondían al modelo de cuadrícula clásico, es decir que no eran rectas y se habían desarrollado espontáneamente al tenor del crecimiento a veces caótico de las

7

Historia del descubrimiento y conquista del Perú, Impreso en casa de Alonso Escribano, Sevilla 1572, p.39. Citado por Jorge Bemales Ballesteros, Lima, la ciudad y sus monumentos, Sevilla, 1972. p.36.

LA VIVIENDA URBANA: CULTURA MATERIAL, IDEOLOGfA Y SOCIEDAD

275

ciudades. Por otro lado, también las Ordenanzas se aplicaron para el reordenamiento del parcelario, ya que gran parte de los primitivos solares se habían subdividido y cambiado de propietario. En Panamá la Vieja esta reforma aparentemente recayó en el célebre ingeniero Bautista Antonelli, el constructor de Portobelo y autor del primer plano de la ciudad hasta ahora conocido. Sin embargo, no se sabe casi nada de la reforma de Antonelli, salvo que trató de enderezar las calles. En el plano que dibujó, al parecer él mismo, que tiene por fecha el año 1586, el trazado de las calles es, sin duda, poco regular y sólo responde imperfectamente al modelo ortogonal de las Ordenanzas, lo que sugiere que ya para entonces la ciudad no admitía muchas reformasª. De hecho, este plano se ajusta bastante a los restos arqueológicos conservados, como lo evidencian los planos que se han levantado desde la década de 1970 para fines de restauración. Es decir, que lo que Antonelli hizo fue trazar la ciudad tal y como la encontró, o poco más, dejándonos por ello un testimonio de extraordinario valor. No obstante, como puede apreciarse, este plano no nos ayuda mucho para el estudio del parcelario, con la excepción de los lotes que sirvieron de base para las futuras Casas Reales. En efecto, los únicos lotes que aparecen claramente indicados son los que ocupaban las seis casas contiguas que recién se habían adquirido para las oficinas de la Audiencia o Casas Reales. Dos de estos lotes son cuadrados de dos lumbres de lado y una superficie de sólo 67 metros cuadrados. Otros dos tienen también dos lumbres de frente y tres de fondo ó unos 100 metros cuadrados. Los dos restantes tienen tres lumbres de frente por cuatro de fondo y cada una 202 metros cuadrados. En conjunto medían de frente 14 lumbres y la media era de 2,3 lumbres. Estos datos son esenciales porque nos indican un patrón de lotificación que ya era característico. En efecto, el frente medio de estos seis lotes, como ahora veremos, sería típico del parcelario urbano. Se trata, por otra parte, del primer grupo de solares que aparece documentado sobre un plano de la ciudad y la primera referencia de ese tipo para el estudio de las dimensiones del parcelario. El dato nos indica que ya para entonces, a 64 años de la fundación de la ciudad, el parcelario que sería característico de la ciudad ya estaba definido. Para 1610 -aunque esto probablemente venía ocurriendo desde mucho tiempo antes-, esos posibles amplios solares de los tiempos de la fundación ya han desaparecido y la media del conjunto es de menos de 2,5 lumbres (unos 10,25 metros o 12 varas) para la longitud del frente. Así pues, seguramente como resultado del aumento de la población y del creciente valor de las propiedades, el posible primitivo solar de tal vez 100 pasos se habría fragmentado en casi cinco . En las listas de propiedades urbanas de las iglesias y hospitales se encuentran casas de tres y cuatro lumbres, es decir de entre 12 y 16 metros de frente, y en alguna que otra referencia aislada encontramos una o dos casas de hasta cinco lumbres. Pero la tendencia dominante es la del frente muy estrecho, siendo algunas casi del tamaño de un zaguán. s Ya me he referido a la paternidad de este plano por Antonelli, lo que además parece confirmar un texto suyo que publica la Colección Hakluyt en su Vol. 122, con relación al proyecto para las Casas Reales.

276

SOCIEDAD, ECONOMfA Y CULTURA MATERIAL

ENSENADA DE SAN JUDAS

Todas estas referencias podrían considerarse como meros datos anecdóticos con muy limitadas posibilidades para una interpretación de conjunto, de no ser porque contamos con la "Descripción" de 1610, la única fuente conocida que permite un análisis sistemático y serial del parcelario urbano de Panamá la Vieja. En ese sentido es una fuente excepcional. Empecemos por observar qué nos revela la sistematización de los materiales de 1609 y 1610. Vista la ciudad en conjunto, lo primero que destaca es la estrechez de los solares. La media del frente de las casas tomadas en bloque es de cerca de 12 varas o pasos de dos pies. En esa época y todavía durante el siglo XVIII se empleaban indistintamente dos unidades de medida diferentes para la exten.,sión de los lados de las casas y los solares: la vara, de 0,82 metros, y la lumbre de S varas ó 4,1 metros9 • 9

A principios del siglo XVII se usaban también los pasos de 2 pies, siendo la vara castellana de 0,835 cm o tres pies. En el Archivo Nacional de Panamá he encontrado referencias a la lumbre en documentación de inmuebles hasta de mediados del siglo XIX. Aún en testamentos de principios del siglo XX continúan apareciendo medidas de propiedad urbana en lumbres, aunque son cada vez más raras.

277

LA VIVIENDA URBANA: CULTURA MATHRIAL, IDEOLOGfA Y SOOEDAD

TIPOLOGÍA DE LA VIVIENDA EN PANAMÁ LA VIEJA: AÑO 1610 LONGITUD DEL FRENTE A) Selección l. Lotes aparentemente edificados No. de lotes

Porcentaje

61

22,3

De 2,2 a 3

159

58,0

De 3,2 a 4

54

19,7

274

100,0

Lumbres de frente De 1 ómenos

Total

2,4

Media ponderada

Fuente: "Descripción" de1610. Nota: Esta fuente no puntualiza las dimensiones del frente casa por casa sino el total de casas que hay en una dada cuadra y la extensión en varas de dicha cuadra. Los cálculos de los dos primeros cuadros son por tanto promedios y en base a estos promedios he organizado las distribuciones de frecuencias. Como se explica en el texto, el frente de los solares de las selecciones I y II se calcularon a base de los datos que da la "Descripción" de 1610 para la longitud en varas y número de lotes o casas por cuadra. Y dado que se trata de promedios, en algunas cuadras pueden haber existido casas de hasta 5 lumbres de frente, aunque esto no se refleje en los cuadros. En la primera selección he excluido las calles con baldíos para evitar errores por exceso en el cálculo. Sin embargo tampoco esta exclusión pretende ser completa debido a la imprecisión con que vienen los datos. B) Selección 11. Centro urbano

No. de lotes

Calles De la Carrera (a) De la Carrera (b)

24 48

Plaza Mayor (norte)

5

Plaza Mayor (sur)

9

Santo Domingo

TOTAL

23 109

Media de lumbres de frente

2,7 2,8 2,4 2,2 2,5 2,5

Media ponderada

Fuente: "Descripción", de 1610. (a) y (b) corresponden a dos cuadras o manzanas distintas de la calle de la Carrera. Aparentemente todos los lotes de las calles comprendidas estaban edificados. C) Selección 111. Casas del Hos¡>ital de San Juan de Dios Lumbres de frente

Porcentaje

1

4

22,22

2

10

55,55

4 TOTAL



No. de casas

Media ponderada Fuente: AGI Panamá 377.

4 18

22,22 100,0 2,2

278

Selecciones

SOCIEDAD, ECONOMfA Y CULTURA MATERIAL

No. de lotes

RESUMEN Media ponderada en lumbres de frente

Media ponderada en metros de frente

2,4

9,84

Selección 1

274

Selección II

109

2,5

10,25

Selección III

18

2,2

9,02

De modo que la longitud media del frente era de poco más de dos lumbres o más exactamente 2,4 lumbres, es decir, cerca de 10 metros. Pero había 61 casas con sólo entre 3 y 5 pasos de frente, o sea que eran tan estrechas como zaguanes; 159 casas, es decir más de la mitad del total, medía de frente de 11 a 15 pasos y había 54 con entre 16 y 20 pasos, o entre 3,2 y 4 lumbres. Estas últimas eran las mayores y representaban el 19,7% de este grupo de 274 casas. Todas estas casas formaban ristras de edificios continuos y ofrecen pocas dudas, pero las restantes se encontraban distribuidas en solares dispersos, lo que hace difícil el cálculo, pues los datos que ofrece la fuente no se refieren a la longitud de cada casa en particular, sino de cada cuadra y al número de casas que había en ella. De esa manera, cuando en una cuadra o manzana se cuentan pocas casas, se corre el riesgo de exagerar sus dimensiones, ya que en mi cálculo dividí la longitud del total de la cuadra por el número de casas indicado en el texto. Esa es la razón de que los resultados sean más confiables y representativos si fijamos la atención en las calles principales y más densamente pobladas pues en ellas son más raros los lotes baldíos. Así tenemos que en la calle de la Carrera, considerada "la más principal de toda la ciudad y de mayor comercio", donde se concentraba una fila ininterrumpida de 72 casas, 24 tenían de frente un promedio de 11 varas o 2,2 lumbres, mientras que 48 tenían como media 14,2 varas de frontis o 2,8 lumbres. De modo que ni aún las mayores llegaban a alcanzar como media las tres lumbres de frente, no obstante que debía tratarse de casas importantes dada su ubicación estratégica. De la misma manera, las nueve casas situadas al lado sur de la plaza mayor, es decir en el centro urbano de la ciudad, medían de frente sólo 11,l varas o 2,2 lumbres, como promedio. Y en el tramo principal de la calle de Santo Domingo, esto es, el más cercano a dicha plaza, 23 casas medían de frente como promedio 12,5 varas o 2,5 lumbres. Con lo que cubrimos alrededor de un tercio del total de viviendas, lo que es bastante representativo si consideramos que se han escogido las cuadras principales. Aunque esta serie permite calcular sin dificultad la longitud de los solares, por lo general estrechos y profundos, nada nos dice sobre el fondo de las casas. Pero para esos contamos con un valioso testimonio separado por sólo diez años, que además confirma lo referente a la longitud del frente que mencioné antes. El 27 de junio de 1620, en efecto, la Audiencia había ordenado el traspaso de todos los bienes y rentas del hospital de San Sebastián a la orden de San Juan de Dios, que en lo sucesivo lo regentaría. El inventario levantado con ese propósito por el alguacil mayor de la Audiencia, capitán Ordoño de Salazar, y el canciller o escribano mayor de la Audiencia, Pedro González Rangel Palomeque, demostró que el hospital alquilaba 18 inmuebles urbanos. El inventario no indica el valor de las propiedades, pero sí lo que rentaban; los nombres de los inquilinos, y en algunos casos hasta su oficio o cargo; calle o linderos de las propie-

279

LA VIVIENDA URBANA: CULTURA MATERIAL, IDEOLOGfA Y SOCIEDAD

dades; de algunas se señala que tenía "entresuelo"; de otras, que eran "nuevas"; y, finalmente, de la casi totalidad se dice la extensión que tenía su frente y de más de la mitad lo que medían de fondo, que es lo que aquí por ahora nos interesa. Se trata pues, de la más completa de las series sobre propiedades concretas con que contamos para Panamá la Vieja. INVENTARIO DE PROPIEDADES DEL HOSPITAL DE SAN JUAN DE DIOS INVENTARIO DE CASAS. AÑO 1620 Lindes de las casas, nombres de inquilinos y vecinos

Medidas en Lumbres Frente/Fondo

l. Hospital de San Sebastián que linda por un lado con casa del

alguacil mayor Ordoño de Salazar y por otro con una callejuela que cae junto a las casas de doña Floriana Ponce y por enfrente la calle Real que va hacia (el convento de) San Francisco. 2. Casa en la calle Real que linda con casas de doña Floriana Ponce, donde vive Juan Delgado, dueño de recua. Va de la

2

3. Casa contigua a la anterior donde vive el licenciado Cosme de Navarrete, receptor de la Real Audiencia

2

4.

Casa en calle de la Carrera (continuación de la calle Real), donde vive el capitán Juan Moreno Casa en la calle de la Carrera donde vive Juan de Castro, sillero de oficio Casa que linda con la que ocupa el capitán Juan Moreno, donde vive Sebastián Agustín, de oficio platero Casa nueva con entresuelos en la calle de la Carrera donde vive Pedro Alarcón Casa nueva con entresuelos en la calle de la Carrera donde vive Esteban Marte! de Montemayor

2

3

2

3

1

3

4

3

4

3

4

3

4

3

2

3

12. Casa que linda con la anterior "debajo de los portales de ella" y "con la casa de la Charidad, que tiene en arrendamiento Sebastián Antonio de Prado, mercader"

2

3

13. Casa "debajo de portales" en la plaza mayor que linda con la cárcel pública donde vive Lorenzo Enríquez. Linda con la anterior

2

14 Casa que linda con la anterior donde vive Baltasar de los Reyes (o "casa de Reyes")

2

5. 6. 7. 8.

9. Casa nueva en la calle de la Carrera donde vive Francisco Lozano, de oficio platero 10. Casa nueva en la calle de la Carrera donde viven Marcos de Mollinedo y Juan Jiménez Riquelme 11. "Casa en esquina de la plaza mayor donde vive el boticario Bartolomé Villarreal, donde tiene su botica" (se menciona en los Autos contra Juan Pérez de Lescano en 1615, capítulo IX de este libro; sitada en la esquina noroeste de la plaza)

280

SOCIEDAD, ECONOMfA Y CULTURA MATERIAL

LINDES DE LAS CASAS, NOMtsRES DE INQUILINOS Y VECINOS

MEDIDAS EN LUMBRES Frente/Fondo

15. Casa que linda con la anterior, "debajo de los portales que son en la esquina de la callejuela que sale a la playa" a cargo y donde vivía doña María Montenegro, viuda df'I veinticuatro Pedro López Muñoz 16. Casa en la esquina de la plaza mayor lindante con las casas de la Iglesia Mayor y la calleja donde se hace el toril (para las corridas de toros). Estaba a cargo del capitán Miguel Jiménez Fuensalida y allí vivía Juan del Pozo, escribano público de la ciudad

2

17. Casa "que está bajo los portales de la Playa Prieta" donde vive Agustina de Frías

1

1

18. Casa de la esquina en la calle que baja de la Iglesia Mayor a la Playa Prieta donde vive Domingo de Garibaldo 1 19. Casa en la calle que va de Santo Domingo a la ermita de Santa Ana en que vive el doctor Francisco Carreño, abogado de la Real Audiencia 2 3 Fuentes: AGI Panamá 377 y BAHM, Colección Salazar y Castro legajo 34, Doc. l. Este cuadro resume los datos de tres listados diferentes que se complementan mutuamente. Sin embargo se observan algunas diferencias, aunque pequeñas. Según la versión de la colección Salazar y Castro, la casa de Alarcón tenía dos lumbres de fondo; la casa arrendada por Prado tenía dos lumbres de fondo según la lista del AGI. Este cuadro sustituye el que bajo igual título y basado sólo en la primera de estas dos fuentes, publiqué en mi artículo "Arquitectura y Sociedad. La Vivienda Colonial en Panamá", Revista Humanidades, Tercera Época, Número 1, Universidad de Panamá, diciembre de 1993, pp.60-61.

De las 18 casas con datos, 4 eran de sólo una lumbre de frente; 10 tenían 2 lumbres; otras 4 eran de 4 lumbres de frente; de la restante el texto no revela sus dimensiones. De sólo 10 nos indica el fondo: todas eran de tres lumbres de fondo, salvo una que era de sólo dos lumbres. Esta serie es altamente representativa, no sólo por su cantidad, sino porque a juzgar por su ubicación y el carácter de algunos de sus inquilinos, entre los que se encontraban individuos de reconocida fortuna, un número significativo de ellas podría incluirse entre las más importantes de la ciudad. Varias de esas casas eran esquineras o bien hacían frente a la plaza mayor, como las que lindaban con la "cárcel pública". Una quedaba en la importante calle de la Carrera, tambiér:t conocida como la "calle Real". En una de las casas de 4 lumbres de frente y tres de fondo, que además era "nueva" y "con entresuelo", residía Pedro de Alarcón, para entonces tal vez el vecino más rico. Otra casa "nueva", también de las mismas dimensiones, quedaba contigua a la anterior. Y al parecer a ésta le seguían las otras dos casas del mismo porte indicadas por el inventario, que también se señalan como "nuevas"; en todo caso en la lista éstas se mencionan a continuación de las dos anteriores. De esta serie se desprende, pues, que la media del frente era de 2,2 lumbres; las de dos lumbres representaban más de la mitad y había tantas de cuatro lumbres como de una, representando las de esta categoría cada una el 22,2310.

º

1

AGI Panamá 377. El inventario viene con carta del presidente Álvaro de Quiñones Osorio, Panamá, 4.VI.1629. Copia de este inventario se encuentra en BAHM, Colección Salazar y Castro, legajo 34. En esta última versión se ofrecen algunos datos adicionales sobre los inquilinos, las propiedades y su ubicación; además, en ella se incluye la escritura de posesión que dio la Audiencia a los religiosos de San Juan de Dios como nuevos regentes del hospital.

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LA VIVIENDA URBANA: CULTURA MATERIAL, IDEOLOGÍA Y SOCIEDAD

VIVIENDAS EN EN 1609 Calle de la Carrera o Calle Real (en lumbres)

Propietarios

Frente

1. Da. Catalina Rodríguez Franco 2. Da. Gerónima de Herrera 3. Da. Gerónima de Herrera 4. Rodrigo de Medina Zarauz 5. Da. Florentina Ramirez Palomeque 6. Cristobal de Haro 7. Da. Catalina Rodríguez Franco 8. Lic. Diego Hemández Moreno 9. Juan García de los Ríos 10. Da. Gerónlma de Murcia y Acuña 11. Cap. Francisco Pérez 12. Da. Florentina Ramírez Palomeque 13. Da. Ana de Silva 14. Padre Cristóbal Sánchez 15. Agustín Gómez (administrador) 16. Da. Ana de Silva 17. Domingo López 18. Convento Sto. Domingo 19. Da. Catalina Rodríguez Franco

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Plaza Mayor

fj

3

N

F Puede decirse que en general esta serie confirma, en lo básico, la anterior. La media se mantiene en poco más de 2 lumbres o alrededor de 9 metros y aunque en la serie de 1620 un 22,2% tiene 4 lumbres, esto no contradice la de 1610. Para la selección de 109 casas de las zonas principales (Calles de la Carrera, Santo Domingo, las de alrededor de la plaza mayor) la media superior no alcanzaba las 3 lumbres, pero se trata de una media y esto no significa que no las hubiese mayores. El acto se formalizó con la presencia del hermano juanino fray Francisco Martínez, quien tomó posesión de las propiedades a nombre de su Orden y siguiendo un ritual poco conocido hasta ahora y que merece resumirse aquí siquiera sea brevemente. La ceremonia de posesión de cada casa se hizo ante

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SOCIEDAD, ECONOM(A Y CULTURA MATERIAL

Sancho de Orduña, escribano de su majestad y de provincia, y del capitán Ordoño de Salazar, alguacil mayor de la Audiencia y varios testigos. Con esta lucida compañía, fray Francisco, entró a cada casa, paseándose gravemente por los zaguanes, cerrando aparatosamente las puertas de la calle y volviéndolas luego a abrir, echando afuera a los ocupantes, "e hizo otros actos en señal de posesión y el dicho alguacil mayor le metió en ella quieta y pacíficamente sin contradicción de persona alguna y dijo la tomaba y tomó en aquella vía y forma que más y mejor convenga". El ceremonial recuerda ciertamente el que se acostumbraba hacer para la fundación de ciudades. En una época característicamente gestual y apegada a los símbolos como era aquella, podemos imaginarnos al hermano juanino exagerando sus ademanes y movimientos para imprimir a la ceremonia un carácter teatral y solemne. Seguía, al parecer, alguna oscura y antigua tradición medieval en la toma de posesión de bienes urbanos. Este ritual se repitió en las 19 casas que se traspasaron al hospital 11 • Otra serie que refuerza lo anterior es el grupo de otras 19 casas que en hilera y consecutivamente, se extendía a lo largo de la calle de la Carrera, paralela a la playa, entre la plaza mayor y la carnicería. El mar estaba amenazando seriamente este grupo de casas, habiendo ya arrastrado "cocinas y aposentos de esclavos", por lo que el Cabildo decidió ordenar la construcción de un muro de retén para protegerlas de las olas. Se calculaba la extensión del muro en "68 tapias de a dos varas cada una", o alrededor de 114 metros de longitud. El Cabildo cubriría parte de los gastos, pero el resto sería prorrateado entre los propietarios directamente afectados, quienes eran "personas ricas y poderosas" 12 • Con ese propósito se hizo un censo para establecer una tasa, "conforme a las lumbres" que tenía cada propiedad. Unas fueron tasadas al 2% y otras al 5%. La ejecución de la obra, que contemplaba también un muelle, fue comisionada al alcalde ordinario Andrés Cortés de la Serna y al regidor Pedro Álvarez de Villamil 13 • En el censo de las casas se daba el nombre del propietario, el valor de la propiedad, la localización de cada casa y la extensión del frente. Este censo merece un análisis 14 • Empecemos por las dimensiones. Sólo da el frente de 14 de las 19 casas. Nueve tienen 2 lumbres; tres tienen 4 lumbres; una es de 5 lumbres y hay una de algo más de una lumbre. La media ponderada, 2,6 lumbres. Para las que no se da el frente, una es calificada de "pequeña" y evaluada en 1.000 pesos, lo que podría indicar que era de entre una y dos lumbres, digamos una y media. Hay otras tres casas de las más costosas -entre 3.000 y 4.000 pesos- y que probablemente tendrían entre 3 y 4 lumbres, lo que elevaría aún más la media. Asumiendo estas cuatro casas adicionales, la media se ajustaría a tal vez 2,7 lumbres. Es una media mayor que el conjunto de la ciudad. Pero téngase en cuenta que en este grupo se concentran algunas de las casas mayores: la primera de cinco lumbres documentada hasta ahora, y tal vez hasta seis casas de cuatro lumbres.

11 12

13 14

Ibídem. Ibídem. En el dorso de este expediente se lee como título "tocante al aderezo de las calles de Panamá que se quiere llevar el mar", AGI Panamá 46. Ibídem.

LA VIVIENDA URBANA: CULTURA MATERIAL, IDEOLOGfA Y SOCIEDAD

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VIVIENDAS EN LA CALLE DE LA CARRERA O CALLE REAL EN 1609 (VALORES EN PESOS CORRIENTES O DE 9 REALES) Propietarios Dirección, Tasa Lumbres Valor materiales % l. Dª. Catalina Rodríguez Franco, ladrillo, 4? 5.000 5 viuda de Francisco Terrín. La casa madera. era antes de Andrés García Esquina C/Real 2. Dª. Gerónima de Herrera (lindan con A la mar 2 1.000 5 la anterior) 3. Dª. Gerónima de Herrera A C/Real 2 2.000 2 (lindan con la anterior) 4. Rodrigo de Medina Zarauz Id. 4 3.000 2 (lindan con la anterior) 1(+) Id. 5. Dª. Florentina Ramírez Palomeque, 1.000 2 viuda de Pedro González Rangel y herederos Id. 2 1.500 2 6. Cristóbal de Haro, capellán de la Audiencia 7. Dª. Catalina Rodríguez Franco. Donde Ala mar 4 3.500 5 vive el obispo D. Antonio Calderón 8. Lic. Diego Hernández Moreno A la mar 1.800 2 5 Alamar 1.200 9. Juan García de los Ríos 2 5 (junto a la anterior) 10. Dª. Gerónima de Murcia y Acuña, A la mar 4 4.000 5 viuda de Cristóbal Núñez Guerra 11. Cap. Francisco Pérez, donde vive C/Real? 5 3.000 2 (junto a anterior) 12. Dª. Florentina Ramírez Palomeque A la mar? 3.000 2 y herederos. Donde ella vive (junto a anterior) 2 2 13. Dª. Ana de Silva Esquina 1.600 C/Real 14. Padre Cristóbal Sánchez, clérigo C/Real 2 1.300 2 presbítero 15. Agustín Gómez. La administra Id 2 1.200 2 y alquila (junto a anterior) 16. Dª. Ana de Silva. Donde vive 1.200 Id 2 2 Juan de Hidalgo, carpintero 17. Domingo López, marinero 1(+)? Id 1.000 2 ("pequeñas que están junto a las dichas de arriba y son primero que ellas" 18. Convento Sto. Domingo. Vive allí Id 2 1.500 2 Magdalena de Argüello, mujer del Cap. Gerónimo Ferrón Barragán 19. Dª. Catalina Rodríguez Franco, donde Id 4? 4.000 2 vive Gabriel Sandoval TOTAL 41.800

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RESUMEN Lumbres de frente Valor en pesos corrientes Lumbres Número Valor Número de frente 1,5 2 1.000-1.500 8 1.600-2.000 4 2 10 4 3.000-3.500 4 3 4.000-5.000 5 1 3 TOTAL 16 42.500 19 2,5 MEDIA 2.300 Fuente: AGI Panamá 46. La tasación fue hecha por los "maestros de carpintería" Mateo García y Juan Jiménez del Castillo. Nota: Los cálculos para la media del frente, no incluyen tres casas para las que no se da el frente, y que probablemente tendrían entre 3 y 4 lumbres. La fuente trae dos listas, que aquí he refundido. Una consiste en la evaluación de los maestros carpinteros Mateo García y Juan Jiménez del Castillo, con el listado de las casas según su contigüidad, fechada el 12.1.1609. La otra trae la tasación asignada a cada casa, en la que el Orden lo establece la tasa aplicada a las propiedades (5% ó 2%). La firma Andrés Cortés de la Serna como comisario de las obras. Ambas listas se complementan, aunque tienen algunas inconsistencias que he tratado de subsanar interpretándolas. En la primera, el valor agregado de las casas se ha estimado en 41.800 pesos corrientes. En la segunda se asigna un valor de 5.000 pesos a las casas de Gerónima de Herrera, aunque en la primera lista se habían calculado en 3.000. He tenido que ajustar las cantidades considerando los valores que me parecían más confiables. Las casas de Gerónima de Herrera parecen ser dos, una a la calle de la Carrera y otra mirando hacia el mar. 1( +) significa que medían "más de una lumbre", tal vez lumbre y media y así lo he considerado para mis cálculos. Las casas del marinero Domingo López, que eran "pequeñas" y evaluadas en 1.000 pesos, tal vez tenían también poco más de una lumbre. Antes de dar esta lista, los maestros carpinteros señalan que su reconocimiento comprendía desde la primera casa, perteneciente a Dª Catalina Rodríguez Franco, hasta la de "Dª Ana de Silva, viuda de Miguel Tinoco, donde vive Baltasar Hernández, barbero, enfrente de la anterior" y "la otra esquina son casas de Dª Gerónima de Murcia", aunque estas dos últimas casas no se incluyen en el avalúo. Estas dos listas han sido publicadas por Ma. del Carmen Mena, La ciudad, cuadros No. 2 y No.3. El primero en dar a conocer esta fuente fue Juan Antonio Susto, "Cartas Históricas", Estudios, año VII, No. 24, Panamá mayo y junio de 1929, p.39. Usando a Susto también la ha citado Osear Velarde, en "Breves Notas sobre la Arquitectura Colonial en Panamá", Lotería Nos.303-304, junio-julio 1981. 20. Para este cuadro y análisis he utilizado directamente el texto original. Publiqué este cuadro en La Vivienda Colonial[ ...], Cap. V.

Valores y propietarios Algunos hechos resaltan rápidamente. La serie anterior constituye el primer conjunto conocido referente al valor de las casas durante esos años. La media para las 19 casas es de 2.300 pesos. Las más modestas, oscilan entre 1.000 y 1.500 pesos. Una medianamente cara estaría arriba de los 3.000 pesos corrientes. Las más caras se situaban entre 4.000 y 5.000 pesos. Son órdenes de magnitud que debemos retener. Se echan de menos más detalles sobre los materiales de construcción, el fondo y la altura de las casas. Nótese que sólo para una casa se mencionan ladrillos, siendo el resto del edificio de madera. El silencio a este respecto para las demás sugiere que la madera fue el material predominante en el resto. El porcentaje de casas para alquiler es notorio. Como

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era típico de la ciudad, una de las casas es propiedad de un convento, el de los dominicos. Agustín Gómez administra y alquila una casa. El propio obispo habita una casa alquilada, lo mismo que un carpintero y un marinero. Llama la atención, por cierto, que en una calle principal como lo era la de la Carrera y donde vivían personajes tan conspicuos como el obispo, o ricos como Francisco Pérez y Florentina Ramírez Palomeque, también vivieran profesionistas de oficios socialmente considerados poco nobles. También allí vivía el capellán de la Audiencia, Cristóbal de Haro, propuesto un año más tarde por el Cabildo para ocupar el cargo de deán de la catedral15 • Algunas damas son propietarias de varias casas en esta serie: doña Catalina Rodríguez tiene tres; doña Florentina Ramírez, doña Gerónima de Herrera y doña Ana de Silva tienen dos cada una. Gerónima de Murcia y Acuña tiene solo una, pero es de las más costosas. Dª Catalina Rodríguez Franco tenía otras propiedades inmuebles en distintas partes de la ciudad, ya que en 1606 había heredado de su esposo, Francisco Terrín, un total de seis casas16 • Probablemente las otras mujeres también tenían otras propiedades urbanas además de las del cuadro. Aunque breve, esta serie es muy representativa de fenómenos sociales contemporáneos y nos ilustra sobre el significado que tenía una posesión urbana. La mujer con capital rentista era ya una fenómeno típico de la sociedad panameña del siglo XVII, y lo seguiría siendo durante el resto del período colonial. Según las estadísticas del siglo XVIII, las mujeres de la élite, eran las mayores dueñas de bienes urbanos. La serie de 1609 sugiere que esta situación ya se había establecido desde el siglo XVII, si es que no antes. Una buena mayoría de casos lo constituyen viudas, cuya propiedad urbana podía ser suya propia, adquirida por herencia u otra razón, antes o fuera del matrimonio, o bien, heredada del marido al enviudar. Sobre este tema volveré en un capítulo posterior. Otro hecho resaltante es la casa de cinco lumbres de Francisco Pérez. Se trata de la primera referencia documentada a una casa de tales dimensiones. Sobre la exitosa carrera de Pérez tanto en la esfera militar y pública como en la de sus múltiples actividades económicas me ocuparé en el capítulo XII. La acumulación de evidencias indica que la inversión en aserraderos, barcos, hatos ganaderos y una importante propiedad urbana, complementada con la adquisición de un cargo público por compra o nombramiento, forman parte de las estrategias de los miembros de la élite para consolidar su posición social. Tema este sobre el cual volveré en los capítulos XII, XVI y XVII. La inversión inmueble y la aceptación social también son metas óptimas para los mercaderes. Rodrigo de Medina Zarauz, otro importante propietario de casa, es "mercader". Se le menciona por primera vez en los textos como testigo del pregón de las ordenanzas contra la importación del vino peruano el 5 de mayo de 1601 17 • En 1614 es uno de los encabezadores de la alcabala, comprometiéndose como principal encabezador a pagar 6.000 pesos de 9 reales durante los siguientes seis años 18 • Y el año 1615 es elegido alcalde ordinario del Cabildo, recibiendo 15 16 17 18

"Carta del Cabildo de Panamá, 23.VI.1610", AGI Panamá 30. Este testamento en AGI Escribanía de Cámara 452A. AGI Panamá 30. "Autos sobre Ordenanzas del vino, años 1600-1618". AGI Panamá 30, Certificación de autos de encabezamiento de las alcabalas, Panamá 29.VIII.1614.

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comisión, junto con el Dr. Francisco Carreña y el Lic. Juan de Ybarra, abogados y veinticuatros, para estudiar las ordenanzas de zapateros de la ciudad 19 • En su calidad de alcalde ordinario, estuvo a cargo, por órdenes del oidor decano de la Audiencia, licenciado Francisco Manso de Contreras, presidente, gobernador y capitán general a.i., para que embargase los bienes del contador Juan Pérez de Lescano, por haberse resistido a obedecer un acuerdo de la Real Audiencia 20 • Podría seguir resumiendo el historial de otros propietarios de la serie varios de ellos están relativamente bien documentados-, pero creo que basta con lo ya expuesto para probar mi argumento.

Más sobre la tipología de la lotificación Retomemos ahora nuevamente el tema de las dimensiones. Vimos que en 1610, según la Descripción, había 54 casas de 16 a 20 pasos o varas, es decir, entre 3,2 y 4 lumbres, que representaban el 19,7% de un total de 274 casas consignadas. La serie de 1609 señala la existencia de por lo menos tres casas con cuatro lumbres de frente. Pero, a juzgar por su valor, como ya dije antes, por lo menos otras tres más debían alcanzar ese porte, la primera de la lista, de Catalina Rodríguez Franco, que valía 5.000 pesos; la de Florentina Ramírez Palomeque, que se evalúa en 3.000 pesos y otra más de la primera, estimada en 4.000 pesos. La "casa Alarcón" (1640-1671), según medidas actuales, tenía casi 19 metros de frente por SO de fondo, es decir, unas 4 1/2 lumbres de frente por cerca de 12 de fondo, o más precisamente, 922 m 2 21 • PROPIEDADES URBANAS DEL CONVENTO DE MONJAS DE LA CONCEPCIÓN. AÑO 1606-1617 Lindes, inquilinos, antiguos propietarios, rentas

Lumbres de frente

l . Las seis casas labradas por el matrimonio Terrfn en "los solares de la ciudad" frente a la plaza mayor con pilares de piedra e una danza de arcos de esquina a esquina [... ] de alto y edificadas con piedra y ladrillo y cal excepto una, que es de tapias de cal e tierra y sus rafas e esquinas de ladrillo y piedra"

12

2. «Casas principales de piedra [... ] en la calle que va a la compañía de Jesús e hacen esquina enfrente del colegio de la compañía, lindan por una parte con casas del capitán Lorenzo de Roa e por detrás con casas de Francisco Laínes». Renta «ciento y tantos pesos de censo». Quedan en pie las ruinas de esta casa, como lo ha comprobado este autor en inspecciones in situ guiándose por la anterior descripción. Es la única casa de piedra de las inmediadones y su frente es de 4 lumbres.

4

N

19

20

21

AGI Panamá 30, Ordenanzas de Zapateros, con autos del Cabildo de Panamá del 4.VIl.1615. En el mismo legajo, Cabildo del 8.IV.1616 para abrir pliego de Alonso de Aybar, «agente de esta ciudad en corte» sobre la confirmación de las ordenanzas del vino. "Proceso criminal hecho contra el contador J. Pérez de Lescano sobre desacato a acuerdo de la Real Audiencia", Panamá 17.VIIl.1615, AGI Panamá 34A, fol. 112ss. El área precisa me la suministró el Departamento de Arquitectura del Patronato de Panamá Viejo.

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LINDES, INQUILINOS, ANTIGUOS PROPIETARIOS, RENTAS

LUMBRES DE FRENTE

3. "Casas principales de madera en la calle que va a las casas reales que solían ser del secretario [o Escribano de Cámara de la Audiencia] Baltasar Callejo, que hacen esquina enfrente de casas del canónigo Cristóbal de Haro y lindan por una parte con casas del convento de Santo Domingo y por detrás con solar del licenciado Diego Fernández".

3

4. "Casas principales [... ] que son en la acera que sale a la mar yendo hacia las Casas Reales que solían ser de don Gerónimo de Suazo que hacen esquina enfrente del solar del licenciado Diego Hernández y por otra parte lindan con casas de Juan Eugenio".

4

5. "Casas de madera principales en que al presente vive la dicha doña Catalina Rodríguez Franco [... ] y media con sus caballerizas [ ... ] que solían ser de Pedro Ordofio Salazar, e hacen esquina enfrente del dicho monasterio e por la otra parte lindan con casas de la capellanía de doña Inés Niño".

4

6. "Casas principales de madera [... ] que en la acera que sale a la mar yendo a las casas reales [... ] en que al presente vive don Alonso Coronado e Ulloa e doña Ana Rangel, su mujer, (que) la tienen tomada a censo perpetuo los susodichos y están obligados a ella dicha renta perpetuamente por escritura".

4

Fuentes: "Memoria de la posesión de casas e hatos de ganados vacuno e tejar de hacer ladrillos y esclavos e todo lo que al presente sobre que se imponen en los 2.000 pesos de renta que Francisco Terrín e su mujer se obligaron con el convento [... ]" , por Agustín Franco, Panamá a 12.1.1617, AGI Escribanía de Cámara 452A, fol. 991.

La serie de casas del convento de monjas de la Concepción confirma este cuadro. Las seis casas ruinosas que el Cabildo había cedido al matrimonio Terrín en 1597 para que construyeran otras casas nuevas cuyas rentas servirían para la dotación de doncellas que ingresarían al convento, ya estaban en pie en 1617. Según una memoria mandada hacer por las concepcionistas, estos seis "pares de casas" ocupaban "una acera de la plaza con pilares de piedra e una danza de arcos de esquina a esquina[ ... ] y en cada una de ellas labrado e edificado altos, bajos, tiendas, bodegas con las cocinas [ ... ] que todas hacen una cuadra entera por todas partes labradas y edificadas con piedra, ladrillo e cal, excepto una de ellas que es la menor, que está de tapias de cal e tierra y sus rafas e esquinas de ladrillo y piedra". Esta fachada que miraba a la plaza tenía de extensión unas 12 lumbres o 60 varas, lo que daba de promedio a las seis casas dos lumbres de frente. Otras cuatro casas, situadas en distintas partes de la ciudad, tenían 4 lumbres de frente y una tenía tres. Lo que da 31 lumbres de frente para el total de las diez casas, con un promedio por casa de 2,8 lumbres de frente. Lamentablemente, para esta serie no se conoce el fondo de las casas; la memoria tampoco indica si eran de alto, aunque, tratándose todas de "casas principales" y el hecho de que se utilice en cada caso el término "casas" en plural, parece indicar que en efecto lo eran. Del conjunto resaltan las seis casas de la plaza mayor, construidas como acabamos de ver, de piedra, ladrillo y cal, salvo una, que era de cal y tierra, si bien sus rafas y

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esquineras también eran de ladrillo y piedra. La casa que hacía esquina frente a la compañía de Jesús también era de piedra. Pero las cuatro restantes eran de madera 22 • Así, pues, si la casa de 5 lumbres de frente era más bien excepcional, las de 4 lumbres no eran tan raras. Parece, sin embargo, que la tendencia dominante de las casas principales era la de un frente de tres lumbres, pues como dice un sugerente testimonio del Cabildo a raíz de la mudanza a la nueva Panamá, "entonces -es decir, en tiempos de la vieja ciudad- el vecino más rico se contentaba con una casa de tres lumbres que son quince varas de frente y otras tantas de fondo" 23 • Casi todas eran casas de alto, aunque no se sabe cuantos niveles tenían, ya que el citado catastro no menciona este extremo. Tampoco menciona el fondo de las casas. Pero en la serie de casas que administraba el hospital de San Juan de Dios, todas tenían, al parecer, tres lumbres de fondo, o poco más de 12 metros, aún tratándose de las más costosas y mayores. Este podría ser, acaso, un patrón generalizado, pero no hay ninguna certeza de que esto fuera así. Los solares al parecer eran mas bien profundos, multiplicando por tres o por cuatro el frente de las casas. Como la "casa Alarcón", que tiene 2,6 veces más profundidad que frente. La "Descripción" de 1610 hace solo referencia al frente de las manzanas, dejando la impresión de que los solares se extendían profundamente hacia atrás, hasta llegar a la calle posterior, mostrando de esa manera un patio muy alargado y estrecho, como los que todavía hoy encontramos en muchas propiedades urbanas del Interior. Nos ayudará a comprender la percepción que se tenía sobre lo que constituía una casa de gran porte, la que se hace construir el problemático oidor Luis de Losada Quiñones en la recién fundada nueva Panamá. Aprovechándose de su condición de presidente interino de la Audiencia, Losada expropió materiales de construcción a los vecinos, escogió el mejor sitio de la plaza, junto a la Puerta de Mar, en la cara del /1 ancón" mejor protegida para la defensa y en la zona más ventilada, ya que recibía de frente el fresco viento del norte. Uno de sus críticos se refiere a esta pretenciosa edificación como "palacio" 24 • La reacción de los capitulares no se hizo esperar. Se quejaban de las que consideraban excesivas proporciones de esta, para ellos, imponente edificación, ya que tenía un frente de 25 varas o 5 lumbres, por 45 varas de fondo y espacio suficiente para 22 "bodegas de alquiler". Algo nunca visto antes en Panamá La Vieja. Como vimos hace un momento en la vieja ciudad los vecinos ricos se contentaban con casas 22

23

24

Esta memoria, junto con abundante información sobre las rentas del convento se encuentra en un grueso expediente relativo al pleito que sostuvieron durante varios años las monjas concepcionistas con los herederos de Agustín Franco, albacea y heredero de la viuda de Francisco Terrfn -doña Catalina Rodríguez Franco- y quien había quedado a cargo de la administración de sus rentas. tm.'tó$ y alimentos que se vendían en el mercado panameño. El viaje lo compeP:sa.t>a ampliamente la carga de retorno con mercancías europeas de las ferias, generalmente lujosas, muy caras y con un alto valor unitario. Pero cuando no hab~a mercancías de las ferias, el flete de retomo solo consistía en piedras labradas ·de las canteras panameñas (que iba como lastre, es decir sin valor comercial y no pagaba impuestos), pita, miel, arroz, cueros y tablones de mangle y otras madefa$. Es de suponer entonces que, mientras no hubiese ferias ni mercancías eurQp~as que ir a cargar, no valía la pena hacer el viaje a Panamá, o era muy po.c o ·e l beneficio que se obtenía. Pero esto suponía el riesgo de dejar a los panameños p.ot largos períodos peligrosamente desabastecidos de prácticamente todo lo que necesitaban para su vida diaria, que fue lo que sucedió desde mediados del siglo XVII, como veremos en el capítulo XV.

Los transportes y la oferta de servicios transístmicos La oferta de servicios del transporte transístmico estuvo desde temprano condicionada, como era de esperarse por tres factores básicos: la periodicidad ·d e las ferias, el volumen de la demanda de los tesoros y mercancías que cruzaban el Istmo y finalmente el costo de los insumos. Estos tres factores se combinaron no sólo para frenar la oferta transportista, fijándole límites fijos o poco flexibles, sino también para pautar su funcionamiento . Esto dio por resultado, por ufiá parte, la carestía crónica del parque mular, que siempre se mantuvo dentro de márgenes mínimos, y por otra, los característicos altos fletes terrestres de la ruta del Istmo. También estos factores condicionaron la oferta de embarcaciones fluviales cuyo número se mantuvo virtualmente a un mismo nivel mientras duró el régimen de las ferias. Una vez dejaron de llegar las flotas cargadas con grandes volúmenes de vino, trigo y aceite, en los últimos años del siglo XVI, los techos máximos y mínimos del volumen de mercancías se estabilizan en torno a las 3.000 y 4.000 toneladas por flota. La misma tendencia se observa con la plata empleada en las transacciones de las ferias, que se mantiene con techos mínimos de 20 millones de pesos y techos máximos de 30 a 40 millones. El monto de los metales preciosos enviados desde Perú varió mucho a lo largo del tiempo. Sin embargo, una estadística con años representativos entre 1580 y 1660, incluyendo el total anual de las barras, su peso, valor y fletes, evidencia extremos entre 200 y poco más de 1.000 cargas mulares sólo para los tesoros del rey, con una media de más de 800 cargas mulares por feria . Para el total de los tesoros, incluida la plata de particulares, en un año típico se necesitaban entre 2.000 y 2.500 mulas. El volumen de los tesoros del rey tenía una media anual de 61 toneladas y el total unas 245 toneladas. Se trata, por supuesto, de medias. Pero

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hubo años con 100 toneladas sólo para la plata del rey y un total de tal vez entre 350 y 400 toneladas. Para cargar esta enorme cantidad se requerían unas 5.300 cargas mulares, un verdadero record raras veces alcanzado4 • Estas escalas se reflejaban directamente en el tamaño del parque mular y en el número de chatas y bongos, guardando rígidas simetrías con la demanda de las ferias. Según varias fuentes, hacia 1570 ya se contaban entre 500 y 600 mulas que eran trajinadas durante las ferias por unos 401 esclavos arrieros5 • Para 1590 su número se había elevado a "más de 1.200 mulas en recuas que bajan la plata y suben las mercadurías de Nombre de Dios, porque hay más de 24 recµas de 50 mulas, con cada veinticuatro negros arrieros que andan con ellas". Ya para entonces, se criaban en Natá "más de 500 mulas cada año para las dichas recuas" 6 • Pero a partir de 1590 las ferias empezaron a dejar de celebrarse anualmente, por lo menos hasta 1613, y en consecuencia el parque mular se reduce o aumenta a tenor del volumen de las mercancías y tesoros esperados para la feria siguiente, manteniéndose en torno a las 800 y 2.000 mulas. A su vez la oferta de chatas y bongos se mantiene en torno a las 25 unidades7 • Entre la primera feria con datos, realizada en 1544, y la última, que tuvo lugar en 1737, se celebraron 95 ferias conocidas. La media de las frecuencias entre 1544 y 1737 es de 2,03 años por feria, aunque se trata de un cálculo engañoso. Para una mejor comprensión de la ruptura de la periodicidad anual y la progresiva decadencia de las ferias, he optado por periodizaciones decenales que reflejan mejor los lapsos coyunturales, como lo indica el cuadro que sigue. Durante los primeros años, sobre todo a partir de 1567, se advierte un progresivo aumento en el almojarifazgo. Este impuesto se cobraba sobre el valor de las mercancías y constituye el principal indicador de la vitalidad de las ferias, por lo menos así parece hasta la década de 1620, cuando deja de ser confiable debido a la creciente corrupción del sistema por los fraudes y el contrabando. El período 1544-1589 se caracteriza por la relativa regularidad anual de las ferias. Entre 1590 y 1594 se interrumpió la regularidad anual debido a la peste de "moquillo" que asoló a la Península por lo que se suspendieron las flotas tanto a Nueva España como al Istmo. Sólo se celebraron tres ferias durante esa década. La regularidad relativa no se recupera hasta la primera década del siglo XVII, Durante la tres primeras décadas del siglo se celebraron 20 ferias con una periodicidad de una cada año y medio. La d~cada de 1630 fue floja, con solo cinco ferias, una cada dos años. Durante la década de 1640 hubo siete ferias, con una regularidad igual a la de la década de 1580, que fue muy próspera. A partir de 1654 empieza a deteriorarse seriamente el sistema. En los siguientes 17 años, hasta el ataque de Morgan en 1671, sólo se celebraron cinco ferias, y a partir de 1670 hasta el fin de siglo, fue consistente la contracción del sistema, cuando se reduce a solo dos ferias por década. 4

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Alfredo Castillero Calvo, " Los transportes y las vías de comunicación", ya citado, p. 354. "Informe de los oficiales reales de Tierra Firme, enero de 1570", en BAHM Sign. 9/4461 N.14, y Juan López de Velasco, op.cit., p.172. AGI Panamá 1, "Memorial del Lic. Alvaro Rodríguez Zambrano en representación de la ciudad de Panamá, s.f.", aunque es con seguridad de 1590 o 1591. En mi monografía Economía Terciaria y Sociedad[ ... ], reproduzco dos cuadros con datos sobre la población mular y las embarcaciones en el Chagre, cuadros Nº 3 y 4, pp. 62-67.

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Los almojarifazgos, altos al principio, empiezan a caer paulatinamente sobre todo a partir de 1612. A partir de 1664, a medida que se avanza en el tiempo, las distancias entre feria y feria son cada vez mayores. Durante ,e [ período 1664-1737 el progresivo deterioro del sistema es evidente; durante un lapso las ferias se espaciaron durante once años. .

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PERIODICIDAD DE LAS FERIAS DE PORTOBELO Período Total de años Frecuencia anual media 1544-1589 1,26 45 2,27 1595-1615 20 73 1590-1663 1,62 1664-1677 13 3,00 1678-1697 19 3,80 1664-1737 4,56 73 1680-1673 57 6,50 1544-1737 193 2,03 Nota: A partir de 1664 se introducen dos elementos nuevos en la economía terciaria panameña que se convertirán en sus nuevos y más importantes soportes: el Situado, un cuantioso subsidio anual en moneda procedente de Lima para sostener el sistema de defensas y costear los gastos de la burocracia, y la trata esclavista concedida en monopolio a intereses extranjeros. Fuentes: Alfredo Castillero Calvo, Economía Terciaria y Sociedad[ ... ], p. 14-16, basado en fuentes de AGl Contaduría, y las obras de Antúnez y Acevedo, Artíñano y Galdácano, Veitía Linage, Mugaburu, Dionisio de Alcedo y Herrera, citadas en la bibliografía; en cartas de oficiales de Hacienda, Reales Cédulas y las obras manuscritas de Juan Dfez de la Calle y Diego de la Haya ya citadas. PERIODICIDAD DECENAL DE LAS FERIAS SEGÚN EL CAPITÁN GARROTE AÑOS 1580-1699 Ferias Década Años por feria Observaciones 1580-1589 7 1,43 Entre 1590 y 1594 "hubo en toda España la 1590-1599 3 3,33 peste que llaman de moquillo por lo cual no hubo en dicho tiempo armadas" 1600-1609 1,25 8 1610-1619 1,67 6 1620-1629 1,67 6 1630-1639 5 2 1640-1649 1,43 7 1650-1659 1,67 Desde 1654 "empezaron a descaecer los 6 viajes de la Carrera de las indias y al mismo paso que ellos descaecían se fue aniquilando la opulencia y comercio de estos reinos". 3,33 1660-1669 3 1670-1679 1680-1689 1690-1699

2 2 2

5 5

5 Fuente: "Manifiesto que a su majestad[ ...] y al Consejo[ ...] hace el capitán de mar y guerra don Bartolomé Antonio Garrote[ ... ] en que demuestra que las armadas y flotas de Nueva España y Tierra Firme han salido de este reino para la América[ ... ] desde 1580 a 1699", en 22 hojas, desde fol. 192, en un tomo con documentos sobre temas diversos titulado "Tratado de los títulos y grandes de España, tomo 1, BAHM, Manuscritos de América, l, signatura 12633.

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Durante las ferias y los meses que seguían hasta que se descargaba toda la en la ciudad de Panamá, los fletes terrestres eran proverbialmente ti¡\\l\tos, de hecho exorbitantes si los comparamos con los de cualquier otro ~r!!.~orrido en América, aunque disminuían hasta niveles razonables en el "tiempo \R:l!Uerto". La razón de los altos fletes es múltiple y lo paso a explicar. lfil . ~i,. e.rcancía

~ps mulas en el transporte transístmico Por una parte las mulas eran sumamente caras, ya que su crianza era :cl:elicada y costosa y la gran mayoría debía llevarse desde tan lejos como de San !!Jiguel, en El Salvador, de las fincas muieras de La Choluteca en la bahía de i1i:bnseca, Honduras, pero sobre todo de Granada, Nicaragua. Desde esps lugares \~ran conducidas por tierra a lo largo de las costas del Pacífico, deteniéndose en '.~osta Rica, donde las mulas pastaban y recuperaban fuerzas en los potreros IQ'i;:cidentales del Valle Central, en los sitios de Poas, Barba y Aserrí. De allí eran 'Flevadas a Panamá, luego de haber recorrido medio istmo centroamericano8 • No 1era infrecuente que en un año se introdujesen desde Centroamérica a Panamá ~ás de 1.000 mulas. En 1681, según diversos protocolos de la ciudad de Cartago [gue reposan en el Archivo Nacional de Costa Rica, se exportaron a Panamá 1.387 !inulas9 • Y cuando las ferias empezaron a reanudarse tras el Tratado de Utrecht de 1713, pero sobre todo con el nuevo Proyecto de Galeones de 1720, encaminado a reconstruir el decadente régimen de ferias, cada vez que estas se anunciaban, aumentaba el envío de mulas, como en 1722, con 708, en 1726, con 1.341, en 1731con1.035; y en 1738, en vísperas de la última feria que se esperaba, pero que no se realizó, 1.087 mulas, según los registros de diversas partidas existentes en el citado archivo 1º. Siendo desde tan lejos que se llevaban y tan compleja y costosa su producción, se comprende que el precio unitario de las mulas fuese tan elevado. A lo largo del siglo XVII el precio de las mulas puestas en Panamá se estabiliza en torno a los 35 pesos, aunque podían subir a 60 y hasta 100 pesos por unidadn. Los insumos locales también eran sumamente costosos, sobre todo el herraje de las mulas y el maíz. El precio del maíz se disparaba cuando las ferias coincidían con un año de malas cosechas, pero la situación se hizo endémica a partir de 1640, debido a la crítica carestía de esclavos por la separación de 8

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Alfredo Castillero Calvo, Economía Terciaria y Sociedad [... ), p.23-24. En Murdo Macleod, Historia Socio-Económica de la Amtrica Central Española, 1520- 1720, traducción de Irene Piedra Santa, Editorial Piedra Santa, Guatemala 1980, p. 232, se encuentra una descripción del comercio de mulas en Centro América. ANC, Sección Histórica, Protocolos de Cartago T.827. Esta es la referencia documental más antigua conocida sobre el número de mulas exportado en un año a Panamá desde Centro América. Fue un año de gran actividad en el negocio mulero debido a la fuerte demanda de la feria portobeleña que a la sazón se preparaba. Hasta esas fechas el impuesto que se cobraba en las Cajas de Cartago y Granada por cada mula que se destinaba a Panamá era de solo 4 reales. Pero desde 1682 el impuesto a las mulas se elevó en Cartago á dos pesos de 8 reales, es decir que se multiplicó por cuatro. Algunos autores sostienen que fue el elevado número de mulas que se llevó para la feria de 1681 lo que motivó esta medida. Ver por ej. Juan Carlos Solórzano, Comercio Exterior de la Provincia de Costa Rica (1690-1790). Tesis d~ grado, Universidad de Costa Rica, 1977, pp.201-210. ANC, Sección Histórica, Archivo Colonial, Cartago N.287, para 1722; Nos .311 y 314 para 1726 y Nos.403, 404 y 417 para 1738. En Economía Terciaria y Sociedad, reproduzco una tabla con precios de mulas en Panamá entre 1544 y 1833, p. 71.

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Portugal de España. Esta situación origina la contracción de la producción agrícola tanto local como de los valles peruanos, provocando un crónico des¡;i~ bastecimiento de granos y otros alimentos e insumos, como veremos en i\!!.•Fl capítulo posterior. ,, Por otra parte, el herraje era todo importado desde España. Luego de llegar· a Portobelo debía ser trasladado por el Chagre hasta la capital, sumándosele , ~ precio original los altos costos de los impuestos y los transportes transístmicos. Durante el período colonial no se descubrieron minas de hierro en América y si se descubrieron no se autorizó su explotación, con objeto de proteger las min;:is de Vizcaya, de manera que todo el hierro que se consumía debía ser importado y a un precio muy alto. El hierro llegaba en las flotas en forma de planchas y reja$ que, una vez en Panamá, eran llevadas a los talleres de herrería para que los maestros y oficiales herreros las convirtiesen en artículos de uso diario. Durante las ferias debían producirse muchos miles de herraduras con sus clavos, más la$ tachuelas para la cajonería. En 1678 se calculaba que herrar una mula costaba 4 pesos, es decir a peso por pezuña. Una recua se componía de 4 piaras de 7 mulas, o bien 28 mulas; pero una recua completa, como las que se aplicaban al trajín transístmico llevando plata o mercancías, debía incluir además dos mulas "de repuesto", más una tercera para el mandador, lo que hace un total de 31 mulas. De modo que solo el herraje de una piara costaba 124 pesos. Ahora bien, para el acarreo de mercancías y tesoros en una feria típica podían necesitarse como mínimo entre 1.500 y 2.000 mulas, a las que había que calzar con herraduras confeccionadas localmente y herradas varias veces en una misma feria, según era de esperarse después de un trajín tan intenso como el viaje redondo a Portobelo con carga de plata. Para un parque de 1.500 mulas el costo tendría un mínimo de 6.000 pesos y para 2.000 mulas el costo sería de 8.000 pesos; aunque se sabe que hubo ferias donde trajinaron más de 5.000 y hasta 8.000 mulas, todo lo cual sugiere una febril actividad para las herrerías de Panamá, con los ingresos consecuentes para los herreros 12 • A lo anterior había que agregar el aparejo de las mulas, que se estimaba en 28 pesos por recua. Cada piara debía ir acompañada de dos arrieros a los que se pagaba a razón de 15 pesos por viaje a Portobelo, de modo que en este rubro se gastaban 120 pesos por recua . A cada arriero se le daba además 4 pesos para vituallas y 6 pesos al mandador, al que se le pagaba adicionalmente en especie entregándole dos mulas horras, es decir no domesticadas, con un valor de 40 pesos cada una en 1678. Esta parece ser la explicación al hecho de que en las nóminas de propietarios de recuas aparezcan siempre unos cuantos mulatos que, de esta guisa, se iban haciendo con un pequeño parque mular de su propiedad. En la lista de gastos se incluía además la posada de los arrieros y el mandador en cada una de las ventas y tambos del camino, así como la sal y la comida en el punto de partida durante los tres días previos a la salida. Solo en este renglón el gasto ascendía a 374,5 pesos por recua en cada viaje. De modo que el total de gastos corrientes era de 810,5 pesos según los cálculos de 1678 13 • 12 13

Ver grueso expediente sobre los costos en AGI Panamá 80. Hay extensos expedientes sobre conflictos entre los comerciantes y los dueños de recuas en AGI Panamá 20 y 80, con nóminas de los propietarios y detalles sobre los costos de conducción a través d e l Istmo a que me refiero en el texto.

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Finalmente, en cada feria, debido a los enormes esfuerzos que realizaban las mulas durante el trajín, era común que muriesen por centenares. Hubo episodios extremos donde, según las fuentes, todo el parque mular pereció dejando a sus propietarios en la inopia. La mejor manera de afrontar riesgos y costos tan altos era manteniendo tarifas igualmente altas. Sin Camino de Cruces. Foto de Luis Bias Aritio. embargo, los dueños de mulas no siempre salían bien librados. En varias ocasiones las tarifas dejaron pérdidas en lugar de ganancias, y algunas veces más de la mitad de los propietarios de recuas quedaron arruinados o sufrieron pérdidas considerables. En 1663, por ejemplo, se inició la feria con 61 recuas (17 menos que en algunas ferias de los años anteriores); pero al terminar el trajín sólo sobrevivían 33 y en conjunto los 61 propietarios quedaron debiendo a sus acreedores más de 300.000 pesos. De las 5.000 mulas existentes en 1675 al comienzo de la feria no quedaban en 1678 más que 1.20014 • Fue precisamente el temor a que se repitiera la situación de 1675 lo que puso en guardia a los transportistas de 1678, negándose éstos a cargar antes que perder, ya que muchos de ellos a duras penas habían sobrevivido a la crisis de aquel año. Sin embargo, también hubo muchas pérdidas en 167815 • De todo lo anterior se desprende que en los costos de transporte intervenían varios factores y que, por supuesto, no siempre lo decisivo era el alza del precio del maíz. Pero dado que el maíz constituía uno de los insumos básicos, ya que absorbía alrededor de la mitad de los costos de operación, se comprende que de su precio dependieran en gran parte las tarifas de transporte. Sin embargo, todavía queda por aclarar un aspecto fundamental y que consiste en el consumo total del maíz por el parque mular en un año de feria. Debemos recordar, en primer lugar, que había dos rutas. La de Panamá a Portobelo, que era la más costosa y se hacía enteramente a lomo de mula, y la de Panamá a Portobelo por la ruta del Chagre, que suponía un trayecto de cerca de 30 kilómetros entre Panamá y Cruces, también a lomo de mula. Como ya se ha explicado antes, en el "camino de tierra" a Portobelo se tardaban 4 días y otro tanto de vuelta, aunque normalmente se dejaban de dos a tres días "de prevención" antes de cada viaje. La ruta Panamá-Cruces se hacía entre ocho y doce horas, de hecho, tomaba un día entero, ya que el regreso de las mulas no se hacía hasta el día siguiente. Otro día adicional se destinaba a las prevenciones, tiempo que se dedicaba en recoger las recuas en las caballerizas de la ciudad para alimentarlas con maíz antes de emprender la jornada. La ruta del camino de tierra PanamáPortobelo se reservaba casi exclusivamente para el transporte de los tesoros, ya 14 15

AGI Panamá 80. Ibídem.

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que era la ruta más rápida y segura y, como se recordará, la flota que aguardaba en Portobelo no podía zarpar de regreso a España hasta que toda la plata fuera descargada en los galeones. La ruta del Chagre, más lenta pero mucho más barata, era preferida para el acarreo de las mercancías. Era por esta ruta por donde se transportaba la inmensa mayoría de la carga. Entre fines del siglo XVI y principios del XVII, hasta la década de 1620, el valor de las compras durante las ferias giraba en torno a los 20 millones de pesos; el promedio para los ocho años de ferias con datos entre 1650 y 1695 fue de casi 23 millones de pesos; entre 1706 y 1737 el promedio fue de 16 millones. Hasta principios del siglo XVII la plata solía llevarse en barras de 25 libras con un valor de 1.000 pesos cada una a razón de cuatro a seis barras por mula, es decir que cada carga era de unos 4.000 a 6.000 pesos. Las barras iban marcadas con diferentes sellos y señales de identidad para que el propietario o las autoridades pudieran reconocerlas; a menudo tenían numerosas marcas, ya que Barra de plata de 16 libras encontrada cambiaban de dueño con frecuencia . Lueen Boquerón, cerca de Portobelo. go de algunos años, y tras experimentar con distintos tamaños, con objeto de evitar el contrabando, los fraudes y los extravíos por robo, las barras fueron aumentando de peso hasta llegar al límite de 80 libras, como las que se han encontrado en el naufragio de la Atocha (1631) en los cayos de Florida. Una barra tan pesada habría hecho difícil los robos, pero no siempre se podía evitar que algunas se cayeran de las mulas y se extraviaran, lo que al parecer ocurría a menudo. También desde esa época empezó a llevarse la plata amonedada en cajones con 2.000 pesos, para que cada mula llevara dos cajones. De esa manera, cada carga consistía de 4.000 pesos, o bien su equivalente en barras de plata. Asumiendo entonces unos 20 millones de pesos de plata por feria, de acuerdo con lo anterior, se habrían necesitado alrededor de 5.000 cargas mulares sólo para el transporte de la plata. Esto suponía tal vez 161 recuas-cargas, lo que, a razón de 32 fanegas de maíz por recua, según el cálculo de los contemporáneos, representaba más de 5.000 fanegas de maíz. Pero el mayor volumen de los tránsitos, como hemos visto, lo absorbía la ruta Cruces-Panamá, es decir la ruta de las mercancías. Tomemos por ejemplo una feria típica como la de 1645, con 20.284 cargas de mercancías y 6.157 "de volumen", es decir 26.441 cargas mulares, lo que representaba alrededor de 3.000 toneladas de mercancías. Según mis cálculos, basados en los informes contemporáneos, durante los doce o trece días que duraba el viaje redondo del camino de tierra a Portobelo, cada mula consumía un almud diario, o bien casi una fanega por viaje. Asumamos, así, un mínimo de dos almudes por cada viaje redondo de Panamá a Cruces, a razón de uno antes de cada salida. Las 26.441 cargas mulares, según esto, suponían el consumo de unos 53.000 almudes y cerca de 4.400 fanegas. En conclusión, durante un año de feria, el consumo de maíz por el parque mular ascendía a entre 9.400 y 10.000 fanegas de maíz, cantidad que equivalía, según las épocas, a cerca de la mitad y un tercio de la producción total del país.

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Chatas y bongos en el transporte transístmico La historia del transporte vía Chagre no es menos compleja que la de la ruta terrestre. Empecemos primero por las embarcaciones. Dado que hasta casi finales del siglo XVII la gran mayoría de lo que cruzaba el Istmo consistía en mercancías que llegaban de España para las ferias, cuyo volumen era sin duda mucho mayor que el de los tesoros, y que desde temprano el Chagre fue la ru~a transístmica más cómoda y barata, se comprende que los transportes fluviales tuviesen siempre una importancia decisiva. Los primeros textos conocidos hablan indistintamente de barcos, bergantines, fragatas e incluso navíos y carabelas navegando por el río. "Navégase el Chagre en barcos y bergantines hasta cinco ó seis leguas de Panamá", escriben los capitulares panameños al emperador el 4 de septiembre de 1531 16 • En otro texto de 1534 leemos: "Sabiendo que el EMBARCACIONES DEL RIO CHAGRE: 1548-1672 Chagre se puede navegar con carabelas cuatro o cinco leguas y tres o cuatro con barcos [... ]" 17 • Un año 40 después, el obispo Tomás 30 .. de Berlanga escribe al emperador que "ha 20 - . entrado [... ] navío por el Chagre de 70 toneles cargado de caballos y mercaderías y pueden entrar navíos de 100 toneles" 18 • A partir de entonces, sólo se habla de "barcos", lo que es sin duda una designación genérica; se hace alguna mención ocasional a fragatas; en 1575 se da la primera referencia a chatas y desde 1602 se habla también de lanchas. Hacia fines del XVII se mencionan canoas y no es hasta comienzos del siglo XVIII que se distingue con claridad a las chatas, bongos y piraguas, aunque un documento aislado habla también de "barquetas", refiriéndose a embarcaciones muy pequeñas, tal vez canoas. Esta confusión de términos para designar las embarcaciones, que va a durar hasta fines del siglo XVII, hace muy difícil determinar la tipología predominante y

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BAHM, Col. Muñoz T.79,f.46. BAHM, Col. Muñoz T.80 A/107 f.18. R.C. de Toledo 20.ll .1534, al gobernador y juez de Residencia y oficiales reales de Tierra Firme. AGI Patronato 29, Panamá 22.II.1535.

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lo único que se puede sacar en claro es que hasta el XVII su capacidad variaba entre las 10 y las 18 toneladas, con cierta tendencia a prevalecer las de 16. toneladas. En todo caso, luego de los pr_imeros tanteos con los mismos transportes que hacían la travesía transístmica, se pasa, ya desde la década de 1540, & esos modelos de pequeño calado. El primero en referirse a esta tipología es un tal Francisco de Santiago, que escribe hacia 1548: "Acuden contiGaleón en Portobelo. Fines del Siglo XVII. nuamente 25 barcos que hace cada barco dos viajes cada mes ordinariamente y lleva cada barco de peso 700 a 800 arrobas" 19 • El arqueo se hacía entonces a base de dos pipas de 27,5 arrobas por tonelada, de modo que su capacidad sería de entre 13 y 15 toneladas. Cuando en las décadas de 1570 y 1580 se discutía la mudanza de Nombre de Dios, testigos calificados hicieron valiosas observaciones sobre los problemas relacionados al transporte fluvial del Chagre, a la capacidad de carga de las embarcaciones entre Cartagena y Nombre de Dios y entre éste y Cruces, y a los fletes que se cobraban entre estos puntos. Uno de ellos fue el capitán Iñigo de Lecoya, "almirante de la flota y armada de Tierra Firme", que anunciaba desde Nombre de Dios al rey el 2 de marzo de 1575, que "dentro qe 8 días pienso recorrer toda esta costa hasta Chagre para ver si hay algún puerto para poder excusar que las flotas vengan aquí que está tan malo" 2º. Junto a esta carta enviaba un Memorial "de lo que conviene a su real servicio se provea de remedio para estas partes de Tierra Firme" y en el que, entre otras cosas, proponía que las flotas descargaran en Cartagena en lugar de Nombre de Dios, aunque conservando el empleo del Chagre. Sobre lo que aquí nos interesa, Lecoya decía lo siguiente: "Y para que la ropa que se trajese a esta provincia se condujese por el Chagre con facilidad y a menos costa que desde Nombre de Dios a Cruces, pues lleva una fragata de Nombre de Dios a 600 pesos plata ensayada y cuando menos 500 y lleva hasta 150 ó 160 cargas, y desde Cartagena hasta la boca de Chagre va una fragata dos veces mayor que las de esta tierra por 200 pesos de plata corriente". Líneas abajo agrega: "Y para recibir la ropa que fuese de Cartagena se haría en la boca almacenes para descargar en ellas la ropa, y chatas para que de l;:i 19 20

AGI Panamá 375. Su carta, dirigida al emperador, no lleva fecha, pero el año 1548 aparece al margen en el original. AGI Panamá 40.

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boca llevase a Cruces, que es donde descargan para Panamá y deberían ser las chatas de muy poca agua para que naveguen·en verano e invierno y no las fragatas, que no pueden navegar sino cuando llueve y crece el río, y tardan mes y medio y dos meses en subir, las cuales llevan dos codos ·1argos de agua después de cargadas, y las chatas andarían en dos palmos de más" 21 • Según esto, hasta 1575 seguían usándose "fragatas" entre Nombre de Dios y Cruces, lo mismo que entre Cartagena y Nombre de Dios, aunque estas tenían el doble de capacidad que las chatas -"dos veces mayor que las de esta tierra"-, y es posible que no fuese hasta esta propuesta que empezaran a introducirse éstas. Al decir de Lecoya, las "fragatas" que navegaban el Chagre desde _Nombre de Dios tenían capacidad para 150 ó 160 cargas, por lo que cobraban de flete 600 pesos ensayados. Esto significa que por cada carga - probablemente de unas 8,5 a 9 arrobas, ya que un tercio o fardo era por lo común de 4,5 arrobas y dos fardos o tercios hacían una "carga"-, se cobraban entre 3,75 a 4 pesos ensayados entonces de 450 maravedíes- o 1.687,5 a 1.800 maravedíes, y unos 187,5 a 200 maravedíes por arroba (asumiendo cargas de dos tercios de 4,5 arrobas), y a razón de 5,2 a 5,6 maravedíes por él flete de una arroba en cada legua de recorrido (de Nombre de Dios a Cruces había, como sabemos, 36 leguas). También, según esto, la capacidad de carga de tales fragatas sería de unas 1.350 a 1.440 arrobas (si de 9 arrobas la carga), mientras que las que viajaban de Cartagena a Nombre de Dios tendrían capacidad para unas 300 a 320 cargas ó entre 2.700 y 2.880 arrobas. A razón de 55 arrobas la tonelada, según el cálculo. contemporáneo, las primeras serían de 24,5 a 26,2 toneladas, y las segundas, de 49 a 52,4 toneladas. Pero éstas solo cobraban a razón de 200 pesos de plata corriente -de 306 maravedíes- por las 300 ó 320 cargas, es decir, de 191,3 a 204 maravedíes por carga, y entre 21,3 y 22,7 maravedíes por arroba. Llevar una misma carga de Nombre de Dios a Cruces costaba, pues, entre 8,2, 8,8 y hasta 9,4 veces más cara. Muy pocos años después, hacia principios de la década de 1580, otro documento del mismo tenor, titulado "Sobre las flotas que fueren a Tierra Firme se haga descarga en Cartagena", habla de "barcos" con 800 botijas de vino de capacidad, es decir 800 arrobas (una botija igual una arroba), o 14,5 toneladas. Se trataba, aparentemente, de embarcaciones menores a las del texto de Lecoya, tal vez chatas, ya que su capacidad era un 43 por 100 inferior a la de las "fragatas" que éste menciona. Cobraban por el flete de Nombre de Dios a Cruces 1.000 pesos ensayados ó "1.500 de plata corriente", es decir 562,5 maravedíes por arroba y 17,6 pesos de 8 reales la carga de 8,5 arrobas. Al mismo tiempo, las fragatas que viajaban desde Cartagena a Nombre de Dios con una capacidad de 1.600 botijas de vino u otras tantas arrobas (o 29 toneladas de 55 arrobas), es decir, bastante más pequeñas que las del texto de Lecoya, y cobraban por esa carga 400 pesos "de plata corriente", es decir 76,5 maravedíes por arroba. El flete de Nombre de Dios a Cruces era por tanto 7,4 veces más caro pese a que el trayecto era tres veces más largo 22 • 21 22

Ibídem. AGI Indiferente General 1528. Este documento viene sin fecha, pero el contenido del texto sugiere que este debió ser de los primeros años de la década de 1580.

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En 1587 Bautista Antonelli nos dice que "los barcos que son de éste río generalmente tienen 320 quintales o sea 16 toneladas en carga" 23 • En otra parte Antonelli nos habla de "barcos chatos, a manera de artesas", o bien de "lanchas" repitiendo las mismas medidas de capacidad. Otro texto de 1591 explica que estas embarcaciones llevaban 250 cargas con 500 fardos, o bien 1.000 botijas de vino, y que cada medio mes viajaban entre Nombre de Dios y Cruces 24 • Dado que la botija de vino era de una arroba, la capacidad de estas embarcaciones era de 18,2 toneladas. Ya en el siglo XVII, el oficial real Juan López de Cañizares explica que cada una solía llevar 200 piezas de a 4,5 arrobas cada una, es decir unas 900 arrobas netas o 16,3 toneladas 25 • Pocos años después otro documento habla de 334 quintales netos de carga, o sea unas 16,7 toneladas26 • Los documentos del siglo XVIII son más precisos, indicando que las chatas son de 20, 25,y 35 toneladas, para una media de 26,7 toneladas, mientras que los bongos son de 11, 13 y 15 toneladas, con una media de 13 toneladas. Lo anterior podría sugerir que las chatas y los bongos coexistieron desde temprano, teniendo unas y otras el mismo calado, aunque diferenciándose, ya en el siglo XVIII, para aumentar el de aquellas a casi el doble que el de éstos. Pero todo esto es especulativo. De hecho una y otro tenían sus ventajas. El bongo era más rápido, pero en cambio tenía la mitad de la capacidad de carga, y aunque la chata era lenta, podía navegar por el Chagre cuando el río tenía poca agua, lo que solía ocurrir sobre todo entre mayo julio, precisamente durante los meses que con más frecuencia se celebraron las ferias del siglo XVII. Los mismos textos que acabamos de citar, además de muchos otros, señalan que desde 1548 había una disponibilidad permanente de 25 de estas embarcaciones hasta fines del siglo, aunque en 1592 se contaron 30; la misma cantidad que había a principios del XVII. Su número había aumentado a 37 en 1618, para bajar a 30 en 1623 y a 24 en 1626. En 1638 se contaban 31, de las cuales 11 pertenecían a vecinos de Panamá y las restantes 20 a vecinos de Portobelo. Mientras que los vecinos de Panamá habían controlado desde temprano el parque mular, ya que en Portobelo no había pastizales para las mulas, que en Panamá abundaban, los vecinos de Portobelo tenían en cambio más facilidad, gracias al medio líquido que les comunicaba directamente al Chagre, para controlar el negocio de las embarcaciones. Cuando en 1644 el gobierno firmó un asiento con los principales transportistas para cargar azogue, probablemente procedente de las minas de Almadén, en España, había 30 o 31 barcos navegando en el Chagre, pero los interesados solicitaron que su número se limitase a 20. De hecho los de Portobelo habían pedido al rey el privilegio de que "sólo los vecinos de dicha ciudad y no los de esta de Panamá ni de otra parte alguna puedan tener barcos para trajinar ropa y mercancía en el Chagre", comprometiéndose a mantener "siempre listos 20 barcos". Esta petición no fue acogida y finalmente el asiento fue suscrito por 21 13 24

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26

Hakluyt's Voyages, Vol. VII, primera edición 1607, reimpresión de 1926, p .116. "Memorial de los vecinos de Panamá al rey", 1591-92 (e), AGI Panamá l. Carta impresa dirigida al rey, Portobelo, 10.VIII.1623, copia en The British Library, Spanish Papers Relating to the West Indies and the Philipines, Dept. of Manuscripts, Add 13992. AGI Panamá 35.

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transportistas, de los cuales doce eran vecinos de Panamá, mientras que los de l?ortobelo eran ocho, con una mayoría absoluta para los de la capital. Oª Leonor .d e Robledo, viuda del capitán Francisco de Almonte, vecina de Panamá, quien ~ámbién era dueña de chata, tenía para esas fechas un pleito pendiente con el go!@:ierno, pero no suscribió el asiento, lo que evidencia que otros transportistas fueliPn excluidos del proyecto27 • Otras fuentes indican que para 1640 las embarcaciones se habían elevado a 40, una cifra tope que al parecer nunca volvió a repetirse y que sugiere para ese año una feria con un volumen excepcional. En 1653 la crisis a que me referiré en µn capítulo próximo, había hecho descender el número a 14, para elevarse a entre ~8 y 30 hacia 1669, tal vez al estímulo de la renovación de la trata esclavista con el asiento de Grillo y Lomelín. Pero el año siguiente Henry Margan penetró por el •PO Chagre para asaltar a Panamá y destruyó todas las embarcaciones. En 1672 1sólo quedaba una en servicio28 • Esta es la última referencia directa conocida sobre el número de embarcaciones en el Chagre. Existe un documento de 1730 que tipifica tal vez con más precisión el caso que discutimos, ya que nos ofrece el número de embarcaciones "necesarias" para la feria que a la sazón se organizaba. Se trata de una texto del presidente de Panamá, Marqués de Villahermosa, que dirige al virrey del Perú Marqués de Castelfuerte, al que le propone la adquisición por parte de la Corona de las embarcaciones del Chagre a fin de que sea ella la que explote la ruta fluvial. Sustenta su propuesta a base de una serie de "tanteos" o estimaciones numéricas, basados en el volumen de la carga esperada para la feria prevista para el año siguiente y en los requerimientos de transporte por el río. Por el momento sólo nos interesa ésto último. Según Villahermosa, se necesitaban 12 chatas, aparte de otras 4 de reserva, más 8 bongos, con "dos más de repuesto", y 12 ''barquetas". En total 26 embarcaciones entre chatas y bongos29 • Los estimados de Villahermosa se basan obviamente en la experiencia de muchos años de ferias. La cifra que da, de 26 chatas y bongos, bien podría considerarse, en efecto, "típica". De hecho, si tomamos nota de las 13 referencias que tenemos sobre el número de embarcaciones -con la excepción de la de 1672 cuando sólo quedaba una tras el ataque de Margan-, veremos que la media del total para el periodo 1548-1730 es de entre 26 y 27. Dado que el volumen de las mercancías de feria solía mantenerse dentro de escalas poco flexibles, y la oferta de servicios fluviales debía ajustarse a la demanda de los tránsitos, era lógico que también estas escalas variaran poco o nada. El propio Villahermosa estimaba para la feria una carga de 100.000 "piezas" de mercancías, lo que, nos dice, "se contemplan a corta diferencia en una armada de galeones", es decir, un volumen, según él, "típico" para una feria. Estas piezas comprendían, sigue diciendo, "fardos, cajones, marquetas de cera, baúles, 27 28

29

Sobre lo anterior AGI Panamá 35. Al parecer Dª Leonor muere hacia 1644 lo que podría explicar su exclusión. Para 1672, AGI Panamá 139. "Memorial del cabildo de Panamá al rey", Panamá, 4.III.1672. Dicen: "Con 28 y 30 barcos que tenían no hay más que un barco que es el del castellano Cristóbal García Niño, Alférez Mayor de dicha ciudad de Portobelo". Asumimos las embarcaciones existentes para 1669-1671, antes del ataque de Morgan. AGI Santa Fe 1162. Estos datos vienen en un expediente referente a la feria de 1731 y a continuación de una carta de Villahermosa fechada en Panamá el 29.IV.1730.

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petacas, frasqueras, todos de dos en carga" . Es decir, que dos piezas hacían una "carga". Esta "carga" era la unidad de medida que se utilizaba para cobro del flete de las embarcaciones, así como para el impuesto de camaraje y también para el flete mular, y que, como ya se ha dicho, era de entre 8.5 y 10 arrobas. Quiere decir que estas 100.000 piezas equivalían a 50.000 "cargas". A esto, agrega Villahermosa, debían sumarse 70.000 quintales de hierro, 12.000 "piezas zurrones de cacao, cascarilla y lana vicuña", 3.000 "fardos de tabaco [...] de las islas de Barlovento", más cierta cantidad adicional de cacao, cascarilla y otras cosas para el comercio con dichas islas y el abasto de Portobelo30 • Siguiendo estos datos es fácil calcular el total de "cargas". A las 50.000 cargas de "piezas", había que agregar los 70.000 quintales del hierro, que reducido a cargas de 8,5 arrobas serían 32.941 cargas; los 12.000 zurrones de cacao, cascarilla y lana vicuña, también a dos por "carga", harían 6.000 cargas; los 3.000 fardos de tabaco, harían 1.500 cargas, y finalmente el resto, otras 2.000 cargas. El total haría 92.441 cargas. Para esta última información, Villahermosa solo da el flete que se cobraría, pero no indica el número de fardos, aunque esto es fácil de calcular. Dice textualmente en este punto: "item se consideran demás aprovechamientos en los efectos que bajan de Cruces a Chagre, a saber cacao, cascarilla y otros para comerciar con las islas de Barlovento o reponerlos en Portobelo en tiempo muerto seis mil pesos". Puesto que líneas arriba señala que los zurrones de cacao y cascarilla tenían un flete de 12 reales, entonces 6.000 pesos de flete equivalían a 4.000 fardos o 2.000 "cargas" 31 • Conviene ahora referirnos a la tripulación de las embarcaciones. Según la mayoría de los textos conocidos, ésta se componía básicamente de lo siguiente: un proel o arraez, es decir un patrón, que hacía las veces de práctico, y unos 20 bogas, aunque algunas tenían hasta 25 hombres. Según la detallada descripción que hizo de Tierra Firme en 1575 el oidor Alonso Criado de Castilla, en las 25 embarcaciones del Chagre se ocupaban 500 negros; todas eran de propiedad de vecinos de Nombre de Dios32 • En 1607, la Audiencia asegura que este número había ascendido a 630 hombres ; como ya vimos, entonces había 30 embarcaciones33 • Un texto declara que en 1618 había 740 hombres para 30 embarcaciones, y en otro fechado en 1640, estas cifras habían aumentado respectivamente a 800 y 40 . Según lo anterior, la relación hombre-embarcación era la siguiente: para 1575, 20; para 1607, 21; para 1618, 25 y para 1640, 20. La media es de 21,5 hombres por embarcación. Por su parte, en 1730, el marqués de Villahermosa, en el documento citado atrás, estimaba que para el manejo de las embarcaciones se necesitaban 300 negros "que se contemplan necesarios para el servicio de chatas, bongos y barquetas, como para la siembra y recogimiento de plátanos que precisamente se ha de hacer para la manutención de todos ellos". A estos 300 hombres, Villahermosa agrega otros 24 "que sirven de pilotos en las chatas y bongos, arraez de barquetas y mandadores" 34 • Como vimos atrás, él estimaba que para las ferias se necesitaban 30 31 32 33 34

Ibídem. Ibídem . "Sumaria Descripción del Reyno de Tierra Firme[ ... ]", Nombre de Dios 7.V.1575, AGI Panamá 11. "Descripción" de 1607. AGI Santa Fe 1162.

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12 chatas y 8 bongos activos, es decir 20 embarcaciones, mientras que agregaba otras 4 chatas y 2 bongos de reserva. Probablemente su cálculo de 324 hombres se basa en las embarcaciones activas. En tal caso la relación hombre-embarcación sería de 16.2. Vemos, pues, que durante todo el período considerado, el inventario de embarcaciones disponible se mantiene entre las 20 y las 40, más bien entre 20 y 30. Para el siglo XVII la documentación sugiere que la media de las embarcaciones alcanzaba las 16 toneladas, lo que representaba un tonelaje agregado de entre 350 y 480 toneladas. Pero es la referencia que da Villahermosa y que ya he citado, la que podría acercarnos con mayor puntualidad a este asunto. Es la única fuente que distingue la proporción entre bongos y chatas. Según vimos, el tonelaje de las chatas en el siglo XVIII era de 26,7 toneladas, y los bongos de 13 toneladas. Si aceptamos estas medias y las aplicamos a los datos de Villahermosa, a saber, 16 chatas y 10 bongos como tope máximo, las chatas tendrían 427,2 toneladas y los bongos 130, para un total de 557,2 toneladas. TONELAJE MEDIO DE LAS EMBARCACIONES DEL CHAGRE SEGÚN EL MARQUÉS DE VILLAHERMOSA Tipo de embarcación

Número

Tonelaje medio

267

Tonelaje total

Chatas

16

4.272

Bongos

10

13

130

TOTAL

26

214

5.572

Según los textos, las embarcaciones del Chagre hacían normalmente dos viajes mensuales o 24 por año cada una. Es decir, uno de Nombre de Dios o Portobelo a Cruces y otro a la inversa. Este dato parece corroborar el tiempo medio de 14 días por viaje que mencioné antes. Si esto era así, con un tonelaje de reserva de entre 350 y 480 toneladas, tendríamos una capacidad efectiva de transporte de entre 8.400 a 11.500 toneladas, y para algunas fechas hasta de 16.000 toneladas anuales. Para los tiempos de Villahermosa, con 557,2 toneladas, en 24 viajes podrían transportarse más de 13.000 toneladas por año. Pero como ya vimos, según su cálculo sólo se utilizaban 12 chatas y 8 bongos, ya que las restantes embarcaciones quedaban en reserva. Esto nos rebajaría el tonelaje efectivo a 320,4 toneladas para las chatas y 104 toneladas paralos bongos, para un total de 424;1 toneladas. Siendo así, la capacidad de carga durante un año sería de poco más de 10.000 toneladas. Para efectos del transporte de mercancías de feria, estos viajes se reducían a 12 por año, ya que cada viaje redondo tomaba un mes. De esta guisa, en un año como máximo, las embarcaciones podían. llevar desde Chagre a Cruces entre 4.200 a 5.750 toneladas y tal vez hasta 8.000 toneladas, según los datos que tenemos para el siglo XVII. Para los tiempos de Villahermosa, la capacidad sería de unos 5.000 toneladas anuales. En años de ferias continuas y con un gran volumen de carga, las chatas y bongos se mantendrían probablemente en constante actividad, prácticamente sin descanso. Pero cuando las ferias se espaciaban dos años y meses, como entre 1590 y 1613, los transportistas del Chagre se pasaban largos meses sin contratar fletes, mientras sus embarcaciones permanecían escoradas en alguna orilla. Un documento sobre Portobelo, fechado en 1607, nos hace a este respecto una reveladora aclaración. La fecha es clave ya que las ferias se er.icuentran

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entonces en baja. Según el texto, las embarcaciones del Chagre "suelen hacer en una flota a cuatro y cinco viajes[ ...] pero pasada la flota no son de provecho y los varan en tierra hasta que vuelva otra" 35 • Para entonces había 30 embarcaciones, que a 16 toneladas cada una podrían transportar en cuatro viajes 1.920 toneladas, y en cinco, unas 2.400 toneladas de mercancías. Ya sea porque la oferta había aumentado para entonces en 5 embarcaciones y que a la vez las ferias estuviesen espaciándose mucho, lo cierto es que los fletes ribereños habían disminuido. Más competencia y menos demanda habrían desmejorado para esas fechas las condiciones del negocio transportista en el Chagre. Para 1607 ya no se cobra una tasa fija por carga. En una ocasión, cuando los transportistas concertaban con un cliente los fletes para un cargamento que requería de varios embarques, cobraban por el primero 1.500 pesos ensayados; por el segundo viaje, 700 pesos; por el tercero 500 o 600 pesos "y ansí van disminuyendo hasta a trecientos" 36 • De esta manera, un cargamento que necesitara de cinco viajes en una barca de 850 arrobas de capacidad, tendría un volumen agregado de 4.250 arrobas y pagaría de flete 3.500 pesos ensayados a razón de 457,9 maravedíes la arroba, lo que era menos que en la década de 1580, pero que todavía seguía siendo un flete caro. La "Descripción" de 1607 confirma la atonía de los tráficos para esa fecha : "Por estas razones, las recuas, barcos y navíos [se refiere a los del Pacífico] son en Panamá en muy menor número, tienen que hazer menos tiempo y ganan menos fletes; no trabajan sino los siete o ocho meses del año" 37 • Otros documentos señalan que en 1607 los fletes del Chagre eran de 4,5 pesos de 8 reales por carga de 8,5 arrobas, o sea unos 144 maravedíes por arroba, que es mucho menos que nuestro cálculo, pero se trata aparentemente de fletes fuera de ferias. Una de las razones de los altos fletes era el costo de construcción de las embarcaciones. Para 1607 los "barcos y fragatas[ ...] para el viaje del río de Chagre y el comercio de estas costas" ya se fabricaban en Portobelo. Algunos años llegaban a construirse hasta seis, aunque en otros solo uno y a veces "ninguno". La zona abundaba en árboles y aunque la "clavazón, brea y materiales" tenían que importarse de España, éstos podían conseguirse con más facilidad "que en La Habana ni otra parte de las Indias", por lo que se consideraba que "hay aquí mejor disposición para la fábrica". "Pero no se hacen por la carestía de los mantenimientos y por el consiguiente de los jornales de los maestres y artífices, y por ser la tierra tan enferma" 38 • De esta manera, "cuesta un barco de los que aquí se fabrican puesto a la vela, de ochocientos a mil pesos, y las fragatas, de mil y quinientos hasta dos mil, conforme a la grandeza" 39 • Los primeros, que como sabemos eran de unas 16 toneladas, tendrían un costo de 50 a 62,5 pesos la tonelada (unos 102 a 128 pesos de 8), es decir, más o menos lo que costaba la construcción en Panamá, donde se fabricaban "cada año[ ...] dos o tres navíos de 35

36 37 38 39

BNM Mss. de América, signatura 3064, "Relación de Portobelo, 1607". Ibídem. "Descripción" de 1607, p .176. "Descripción" de 1607. Ibídem.

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cinco mil hasta catorce mil arrobas" y costaba "la fábrica de cada tonelada, puesto el navío a la vela, sesenta pesos ensayados" 4 º. El stock de embarcaciones del Chagre en 1607 supondría pues un costo de entre 24.000 y 30.000 pesos, o bien entre 39.706 pesos de 8 reales y 61.136 pesos de 8 (para entonces el peso ensayado se evaluaba a 556 maravedíes). A estos costos se agregaba el de la tripulación de 20 esclavos, que con un valor medio por unidad de alrededor de 250 pesos suponía unos 150.000 pesos más. Para ser propietario de una de estas embarcaciones se necesitaba el desembolso de unos 1.000 pesos para la compra del barco, más otros 5.000 para los esclavos -el proel o arraez solía ser un negro o mulato libre al que se pagaba un salario-, es decir una inversión de alrededor de 6.000 pesos ensayados o unos 12.2"65 pesos de ocho reales. Dos casos concretos: hacia 1610-1620, como veremos más adelante, el "barco" de Agustín Franco para el tráfico del Chagre tenía 18 esclavos y se evaluaba en 7.780 pesos ensayados o bien unos 15.902 pesos de ocho. Entre 1639 y 1652, otro acaudalado vecino, Cristóbal Pérez de Herrera tenía otro "barco" en Chagre evaluado con sus esclavos en 15.000 pesos41 • Eran muy pocos los que en el Panamá podían permitirse una inversión tart costosa y se comprende que el negocio estuviese acaparado desde temprano por un puñado de 25 propietarios. Hacia la década de 1640, Pedro Pablo Minucho (y luego su heredero Jorge Calvo), de Panamá, y Martín Guerra de La tras de Portobelo, tenían dos barcos en Chagre. Pero se trataba de excepciones, ya que eran muy raros los dueños de más de un barco. A 123 años de distancia, otra fuente confirma estos altos costos y amplía la información. Se trata nuevamente de la relación del marqués de Villahermosa de 1730 citada antes. Según él, cada chata se "regulaba a 2.000 pesos cada una", cada bongo a 500 pesos y cada barqueta a 100 pesos. Si aceptamos el tonelaje medio de 26,7 para las chatas y de 13 para los bongos, el costo por tonelada sería de 75 pesos y de 38,5 pesos respectivamente, es decir que habían bajado comparados con los precios de 1607. Las 16 chatas de su propuesta costarían 32.000 pesos, los 10 bongos otros 5.000 pesos y las 12 barquetas 1.200 pesos, para un total de 38.200 pesos. A estos costos Villahermosa agregaba los 300 negros ya mencionados, con un valor de 300 pesos cada uno para un total de 90.000 pesos, más 27.775 para "víveres que se han de consumir en la gente mencionada considerado el tiempo de un año a razón de dos reales [diarios]". Para el "costo de limpia que se ha de hacer en el río" durante cada "armada" estimaba otros 6.000 pesos. Para los pilotos, arraez y mandadores, "a razón de 12 reales al día unos con otros por el discurso de un año", agregaba otros 13.140 pesos. Y finalmente para el "gasto extraordinario que se considera de diversas cosas que no se tienen presentes en cada armada" otros 6.000 pesos. El total en capital fijo y corriente, según Villahermosa, ascendía a 186.115 pesos42 • Según esto, para cada una de las chatas y bongos el costo unitario representaba algo más de 7.000 pesos. Aparentemente menos que en 1607, pero aún así una inversión que sólo podían muy pocos.

40

41 42

"Descripción" de 1610, p.104. AGI Escribanía de Cámara 452B. En el pleito testamentario entre sus herederos y los de su socio Diego Ruiz de Campos. AGI Santa Fe 1162. Loe. cit.

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El transporte del Chagre, mucho más que el transporte mulero, fue un privilegio de los más ricos. Varios mulatos y blancos pobres eran dueños de piaras de 7 mulas, cuyo costo no era superior a los 250 pesos y podían bastarse con la ayuda de otro acompañante -no necesariamente un esclavo- para dedicarse a la actividad transportista, como lo sugieren diversos documentos. Una gran recua -las había de 100 y más mulas- con su tropa de esclavos arrieros, suponía por supuesto una fuerte inversión: unos 3.500 a 4.000 pesos en mulas y, a razón de dos esclavos por piara en tres recuas de 31 mulas, unos 24 negros y una inversión adicional de unos 6.000 pesos; es decir un capital fijo total de unos 10.000 pesos de 8 reales, casi tanto como el del propietario de barcos del Chagre. Estos y aquellos eran desde luego hombres ricos e influyentes y, casi sin excepción, miembros destacados de las élites, como lo demuestra el estudio de las diversas nóminas que han llegado hasta nosotros. A principios del siglo XVII al proel o patrón de las embarcaciones se le pagaba de salario al día 5 reales y a los remeros o bogadores (o bogas) 4 reales, de modo que en un viaje de 12 días por el Chagre se gastaba en salarios unos 60 reales en el patrón y unos 960 en los hogueras, lo que hace un total de 1.020 reales ó 127,5 pesos. Para 1730, como acabamos de ver, el salario de los pilotos, arraez y mandadores era de 12 reales diarios.

Volúmenes y ganancias en una feria típica Con la información anterior podría aventurarse un cálculo de los fletes que cobraban los dueños de barcos del Chagre en una feria. Sabemos que en la feria de 1605 se transportaron por el Chagre 27.209 cargas de mercancías43 • Si, como lo indican los documentos contemporáneos, una barca podía transportar 150 cargas como promedio, se habrían necesitado 181,4 embarques; a la vez, los 30 bongos y chatas existentes habrían tenido que hacer cada uno 6 viajes, lo que como se ve coincide con el texto de 1607, que obviamente se refiere a las ferias de los años recientes. En la de 1601 se transportaron 26.852 cargas y en la de 1603, 20.804 cargas. Como cada embarcación hacía seis viajes, según las tasas indicadas por la "Descripción" de 1607, el flete cobrado por feria sería de unos 4.000 pesos ensayados. Este ingreso bruto suponía que en una sola feria no solo se recuperaba el valor de la embarcación, sino también el costo de la mayor parte de los esclavos que la tripulaban, ya que los gastos en salarios y raciones eran tan insignificantes que apenas contaban. Según esto, una sola feria podía producir a los 30 propietarios de bongos y chatas ingresos brutos del orden de 120.000 pesos ensayados, lo que era una suma considerable entonces. Aunque, seguramente, los dueños de barcos incurrían en otros gastos como los que menciona Villahermosa, éstos difícilmente habrían mermado de manera considerable el monto de los fletes, pues gastos como reparación de las embarcaciones no eran muchos y éstas podían mantenerse en servicio por muchos años. En contraste, para el negocio mulero los riesgos de pérdidas eran mucho mayores, como hemos visto. La impresión que queda es que el transporte por el Chagre era un negocio redondo y que no obstante las quejas de los transportistas por la inactividad del "tiempo muerto", y de los costos de fabricación de las 43

"Relación de lo colectado por el receptor de la avería del camino, años 1594-1606", AGI Panamá 14.

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barcas, una sola feria constituía de hecho un verdadero golpe de suerte, que permitía resarcirlos de las prolongadas esperas y de cualquier gasto. No digamos cuando las ferias se celebraban cada año, como hasta 1589 y en los años siguientes a 1614. En 1645, siguiente año con datos sobre las cargas, se repitió el patrón de 1605. Aquel año, como vimos atrás, se transportaron más de 26.000 cargas. En 1685 fueron 32.849, en 1702, 28.000 cargas; en 1726, como ya se dijo, se estimaron unas 40.000 cargas; para la feria de 1731 según ya vimos, Villahermosa calculaba 92.241 cargas, aunque la Junta de El Callao, calculaba sólo 32.628 cargas. Finalmente, para la feria de 1737 se esperaban nuevamente 40.000 cargas44 . Para completar este panorama habría que agregar a lo anterior los fletes terrestres de Cruces a Panamá. En una feria "típica", como la de 1645, se desbordan literalmente sobre la ciudad de Panamá más de 20.000 cargas de mercancías y más de 6.000 cargas "de volumen", que habían sido transportadas a lomo de mulas desde Portobelo vía el Chagre hasta Cruces y de allí a Panamá, amén de otras 1.129 cargas de plata conducidas desde Panamá a Portobelo por tierra. A razón de ocho pesos por carga de mercancía de Cruces a Panamá, y de 10,9 pesos por la "de volumen", la cantidad cobrada en concepto de fletes por los dueños de recuas ascendió en ese feria a 228.768 pesos de 8, mientras que las 1.129 cargas de plata conducidas a Portobelo, que pagaron a razón de 29,5 pesos cada carga, rindieron 33.306 pesos. Lo que hace un total de 262.074 pesos. A su vez, los fletes del Chagre ascendían a unos 122.625 pesos, a razón de 4,5 pesos por carga y unos 4.900 pesos por embarcación. Resumiendo, los fletes transístmicos producían en una feria típica ingresos brutos del orden de 384.699 pesos de 8 reales. Como se ve, la inmensa mayoría la absorbía la ruta del Chagre. Pero sobre todo el tramo Cruces-Panamá, que por sí solo representa el 59,5% del total. La participación del río es del 31,9 % y el restante y modesto 8,6% le correspondía al camino de tierra a Portobelo45 . Concluyamos con una última referencia a la ya mencionada relación de Villahermosa de 1730, ya que su propósito era precisamente demostrar los altos ingresos provenientes de los fletes fluviales y de allí que aconsejara que éstos se estatizaran. Según él, como vimos, por una "pieza" de mercancía el flete era de 4 pesos, y 8 pesos por la carga; por el quintal de hierro se pagaban 3 reales ó bien 6,4 reales por carga; por el zurrón de cacao, cascarilla y lana vicuña, 12 reales y 24 reales por la carga; y por el tabaco, a razón de 14 reales el fardo o bien 28 reales la carga46. Villahermosa estimaba, como ya vimos, unos ingresos brutos por los fletes del Chagre por la suma de 455.000 pesos de ocho. A su vez estimaba que los gastos de los transportistas -compra de chatas, bongos y barquetas, 300 escla44

45

46

Para 1685-1702, AGI Panamá 130. Estimado a base del derecho de piso de camino y del derecho de escolta que aparecen en los registros de las Cajas Reales de Panamá y Portobelo para los años de ferias. Para 1730, AGI Santa Fe 1162. Para 1737, AGI Panamá 356, Informe al rey del presidente Dionisio Martínez de la Vega, referente a la flota que sale de España ese año. Todos estos detalles en AGI Panamá 74. AGI Santa Fe 1162. Loe. cit.

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vos, salarios de pilotos y arraez, alimentación y otras erogaciones- podían ascender a 186.115 pesos. Con lo que quedaría de ganancia para los transportistas unos 269.385 pesos y a razón de 13.469 pesos para cada una de las 20 chatas y bongos activos. Es decir, unos beneficios aún superiores a los de la feria de 1645. Para formarse una idea aproximada de la importancia relativa de estas magnitudes baste señalar que en 1645 el valor total de los ingresos de las Cajas Reales de Panamá y Portobelo, fue de 187.440 pesos, suma que era vez y medio menos que el valor del negocio transportista a través del lstmo 47 • A lo anterior habría que agregar el valor del almacenaje pagado por las 3.000 toneladas de mercancías, primero en Portobelo y luego en Panamá, al igual que los alquileres de los tres o cuatro mil funcionarios, mercaderes, pasajeros, soldados y marineros que se volcaban sobre estas dos ciudades. Ya en 1571 se señalaba que por el alquiler de una casa para un oficial de Hacienda, solían pedirse al año de 300 a 350 pesos. Cristóbal Quintero, comerciante, daba durante la misma época, 30 y 40 pesos mensuales por el alquiler de una casa, y otro mercader, Gaspar Rodríguez, vecino de Panamá, pagaba por una casa 408 pesos anuales y por una tienda 13 pesos mensuales 48 • En Cruces, hacia 1570, por solo el alquiler de cada una de sus 47 cámaras se pagaba medio peso al día 49 • Estos costos habrían de aumentar pasados los años, sobre todo con ocasión de cada feria, como atestigua Thomas Gage en 1637, quien conoció en Portobelo a un comerciante que dio "mil escudos por una tienda regularmente grande, para expender allí sus mercaderías durante quince días que la flota estuvo en el puerto" : 1.000 escudos equivalían a 1.250 pesos so. Hacia 1650 Juan Diez de la Calle informaba que "se suele alquilar una casa en mil pesos ensayados sólo los altos de ella", lo que hace 1.430 pesos corrientes51 • Estas eran cantidades francamente exorbitantes si se considera que el salario anual del presidente, capitán general y gobernador de Panamá era para ese entonces de 5.062 pesos corrientes; el de los oidores y fiscales de la Audiencia de 2.860 pesos, y que los oficiales de Hacienda ganaban 888 pesos al año 52 • Aunque las escalas del movimiento mercantil podrían parecer muy módicas comparadas con nuestros estándares actuales, lo cierto es que suponían una enorme presión sobre el espacio urbano disponible para almacenaje. He calculado que entre principios y mediados del siglo XVII probablemente había sólo 150 a 200 casas con disponibilidad para unos 120 metros de bodega, es decir entre 18.000 y 24.000 metros cuadrados de construcción. Esto era probablemente un tope máximo 53 • Pero ciertamente muy poco espacio para alojar las cerca de 27.000 cargas de la feria de 1645. De hecho, la tendencia oscilaba entre 20.000 y 40.000 cargas por feria o bien entre 3.000 y 4.000 toneladas. Si aceptamos que sólo había entre 150 y 200 casas capaces de alquilar bodegas, lo anterior supone que en cada 47 4s

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50 51 52

53

AGI Contaduría 1478. " Información hecha sobre la carestía de Tierra Firme [ ... ]", Panamá, 18.11.1577. AGI Panamá 33. Juan López de Velasco, op. cit. Thomas Gage, op. cit. Op. cit. Ibídem. La Vivienda Colonial en Panamá, p . 97.

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casa debían acomodarse unas 20 toneladas. No debía quedar pues un metro libre disponible. Aunque se trata de un cálculo sólo aproximado, nos permiten figurarnos una ciudad con sus casas atiborradas hasta las zapatas de mercancías y un hacinamiento insufrible para los que vivían en ellas. Más difícil es calcular lo que rendían los alquileres de las bodegas, aunque un cálculo grosero sugiere que en una feria típica no bajarían de 75.000 pesos por mes y unos 450.000 pesos durante medio año. Esto explica que algunos dueños de casas para alquiler pudiesen saldar el valor de estas con sólo las rentas cobradas durante tres o cuatro ferias, aún cuando, como se sabe, los costos de construcción eran muy altos. Como hemos visto, a principios del siglo XVII una casa de cierta calidad podía costar entre 4.000 y 6.000 pesos; en 1669 la más opulenta que se conoce se evaluaba en 25.000 pesos y en el siglo XVIII las había de hasta 28.000 y 30.0000 pesos54 • Pero como ya mencioné, durante las ferias un cuarto se alquilaba por 1.000 pesos, un piso completo entre 1.500 y 2.000 pesos o más, y toda una casa, sobre todo si era opulenta, podía rendir varios miles de pesos de renta. Así pues, sólo entre fletes de mercancías y tesoros, y alquileres de casas y bodegas, una feria podía producirle a los vecinos y pobladores de Panamá y Portobelo alrededor de 800.000 pesos y tal vez más. Sin embargo, donde las utilidades podían ser realmente impresionantes era en el ejercicio mercantil propiamente, como veremos en capítulos próximos.

Las ferias descritas por los contemporáneos Pero aunque las ferias de Portobelo fueron el centro de tan importante actividad, y que su sola evocación excitara tanto el imaginario de la época, provocando la envidia de toda Europa, sorprende que no nos quedara una descripción detallada que le hiciera realmente justicia. La falta de una buena descripción contemporánea resulta no solo decepcionante sino extraña. En las numerosas, si bien que por lo general muy parcas, descripciones que nos dejaron los contemporáneos, muchos de ellos testigos del evento, aunque otros no pero también dignos de confianza ya que se basaban en: fuentes seguras, vamos a encontrar por lo general los mismos tópicos, que se repetirán monótonamente y con pocas variantes en su contenido (variará su extensión, aparecerán con diversos matices, con datos adicionales o bien omisiones, pero en el fondo dirán lo mismo). Podríamos reducirlos a los siguientes: una brevísima reseña de Portobelo como ciudad-soporte de las ferias, con algún dato sobre la población, su arquitectura urbana y sus fuertes, algún párrafo dedicado a describir las condiciones del puerto y la "esterilidad" de su traspaís para usos agrícolas; inquietantes referencias a la morbilidad del sitio; una breve descripción de las rutas transístmicas; y por supuesto, la siempre mención entusiasta al tráfico de mulas cargadas de tesoros. Pareciera que durante mucho tiempo no hubo otros tópicos dignos de mencionarse. Las descripciones no variaron mucho, y desde las primeras conocidas, como la de Cieza de León a mediados del XVI, de López de Velasco hacia 1575, de Judío Portugués en la primera década del XVII, de fray Antonio Vásquez de Espinosa en 1628, o del dominico inglés Thomas Gage, de 1637 y tal vez la más conocida, hasta las de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, o de 54

Estudio Jos alquileres exhaustivamente en La Viv ienda Colonial en Panamá. Ver capítulos 11 y III, de Ja Primera Parte, pp. 66-122.

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Antonio de Alcedo y Herrera ya avanzado el siglo XVIII, vamos a encontrar virtualmente lo mismo. A mi modo de ver, la más completa de todas esas descripciones es la de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Es la más extensa, y en ella se recogen todos los tópicos mencionados. Tiene también la ventaja de que se escribe cuando ya el sistema está en trance de fenecer, es decir que ofrece una perspectiva que, siendo contemporánea, muestra a la vez una visión retrospectiva. Estos célebres marinos viajan en 1736 como miembros de la expedición al mando de La Condamine que se dirige a América entre otras cosas para medir en Ecuador un arco del meridiano. Dejaron dos obras fundamentales para el estudio de América en aquella época, las Noticias Secretas, y la Relación Histórica del Viage a la América Meridional 55 • No presenciaron ninguna feria, pero permanecen el tiempo necesario en Portobelo y Panamá para recabar informaciones, además de que por la naturaleza de su misión están en condiciones óptimas para profundizar en el tema. La visita de Juan y Ulloa se produce antes de que las ferias fuesen del todo suprimidas, aunque ya estaban muy próximas a ello. Pero la Relación, que es la que utilizaremos aquí para nuestro propósito, está escrita unos doce años más tarde, cuando las ferias ya han sido eliminadas. La descripción contenida en ella tiene por tanto el interés de que la feria forma ya parte del pasado, es decir, de la historia, y que sus autores escriben desde una distante perspectiva temporal que les permite una cómoda objetividad. Empezaré por el tópico de la insalubridad, ya que es el primero que abordan Juan y Ulloa. Una de las referencias constantes a las ferias fue, en efecto, la altísima tasa de mortalidad ocasionada por el encuentro irruptivo de los dos comercios en Portobelo, y así la ciudad ganó merecida fama como "lugar pestífero" . Pero la realidad es que la morbilidad que la hizo famosa por lo general sólo hacía aparición durante las ferias y esto debido a la intemperancia y desarreglos de los forasteros, poco acostumbrados al clima y los frutos tropicales, sin mencionar el hecho de que éstos se veían obligados a cambiar bruscamente sus hábitos dietéticos durante las semanas o meses que la flota permaneciera allí. Hay que considerar también que Portobelo era un núcleo urbano pequeño, encajonado entre una ciénega y un monte tupido que caía casi verticalmente sobre la ciudad. Su población era muy reducida, y contaba con un mínimo de facilidades sanitarias. Cuando llegaba la flota una verdadera avalancha de gente se desbordaba en el puerto, arrojándose sobre sus calles una turbamulta de marineros, soldados y mercaderes extranjeros que sumaban a veces más de 4.000, muchos de ellos carentes de las más elementales normas de higiene personal y propensos a abusar del alcohol. Durante ese tiempo, la inmensa mayoría, bien por la carestía de los alquileres, bien por la escasez de alojamiento, tenía que acomodarse como pudiera en chozas de paja del extrarradio urbano -en Guinea, Triana o la Ciénega sobre todo, que eran barrios populares de residentes mulatos y negros-, donde las condiciones de humedad y falta de higiene eran extremas. Una de las causas de muerte típica a que aluden los textos es disentería, y no es sorprendente ya que la única fuente de agua potable dentro del pueblo era la del aljibe escalonado junto al castillo de 55

Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias Secretas de América . La versión más completa y reciente es la de Luis J. Ramos Gómez, en dos tomos, publicada por el C.5.1.C., Madrid, 1985. Relación Histórica del Viage a la América Meridional, Madrid, por Antonio Marín, 1748, 4 vols.

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Santiago. En el "tiempo muerto", cuando desaparecía esa multitud, y ya retiradas las causas de la morbilidad, la ciudad recuperaba su habitual salubridad. A este respecto las páginas de Jorge Juan y Antonio de Ulloa son pertinentes. En su Relación nos dicen lo siguiente: "Muy común es en toda Europa la noticia de lo perjudicial que es a la salud el temperamento de Portobelo. En él no solo padecen los extranjeros que allí llegan, sino que los propios del país, aunque connaturalizados con su temple, viven sujetos a sufrir varias pensiones que les aniquilan el vigor de la naturaleza, y muchas veces dan con ellos en la sepultura. Opinión muy válida es allí, la de ser en los tiempos pasados, y no más de veinte años atrás tan peligrosos en él los partos, que era muy rara la mujer que no moría y así se tenía la providencia de pasarlas a Panamá a los cuatro o cinco meses de estar en cinta, y no volvían a su tierra hasta pasado el tiempo de los accidentes, que suelen sobrevenir al parto, y aunque algunas desde poco acá se arriesgan a quedarse allí para esperar este trance, por lo general la mayor parte no se expone a tanto peligro, y tienen por menos molesto el hacer la travesía que media entre las dos ciudades". Corrían versiones, según estos autores, de que las gallinas que se llevaban de Panamá o Cartagena "se esterilizaban luego que llegaban allí". No se veían crías de burros o caballos, y la vaca que se llevaba de Panamá para consumo del pueblo "se enflaquece tanto que no se puede comer". "Todo confirma la opinión -agregan- de que aquel temple es contrario para la generación de criaturas de otros temperamentos benignos". Durante el trajín de la feria, nos dicen, los marineros recurrían a menudo al aguardiente para "recuperar el brío", tras horas de transpiración y fatiga en el acarro de la fardería y la descarga de los navíos, y su consumo era "considerable". Los resultados eran de esperarse. "La fatiga, el trabajo, la abundancia de bebida, y la contrariedad del clima disponen las naturalezas a padecer las enfermedades que se experimentan en aquel país, y siendo en él todos los accidentes mortales, porque no hay en los cuerpos (a quienes coge poseídos de una grande debilidad) resistencia para expelerlos, es consiguiente las epidemias y la muerte". "En algunas ocasiones se han llevado médicos de Cartagena para que como más prácticos en el método de cura que requieren los accidentes de aquellos climas, asistiesen a los enfermos; pero esta providencia no ha sido de algún alivio ni ha evitado que en cada ocasión de Armada o navíos que deban hacer allí alguna residencia queden sepultadas la tercera parte o mitad de la gente que llevan". Y agregan: "Por esta causa le dan a aquella ciudad, y no sin fundamento, el renombre de Sepultura de Españoles, pero puede amplificarse más y decirse de todas las naciones que van allí, porque más estrago hizo en los ingleses el temperamento que las balas, cuando en el año de 1726 bloquearon aquel puerto con su Armada llevados de la codicia de hacerse dueños del tesoro, que había concurrido a él para empleo de la feria de los galeones [...] haciendo tal estrago, que dentro de poco tiempo fue preciso que abandonara del todo su empresa y se volviera a hacer a la vela para Jamaica dejando en aquellas playas más de la mitad de la gente" .

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Y concluyen: "No obstante lo nocivo para la salud y contrario a la vida de los europeos que es Portobelo, se experimentó en la Armada del año de 1730 no haber habido enfermedades allí, siendo así que el trabajo y desorden de comida y bebida en las tripulaciones eran sin diferencia como en las antecedentes y que el clima no había mudado, a lo menos tan sensiblemente, y se atribuyó a haber pasado ya la epidemia de Cartagena, la cual les indultó para que en aquella ciudad gozasen de salud, de donde debe inferirse que el principal origen de estas enfermedades proviene de que la naturaleza de los europeos, no acostumbrada a aquellos temples, los extraña con extremo, y esta novedad les hace padecer hasta que las destruye totalmente o prepara en disposición adecuada para ellos, con lo cual quedando connaturalizados, gozan tanta sanidad como los mismos naturales o criollos" 56 • En el capítulo VI de la Relación, titulado "Del Comercio de Portobelo en tiempo de Armada", escriben: "Aquella ciudad de tan corto número de gente por su mal temperamento, escasez de víveres y mala disposición de terreno, viene a ser una de las más pobladas de la América Meridional en tiempo de Armada. Su función en el Istmo, que corta la comunicación a los mares del sur y norte; la bondad de su puerto y la distancia corta que media entre ella y Panamá le han dado preferencia para la concurrencia de los dos comercios de España, y del Perú y celebrar en ella la feria" 57 • "Luego que se recibe en Cartagena la noticia de estar ya descargada en Panamá la Armada del Perú, pasa la [Armada] de Galeones a Portobelo, por excusar en mayor dilación las enfermedades de aquel temperamento, y con la concurrencia de los individuos de ellas, son tan crecidos los arrendamientos de las habitaciones, que por solo el tiempo de la feria es el valor de una pieza mediana con una pequeña recámara o gabinete, mil o más pesos, y hay casas cuyos alquileres llegan a cuatro, cinco y seis mil pesos más o menos según su capacidad y el número de gente que concurre a la feria". Y siguen: "En entrando a aquel puerto los navíos es la primera diligencia que practican los maestres formar en la plaza principal inmediata a la Contaduría cada uno una barraca grande con velas del navío para recibir en ella la carga, a cuyo recibo asisten los dueños para reconocer por las marcas la que les corresponde, y la tripulación de cada navío en carretones adecuados la va conduciendo a sus destinos, repartiendo proporcionalmente las utilidades de esta descarga". Y a continuación: "Ínterin que por una parte están la gente de mar y los comerciantes así empleados, van entrando por tierra las recuas de Panamá 56

57

Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relací611 Histórica del Viage ..., Op. cit., Vol. l., Libro II, Cap. IV, p .126-131. Aquí, como en lo sucesivo, en la tr anscripción del texto he modernizado la ortografía y la puntuación. Op. cit. Volumen 1, Libro II, Cap. VI, p. 139. Las citas que siguen comprenden la totalidad del capítulo, que se extiende de la página 139 a la 143.

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de ciento y más mulas cada una, cargadas de las cajonerías de plata y oro que trae el comercio qel Perú: unos las descargan en la Contaduría y otros en medio de la plaza, sin que en la confusión de tanto gentío se experimente hurtp, pérdida ni desorden alguno. Es cosa de admiración haber visto aqµel lugar en tiempo muerto solitario, pobre y lleno de un perpetuo E;ilen.cio, ·s:u puerto despoblado e infundiendo todo melancolía 58 , y gozarlo después con el bullicio de tanta gente, sus casas ocupadas, su plaza y calles llenas de farderías y de cajones de plata sellada, en barras, laprada y oro: unas que bajan por el río de Chagre los frutos del Perú, como cacao, cascarilla de Laja, lana de vicuña y piedra bezoar, y otras que van de Cartagena cargadas de víveres para la manutención de todo aquel gentío, y de un paraje el más aborrecible todo el año por sus pensiones, se forma el Teatro y depósito de las riquezas de los dos comercios de España y el Perú". "Concluida la descarga -siguen explicando-, y llegado todo el comercio del Perú con el presidente de Panamá empieza a tratarse la feria, y para ello se juntan a bordo del navío comandante de galeones los diputados de ambos comercios a tratar en presencia del comandante de la Armada y presidente de Panamá (aquel como juez conservador de los intereses del primero, y este del segundo) de los precios que se han de regular al valor de las mercancías, y concluido en todos los efectos por medio de tres o cuatro juntas se firman los contratos y se hace la publicación de ellos, para que todos empiecen a celebrar sus ventas, arregladas a lo estipulado; y por medio de corredores que van también de España y bajan del Perú, se conforman unos a comprar las memorias que según sus surtimientos les tiene más cuenta, y otros a venderlas, y se hacen los cambios de las mercancías y dinero, con lo cual cada uno empieza a disponer lo que le corresponde, los de España la plata en cajones bien acondicionados, · que se van embarcando, y los del Perú las mercaderías en fardos a su moda, que van remitiendo en chatas y bongos por el río de Chagre, con lo cual queda terminada la feria". Siguen luego explicando: "Antiguamente no tenía esta tiempo determinado, pero considerándose la demora en aquel puerto perjudicial a los dos comercios por el mal temperamento, dispuso S.M. que toda la detención no pasase del término de cuarenta días, contados desde el en que dan fondo los navíos, y así si en este tiempo no han podido convenirse los dos comercios con el arreglo de los precios, se les concede facultad a los de España para que puedan internarse con sus géneros al Perú, a cuyo fin la lleva conferida el comandante de galeones, y la Armada vuelve a hacerse a la vela para Cartagena; pero sin este motivo no es permitido a ningún comerciante de España el pasar a vender sus mercancías adelante de Portobelo, ni enviarlas por su cuenta, mediante convenio hecho entre los dos comercios, y confirmado por el rey, como tampoco los ss Tal como se encuentra ahora y como debieron observarlo por sus propios ojos los autores cuando estuvieron allí.

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del Perú no pueden enviar sus caudales a España a emplearlos a fin de que un comercio no haga perjuicio al otro". Los autores pasan de inmediato a referirse al daño que causó a las ferias la presencia del Navío de Permiso inglés, autorizado por el Tratado de Utrecht de 1713: "Ínterin gozó la nación inglesa el Navío de Permiso, concurría también a esta feria con uno cargado de su cuenta, después de haber hecho una corta residencia en Jamaica. Su carga equivalía a más de la mitad de la que llevaban los galeones, porque fuera de ser su porte excesivamente mayor que de 500 toneladas españolas y subir de 900, no llevaba víveres, aguada ni otras cosas, que ocupan gran parte de la bodega, porque aunque los sacaba de Jamaica, le acompañaban en la travesía cuatro o seis paquebotes cargados de géneros, los cuales ya que estaban cerca de Portobelo, trasbordaban sus mercancías y ponían en él cuantas podía sufrir todo su buque, y así encerraba más que la que llevaban cinco o seis de nuestros mayores navíos, y siendo la venta de esta nación libre, y más barata, era de sumo perjuicio para nuestro comercio". Luego se refieren a otros aspectos del comercio portobeleño: "El trato allí en tiempo muerto es muy corto, porque solo se reduce a los víveres que van de Cartagena: cacao, que baja por el río Chagre, y cascarilla. El primero se lleva en balandras a La Veracruz, y la cascarilla o se almacena allí o van a cargarla los navfos que han pasado de España con permiso a Nicaragua u Honduras, los que también cogen cacao por su cuenta. También suelen ir algunas embarcaciones menores de (Santiago de) Cuba, la Trinidad (de Cuba), y Santo Domingo con tabaco, y en su retorno se vuelven con cacao y aguardiente de caña". La conclusión del capítulo está dedicada a la actividad mercantil de Portobelo vinculada a los Asientos negreros: "Siempre que el Asiento de Negros ha estado corriente, o con la nación francesa o con la inglesa, reside en aquella ciudad una de las factorías principales, y aún la que hace más comercio, porque no solo es por aquella vía por donde se provee de negros Panamá, sino que por ella se introducen a todo el reino del Perú, y con ese motivo les es permitido a los que tienen este Asiento que puedan llegar algunos frutos determinados que se consideran necesarios, así para la propia manutención como para la de las piezas (de esclavos) que llevan de varones y hembras" 59 • Es difícil encontrar un mejor resumen de esta actividad. Lo descrito en todo este texto con relación a las ferias y al comercio de Portobelo en general, lo confirman plenamente las fuentes oficiales conocidas. Tan bueno debió ser el texto de Juan y Ulloa, que Antonio de Alcedo y Herrera lo utilizó a fondo para su célebre Diccionario60 , siguiéndolo casi al pie de la letra en lugar de aprovechar, corno habría sido de esperar, los numerosos, prolijos y bien documentados escritos que dejó sobre el terna su padre Dionisio, quien además fue presidente 59 60

Ibídem. Los dos paréntesis referentes a los puertos cubanos son míos. Diccionnrio Geográfico de lns lndins Occidentnles o Américn. Edición y estudio preliminar de C. Pérez Bustamante, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, 1967, T.I., p. 229.

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de Panamá 61 . De hecho, Dionisio de Alcedo fue testigo de la clausura de las ferias, y estuvo presente en más de una; y probablemente las conoció mejor que nadie en su época, como" lo sugieren sus varios escritos. En uno de sus numerosos textos escribía en 1759, refiriéndose a Portobelo: "Esta bahía, puerto y ciudad han sido el teatro de las mayores ferias que se han visto en el mundo y que nos refieren las historias"62 .

Los circuitos del Pacífico: importaciones y exportaciones Desde mediados del siglo XVI, una vez establecidas las reglas de hierro del sistema de monopolio basado en las ferias y las flotas, el eje Panamá-Callao se convierte en el principal nervio de las intercomunicaciones a distancia del Pacífico Americano. Era la ruta marítima con el tráfico mercantil más denso del lado Pacífico del Continente y una de las conexiones más importantes de todo el sistema económico del imperio español. De hecho, era una de las rutas medulares de la economía de Occidente. Por esa ruta se daba salida, hasta por lo menos 1660, a cerca del 66% de toda la plata que América enviaba para España. Además, desde 1664, cuando se estableció en Panamá la compañía genovesa de Grillo y Lomelín, transitaron por la ruta panameña en dirección a los mercados del Pacífico alrededor del 60% de los esclavos que fueron introducidos a América durante el siguiente decenio. Por esa ruta, Europa recibía de América sus metales preciosos y productos como yerbas y plantas medicinales, tintes como el añil, la grana, el palo brasil, el múrice, la laña vicuña y el cacao. Y como hemos visto, luego de que se celebraban las ferias, cruzaban por Panamá miles de toneladas de manufacturas europeas para los mercados del Pacífico, y por lo menos hasta fines del siglo XVI también vinos, harinas, aceites y otros comestibles, hasta que América empezó a autoabastecerse de esos mismos productos. En toda esa vasta intercomunicación a escala mundial, la vía del Istmo jugaba un papel esencial. Sin embargo, la ruta Panamá-Callao también era importante como vínculo meramente interregional, es decir como enlace portuario de espaldas a la llamada economía-mundo europea y de cara a los intercambios americanos. La mayoría de los barcos que salían de Panamá probablemente iban cargados de los productos europeos introducidos en las ferias. Pero también muchos embarques consistían solo en productos panameños, como mangles y otras 61 Dionisio de Alcedo participó oficialmente en varias ferias del siglo XVIII, siendo delegado ante la Corte del Tribunal del Consulado de Lima tras ocupar en éste varios cargos de importancia. Fue capitán general, gobernador y presidente de la Audiencia de Panamá entre 1741y1749. Gracias su experiencia, acumulada durante casi medio siglo, pudo escribir sobre el tema varios trabajos importantes, como sus conocidos Aviso Histórico, y su Memorial Informativo, así como otros trabajos donde trataba también de estos asuntos pero que permanecen todavía inéditos, como el "Plano General", ya citado, o la "Imagen Política", donde trata de justificar sus ejecutorias cuando estuvo de gobernador en Panamá. Sorprende por tanto que Antonio no utilizase a su padre como fuente y en su lugar se basara en Juan y Ulloa, de cuya versión es casi un calco. El Aviso Histórico, Político, Geogrdfico, impreso en Madrid en 1740, y varias otras de sus obras fueron publicadas en Justo Zaragoza, Piratas y Agresiones de los ingleses, Imprenta de M. G. Hernández, Madrid, 1883. 62 "Plano General Geográfico y Hidrográfico y Relación Histórica y Geográfica de las Provincias de Santiago de Veraguas, Panamá, con las adyacentes de Portobelo y Natá, la del . Darién, que son las tres que componen el reino de Tierra Firme, año de 1759",BNM, MSS, Sgn,. 20400, f.30.

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maderas de construcción que se enviaban a Lima, y comestibles como arroz y frijoles, mieles o cueros de res curtidos, como consta en los registros de embarque que se han conservado. Solo de arroz, según la "Descripción" de 1607, se exportaban para Perú 500 botijas anuales. Consta también que desde Panamá se embarcaban como lastre para Perú, rafas de piedra sillar, o "piedra labrada", como las que se utilizaron para la construcción del castillo de San Felipe de El Callao y la fachada de la iglesia de la Merced en Lima. Sobre estos distintos rubros ya se hace referencia en la "Descripción" de 1607. El padre Bernabé Cabo dice explícitamente en 1629 que la cantería "que se gasta es por la mayor parte traída por mar de Panamá, que dista quinientas leguas, de Arica [... ] y de otras tierras remotas" 63 • Dado que algunos de los mencionados productos pueden sorprender al lector, me permitiré una breve explicación. La dilatada costa peruana es un estéril desierto donde raras veces llueve, salvo cuando la corriente del Niño hace su temible aparición. Es el agua que baja de los Andes la que vivifica los valles que se forman en la costa, creando las condiciones para el desarrollo de la agricultura. Pero son valles carentes de bosques y donde la tierra es demasiado valiosa para la ganadería extensiva. Fue en estos valles donde se desarrollaron las comunidades prehispánicas y donde surgieron las ciudades de españoles, como Lima, a orillas del río Rimac. En toda la costa tampoco había rocas o canteras, aún a muchos kilómetros al interior. Esto explica que las construcciones ciclópeas que se levantaron en la época prehispánica fuesen de barro y que, como llueve sólo por excepción, se hayan logrado mantener en pie hasta nuestros días. Sin la posibilidad de una ganadería extensiva como la que se desarrollaba casi sin control en las sabanas tropicales, el cuero de vaca debía ser adquirido afuera, al igual que el sebo. Sin bosques cercanos, era preciso llevar las maderas del exterior. Tampoco había "en todo este valle cantería buena de donde cortar piedra para labrar", y sin la posibilidad de encontrar canteras de piedra, esta tenía también que importarse, por lo que "las columnas son traídas de Panamá" 64 • Eso explica la importancia de las exportaciones panameñas al Perú de maderas, piedra labrada o cueros curtidos. En cuanto al registro de arroz, mieles y frijoles en los manifiestos de embarque, una posible explicación es que se trataba de alimentos para consumir en el largo e impredecible viaje de Panamá a Ja costa peruana que, como ya he mencionado, tardaba entre cuatro y seis meses. Los cuadros que siguen, para 1609, 1626 y 1637, ilustran la magnitud y carácter de las exportaciones de Panamá por el Pacífico. La información procede de los derechos de almojarifazgo del Mar del Sur, consistente en el 2 1 / 2 % sobre el valor de las mercancías de salida y del 7 1 / 2 % sobre el valor de las mercancías de entrada. Como se podrá observar, las magnitudes son irrisorias, puesto que eran irrisorios los embarques de salida de frutos de la tierra. Es de suponer que en las mismas embarcaciones (fragatas, naos y navíos) se reexportaban mercancías introducidas en las ferias, pero la documentación no lo menciona. Lo que sí consta es la desproporcionada diferencia entre las entradas y salidas, con un notable déficit comercial para Panamá. En 1609 el 85,7% corresponde al valor de las importaciones, mientras que el valor de las exportaciones fue de 63

64

"Fundación de Lima", Obras, ya citado, T. 11, p. 307. Ibídem .

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solo el 12,1%. En 1626 las importaciones representan el 82% mientras que las exportaciones solo alcanzan el 18%. En 1637 las entradas representan casi el 96% en tanto que las exportaciones apenas llegan al 4,1 %. Era, pues, mucho más lo que Panamá recibía de otras zonas productoras que lo que exportaba. El desquite para Panamá se encontraba en las reexportaciones, basadas sobre todo, como lo indica la "Descripción" de 1607, en esclavos negros bozales que se reexportaban "en gran número" y por supuesto "mercaderías de España". De la producción local se exportaba "madera de todo género, de piedras labradas, de cueros curtidos" 65 • EXPORTACIONES DE PANAMÁ POR EL PACÍFICO SEGÚN EL IMPUESTO DE ALMOJARIFAZGO DEL MAR DEL SUR. Afilo 1609 (TODOS LOS EMBARQUES IBAN PARA PERÚ) Artículo Unidades Precio unitario Valor total en Nº de pesos de 9 reales embarques 1.049 Cueros de vaca 20 reales 2.331 4 curtidos Negros criollos 4 200 pesos 800 3 Tablas de cedro 1.500 1.500 1 peso 3 bueno 3 reales 184 2 Varas de mangle 550 Guiones de piñuela 1 real 100 11 1 TOTAL 4.826 11 Fuente: AGl Contaduría 1474. Aunque el número de embarques del cuadro suma trece, dado que distintos artículos salieron en un mismo embarque, el total de salidas Panamá fue de once embarques como indica el cuadro. EXPORTACIONES DE PANAMÁ SEGÚN EL ALMOJARIFAZGO DEL MAR DEL SUR. AÑO 1626 (TODOS LOS EMBARQUES TENÍAN POR DESTINO PERÚ) Unidades CUEROS Precio unitario Valor en pesos des Curtidos grandes de vaca Curtidos de ternera Curtidos de becerro SUBTOTAL

600 250 219 1.069

3 pesos 5,6 reales y 8 reales 1 peso

1.800 250 219 2.224

497 49 1.280 780 2.606

3 y 4 reales 2 y 2,5 pesos 2 reales 1,7 pesos

1.935 1.595 320 1.326 4.579

MADERAS Varas de mangle Alfajías Guiones de piñuela Tablas de cedro bueno SUBTOTAL TOTAL

6.803

Fuente: AGI Contaduría 1475. Toda esta mercancía salió en 12 embarcaciones. Los totales proceden del original. 65

Páginas 173-174.

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EXPORTACIONES DE PANAMÁ SEGÚN EL ALMOJARIFAZGO DEL MAR DEL SUR. AÑO 1637 Mercancía Medidas Precio unitario Valor en pesos de 8 Miel 447 botijas 3,5 y 4 pesos 1.688 62 botijas 20 reales, 16 reales 1.585 Ajonjolí 140 botijas 471 Arroz 3 y 4 pesos Vinagre 90 botijas 2 pesos 180 Cueros curtidos 350 botijas 20 y 24 reales 1.000 Mangle 200 varas 4 reales 100 Cedro 228 tablas 1,25 pesos 285 180 Vinagre 90 botijas 2 pesos TOTAL 4.062,5 Fuente: AGI Contaduría 1476. Nota: Los cueros y maderas para Perú, el resto para Realejo, Nicaragua. BALANZA DEL COMERCIO EXTERIOR DEL PUERTO DE PANAMÁ AÑOS 1609, 1626, 1637 (en pesos de ocho reales) Año

Total

Importaciones

Porcentaje

Exportaciones

Porcentaje

1609

37.819,3

33.249

87,9%

4.570,3

12,1%

1626

37.794

30.991

82,0%

6.803

18,0%

98.980,5 4.062,5 1637 94.918 95,9% 4,1% Fuentes: Para 1609, AGI Contaduría 1474. Para 1626, AGI Contaduría 1475. Para 1637, AGI Contaduría 1476. He convertido la cuenta de 1609 a pesos de ocho reales.

Por otro lado, si bien gran parte de las embarcaciones que llegaban a Panamá tenía el propósito de recoger manufacturas europeas, o de llevar productos para su venta en las ferias, y por supuesto oro y plata, había muchas que viajaban solo con carga de alimentos, ya sea que viniesen de Guayaquil, Nicaragua, Costa Rica, o de algunos de los ubérrimos valles peruanos. Porque desde muy temprano gran parte de los intercambios americanos del Pacifico consistía en bienes comestibles, y tal vez el grueso de los intercambios acabó por ser, a la larga, un comercio de vituallas. Para Panamá se trataba de una actividad sencillamente vital, puesto que el país no producía todos los alimentos que necesitaba. El vino, el aceite, el trigo, incluso el azúcar, así como la gran mayoría de los alimentos de la mesa diaria, le llegaban en barco desde los distintos valles peruanos, pero también de las costas del Reino de Quito, en el actual Ecuador, sobre todo de Guayaquil, así como de Nicaragua y Costa Rica. Menos importantes para este comercio eran los puertos neogranadinos del Pacífico, como Buenaventura o Iscuandé, o los de Nueva España, actual México.

Procedencia Perú

PRODUCTOS IMPORTADOS A PANAMÁ SEGÚN LA "DESCRIPCIÓN" DE 1607 Producto Precios harina 10 a 20 reales arroba azúcar 4 pesos arroba miel de caña 3 pesos botija

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Procedencia

Buenaventura

Producto conservas garbanzos frijoles grandes o "pallares" almidón aceite jabón lonas alpargates jarcia sal azúcar conservas pita

Precios 3 reales libra 8 pesos fanega 6 pesos fanega 4 pesos botija 4 pesos botija 4 pesos arroba 3 pesos docena 25 pesos quintal 4 reales arroba

8 pesos libra "la buena"

Reino de Quito pólvora cuerda plomo España vino 12 pesos botija Fuentes: "Descripción" de 1607, p.173. Y "Descripción" de 1610, p. 97.

Agregaré, por último, que la ruta Panamá-Callao adquiere una nueva significación a partir de la década de 1660 cuando empieza a remitirse desde la Caja de Lima para Panamá el Situado, una asignación monetaria anual para subsidiar, al principio, sólo los gastos militares del Istmo, pero muy poco después, además, todos los gastos corrientes del gobierno central, como los salarios de la burocracia, los sínodos de los curas, las construcciones militares, las urgencias bélicas; así como los gastos propios de cualquier administración. Las cantidades remitidas eran al principio de unos 150.000 pesos, pero tras el ataque de Morgan las asignaciones aumentaron sensiblemente hasta llegar a cerca del medio millón de pesos anuales, lo que equivalía al doble del total de ingresos fiscales del país. Pero es que a partir de 1673 fue necesario no sólo construir la nueva Panamá, donde los gastos para solo la muralla fueron cuantiosos, sino que también se inició el proyecto de mudanza de Portobelo al interior del recinto amurallado de San Cristóbal. Finalmente, se aumentaron rápidamente las dotaciones militares: antes de iniciarse la llegada del primer Situado, el Istmo contaba con una guarnición de 605 soldados, pero ya en 1682 la tropa asciende a 843 y en 1691a1.161 soldados. El Situado se remitía anualmente en dos remesas desde El Callao y muy pronto empezó a ejercer sobre la debilitada economía panameña una poderosa acción vitalizadora, ya que el Situado no solo representaba un soporte dinerario para la fiscalidad, sino que actuaba como verdadero sostén de todo el conjunto de la economía. Pero a su vez el dinero líquido del Situado, tan pronto llegaba a Panamá y se distribuía en salarios y otros gastos, volvía a circular en el comercio, que a su vez lo empleaba como medio de pago para el tráfico marítimo interregional, con lo cual dicho dinero reciclaba, volviendo, al menos parcialmente, hacia su lugar de origen, es decir Lima, contribuyendo de esa manera a vivificar, de hecho, toda la economía regional.

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Así, pues, la conexión portuaria del Istmo tenía una extraordinaria proyección tanto a nivel de los intercambios mundiales como a nivel regional. Por eso podrían sorprender las mínimas escalas del movimiento portuario panameño: alrededor de 2.500 toneladas para 1589, poco más de 1.700 toneladas para 1637. Se trata de entradas para dos años típicos. Este tonelaje corresponde al deslazamiento de las embarcaciones, de modo que probablemente era inferior la carga efectiva de la mercancía. Pero no hay que sorprenderse. Aunque para 1589 se trata nada más que de una treintena de entradas, o de poco más de una veintena para 1637, es decir, entre dos y tres embarcaciones por mes tan solamente, se trata de medidas normales para aquella época. Hay que tener presente los siguientes hechos. En primer lugar, para esas fechas todavía la inmensa mayoría de la carga conducida por el Pacífico vía Panamá consiste en productos de gran valor unitario y poco peso y volumen, como son el oro, la plata, las perlas, las medicinas y los tintes. Productos como el cacao y la lana vicuña apenas empiezan a asomar en la escena, aunque de manera creciente. Bastaban, pues, muy pocos embarques para transportar toda esta carga a Panamá. Como ya mencioné páginas atrás, el cargamento de plata anual desplazaba alrededor de 350 a 400 toneladas, lo que podía transportarse sin dificultad en uno de los mayores navíos del Pacífico, o en dos embarcaciones de mediano porte. ¿En qué consistía entonces la mayor parte de la carga? Es casi seguro que el grueso del cargamento consistía en productos para el consumo doméstico en Panamá. Sobre todo alimentos, desde sal y azúcar a harina, legumbres, vino, menestras e incluso dulces; pero también tabaco, aguardiente, jabón, alpargates, almidón, aceite, plomo, pólvora y muchas manufacturas bastas producidas en la región, en especial telas baratas para consumo popular, como lo evidencia el listado de la "Descripción" de 1607, según ya vimos. Aunque gran parte de estas mercancías se reembarcaban para distintas partes del Interior o para Portobelo, la mayoría se quedaba en la capital para el consumo urbano. Todo esto plantea una temática mucho más compleja e interesante de lo que a primera vista parece. El hecho es que, según las evidencias acumuladas, a medida que avanzaba el siglo XVI, sobre todo desde en las décadas de 1570 y 1580, y con toda seguridad ya en las primeras décadas del XVII, Panamá cada vez dependía menos de Europa para su abasto alimenticio. En cuanto al Pacífico, era cada vez más dependiente, en primer lugar y sobre todo, del Perú; en segundo lugar, del reino de Quito y del conjunto Nicaragua-Costa Rica. Pero la capital panameña seguía dependiendo en gran medida de España para su abasto de manufacturas finas, como telas, lencería o muebles de alta calidad, sobre todo para la exigente y rica aristocracia local, aunque se sabe que ésta no era la única que consumía artículos de lujo. Pero también necesitaba llevar de España herramientas, armas y algunas materias primas como hierro, tan necesario para herrar las mulas, la construcción de casas y la confección de muebles. Además, también la capital era el principal mercado para la producción agrícola y ganadera del Interior del país, del que dependía en gran medida para su sustento diario. Así pues, Panamá la Vieja tenía tres grandes fuentes de abastecimiento exterior: Europa, el Pacífico regional, y el interior del país, que le enviaba también, como sabemos, sus productos por mar, salvo el ganado vacuno, que viajaba por tierra.

EL COMERCIO Y LOS TRANSPORTES

543

De cualquier manera, la capital panameña era un mercado diminuto. Ya he discutido los órdenes de magnitud de su población, que según he sugerido no superó los 7.500 habitantes en el siglo XVII. Como ya mencioné, la propia capital, incluyendo su hinterland inmediato según Requejo Salcedo, no sumaba más de 8.000 habitantes para 1638. Se trata, pues, no sólo de un mercado en extremo pequeño, sino que es además un mercado que crece muy lentamente, si es que realmente crece. Pero además, la gran mayoría de la población -los mulatos y negros libertos, los blancos depauperados, y no digamos los esclavos- carecía de medios suficientes para pagar por cualesquiera de los productos introducidos desde lugares distantes. Para este segmento de la sociedad aún la harina para hacer pan constituía un lujo, teniéndose que contentar con los productos locales, llevados desde los mismos alrededores de la ciudad o desde el no muy distante Interior. Muy a menudo, además, los sectores populares no disponían de numerario para hacer sus pagos, lo que agregaba una nueva limitación al ya de por si exiguo mercado capitalino. Era un mercado diminuto y, de hecho, en gran parte reducido a la élite, virtualmente la única con capacidad para comprar los productos importados desde otros países americanos o desde Europa. Si esto era así ¿qué objeto tenía aumentar el movimiento portuario o introducir un tonelaje mayor de mercancías? Según las tablas incluidas en este capítulo, la tendencia media anual de entradas a Panamá entre fines del siglo XVI y mediados del XVII varió entre 12 y 24 naos, barcos, fragatas o navíos, con un tonelaje medio de 51,5 toneladas, lo que supone un tonelaje agregado para el promedio de entradas de 618 a 1.236 toneladas. Esto representaba para los capitalinos el equivalente a 181 a 363 libras anuales per cápita, o entre media libra y una libra al día. Como de España ya no le llegaban vituallas, salvo vino, y cada vez este llegaba en menos cantidades a medida que avanza el siglo, el resto de sus necesidades dependía de lo que entraba del hinterland o del Interior. Cabe agregar una última consideración. Y es que por lo general las mercancías de las ferias, como ya he dicho, no ocupaban más de 3.000 toneladas, o a lo sumo 4.000. Parte de esa carga, permanecía en Portobelo o Panamá. Como ya he explicado en este capítulo, el resto se iba evacuando paulatinamente, a lo largo de meses por la vía del Chagre y, ya en Panamá, también poco a poco, a medida que iban llegando las embarcaciones, transportándose hacia sus destinos del Pacífico, unas para Centroamérica, otras para el Sur. De esa manera, aunque todavía para mediados del siglo XVII la flota mercante del Pacífico vinculada a Panamá probablemente no desplaza más de 2.500 a 3.000 toneladas, ella bastaba para el transporte de toda la carga de las ferias. En la ruta Panamá-Costa Rica-Nicaragua, las embarcaciones podían realizar varios viajes redondos cada año, multiplicando de esa manera su capacidad de carga. Por ejemplo, de Panamá al puerto nicaragüense de Realejo, el tiempo medio de recorrido era de 15 a 20 días a la ida; de Panamá a Golfo Dulce, en Costa Rica, a la ida se tomaban unos tres días y al regreso de seis a siete. A Caldera el viaje demoraba como poco ocho días y como mucho de doce a catorce. De Panamá a Guayaquil un viaje típico se tomaba 48 días, y 13 días el retorno, o sea un viajo redondo de dos meses, de modo que también una embarcación podía realizar en un año varios viajes de ida y vuelta por esa ruta. Más problemática era la ruta Panamá-Callao, cuyo viaje redondo tomaba casi medio año. Pero aun así con la posibilidad de hacerse dos viajes anuales.

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SOCIEDAD, ECONOMIA Y CULTURA MATERIAL

Se trata de tiempos de recorrido y de circui1569-1651 tos que ya he analizado, pero que vale la pena recordar porque fueron estas redes de intercambio regional las que nutrieron el comercio del Pacífico, desde su tem... prana formación a par.... % tir de mediados del siglo XVI y que se mantuvieron prácticamete inalterables a lo largo ..__;=---' de todo el período colonial. El movimiento marítimo del Pacífico vinculado a Panamá entre mediados del siglo XVI a mediados del siglo XVII, evidencia claramente los niveles de participación por regiones de origen. Entre 1569 y 1584, al Perú con sus valles, le correspondía el 56,6% de las entradas a Panamá. Al reino o provincia de Quito, actual Ecuador, le correspondía el 19,8%. A Centroamérica, o más bien, Nicaragua y Costa Rica el 19%, a Nueva Granada un ínfimo 1,7%. En ese período solo una solitaria embarcación hizo entrada procedente del distante Acapulco. En el decenio comprendido entre 1585 y 1594, la proporción correspondiente al Perú disminuye al 42,3%, mientras que las entradas de Centroamérica, ascienden al 22,7%, las del reino de Quito a 29,6% y las de Nueva Granada al 4,7%. Nuevamente, durante ese período solo se registra una embarcación procedente de Acapulco. Entre 1594 y 1604, Perú aumenta su participación EMBARCACIONES ENTRADAS AL PUERTO DE PANAMA

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EMBARCACIONES ENTRADAS AL PUERTO DE PANAMÁ POR REGIONES DE ORIGEN. AÑOS 1569-1651 Período

Total Centroamérica

Nueva Quito Perú Granada

A ca pu leo Desconocidos

1569-1584

232

44

4

46

129

1

2

1585-1594

274

62

13

116

1

1

1595-1604

229

47

5

81 30

1605-1651

185

36

5

22

122

147 1

Notas: Faltan los años 1573 a 1577 y 1582. Para el período 1605-1651 sólo los años 1605 a 1609, 1626, 1637, 1638 y 1651. Fuente: P. et H . Chaunu, Seville et /'Atlantique [ ...],T. VIII, Structures, pp. 960-999, cuadros 1-40.

545

EL COMERCIO Y LOS TRANSPORTES

Navíos en la Bahía de Panamá en 1671.

elevándose al 64,2%, mientras que Centroamérica desciende al 20,5%, Nueva Granada al 2,2% y Quito al 13,1%. Desde 1605 a mediados del siglo XVII, un período con muchas lagunas, al Perú le correspondió el 66%, a Centroamérica el 19,5%, al reino de Quito el 11,9% y a Nueva Granada el 2,7%. Nuevamente sólo se registra una embarcación procedente de Acapulco. Estas proporciones de hecho se mantuvieron durante el resto del período colonial. El dominio peruano no es casual, ya que Perú era el polo de dominación económica del Pacífico sudamericano y Panamá no podía escapar a su influencia dominadora. No sólo porque el vínculo peruano se había estructurado en tomo al sistema de controles monopolistas de las fieras y el transporte de tesoros, sino también porque era desde el Perú que Panamá recibía la gran mayoría de los productos para su subsistencia, y finalmente y sobre todo, a partir de 1664, porque era desde allí de donde le llegaba el Situado. Desde el momento en que Panamá empezó a recibir este subsidio, y sobre todo desde que empezó a declinar el sistema de las ferias fue el Perú, no España, el que anudó sus vínculos de dependencia.

Año

MOVIMIENTO PORTUARIO ENTRE EL CALLAO Y PANAMÁ AÑOS 1539-1658 Salidas para Total salidas Entradas procedentes Total entradas de Panamá Panamá a Callao de Callao

1539

4

5

1540

3

4

1541

4

1542

13

14

1543

12

15

1544

14

16

1589

37

1600

5

1601

6

1602

9

49

546 Año

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA MATERIAL

Entradas procedentes de Panamá

1603

Salidas para Panamá

Total entradas a Callao

Total salidas de Callao

10

1604

9

1605

16

1606

5

1607

13

1608

12

1609

4

1615

6

42

1616

7

1617

15

12

52

51

1618

13

16

43

67

44

1626

7

1629

11

9

61

50

1630

10

14

50

51

1631

15

17

60

60

1632

16

9

68

68

1633

9

16

66

66

1634

18

7

66

66

1637

12

1638

5

1651

2

1658 RESUMEN

9

Promedio de salidas de Panamá para Callao Años 1600-1658

Promedio de entradas a El Callao desde Panamá Años 1616-1634

% del total de entradas a El Callao desde Panamá Años 1616-1634

% del total de salidas de El Callao para Panamá Años 1617-1658

96

127

22,3%

28,2%

Fuentes: 1) Para 1539-44: AGI Contaduría 1679. Tomado de Teodoro Hampe Martínez, "Actividad Mercantil del Puerto de Lima en la Primera Mitad del siglo XVI", en Anuario de Estudios Hispano Americanos, XLII, 1985 cuadro de pp.558-560. 2)Para 1589:"Navíos que navegaban en el Virreinato del Perú, 1588-1589", pub!. por Roberto Leviller, comp. Gobernantes del Pení, Cartas y papeles, Siglo XVI, 14 vols. Madrid,1921-1926, T.XI, pp.298-302 .. También lo reproduce Clayton, Los Astilleros de Guayaquil Colonial, Apéndice II, p.170-71. 3) Para 1615-18: Marie Helmer,"Le Callao (1615-1618)", Jahrbuc/1 fiir Gesc/iic/1te Von Staat Wirtschaft und Gessellsc/iaft Lateinamerikas (JBLA), Vol. 2, 1965, Cuadro 2 p .171. 4) Para 1600-1626 y 1637-1658 y 1726-1736: Guillermo Lohman Villena: Historia Marítima del Perú, siglos XVII y XVIII, Tomo IV, Ed. Ansonia, Talleres Gráficos S. A. Lima, Perú 1974, pp.236-255. 5) Para 1629-34: AGI Lima 45. 6) Para 1701-04: Manuel Moreyra Paz Soldán: El Tráfico Marítimo en la Época Colo11ial, Lima 1944, p.7. Nota: Las dos columnas de la derecha comprenden el movimiento global del puerto de El Callao. Es decir, que el total de entradas procede tanto de Panamá como de otros orígenes, y las salidas, con destino a Panamá o a otros puertos.

EL COMERCIO Y LOS TRANSPORTES

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El cuadro anterior confirma las escalas minúsculas del comercio entre Panamá y El Callao. El promedio anual de embarcaciones que salen de Panamá en la primera mitad del siglo XVII es inferior a diez. El promedio de las que salen para El Callao no llega a 13 por año. No obstante estas mínimas escalas, la participación de los intercambios con Panamá constituyen alrededor de una cuarta parte del total del movimiento portuario de El Callao: 22,3% para el período 1616-1634; 28,2% para el período 1617-1658. Debe señalarse, sin embargo, que no todas las salidas de Panamá tenían por destino El Callao, ni todo lo que entraba a Panamá procedía de aquel puerto.

CAPÍTULO XIII

GENTES DE NEGOCIOS Los primeros grupos de poder económico Uno de los tópicos más arraigados de la historiografía panameña sostiene que los vecinos de las ciudades terminales tenían una participación tangencial en las actividades comerciales de la ruta transístmica. Se ha dicho incluso que eran meros agentes comisionistas o corredores de aduana del gran comercio peruano o peninsular. Nada más equivocado. Desde que, a comienzos de la década de 1530, a partir del descubrimiento del Perú, empezó a explotarse la ruta panameña como punto de encuentro mercantil, numerosos hombres de negocios se radicaron en Panamá y Nombre de Dios dedicándose casi a cualquier actividad económica que produjera beneficios, ya sea en el comercio de importación y exportación, en los transportes hacia y desde el Istmo o entre las ciudades terminales, en la ganadería, en el alquiler de casas, en la construcción de barcos y viviendas, en la pesquería de perlas, en la extracción maderera y aurífera, e incluso procuraron participar como socios o empresarios en las campañas de conquista que en esa década y las siguientes se organizaron para la ocupación de los territorios situados al Occidente del país, supuestamente ricos en oro y con una abundante población indígena. De hecho, durante este período se formaron los primeros dos grupos de poder económico y político del período colonial panameño. Se observa al principio, entre las décadas de 1530 y 1540, la supervivencia de un segmento mínimo de viejos conquistadores, los muy pocos que sobrevivieron a las oleadas migratorias hacia Nicaragua, Perú y otras partes. En Nombre de Dios permanecían Juan de Valdés y Francisco de Pradanos, en Panamá, Pascual de Andagoya, Juan de Panes, Andrea de la Roca, Alvaro del Guijo, Gonzalo Martel de la Puente, Juan Díaz Guerrero, Gómez de Tapia y Arias de Acevedo. Igualmente, durante estos primeros años empezaron a llegar numerosos comerciantes, agentes mercantiles o simples aventureros, que rápidamente encontraron su espacio social, desplazando a los primeros pobladores y ocupando posiciones de fuerza, no sólo en el campo económico sino también en la arena política. Con su arrollador ímpetu fueron acaparando los puestos del Cabildo tanto de Nombre de Dios como de Panamá y otras posiciones claves en la administración del gobierno. Muy temprano se decantaron dos grandes bandos rivales. Uno estaba encabezado por el próspero encomendero y viejo conquistador, Arias de Acevedo. El cabecilla del otro grupo era Juan Fernández de Rebolledo, y estaba compuesto en su mayoría por comerciantes. Fue este último grupo el que acabó imponiéndose.

El grupo de Arias de Acevedo Aunque el grupo bajo este subtítulo no tenía un solo origen regional, la mayoría era al parecer del norte de España. Uno de sus miembros más representativos era el contador de Real Hacienda, y luego gobernador de Panamá, Alonso de

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SOCIEDAD, ECONOM(A Y CULTURA MATERIAL

Almaraz, cuyo apellido sugiere que probablemente era oriundo del pueblo de ese nombre, en Extremadura, al Oeste de España, pero su criado, Gonzalo de Umaña, era cántabro, es decir del norte, a quien nombró cuando era gobernador con el cargo de factor y veedor de las Cajas Reales 1 • Almaraz tenía vínculos estrechos con algunos vizcaínos. Al ser nombrado "gobernador o corregidor" interino del reino de Tierra Firme por Pedro de La Gasea, cuando éste pasaba al Perú para la campaña contra el rebelde movimiento pizarrista, Almaraz traspasó el cargo de contador, que entonces ejercía en propiedad, a San Pedro de Urista (o Yrusta) 2 • Seis meses despues, el nombramiento de Almaraz fue ratificado por la Audiencia de los Confines, aunque pendiente de confirmación reaP. El obispo fray Pablo de Torres, dominico, quien se identificaba con este grupo, aseguraba que Urista era "vizcaíno" 4 • Diego Ruiz, otro allegado de Almaraz y también uno de los miembros más aguerridos del grupo era, según el obispo Torres, natural de Vizcaya 5 • Por otra parte, sin embargo, otro miembro del grupo, Juan Gómez de Anaya, era salmantino, según dice el cronista Calvete de la Estrella 6 • Francisco Pérez de Robles era, al parecer, de Baza, Granada, ya que fue a esta ciudad a la que se mudó cuando abandonó Panamá y en la que estaba avecindado al final de su carrera. Finalmente, se desconoce la procedencia regional del propio cabecilla del grupo, Arias de Acevedo. Esta diversidad de orígenes sugiere que la procedencia regional no era necesariamente un factor de identidad. Tampoco los miembros de este grupo se caracterizaban por la homogeneidad de sus intereses económicos. Al parecer, la mayoría obtenía sus ingresos principalmente del sector agropecuario, y sólo en menor medida del comercio y los transportes, aunque algunos tenían diversidad de intereses económicos. Se sabe de por lo menos dos que tenían mulas para el transporte transístmico. Uno era San Pedro de Urista, aunque no se dedicaba al comercio, según afirmaba el obispo Torres7 • El otro era Juan de Vargas, próspero dueño de recuas, fragatas y bergantines, es decir, un transportista que participaba en el trasiego transístmico y en la economía de mercado, más allá del Istmo. Fue Vargas quien reemplazó a Arias de Acevedo como regidor en el Cabildo capitalinoª.

1

2

3

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5 6

7

8

Umaña fue nombrado factor y veedor en lugar de Juan de Valdés, quien había muerto el 8.X1547, Carta de Alonso de Alamaraz y Gonzalo de U maña al emperador, Nombre de Dios, 6.11.1548, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, f. 65. Fue nombrado por fallecimiento del gobernador Pedro de Ribera . El nombramiento de Almaraz como gobernador es de Panamá, 6.IV.1547, AGI Panamá 375.También Carta de Sancho Clavijo al emperador, Nombre de Dios, 22.IV.1549, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, f. 157v. La ratificación del nombramiento por la Audiencia le llegó el 24.IX.1547, carta al emperador de Almaraz, Nombre de Dios, 10.X.1547. También Carta de Alonso de Almaraz y Baltasar de Sotomayor al rey, Nombre de Dios, 10.X.1547, BAHM, Col. Muñoz, T. 84, fol. 252v. Carta del obispo fray Pablo de Torres al Emperador, Panamá, 17.IV.1549, BAHM, Col. Muñoz T. 85, fol. 157v. Carta del obispo fray Pablo de Torres al Emperador, Panamá, 8.IX1549, BAHM, Col. Mutioz, T. 85, f. 159. Rebelión de Pizarra en el Perií y Vida de Don Pedro Gasea. Libro IV, Cap. XIV. En Edición de la Biblioteca de Autores Españoles, Ed . Atlas, Madrid, 1964, T. CLXVIII, p . 81. Su nombre aparece varias veces como dueño de recuas en las Cuentas de Real Hacienda de Tierra Firme del período. Sobre el hecho de que no era mercader, Carta del obispo fray Pablo de Torres al emperador, Panamá, 17.IV.1549, ya citada. Su nombramiento como regidor, en "Confirmaciones de oficios", AGI Panamá 54.

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Uno de los "hombres ricos" de Panamá, era Arias de Acevedo9 , quien poseía una encomienda de 57 indios10 • En la Armada de Pedro de La Gasea, fletada en 1547, Acevedo fue uno de los principales proveedores de tasajos de carne de vaca y maíz11 • Alonso de Alamaraz poseía en el término de Panamá una estancia que para dicha armada dio cobijo a varios soldados 12 • San Pedro de Urista era propietario de una encomienda de 40 indígenas 13 • Diego Ruiz tenía una estancia en Natá y una encomienda de indios14 • Por último, el Doctor Pérez de Robles tenía gran cantidad de ganado vacuno y caballar, gallinas, cultivos, indios, esclavos negros, y once de las mejores casas de la ciudad, algunas de cantería 15 • Es decir, que en este grupo había transportistas, casatenientes, encomenderos, y dueños de tierras para crianza y cultivos, aunque no hay ninguno documentado que se dedicara al comercio, salvo tal vez Juan de Vargas, el ya citado armador y transportista transístmico. También en el grupo rival se encuentran propietarios de encomiendas, y de hecho eran los principales encomenderos del país, aunque ésta fue una arena que perdió totalmente importancia como elemento de rivalidad cuando, primero en 1551, el gobernador Sancho Clavija, en acatamiento a cédulas reales, las eliminó en el Istmo central, y luego su sucesor Alvaro de Sosa hizo lo propio en Natá en 1558. Arias de Acevedo era un superviviente de la primera hornada de conquistadores, como ya mencioné. Pero formaba pelotón aparte, evitando ser absorbido por la oleada de comerciantes. Era regidor del Cabildo capitalino, cargo que ejerció hasta su muerte, ocurrida hacia 1549. Se asocia con oficiales reales de la Real Hacienda, otros miembros del Cabildo, gobernadores y obispos de turno, y con gente que llega al Istmo con posterioridad a los primeros cargamentos del tesoro peruano, como Alonso de Almaraz, Gonzalo de Umaña, Francisco Pérez de Robles, Juan Gómez de Anaya, Diego Ruiz, San Pedro de Urista. Algunos de estos hombres llevan de España un nombramiento otorgado por la Corona, otros no demoran en obtener algún cargo burocrático de importancia. Unos y otros no tardan en descubrir las ventajas de ejercer un cargo público como medio para acceder a una mejor posición social y económica. Tal vez el caso más notable sea el oidor Pérez de Robles, enriquecido vertiginosamente gracias a su cargo. Para consolidar la fuerza y cohesión del grupo, aprovechándose de sus respectivas posiciones en la administración, se favorecen entre sí y tratan de acaparar todas las posiciones de gobierno. Daré algunos ejemplos. 9

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Cf. Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Historias de la Guerra del Perú, Libro 11, Cap. XXIV, En la edición de la Biblioteca de Autores Españoles, Ed. Atlas, Madrid, 1964, T. CLXV, p. 366. "Informaciones que se hicieron sobre la libertad de los indios de Tierra Firme por mandado de Sancho Clavijo", año 1552, AGI Patronato 26 Ramo 26. Cf. Cuentas de Real Hacienda de Tierra Firme, años 1544-1552, gastos de la Armada de Pedro de la Gasea, AGI Contaduría 1452. Ibídem. "Informaciones que se hicieron sobre la libertad de los indios de Tierra Firme por mandado de Sancho Clavijo", ya citado. "Juan Fernández de Rebolledo vecino y regidor de Panamá, con el fiscal de su majestad sobre que se le restituyan ciertos indios de que fue despojado por el gobernador Sancho Clavijo", Panamá-Natá, mayo de 1549 a abril de 1550, AGI Justicia 353, Doc. Nº 2, ramo Nº 1. Ver sobre todo, "Poder de Francisco Pérez de Robles para Sebastián García a petición de éste a favor de aquel, sobre su intervención en Panamá contra Pizarro", Baza, 6.Xl.1555, AGI Panamá 375.

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SOCIEDAD, ECONOM!A Y CULTURA MATERIAL

Vimos que el gobernador Alonso de Almaraz nombró a su criado Gonzalo de Umaña, factor y veedor de Real Hacienda, introduciendo una práctica política que sería típica de la época colonial. Este nombramiento le abre a Urnaña nuevas posibilidades a su incipiente carrera pública. Al morir el bachiller Pedro Díaz, dejando vacante su cargo de regidor del Cabildo, Umaña es nombrado en su lugar 16 • San Pedro de Urista sucede en el cargo a Alrnaraz como contador, por disposición de éste. Y Diego Ruiz recibe una encomienda de indios de Natá a fines de la década de 1540, de manos de Alrnaraz, cuando éste ocupaba el cargo de "gobernador e corregidor" interino de Tierra Firrne 17 • Por sus vínculos dentro de grupo, Diego Ruiz además ocupó otros cargos, como el de teniente de gobernador en Panamá y en Natá bajo las administraciones de Almaraz y de Clavijo 18 , ocupando asimismo los de tesorero y contador de Real Hacienda 19 • La ventaja de pertenecer a la Administración le confería al grupo la posibilidad de acceder e influir sobre las máximas autoridades del gobierno, corno en el caso del oidor Pérez de Robles, que no demora en aliarse con varios de sus miembros. Nombra por su teniente a Arias de Acevedo, al que además le entrega la encomienda de indios que tenía Diego de Almagro en Taboga 20 • Almaraz, alineado igualmente con el grupo, fue corregidor y gobernador de Tierra Firme. Asimismo, este grupo logró incorporar a su elenco al belicoso y problemático obispo fray Pablo de Torres, en quien encontró el bando opuesto a uno de sus más exaltados adversarios. El grupo se componía de un ala que invocaba privilegios de antigüedad con Arias de Acevedo, viejo fundador, a la cabeza-, y otra más extensa y tupida, que alegaba encarnar los intereses reales, a saber los contadores Alonso de Almaraz, Diego Ruiz, y San Pedro de Urista, el tesorero Gómez de Anaya y el oidor Pérez de Robles, para citar solo a los más representativos. Casi sin excepción se trataba de individuos acaudalados que se exhibían como campeones de las luchas que libraba la Corona contra el pizarrisrno y otros movimientos rebeldes. Siendo el bando contrario simpatizante del pizarrisrno, e integrado en su mayoría por comerciantes, es decir, por una mayoría de advenedizos que arribaron después de la Conquista que ahora se beneficiaban de ella, se comprende que fuese percibido como una facción antagonista y contraria a sus intereses. Eran bandos opuestos con intereses políticos enfrentados, pero también rivales en el plano económico, ya que si, por un lado, compiten por el mismo 16 17 18

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Confirmaciones de Oficios de Tierra Firme, años 1524-1549, AGI Panamá 54. "Juan Fernández de Rebolledo, vecino y Regidor de Panamá con el Fiscal de S.M.", ya citado. Diego Ruiz fue nombrado teniente de Natá, por Almaraz, hacia 1548, Carta de Diego Ruiz al emperador, Natá, 22.11.1548, AGI Patronato, 194 Ramo Nº 13; hay un extracto en BAHM, Col. Muñoz, T. 67, fol. 65. La Tenencia de Panamá la ocupó Ruiz durante el mandato del Lic. Ramírez de Quiñones, en 1544, "Información hecha de Oficio en Panamá, sobre los vagabundos y personas inquietas", por Álvaro de Sosa, agosto de 1555, AGI Patronato, 193, Ramo N° 37. Ruiz informaba al rey · haber sido nombrado tesorero por la Audiencia en carta fechada en Nombre de Dios el 3.XII .1535. Ruiz ocupó, por primera vez la Contaduría de Tierra Firme en 1540, reemplazando a Antonio Peinado de Aguirre, desterrado al Perú, al parecer por delitos cometidos en su cargo, Carta de Diego Ruiz al emperador, Nombre de Dios, 3.Xll.1540, BAHM, Col. Muñoz, T. 82, fol. 157v. En 1544 ejerce como tesorero en Panamá, Carta de Diego Ruiz al Emperador, Panamá, 10.IIl.1544, AGI Panamá 39. Cf. Carta de Fray Tomás de Berlanga al Emperador, Panamá, 15 de diciembre de 1538, BAHM, Col. Muñoz, T. 81, fol. 128 v.

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mercado, por otro, cada grupo tiene una mayoría alineada en sectores económicos claramente diferenciados, a saber, el agrícola por un lado y el mercantil por otro, y aunque no siempre esta dicotomía es muy clara, es evidente el énfasis de los unos en el agro y de los otros en el comercio. La acumulación de evidencias sugiere que la fuerza, a la vez que la homogeneidad del grupo de Arias de Acevedo, se manifiesta más bien vinculada a su creciente control de la Administración y a su identidad de intereses políticos. Por un lado, la competencia por ocupar posiciones en el gobierno y, por otro, el antagonismo político, fueron los factores que, según lo sugiere la documentación, enfrentaron con mayor virulencia a los dos grupos rivales. Un caso evidente es el propio Fernández de Rebolledo, ya ql!e ocupó la tenencia de gobernador, el alguacilazgo mayor, la alcaldía ordinaria y un regimiento perpetuo, es decir, que trató como pudo de alcanzar puestos claves en el gobierno local. Pero hubo otros igualmente representativos, como Martín Ruiz de Marchena y su yerno y protegido Baltasar de Sotomayor, quienes en distintos tiempos ejercieron la Tesorería de Real Hacienda 21 • Con objeto de equilibrar sus fuerzas con el grupo rival, este grupo logró controlar varios cargos de Justicia, como el Alguacilazgo Mayor, las Alcaldías Ordinarias y la mayoría de los escaños capitulares en Panamá y Nombre de Dios. De hecho, según el gobernador Alvaro de Sosa, en 1557 Ruiz de Marchena viajó a la Corte en compañía de "cinco o seis vecinos" de Tierra Firme, "sus amigos", con la pretensión de que se declarase "perpetua" la vara de alguacil mayor del reino, lo mismo que otros oficios de justicia, de manera que sus nombramientos no dependieran de la voluntad del monarca o de los gobernantes de turno 22 • Pero esto, que le parecía a Sosa una pretensión atrevida y probablemente insensata, constituiría la base de una de las grandes reformas administrativas del gobierno español 40 años más tarde, cuando inició la política de vender los cargos públicos a perpetuidad. También lo anterior sugiere que tal vez esta política era una vieja aspiración de los grupos de poder locales y que, como lo demuestra este caso, en Panamá surgieron algunas de las propuestas más tempranas en ese sentido. Probablemente, cuando esta política se instauró, era un tema que venía flotando en el ambiente desde hacía muchas décadas. Lo cierto es que en los tiempos de Fernández de Rebolledo el control de los cargos públicos constituía uno de los principales factores de conflicto, y que se trataba de un problema que venía arrastrándose desde hacía muchos años. Los choques que se produjeron durante los gobiernos de Almaraz y de Barba y Vallecillo, entre 1547 y 1549, ilustran las rivalidades que sobre el problema de los cargos públicos y otros asuntos, enfrentaban cotidianamente a ambos grupos. El gobernador Almaraz se había ensañado con el grupo de Femández de Rebolledo, quitándole las varas a los alcaldes ordinarios bajo la excusa de que eran comerciantes, con lo cual recuperaba el control de la administración de las ciudades, uno de los típicos factores de conflicto entre el poder central y el poder local. Para fundamentar medida tan radical, se apoyó en una R. C. de Monzón de 21

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Ibídem. Cf. también Ja Probanza hecha en Nombre de Dios a 16.XIl.1562, AGI Panamá, 375. Baltasar de Sotomayor expresa haber llegado al reino de Tierra Firme "ha casi 19 años" . De Jos cuales dice "15 ha que soy tesorero de S.M. en él" . Según lo anterior, Sotomayor llegaría al Istmo hacia 1543 y ocuparía la tesorería, hacia 1547. Carta del gobernador Alvaro de Sosa al rey, Panamá, 15.V.1557, AGI Panamá 29.

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Aragón del 7 de septiembre de 1547, donde se le pedía que confirmase si era cierto que los regidores de Nombre de Dios "los más son mercaderes y factores de ellos y otras personas que han pretendido dichos regimientos por lo que toca a sus intereses y aprovechamientos de sus haciendas las cuales se emplean en ellos que en lo que toca al bien de la ciudad y público". Esta R. C. era respuesta a muchos informes provenientes de Panamá, tanto del propio Almaraz como de otros miembros de su grupo, pero le vino de perlas al gobernador para justificar su ataque al bando rival. Los afectados no tardaron en contraatacar y fueron acumulando quejas y protestas contra Almaraz. El Cabildo de Nombre de Dios se lamentaba de que "mientras fue corregidor y única justicia [ya que había suprimido las alcaldías ordinarias], no hizo más que seguir sus pasiones y allegar hacienda, que la prueba es que tenía un gasto el doble más del salario, y sobre él ha hecho hacienda, habiendo venido sin un cuarto". Le acusaban también de haber nombrado como factor y veedor a Gonzalo de Umaña, "criado suyo, mancebo sin pelo de barba y a otros tales en otros oficios", como Juan Gómez de Anaya, también hombre mozo, al que había nombrado teniente de tesorero. Finamente, le acusan de haberse asociado con el obispo Pablo de Torres, calificado por los capitulares de Nombre de Dios como hombre "ambicioso y codicioso" y amigo de "buscar hacha para fulminar censuras e imponer penas pecuniarias" 23 • Al llegar estas quejas a la Audiencia de los Confines, en Guatemala, su presidente el Lic. Alonso López de Cerrato nombró a Juan Barba de Vallecillo para que viajara a Panamá a tomarle Residencia a Almaraz. Llegó a la ciudad el 11 de agosto de 1548. Como era de esperarse, el nombramiento de Vallecillo fue celebrado por el grupo de Fernández de Rebolledo: "Ejerce la Justicia -dicen los regidores de Nombre de Dios- con gran igualdad, y está tomando Residencia a Almaraz. Ha puesto mano en el reino de varias cosas" 24 • La llegada del nuevo corregidor y gobernador fue en cambio repudiada por el obispo Pablo de Torres, quien "hizo grandes alborotos en Panamá y llevó gente para que no me recibieran -escribe Barba de Vallecillo- diciendo muchas palabras desacatadas contra el presidente [López de Cerrato] como lo tiene por costumbre" 25. Según el obispo, Barba de Vallecillo había sido enviado a Tierra Firme, "por sobornos de rebeldes, y era cohechado, como fue en la isla de Santo Domingo, alborotador de pueblos, desobediente a las provisiones reales, en principal las dadas contra penitenciados o hijos de ellos". Concluye afirmando que era simpatizante de los "pizarreños" 26 • Barba de Vallecillo impidió que el obispo Torres interviniese en el cobro y administración de los diezmos -asunto que competía a la autoridad civil-, y el prelado replicó imponiéndole excomunión desde el 1 de septiembre de 1548, "y

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24 25 26

Carta de la ciudad de Nombre de Dios al emperador, Nombre de Dios, 30.IX1548. La suscriben Antonio Jaymes, Luis Xuarez, Francisco de Pradanos, Gregario jiménez, Agustín de Ábrego; como escribano aparece Diego Martínez, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, fol. 67. Ibídem. Carta de Juan Barba de Vallecillo al emperador en el Consejo, Nombre de Dios, 29.IX.1548, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, fol. 66. Carta del obispo fray Pablo de Torres al Consejo de Indias, Panamá, 28.11.1549, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, fol. 156.

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puesto excomunión mayor al que hable conmigo", escribe el afectado 27 . Por haberle dificultado el usufructo de los diezmos eclesiásticos, instigado, dice el obispo, por "seis o siete marranos", le acusó de "leuteriano" (sic) 28 . Los "marranos" a que se refería eran los comerciantes del grupo de Fernández de Rebolledo, a quien el gobernador había nombrado su teniente en Panamá, es decir como su mano derecha29 . Alonso de Almaraz, que purgaba su gestión gubernativa a manos del nuevo Juez de Residencia, no habla de marranos, sino de mercaderes: Era "muy amigo de Cerrato y no letrado, y para sentenciar mi Residencia -dice Almaraz sobre Barba de Vallecillo- no se valió sino de mercaderes enemigos míos por haberles quitado las varas[ ... ] como hizo el Dr. Pedro de Ribera prov~ído por el Consejo [se refiere a las varas de alcaldes ordinarios que ocupaban los regidorescomerciantes para asumir la dirección del país durante las acefalías gubernativas], y por ser comisario del Lic. Gasea para el Armada, y haberles mandado pagar los almojarifazgos que debían" . "Se unió con estos mercaderes -agregay así en 6 ó 7 meses dicen llevar él y su escribano gran suma" 3º. Es decir, que aprovechó su breve paso por Panamá para enriquecerse en el cargo. Lo cierto es que lo mismo se había dicho de Almaraz cuando fue gobernador. Como se ve, el repertorio de fricciones potenciales no era cosa de poca monta: control de los diezmos eclesiásticos, control de las acefalías de gobierno, exoneración o cobro de impuestos al Comercio, posibilidades de hacer rápida fortuna en cargos de gobierno. Otro factor potencial de conflicto era la asignación de repartimientos indígenas a nuevos encomenderos, aunque el mismo parece no tener relevancia durante las administraciones de Almaraz y de Barba de Vallecillo, tal vez porque ya que no quedaban muchos indios que repartir. Sin embargo, el asunto hizo crisis en 1551 cuando Sancho Clavijo trató de implementar la cédula abolicionista que decretaba la eliminación de todas las encomiendas en Tierra Firme, provocando uno de los típicos alzamientos de la época con el propósito de derrocar al gobierno. Si el motín no prosperó fue porque la encomienda ya carecía de importancia como fuerza productiva y tenía muy poco peso en una economía crecientemente orientada hacia el sector servicios. La fuerza económica no residía en los encomenderos, que eran cada vez menos, sino mayormente en los comerciantes y los transportistas, que además tenían inversiones en otras actividades. De manera que el motín no tuvo prácticamente ningún apoyo entre las fuerzas productivas y fue sofocado en la cuna31 • A estos factores de conflicto se agregaban acusaciones inquietantes y peligrosas, como las denuncias sobre judaizantes y la que imputaba a Vallecillo 27 2

ª

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3!

Carta de Barba de Va!lecillo al emperador, Nombre de Dios, 24.1.1549, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, fol. 156. Carta del obispo Pablo de Torres a Sancho Clavijo, Gobernador de Panamá, Panamá, 8.III .1549, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, fol. 156. "Información que hace Sancho Clavijo contra los servicios del Lic. Juan Ruiz de Monjaraz, como teniente general de Tierra Firme", Nombre de Dios, 1550, AGI Panamá 375. Carta de Almaraz al emperador, Nombre de Dios, 11.III.1549, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, fol. 157. Cf. "El fiscal de S.M. contra Gómez de Tapia, regidor y vecino de Panamá, sobre cierto proceso que se le hizo por la Justicia de aquella ciudad con el cual fue su persona remitida al Consejo de Indias''. El proceso se inicia en Panamá, 20.XIl.1551, "entrante el año 1552". En AGJ Justicia 354.

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simpatías pizarristas, que de ser ciertas ameritaban el destierro para los primeros y para este último un severo castigo por traición a la Corona. Pero lo cierto es que no era la primera ni la única vez que se hacían acusaciones de esta naturaleza. El contador Diego Ruiz ya había escrito al emperador en 1540 que en "Nombre de Dios no hay diez casas de cristianos viejos, sino estos que huelen", singularizando incluso a dos de ellos que según él pretendían los cargos de tesorero y contador, aunque no da sus nombres32 • En cuanto a los señalamientos sobre simpatías por las rebeliones pizarristas las evidencias abundaban. Por otra parte, también los ataques contra el obispo llevaban un tono subido. Según Barba de Vallecillo, fray Pablo deTorres excomulgó a casi toda la población de Nombre de Dios, permitiendo a sólo cuatro personas oír misa, "habiendo en esta ciudad más de 600 ánimas". En consecuencia, no permitía que a los que fallecían excomulgados se les enterrase "en sagrado sino en muladar". Exasperado, concluía: "Jamás he visto prelado semejante"33 • Del mismo tenor son las quejas del Cabildo de Nombre de Dios. "El obispo que nos vino, fray Pablo de Torres -escriben los capitulares-, es tan liviano y acalorado y apasionado en sus cosas, y con tener el cargo que tiene ha hecho tantas disoluciones [ ... ] en sus proveimientos y cosas, que se mete así contra la jurisdicción real de vuestra majestad, como contra sus súbditos. A todos afrenta y maltrata, a veces sin causa, como hombre fuera de juicio. Se ha excedido hasta en querer hacer alguaciles seglares por su mano y porque se le requirió a quien enviaba no lo hiciese pues había alguacil en esta ciudad, nos descomulgó y puso entredicho, e hizo alboroto en Panamá" 34 • Un año más tarde, nuevamente el Cabildo de Nombre de Dios ataca al obispo Pablo de Torres, quien desde que llegó se había dedicado a imponer "penas pecuniarias, por donde ha allegado gran cantidad de pesos". Y siguen quejándose: "Es muy libre y deshonesto en sus prácticas, usando palabras feas y afrentosas contra cualquiera que le contradice o no sigue sus desatinos, llamando de traidor, hereje, luterano, poniendo libelos infamatorios de esto en las iglesias, confisca bienes a seglares, priva de oficios reales, en suma, hace cosas que ningún hombre de juicio haría, y logra su intento con sus vejaciones"35 . También el gobernador Sancho Clavija se quejaba en 1550 del obispo Pablo de Torres. Respondiendo a R. C. que le ordenaba conciliarse con el obispo por ciertas diferencias que habían tenido, escribe al rey: "En el obispo no espero enmienda. Sigue declarando amancebados por cualquier acusación, los excomulga, y reservando para sí la absolución, luego se compone por dineros. De 6 en 6 meses suele 32 33 34

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Carta fechada en Nombre de Dios, 3.XII.1540, BAHM, Col. Muñoz, T. 82, fol. 157v. Carta de Vallecillo al emperador, Nombre de Dios, 24.1.1549, ya citada. Carta firmada por Antonio Jaymes, Luis Suárez, Francisco de Pradanos, Gregorio Jiménez, escribano Alonso de Mundar, Nombre de Dios, l.IX.1547, BAHM, Col. Muñoz, T. 84, fol. 257v. Carta de la ciudad de Nombre de Dios al emperador, Nombre de Dios, 30.IX1548, suscrita por Antonio Jaymes, Luis Xuarez, Francisco de Pradanos, Gregorio Jiménez, Agustín de Ábrego, y como escribano Diego Martfnez, ya citada .

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hacer una de estas declaraciones, y en la.última declaró a 40 amancebados con negras y se compusieron cada [uno] de 30 pesos arriba" 36 • Es decir, que para dar la dispensa a los "amancebados con negras", cobró mas de 1.200 pesos. Si esto era cierto, entonces, como decía el gobernador, el prelado no tenía remedio. No es difícil representarse el ambiente de desasosiego que debía reinar en aquella sociedad de grupos enconados por la rivalidad política, por tantos intereses materiales en juego y donde proliferaban acusaciones tan comprometedoras. Así, desde sus distintas posiciones de fuerza, cada grupo procuró imponer lo que mejor le convenía, mediante un intenso juego de influencias y presiones cerca de los poderes administrativos y políticos. Y si el grupo de Arias de Acevedo se atrajo el favor de las máximas jerarquías de gobierno como Almaraz, Pérez de Robles, Alvaro de Sosa y Sancho Clavija, el grupo de Fernández de Rebolledo, con el apoyo de los comerciantes, ejerció su influencia sobre los oidores Paz de la Serna 37 y Ramírez de Quiñones38 , el corregidor y gobernador Juan Barba de Vallecillo, y el teniente general de Sancho Clavija, Juan Ruiz de Monjaraz39 • De esa manera, ambos grupos ejercieron su ascendiente para manejar el país según sus propios intereses y en desmedro del grupo competidor. La pugnacidad que existió entre ambos grupos cubre un período de aproximadamente cinco lustros, es decir que envolvió a toda una generación. Le documentación sugiere que, a la larga, fue el grupo encabezado por Juan Fernández de Rebolledo el que logró prevalecer -al menos hasta su disolución como grupo a principios de la década de 1560. Como su cabecilla, persiguió -y de hecho lo consiguió-, asegurar políticamente a su grupo: en Panamá y Nombre de Dios, los Regimientos del Cabildo quedaron en su casi totalidad en manos de mercaderes, así como las Alcaldías Ordinarias, institución que luego de una serie de sobresaltos y forcejeos, logró imponerse como fórmula para suplir las frecuentes acefalías gubernativas. Aunque el grupo liderado por Arias de Acevedo estaba en minoría, y disponía de menos recursos materiales, gozaba de una unidad relativamente compacta y, aprovechando sobre todo sus ventajosas posiciones en la Administración, no pocas veces logró poner en jaque al bando de Fernández de Rebolledo, derrotándole en varias de las pequeñas y cotidianas fricciones que se suscitaban en torno a cuestiones fiscales y políticas. A la postre, sin embargo, prevalecería el grupo comercial, que era más amplio y contaba con más recursos. Frente a estas tensiones internas, se presentaron otras externas que probarían la relativa cohesión de ambos grupos. Su antagonismo se evidencia en las distintas actitudes que adoptaron frente a las crisis ocasionadas ·por las invasiones de Hernando Bachicao y Pedro de Hinojosa en la década de 1540. Mientras que el 36

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Carta de Sancho Clavijo al emperador, Nombre de Dios, 31.1.1550, BAHM, Col. Muñoz, T. 85, fol. 349v-350. Sobre los vínculos del Comercio con Paz de la Serna, Carta del Lic. Pedro Ramírez de Quiñones al emperador en el Consejo, Panamá, 18.III.1544, BAHM, Col. Muñoz, T. 83, fol. 234. "El dicho Lic. Quiñones[ ... ] e otros sus amigos todos de Sevilla -escriben- por tenerlo todo como tienen de su mano así alcaldes como escribanos, como alguaciles para hacer daño a quien quieren".Carta al emperador de los regidores de Nombre de Dios, Juan de Valdés y Francisco de Pradanos, Nombre de Dios, 18.IV.1544, AGI Panamá 39. Sobre las relaciones del Comercio con Juan Ruiz de Monjaraz, ver "Informaciones que hace Sancho Clavijo contra [... ]Juan Ruiz de Monjaraz", ya citada.

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bando de Arias de Acevedo, consecuente con su política de fidelidad al poder metropolitano, tuvo siempre una actitud hostil para con los invasores, organizó la defensa de la plaza, y soportó las repetidas ocupaciones con mal disimulado enojo, el bando contrario adoptó una posición equívoca con los pizarristas, apoyándoles abierta o solapadamente, con procedimientos como demorar las libranzas para gastos de guerra, o desviando fuerzas armadas para evitar enfrentárseles40 • Almaraz fue un activo colaborador de Pedro de la Gasea cuando éste marchó al Perú para pacificar la rebelión pizarrista. Y Arias de Acevedo organizó la resistencia contra las ocupaciones de Bachicao e Hinojosa, aunque debido a las defecciones de los que debían defender la plaza, y a la falta de calor popular para rechazar a los invasores, tuvo en ambas ocasiones que abandonar su empeño. Pérez de Robles fue también recalcitrante antipizarrista. En represalia por su posición antipizarrista, sus haciendas, ganados, esclavos y demás propiedades fueron sistemáticamente saqueadas o destruidas por las fuerzas de Bachicao e Hinojosa. Una hermana suya, residente en Perú -Dª María Calderón, mujer del capitán Gerónimo de Villegas- fue muerta en el garrote por los pizarristas, que también asesinaron a un sobrino suyo, hijo de otra hermana. Temiendo correr la misma suerte, cuando Hinojosa se dirigía a Panamá en 1546, Robles abandonó la ciudad embarcándose en un galeón para Popayán con gran número de yeguas, caballos, esclavos, y sus mejores muebles. De allí viajó a España y en 1551 ya se encontraba en Baza, Granada, donde se radica 41 • También fue un declarado antipizarrista el obispo fray Pablo de Torres. Odiado por éstos y por muchos de los vecinos de Panamá y Nombre de Dios que habían sido víctimas de sus amenazas y persecuciones, cuando se produjo la invasión de los hermanos Contreras en abril de 1550, no impidieron que los rebeldes se ensañaron con él. Estos le amarraron a un palo, y le sometieron a vejaciones y escarnio. Poco faltó para que corriera la misma suerte del obispo Valdivieso que los nietos de Pedrarias asesinaron en Nicaragua. Pero la violencia de esa época no era gratuita. Aquella era una sociedad en transición, que buscaba apresuradamente definirse como tal, y donde dos fuerzas en pugna, radicalmente opuestas, luchaban por prevalecer. De esa manera, se comprende que se produjesen tantos atentados contra la vida de los gobernantes que representaban la suprema autoridad terrenal y que se vejase de esa manera a los representantes del supremo poder espiritual. Lo que estaba en juego era una cuestión decisiva y del resultado dependía el rumbo que seguiría la naciente sociedad americana.

El grupo hegemónico de Juan Fernández de Rebolledo A medida que avanzaba la década de 1530 y sobre todo en la siguiente, empezaron a acumularse quejas por parte de los escasos conquistadores que todavía quedaban en Panamá, de la creciente invasión de mercaderes, sobre todo sevillanos, que rápidamente habían empezado a ocupar las vacantes de los Cabildos en Panamá y Nombre de Dios, comprando la voluntad de los gobernadores y de otros funcionarios. Tal vez la descripción más completa sobre el temprano control del Cabildo y otros cargos de gobierno por los mercaderes y 40

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Varias documentos sobre las invasiones de Bachicao e Hinojosa a Panamá, en BAHM, Col. Muñoz, T. 84. " Poder de Francisco Pérez de Robles para Sebastián García [ .. .]",ya citado.

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el grupo de Fernández de Rebolledo, así como el perjuicio que causaba esta situación a la comunidad y al Fisco, la dieron en 1544 dos viejos conquistadores, D. Juan de Valdés y Francisco de Pradanos, cuando escriben al rey: "En este reino los mercaderes son alcaldes y regidores y éstos, como viene cualquier juez o gobernador, como son personas ricas, se abrazan con él e los provee de los oficios de mando que hay en la tierra, de manera que entre ellos se andan los oficios de alcaldes e regidores [... ], así que absolutamente hacen lo que quieren. Como todos los mercaderes que hay en esta ciudad e reino e compañeros de los que allá están, y parientes unos de otros, están tan apoderados en los oficios y en la tierra que no se provee ninguna cosa sino a ellos, porque se favorecen unos a otros y aunque entre ellos se hagan delitos graves, como lo tienen todo de su mano no se hace ninguna punición[ ... ]. Continúan líneas abajo, refiriéndose a los abusos de este grupo especulando con los precios de los alimentos: "A causa de ser ellos mercaderes alcaldes e regidores, venden los bastimentos a excesivos precios a los regatones porque se los ponen ellos como los regatones quieren [y] porque es todo el provecho de los dichos mercaderes valen muy caros los bastimentos [... ]". A lo que agregan los perjuicios que ocasionan al Fisco: "Hay también otro daño a la Real Hacienda y es [que] como los mercaderes son alcaldes e todos ellos tienen sus tratos y compañías en España, e les vienen muchas mercaderías e han procurado e tienen el mando en esta tierra por se favorecer en la contratación e así a los oficiales que en ella están evaluando a los derechos de vuestra majestad les van a la mano muy desacatadamente a pedir que les pongan por los precios que ellos quieren, en que vuestra majestad recibirá daño en su Real Hacienda, y como son .todos de una tierra y parientes y compañeros y tratantes de Sevilla y acá tienen los oficios, hacen lo que quieren" 42 • No está claro si para la fecha del texto citado, la mayoría de los comerciantes a que allí se hace referencia ya formaban facción con Fernández de Rebolledo, si sólo una sector se coligó con él, o si sus vínculos se fueron consolidando con el paso del tiempo. El hecho es que he podido identificar a no menos de 30 individuos que podrían considerarse miembros de este grupo mientras el mismo tuvo vigencia, y una gran cantidad de ellos eran, efectivamente, mercaderes. Sus principales cabecillas, como ya mencioné, pronto descubrieron las ventajas que tenía controlar el poder político para instrumentarlo en su beneficio material, primero accediendo a los Cabildos de las dos ciudades terminales como órganos de poder local, luego controlando algunos cargos de representación metropolitana. No hubo área potencialmente lucrativa, incluyendo las extraeconómicas, donde este grupo dejara de meter mano. La gran mayoría eran, en efecto, sevillanos o andaluces. Su influencia fue dominante hasta principios de la década de 1560, cuando se les puso freno, tras la presencia de la Audiencia y otros controles políticos e institucionales que se implantaron desde la metrópoli para establecer nuevas reglas de juego. Para esas fechas el grupo empezó a desintegrarse. Cuatro de sus miembros más importantes regresaron a España 42

Carta fechada en Nombre de Dios, 18.IV.1544, AGI Panamá 39. Cursivas mías.

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para no volver: Díaz de Ávila, Gómez de Tapia, Fernández de Rebolledo, y Hernando de Luque. Otra de las figuras clave -Ruiz de Marchena- emigró a Perú, y fueron pocos -aunque los hubo, como los Luque- que permanecieron o dejaron descendencia en el país. Fue una oligarquía transitoria que no echó raíces, pero que no obstante implantó el modelo que otros elencos de poder, a lo largo del período colonial, una y otra vez reprodujeron casi al pie de la letra. Su principal cabecilla, Juan Fernández de Rebolledo, fue un verdadero arquetipo humano de la nueva inmigración que de España llega a Panamá. El relativamente rico material documental que dejó a su paso evidencia, por un lado, su innegable predicamento durante los 27 años que vivió en el Istmo, a la vez que permite reconstituir su perfil social con mayor claridad que la de casi cualquier otra figura de su tiempo. Oriundo de Sevilla, era hijo de Martín Fernández de Enciso -el fundador de Santa María la Antigua y rival de Balboa-, y de Dª Juana de Rebolledo, quien viaja a Panamá en 1538 -según el libro de registros de Pasajeros a Indias, del AGI- con sus hijos Juan Fernández de Rebolledo y Catalina de Mendoza. Dª Juana era hija de D.G. de Rebolledo y de Dª Ana de Mendoza43 • Juan tenía un hermano mayor, Rodrigo de Rebolledo, quien ya se encontraba en Panamá en 1523, es decir en tiempos de Pedrarias, y cuando Santa María la Antigua, la ciudad fundada por su padre, aún no había sido abandonada. Su progenitor, Martín Fernández de Enciso, le transfirió ese año el importante cargo de alguacil mayor de Tierra Firme. En 1526, cuando llegó a Panamá el nuevo gobernador Pedro de los Ríos, Rodrigo fue confirmado en esta posición, que continuó conservando durante la administración del siguiente gobernador, Francisco de Barrionuevo, de quien era teniente general Pascual de Andagoya; los tres llegaron a ser sus íntimos amigos. En 1541 Rodrigo fue nombrado fiscal de la Audiencia de Panamá, desde cuya posición se encarnizó contra su primer presidente, Francisco Pérez de Robles, ya para entonces depuesto del cargo por corrupción y otros abusos. De Rodrigo, Juan Fernández de Rebolledo heredó una encomienda indígena 44 • El alguacilazgo lo siguió ejerciendo hasta 1544, cuando lo transfirió a su hermano Juan Fernández de Rebolledo, probablemente. Poco después desaparece de la escena panameña, tras muchos años de ejercer una gran influencia en su vida pública. En 1971 se encontró un curioso y raro mondadientes que parece haber pertenecido a Rodrigo de Rebolledo. Fue descubierto por un norteamericano de apellido Chevalier, residente en la entonces Zona del Canal de Panamá, cerca de las ruinas de San Juan de Pequeni, al norte de Venta Chagre, uno de los tambos donde se alojaban los transeúntes que recorrían la ruta de Panamá a Nombre de Dios, y que quedó inundado al crearse la represa de Madem para servir al Canal, pero que permite investigaciones arqueológicas en la estación seca. Es de oro, 43 44

Cf. Peter Boyd-Bowman, Indice Geobiográfico de 43.000 pobladores españoles de América en el siglo XVI, México, 1968, T. 11, 1520-1539, Nº 9979, p . 302. Sobre la influencia de Rebolledo, Carta del Licenciado Pedro Vásquez de Acuña al Consejo de Indias, Panamá, 12.IV.1537, BAHM, Col. Muñoz, T. 81, f. 74. Sobre sus propiedades, "Rodrigo de Rebolledo, alguacil mayor, en nombre y como fiscal de S.M. con Rodrigo Alonso de la Gala, vecino de Natá, sobre 300 y tantas fanegas de maíz que les pide, de dos años, por razón de ciertos indios que tenía en el territorio de dicha ciudad. 26 de junio de 1541, AGI Justicia 1048. Sobre el caso Pérez de Robles, Carta del Lic. Pedro Ramírez de Quiñones al emperador en el Consejo, Panamá 18.111.1544, BAHM, Col. Muñoz T. 83, f. 234.

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mide 4.8 cm. y tiene la forma de una diminuta cimitarra. Ambos lados tienen inscripciones abreviadas aunque relativamente legibles: de un lado se lee "De Rebolledo"; del otro, "Soy de María Antigua". Esto último parece sugerir que habría sido confeccionado en Santa María la Antigua por alguno de sus plateros, y que de ser así su fecha sería anterior a 1524, es decir antes de que fuera abandonada. Fue subastado por la célebre Casa Christie en 1990, por la suma de f:7.000 a f:8.000. El ·mondadientes colgado de un collar, en un retrato de caballero pintado por Alessandro Oliverio (1532-1544) 45 , sugiere que era costumbre de la época llevarlo de esa manera, siempre al alcance de la mano, y tal vez para simbolizar que el propietario tendría necesidad de usarlo con frecuencia. El hambre o el buen comer, era un tema recurrente en la literatura de aquellos tiempos, donde eran tan frecuentes las hambrunas o los desabastecimientos. De hecho, en las fuentes panameñas contemporáneas no faltan alusiones a la relación entre la limpieza de los dientes y la abundancia o carencia de comida, alusión que casi lleva a la cárcel a un pobre diablo que había acudido a un barbero para que le limara los dientes y que fue interpretada como expresión sediciosa en un momento de crisis política. Había expresado: "mira que venir a limarme los dientes y no tener qué comer" 46 • Juan Fernández de Rebolledo llega a Panamá, como vimos, en 1538, y poco después empiezan a aparecer registros de sus repetidos viajes de negocios a Sevilla47 , la gran meca del comercio con América y uno de los puertos mercantiles más activos de Europa. Allí tenía casa y contactos comerciales. Varios de sus viajes están documentados, y cada uno evidentemente le mantenía ausente de Panamá por largas temporadas. Residía en Sevilla entre 1543 y 1544, cuando le llegan noticias de haber sido elegido capitular del Ayuntamiento de Panamá en reemplazo de Juan Diez Guerrero; a Sevilla vuelve a mediados del siglo, regresando en 1551 a Panamá con permiso de la Corona para transportar "100 marcos de plata labrada para servicio de su persona" 48 , lo que evidencia su propósito de ostentación y de establecerse en la colonia como un gran señor. Regresa en 1562 nuevamente a Sevilla, donde todavía se encuentra en 1567, cuando una R.C. le conmina a volver "en la primera armada" a Panamá, "donde sois vecino y regidor" 49 • Sin 45

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Esta pintura se encuentra en la National Gallery de Irlanda. Más información sobre estos mondadientes, aunque de fechas posteriores, se encuentran en Y. Hackenbroch, Renaissance ]ewellery, publicado en 1979, Nos. 58, 434, 436 y 606; el ]ewelry Ancient to Modern, del Catálogo de la Walters Art Callery, de Baltimore, de 1979, No. 532, y en Kunst und Kunsthandwerk, Viena,1911, pp. 373-378. Tuve conocimiento de este mondadientes por primera vez, recién fue descubierto, gracias al padre Edwin Webster, un serio aficionado a la historia y entonces residente en Panamá, quien me mostró una foto del mismo para que lo identificara, sugiriéndole entonces que probablemente era, en efecto, de Rodrigo de Rebolledo, un personaje que había estudiado, como otros de su época, para mi tesis doctoral. Agradezco a mi buen amigo el Dr. Roberto Bruno por haberme llamado la atención sobre la subasta, con los datos aparecidos en el Catálogo de Ja subastas de la Casa Christie's, Londres, octubre 3 de 1990, y que de no haber sido así no habría incluido estos datos. En el proceso que se le hizo a Fernández de Rebolledo por los indios que tenía en Natá, varios testigos dicen haberle visto en el Istmo "de veinte afios a esta parte". "Proceso hecho de oficio sobre la Visita que se hizo en la ciudad de Natá a los Indios que en el término de ella tenía Juan Femández de Rebolledo", Natá 25.VIII.1555, AGI Justicia 1051, Documento Nº. 2. R.C. de Lérida, 8.VIII.1551. En otra R.C. de Valladolid, 15.VIl,1551 se le autorizaba a "pasar a las provincias del Perú 200 becerras". Ambas en AGI Panamá 236. La R. C. es de Madrid, 10.V.1567, AGI Panamá 236.

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embargo, nunca más regresó, aunque hasta su muerte debió seguir manteniendo vínculos con sus vecinos y seguramente participando en sus negocios e influyendo en su política 50 • Tenía estrechos vínculos comerciales con Perú, donde se concentraba su principal clientela de consumidores. De esa manera, cuando se frustró su plan de derrocar al gobernador Álvaro de Sosa en 1555, y éste ordenó levantarle un expediente o "Información", huyó furtivamente a Lima, donde se radicó por una larga temporada, entablando relaciones de amistad con el virrey, cuyo favor no demoró en asegurarse. Además de la encomienda que heredó de su hermano, adquirió otra más, hasta completar un total de más de 50 indios (al menos ese era la cantidad de los que le sobrevivían en 1555). Gracias a esta abundante mano de obra barata, pudo dedicarse a la explotación maderera para construir varios barcos que dedicaría al comercio con Perú, a donde llevaba no solo pasajeros y productos de origen europeo, sino también la cosecha de sus, al parecer, extensas propiedades de crianza y cultivos, sobre todo maíz, ganado en salazón y terneras en pie. Tenía otro barco que hacía la ruta trasatlántica hasta el puerto de Sevilla51 • Aunque se desconocen los detalles de sus negocios, las evidencias anteriores sugieren, por un lado, la sorprendente diversidad de actividades a las que se aplicaban los primeros colonos de Tierra Firme; por otro, la formación temprana de considerables fortunas. Desde 1543 o 1544 Fernández de Rebolledo ingresa al Cabildo de Panamá como uno de sus miembros permanentes, siendo más de una vez elegido por los capitulares como alcalde ordinario52 • Según mencioné antes, al morir su hermano Rodrigo le sucede en el importante cargo de alguacil mayor de la Audiencia, y como vimos hace un momento, en 1549 Fernández de Rebolledo llegó a ocupar la tenencia de gobernación de Tierra Firme durante la administración de Barba de Vallecillo. Gracias a su influencia política, a sus considerables recursos y a su vocación para los negocios, Juan Fernández de Rebolledo capituló con el almirante Luis Colón, duque de Veragua y nieto del Descubridor, el derecho a conquistar este territorio, cuya campaña inicia en 1548, aunque esta empresa fracasa, tras acusaciones de que había invadido territorios de la Corona. En 1558 vuelve a participar en la conquista de Veragua, esta vez como socio empresarial, gracias a su influencia sobre el gobernador interino de Castilla del Oro, Juan Ruiz de Monjaraz -nombrado por el virrey a instancias, al parecer, de Fernández de Rebolledo-, y a su vieja amistad con Francisco Vásquez, el vecino de Natá nombrado para encabezar la campaña53 • 50

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"Petición al Consejo de Indias e Información de Gerónimo Ortega Valencia sobre tres regimientos perpetuos que están vacos en Panamá por estar ausentes de ella muchos años Martín Ruiz de Marchena, Juan Fernández de Rebollledo y Diego Hernández Polaino", Madrid, 7.1.1567, AGI Panamá 375. Ibídem. También, "Juan Fernández de Rebolledo vecino y regidor de Panamá, con el fiscal [.. .]", ya citado. Cuando se le confirió el cargo de regidor del Cabildo, entre 1543 y 1544, se hallaba "en Sevilla de asiento en su casa", Carta del Cabildo de Panamá al emperador, Panamá , 12.XIl .1544, AGI Panamá 302; hay extracto en BAHM, Col. Muñoz, T. 83, fol. 236 . La suscriben Pedro de Casaus (recién nombrado alcalde mayor de Tierra Firme por la Audiencia de los Confines), Diego Ruiz, Baltasar Dfaz, Juan Vendrel. Juan Fernández de Rebolledo, y firma como escribano, Francisco de Santander. Sobre su campaña a Veragua bajo Colón, Carta del tesorero Diego Ruiz al emperador, Natá, 22.11.1548. AGl Panamá 30. Sobre sus vínculos con Veragua, A. Castillero Calvo, Estnicturas Sociales y Económicas de Veragua [ ...], Cap. I.

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La actuación de Fernández de Rebolledo en las jornadas veragüenses de 1548 dividió a los vecinos de Natá en dos bandos, uno que le apoyaba y otro que se le opuso, creando un ambiente de rencillas y rivalidades entre ambos, que hizo crisis en la campaña de Francisco Vásquez de 1558, cuando muchos de los principales vecinos natariegos se rehusaron a participar en ella 54 • Cuando el gobernador Sosa ordenó la "Información" a que aludí antes, procuró que se buscasen a los vecinos de Natá que adversaban a Fernández de Rebolledo para que declarasen en su contra55 • Los conflictos que provocaba este controversia! personaje se extendían, pues, a toda la colonia. Y como se desprende de los datos que he mencionado, contendía con cuanto gobernante no se dejara someter a sus designios, doblegándolos, comprándolos, y si se le oponían, tratand.o de derrocarlos. El colaborador más cercano de Femández de Rebolledo era Hemando de Luque, sobrino del obispo del mismo nombre que fue socio del Lic. Gaspar de Espinosa y al que se cita en la supuesta compañía formada en 1526 con Almagro y Pizarra para la conquista del Perú (puesta en duda por Raúl Porras Barrenechea y Rolando Mellafe), y fallecido pocos meses después de haber salido la expedición. Era hijo legítimo de Gonzalo de Luque y Beatriz Hemández, oriundos de Granada, y según la Probanza que pidió hacer, sus padres eran "cristianos viejos de padres y abuelos y no confesos ni convertidos" 56 • Sin embargo, según el gobernador Alvaro de Sosa, que le debía tener un odio mortal porque Luque había tratado de asesinarle, "se dice que el padre de Hemando de Luque huyó a las islas Maderas por miedo a la Inquisición", pero sin dar más detalles57 • La Probanza, como muchas de aquella época, podía se amañada, pero a la vez la afirmación de Sosa sólo se apoyaba en rumores. Según la misma, Luque tenía en Granada "heredades y casas suyas", lo que sugiere que pertenecía a una familia acomodada. Nació hacia 1512 y se radicó en Panamá en 1539. Probablemente era también granadino, aunque en 1552 ya tenía casa en Sevilla. Para 1557 poseía en Panamá entre 80 y 100 esclavos que dedicaba a la pesquería de perlas 58 , lo que constituía un capital considerable. En 1549 o 1550 se le nombra regidor del Cabildo capitalino, cargo en el que sucede a Baltasar Díaz de Ávila, cuñado de Fernández de Rebolledo y miembro conspicuo del grupo 59 • Luque adquirió pronto mala fama. Los oficiales de Real Hacienda reunidos en Cabildo le acusaron ante el rey de ser "hombre inquieto y desasosegado y perjudicial a la república", por lo que, tras muchos años de confrontaciones con las autoridades de gobierno, se le desterró por seis años. Para cumplir su sentencia viajó a España y se radicó al parecer en Sevilla. Al volver del destierro 54

Carta de Diego Ruiz al emperador, Natá, 22.II.1548, ya citada. Ruiz fue enviado por Alonso de Almaraz para investigar en Natá la campaña de Fernández de Rebolledo a Veragua. Ambos eran adversarios suyos. ss "Información hecha de oficio en Panamá, sobre los vagabundos y personas inquietas", por Álvaro de Sosa, ya citada. 56 "Probanza hecha en la ciudad de Granada a pedimento de Miguel Gallego, en nombre de Hernando de Luque", Granada, 13.V.1552, AGI Panamá 54. s1 Carta al rey, Panamá, 15.V.1557, AGI Panamá 29. sa R.C. para Hernando de Luque, Madrid, 18.IV.1567, AGI Panamá 236. 59 Sobre las actividades de Luque en Panama, Carta de Alvaro de Sosa al emperador, Panamá, 20.VIII.1555, AGI Panamá, 29; hay extracto en Col. Muñoz, T. 87 f. 332 v. Sobre su procedencia y propiedades, "Probanza hecha en la ciudad de Granada a pedimento de Miguel Gallego[ ... ]", ya citada .

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se le acusó de haber "quemado vivo a un esclavo negro suyo", pero evitó el castigo huyendo en mayo de 1566 a España en la flota de Cristóbal de Eraso, dirigiéndose a la Corte para defender su caso y preparar su vuelta a Panamá60 . Gran parte de la primera carta que escribe el Cabildo al rey, tras el establecimiento de la segunda Audiencia y la llegada de su primer oidor el Dr. Manuel Barros de San Millán, está dedicada a denostar a Luque, al que consideraban una amenaza para la paz de la república "por ser como ha sido tan perjudicial a ella", pidiendo al rey que no le permitiera volver a Panamá61 . Firmaban la carta Juan de Umaña, Juan de Vargas, el contador Cristóbal de Salinas y el tesorero Baltasar de Sotomayor. Este último era pariente político de un miembro conspicuo del grupo de poder al que pertenecía Luque, pero obviamente se había pasado al bando "realista", probablemente debido a que su nombramiento lo había recibido directamente de la Corona y porque el panorama político había cambiado significativamente tras la instauración de la Audiencia. A la enérgica oposición del Cabildo, que incluía la del contador y el tesorero de Hacienda, se sumó el oidor Barros de San Millán, que en 1568 acusó a Luque ante el rey de haber intentado regresar a Panamá amañando una licencia o permiso real y de habérsele aquella revocado por ser, "hombre sedicioso e inquieto y amigo de parcialidades y ligas y no libre de sospecha tiránica en las rebeliones pasadas [las pizarristas] y que ha cometido muchos delitos como a esta Audiencia le consta por procesos y constará a V.M. por algunos de los recaudos que envió al fiscal de vuestro Real Consejo y los que enviaron en los primeros navíos" 62 . Ante semejantes evidencias en su contra y con tan férrea oposición de autoridades de tanto peso, a Luque no se le permitió volver más a Panamá, por lo que se radicó en Sevilla, donde seguiría haciendo negocios con su viejo compinche Fernández de Rebolledo. Luque tenía en Panamá un hermano, al parecer menor, llamado Alonso de Luque, quien fue elegido en Cabildo abierto del 3 de noviembre de 1571 para suceder a Martín Ruiz de Marchena en el cargo de regidor en la capital63. Seguía siendo regidor en 1577. Como miembro del Cabildo capitalino fue elegido también alcalde ordinario, lo que sugiere el predicamento que debía gozar en la comunidad64 • Hacia 1570 o 1575 su considerable fortuna era calculada en 20.000 ducados 65 • Fue uno de los primeros colonos interesados en fomentar la agricultura en Panamá con miras a resolver las crónicas crisis de subsistencia, como lo evidencia su proyecto para introducir el cultivo de cazabe. Dado que este tubérculo era reconocido por sus propiedades calóricas y como buen sustituto de 60 Carta del Cabildo firmada por Juan de Umaña, Lic. Juan de Vargas, Baltasar de Sotomayor, 61 62 63 64

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Cristóbal de Salinas y Juan Callejo de Tapia, escribano público del Cabildo, Panamá, 25.Vl.1567, AGI Panamá 30. Ibídem. Carta del Dr. Barros de San Millán al rey, Panamá, 20.1.1568, AGI Panamá 39. "Testimonio y recaudo de la elección que se hizo de un Regimiento de Panamá, a Alonso de Luque, conforme a R.C. de S.M.", Panamá, X-XI,1571, AGI Panamá 40. Cf. correspondencia del Cabildo de Panamá, AGI. Panamá 30. "Memoria de los vecinos de Panamá y de la opinión que tienen de hacienda, digo los que tienen de 5.000 ducados arriba", ya citado, RAHM, Relaciones geográficas de América del Sur, Nª 14, signatura 9/4661.

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la harina de trigo, la Corona lo aprobó y así lo consignó mediante una R. C., ordenando a la Audiencia panameña que concertase un asiento o contrato con Luque o con cualquier otro que estuviese interesado en este tipo de empresa. La R. C. le concedía a Luque la merced del monopolio de la siembra del tubérculo durante veinte años. Luque señalaba en su petición que ésta sería la primera vez que se sembraba el cazape en Panamá66 • Se ignora si este proyecto tuvo éxito, pero si fue así, habría sido la primera vez que se cultivaba cazabe en el lado Pacífico del Continente, produdendo un gran impacto tanto dietético como ecológico. Como muchos otros miembros de la naciente élite local, Luque era también dueño de varios hatos de ganado en Pacora, un antiguo asiento indígena a poca distancia de la capital67 • Los Luque tenían un primo en Panamá, nombrado también He·rnando de Luque. En la documentación coeva se menciona a un Hernando de Luque platero y a otro del mismo nombre de oficio escribano. Pero no se sabe cuál de los dos era el socio de Fernández de Rebolledo. Baltasar Díaz de Ávila, el cuñado de Fernández de Rebolledo, había casado con su hermana Catalina de Mendoza. Nació en Córdoba, y a la Corona llegó la acusación de que era cristiano nuevo, es decir, descendiente reciente de judíos conversos. Para verificar este extremo, se levantó una investigación en la que depusieron dos viejos conquistadores, Francisco Hernández Ojos y Rodrigo Alonso de la Gala. Pero sus declaraciones resultaron poco concluyentes. Ambos afirmaron que habían escuchado decir que Baltasar Díaz de Ávila era hijo de Gil González Dávila, aludiendo al parecer al descubridor de Nicaragua, pero se inclinaban a creer que en realidad era hijo legítimo de Isabel Díaz y Diego Díaz otro oidor de la Audiencia, Andrés Martínez de Amileta, le cedió las funciones de gobernador125. De esa manera, se presentó la extraña situación de un gobierno compartido entre dos oidores. Poco más tarde, el ya anciano Martínez de Amileta, nombrado desde el 29 de junio de 1658126 , fallece, y Losada quedó sólo en la Audiencia. Para el vecindario, Losada se había convertido en una auténtica pesadilla y sólo esperaba la hora de que se le jubilara, pues las posibilidades de que muriera o se le promoviera parecían remotas. Como nada de esto ocurrió, el Cabildo se alzó en su contra e imputándole senilidad le depuso del cargo, en el primer movimiento golpista de su tipo que tuvo lugar durante la colonia. Pocos meses después, el Cabildo, obedeciendo las órdenes del virrey contenidas en el "pliego de mortuoria", le entregaba el poder al obispo Antonio de León, que tomó a regañadientes posesión el 26 de enero de 1674127 • Nunca antes los hilos del poder central habían sido tan débiles. 123 124

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Carta del presidente Pedro Carillo de Guzmán, Portobelo, 26.1.1653, AGI Panamá 131. Los títulos removiendo y restableciendo a Losada, en AGI Panamá 254. El expediente de suspensión de Losada, en cartas de los oficiales reales de 1653, en AGI Panamá 36. Junta general de gobierno celebrada en Panamá el 11 .V.1673, AGI Panamá 139. Su título en AGI Panamá 254. Cf. Carta del obispo De León, Panamá, 32.IV.1674, AGI Panamá 101. La Corona suspendió definitivamente a Losada de su cargo en Panamá, luego de evaluarse los resultado de la "visita" que se hizo al reino, y en su lugar nombró, el 12.X,.1673, a Femando Jiménez Paniagua. Su título de nombramiento mencionando la suspensión de Losada, en AGI Panamá 254.

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El creciente poder de los oidores, relacionado en gran medida a sus enlaces con las élites locales, motivó que la Corona cambiara su política en materia de sucesiones gubernativas a medida que avanzó el siglo XVII. Con ese espíritu delegó esta responsabilidad en los virreyes del Perú, que debían dejar un "pliego de mortuoria", o "de providencia" sellado, conteniendo secretamente los nombres de tres personas que habrían de ocupar la vacante presidencial cuando por alguna razón cesara el titular. El pliego de mortuoria fue usado con bastante frecuencia entre fines del XVII y principios del XVIII y, debido al recelo que inspiraban los oidores, éstos raras veces eran escogidos para llenar en interinidad la vacante. Hasta entonces, automáticamente la vacante presidencial quedaba cubierta por el oidor decano. Y de hecho esto se siguió practicando cuando menos hasta la muerte de Antonio Fernández de Córdoba y Mendoza en 1673, cuando el poder recae de manera compartida en Losada Quiñones, y Martínez de Amileta. Fue precisamente esta situación ambigua uno de los pretextos que usó el Cabildo para deponer al oidor decano. Para esas fechas se estableció la modalidad de que en la terna reservada en los pliegos de mortuoria se incluyera al obispo y que incluso se le colocara en primer lugar. Fue así como ocuparon la Presidencia cuatro prelados entre 1673 y 1718. El primero fue Antonio de León, a quien el Cabildo entregó el mando el 21 de enero de 1673, después de haber depuesto a Losada . Su sucesor, Lucas Fernández de Piedrahita, ocupó también la Presidencia al quedar ésta vacante 128 • Por la misma razón ocuparon ese cargo los_obispos Diego Ladrón de Guevara 129 -que luego llegó a sentarse también en la silla virreinal del Perú-, y fray Juan José de Llamas y Rivas, este último, en circunstancias de gran tensión política en Panamá cuando, nuevamente, el Cabildo el 12 de diciembre de 1718 volvió a asumir el control del gobierno, aunque solo por unas horas y le entrega el mando el día siguiente 13º. De todos los prelados-presidentes tal vez el más conspicuo políticamente fue Ladrón de Guevara. Al concluir su interinidad, tuvo -que refugiarse en Chepo, temiendo por su vida si permanecía en Panamá. Había mantenido prisionero en el castillo del Chagre al ex-presidente marqués de la Mina durante dos años y los vecinos demandaban justicia por este atropello, corriéndose el rumor de que algunos pensaban tomársela por sus propias manos. Sin embargo, la política sucesoria no encontró en los mitrados la mejor solución. Llamas y Rivas, de hecho, tuvo que aceptar el gobierno en contra de su voluntad. La razón principal estribaba en que el Istmo era una plaza militar y que la Presidencia, aunque solo fuera interinamente, debía recaer en alguien con experiencia en la carrera de las armas. A fines del siglo XVII se buscó la solución a este problema en la Tenencia General de Portobelo. Este cargo se había creado a raíz del ataque de Morgan, con objeto de entregar el mando de la plaza a un militar que pudiera hacerle 128 129

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Carta del virrey del Perú enviando pliego de mortuoria para nombrar a Fernández de Piedrahita, Lima 6.VI.1680, AGI Panamá172. Carta del teniente general de Portobelo Francisco de Castro, Panamá 5.X .1695, anunciando que el obispo Ladrón había asumido la presidencia por deposición del marqués de la Mina, que se encontraba preso en el castillo del Chagre. Abundante material sobre la gestión de Ladrón, en AGI Panamá 173. Abundante documentación sobre esta crisis en AGI Panamá 139.

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frente a eventualidades como las de 1668 y 1671, cuando, a su turno, Portobelo y Panamá cayeron bajo el asalto del pirata. De esa manera, la antigua Alcaldía Mayor de Portobelo, ya convertida en Gobernación, pasa al rango de Gobernación y Tenencia militar, con lo que el que ocupara este oficio asumía funciones no solo administrativas y de gobierno sino también militares. Pocos años después se dispuso que, ya que Panamá también era una plaza estratégica y que los obispos malamente podían hacerse cargo de una situación en la que se comprometía la defensa del país, el teniente general de Portobelo ocupara la vacante presidencial hasta que llegara el titular131 • Pero esta disposición creó más problemas políticos que soluciones militares. El cargo de teniente general no tenía fecha fija de terminación, como las Presidencias, de modo que quien ocupaba aquel cargo permanecía por mucho tiempo al frente de esa posición, dándose el caso de que un mismo teniente general podía encargarse de las vacantes presidenciales varias veces, lo que equivalía a conferirle un poder enorme, acaso mayor que el de los mismos presidentes. Esto fue exactamente lo que sucedió con el teniente general D. Joseph de la Rañeta y Vera, que ocupó no menos de cuatro veces la Presidencia a principios del XVIII. Sus intereses estaban centrados en Portobelo, cuyos vecinos mantenían a la sazón diversos piques con los de Panamá, entonces liderizados por el poderoso e influyente Antonio de Echeverz y Subiza. En su afán por proteger sus intereses en Portobelo, ya sea en el contrabando, como en el control del Cabildo, la Rañeta se alió a un grupo de vecinos que cada vez que éste volvía a la Presidencia por unos cuantos meses -y en una ocasión hasta por año y medio_..:..:., buscaban desquitárselas con los vecinos de Panamá, provocando confrontaciones entre ambos grupos, lo que dio por resultado que algunos vecinos emigraran, que otros tuvieran que asilarse en las iglesias, y que el Cabildo de Panamá se viera durante meses sin quorum para sus sesiones por encontrarse la mayoría de los veinticuatro refugiados en sagrado. En una de esas ocasiones, en 1710, la Rañeta cubrió las vacantes del Cabildo de Panamá nombrando a sus propios candidatos, lo que era una violación a la ley, no solo porque, o bien esos cargos habían sido adquiridos por compra (y eran ajenos o tenían titular), o porque solo podían ser elegidos por los miembros del Cabildo regular132 • La intranquilidad política que se vivió en el país a consecuencia de estos hechos, movió a la Corona a cambiar de política en materia sucesoria, aunque lo hizo, como de costumbre, con demasiado retraso y de manera vacilante. En 1718 volvió a encargarle el mando a un obispo, como ya vimos (Llamas y Rivas), pero todavía en la década de 1740 la Presidencia seguía recayendo transitoriamente en el teniente general. Solo cuando la Audiencia fue suprimida en 1751 y el Real y Supremo Consejo de Indias se vio en la necesidad de reestructurar a fondo la organización del gobierno panameño, quedó establecido con claridad que en lo sucesivo las vacantes gubernativas de Panamá recayeran en el teniente de rey, un cargo de carácter militar recién creado, mientras que el mando de lo civil recaería en el asesor legal. Esta práctica se mantuvo hasta el fin del período colonial.

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Abundante material sobre este tema en AGI Panamá 168,172, 183, 184 y 232. Documentación sobre este tema en AGI Panamá 178 y 179.

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El fraccionamiento del poder Uno de los fenómenos que se observan al estudiar la sociedad panameña de la Colonia -y probablemente la de cualquier otra sociedad colonial americana igualmente jerarquizada-, es que la capacidad de ejercer el poder por parte de los distintos grupos de influencia existentes estaba diluido y era limitado . Ninguna de las fuerzas constituidas legítimamente tenía una delimitación precisa que señalara hasta dónde podía llegar su influencia; y puesto que la ley no marcaba con suficiente claridad esos límites, en la práctica nos encontramos a veces con atribuciones interpuestas entre los distintos órganos, lo que daba lugar a confusiones de competencia jurisdiccional y a interpretaciones conflictivas que enfrentaban entre sí a las dependencias y los funcionarios. Como ya he señalado antes, algunos estudiosos de la historia política e institucional americana han sugerido que esos fenómenos fueron el resultado de una acción deliberadamente buscada por la Corona, con objeto de que las distintas dependencias se vigilaran recíprocamente para impedir la extralimitación de funciones. Un posible argumento en favor de esta hipótesis podría ser el de las distancias: sin duda era más fácil para el gobierno central ejercer su autoridad en la Península que en los lejanos reinos de Indias. En efecto, no era lo mismo tratar de hacer cumplir una ley o mantener bajo vigilancia a los funcionarios en la propia España, que someter a control cada órgano de poder en las remotas y dispersas colonias. Ya era difícil para el Estado central ejercer la autoridad en la propia España, donde con sobrada justificación podía aquél recelar de cualquier autoridad; por lo que probablemente también en la Madre Patria se siguiese la misma táctica de prohijar recelos entre las dependencias de gobierno para que se fiscalizaran mutuamente. Pero era en América donde podía probarse la verdadera eficacia de esta política, llevándola hasta sus últimas consecuencias. En todo caso era en América donde la consideración de la distancia como problema político alcanzaba verdadero significado. La experiencia americana, en efecto, no tardó en demostrar que la eficacia del gobierno central -o más bien de la representación que aquél tenía en las colonias- guardaba una íntima relación con la distancia a que se encontraban sus áreas de dominio, entendiéndose por distancia, claro está, el tiempo de recorrido, es decir, de comunicación efectiva. Así como Pierre Chaunu lo ha hecho para el comercio atlántico colonial, podría intentarse una cartografía de líneas isócronas para la eficacia política. Sea cual fuese tal política, si es que hubo algún propósito deliberadamente concertado, muy a menudo ocurrió que las distintas entidades de gobierno se neutralizaron entre sí. De hecho, la falta de claridad en la ley, produjo a menudo como consecuencia que cada funcionario o cada dependencia buscase nuevas interpretaciones al alcance de sus atribuciones y que al mismo tiempo recelase de las que, justificadamente o no, pretendieran arrogarse otras entidades. En todo caso, la Corona, a la cabeza del Estado, pudo mantenerse siempre como árbitro superior situado por encima de los conflictos de intereses competitivos de sus colonias para ejercer su facultad decisoria como máxima autoridad e imponer el orden entre los asociados. Según la mentalidad de esa época (tanto en España como en otras monarquías europeas), la obediencia al Rey era sagrada y se inspiraba en la idea de que

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su poder le venía de Dios, por lo que, bien visto, la fidelidad de los súbditos y el acatamiento a la voluntad real adquiría con todas sus consecuencias un sentido religioso. De ahí que el principio de lealtad a la monarquía adquiere en esa época el significado de lo que se ha denominado la "religión de la obediencia". Estrechamente ligado a este principio estaba el del vínculo directo entre el Rey y cada uno de sus vasallos en particular y con todos en general, lo que representaba un lazo de subordinación política a la vez que de dependencia personal. Es así como el monarca alcanza un poder omnímodo y absoluto (lo que no significa necesariamente arbitrario, ilimitado, ni tiránico), y se convierte en la· instancia suprema, en la cúspide del sistema de poder, y en la persona a quien cualquier súbdito podía acudir, sin intermediarios si era necesario, para alcanzar la justicia o el favor que a otros niveles no podía conseguir. Estado absolutista significaba, pues, un vigoroso poder central. La sede de ese poder se convierte en el centro metropolitano desde donde se intenta estructurar y someter a control un vasto espacio bajo un sistema único de poder, capaz de regir las vinculaciones de ese mismo espacio según un coherente esquema de explotación económica. Como todo centro, tenía una periferia, un borde lejano hasta donde llegaban sus tentáculos, no para otra cosa que para enlazarlo a esa unidad superior de que era cabeza e imponerle subordinación como parte de un único gobierno y de un único sistema económico. Es en ese centro donde se hacen las leyes, se establece la política económica, se distribuyen los espacios y se asignan funciones específicas y jerarquizadas a esos espacios, se manipulan los recursos materiales y humanos, y hasta se imponen las ideas. A esto era, cuando menos, a lo que propendían los teóricos que defendían la tesis del Estado fuerte. Por lo que se refiere a América eso fue lo que en buena medida se intentó, aunque, ciertamente, todavía en el siglo XVI el resultado fuera más un fiscalismo que un mercantilismo propiamente dicho; que todavía en los dos siglos siguientes el imperialismo fuera más político que económico y que, no obstante convertirse los Estados en los principales agentes económicos de la naciente economía-mundo europea y en sus mayores empresarios, solo a duras penas se las arreglaran para mantener sus posesiones bajo disciplina. Planteado así el problema, cabría preguntarse si pudo existir, o si de hecho existió, una vida política propia en una colonia como Panamá, y en qué medida podría hablarse allí de una "lucha por el poder". Cualquier respuesta extrema sobre esto puede llevarnos a un exceso de simplificación y hasta sería peligrosa, pues un rechazo a esa posibilidad entrañaría una virtual negación al hecho de que entonces Panamá tuviese "historia". Queda otra posibilidad que tal vez sea la correcta. Y es que el estudio de esta problemática no puede encerrarse en el espacio geográfico específicamente "panameño", es decir, el limitado por las fronteras que fijaban el marco de su unidad política o donde se desarrollaba su existencia puramente local. Una gran mayoría de los protagonistas de la historia política local proceden de España o de otras partes del Imperio y tienen una participación muchas veces fugaz en la vida política interna, puesto que no tardan en abandonar Panamá para continuar su marcha hacia otros destinos. De hecho, esta sola circunstancia le daría a esa historia una dimensión que trasciende a los límites locales. Pero es que los mismos protagonistas locales responden a patrones mentales cuya fuente hay que buscar en la Metrópoli, puesto que se rigen por sus leyes e instituciones, prestan fidelidad a un único monarca; están

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sujetos a un mismo esquema de participación en la economía imperial; comparten hábitos formales casi idénticos a los de otras partes de esa misma gran unidad, hablan la misma lengua y creen en los mismos valores cuyos modelos tienen su raíz en la Madre Patria. Existía pues un gran centro dominante que imponía vinculaciones sobre un vasto ámbito territorial del que formaba parte Panamá. Todo ese universo de relaciones constituye una unidad superior, a la cual da coherencia y articulación el Estado español, que es por esencia centralizador, confesional, unificador y bien sabemos que también imperialista. Esto significa que cualquier conflicto de poder en la Colonia debía, en última instancia, gravitar en torno a ese poder central. Así pues, cualesquiera sean los conflictos que hayan tenido lugar en Panamá, sólo adquieren sentido analizándolos como parte de un todo. Y puesto que la vida política era parte de esa unidad superior y estaba estrechamente ligada a un riguroso poder central, aquélla era tan dependiente de ese imperialista aparato de poder como lo estaba la vida económica de sus esquemas coloniales de explotación. A los estudios de la dependencia económica habría, pues, que buscarles su correlato en la historia política, en el sentido de elucidar en qué grado los fenómenos de poder que tenían lugar en la colonia guardaban relación con los que paralelamente sufría la Península. Tendría, pues, poco sentido entrar a analizar las realidades locales sin referirlas a un ámbito más amplio, puesto que ninguno de los problemas políticos que se debatían en la colonia panameña encontraban en el cerco de sus modestas fronteras su fin o su principio, o se agotaban por sí mismos. También existía otra posibilidad: cuando una transformación profunda se producía al nivel .d el contexto más amplio que era la unidad del Imperio, o el centro metropolitano se veía sacudido por una honda crisis, la Colonia rápidamente acusaba sus efectos y es posible percibir -en algunos casos con meridiana claridad -cómo esos efectos repercutían sensiblemente en la vida política local. Así ocurría, por ejemplo, cuando el poder central se exacerbaba o entraba en una fase de descomposición: en el primer caso -digamos, a partir de 1560-1580, o entre 1750 y 1780- , se apaciguaban las luchas internas; en el segundo -1640-1713, por ejemplo-, brotaban como hongos los pretendientes al poder local. Como si la intensidad y fuerza, o la atonía de la actividad política local tuviese que oscilar al compás de los azares de la política metropolitana En otras palabras, que a mayores controles, vitalidad y fuerza por parte de la Metrópoli, menos veleidades de poder por parte de los grupos de influencia locales, y viceversa. No hay espacio aquí para explicar los detalles de estas recíprocas relaciones. Solo las menciono para ilustrar el grado en que la vida política local estaba sujeta a un sistema político de ámbito mayor y al cual, en el fondo, estaba subordinada.

CAPÍTULO XVII

CONFLICTOS Y TENSIONES DE LOS GRUPOS DE PODER: UNA APROXIMACIÓN DINÁMICA Los lazos y estrategias del poder Entre los fenómenos más evidentes del período colonial panameño destaca el hecho de que, si la fuerza de los grupos elitistas dependía en gran parte de su grado de vinculación a las primeras autoridades del país, es decir el presidente, los oidores y los fiscales; también lo contrario era cierto, ya que, sin duda, la capacidad de acción de éstos era directamente proporcional éf sus entronques con los miembros de las élites. En la historia de la lucha por el poder del Panamá colonial, gran parte de los problemas giran en torno a la eficacia con que ambos sectores de poder lograron conciliar sus intereses. Mientras más se profundiza el estudio de la época, más evidente se hace el hecho de que las élites capitalinas (y sobre todo las élites capitalinas, ya que son ellas las que ejercen con mayor .efectividad el juego del poder), lejos de limitar su órbita de actividades -como suele creerse-, a los quehaceres terciarios (tránsito, comercio, etc.), mantenían una amplia gama de intereses que virtualmente cubrían todo aquello que pudiera ofrecer algún atractivo material. Como ya hemos visto, eran no solo transportistas, almacenistas, comerciantes en grueso o tenderos, representantes de casas extranjeras y funcionarios de distintos niveles dentro del engranaje gubernamental; también tenían bergantines para la pesquería de perlas en el archipiélago perlífero del Golfo, eran dueños de minas, poseían aserraderos y astilleros, criaban grandes hatos de ganado, tenían estancias agrícolas y entre sus propiedades más lucrativas estaban las casas de alquiler. Muchas de estas actividades eran urbanas y se mantenían dentro de los límites físicos de la capital, o estaban relacionadas con el comercio transístmico y los mercados exteriores. Pero había otras cuya órbita de acción se extendía al Interior y que eran enteramente ajenas a lo terciario; en todo caso se ejeráan muy lejos de la capital. La historiografía panameña ha tendido a visualizar el pasado colonial como un mundo separado en dos realidades opuestas y hasta irreconciliables: por un lado, la zona de tránsito, cuyo peso específico en lo social, económico y político opaca todo lo demás, y ese oscuro y mal conocido Interior, del que apenas recientemente hemos empezado a saber alguna cosa. Se trata, obviamente, de una visión errónea. Cae en el mismo esquema interpretativo el papel de la Audiencia -es decir de todo el cuerpo que integraba la suprema magistratura del país-, como si su actuación (e intereses) estuviese restringida al ámbito urbano y de la zona de tránsito, quedando el Interior reservado solo a las Visitas, y alguna que otra intervención judicial motivada por asuntos realmente graves. La verdad es que la Audiencia (es decir sus miembros) no desaprovechó oportunidad para extender su brazo rapaz hacia el Interior, bien sea para chupar la savia del territorio o sencillamente para hacer sentir el peso de su autoridad.

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SOCIEDAD, ECONOMIA Y CULTURA MATERIAL

Tal vez el mayor atractivo que ofrecía el Interior para el gobierno superior eran sus minas. Esto se hizo ya evidente desde temprano, durante las administraciones del gobernador Juan Ruiz de Monjaraz (en 1558-59) y de su sucesor Rafael de Figuerola (sobre todo en la de éste último), pero continuó con diferentes bríos en los tiempos de la Audiencia. También es evidente que el alto gobierno no perdió ocasión para nombrar en puestos administrativos claves del Interior a sus incondicionales. De hecho, tenía también la facultad para hacerlo. Por ejemplo, la Audiencia tenía la prerrogativa de nombrar alcaldes mayores en Natá y cubrir con sus propios candidatos las interinidades de la gobernación veragüense; incluso los cargos de tenientes de Gobernación (o Tenientes de Partido) en cada cabecera importante eran nombrados por el presidente, como sabemos que ocurría en el siglo XVIII en Veragua, donde a la sazón se encontraban los yacimientos auríferos más importantes. De esa manera, todas las zonas metalíferas situadas al occidente quedaban expuestas a la rapacidad audiencia!, ya que virtualmente todos los cargos administrativos claves dependían directamente de su voluntad. Solo la Gobernación de Veragua y, a partir de cierto momento la Alcaldía Mayor de Natá, dependían de la confirmación real; aunque a veces estas confirmaciones demoraban años. Muy a menudo los miembros del gobierno superior nombraban para estos cargos -como ya se dijo-a individuos de su nutrida parentela, o a sus criados y otros acompañantes que habían traído consigo desde España o desde su anterior residencia en América o Las Filipinas. Pero también reclutaban para dichos cargos a individuos de las élites locales, cuya alianza les resultaba indispensable. De hecho sus objetivos, en uno u otro sentido, no los habría conseguido el gobierno superior de no ser porque pudo contar con el apoyo de hombres de confianza de las élites locales y con los que compartía intereses comunes. Gracias a estas alianzas el ámbito de acción del presidente, los oidores y fiscales fue tan vasto como el propio país y su presencia se hizo notar-o procuró hacerse notar-, allí donde traía alguna cuenta, sobre todo si entraban en juego expectativas de provecho material. Como era natural que así fuera, a estos intereses económicos seguía de cerca el interés político. Como también era de esperarse que para alcanzar sus mutuos objetivos, élites locales y gobierno superior, tratasen de aunar fuerzas mediante distintos tipos de alianza. Desde tal vez fines del siglo XVI, pero con más seguridad desde principios del.siglo XVII, estas alianzas empezaron a materializarse a través de vínculos de parentesco. Esta modalidad fue adquiriendo fuerza rápidamente, pero no fue la única. Las redes de parentesco y de afinidad de intereses eran mucho más complejas que una simple relación bilateral entre determinado alto funcionario y un miembro dado de la élite y su familia próxima. Sus hilos envolvían a verdaderos grupos de poder, cuyos intereses eran tan diversos y complicados corno los propios lazos de familia. Para fines del siglo XVI y principios del XVII muchas de estas familias no solo habían empezado a asentarse sólidamente en el país, sino que también se habían ido consolidando corno grupo elitista. Varias eran las características que hacia 1590, y sobre todo a medida que fue entrando el siglo XVII, habían empezado a distinguir a estos grupos elitistas. En el plano económico uno de los rasgos resaltantes era la diversidad de sus actividades. Un mismo miembro de las élites podía ser a la vez armador, almacenista,

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CONFLICTOS Y TENSIONES DE LOS GRUPOS DE PODER:

agente de compañías comerciales foráneas o ejercer a gran escala el comercio exterior por cuenta propia, mantener abierta tienda al menudeo, tener aserraderos y casas de alquiler, y ser a la vez ganadero, transportista del Chagre y dueño de mulas para el acarreo transístmico. Otros se dedicaban a los dos transportes transístmicos, mantenían esclavos de alquiler y casas para renta. Y los había que se dedicaban a la vez a la pesquería de perlas, la ganadería y la explotación minera. Para principios del siglo XVII se habían formado por lo menos cuatro sólidos grupos de élite, tanto por sus lazos familiares como por sus intereses económicos. pra entre estos grupos que se concentraban las mayores fortunas y se distribuían las actividades más lucrativas. También entre ellos se repartían ios empleos de gobierno más importantes, hecho que fue facilitado por la venta de cargos públicos desde la década de 1590. Con la excepción de los cargos superiores de la Audiencia -presidente, oidor, fiscal-, de Hacienda -contador, factor y veedor, y tesorero-, y Gobierno-alcaldes mayores, gobernadores provinciales-, prácticamente todos los demás cargos fueron puestos en venta, pudiéndolos adquirir el que ofreciera mejor postura. De esa manera, los oficios de la alta burocracia y los más importantes cargos con mando y jurisdicción quedaron en manos de los acomodados, de los ricos y de los riquísimos. Con lo c4al, la administración del gobierno se convirtió en una empresa esencialmente oUg~rquica . Los miembros del Cabildo catedralicio, es decir, el alto clero, salvo el obispo, eran reclutados entre las familias de patricios. Y cargos puramente honoríficos y a veces muy costosos de ejerce.r, corno las capitanías y alferazgos de las cuatro compañías milicianas de Panamá, se pusieron en manos de los miembros más acaudalados de las élites. Fue así cómo las posiciones de mayor prestigio y poder fueron recayendo en los vecinos más ricos y socialmente más agresivos. La manifestación de este proceso parece ya evidente en el tránsito del XVI al XVII, justo cuando se generaliza la práctica de la venta de los oficios, por lo que podría situarse en esas fechas el nacimiento de las primeras oligarquías locales (y hasta, si cabe, el nacimiento de la primera "conciencia criolla"). Tal vez la vinculación de e~~ proceso con las ventas de oficios no sea mera casualidad y más bien dicha coincidencia sea causa a la vez que efecto, pero este es un punto que debe investigarse más.

Oficios

LOS OFICIOS VENDIBLES EN LA AUDIENCIA DE PANAMÁ AÑOS 1568 A 1700 ( VALOR MEDIO EN PESOS DE 8 REALES) Nº Primera 1568-85 1586-99 1600-15 1640-50 1660-86 1690-1700 venta

I. Real Audiencia Alguacil mayor de corte Escribano mayor de Cámara Procuradores del Número Receptores del Número

1

1568

20.680

9.000

9.000

8.500

2

1568

16.875

10.754

6.618

4.500

4.500

3.000

5

1583

662

662

692

1.500

450

576

2

1589

1.390

1.390

1.145

850

285

770 Oficios

SOCIEDAD, ECONOMfA Y CULTURA MATERIAL



Primera 1568-85 1586-99 1600-15 1640-50 1660-86 1690-1700 venta

Depositario general

11. Cabildo de Panamá Regidores

22.000

12

1586

1.517

1.650

1.396

2.500

2.100

1.000

Alguacil mayor

1

1575

23.162

14.906

16.875

13.000

7.000

5.000

Depositario general

1

1570

8.768

8.156

21.000*

6.000

5.400

Alférez real o mayor

1

1593

5.000

1.500

Alcaldía mayor de Cruces

1

1651

28.000

3.666*

Escribano mayor

1

1571

8.000

7.500

7.750

Alcalde provincial de Ja Hermandad

1

1631

5.000

7.500

8.000

Escribano mayor de minas y registros Escribanías públicas de provincia

1

1568

22.000

18.000

2

Escribanías públicas y del número

2

5.000

5.515

7.445

7.612

111. Escribanías 16.544

27.563

22.000

1568

3.640

4.497

1.500

3.000

1564

4.274

7.507

4.400

1.000

16.544

Nota: Las fechas son aproximadas. Los valores originales vienen a veces en ducados y en otras denominaciones, que para el cuadro he convertido a pesos de 8 reales. Este cuadro solo incluye los cargos vendibles en la ciudad de Panamá. *=La suma de la columna para el período 1690-1700 era por el arrendamiento de la Alcaldía de Cruces; la suma de 21.000 pesos para el depositario general de la ciudad incluía además los cargos de receptor de la alcabala y tenedor de bienes de difuntos. Los tres cargos los adquirió por esa suma Antonio Franco en 1629. Fuentes: "Descripción" de 1607 y fuentes diversas con los títulos de confirmación correspondientes.

Consolidación de la primera oligarquía estable La acumulación de riqueza, prestigio social y poder político creó, pues, una cumbre reducida que se fue haciendo cada vez más diferenciada del resto de la sociedad. De hecho, adquirió todos los elementos de una verdadera élite, que devino cada vez más oligárquica. Es difícil saber a partir de qué momento esa élite fue adquiriendo el carácter cerrado y excluyente que la distinguió por el resto del período colonial. Las fuentes dejan la impresión de que mientras los negocios transístmicos se mantuvieron en alza, digamos hasta fines de la década de 1580, es decir antes de que se produjera la crisis comercial de la década siguiente (la primera crisis que sufrió el sistema de ferias y galeones, que produjo por algunos años la discontinuidad anual de las ferias, una sensible disminución en los volú-

CONFLICTOS Y TENSIONES DE LOS GRUPOS DE PODER:

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menes de la carga, e incluso afectó la composición de las importaciones) existió una notoria movilidad vertical entre los blancos, dando esto lugar a que los más audaces fueran asegurando posiciones. Los testimonios a la vista parecen demostrar, sin embargo, que los grupos de poder empezaron a manejarse desde fines del XVI y sobre todo desde las primeras décadas del XVII de manera diferente a como lo habían hecho antes. La consolidación del gobierno superior representando por la Audiencia como expresión visible del omnipresente poder del monarca, y la cambiante situación económica ocasionada por la disminución de los tránsitos que, como se sabe, obligaron a los hombres de negocios a buscar su seguridad en opciones económicas complementarias -aunque no necesariamente sustitutivas-, tendrían inevitablemente que conducir a nuevas actitudes políticas. Otro de los factores de cambio fue la propia sociedad, al irse definiendo cada vez con carácter más firme y permanente los elencos que habrían de colocarse en primera línea, por su ascendencia social -nobles, hidalgos-, por sus propios méritos profesionales -militares y abogados sobre todo-, o por su riqueza, o por las tres cosas juntas, lo que no empezó a cristalizar hasta fines del XVI y principios del XVII. La aparición de estos grupos no solo introdujo un nuevo factor de poder, sino que también, como en el caso del fortalecimiento de la economía y del gobierno superior --el presidente, como se recordará, se convierte también en gobernador y capitán general-, creó la necesidad de readaptaciones a las actitudes políticas. Una de las consecuencias .de este proceso fue que las igualdades características de la sociedad de Conquista acabaron por ceder a nuevas jerarquizaciones, al principio confusas y contradictorias, pero cada vez más acentuadas a medida que avanzó la burocratización y quedaron repartidos los oficios, y las diferencias económicas se fueron haciendo más claras. En el transcurso del siglo XVII las diferencias se ahondan, marcando una profunda separación entre las élites que controlan el poder y las fuentes de riqueza, y los vecinos blancos menesterosos, condenados a fundirse social y racialmente con las castas de mulatos, cuarterones, mestizos y negros libertos en un proceso irrefrenable de pauperización. Por supuesto que las fuentes no son suficientemente explícitas sobre los pasos que siguió este complejo proceso, pero el estudio detenido de casos y la interpretación de numerosos testimonios dispersos ofrecen abundantes pistas que de alguna manera nos orientan. De estas referencias se llega, en efecto, a la impresión de que una vez el vecino carente de blasones, pero que con mucho esfuerzo personal, iba acumulando riqueza en el comercio, la minería o el transporte, y concomitantemente ganando influencia y respeto, empezó a sentir la necesidad de promover su status social e ir a la conquista de posiciones que le dieran seguridades jurídicas y garantías para el ejercicio de sus actividades económicas. No tardaría en advertir que la riqueza le podía pavimentar cómodamente el camino hacia sus objetivos. Es en este contexto que adquiere significado la importancia que aquí le asigno a la década de 1590: de hecho pareciera que resultó decisiva como cierre de. una época y apertura de otra nueva. Cuando se produjo la crisis transitista de la década y se fue observando con claridad durante las primeras décadas del XVII que no habría marcha atrás a los tiempos dorados de las ferias anuales y los

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SOCIEDAD, ECONOMIA Y CULTURA MATERIAL

años seguidos de ganancia fácil, los que lograron sortear la situación procuraron estrechar filas y defender a codazos sus posiciones. Huelga decir que la crisis pudieron afrontarla con menos apremios los que estaban en mejores condiciones económicas. Eran, por supuesto, los más aptos para sobrevivir y tal vez los únicos capaces de sacar ventaja a la crisis. Fue precisamente entonces que se abrió a la venta una gran cantidad de oficios públicos cuyos nombramientos se había reservado hasta entonces la Corona o no existían previamente. La crisis económica en que se encontraba el país dio entonces la ventaja a los más acaudalados, pues descalificaba a los menos solventes, permitiéndole a los primeros sacar provecho de la situación. La posibilidad que ofrecía esta coyuntura tenía un doble atractivo para los vecinos: por un lado, poner a cubierto sus caudales, ya que la compra de un oficio era, después de todo, una inversión de la que con un poco de maña se podían sacar jugosos dividendos; por otra, asegurarse una posición de prestigio social e ingresar al círculo de poder político-administrativo. De cualquier forma, se trataba de una manera muy conveniente de consolidar sus conquistas materiales y de satisfacer sus apetencias de ascensión social, por no decir que sus ambiciones de poder político. De hecho, era un pasaje seguro hacia la legitimación de su statu quo como grupo dominante. Dado que la opción a los cargos vendibles al mejor postor propiciaba la plutocracia, podría afirmarse que ella abonó decisivamente el terreno para la formación de las futuras oligarquías. Los oficios vendidos tenían al principio carácter vitalicio, es decir que una vez sorteados ciertos trámites legales -la confirmación real, el derecho de "conducción a España" que era un impuesto para cubrir los gastos de acarreo de la suma pagada por el valor del oficio, y desde luego el haber cubierto la totalidad de su valor- permanecían de por vida en manos del comprador. Pero a partir de la primera década del siglo XVII la Corona decidió hacerlos aún más atractivos. Dado que la venta de oficios había tenido como propósito principal el allegar fondos para la Corona y las recaudaciones obtenidas por ese concepto habían sido pingües desde que los oficios se ofrecieron en venta masivamente en la década de 1590, se pensó que una manera de aumentar esos ingresos sería agregándole a su condición de vitalicios la de renunciables. De esa manera, en principio, el oficio podía transmitirse en línea directa a los descendientes, prácticamente como si se tratara de un bien vinculado. La posibilidad de asegurar la permanencia, la continuidad, y hasta si cabe la perpetuidad, eran atractivos a los que no podían ser indiferentes los hombres de aquella época. Todo esto vino a contribuir a que la mayoría de los cargos públicos -con las excepciones que ya conocernos -cayera en manos de un círculo restringido de poderosos, lo que sentó las bases jurídicas para una política de exclusión de los sectores populares del cuerpo político. También esto sentó las bases para una estructura de poder de tipo elitista de carácter hereditario. A costa de algunos pesos o ducados, el rico podía, pues, colarse por los anchos portillos de los cargos burocráticos y de representación, e irse asegurando, de esa guisa, una nueva posición en la sociedad, con lo que quedaba inscrito en el círculo de las minorías y más cerca del poder real. Al final de ese camino de individuación que le iba diferenciando cada vez más de aquellos que compartían su mismo origen, le aguardaba la esperanza del ennoblecimiento, una cumbre

CONFLICTOS Y TENSIONES DE LOS GRUPOS DE PODER:

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que pocos lograban, pero que todos, pública o secretamente, aspiraban a alcanzar. Cada cual fue esbozando así un proyecto de vida distinto al de sus antepasados, buscando nuevas relaciones y afinidades, es decir otros individuos que compartían los mismos intereses y objetivos. Fueron de esa manera formándose círculos de lealtades y hasta complicidades que pugnaban por prevalecer sobre los demás en la lucha por el control de la vida económica. Con eso se amplió más la fisura entre los vecinos poderosos y los que no lo eran y aquéllos se fueron haciendo cada vez más celosos de sus privilegios. Abierto el abismo que los separaba, lo que había comenzado siendo un grupo borroso e indiferenciado, se fue convirtiendo en un círculo restringido y cerrado. Hemos visto que la riqueza daba a las élites la fuerza económica y que la venta de oficios públicos les abría el camino para el poder político. Pero eran los lazos de parentesco lo que les impartía consistencia social. En efecto, los documentos sugieren con firmeza que la relación familiar-¡;o, la danza, la comida, el vestido, los adornos y no solo en las grandes

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ocasiones sino en el trato cotidiano, debían responder a un sistema de convenciones prescrito y de rígida observancia. La ostentación y el brillo eran también parte consustancial de su forma de vida. En la España de la dinastía Habsburgo, se dictaron numerosas leyes suntuarias con prohibiciones estrictas en materia de ropa de vestir, tocados, joyas y medios de transporte, con objeto de evitar el excesivo boato y para que los súbditos opulentos refrenaran sus gastos y no fueran tan ofensivamente ostentosos. Por lo demás, a cada individuo, dependiendo de su condición social, de su profesión, o de su sexo, se le imponía un patrón de indumentaria, se le señalaban los colores que debían tener sus vestidos y, en el caso de los estratos más bajos, sobre todo los esclavos, simplemente se les prohibía vestir con ropas lujosas y adornarse con joyas. Estas disposiciones, a veces irritantes y difíciles de acatar, iban dirigidas a distinguir a cada grupo social, a cada individuo, según su categoría, es decir, según el papel que le correspondía jugar en el conjunto de la colectividad. Vestir no era, entonces, un asunto privado y particular. La ropa que se usa es una forma de identificación social por medio de la cual los individuos se reconocen. Es un acto de cara al público, que sirve para exhibir el estatus social a que se pertenece. Formaba parte de los códigos mentales que eran comprensibles a cualquier persona de esos tiempos. Constituye, de esa manera, una expresión visual inteligible a todos. Lo anterior se contextualiza mejor si recordamos que entre los siglos XVI y XVIII, el Estado y el sistema judicial jugaban un papel cada vez más interventor en el espacio social. En esos espacios sociales todo estaba prescrito, ordenado, sistemáticamente jerarquizado. Las formalidades en el tratamiento dictaban las relaciones interpersonales y el comportamiento público del individuo. La más insignificante actuación cotidiana, estaba marcada por la ceremonia, los gestos y la apariencia, que eran manifestaciones expresas del carácter externo de la cultura de la época. La jerarquización social, profesional (maestros, oficiales, aprendices, peones), los distintos niveles entre los miembros de los cuerpos colegiados (Ayuntamiento, Audiencia, Cabildo catedralicio), exigían riguroso respeto a la etiqueta (colocación de los asientos, saludos, etc.). La inobservancia a la precedencia en las ceremonias oficiales, o un equívoco en la etiqueta, se consideraban actos escandalosos e intolerables y eran a menudo causa de prisión para los transgresores. La documentación colonial panameña ilustra esta situación con muchos ejemplos. El incidente que sigue tipifica muy bien este problema. Un día de agosto de 1623, en la ciudad de Panamá, cuatro conspicuos miembros de la élite no saludaron a los oidores, según lo exigía, presumiblemente, la etiqueta, por lo que éstos los hicieron encerrar en la cárcel pública. Los cuatro caballeros eran D. Pedro Rangel, regidor del Cabildo y secretario de la Audiencia, su hermano D. Antonio Rangel, D. Tomás de Quiñones, también regidor y D. Antonio Franco, hijo de Agustín Franco, alguacil mayor de la ciudad, todos ellos miembros notables de la crema social. Montaban a caballo, al parecer, ostensible y festivamente, "con espuelas y borceguíes" por la Calle Real, cuando tropezaron con los ancianos e irritables oidores doctor Carrasco del Saz y licenciado Gerónimo de Herrera, que iban a pie, a los que les hicieron un simple "saludo de gorra" y sin bajarse de sus corceles continuaron alegremente su cabalgata. Este simple "saludo de gorra" o "hablar de sombrero" -ambos términos son usados por los

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testigos- constituían, obviamente, códigos de etiqueta que interpretaron los oidores como ofensivos a su rango. Al parecer, esperaban que les hicieron la venia con pie en tierra. Ofendido el honor, sólo cabía aplicar el condigno castigo 1 • En numerosos expedientes que se conservan en el Archivo de Indias, fechados en años ya muy avanzados del siglo XVIII, los pleitos por cuestiones de precedencia prueban su plena vigencia en fechas tan tardías. El lenguaje y el tono de los conflictos entre las partes envueltas es el mismo del siglo XVII. También conviene detenernos un momento en el riguroso protocolo de las precedencias, porque constituía una fuente típica de conflicto entre los grupos de poder y una de las expresiones características de la cultura política de aquella época. Era un asunto que se tomaba muy en serio, porque en aquella época ceremoniosa, teatral, puntillosa y formalista, la forma y el aparato externo eran tan importantes como el contenido, sino más. La representación de la cosa era más importante que la cosa misma. En el gran teatro en el que consistían las procesiones y actos públicos, la posición que cada cual ocupaba en la escena, representaba su importancia y jerarquía en la sociedad. El estar era el ser. En el ritual Barroco, es la forma la que da sustancia al contenido )"no éste el que determina la forma. Por eso era tan sensible llevar el portaestandarte de la ciudad, o el guión en la procesión del Corpus, situarse bajo el palio, sentarse en sillas forradas de terciopelo carmesí, colocarse junto al dosel real o al retrato del monarca. Como eran actos que se escenificaban públicamente en las ocasiones solemnes y formaban parte esencial de la cultura urbana, toda la comunidad sabía reconocer los símbolos que cada categoría representaba y quien era quién según dónde se situaba. Así, cuando un gobernador arrogante, un oidor o un obispo, se apropiaba de los símbolos de jerarquía y precedencia alterando el ordenamiento ritual, la sociedad entera lo percibía como un golpe a su propio ser. Al escándalo consiguiente seguía entonces la abominación de toda la comunidad. Los archivos están atestados de episodios de esta jaez. ¿Cómo explicar que los conflictos de precedencia fueran tan frecuentes y ocuparan de esta guisa la atención de los contemporáneos? Constituye un craso error de anacronismo considerarlos cursis o ridículos porque esto sería desconocer la importancia cultural que en aquella época tenían los valores emblemáticos y el ritual, y que, en la valoración de las sociedades, los intereses materiales solían ocupar un rol subalterno frente a lo espiritual o a los símbolos de prestigio social. Por eso en los testamentos se dejaban cuantiosos legados a la Iglesia para obras pías y misas por el sufragio del difunto, aún cuando esto significara dejar en la indigencia a los posibles herederos. Y también por eso, desde el más rico comerciante hasta el más humilde artesano, competían en gastos para costear corridas de toros, obras teatrales, fastuosas carrozas alegóricas forradas en plata y telas preciosas, y lujosos festejos que duraban semanas, sólo para celebrar la entronización del monarca, la boda del rey o el nacimiento del príncipe. La cultura tenía definida claramente las prioridades. De allí que el encono de los contendientes no fuera por el valor material que tenía la cosa en disputa sino por el valor emblemático que ambas partes le asignaran. La élite era la única clase social capaz de aunar fuerzas y enfrentarse unida al peligro común en los grandes momentos de crisis: una amenaza externa, como 1

Los autos correspondientes vienen acompañados con carta del presidente Rodrigo de Vivero del 4.VIII .1623, AGI Panamá 17.

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la piratería, el cimarron~je, o los alzamientos indígenas; o rebeliones intestinas, desastres naturales, plagas y hambrunas. Fue en ese sentido una clase compacta que supo delimitar el ámbito que la separaba del resto de la sociedad, lo que condujo a una política sistemática de exclusión de los sectores populares del cuerpo político y a una actitud persistente por impedir su contaminación racial. Además, sabían lo que querían y tenían el poder y la habilidad para satisfacer sus intereses. Fue esa combinación de poder y lucidez precisamente lo que llevó a las élites a delimitar su número en un esfuerzo por impedir su debilitamiento y salvarlas del peligro ocasionado por la caída de los tránsitos. Esta política de control del número, no solo era una demostración de su capacidad para manejar las situaciones y enfrentarse a las dificultades compacta y coherentemente, sino que mostraba también el nivel de su conciencia de clase y su decisión de defender tenazmente sus posiciones2 • Las limitaciones de expansión de la economía frenaron el crecimiento numérico de las élites, pero no las debilitó. Más bien contribuyeron a endurecer sus posiciones, ahondando el foso que las separaba de las masas. En otras palabras, las hizo más oligárquicas, más cerradas y menos expuestas a las contaminaciones de los otros sectores sociales y de casta. En los momentos de crisis -aún las más agudas- siguió siendo el único grupo social capaz de mantener su peculiar forma de vida y hasta de sacar provecho de la situación. El crecimiento de las masas populares, debido al desbordante proceso de mestizaje, fue un riesgo que no estaba en sus manos controlar, pero al que supo oponerse recogiendo filas. Dado que las necesidades administrativas del gobierno no aumentaron porque el volumen de actividades se mantuvo limitado a escalas relativamente fijas, no creció tampoco la burocracia, y los cargos públicos, al igual que los miembros de las élites, permanecieron limitados a un numerus clausus3 • De hecho el número de miembros de la élite disminuyó a partir de la década de 1640, como ya discutí en un capitulo anterior. Los cuadros administrativos y con ellos la fuerza política permanecieron de esa manera exclusivamente en sus manos. El hecho de que las élites constituyeran una clase social, no significa que entre ellas no existieran divisiones. Por el contrario, esta fue una de sus principales características. Si en alguna parte cobra sentido la popular expresión "pueblo chico infierno grande", era precisamente aquí. Cada núcleo familiar con sus ramificaciones -que a medida que pasaba el tiempo se iban haciendo cada vez más complejas y extensas-, iría cerrando filas y definiendo su ámbito de intereses para enfrentarse a los que pudieran hacerle competencia o disputarle la hegemonía en determinado campo de actividad. Conjuntos de cargos públicos quedan atrapados por círculos de parientes durante generaciones. Familias hay que se especializan, de padres a hijos y nietos, en ciertos negocios lucrativos. Las tensiones de grupo habrían de adquirir las características propias de las comunidades reducidas. La emulación, los antagonismos y los choques de facciones, la tortuosa competencia por ganar el favor de los oidores, el presidente, los visitadores o los virreyes, y los celos recíprocos trajeron inquietud e incertidumbre y convirtieron a las élites en permanentes protagonistas de 2

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An~lizo esta situación en Economía Terciaria y Sociedad Panamá, Siglos XVI-.XVII, Impresora de la Nación, INAC, Panamá, 1980, pp.42ss. Ibídem

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episodios intrascendentes que dejaban amargas y dolorosas cicatrices. La política se convirtió en un ejercicio de supervivencia teñido de pasiones pueriles y se caracterizó por su sentido de oportunismo y por sus objetivos a breve plazo. Después de todo, la permanencia del presidente y los oidores, salvo excepciones, duraba pocos años -sobre todo la de los primeros- y los virreyes siempre iban de paso o como mucho demoraban su partida algunos meses. La necesidad de formar nuevos vínculos con los recién llegados traería, por consecuencia, nuevas agrupaciones y roscas para atraerse su favor. Salvo algunos principios, como el respeto a los privilegios municipales y la observancia de ciertas formas por parte del gobierno superior para el trato a los capitulares, los distintos grupos elitistas no disponían de un programa político que los distinguiera entre sí. Su comportamiento como grupo respondía a objetivos específicos y concretos, casi siempre egoístas y raras veces buscaban proyectarse al bien común, salvo cuando no había otro remedio, como en el caso de ciertas emergencias en que las élites y el pueblo debían unir fuerzas: donativos, o préstamos, para .acudir a los apremios del Erario, o reglamentaciones de normas para impedir la especulación, o la crisis artificial de alimentos, o soluciones prácticas para preparar la defensa ante una amenaza pirática. Si tuvieron algún proyecto a largo plazo éste fue el de recurrir a todos los medios posibles para perpetuarse en el poder y asegurarse las ventajas que les daba su posición de clase privilegiada. Sin embargo, era el único cuerpo político con capacidad de expresión. No solo porque disponía de todos los elementos para el control de la vida pública y tenia él respaldo universalmente aceptado de la legitimidad, sino también porque la actividad política le era privativa, ya que la solo posibilidad de que el resto de la sociedad tuviera participación política formal caía fuera de toda consideración. A ello contribuyó el carácter mismo de la masa popular, que era una abigarrada y disforme sociedad compuesta de indios, mestizos, mulatos, cuarterones, esclavos, negros horras y blancos menesterosos, cuyos únicos puntos en común eran su pobreza y su condición socialmente subalterna. Las normas establecidas del derecho fijaban gradaciones a esa masa con arreglo a los criterios de casta, lo que propiciaba en su interior la división e incluso creaba tensiones por razón del color. Cada quien, según su pigmentación, debía batallar como pudiera para evitar que se le confundiera -y degradara- con los de otras castas inferiores. Y si tuvieron éxito algunos de los más audaces y agresivos, no fue para unirse a los de su casta y luchar por una causa común, sino para diferenciarse de sus iguales y trepar por la escala social procurando acercarse a los dominadores. Por lo menos esto fue así hasta mediados del siglo XVIII, cuando empezaron a aparecer signos que revelaban nuevos comportamientos y actitudes entre los sectores superiores de las castas libertas4 • La política formal quedó pues reservada privativamente a las élites. Códigos de conducta comunes, motivaciones racionales, o ideales con arreglo a determinados valores, el control administrativo, la legitimación jurídica de su condición de casta dominante y por supuesto la fuerza económica, convirtieron lo político 4

Sobre este proceso, Alfredo Castillero Calvo, Los negros y mulatos libres en la historia social panameña, Panamá, 1969; "La ciudad imaginada, contexto ideológico-emblemático y funcionalidad", Cap. IlI de La Ciudad Imaginada, ya citado, y "Conflictos Sociales y Vida Urbana: El Paradigma Panameño", Revista Cultural Lotería, Nº 426, Panamá, septiembre-octubre de 1999, p .60-86.

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en el coto cerrado de un minúsculo grupo de privilegiados. Por eso los conflictos políticos se produjeron en su propio seno. La lucha por el poder no se tradujo, en consecuencia, en un conflicto de clases, sino en una confrontación de grupos en el seno de las propias élites. Un examen sistemático y cauteloso de las nóminas de los poderosos nos ilustra hasta qué punto unos mismos individuos acaparan todas las fuentes de riqueza y poder. Tomemos una serie de años de una época dada en cualquier tiempo del período colonial y obtendremos el mismo resultado: los principales propietarios de los medios de transporte transístmico -chatas, mulas, etc.-, los que dominan el gran comercio exterior, los dueños de las casas más costosas, los grandes ganaderos, los que controlan la pesquería de perlas, los aserraderos y las minas de oro; son a la vez los que se apropian de los más influyentes puestos de gobierno. Una y otra vez sus nombres se repiten. Era un círculo estrecho donde no había espacio más que para los elegidos. Lo que si por un lado lo convertía en un cuerpo necesariamente oligárquico, obligándolo a limitar el número de miembros, también estimulaba los conflictos de intereses y la formación de grupos. Una de las consecuencias sería inevitablemente que estos grupos pugnasen por suplantarse en una obstinada lucha por la hegemonía y que el relevo se convirtiera en la regla de oro de la supervivencia política. Por supuesto que las afirmaciones anteriores no son, ni pretenden ser definitivas. Pero ha sido la acumulación de evidencias lo que me ha llevado a ellas, no el propósito deliberado de sustentar una tesis. Es probable que el problema no haya sido tan sencillo como aquí aparece. Una de las ideas que he sugerido se refiere a la importancia que parecía tener para las élites el poder contar con el apoyo de la Audiencia, o al menos de parte de sus miembros, para prevalecer sobre los grupos rivales. Y a la vez, que también para los miembros de la Audiencia era decisivo apoyarse en los grupos elitistas, dado que podían valerse de éstos para extender su influencia a la arena económica, asunto este al que pocos se mostraron indiferentes. Este planteamiento presenta varios problemas. Uno de ellos es hasta qué punto resultó una constante del período colonial, o más bien hasta la fecha en que se extinguió la Audiencia a mediados del siglo XVIII, el que el apoyo de la Audiencia constituyera un factor decisivo en los conflictos de poder de los grupos elitistas. Para responder a esto tendría que hacerse un estudio más exhaustivo que el realizado hasta aquí, pues haría falta conocer muchos más casos de los que he tenido a la vista. De cualquier forma, esto nos presentaría a las élites como una fuerza incapaz de valerse por sí misma y siempre dependiente del favor audiencia! para resolver los conflictos domésticos. Hay pruebas, sin embargo, de que lo contrario es más bien lo correcto. De hecho, muchas evidencias sugieren que en diversas ocasiones, cuando ciertos grupos locales de presión no pudieron ganar el apoyo de la Audiencia, se enfrentaron a esta colocándola en situación. comprometida, cuando no derrotándola. Por otra parte, los miembros de la Audiencia tampoco formaban una unidad cerrada, siempre identificada en sus propósitos. No constituían un cuerpo armónico y sin contradicciones. Solo la lectura de los "acuerdos", es decir las resoluciones que tomaban como cuerpo para dar respuesta a determinado problema, ilustra hasta qué punto disentían. A tenor de sus propias y secretas inten-

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ciones, cada miembro podía escoger a sus aliados. De esa manera, varios grupos elitistas podían llevar adelante sus conflictos con el apoyo de oidores rivales entre sí, o unirse a un presidente que antagonizaba a uno o más oidores que a su vez apoyaban a otros grupos, lo que no evitaba la posibilidad de que alguno de los grupos constituidos quedara excluido del reparto. También un solo grupo podía asegurarse la alianza de la Audiencia en pleno. Finalmente, cuando los distintos miembros de la Audiencia arribaban a Panamá, se encontraban con que ya había grupos de élite constituidos que conformaban sólidos factores de poder, gracias a la diversidad de sus lucrativas actividades económicas y al conjunto de oficios públicos adquiridos por compra y con carácter vitalicio. ¿Hasta qué punto la Audiencia podía ser efectiva en su propósito de mantener a todos y cada uno de los grupos bajo control? De la misma manera, ¿en qué medida era posible que un solo grupo elitista controlara todos o la gran mayoría de esos cargos o las actividades económicas que estaban ligadas a éstos? Como se sabe, las funciones y atribuciones de estos cargos permitían tanto la formación de una "clientela", como un área de influencia económica: así, la Alcaldía de Cruces para los tráficos transístmicos; los regimientos para el abasto de las ciudades; las distintas escribanías -según su clase-, para diferentes zonas de acción; la Gobernación veragüense y la Alcaldía Mayor de Natá para la minería, y de esa manera otras por el estilo. Por supuesto que no había cargos para todos, dado que los puestos eran numerarios, como tampoco eran ilimitadas las opciones económicas. Fue esto último, como ya se dijo, lo que determinó que el número de vecinos blancos tuviera que frenar su expansión, manteniéndose dentro de un limite más o menos rígido; pero cabe también la posibilidad de que el carácter numerario de los cargos públicos constituyera un factor decisivo en esa política de restricción demográfica. El hecho de que el ámbito político-administrativo y las opciones económicas tuvieran un límite, no' solo constituía un factor de exclusión, sino que creaba estructuralmente condiciones para el conflicto. Resultó por ello inevitable que la lucha por el predominio sobre otras fuerzas constituyera una constante en el comportamiento de la sociedad elitista. Pero el control de la situación por parte de un grupo dado, solo era duradero en la medida en que éste tenía razonablemente posibilidades de mantener su influencia y hacer valer sus pretensiones en el seno de una sociedad donde había también otros grupos con iguales o pretendidos derechos y con el vigor suficiente para hacerle competencia y reclamar los mismos privilegios. De esa manera, el relevo de los grupos elitistas habría de convertirse en una de las modalidades características del proceso político. Todos estos fenómenos habían hecho aparición a comienzos del siglo XVII, pero fueron también la nota dominante hasta por lo menos mediados del siglo siguiente, cuando la extinción de la Audiencia y el cambio sustancial que sufrió la economía de los tránsitos creó nuevas condiciones para el ejercicio del poder.

Los grupos de poder en el siglo XVII En Memorial dirigido al rey en Panamá, a 17 de junio de 1618, el alguacil mayor de la ciudad, Agustín Franco, denunciaba las vinculaciones existentes entre los oidores de la Audiencia y ciertos grupos familiares de la élite local. Señalaba vínculos de compadrazgo, uniones matrimoniales y otras relaciones colaterales a través de los descendientes de los oidores, como en los casos de

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Ordoño y Antonia de Salazar, y la familia Coronado. Eran vínculos estrictamente prohibidos por la Ley. A su denuncia, Franco agregaba los siguientes comentarios, refriéndose a las alianzas del oidor Espino de Cáceres con estos grupos: "por lo cual tienen muy de ordinario mucho trato y comunicación yéndose el dicho oidor y su mujer a holguras fuera de la ciudad con los dichos sus compadres [O.Tomás de Meneses y su mujer] y llevando con ellos otros sus convidados y esto lo he visto muchas veces con nota y escándalo". Y agrega: "Del dicho compadrazgo y parentesco que el dicho oidor ha contraído con los dichos D. Tomás de Meneses y su mujer ha resultado tener la misma amistad y trato con todos los deudos, familiares y allegados de los susodichos que son personas poderosas en esta ciudad". Y finalmente: "Todas las dichas personas por ser de las ricas y con oficios de república, tienen muchos dependientes y allegados y casi todos traen pleitos de ordinario con la Audiencia Real, siendo juez en ellos el dicho oidor" 5 • Franco apuntaba a uno de los fenómenos característicos del comportamiento político-social de la élite colonial. Por un lado, la formación de grupos, núcleos o clanes familiares y, por otro, la práctica de estos grupos y de los funcionarios de aliarse entre sí. Cabe suponer que la acusación de Franco pretende sugerir que la formación de estos grupos obedecía al propósito de ejercer influencia y aprovecharse de sus alianzas. Lo que omite decir Franco es el hecho de que él mismo era cabeza de otro de los grupos familiares entroncados con miembros del gobierno superior. En 1614, miembros del Cabildo panameño le habían acusado de tener las mismas prácticas que criticaba con tanta vehemencia en su Memorial, con los oidores y el fiscal de entonces, llevándoselos a "holguras" a su hacienda ganadera de las afueras de Panamá6 • La importancia del Memorial de Franco consiste en que se trata del primero, y hasta ahora el único conocido, que hace referencia explícita al problema, acompañándolo con una relación pormenorizada de los individuos involucrados. Las siguientes relaciones de parentesco tienen como base el Memorial de Franco, cuyo contenido he enriquecido utilizando las genealogías existentes en la Colección Salazar y Castro de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, y diversas fuentes con información sobre cargos, propiedades, vínculos familiares y otros datos, sobre todo en la sección Panamá, del Archivo de Indias, legajos 17, 30, 34, 34bis, 46, 377, 378, 379. De varios de estos personajes ya me he ocupado en capítulos anteriores, por lo que me limito aquí a resumir sus datos.

l. Grupo de los Meneses, Salazar, Ribera y Zúñiga l.

Lic. Alonso Espino de Cáceres, oidor (activo en Panamá desde 1618 hasta julio de 1623), compadre de Tomás de Meneses y Antonia de Salazar, mujer de éste. Como oidor decano tras la muerte del oidor Santa Cruz Ribadeneira el 2 de mayo de 1621, Espino ocupó la presidencia temporalmente, hasta la llegada del titular Rodrigo de Vivero y Velasco.

s El original en AGI Panamá 104. 6 Sobre esto, varias cartas del Cabildo en AGI Panamá 30.

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D. Tomás de Meneses (Ribera). Nace hacia 1583 en Panamá, ya que en 1638 declara tener 35 años. Entre 1605 y 1620 es alguacil mayor de corte, cargo que, según la "Descripción" de la Audiencia de 1607, recién había comprado en 15.000 durados. En 1615 ya era capitán de una de las compañías del número de la ciudad. En 1620 la Audiencia le nombra alcalde mayor de Natá. En el donativo de 1622-23 aportó 100 pesos, de modo que era hombre acomodado. Cuando se le nombra en la Alcaldía Mayor de Natá en consideración a ser "persona de méritos y buenas partes y acomodada", y como era típico en la época, se toman muy en cuenta sus vínculos familiares, recordándose los "servicios" prestados por su padre el Cap. Gaspar de Meneses y su tío el deán D. Francisco de Ribera Bustamante. Lo más notorio es que se nombra interinamente en el alguacilazgo mayor de que era titular, a su cuñado D. Ordoño de Salazar, hermano de su mujer, Dª Antonia de Salazar, ambos hijos del oidor Lic. Antonio de Salazar7 • Dª Antonia de Salazar, esposa de Tomás de Meneses, hija del oidor Lic. Antonio de Salazar, nombrado en 1585 y muerto eyi la ciudad en 1597. Antonia, que es ya difunta en 1629, estaba emparentada por su esposo con las siguientes "personas poderosas de la ciudad". D. Francisco de Ribera Bustamante, deán de la Catedral, tío de Tomás de Meneses; propuesto por el presidente Rodrigo de Vivero para la silla episcopal de Panamá tras la muerte de su enemigo el obispo fray Francisco de la Cámara en 1624. Se encontraba en Portobelo en su fundación, donde era "señor de barcos y ·casas". En 1617 ya se había trasladado a Panamá, conservando un barco en el Chagre y una casa en Portobelo. En 1609 era dueño de un hato de 3.000 reses. El deán Ribera Bustamante declaró el 16 de julio de 1618, en una probanza del presbítero Agustín de Ribero y Aguila, haber cumplido 60 años, luego habría nacido hacia 15588 • Cap. Ginés de Bustamante, nace hacia 1574, ya que declara tener 44 años en 1618 y 56 años en 1630. Había estado de guarnición en la Alpujarra; embarcado en la flota de Nápoles, luego viaja como alférez en la Carrera de Indias y participa en varios combates contra naos holandesas. Llega a Panamá hacia 1604 y se le nombra castellano del Chagre en 1617; luego adquiere una veinticuatría, la cual ejerce entre 1611 y 1640. El Cabildo le elige alcalde de Cruces en 1628 y 1629. Era dueño de recua en 1627 y de varias carns en la capital. Casa con Dª María Paradines, hermana de Tomás de Meneses, con quien tiene numerosos hijos, siendo el primogénito el presbítero y poeta Ginés de Bustamante, aspirante a canonjía en la catedral de Panamá; también tuvo otro hijo sacerdote, D. Francisco de Bustamante. Todos ellos pudieron contar con la protección de su tío el deán Francisco de Ribera Bustamante9 •

Sobre el nombramiento interino de Ordoño de Salazar, carta de Ja Audiencia al rey, Panamá, 25.Vl.1620, AGI Panamá 17. Esta probanza en AGI Panamá 104. Parte de esta información, aunque corregida, procede de Antonio Serrano de Haro, op. cit., p. 99. Más sobre Bustamante en AGI Panamá 378 y en declaraciones suyas en Interrogatorio sobre el castellano D. Antonio de Mendoza, Panamá, 19.11.1630, AGI Panamá 379. Sobre su hijo el canónigo, AGI Panamá 65.

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D. Diego de Meneses, veinticuatro, luego alguacil mayor de la Audiencia, cargo en el que sucede a su hermano Tomás, hijos ambos del Cap. D. Gaspar de Meneses, natural de Orán, "vecino de los más antiguos de esta ciudad [Panamá] en la que sirvió a su majestad más de 30 años, así en la paz, siendo como fue muchas voces alcalde ordinario, como en la guerra en plaza de capitán de infantería española y antes fue capitán del número", quien estuvo casado con Dª María de Ribera Bustamante, madre de Tomás, Diego y Baltasar, y hermana del deán Ribera Bustamante. Diego Meneses casó con Dª Dionisia de Narváez y Valdelomar, hija del Dr. Gaspar de Narváez y Valdelomar, oidor en Santo Domingo (1604-1620) y luego de Chile (todavía en 1629) "y antes corregidor de Potosí y teniente de corregidor de Lima, alcalde ordinario y asesor de los virreyes de dicho reino". Diego nace en Panamá hacia 1587; tenía 31 años en 1618. Muere de unos 45 años, pues consta de su fallecimiento el 29 de agosto de 1632, dejando viuda a su mujer, que le hereda. El alguacilazgo mayor lo renuncia Diego de Meneses en favor del Cap. Juan García Serrano el 7 de agosto de 1632, y se evalúa en 16,000 pesos de ocho10 • 7. Isabel de Ribera, viuda, tía de Tomás, Diego y Baltasar de Meneses, hermana de María de Ribera y del deán Ribera. Era considerada una mujer "rica" en 1618. 8. D. Ordoño de Salazar, hijo del oidor Antonio de Salazar y hermano de Antonia de Salazar y por tanto cuñado de Tomás de Meneses, a quien sustituye como alguacil mayor de la Audiencia cuando ési:e ocupa la Alcaldía Mayor de Natá en 1620 por nombramiento de la Audiencia. Considerado "hombre rico", como su hermana. Casa con Dª Victorina de Salinas, hija de Andrés Pérez de Salinas y Francisca de Zúñiga, hermana de Juan Gómez de Zúñiga. Ordoño fue alcalde ordinario en 1623. Había nacido hacia 1581; tenía unos 31 años en 161811 • 9. Juan Gómez de Zúñiga es hijo de Alvaro Gómez de Zúñiga, muerto antes de 1589, y Beatriz Márquez. Juan Gómez de Zúñiga, nace en Panamá, y es "vecino que está en opinión que tiene 300.000 ducados" y con "muchos dependientes y allegados", gran propietario de recuas mulares desde por lo menos 1585. Lega al morir en 1622 al convento de monjas de la Concepción 200.000 pesos. En 1609 era propietario de 2.200 reses. 10. Andrés Pérez de Salinas, nacido en 1557, llega a Panamá en 1573. Fundador de Portobelo en 1597 con una casa y un barco, ya desavecindado en 1617. Es procurador general de la ciudad por varios años durante la década de 1590, y electo alcalde ordinario en 1613. Casa con Francisca de Zúñiga, hermana de Juan Gómez de Zúñiga. Es suegro de Ordoño de Salazar. Tenía un hijo sacerdote "que tiene ordenado de misa".

to Sobre la tra1l1sferencia del alguacilazgo, "Confirmación de alguacil mayor de corte de la Audiencia de Panamá a favor de Juan García Serrano, año 1634", AGI Panamá 57. 11 Referencia expresa al parentesco entre Ordoño y Antonia de Salazar con el oidor Antonio de Salazar, en carta de la Audiencia de Panamá, 25.Vl.1620, AGI Panamá 17. Más sobre Ordoño de Salazar en AGI Panamá 377 y 378.

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Grupo de los Rangel, Coronado, García Serrano, Torres y Maldonado Lic. Gonzalo Mejía de Villalobos, oidor de la Audiencia desde 1616, ya difunto en 1619, "compadre de D. Alonso Coronado y Ulloa y doña Angela Rangel, su mujer y les sacó un hijo de pila y con el dicho compadrazgo ha emparentado con las personas siguientes con quien tiene amistad" . D. Alonso Coronado y Ulloa, bautizado en Panamá el 25 de julio de 1613, era hijo del oidor D. Alonso Coronado Maldonado y Dª Juana de Ulloa. Fue gobernador y capitán general de Veragua en 1618; en 1620 es nombrado por la Audiencia alcalde mayor de Portobelo en interinidad. Casó con Dª Angela Rangel, nativa de Panamá e hija del secretario de la Audiencia Pedro González Rangel. Uno de sus hijos fue el Dr. Alonso de Coronado y Ulloa, abogado de la Audiencia de Lima y del tribunal de la Santa Inquisición, rector y catedrático de vísperas de cánones de la Universidad de Lima quien en 1654 solicitaba a la Corona "una de las mayores plazas de este reino". Con Angela Rangel tuvo también a Dª Ana Ventura de Co.ronado que casó con el sargento mayor D. Fernando de la Cadena. Ana Ventura es una de las herederas en 1670 de Dª Catalina Rangel, tía suya y esposa de Juan García Serrano. Dª Ana Rangel, esposa de Alonso Coronado y Ulloa, era pariente de las siguientes personas. D. Pedro González Rangel [Palomeque], secretario de la Audiencia -primera Escribanía de Cámara, Gobierno y Guerra y Juzgado de Bienes de Difuntos-, era hijo de Dª Florentina Ramírez Palomeque y D. Pedro González Rangel que ocupó el mismo cargo entre 1583 y 1610, cuando murió. Dª Florentina muere entre 1645 y 1646. D. Pedro se graduó en cánones en Salamanca. Era veinticuatro desde 1608; años más tarde fue capitán de una de las compañías del número o milicianas. Era hermano de Dª Angela, Dª Catalina, D. Antonio y D. Rodrigo Rangel, este último también graduado de cánones en Salamanca, con nueve años de estudios en dicha Universidad. Había vivido varios años en España. Todos eran nativos de Panamá. Dª Florentina Ramírez Palomeque era propietaria de dos casas en 1609, como vimos en otro capítulo. D. Antonio Rangel, pocos años más tarde candidato a la Alcaldía Mayor de Cruces y nombrado efectivamente en el cargo hacia 1624 o 1625. Dª Catalina Rangel, esposa del capitán Juan García Serrano, ambos cuñados de Alonso de Coronado y Ulloa. (Este Juan García Serrano es el mismo de abajo) Cap. Juan García Serrano, veinticuatro, alcalde provincial de la Santa Hermandad; fundador de Portobelo en 1597, donde era propietario de casas; capitán de una de las compañías del número de la ciudad. De su matrimonio con Catalina Rangel tuvo a Juan García Serrano, futuro veinticuatro (1633) y alguacil mayor de la Audiencia, como sucesor de Diego de Meneses (1632). Este hijo tuvo un vástago mulato ilegítimo llamado Nicolás Serrano que heredó de su abuela Catalina Rangel varios miles de pesos, por los que mantuvo pleito con su prima Dª. Ana, hija de Angela Rangel y Alonso de Coronado. Como ya he mencionado en otro capítulo, el primer

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Juan García Serrano había hecho una fortuna en la extracción de oro de las minas de Tabarabá a principios del siglo XVII, habiendo "sacado más de 100.000 castellanos de oro", según el Memorial de Juan de Valencia de 1669 ya citado. 8. Cap. Baltasar Maldonado, "hombre que hace 100.000 ducados y vecino de los más antiguos" (1617); uno de los fundadores de Portobelo; "del mayor trato y contrato de esta ciudad [Panamá] tanto por mar como tierra con todos los géneros que hay en esta ciudad, tiene 300.000 pesos de caudal" (1626); casado con otra hermana de Angela y Catalina Rangel, y por tanto concuñado de Alonso de Coronado y del Cap. Juan García Serrano padre, alcalde ordinario en 1612; propietario de escribanía pública del número en Nombre de Dios en 1596; propietario de bergantines para la pesca de perlas en el Golfo de Panamá en 1611; titular de la Escribanía Mayor de Minas y Registros y contador interino de Real Hacienda; en 1624 capitán de una de las compañías del número de Panamá, conferida por el Presidente Vivero y Velasco "por ser el hombre más rico de esta ciudad"; padre de Jerónimo y Manuel Maldonado, ambos en distintos tiempos escribanos mayores de Minas y Registros, y padre también del alférez Francisco Maldonado, titular de la Segunda Escribanía de Cámara, Gobierno y Guerra y Juzgado de Bienes de Difuntos desde 163612 • 9. Simón de Torres, "suegro de Pedro González Rangel". Miembro de la familia Torres, propietaria de uno de los más célebres navíos que navegaba por el Pacífico en el primer tercio del siglo XVII, el "Nuestra Señora de Illescas". En el donativo de 1622-23 aportó 100 pesos. 10. D. Juan Barba de Coronado, alcalde mayor de Natá, hermano de Alonso Coronado y Ulloa e hijo del oidor Alonso de Coronado y Maldonado. 11. D. Alonso Coronado y Maldonado (también llamado Alonso Barba de Coronado y Ulloa, ya que en los documentos aparece bien con el Maldonado o con el Ulloa aunque raras veces con el Barba), oidor de la Audiencia desde 1604; jubilado por sus abusos en 1614 con retiro forzoso en Los Santos, donde residía en 1618; muere en 1619. Era hijo de Juan de Coronado, vecino de Sevilla, quien casó en 1545 con María Calvo, madre de Alonso.

III. Grupo de la Fuente Almonte, Roa, y Vera l.

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Dª Juana de Escobar, mujer del oidor Gonzalo Mejía de Villalobos, "fue madrina del desposorio del capitán Lorenzo de Roa y Dª Inés su mujer, hija del capitán Juan de la Fuente Almonte, respecto de lo cual tienen mucha amistad y trato con las personas siguientes" 13 • Dª Inés de la Fuente Almonte, hija del capitán Juan de la Fuente Almonte, estaba casada, según el texto anterior, con el capitán y sargento mayor Lorenzo de Roa. Según Vila Vilar y Lohmann Villena, Inés de la Fuente casó Referencias a los Maldonado y Ribera Bustamante en AGI Panamá 17. Sobre los Almonte ya me he referido en el capítulo XIII. He utilizado para su reconstrucción genealógica el Memorial de Agustín Franco, la Col. Salazar y Castro, de BAHM, G. Lohmann Villena, Los Americanos en las órdenes nobiliarias, y E. Vila Vilar y G. Lohmann Villena, Familia, Linajes y Negocios entre Sevilla y las Indias, Los A/monte. Basándome en esta última obra, que no había podido consultar hasta ahora, corrijo y amplío en este trabajo lo referente a los Almonte que ya había publicado en la Historia General de Panamá, T. I, Cap. VIII, pp. 247s.

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con D. Luis Enríquez, futuro ministro del Consejo de Indias, mientras que fue Bárbara, otra hija de Juan de la Fuente, la que casó con Roa14 • Ambas hermanas estaban emparentada con los siguientes Cap. Lorenzo de Roa, luego de ser sargento mayor en Panamá, fue ex-gobernador y capitán general de Veragua. Era propietario de bergantines para la pesca de perlas en el Golfo de Panamá en 1611; dueño de 5.000 reses en Coclé, uno de los hatos ganaderos más grandes del país; capitán de las 7 fragatas que con 140 hombres se aprestaron a la defensa de la ciudad en 1616. Había llegado en 1597 con el presidente Alonso de Sotomayor al frente de una de las dos compañías de 100 hombres cada una con los soldados regulares que en esa ocasión se enviaron al Istmo. Fue la de Roa la que se acantonó en la ciudad de Panamá. Cap. Juan de la Fuente Almonte y de las Casas, hijo de Alonso García de Almonte, natural de Almonte, Huelva, y de Oª Ana de las Casas, natural de Sevilla; casado en primeras nupcias con Oª Juana de Rojas, natural de Granada. Al enviudar, casa en Panamá en segundas nup~ias con otra Juana de Rojas, como ya mencioné en el capítulo XVII. De sus distintas declaraciones parece desprenderse que nace entre 1556 y 1558 en Sevilla, ya que en 1598 dice tener 42 años, 45 años en 1602, 45 años en 1603 y 62 años en 1618, aunque, como vimos en el capítulo XVII, en la probanza de su nieto el maestre de campo Juan Lucas de la Fuente y Rojas, consta que nació en 1542. Llega a Panamá antes de 1577, de modo que entonces tendría unos 35 años. En 1597 es uno de los fl1ndadores de Portobelo, donde tuvo "casas y barco" . Fue alcalde ordinario de Panamá en 1590, 1594, 1595, 1598, 1602, 1604,1607, 1609 y 1614. Desde 1598 era capitán de la caballería miliciana de Panamá. En 1591 y 1596 fue elegido por el Cabildo Alcalde de la Santa Hermandad. Y en 1613 y 1616 fue nombrado Procurador General de la Ciudad 15 • Todos estos nombramientos evidencian su prominente posición social. Juan de la Fuente Almonte y de las Casas, es padre de Inés (según Agustín Franco, la esposa de Lorenzo de Roa), y de Juan de la Fuente el mozo. Era dueño de bergantín en la pesquería de perlas del Golfo de Panamá en 1611, y en 1609 se contaban en sus hatos ganaderos 2.100 reses vacunas. En el donativo de 1622-23 aportó 200 pesos. Una carta del presidente Rodrigo Vivero de 1626 indica que ya era difunto, habiendo cumplido más de 80 años. En esta carta respondía a una R.C. que preguntaba por el capitán Juan de la Fuente Almonte y su hijo homónimo. Dice que el capitán Juan de la Fuente Almonte padre "fue uno de los vecinos honrados y ricos que tuvo G. Lohamnn Villena, Pruebas de Juan Lucas de la Fuente y Rojas, en Los Americanos en las órdenes nobiliarias, T. l. p. 165. E. Vila Vilar y G. Lohmann Villena, Familia, Linajes y Negocios ..., p.241-244. Varios datos de Juan de la Fuente Almonte en AGI Panamá legajos 32 (sobre su vecindad en Portobelo),63A (con Información de sus Méritos y Servicios), 378 (sobre su condición de alcalde ordinario y fecha de nacimiento) y 237 (sobre la compra de la veinticuatría) . Otros datos personales para 1598, como fecha de nacimiento y cargo de alcalde mayor, en Probanza de méritos del capitán y regidor de Panamá Juan de Tejada, con interrogatorio en Panamá, 5.V.1598, AGI Panamá 44. También, "Información a pedimento de los indios de Chepo sobre que pretenden no pagar tributos atento a ser pocos y su gran pobreza y sustentar sacerdote", afio 1602, AGI Panamá 377. En testimonio de autos sobre el matrimonio de Femando de Silva y Dª Antonia de Salazar, de septiembre de 1603 declara ser natural de Sevilla y tener 45 aftos. También Lohmann Villena, Los Americanos en las órdenes nobiliarias, T. 1, p . 165.

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esta ciudad y como tal le hicieron muchas veces alcalde ordinario, y no fue nunca soldado, ni gozó de sueldo pero tuvo esta compañía con título de los presidentes juzgando que como hombre rico y poderoso la conservaría mejor que otro". En la misma carta Vivero comunica que a su hijo Juan (llamado el mozo), le había nombrado capitán de una de las compañías de caballería de la ciudad, "pues la tengo por más provechosa que ninguna de la de infantería porque Panamá es una plaza abierta sin castillo ni muralla" 16 • El capitán Francisco de Almonte era el hijo segundón de Diego García de Almonte y Ana de las Casas y de la Fuente Almonte, sevillanos. Según testimonios recogidos en Panamá, era "primo hermano de la dicha doña Inés", la hija de Juan de la Fuente Almonte. Lo que confirman otras fuentes, según las cuales era "sobrino" de Juan de la Fuente Almonte y de las Casas. En efecto, su madre, Ana, era hermana de Juan17 • En 1615 declara tener 44 años, luego habría nacido hacia 1571 18 • Era natural de Sevilla. En 1594, llega a Panamá con 2.500 ducados que le entregó su padre, y cuando ya se encontraba establecido su tío Juan de la Fuente Almonte. En 1604 regresa a Sevilla, donde renuncia a su herencia en favor de su hermano mayor, Diego, a cambio de 1.000 pesos que éste le entrega. Vuelve a Panamá, donde se instala de manera permanente. Francisco tuvo cinco hermanos enteros varones y siete hembras. El primogénito, como dije, era Diego, y Francisco el segundogénito. El tercero, ocho años menor que Francisco, era Juan, el mozo o el joven, a la postre el más exitoso de toda la familia Almonte. El cuarto hermano varón era Hernando de Almonte. Diego casó con Gerónima de Verástegui, hermana de María, quien casa con Juan, el tercero de los hermanos, lo que les convierte en concuñados. Siendo Francisco alcalde ordinario del Cabildo de Panamá, Diego de Alrnonte firma varias cartas del Cabildo panameño en 162819 • Francisco fue, entre los hermanos, el que más destacó en Panamá, ya que Juan hizo su exitosa carrera más bien en Lima y Sevilla. Fue uno de los fundadores de Portobelo, donde tenía casas y barco. Casó con su prima, la rica propietaria Dª. Leonor de Robledo y Rojas, nacida en Panamá en 1580, del primer matrimonio de la mujer de su tío Juan de la Fuente Almonte y de las Casas. A partir de 1634, siendo ya sexagenario, se pierde el rastro de Francisco de Almonte . Su viuda, Dª Leonor, queda a cargo de una enjundiosa fortuna consistente en juros, bienes inmuebles y una chata en Chagre. Para 1644, tras haber cumplido unos 64 años, también era difunta. Según la reconstrucción genealógica de Salazar y Castro, la mujer de Francisco de Almonte era hija de Melchor García de Robledo, nacido en Sevilla, y de Dª Juana de Rojas, "natural de Granada" (lo que crea confusión, ya que también Juan de la Fuente Almonte, su tío, casa con una Dª Juana de Rojas, también granadina). Melchor García de Robledo era sobrino de Hernando y Carta de Rodrigo de Vivero, Panamá, 6.VI.1626, AGI Panamá 18. BAHM, Col. Salazar y Castro, D-35, f. 205. Sobre su edad, declaración suya en "Proceso criminal hecho contra el contador Juan Pérez de Lezcano sobre desacato a acuerdo de la Audiencia, Panamá 17.VIIl .1615, AGI Panamá 34A. Cf. Cartas del Cabildo de Panamá, de 18.IV.1628 (AGI Panamá 104); de 15.IV.1628 (AGI Panamá 31) y de 11 .VIl.1628 (AGI Panamá 31). Tal vez la suya fue una presencia fugaz porque luego no vuelve a aparecer como capitular.

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Alonso de Luque, muy activos en Panamá hacia mediados del XVI, sobrinos a su vez de Hernando de Luque, el del "triunvirato" con Almagro y Pizarro 20 • Su presencia como veinticuatro está documentada entre 1580 y 1583 21 • De manera que Francisco de Almonte se vincula por vía del matrimonio a una rama familiar que llevaba dos generaciones en Panamá . Francisco de Almonte ocupa en 1628 la Alcaldía Ordinaria de Panamá y entre 1616 y 1618 está documentado como capitán de una de las compañías del número de la ciudad. En el donativo de 1622-23 aportó 300 pesos. Juan de la Fuente Almonte el mozo, veinticuatro, primogénito de Juan de la Fuente Almonte y de las Casas, y de Juana de Rojas, era hermano de Dª Inés, ambos naturales de Panamá 22 • Nace el 8 de septiembre de 1591. En 1612 su padre adquiere para él, teniendo ya cumplidos 21 años, el cargo de veinticuatro en 1.655 pesos, sucediendo a Alvaro Núñez de Herrera, quien lo había renunciado, y se le concede formalmente el título en 1613. Ejercía este cargo por lo menos hasta julio de 162623 • Luego de residir en Panamá durante más de 35 años, ejerciendo como capitán de milicias, regidor y hombre de negocios, tras la muerte de su-padre se traslada con su madre a Lima, donde se encuentra instalado con gran ostentación en 1628. Era medio hermano de la rica propietaria Leonor de Robledo, casada con su tío y cuñado Francisco de Almonte. En el donativo de 1622-23 había aportado 100 pesos. Era "de buen cuerpo, blanco, carirredondo, un diente quebrado en la parte de arriba". Viajó frecuentemente en asuntos de negocios, entre Panamá, Perú y España . En 1624 se encontraba en Perú, donde participó en la defensa contra el pirata L'Hermite. Casó con Catalina Sedeño de Contreras, viuda de Luis García de Mela, de la que se divorció muy pronto, en 1632, por no haber llevado ésta ninguna dote, siendo que en su matrimonio anterior había aportado más de 42.000 pesos. Fuente Almonte la demandó, pero ella escapó desvalijándole. Fallece en Lima sin dejar testamento entre 1647 y 165024 • Cap. Juan de Vera Pizarra, casado con prima hermana de doña Inés y de Juan de Almonte el mozo. Hombre acaudalado, hizo su fortuna en la minería veragüense. El 31 de octubre de 1653 adquirió el título de veinticuatro por renuncia de Pedro Mejía y tras pagar por el cargo 2.000 pesos. El título lo confirmó el Real y Supremo Consejo de Indias el 23 de noviembre de ese año25 • Hacia 1630, los Almonte entroncan con el general de origen chileno Juan Cortés de Monroy, caballero de la Orden de Santiago, y gobernador de Veragua, al casar éste con Dª Ana de Almonte o Ana Domonte y Robledo. Tuvieron una hija, que nace en Veragua en 1631, llamada Jacinta Monroy de Datos sobre su relación con los Luque, en AGI Panamá 376. Hay documentos firmados por García Robledo como veinticuatro en AGI Pana má 30, 31 , 41. La genealogía de los Fuente Almonte y de los Coronado, proceden de la Colección Salazar y Castro de la BAHM, D. 35 fol. 205 y 184 respectivamente. Su última firma en cartas del Cabildo de Panamá aparece el 3.VI.1626, elogiando los servicios del oidor Juan de Burgos, AGl Panamá 31. E. Vila Vilar y G. Lohmann Villena, Familia, Linajes y Negocios ..., pp. 240-241. Sobre titulo de veinticuatro, AGI Panamá 238. Mejía había pagado por el oficio 3.100 pesos.

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Omonte (o Almonte), y que ingresa en 1655, con 26 años, al convento panameño de La Concepción, como religiosa de velo negro 26 • Juan de la Fuente Almonte, el joven, o el mozo, hijo de Diego García de Almonte y Ana de las Casas y hermano de Francisco de Almonte. Agustín Franco no le menciona en su Memorial de 1618, tal vez porque pasaba menos tiempo en Panamá que en Lima, donde se había establecido hasta 1620; o tal vez porque quienes le inquietaban debido a su influencia en la vida doméstica panameña eran más bien su tío Juan de la Fuente Almonte y su hermano Francisco de Almonte. Juan es un personaje clave de esta familia, aunque como ya he dicho, sus actividades se desarrollan más bien entre Lima y Sevilla. A él ya me he referido en el capítulo XIII. Nace en Sevilla el 9 de septiembre de 1579. Se vinculó estrechamente a las élites de Panamá, Lima y Sevilla, tanto por razones de parentesco natural o político, como por negocios. Y supo aprovechar con mucho éxito una coyuntura económica de gran prosperidad comercial. En asocio con su tío Juan de la Fuente Almonte y de las Casas y de su hermano Francisco de Almonte y otros parientes cercanos, realizó frecuentes viajes a Perú y a España, participando con enormes sumas de dinero propio y ajeno en las flotas de Tierra Firme, y ganándose un sólido prestigio en el gremio de comerciantes. Así lo demuestran las encomiendas por muchos miles de pesos que le entregaban en mercancías, pesos y barras de plata algunos de los más prominentes comerciantes sevillanos como Tomás Mañara o Antonio María Bucarelli, y poderosos comerciantes limeños como Baltasar de Lorca, Pedro de Aguirre Juan Arias de Valencia, o el dueño del Banco de Lima, Juan de la Cueva, uno de cuyos hermanos viajaba como asociado o acompañante de Juan entre Lima y Panamá. Gozando de un sólido prestigio, fue uno de los mayores responsables de la creación del Tribunal del Consulado de Lima, cuando ya el Perú se había convertido en un gran emporio comercial. Compartía la propiedad, con su tío y homónimo, del navío San Francisco, que navegaba entre Lima, Panamá y Acapulco entre 1610 y 1617, año en que se fue a pique frente a las costas ecuatorianas. En 1620, cuando regresa de manera definitiva a su ciudad natal, Sevilla, llevaba a su cargo la enorme suma de 320.852 pesos. Casó con Dª María de Verástegui, su concuñada, ya que era hermana de Gerónima, la mujer de su hermano Diego. Dª María se había casado en primeras nupcias con el rico comerciante Cristóbal de Barrionuevo. Con ella, Juan tuvo dos hijos: Diego de la Fuente Domonte, o Domonte y Verástegui, y Feliciana Domonte y Verástegui. Una vez en Sevilla, ocupó cargos de gran importancia en el Cabildo, corno alcalde provincial de la Santa Hermandad y alcalde mayor de la ciudad. En 1638 ingresa a la Orden de Caballería de Santiago, y en 1648 es nombrado Consejero de Hacienda en la Contaduría Mayor de Cuentas, desde donde no dejaría de proteger los intereses de su extendida familia indiana. Testó en 1666 y muere en 1667, a los 88 años de edad27 • Los Autos de ingreso de Dª Jacinta Monroy al convento, entre el 5 y el 7.1.1655, lo reproduce en el Apéndice Pilar Hernández Aparicio, op. cit., pp.52-54. Me baso para la reconstrucción biográfica de Juan de la Fuente Almonte el joven, en E. Vi\a Vilar y G. Lohmann Villena, Familia, Linajes y negocios .... que constituye la figura central en su estudio sobre este linaje.

CONFLICTOS Y TENSIONES DE LOS GRUPOS DE PODER:

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IV. Grupo de los Franco, Vargas Machuca y Prado Agustín Franco, nacido en la villa del Viso, España, en la década de 1570. En 1606 es veinticuatro del Cabildo, depositario general y alguacil mayor de la ciudad de Panamá. En 1619 su fortuna es de 350.000 pesos. Tenía casas, barco en Chagre, esclavos, bergantines para buceo de perlas, y se dedicaba al comercio. Casó en primeras nupcias con Dª Francisca de Lara, hija de Tristán de Silva Campofrío y de Dª Menda de Frías y Salazar. Dª Menda de Frías era hija de Dª Beatriz de Valdés y Diego de Frías Trejo, quien era hermano de Juan Rodríguez Bautista. Ambos hermanos tuvieron una importante participación en la conquista de Veragua a mediados del siglo XVI. Fueron figuras clave en el sometimiento de Rodrigo Méndez en 1562, y en las luchas contra los cimarrones, y contra Oxeham y Drake. Por vía de ese matrimonio, Franco se vinculaba a una de las más rancias familia de conquistadores. En este primer matrimonio, Franco tuvo siete hijos, de ellos dos presbíteros. En segundas nupcias Franco casó con Dª Francisca de Cifuentes Balvasi, con quien tuvo cuatro varones y una hija que adoptó el hábito de monja concepcionista. ·· 2. D. Antonio Franco de Silva, veinticuatro del Cabildo, primogénito de Franco, casó con Dª Francisca de Vargas Machuca, hija del alcalde mayor de Portobelo y autor de Milicia y Descripción de las Indias, Bernardo de Vargas Machuca, y hermana de Juan de Vargas Machuca, sargento mayor de Panamá entre 1648 y 1653. Al enviudar de Dª Francisca se hizo sacerdote. 3. D. Rodrigo Hurtado de Malina, alguacil mayor de Portobelo y del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, casado con Dª Catalina Franco de Lara, hija de Agustín Franco y Dª Francisca de Lara. 4. D. Antonio del Barrio González de Sepúlveda, nieto del oidor Juan del Barrio Sepúlveda, casado con Dª Isabel Franco de Lara, hija de Agustín Franco. 5. D. Jorge Antonio de Prado padre, es veinticuatro del Cabildo y desde 1651 alguacil mayor de la Audiencia. Casa con una Franco, hija de Agustín Franco. Hombre muy acomodado, presta al Fisco en 1651 la considerable suma de 16,000 pesos28 • 6. D. Jorge Antonio de Prado hijo, nieto de Agustín Franco, compró el alguacilazgo mayor de la Audiencia sucediendo a su padre homónimo. 7. D. Antonio Franco, hermano de Agustín, fue veinticuatro del Cabildo, depositario general, receptor de la alcabala y tenedor de bienes de difuntos de la ciudad de Panamá y más tarde depositario general de la Audiencia. 8. D. Diego de Silva Campofrío, factor interino de Real Hacienda en 1628 y 1629, nacido en Panamá hacia 1582, hijo de Tristán de Silva Campofrío y cuñado de Agustín Franco por su primer matrimonio. D. Pedro de Silva Campofrío y D. Manuel de Silva Campofrío, hermanos del anterior, y por tanto todos cuñados de Franco. A estos cuatro grupos podrían agregarse otros núcleos familiares, como los Alarcón, los Quiñones o los de la Cueva. Además, las mencionadas alianzas l.

2s Sobre el alguacilazgo, ver el capítulo "Las Estructuras del poder" . El préstamo en AGI

Contaduría 1479.

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continuaron afianzándose y multiplicándose a medida que avanzaba el siglo. En 1618, el mismo año de Memorial de Franco, nacía en Panamá el futuro licenciado D. Carlos de Coronado y Rangel, cuyos padrinos eran el capitán Juan García Serrano y Dª Catalina Rangel, sus tíos. Casó con Dª Isabel Clara de Quiñones, hija de Tomás de Quiñones Osorio, y Dª Andrea de la Cueva y Navarrete, ambos nacidos en Panamá y miembros notables de la élite local. Asimismo, su hermana Antonia de Coronado casa con Alonso de Silva y Salazar (hijo de Antonia de Salazar, nieto del oidor Alonso de Salazar y sobrino de Ordoño de Salazar). Los ejemplos pueden multiplicarse. Por un lado, se observa la concentración de funciones en las mismas familias y grupos. Se trata, como se ve, de familias profundamente enraizadas en el país, con dos y tres generaciones de descendencia. Muchos son ya nativos del país. Por otro lado, es obvio que el favoritismo, cuando no el franco nepotismo, resultaba decisivo en la elección de los cargos, gracias al vínculo de parentesco que algunos tenían con los oidores, sobre todo en el caso de los Salazar y los Coronado. Los resultados están a la vista. Meneses es nombrado por la Audiencia alcalde mayor de Natá; Ordoño de Salazar, alguacil mayor de la Audiencia; los dos hermanos Coronado, alcaldes mayores de Natá y Portobelo; Lorenzo de Roa y Alonso Coronado, capitanes generales y gobernadores de Veragua, y las elecciones capitulares son constantemente amañadas para elegir entre los miembros de este grupo a los alcaldes mayores de Cruces (como Ginés de Bustamante, Juan de la Fuente Almonte, Francisco de Almonte y Baltasar Maldonado), y a los alcaldes provinciales de la Santa Hermandad como Juan García Serrano. También queda entre los miembros del mismo grupo la dirección de las milicias o compañías del número de la ciudad de Panamá, cargos honoríficos y de prestigio que eran también expresión de poder. De las cuatro compañías del número existentes en 1624, dos se encuentran en manos de este grupo, la de Juan García Serrano y la de Baltasar de Maldonado. En 1616, cuando la ciudad se preparaba para defenderse de Spielbergen, de las doce compañías de blancos milicianos que se organizan la mitad queda acaparada por este grupo, que además encabeza uno de sus miembros más conspicuos, el capitán Lorenzo de Roa. ORGANIZACIÓN DE LAS COMPAÑÍAS DEL NÚMERO PARA RESISTIR LA INVASIÓN DE SPIELBERGEN EN 1616 Nombre

Cargo

Diego de Rojas y Borja

Maestre de campo nombrado por el virrey Príncipe de Esquilache con 2.000 pesos corrientes al año

Cap. Juan de la Fuente Almonte

Capitán de caballería de la ciudad de Panamá. Miembro del grupo III.

Cap. D. Francisco Narváez Al faro

Sargento Mayor del reino

100

Cap. Lorenzo de Roa

7 fragatas con 20 soldados y un cabo cada una. Miembro del grupo Ill.

140

Cap. Pedro Pablo Minucho

Compañía de la ciudad de Panamá

140

Cap. D. Tomás de Meneses

Compañía de la ciudad de Panamá. Miembro del grupo I

102

Tropa

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Nombre

Cargo

Cap. Francisco de Almonte

Compañía de la ciudad de Panamá. Miembro del grupo III

Cap. Gaspar de Zurita (Sin jefatura militar)

Compañía de la ciudad de Panamá Alcaldes, veinticuatros del Cabildo y letrados

Cap. Juan Moreno

Compañía de negros horros de la ciudad de Panamá

(No dice, o sin capitán)

Soldados de Portobelo

Cap. D. Francisco Manso

Gente del valle de Chepo

Cap. D. Ordoño de Salazar

90

Cap. Rodrigo de Escobar

Gente de la Villa de Los Santos y Veragua. Miembro del grupo 1 Gente de Chame, Veragua y Natá Compañía de Infantería Compañía de Infantería. Miembro del grupo l. Compañía de Infantería

(No dice o sin capitán)

Compañía de Infantería "ítem de por sí"

100

Cap. Pedro Méndez Cap. Luis Delgado Cap. Ginés de Bustamante

Tropa 60 90 18 120 50 110

80 90 90 50

1.490 TOTAL Fuente: "Relación de las prevenciones de guerra que se hicieron en este reino de Tierra Firme por la Real Audiencia de Panamá; siendo capitán general el licenciado Francisco Manso de Contreras, oidor más antiguo, por la nueva que envió el virrey de Perú de la entrada de cinco navíos holandeses por la Mar del Sur por Magallanes, que se decía venían a Panamá", por el Cabildo de Panamá, 26.IV.1616, firman Juan de Salazar, Manuel Jorge de Prado, alférez mayor, Agustín Franco, Andrés Cortés de la Serna, Baltasar Cortés de la Serna, Nicolás Martínez Montenegro, Damián Méndez, Urbán de Medinilla, escribano del Cabildo, AGI Panamá 30. Entre paréntesis, observaciones mías.

Entre estos miembros de la élite, una carrera ejemplar fue la de D. Tomás de Quiñones Osorio, hijo de Pedro López de Baeza. El cuadro que sigue, resume su trayectoria. CARRERA PÚBLICA DE TOMAS DE QUIÑONES OSORIO Fecha y observaciones

Ocupación o nombramiento

Nace en Panamá en la década de 1580

Hijo del cap. Pedro López de Baeza y Dª Juana Osorio de Quiñones. De niño es enviado a "criarse" en España, de donde regresa en la primera década del siglo XVII. Casó con Dª Andrea de la Cueva y Navarrete, hija de Leonor de Pineda y de Femando de la Cueva y Navarrete, quien fuera alcalde ordinario de Panamá, escribano del Cabildo y su procurador en la corte de Madrid por muchos años

23.XII.1608

Remata oficio de regidor del Cabildo de Panamá en 1.510 ducados de Castilla de 11 reales a pagar en 4 años. Conservaha este cargo todavía en 1643

1610

Alcalde de la Santa Hermandad en el Cabildo de Panamá

27.VIIl.1612

Nombrado por el presidente Francisco de Valverdi de Mercado, registrador y chanciller de la Audiencia a.i . por enfermedad del Cap. Nicolás Martínez Montenegro

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SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA MATERIAL

Fecha y observaciones

Ocupación o nombramiento

7.I.1613 y 18.III.1614

Francisco de Valverdi le da licencia primero y luego comisión para asistir en astillero de Bayano "donde tiene su gente y aserradero y una fábrica de navío que al presente está calafateando", por muerte de 4 negros y fuga de esclavos con herramientas como le sucedió a Pedro de Ribera. Había en Bayano "más de 150 personas" cometiendo excesos, delitos y pecados, y hacía falta restablecer orden y justicia y rescatar negros fugitivos

14.XII.1614

Toma posesión como alcalde mayor de Natá y Villa de Los Santos y capitán a guerra, por dos años prorrogables, nombrado por Real Provisión de Audiencia en lugar del cap. Bartolomé Churruca

6.VIl.1615

Virrey Francisco de Borja, príncipe de Esquilache, le nombra alcalde mayor y capitán a guerra de Portobelo en lugar de Juan de Nava quien tiene licencia para ir a España. Salario de 600 pesos ensayados igual que anteriores alcaldes Certificación del oidor decano Lic. Manso de Contreras de que siendo Alcalde Mayor de Nata acudió a la defensa contra el pirata Spielberguen en 1615 al mando de 20 soldados españoles, mas 300 naturales "con armas que ac9stumbran" y 400 caballos, dando avisos y con tiendas en la mar, sin costo de Real Hacienda. Ver abajo nota l.

3.XII.1615

1617

Fue electo por el Cabildo alcalde y justicia de la Aduana de Cruces

1618

El presidente D. Alvaro de Quiñones Osorio, cuando llega en 1618, le nombra capitán de infantería española de una compañía del número de la ciudad de Panamá, por enfermedad de Pedro Pablo Minucho "señalados para la guardia y custodia de esta ciudad"

27.III.1619

Se le conceden privilegios como capitán del número. Ver abajo nota 2.

1620 a 1627

Personaje influyente como íntimo allegado del oidor Gerónimo de Herrera

Décadas de 1620 a 1630

Dueño de fragata o navío "Nuestra Señora de la Concepción", que viajaba a Callao

5.XIl.1629 hasta 2.IX.1631

Juramentó como factor juez oficial de Real Hacienda, nombrado por el presidente Alvaro de Quiñones Osorio "atento a vuestros servicios", "y a los de vuestro abuelo y vuestro padre", y en reemplazo "de D. Diego Pinelo que ha muerto, con salario de 200.000 maravedíes". Daría 5.000 pesos de fianza . Es reemplazado a su vez por D. Alvaro de Santa Cruz y Castro nombrado por el rey. Acudió al rescate del naufragio de la almiranta San José en 1631

3.X.1634

Da media anata por el cargo de factor juez oficial real de R.H. nombrado por el maestre de campo, presidente D. Sebastián Hurtado de Corcuera, por dejación del capitán Celedón de Santiago.

CONFLICTOS Y TENSIONES DE LOS GRUPOS DE PODER:

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Fecha y observaciones

Ocupación o nombramiento

20.VII.1637

Certificación del escribano del Cabildo Urban de Medinilla, de que el veinticuatro Tomás de Quiñones ha sido elegido alcalde de la Santa Hermandad y juez contador de las alcabalas "que son a cargo de esta ciudad por encabezamiento", o "por particular asiento"; así como varias veces alcalde ordinario del Cabildo "en depósito", por ausencia de titulares "como regidor más antiguo".

1643

Todavía vive y conserva su veinticuatría en el Cabildo. ·

Notas: 1) Manso de Contreras lo describe: "Persona de talento, casado y con hijos, y necesitado de hacienda para su ostentación y obligaciones, nieto e hijo de vecinos antiguos pobladores y conquistadores de Tierra Firme". "Ha sido veinticuatro, alcalde de Santa Hermandad, juez de alcabalas y chanciller y registrador de la Audiencia con mucha rectitud y satisfacción de la Audiencia y república y ha tratado y trata su persona y casa con lustre de hombre principal y es justo que su majestad le haga merced y le honre ocupándolo en su servicio que él lo hará bien". 2) Al hacer este nombramiento, el presidente D. Alvaro de Quiñones Osorio, caballero de Santiago, señor del Valle de Riazo y Colla escribió: "Atendiendo a que esta ciudad está entre los dos mares del norte y sur en que de ordinario en las costas de ella se inlestan por enemigos de la fe como se ha visto de pocos años y rodeada y cercada de indios de guerra y negros cimarrones, con cuyas ocasiones por ser tan continuos se anda siempre con las armas en las manos y demás de esto haber como hay 2.000 negros esclavos enemigos domésticos, que todo obliga a gran cuidado y prevensión" . "En tales circunstancias los infantes son pobres y sus capitanes los socorren y alimentan a su costa. Es julsto que a capitanes de infantería y caballería del número de Panamá (ciudad) se les guarde privilegio que si fueren pagados a sueldo de S. M". Se notificó a los alcaldes ordinarios, los alguaciles mayores y a los escribanos.

Facciones y grupos de poder en torno al oidor Herrera Siguiendo una práctica que ya se había hecho tradicional, entre 1623 y 1626 se formaban en Panamá otras facciones en tomo a un oidor, Gerónimo de Herrera. La documentación que fundamenta esta nueva situación es más completa y confiable que la del Memorial de Franco del año 1618, ya que procede de Autos judiciales. Es decir, no se trata de una acusación individual aislada, sino de un conjunto de declaraciones de vecinos importantes que recusaban al oidor Herrera, para impedir que pudiese actuar en "todos los pleitos y causas civiles y criminales". Esta vez, la acusación es múltiple, pero apunta a las mismas realidades que había denunciado Franco pocos años antes. El licenciado Gerónimo de Herrera había sido nombrado oidor para Panamá el 22 de marzo de 1620, luego de haber ejercido durante varios años como oidor en Santo Domingo. Ya se encontraba en Panamá en agosto de 1621 cuando participa en una Junta de Hacienda para hacer reparaciones a las Casas Reales29 • Llegó a su destino, como era típico, seguido de un séquito nutrido. Le acompañaban su mujer, Dª Beatriz Velázquez y sus hijos Dª Gerónima, D. Rodrigo (sacerdote nombrado canónigo en Santo Domingo), D. Juan (también cura, graduado en teología y nombrado racionero en Michoacán30 ) y D. Pedro de Herrera, capitán de infantería. Además, llegaron con él varios parientes: su 29 30

AGI Contaduría 1485; ver también AGI Panamá 34. Sobre los estudios de sus hijos, carta del oidor Gerónimo de Herrera al rey, Panamá, 4.VIl.1626, AGI Panamá 18. Dice que para acompañarle a Panamá, el canónigo tuvo que renunciar a su prebenda en Santo Domingo y el otro renunciar a su cargo de racionero en Michoacán.

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sobrino D. Domingo de Mercado y un tal Juan de Dueñas, además de dos criados, D. Luis de Laguna y Miguel Ortiz31. Desde su llegada, el oidor trató de acomodarlos a todos. Si hemos de creer a sus adversarios, practicó descaradamente el nepotismo y toleró los desarreglos de sus hijos, criados y parientes, cuya conducta con frecuencia transgredía la ley, además de ser escandalosa y hasta criminal. Toda la familia, encabezada por el oidor, demostró desde muy pronto una rapacidad irrefrenable. Por su parte, el oidor se enemistó con varios funcionarios, a los que destituyó, como a Martín Fernández Tristán, escribano de Cámara de la Audiencia. A su vez se enfrentó con varios vecinos importantes, fallando en los juicios a su cargo de manera parcializada para beneficiar a sus favoritos. La lista de vecinos querellados es impresionante. Incluye a Juan García Serrano; a Pedro de la Fuente Robles; .al canónigo de la catedral Fernando de Herrera; al abogado de la Audiencia Lic. Pedro Chacón, quien consideraba al oidor "su enemigo capital"; al abogado D. Sebastián de Céspedes y Meneses, fiscal interino de la Audiencia hasta junio de 1625 y amigo de Chacón; al capitán Baltasar Maldonado, cuyo abogado era Chacón; a Ordoño de Salazar; a los hermanos D. Baltasar Cortés de la Serna y Juan Cortés de la Serna; a Alvaro Flores de Gamboa, canónigo panameño radicado en Cuzco e hijo del Lic. Zoil Diez Flores; y a los hermanos el capitán D. Antonio Rangel, recién nombrado en la Alcaldía de Cruces, y D. Pedro Rangel, quien había sido fiscal de la Audiencia, ambos hijos de D. Pedro González Rangel, quien fuera por muchos años secretario de la Audiencia. Maldonado y los Rangel eran cuñados, como vimos antes 32 . Todos los que he mencionado eran miembros notables de la élite, y a la mayoría los he mencionado antes. Los Salazar, García Serrano, Rangel y Maldonado, que según Agustín Franco había sido favorecidos por el oidor Espino de Cáceres, ahora pasaban el grupo de los perseguidos. Como se ve, el oidor se había enemistado con grupos familiares muy poderosos. Otra de las personas que recusó al oidor fue Dª María de Velázquez, mujer de Diego Ruiz de Campos y suegra de Céspedes y Meneses, de quien el oidor se declaró "enemigo capital" a raíz del juicio criminal del tesorero D. Cristóbal de Balbas, a quien se le seguía causa sobre cohechos y fraudes a la Real Hacienda. La familia de Céspedes tenía además un pleito con Mateo de Zúñiga referente a unos esclavos, solares y bohíos para el que igualmente recusaban de toda actuación al oidor. Según Céspedes el oidor "le había cobrado grande odio y rencor" 33 . El oidor era igualmente recusado por el hospital de San Sebastián, porque era íntimo de Juan de León Escobar, tutor de la heredera de García de Marta, a quien el hospital le debía la importante suma de 5.600 pesos. El Cabildo en pleno acusó al oidor por sus atropellos, como consta en una carta que firmaron Andrés Cortés de la Serna y el capitán Diego Chumacero Lasso de la Vega, alcaldes ordinarios, Manuel Jorge de Prado, alférez mayor, D. Diego de Meneses, Juan de !barra, D. Pedro González Rangel, D. Tomás de Quiñones, D. Juan de la Fuente 31 32

33

Toda esta información en "Autos hechos por el presidente Rodrigo de Vivero contra el Lic. Gerónimo de Herrera, oidor, años 1625-1626", AGI Panamá 18. Ibídem. Ibídem.

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Almonte, Florián Méndez, el castellano Ginés de Bustamante, Bartolomé Tristán, Juan Cortés de la Serna, Jorge Rodríguez de Lisboa, depositario general y veinticuatros de la ciudad34 • En vista de las incontables quejas que se iban acumulando, y siendo que aumentaban las personas querelladas con el oidor, el presidente Rodrigo de Vivero y Velasco ordenó en 1624 levantar una investigación. En la cabeza del proceso, se decía que Herrera "tiene perturbada la paz", que contra las autoridades se expresaba "con palabras feas y descompuestas y han sido causa que hayan dejado sus oficios", que había "revelado secretos del Acuerdo propalando su voto", que "apasionándose mucho por algunos que aquí tiene por amigos y de que hay fama está prendado con dádivas que ha recibido y contra otros que tiene por enemigos, se le han hecho en breve tiempo, cosa nunca vista, cinco recusaciones por otros tantos vecinos de grandes familias". Finalmente, agrega que con su conducta, el oidor "trata de banderizar la Audiencia y la ciudad" 35 . Obviamente ya era tiempo de parar esto. Para fundamentar la investigación, el presidente hizo_comparecer el correspondiente número de testigos, entre los que se encontraban varios de los que le recusaban. Resumiré sus testimonios. En abierta transgresión de la ley, y abusando de su posición como presidente interino, D. Gerónimo nombró a su hijo Pedro alcaide de Cruces, un cargo que, como vimos en el capítulo anterior, el presidente no podía otorgar a un pariente cercano y mucho menos a un hijo. Uno de los agraviados por el oidor, Martín Fernández Tristán, de.claró que D. Rodrigo de Herrera, el hijo canónigo, adquirió recuas "y otros muchos tratos, con lo cual y la mano poderosa que tiene, quita los provechos a los vecinos que tienen estos tratos anticipándose de pedir las cargas a todas las personas que las tienen en cualquier ocasión que se ofrece" 36 . Fuentes independientes confirman que, en efecto, el canónigo Herrera era dueño de recuas, pues _así consta en la nómina de transportistas que en 1627 acarrearon el tesoro real de Panamá a Portobelo. Llevó 20 cargas con 80.000 pesos del rey, y cobró por el flete 590 pesos37 . Fernández Tristán acusaba asimismo al canónigo Rodrigo de Herrera de "vender en su casa carne fresca", pese a que existían ordenanzas que prohibían a los hijos de los oidores participar en ese tipo de actividades. En Portobelo se dedicaba al comercio como cualquier mercader "y compra y vende públicamente y se enoja si no le dan lo que pide, amenazando con su padre a las personas con quienes negocia". "Toda la ciudad estaba escandalizada con la libertad con que vive este canónigo". Su hermano Juan viajaba en cada feria a Cruces donde ejercía de capellán "como clérigo que es y allí le envían carne fresca de vaca y la va vendiendo por menudo", además "embijagua fardos, cosa indecente de su persona que como son tan codiciosos unos y otros hacen tales cosas"38 • 34

3S 36

7 3 38

La carta es de Panamá 12.IX.1625, AGI Panamá 18. El escribano del Cabildo era Urbán de Medinilla . Autos, ya citados, del presidente Vivero contra el oidor Herrera. Ibídem La plata del rey sumaba 1.320.000 pesos; se transportó en 333 cargas mulares y se pagaron por los fletes 9.823 pesos y medio, AGI Panamá 35. Ibídem .

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Otro testigo, D. Baltasar Cortés de la Serna, reiteraba lo anterior. Decía que los hijos del oidor, D. Rodrigo y D. Juan de Herrera, "son muy codiciosos y atenidos a ser hijos del oidor hacen lo que quieren, tienen tratos y contratos y mulas de recua y venden carne, puerco y longaniza y huevos y otras menudencias de manteca y crían perros para vender y puercos, y en la Casa de Cruces tiene el uno de ellos un bodegón, y habiendo ido a cargar azogue y pasajeros y otras cualesquier granjería, se atraviesan y se lo llevan todo como ellos quieren perdiendo los demás vecinos y haciendo que los mercaderes les den carga, todo con la mano de ser hijos del oidor". Vendían los perros a "cuatro patacones", es decir 4 pesos de 8 reales, suma más bien alta si consideramos que una vaca se vendía entonces a 3 pesos. El jornal de un peón calificado era de un peso o "cuando menos cinco reales", como dice un testigo en el mismo expediente refiriéndose a un "oficial de cantero y albañil"; un peón ordinario ganaba 6 reales. La lista de acusaciones era interminable. Las que se acumularon contra Dª Gerónima, hija del oidor, y sus veleidades para "colgar" a los vecinos ricos con prendas y telas de lujo, ya las he comentado en el capítulo XIV. El sobrino del oidor Domingo de Mercado tenía una pulpería donde convivía "con gran nota y escándalo con una mulata su esclava". Sus criados Ortiz y Dueñas, asesinaron a un pulpero y el oidor les permitió ausentarse del país, "quedando la muerte sin castigo". Sin embargo de estas quejas, hay varias cartas del presidente Vivero y de la Audiencia, recomendado a los hijos de Herrera y otras tantas del propio Vivero, no solo pidiendo la jubilación del anciano oidor, ya con 80 años cumplidos, sino también insistiendo en la conveniencia de separarle del cargo por "viejo". Estaba casi totalmente sordo y con frecuentes quebrantos de salud. Vivero tenía "escrúpulos" dejándole actuar en la sala de Audiencia. "No es a propósito como juez", por lo que si no se le jubilaba, Vivero se conformaba con que al menos "le retiren a su casa" con "alguna merced" 39 • En efecto, en julio de 1623, la Audiencia en pleno había solicitado a la Corona acomodase a los hijos de Herrera con alguna merced acorde a sus carreras. De D. Rodrigo de Herrera, el hijo mayor, decía que era graduado en teología y "muy lucido en un ·púlpito". Para seguir a su padre a Panamá, había tenido que renunciar a su canonjía en Santo Domingo, y se encontraba en Panamá "reducido" a capellán de las monjas de la Concepción. D. Juan de Herrera Velázquez, por enfermizo, no había podido ir a ocupar el cargo de racionero en Michoacán para el que le había nombrado el rey. Era, dice la Audiencia, el "hijo más servicial de la casa de su padre" y aspiraba a la maestrescuelía de la catedral panameña. De su hija Gerónima dicen que "era doncella para poner en estado". Y para Pedro de Herrera, que era capitán de infantería, la Audiencia proponía "que se le ocupe en cosas de guerra o gobiemo" 40 • Uno de los aspectos interesantes de estas declaraciones es que descubren las razones por las cuales algunos vecinos encontraban ventajoso aliarse con el oidor. La más importante: contar con su favor en los acuerdos de la Audiencia, o cuando aquel actuaba como alcalde de corte (que ejercían los oidores por 39 40

Ver cartas de Vivero en ese sentido, de Panamá, 31.VII.1623, Panamá, 4.VII .1624, Panamá, 30.Vl.1624, todas en AGI Panamá 17. La carta de la Audiencia es de Panamá, 6.VI.1623, y la firman el presidente Rodrigo de Vivero, y los oidores Espino de Cáceres, Carrasco del Saz e lbáñez de Albendea, AGI Panamá 17.

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períodos cuatrimestrales), alcalde del Crimen o como juez semanero. La ventaja de su amistad era demasiado obvia para ignorarla. Hay que destacar que para la misma época de estas alianzas, existían los grupos o clanes de poder formados en tomo al oidor Alonso Espino de Cáceres a que aludí páginas atrás. Espino ejerció en la Audiencia junto con el oidor Herrera, hasta que fue nombrado oidor en Quito, para donde partió en julio de 1623. Había sido nombrado el 23 de marzo de 1616 y tras la muerte del oidor Santa Cruz en el terremoto de 1621, hasta su salida, había sido el oidor decano. Los otros oidores eran el Dr. Francisco Carrasco del Saz, nombrado el 7 de junio de 1616 y muerto en Panamá en junio de 1625; los Lic. D. Hemando Ibañez de Albendea, nombrado el 22 de marzo de 1620 (el mismo día que Herrera y muerto en Panamá en noviembre de 1624), y D. Juan de Burgos, nombrado el 23 de agosto de 1622. De manera que entre mediados de 1625 y 1626, es decir, el período en el que se acumularon las acusaciones contra Herrera, este ejercía como oidor decano, mientras que el otro oidor activo era Burgos. El presidente era Rodrigo de Vivero, conde del valle de Orizaba, un funcionario dedicado, talentoso y serio quien, posiblemente harto de las quejas- contra Herrera, no vaciló en ordenar los Autos para informar a la Corona de los desarreglos de esta familia. Ya en 1624 escribía al rey aconsejando jubilar a Herrera, por considerarlo "muy viejo, de 77 años". En cambio de Burgos decía que era "hombre de apacible condición y celo" 41 • Un año más tarde le calculaba 80 años a Herrera y nuevamente aconsejaba jubilarle42 • Los testigos que declararon en los Autos identificaron varios grupos familiares allegados al oidor Herrera. El más notable era la poderosa familia Almonte, encabezada por el capitán Juan de la Fuente Almonte, su sobrino Francisco de Almonte y su hijo Juan de la Fuente Almonte. La mujer de Francisco de Almonte, Dª Leonor de Robledo y Rojas, la hija de estos, Dª Ana de Almonte, y la hija de Juan de Almonte, Dª Francisca de Rojas, "tenían íntima amistad" con Dª Beatriz Velázquez, la mujer del oidor, y su hija Gerónima de Herrera. Ana de Almonte "se quedaba a dormir una semana o más tiempo en diferentes veces" en casa de Oª Gerónima de Herrera. Iban juntas a rezar al convento de la Merced. También Francisco de Almonte invitaba al oidor y su familia "al hato de Juan de la Fuente Almonte, su tío, y una vez lo tuvieron ocho días y más, haciéndole regalos y fiestas que se lo llevaban de casa del dicho Francisco de Almonte y del dicho capitán Juan de la Fuente Almonte con muy grande amistad y parcialidad" 43. Decía un testigo que, estando en una ocasión enfermos el oidor y su hijo Pedro, los Almonte les "hacían grandes regalos y de ordinario les enviaban comidas hechas en su casa, el cual y su mujer estaban en la del dicho oidor regalándoles y tenían en la dicha su casa una mulata nombrada María que les estaba sirviendo y regalando y el dicho Francisco Almonte se ha jactado y alabado que si no fuera por sus regalos y servicios de la dicha mulata el dicho oidor se hubiera muerto". Según otro testigo esta esclava curó al oidor de una grave enfermedad "salvándole la vida". Luego de esto se fue a "convalecer a la huerta de Juan Rojo, donde el Francisco de Almonte y su mujer le enviaron de ordinario muchos regalos y comida" 44 • 41 42

43 44

La carta es de Panamá, 25.Xl.1624, AGI Panamá 17. Carta de Vivero del 4.VIl.1625, AGI Panamá 17. Autos, ya citados, del presidente Vivero contra el oidor Herrera. Ibídem.

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Tal era el grado de familiaridad y amistad entre el oidor y los Almonte, que aquel trató de arreglar el casamiento de Dª Juana de Almonte con el licenciado D. Juan Camacho, anteriormente oidor en Santo Domingo que llegó a Panamá en camino a Guatemala adonde había sido nombrado oidor. Dice un testigo que a Cama cho le hizo "grandes promesas de dote apretando en los dichos casamientos por la afición que le tenía al dicho Francisco de Almonte y su mujer e hija" 45. Se decía también que cuando Dª Gerónima de Herrera viajó a Lima con objeto de ingresar a uno de sus conventos, se alojó en la casa que allá tenía "dicho Francisco de Almonte y se le hicieron muchos regalos para su viaje y matalotaje como fue público y notorio" . Para este viaje los Almonte le obsequiaron varias perlas. En el sobrescrito de las cartas que le dirigía a Dª Ana de Almonte la trataba de "A mi querida hermana y amiga Dª Ana de Almonte". A su padre le conminaba por escrito "encargándole la defensa de las causas del dicho Francisco de Almonte". Finalmente, "las mujeres de ambas familias iban juntas a las fiestas "paseándose por esta ciudad y fuera de ella en un coche del capitán Juan de la Fuente, padre de la dicha Leonor y tío de dicho Francisco de Almonte". Dª Leonor y D. Francisco eran esposos y primos hermanos. Dos causas de mayor cuantía falló el oidor en favor de Francisco de Almonte. Una de ellas por más de 14.000 pesos que falló en contra de Pedro de la Fuente Robles, ya difunto para las fechas de estos Autos. La otra, por 14.481 pesos de un total de 24.605 pesos, en contra de Juan García Serrano, más otros 5.000 pesos del pago pendiente de un barco del Chagre que le había comprado Dª Leonor de Robledo y Rojas, mujer de Francisco de Almonte. También Francisco de Almonte tuvo pleitos, al parecer por sumas considerables, con el capitán Baltasar Maldonado, quien le había servido de fiador. Mientras se desarrollaba el pleito, Herrera ofendió a Maldonado "con palabras injuriosas" y este se vio en la necesidad de recusarle porque era obvio que favorecería a Almonte. Otra de las familias allegadas al oidor eran los Quiñones y de la Cueva. D. Tomás de Quiñones y su mujer, Dª Andrea de la Cueva y Navarrete, le regalaron a la hija del oidor, Dª Gerónima, veinte perlas entre grandes y medianas. Y cuando Dª Gerónima de Herrera viajó a Lima para "entrar a monja", le regalaron "unos sarcillos de esmeraldas y perlas para un cintillo de perlas". Se decía que el oidor favorecía al hijo de D. Tomás, D. Juan de Quiñones y de la Cueva, que era abogado en la Audiencia y que "dicho oidor día y noche está jugando a los naipes con el dicho D. Juan de Quiñones" . Otro testigo agrega a lo anterior diciendo que el oidor era "íntimo amigo del D. Tomás de Quiñones y del Lic. D. Juan de Quiñones su hijo y abogado y tiene trato a todas horas y está en su casa la mayor parte del día y muy gran rato de la noche jugando naipes". Y que "el oidor los ha favorecido con gran escándalo y disgusto en el estrado contra el abogado Pedro Chacón". Entre las causas "graves" provenientes de esta amistad se menciona la venta de un esclavo "balanta", que era "cantero y albañil" y por el que su último dueño había pagado 400 pesos. Era tan capaz, que ganaba "de jornal al día un peso y cuando menos cinco reales". Sin embargo, D . Tomás de Quiñones hizo que se lo fiaran al canónigo D. Rodrigo de Herrera, hijo del oidor, por solo 250 patacones, con el consentimiento de su padre. 45

Ibídem.

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Otra de las familias que mantenía estrechos vínculos con el oidor era la de Juan de León Escobar, tutor de la heredera de García de Marta, y Catalina de Mejorada, tía de aquel, en cuya casa "tratan y comunican con el oidor a toda hora" 46 • Finalmente, uno de los textos parece sugerir que entre los protegidos del oidor se encontraba el alguacil mayor Agustín Franco, a quien favoreció en el pleito que este tenía con Francisco Jiménez47 • Aunque esta vinculación no es muy clara, lo cierto es que Franco era una figura demasiado visible y con muchos intereses económicos y familiares que defender como para mantenerse indiferente a la voluntad de los oidores. Años más tarde, en 1632, el Lic. Juan de Alvarado y Coronado, uno de los abogados de la Audiencia, recusaba al oidor Lic. D. Sebastián Álvarez de Avilés y Valdés ante el visitador D. Gerónimo Ortiz Zapata, "por verle inclinado en sus determinaciones y votos en los pleitos fiscales más a la parte litigante que a la justificación del Real Fisco y en particular en lo que seguía y sigue con Agustín Franco, alguacil mayor de esta ciudad por ser su íntimo y particular amigo con toda publicidad" 48 • Como se ve, las prácticas que tan enconadamente denunciaba en 1618, las emulaba el propio Franco cada vez que le convenía. Es evidente que en el camino al poder era inevitable tropezar con algún oidor y era mejor ganarse su amistad. Cuando se levantaban los Autos del expediente contra el oidor Herrera, ya había muerto su mujer, y su hija Gerónima de Herrera y Velázquez debía encontrarse bien guardada en algún convento limeño. Se desconoce cuál fue el curso que siguió este expediente. Prob.ablemente sirvió de asidero para que las reiteradas recomendaciones pidiendo que se le jubilara, finalmente se concretaran en la R. C. del 13 de febrero de 1627 que decretaba su jubilación. Ya estaba demasiado viejo y achacoso, por lo que se quedó en Panamá probablemente hasta que murió. No debiera sorprender que sus muchos enemigos aprovecharan su nueva condición para amargarle la vejez.

46 47 48

Ibídem . Ibídem. Carta de Juan de Alvarado y Coronado al rey, Panamá, 28.X.1632, AGI Panamá 18.

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CAPÍTULO XVIII

LOS ULTIMOS GRUPOS DE PODER EN PANAMÁ LA VIEJA Cambios y permanencias en las élites de poder Una de las características de la sociedad panameña del siglo XVII fue el relevo de grupos familiares de poder cada dos generaciones. Ramas familiares vigorosas e influyentes, como los Franco, los Meneses, los Almonte, los Quiñones, los Salazar, o los Maldonado, parecen desvanecerse. Entre fines del siglo XVI y el primer tercio del siglo XVII, sus nombres se repiten ad nauseam en la documentación conservada, como sucede en casi cualquier t~stimonio de Autos con declaraciones de testigos donde raras veces están ausentes, en las cartas del Ayuntámiento y de la Audiencia, en los pleitos testamentarios, en los embargos, en los préstamos o en los donativos a la Corona. Y era natural que así fuera, puesto que eran ellos los que ocupaban los cargos capitulares, acaparaban los principales puestos de gobierno, eran los capitanes de las compañías milicianas, copaban casi todas las prebendas de la catedral y porque si había que buscar un testimonio acreditado eran ellos .las más calificados para darlo. Si se producía un pleito donde debían declarar mujeres, eran las de la élite las que convocaban las autoridades una y otra vez para que sirvieran como testigos. Pero entre 1640 y 1650, la mayoría de estos apellidos empiezan a ser desplazados, o sólo ocupan una posición subalterna en la documentación, cediendo el paso a nuevos grupos familiares de poder. Durante este período se produce un cambio radical de coyuntura. Una sucesión de factores negativos empieza a manifestarse desde la década de 1630, y durante las dos décadas siguientes la crisis queda abiertamente declarada, como ya he examinado prolijamente en un capítulo anterior. Entre los más antiguos de esta nueva generación se encuentran Antonio Linares del Castillo, nacido en 1600, Juan de Aranda Grimaldo, nacido en 1604, Agustín Gómez de Zúñiga, Matías Guerra de Latras, nacido hacia 1609, Antonio Franco de Silva, Diego Sánchez de Quiroga y el caballero calatravo Juan Fernández de la Madrid, nacido en 1594, los cuatro últimos ya mencionados antes. En 1611 nace Juan de Vera Tirado, y entre 1610 y 1620 nacen Antonio de Mohedas y Alvarado, Sebastián Gómez Carrillo, Juan Andrés Picón, Damián Méndez de Torres, Alonso Coronado de Ulloa, Antonio Gómez Zúñiga, Gabriel Martínez de Salas, Pedro de Segura Tuesta, Francisco Benavides, Juan de Vargas Machuca y los hermanos Juan y Bartolomé Becerra Cid. Entre 1620 y 1630 nacen Juan Vicencio Justiniano Chavarri, nacido hacia 1623, Francisco González Carrasco, Lucas Romero Parrilla, nacido en 1628, Diego Carcelén Fernández de Guevara, Cristóbal Carreña, Juan de Vera Pizarra, Pedro Vázquez Meléndez, Jorge Antonio de Prado, Sebastián Alfonso de Velasco y Francisco González Salado, n~ci~o en 1630. A esta lista agregaré, pero en lugar aparte, a Agustín Grillo y a Jusbmano Justiniani Morcelli, nacido en 1630, ambos

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agentes del Asiento negrero de Grillo y Lomelín, quienes llegan a Panamá para quedarse en 1663. Podría denominarse la "generación de mediados del siglo" o "la segunda generación oligárquica". Entre 1640 1650, nacen el contador Francisco Terán de los Ríos (nacido en 1636), Juan de Oriamuno Guillán, Felipe de Mohedas Alvarado y Martín Justiniano Chavarri, aunque su actuación en la vida pública corresponde más bien a la nueva Panamá. La nómina anterior constituye la gran mayoría de las figuras mejor documentadas y casi seguramente las más representativas para el estudio de la vida pública entre 1630 y 1671. Este lapso temporal corresponde mutatis mutandis a una generación. Por supuesto que la actuación de los más viejos de este grupo se traslapa con la de los que dominaron la escena política en el primer tercio del siglo XVII, pero es evidente que se trata de caras nuevas. No ignoro las dificultades y riesgos de dividir generacionalmente a las sociedades. No es ese mi propósito ni trato aquí de utilizar el método generacional. Mi objetivo es facilitar la identificación de los personajes dentro de su espacio cronológico, aunque sin dejar de señalar las semejanzas y diferencias discernibles entre su conducta social y los de la generación anterior, si las hubo. De hecho, lo que es aparente es que el modelo previo se repite: las mismas estrategias matrimoniales para mantenerse en el círculo de los privilegiados, los mismos coqueteos con los agentes del poder central para atraerse su favor o en caso contrario someterlos, iguales aspiraciones para controlar las mejores posiciones en el funcionariado, o en las carreras militar o religiosa, la formación de grupos de poder en constante fricción, y por supuesto, las mismas actividades económicas ya conocidas. Sin embargo de las reservas anteriores, la separación generacional de la sociedad panameña en el período que aquí se estudia, salta a la vista cuando se examina la documentación. Hay que 'tener presente que se trata de una sociedad no solo muy nueva, sino en plena fase de formación y que los cortes cronológicos son palmarios. Por lo demás, el año 1671 impone un corte brutal, tanto para el análisis generacional como por ser la fecha límite para concluir esta obra. Obviamente, tomo como punto de partida para el corte generacional el momento en el cual los personajes considerados empiezan a activarse en la vida pública. Como sucede que la mayoría de los individuos que he mencionado sobrevivió al ataque de Margan, muchos de ellos continuaron agitándose en la nueva Panamá y los más jóvenes todavía seguían activos en la década de 1690. La trayectoria vital de estos hombres es muy semejante a las de sus predecesores. Acaparan los cargos del Cabildo, algunos son capitanes de las milicias urbanas o ejercen funciones militares, tienen intereses en el negocio transportista, son exitosos hombres de negocios y, por supuesto, ocupan las posiciones más prestantes a que podían aspirar en el engranaje gubernamental. Al igual que sus predecesores, desarrollan una cuidadosa estrategia matrimonial, en algunos casos temerariamente endogámica. En términos generales su conducta social, económica y política sigue el patrón tradicional. No cesan en sus esfuerzos por atraerse el favor de los representantes del poder real, ya para entonces muy debilitado, en especial los presidentes, y cuando no lo logran, los desafían y a menudo los doblegan, hasta conseguir que los depongan, encarcelen o destierren. Lo que cambia son los nombres de los que asumen el liderazgo. El relevo generacional no cesa. Entre las décadas de 1730 y 1760, es un solo grupo el que domina: el temible clan Urriola-Echeverz, implacables gamonales que controlan los nombramientos

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del Cabildo capitalino, acaparando cargos como el de Alférez Real, la Alcaldía Mayor de Cruces, la Alcaldía Provincial de la Santa Hermandad, y la mayoría de los regimientos. Además, una y otra vez eran sospechosamente elegidos alcaldes ordinarios de la corporación municipal. Gracias a este control absoluto del Cabildo, manejaban a su antojo el abasto de carne de la ciudad de Panamá. Detentaban la titularidad de la Escribanía Mayor de Minas y Registros, lo que les permitía explotar a sus anchas las minas de oro que poseían al noroeste de Veragua. En el Golfo de las Perlas eran dueños de varias islas y se dedicaban a la explotación perlífera. Tenían casas en la capital. Poseían un navío, el Feo, numerosos esclavos y una tienda en Playa Prieta. Comerciaban al por mayor con Perú y con Guayaquil, de donde importaban productos muy cotizados entonces como eran la cascarilla y el cacao. Tenían extensas haciendas en Pacora, ocho en Portobelo, dos en las goteras de la capital, y otras dos en las riberas del Chagre. Pero tal vez el más escandaloso de sus dominios era el virtual monopolio que ejercían en la ruta transístrnica, acaparando la totalidad de las chatas y los bongos en el Chagre y explotando alrededor de un centenar de mulas. La "Vara de Cruces,;, el único mayorazgo instituido en..el país, la poseían a perpetuidad, y mantenían a raya la vigilancia de los campos, capturando fugitivos y persiguiendo cimarrones, gracias a que detentaban, también con carácter vitalicio, la Alcaldía Provincial de la Santa Hermandad. Uno tras otro, los presidentes se les someten: el marqués de Villahermosa, Dionisia Martínez de la Vega, Dionisia de Alcedo y Herrera, Manuel Montiano. Y cuando las quejas abruman a la Corona, el Consejo de Indias solo propone amonestar al presidente Montiano, ordenándole que no siga permitiendo que los Urriola-Echeverz cometan excesos, como si la culpa fuera suya, no de los gamonales. Tal era su poder1 • Otro dato coincidente con las generaciones precedentes: algunos son nativos, como Antonio Linares del Castillo, Alonso Coronado de Ulloa, Antonio Franco de Silva, los hermanos Agustín y Antonio Gómez de Zúñiga, Jorge Antonio de Prado, Cristóbal Carreña y Juan de Vargas Machuca. Otros tienen años de estar en el país, medrando en los negocios y ocupando puestos públicos intermedios, como Sánchez de Quiroga, Fernández de la Madrid o Gabriel Martínez de Salas. Otros viajan a Panamá directamente desde España con nombramientos militares, como Francisco González Salado; o en calidad de funcionarios de mediano o alto nivel, como Gómez Carrillo, Antonio de Mohedas, Romero Parrilla o Aranda Grimaldo. Estos últimos llegan para quedarse, contribuyendo a renovar los cuadros previos, reforzando de esa manera a los nuevos elencos elitistas mediante el matrimonio con sus mujeres y a la vez coadyuvando a conservar los patrones culturales de la Madre Patria. Esta nueva generación reproduce fielmente los patrones de conducta de las anteriores. Algunos ya habían empezado su vida pública en la década de 1630, como Linares del Castillo, Guerra de Latras, Martínez de Salas, Aranda Grimaldo, Juan Andrés Picón, Gómez Carrillo o Mohedas y Alvarado, pero tanto estos como los demás de la lista, salvo pocas excepciones, siguen activos hasta el ataque de Morgan en 1671, e incluso algunos son fundadores de la nueva Panamá. Este es el caso de Aranda Grimaldo, el escribano público que hace el registro del Acta de 1

Abundante material sobre es te grupo en AGI Panamá 127,130, 155, 219, 294 y otros legajos.

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fundación de la ciudad el 21 de enero de 1673. Nada de qué sorprenderse pues entonces tenía 69 años. Aún más notable es Francisco de Benavides. Activo desde la década de 1620 y escribano del Cabildo desde 1654, todavía estampa su firma como tal escribano en 1684. De hecho, la mayoría de los que nacieron entre 1630 y 1640 se establecieron en la nueva ciudad, como Diego Carcelén Femández de Guevara, en cuya vivienda todavía en construcción se celebraron las primeras sesiones del Cabildo2 • Es decir que la vida pública de estos hombres se extiende entre las décadas de 1630 (aunque para la mayoría desde 1640) y 1671 y aún más allá. Fue a esta generación que le tocó encarar "la peor crisis del siglo"; muchos de ellos estaban activos cuando invadió Morgan y también la mayoría logró sobrevivir a su ataque estableciéndose en la nueva Panamá. Casi todos los que nacen en Panamá anteponen a sus nombres el tratamiento de don (lo que no habían osado hacer sus padres), clara evidencia de que se perciben como grupo elegido, y algunos llegaron a ser casi tan ricos como los de la generación anterior, como González Carrasco y Gómez Carrillo. Algunos pertenecen a núcleos familiares que no son del todo nuevos, dado que proceden de linajes que ya existían en Panamá desde fines del siglo XVI. Formando parte de este pequeño grupo, encontramos individuos que todavía conservan el lustre, prestigio e influencia de que habían gozado sus padres, como Coronado y Ulloa, Vargas Machuca o Carreña. De hecho, todavía en la segunda mitad del siglo XVII pueden encontrarse, aquí y allá, algunos apellidos de la élite otrora a la cabeza de la sociedad, sea ocupando alguna veinticuatría (como los hijos de Franco), administrando el antiguo negocio transportista familiar (como Antonio Gómez de Zúñiga), o participando en préstamos a la Corona (como Juan de Vargas Machuca). Por otro lado, si nos guiamos por el silencio que guardan las fuentes, hay individuos que descienden de familias que no habían formado parte, o al menos así lo parece, de los sectores dominantes, como Linares del Castillo o Juan Andrés Picón. Lo cierto es que el escenario ya ha sido invadido por nuevos elencos. Se había producido una clara renovación de los cuadros anteriores. Algunos tuvieron hijos que lograron prolongar la pujanza de sus padres, manteniendo posiciones de liderazgo en la nueva Panamá y aún muy entrado el siglo XVIII. Ejemplo de lo anterior fueron los descendientes de Gómez Carrillo, de Pedro de Segura y Tuesta, de Cristóbal Carreño, de Francisco González Carrasco, de Mohedas y Alvarado, de Francisco González Salado, de Lucas Romero Parrilla, de Juan Vicencio Justiniano y del romano Justiniano Justiniani Morcelli. Pero a otros les sucedió como a la generación anterior ("la primera generación oligárquica"): al morir o ausentarse, desapareció con ellos la presencia del linaje en Panamá, como Vera Pizarro, que emigra a Quito con su familia, o cuyos descendientes, si los tuvieron, no dejaron huellas en la' sociedad panameña del siglo XVIII, o sólo muy escasas, como los Prado, Sánchez de Quiroga, o Linares del Castillo. Este parece ser también el caso del capitán calatravo Juan Femández de la Madrid. Su hijo Alonso fue enviado España cuando sólo tenía seis años y nunca regresó a Panamá. 2

Carta del Cabildo al Rey, Panamá 5.IV.1673, AGI Panamá 31.

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De hecho, fueron las familias de esta "segunda generación", las que establecieron las bases para las futuras oligarquías que dominaron la escena en el siglo XVIII. Algunas se mezclaron entre sí. Los Segura se unieron en vínculos matrimoniales con los Calvo, los Becerra, los Picado y los Carreño. Y más tarde, con los descendientes del sargento mayor Francisco González Salado, enemigo mortal de Pedro de Segura y Tuesta. Los González Carrasco se entrelazan con los Oriamuno Guillán, los Haya Fernández y los Anzil Elizalde. Los descendientes de los Romero Parrilla, de los Segura y Tuesta, de los González Salado, de los Justiniano Chavarri y delos Justiniani Morcelli, se mezclan luego con los recién llegados Echeverz Subiza y los Urriola Echavarría. Estos entrecruzamientos familiares ya eran un hecho en el último tercio del siglo XVII y a partir de entonces se fragua una nueva élite del poder que dominará la escena hasta mediados del siglo XVIII. Miembros de estos clanes entremezclados hicieron algunas de las más grandes fortunas del período colonial -como los EcheverzUrriola-, integraron los elencos de las órdenes de caballería -como los Justiniano, los Moheda y Alvarado, los Echeverz y los Urriola-, o crearon una descendencia nobiliaria con títulos como el marquesado de Peñaflorida. A continuación esbozaré una breve biografía de los más representativos de esta "segunda generación".

D. Juan Fernández de la Madrid Fernández de la Madrid nació en Toledo en 1594, ya que en un testimonio de autos de 1644 "puesta mano en pecho sobre su hábito de caballero de Calatrava" jura haber cumplido 50 años3 • Esto lo confirma en marzo de 1639 cuando declara en el pleito sobre las tarifas cobradas en las ventas del camino a Portobelo, que tenía 45 años. También allí declara que había llegado a Panamá en 1614, es decir con apenas 20 años4 • Tenía un hermano menor, Diego Fernández de Madrid, alférez de una de las compañías milicianas en 1638. En marzo del año siguiente declara tener 30 años de edad, es decir que habría nacido hacia 1609, y agrega que llegó a Panamá hacia 1624, tal vez siguiendo a su hermano mayor5 • En 1639 era tesorero de la Santa Cruzada. Llegó a ser íntimo amigo del sacerdote poeta Mateo de Ribera, haciendo él mismo algunos escarceos literarios. Obviamente se agitaba entre los jóvenes de la élite, pero su trayectoria pública dejó muy poca huella en la documentación6 • En 1622, Juan ya se encuentra en capacidad de hacer una donación a la Corona por 200 pesos7 • Para hacer esta aportación debía tener una holgada fuente de ingresos pues se sitúa al mismo nivel del capitán Juan de la Fuente Almonte, de Ordoño de Salazar, de Diego de Meneses, de Pedro de Alarcón, o de su cuñado Andrés Cortés de la Serna, todos hombres muy acomodados como ya he señalado. 3 4

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Testimonio de Autos con Memoria de comerciantes que participaron en la feria de 1644, Panamá, 9.XII.1644, AGI Panamá 35. Declaración de Fernández de Madrid en marzo de 1639, en el "Pleito de Luisa de Torres dueña de la venta de Pequení con los arrieros y dueños de recuas de Panamá sobre que se paguen a real por cada cabalgadura de las que posaren en dicha venta", AGI Escribanía de Cámara 4528. Ibídem. Declaración de Diego el 29.IIl.1639. Sobre Alonso, Lohmann Villena, Los Americanos en las órdenes nobiliarias [ ... ],T. II. pp. 156-157. Sobre Diego, ver también Antonio Serrano de Haro, op. cit., p . 106. Ya he citado este donativo con la nómina de los vecinos. Se encuentra en AGI Panamá 47.

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Durante esa década es el capitán a cargo del fuerte de San Cristóbal de Chepo, en el que sucede al capitán Ginés de Bustarnante, pero deja el cargo en condiciones un tanto confusas en 1628, cuando le sucede el capitán Pedro de Ribera. Se dedica exitosamente al comercio y el transporte, como otros militares, y participa de manera activa en las ferias portobeleñas. En 1646 se le confirmó el cargo de tesorero perpetuo de la renta del Papel Sellado de la ciudad de Panamá y su partido8 • En 1644 la Real Hacienda le exigía pagar 2.800 pesos por lo que le correspondía de la prorrata de 100.000 pesos que debían al Fisco los comerciantes que participaron en la feria de ese año, pero se rehusó a hacerlo alegando que no había participado como comerciante en la feria y que sólo había ido a Portobelo para enviar "despachos" a España y encontrarse con algunos amigos que habían ido en la flota. Agregaba que como recién había recibido el hábito de Calatrava, le estaba vedado el ejercicio mercantil9 • Como vimos en un capítulo anterior, antes de 1622 había casado con la panameña Dª María Cortés de la Serna, vinculándose de esa manera con Andrés, Bartolomé y Juan Cortés de la Serna, al parecer hermanos suyos. De este matrimonio nacieron dos hijos varones, Alonso y Diego, que ya he mencionado antes. Ambos nacieron en Panamá. Alonso presentó su aplicación para el hábito de Santiago en 1694, el cual obtuvo, y Diego era alférez en Panamá en 1638, cuando participa con otros poetas jóvenes en la colección de poemas dedicado a la muerte del presidente Enrique Enríquez1º. Juan Fernández de la Madrid fue elegido alcalde ordinario del Cabildo varias veces y también ostentaba el título de Maestre de Campo, un alto rango militar. Parece que para fines de la década de 1640, ya se había retirado de la escena pública. Aunque Fernández de la Madrid llegó a conocer a Agustín Franco, Pedro de Alarcón, Juan Gómez de Zúñiga, Gaspar de Zurita, Sebastián Antonio de Prado, Ginés de Bustamante, Juan García Serrano padre, y a otros que caracterizan la "primera generación", en realidad, encaja mejor en la generación siguiente, ya que es entre 15 años y un cuarto de siglo más joven que cualquiera de ellos y aún más.

Antonio Linares del Castillo Natural de Panamá, nació de padres españoles hacia 1600. En una información sobre un tal Marcelo de Salís, receptor de la Audiencia, celebrada el 15 de agosto de 1645, Linares afirma tener 45 años de edad, es decir que nació hacia 1600, aunque, como veremos ahora, el obispo le calculaba más edad. Ya para entonces era veinticuatro y procurador general del Cabildo 11 • Su título como veinticuatro lo recibió por R.C. de Madrid del 27 de septiembre de 1630 por renuncia de Diego Pérez y tras pagar 1.065 pesos 5 reales. En 1648 era alcalde mayor y capitán a guerra de Natá y los Santos 12 • La certificación de este nombramiento tiene la firma de Gómez Carrillo en Panamá, el 12.VII.1642, AGI Escribanía de Cámara 452B 9 Testimonio de Autos con Memoria de comerciantes que participaron en la feria de 1644, Panamá, 9.XII.1644, AGI Panamá 35. 10 Sobre Alonso, Lohman Villena, Los Americanos en las órdenes nobiliarias [... ] T. III, p. 156. Y sobre Diego, Serrano de Haro, op . cit. 106. n AGI Panamá 57. 12 Documento firmado en Los Santos, 3.XIl.1648, AGI Panamá 57. 8

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De Linares del Castillo se expresaba de la siguiente manera el obispo Fernando Ramírez en 1651, "es de las de más estimación ansíen nacimiento como en puestos que ha ocupado en dicha ciudad y reino. Ha sido mucho tiempo veinticuatro de ella y el año de 1644 fue procurador general, y ha sido capitán de artillería y alcalde mayor de la ciudad de Natá y La Villa de Los Santos y su partido y actualmente es alcalde ordinario de esta ciudad. Tendrá 56 años de edad, persona de muy buen ejemplo y que ha salido muy bien de sus oficios y residencias que ha dado" 13 • En una Junta de Hacienda del 20 de diciembre de 1651 firma como juez oficial real interino 14 • Este mismo año había sido elegido alcalde ordinario 15 • En 1652 Linares pretendía el cargo de familiar del Santo Oficio, declarando que era nativo de Panamá y sus padres Diego del Castillo Linares y Ana Vásquez, naturales de Ávila 16 • Al parecer durante esta década cesa su actividad pública.

Diego Sánchez de Quiroga y Somoza Su presencia en el Cabildo como veinticuatro está documentada desde el 19 de mayo de 1639 17 • Sin embargo ya llevaba varios años en Panamá, ocupando cargos públicos. De hecho, ya en 1629 había sido elegido por el Cabildo como procurador de la ciudad 18 • Como he mencionado anteriormente en este trabajo, en 1631 el presidente Quiñones lo consideraba "de satisfacción", por sus ejecutorias como funcionario público, y "tenido por hombre noble". Antes de esa fecha había sido tesorero a.i. de la Real Hacienda durante dos años y se calculaba su caudal en 16,000 pesos. Vimos también que entre 1645 y 1646 fue elegido alcalde de Cruces. En 1651 volvía a ocupar la tesorería, siempre interinamente, compartiendo honores con los jueces oficiales reales Tomás de la Mata Linares, tesorero, Antonio de Mohedas y Alvarado, factor, y Sebastián Gómez Carrillo, contador 19 • Seguía ocupando a.i. la tesorería en 16532º. En el naufragio de la capitana de la Armada en el bajo de Chanduy logró recuperar plata equivalente a 15.000 pesos 21 • En 1656 aparece en la nómina de los acreedores de la Corona cuando le presta al Fisco 1.599 pesos, señal de que todavía se mantenía activo. En esa ocasión firma como veinticuatro del Cabildo22 • Su vida pública parece cesar pocos años después.

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AGI Panamá 222. Junta de Hacienda del 30.XII.1651, AGI Panamá 22. Así consta en varias cartas del Cabildo en AGI Panamá 4, 21, 31 y 139. AHNM, Inquisición, Leg. 1575 Exp. 80. Cabildo del 19.V.1639, AGI Panamá 51, para confirmar el oficio de veinticuatro al alférez Diego Benítez Montenegro por renuncia que hizo en él Juan Cortés de la Serna y tras evaluarse el cargo en 2.500 pesos. Eran alcaldes ordinarios Pedro de Alarcón y el castellano Melchor de Avilés; firman como capitulares Antonio Linares del Castillo, Pedro Mejía, Antonio Franco, Diego Sánchez de Quiroga y Francisco Benavides. Se le concedió el título a Benítez en Panamá, el 20.V.1639. Así consta en un testimonio de Autos en los que solicita licencia para que se permita introducir vinos de Perú . AGI Panamá 31. Junta de Hacienda celebrada en Panamá, 30.XII.1651, AGI Panamá 22. Así consta en varios documentos de AGI Contaduría 1479. El expediente con lo rescatado ya lo he citado en un capítulo anterior, AGI Panamá 36. Este préstamo ya ha sido mencionado antes, AGI Panamá 76.

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Juan de Aranda Grimaldo En el testimonio de autos del duelo entre Romero Parrilla y el capitán Atondo celebrado en 1676 y citado en otro capítulo, Aranda Grimaldo declara tener 70 años, luego habría nacido hacia 1606. Pero como veremos ahora, su fe de bautismo data de 1604. Empezó como oficial mayor de la Secretaría o Escribanía de Cámara a cargo del capitán Pedro González Rangel, donde trabajaba desde 1633, y el 28 de noviembre de 1636 se le confirma el título de escribano tras hacérsele el correspondiente examen23 • En 1634 fue defensor de los bienes de Sebastián Antonio de Pardo, como vimos en otro capítulo. En 1639 era procurador del número de la Real Audiencia 24 • En 1645 aspiraba a la receptoría de la Audiencia, que no consiguió25 • Sin embargo, para 1669 y durante los primeros años de la nueva Panamá, firma como escribano de Cámara de la Audiencia, cargo que ocupaba interinamente, ya que para esos mismos años, una de las dos Escribanías de Cámara la ejerce, como vimos, Lucas Romero, y la otra Gabriel Martínez de Salas. En 1673 Aranda es elegido procurador general de la ciudad26 Su ascendente carrera burocrática fue típica. Según la Información que se le hizo en 1631, los testigos declararon que era hijo legítimo de Juan de Aranda y Francisca Ortiz de Grimaldo, vecinos que fueron de la villa de Osuna, en Andalucía. Uno de los testigos sitúa su residencia en la calle de Antequera de dicha ciudad. Fue bautizado en la iglesia colegial de Osuna el 18 de mayo de 160427 • En la nómina de prestamistas a la Corona en 1655-1656 aparece con una considerable aportación de 10.774 pesos, lo que evidencia unos holgados bienes de fortuna 28 • Aranda seguía ejerciendo la escribanía en 1673 y le corresponde registrar el acta fundacional de la nueva Panamá el 21 de enero de ese año. En 1676 era dueño de una estancia situada a las faldas del cerro Ancón, y según confiesa, cuando hacía "mucho calor" acostumbraba bañarse en Río Hondo, situado en sus cercanías29 • Ya no pasaría mucho tiempo para que concluyera su vida activa. En 1686, Pedro de Aranda Grimaldo, tal vez hijo suyo, firma una carta al rey junto con otros capitulares, aunque su nombre no vuelve a aparecer después entre los miembros del Cabildo30 •

Francisco de Benavides, Juan Andrés Picón y Gabriel Martínez de Salas Estos tres funcionarios ingresaron al engranaje gubernamental en la década de 1630. Uno de ellos estuvo activo hasta por lo menos 1669 y los otros dos aún después de la invasión de 1671. Me refiero a Gabriel Martínez de Salas, el licen23 24

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En AGI Panamá 57, su título y otros detalles sobre su carrera temprana . Así consta el pleito sobre el cobro de tarifas en las ventas del camino a Portobelo, en AGI Escribanía de Cámara 452B. El título en AGI Panamá 57. Como procurador firma en Autos del Cabildo fechados el 11 .V.1673, referentes a la mudanza de la ciudad, en AGI Panamá 79. En la información que presentó Aranda para la confirmación de su título de escribano, AGI Panamá 57. El préstamo es por un total de 461.482 pesos, y la nómina se encuentra en AGI Panamá 76 . Datos sobre su estancia y hábitos de aseo, en el testimonio de Autos del duelo Romero Parrilla y el capitán Atondo, en AGI Contaduría 1485A. Dice que en su estancia tenía un pequeño bohío ("bojihuelo"). La carta, sin fecha, se refiere a una R. C. dellS.Xl.1682 sobre precedencias, AGI Panamá 31.

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ciado Juan Andrés Picón, y el capitán Francisco Benavides. De hecho, Benavides, como dije, continuó en la arena pública muchos años más tarde. Por decreto del Consejo de Indias del 17 agosto 1639 se ordenó dar confirmación a Salas como escribano de Cámara por renuncia que en él había hecho O. Francisco Maldonado, hijo del rico y poderoso Baltasar Maldonado. El cargo fue evaluado en 4.500 pesos, aunque Martínez sólo pagó por el mismo un tercio de su valor, ya que era la segunda vez que se renunciaba. El título se lo había otorgado a Salas en Panamá en noviembre de 1637 el presidente Enrique Enríquez de Sotomayor, y desde entonces empezó a ejercerlo hasta por lo menos la década de 167031 • Martínez de Salas tenía un hermano, probablemente mayor, llamado Bartolomé Martínez de Salas, que adquirió la otra Escribanía de Cámara de la Audiencia por renuncia que hizo en él D . Juan Fernández de Soto el 31 de diciembre de 1633. Se evaluó el cargo en 4.500 pesos. El presidente Sebastián Hurtado de Corcuera le otorgó el título en 20 de marzo de 1634, día que fue juramentado, y el Consejo de Indias se lo confirmó el 4 de julio del año siguiente32 • Pero se sabe menos de la actuación de Bartolomé que de la dl! Gabriel. Probablemente ambos hermanos eran parientes cercanos, acaso sobrinos o tal vez hermanos, del obispo fray Cristóbal Martínez de Salas, de la orden de los premostratenses, quien fue presentado en Panamá el 10 de mayo de 1625 y ejerció el cargo hasta su fallecimiento en 1641 33 • Con este respaldo ninguna posición en el funcionariado sería demasiado dificil conseguir. Gabriel Martínez de Salé3_s sobrevivió al ataque de Margan y su firma y nombre aparecen en las diversas juntas de gobierno y hacienda que se celebraron para la mudanza de la ciudad en 1672 y que presidió Antonio Fernández de Córdoba 34 • Juan Andrés Picón ingresó al Cabildo como veinticuatro al renunciar este cargo en su favor D . Tristán Franco el 14 de enero de 1632. Fue evaluado en 3.500 pesos. El Consejo de Indias decretó su confirmación el 29 de octubre de 163435 • En 1656 fue elegido por el Cabildo como su comisario36 • En 1657 es elegido alcalde ordinario del Cabildo 37 • Y en 1663 es elegido procurador de la ciudad, participando activamente en las reclamaciones a la Corona en solicitud de apoyo por la grave crisis de subsistencias que padecían los vecinos 38 • En 1669 toma parte en la rebelión de vecinos encabezada por D. Pedro de Segura y Tuesta contra el gobernador Juan Pérez de Guzmán39 • El silencio de las fuentes conocidas sugiere que poco después desaparece del escenario público. 3! 32

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El título, en AGI Panamá 37. AGI Panamá 57. Juan Diez de la Calle, "Libro sexto del distrito de la Audiencia y Chancillería que residen en la[ ...] ciudad de Panamá [... ], 1650, ya citado . Varias de esas Juntas, en AGI Panamá 89. El título en AGI Panamá 57. Firma en funciones de tal comisario en petición al rey de Panamá, octubre de 1656, AGI Panamá 31. Su firma como alcalde consta en varios documentos contenidos en AGI Panamá 22 y 31. En AGI Panamá 31 se encuentra un extenso testimonio de Autos acompañando estas peticiones. El título en AGI Panamá 57.

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Como vimos anteriormente, en 1631 el presidente Quiñones Osorio consideraba a Francisco de Benavides como "persona noble y hábil, versado en papeles". Quiñones calculaba su caudal en 20.000 pesos. Su presencia en el Cabildo de Panamá como veinticuatro data desde el 14 de julio de 16344º y empieza a trabajar como su escribano en 1654. Ejerce este cargo hasta 1684, cuando cesan sus actividades como hombre público 41 • Ya en 1638 era capitán de una de las compañías milicianas, prueba adicional de que gozaba de predicamento social.

Sebastián Gómez Carrillo En un capítulo anterior ya mencioné a Sebastián Gómez Carrillo cuando en 1651 compró por la considerable suma de 28.000 pesos, la alcaldía de Cruces para su hijo Nicolás Gómez Carrillo, cargo que adquiere con el privilegio de poderlo ejercer durante la minoría de edad de su hijo. Al parecer, no podía ejercer ese cargo en propiedad, dado que era contador titular de Real Hacienda, oficio que ya ejercía desde 163342 • Desde Panamá, en 1646, había aplicado a la Orden de Caballería de Santiago, recibiéndose en Madrid su información genealógica. Procedía de una familia hidalga de funcionarios públicos. Dijo ser natural de Sevilla. Su padre, Cristóbal Jiménez Gómez, fue contador de los Reales Alcázares de Sevilla y natural de la Villa de San Juan del Puerto, y su madre Dª María Carrillo Zapata, natural de Écija. Sus abuelos paternos también habían nacido en San Juan del Puerto. Su abuelo materno, D. Luis Carrillo, de Valladolid, había sido caballero de la Orden de Santiago, y "alcalde de la Casa y Corte de su majestad". Su abuela materna, Dª María Zapata nació en Écija. La confirmación de Sebastián Gómez Carrillo como caballero de Santiago fue fechada en Madrid el 23 de enero de 166343 • En 1652 fue elegido alcalde ordinario del Cabildo44 • En 1668 es uno de los principales prestamistas al Fisco para el rescate de Portobelo capturado por Morgan, aportando 576 pesos 45 • En las décadas de 1650 y 1660 ocupó varias veces interinamente el cargo de contador de Real Hacienda, en los últimos tiempos por ausencia, desde hacía seis años, del titular Juan Matías Pérez. Pero hacia 1666 un libelo le acusó, junto con el tesorero, también interino, Juan de Vera Pizarro, de haber intentado envenenar varias veces al presidente Juan Pérez de Guzmán y al fiscal Cajal y del Campo. D. Juan les siguió proceso, depuso y encarceló. Pero poco el virrey conde de Lemos liberó a Gómez Carrillo y repuso en el cargo ese año. Logró sobrevivir al ataque de Morgan y cuando llega en 1671 40

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Así consta en cartas del Cabildo en AGI Panamá 31. La última carta capitular con su firma como escribano es del18 de enero de 1684, AGI Panamá 99. Las referencias más antiguas donde firma como contador, se encuentran en los documentos sobre el cobro de la Sisa en 23.Xl.1633, AGI Panamá 35. Antes mencioné su nombre en el asiento para el transporte del azogue en 1643-1644, AGI Panamá 35. También se encuentran en el mismo legajo numerosas referencias a su actuación como contador, junto con Antonio de Mohedas y Alvarado, Martín Miarin de Carranza, Mata Linares, y D. Antonio de Celis Rabanal. Sobre su oficio como contador, ver "Autos sobre confirmación del cargo de tesorero perpetuo de la renta del Papel Sellado de la ciudad de Panamá y su partido para D. Juan Fernández de Madrid", Panamá, 1646, con certificación que lleva la firma de Gómez Carrillo del 12.VII.1642, AGI Escribanía de Cámara 452B. AHNM, Ordenes Militares, Orden de Santiago, Prueba de caballero de Sebastián Gómez Carrillo, Caja 656, expediente 3446. Así firma en Cabildo del 14.V.1652, AGI Panamá 22. AGI Panamá 316.

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el presidente Fernández de Córdoba, éste le encuentra ocupando nuevamente el cargo de contador de Real Hacienda interinamente46. Sin explicarlo, Córdolfa dice que Gómez Carrillo se encontraba a la sazón "depuesto", y lo describe "viejo y achacoso y aunque saliese bien de la Visita y Residencia que está dando, está inhábil de servir más" 47 • Matías Pérez, el titular de la Contaduría, ya había retornado a su cargo cuando se proyectaba la mudanza de la ciudad en 167248 • Continuaba ejerciéndolo en la década de 169049.

Juan de Vera Pizarro En una declaración que hizo en 1660, Juan de Vera Pizarra dijo tener más de 30 años. Pero en otra declaración de 1663, donde aparece en la nómina de dueños de recua, confiesa tener 34 años, es decir que habría nacido en 16295º. Se le despachó titulo de veinticuatro para el Cabildo de Panamá, por renuncia en su favor de Pedro Mejía Ribera el 31 de octubre de 1653 y tras pagar los 2.000 pesos de su avalúo se le concedió el despacho de confirmación por R. C. de Madrid el 23 de noviembre de 165451 • Cuando Mejía compró el cargo, pagó 3.100 pesos. Vera Pizarra se había establecido originalmente en Portobelo, donde adquirió título de escribano, que renunció en favor de Baltasar de los Reyes el 20 de mayo de 164652 • Reyes pagó por el cargo 876 pesos 6 reales. En el capítulo XIII, al ocuparme sobre las actividades mineras en Veragua, mencioné que Vera Pizarra tenía cuadrilla de negros extrayendo oro en las minas, y que debía ser muy conspicuo porque había sido escogido por los mineros para que les representara en la corte en 1651 53 • Ocupó la veinticuatría entre 1653 y 166854 • Era un hombre acaudalado para mediados del siglo, ya que puede prestar al Fisco en 1655 la importante suma de 18.950 pesos55 • En la década de 1660 ocupaba la tenencia de la tesorería de Hacienda, pero en 1666, como ya señalé, fue acusado de tratar de envenenar al presidente Pérez de Guzmán y al fiscal Cajal y del Campo, siendo depuesto y encarcelado 56 • En 1671, tras la invasión de Margan, cuando perdió su casa y hacienda, Vera Pizarra emigró a Quito con su familia buscando un lugar más seguro y barato57 • 46 47 48

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Consulta del Consejo de Indias, Madrid, 14.1.1668, AGI Panamá 93. Carta del 9.III.1672, A