Semiotica generativa: bases teóricas

Citation preview

O scar Q uezada M .

S e m ió t ic a GENERATIVA B ases teóricas

U niv ersidad

de

L im a

P

u b l ic a c ió n

So c ia l

C

de

P

U

la

o l e c c ió n

Facultad

del

C

C

entro

C

In v e s t ig a c ió n Lim a ( C

n iv er sid a d d e

ontratexto

de

de

is e ñ o

C

arátula

1000

C

o m u n ic a c ió n

ic o su l)

/

ie n c ia s d e la

Com

u n ic a c ió n

1991

r im e r a e d i c i ó n

D

en

y c u id a d o

de

la e d i c i ó n

J a im e U Lu is V

rco

elezmoro

ejem pla res

© U

n iv e r sid a d d e

Av. J

a v ier

P

rado

Li m a Es t e

s/ n

- M

852 - L i m a 100 350677 ( D i s t r i b u c i ó n

o n t e r r ic o

A p a rta d o T elp .

L im a - P e r ú

y v e n ta d e p u b lic a c io n e s)

INDICE

Prólogo 1. La aventura sem iótica

13 19

1.1. Del signo al texto

19

1.2. Semiosis y referente

24

1.3. Acepciones

28

2. La teoría standard: el recorrido generativo 32 2.1. Precisión didáctica de conceptos

32

2.2. Niveles de construcción semiótica: la pertinencia

37

2.3. Recorrido generativo

42

2.3.1. Niveles y componentes del recorrido generativo 2.3.2. La generación: conversiones y vertimientos

49 55

O

8

scar

Q

uezada

La gramática sem iótica

64

Nivel fundamental

65

Del componente semántico

66

3.1.1.1.

La primera concepción de estructura

67

3.1.1.2.

Conjunción/disjunción

67

3.1.1.3.

Las estructuras elementales

68

3.1.1.4.

Los ejes semánticos

70

3.1.1.5.

La relación

71

3.1.1-6.

Las articulaciones sémicas

73

3.1.1.7.

La jerarquía

75

3.1.1.8.

Tipos de semas

76

3.1. 1.9.

Las axiologías

79

Del componente sintáctico

84

3.1.2.1.

El modelo

86

3.1.2.2.

Características formales del cuadro

89

Nivel narrativo

95

3.2.1.

Predicados y actantes

95

3.2.2.

Los vertimientos de la predicación

103

3.2.3.

Del nivel fundamental al nivel narrativo

105

3.2.4.

Del componente semántico

106

3.2.5.

Del componente sintáctico

110

3.2.6.

Predicación y modalización

114

3.2.7.

Discriminación modal ser/estar vs. hacer

120

3. 3.1. 3.1.1.

3.1.2.

3.2.

S e m ió t ic a

generativa

9

Criterio de constitución cel modelo canónico (algoritmo de la narratividad)

120

Criterio para distinguir entre enunciado de estado (calificación o junción) y enunciado de hacer (función o transformación)

127

Semiótica de la acción

133

3 -2 . 8 . 1.

Programa narrativo

134

3 .2 .8 . 2.

La performance y el sujeto operador

139

3 . 2. 8 . 3 .

La competencia

142

3 . 2. 8 . 4 .

La comunicación entre sujetos

3 . 2 . 7 . 1. 5.2.7.2.

3 . 2 .8 .

( y la circulación de objetos)

147

3 . 2 . 8 . 4 . 1.

Polémico vs. contractual

149

3 . 2 . 8 . 4 . 2 :,

La transferencia de objetos-valor

157

3 . 2 . 8 .4 . 3 .

Hacia el nivel temático-narrativo

165

3 . 2. 8 . 5.

Teoría de las formas de la acción

167

3 .2. 8 .6 .

Corolario: las modalidades en la descripción semio-narrativa

175

Semiótica de la manipulación

192

3.2.10.

Semiótica de la sanción

207

3.2.11.

Semiótica de las pasiorjes

219

La Instancia de la enunciación

225

Enunciación: lugar de la competencia semiótica

234

Competencia semio-narrativa y competencia dis-cursiva

238

3. 2 .9 .

4. 4 . 1. 4 . 1 . 1.

10

-------------------------------------------------------------------------------------------

4.2.

O

scar

Q

uezada

Dimensión del relato /dimensión del discurso 242

4.2.1.

El contrato enunciativo

245

4.2.2.

La puesta en discurso (del relato): narrador/actores/narratario

248

4.2.3. Marcas y procedimientos de la discursivización

250

4.2.3.1. Desembrague actancial

256

4.2.3 2. Desembrague temporal

259

4.2.3-3. Desembrague espacial

261

4.2.4. Acotación descriptiva

26l

4.3.

Perspectiva narrativa y construcción del punto de vista. El observador

5. Estructuras discursivas 5.1. Sintaxis discursiva

264 273 274

5-1.1. Actorialización

276

5.12.

Temporalización

280

5.1.2.1

Programación temporal

282

5.1.2.2.

Localización temporal

284

.1.2.3.

Aspectualización temporal

286

5.1.3.

Espacialización

290

5.1 3.I. 5.1.3.2.

Programación espacial Localización espacial

291 292

5.1.3.3. Aspectualización espacial

295

5.2. Semántica discursiva

298

S em ió t ic a

generativa

_____________________________________________________

11

5.2.1.

Tematización

302

5.2.2.

Figurativización

306

5.2.3.

Elasticidad del discurso

314

5.2.4.

Cerrando (y abriendo) el “bucle” generativo: el concepto de isotopía

316

Bibliografía

323

6.1

Bibliografía consultada

323

6.2

Bibliografía referncial

327

6.

Significación: urdimbre de sentido

En biología hay una disciplina, la histología, que investiga la estructura y funcionamiento de los tejidos que integran un or­ ganismo vivo. Ineluctablemente, para poder estudiar un tejido, hay que separar un trozo de órgano, fijarlo por medios químicos, proceder a la coloración y aplicar con técnicas especiales, recortes muy finos que posibiliten la visualizadón a través del microscopio. Pues bien, la actitud semiótica tiene algo de histológica. Si la histología estudia tejidos biológicos reales, la semiótica estudia los tejidos-de-sentido constructores de realidad. Texto: tejido. Así, el sentido, en tanto esté entre-tejido, articulado, urdido, entramado, se denominará significadón. Cabe anotar que el sentido se acepta como una evidencia, como una propiedad común a todos los lenguajes. Sin embargo, como concepto, es indefinible. Antes de su manifestadón bajo

]4

O

scar

Q

u ez a d a

la forma de significación nada podría decirse científicamente del sentido. Intuitivamente podemos imaginarlo como aquello que fundamenta la actividad humana en tanto intencionalidad. Pero no más. El sentido aparece como fundamento de toda relación primitiva por la que se enlazan sujetos de carencias, de deseos, con objetos investidos de valor. Volvamos a la histología: los tejidos incegran un organismo vivo. El histólogo separará aquellos cejidos que quiere estudiar y procederá a hacerlo (no puede estudiar todo.s los tejidos del organismo a la vez). En semiótica sucede algo semejante: los textos integran una totalidad comunicativa de la vida social. Están en cualquier práctica social de producción de la significa­ ción. Práctica viva, permanente, abierta a la apropiación. De esta textualidad continua de la vida social, de ese organismo cuyo sistema nervioso está en gran parte sobredeterminado y condicionado por instituciones ideológicas producto­ ras, tiene el semiólogo que extraer y construir —por elimina­ ción— su objeto de investigación. Que quede claro que no estamos en capacidad de detener esa dinámica total de la vida en comunicación social. A la manera del histólogo, el semiólogo —al verse limitado para aprehender ese contínum textual— procede a recortar textos de ese organismo mayor del que forman parte. A discretarlos pacientemente. Y aquí viene lo delicado puesto que el riesgo de esto, a decir de Barthes, es el de disecar el sentido. Si bien hay que fijar la organización del texto por medios lógicos y narrativos; si bien hay que proceder a efectuar recortes muy finos en su superficie, esto no debe impedir la percepción y reconocimiento de la vida que fluye y refluye en él y que se llama dis-curso.

S em ió tic a

generativa

15

Este libro quiere entregar al lector un conjunto de medios (o instrumentos) teóricos para el análisis de los tejidos-desentido y debe ser complementado con otro volumen de apli­ caciones didácticas. Dicho conjunto de medios (o instrumentos) aparece orde­ nado y regido por la elaboración teórica de A. J. Greimas y J. Courtés. El autor se conforma con seleccionar las más represen­ tativas fichas de lectura para proceder a conectarlas, a evaluarlas críticamente y confrontarlas con el trabajo de otros artífices de la teoría. No ha habido intención de subestimar al lector, más bien se le ofrece el lenguaje teórico con el mayor rigor y exigencia posibles. No pretende que concluya la lectura enten­ diendo todo con transparencia. Más bien quiere ser un acicate al presentar en toda su complejidad —e inquietante simplicidad . en algunos momentos— la arquitectura de un modelo teórico en la actualidad sumamente, gravitante. Es un hecho que la metodología trazada a partir de las hipótesis teóricas del modelo generativo puede interesar a todo aquel que trabaje en Ciencias Humanas. Sin embargo, por mi formación y por la labor docente que desempeño, me inclino a constituir al estudioso de la comunicación social como desti­ natario especial. La práctica central que define y otorga esgecificidad al comunicador social es la producción de textos^ esto es, de propuestas comunicativas dirigidas a un público. Siempre se encuentra, de alguna manera, concernido por esta dinámica. Ante semejante enfoque, resulta obvio que la disciplina científica que se preocupa por la producción y la generación estructural de dichos textos tiene mucho que ver y que hacer con la competencia del comunicador social.

io

-------------------------------------------------------------------------------------------

O scar Q uezada

Ya señalaba Bajtin que donde no hay texto no hay tampoco objeto de investigación y de pensamiento. Si bien es verdad que la cabal exigencia teórico-metodológica será, en rigor, preocu­ pación de ciertos estudiantes, la actitud de interrogación por el sentido de los textos que (se) producen (produjeron o produ­ cirán) debe ser uno de los patrones éticos que determinen la toma de conciencia de todo profesional de la comunicación. Ahora bien, los textos son resultado de la manifestación material de discursos producidos por sujetos (individuales o colectivos). Texto-discurso. He ahí dos categorías cuyo referente común es un mismo fenómeno: la producción de sentido arti­ culado, organizado, estructurado; es decir, de significación. Asi, pues, los textos de la comunicación social tienen un modo de existencia real. Son la mercancía misma que se vende en el sistema de producción, circulación y consumo de sentido vehiculado por los medios (entendidos como lenguajes de manifestación de la semiosis). Luego, son la realidad de la que parten quienes estudian semióticamente la comunicación. Rea­ lidad textual que se perfila entonces como objeto de la meto­ dología acá asumida. Los discursos, mientras tanto, tienen un modo de existencia actual. Viven en los textos pues estos son objeto para un sujeto. Los discursos se entienden desde los sujetos y para los sujetos. Su existencia actual (actualizante/actualizada) se refiere al hecho de que discurren entre los polos destinador/destinatario que todo texto presupone. De este modo, como discurso, aprehende la semiótica aquello que se denomina comunicación social. La mirada está puesta, antes que en la realización material (o tecnológica) de la comunicación social, en la actualización formal de sentido que en ella se produce. Dicha actualización

es posible porque los sujetos están constituidos como tales al interior de sistemas de significación que funcionan como gramá­ ticas de producción y que tienen un modo ce existencia virtual. Respecto de los sujetos, no interesan tanto los que hacen empíricamente los textos como los que se hacen semióticamente en ellos. Estudiamos, pues, la comunicación social, “desde dentro” de los textos que han sido por ella producidos. Por más “masiva” que aparezca es, siempre, intersubjetiva. Allí donde los estudios de opinión y los “ratings” ven miles y millones de receptores, la semiótica ve un destinatario. Correlativamente, un solo des­ tinador representa al más sofisticado y numeroso equipo de producción y realización. Presento estas baseS teórico-metodológicas con la esperan­ za y con la confianza de estar entregando al estudiante-inves­ tigador una eficaz herramienta crítica para la desmitificación axiológico/ideológica en comunicación social. Oportunamente iremos complementando estas bases con trabajos de aplicación en textos relativos a este campo cultural. En mucha medida, el rol de la semiótica frente al futuro comunicador social consiste en enseñarle a “leer” estructuras no-manifiestas (o inmanentes) que generan la significación de los textos. Esto conlleva proce­ dimientos para desglosar críticamente los textos producidos (desde la producción). De esta manera, significación puede designar ya sea el hacer —la significación como proceso—, ya sea el estado (lo que es significado), revelándose una concep­ ción dinámica o estática de la teoría de base. La significación puede ser parafraseada como “producción de sentido” o como “sentido producido”. La exposición que acá presentamos concilia y conforma permanentemente estas concepciones. Así, en la primera parte no sólo se exponen los niveles estructurales y el

18

O

scar

Q

uezada

modelo en su generalidad sino que hay una preocupación por interdefinir los conceptos y representar su generación por sucesivos vertimientos y conversiones. En suma, la existencia práctica de La teoría es La metodología orientada al análisis. Si el músico afina su instrumento antes del concierto, el semiótico vive afinando permanentemente su modelo teórico. Su concierto es el análisis. Trabajo este que no se circunscribe a la mecánica repetición de una “receta”. Así como la música no se reduce a la partitura. Los semióticos son, pues, tanto prácticos como teóricos. Tienen como tarea la descripción/ explicación de objetos teóricos. Deben responder a una deman­ da social que es esencialmente una demanda de conceptualización operatoria y de rigor metodológico en varios campos y, con­ cretamente, en el de la comunicación social (que evidencia un crónico vacío teórico). Si en la compleja competencia del pro­ fesional en comunicación social hay lugar para una dosis de actitud semiótica habremos dado un paso decisivo —y con mucho sentido— hacia la comprensión de nuestra naturaleza sodocultural.

Oscar Quezada M.

1. La aventura sem iótica

1.1. Del signo al texto Todos los autores que han hablado explícitamente de “semiótica” la han definido como doctrina de los signos: Locke, Dalgarno, Lambert, Husserl, Peirce, Saussure, Mórrís, Jakobson y Barthes. Del signo (semeion) como objeto explícito de investiga­ ción filosófica han hablado desde los estoicos, Aristóteles y Agustín, los dos Bacon y Ockham, hasta Hobbes, Cassirer y otros. De este modo el hombre empieza a ser entendido como sujeto productor/lector de signos; es decir, de entidades que, manifes­ tadas materialmente d e muchas y muy variadas maneras, son, todas ellas, portadoras de significación. A principios del S. XX son Ferdinand de Saussure -lingüista europeo- y Charles S. Peirce -filósofo lógico americano- quienes, a su manera, se preocupan de dar autonomía a esta disciplina. Este, con el término semiótica designaba una “doctrina cuasi necesaria o formal de los signos”. Aquél, llama semiología a la

20

O

scar

Q

ueza da

“Ciencia general de los signos” que él presagiaba desde la lingüís­ tica estructural de la que fue fundador. Peirce retoma (con semeiotic) la denominación que John Locke aplicaba a una ciencia de los signos y las significaciones a partir de la lógica y durante toda su vida, en una masa enorme de notas, elabora el concepto de semiótica para construir un “alge­ bra universal de las relaciones”. En toda esta inmensa arquitectura lógica, que incluye su ya célebre división tricotómica de los signos, no hay, sin embargo, ninguna formulación concreta ni específica respecto de la lengua. Para él la lengua está en todas partes y en ninguna. Jamás se interesó por su funcionamiento. Se reduce a las palabras, que son signos pero que no participan de una categoría distinta: unas son símbolos, otras índices. En fin, el signo es puesto en la base del universo entero y funciona como principio de definición para cada elemento y como principio de explicación para todo conjunto, abstracto o concreto. El hombre entero es un signo, su pensamiento es un signo, su emoción es un signo. Semiosis Infinita. Signos de signos por signos en signos...entre ante... Cualisignos, Decisignos, Sinsignos...Indices, Símbolos, Iconos. Entonces, el significado de un signo (representamen) es ya otro signo (interpretante) y el de éste, otro y otro y así sucesivamente hasta el infinito. Al fin y al cabo, estos signos, ¿de qué podrían ser signos que no fueran signo? El edificio semi­ ótico que construye Peirce no puede ni siquiera intentar incluirse así mismo en su definición. ¿Cómo atrapar aquella infinita expanslóa? Pues bien, para que la noción de signo no quede abolida en esta multiplicación-al-infinito, es preciso que en algún sitio del universo de sentido trazado por la semiosis se admita una dife­ rencia entre el signo y lo significado. Hace falta, pues, que todo signo sea aprehendido en un s i s t e m a de signos. La gran diferencia entre Saussure y Peirce está en el concep­ to de Sistema La relación de todas las distintas manifestaciones

S e m ió t ic a

g e n e r a t iv a

21

(signos) con u n a misma significación (semiosis) conduce a la semiótica directamente hacia la cuestión del sentido llamada por algunos la “Cuestión Semántica”. Esta cuestión, en realidad, no puede plantearse sin la operación de clausura, de cierre, que permite aprehender la significación en sus sistemas. De este modo, por p o n er un ejemplo, el micro-universo semántico de la “violencia” es manifestado a través de su relación con conjuntos significantes variados con los que constituye “n” sistemas de significación e n cine, en TV, en radio, etc. Se colegirá, contra­ riando a Peirce, que todos los signos no pueden funcionar idén­ ticamente ni participar de un sistema único. El proyecto de Saussure consiste en constituir varios sistemas de signos y exp licitar las relaciones de diferencia y/o de semejanza que se puede establecer entre ellos. Así es com o la semiótica contemporánea ha puesto en entre­ dicho la np.ci6n de signo pues esta preocupación por los sistemas de significación ha ido conduciendo al problema de las semióti­ cas sincréticas y complejas desde las que el concepto de signo es sancionado d e ingenuo y atomístico. Esta “puesta en crisis" del signo se opera, entonces, en dos direcciones. Por un lado aparece como demasiado vasto e impreciso y queda disuelto en el retículo de las figuras d e la expresión -dando preferencia sólo a la faz sig­ nificante- y/o del contenido. A partir de la consideración de Hjelmslev, quien advierte que en rigor no debe hablarse de signo sino de funciones sígnicas que se realizan cuando dos funtores (expresión y contenido) entran en ifiutua correlación, el signo se ve, entonces, disuelto en un retículo de relaciones múltiples y cambiantes q u e forman sistemas de significación. Por otro lado, el signo también se ha disuelto —como unidad demasiado limitada— en el tejido del enunciado, del texto, en el juego de los actos lingüísticos, en la complejidad de los procesos comunicati­ vos, en la interacción conversacional, en la práctica productora de sentido, e n suma, en la semiosis.

22

O

scar

Q

uezada

Resumiendo: no hay signo transistemático: es en los sistemas de significación donde se aprehende la constitución formal del signo y desde donde podremos analizarlo. De este modo, a partir del concepto de signo, gracias a los aportes de Charles S. Peirce y Ferdinand de Saussure, la semiótica fue fundada, inaugurada y fue adquiriendo, en el plano epistemológico, estatuto propio, lo que posibilitó la observación, reconocimiento y análisis de la di­ mensión significacional tanto de la cultura y de la sociedad en general como de la lengua en particular. Sin embargo, la concep­ ción de la semiótica como doctrina de los signos se ha visto desplazada por el estudio de los sistemas de significación y de su realización en textos. Un texto no es sino la realización de un conjunto de signos de un sujeto para otro sujeto. Una consecuen­ cia de este desplazamiento consiste en comprender a los textos como secuencias de signos gracias a las cuales los sujetos traba­ jan la producción y articulación de sentido. No es la suma de signos la que produce sentido sino el funcionamiento textual. Dicho funcionamiento sólo se entiende desde los sujetos consti­ tuidos por y en los sistemas. Los textos son el lugar donde dichos sujetos realizan el sentido v se realizan a sí mismos. El sentido se produce y produce a sus sujetos. Estos no pueden realizar el sentido sin realizarse a sí mismos. Por esto es que los sistemas no son ‘'exteriores'* a los sujetos sino que constituyen su competen­ cia misma como tales. Sin ningún temor podemos decir que los sistemas son subjetivos (en el buen sentido de la palabra). Estos sujetos convierten sus sistemas en procesos. Sacan los sistemas de sí y los lanzan "hacia fuera” como procesos de significación/ comunicación (discursos). La significación en tanto conversión de sistemas de relacio­ nes y operaciones (reglas virtuales) en procesos en los que dichas relaciones y operaciones son actualizadas como procedimientos de puesta en discurso, corre a cargo del sujeto y está presupuesta en cualquier manifestación material de la que se trate. El signo

S em iótica

generativa

23

resulta siendo la significación terminada, acabada, realizada, llevada a cabo por un sujeto. Como unidad del plano de la manifestación está, pues, constituido generativamente por la función semiótica (semiosis), es decir por la relación de presupo­ sición recíproca (o solidaridad) que se establece entre las magni­ tudes del plano de la expresión y del plano del contenido durante el acto del lenguaje. Por lo que venimqs diciendo se deduce que la significación es lógicamente anteriora sus manifestaciones. La semiótica here­ dera de Saussure postula el principio de la relación. Es ésta la que constituye a los términos que, en la dinámica operacional a cargo del sujeto, se van articulando creando campos de asociación diferencial que, como redes relaciónales (estructuras), pueden ir siendo reconocidos según su modo de manifestación. La semió­ tica estructural caracteriza, así, a la semiosis como una red de relaciones. Desembarazándose de la ‘problemática del signo, desdramatizándola y ligándola al dominio del parecer semiótico (es decir de la manifestación), la semiótica trata?de imaginar la conformación progresiva de dicha red proyectándola como un sistema de restricciones del sentido. Comprender adecuadamen­ te la existencia del sentido articulado (o sea, de la significación) depende de la reconstrucción de la red relacional -y, ulteriormen­ te operacional- que lo constituye. Basándose en esta reformulación Greimas procede a desa1 rrollar una manera de investigar la semiosis entendiéndola como todos los posibles modos de creación de inteligible a partir de la organización particular de los signos. En este empeño la semiosis es definida como “La operación productora de signos me­ diante la instauración de una relación de presuposición recíproca entre la forma de la expresión y la del contenido (en la termino­ logía de L. Hjelmslev) o entre el significante

24

O

scar

Q

u eza da

y el significado (F. de Saussure). En este sentido, todo acto de lenguaje, por ejemplo, implica una semiosis. Este término es sinó­ nimo de Junción semióticcf. (Greimas- Cour­ tés, 1982 : 364)

1.2. Semiosis y referente Tradicionalmente se entiende por referente los objetos del mundo “real” que son designados por las palabras de las lenguas naturales. La Lingüística anglo-norteamericana bajo el influjo de Peirce y del positivismo introdujo la noción de objeto o referente en la definición del signo construyendo un modelo tricotómico para la semiosis. Ullman, Baldinger, Ogden y Richards, Morris y otros, todos ellos después de Peirce esbozan esquemas triangu­ lares constituidos por: a) el símbolo (el significante; o el “representamen" para Peirce), b) la referencia (el significado; o el “interpretante” de Peirce), y c) el referente (la “realidad” denota­ da, o el “objeto” según Peirce). Pues bien, la lingüística de inspiración saussuriana y con ella la semiótica estructural-generativa contemporánea considera la exclusión del referente como condición necesaria para su ejerci­ cio. Da cuenta de cómo el término objeto resultó insuficiente y se le reemplazó por el de referente para abarcar las cualidades, las acciones, los eventos reales e incluso “imaginarios”. Esa corres­ pondencia término a término entre el universo lingüístico y el universo referencial, metafísicamente presupuesta, deviene in­ completa puesto que, “por un lado, ciertas categorías gramaticales -y, sobre todo, las relaciones lógicas- no tienen referente aceptable; por otro, algu­ nos deícticos Oos pronombres personales, por ejemplo), no tienen referente fijo ya que remiten, según la ocasión, a objetos diferen­

S e m ió t ic a

g e n e r a t iv a

25

te s. Esto quiere decir que partiendo de pre­ supuestos positivistas considerados como evidencias, es imposible elaborar una teoría satisfactoria del referente capaz de explicar e l conjunto de los fenómenos considerados" CGreimas - Courtés, 1982 : 336).

El p ro y e c to semiótico que asumimos, por el contrario, pos­ tula la autonormía de la significación o semiosis. Su inmanencia. Quiere d em o strar cómo el hombre concibe el mundo haciendo significar. C ó m o lo organiza al humanizarlo en tanto estructura de sentido. Tener- sentido es entender el mundo, manejarlo. Producir semiosis es a s u m ir el mundo en su inteligencia. La significación está dada por- u n hacer cualitativo respecto a la “vivencia” del mundo real. P o r medio de este hacer se organiza la experiencia sociolingüística, económica, histórica y cultural en tanto articula­ ción de valores de sentido (semióticos) para un sujeto colectivo. Sucede q^xie el referente no es neutro. Es, ya desde siempre, significante. S i n o , no podrá ser referido por nada. El objeto es objeto por sua valor de sentido para un sujeto. El mundo del “sentido comCin” está informado por el hombre e instituido por él en significación. Tal mundo, lejos de ser el referente (es decir, el significado d e n o ta tiv o de las lenguas naturales), es, por el contrario, él r*nismo un lenguaje biplano, una semiótica natural (o semiótica del m u n d o natural). El problema del referente es, pues “una cuestión de correlación entre dos semióticas (lenguas naturales y semióticas naturales, semiótica pictórica y semiótica natural, por ejemplo), un problema de intersemioticidad (Cf. la intertextualidad). Así concebido como semiótica natural, el refe­ rente pierde, entonces, su razón de existir e n cuanto concepto lingüístico" (Greimas Courtés, 1982 : 337).

26

O

scar

Q

uezada

De este modo, si al lógico o al filósofo le interesa el problema de la verdad como adecuación metafísica de lenguaje y mundo, al semiótico le interesa caracterizar al discurso por la veridicción, por el decir-verdad. Hacer parecer verdad, que es una propiedad intrínseca del decir y de lo dicho. Todo discurso construye su propio referente interno, su realidad. Adopta un nivel discursivo referencial que sirve de soporte a los otros niveles discursivos que despliega. Queda así configurado un primer postulado axiomático del saber semiótico en torno a la construcción del referente. Como consecuencia de este primer postulado se desencadena otro relativo a la producción de la significación: los hechos semióticos son observados, en tanto datos, no “genéticamente” según sus etapas de elaboración, sino generativamente de acuerdo a su modo de producción (infra 2.3). Abordar el discurso desde el punto de vista generativo no es, pues, plantear un referente dado apriori sino indagar en torno a la referenciaiización del enunciado, que implica el examen de los procedimientos por los cuales la ilusión referencial -el efecto de sentido "realidad” o “verdad”-, propuesta ppr Roland Barthes, se encuentra constituida. Entre estos procedimientos "se puede notar, por ejemplo, el anclaje espacio-temporal (empleo de topónimos y/ o cronónimos que producen la ilusión de la 'realidad’) o el desembrague interno (que referencializa el segmento discursivo a par­ tir del cual se efectúa el desembrague; Cf. el paso del diálogo al relato, viceversa)" (Grei­ mas - Courtés, 1982 : 337).

Esto lo veremos al tratar las estructuras discursivas. En el campo de la comunicación social esta problemática es central en tanto los medios se sustentan en un permanente trabajo de “impresión de realidad".

S em ió tic a

generativa

27

De este modo, frente a la postura tradicional en las ciencias del lenguaje, de considerar al referente (mundo empírico, los objetos, etc.) como partícipes -directa o indirectamente tomadosde todo fenómeno de sentido, la semiótica desarrollada a partir de la obra de A. J. Greimas opone una actitud distinta que refuta esto y lo considera una presuposición metafísica. Para hacer ope­ ratorios los resultados es pertinente poner a un lado dicha postura. Como señala J. M. Floch, “indicaremos dos consecuencias de esa re­ futación, una teórica y otra más práctica: a) la semiótica, en tanto disciplina, consigue allí su autonomía; ella puede estudiar los hechos del lenguaje sin depender de ciencia alguna de la ‘realidad’, ya sea física, socioló­ gica, etc.; b) la semiótica no cree que ciertos lenguajes, los lenguajes visuales por ejem­ plo, sean más ‘fieles’ a la ‘realidad’ que otros; un diseño, propiamente figurativo, es tan arbitrario como una palabra. De este modo la semiótica se atribuye la capacidad de analizar las creencias, sentimientos y ac­ titudes que cada sociedad adopta frente a sus lenguajes” (Floch, 1985 : 189).

El principio de la inmanencia se engarza con este último postulado, pues define al discurso como un todo, como actuali­ zación de un sistema de significación y por lo tanto objeto de análisis de la teoría general de la significación, asumiendo los diferentes factores que intervienen en las prácticas sociales sin recurrir a parámetros extralingüísticos. “La semiótica no desconoce la impor­ tancia de algunas determinaciones psicoló­ gicas o sociológicas para el estudio de las prácticas significantes pero le interesa, so­ bre todo, preservar la coherencia interna de la teoría” (Latella, 1986 •. 255).

28

O

scar

Q

uezada

De ahí que esta postura se instituya como una condición que marca la economía epistemológica de la teoría semiótica. En apariencia el sentido induce a una realidad extralingüística, pero es prudente asumir una postura de conocimiento que privilegie las relaciones semióticas en el plano que le son propias. “Si la sociología no puede dar cuenta de los textos o mensajes, la semiótica en cambio es capaz de analizar todo fenómeno social como texto, en la medida en que tiene sentido. Desde esta perspectiva, se presen­ tan como estructuras de sentido tanto un ritual, como una fiesta, un mitin, una tran­ sacción comercial o una sesión parlamenta­ ria" (Blanco, 1989 : 21).

La significación como proceso es representada en su produc­ ción desde la perspectiva de la articulación de las relaciones que componen el sentido. No es posible percibir el sentido nada más que a través de sus relaciones. La representación del trayecto generativo que sigue el sentido es postulada por la semiótica con el concepto del recorrido generativo de la significación (Cf. infra). Este es un modelo de representación de las articulaciones sucesivas y continuas que desembocan hacia la manifestación sígnica. Por tanto, es una postura de conocimiento que privilegia la dinámica de un plano propio de la significación.

1.3. Acepciones Hay, básicamente, tres sentidos del término semiótica. En primer lugar designa una magnitud cualquiera manifestada a la que se propone conocer: todo conjunto significante supuesta­ mente organizado es decir poseedor de una articulación interna autónoma. En este sentido se habla de semiótica-objeto, por decirlo así, “antes” de su descripción (cine, fotografía, novela, música, pintura, etc.).

S em ió tica

generativa

29

En segundo lugar, el citado término se emplea para denomi­ nar a este objeto pero ya en tanto objeto de conocimiento en vías de constitución o ya constituido. Claro que esto implica varias etapas pues dicho objeto es considerado como proyecto de descripción, luego como objeto sometido a análisis y, por último, como objeto construido. En esta ¿egunda acepción es que tomamos la definición que Hjelmslev postula: “la considera como una jerarquía (es decir, como una red de relaciones jerárquicamen­ te organizada) dotada de un doble modo de existencia paradigmático y sintagmático ( y, por lo tanto, capaz de ser aprehendida como sistema o como proceso semiótico) y provis­ ta de, al menos, dos planos de articulación —expresión y contenido— cuya reunión constituye la semiosis” (Greimas - Courtés, 1982 : 367).

Detengámonos a pensar en esto. Cualquier fenómeno desde el momento en que es tomado como objeto de análisis puede ser considerado bajo dos aspectos: como sistema y como proceso. Si el fenómeno es semiótico al sistema se le denomina paradigma y al proceso sintagma. El sistema es el conjunto de relaciones de diferencia y semejanza que definen las posibilidades implicadas (presupuestas) por la organización efectiva del objeto analizado. En este sentido diremos más adelante (Cf. infra 2.3.1.) que las estructuras semio-narrativas de orden gramatical son formas paradigmáticas. De otro lado, el proceso es el conjunto de las disposiciones combinadas por un sujeto a partir de una selección de elementos cuya co-presencia constituye el objeto actualizado y, luego, rea­ lizado. Más adelante (Cf. infra 2.3.1.) notaremos que las estructu­ ras discursivas son formas sintagmáticas. El eje paradigmático está caracterizado, entonces, por una jerarquía de relaciones de tipo “O... O...” y el eje sintagmático por

30

O

scar

Q

uezada

una jerarquía de relaciones del tipo “y... y...”. Así, considerando el plano de la expresión cinematográfica referido al sub-sistema de los planos, la relación paradigmática está dada por el hecho de que, en el sistema, el sujeto puede usar un primer plano o un plano americano o un plano de conjunto o un plano panorámico. Si en una toma usa uno ya no usa los otros. La relación sintagmática está planteada como proceso puesto que el sujeto al hacer el filme puede combinar a lo largo de las tomas que forman sus secuendas un primer plano y un plano americano y un plano de conjunto y un plano panorámico y así sucesivamen­ te. Por último, la tercera acepción se refiere a la semiótica como teoría que elabora su propio metalenguaje interdefiniendo las categorías y conceptos y construyendo modelos y/o simulacros que rigen al nivel descriptivo. En el punto 2.2. veremos cómo estas acepciones se integran y correlacionan en tanto niveles de construcción semiótica. Por el momento es importante distinguir estas utilizaciones para com­ prender cómo el término semiótica puede señalar indistintamen­ te objetos-fenómenos de significación, objetos de conocimiento de la estructura de dicha significación y, por último, el conjunto de medios teóricos que hacen posible el reconocimiento de dichas estructuras. Así, por ejemplo, el cine a priori es una semiótica en tanto aceptamos que es un conjunto significante. Luego, en la medida en que lo definimos como sistema y como proceso lo conocemos semióticamente con independencia de su existencia material y, en última instancia sólo podemos llegar a dicho conocimiento en la medida en que se construye hipotética­ mente un modelo entendido como un conjunto de categorías teóricas que, interdefinidas coherentemente, permiten la descrip­ ción. Así, pues, sólo se accede a conocer cualquier semiosis posible a través de un metalenguaje de descripción organizado en forma de teoría que apunta hacia la construcción de la sii’. n ificarión r n m n o b ie to d e c o n o c im ie n to .

S em ió tic a

generativa

31

En cuanto tal, el metalenguaje semiótico conlleva dos obser­ vaciones fundamentales en su definición: a) Sobre su carácter epistemológico, axiomatizante: “reservamos el término significación para lo que nos parece esencial, a saber, la ‘diferen­ cia’ (la producción y aprehensión de las dis­ tinciones) que define, según Saussure, la naturaleza misma del lenguaje” (GreimasCourtés, 1982 : 374).

Así, la significación, se produce y aprehende como relación de términos y no como unidades aisladas. b) Sobre su carácter empírico, esto es como objeto cognos­ cible: “la significación sólo puede ser aprehendida cuando se la manipula; cuando el enuncia­ dor, al interrogarse sobre ella en un lenguaje o en un texto dados, se ve conducido a operar transposiciones, traducciones de un texto a otro texto, de un nivel de lenguaje a otro; en fin, de un lenguaje a otro lenguaje. Ese hacer parafrásico puede ser considera­ do como la representación de la significa­ ción en cuanto acto productor que reúne en una sola instancia al enunciatario-intérprete y al enunciador-productor. En cuanto activi­ dad cognoscitiva programada, la significa­ ción se encuentra soportada y sostenida por la intencionalidad” (Greimas - Courtés, 1982 : 374).

Para la semiótica la intencionalidad no responde a una cualidad psicologizante, por tanto genética, sino a un modo de ir “develando” los tipos de relaciones. Así, significar es pasar de una instancia a otra, de un plano a otro, según el cual el sentido va siendo "más claro”, más narrativo o más figurativo según sea el caso.

2.

La teoría standard:

El recorrido generativo

2.1. Precisión didáctica de conceptos Hemos visto que en cualquier magnitud manifestada —a la que el investigador pretenda acceder, conocer — está ya trazada, virtualmente, la aventura semiótica hacia el texto. Pues bien se supone, a manera de hipótesis para toda inves­ tigación, que dicha magnitud posee una articulación interna autónoma, una organización tal que permite explicarla como conjunto significante. Desde el momento en el cual dicho con­ junto significante comienza a ser aprehendido y, de alguna manera, sometido a análisis, empieza a ser visto y definido como semiótica-objeto. De esta manera la semiótica-objeto, o, lo que es lo mismo, el objeto de la semiótica es este texto. Mensaje es la categoría que, con frecuencia, se emplea desde fuera de la semiótica para hablar de esta misma realidad. Pero resulta que este término proveniente de una teorización general,

S em ió t ic a

g en era tiv a

33

por lo difundida, sobre la comunicación; así, en singular, resulta pobre, extremadamente reductor, por decir lo menos, para una imaginación que proyecta simular la búsqueda humana de sentido; es decir, la producción de sentido entre-tejido, articulado, estructurado. Antes que nada, texto es entretejido de mensajes (nivel concreto) y de sistemas de significación (nivel abstracto). De discursos y de gramáticas. Concretamente, todo texto actualiza mensajes particulares que dis-curren entre dos polos (destinador/destinatario): estos mensajes particulares constituyen, pues, lo que se puede llamar discurso. Término éste preferible a mensaje en aras de una terminología más precisa y coherente con los postulados de la empresa semiótica. Desde esta pertinencia, la categoría-eje de nuestra metodología es texto. Este objeto real, se ve ahora enri­ quecido como grama de comunicación: realizado materialmente por alguien para alguien, el texto es el lugar en el que se mani­ fiestan (y ocultan) sus dos posiciones-sujeto y, entre ellas, el recorrer, el ir y venir de un surco actualizante y actualizado de sig­ nificación. Este discurrir actualizante y actualizado que late, que vive en cada texto, es su dis-curso-. siempre comprometiendo a dos alguien: destinador/destinatario1.

1 El texto conlleva como problemática central la referida a la manifesta­ ción material de los discursos. Los sujetos sociales están así inscritos en prácticas discursivas (lingüísticas y no-lingüísticas). Esto permite entender que cada discurso produce (y se produce en) textos. Un determinado tipo de discurso Qiterario, político, religioso o — en otra óptica— cinematográfico, televisivo, teatral, etc.) es un conjunto ideal (o imaginario), que debe ser recons­ truido descriptivamente a partir del conocimiento de los textos: entidades concretas empíricas (productos materiales de una práctica significante). Así planteadas las cosas, los efectos de sentido percibidos en el discurso presupo­ nen la realización, en los textos, de un sistema estructurado de relaciones. Un postulado de base explica que los elementos de un texto obtienen su significación y son reconocidos significantes por sus relaciones: sólo hay

O

scar

Q

u eza da

Hagamos un balance más pensado de lo sostenido hasta ahora. El investigador semiótico está, pues, en trance de aprehen­ der, de asir, magnitudes manifestadas. Bastará que dicho sujeto proyecte dichas magnitudes para que estas sean asumidas como semiótica-objeto. La aventura semiótica de la que hemos hablado no es sólo orientación hacia el texto, es praxis con el texto, desde “1texto. Texto es fundamentalmente, sentido articulado que “se vis­ te" de distintas manifestaciones materiales. La cultura aparece como manto bordado con distintas texturas. Bajo todas ellas está la semiosis que manifiesta. Lógicamente anterior a todas sus posibles manifestaciones, la semiosis o función semiótica es la relación de presuposición recíproca, de solidaridad, de necesidad que se establece entre las formas expresivas y las formas del sentido. De este modo, la articulación interna autónoma que explica al texto como totalidad organizada es vista desde la pro­ ducción (posición del destinador) como conjunto significante. Pero el "otro lado” de la manifestación es la lectura. Desde la posición del destinatario dicho conjunto significante se hace inteligible, proyecta niveles de diversa profundidad cuyas estruc­ turas nos permiten hablar “orográficamente” del conjunto de lo significado por esta semiótica-objeto. Hacemos ver, por consiguiente, que todo texto presupone lógicamente en tanto objeto, dos posiciones-sujeto correlativas a dos roles en interacción. La comunicación, sea interpersonal, sea

sentido por la diferencia. En esta medida son pertinentes únicamente los elementos susceptibles dé integrarse a un sistema en el que se construyen y eva­ lúan diferencias-, este sistema corresponde a la form a de contenido. El análisis semiótico es estructural porque trata de describir esta forma del sentido, no el sentido mismo sino su arquitectura, su estructura, la armazón que lo constituye. Se trata, en el análisis, de ubicar las reglas y dispositivos capaces de engendrar los discursos en los textos.

S em ió tica

g enerativa

35

masiva, es, siempre, intersubjetiva. En esta interacción comunica­ tiva, en tanto proceso en el que los actores sociales alternan roles de destinador y de destinatario, los mensajes aparecen como objetos de valor puestos en circulación, en escena. En este proceso tanto la comunicación como la interpretación de los mensajes que recibimos y emitimos están producidas “global­ mente” o por totalidades. De ahí otra razón por la cual texto y discurso se toman a menudo como sinónimos pues los mensajes de los que se trata están en el plano sintagmático del lenguaje.' Cualquier conjunto de mensajes semióticos que —en tanto con­ junto funcione de modo unitario; o sea, como totalidad estructu­ rada y autónoma— cae inicialmente bajo el rubro texto y, luego, por extensión casi impensada, bajo el de discurso 2. Texto y discurso tienen en común el sentido. Si bien el sentido común junta estas dos categorías en una misma realidad, la reflexión teórica las separa de acuerdo a su modo de existencia Por oposición al modo de existencia actualizada del discurso, la del texto es una existencia realizada. Dicho en otras palabras; el

2 Cabe recalcar lo expresado por Greimas y Courtés: “El término texto se toma, a menudo, como sinónimo de discurso, sobre todo luego de la interpre­ tación terminológica con lenguas naturales que no poseen el equivalente de la palabra-discurso (propia del francés y el español). En tal caso, la semiótica textual no se distingue, en principio, de la semiótica discursiva. Los dos términos —texto y discurso— pueden ser indiferentemente aplicados para designar el eje sintagmático de las semióticas no lingüísticas un ritual, un ballet, pueden ser considerados como texto o como discurso” (Greimas - Courtés, 1982:409). Sin embargo esta indiferenciación puede conducir a malentendido puesto que la existencia realizada del texto alcanza también sflos sistemas (que se manifiestan ocultándose). Ya discriminando, por discurso se entiende el contenido semiótico del texto; o, en otras palabras, el texto es el lugar de manifestación del discurso. No en vano Barthes habla de “discursus’ como “la acción de correr de aquí a allá (...) idas y venidas, andanzas, intrigas” (Barthes, 1982: 13).

36

O

scar

Q

u ez a d a

discurso no es otra cosa que ese proceso semiótico que el sujeto actualiza en el texto real; por lo tanto, el discurso es el contenido semiótico del texto y los sujetos de la semiótica son, también, sujetos contenidos en el texto. Continuemos nosotros la discriminación y digamos que este conjunto de mensajes semióticos es aprehendido como un todo acotado con principio y fin (clausurado). Naturalmente, el carác­ ter de unidad autónoma de un texto es producto de la práctica comunicativa; es decir, depende de que pueda ser captado como totalidad por el destinatario. Pero desde el punto de vista del análisis semiótico, una vez localizado el texto, puede ser estudia­ do relativamente al margen del (o de los) proceso(s) de comuni­ cación (en los que se originó). Esto quiere decir que la pertinen­ cia semiótica se independiza de todos los procesos reales en los que el texto pueda seguir involucrándose para concentrarse en la comunicación actualizada al interior de dicho texto. Una definición genérica nos ha llevado a afirmar que texto equivale a conjunto de signos que se sostienen en un soporte material concreto y que quedan fijados en algún tipo de docu­ mento. Dichos signos funcionan como dispositivo de sentido ¡Sus­ ceptible de un análisis efectuado relativamente al margen de la situación original de comunicación. De esto último se despren­ den dos conclusiones provisionales, a saber: 1) La categoría texto se aplica no sólo a los mensajes en lengua natural sino a cualquier fenómeno portador de significa­ do integral: a una ceremonia, a una tira cómica, a una obra figurativa, a un ballet, a un espectáculo teatral o de ópera, a un desfile militar, a una conversación o a una pieza musical. Enton­ ces, el texto queda configurado como el espado material en el que se manifiesta y desarrolla la significación siendo este proce­ so (de semiosis o de significación) independiente de las diferen­ tes manifestaciones textuales en las que pueda aparecer (distin­ tas texturas del manto de la semiosis).

S em ió tica

generativa

37

2) Ya no estamos hablando de texto como mera magnitud o conjunto significante sino de un objeto de conocimiento tal y como aparece durante y después de la descripción que el inves­ tigador semiótico efectúe. De este modo, como objeto de cono­ cimiento en vías de constitución o ya constituido, el texto adquie­ re status de constructo teórico. La semiótica-objeto es, ahora, considerada como proyecto de descripción y, ulteriormente, como objeto construido. De ahí que, “no se puede hablar de semiótica si no hay encuentro entre la semiótica-objeto y la teo­ ría semiótica que la aprehende, la informa y la articula" (Greimas - Courtés, 1982 : 366).

Las teorías son el “lugar” en que se objetivan y desde el que se hacen visibles cierto tipo de problemas y otros no. Pues bien, la teoría semiótica está hecha y continúa haciéndose para ver unas cosas: las de la significación. Sólo en la medida en que las entrevé, las construye y se construye. Por cierto, hay muchas otras cosas que no vemos. No aspiramos a la plenitud ni a la percepción totalizadora. ?

2.2. Niveles de construcción semiótica: la perti­ nencia Queda trazado un gesto que va desde la manifestación de una magnitud hasta su conocimiento como constructo: dos acep­ ciones correlativas respectivamente a un sentido amplio, lato y a un sentido restringido, estricto de semiótica (Cf. supra 1.3.). Esto obliga a comprender que la semiótica, entendida como disciplina teórica, parte de un objeto de lenguaje, es decir, de un conjunto significante, aprehendido intuitivamente, al que se le aplican los procedimientos de análisis. La semiótica nace, pues, de la necesidad de conocer el funcionamiento del lenguaje como

38

O

scar

Q

ueza da

instrumento de construcción de la realidad. La semiótica no se ocupa directamente de lo real (físico, químico, biológico: sinóni­ mo de lo no semiótico) sino de la realidad del sentido que se presenta cuando lo real es mediatizado por el lenguaje. Así, el concepto semiótico de realidad no puede ser entendido indepen­ dientemente del de significación, toda realidad semiótica tiene por definición el status de objeto construido portador de signifi­ cación. Este modo de entender las cosas permite ver al lenguaje como legislación que sistematiza y ordena lo real transformándo­ lo en discurso de alguien para alguien; es decir, en significación. Tenemos instaurado, como primer nivel de construcción semiótica, el lenguaje-objeto —el lenguaje en tanto que objeto es ya texto—; inmediatamente se puede situar, a un segundo nivel, el plano de la descripción que es ya una transcodificación; ergo, una representación metalingüística del primer nivel donde, en forma de representación semántica, se encuentra “parafraseado” el lenguaje-objeto. Así es como la semiótica debe concebirse como la superposición adecuada de una semiótica-objeto y de un lenguaje de descripción3. Ahora bien, pasando al tercer nivel, se puede considerar a la semiótica como el lugar donde son elaborados los procedimien­

5 "La descripción de la significación no deja de plantear el problema de su propia posibilidad, por lo menos en una perspectiva que pretende ser científica. En la medida en que trata del sentido, la semiótica, como cualquier otra búsqueda de significación, no puede ser sino 'la transposición de un nivel del lenguaje a otro, de un lenguaje a otro diferente’ (Greimas, 1970:13). Desde este punto de vista, la semiótica se define como un metalenguaje respecto del universo de sentido que ella se da como objeto de análisis. Pero no por ello se reduce a una simple paráfrasis que restituiría, bajo otra forma, los datos de base, de acuerdo a un principio de equivalencia^ en este caso, la mejor equivalencia de un texto es ese texto mismo” (Courtés, 1980 : 34).

S em iótica c. fmkrativa

39

tos y conceptos descriptivos que permiten construir los modelos y elegir los sistemas de representación (que rigen el nivel descrip­ tivo). Si el segundo nivel es metalingüístico descriptivo, este tercero es metalingüístico teórico. La superposición adecuada del segundo y tercer niveles permite entender a la semiótica como metodología-, esto es como disciplina. Por último cabe decir que, en un cuarto nivel, “la epistemología es el análisis de los axio­ mas, de la hipótesis y de los procedimientos, incluso de los resultados, que especifican a una ciencia determinada (...) . El nivel epis­ temológico es una característica esencial de toda teoría bien formada (...) [en él] se prueba la coherencia del cuerpo de los conceptos y se evalúan los procedimientos de descripción y de descubrimiento” (Grei­ mas - Courtés, 1982 : 150, 283).

Se diseña así el trayecto de la investigación semiótica, la cual, partiendo del material o magnitud manifestada entendida como conjunto significante, aprehendido intuitivamente, al que se le aplicarán los procedimientos de análisis (lenguaje-objeto: texto, considerado como nivel 1), sitúa el plano de la descripción que es una representación metalingüística del nivel 1, donde se en­ cuentra “parafraseado” el lenguaje-objeto (nivel 2). Luego, tene­ mos el nivel de la metodología o teórico metodológico (nivel 3) donde se elaboran y definen los conceptos que permiten cons­ truir el nivel descriptivo de representación. Y, como ya explica­ mos, la epistemología —ubicada en un plano jerárquicamente superior (nivel 4)— critica y verifica la solidez del nivel metodo’ lógico examinando su coherencia y midiendo su adecuación en relación con la descripción; por lo tanto evalúa los métodos de descripción y de descubrimiento.

40

O

scar

Q

u eza da

De este modo se operan transcodificaciones entre los nive­ les. La teoría semiótica es, pues, un lenguaje, una semiótica particular reconocida muchas veces como “jerga”. Si bien es cierto que la semiótica es una transcodificación, es también algo más que eso. Como operación de descripción debe precisar los niveles de análisis con los que opera; esto quiere "decir que solamente encara los objetos desde un determinado punto de vista que le es común. En esto consiste el principio de pertinen­ cia, en describir el objeto escogido sólo desde un único punto de vista reteniendo, con miras a la descripción, los rasgos que inte­ resan a ese punto de vista (que para el semiótico es el de la significación). “Cuando está ante una colección de ‘datos’, el hacer semiótico se ejerce retenien­ do sus características comunes de significa­ ción. A diferencia del antiguo tipo de diser­ tación que, a propósito de un texto dado mezclaba inextricablemente los puntos de vista biográfico, histórico, sociológico, esti­ lístico, económico, etc., para extraer de ellos el sentido, la semiótica postula que el acer­ camiento a la significación sólo puede ha­ cerse por medio de aproximaciones diversi­ ficadas y distintas, es decir, según niveles di­ ferentes definidos a su vez por los rasgos distintivos comunes a (o extraídos de) los objetos estudiados. De aquí procede el ver­ dadero malestar que sienten algunos al ver que nuestra perspectiva se niega —a priori— a dar cuenta de todo el material estu­ diado y de todos sus componentes; la ‘per­ cepción totalizadora’, la plenitud, no po­ drían ser patrimonio de una investigación científica analítica, sino que más bien se sitúan en el campo de la síntesis interpreta­ tivas cuya necesidad se hace sentir” (Cour­ tés, 1980 : 34).

S em ió t ic a

generativa

41

La pertinencia aparece entonces como regla de la descrip­ ción con vocación científica. Como condición que debe cumplir un objeto semiótico construido: sólo deben tomarse en cuenta, entre las numerosas determinaciones (o rasgos distintivos) posi­ bles de un objeto, aquellas que son necesarias y suficientes para agotar su definición (en tanto operación metalingüística)’. Así, dicho objeto no se verá sobrecargado con determinaciones de otra índole. Es desde el nivel teórico-metodológico que se esboza la pertinencia. Los niveles de construcción semiótica que veni­ mos proponiendo y que permiten definir la pertinencia, se emparentan con la concepción de los niveles del lenguaje (Benveniste), así como con la idea de la semiótica considerada como una jerarquía (Hjelmslev). La semiótica elaborada a partir de la obra de Greimas se perfila como una metodología aplicable al análisis concreto de objetos significantes. En este sentido, la semiótica aparece como operación de descripción de la significa­ ción; para ello se vale de un metalenguaje apropiado que le permite “hacer hablar al texto, suprimiendo en la medida de lo posible, la mediación parásita que tiende a insinuarse entre el mensaje y su destinatario" (Greimas, 1979 : 235-245).

Nuestra disciplina ofrece así al investigador un lenguaje especial con el que puede hablar del texto sin interferir él mismo como individuo; “bajo las apariencias de una jerga tal vez enrevesada, pero fácil de asimilar y, sobre todo, inevitable, permite a gse discurso dis­ tinguirse de su objeto textual y mantener la univocidad de sus términos y la coherencia, verificable, de sus asuntos. Esa neutralidad permite evitar las transposiciones -y los transportes- metafóricos que continuamente solicitan al lector, haciendo aparecer, inclu­

so antes que la riqueza potencial del texto, sus tomas de posición ideológicas, acicala­ das según el gusto del momento” (Greimas, 1979 : ibid). 1

Indudablemente Greimas se refiere a la gama de impresiones de todo tipo que obnubilan la visión del objeto desviando la atención del supuesto analista que termina comentando sus afectos, sus pareceres, sus opiniones articulando muchas veces una gaseosa “doxa”... que no se sabe hacia dónde ni hacia qué se orienta y que tiene todo el aspecto de una prestidigitación. Para describir el proceso de producción de un objeto cultural (literario, mítico, pictórico, musical, etc.) y al mismo tiempo definirlo, la semiótica ha dado a la organización general de su teoría la forma de un recorrido generativo que aparece como una construcción abstracta e hipotética, situada anteriormente a toda mánifestación (sea lingüística, sea no lingüística) susceptible de dar cuenta de un conjunto de hechos semióticos atendiendo a la organización formal de su contenido. Pasemos a ocuparnos de este “recorrido”.

2.3. Recorrido generativo Hemos visto que en el tercer nivel de construcción semiótica se pueden, en principio, elaborar varias teorías semióticas: sólo en la medida en que sean formalizadas podrán ser eventualmente comparadas y evaluadas. La condición sirte quanon de una teoría semiótica es el ser formulada como teoría de la significación. Su ambición se limita a la construcción de modelos, es decir, de simulacros que le permitan representarse los recorridos del imaginario humano en busca de sentido. Simulacro y modelo aparecen como cuasi-sinónimos que permiten subrayar explícita­ mente el carácter no-referencial de las construcciones con cuya ayuda la semiótica se esfuerza por rendir cuenta de los fenóme­ nos de producción y consumación del sentido.

S t-V / y n c A

ü í .n

£ i j m i v *i

La preocupación central de la teoría será explicitar —en ■forma de una construcción conceptual— las condiciones de aprehensión y de la producción del sentido. Por ello es que el teórico trata de construir modelos susceptibles de generar discursos, simulacros que permitan imaginar con coherencia la progresiva semiosis que desemboca en el discurso. El desarrollo del pensa­ miento de Saussure conduce a la comprobación en base a la cual el signo es visto como unidad de la manifestación del lenguaje, como producto histórico, como hecho de uso cuyo estudio no explica directamente cómo funciona el lenguaje. Dirá Courtés: "... hemos aprendido por lo menos que lo semiótico no corresponde al estudio de los signos (nivel de la manifestación lingüística, pictórica, musical, visual, etc.) sino a todo lo que es anterior a ellos, a todo lo que está presupuesto por ellos, a todo lo que permite y desemboca en su producción. Esto equi­ vale a decir que la investigación semiótica

sólo es posible si se sitúa en un plano lógica­ mente anterior al de la manifestación, en una especie de 'espacio'que le compete a ella organiza? (Courtés, 1980 : 102). ? i

Distinguimos, entonces, un plano lógicamente anterior pre­ vio a la manifestación textual (estructuras textuales entendidas como conjunto de signos), este tópico que nos compete organizar y describir y que representa la formación progresiva del conteni­ do, está constituido por: . Estructuras semio-narrativas . Estructuras discursivas Entre ambas estructuras, articulándolas, está la instancia de producción del discurso que se denomina: Instancia de la enunciación

44

O

scar

Q

u ez a d a

Así los enunciados-discurso son producto del trabajo de un sujeto situado de dos maneras en esta instancia (en esta actancia): como destinador y como destinatario. Sea autor o lector, el sujeto de la enunciación, es siempre productor de significación. Dicho en otras palabras, el que lee una novela es tan productor del sintagma como el que la escribió. Al costado de una enunciación enunciadora (destinadora) tenemos una enunciación enunciata­ ria (destinataria). A la realización del destinador (para la cual, por ejemplo en comunicación social, se podrían requerir una costosa financiación) corresponde la realización del destinatario. Ambas son simuladas, a partir del texto en el que están inscritas, por el recorrido generativo. Se habla así de la enunciación “en ascenso”: desde la narratividad del destinador hacia su discurso; y, de la enunciación “en descenso” del discurso propuesto hacia la inter­ pretación narrativa del destinatario. Este plano lógicamente anterior a la manifestación es imagi­ nado y construido como recorrido generativo. Optamos por la forma generativa que investiga y define el objeto semiótico concibiéndolo según su modo deproducóión. El tecorrido gene­ rativo de la significación es, de esta manera, un simulacro de la generación del sentido que no debería ser confundida con la descripción positiva de los procesos semióticos “reales” en su engendramiento, objeto de la psicología y/o de la sociología y, en última instancia, de la biología. Conforme se ha desarrollado análisis concretos, desde hace veinte o treinta años, tratando acerca de lenguajes muy diversos, el trabajo semiótico se ha ido proveyendo de un modelo de representación de la producción del sentido que, en el nivel del metalenguaje teórico, acuñamos con la denominación recorrido generativo. Dicha denominación, además dé permitirnos desig­ nar a ese plano lógicamente anterior al de la manifestación y diferente de ella, da cuenta de la generación semiótica como condición necesaria que hace posible la manifestación. Entonces,

S em ió tic a

generativa

45

¿qué sucede entre las primeras diferencias creadoras de sentido y las múltiples articulaciones textuales-gestuales, musicales o picturales que manifiestan las más ricas y las más complejas obras? El recorrido generativo es un simulacro dinámico de la produc­ ción del sentido; es la disposición ordenada de las etapas sucesivas por las cuales va pasando la significación. Esta va enri­ queciéndose, complicándose, revistiéndose y de simple y abs­ tracta deviene en compleja y concreta. Se entiende el sentido del término recorrido. Concebir el objeto semiótico según el modo de su produc­ ción no es lo mismo que hacerlo de acuerdo con la historia empírica de su creación. El recorrido en cuestión-es generativo porque el objeto significante, para la semiótica, puede —y deberá— ser definido según su modo de producción y no según la “historia” de su creación; así “generación” se opone a “génesis”. La opción metodológica derivada de esta pertinencia es capital: la constitución del sentido es un desarrollo lógico, construido a posteriori por el analista; aquel desarrollo lógico nada tiene que ver con el desarrollo temporal de su materialización. Aquel desarrollo no reproduce a éste. Así es como los efectos de sentido producidos en el texto y descritos a posteriori presuponen un sistema y un proceso estruc­ turados generativamente. Sistema y proceso de relaciones y operaciones que pasa por los sujetos. Discriminando: el sujeto productor convierte las estructuras paradigmáticas (semio-narrativas: sistemas) en estructuras sintagmáticas (discursivas: proceso). El sujeto procesa el sistema. En el sistema está implicado (normado gramaticalmente), en el discurso está presupuesto (como el productor por el producto). Los elementos del texto realizan tanto el sistema como el proceso. Los elementos del texto obtienen significación y son recono­ cidos significantes por sus relaciones y operaciones sintagmáticas

O

scar

Q

uezada

y paradigmáticas: sólo hay sentido por estas diferencias que, paso a paso, nos van reconstruyendo la generación desde las formas virtuales del contenido hasta sus formas actuales. Las formas virtuales del contenido no son sino su Gramática. Las formas actuales su Discurso. Entre ambas: la enunciación. De esta manera, la producción del discurso presupone un in­ cremento gradual de la significación, en tanto trabajo de un sujeto productor a un sujeto co-productor (Cf. sujeto de la enuncia­ ción). Dicho incremento gradual esboza, pues, el recorrido como forma generativa del contenido. El análisis semiótico es estructu­ ral y generativo porque trata de describir progresivamente esta forma del sentido, no el sentido sino su progresiva arquitectura, su estructuración: la armazón que lo constituye. Reiteramos que, en última instancia, de lo que se trata es de ubicar las reglas y el dispositivo capaz de engendrar los discursos en los textos. La noción recorrido generativo designa, pues, a un ser semiótico construido por el metalenguaje teórico-metodológico y aprovechable (verificándolo, evaluándolo, afinándolo) por el metalenguaje descriptivo. De orden abstracto e hipotético deduc­ tivo, este ser semiótico deviene instrumental de la praxis de análisis. De allí su carácter hipotético: la manera más económica de representar "la gran hipótesis” de la semiótica es mediante la categoría recorrido generativo pero, como contraparte, no se trata de una aproximación inductiva sino deductiva en la medida en que el modelo es “puesto a prueba” por análisis concretos y así resulta permanentemente enriquecido, mejorado. La intuición del investigador resulta de este modo ordenada por este modelo de previsión del funcionamiento textual. El in­ vestigador, además de su pasión de búsqueda, contará con un potente instrumental: y recalcamos, la “gran hipótesis” es el modelo, su coherencia siempre está siendo afinada por sucesivas investigaciones que toman este simulacro como probabilidad que

S em iótica

generativa

4/

hay que experimentar. El trabajo de campo de la semiótica es de esta manera, el análisis de textos. Es esta la práctica teórico-descriptiva que configura al modelo en cuestión como construcción pragmático-experimental, por lo tanto susceptible de ser verifica­ da (o falseada) en la adecuación, en la confrontación descriptivoexplicativa. El recorrido generativo representa a la teoría semiótica, es decir, a un conjunto coherente de hipótesis interdefinidas'que versan sobre la generación de la significación susceptibles, por lo tanto, de ser sometidas a verificación. Es así como la noción recorrido generativo designa “...la economía general de una teoría semió­ tica (o solamente lingüística), es decir, la disposición unos con relación a otros, de sus componentes, ello desde la perspectiva de la generación, lo que equivale a postular que, al ser posible definir cualquier objeto semiótico según el modo de su producción, los componentes que intervienen en ese proceso se articulan entre sí según un ‘reco­ rrido’ que va de lo simple a lo más complejo, de lo más abstracto a lo más concreto" (Grei­ mas - Courtés, 1982 : 194).

La empresa generativa —que, como vemos, lleva de lo más simple a lo más complejo y de lo más abstracto a lo más concreto— tiene la ventaja de permitir introducir, adecuadamen­ te, logros de la teoría lingüística, tales como la problemática relativa a la “lengua” y su discursivización (Benveniste) y/o al par “competencia”/ “performance" (Chomsky), pero a partir de estos aportes, la empresa generativa se concentrará en la articulación de las estructuras según sus modos de existencia: virtual, actual o realizada.

48

O

scar

Q

uezada

"Cuando una semiótica dada es pro­ puesta como objeto de saber, la tradición saussuriana le reconoce dos modos de exis­ tencia-. la primera, la existencia virtual ca­ racterística del eje paradigmático del len­ guaje, es una existencia in absentia ; la se­ gunda, la existencia actual propia del eje sintagmático, ofrece al analista los objetos semióticos in-praesentia y, por este hecho, parece más “concreta". El paso del sistema al proceso, de la lengua al discurso, se designa como proceso de actualización" (Greimas Courtés, 1982 : 167, 168).

El recorrido generativo, en tanto constitución de la forma del contenido, coincide con esta actualización y por eso mismo es que teóricamente se hace necesario distinguir entre el texto (nivel de realización sustancial de la significación) y su generación semiótica que es inmanente y está en el nivel de las formas. Un análisis más profundo del par virtual vs. actual evidencia la autonomía y el carácter aún abstracto de las organizaciones discursivas, muy alejadas del modo de existencia de los discursosenunciados en tanto ocurrencias materiales. Esto nos obliga a reconocer un tercer modo de existencia semiótica —el de la existencia realizada— que, debido a la semiosis, se presenta como la manifestación discursiva. Sí el recorrido generativo tiene una existencia virtual-actual el texto tiene una existencia realiza­ da. Dicho en otras palabras: tanto lo virtual como lo actual, tanto el sistema como el proceso, la gramática como el discurso, en suma, tanto las estructuras paradigmáticas como las estructuras sintagmáticas aparecen realizadas en el texto (en las estructuras textuales). En.tanto economía general de una teoría semiótica, el reco­ rrido generativo está, pues, constantemente en vías de elabora­ ción. La gran cantidad de investigaciones semióticas contribuyen

S e m ió tic a

g enerativa

49

ayudando a percibir una multiplicidad de relaciones y operacio­ nes entre los componentes, subcomponentes y niveles del reco­ rrido generativo. 2.3.1. Niveles y com ponentes del recorrido generativo Ya esbozamos, de manera muy general, la articulación de este "espacio” generativo de cuyo movimiento interno depende el diseño de nuestro modelo para la descripción semiótica. A grandes rasgos, este “espacio” está formado por dos estructuras: s e m i o n a r r a t i v a s y d i s c u r s i v a s , que representan respectivamente al eje paradigmático y sintagmático de toda semiótica. Entre ambas estructuras, o entre ambos ejes, tenemos un nivel intermedio de articulación que representa a la instancia comunicativa de pro­ ducción, es decir, de generación misma del discurso: instancia de la enunciación (que bien puede entenderse como estructura enunciativa). Esta instancia de enunciación, como lugar de inter­ mediación que es, se encarga de “hacer pasar al discurso” a las estructuras semionarrativas. Se observará que las estructuras discursivas son aquello que es enunciado desde la enunciación. Así, los enunciados son producto del trabajo que realiza el sujeto ubicado en una instan­ cia lógicamente presupuesta: instancia de la enunciación. Los textos se separan de quien (es) lo(s) produjo (eron) y siguen produciendo pues allí se inscribe la práctica semiótica de la enun­ ciación a disposición de cualquier sujeto co-productor competen­ te que “se encuentre” en ellos (espejos). Leer un texto es, de alguna manera, encontrar a su sujeto. No a su autor empírico, material, biográfico ni al lector con las mismas características. No al indraduo biológico con nombre propio que, de hecho, interesa a otras respetables pertinencias más no a la de la semiótica. No nos interesa quién hace empíri­

O sca r (^ u e z a d a

camente el texto o su lectura. Nos interesan quienes se hacen semióticamente en ese texto, en esa lectura. Volveremos sobre este punto. Ahora continuemos con la formulación de nuestro modelo situado en este momento lógicamente anterior al de la manifes­ tación pero reconstruido a partir de ella (sean cuales sean sus características materiales). Es necesario señalar que esta tarea de construir un simulacro formal capaz de describir y explicar enunciados-ocurrencia coin­ cide primeramente con la acepción de Gramática que permite formular, a lo largo del recorrido generativo, dos componentes:. Sintáctico y Semántico. El rigor científico de los modelos lingüís­ ticos convino desde sus orígenes a la semiótica. Así la elección de la lingüística como punto de partida (sobre todo en el plano metodológico) permitió a la semiótica librarse de enfoques intuitivos o excesivamente psicologistas en el análisis de los objetos significantes. Si en lingüística, semántica y fonolo­ gía se consideran sólo como simples componentes —adheridos a la sintaxis— de una gramática que abarca la totalidad del campo lingüístico estudiado; en semiótica, el componente fono­ lógico puede ser sustituido por cualquier otra form a de expresión y, al nivel del contenido son formulados, en el recorrido genera­ tivo los componentes sintáctico y semántico como constitutivos, a nivel paradigmático, de una gramática semiótica y, a nivel sin­ tagmático, de su discursivización. Por gramática se entiende, generalmente, la descripción de los modos de existencia y de funcionamiento de una lengua natural o de manera amplia, de toda semiótica. Siendo el modelo semiótico que proponemos fundamentalmente una gramática — es decir, un sistema de reglas para la generación de la significación— no podemos describir el funcionamiento textual si no tomamos en cuenta el hecho de que el recorrido generativo está "cruzado" por un componente sintáctico y otro semántico

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

51

que, a nivel de las estructuras semionarrativas, constituyen una gramática semiótica. Las estructuras semionarrativas que presiden la generación del sentido y funcionan como principio organizador de cualquier discurso constituyen la instancia ab quo del recorrido generativo; se presentan, entonces, bajo la forma de una gramática semióti­ ca y narrativa que comporta dos componentes —sintáctico y semántico— y dos niveles de profundidad: un nivel profundo, de naturaleza lógico-semántica —que en tanto gramática fu n d a ­ mental está compuesto por una sintaxis fundam ental y una semántica fundam ental— y un nivel de superficie de naturaleza antropomorfa que en tanto gramática narrativa está compuesto por una sintaxis narrativa y una semántica narrativa. Las estructuras discursivas están ubicadas en un menor nivel de profundidad, por lo tanto, respecto a las anteriores, en un nivel más superficial, organizan, a partir de la instancia de la enuncia­ ción, la “puesta en discurso" o discursivización de las estructuras semionarrativas. Esto quiere decir que son las encargadas de tomar a su cuenta las estructuras semionarrativas (semióticas) de superficie y ponerlas en discurso haciéndolas pasar por la instan­ cia de la Anunciación. Así las estructuras discursivas presuponen lógicamente la existencia de un sujeto competente y performante, discursivizador, sujeto de la enunciación; mientras que, las es­ tructuras semionarrativas, al estar ubicadas a un nivel más abs­ tracto, se pueden explicar prescindiendo de este sujeto que, lógi­ camente, “aún no aparece”. Es así como se distinguen en las estructuras discursivas, ya no en tanto gramática sino en tanto componentes de la discursi­ vización, una sintaxis discursiva —que comporta tres subcomponentes. actorialización, temporalización y espacialización— y una semántica discursiva, con sus subcomponentes de tema­ tización y figurativización. Estas estructuras, encargadas de la

52

O

scar

Q

u ez a d a

discursivización de las estructuras narrativas, constituyen el punto de llegada, la instancia ad quem del recorrido generativo. En el siguiente cuadro, presentado por Greimas y Courtés (Greimas - Courtés, 1982 : 197) se puede visualizar el recorrido generativo con sus niveles y componentes: RECORRIDO GENERATIVO COMPONENTE SINTACTICO Estructuras semionarrativas

COMPONENTE SEMANTICO

nivel profundo

SINTAXIS FUNDAMENTAL

SEMANTICA FUNDAMENTAL

nivel de superficie

SINTAXIS NARRATIVA

SEMANTICA NARRATIVA

SINTAXIS DISCURSIVA

SEMANTICA DISCURSIVA

Estructuras discursivas Discursivización:

•actorialización -temporalización -espacialización

-tematización -figurativización

La línea que separa las dos grandes estructuras del recorrido puede, perfectamente, representar a la instancia de la enuncia­ ción. Cabe, pues, hacer notar que cada nivel es “un plano hori­ zontal que presupone la existencia de otro plano que le es paralelo" (Greimas - Courtés, 1982 : 282). El niveles un concepto figurativo y básicamente operatorio estrictamente definido: dado que toda semiótica puede describirse como una jerarquía, “el nivel (para Benveniste) o el rango (para ‘ Hjelmslev) está constituido por unidades derivadas de un mismo grado, definidas por la relación que mantienen entre si (relacio­ nes distribucionales, según Benveniste) y

S em ió tic a

generativa

53

con las unidades de nivel superior (relacio­ nes integrativas). Así, pues, el concepto de nivel es fundamental para instalar los proce­ dimientos de descripción y entra también en la definición de la pertinencia semiótica: de no distinguir los niveles de análisis —dada la complejidad de las relaciones estructura­ les de un objeto semiótico— , ningún análi­ sis coherente sería posible" (Greimas Courtés, 1982 : 282, 283).

En semiótica, las estructuras profundas se oponen, habitual­ mente, a las estructuras de superficie (o superficiales): “mientras que éstas dependen, por así decir­ lo, del dominio de lo observable, las otras son consideradas como subyacentes al enunciado. Se observará, sin embargo, que el término profundidad está teñido de con-, notaciones ideológicas por la alusión a la psicología profunda y también porque su sentido se acerca, a menudo, al de autentici­ dad” (Greimas - Courtés, 1982 : 319).

No debe entenderse, pues, que las estructuras profundas son más “importantes” o las superficiales más “banales” “Toda connotación eufórica o disfórica que se agregue, será de orden metaiisico o ideológico, y como tal, no pertinente en semiótica” (Greimas - Courtés, 1982 : 282).

De lo que se trata es de entender los niveles como hitos de un “desplazamiento” gracias al cual lo abstracto rige y organiza a lo concreto: “Esto nos lleva a decir ^ue ambos tipos de estructuras son construcciones metalingüísticas (‘profundo’ y ‘superficie1 son dos metáforas espaciales, relativas al eje de la verticalidad): sirven para designar, una, la

O

scak

Q

uezada

posición de partida, y la otra, el punto de llegada de una cadena de transformaciones que se presenta como un proceso de gene­ ración, como un recorrido generativo de conjunto, dentro del que cabe distinguir tantas etapas e hitos como sea necesario para la claridad de la explicación. El carácter puramente operatorio de estos niveles es­ tructurales justifica y permite las modifica­ ciones y los replanteamientos que la teoría se ve obligada a introducir" (Greimas Courtés, 1982 : 319, 320).

Resumiendo lo anterior entendemos que desde la pertinen­ cia semiótica “se utilizan los términos ‘superficie’ y ‘pro­ fundidad' en su sentido relativo para desig­ nar, simplemente, el grado de avance del recorrido generativo que va de las estructu­ ras elementales de la significación a la pro­ ducción del enunciado-discurso. Así, el ni­ vel de la sintaxis antropomorfa es más su­ perficial que el de las estructuras lógico'semánticas subyacentes; el nivel temático, más profundo que el nivel figurativo" (Greimas Courtés, 1982 : 397).

Se trata, pues de entender en el recorrido, “estaciones” entre lo abstracto y lo concreto, en el continuo virtual/actual/realizado; términos estos que también serán relativos e, incluso, minuciosa­ mente desplegados para dar cuenta de la progresión generativa; virtualizante/virtualizado/virtual/actualizante/actualizado/actual/ realizante/realizado/real. En el cuadro de visualización del recorrido generativo hay que considerar que los niveles estructurales están presentados de una manera "gruesa”. Lo importante es comprender que nuestra disciplina ha ido acercándose poco a poco al reconocimiento, gracias al análisis de los discursos narrativo figurativos, de la

S e m ió tic a

g e n e r a t iv a

55

existencia de un tronco semiótico común, invariante e indepen­ diente de sus manifestaciones en las lenguas particulares (lenguas naturales o semióticas no-lingüísticas): de ahí que, en el marco del recorrido generativo propuesto se distingue entre éste nivel semiótico (profundo) y el nivel discursivo (más superficial). Incluso este tronco común plantea niveles de profundidad dife­ rentes: así se distinguen las estructuras semióticas fundamentales de las narrativas. Tales distinciones son, a la vez, hipotéticas y operatorias. reflejan el estado y la economía general de la teoría semiótica en un momento determinado de su elaboración; y, al mismo tiempo que permiten construcciones más definidas y formulaciones más precisas de los niveles de representación tomados separadamen­ te, admiten la posibilidad de reducción o de multiplicación eventuales del número de I q s niveles (Greimas - Courtés, 1982 : 283). Esto es una muestra de la rientificidad del modelo propues­ to puesto que está permanentemente sujeto a perfeccionamiento y a reelaboración pragmática y experimental. No se trata de un dogma que haya que aceptar “a ojos cerrados”. No se trata tampoco, como ya señalamos, de “leer" los textos bajo la superpertinencia totalizadora e "iluminada” que mezcla en una ensala­ da los más diversos y disímiles puntos de vista. 2.3.2. La generación: conversiones y vertim ientos Habiendo observado ya las instancias estructurales del reco­ rrido generativo, corresponde ahora delinear la interrelación dinámica que se produce entre ellas. Sabemos que, en semiótica, el empleo de la dicotomía “profundo”/ “superficial” 9 “se inscribe, de modo obligatorio, en la teoría general de la generación de la signifi­ cación y toma en cuenta, esencialmente, el

56

O

scar

Q

ueza da

principio generativo según el cual las estruc­ turas complejas son producidas a partir de estructuras más simples (...) y, a la vez, el principio del ‘incremento del sentido’, por el cual, toda complejización de las estructuras aporta un complemento de significación. Es por ello que cada instancia del recorrido generativo debe comprender los dos com­ ponentes: sintáctico y semántico" (GreimasCourtés, 1982 : 320).

Las instancias más profundas del recorrido serán más sim­ ples y cada vez más abstractas; así, por ejemplo, las microestructuras fundamentales. En la medida que el sentido “progresa”, por la conversión de niveles, tendremos estructuras más complejas y, a la vez, nuevos “ingredientes” semióticos. Hjelmslev emplea el término conversión asimilándolo, en tanto conjunto de procedi­ mientos, con el concepto de transformación (proveniente de la gramática generativa). Recurre a este concepto para dar a enten­ der que la lengua no es solamente una estructura estática sino que comprende también un aspecto dinámico, las "transforma­ ciones" que, localizadas al interior de un estado de lengua, no deben confundirse con las transformaciones diacrónicas (copio por ejemplo las históricas) que perturban el estado de la lengua en su conjunto. La metáfora de Hjelmslev es ésta: los daneses llamados a hacer el servicio militar, aunque se “transformen” en militares, no dejan de ser daneses. Nosotros podemos decir, empleando un símil natural que las semillas, aunque se transfor­ men en árboles, no dejan de seguir existiendo. O, en otras palabras: las semillas están presentes en los árboles (y viceversa). En este contexto, ‘empleamos el término conversión en su sentido hjelmsleviano y lo aplicamos a la dimensión sintagmática y discursiva de la semiótica: este concepto se encuentra ínti­ mamente vinculado entonces al discurso,

S em ió tic a

g enerativa

57

aprehendido y definido como una superpo­ sición de niveles de profundidad. En efecto, este modo de enfocar el discurso permite elaborar descripciones autónomas —en los planos sintáctico y semántico— de cada uno de los niveles de profundidad (que corres­ ponden a las diferentes instancias previstas del recorrido generativo), pero no deja de plantear el problema del paso de un nivel a otro y de los procedimientos a efectuar con el fin de describir estas conversiones (...). Ahora bien, las reglas de conversión sólo pueden ser concebidas sobre un fondo de equivalencia, admitiendo que dos o másformas sintácticas (o dos o más formulacio­ nes semánticas) pueden estar referidas a un tópico constante. Hay que tener en cuenta, además, que'la equivalencia no es la identi­ dad: es preciso reconocer que la generación de la significación, al introducir nuevas arti­ culaciones en cada etapa de su recorrido, aporta, al mismo tiempo, un 'enriquecimien­ to’ o un ‘aumento’ del sentido, si se supone que la significación no es otra cosa que arti­ culación. Toda conversión deberá conside­ rarse, por consiguiente, como una equiva­ lencia y, a la vez, como un excedente de significación” (Greimas-Courtés, 1982 : 90, 91).

Ahora bien, hemos visto que el recorrido generativo se compone de niveles superpuestos cíe diferente carácter lógico, cruzados por los componentes sintáctico y semántico. Hay que concebir, entonces, la dinámica de este recorrido como un pro­ ceso de sucesivas conversiones que van desde la organización fundamental, de carácter lógico, hasta la organización superficial que manifiesta un carácter antropomorfo. 'En el análisis del discurso, que postu­ la varios niveles (según el esquema del reco­

______________________ _____ ___________________ ________________O s c a r Q u e z a d a

rrido generativo), se reconocen entre éstos relaciones de equivalencia explicables por los procedimientos de conversión (o de transformación vertical): partiendo del nivel más abstracto hacia los niveles más concre­ tos, nuevos componentes (antropomorfo, figurativo, etc.) se agregan y se desarrollan sobre un fondo de identidades constantes” (Greimas-Courtés, 1982 : 151).

Por todas estas razones A. J. Greimas propuso definir el paso de un nivel a otro “como una equivalencia entre la operación y el hacer" (Greimas, 1970 : 168); por lo tanto, si uno de los conceptos de base del nivel profundo es el de operación sintáctica, a él corresponderá, en el nivel superficial, el de hacer sintáctico. El establecimiento de la equivalencia entre la opera­ ción y el hacer constituye la introducción, en la gramática, de la dimensión antropomorfa. Así, “las operaciones que versan en tomo a los términos relaciónales— que sirven de base a la sintaxis fundamental— pueden ser con­ vertidas, al pasar a la sintaxis narrativa, en enunciados de hacer que rigen a los enun­ ciados de estado (donde las transformacio­ nes modifican a las junciones: disjunciones en conjunciones, e inversamente). Por otro lado, en el componente semántico, se ad­ vierte también que los términos de las cate­ gorías semánticas se convierten en valores vertidos en los objetos sintácticos y que estos —lugares semánticamente vacíos— pueden ser convertidos en figuras y en iconos del mundo. Elaborar las reglas de la conversión constituiría, sin duda, una de las pruebas fundamentales de la coherencia de b doctrina semiótica" (Greimas-Courtés, 1982 : 91 ).

S e m ió t ic a g e n c .-v aitva

59

El procedimiento horizontal, correspondiente a la conver­ sión vertical, es el denominado investissement ( investimiento se­ mántico o vertimiento semántico). Observemos que lasuperpo­ sición de losniveles de generación implica una serie de sucesivos incrementos de la significación que la van enriqueciendo semán­ ticamente. Simultáneamente, “el vertimiento semántico es un procedi­ miento por el cual a una estructura sintácti­ ca dada se le atribuyen valores semánticos previamente definidos. El análisis de un enunciado (frase o discurso) permite reco­ nocer, determinar y organizar unidades semánticas de cualquier dimensión (semas, sememas, temas, etc.) en consecuencia, hablar de un componente semántico autó­ nomo, relativamente independiente del com­ ponente sintáctica. De ahí que también, en la perspectiva generativa, pueda preverse un procedimiento en sentido inverso: a partir de las estructuras profundas y abstractas, se concibe el recorrido generativo como com­ portando, en cada instancia o nivel de pro­ fundidad, estructuras sintácticas y vertimien­ tos semánticos que les sean paralelos y conformes.

La noción de carga semántica, que determinan un estado, es próxima a la de vertimiento (que designa una operación). En particular, se notará un hecho lleno de consecuencias, la distribución desigual de la carga semántica en el interior del enuncia­ do.- la carga puede condensarse tanto sobre el sujeto ('el zapatero trabaja’) como sobre el predicado (‘el hace zapatos’), etc.; lo que permite distinguir los contenidos semánti­ cos, propiamente dichos, de las categorías semánticas utilizadas como categorías gra­

6o

O

scar

Q

u ezada

maticales y, al mismo tiempo, proyectar una distribución diferente de la carga semántica al construir, por ejemplo, roles temáticos o procedimientos tematizados que, ellos so­ los, reúnen todas las propiedades semánti­ cas del enunciado" (Greimas-Courtés, 1982 : 436).

En la medida en que se van concretando las conversiones y los vertimientos será pertinente hablar de recorrido narrativo, temático, figurativo, espacial, tem poral, etc. L A partir del hecho generativo, se puede describir con mayor precisión el desarrollo del recorrido generativo desde su instan­ cia ab quo, las estructuras semio-narrativas virtuales o profundas (la semántica fundamental y la sintaxis fundamental, Cf. infra), hasta sus estructuras realizantes (las estructuras discursivas sintác­ ticas y semánticas), pasando por las estructuras semio-narrativas actualizadas (y actualizantes) (la semántica narrativa y la sintaxis narrativa). A manera de resumen, y para dar una visión de conjunto, podemos ir deteniéndonos en las “estaciones" del recorrido: La semántica fundam ental se define como una estructura axiológica elemental virtual (instancia ab quo del recorrido gene­ rativo). Cuando una categoría semántica fundamental (Cf. infra 3.1.1.) recibe la aplicación de las categorías propioceptivas queda establecida una taxonomía. Las categorías propioceptivas son la tímica (euforia vs. disforia) y la veridictoria (ser real vs. parecer ilusión). Una taxonomía queda, entonces, establecida por la apli­ cación de una de las categorías propioceptivas sobre una catego­ ría semántica dada. Después la taxonomía será, en cuestión, axiologizada por la aplicación de la otra categoría propioceptiva. El cuadro semiótico es utilizado en su definición estática: las relaciones de contradicción, contrariedad y complementariedad son simplemente “sentidas” y así establecidas (sin la intervención de las operaciones de negación o de aserción) (Cf. infra 3-1.2.2.).

S em ió tic a

generativa

6l

La sintaxis fundam ental se define como estructura sintácti­ ca elemental virtual (también perteneciente a la instancia ab quo del recorrido generativo). Presupone ya la existencia de la semán­ tica fundamental. Precisamente la Sintaxis fundamental transfor­ ma a la Semántica fundamental en dos etapas: a) La Semántica fundamental —ya afirmada— establece una taxonomía objetivada y una axiología objetivada, b) que están sometidas a los juicios alético y deóntico con la ayuda de las operaciones sintácticas de negación y aser­ ción. Por lo tanto, la Sintaxis fundamental en tanto que estructura virtual está compuesta por estructuras modales virtuales. Uno de los esquemas de estos cuadros genera nuevos términos que no se encuentran en la Semántica fundamental y que la Sintaxis funda­ mental “desborda" obrando la posibilidad de explosión creadora que caracteriza a la Sintaxis narrativa. La semántica narrativa es la actualización de la estructura axiológica virtual que es la Semántica fundamental. Esta actuali­ zación se entiende como conversión desde el momento en que la estructura axiológica propioceptiva de la Semántica fundamental es aplicada iterativamente al mundo del sentido común que es así progresivamente articulado como microuniverso semántico. Las taxonomías propioceptivas son “percibidas intuitivamente” como dominios discretos de la experiencia humana. Articulan así el mundo del sentido común y son axiSlogizadas según el modelo de la Semántica fundamental. La sintaxis narrativa es simultáneamente la actualización de la sintaxis fundamental (conversión) y la transformación (por vertimiento) de la semántica narrativa. Su generación equivale a una antropomorfización progresiva (altamente compleja). Se subdivide en tres instancias: la sintaxis narrativa profunda, pri­

mera etapa de actualización de la sintaxis fundamental. Se genera por la aplicación iterativa de las estructuras modales virtuales al microuniverso semántico de la semántica narrativa. Esta aplica­ ción da por resultado estructuras modales actualizadas que, si son aléticas, equivalen a la transformación del microuniverso semán­ tico en una “ontología” (algo parecido a las premisas de una Filosofía o de una teología). Y, si son deónticas, equivalen a lo que se llamaría en ética un “sistema de valores (morales)” (algo parecido a las premisas de una ética). La sintaxis narrativa intermedia convierte las estructuras aléticas y deónticas actualizadas en estructuras antropomorfas: las estructuras epistémicas y éticas. El sujeto toma a cargo, asume, los enunciados alétícos y deónticos. Se compromete asumiendo esos enunciados como credo. Este es el plano de la creencia, resultado de una interpretación y de un juicio que cuando está referido a un enunciado alético genera estructuras modales epistémicas, y cuando está referido a un juicio deóntico genera estructuras modales éticas. La sintaxis narrativa superficial en tanto que actualización de las sintaxis narrativa profunda e intermedia tiene por unidad de base el programa narrativo (PN) que es un enunciado de hacer (actualización de un enunciado ético) que rige a un enunciado de estado (actualización de un enunciado epistémico). Se articulan semióticas de la acción, de la manipulación y de la sanción, que tienden a constituirse como esquema narrativo. La semántica discursiva establecida por la discursivización de la enunciación, consta de dos sub-componentes: la tematiza­ ción y la figurativización, entendidas como un doble vertimiento semántico, uno más abstracto correspondiente a la diseminación de los valores en las isotopías discursivas y el otro más concreto correspondiente a la conversión de los argumentos temáticonarrativos en “realidades” configuradas como “mundos” iconizablcs de muy variadas y complejas maneras.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

63

La sintaxis discursiva también establecida por el procedi­ miento de discursivización que entra en juego a nivel de la enunciación, consta de tres sub-componentes: la actorialización, la temporalización y la espacialización. Estos, en tanto procedi­ mientos, se fundan gracias a las operaciones de desembrague y de embrague que hay que comprender como operaciones me­ diante las cuales el enunciador pone en relación sus estructuras semionarrativas actualizadas con las estructuras semionarrativas del enunciatario, construyendo para este último un “espectáculo” poblado por actores en coordenadas espacio-temporales; e in­ scribiendo el relato en localizaciones, programaciones y aspectualizaciones de variada índole. Sintaxis y semántica discursivas están en vías de elaboración. Por tratarse de estructuras complejas pareciera que esta elabora­ ción nunca debiera de concluir. El carácter no acabado de la teoría greimasiana es puesto de relieve (sobre todo a este nivel). Sin embargo, esto no es tomado como aspecto negativo o como falta de solidez sino como reflejo de la vitalidad de la teoría y como apertura permanente y terca a nuevos campes de investi­ gación. Lo que sí, se entiende que las estructuras discursivas son la instancia ad quem del recorrido generativo.

3. La gramática sem iótica

Las estructuras semionarrativas equivalen a una Gramática. Esto quiere decir que están conformadas por un conjunto de relaciones y operaciones que, a modo de reglas, permiten gene­ rar objetos semióticos. Estas reglas o normas generativas son in­ ternalizadas por los sujetos semióticos; diríamos incluso que son reglas constituyentes en tanto y en cuanto provocan la existencia misma de dichos sujetos. Así, los sujetos producidos por la gramática producen, a su vez, el discurso. Las reglas de la gramática son las que posibilitan que destinador y destinatario hagan inteligibles los textos. Ahora bien, hemos visto que la Gramática consta de dos componentes; el semántico —eh el que los valores de sentido aparecen dispuestos relacionalmente — y el sintáctico —que ordena dichas relaciones articulándolas mediante series de opera­ ciones. Así es como aquel componente vierte un contenido valo­ rado en los elementos de las estructuras (en tanto relaciones) mientras este componente “dinamiza” operatoriamente el juego de valores.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

65

Todo esto quiere decir, como postulado, que los objetos del mundo no son cognoscibles en sí mismos sino únicamente por sus determinaciones (o propiedades) y que estas son reconocidas como valores (resultado de las relaciones al interior de un sistema de significación). En el concepto de valor descansa el principio que fundamenta a la semántica estructural. Esta concibe el signi­ ficado como producto de diferencias. Todo fenómeno semiótico es naturalmente un fenómeno semántico en tanto sólo se pueda aprehender a partir de diferencias de sentido. ¿Cuáles son, enton­ ces, las relaciones que hacen posible que una magnitud signifi­ que? A partir de esta pregunta se comienza a formalizar el contenido desde las relaciones y operaciones más simples (Nivel fundamental de la Gramática) hacia las más complejas (Nivel narrativo de la Gramática).

3.1. Nivel fundamental Definida como “de naturaleza lógico-semántica” (GreimasCourtés, 1982 : 162), la Gramática fundamental está compuesta por una Semántica y por una Sintaxis. La primera instituida a partir de estructuras elementales de significación que pueden ser formuladas como categorías semánticas y la segunda generada sobre la base de dichas categorías por la vía de su articulación operatoria en el cuadrado semiótico. Así, la problemática de cómo todo sujeto cognoscente categoriza y ordena los datos del mundo natural lleva, a la formalización semántica, al establecimiento de universales semánticos que son como los ejes de mayor abstracción y generalidad: vida/ muerte, en el ámbito individual, y natura/cultura, en el ámbito colectivo. Por otro lado, el categorizar, ordenar y clasificar es la

66

O scar Q u e z a d a

dinámica de la facultad semiótica natural: el lenguaje. Anclando ésta con el plano de la percepción se da lugar a la segmentación del sentido, a su articulación, lo que lo convierte en significación. 3.1.1. Del com ponente sem ántico A continuación, por su valor didáctico, recogeré literalmente (no sin resumirla ni parafrasearla progresivamente) la propuesta central de la Semántica estructural (Greimas, 1971) en torno a la Estructura elemental de la significación. La única manera de abordar, actualmente, el problema de la significación consiste en afirmar la existencia de discontinuidades en el plano de la percepción (el lugar no-lingüístico en que se sitúa la aprehensión de la significación) y de separaciones dife­ renciales creadoras de significación (Greimas, 1971: 28). La sustancia semántica es visible solamente si se le “corta” en unidades de sentido. Esto es, se hace necesario articular la sus­ tancia, hacerla pasar de su continuidad a formas discretas para poder percibirla o aprehenderla. La discontinuidad Oo discreto) es un concepto no definido, postulado que proviene de las matemáticas, según el cual es posible captar el sentido sólo si se lo extrae del campo indiviso en que se da originalmente. Así sé capta un valor numérico (una magnitud) si se lo hace discreto o discontinuo a través de una cifra, como 1925, por ejemplo. A F. de Saussure le cabe el mérito de haber introducido el concepto de valor lingüístico al comprobar que el sentido no reside sino en las diferencias aprehendidas entre las palabras. Este autor plantea el problema de la significación en términos de valores relativos que mutuamente se determinan. Ello ha permi­ tido elaborar el concepto de forma del contenido e interpretarlo como un conjunto de articulaciones sémicas. Desde entonces el

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

67

valor puede ser identificado con el sema tomado en una catego­ ría semántica y representable con ayuda del cuadro semiótico, como pasamos a ver.

3 .I.I.I. La prim era concepción de estructura

Percibimos diferencias y, gracias a esta percepción, el mun­ do “toma forma" ante nosotros y para nosotros. Pero ¿qué significa percibir diferencias?: 1) Percibir diferencias quiere decir captar al menos dos términos-objeto como simultáneamente presentes. 2) Percibir diferencias quiere decir captar la relación entre los términos-objetos vinculándolos de una manera u otra. De ahí procede la primera definición del concepto de estructura: presencia de dos términos y de la relación existente entre ellos. Dos consecuencias se desprenden: ■

1) Un solo término-objeto no conlleva significación; 2) La significación presupone la existencia de la relación. Lo que es condición de la significación es la aparición de la relación entre dos términos (y, lógicamente, a más términos, más complejidad estructural).

3.1.1.2. Conjunción / Disjunción A propósito de la relación, una doble constatación se impo­ ne desde el comienzo:

68

O scar Q u ezad a

1) Para que dos términos-objeto puedan ser captados a la vez es necesario que posean algo en cornúii (problema de la semejanza y, en sus repercusiones, de la identi­ dad). 2) Para que dos términos-objeto puedan ser distinguidos es necesario que sean diferentes, sea del modo que fuere (problema de la diferencia y de la alteridad). El problema de lo continuo (1) y de lo discontinuo (2) reaparece de modo diferente. En efecto, la relación pone de manifiesto ahora su doble naturaleza: es a la vez conjunción y disjunción.

3.1.1.3. Las estructuras elem entales

Este doble aspecto de la relación puede manifestarse en todos los niveles lingüísticos. Según nuestros postulados, la signi­ ficación sólo es posible a partir de las diferencias, esto es, el sentido sólo puede ser aprehendido si es articulado. Así, lo que hace posible el ingreso al universo del sentido es la percepción de diferencias, el establecimiento de discontinuidades y la loca­ lización de las digresiones diferenciales. Esta combinatoria de diferencias constituye progresivamente estructuras que van de lo simple a lo complejo. Ciertamente, no hay “alto” sino es en relación y por diferen­ cia con “bajo”; sólo hay “grande” en relación y diferencia con “pequeño”, "vertical” en relación a "horizontal”, “masculino” en relación a “femenino”, etc. Definida así la significación, tratar de conocer los fenómenos de significación consistirá en localizarlas diferencias pertinentes que condicionan a éstos.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

69

En esta perspectiva todo texto se presenta como una com­ binatoria de diferencias, un dispositivo regulado de digresiones diferenciales. Al tratar de definir una estructura elemental se busca lograr los medios de medir esas digresiones y delimitar el dispositivo que las dirige. La estructura elemental será, entonces, diferencial y opositiva lo que, recapitulando, quiere decir que hay fundamentalmente dos términos simultáneamente presentes y una relación entre esos términos. Luego, además, no hay términos sin relaciones; y un solo término carece de significación por sí mismo. El definir la estructura como una relación entre dos términos hará que la forma semiótica se explicite con la ayuda de parejas de rasgos sémicos, o sea de valores fhínimos opuestos: /grande/ vs. /pequeño/; /blanco/ vs. /negro/, etc. Aquí vs. indica justamen­ te la relación opositiva y diferencial. En algunos casos la relación muestra que cada término posee dos elementos, el primero de los cuales conjunta, mientras que el segundo disjunta la estructura; por ejemplo: pala casa inversión carretera central

vs. vs. vs. vs.

bala masa conversión carretera panamericana

tenemos que: ala, asa, versión, carretera, son elementos que conjuntan y. p vs. b; c vs. m; in vs. con; central vs. panamericana indican el lugar de la diferencia, de la disjunción articulatoria. En otros casos, precisamente a causa de este último procedimiento de simplicidad nos damos cuenta de que si bien la existencia de la relación entre los dos términos no ofrece lugar a dudas, los dos aspectos de la relación —conjuntivo y disjuntivo— no son inmediatamente visibles:

OSCAR Q

70

grande alto blanco

vs. vs. vs.

lezad a

pequeño bajo negro

Estamos ante estructuras elementales evidentes. Puesto que hemos convenido en que los términos-objeto por sí solos no conllevan significación, es a nivel de las estructuras donde hay que buscar las unidades significativas elementales, y no a nivel de los elementos. Estos, ya" sean llamados signos, semas, unidades constitutivas, monemas fonemas; no son sino algo secundario dentro del cuadro de la investigación referente a la significación. La lengua no es ya un simple sistema de signos sino una trabazón de estructuras de significación (cuya economía está por delimi­ tar).

3.1.1.4. Los ejes sem ánticos

Para establecer las parejas o para aprehender juntos dos rasgos, es necesario que haya algo en común entre esos dos rasgos. Se dará el nombre de eje semántico a este elemento común de dos rasgos, denominador común y fondo desde el cual se obtiene una articulación entre dos rasgos. La oposición / grande/ vs. /pequeño/ es observable en el eje semántico de la /talla/ o /estatura/; /tristeza/ vs. /alegría/ se produce en el eje se­ mántico del /ánimo/. La estructura elemental hemos de buscarla, por tanto, no a nivel de la oposición pala vs. bala sino al nivel p vs. b. Se admite el considerar que esta oposición consiste en el carácter sonoro vs. no-sonoro de los dos fonemas. Sin embargo, si estamos en con-

71

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

*r.

_

diciones de comparar -—y luego de distinguir— p y b, es porque esos dos fonemas son comparables o, dicho de otro modo, porque su oposición se sitúa en uno solo y el mismo eje, el de la sonoridad. Este término es tal vez inadecuado, puesto que no pone de relieve más que la propiedad de “sonoro” de uno de los dos términos, relegando a la sombra el otro. Poco importa. Sabemos que se trata de una terminología metalingüística, des­ criptiva, que podría reemplazarse, en último término, por una notación en letras o en cifras. Lo que sí es importante es la existencia de un punto de vista único, de una dimensión en cuyo interior se manifiesta la oposición, que se presenta bajo la forma de dos polos extremos de un mismo eje. Este último ejemplo era relativo al plano fonológico. Lo mismo sucederá en el plano, semántico, donde las oposiciones blanco vs. negro; grande vs. pequeño; permiten postular un punto de vista común para ambos términos: el de la /ausencia de color/ en el primer caso, el /medida del continuo altura/ en el segundo. Proponemos, entonces, denominar eje semántico a este común denominador de los dos términos, a este fondo del cual se destaca la articulación de la significación. Vemos que el eje semántico tiene como función la de subsumir, la de totalizar las articulaciones que le son inherentes. Concluyendo diremos que por eje semántico se entiende aquella relación entre dos términos cuya naturaleza lógica es indeterminada. Se trata de un concepto preoperatorio que, al progresar el análisis, se afinará siendo sustituido por el de categoría sémica (articulada de modo lógico de acuerdo con la estructura elemental de la significación). 3 .I.I.5 . La relación Estamos en condiciones de concebir una descripción estruc­ tural de tipo relacional, que consistiría en indicar, por una parte,

72

O scar Q u e z a d a

los dos términos de la relación y, por otra, el contenido semánti­ co de ésta. De este modo, designando A y B a los términos-objeto, y S al contenido semántico, podríamos expresar la estructura del siguiente modo: A / está en relación (S) con / B La relación entre A y B se descompone: 1) Una secuencia "está en relación con” que es una afirma­ ción abstracta sobre la existencia de la relación (r) entre los dos términos; 2) El contenido semántico de la relación (S), al que hemos denominado precedentemente eje semántico. Así, la fórmula puede escribirse de modo más simple: A / r (S) / B Es útil vincular el trabajo que desde la óptica estrictamente lingüística es desarrollado por Pottier con el de la semiótica greimasiana. Hay que recordar que aquel autor define al mensa­ je como laformulación de una relación entre designaciones. M » F (D > r < D). Formalmente, la ecuación presentada por Pottier implica también la existencia de una relación semántica entre elementos, denominados “designaciones” que corresponden a lo que estamos detallando como término-objeto. (Pottier, 1977 : 48) Volvamos a: A / r (S) / B. Precisemos el estatuto lingüístico de cada uno de los símbolos de la fórmula. Es evidente que los términos-objeto A y B pertenecen a la lengua-objeto, al desarro­ llo mismo del discurso (de cualquier discurso), y que son capta­ dos en el acto de la percepción. El eje semántico (S) es el resultado de descripción totalizante que reúne a la vez las semejanzas y las diferencias comunes a los términos A y B; (S)

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

73

pertenece, por lo tanto, al metalenguaje semántico descriptivo. Por lo que se refiere a la relación r, la hemos propuesto perteneciente al lenguaje metodológico y sólo puede analizarse a nivel epistemológico. 3 .I.I.6 . Las articulaciones sém icas Volviendo a considerar el ejemplS fonológico ya utilizado: el eje de la sonoridad (S) puede interpretarse como la relación r entre el elemento sonoro (sa) y el elemento no-sonoro (s2). En este caso el témrino objeto B (fonema p) tendrá como propiedad al elemento s2(no-sonoro): B (sonoro) vs. p (no-sonoro); lo cual no es más que un caso particular de la fórmula más general A (st) r B (sp. Esta fórmula puede aplicarse al análisis de cualquier rela­ ción. Así, la relación entre dos términos-objeto mujer r (sexo) hombre, puede traducirse en: mujer (femineidad) r hombre (masculinidad). Los elementos de significación así destacados (slf s^ son designados por R. Jakobson “rasgos distintivos” (elementos differentiels. Saussure). Por afán de simplicidad terminológica proponemos con Greimas denominarlos s e m a s . Vemos, por con­ siguiente, que una estructura elemental puede describirse y cap­ tarse ya sea bajo la forma de eje semántico, ya bajo la de articulación sémica. Diremos entonces: /Masculino/ está en relación de (Sexualidad) con / Femenino/; o bien-, Masculinidad r (Sexualidad) Femineidad. Para distinguir los dos rasgos, es necesario que sean diferen­ tes.- Sj vs. s2. Es por eso que se habla de rasgos distintivos o de elementos diferenciales: los semas sólo tienen función diferencial y opositiva. El sema no es un elemento atómico y autónomo obtiene su existencia sólo gracias a la separación diferencial que lo opone a otros semas. Dicho de otro modo, la naturaleza de los

:■. ■ x Q l/e t a d a

74

semas es únicamente r e l a c i o n a l y n o s u s t a n c i a l ; el sema no puede definirse sino como término-resultado de la relación instaurada y/o aprehendida con, al menos, otro término de la misma red relacional. Esto es reconocer que la categoría sémica (categoría semántica que sirve para construir el plano del conte­ nido) es lógicamente anterior a los semas que la constituyen y que éstos sólo pueden ser aprehendidos en la estructura elemen­ tal de la significación. Veremos que, a nivel sintáctico, cuando se da un estatuto operatorio a las relaciones constitutivas de dicha estructura (contradicción, contrariedad, implicación), se determi­ na el concepto de sema y se lo hace operatorio. Como los semas son sólo términos es decir, puntos de inter­ sección y de encuentro de relaciones significantes deben ser denominados, durante el procedimiento de-análisis, de modo arbitrario: verticalidad / horizontalidad, por ejemplo, son deno­ minaciones de carácter metalingüístico a las que conviene dar una organización coherente pues no se trata de simples paráfra­ sis en lengua natural. El análisis sémico es, entonces fundamen­ talmente, una construcción metalingüística. Así como nosotros podemos construir la oposición /blanco/ vs. /negro/ en el eje se­ mántico del /color/, podemos también oponer /blanco/ vs. /seco/ pues esta diferencia aparece como pertinente cuando el denominador común es de tipo /gustativo/, y concierne, por ejemplo, al “queso" o al “vino”: S - /gustativo/ s, - /blanco/

s2 - /seco/

Es así como el juego de diferencias que preside la significa­ ción puede ser organizado en diversos sistemas de relaciones: a) relación de oposición. Sj vs. s2 es la relación que se establece entre dos semas;

75

S iL M IÓ n C A GENERATIVA

b) relación jerárquica-. Sj —» S, s2 —> S; es la relación que se establece entre cada uno de los semas y la categoría semántica llamada eje semántico que engloba y recubre la articulación entre los semas s, y s2. 3 .I.I.7 . La jerarquía

Sin embargo, la categoría semántica puede, a su vez, entrar en una relación de oposición con otra categoría. La primera será considerada, entonces, como un sema opuesto a otro sema y en relación de dependencia con otro eje semántico. Se produce así un encajamiento y una integración que forma un sistema sémico del género:

S = 3S V S '--------- ^

.

4 S

r ' S = gS . . De esta manera, por ejemplo: /hombre/ vs. /mujer/

(,______

_____ J

/humano/ vs. /animal/

V_______

______ J O

/animado/ vs. /inanimado/

76

O sc a r Q u e z a d a

3.1.1.8. Tipos de sem as

El examen de las diferentes categorías sémicas permite dis­ tinguir varias clases de semas: a) Los semas figurativos (o exteroceptivos), son las magnitu­ des del plano del contenido de las lenguas naturales; correspon­ den a los elementos del plano de la expresión de la semiótica del mundo natural, es decir, a las articulaciones de las órdenes sensoriales, a las cualidades sensibles del mundo. Son llamados por esta razón cosmológicos. Tenemos por ejemplo, en el lexema “cabeza”, los siguientes semas figurativos: /extremidad/, /supe­ rioridad/, /verticalidad/, /esfericidad/, etc. que pueden distribuir­ se de diversa forma, lo que da lugar a distintas articulaciones del contenido de este lexema (unidad de la manifestación textual). En base a la disposición del análisis lexemático tiende a denominarse a estos semas como nucleares ya que configuran una organización inmanente a la unidad textual. Pottier también los denomina semas específicos. Con el núcleo /extremidad/ te­ nemos las siguientes manifestaciones:

1. extremidad + superioridad + verticalidad "la copa de un árbol” “estar al frente de los negocios” “estar endeudado hasta la mitra” 2. extremidad + anterioridad + horizontalidad + continuidad “cabeza de un canal” “cabeza de línea”

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

77

3. extremidad + horizontalidad + anterioridad + discontinuidad “cabeza de cortejo” “encabezar” “cabeza de furgón” El reemplazo del sema /continuidad/ por /discontinuidad/ permite obtener un efecto de sentido diferente. Con el núcleo /esfericidad/ ocurre algo semejante:

1. esfericidad “la cabeza de un cometa" “la cabeza de álfiler” “la cabeza del clavo” 2. esfericidad + solidez “se rompió la cabeza” “es una cabeza dura” 3. esfericidad + solidez + continente “meterse en la cabeza la lección” “una cabeza bien llena de inteligencia” “se quiebra la cabeza por resolver el caso" Se trata, en suma, de la “exteroceptividad”, es decir, de la percepción que el hombre tiene del universo que lo rodea. En otras palabras, los semas nucleares, constitutivos de esto que hemos visto como diversas figuras nucleares, se refieren a esta aprehensión exterior del mundo (de sus figuras). b) Los semas abstractos (o interoceptivos) son las magnitudes del contenido que no se refieren a ninguna exterioridad, sino

O sc a r Q u e z a l

78

que, por el contrario, sirven para categorizar el mundo para convertirlo en significación: tales son, por ejemplo, las categorías relación/término, objeto/proceso; música/danza/poesía; econo­ mía/política/sociología, etc. Es decir, categorías clasificatorias que llevan a Greimas a acuñar el término ciásemos para denomi­ narlos. A nivel del enunciado determinan el sentido de los lexemas por contigüidad, es por eso que también se les reconoce como semas contextúales. Son, pues, semas noológicos o, en términos de Pottier, genéricos. Así, por ejemplo: "me duele la cabeza” "cabeza de alfiler” “cabeza de la oposición” “cabeza de cortejo”

/humano/ /objeto/ /político/ /social/

Estos rasgos de sentido implican, por lo tanto, la reunión de por lo menos dos lexemas (o, más exactamente, dos figuras). No pertenecen a la figura nuclear, al núcleo invariante considerado en sí mismo; están determinados y son detectables por el contex­ to. Se trata, en suma, de la “interoceptividad”, es decir, de la organización categorial, del establecimiento de clases conceptua­ les (por oposición a las figuras del mundo). Contrariamente a lo que es propio de la “exteroceptividad”, hay “interoceptividad” cuando a un significado de una lengua natural no corresponde ningún significante del mundo natural. c) Los semas tímicos (o propioceptivos) connotan los microsistemas sémicos según la categoría euforia/disforia y, por este hecho, los erigen en sistemas axiológicos. Es una categoría clasemática cuya denominación está motivada por el sentido de la palabra thymie —"humor, disposición afectiva de base” (Petit Robert)—, la categoría timica sirve, pues, para articular él semantismo directamente vinculado a la percepción que el hombre

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

79

tiene de su propio cuerpo. Entra como término complejo (o neutro), en la categoría que le es jerárquicamente superior, la de exteroceptividad/interoceptividad, empleada para clasificar eí conjunto de las categorías sémicas del universo semántico. Provoca, por lo tanto, la valorización positiva (+) y/o negativa (— ) de cada uno de los términos de la estructura elemental de la significación. i

3.1.1.9. Las axiologías

Una categoría semántica corresponde al estado neutro, des­ criptivo, de los valores vertidos: respecto a su modo de existencia, ,se dirá que se trata, en ese nivel, de valores virtuales. Su axiologización aparece con el vertimiento complementario de la categoría tímica que connota como eufórica la deixis positiva y como disfórica la deixis negativa. (Ver puntos 3-1.2.2. y 3.1.2.3.). Ejemplificando diremos que, en principio, la categoría vida vs. muerte es descriptiva, neutra. No bien un sujeto connota la vida como deseable, necesaria, positiva y la muerte como rechazable, horrorosa, negativa, la categoría resulta axiologizada Es así como, en términos generales la axiología no es sino la teoría y/o la descripción de los sistemas de valores (morales, lógicos, estéti­ cos). Esto lleva a plantear en semiótica, que la axiología remite al modo de existencia paradigmático de los valores, por oposición a la ideología que aparece como su ordenamiento sintagmático y actancial. La categoría axiologizada permanece virtual en tanto micro-sistema de valores. Por ser la categoría tímica de orden propioceptivo, el verti­ miento tímico sólo1es concebible en la medida en que uno u otro valor está en relación con el sujeto. Es decir, los valores resultan axiologizados (y, de virtuales, devienen valores actualizados) únicamente cuando se les vierte en los marcos previstos para

80

O scar Q u e z a d a

ellos en las estructuras narrativas de superficie y más precisamen­ te, cuando se les vierte en los actante-objeto de los enunciados de estado (ver punto 3.2.1.1.). En esta instancia los valores permane­ cen actuales mientras se hallan disjuntos de los sujetos que no son, entonces, sino sujetos según el querer: la conjunción con el objeto de valor, efectuada en provecho del sujeto, transforma el valor actual en valor realizado. El modo de existencia de las axiologías es virtual, pero ha sido descubierto en (y a través de) los textos de la formación socio-histórica. El sema /hambre/ resulta fuertemente axiologizado en el polo disfórico por discursos políticos, religiosos, litera­ rios, etc. Queda entonces constituido al interior de una axiología que lo opone a /no-hambre/ con todos los términos-valor que se pueden verter en este espacio: /alimentación/, /satisfacción/, etc. La problemática de la actualización y realización de los valores corresponde, como veremos luego, a instancias más superficiales del recorrido generativo. Queda explicado cómo la categoría tímica (articulada en euforia/disforia, con aforia como término neutro) juega un rol fundamental para la transformación de los microuniversos se­ mánticos en axiologías: al connotar como eufórica una deixis del cuadro semiótico y cómo disfórica la deixis opuesta, provoca la valorización positiva y/o negativa. Los sujetos de la ideología serán quienes se reúnan con estos valores en tanto objetos de deseo o de temor. Cabe decir, finalmente, que las axiologías (o micro-sistemas de valores) pueden ser abstractas (vida/muerte) o figurativas (los cuatro elementos de la naturaleza) y, en la medida en que tanto en un caso como en otro, se trata de categorías generales podrán admitirse estructuras axiológicas elementales (de carácter abs­ tracto) y estructuras axiológicas figurativas. Así, la categoría vida/muerte, hemos visto, articula los uni­ versos individuales, y la categoría natura/cultura, los universos

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

81

colectivos. P o r su gran generalidad es que a estas estructuras axiológicas elementales, se añade la estructura axiológica figura­ tiva que articula, en forma de cuadro, los cuatro “elementos de naturaleza” (fuego, agua, aire, tierra). Se comprende ahora porqué en el punto 2.3.2. definimos la semántica fundamental como una estructura axiológica elemen­ tal virtual .La propioceptividad, gracias a la cual las estructuras se convierten e n axiologías, es habitualmente identificada con la categoría tímica que Greimas define como "una categoría ‘primitiva’, llamada también propioceptrva, con ayuda de la cual se busca formular, muy sumariamente, la ma­ nera como todo ser viviente inscrito en un medio ambiente 'se siente’ él mismo y reac­ ciona ante su circunstancia, un ser viviente es considerado como un sistema de atrac­ ciones y de repulsiones" (Greimas - Courtés,

1986 : 182). La semántica fundamental es, pues, en su totalidad, propioceptiva y, por consiguiente, "pertenece al dominio ‘instintivo’, o al dominio de la evidencia' ('carácter de aque­ llo que se impone al espíritu con tal fuerza que no hay necesidad de alguna otra prueba para reconocer la verdad, la realidad’ Petit Robert), o aún al dominio de la ‘convicción’ (en el sentido etimológico de ‘consenti­ miento del espíritu fundado sobre las prue­ bas evidentes' Petit Robert)" (Greimas-Courtés, 1986: 183).

Así, e n cuanto a su forma, ¿os valores propioceptivos constituyen la semántica fundamental y “preceden” a los sujetos. Son éstos quienes los asumen (en tanto los valores se impregnan en los objetos).

82

O scar Q u e z a d a

En cuanto a su sustancia, los valores pueden ser considera­ dos como contenidos “inconscientes” de naturaliza pulsional e instintiva (atracción/repulsión). Subjetivamente hablando, lo vir­ tual es el inconsciente, y la instancia ab quo del recorrido generativo, que es la semántica fundamental, puede, en conse­ cuencia, ser interpretada en un sentido metapsicológico. El proce­ so de “aprehensión del sentido”: virtualización —» actualización - » realización puede, entonces, ser interpretado como un proce­ so de subjetivación de valores propioceptivos “inconscientes”. Tal conexión entre la concepción semiótica y la concepción metapsicológica es establecida y desarrollada a partir del concepto de pregnancia. La semántica fundamental es interpretada como una red de relaciones de sentido (contrariedad, contradicción, complementariedad). Red axiológica pues las unidades semánticas allí apre­ hendidas son valores virtuales que sólo se reconocen en relación, en oposición, en diferencia. Las axiologías aluden, pues, a los sistemas de valores (de orden semiótico-semántico) que sólo pueden ser entendidos en tanto son puestos en discurso por una enunciación según condi­ ciones de producción equivalentes a una organización lógicosemántica particular. De este modo, las categorías semánticas son valores de acuerdo a una relación binaria x/-x. Dichos valores son dispues­ tos según niveles de representación semántica: virtual, actual y realizado. Es necesario aclarar que la naturaleza de todo valor está definida por una relación de dos términos (de acuerdo al nivel de representación lógico-semántico, es decir, metalingüísti-. co). De ahí que no debemos entender lo virtual, lo actual o lo realizado como capas ontogenéticas. El paso generativo de un nivel a otro se refiere a distintos rangos de representación de la significación que coinciden con su mayor abstracción o su mayor

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

83

concreción o figurativización. Así, en un plano concreto la axio­ logía es procesal en su devenir (se convierte en ideología) y en un plano abstracto es sistemática (-paradigmática) por su clasifica­ ción categorial. Por otro lado, lo que a nivel fundamental es la relación semántica categorial o gradual x(r)-x; a nivel narrativo o de constitución de inteligible es la relación sujeto (r) objeto. Tanto los términos de la relación fundamental como los de la relación narrativa son valores. De ello se desprende que ‘la intencionalidad es la relación primitiva que aparece enlazando un sujeto de carenda; Uh sujeto de deseo a un objeto investido de valor. Este es un concepto a la vez semiótico y ‘metapsicológico’, a la vez for­ mal y sustancial. Para rendir cuenta de este último aspecto, se puede recurrir al concep­ to de pregrtancia y establecer que los valo­ res virtuales y abstractos actualizados (in­ vestidos) en los objetos son pregnancias se­ mánticas de naturaleza pulsional, interoceptiva, propioceptiva y tímica" (Greimas Courtés, 1986 : 114, 115). ?

Se comprende que los sujetos de la ideología son quienes, al reunirse con los valores en tanto objetos impregnados de deseo o de temor, los actualizan. Estamos en el umbral de la modalización discursiva pues la relación entre sujeto y objeto aparece axiologizada a nivel profundo y modalizada a nivel superficial. En base a esta concepción, la semiótica apela al saber lingüístico para organizar, desde la composición sintáctica más profunda, los llamados verbos modales.

84

O scar Q u e z a d a

3.1.2. Del com ponente sintáctico Recapitulando, son únicamente las relaciones las que institu­ yen las "propiedades” de los objetos. Por esta razón, la significa­ ción sólo será aprehendida en el nivel de las estructuras. La epistemología semiótica adopta una postura lógica: la significa­ ción es un proceso semántico que tiene su lógica. Como se verá de inmediato, el interés del “cuadrado” generado por las opera­ ciones sintácticas está en organizar la coherencia de un univer­ so conceptual, aun cuando aquél no es reconocido como “lógico” (como en el caso de mitos, cuentos, canciones, poemas, etc.). Si la semántica fundamental es el universo de los valores virtuales del sentido, la sintaxis fundamental atiende ya a una concepción “dinámica” de las estructuras a partir de las operacio­ nes de negación y de aserción. Por implicaciones sucesivas, estas operaciones se constituyen en series que permiten aplicaciones iterativas de la sintaxis sobre una semántica presupuesta. La semántica determina relacionalmente los rasgos mínimos (valo•C3) del sentido: los semas. La sintaxis nos permite determinar la organización operatoria de dicha red relacional. Así, el estatuto de una sintaxis es determinado en relación con una semántica con la que constituye una semiótica (o una gramática). Toda esta organización está representada a nivel profundo por el cuadrado semiótico (o modelo constitucional) que, como veremos, no es otra cosa que el encuentro de dos estructuras elementales. Este cuadrado es, en su totalidad, una red de relacio­ nes (semántica) y una sucesión virtual de operaciones ordenadas (sintaxis). Ofrece así las condiciones mínimas de un discurso. Esto da lugar a las transformaciones (por vertimiento) y a las conversiones; por lo tanto, a la generación entendida como complejización de las estructuras. En el item 2.3.2. definimos la sintaxis-fundamental como una estructura sintáctica elemental

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

85

virtual puesto que está constituida por el universo de las opera­ ciones elementales (de la inteligencia) que modalizan al sentido (aserción, negación, implicación). En este orden de cosas, consideramos a la sintaxis capaz de describir la producción, el funcionamiento y la aprehensión de las organizaciones sintagmáticas (llamadas discursos) que depen­ den de las semióticas tanto lingüísticas como no-lingüísticas. Esta sintaxis comprende dos sub-componentes en tanto consideremos paradigmática o sintagmáticamente su problemáti­ ca. En la perspectiva paradigmática hablamos de un sistema, de una red de relaciones; en la perspectiva sintagmática, de un proceso, de un dispositivo de operaciones. Hablamos así de un sub-componente taxonómico (una especie de alfabeto) y de un sub-componente operatorio (o sintáctico, en sentido estricto). Dice Greimas al respecto: “Si la significación, en la medida en que tratamos de encontrarla en el objeto sé nos aparece como una articulación de rela­ ciones fundamentales estables, es también representable dinámicamente en cuanto la consideramos como una aprehensión o como la producción de sentido por parte de un sujeto. Teniendo en cuenta este aspecto dinámico, se puede establecer una red de equivalencias entre las relaciones funda­ mentales constitutivas del modelo taxonó­ mico, y las proyecciones de esas mismas relaciones, u operaciones, que afectan esta vez a los términos ya establecidos de esta misma morfología elemental; la reglamenta­ ción de estas operaciones constituiría la sintaxis. De esa manera, la contradicción, en tanto relación, sirve, en el nivel de la taxo­ nomía, para establecer esquemas binarios; en tanto operación de contradicción, consis­

O scar Q u e z a d a

tirá, en el nivel sintáctico, en negar uno de los términos del esquema y afirmar al mismo tiempo su término contradictorio” (Greimas, 1970 : 164).

Por otro lado, en el Diccionario afirma: "Estos dos aspectos de una sintaxis dirigida a describir el modo de existencia y, a la vez, el modo de funcionamiento de la significación pueden ilustrarse con un ejem­ plo ingenuo, el término ‘contradicción’ de­ signa, al mismo tiempo, una relación entre dos términos y la negación de un término que provoca la aparición del otro” (Greimas - Courtés, 1982 : 386).

3.I.2.I. El modelo

Es el cuadro (o cuadrado) semiótico el que representa las relaciones y operaciones principales a las cuales las unidades de significación están necesariamente sometidas, para poder engen­ drar un universo semántico capaz de ser manifestado. Postulado como un sistema de representación, de naturaleza lógico-semántica, el cuadro ha tendido a ser maltratado por el uso abusivo de cierto metalenguaje. De ahí que J.M. Floch (Cf. 1985, hay traduc­ ción) haya advertido que es un concepto en peligro de “gadgetización”. Es importante respetar su orden lógico y su carácter constitutivo de la significación, más aún cuando ésta no es un objeto empíricamente observable, sino un objeto inductiva y deductivamente construido. Veamos en qué consiste. Si la significación S (el universo significante en su totalidad, o un sistema semiótico cualquiera) se nos aparece, en una primera aprehensión, como un eje semánti­

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

87

co, se opone al eje S, tomado como una ausencia absoluta de sentido y como contradictorio del término S. Si se admite que el eje semántico S se articula, en el nivel de la forma del contenido, en dos semas contrarios (reunidos por la operación de aserción)-. Si < ---------------------------------------- >

S;'2

estos dos semas indican la existencia de sus términos contradic­ torios (generados por la operación de negación): S2 ^

^

S1

Una vez postuladas estas articulaciones sémicas más menu­ das, nos es posible redefinir S como un sema complejo cuya estructura interna consiste en una doble relación de conjunción y disjunción que une y separa los términos si y s2. Con esto cabe representar la estructura elemental de la significación de la si­ guiente manera:

88

O scar Q u e z a d a

donde:

n e g a c itin —

>

E l a c i ó n de c o n t r a d i c c i ó

--->

E l a c i ó n d e c o n tr a r ie d a d

-------2 *

E l a c i ó n d e com plem en tar



& & &

-

s2

e j e de l o s c o n t r a r i o s

Si

e j e de l o s s u b c o n t r a r io :

Si

esquem a p o s i t i v o

S2

esquem a n e g a t iv o

s2

d e ix is p o s itiv a

Si

d e i x i s n e g a t iv a

Nota: *E1 término deixis (que procede de la palabra griega que significa ‘señalar’ o ‘indi­ car’) se emplea ahora en la lingüística para aludir a la función que desempeñan los pro­ nombres personales y demostrativos, el tiem­ po gramatical y una serie de otros rasgos gramaticales léxicos que relacionan los enunciados con las coordenadas espado temporales de la enundadón” (Lyons, 1980 : 573).

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

89

3.1-2.2. Características form ales del cuadro Haciendo un resumen podemos decir que tenemos:

e le m e n to s sim p le s

e le m e n to s c o m p le jo s

S, S

c o n tra rie d a d re la c io n e s

c o n tra d ic c ió n c o m p le m e n ta rie d a c

a se c ió n o p e ra c io n e s

ñ e g a c ió n im p lic a c ió n a

( e q u il'1 ati-ó a)

Los elementos simples son los lugares que pueden ocupar las unidades mínimas que organizan la significación al operar la clasificación de las figuras de un texto. Por ejemplo, la diferencia /blanco/ vs. /seco/ puede organizar la significación de un texto “menú de vinos o quesos en un restaurant”. Así, a partir de cada uno de los cuatro términos se puede, por las dos operaciones fundamentales, tomar el contrario, tomar el contradictorio, obte­ ner los otros tres. Como se ve, se trata de una definición formal. Su valor se extiende a todos los contenidos posibles porque todos y cada uno de los términos son definidos por sus relacio­ nes sin tener en cuenta su vertimiento (o investimiento). Se les

O scar Q u eza d a

90

trata como valores relativos en función de su forma y no de su sustancia. Tenemos pues: 1) Las relaciones a) Jerárquica: — una relación hiponímica se establece entre s ^ s 2 y S; otra de la misma naturaleza entre s^, jf2 y S. b) Categoriales-. — una relación de contradicción se establece entre S y S; y en el nivel jerárquicamente inferior, entre s, y sv entre s2 y s2; está definida por la imposibilidad que tienen dos términos para estar presentes a la vez. — una relación de contrariedad articula por un lado Sj y s2, por otro lado ^ y s2. Utilizando los términos de Hjelmslev puede identificarse como solidaridad o doble presuposición. Los términos primitivos son términos presupuestos; se caracterizan, además, por poder estar presentes de manera concomitante (o en términos lógicos, de ser verdaderos o falsos juntos: criterio que es difícil de aplicar en semiótica), y están llamados a contraer una relación de presuposición recíproca. — una relación de complementariedad se establece por un lado entre Sj y s¡, por otro lado entre s2 y si : s2 implica a s1; ISj implica a s2, o a la inversa. Repasando estas tres relaciones fundamentales podemos decir que en el caso de la contradicción, la negación quiere indicar que es necesaria la elección entre uno u otro término, no hay tercer término posible: es la ley de la alternativa: de dos cosas una. Cuando se trata de la contrariedad diremos que, en la signi-

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

91

ficación realizada, s2es incompatible con sin embargo, s2no es pensable sino como contrario de Sj e inversamente s, sólo es pensable como contrario de s2; por lo que se dirá, también, que entre esos dos términos hay una relación de doble implicación: los dos términos se oponen, pero son aprehendidos simultánea­ mente; son incompatibles, pero se presuponen mutuamente. Los contrarios no se oponen jamás como dos términos de una alter­ nativa. Su incompatibilidad autoriza siempre a una tercera posi:ión: ni Sj ni s2(posición que está representada por el eje semánico S). ' Por último, cabe decir que entre sl y s¡ así como entre s2 y S'j existe una relación de presuposición, llamada también relación de implicación narrativa Esta relación es tal que la posición del término negativo (sj ó al anular uno de los contrarios hace posible la aserción del otro. Los términos negativos e indetermi­ nados /no-blanco/, /no-seco/ son puntos de paso de un tipo de ¿ontenido a su contrario. Otra observación pertinente se refiere al hecho de que las dos operaciones —tomar el término contradictorio y tomar el término contrario— son involutivas; el contrario del contrario de Sj es Sjj el contradictorio del contradictorio de st es Sj (identidad). 2) Las dimensiones: Los términos sémicos se agrupan, por sus definiciones rela­ ciónales, de a dos de acuerdo a seis dimensiones sistemáticas. Podemos distinguir: — dos ejes, S y S. Están en relación de contradicción. Puede llamarse a S eje de lo complejo porque subsume s¡ y sr S es el eje de los contradictorios: s^ y s^; es por lo tanto el eje de lo neutro respecto de Sj y s2, porque puede definirse: ni Sj ni s2. — dos esquemas, s; + s~ definen el esquema 1; s2 +?2, el esquema 2; también llamados positivo y negativo

O scar Q u e z a d a

94

cer. Se postulan, pues, estas categorías como de carácter binario, siempre que “consideramos al binarismo como una regla de construcción y no como un principio que establece su modo de existencia" (Courtés, 1980 : 52)

la elección de la distribución binaria no se basa en ra'zones teóricas no explícitas, sino que la extraemos simplemente de la práctica actual de los lingüistas cuando describen el significante en el plano de la expresión. "Un conjunto de factores históricos y pragmáticos otorgan a las estructuras bina­ rías un lugar privilegiado en la metodología lingüística: la práctica —exitosa— del aco­ plamiento binario de las oposiciones fono­ lógicas utilizadas por la Escuela de Praga; la importancia adquirida por el sistema aritmé­ tico binario (0/1) en el cálculo automático; la simplicidad operatoria del análisis binario frente a las estructuras complejas; el hecho de que toda estructura compleja pueda re­ presentarse formalmente como una jerar­ quía de estructuras binarias, etc. No hay que confundir la binarización, que es una práctica lingüística., con el binarísmo, un postulado epistemológico según el cual la articulación o la aprehensión binaria de los fenómenos es una de las características del espíritu humano; este postulado se ha vinculado — con razón o sin ella— al nombre de R. Jakobson, que dio una formulación binaria a las categorías fémicas, a las que erigió en universales fonológicas de las lenguas naturales” (Greimas-Courtés, 1982 ■.46).

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

95

Diremos, pues, concluyendo la reflexión sobre la Sintaxis fundamental, que la concebimos como “puramente reladonal, a la vez que concep­ tual y lógica: los símbolos-término de su ta­ xonomía se definen como intersecciones de relaciones; a su vez, las operaciones son actos que establecen relaciones. En conse­ cuencia, la sintaxis fundamental es lógica­ mente anterior a la sintaxis narrativa de superficie, formulada en términos de enun­ ciados que comprenden actantes y funcio­ nes" (Greimas-Courtés, 1982 : 386).

3.2.

Nivel narrativo

3.2.1. Predicados y actantes A manera de axioma planteamos que no hay lengua sin narración. Esto es, no se puede hablar sin narrar, por lo tanto, la narración es constitutiva de todo discurso. El inteligible humano se da porque alguien narra (cuenta) a alguien “algo de las cosas”. Una frase enunciada aparece como un espectáculo construido desde una posición hacia (o para) otra posición. Cuando no hay espectáculo no hay sujeto ni objeto, no hay entendimiento de nada. Cuando no se entiende es que el lenguaje no se ha realizado. No ha llegado a ser. Mientras que cuandQ>háy inteligi­ ble—ergo, cuando se entiende— es que hay lenguaje. Decir algo desde una posición es hacer discurrir el relato hacia otra posición. Decir es relatar y escuchar es realizar el relato. Reconocer en él su sentido. Desentrañar su significación. Producir inteligible (desde estas dos posiciones/sujeto) es producir enunciados de especié

O scar Q u e z a d a

respectivamente. Cada uno de los esquemas está constituido por una relación de contradicción. — dos deixis, la primera se'define por la relación de complementariedad entre s1y s2,' la segunda, por la complementariedad entre s2y Los contenidos re­ presentados por cada deixis por separado son llamados conformes en razón de esta relación (de presuposición) que mantienen entre sí.

“El cuadrado semiótico es la represen­ tación visual de las relaciones que mantie­ nen (y sostienen) los rasgos distintivos que constituyen una misma categoría semántica, una misma estructura. Para construirlo, la semiótica explota una de las adquisiciones más importantes de la lingüística estructural, cual ha sido la de reconocer la existencia de dos tipos de relaciones de oposición en juego en todas las lenguas: la relación priva­ tiva y la relación cualitativa, dicho de otro modo, la contradicción y la contrariedad. Tomemos un ejemplo: la oposición mascu­ lino/femenino. Esta relación puede ser considerada como un eje semántico donde cada uno de los dos términos presupone el otro: los dos términos están en relación cualitativa, en contrariedad. La característi­ ca de esta relación es que los dos términos pueden estar presentes de manera concomi­ tante. Sin embargo, los dos términos de la categoría pueden separadamente contraer una relación privativa: cada uno, marcado por la presencia de un rasgo distintivo, estará en contradicción con el término que es definido por la ausencia de ese rasgo. Esta relación de contradicción es una visión

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

93

estática: desde un punto de vista dinámico ella corresponde a una operación de nega­ ción. La contradicción está caracterizada por la imposibilidad de ver coexistir a dos térmi­ nos: femenino/no-femenino, masculino/nomasculino, que son nuestros dos ejemplos de contradicciones. Finalmente, con la últi­ ma etapa de la construcción de un cuadra­ do: cuando se han producido los contradic­ torios (por una operación de negación), ¿qué ocurre si, por una operación de aser­ ción, se mantiene uno de los dos contradic­ torios contra el contrario a partir del cual él ha sido proyectado? Se hace entonces apare­ cer el otro contrario como presupuesto no recíproco; afirmar que un ser no es femeni­ no, es establecer como posible su masculinidad. Y afirmar que un ser no es masculino es establecer como posible su femineidad. Las relaciones femenino/no-masculino y mas­ culino/no-femenino son llamadas relacio­ nes de complementariedad y la operación que las constituye puede presentarse como una implicación’’ (Floch, 1985 : 198).

El modelo propuesto trata de representar un sistema de relaciones: la estructura elemental que articula es binaria. La elección teórica de la binaridad puede parecer arbitraria, pero debe tenerse en cuenta que esta articulación binaria no trata las “cosas del mundo” ni tampoco el “sentido” de un texto: lo que se halla en relación binaria son relaciones elementales (construidas) de la significación. Con ayuda de una representación del funcio­ namiento de las relaciones entre esas unidades es posible apre­ hender las formas de la manifestación del “sentido” y el funciona­ miento de los discursos sobre las “cosas del mundo”. La binaridad es concebida, entonces, como una regla de construcción de las unidades de sentido y se justifica por el carácter operatorio del modelo que la binaridad permite estable-

96

O scar Q u e z a d a

culo: producción que denominaremos proceso narrativo. Luego, colegimos que son los sujetos los que convierten este proceso na­ rrativo en discurso en tanto y en cuanto el relato es “puesto a discurrir” entre las respectivas posiciones. Hablamos, pues, del inteligible para referirnos al nivel pro­ fundo de los procesos semióticos-, es decir, a los esquemas de entendimiento de todo relato, esquemas que son eminentemen­ te narrativos y en virtud de los cuales estamos constituidos como destinatarios capaces de recordar, por ejemplo, una película que ya hemos visto o una novela que ya hemos leído. Así, si alguien nos pregunta acerca de dichos relatos queriendo saber de que tratan, nosotros, al responder, recurriremos básicamente a la articulación del componente narrativo. La narratividad aparece como la paradigmática de cualquier sintagmática posible. Y por otro lado, la memoria resulta ser una facultad esencialmente narrativa. Tendríamos que poseer una memoria casi inimaginable para “contar” los niveles discursivos más superficiales: ¿quién puede contar una película o una novela toma por toma o secuen­ cia por secuencia? O reproducir una prédica política o religiosa palabra por palabra. Por ejemplo, con relación a El mundo es ancho y ajeno, de Ciro Alegría, diremos: 'Esta novela trata acerca de una comu­ nidad indígena que lucha por defender sus tierras frente a la usurpación de terratenien­ tes ambiciosos quienes se valen de jueces venales para conseguir su objetivo. El dere­ cho de la comunidad es defendido por el venerable comunero Rosendo Maqui quien sufre los atropellos de las autoridades con­ troladas por los terratenientes. A su muerte, la comunidad termina desalojada de sus tierras y se ve obligada a refugiarse en unos requedales vecinos’ (Blanco-Bueno,1980 : 63). 1

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

97

O

Sobre este bastidor narrativo se téje toda una película o un relato de muchísimas páginas. Todo el texto de la novela puede corresponder lógicamente a uno o dos estados narrativos. Según el postulado de A. J. Greimas la narratividad se en­ cuentra “organizada con anterioridad a su manifestación”. Todo ocurre como si la identidad del relato fuera independiente de la manifestación verbal o fílmica que la conduce hasta nosotros: el relato es capaz de sobrevivir a sus traducciones y versiones. Al momento del análisis habrá que distinguir necesariamente el nivel de la manifestación textual (nivel de lo que se da a leer en el texto) del nivel construido teóricamente (donde se disponen los elementos del metalenguaje semiótico, en este caso, de la gra­ mática narrativa). Las frases del texto, las palabras empleadas para contar la historia, pertenecen al nivel de la manifestación, los enunciados narrativos (como veremos: de hacer o de estado) pertenecen al nivel construido. Claro que en un procedimiento de reconocimiento analítico no se puede llegar a la formulación de los niveles estructurales de la narratividad sin pasar por el trato de las estructuras discursivas. Ya decía Courtés que: “la lingüística se ha visto obligada a recono­ cer que las estructuras narrativas operan en manifestaciones del sentido que no depen­ den necesariamente de las lenguas natura­ les; por ejemplo: en lenguajes cinematográ­ ficos y oníricos, en la pintura figurativa o no figurativa, etc. Esto quiere decir que se ha reconocido y estipulado la necesidad de aceptar una distinción radical entre dos niveles de representación y análisis: un nivel aparente de la narración, en el cual las diversas manifestaciones narrativas se plie­ gan a las exigencias específicas de las sus­ tancias lingüísticas que les sirven de expre-

O scar Q u ezad a

98

sión; y, un nivel inmanente, columna verte­ bral única, que sirve de enclave y de arqui­ tectura a la narratividad, anteriormente a toda manifestación” (Courtés, 1980 102).

Cabe plantear, entonces, como lo venimos haciendo, un nivel semiótico común a toda narratividad, distinto del nivel lingüístico particular ( t e x t u a l ) en que ésta se manifiesta y lógica­ mente anterior a cualquier lenguaje que pueda instalarse en los variados niveles de la manifestación. Basta con admitir que la significación no se confunde con cada una de sus manifestacio­ nes, para que sea necesario reconocer que existe un nivel estructural autónomo de la significación. Dejar sin formular las operaciones que aseguran el paso de la manifestación al plano de los contenidos es arriesgarse a cometer errores o al menos a privarse de toda instancia de control. De este modo, la dimensión narrativa de un texto corresponderá, por definición, al conjunto de transformaciones discursivas que tienen lugar en dicho texto. Por todas estas razones la narratividad aparece como un dominio de investiga­ ción autónomo en el ámbito de la ciencia semiótica, como lugar medianero entre las estructuras abquoy las estructuras adquem: "el nivel discursivo pertenece a la enuncia­ ción mientras que el nivel narrativo corres­ ponde a lo que se puede llamar enunciado” (Greimas - Courtés, 1982 : 273).

Efectivamente, no se puede estudiar el discurso sin hacer referencia a la instancia de la enunciación que lo desencadena (y que orienta su sentido); mientras que la narratividad es la compe­ tencia anterior a la discursivización, por lo tanto, es el p r i n c i p i o o r g a n i z a d o r d e t o d o d i s c u r s o e n u n c i a d o . Este no puede no estar organizado (articulado, estructurado) narrativamente. Incluso la enunciación se entiende a partir de dos posiciones actanciales (sujeto) entre las que discurre un objeto-enunciado. Al interior de

S e m ió t ic a g e n e r .v h v a

99

este objeto se reproducen de nuevo las posiciones sujeto/objeto. Veremos más adelante cómo el procedimiento de desembrague permite proyectar fuera del sujeto cognoscente (o sujeto de la enunciación) y “objetivar” esas relaciones fundamentales del hombre con el mundo: esta vez, los actores serán resultado de un paquete de cargas semánticas discursivas vertidas en las posicio­ nes de los sujetos narrativos construidos en el enunciado, así como los temas y las figuras corresponderán a la conversión de los objetos en los que previamente se han vertido valores semánticos. La semiótica trata de dar la representación de ello en forma de enunciados constituidos por funciones (relaciones/ operaciones) y por actantes (sujetos y objetos). Así, pues, las posiciones actanciales originarias de la narratividad son, desde la enunciación hasta el enunciado, sujeto y objeto. Posiciones presupuestáis (en la enunciación) y manifiestas (en el enunciado). Sujeto es sub -jetum. puesto hacia abajo-atrásadentro; objeto es ob - jectum: puesto delante-de. Puesto: posi­ ción. Colegimos que una posición no tiene sentido, no es, sin la otra. No hay sujeto sin objeto pues sólo llega a serlo en tanto “algo que vale para él” es puesto delante suyo. Igualmente cualquier “cosa” adquiere el status de objeto desde el momento que está en la mira de. alguien. De este modo, la narratividad conlleva esquemas formales que relacionan básicamente sujetos y objetos (actantes) dando cuenta de un proceso discursivo más complejo. Sujeto y objeto no son sino unidades de reconocimiento articula­ das semánticamente a las que llamamos s e m e m a s (que generan sus respectivos efectos de sentido a nivel del discurso). Luego, comprendemos que si estas posiciones no se relacio­ naran entre sí no llegarían a ser lo que son. Es la relación la que las constituye. La que les da existencia semiótica. Dicha relación cdnstitutiva es lo que denominamos predicación. Los otros s e m e m a s , es decir, las otras unidades de reconocimiento e inteligi­ bilidad articuladas semánticamente serán los predicados.

100

O scar Q u e z a d a

“Situándonos en la línea que L. Tesniere y H .Reichenbach, concebimos el predicado como la relación constitutiva del enunciado, es decir, como una función en la que los tér­ minos-resultado son los actantes; al mismo tiempo, distinguimos dos tipos de enuncia­ dos elementales (y dos clases de relacionespredicados, constitutivas de esos enuncia­ dos): los enunciados de hacer y los enuncia­ dos de estado” (Greimas - Courtés, 1982 : 314-315).

Concluimos que las dos grandes unidades de inteligibilidad de la narratividad ( s e m e m a ) son los predicados y los actantes. A partir de la oposición modal hacer vs. ser entendemos que hay dos formas básicas de la predicación: la funcional y la calificativa. Igualmente entendemos que hay, esencialmente, dos maneras de ser actante: sujeto y/o objeto. Retomando el ejemplo citado por Blanco y Bueno, en el argumento de El mundo es ancho y ajeno, es posible descubrir estos dos tipos de sememas. Tenemos así entidades que a primera vista pueden ser consideradas como autónomas, independientes, con capacidad para originar o récibir la acción. "Comunidad”, “comuneros”, “jueces”, “terratenien­ tes”, ‘‘tierras” son algunas de las manifestaciones discursivas de esta unidad narrativa a la que podemos denominar actante. Por otro lado, precisamente porque se trata de una “historia” compuesta por “acciones narradas”, tenemos entidades aparente­ mente integradas, subordinadas, dependientes, continuas; deno­ minadas predicados. “Luchar”, “defenderse”, “atacar”, “controlar”, "sobornar”, “desalojar”, “refugiarse" son algunas de las manifesta­ ciones discursivas de esta unidad llamada predicado. Los predicados y los actantes son, entonces, términos de la narratividad que se manifiestan discursivamente plegándose a la mayor o menor complejidad de las estructuras superficiales o de manifestación. Este argumento novelístico puede ser manifestado

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

101

discursivamente y realizado textual y materialmente de muchísi­ mas maneras. En el nivel sustancial o de manifestación real podríamos tener, respecto de ese argumento novelístico (de ese esquema narrativo), distintos textos; por ejemplo, distintos filmes de El mundo es ancho y ajeno pero en todos estos textos cinema­ tográficos será posible descubrir, en la superficie misma del discurso allí actualizado, las entidades que hemos señalado (con mayores o menores variaciones figurativas o temáticas entre las distintas “versiones”). ' Esta distinción es consecuencia de una articulación ideada por Greimas: “Diremos (...) que el universo mani­ fiesto, en su conjunto, constituye una clase que puede definirse con la categoría de 'totalidad’, y que esta categoría, que propo­ nemos concebir, siguiendo a Brondal, como articulada en: /discreción/ vs. /integralidad/ divide el universo manifiesto (al realizar uno de sus términos sémicos en el momento de la manifestación), en dos sub-clases cons­ tituidas, en el primer caso, por unidades discretas, en el segundo, por unidades inte­ gradas” (Courtés, 1980 : 58).

Los actantes, al ser fácilmente diferenciables en tanto “efectos de sentido”, son percibidos como soportes-, y los predicados, que siempre están ligados concretamente a algo o a alguien, de qué o de quién dependen, se nos aparecen como susceptibles de ser integrados; es decir, de referirse a estos soportes que son las unidades discretas. De este modo, en la superficie del discurso, se tiene el efecto de sentido de una precedencia de los actantes sobre los predica­

O scar Q u e z a d a

102

d o s. E n e- e e s te punto no resulta nada gratuito que la educación t r a d i d c n s í *uaai n o s acostumbre a decir primero “sujetó” y, después,

"predicad-, ra la

cío". Todo ocurre como si a nivel sintagmático se tuvie­ c o í r c ’ 'ícíeiación: A -»P.

Sin em fr; embargo, una hace ver la correlación

observación más profunda y rigurosa nos exactamente “al revés” pues en los niveles paradigiróí «^nádeos se debe entender la predicación como la instala­ c ió n d e ¡a e !!a relación cuyos términos-resultado son los actantes: P -> A. Xe p R esp ec to de esto dice Courtés: ’A primera vista, el funcionamiento del discurso consiste en plantear una cierta cantidad de entidades (personajes, objetos, lugares, etc) y en atribuirles progresiva­ mente una cierta cantidad de propiedades; tendríamos en primer lugar actantes, a los cuales ligaríamos en un segundo momento los predicados que Ies corresponden; este procedimiento corresponde al hacer sintác­ tico en el momento mismo de su desarrollo híc et nunc. Si en lugar de atenemos al orden (sintagmático) del proceso (de la actividad sintáctica), encaramos la relación actante/predicado desde el punto de vista sistemático, diremos que los actantes —en tanto contenidos investidos— están consti­ tuidos por paradigmas de predicados. El proceso es semejante al del héroe de una novela, cuyo, ‘retrato’ va elaborándose a medida que avanza el relato y que sólo está constituido al final de la narración, al princi­ pio, no es más que un soporte vacío (desig­ nado a menudo con un nombre ‘propio’, es decir, carente prácticamente de un conteni­ do semántico preciso), al cual el autor refie­ re sucesivamente, durante la novela, algu­ nas funciones (o acciones) y/o cualificado-

S e m ió t ic a g e n e íw . v a

103

nes, las cuales son las únicas que hacen que el'héíóé"tome cuerpo y se defina” (Courtés, 1980 : 59, 60).

Es así como Courtés distingue una pertinencia sintagmática, que podríamos denominar “lógica del sentido común”, de una ■ pertinencia paradigmática, sistemática y analítica. De acuerdo a la primera “los predicados sólo pueden tener existen­ cia si es que previamente han sido constitui­ dos los actantes. De lo contrario no predica­ rán nada de nadie. Este criterio tiene una base ontológica según la cual primero se estatuye el ser, luego al hacer (operatio sequitur esse)" (Blanco-Bueno, 1980 : 64).

• Desde el punto de vista de la segunda “los actantes son, de hecho, instituidos por los predicados en el interior de cada microuniverso semántico" (Greimas, 1971 : 129

lo que nos lleva a concluir que la predicación ^lógicamente anterior, más profunda) crea al actante del que predica.

3.2.2. Los vertim ientos de la predicación

Debe quedar claro, entendiendo formalmente nuestro modelo, que los enunciados narrativos son moldes sintácticos, esto es, enunciados formales independientes del contenido que pueda ser vertido (o investido) en tal o cual estado o en tal o cual quehacer. En todo caso, la función predicativa y el actante, en tanto elementos constitutivos del enunciado, son, por esto mis-

104

O scar Q u e z a d a

mo, isótopos. Toda restricción semántica de la función repercu­ tirá necesariamente sobre el actante (y a la inversa). El actante es, así, isótopo de su función de igual manera como el nombre del agente lo es de su verbo correspondiente (pescador-pescar; ase­ sino-asesinar). Esto trasunta la convertibilidad semántica de ser y hacer. Para facilitar el análisis de la predicación se propone dividir la clase de los predicados aplicando una restricción semántica con la categoría clasemática: /estatismo/ vs. /dinamismo/ Según se vierta el sema —o la marca— /estatismo/ o /dinamismo/, los sememas predicativos serán capaces de propor­ cionar datos sobre los estados y determinaciones de los actantes o sobre los procesos (acciones) que les conciernan; por ejemplo: Este vestido le va bien Este niño va a la escuela

/estatismo/ /dinamismo/

Sin embargo, los elementos calificativos, reconocidos con la marca de /estatismo/ se refieren a enunciados con un solo actante (a diferencia de los enunciados funcionales que en base a la marca /dinamismo/ articulan relaciones entre dos o más posicio­ nes actanciales). Volveremos a plantear esto con mayor detalle al explicar los estados y las transformaciones. Un examen profundo del enunciado elemental nos ha permitido asimilar los predicados calificativos a los enunciados de estado (que especifican la junción entre sujeto y objeto) y considerar, entonces, a la calificación como el valor vertido en el actante-objeto (de la

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

105

predicación). Observaremos de inmediato como es que la instan­ cia semántica narrativa vierte los valores del relato en el molde sintáctico previsto por la narratividad (que denominamos enun­ ciado de estado). Pasamos, pues, a desarrollar más exhaustiva­ mente esta dinámica generativa. 3.2.3. D el n ivel fundamental al nivel narrativo

El nivel superficial de la gramática semiótica, definido como “de naturaleza antropomorfa" (Greimas - Courtés, 1982 : 162), consta también de un componente sintáctico y un componente semántico. Las unidades que instituyen la semántica de la narra­ tividad son los enunciados de estado en los que un sujeto (por la predicación de la enunciación) entra en junción con el (o los) objeto(s) de valor. El enunciado de estado aparece como el molde profundo en el que se constituye la narratividad pues allí la predicación del ser/ estar/tener funda. a los sujetos por su relación con los objetos de valor. Así, todo valor es posicional en un “espacio” abstracto descompuesto e n dominios por una categorización. El valor se articula en una t o p o l o g í a de relaciones entre lugares y no en una l ó g i c a de relaciones entre términos. Uno de los principios de la semiótica es que existe una equivalencia entre, de un lado, los v a l o r e s p o s i c i o n a l e s —que son valores virtuales y abstractos de­ finidos por un paradigma, valores “lingüísticos" surgidos de la forma del contenido— y, de otro lado, los v a l o r e s a x i o l ó g i c o s que son constitutivos del "sentido de?la vida”. En nuestra teoría standard, los valores virtuales están axiologizados por el verti­ miento de la categoría propioceptiva tímica y, entrando en junción con los sujetos se vierten en los objetos, pasando así del modo virtual de existencia semiótica al modo actual.

106

O scar Q u ezad a

Ahora bien, por ser (la categoría tímica) de orden propioceptivo, el vertimiento tímico sólo es concebible en la medida en que uno u otro valor —articulado, a nivel fundamental, por el cuadro semiótico— está en relación con el sujeto. Es decir, los valores resultan axiologizados (y, de virtuales devienen valores actualiza­ dos) cuando se les vierte dentro de los moldes de las estructuras narrativas de superficie, es decir, cuando revisten a los actantesobjeto de los enunciados de estado. Los valores permanecen actuales mientras se hallan disjuntos (separados) de los sujetos que son, entonces, sujetos según el querer: la conjunción del objeto-valor, con el sujeto, transforma el valor actual en valor realizado.

3.2.4. Del com ponente sem ántico

A todo esto, en la economía de nuestro modelo generativo, "la semántica narrativa debe ser considera­ da como la instancia de la actualización de los valores. En efecto, si el nivel fundamen­ tal —donde se inscriben la sintaxis y *la semántica fundamentales— está destinado a articular y a dar forma categórica al microu­ niverso capaz de producir las significacio­ nes discursivas, este universo organizado continúa siendo todavía el de los valores virtuales hasta que no sea asumido por un sujeto. El paso de la semántica fundamental a la semántica narrativa consiste, pues, esen­ cialmente, en seleccionar los valores dispo1 nibles —y dispuestos en el (o los) cuadro(s) semióüco(s)— y en actualizarlos por su junción con los sujetos de la sintaxis narra­ tiva de superficie. Mientras que el nivel

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

107

fundamental se presenta como un dispositi­ vo axiológico capaz de servir de base para generar un abanico tipológico de discursos posibles, el nivel narrativo de la semántica es el lugar de las restricciones impuestas a la combinatoria y donde se decide, en parte, el tipo de discurso a producir” (Greimas Courtés, 1982 : 357).

En tanto actualización de la semántica fundamental, la semántica narrativa es un sistema axiológico actualizado como micíouniverso semántico. Los cuadros del nivel fundamental son estructuras axiológicas propioceptivas que, a nivel narrativo, generan universos semánticos. Así, las relaciones “percibidas” entre los diversos dominios del mundo del sentido común (los dominios de la vida en sociedad, del mundo, del trabajo, del placer, de la familia, del mundo animal, etc.) son homologadas a las relaciones fundamentales (“vida/muerte”, por ejemplo) que han servido para establecer la taxonomía axiologizada virtual de la semántica fundamental. Desde el punto de vista de la genera­ ción, la semántica narrativa aparece como una instancia de actua­ lización del sistema axiológico virtual que es la semántica funda­ mental. Por lo tanto, la conversión de la semántica fundamental eri semántica narrativa no es otra cosa que la aplicación iterativa de la estructura axiológica elemental al mundo del sentido común que así es progresivamente articulado como universo semántico. Así, pues, un conjunto de taxonomías “percibidas” intuitiva- • mente (propioceptivamente) como dominios discretos de la experiencia humana, articulan el mundo del sentido común y son axiologizadas de acuerdo a los patrones axiológicos virtuales de la semántica fundamental. Luego, en los planos más superficiales del recorrido generativo, cada una de las taxonomías axiologiza­ das de un microuniverso semántico es la base de una isotopía de discurso y es manifestada en unidades sintagmáticas que pueden encontrarse a todo lo largo del discurso.

O scaü Q u e z a d a

108

Quedamos, entonces, en plantear esta instancia generativa como la del vertimiento de los valores en los actantes (sujeto/ objeto) dispuestos en enunciados de estado regidos por una función predicativa modalizada por ser/estar/tener. “Los sujetos desembragados e instala­ dos en el discurso son posiciones vacías que sólo reciben sus determinaciones (o sus vertimientos semánticos) tras el hacer, ya sea del sujeto mismo de la enunciación (por la predicación), ya del sujeto delegado in­ scrito en el discurso: estos sujetos son, pues, tratados como objetos en espera de sus de­ terminaciones, que pueden ser positivas o negativas. Esto puede ser representado en forma de un enunciado de estado : (S V O v) que indica la junción (conjunción o disjun­ ción) del sujeto con el objeto. El objeto —u objeto de valor— se define, entonces, como el lugar de vertimiento de los valores (o de las determinaciones) con los que el sujeto está conjunto o disjunto” (Greimas - Cour­ tés, 1982 : 289).

Este vertimiento es efectuado en la semántica narrativa y se refiere a cualquiera de los dominios de la experiencia humana o del sentido común. Semántica fundamental y semántica narrativa mantienen, al interior de la Gramática semionarrativa una clara relación de complementariedad. Con este criterio podemos leer los enunciados de estado. Así, por ejemplo, (S v O) significa sujeto que no es con el objeto de valor; o bien, sujeto que no está con el objeto de valor; o que no tieneel objeto de valor. Del mismo modo: (S a O) significa sujeto que es con el objeto de valor; o bien, que está con el objeto de

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

109

valor; o que tiene el objeto de valor. Volveremos sobre esto. Por el momento baste comprender que “el enunciado de estado es el molde sintác­ tico donde se efectúa el vertimiento de los valores seleccionados. Independientemente de la naturaleza del valor — que puede ser modal, cultural, subjetivo u objetivo— , su inscripción en el actante-objeto define, en junción con el sujeto, a este último en su 'estar’ móvil, movilizable con vistas al pro­ grama narrativo que lo transformará. Si la actualización de los valores erige los progra­ mas narrativos en significación, el recorrido narrativo constituye el marco sintáctico de la acumulación (no sólo adicional, sino tam­ bién ‘memorial’, como lo testimoniará, a nivel de la semántica discursiva, el rol temá­ tico) de los valores” (Greimas - Courtés, 1982 : 357).

De esta manera los valores pueden ser subjetivos cuando se refieren a las "propiedades sustanciales” del sujeto que le son atri­ buidas mediante la predicación con ayuda de la cópula “ser” (v.gr. Juan es bueno) o bien, objetivos, “accidentales", atribuibles al sujeto mediante el verbo “tener” y sus parasinónimos (v.gr. Juan tiene buenos sentimientos). En el marco del enunciado ele­ mental el sujeto aparece, pues, como un actante cuya naturaleza depende de la función en la que se inscribe. Por otro lado, el predicado es la relación constitutiva del enunciado pues aparece como la función cuyos términos-resultado son los actantes. Narrar implica poner valores semánticos en juego, en acción. El enunciador es la fuente de los valores y el enunciatario su destino. Enunciar es predicar. Tomar partido. Opinar. Construir, en el enunciado, la relación función-actante.

O scar Q u e z a d a

110

3.2.5. Del com ponente sintáctico La sintaxis narrativa es la instancia del recorrido generativo obtenida con ayuda de un conjunto de procedimientos (formulables en reglas), a partir de la sintaxis fundamental. Sólo la homo­ logación entre estos dos niveles permitirá explicitar las reglas de conversión de uno hacia el otro. Ya hemos señalado que nuestra concepción de la estructura sintáctica más simple es Función (Actante); o resumidamente: F (A). ‘Contrariamente a la tradición que —desde Aristóteles— postula la binaridad de la estructura elemental (sujeto/predica­ do; sintagma nominal/sintagma verbal), nuestra concepción del enunciado es relacionai: asumiendo la herencia hjelmsleviana —pero refiriéndonos a Tesniere y Reichenbach, entre otros—, consideramos al enun­ ciado como una expansión relaciona! del predicado, en cuanto función, éste proyecta como términos-resultado de la relación, los “funtivos" que designamos como actantes. El enunciado narrativo elemental se defini­ rá, pues, para nosotros, como una relaciónfunción entre, al menos, dos actantes" (Greimas - Courtés, 1982 : 387).

El paso de un nivel gramatical (Fundamental) a otro (Narra­ tivo), o conversión, puede ser definido, por un lado, como una equivalencia entre operación (Nivel fundamental) y quehacer (Nivel narrativo) y, por otro lado, como equivalencia entre relación (Nivel fundamental) y ser/estar/tener (Nivel narrativo). Generativamente la primera equivalencia se refiere a la actualiza­ ción de la Sintaxis fundamental y la segunda a la transformación de la Semántica narrativa.

111

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

Tenemos, ahora, dos enunciados narrativos simples basados en los dos tipos de predicación (cualificativo y funcional): Q (A...) Y F (A...) Donde Q y F designan, la primera, la relación de junción del estado narrativo (conjunción/disjunción) y, la segunda, la fun­ ción-transformación orientada hipotácticamente a modificar de alguna manera a dicho estado narrativo. Así, en F(AjO, se deno­ mina el quehacer, o sencillamente, el hacer, considerándolo como un proceso de actualización articulado por la función F. De este modo, toda operación de la gramática fundamental puede ser convertida en un enunciado narrativo cuya forma canónica mínima será F(A...). Con la relación entre un predicado y un actante se esboza ya la base de una organización sintáctica de la manifestación (del contenido), donde los dos términos se definen el uno por el otro; todo mensaje semántico comporta, necesaria­ mente, la presencia de uno y otro. Ilustrando lo anterior, cuando una operación lógica está representada por un “hacer” se da el paso de la lógica (nivel profundo) al relato (nivel superficial); así, cuando la operación: negación del valor /arriba/ o del valor /cielo/, está convertida en “descender” o en “arrojarse” que es ya hacer. Se entiende, entonces, que el nivel sintáctico fundamental consiste en un conjunto de operaciones modales virtuales efec­ tuadas en los términos de la estructura elemental de la significa­ ción (cuadro semiótico) mientras que el nivel sintáctico narrativo, o de superficie, toma la forma general de una manipulación de enunciados. Es como imaginar, grosso modo, el paso de una lógica de clases a una lógica de proposiciones. Ahora bien, la concepción relacional del enunciado elemen­ tal es lo que

112

O sc a r Q u e z a d a

“permite, entonces, formular el principio en el que se basan las reglas de conversión de la sintaxis fundamental a la sintaxis narrati­ va: a las relaciones (que constituyen la base taxonómica de la estructura profunda) y a las operaciones/transformaciones (efectua­ das sobre esta base) corresponden, a nivel más superficial, los 'estados’ y los ‘hacer’, formulados en enunciados de estado y enun­ ciados de hacer, los enunciados de hacer rigen a los enunciados de estado, así como las transformaciones operan sobre las rela­ ciones" (Greimas - Courtés, 1982 : 387).

Esquematizando tenemos: Sub-componente operativo (sintáctico

Sub-componente taxonómico

strtctu sensu)

Nivel profundo (o fundamental)

OPERACIONES — — — >



Y Nivel superficial (o narrativo)

■6 conversión rección

HACER (EH)



RELACIONES

— — — ^

ESTADOS (EE)

^ ^

En el nivel profundo del esquema se entiende que lo sintác­ tico en sentido estricto corresponde a una definición dinámica del

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

11 3

cuadro semiótico: las operaciones de negación y de aserción son transformaciones que inician el paso del sistema al proceso. Esto quiere decir que la sintaxis fundamental presupone la semántica fundamental que va a transformar (se entiende que lo semántico corresponde a una definición estática del cuadro semiótico). Se trata, pues, de la aplicación de las operaciones sintácticas a una taxonomía axiologizada por categorías propioceptivas. En el nivel superficial se da una antropomorfizatión progre­ siva cada vez más compleja: lo primero es la aplicación iterativa de las estructuras modales virtuales de la sintaxis fundamental al microuniverso semántico (que es la semántica narrativa). De este modo, en el nivel que podemos llamar de la sintaxis narrativa profunda se tienen estnicturas modales actualizadas que, en la medida en que transforman un microuniverso de sentido corres­ ponden a lo que se llamaría en filosofía una "ontología.” (las premisas de una filosofía o de una teología) si es que las estruc­ turas modales son del ser/estar (modalidades aléticas). Si es que dichas estructuras son del orden del hacer (modalidades deónticas), este nivel de la sintaxis corresponderá más o menos a lo que en ética sería un "sistema de valores (morales)” (las premisas de una ética). Si seguimos imaginando la antropomorfización de las estruc­ turas observaremos una instancia sintáctica intermedia corres­ pondiente cognoscitivamente al plano del creer o de las creen­ cias. El sujeto toma a su cargo las premisas anteriores (sean aléticas o deónticas), las asume a manera de un credo. Este “yo creo” es resultado de un juicio que, si está referido a un enuncia­ do alético (del ser/estar) se denominará juicio epistémicoy si está referido a ün enunciado deóntico (del hacer) será denominado juicio ético. De este modo, tenemos en el nivel intermedio de la sintaxis estructuras epistémicas y éticas actualizadas (Cf. infra 3.2.8.6).

114

O scar Q u e z a d a

Por último, la sintaxis narrativa de superficie en tanto que actualización de las sintaxis narrativas precedentes (profunda e intermedia), tiene por unidad de base el programa narrativo (PN) que es un enunciado de hacer (actualización de un enunciado ético) que rige a un enunciado de estado (actualización de un enunciado epistémico). Estos programas narrativos son puestos en relación los unos con los otros según una estructura sintagmá­ tica en la que juegan los roles de PN “de base", “de uso”, “anexos”, “de performance” o “de competencia". Gracias a las relaciones entre los PN sobre la estructura sintagmática es establecida la estructura actancial y las modalidades son así plenamente antropomorfizadas. La distinción entre modalidades exotácticas(“deber” y “poder”) y modalidades endotácticas ("querer” y “saber”) recién aparece a este nivel (Cf. infra 3.2.8.1.). Este diseño apurado del recorrido generativo en el nivel (grueso) de la sintaxis narrativa será desmenuzado teóricamente a partir del estudio de las modalidades. Asimismo nos hemos permitido adelantar algunos conceptos sólo con la intención de dar una visión panorámica y en conjunto de nuestro modelo teórico. Es sumamente útil y rentable detenerse á reflexionar en tomo a la distinción entre las modalidades del ser/estar y las del hacer pues a lo largo de todo este tramo del recorrido configuran el criterio que permite discriminar sucesivamente lo alético de lo deóntico, lo epistémico de lo ético y, por último, los enunciados narrativos de estado correspondientes a la predicación calificati­ va y los enunciados narrativos de transformación correspondien­ tes a la predicación funcional (propiamente dicha). 3.2.6. Predicación y m odallzación

Pues bien, no todo verbo predica. Lo esencial de la semiótica narrativa es la estructura modal (que permite la predicación en tanto operación propia del ser humano, es decir, del ser axioló-

S e m ió t ic a g e n e r v t t v \

115

gico/ideológico). Los verbos modales son universales: reflejan la manera cómo funciona la inteligencia humana, el sentido. Un examen detallado muestra que la oposición modal ser/estar vs. haceras el punto de partida para la constitución de un inventario básico. Más adelante, al tratar la competencia, veremos como los “ingredientes” del hacer son querer/deber, saber y poder. Del mismo modo, a partir del ser/estar se articula la modalidad del tener vinculada con los valores objetivos y la modalidad del parecer generada a¡partir de la problemática de la manifestación, y de la veridicción. Por último, la dimensión cognoscitiva no está constituida sólo por el saber, lógicamente anterior es el creer, ambas modalidades articulan halotácticamente,el universo cog­ noscitivo de la significación. La universalidad de estos diez verbos está en el hecho de que cualquier relato, sea de la cultura o de la época que fuera, está modalizado, es decir, organizado inteligi­ blemente por deber, querer, creer; saber, poder, hacer, ser, estar, tener, parecer. Se trata, entonces, de verbos verbos. Es decir, de verbos no sustantivabas. Son sólo verbos. Rigen la predicación del hombre. Marcan su capacidad narrativa. Así, por ejemplo, cuando estudia­ mos bajo el prisma semióüco la ideología nos percatamos de que basta enunciar para revelar el verbo modal que rige y denuncia el funcionamiento y ordenamiento mental. Los verbos modales pueden manifestarse en el enunciado o quedar presupuestos. Si digo que Juan “se esfuerza por cantar” o que “trata de cantar” o que “intenta cantar” estoy vistiendo discursivamente a la modalidad del querer. En el ejemplo que hemos puesto se entiende claramente la definición tradicional de modalidad entendida como “lo que modifica el predicado de un enunciado”. En todos estos casos puede concebírsela modalización como la producción de un enunciado llamado modal ("se esfuerza”, “trata de”, “intenta”) que sobredetermina a un enuncia­ do descriptivo (“cantar”). En este sentido conviene poner de

116

O scar Q u e z a d a

relieve la vieja oposición entre dictum y modus. mientras aquel es el contenido representado, éste es una operación que tiene por objeto el dictum. En otras palabras, el modus, por así decir, “comenta" el dictum, o mera descripción. De ahí, la oposición entre lo modal y lo descriptivo en términos de pura posición sintáctica. I A partir de lo señalado, las investigaciones orientadas a elaborar la teoría de las modalidades exhiben logros en torno a la realización de estas en enunciados modales rigiendo a enuncia­ dos descriptivos. Se trata, pues, de estudios sobre las modalida­ des a nivel de las estructuras discursivas donde los enunciados son realizados. Si bien es cierto que los contornos de la teoría son, hoy por hoy, más profundos, no hay que perder de vista estas cuestiones que permiten ser rigurosos desde “la superficie" misma. Hemos visto que los predicados se dividían en calificaciones o funciones según dependieran del "estatismo” o del “dinamis­ mo”. Pues bien, “dentro de la dase de lals fundones, pode­ mos distinguir una sub-dase de modalida­ des (...), que se caracterizan por su reladón hipertáctica respecto del predicado. Así, en las secuendas: A Juan le gusta tocar la guitarra La tierra parece redonda.

gusta y parece son modalidades que, lógica­ mente anteriores al predicado, constituyen el marco de su modificación” (Greimas, 1966 : 155).

La lectura de este texto precursor muestra como las primeras aproximaciones se preocupaban de detectar la estructura modal a nivel del discurso: siempre que dos predicados mantienen entre sí una relación tal que uno está regido por el otro hay modalidad.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

117

El que rige es el predicado modal. El regido es el predicado descriptivo. Si se entiende que las estructuras discursivas son el nivel más complejo del recorrido generativo no será difícil comprender el fenómeno de sobremodalización: El decía que tenía razón en hacer1eso acá vemos una primera modalización (“tenía razón en”) y una sobremodalización (“El decía que”) de tipo asertivo. Así como en este caso tenemos hasta tres niveles hipertácticamente descom­ puestos podemos hallar estructuras en las que se dan más y más acumulaciones modales. Sin embargo, esa complejidad no sub­ siste si se atiende a las estructuras más abstractas del recorrido puesto que aquí tenemos los verbos del inteligible humano; es decir, los verbos modales. Efectivamente, cuando decíamos que no todo verbo predica nos referíamos al hecho de que la mayor parte de los verbos (en todas las lenguas) son básicamente descriptivos (esto es, sustantivos declinados que se convierten en verbos) adscritos a la dimensión de los sintagmas nominales. Estos verbos, concretos semántica­ mente, son mucho más densos que los verbos modales. La densidad semántica puede damos una representación estrati­ ficada de lo narrativo y de lo discursivo y, además, permitimos entender cómo los verbos modales se organizan generativamente por su densidad semántica. Se trata, pues, de un criterio semán­ tico cuantitativo que permite medir el grado de abstracción de un “concepto” (Greimas - Courtés, 1982 : 108). Así, por ejemplo, hacer es. el verbo modal que rige cualquier acción narrada e instituye la "actuación” y sus términos: los “actores". La densidad semántica de hacer es, así, abstracta respecto de “caminar”, "cocinar”, "escribir”, “bailar", “cantar”, “gritar”, “limpiar”, “pa­ sear”, “planchar”... que son contenidos (descriptivos) de hacer que convocan figuras y que son, semánticamente, en términos

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

de densidad, más concretos pues se refieren a procesos, a actua­ lizaciones (o discursos) de hacer. Lo mismo podríamos decir de ser/estar/tener. ¿Ser qué?, ¿Estar cómo?, ¿Tener qué?, ¿Parecer qué? Cuantos sustantivos, adjetivos y adverbios e incluso verbos podríamos convocar acá como contenidos descriptivos modalizables por estos verbos. Cuantos “artificios” de la predicación designan sus posibles contenidos. Siempre la predicación está marcada modalmente. El peso modal recae, en principio, sobre la relación de junción, en virtud de la cual, el sujeto, recibe la modalidad que lo funda, del predicado que lo relaciona con un objeto de valor. El sujeto hace de muchas maneras. Se orienta, por lo tanto, hacia determinados fines y/o metas. Del mismo modo es/está/tiene de muchas y muy variadas maneras. Acá aparecen los distintos vertimientos semán­ ticos que permiten entender, tímicamente, los objetos como objetos de valor y, sintácticamente, como posiciones actanciales susceptibles de recibir vertimientos, ya sea de los proyectos de los sujetos (objetos de hacer), o bien de sus determinaciones (objetos de estado). El eje del deseo (sobre el que descansa el complejo modal deber/querer) es establecido por estos dos actantes (sujeto/ objeto)o posiciones narrativas. Este eje descansa, a su vez, en el valor: “En la medida en que el enunciado elemental se puede definir como una rela­ ción orientada que engendra esos dos térmi­ nos finales —el sujeto y el objeto— , el valor que se inviste en el objeto buscado semantiza, de alguna manera el enunciado entero y se convierte de golpe en el valor del sujeto que lo encuentra al buscar el objeto, y el sujeto se encuentra determinado en su exis­ tencia semántica por su relación con el ; valor" (Greimas, 1983: 23).

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

119

Todo esto lleva a comprender semióticamente la ideología como una operación en base a la cual el sujeto productor del discurso actualiza objetos-valor e instala al sujeto co-productor en una búsqueda. “Una ideología se caracteriza, enton­ ces, por el estatuto actualizado de los valores de los que se hace cargo: la realización de estos valores (es decir, la conjugación del sujeto con el objeto de valor) abolirá, ipso Jacto, la ideología en cuanto tal. En otras palabras, la ideología es una búsqueda per­ manente de valores y la estructura actancial que la informa debe ser considerada como recurrente en todo discurso ideológico" (Greimas - Courtés, 1982:213).

Sin embargo, hay que aclarar que la realización de los valores puede estar representada en el discurso enunciado como sucede en la publicidad en la que los personajes (por ejemplo fotografia­ dos en pleno consumo) son utilizados como ejemplos (a imitar) para el destinatario. Ese destinatario implícito siempre estará disjunto por oposición con los actores ejemplares. La ideología es, pues, esa búsqueda que nunca termina. El caso es que los actantes adquieren inteligibilidad gracias a la predicación que efectúa el vertimiento del valor semántico en el objeto y de la modalidad en la relación. Consideraremos, en los ítems siguientes, un seguimiento de las modalidades,sobre el recorrido generativo ensayando com­ prender su rol y posición en los niveles de las estructuras semionarrativas virtuales (o profundas) y de las estructuras semionarrativas actualizadas (o de superficie) en tanto modalidades virtuales, actualizantes y actualizadas que son realizadas en los enunciados modales del nivel de las estructuras discursivas. Este diligente seguimiento revelará la carga modal de todas las relaciones y

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

120

operaciones semionarrativas. Por el lado metodológico se perfi­ lará la diferencia radical que existe entre la descripción narrativa (un rol actancial sólo se puede definir en función de la modalidad) y la descripción discursiva (un rol temático o figurativo se refiere a la construcción de realidad propia de cada discurso). 3.2.7.

Discrim inación m odal ser/estar vs. hacer

3.2.7.I.

Criterio de constitución del m odelo canónico (algoritm o de la narratividad)

El predicado modal ser/estar articula, en el enunciado ele­ mental, la función junción (sea conjunción o disjunción) en tanto el predicado modal hacer remite a la función transformación. En el ítem siguiente estableceremos la diferencia entre enunciados de hacer y enunciados de estado. Por ahora, es razonable considerar que estas dos formas de enunciados elementales (declarados canónicos) son susceptibles de encontrarse en la situación sintác­ tica de enunciados descriptivos, o en la hipertáctica de enunciados modales. Dicho de otro modo; se puede concebir: a) El hacer modalizando al hacer (modalidades factitivas de la manipulación). b) El ser/estar modalizando al hacer (modalidades de la competencia). c) El hacer modalizando al ser/estar (modalidad de el acto o de la performance). d) El ser/estar modalizando al ser/estar (modalidades veridictorias de la sanción). A partir de estas cuatro modalizaciones es articulado el esquema narrativo como modelo de referencia que representa la organización subyacente del relato. Dicho esquema aparece

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

121

organizado en torno a la performance del sujeto y a la competen­ cia que dicha actuación presupone. El par competencia/performance determina, pues, la acción del relato. Por ello, en el plano teórico, el estudio de estas dos fases canónicas da lugar a una semiótica de la acción. “Sin embargo, el sujeto no cumple su performance, así como no adquiere su competencia más que en función de un contrato previo que puede ser cumpJido o interrumpido. Simétricamente, elsujeto, una vez que ha realizado la performance, puede ser objeto de una sanción, positiva o nega­ tiva, es decir, en función de la conformidad de la performance respecto del contrato es­ tablecido. El analista debe pues prever que toda acción pueda estar encuadrada poruña manipulación (determinan te de un contrato) y de un juicio (determinante de una san­ ción)" (Floch, 1985: 202).

Toda manipulación implica, por lo tanto, una acción a la que se orienta. Simétricamente, toda sanción presupone una acción realizada. Podemos presentar el esquema narrativo como una sucesión ordenada así: manipulación (contrato) ---------------------------------------------competencia performance

A todo esto Greimas señala que “el esquema narrativo constituye una espe­ cie de marco formal en el que se inscribe el 'sentido de la vida’ con sus tres instancias esenciales: la calificación del sujeto que lo introduce en la vida, su ‘realización’por algo

sanción

122

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

que 'hace’y, finalmente, la ‘sanción’ — retri­ bución y, a la vez, reconocimiento— que ga­ rantiza el sentido de sus actos y lo instaura como sujeto según el ser. Este esquema es lo suficientemente general para permitir cualquier tipo de variación sobre este asun­ to: considerado a nivel más abstracto y des­ compuesto en recorridos, ayuda a articular y a interpretar diferentes tipos de activida­ des, tanto cognoscitivas como pragmáticas” (Greimas - Courtés, 1982 : 275).

Esto quiere decir que la dimensión pragmática de la narrati­ vidad está constituida por la acción (fase competencia/performan­ ce) pero está cercada o enmarcada por dos fases (manipulación/ sanción) correspondientes a la dimensión cognoscitiva (de la narratividad). Al pie de la semiótica de la acción hay, entonces, un lugar para la semiótica de la manipulación y otro para la semiótica de la sanción. Esto lo podemos visualizar en el siguiente cuadro:

123

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

MANIPULACION

COMPETENCIA

hacer - hacer

ser del hacer

SANCION

PERFORMANCE

ser del ser

hacer - ser

Relación :

Relación : D eber - hacer T-Q uerer - hacer

D br - Sujeto D or - Drios

Drio - Sujeto HACER Drio - D or

Saber - hacer

HACER - SABER

SABER

P oder - hacer / (Saber sobre el objeto y los valores)

(Saber el sujeto sobre el objeto sobre el destinador)

HACER- CREER

CREER D eclinante interpretativa

Dominante persuasiya 1L DIMENSION COGNOSCITIVA l

J DIMENSION PRAGMATICA

DIMENSION COGNOSCITIVA J

(Blanco - Bueno, 1980 : 121. T ornado a su vez de Sém iotique et Bible, ng 4, L yon, 1976: 13)

Queda prescrito un orden determinado, programado, de cuatro fases que se correspondeny encadenan sucesivamente. No necesariamente se encuentran todas las fases manifestadas ya en los textos pero cada vez que se reconoce y describe una de estas

124

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

fases es posible generar la coherencia narrativa que permite articular dicha fase con las restantes. A ambos extremos tenemos, pues, representada

“una instancia trascendente en la que se asienta el Destinador encargado de manipu­ lar y de sancionar al su jeto de nivel inmanen­ te considerado como Destinatario. La rela­ ción entre Destinador y Destinatario es ambigua: ello obedece, entre otras cosas, al principio de la comunicación (...) la estruc­ tura contractual parece dominar el conjunto del esquema narrativo: la performance del sujeto corresponde a la ejecución de las exigencias contractuales aceptadas y recla­ ma la sanción como contrapartida; sin embargo, las relaciones simétricas e igualita­ rias que se establecen, de este modo, entre Destinador y Destinatario —y qué permiten tratarlos, en el cálculo sintáctico como suje­ tos S, y S j— son, en parte, contradichas por la asimetría de sus estatutos respectivos: el Destinador —poco importa que sea el manipulador encargado de transformar por su cuenta al Destinatario en un sujeto com­ petente, o que sea el juez que establece el poder justo y el saber vérdadero— ejerce un hacer factitivo que lo sitúa en una posición jerárquicamente superior con respecto al Destinatario. Pero esto no basta para definir­ lo: el halago, por ejemplo, en cuanto confi­ guración discursiva, instala un sujeto S , que manipula a S 2; pero ello no impide que S 2 sea, por definición, jerárquicamente supe­ rior a S S i n embargo, más que el poder en ejercicio, lo que caracteriza el estatuto jerár­ quico del Destinador es el poder preestable­

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

125

cido, y por este poder conviene, probable­ mente, definir la instancia trascendente en la que lo hemos inscrito” (Greimas - Courtés, 1982 : 278).

No vamos a abundar más en ei tema relativo al esquema canónico de la narratividad, más bien, a partir de los elementos que hemos ido exponiendo desglosaremos el modelo actancial y trabajaremos las tres semióticas de la narratividad (acción, mani­ pulación, sanción). De este modo aparecerá una visión panorámi­ ca y exhaustiva del modelo general de la narratividad. El modelo actancial, en cuanto tal, no es un encadenamiento pero sí la organización relacional de los actantes definidos por su participación en el esquema narrativo. Distinguimos, desde el principio, dos grandes modos de ser actante: sujeto y/o objeto. Esta es la primera relación fundamental, relación de búsqueda que crea la tensión necesaria para el establecimiento inicial del relato. Claro que, tímicamente, se puede tratar de una búsqueda positiva: el sujeto va hacia el objeto (atracción) o de una búsqueda negativa: el sujeto huye del objeto (repulsión) —pero, veremos, no va hacia la nada sino hacia otro objeto que se define paradigmáticamente por oposición del primero. Así es cómo se perfila el eje del deseo o, contractualmente, el eje de la obligación. Esto porque el sujeto debe ir hacia el objeto movido por su propia voluntad (endotáctico) o movido por el cumplimiento de una promesa hecha a un Destinador (exotáctico). Sabemos ya que el objeto es, básicamente, objeto-valor. Este eje, modalmente, está constituido pues por el par deber/ querer que, indistintamente, afecta a un virtual sujeto de la acción orientado hacia un objeto (tenemos, entonces dos posibles roles actanciales del sujeto: según el querer y según el deber; y, dos roles del-objeto: según el querer y según el deber).

126

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

Ahora bien, la segunda relación fundamental, destinador/ objeto/destinatario, es una relación de comunicación del objeto. Ya no se trata de un objeto en tanto mira, meta o fin sino de un objeto-creer o de un objeto-saber que discurre entre un destinador y un destinatario. Esta relación de comunicación (persuasiva y/o informativa), es una relación asimétrica por la cual el destinador hace partícipe al destinatario de un objeto del cual el destinador no se verá, al final, privado. El que hace creer a otro o el que informa a otro no niega ni olvida todo lo que el otro admite o aprehende. De ahí la costumbre de hablar de comunicación “participativa”. Estos son actantes modalizados, cognoscitivamen­ te, por el par creer/saber. Surgen hasta seis roles actanciales: el destinador es un sujeto según el creer y/o el saber y hace-creer, hace-saber. El objeto vale en tanto creencia y/o en tanto informa­ ción. Es, pues, un objeto-creer o un objeto-saber. Por último, el destinatario pasa de no-saber a saber o, también de no-creer a creer. A partir de Propp, el análisissemióticoha reconocido algunas regularidades que lo han llevado a desplegar el esquema narrativo para dar cuenta de la estructura polémica de los relatos. El esquema narrativo, originariamente, privilegiaba el punto de vista del héroe; para ser más objetivo debió incluir, entonces, el del anti-héroe (o traidor), al pie del objeto “positivo” considerar también al objeto “negativo” (o anti-objeto) que el héroe rechaza. De este modo, un sujeto se opone a un anti-sujeto, un destinador a un anti-destinador, etc. Este principio de duplicación conduce a los roles de ayudante y oponente. Entendiendo al primerocomo un destinador del podery al segundo como un anti-destinador del poder respecto del sujeto (héroe) que, en el primer caso aparece como destinatario del poder y en el segundo caso como anti­ destinatario del poder. De este modo surge la tercera relación fundamental en la que el objeto recibe el vertimiento modal de poder. Queda articulado, a partir de esto, el eje de los circunstan­

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

127

tes. El ayudante del héroe, respecto del anti-héroe, es oponente. El oponente del anti-héroe, respecto del héroe, es ayudante. Estos agentes (individuales o colectivos) ayudan, pues, al sujeto o, al contrario, sostienen la acción del anti-sujeto. Se manifiestan, por lo tanto, nuevos roles actanciales modalizados por el poder. 3.2.7.2. Criterio para distinguir entre enunciado de esta­ do (calificación o junción) y enunciado de hacer (función o transform ación)

Retomando lo visto en 3.2.1. podemos decir que, desde la pertinencia teórica del modelo propuesto por Greimas y Courtés, hay que trabajar el predicado concibiéndolo como la relación constitutiva del enunciado; yi el enunciado, a su vez, como la relación-función (F) que consta de los términos-actantes (A). F (Aj, A2...) sean estos actantes, por los vertimientos modales, sujetos/objetos/destinadores/destinatarios/ayudantes/oponentes, etc. Los autores citados, siguiendo a Tesniere y Reichenbach, conciben al predicado como una red relacional tejida por la predicación modal (Cf. supra 3-2.5.), luego, los dos enunciados elementales de estado y de hacer, que son representaciones lógico-semánticas de los estados y de los actos, son descritos así: el predicado modal “hacer”es designado como función denominada transformación, y el predicado modal “ser/estar” es designado como función junción. Ahora bien, toda transformación rige a una junción para modificarla. Dicho en otros términos: el enunciado de hacer da cuenta de una transformación de estado, del paso de un estado a otro.

128

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

Por su parte, el enunciado de estado estabiece la relaciónjunción entre el sujeto y el objeto. Se debe recordar que sujeto (S) y objeto (O) no son, respectivamente, personaje y cosa, sino roles que se definen como posiciones correlativas —presupuestas recíprocamente—: actantes o roles actanciales. Deesta relación de estado pueden surgir dos tipos de enunciados: enunciados según la conjunción ( a ) entre sujeto y objeto —representado (S a O)— y enunciados según la disjunción ( v) entre sujeto y objeto — representado (S v O). Como corolario de lo expuesto, se pueden formular básica­ mente dos tipos de transformación cualitativa: de conjunción. paso de un estado de disjunción a otro de conjunción: (S v O) -> (S

a

O)

de disjunción: paso de un estado de conjunción a otro de disjunción: (S a O) —» (S v O) A partir de estas consideraciones, en la narración, entendida inmanentemente como representación semiótica de las acciones, Greimas distingue dos tipos de sujeto: el sujeto de estado, definido por su relación-junción (sea conjunción o disjunción) con el universo de objetos-valor que serán modalizados (en cuanto deseables, necesarios, temibles, etc.), y el sujeto de bacer (u operador) en relación con la operación-transformación que ejecuta (o performance). De este modo, el sujeto operador realiza transformaciones que se sitúan entre los estados (los que tienen sujetos según la disjunción o según la conjunción). Esto quiere

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

129

decir que los dos tipos de transformación presentados presupo­ nen lógicamente la existencia de un sujeto de hacer operador que, hipotáctícamente, las desencadena. El hacer operador rige las transformaciones. Las constituye. Sintetizando diremos que: a) Los enunciados de estado están representados como: “F junción (S/O)”; dado que la junción, en cuanto catego­ ría, se articula en dos términos contradictorios —la conjunción y la disjunción— se hacen posibles dos tipos de enunciados de estado:

r

De conjunción

“Tiene mucha fortuna” “Goza el sabor del Marlboro” “Alcanzó lo que se propuso” L “Llevó a cabo su proyecto” ) “Está feliz” “Ganó el partido”

(S

AO )

o con otra didáctica :

1. Juan 2. La justicia 3. El país

tiene es está

gripe necesaria contento

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

130

“Perdió su fortuna" “Quiere fumar, no hay cigarros” “No logró su propósito” 'Está desolado” “No lo consiguió”

CS v O )

De disjundón 1. Juan 2. La justicia 3. El país

no üene no es carece de

gripe un don recursos

O )

b) Los enunciados de hacer están representados como: “F transformación (S/O) y explican el paso de un estado a otro. Vimos que cuando un enunciado (de hacer o de estado) rige a otro enunciado (de hacer o de estado), al primero se le denomina enunciado modaly al segundo, enunciado descriptivo (Cf. supra 3.2.6.). Esto posibilita la constitución del algoritmo narrativo pero, además, implica definir inmanentemente el análi­ sis narrativo como localización de los estados y las transformacio­ nes y representación de las diferencias (desviaciones), que apa­ recen bajo la sucesión discursiva. Es un axioma: el sentido se funda en la diferencia. Hay sentido cuando hay diferencia. El análisis semiótico, en general, consiste en reconocer y describirlas

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

131

diferencias en los discursos (manifestados en textos), Cuando se describe el componente narrativo del discurso sólo se analizan las diferencias que aparecen en la sucesión del discurso, en oposición a las diferencias que aparecen en la comparación estática. Por ejemplo, si se sigue la evolución de un personaje, ella aparece como la sucesión de estados diferentes de dicho personaje. La sig­ nificación del relato es un efecto de la diferencia entre esos sucesivos estados. Así, desde su inmanencia, la narratividad puede ser definida como el fenómeno de sucesión de estados y transformaciones que inscrito en el discurso, es el responsable de la producción del sentido, o, más exactamente, de Sli composi­ ción. Todo discurso presenta, pues, un componente narrativo y puede, por lo tanto, ser objeto de un análisis de este tipo. Los relatos propiamente dichos (que entrañan personajes figurativos que cumplen acciones) son sólo una clase particular donde estados y transformaciones corresponden o se refieren a procesos (o eventos) en los que están involucrados sujetos antropomorfos o zoomorfos constituidos como individuos onomástica y/o temá­ ticamente aprehendidos. La basé del análisis narrativo está así cimentada sobre la distinción operativa entre estados dependientes del ser/estar y las transformaciones dependientes del hacer. Realizar el análisis narrativo de un texto, o discurso, consiste principalmente en establecer una clasificación (ordénada y jerarquizada) de los enunciados de estado y de los enunciados de hacer. Esos enunciados de estado no abarcan exactamente las frases del discurso: de allí que los enunciados construidos en el análisis recuperen la estructura narrativa más allá de las palabras emplea­ das, de los artificios estilísticos que la manifiestan de muy variadas formas (Cf. supra 3-2.1.). Ya hemos señalado que el enunciado de estado se articula con los verbos modales ser/estar/tener: así, en un relato, la madre

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

130

"Perdió su fortuna" “Quiere fumar, no hay cigarros” “No logró su propósito” “Está desolado” “No lo consiguió"

De d isju n d ó n i ción

[

)

(S v O )

o bien : 1.Juan 2. La justicia 3. El país

U ( S

no tiene no es carece de

v

gripe un don recursos

O )

b) Los*-Los enunciados de hacer están representados como: “F rae transformación (S/O) y explican el paso de un estado a om- otro. Vimo;- qnos que cuando un enunciado (de hacer o de estado) rige a otro . n. nunciado (de hacer o de estado), al primero se le denomim emz. enunciado modalyzl segundo, enunciado descriptivo (Cf. supra í rs. 3-2.6.). Esto posibilita la constitución del algoritmo narrativo r a o pero, además, implica definir inmanentemente el análi­ sis narrativa k üvo como localización de los estados y las transformacio­ nes y repre representación de las diferencias (desviaciones), que apa­ recen baio -jijo ¡a sucesión discursiva. Es un axioma: el sentido se funda en :j. -n la diferencia. Hay sentido cuando hay diferencia. El análisis s; :Trj/5erniótico, en general, consiste en reconocer y describir las

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

131

diferencias en los discursos (manifestados en textos), Cuando se describe el componente narrativo del discurso sólo se analizan las diferencias que aparecen en la sucesión del discurso, en oposición a las diferencias que aparecen en la comparación estática. Por ejemplo, si se sigue la evolución de un personaje, ella aparece como la sucesión de estados diferentes de dicho personaje. La sig­ nificación del relato es un efecto de la diferencia entre esos sucesivos estados. Así, desde su inmanencia, la narratividad puede ser definida como el fenómeno de sucesión de estados y transformaciones que inscrito en el discurso, es el responsable de la producción del sentido, o, más exactamente, de SU composi­ ción. Todo discurso presenta, pues, un componente narrativo y puede, por lo tanto, ser objeto de un análisis de este tipo. Los relatos propiamente dichos (que entrañan personajes figurativos que cumplen acciones) son sólo una clase particular donde estados y transformaciones corresponden o se refieren a procesos (o eventos) en los que están involucrados sujetos antropomorfos o zoomorfos constituidos como individuos onomástica y/o temá­ ticamente aprehendidos. La basé del análisis narrativo está así cimentada sobre la distinción operativa entre estados dependientes del ser/estar y las transformaciones dependientes del hacer. Realizar el análisis narrativo de un texto, o discurso, consiste principalmente en establecer una clasificación (ordenada y jerarquizada) de los enunciados de estado y de los enunciados de hacer. Esos enunciados de estado no abarcan exactamente las frases del discurso: de allí que los enunciados construidos en el análisis recuperen la estructura narrativa más allá de las palabras emplea­ das, de los artificios estilísticos que la manifiestan de muy variadas formas (Cf. supra 3.2.1.). Ya hemos señalado que el enunciado de estado se articula con los verbos modales ser/estar/tener: así, en un relato, la madre

132

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

«viuda, ha quedado sin marido. La madre no tiene bienes para mantener a sus hijos. A partir de esta situación se ve obligada a hacer algo para transformar este estado de carencia. En el ejemplo puesto en 3-2.1.: la comunidad campesina de Rumi (Sj) es con la tierra (O v), está conjunta con sus sembríos y ganados. En suma, la comunidad /íerzebienes para subsistir. Pero, simultáneamente, aparece otro sujeto que podemos discursivizar como “los Amenábar, terratenientes ambiciosos” (S 2). S2 está disjunto de esa propiedad que S t posee. S 2 no es con esa tierra y, por lo tanto, quiere cambiar este estado para lo cual se calificará (con el saber y poder hacerlo). Este es el estado narrativo inicial de El mundo es ancho y ajeno, el cual, con todas las expansiones figurativas, se prolonga a lo largo de toda una serie de secuencias discursivas de la novela y que, desde el punto de vista de la construcción temporal de la misma, dura muchos años. Hay que reparar acá en que un estado narrativo es, en sí, una estructura acrónica. Es la instancia de la enunciación enunciadora la que, al asumirlo, para convertirlo en discurso, lo inscribe en una determinada duración temporal. En este caso el enunciador hace que el estado complejo:

(Sj

a

O v S2)

(Sj

a

O)

(S2 v O)

¡

constituido por los estados :

; dure años (así como puede durar días, horas, minutos)

Pero que, poco a poco, por una serie de acciones de S 2(ya no en tanto sujeto de estado sino en cuanto sujeto operador), vaya entrando en tensión de transformarse. S x buscará los ayudantes

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

133

necesarios para mantener la conjunción, es decir, este “estado de cosas”. Dichos ayudantes, paradigmáticamente, serán oponentes de S2. Mientras tanto S buscará los ayudantes para transformar su disjunción en conjunción. Obviamente, en el eje de los circuns­ tantes modalizado por el poder dichos ayudantes de S 2aparecerán como oponentes de S v Volveremos sobre esto.

3-2.8. Semiótica de la acción

La teoría clásica de la narratividad entiende que la narración equivale a la disposición de una (s) acción (es) o, más concreta­ mente, a la representación de las acciones. Claro que

“la semiótica narrativa no estudia las accio­ nes propiamente dichas, sino las acciones ‘en papel’, es decir, las descripciones de acciones. El análisis de las acciones narradas le permite reconocer los estereotipos de las actividades humanas y construir los modelos tipológicos y sintagmáticos que las explican. La extrapolación de tales procedimientos y de tales modelos, puede dar lugar, entonces,' a la elaboración de una semiótica de ¡a acción ” (Greimas - Courtés, 1982 : 21).

Por el momento, nuestros márgenes son los de la acción “dicha”, contada, narrada. Ocuparse, pues, de la narración es atender a las acciones, a “lo que pasa” en el relato.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

131

3.2.8.1. Programa narrativo

Retomando lo anterior podemos formular, a este nivel, la unidad mínima constitutiva de la sintaxis : "las estructuras semionarrativas correspon­ den a la organización del enunciado (texto, imagen o film) antes de que este sea tomado a cargo por la enunciación; también se ha visto que la narratividad representa el nivel superficial de esas estructuras semionarrati­ vas. La narratividad es la sucesión ordenada de situaciones y acciones (estados y transfor­ maciones) que atraviesa las frases así como los parágrafos, los planos como las secuen­ cias; es la versión dinámica y ‘humanizada’ de lo que pasaría en el ni vel profundo: las re­ laciones se convierten allí en faltas o pérdi­ das, adqu isiciones o ganancias; las operacio­ nes se convierten en transformaciones o per­ formancias y los operadores deesas transfor­ maciones son los sujetos. Cada estado podrá ser definido como la relación de un sujeto con un objeto, la semiótica concibe el relato como la circulación de objetos y denomina programa narrativo (o PN) a la unidad ele­ mental, a la ‘molécula’ de narratividad, constituida por un enunciado de hacer ri­ giendo a un enunciado de estado; hacer ser/ estar, he ahí lo mínimo indispensable para que haya relato. A partir de ello, podemos trabajar sobre la naturaleza de las transfor­ maciones (adquisiciones o privaciones), sobre la naturaleza de los objetos en circulación (una espada, una motivación, una ideología) o sobre la naturaleza de los sujetos (cuando, por ejemplo, es el sujeto mismo qu ¡en opera la transformación y gana o pierde el objeto,

S em ió tica

g e m

135

: k a ;'; v a

el programa narrativo es denominado per-

formanceY (Floch, 1985 : 201).

Vayamos, entonces por partes. A partir de lo que hemos reseñado es posible identificar la narración mínima con un enunciado afectado por la transforma­ ción: ( S v O ) __________ ---------------- ^

^

( S a O)

: transformación

Pero esta transformación no es sino producto del hacerde un sujeto operador ( hacer transformador) que produce un cambio de estado:

3' = = = =}

y

[ ( S v O ) _______ ^

(SaO)]

: hacer transformador

Se denomina programa narrativo (PN) a esta estructura constituida por un enunciado de hacer que rige a un enunciado de estado: será considerada como unidad elemental operatoria de la sintaxis narrativa (o unidad sintáctica mínima de toda narra­ ción). El acto, definido como “lo que hace ser”, lleva a definir intuitivamente el actuar como “hacer-ser”; y lo muestra compuesto por dos predicados en relación hipotáctica. Su representación sintáctica tendrá la forma de dos enunciados —un enunciado de hacer y un enunciado de estado—, de los que el primero rige al segundo que está en posición de objeto de haceraTanto así que toda la transformación (incluyendo al estado) aparece como objeto del hacer transformador. Basándose en esto es que definimos la acción

136

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

“como una organización sintagmática de actos, sin necesidad de pronunciarse por adelantado sobre la naturaleza de dicha organización: serie ordenada, estereotipada o programada por un sujeto competente” (Greimas - Courtés, 1982 : 21).

Colegimos que este “hacer-ser” en tanto actuar "presupone la existencia de un sujeto y se identifica con la modalidad del ‘hacer’ que produce un estado (o un cambio de estado) formulado como la junción de un objeto con el sujeto (que puede estar o no en sincretis­ mo con el sujeto del hacer). El actuar corres­ ponde, pues, parcialmente a la performance y presupone una competencia modal, consi­ derada como potencialidad del hacer. Por esta razón, el acto se definirá como el paso de la competencia a la performance, ‘paso’ interpretado sintácticamente como la modalidad de hacer, la cuaU a su. vez, es la conversión — a nivel de la sintaxis antropo­ morfa— del concepto de transformación” (Greimas - Courtés, 1982 : 25).

Así, con el concepto de programa narrativo (PN) se señala la serie de estados y de transformaciones que se encadenan sobre la base de una relación sujeto/objeto y de su transformación Tal representación permite interpretar el PN como un cambio de estado, efectuado por un sujeto (S }) cualquiera que afecta a un sujeto (Sj) cualquiera: tomando el enunciado de estado del PN considerado como consecuencia, pueden reconstruirse en el nivel discursivo figuras tales como la prueba, el don, etc. (ver GreimasCourtés, 1982 : 320). A partir de la performance principal se interrogará sobre lo que hace obrarzi sujeto operador, es la cuestión de lo que lo hace hacer. A este hacer-hacer concierne la manipulación que actúa

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

137

sobre la competencia del sujeto operador. Por el momento entendamos que se describirán cierto número de operaciones efectuadas sobre el sujeto operador mismo para hacerle-hacerlz performance: generalmente son las operaciones de persuasión que ponen en juego, además del virtual sujeto operador, enten­ dido como destinatario, el rol actancial destinador. El eje de la comunicación se puede explicar con el PN: hallaremos en juego dos roles correlativos a dos haceres: destinador (hacer persuasi­ vo), destinatario (hacer interpretativo). Al momento de desarrollar la semiótica de la manipulación retomaremos esto. Así pues, en términos de lo que es un PN, este eje de comunicación, constitutivo del modelo actancial puede ser for­ mulado haciendo corresponder en un primer momento, la irrstan: cia de sujeto operador al destinador y la de sujeto de estado al destinatario. Este último es transformado por la recepción de un objeto-saber (modal o descriptivo). Al desarrollo de su hacer in­ terpretativo corresponderá, en una dimensión netamente cognos­ citiva, otra performance (certidumbre, duda, etc.). Por otro lado, el eje de los circunstantes (ayudante vs. oponente) puede también ser explicado en términos de programación narrativa. De esta manera, cabe decir, por ejemplo, que el ayudante del sujeto es un sujeto operador destinador de objeto (s), modal (es) positivo (s). El sujeto (héroe), destinatario de éste (o estos) objeto (s) modal (es) de poder; en tanto sujeto de estado, al devenir conjunto, lo (s) utilizará en su provecho en la performance principal. Igual­ mente, el oponente podrá ser visto como sujeto operador desti­ nador de objetos negativos (o antidestinador de objetos positi­ vos). Por último, el eje del deseo del temor puede ser perfectamen­ te enfocado en términos de disjunción del sujeto del querer con un objeto-valor (positivo o negativo).

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

138

En fin, al interpretarse el PN como un “hacer-ser” del sujeto, este sintagma elemental de la sintaxis narrativa de superficie aparece como la llamada (convocatoria) a la existencia semiótica de un nuevo “estado de cosas”, como generación (aprehensible desde el enunciador o desde el enunciatario) de un nuevo “ser semiótico”. Considerando lo anterior “una tipología de los PN estaría por estable­ cerse, tomando en cuenta sucesivamente los criterios siguientes: a) la naturaleza de la junción: conjunción o disjunción (adquisición o privación de valo­ res); b) el del valor vertido: valores modales o descriptivos (y, dentro de éstos, valores 'pragmáticos o cognoscitivos); c) la naturaleza de los sujetos en presencia: éstos o bien son distintos (asumidos, enton­ ces, por dos actores autónomos), o bien están prcscntesensincretismoen un solo ac­ tor- en este último caso, el PN es llamado per­ formance" (Greimas - Courtés, 1982 : 321).

O castellanizado, performancia. A partir de la dinámica ensayo-error, ensayo-éxito; propia de la configuración discursiva del aprendizaje de algún saber (que permite comprender cómo en términos prácticos el hacer precede al saber), se comprende la complejización del PN con fines de énfasis, es decir, "para producir el efecto de sentido 'dificul­ tad’, ‘carácter extremo’ de la tarea. Dos procedimientos de énfasis son relativamen­ te frecuentes, sobre todoen etnolitcratura: la duplicación (cuando el PN está desdoblado,

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

139

el fracaso del primero es seg ndo del éxito del segundo), anotada simb licamente PN (x2), y la triplicación (o tres PN sucesivos que se diferencian sólo por la ‘dificultad’ creciente de la tarea) indica'! i por PN (x3)’’ (Greimas - Courtés, 1982 : j .1).

Es frecuente, en el cuento manc illoso, que los anti-héroes fracasen “a la primera” y que el héroe, para obtener, por ejemplo, la mano de la princesa, sortee exitosamente las tres pruebas. 3.2,8.2. La perform ance y el sujeto operador Se entiende por performance (performancia o desempeño) a toda operación del hacer que realiza una transformación de estado. Esta operación, realizada por el sujeto operador, se puede leer eri la fórmula del item anterior: la flecha gruesa significa el hacer transformacional, y la flecha simple, la transformación misma. Un sujeto operador hace qué un sujeto de estado disjunto del objeto se transforme en un sujeto de estado conjunto con su objeto. Sabemos ya que los sujetos de estado se caracterizan por la relación1de junción con los objetos de valor, por esto son considerados como depositarios de los valores. Mientras tanto, los sujetos de hacer (operadores), definidos por la relación de transformación son considerados como sujetos que, al operar junciones, transforman a los primeros. De este modo, los sujetos de estado son reconocidos como sujetos (es decir, tienen existen­ cia semiótica) sólo si están en relación con los objetos de valor; del mismo modo, los objetos de valor son valores únicamente si son objetos del “querer”de los sujetos. Considerando la naturaleza de los valores, se pueden distinguir dos tipos de performance: las que persiguen la adquisición de valores modales (la llave del cuarto, el secreto de la caja fuerte, el ómnibus para ir a tal sitio), y las que están caracterizadas por la adquisición de valores descriptivos (el espacio del cuarto, el dinero, el sitio en cuestión).

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

Es así que para realizar un PN puede suceder que deba rccurrirse a la realización previa de otro PN. De esta manera un PN simple se transformará en PN complejo en la medida en que exige previamente la realización de otro PN. Es el caso del mono que para alcanzar el plátano debe buscar primero un palo. El PN general (alcanzar el plátano) es llamado PN de base y los PN presupuestos y necesarios, es decir, los que deben realizarse previamente (buscar el palo) —cuyo número varía de acuerdo con la complejidad del objetivo final— son llamados PN de usa estos son, repetimos, en cuanto al número, indefinidos, vinculados a la complejidad de la tarea a cumplir. (En el momento del análisis se les puedeanotar como PNu 1,2,3...). Si el sujeto de hacer y el sujeto de estado están en sincretismo en un actor determinado, el conjunto sintagmático —formado por un PN simple o un PN complejo (PN de base, serie de PN de uso)— corresponde a la performance del sujeto. Así, la performance se identifica con la acción humana y aparece (fuera de toda consideración de contenido o de su campo de aplicación) como una transformación que crea un nuevo estado de cosas. Luego para realizar el acto de comer (performance: hacer) en tanto PN de base, el sujeto tienden que haber logrado anteriormente la conjunción con el alimentoy, previamente, la conjunción con el dinero ( PN de uso. competen­ cia). Ahora, bien, “el PN de uso puede realizarse ya sea por el sujeto mismo, ya por otro sujeto delegado del primero; en este último caso, se hablará de PN anexo, simbolizado PNa y reconocido como perteneciente a un nivel inferior de derivación (la instalación del sujeto de hacer delegado —ser humano, animal o autóma­ ta— plantea el problema de su competen­ cia)" (Greimas - Courtés, 1982 : 321).

En función de esto se entiende que la acción no es sino la conversión de un PN simple o complejo. Si se trata de uno

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

complejo los diferentes PNu que ío componen corresponden a los actos que constituyen la acción. Esta última es, pues, un PN "vestido”, pues el sujeto está representado por un actor y el hacer se encuentra convertido en proceso. En todo caso: “Del PN de base elegido es decir, esencial­ mente del último valor buscado depende la forma actualizada del PN global que será discursivizado, es decir, ante todo, tempora­ lizado, para su realización. Se ve, así, como un PN se transforma en programación ope­ ratoria por la instalación de algunos proce­ dimientos de complejización (formulables en reglas). Adviértase que en el nivel discur­ sivo, los PN pueden estar explícitos o pue­ den permanecer implícitos: su explicitación es una exigencia de la sintaxis narrativa de superficie” (Greimas - Courtés, 1982 : 321).

De esta manera, restringiendo bastante el sentido, se reserva el término performance para designar a uno de los dos componen­ tes del recorrido narrativo del sujeto: la performance, entendida como la adquisición y/o la producción de valores descriptivos, se opone (y presupone) a la competencia considerada como una serie programada de adquisiciones modales. Esta se refiere a los PNu, aquella al PNB. Se habla, entonces, de performance, sólo cuando el hacer del sujeto se refiere a los valores descriptivos y cuando el sujeto de hacer y el sujeto de estado están inscritos en sincretismo en un mismo actor. La performance narrativa es, entonces^ un caso especial del programa narrativo: este sincretis­ mo que la caracteriza está lejos de ser un fenómeno general; la configuración del don, por ejemplo, distingue en tanto actores diferentes al destinador en cuanto sujeto de hacer y al destinatario como sujeto de estado. Empero, para poder llevar a cabo una performance, el sujeto debe estar dotado previamente de un cierto número de modali-

M2

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

dades, es decir, debe poseer la competencia para la realización del acto (o performance). Con respecto al “hacer-ser” (el acto), la competencia aparece como “lo que hace ser” y puéde ser descrita como una organización jerárquica de modalidades: un deberhacer o un querer-hacer rige a un poder-hacer o un saber-hacer. De esta manera la performance presupone siempre la competen­ cia del mismo modo que todo programa narrativo de base presupone un programa narrativo de uso (modal). Este encade­ namiento lógico de programas narrativos hace aparecer una unidad jerárquicamente superior llamada recorrido narrativo. Por otro lado, desde la perspectiva de la modalización se puede observar que en la performance el hacer modaliza y en la competencia es modalizado. Es en base a la reflexión sobre la performance, entendida como el PN de un sujeto competente y activo (por sí mismo), donde ha comenzado a perfilarse con mayor nitidez una teoría semiótica de la acción. Interpretada como estructura modal del hacer, la performance ha sido llamada por Greimas decisión (si está situada en la dimensión cognoscitiva) y ejecución (cuando se ubica en la dimensión pragmática). Esta oposición ha rendido cuenta del modelo de la manipulación y ha permitido desarrollar con mayor rigor muchos aspectos de la teoría semiótica de la narratividad.

3.2.8.3. La com petencia

Desde la perspectiva que venimos desarrollando, la compe­ tencia aparece como un PiN'u, caracterizado por el hecho de que los valores buscados por él son de naturaleza modal. Por lo tanto, el PN de la competencia queda presupuesto por el PN de

143

SE M IÓ T IC A G E N E R A .'. , a

performance: en efecto, el sujeto del “hacer-ser” debe estar previamente modalizado, por ejemplo, como sujeto del “deberhacer” o del “querer-hacer”, lo que lo constituye, virtualmente, como sujeto competente. Esa competencia no lo es del todo ya que recién se actualiza con el “saber-hacer” y el “poder-hacer”. Generalizando, ese “saber-hacer”, en cuanto “acto en potencia”, puede separarse del hacer al que se refiere: al pie de un saberhacer manipulador de las reglas de la gramática del idioma, existe otro que manipula las reglas de cortesía o las del tenis. Por eso es que la competencia lingüística es un caso particular de un fenómeno más amplio que, bajo la denominación genérica de competencia, forma parte de la problemática de la acción humana y constituye al sujeto como actante (cualquiera que sea el campo en que ella se ejerza). No obstante, se observa que el saber no concierne solamente al hacer sino también, y sobre todo, al deberser, es decir al “contenido” de la competencia considerada como un sistema de coerciones (conjunto de prescripciones y prohibi­ ciones). Resumiendo, para que un sujeto pueda realizar la transforma­ ción de base, es decir, para que su performance sea posible, tiene que estar capacitado para el hacer transformacional,?iene que ser competente. La realización de la transformación por el sujeto operador presupone que es capaz de realizar la performance, es decir, que él es competente. La competencia coincide, pues, con las condiciones necesarias para la realización de la performance, algunas de ellas provenientes del “interior” mismo del sujeto (querer/saber) y otras de factores exteriores a él (deber/poder), iSemióticamente la competencia aparece como correlato de la performance. Se interdefineny se presuponen recíprocamente. La competencia consiste, así, en un conjunto de modalidades que constituyen y afectan al sujeto del hacer transformacional: deber - hacer querer - hacer

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

saber - hacer poder - hacer Estas cuatro instancias aparecen como una tensión de reali­ zación. Explican cómo llega a ser el hacer. Dicho de otro modo: deber, querer, saber y poder son los “ingredientes” de'hacer. Lo constituyen. Vemos, por lo tanto que “la distinción entre lo que la competencia es y aquello sobre lo que trata (es decir, su objeto, que en el caso de la competencia lingüística se identifica— una vezdescrito— con la gramática) permite considerar a la competencia como una estructura modal. Nos encontramos aquí con toda la proble­ mática del acto: si el acto es un ‘hacer-ser/ estar’, la competencia es 'lo que hace ser/ estar’; es decir, todas las condiciones previas . y los presupuestos que posibilitan la acción. Ahora, si se traspasa el problema de la competencia, del campo lingüístico (vasto pero, sin embargo, limitado), al de la semiótica, puede decirse que todo compor­ tamiento con sentido o toda serie de com­ portamientos presupone, por un lado, un programa narrativo virtual y, por otro, una competencia particular que hace posible su ejecución. La competencia, así concebida, es una competencia modal que puede descri­ birse como una organización jerárquica de modalidades (estará basada, porejemplo, en un querer-hacer o un deber-hacer que rigen un poder-hacer o un saber-hacer). No hay que confundirla con la competencia semán­ tica (en el sentido amplio de la palabra semántica, el que se le da, por ejemplo, cuando se dice que laestructura profunda de una lengua es de naturaleza lógico-semánti­ ca), cuya forma más sencilla es el programa narrativo virtual. Una vez unidas, estas dos

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

145

formas de competencia constituyen lo que se puede llamar competencia del sujeto" (Greimas-Courtés, 1982: 69).

De este modo hay una constitución modal de la competencia referida a la jerarquía de modalidades que la integran y una constitución semántica referida al objeto-valor de dicha compe­ tencia (planteado en el PN virtual llamado a realizarse). Los relatos pueden presentar lá adquisición de la competen­ cia por el sujeto operador: en este caso, la “competencia” es considerada como un objeto que puede estar disjunto o conjunto en relación con el sujeto. La diferencia estriba en el tipo de objeto al cual se une el sujeto: en el nivel de la competencia, el objeto adquirido no es (todavía) el objeto principal de la performance sino una condición necesariapz^ adquirirlo: se denomina objeto modal a este tipo de objeto. Se puede hablar así de objeto modal del saber y/o del poder. Por lo tanto, se distinguen dos tipos de objetos: a) el objeto principal de la transformación y objeto-valor; b) el elemento de la competencia necesario para la realiza­ ción de la performance u objeto-modal (porque corres­ ponde a las modalidades del hacer: poder-hacer, saberhacer, etc.). Así como los relatos pueden explicitar la adquisición de la competencia (por ejemplo, todo un filme que trata acerca de cómo se planea un robo, de cómo se prepara, de cómo los sujetos adquieren la información y los medios materiales para realizarlo) también puede suponer que el sujeto operador está ya en posesión de la competencia en cuyo caso no se explícita el proceso de adquisición (el filme puede comenzar presentando la realización del robo). Las estructuras narrativas no son, pues, inocentes. Son dispuestas por el enunciador. El selecciona los objetos de valor

146

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

para dar sentido. El opera las transformaciones y junciones. Y, sobre todo, él decide la competencia o incompetencia de los actores para lograr sus fines. El esquema narrativo resulta ser la paradigmática de toda sintagmática. Desde cualquier “punto” de dicho esquema puede decidir el enunciador la iniciación, la duración o la terminación de su relato. Respecto de la competencia cabe recalcar cómo el hacer mismo se halla afectado por ciertas modalidades que lo califican: llegará a ser realizado según el querer, el poder, etc. Se puede ir detectando así, poco a poco, la constitución del hacer transforma­ dor. Constitución progresiva que permite entender la competen­ cia como el ser del hacer (cómo es el hacer, o para ser coherente con el postulado generativo, cómo llega a ser el hacer). Con relación a la composición misma de la narratividad hay que notar que los PN se organizan alrededor de la performance principal como núcleo: aquí las operaciones (hacer) transforman a los estados (ser/estar). Realizar la performance final equivale a hacer-ser/estar, hacer-ser, hacer-estar. Ahora bien, la realización de esta performance principal implica otra fase del esquema narrativo. Una vez que los estados han sido transformados por la acción transformadora del sujeto operador sobreviene la fase final, consecuencia de esta operación. Un destinador final, o destinador-juez, reconoce la transformación, la evalúa y sanciona al sujeto recompensándolo o castigándolo. Esto lo desarrollare­ mos al momento de la sanción. Lo importante, por el momento, es destacar que dicho destinador-juez también ejerce una perfor­ mance (sanción) apoyado en una competencia (su hacer interpre­ tativo). Del otro lado cognoscitivo del esquema narrativo también destaca el par competencia/performance pues el destinador inicial (o manipulador) también desarrolla una performance persuasiva que presupone una competencia manipuladora. De este modo, la oposición competencia/performance no sólo servi­ rá para dar cuenta de la semiótica de la acción (en la dimensión

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

147

pragmática de la narratividad) sino que también permitirá cons­ truir los modelos correlativos (en la dimensión cognoscitiva de la narratividad) referidos a la semiótica de la manipulación y a la semiótica de la sanción.

3.2.8.4. La com unicación entre sujetos (y la circulación de objetos)

De acuerdo a la no-realización o a la realización de una transformación narrativa es, que reconocemos cómo las dos funciones de Propp (“carencia” y “liquidación de la carencia”) permiten interpretar el relato como una sucesión de disminucio­ nes y mejoramientos (los trabajos de C. Bremond son una clara muestra de esta hermenéutica). Esto implica que se soslaya un poco la actividad de los sujetos en provecho de la circulación de los objetos de valor (los sujetos de hacer sólo aparecen como simples operadores destinados a ejecutar un esquema preestable­ cido de transferencias de objetos). Así “el esquema de transferencias de objetos puede reinterpretarse como una sintaxis de la comunicación entre sujetos, únicamente si se definen los objetos como lugares de vertimientos de valores que son propieda­ des de los sujetos de estado y que los determinan en su ‘ser’ ” (Greimas - Courtés, 1982 : 277).

El paso decisivo para construir el modelo teórico en este nivel se da gracias al reconocimiento de una estructura polarizada —polémica y contractual— en los discursos narrativos de cada

148

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

uno de los sujetos del relato (sujeto y anti-sujeto). Hay, pues, sub­ yacente en todo relato, una estructura polémica; “el cuento maravilloso no es solamente la historia del héroe y sus afaaes, sino también, y de manera más o menos oculta, la del traidor: dos recorridos narrativos, el del sujeto y el del anti-sujeto, se desarrollan en dos direcciones opuestas pero caracteriza­ dos por el hecho de que ambos sujetos se afanan por un mismo objeto de valor; de donde se desprende un esquema narrativo elemental fundado en la estructura polémi­ ca. Observando más de cerca, esta estructura conflictiva constituye, finalmente, uno de los polos extremos —el otro es la estructura contractual— de la confrontación que carac­ teriza toda comunicación humana: el inter­ cambio más apacible implica el enfrenta­ miento de dos deseos contrarios y el comba­ te se inscribe en una red de convenciones tácitas. El discurso narrativo aparece, enton­ ces, como un lugar de representaciones figurativas de las diferentes formas de la comunicación humana, hecha de tensionesy de retornos al equilibrio" (Greimas - Cour­ tés, 1982 : 277).

La función-conflicto y la función-contrato aparecen, así, en la base (o en la profundidad) de todo esquema narrativo. Son su “piedra de toque". Punto ab quo de la narratividad. Greimas, interpretando la sucesión de “carencias” y “liquida­ ciones" proppiana, reconoce la narratividad como encadenamien­ to sintagmático de virtualizaciones y realizaciones; es decir, transformaciones de disjunción y de conjunción entre sujetos y objetos. Precisamente las 31 funciones de Propp se inscriben a la perfección en esta secuencia de transformaciones. Greimas al reducirlas y sistematizarlas presenta un modelo más económico y

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

149

de alcances más generales. Conflicto y contrato son, entonces, grandes unidades funcionales relativas a la constitución genera­ tiva de la comunicación entre sujetos. Los objetos-valor puestos en circulación por la comunicación entran en la constitución del ser de los sujetos comunicantes. La comunicación se sitúa entre las posiciones-sujeto y los valores vertidos en los objetos puestos en circulación (valores tímicos de orden pragmático, cognosciti­ vo, modal o descriptivo). Es congruente que la descripción de las relaciones entre dós sujetos y sus respectivos programas y recorridos narrativos tome a forma de una sintaxis de la comunicación entre sujetos. Ahora Dien, la comunicación puede enfocarse e interpretarse desde los sujetos o desde los objetos-valor es decir como: a) conflicto:ontrato entre sujetos, o como b) transferencia de objetos-valor.

3.2.8.4.I. Polém ico vs. contractual

De este modo, los sujetos comunicantes se consideran dotados de una competencia particular que les permite realizar la transformación-comunicación en cuanto y en tanto performance. Por un lado su competencia es modal paquete de valores modales (querer, deber, poder, saber-hacer) confrontados que dan lugar a las operaciones de manipulación (que veremos más adelante). Por otro lado, como anotamos (Cf. supra 3.2.8.3), su competencia es semántica: da cuenta de los “gajes del oficio”, ergo, de la comunicación recíproca del saber, de sus malentendidos y ambigüedades (que en realidad se deben entre otras cosas, a la sobredeterminación modal del creer sobre el saber). De esta manera, el esquema de la comunicación propuesto por las teorías de la comunicación (que concierne solamente a la simple trans­

150

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

misión del objeto-saber) es reemplazado por una puesta “cara a cara” de sujetos modalizados y competentes, preocupados en persuadir, disuadir e interpretar al interlocutor; es decir, en manipularse los unos a los otros. Bajo toda comunicación se mueve la manipulación. La comunicación es un hecho que no se sobreañade en modo alguno a la realidad humana, sino que la constituye; pero hablar, y con mayor razón todavía discurrir, no es comunicar, como suele repetirse por lo común y corriente, es someter: toda lengua es un sometimiento generalizado. Es some­ terse al espectáculo que el otro construye. De aquí surge la diferencia entre comunicación recibida y comunicación asumida. Ya el psicoanálisis ha puesto en evidencia la ruptura que hay entre los mecanismos que permiten aprehen­ der la significación y los procedimientos —poco y mal conoci­ dos— que presiden su apropiación, su integración ideológica en la axiología hegemónica. Resulta, pues, que el sujeto receptor sólo entra en plena posesión del sentido cuando dispone previa­ mente de un querer y de un poder-aceptar. Es, entonces, definido por cierta competencia receptiva que, a la larga, constituye el ob­ jetivo primero y último del discurso del destinador. Luego, “si asumir la palabra del otro es, en cierto modo, creer en ella, entonces el hacerla asumir significa decir para ser creído. Así considerada, la comunicación (como uno se lo imagina un poco apresuradamente) es menos un hacer-saber que un hacer-creer y un hacer-hacer" (Greimas - Courtés, 1982 : 75).

Pero más que centrarnos en la naturaleza semiótica de la comunicación, lo que pretendemos es destacar su constitución generativa a panir de las funciones conflicto/contrato. La confron­ tación que comunica a los sujetos puede ser polémica o contrac­ tual, y

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

151

“se manifiesta en los relatos tanto por un combate (Concluyendo con la dominación de un sujeto sobre otro), como por un intercambio o, más generalmente, por un contrato: esta disposición permite reconocer dos concepciones sociológicas de las rela­ ciones interhumanas (lucha de clases/con­ trato social) y, asimismo, dividir los relatos, según este criterio, en dos grandes clases" (Greimas - Courtés, 1982 : 80).

Dicha confrontación, situada a nivel de las estructuras discursivas, está en relación con la posición del sujeto operador cuando el objetivo de su PN es contrario o contradictorio con el objetivo del PN del anti-sujeto. A nivel de la gramática narrativa se da así, la superposición o el enfrentamiento de los dos recorridos narrativos propiois de cada uno de los sujetos S x y S2: esta superposición o enfrentamiento se manifiesta discursivamen­ te como confrontación y constituye, como vimos, el pivote del iesquema narrativo. Puede, pues, postularse un anti-sujeto cuya relación con el sujeto es polémica en la medida en que sus búsquedas se oponen. El anti-sujeto, para realizar su búsqueda, es llevado a oponerse a la búsqueda de otro sujeto. Si el anti-sujeto se apropia del objeto, hace fracasar la búsqueda del sujeto (e inversamente). En realidad ambos son anti-sujetos en tanto y en cuanto se relacionan. Cada uno es anti-sujeto con relación al otro. En la instancia modal del conflicto se puede decir que ambos se toman recíprocamente como objetos. El conflicto, en tanto representación antropomorfa de la contradicción es de carácter polémico y su generación sintagmática corresponde al juego de valores que, con las operaciones de aserción y de negación, se da a nivel de la gramática fundamental. Aparece entonces como una serie de enunciados narrativos cuyas restricciones semánticas le confieren un carácter de enfrentamiento y de lucha. Se deducen tres enunciados narrativos (En) subsumidos por la función conflicto:

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

152

una primera instancia del litigio de relativo equilibrio entre los contendores: EN 1

=* F : confrontación (Sj

«-> sp

Luego, uno de ellos logra imponerse y se produce una situación de dominación: EN 2

- F : dominación

(S,

—» sp

que puede invertirse alternativamente prolongándose el conflicto y creándose un¿ tensión de resolución. Digamos que, por fin, esta se da; el ganador es retribuido con un objeto-valor positivo (premio-trofeo, etc.) y, paradigmáticamente, el perdedor con un objeto-valor negativo (castigo, degradación, etc.). EN 3

- F : retribución

(Sj

*- Ov)

El encadenamiento sintagmático de estos tres enunciados permite acercar los niveles de generación: a la orientación de las operaciones sintácticas, que es una regla de la gramática funda­ mental, corresponde una relación de implicación narrativa por la cual el tercer enunciado presupone el segundo y este el primero. Así si la orientación fundamental sigue el orden de los enunciados: EN 1 -» EN 2 —> EN 3 la implicación narrativa (o presuposición) está orientada en sentido inverso: EN 3 Z3 EN 2 3

EN 1

Este encadenamiento se'refiere, pues, a distintos tipos de acción humana. No sólo a los combates o luchas explícitas sino también a

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

153

“el acto de amor como tópico recurrente de la literatura occidental (...) concebido en términos de contienda entre hombre y mu­ jer, con un fnal en que la mujer dominada debe atribuir un objeto (su cuerpo) al varón. El poema ‘Capitulación’, de César Vallejo, es buena muestra de esta situación (...). La extracción de las riquezas minerales o agrí­ colas, por ejemplo, puede ser relatada con los mismos elementos, si se comienza por aceptar una confrontación inicial entre el hombre (S,) y la naturaleza (S p ” (BlancoBueno, 1980: 83).

Resumiendo, el conflicto es una de las relaciones de la sintaxis actancial, aquella entre sujeto y anti-sujeto. Convierte la relación de contrariedad del cuadro semiótico (en la instancia de confrontación), mientras que en la instancia de la dominación (la figura del “duelo” es un buen ejemplo) en la medida en que un sujeto anula o elimina al otro, la conversión parece referirse ya a la contradicción. De este modo la oposición de dos valores semánticos se traduce en un conflicto actancial entre dos PN de "captura” de un mismo objeto (o) por dos sujetos rivales S y S. Este conflicto, actancialmente ternario S-O / S-O pertenece al paradig­ ma actancial S/O/S. Ahora bien, existe un estrato de puro conflicto S/S (no mediatizado ya por el objeto O). Esto indica que la intencionalidad de un sujeto no se orienta solamente en general a. objetos investidos de valor; quiere decir que el deseo es “deseo del otro”, o aun, que la intencionalidad S —» O se desdobla en un “deseo mimético” S S. A todo esto, las estructuras polémicas, dadas como resultan­ tes de rupturas, son tratadas como el polo opuesto de las estructuras contractuales (stricto sensü) y ambas, además, como parte de una misma organización contractual de la subjetividad puesto que, en un sentido muy general, se puede entender por contrato el hecho de establecer, de “contraer” una relación

154

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

intersubjetiva que modifica el estatuto semiótico de cada uno de los sujetos participantes. Desmenuzando esta concepción es que, "a primera vísta, puede distinguirse dos clases de contratos: el contrato unilateral, llamado así cuando uno de los sujetos emite una ‘proposición’ y el otro adquiere un ‘compromiso’ en relación con ella, y el contrato bilateral o recíproco, cuando las ‘proposiciones’y los ‘compromisos’se entre­ cruzan. Tal definición, tomada de los diccio­ narios usuales, muestra, no obstante, el carácter modal de la estructura contractual: la‘proposición’puede ser interpretada como el querer, por parte del sujeto S , que el sujeto Sj haga (o sea) alguna cosa; a su vez, el ‘compromiso’ no es sino el querer o el deber de S, de tomar a su cargo el hacer sugerido. En esta perspectiva, el contrato aparece como una organización de activida­ des cognoscitivas recíprocas que provocan la transformación de la competencia modal de los sujetos participantes. Las reflexiones precedentes pueden parecer inspiradas poralgunas preocupacio­ nes filosóficas o sociológicas. No es así; se basan sólo, y en primer lugar, en análisis concretos — cada vez más numerosos— de discursos, y más particularmente de discur­ sos narrativos, donde abundan descripcio­ nes de estructuras contractuales que consti­ tuyen, para el semiótico, la fuente principal de una tipología eventual de las estructuras contractuales. De este modo, por ejemplo, el esquema narrativo canónico, derivado de las descripciones de V. Propp, se presenta, en uno de sus aspeaos, como la proyección sintagmática de la estructura contractual: el contrato, establecido desde el comienzo

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

155

entre el destinador y el destinatario-sujeto, rige al conjunto narrativo, de modo que la continuación del relato aparece como la ejecución del contrato por las dos partes contratantes: el recorrido del sujeto, que constituye la contribución del destinatario, está seguido por la sanción, a la vez pragmá­ tica (retribución) y cognoscitiva (reconoci­ miento) del destinador. Se ve que esta organización sintagmática, fundada en la articulación del contrato, puede dar lugar a un despliegue de unidades contractuales, tales como el establecimiento, la ruptura, el restablecimiento y la ejecución del contrato (Greimas - Courtés, 1982 : 89).

Retomando lo anterior se pueden hacer algu ñas aclaraciones. En primer lugar, es posible imaginar un contrato multilateral en el que más de dos partes se comprometan. Esta estructura, eviden­ temente más compleja, implica una distribución de roles o funciones entre las partes y una probable delegación de la sanción en una “corte de honor” conformada por miembros de las partes o por sujetos no comprometidos pero prestigiados que oficien de observadores y virtuales jueces. En segundo lugar, la posición del contrato en el esquema narrativo (Cf. supra 3.2.7.1) lo muestra coincidente con la semiótica de la manipulación, esto significa que si los sujetos no contraen una mínima relación intersubjetiva no hay manipulación posible. Incluso se puede pensar en formas manipulatorias próximas a la dinámica del conflicto (Cf. infra, intimidación) o próximas al contrato (Cf. infra, seducción) pero en sentido amplio, la primera instancia del esquema narrativo está necesariamente asociada a la organización contractual de la íntersubjetividad. Por último, en lo que respecta a la forma sintagmática de las unidades contractuales se puede decir que, considerado en su aspecto positivo, el contrato supone siempre un mandatode parte

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

156

del destinador y su aceptación de parte del destinatario-sujeto. Esto es lo que se denomina el establecimiento o estipulación del contrato. Considerado en su aspecto negativo, el contrato supone una prohibición y su infracción. Esto es lo que se denomina ruptura del contrato. Afinando la terminología es posible señalar que, en realidad, se trata de una obligación o mandato positivo —que corresponde en el cuadro de las modalidades deónticas primarias a la prescripción: deber-hacer— o bien, se trata de una obligación o mandato negativo —que corresponde en el cuadro de las modalidades deónticas primarias a la prohibición deber-no hacer Siempre el destinador lo es respecto de un deber. Pero “nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni impedido de hacer lo que la ley no prohíbe” lo que indica que existe una dimensión facultativa equivalente a lo no considerado en el contrato —que corresponde en el cuadro de las modalidades deónticas primarias a lo permitido: no deber-no hacer y a lo autorizado: no deberhacer. Por otro lado, es posible formular “cruces" que permiten destacar diversos recorridos en la ejecución o m>ejecución del contrato:

1. Estipulación

2. Ruptura

prescripción “

prohibición

-

— -

~

—^

aceptación

infracción

Entonces tenemos cuatro recorridos, dos de estipulación (E) y dos de ruptura (R>.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

157

E

+

-

->

+

Cprescripción - aceptación)

r

+

------------ >

-

( prescripción - infracción )

E

-

---------------->

+

(prohibición - aceptación)

------------- >

-

(prohibición - infracción)

Re

-

-

Inmediatamente, al desarrollar la transferencia de los objetosvalor, observaremos cómo el intercambio de objetos no es sino la manifestación de un contrato presupuesto, o, a la inversa, cómo el intercambio es una configuración del contrato.

3.2.8.4.2. La transferencia de objetos-valor

Los que se preocupan de demografía o de políticas de población son los que mejor pueden dar fe de la existencia de pocos (y cada vez más pocos) objetos para muchos (y cada vez más) sujetos. Esto, que puede resultar en exceso dramático, indica «rule “los objetos que circulan en una formación social determinada, en la que se ubica el relato, son limitados, constituyen un conjun­ to finito. De ahí que los sujetos del relato se relacionan siempre (o casi siempre) con los mismos objetos que circulan en la sociedad. En tales circunstancias, la conjunción de un sujeto con un objeto significa paradigmática­ mente la disjunción con el otro sujeto y a la inversa: S3 = m }{ ( S 1 v Ov

a

S2 )------ (S j

a

Ov v S2) ]

158

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

Esto da lugar a dos tipos fundamenta­ les de transformación: una transformación que da por resultado un estado conjuntivo, llamada transformación conjuntiva, y la otra que da por resultado un estado disjuntivo, llamada a su vez transformación disjuntiva” (Blanco - Bueno, 1980 : 85).

La transferencia de objetos-valor corresponde, pues, a las operaciones de conjunción y disjunción entre sujeto/objeto y da lugar —en el nivel figurativo— a adquisiciones y privaciones, correlativamente (pues en un sistema cerrado de valores se considera que lo dado a uno es tomado a otro, y lo que es tomado a uno se hace en provecho del otro). La adquisición representa la transformación conjuntiva (o establecida por la conjunción) entre sujeto y objeto; se realiza de un modo transitivo ( atribución) o de un modo reflexivo ( apropiación). La privación representa la transformación disjuntiva (o establecida por la disjunción) entre sujeto y objeto; se realiza según un modo transitivo ( desposesión) o de acuerdo a un modo reflexivo ( renuncia). Si en la fórmula anterior hacemos el recorrido de S , e identificamos al sujeto operador de la transformación (o sujeto del hacer) con S}, entonces, ya en el nivel discursivo, podemos establecer que los roles actanciales de S y de S t pueden corresponder a un mismo actor, por ejemplo, a un ladrón: él mismo hace algo para pasar de un estado de disjunción con el objeto (que puede estar figurativizado de muchas maneras: un carro, dinero, joyas, etc.) a un estado de conjunción. Se trata de una apropiación Si los roles actanciales de S }y de S j corresponden a actores diferentes como en el caso de un hijo (S }) que regala algo (O v) a su padre (S,), entonces se trata de una atribución. He aquí las dos formas, reflexiva y transitiva, de la adquisición entendida como transformación conjuntiva.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

159

Si, por el contrario, hacemos un seguimiento del recorrido de S2, repararemos en que los roles actanciales de S 3 y S 2 pueden corresponder a un mismo actor, por ejemplo, a un ministro de Estado: él mismo hace algo para pasar de un estado de conjunción con el objeto (su investidura osu cargo) a un estado de disjunción. Estamos ante una renuncia. Manteniéndonos en el seguimiento del recorrido de S 2, notamos que si los roles actanciales de S y S 2equivalen a actores diferentes, por ejemplo, al ladrón (S 3) y a la víctima del robo (S estamos ante una desposesión o también ante un despojo. He aquí las dos formas, reflexiva y transitiva, de la privación entendida como transformación disjuntiva. A partir de esto, en orden a lo que es una concepción paradigmática de la narratividaíd, se pueden prever programas narrativos paralelos. Es fácil entender el robo como una apropia­ ción con desposesión si la perspectiva narrativa es la del ladrón porque si dicha perspectiva es la del robado habría que decirlo a la inversa: desposesión con apropiación. Pero a la apropiación puede corresponder también una renuncia. Alguien puede aban­ donar un objeto que considera inservible y posibilitar que otro sujeto "se encuentre” el objeto. Es particularmente ilustrativo el fragmento del monólogo de Rosaura en La vida es sueño de Calderón de la Barca citado por Blanco y Bueno (ver BlancoBueno, 1980 : 89). También hay correspondencia entre la renuncia y la atribu­ ción. Es el caso de San Francisco, joven rico de Asís, que renuncia a sus bienes materiales para entregárselos a los pobres de su pueblo. Igualmente, es posible plantearla correspondencia entre atribución y desposesión. Es el caso de la reforma agraria en la que el gobierno despoja a los latifundistas para entregar extensiones agrícolas a las comunidades campesinas o a las sociedades agrícolas de interés social. Todas estas relaciones las podemos presentar en el cuadro siguiente:

l6 o

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

Por lo común, la situación de apropiación con desposesión se articula sobre la base de una prueba que reviste la forma de confrontación, combate o lucha (Cf. supra función-conflicto). Eventualmente puede haber un acuerdo pero ello desplazaría la privación desde la desposesión hacia la renuncia y, como correlato, la adquisición desde la apropiación hacia la atribución. Se trata de una situación pacífica basada en una forma contractual aunque con connotaciones que pueden ser variadas (en caso.de presión o de intimidación). Empero, se puede dar el desplaza­ miento que acabamos de grafícar (hacia la renuncia) mas no él correlativo (hacia la atribución) pues en casos como el de La vida es sueño se trata de una renuncia que desencadena una apropia­ ción pacífica que, en realidad, no corresponde ni a un conflicto ni a una donación. Mientras tanto, en el relato de la reforma agraria se realizan ambas funciones. Vimos ya (Cf. supra 3.2.8.4.1.) que el concepto de contrato hay que relacionarlo con el de intercambio (concepto trabajado por M. Mauss). En primer término, el contrato aparece como un intercambio diferido: la distancia que separa su establecimiento de su ejecución es cubierta por una tensión que es como un crédito y como un débito, como una confianza y una obligación, l's lo que sucede con el contrato mercantil de precios. Estos están

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

161

fijados ya por el comerciante y se supcéle la aceptación del virtual cliente. La compra-venta (intercambio) es la realización del contrato-precio, Se advierte, pues, que una simple operación de intercambio de dos objetos-valor no es sólo una actividad pragmática sino que, en lo esencial, se sitúa en la dimensión cognoscitiva: para que el intercambio se lleve a cabo es necesario que las dos partes estén seguras de lo “valioso” del valor del objeto a recibir en contrapartida: un contratofiduciario (precedido con frecuencia por un hacer persuasivo y por un hacer interpretativo de los dos sujetos) debe ser establecido antes de la operación pragmática misma (el intercambio). : i Esto es lo que sucede cotidianamente en nuestra vida social: intercambio de objetos-valor entre sujetos. Formalizando esto, todo intercambio se manifiesta como hacer performador situado en una estructura binaria de sujetos (en la relación “tomay daca”): Sj posee un objeto mientras que S 2posee otro objeto. Ambos están en condiciones de renunciar a sus respectivos objetos pero para apropiarse de los objetos-alter. En esto se basa el valor de cambio que estructura la vida económica. ,■

Entonces, Sj se desprende de un objeto a cambio de la unión con otro objeto que pertenecía a S 2 y viceversa (es decir, S 2 se desprende del objeto con el que estaba conjunto para conjuntarse con el objeto que pertenecía a S t). El sujeto operador de la transformación-intercambio ( S}) se identifica alternativamente con Sj y con S2:

(O j V S j

A 0 2)

-

-

-

> > ( 0 ! A S j v o 2)

> (Qi

a

S2 v Oz) - - - -X O j v S2

A

Oz)

162

SEMIÓTICA GENERATIVA

Como se ve, el intercambio consta de una operación recípro­ ca que presupone los haceres de S } y Sr Es una performance doble: ambas transformaciones son reflexivas. Cada sujeto se desprende de su objeto y se apropia del otro (alternancia de renuncia y apropiación simultáneas). Esto es consecuencia de la conclusión —explícita o implícita— de un contrato: el intercam­ bio sigue recurriendo a la pareja destinador/destinatario. Cada sujeto toma en sincretismo estos roles. El contrato deviene intercambio de valores entre sujetos. Existen objetos circulando entre sujetos. En este caso, dos objetos entre dos sujetos (cada uno de los cuales está en una doble relación con dichos objetos: actual y realizada). Una prescripción, en tanto unidad funcional del contrato, propone un intercambio entre un valor social y una sumisión individual. El destinatario acepta la orden para obtener una sanción social o, simple y llanamente, para evitar un castigo. Desde este punto de vista, el esquema (o algoritmo) narrativo canónico está sobrede terminado por la estructura del intercam­ bio: el hacer del destinatario constituye el componente perfor­ mance; el hacer del destinador, el componente retribución o sanción (positiva: recompensa, o negativa, castigo) (Cf. infra 3 2.10). Así todo relato es la representación del contrato que lo funda y lo constituye realizándolo como intercambio. Esta opera­ ción que, como vimos, es recíproca presupone la instalación de actantes competentes. Cada uno de ellos representa una posición modal orientada al PN constituido por el intercambio. En la medida en que se ordenan por series, los intercambios pueden constituir sistemas de obligaciones y de coerciones (que, por ejemplo, constituyen al sujeto del deber a partir de un “rol de funciones”). Así com o es p osible “leer” cualquier com pra-vcnta cotidiana (en una bodega, superm ercado, librería) o el p a g o de cualquier servicio (en una lavandería, tintorería o taller de m ecánica) con el

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

163

modelo del intercambio es también posible trascender estas microsituaciones e imaginar macrosituaciones como las constitui­ das por las relaciones comerciales internacionales entre países o entre gobiernos y multinacionales. Así, por ejemplo, cualquier país del Tercer Mundo, como el Perú, aparece como sujeto colectivo en conjunción con un objeto llamado recursos naturales (o materias primas) y disjunto de bienes de capital y de tecnología. Simultáneamente, un país desarrollado o una multinacional (o transnacional) posee esos bienes de capital y esos recursos tecnológicos pero no tiene los recursos naturales y/o las materias primas. Se reúnen y contratan (de aquí la complejidad políticojurídica y económico-financiera de los contratos que se vuelven temas de inacabables e infinitas discusiones; ¿no será que el quid del asunto de la vida política y social está en las famosas y célebres "condiciones” del contrato?). Pues bien, ambos sujetos se constituyen como actantes competentes y por lo tanto operadores del intercambio en base al cual el país subdesarrollado pasa a contar con bienes de capital y tecnología a condición de alienar sus recursos naturales y materias primas (puede que por un lapso de tiempo al término del cual recupéra sus recursos, pero se queda con la tecnología que, ¡ojalá! para sus intereses, no esté obsoleta). Mientras tanto, la transnacional, representante del país desarrollado, pasa a dispo­ ner de recursos naturales que le eran necesarios y entrega parte de su producción o se compromete a dejar sus instalaciones. En fin, hay tantas variantes. Pero, eso sí, todas ellas inscritas en el modelo contrato-intercambio que les da origen y las realiza.

1

Hasta ahora hemos estado hablando de objetos de naturaleza poléiriica en la medida en que no pueden suponer, por ejemplo, la conjunción de dos sujetos con ellos. Cuando el objeto que se intercambia es mensurable o cuando se trata de objetos cognos­ citivos no consumibles por un solo sujeto (conocimientos, habi­ lidades de todo género, dones divinos: gracia, santidad, inspira­

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

164

ción, poder taumatúrgico —propios de relatos míticos) se presen­ ta una situación que da lugar a lo que llamamos programas de participación de los valores. La atribución no es correlativa con la renuncia ni con la desposesión. El destinador trascendente (absoluto, soberano, original, último, etc.) dispensa valores tanto modales (el poder) como descriptivos (bienes materiales) sin renunciar cabalmente, sin que su ser se vea disminuido. Este tipo de estructura, contrariamente a las anteriores en las que la atribución de un objeto-valor es concomitante a una renuncia, aparece en discursos etnoliterarios, filosóficos, jurídicos (como el derecho constitucional). El sujeto que se encuentra en posesión del objeto-valor puede hacerlo participar por otro (u otros) sin tener que renunciar a él: S 3 = = = = =>I ( S i

V O

A

S 2 ) _ ---------- > ' C S 1

A O

A

S2) 1

En esta formula S} se identifica con S r En el estado final el objeto no está perdido para nadie. Ambos sujetos se encuentran en conjunción con el mismo objeto y éste no ha perdido su valór. A pesar de responder a una estructura idéntica,

“el caso del destinador trascendente debe distinguirse, sin duda, de aquel que otorga el saber; éste, durante la comunicación, trans­ mite un objeto cognoscitivo sin que su propio saber resulte aminorado: esta parti­ cularidad se explica porque el sujeto de la enunciación es un actor sincrético que inte­ gra a dos actantes, el enunciador y el enun- • ciatario; dicho de otro modo, él es su propio enunciatario y recupera así lo que ha dado como enunciador” • (Greimas - Courtés, 1982 : 74).

EM(ÓTICA GENERATIVA

165

Por cierto que el enunciador es su propio, y primer enuncia­ tario. Cuando hablamos —solos o con alguien, poco importa— somos los primeros en escucharlo que decimos. Esto explica con mucha claridad por qué los conceptos de enunciador y enuncia­ tario no se refieren a personas sino a posiciones de producción de la enunciación-significación. Esta aparece realizada, su sentido terminado, en el destinatario. Por eso se postula el plano de la ekprcsión durante la producción del enunciado (enunciador) y se atribuye el plano del contenido al momento de su lectura Renunciatario). Se entiende así cómo la manifestación forma los signos (o los textos) desde sus posiciones sujeto en tanto ambas participan del sentido del discurso.

3.2.8.4.3. H a d a el nivel temático-narrativo

Narrar es, pues, animar el sentido. Precisamente el sema (o rasgo) de lo /animado/ es inherente al nivel de superficie: generado por el nivel lógico-semántico, corresponde a la “semán­ tica narrativa” en tanto nivel de investimiento (o vertimiento) semántico homotópico con la sintaxis narrativa de superficie (enunciados d e junción y actantes sintácticos). En el marco de la semántica narrativa lo animados^ distingue de lo antropomorfo. Ya observamos como en la sintaxis narrativa de superficie era posible distinguir, entre otros, el nivel más abstracto correspondiente a los enunciados de junción y a las transformaciones y, paralelamente, el nivel menos abstracto de los programas y esquemas narrativos: el primero será denominado simplemente animado pues puede también ser manifestado tal cual para describir operaciones técnicas no antropomorfas; el segundo nivel será denominado antropomorfo. Así, a nivel

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

166

animadosc dispondrá, de una parte, de actantes sintácticos y, de otra parte, de valores susceptibles de ser investidos semántica­ mente de contenido “animado”. A nivel antropomorfo se dispon­ drá, de una parte, de actantes semióticos y, de otra parte, de valores distribuidos sobre tres isotopías (pragmática, tímica, cognoscitiva) susceptibles de ser investidas semánticamente de contenido “antropomorfo". Luego de exponer esta distinción, Fontanille presenta el cuadro que la sintetiza:

SINTAXIS

Predicados

SEMANTICA

Actantes

Valores i

ANIMADO

ANTROPOMORFO

Enunciados de junción Transformaciones

Sujeto de hacer Sujeto de estado Objeto

Valores actualizados como "animados"

Programas y esquemas narrativos

Sujeto de búsqueda Objeto de valor Destinador Destinatario

Valores pragmáticos tímicos cognoscitivos

(Greimas - Courtés, 1986 : 13) Asi pues, el nivel antropomorfo de la sem ántica narrativa está caracterizado por la triplicación d e valores y actantes sem ióticos: se tendrá entonces, valores pragm áticos, tím icos y cognoscitiv os que respectivam ente sem antizan a sujetos pragm áticos, tím icos y cognoscitivos. Señala Fontanille q u e las esp ecificacion es entre

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

167

estas tres dimensiones engendran una combinatoria, verdadera “tópica" razonada del campo antropomorfo, cuyas configuracio­ nes complejas, intermediarias entre el nivel semio-narrativo y el nivel discursivo, articulan el nivel “temático-narrativo”. Cada relación de especificación podrá ser equilibrada (es decir, recípro­ ca), o jerarquizada (es decir, unilateral). La tópica en cuestión puede entonces resumirse en un cuadro:

ESPECIFICACION UNILATERAL 1

ESPECIFICACION RECIPROCA

ESPECIFICACION UNILATERAL 2

Pragmática & Tímica

/P.t/ Somático. Pulsional

/P. V Temperamento

/T.p/ Emoción. Acción

'Pragmática & Cognoscitiva

/P .t/ Acción. Táctica

/P.C/ Conciencia

/C.p/ Teoría, Práctica

Cognoscitiva & Tímica i

/C.U

/C.T/ Afectividad

/T .el Sentimiento Sensibilidad (Pasión)

Creencia. Fiducia

(Greimas - Courtés, 1986 : 201) 3.2.8.5. Teoría de las formas de la acción

A partir de lo propuesto, la semiótica ha ido desarrollando una teoría conceptual de la acción orientada a reconstruir la organización interna (la competencia) de un sistema de significa­

168

S e m ió t ic a g en er a tiv a

ción a partir de sus manifestaciones. Considerando eso que J. Piaget denomina “la coordinación general de las acciones”, esta teoría abstrae la multiplicidad discursiva o praxeológica de cualquier acción (verbal, semántica, técnica, etc.) y busca destacar el nivel semio-narrativo común a todas ellas. De este modo determina la multiplicidad de las formas de actuación anteriores a sus concreciones en el universo espacio-temporal. Para lograr esto atiende al programa narrativo entendido como modelo de cambio de estado y lo constituye como simulacro de referencia que permite construir las formas de la coordinación general de la acción. Así, “el program a narrativo en tanto m odelo de cam bio d e estado figura com o p u nto de partida para la elaboración de una teoría conceptual y operacional de las formas (sim ples y complejas) de la acción anteriores a sus vertim ientos en un universo espaciotem poral específico. Explotar la dinámica interna de dicho m odelo significa pues la descripción exhaustiva de la multiplicidad sem i-narrativa o bien de la coordinación general 0- Piaget) de las formas de la acción" (Greim as - Courtés, 1986 : 177).

Pues bien, ¿qué sucede cuando la semiótica trata de “poner al día" la dinámica interna del P.N.? Se encuentra con dos grandes problemas teóricos: uno concerniente al status de la negación del hacer; el otro, concerniente a la definición del concepto de transformación como cambio de estado. Vayamos por partes. En realidad, si se considera al no-hacer como negación categorial del hacer ello significa simple y llanamente la ausencia de actuación (o del actuar). Pero tal interpretación haría saltar la coherencia de la teoría narrativa en todo lo referido a la factibili­ dad y a la performance. Luego,

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

“el no-hacer no puede ser, en teoría sem ió­ tica, más que una negación parcial. Dicho de oLra manera: el hacer y ei no-hacer se presuponen el uno al otro com o elem entos de una categoría binaria cuyo denom inador com ún es la actuación (el actuar). Del mismo m odo que e P to do’ y el ‘ to forbeaf, introdu­ cidas en la lógica de la acción por G.H.' Wright, el hacer y el no-hacer articulan las dos posibilidades del sujeto com petente hacia la actuación: obien el hace alguna cosa o bien el no-hace alguna cosa, pero ambas posibilidades son com ponentes de eso que Piaget ha llamado 'la coordinación general de las acciones’. El no-hacer, interpretado com o negación categorial expresa así o bien el hecho deí la ausencia de actuación o bien la existencia de u n sujeto de acción incom­ petente respecto a cierta forma de acción" (Greimas - Courtés, 1986 : 177).

Por simple convención vamos a designar el estado de conjunción: (S a O) con la letra p; el estado de disjunción (S v O) con la letra p; el operador hipotáctico hacer con la letra h y su negación parcial con FT. Hasta ahora nuestra teorización ha venido considerando la transformación como cambio cualitativo de estado. Así, hemos distinguido un PN articulando una transformación realizante (en los PN conjuntivos de adquisición) y un PN articulando una transformación actualizante (en los PN disjuntivos de privación). Estos dos tipos de transformación podemos representarlos con la formulación más económica que acabamos de proponer: h (p -» p) h (p -» p)

Kn el primer caso, la transformación parte de un estado inicial actualizado: (S v O) y arriba a un estado final realizado: (S a O). I‘"n el segundo caso se tiene la imagen inversa. Estos dos tipos de transformación son regidos por el operador hipotáctico hacer y constituyen, en líneas generales, lo que hemos estudiado hasta ahora. Pueden ser denominados programas narrativos de crea­ ción (.que como hemos visto pueden ser reflexivos o transitivos Cf. supra 3.2.8.4.2.). Ahora bien, si entendemos el no-hacer como negación parcial del hacer, convendremos en que “los actores actúan nohaciendo”, es decir, que el no-hacer tiene sus consecuencias en términos de lo que es la constitución de la acción, tan gravitantes (() más) come >las del hacer. O. dicho taoístamente, que el no-hacer hace. Si ensayamos buscar estas transformaciones citadas en los PN determinados por el operador hipotáctico no-hacer (entendi­ do como negación parcial), nos encontramos con los dos siguien­ tes programas: 1) Kl sujeto operador no-hace nada para que un estado inicial actualizado se conserve (loque implica la posible aparición de un estado final realizado). Se articula, por consiguiente, una transformación realizante regida esta vez por el operador hipotáctico no-hacer: h (p —» p ) -» p 2) MI .sujeto operador no hace nada para que un estado inicial realizado se conserve (lo que implica la posible aparición de un estado final actualizado). Se articula, por el contrario, una transformación actualizante, regida de nuevo por el operador hipotáctico no-hacer:

h (p

— » p )

->

p

Pero si se sustituye ahora el operador hipotáctico no-hacer que está rigiendo las dos transformaciones citadas, por el opera­ dor hipotáctico hacer, entonces nos encontramos en presencia de otros dos tipos de transformación que determinan programas narrativos que hasta ahora no habían sido reconocidos en semiótica: 1) El sujeto operador hacequeun estado inicial actualizado se mantenga (lo que implica que el estado final es equivalente o idéntico al estado inicial): h (p

p) ;

2) El sujeto operador hace que un estado inicial realizado se mantenga (lo que implica, de nuevo, que el estado final es equivalente al estado inicial): h (p -> p) De este modo, se puede imponer una concepción de la transformación que no designa más necesariamente un cambio cualitativo de estado. Dicho de otra manera: al lado de una transformación de naturaleza ¿/¿náím'caarticulando un cambio de estado, existe también una transformación de naturaleza cstaciomm'aarticulando la perseverancia o la continuación de un estado. Si se sustituye el operador hacer que está rigiendo las dos transformaciones dinámicas (de creación), se obtienen, de nuevo,

172

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

dos transformaciones estacionarias, la una actualizante, la otra realizante: 1) El sujeto operador no hace nada para que un estado inicial actualizado cambie (lo que implica su posible conservación): h (p

p)

p

2) El sujeto operador no hace nada para que un estado inicial realizado cambie (lo que implica su posible conservación): (p -» p) -» p Como se ve, la dinámica interna del PN como modelo de cambio de un estado comporta ocho programas narrativos específicos, por consiguiente cada uno es portador de una forma particular de acción. Siguiendo el orden de la exposición tenemos: — creación del estado realizádo

(TDR)

— creación del estado actualizado

(TDA)

— aparición del estado realizado

(TDR)

— aparición del estado actualizado

(TDA)

— mantenimiento del estado actualizado

(TEA)

— mantenimiento del estado realizado

(TER)

— conservación del estado actualizado

(TEA)

— conservación del estado realizado

(TER)

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

17 3

Las cuatro primeras son transformaciones dinámicas pues el estado final es cualitativamente diferente ai estado inicial. Las cuatro últimas son estacionarias pues hay una continuidad o permanencia de los estados. Estos ocho programas agotan simul­ táneamente, y solamente como conjunto, la dinámica interna (la "gramática”) del PÑ como modelo de cambio de un estado. Suprimir uno de estos ocho programas equivaldría a hacer caer la coherencia lógica de este modelo y lo tornaría inoperante. Un breve examen muestra que tenemos dos transformacio­ nes estacionarias realizantes, dos dinámicas realizantes, dos dinámicas actualizantes y dos estacionarias actualizantes. Por lo :t¿nto, la estructura lógica común y propia al PN como modelo de cambio de un estado es, p. nivel lógico-conceptual, una estructura cié cuatro transformaciones reproduciendo las propiedades cons­ titutivas del cuadro semiótico y, al mismo tiempo, equivalente al grupo INRC de Piaget. transformación estacionaria realizante (mantenimiento/ conservación e st realizado)

transformación dinámica realizante (creación/ aparición est. realizante)

transformación dinámica actualizante (creación/ aparición est. actualizante)

transformación estacionaria actualizante (mantenimiento/ conservación est. actualizante)

Esta “axiomática” es una estructura semiótica en el sentido fuerte del término, toda ella es reconstituible gracias a la dinámica interna dél PN como modelo de cambio de un estado y, además, es la prueba de la coherencia lógica interna de un dominio especificó' de la teoría semiótica. (Con modificaciones didácticas esta exposición se basa en Greimas - Courtés, 1986 : 177, 179)-

174

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

A partir de estos ocho programas es posible construir configuraciones relativas a formas de interacción simples o complejas entre sujetos independientes el uno del otro, pero interdependientes según sus intencionalidades. Ello origina estra­ tegias de interacción tales como la identificación, la diferencia­ ción, la alternancia, la identidad, la concordancia, la convergencia, la divergencia y la discordancia; que, por el momento, no vamos a analizar. Baste decir que este conjunto de reformulaciones teóricas explora toda multiplicidad posible de formas de acción. Así por ejemplo, en el caso de las apariciones, hay toda una praxeología del sentido común que explica como el sujeto que no hace nada para conservarse disjunto de una enfermedad está "jugando con fuego” y, en cualquier momento puede entrar en conjunción con ella. O el que no hace nada para mantenerse conjunto con su carro, sobre todo en una ciudad como Lima, “está haciendo todo”para perderlo. Una vez más, el no-hacer es parcial, es decir, hace. Tiene consecuencias. Por otro lado, el mantenimiento explica la dinámica narrativa de sujetos conjuntos con objetos de valor y que “viven” calificán­ dose, en términos de competencia, para mantener dicho estado. El caso de la comunidad campesina de Rumi es elocuente: un sujeto que vive haciendo para mantenerse conjunto con su tierra (que otro sujeto desea). O, sencillamente, la dinámica del padre que “mantiene a su familia". Las crisis económicas o de trabajo aparecen como anti-sujetos que pueden crear el estado de disjunción. La “lucha por la vida” de aquel que “ya tiene” algo se resume así: trabajar (hacer) para, aunque sea, mantenerse conjun­ to con los bienes ya logrados. Del mismo modo, "cuidarse”, no es sino hacer una serie de cosas para mantenerse disjunto de objetos de valor negativo. Hay que observar que todos estos programas pueden ser reflexivos o transitivos: en este último caso se puede decir, transitivamente, “hago algo para cuidar a un ser querido”.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

175

Es interesante notar cómo no es lo mismo mantener que conservar. El “mantenedor” se define como sujeto activo marcado por él hacer mientras que el “conservador” se define como sujeto más bien pasivo marcado por el no-hacer. Esta última es la lógica del G^nformiStaí no hago nada para que mi situación cambie, lo que implica conservarla bien sea en tanto conjunción o en tanto disjünclón. Tenemos así el que se conforma a un estado de bienestar o el qüe se conforma a un estado de carencia. I

i '

^a,negación parcial del hacer lleva a ampliar considerable­ mente los ^Imites de aquello que denominábamos competencia: no sólo hablaremos de querer-hacer o deber-hacer; será pertinen­ te entender la competencia como querer-no hacer o deber-no hacer. Á nivel actualizante ampliaremos la competencia del sujeto a las formas del saber-no hacer y del poder-no hacer. Del mismo mpdo, ,en lo concerniente a la performance, al pie de la tradicional modalización que la define como hacer-ser/estar se tiene, ahora, considerando al no-hacer como actuación del sujeto, el no-hacerser/estar. En el cuadro de las modalidades factitivas también se pueden observar las consecuencias de esta reformulación (Cf. infra 3.2.9). 3.2.8.6. Cbrolario: las m odalidades en la descripción semio-narrativa

El acto de lenguaje llamado predicación es el lugar de surgimiento de las modalidades. Una jerarquía sintagmática puede postularse como uno de los principios de la organización sintáctica de los discursos enunciados: un nivel modal sobredetermina a un nivel descriptivo. Este principio permite concebir la existencia de los niveles del discurso “más allá” de las frases que lo constituyen pues la recurrencia de estructuras modales opera

176

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

como “armazón” semio-narrativa de todo discurso (Cf. supra 3.2.6.). Así, pues, en el nivel de las estructuras discursivas, donde los enunciados son realizados, se detecta la rección modal sobre lo descriptivo. Tal como lo expusimos al concluir el ítem. 3.2.6., pretendemos, a lo largo de este trabajo, sugerir un seguimiento de la generación de las modalidades sobre el recorrido generativo. Así, “la aproximación semiótica (...) se apoya en un número bastante elevado de análisis concretos situados en el plano narrativo que trasciende las organizaciones discursivas de las lenguas naturales: estos estudios han demostrado constantemente el rol excepcio­ nal que tienen para la organización semióti­ ca de los discursos, los valores modales de querer, deber, poder y saber, capaces de modalizar tanto el ser como el hacer. De otro lado, la tradición saussuriana en lingüistica (que en filosofía se remonta a muy lejos), no desmentida por N. Chomsky, nos ha acos­ tumbrado a reflexionaren términos de modos de existencia —existencia virtual, actual, realizada— que constituyen otras tantas instancias que jalonan un recorrido — inter­ pretable comouna tensión(G. Guillaume)— que va desde un punto cero hasta su realiza­ ción. Así pues, la semiótica, aún cuando pretenda, a semejanza de la lógica, instalar en el centro de su teoría —por una declara­ ción axiomática— una estructura modal fundamental, mantiene el carácter hipotéti­ co de su búsqueda, buscando apoyos empí­ ricos y teóricos para su empresa” (Greimas Courtés, 1982 :263).

'■.a semiótica se encuentra, entonces, en pleno trabajo de construcción de un modelo que, por interdefiniciones sucesivas,

1

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a



permita explicar la estructura generativa modal fundamental, incluyendo los diferentes niveles articulatorios. Estos criterios de interdefínición y clasificación son, a la vez, sintagmáticos y paradigmáticos: “cada modalidad se definirá, por una parte, como una estructura modal hipo táctica y, por otra parte, como una categoría suscep­ tible de ser representada en el cuadro semió­ tico. Así, teniendo en cuenta el recorrido tensivo que lleva a la realización, pueden agruparse las modalidades hasta aquí reco­ nocidas, según el siguiente diagrama: Según la sugerencia de M. Rengstorf, se designan aquí como éfcotácticas a las

MODALIDADES

VIRTUALIZANTES

ACTUALIZANTES

REALIZANTES

exotácticas

deber

poder

hacer

endotácticas

querer

saber

ser

modalidades capaces de entraren relaciones traslativas (vincular enunciados que tienen sujetos diferentes), y como endotácticas, a las modalidades simples (que vinculan suje­ tos idénticos o en sincretismo)" (Greimas Courtés, 1982:263).

El recorrido tensivo de la modalidad es tal que se puede hablar, en la semántica fundamental, de una sobredeterminación modal de las categorías veridictoria y túnica (propioceptivas) que se orientan hacia una categoría semántica fundamental para convertirla primero en una taxonomía virtual y después en una axiología virtual. Esta sobredeterminación, entendida como apli­

178

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

cación, establece predicados propioceptivos virtuales —el ser del ser “sentido” intuitivamente como /ser/ (real) o /parecer/ (iluso­ rio)—, y valores virtuales (hechos de atracciones y repulsiones instintivas). Pasar a la sintaxis fundamental consiste en comprender cómo es que ésta presupone y transforma a la semántica. La transforma­ ción puede ser considerada, desde el punto de vista paradigmá­ tico, como una categoría semántica susceptible de proyectarse al cuadro semiótico:

donde /negación/ - /aserción/. Esto da lugar a la definición interna de la contradicción: s j y s 2son contradictorios sí s 2 - s l y s, - s ¿ la contradicción aparece así como un caso particular de la contrariedad. Desde el punto de vista de la sintaxis fundamental las operaciones se constituyen en series de transformaciones efectuadas sobre el cuadro. El ejercicio de las operaciones de negación y de aserción se pueden efectuar sobre enunciados de estado virtuales (ser/estar) o sobre transformaciones virtuales (hacer). El ejercido de estas operaciones aparece así, respectiva­ mente, como juicio alético (que genera las modalidades aléticas) o como juicio deóntico (que genera las modalidades deónticas). Los enunciados de estado (virtuales) y los enunciados de hacer o transformaciones (virtuales) corresponden a las categorías veridictoria y tímica de la semántica fundamental.

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

179

Así, pues, desde los niveles más profundos, la naturaleza del enunciado modalizado permite distinguir dos grandes clases de modalizaciones: las del ser/estar y las del hacer. Luego, la estructura modal alética deber-ser/estardenominaáa. necesidadse opone a la estructura modal deóntica deber-hacer denominada prescripción, pero entre ellas guardan, sin embargo, una afinidad semántica irrefutable: en el primer caso es el objeto (es decir, el enunciado de estado) el que está modalizado y en el segundo caso, la modalización, en cuanto relación predicativa, versa, más bien, sobre el sujeto al que “modaliza” (ver Greimas - Courtés, 1982 : 263, 264) . Pasar al nivel narrativo implica, en primera instancia, con­ frontar las modalidades virtuales de la sintaxis fundamental con la semántica narrativa (es decir, con un microuniverso de sentido) y generar modalidades actualizantes (o secundarias) que habría que situar ya en un nivel de sintaxis narrativa profunda. Así, las modalidades aléticas virtuales son “prolongadas” en modalidades aléticas actualizantes (el cuadro del poder-ser/estar). Esto permite actualizar la sintaxis fundamental más allá de los límites del , microuniverso semántico que es la semántica narrativa. i

Asimismo, las modalidades deónticas virtuales se “prolon­ gan" hacia modalidades deónticas actualizantes (el cuadro de poder-hacer). Seguir “río arriba” hacia niveles más superficiales supone entender que las aserciones y negaciones continúan y que, por lo tanto, la aplicación iterativa de las modalidades virtuales y actualizantes a un microuniverso semántico termina transforman­ do a este último, de una parte, en estructuras aléticas actualizadas (cuyos términos son enunciados aléticos, semejantes a las premi­ sas de una filosofía, y a los que se puede considerar como enunciados de estado primitivos), y, de otra parte, en estructuras deónticas actualizadas (cuyos términos son enunciados deónti-

180

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

eos, semejantes a los valores-premisas de una ética y a los que se puede considerar como enunciados de hacer prmitivos). Es posible prever no sólo procesos de modalización —formulables como series ordenadas de enunciados (una moda­ lidad actualizada presupone una modalidad actualizante que, a su vez, presupone una modalidad virtualizante)— , sino también, paradigmáticamente, el establecimiento de un cálculo de compa­ tibilidades e incompatibilidades al interior de estas series. Este cálculo se basa en confrontaciones modales operadas a partir de cuatro series de homologaciones posibles: (1) Homologación 1: superposición simple de dos catego­ rías modales articuladas en cuadros. (2) Homologación 2: superposición de dos categorías con inversión de ejes de la segunda modalidad. (3) Homologación 3: superposición con inversión de es­ quemas de la segunda modalidad. (4) Homologación 4: superposición con inversión de la deixis de la segunda modalidad. De este modo, las dos primeras homologaciones producen compatibilidades: complementariedades (homologación 1) y conformidades (homologación 2). Las dos últimas producen incompatibilidades: por contrariedad (homologación 3) y por contradicción (homologación 4). Una estrategia de la modalización es, en estas condiciones concebible y permite elaborar una tipología de los sujetos y de los objetos modalizados. Por ejemplo, la homologación por confor­ midad de las modalidades aléticas primaria (deber) y secundarias (poder) permite entender las dos formulaciones de la necesidad pues ej deber-ser es compatible con el no poder-no ser. Si las modalidades son deónticas se ve la misma compatibilidad por conformidad referida esta vez al hacer: el deber-hacer es compa-

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

181

tibie con el no poder-no bacer(se trata acá de una compatibilidad entre prescripción y obediencia). Si nos sacudimos un poco de las modalidades aléticas y deónticas vemos, por ejemplo, incompa­ tibilidad entre querer-hacer y no saber-hacer, /«compatibilidad que genera incompetencia. Presentamos la confrontación de /deber-ser/ y /poder-ser/ con el ánimo de reflexionar sobre la hipótesis del segundo diccionario (Greimas - Courtés, 1986) que plantea la anterioridad (en términos de generación) de las modalidades aléticas y deónticas. Operar la sustitución de ser/estar por hacer permitirá ^"i-ender esta confrontación en el terreno deóntico. I. Compatibilidades (1) Complementariedades (Homologación 1) deber ser (necesidad) poder ser (posibilidad)

deber no ser (imposibilidad) poder no ser (contingencia)

no deber no ser (posibilidad) no poder no ser (necesidad)

no poder ser (imposibilidad)

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

182

(2) Conformidades (Homologación 2) deber ser (necesidad)

deber no ser (imposibilidad)

no poder no ser (necesidad)

no poder ser (imposibilidad)

no deber no ser (posibilidad)

no deber ser (contingencia)

poder ser (posibilidad)

poder no ser (contingencia)

II. Incompatibilidades

(1) Contrariedades (Homologación 3)

deber ser (necesidad)

deber no ser (imposibilidad)

no poder ser (imposibilidad)

no poder no ser (necesidad)

no deber no ser (posibilidad)

no deber ser (contingencia)

poder no ser (contingencia)

poder ser (posibilidad)

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

183

(2) Contradicciones (Homologación 4) deber ser (necesidad)

deber no ser (imposibilidad)

poder no ser (contingencia) \

no deber no ser y S (posibilidad) no poder ser (imposibilidad)

^

/

poder ser (posibilidad) no deber ser (contingencia) no poder no ser (necesidad)

En lo que concierne a ías modalidades deónticas basta ' presentar la primera homologación haciendo la salvedad de que en este caso las denominaciones son más complejas en tanto las “primarias” y las “secundarias” reciben distinto “bautizo”: deber hacer (prescripción) poder hacer (libertad)

deber no hacer (prohibición) poder no hacer (independencia)

no deber no hacer (permisión)

no deber hacer (autorización)

no poder no hacer (obediencia)

no poder hacer (impotencia)

Las otras homologaciones las dejo como un “juego” que reto a mi destinatario a realizarlo.

184

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

En el diseño del diagrama de modalidades exo yendo tácticas (ordenadas generativamente de acuerdo a su recorrido tensivo: virtual, actual, realizado) hemos pasado por alto el hecho de que la modalidad del creer forma con la del saber un solo universo cognoscitivo. Generativamente anterior, el plano de la creencia aparece en un nivel intermedio, figurativamente hablando, en la línea o umbral que separa este nivel profundo que venimos estudiando del nivel antropomorfo en el que estas modalidades (aléticas y deónticas) se van a referir, ya expresamente, a la construcción de un sujeto. Se esboza así una sintaxis narrativa intermedia en la cual las estructuras aléticas y deónticas actualizadas son convertidas en estructuras epistémicasy éticas, estructuras antropomorfas gene­ radas por la modalización del creer. Las modalidades epistémicas aparecen cuando un enunciado alético es asumido (o tomado a cargo) por un sujeto. Este tomar a cargo no es ni una afirmación (constatación de existencia), ni una aserción (operación lógico-semántica impersonal). Tomando a cargo el enunciado alético, el sujeto se compromete a asumirlo: esto es un credo, un “yo creo”, un creer; resultado de un hacer interpretativo, de un juicio epistémico. La modalidad de creer sobredetermina un enunciado de estado que tiene por predicado un ser/estármodalizado por deber (epistémicas primarias) o por poder (epistémicas secundarias). Hay, pues, dos formas de la estructura epistémica. Cuandoel creer tiene por predicado-objeto un deber-ser/estarse genera el siguien­ te cuadro:

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

creer/deber ser/estar CERTIDUMBRE

no creer no deber ser/estar PROBABILIDAD

185

creer no d eb er ser/estar

IMPROBABILIDAD

no creer deber ser/estar

INCERTIDUMBRE

Similarmente, se puede proyectar sobre el cuadro semiótico la estructura epistémica secundaria donde el creersobredetermina un poder-ser/estar creer poder ser/estar VEROSIMIL

creer no poder ser/estar DUDOSO

no creer no poder ser/estar INDUDABLE

no creer poder ser/estar INVEROSIMIL

Desde el punto de vista sintáctico se pone en evidencia el hecho de que el acto epistémico, situado sobre la dimensión cognoscitiva del discurso, es una transformación, es decir, el paso categórico de un “estado de creencia" a otro: de aquello que es negado a aquello que es admitido, de eso que se duda a eso que se acepta, etc. Estas transformaciones, en tanto operaciones sobre el cuadro epistémico son “narrativizadas” como hacer interpreta­ tivo y, ulteriormente, discursivizadas puesto que los programas de interpretación tomarán la forma de procesos aspectualizádos: el acto epistémico, categórico sobre el plano narrativo, será tomado como algo puntual sobre el plano discursivo: el observador podrá ;leerlo sea como incoativo, prolongándose en su estado durativo (estado de creencia, ya no más acto), sea como terminativo (de una creencia, o de una duda, antigua y pasada).

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

186

Las modalidades éticas aparecen cuando un enunciado deóntico es tomado a cargo (un credo) por el sujeto. Se trata aquí, de tomar a cargo enunciados actualizando un deber-hacer o un poder-hacer. El sujeto produce un juicio ético sobre los enuncia­ dos deónticos. Nuevas estructuras modales aparecen: se trata de estructuras modales éticas donde el creer sobredetermina enun­ ciados deónticos. Se comprende que habrán dos estructuras modales éticas, la una donde el creer sobredetermina un deberhacer (ética primaria) y la otra donde sobredetermina un poderhacer (ética secundaria). Se les puede proyectar sobre el cuadro semiótico como sigue: creer deber hacer COMPROMISO

creer no deber hacer DESAPEGO

no creer no deber hacer INTERES

no creer deber hacer INDIFERENCIA

creer poder hacer SENTIMIENTO DE s . COMPETENCIA no creer no poder hacer SENTIMIENTO DE APTITUD

'

v

^

creer no poder hacer SENTIMIENTO DE INAPTITUD no creer poder hacer SENTIMIENTO DE INCOMPETENCIA

El sujeto que asume éticamente las estructuras deónticas adquiere el estatuto de “sujeto de hacer” potencial (no actualiza­ do) dotado ya de un querer/deber (la distinción entre querer y deber no está aún generada). Gracias a las estructuras epistémicas (realizadas) está también dotado de una competencia modal cognoscitiva, de un saber.

Todo lo reflexionado en tomo al acto epistémico es plena­ mente pertinente en lo que respecta al acto ético. La postura generativa obliga a comprender, en el primer caso, como, por ejemplo, toda verosimilitud reposa en certidumbres lógicamente anteriores; como se entroncan lo improbable y lo dudoso, lo incierto y lo inverosímil. Del mismo modo, en el caso ético, se entiende el desarrollo del compromiso como sentimiento de competencia orientado a la performance-cumplimiento. O la indiferencia por aquello respecto de lo cual se siente incom­ petencia. Hasta el momento, estamos en lo que podemos llamar nivel profundo de la competencia del sujeto: en este nivel lo deseable es necesario y lo necesario es deseable. Esa es la dinámica propioceptiva de cualquier ser viviente: quiere lo que debe y debe lo que quiere. No hay separación alguna entre estas modalidades. Están plenamente fundidas en las atracciones y repulsiones instintivas. Recién en la sintaxis narrativa de superficie, por la implementación de programas narrativos y de estructuras actanciales, se podrá decir que las modalidades están ya totalmente antropomorfízadas. Efectivamente, este nivel, en tanto que estruc­ tura de programas narrativos (Cf. supra 3.2.8.1.), pone en relación, entre otros, programas narrativos de performance, de competen­ cia, anexos, de uso, de base; y, además, establece, con mayor o menor grado de complejidad, una estructura actancial. Así es como las estructuras deónticas y éticas “primarias” (deber-hacer; creer/deber-hacer/ en tanto categorías lógicosemánticas) son convertidas en dos modalidades antropomorfas: una modalidad exotáctica, el “deber-hacer”, cuando es impuesta al sujeto por un destinador distinto a él, y una modalidad endotáctica, el “querer-hacer”, en el caso inverso (de sincretis­ mo). Del mismo modo, las estructuras deónticas y éticas “secun­ darias” (poder-hacer; creer/poder-hacer) son convertidas en una

188

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

modalidad exotáctica, el "poder-hacer” que el sujeto obtiene cuando está conjunto con los ayudantes apropiados. Por último, las estructuras aléticas y epistémicas (en general: creer deber ser/estar; creer poder ser/estar) son convertidas en una modalidad endotáctica, el “saber”. Para concluir el recorrido generativo de las modalidades hay que señalar que en la sintaxis discursiva y en la semántica discursiva las modalidades están realizadas como resultado de un doble vertimiento, como Brandt y Petitot lo han mostrado para las modalidades veridictorias (“verdad”, “falsedad", “secreto”, “men­ tira”) que pertenecen al nivel de las estructuras discursivas (Cf. infra 3-2.10). (Esta exposición se ha basado en la lectura de la entrada modalidad en Greimas - Courtés, 1986 : 141, 144). Se torna indispensable plantear algunas reflexiones comple­ mentarias. En orden al par deber/querer, ambos términos, indis­ tintamente, constituyen la condición previa virtual que rige la producción de los enunciados de hacer o de estado, la orientación del sujeto hacia el objeto fúnde a querer/deber en el eje originario del deseo. En la sintaxis narrativa de superficie es donde la distinción de estos términos como modalidades autónomas se impone puesto que el “deber” se configura a partir de una estructura exotáctica que vincula sujetos distintos; el "deber” puede adoptar las figuras de una orden, de la moda, de la profesión, del prestigio. Según algunos autores, entre ellos J.C. Coquet, el “deber” puede ser reducido semánticamente al “que­ rer" : “Yo debo partir” corresponde a dos estructuras profi indas, en las que el semema “debo” del nivel superficial recubre dos semas diferentes: 1) Yo me obligo a partir; 2) Me imponen la obligación de partir. En el primer caso, se trata de un deber reflexivo, en el que un solo actor (“yo”) asume el rol de dos actantes: destinador y destinatario. Este “deber” remite al “querer del sujeto”. En el segundo caso, se trata de un “deber” transitivo y en él se establece la relación entre dos actores diferentes, cada uno asumiendo a su

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

189

respectivo actante. Este “deber” remite al “querer” del destinador (Coquet, citado por Blanco - Bueno, 1980 : 99). Si queremos ser coherentes con el seguimiento generativo tenemos que remitimos a la organización sintagmática de las modalidades, de carácter operatorio, que “se basa sobre todo en el esquema canónico de la narración; sus dos instancias se distinguen fácilmente: la instauración del sujeto (aparición de las modalidades de “deberhacer” y/ode “querer-hacer”) y la calificación del sujeto (aparición de las modalidades de “poder-hacer” y/o de “saber-hacer” que determinan los modos de acción ultóíior). Sin embargo, esta organización sintagmática, que puede considerarse como el simulacro del paso al acto, no siempre se encuentra explicitada en estos términos; el sujeto aparece, a menudo, dotado del “poder-hacer”, sin poseer antes el “quererhacer” que debería precederle (Latella, 1985 : 44). La famosa “ca­ sualidad” se presenta acá como aparente problema: “fue sin querer” o “no quise hacerlo, disculpa” son frases en las que esta situación se realiza plenamente. La autosuficiencia del hombre es jtál que a veces cree que todo lo que hace depende de su voluntad cómo si ésta fuera la única instancia original. La única respuesta á estas situaciones es que “debía- ser” así, la necesidad está, antes, también la posibilidad, como destinadores que se imponen y pueden anular nuestra voluntad. En la homologación de “deberhacer” y “querer-hacer” (que no hemos presentado) se llega a establecer toda una tipología de sujetos y de situaciones que, aunque no estén denominadas, explican la variedad de condicio­ namientos virtuales del hacer: obediencia activa o “vocación” (“deber y querer-hacer”), voluntad pasiva (“no deber y no quererno hacer”), obediencia pasiva (“deber-hacer” y "no querer-no hacer”), etc. “Esta dasificadón de sujetos ‘conmina­ dos a confrontar sus deberes y sus deseos’ (querer) puede contribuir a esclarecer algu-

190

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

nos aspectos de una tipología de las culturas (especialmente, la descripción de actitudes del individuo con respecto a la sociedad), en la medida en que la valorización de una posición modal determinada variará según los universos culturales” (Latella, 1985: 44).

El caso es que hay otros destinadores de la acción anteriores a querer que llevan, por ejemplo, a la semiótica jurídica a derivar el “querer” del "deber”. Las categorías modales volitivas son, entonces, estructuras modales que se refieren al cuadro del “querer-ser” y al cuadro del “querer-hacer”. Sin embargo, ‘mientras las lógicas que manipulan la modalidad del deber (la lógica deóntica y la lógica alética) emplean denominaciones ya establecidas por el uso y corresponden, en semiótica, a las difererentes posiciones ocupadas por las estructuras modales de la misma naturaleza en el cuadro semiótico, una lógica volitiva (o bulística), aunque previsible, no está aún estudiada como para suministrar su terminología a las denomina­ ciones semióticas" (Greimas - Courtés, 1980 : 330).

(Para complementar el desarrollo de esta sintagmática de las modalidades, sobre todo en lo referido a la instancia actualizante “saber/poder”, remitimos a Blanco - Bueno, 1980 : 99,103). Este diseño veloz e incompleto de la problemática de las modalidades da, sin embargo, una idea que explica porqué, desde mediados de los 70, debido a la puesta en evidencia de las estructuras modales de los discursos se produce una revolución en la metodología y en las preocupaciones de la semiótica. Fue necesario que un cierto número de análisis concretos focalizaran estas modalidades para que pudiera delimitarse su importancia en el desarrollo de las investigaciones semióticas. Señala Latella que

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

191

“unode estos análisis concretos, entre muchos otros, fue el desarrollado por J.C. Coquet sobre ‘la Ville’de P. Claudel. En este análisis, J.C. Coquet observó un hecho curioso: cuan­ do se pasa de la literatura llamada ‘clásica’ a la literatura moderna, se ve que el relato desplaza su centro de interés; en lugar de relatar performances (hechos) de persona­ jes, se plantea, por el contrario, el problema de su competencia; los personajes se interro­ gan permanentemente sobre lo que saben o no saben; sobre lo que pueden o no pueden, sobre lo que quieren o no quieren, etc. Esto llevo a concebir una ‘sintaxis interior’, inde­ pendiente de las relaciones entre personas humanas. Una sintaxis de sus sujetos que no son actores sino sujetos que pueden cohabi­ tar en el mismo actor (...). La semiótica considera, así, la vida interior’ del actor llamado ‘persona’ como un campo de ejerci­ cios sintácticos en donde un gran número de sujetos (sintácticos) coexisten, se enfrentan, ejecutan recorridos y participan en manio­ bras tácticas y estratégicas. De esta manera, la gramática narrativa de A. J. Greimas que, en un primer momento, aparece como un instrumento útil para comprender la vida social, los actores sociales y sus interrelaciones, aparece también, gracias al desarrollo de la teoría de las modalidades, como un modo de enfocar y de interpretar la vida interior de un individuo, con sus conflictos (manejados, en el mismo actor, por dos sujetos autónomos a su vez en conflicto o en relación jerárquica entre ellos) con sus con­ tratos, acuerdos y desacuerdos" (Latella, 1985 : 38).

Las investigaciones sobre las modalidades desembocan también en el desarrollo de la teoría de la manipulación. Ya hemos

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

192

visto que los sujetos están modalizados: poseen un rol de obligaciones (deber), quieren o no quieren, saben o son ignoran­ tes, pueden mucho o pueden poco (o nada); son definidas, pues, por su competencia modal. Así, la confrontación (Cf. 1985: supra 3.2.8.4.1.) entre, por lo menos, dos sujetos (presente en todo discurso de manera manifiesta o latente) posee una estructura modalfactitiva que puede denominarse manipulación.

3.2.9. Semiótica de la m anipulación

A propósito de la factitividad dice Greimas que “tradicionalmente, y en una primera aproxi­ mación, la modalidad factitiva se define como un hacer-hacer, es decir, como una estructura modal constituida por dos enun­ ciados en relación hipotáctica, que cuentan con predicados idénticos pero con sujetos diferentes ('hacer de modo que el otro haga...') " (Greimas - Courtés, 1982 : 172).

Aparentemente, dicha definición podría ser satisfactoria, sin embargo, es notoriamente insuficiente. “Mirando sólo el enunciado modalizado ('el hacer del otro'), se observa que no se trata de un enunciado simple, sino de un sintagma—denominado recorrido narrativo del sujeto— que se descompone, a su vez, en una performance (el 'hacer-ser/estar’ del otro sujeto) y una competencia (lógicamente presupuesta por cualquier hacer, munida de una carga modal autónoma). En cuanto al enunciado modalizador, su hacer no apunta a otro hacer —al menos directamente—,

Se m ió t ic a g e n e r a t iv a

193.

sino establecer el recorrido narrativo del segundo sujeto y, ante todo, su com peten­ cia. En sum a, para el sujeto m odalizador se trata de ‘hacer alguna cosa’, de tal m anera q u e el sujeto m odalizado se instituya — d es­ p ués de ese ‘hacer’— en u n sujeto com pe­ tente. El hacer del sujeto m odalizador es tam bién, p o r consiguiente, u n hacer-ser/ estar; es decir, u n a perform ance (pero de naturaleza estrictam ente cognoscitiva), que plantea, d e m odo inevitable, el problem a de la com petencia cognoscitiva del mismo suje­ to m odalizador (esta com petencia consistirá, ante todo, en el saber que versa sobre las virtualidades del sujeto a m odalizar)” (G rei­ mas - Courtés, 1982 : 172).

La performance del modalizador (que no es sino el manipu­ lador) apunta, pues, antes que nada, a la competencia del modalizado (manipulado): a su deber y/o querer, haciéndole querer y/o deber, persuadiéndolo: haciéndole-creer (que sabe, que puede). El destinador de la manipulación pone en circulación un objeto-saber cargado de una intencionalidad dirigida hacia el destinatario. La relación transitiva qi¿e define el "hacer-ser/estar” como acto o performance (en base a la cual el hombre actúa sobre las cosas) y que, por lo mismo, es establecida entre el sujeto y un objeto (un enunciado de estado) se diferencia, así, radicalmente, de la relación factitiva que se instala entre el sujeto y un objeto que es ya un enunciado de hacer: se trata de la acción del hombre sobre el hombre. “En efecto, el hom bre en su vida ejerce do s tipos de actividades, las actividades referidas a las cosas y las actividades referi­ das alos otros hom bres. El ejercicio sobre las cosas consiste en hacer-ser a las cosas, es decir, en transformarlas; el hom bre es crea­ dor, transform ador de cosas. La acción sobre

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

194

los hombres, por el contrario consiste en hacer-hacer; es decir, en hacerles realizar un programa determinado: es la manipulación’’ (Latella, 1985 : 38).

Ambas actividades conciernen a la factitividad puesto que en cada una de ellas el enunciado modal es hacer. Lo que sucede es que, en años relativamente recientes, la descripción del modelo de la manipulación ha abierto el horizonte a la semiótica para explorar las sociedades y las relaciones intersubjetivas. Todo lo anterior es resumido y aclarado por Greimas quien recalca que: “a diferencia de la operación (en cuanto acdón del hombre sobre las cosas), la manipulación se caracteriza por ser una acdón del hombre sobre otros hombres para hacerles ejecutar un programa dado: en el primer caso se trata de un 'hacer-ser1, en el segundo, de un 'hacer-hacer’; estas dos for­ mas de actividad, de las cuales una se inscribe, en gran parte, en la dimensión pragmática y la otra en la dimensión cognos­ citiva, corresponden, así, a estructuras modales de tipo factitivo. Proyectada en el cuadro semiótico, la manipulación, en cuan­ to hacer-hacer, da lugar a cuatro posibilida­ des: hacer - hacer (intervención)

no hacer no hacer (dejar hacer)

hacer no hacer (impedimento)

no hacer - hacer (no intervención)

(Greimas - Courtés, 1982 : 251, 252)

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

195

Este cuadro permitirá ampliar los márgenes del hacer persua­ sivo del destinador de la manipulación puesto que el impedimen­ to inscribe la acción del manipulador en lo que se puede denominar hacer disuasivo. Asimismo, la negación pardal del hacer (Cf. infra 4.4.5.) permite comprender que el “no hacer-no hacer” de ninguna manera designa la ausencia de actuación de dos sujetos de hacer jerárquicamente diferentes, muy por el contrario, se refiere a un dejar hacer: “yo no hago nada para que el otro siga haciendo lo que está haciendo”. Igualmente la nointervención: “yo no hago nada para que otro lo haga”. El dejar hacer se entiende desde el momento en que la negación del hacer del manipulado es parcial, por lo tanto, no hacer para que no haga equivale a dejarlo hacerlo que está haciendo y, correlativamente, en el caso de la no-intervención, no hacer para que haga equivale a no entrometerse con él. Estás son, por lo pronto, estrategias negativas que, en muchos casos, conciernen a formas manipulatorias más sutiles. En suma, la manipulación, yendo al plano general de la comunicación, aparece como una vasta estructura de intercambio entre dos actantes puestos en una situación eventualmente conflictual (o polémica). Para construir el modelo de la manipu­ lación se retendrá el par oposicional decisión vs. ejecución (interior a la misma estructura) al cual se adjuntará otro, jerárqui­ camente superior, formado por los componentes del hacer informativo: hacer-persuasivovs. hacer interpretativo. También se tendrán en cuenta las funciones resultantes del hacer interpreta­ tivo, a saber, aceptación vs. rechazo. Retomando estos elementos se puede proponer, en el siguiente esquema, la organización interna de la manipulación:

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

196

MANIPULACION DESTINATARIO

DESTINADOR

H acer interpretativo

Hacer persuasivo

Decisión _ _ ^ Ejecución _ _ (o no-ejecución)

^

D ecisión _ _

^ Ejecución (o no-ejecución)

aceptación rechazo

Al rol actancial de destinatario-manipulado corresponde generalmente el término de ejecutante (de la acción) y al destinador-manipulador el de decidiente. El modelo propuesto confiere, a la vez, a los dos actantes los mismos términos sin oposición aparente: el hacer persuasivo conlleva un hacer decisional articulado en un PN cognoscitivo dónde el destinador es, él mismo, sujeto operador. El destinador “se decide” a manipular, a persuadir y, por consiguiente, elabora la estrategia que lo conduce a construir la manipulación a realizar en presencia del manipulado. En otros términos, el destinador se auto-destina un PN de manipulación y es esta operación la que aquí llamamos decisión. La ejecución (o la no-ejecución) que sobreviene corres­ ponde a la realización (o a la no-realización) del PN inicialmente concebido. De cualquier modo, se trata de la ejecución (o noejecución) de la decisión. Se constata que el destinador asume en sincretismo los dos roles actanciales de decidiente y ejecutante. Sin embargo, se puede llegar a plantear que este no sea siempre el caso-, el rol de decidiente puede ser tomado a cargo por otro y se tendrá formulada una estructura más compleja. Sobre el plano modal, la decisión del manipulador lo constituye en manipulador virtual (querer-manipular), la calificación lo convierte en mani­

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

197

pulador actualizado y la ejecución lo vuelve un manipulador realizado (aunque a plenitud sólo cuando el destinatario acepta). Desde este punto de vista, se puede hablar de una competencia manipulatoria del destinador. Esta competencia, de orden cog­ noscitivo, se mide a la vista del desarrollo del hacer persuasivo y, por el lado del hacer interpretativo del manipulado, este será una especie de sanción sobre la performance cognoscitiva efectuada por el manipulador. i

El hacer interpretativo se halla igualmente articulado con una instancia de decisión y otra de ejecución. Pero éstas son de naturaleza diferente y complementaria. La decisión del manipu­ lado es una operación compleja englobante de los elementos clásicos del hacer interpretativo: relación fiduciaria, veridicción, saber sobre el ser del déstinador. El resultado de esta operación es la aceptación (o el rechazo) de la proposición realizada. Según sea aceptación (o rechazo), el manipulado procede a la ejecución (o a la no-ejecucióp): a diferencia del destinador, que se sitúa exclusivamente en la dimensión cognoscitiva, el destinatario se inscribe ya en el plano pragmático y su acción consiste en la realización, en caso de consentir, del hacer persuasivo, del PN sugerido o impuesto. Lógicamente, este recorrido tensivo de la manipulación puede ser “detenido” con la instalación de obstácu­ los en cualquier instancia del trayecto: así, por ejemplo, el destinatario puede aceptar lo que el destinador le propone o impone pero, igualmente, puede no estar calificado (poder/saber) para realizar la acción. Así, aunque la manipulación sea exitosa, la acción puede no realizarse. En la decisión y en la ejecución, el manipulado asume plenamente los dos roles de decidiente y ejecutante. Se puede, igualmente, considerando su decisión, hablar de la competencia interpretativa del destinatario-manipulad (resumen de Grei­ mas - Courtés, 1986 :135, 136).

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

198

Es así como, “lejos de ser ya una simple relación hipertáctica entre dos enunciados de hacer — como sugiere la tradición— , el campo de ejercicio de la factitividad ha de interpretarse como una comunicación contractual que conlleva el traslado de la carga modal entre dos sujetos, cada uno de ellos dotado de un recorrido narrativo propio. Asimismo, el problema de la modalización factitiva abarca el de la comunicación eficaz lo que nos obliga a tener en cuenta las dos instancias de la enunciación, dotadas de un hacer persua­ sivo y de un hacer interpretativo, garantes de la traslación factitiva. Las estructuras aparen­ temente simples del ejercicio de la factitivi­ dad (mandar hacer un vestido, por ejemplo) se desarrollan, por tanto, en configuraciones complejas de la manipulación" (Greimas Courtés, 1982 : 172, 173).

Precisamente, la complejidad modal aquí señalada conduce al establecimiento de una primera tipología de las formas manipulatorias: 'en cuanto configuración discursiva, la ma­ nipulación es subtendida a la vez por una estructura contractual y una estructura modal. Se trata, en efecto, de una comunicación (destinada a hacer-saber) en la que el des ti­ nador-manipulador impulsa al destinatariomanipulado hacia una posición de carencia de libertad (no poder no hacer), hasta verse obligado éste a aceptar el contrato propues­ to. Lo que está, pues, en juego, a primera vista, es la transformación de la competencia modal del destinatario-sujeto: si éste, por ejemplo, uneal no poder no hacerun deberhacer, estaremos ante la provocación o ante

S e m ió t ic a g e n e r a t iv a

199

la intimidación; si une un querer-hacer en­ tonces se tratará, más bien, de seducción o de tentación" (Greimas - Courtés, 1982 : 252).

Cuatro tipos de destinatario quedan así delineados:

ESTRUCTURA CONTRACTUAL

ESTRUCTURA MODAL

provocado no poder no hacer

un

deber hacer