Resiliencia. De vidrio roto a vitroux 9789876097802

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Resiliencia. De vidrio roto a vitroux
 9789876097802

Table of contents :
Portadilla
Legales
Agradecimientos
Introducción
Aspectos metodológicos
Criterio de selección de los casos
Capítulo 1 ¿Qué es la resiliencia?
Empecemos por definirla
Resiliencia en psicología
Principales ideas del Capítulo 1 ¿Qué es la resiliencia?
Capítulo 2 ¿Qué no es la resiliencia?
No es una característica exclusiva de unos pocos
La venganza no es resiliencia
Resistencia no es resiliencia
Negación no es resiliencia
Principales ideas del Capítulo 2 ¿Qué no es resiliencia?
Capítulo 3. Las crisis
Y ahora…, ¿Qué hago?
Barajar y dar de nuevo
Principales ideas del Capítulo 3. Las crisis
Capítulo 4. El contexto
¿Cómo influye el contexto?
Principales ideas del Capítulo 4. El contexto
Capítulo 5. Resiliencia y autorrestauración
¿Qué es un restaurador?
¿Cómo lograr la autorrestauración?
Características de los autorrestauradoreS
Principales ideas del Capítulo 5. Resiliencia y autorrestauración
Capítulo 6. El entrenamiento
La adversidad como motor: “¿Qué hubiera sido si…?”
Prestar atención al propio patrón de pensamiento
Reconocer el poder del pensamiento positivo
Prestar atención a las consecuencias del pensamiento negativo
Cuestionar mandatos y viejas creencias
Trabajar en el desarrollo de la propia paciencia
Cultivar la autodisciplina
Evitar repetir la misma forma de resolución
Aprender a registrar las metas conquistadas
Aprender a identificar los sentimientos
Cultivar la creatividad
Aprender a superar el temor al ridículo
Focalizarnos en lo que tenemos
Principales ideas del capítulo 6el entrenamiento
Capítulo 7. Cambios sociales, trabajo y resiliencia
Preparándonos para entrenar
Principales ideas del Capítulo 7. Cambios sociales, trabajo y resiliencia
Conclusión
Anexo. Biografías ejemplificadoras
Viktor Frankl
Eugenia Sacerdote de Lustig
Tony Meléndez
Rigoberta Menchú
Stephen Hawking
Helen Keller
Mario Capecchi
Estela de Carlotto
Mónica Carranza
Margarita Barrientos
Resiliencia grupallos sobrevivientes de la tragedia de los Andes
Bibliografía

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Resiliencia

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Resiliencia

De vidrio roto a vitreaux

Nueva edición Lic. Gloria Husmann y Lic. Graciela Chiale

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Índice de contenido Portadilla Legales Agradecimientos Introducción Aspectos metodológicos Criterio de selección de los casos Capítulo 1 ¿Qué es la resiliencia? Empecemos por definirla Resiliencia en psicología Principales ideas del Capítulo 1 ¿Qué es la resiliencia?

Capítulo 2 ¿Qué no es la resiliencia? No es una característica exclusiva de unos pocos La venganza no es resiliencia Resistencia no es resiliencia Negación no es resiliencia Principales ideas del Capítulo 2 ¿Qué no es resiliencia?

Capítulo 3. Las crisis Y ahora…, ¿Qué hago? Barajar y dar de nuevo Principales ideas del Capítulo 3. Las crisis

Capítulo 4. El contexto ¿Cómo influye el contexto? Principales ideas del Capítulo 4. El contexto

Capítulo 5. Resiliencia y autorrestauración ¿Qué es un restaurador? ¿Cómo lograr la autorrestauración? Características de los autorrestauradoreS Principales ideas del Capítulo 5. Resiliencia y autorrestauración

Capítulo 6. El entrenamiento

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La adversidad como motor: “¿Qué hubiera sido si…?” Prestar atención al propio patrón de pensamiento Reconocer el poder del pensamiento positivo Prestar atención a las consecuencias del pensamiento negativo Cuestionar mandatos y viejas creencias Trabajar en el desarrollo de la propia paciencia Cultivar la autodisciplina Evitar repetir la misma forma de resolución Aprender a registrar las metas conquistadas Aprender a identificar los sentimientos Cultivar la creatividad Aprender a superar el temor al ridículo Focalizarnos en lo que tenemos Principales ideas del capítulo 6el entrenamiento

Capítulo 7. Cambios sociales, trabajo y resiliencia Preparándonos para entrenar Principales ideas del Capítulo 7. Cambios sociales, trabajo y resiliencia

Conclusión Anexo. Biografías ejemplificadoras Viktor Frankl Eugenia Sacerdote de Lustig Tony Meléndez Rigoberta Menchú Stephen Hawking Helen Keller Mario Capecchi Estela de Carlotto Mónica Carranza Margarita Barrientos Resiliencia grupallos sobrevivientes de la tragedia de los Andes

Bibliografía

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Husmann, Gloria

Resiliencia / Gloria Husmann ; Graciela Chiale. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Del Nuevo Extremo, 2020. Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-609-780-2 1. Psicología. 2. Resiliencia. I. Chiale, Graciela. II. Título. CDD 153.83

© 2019, Gloria Husmann, Graciela Chiale © 2019, Editorial Del Nuevo Extremo S.A. Charlone 1351 - CABA Tel / Fax (54 11) 4552-4115 / 4551-9445 e-mail: [email protected] www.delnuevoextremo.com Imagen editorial: Marta Cánovas Corrección: Mónica Ploese Diseño de tapa: WOLFCODE Diagramación interior: Dumas Bookmakers Digitalización: Proyecto451 Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático. Inscripción ley 11.723 en trámite ISBN edición digital (ePub): 978-987-609-780-2

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A Héctor, con el amor intacto. GLORIA A todas las personas con las que aprendí a ser resiliente. GRACIELA

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AGRADECIMIENTOS A nuestras familias, testigos silenciosos y pacientes de nuestra obstinada dedicación a la investigación y escritura. A los amigos, por sus demostraciones de cariño y aliento a nuestro trabajo, a pesar de que este interfiera en nuestros encuentros sociales. A Sandra Aidar McDermott por su atinado aporte. A nuestros lectores, que a través de los e-mails nos hacen saber que hemos podido cumplir con nuestro deseo de ayudar y que muchas veces aportan interesante material e ideas para nuevos libros. A los profesionales de la salud (médicos y psicólogos), que recomiendan nuestros libros a sus pacientes. Como siempre, a todas las personas que accedieron a compartir sus experiencias de vida con nosotras. A aquellas cuyas historias fueron seleccionadas y que se describen en este libro y a las que no, pero cuyos aportes contribuyeron al resultado final de nuestra investigación.

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INTRODUCCIÓN Durante los trabajos de campo de nuestros libros anteriores hemos podido observar las diferentes respuestas actitudinales que las personas que entrevistamos tenían frente al sufrimiento. Esto nos permitió reconocer cómo algunas de ellas eran arrasadas por la situación que enfrentaban, llegando incluso a la enfermedad o a la muerte. Otras, en cambio, lograban superar favorablemente las crisis. Nos preguntamos entonces: ¿por qué algunos seres humanos son atravesados por los más difíciles trances sin que su vida quede truncada, sin que bajen los brazos, ni se entreguen? La respuesta a esta pregunta nos condujo al término resiliencia y a todo lo que sobre él se había escrito. Lo que nos proponemos hacer en este libro es analizar el proceso de superación de la adversidad que tienen las personas que atraviesan las crisis con actitud superadora. Una aclaración que consideramos importante es que, si bien estaremos refiriéndonos siempre a la resiliencia, utilizaremos además el concepto y “proceso de autorrestauración” por considerarlo más adecuado al propósito que planteamos. Por esta razón, la estructura del libro se presenta también como un proceso. Comenzamos definiendo qué es y qué no es la resiliencia. Definimos asimismo qué es una crisis. Luego, la forma en que el contexto influye en la formación de los individuos como tales. Articulamos los conceptos de “resiliencia” y “autorrestauración”. Describimos las características de las personas que tienen la capacidad de restaurarse a sí mismas. Sugerimos, además, algunas herramientas que es posible utilizar para entrenarse en resiliencia. Agregamos, asimismo, un capítulo centrado en las crisis producidas por los cambios sociales y tecnológicos que repercuten en el ámbito laboral, antes de concluir con el anexo de biografías ejemplificadoras. Al igual que en nuestros libros anteriores, este no pretende ser un texto con fines académicos. Sin embargo, está basado en un trabajo de campo en el marco de una investigación social. Por esta razón, nos parece importante aclarar algunos aspectos metodológicos que fueron tenidos en cuenta en el diseño de la investigación.

ASPECTOS METODOLÓGICOS

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Utilizamos un diseño exploratorio recurriendo a la entrevista semiestructurada como técnica de recolección de datos y al análisis de material precedente. El objetivo principal de la investigación fue indagar sobre la conducta de aquellas personas que a pesar de haber vivido momentos traumáticos en su vida, no solo lograron superarlos, sino también salir fortalecidas del trance. Partimos de la siguiente hipótesis: • La capacidad de superación de los problemas que encontramos a lo largo de nuestra vida no es una condición innata, sino que es pasible de ser autoentrenada.

Estamos convencidas de que una investigación exitosa es aquella que arroja resultados que promueven un cambio. Por eso, la intención estuvo siempre dirigida a indagar el proceso de entrenamiento para la propia restauración. Es decir, saber de qué manera esas personas lograron superar el trauma y obtener un beneficio de la experiencia vivida. Muchos de los casos presentados en este libro fueron extraídos del material obtenido durante el trabajo de campo de nuestros libros anteriores. Es lo que denominamos material precedente. Cuando se hace una investigación, resulta necesario delimitar el tema y centrarse solo en la información que resulta relevante para sus objetivos. Sin embargo, el material no utilizado muchas veces es tan interesante que da lugar a una nueva investigación focalizada en un objetivo diferente. Eso fue lo que ocurrió en este caso. Realizamos también entrevistas ad hoc, que junto con el material que ya poseíamos dieron como resultado el libro de la edición de 2014. En esta reedición hemos agregado casos que observamos de manera espontánea durante los cuatro años que transcurrieron desde la primera edición hasta la fecha. Presentamos los casos que resultaron más emblemáticos con la intención de poder analizar el proceso de superación y para que resulten ejemplificadores. Los casos descriptos son reales, se han cambiado nombres, profesiones y algunos lugares para preservar la identidad de las personas involucradas. Cualquier similitud con otros casos se debería a una mera coincidencia.

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CRITERIO DE SELECCIÓN DE LOS CASOS El universo de estudio estuvo compuesto por personas que cumplían con el perfil buscado: haber superado exitosamente un trance o una etapa dolorosa en su vida. En la selección de la muestra se utilizó un muestreo no probabilístico intencional. El criterio de selección tuvo en cuenta tanto el género de los protagonistas como el grado de importancia del trauma. Por esta razón, seleccionamos para la publicación casos con características disímiles, con la intención de poder analizar semejanzas y diferencias sobre ellos. En esta reedición se han agregado casos, actualizado otros y cambiado algunos ejemplos.

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CAPÍTULO 1

¿QUÉ ES LA RESILIENCIA? Cuando no es posible cambiar una situación que produce dolor, siempre se podrá elegir la actitud con la que se afronte ese sufrimiento. Y es entonces cuando nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos. VIKTOR FRANKL

EMPECEMOS POR DEFINIRLA Resiliencia es un término que deriva del verbo en latín resilio o resilire. Su significado es:“saltar hacia atrás”, “rebotar”. Se reconoce que el término resiliencia comenzó a ser utilizado en el campo de la física. Se refiere a la capacidad que puede tener un objeto para resistir un choque, es decir, ser sometido a presión y volver luego a su estado inicial. Son considerados resilientes los objetos cuya elasticidad puede resistir embates sin que su estructura sea destruida. Se habla también de un efecto rebote y se usa como metáfora una pelota o un elástico. El término resiliencia fue tomado de la física por Rutter en 1985. A partir de entonces comenzó a utilizárselo en ciencias sociales, pero es en psicología donde más se ha popularizado su uso. En la actualidad, es una de las variables más estudiadas por las implicancias que tiene en la prevención y promoción del desarrollo humano.

RESILIENCIA EN PSICOLOGÍA En el terreno de la psicología, se la define como la capacidad de adaptación a circunstancias adversas, respondiendo a ellas con conductas asertivas que permiten salir fortalecido de la experiencia. Es posible pensarla también como el conjunto de recursos que posee una persona para afrontar sus problemas, superar los impedimentos y no ceder a la presión, independientemente de la situación en que se encuentre. Son personas que frente a las situaciones traumáticas no se entregan, no se

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doblegan, no se someten. Sacan a relucir esa capacidad y esa fortaleza interna que les permiten trascender la adversidad. Quienes se sobreponen al dolor emocional y a los traumas tomando decisiones asertivas, superando los miedos propios que la situación les provoca, saldrán fortalecidos de la experiencia. A estos se los puede denominar “resilientes”. En psicología, muchos autores abordaron el tema en diferentes contextos. Boris Cyrulnik afirmaba: La resiliencia es más que resistir, es también aprender a vivir. Así como la felicidad no es un estado inmutable, tampoco lo es la desdicha. La resiliencia hace posible que se produzca la metamorfosis del padecimiento al bienestar.

Decíamos que es mucho lo que se ha escrito sobre resiliencia. Pero también nos animamos a predecir que mucho será lo que se seguirá escribiendo. Todos pasamos por situaciones adversas y crisis tales como amenazas, la pérdida de un vínculo, tragedias, catástrofes naturales, etc. Es por eso que todos necesitamos reconocer nuestra capacidad para superar esas situaciones. Hay personas que tienen una actitud resiliente natural; a otras, en cambio, les resulta más difícil sobreponerse. Cuando la resiliencia no es una condición innata puede conquistarse. Es precisamente en estos casos en los que vamos a focalizarnos. ¿Por qué en circunstancias similares, a veces idénticas por ser las mismas, dos o más personas reaccionan de manera diferente ante una crisis? Unas, con una mirada derrotista y entregándose a las circunstancias sin poner resistencia alguna o haciéndolo de manera equivocada. Otras, afrontando y resolviendo situaciones con nuevas, interesantes y originales soluciones. Unas, sustentadas en la imagen que tienen de sí mismas, convicción que les permite desarrollar toda la potencialidad de sus fortalezas internas. Estas capacidades posibilitan operar sobre los hechos, modificando las consecuencias provenientes de experiencias traumáticas. Son personas que se desarrollan sorteando dificultades y afrontando la adversidad mientras se fortalecen más y más.

COMPAÑEROS Y AMIGOS Norberto y Marcelo, ambos empleados de una empresa multinacional, fueron despedidos en forma simultánea durante la crisis que atravesó la Argentina

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en el año 2001. Trabajaban en la misma empresa, ambos eran casados y con dos hijos. En ninguno de los dos casos las esposas trabajaban. Ellos habían sido compañeros de facultad y ambos habían terminado sus respectivas carreras. La casualidad quiso que se encontraran trabajando en la misma empresa después de varios años sin verse. Ambos vivían en casa propia. A pesar de la situación social adversa que hacía prever el despido, dado que la empresa anunció anticipadamente que debería realizar una reducción de personal, Norberto vivió esta situación como un fracaso personal. Ante la adversidad, decidió buscar un nuevo empleo de forma exhaustiva, pero con poca convicción en sus capacidades. Dejó sin éxito su importante curriculum vitae en muchas empresas. Recurrió a sus contactos laborales, a sus amigos y conocidos, aunque sin lograr resultados. Al poco tiempo, consumió todos sus ahorros, comenzó a endeudarse y se vio obligado a hipotecar su casa. Marcelo, que evaluaba los riesgos pero confiaba en sus aptitudes, también hipotecó su casa, pero inmediatamente después de ser despedido. Con ese dinero comenzó un microemprendimiento que resultó muy exitoso. Hoy es un empresario mediano, que exporta lo que produce a varios países. Se siente agradecido a esa crisis que activó su creatividad y lo condujo a lograr la independencia laboral. Norberto sobrellevó la dura situación con ayuda de sus padres y logró insertarse laboralmente dos años después. Paga las cuotas de la hipoteca religiosamente, pero se siente enojado con la vida. Él estaba convencido de que, a diferencia de lo que pasaba con su amigo Marcelo, a él la suerte nunca lo favorecía. Desde el punto de vista metodológico, estos dos casos son perfectos para hacer una comparación. Pocas veces se tiene la oportunidad de contar con una similitud tan manifiesta de las unidades de análisis como en este caso. Esto nos permite hacer una comparación válida ya que podríamos afirmar que las variables externas están igualadas. Así, podemos observar que ninguno de los dos tenía diferencias notorias ni en su capacidad intelectual, ni en el resultado del desarrollo de la afectividad. Ambos habían logrado completar su carrera universitaria, habían tenido una excelente inserción laboral y la exitosa consolidación de una familia. ¿Qué fue lo que marcó la diferencia en la forma de resolución del problema que los afectaba a ambos? Probablemente tenga que ver con el reconocimiento o la percepción de los recursos propios poseídos. También la diferencia puede estar marcada por la cantidad de tiempo que cada uno de ellos necesitó utilizar para reaccionar ante la situación crítica. El tiempo de reacción frente al impacto producido en el psiquismo, es decir, la desorganización generada por la

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crisis, varía según las personas. Justamente, la variabilidad de recursos a los que cada persona puede recurrir es lo que queremos poner de manifiesto en este libro. Para recurrir a dichos recursos no solo hace falta que existan, sino también es necesario percibirlos. Son muchos los casos en los que se cuenta con ellos, pero no se los registra como posibilidades de cambio y superación. Podría decirse que sería igual que “morirse de hambre en una huerta”. Si se cuenta con los recursos necesarios pero no se los percibe, no se los usa, al igual que sucede con nuestra musculatura, si no se la ejercita, se atrofia. Algunos hacen uso de estos recursos de forma espontánea y natural, otros necesitarán del entrenamiento. Como señala Víctor Frankl: A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino.

Lo importante es saber que existe la posibilidad de prepararse para el afrontamiento exitoso de las situaciones adversas. Partimos de la premisa de que todos podemos afrontar exitosamente una crisis. Para algunos, esto resultará menos costoso, para otros representará mayor esfuerzo, pero todos tenemos la misma oportunidad de alcanzar el éxito. Reconocer la crisis, percibir cuáles son nuestros recursos, entrenar los recursos debilitados, diseñar un plan de acción y ponerse en marcha. Ese es el plan de lucha para superar la adversidad. Proponemos reservar la mirada para descubrir los recursos, tácticas y técnicas que seguramente tenemos arrumbados en el desván de nuestro pasado…, muchos de ellos sin estrenar. Mucho se ha escrito sobre resiliencia, incluso a veces haciendo un uso incorrecto del concepto. Esto, en ocasiones, genera confusión al desvirtuar el verdadero sentido del concepto. Por esta razón nos pareció conveniente aclarar algunas malas interpretaciones en el siguiente capítulo.

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PRINCIPALES IDEAS DEL CAPÍTULO 1

¿QUÉ ES LA RESILIENCIA? • La resiliencia es la capacidad de salir con éxito de situaciones adversas, y fortalecidos por la experiencia. • Hay personas que tienen una actitud resiliente natural. A otras, en cambio, les resulta difícil sobreponerse. • La diferencia entre unas y otras puede estar marcada por la percepción de los recursos propios poseídos. • El tiempo de reacción frente al impacto producido en el psiquismo, es decir, la desorganización generada por la crisis, varía según las personas. • Existe una gran variabilidad de recursos a los que cada persona puede recurrir, solo hace falta percibirlos. • Todos tenemos la misma oportunidad de alcanzar el éxito. • Lo importante es saber que existe la posibilidad de prepararse para el afrontamiento exitoso de las situaciones adversas. • Partiendo de la premisa de que todos podemos afrontar exitosamente una crisis, el proceso sería: reconocer la crisis, percibir cuáles son nuestros recursos, entrenar los recursos debilitados, diseñar un plan de acción y ponerse en marcha.

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CAPÍTULO 2

¿QUÉ NO ES LA RESILIENCIA? De la misma forma que ocurre con la explicación por el absurdo, hay veces en las que explicar por el opuesto es la forma más fácil de hacerse entender. G. y G.

NO ES UNA CARACTERÍSTICA EXCLUSIVA DE UNOS POCOS Durante mucho tiempo se consideró que esta capacidad de superar con éxito las crisis era una condición innata. Veremos ahora que no es así. ¡Qué lamentable sería que, como quien espera el sorteo de un billete de lotería para ver si le toca algún premio, todos debiéramos esperar que la naturaleza nos beneficiara con esa condición innata! ¿Por qué tantas personas adhieren a la idea de que uno está determinado? ¿Por qué se cree que una persona no puede acceder al mismo resultado exitoso que otra? Esta idea está muy arraigada en el imaginario social. Cuántas veces escuchamos decir: “Él tiene más suerte que yo, las cosas le salen más fáciles”. “Ella es más fuerte que yo, siempre sabe qué hacer”. “Nació con buena estrella, yo en cambio nací estrellado”.

Existen otras ideas, conceptos y pensamientos que contribuyen a generar confusión en la comprensión del concepto de “resiliencia”. Veamos entonces qué NO es la resiliencia.

LA VENGANZA NO ES RESILIENCIA Antes de que te embarques en el viaje de la venganza, cava dos tumbas.

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CONFUCIO

La venganza es un sentimiento que se experimenta cuando somos víctimas de un daño físico o moral. Se hace extensivo también cuando dañan a algún ser querido. Se suele hablar del placer de la venganza. Es posible que no se trate de placer, ya que estaríamos hablando de patología, sino de la idea de que una vez lograda la venganza se restablecería el sentimiento de bienestar y justicia. Sin embargo, venganza no es sinónimo de justicia. Los sentimientos que se desprenden de ella, odio y rencor, solo causan dolor a los demás, sin aportar ningún beneficio a quien la emplea. Es más, el sentimiento de ira se perpetúa en un campo de emociones negativas que suelen dañar más que la afrenta misma. La venganza trasciende la intención de reparación, el objetivo que prevalece es el ojo por ojo. Es un juego en el que pierden todos. Por lo contrario, la resiliencia vivencia la afrenta dolorosa, la fatalidad o el infortunio como un reto. Reúne energía y voluntad, y se conduce a la búsqueda de sentido. La resiliencia es más que vengarse o resistir, es aprender a vivir.

MARISA, O EL DESEO DE VENGANZA Marisa trabajaba en las oficinas de una empresa familiar que contaba con varios operarios y cuatro empleados administrativos, dos mujeres y dos varones. Gustavo era quien lideraba ese grupo. En una oportunidad, fueron todos a un recital y cuando finalizó, Gustavo, que era el único que tenía auto, los fue llevando de vuelta a sus casas. Marisa fue la última en ese recorrido. Fueron conversando de lo bien que lo habían pasado y de lo lindo que sería que repitieran la experiencia. En varias ocasiones, a veces en grupo y otras ellos solos, fueron a tomar café después de la oficina. Las expectativas de Marisa crecían con cada encuentro. Sin embargo, Gustavo no daba muestras de querer otro tipo de vínculo que no fuera el de compañeros de trabajo con lazos amistosos. Cuando arreglaron para ir nuevamente a un recital, Gustavo llevó a su novia y la presentó al grupo. El desencanto de Marisa es comprensible, pero no la actitud que adoptó a partir de ese momento. Al sentirse agraviada y considerar que había sido traicionada, comenzó a boicotear el trabajo de Gustavo, alterando incluso documentos que podían comprometerlo. Realizó, además, comentarios malintencionados a uno de los dueños, sugiriendo la deslealtad de Gustavo.

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Se alegró cuando los propietarios decidieron hacer un arqueo y mucho más cuando anunciaron que harían una reducción de personal. Sintió que por fin se haría justicia. Su sorpresa fue mayúscula cuando le informaron que habían decidido prescindir de ella. La venganza no tiene que ver con la justicia. Solo causa disgusto a quien se intenta dañar y mucho más dolor moral al que la emplea.

RESISTENCIA NO ES RESILIENCIA Con relativa frecuencia confundimos conceptos que tienen una pronunciación similar, pero se escriben de un modo diferente y tienen significados distintos. Un ejemplo de esto son: simpatía y empatía. Lo mismo ocurre cuando hablamos de: resistencia y resiliencia. En realidad, toda persona aspira a contar con estos atributos. Pero es importante diferenciarlos. La capacidad de resistencia es observable en muchas personas que resisten reiteradas adversidades a lo largo de la vida. El ser humano puede ser capaz de tolerar muchos y distintos infortunios, incluso cuando piensa y siente que no puede más y de demostrar entereza, tolerancia e infinita paciencia, pero sin modificar sus patrones de conducta. Es decir, sin desarrollar nuevas habilidades, sin flexibilidad o capacidad de salir fortalecido. La resistencia es estoica, pero pasiva. Recordemos que las personas que tienen la capacidad de resiliencia asumen con flexibilidad las situaciones límite que les ha tocado afrontar, se sobreponen a ellas y aprovechan para desarrollar su máximo potencial. Son quienes tienen la capacidad de encontrarle un sentido a la situación crítica vivida y descubrir nuevas habilidades. Es decir, salir fortalecidos.

SUSANA, LA ESTOICA RESISTENCIA Susana, una hermosa mujer de alrededor de cincuenta años, relataba, a quien quisiera escucharla, una niñez en la que sus sueños habían sido truncados por la imposición de un padre ignorante y autoritario. La vida y su esfuerzo personal lograron con creces concretar todo lo que en su momento había cercenado su progenitor. Sin embargo, no abandonó nunca la sensación de ser víctima de la decisión de los otros. Se convirtió en una luchadora y se especializó en defenderse. Muchas veces, de quienes no la atacaban.

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Afrontó grandes y graves problemas de salud con una actitud de aparente aceptación, sin embargo no declinó nunca su actitud beligerante ante circunstancias cotidianas. Susana es un típico caso de resistencia y de quien sobrelleva sus dificultades estoicamente. Sin embargo, no logró, aún, incorporar nuevas modalidades de afrontamiento de los acontecimientos en los que presume ser atacada. Sigue “defendiéndose” sin registrar el alto costo emocional que implica el litigio.

LA RESILIENCIA O EL PATRÓN DE LUCHA ETERNA Otro ejemplo muy parecido al de Susana es el de Emma. Este caso nos fue relatado por Sandra, profesora de yoga, buena consejera y amiga de Emma. Sandra se manifestaba preocupada por la sucesión de problemas físicos que aquejaba a su amiga, pero mucho más por la actitud que tomaba Emma ante sus padecimientos. De ninguna manera obviaba o no atendía sus dolencias, por el contrario buscaba soluciones médicas, algunas en etapa de experimentación o muy novedosas. No solo cumplía con las indicaciones, sino que, con actitud animosa, no dejaba de hacer cosas permanentemente. Cosía, leía, escribía libros para chicos, etc. Sin embargo, Sandra percibía algo destructivo detrás de la actitud de Emma. Decidió, entonces, hablar sinceramente con su amiga. –Mirá, Emma, quisiera hablar con vos, necesito decirte algo. Yo estoy convencida de que todo lo que nos pasa, todo lo que nos ocurre lo creamos nosotros. A veces, cuando nos pasan cosas malas nos resulta difícil aceptar eso. A mí me parece bárbaro que estés con ese espíritu que te caracteriza, pero se me ocurre decirte que reveas ese patrón de conducta. No terminás con la superación de un obstáculo importante y ya apareció otro. Me parece que está muy fuerte en vos eso de que la lucha fortalece, pero pienso que tenés una energía y un potencial que pueden estar dirigidos a otras cosas, no solamente a la lucha por la salud. Eso es lo que necesitaba decirte. Espero que no te moleste. Mucha gente ante la adversidad tiene dificultad para entender la parte de autocreación o autogeneración de esos obstáculos. Nuestro comportamiento está regido por patrones repetitivos, y alguno de ellos pueden ser autodestructivos. Son muy difíciles de romper y modificar, pero una vez identificados se puede lograr. Vos tenés una energía poderosa para hacerles frente. Si recurrimos a una mirada psicoanalítica, la resiliencia está direccionada al placer, ya que este es consecuencia de la eliminación de una tensión

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desagradable, de una excitación perturbadora. En cambio, el goce se percibe en el cuerpo, es algo del orden de la tensión, del padecimiento, del malestar, del displacer, es decir, de la coacción. El goce gasta y desgasta al sujeto. Es la expresión de la pulsión de muerte. Como el placer es lo que le pone un límite al goce, podemos decir que la resiliencia puede limitar la pulsión destructiva.

NEGACIÓN NO ES RESILIENCIA Todas las personas utilizamos inconscientemente mecanismos de defensa. Estos se emplean como protección de pensamientos y emociones que se presumen insoportables para el aparato psíquico. Uno de los más conocidos es la negación. La negación consiste en la invalidación de una parte de la información desagradable o no deseada. Es el mecanismo por el cual el sujeto bloquea aspectos evidentes de la realidad haciendo como si no existieran. En el principio de una crisis, la negación es menos perjudicial y más adaptativa, pero debe ser superada rápidamente para pasar a fases posteriores más asertivas. En general, quienes utilizan la negación lo hacen buscando alivio frente a una situación amenazante. Puede ser que en ese primer momento resulte un bálsamo emocional que, lamentablemente, se volverá en contra. Esto ocurre porque, al no ejercer el afrontamiento adecuado, la persona estará más vulnerable para sobrellevar las fases siguientes. El problema no se diluye por no querer verlo, es más, los procesos de negación pueden tener consecuencias desfavorables y graves. Por ejemplo, al negar la existencia de una enfermedad y no utilizar los recursos que la medicina ofrece. Recordemos que toda forma de negación implica falta de confianza en poder cambiar la situación preocupante. Huir de los problemas o adversidades es un mecanismo de seudoprotección. La “huida hacia adelante” va frecuentemente asociada a la negación. Incluso podría ser entendida como una de sus expresiones. Se expresa de manera no funcional, ya que, frente al conflicto, se persiste en las conductas no asertivas que fueron, ni más ni menos, las que lo llevaron al conflicto con el que se enfrenta. Los problemas no se resuelven con más de lo mismo. La resiliencia permite que el afrontamiento supere las defensas que impiden tomar conciencia de las emociones que se imponen y así poder gerenciarlas en beneficio propio.

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CECILIA, UNA HISTORIA DE NEGACIONES Cecilia se casó muy joven y en poco tiempo la familia contaba ya con cuatro miembros. Criaba a sus hijos con la actitud de una hermana mayor. Para ella nada era problemático. Le gustaba cantar, bailar e incluso disfrazarse en las reuniones familiares. Los amiguitos de sus hijos la adoraban. Parecía vivir en Disneyworld. Cuando le dijeron que su marido tenía otra mujer, por supuesto que no lo creyó, ni se puso en alerta. Sencillamente lo que hizo fue matar al emisario, es decir, se enojó con quien le había advertido. ¿Confianza?, ¿seguridad? Lo cierto es que al poco tiempo la realidad se impuso al presentarse en su casa la “otra”. Para ella fue una sorpresa, por cierto devastadora. Pero no se permitió estar triste por mucho tiempo. Cecilia necesitaba que su realidad fuera alegre. A los cuatro meses el marido volvió y ella retomó la vida anterior sin comentarios. Ya todo estaba bien. ¿Podríamos decir que su actitud fue superadora del conflicto? Lo lamentable es que continuó con su patrón de conducta cuando dos de sus hijas evidenciaron problemas de salud. Se enojó con una amiga que le señaló que una de las niñas presentaba claros signos de trastornos de alimentación. Mató nuevamente al emisario y rompió su amistad. ¿Y qué creen que pasó cuando le señalaron conductas inadecuadas de su hija menor en la escuela? ¡La cambió de colegio! La negación, mecanismo que le permitía morigerar su angustia, casi le cuesta la vida. Tal como era su costumbre, cuando tuvo problemas digestivos, también los ignoró. Recién acudió al médico ante una oclusión muy dolorosa. Le diagnosticaron cáncer de colon, cosa que también le sorprendió… Afortunadamente respondió bien al tratamiento. Deseamos que Cecilia haya podido adquirir confianza en sí misma, para poder así enfrentar las situaciones adversas y no huir de ellas.

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PRINCIPALES IDEAS DEL CAPÍTULO 2

¿QUÉ NO ES RESILIENCIA? La venganza NO es resiliencia • La venganza trasciende la intención de reparación, el objetivo que prevalece es el ojo por ojo. • Por lo contrario, la resiliencia vivencia la afrenta dolorosa, la fatalidad o el infortunio como un reto. • La resiliencia es más que vengarse o resistir, es aprender a vivir.

Resistencia NO es resiliencia • La resistencia es estoica, pero pasiva. Implica entereza, tolerancia e infinita paciencia, pero sin modificar los patrones de conducta. Es decir, sin desarrollar nuevas habilidades, sin flexibilidad o capacidad de salir fortalecido. • Los resilientes, en cambio, tienen la capacidad de encontrarle un sentido a la situación crítica vivida, de descubrir nuevas habilidades y de salir fortalecidos.

Negación NO es resiliencia • La principal diferencia entre una persona negadora y una resiliente es la forma en que cada una afronta la situación crítica. • Quien niega bloquea aspectos evidentes de la realidad haciendo como si no existieran. Pero un problema no se diluye por no querer verlo, es más, los procesos de negación pueden tener consecuencias desfavorables y graves.

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CAPÍTULO 3

LAS CRISIS El hombre se descubre a sí mismo cuando se enfrenta a los obstáculos. ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

Y AHORA…, ¿QUÉ HAGO? Solemos decir muchas veces y otras escuchar decir: “Estoy pasando por una crisis”. Pero… ¿por qué se siente tanto temor ante una crisis? ¿Por qué se habla de un antes y un después? ¿Sabemos qué es lo que ocurre cuando atravesamos una crisis? Consideramos conveniente definir el concepto de crisis que se usa habitualmente para describir los avatares que pueden afectar a un individuo. Según la OPS (Organización Panamericana de Salud): “Crisis es un estado temporal de trastorno y desorganización, caracterizado principalmente por la incapacidad del individuo para abordar situaciones particulares usando los métodos acostumbrados para solucionar los problemas”. Para comprender mejor esta definición, imaginemos que ante una situación inesperada, tal como la pérdida del empleo, una enfermedad grave, la muerte de un ser querido o catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, etc.), una persona siente que ha perdido el control sobre los acontecimientos. La sensación de vulnerabilidad es tan grande que provoca un gran incremento de ansiedad e incertidumbre acerca del futuro inmediato. Lo que ocurre es que ya no se puede confiar en los recursos que habitualmente se utilizaban para el afrontamiento de las dificultades: lo que antes funcionaba ya no sirve. En el momento de la crisis perdemos las herramientas y carecemos de la posibilidad de prever. Algunas personas quedan paralizadas, otras siguen actuando en una huida hacia adelante sin ningún tipo de guía que permita una mínima planificación. Al carecer de un proyecto que sostenga la acción y al permanecer o avanzar a ciegas, la desesperación, primero, y la desesperanza, después, serán los sentimientos dominantes. La sensación de

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no tener futuro y la falta de confianza en la propia capacidad para modificar la situación pueden provocar un estado desestabilizador e invalidante. Frente a la incertidumbre que las situaciones de crisis llevan aparejada, es inevitable y hasta natural que se genere una gran expectativa respecto del futuro inmediato. Y ahora…, ¿qué pasará? Buscamos a nuestro alrededor, en los acontecimientos externos, el alivio a la sensación de desasosiego y vértigo semejante a la que siente una persona al borde de un precipicio. Creemos entonces que lo externo es la salida tranquilizadora, pero… si no aparece una solución salvadora, casi milagrosa, cosa que raramente ocurre, la desesperanza se apodera de nosotros, el pesimismo aumenta y generalmente, “se bajan los brazos”, en una actitud de entrega derrotista. En las crisis es necesario barajar y dar de nuevo. Se necesita una nueva organización de las formas de afrontamiento de los problemas. Se ponen a prueba las auténticas y hasta ese momento desconocidas posibilidades de un individuo. Cuando escuchamos decir que crisis significa “peligro y oportunidad” se está hablando de esto mismo. El peligro es la desorganización y la oportunidad es la posibilidad de generar nuevas formas que sean tan eficientes o mejores que las que se perdieron. La peor de las entregas frente a una crisis es la indiferencia. Primero, porque no se puede ignorar una crisis, y segundo, porque es imposible permanecer indiferente frente a ella. ¿Cómo salir de una crisis? ¿Qué hacer? Comprendiendo lo que ocurre cuando atravesamos una crisis y tomando como analogía la imagen de un barco pequeño en el ojo de una tormenta, pensemos: ¿qué podemos hacer? Quizás la analogía nos lleve a pensar que solo queda esperar a que amaine la tormenta, pero, seguramente, quien navega habitualmente sabrá de determinadas maniobras que debe hacer o recordará cuáles son las que debe evitar. En una crisis, a veces quedarse quieto por un tiempo reducido puede ser toda una estrategia, pero esto solo sucede si durante ese tiempo respiramos profundamente y decidimos hacernos cargo de la situación que nos abarca. Decimos que tomarse ese espacio de tiempo puede llegar a tener sentido si lo utilizamos para evaluar la situación y, en consecuencia, determinar los próximos movimientos. Es muy importante distinguir entre una actitud de parálisis por temor extremo y una actitud de sabio discernimiento. Este es el momento en el que se diferencian los temerarios de los valientes. Los valientes no son irreflexivos, ni inconscientes, tienen clara conciencia del peligro, pero toman los riesgos con prudencia y madurez. Se trata entonces de afrontar los riesgos sin buscar el peligro.

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Los recursos para resolver las situaciones críticas no se encuentran tan fuera de nuestro alcance como suponemos en medio de la desmoralización y la impotencia. En realidad, están y quizás siempre estuvieron dentro de nosotros mismos. El desafío, entonces, es conectarnos con la propia interioridad, con el “quién soy” y el “qué puedo hacer”. Sin duda, si llegamos a producir el contacto con la fuente energética que habita en el fondo de las personas, se producirá la chispa necesaria que pondrá en funcionamiento el motor que activa, a su vez, la marcha del proyecto. El proyecto inicial debe ser siempre reconocer el valor de la vida. Cabe aclarar que no nos mueve una lectura ingenua del famoso “tú puedes” que quizás logre llegar a confundir. Sin duda, valoramos la voluntad, pero siempre diferenciándola del voluntarismo. Hacerse cargo de uno mismo no se logra imaginando que, mágicamente, nuestra realidad cambiará de un momento para otro por el solo influjo del deseo. Casi podemos prescribir una mirada cruda y realista que no oculte ni disfrace las dificultades y conflictos que se deberán afrontar. Se logrará de esta manera acordar con nuestro propio Yo adulto. Y de esa forma, adultamente, se comenzará a diseñar un nuevo proyecto de vida. Quizás parezca un término rimbombante y presuntuoso, pero… ¿cómo apostar al futuro sin tener la guía, el mapa, que nos permita orientarnos? Es el proyecto que diseñamos para nuestra vida el que nos permitirá arribar a destino. A continuación, describiremos un caso de crisis que en la actualidad es muy común en las parejas. Nos parece importante ponerlo como ejemplo por la frecuencia con la que ocurre. Recordemos que no todas las crisis son catastróficas, sin embargo, para cada persona la crisis propia es siempre más importante que la ajena, sin tener en cuenta, comparativamente, la dimensión de ambas.

UNA PAREJA COMO MUCHAS Federico, un joven y exitoso ejecutivo, atravesó una crisis matrimonial que lo llevaría finalmente a la separación de su esposa. La decisión fue tomada por ella, pero luego de que él hiciera los “méritos” necesarios como para que eso ocurriese. Para los observadores externos, todo fue imprevisto y muy rápido. Ellos daban una imagen de familia feliz. Nada hacía pensar que esa pareja con dos hijos pequeños, que había refaccionado su casa unos meses antes y que planeaba unas lindas e inmediatas vacaciones en el exterior, podía tomar semejante decisión en ese momento. Nadie sabe realmente qué fue lo que pasó, porque no había indicios de crisis conyugal hasta entonces. Lo que

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sucedió entre ellos, más allá de lo que cada uno argumentara, quedará para plantear en el consultorio de sus respectivos terapeutas. Sin duda, para ambos, afrontar la crisis debió de haber sido muy duro. Cada uno estaba muy intransigente en defender la postura de su propio estilo de vida, que era, obviamente, muy diferente del estilo del otro. Él se quejaba de que ella estaba demasiado dedicada a la crianza de los hijos de ambos, pero, al mismo tiempo, no colaboraba con ella en esa tarea. Era notoria su actitud inmadura y evasiva en cuanto a su responsabilidad. Cuando llegaba a su casa se dedicaba a jugar con la PlayStation o a los requerimientos de su último modelo de teléfono móvil, por lo que estaba conectado constantemente con su mundo virtual. Ante la separación, cada uno se puso en marcha a su manera. Ella, con una actitud de afrontamiento, pero no de forma confrontativa. Él, con una actitud de negación y huida. En ella, el sentimiento de decepción, tristeza y miedo de no poder mantener su nivel de vida era lógico. Tenía dos hijos pequeños y hasta ese momento no trabajaba. Él, en cambio, forzaba una mueca de optimismo: “Está todo bien, está todo bien”; “Ahora somos amigos”; “Me siento sumamente aliviado”; “Voy a poder salir con mis amigos sin dar explicaciones a nadie…”. En ese momento, él creía que la crisis se solucionaría por sí SOLA, por lo tanto no intentaba trabajar para no cometer los mismos errores en el futuro. A ella, por su parte, la falta de planificación le hacía suponer un futuro caótico. Por lo tanto, era presa, en muchas circunstancias, de una ansiedad anticipatoria que trataba de resolver iniciando intermitentemente diferentes microemprendimientos. Pero... ¿cómo sigue la historia? ¿Alguno de ellos tenía un plan B para su vida? ¿O al anularse el proyecto que los había unido “para siempre”, quedaron como boyando en un océano de dudas a expensas de la desorganización producida por la situación? La respuesta es obvia, ¿verdad? Sin embargo, tiempo después, ambos pudieron conectarse de manera diferente con lo que les había pasado. Federico comenzó a aceptar el shock que había tratado de disimular con un forzado optimismo. Como primer paso, empezó a hacer terapia y eso lo llevó a elaborar el duelo y a afrontar la nueva etapa con los recursos que descubrió en sí mismo. Al tiempo, comenzó a ocuparse de sus hijos, con los que pudo establecer por fin un vínculo como adulto responsable. Poco después, hizo un posgrado que había postergado durante mucho tiempo. Ella, por su parte, pudo insertarse en el mundo laboral e integrar esa actividad con su rol de madre.

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Ante la inestabilidad de una crisis hay muy pocas posibilidades de descansar en un proyecto de vida tal como el que se venía pensando anteriormente. Después de una crisis, nadie es el mismo que antes era, fue modificado por la situación y eso no es necesariamente malo, ya que puede ser el comienzo de una gran oportunidad. No podemos permitir que el desaliento y el desánimo nos ganen con su pronóstico de fracaso. Sabemos que la vida no es tan favorable ni justa como desearíamos o creemos que debería ser. Cuando un acontecimiento irrumpe negativamente en lo cotidiano decimos que se nos dio vuelta la vida, sentimos que la vida nos traicionó, que no cumplió un pacto de seguridad, certidumbre y confianza. Pacto que nunca fue acordado entre las partes. Pensamos y sentimos la vida como algo externo, sin entender que nosotros somos nuestra vida. Sabemos que es muy difícil aceptar la desorganización caótica que produce una crisis, pero si utilizamos la energía para la queja y el enojo, no podremos salir del ojo de la tormenta. ¿Qué hacer? Existe una realidad insoslayable, por lo menos usted sabe que está vivo… y la vida requiere tomar decisiones. Eso es lo primero a reconocer.

BARAJAR Y DAR DE NUEVO El caso de Federico es muy parecido al de muchas parejas actuales, por lo que sirve como ejemplo de cómo la crisis modifica la vida, pero no acaba con ella. Cuando se cierra una puerta, puede abrirse otra que nos permita ingresar a un ambiente más acogedor. Insistimos, entonces, en que deberemos registrarnos íntimamente y esbozar un proyecto nuevo para esta vida que se nos presenta con características desconocidas. Cuando uno tiene un proyecto aleja la muerte. Muchas veces, en medio del caos que produce una crisis y en la necesidad de barajar y dar de nuevo, uno puede encontrar la verdadera razón de la vida. Es decir, qué es lo que verdaderamente desea para sí. Con frecuencia, vemos personas que después de una situación crítica encuentran su verdadera vocación, lo que les permitirá realizar el camino de reconstrucción de adentro hacia afuera. Del entusiasmo se extrae la energía que posibilita que ese proyecto llegue a su fin. Es normal que la crisis nos descentre, de ahí la importancia de volver la mirada hacia uno mismo y encontrar el propio eje. Por supuesto, esto requiere un importante trabajo interno.

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PRINCIPALES IDEAS DEL CAPÍTULO 3

LAS CRISIS • La desorganización caótica que produce una crisis es muy difícil de aceptar, pero si se utiliza la energía para la queja y el enojo, todo empeora. • Es perjudicial permitir que el desaliento y el desánimo nos ganen con su pronóstico de fracaso. • ¿Qué hacer? Lo primero a reconocer es que usted sabe que está vivo… y la vida requiere tomar decisiones. • El proyecto inicial debe ser siempre reconocer el valor de la vida. • Es necesario registrarnos íntimamente y esbozar un proyecto nuevo para una vida que se nos presenta con circunstancias desconocidas. • Es normal que la crisis nos descentre, de ahí la importancia de volver la mirada hacia uno mismo y encontrar el propio eje. • Después de una crisis, nadie es el mismo de antes, fue modificado por la situación, y eso puede ser el comienzo de una gran oportunidad. • Muchas veces, en medio del caos que produce una crisis y en la necesidad de barajar y dar de nuevo, uno puede encontrar la verdadera razón de la vida. Es decir, qué es lo que verdaderamente desea para sí.

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CAPÍTULO 4

EL CONTEXTO Toda narración de la propia historia es un alegato, una legítima defensa. Cuando pensamos en nuestro pasado, siempre intentamos redefinirlo. (1) J. BRUNER

¿CÓMO INFLUYE EL CONTEXTO? Sin duda, es importante haber nacido en un contexto facilitador para el desarrollo apropiado. En muchos casos, el entorno es una importante ventaja, pero no es determinante. Hay personas que han crecido en ambientes adversos y que han utilizado esas vivencias como herramientas de superación. En estos casos, el medio disfuncional se transformó en un campo de entrenamiento calificado. Para ilustrarlo, hacemos referencia a un fragmento de la nota realizada y publicada por el diario La Nación a Mario Vargas Llosa el 22 de abril de 2011, durante su visita a Buenos Aires con motivo de la inauguración de la Feria del Libro. (2) El auditorio se tensó cuando escuchó la difícil relación que mantuvo con su padre. “A mi padre creo que le debo mi amor por la libertad y mi rechazo a la violencia”, sostuvo conmovido. “Lo conocí a los diez años. Era una persona muy autoritaria y tuve un rechazo visceral, con el espíritu y con el cuerpo, hacia él. Yo vivía entre mujeres, muy protegido. Con mi padre conocí la violencia y el mal trato. Mi padre odiaba que su hijo fuera escritor y mi manera de resistirlo fue refugiarme en los libros y revelarme contra esa autoridad”, recordó conmovido. Quizás haya sido un reconocimiento inconsciente de que sin la dramática figura de su padre, la literatura no hubiera llegado a contar con un Premio Nobel llamado Mario Vargas Llosa.

Creemos que el origen de la condición superadora proviene de la interacción individuo-medioambiente. ¡Y esta es una buena noticia!

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¿Por qué? Porque significa tomar conciencia de que el individuo no es un destinatario pasivo de los estímulos que recibe, no permanece inalterable frente a lo que le sucede. Se trata de un proceso interactivo, en el que la persona varía y se modula. En el ensamble de elementos genéticos, psicológicos y socioambientales, se articula la posibilidad de respuesta adecuada y resiliente que caracteriza al individuo. Un hallazgo interesante fue descubrir que podemos proporcionarnos los recursos que están escondidos y que tanto necesitamos. Tal como se va a un gimnasio a entrenar el cuerpo, se deberá trabajar poniendo énfasis en desarrollar el factor que se encuentre disminuido. Es necesario fortalecer los aspectos indispensables, tales como una autoestima adecuada, una dosis de confianza en uno mismo y el reconocimiento de los avances que se realizan en el proceso de autorreconocimiento. En la conjunción de las posibilidades que da el medio, las capacidades del individuo y la intención de cambio, está la clave. Frases como: “Yo trabajé mucho para lograr reconocer que podía”; “Aprendí a reírme de mis propios miedos”; “Me di cuenta de que yo no era como me decían los demás”, son pronunciadas por personas que se atrevieron a realizar este trabajo. Tal como dijimos anteriormente, el individuo no es un destinatario pasivo de los estímulos que recibe del medio en el que interactúa. Pero si bien este no es por sí solo determinante, lo afecta. Es fácil observar que cuando una persona sufre un trauma o una crisis inesperada, en su posterior recuperación los medios culturales que la rodean juegan un papel significativo. ¿Por qué decimos esto? Porque el ser humano es gregario por naturaleza y esta condición es muy importante para el afrontamiento de las situaciones adversas. Durante una crisis, tal como la vivida en la Argentina en 2002, observamos a muchas personas que sin haber tenido ninguna actuación solidaria anterior en el colectivo social, se brindaron a la ayuda desinteresada. Se dedicaron, por ejemplo, a abrir comedores donde paliaron el hambre de muchos niños. Fueron verdaderas transformadoras de una situación de desamparo, convirtiéndola en la expresión de un contexto solidario y reparador. Tanto en el plano social como en el individual, es innegable el rol del tejido social. Su influencia actuará sobre las posibilidades de desarrollar una actitud restauradora o, a la inversa, una actitud de entrega y muerte psíquica. Pero es muy importante resaltar que, en general, aun en el medio más hostil y oscuro, suele filtrarse una hendidura de luz.

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LA FUERZA DE UNA CARICIA Marianela tenía solo diez años y muy pocos kilos de peso cuando las vecinas del barrio comenzaron a murmurar acerca de la mala suerte que tenía esa familia. Algo que no dejaba de ser cierto. Cuando Marianela tenía cinco años había muerto su papá, después de una larga enfermedad. Su mamá se fue apagando entre el esfuerzo de mantener a sus hijas y el dolor por el amor perdido. Finalmente, a los tres años de quedar viuda, se enfermó: leucemia aguda, dijeron los médicos. Marianela no entendía de qué se trataba la enfermedad, tampoco era una época en la que a los chicos se les daban explicaciones. Así fue que una mañana, la despertaron temprano diciéndole: “Levantate, tu mamita se murió”. La hermana mayor, quinceañera, encontró en el trabajo y sus primeros amores el sentido para seguir viviendo. Marianela continuó yendo al colegio y comenzó a ocuparse de la casa. Todo parecía ordenarse, solo que… Marianela dejó de comer. Al principio, la situación pasó inadvertida para los pocos adultos que la rodeaban. Después, al ir adquiriendo un aspecto cada vez más enfermizo, comenzó la murmuración acerca de la mala suerte familiar: “¡Que desgracia!... Ahora parece que la que está enferma es la nena”. Marianela no comía, no jugaba, no hablaba de lo que sentía ni siquiera con Ada, su mejor amiga. Fue la abuela de Ada, una alemana muy rígida al decir de todos, quien se acercó a Marianela con cucharitas de vida. Todas las mañanas iba hasta la casa de ella, que a esa hora se ocupaba de la limpieza, con un yogur y una cucharita. Se acercaba a Marianela y sin decir una palabra le daba una, dos, las cucharitas que su vacío estomago podía recibir. Ese ritual se repetía día tras día. La abuela llegaba, le hacía un gesto a Marianela, se sentaba a su lado, le acariciaba la cabeza y le daba de comer. ¿Qué era lo que hacía que Marianela esperara cada mañana su visita? Nos decía que se dio cuenta años más tarde: Yo esperaba que llegara porque… les voy a confesar algo: nunca me gustó el yogur, pero cuando me tocaba la cabeza, me sentía otra vez una persona…. Ella hablaba mal, pero el día que me dijo: “Marianela, afuera hay sol, acompañame hasta casa y mientras cuelgo la ropa me contás cómo era tu mamá…”, la acompañé, mejor dicho, me acompañó en el reencuentro con el recuerdo de mi mamá viva. Se van a reír, pero yo no sabía por qué me interesaban tanto la literatura y la música alemanas. Suponía que era por la riqueza que el arte alemán desarrolló a través de sus magníficos compositores e intérpretes, hasta que un día, escuchando a Martha Argerich interpretando Kinderszenen de

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Schumann, me apareció la imagen de esa mujer acariciándome la cabeza y tarareando bajito esa música. Lloré toda la tarde, pero no de tristeza, y me prometí que cuando hiciera mi trabajo le pondría un plus…, no sé, una caricia, una palabra, o por qué no, tararearía una canción”.

Marianela es en la actualidad trabajadora social y participa activamente en una ONG.

GIOVANNA, UN CORAZÓN ENTRE LOS APENINOS Y LOS ANDES Cuando Giovanna tenía seis años, su familia, acorralada por la miseria, decidió, como las de tantos italianos, partir a buscar en América un futuro que la posguerra parecía negarles en su país. Su papá, su mamá y dos hermanos, uno mayor y otro menor, recogieron lo indispensable para marchar hacia la nueva vida. Fue necesario elegir qué llevar y qué dejar. Ella no dudó, se llevaría el vestido que le había hecho la abuela de uno que su mamá ya no usaba, el saquito que le quedaba un poco chico, pero que era de un color como el de las hojas del árbol de su casa cuando llegaba el otoño, y a Picolino, el gatito que había recogido casi muerto y que se había convertido en su permanente compañía. Lloró toda la noche cuando le informaron que ni Picolino, ni su abuela serían de la partida. Al día siguiente, les dijo a sus padres que ella se quedaba. Pero los niños tenían poco peso en las decisiones y mucho menos en las de tal magnitud. Subió al barco dejando atrás esos afectos y la inocencia o ingenuidad propias de su edad. Aprendió en una noche que la vida no es justa, que la angustia oprime y que, a veces, no alcanzan las lágrimas. El viaje fue tan largo como extraño. La tristeza, desolación y desconsuelo se mezclaban con la expectativa, la esperanza y la curiosidad, formando un clima de desconcierto y confusión. Giovanna masticaba su dolor junto con la incertidumbre. Sus padres creían que el abatimiento que manifestaba Giovanna se debía al malestar que la navegación provocaba en muchos, o tal vez se engañaban a sí mismos queriendo creer que así era. “¡Pobres! Ellos tenían tanta responsabilidad, y su mayor preocupación era que tuviéramos comida para llevar a la boca, así decían siempre y no dejaban de tener razón…, había que sobrevivir”, nos dice hoy Giovanna sin el menor atisbo de reproche.

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Lo que siguió fue lo de tantos inmigrantes que llegaron a nuestro país para comenzar de nuevo. La casa de familias (conventillo) donde fueron a vivir era de las que estaban mejor ubicadas y habitada por personas que ya tenían por lo menos un año de permanencia en el país. Daban buenos datos para ambientarse y también para conseguir trabajo. Su papá comenzó a trabajar en una imprenta, donde rápidamente pudo demostrar su capacidad y responsabilidad, lo que le permitió convertirse en un empleado reconocido y con mucha proyección. Así nos cuenta: Mi papá siempre decía que cuando juntara un poco de plata, iba a hacer venir a mi nonna y yo le pedía que trajera a Picolino también. Yo extrañaba mucho, pero, poco a poco, me fui acostumbrando a las caras de los vecinos y hasta jugaba con los chicos que también vivían ahí –se ríe–, digo chicos porque había muy pocas mujeres… ¡hasta aprendí a patear la pelota!

Todo parecía justificar el desarraigo. Estaban construyendo una realidad distinta, pero tolerable, y con la mirada puesta en el futuro. Esta situación siguió así durante dos años y medio, hasta que un día llamaron de la imprenta para decir que el papá se había descompuesto y que estaba internado. Había sufrido un derrame cerebral (ACV). Durante dos meses Giovanna vio a su mamá ir y venir del hospital con la cara muy triste, muy triste. Así nos lo describe: Finalmente volvió papá…, pero ya no era el mismo. No hablaba, solo emitía unos sonidos roncos y cuando no le entendíamos gritaba y lloraba… A mí primero me asustaba, pero después, ¡me partía el corazón! Casi no podía caminar, ni comer solo y eso lo enojaba mucho… Las cosas cambiaron, mamá tuvo que ir a trabajar a una fábrica de velas y, además, lavaba y planchaba ropa que Pepe, mi hermano mayor, llevaba a las clientas. Pepe trabajaba con Pascual, un verdulero cuya familia nos ayudaba en todo lo que podía. Los recuerdo con mucho agradecimiento. Yo cuidaba a mi papá, a Lucho, mi hermano menor, y hacía todas las cosas de la casa. Tenía ocho o nueve años y como papá no podía quedarse solo, tuve que dejar de ir a la escuela. A mí me gustaba mucho la escuela, pero como ya sabía leer y hacer cuentas, me las ingeniaba. Cuando traían la mercadería envuelta en papel de diario, yo aprovechaba para leer… ¡La rabia que me daba cuando lo que leía seguía en otra hoja que no había venido en el paquete! Descubrí que a mi papá, que siempre estaba triste o lloraba, también le gustaba que yo leyera en voz alta, y entonces iba por los negocios pidiendo que me dieran diarios aunque fueran viejos. Una vez que vino

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a verme la que había sido mi maestra y vio lo que yo hacía para entretener a papá, volvió con un libro: Corazón. Cuando leía un cuento que se llamaba “De los Apeninos a los Andes”, mi papá lloraba… ¡y yo también! Lo tengo guardado a ese libro… esperen… –lo muestra–. Así pasaron dos años y medio más. El recuerdo más feo que tengo de ese tiempo fue que nos tuvimos que mudar. Mamá, con su trabajo y con lo que podía ayudar Pepe, conseguía que no nos faltara comida y lo indispensable en cuanto a ropa o si precisábamos algún remedio, pero el alquiler en el lugar donde vivíamos se le hizo insostenible. Entonces nos mudamos a Barracas, a un conventillo donde vivían muchas familias y donde compartir el baño se convertía en un desafío permanente. Una sola habitación albergaba a toda la familia y era dormitorio, comedor y cocina. Los platos teníamos que lavarlos en una pileta común que había en el patio, teníamos que hacer cola y a veces había peleas entre las vecinas. Papá se iba apagando poco a poco y ya no lo entretenían ni mis lecturas, ni los cuentos o las anécdotas que yo me empeñaba en contarle para descubrir una chispa de interés en sus ojos. Cuando estábamos adentro de la pieza y no podían vernos, yo imitaba a los vecinos que eran de distintas nacionalidades…. La imitación que mejor me salía era la de Camile, una francesa que se pintaba mucho, usaba unos zapatos muy lindos de color y tenía muchos amigos. Eso parecía entretener a papá, pero un día entró Pepe cuando yo la estaba imitando y me dio una cachetada. Eso fue todo, ni me explicó por qué. Pasaron muchos años hasta que comprendí por qué le había molestado. Un día, mejor dicho, una noche, papá se durmió para siempre. Cuando volvíamos del cementerio mamá me dijo que ya podía volver al colegio. Yo tenía trece años y me anotaron en tercer grado. Pero las horas empleadas en la lectura para entretener a papá y las cuentas que tenía que hacer para cuidar el dinero de las compras, habían agilizado tanto mi mente y mejorado el uso del idioma, que a fin de año me pasaron a quinto grado. La directora solía ponerme de ejemplo y yo, para disimular mi vergüenza y para que los chicos no me tomaran de punto, hacía morisquetas como quitándole importancia al asunto. Mamá seguía trabajando mucho, pero ya no lavaba ropa, porque ahora era encargada en la fábrica y Pepe había entrado a trabajar en el Correo Central. Un político le había dicho que si se afiliaba a su partido le iba a conseguir el puesto, y cumplió. Lucho estaba en la escuela y repartía diarios los domingos. Todo parecía haberse acomodado para nosotros. Había un club en el barrio, el club La Unión, donde las chicas íbamos a aprender a bailar folclore argentino, pero, en realidad, era una excusa

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para ir a ver jugar al fútbol a los varones. Yo estaba a punto de cumplir los quince y si bien no tendría fiesta, tampoco era muy común entre mis amigas hacer una fiesta como sabíamos que solían hacer las “chicas del centro”, mamá me había prometido un vestido nuevo y hacer un chocolate para mis amigas más íntimas. Doce días antes de mi cumpleaños amanecí enferma. Tuve poliomielitis, pero no muy grave…, apenas me quedó una pierna un poco atrofiada ¿ven? –nos muestra–, pero eso sí, la cabeza estaba cada vez más ágil y aguda –se ríe–. Ahora que lo cuento parece una vida muy desgraciada, pero yo no lo viví así. No les digo que no lloraba cuando me veía la pierna flaquita y no podía ir a bailar, pero siempre aparecía algo que me cambiaba el humor. En esa ocasión mamá permitió que Pepe me regalara un gatito, que adivinen cómo lo llamé… Sí, ¡claro!... Picolino. Eran muy pocas las chicas que en ese tiempo seguían estudiando en la escuela secundaria, pero a mi mamá la convencieron de que yo debía ir. Eso nunca se lo agradeceré lo suficiente a la señorita Amalia y a la directora del colegio, la señora Rosario. Y bueno, ¿qué más les puedo contar? Después vino la universidad y allí conocí a Paulo… el amor de mi vida. Con él tuve tres hijos maravillosos y ahora tengo cinco nietos que me llenan de orgullo. Lamento mucho que Paulo se haya ido tan temprano y no los conociera… y siento que ellos no conocieran a un hombre maravilloso como él. Nunca nadamos en la abundancia. Los dos trabajábamos mucho, yo como veterinaria y él como ingeniero agrónomo. Por suerte, pudimos viajar a Italia y yo le mostré el pueblo donde había nacido y donde estaba la casa de mi nonna. La vida fue, en definitiva, generosa conmigo… ¡y todavía pienso que me falta hacer un montón de cosas que tengo pendientes!

BEATRIZ, O EL VALOR DE LA SOLIDARIDAD Si bien este libro no está dirigido a personas que son víctimas de manipulación, es inevitable que nuestra experiencia en el tema nos provea de ejemplos que consideramos insoslayables… Beatriz tiene cuarenta y tres años de edad. Es muy atractiva y representa tener menos años tanto por su aspecto físico, como por la agilidad en sus movimientos. Pertenece a una familia muy prestigiosa y de alto poder económico. Es licenciada en Bioquímica y fue propietaria de un laboratorio de análisis clínicos. Hace tres años decidió venderlo. Vive en un barrio cerrado y colabora, junto con otras mujeres, en un “roperito”, es decir, en la

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recolección y distribución de ropa para la gente de bajos recursos de un barrio lindante. Cuando nos encontramos con Beatriz, nos contó: Me pasó un tsunami por encima, pero aquí estoy, todavía de pie. Para ustedes, que están acostumbradas a escuchar muchos casos de manipulación, el mío les va a parecer una tontería, pero estuve a punto de morirme. Aunque para la mayoría de la gente esto suene como una exageración, yo sé que ustedes me van a entender. Cuando lo conocí a Leonardo yo tenía veintinueve años, había tenido algunas relaciones sin importancia y ya había empezado a pensar con preocupación en que me iba a quedar soltera. Entonces apareció él, muy atractivo y además muy interesante socialmente hablando. Acababa de ser admitido en el club al que yo pertenecía y que era muy exclusivo. Después me enteré de que para conseguir los dos socios que lo presentaran y se responsabilizaran por él, requisito ineludible para ser aceptado por el club, había desarrollado toda una maniobra. Había hecho negocios con ellos, favoreciéndolos notoriamente, logrando que se sintieran comprometidos a la compensación. Cuando lo vi, quedé muy impactada, en realidad era el efecto que él producía en todos los que lo conocían. Creo que hasta el día de hoy pasa lo mismo. Él se acercó a mí demostrando que yo también lo había impresionado. Muchos años más tarde y en una de las ocasiones en que en voz bajita, con aparente dulzura, me hablaba con sarcasmo, me dijo al oído: “Lo que me había impresionado era el apellido… pero no te sientas mal, después también me impresionó la cuenta bancaria”. Pero eso fue mucho tiempo después. Se imaginan lo que sigue, todo el mundo decía que formábamos la pareja ideal. Reconozco que, en esa época, yo también era muy atractiva.

Al preguntarle si en la actualidad no se sentía atractiva, ya que en realidad lo era, nos dijo: ¡No! Bueno, estoy trabajando tiempo completo en redescubrir mis atractivos –ríe–. Como les decía, todo el mundo y yo dentro de ese mundo, creíamos que éramos la pareja ideal. Buena presencia, inteligencia, buen humor y buen pasar económico. ¡Qué más se podía pedir! Leonardo era muy atento conmigo y estaba siempre pendiente de mis deseos y necesidades. Recuerdo ese momento como de inmensa felicidad… ¡Claro!, era parte de sus planes, pero yo no lo sabía y disfrutaba de mi felicidad.

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A menos de dos años de conocernos, nos casamos. Todavía hay gente que se acuerda de nuestro casamiento y de la fiesta interminable que duró más de nueve horas. Con decirles que muchos sostenían, muy poco en serio y mucho en broma, que después de la boda de Lady Di este había sido el evento más importante que habían presenciado. Fueron pasando los años y yo sentía que era la mujer más afortunada del planeta. La única sombra que se proyectaba en mi matrimonio era que me costaba aceptar la condición que Leo me había planteado dos días antes del civil: él no quería tener hijos. Adujo todo un planteo filosófico acerca de que el mundo en que vivíamos no era un lugar adecuado ni propicio para traer más chicos a sufrir. Decía que con tantos chicos sin padres podríamos más adelante adoptar alguno. En ese momento su declaración me sorprendió y angustió, pero tengo que hacerme cargo de que debido a lo poco que faltaba para el casamiento y a la idea altruista de salvar niños abandonados, no pensé más y acepté su condición. Un tiempo después, otra sombra oscureció el horizonte: Leo dejó de hablar con mi único y adorado hermano. Esto se debió a que Leo se había involucrado no solo en el laboratorio, tomando decisiones sin consultarme, sino que había pretendido intervenir en los negocios de mi familia. Otra vez yo actué como una tonta y pretendiendo defenderlo, me enfrenté con mi hermano. Hasta me sentí muy ofendida cuándo me dijo: “Bea, ¿dónde está la mujer inteligente que yo conocí?... ¿No te das cuenta de lo que está haciendo? ¿Cuánto hace que no van los dos a casa de los viejos? Mirate en el espejo, fijate cómo te ves, ¿Qué pasó con tu alegría?”. La verdad era que yo no me daba cuenta, pero Leo, de a poco, había ido diciéndome todo lo que debía hacer y yo me había convertido en una gran obediente. Bastaban pequeñas sugerencias del estilo de: “Te quedaría mejor estar un poco más tostada…” o “Para qué vas a ir al laboratorio si yo me puedo encargar…”, “¿Otra vez vas a ir a almorzar con Susan?, no está a tu altura intelectual…”, etc., y yo empezaba a tomar sol, a dejar de ir al laboratorio o a no almorzar con mis amigas. Eso es responsabilidad mía, el depredador interno, como dicen ustedes. Lo peor era que yo creía que era feliz y mucha gente reforzaba mi idea, porque todo el tiempo manifestaban que formábamos una linda pareja, que nunca discutía. Era cierto que nunca discutíamos. Que yo recuerde, de ese tiempo, la única gran discusión que tuvimos fue cuando un día, en una reunión, alguien desubicado preguntó por qué no teníamos hijos. Leo, con mucha tranquilidad, contestó que yo no podía, pero que a él le sobraba con tenerme a mí. Cuando quedamos a solas, yo estaba indignada por su mentira. Él me abrazó y me dijo: “Beíta, la gente no comprende la grandeza de nuestra decisión. Para qué explicarles, les das lo que ellos esperan y dejan de

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molestar”. Una vez más acepté su punto de vista, pero durante muchos días quedé muy angustiada. Podría darles más ejemplos de lo bien que nos llevábamos –dice irónicamente–, él hablaba y yo obedecía. ¡Qué horror! ¿No? Después empezó la etapa de las enfermedades, meses buscando diagnóstico para mis problemas intestinales. Colon irritable fue el dictamen final. Después apareció la psoriasis y más tarde los problemas respiratorios, a pesar de que yo no había tenido síntomas anteriormente, se me diagnosticó como asmática. En la peor de mis crisis estuve dos días internada en terapia intensiva, al borde de la muerte. Fue entonces cuando decidí vender el laboratorio. Naturalmente, Leo no estaba de acuerdo, me propuso que, en lugar de venderlo, él se haría cargo y yo podría tener tiempo libre. Me dijo que con mi forma de ser una tarea solidaria me ayudaría a no pensar solo en mis problemas –se ríe–. ¡Pobre! Él mismo se cavó la fosa, porque empecé con el “roperito” y a ayudar a ese barrio carenciado con más entusiasmo cada día. El grupo de señoras, a algunas ya las conocía, era muy unido y lo pasábamos muy bien. Como yo me había alejado de mis amigas, ellas pasaron a formar mi nuevo grupo de amistades. Para sintetizar, una de las veces que tuve una crisis asmática, Eliane, una chica un poco más joven que yo y con la que nos llevábamos muy bien, me dijo: “Beatriz, tenés muchos problemas de salud… ¿Por qué no averiguás lo que te pasa?”, y me dio una tarjeta. Para mi sorpresa no era la dirección de un médico, era la de un investigador privado. Mi primera reacción fue de enojo, ella solo me abrazó y me dijo que me quería. La tarjeta estuvo unos días dando vueltas en mi cartera, y finalmente, diciendo que lo hacía por curiosidad, llamé. Y después llegó el tsunami: este buen señor, mi ex, tenía armada una doble vida con otra mujer desde hacía varios años y lo más doloroso para mí… ¡tenía dos hijos! ¡El muy hijo de puta! ¡No saben lo que me sostuvieron las chicas, mi familia, la gente del barrio que ayudábamos! Yo estaba como aturdida, no sabía qué hacer, y todos ellos me sostuvieron y me sacaron adelante. No tengo palabras para agradecerles, especialmente a Eliane. Pensar que en un primer momento la odié. Pero reconozco que fue de gran valentía lo que hizo, ya que mucha gente estaba enterada, pero no se atrevía a abrirme los ojos y yo…, yo estaba ciega.

Entonces, le preguntamos cómo estaba en ese momento. ¿Ahora? Recuperándome… Mucho mejor de salud, tratando de decidir el campo laboral, tengo muchas ganas de formar una ONG para ayudar

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al barrio –se ríe con picardía–, conociendo gente, pero despacio… muy despacio.

Probablemente la víctima de una situación traumática tienda a hacer uso de la negación, mecanismo de defensa que calma transitoriamente la angustia, pero obtura la posibilidad de la restauración. Son muchos los casos en los que las personas del entorno son coprotagonistas del salvataje. Por eso es necesario, a modo de entrenamiento, estar atentos a las manos que se tienden y asirse a ellas. El contexto es muy importante como incentivador y receptor de la palabra. Darle a una persona atravesada por el sufrimiento la posibilidad de ser escuchada y de escucharse es, en sí mismo, reparador, ya que permite la resignificación de los hechos y de los sentimientos asociados a ellos. Como señala Boris Cyrulnik: La desgracia nunca es algo puro, tampoco la felicidad. Pero apenas la convertimos en relato, damos un sentido al sufrimiento y comprendemos, mucho tiempo después, cómo pudimos transformar una desgracia en maravilla. 1- Bruner, J., “Pourquoi nous racontons-nous des histories”, citado por Boris Cyrulnik en Autobiografía de un espantapájaros, Gedisa, Barcelona, 2009. 2- https://www.lanacion.com.ar/cultura/vargas-llosa-reivindico-el-derecho-a-la-criticanid1367584.

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PRINCIPALES IDEAS DEL CAPÍTULO 4

EL CONTEXTO • Haber nacido en un contexto facilitador es una importante ventaja para el desarrollo apropiado. • Sin embargo, haber crecido en un medio disfuncional no es determinante de un futuro desventurado. • Hay personas que habiendo crecido en ambientes adversos han utilizado esas vivencias como herramientas de superación. • A veces, un contexto complicado puede ser un campo de entrenamiento calificado. • El individuo no es un destinatario pasivo de los estímulos que recibe, no permanece inalterable frente a lo que le sucede. • En la conjunción de las posibilidades que da el medio, las capacidades del individuo y la intención de cambio está la clave. • Tanto en el plano social como en el individual, es innegable el rol del tejido social. • Su influencia actuará sobre las posibilidades de desarrollar una actitud restauradora o, a la inversa, una actitud de entrega y muerte psíquica.

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CAPÍTULO 5

RESILIENCIA Y AUTORRESTAURACIÓN ¿QUÉ ES UN RESTAURADOR? Un restaurador es una persona que devuelve la originalidad, la estética y el atractivo a un elemento. Despliega un proceso artesanal y minucioso de reparación de la pieza preciada y apreciada sobre la que trabaja. Imaginemos por un momento que poseemos un objeto, un mueble, por ejemplo, al que valoramos mucho y que ocupa un lugar preferencial en nuestra casa. Imaginemos, también, que una inundación devasta nuestra casa incluido ese objeto preciado. Al rescatarlo, vemos que está seriamente deteriorado. Se abren frente a nosotros dos alternativas: descartarlo, perdiendo junto con él la parte afectiva que nos ligaba a ese objeto, o iniciar el camino de la restauración y conservación afectiva. Si nos decidiéramos por la segunda opción, deberíamos planificar cómo desarrollaríamos el proceso de recuperación. Luego, sería indispensable revisar las herramientas que tenemos para llevarlo a cabo, y conseguir las que no poseemos, pero que son necesarias. Afrontar el desafío de volver a recuperar el objeto preciado en todo su esplendor lleva tiempo, esfuerzo y paciencia. Imaginemos ahora que tanto el objeto preciado como el restaurador somos nosotros mismos. Hablamos entonces de autorrestauración. Se trata de convertirnos en inspiradores y organizadores de nuestra capacidad de resiliencia. ¡Qué desafío! ¿Verdad? Hablemos entonces de autorrestauración.

¿CÓMO LOGRAR LA AUTORRESTAURACIÓN? No es posible dar “recetas universales” que permitan, tal como en un curso de restauración, recuperar esa pieza única que constituye una persona. Sabemos que, en general, se utilizan, según el temperamento y las diferencias culturales, una gran variedad de estrategias. Es fácil deducir que la que le funciona a una persona puede no funcionarle a otra.

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CARACTERÍSTICAS DE LOS AUTORRESTAURADORES Pensando en el común denominador que relaciona a las personas que logran “juntar los pedazos” y autorrestaurarse, observamos que poseen recursos tales como: 1. Capacidad de afrontamiento Han mostrado en otros momentos de su historia que ante un conflicto o peligro tienen una respuesta de afrontamiento y no de huida. 2. Metas prefijadas Tienen la mirada proyectada hacia adelante, lo que les permite ver más allá de la situación actual y encaminarse hacia las metas prefijadas.

3. Visión de la situación traumática como desafío Pueden interpretar la situación traumática como un reto, un desafío semejante al de un evento competitivo y no como una situación aniquiladora.

4. Disposición al aprendizaje permanente Obtienen un beneficio de cada situación adversa, ya que otorgan a los resultados negativos un rótulo de aprendizaje. Pueden valerse de esa experiencia en futuras situaciones.

5. No autoflagelación ante el fracaso No se sienten culpables cuando fracasan, porque saben que hicieron el mayor esfuerzo para intentar lograr el éxito. Esto les permite no quedarse pensando en “que hubiese pasado si…”.

6. Aprovechamiento de lo aprendido Siempre y cuando les sea posible, aprovechan su experiencia para predecir y prevenir futuras crisis y no cometer los mismos errores del pasado.

7. Empatía Esto les permite, en cuanto a las relaciones interpersonales, un manejo adecuado de la empatía, actitud que opera tanto en beneficio del medio, como de sí mismos.

8. Referentes Suelen encontrar referentes en quienes depositar su admiración. Estos solo son tomados como provocadores de estímulos y no como modelos a ser

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copiados.

9. Decisiones propias Son personas con identidad propia y positivamente desarrolladas. Es decir, que pueden tomar decisiones basadas en su propia evaluación de los hechos.

10. Creatividad Poseen una apropiada creatividad, lo que les posibilita ajustar su imaginación sin permitir que esta se expanda hacia la alarma permanente.

11. Capacidad lúdica Tienen capacidad de juego y se permiten el uso del sentido del humor positivo como “vacuna” preventiva contra la desmoralización.

12. Convicción Logran la convicción de que, por adversa que sea una situación, no es de por sí aniquiladora. Suelen descubrir “lo bueno de lo malo”.

13. Confianza No perciben las crisis como problemas insuperables. Poseen la capacidad de abordar las situaciones conflictivas con un sentimiento de confianza. Esto les permite no darse por vencidos de antemano ni autosabotearse.

14. Confianza en sí mismos No desatienden sus necesidades ni sus sentimientos, aun los negativos, pero la confianza en sí mismos les permite reconocer sus fortalezas. “Saben que tienen con qué”.

15. Solidaridad Han descubierto el poder de la solidaridad. Saben intuitivamente que ayudar a otras personas les ayuda en su propia autovaloración.

16. Ausencia de victimización No se victimizan. Ni de manera manifiesta, ni disimuladamente. Saben que victimizarse es un error que, a la larga, solo aporta el desinterés de los otros.

17. Rechazo del litigio No suelen colocarse en situación de litigio por el desgaste emocional que eso les significa. Saben reconocer y eligen el mal menor.

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18. Actitud proactiva Consideramos la proactividad como una actitud en la que una persona toma la iniciativa de asumir el control absoluto de su conducta anticipándose a los hechos. En un mundo en el que los cambios son vertiginosos y constantes, poder preverlos es una enorme ventaja. Ser proactivo es estar atento a esos cambios para poder detectar oportunidades, incluso promoviéndolas u originándolas.

19. Identificación de los sostenes internos y externos Son personas que registran sus áreas más fuertes y las utilizan como autosostén, identificando también los sostenes que el medio puede proporcionar. En síntesis, logran reconocer y utilizar los beneficios de los sostenes internos y externos.

Ahora bien, a partir de las características de estas personas, ¡qué interesante sería entrenarse en algunas de ellas!... De esta forma, cuando la situación crítica se presente, lejos de paralizarnos podremos atravesar con confianza el proceso de superación de las crisis.

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PRINCIPALES IDEAS DEL CAPÍTULO 5

RESILIENCIA Y AUTORRESTAURACIÓN Resiliencia y autorrestauración son dos caras de la misma moneda. Características de los autorrestauradores • Tienen actitud de afrontamiento. • Se encaminan hacia las metas prefijadas. • Ven la situación traumática como un desafío. • Otorgan a los resultados negativos un rótulo de aprendizaje. • No se sienten culpables cuando fracasan. • Aprovechan lo aprendido. • Son empáticos. • Toman a sus referentes como provocadores de estímulos y no como modelos a ser copiados. • Tienen identidad propia y positivamente desarrollada. • Poseen una apropiada creatividad. • Tienen capacidad de juego. • Usan el sentido del humor contra la desmoralización. • Suelen descubrir “lo bueno de lo malo”. • No perciben las crisis como problemas insuperables. • Confían en sí mismos. • Son solidarios. • No se victimizan. • Prefieren no litigar. • Son proactivos. • Saben identificar los sostenes internos y externos.

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CAPÍTULO 6

EL ENTRENAMIENTO Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él. JEAN PAUL SARTRE

¿Entrenamos? Empecemos por comprender que la lucha no es fácil y que puede resultar por momentos desalentadora. Entenderlo es de vital importancia. Decimos esto porque para alcanzar el objetivo fijado hay que ser consecuentes y perseverantes. Muchos abandonan la carrera a pocos metros de la llegada. Muchas veces, instando a nuestros lectores a que fortalezcan su autoestima, nos sentimos como quienes recetan a una persona una dieta hiperproteica sabiendo que no tiene los medios para proveérsela. ¿Pero es tan así? Creemos que no. Quizás la característica más relevante de las personas autorrestauradoras es que recuperan el entusiasmo después de las decepciones e insisten en el esfuerzo por alcanzar la meta. Cada persona encontrará el procedimiento adecuado para fortalecerse, pero acercamos algunas ideas que pueden resultar útiles.

LA ADVERSIDAD COMO MOTOR: “¿QUÉ HUBIERA SIDO SI…?” Muchas personas exitosas agradecen a los contratiempos pasados, ya que gracias a las experiencias negativas vividas debieron recurrir a soluciones que, de otra manera, jamás hubieran abordado. Utilizaremos como ejemplo un cuento extractado del libro Recuentos para Demián de Jorge Bucay. El portero del prostíbulo No había en aquel pueblo un oficio peor conceptuado y peor pago que el de portero del prostíbulo… Pero ¿qué otra cosa podría hacer aquel hombre?

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De hecho, nunca había aprendido a leer ni a escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque su padre había sido portero de ese prostíbulo y también antes, el padre de su padre. Durante décadas, el prostíbulo se pasaba de padres a hijos y la portería se pasaba de padres a hijos. Un día, el viejo propietario murió y se hizo cargo del prostíbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidió modernizar el negocio. Modificó las habitaciones y después citó al personal para darle nuevas instrucciones. Al portero, le dijo: –A partir de hoy, usted, además de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Allí anotará la cantidad de parejas que entran día por día. A una de cada cinco, le preguntará cómo fueron atendidas y qué corregirían del lugar. Y una vez por semana, me presentará esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes. El hombre tembló, nunca le había faltado disposición al trabajo, pero... –Me encantaría satisfacerlo, señor –balbuceó–, pero yo... yo no sé leer ni escribir. –¡Ah! ¡Cuánto lo siento! Como usted comprenderá, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto... –Pero, señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida, también mi padre y mi abuelo... No lo dejó terminar. –Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Lógicamente le vamos a dar una indemnización, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Así que, lo siento. Que tenga suerte. –Y sin más, se dio vuelta y se fue. El hombre sintió que el mundo se derrumbaba. Nunca había pensado que podría llegar a encontrarse en esa situación. Llegó a su casa, por primera vez desocupado. ¿Qué hacer? Recordó que a veces en el prostíbulo, cuando se rompía una cama o se arruinaba una pata de un ropero, él, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que esta podría ser una ocupación transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo. Buscó por toda la casa las herramientas que necesitaba, pero solo tenía unos clavos oxidados y una tenaza mellada. Debía comprar una caja de herramientas completa. Para eso usaría una parte del dinero recibido. En la esquina de su casa se enteró de que en su pueblo no había una ferretería, y que debía viajar dos días en mula para ir al pueblo más cercano a realizar la compra. “¿Qué más da?”, pensó, y emprendió la marcha.

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A su regreso, traía una hermosa y completa caja de herramientas. No había terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino. –Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme. –Mire, sí, lo acabo de comprar, pero lo necesito para trabajar... como me quedé sin empleo... –Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano. –Está bien. A la mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó a la puerta. –Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende? –No, yo lo necesito para trabajar y, además, la ferretería está a dos días de mula. –Hagamos un trato –dijo el vecino–. Yo le pagaré a usted los dos días de ida y los dos de vuelta, más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece? Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro días... Aceptó. Volvió a montar su mula. Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa. –Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo? –Sí... –Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatros días de viaje, y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro días para nuestras compras. El ex portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue. “... No todos disponemos de cuatro días para compras”, recordaba. Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara a traer herramientas. En el siguiente viaje decidió que arriesgaría un poco del dinero de la indemnización, trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo de viajes. La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje. Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Pronto entendió que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podría ahorrar más viajes y ganar más dinero. Alquiló un galpón. Luego le hizo una entrada más cómoda y algunas semanas después, con una vidriera, el galpón se transformó en la primera ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, de la ferretería del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. Él era un buen

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cliente. Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños más lejanos preferían comprar en su ferretería y ganar dos días de marcha. Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricar para él las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no? Las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos... Para no hacer muy largo el cuento, sucedió que en diez años aquel hombre se transformó con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas. El empresario más poderoso de la región. Tan poderoso era que un año, para la fecha de comienzo de las clases, decidió donar a su pueblo una escuela. Allí se enseñaría además de lectoescritura, las artes y los oficios más prácticos de la época. El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguración de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazó y le dijo: –Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de la nueva escuela. –El honor sería para mí –dijo el hombre–. Creo que nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer ni escribir. Soy analfabeto. –¿Usted? –dijo el intendente, que no alcanzaba a creerle–. ¿Usted no sabe leer ni escribir? ¿Usted construyó un imperio industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto qué hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir… –Yo se lo puedo contestar –respondió el hombre con calma–. Si yo hubiera sabido leer y escribir... ¡sería portero del prostíbulo!

PRESTAR ATENCIÓN AL PROPIO PATRÓN DE PENSAMIENTO Prácticamente somos lo que pensamos. Nuestros pensamientos ejercen el control de nuestra vida, de nuestros sentimientos y de nuestras acciones. La reacción que tenemos frente a un acontecimiento está determinada, muchas veces, por patrones de pensamiento que actúan en forma automática, sin que nos tomemos el tiempo para reflexionar si son incuestionables. Por ejemplo: “No, yo no puedo hacer eso”. Tenga la seguridad de que si usted decide que no puede, ni lo intentará. La noticia alentadora es que podemos hacer algo para cambiar patrones. No es simplemente tratar de contrarrestarlos con pensamientos positivos voluntaristas del tipo “Sí, puedo”. Este recurso puede dar resultado alguna

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vez. Pero de lo que se trata es de observar con qué frecuencia respondemos a las situaciones con “el piloto automático”. Cuando identifiquemos las respuestas irreflexivas, podremos tomar el tiempo necesario para recapacitar si la respuesta actitudinal a la que recurrimos es la más conveniente. ¿Qué tipos de pensamientos predominan en nuestro imaginario? ¿Los positivos o los negativos?

RECONOCER EL PODER DEL PENSAMIENTO POSITIVO No debemos tomar a la ligera ni subestimar el efecto que ejerce el pensamiento positivo sobre la manera en que operamos en la propia realidad. Nuestros pensamientos son los que diseñan la hoja de ruta de nuestras acciones. Es habitual que, ante determinadas situaciones críticas, aparezcan pensamientos de alarma, de inquietud y de desasosiego. Si bien es esperable que esos pensamientos nos atraviesen, debemos prestar especial atención en no teñirlos con ideas catastróficas. Tampoco se trata de minimizar las consecuencias o de restarles importancia a los hechos con una mirada naíf. Es necesario evaluarlos racional y objetivamente para poder actuar asertivamente en su afrontamiento. Los pensamientos positivos a los que nos referimos no son producto de la ingenuidad, ni de la inexperiencia, ni de la simplicidad o de la fantasía. Se trata de proyectarse hacia un enfoque optimista del futuro, sin perder de vista el principio de realidad. Si atravesamos una situación crítica, de nada sirve negarla; lo asertivo es reaccionar adecuadamente y afrontarla. Hablamos de pensamiento positivo, NO de pensamiento mágico.

RENACER DE LAS CENIZAS… Ángeles, encantadora mujer de cuarenta y tres años, pensaba que su vida seguiría tal como lo venía planeando con su marido. Tenían dos hermosas hijas de dieciséis y catorce años. Se sentía satisfecha ya que, después de muchos años de esfuerzo apuntalando a su marido, portador de un récord en comenzar carreras y dejarlas inconclusas, finalmente se había recibido. Durante mucho tiempo, Ángeles había sido la principal proveedora del hogar y si bien en ningún momento había pensado en dejar de trabajar, ni la

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economía familiar se lo hubiera permitido, pensó que llegarían tiempos de vivir más relajadamente. Así nos contó su historia: Hicimos un viaje para celebrar su título. Una semana en Uruguay con las chicas y un matrimonio amigo. Mi marido no hacía más que repetir lo importante que yo había sido en su logro y, naturalmente, lo importante que era yo en su vida. Yo estaba viviendo un momento de felicidad, de esos en los que uno piensa que quisiera que duraran toda la vida, ¿vieron? ¡Qué ironía! Durar…, a los dos meses exactos de ese viaje que les estoy contando, me dijo esa frase tan común… ¡Sí! Ni siquiera fue original. Me dijo: “Te quiero, pero ya no te amo”. Frase que fácilmente se traduce en: “Ya hay otra mujer en mi vida”. ¡No lo podía creer! No podía estar pasándome eso a mí. Yo lo amaba muchísimo y había pensado en terminar mi vida a su lado, tal como lo habíamos hablado muchas veces. Lo demás no es novedad, yo quise luchar para salvar la pareja, pero él ya estaba decidido a salvar su otra pareja, la nueva. Y así, casi de un día para el otro me vi rodeada de restos de un pasado que no quería o no podía soltar. En una de esas tantas noches en las que ni el sueño venía a acompañarme, me dije que solo podía hacer dos cosas. Una, era seguir teniéndome lástima y la otra, apretar los dientes y salir a la vida. Y elegí seguir viviendo, seguir luchando para estar mejor, pero lo más importante fue que no elegí estar mejor solo por mis hijas. Elegí que YO me merecía estar bien. Cuando no me sentía con fuerzas decía: “A ver, Ángeles, ¿por qué te vas a ver tan mal si sos una linda mujer?”, y me iba a la peluquería. “A ver, Ángeles, vos nunca tuviste miedo de ir sola a ningún lado”, y me iba a las reuniones a las que me invitaban mis amigos que vivían lejos. Y un día me dije: “¿Qué fue de las ganas de terminar aquella carrera que dejaste inconclusa?”. Y bueno, me recibí de traductora de francés. Ahora que pasó el tiempo, me doy cuenta de que estoy bien, muy bien y que el mayor mérito fue que nunca me entregué a esos pensamientos que me abrumaban en esos momentos. Siempre hay que pensar que se puede y buscar situaciones, personas y conductas que sean optimistas. Mis amigas se ríen y me dicen… “¡Ya sé, hay que ir a la peluquería!”. Y yo les contesto: “¿Y por qué no?”.

PRESTAR ATENCIÓN A LAS CONSECUENCIAS DEL PENSAMIENTO NEGATIVO

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Cuando una persona tiene una mirada negativa frente a la vida, hace una suerte de entrenamiento dirigido a instalar el sentimiento de desamparo y orfandad. Algunos llegan, incluso, a padecer un estado de alerta permanente frente a lo que perciben como un “complot conspirativo” del mundo externo hacia ellos. Sin embargo, al ser un sentimiento aprendido, se puede trabajar en desaprenderlo y modificarlo.

“YO SABÍA QUE IBA A PASAR…” Susana es una hermosa mujer de aproximadamente treinta y cinco años. Trabajaba de forma independiente y sin dificultades económicas. Estaba separada desde hacía casi dos años, pero no mostraba el sentimiento de frustración habitual en estos casos. Manifestaba una aparente conformidad o aceptación de la circunstancia. En su actitud se evidenciaba cierta complacencia, quizás porque el desenlace no la tomó por sorpresa. Podríamos decir que había trabajado para ello, y así nos lo relató: Yo sabía que tarde o temprano esto iba a pasar. Por eso no me quería casar,… ¡pero él insistió tanto! No es que no nos quisiéramos, pero éramos muy distintos. A él le encantaba navegar y yo lo acompañaba un poco, pero un día se le ocurrió que fuéramos con el velero a El Pajarito, eran varios barcos que irían. Toda gente grande, parejas que compartían la navegación…, ¡parece mentira, gente grande con esas ideas de aventura! Bueno, esa vez no fuimos, pero cuando propusieron otro viaje y yo me negué a ir, él fue con un amigo… Yo me quedé sola, no se le movió un pelo cuando tomó la decisión. Y así un montón de cosas, a mí siempre me gustó lo conocido… ¿Qué necesidad hay de andar por ahí probando todo el tiempo? Tengo que reconocer que él aceptaba todos mis pedidos y siempre estaba dispuesto si yo proponía algo, pero en casa se instaló la tristeza, él me pedía que fuéramos a terapia juntos, que lucháramos, pero yo ya sabía cómo iba a terminar todo eso. Siempre me quedo sola… ¡Será mi destino! Marisa, mi prima, dice que siempre contesto a cualquier propuesta con un no sin pensar ni analizar si quiero o no quiero llevarla a cabo. Dice que hago todo lo posible para quedarme sola, que respondo siempre pensando en que lo que me propongan va a salir mal, que me hice un casete de que todo me va a salir mal. Ella es psiquiatra y me recomendó a una amiga psicóloga. Yo voy a ir, pero…

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¡Susana: no hay peor verdugo para matar las ilusiones que la propia victimización!

CUESTIONAR MANDATOS Y VIEJAS CREENCIAS Muchas veces oímos hablar de los mandatos familiares o sociales que rigen nuestro comportamiento. Estos son impartidos por personas o instituciones de autoridad y a las que no cuestionamos. Por esa razón son aplicados en forma cuasi automática. Las creencias son, en general, ideas que generamos acerca de alguna cuestión o circunstancia y a las que les damos el carácter de verdaderas. Encarnan la certeza que una persona tiene sobre un hecho determinado. Esa falsa certeza es una valoración subjetiva que impide el cuestionamiento. Muchas veces pensamos y actuamos de acuerdo con creencias familiares o creencias adquiridas a lo largo de la vida y que nunca fueron analizadas ni sometidas a una crítica racional. Podemos quedar atrapados en sentimientos inadecuados por el solo hecho de interpretar erróneamente y llevar esa interpretación personal al rango de certeza. Mandatos y creencias funcionan obturando la creatividad, anulando la autonomía e impidiendo la reflexión que permite ver la vida con otra mirada.

“¡… PERO NUNCA EL CHOCOLATE!” Como muestra de la construcción de una creencia dolorosa a partir de una errónea interpretación subjetiva, mencionaremos el caso que oportunamente nos contó una mujer que asistía a nuestros grupos de reflexión “Por el Placer de Pensar”: Yo tomo clases de teatro y un día que estábamos haciendo un ejercicio muy interesante en el que evocábamos nuestra infancia, recordaba con dolor que a mí nunca se me había festejado el cumpleaños como a mi hermana o a mis primas. En esos tiempos la costumbre era invitar a las amiguitas y compartir un riquísimo chocolate con la torta. A mí me encantaban esos momentos y esperaba ansiosa el día de mi cumpleaños en el que llegaba la torta… ¡pero nunca el chocolate! Yo detestaba los jugos que mamá traía para la ocasión, pero vivía la omisión del chocolate como un acto de desamor: “A mí no me querían como eran queridas las otras chicas, mi hermana incluida”. Bueno, en esa clase de teatro y al revivir esa escena, teniendo como telón de

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fondo la voz de la profesora que nos guiaba, me cayó la ficha… Me di cuenta de que yo cumplía años en el mes más tórrido del verano. ¡Hubiera sido una locura tomar chocolate caliente! Parecerá una tontería, pero yo había pasado cuarenta y pico de años de mi vida en la creencia de que no me querían igual, ¡que loco!, ¿no?

En síntesis, tanto los mandatos como las creencias son moldes fijos de pensamiento que limitan, condicionan o impiden el libre albedrío y, por lo tanto, producen un bloqueo a la acción asertiva.

TRABAJAR EN EL DESARROLLO DE LA PROPIA PACIENCIA La paciencia se ha convertido en algo despreciable, los jóvenes sienten que están a un clic de cualquier cosa. La tecnología nos ha conducido a un estado de inmediatez y de intolerancia respecto del tiempo necesario para obtener una respuesta. Hoy en día, es muy frecuente escuchar, quizás escucharnos, apurar a la computadora que se tomó dos segundos más de tiempo que el habitual: “¡Que lenta está!”. Si observáramos el trabajo de un restaurador de muebles, veríamos que necesariamente deberá esperar entre una lijada y otra o entre una mano de pintura y la siguiente. Cualquier apuro que llevara a la pretensión de acelerar el proceso, perjudicaría el resultado. Así ocurre en la vida: no podemos ni debemos esperar taxativamente resultados inmediatos. Muchos buenos proyectos fueron abandonados por carecer de la paciencia necesaria para esperar el desarrollo del proceso. Por más que sacudamos el árbol, la pera no caerá si no está madura. Pero, para nosotras, paciencia no es sinónimo de espera inactiva. Se puede desarrollar la paciencia en el movimiento.

AL RESCATE DE UN SUEÑO Tomaremos el caso de Roxana para ejemplificar la importancia del desarrollo de la paciencia. Quizá sea oportuno recordar que una crisis produce un profundo desajuste emocional. Dicha crisis no es necesariamente producto de un hecho o una pérdida ocurridos en el plano de lo concreto o material. La muerte de un sueño puede producir el mismo efecto.

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Roxana, una joven de veinticuatro años de edad, tenía desde muy pequeña la ilusión de ser bailarina. Pero dos dificultades se presentaban como severos obstáculos para que llevara a cabo su sueño. Tenía por herencia familiar una ligera tendencia a engordar y una escoliosis que si bien no era muy marcada, la privaba del porte indispensable para la danza clásica. En un casting para entrar a una prestigiosa academia, tuvo la oportunidad de conocer a un renombrado maestro, quien le dijo que era mejor que se dedicara a otro tipo de danza. Sin ningún miramiento y tal vez desde la buena intención le señaló: “No importa si la posición de tus pies está perfecta…, mirá la diferencia de altura de tus hombros. Te lo digo por tu bien, podrás bailar otra cosa, pero olvidate de bailar clásico”. Roxana salió de aquella audición llevando en su mochila toda la frustración que el naufragio de su vocación le provocaba. Solo tenía en ese entonces dieciséis años. Nos cuenta: Lloré como nunca había llorado. Yo en ese momento vivía en Temperley y el viaje en tren lo hice de punta a punta moqueando. La gente me miraba, pero a mí no me importaba nada, ¡qué me iba a importar con lo que me había pasado!, para mí era como si la vida ya no tuviera sentido. Llegué a mi casa y mi mamá se asustó, pensó que me había pasado algo… bueno, me había pasado, y mucho. Había salido de mi casa con una ilusión y volvía con la sensación de que no servía para nada. Y así me sentí por varios días. Mi viejo, que siempre fue callado pero muy sabio, dejó pasar un tiempo y un miércoles –se ríe–, me acuerdo porque él esos días volvía más temprano del trabajo para ir al club a jugar a las cartas, mientras tomaba un mate y así, sin relación con nada dijo: “Los maestros también se equivocan, sobre todo si no conocen a la gente”. Después se quedó callado hasta que se fue. Bueno, a mí me siguió dando vueltas lo que mi papá había dicho y fui a ver a mi maestra de danzas, que era la que me había incentivado a probar con otros profesores. (…) Ella me dijo que no era que no quisiera seguir enseñándome, pero que creía que ya no podía darme más. ¡Mi querida señorita Norma! Claro que podía darme y mucho. Cuando le pregunté qué podía hacer, se quedó un rato callada y me dijo que iríamos a ver a un médico que ella conocía. El doctor Sampietro escuchó todo lo que le conté y las acotaciones sobre mis condiciones que Norma agregaba. Después me preguntó: “¿Vos tenés paciencia?”. Yo no podía creer que me preguntara eso, ese doctor no sabía que para ser bailarina había que tener paciencia.

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Yo le dije: “¡Claro que tengo paciencia! Si no, no hubiera aprendido a bailar”. “No –me dijo–, eso es constancia o perseverancia. Yo hablo de otra cosa, hablo de tener paciencia. Constancia también vas a necesitar, pero vas a tener que aprender a tener paciencia y yo sé que a los jóvenes eso les cuesta, pero, como dice un refrán… Al que quiera celeste ¡que le cueste!”. Y tuvo razón el doctor. Yo hacía rigurosamente lo que él me había mandado: bajar tres o cuatro kilos de peso, ¡chau, helados y chocolates… mi debilidad! Y todos los días, cansada o no, iba a nadar una hora a la mañana y una hora a la tarde. Pero no nadaba como lo hace todo el mundo o como antes lo hacía yo. Tenía que nadar con un solo brazo, el que correspondía para ir elongando y acomodando la columna. ¿Por qué digo que tuvo razón el doctor? Porque es muy difícil hacer todo ese sacrificio y no ver los resultados. Bueno, exagero, veía resultados en el peso, estaba delgada y ágil. En las clases de danza, que seguía tomando religiosamente, estaba mucho más liviana y ligera. Eso se podía apreciar a simple vista, pero si la columna se modificaba o no, no se notaba. Les aseguro que tuve que inventarme la paciencia. Cuando lo iba a ver al doctor, él me repetía: “Tenés que tener paciencia, Roxana, ya te lo dije, paciencia y constancia, ¿no es lo mismo que lo que te pasa con las clases de danza?”. No, no era lo mismo. Cuando aprendía un paso o una coreografía nueva y no me salía, yo insistía y ensayaba una y otra vez, pero iba viendo cómo perfeccionaba, cómo salía mejor. Acá no, era siempre igual. Yo me miraba en el espejo y de tanto mirarme por momentos veía que estaba mejor y al minuto siguiente me parecía que estaba peor. Muchas veces pensé en dejar, en aceptar que la danza no era para mí, pero no sé por qué seguía. Bueno, sí sé por qué seguía. Yo quería ser bailarina, no solo bailar en las fiestas familiares, ¡me moría por ser bailarina! Cuando me bajoneaba y pensaba en mandar todo al diablo, a veces me duraba un día o dos, me enojaba con el médico y con la vida. Pero después me decía: “Un poco más de paciencia, tené un poco más de paciencia hasta…”, y me ponía fechas a mediano plazo, y a veces las corría un tiempito antes de que se cumplieran, así me daba más tiempo. No las voy a sorprender con el resultado, ustedes ya saben que pude hacer la academia y ahora estoy bailando en este espectáculo. Pero me gustaría poder transmitirles lo que sentí cuando en los estudios que me hicieron se vio cómo se había enderezado mi columna. Me gusta contarles esto, porque sé que puede haber muchas chicas que, como yo, necesiten ponerle garra a un sueño.

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Cuando me preguntan cómo lo logré, siempre digo que con mucho esfuerzo y paciencia. Cuando aprendiste a tener paciencia, encontraste un aliado para el éxito en todos los ámbitos de tu vida.

Roxana hoy es reconocida en el ambiente de la danza y piensa que en el futuro se dedicará también a la enseñanza.

CULTIVAR LA AUTODISCIPLINA Otro término que en la actualidad tiene mala prensa es la palabra disciplina. Pero si buscamos su significado veremos que “norma”, “pauta”, “método” forman parte del bagaje de herramientas que necesitamos para alcanzar el éxito en nuestra planificación. Recurriendo una vez más a la metáfora marítima, imaginemos una plácida tarde en un velero departiendo relajadamente entre amigos. Es un cuadro realmente envidiable. Pero qué ocurriría si, imprevistamente, se desatara una tempestad. La única posibilidad de remontarla sería aplicando el principio de disciplina. Nadie haría lo que le viniera a la mente, sino que obedecería las instrucciones dadas por el capitán. La frase: “Donde manda capitán, no manda marinero” no solo explica una cuestión de verticalidad, sino de necesidad de contar con alguien que organice para evitar el caos. No hace falta que sea una figura externa la que evite la pérdida del rumbo. Se puede seguir en él, afirmándose en la autodisciplina. ¿Por qué decimos esto? Porque autodisciplina significa incorporar las experiencias que faciliten la organización del universo personal. De esta forma, se favorece la transmutación del caos en el cosmos propio. Pero esto no implica el sostenimiento de pensamientos o conductas rígidas o insensibles para lograrlo. En esta época, en que transitamos una sociedad consumista, toda mención al esfuerzo o disciplina es vivida como una desdicha o una invitación al infortunio. Se vive en la ilusión de que la prosperidad y el confort pueden lograrse sin trabajo alguno. Esta incapacidad para esforzarse en pos de un logro se precipita en una profunda sensación de impotencia e intolerancia a la frustración. Quizás esta sea la causa por la que muchas personas tiendan a tomar atajos para conseguir el placer: las drogas, el alcohol, el sexo compulsivo, las tecnoadicciones, etc. Es fácil imaginar, entonces, que sugerencias tales como desplegar la paciencia o la autodisciplina tiendan a ser rechazadas. Pero es probable que quien no consiga autodisciplinarse, aumente la probabilidad de fracasar en lo que se propone. La disciplina es una condición que, a pesar del rechazo que

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genera o las molestias que ocasione, llevará a actuar ordenadamente hasta obtener el logro deseado.

“¡VOY A BAILAR EL VALS!” En este caso tomaremos un ejemplo que no por frecuente es menos doloroso. Lo transcribimos tal como fue relatado por quien llamaremos Rubén. Lo mío es familiar, chicas…, es la herencia que me dejó mi viejo, bueno, por lo menos a mí me dio solo por la comida. (…) Él comía, chupaba, fumaba, todo con un desborde increíble. Siempre decía: “Mientras el cuerpo aguante…”, y tenía razón, le duró hasta que el cuerpo aguantó. Se fue pronto, demasiado pronto…, solo tenía treinta y seis años. Ahí el bobo le dijo: “¡No va más!”. (…) Cuatro añitos tenía yo. Yo me pasé la infancia escuchando: “¡Pará de comer…, sos como tu padre…, él se murió por no parar a tiempo!”... y ¡qué sé yo cuántas cosas más! (…) Mientras tanto, yo escuchaba y comía... comía como para morirme como mi papá. Y mientras tanto lo odiaba, porque me parecía a él, porque se había muerto y me había dejado tan chico. Queda feo decirlo, pero lo odiaba. (…) ¿Dietas? ¡Las que se les ocurran! –menciona a varios profesionales renombrados–. Nadie pudo conmigo. Bajaba y al poco tiempo volvía a subir más kilos todavía. (…) En una de las veces que había bajado setenta kilos tuve un romance con una compañera de grupo y ella quedó embarazada. Vivimos juntos un tiempo, unos meses, después de que nació Micaela, decidimos separarnos. Los gordos somos difíciles. Tenemos muchos cambios de ánimo. Pero ahora nos llevamos bien…, por la nena, y porque los dos somos buenas personas. (…) Ciento ocho kilos bajé… ¿Cómo? Yo digo que es por la dieta Micaela –se ríe–. En serio, yo no sé qué me pasó, pero cuando vi a la nena, cuando la levanté por primera vez en brazos, ¡no sé qué me pasó! Me acordé de mi viejo y me juré que yo no la iba a abandonar. (…) ¡Uy, Dios…, lo que me costó! Por primera vez en mi vida pude sostener todo lo que me habían enseñado en los grupos de gordos. A ser ordenado, a tener autodisciplina. Porque si no sos vos mismo el que te ponés los límites y no los pasás, de nada sirve que te los pongan los otros… Los gordos somos expertos en transgredir. Vos mismo tenés que respetar tus propias reglas. Y yo tenía fotos de Mica en todos lados, en la heladera, en el coche, en el dormitorio. Era mi fórmula contra la indisciplina. En esa época cumplir con los horarios del gimnasio, de ir primero a caminar y después, cuando adelgacé, a correr, era un castigo. Hoy los

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espero, son una necesidad. (…) Yo soy gordo y no puedo aflojar, esto es una enfermedad, no debo creer que lo conseguí y ya está. Por eso sigo con todas las rutinas disciplinadamente… ¡qué palabrita! Pero valió la pena. Micaela cumple quince años en el mes de abril,… ¡y yo voy a bailar el vals con ella!

Solo la autodisciplina nos permitirá sostener un lugar de tenacidad cuando nos hallemos en medio de una circunstancia difícil.

EVITAR REPETIR LA MISMA FORMA DE RESOLUCIÓN Es común observar que muchas personas insisten en utilizar las mismas conductas frente a las distintas dificultades. Siguen un patrón acorde con un estilo que, seguramente, en muchas ocasiones ya resultó desacertado. En otras oportunidades, se usan conductas aparentemente diferentes, pero que siguen el mismo patrón de resolución. El agravante de este proceder es que, como se efectúan intentos en apariencia distintos, la persona bajará los brazos creyendo que ya lo ha intentado todo. Es cambiar mucho para que no cambie nada. Cuando no se reflexiona y no se hace una autocrítica acerca de las experiencias pasadas, se repite el circuito ineficaz. ¿Cómo se puede cambiar efectivamente el modo de resolución erróneo? Tal como dijimos, reflexionando acerca de los intentos de solución empleados hasta ese momento y buscando, en los resultados de estos, el común denominador. Este, generalmente, será el uso de un trazado de conducta considerado por quien lo emplea como coherente y sensato. Probablemente lo que se hizo haya sido sincero y correcto, pero evidentemente inservible. Al partir de la idea de que lo que se hizo para resolver la dificultad fue lo adecuado, y al no obtener los resultados deseados, se piensa que el fracaso se debió al hecho de no haber empleado la suficiente intensidad para hacerlo. Es el momento en que se aplica más energía en los mismos métodos consiguiendo solo “más de lo mismo”. No es saludable resignarse al resultado de esos patrones de solución. Por mucho que se deba trabajar para vencer la resistencia que nos opongan, podemos estar persuadidos de que no son invencibles. Es quizás tiempo de intentar afrontar la realidad viéndola desde otra perspectiva. Es el momento de pensar: ¿por qué insistir en entrar por la puerta que está cerrada, si la ventana está abierta?

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La necesidad de un cambio en el afrontamiento se impone solo con pensar que si se repite una y otra vez la misma conducta, no es lógico esperar un resultado diferente.

“EL NENE NO ME COME…” Este libro comienza hablando de la posibilidad de atravesar crisis o catástrofes logrando la autorrestauración. Cuando ilustramos nuestros conceptos con ejemplos, encontramos que muchos de estos pueden ser evaluados como de resolución simple y no ser considerados como complicados o dificultosos. Es momento de recordar que cualquier circunstancia que para el ajeno puede ser considerada sin importancia, para los afectados puede adquirir características de catástrofe. Y de eso se trata este caso. Con el permiso de los involucrados relataremos la consulta que hicieron los miembros de una familia a un terapeuta especializado. Esta familia de origen italiano, etnia que da mucha importancia al tema de la comida, concurrió a la entrevista con el profesional. Se presentaron como los padres y la abuela de Santino, “el paciente” de cinco años de edad. Toma la palabra la mamá para mencionar con angustia que “Santino no me come”. Este hecho es rápidamente confirmado por la abuela (madre del papá) que dice: “Yo estoy desesperada… no sé qué más hacer”. Las preguntas del terapeuta se desprenden por sí solas: “¿Qué es lo que han hecho hasta ahora y qué quieren decir cuando señalan que Santino no come?”. “¡Qué no hice! –contesta la abuela–. Le preparé todas las comidas que le tendrían que gustar… le di comida a deshora a pesar de todos los problemas que me trajo con mi nuera (…), llorando le pedí que no me hiciera sufrir más”. La madre acota: “Sufrimos todos, hacemos una competencia de comidas, hasta lo llevamos a comer comida chatarra y él solo juega con el muñequito y yo termino comiéndome la hamburguesa”. Entonces interviene el padre: “Ya me tienen podrido. Son dos locas a la hora de la comida. La mesa es un infierno… El otro día, ella –señala a su mamá– le quiso dar una mamadera. Yo no quería venir, pero ya no aguanto más… o lo mato a él o las mato a ellas”. Durante unos cuantos minutos relatan todos los esfuerzos que hacen para que Santino coma. El terapeuta, por los datos obtenidos, infiere que el niño incorpora la cantidad suficiente de alimentos como para que no resulte alarmante. Lo

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verdaderamente inquietante es el dominio que ejerce Santino a través de una conducta que le otorga un poder negativo sobre los miembros de su familia. Una intervención terapéutica eficaz debe lograr un cambio de conducta en las personas involucradas. Tomando la idea familiar que confunde comida con amor, el terapeuta les plantea que debido a la gravedad de la situación, necesita de ellos una gran ayuda. Les aclara que la colaboración que pide solo la pueden aportar las personas cuya capacidad de amor por el “paciente” les permita sostener una conducta, que si bien es amorosa, puede parecerles cruel. Escucha de boca de la familia que puede contar con ellos. La abuela llega a decir: “Si precisa mi vida se la doy… Yo ya estoy vieja, pero él tiene toda la vida por delante”. El terapeuta utiliza una estrategia para conseguir que dejen de insistir donde ya fracasaron. Les propone, entonces, que cuando le sirvan la comida a Santino le den menos de la mitad de la porción habitual. Si es posible, la cuarta parte. Agrega, como condición importantísima, que traten de no discutir con él durante la comida. Para ello, les propone que cada uno cuente lo que ha hecho durante el día o, en su defecto, que lean, aunque estén en la mesa, un cuento o noticia interesante y positiva. Como se imaginan, cuando Santino dejó de ser el centro de preocupación y él mismo se interesó por lo que escuchaba, comenzó a protestar porque le servían poca comida. La familia creyó que el terapeuta era más o menos un mago. Pero lo único que hizo fue dirigir la conducta familiar hacia el recurso de entrar por la ventana, ya que la puerta estaba cerrada. Para ello contó con el amor de esa familia, que si bien estaba mal dirigido, existía y era muy grande.

APRENDER A REGISTRAR LAS METAS CONQUISTADAS Si alguien que necesita un cambio de paradigma en su vida y ha tomado la decisión de modificarse, solo da importancia al resultado final, pierde la oportunidad de enriquecerse durante el proceso. Son aquellos que no valoran los frutos que cosechan durante el camino. Alguien dijo que las personas actuamos en la vida como si estuviéramos escalando una montaña. Varios apresurarán su paso para llegar a la cima y, una vez allí, preguntarán ansiosos: “¿Y ahora… adónde vamos?”, o peor aún, se dirán decepcionados: “¿Esto era todo?”. Otros subirán observando las plantas, piedras y flores que encuentran en el camino, o deteniendo su paso para ayudar a algún compañero con

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dificultades. Se puede inferir que estos últimos saborearán de otra manera la escalada. Es fundamental no perder de vista que lo que estamos haciendo en cada momento es importante, porque estamos empleando parte del tiempo de nuestra vida en ello. Nada más y nada menos.

“VOLVER… CON LA FRENTE MARCHITA…” Tal como para llegar a lo alto de una escalera tienen la misma importancia el primero como el último de los escalones, no se llega al logro final esperado sin haber superado pequeños inconvenientes. Es decir, sin haber obtenido inapreciados pero indispensables micrologros. El problema se genera cuando estos no son registrados por la persona que los consiguió. Y este es el caso de Clara. Clara había salido de San Antonio de Areco llevando como equipaje su juventud y su belleza. Con solo diecisiete años, un metro ochenta de estatura y un cuerpo envidiable, llegó a Buenos Aires para anotarse en una famosa agencia de modelos. Al poco tiempo, descubrió que había elegido esa carrera incitada, quizás, por los comentarios que había escuchado desde el comienzo de su adolescencia: “Parecés una modelo”, “Con esa altura ya te veo en la pasarela”. Pero pronto comprendió que aquello no era lo suyo. Acompañando a una compañera de la agencia que se presentaba a un casting para una publicidad, descubrió que quería pertenecer al mundo de la actuación. Se anotó en el Teatro San Martín, en un curso de teatro. Fue el comienzo de una pasión desconocida para ella. Mientras tanto, sus padres, al enterarse de su cambio de rumbo y pensando que la “gran ciudad” la había aturdido, le pidieron que regresara a Areco. Ya les había costado mucho aceptar que siguiera la carrera de modelo como para consentir que “cambiara a cada rato de planes”. Ante la negativa de Clara de volver, hicieron lo que tantos padres, con la mejor de las intenciones, hacen: decidieron dejar de enviarle dinero: “Si querés quedarte, vas a tener que aprender a bancarte sola”. Clara comenzó a buscar trabajo y su inteligencia, el buen manejo del idioma inglés y sobre todo del alemán, su lengua materna, le permitieron conseguir rápidamente un puesto en un call center de una importante empresa de servicios. Trabajar, estudiar y, sobre todo, sentir que su familia no la comprendía, hacían que todo fuera muy difícil y requiriera mucho esfuerzo. Sus padres, después de un año de esperar que se cansara y volviera, reconocieron su vocación y quisieron ayudarla. Clara no lo permitió. No por

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orgullo, pero ya había aprendido a arreglarse sola. Su problema actual no era el económico, el inconveniente que no podía sortear era que, a pesar de sentir que hacía todos los esfuerzos, no conseguía un lugar en el medio artístico. Siguió tomando clases de teatro y a medida que su economía lo permitía, lo fue haciendo con los profesores más prestigiosos. Dos o tres años más tarde, cuando volvía de visitar a sus padres en Areco, no podía dejar de pensar en el comentario que le había hecho una de sus tías: “¿Cuándo te vamos a ver en la televisión?”. Sentía que nunca podría cumplir con sus expectativas, ni con las de sus conocidos. Ese día tomó la decisión de renunciar a sus sueños y regresar a su pueblo. Jimena, su antigua compañera y ahora su mejor amiga, al enterarse de su decisión, se paró ante ella diciéndole: “Vos no tenés derecho. Ciega, estás ciega. ¡Cómo puede ser que abandones tu sueño! Y lo que es peor, que te vuelvas con esa sensación de derrota… Vos no te das cuenta de todo lo que lograste. Llegaste a una ciudad que prácticamente no conocías, te adaptaste, y cuando tus viejos dejaron de mandarte plata, conseguiste un trabajo. Empezaste como el último orejón del tarro y ahora sos supervisora y quieren que te encargues de armar nuevos equipos. Dejaste de compartir el departamento y podés vivir sola y en un buen barrio, pagás sin problemas el alquiler y no te privás de hacer todos los cursos que querés y además vas todas las semanas al teatro. ¿Vos creés que eso lo puede hacer mucha gente? Y eso lo conseguiste vos sola, ¿te das cuenta? Me da mucha rabia que solo veas lo que por ahora todavía no lograste. Y tenés solo veinticuatro años. Andate si querés, pero ni me avises, ni me llames más. Andá a llorarle a otra, yo nunca me banqué a la gente que no reconoce sus méritos”. El sacudón que le propinó su querida amiga permitió que Clara reflexionara acerca de todos los logros que había obtenido durante esos años, que, hasta un rato antes, había considerado perdidos. Continuó su vida en Buenos Aires. Hace un tiempo abrió con Julián una castinera. Siempre que puede se presenta ella misma a un casting y ya consiguió algunos “bolos” en televisión. Creemos que este ejemplo debe cerrarse con lo que nos dijo Clara al despedirnos: “Si no fuera por Jimena, que me abrió los ojos, yo me hubiera vuelto a Areco y no sé qué hubiera sido de mi vida. Pero gracias a que me di cuenta de sacarme las ‘anteojeras’, pude ver a mi alrededor… Y en ese alrededor también estaba el amor. Si me hubiera vuelto, no habría conocido a Julián. Además, todavía sigo luchando por mi sueño, pero mientras tanto disfruto de lo que la vida me da… o de lo que yo consigo”.

APRENDER A IDENTIFICAR LOS SENTIMIENTOS 63

Cuando una persona atraviesa una crisis, es posible que la confusión trastorne no solo su conducta. Es muy común que la desorganización abarque también el universo de los sentimientos. Con esto, queremos decir que a veces no puede identificar claramente las emociones o sentimientos que la embargan en ese momento. Como consecuencia de esa confusión, se dice estar triste cuando en realidad se está enojado, se dice estar enojado cuando quizás se sienta miedo o puede identificar como miedo un sentimiento de vergüenza. Solo a título de ejemplo usamos estas sustituciones, en realidad pueden darse confusiones en relación con todos los sentimientos. La necesidad de saber claramente cuál es el verdadero surge porque estos sentimientos actúan como brújula de las acciones. Hacer el esfuerzo de introspección para identificar los sentimientos verdaderos no solo redundarán en beneficio de la persona misma, sino que de esta manera no se obstaculizará el desarrollo de la autorrestauración. Pero veámoslo con un ejemplo.

“¡ESTOY FURIOSA!” Marina, adolescente de diecisiete años, había sufrido una de las crisis que no por ser habituales son menos dolorosas. Javier, el joven con el que había estado saliendo durante los últimos seis meses, la había dejado. Pero esto no había sido lo peor. Lo que realmente completaba el cuadro era que Javier se había ido con una de sus mejores amigas. Marina había conocido lo que era la traición y por partida doble en este caso. Ella, aparentemente, continuó con su vida habitual en cuanto a las tareas que realizaba. Lo que cambió fue su manera de expresarse, cada dos o tres frases exclamaba: “Qué rabia tengo” o “Estoy furiosa”. Marina asistía a un taller de arte, siendo la escultura lo que más la atraía. Un día, en el que su expresión de enojo se había manifestado con mayor intensidad, su profesor le dijo que iban a hacer un trabajo relacionado con la escultura. Este consistía en que Marina describiera cómo haría una escultura de su propia persona. El profesor le pidió que pensara qué material emplearía, si la haría de cuerpo entero y por último, qué posición y actitud tendría su cuerpo. Después de pensar unos momentos, Marina dijo que la haría de mármol negro y de cuerpo completo. Cuando tuvo que referirse a la posición y

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actitud que tomaría la figura, la describió sentada, abrazando sus rodillas y con la cabeza apoyada sobre ellas. El profesor, afectuosamente, le dijo: “Es muy común confundir los sentimientos, pero el día que hagas una escultura, vas a tener que plasmar en el mármol o en la piedra qué siente la figura que quieras representar. Esa figura, en este caso, sos vos. Te escucho decir constantemente que estás enojada. Si yo esculpiera una figura de mujer enojada, la haría de pie y quizás blandiendo un rayo en su mano, en actitud de ataque. Con los datos que vos me diste, veo una figura oscura, abatida, derrumbada. No veo a una mujer furiosa, veo a una mujer triste”. Marina comprendió. Por primera vez desde que se enteró de la traición, pudo tener el alivio de llorar.

CULTIVAR LA CREATIVIDAD A veces es necesario dar marcha atrás en la memoria y recordar el tiempo en el que, siendo niños, fuimos creativos y felices. Se trata de evocar aquellos momentos en los que jugando nos convertíamos en la maestra, el policía, el bombero, etc. Es importante saber que si una vez se experimentó esa sensación de libertad y creatividad, esta puede volverse a experimentar. Ahora bien, ¿qué es la creatividad? Es un proceso mental que acredita lo nuevo, lo inusual y lo singular. Para ser un creativo no hace falta ser un genio, ni una persona especial. La creatividad está presente en cualquier individuo y puede aplicarse a cualquier actividad humana. Implica percibir de forma diferente lo que ya está, lo que vemos a diario, lo cotidiano. ¿Qué hace falta para ser creativo? Ser sensible a los acontecimientos humanos, ser un gran observador perceptivo de lo insólito y ser fértil para producir nuevas ideas, por extravagantes que parezcan. Es decir, ¡atreverse! La originalidad posibilita intentar distintas respuestas y soluciones a nuevas realidades, a veces combinando resultados o consecuencias de experiencias anteriores. Como dice Erich Fromm: La creatividad requiere tener el valor de desprenderse de las certezas.

Esto permite comprender que la creatividad no es solo privilegio de unos pocos, sino que se puede acceder a ella estimulando su desarrollo mediante la práctica metafórica y analógica. Sin duda, el ejercicio de la creatividad estimula una plasticidad invalorable para la adaptación a las situaciones imprevistas y, así, propiciar o consentir los cambios necesarios para adaptarse a un nuevo escenario.

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Si observamos los cambios científicos, tecnológicos y sociales, y sobre todo la velocidad con la que se han producido, nos damos cuenta del uso que el hombre ha tenido que hacer de la creatividad para poder responder a los requerimientos de adaptación al medioambiente.

LA CREATIVIDAD, ESO QUE NOS PUEDE SALVAR LA VIDA… Una vez más la literatura acude en nuestra ayuda con un relato mítico. En este caso, utilizaremos un ejemplo literario que nos da la posibilidad de reflexionar acerca de la creatividad y el ingenio como instrumentos de superación de una crisis donde hay riesgo de vida. El cuento al que nos referiremos es el primero de Las mil y una noches. Para quienes no conozcan o no recuerden este texto, diremos que se trata de un libro de autor anónimo. Había una vez… un sultán de nombre Shahriar, que había sufrido la traición de su mujer. Al enterarse, ordenó la muerte de esta. En la creencia de que ese rasgo de perjurio era característico de todas las mujeres, ordenó a su visir que le consiguiera como esposa a una mujer por noche y que le diera muerte a la mañana siguiente. El visir conseguía a las más bellas mujeres entre las hijas de los cortesanos del reino. Un día, el sultán conoció a una hermosa joven y le ordenó a su visir que la dispusiera como su próxima esposa. Este comprobó con horror que se trataba de su propia hija Sherezade. Trató de evitar que el matrimonio se llevara a cabo, pero su bella e ingeniosa hija se ofreció voluntariamente a ocupar el rol de esposa. La joven, que estaba al tanto del procedimiento que se ejecutaba cada día, elaboró una estrategia para desarticular la sistemática trampa macabra. Sherezade, siguiendo su plan, le contó al sultán un relato lleno de intrigas e imágenes sugestivas, captando de esta forma su atención. Cuando estaba próximo el final del cuento, Sherezade interrumpió el relato prometiendo concluirlo a la noche siguiente. Dejando siempre inconcluso el cuento que iniciaba luego de terminar el anterior, fue incentivando cada vez más la curiosidad del sultán. Después de transcurrir mil noches, no solo consiguió subyugarlo con sus relatos, sino también logró conquistar su corazón. Su creatividad permitió salvar la vida de muchas mujeres, ya que en ofrenda a sus sentimientos, el sultán conmutó la sentencia deponiendo su actitud hacia ellas.

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Tuvieron tres hijos y lograron vivir felices el resto de su vida.

APRENDER A SUPERAR EL TEMOR AL RIDÍCULO El temor a hacer el ridículo está basado en creencias infundadas tales como: “quiero agradar o caer bien a todo el mundo” o “quisiera pasar inadvertido” o “no podría soportar un rechazo”, etc. Muchas veces, es la vergüenza la que actúa como un dique que obtura el flujo de la creatividad y la iniciativa. Por esta razón, cuando sentimos que podemos quedar expuestos ante los ojos de las otras personas, nuestra inseguridad gana la partida en el instante mismo en el que tomamos el camino de la evitación. Vivir con temor al ridículo impide el crecimiento personal. Veremos un ejemplo para mostrar que quien pueda vencer esta inhibición, rescatará no solo su presente, sino también su futuro.

EL DISCURSO DEL REY JORGE VI Quien más adelante sería conocido como Jorge VI nació en la propiedad de York Cottage, durante el reinado de su bisabuela la reina Victoria. Fue bautizado como Albert Frederick Arthur George. Su infancia fue dolorosamente transitada a causa de dos particularidades que en esa época no eran comprendidas. Era zurdo y padecía de una notoria tartamudez que había afectado el desarrollo de su personalidad. Era un niño asustadizo y propenso al llanto, que fue convirtiéndose en un adulto tímido y callado. Hijo del rey Jorge V y hermano de Eduardo, príncipe de Gales, Alberto era el segundo en la línea de sucesión al trono. Pero lo impensado puede suceder. Murió su padre, y su hermano abdicó al trono para poder casarse con Wallis Simpson, una norteamericana divorciada. El 12 de mayo de 1936, Alberto se convirtió entonces en el rey Jorge VI. Con la radiofonía, había comenzado la era de los medios masivos de comunicación, y con ello un escollo más que el rey debía superar. A diferencia de otros soberanos que nunca debieron hablar por radio, a Jorge VI se le pidió que lo hiciera. A pesar de que él era un hombre que demostraba un gran coraje personal y mucha perseverancia, su problema parecía no tener solución. El temor a hacer el ridículo en público lo paralizaba cada vez que tenía que dirigirse a su pueblo.

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En los archivos que la cinematografía permitió preservar, se puede inferir el sufrimiento que todo evento público en el que tuviera que hablar por micrófono le causaba. Quedaron imágenes en las que se podía apreciar su lucha por emitir cada palabra y sus prolongados silencios. Muchos de sus súbditos lo consideraban débil e inestable, y sus enemigos se referían a él como un monigote o llamándolo “el rey tartamudo”. Agotados los recursos de los médicos británicos, su esposa, en un acto desesperado, contrató a Lionel Logue, un australiano que pasó a ser la última esperanza de la casa real. Lo significativo es que Logue no era médico, ni terapeuta, sino un actor excéntrico que, con el tiempo, supo ganarse la confianza y el aprecio del soberano. Logue sostenía que el problema del rey era más psicológico que fisiológico y lo trató de esa forma. Utilizaba métodos poco ortodoxos y a menudo recurría al uso de chistes, canciones y hasta enojos que dieron lugar a un período de enfrentamientos. La estrategia terapéutica se basó en enseñar al rey a reconocer sus habilidades y recursos para afrontar su problema. Convertido en una suerte de entrenador, Logue estimuló al soberano a practicar lo aprendido, encauzar sus miedos y hacer frente a los desafíos inevitables que su rol le imponía. “La tartamudez es irreversible”, “Soy débil de carácter” o “No podré ser un buen rey” fueron las interpretaciones erróneas y las creencias arraigadas que debió abandonar el rey para generar nuevas actitudes, más seguras y positivas. Al romper con sus distorsiones, pudo descubrir fortalezas tales como el autocontrol y el liderazgo. Si bien nunca dejó de hablar despacio, el rey adquirió la confianza necesaria para hablar en cualquier escenario. El 3 de septiembre de 1939, a las 11 de la mañana, Jorge VI se encontró, una vez más, frente a un micrófono abierto y comenzó el discurso más importante para su reino y para el mundo: la declaración de guerra a Alemania. No tartamudeó ni una sola vez. Esta es una historia de superación personal, coraje y perseverancia. Su esfuerzo tuvo un premio, tras el triunfo en la guerra, en 1945, el pueblo inglés no hizo más que brindarle reconocimiento y cariño. Jorge VI murió el 6 de febrero del año 1952. Le sucedió en el trono una de sus dos hijas, Isabel, actual reina de Inglaterra.

FOCALIZARNOS EN LO QUE TENEMOS Los seres humanos tenemos una fuerte tendencia a imaginar que si dispusiéramos de los recursos con los que cuentan otras personas, todo nos

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resultaría más fácil. Sin embargo esto es una falacia. Todos somos únicos e irrepetibles, con virtudes y defectos propios, solo que muchas veces no sabemos reconocer el valor de lo que tenemos. También es necesario admitir que el ambiente sociocultural en el que vivimos y la manera en la que los demás vivencian y hablan de nuestros traumas, resignifican los acontecimientos y, de alguna manera, organizan nuestras respuestas. Los hechos ocurren y las personas los interpretan. Imaginar que los otros tienen recursos extraordinarios para enfrentar los problemas es, quizás, el argumento más poderoso para evitar un intento de resolución de estos. Es una forma de decretar: “ellos pueden, pero yo no”.

“HOUSTON, TENEMOS UN PROBLEMA” En este caso, utilizaremos como ejemplo un hecho que tuvo expectante al mundo entero: el vuelo de la nave espacial Apolo 13. La situación a la que nos referiremos se puede observar en el film del mismo nombre, que tuvo amplia repercusión. Recordemos que la nave Apolo 13 cumplía una misión espacial cuyo objetivo era el alunizaje de dos astronautas, quienes tendrían la distinción de ser el quinto y el sexto hombre que lograran dicho hito. La misión se vio abortada por un serio desperfecto en la nave. La película hizo célebre a la frase “Houston, tenemos un problema”. Más allá de la exactitud de la frase, queremos destacar el momento en el que, como en cualquier instancia traumática e inesperada, se produce la ruptura de la planificación anterior y se debe recurrir a soluciones alternativas. La gran cantidad de luces de advertencia que se encendieron en la nave representaban los distintos problemas que se produjeron: se perdieron dos de las tres fuentes generadoras de energía, un tanque de oxígeno estaba vacío y el segundo, en vías de vaciarse, ya que se escapaba oxígeno al exterior. Todo indicaba que se avecinaba una catástrofe que costaría tres vidas. Los astronautas debieron utilizan como “muleto” lo que estaba diseñado como módulo lunar. Este se encontraba preparado para recibir solo a dos personas, pero albergó a tres. Para ello, se emplearon los tanques de oxígeno del módulo y los de los trajes que se habían concebido para el alunizaje. Otro problema importantísimo era la energía, ya que el módulo no estaba en condiciones de abastecer la que se requería. Los astronautas también debieron racionar el agua. Pero el escollo más acuciante se reveló cuando, desde la Tierra, se preguntaron cómo eliminarían el dióxido de carbono. Los niveles de contaminación llegaban a niveles peligrosos.

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El verdadero obstáculo para la eliminación del dióxido de carbono estaba dado por el acople de los recipientes. El del módulo de comando tenía forma cuadrada, mientras que el del módulo lunar era redondo. Los diseñadores jamás habían pensado en la posibilidad de una emergencia de esta naturaleza. Entonces, los ingenieros decidieron encerrarse en una habitación con todos los elementos que se encontraban al alcance de los astronautas y no salir de ella hasta encontrar una solución. De ahí nuestra elección de este ejemplo. Ellos se rodearon de todos los objetos de la nave y del módulo lunar que los astronautas tenían a su alcance. Allí no existía la posibilidad de que se lamentaran por no poder conseguir algo afuera. Y lograron “la cuadratura del círculo”, dado que imaginaron y luego les explicaron a los tripulantes la forma de adaptar, con lo que contaban (cartones, cinta adhesiva, bolsas de plástico, etc.), ambos recipientes. No fue este el último inconveniente que tuvieron que superar los tripulantes para salir sanos y salvos. Pero creemos que si los ingenieros hubieran pensado que no contaban con los recursos necesarios, tres vidas habrían pagado por su desmoralización y abandono. El 17 de abril de 1970, los astronautas amerizaron en las proximidades de Samoa. Después de esta experiencia estos sistemas fueron modificados para que coincidieran. Por eso, a no desesperar los que sientan que no cuentan con recursos de ayuda externos…, miren a su alrededor o en su interior y podrán armar el “aparato salvador”. Para terminar: hemos reconocido la necesidad de entrenarnos para poder afrontar una situación de crisis cuando esta se presente. Observamos a lo largo de los ejemplos que las crisis personales pueden ser de diferente origen y magnitud, pero para aquel que las atraviesa la crisis propia es la más grave y urgente. Algunas personas reconocerán como trabajo personal la necesidad de prestar atención al tipo de pensamiento habitual en ellas. Otras, reconocerán en sí el error de la insistencia en los mismos patrones de resolución. Algunas descubrirán que pueden reactualizar la creatividad perdida; otras aprenderán a vencer el temor al ridículo o a manejar la autodisciplina, logrando, de esta manera, lo que antes parecía imposible. En fin, cada una descubrirá, en estos modelos de entrenamiento o en los que su propia creatividad proponga, la manera de estar en forma para el afrontamiento de las crisis.

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Lo más importante es poder arribar a la conclusión de que en uno mismo está la posibilidad de recuperarse y mejorar. Es decir, autorrestaurarse para poder ejercen el control de su vida. Nos permitimos hacer uso de nuestra creatividad, ofreciéndoles un cuento que permite recrear los recursos que acabamos de mencionar.

EL TÍTULO... AL FINAL Soledad, de apenas ocho años de edad, había conseguido modificar su nombre para que se convirtiera en representativo de lo que su personita era. Todo el mundo la llamaba Sol. Sol vivía con su mamá en un barrio carenciado. A su papá no lo había conocido. Cuando la mamá se iba a trabajar, ella se preparaba el desayuno y luego recorría el camino que la llevaba a la escuela, acompañada siempre por una gran cantidad de amigos invisibles que habían logrado que no se sintiera nunca sola. En uno de esos recorridos algo llamó la atención de la nena. De entre los yuyos que crecían en un terreno baldío surgía una luz. Cuando se acercó vio que era su homónimo, el sol, que se reflejaba en un trozo grande de vidrio. Inmediatamente, lo levantó para llevarlo a su casa. ¡Por fin sacaría el cartón que si bien frenaba el frío, también impedía que entrara la luz!… Y a Sol no le gustaba la oscuridad. Fue tanta su urgencia por llevar su “tesoro” a la casa que no advirtió la piedra que sobresalía en la rudimentaria vereda. No le dolió tanto el golpe de la caída como el observar los pedazos de vidrio diseminados por el suelo. No alcanzó a ver hasta dónde se habían esparcido, porque una nube empañó sus ojos, que empezaron a llover lágrimas de frustración. Sus amigos imaginarios la rodearon de inmediato; Pensamiento Positivo dijo: “¡No importa! Algo podremos hacer…”, pero enseguida fue interrumpido por Vieja Creencia, que sentenció: “¡Cuando un vidrio se rompe, no sirve más!”. Nuevamente Pensamiento Positivo tomó la palabra para decir: “¡Callate, mala onda!”. Las discusiones que habitualmente se sucedían entre Vieja Creencia y los demás amigos de Sol siempre lograban divertirla. En este caso, desempañó sus ojos y trató de poner orden. Recogió sus útiles y retomó el camino a la escuela, pero Pensamiento Positivo no se daba por vencido e insistía en que algo se podría hacer. Logró entusiasmar a Creatividad, que dijo: “¡Busquemos un pegamento y unamos los pedazos!”. E inmediatamente se puso a buscar una bolsa donde guardar

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los trozos de vidrio. Sol dudaba, pero viendo tan entusiasmada a Creatividad, dijo: “¿Te parece?”. Todos, bueno, casi todos, porque Vieja Creencia era lenta para cambiar de idea, dijeron: “¡Sí, vamos a poder!”. Una vez tomada la decisión, Sol pensó en pedir ayuda a don Juan, el viejo hojalatero que arreglaba las ollas de todos los vecinos. Él le prestaría el soldador para hacer el emplomado. Durante los días siguientes, Sol y sus amigos estuvieron muuuuy atareados. Focalicemos en lo que Tenemos recordaba a cada instante que no pensaran en lo que deberían tener: “¡Con esto que tenemos, nos debemos arreglar!”. Cuando los amiguitos del barrio espiaban y veían a Sol ensimismada trabajando codo a codo con Paciencia y Autodisciplina, le silbaban por la ventana y se reían. En ese momento fue muy importante la participación de Superar el Temor al Ridículo, que desde que nació y le pusieron ese nombre extraño, había aprendido a superarlo. Y al fin, después de trabajar durante varios días, el resultado fue un hermoso vitraux con el que Sol reemplazó el cartón que impedía el paso de la luz. El vitraux era maravilloso, el sol entraba dividido por los efectos de los distintos pedazos de vidrio y desplazaba a la oscuridad, que se escurría perseguida por sus rayos. Sol había perdido unos días de clase, entusiasmada por el trabajo y eso lo tendría que recuperar, pero había aprendido la lección más importante que se puede aprender: nunca darse por vencida. Cuando una persona siente que lo ha perdido todo, quizás solo sus ojos estén empañados impidiendo ver la obra de arte que es capaz de construir. Solo hace falta invitar a jugar a los amigos imaginarios. Título postergado: De vidrio roto a vitraux.

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PRINCIPALES IDEAS DEL CAPÍTULO 6

EL ENTRENAMIENTO Los modelos propuestos para entrenar la resiliencia y ejercer la autorrestauración son tentativos. Cada persona encontrará el procedimiento que le resulte más afín a su personalidad. Lo importante es saber que todos tenemos la posibilidad no solo de recuperarnos, sino, además, de estar mejor. • Utilizar la adversidad como motor de cambio favorable. • Prestar atención al propio patrón de pensamiento. • Reconocer el poder del pensamiento positivo. • Prestar atención a las consecuencias del pensamiento negativo. • Cuestionar mandatos y viejas creencias. • Trabajar en el desarrollo de la propia paciencia. • Cultivar la autodisciplina. • Evitar repetir la misma forma de resolución. • Aprender a registrar las metas conquistadas. • Aprender a identificar los sentimientos. • Cultivar la creatividad. • Aprender a superar el temor al ridículo. • Focalizarnos en lo que tenemos.

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CAPÍTULO 7

CAMBIOS SOCIALES, TRABAJO Y RESILIENCIA Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto cambiaron las preguntas. MARIO BENEDETTI

En la actualidad, la velocidad de los cambios científicos y tecnológicos hace que la praxis social resulte cada vez más complicada de abordar, ya que lo único constante es el cambio. La tecnología ha hecho que trabajos que hasta hace algunos años eran preponderantes, quedaran en desuso. Y que, paradójicamente, falte mano de obra especializada para cubrir puestos que antes hubiesen sido inimaginables. En lo social, el aumento de la esperanza de vida, la globalización, la cada vez más acentuada concentración urbana producen grandes transformaciones y la aparición de nuevos modelos de negocios. Tanto los cambios sociales como los tecnológicos son una inagotable fuente de situaciones traumáticas, o al menos adversas. Pero también son una usina de nuevas oportunidades. El mundo laboral está cambiando, y es este uno de los contextos en los que con mayor frecuencia se generan situaciones traumáticas. Quedarse sin trabajo significa muchas pérdidas, especialmente el deterioro de la autoestima. Pero el padecimiento no es solo de quien se queda sin empleo, sino también de los que dependen económicamente de la persona que lo pierde. Por eso, nos parece importante articular en este capítulo el concepto de resiliencia con las tendencias respecto del mundo del trabajo. La incidencia que tienen los cambios sociales y tecnológicos en la vida de las personas, requiere una rápida adaptación. Pero esa adaptación no puede ser solo por parte de los individuos. También las industrias deben reinventarse constantemente o, de lo contrario, corren el riesgo de perecer. Los cambios de paradigma producen incertidumbre y cuando esto ocurre, aparecen el temor y la resistencia al cambio, y es lógico que así sea. Quienes no acepten las nuevas condiciones de vida, desestimen las nuevas

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tecnologías y prefieran “no innovar”, se estarán perdiendo una gran oportunidad. O peor aún, se expondrán a la exclusión laboral. Hoy es casi obligatorio estar actualizado, quien se atreva a no tener cultura digital corre el riesgo de ser considerado analfabeto. La velocidad con la que se generan los cambios debe ser similar a la velocidad de adaptación de las personas a la nueva realidad. Poder usar las propias aptitudes con mucha agilidad es lo que permite ir adaptándose a un contexto en permanente cambio. Alejandro Melamed analiza de manera brillante el tema. Por eso, expondremos algunas de sus ideas. … lo que viene es diferente cada vez, es de otra forma, de otra manera. Tenemos que tener esa capacidad de aprender cosas nuevas. Y también la capacidad de desaprender algunas cosas… Así como en 2006 no existían los desarrolladores de apps, ni los analistas de Big Data, ni los ingenieros para automóviles sin conductor, en el futuro cercano habrá fabricantes de partes del cuerpo humano, granjeros para ganado genéticamente modificado y cirujanos de aumento de la memoria. No estamos lejos de ello. Es la revolución 4.0. Es aquí y ahora.

Vivimos en un mundo (V.I.C.A.) cuyo futuro es volátil, incierto, complejo y ambiguo. Entonces hay que estar muy atentos a los cambios para que no nos sorprendan, verlos venir significa poder prevenir una situación traumática de pérdida de trabajo y aprovechar el cambio como una oportunidad. Son innumerables los ejemplos de trabajos muy requeridos en la actualidad para los que casi no hay postulantes, como por ejemplo piloto de dron. Refiriéndose a esos nuevos trabajos, Melamed dice: Hay una multiplicidad de ejemplos enorme. Lo que sí es casi una certeza, es que todos vamos a tener que aprender nuevas cosas para aplicarlas al mundo del trabajo que va a cambiar las reglas de cómo se trabaja hoy.

Vaticina, además, que en el futuro se crearán otros tipos de trabajos por una necesidad emergente, como por ejemplo: desorganizador organizacional, terapeuta de la quinta edad, ingeniero de las partes del cuerpo, etc., etc. Dicho de esta forma, parece algo descabellado, pero si pensamos en los trabajos que tuvieron auge en un momento y ahora resultan inútiles como, por ejemplo, mecanógrafo, perfoverificador, deshollinador, vendedor de leche a domicilio y a granel, podemos imaginar esa posibilidad. La inteligencia artificial, la computación exponencial, la robótica, la biología digital y la nueva medicina, las neurociencias, la nanotecnología

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y la impresión 3D son algunas de las maneras de acercar ese futuro tan promisorio. Las tecnologías exponenciales son la llave del futuro, puesto que posibilitarán el acceso a millones de personas a una multiplicidad de recursos inimaginados hace unos años atrás.

Señala, como ejemplos de procesos de cambio, los que se dieron en la industria del libro después de la aparición de Amazon. O los que tuvieron lugar en la industria del cine con la aparición de YouTube o Netflix. Sabiendo que todos tenemos capacidad para adaptarnos a las nuevas condiciones, sabiendo también de la implicancia que los cambios sociales y tecnológicos ejercen en la vida de las personas, y teniendo en cuenta la vertiginosidad con que se dan estos, no hay tiempo que perder. Es necesario prepararnos para las nuevas condiciones que tendrá el trabajo en el futuro.

PREPARÁNDONOS PARA ENTRENAR Ante ese futuro incierto, será necesario prepararse para lo que venga. Empecemos entonces por elongar, porque el esfuerzo será mucho y continuo. Los nuevos escenarios requerirán personas que puedan adaptarse a las nuevas condiciones y salir beneficiadas y fortalecidas por el cambio. Es decir, personas resilientes. Por suerte, sabemos que todos tenemos la posibilidad de serlo, algunos utilizando su capacidad innata y otros entrenándola. Se trata entonces de tener una actitud de afrontamiento ante los cambios, verlos como un desafío, como impulsores de algo favorable. ¿Cómo lograrlo? No hay una única manera, pero podemos comenzar ejercitando nuestra imaginación. Pensemos de qué forma es posible utilizar lo expuesto hasta este momento en el libro. Proponemos comenzar por imaginar cómo será nuestro propio trabajo en el futuro. Hagamos un ejercicio, pensemos: ¿de qué trabajaríamos si la actividad que realizamos en la actualidad ya no tuviera razón de ser? ¿Qué haríamos si atravesábamos una eventual crisis por la pérdida de nuestro trabajo? Especulemos generando más interrogantes: ¿Por qué el trabajo que hacemos actualmente podría dejar de ser necesario? ¿Qué es lo que lo reemplazaría? ¿Podríamos aspirar a trabajar en eso? Y muchas preguntas más…

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Por supuesto, la tendencia es querer permanecer en la zona de confort. Pero muchas veces estando en ese lugar se pierde la pasión por lo que se hace. Otras veces, conservamos la pasión, pero se diluye la necesidad de lo que hacemos. De todas formas, los cambios son inevitables. Lo primero es aceptar que van a producirse cambios, y con ellos está la posibilidad de que se avecine una situación de adversidad. Prepararnos implica también comenzar a aprender a aprehender. Es decir, a asir lo nuevo. Dado que todo lo que se presenta es novedoso, será necesario que seamos creativos, buscando diferentes formas de resolución. Victimizarse equivale a perder el tiempo en lamentaciones. Y el tiempo es un bien escaso, por eso, hay que vislumbrar el futuro y comenzar a fijar metas. Si nos adelantamos a la posibilidad de una situación adversa, y somos capaces de prever una crisis, estaremos siendo proactivos. Esto nos pone en una situación ventajosa. Por supuesto que no es tarea fácil, existen mandatos sociales y viejas concepciones del mundo laboral que están muy arraigados. Debemos tener confianza en lo que hacemos y en lo que potencialmente podemos llegar a hacer. Tal vez esta sea precisamente la clave del éxito.

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PRINCIPALES IDEAS DEL CAPÍTULO 7

CAMBIOS SOCIALES, TRABAJO Y RESILIENCIA • Tanto los cambios sociales como los tecnológicos son una inagotable fuente de situaciones traumáticas. Pero también son una usina de nuevas oportunidades. • Quienes no acepten las nuevas condiciones de vida, desestimen las nuevas tecnologías y prefieran “no innovar”, se estarán perdiendo una gran oportunidad y se expondrán a la exclusión laboral. • Hoy es casi obligatorio estar actualizado, quien se atreva a no tener cultura digital corre el riesgo de ser considerado analfabeto. • Es necesario prepararse para las nuevas condiciones que tendrá el trabajo en el futuro. • Dado que todo lo que se presenta es novedoso, será necesario ser creativo, buscando diferentes formas de resolución. • Victimizarse ante una situación crítica equivale a perder tiempo. • Hay que vislumbrar el futuro y comenzar a fijar metas. • Si somos capaces de prever una crisis, y ante ella, comenzamos a gestar ideas creativas para afrontarla, estaremos siendo proactivos. • Existen mandatos sociales y viejas concepciones del mundo laboral que están muy arraigados y es necesario desarticular. • Tener confianza en lo que hacemos y en lo que potencialmente podemos llegar a hacer tal vez sea la clave del éxito.

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CONCLUSIÓN En mitad del invierno, finalmente aprendí que había en mí un verano invencible. ALBERT CAMUS

Al atravesar una crisis, el primer momento es de incertidumbre e indecisión. Pero una vez pasada esa caótica primera instancia, es necesario establecer un plan inminente que guíe hacia la resolución. Al perder el rumbo, probablemente se piense que no hay salida. Ese es el momento en el que es imperioso abandonar el sentimiento de impotencia, para concentrarse en los recursos que debemos “fabricar”. O más exactamente, sacar del depósito de las cosas en desuso aquellos recursos con los que siempre contamos, pero que, por no haberlos necesitado, ignoramos que están. ¿Qué queremos decir con esto? Muchas veces nos escuchamos a nosotros mismos decir: “¡No sé cómo lo hice! ¡Saqué fuerzas no sé de dónde!”. Es decir, desconocemos cuántos recursos están durmiendo hasta que una situación límite los activa. Resaltamos la importancia de comprender que la mayoría de las personas trae en su equipaje de vida todas las herramientas para echar a funcionar la máquina de la autorrestauración. Descubrir o adquirir la propia capacidad de superación de adversidades depende de cada uno. La manera en que los problemas sean vistos condiciona la apreciación de la realidad. De acuerdo con esa percepción, positiva o negativa de la situación, se utilizarán distintas herramientas. Es conveniente permitirse observar detenidamente “las ruinas”, porque en ellas está el germen de la transformación. Identificar las capacidades que no fueron desarrolladas plenamente permitirá su entrenamiento y, como resultado final, la restauración anhelada. Cada escollo es un reto; cada adversidad, una invitación a la superación. Al percibir la situación crítica como un desafío, se asume una conducta competitiva y no destructiva. Usando una metáfora deportiva, veremos que en toda competencia se puede ganar o perder, pero nadie es la misma persona después de animarse a entrar en ella. No forma parte del público que observa la competencia, ya adquirió el papel de protagonista. Y eso no es poco.

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Sabemos que la vida no es lo que imaginamos que debería ser, ni es lo que quisiéramos que sea, pero es lo que es… ¡Nada menos que la vida! Y mientras tengamos la fortuna de transitarla, es posible aprovechar lo que las distintas vivencias aportan a la experiencia. Es una evaluación y un balance entre la propia confianza y el desafío a desarrollar y activar los recursos con los que se cuenta. Se trata de la experiencia al servicio del fortalecimiento del Yo. Ya señalamos y enfatizamos la importancia de aprender a reconocer los factores complementarios de ayuda, es decir, a apreciar el apoyo que pudiera dar el medio y reconocer a los otros como posibles aliados. Concluimos que cada situación encierra en sí misma un aprendizaje y que el reconocimiento de las propias capacidades o la generación de nuevas habilidades facilitan la evolución de la persona. Porque quien ha tenido que atravesar alguna situación límite, ha debido aprender a afrontar y superar sus miedos. Nadie es el mismo que antes de los sucesos traumáticos y son muchos los casos en los que las personas, luego de atravesar el proceso de autorrestauración, se convierten en verdaderos activistas de la solidaridad. Por último, y al igual que lo que ocurre con un vitraux, no es posible construirlo con un vidrio entero. Ahora imaginemos que ese vidrio se ha roto. ¿Qué hacer entonces? Solo hay dos alternativas: tirarlo a la basura o recoger sus pedazos y transformarlos en una obra artística que deleite la vista, tal como lo vemos en las grandes catedrales maravillándonos con el espectáculo de la luz del sol atravesándolos. Luz que posiblemente ilumine también a otras personas el camino de la reconstrucción. Lo que proponemos, al que haya tenido la paciencia de llegar al final de este libro y se sienta identificado con la imagen de ruptura y desorganización de quien está atravesando una crisis, es que se anime a juntar sus pedazos para convertirse en el más importante de los artesanos transformando su vida de vidrio roto a vitraux.

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ANEXO

BIOGRAFÍAS EJEMPLIFICADORAS Nos pareció pertinente incluir algunos casos de personas famosas que son un claro ejemplo de la temática que hemos planteado en este libro. Ellas lograron vencer la adversidad a pesar de haber tenido que enfrentar importantes obstáculos. Algunas, incluso, alcanzando logros que probablemente no hubiesen conseguido de no ser porque la adversidad las puso a prueba. Dado que se trata de personas de identidad pública, son referentes significativos. Sin embargo, esto de ninguna manera representa la idea de que solo quienes llegaron a tener notoriedad son los únicos que pudieron superar la adversidad. La notoriedad llega… o no. Eso no es lo relevante, sabemos que hay una infinidad de anónimos vencedores de conflictos, crisis o tragedias. Cada uno sabe cuáles son sus obstáculos y sus victorias, y por supuesto, cómo aprovecharlos.

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VIKTOR FRANKL Cuando buscamos un caso emblemático que represente la idea de lo que entendemos por autorrestauración, surge naturalmente el nombre de Viktor Frankl. Somos conscientes de que muchas personas saben perfectamente quién fue, pero también puede haber otras que no lo sepan. Creemos, entonces, que esta es una buena oportunidad para presentarlo y, de esta manera, poder también rendirle un homenaje. Viktor Emil Frankl nació en Viena el 26 de marzo de 1905. Desde muy joven, comenzó a interesarse en la psicología, y se doctoró en Medicina en 1930. Fue jefe del Departamento de Neurología del Hospital Rothschild durante los primeros años del nazismo, pero en 1942 fue enviado junto a sus padres al campo de concentración de Theresienstadt. Sus familiares fueron exterminados. Frankl, a pesar de haber sido “huésped forzado” de cuatro campos de concentración, Auschwitz entre ellos, sobrevivió. Hasta aquí es una historia más de las tantas, quizás no tantas, de sobrevivientes de campos de concentración. Todos ellos son, sin duda, verdaderos ejemplos de entereza, resistencia y deseos de vivir. Pero volviendo a Frankl, observamos que pudo dar un giro más a la supervivencia y desarrollar una novedosa teoría en psicoterapia: la logoterapia. A partir de sus dolorosas experiencias en los campos de concentración, desarrolló una hipótesis de trabajo: “Quienes resisten son aquellas personas que tienen un ‘porqué o para qué vivir’”. Observó que quienes tenían confianza en la posibilidad de volver a reencontrarse con sus familiares o quienes podían imaginar un proyecto para su vida fuera de ese infierno y lograban vivenciarlo como un propósito ineludible a futuro, eran quienes tenían más oportunidad de resistir. Eran los que poseían la voluntad de sentido. Frankl sostenía que el sentido de cada vida no podía inventarse, pero estaba convencido de que existía siempre un sentido que debía ser descubierto. Era posible buscarlo en la acción diaria, en los valores a los que cada uno adscribe, en los afectos y aún en los momentos de dolor. Este sentido se conserva a pesar de las difíciles circunstancias o condiciones adversas que una persona deba atravesar. Frankl señala que, para poder encontrar el sentido, es importante tener en cuenta tres formas de acercamiento: “los valores experienciales”; “los valores creativos” y “los valores actitudinales”. Cuando a una persona el futuro se le presenta como carente de sentido, cuando no se tiene un proyecto o por lo menos un objetivo motivador, el

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vacío existencial puede acelerar el desenlace destructivo o, peor aún, el autodestructivo. Él es en sí mismo un ejemplo de autorrestauración. No solo desarrolló su teoría, sino que toda su vida fue un ejemplo de quien honra el hecho de estar vivo. Cuando volvió de los campos de concentración retomó la posición que tenía en el hospital. Permaneció allí veinticinco años. Fue profesor de Neurología y Psiquiatría. Fue reconocido como doctor honorario en veintinueve universidades del mundo. Escribió treinta y dos libros, entre los que se encuentra su reconocida obra El hombre en busca de sentido. Fue profesor en varias universidades de los Estados Unidos. La edad no fue un obstáculo para él, siguió enseñando en la Universidad de Viena hasta los ochenta y cinco años. Pero no solo la parte académica fue de su interés. Siempre experimentó gran entusiasmo en escalar montañas y siguió haciéndolo mientras pudo. Además, a los sesenta y siete años se permitió el placer de obtener su brevet de piloto de aviación. Víctor Frankl murió el 3 de setiembre de 1997. Hoy es un ejemplo para honrar. Y para reflexionar: El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que este conlleva, la forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades –incluso bajo las circunstancias más difíciles– para añadir a su vida un sentido más profundo. Puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad. O bien, en la dura lucha por la supervivencia, puede olvidar su dignidad humana y ser poco más que un animal, tal como nos ha recordado la psicología del prisionero en un campo de concentración. Aquí reside la oportunidad que el hombre tiene de aprovechar o de dejar pasar las ocasiones de alcanzar los méritos que una situación difícil puede proporcionarle.

EUGENIA SACERDOTE DE LUSTIG Eugenia Sacerdote nació en Turín en 1910. Pertenece a una familia de mujeres emblemáticas, porque es, además, prima de Rita Levi-Montalcini (Premio Nobel de Medicina en 1986). Ambas decidieron estudiar medicina en Italia, transgrediendo el mandato social de una época en la que esa actividad estaba censurada para las mujeres. Se graduó de médica con las máximas calificaciones, pero no pudo ejercer. Las leyes de antisemitismo de Mussolini se lo impidieron. En 1938 le sacaron el título de médica por ser judía.

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Cuenta que hacía poco que se había casado y nacido su hija, y que apenas terminaba de instalar su casa cuando debió abandonar todo y partir: Ahhh… eso fue terrible, terrible… Yo me acuerdo siempre. Estaba amamantando a mi primera hija y abro el diario y leo: “Todos los judíos quedan despedidos de sus trabajos”. No podíamos hacer absolutamente nada más. Los médicos no podíamos atender más. Se nos había quitado la ciudadanía italiana. Fue terrible. Ese día se me cortó la leche y no pude amamantar más a mi hija. (…) De un día para otro nos encontramos sin trabajo, mi marido sin trabajo, yo sin trabajo, y toda mi familia igual. (…) Yo recién había tenido a mi primera hija, vivíamos en Roma en una linda casa y enseguida nos tuvimos que poner a pensar qué íbamos a hacer. (…) Entonces pusimos la casa en venta.

Viajó a la Argentina porque la empresa en la que trabajaba su marido se vio obligada a echarlo en Italia, pero como lo valoraba mucho como ingeniero, le ofreció trabajo en una fundición de cobre en Buenos Aires. Eugenia no conocía nada acerca de la Argentina. Su familia quedó disgregada en diferentes países y la comunicación con ellos era nula. Me acuerdo también que nos presentaron a un militar italiano que venía de Buenos Aires y que quería hacer un cambio: su departamento en Buenos Aires por un departamento en Roma, y se lo cambiamos. Después resultó ser un engaño porque su supuesto departamento en Buenos Aires era un conventillo de lo más asqueroso, así que fuimos engañados.

El arribo a la Argentina estuvo marcado por el dramatismo de una llegada caótica, que incluyó la pérdida de todo su equipaje. Su marido pensaba que iba a trabajar en la Argentina, pero pocos días después de su arribo, fue enviado al Brasil. Eugenia no pudo viajar con él y debió quedarse varios meses en Buenos Aires con su pequeña hija y sin conocer el idioma. No podía ejercer la medicina, ya que su título no estaba convalidado en el país. Tiempo después, como había trabajado en Turín en el cultivo de células, se acercó a la Cátedra de Histología de la Universidad de Buenos Aires, donde le permitieron trabajar. Allí conoció al doctor Houssay, quien después sería Premio Nobel y con quien trabajaría años más tarde. Decía con humildad: Nadie había visto aquí células vivas, esa fue mi ventaja. Naturalmente, no me pagaban nada, pero había un fondo para reponer el material de vidrio

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del laboratorio que se rompiera. Y si no se rompía, me daban un pequeño sueldo. Lógicamente, yo cuidaba que nadie rompiera nada.

Más tarde, fue invitada por el director del Instituto de Medicina Experimental, actualmente Roffo, a trabajar con células cancerosas. Allí cobraba un sueldo miserable, que en realidad correspondía al hijo del doctor Roffo, que ya no trabajaba allí. Fue su primer salario. Al tiempo fue convocada por el doctor Parodi, jefe del Departamento de Virología del Instituto de Microbiología Malbrán. Allí comenzó a trabajar por primera vez con los virus. En 1952, el doctor Parodi fue nombrado como ministro de Salud Pública en el Uruguay. Eugenia quedó a cargo como jefa de Virología. Me dejó a cargo del Departamento de Virología, algo que no hubiera sido un problema si hubiesen sido tiempos normales…

Y allí comienza una etapa en la que debemos estar muy reconocidos todos los argentinos. Esa mujer, a quien no se le revalidaba el título ni se le pagaba como correspondía, fue una figura importantísima durante la epidemia de poliomielitis que azotó al país. Me encontré con un panorama terrible, terrible, terrible. La gente moría como moscas… Era espantoso… Porque, además, nadie sabía nada sobre este virus, y lo único que podía hacer yo era el diagnóstico… nada más. (…) Ya le digo que trabajaba de la mañana hasta la medianoche, tal la cantidad de enfermos, tan enorme era la epidemia, que me mandaban muestras y más muestras y más muestras… No tenía tiempo para hacer todos los diagnósticos por la enorme cantidad… Era una epidemia. Murieron muchísimos, y muchos quedaron paralizados (…). Fue una cosa terrible y además no había experiencia en el mundo de una epidemia de esta naturaleza. (…) Yo estaba en continuo peligro de contagio. Trabajé así más de un año hasta que la Organización Mundial de la Salud me mandó a los Estados Unidos porque se empezaba a hablar de una vacuna que preparaba el doctor Salk. (…) Cuando volví, convencí al ministro de Salud Pública de que había que hacer la vacuna y usarla, a pesar de que no se había usado en ninguna parte del mundo. (…) Yo insistí en que se usara y fue bajo mi responsabilidad. (...) Y para dar el ejemplo, me inyecté yo. (…) Además, anuncié públicamente que había vacunado a mis propios hijos.

A pesar de haber demostrado ampliamente su idoneidad, recién en 1958, siendo rector de la Universidad de Buenos Aires Risieri Frondizi, la

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institución le reconoció el título obtenido en Italia. Fue el tardío reconocimiento a quien tanto había brindado al país. Esto le permitió presentarse a concurso y convertirse en profesora de la Cátedra de Biología Celular en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Fue invitada por el doctor Houssay a formar parte del Conicet en 1960 y permaneció en la carrera de investigadora hasta el año 2000. A la cátedra renunció en 1966, cuando Onganía, presidente de facto de la República Argentina, intervino las universidades en lo que se conoce como “la noche de los bastones largos”. Sufrió una ceguera repentina que la obligó a abandonar sus investigaciones sobre cáncer y Alzheimer, pero no perdió su interés por la ciencia. A pesar de estar casi ciega, su discapacidad apenas se notaba a juzgar por la facilidad con la que se desplazaba en su departamento. Estaba muy actualizada con la información: “Cuando quiero leer alguna nota científica sobre biología o medicina, tengo amigas que vienen a leérmela”, afirmaba. Asimismo, recibía material de Italia en formato de una biblioteca para ciegos. Intercambiaba también información con su prima Rita Levi-Montalcini, quien aportaba datos relevantes de la actualidad en medicina. Escribió su autobiografía como legado para sus nietos, pero una amiga pensó que el escrito podía ser un testimonio enriquecedor y de interés para el público y lo editó. El sentido del humor siempre estuvo presente en su actitud de vida, sonreía mucho, enfocaba los problemas con jovialidad y siempre encontraba el lado positivo a las dificultades. “Si pudiera ver seguiría yendo al laboratorio”, afirmaba. Su carrera se desarrolló con mucho esfuerzo personal y una firme determinación. Eugenia Sacerdote fue una luchadora incansable, su tenacidad ejemplifica de manera evidente cómo es posible autorrestaurarse. Llevó adelante un proyecto de vida al servicio de la ciencia a pesar de la adversidad. Son muchos los argentinos que reconocemos y agradecemos su entrega en los momentos en que la salud de la población estaba en riesgo. Esta mujer no solo actuó como científica, sino que, como ser humano, dejó de lado el resentimiento que podría haber sentido ante la falta de reconocimiento a su formación académica solo por ser extranjera y mujer. Investigadora pionera en la Argentina y de fuertes convicciones siempre sostuvo que “La búsqueda de la verdad debe estar guiada por la ética”. Murió en el 2011 en Buenos Aires, a los ciento un años. (3)

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TONY MELÉNDEZ Tony Meléndez nació en Nicaragua, en 1962, y es una víctima más de la talidomida, fármaco que no fue debidamente testeado y que, al ser administrado a las mujeres embarazadas, produjo malformaciones en los fetos. Hijo de una profesora y un ingeniero agrónomo, nació sin brazos y con un pie deforme y retorcido contra la pierna. Su nacimiento fue vivido con serenidad por parte de sus padres, pero sobre todo con mucho amor. Ellos le enseñaron a no desanimarse y a confiar en que el futuro le sería venturoso a pesar de su discapacidad. Desde que tenía pocos meses fue sometido a tratamientos y operaciones para enderezar su pie. Entre las intervenciones que le hicieron, estuvo la de colocarle brazos ortopédicos, que rechazó. Lo obligaron a usarlos hasta que se rebeló. Ya adulto explicó su decisión diciendo: “No me sentía cómodo (…) Yo podía hacer mucho más con mis pies”. Utilizó los recursos con los que contaba para abrirse camino y alejarse de la adversidad. Los Meléndez, personas de mucha fe y de una increíble fuerza de voluntad, hicieron por su hijo todo lo que podían y mucho más. Quiso el azar que su padre ganara en la lotería algo de dinero, con lo que les fue posible comprar un auto usado y recorrer el camino hacia Los Ángeles con el propósito de que Tony tuviera una mejor atención. El viaje duró diecisiete interminables días, en los que debieron enfrentar todo tipo de problemas, incluida una enfermedad, disentería, que casi termina con la vida de Tony. Fueron muchos los años de lucha contra la discapacidad, pero Tony fue adquiriendo un manejo de sus pies comparable con el de las manos de una persona virtuosa con ellas. Aprendió a valerse por sí mismo. Antes de caminar, se deslizaba arrastrándose sobre su espalda. Aprendió a caer, a levantarse, y también a caminar. Más tarde, a marcar el teléfono, abrir una canilla, cepillarse los dientes, peinarse, vestirse, tirar con arco y flecha, usar un rastrillo o un palo de hockey, sujetar cosas entre el mentón y el hombro, y hasta tejer crochet. Por supuesto, también a hacer música con extraordinaria idoneidad. Él sabía que no podía tocar ni el violín, ni la trompeta, pero sí el órgano. Ese fue el instrumento con el que comenzó su romance con la música. A los catorce años y por sus propios medios, haciendo resistencia pacífica, logró que lo aceptaran en una escuela convencional y lo incluyeran en el equipo de fútbol. Recordando esa etapa dice: “Me costó mucho

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convencer a todo el mundo de que con o sin brazos podía enfrentar el mundo real”. Es un hombre con una profunda fe católica. Paradójicamente, la única restricción vocacional que tuvo fue no poder ser sacerdote. No fue admitido por no poder dar la comunión. Siempre confió en sí mismo y en su capacidad. Se transformó en músico y compositor de gran talento. Su participación musical en las misas permitió que alguien le propusiera asistir a un casting de selección para celebrar la llegada del papa Juan Pablo II a Los Ángeles, California, en septiembre de 1987. Tony fue el triunfador. Después de hacer su interpretación de la canción Never be the same, logró conmover al Papa de tal forma que este bajó del lugar que ocupaba y se acercó a Tony para besarlo. Luego, dijo ante la multitud que lo aclamaba: Tony, eres verdaderamente un joven valiente. Nos has dado esperanza a todos nosotros. Mi deseo para ti es que continúes dando esperanza a toda la gente.

Este hecho cambió su vida para siempre. Desde entonces, Tony ha viajado por más de cuarenta países y se ha presentado en incontables shows de televisión. Fue convocado para infinidad de entrevistas y publicaciones de prestigiosos medios de todo el mundo. En la actualidad, reside en Branson, Misuri, ciudad en la que hay gran cantidad de shows y teatros. Dice: La música ha abierto la puerta de mis sueños y seguiré cantando, compartiendo mi vida, y seguiré haciendo música para todos.

Está casado y tiene hijos. Publicó su autobiografía con el título de No me digas que no puedes. (4)

RIGOBERTA MENCHÚ La doctora Rigoberta Menchú Tum se ha destacado por su liderazgo al frente de las luchas sociales en el ámbito nacional e internacional. Su trayectoria fue reconocida en el año 1992 con el Premio Nobel de la Paz, siendo la persona más joven en recibir este reconocimiento hasta ese momento. Con este premio se pone en evidencia su trayectoria de trabajo y su lucha por el respeto a los derechos humanos, en especial por los de los pueblos indígenas. De firmes convicciones, siempre mantuvo su decisión de seguir peleando por

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lo que considera justo. “Mientras yo viva, el Premio Nobel que recibí tendrá un sentido”, sostiene. De origen indígena, nació el 9 de enero de 1959 en Guatemala. Creció entre las montañas de Quiché y las fincas de la Costa Sur guatemalteca. En este lugar de gran riqueza natural, se produce café, azúcar, algodón y otros productos para la exportación. Allí pudo observar durante años cómo los trabajadores de origen indígena eran despiadadamente explotados y, por lo tanto, sometidos a una situación de pobreza extrema por los terratenientes. Ante la menor oposición al sistema, estos eran reprimidos por miembros del ejército guatemalteco. Supo desde niña de la discriminación, el racismo y las injusticias sociales. Hija de dos personas respetadas en su comunidad, fue socializada en un ambiente de respeto por la naturaleza y la vida colectiva de las comunidades indígenas. A pesar de sentirse parte de su comunidad, se vio obligada, para ayudar a su familia, a buscar sustento en la capital del país. Perdió a su padre, don Vicente Menchú, en la quema de la Embajada de España. Su madre, doña Juana Tum, fue secuestrada-desaparecida y su hermano Víctor fue asesinado por el ejército de Guatemala. Lejos de ser intimidada por los dramáticos hechos, estos se transformaron en el motor que fortaleció su lucha en favor de la justicia universal y contra la impunidad. Logró escapar del terrorismo de Estado implantado en Guatemala y se exilió en México en 1981, desde donde continuó su incansable trabajo de denuncia. Logró interesar a la comunidad internacional sobre los derechos de los pueblos indígenas del mundo. Siguió trabajando y organizando a su gente para resistir el exterminio. Participó, desde 1982, en las sesiones anuales de la Subcomisión de Prevención de las Discriminaciones y Protección a las Minorías de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, así como en las Asambleas Generales del Organismo Mundial desde 1993. Según las fuentes citadas, para ella la discriminación se da por falta de voluntad política, por prejuicios o por ignorancia. La doctora relató que desde que salió de Ciudad de México para ir a Monterrey fue interrogada en ambos aeropuertos sin haber dado algún motivo para ello. Su testimonio: Un policía joven me dijo que saliera fuera de la fila, entonces le dije que era Premio Nobel de la Paz, y me contesta: “Bueno, pero yo quiero revisarla”, y llego acá a Monterrey y lo mismo. Esto es grave, porque el prejuicio pasa a ser una doctrina y un comportamiento de los cuerpos de seguridad… Estamos encarando todo un proceso de un municipalismo con identidad e inclusión. Nuestra promesa hacia la población no indígena es que jamás

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vamos a hacer un instituto, una secretaría o una ventanilla para no indígenas. Siendo mayoría vamos a hacer una participación integral y completa porque nos motiva el ser humano pleno... ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Volver a rescatar el código del profundo respeto mutuo. Si todos creamos una actitud de respeto vamos a poder sentirnos orgullosos de no haber exterminado a los pueblos indígenas por la fuerza, sino de haber propiciado un sistema participativo y complementario en un sistema ancestral que reúna muchos códigos de valores…

Rigoberta Menchú es un claro ejemplo de autorrestauración. Ella logró salir del ensimismamiento de su propio sufrimiento, para convertirse en la voz de los oprimidos. La solidaridad a partir de una vida colmada de tragedias transformó el dolor en esperanza para mucha gente. (5)

STEPHEN HAWKING Nació el 8 de enero de 1942, en la ciudad de Oxford, Inglaterra. Como dato curioso, ese día se cumplían trescientos años de la muerte de Galileo Galilei. Estudió en el University College de Oxford, donde se licenció en 1962 con los títulos de matemático y físico. Fue un joven de vida normal, con un gran interés por las ciencias y una notable inteligencia. En 1963, practicando patinaje sobre hielo, el joven Stephen se resbaló y tuvo dificultades para incorporarse. De inmediato se le diagnosticó un trastorno degenerativo neuromuscular, ELA o esclerosis lateral amiotrófica. Los médicos supusieron que la enfermedad iba a acabar con su vida en pocos años, sin embargo, se equivocaron. Por supuesto que la enfermedad le cambió la vida: Fue un gran shock para mí descubrir que tenía la enfermedad de neurona motora.

Pasó por los lógicos cuestionamientos: ¿Cómo podría pasarme algo así a mí? ¿Por qué debería ser coartado de esta manera?

Sin embargo, su fuerza de voluntad y su determinación le permitieron llevar una vida exitosa tanto en lo profesional, como en lo personal.

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Trato de llevar una vida tan normal como sea posible, y no pensar en mi condición o lamentar las cosas que me impide hacer, que no son muchas.

Con el paso del tiempo, la enfermedad llegó a impedirle moverse y hablar, y se vio obligado a utilizar un sofisticado método electrónico para poder comunicarse con los demás. Sus limitaciones físicas no interrumpieron en ningún momento su actividad intelectual; por el contrario, la incrementaron. Comentaba que su reputación científica había ido creciendo al mismo tiempo que su discapacidad aumentaba. En octubre de 1962, había iniciado sus estudios de doctorado en el Trinity Hall de Cambridge. Solicitó trabajar con Fred Hoyle, pero eran muchos los aspirantes y su petición fue denegada. Muchos años después, Hawking vería el lado positivo de lo que en ese momento fue una gran frustración. De haber sido aceptado, probablemente se hubiera visto obligado a defender la teoría del estado estacionario de Hoyle, que quedó desacreditada tras el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas en 1965. Mientras cursaba su doctorado en 1965, se casó con Jane Wayline, con quien tuvo tres hijos. Después de obtener el título de doctor en física teórica (1966), su pasión por el estudio del origen del universo fue en aumento, y sus investigaciones se centraron en el campo de la relatividad general, particularmente en la física de los agujeros negros. Se lo compara con Albert Einstein por su popularidad y porque, al igual que este, Stephen Hawking se planteó la ambiciosa meta de armonizar la relatividad general y la mecánica cuántica. En 1974 propuso, de acuerdo con las predicciones de la física cuántica, que los agujeros negros emiten radiación térmica hasta agotar su energía y extinguirse. Hawking exploró también algunas singularidades del binomio espaciotiempo. Pero a medida que los reconocimientos, tales como innumerables premios y doctorados honoris causa se iban sucediendo, el proceso degenerativo de su enfermedad avanzaba. Primero, la inmovilidad de sus extremidades lo llevó a depender de una silla de ruedas; después, la parálisis se extendió a casi todo su cuerpo; en 1985, contrajo una neumonía que obligó a los médicos a practicarle una traqueotomía, tras lo cual perdió completamente el habla. A partir de entonces, solo pudo comunicarse mediante un sintetizador conectado a su silla, pero ni siquiera eso lo desmoralizó, escribió otros siete libros y siguió publicando artículos e impartiendo conferencias.

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Obsesionado por la divulgación de los hallazgos científicos, sostenía que todas las teorías de la física, incluso las más complejas, debían ser explicadas como para que cualquier persona las entendiese. Poseedor de una gran actitud positiva, dijo: Antes que mi enfermedad fuera diagnosticada, mi vida había sido muy aburrida.

Su historia pone en evidencia la preponderancia que el desarrollo científico y tecnológico tiene en la superación de las discapacidades. Su silla de ruedas y su sintetizador de voz eran tan populares en todo el mundo como él mismo. Su sentido del humor británico era muy apreciado entre sus colegas cuando manifestaba que había cambiado el acento británico por el estadounidense de la Cosa Oeste, ya que el sintetizador de voz se había fabricado en California. Stephen William Hawking falleció a los setenta y seis años en su casa de Cambridge. (6)

HELEN KELLER Helen Keller Adams nació el 27 de junio de 1880 en Alabama. Nació sana, pero a los diecinueve meses fue afectada por una grave enfermedad que la dejó ciega y sorda. El médico de la familia denominó a la enfermedad como “fiebre del cerebro”. Hoy, algunos expertos creen que podría haberse tratado de escarlatina o meningitis. Dada su discapacidad, ella tenía poco contacto con la realidad y nulo conocimiento del mundo. Algunos la definían como “salvaje”. Solo se comunicaba a través de gestos con la hija de la cocinera de la familia. Ambas habían creado un lenguaje de señas. La conducta de Helen era a veces incontrolable, gritaba cuando se enojaba y reía sin control cuando estaba contenta. En muchas oportunidades, había llegado a comportarse de una manera casi salvaje. Algunas personas de su entorno creían que debía ser internada. Sus padres acudieron a varios profesionales con resultados poco exitosos. Frustrados e impotentes, pasaban el caso de mano en mano. Finalmente, los Keller llegaron a contactarse con Anne Mansfield Sullivan, que de inmediato se convirtió en la maestra de Helen. Con métodos poco ortodoxos, Sullivan logró romper su mundo de silencio. Utilizó la experimentación de sensaciones corporales como el

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contacto con el agua, la tierra, etc., para que Helen comprendiera y aprendiera. El mismo día que comenzó a enseñarle, Helen aprendió treinta palabras, tenía entonces seis años. La relación entre maestra y alumna duró décadas. Helen aprendió el alfabeto de señas y, poco después, a escribir. En seis meses ya sabía 625 palabras. A los diez años, Helen había aprendido Braille, así como el alfabeto e incluso a usar la máquina de escribir. A los dieciséis podía hablar lo suficientemente bien como para ir a la escuela secundaria y a la universidad. En 1904 se graduó cum laude en Radcliffe College. Sullivan hizo un arduo y persistente trabajo que hoy es recordado como “el milagro de Anne Sullivan”. Tras su graduación, Keller realizó diversos viajes a Europa y África. Su obra publicada es, básicamente, autobiográfica, ya que encontró en la escritura el modo de objetivar y hacer comunicable su difícil experiencia. Sus libros fueron traducidos a cincuenta idiomas y son un ejemplo de tenacidad y resiliencia frente a las adversidades de la vida, especialmente las limitaciones físicas. Fue convocada por la universidad para dar conferencias y promover debates, tarea que llevó a cabo en más de veinticinco países. Dedicó su vida a mejorar las condiciones de los ciegos y los sordosciegos de todo el mundo. Helen Keller recibió muchísimos premios de gran distinción, la mayoría de ellos fueron otorgados en reconocimiento a la estimulación que ella promovía con su ejemplo. A través de su incansable trabajo alentó a millones de personas ciegas. Fue colaboradora de revistas y periódicos en temas relacionados con la ceguera, la sordera, las cuestiones sociales y los derechos de la mujer. Es un símbolo de triunfo sobre la adversidad y se ha ganado un lugar en la historia. Es un claro ejemplo de inteligencia, sensibilidad, tenacidad y solidaridad, que pudo desarrollarse por la influencia positiva de su contexto. (7) En sus palabras: La vida es una desafiante aventura o nada en absoluto. La seguridad es principalmente una superstición. No existe en la naturaleza.

MARIO CAPECCHI Mario Capecchi es genetista molecular y uno de los ganadores del Premio Nobel de Medicina y Fisiología 2007. Junto a sus colegas Oliver Smithies y

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Martin Evans, fue premiado por sus investigaciones pioneras y aportes para la cura de enfermedades como el cáncer o la fibrosis quística. Es ítalo-estadounidense y su historia es realmente conmovedora. Nació en Verona en 1937. Su padre murió en la Segunda Guerra Mundial y su madre, una intelectual antinazi, fue llevada a un campo de concentración. Pero antes, previendo que podría ser capturada, vendió todo lo que tenía y les entregó el dinero a unos granjeros del Tirol para que cuidaran de su hijo si algún día a ella le pasaba algo. Cuando esto ocurrió, Mario estuvo un año al cuidado de ellos, pero luego fue abandonado porque, aparentemente, se había acabado el dinero. Tenía solo cuatro años. Logró sobrevivir mendigando y robando para poder comer. Formó parte de una pandilla juvenil que recorrió gran parte de Italia. En 1946 enfermó de fiebre tifoidea como consecuencia de la mala nutrición y el absoluto desamparo al que estaba sometido. Fue internado en un hospital en el sur de Verona, en el que permaneció desnudo en una cama durante mucho tiempo. Cuando su madre fue liberada del campo de concentración de Dachau, lo buscó durante más de un año, hasta que finalmente lo encontró. Ella decidió emigrar a los Estados Unidos. Mario Capecchi aprendió a leer y a escribir cuando ya tenía trece años. Sin embargo, eso no fue impedimento para que hiciera una brillante carrera. Adoptó la ciudadanía estadounidense. Para él, la investigación fue y es lo más importante de su vida. Se preocupa en transmitir a sus alumnos toda su experiencia como científico y como ser humano golpeado por la adversidad. Algunas de sus reflexiones describen con exactitud su experiencia de vida: En la calle aprendí a confiar en mí. Yo estaba solo. (…) Siempre he pensado que lo que aprendí entonces, con aquellos ladronzuelos, me sirvió después como investigador: una cierta intuición del porvenir... (…) Creo que mi trabajo de hoy como científico está vinculado a esa etapa. … Mi mente era mi entretenimiento, todo el tiempo desarrollaba planes que luego tenía que cumplir...

Los conocimientos que logró junto con sus colegas, conducirán con el tiempo al desarrollo de terapias para los más diversos tipos de cáncer y enfermedades cardíacas. Dijo sentirse halagado al haber obtenido el Premio Nobel, pero que eso no era lo más importante. Para él lo que da verdadera gratificación son los logros conquistados para la humanidad.

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Ahora hay como una sensación de que la gratificación tiene que ser inmediata. La gratificación es algo que lleva mucho tiempo, esfuerzo, dedicación y paciencia. Y por eso, es gratificante cuando llega.

Le han preguntado muchas veces si es posible dejar un pasado difícil atrás y aspirar a un futuro pleno y feliz. Su respuesta es siempre la misma: ¡Claro que se puede, si tenemos la voluntad de hacerlo! No sucede en un día, pero sucede. (8)

En el ámbito local, nos pareció oportuno presentar los casos de tres mujeres argentinas que han demostrado con creces su actitud resiliente ante el dolor: Estela de Carlotto, Mónica Carranza y Margarita Barrientos. Pero antes nos parece necesario aclarar que no es nuestra intención analizar estos casos desde el punto de vista político partidista. El trabajo que ellas vienen realizando desde hace muchos años trasciende lo ideológico partidario. Son mujeres que han transformado su dolor en solidaridad.

ESTELA DE CARLOTTO Enriqueta Estela Barnes de Carlotto nació en la Argentina, en 1930. Formó una familia con Guido Carlotto y fue madre de cuatro hijos. Docente de profesión y por vocación, estuvo dedicada a su trabajo y a su familia. Así fue hasta que un hecho tan doloroso como la desaparición y muerte de su hija mayor cambió su vida para siempre. El 24 de marzo de 1976 las fuerzas armadas de la Argentina perpetraron un golpe de Estado. Desde ese momento, miles de personas fueron privadas de su libertad y torturadas. Centenares de criaturas fueron secuestradas junto con sus padres o nacidas en los centros clandestinos de detención, adonde eran conducidas las jóvenes embarazadas. Una de esas jóvenes fue Laura, la hija mayor de Estela. Los niños nacidos en cautiverio fueron, en su mayoría, entregados a familias de militares, que aguardaban en “lista de espera” para apropiarse de los bebés anotándolos como hijos propios. La manipulación de identidad fue la forma en la que esos niños fueron privados de conocer sus orígenes. Laura, hija de Estela, era estudiante de Historia en la Universidad Nacional de La Plata y militante de la agrupación Montoneros. Fue secuestrada en noviembre de 1977 con un embarazo reciente. Inmediatamente después del secuestro, Estela comenzó la búsqueda de su hija y, sin saberlo, una historia de incansable lucha que aún hoy sostiene:

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Cuando empecé –que salí de ser directora de una escuela para empezar a buscar, golpear puertas en las cárceles, en los regimientos, en la justicia, en la Iglesia, en los políticos, en los sindicalistas, en los militares y nunca me dieron respuesta– yo tenía miedo. No sabía hacer eso yo, tuve que aprenderlo y empecé solita…

En junio de 1978, con las manos esposadas, Laura dio a luz a su hijo, al que llamó Guido como su papá. El bebé le fue arrebatado horas más tarde. El cadáver de Laura fue entregado a su familia poco tiempo después del parto. Estela intentó sin éxito recuperar a su nieto de diferentes formas. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la única manera de resistir era uniéndose a otras personas que estaban en las mismas circunstancias. Las abuelas se unieron para llevar adelante una búsqueda que incluía visitas diarias a los juzgados de menores, orfelinatos, casas cuna, etc. También investigaban las adopciones otorgadas en esa época. Desafiantes al régimen militar que negaba la existencia de los desaparecidos, las abuelas decían no tener miedo porque lo peor que podía pasarles ya les había sucedido. Dice Estela que nunca imaginó que iba a seguir toda su vida luchando por recuperar a esos niños víctimas de la dictadura y utilizados como “trofeos de guerra”. Su lucha fue intensa y arriesgada. Fue amenazada y extorsionada varias veces. También fue víctima de un atentado. Su vida corrió peligro en muchas oportunidades, sin embargo nada la detuvo. Desde 1978, Estela participa de la asociación civil Abuelas de Plaza de Mayo, junto con otras madres y abuelas. Desde 1989 es su presidenta. Es también presidenta del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Estas son organizaciones no gubernamentales que tienen como finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias a todos los niños secuestrados y desaparecidos por la represión. Han logrado localizar y restituir a sus orígenes a más de 100 jóvenes. Fue también presidenta de la Comisión Provincial por la Memoria, creada en el año 2000 para investigar y difundir lo sucedido durante la dictadura militar. Ha recibido numerosas distinciones y doctorados honoris causa de universidades nacionales e internacionales. Su presencia transmite serenidad y dice no sentir ni odio, ni rencor. Manifiesta estar agradecida a la vida, que le posibilitó aprender muchas cosas que no sabía y conocer a gente valiosa. Su lucha fue recompensada cuando, en junio de 2014, un joven envió un e-mail a la organización que ella preside con el propósito de verificar su identidad. El 5 de agosto, según los análisis de ADN, Ignacio Guido

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confirmó su sospecha y se convirtió en el nieto recuperado número 114. ¡Era nada más ni nada menos que el nieto de Estela! Ella dijo al respecto: Hay que seguir buscando a los que faltan porque otras abuelas tienen que sentir lo que siento yo hoy.

Estela de Carlotto es un claro ejemplo de resiliencia y autorrestauración. Ella dejó de lado la pena para luchar contra la impunidad. Cambió odio por solidaridad. Ha rechazado la idea de vivir una vejez resignada. (9) Hace honor a la frase de Sanchís: “Quien no sabe llorar, no puede reír”.

MÓNICA CARRANZA Mónica Carranza nació en Parque Patricios, Ciudad de Buenos Aires, donde vivió hasta los nueve años con sus once hermanos. Tenía esa edad cuando su padre murió. Tanto ella como sus hermanos fueron separados e internados en diversos lugares. Mónica contaba que los subieron a un micro y fueron dejándolos a cada uno en un internado diferente. Nosotros no entendíamos nada de lo que estaba pasando y llorábamos abrazados, y así comenzó el drama que yo defino como la “jauría humana”. Dos hermanitas y yo fuimos internadas en un correccional (San Miguel). Cuando llegamos nos pelaron y separaron. Es imposible comprender que por el solo hecho de no tener papá y ser pobres nos encerraron en un correccional, pero un día logré escaparme y comencé a vivir en la calle.

Ella no resistía el cautiverio. Estuvo en varios institutos de menores de los que siempre se fugaba. Andaba entre institutos, comisarías y la calle como destino ineludible. La mayor parte de su infancia y adolescencia vivió a la intemperie y sin protección de ninguna clase. Soportó actos de violencia de todo tipo. Revolvía la basura para poder comer, pedía en la calle, dormía donde podía. Muchas noches, durmiendo en el umbral de alguna casa, era ignorada por las personas que pasaban. … en la calle fui violada, pasé hambre y frío, y muchas veces golpeé puertas que nunca se abrieron. Vivía casi como un animalito, como crecen esas plantas silvestres, soportando todo tipo de vejaciones…

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Lejos de abatirse, Mónica encaminó su vida hacia la solidaridad. Sintió que su lucha por mejorar la calidad de vida de los desposeídos era una necesidad personal. A comienzos de los años noventa, fundó en su propia casa el comedor comunitario “Los Carasucias”. Comenzó dando de comer a algunos niños que vivían en la calle, poniéndoles como única condición que antes de sentarse a la mesa se lavaran la cara y las manos. Cuenta que cuando era chica y estaba en situación de calle, pensaba en que le hubiese gustado ser grande para ayudar a los chicos como ella. Su dolor se transformó en empatía y solidaridad. Eso la salvó de su tortuoso pasado. Recuerdos que son imposibles de describir, de las heridas que aún siguen sangrando, multiplicadas por miles de pibes que callan su voz sin que nadie los escuche. ¡Una cosa es hablar de hambre, y otra cosa es sentir hambre!

La cantidad de gente que le pedía ayuda era cada vez mayor, entonces en 1996 hipotecó su casa y alquiló un galpón. Mónica y sus voluntarios salieron a vender flores artificiales que ellos mismos fabricaban, para poder pagar el alquiler. La demanda de ayuda fue creciendo hasta llegar a tener más de 1500 personas que dependían de ella para comer. Fundó un hogar para madres solas, organizó un taller de costura junto al comedor, construyó un hogar para 200 niños. El porqué de su comportamiento puede sintetizarse según sus propias palabras: Cientos de veces me han preguntado: “¿Por qué les das de comer a los chicos de la calle?”. Y cientos de veces intenté explicar esta obsesión mía por ayudarlos que podría resumir contestando: “Nunca se han cerrado mis heridas y jamás voy a olvidar el infierno que he pasado en la calle”. Por eso esta fundación.

La fundación fue reconocida en el ámbito nacional. En 1997, Mónica fue distinguida como Mujer del Año. Su historia de vida se había resignificado. Su vocación solidaria fue el motor que le allanó el camino hacia la restauración. Tal vez sabía, intuitivamente, que ayudar a otras personas la ayudaba en su propia autovaloración. Descubrió el poder de la solidaridad. Luego de veinte años de lucha y amor, Mónica falleció el 28 de diciembre de 2009 a los sesenta y tres años. (10)

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MARGARITA BARRIENTOS La vida de Margarita Barrientos siempre fue difícil. Nacida en Santiago del Estero, se crió en una mísera choza en el seno de una familia de aborígenes toba. Al morir la madre, que sufría de leucemia y mal de Chagas, su padre se fue de la casa, abandonándola a ella y a sus doce hermanos. Margarita tenía entonces doce años de edad. Siendo aún adolescente, se fue rumbo a Buenos Aires en busca de una oportunidad de progreso. Contrajo matrimonio con Isidro, con quien tuvo nueve hijos propios y uno adoptado. Un accidente laboral dejó inválido a su marido, lo que obligó a Margarita, que no sabía leer ni escribir, a dedicarse a lo que se conoce como “cirujeo”, la recolección de desperdicios urbanos. El punto de inflexión en la vida de Margarita llegó en 1996, cuando al volver de trabajar con su carro, descubrió que los niños de una vivienda contigua llevaban días sin comer. Yo traía los restos de pan que recogía de una panadería, así que les dije que vinieran a casa y los senté a la mesa con nosotros. En la vida siempre hay que dar, por más poco que se tenga, hay que tener compasión por el prójimo. Y esos chicos, Pablo, Rosita, la Chicha, que ahora son adultos y están casados, estaban solos con su abuelo.

Es fundadora del comedor “Los Piletones” en Villa Soldati, Buenos Aires, en el que trabajó durante mucho tiempo anónimamente, sin pena y sin pausa. Juan Carr, fundador de un movimiento social y cultural denominado Red Solidaria, descubrió la labor que en silencio estaba realizando Margarita, dando de comer cada vez a más niños y la visibilizó ante la sociedad. En pocos años, el trabajo de esta infatigable luchadora creció exponencialmente. En el comedor “Los Piletones”, situado frente a su casa, hoy da de comer diariamente a más de mil niños. En 1999 fue distinguida como Mujer del Año en la Argentina. Esto le permitió hacer aún más público su trabajo. A partir de ese momento, comenzó a recibir ayuda de diferentes sectores con la que ha puesto en marcha guarderías, clínicas, farmacias, proyectos de microcréditos para la gente de su barrio. En los centros también se dan charlas sobre prevención y anticoncepción. Aquel gesto de solidaridad que tuvo en 1996, aquel acto de amor y generosidad, se ha multiplicado, transformando positivamente su propia vida y la de quienes la rodean.

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Fue premiada con el galardón Domingo Faustino Sarmiento a las mujeres destacadas argentinas por el Senado de la Nación y nombrada ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 2011. (11) Margarita Barrientos es un ejemplo de lucha, tesón, solidaridad y resiliencia.

RESILIENCIA GRUPAL

LOS SOBREVIVIENTES DE LA TRAGEDIA DE LOS ANDES El 13 de octubre de 1972, un avión de la fuerza aérea uruguaya conducía al equipo de rugby Old Christians con destino a Chile. Con 40 pasajeros y cinco tripulantes, se estrelló en la cordillera de los Andes. De los 45 pasajeros, 27 sobrevivieron al impacto. A los 16 días, ocho murieron en un alud, y tres más antes del rescate. La lógica de estos jugadores de rugby era acudir al capitán, hasta que este falleció en la avalancha. Después, el liderazgo pasó a los primos Strauch, como un consejo asesor, los viejos de la tribu. Los primos no tomaban las decisiones, escuchaban todas las ideas y daban la aprobación a las propuestas. Este es un ejemplo emblemático de resiliencia grupal, que mantuvo en vilo al mundo durante los 72 días que duró la odisea en la montaña. En este caso en general y en la forma de afrontamiento de la situación extrema en particular, pueden observarse tanto algunas características que mencionamos en el Capítulo 5, como pautas de comportamiento sugeridas para entrenar en el Capítulo 6. Cultivaron la autodisciplina: los sobrevivientes dividieron las tareas de acuerdo con sus capacidades y el estado físico en el que se encontraban. Dijo Roberto Canessa: Hay momentos en la vida en que se te cae el avión… En la adversidad es clave saber asumir riesgos y tomar las decisiones más difíciles... No me había dado cuenta en ese momento de que la muerte vendría por nosotros en pequeñas dosis, poco a poco…

Como toda persona con identidad propia, pudo tomar decisiones basadas en su propia evaluación de los hechos.

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Yo pedí ser independiente. Estaba en muchas cosas: me ocupaba de los heridos, de la comida y de las caminatas. No quería encasillarme.

Su liderazgo fue creativo, propuso soluciones para todo. Focalizándose en lo que tenía a su alcance, fabricó elementos como anteojos, utensilios, guantes y botas con los asientos del avión para evitar el frío y hundirse en la nieve. Superando mandatos sociales y viejas creencias, tomó las decisiones que permitieron salvar su vida y las de sus compañeros que permanecían aún con vida. Él era en ese momento estudiante de Medicina y sabía lo que debía hacer para sobrevivir. La idea de alimentarse de otra persona surge cuando empezás a tener mucha hambre. Masticábamos el cuero de los zapatos, pero te ensuciabas de tanino. A mí la ficha que me cayó es la analogía: prótidos, glúcidos y lípidos es lo que te da la carne de vaca..., la humana iba a servir. El problema es que no le podía pedir permiso a los muertos. Eso me tenía mal.

Sin duda, la decisión más controversial, más difícil, más debatida y polémica, fue practicar la antropofagia. Luego vino el momento de tener que cortarlos y no te los querés comer, a nadie le gusta. Pero dije: “Para volver tengo que comer ese pedazo”. Y me lo tragué.

Como toda persona resiliente, capitalizó la experiencia traumática como un aporte invalorable a su experiencia de vida. Algo que jamás olvidarán como ejemplo de aprendizaje es que, a la hora de tomar riesgos, es imprescindible explorar con mayor claridad nuevas fuentes de información. Ellos pensaron que el avión había caído del lado chileno, pero estaban en territorio argentino. El error es aceptar la información de la persona especializada cuando a esa persona se le cayó el avión. Cuando te asesorás con personas que se supone que saben mucho de algo y fracasaron, podés llegar a cometer el mismo error que ellos. Nosotros le preguntamos al piloto que pensó que había pasado por Curicó (Chile) y hace descender el avión y choca.

Fueron 72 días de aprendizaje intensivo, que cambió para siempre la vida de los que sobrevivieron.

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Aprendí lo vulnerables que somos. La levedad del ser, cómo puede cambiar todo de golpe. Tenés que disfrutar mucho más de cada cosa sencilla. También tener la capacidad de asumir riesgos. Me transformé en una persona a la que le gusta vivir porque sé que se me puede terminar. Mi filosofía de vida es ocho horas de trabajo, ocho de sueño y ocho de crecimiento personal. Por ir a buscar dinero sacrificamos tiempos que no van a volver.

Canessa enfatiza que la toma de riesgos se da cuando no hay alternativa ni opciones. Cuenta que un día uno de ellos dijo: “Tengo una buena noticia para darles, se acabó la incertidumbre de si vamos a salir por nosotros mismos, ya que se suspendió la búsqueda”... Y teníamos que salir.

Lograron la convicción de que, por adversa que fuera la situación, no era de por sí aniquiladora. Nunca bajaron los brazos, por el contrario, el hecho de enterarse de que habían suspendido la búsqueda fue lo que hizo que Canessa se sumara al grupo de expedicionarios. Cuenta que Arturo Nogueira, herido en sus dos piernas, le dijo: Qué suerte tenés vos que podés caminar y salvarnos a todos. Cuando tenés un problema hay que empezar a dar los pasos hacia la solución, porque hay un montón de imprevisibles.

Tuvieron la capacidad de abordar la situación con un sentimiento de confianza, lo que les permitió no darse por vencidos de antemano ni autosabotearse. El 23 de diciembre de 1972, y luego de 12 días de escalar y bajar por las montañas, Nando Parrado y Roberto Canessa lograron lo que muchos consideraron un milagro: encontrar civilización y ser rescatados. (12) 3- La información fue extraída de la biografía escrita por Catriel Etcheverri, Eugenia Sacerdote de Lustig y de una nota de Alejandro Alonso, http://axxon.com.ar/not/164/c1640209.htm. 4- La información para este resumen fue obtenida de su página web www.tonymelendez.com y de su autobiografía. 5- La información presentada en este caso fue obtenida en las siguientes fuentes: http://www.frmt.org/news/es_ES/2011/03/31/0001/no-hace-falta-derechos-indigenashace-falta-respeto-y-oportunidades; http://www.frmt.org/es/cv.html. 6- La información sobre este caso fue obtenida en las siguientes páginas web: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/hawking.htm;

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https://elpais.com/elpais/2018/03/14/ciencia/1521042343_618014.html. 7- La información sobre el caso está tomada de: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/keller_helen.htm; https://www.biography.com/articles/Helen-Keller-9361967; https://www.afb.org/section.asp?SectionID=1&TopicID=129. 8- La información sobre este caso puede ser ampliada en las siguientes páginas web: http://www.youtube.com/watch?v=ui5oL63TBXs; http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Era/nino/calle/salvo/madre/elpepusoc/2007101 0elpepisoc_8/Tes; http://www.dw.com/es/mario-capecchi-de-ni%C3%B1o-mendigo-apremio-n%C3%B3bel-de-medicina-2007/a-2813324.• 9- La información fue obtenida del sitio http://www.abuelas.org.ar. 10- Parte de la información fue extraída de la página oficial de la fundación “Los Carasucias”: http://www.loscarasucias.org.ar/monicacarranza.htm. 11- La mayor parte de la información sobre este caso fue extraída de la siguiente página web: http://www.mujeresquecambianelmundo.org/margarita_barrientos.html. 12- La información sobre este caso fue obtenida de una entrevista realizada por Andrés Hatum, para el diario La Nación: https://www.lanacion.com.ar/1925356-robertocanessa-hay-momentos-en-la-vida-en-que-se-te-cae-el-avion.

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Índice Portadilla Legales Agradecimientos Introducción Aspectos metodológicos Criterio de selección de los casos Capítulo 1 ¿Qué es la resiliencia? Empecemos por definirla Resiliencia en psicología Principales ideas del Capítulo 1 ¿Qué es la resiliencia?

Capítulo 2 ¿Qué no es la resiliencia? No es una característica exclusiva de unos pocos La venganza no es resiliencia Resistencia no es resiliencia Negación no es resiliencia Principales ideas del Capítulo 2 ¿Qué no es resiliencia?

Capítulo 3. Las crisis

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Y ahora…, ¿Qué hago? Barajar y dar de nuevo Principales ideas del Capítulo 3. Las crisis

Capítulo 4. El contexto

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¿Cómo influye el contexto? Principales ideas del Capítulo 4. El contexto

Capítulo 5. Resiliencia y autorrestauración ¿Qué es un restaurador? ¿Cómo lograr la autorrestauración? Características de los autorrestauradoreS Principales ideas del Capítulo 5. Resiliencia y autorrestauración

Capítulo 6. El entrenamiento 105

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La adversidad como motor: “¿Qué hubiera sido si…?” Prestar atención al propio patrón de pensamiento Reconocer el poder del pensamiento positivo Prestar atención a las consecuencias del pensamiento negativo Cuestionar mandatos y viejas creencias Trabajar en el desarrollo de la propia paciencia Cultivar la autodisciplina Evitar repetir la misma forma de resolución Aprender a registrar las metas conquistadas Aprender a identificar los sentimientos Cultivar la creatividad Aprender a superar el temor al ridículo Focalizarnos en lo que tenemos Principales ideas del capítulo 6el entrenamiento

Capítulo 7. Cambios sociales, trabajo y resiliencia Preparándonos para entrenar Principales ideas del Capítulo 7. Cambios sociales, trabajo y resiliencia

Conclusión Anexo. Biografías ejemplificadoras Viktor Frankl Eugenia Sacerdote de Lustig Tony Meléndez Rigoberta Menchú Stephen Hawking Helen Keller Mario Capecchi Estela de Carlotto Mónica Carranza Margarita Barrientos Resiliencia grupallos sobrevivientes de la tragedia de los Andes

Bibliografía

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